Alianza Universidad

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Alianza Universidad

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El nacionalismo vasco radical 1959-1986 Versión española de Eva Rodríguez Halffter

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Alianza Editorial

Título original; Radical Basque Nationulisni 1959-1986

John Sullivan 1986 © Ecl. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1988 Calle Milán, 38. 28043 Madrid; celcf. 200 00 45 ISBN ; 84-206-2569-8 Depósito legal: M. 35.070-1988 Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono ígarsa Paracuellos de Jaram a (Madrid) Printed in Spain

IN D ICE

Reconocimiento....................................................................

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Capítulo 1. El nacionalismo vasco desde sus orígenes hasta la década de 1950...........................................................................

11

Capítulo 2.

Los primeros pasos de ETA (1951-1967).............

33

Capítulo 3. De la V a la VI Asamblea, (primavera de 1967-otoño de 1970)..................................................................

73

Capítulo 4. El juicio de B urgos...................................................

111

Capítulo 5. La vuelta al nacionalismo radical............................ Parte I. Decadencia de ETA -V I.......................................... Parte II. El ascenso de ETA -V ...............................................

135 135 155

Capítulo 6. El ocaso de la dictadura(1974-77)......................

179

Capítulo 7. De las elecciones a la Constitución (junio de 1977-diciembre de 1978)...........................................................

221

Capítulo 8. Desde el referéndum constitucional a las eleccio­ nes al Parlamento vasco (diciembre de 1978-marzo de 1980)

269

7

g

Capítulo 9.

Indice

ETA en la democracia parlamentaria....................

Apéndices.......................................................................................... Bibliografía........................................................................................

293

REC O N O C IM IEN TO

para Palmira

Este libro se basa en una tesis por la que me fue concedido el tí­ tulo de Doctor (Londres) en 1986. Mi agradecimiento va dirigido a todas las personas que me ayudaron permitiéndome que las entrevis­ tara, que me procuraron ciertos documentos o me prestaron su co­ laboración en modos diversos. Me siento particularmente agradecido a Antolín Amescua, Feliz Aizpurua, María Teresa Castells, Tomás Goikoetxea, Eufemia González, John Hollyman, Blanca Imizcoz, Alison Lever, Antonio G. Pericás, Octavio Rico y Ramón Zulaica. Mi mayor deuda es con mi director de tesis, Paul Preston, sin cu­ yas guía y críticas no podría haber concluido este trabajo. Estoy agradecido a la dirección del Western District of the Workers Educational Association por haberme concedido el tiempo libre necesario para el trabajo de investigación y elaboración que realicé durante la primavera de 1980 y el verano de 1984.

Capítulo 1 EL NACIONALISMO VASCO DESDE SUS ORIGENES HASTA LA DECADA DE 1950

El nacionalismo vasco se originó en la década de 1890 en Vizca­ ya, como respuesta a la rápida transformación de la sociedad vasca por efecto de la industrialización, la cual produjo una masiva inmi­ gración de trabajadores desde otros puntos de España. Estos inmi­ grantes, que vinieron en busca de trabajo en las minas de hierro y el sector siderúrgico, transformaron muchas de las zonas donde previa­ mente se hablaba la lengua vasca, el euskera, en regiones castellano parlantes. En su lucha contra una explotación brutal y las duras con­ diciones de trabajo, estos obreros formaron secciones de la Unión General de Trabajadores (UGT) y del Partido Socialista Obrero Es­ pañol (PSOE) ‘ . Tanto la U G T como el PSOE eran activamente an­ ticlericales, por lo que sus doctrinas se consideraron peligrosas e in­ morales por gran parte de la población católica vasca. Estos inmi­ grantes, aparte de su acción sindical y política, parecían amenazar la estabilidad de la sociedad tradicional vasca por el simple hecho de ha­ blar castellano. Además, muchos vascos creyeron ver una moral li­ cenciosa en estos inmigrantes y, en consecuencia, peligrosa para la po­ blación étnicamente vasca Más aún; algunos de los posteriores teó‘ Juan Pablo Fusi Aizpúrua, Política obrera en el País VascOy 1É80-192} (Madrid, 1975), passim. ^ Juan José Solozábal, El primer nacionalismo vasco (San S^astián, 1977), passim. 11

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ricos del nacionalismo sostendrían que los españoles eran racialmen­ te inferiores a los vascos. Hasta la década de 1890 la singularidad social de las cuatro pro­ vincias vascas no había producido conciencia nacionalista alguna. El fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, hijo de un naviero carlista, tuvo que inventar un nombre, el de Euskadi, para el País Vas­ co, idear su bandera y dar forma a una ideología que pudiera justi­ ficar las pretensiones de independencia de la región del resto de Es­ paña. Arana tuvo la posibilidad de inspirarse en un mito de gran fuer­ za que sería tremendamente eficaz en la construcción del movimien­ to nacionalista, primero en Vizcaya y más tarde en las otras tres pro­ vincias vascas. El rasgo más diferenciador de la sociedad vasca era su lengua (o grupo de lenguas), el euskera, que no es de origen indo­ europeo y no tiene vínculos aparentes con ningún otro idioma. Este hecho fue enormemente útil a la hora de subrayar la singularidad de lo vasco y justificar su derecho a independizarse de España y Fran­ cia. El carácter único del euskera fomentó la convicción de que los vascos constituían una raza aparte Ciertas versiones ingenuas de la historia vasca sugerían que el euskera pudiera ser el lenguaje del Jar­ dín del Edén, y la lengua hablada por la humanidad antes de ocurrir el desastre de la Torre de Babel. Se creía que los vascos eran descen­ dientes de Tubal, hijo de Jafet y nieto de Noé. Asimismo, se afirma­ ba que habían vivido en una sociedad igualitaria y democrática, don­ de eran las asambleas de ciudadanos las que hacían las leyes, mien­ tras el resto del mundo vivía en sistemas tiránicos. Según dicha ver­ sión, los vascos habían luchado durante siglos para conservar su in­ dependencia frente a los conquistadores extranjeros. En el 778, por ejemplo, habían derrotado a los ejércitos de Carlomagno en Roncesvalles. Se sostenía que sus antiquísimas leyes, los Fueros —únicamen­ te vigentes, se decía, en el País Vasco— habían producido una demo­ cracia purísima, inexistente en el resto del mundo hasta el adveni­ miento de épocas más modernas Dado que el País Vasco no había estado, como el resto de España, sometido a la ocupación romana ni a la musulmana, se había librado del efecto corruptor de vivir bajo la tiranía, y de la contaminación resultante de mezclarse con las razas judía y mora La idea era que los vascos habían negociado libremente un tipo de acuerdo por el que se aceptaba al rey de España como Señor de ^ Martín de Ugalde, Síntesis de la historia del País Vasco (Barcelona, 1977), pp. 11-59). Manuel Irujo, Inglaterra y los vascos (Buenos Aires, 1945), pp. 8-9 y 209; Fe­ derico de Arteaga, ETA y el proceso de Burgos (San Sebastián, 1978), pp. 41-50. ^ Sabino Arana Goiri, «La pureza de raza», en L. Haranburu (ed.). Obras escogi­ das. Antología política (San Sebastián, 1978), pp. 192-8.

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Vizcaya y de las restantes provincias vascas. Sin embargo, dicho pac­ to no debía entenderse como sometimiento, puesto que el rey debía gobernar de acuerdo con las antiguas leyes encarnadas en los Fueros. Se decía que la superioridad racial de los vascos estaba reconocida en un real decreto por el cual se concedía título de nobleza a todos los ciudadanos de Vizcaya. El profundo catolicismo de los vascos, ma­ nifestado en las vidas de santos como Ignacio de Loyola y Francisco Xavier, se presentaba también como prueba de su superioridad mo­ ral sobre el resto de los españoles. La idílica armonía de la sociedad tradicional vasca había quedado supuestamente quebrantada por la política anticlerical y centralizadora de los gobiernos españoles del si­ glo XIX. La realidad era que los Fueros habían sido una concesión de la Corona española y tenian equivalentes en todo el territorio español, antes de que las leyes consuetudinarias fueran substituidas por las ten­ dencias centralizadoras de posteriores gobiernos. Los Fueros varia­ ban mucho de una provincia a otra, y no se había producido intento alguno de crear un País Vasco unificado De modo similar, el real decreto que había concedido título de nobleza a todos los nacidos en Vizcaya se había interpretado como una medida destinada a ganar el apoyo de su población a la Corona española, más que como el reco­ nocimiento de la superioridad social vasca. Los Fueros no eran un re­ flejo de una primitiva Arcadia democrática, puesto que el poder es­ taba en manos de una élite propietaria, y el derecho al voto era con frecuencia más limitado que en el resto de España Además, los vas­ cos más ilustres habían sido servidores de la Corona española o de la Iglesia. El buen nivel educativo, que había generado una gran can­ tidad de escritos en español, explicaba la importancia de los burócra­ tas de origen vasco en la corte de Madrid El conflicto entre el eus­ kera y el castellano fue mínimo hasta fines del siglo X IX . El euskera era la lengua que se hablaba en las casas y en el campo, y las auto­ ridades concedían escasa importancia a que la mayoría de la pobla­ ción no hablara el español, empleado en la administración y la vida pública. El euskera no fue lengua escrita hasta el siglo XVI, cuando unos misioneros protestantes tradujeron a él la Biblia y la iglesia ca­ tólica respondió publicando una serie de obras religiosas en dicha len\ ^ Salvador de Madariaga, Spain (Londres, 1942), p. 181; Arteaga, ETA, pp. 147-48/ ^ Maximiano García Venero, Historia del nacionalismo vasco (Madrid, 1979), 69-94. * Renato Barahona, «Basque regionalism and centre-periphery relations, 1759-1833», European Studies Review, vol. 13, (julio, 1983); Javier Corcuera Atienza, Orígenes, ideología y organización del nacionalismo vasco, 1876-1904 (Madrid, 1979), pp. 28-9.

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gua. La existencia de los Fueros era la prueba primordial aducida por los nacionalistas vascos para afirmar que el suyo había sido un pue­ blo soberano, pese a que fueran distintos los Fueros de cada una de sus provincias y que la Corona española no hubiera tratado nunca al País Vasco como una sola unidad política. En los Fueros se estipu­ laba que los vascos no podrían ser reclutados para el ejército espa­ ñol, aunque las autoridades locales tenían la obligación de reclutar una milicia. Este convenio tenía ventajas evidentes para la Corona, pues facilitaba la defensa de una región fronteriza. La segunda cláu­ sula importante de los Fueros, la exención de derechos de aduana, go­ zaba también del favor de la gran mayoría de la población, y el des­ contento que despertó su abolición fue uno de los factores que fo­ mentó el desarrollo del nacionalismo a fines del siglo XIX. Hasta 18 37 los puestos de aduanas estaban situados en el Ebro en lugar de en la frontera francesa o en los puertos de mar, por lo que los artículos de importación se podían adquirir a precios bajos. Tras la pérdida del imperio americano, en el siglo XIX, el creciente sector de comercian­ tes e industriales, considerando perjudicial para sus intereses la exis­ tencia de barreras aduaneras interiores, formuló una petición para que los controles de aduana se situaran en la frontera española Dicha petición creó una situación conflictiva entre una burguesía en expan­ sión, por una parte, y los agricultores junto a la nobleza rural, a los cuales beneficiaban las importaciones baratas, por otra. Al iniciarse la primera guerra carlista, en 1833, la mayor parte de las zonas rurales del País Vasco se unieron a la causa de Don Carlos, porque su apoyo a la Iglesia y su oposición al liberalismo se vieron como una respuesta a los ataques a los Fueros y las instituciones ecle­ siásticas. Los dirigentes del carlismo local insistieron en la cuestión de los derechos forales antes que en las pretensiones dinásticas de Don Carlos. Las ciudades del País Vasco apoyaron la causa liberal de la reina regente, María Cristina, y recibieron con agrado la derro­ ta de Don Carlos en 1839. En la segunda guerra carlista de 1873-74, los protagonistas fueron los mismos: la burguesía respaldó al gobier­ no central, mientras que los carlistas conservaron el apoyo de las zo­ nas rurales. Esta vez, la derrota de los carlistas significó la abolición de los Fueros, dejando a las autoridades provinciales un vestigio de sus antiguos derechos—los Conciertos Económicos— que les per­ mitía recaudar impuestos, para satisfacer su parte de lo exigido por el gobierno central La abolición de los Fueros gozó de escasas sim^ Francisco Letamendía (Ortz), Historia de Euskadi. El nacionalismo vasco y ETA (Barcelona, 1977, p. 81. Emilio López Adán (Beltza), El nacionalismo vasco 1876-1936 (San Sebastián, 1977), pp. 31-2.

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patías, incluso entre algunos liberales que habían luchado contra el carlismo por su ideología reaccionaria y clericalista. Surgieron algu­ nos movimientos que pedían la restauración de los Fueros, pero no llegaron a evolucionar hacia un nacionalismo hasta que la explota­ ción a gran escala de las minas de hierro vizcaínas generó el gran flu­ jo de inmigrantes de otros puntos de España, y con ello las corrien­ tes xenófobas entre la población local. Sabino Arana utilizó amplia­ mente la nostalgia de los Fueros en su elaboración de la ideología na­ cionalista, pero también introdujo elementos nuevos con objeto de crear un movimiento moderno. Arana, bajo la influencia de su her­ mano mayor, Luis, se hizo nacionalista en 1882, a la edad de dieci­ siete años, y se dedicó al estudio de la historia, la lengua y la cultura vascas. Pasó cinco años estudiando en Barcelona, entre 1883 y 1888, antes de regresar a Vizcaya para iniciar su misión política Pese a que Arana, cuya personalidad carismática dominó el mo­ vimiento por él fundado hasta su muerte en 1903, estaba fuertemente influido por el ambiente carlista del que procedía, transformó la as­ piración carlista a la restauración de los Fueros en algo totalmente nuevo: en la exigencia de la total separación del País Vasco del resto de España. Arana deseaba la restauración de los Fueros porque creía que, en su día, habían constituido el instrumento en virtud del cual se habían autogobernado los vascos, y que en el futuro podían ser el medio para lograr la independencia vasca, unos planteamientos polí­ ticos que guardaban escasa relación con las demandas carlistas de exención de derechos de aduana y del servicio militar. La preocupa­ ción más acuciante de Arana era su convicción de que la raza vasca se hallaba en peligro de extinción a causa de la invasión de foraste­ ros, a los que consideraba racialmente degenerados, inmorales, no ca­ tólicos y socialistas. Arana pensaba que la independencia vasca les permitiría negar el acceso de los españoles al País Vasco, prohibir los matrimonios mixtos entre éstos y los vascos, restaurar la moral tra­ dicional y aislarla de las influencias liberales y socialistas. El conven­ cimiento de Arana de que los maketos (término peyorativo con el que calificaba a los españoles) representaban un peligro para la salud moral y la pureza social de los vascos, le indujo a pedir la imposición de ciertas medidas que podían hacer más difícil la situación de los ma­ ketos. Así pues, lejos de desear la asimilación cultural de los inmi­ grantes, Arana pensaba que era lo más desastroso que podía acaecer a la raza vasca. El peligro más pernicioso que representaban los in­ migrantes para los vascos era el desorden social que supuestamente producían el PSOE y la U G T. Arana expresaba su condolencia por García Venero, Historia..., pp. 243-251.

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el sufrimiento de los obreros de origen vasco, pero atribuía sus bajos sueldos y malas condiciones de trabajo a la injusta competencia de los inmigrantes, racialmente inferiores. En consecuencia, instaba a los obreros vascos a que se organiza­ ran separadamente de los inmigrantes, cuya expulsión se consideraba el medio para mejorar su suerte. El que Arana hubiera sustituido la lengua por la raza como rasgo diferenciador de los vascos, no le im­ pidió dedicar grandes esfuerzos a la revitalización del Euskera, cuya función principal debía ser la de servir de barrera entre vascos y maketos. Aunque la lengua materna de Arana era el español, y no apren­ dió a hablar euskera hasta hacerse nacionalista, consideraba que, si los inmigrantes iban a aprenderla, sería mejor que los vascos adop­ taran otra lengua De modo similar, el cultivo del folklore y el es­ tímulo del fervor religioso servirían para diferenciar a los vascos de los inmigrantes «españoles». La preocupación nacionalista por de­ mostrar que todos sus antepasados tenían apellidos vascos y no es­ pañoles, y sus esfuerzos por fomentar la música y los bailes vascos, tenían también el mismo propósito. En su primera obra importante, Bizcaya por su independencia, pu­ blicada en 1890, Arana sostenía que Vizcaya debía independizarse de España una idea que luego extendió a todo el País Vasco. Arana dedicó gran parte de sus energías a elaborar obras como ésta, pero también se ocupó en crear una organización que propagara sus ideas. En 1893 habló ante una congregación del grupo Euskalerico, forma­ do por hombres de negocios y miembros de profesiones liberales, que había empezado por pedir la restauración foral y había evolucio­ nado hacia el nacionalismo. El apoyo de los Euskalericos le habría sido a Arana de un enorme valor, pero los miembros del grupo, re­ pelidos por su fanatismo y su intolerancia, se negaron a unírsele. N o obstante. Arana empezó a crearse cierto respaldo entre personas de clase media procedentes de medios religiosos y carlistas similares al suyo. Este apoyo se consolidó con la fundación del periódico Bizkaitarra en 1893. En 1894 fundó Euzkaldun Batzokija, para rivalizar con las asociaciones políticas liberal, monárquica y carlista Euzkaldun Batzokija fue durante muchos años la única organi­ zación que tuvo el movimiento nacionalista. Su estructura de club so­ cial, en lugar de partido político, permitió a Arana ejercer un control político sobre el movimiento sin los impedimentos de una estructura Arana, «Errores catalanistas», en Haramburu (ed.), Obras..., pp. 185-91. Arana, «Bizcaya por su independencia», ibíd., pp. 11-42; Arana, «Discurso de Larrazábal», ibíd., pp. 43-9. Jean-Claude Larronde, El nacionalismo vasco: su origen y su ideología en la obra de Sabino Arana Goiri (San Sebastián, 1977), pp. 182-97.

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democrática. Puesto que el objetivo perseguido por Arana de separar al País Vasco del resto de España era ilegal, y podía haber provocado su procesamiento, esta forma de organizarse contribuía a mantener el silencio. Pero un club social no era lo apropiado para la labor que Arana se había impuesto, y en 1895 creó el Partido Nacionalista Vas­ co (PNV-EAJ) que eligió un comité regional para Vizcaya, aun­ que la existencia del partido se mantuvo en secreto. El PNV era muy diferente de la mayoría de los partidos políticos españoles. Lejos de ser solamente una maquinaria pensada para participar en las eleccio­ nes, sus afiliados organizaban festivales donde se mezclaban folklore, bailes, servicios religiosos y política nacionalista, una fórmula que se convertiría en rasgo permanente de la acción del PNV. Ciertos líde­ res posteriores del PNV se jactarían de que su organización no era tanto un partido como un movimiento cultural. Desde un principio se equipararon patriotismo vasco y lealtad al PNV. El PNV no tardó en atraer a un gran número de personas que, como Arana, creían estar amenzados por el liberalismo, el socialismo y la quiebra de la moralidad, presuntamente causada por la «inva­ sión» española. Partiendo de la convicción de Arana de que había existido una Arcadia preindustrial antes de la masiva inmigración de la década de 1880, la propaganda del PNV subrayaba las virtudes de la vida rural, que, comprensiblemente, resultaba más atractiva a las clases medias urbanas que a los agricultores de tal modo que don­ de mayor fuerza tuvo el partido en sus primeros años fue en Bilbao. En las zonas rurales, donde apenas se veían maketos, el carlismo si­ guió siendo la principal fuerza política. El programa político del PNV consistía primordialmente en la exigencia de que se derogara la ley aprobada el 25 de octubre de 1839, donde se restringía el alcance de los Fueros La carencia de un programa más amplio estaba más que compensada por el atractivo emocional de una propaganda en la que se afirmaba que los vascos eran una raza superior, y presentaba un estereotipo del obrero inmigrante como violento, deshonesto e in­ moral Se hacía recaer sobre los maketos la responsabilidad de los problemas sociales que acompañan a una rápida industrialización. El nombre vasco del PNV, Eusko Alderdi Jeltzalea (EAJ) (patriotas vascos se­ guidores de la doctrina del JE L) indicaba su origen en la tradición carlista. JE L son las siglas de Jaungoikua eta Lega Zarra (Dios y leyes viejas). Los adeptos al PNV se autodenominan Jelkides. Miguel de LFnamuno, Recuerdos de niñez y mocedad, en Corcuera, Orígenes..., pp. 159 ss. Arana, «El 25 de octubre de 1839», en Haramburu (ed.). Otras escogidas, pp. 116-20. Arana, «Efectos de la invasión», «N o rezan con nosotros», «Los chinos en euskeria», «Parroquia ejemplar», ibíd.

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pero el culto del PNV a su paraíso perdido rural no le movió a con­ denar el proceso de industrialización ni a atacar a los capitalistas que daban empleo a los inmigrantes. Por el contrario, el alto desarrollo económico de Euskadi llegaría a esgrimirse como una prueba más de la superioridad vasca En las elecciones municipales de 1896, fueron elegidos en Bilbao cinco partidarios del PNV. En 1898, el propio Arana fue elegido para la Diputación provincial de Vizcaya, aunque el candidato del PNV para Guipúzcoa fue derrotado Estos modestos éxitos eran muy alentadores, pero el PNV adolecía de debilidades muy graves. La ma­ yoría de sus partidarios procedían de medios carlistas de clase media, y el partido tenía muy pocos candidatos capacitados para los cargos públicos, y escasa influencia entre los industriales. La fuerza del PNV aumentó mucho en 1898 cuando se produjo su fusión con una sec­ ción del grupo Euskalerría, dirigido por el armador y naviero Ra­ món de la Sota. Dicha fusión dio entrada en el PNV a un tipo de afi­ liado que era rico, influyente y con una educación muy superior a la de la mayoría de los partidarios de Arana. Es más: el grupo se fusio­ nó respetando los términos de Arana, abandonando los seguidores de Sota su anterior liberalismo y aceptando el racismo y el oscuran­ tismo religioso que tanto les había repugnado. El respaldo de los an­ tiguos euskalerriakos permitió al PNV el lanzamiento de un diario El Correo Vasco, en junio de 1899 cuyo tono era mucho más mode­ rado que el de los anteriores periódicos de Arana. Esto se debía par­ cialmente a la necesidad de circunvenir la censura de prensa, pero también reflejaba el efecto de los antiguos euskalericos y las enormes dificultades que implicaba el objetivo de separarse de España. La decisión del grupo euskalerico de integrarse en el PNV, ma­ nifestaba la confusión existente entre las fuerzas conservadoras del País Vasco a fines del siglo X IX . El carlismo, que nunca había sido una fuerza dominante en Bilbao, se hallaba en decadencia, y los sec­ tores más importantes del mundo financiero apoyaban al monárqui­ co liberal Victor Chávarri, que organizó un extenso sistema de co­ rrupción electoral basado en los caciques locales. El monopolio del poder político que ejercía un pequeñísimo grupo de las más ricas fa­ milias de Bilbao mediante el liderazgo de Chávarri, resultaba tremen­ damente desalentador para algunos hombres de negocios como Sota, que no formaban parte de esta «piña». La opinión conservadora ha­ bía empezado a preocuparse por el ascenso del PSOE, que en 1899 había logrado que algunos de sus miembros fueran elegidos concejaArana, «Conócete a ti mismo», ihíd., pp. 211-20. Larronde, El nacionalismo vasco, pp. 307-9. Corcuera, Orígenes..., pp. 448-57.

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les en Bilbao. Los sectores más dinámicos de la industria vasca ne­ cesitaban un partido que pudiera atraer un apoyo masivo, y el PNV era el mejor candidato disponible. En las elecciones municipales de 1899 fueron elegidos cinco de los ocho candidatos del partido en Bil­ bao, y por primera vez obtuvo concejalías en otros lugares de Viz­ caya a pesar de no contar apenas con organización interna alguna. Dichos éxitos electorales provocaron la represión gubernamental. En septiembre de 1899 el Gobernador Givil de Vizcaya suspendió las ga­ rantías constitucionales sobre el derecho de publicación y reunión, y cerró El Correo Vasco y una serie de centros nacionalistas. En mayo de 1902, cuando aún se sufrían las secuelas de la guerra de 1898, Arana fue encarcelado durante cinco meses por enviar un telegrama al presidente Roosevelt felicitándole por haber concedido la libertad a Guba. En junio, el gobierno cesó a los concejales del PNV de Bilbao. Mientras se encontraba en la cárcel, y tras haber ju­ gado con la idea de establecer una Euskadi independiente bajo la pro­ tección de Gran Bretaña, Arana decidió avenirse a razones con el E s­ tado español y pedir autonomía en lugar de independencia Su de­ cisión fue bien acogida por los antiguos euskalericos, pero creó con­ fusión entre sus primeros partidarios. Tanto la tendencia liberal como la purista dentro del PNV, utilizarían posteriormente este cambio para justificar sus respectivas políticas. Los nacionalistas más intran­ sigentes verían esta declaración como una estratagema legítima des­ tinada a engañar al gobierno español. Si se perseguía al PNV por pro­ clamar abiertamente su nacionalismo, habría que mantener oculta la doctrina del partido. La autoridad de Arana no fue nunca disputada, pero, dado que no elaboró más ampliamente su renuncia al separa­ tismo en el año que medió entre ser liberado de la cárcel y su muerte en diciembre de 1903, causada por la enfermedad de Parkinson, sus verdaderas intenciones nunca fueron aclaradas, acaso deliberadamen­ te. En la práctica, la ambigüedad surgida en torno a si el PNV aspi­ raba o no a la total separación de España ha persistido a lo largo de toda la existencia del partido, y ha servido para conservar su unidad dejando margen para las diversas interpretaciones de la doctrina de Arana. Aunque unos cuantos meses antes de su muerte Arana había nom­ brado como sucesor a Angel de Zabala, uno de sus primeros segui­ dores, pareció que la renuncia de Arana a su doctrina original, segui­ da por su muerte, iban a significar el fin del nacionalismo vasco. Pero Zabala desoyó las instrucciones de Arana para la creación de una nue­ va organización dedicada a trabajar por la autonomía dentro de EsCorcuera, Orígenes.,., pp. 457-61; Larronde, El nacionalismo vasco, pp. 310-11. Larronde, El nacionalismo vasco, pp. 343-61.

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paña, en lugar de por la independencia. Las publicaciones del PNV volvieron a los temas de los primeros momentos de agitación aranista, y abandonaron el giro «españolista» que había adoptado durante el último año de su vida. Zabala, careciendo de las cualidades carismáticas de Arana, se vio obligado a compartir su autoridad con la ten­ dencia liberal encabezada por Sota. Incluso antes de la muerte de Ara­ na, la dirección del PNV había instado a sus seguidores a que vota­ ran al católico conservador Urquijo en las elecciones a Cortes. En 1906, el ala liberal consiguió celebrar un congreso en el que fue ele­ gido el comité nacional pero Luis Arana, hermano de Sabino, que pasó a ser presidente del partido, inició un severo régimen interno con el fin de conservar la pureza doctrinal del PNV. Semejante in­ transigencia impidió cualquier acuerdo de alianza con otras fuerzas conservadoras para lograr representación en las Cortes y en el go­ bierno local. Ahora bien, cuando la influencia del PNV empezó a ex­ tenderse más allá de Bilbao y se construyó una organización de base más sólida que la de la mayoría de los partidos políticos, la pureza doctrinal de Zabala y Luis Arana sería un obstáculo para el éxito elec­ toral. En 1907, cuando los moderados del PNV apoyaron a Fernando Ybarra, uno de los principales industriales de Bilbao, para las elec­ ciones a Cortes, Luis Arana y Zabala respaldaron al candidato nacio­ nalista En realidad, el PNV estaba dividido en dos tendencias, cada una con su propio periódico; el Euskalduna, que apadrinaba Sota, y Aberri (Patria), órgano de Luis Arana. La tendencia moderada triun­ fó en la asamblea del PNV celebrada en Elgoibar en 1908, donde se adoptó un manifiesto que no abogaba por la secesión de España, sino simplemente por la vuelta a la situación anterior a 1839, y declaraba que el partido sólo se dedicaría a la acción legal. En adelante, el tener un abuelo con apellido vasco se consideraría suficiente para poder afi­ liarse al PNV, una considerable alteración de los criterios racistas del partido, según los cuales se había exigido que los cuatro abuelos tu­ vieran apellidos vascos Ramón de la Sota, que dirigía uno de los grupos financiero e industrial más dinámicos de toda España, fue de­ signado para la presidencia del partido y se convirtió en figura clave de su evolución hacia posturas más moderadas a partir de 1908. Cuan­ do Santiago Alba, ministro de Hacienda, intentó, en 1917, gravar los beneficios de guerra, de la Sota encabezó un movimiento de indusCorcuera, Orígenes..., p. 548; Beltza, Del carlismo al nacionalismo burgués (San Sebastián, 1978), p. 165. “ Ortzi, Historia..., p. 151. Manifiesto del PNV al pueblo vasco, reproducido en Larronde, El nacionalismo vasco, apéndice VI, pp. 391-2.

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tríales en contra de la medida La estrategia de Sota de aliarse a otras fuerzas conservadoras dio óptimos resultados en 1917, año en que el PNV cosechó éxitos tanto en las elecciones nacionales como en las provinciales. La evolución «españolista» del PNV fue muy mal acogida por los puristas, y especialmente por Luis Arana. En 1910 el nombre del partido había pasado a ser Comunión Nacionalista Vas­ ca (CNV), indicio tanto de la influencia clerical como de la tradición carlista. En 1916, Luis Arana y un pequeño grupo de sus partidarios dimitieron brevemente del CN V por su desacuerdo con la política moderada y escasamente nacionalista de la organización, y por la pos­ tura proaliada defendida por Sota que tenía importantes vínculos co­ merciales con Inglaterra Un esfuerzo unió a las dos tendencias del PNV: la creación, en 1911, de un sindicato para obreros de origen vasco. Solidaridad de Obreros Vascos (SOV) (posteriormente STV-ELA) Muchos tra­ bajadores vascos, especialmente los empleados en pequeñas empre­ sas, se sentían más identificados con sus patronos que con los maketos de la UGT. Algunos patronos nacionalistas como Sota prestaron su apoyo a SOV, que era el sindicato predominante en sus astilleros, Euskalduna. La fundación de SOV se debió en parte a la alarma que causó entre los dirigentes nacionalistas el éxito de la huelga general convocada por U GT en 1910. Solidaridad de Obreros Vascos era ex­ plícitamente antisocialista, y en sus primeros años sólo aceptó la afi­ liación de aquellos obreros cuyos apellidos vascos daban fe de su pu­ reza racial. La evolución de la Comunión Nacionalista provocó di­ sensiones entre muchos de sus miembros más jóvenes que, respalda­ dos por Arana y Zabala en su periódico Aberri, formaron en 1921 una escisión que recuperó el nombre de PNV Este nuevo partido reiteró las ideas originales de Sabino Arana, sin grandes esfuerzos por adaptarlas a los nuevos tiempos. Su periódico Gudari, revivió inclu­ so la preocupación de Arana por los peligros morales que encerraban los bailes modernos. Gudari rechazaba el socialismo, pero se mani­ festaba partidario de que el nacionalismo reclutara obreros y los apar­ tara de la lucha de clases. Aunque la ideología del PNV carecía de originalidad, sí introdujo varias características organizativas nuevas, como la formación de grupos de montañeros que se convertirían en verdaderos bastiones del nacionalismo ortodoxo y radical. En el Beltza, Del carlismo..., p. 176; Ortzi, Historia..., p. 159. Stanley G. Payne, El nacionalismo vasco, de sus orígenes a la ETA (Madrid, 1974), p. 114. García Venero, Historia, pp. 345-8; Policarpo de Larrañaga, Contribución a la historia obrera de Euskalherria, 2 vols. (San Sebastián, 1976-77), passim. Beltza, Del carlismo..., pp. 190-1.

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PNV influyó el movimiento nacionalista irlandés, del cual obtuvo la idea de formar grupos femeninos, que llegarían a ser un elemento im­ portante del partido. El golpe de Primo de Rivera de 1923 forzó al PNV y a CNV a entrar en la clandestinidad, y fue motivo de que la CN V perdiera el apoyo de sus elementos moderados burgueses. Los grupos montañe­ ros del PNV lograron escapar a la vigilancia policial mejor que la CNV, que era mayor pero menos activa. La ilegalidad fomentó un deseo de unidad que produjo la reunificación en Vergara, en noviem­ bre de 1930, cuando la dictadura ya estaba en sus últimos momen­ tos La base ideológica de la unificación representó un triunfo para el nacionalismo más ortodoxo del PNV, ya que reiteraba que el nue­ vo partido (que retuvo el nombre de PNV) seguía la doctrina de JE L Qaungoikoa eta lege-zarra (Dios y la ley vieja)]. Del Congreso de Vergara no salió un movimiento nacionalista unido, pues un grupo se escindió de inmediato para formar Acción Nacionalista Vasca (ANV), que se declaró no confesional ANV, cuyos miembros procedían en su totalidad de las clases medias urbanas de las afueras de Bilbao, cons­ tituyó un intento de adaptar el nacionalismo a la sociedad industrial. Esta organización condenó el racismo del PNV y declaró que los que venían a trabajar a Euskadi eran también vascos, aunque no por ello dejara de lanzar los consabidos ataques nacionalistas a la inmoralidad de los inmigrantes, y exigiera que se diera preferencia en los empleos a los obreros vascos. ANV quería que Euskadi se convirtiera en un Estado centralizado independiente, no en una federación de provin­ cias, con derechos forales distintos en cada una, una cuestión que ha dividido al nacionalismo vasco a todo lo largo de su existencia. La unidad del PNV se vio facilitada por el hecho de que los di­ rigentes del partido fueran en su práctica totalidad hombres jóvenes, que no habían tomado parte en la disputa que motivó la división de 1921. Entre estos nuevos dirigentes, que pertenecían a la burguesía media, se encontraban el Presidente del partido, José Antonio Aguirre, cuya familia tenía una fábrica de chocolate en Getxo; José María Leizaola, un abogado de San Sebastián; Manuel Irujo, de Navarra y también abogado; y Telesforo Monzón, una figura de clase más dis­ tinguida de Vergara, Guipúzcoa. Ninguno de ellos poseía la prestan­ cia financiera y política que había tenido Sota cuando era presidente del PNV. El PÑV formó lista electoral conjunta con los carlistas y otras fuerzas católicas para participar en las elecciones municipales de abril de 1931, que precipitaron la caída de la monarquía. Esta coaGarcía Venero, Historia..., pp. 472-3. José Luis de la Granja, Nacionalismo y I I República en el País Vasco (Madrid, 1986), passim.

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lición electoral triunfó con facilidad en las cuatro provincias vascas. A pesar de su política conservadora, los dirigentes del PNV recibie­ ron bien la proclamación de la República, de la cual se esperaba que cediera a muchas de las demandas del partido. En junio, éste orga­ nizó junto a los carlistas una asamblea de concejales en Estella, N a­ varra, donde se aprobó el proyecto para un estatuto de autonomía La influencia del PNV se manifestaba en ciertas cláusulas del pro­ yecto, como era el requisito de haber residido diez años en el País Vasco para poder adquirir derechos de ciudadanía. El Estado autó­ nomo vasco que se proponía, cuyo gobierno sería elegido por las au­ toridades municipales por sistema indirecto, se haría cargo de la ma­ yoría de las funciones que eran entonces competencia del Estado es­ pañol. Tendría plena responsabilidad sobre asuntos religiosos, una propuesta totalmente inaceptable para la izquierda española, que te­ mía que un gobierno vasco clerical y reaccionario pudiera convertir­ se en una criatura del Vaticano En junio, en las primeras eleccio­ nes parlamentarias de la República, la coalición PNV-carlismo obtu­ vo catorce representantes en Cortes, en acusado contraste con el triunfo de la izquierda en otros lugares del país. La consiguiente alar­ ma de la izquierda aumentó con las declaraciones que los miembros recién elegidos para las Cortes hicieron en el mes de julio, en un enor­ me mitin celebrado en Guernica, antes de su salida hacia Madrid, en el que se comprometieron a luchar por los derechos sagrados de la raza vasca. Antonio Pildaín, canónigo de la catedral de Vitoria y di­ putado en Cortes por Guipúzcoa, lanzó un ataque por los daños su­ fridos por la iglesia y declaró que Africa empezaba en Madrid En las Cortes, los representantes nacionalistas-católicos se opusieron a la parte de la Constitución, que entonces se redactaba, donde se es­ tipulaba el Estado secular. Se negaron a votar la Constitución por su carácter secular, y abandonaron la cámara antes de que aquella fuera aprobada en octubre de 1931 Aunque socialistas y republicanos temían que un gobierno autó­ nomo vasco dominado por el PNV pudiera convertirse en caldo de cultivo para la reacción, estaban dispuestos a otorgar un estatuto de autonomía similar al aplicado en Cataluña. Dicho estatuto sería de menor alcance que el propuesto por la asamblea de Estella, dado que José Antonio de Aguirre y Lekube, Entre la libertad y la revolución, 1930-193S (Bilbao, 1976), pp. 51-84. Juan Pablo Fusi Aizpúrua, El problema vasco en la 11 República (Madrid, 1979), p. 73. Para el texto del Estatuto, véase Fernando Sarrailh de Ihartza (Krutwig), Vasconia (Buenos Aires, 1962), pp. 425-9. Aguirre, Entre..., pp. 104-5. O rtú , Historia..., p. 183.

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las Cortes habían dictaminado que el que una región autonómica re­ gulara sus propios asuntos religiosos sería incompatible con la Cons­ titución. El gobierno se dispuso a redactar un estatuto que fuera acor­ de con la Constitución. Durante gran parte de los años 1932 y 1933 el PNV luchó porque se aceptaran los puntos esenciales del Estatuto de Estella. En la medida en que el PNV intentaba entenderse con la izquierda, se iba obstaculizando la alianza con los carlistas, cuyo prin­ cipal motivo para desear una comunidad autónoma residía en que la posibilidad de regular sus propios asuntos religiosos pudiera contra­ rrestar el anticlericalismo del gobierno de Madrid. En una asamblea celebrada en junio de 1932 en Pamplona para tratar sobre el estatuto, la mayoría de los delegados de Vizcaya, Guipúzcoa y Alava votaron a favor de la formación de una región autónoma vasca dentro del Es­ tado español, pero entre los delegados de Navarra, en su mayoría car­ listas, 123 votaron en contra de esta propuesta frente a los 109 favo­ rables. Esta votación demostró la fuerza de los carlistas en Navarra, y terminó con su alianza con el PNV. En consecuencia, los naciona­ listas vascos tuvieron que reconocer que la región autónoma a la que aspiraban no podría incluir a Navarra Al mismo tiempo que se rompía la coalición del PNV con los car­ listas, se agravaron también sus relaciones con el gobierno de Ma­ drid, debido a lo que se interpretó como persecución a la Iglesia por parte de la República. La decisión del gobierno de someter a las ór­ denes monásticas a una normativa estatal provocó violentas protestas en el País Vasco que a comienzos de 1933 produjeron la detención de varios cientos de personas, entre ellas el dirigente del PNV, Telesforo Monzón, y violentos choques entre militantes del PNV y del PSOE Pese a todo, durante la mayor parte de 1933 pareció que iba a ser posible reconciliar las aspiraciones vascas y los principios de la Constitución republicana. En agosto de 1933, en Vitoria, otra asamblea de concejales aceptó revisar el Estatuto de Autonomía, y eli­ gió una comisión para la supervisión del referéndum que debía apro­ bar estas propuestas antes de ser presentadas a las Cortes. En el re­ feréndum, celebrado el 5 de noviembre, aceptó el Estatuto un 85 por ciento del electorado de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava. Sin embargo, los avances hacia la consecución de la autonomía vasca se enfrenta­ ron a un nuevo obstáculo. El gobierno, dirigido por el republicano Manuel Azaña, dimitió en septiembre y las elecciones celebradas el 15 de noviembre dieron mayoría a las derechas en las Cortes, for­ mando gobierno el dirigente del Partido Radical, Lerroux. Los lídeMartin Blinkhorn, «The Basque Ulster» y «Navarre and the Basque autonomy question under the Second Spanish Republic», The Historical Journal, n.“ 3 (1974). Aguirre, Entre..., p. 356.

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res del PNV tenían esperanzas de que las estipulaciones del Estatuto, que con tanto trabajo habían logrado extraer a sus enemigos tradi­ cionales de la izquierda, fueran aceptadas por un gobierno que debía tener una disposición más favorable hacia ellos, firmes oponentes del socialismo en el País Vasco. El PNV había ido solo a las elecciones, finalizada su alianza con los carlistas, y había quedado como primera fuerza con doce diputados en Cortes Sin embargo, las Cortes se negaron a conceder el Estatuto so pretexto de que en Alava, donde había sido grande la abstención en el referéndum, sólo había votado a su favor una minoría de la población. Ante semejante intransigen­ cia, los dirigentes del PNV se vieron obligados a buscar aliados en la izquierda. Cuando en julio de 1934 el gobierno denegó la entrada en vigor del Estatuto acordado para Cataluña, y los diputados catalanes abandonaron las Corles como protesta, los representantes del PNV se fueron con ellos como gesto de solidaridad La insatisfacción de los nacionalistas frente a la derecha española aumentó cuando cuarenta parlamentarios de derechas propusieron la rectificación de la ley de contribución sobre el vino. De adoptarse esta propuesta, que encontró fuerte oposición en el País Vasco, ha­ bría alterado unilateralmente los Conciertos Económicos que regu­ laban este impuesto, en detrimento de los intereses vascos '‘L Era evi­ dente que unas Cortes dispuestas a considerar la eliminación de pri­ vilegios vigentes no tenían muchas probabilidades de conceder ma­ yor autogobierno al País Vasco. Las palabras de Calvo Sotelo pro­ nunciadas en noviembre de 1935 en el sentido de que prefería una Es­ paña «roja a una España rota» eran compartidas por una parte sus­ tancial de los partidos de derechas y de muchos oficiales del ejército. En octubre de 1934, la inclusión de tres miembros de la CEDA —par­ tido de derechas dirigido por Cil Robles— en el gobierno, provocó la insurrección de Asturias, respaldada por un intento de huelga ge­ neral en toda España. Aunque los activistas del PNV y el sindicato nacionalista STV-ELA se mantuvieron neutrales, cerraron sus ofici­ nas y muchos de sus miembros fueron encarcelados Los represen­ tantes del PNV en las Cortes votaron a favor del gobierno a raíz del levantamiento de Asturias, pero, con todo, los dirigentes del partido perdían esperanzas de obtener un estatuto de autonomía aceptable. La comisión designada por las Cortes para estudiar la cuestión de la autonomía vasca no llegó a presentar su informe, porque el Presi­ dente disolvió el gobierno en diciembre de 1935 y convocó eleccio■” Ibíd., pp. 364-81 y 402-8. Ortzi, Historia..., p. 193. ■*' Aguirre, Entre..., pp. 461-4. Aguirre, Entre..., pp. 544-58.

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nes para febrero. Cuando España fue sacudida por la guerra civil, los líderes del PNV se vieron ante una difícil alternativa en busca de alia­ dos. Los partidos de izquierda estaban dispuestos a conceder el es­ tatuto de autonomía, pero los miembros del PNV compartían con otros conservadores el terror ante la perspectiva de violencia y anar­ quía que a su juicio traería la victoria de la izquierda. En las eleccio­ nes de febrero, el PNV se presentó solo, resistiéndose a las presiones del Vaticano para que entrara en coalición con la derecha «españo­ la» Aunque los portavoces de los partidos de izquierda siguieron atacando al PNV por su clericalismo y su colaboración con las fuer­ zas de la derecha, la posibilidad de obtener el estatuto de autonomía pasó a depender del triunfo del Frente Popular, por lo cual el PNV tenía un claro interés en la supervivencia de la España democrática. La perspectiva de que la victoria del Frente Popular en las elecciones desatara la lucha de clases era tan aterradora para los adeptos al PNV como para los conservadores del resto de España. Pese a que las de­ claraciones del partido proclamaban que la lucha de clases era pro­ ducto de la injusticia y la inmoralidad reinantes en España, los par­ tidarios del PNV sabían que Bilbao era un bastión de la izquierda y que muchos obreros étnicamente vascos eran socialistas. Los conspiradores que preparaban la sublevación que haría esta­ llar la guerra civil el 18 de julio, habían intentado implicar a algunos sectores del PNV. En abril, cuando Telesforo Monzón se reunió con falangistas y otras fuerzas de la derecha en San Sebastián, se invitó al partido a participar en el vecino levantamiento. Monzón estaba dis­ puesto, si bien con renuencia, a aceptar una dictadura militar, pero observó que aunque el PNV contaba con una organización fuerte, no tenían armas. A cambio de su previsto apoyo a la rebelión, se su­ ministró al partido una pequeña cantidad de armamento Cuando se inició la insurrección militar, el PNV tuvo una reacción distinta en cada provincia. En Vitoria, capital de Alava, Landaburu, diputado del PNV en las Cortes, la acogió con el calificativo de cruzada de la regeneración. Landaburu pidió a Aguirre, presidente del PNV, que no se resistiera al ejército rebelde cuando entrara en Vizcaya y que limitara su acción a proteger personas y edificios. La reacción de Lan­ daburu se debió parcialmente a la fuerza de los rebeldes en Alava, así como a la influencia del Arzobispo de Vitoria, que procuró la alian­ za del PNV y los sublevados Después que éstos hubieron consoPaul Presten, The Corning o f the Spanish Civil War (Londres, 1978), pp. 169-70. José María Gil Robles, No fue posible la paz (Barcelona, 1968), pp. 710-11. Manuel Chiapuso, El Gobierno vasco y los anarquistas. Bilbao en guerra (San Sebastián, 1978), pp. 147-56; Ander Landáburu, La causa del pueblo vasco (París, 1956), p. 14.

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lidado su poder en Alava, se permitió a algunos emisarios del PNV marchar a Bilbao, todavía bajo control gubernamental, para tratar con la dirección nacional la posibilidad de obtener la neutralidad de este partido. En Navarra, la sublevación triunfó tan rápidamente que el PNV de la localidad no tuvo oportunidad de adoptar posición alguna. En Bilbao, donde no hubo levantamiento militar, el partido emitió un co­ municado contrario a la sublevación, en San Sebastián el PNV tam­ bién emitió un comunicado contrario a la sublevación, pero no par­ ticipó en los primeros días de confusos enfrentamientos entre las imrovisadas milicias de los partidos obreros y las fuerzas que apoyaan la rebelión Los activistas de izquierdas se exasperaban ante los actos del PNV, que fortificaba iglesias y sus propios centros con­ tra la amenaza imaginaria de los obreros armados, absorbidos por la cruenta lucha con los insurgentes atrincherados en el Hotel María Cristina . En San Sebastián, la inactividad de los nacionalistas per­ mitió que la Junta constituida para la defensa de la República estu­ viera dominada por los partidos y sindicatos obreros. Pasados unos días, el PNV se mostró más firmemente inclinado hacia el campo republicano, pero siguió, pese a ello, concentrado en la formación de sus propios destacamentos, en lugar de atacar a los rebeldes. El dirigente nacionalista Andrés Irujo indicó que los desta­ camentos obreros debían dedicarse a atacar a los insurgentes en San Sebastián, porque, como población urbana, serían más eficaces en la lucha callejera, mientras que las milicias del PNV se reservaban para los alrededores de la capital. Los líderes obreros temían quedar co­ gidos en una trampa si accedían a la propuesta de Irujo. Más tarde, una vez decidida la evacuación de San Sebastián, cuando Irujo anun­ ció que se iba a quedar en la ciudad para seguir luchando, los diri­ gentes de la izquierda sospecharon que tenía intención de negociar con los rebeldes e insistieron en que los representantes del PNV acompañaran al resto de la Junta en su retirada a Vizcaya Cuando se produjo la evacuación de San Sebastián, el 13 de sep­ tiembre, los miembros del PNV pudieron felicitarse de haber evitado

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Entrevista del autor con Luis Arbella, que combatió en la guerra en San Sebasti.in (San Sebastián, 1 abril, 1980); Manuel Chiapuso, Los anarquistas y la guerra en F.uskadi. La comuna de San Sebastián (San Sebastián, 1977), passim; Miguel de Amilibia. Los batallones de Euskadi (San Sebastián, 1978), p. 25. Entrevista con el dirigente de CNT, Miguel González Inestal, en Ronald Fraser, Blood o f Spain. The experience of Civil War (1936-1939) (Londres, 1979), p. 190. Entrevista del autor con Aniceto Gallurralde, secretario de C N T en San Sebastián en el momento del alzamiento (San Sebastián, 9 agosto, 1981); Chiapuso, Los anarquis­ tas..., p. 95. ■*" Amilibia, Los batallones..., pp. 15 y 20.

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una batalla encarnizada que habría costado muchas vidas y muchos daños materiales. Mientras las fuerzas republicanas seguían retroce­ diendo hacia Vizcaya, el poder de los nacionalistas en el seno de la alianza republicana iba en aumento. El 1 de octubre el gobierno apro­ bó el tan aplazado Estatuto de Autonomía, y unos días después Aguirre juró el cargo como Presidente del gobierno autónomo Vasco en una solemne ceremonia celebrada en Guernica. Durante las primeras semanas de la guerra civil, la situación política de gran parte del País Vasco había sido parecida a la del resto de la España republicana, ha­ biendo quedado la vida política bajo control de los partidos obreros. Después, el PNV se convirtió en la fuerza política dominante del País Vasco debido a que en el gobierno Aguirre, a pesar de que había repre­ sentantes socialistas, republicanos y uno comunista, los más importan­ tes ministerios estaban en manos de miembros de su propio partido La hegemonía del PNV tuvo un profundo efecto sobre las accio­ nes de guerra en los meses anteriores a la ocupación de Vizcaya por parte de las tropas rebeldes. Al quedar aislado de Madrid el frente del norte, los límites constitucionales del estatuto de autonomía per­ dieron prácticamente su importancia. N o se produjo intento alguno de socializar las fábricas y las grandes empresas siguieron operando con escasa intervención del Estado. Se tomaron medidas drásticas —entre ellas la clausura de su imprenta— contra el sindicato anarco­ sindicalista C N T , cuando éste criticó al gobierno vasco ^°. Pese a exis­ tir acuerdo entre los republicanos moderados y los nacionalistas vas­ cos en cuanto a su posición ante las fuerzas revolucionarias, la acti­ tud del País Vasco frente al resto de la España republicana era con­ flictiva. Había fricciones constantes entre el alto mando del gobierno vasco y el mando regional del ejército republicano sobre la forma de conducir la guerra, y sobre la negativa del gobierno vasco a enviar suministros suficientes a Santander y Asturias En la primavera de 1937, cuando las tropas de Franco entraron en Vizcaya, el gobierno central creyó que Bilbao, fortificado como estaba, era defendible, como lo había sido Madrid. Prieto, Ministro de la Guerra desde mayo, envió un telegrama al gobierno vasco exi­ giendo que así se hiciera, pero Aguirre y sus colegas se sintieron ten­ tados por los intentos del Vaticano y el gobierno italiano de negociar una paz separada sirviéndose de un sacerdote vasco, Alberto Onain■*’ José María Arenillas, «Euskadi, la cuestión nacional y la revolución socialista», en José Luis y José María Arenillas, Sobre la cuestión nacional en Euskadi (Barcelona, 1981), p. 104. “ Chiapuso, El gobierno vasco..., pp. 142-5. ¡btd., pp. 117.

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día, como intermediario Si se defendía Bilbao, serían inevitables fuertes pérdidas de vidas y grandes daños materiales. Si la ciudad era tomada, habría concluido la guerra en Euskadi y finalizado la alianza con la izquierda «española», siempre mal vista entre grandes sectores del PNV. La conciencia de los vascos quedaría tranquila, puesto que los nacionalistas habían defendido su tierra mientras había sido po­ sible. Esta postura tenía visos de traición tanto para el gobierno cen­ tral como para la izquierda «española» del País Vasco, pues la caída de Bilbao dejaría expuesto el flanco de las tropas republicanas y per­ mitiría al enemigo concentrar sus ataques en otros puntos. La iz­ quierda «española» creía que, de caer Bilbao, el ejército vasco debía retirarse hacia Santander y seguir luchando. Las dudas sobre las in­ tenciones de los nacionalistas se intensificaron en mayo, cuando el go­ bierno central interceptó un telegrama del Vaticano a Aguirre que contenía ofertas de paz A mediados de junio, cuando, tras una batalla encarnizada, los in­ surgentes capturaron el monte de Artxanda, que domina Bilbao, y se hizo inminente el ataque al la ciudad, los dirigentes socialistas y los jefes militares quisieron sabotear la industria de guerra. Leizaola, el principal representante del gobierno vasco dado que Aguirre había sido evacuado, se opuso y se aseguró de que hubiera destacamentos bien armados de la Enzaina (policía) del PNV dispuestos a evitar el sabotaje de las tropas republicanas «españolas». El 19 de junio las fuerzas franquistas tomaron la ciudad con mayor producción de gue­ rra de todas las anteriormente ocupadas. Los batallones de izquier­ das consideraron la caída de Bilbao y la retirada hacia Santander como graves reveses más que como derrota final, pero para muchos nacio­ nalistas la salida de Vizcaya significó que iban a ser participantes re­ nuentes en una guerra puramente «española». Al aumentar las pre­ siones en pro de una paz separada, Aguirre intentó convencer al go­ bierno republicano de la conveniencia de transportar las tropas vas­ cas a Cataluña, con el fin de actuar como fuerza moderadora que con­ tribuyera a contener lo que él consideraba excesos de la izquierda, pero su propuesta fue rechazada. Las fuerzas franquistas iniciaron su ataque a Santander enfrentándose a un ejército en el que el sector na­ cionalista era reacio a continuar la guerra Alberto de Onaindía, Hombre de paz en la guerra (Buenos Aires, 1973), pasMiii; José Antonio de Aguirre, El informe del Presidente Aguirre al Gobierno de la Kepública (Bilbao, 1978), passim; también José Antonio de Aguirre, Freedom wasflesh and blood (Londres, 1944), pp. 57-9. J. A. de Aguirre y Lekube, De Guernica a Nueva York pasando por Berlín (Bue­ nos Aires, 1944), pp. 31-9. Amilibia, Los batallones..., pp. 159-63; Chiapuso, El gobierno vasco..., pp.

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En virtud de un pacto negociado entre el gobierno italiano y Ajuriaguerra, presidente del PNV, las tropas vascas se retiraron hacia el pequeño pueblo costero de Santoña, Santander, donde el 26 de agos­ to se embarcaron, creyendo que se permitiría a los barcos salir de este puerto. Pero los oficiales italianos no cumplieron el acuerdo y se ordenó a las tropas que desembarcaran siendo hechas prisione­ ras Al no hacerse realidad las prometidas concesiones, los solda­ dos nacionalistas y los activistas políticos fueron tratados casi con la misma dureza que sus aliados «rojos», y las ejecuciones se iniciaron en cuanto las tropas españolas substituyeron a las italianas. Esta ren­ dición debilitó en gran medida a las fuerzas republicanas de Santan­ der y creó un enconado malestar entre los nacionalistas Después de Santoña, la guerra acabó para los nacionalistas, aunque muchos vascos de izquierdas siguieran luchando hasta la caída de Santander y Asturias. La feroz represión, y la traición del acuerdo alcanzado con los italianos, convencieron a los dirigentes vascos en el exilio de que debían reiterar su lealtad a la República. La impotencia de los componentes no nacionalistas del gobierno Aguirre quedó demostra­ da por el hecho de no haber sido informados de las negociaciones em­ prendidas por los dirigentes del PNV. Tras la caída de Vizcaya, miles de nacionalistas murieron o fue­ ron apresados de igual modo que los integrantes de los grupos de iz­ quierdas. El gobernador militar de San Sebastián emitió una orden prohibiendo el uso del euskera y, ya en 1947, el ministro de Educa­ ción prohibió su empleo en el boletín de la sección femenina de Ac­ ción Católica Diecisiete sacerdotes fueron ejecutados, cientos de ellos encarcelados, y muchos más trasladados a otras parroquias por no ser segura su lealtad a los nuevos gobernantes. La represión se sua­ vizó después de pasados los primeros años, pero siguió proscrito el uso del euskera escrito. En algunas zonas de Guipúzcoa y Vizcaya no podía prohibirse el uso de esta lengua porque la mayoría de sus gentes conocían mal el castellano, pero los vascoparlantes eran hu­ millados en su trato con los funcionarios y los adeptos al régimen. El nacionalismo y la cultura vascos sólo podían encontrar expresión en el exilio, por lo cual las esperanzas de democracia de los vascos se 200-20; entrevista del autor con Antolín Amescua, un militante de U (i T cuyo bata­ llón siguió luchando hasta que las fuerzas enemigas ocuparon Asturias, San Sebastián, 4 agosto 1981; Aguirre, De Guernica,.., pp. 59-61. Aguirre, De Guernica..., pp. 62-5. Entrevista del autor con Luis Arbella, miembro del PSOR y comisario político de Santander en 1937 (San Sebastián, 1 abril 1980). Dr. de Azpilikoeta, Le Probléme Basque (París, 1938), citado en Jokin Apalategui. Los vascos de la nación al estado (San Sebastián, 1979), p. 180.

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centraron en la intervención de las potencias que se disponían a de­ clarar la guerra a Alemania. Durante la II Guerra Mundial, la red de activistas del PNV pro­ curaron información a la inteligencia británica, tanto en Madrid como en el País Vasco. Aguirre, que había huido a Estados Unidos des­ pués de haber vivido en la clandestinidad en Alemania, declaró que la causa norteamericana era la del mundo entero El hecho de que la aliadofilia de Aguirre fuera compartida por la mayoría de la iz­ quierda «española» contribuyó a la reconcilición entre el PNV y el gobierno republicano en el exilio y, consecuentemente, al abandono de la reivindicación de total independencia vasca, aunque Manuel Irujo, que había constituido un Consejo Nacional Vasco en Londres, ela­ boró planes para un futuro estado vasco que debía abarcar parte de Aragón. La perspectiva de una victoria aliada que, esperaban, produ­ ciría la eliminación del gobierno franquista, fortaleció los esfuerzos de cooperación entre nacionalistas y otras tendencias políticas espa­ ñolas. En marzo de 1945, la mayoría de los partidos con alguna fuer­ za en el País Vasco firmaron un pacto en Bayona que reafirmó la le­ gitimidad del gobierno autónomo constituido en octubre de 1936 1.a declaración suscitó la repulsa de los nacionalistas intransigentes, como Telesforo Monzón, que se negaron a aceptar la autoridad de la República. El optimismo de los dirigentes del PNV al concluir la II Guerra Mundial quedó de manifiesto en la creación de sus unidades arma­ das, entrenadas por asesores norteamericanos y estacionadas en la Itontera franco-española. Pero, al mejorar las relaciones del régimen franquista con los aliados, se hizo evidente que éstos no estaban dis­ puestos a apoyar una invasión, y en 1947 dichas unidades fueron di­ sueltas En 1947, una huelga general realizada en Bilbao, con el apo­ yo tanto del PNV como de las fuerzas republicanas, supuso la amettaza más grave para la dictadura desde que finalizara la guerra civil. Pese que el PNV y el gobierno vasco en el exilio apoyaron la huelga, este tipo de acción obrera representaba una táctica problemática para un partido integrado tanto por empresarios como por obreros. La renresión que siguió a las huelgas debilitó seriamente al PNV. En ade­ lante, la resistencia abierta se limitó a actos de provocación como el Beltza, El nacionalismo vasco en el exilio 1937-1960 (San Sebastián, 1977), p. 14; entrevista del autor con Joseba Elósegui, San Sebastián, 27 marzo 1980; Aguirre, l) f Guernica..., pp. 381-7. Entrevista del autor con José Joaquín Azurza, 18 marzo, S.ui Sebastián 1980. José María Garmendia y Alberto Elordi, La resistenáa vasca (San Sebastián, I9H2), pp. 168-9. Ihíd., p. 178.

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llevado a cabo por Joseba Elósegui, que colgó una Ikurriña en la to­ rre de la catedral de San Sebastián en la Semana Santa de 1946. En diversas ocasiones a lo largo de 1947 y 1949, un joven activista del PNV, José Joaquín Azurza, consiguió transmitir por radio un men­ saje grabado del Presidente Aguirre A pesar de esta clase de actos, a fines de los años cuarenta y prin­ cipios de los cincuenta parecía que el nacionalismo vasco presentaba aún menos riesgos para el gobierno que las organizaciones obreras ile­ gales, tanto en el País Vasco como en el resto de España. Pero era ésta una conclusión que subestimaba la vitalidad cultural del movi­ miento nacionalista. Aunque estaban prohibidas las publicaciones en vascuence, la lengua hablada sobrevivió en las zonas rurales, y gran parte de lo slíí^ le s inferiores del clero retuvo sus convicciones na­ cionalistas. En la intimidad familiar, muchos vascos siguieron cele­ brando las fiestas nacionalistas, absorbiendo sentimientos nacionalis­ tas y alimentando el recuerdo de su período de autonomía El PNV en el exilio, y su exigua representación dentro del País Vasco espa­ ñol, continuaron su política de cooperación con los republicanos exi­ lados, con la esperanza de que algún día una España democrática con­ cediera autonomía a Euskadi. Pero, al pasar los años sin que esta es­ trategia produjera fruto, los nacionalistas radicales como Monzón, re­ chazaron los compromisos acordados entre el gobierno vasco en el exilio y los republicanos. Cuando la repperación económica trajo una nueva ola de inmigrantes a Euskadi, revivió el racismo latente del PNV. Ceferino de Jemein, uno de sus más conocidos escritores, habló de los inmigrantes en 1957 en un tono que recordaba al de Ara­ na, calificándolos de masa de «coreanos» degenerados, indiferentes a su forma de vida y parásitos de Euskadi Las perspectivas del na­ cionalismo vasco eran desalentadoras, pues ni la confianza deposita­ da en Estados Unidos, ni la alianza con la república esoañola, ni el retroceso hacia el nacionalismo cultural ofrecían posibilidades de pro­ greso.

Entrevista del autor con Joseba Elósegui, San Sebastián, 27 marzo 1980. Joseba Elósegui, Quiero morir por algo (Burdeos, 1971), pp. 316-20; entrevista del autor con José Joaquín Azurza, San Sebastián, 18 marzo 1980. Entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980. Gregorio Morán, Los españoles que dejaron de serlo (Barcelona, 1982), p. 261.

Capítulo 2 LOS PRIMEROS PASOS DE ETA, 1951-1967

En la década de los 50 el País Vasco, al igual que el resto de Es­ paña, experimentó un rápido proceso de cambio al iniciarse la recu­ peración de la economía española de los efectos producidos por la guerra civil y el aislamiento político. Tanto la recuperación econó­ mica como ciertos factores políticos contribuyeron a consolidar el sis­ tema. Cuando la victoria aliada de 1945 dejó al régimen franquista pe­ ligrosamente aislado, muchas de las personas opuestas a Franco cre­ yeron que su régimen no podría sobrevivir a la derrota de la Alema­ nia nazi y la Italia fascista, y que ios aliados devolverían a España la democracia. Pero lo cierto es que las potencias aliadas no realizaron ningún intento serio para desplazar a Franco y, con la intensificación de la guerra fría, los Estados Unidos llegaron a considerar a España como un valioso aliado. En 1953, cuando España firmó un pacto con Estados Unidos por el cual se concedían a Norteamérica bases mili­ tares a cambio de ayuda económica, concluyó el aislamiento econó­ mico y diplomático de España. En los años sesenta, otro tipo de influencia contribuyó a romper el aislamiento de España; el turismo introdujo divisas y costumbres foráneas, mientras que el crecimiento económico de Europa occiden­ tal proporcionaba a los obreros españoles la posibilidad de emigrar. El País Vasco, siendo una de las zonas más industrializadas de Espa­ ña, experimentó una masiva expansión económica acompañada por 2

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un incremento en la demanda de mano de obra que no podía satis­ facerse localmente. Se produjo, en consecuencia, un enorme flujo de inmigrantes de otros puntos de España que venían al País Vasco en busca de trabajo. La inmigración había sido continua desde los años 1890, pero el florecimiento de la economía pronto aumentaría su nú­ mero hasta cifras sin precedentes, creando inevitables tensiones en la cultura y la sociedad vascas L Aunque la falta de libertad de expre­ sión, reunión y asociación diferenciaba a España de la mayor parte de Europa occidental, el régimen franquista de fines de los años cin­ cuenta era, pese a todo, muy distinto de la feroz dictadura impuesta tras la victoria nacional en la Guerra Civil. El régimen parecía más firme que nunca y, por ello, podía permitirse una cierta moderación de la represión. Todos estos hechos económicos y políticos suponían graves pro­ blemas para el nacionalismo vasco. Aunque muchos vascos seguían considerando al gobierno vasco en el exilio y al PNV como sus le­ gítimos representantes, la posibilidad de que el nacionalismo reco­ brara el poder parecía remota, situación resaltada por un dirigente del PNV, Landaburu, cuando reconoció que muchos vascos, entre ellos partidarios tradicionales del PNV, estaban prosperando con Franco. Estas personas seguían identificándose culturalmente con el movi­ miento nacionalista, pero hacía ya mucho tiempo que habían aban­ donado toda lucha contra el régimen franquista Estas contradiccio­ nes en el seno de la sociedad vasca produjeron una crisis dentro del nacionalismo vasco. La expresión más importante de dicha crisis fue la formación del grupo Ekin por estudiantes de la Universidad de Bil­ bao a principios de los años cincuenta El nombre del grupo indi­ caba cuál era el carácter de Ekin, y la razón de posteriores diferen­ cias entre ETA y el PNV. Ekin significa hacer y para los jóvenes que formaron el grupo su creación implicaba el rechazo del ya anticuado e irrelevante PNV. Los miembros de Ekin procedían en su mayoría de familias na­ cionalistas. A pesar de ello, no mantenían contactos con el PNV, ' La población de Vizcaya aumentó en un 8,5% entre 1955 y 1957, según la Ofi­ cina de Prensa del Gobierno de Euskadi, OPE, 26/1/59. En Guipúzcoa se establecie­ ron 3.973 personas entre mayo de 1957 y abril de 1958, OPH, 9/4/59; entre 1950 y 1959 se establecieron en Guipúzcoa 42.000 personas, OPE, 21/5/59, Documentos Y, vol. 1, pp. 54-61. En 1970, un 29,48% de la población de las cuatro provincias vascas era inmigrante, y en Vizcaya la cifra era de 36,26% (Luis C. Núñez, (.lases sociales en Euskadi. San Sebastián, 1977), p. 163. ^ Javier de Landáburu, La (Lausa del pueblo vasco (París, 1956), pp. 115-16. ^ Txillardegi (J. L. Alvarez Emparanza), «Testimonios personales de la crisis teó­ rica que motiva mi salida de ETA», Ikastaroak Formanzia Koudcynoak (IPES) (Cua­ dernos educativos), n.“ 1 (Bilbao, 1980).

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que, en su opinión, se había movido muy poco desde que Franco ocu­ para el País Vasco en 1937 Así pues, creían que era necesario em­ pezar otra vez. Semejante interpretación de los hechos parecía arbi­ traria a los partidarios del PNV que, a su vez, señalaban que los fun­ dadores de Ekin habían empezado su labor sólo un par de años des­ pués de la huelga general de 1951, en cuya organización habían par­ ticipado los nacionalistas. El PNV había sufrido una fuerte represión tras la huelga, que sin duda había obstaculizado su acción^. Con todo, sus adeptos sostenían que era absurdo afirmar que había muer­ to. El partido y sus juventudes, Euzko Gastedi (EG), más tarde EGI, estaban vivos y activos Había partidarios del PNV comprometidos en los esfuerzos por salvar el euskera, y prestaban apoyo a las cos­ tumbres y el folklore vascos mediante la participación en fiestas po­ pulares, grupos de danza y corales. Trabajaban con asiduidad en las ikastolas, las escuelas ilegales de aprendizaje de la lengua vasca, mien­ tras que el clero, que simpatizaba con su causa, aprovechaba las opor­ tunidades que ofrecía la relativa libertad en que se movía la Iglesia p.ira promover la cultura vasca. Puede que estas cosas no fueran re­ conocidas como acción política por los partidos políticos de otros lu­ gares, pero el PNV siempre tuvo un concepto de la política que abar1. aba la vida social y cultural. Los militantes del PNV habían luchado \ muerto por su causa en la guerra civil, cuando eso era lo indicado V lo realista. En las diferentes circunstancias de los años 1950, cuan­ do la lucha armada ya no era posible, el PNV operaba de modo me­ nos espectacular, pero igualmente paciente y tenaz. Más aún: el Go­ bierno Autónomo seguía ejerciendo sus funciones en el exilio, pero en estrecho contacto con el interior **. En opinión de los adeptos al I’NV, el gobierno vasco no era una reliquia sino el legítimo repre­ sentante del pueblo vasco. Y no creían que este gobierno fuera ins­ trumento del PNV. Se había invitado a ciertas fuerzas políticas que no habían existido en el momento de la guerra a formar parte de él. El grupo Ekin, aunque no ponía en cuestión ni lo principios ni Para los antecedentes de Txillardegi véase entrevista en Ibarzábal, }0 años... ' Entrevista del autor con Mikel Isasi, Bilbao, 14 marzo, 1980. Isasi era responsable dr enlace de EGI, la organización de juventudes del partido, a fines de los años cincuenta. '■ Entrevista del autor con José Joaquín Azurza Aristeguieta, San Sebastián, 18 mar­ zo 1980. Azurza Aristeguieta, uno de los miembros más distinguidos de la resistencia vasca en los años cincuenta, sostenía que la falta de conocimiento de la historia recien­ t e de la resistencia vasca era indicio de la inmadurez de los fundadores de ETA. En Tolosa, la emisora de radio de la iglesia emite tres veces a la semana en euskeia. «Escuela y academia de danzas vascas en Hernani», Alderdi (principal revista del PNV), Documentos Y, vol. 1, p. 59. «Reunión del Gobierno de Euskadi en Bayona», OPE, 23/3/59, en DocumenK, vol. 1, p. 56.

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la tradición del PNV, era muy crítico en cuanto a su actuación en la lucha contra la opresión de España. Sus críticas fueron expresadas con gran eficacia por José Luis Alvarez Emparanza (Txillardegi), hijo del dueño de una imprenta, que era la figura intelectual dominante de Ekin. Txillardegi pensaba que la existencia del pueblo vasco esta­ ba amenazada, del mismo modo que lo había estado cuando Sabino Arana había fundado el movimiento nacionalista. La respuesta del PNV a dicha amenaza era del todo inadecuada. La participación en actos culturales y la publicación de boletines donde se describía la opresión que sufrían los vascos, no tenían el menor efecto en alejar el peligro inmediato de extinción cultural. Para Txillardegi, la lengua vasca era la clave para la supervivencia de los vascos como pueblo di­ ferenciado, y era necesaria y urgente una campaña para dar nueva vida a la lengua. Txillardegi consideraba asombroso el que pudiera ha­ ber personas que se consideraran nacionalistas y que no hablaran, es­ tudiaran y propagaran la lengua vasca Asimismo, creía que el G o­ bierno Vasco en el exilio había pasado a ser una reliquia que repre­ sentaba a la generación derrotada en la guerra civil, pero no a los que no tenían recuerdos de aquella lucha *°. De las doce personas que par­ ticiparon en los grupos de debate que decidieron la formación de Ekin, sólo siete siguieron la iniciativa de crear una organización clan­ destina. La acción del grupo estaba limitada a debates, a la produc­ ción de material educativo basado en la teoría social católica y a la publicación de todo tipo de escritos sobre la cultura vasca " . Ekin se benefició del hermetismo cultural y social del País Vasco, que di­ ficultaba la vigilancia por parte de personas no vascas. El grupo pudo expandirse gracias a sus contactos personales con personas de con­ fianza procedentes de medios cultural y étnicamente vascos. La tem­ poral reducción en la acción represiva hizo posible la labor de crear un movimiento nacionalista, aunque la clandestinidad fue siempre esencial. Ekin gravitó, inevitablemente, hacia el PNV como medio de es­ capar a su aislamiento. N o existían, después de todo, diferencias po­ líticas claras entre los dos grupos. En 1956, con ocasión del Congre’ Txillardegi en Ibarzábal, 30 años... La juventud vasca ante el 7 de octubre de 1961; /.uttk, n.' IS (C.atacas, sin fe­ cha). Txillardegi, De Santoña a Burgos (1971), insiste en la imalisl.icci
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so Mundial Vasco, dos miembros de Ekin, José Manuel Aguirre y Be­ nito del Valle, fueron a París para hablar con José Antonio Aguirre, jefe del gobierno vasco en el exilio. Se acordó la fusión de Ekin con la organización de juventudes del PNV, EG, que adoptó las siglas EGI Dicha fusión ofrecía evidentes beneficios a ambas partes. El PNV iba a contar con un grupo cuyo nivel intelectual era mucho más alto que el de los miembros de EG. Así pues, podría emplearse a los militantes de Ekin para educar a los miembros de EG. Por otra par­ te, la fusión con EG (ahora EGI) permitió a Ekin el acceso a perso­ nas jóvenes, especialmente de los pueblos, y a círculos mucho más amplios que los universitarios. Había otro aspecto en el que los dos grupos eran complementarios: EG era combativa y prácticamente no clandestina. Su nacionalismo era tradicional, emotivo y sencillo. Ekin podía proporcionarle educación y base teórica Pero pronto surgirían dificultades. Entre los miembros de Ekin despertaba recelos el que EGI no fuera realmente una organización clandestina. En su opinión se había convertido en un grupo mera­ mente folklórico tolerado por la policía Y los recelos no eran ex­ clusivos de uno de los lados. El PNV se había considerado siempre como el verdadero partido del pueblo vasco, no como un partido más. El que un grupo de estudiantes formara su propia organización en lugar de incorporarse al PNV denunciaba una cierta arrogancia. Las relaciones dentro de la organización unificada fueron tensas des­ de el principio. Juan Ajuriaguerra, principal dirigente del PNV en el interior, era particularmente hostil al grupo Ekin. Según Txillardegi, había declarado que el PNV no admitiría a Ekin, pero sí a aquellos de sus miembros que considerara valiosos En años posteriores, Ajuriaguerra expresaría su sorpresa ante el hecho de que una serie de personas, a quienes él había considerado como intelectuales cautos, llegaran abrazar la lucha armada Lo cierto es que pronto surgie­ ron tensiones entre ambas partes. Algunos líderes del PNV, como Juan Ajuriaguerra y Mikel Isasi, creían que los dirigentes de Ekin pe­ caban de petulancia al menospreciar el historial combativo del PNV mientras que los fundadores de Ekin insistían en la necesi­ dad de una resistencia más activa a la opresión española. Txillardegi en Ibarzábal, SO años... Entrevista con Julen Madariaga, miembro fundador de Ekin y ETA en Punto y Hora, 18 a 24 de agosto, 1977. «El grupo Ekin y los primeros pasos», por el miembro fundador de ETA Jon Nicolás, en Documentos Y, vol. 1, pp. 25-32. Txillardegi en Ibarzábal, SO años..., también «Testimonios personales», en IPES, n.“l. Entrevista con Ajuriaguerra en Ibarzábal, SO años..., pp. 339-345. Entrevista del autor con Mikel Isasi (Bilbao, 14 marzo 1980).

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Las tensiones entre los dos grupos se agudizaron con las mutuas acusaciones de ser agentes de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. En parte estas alegaciones eran consecuencia de la peculiar estructura del PNV. Había dos grupos paralelos en el interior: la or­ ganización del PNV dirigida por Ajuriaguerra, y la de «Servicios», que estaba bajo control directo de José Antonio Aguirre, jefe del go­ bierno vasco en el exilio con sede en París La de «Servicios» era una organización de inteligencia creada durante la Guerra Civil, que se mantuvo activa durante la II Guerra Mundial para contribuir al esfuerzo bélico de los aliados. Después de 1945, los «Servicios» con­ tinuaron operando en colaboración con el gobierno norteamericano. La dependencia del PNV del apoyo americano era comprensible en los primeros años del régimen franquista. El PNV era un partido con­ servador y católico, consagrado a la lucha por una democracia par­ lamentaria —similar en muchos aspectos a los partidos cristiano-de­ mócratas favorecidos por Estados Unidos en numerosos países euro­ peos— y Aguirre era un admirador de la sociedad y el gobierno nor­ teamericanos. Cuando las relaciones entre Estados Unidos y Rusia empezaron a deteriorarse al finalizar la 11 Guerra Mundial, el PNV apoyó a Estados Unidos. Los acuerdos entre los gobiernos español y norteamericano crearon cierta tensión en aquella relación. En 1951, cuando el PNV organizó una huelga general, que fue muy respalda­ da, se mantuvo informadas a las autoridades norteamericanas, como se había hecho anteriormente en ocasiones similares. Ajuriaguerra te­ mía que, ahora que el gobierno de Estados Unidos consideraba a Franco como aliado, la información que se diera a los americanos pu­ diera ser comunicada a las autoridades españolas. I'.n consecuencia, creía que la lealtad del PNV a Estados Unidos era un error que po­ nía en peligro la segundad de todos los adversarios de I ranco José Mitxelena, jefe de los «Servicios», disentía, y siguió operan­ do en estrecho contacto con el Departamento de Lsiailo. En su opi­ nión, aun cuando era lamentable que los aliados, y en especial Esta­ dos Unidos, no hubieran cumplido las promesas hechas a los vascos, el enfrentamiento con Rusia hacía inevitable esta situación. Sin em­ bargo, si la guerra fría concluyera con la derrota de Rusia y la irnposición de la hegemonía norteamericana, los americanos no necesi­ tarían ya a Franco y podrían al fin cumplir sus compromisos. Por consiguiente, era esencial mantener la cooperación con listados Uni­ dos. La lógica de esta estrategia llevó a Mitxelena a una actitud enAjuriaguerra en Ibarzábal, 30 años... Para las sospechas tic A)un.iguen.i tic que Ekin estaba manipulada por agencias de inteligencia nortcameric.m.is, vc.ise José María Garmendia y Alberto Elordi, La resistencia vasca (San Sebasiiaii, pp. 3S3-264. Eugenio Ibarzábal, «Así nació ETA», Muj^a, n." 1, jumo, lv/>)

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conadamente hostil hacia el ala izquierda y las tendencias más com­ bativas. Curiosamente, a la luz de la posterior evolución de ETA, Ajuriaguerra sospechaba que el grupo Ekin estaba en contacto direc­ to con Mitxelena y el Departamento de Estado norteamericano. Txillardegi por su parte, creía que el PNV estaba manipulado por la C I A “ . Dentro de EGI, el grupo Ekin defendía una política de liberación mediante la lucha armada, algo no especialmente polémico en sí mis­ mo, teniendo en cuenta, sobre todo, que no iba acompañado de pro­ puestas para el inmediato lanzamiento a este tipo de acción. En efec­ to, la escisión del PNV que llevaría a la creación de ETA no se pro­ dujo por desacuerdos sobre la posible justificación de la lucha arma­ da, sino por incompatibilidad entre un grupo de activistas y un par­ tido que creía que el estímulo a fiestas populares y actos culturales era en sí mismo una acción política directa. Las crecientes tensiones entre las personas que procedían de Ekin y la dirección del PNV no produjeron un debate político claro, ni posiciones nítidamente dife­ renciadas. En años posteriores, a los miembros de ETA les sería di­ fícil explicar por qué unos desacuerdos que no parecían ser fundarnentales habían producido una escisión ^ . Aunque las versiones de ciertos fundadores de Ekin no hablaban de diferencias políticas esen­ ciales entre Ekin y el PNV, sí describían un clima de recelo en el que se sospechaba que las personas de uno u otro lado actuaban como agentes de los servicios de inteligencia norteamericanos. El creciente antagonismo, manifestado de modo muy personal, hizo imposible la colaboración en las secciones locales, que habían funcionado ante­ riormente como grupos de amigos. El hecho mismo de no existir una clara división política que pudiera debatirse de modo racional, enra­ recía aún más la atmósfera. El suceso que de forma inmediata hizo “ Ibíd. Las diferentes versiones sobre los orígenes de ETA suscitaron una violenta po­ lémica entre algunos de los fundadores de ETA y el historiador, y miembro del PNV, Eugenio Ibarzábal en 1979, Ibarzábal, «Así nació ETA», Muga, n.° 1, junio 1979. Car­ ta de Benito del Valle y Julen Aguirre, Punto y Hora, n.° 134, 27 julio 1979; la res­ puesta de Ibarzábal, Muga, n.° 2, septiembre 1979; y una carta de Benito del Valle y J. Aguirre en Punto y Hora, n.*^ 150, 8 nov. 1979. La polémica tuvo un carácter ex­ traordinario en el sentido de que, pese a ser muy apasionada, no había discrepancias sobre el relato de los hechos de Ibarzábal. Lo que provocó la indignación de los fun­ dadores de ETA fue que Ibarzábal presentaba la escisión de ETA como una revuelta juvenil en el seno del PNV, mientras que ellos presentaban a ETA como continuación de Ekm. ETA elaboró diversas versiones de sus orígenes en diferentes períodos de su existencia. Una de ellas, en Kemen (vigor), boletín interno de ETA, de octubre de 1964, afirmaba que cuando se separaron ETA y EGI, los grupos locales tendieron a Optar por uno u otro sobre una base colectiva más que individual.

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salir al grupo Ekin del PNV se produjo cuando Benito del Valle, uno de los fundadores de Ekin, fue expulsado de EGI por el comité pro­ vincial del PNV en Vizcaya, alegando vagos motivos de presunta des­ lealtad. Su expulsión no necesariamente presagiaba una purga del gru­ po Ekin, dado que el PNV tenía una estructura federal que permitía una considerable autonomía a las organizaciones provinciales del par­ tido. A pesar de ello, esta acción fue la culminación de un período de antagonismo que convenció al grupo Ekin de que carecía de todo futuro en el PNV, y que debía formar una organización independien­ te 22 Las posteriores declaraciones de algunos fundadores de ETA no han llegado a aclarar los motivos de ruptura con el PNV. Julen Madariaga, por ejemplo, miembro fundador tanto de Ekin como de ETA, criticaba el conservadurismo del PNV y su cantonalismo (la or­ ganización del partido se basaba en la autonomía provincial, en lugar de contar con una estructura centralizada para todo Euskadi). Su des­ confianza quedó más tarde reforzada por su convicción de que, tras la escisión, hubo miembros del PNV que revelaron a la polícia nom­ bres de afiliados a ETA Sin embargo, las razones específicas de las divisiones apenas quedaron explicadas. En otra versión sobre los orígenes de ETA publicada en 1969, Madariaga omitió del todo el paso de Ekin por el PNV, diciendo simplemente que Ekin adoptó el nombre de ETA en 1959 Txillardegi haría una vivida descripción del clima de desconfianza entre Ekin y el PNV. En un momento dado, fue acusado de ser agente de los «Servicios», pese a que, hasta entonces, hubiera ignorado la existencia de dicha organización. Más tarde, llegó a pensar que era bastante probable que los «Servicios» es­ tuvieran intentando provocar la desunión en el seno del movimiento nacionalista^^. En un escrito elaborado en 1971 y destinado a una Los miembros fundadores de ETA dan diferentes fechas para la creación de ETA. Txillardegi daba el día de San Ignacio (31 de julio) de 1959. Ibarzábal, 50 años... Jon Nicolás databa la fundación de ETA en 1958. Véase «Integración en Eusko Gastedi 1956-1957» y «Nacimiento de ETA. 1958», ambos en Documentos Y, vol. 1, pp. 29-32. Julen Madariaga sostenía que ETA se fundó a comienzos de enero de 1959. «N o hubo aniversario», Egin, 31 julio, 1984. Un grupo de afiliados al PNV simpatizantes de ETA ofrecen una versión en la que hacen responsable a los dirigentes de su propio partido de la escisión. Según ésta, los hermanos Isidro y Telesforo Monzón realizaron grandes esfuerzos para mantener a Ekin dentro del PNV./e/fefde en Documentos Y, vol. 3, pp. 117-120. Julen Madariaga, Punto y Hora, 18-24 agosto 1977; Julen Madariaga, Punto y Hora, 13-27 julio 1984. Julen Madariaga, Lutte Revolutionnaire en Euskadi. Etat de Guerre Larvée, Documentos Y, vol. 9, pp. 385-395. Txillardegi en Ibarzábal, 50 años...

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nueva generación de miembros disidentes de EGI, Txillardegi se que­ jaba de las calumnias que Ajuriaguerra había dirigido contra ciertos miembros de Ekin/EGI, acusándoles de ser comunistas, budistas y contrabandistas, y de estar infiltrados por la policía. Txillardegi tam­ bién afirmaba que Ekin/EGI había empezado a ser socialista a partir de 1956, lo cual, si era cierto, tuvo que haber creado roces con el con­ servador PNV Pero las declaraciones de esta organización no con­ firmaron en modo alguno las palabras de Txillardegi. Las autorida­ des del PNV, simpatizaran o no con el espíritu de ETA, alegaron que no habían surgido desacuerdos políticos lo bastante fuertes como para justificar la creación de una nueva organización. En efecto, la apari­ ción de la versión oficial del PNV sobre la fundación de ETA, lo atri­ buía a un conflicto generacional. Los jóvenes que habían creado ETA, decía, estaban revelándose contra sus padres En 1959 se le concedió escasa importancia a lo que se consideró una escisión menor del PNV, que, a fines de los años cincuenta, pa­ recía ser una reliquia del pasado aún más que el PSOE, dado que en la práctica su base social había llegado a un cierto entendimiento con el franquismo. Gran parte de la oposición al régimen de Franco con­ sideraba al PNV como una supervivencia arcaica, incluso hasta los años setenta, pero la emergencia de ETA de entre sus filas, y la pro­ pia recuperación del PNV tras la muerte de Franco, demostraron que era una opinión errónea. El papel desempeñado por el PNV como movimiento cultural, en lugar de actuar solamente como partido, jus­ tificaba su afirmación de haber realizado cuarenta años de resistencia ejemplar al franquismo, mientras que sus críticos le acusaban de inac­ tividad. El PNV mantuvo una organización en Euskadi, aunque su acción fuera más bien escasa después de las huelgas de 1951. El con­ texto de intensa actividad cultural en el que operaba, permitió la con­ tinuación de su existencia con un nivel de presencia política que ape­ nas habría sido suficiente para la supervivencia de la mayoría de los partidos Los miembros disidentes de Ekin/EGI mantuvieron durante al­ gún tiempo que ellos eran la verdadera EGI, pero finalmente deci­ dieron que necesitaban una identidad propia; así pues, ETA (Euska­ di ta Askatasuna) fue creada el día ele San Ignacio, 31 de julio de 1959 ETA tuvo que disputarle al PNV la lealtad de los miembros Txillardegi, De Santoña a Burgos, Documentos Y, vol. 1, pp. 21-23. Entrevista del autor con el señor Azurza, San Sebastián, 18 marzo 1980. Para las primeras actividades culturales del PNV, véase Corcuera, Orígenes, ideología y organización del nacionalismo vasco..., pp. 216, 423-4 y 466. La elección del día de San Ignacio, fundador de los jesuítas y uno de los vascos

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de EGI. La gente tendía a optar por ETA o el PNV dependiendo de su lugar de residencia, y de la decisión adoptada por otros miembros de EGI de su localidad La tendencia de los grupos locales a adop­ tar posturas en común sería una constante a lo largo de la existencia de ETA. Los motivos políticos de la división eran muy poco claros. El grupo Ekin era más intelectual; PNV /EG I más emotivo, más nos­ tálgico. En las subsiguientes escisiones de ETA, sería la opción del grupo de amigos, más que la convicción personal, la que determina­ ría las lealtades Esta adopción de postura en grupo en gran me­ dida estaba generada por la institución vasca de la cuadrilla, grupo de amigos de aproximadamente la misma edad, que pasaban gran par­ te de su tiempo juntos, bebiendo en los bares, en comidas o en ex­ cursiones de escalada. En años posteriores, las cuadrillas serían mu­ chas veces intercambiables con los grupos etarras. Semejante entra­ mado social sería enormemente ventajoso para ETA, cuyos militan­ tes nunca serían simples individuos aislados. Por otra parte, la lealtad a la cuadrilla hacía casi imposible un auténtico discernimiento polí­ tico, dado que no podía permitirse que las divisiones políticas rom­ pieran el grupo, cuyos miembros tendían a seguir la dirección de su figura más dominante Especialmente en los pueblos, amigos, vecinos o conocidos, que poco entendían de la ideología de ETA, estaban dispuestos a apoyar a miembros de ETA encarcelados o forzados al exilio. Por el contra­ rio, los miembros de organizaciones políticas «españolas», como el PCE, se veían socialmente aislados e incluso marginados. La poste­ rior adopción de ETA de la ideología marxista, no llevaría a la ma­ yoría de los nacionalistas a considerar como desertores de la causa a sus miembros. Un medio local en el que los miembros de ETA con­ taban con el apoyo y el respeto de toda una serie de personas de ideas políticas y posiciones sociales diversas, no era propicio para el desa­ rrollo de ideas específicas y, como tales, creadoras de divisiones. En las décadas de 1960 y 1970, años en que aumentó el número de par­ tidarios de ETA, el País Vasco se politizó fuertemente mientras que, simultáneamente, el nivel real de conocimiento político seguía siendo extremadamente bajo. más ilustres, parecería indicar una cierta influencia religiosa. Sin embargo, véase nota 22. Entrevista del autor con Sabino Arana Bilbao, miembro fundador de ETA. Vitoria, 16 marzo 1980. Entrevista del autor con Patxo Unzueta, dirigente de ETA. Bilbao, 13 marzo 1980. Entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980. Onaindía fue dirigente de ETA a fines de los años sesenta.

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Gran parte de la actividad de ETA consistía en la distribución de insignias con la bandera vasca en fiestas populares y actos cultura­ les ETA, al igual que el PNV, contaba con una serie de ventajas de las que no disponían la mayor parte de la oposición al franquis­ mo, tanto en el País Vasco como fuera de él. El mundo cultural de la región vasca estaba cerrado a la policía y, en general, a la autori­ dad del Estado. ETA reclutó miembros entre los grupos de monta­ ñismo que constituían un rasgo popular de la vida vasca. Los actos de tipo cultural y social vinculados a la Iglesia eran útiles como cam­ po de acción, como lo era el movimiento por la renovación del euskera. Ante todo, el tupido entramado de las relaciones de parentesco y los grupos de compañeros daban protección frente a los delatores y la acción policial ^ . Las personas empeñadas en la reconstrucción del partido socialista, el comunista, o cualquier otro grupo de iz­ quierdas, no tenían estas posibilidades. Los nacionalistas vascos se be­ neficiaron del descenso general de la represión en los años 50. De modo específico, les favoreció la actitud algo más tolerante hacia la lengua vasca, al ser autorizadas por el régimen una serie de revistas en Euskera apadrinadas por la Iglesia Contrariamente a lo que sos­ tienen algunos nacionalistas, no se produjo nunca un intento serio de prohibir el uso de la lengua hablada Esto habría sido inviable en las zonas rurales donde algunas personas de edad apenas hablaban es­ pañol. Pese a todo, a ojos de los ideólogos del régimen, el euskera era peligroso precisamente por ser el símbolo del nacionalismo. Has­ ta fines de los años cincuenta estuvieron prohibidos prácticamente del todo las publicaciones periódicas en vasco, e incluso los nombres vascos en bautismos o lápidas mortuorias En las escuelas de las zo­ nas vascoparlantes todas las clases eran en español, como lo habían sido desde que existía la educación pública Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980. Ibíd. Un hecho aplicable a toda la historia de ETA, especialmente en los pueblos. El mercado para las revistas en vasco era limitado, debido a que la mayoría de los vascoparlantes no sabían leer la lengua; véase Luis C. Núñez, Opresión y defensa del euskera (San Sebastián, 1977), cap. 7, «Analfabetismo». Entrevista del autor con el Sr. Azurza, San Sebastián, 18 marzo 1980. Azurza declaró que cuando iba al colegio en San Sebastián, en los años cuarenta, había fran­ quistas civiles en la calle que le decían que no hablara vasco. Otras personas niegan que esta clase de comportamiento fuera frecuente. Muchos carlistas del norte de Na­ varra y la Guipúzcoa rural eran vascoparlantes. Aún en 1976 (es decir, después de la muerte de Franco) las autoridades inten­ taban impedir las inscripciones en vascuence en las lápidas mortuorias. Entrevista del autor con Elizabete Bizkara, que actuó como abogada de una familia en uno de estos casos. Bilbao, 14 marzo 1980. Algunos nacionalistas vascos consideraban a los profesores «españoles» como

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La Iglesia fue el principal refugio de la cultura vasca, dado que el clero que salía de las zonas rurales de Euskadi fue siempre un bas­ tión de sentimientos vasquistas. Por tanto, la jerarquía eclesiástica nunca prestó apoyo a los intentos de obstaculizar el uso de la lengua vasca, o de quebrantar las relaciones entre el clero y los fieles. Los sacerdotes destinados a zonas predominantemente vascas no habrían podido desempeñar sus labores pastorales adecuadamente de no ha­ ber hablado euskera. N o es de extrañar, pues, que la Iglesia fuera la primera en aprovechar la disminución de la represión para publicar revistas en vasco y emitir por la radio programas religiosos en eus­ kera La creación de escuelas en lengua vasca, que se inició a prin­ cipios de la década de 1950, se debió en gran medida al clero. Dichas escuelas —las ikastolas— dejaron pronto de ser clandestinas, aunque las autoridades siguieron hostigándolas, y en el movimiento que las animaba participaron miles de personas. La renovación de la lengua y la cultura vascas en los años setenta daría a ETA un terreno abo­ nado para su crecimiento. En mayo de 1960, 339 curas vascos firma­ ron una carta dirigida a sus obispos pidiendo apoyo para los dere­ chos del pueblo vasco En ningún otro punto de España mostró el clero una oposición tan fuerte al régimen. El impacto de ETA fuera de los círculos de simpatizantes del PNV fue insignificante hasta el verano de 1961. Su acción siguió consis­ tiendo principalmente en asambleas de tipo educativo y cultural en los medios relativamente reducidos del nacionalismo, y en la distri­ bución de banderitas vascas (ikurriñas) en actos culturales. Se repar­ tía también algo de propaganda, pero siempre con máximas precau­ ciones, pues el aceptar propaganda ilegal era algo que inquietaba in­ cluso a los más firmes nacionalistas Las principales publicaciones de ETA en sus primeros años fueron documentos de Ekin, junto a algunos escritos nuevos destinados a la formación interna personalmente responsables de la opresión de los vascoparlantes. Sin embargo Sabino Arana, fundador del nacionalismo vasco, observaba que existía una indiferencia gene­ ralizada hacia el aprendizaje del euskera, porque el español era la lengua de los nego­ cios y los profesionales. «Conócete a ti mismo», en Obras escogidas. La agencia de prensa del Gobierno vasco en el exilio publicó una serie de tes­ timonios de emisiones en vasco de las estaciones de radio eclesiásticas. Por ejemplo, OPE 10/3/63 en Documentos Y, vol. 2, p. 404. «Escrito de los 339 sacerdotes vascos», Alberto de Onaindía (ed.). Ayer como hoy (San Juan de Luz, 1975), pp. 227-243. Entrevista del autor con Sabino Arana. Vitoria, 16 marzo 1980. Entrevista del autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980. La publicación más sustancial de ETA fue el Libro Blanco (sin fecha), un vo­ lumen de 150 páginas en el que se incluían medidas de seguridad, se trataba sobre la

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Esta situación empezó a cambiar en la primavera de 1961 con la publicación de Zutik, que pasaría a ser la revista de ETA, de apari­ ción regular. La mayoría de sus números se reprodujeron, unas veces en España y otras en Francia, y se organizó una compleja red para su distribución. En adelante, Zutik sería el principal órgano de ex­ presión de ETA, y sus páginas reflejaban las tendencias y disensiones internas de ETA. En los primeros números de Zutik no se advierten divergencias claras con el PNV. En abril de 1961 la revista estuvo prácticamente dedicada a una piadosa relación de las ideas sociales de José Antonio Aguirre en conmemoración de su muerte Una ex­ posición igualmente respetuosa de la vida de Jesús María Leizaola, que había sucedido a Aguirre como jefe del gobierno vasco, fue pu­ blicada en la edición venezolana de Zutik, que desde 1960 publicaba un grupo de exilados Txillardegi, asistido por otros fundadores de ETA, como Xavier Imaz, fue la influencia dominante en estos pri­ meros años de Zutik. Es disculpable que el PNV considerara a ETA como un movi­ miento juvenil lleno de impaciencia, carente de un fundamento sóli­ do para escindirse de la organización madre. Habrían hecho falta ex­ traordinarios poderes de predicción para prever que aquellos devo­ tos nacionalistas conservadores fueran a convertirse en un grupo que se declararía marxista-leninista y practicaría la lucha armada. Acaso la expresión más clara de la ideología de la primera ETA sea el dis­ curso pronunciado por Txillardegi en París en 1961, donde pidió la formación de un frente nacional de todos los elementos patrióticos. Era necesario, declaró, que los mayores comprendieran que los jó­ venes tenían que estar representados, y que la resistencia vasca toma­ ra conciencia de que el mundo había cambiado desde la derrota de 1937 El discurso de Txillardegi confirmó, en cierta medida, la con­ vicción del PNV de que ETA era producto de una diferencia gene­ racional (aunque Txillardegi tenía entonces 30 años). Por consiguien­ te, el PNV podría haber conservado la lealtad de ETA adoptando una actitud más conciliatoria. Pero al PNV le habría resultado difícil aceptar explícitamente la necesidad de un frente nacional unido, pues­ to que el gobierno vasco en el exilio creía estar cumpliendo las funreligión, se daba una descripción de las luchas nacionalistas en Israel, Túnez e Irlanda, y se examinaba el movimiento comunista. La versión que ofrecía este libro del movi­ miento comunista era a un tiempo de censura, y fascinación por sus métodos de or­ ganización {Libro Blanco, pp. 23-24). Esta obra está totalmente reproducida en Do­ cumentos Y, vol. 1, pp. 151-298. «José Antonio Aguirre y lo social», Zutik, abril 1961. «Leizaola: hombre del destino», Zutik (Caracas), n.° 12, sin fecha. «La juventud vasca ante el 7 de octubre», Zutik, n.“ 15 (Caracas, sin fecha). ,

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cienes que Txillardegi había postulado para dicho frente. El PNV es­ taba dispuesto a admitir que habían aparecido nuevas fuerzas desde la forzada salida ai exilio del gobierno vasco. Sin embargo, seguía in­ sistiendo en que estas fuerzas debían procurar su incorporación al go­ bierno legítimo, pese a que en 1961 este organismo presentaba el as­ pecto de una reliquia fantasmal de un pasado casi olvidado, casi tan absurdo como el gobierno republicano español en el exilio. N o tenía atractivo para las personas jóvenes, especialmente tras la muerte del Lendakari (presidente) Aguirre en 1960. Aguirre era una figura carismática, y su muerte dejó un vacío que no era posible llenar con facilidad. Aparte de su activismo, era poco lo que diferenciaba a ETA de su organización madre durante los dos primeros años de su existen­ cia independiente; y el radicalismo de sus publicaciones no iba más allá de proponer medidas de corte cristiano-demócrata, como eran el salario mínimo y subvenciones familiares. El panegírico de Aguirre publicado en Zutik, puso de manifiesto que este tipo de ideas eran compartidas por ambas organizaciones. Y tampoco la índole de las acciones de ETA difería de las del PNV, pues ambos se dedicaban a las pintadas y a la mutilación de los monumentos que conmemora­ ban la victoria de Franco en la guerra civil. El compromiso de ETA con la lucha armada no tuvo consecuencias prácticas hasta julio de 1961, cuando intentó hacer descarrilar un tren que transportaba ve­ teranos de la guerra civil a un acto multitudinario para celebrar el 25 aniversario del alzamiento de Franco. Esta proeza, la primera en ga­ nar a ETA la atención pública, fue desastrosa para la estructura de la organización. Gran cantidad de personas fueron detenidas, y muchas otras escaparon a Francia. Aunque en teoría ETA había adopado un tipo de organización más cerrada que la de EGI o el PNV, no estaba preparada para una represión que la dejaría paralizada y desmantela­ da. La decisión de hacer descarrilar el tren había sido de Julen Madariaga, dado que ETA no contaba con una estructura organizativa que permitiera la toma de semejante decisión de modo colectivo Exhibiendo una pauta que se repetiría a lo largo de la historia de ETA, una acción de tipo militar tendría consecuencias desastrosas para los miembros dedicados a la propaganda o a labores culturales y educativas. El replanteamiento que se hizo necesario ante la inten­ sificación represiva alteraría, a su vez, las ideas políticas de ETA. Es posible hacerse una idea de la composición social de ETA a partir de la descripción de las personas entonces procesadas. Los de­ tenidos eran predominantemente jóvenes, varones en su inmensa maEntrevista del autor con Ildefonso Iriarte Otermin, uno de los detenidos a raíz del atentado contra el tren, San Sebastián, 14 julio 1980. «Spain», en New statesman, 3 noviembre 1961.

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yoría, y oriundos principalmente de Guipúzcoa y Vizcaya. Sus ape­ llidos eran generalmente vascos, aunque eran corrientes los apellidos mixtos vasco-españoles, y tenían por lo general ocupaciones de clase media baja. El cuadro que surge del militante medio de ETA, según las características de los detenidos, es la de un joven, de familia na­ cionalista, étnicamente vasco aunque no siempre de modo exclusivo, sin formación universitaria pero con algún empleo especializado en la industria o el comercio Este tipo de contexto era algo más mo­ desto que el de los fundadores de ETA. El cuadro general del mili­ tante medio de ETA siguió siendo extraordinariamente constante a lo largo de los años. Además de la conmoción que significó el que la policía desmantelara su organización, los refugiados de ETA, al llear a Francia, tenían que enfrentarse a la hostilidad del PNV. Pese a os resquemores creados por la escisión de EGI, la mayoría de los miembros de ETA se habían considerado parte de la familia nacio­ nalista. Ante la hostil recepción de que fueron objeto, los refugiados en Francia comprendieron que ETA tenía que adoptar una nueva orientación. Se iniciaron los preparativos para la I Asamblea de ETA, que se celebraría en mayo de 1962 en una abadía benedictina del país vas­ co-francés El hecho de que ETA hubiera existido durante casi tres años sin celebrar un solo congreso no sólo indicaba una cierta debi­ lidad en la organización, sino la falta de una demarcación clara res­ pecto al PNV en particular, y a toda la comunidad étnica vasca en general. Hasta su I Asamblea ETA careció de una estructura defini­ da, y las acciones de sus miembros no se diferenciaron claramente de las de otros nacionalistas vascos; hacían propaganda cuando partici­ paban en actos culturales vascos, del mismo modo que otros nacio­ nalistas que no tenían relación alguna con ETA La represión que siguió al intento de descarrilamiento demostró las deficiencias de una organización laxa. La mayor parte de las personas detenidas a raíz del atentado al tren no tomaron parte en la reconstrucción de ETA. Los sentenciados a largos períodos de encarcelamiento comprobaron, al ser liberados, que ETA se había convertido en una organización muy diferente de aquella a la que ellos se habían afiliado ^ . Los más importantes logros de la I Asamblea fueron la adopción de una De-

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Véase 7.utik (Caracas) (sin fecha), para los detalles sobre los acusados de impli­ cación en el atentado contra el tren. Al parecer, la profesión más frecuente entre los presos era la de «perito industrial». ■*** Jon Nicolás, «Notas a la primera Asamblea», Documentos Y, vol. 1, pp. 522-523. Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980. Entrevista del autor con Ildefonso Iriarte Otermin, San Sebastián, 24 julio 1980.

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vez respetados Esta formulación, que era probablemente la más generalmente aceptada en ETA, era profundamente ambigua. Podía significar tanto que el inmigrante debía ser simplemente tolerante con una lengua y unas costumbres que le eran extrañas, como que se le exigía que aprendiera dicha lengua y adoptara aquellas costumbres. Posteriormente, en aquel mismo año, un artículo de Zutik, «Carta a un coreano», adoptaba una actitud claramente positiva hacia los in­ migrantes: reconocía que la inmigración era un fenómeno generali­ zado en el mundo entero, y no consecuencia de una conspiración franquista, como pensaban muchos nacionalistas Mantenía que se debía aceptar a los inmigrantes y que éstos debían unirse con los ét­ nicamente vascos en su lucha por la liberación. En abstracto, esta pos­ tura no entraba en conflicto directo con la del PNV, dado que la ba­ talla por una Euskadi racialmente pura ya se había perdido hacía mu­ cho tiempo. Pero en la práctica, ambas organizaciones ponían el én­ fasis en aspectos distintos. Los simpatizantes de PNV no aceptaban que la población nativa fuera responsable en modo alguno de que los inmigrantes rechazaran el nacionalismo. En efecto, para muchos adeptos al PNV todo profesor o funcionario «español» era un agente enemigo En la práctica, el PNV era bastante más flexible de lo que algunas de sus declaraciones más chauvinistas hacían pensar, como demostrataba el origen «español» de algunos de sus afiliados. El PNV no era racista en el sentido estricto de la palabra, pero tampoco acogía bien a los inmigrantes de clase obrera. Su incapacidad para conseguir la integración de los inmigrantes era parcialmente consecuencia de una situación social, en la que el esnobismo típico de la clase media y las ideas racistas operaban en la misma medida en la conformación de las actitudes de sus miembros. Posteriormente, el PNV captaría el apoyo de una gran parte de la clase media étnicamente no vasca. Además, la fuerte implantación del PNV en toda acción de tipo folklórico o cultural, que tanta flexibilidad le daba, no era un méto­ do eficaz para integrar a personas no familiarizadas con la cultura vasca. ETA, como fenómeno moderno, se vio casi forzada a tomar una «El problema de la inmigración», en Zutik, n.° 11, abril 1963. «Carta a un coreano», en Zutik, n.° 12 (sin fecha). En Coreano se describían los supuestos rasgos físicos de los inmigrantes como menudos, delgados y amarillen­ tos, en particular si eran extremeños o andaluces. En «Carta a un coreano», en Gudari, n.° 20, 1963, revista de Eusko Gaztedi, se adoptaba un tono claramente amenazador contra estos españoles, a los que consi­ deraban enemigos. Entre ellos figuraban los funcionarios del Estado, los profesores de los centros educativos privados, e incluso los miembros de las órdenes religiosas. Do­ cumentos Y, vol. 2, p. 174.

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actitud más comprensiva que la del PNV hacia los inmigrantes, aun­ que ello la expusiera a la acusación de haberse «españolizado». En la cuestión, relacionada con la anterior, de qué actitud adopar ante las fuerzas políticas «españolas», ETA era más papista que el Papa. Con­ denaba al PNV por haber luchado fuera de Euskadi en 1937, por ha­ ber colaborado en el gobierno republicano español al lado de comu­ nistas, por haber realizado pactos con partidos políticos «españoles». ETA declaraba, por el contrario, que no quería saber nada de acuer­ dos como el de Bayona, firmado por el PNV junto a partidos «es­ pañoles» en 1945, por el ^ e se aceptó la autonomía vasca en lugar de la total independencia Entre las diferencias que seguirían sur­ giendo entre ETA y el PNV figuraría el rechazo tanto del racismo del PNV, como de su énfasis en lo folklórico y su disposición a acep­ tar la autonomía dentro del Estado español. Diferencias de esta ín­ dole habían producido en 1938 la formación de ANV, de tendencia modernizadora, y del grupo intransigente Yagi Yagi ETA iba a in­ sistir en ambos tipos de crítica, en última instancia incompatibles, al PNV, desde una misma organización. La renovada oposición del movimiento obrero al régimen fran­ quista despertó escaso interés en el seno de ETA durante varios años ETA defendía, claro está, el derecho de los trabajadores a for­ mar sindicatos, pero no consideraba a la clase obrera como agente cla­ ve del cambio. Tampoco la izquierda «española» vio a la primera ETA como aliado potencial, pues entre los obreros de Bilbao y otros cen­ tros industriales no despertaban gran interés las actividades de jóve­ nes nacionalistas radicales, algo realmente poco sorprendente a la vis­ ta del conflicto histórico entre nacionalismo y socialismo. La hosti­ lidad hacia el movimiento obrero «español» había constituido uno de los rasgos más visibles del PNV a lo largo de toda su existencia, y el Partido Socialista, y en menor medida el Comunista, siempre habían considerado a los nacionalistas vascos como enemigos. Su pasajera co­ laboración durante la guerra civil no constituyó en modo alguno la base de una alianza permanente. La propaganda de las fuerzas nacio­ nales españolas, durante y después de la guerra civil, decía estar lu­ chando contra el «separatismo rojo». Lo cierto era que «rojos» y «se­ paratistas» eran dos fuerzas distintas en el País Vasco, con diferentes «A todos los vascos de buena fe». Hoja suplementaria de Zutik, n." 10, abril 1964. Lo que provocó la indignación de ETA fue la insinuación de que se hubiera alia­ do a los comunistas. Véase Capítulo 1, p. 27. Para un análisis del crecimiento de la oposición al régimen en los años cincuen­ ta y principios de los sesenta, véase Luis Ramírez (Luciano Rincón), Nuestros prime­ ros veinticinco años (París, 1964), passim.

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bases sociales y étnicas. Si la recuperación de la oposición «roja» al régimen, manifestada en la ola de huelgas de 1962, no tuvo en un prin­ cipio gran efecto sobre ETA, esta situación cambiaría pronto. La sa­ lida de ETA de la organización del PNV, hizo a aquella más recep­ tiva a lo que ocurría fuera de la comunidad nacionalista tradicional. Pese a todo, para una organización con sus orígenes en el conserva­ dor y anti-socialista PNV no era tarea fácil pasar al campo socialista. El puente hacia posiciones socialistas surgiría de las luchas anti-colonialistas de la época, en particular Argelia y Cuba. Este tipo de luchas, donde aparentemente se unían socialismo y nacionalismo, pareció durante algún tiempo la superación de la tra­ dicional división entre nacionalistas y socialistas. Prácticamente toda ETA apoyó a Fidel Castro con entusiasmo, y más tarde a los líde­ res del EN E vietnamita, pero la síntesis de nacionalismo y socialis­ mo, que en principio podía proporcionar a ETA una teoría unificadora, no duró mucho tiempo. Para algunos miembros de ETA, la identificación con las luchas del Tercer Mundo significaba aceptar la idea de que Euskadi era una colonia y que la vía hacia la liberación nacional estaba en la lucha guerrillera, fundándose en los modelos ar­ gelino, cubano o vietnamita. Otros de sus miembros comprendían que el País Vasco, una de las zonas más industrializadas de España, guardaba escaso parecido con el Tercer Mundo. Estos últimos em­ pezaron a sentirse atraídos hacia una perspectiva socialista con base en la clase obrera, que en Euskadi estaba principalmente compuesta por inmigrantes, o sus hijos, uno de los sectores menos nacionalistas de la población. En los años que siguieron a la I Asamblea, ETA intentó la re­ conciliación de diferentes estrategias. Su revista, Zutik, publicó artí­ culos en los que se alababa el patriotismo tradicional vasco ^°, y otros en defensa de la revolución cubana. Con el tiempo, ETA sufriría la división entre, por una parte, los que querían una estrategia marxista basada en la clase obrera, incluidos los inmigrantes y, por otra, una coalición de defensores de la estrategia guerrillera tercermundista junto a los que, como Txillardegi, mantenían el tradicional recha­ zo nacionalista de todo lo español. Las bases de la estrategia guerri­ llera las iba a proporcionar el libro Vasconia, escrito por Federico Krutwig, bajo el seudónimo de Fernando Sarrailh de Ilhartza. Vas«La única patria de los vascos es Euskadi», Zutik, (Caracas), n.® 32, agosto 1960. «Héroes y traidores», Zutik, Aberri Eguna, 1963. «El sentimiento de nacionalidad», Zutik (Caracas), n ° 16, 1961. La adopción de ideas socialistas está relatada en Iñaki Goitia, «Algunas preci­ siones sobre Euskadi», Ruedo Ibérico, n.® 25, junio-julio 1970.

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conia, publicado en Buenos Aires en 1962 fue importante tanto por su contenido como por la impresión que produjo en ETA y en otras personas, pese a que su volumen (638 páginas en letra pequeña) debió reducir el número de sus lectores. Su importancia para ETA residía en su intento de proporcionar una teoría del nacionalismo vas­ co que pudiera adecuarse al mundo contemporáneo, y en especial una estrategia guerrillera inspirada en las experiencias de los movimien­ tos de liberación tercermundista. La primera noticia que tuvo ETA de Vasconia fue a través de las denuncias del libro en la prensa espa­ ñola de derechas, que presentó a su autor como uno de los principa­ les teóricos de ETA, una falsa acusación que sería más adelante ver­ dadera La extrema violencia del lenguaje de Krutwig hacía del li­ bro un fácil blanco de ataque, como también sus conceptos racistas, que recordaban las ideas de Sabino Arana. La prensa del PNV res­ pondió con indignación a Vasconia, y a las afirmaciones de los pe­ riódicos de que ETA seguía siendo una rama del PNV y que el libro de Krutwig expresaba las ideas del partido. En un artículo aparecido en Alderdi, revista del PNV, y en una declaración del comité provin­ cial del partido en Guipúzcoa, se atacó a Vasconia y a su autor, acu­ sándole de ser un cobarde sin otro objeto que el descrédito del PNV. Además, en la declaración se protestaba de que, aún diciéndose de­ fensor de la raza vasca, Krutwig no tuviera una sola gota de sangre vasca en sus venas La observación aparecida en Alderdi sobre el origen no vasco de Krutwig era cierta, pues éste, aunque nacido en Vizcaya en 1922, te­ nía antepasados italianos y alemanes. Pese a sentirse fascinado por ideas raciales su verdadera preocupación era la lengua. Había sido miembro de Euzkalzaindia (la Academia de la Lengua Vasca) en Viz­ caya de 1942 a 1953, donde trabajó en la creación de una lengua li­ teraria unificada que reemplazara a los diversos dialectos vascos Se había exilado en 1953, a raíz de un discurso en el que atacó vio­ lentamente al clero vasco por no predicar en euskera. La creencia de Krutwig en la función clave de la lengua formaría la base de su alian­ za con Txillardegi, que había sostenido opiniones similares desde la “ Fernando Sarrailh de Ilhartza, Vasconia, passim. «ETA, organización terrorista vasca: los delirios del separatismo», El Español, 22 febrero 1964. La Voz de España, San Sebastián, 12 febrero 1964. « “La Voz de España” y el Requeté faltan a la verdad». Declaración del Guipuzko Buru Batzar en Documentos Y, vol. 3, pp. 117-120; «Aclarando confusiones», Alderdi, marzo 1964 y Documentos Y, vol. 3, pp. 114-115. Krutwig sostenía que en la futura Euskadi independiente debían estar prohibi­ dos los mestizajes con africanos y semi-africanos. Vasconia, p. 322. “ «Ayer y hoy» de Federico Krutwig, entrevista en Muga, n.° 2, septiembre 1979, p. 51.

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fundación de Ekin. La primera reacción de ETA a Vasconia, aunque no tan hostil como la del PNV, no fue muy entusiasta. En una crí­ tica del libro, Txillardegi celebraba su aparición, pero se mostraba contrario a la virulencia de sus críticas al PNV La influencia que sobre ETA ejerció Vasconia se hizo patente en la publicación de un folleto. Insurrección en Euskadi, escrito por Julen Madariaga, en 1963 y publicadó un año después en Bayona Insurrec­ ción en Euskadi era en gran medida una condensación de aquellas par­ tes del libro de Krutwig donde se trataba la lucha armada. En Vas­ conia se sostenía que Euskadi estaba más oprimida que las colonias sometidas al imperialismo europeo y que la única manera de lo­ grar la independencia era mediante una guerra de liberación nacio­ nal, empezando con pequeñas acciones guerrilleras Krutwig ex­ traía estas conclusiones de su análisis de las luchas anticolonialistas que siguieron a la II Guerra Mundial, en especial la argelina. N o pre­ tendía que la guerra de liberación tomara en Euskadi la misma forma que en Africa o Asia, dado que los niveles mucho más altos de pro­ fesionalismo y educación de la población de Euskadi hacía mucho más difícil a las fuerzas de ocupación el imponer medidas represi­ vas Se advertían también otras diferencias, como eran el alto gra­ do de industrialización y el volumen del tráfico por carretera. Con todo, el proceso de la lucha de liberación se consideraba esencialmen­ te igual al que, en opinión de Krutwig, se había producido en Argelia. La contribución más perdurable de Krutwig a la estrategia de ETA sería su teoría sobre la espiral acción/represión/acción. Según esta teoría, cuando se respondía con la opresión a la protesta popular con­ tra la injusticia, las fuerzas revolucionarias debían actuar para casti­ gar a los opresores. Las fuerzas de ocupación replicarían con violen­ cia indiscriminada, puesto que ignoraban la identidad de los revolu­ cionarios. Ello a su vez crearía mayor indignación entre la población, que reaccionaría con una escalada de la protesta y del apoyo a la re­ sistencia en una espiral ascendente de oposición a la clictadura im­ puesta por las fuerzas de ocupación. Los ejemplos que daba Krutwig del tipo de acciones que debía emprender la resistencia eran a un tiem­ po vivos y brutales. Insistía en que sería necesario emplear la tortura «Vasconia», J. L. Alvarez Emparanza (Txillardegi), Zutik, n.° 16 (sin fecha). En «A todos los vascos de buena fe», Hoja suplementaria de «Zutik», n." 10, abril 1964. ETA rechazó con indignación la insinuación de que el autor de Vasconia fuera miem­ bro de ETA en Documentos Y, vol. 2, p. 334. K. de Zumbeltz, L a insurrección en Euskadi (Bayona, 194), passim. Vasconia, p. 296. Vasconia, pp. 392-336 y 340. Vasconia, p. 337.

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contra los torturadores de las fuerzas de ocupación Habría que matar a los familiares de los torturadores, y utilizar el terrorismo con­ tra la policía y los administradores del Estado opresor. Y la guerra no debía confinarse a las fronteras de la nación. Habría que secues­ trar o matar a los familiares del personal diplomático y volar los bar­ cos de pasajeros. Debía castigarse a Estados Unidos por su apoyo a la dictadura española; había que asesinar a los soldados norteameri­ canos. Nada importaba que el yanki en particular fuera o no culpa­ ble, puesto que Estados Unidos era aliado del opresor Junto a la intensificación de la lucha armada se desarrollaría un sistema de administración paralelo, que se haría cargo gradualmente de las funciones de la potencia colonial. El alto nivel de instrucción de Euskadi haría que la creación de una administración paralela fuera mucho más fácil que en otros países colonizados. Una vez lograda la independencia, habría que expulsar a la antigua administración colo­ nial. Krutwig advertía que, al ir desarrollándose un sistema de poder dual, era probable que el gobierno español aceptaría negociar. De ocurrir esto, era esencial que los revolucionarios se guardaran de ce­ der al cansancio que la violencia produciría en el conjunto de la po­ blación. Todo lo que no fuera la independencia total era inaceptable. Los inmigrantes españoles que desearan integrarse en la sociedad vas­ ca serían acogidos en la nueva Euskadi independiente, pero los que no estuvieran dispuestos a hacerlo serían expulsados Las ideas de Krutwig sobre la futura organización de la sociedad vasca tendrían menor influencia en ETA que su teoría de la lucha armada. Según él, en el País Vasco seguía viva la memoria del comunismo primitivo que, decía, había existido allí en el pasado. Dicha tradición facilitaría la introducción de un sistema comunista, en el que las actividades in­ dustriales y agrícolas se unirían en empresas comunales España uedaría en una situación desastrosa tras la independencia de Euskai y Cataluña, pero ello no concernía a los vascos El folleto de Madariaga era menos ambicioso que Vasconia. Su autor se centraba en el tema de la lucha guerrillera en lugar de las cues­ tiones históricas y filosóficas que trataba Krutwig. Madariaga reiteraba la teoría de Krutwig sobre acción/represión/acción. La acción gue­ rrillera, sostenía, haría que las fuerzas enemigas descargaran su ira cie­ gamente contra un enemigo al que no podían identificar. En estas condiciones, era seguro que cometerían atrocidades y atacarían a per-

a

Vasconia, Vasconia, Vasconia, ” Vasconia, Vasconia,

p. 339. p. 340. p. 382. pp. 375-376. pp. 381-382.

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sonas inocentes. La población en general, pasiva hasta ese momento, tomaría represalias apoyando a las fuerzas armadas de resistencia. Madariaga consideraba que el objetivo de la guerrilla debía ser crear el caos y destruir la legitimidad del opresor, más que la expulsión física de Euskadi de las tropas enemigas. Admitía que, dado que Euskadi es­ taba industrializada, la guerrilla urbana sería más importante que la lucha en el campo, y repetía el precepto de Krutwig sobre la necesi­ dad de crear un sistema de administración paralelo Zabilde pen­ saba, al igual que Krutwig, que el alto nivel de educación de Euskadi y la existencia de un gran número de personas con experiencia admi­ nistrativa, haría esta labor mucho más viable que en los países sub­ desarrollados En las últimas etapas de la guerra revolucionaria, las guerrillas probablemente controlarían grandes sectores del país y, por consiguiente, decía, cuando se lograra la independencia, la adminis­ tración paralela secreta estaría dispuesta para empezar a funcionar sin apenas interrupción. La posible escasez de funcionarios se soluciona­ ría con el regreso de vascos de sólida formación a la sazón fuera de España Madariaga, al igual que Krutwig, mezclaba amplios conceptos estra­ tégicos con instrucciones pormenorizadas sobre los mejores métodos para el ataque armado. La mejor hora sería hacia medianoche; los gue­ rrilleros debían atacar a cubierto de la noche y, así, tendrían hasta el amanecer para escapar ®°. En ocasiones, los atacantes debían aterro­ rizar al enemigo con gritos, mientras que en otras debían actuar en completo silencio. Unas veces habría que sorprender al enemigo vis­ tiéndose con sus propios uniformes, y abriendo después fuego a que­ marropa. En situación de marcha no se podría fumar, ni hablar, ni llevar luces Las tesis de Madariaga fueron adoptadas como política de ETA en la Tercera Asamblea, que se celebró en abril y mayo de 1964. Pero las ideas allí expuestas guardaban escasa relación con las pintadas y la cauta agitación que entonces constituían las acciones de ETA. El intento de descarrilamiento del tren en julio de 1961 seguía siendo la acción más espectacular de la organización. ETA no dispo­ nía de los necesarios recursos, entrenamiento, y armas para siquiera iniciar el tipo de campana que recomendaban Krutwig y Madariaga. El primer robo a mano armada, realizado en septiembre de 1965, fraca­ só y produjo el arresto de Zalbide, principal figura de la Oficina Po-

L a insurrección en Euskadi, pp. 30-32. Ibíd. Ibíd. Ibíd., p. 41. Ibíd.

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lítica de la IV Asamblea Las circunstancias que finalmente iban a desatar el comienzo de la lucha armada, poco tendrían que ver con las teorías de Krutwig. Uno de los cambios organizativos importantes iniciados tras la Primera Asamblea de ETA fue la creación de liberados, activistas que vivían en la clandestinidad y dedicaban todas sus energías a la orga­ nización Este hecho incrementó considerablemente las necesida­ des de dinero de ETA, a las que había que añadir la publicación re­ gular de Zutik, cuya elaboración y distribución pasó a ser la activi­ dad central de ETA. Las aportaciones económicas de sus miembros eran ya insuficientes para cubrir las crecientes necesidades de la or­ ganización. La fuente financiera más evidente eran las contribuciones voluntarias de los simpatizantes nacionalistas, que podían prestar ayuda económica a ETÁ sin compartir necesariamente sus opiniones, o siquiera comprender su alcance. Dichas contribuciones fueron en un principio totalmente voluntarias, pero empezó a configurarse un elemento de coacción. En septiembre de 1964, ETA anunció que, puesto que todos los vascos tenían la obligación legal y moral de apoyar la resistencia con­ tra el opresor, ETA impondría el cumplimiento forzoso de dicha obli­ gación, igual que los gobiernos de países independientes imponían a sus ciudadanos el pago de impuestos Sin embargo, ETA carecía en 1964 de la infraestructura, y acaso de la voluntad, para imponer una contribución a sus fondos sistemática y forzosa, aunque se pro­ dujeron incidentes específicos de presión sobre ciertas personas para obligarles a donar dinero Por ejemplo, en noviembre de 1964, ETA respondió a las alegaciones de un prominente miembro del PNV exilado, Ramón de la Sota, en el sentido de que aquella había inten­ tado extorsionarle económicamente, acusación que había provocado la expulsión de importantes miembros de ETA del país vasco-fran­ cés. Según ésta, no había habido intento de extorsión. En un princi­ pio, de la Sota se había ofrecido a dar dinero a ETA, y había expre­ sado su deseo de que se aceptara a sus hijos como miembros. Su re­ pentino cambio de actitud era el motivo del enfrentamiento. Como consecuencia de las declaraciones de Sota, Txillardegi, Julen Mada­ riaga y Benito del Valle fueron expulsados del país vasco-francés. En Véase Zutik, n." 34, septiembre 1965, para una descripción de la vida y el ca­ rácter de Zabilde. Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980. «Dinero, dinero y más dinero», Zutik Berriak, septiembre 1964. «Carta a Iñaki», Zutik, n.°22 (sin fecha, 1964), describe la disputa con una per­ sona reacia a contribuir. « “Patriota” desenmascarado», Zutik. Boletín de noticias, 30-XI-64.

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pañol, la lengua del grupo al que iba dirigido. La ideología de ETA no proporcionaba una estrategia clara para este tipo de lucha, un fa­ llo que la situaba en posición de desventaja ante la competencia del PCE e incluso de Euskadiko Sozialisten Batasuna (ESBA), sección vasca del FLP. ETA halló la teoría que necesitaba en los escritos de la Nueva Izquierda europea, especialmente en los de André Gorz, Lelio Basso, Ernest Mandel y Serge Mallet. Todos estos escritores bus­ caban el modo de reanimar el movimiento obrero, sacándole de la pa­ sividad originada por el prolongado boom posterior a la II Guerra Mundial, mediante una campaña en pro de reformas radicales o es­ tructurales, frente a las meras exigencias salariales. Esta campaña por una reforma radical tenía como objeto evitar, por un lado, el peligro de incorporación al sistema capitalista que producía la práctica orto­ doxia socialdemócrata, y, por otro, el utopismo de las aspiraciones a tomar el poder. Semejante estrategia, que podría haberse considerado absurda en la España de los años 40 y 50, parecía mucho más plausible a me­ diados de los sesenta debido a la considerable liberalización que se estaba manifestando en muchas áreas de la sociedad española. Por ejemplo, la ley de prensa, introducida en la primavera de 1966 por el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, aumentaba sus­ tancialmente las posibilidades de la prensa para informar y comentar las noticias. Ante estos hechos, la dirección interior de ETA adoptó una forma de operar más abierta. En 1965 y 1966, Zutik dejó de ser una revista repleta de una mezcla de noticias breves, artículos sobre la cultura vasca y ataques emotivos a la ocupación española, para ofre­ cer algunos análisis notables sobre la nueva situación política y eco­ nómica no sólo del País Vasco, sino de toda España’ L En ellos se aventuraba la posibilidad de que los capitalistas españoles y vascos se deshicieran de Franco, pero conservaran el sistema capitalista, y la ne­ cesidad de que la clase obrera estuviera preparada para enfrentarse a este potencial nuevo capitalismo. En sus esfuerzos por comprender la realidad social del País Vas­ co, los dirigentes de la Oficina Política se vieron forzados a prescin­ d ir d e a lg u n o s d e lo s p r in c ip io s b á s ic o s q u e ETA c o m p a r tía c o n o t r o s o s. P u e s t o que q u e E u s k a d i e ra u n a s o c ie d a d in d u str ia nacionalistas vascos. Fuesto lizada, la estrategia de la lucha de clases se consideraba más apropia­ da que la guerrillera. La clase obrera era la fuerza clave de la socie­ dad, y ETA tenía que aceptar el hecho de que ésta era esencialmente inmigrante o culturalmente española. La clase obrera había creado su propia organización con el fin de luchar contra el régimen franquis” Por ejemplo «Reflexiones sobre la actual situación en el Estado español», Zu­ tik, n.° 42, verano 1966.

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ta, y no consideraba, en su mayoría, que ETA tuviera parte alguna en su lucha. Los dirigentes de la Oficina Política se vieron obligados a concluir que era imposible derrocar al régimen que oprimía al pue­ blo vasco sin una revolución en toda España. Los intentos de atraer­ se a la clase obrera y a los inmigrantes chocaban con la existencia de actitudes violentamente chauvinistas hacia los inmigrantes dentro de la comunidad nacionalista. La lógica de sus análisis llevó a la dirección interior de ETA no sólo a abandonar la estrategia de una acción armada minoritaria a fa­ vor de la acción de masas, sino a atacar la idea de unidad con la bur­ guesía vasca y a apoyar a Comisiones Obreras. La admisión de los inmigrantes como miembros de pleno derecho dentro de la sociedad vasca, chocó necesariamente con la tradicional idea nacionalista de que eran opresores del pueblo vasco. La convicción de que la libe­ ración de Euskadi pasaba por la destrucción del régimen franquista, implicaba la necesidad de aliarse con fuerzas «españolas» tanto de Euskadi como del resto de España. Una vez aceptadas estas conclu­ siones, poco quedó de los primeros objetivos de ETA. La defensa del euskera se convirtió en lucha por igualdad de trato con el español, y la exigencia de unificación entre los países vasco español y vasco fran­ cés se hizo irrelevante. Cuando ETA intentó seriamente el recluta­ miento de inmigrantes, se encontró ante el obstáculo de esa herencia de patrioterismo virulento que con tanta fuerza había expresado el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana. El cambio radical de los contenidos de Zutik se convirtió en el principal punto de la po­ lémica que culminaría con la escisión de ETA en su Quinta Asam­ blea, a fines de 1966. Desde su exilio en Bélgica, Txillardegi observaba la evolución de ETA, y en esencial los artículos de Zutik, con creciente alarma. En su opinión, la dirección de la Oficina Política estaba traicionando todo aquello que ETA había significado. Su defensa de un Frente de clase, de inspiración marxista, hacía imposible la formación de un Frente Nacional de vascos de todas las clases sociales. Inquietaba a Txillardegi lo que consideraba el abandono de toda preocupación por la cultura y la lengua vascas en las páginas de Zutik. Creía que ETA estaba dejando de ser un movimiento patriótico dedicado a la libera­ ción nacional, para transformarse en un partido comunista dogmáti­ co. Como fuerza intelectual dominante de los primeros años de ETA, Txillardegi era, comprensiblemente, el crítico más explícito de la nue­ va línea adoptada. Sus críticas, expresadas primero en cartas a la OfiJosé Fernández (Patxi Iturrioz), «Unidad sí, pero... ¿qué unidad?», Zutik, n.° 41 (sin fecha). «Revolución socialista y unidad obrera», en Zutik, n.° 43 (sin fecha).

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ciña Política y más tarde en la revista Branka se centraban sobre el tono cada vez más marxista de Xutik, el abandono de la cuestión de la lengua, y el haber dejado de insistir en la formación de un Fren­ te Nacional para la reunificación de Euskadi con Navarra y el país vasco-francés. Txillardegi fundaba sus ataques a los dirigentes de la Oficina Política principalmente en los contenidos de Zutik. Esta re­ vista, alegaba, había dejado de ser un órgano patriótico nacionalista. Las ideas vertidas en sus páginas demostraban que la dirección inte­ rior estaba traicionando a Euskadi Lo que inicialmente suscitó la ira de Txillardegi fue la negativa de la dirección interior a publicar los artículos que él había enviado a Zu­ tik. Desde su exilio, había continuado su colaboración en la revista pero, desde comienzos de 1965, no se publicó ninguna de sus apor­ taciones. Le había irritado un artículo de Zutik, publicado en mayo de 1965, donde se sostenía que la ideología reaccionaria de muchos nacionalistas era lo que impedía la integración de los obreros inmi­ grantes en el movimiento patriótico Durante 1965 y 1966, prosi­ guieron las críticas de Txillardegi a la Oficina Política. Afirmaba que su obsesión por el marxismo y su falta de atención a la lengua vasca estaban convirtiendo a ETA en una organización que había dejado de ser patriótica. La primera reacción de la dirección interior a las crí­ ticas de Txillardegi fue conciliatoria. En marzo de 1966 le enviaron un comunicado en el que admitían que habían descuidado la cues­ tión de la lengua vasca, pero negaban que ETA se hubiera hecho dog­ máticamente marxista Las explicaciones de los dirigentes del interior no satisficieron a Txillardegi, que empezó a hacer públicas sus críticas. En una serie de artículos, declaró que Euskadiko Sozialisten Batasuna (Unidad Socia­ lista Vasca) (ESBA), sección vasca del FLP, se había apoderado de ETA, y exigía que se expulsara a las personas que, según él, se ha­ bían infiltrado en la organización Txillardegi pedía que se reafir­ maran los principios ideológicos adoptados en 1962 en la I AsamBranka era la revista semi-oficial de ETA dirigida por Txillardegi. Informe político de la dirección de ETA, 26/11/65; Segundo informe enviado al ejecutivo, 19/12/65; Asunto extremadamente grave, 16/3/66; A todos los militantes, 19/3/66; todos reproducidos en Documentos Y, vol. 4, pp. 422-468. José Fernández (Patxi Iturrioz), «¿De quién es la culpa?», Zutik, n." 29, mayo 1965. Para la respuesta de Txillardegi, véase Segundo informe... Segundo informe enviado al ejecutivo, 19-XII-65, op. cit.. Contestación del co­ mité ejecutivo a jean (Txillardegi), 24-III-66. Documentos Y, vol. 4, pp. 470-473. Asunto extremadamente grave. Véase también A todos los militantes de ETA. Documentos Y, vol. 4, pp. 422-468. Para la visión de FLP/ESBA de la cuestión na­ cional véase José Ramón Recalde, «Nationalities in Spain», International Socialist Jour­ nal, n." 20, abril 1967.

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blea de ETA. Según su interpretación de estos principios, la primera tarea de ETA debía ser el fortalecimiento de la lengua vasca. Esta se­ ría también la prioridad más urgente del futuro gobierno de una Eus­ kadi independiente. Dicho gobierno tendría que garantizar que, tras una fase de transición, la educación, la prensa, la radio, la televisión y la administración emplearían exclusivamente el vascuence. Dado que éste no estaba aún adecuado a todas las necesidades especializa­ das y técnicas, debía fomentarse la enseñanza de idiomas como el ruso, el alemán, el inglés y el esperanto. Txillardegi sostenía que la futura Euskadi independiente debía incluir partes de la Rioja, Jaca y Bearne. Se prohibirían las actitudes hostiles a los inmigrantes por par­ te de la población autóctona, como también todo acto de los inmi­ grantes que fuera objetivamente imperialista. Esta imparcialidad que proponía Txillardegi era sólo superficial, ya que, en su opinión, los inmigrantes que conservaran su lengua y su cultura españolas, o apo­ yaran a un partido político español, estarían comportándose de modo imperialista. Las críticas de Txillardegi se hicieron progresivamente más duras al crecer su convencimiento de que la línea adoptada por la Oficina Política no era producto de un error, sino que se explicaba por la in­ filtración y la ocupación española de la dirección interior de ETA. Afirmaba Txillardegi que algunos militantes, una vez descubrían la lu­ cha de clases, olvidaban del todo la opresión cultural y étnica. Estas personas, decía, abrazaban el marxismo como una religión y dejaban de reflexionar sobre las verdaderas condiciones de la sociedad vasca. Es interesante, a la vista de la posterior alianza de Txillardegi con los que defendían la lucha guerrillera, que tachara a los que proponían dicha estrategia para Euskadi de profesar un dogmatismo abstracto. Los esfuerzos por convertir a ETA en un partido marxista-leninista eran, según él, un grave error. ETA debía seguir siendo un movi­ miento amplio, con espacio para las diferentes tendencias integradas en ella Cuando Txillardegi, seguido por los restantes fundadores de ETA, llegó a la conclusión de que los dirigentes del interior que componían la Oficina Política habían traicionado ios principios de ETA, empezó a intentar su expulsión. En la lucha por lograr el con­ trol de ETA, la antigua dirección tenía a su favor su prestigio como fundadores de la organización. Sin embargo, su condición de exila­ dos les hacía muy difícil conseguir adeptos entre los militantes del in­ terior. La dirección del interior había logrado construir una organi­ zación mucho más estructurada que la existente en los primeros años de ETA, y se había rodeado de un cuadro de militantes con un alto Crisis ideológica. Documentos Y, vol. 4, pp. 439-442.

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nivel intelectual. ETA estaba empezando a sobrepasar la etapa en que sus acciones consistían principalmente en pintadas, mutilación de los monumentos a la victoria franquista y participación en actos cultura­ les. La antigua dirección sabía, sin embargo, que sus ideas eran más afines a las del miembro medio de ETA que las teorías marxistas de la dirección interior. Los contenidos de los primeros números de Zutik, y de la edición en Caracas de la revista, eran representativas del sencillo patriotismo que animaba a dichos miembros, particularmen­ te en los pueblos. Pero, en su intento de lograr el control de ETA, la antigua dirección se enfrentaba al problema de entrar en contacto con la base, problema acentuado por la escasez de personas capaci­ tadas y de buena formación política entre los partidarios de su línea política. Puesto que la antigua dirección no podían ir en persona al País Vasco, en el verano de 1966 tomaron contacto con varios exila­ dos más jóvenes descontentos porque la Oficina Política no hubiera desarrollado la lucha armada. El principal activista en la campaña con­ tra la dirección interior era un estudiante de medicina navarro, José María Escubi. Este, junto a un grupo de exilados adeptos, cruzó la frontera con objeto de crear una oposición a la dirección interior pese a que sus antecedentes policiales debían haberle descalificado para toda labor clandestina. Escubi se vio ante la dificultad de que eran escasas las personas del interior que disponían de la capacidad intelectual para enfrentar­ se al liderazgo de Iturrioz y del Río. Escubi halló a sus principales aliados en dos hermanos, José Antonio y Javier (Txabi) Etxebarrieta. José Antonio, el mayor, que no era militante de ETA, era una de las pocas personas capaces de presentar un reto político a la dirección de la Oficina Política Su hermano menor, Txabi, pron­ to pasaría a ser una de las figuras importantes de ETA. Con ayuda de los hermanos Etxebarrieta y del grupo de exilados que le habían acompañado, Escubi se dispuso a organizar una asamblea, sin infor­ mar de ello a la Oficina Política. Cuando, en vísperas de la asamblea, Iturrioz — único miembro de la dirección interior elegido para el eje­ cutivo en la IV Asamblea de 1965— se reunió con los restantes miem­ bros del ejecutivo en Francia, se le informó de su expulsión por ha­ ber abandonado los principios de ETA *°L Escubi, actuando en nom­ bre de la dirección en el exilio, organizó la V Asamblea, que comen’ ’ Véase el informe de uno de estos emisarios, «Santi», Oficial a todas las delega­ ciones, Bayona, 28-XI-66, en el que describe sus reuniones con una serie de adversa­ rios de la Oficina Política, en Documentos Y, vol. 4, pp. 532-534. Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Comunicado de expulsión de Mikel en Documentos Y, vol. 5, p. 133.

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zó el 7 de diciembre de 1966 en la iglesia de Gaztelu, Guipúzcoa, cuyo párroco era simpatizante, y más tarde militante, de ETA. La asamblea no fue precedida por un debate político en la base, o por la elección de delegados. En muchos casos, Escubi seleccionó a los participantes sin otra justificación qüe la de ser activistas A los delegados que apoyaban a la Oficina Política les sorprendió que ninguno de sus miembros estuviera presente, y aún más que el primer punto del orden del día fuera la ratificación de la expulsión de Iturrioz por parte del ejecutivo. Solicitaron que se permitiera a Iturrioz defenderse contra la expulsión y, cuando esta petición fue de­ negada, declararon que la Asamblea era ilegal y, en consecuencia, se negaron a participar en ella. La mayoría de los asistentes aceptaron la legitimidad de la Asamblea y votaron a favor de la expulsión de Iturrioz La minoría, a quien por motivos de seguridad no se per­ mitió abandonar el local, quedó aislada en una habitación aparte don­ de trataron el modo de continuar la lucha pese al golpe recibido. La mayor parte de la Asamblea, que respaldaba la línea de Escubi y los hermanos Etxebarrieta, consiguió afirmar su derecho a representar a la auténtica ETA. Aquellos partidarios de la Oficina Política presen­ tes en la Asamblea, junto a sus compañeros ausentes, no se dejaron desanimar por un asunto que juzgaron fraudulento. Ellos se consi­ deraban la verdadera ETA, aunque pronto quedó de manifiesto que la mayoría de la Asamblea, aunque resultante de una selección no de­ mocrática, representaba el sentir de la mayor parte de los activistas de base. La minoría adoptó el nombre de ETA-Berri (la nueva ETA) y per­ sistió en sus esfuerzos de propaganda socialista y participación en Co­ misiones Obreras, convencida de que los actos culturales y las pin­ tadas contribuían muy poco a la creación del partido revolucionario marxista que creían necesario para lograr una Euskadi independiente y socialista. Siguieron considerándose como la auténtica ETA, afir­ mando que el grupo que, por medios antidemocráticos, se había he­ cho con el control de la V Asamblea no tenía ningún derecho a eri­ girse en organización oficial Ninguno de los grupos rivales sur­ gidos de la V Asamblea utilizó el título de ETA V Asarnblea (ETA-V). Esta denominación fue inventada más tarde para calificar a la facción que se negó a aceptar la legitimidad de la VI Asamblea, Entrevista del autor con Patxo Unzueta (Bilbao, 13 marzo, 1980). Ibíd. La existencia de dos organizaciones que decían ser ETA era fuente de confu­ sión. Por ejemplo, en 1969 un dirigente de ETA-Berri se refería a su propia organi­ zación diciendo que era comunista, y observaba que había otra ETA chauvinista. José Liskar, «Euskadi: el proletariado y la cuestión nacional». Acción Comunista, n.° 11, agosto 1969.

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celebrada en 1970. El grupo mayoritario de la asamblea se autodenominaba en ocasiones ETA-Zaharra (antigua ETA), y en otras ETABai (ETA-sí), para diferenciarse de ETA-Berri, la cual en su opinión, había intentado liquidar a la organización. Pero por lo general em­ pleaban la denominación ETA sin sufijos, pues tenían gran interés en afirmar que ellos eran la auténtica ETA. ETA-Zaharra-Bai se refería generalmente a ETA-Berri como los «Likis», es decir, los liquidado­ res La tendencia marxista o «españolista», ETA-Berri, creía que su propia evolución hacia posiciones marxistas era la única evolución lógica tras la adopción del socialismo por parte de ETA en la IV Asamblea, de 1965, y siguió alejándose de las primeras posiciones na­ cionalistas de la organización. La evolución de ETA-Berri quedó pa­ tente en un panfleto publicado a comienzos de 1967, poco después de su expulsión, donde se atacaban las ideas de sus antiguos compa­ ñeros, como quedaban expresados en los documentos adoptados por la Quinta Asamblea Según el panfleto de ETA-Berri, eran los que formaban la mayo­ ría de la Quinta Asamblea los que se habían desviado de la línea so­ cialista adoptada en la IV Asamblea. Los miembros de ETA-Berri se­ guían considerándose nacionalistas populares, a diferencia de los na­ cionalistas conservadores del PNV y, en su opinión, de la rama rival de ETA. Las resoluciones adoptadas por la V Asamblea fueron cri­ ticadas por sus visiones idealistas del pueblo vasco como un grupo étnico cuya esencia radicaba en la lengua vasca. Frente a esto, se de­ cía, ETA-Berri continuaría su lucha en pro del euskera, en gran me­ dida porque la injusta discriminación contra esta lengua constituía un obstáculo para la solidaridad obrera. ETA-Berri lucharía para lograr la unidad de la clase trabajadora, y se enfrentaría a las tendencias chauvinistas y reaccionarias existentes en el seno de la población ét­ nicamente vasca. En el panfleto, aunque se reiteraba el nacionalismo de ETA-Berri, se hacía referencia a la población vasca real, tanto au­ tóctona como inmigrante, vasco e hispanoparlante. Esta postura po­ lítica llevaría a ETA-Berri a unirse con grupos marxistas del resto de España. En un panfleto publicado a comienzos de 1967, Viva la revolu­ ción nacional, se desarrollaba el concepto de nacionalismo popular de ETA-Berri La idea de esta organización de un nacionalismo baEntrevista del autor con los militantes de ETA: Iñaki Aramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980; Iñaki Sarasketa, dirigente de ETA, San Sebastián, 17 marzo 1980; Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Examen crítico de las posiciones ideológicas adoptadas por un grupo de militan­ tes de ETAy Documentos \\ vol. 5, pp. 275-285. Viva la revolución nacional, Documentos Y, vol. 5, pp. 327-337.

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sado en el pueblo trabajador vasco no difería mucho formalmente del que postulaba la rama rival de ETA. Pero el énfasis era muy distinto, pues ETA-Berri se dirigía a la clase obrera industrial. Aunque seguía defendiendo la formación de un frente patriótico que incluyera a per­ sonas de profesiones liberales y pequeños patronos, la concentración de ETA-Berri en los conflictos industriales y económicos le llevó, ine­ vitablemente, a una confrontación con los patronos, ya fueran parti­ darios del PNV o del centralismo español. En consecuencia, ETABerri siguió alejándose del nacionalismo, no viéndose en la necesi­ dad, como ocurría a la rama rival de ETA, de idear fórmulas que le procuraran el apoyo de la base conservadora del PNV. Aunque las alegaciones de los detractores de ETA-Berri de que ésta no era ya na­ cionalista estaban en gran medida justificadas, de 1967 a 1969 segui­ ría presentándose como la legítima ETA. ETA-Berri no hizo ningún esfuerzo por ocultar los cambios ideológicos que se habían operado desde la fundación de ETA. Pero, sostenía, estos cambios no habían sido producidos por un golpe interno, como afirmaban Txillardegi y Krutwig, sino que se habían configurado en el transcurso de un lar­ go período, como resultado de su experiencia en la lucha En agosto de 1968 la versión de Zutik elaborada por ETA-Berri anunció que en adelante abandonaba el nombre de ETA-Berri, y no emplearía ya Zutik como título de su revista. La organización pasó a denominarse Komunistak (Los Comunistas), también empleado como nombre de la revista. Estos cambios habían estado precedidos de un largo período de crítica de toda la tradición nacionalista Un artículo aparecido en el primer número de Komunistak. «Sabino Arana: un racista fuera de serie», constituía un ataque feroz al racis­ mo del fundador del movimiento nacionalista, que no podía por me­ nos que causar indignación entre todos los nacionalistas, de izquierilas y derechas En el número siguiente, un artículo de José Uribe •iclaraba posturas frente a la tradición ideológica de ETA mediante un examen crítico de su rama rival; el artículo de Uribe criticaba la fetichización del euskera, el tono racista de las publicaciones de ETA, V la absurda pretensión de que Euskadi fuera una colonia. Afirmaba i]ue la rama rival de ETA (entonces única ETA) daba un tono socia­ lista al racismo tradicional del movimiento nacionalista Txillardegi expresaba estas ideas en la «Evolución del imperialismo español en l uskadi», Branka, n." 6, 1969. Documentos Y, vol. 5, pp. 308-321. Véase «La clase obrera y la liberación nacional», Zutik, n.° 45 (ETA-Berri), sin fecba. «Nacionalismo popular», Zutik (ETA-Berri), n.“ 48 (sin fecba). «Misión pa­ triótica de la clase obrera vasca», Zutik (ETA-Berri), n.° 50 (sin fecba). «Sabino Arana: un racista fuera de serie», Komunistak, n.° 1 (sin fecba). José Uribe, «¿Qué es ETA-Bai?», Komunistak, n.“ 2, junio 1969.

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Tras abandonar el nacionalismo, los dirigentes de ETA-Berri re­ consideraron su posición política. N o tenían una actitud definida ha­ cia las diversas facciones de la izquierda «española», contrariamente a la acusación de ser peones del grupo FLP/ESBA que les dirigían sus detractores de ETA. ETA-Berri hizo saber sus opiniones sobre la izquierda «española» por la vía un tanto indirecta de sus posturas en política internacional. Uno de los motivos de crítica contra los di­ rigentes de la Oficina Política, antes de su expulsión de ETA, fue su apoyo a la línea del PCE de participar en las elecciones de enlaces sindicales para los sindicatos oficiales. En realidad, siempre hubo di­ ferencias entre la primera ETA-Berri y el PCE, pero sus críticas tu­ vieron en un principio un tono relativamente moderado. Por ejem­ plo, un artículo de Zutik donde se conmemoraba el cincuenta ani­ versario de la revolución rusa, contenía un ligero ataque a la buro­ cracia soviética Ahora bien, las críticas de ETA-Berri/Komunistak al Partido comunista soviético, y partidos hermanos, se agudiza­ ron mucho a partir de la revuelta estudiantil de mayo de 1968 en Fran­ cia, y la invasión rusa de Checoslovaquia en agosto del mismo año Los líderes soviéticos y sus partidarios de España no tardaron en ser tachados de contrarrevolucionarios. Komunistak, tras fusionarse con varios grupos diminutos de di­ sidentes comunistas de otros lugares de España, se convirtió en Mo­ vimiento Comunista de España (en adelante MCE) en 1972, después de haber adoptado una ideología claramente maoísta en 1969 Las ideas maoístas entrañaban la necesidad de construir una alianza con todos los españoles patriotas para luchar contra lo que se considera­ ba el sometimiento de España al imperialismo americano. La alega­ ción de que la tendencia marxista de ETA había substituido el pa­ triotismo vasco por el español se había cumplido, si bien con retraso. A comienzos y mediados de la década de 1970, el MCE logró, en gran medida, construir una organización revolucionaria con cierta in­ fluencia en la clase obrera. En los últimos años de gobierno franquis­ ta fue tercero en número de afiliados entre los partidos maoístas de España, y adquirió fuerza en Vizcaya y Guipúzcoa. A diferencia de sus principales competidores, el M CE sobrevivió a la transición a la democracia, manteniendo su base en el País Vasco pero abandonan­ do en el proceso las duras críticas al nacionalismo que fueron motivo de la expulsión de ETA-Berri. «En el 50.° aniversario de la revolución de octubre», Zutik (ETA-Berri), n.° 52 (sin fecha). «Chekoslovakia. Toma de postura», Zutik (ETA-Berri), n.° 60, sin fecha. T. Díaz, «Conciliaciones de lo irreconciliable», Komunistak, n.° 3, noviembre 1969, defendía a China frente a los «revisionistas» rusos y sus aliados españoles.

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La evolución de ETA-Berri no habría sorprendido a los que ex­ pulsaron a sus dirigentes en la V Asamblea. Los que aceptaron la le­ gitimidad de esta asamblea, por su parte, se consideraban continua­ dores de la lucha abandonada temporalmente a causa de la «infiltra­ ción» española. La Asamblea, tras ratificar la expulsión de los diri­ gentes de la Oficina Política, procedió a elegir un nuevo ejecutivo. IDesde el comienzo de las sesiones se hizo evidente que existían di­ ferencias entre la tendencia inspirada por Txillardegi y los militantes más jóvenes que habían contribuido a la caída de la dirección de la Oficina Política. Por voto mayoritario se eligió Presidente de la Asamblea a Txabi Etxebarrieta, en competencia con Xabier Imaz, el miembro más destacado de la tendencia Txillardegi allí presente. La Asamblea pasó a acordar un comunicado sobre los disidentes desti­ tuidos, y a aprobar el acta de sesiones Parecía que los esfuerzos de Txillardegi por erradicar las tendencias marxista y españolista de ETA habían tenido un rotundo éxito. Las decisiones específicas so­ bre la organización y estructura de ETA quedaron para la segunda parte de la Asamblea, que se celebró en marzo de 1967 en Guetaria, Guipúzcoa, en un edificio propiedad de los jesuítas. Cuando llegó el momento de la segunda parte, de la Asamblea se había desintegrado la alianza entre la vieja guardia bajo el liderazgo intelectual de Txillardegi, y los militantes más jóvenes encabezados por Escubi y los hermanos Etxebarrieta, cosa que realmente no era de extrañar. La tendencia que formaban los partidarios de Escubi y los hermanos Etxebarrieta se consideraba marxista, aunque su «mar­ xismo» no les llevara a realizar un análisis serio de la sociedad vasca. Pero era difícil conciliar incluso la más superficial de las retóricas marxistas con las ideas de Txillardegi. Los jóvenes que entonces consti­ tuían la dirección de ETA pensaban que, en cierta medida, habían sido manipulados a favor de los intereses de la facción de Txillardegi. Su oposición al marxismo de ETA-Berri no les impedía sentirse emo­ cionalmente identificados con líderes comunistas como el Che Guevara 116 La Asamblea rechazó los documentos elaborados por la tenden­ cia Txillardegi, el «Grupo Socialista» y pasó a adoptar una serie de documentos que reflejaban las ideas de José Antonio Etxebarrieta y Krutwig, los cuales se habían incorporado a ETA a fines de Extracto de Acta de la V Asamblea. Posiciones ideológicas aprobadas por la V Asamblea, Documentos Y, vol. 5, pp. 168-177. Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. «Proposición de cursillo de tendencia socialista». Documentos Y, vol. 7, pp. 25-37.

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1966 La Asamblea aceptó el Informe Verde, que comprometía a ETA con una estrategia de lucha guerrillera y una ideología marxista-leninista. Se decidió que la organización quedara dividida en cuatro Frentes que se ocuparían de los aspectos políticos, cultural, so­ cioeconómico y militar de la lucha. La innovación teórica más im­ portante adopada por la Asamblea como parte de su plan de acción fue el concepto de Pueblo Trabajador Vasco (PTV), la fuerza que de­ bía llevar a cabo la revolución vasca. El PTV quedó definido como toda persona que se ganara la vida en el País Vasco y apoyara las as­ piraciones vascas El concepto de PTV era, por fuerza, una fór­ mula ambigua con la que se pretendía excluir a la gran burguesía, pero que incluía a los pequeños empresarios que formaban una parte importante de la comunidad nacionalista. Fue un concepto que no contribuyó a aclarar la actitud de ETA-Bai (en adelante simplemente ETA) hacia los inmigrantes que constituían una parte tan considera­ ble de la población vasca. ¿Eran los inmigrantes parte del PTV? La respuesta parecía ser «sí y no». La fórmula expresaba la suficiente simpatía hacia los inmigrantes para ser rechazada por la tendencia Txillardegi. Podía presentarse, sin embargo, como una versión más moderna de las tradicionales categorizaciones racistas del nacionalis­ mo vasco En realidad, ETA aspiraba a ganarse el apoyo tanto de los obreros vascos económicamente explotados, como de la comuni­ dad nacionalista vasca, predominantemente conservadora. La antigua dirección de la Oficina Política, que ahora formaba ETA-Berri, se ha­ bía sentido identificada con la lucha obrera exclusivamente y había dejado pronto de ser nacionalista. La cuestión sobre los requisitos que debía cumplir el inmigrante para acceder al PTV no fue (y pro­ bablemente no podía ser) aclarada. La mayor parte de los dirigentes fundadores de ETA (Txillarde­ gi, José Manuel Aguirre, Benito del Valle y Xabier Imaz) dimitieron poco después de la segunda parte de la V Asamblea como tam­ bién los representantes de la organización en México quedando Informe Verde revisado; V Asamblea nacional de ETA, 2 “ Sesión, Actas, Ideo­ logía oficial de Y; todos en Documentos Y, vol. 7, pp. 57-99. Véase «Pueblo trabajador vasco», Zutik (ETA-Bai), n.° 44, enero 1967 (que no debe confundirse con el Zutik publicado por el grupo ETA-Berri). La confusión pre­ valecería hasta 1969, cuando ETA-Berri pasó a autodenominarse Komunistak y dejó de utilizar el nombre de Zutik. Para las críticas de ETA-Berri al concepto del PTV, véase «¿Qué es ETABai?», Komunistak, n.° 2, junio 1969. Al Comité Ejecutivo de ETA. Carta de dimisión de Txillardegi, 14 abril 1967, Documentos Y, vol. 7, p. 101. Carta renunciando de la delegación de ETA en México, 15 mayo 1967. Docu­ mentos Y, vol. 7, p. 102.

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Julen Madariaga como único miembro del grupo Ekin que seguía siendo militante. La razón que dieron para su dimisión fue la cons­ tante infiltración «española». Aunque en aquel momento Txillardegi no criticó la estrategia guerrillera de ETA, él había demostrado ya convincentemente que una estrategia tercermundista no tenía sentido en una sociedad industrial. La alianza de Txillardegi con los jóvenes que pronto se lanzarían a una campaña de violencia, siempre había sido oportunista. Su clara percepción del carácter de la sociedad in­ dustrial le acercaba, en cierto sentido, a la dirección que él había con­ tribuido a derribar. Pero su conciencia de que el compromiso con la lucha de clases, en un país donde eran tan numerosos los inmigrantes en el sector obrero, llevaba necesariamente al abandono del Frente Nacional, le forzó a aliarse con los defensores de la lucha armada. En adelante, Txillardegi participaría en otras alianzas similares, resul­ tado de nuevas escisiones de ETA. Las figuras dominantes de ETA tras la V Asamblea eran Escubi y Txabi, el menor de los hermanos Etxebarrieta. El mayor, José An­ tonio, fue una importante influencia intelectual y uno de los princi­ pales colaboradores de Zutik, pero su mala salud le impediría una ac­ tuación más activa Krutwig fue elegido para el Comité Ejecutivo pese a haberse afiliado a ETA hacía sólo unos meses. Pero la direc­ ción operativa quedó en manos de Escubi y Etxebarrieta, respalda­ dos por jóvenes dirigentes como Patxo Unzueta, estudiante de la uni­ versidad de Bilbao y amigo íntimo de Txabi. Los análisis políticos del nuevo equipo eran muy inferiores al los afinados juicios de Txi­ llardegi sobre la base social del nacionalismo, y a las formulaciones de ETA-Berri sobre el movimiento obrero. Sin embargo, el carácter confuso y contradictorio de la ideología de ETA no le impediría con­ vertirse en un factor crucial de la vida política vasca a fines de la dé­ cada de 1960, como resultado de la campaña de lucha armada que co­ menzó en 1968.

Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.

Capítulo 3 DE LA V A LA VI ASAMBLEA. PRIMAVERA DE 1967-OTOÑO DE 1970

La salida de Txillardegi y sus partidarios en la primavera de 1967 situó la dirección, formada por Etxebarrieta y Escubi, bajo el firme control de ETA-Bai (en adelante simplemente ETA). Julen Madariaga fue el único fundador prominente que siguió militando tras la se­ gunda parte de la V Asamblea L La perspectiva de construir una or­ ganización que pudiera cumplir la tarea de acabar con la ocupación española parecía intimidante, pues ETA no era una organización de masas, ni estaba endurecida en la experiencia de la lucha armada Su acción había consistido principalmente en un tipo de propaganda muy rudimentaria, como era las pintadas Los intentos de acciones más ambiciosas, como el descarrilamiento de un tren en 1961 y el ' Entrevista con Madariaga en Punto y Hora, 18-24 agosto 1977. ^ Según Escubi, a comienzos de 1967 había alrededor de sesenta militantes de ETA en Vizcaya, de los que sólo una docena estaban realmente comprometidos. Entrevista con Philippe Govi, Documentos Y, vol. 9, pp. 522-24. ^ Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980, e Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980. Las pintadas eran a menudo comentadas en Zutik, por ejemplo, enero, marzo y junio de 1964, 4 enero 1965 y 30 noviembre 1965. '* ETA comentó las consecuencias del intento de descarrilar el tren en «La senda de los consecuentes», Zutik, noviembre 1961, y «El baile de los farsantes», Zutik, di­ ciembre 1961-enero 1962. 73

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robo de un cobrador bancario en 1965 habían tenido resultados desastrosos. La dirección expulsada había querido poner en práctica ideas socialistas y dedicarse a la agitación sindical, pero al hacerlo se había enfrentado tanto a los fundadores de ETA como a su base tra­ dicional. Además, la especial relación de ETA con el PNV se había visto amenazada por algunas de sus acciones, que iban desde inten­ tos de extorsión a miembros del PNV hasta la adopción de una ideología marxista y la defensa de la lucha armada. Ninguno de estos factores desanimó a la nueva dirección de ETA. Consideraban ardua la tarea de lograr la independencia de Euskadi, pero estaban decididos a conseguirla. Pese a que ETA era una orga­ nización minúscula, con recursos patéticamente insuficientes para la tarea de lograr la independencia de Euskadi, sus dirigentes pensaban que disponían del apoyo potencial, la estrategia y la organización ne­ cesarios para triunfar. En particular, estaban convencidos de que la innovación teórica que suponía el concepto del Pueblo Trabajador Vasco (PTV), les propocionaba la fórmula que iba a permitir a ETA superar la falsa dicotomía entre la lucha contra la opresión nacional y la lucha social. El PTV, decían, era a un tiempo víctima de la opre­ sión española y la fuerza que crearía una Euskadi independiente y so­ cialista El concepto de PTV, aunque llegaría a tener tanta impor­ tancia para la organización que sería insistentemente explicado en las declaraciones de ETA, nunca se definió claramente. Según se inter­ pretara, podía entenderse como: a) b)

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todo el pueblo vasco menos la «oligarquía»; la población étnicamente vasca, más los inmigrantes que qui­ sieran incorporarse a ella. Los criterios para dicha incorpo­ ración eran en sí mismos oscuros. Un requisito importante era aprender a hablar euskera, así como unirse a la lucha por la liberación nacional; la clase obrera y sus aliados, al margen de origen étnico o geo­ gráfico.

La utilidad del concepto de PTV residía en sus posibilidades de significar algo diferente para cada persona, permitiendo, así, a ETA neutralizar las connotaciones racistas del nacionalismo vasco tradi­ cional, permaneciendo sin embargo dentro del campo nacionalista. El ^ «Noticias de Euskadi», Zutik, 30 noviembre 1965; «Huelga de hambre de un na­ cionalista vasco», comunicado de ETA, enero 1966, en Documentos Y, vol. 4, p. 77. '■ En «Noticias de Euskadi», Zutik, 1 enero 1966, se habla de la expulsión de los dirigentes de ETA del País Vasco francés, tras haber sido acusados de extorsión a Ra­ món de la Sota, un destacado miembro del PNV exilado. ^ «Pueblo trabajador vasco», Zutik, n.“ 44, enero 1967.

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concepto fue a menudo ridiculizado por los críticos de ETA, que lo calificaban de intento tortuoso de combinar un lenguaje de izquier­ das con la aspiración a aliarse con los estratos sociales simpatizantes del PNV. Los dirigentesa de ETA estaban convencidos de que sus ideas iban a obtener mayor apoyo que las exóticas teorías de ETA-Berri, según se expresaban en prolijos artículos en los que se percibía la influencia de escritores de la Nueva Izquierda La propia teoría general de ETA, cuyos dirigentes consideraban más relevante que la situación de Euskadi, fue elaborada por Krutwig, incorporado a ETA y elegi­ do para su directiva en la Quinta Asamblea. Dicha teoría considera­ ba a Euskadi como una colonia, comparable a países del Tercer Mun­ do como Argelia. El sistema de lucha guerrillera que había logrado la independencia de Argelia y que por entonces se practicaba en Vietnam, también se creía adecuada para Euskadi. En cuestiones de estrategia, tácticas y forma de organización, los nuevos dirigentes de ETA también se inspiraron en su propia inter­ pretación de las experiencias de Cuba, Vietnam y Argelia. Sostenían que para movilizar a la población contra la opresión española era ne­ cesario formar un Frente Nacional, con la participación de todas las clases sociales excepto la oligarquía. El apuntalamiento ideológico del Frente Nacional quedó expresado en la fórmula Frente Nacional Vas­ co ^ (FNV), que abría la posibilidad de aliarse con aquellos capitalis­ tas que fueran simpatizantes del PNV. Le evolución de ETA hacia su constitución en una organización con una ideología propia y de­ finida, hacía imprescindible esta alianza, con el fin de lograr la coo­ peración de diversas fuerzas que, aunque podrían haber encajado sin dificultades en la primera ETA, cuando ésta era un amplio movimien­ to social, no podía en modo alguno integrarse en una organización marxista. Aunque la fórmula del PTV era una vía de apertura hacia los adeptos al PNV, expresaba también el deseo de incorporar a los obreros inmigrantes, a los que se consideraba parte del PTV, o al me­ nos potenciales miembros del mismo, si demostraban su voluntad de incorporarse a la vida vasca y a las aspiraciones nacionales ** Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Unzueta fue ele­ gido miembro de la Oficina Política de ETA en la V Asamblea. V Asamblea de ETA, Segunda sesión (actas). Apéndice primero, en Documen­ tos Y, vol. 7, pp. 90-93; «El socialismo vasco y el frente nacional», Zutik, n.° 44, ene­ ro 1967. En Ideología oficial de Y, Documentos Y, vol. 7. pp. 98-99, se decía que los inmigrantes que participaran en la lucha vasca formaban parte del proletariado nacio­ nal. Sin embargo, en la medida en que eran cultural y socialmente españoles, contri­ buían de modo objetivo a la explotación del pueblo vasco; «El Batasuna Eguna y la

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Aunque los dirigentes de ETA se habían aliado con Txillardegi y sus partidarios en la lucha para deponer a Iturrioz y del Río, no que­ rían abandonar la agitación industrial, que era, desde su punto de vis­ ta, perfectamente compatible con la lucha por la independencia na­ cional Era ésta una postura expresada en la revista de ETA, 2«tik, cuyos principales colaboradores y redactores, en 1967 y la ma­ yor parte de 1968, fueron los hermanos Etxebarrieta y el equipo de personas reunidas en torno a Escubi, responsables de la expulsión de los dirigentes de la anterior Oficina Política Zutik atacaba a di­ chos dirigentes por su abandono del nacionalismo y su rechazo del Frente Nacional, pero la revista subrayaba también la necesidad de la revolución socialista y criticaba el conservadurismo del PNV Los dirigentes de ETA censuraban al grupo ETA-Berri por ha­ berse convertido en instrumento de partidos políticos «españoles» pero ellos mismos no pudieron evitar acusar los efectos de la cam­ biante realidad española de fines de la década de 1960. Pese a que los intentos de los trabajadores por organizarse al margen de los sindi­ catos oficiales fueron reprimidos con mayor dureza que a mediados de los años sesenta, la tendencia general de la sociedad española apun­ taba hacia una progresiva liberalización, aunque fuera un proceso inestable y constantemente sometido a regresiones. Esta liberaliza­ ción era a su vez consecuencia de la gradual desintegración del siste­ ma franquista, que se mostró incapaz de satisfacer las necesidades del capitalismo español. Prácticamente todos los sectores de la vida fi­ nanciera española eran fuertemente partidarios de la integración en la CEE, aspiración que se había convertido en política gubernamental desde comienzos de los años sesenta Sin embargo, no era proba­ ble que se permitiera entrar a España en la C.E.E. mientras faltaran en ella los derechos de asociación, reunión y libertad de expresión. Había poderosas fuerzas dentro de las élites económica y social de España que comprendían que la incorporación a la CEE requería un unidad obrera», Zutik, n.° 47, septiembre 1967, planteaba la incorporación al PTV como una decisión individual. " Entrevistas del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980, e Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980. Para la contribución de Txabi a ETA, véase «Biografía» en Iraultza, n.“ 1, 1968; para una relación de las actividades de José Antonio Etxebarrieta, véase su necrológica «H a muerto J. A. Etxebarrieta», Berriak, n.“ 14, febrero 1973. «Situación económica de España y de Euskadi», Zutik, n.“ 45, en Documen­ tos Y, vol. 7, pp. 136-140. «El socialismo vasco y el Frente Nacional» por Goiri (seudónimo de Txabi), Zu­ tik, n.° 44, enero 1967. Max Gallo, Histoire de l’Espagne Franquiste, 2 vols. (París, 1969), p. 407.

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avance hacia un sistema más democrático, y que estaban dispuestas a asumir las consecuencias. Además, la brutal represión que había consolidado la dictadura franquista tras la Guerra Civil, no era ya adecuada para el control de la clase obrera en una España más indus­ trializada y más urbanizada. Las diferencias entre liberales y partidarios de la línea dura acen­ tuaron las tensiones entre los diversos elementos que constituían la alianza franquista La Iglesia fue uno de los primeros componen­ tes de la coalición triunfadora en la guerra civil, que iniciaría un ale­ jamiento del régimen Varios obispos se declararon a favor de los derechos de los trabajadores, y la Iglesia patrocinó ciertas agrupacio­ nes obreras. La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y las Juventudes Obreras Católicas QOC) empezaron a tomar parte en las luchas de los trabajadores. En el País Vasco, donde un gran sec­ tor del clero menor siempre había sido contrario al régimen franquis­ ta, estas tendencias eran más fuertes que en la mayor parte de Espa­ ña. Los militantes de algunas organizaciones cristianas formaron la agrupación ilegal Acción Sindical de los Trabajadores (AST), que pos­ teriormente se convertiría en Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), de tendencia maoísta. Los intentos de adaptarse a la realidad de los años sesenta produ­ jeron tensiones dentro de la élite económica y eclesiástica, al igual que entre la oposición. N o obstante la teoría de ETA de que la lucha de Euskadi era similar a las que se libraban en el Tercer Mundo, no pudo evitar verse influida por los movimientos que estaban creándo­ se en la oposición, y que estaban produciendo un panorama político más variado que el existente en los años cincuenta. En los ataques de Txillardegi a los dirigentes de la Oficina Política, se les había califi­ cado de infiltrados que actuaban en beneficio de los «comunistas». Estos «comunistas» de que hablaba Txillardegi eran una categoría vaga que incluía tanto a ESBA como al PCE Su hostilidad hacia estas fuerzas era una continuación de la antigua aversión del nacio­ nalismo vasco hacia el movimiento obrero «español». Lo cierto era que la visión de Txillardegi de un movimiento comunista «español» unificado que incluía al PCE y ESBA, era muy distorsionada. Cier­ tos hechos acaecidos en el movimiento comunista mundial estaban Para la Falange, véase Sheelagh Ellwood, Prietas las filas (Barcelona, 1984), passim; para el Opus Del, véase P. B., «Significación religiosa, económica y política del Opus Dei», Horizonte Español 1966, vol. 1. Para el cambio de actitud de la Iglesia, véase Luis Ramírez (Luciano Rincón), Nuestros primeros veinticinco años (París, 1964), Capítulo 12, «La rebelión del clero». Para las críticas de ESBA a ambas ramas de ETA, véase «Estado de excepción», Batasuna, n.° 3, sin fecha; para la respuesta de ETA-Berri, véase «Los socialistas vas­ cos y el movimiento de liberación nacional». Documentos Y, vol. 5, pp. 304-305.

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produciendo cambios y tensiones dentro de una estructura que había sido monolítica en su día. Los antiguos dirigentes de ETA, a la sa­ zón en ETA-Berri, no habían estado muy influidos por el PCE, en parte porque el análisis que hacía este partido de la situación política, social y económica de España era más adecuado para el mundo de los años 1930 que para el de la década de los sesenta. La semejanza entre la política de ESBA y la de Iturrioz y del Río no se debía a la «infiltración», sino a ciertas influencias comunes que habían induci­ do a ambos grupos a buscar la explicación del mundo moderno en teóricos sociales europeos del momento. A principios de los años se­ senta, el PCE experimentó disensiones entre los que seguían viendo a España como un país atrasado y empobrecido, gobernado por una pequeña camarilla franquista, sin apenas base de apoyo en la socie­ dad, y los que, como su teórico más capacitado, Fernando Claudín, intentaban desarrollar una política adecuada para un país drástica­ mente alterado por una rápida industrialización. Los intentos de Claudín por adaptarse a los cambios sociales que se habían produci­ do desde la guerra civil produjeron su expulsión del PCE en 1965 El error de Txillardegi al crer en la existencia de una ideología co­ munista unificada que podía emplearse para desviar a los patriotas vascos de su lucha por la liberación nacional, quedó demostrado por el hecho de que sus principales aliados en su enfrentamiento con la Oficina Política se consideraran comunistas. Pero el comunismo de Escubi, de los hermanos Etxebarrieta y de Unzueta no les llevaría, en aquel momento, a abandonar el nacionalismo como había hecho ETA-Berri. Por el contrario, se redefinió la teoría marxista tradicio­ nal, de tal modo que la lucha por la liberación nacional quedaba como principal prioridad comunista. El análisis de la situación mundial que hacían los dirigentes «comunistas» de ETA, no era mucho más so­ fisticado que el del PCE Sin embargo, la renovación del marxis­ mo español debida a los esfuerzos de Claudín y de otros, tendría in­ fluencia en algunos de ellos posteriormente, permitiéndoles emplear el marxismo como método de análisis más que como fuente de retó­ rica. La idea de ETA de que la dirección expulsada a comienzos de 1967 habían sido simples peones del FLP y de su sección vasca, ESBA, era bastante descabellada. Hacia 1967 ESBA estaba atravesanFernando Claudín, Documentos de una divergencia comunista (Barcelona, 1978), passim; Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General (Bar­ celona, 1983), pp. 151-177; Jorge Semprún, Autobiografía de Federico Sánchez (Bar­ celona, 1977), passim. “ Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Unzueta insis­ tió en que la mayoría de los militantes de ETA que se consideraban marxistas tenían una idea defectuosa de los cambios experimentatados por España desde la Guerra Civil,

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do una gran crisis y terminaría por desintegrarse en 1969, lo que pro­ dujo una serie de grupos escindidos, algunos de ellos más radicales que la organización original. El auge del maoísmo en los últimos años de la década de 1960 influyó sobre ETA, cosa comprensible dada su ideología de nacionalismo y lucha armada, pero, al no con­ tener el maoísmo ningún análisis de la realidad vasca o española, su influencia no destruía los mitos nacionalistas, como había ocurrido con los escritos de Claudín y de otros teóricos socialistas. La fórmula elegida por ETA para poner en práctica los diversos aspectos de la lucha fue una estructura de Frentes, inspirada en el que se consideraba el modelo adoptado por los vietnamitas en lucha con­ tra franceses y norteamericanos. Habría cuatro Frentes: el Militar, el Político, el Cultural y el Económico (u Obrero). En teoría, esta es­ tructura debía aumentar su seguridad, ya que los militantes de un de­ terminado frente no estarían al comente de las acciones de los de­ más Pero las labores encomendadas a cada uno de los frentes no estaban bien definidas, ni siquiera en teoría, y los veteranos de ETA de este período no tenían claro dónde se encontraban las líneas divi­ sorias ^ . Particularmente confusas parecían las funciones de los Fren­ tes Político y Obrero. N o tanto así en el caso del Frente Cultural, cuya tarea consistía en fomentar y fortalecer todos los aspectos de la cultura vasca, como eran el aprendizaje y la enseñanza del euskera, la participación en fiestas y actos folklóricos vascos, colaborar con las Ikastolas y aprender historia y literatura vascas. Este tipo de ac­ tividades había sido esencial a ETA desde sus comienzos y, aunque en 1967 la mayoría de ellas no eran ya realmente ilegales, con fre­ cuencia se veían obstaculizadas por las autoridades y vigiladas muy de cerca por la policía. El Frente Cultural llevaba a cabo su acción en parte en colaboración y en parte en competencia con el PNV, ELA y los seguidores de Txillardegi, agrupados en torno a la revista Branka . La mezcla de un campo de acción bien definido con la ausen­ cia de una orientación independiente y diferenciada con respecto a la cultura vasca, tuvo como consecuencia que ETA utilizara actos tales como los bailes folklóricos principalmente para el reclutamiento, alV Asamblea de ETA, Segunda sesión (actas). En el verano de 1968, ETA seguía hablando del Frente Económico en lugar del Frente Obrero. Véase Melitón Manzanas ejecutado, en Documentos Y, vol. 7, pp. 532-33; K. de Kumbeltz añadía un Frente religioso a los restantes cuatro, «Hacia una estrategia revolucionaria vasca», Iraultza, n.o 1, 1968, pp. 120-121. Entrevistas del autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980; Iñaki García Aramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980, y Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980. “ Branka fue en un principio el órgano semi-oficial de ETA, dirigida por Txillar­ degi, que siguió sacándola después de haber abandonado la organización.

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gunas veces para irritación de otros entusiastas de la cultura vasca, a quienes molestaban por oportunistas los intentos proselitistas de ETA En la práctica, el Frente Cultural ocupaba un lugar inferior en la jerarquía de ETA ; no dirigía la estrategia de la lucha, como ha­ cía el Frente Político, ni realizaba acciones espectaculares, que co­ rrespondían al Frente Militar. Según la teoría de Krutwig, la espiral acción/represión/acción tenía que estar a menudo contrapesada por actividades de menor nivel, como era la creación de Ikastolas, pero los niveles superiores y más violentos de la lucha no requerían la co­ laboración del Frente Cultural Si el ámbito cultural ofrecía a ETA y al PNV la posibilidad de propagar sus ideas y reclutar miembros, era también un área en la que ETA tenía dificultad para diferenciarse tanto del PNV, como del grupo de Txillardegi y de las personas reunidas en torno a las esci­ siones de ELA. La revista del Frente Cultural, Kemen, intentó en 1969 perfilar una teoría que distinguiera a ETA de sus competidores, con éxito limitado. Según Kemen, el ala derecha vasca idealizaba un pasado imaginario, y creía que el problema consistía simplemente en restaurar la cultura vasca, mientras que, en realidad, la cultura estaba en continuo estado de cambio. La influencia de la derecha vasca so­ bre las Ikastolas y las Escuelas Sociales (grupos de debate de adultos organizados por la Iglesia) tenía el efecto de crear mitos sobre la cul­ tura vasca y de idealizar el carácter supuestamente perfecto de la an­ tigua democracia vasca. Por el contrario, para ETÁ la cultura vasca debía ser constantemente recreada Las críticas de ETA a la práctica cultural del PNV eran acordes con los correctivos recomendados por Txillardegi desde la fundación de Ekin. El había sostenido entonces que el intento de reducir la cul­ tura al folklore y a la observancia religiosa era reaccionario. Pero en la práctica, era difícil para ETA diferenciarse de otros nacionalistas en las Ikastolas y las Escuelas Sociales. Por ejemplo, el Frente Cul­ tural no parecía estar teniendo mucho éxito en llevar la cultura vasca a los trabajadores inmigrantes. Los contactos con los obreros se rea­ lizaban por lo general mediante el Frente Económico, que, aunque en origen era un organismo para la recaudación de fondos, se había transformado en el Frente Obrero, un cuerpo dedicado a la agitación industrial. La labor del Frente Político consistía en elaborar la línea política de la organización, algo que no exigía la participación de mu­ chos militantes. En la práctica, las posiciones eran aún más confusas. Entrevista del autor con Elisabet Baztarretxe y Josu Bravo, activistas del PNV en los años sesenta, Bilbao, 14 marzo 1980. «Espiral acción-represión», Zutik, n.° 50, diciembre 1968. «Frente Cultural», Kemen, septiembre-ocubre 1969.

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pues los militantes pasaban de un frente a otro, y realizaban al mis­ mo tiempo acciones que supuestamente correspondían a otros fren­ tes. N o estaba claro si los Frentes eran divisiones organizativas de ETA, o simples campos de acción. Retrospectivamente, puede decir­ se que para algunos miembros de ETA representaban aspiraciones más que estructuras de organización Las actividades del Frente Obrero tuvieron consecuencias invo­ luntarias. Dadas las particulares circunstancias del País Vasco, la lu­ cha de clases significaba la colaboración con, y el reclutamiento de, inmigrantes. Considerando la ambivalente actitud de ETA hacia aquel sector de la población, no era tarea fácil. A los trabajadores inmi­ grantes se les veía como potenciales amigos y enemigos, pues su pre­ sencia como portadores de una lengua y una cultura extrañas se creía perjudicial para la vida vasca, mientras que su condición de obreros explotados les convertía en enemigos de los patronos. Los trabajado­ res inmigrantes podían optar por hacerse vascos integrándose en la vida del lugar y participando en la lucha de clases, afiliándose por con­ siguiente al PTV, independientemente de su origen étnico Una acogida tan condicionada difícilmente podía resultar muy atractiva para unos trabajadores que creían haberse trasladado de un lugar de España a otro, y no haber emigrado a un país extranjero. Además, el énfasis depositado en la opción individual de hacerse vasco mal po­ día conjugarse con la orientación colectivista del ilegal movimiento sindical El Frente Obrero se enfrentaba, además, al obstáculo que presentaba la supervivencia de actitudes violentamente chauvinistas en el seno de ETA. De modo inevitable, los miembros de ETA que actuaban en aquel frente tendían a dar prioridad a la propaganda de tipo socialista y a la agitación laboral, más que a otros intereses na­ cionalistas tradicionales. La acción de ETA en el movimiento obrero fructificó, en cierta medida, en Vizcaya, en 1968 y 1969, cuando se afirmaba que ETA Entrevista del autor con Sabino Arana, Iñaki Sarasketa e Iñaki García Aramberri, citadas más arriba. En las acusaciones contra los procesados en Burgos se decía que eran autores de propaganda y literatura clandestina, además de sus actividades vio­ lentas, Burgos: juicio a un pueblo, por M. Castells y F. Letamendía (San Sebastián, 1978), passim. En «Batasuna; Frente Nacional Vasco», Zutik, n.° 50, diciembre 1968, se sos­ tenía que todo el que no aceptara la reunificación de los países vascos español y fran­ cés, la vuelta a la lengua vasca y la autodeterminación no tenía derecho a ser conside­ rado patriota, o tan siquiera vasco. La dirección depuesta en la V Asamblea también había comprobado que los tra­ bajadores inmigrantes más dispuestos a integrarse en la sociedad vasca no eran por lo general los más militantes. Entrevista del autor con el dirigente de ETA-Berri, Javier Ortiz, San Sebastián, verano de 1968.

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contaba con varios cientos de militantes concentrados en las indus­ trias pesadas del gran Bilbao Paradójicamente, era un éxito par­ cialmente debido al incremento de la represión experimentado desde agosto de 1968, año en que se suspendieron los derechos legales eomunes a causa del Estado de excepción. Comisiones Obreras, y en especial su dirección del Partido Comunista, habían aprovechado el limitado aumento de la tolerancia hacia la oposición mostrado por el régimen franquista hasta 1967, para obtener puestos como enlaces sin­ dicales dentro de la estructura de los sindicatos oficiales. Sin embar­ go, la progresiva fuerza del movimiento obrero provocó una reac­ ción del gobierno que produjo la declaración, en varias ocasiones, del Estado de Excepción, con la suspensión de derechos los legales de los ciudadanos. Uno de aquellos estados de excepción, declarado en toda España a comienzos de 1967, coincidió con la prolongada y dura huelga llevada a cabo en Laminaciones de Bandas de Bilbao La de­ cisión gubernamental de emplear una política más represiva, que re­ flejaba las disensiones internas sobre la forma de enfrentarse al mo­ vimiento obrero, convenció a muchas personas de izquierdas de que era un error que el PCE concentrara sus energías en lograr puestos dentro de los Sindicatos. En este nuevo clima, el Partido Comunista perdió algún terreno frente a tendencias más militantes, una de las cuales era ETA, mientras que Comisiones Obreras se convirtió en una organización menos abierta, y en el País Vasco tendió a buscar la alianza de grupos políticos clandestinos. El Frente Militar de ETA tenía, en teoría, labores muy específi­ cas. A la larga, consistían en dirigir un ejército guerrillero que pre­ parara al pueblo para un levantamiento en contra del poder de ocu­ pación. De modo más inmediato, debía respaldar la lucha del pue­ blo, interviniendo cuando quiera que la acción de masas hubiera to­ cado límite Debía castigar a los delatores, agentes del régimen y otros enemigos del pueblo. El objetivo a largo plazo de acometer la guerra de guerrilla no llegaría a materializarse, y lo más próximo al intento de conseguirlo no lo realizaría ETA como tal, sino el Grupo Autónomo también denominado Las Cabras. Las Cabras era una creación de Javier Zumalde, a quien se le habían encomendado los asuntos militares tras la IV Asamblea de ETA en 1965. Zumalde era contrario a la acción política y tenía opiniones muy claras sobre las cuestiones militares, considerando que la labor de ETA era la de enEntrevista del autor con José María Iriarte (Bikilia), dirigente del Frente Obre­ ro en 1969-70, San Sebastián, 17 agosto 1981. «La huelga de Bandas. Ciento sesenta y tres días de lucha contra el capitalismo fascista». Horizonte español 1972, 2 vols. (París, 1972), vol. 1, pp. 64-72. «Espiral acción-represión», Zutik, n.° 50, diciembre 1968.

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trenarse para la guerrilla. Llevaba a sus partidarios a realizar largas marchas, a preparar reservas de provisiones en los montes, y actuaba en general como un jefe militar encargado de maniobras. Puesto que Zumalde era extremadamente cauto a la hora de iniciar acciones vio­ lentas, la mayoría de las complicadas maniobras de Las Cabras no fue­ ron detectadas. El material escrito manejado por el grupo era prin­ cipalmente para consumo interno, extraordinariamente escaso y sim­ plista, consistiendo ante todo en instrucciones sobre seguridad y para la denuncia de informadores, en la exaltación de los valores morales ue prevalecían en las zonas rurales vascas, justificaciones religiosas el derecho a la resistencia violenta contra la opresión, y lecciones so­ bre métodos de sabotaje Sólo tras la intensa acción policial que siguió al Estado de Excep­ ción de 1968 pudieron descubrirse las actividades de este grupo. Zu­ malde tuvo que huir al exilio en agosto de 1968 y algunos de sus adep­ tos fueron detenidos en noviembre y diciembre del mismo año con el resultado de que el grupo dejó de existir y algunos de sus miembros volvieron a incorporarse a ETA. Por su parte, Zumalde no parece haber creído que se hubiera separado de ETA, sino, sim­ plemente, que se había disociado de su política, para continuar fiel­ mente la labor original de la organización La acción de este grupo se desarrolló siempre en la zona próxima a Mondragón. La existen­ cia de Las Cabras, hecho en gran medida irrelevante para la historia tanto de ETA como del País Vasco, era, no obstante, indicio de que había una base de nacionalismo radical en la comunidad. Zumalde ha­ bía logrado mantener un grupo carente de base política, pero con la sólida base social de los grupos de mendigoitzales (montañeros) tan comunes en el País Vasco. La defección de Zumalde produjo la re­ constitución del Frente Militar bajo el liderazgo de Jon Etxabe que, si bien compartía la opinión de Zumalde de que los «campesinos» for­ maban el corazón del pueblo vasco, operaba desde una base del País Vasco-francés y no se permitía las aventuras montañistas de Zumalde. Las dificultades que entrañaba el conseguir los objetivos contra­ dictorios de formar un partido obrero, construir un Frente Nacional

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Dedicado a los que en silencio cumplen con la más ingrata de las misiones. Do­ cumentos Y, vol. 6, pp. 455-509, contiene fórmulas para llevar a cabo sabotajes y con­ sejos para la ejecución de acciones clandestinas; «Baserritarrak» y «El confidente», am­ bos en Cuaderno Gudarientzat Pakea, Documentos Y, vol. 6, pp. 389-397. Del de­ recho de los súbditos a la resistencia. Documentos Y, vol. 6, pp. 433-438. Diez miembros de Las Cabras fueron sentenciados a prolongadas condenas de cárcel en junio de 1971. Véase «Consejos de guerra en Burgos», Berriak, n.° 8, 28 ju­ lio 1971. Entrevista con Zumalde en La Voz de España, San Sebastián, 29 y 30 diciembre 1979. III

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e iniciar una lucha guerrillera, no eran tan aparentes en 1967 como lo serían más tarde, debido en gran medida a que ninguna de las la­ bores que ETA se había propuesto se estaba realizando a gran escala. En efecto, los recursos humanos y materiales de ETA eran lamenta­ blemente escasos tanto para la agitación sindical como para la lucha armada. Sin embargo, el progresivo fortalecimiento del movimiento obrero clandestino le proporcionó un campo de acción para el Fren­ te Obrero. Los dirigentes de ETA, como sus predecesores, entonces en ETA-Berri, estaban fuertemente influidos por el desarrollo del movimiento obrero y en especial por la huelga de Laminaciones de Bandas de Bilbao de 1966-67, que produjo una respuesta generaliza­ da de apoyo. Beneficiaba a ETA el hecho de que Comisiones Obre­ ras, aunque muy influida por el Partido Comunista, siguiera siendo una organización relativamente amplia y abierta El PCE, por su parte, era muy favorable a ETA, a la que consideraba representante de las nuevas fuerzas que se alzaban en oposición al franquismo Se encomendó a Txabi Etxebarrieta el puesto de secretario de propa­ ganda de Comisiones Obreras de Vizcaya, pese a ser estudiante y no obrero. Gran parte de las actividades de propaganda del Frente Obrero eran similares a las desarrolladas por los grupos de izquierda no na­ cionalistas. Mientras que el rasgo diferenciador de ETA serían las operaciones armadas del Frente Militar, los primeros pasos hacia la creación de una fuerza armada fueron más bien modestos, algo ape­ nas sorprendente a la vista de la falta de recursos; sin embargo, la cam­ paña armada no podía aplazarse por mucho tiempo. ETA se había comprometido en teoría a lanzar una campaña que iniciara la lucha guerrillera, desde la aparición de Insurrección en Euskadi en 1964 Además, puesto que una de las principales acusaciones contra la tendencia ETA-Berri era que había abandonado la estrategia de la lucha armada, la nueva dirección de ETA habría producido la impresión de incompetencia de no lanzarse de una vez a ella. Du­ rante la primavera y comienzos de verano de 1967, ETA logró lle­ var a cabo varios robos a bancos y puso algunas bombas que pro­ dujeron daños en diversos edificios oficiales y monumentos SeEllo era especialmente aplicable a Guipúzcoa. Véase «Luttes ouvrieres en Espagne», Freres du monde, n.“ 60. Documentos Y, vol. 5, pp. 216-217. Véase «La lucha antifranquista en Guipúzcoa», Mundo Obrero, septiembre 1968. Julen Madariaga, «Insurrección en Euskadi», Cuadernos ETA, n.° 20 (Bayona, 1964). La acción-represión en Euskadi, un documento publicado en julio de 1968, Do­ cumentos Y, vol. 7, pp. 518-523.

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mejantes acciones no podían realmente considerarse como el comien­ zo de una lucha de guerrillas, pero tuvieron la importancia psicolo­ gía de demostrar que ETA se tomaba en serio sus intenciones. Un indicio de la nueva actitud de ETA fue la costumbre adoptada por los «liberados» de llevar armas cuando iban a cumplir una misión, aunque ello tuviera en un principio más importancia psicológica que militar. Toda la formación militar de Iñaki Sarasketa, miembro de la dirección de ETA, había consistido en disparar un tiro de pistola, y su caso parece haber sido bastante típico * . Los robos y los ataques a edificios y símbolos del régimen eran un problema menor para la policía comparados con el acusado au­ mento de la actividad obrera en 1967 y 1968. Los incidentes prota­ gonizados por ETA eran con frecuencia de escasa importancia. Por ejemplo, incendiar algunos vehículos de la policía en Bilbao la des­ trucción de una placa dedicada a los caídos nacionales durante la gue­ rra civil, el lanzamiento de una bomba incendiaria sobre un cuartel de la policía y las amenazas a los informadores de la policía, se con­ sideraban lo bastante importantes para figurar en la propaganda de ETA. Dado que ETA deseaba unir la acción de masas a la lucha ar­ mada, realizaba con frecuencia sus ataques en días señalados, como el 1 de mayo. Semana Santa, o cuando el PNV convocaba la mani­ festación del Aberri Eguna (día de la patria vasca) Las acciones de ETA, que tenían por objeto intensificar el clima de tensión, se reali­ zaban a pequeña escala, e incluso las pintadas de consignas patrióti­ cas siguieron considerándose dignas de aparecer en las publicaciones de ETA a lo largo de 1967 pero el nivel de acciones violentas iba en paulatino aumento. En diciembre de 1967, varios miembros de ETA fueron heridos al ser descubiertos por la policía cuando inten­ taban colocar explosivos en las oficinas de Sindicatos de Libar y Elgoibar Evidentemente, las probabilidades de pérdidas humanas se elevaban al aumentar la frecuencia de dichas acciones. El riesgo de de­ rramamiento de sangre quedó patente en la captura de Sabino Arana,

Entrevista del autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980. «Placa de los caídos destruida por segunda vez» y «Jeeps de la policía quema­ dos», ambos en Zutik-Berriak (sin fecba), posiblemente junio 1967. «Placa de los caídos destruida en Arrásate», «Automóvil de un traidor y cola­ borador destruido en Eibar», ambos en Zutik-Berriak, 21 abril 1967. Entrevistas del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980, e Iñaki García Aramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980. ‘‘‘* «Gasteiz(Euskadi)», Zutik-Berriak, sin fecba, y «Jura de la bandera en Araca», Zutik-Berriak, 21 abril 1967. «Acción-represión en Euskadi», Documentos Y, vol. 7, pp. 518-523.

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un «liberado» de ETA, en Vitoria, en febrero de 1968, cuando inten­ taba huir tras haber disparado sobre un policía y fallado el tiro La acción que produjo el primer mártir de ETA y con la que se inició el proceso que convertiría a esta organización en la fuerza cla­ ve de la política vasca, fue bastante similar a la que produjo la cap­ tura de Arana. Asimismo, ilustró el abismo que separaba las teorías de ETA sobre la lucha guerrillera y su falta de recursos y prepara­ ción para lanzarse a ella. En junio de 1968, Txabi Etxebarrieta y otro liberado, Iñaki Sarasqueta, viajaban en un coche cuando un guardia civil de tráfico que se encontraba de servicio les dio el alto. Txabi lle­ vaba pistola, como era costumbre entre los liberados de ETA. La po­ sesión de este arma, de haber sido detectada, habría sido motivo de una larga condena en la cárcel. Txabi, con objeto de evitar semejante suerte, disparó y mató al guardia civil. Poco después, cuando la po­ licía alcanzó a los fugitivos en Tolosa, Txabi fue muerto a tiros de inmediato. Sarasketa escapó, pero fue capturado al poco tiempo Las repercusiones de la muerte de Txabi fueron mayores de lo que nadie podía suponer, pues fueron muchos los vascos que la conside­ raron como un asesinato a sangre fría. Se le dedicaron misas en mu­ chas iglesias, que se convirtieron en actos de denuncia del régimen. Una serie de factores se unieron para convertir la muerte de Txabi en un suceso decisivo en la lucha de ETA. Era el primer mártir de ETA, y las circunstancias de su muerte indicaban que la policía había llevado a cabo una brutal ejecución sumaria. Pese a ser desconocido para el público en general durante su vida, las publicaciones de ETA familiarizaron a muchas personas con la vida y la personalidad de aquel joven capaz y sensible Txabi había sido uno de los princi­ pales teóricos de la estrategia que había producido su propia muerte. A diferencia de muchos de los miembros de ETA que perderían la vida en futuras acciones, Txabi no era simplemente un luchador, sino también escritor y activista de Comisiones Obreras. Sarasketa fue en un principio condenado a cadena perpetua pero, considerando las autoridades militares que ello era excesivamente in­ dulgente, fue nuevamente juzgado y condenado a muerte. La condeEntrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980; Manifiesto. Aberri Eguna 1968y Documentos F, vol. 7, pp. 471-477. Entrevista del autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980; La Voz de España, 9 junio 1968; «El primer mártir de la revolución», comunicado de ETA sobre la muerte de Txabi, Documentos Y, vol. 7, p. 484, y Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 120. ETA elaboró gran número de versiones sobre la vida y la muerte de Txabi. En­ tre ellas figuran «Biografía», Iraultza, 1968, y «Txabi asesinado», Zutik, n.^* 44 (Ca­ racas), 7 junio 1968. En «El divorcio de Julieta», Luciano Rincón, amigo de Txabi, explicaba por qué el País Vasco necesitaba mártires. El País, 10 noviembre 1983.

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na fue posteriormente conmutada debido a la escasa edad del acusa­ do (tenía 19 años). La agitación que se produjo por la condena de Sa­ rasketa y las demostraciones de dolor por la muerte de Txabi, se unie­ ron para intensificar el espíritu de protesta y contribuyeron a exten­ der el conocimiento de las actividades de ETA más allá del círculo, hasta el momento relativamente estrecho, de sus simpatizantes. Fue­ ron sucesos que empujaron a muchas personas hacia la política. Por ejemplo, el abogado Juan María Bandrés, que sería más tarde desta­ cado dirigente de un partido político con origen en ETA, se decidió a defender legalmente a Sarasketa, principalmente por amistades fa­ miliares La vida y la actividad de Txabi ilustran la dinámica y el funcionamiento de ETA, y la manifestación que siguió a su muerte demostró la importancia que iban a tener los mártires de ETA en toda la historia de la organización. Txabi había sido el principal crea­ dor del esquema organizativo que había dividido a ETA en frentes; sin embargo, las diversas labores que él mismo realizaba debían ha­ ber sido, en teoría, responsabilidad de distintas personas y Frentes. Txabi era un miembro destacado del Frente Político, y su puesto como oficial de propaganda de Comisiones Obreras de Vizcaya im­ plicaba un tipo de labor más adecuado para un miembro del Frente Obrero. El tiro que mató al policía de tráfico inició el proceso de lu­ cha armada que, en teoría, debía corresponder al Frente Militar. La muerte de Txabi pareció durante algún tiempo haber sido el deto­ nante de la lucha armada por la que él había abogado. Una intensa campaña de violencia siguió a su muerte, pero no fue posible man­ tenerla y decayó después de la primavera de 1969. El verdadero logro de su muerte fue el considerable apoyo a ETA que mostraron amplios sectores de la población. Las emotivas esce­ nas que se produjeron en los numerosos funerales celebrados en su memoria demostraron que el marxismo de Txabi no le había ale­ jado de la población católica vasca, que en muchas ocasiones se sen­ tía identificada con ETA sin entender sus ideas. Las manifestaciones de protesta por la muerte de Txabi no sólo se produjeron en las zo­ nas vasco-parlantes y conservadoras, sino también en fábricas donde la mayoría de los obreros eran inmigrantes. Por imposible que fuera a largo plazo la coexistencia del nacionalismo vasco conservador y el socialismo radical, dicha alianza pareció viable a raíz de la muerte de Txabi, haciendo válida su construcción teórica, el PTV. En noviembre del año anterior había sido capturado, y más tarde asesinado, el Che Guevara en las montañas bolivianas, donde dirigía un grupo guerrillero. Txabi, como toda la dirección de ETA, había Entrevista dei autor con Iñaki Sarasketa, citada más arriba. Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 120.

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sido un ferviente admirador del Che Guevara, y las circunstancias de ambas muertes parecieron a sus amigos extraordinariamente simila­ res Los recursos con los que habían contado el Che y sus com­ pañeros eran insignificantes aí lado de los que poseían sus enemigos, pese a lo cual los dirigentes de ETA estaban convencidos de que los seguidores del Che terminarían por triunfar. La justicia estaba de su parte y también, potencialmente, la masa del pueblo oprimido. Lo mismo, en su opinión, era aplicable a ETA en Euskadi. El horror que produjo en los líderes de ETA la muerte de Txabi les impulsó a lle­ var a cabo represalias que, a su vez, desatarían una feroz represión contra su organización. Se decidió que la venganza se ejecutara en for­ ma del asesinato de un lamentablemente célebre jefe de la policía, Melitón Manzanas. En los primeros días de agosto de 1968, Manzanas recibió un disparo a la puerta de su casa en el pueblo fronterizo de Irún, dándose a la fuga el pistolero Sin duda fue una acción reci­ bida por grandes sectores de la población como demostración de la capacidad de ETA para devolver los golpes a los opresores del pue­ blo vasco. Además, como a la muerte de Manzanas siguieron una oleada de tiroteos, bombas y robos, pareció que ETA se había lan­ zado ya abiertamente a la campaña de violencia a la que se había com­ prometido en la V Asamblea. Pero esta campaña no fue el comienzo de una guerra del pueblo. Prácticamente todos los ataques fueron llevados a cabo por militan­ tes activos, que eran también dirigentes de la organización. Ni fue tampoco una acción de masas, pese a contar con el apoyo de muchas personas que suministraban información y refugio a los activistas. En aquellas ocasiones en que participaban en la lucha armada personas que no eran «liberados», no se observaba la distribución de acciones entre los diversos Frentes que estipulaba la teoría de ETA. Por ejem«Nuestras armas», Zutik, n.“ 49, julio 1968, señalaba las semejanzas entre la muerte de Txabi y la del Che Guevara. Para la primera reacción de ETA a la muerte de Guevara, véase «H a muerto el Che Guevara», Zutik, n.° 47 (sin fecha). «Guipúzcoa estremecida por un horrible crimen». La Voz de España, 3 agosto 1968. K. de Kumbeltz declaró que Manzanas había sido asesinado por sus crímenes contra el pueblo vasco, particularmente durante la represión que siguió a la muerte de Txabi. «Hacia una estrategia revolucionaria vasca», Iraultza, n.° 1, 1968, pp. 131-134. Incluso el PCE se refirió al asesinado como «un acto justiciero». Véase «La lu­ cha antifranquista en Guipúzcoa», Mundo Obrero, septiembre 1968. El PNV, lejos de censurar el asesinato de Manzanas, pareció justificarlo. «Manzanas, una muerte pro­ videncial», Gudari, n.“ 48, 1968. Joseba Elósegui, un miembro clandestino del PNV en los años cuarenta, afirmó que Manzanas había estado implicado en chantajes y ex­ torsiones. Entrevista en Ibarzábal (ed.), SO años..., p. 329. Hacía mucho que ETA con­ sideraba a Manzanas enemigo del pueblo vasco. Para críticas de su conducta, véase «Tres asesinos pagados», Zutik, n.° 7, Tercera serie, 1962.

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pío, en abril de 1969 —en el incidente que costó la segunda condena a muerte a un miembro de ETA— Iñaki García Aranberri y Andoni Arrizabalaga, oriundos ambos del pueblo vascoparlante de Ondárroa en la línea divisoria entre Guipúzcoa y Vizcaya, colocaron una bom­ ba en un vehículo de la policía. García Aramberri no era miembro del Frente Militar, y sus anteriores acciones con ETA habían consis­ tido principalmente en la distribución de propaganda por las zonas rurales Ambos hombres fueron salvajemente torturados, y en oc­ tubre de 1969 Arrizabalaga fue condenado a muerte, pero le fue con­ mutada la pena por cadena perpetua a consecuencia de un masivo mo­ vimiento de protesta. Ambos hombres permanecieron encarcelados hasta 1977. Inmediatamente después del asesinato de Manzanas, se declaró el Estado de Excepción en la provincia de Guipúzcoa, lo cual dejó las manos libres a la policía para tratar a los sospechosos A causa de la brutalidad y arbitrariedad de las investigaciones policia­ les, fueron detenidas y maltratadas físicamente cientos de personas inocentes La escala en que se ejerció la represión provocó una oleada de pro­ testas aún mayor que la que había seguido a la muerte de Txabi. Se produjeron huelgas obreras y manifestaciones bastante numerosas de sacerdotes, así como de católicos seglares, como la realizada en Viz­ caya en febrero de 1969 en la que cientos de personas, entre ellas mu­ chos sacerdotes, ocuparon una iglesia para protestar contra la repre­ sión. Una ocupación similar se llevó a cabo en marzo en la catedral de San Sebastián, y 500 sacerdotes vascos pidieron a la Conferencia Episcopal española que condenara el Estado de Excepción Más alarmante aún, desde la perspectiva del gobierno, era el que algunos obispos criticaran también las medidas represivas, hasta el punto de que Monseñor Cirarda, obispo de Bilbao, publicó una carta pas­ toral en la que desaprobaba el estado de excepción. En abril, cuan­ do la policía arrestó al Vicario General de Bilbao acusándole de pres­ tar ayuda a ETA, el obispo se opuso a su detención, alegando que con ella se violaba el Concordato con el Vaticano La represión tuvo escaso efecto en interrumpir la campaña de violencia de ETA, pero la policía sí logró finalmente capturar a algunos militantes de ETA. A fines de 1968 fue detenido José María Dorronsoro, un ex— Entrevista del autor con Iñaki García Aramberri, citada más arriba. Horizonte Español 1962, vol. 1, pp. 121-122. “ Branka (sin fecha, edición francesa) daba un total de 1.953 detenciones. Docu­ mentos Y, vol. 8, p. 226; «Ser joven, delito político», Gudari (1968), n.° 48. Horizonte Españaol 1972, vol. 1, p. 142. Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 151.

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seminarista y liberado de ETA En enero de 1969 fueron captura­ dos otros dos, Gregorio López Irasuegui y Francisco Javier Izco, cuando realizaban un asalto armado a la cárcel de mujeres de Pam­ plona en un intento de liberar a la mujer de López Irasuegui, María Aránzazu Arruti Todos ellos fueron posteriormente acusados de rebelión armada en el Juicio de Burgos de diciembre de 1970, donde se alegó que Izco había sido el autor material de la muerte de Man­ zanas. El Estado de Excepción, implantado en Guipúzcoa desde agos­ to de 1968, fue extendido en enero de 1969 a toda España durante un período de tres meses En marzo fueron capturados otros cua­ tro liberados, que estarían entre los acusados de Burgos. En abril de 1969, la policía logró el mayor éxito en su lucha con­ tra ETA cuando capturó a una serie de liberados —entre ellos Mario Onaindía, que sería uno de los más famosos líderes de E T A — en su escondite de Bilbao Los entonces detenidos formaban, junto a Izco, Dorronsoro y López Irasuegui, el núcleo de la dirección de ETA, y en el juicio de Burgos serían acusados de ser responsables del asesinato de Melitón Manzanas, así como de otros delitos gra­ ves. Los liberados habían establecido su base en un piso de la calle de Artecalle, en el barrio viejo de Bilbao, donde la policía llevaba algún tiempo vigilando sus movimientos. Uno de los liberados, Mikel Echevarría, logró escapar en un taxi, pese a haber sido herido en un tiroteo cuando se produjo el ataque de la policía. El conductor del taxi fue hallado muerto a cierta distancia. Se dijo que Echevarría había ofrecido al taxista una sustancial cantidad de dinero para que le alejara del escenario de las detenciones, y que, al negarse, le había matado. Si ello era cierto, el taxista, Fermín Monasterio, fue el pri­ mer civil asesinado por ETA. Esta, por su parte, insistió en que las balas que habían matado a Monasterio eran de calibre 9 mm y ha­ bían sido, por consiguiente, disparadas con un arma reglamentaria de la Guardia Civil Con los arrestos de la calle de A.rtecalle y los an­ teriores, quedó desmantelado el núcleo de los activistas de ETA de­ dicados en exclusiva a la lucha armada. El fin del estado de excep­ ción, el día 25 de marzo, pareció demostrar que ETA no era ya real­ mente un problema para el régimen de Franco. El fracaso de la camCastells y Letamendía, Burgos, juicio a un pueblo, p. 31. “ «Detenciones en Pamplona», Zutik-Berriak, enero 1969. Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 36. Eiorizonte Español 1972, vol. 1, p. 138. Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 136; Información al PTV, panfleto de ETA, Documentos Y, vol. 8, pp. 281-2; también en Zutik (Caracas), n.° 86; entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 25 marzo 1980. «Información al PTV», citado más arriba.

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paña armada era evidente para Escubi, su principal promotor. Escubi logró huir a Francia, donde pudo analizar las lecciones aprendidas en la malograda lucha militar de ETA. Desde fines de 1968, había adop­ tado una actitud crítica no hacia la lucha armada en sí, sino hacia la continuación de la campaña de violencia cuando ETA carecía de la capacidad política y organizativa para beneficiarse de ella Su pro­ gresiva desaprobación de la lucha armada, a cuyo lanzamiento tanto había contribuido, le llevaría a abandonar ETA en 1970. Echevarría logró escapar a Francia, ayudado por una serie de per­ sonas que le proporcionaron refugio. La policía detuvo a cientos de personas, entre ellos varios sacerdotes, en relación a su huida. Este respaldo popular, que se manifestaría de modo impresionante duran­ te el juicio de Burgos, demostró que el efecto verdaderamente im­ portante de las acciones de ETA era el de crear héroes y mártires que pudieran movilizar a las gentes. La captura o huida de los liberados de ETA que habían constituido su dirección hasta la primavera de 1969, fue un golpe durísimo que forzaría a la organización a recon­ siderar su estrategia. En cualquier caso, los efectos de los arrestos y salidas al exilio habían destruido prácticamente la capacidad de ETA para desarrollar sus acciones militares. Lina vez más, los problemas de tipo organizativo impulsaron a ETA hacia una nueva dirección po­ lítica. La nueva directiva, constituida tras la captura de liberados en la calle de Artecalle, se basó en el Frente Obrero de Bilbao e incluyó una serie de estudiantes universitarios La presencia de ETA en San Sebastián y en las zonas industriales de Guipúzcoa había sufrido los efectos de las expulsiones llevadas a cabo en la V Asamblea, y las re­ percusiones de la represión policial la habían debilitado temporal­ mente en los pueblos. Una vez más, ETA contaba con una dirección nueva, joven e inex­ perta. Patxo Unzueta, que se convertiría en la figura intelectual do­ minante en los años siguientes, podía considerarse veterano, puesto que había sido elegido para la dirección en la V Asamblea. Los nue­ vos dirigentes de ETA estaban fuertemente influidos por las luchas de estudiantes y obreros de mayo de 1968 en Francia, y creían que las huelgas de los obreros españoles podían desencadenar la revolu­ ción. En adelante, se concedería prioridad a la acción de masas, par­ ticularmente la del Frente Obrero, sobre la lucha armada de los gru­ pos especializados. Tras el fracaso de la ofensiva militar, ETA adop­ tó dos estrategias centrales. En primer lugar el fortalecimiento del La valoración que hacía Escubi de la lucha armada a fines de 1968 apareció en Rapport M (sin fecha). Documentos Y, vol. 8, pp. 55-61. Entrevista del autor con José María Iriarte (Bikilia), dirigente del Frente Obre­ ro, San Sebastián, 17 agosto 1981, y Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.

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Frente Nacional (FNV) — que recibió el nombre de campaña BAI — mediante un movimiento que hiciera hincapié en la unidad vasca, y que debía unificar a los patriotas de todas las procedencias sociales e ideas políticas; en segundo lugar, un giro hacia la clase obre­ ra que produjera la transformación de ETA en un partido de traba­ jadores. La nueva dirección de ETA no creía incompatibles estos dos objetivos . En consecuencia, en las publicaciones de la organización empezaron a aparecer artículos en los que se intentaba reconciliar la doctrina marxista con la herencia de Sabino Arana. Puesto que la lu­ cha obrera llegaría a considerarse el factor clave en la consecución del socialismo y la independencia Zutik siguió insistiendo en la lucha de clases y las doctrinas socialistas. Desde la V Asamblea habían surgido nuevos líderes. Txabi había muerto, su hermano mayor, José Antonio, estaba enfermo y la ma­ yor parte del grupo formado en torno a Escubi se encontraba en el exilio y veía con mirada cada vez más crítica el proceder de ETA. La oleada de detenciones de 1968 y 1969 desmembró una vez más a su dirección, dejando el control efectivo en manos de personas sólo re­ cientemente ascendidas a puestos directivos. El fracaso de la estrate­ gia guerrillera era evidente para algunos de los dirigentes del Frente Obrero incluso antes del desastre de la calle de Artecalle. Estos ela­ boraron un análisis de la estrategia de ETA y un balance de sus ac­ tividades desde la V Asamblea, que fue publicado en el número 51 de Zutik, en marzo de 1969. Este análisis, sancionado por los hom­ bres que iban a ser los dirigentes efectivos de ETA durante varios años, fue considerado por éstos, retrospectivamente, como un paso decisivo en la trayectoria de ETA desde la confusa organización populista con un marxismo de boquilla que había sido, a convertirse en un grupo auténticamente comunista. Sin embargo, en Zutik 51 se El eslógan BAI: Batasuna (Unidad), Askatasuna (Libertad) e Indarra (Fuerza), tenía la finalidad de lograr la unidad de acción de todas las fuerzas nacionalistas. BAI significa «sí» en vascuence. Hojas Batasuna, Documentos Y, vol. 7, pp. 363-377. Entrevistas del autor con Patxo Unzueta y Bikilia citadas más arriba. Ninguno de los integrantes de la dirección quería abandonar la lucha armada. Unzueta señaló que la nueva dirección de ETA intentó en efecto relanzarla, principalmente mediante robos, aunque por lo general coincidían con la idea de Escubi, aparecida en Rapport M, de que ETA debía consolidarse y aprovechar el prestigio que le había proporcionado la lucha armada. ** Entrevista del autor con Ramón Zallo, Bilbao, 29 marzo 1980. Zallo, miembro del Frente Cultural de Eta en 1969, era secretario general de LC R-LK I en 1980, una organización surgida de una escisión de ETA. José Antonio Etxebarrieta había escrito abundantemente en Zutik de 1967 a 1969. Véase «Ultima hora. H a muerto J. A. Etxebarrieta», Berriak, n.° 14, febrero 1973.

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reafirmaban la mayor parte de las teorías adoptadas en la V Asam­ blea, y se dirigía un duro ataque contra las organizaciones «españo­ las» que conformaban el movimiento obrero de Euskadi Zutik 51 también defendía el concepto del Pueblo Trabajador Vasco, y la necesidad de alianza con los sectores patrióticos de la burguesía Asimismo, la revista defendía la estructura de Frentes de ETA, aunque éstos no operaran según lo estipulado en la teoría Zutik 51 contenía también un caluroso llamamiento a la unidad de la clase obrera, y un ataque a la izquierda «española» por destruir esa uni­ dad al negar la realidad de la identidad nacional vasca, introduciendo con ello aberraciones fascistas e imperialistas en el movimiento obre­ ro 7 3 El concepto que los dirigentes de ETA tenían sobre el papel de la clase obrera difería del que, en términos generales, sostiene la teo­ ría marxista. Se consideraba que la clase obrera estaba capacitada para iniciar la lucha, pero no para llevarla hasta su triunfal conclusión sin ayuda. En un momento dado, los destacamentos militares especiali­ zados de ETA tendrían que intervenir, realizando actos de sabotaje y secuestrando a aquellos empresarios cuyas acciones perjudicaran los intereses de los trabajadores. Se reconocía que la intervención de ETA en los conflictos laborales intensificaría la represión contra los obre­ ros, pero ello, decían, tendría la virtud de abrirles los ojos con res­ pecto al carácter del Estado español, y les animaría a emprender ac­ ciones más drásticas En efecto, el proceso que se describía era una reiteración de la espiral acción/represión/acción inicialmente formu­ lada por Krufwig en Vasconia. La fórmula de lucha que presentaba Zutik 51 guardaba escasa relación con la práctica vigente de ETA, y no llegó a ponerse en práctica por parte de la dirección que la reco­ mendaba. N o se secuestró a ningún industrial ni patrono hasta 1972, y por entonces ETA se había escindido en organizaciones rivales. Los que con el tiempo realizarían ese tipo de acciones, calificarían de trai­ dores a los autores de Zutik 51. Esta revista tachaba de absurda la defensa que la izquierda española hacía del derecho de los vascos a la autodeterminación, porque la autodeterminación, decía, no era algo que pudiera ser concedido por un futuro gobierno socialista español, sino que tenía que conseguirse en lucha contra el Estado español. La crítica que la izquierda «española» hacía de Frente Nacional Vasco (FNV), al que calificaba de instrumento de la burguesía para dividir ™ «Líneas generales de una estrategia a largo plazo», en Zutik, n.“ 51, marzo 1969. Ibíd., «Unidad obrera», Zutik, n,“ 51, marzo 1969. Ibíd. «Un paso hacia la unidad del PTV», Zutik, n.° 51, marzo 1969.

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al proletariado, se rechazaba alegando que ignoraba las verdaderas condiciones de existencia del pueblo vasco, sometido a la opresión na­ cional. Zutik 51 marcó una transición en la evolución de ETA. N o se abandonaron ninguna de las medidas y teorías adoptadas en la V Asamblea, y la publicación de estos artículos no provocó oposición al­ guna, ni siquiera entre los miembros más conservadores del grupo. Los duros ataques que se dirigían contra ETA-Berri y otras organi­ zaciones españolas habrían contribuido, sin duda, a desarmar las po­ sibles críticas de los que temían una vuelta a posturas españolistas, pero no era ésta la única razón de los ataques de ETA a los grupos «españoles» del movimiento obrero. Mientras que la participación de ETA en un Frente Nacional podía considerarse parte de una división de trabajo entre ella y fuerzas más conservadoras, el lugar de la or­ ganización en una alianza obrera era menos claro. ETA no disponía de una base definida en la clase obrera, y sus intentos de hacerse con una implicaban entablar una dura competencia con las fuerzas «es­ pañolas» que sí contaban con dicha base. Aunque Zutik 51 ofreciera escasos indicios de que la dirección de ETA fuera a seguir los pasos de EIA-Berri, sí había ciertas señales de una evolución que llevaría a parte de la organización a romper con el nacionalismo. Aunque seguía apoyando la estrategia de construir un Frente Nacional, Zutik 51 exhibía una auténtica antipatía por el PNV, la fuerza que habría estado en el centro de dicha alianza. La hostilidad hacia el PNV, unida a un genuino compromiso con la lu­ cha obrera, terminarían por alejar del movimiento nacionalista a la mayoría de los que en 1969 eran miembros de ETA. Las esperanzas depositadas por ETA en un Frente Nacional con apoyo potencial del PNV y otras fuerzas no proletarias, y dirigido por la clase obrera, en la que ETA y demás grupos nacionalistas contaban con escaso res­ paldo, parecía absurdo a los no nacionalistas, en particular a la ten­ dencia ETA-Berri. La retórica socialista de ETA se consideraba una cortina de humo, que ocultaba tanto sus deseos de alianza con el PNV, como su extremadamente ambigua actitud hacia los inmigran­ tes Pese a ello, las tendencias de izquierdas que surgirían en ETA en los años siguientes vieron en la publicación de Zutik 51 el co­ mienzo de una etapa decisiva en el abandono de posturas chauvinis­ tas y en dar prioridad a la acción de masas sobre las acciones violen­ tas de los grupos de élite. Zutik 51 sostenía explícitamente la nece­ sidad de formaciones militares especializadas, pero éstas debían ope­ rar al servicio del movimiento de masas. La difícil mezcla de socia«¿Qué es ETA-Bai?», Komunistak, n.° 2, junio 1969.

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lismo y nacionalismo que hacían los líderes de ETA, empezó a sus­ citar las críticas de los militantes exilados, con acceso a un tipo de obras antes inasequibles, y tiempo para estudiarlas. No obstante, du­ rante 1969 y 1970 la mayoría de los miembros del interior y de los encarcelados aprobaban la dirección tomada por la organización. Al­ gunos presos, como Sabino Arana, Iñaki Sarasketa e Iñaki García Aramberri, consiguieron seguir la evolución de ETA gracias a algu­ nos comunicados introducidos clandestinamente y a las noticias traí­ das por familiares en sus visitas a la prisión Los miembros más jó­ venes que, incluso en los pueblos, se revelaban contra el sofocante conservadurismo del medio, aceptaban los ataques al PNV Para la mayoría de las organizaciones políticas de Euskadi, la ac­ ción de masas consistía bien en comprometerse en la lucha obrera y socialista, o bien en participar en el movimiento nacionalista, junto a nacionalista de todas las tendencias políticas. Los dirigentes de ETA no creían que tuvieran que optar entre estas alternativas, ya que am­ bas eran, en su opinión, partes necesarias de la lucha general. Al mis­ mo tiempo que la dirección proclamaba la necesidad de transformar ETA en un partido marxista, declaraba 1970 año del Frente Nacio­ nal Esta estrategia tenía como objeto general consolidar el presti­ gio de que gozaban los héroes de ETA entre una amplia capa de la población, y el fin específico de ganarse a los miembros de EGI, el grupo de juventudes del PNV, que una vez más se sentían desilusio­ nados por la inactividad de su organización central. Un indicio de la concentración de ETA en la creación de un Frente Nacional fue la publicación de la revista Batasuna (Unidad), de la cual aparecieron cinco números entre abril y junio de 1970. En el primer número se hablaba con entusiasmo de las muestras de apoyo al Frente Nacional que daban las diversas fuerzas nacionalistas, mientras que se criticaba a Kommunistak (anteriormente ETA-Berri) por tachar a Sabino Ara­ na de racista Los esfuerzos de ETA por unir lucha de clases y lu­ cha nacional le indujeron a exhibir el lema «Batasuna Langile» (Uni-

Entrevistas del autor con Sabino Arana, Iñaki Sarasketa e Iñaki García Aram­ berri, más arriba citadas. Entrevista del autor con José Miguel Goiburu (Goiberri), futuro líder de ETA-V, San Sebastián, 5 agosto 1984. Goiberri, que era oriundo del interior de Gui­ púzcoa, tenía diecinueve años en 1969 y llevaba dos años militando en ETA. Goiberri sostenía que ETA, pese a sus devotos orígenes católicos, bahía sabido responder me­ jor que ninguna otra organización a la insatisfacción de los jóvenes ante el represivo medio católico. Editorial; «1970, año del Frente Nacional Vasco», en Gudalde, n.“ 3 (sin fecha). Batasuna, sin fecha ni número.

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dad Obrera) en las manifestaciones del 1 de mayo de 1970 Pero, debido a la debilidad nacionalista en las fábricas, la unidad obrera sig­ nificó, abrumadoramente, unidad de fuerzas no nacionalistas. Un concepto como el de Pueblo Trabajador Vasco significaba poco para la lucha obrera a la que ETA se había incorporado, por lo que la organización empezó a excluir el término «clase obrera», aban­ donando así un concepto que había sido un ingrediente esencial de la mezcla de socialismo y nacionalismo radical de esta organización. La agitación laboral les hizo comprender que las huelgas que se pro­ ducían en Bilbao formaban parte de una lucha que se libraba en toda España. Para ser efectiva, la propaganda tenía que estar escrita prin­ cipalmente en español. Esta necesidad fue el motivo de que ETA substituyera la exigencia de una Euskadi monolingüe por la de igual­ dad de trato para el euskera. La petición del derecho a la autodeter­ minación nacional, en lugar de exigir simplemente la independencia vasca, fue otra consecuencia de ello. La decisión de transformar ETA en un partido marxista revolucionario habría tenido, de haberse em­ prendido consistentemente, el efecto inevitable de convertir a los mi­ litantes de ETA de los pueblos en individuos aislados, separados de sus vecinos por su adopción de una doctrina extraña. La base de la fuerza que ETA tenía en la cohesión de los grupos de amigos, veci­ nos y parientes habría quedado destruida. Pero no era ésta una cues­ tión que fuera evidente para los que tomaron la decisión de convertir a ETA en un partido revolucionario. La dirección que sustituyó a los detenidos o huidos al extranjero en 1969, se consideró a sí misma provisional y dependiente de la apro­ bación de los anteriores dirigentes, ahora encarcelados, y del exilado Escubi Recibía también presiones por parte de Etxabe, jefe del Erente Militar, y de algunos exilados como Krutwig y López Adán (Beltza), que sospechaban que la dirección del interior estaba vol­ viendo a caer en las desviaciones «españolas» de ETA-Berri. El in­ tento de ganarse la aprobación de tan diversos pareceres estaba con­ denado al fracaso. A corto plazo llevó a la dirección interior de ETA a actuar de modo contradictorio, uniendo la propaganda de índole so­ cialista a unos limitados esfuerzos por reiniciar la lucha armada, prin­ cipalmente mediante la organización de robos. La campaña BAI, que pretendía conformar una alianza patriótica, era considerada por Es­ cubi y sus adeptos como una regresión a la política burguesa de los fundadores de ETA. N o obstante, la dirección interior de ETA creía haber realizado su cometido relativamente bien. Había aumentado la «Batasuna Eguna», Batasuna, n.° 3; «Batasuna Langile», Batasuna, n.“ 4 (sin fe­ cha). Entrevistas del autor con Bikilia y Patxo Unzueta, más arriba citadas.

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afiliación, pese a la represión, y por primera vez el Frente Obrero te­ nía una cierta influencia en el movimiento de los trabajadores, en par­ ticular en Vizcaya. Y lo más importante de todo era que el prestigio adquirido por ETA mediante su acción militar se estaba utilizando con éxito para la construcción de un Frente Nacional que, bajo la fuerte influencia de ETA, lograría, así lo esperaban, el respaldo de personas que tradicionalmente apoyaban al PNV. Los esfuerzos de la dirección interior para hallar una vía interme­ dia entre el marxismo que había producido la expulsión de Iturrioz y Del Río, y el nacionalismo radical, quedaron patentes en un docu­ mento, A todos los makos (a todas las prisiones), escrito por Patxo Unzueta, el teórico político más destacado entre los líderes del inte­ rior Escubi y sus prosélitos consideraron que el documento mos­ traba una reincidencia en el nacionalismo tradicional de ETA El hecho de que una declaración clave —donde se analizaban la situa­ ción y las perspectivas de ETA, y con la que se intentaba justificar la política de la dirección frente a los ataques de sus detractores— es­ tuviera dirigida a los presos, demostraba el prestigio e importancia de éstos en el seno de ETA, así como el aumento de su número. La dirección interior creía que ETA estaba logrando progresos conside­ rables en la tarea de construir el partido revolucionario vasco. La ex­ traordinaria proeza de atar a la mayoría de los capitalistas vascos al carro de la revolución socialista estaba, en su opinión, muy avanza­ da. Ello se estaba consiguiendo porque, según Unzueta, la labor in­ mediata en Euskadi consistía en luchar por objetivos populares antes que socialistas Sin embargo, una vez que las fuerzas populares, con la clase obrera al frente, hubieran logrado la liberación nacional, la transición a una revolución socialista sería, afirmaba, inevitable. A todos los makos trataba la, aparentemente, inherente contradicción entre la política de construir un partido obrero y un Frente Nacional que acogiera a personas de todas las clases, sosteniendo que la con­ solidación del uno dependía del crecimiento del otro. ETA, afirma­ ba, se había visto forzada por las circunstancias a actuar como aquel Frente del que no era, en teoría, más que un componente. En la pri­ mera ETA, que había sido un movimiento amplio, habían coexistido necesariamente toda una diversidad de ideas políticas. Ahora, cuan­ do el Frente Nacional fuera una realidad, ETA podría cumplir su par­ te como partido comunista de vanguardia A todos los makos. Documentos Y, vol. 9, pp. 367-375. Crítica al informe de los Makos (comunicado de la célula de Clermont-Ferrand), Documentos Y, vol. 9, pp. 378-380. A todos los Makos. “ Ibíd.

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A todos los makos se enfrentaba al espinoso problema de la com­ posición inmigrante del proletariado vasco —que envenenaría todo intento de crear una síntesis entre nacionalismo y socialismo— sos­ teniendo que ETA debía formentar el bilingüismo en lugar de abo­ gar por una Euskadi monolingüe vascoparlante. El documento, aun­ que mantenía la fórmula del PTV, le daba una orientación de izquier­ das al definirlo como el compuesto por todos los que vendían su fuerza de trabajo en Euskadi Esta concepción, unida al abandono de la aspiración al monolingüismo, habría convertido a todos los obre­ ros en parte del PTV, puesto que la incorporación a éste habría de­ jado de depender de opciones y esfuerzos individuales. Dicha defi­ nición, en la que no se diferenciaba entre vascos originarios e inmi­ grantes, no podía dejar de provocar el rechazo de los que en ETA comulgaban con la ideología nacionalista tradicional. A todos los makos afirmaba que la vanguardia no estaría formada por ETA con un simple cambio de nombre. El futuro partido repre­ sentaría a todos los trabajadores vascos. La ambigüedad, acaso deli­ berada, de esta formulación casi parecía querer decir que ETA estaba dispuesta a formar parte de un reagrupamiento con otros partidos. La buena disposición de la organización a considerar la situación en semejantes términos no significaba que hubiera perdido confianza en sí misma. Los efectos de la represión que siguieron al asesinato de Manzanas, afirmaban, habían fortalecido a ETA en lugar de debili­ tarla. No sólo se había producido un considerable aumento en el nú­ mero de afiliados, especialmente en las zonas industriales de Bilbao, sino que el prestigio de ETA estaba en un punto muy alto El PNV era mucho menos hostil a ETA de lo que lo había sido a mediados de los años sesenta, y sus juventudes, EGI, estaban muy influidas por ETA. La izquierda española, particularmente el PCE, hablaban de ETA en términos muy entusiastas y estaban deseando aliarse a ella. Por fin, el Frente Obrero había conseguido ejercer alguna influencia en las fábricas, mientras que el nivel intelectual de las publicaciones de ETA había avanzado considerablemente desde aquella retórica simplista de los primeros años del grupo. La modesta satisfacción que traslucía el informe a los presos parecía, en aquel momento, justifica­ da. Según el documento A todos los makos se había logrado un éxito considerable en los esfuerzos de ETA por crear un Frente Nacional. Ihíd. N o existen cifras exactas de afiliados para este, ni ningún otro, período de la historia de ETA. Sin embargo, algunos militantes destacados afirmaron que en 1970 la organización contaba con varios cientos de afiliados en Bilbao. Entrevistas del autor con Bikilia, Patxo Unzueta y Ramón Zallo, ya citadas.

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Por primera vez en su historia, el Partido Comunista había pedido apoyo para la manifestación del Aberri Eguna (Día de la Patria vas­ ca), un acto hasta entonces dominado por el PNV. Además, EGI te­ nía conversaciones con ETA, como también algunos miembros indi­ viduales del PNV. La afirmación de ETA de que tenía influencia so­ bre fuerzas tan diversas parecía un logro extraordinario, pero Unzue­ ta y sus compañeros eran conscientes de que se enfrentaban a gran­ des problemas. Se habían emprendido los preparativos para el juicio de los miembros de ETA responsables de la ola de violencia y del ase­ sinato de Manzanas. El juicio iba a celebrarse en Burgos, capital de la región militar a la que pertenecía el País Vasco, a fines de año. La dirección de ETA debía emprender la labor de montar una campaña en Euskadi, y movilizar a la opinión pública en España y el extran­ jero para intentar salvar la vida de sus camaradas La dirección in­ terior sabía que su actuación estaba siendo blanco de duros ataques por parte de importantes miembros en el exilio. No era realmente sor­ prendente que el intento de crear un movimiento fundado conjunta­ mente en el marxismo y en el nacionalismo étnico vasco encontrara oposición. La adhesión al nacionalismo vasco tradicional suscitó las críticas de Krutwig, López Adán (Beltza) —importante líder del in­ terior hasta su huida al exilio en 1968, que unía el nacionalismo tra­ dicional al anarquismo — y de Jon Etxabe, jefe del Frente Militar que se inclinaba por una estrategia de lucha guerrillera, basándose en los agricultores, frente a la línea de la dirección interior de construir un partido marxista de base obrera industrial. Etxabe también era acerbamente contrario a todo acercamiento a fuerzas «españolas», en Euskadi y en el resto de España. En la práctica, Etxabe y el Frente Militar, con base en Francia, actuaron por su cuenta desde comien­ zos de 1970. A la dirección interior de ETA le preocupaban menos las críticas de Etxabe que las de su mentor Escubi, quien tras haber huido a Francia en la primavera de 1969, se había vuelto muy crítico de la línea po­ lítica a la que él tanto había contribuido. Escubi y sus partidarios del exilio formaron las Gélulas Rojas para estudiar el marxismo y desa­ rrollar una estrategia adecuada que permitiera a Euskadi el logro de la liberación nacional y del socialismo. La dirección interior de ETA creía que su orientación política era compatible con la de las Células Rojas, y estaba interesada en que la VI Asamblea, de próxima cele­ bración, confirmara su posición y se declarara a favor de su política. La V Asamblea había elegido un Comité Nacional, el Biltzaar TtipEntrevista del autor con Patxo Unzueta, ya citada. Para las críticas de Beltza, véase Sobre el trabajo: estructura, militancia y disci­ plina, Documentos Y, vol. 9, pp. 212-222.

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pia (BT) (literalmente, pequeña asamblea) que sería la suprema auto­ ridad entre todas las asambleas, pero ésta no había sido nunca una dirección operativa y la mayoría de sus miembros estaban exilados en distintos puntos de Europa. La dirección efectiva la había ejercido un comité ejecutivo, el Komite Ejecutivo Táctico (KET), creado por Escubi y compuesto por los principales miembros del interior. Hacia 1970, y como consecuencia de muertes, exilios, encarcela­ mientos y defecciones, Unzueta era el único de los órganos de direc­ ción elegido tras la Quinta Asamblea que seguía en la dirección inte­ rior, integrada en el KET. La composición del KET también había cam­ biado drásticamente. Tras las detenciones de la primavera de 1969, los miembros del nuevo KET, a todos los efectos el tercer equipo direc­ tivo desde la V Asamblea, tenían plena conciencia de su juventud e inexperiencia, y estaban deseosos de ganarse la aprobación de los an­ teriores líderes, exilados o en la cárcel Las realizaciones del KET habían sido realmente considerables, pues ETA ya contaba con una estructura organizada y mayor fuerza que nunca en el movimiento obrero. La campaña a favor de los presos había suscitado la reacción de muchos sectores diferentes del pueblo vasco, entre ellos los adep­ tos al PNV, los sacerdotes y los obreros. EGI operaba en estrecha colaboración con ETA y parecía estar a punto de escindirse del PNV para unirse a aquella, una posibilidad que habría aumentado mucho la fuerza de esta organización ’ E Las Células Rojas coincidían en que la principal contradicción que se daba en Euskadi era la existente en­ tre la oligarquía y el pueblo. Pese a ello, y aunque se admitía la ne­ cesidad de una alianza con la pequeña burguesía que se deducía de dicha teoría, las Células Rojas pensaban que, en la práctica, la direc­ ción interior se arriesgaba a subordinar a ETA a la política de aquella pequeña burguesía, representada en Euskadi por el PNV. A su jui­ cio, la subordinación al PNV constituiría una repetición del error, co­ metido por el PCE en el ámbito nacional, de confundir la revolución democrática popular con la socialista. En opinión de las Células Ro­ jas, el esfuerzo por hallar un cierto grado de unidad con los sectores de clase media, aunque necesario, había llegado demasiado lejos, pro­ duciendo un giro hacia la derecha La declaración publicada por la dirección interior en septiembre, tras la VI Asamblea, hacía hincapié en que hasta entonces habían considerado que su dirección te­ nía un carácter provisional. Comunicado de aclaración de ETA a la clase trabajadora y al pueblo vasco en general sobre un manifiesto hecho hace unos días y firmado por cuatro militantes de la organización. Documentos Y, vol. 9, pp. 460-464. Véase Carta a los Makos, también las circulares E G I Batasuna, publicadas por los miembros disidentes de EG I en 1970, en Documentos Y, vol. 9, pp. 23-30. Crítica al informe de los Makos, Documentos Y, vol. 9. pp. 370-380.

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La dirección interior de ETA admitía que eran culpables de una cierta desviación hacia la derecha, pero afirmaba que sus errores ha­ bían sido enmendados. Consideraba la decisión de transformar a ETA de movimiento social en partido revolucionario marxista no como una medida arbitraria, sino como la continuación lógica de la evolu­ ción que se había manifestado en la IVy la V Asamblea. En línea con la conciencia de que la creación de semejante partido tenía que estar fundada sobre un verdadero entendimiento entre sus miembros, ETA inició un debate en profundidad, en 1969 y 1970, con la publi­ cación de numerosos documentos internos, escritos principalmente por personas y grupos anónimos, sobre qué tipo de partido habría que crear en la siguiente asamblea. Esta clase de exposición política estructurada era una novedad en ETA. Prácticamente todos los par­ ticipantes en el debate tenían en común la adopción del «marxismo» y una fuerte influencia de Mao, Castro y los líderes del Frente de Li­ beración Vietnamita. Muchos de los escritos eran, ante todo, retórica marxista. En realidad, la adhesión al marxismo, en lugar de ayudar a los participantes a analizar el País Vasco o ETA, pareció levantar un nuevo obstáculo entre ellos y la realidad social. No obstante, se tra­ taron todos los problemas que habían acosado a ETA desde sus co­ mienzos —sus relaciones con los capitalistas «no monopolistas», y es­ pecíficamente con el PNV, con los inmigrantes, y con la oposición española al régimen franquista—, si bien de modo extremadamenteabstracto, al igual que la relación económica entre Euskadi y Espa­ ña 9 3 Acaso el más coherente de los argumentos a favor de que ETA continuara como un amplio movimiento interclasista, fue el aporta­ do por el documento Paten-kutzat, donde se aceptaba el papel fun­ damental de la clase obrera, pero sostenía que la revolución vasca te­ nía que ser popular más que socialista, porque en Euskadi la clase do­ minante era la oligarquía antes que la burguesía En consecuencia, decía, ETA debía seguir siendo un Frente de todas las clases popu­ lares. Los obreros debían desempeñar un papel secundario en el si­ guiente período de lucha y no debían anteponerse sus intereses a los del Frente Nacional general. Según el autor de Paten-kutzat, había Los títulos de muchas de las colaboraciones son indicio de sus preocupaciones. Por ejemplo. Carácter de la opresión del Pueblo Trabajador Vasco; Apuntes al proble­ ma nacional; Análisis sobre el Frente Obrero; La integración de un grupo alógeno en una sociedad determinada; Sobre el problema de la inmigración. Todos en Documen­ tos Y, vol. 9, pp. 93-357. Patenkutzat, Documentos Y, vol. 9, pp. 102-106. Las palabras Paten y Kutzat no significan nada y son, al parecer, resultado de la transcripción errónea de una lo­ cución vasca realizada por alguien que no leía esta lengua.

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muy pocos comunistas en ETA, y sus militantes no eran primordial­ mente obreros. La dirección podía atacar a la burguesía, pero ello te­ nía escaso significado para el miembro medio. Eran necesarios, afir­ maba, una organización que representara a todos los sectores anti-oligárquicos de la población, y también un partido para el proletaria­ do vasco. De momento, ETA debía cumplir ambas funciones. La orientación que sugería Paten-kutzat habría permitido a ETA incor­ porar la terminología marxista mientras perseguía sus objetivos tra­ dicionales. La aseveración de que Euskadi estaba gobernada por una oligarquía justificaba la construcción de un Frente Nacional y el apla­ zamiento de las reivindicaciones y la lucha de índole específicamente obrero hasta un futuro indefinido. Pero en 1969-70 Paten-kutzat re­ presentaba una opinión minoritaria entre los miembros directivos de ETA, al menos en Bilbao. En la mayoría de las aportaciones por es­ crito al debate interno de ETA, se tomaba muy en serio la labor de crear un partido marxista revolucionario, pese a que la admisión de esta necesidad no produjera un acuerdo sobre cómo hacerlo. La mayoría de los colaboradores en el debate pre-asambleario aceptaban los principales elementos de la estrategia de la dirección in­ terior, en el sentido de que apoyaban la formación tanto del partido revolucionario como del Frente Nacional, y admitían que los inmi­ grantes formaban parte del pueblo vasco. En ninguno de los docu­ mentos se pedía el abandono de la lucha armada, aunque en la ma­ yoría se reconocía que Euskadi no formaba parte del Tercer Mundo. Al parecer, todas estas aportaciones reflejaban las ideas de gran parte de los afiliados, y no solamente las de los estudiantes universitarios de Bilbao La creencia de sus autores en la posibilidad de conse­ guir partidarios tanto entre la comunidad nacionalista como entre los obreros inmigrantes, era reveladora de su propia situación. Práctica­ mente todos los miembros de ETA eran jóvenes de familias étnica­ mente vascas. Incluso en el caso en que ellos fueran de ciudad, con frecuencia sus familias eran de origen rural. Muchos de ellos eran es­ tudiantes y simultáneamente se ganaban la vida trabajando. Su expe­ riencia de una sociedad sometida a un rápido proceso de cambio so­ cial, y su identificación con las luchas anticolonialistas, les había in­ ducido a abrazar una ideología en la que se unían nacionalismo y so­ cialismo. La mayoría de ellos no consideraba válida la distinción en­ tre revolución social y liberación nacional Creían que el desarroEntrevistas del autor con Unzueta, Bikilia y Zallo, ya citadas. Entrevista del autor con Mikel Orrantía, Bilbao, 13 marzo 1980. Orrantía, mi­ litante de ETA a fines de los años sesenta, y después dirigente del grupo anarco-sindicalista Askatasuna, calificaba sus propios orígenes y circunstancias vitales como tí­ picas de muchos miembros de ETA de ese momento.

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lio de una conciencia nacional permitiría al proletariado vasco com­ prender que ambos objetivos eran aspectos diferentes de una misma lucha. Aunque las apelaciones a la autoridad de Mao, Castro y Stalin no contribuían demasiado a aclarar los ddemas ante los que se enfren­ taba E l A, había unanimidad en torno a la versión más izquierdista de estas teorías adoptadas en la V Asamblea en 1967, especialmente sobre el concepto <íel PTV. Una excepción a ello constituyó un es­ crito de Beltza, Sobre el trabajo; estructura, militancia y disciplina, que contenía una crítica, escrita en febrero de 1970, a un artículo pu­ blicado en Kemen, la revista teórica de ETA, en octubre de 1969 Desde su exilio en Bruselas, Beltza había observado con consterna­ ción la evolución de ETA hacia el marxismo-leninismo. Su artículo unía anarquismo y crítica nacionalista en un duro ataque al concepto de partido de vanguardia, que la dirección interior quería hacer de ETA. Beltza sostenía que la revuelta de mayo de 1968 en Francia de­ mostraba la posibilidad de llevar a cabo una revolución libertaria sin semejante partido. El tono hostil del artículo de Beltza presagiaba su dimisión de ETA, que se produciría al poco tiempo Entre los escritos que circularon había un documento. Notas al problema nacional, que lanzaba un severísimo ataque contra toda la tradición nacionalista vasca, resaltaba sus raíces en el chauvinismo anti-inmigrante, y denunciaba su papel en convencer a los trabajadores vascos de que subordinaran sus intereses a los de la burguesía vas­ ca Julen Madariaga citaba la publicación de Notas... como prueba de la traición de la dirección interior, alegando que había sido escrito por Escubi En realidad. Notas... no representaba las ideas de la dirección interior. Había sido escrito por un miembro de Kommunistak para su uso en las Escuelas Sociales, y se había hecho circular por su valor educativo, de acuerdo con el deseo de la dirección inte­ rior de establecer un debate lo más amplio posible. Una mejor indi­ cación del pensamiento de la dirección interior fue la proporcionada Beltza, Sobre el trabajo: estructura, militancia y disciplina; para el artículo «Es­ tructura, militancia y disciplina», que suscitó las críticas de Beltza, véase Kemen, n.° 2, septiembre-ocutbre 1969. Para la dimisión de Beltza y otros dos militantes, véase «Baja de tres militantes. Para la reacción a estas bajas de la organización de ETA en Bélgica, véase «Comuni­ cado de la célula de Bélgica». Ambos en Zeltan Ari, n.“ 1, 7 junio 1970. Zeltan Ari era una revista interna de debate de ETA. ’ ’ Notas al problema nacional. Documentos Y, vol. 9, pp. 233-255. «Análisis y crítica del trabajo titulado “Notas sobre el problema nacional” », Zutik (E lA -V , n,“ 57, octubre 1970. La práctica de que las diversas facciones se dis­ putaran el derecho a utilizar un mismo título de revista siguió siendo fuente de con­ tusión. Véase el Capítulo 5 para una descripción de las diversas versiones de Zutik.

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por un documento escrito en junio de 1970, Algunas notas sobre el desarrollo de la lucha popular de Euskadi sur y su relación con la de todo el Estado español, Euskadi norte y Europa que argumentaba a favor del abandono del intento de crear un Frente Nacional con la burguesía patriótica. El escrito, redactado por la dirección de Bilbao, era una rectificación de un documento también escrito por ésta, tres meses antes, donde se defendía esta postura más tibiamente La publicación de Algunas notas... marcó, en efecto, la ruptura con el na­ cionalismo de una parte de la dirección, aunque este cambio no sería ni permanente ni consistente. Las teorías de la dirección no siempre guardaban una relación es­ trecha con la práctica. Sus intentos de hallar un equilibrio entre el es­ píritu de la lucha armada y la solidaridad con la clase obrera ocasio­ naron una acción curiosa, pero significativa, cuando el producto de un robo llevado a cabo en )uho de 1970 fue donado a las familias de los obreros de la construcción muertos por la policía en el curso de una manifestación en Granada. El dinero fue discretamente aceptado por estas familias, pero sin reconocimiento público por temor a la ine­ vitable reacción policial. Este robo demostró que ETA tenía capaci­ dad para continuar con la lucha armada, mientras que el gesto a lo Robin Hood de donar el dinero a los trabajadores de Granada ponía de manifiesto el socialismo e internacionalismo del grupo En 1970 se realizaron varios atracos a bancos, pero semejantes acciones tenían la finalidad de sufragar las necesidades económicas de la organiza­ ción, más que constituir el foco principal de su lucha. La dirección se vio alentada en diciembre de 1969 por la fuga de una prisión que dejó en libertad a una serie de reclusos El favor de que ETA ha­ bía gozado siempre entre un gran sector del clero bajo, se vio enton­ ces reforzado por una actitud más crítica hacia el régimen franquista Algunas notas.... Documentos Y, vol. 9, pp. 304-349. El documento original sometido a autocrítica por sus autores era: Algunas no­ tas sobre el proletariado vasco y la revolución socialista. Documentos Y, vol. 9, pp. 263-271. En Guipúzcoa, ETA emitió un panfleto en que exhortaba a todos los trabaja­ dores, en especial a los de la construcción, a mostrar su solidaridad con sus compa­ ñeros de Granada, Tres asesinados y varios heridos graves en Granada por las fuerzas de represión fasástas. Documentos 7, vol. 8, p. 461; Etxabe denunció el envío del pro­ ducto del robo a las familias de los trabajadores muertos en «Carta abierta a todos los militantes de ETA », Remen (sin fecha ni número); Unzueta aceptó que la donación del dinero había sido un gesto quijotesco e ingenuo, pero mantuvo que era importante mostrar la aceptación emocional del internacionalismo por parte de ETA. Entrevista del autor con Patxo Unzueta, ya citada. «Sensacional fuga de quince presos de la cárcel de Basauri», lutik (Caracas), n." 91 (sin fecha); Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 185.

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por parte de la jerarquía eclesiástica, cuando el Obispo Cirarda de Bil­ bao se negó, en junio de 1970, a celebrar una misa en conmemora­ ción del aniversario de la toma de la ciudad por las tropas franquis­ tas Gran parte del aumento del apoyo a ETA se debió a circunstan­ cias externas más que a los esfuerzos de la propia organización, pero la dirección interior consideraba que había cumplido la tarea que le había sido encomendada y que las críticas de que era objeto tanto por parte de la derecha como de la izquierda eran injustificadas. En su opinión, había hallado una vía media entre el abandono de la lu­ cha nacional de ETA-Berri y el chauvinista nacionalismo tradicional de la primera época de ETA. Los contrarios a la dirección interior no estaban de acuerdo. Por ejemplo, en opinión de Krutwig los nue­ vos dirigentes de ETA estaban reproduciendo casi exactamente la his­ toria de ETA-Berri, al subordinar la lucha nacional a la de clases, y el motivo de su traición era el mismo, es decir, la infiltración de ETA por parte de comunistas «españoles» Beltza y Julen Madariaga coincidían con las críticas de Krutwig, así como Txillardegi, quien pese a haber abandonado ETA en 1967, influía en sus adeptos por medio de sus editoriales en la revista Branka. Los dirigentes de ETA se mostraban algo despectivos hacia las críticas de Txillardegi y afi­ nes, considerándolas como representativas de una etapa en la ideolo­ gía de ETA ya superada, incluso antes de la V Asamblea. Después de todo, Txillardegi y Beltza ya no eran miembros de la organiza­ ción, mientas que Krutwig, que sí era militante, había vivido tran­ quilamente en el exilio sin participación alguna en los actos violentos sobre los que teorizaba. Por otra parte, las críticas de Escubi y las Células Rojas se tomaban mucho más en serio. En la próxima Asam­ blea, se decía, se aclararían gran parte de los malentendidos y se con­ solidaría la evolución de ETA hacia su constitución en un partido marxista revolucionario Las expectativas de la dirección interior se verían penosamente frustradas. Lejos de producir un acuerdo, la Asamblea provocó una división en tres organizaciones mutuamente hostiles: ETA-VI, Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 201. ETA se mantuvo más bien desdeñosa de la jerarquía eclesiástica. Véase «Declaración de los obispos Argaia y Zirarda», en Zutik (Caracas), n.** 91 (sin fecha). El que Zutik cambiara los nombres de los obispos Argaya y Cirarda, a su forma vasca de Argaia y Zirarda, ejemplificaba una práctica acostumbrada. F. Sarrailh y P. Zugasti, Comentarios y proposiciones ante la próxima asam­ blea, Documentos Y, vol. 12, pp. 109-115; Federico, Sobre la situación actual. Docu­ mentos Y, vol. 9, pp. 465-474. Entrevistas del autor con Patxo Unzueta y J. Iriarte, ya citadas.

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ETA-V y las Células Rojas. El intento de la dirección interior de lo­ grar una síntesis de marxismo y nacionalismo que superara el tradi­ cional populismo de ETA, aunque evitaba lo que se consideraban errores capitales de ETA-Berri, fue un completo fracaso. La Asam­ blea se celebró en Itxaso, en el País Vasco francés, a fines de agosto y principios de septiembre de 1970. La dirección interior no escati­ mó esfuerzos para que la reunión fuera todo lo representativa posi­ ble. Se concedieron a las Células Rojas once delegados de un total de treinta y tres miembros, una cifra que reflejaba su prestigio como ve­ teranos más que su actividad, entonces limitada a círculos de estudio en el exilio. Krutwig, Etxabe, Madariaga y todos sus adeptos vieron en esta concesión a las Células Rojas una prueba más de que Escubi manipulaba la Asamblea. Una vez concluidos los preparativos, la di­ rección interior supo que Etxabe, Madariaga y otros antiguos diri­ gentes conspiraban para producir su caída, y pensaban boicotear la Asamblea. Madariaga sí asistió pero, conocida su complicidad con los conspiradores, la Asamblea votó su expulsión. Ello significó la es­ cisión entre la dirección interior y los anteriores dirigentes, que re­ presentaban las ideas de la primera ETA. Algunos de los que apoya­ ban la tendencia derechista, conocidos por sus contrarios como «mi­ lis» y autodenominados ETA-V, habían dejado de ser miembros de ETA hacía algún tiempo, por lo que su boicot a la Asamblea simple­ mente ratificó un hecho consumado '°®. La dirección interior quedó sorprendida por la intensidad de las diferencias que se manifestaron entre ellos y las Células Rojas tras la expulsión de Madariaga. Aunque los dirigentes del interior sabían que las Células Rojas eran fuertemente críticas con lo que consideraban la capitulación al nacionalismo de sus camaradas, y en particular con el modo en que se expresara en el documento A todos los makos, ello no se consideraba motivo de división. La dirección interior también había criticado el documento en un momento posterior y habían aceptado las censuras de las Células Rojas. La ruptura con el nacio­ nalismo quedó patente en la principal declaración adoptada por la Asamblea, en la que se pedía el reconocimiento del derecho a la au­ todeterminación, y no a la independencia, y se señalaban las ventajas que por la clase obrera tenían los grandes Estados centralizados. No se habló del Frente Nacional de todos los patriotas vascos, pese a que su formación se había considerado una de las primeras labores de ETA Ninguno de estos acontecimientos logró satisfacer a las Cé­ lulas Rojas, que habían llegado a la conclusión de que ETA era inPara la versión de la dirección interior sobre las sesiones, véase «El desarrollo de la VI Asamblea», Zutik (ETA-VI), n.“ 52, mayo 1971. Proposiciones generales. Documentos Y, vol. 9, pp. 430-436.

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capaz de transformarse en el partido revolucionaqrio de los trabaja­ dores que ellos creían necesario. En su opinión, ETA era por natu­ raleza una organización pequeño burguesa, que siempre tendería a adoptar medidas que manifestaran su propia posición de clase. Esto quedaba demostrado por el hecho de que la dirección interior no hu­ biera abandonado la idea del Frente Nacional Vasco (FNV), que las Células Rojas consideraban un concepto inherentemente anti-proletario. Los miembros de las Células Rojas sabían que no les sería po­ sible controlar las acciones de ETA desde el exilio, y sospechaban, motivadamente según se vio, que la dirección interior volvería a adop­ tar la política a la que no había renunciado oficialmente. Consecuen­ temente, los militantes de las Células Rojas dimitieran y formaron una organización aparte N o era de extrañar que el ala derecha y la tendencia militar vie­ ran en la evolución de la dirección interior una simple repetición de la trayectoria de ETA-Berri, que había permitido que los honrados patriotas vascos fueran engañados por astutos infiltrados españoles. El ala derecha redactó un manifiesto acusando a la dirección interior de «españolistas», y expulsándolos en consecuencia. Declararon ile­ gal la V i Asamblea, alegando que los cinco miembros ortodoxos que quedaban del Comité Central (BT) elegido en la V Asamblea —Krut­ wig, Beltza, Arregui, Madariaga y Etxabe— eran la única dirección legítima ' “ . El manifiesto del ala derecha tachaba de liquidadores, es­ pañolistas y seguidores de Escubi a la dirección salida de la Asam­ blea. (Sus autores no reconocían que Escubi y sus partidarios hubie­ ran roto también con la dirección interior y hubieran formado una organización totalmente aparte.) El manifiesto reiteraba que la revo­ lución vasca se haría en y por Euskadi, y que el euskera sería la única lengua del futuro Estado vasco independiente Esta línea política informaba también un artículo de Etxabe, dirigente del Frente Mili­ tar, publicado en Kemen, donde repetía la conocida explicación del desviacionismo en términos de la infiltración «española». El grupo de Escubi, a quienes creía responsables de la organización de la VI Asamblea, mantenía vínculos, según él, o bien con el PCE o con los La versión dada por las Células Rojas de los preparativos, la conducta y resul­ tados de la Asamblea, apareció en «Desarrollo de la VI Asamblea», en Saioak, n “ 3 1971. Federico (Krutwig), Sobre la situación actual (sin fecha, pero probablemente de septiembre de 1970), Documentos Y, vol. 9, pp. 465-474. Esta declaración conte­ nía una nota del Batzar Ttipia (ortografía alternativa de Biltzar Ttipia), en la que afir­ maba ser la dirección legítima de ETA. Manifiesto, firmado por cuatro militantes de ETA y un ex-militante (Beltza), Documentos Y, vol, 9, pp. 451-452.

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grupos maoístas. Voz Obrera (VO) o el Partido Comunsita Interna­ cional (PCI). Escubi, que en su día había sido un buen patriota, ha­ bía perdido el rumbo, en su opinión, al intervenir en política. Según Etxabe, la principal desviación de los «españolistas» residía en su afirmación de que la contradicción más importante en Euskadi era la lucha de clases, cuando, en realidad, era la cuestión nacional. La aspiración de los españolistas a unirse con la clase obrera en el ám­ bito del Estado español se declaró, asimismo, incompatible con el na­ cionalismo. Estas personas habían abrazado el comunismo, sin con­ siderar que éstos, que habían invadido Hungría y Checoslovaquia, eran también fascistas. En cuanto a la clase obrera española, tan ve­ nerada por los «españolistas», era igualmente imperialista, como de­ mostraba su apoyo al gobierno de opresión de Euskadi, un apoyo si­ milar al prestado por los obreros americanos a su gobierno en Vietnam Etxabe pedía la formación de un Frente Nacional que aco­ giera a todos los elementos patrióticos, ya fueran cristianos o de otras tendencias. Declaraba que los devaneos de los «españolistas» con los comunistas eran tan ridículos como había sido la inclusión del Par­ tido Socialista en el gobierno vasco en el exilio. Exasperaba en espe­ cial a Etxabe la decisión de ETA de donar el producto de un atraco a las familias de tres obreros de la construcción muertos a tiros por la Guardia Civil en Granada, lo cual, decía, equivalía a robar a la re­ sistencia vasca para ayudar a los españoles. Krutwig escribió otro ar­ tículo en tono similar, en el que explicaba también la trayectoria de la dirección interior como resultado de la infiltración española, lo cual, mantenía, podía deducirse de su lenguaje, que no podía ser pro­ ducto de vascos. Según él, el grupo de los liquidadores eran trotskystas, igual que ETA-Berri, como manifestaba su teoría de la libera­ ción nacional como etapa necesaria previa a la liberación social Una vez más, el movimiento nacionalista estaba infiltrado por los que buscaban su destrucción. La escisión de la tendencia derechista no hacía sino confirmar la situación vigente. Etxabe y su grupo habían actuado en la práctica como organización independiente desde comienzos de aquel año. Los nacionalistas como Etxabe estaban dispuestos a tolerar un «marxis­ mo» que había funcionado como ideología justificante de la acción armada de la vanguardia militar. Pero el marxismo que ahora pro­ mulgaban la dirección interior y las Células Rojas habría significado el abandono del nacionalismo — razón de ser de ETA— , y el fin del Frente Nacional de todos los patriotas vascos habría supuesto el distanciamiento de la mayor parte de los potenciales partidarios de ETA. J. J. Etxabe, «Carta abierta a todos los militantes de ETA», Kemen (sin fecha). "■ * Sobre la situación atíual. Documentos Y, vol. 9, pp. 465-474.

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La gran mayoría de los militantes de ETA en el País Vasco respal­ daban a la dirección salida de la Sexta Asamblea. Pese a que el nivel de discernimiento político de dichos miembros era reducido, no de­ seaban una vuelta a la línea racista y conservadora expuesta por Et­ xabe. La declaración de apoyo a las decisiones de la Sexta Asamblea por parte de todos los presos de Burgos, contribuyó a confirmar su legitimidad La dirección de la Sexta Asamblea quedó fuertemen­ te afectada por la defección de Escubi y sus adeptos, y en mucho me­ nor grado por la escisión capitaneada por Krutwig, Etxabe y Madariaga No obstante ello, su determinación a continuar con la lu­ cha siguió firme Les cabía la enorme responsabilidad de dirigir la campaña para salvar las vidas de los compañeros que pronto serían sometidos a juicio por cargos que incluían el asesinato de Melitón Manzanas. Aunque era una tarea abrumadora, la dirección interior (en adelante ETA-VI) tenía más recursos que nunca pra emprender­ la. La ideología de la organización podía haberse modificado enor­ memente desde la V Asamblea, pero pervivía el propósito de crear una Euskadi socialista empeñando en ello toda su voluntad.

Documentos de los presos de Burgos dirigido al Biltzar Ttipia de su organiza­ ción Euskadi ta askatasuna. Documentos Y, vol. 9, pp. 199-217. Las críticas de la dirección interior a su oposición derechista se centraba en sus defectos personales. Comunicado de aclaración de ETA a la clase trabajadora y el pue­ blo vasco en general sobre un manifiesto hecho unos dias atrás y firmado por cuatro militantes de la organización. Documentos Y, vol. 9, pp. 460-464. Esta tendencia, que se fundamentaba en la autoridad de la V Asamblea de ETA (en adelante ETA-V), utilizaba los títulos de 2utik y Kemen para sus publicaciones, al igual que ETA VI Asamblea. Ambas organizaciones siguieron autodenominándose ETA. Este hecho había dado origen a confusión cuando se produjo la escisión ETABerri, y seguiría causando desorientación en futuras escisiones. ETA-V utilizaba en ocasiones el título Askatasuna ala hil (Libertad o Muerte) para sus publicaciones.

Capítulo 4 EL JUICIO DE BURGOS

El largamente diferido procesamiento de dieciseis miembros de ETA por un tribunal militar, que se inició en Burgos el 3 de diciem­ bre de 1970, fue sin duda alguna el suceso más trascendental de la his­ toria de ETA. El juicio, y la intensa campaña a favor de los seis en­ juiciados condenados a muerte, tuvieron el efecto de dar a conocer las ideas de ETA-VI a toda la población vasca, y en realidad al mun­ do entero. Antes del juicio los acusados eran desconocidos, pero ha­ cia su conclusión cualquier niño podía recitar sus nombres igual que los de los jugadores del Atlétic de Bilbao o la Real Sociedad de San Sebastián '. La enorme respuesta pública a este juicio —en la que hubo huelgas, manifestaciones y ocupaciones de iglesias— demostró que los procesados no eran simplemente miembros aislados de una banda terrorista, como daba a entender la prensa española Por el contrario, las acciones de ETA-VI gozaban de las simpatías de gran cantidad de personas que no compartían sus ideas. La teoría sobre la espiral acción/represión/acción, que parecía estar bastante desacredi' Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. ^ Un colaborador del periódico conservador monárquico ABC, comparó este jui­ cio ai de la «familia» Manson, que babía cometido una serie de asesinatos en Califor­ nia. Citado en Le Monde, 12 diciembre 1970. 111

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tada en 1969 y la mayor parte de 1970, se presentaba una vez más como válida. Las acusaciones contra los presos produjeron la imagen de una au­ daz campaña de lucha armada. Algunos observadores extranjeros ma­ nifestaron que ETA recordaba a los movimientos de resistencia an­ tialemanes surgidos durante la II Guerra Mundial, y a las posterio­ res luchas anticolonialistas del Tercer Mundo Puesto que los deli­ tos de que se acusaba a los procesados habían sido cometidos duran­ te la campaña de lucha armada lanzada por Escubi en 1968/1969, los observadores nada supieron de los hechos acaecidos en el seno de ETA desde la primavera de 1969, y que habían culminado en la de­ cisión tomada por la Sexta Asamblea en el otoño de 1970, de que la organización se convirtiera en un partido marxista. Por lo general, no se sabía que ETA se hubiera escindido en varios grupos, y las con­ tradictorias declaraciones de prensa emitidas por ETA-V y ETA-VI no hicieron sino aumentar la confusión. La detención de muchos de los miembros más importantes de ETA en 1969 había representado un gran triunfo para la policía, y había reducido considerablemente la campaña de violencia de ETA. En cierto sentido, el juicio podría considerarse simplemente como una secuela del desmantelamiento de la ofensiva de ETA de 1968/69. Sin embargo, el juzgar a nacionalistas por delitos que podían supo­ nerles la pena de muerte, era conflictivo para un gobierno deseoso de demostrar que España era un país occidental más en un gradual pro­ ceso de liberalización, y que cumplía los requisitos para su posible incorporación al Mercado Común. En 1963 se había producido un escándalo internacional por la ejecución de Julián Grimau, organiza­ dor del PCE clandestino, por crímenes supuestamente cometidos du­ rante la Guerra Civil Al gobierno no podía agradarle la perspecti­ va de ejecutar a más miembros de la oposición política. Las senten­ cias de muerte dictadas contra Sarasketa y Arrizabalaga en 1968 y ^ Jean-Paul Sartre sostenía que la lucha de ETA demostraba que los movimientos de liberación nacional de Argelia y Vietnam podían tener paralelos en las pequeñas na­ cionalidades europeas, especialmente en Francia. Sartre afirmaba que Euskadi era una colonia superexplotada de España, pese a estar muy industrializada. Consideraba, asi­ mismo, la inmigración a Euskadi como una consecuencia de política gubernamental, y creía que los salarios eran menores en el País Vasco que en el resto de España. JeanPaul Sartre, prefacio a Gisele Halimi, Le procés de Burgos, traducción española pu­ blicada en Zutik ETA-V, n." 61. ■* Max Gallo, Histoire de TEspagne Franquiste, vol. 2, pp. 369-372. Para una ex­ posición de las circunstancias que rodearon la muerte de Grimau, véase Jorge Semprún. Autobiografía de Federico Sánchez (Barcelona, 1977), pp. 194-212, y también Fernando Glaudín, Santiago Carrillo, crónica de un secretario general (Barcelona, 1983), p. 155.

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1969 habían sido conmutadas por períodos de encarcelamiento, lo que acaso indicara que las autoridades temían las posibles repercu­ siones de ajusticiar a los miembros de ETA. Pese a que los actos de que se acusaba a los militantes de ETA se habrían considerado deli­ tos graves en cualquier país, un juicio público amenazaba con ser tre­ mendamente incómodo para el régimen. Desde la perspectiva de la mayoría de las personas de Europa occidental, era extraño que un tri­ bunal militar juzgara a presos civiles. Si se hubiera juzgado a los procesados por separado, es posible que el efecto hubiera sido menos dramático Otro modo de evitar publicidad habría sido servirse del hecho de que dos de los acusados fueran sacerdotes para convencer a los obispos de que solicitaran un juicio celebrado «in camera», como estipulaba el concordato con el Vaticano. Pero los obispos de Bilbao y San Sebastián se negaron a ejercer este derecho, no dejando a las autoridades otra alternativa que la de emprender un juicio público celebrado en presencia de perio­ distas extranjeros La decisión de los obispos de no colaborar con el gobierno fue, en sí misma, un indicio de la desintegración de la alianza que había triunfado en la Guerra Civil. La carta más fuerte en posesión del gobierno para conseguir que el juicio se aceptara como legítimo era que ETA se había declarado marxista, y había lle­ vado a cabo una campaña de violencia que chocaba claramente con las tácticas favorecidas por el PNV. Las autoridades tenían que in­ troducir una cuña entre ETA y la base tradicional del nacionalismo, si deseaban lograr que la mayoría del pueblo vasco aceptara que los acusados eran terroristas antes que patriotas vascosfLos procesados aparecieron esposados en cadena a lo largo del juicio, como si qui­ siera ponerse de manifiesto su peligrosidad, pero el intento de mos­ trar a los acusados como criminales sin escrúpulos no prosperó. Para una gran mayoría de la población vasca, los dieciséis presos eran su­ cesores legítimos de los que habían luchado por Euskadi en la Gue­ rra Civil. Las simpatías hacia los enjuiciados que demostraron las huelgas y manifestaciones indujeron a las autoridades a declarar el Es­ tado de Excepción en Guipúzcoa, la más nacionalista de las provin­ cias vascas, inmediatamente después de iniciado el juicio ^. Los cargos dirigidos contra los presos proporcionaban una idea* ^ Le Monde, 12 noviembre 1970. La decisión de procesar a todos los acusados jun­ tos fue, al parecer, tomada en un nivel bajo. Cuando Franco comprendió el efecto pro­ bable de esta decisión, creyó que una súbita anulación produciría impresión de debi­ lidad. Edouard de Blaye, Franco and the Politics o f Spain (Londres, 1976), p. 281. * Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 230. ^ Charles Vanhecke, « L ’état d’exception est proclamé pour trois mois dans la provlnce de Guipúzcoa», Le Monde, 6-7 diciembre 1970.

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muy viva del funcionamiento de ETA en el período transcurrido has­ ta abril de 1969. Los acusados habían llevado a cabo una espectacular serie de acciones entre las que figuraban haber causado explosiones en edificios oficiales y locales comerciales, atracos a mano armada, posesión ilegal de armas, la elaboración y distribución de propagan­ da, y el plan para el asesinato de Melitón Manzanas La mayoría de los acusados eran liberados (dedicados exclusivamente a labores de ETA) y de los cargos que se les imputaban podía deducirse que se trataba de un grupo de personas que, bajo la dirección de Escubi, ha­ bía trabajado como un equipo utilizando incluso como base co­ mún el piso de la calle de Artacalle, en Bilbao, donde habían sido de­ tenidos algunos de ellos. Estos métodos de organización guardaban escasa relación con la estructura de Frentes, encargados de diversas funciones, que se había votado en la V Asamblea. Los acusados, jun­ to a otros que habían evitado ser detenidos, habían constituido la ver­ dadera dirección de ETA y el núcleo de sus militantes. Por ejemplo, la acusación alegó que la decisión de asesinar a Melitón Manzanas ha­ bía sido tomada por algunos de los enjuiciados y no por un cuerpo superior Los dieciséis presos eran bastante representativos de la base so­ cial de ETA durante toda su existencia. Casi todos eran de Vizcaya o Guipúzcoa, y había, aparte de los dos sacerdotes, varios ex-seminaristas. Algunos habían sido obreros manuales, pero la mayoría te­ nían profesiones de clase media baja, como técnicos, profesores y ofi­ cinistas. Ninguno era agricultor, aunque en general procedían de los pueblos más que de ciudades. Los nombres de ellos demostraban que eran de origen mixto vasco-español, y ninguno de familia de clase alta. La mayoría eran muy jóvenes; por ejemplo, Jesús Abrisqueta Corta, era ya «liberado», pese a que sólo contaba diecinueve años en el momento de su detención en abril de 1969. Aún más sorprenden­ te, a la vista de su posición en la organización, era que la mayor par­ te de ellos no fueran miembros de ésta cuando se celebró la V Asam* Informe de la acusación en Burgos: juicio a un pueblo, pp. 26-50. Véase Le Monde, 30 diciembre 1970, para un resumen de la entrevista con Es­ cubi en Politique Hebdo, donde explicaba cómo se había decidido la muerte de Man­ zanas. La acusación alegó que algunos de los procesados habían participado en reunio­ nes del Biltzar Ttipia (BT), el órgano directivo de ETA según los estatutos estableci­ dos en la V Asamblea. Los procesados afirmaron que ellos habían creado un Biltzar Ttipia (literalmente pequeña asamblea) que no era el Biltzar Ttipia, cuerpo directivo de ETA, sino una reunión ad hoc de liberados. Al parecer, la acusación se había equi­ vocado formalmente, pero esencialmente acertaba al considerar que la reunión de li­ berados era el auténtico órgano decisorio. El BT elegido en la V Asamblea no fun­ cionó. Burgos: juicio a un pueblo, passim.

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blea en 1966/67, claro indicio de que la acción policial hacía im­ posible a ETA el establecimiento de una dirección estable dentro de España " . L a disminución de la violencia a partir de la detención de la mayoría de los acusados parecía indicar que el gobierno progresa­ ba en sus intentos de acabar con ETA. Sin embargo, el resultado del juicio fue una derrota moral y política para el régimen de Franco. Ello se debió en parte al comportamiento de los acusados, que con­ siguieron en gran medida convertir el juicio en una condena del ré­ gimen mediante la descripción de las torturas a que habían sido so­ metidos por la policía. El hecho de que los numerosos corresponsa­ les extranjeros que asistían al juicio informaran sobre las declaracio­ nes de los procesados en relación a las torturas de que habían sido objeto, demostró que el gobierno había cometido un error al hacer una exhibición de aquel juicio. Los abogados defensores colaboraron con los procesados de ma­ nera muy eficaz en presentar el juicio como un ataque político con­ tra el pueblo vasco De acuerdo con el nuevo espíritu «intemacio­ nalista» de ETA, ésta había contratado a un activista político de Ma­ drid, Peces Barba, miembro del PSOE, y a Solé Barbera, catalán y afiliado al PCE. José Antonio Etxebarrieta, hermano de Txabi y teó­ rico destacado de ETA, defendía a Izco de la Iglesia, acusado de ma­ tar a Manzanas. Ninguno de los restantes abogados defensores eran simpatizantes de ETA, pero varios de ellos lo serían posteriormente. Por ejemplo, Juan María Bandrés, que anteriormente había defendi­ do a Sarasketa, compañero de Txabi en el momento de su muerte " , posteriormente sería elegido senador por una alianza electoral vincu­ lada a una rama de ETA. Miguel Castells, que por entonces no era especialmente nacionalista, estaría estrechamente asociado a ETA en el futuro, como líder de una organización política relacionada con ella, al igual que Francisco Letamendía, un hombre más joven, que defendió a Itziar Aizpurua. Bandrés, Castells y Letamendía no eran, claramente, candidatos para el papel de líder de una organización re­ volucionaria nacionalista. Los tres procedían de acomodadas familias de clase media alta, siendo Castells hijo de un notario de San Sebas­ tián y cuñado de José Ramón Recalde, antiguo dirigente de ESBA, a quien Txillardegi había visto como el cerebro siniestro responsable

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Ihíd. Los abogados defensores protestaron colectivamente contra la decisión de que juzgara el caso un tribunal militar. «Les avocats des acuses du procés de Burgos recurseront le president du conseil de guerre». Le Monde, 1 dic. 1970. Véase Capítulo 3, pp. 113-114.

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de la «infiltración» y ocupación de la dirección de ETA en 1965 y 1966 El decisivo papel desempeñado por los abogados en Burgos y en posteriores juicios se debía parcialmente a su función como portavo­ ces sustitutivos de ETA. El juicio de Burgos fue una oportunidad óp­ tima para que esta organización pudiera exponer sus ideas en públi­ co. El hecho de que ETA gozara de enormes simpatías públicas, aun­ que tenía una escasa estructura organizada, hizo extremadamente im­ portante el papel de los abogados. Mediante el hábil interrogatorio de sus clientes, constantes objecciones a la conducta de los jueces mi­ litares, y conferencias de prensa dirigidas a los corresponsales extran­ jeros, los abogados defensores ayudaron a los presos a exponer las ideas de ETA y a denunciar la tortura policial y la opresión de los vascos La campaña de denuncia de ETA llevada a cabo por la pren­ sa oficial, y la represión, que alcanzó incluso a las familias de los abo­ gados, tuvieron en ellos un tremendo efecto radicalizador Letamendía, por ejemplo, aunque no era simpatizante de ETA antes del juicio, marchó al exilio poco después de éste y se convirtió en un miembro destacado de ETA-VI '^v Itziar Aizpurua, una de las tres mujeres procesadas, dio el tono que iba a prevalecer en el juicio al relatar cómo se había despertado su conciencia política cuando observó las penurias que sufrían los in­ migrantes en Deva, su pueblo natal, así como la negativa a permitir que los niños vascos hablaran euskera en el colegio y la prohibición de actos culturales vascos por parte de las autoridades José María Dorronsoro afirmó que los campesinos de Euskadi estaban explota­ dos por la oligarquía al igual que los de Andalucía, y también se de­ claró marxista-leninista. Eduardo Uriarte Romero habló de su infan­ cia en Andalucía y declaró que el pueblo vasco, el francés y el espa­ ñol estaban todos sometidos a la explotación de la oligarquía VicPara los recelos de Txillardegi con respecto a Recalde, véase su carta al Comité Ejecutivo de ETA. Asunto extremadamente grave. Documentos Y, voL 4, p. 463. Véase Kepa Salaberrí, Sumarísimo 3U69: el proceso de Euskadi en Burgos (Pa­ rís, 1971), pp. 168-235 para los detalles sobre los continuos choques de los abogados defensores con el presidente del tribunal. Gisele Halimi, El proceso de Burgos (Cara­ cas, 1972) (passim), describe de forma muy vivida la participación de los abogados de­ fensores tanto dentro como fuera del tribunal. Para una crítica de la acción de los abo­ gados defensores, véase Federico de Arteaga, ETA y el proceso de Burgos (Madrid, 1971), pp. 303-309. Tanto Bandrés como Echevarría habían sido detenidos durante las redadas po­ liciales a raíz del asesinato de Manzanas. El padre de Castells había sido detenido y gravemente golpeado. «Manzanas, un muerto providencial», Gudari, n/’ 48, 1968. Entrevista con Patxo Unzueta, anteriormente citada. Salaberri, Sumarísimo 31Í69..., pp. 181-186. Le Monde, 6-7 diciembre 1970, y 8 diciembre 1970.

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tor Arana relató su necesidad de ponerse a trabajar a los quince años a raíz de la muerte de su padre. La madre de Arana no recibió pen­ sión alguna, pese a que su marido había cotizado al fondo de pen­ siones durante los treinta años que había trabajado con la misma em­ presa. El sindicato oficial no había hecho nada para ayudar a la viuda a obtener lo que era suyo por derecho. Este hecho había dejado una profunda impresión en Arana y había constituido una de las princi­ pales razones de su afiliación a ETA Estas y similares declaraciones de muchos de los acusados pare­ cían indicar que ETA se había convertido en una organización mar­ xista-leninista que, aunque había limitado su acción a Euskadi, abri­ gaba los mismos sentimientos hacia todos los oprimidos del resto de España, y había abandonado totalmente su chauvinismo antiespañol. A primera vista, semejantes declaraciones parecían calculadas para enajenarse el rechazo de los medios católicos de pequeñas poblacio­ nes, base tradicional del nacionalismo vasco, y de los que procedían la mayoría de los propios acusados. La ideología oficial de las fuer­ zas que se habían alzado contra la República en 1936 era que España estaba amenazada por el «separatismo rojo». Este concepto de «se­ paratismo rojo» había sido una invención de los propagandistas del régimen franquista, pues la realidad era que la alianza entre el con­ servador PNV y las fuerzas proletarias que apoyaban a la República había sido siempre difícil. Las declaraciones de los presos, en las que se unían nacionalismo y marxismo-leninismo, hacían patente que ahora sí que existía dicho «separatismo rojo» Algunos de los procesados adoptaron una postura más tradicio­ nal en sus declaraciones ante el tribunal. Por ejemplo, Gregorio Ló­ pez Irasuegi afirmó que se consideraba prisionero de guerra, dio su nombre y puesto en ETA, y se negó a responder a más preguntas sos­ teniendo que estaba en su derecho de hacerlo bajo la Convención de Ginebra ^ . La reacción de López Irasuegi, aunque podía ser mejor recibida entre los nacionalistas tradicionales que las declaraciones de marxismo-leninismo, no indicaba división alguna entre los presos, to­ dos los cuales apoyaban a la dirección elegida en la Sexta Asamblea unos meses antes. Todos los procesados estaban dispuestos a apro­ vechar la oportunidad que les brindaba el juicio para informar al mun­ do de la opresión que pesaba sobre el pueblo vasco. Joaquín Gorostidi declaraba que ETA no era una organización terrorista, sino un movimiento de liberación nacional. Las bombas colocadas en diverPara el testimonio de Arana véase Salaberri, Sumarísimo 31/69..., pp. 186-190. Las inscripciones en los monumentos a la guerra civil levantados en el País Vas­ co, hacían a menudo referencia a los vencidos como «hordas rojas separatistas». Le Monde, 10 diciembre 1970.

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sos monumentos y edificios públicos no tenían el fin de crear un am­ biente de terror, sino de llamar la atención sobre la situación que opri­ mía a los vascos, y de iniciar una espiral de acción/represión/acción que pudiera conducir a la liberación nacional. También negó que ETA fuera una organización separatista. Por el contrario, puesto que era intemacionalista, apoyaba la lucha de otras naciones contra la opre­ sión. La lucha de ETA, dijo, estaba rompiendo uno de los eslabones de la cadena imperialista, y contribuyendo, por ende, a la lucha de los oprimidos de todo el mundo Pero las declaraciones de lealtad hacia el marxismo y las necesi­ dades de la revolución proletaria guardaban escasa relación con las ac­ ciones de que se acusaba a los presos. Pocos de ellos tenían en su ha­ ber una participación directa en la lucha obrera, y prácticamente to­ dos eran de clase media étnicamente vasca. Su «marxismo» consistía esencialmente en su creencia en la necesidad de luchar para lograr la liberación nacional, y en su identificación con la lucha de todos los pueblos oprimidos del mundo. La afirmación de José María Dorronsoro de que el campesino andaluz estaba maltratado como el vasco, no fue bien acogida por la mayoría de los nacionalistas, pero no po­ día considerarse realmente como un análisis marxista. Las declaracio­ nes de los enjuiciados parecían indicar que tanto ellos como su or­ ganización se habían alejado del nacionalismo como lo hiciera ETABerri, pero con el tiempo la mayoría volvería a la órbita nacionalista. Juan Echave, uno de los sacerdotes acusados, negó que existiera contradicción entre su vocación y su militancia en ETA, declarando que el sacerdote tenía el deber de buscar soluciones a los problemas políticos, económicos y culturales del pueblo, así como de atender a sus necesidades religiosas. Echave dijo que ETA era intemacionalista y que su solidaridad con el mundo entero le resultaba especialmente atractiva, puesto que él había considerado un día la posibilidad de de­ dicarse a la labor misionera fuera de España Declaró que seguía considerándose cura párroco de su pueblo y que su obispo no había indicado que debiera ser destituido. Echave también proporcionó una detallada descripción de las torturas de que decía haber sido objeto por parte de la policía. Abrisqueta, el más joven de los acusados, ex­ plicó que había sido torturado de modo continuo durante varios días Salaberrí, Sumarísimo 3U69..., pp. 211-214. Ihíd., pp. 215-218. El internacionalismo de Echave le llevaría a abandonar ETA e incorporarse a la Organización de Izquierda Comunista (OIC). En junio de 1977, fue candidato parlamentario por este grupo en la coalición Frente por la Unidad de los Trabajadores (FUT). Véase Xutik (LKI, anteriormente ETA-VI), n." 89, 18 mayo 1977.

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seguidos Francisco Javier Larena Martínez negó también que ETA fuera una organización separatista. Por el contrario, dijo, era intema­ cionalista y apoyaba la lucha del proletariado allí donde se estuviera librando. El fiscal protestaba sin cesar diciendo que la mayor parte de los testimonios de los presos no eran pertinentes al caso, y el oficial que presidía el proceso ordenó a los acusados en varias ocasiones que se limitaran a responder a las preguntas que se les hacían No obs­ tante, y ayudados por las protestas de sus abogados defensores, los interrogados en los primeros días del juicio lograron su objeto de des­ cribir los malos tratos recibidos a manos de la policía y la realidad de la opresión en el País Vasco. El testimonio de los procesados, desde la perspectiva de las auto­ ridades, estaba ofreciendo al mundo una imagen lamentable del régi­ men franquista. El 7 de diciembre se produjo un respiro, al interrum­ pirse el juicio por un día a causa, según se anunció, de la enfermedad del oficial que lo presidía Puede que este aplazamiento fuera con­ secuencia de la necesidad de considerar los perjuicios que estaban cau­ sando las declaraciones de los acusados. Aunque podía confiarse en la discreción de la prensa española, la prensa extranjera estaba infor­ mando extensamente sobre el juicio, y sus reportajes eran mucho más reveladores. N o pudo estar en el ánimo de las autoridades, cuando se dispuso el juicio, que se sometiera la acción de la policía y la po­ lítica del régimen a semejantes ataques. Cuando el juicio se reanudó al día siguiente, el Presidente del Tribunal anunció que, en adelante, los procesados debían limitarse a responder a las preguntas que se les dirigían Pero era ya demasiado tarde para que las autoridades pu­ dieran evitar el desastre que estaba suponiendo el juicio. El cambio en el modo de conducir el juicio se hizo evidente cuando Izco de la Iglesia, presunto asesino de Manzanas, empezó a describir, en res­ puesta a una pregunta de su abogado, el trato que había recibido a ma­ nos de la policía. Cuando se le dijo que desistiera de esta actitud, su abogado, Etxebarrieta, acusó a los jueces de obstrucción de la defen­ sa ^ . El nuevo proceder del Presidente del Tribunal hizo que la pos­ terior conducta del juicio se ajustara al procedimiento clásico de un tribunal militar más de lo que había hecho hasta entonces merced a la tolerancia con que habían sido recibidos los testimonios de los pri­ meros encausados Le Monde, 8 diciembre 1970. Salaberri, Sumarisimo 31169..., pp. 178-181. Salaberri, Sumarísimo 31/69..., pp. 153-254. Le Monde, 8 dic. 1970. The Times, 9 dic. 1970. Burgos: juicio a un pueblo, pp. 225-228. Le Monde, 10 dic. 1970. La inicial indulgencia del presidente del tribunal puede haberse debido al ma-

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Como respuesta a este tratamiento severo, tres de los acusados se negaron a responder más preguntas, declarándose prisioneros de gue­ rra y apelando a la Convención de Ginebra. La impresión general fue que la eficaz táctica de los acusados de convertirse en acusadores me­ diante sus largas declaraciones desde el banquillo, no sería ya permi­ tida y que el resto del juicio iba a ser un anti-clímax. Sin embargo, cuando declaró el último de los presos convocados, Mario Onaindía, la situación describió un nuevo giro. Cuando Onaindía iniciaba un discurso denunciando la opresión sufrida por los vascos, el Presiden­ te del Tribunal le ordenó callarse. Onaindía intentó asir un hacha y avanzar hacia la mesa del tribunal. Entre la total confusión general, varios oficiales desenvainaron sus espadas y la policía sacó sus pisto­ las. Onaindía fue reducido mientras el resto de los procesados, que estaban esposados en cadena, se ponía en pie y cantaba el Eusko Gudariak, himno del soldado vasco Se suspendió la sesión y se des­ pejó la sala, pero el incidente había sido presenciado por los perio­ distas extranjeros asistentes, que informaron ampliamente sobre el mismo. Cuando se restableció el orden el tribunal reanudó la sesión, pero esta vez se excluyó al público y a la prensa En protesta ante esto, los abogados de los acusados rehusaron llamar a los testigos de la de­ fensa El juicio, que se creía iba a ser prolongado, procedió desde entonces con rapidez. El 9 de diciembre, el fiscal presentó su dicta­ men, solicitando la pena de muerte para seis de los acusados y largas condenas en prisión para los demás. Se preguntó después a los pro­ cesados si tenían algo que añadir antes de que los jueces se retiraran para deliberar sobre el veredicto. Todos los acusados hicieron pro­ vocadoras declaraciones, muchos de ellos en español y euskera, afir­ mando que aquel juicio había sido una farsa, gritando «revolución o muerte» y sosteniendo su solidaridad con la revolución socialista en España y en Euskadi El gran dramatismo de las escenas que se desarrollaron en la sala fue seguido por un largo período de tensión, mientras los jueces mi­ litares se retiraban para examinar los testimonios por escrito y dar su veredicto. La ansiedad aumentó cuando se supo que ETA-V, que ha­ bía secuestrado al cónsul general de Alemania en San Sebastián dos lestar del ejército por verse obligado a cumplir una tarea más adecuada para un tribu­ nal civil. De Blaye, Franco..., p. 294. Entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980. «Le Huit dos est prononce au procés de Burgos», Le Monde, 10 dic. 1970. El abogado de Izco, Etxebarrieta, quiso traer como testigos a los obispos de Bil­ bao y San Sebastián. Le Monde, 10 dic. 1970. Le Monde, 11 dic. 1970.

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días antes de iniciarse la vista, habían amenazado con matarle en caso de que alguno de los acusados fuera ejecutado. Cuando se dieron a conocer las sentencias más de dos semanas después, el 28 de diciem­ bre, se comprobó que eran, como cabía prever, severas. Se absolvía a María Aránzazu Arruti, que cumplía condena por anteriores deli­ tos, pero las penas dictadas contra sus compañeros iban de los doce a los noventa años. Sin embargo, el veredicto del tribunal quedó os­ curecido por el hecho horrible de que seis de los acusados fueran con­ denados a muerte. Tres de ellos tenían dobles sentencias de muer­ te Todo ello produjo el efecto de intensificar la campaña de pro­ testa, en un esfuerzo desesperado por que se revocaran las penas. Los tres obispos vascos titulares fueron a Madrid para solicitar, sin éxito, una audiencia con Franco, con objeto de pedir clemencia La dirección de ETA-VI estaba convencida, mucho antes de que se abriera el juicio, de que su labor primordial era la de salvar las vi­ das de los compañeros con probabilidades de ser condenados a muer­ te Su responsabilidad era enorme y la campaña que lanzaron fue un ejemplo de la estrategia que Unzueta había trazado en A todos los makos. El potencial apoyo a los presos vendría de todas las fuer­ zas heterogéneas a las que ETA había querido orientar y convertir en aliadas. Estas incluían a los capitalistas «no monopolistas —que formaban parte de la base tradicional del PNV—, y a los activistas del movimiento sindical clandestino, que, en su práctica totalidad no eran nacionalistas. ETA-VI vio en la movilización de masas el único medio para salvar las vidas de sus compañeros. Los intentos de la or­ ganización por lograr dicha movilización fueron bastante producti­ vos. Aunque el PNV y las organizaciones españolas de izquierdas te­ nían poco en común en cuanto a cuestiones sociales, ambos partici­ paron en el esfuerzo. Sus habituales diferencias no parecieron debi­ litar la campaña, dado que tanto los nacionalistas como el PCE y otros grupos de izquierda, deseaban formar un frente que fuera lo más amplio posible En todo caso, las organizaciones de izquier­ das eran fuertes entre los trabajadores, donde eran débiles los nacio­ nalistas, de modo que las probabilidades de choques que pudieran diLe Monde, 29 dic. 1970. Le Monde, 30 dic. 1970. Entrevistas del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980, y Bikilia, San Sebastián, 7 agosto 1981. «Hemos salvado a los de Burgos», Mundo Obrero, 22 enero 1971, daba la ver­ sión del partido comunista sobre la campaña. En «Una actitud digna y valiente», Zer Eginf, n." 10 diciembre 1970, el MCE (anteriormente ETA-Berri) alababa la conducta de los presos ante el tribunal y acogía bien las declaraciones de marxismo-leninismo hechas por algunos de ellos, pero se mostraba escéptico en cuanto a que hubieran real­ mente abandonado su nacionalismo.

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vidir la campaña eran muy limitadas La preocupación del gobier­ no ante la magnitud del movimiento de protesta que había desperta­ do el juicio, quedó expresada en una circular confidencial enviada a los jefes del Movimiento (anteriormente Falange) que llegó a manos de la prensa clandestina de izquierdas La participación de ETAVI en la campaña obligó, necesariamente, a sus miembros a tomar parte en formas públicas de acción. Ello, a su vez, produjo un incre­ mento en represión policial, con el resultado de que muchos de los dirigentes tuvieron que exiliarse. Los militantes de ETA-VI se vieron afectados por ambas partes, pues pertenecían a una organización iden­ tificada con la lucha armada, mientras que al mismo tiempo intenta­ ban levantar un movimiento de masas. Con todo, la organización consideró la campaña un éxito, pues había contado con el apoyo de un espectro más amplio de la población del que podría haber sido mo­ vilizado para ninguna otra cuestión En el País Vasco, la solidaridad popular con los enjuiciados su­ peró con mucho incluso la que había suscitado la muerte de Txabi. Además de manifestaciones de sacerdotes y congregaciones en zonas tradicionales vascas, hubo huelgas en las fábricas donde la mano de obra era predominantemente inmigrante. A principios de diciembre la guardia civil había matado de un tiro a un joven durante una ma­ nifestación en Eibar, ciudad natal de dos de los presos La decla­ ración del Estado de Excepción en Guipúzcoa por parte del gobier­ no daba la medida de la escala de la protesta. Comisiones Obreras y otras organizaciones clandestinas convocaron una huelga general para el 3 de diciembre, primer día del juicio, que paralizó gran parte de los centros industriales de Vizcaya y Guipúzcoa En algunos lu­ gares los huelguistas levantaron barricadas. El gobierno respondió concentrando miles de policías armados y de paisano en los centros de las principales poblaciones. Se anunció que habían sido detenidas más de cien personas a lo largo del día. A pesar de la masiva presen­ cia policial, algunos grupos de personas atacaron las oficinas de la Para una exposición de algunas de las dificultades que encerraba el colaborar con nacionalistas de derechas en la campaña, véase un informe a la dirección de ETAVI: Cómo vienen desarrollándose en nuestro taller los acontecimientos en torno al pro­ ceso de Burdos, Documentos Y, vol. 10, pp. 84-89. Véase «El consejo nacional del Movimiento y la crisis de diciembre». Mundo Obrero, 28 marzo 1971. Entrevistas del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980, y Bikilia, 17 agosto 1981. Le Monde, 2 dic. 1970. Charles Vanhecke, «La population Basque s’associc largement a la protestarion», Le Monde, 5 diciembre 1970.

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prensa oficial como protesta ante las versiones de los hechos que se estaban publicando Según las autoridades, las protestas estaban manipuladas por los comunistas. El PCE fue, desde luego, muy activo en toda la campa­ ña y, en octubre, emitió una declaración conjunta con ETA-VI con­ vocando a la huelga general tan pronto como se iniciara el juicio Ello supondría una cierta violencia para ETA-VI pues confundió a los nacionalistas tradicionales, mientras que el grupo escisionista de Etxabe, que había pasado a autodeterminarse ETA-Askatasuna ala hil (Libertad o Muerte) lo vio como una prueba más de que ETA-VI es­ taba infiltrada por agentes «españoles». La escala e intensidad de las manifestaciones confirmaron a ETA-VI en su convicción de que la organización debía centrarse en el futuro en acciones de esta índole más que en los actos sensacionalistas por los que sus compañeros es­ taban siendo juzgados. Los dirigentes de ETA-VI consideraban que la campaña había contribuido al logro de dos de los objetivos de ETA —unidad de la clase obrera y unidad de la nación vasca— dado que tanto los nacio­ nalistas conservadores como los socialistas «españoles» habían parti­ cipado activamente en la campaña para salvar las vidas de los acusa­ dos. Sin embargo, una vez concluido el juicio, la formación del Fren­ te Obrero y del Frente Nacional siguió presentando las mismas difi­ cultades que anteriormente. La campaña de ETA-VI no se limitó al País Vasco, pues sus dirigentes comprendieron que el juicio había sus­ citado considerable oposición en España y fuera de ella, y se esfor­ zaron por buscar apoyo fuera de Euskadi. Allí, ETA-VI montó una enorme campaña de publicidad por medio de panfletos y folletos, pese al gran peligro y muchas dificultades que suponía la distribu­ ción de propaganda ilegal. En los panfletos de ETA se instaba al pú­ blico a que demostrara su apoyo a los encausados poniéndose en huel­ ga, no llevando a los niños al colegio, y boicoteando todo tipo de di­ versiones. Se pedía a los propietarios de tiendas, bares y estableci­ mientos similares que cerraran sus locales En estos panfletos se in­ cluían declaraciones de los presos donde no sólo expresaban su vo­ luntad de morir por su patria, sino también su compromiso con la revolución socialista En ocasiones, las apelaciones en favor de los En San Sebastián, los manifestantes intentaron quemar las oficinas de Unidad Y La Voz de España, periódicos del Movimiento. Pueblo, 4 diciembre 1970. Citado en Salaberri, Sumarísimo 3U69..., pp. 158-159. Euskadi ta Askatasuna (ETA) y Partido Comunista de Euskadi llaman al paro general. Documentos Y, vol. 9, pp. 481-82. Llamamiento al pueblo de Oñate. Documentos Y, vol. 10, pp. 73-76. Sumario 31 (panfleto). Ante la represión fascista una llamada al pueblo (panfle­ to), ambos en Documentos Y, vol. 10, p. 77. The Times, 14 diciembre 1970.

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acusados se mezclaban con reivindicaciones de subidas salariales y de­ rechos sindicales. La propaganda se repartió en las fábricas y en las calles, utilizando la red de cuadrillas; ÉTA-VI colaboró, aunque in­ quietamente, con otras fuerzas en la campaña. La propaganda suscitó una respuesta asombrosa. No sólo se manifestó y se enfrentó a los ataques de la policía el vasco medio, sino que la lucha adoptó formas espontáneas con la participación de personas que no tenían relación alguna con organizaciones clandestinas El juicio fue tanto un problema como un desafío para el PNV. La actitud simpatizante que el PNV había adoptado hacia ETA en sus primeros momentos, se había sido deteriorando con la progresi­ va orientación de ETA hacia el socialismo y la acción guerrillera. La vuelta al nacionalismo ortodoxo, que marcó la expulsión de la ten­ dencia ETA-Berri, había sido ilusoria, puesto que la nueva dirección de ETA había reafirmado el compromiso de la organización con el marxismo y la lucha armada, para insatisfacción del PNV. Además, ETA actuaba como un polo de atracción para las juventudes del PNV agrupadas en EGI, que una vez más se hallaba en peligro de esciEl propio PNV había jugado con la idea de recurrir a la lusion cha armada, al verse forzado a competir con ETA, pero la había aban­ donado después de que dos miembros de EGI murieran transportan­ do explosivos el 1 de abril de 1969 ^°. Por grandes que fueran las du­ das del PNV con respecto a prestar su apoyo a una organización que se había convertido en un serio rival, no tenía realmente otra alter­ nativa que movilizar a sus afiliados a favor de los presos de ETA. Mu­ cho antes de comenzar el juicio, la prensa del PNV había publicado algunos artículos donde implícitamente se manifestaban simpatías por ETA. El gobierno en el exilio, dominado por el PNV, convocó una huel­ ga general en protesta por el consejo de guerra Incluso si los di­ rigentes de este partido hubieran sido lo bastante cínicos como para ordenar a sus afiliados que se mantuvieran al margen de la campaña en favor de los presos, no hubieran sido obedecidos. Los militantes del PNV eran representativos de un gran sector de la población vasInforme interno de ETA, diciembre 1970; Cómo vienen desarrollándose en nues­ tro taller los acontecimiento en torno al proceso de Burgos. Documentos Y, vol. 10, pp. 85-89. Le Monde, 2 diciembre 1970. Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Carta a los Makos anteriormente citada. En 1970, los militantes de EGI que querían la unión con ETA, firmaron panfletos con el nombre de EGI-Batasuna. J. M. Feliú, «Década de los 60, los años duros», Alderdi, 3 junio 1983. Feliú era un destacado activista del PNV de Navarra. The Times, 7 diciembre 1970.

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ca, y compartían su angustia ante la perspectiva de que se ejecutara a jóvenes vascos. Un ejemplo extremo de identificación de un adepto del PNV con los luchadores de ETA fue el proporcionado por un in­ cidente ocurrido en septiembre, cuando Franco asistía a la inaugura­ ción de los campeonatos mundiales de pelota. Un hombre de media­ na edad, Joseba Elósegui, se arrojó envuelto en llamas desde una gra­ dería superior a la de Franco en un intento fallido de suicidarse. El incidente fue ampliamente comentado en la prensa, pero su signifi­ cado sólo se entendió realmente en el País Vasco. Elósegui era cono­ cido como un distinguido patriota vasco con un extraordinario his­ torial de resistencia al régimen franquista. Más tarde senador por el PNV, había sido comandante del ejército vasco en Guernica cuando fue bombardeada por aviones alemanes en 1937, y había sido senten­ ciado a muerte al ser hecho prisionero Cuando las fuerzas fran­ quistas ocuparon Euskadi, fue intercambiado por un prisionero na­ cionalista y pasando a luchar en el ejército republicano de Cataluña. Posteriormente colaboró con los aliados en la Francia ocupada, y pasó a realizar operaciones de carácter clandestino para el PNV en el in­ terior de España La voluntad de Elósegui de dar la vida por sus ideales era afín a su anterior trayectoria, y surgía de la misma deses­ peración que en 1946 le había impulsado a colgar una ikurriña en la torre de la catedral de San Sebastián La aparición de una nueva oposición al régimen en los años sesenta le había animado, y le ho­ rrorizaba la idea de que ejecutaran a los presos de Burgos, pese a no estar de acuerdo con sus métodos, que, en su opinión, no podían al­ canzar sus objetivos Su gesto ilustraba la sensación de impotencia de un activista por naturaleza que no encontraba otro medio de ex­ presar su solidaridad. La autoinmolación de Elósegui reflejaba la in­ tensidad de las simpatías hacia los presos de la comunidad naciona­ lista, y el más generalizado malestar ante la represión policial. Otros miembros del PNV, y en modos menos dramáticos, hicieron lo po­ sible para salvar las vidas de los encausados, a pesar de su perplejidad ante las declaraciones de marxismo pronunciadas durante el juicio. El PNV no fue el único grupo nacionalista en movilizarse a favor de los presos. Los adeptos a la revista de Txillardegi, Branka, tam­ bién participaron activamente en la campaña, al igual que los miem­ bros de ELA, el sindicato nacionalista. Etxabe y sus compañeros de ETA-V también estaban dispuestos a intervenir para salvar las vidas de los presos y para demostrar que eran ellos, y no la dirección eleElósegui, Quiero morir..., pp. 146-88. ” Ihíd..., pp. 286-313. Ihíd..., pp. 316-20. Entrevista del autor con Joseba Elósegui, San Sebastián, TI marzo 1980.

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gida en la VI Asamblea, la auténtica ETA. Como consecuencia de la escala de las manifestaciones a favor de los acusados de Burgos se le planteó un dilema a ETA-V. Mientras que eran muchos los que sim­ patizaban con las primitivas posturas nacionalistas de Etxabe ETA-V no contaba con una presencia organizada dentro de España. Aunque consideraba a la dirección interior, confirmada en sus pues­ tos tras la VI Asamblea, como traidores y liquidadores de la misma catadura que los expulsados en la V Asamblea de 1966/67, el hecho de que los presos apoyaran las decisiones de la VI Asamblea presta­ ba a dicha dirección legitimidad ante la gran mayoría de los partida­ rios de ETA. Los héroes de ETA, algunos de los cuales podrían pron­ to sufrir martirio, estaban por encima de toda crítica. La mezcla de propaganda socialista con las apelaciones para salvar las vidas de los presos constituía una alarmante continuación de la política que ETA-V había criticado. Además, el hecho de que las organizaciones «españolas», en Euskadi y fuera de ella, se hubieran volcado en la lu­ cha para salvar a los procesados en Burgos amenazaba con oscurecer lo que ETA-V creía ser la índole de la misión nacional de ETA. ETA-V se veía en peligro de ser olvidada pues sus líderes, dispersos por toda Europa, no tenían posibilidad de desafiar a ETA-VI. Etxabe y sus seguidores hicieron sentir su presencia inmediata­ mente antes de la apertura del juicio, a comienzos de diciembre, con un audaz golpe: el secuestro de Herr Beihl, Cónsul alemán en San Sebastián, al que mantuvieron como rehén para garantizar que las pe­ nas de muerte que solicitaba el fiscal no fueran ejecutadas El se­ cuestro produjo el efecto de intensificar la represión policial y el cli­ ma de tensión. La debilidad de ETA-V quedó, en cierta medida, con­ trarrestada por el apoyo que recibió de algunos nacionalistas conser­ vadores, como fue el destacado miembro del PNV Telesforo Monzon -antiguo ministro del gobierno autónomo vasco— y el Padre Larazábal, un conocido nacionalista vasco-francés. Monzón, como presidente de la organización de refugiados Anai Artea (Entre Her­ manos), actuó como portavoz de los secuestradores y como interme­ diario con la prensa. Este secuestro permitió a ETA-V compensar su debilidad organizativa y obtener una cierta audiencia para sus opi­ niones a través de las declaraciones de Monzón y Larazábal y las en­ trevistas con periodistas extranjeros. Las posiciones políticas que se desprendían de estas entrevistas tenían escaso parecido con las decla­ raciones que hacían los encausados de Burgos. Por ejemplo, dos diCharles Vanhecke, «Le renouveau du nationalisme Basque», Le Monde, 11 di­ ciembre 1970, comenta el racismo y anti-marxismo de muchos de sus informadores. «Death threat to kidnap victims by basques», The Times, 3 diciembre 1970. Le Monde, 2 y 3 dic. 1970.

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rigentes de ETA-V informaron a los periodistas franceses que mata­ rían a Beihl si alguno de los procesados era ejecutado, insistieron en que su organización era antiespañola, más que antifranquista, que es­ taba empeñada en una lucha contra el colonialismo, y que aspiraba a crear un Frente Nacional vasco, que acogería a lo que los marxistas-leninistas de ETA-VI calificaban como la burguesía El secues­ tro representó un considerable éxito propagandístico, que permitió a ETA-V ser conocida por un público más amplio. Beihl fue liberado indemne el día de Nochebuena, antes de ser anunciadas las sentencías 5 9 ® ETA-VI mostró una actitud vacilante ante el secuestro realizado por sus rivales. Sus dirigentes publicaron una declaración negando toda responsabilidad de ETA y reiterando la primacía de la acción de masas sobre la actuación armada, pero sin condenar la acción misma. Los líderes de ETA-VI llegaron incluso a declarar que si ei gobierno cedía a las amenazas de ETA-V y dejaba salir de prisión a sus com­ pañeros a cambio de la entrega del cónsul alemán, tenían permiso de la organización para aceptar el trato ^°. El hecho de que ETA-VI no se decidiera a repudiar un secuestro que tenía el fin tanto de poner en cuestión su autoridad como de influir sobre los acontecimientos de Burgos, manifestó una actitud poco clara hacia la acción armada minoritaria. En teoría, ETA-VI había evolucionado hasta un punto en el que sus dirigentes consideraban contraproducentes semejantes acciones y reaccionario al grupo formado en torno a Etxabe, cuyo chauvinismiO constituía un obstáculo para la unidad del pueblo vas­ co. En la práctica, ETA-VI se sentía incapaz de denunciar el secues­ tro, pese a ser contrario a su propia estrategia Dicho secuestro re­ presentó una especie de desviación de la campaña en pro de los pre­ sos, pero fue extremadamente importante para establecer el prestigio Véase una entrevista con dos dirigentes de ETA-V realizada por Jean Lacouturc, «On veut nous tuer parce que nous faisons peur», Le Monde, 16 diciembre 1970. Más adelante, ETA-V afirmó que Etxabe, que había hecho la declaración antiespaño­ la, quería decir que era contrario .al Estado español, no al pueblo español. «Política del grupo llamado ETA-VI Asamblea», Zutik, n." 60 (ETA-V) (sin fecha). En una declaración de prensa de ETA-V se decía que el objetivo de salvar las vidas de los presos se había alcanzado, pese a que por entonces aún no se habían anun­ ciado las sentencias. De Blaye, Franco..., pp. 316-17; Le Monde, 26 dic. 1970. “ Comunicado de la dirección nacional de ETA, Documentos Y, vol. 10, p. 117. T.n Berriak, n.“ 3, TI enero 1971, ETA-VI afirmó que aprobaba el secuestro como tal, pero rechazaba el contenido burgués y semirracista que le habían dado los interme­ diarios (Monzón y Larrazábal). El que Berriak no condenara el secuestro fue duramente criticado por una cé­ lula de E l A-VI. «Crítica a Berriak», 28 febrero 1971, Kemen (revista interna de ETAVI), abril 1971.

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de ETA-V. Posteriormente, los secuestros pasarían a ser uno de los principales métodos de lucha de ETA. * Los actos a favor de los presos no se limitaron al País Vasco. Hubo manifestaciones en muchos lugares de Pispaba particular­ mente en Cataluña, donde una serie de intelectuales ocuparon el mo­ nasterio de Montserrat y lanzaron un llamamiento a favor del dere­ cho a la auto-determinación nacional que recibió el beneplácito del abad En Barcelona se produjeron violentos choques con la poli­ cía, y en Madrid se cerró la universidad en un esfuerzo por evitar manifestaciaones solidarias. El gobierno respondió a la campaña suspen­ diendo el artículo 18 de la Constitución, en virtud de lo cual la po­ licía quedaba con las manos libres para tratar a los implicados en los actos de protesta. En un discurso pronunciado en las Cortes, el Jefe del Gobierno, Carrero Blanco, insistió en la determinación del go­ bierno de mantener el orden, y no ceder a presiones del exterior. También tuvo palabras de alabanza para la «democracia orgánica» es­ pañola, claro indicio de que el gobierno no tenía la menor intención de abolir las estructuras franquistas encarnadas en dicho concepto fa­ langista Las manifestaciones que se produjeron en todo el mundo plan­ tearon un serio problema al gobierno español. Repentinamente, la prensa extranjera se llenó de informes sobre el País Vasco, una re­ gión poco conocida anteriormente. Además de las manifestaciones, también hubo solidaridad de los sindicatos, al negarse los trabajado­ res de los puertos de Francia e Italia a descargar o cargar barcos es­ pañoles En un gesto sin precedentes, el Vaticano publicaba un ar­ tículo en su periódico, Osservatore Romano, pidiendo al gobierno es­ pañol que mostrara clemencia en su trato a los presos de Burgos La impresión de que había poderosos intereses extranjeros presio­ nando ilegítimamente sobre España, creó un gran malestar entre los españoles de derechas que se percibía en la prensa española, pero, con todo, el gobierno no podía permanecer indiferente a la opinión de otros gobiernos, o a los reportajes del juicio que ofrecían la pren­ sa, la radio y la televisión extranjeras. Los periódicos españoles se mostraban particularmente irritados por la información que sobre el “ «Les manifestations s’amplient en Espagne», Le Monde, 12 diciembre 1970. Le Monde, 15 diciembre 1970. Marcel Neidergang, «Les intellectuels catalans on lancé un veritable défi au régime franquiste», Le Monde, 17 diciembre 1970. Le Monde, 21 y 22 diciembre 1970. En Milán, la policía mató a dos manifestantes. «Milán; deux morts dan des vio­ lentes Bagarres», Le Monde, 15 diciembre 1970. El artículo también condenaba el secuestro y la violencia. L ’Osservatore Roma­ no, 25 diciembre 1970, citado en Halimi, El proceso de Burgos, p. 255.

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juicio estaba ofreciendo la televisión francesa, que simpatizaba abier­ tamente con los acusados Sánchez Bella, ministro de Información y Turismo, denunciaba también la campaña «antiespañola» de la te­ levisión y la prensa extranjeras. Las autoridades respondieron a la derrota propagandística que es­ taban sufriendo con la organización de una serie de manifestaciones «espontáneas» en Burgos, Madrid y otras ciudades. La oposición podía aclarar que semejantes manifestaciones estaban oficialmente montadas y dirigidas, con un estilo similar a aquellos actos que ha­ bían constituido un rasgo prominente de los primeros años del régi­ men. Todo esto era en gran medida cierto, pero las manifestaciones también denunciaban las progresivas divergencias existentes en el seno de la alianza gobernante, y el descontento creado en Falange por el papel dominante que habían adquirido en el gobierno algunos miembros de la asociación religiosa y tecnocrática. Opus Dei ^ . Por ejemplo, en una masiva concentración celebrada el 17 de diciembre en la Plaza de Oriente de Madrid, a la que asistieron Franco y el Prín­ cipe Juan Carlos, los participantes exhibían consignas en las que se atacaba al Opus Dei como miembros liberales de la Iglesia El pun­ to principal de esta y similares manifestaciones, era la solidaridad con Franco personalmente más que con el gobierno, pues era sabido que varios de sus ministros eran contrarios a la celebración del juicio La progresiva fragmentación del régimen se hizo sentir también en la presencia de grupos de ultra-derecha, como Fuerza Nueva, forma­ dos como reacción a la política liberalizadora de los años sesenta. Una grotesca manifestación de esta movilización derechista fue la apari­ ción de pintadas anti-ETA y anti-liberales en las paredes. En España, las pintadas del estilo de «Obispos rojos a Moscú» no eran un modo convincente de persuadir al público de que el régimen contaba con un masivo apoyo popular Las divergencias cada vez más acusadas entre la Iglesia y el régi­ men eran un indicio claro de que la mayor parte de la jerarquía ecle­ siástica no lo consideraba ya como garantía de estabilidad, aunque huVéase «La ORTF y su “información” con respecto a España», La Vanguardia, 19 diciembre 1970, reproducido en Arteaga, ETA..., apéndice (sin número). De Blaye, Franco..., pp. 308-11. Marcel Neidergang, «Le procés constitue un nouvel episode de la lutte entre les divers groupes du régime» Le Monde, 18 diciem­ bre 1970, observaba la vuelta de la derecha tradicional a un puesto prominente y ma­ yor malestar entre el Opus Dei, debido en parte al escándalo Matesa. « L ’autorite du General Franco se reinforce». Le Monde, 19 diciembre 1970. Ibíd. Todavía en la primavera de 1971 podía verse la pintada «Obispos rojos a Mos­ cú» en los principales puentes del Río Urumea en San Sebastián. Pero la r había sido substituida por una c, es decir, cojos en lugar de rojos.

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hiera una serie de sacerdotes que conservaran su entusiasmo hacia el mismo. La reacción del ejército ante la tempestad levantada por el jui­ cio de Burgos fue más compleja. La irritación suscitada por la irres­ petuosa actitud de los procesados hacia el tribunal militar produjo reacciones ultraderechistas, mientras que, por otra parte, algunos ofi­ ciales hacían responsable al gobierno por recurrir a un tribunal mili­ tar para juzgar a unas personas que debían haber sido llevadas ante un tribunal civil, dirigiendo, así, contra el ejército el descontento pú­ blico por la opresión y la corrupción. El general García Valiño, quien, como capitán general de la región militar de Madrid, había tenido que ratificar la pena de muerte impuesta a Julián Grimau, escribió al general García Rebull, expresando su opinión de que era un error uti­ lizar al ejército para semejantes casos. Creía él que con el juicio mi­ litar se corría el riesgo de que el ejército perdiera el respeto de las gen­ tes, Se sabía que el general Diez Alegría, jefe del Estado Mayor, sos­ tenía similares opiniones El juicio también creó malestar en niveles inferiores de la jerar­ quía militar. Se supo que algunos oficiales jóvenes habían celebrado reuniones, donde los debates, que en un principio debían tratar so­ bre la injusta posición en que se había colocado al ejército, pasaron a cuestiones más generales sobre el papel del ejército en la sociedad española y las perspectivas profesionales de los militares. Miles de ofi­ ciales firmaron un manifiesto donde se expresaban sus agravios, que fue enviado a Franco, ya informado sobre dichas reuniones El anuncio de que se iban a conceder aumentos de sueldo a las fuerzas armadas fue, posiblemente, una respuesta al descontento del ejérci­ to Pese a que la reserva inherente a las instituciones militares di­ ficultaba la interpretación del ánimo de los oficiales la posibilidad de una revuelta de capitanes despertó gran interés. El contenido de la declaración no era precisamente revolucionario, pues se hacía hin­ capié en la lealtad a Franco y la necesidad de mantener la ley y el or­ den. Pero también pedía que se pusiera fin a la corrupción, y la di­ misión del gobierno, demandas que fueron interpretadas como un ataque al Opus Dei Las disensiones que traslucía el manifiesto de Para una descripción de las tensiones creadas por el juicio dentro del ejército, véase «Le procés de Burgos provoque des divisiones jusqu’s au sein de l’armée espagnole», Le Monde, 13 dic. 1970. ” Marcel Neidergang, Le Monde, 29 dic. 1970. Le Monde, 25 dic. 1970. La mayor parte de los intentos de conseguirlo se basaban en gran medida en el estudio de sociología militar realizado por un oficial en activo: Julio Busquets, El mi­ litar de carrera en España (Barcelona, 1967), passim. Le Fígaro, 23 dic. 1970, citado en Salaberri, Sumarísimo..., pp. 255-57.

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los capitanes no fueron más que una de las tensiones surgidas entre las diversas facciones que sostenían al régimen franquista. En 1969, Franco había nombrado finalmente a Juan Carlos como sucesor, una decisión a la que se habían opuesto falangistas y carlistas, y había irri­ tado a muchos monárquicos que consideraban a Don Juan, padre del príncipe, como legítimo heredero del trono. La designación de un ga­ binete dominado por miembros del Opus Dei desagradó también a los tradicionales adeptos al régimen, que capitalizaron la complica­ ción de algunos miembros de dicha organización en un fraude per­ petrado por la compañía Matesa. Todas estas circunstancias se unie­ ron para prestar al juicio de Burgos una importancia que apenas po­ día preverse cuando se tomó la decisión de celebrarlo. Las divergencias en el seno del régimen, tan evidentes en las ma­ nifestaciones, se airearon también, con cautela, en la prensa española y de modo más abierto en entrevistas concedidas a la prensa extran­ jera. ABC, periódico tradicionalmente monárquico, al describir la concentración a favor de Franco en la Plaza de Oriente, sostenía que era prueba de un apoyo prácticamente unánime al Caudillo, y del re­ chazo hacia el terrorismo anarquista y el caos Arriba se mostraba más comedido. Acogía bien la petición de clemencia del Papa, pero señalaba que estaba actuando de modo escrupulosamente respetuoso con la soberanía del Estado español, y no deseaba presionar a las au­ toridades legítimas El diario católico Ya, se hacía eco de la pos­ tura de los obispos, subrayando que manifestaciones y disturbios sólo beneficiaban a la extrema derecha y la extrema izquierda, y observa­ ba que la conferencia episcopal había condenado la violencia viniera de dónde viniera Una postura tan mesurada era anatema para los franquistas más ardorosos, según los cuales ponía en un mismo pla­ no la violencia de ETA y el legítimo castigo que imponía el Estado español a los delincuentes. Aunque la mayor parte de los periódicos mostraban su fuerte desaprobación ante la presión que la opinión pú­ blica extranjera estaba ejerciendo sobre el gobierno español, no pe­ dían abiertamente que se cumpliera la sentencia de muerte. Aparte de los grupos fascistas, la derecha estaba, en su mayor parte, dispues­ ta, con renuencia, a que Franco ejerciera clemencia. El 30 de diciembre, Franco firmó la suspensión de las seis penas «El común denominador», ABC, 18 dic. 1970, reproducido en Artega, ETA..., apéndice (sin número de página). «Nota de la Santa Sede», Arriba, 27 nov. 1970, reproducido en Arteaga, ETA..., apéndice (sin número de página). Ya, TJ nov. y 3 dic. 1970, reproducidos en Arteaga, ETA..., apéndice (sin nú­ mero de página).

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de muerte La noticia no era realmente inesperada, pero fue no obs­ tante recibida con enorme alivio por la población del País Vasco. La decisión de cumplir las ejecuciones habría creado una situación de in­ surrección, especialmente en las zonas de procedencia de los conde­ nados. La represión de los disturbios sin duda habría acarreado un considerable derramamiento de sangre y continuos desórdenes. Ade­ más, las ejecuciones habrían sido mal recibidas por los gobiernos ex­ tranjeros, la Iglesia y la mayoría de la población, de tal modo que a Franco no le quedaban muchas alternativas. Sin duda habría sido po­ sible proceder a ejecutar la penas, pero sólo como parte de un mo­ vimiento general de regresión a la política de los primeros años * . La prudente decisión de Franco de no cumplir las sentencias de rnuerte fue interpretada de modo diferente dependiendo de las opiniones del observador. Los adeptos al régimen lo presentaron como un acto de clemencia de un gobierno que gozaba del favor de la gran mayo­ ría del pueblo español, y que era indiferente a la campaña a favor de los acusados y a las presiones internacionales. Sin duda muchas de las personas que habían asistido a las manifestaciones pro franquistas se sintieron decepcionadas por la suspensión de las penas de muerte, y recelosas de que el gobierno de Carrero Blanco estuviera cediendo a las presiones de las detestadas democracias liberales. Seguramente sus temores estaban justificados. Un régimen que, al término de la guerra civil, había consolidado su poder mediante muchos miles de ejecuciones, pero que se sentía ahora incapaz de ejecutar a unos hombres condenados por haber asesinado a un agente de policía, ha­ bía sufrido una enorme derrota política. Para el gobierno de Carrero Blanco el juicio fue un tremendo error que había puesto en cuestión la fórmula del Opus Dei de un régimen autoritario y tecnocrático, que rechazaba la democracia par­ lamentaria y las libertades civiles mientras intentaba deshacerse de los elementos fascistas que habían dado el régimen franquista gran parte de su carácter en los primeros años. La movilización a favor de los presos de Burgos también había sido a favor de la democracia que el gobierno no tenía intención de conceder. En efecto, las manifestacio­ nes en apoyo de Franco demostraron que habían aún muchas perso­ nas dispuestas a luchar con uñas y dientes para evitar que España se The Times, artículo de fondo, 31 dic. 1970, consideró esta suspensión como una indicación necesaria de la aptitud de España para incorporarse al Mercado Común eu­ ropeo. Le Monde, 1 enero 1971. Cuando el gabinete se reunió el 29 de diciembre, un reducido grupo de «duros» pidió que se llevaran a cabo las ejecuciones. Pero en este grupo no figuran ni los ministros de las fuerzas armadas ni Carrero Blanco. De Blaye, Franco..., p. 321.

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convirtiera en una democracia decadente e «inorgánica». Sin embar­ go, el hecho de que el tono general de estas manifestaciones no fuera favorable al gabinete en funciones, sino más bien deseoso de volver a la política y el estilo de la primera época del régimen, planteaba nue­ vos problemas al gobierno. La afanosa búsqueda de una vía interme­ dia por parte de la Iglesia, que había alterado a tantos católicos de derechas, hacía claramente patente que la mayor parte de la jerarquía eclesiástica no confiaba ya en que el régimen pudiera proporcionar a España un futuro viable, o proteger los intereses de la Iglesia a largo plazo Las tendencias contradictorias surgidas en el seno del ejér­ cito también eran motivo de preocupación para el gobierno. Los dirigentes de ETA-VI consideraron la conmutación de las pe­ nas como un triunfo, arrancado al gobierno por la masiva moviliza­ ción, y como una reivindicación de su estrategia de unir la lucha por la liberación nacional con la social, y de actuar mediante los movi­ mientos de masas en lugar de los actos de violencia de la vanguardia armada. El precio había sido alto para la organización. N o solamente los presos habían recibido condenas enormemente prolongadas, sino que habían sido detenidos muchos otros militantes, o se habían visto obligados a exiliarse. No obstante, los líderes de ETA-VI considera­ ban que su organización había hecho considerables progresos hacia su transformación en un partido revolucionario que pudiera encabe­ zar la revolución vasca. Por primera vez, se había logrado organizar un movimiento de masas en pro de las reivindicaciones de ETA. La campaña suscitada por el juicio también había elevado el nivel polí­ tico de muchos miles de personas, proporcionando a ETA-VI una base para seguir adelante Los dirigentes de ETA-VI creían haber seguido el ejemplo de los líderes revolucionarios chinos y vietnami­ tas al unir la lucha nacionalista a la socialista. Además, habían obte­ nido el apoyo de todos los presos de Burgos para las modificaciones que se habían operado en la política de ETA desde que fueran en­ carcelados. Los pequeños grupos que seguían a Etxabe, que consti­ tuían ETA-V, habían quedado reducidos, a juicio de la dirección de ETA-VI, al acto sensacionalista de secuestrar al cónsul alemán debiHubo excepciones. Monseñor Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid-Alcalá, utilizó su sermón navideño para atacar a los que se oponían al régimen. De Blaye, Franut..., p. 314. Entrevista del autor con Bikilia, Ramón Zallo y Patxo Unzueta, anteriormente Miadas. Tres dirigentes de ETA-VI, entrevistados en enero de 1971, afirmaron que en aquel momento el grupo se inclinaba más por la acción de masas que por la de una minoría armada. Se mostraron también a favor de la autodeterminación nacional, pero no necesariamente de la independencia. Asimismo, dijeron que ETA-VI era entonces iin.i organización predominantemente obrera. Politique Hebdo, 15 enero 1971. Repro­ ducido en Salaberri, Sumarísimo..., pp. 313-16.

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do a su falta de apoyo entre el pueblo vasco. Las simpatías que ha­ bían despertado los presos fuera de Euskadi demostraban lo absurdo del chauvinismo de Etxabe, y el éxito de la campaña indicaba que el pesimismo de Escubi con respecto a ETA-VI era injustificado. Como se vería, ETA-VI iba a ser menos afortunada de lo que sus dirigentes suponían.

Capítulo 5 LA VUELTA AL NACIONALISMO RADICAL

Parte I: La decadencia de ETA-VI Como se recordará, la dirección confirmada en sus puestos por la VI Asamblea, veía el futuro con optimismo. En su opinión, ha­ bían acertado al montar la campaña que probablemente había salva­ do las vidas de seis de sus camaradas. ETA-VI se había afianzado con­ siderablemente y su prestigio era, a raíz del juicio, incomparablemen­ te mayor que antes entre todos los sectores de la población vasca. La agitación a favor de los presos de Burgos había demostrado la habi­ lidad de la organización para ganarse el apoyo tanto de los naciona­ listas tradicionales como de los grupos «españoles» integrados en el movimiento obrero ilegal. Prácticamente todos los presos de ETA (no sólo los implicados en el juicio de Burgos) apoyaban a la direc­ ción de ETA-VI, y ésta consideraba su estrategia como una conti­ nuación directa de las decisiones adoptadas en la V Asamblea, no como una desviación similar a la de ETA-Berri El principal problema planteado a ETA-VI era el de la represión, las detenciones, palizas y registros, que se había intensificado como consecuencia de los desórdenes ocurridos con motivo del juicio de ' Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. 135

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Burgos. Muchos de los miembros de la dirección de ETA-VI se vie­ ron obligados a exiliarse repitiendo una situación que empezaba a ser habitual. En cierto sentido la represión beneficiaba a ETA-VI, pues motivó el que un nutrido número de personas, indignadas ante la opresión, se sintiera atraído hacia ETA por representar la oposición más intransigente al régimen franquista. Pero la represión también ha­ cía imposible el mantener una dirección continua en el interior, y di­ ficultaba los contactos entre los dirigentes exilados y los militantes residentes en España. La dirección de ETA-VI tuvo que admitir, des­ de mediados de 1971, que Escubi y los suyos habían abandonado ETA definitivamente. Ello representó un duro golpe, pero los líderes de ETA-VI consideraban que Escubi se equivocaba al calificar al gru­ po de incurables pequeño burgueses Por el contrario, creían que ETA-VI se estaba liberando de sus orígenes pequeño burgueses. La escisión de la reducida facción leal al dirigente del Frente Militar, Etxabe (denominados «milis» por los miembros de ETA-VI) se consi­ deró un problema menor que la defección de Escubi y sus adeptos. Etxabe y sus seguidores aspiraban a volver al primitivo nacionalismo de los primeros años de ETA, y no solamente negaban los avances reconocidos por la VI Asamblea, sino también los de la V, por lo que no se creía que tuvieran mucho futuro. Las figuras principales asociadas a este grupo eran, a diferencia de Escubi, de importancia menor. Txillardegi había salido de ETA a principios de 1967, Krutwig vivía en su cómodo exilio del extranjero, y López Adán (Beltza) se encontraba exilado en Bruselas Se tenía la impresión de que en­ tre los componentes de los «milis» (en adelante ETA-V) no existía un acuerdo común de base y no se consideraban, por tanto, como ri­ vales serios de ETA-VI en la tarea de construir el Frente Nacional o el partido obrero. Los esfuerzos de la dirección de ETA-VI por formar un Frente Nacional, se veían obstaculizados por el hecho de que el comunica­ do que había firmado conjuntamente con el PCE en octubre de 1970 no había sido bien acogido por muchos de sus militantes de base y simpatizantes. Dicho comunicado fue un arma útil para ETA-V cuan­ do sostenía que ETA-VI se había convertido en una organización «es­ pañola». Los dirigentes de ETA-VI intentaron resolver el dilema ^ Véase, «Aprés Burgos l’ETA nous parle», entrevista con tres portavoces de ETAVI, Politique Hehdo, 14 enero 1971, Documentos Y, vol. 10, pp. 195-97. ^ La respuesta de ETA-VI a las críticas de los «Milis», Comunicado de aclaración a la clase trabajadora y el pueblo vasco en general sobre un manifiesto hecho público hace unos días y firmado por cuatro militantes de la organización, fue extremadamente acerba con respecto a la personalidad de sus críticos de derechas. Documentos Y, vol. 9, pp. 460-64.

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aceptando que la declaración conjunta había sido probablemente un error, y alegando que en un principio se había pensado publicar el documento en nombre de una serie de organizaciones, ninguna de las cuales, finalmente, se había avenido a su firma. Dadas las circuns­ tancias, y lo apremiante del tiempo, los representantes de ETA-VI lo habían firmado sólo con el PCE En una nota de autocrítica, un miembro del comité ejecutivo de ETA-VI sostenía que, dado que la actitud revisionista y oportunista del PCE provocaba reacciones anticomunistas entre la población vas­ ca, la firma de una declaración conjunta con dicho partido no había contribuido, en efecto, a la educación en el internacionalismo del pue­ blo vasco, dominado como estaba por el nacionalismo burgués Esta autocrítica era más bien torcida, pues la comunidad nacionalista no se oponía a la asociación con el PCE por la repugnancia que le pro­ ducía el alejamiento de dicho partido de la ortodoxia marxista, sino porque era «español» y comunista. La dirección de ETA-VI siguió oscilando entre los intentos de transformar la organización en un partido comunista, y el esfuerzo por construir un Frente Nacional de todos los patriotas vascos. La convicción de dicha dirección de que eran objetivos compatibles se sometió a prueba en enero de 1971, cuando una serie de organiza­ ciones nacionalistas (entre ellas Branka, ELA, ELA-Berri y ETA-V) convocaron una asamblea para tratar la formación de un Frente N a­ cional, pero a la que ETA-VI no fue invitada. Los dirigentes de ETAVI respondieron publicando un panfleto en el que se denunciaba este intento de exclusión, visto que su organización había sido responsa­ ble del asesinato de Manzanas y tenía más miembros en prisión y en el exilio que ningún otro grupo Pero este documento era algo am­ biguo pues, mientras atacaba a los implicados en la escisión de ETA-V, no aclaraba si ETA-VI se oponía o no a la creación del Fren­ te Nacional Vasco o simplemente se sentía ofendida por su exclusión del mismo. ETA-VI fue invitada, sin embargo, a una posterior reunión don­ de fue aceptada provisionalmente como participante en las conversa­ ciones, a condición de que sus representantes se retractaran del ata­ que dirigido contra la reunión fundacional Los dirigentes de ETA— ■' «Comunicado de la dirección nacional de ETA sobre el llamamiento conjunto con el PC», Kemeriy n." 4, sin fecha. ^ «Reflexión autocrítica acerca del llamamiento de un miembro del C.E.», Kemen, n.“ 4, sin fecha. ^ Comunicado, Documentos Y, vol. 11, p. 58. ^ «Segunda conversación», 16 febrero 1971, Garai, 1977, reproducido en Docu­ mentos Y, vol. 11, pp. 88-89.

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VI accedieron a hacerlo, y publicaron una declaración donde se decía que Etxabe y sus compañeros no eran ni derechistas ni traidores, sino patriotas vascos La declaración no prescindió de las críticas a Et­ xabe, distinguiendo entre sus ideas y las expresadas por Beltza y Krutwig en su revista Gataska. El documento de ETA-VI exhibía un cla­ ro alejamiento del giro hacia la izquierda que había estado descri­ biendo anteriormente a la VI Asamblea, y en él se expresaba el de­ seo de alianza con los integrantes de ETA-V, una actitud discrepante con la política más reciente de ETA-VI. La buena disposición de esta organización a aliarse con la derecha vasca y su retractación del ata­ que a ETA-V causó algunas disensiones entre los miembros de ETAVI, dado que la organización estaba profundamente dividida con res­ pecto a la conveniencia de un Frente Nacional Con todo, la retrac­ tación de ETA-VI no fue lo bastante rotunda, y quedó nuevamente excluida del empeño en pro de la creación de un Frente Nacional La marginación de ETA-VI de los debates redujo considerablemente la base del Frente. El objeto del FNV era consolidar el movimiento popular nacido en torno al juicio de Burgos con los nacionalistas de todos los signos, pero un Frente del que quedara excluida la organi­ zación a la que pertenecían todos los presos habría estado, como mí­ nimo, incompleta. La anulación de las sentencias de muerte había te­ nido el efecto de poner fin a las masivas manifestaciones, de tal modo que el proyectado frente no contaba ya con los beneficios que le ha­ bía proporcionado el ímpetu de aquella movilización. La expulsión de ETA-VI de las conversaciones no significó la uni­ dad de los restantes participantes. El PNV se retiró de los debates, pues era contrario a la creación de una organización que, una vez es­ tablecida, habría colocado al gobierno en el exilio, en el que predo­ minaba el PNV, en una difícil posición. Mientras que, en teoría, el gobierno en el exilio era representativo de la totalidad de la pobla­ ción vasca, la versión del Frente Nacional propuesta de Txillardegi y otros sólo lo habría sido de los abertzales, es decir, de los partidarios de la completa independencia vasca, y habría dejado fuera, en con­ secuencia, a partidos como el PSOE y el PCE. El chauvinismo de al­ gunos de los participantes quedó patente en la petición de que los de­ bates se llevaran a cabo enteramente en euskera, pese a que, como se ® «Euskal Herria RI Agiría», Berriak, n.° 3, 27 enero 1971. ’ Para opiniones contrarias sobre la conveniencia del Frente Nacional (FNV), véa­ se Berna Lanak-H l U KO , abril 1971, un boletín interno de ETA-VI; además. Re­ men, n.“ 6, abril 1971, estaba enteramente dedicado a las conversaciones sobre la for­ mación del FNV. «Sexta conversación», 27 marzo 1971, Documentos Y, vol. 11, pp. 90-91.

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señaló, de hecho ello habría excluido a una serie de asistentes Con la retirada del PNV y ETA-VI, el proyectado Frente Nacional que­ dó reducido a un puñado de personas agrupadas en torno a ETA-V, ELA-Berri, una escisión del sindicato histórico nacionalista. Monzón y Txillardegi, con escasa influencia en la sociedad y nula en el mo­ vimiento obrero En 1972, ni ETA-V, ni Txillardegi ni ELA-Berri contaban con la fuerza organizativa y el prestigio necesarios para convertir a un Fren­ te Nacional dirigido por ellos en posible rival del PNV o de ETAVI. Sin embargo, los esfuerzos de Txillardegi por crear una alianza de las fuerzas sociales representadas en estos debates, tendrían mu­ cho más éxito en años posteriores. Aún si las disculpas ofrecidas por ETA-VI hubieran sido aceptables, difícilmente podría haber perma­ necido dentro de una organización que excluía al PCE, el MCE y los restantes grupos con alguna fuerza dentro del movimiento obrero. La primera reacción de ETA-VI, condenado el propuesto Frente Nacional, era mucho más acorde con la línea política que había se­ guido durante la mayor parte de 1970, y con sus pretensiones de ha­ berse convertido en un partido marxista-leninista. Las reivindicacio­ nes de los participantes se centraban en la reunificación de los países vascos francés y español, la creación de una nación enteramente vas­ co-parlante, y la independencia todas ellas completamente ajenas al movimiento obrero, que ETA-VI aspiraba a dirigir. Los posterio­ res intentos de ETA-VI de participar en las acciones del frente unido se vieron invariablemente rechazados por las restantes fuerzas abert­ zales. Por ejemplo, se impidió que los militantes de ETA-VI se unie­ ran a una huelga de hambre declarada en Bayona, como protesta ante los malos tratos de que eran objeto los refugiados vascos en Fran­ cia La esperanza abrigada por la dirección de ETA-VI de que las Cé­ lulas Rojas volvieran a integrarse en su organización, les indujo a res­ tar importancia al alcance de las diferencias que habían producido la retirada de las Células Rojas en la VI Asamblea. ETA-VI no publicó los resultados de dicha asamblea hasta mayo de 1971, ocho meses des" «Cuarta conversación», 27 marzo 1971, Documentos Y, vol. 11, pp. 90-91. Aunque entre los participantes figuraban ELA (sindicato del PNV) y ELA-Be­ rri (la nueva ELA) que habían salido del control del PNV después que éste hubiera firmado una declaración junto a fuerzas «españolas» en 1962, ambas ELAs eran, en la práctica, grupos políticos, no sindicatos. Véase «José Antonio Ayestarán y la historia de ELA-STV», en Muga, n.“ 3, febrero 1980. «Primera conversación», 16 enero 1971, Documentos Y, vol. 11, pp. 88-89. Informe de la célula de ETA en Bayona, 22 mayo 1971, en Documentos Y, vol. 11, pp. 131-37.

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pués de su celebración y por entonces era ya evidente que las Cé­ lulas Rojas se habían disociado del nacionalismo de forma aún más rotunda que ETA-Berri cuatro años antes. En su revista Saioak, las Células Rojas habían sometido toda la tradición nacionalista vasca a una crítica mortífera, y llamaban a la unidad de la clase obrera en el País Vasco y el mundo entero Se afirmaba en Saioak que ETA-VI era una organización inherentemente pequeño-burguesa que no po­ día transformarse en el partido comunista que hacía falta para poner­ se al frente de la revolución El grupo al que representaba Saioak fue incapaz, no obstante la alta calidad de sus planteamientos, de re­ petir el éxito de ETA-Berri en la formación de una organización co­ munista en Euskadi. A diferencia de los integrantes de aquella otra escisión, los adeptos a Saioak no habían participado en la lucha obre­ ra. Eran refugiados en Francia cuya principal contribución a la ac­ ción de ETA había sido la de desatar la campaña armada de 1968-69. Saioak aspiraba a convencer a los socialistas de todas las tendencias de que se unieran para crear un partido revolucionario marxista. Sin embargo, la mayoría de los militantes del interior siguieron adheri­ dos a sus respectivas organizaciones, a pesar de la pobreza de sus planteamientos políticos. Saioak se desintegró como consecuencia de ello, desapareciendo así un posible rival de ETA-VI, aunque sus crí­ ticas a las oscilaciones políticas de ETA-VI siguieran siendo fuente de permanente irritación Pese a que la destrucción teórica de la ideología del nacionalismo vasco llevada a cabo por Saioak fue casi completa, eran escasos sus pronunciamientos en torno a las contiendas que tenían lugar en Eus­ kadi, y prácticamente inexistentes sus ideas sobre cómo participar en la lucha de clases. Las Células Rojas, y después Saioak, formaban par­ te, en gran medida, de la tradición que tan violentamente criticaban. Las Células Rojas consistían esencialmente en Escubi, y aquellos mi­ litantes como Mikel Azurmendi, que habían ayudado a Txillardegi a desbancar a Iturrioz y Del Río. En la Sexta Asamblea, todos los de­ legados de las Células Rojas salvo uno habían abandonado ETA, mientras que ninguno de los delegados del interior se había adherido a ellos, manifestándose con ello un modo de conducta, por ambas par«Sobre la VI Asamblea», Zutik, n." 52, 1 mayo 1971. «Elementos de contribución a la crítica de la economía política de Euskadi» y «Elementos de contribución a la crítica de la ideología nacionalista vasca», ambos en Saioak, n.“ 2, dic. 1970. «ETA; balance de un año. 1970-julio 1971» en Saioak, n." 3, sin fecha. A. Buendía (Patxo Unzueta), En tomo a Saioak n.° J, febrero 1972, en Docu­ mentos Y, vol. 13, pp. 88-107; entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 mar­ zo 1980.

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tes, que recordaba a la lealtad de grupo de las cuadrillas, más que a las divisiones que cabía esperar motivadas por diferencias políticas. Habiendo salido de ETA, las Células Rojas quedaron aisladas de todo contaco regular con miembros de organizaciones que actuaran en la oposición dentro de España. El hecho de que ETA-VI estuviera involucrada en la lucha obrera compensaba su incoherencia política. Una vez excluida del Frente Nacional, describió un rápido giro hacia la izquierda y dedicó todas sus energías al movimiento obrero. La atracción de ETA-VI hacia la lucha de los trabajadores estaba influida por la aparición de esta clase de acción a comienzos de 1970, tanto en Euskadi como en el resto de España. El número de huelgas aumentó pronunciadamente, y es­ tuvieron acompañadas por manifestaciones masivas reprimidas por la policía, que en varias ocasiones mató a algunos de los obreros parti­ cipantes A pesar de la detención y procesamiento de sus líderes, la fuerza de Comisiones Obreras siguió aumentando. El interés de ETA-VI por el movimiento obrero se reflejaba en su prensa, que en 1971 dedicó gran parte de su espacio a las huelgas de Madrid, Bar­ celona, Asturias y Galicia. En septiembre, un obrero de la construc­ ción de Madrid, Pedro Patiño, miembro del PCE, murió a causa de un disparo de la policía^®, y en 1972 se produjeron nuevas huelgas en Madrid, Asturias, Bilbao, Barcelona y Vitoria. En marzo de 1972, la policía abrió fuego contra una manifestación en El Ferrol, matan­ do a dos personas e hiriendo a otras veintitrés El movimiento lle­ gó a su punto álgido en 1973 en Pamplona, donde prácticamente se produjo una huelga general El gobierno tuvo una reacción contradictoria ante la intensifica­ ción de la lucha obrera. Por una parte, la predisposición de la policía a disparar contra los huelguistas indicaba que las esperanzas de liberalización de la oposición no estaban fundadas. Por otra parte, el go­ bierno continuó intentando la reforma de los Sindicatos para conse­ guir que respondieran en alguna medida a las aspiraciones de los tra­ bajadores, introduciendo a principios de 1971 una ley sindical que de­ bía lograr este propósito. Pero el gobierno tuvo escaso éxito en con«Tres meses de luchas», Berriak, n.*^ 12, marzo 1972. «Frente a la represión y el crimen: una gran huelga». Mundo Obrero, 2 oct. 1971. «Dos obreros asesinados en El Ferrol», en Berriak, n.“ 12, marzo 1972; «Gali­ cia después del Ferrol», Mundo Obrero, 15 abril 1972. Iruña: huelga general, un folleto de 38 páginas publicado por ETA-VI, mani­ festaba la importancia que ETA-VI concedía a la huelga de Pamplona, y describía la participación de esta organización en ella. Iruña (algunas veces Irunea) es el nombre vasco de Pamplona, que no debe confundirse con Irún. Véase también, «Pamplona: los métodos de lucha en la huelga general de junio», Berriak, n.“ 16, agosto 1973.

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vencer a los obreros de que los Sindicatos eran instrumentos eficaces para defender las reivindicaciones del proletariado. En las elecciones para enlaces sindicales de la primavera de 1971, hubo un alto índice de abstención, pese a que el PCE apoyó fuertemente la participa­ ción ■ Los trabajadores no eran los únicos en ver con escepticismo la va­ lía de los sindicatos. Un sector de capitalistas estaban empezando a darse cuenta de que tendrían que aceptar auténticas organizaciones obreras, en particular Comisiones, aunque la policía seguía detenien­ do a sus dirigentes. La división producida en el seno de la burguesía española, sobre la conveniencia de tratar directamente con Comisio­ nes Obreras, formaba parte de una cuestión más general sobre la uti­ lidad de las instituciones políticas creadas por el franquismo para en­ frentarse a las necesidades del capitalismo español, en un momento en que el boom de la postguerra parecía vacilante en todo el mundo capitalista. En 1971, Franco tenía 70 años y su salud era delicada. Los franquistas más acérrimos deseaban que fuera el jefe de gobierno. Ca­ rrero Blanco, y no el Príncipe Juan Carlos, el sucesor político de Franco que garantizara la continuidad del régimen. Otras figuras po­ líticas importantes, como José María Areilza, antiguo embajador en Estados Unidos, no estaban de acuerdo, convencidos de que la unión de la inseguridad económica y la agitación obrera era una fórmula se­ gura para el malestar social Los representantes más liberales del capitalismo español creían que eran necesarias la ampliación de la base del sistema, y las concesiones a la clase obrera y demás fuerzas que exigían el cambio. En su opinión, de no hacerse, se politizarían unos conflictos cuyo carácter era esencialmente económico. Ciertos representantes importantes del mundo financiero, como Joaquín Garrigues Walker, empezaban a admitir que la democracia parlamentaria era la mejor forma de gobierno para enfrentarse a la criPara el apoyo del PCE a la participación en las elecciones sindicales véase «Los trabajadores se disponen a imponer sus representantes». Mundo Obrero, 20 marzo 1971; «Hay que ganar la batalla de las elecciones sindicales». Mundo Obrero, 3 abril 1971; «Ante las elecciones sindicales: la posición de clase», Mundo Obrero, 30 abril 1971; «Primeras impresiones». Mundo Obrero, 30 mayo 1971; «Las elecciones sindi­ cales». Una victoria lograda bajo el fuego de la represión. Mundo Obrero, 30 mayo 1971. Para la llamada de ETA al boicot de las elecciones, véase «Lucha dura. Lucha continua», Berriak, n.“ 6, 12 abril 1971, y «Aprender de los hechos», Berriak, n.“ 8, 28 julio 1971. También «Enlaces y jurados, organizaciones de masas, elecciones sin­ dicales» en Zutik (ETA-VI), n.° 52, mayo 1971. Para los contactos de Areilza con los comunistas y Comisiones Obreras, véase Fernando Jáuregui y Pedro Vega, Crónica del antifranquismo, vol. 2 (Barcelona, 1984), pp. 320-23; para su apoyo a la liberalización véase la entrevista en Ramón Chao, Des­ pués de Franco, España (Madrid, 1976), pp. 77-83.

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sis económica. Puesto que no existían verdaderos partidos democrá­ ticos burgueses, la transición a la democracia parlamentaria requeri­ ría un pacto con las fuerzas socialistas ilegales, en especial con el PCE. Este partido había estado intentando convencer a los capitalistas li­ berales de que aceptaran un «pacto para la libertad» que entrañara una fórmula para liquidar el régimen, pero, fuera de Cataluña, dicha iniciativa suscitó escasa respuesta. Entre el PCE y los capitalistas li­ berales existían importantes diferencias, dado que aquel se oponía a la monarquía y sostenía que los pueblos vasco y catalán tenían dere­ cho a decidir si deseaban separarse de España. Incluso si los capita­ listas liberales hubieran estado dispuestos a aceptar estos puntos, era muy poco probable que el Ejército se aviniera a admitir una España republicana o federal. A comienzos de los años setenta, el PCE y los sectores liberales del régimen iban aproximándose a la formulación del compromiso que produciría la transición hacia la democracia par­ lamentaria La dirección del PCE no tenía las manos libres, en el sentido de que la mayoría de los afiliados a este partido habrían visto con de­ sagrado la aceptación de la monarquía. Además, las fuerzas a la iz­ quierda del PCE no eran en absoluto despreciables, y podrían apro­ vechar la oportunidad que les ofrecía la intensificación de la lucha de clases para ganarle terreno al PCE. ETA-VI, al abandonar sus ideas nacionalistas, se estaba convirtiendo en uno de los grupos opuestos a la estrategia del PCE. ETA-VI se lanzó al movimiento huelguista, considerándolo mucho más importante que las intervenciones de ETA-V, limitadas en su mayoría en poner bombas en lugares públi­ cos ETA-VI tenía interés en oponerse a lo que consideraba inten­ tos del PCE por moderar la lucha con objeto de poder alcanzar un acuerdo con el ala más liberal del capitalismo español. ETA-VI, por el contrario, deseaba que la lucha produjera comités de elección di­ recta que sirvieran como órganos del poder obrero Los líderes de ETA-VI sostenían que, contrariamente a las afir­ maciones de Saioak, ni sus militantes eran detenidos por el pasado del grupo, ni eran incapaces de cambiar. El argumento de Saioak im­ plicaba que las iniciales «ETA» tenían una fuerza propia, que por sí sola podía evitar que la organización se convirtiera en un partido marPara las críticas de ETA-VI a los intentos del PCE por acordar alianzas bur­ guesas, véase «El PCE y su VIII Congreso», Berriak, 13 enero 1973, y «PCE: socia­ lismo sin revolución», Zutik, n.“ 58, junio-julio 1973. Para las críticas de ETA-VI a la estrategia de lucha armada de ETA-V, véase «ETA-V y el activismo minoritario», Zutik, n.° 57, abril-mayo 1973. «Preparamos la unidad para los próximos combates», Zutik, n.° 54, diciembre 1971.

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xista. Los dirigentes de ETA-VI señalaban que el grupo ya había aceptado la necesidad de transformarse en dicho partido, e iba a pro­ ceder a poner en práctica sus decisiones Los obstáculos con que tropezaba la construcción de un partido revolucionario eran, entre otros, los orígenes de clase media de la mayoría de los militantes de ETA, el predominio del PCE en el movimiento obrero, y la imposi­ bilidad de que una organización cuyo único interés era Euskadi, pu­ diera desempeñar una papel dirigente en los conflictos que surgieron en toda España. Cuando los dirigentes de ETA-VI admitieron que Euskadi no podía ser libre mientras el resto de España permanecía sujeto a la dictadura de Franco, comenzaron a concebir su lucha como parte de la revolución española. ETA-VI, a diferencia de ETA-V, se había dedicado durante algún tiempo a crear alianzas con las fuerzas «españolas» de Euskadi. Luego empezó a procurar la unidad con es­ tas fuerzas en otros puntos de España, con el fin de crear una orga­ nización que pudiera desafiar el dominio ejercido por el PCE. La decisión tomada en la VI Asamblea de convertir ETA-VI en un partido obrero tuvo, en un principio, escasas consecuencias espe­ cíficas, pues el abandono de la estrategia fundamentada en la acción guerrillera no fue sustituido por la adopción de alternativas defini­ das. ETA-VI seguía descentralizada, de tal modo que, por ejemplo, los militantes de una zona participaban en Comisiones Obreras, mientras que los de otra no lo hacían. Aquellos que efectivamente se incorporaron a Comisiones no disponían de una común orientación o dirección centralizada La verdadera argamasa que seguía man­ teniendo la unidad de ETA-VI era la ya conocida mezcla de activis­ mo y nacionalismo. Una vez que ETA-VI se dedicó a crear un par­ tido obrero, tuvo que tomar en consideración la existencia de otros grupos con similares aspiraciones, sin que dispusiera de una fórmula clara que distinguiera su versión de dicho partido de las de otros cu­ yas credenciales habían sido establecidos con anterioridad El enor­ me ímpetu que supuso el juicio de Burgos permitió a ETA-VI sobre­ vivir a lo largo de la mayor parte de 1971, pese a sus jplanteamientos incompatibles y contradictorios entre sí, como era el cíe procurar una alianza con el PNV mientras intentaba construir una vanguardia obre­ ra en las fábricas. A. Buendía, En torno a Saioak n." 3, op. cit. Una circular interna publicada a mediados de 1971, «Criterios de militancia», analizaba la necesidad de distinguir entre miembros y simpatizantes, de educar a las militantes y animarles a abandonar sus cuadrillas y sumergirse en los ambientes obre­ ros. Agur Iraulzaileak, Documentos Y, vol. 11, pp. 22-31. Esto fue reconocido en «Le lucha obrera en estos momentos», Zutik (ETA-VI), n.“ 54, diciembre 1971.

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El abandono de la lucha armada fue perjudicial para los intentos de ETA-VI de reclutar miembros, pues los esfuerzos de ETA-V por continuar la acción guerrillera resultaban más románticos y emocio­ nantes para los jóvenes^*. Mientras ETA-VI avanzaba, con vacila­ ciones, hacía su conformación como organización revolucionaria marxista, sus dirigentes comprobaron que el reclutamiento de mili­ tantes, su entrenamiento y la determinación de las prioridades de la organización, chocaban con la tradición de amplio movimiento po­ pular de ETA. Al ir configurándose ETA-VI gradualmente como una organización no nacionalista, perdió la mayor parte de lo que había sido la base de apoyo tradicional de ETA entre sacerdotes y medios culturales vascos. Su dedicación al objetivo de construir un partido obrero no repercutió alterando su composición social, predominan­ temente de clase media. La dirección de ETA-VI estaba unida en su rechazo del chauvinismo antiespañol, su compromiso con la acción de masas —antes que con los actos armados de una vanguardia— y sus esfuerzos para evitar que la mayoría de sus miembros se afiliaran a ETA-V. Aparte de esto, la dirección mostraba una escasa consis­ tencia ideológica, con el resultado de que la organización tendía a zig­ zaguear de una política a otra. Una vez abandonado el nacionalismo, no tenía mucho sentido la insistencia en una estrategia autónoma para Euskadi, puesto que estaban participando en una lucha que formaba parte de un movimiento mayor a nivel de toda España. Ahora bien, el unirse a grupos fuera de Euskadi habría hecho añicos lo que que­ daba de las pretensiones de esta organización de ser la legítima he­ redera del espíritu de ETA. Todas estas contradicciones produjeron una parálisis organizativa a lo largo de 1971 que fue aún más exas­ perante porque coincidió con una ola de huelgas en muchos lugares de España, lo que permitió el crecimiento de otros grupos de izquier­ da. En 1971, mientras continuaba el alejamiento del nacionalismo de ETA-VI, ésta llegó a la convicción de que tendría que tomar la ini­ ciativa en dar un sesgo revolucionario a la lucha de clases. Los diri­ gentes de ETA-VI reconocían que, aunque el nivel huelguístico era muy alto en Euskadi, el nivel político del movimiento de masas era mucho más bajo que el alcanzado en Cataluña. ETA-VI estaba deci­ dida a ponerse a la cabeza del movimiento obrero, pero no estaba cla­ ra su idoneidad para hacerlo. Pese a que la organización se había beEntrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984. Esta cuestión fue planteada en « La necesidad de unas referencias estratégicas cen­ trales», Apuntes de Economía, Lección n.“ 7, marzo 1972; también en «Carta abierta a los camaradas del BT», Apuntes de Economía, Lección n.° 9, mayo 1972. Apuntes... era una continuación de la revista interna de ETA-VI, Remen.

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neficiado del enorme prestigio resultante del juicio de Burgos, y con­ taba con varios cientos de militantes consagrados y dispuestos a em­ peñar en la lucha de clases los esfuerzos y sacrificios una vez dedi­ cados al nacionalismo, ETA-VI no era una organización proletaria. Aunque la revista de este grupo, Zutik, presentara a ETA-VI como organización comunista, su composición de clase media y la concen­ tración de sus miembros en pueblos y aldeas étnicamente vascos, en los que había residido anteriormente la gran fuerza de ETA, era en cierto modo una desventaja a la hora de formar un partido obrero. Los dirigentes de ETA-VI pensaban que el paso del tiempo no les fa­ vorecía, ya que si la clase obrera no daba al resto de la sociedad un liderazgo revolucionario, muchas de las secciones más combativas de los trabajadores de cuello blanco, profesionales liberales y hombres de negocios independientes, que se habían alejado del chauvinismo nacionalista por influencia de ETA, volverían a él y pasarían a ser compañeros de viaje del PNV Los intentos de los dirigentes de ETA-VI por convertirse en ese liderazgo, que creían necesario al tra­ ducir sus consignas revolucionarias a una estrategia definida, empe­ zaban a producir grietas en la organización a fines de 1971. ETA-VI era instintivamente socialista; sin embargo, su falta de planteamientos y métodos de trabajo coherentes, significaba que no disponía de una orientación clara para la acción. Habiendo rechaza­ do la alianza con los capitalistas vascos que representaba el Frente N a­ cional Vasco (FNV), era refractaria a aceptar esta misma estrategia en el plano nacional, como quería el PCE, que era la fuerza más im­ portante del movimiento obrero. ETA-VI acordó con la mayoría de las restantes fuerzas de izquierda el boicot a las elecciones a enlaces sindicales para los Sindicatos oficiales En 1971 no tenían una ac­ titud clara hacia Comisiones Obreras, el más importante de los sin­ dicatos aparecidos, pero tendía a favorecer la creación de «grupos ro­ jos» de militantes, en lugar de intentar organizar a la totalidad del pro­ letariado Tampoco contaba ETA-VI con la experiencia o la es­ tructura para transformar su considerable base de activistas en un enérgico grupo sindical. Todas estas debilidades contrastaban fuerte­ mente con la fuerza del PCE que, si bien menos predominante en el País Vasco que en otros centros industriales, era una fuerza discipli­ nada y cohesiva, cuyos miembros se habían afiliado a ella tras haber aceptado un conjunto de ideas reconocidas. En general, los miemUn grupo de dirigentes de ETA criticaron el eclecticismo de ETA-VI en «Carta abierta a los camaradas del BT», Apuntes de Economía, Lección n.® 9, mayo 1972. «Lucha dura. Lucha continua», Berriak, n.“ 6, 12 abril 1971; «Sindikal elekzioak amaitie ta gera ordorioak», Berriak, n.° 8, 28 julio 1971. «Aprender de los hechos», Berriak, n.^’ 10, 15 nov. 1971.

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Bros de ETA-VI no se habían incorporado a esta organización por sus concepciones sobre los métodos más convincentes para la lucha sindical, aunque la mayoría de ellos aceptara más tarde que era una lucha decisiva. Y tampoco estaba al alcance de ETA-VI el seleccionar sus militantes mientras careciera de una teoría coherente La soli­ daridad de grupo que, mediante la incorporación de cuadrillas de ami­ gos a la organización, tanto había fortalecido a ETA como movimien­ to populista, se convirtió en una rémora a la hora de intentar el paso a un partido político con base en el proletariado. Aunque ETA-VI podía diferenciarse del PCE, simplemente sien­ do más combativa y presentando reivindicaciones más radicales, ello no bastaba para diferenciarla de los grupos maoístas de extrema iz­ quierda, como Kommunistak (anteriormente ETA-Berri) y la ORT, otro grupo maoísta que se había originado en el movimiento católi­ co. Kommunistak, por ejemplo, propugnaba un bloque revoluciona­ rio (es decir, una alianza entre grupos a la izquierda del PCE). ETAVI no estaba en modo alguno en posición de hacer un análisis pon­ derado de semejantes propuestas, y tampoco surgió una estrategia de la experiencia, como habían esperado algunos de sus miembros. H a­ cia 1971, aunque ETA-VI ya no se consideraba un amplio movimien­ to de liberación nacional, sino un grupo en proceso de transforma­ ción hacia un partido revolucionario, seguía sin estar claro si ETAVI sería un partido de masas o una vanguardia leninista. Tampoco se sabía con certeza si esta organización seguía siendo favorable a la crea­ ción de un Estado independiente de España y a la unificación de los países vascos español y francés. Ni era tampoco consistente la acti­ tud de ETA-VI hacia la cultura vasca, la cuestión lingüística y, de modo más general, hacia la clase media de la que provenía. El paso de ETA-VI del nacionalismo al socialismo, obligó a sus dirigentes a reconocer que otros grupos del resto de España estaban librando una lucha similar a la suya, lo cual planteaba la cuestión de las relaciones que debía establecer ETA-VI con dichas organizaciones. En su bús­ queda de aliados, el maoísmo de los mayores grupos de la extrema izquierda, como eran el PCE(i), la ORT y el M CE, era rechazado por ETA-VI Estos grupos no sólo defendían acríticamente al go­ bierno chino, que estaba empezando a mostrarse simpatizante de los A. Buendía (Patxo Unzueta) hizo una crítica exhaustiva del electicismo de ETAVI en «Notas críticas a; las clases sociales en Euskadi y sus expresiones políticas», Kemen, n.° 10, Apuntes de Economía, Lección 11, julio 1972. Por ejemplo, el PCE(i), un grupo con bastante fuerza en Cataluña, declaró que el Estado de Excepción de 1969 había sido decidido conjuntamente por Carrero Blan­ co y Santiago Carrillo, entonces Secretario General del PCE, con objeto de acabar con el PCE(i). Citado en Comunismo, 1 abril 1970, p. 14.

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Estados Unidos y los gobiernos conservadores del tercer mundo, sino que sus planteamientos políticos eran extremadamente toscos y sec­ tarios. El MCE, pese a ser el grupo maoísta más sofisticado, hacía tiempo que había abandonado las ideas críticas marxistas que habían motivado la expulsión de ETA de sus líderes. Todas estas cuestiones planteaban suficientes dificultades por sí mismas, pero ETA-VI tenía que enfrentarse a otros problemas. La di­ rección en el exilio estaba desarrollando sus ideas rápidamente, bajo la influencia de obras escritas a las que no habían tenido acceso den­ tro de España, y mediante sus contactos con marxistas franceses y es­ pañoles. La base del interior estaba algo perpleja ante las exhortacio­ nes de sus dirigentes a que leyeran a Lenin, Mao y Trotsky. Las di­ ficultades de ETA-VI se intensificaban con las continuas detencio­ nes, especialmente la de una serie de miembros de la dirección inte­ rior arrestados en Bilbao en marzo de 1972 Aunque los dirigentes de ETA-VI habían abandonado la teoría de que una minoría armada pudiera llegar a sustituir a la clase obrera, sus militantes no dispo­ nían de una estrategia general que pudiera orientar su propaganda y su acción industrial. La incapacidad de ETA-VI para convertirse en un grupo marxista produjo desacuerdos entre sus líderes en una reu­ nión de su Biltzaar Ttippia en febrero de 1972. ETA-VI había here­ dado una tradición en la que la función de las fórmulas teóricas era la de disimular las diferencias entre tendencias incompatibles. Cuan­ do ETA-V empezó a ganar terreno lentamente en los medios nacio­ nalistas, y ETA-VI no logró desarrollar una base fuerte en las fábri­ cas, algunos de los miembros de la dirección empezaron a poner en cuestión dicha tradición. Estos abogaron por la adopción del trotskysmo y la reagrupación con la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), lo cual, esperaban, pondría fin al eclecticismo político de ETA. ETA-VI había estado insistiendo en que sus militantes no so­ lamente debían ser buenos luchadores por la revolución, sino mar­ xistas bien formados. Pero no existía acuerdo entre los dirigentes so­ bre qué clase de marxismo adoptar de entre las diversas variantes po­ sibles. La LCR (originalmente Comunismo), la sección española de la trotskysta Cuarta Internacional, era un grupo pequeño con pocos afi­ liados, tanto en el País Vasco como en el resto de España, que había surgido de la disolución del FLP en 1969 Sin embargo, su crea«Biografía de los siete principales dirigentes de ETA detenidos en Bilbao La Gaceta del Norte, 23 marzo 1971. Véase Comunismo, n.“ 1, mayo 1970, passim, para la declaración fundacional del grupo que sería después la LC R; también una entrevista con el dirigente de la LCR, Miguel Romero, Viejo Topo, n.“ 37, oct. 1979.

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ción marcó la reaparición del trotskysmo en España tras una ausen­ cia de treinta años. El grupo trotskysta español — Izquierda Comu­ nista — que dirigía Andrés Nin , había sido una de las mayores organizaciones en aceptar las ideas de Trotsky a comienzos de los años 30. No obstante, Izquierda Comunista había roto con Trotsky en 1933, y en 1935 se había coaligado con otro grupo disidente co­ munista para formar el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), quedando Trotsky con un minúsculo grupo de adeptos, que no pudieron mantener su existencia tras la victoria de Franco La única organización trostkysta surgida en España anteriormente a la LCR, fue el Partido Obrero Revolucionario (POR),Ain pequeño grupo de partidarios del líder sudamericano Posadas. Entre los motivos de la favorable impresión que la L C R produjo en algunos sectores de ETA-VI figuraba la activa campaña en pro de los presos de Burgos llevada a cabo por la LC R y otras secciones de la Cuarta Internacional en particular la LC R francesa. La propues­ ta de que ETA-VI adoptara una identidad nítidamente trotskysta alar­ mó a otros miembros de la dirección, no tanto por un rechazo ro­ tundo del trotskysmo como por el temor de que un debate abierto dentro de la organización pudiera tener un efecto devastador sobre los militantes, que no entenderían el carácter de los desacuerdos. La minoría de los líderes «antitrotskystas» (en adelante «Minos»), que incluía a Francisco Letamendía, abogado defensor en el juicio de Bur­ gos, se pronunciaba a favor de la gradual transformación de ETA-VI Para Izquierda Comunista véase Pelai Pagés, El movimiento trotskista en Es­ paña, 1930-193S (Barcelona, 1977) passim; también Jesús Pérez (ed.), Comunismo (Bar­ celona, 1978), donde se reproducen una serie de artículos de la revista de este mismo nombre publicada por Izquierda Comunista. Wilebando Solano, The Spanish Revolution. The Life o f Andrés Nin (Londres, sin fecha), passim. Andrés Nin, Los movimientos de emancipación nacional (Barcelo­ na, 1977), fue uno de los contados intentos de un marxista español por analizar la cues­ tión nacional. León Trotsky, The Spanish Revolution, 1931-1939 (Nueva York, 1973), passim; para una crítica sobre la perspectiva de Trotsky con respecto a España hecha por un antiguo miembro del POUM véase Ignacio Iglesias, León Trotsky y España 1930-1939 (Madrid, 1977), passim; para un análisis trotskista de la guerra civil y una descripción de los minúsculos grupúsculos trotskistas que no se incorporaron al POUM, véase G. Manís, Jalones de derrota. Promesa de victoria (Bilbao, 1977), passim. La numerosa bibliografía sobre las escisiones de la Cuarta Internacional es, ine­ vitablemente, muy polémica. Para una versión en que se justifica la USFI, la Interna­ cional a la que se afilió ETA-VI, véase Pierre Frank, The Fourth International. The Long March of the Trotskyists (Londres, 1979), passim. Para una versión rival de la Cuarta Internacional, véase Jean Jacques Marie,£/ trotskismo (París, 1970), passim. Ri­ chard Stephenson, The Fourth International (Londres, 1974), passim, hace una expo­ sición más equilibrada.

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en un partido marxista coherente, que tomara postura frente a las cuestiones una vez surgidas éstas, creando así una estrategia y edu­ cando a los afiliados simultáneamente. La propuesta de invitar a to­ dos los miembros a decidirse a favor o en contra del trotskysmo era, en su opinión, prematura. Los «Minos» coincidían con la mayoría de la dirección en que ETA-VI estaba lejos de ser un partido revolucio­ nario, y que era necesario que llegara a serlo. Pero mantenían que no era posible realizar esto de golpe, como proponía la mayoría. La teo­ ría revolucionaria que hacía falta a ETA, decían los Minos, tendría que estar fundada en un análisis de hechos y experiencias que, hasta el momento, no les eran accesibles. La solución de los «Minos» a la crisis de ETA-VI pasaba por la adopción de una «táctica de transfor­ mación» que esperaban podría convertir a ETA-VI en un partido marxista revolucionario, sobre la base de las lecciones extraídas de su experiencia, más que sobre lo que ellos consideraban un salto arbi­ trario en el vacío A la elección por la mayoría de los dirigentes de la alternativa trotskysta contribuyó la progresiva moderación del PCE, y la confusión reinante entre los grupos maoístas, que tenían cada vez mayores dificultades para justificar la posición pro-ameri­ cana de China ‘*®. Hacia 1972, el maoísmo era ya mucho menos atrac­ tivo de lo que había sido en 1969, cuando ETA-Berri lo había adop­ tado por vez primera. Por ejemplo, el argumento del M CE y otros grupos maoístas, de que la Unión Soviética estaba regida por una dic­ tadura fascista y burguesa, resultaba poco plausible para los dirigen­ tes de ETA-VI. Esta era, como honda simpatizante de la lucha viet­ namita por la independencia, muy crítica respecto a la limitada ayu­ da que China prestaba a Vietnam que, a su juicio, era inferior a la que daba a la dictadura militar conservadora de Pakistán Todas estas diferencias causaron una escisión a raíz de una reu­ nión del Biltzaar Ttippia ampliado de ETA-VI, celebrada en julio de ■*'* «Nuestra táctica de transformación», en Actas de B T ampliado, julio 1982, Do­ cumentos Y, vol. 13, pp. 263-85. Los dos mayores grupos de extrema izquierda, el PCE(i), más tarde PTE, y la ORT siguieron defendiendo la política exterior de China hasta su desintegración en 1980, precedida por su fusión en 1979. Para la ORT, véase Andrés Hevia, «La política exterior de la república de China», El Militante, n.“ 9, enero 1976; para el apoyo acrítico del PTE a China, véase Ramón Lobato, «Sobre la dictadura del proletariado», H a­ cia el socialismo, n.“ 6, agosto 1976. Las relaciones cada vez más amistosas entre el PCE y China, tras la ruptura de este partido con Moscú, fue un problema para los partidos maoístas. La reconciliación culminó con la visita a China de una delegación del PCE en noviembre de 1971. Para el cambio de actitud hacia China del PCE, véase Mundo Obrero, 7 oct. 1969; 20 marzo 1971; 27 oct. 1971; 26 nov. 1971. “ «Vietnam, la lucha continua» en Zutik (ETA-VI Mayos), n.“ 56, febrero-marzo 1973.

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1972, donde una mayoría de la directiva propuso un debate exhaus­ tivo con participación de todos los miembros sobre la cuestión de si ETA-VI debía o no unirse a la LCR. Los «Minos» exigieron la in­ mediata convocatoria de una asamblea para decidir la cuestión. Las diferencias resultaron irreconciliables y ETA-VI se dividió en dos grupos Los «Minos» formaron una organización aparte, que se de­ claró la legítima ETA-VI, y a continuación celebraron una asamblea, en noviembre de 1972, que calificaron de segunda parte de la VI Asamblea (habiéndose llevado a cabo la primera en agosto/septiembre de 1970) Los «Minos» contaban con más gente dentro ^e España que la facción «mayoritaria», motivo por el cual se consideraron la legítima ETA-VI, pese a haber estado en minoría en el Biltzaar Ttip­ pia de la antigua organización. Los «Minos» de ETA-VI sólo coincidían entre sí en rechazar la decisión de unirse a la LCR. Aunque la mayoría de los miembros del interior compartían este rechazo, no tenían una base adecuada para sobrevivir como grupo independiente. Los «Minos» de ETA-VI no dirigían críticas contra el trotskysmo, ni aclararon si estaban o no de­ cididos, por principio, a permanecer como grupo independiente con una acción limitada a Euskadi. La asamblea de ETA-VI celebrada por los «Minos» adoptó un elaborado programa denominado «Táctica de transformación», donde se esbozaba cómo sería la intervención de esta organización en el movimiento obrero, así como en grupos es­ tudiantiles, asociaciones de vecinos y el movimiento cooperativista Los «Minos» también anunciaron que iban a cambiar el nombre de su publicación para evitar ser confundidos con la tendencia «mayo­ ritaria». Tras este prometedor comienzo, los «Minos» de ETA-VI pronto se desintegraron, habiendo publicado un número de Zutik, su órgano teórico, y dos números de una revista de agitación Cuando se escindieron de ETA-VI, los «Minos» contaban con va­ rios cientos de miembros, y se reconocía que habían tenido un papel Actas del BT ampliado. Documentos Y, vol. 13, pp. 263-85. «Declaración de la segunda parte de la VI Asamblea», Zutik, n.“ 55 (ETA-VI Minos), marzo 1973. La confusión creada por el hecho de que hubiera tres organiza­ ciones diferentes que utilizaran el título Zutik para su revista aumentó cuando tanto ETA-VI (Minos) como ETA-VI (Mayos) publicaron su propia Zutik, n.° 55. Afortu­ nadamente, la primera Zutik elaborada por ETA-V iba por el número 57. «Intervención en el movimiento obrero»; «Intervención en la enseñanza»; «In­ tervención en el movimiento de barrios y pueblos»; «Un caso particular: las coope­ rativas». Todos en Declaraciones de la segunda parte de la VI Asamblea, en Zutik (ETA-Minos), n.° 55. Los Minos siguieron utilizando el nombre de Berriak para sus revistas de agi­ tación. Para evitar ser confundidos con los Mayos, que también publicaban un Be­ rriak, cambiaron el título de su último número a Karraxi.

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destacado en las huelgas de Pamplona de 1973 Su adopción de la «Táctica de transformación» era una forma modesta de admitir que no poseían una teoría de la estrategia, comparable a la que la direc­ ción de los «Mayos» de ETA-VI creía haber encontrado en el trotskysmo de la LCR. La «Táctica de transformación» no era pro­ piamente una teoría política, sino simplemente un marco que debía servir de apoyatura para una teoría elaborada a partir de la práctica. La modestia inherente al concepto de «Táctica de transformación» impidió a los «Minos» de ETA-VI definirse con respecto a muchas de las cuestiones que dividían a la izquierda en Euskadi, e hizo re­ troceder a esta organización hasta el empirismo que había caracteri­ zado a ETA a lo largo de la mayor parte de su trayectoria. Los «Mi­ nos» de ETA-VI tuvieron que competir con toda una serie de gru­ pos políticos, que sí disponían de posiciones definidas frente a las grandes cuestiones ante las cuales permanecían mudos los «Minos». De modo poco sorprendente, el intento de sobrevivir sin una teoría fracasó. La división entre «Minos» y «Mayos» no reflejaba ninguna diferencia sociológica de importancia entre los dos grupos, siendo ambos étnicamente vascos y, en su mayoría, de clase media. Aque­ llos que, como Unzueta, José Vicente Idoyaga, Bikilia y Ramón Za­ llo, formaban la directiva de los «Mayos», habían adoptado el trotskysmo tras el estudio de las teorías marxistas. Aunque los «Mi­ nos» habían rechazado la adopción del trotskysmo propuesta por la facción «mayoritaria», no recayeron en las ideas maoístas que habían predominado en ETA desde fines de los años 60. Cuando se deshizo la organización «Minos», una gran cantidad de sus miembros se afi­ liaron al PCE, proporcionando a este partido unos cuadros impor­ tantes entre los que figuraba Roberto Lertxundi, que posteriormente sería Secretario General del partido en el País Vasco. Muy pocos pa­ saron a ETA-V. El teórico más conocido de los «Minos», «Perú» (Francisco Letamendía), no se incorporó al PCE, sino que, a raíz de una estancia en París y de haber escrito una historia del País Vasco, se convirtió en partidario de ETA-Político Militar, una de las ramas de la ya por entonces dividida ETA-V La facción «mayoritaria» de ETA-VI también celebró su propia versión de la segunda mitad de la VI Asamblea en diciembre de 1972, en la que se decidió procurar la unión con la LC R y afiliarse a la Cuar­ ta Internacional. Los «Mayos» de ETA-VI aportaron alrededor de Ello fue reconocido por la rama rival —M iyo— de ETA-VI. Véase «Las orga­ nizaciones políticas durante la huelga general», en Iruña. Huelga general, 1973 (no se menciona lugar de publicación). La breve alusión de Ortzi a los «Minos» en Historia..., p. 389, no explicaba la rapidez de su caída.

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300 miembros a la organización resultante de la unificación, que tomó el nombre de ETA-VI-LCR La LC R tenía más del doble de miem­ bros que los «Mayos» de ETA-VI antes de la fusión, de tal modo que, dada la población relativa de Euskadi y del resto de España, la organización resultante era mucho más fuerte en el País Vasco que en ningún otro sitio. La retención del nombre de ETA-VI no indi­ caba, a juzgar por la VII y última Asamblea de los «M ayos», cele­ brada inmediatamente antes de su fusión con la LC R, que sus miem­ bros no estuvieran totalmente decididos a abandonar el nacionalis­ mo El programa adoptado mostró que los «Mayos» de ETA-VI se habían consagrado sin reservas a la participación en las luchas obre­ ras. Este grupo había reaccionado al notable aumento de la actividad huelguista desde 1970, creyendo que España entraba en un período en el que sería posible acabar con la dictadura. Dadas estas circuns­ tancias, la organización opinaba que la clase obrera debía prepararse para una situación dual de poder. El deber de todo revolucionario, según ETA-VI-LCR, era fomentar la creación de órganos de lucha combativos y unitarios en los centros de trabajo. Estos no deberían ser simples correas de transmisión del partido revolucionario, sino verdaderos esfuerzos por construir una amplia base de apoyo, en co­ misiones obreras y en todas partes A diferencia de los grupos maoístas, los «Mayos» de ETA-VI comprendían que no eran un par­ tido de masas sino un grupo de unos cuantos cientos de personas, que aún no había hallado el modo de obtener el respaldo de un gran número de trabajadores Los «Mayos» de ETA-VI rechazaban la práctica, seguida por las formaciones maoístas, de crear falsas organizaciones de masas estric­ tamente controladas por su propio partido. Pensaban que los revo­ lucionarios no debían constituir unas comisiones obreras sectarias, que compitieran con las de influencia comunista, sino que debían lu­ char para ganarse una audiencia en las organizaciones de masas. La insistencia de los «Mayos» de ETA-VI (en adelante ETA-VI), en las organizaciones de masas frente a la lucha armada, no significaba que hubieran adoptado posturas pacifistas. En la Asamblea se comentó el derrocamiento del presidente Allende en Chile como un ejemplo de la locura que representaban los pactos con capitalistas. ETA-VI deZutik (ETA-VI-LCR), n."61, enero 1974. «Construir el partido con la LC R», Zutik (ETA-VI-LCR), n.“ 61, enero 1974. «Acerca de la Comisiones Obreras», en Zutik, n.° 56 (ETA-VI), febrero-marzo 1973. La confusión entre las diversas versiones de Zutik disminuyó debido a que los «Minos» sólo publicaron un número de su Zutik (n." 55). Pero este título siguió siemdo empleado por ETA-V y por ETA-VI-LCR. Ibíd.

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claró necesario que la clase obrera se preparara para la confrontación violenta creando grupos de defensa en las comisiones obreras, la rea­ lización de actos de propaganda por parte de grupos armados y, con el tiempo, la creación de destacamentos de lucha armados y entrena­ dos En cuanto a la difícil cuestión de optar entre secesión y per­ manecer como parte de España, la Asamblea adoptó la consigna de «libre unión del pueblo sometido al Estado español». Esta fórmula expresaba el abandono de la independencia como ideal por parte de ETA-VI, pero su aceptación del derecho democrático de los vascos a elegir su separación de España si así lo deseaban. Pese a que la se­ cesión se consideraba improbable y no conveniente, sostenían que los revolucionarios debían levantar la bandera del derecho de los vas­ cos a la autodeterminación como medio de educar al pueblo en el mé­ todo marxista La consigna «libre unión del pueblo sometido al Estado español» aclaraba la posible ambigüedad que entrañaba la reivindicación de au­ todeterminación. El motivo primordial de los «Mayos» de ETA-VI para plantear esta exigencia era el de evitar que la cuestión nacional se convirtiera en fuente de desunión en el movimiento obrero. En la Asamblea se comentó la práctica desintegración de la facción rival de ETA-VI, los «Minos», y se afirmó que ello se debía a la negativa de sus líderes a tomar posición en cuestión alguna Se criticó a ETA-V por no haber llevado a cabo ninguna labor de masas, y se señaló que, aunque la policía había dado muerte a cinco de sus miembros en un año, no se habían producido manifestaciones masivas comparables a las ocurridas en protesta por la muerte y las penas capitales impues­ tas a miembros de ETA a fines de los años sesenta ^ . La lucha por la unidad de la clase obrera, étnicamente dividida, se convirtió en una de las primeras preocupaciones de la organización Por ejemplo, in­ quietaba a ETA-VI que el PNV y ELA estuvieran ejerciendo una in«Construir el partido con la L C R », en "Zutih (ETA-VI-LCR), n.®61, enero 1974. ETA-VI ya había expuesto la idea de que la clase obrera evolucionara hacia la lucha armada, mientras criticaba las acciones aisladas de ETA-V en «ETA-V y el activismo minoritario», Xiítik^ n." 57 (ETA-VI), abril-mayo 1973. «Resolución sobre la lucha contra la represión nacional de Euskadi», Zutik, n.“ 61 (ETA-VI), nov. 1973. «Contra el eclecticismo», en Xutik, n.° 61 (ETA-VI-LCR), enero 1974. “ «Resolución sobre la lucha...», op. cit. La falta de movilización popular a raíz de estas muertes fue comparada con las masivas manifestaciones que siguieron a la muerte de Txabi en 1968 y a la pena de muerte impuesta a Arrizabalaga en 1969. La LC R /L K I (el nombre ETA-VI se abandonó en 1978) se hizo mucho más na­ cionalista en los años que siguieron a la consolidación de la democracia parlamentaria. El M CE siguió una evolución paralela. Véase Zutik y Combate, los periódicos sema­ nales de la LC R, 1977-84.

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fluencia reaccionaria en la población étnicamente vasca mediante las ikastolas. La insistencia de ETA-VI en la necesidad de prepararse para una posible lucha armada era menos el reflejo de sus propios oríge­ nes como movimiento armado, que la aceptación de la postura orto­ doxa comunista de que no era posible alcanzar el socialismo sin la re­ volución, y la influencia de los movimientos guerrilleros de Latinoa­ mérica en la Cuarta Internacional La fusión con la LCR y la afi­ liación a la Cuarta Internacional tuvieron, sorprendentemente, esca­ sas consecuencias específicas. La organización, pese a ser muy crítica hacia los dirigentes chinos, siguió admirando a los de Cuba y Vietnam. El aspecto más positivo de la adopción de la versión del trotskysmo propuesta por la LCR fue el énfasis de la LCR-ETA-VI en la unidad obrera. Aunque la organización siguió criticando la po­ lítica del PCE, evitó los excesos de sus rivales maoístas. La incorpo­ ración de ETA-VI a un partido organizado en toda España, y su ne­ gativa a toda alianza con los capitalistas vascos indicaban un aleja­ miento del nacionalismo en pro de posiciones comunistas, muy si­ milar al realizado por ETA-Berri a fines de los años sesenta. Sin embargo, la fuerza de la organización siguió residiendo en la clase me­ dia étnicamente vasca. La decepción al ver frustradas sus esperanzas de una revolución socialista tras la transición a la democracia parla­ mentaria en 1977, llevaría a la sucesora de ETA-VI, la LCR-LKI, a recaer en las ideas nacionalistas que un día rechazara tan ferozmente. Parte II: el ascenso de ETA-V

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Durante el período en que ETA-VI se alejaba del nacionalismo, el minúsculo grupo que rodeaba a Etxabe se esforzó por restablecer los principios originales de ETA, y su propio derecho a proclamarse custodios de su tradición. En un principio, sus esfuerzos fueron mu­ cho menos afortunados de lo que habían sido los de la dirección ele­ gida en la V Asamblea en combatir un similar peligro «españolista». Sin embargo, su lucha por ser reconocida como la auténtica ETA ter­ minaría triunfando. Aunque los dirigentes de ETA-V se considera­ ban los legítimos herederos de la tradición de ETA, a principios de 1971 contaban con un escaso apoyo organizado. La dirección de ETA-VI, a diferencia de la que había sido expulsada en 1966/67, te­ nía el respaldo de la mayor parte de la organización, y en particular de sus miembros encarcelados. ETA-VI sostenía que, lejos de traiPara una versión crítica de la acción del grupo guerrillero argentino ERP, que se originó en la Cuarta Internacional, véase Pedro A. Barcia, «Las guerrillas de Ar­ gentina», Intcrrogaúom, n.“ 3, enero 1975 (París).

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clonar los principios adoptados en la V Asamblea, había avanzado en su desarrollo. Puesto que esta afirmación iba a,valada por los pre­ sos del juicio de Burgos, ETA-V tuvo grandes dificultades para ha­ cer valer su pretensión de ser la única y auténtica ETA h N o tenía ni los afiliados, ni el prestigio, ni la organización necesarios para re­ presentar una alternativa efectiva a sus rivales. Aunque los principa­ les miembros de ETA-V estaban unidos en sus ataques a la «traición» de la dirección de ETA-VI, realmente no era un grupo homogéneo. Etxabe era contrario a la «política» en sí misma, y se consideraba como un simple patriota que luchaba por liberar a Euskadi del do­ minio español. Las teorías de lucha de clases le sonaban a traición, puesto que encerraban el peligro de dividir al pueblo vasco Las ideas de Txillardegi también eran bastante conservadoras y chauvi­ nistas, pese a que él mismo se describía como un «humanista socia­ lista». Txillardegi seguía pensando que el elemento crucial para la su­ pervivencia del pueblo vasco residía en el fortalecimiento de su len­ gua, el euskera, y se había mostrado escéptico ante las posibilidades de lanzarse a la lucha armada en Euskadi, cuando por primera vez se propuso en serio a mediados de los años sesenta. Las ideas políticas de Etxabe y Txillardegi tenían más en común con las que habían pre­ valecido durante los primeros años de ETA que con las adoptadas en la V Asamblea. Por el contrario, Krutwig, Beltza y Julen Madariaga habían sido firmes defensores de las decisiones tomadas en la V Asamblea, en la que Krutwig había sido uno de los principales teóricos. Este plantea­ ba sus críticas a ETA-VI en términos marxistas, alegando que insistir en la lucha de clases antes de lograda la liberación nacional no era marxista. Una vez superada la etapa de la independencia nacional, la lucha de clases sería legítima y aceptable Además de sus diferen­ cias ideológicas, los líderes de ETA-V se veían obstaculizados por el hecho de encontrarse exilados en Francia, Italia y Bélgica. Etxabe ha­ bía dirigido el Frente Militar desde el País Vasco francés, pero Krut­ wig nunca había tomado parte activa en la organización de las acti­ vidades de ETA. López Adan y M^adariaga habían sido activistas, pero* * El grupo era, en ocasiones, denominado ETA (Askatasuna ala hil Libertad o Muerte) que tenía una resonancia menos marxista que el eslogan de ETA-VI, Iraultza ala hil (Revolución a Muerte). ^ J. J. Etxabe, «Carta abierta a todos los militantes de E.T.A.» en Kemen, Boletín interno Askatasuna ala hil; entrevista con Etxabe en Garai, 10 marzo 1977. ^ En Comentarios y proposiáones ante la próxima asamblea, Krutwig citaba al J.-P. Sartre, como experto que había demostrado la existencia del colonialismo dentro de Europa. Krutwig insistía en que la prioridad de los marxistas era la de crear un frente nacional de todos los patriotas. Documentos Y, vol. 11, pp. 109-15.

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ya no lo eran. Dada la debilidad organizativa y política de ETA-V, no sorprende que los dirigentes de ETA-VI no consideraran a sus ri­ vales como un peligro serio. El principal triunfo de ETA-V en 1970, el secuestro del cónsul alemán, Herr Beihl, se consideraba como un acto puramente publicitario, mientras que su elección de conserva­ dores como Telesforo Monzón y el pladre Larazábal, para servir de intermediarios en aquella ocasión, demostraba, en opinión de ETAVI, la falsedad de las pretensiones de ETA-V a la herencia socialista de ETA \ Pese a todo, la debilidad organizativa de ETA-V y su confusión política se vieron compensadas por una serie de rasgos que contri­ buirían a SU progreso. Su nacionalismo primitivo demostraría, a la lar­ ga, ser más afín a la tradicional base social de ETA, que el marxis­ mo de ETA-VI. Los miembros de ETA siempre se habían reclutado entre el sector étnicamente vasco de la población, principalmente en familias que apoyaban al PNV. Cuando ETA-VI empezó a alejarse del nacionalismo y se produjo la escisión en facciones dentro de ella, un goteo continuo de sus afiliados transfirieron sus lealtades a ETA-V El deslizamiento teórico hacia el marxismo, que quedó pa­ tente en la V Asamblea, no había estado acompañado por la sistemá­ tica formación en la teoría marxista que habría permitido a las bases de ETA-VI traducir la retórica en práctica. ETA-V estaba en mucha mejor posición que ETA-VI para participar en la formación del Fren­ te Nacional que ambas organizaciones aspiraban a crear. El PNV, que tendría que haber sido parte esencial de dicho Frente, no era un gran entusiasta de ninguna de las dos ramas de ETA, pero se sentía más cómodo con ETA-V con con la «españolista» ETA-VI. Otros promotores del Frente Nacional, como eran los adeptos a la revista de Txillardegi, Branka ELA-Berri —una escisión del sindicato his­ tórico nacionalista y EGI, las juventudes del PNV — una vez más en conflicto con su organización madre— preferían a ETA-V frente a ETA-VI. ETA-V sí logró que otras organizaciones firmaran decla­ raciones conjuntas con ella, por lo general limitadas a reivindicacio­ nes estrictamente nacionalistas. En una de estas peticiones conjuntas publicada en 1972 con motivo de la fiesta nacionalista celebrada en Semana Santa, el Aberri Eguna— los firmantes pedían a la iglesia ca­ '* «El cónsul alemán puesto en libertad», «ETA y el rapto del cónsul», ambos en Berriak, n.° 1, dic. 1970. ^ Entrevista del autor con uno de estos activistas (Goiherri), San Sebastián, 5 agos­ to 1984. ^ ^ Branka fue elaborado por primera vez en 1966 como revista semioficial de ETA, dirigida por Txillardegi. Véase el informe de Txillardegi al ejecutivo de ETA, Docu­ mentos Y, vol. 12, pp. 529-30.

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tólica que reorganizara sus demarcaciones eclesiásticas, de tal modo que tanto el País Vasco francés como el español formaran parte de una misma diócesis ^. Lentamente, ETA-V empezó a reclutar nuevos miembros, mien­ tras sus fundadores dimitían o pasaban a la inactividad. En el verano de 1971, Etxabe, cabeza del Frente Militar, dimitió y fue substituido por su lugarteniente, Eustakio Mendizábal (Txikia), un ex-seminarista apartando con ello a un líder que empezaba a ser incómodo. Puesto que el Frente Militar era, en la práctica, la única parte opera­ tiva de ETA-V, Txikia se convirtió en el dirigente del grupo, y pro­ cedió a lanzar una campaña de lucha armada que produciría nume­ rosos arrestos y varias muertes, entre ellas la suya propia. La ideo­ logía que ETA-V necesitaba tenía que reconciliar los elementos Rén­ dales del nacionalismo vasco tradicional, con las diversas versiones del marxismo vigentes a comienzos de los años setenta. Beltza y Krutwig proporcionaron la parte central de esta teoría en sus panfletos y en los artículos publicados en la revista Gathazka, que se imprimía en Bélgica. En una de estas aportaciones. Estrategia y táctica, se ar­ gumentaba que, puesto que los modernos trabajos de investigación habían demostrado que las formas de pensamiento dependían del len­ guaje empleado, el socialismo vasco tenía que estar dirigido por per­ sonas que hablaran euskera, y había que luchar por restaurarlo como lengua de todo el País Vasco En aquel mismo artículo se afirmaba que el partido socialista vasco debía ser muy precavido a la hora de convenir alianzas con fuerzas «españolas». El PNV podía permitirse hacer pactos con el PCE porque la diferencia en los objetivos socia­ les de ambos partidos hacía improbable que se confundieran sus reR pectivas políticas, pero un partido vasco socialista corría mucho más peligro de quedar subordinado a la estrategia del socialismo español, por lo que dicha alianza representaba un gran riesgo Los partidarios más jóvenes de ETA-V se aferraban con vehemen­ cia a los escritos de Krutwig y Beltza para justificar su anhelo de vuel­ ta al nacionalismo primitivo de la primera ETA. El que las teorías de Krutwig y Beltza no ofrecieran un análisis de la moderna sociedad vasca, o estrategias viables para la liberación de Euskadi, carecía de importancia. Gathazka y la versión de Zutik que publicaba ETA-V eran pasadas por la frontera de forma ilegal y los militantes locales ^ Aherri Eguna 72, Documentos Y, vol. 12, pp. 405-6. ** Entrevista con Etxabe en Garaia, 10 marzo 1977. La dimisión de Etxabe fue anun­ ciada en Comunicado de ETA al pueblo vasco, agosto 1971, Documentos Y, vol. 12, p. 298. Estrategia y táctica. Documentos Y, vol. 12, pp. 10-16. Ibíd., pp. 12-13.

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las reimprimían. Aparte de Gathazka y los escritos producidos por la propia ETA-V, las lecturas de los militantes de este grupo a co­ mienzos de la década de los setenta eran eclécticas; el que leyeran a Stalin sobre la autodeterminación, a Franz Fanón o al Che Guevara dependía del capricho del censor y de la accesibilidad de la obra Este tipo de lecturas tan variadas no proporcionó una estrategia a ETA-V, pero sí le permitió racionalizar la prioridad que entonces concedía a la lucha armada. Un ejemplo de las teorías que eran bien acogidas por los militantes es el ofrecido por el escrito Principios del nacionalismo revolucionario, donde Krutwig y Beltza sostenían que sólo aquellos que hablaran euskera eran plenamente vascos, y que los que desconocían esta lengua, de lo que generalmente no eran respon­ sables, tenían el deber de aprenderla Las conclusiones de esta teo­ ría eran que el enemigo de Euskadi era España, y no el capitalismo en general; que el euskera era la única lengua auténtica del País Vas­ co; que era necesario un Frente Nacional de patriotas vascos de to­ das las clases sociales; y que la acción violenta de una vanguardia ar­ mada formaba una parte vital de la lucha por la liberación nacional En esencia, los planteamientos de Krutwig y Beltza proporcionaron la base para retornar a las ideas de los primeros años de ETA, mien­ tras que se justificaban estas ideas con referencias a Marx, Lenin, Trotsky y Kropotkin. En los años setenta, la autoridad del naciona­ lismo tradicional «sabiniano» tuvo que ser complementada con la de escritores más avanzados. En concreto, Beltza y Krutwig tacharon de ridicula la idea formulada por ETA-VI de que «todo el que ven­ diera su trabajo en el País Vasco era vasco» La mayoría de los in­ migrantes españoles de Euskadi, insistían, eran españoles, no vascos alienados. Estos dos autores rechazaban también de modo específico la reivindicación de bilingüismo, afirmando que el hecho de que un revolucionario propusiera la coexistencia del euskera y de la lengua del dominador era tan absurdo como pedir la coexistencia del traba­ jador y el capital La distribución de toda esta literatura ilegal era mucho más fácil en los pueblos por la existencia de una densa red de familiares y ami­ gos, posibilidad con la que no contaban los grupos «españoles» en las ciudades. La misma red facilitaba el reclutamiento. Inicialmente, " Entrevista del autor con Goiherñ, San Sebastián, 5 agosto 1984. Principios de nacionalismo revolucionario. Documentos Y, vol. 12, pp. 20-21. Ibíd., pp. 18-24. Notas para una teoría del nacionalismo revolucionario. Documentos Y, vol 12 P- 73. Ibíd. Los que abogaban por el Frente Nacional propusieron, claro está, esta coe­ xistencia entre capital y trabajo.

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se encargaba a los simpatizantes alguna tarea sencilla, como podía ser hacer pintadas o repartir panfletos, antes de confiarles misiones más importantes. La línea que separaba al simpatizante del militante de ETA-V no estaba definida, especialmente en los pueblos. La distri­ bución de propaganda clandestina era un tipo de actividad que tam­ bién realizaban miembros de ETA-VI y afiliados a los grupos «espa­ ñoles». Pero los miembros de ETA-V dedicados a labores compara­ tivamente tan humildes sabían que pertenecían a la organización que estaba llevando a cabo la lucha armada, iniciada por los héroes del juicio de Burgos. Los incorporados a ETA-V más recientemente sen­ tían una fuerte identificación con la tradición de ETA, pese a ignorar en grado sorprendente los pormenores de la historia de esta organi­ zación. El romántico actractivo de pertenecer a una organización en la que se unían las fascinación de la lucha armada y el rechazo de las conservadoras actitudes sociales del PNV, proporcionaba a ETA-V una gran ventaja sobre ETA-VI. La represión de fines de los años se­ senta había despertado un profundo sentimiento de identidad étnica vasca, que se extendía a las personas de familias carlistas. En un ejem­ plo de este patriotismo vasco, un grupo de carlistas vascos fueron arrestados a fines de 1970 en la provincia de Burgos, donde intenta­ ban interrumpir la transmisión del discurso de fin de año de Franco dirigido a la nación La lucha armada, tras haber caído en desgra­ cia desde 1969, empezaba a revivir en beneficio de ETA-V. La polémica de Beltza y Krutwig contra los «revolucionarios de pacotilla», que creían en la propaganda más que en la acción armada, fue muy popular entre los jóvenes anhelantes de acciones dramáticas. Aparte de las contribuciones de Krutwig y Beltza, la principal in­ fluencia teórica recibida por ETA-V en sus primeros momentos fue el folleto Fines y medios en la lucha de liberación nacional, escrito por el encarcelado Zabilde en 1969, bajo el pseudónimo K. de Zumbeltz, pero no distribuido ampliamente hasta 1970. Fines... era esen­ cialmente un tratado sobre formas de lucha y organización militares, con poco contenido político Las propias publicaciones de ETA-V fueron muy escasas en sus primeros años. Puesto que le disputaba a ETA-VI el derecho a los títulos de las revistas de ETA, en octubre de 1970 empezó a publicar su propia versión de Zutik La revista de ETA-V era poco voluminosa, y su objeto primordial era afirmar Entrevista del autor con Jon Querejeta, uno de los participantes en el atentado, San Sebastián, 30 julio 1984. Fines y Medios, suplemento de Iraultza, noviembre 1970, passim. La versión de Zutik elaborada por ETA-V llevaba el número 57, aunque el úl­ timo número publicado antes de la escisión había sido Zutik 51, salido en la primavera de 1970. ETA-VI publicó Zutik, n.“ 52, en mayo de 1971.

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las pretensiones de este grupo de ser la auténtica ETA. El primer nú­ mero consistía casi enteramente en un artículo de Julen Madariaga en el que atacaba a la dirección de ETA-VI, atribuyéndoles un artículo escrito por un miembro de Komunistak Otro número estaba de­ dicado simplemente al comunicado de ETA-V sobre la liberación del cónsul alemán, Beihl ^°. Cuando ETA-V intentó una crítica más ex­ haustiva de sus rivales de ETA-VI, su carencia de recursos intelec­ tuales les llevó a publicar un artículo de Txillardegi, y reproducir otro de Jean-Paul Sartre, aparecido originalmente en el prefacio de un li­ bro sobre el juicio de Burgos. Sartre reafirmaba el argumento de que Euskadi era una colonia, ya adoptado por ETA en su V Asamblea :f Los dirigentes de ETA-V no sólo rechazaban el derecho de sus competidores a erigirse como legítima ETA, sino que les preocupaba que algún patriota ingenuo estuviera dispuesto a aceptarlos en un Frente Nacional Los líderes de ETA-V veían críticamente los pro­ nunciamientos de ETA-VI sobre la opresión fascista, de los que se deducía su oposición a la dictadura de Franco antes que al Estado es­ pañol. Irritaban especialmente a los dirigentes de ETA-V los llama­ mientos de ETA-VI a la solidaridad entre los obreros en lucha de toda España, que, decían, era parecido a pedir la solidaridad entre ale­ manes y rusos durante la ocupación alemana ETA-V seguía insis­ tiendo en que Euskadi estaba sometida a una ocupación militar ex­ tranjera como resultado de haber sido derrotada en tres guerras. Re­ pitiendo las acusaciones de Txillardegi contra Iturrioz y del Río, se sugería que ETA-VI era producto de la infiltración realizado por el PCE pese a que los líderes de ETA-V no ignoraban que sus riva­ les de ETA-VI tenían antecedentes impecablemente vascos y naciona­ listas. ALos esfuerzos de ETA-V por ser aceptada como organización le­ gítima, se vieron obstaculizados por el efecto que produjo la rotunda declaración firmada por todos los acusados del juicio de Burgos, en apoyo de la dirección de ETA-VI. Dicha declaración había merecido la aprobación de los restantes presos de la organización, que inten­ taban mantenerse al día de los sucesos del mundo exterior mediante «Análisis y crítica del trabajo titulado: Notas sobre el problema nacional», Zu­ tik (ETA-V), n.” 58. «Comunicado de ETA al pueblo vasco y a la opinión pública mundial», Zutik (ETA-V), n." 58. «El proceso de la descentralización», J.-P. Sartre, Zutik (ETA-V), n." 61 (sin fe­ cha). «Política del grupo llamado ETA-Vl Asamblea», Zutik (ETA-V), n.° 60. Ibíd. Ihíd.

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la información proporcionada por las visitas y los comunicados in­ troducidos ilegalmente La mayor parte de los encarcelados en 1970, compartían el desdén de la dirección de ETA-VI por la esci­ sión encabezada por Etxabe y Krutwig. La afirmación de que los ele­ gidos para el Biltzar Ttippia en la V Asamblea de 1967 eran la única dirección legítima no podía resultar muy convincente para los acusa­ dos del juicio de Burgos, que habían constituido la dirección efectiva de ETA hasta el momento de su detención en 1969, sin más derecho estatutorio que el de los que les había substituido. El chauvinismo ex­ hibido por Etxabe, que tan fuertemente contrastaba con las declara­ ciones de solidaridad con el proletariado español hechas por los pre­ sos durante el juicio de Burgos, no podía ser aceptado por éstos. Y tampoco otorgaban gran importancia a las pretensiones de Txillardegi de representar a ETA, en vista de su dimisión de esta organiza­ ción en la primavera de 1967 Beltza también había presentado su dimisión de ETA en 1970 Krutwig y Madariaga, aunque seguían afiliados, no habían participado en la lucha llevada a cabo dentro de España a partir de la V Asamblea, de modo que tenían escasa in­ fluencia sobre los presos. Para la mayoría de las personas que se habían manifestado a fa­ vor de los procesados en el juicio de Burgos, y que entendían poco de las contiendas ideológicas de la organización, la declaración de los presos daba la legitimidad a ETA-VI. En 1970 y principios de 1971, los presos parecían gozar de las simpatías de la gran mayoría de la población vasca. Sin embargo, a fines de 1971, cuando se hizo paten­ te que ETA-VI estaba avanzando poco en sus intentos de convertirse en una organización de masas marxista, los presos se vieron en la poco envidiable posición de no ser ya los representantes indiscuti­ bles de la lucha vasca por la liberación. El marxismo de los acusados no había llegado, por lo general, más allá de su solidaridad con los oprimidos y su hostilidad a la «oligarquía». La adopción por parte de ETA-VI de una estrategia política que pocos de los presos com­ prendían, amenazaba con crear conflictos en el seno de la comunidad nacionalista. La censura no permitía que los presos pudieran realizar un estudio serio de las ideas marxistas de su organización Las comunicaciones variaban de una cárcel a otra, pero en términos generales mejoraron en los años setenta. Entrevistas del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 mar­ zo 1980; Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980 e I. García Arramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980. Véase Al comité ejecutivo de ETA en Documentos Y, vol. 9, pp. 374-75. A todos los Makos, anunció la baja de Beltza, Documentos Y, vol. 9, pp. 374-75. Iñaki García Aramberri intentó reconstruir las ideas de Marx a base de las citas contenidas en libros antimarxistas, a los que tenía acceso en la cárcel. Entrevista del autor con García Aramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980.

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Cuando ETA-V empezó a llenar lentamente el espacio político ocupado por la primera ETA a principios de los años sesenta, algu­ nos de los presos se sintieron atraídos hacia ella, e insatisfechos con ETA-VI. A comienzos de 1972, la pública adhesión a ETA-V de Zalbide, principal líder de ETA hasta su encarcelamiento en 1965, jun­ to a Onaindía y Uriarte, héroes del juicio de Burgos, fue sinto­ mático de un fenómeno que afectó a la mayoría de ellos El cam­ bio de lealtades presentaba grandes dificultades para unas personas que anteriormente habían rechazado las ideas políticas de Etxabe y sus partidarios. El paso fue facilitado por la salida de Etxabe, pero incluso así exigió un considerable salto mortal político. Aquellos pre­ sos que declararon la transferencia de sus lealtades de ETA-VI a ETA-V, reiteraron su inicial aspiración a la unificación de los países vascos francés y español, subrayaron la importancia de convertir Euskadi en un Estado vascoparlante, rechazaron el bilingüismo e insis­ tieron en la necesidad de un Frente Nacional Los presos no volvieron a la línea racista y conservadora de Et­ xabe y Txillardegi, ni acusaron a sus antiguos camaradas de ser infil­ trados comunistas decididos a destruir el movimiento nacionalista. Sin embargo, criticaban a ETA-VI por tener una concepción no mar­ xista de la cuestión nacional, que la inducía a desoír la necesidad de alianzas con otras clases sociales. Según los presos, la burguesía na­ cional había demostrado ser objetivamente revolucionaria, por la ac­ titud que había adoptado ante el juicio de Burgos. La postura verda­ deramente marxista, decían los presos, era la de crear un Frente N a­ cional y luchar por una Euskadi independiente y soberana, como eta­ pa necesaria y previa a la revolución socialista La fórmula elegida por los presos para reconciliar sus anteriores ideas socialistas con la afiliación a ETA-V, fue la de proporcionar a dicha organización la teoría que debía substituir al nacionalismo primitivo, y al anticomu­ nismo, de Etxabe y Txillardegi. La adhesión de una serie de presos a ETA-V fue un factor absolutamente esencial para establecer la le­ gitimidad de esta organización. Aunque se podía acusar a la direc­ ción de ETA-VI de traición, cualquier intento de criticar a los héroes del juicio de Burgos habría sido contraproducente. Dado que la di­ rección de ETA-VI era reacia a atacar la retórica marxista y las de­ claraciones de solidaridad con los obreros españoles utilizadas en el juicio de Burgos, había que explicar ciertas afirmaciones, como las Onaindía, Uriarte, Zabilde, «El papel de la burguesía nacionalista en la revolu­ ción», Zutik (ETA-V) (Caracas, sin fecha), en Documentos Y, vol. 12, pp. 478-79. «Tesis de los juzgados en Burgos y de otros marxistas leninistas», Zutik (ETA-V), n." 36 (sin fecha). Ihíd.

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realizadas por José María Dorronsoro en el sentido de que el cam­ pesino andaluz estaba tan oprimido como el de Euskadi sostenien­ do que se habían sacado de contexto. E N 1971 y 1972, ETA-V fue, lentamente, reclutando a algunos militantes de ETA-VI alarmados por el gradual abandono del nacionalismo por parte de esta organi­ zación. Unos cuantos miembros del grupo, ya desmantelado, de Los Cabras, como Imanol Pagoaga, también se incorporaron a ETA-V, así como un número considerable de personas, radicalizadas por la represión y la campaña montada en el judo de Burgos. Los nuevos afiliados tendían a ser más de origen rural que los que se habían uni­ do a ETA a fines de los sesenta, y tenían un bajo nivel político El lento incremento de miembros de ETA-V recibió un enorme impulso en 1972, cuando ésta se unió a EGI. Prácticamente la tota­ lidad de los varios cientos de militantes pasaron de EGI a ETA-V, dejando al PNV con un minúsculo resto, y proporcionando a ETA-V una verdadera base dentro de España La organización resultante empezó a seguir una estrategia similar a la de 1968-69. La incapaci­ dad del PNV para retener el control de sus juventudes no era real­ mente sorprendente. EGI había revivido a fines de los años sesenta, en parte como consecuencia de la progresiva politización del País Vas­ co a raíz del asesinato de Manzanas, de la campaña de violencia de ETA y del juicio de Burgos. Mientras iba en aumento el activismo de EGI, las acciones de ETA representaron un modelo a emular. Por ejemplo, EGI colocaba ikurriñas en las carreteras y robaba materia­ les para producir su propaganda. La represión generalizada que sus­ citó la campaña de ETA puso en peligro el mantenimiento de la pro­ pia estructura de EGI, obligándole a adoptar un tipo de organiza­ ción similar Los miembros de EGI, entraron en contacto con los militantes de ETA-V encarcelados y recibieron una fuerte influencia de ellos. Véase Capítulo 4, p. 155. I. García Arramberri, obrero y no intelectual, encarcelado en 1969, se quedó es­ candalizado ante el bajo nivel político de los presos de ETA-V que entraron en su cár­ cel a principios de los años setenta. Entrevista del autor con I. García Arramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980. Entrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984. Algunos mili­ tantes de ETA temieron que la entrada de EGI pudiera producir una regresión de las ideas no marxistas que tan recientemente habían sido abandonadas. Véase Sobre el por­ venir inmediato de ETA, un comunicado enviado por los militantes exilados en Bél­ gica en mayo de 1973, Documentos Y, vol. 16, pp. 421-23. Ambas organizaciones emitieron una declaración conjunta (sin título) en no­ viembre, 1971, Documentos Y, vol. 12, p. 301, y otra, Llamamiento al pueblo vasco, a raíz de la muerte del liberado de ETA Jon Goikoetxea en la Semana Santa de 1972, Documentos Y, vol. 12, p. 401.

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El acercamiento al que aspiraba la dirección interior antes de la escisión de la VI Asamblea quedó frustrado por la adopción de pos­ turas marxistas por parte de ETA-VI Cuando ETA-V buscó el modo de organizar contactos dentro de España, comprobó que EGI era muy receptiva a su mensaje. Múgica Arregui, la figura dominante de EGÍ —que ya había estado comprometido con la línea de ETA-V antes de la fusión— sería uno de los principales dirigentes de la or­ ganización coaligada. Desde mediados de 1971, ETA-V empezó a prepararse para reanudar la lucha armada. Los primeros pasos con­ sistieron en robos para disponer del dinero necesario para obtener ar­ mas y mantener una red de «liberados». La organización aún no se encontraba preparada para emprender acciones comparables al asesi­ nato de Manzanas o la colocación de bombas en edificios públicos, llevadas a cabo en 1969. ETA-V tampoco deseaba la confrontación con la policía. Pese a ello, estas confrontaciones ocurrirían con mu­ cha frecuencia en los encuentros de policía y liberados cuando éstos se encontraban desempeñando una misión, con la consiguiente pér­ dida de vidas por ambas partes. ETA-V se encontraba, a fines de 1971, en condiciones de empezar a lanzar una campaña de lucha ar­ mada. La campaña se inició lentamente, pero pronto adquirió empu­ je. Posiblemente el ejemplo más espectacular de la nueva estrategia fuera el secuestro del industrial Zabala en enero de 1972 Zabala, presidente de la compañía Precicontrol de Libar, había en­ tablado una disputa con sus empleados, en un principio en torno a su petición de aumento de sueldo. Antes de la intervención de ETA se había producido una huelga que había durado varios meses. ETA-V anunció que Zabala sería ejecutado si la compañía no read­ mitía a todos los trabajadores despedidos, y aceptaba una petición de aumento de sueldo de 250 pesetas a la semana. La compañía accedió y Zabala fue puesto en libertad. Este secuestro fue considerado por ETA-V como un modelo del proceso acción/represión/acción, for­ mulado inicialmente por Krutwig y Madariaga, y adoptado como po­ lítica de ETA en su V Asamblea. Habían sido los obreros, decían, y no ETA, los que habían iniciado la lucha, pero no habían podido triunfar por sí solos a causa de las fuerzas represivas. Por consiguien­ te, estaba justificada la intervención de ETA, que era complementa­ ria a la lucha obrera y no substitutiva de la misma Zabala era étPara las esperanzas de ETA de que se le incorporara EGI en 1970, véase A to­ dos los Makos, Documentos Y, vol. 9, pp. 368-70. En Carta enviada por ETA a los medios de difusión, prensa y radio, la organi­ zación aceptó la responsabilidad del secuestro de Zabala. Documentos Y, vol. 12, pp. 373-74. «Nous avons enleve Zabala, Porquoi» Zutik, n." 63 (edición francesa), enero

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nicamente vasco, y no tenía conexiones políticas conocidas, por lo que se dio a este acto un significado socialista. Pese a ser Zabala la segunda persona secuestrada por ETA-V, el incidente fue el verdadero comienzo de una táctica que se convertiría en una de sus principales formas de acción. Cuando Beihl, el cónsul alemán, fue secuestrado en diciembre de 1970, este acto había pro­ ducido en muchos la impresión de ser una maniobra propagandísti­ ca, con pocas probabilidades de que acabara con su muerte. Por el contrario, los secuestros por rescate o para apoyar conflictos labora­ les, se emplearían repetidamente en lo sucesivo. El emplear la lucha armada para intervenir en los conflictos laborales permitió a ETA-V retomar la estrategia que había abandonado en 1969, y, al mismo tiempo, defenderse de la acusación de ser simplemente una organi­ zación militar de clase media. Elacia 1972 las publicaciones de ETA-V habían abandonado el tono chauvinista que las había caracterizado en 1970 y 1971. La or­ ganización readoptó la línea política que había seguido en el período posterior a la V Asamblea. La lucha por la liberación nacional se con­ sideraba compatible no sólo con el socialismo sino también con el in­ ternacionalismo, como mostró la declaración conjunta de ETA con toda una serie de organizaciones extranjeras La teoría de que Euskadi era una colonia fue criticada y se atacó tanto al PNV, como al sindicato vasco moderado ELA Sin embargo, ETA-V siguió convencida de que la creación de un Estado vasco independiente de­ bía preceder a la lucha por el socialismo. En consecuencia, la lucha

1972, Documentos Y, vol. 12, pp. 367-69. La justificación más razonada del secuestro de Zabala dada por ETA fue la contenida en España unida en la represión, un panfleto sin firma y sin fecha, Documentos Y, vol. 15, pp. 56-58. Al lY Congreso de los estudiantes kurdos. Intervención de ETA, Buscarest, fe­ brero 1972, Documentos Y, vol. 12, pp. 379-82. Una declaración conjunta de Al-Fatha, ETA y el Partido Demócrata Kurdo elaborada en ese mismo congreso, pedía la creación de un frente mundial de los pueblos oprimidos contra el imperialismo, el ca­ pitalismo y el sionismo. Communique Commun, Documentos Y, vol. 12, pp. 383-84. Véase la declaración contraria al Mercado Común, firmada conjuntamente con el IRA y el Ejército Republicano Bretón (FLB) en abril 1972. Communique, Documentos Y, vol. 12, p. 396. Comunicado de apoyo a la lucha del pueblo uruguayo y a su vanguar­ dia revolucionaria de los Tupamaros (sin fecha), Documentos Y, vol. 12, p. 446. Ma­ nifesté de soutien a la revolution Irlandaise, Documentos Y, vol. 12, pp. 467La teoría colonialista de Beltza fue atacada en un documento interno: íQ «é es ETAf, Documentos Y, vol. 15, pp. 31-38, y defendida en Notas a ¿Qué es ETA?, D o­ cumentos Y, vol. 15, pp. 38-41. Liberación nacionale internacionalismo (sin fecha), Documentos Y, vol. 15, pp. 117-25.

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armada era vital al igual que la creación de un Frente Nacional que incluyera a todas las fuerzas opuestas a la «oligarquía» española. ETA-V reiteraba su estrategia de actuar a través de sus propios Fren­ tes. En la práctica, la teoría de la organización guardaba escasa rela­ ción con sus actos. Apenas contaba con fuerza en las fábricas y, en consecuencia, su principal intervención en la conflictividad laboral consistía en acciones como la colocación de bombas en las oficinas de los Sindicatos oficiales. La teoría de que existía una burguesía nacional progresista, po­ tencial aliada de ETA-V en su lucha contra la oligarquía, no ofrecía guía alguna para la intervención en el ámbito industrial. En aquellas zonas en que ETA-V tenía fuerza, la oligarquía estaba perceptible­ mente ausente. En el interior de Guipúzcoa y Vizcaya generalmente los industriales eran vascos, con frecuencia de origen bastante humil­ de, y muchas veces adeptos al PNV. Cuando sus opiniones y ante­ cedentes eran satisfactorios, podían ser considerados como miembros del PTV. El secuestro de un industrial étnicamente vasco como era Zabala, puso en cuestión la creación del Frente Nacional y suscitó la hostilidad del PNV. El incremento en la actividad de ETA-V produ­ jo, inevitablemente, bajas entre sus miembros, en incidentes bastante similares al que había provocado la muerte del primer mártir de ETA, Txabi Etxebarrieta. Uno de estos incidentes es típico de el encadena­ miento de acontecimientos que llegaría a ser habitual. En abril de 1972, poco antes de la manifestación del Aberri Eguna, un liberado de ETA-V, Jan Goikoetxea, murió en un enfrentamiento con la po­ licía en Elizondo, cerca de la frontera con Francia, donde había cru­ zado clandestinamente desde este país ETA-V alegó que Goikoet­ xea había recibido un disparo por la espalda. Su respuesta a esta muer­ te ilustró su concepción de la relación entre lucha armada y movi­ miento de masas. La organización hizo llamamientos al pueblo para que se declarase la huelga general, se cerraran bares y otros estable­ cimientos comerciales, se boicoteara la prensa y se realizaran mani­ festaciones de protesta en todas partes La convocatoria de huelga general no había estado precedida por una activa campaña, o por la participación en conflictos laborales. La reacción de ETA-V a esta muerte, y su idea de cómo responderían a ella los obreros eran sinEl documento Estrategia, táctica y técnicas de la lucha armada, adoptado por ia VI Asamblea de ETA-V en septiembre de 1973, unía a una descripción detallada de cómo debía funcionar el Frente Militar, una estrategia para lograr la independencia mediante la guerrilla. Communique de ETA, Documentos Y, vol. 12, pp. 415-16. Panfleto de ETA: Aberri Eguna 72. «Txapela» asesinado. Documentos Y, vol. 12, p. 418.

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tomáticos de una actitud hacia el movimiento obrero y la lucha de masas que predominaría a lo largo de la historia de esta organización. Durante 1971 y 1972 las acciones militares de ETA-V fueron mo­ destas si se comparan con sus futuras hazañas. Sus principales obje­ tivos siguieron siendo los mismos que en los años sesenta. Coloca­ ron bombas en las oficinas de Sindicatos y otros lugares oficiales, y destruyeron monumentos a la victoria de las fuerzas nacionales en la Guerra Civil También atacaron las propiedades de partidarios del régimen franquista y edificios como el Club Náutico de San Sebas­ tián, todos los cuales, decían, pertenecían a la oligarquía Este tipo de acciones eran semejantes a las emprendidas por Escubi en 1968 y 1969, aunque no alcanzaron, hasta casi finales de 1973, la escala de aquella campaña. ETA-V hacía enormes esfuerzos por destacar la ín­ dole socialista de sus actos. La bomba colocada en sindicatos se pre­ sentó como una acción complementaria a la emprendida por los obre­ ros contra esta institución, y una alternativa al intento «revisionista» del PCE de hacerse con los puestos de enlaces sindicales en las elec­ ciones convocadas por aquel sindicato En la práctica, ETA-V con­ sideraba la agitación industrial como un simple apéndice de la lucha militar. Los líderes de ETA-V junto a los de otras muchas tendencias de la izquierda acordaron el boicot de las elecciones sindicales, y la di­ misión de todo el que ocupara dichos puestos. En ocasiones, amena­ zó con matar a los que se negaran a hacerlo. Algunas de las otras in­ tervenciones de ETA fueron igualmente curiosas. Su escasa propa­ ganda sobre la lucha obrera estaba redactada en términos muy gene­ rales, y las razones explicativas de sus actos más bien confusas. Por ejemplo, ETA-V destruyó el Club de Pesca del pueblo costero de Lekeito, so pretexto de que era utilizado exclusivamente por visitantes burgueses, que estaban convirtiendo Lekeito en un pueblo turísti­ co Cuando quemaron la oficina turística del elegante centro de ve­ raneo de Zarauz, en Guipúzcoa, lo justificaron en términos simila­ res La fuerza militar de ETA-V crecía continuamente, pero la elec­ ción de objetivos parecía muchas veces arbitraria. En ocasiones, la violencia de la organización se dirigía contra objetivos más relevan«Acciones militares de ETA en 1972», Hautsi, n.° 2, 1973, ofrece una relación de las actividades militares de ETA durante aquel año. Ibtd. Comunicado de ETA al pueblo trabajador vasco. Documentos Y, vol. 12, pp. 412-14. «El pueblo vasco contra el sindicato vertical español», Hautsi, n.“ 2, 1973. Comunicado de ETA ante los últimos acontecimientos. Documentos Y, vol. 12, p. 441. Ibíd.

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tes. Por ejemplo, a comienzos de 1972, ETA-V destruyó unas tien­ das pertenecientes al alcalde de Ondárroa, Vizcaya — del que se de­ cía que había participado en las palizas recibidas por un cura nacio­ nalista— y de un concejal municipal de San Sebastián, supuesto con­ fidente de la policía y miembro del grupo fascista Guerrilleros de Cristo Rey Según la teoría de ETA-V, semejantes acciones constituían los pri­ meros pasos hacia la lucha guerrillera, en la que el mismo pueblo to­ maría las armas. En realidad, las acciones de ETA-V tenían poco que ver con la lucha de masas, aunque merecieran la aprobación de un considerable número de personas. La estrategia de la lucha armada tenía su propia dinámica —suscitaba represalias policiales y contrarrepresalias de ETA-V—, de tal modo que sus objetivos empezaron a ser indiscriminados. Por ejemplo, en agosto de 1972, en Galdácano, Vizcaya, unos militantes de ETA mataron a un policía municipal e hirieron a un guardia civil, cuando intentaban, con éxito, evitar ser arrestados ®'. La respuesta policial produjo la muerte de dos miem­ bros de ETA en Lekeito, cuatro días después. ETA-V afirmó que sus miembros habían sido asesinados, pues no habían tenido otra alter­ nativa que rendirse Estas manifestaciones de violencia policial lle­ varía finalmente a ETA a adoptar la actitud de considerar a todo miembro de las fuerzas de seguridad como blanco legítimo. La progresiva fuerza del aparato militar de ETA-V, unida a la con­ vicción de que esta organización debía intervenir a favor de la lucha obrera, motivó, en enero de 1973 —un año después del secuestro de Zabala— la captura de Felipe Huarte, un importante industrial na­ varro. Esta acción fue muy similar a la de Zabala, en el sentido de que la compañía de Huarte, Torfinasa, estaba inmersa en un conflic­ to con sus empleados. Entre las condiciones solicitadas por ETA-V para liberar a Huarte figuraba la concesión de las reivindicaciones de los obreros, así como el pago de un rescate de 50 millones de pese­ tas Huarte era un industrial mucho más poderoso que Zabala, y era conocida la fuerte adhesión al régimen de su familia. Los fami­ liares de Huarte accedieron a los términos de ETA, y éste fue puesto en libertad. Desde la perspectiva de ETA-V la acción fue una lograda aplicación de su estrategia de intervención armada a favor de la lucha Ibíd. Para el ataque de los ultras a sacerdotes en Ondárroa, véase un informe en Humanite, 22 diciembre 1970, citado en Salaberri, Sumarísimo..., p. 281. El informe de ETA, «Galdácano», Hautsi, n.“ 3, sin fecha, insinúa que el poli­ cía municipal había sido asesinado por la guardia civil. «Lekeitio», Hautsi, n.“ 3 (sin fecha). Para las exigencias de ETA, véase Comunicado a la prensa internacional. D o­ cumentos Y, vol. 15, p. 173. Zutik Berriak (ETA-V), febrero 1973, reproducía una serie de reportajes de prensa sobre el secuestro.

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obrera Y el que la decisión de la familia de acceder a las deman­ das de ETA-V desatara una polémica entre los partidarios del régimen -cuando el falangista Emilio Romero, director de Pueblo, cri­ ticó el sometimiento de la familia a las exigencias de ETA-V— era una razón más para congratularse El secuestro de Huarte demos­ tró, sin duda, la capacidad de ETA-V para emprender complejas ope­ raciones militares. La pretensión de esta organización de estar com­ plementando la acción obrera, y no substituyéndola, no fue aceptada por los empleados de Huarte —que suspendieron la huelga— ni por Comisiones Obreras de Navarra, que publicó una declaración afir­ mando que estaban capacitados para defender sus propios intereses sin la intervención de ETA-V El secuestro de Huarte produjo gran númerro de arrestos. Una acción de esta índole exigía, inevitablemente y pese a ser realizada por liberados, un gran respaldo de gentes que proporcionaran infor­ mación y asistencia. Estas personas eran mucho más vulnerables que los liberados que operaban desde Francia, de tal modo que una ac­ ción espectacular solía producir la detención o la huida al exilio de muchos militantes «legales». La prioridad concedida a la lucha arma­ da significaba que este tipo de gente no podía nunca desarrollar una labor consistente en esas fábricas a las que ETA-V estaba, en teoría, consagrada. Que el secuestro de Huarte no se había producido en un contexto sindical apático y débil quedó demostrado, más adelante en aquel mismo año, cuando Pamplona se convirtió en el centro de una huelga general en la que ETA-VI, rival de ETA-V, tuvo una actua­ ción significativa. El secuestro no estuvo precedido por campaña al­ guna de agitación en el movimiento obrero. El Frente Obrero de ETA-V siguió siendo un pálido apéndice de su Frente Militar, que no hizo mucho más que convocar a los trabajadores para que apo­ yaran las acciones militares de ETA-V. Con todo, los dirigentes de ETA-V creían haber elaborado una estrategia viable que unía las ac­ tividades militares a la lucha de masas. Txikia, principal arquitecto de dicha estrategia, no sobreviviría el tiempo suficiente para contem­ plar las consecuencias de la campaña que había lanzado, pues fue muerto por la policía en abril de 1973, en Algorta, Vizcaya Las Un comité de solidaridad con base en Madrid justificó el secuestro porque con­ tribuía a la sistemática educación de las masas en la necesidad de la revolución armada. Información, n.° 101, Documentos Y, p. 177. ” «El arresto de Felipe Huarte», Hautsi, n.” 3, abril 1973. Hautsi, originalmente órgano del Frente Cultural, pasó a ser la principal revista política de ETA-V. «ETA-V y el activismo minoritario», Zutik, 57 (ETA-VI Mayos), abril-mayo 1973. Eustakio Mendizáhal Benito rTxikia» asesinado por la policia secreta. Documen­ tos Y, vol. 15, p. 182.

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circunstancias de su muerte pusieron de manifiesto su forma de ejer­ cer el liderazgo en ETA. Durante un viaje en tren, Txikia se dio cuen­ ta de que era vigilado por la policía. Cuando el tren llegó a Algorta, se bajó de él corriendo, perseguido por la policía que le mató de un tiro cuando intentaba poner en marcha un coche del que se había adueñado. Tixikia era un hombre de enorme empuje y audacia, que, según su predecesor, Etxabe, carecía de esa cautela que era un elemento ne­ cesario para conformar un jefe militar Txikia participó personal­ mente y de manera activa en acciones como el secuestro de Huarte. Puesto que no había nadie con prestigio suficiente para tomar su puesto, se agudizaron las diferencias entre los distintos Frentes de ETA-V, lo cual llegaría a producir nuevas escisiones en la organiza­ ción. La muerte de Txikia y los efectos de otras pérdidas sufridas por ETA-V, produjeron el ya conocido fenómeno de que se hicieran car­ go de la dirección personas de escasa experiencia. Dado que muy po­ cos miembros de ETA-V se habían incorporado a esta organización antes de la VI Asamblea de 1970, estos dirigentes provenían o bien de EGI o de los afdiados a ETA-V a raíz del juicio de Burgos. Una de estas personas, que llegaría a convertirse en una figura dominante, era Eduardo Moreno Bergareche (Pertur) Algunos de estos nue­ vos líderes se inclinaban por que se concediera prioridad a las accio­ nes políticas y otros a las militares. Con el tiempo este tipo de ideas producirían escisiones en ETA-V, del mismo modo que similares planteamientos habían llevado a la formación de las tendencias que serían después ETA-Berri y ETA-VI. Los líderes del estilo de Pertur, aparte de insistir en la lucha de masas y las doctrinas socialistas, veían la lucha que llevaba a cabo ETA-V como parte de una confla­ gración mundial contra el imperialismo. Su ideología estaba fuerte­ mente influida por el maoísmo que sus rivales de ETA-VI habían abandonado recientemente. En 1972 y 1973 ETA-V deseaba dejar establecidas sus credencia­ les intemacionalistas. Su alejamiento del extremado chauvinismo que había constituido una de las principales razones de su escisión de ETA-VI era, sin duda alguna, auténtico. El uso del lenguaje marxista por parte de ETA-V era un indicio de este cambio de perspectiva. Otro era su participación en congresos dedicados a apoyar a los mo­ vimientos de liberación del mundo entero. Las apelaciones de ETA-V a los inmigrantes fueron presentadas por entonces en términos muy diferentes a los empleados por Etxabe y Krutwig Y lo mismo ocuEntrevista en Garaia, 10 marzo 1977. Angel Amigo, Pertur. ETA 1971-1976 (San Sebastián, 1978), passim. Un panfleto, A los inmigrantes, ligaba la muerte de un liberado de ETA con la

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rría con la actitud adoptada ante el apoyo procedente de fuera de Euskadi. Aunque, en el momento del secuestro de Beihl, Monzón había expresado la opinión de que el pueblo vasco estaba capacitado para liberarse sin ayuda exterior, ETA-V subrayaba que había gentes en todo el mundo luchando por su liberación, y que todo golpe asesta­ do contra la opresión nacional, donde quiera que se produjera, ayu­ daba a las restantes naciones oprimidas ETA-V también empezó a beneficiarse de las simpatías que había suscitado entre algunos sectores de la izquierda española, con moti­ vo del juicio de Burgos. Los intentos del PCE de encontrar un acuer­ do con ciertos capitalistas liberales fue motivo de la desafección de una parte de su base intelectual y de clase media. Algunas de estas personas se sintieron atraídas por el maoísmo, mientras que otras se involucraron en los esfuerzos por ayudar a la resistencia vasca. Los dirigentes de ETA-VI, que habían dedicado considerables energías a fomentar la solidaridad con los presos de Burgos, en España y otros países, no fueron a largo plazo los beneficiarios de sus desvelos, por­ que la lucha armada de ETA-V era más romántica y, por consiguien­ te, más atractiva para personas como el dramaturgo Alfonso Sastre y su mujer Eva Forest, desilusionados con el PCE. Una expresión de apoyo no vasco a ETA fue la formación en Madrid de un «Comité de solidaridad con los pueblos oprimidos», algunos de cuyos miem­ bros intervendrían más tarde en acciones de ETA Una vez que ETA-V hubo fortalecido su organización y aumen­ tado el número de sus afiliados, empezó a preparar una asamblea que ratificara la política de su dirección. Dicha asamblea, celebrada en sep­ tiembre de 1973 en Hasparren, en el país vasco francés, fue calificada de primera parte de la VI Asamblea, dado que la última asamblea re­ conocida por ETA-V como legítima era la V, celebrada en 1966 y 1967. En el período que siguió a la muerte de Txikia y hasta esta Asamblea, ETA-V estuvo dirigida por un Comité Ejecutivo com­ puesto por representantes de los cuatro Frentes. Este ejecutivo operó como un cuerpo mal definido de coordinación de unos Frentes de funcionamiento autónomo y dirección propia Una vez más el pa­ pel dominante del Frente Militar empezó a ser fuente de tensiones, pues los restantes frentes, que aspiraban a desarrollar una acción de muerte de obreros a manos de la policía en El Ferrol, Galicia. Aocameníos E, vol. 12, pp. 142-48. Liberación nacional e internacionalismo {úníe-Aid). Documentos E, vol. 15, pp. 142-148. Véase Información, n.“ 85 (Madrid, abril 1972), Documentos Y, vol. 15, pp. 65-75. “ Amigo, Pertur..., p. 30.

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masas, se hallaban a merced de cualquier acto que el Frente Militar emprendiera, sin considerar sus efectos sobre el resto de la organiza­ ción La habilidad de los miembros del Frente Militar para huir a Francia, una vez cumplida una acción en España, garantizaba la su­ pervivencia de este frente, pero suponía que los demás frentes, cuyos miembros quedaban en el interior, sufrían la represión en su carne. Inevitablemente, aquellos dedicados al desarrollo de actividades de masas deseaban ejercer algún control sobre el Frente Militar, aunque no hubiera nadie en ETA que pidiera el fin de las acciones militares En agosto de 1973, los jefes del Frente Obrero se mostraban rea­ cios a asistir a la VI Asamblea, porque sostenían que no se había pro­ ducido un debate ideológico, ni un estudio de las resoluciones a con­ siderar, ni se había pensado en serio sobre los problemas organizati­ vos de ETA-V Los dirigentes del Frente Obrero pidieron que se organizaran las deliberaciones sobre la base de documentos escritos. Se persuadió al Frente Obrero de que asistiera a la Asamblea, pero la atmósfera era tensa, dedicándose los representantes del Frente Mi­ litar al insulto personal en lugar de debatir principios o medidas. Pese a las muchas diferencias y mutuos recelos, la Asamblea concluyó sin escisiones, salvo la de un pequeño grupo de partidarios de la revista Gatazka, que apoyaba las ideas libertarias de Beltza, y se negaba a aceptar los principios de centralismo democrático adoptados por ETA-V A pesar de su insatisfacción ante la imposibilidad de con­ trolar al Frente Militar, los líderes del Frente Obrero permanecieron en ETA-V. Se constituyó un nuevo Biltzar Tippia (BT) con repre­ sentantes de los diversos Frentes, que tenía por objeto ser una direc­ ción electiva más que un simple cuerpo de coordinación, como había sido el anterior Comité Ejecutivo. Pero, en la práctica, siguió domi­ nando el Frente Militar. Dicho predominio quedó claramente demostrado el 20 de diciem­ bre de 1973, cuando la organización realizó la que sin duda sería su acción militar más espectacular: el asesinato del Jefe del Gobierno, al­ mirante Carrero Blanco. Técnicamente, la operación fue un enorme éxito. Un grupo de acción de ETA-V con base en Madrid había alLa mayoría de los miembros del Frente Obrero, que se separó de ETA en 1974, describían la dominación del Frente Militar. Sugarra, n.“ 1, 1975, passim. Para una crítica de la orientación del Frente Militar hecha por un militante anó­ nimo de ETA-V, véase Comentario a «La lucha armada» (sin fecha). Documentos Y, vol. 16, pp. 379-81. Amigo, Pertur..., p. 53. «Extracto de las conclusiones de la reunión nacional del F.O. sobre la no celebración del VI B.N .A .», Kemen, n.,“ 1, 1974. La Asamblea adoptó una serie de tesis, que fueron resumidas en la declaración pública de ETA: A la clase trabajadora y al resto del pueblo vasco. Documentos Y, vol. 15, pp. 161-62.

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quilado un sótano en la calle por la que pasaba el jefe del gobierno regularmente camino de su misa diaria. Este equipo realizó un túnel bajo la vía pública y colocó una potente carga de explosivos, que fue activada cuando el coche de Carrero Blanco pasaba por encima. La explosión fue tan fuerte que el coche voló por el aire, yendo a caer a una terraza. Carrero Blanco, su guardaespaldas y su chófer murie­ ron instantáneamente La destreza técnica de esta operación des­ pertó sospechas en algunos sectores de que los responsables hubie­ ran recibido ayuda de alguna agencia de una potencia extranjera, qui­ zá la CIA. Santiago Carrillo expresó estos recelos, compartidos por muchas personas, cuando sugirió que los autores habían sido profesionales bien entrenados, con un poderoso respaldo Estas sospechas no sólo eran consecuencia de las dificultades técnicas de la operación, sino también de su sentido de la oportunidad. El juicio de una serie de componentes de la dirección nacional de Comisiones Obreras de­ bía iniciarse aquel mismo día Para el PCE y otros grupos de iz­ quierda, uno de los efectos principales del asesinato fue el de hacer prácticamente imposible una manifestación pública a favor de Comi­ siones Obreras. La negligencia de las fuerzas de seguridad también provocó comentarios, pues no se tomaron medidas para evitar la sa­ lida de personas de Madrid hasta varias horas después del asesina­ to El portavoz del PNV se negó en un principio a creer que se­ mejante crimen pudiera haber sido cometido por vascos ETA-V respondió a las especulaciones sobre la autoría última del asesinato con brutal causticidad, declarando que sus militantes eran perfecta­ mente capaces de conectar una mecha a una carga explosiva. Las dudas sobre la responsabilidad de ETA-V en esta muerte queUn comunicado de ETA-V anunció que el asesinato era la justa respuesta del proletariado a la muerte de sus compañeros a manos de la policía, Le Monde, 22 di­ ciembre 1973. Julen Aguirre (Eva Forest), Operación Ogro (Hendaya, 1974), passim, dio una amplia relación del hecho, mediante conversaciones con los responsables del mismo. «La justicia del pueblo ha alcanzado a Carrero Blanco», Zutik, n." 64 (ETA-V), 1 mayo 1974. Mundo Obrero, 29 diciembre 1973, citado en Marcel Neidergang, «Le Franquisme et ses ultras» III, Le Monde, 8 enero 1974. También las manifestaciones de Santiago Carrillo en Humanite, 21 diciembre 1973, citadas en Zutik, n.“ 64 (ETA-V). La acusación pidió penas que iban de los doce a los veinte años de cárcel. Le Monde, 23-24 diciembre 1973. Le Monde, 26 diciembre 1973. Leizaola, presidente del gobierno vasco en el exilio, anunció que era falso el co­ municado de ETA en que se atribuía el hecho. Le Monde, 22 diciembre 1973. ETA emitió una declaración en que repudiaba las palabras de Leizaola. Le Monde, 25 di­ ciembre 1973.

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daron despejadas cuando la organización convocó una rueda de pren­ sa en el sudoeste de Francia, en la que cuatro hombres encapuchados afirmaron ser sus autores y dieron una descripción pormenorizada de cómo se había llevado a cabo Este asesinato marcó un nuevo rumbo para ETA-V que, hasta el momento, había limitado sus acti­ vidades a Euskadi. En adelante, emprendería nuevas acciones en Ma­ drid y otros puntos de España. Las opiniones sobre las consecuen­ cias políticas del asesinato eran diversas. Para los sectores moderados de la oposición era un acto demencial, con probabilidades de frustrar la anhelada evolución de España hacia la democracia al provocar un contragolpe de los elementos més derechistas, e incluso un posible golpe militar tras la muerte de Franco ETA-V sostenía que, por el contrario, este asesinato era parte esencial de su estrategia para evi­ tar que el franquismo continuara después de muerto Franco. Decía que Carrero Blanco era la única persona que podía haber garantiza­ do el éxito de esa forma de transición, debido a las características que reunía su persona. Nadie más contaba con la absoluta confianza de Franco, y la de los elementos más reaccionarios del régimen —el lla­ mado «bunker»—, en particular del Ejército y de los sectores finan­ cieros y tecnocráticos encabezados por el Opus Dei. Con la muerte de Carrero, una transición ordenada hacia un franquismo sin Franco se consideraba muchísimo más difícil La muerte de Carrero impidió que pudiera comprobarse lo que hubiera ocurrido de haber sobrevivido éste a Franco, de modo que esta polémica no pudo nunca dirimirse. En la mayor parte de los de­ bates en torno a la sucesión de Franco se daba por sentado que el Príncipe Juan Carlos era una nulidad con pocas probabilidades de adoptar posiciones independientes. La multitud que asistió al funeral de Carrero Blanco y abucheó al obispo de Madrid mientras aplaudía a Juan Carlos, no podían considerar a éste un liberal N o toda la izquierda coincidió con el PCE en la condena del asesinato. Sorpren­ dentemente —en vista de su defensa de la acción de masas en lugar de la violencia de una minoría armada— los rivales de ETA-V, ETA— ” Le Monde, 30-31 diciembre 1973. Santiago Carrillo, Humanite, 22 diciembre 1970, citado en «En el momento de juzgar la acción de ETA», Zutik, n.° 64 (ETA-V), 1 mayo 1974. Para una exposición de las reacciones al asesinato, véase Paul Preston, «The Assassination of Carrero Blan­ co and its Aftermath», Iherian Studies, vol. III, n." I, primavera 1974. ETA-V repitió este argumento en muchos lugares, véase J. Aguirre, Opera­ ción..., y también Zutik, n." 64. «El contexto de la ejecución de Carrero Blanco», Kemen, n.“ 2, Documentos Y, vol. 15, pp. 278-82. La ejecución de Carrero acto de jus­ ticia y acto revolucionario, enero 1974, Documentos Y, vol. 15, pp. 325-29. Marcel Niedergang, «Une foule fevereuse et inquiete a inyecte l’Eglise et acclame le prince Juan Carlos», Le Monde, 23-24 diciembre 1973.

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VI, ahora unida a la LCR, aprobaron el asesinato de Carrero. En su revista se reprobaba al PCE y al PSOE por haber enviado su pésame a la familia de Carrero Blanco, y comparaba su condolencia con el júbilo con que, decía, había sido recibida la ejecución entre la clase obrera. Sin embargo, ETA-(VI) LC R insistía en sus críticas a ETA-V por haber sustituido la acción de masas por la violencia de una mino­ ría Podría parecer que la valoración que hacía ETA-V de la decisiva importancia de Carrero Blanco era exagerada. Sin duda, era cierto que Carrero gozaba de la confianza de Franco, y que era un perso­ naje poco común en el sentido de unir un pasado muy derechista, que le ganaba las simpatías del «bunker», a su patronazgo del Opus Dei. Pero Carrero tenía 70 años y no era una figura ni impresionante ni carismática. Su sucesor como Jefe del Gobierno, Arias Navarro, parecía contar con suficientes características en común con Carrero para garantizar la transición de Franco a Juan Carlos. El plan origi­ nal de ETA-V había sido secuestrar al jefe del gobierno, y ofrecer su liberación a cambio de todos sus miembros encarcelados Los efec­ tos de semejante acto habrían sido muy distintos a los que siguieron al asesinato. En consecuencia, la declaración de ETA-V de que la eli­ minación de Carrero formaba parte de una estrategia estudiada, no era realmente muy plausible. Con todo, la organización siguió insis­ tiendo en que el asesinato había sido el golpe más duro jamás ases­ tado contra el régimen franquista, y que aquellos partidos de izquier­ das que, en la era post-franquista, criticaban a ETA, debían su exis­ tencia a la organización que ahora atacaban. Aunque los pareceres sobre la conveniencia política del acto de ETA eran variados, este asesinato le dio un prestigio no igualado por sus rivales de ETA-VI, que, al coaligarse con la LCR, habían aban­ donado la tradición nacionalista. A causa de ellos habían perdido te­ rreno entre la comunidad étnicamente vasca, mientras que no conse­ guían construirse una base lo bastante fuerte entre la clase obrera «es­ pañola» para poder competir con el PCE. Los dirigentes de ETA-V ya podían afirmar, con algún fundamento, que no había ya más que una única ETA, aunque no lo sería por mucho tiempo. L)espués del asesinato de Carrero Blanco ETA-V realizó una campaña de accio­ nes armadas más intensa que todas las llevadas a cabo anteriormente. Al hacerlo, se fue alejando aún más de la mayor parte de la oposi­ ción, que tenía sus esperanzas depositadas en un desmantelamiento «Ante la ejecución de Carrero Blanco», Zutik, n.“ 62 (ETA-VI-LCR), enero 1974. «La justicia del pueblo ha alcanzado a Carrero Blanco», Zutik, n.“ 64 (ETA-V), 1 mayo 1974.

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de la dictadura y una transición gradual hacia la democracia parla­ mentaria. Cuando el mundo entero entró en un bache económico, exacerbado por el rápido aumento de los precios del petróleo, los sec­ tores dominantes del capitalismo español empezaron a anhelar la transformación de España hacia una democracia parlamentaria, antes que arriesgarse a sufrir las consecuencias potencialmente revolucio­ narias de una mezcla de huelgas económicas y políticas. Algunos sec­ tores claves del régimen franquista estaban empezando a reconciliar­ se con la idea de llegar a algún tipo de arreglo con la oposición. ETA-V se resistió a la tentación de avenirse a un compromiso con el sistema. Su línea anticapitalista se justificaba con la retórica maoísta, que tan útil había sido para justificar su nacionalismo y su falta de intervención en los conflictos obreros. Pero el maoísmo de ETA-V tenía unas características singulares, que le permitirían sobrevivir en el período en que se desintegrarían los grupos maoístas «españoles».

Capítulo 6 EL OCASO DE LA DICTADURA, 1974-1977

El asesinato de Carrero Blanco pareció demostrar que el grado de organización de ETA-V era más fuerte que nunca. Y también pa­ recía firme su derecho al legado de ETA, puesto que el grupo rival, ETA-VI, había renunciado, a causa de su fusión con un grupo «es­ pañol», a toda aspiración a ser heredero de la tradición nacionalista de ETA. Los dirigentes de ETA-V consideraron que el asesinato de Carrero constituía una ilustración ejemplar de la importancia de la lu­ cha armada, de igual modo que la caída del gobierno de Allende en Chile, en septiembre de 1973, se interpretó como un exponente de la ceguera de aquellas personas de la oposición que la consideraban in­ necesaria '. El atentado contra Carrero confirmó el predominio del Frente Militar sobre los restantes Frentes, teóricamente iguales. Las tensiones generadas por dicho predominio pronto producirían divi­ siones similares a las que, anteriormente, habían dado origen a ETABerri y ETA-VE La primera de estas escisiones afectó a la mayoría de los miembros del Frente Obrero. Los líderes del Frente Obrero habían sidg informados del plan original de secuestrar a Carrero Blanco, pero no de la decisión de sus’ «11 de septiembre de 1973». «Santiago de Chile, ¡¡Agurü», Hautsi, n.° 4, sep­ tiembre-octubre 1978. 179

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tituir el secuestro por un asesinato. Este, y la consiguiente represión policial contra toda la organización, probablemente habrían bastado para haber motivado divisiones en ETA-V. Sea como fuere, el acuer­ do alcanzado durante la primera parte de la VI Asamblea de ETA-V era muy frágil. En una reunión del Biltzaar Ttippia (BT) celebrada a principios de diciembre, los representantes del Frente Obrero habían sido objeto de insultos personales por parte de los representantes del Frente Militar, y acusados de desviaciones «españolistas», con la con­ secuencia de que los dirigentes del Frente Obrero exigieron discul­ pas El asesinato de Carrero Blanco, en aquel mismo mes, acentuó el clima de recelos reinante. Posteriormente a la primera parte de la VI Asamblea, celebrada en septiembre de 1973, los frentes Obrero y Militar habían seguido actuando como unidades autónomas, man­ teniendo relaciones muy distintas entre sí. Posiblemente la ruptura era inevitable, dado que ETA-V no lograba encontrar el medio de combinar las acciones militares con las de masas. Antes de la asam­ blea, los representantes del Frente Militar habían insinuado que las personas dedicadas a organizar acciones de masas no deberían iden­ tificarse públicamente como miembros de ETA-V, evitando de este modo la represión originada por la afiliación a dicha organización. Esta propuesta no resultó aceptable para los integrantes del Frente Obrero dado que los convertiría en un grupo de simpatizantes, de­ jando al Frente Militar el monopolio del status que confería el nom­ bre de ETA La propuesta, sin embargo, pareció sensata a los que daban prioridad al aspecto más estrictamente militar de la acción de ETA. Un grupo dedicado a la lucha armada tenía cierta necesidad de un apoyo amplio, pero no era necesario que dicho apoyo estuviera a cargo de personas de la misma organización. La idea de que el Frente Militar pasara a ser la verdadera ETA-V tampoco fue aceptada por algunas personas del Frente Político, e in­ cluso del propio Frente Militar. Ciertos líderes de ETA-V, entre ellos Moreno Bergareche (Pertur), consideraban que sería necesaria una or­ ganización política para que la actividad armada de ETA-V no bene­ ficiara al PNV en el período postfranquista. En mayo de 1974, tras una turbulenta reunión del Biltzaar Ttippia (BT) de ETA-V, el Fren­ te Obrero se escindió para formar una nueva organización, Langile Abertzale Iraultzaileen Alderdia (LAIA) (Partido Patriótico Revolu­ cionario de los Trabajadores) LAIA declaró que era imposible ^ «Extracto de las conclusiones de la reunión nacional del F.O . sobre la no cele­ bración del VI BN-a», Kemen, n.“ 1, 1974, en Documentos Y, vol. 15, pp. 268-76. ^ Nota editorial. Documentos Y, vol. 15, p. 106. ■* Para la versión de ETA-V de la defección del Frente Obrero, véase «Resolución

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transformar ETA en el partido revolucionario que necesitaban los tra­ bajadores vascos. La insistencia del Frente Militar en llevar a cabo su acción prescindiendo de la participación de las bases, declararon los miembros de LAIA, les había inducido a abandonar ETA, aunque no a condenar la lucha armada como tal Las críticas de LAIA a las prácticas de ETA-V eran menos profundas que las hechas previamen­ te por ETA-Berri y ETA-VI, y tampoco intentó extender su ámbito de operaciones más allá de Euskadi, o unirse a grupos «españoles». Este nuevo partido, aunque orientado hacia la lucha industrial, no te­ nía una posición clara frente a los sindicatos. LAIA estaba dividida entre una tendencia marxista, encabezada por Jokin Apalategi, y otra libertaria influida por la revista de Beltza, Gathazka, que abogaba por un sistema asambleario de trabajadores como alternativa a los sin­ dicatos La escisión, aunque surgida de una discrepancia sobre el modo de organización de ETA-V, reflejaba diferencias sobre la probable evolución pólítica del país tras la muerte de Franco. La mayoría de los grupos de oposición empezaron a abrigar nuevas esperanzas de una transición hacia un sistema más democrático, que aboliera las ins­ tituciones y prácticas que conformaban la dictadura franquista. ETA-V siguió insistiendo en que la lucha armada era la única forma de hacer caer a la dictadura, aislándose así del resto de la oposición, que consideraba este tipo de acción contraproducente. En el período que siguió al asesinato de Carrero Blanco, fueron muchos los que te­ mieron una intensificación de la represión, lo cual les haría retroce­ der hacia una situación similar a los primeros años de gobierno fran­ quista ^. Dichos temores no se aquietaron precisamente cuando Fran­ co eligió para jefe de gobierno a Arias Navarro, un funcionario con largos años de servicio y un historial de dureza en los diversos pues­ tos que había ocupado desde la Guerra Civil. Como se vería, eran te­ mores excesivamente pesimistas. Arias se dirigió a la nación por te­ levisión el 12 de febrero de 1974, prometiendo reformas y avances hacia una mayor democracia. En términos generales, el gobierno Arias intentó una reforma parcial del sistema franquista, si bien de modo vacilante y con muchos pasos en falso. El «espíritu del 12 de del BT sobre la crisis obrerista», Kemen, n.° 3, sept. 1974, Documentos Y, vol. 15, pp. 303-5. ^ «Langille Abertzale Iraultzaileen Alderdia (LAIA). «Por qué de su creación», Sugarra, n." 1, 1975. ^ Entrevista del autor con J. M. Larrazábal, miembro del ejecutivo de LAIA, San Sebastián, 8 marzo 1980. «Por el protagonismo obrero», entrevista con el portavoz de LAIA, Punto y Hora, 10-16 marzo 1977. ^ Marcel Neidergang, «La succession de Carrero Blanco», Le Monde, 1 enero 1974.

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febrero», como se denominaría, fue recibido por la oposición ilegal con una mezcla de esperanza y escepticismo Un indicio de que muchos de los sectores tradicionales de apoyo al régimen desconfiaban de las intenciones del gobierno Arias fue la actividad violenta de ciertos grupos ultraderechistas, cuya presencia se había hecho muy evidente en las manifestaciones a favor de Fran­ co durante el juicio de Burgos. Tras la muerte de Carrero Blanco, es­ tos grupos, compuestos principalmente, según creencia generalizada, por policías fuera de servicio, aumentaron sus ataques a miembros de la oposición. Su actividad, unida a la actuación brutal y cargada de tensiones de la policía, que causó la muerte de una serie de per­ sonas inocentes, contribuyeron a crear un clima de inseguridad con­ siderado por muchos peor que la anterior situación, cuando la dic­ tadura no se había sentido seriamente amenazada. Muchas personas del País Vasco interpretaron estos hechos como un indicio del endurecimiento de la represión oficial. Lo cierto era que, antes de la aparición de una oposición masiva al régimen, las au­ toridades habían ejercido el monopolio de la represión y no habían tenido necesidad de recurrir a la ayuda de los llamados «grupos in­ controlados», que eran ilegales y, en teoría, clandestinos, pero cuyos integrantes no fueron nunca detenidos ni procesados. La aparición de dichos grupos ponía de manifiesto el temor de los más reacciona­ rios adeptos al régimen a estar siendo traicionados por un gobierno dispuesto a considerar la legalización de los sindicatos y los partidos olíticos El poder que la derecha seguía teniendo dentro del goierno quedó demostrado en marzo de 1974, cuando un anarquista catalán, Puig Antich, fue ejecutado tras haber sido condenado por un tribunal militar por el asesinato de un policía en 1973. Esta ejecución hizo evidente, en opinión de los dirigentes de ETA-V, que el gobier­ no estaba empeñado en una lucha a muerte contra todos los revolu­ cionarios, y que aquellos reformistas que creían posible un desmantelamiento pacífico del sistema se engañaban *°. Los dirigentes del PNV no lo interpretaron así, y continuaron re­ forzando la organización del partido discretamente, y aprovechando las libertades que se permitían para dar a conocer al público su exis­ tencia. En la Semana Santa de 1974, Leizaola, jefe del gobierno vasco en el exilio, asistió a las celebraciones del Aberri Eguna, una visita

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* El parecer expresado por ETA-V sobre el gobierno Arias insistía en la mezcla contradictoria de un aumento de la represión con gestos de liberalización. «Editorial», Hautsi, n.“ 5, julio 1974. «El Movimiento Nacional ante los partidos políticos». Fuerza Nueva, 10 agosto 1974. ^3.n{\eto áeKVh-V, Una pena de muerte en Barcelona, Documentos K, vol. 15, pp. 463.

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que se repitió en 1975. La prensa del PNV sostuvo que las visitas de Leizaola eran clandestinas pero a los miembros de ETA-V les pa­ recía poco probable que no se hubiera concedido permiso de entrada en España a Leizaola, ya entrado en años. Las esperanzas abrigadas por los dirigentes del PNV de una pacífica disolución del régimen franquista que dejara margen para la concesión de libertad a los vas­ cos, fueron alentadas por ciertas muestras de liberalización de algu­ nos sectores del régimen. Por ejemplo, a fines de 1974, los represen­ tantes en Cortes por el tercio familiar de las provincias vascas anun­ ciaron que iban a solicitar la devolución a Guipúzcoa y Vizcaya de los privilegios encarnados en los Conciertos Económicos, retirados en 1937 como acto punitivo por haber apoyado a la República La actitud de los líderes de ETA-V ante estos acontecimientos fue reci­ birlos como victorias parciales, conseguidas por la lucha, y la de re­ celar de cualquier intento de llegar a un acuerdo que no implicara la concesión de total libertad a Euskadi. Dado que los dirigentes de ETA-V creían que los cambios ope­ rados se debían a una combinación de la acción de masas y de su pro­ pia lucha armada, se sintieron animados a intensificar su campaña. Los jefes de la organización comprendían que la situación había cam­ biado, y que ese activismo de masas que siempre habían considerado necesario, ya se estaba produciendo. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de la oposición, los líderes de ETA-V no aspiraban a utili­ zar la acción de masas como palanca para forzar al gobierno a hacer concesiones. Por el contrario, vieron la política vacilante del gobier­ no Arias como un indicio de la debilidad del régimen, lo cual am­ pliaba el alcance de la lucha armada, lejos de constituir un motivo para abandonarla. Cuando varios de sus militantes fueron muertos, heridos o capturados en choques con la policía, se endureció la pos­ tura de los dirigentes de ETA-V. Un ejemplo de esta nueva y más intransigente actitud se manifestó en abril de 1974, cuando un mili­ tante de ETA-V disparó y mató a un cabo de la Guardia Civil, Gre­ gorio Posadas, en Azpeitia, Guipúzcoa Por lo general, los policías muertos a manos de militantes de ETA-V hasta aquel momento habían caído víctimas de encuentros con comandos de ETA, que intentaban cruzar la frontera para no ser arrestados. Las principales excepciones habían sido los asesinatos pre­ " «El lendakari Leizaola en Gernika», Euskadi, abril 1974, Documentos Y, vol. 15, p. 249. «Los vascos piden concierto económico». Doblón, 14 diciembre 1974. Los re­ presentantes por el tercio familiar eran los únicos diputados en Cortes que eran ele­ gidos, aunque con un censo electoral limitado. Comunicado de ETA, 4 abril 1974, Documentos Y, vol. 15, p. 467.

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meditados de Melitón Manzanas en 1968, y de Carrero Blanco. Pero estas dos víctimas eran casos especiales, pues Manzanas había sido de­ nunciado como torturador conocido y Carrero, decían, había sido el hombre clave en los intentos del régimen por realizar la transición ha­ cia un franquismo sin Franco. El asesinato de Posadas también se ha­ bía planteado como caso especial, porque se alegaba que no sólo se distinguía por su brutalidad y su fanatismo, sino que era responsable de reunir la información sobre ETA-V. Sin embargo, en un comuni­ cado en el que se hacía responsable de esta muerte, ETA-V aclaró que era un acto de represalia por la muerte de sus militantes a manos de la policía y anunció que, en adelante, todos los sectores de las fuer­ zas de seguridad se considerarían objetivos legítimos A lo largo de 1974, los grupos de acción de ETA-V llevaron a cabo una cam­ paña de robos y colocación de bombas, que estuvo a la altura de la lanzada en 1968-69 y tuvo similares efectos sobre la organización de ETA-V, siendo causa de muchas detenciones y huidas al exilio. Los dirigentes de ETA-V no consideraron el asesinato de Carrero Blanco como una operación aislada. En 1974 habían planeado el secuestro de figuras destacadas, entre ellas Gómez Acebo, primo del Príncipe Juan Carlos, así como la hija de Franco y su marido, el Marqués de Villaverde Todos estos planes fracasaron, sin embargo ÉTA-V consiguió llevar a buen término una serie de robos y colocación de bombas, y el rescate de uno de sus presos, José Urzelay, sacándolo de un hospital de San Sebastián Estos éxitos se lograron a alto pre­ cio. En agosto dos de los más importantes miembros de ETA-V, José Antonio Garmendia (Tupa) y José María Arruabarrera (Tanke) fue­ ron gravemente heridos y capturados tras un choque con la guardia civil cerca de San Sebastián Urzelay murió en octubre cuando la policía asaltó la casa donde se escondía ***. La captura de destacados militantes de ETA obligó a muchas personas a exiliarse. Algunos de los jefes de ETA-V, particularmente Pertur, estaban decididos a que la organización creara una fuerza política capaz de complementar la labor del Frente Militar. La estructura de ETA-V no permitía a sus miembros la formación de una base política. En la práctica, dado que se concedía prioridad a la lucha armada realizada por los liberados del Frente Militar, los militantes «legales» que ope­ raban y vivían en el interior tenían que subordinar sus esfuerzos a la ayuda a los liberados, proporcionándoles información, protección y Primero de mayo (panfleto de ETA), Documentos Yy voL 15, p. 472. Amigo, Pertur..., pp. 71-72. Ibíd.y p. 73. Comunicado de ETA, Documentos Y, vol. 15, pp. 481-82. A los familiares de Jon Urzelay Imaz, Documentos Y, vol. 15, p. 486.

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mantenimiento. Puesto que los liberados eran trasladados después de realizada su misión, no se podía construir una organización perma­ nente Pertur, respaldado por Goiherri, Múgica Arregi y Garayalde (Erreka), propusieron una forma de organización que, decían, per­ mitiría a ETA-V construir una sólida organización local. Su propues­ ta consistía en que hubiera un jefe en cada región con responsabili­ dad sobre todas las acciones llevadas a cabo en su zona. Se manten­ dría la división en frentes en el nivel de las agrupaciones locales, pero la creación de unidades políticas aseguraría una dirección unificada Estas propuestas, que se pusieron a prueba en unas cuantas zonas, constituían un intento serio de dar vitalidad a la estructura de fren­ tes, pero, de modo inevitable, suscitaron la oposición de los libera­ dos del Frente Militar, dado que, de ponerse en práctica, acabarían con su práctica independencia de todo control exterior. Los dirigen­ tes del Frente Militar también pensaban que semejantes medidas, al borrar las líneas divisorias entre los frentes, serían peligrosas para la seguridad. Los dirigentes de ETA-V se vieron una vez más ante el problema endémico de la conflictividad surgida entre las necesidades de una vanguardia armada totalmente secreta y una organización dedicada a fomentar la acción de masas. Pertur y los que pensaban como él, com­ prendían que había poderosas fuerzas dentro de la clase dirigentes es­ pañola dispuestas a desmantelar las estructuras e instituciones del ré­ gimen franquista. Las posibilidades de lograrlo eran inciertas en Es­ paña en general. En Euskadi, los indicios eran aún más contradicto­ rios, pues la intensificación en los niveles de lucha producía un in­ cremento de la represión, arrestos, estados de excepción, y mayor brutalidad de la policía y los «incontrolados». Aunque los conflictos de masas arrancaban concesiones al gobierno, los dirigentes de ETA-V creían que existía un peligro real de que, a falta de una di­ rección revolucionaria, el principal beneficiario de la lucha fuera el PN V ^'. El liderazgo de ETA-V coincidió con el resto de la oposi­ ción española en el interés ante el golpe de Estado que, en abril de 1974, derrocó a la dictadura portuguesa y dio paso a un proceso que llevaría al abandono del imperio portugués, una considerable na­ cionalización, y, con el tiempo, a la creación de una democracia par­ Entrevista del autor con Kepa Aulestia, San Sebastián, 31 julio 1984. Ibíd. «Editorial», Hautsi, n.“ 5, julio 1974. Para la reacción de ETA-V a los sucesos de Portugal, véase «Golpe de estado en Portugal», Hautsi, n." 5, julio 1974. Para la reacción de la ultraderecha, véase «In­ dochina y Portugal», Fuerza Nueva, 31 mayo 1975, y «Portugal E o futuro imperfec­ to», Fuerza Nueva, 19 abril 1975.

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lamentaria. Inevitablemente, el golpe tuvo muchas repercusiones en España. Algunas personas de derechas lo interpretaron como un mo­ tivo para intensificar la represión, pero la reacción más generalizada fue la de considerar que los sucesos portugueses eran una prueba más de que el régimen franquista estaba trasnochado, y no podría sobre­ vivir a su fundador mucho tiempo. Los elementos liberales del mun­ do financiero y la administración afirmaron sus vínculos con los ele­ mentos moderados de la oposición, en un intento de preparar una transición a la democracia parlamentaria que fuera más controlada de lo que había sido en Portugal. Un claro indicio de la inviabilidad de la política de Arias Navarro de hacer reformas mientras mantenía las estructuras básicas del régi­ men, fue el proporcionado en febrero, por un incidente en el que es­ tuvo involucrado Monseñor Añoveros, obispo de Bilbao. Este obis­ po había ordenado al clero de su diócesis que leyera un sermón en el que se protestaba por la persecución de que eran objeto la lengua y la cultura vascas. La oportuna iniciativa de Añoveros fue un claro desafío a las autoridades, mucho más de lo que había sido la petición de clemencia de los obispos vascos para los presos de Burgos, en 1970. El gobierno puso al obispo bajo arresto domiciliario e intentó forzarle a que saliera de España Semejante conflicto entre Iglesia y Estado era prueba evidente de que un sector de la Iglesia pensaba que no había futuro a largo plazo para el régimen franquista, y de­ seaba distanciarse de él. Los que aún tenían esperanzas de que el gobierno Arias pudiera presidir una transición hacia un sistema más democrático se vieron decepcionados en octubre de 1974, cuando Arias despidió a Pío Cabanillas, ministro de Información y Turismo, y uno de los miembros más liberales del gabinete, induciendo al ministro de Hacienda, Ba­ rrera de Irimo, a dimitir en solidaridad con su compañero Un mo­ tivo del falso optimismo sobre las probabilidades de una reforma sus­ tancial, fue la convicción de que Franco se estaba muriendo y había delegado su autoridad provisionalmente en el Príncipe Juan Carlos, cuando fue ingresado en el hospital en julio de 1974. Pero la entrega de competencia fue sólo transitoria, pues Franco se recuperó y rea­ nudó el pleno ejercicio de sus poderes en septiembre. Previendo que la muerte del dictador no podía tardar mucho en llegar, la mayor par­ te de las fuerzas de oposición se dedicaron a reafirmar sus organizaOrtzi, Historia..., pp. 405-7. «La crisis política», Doblón, 2 noviembre 1974. Algunos de sus compañeros con­ sideraban que Cabanillas estaba suavizando la censura indebidamente. «Arias lamenta los ceses», Doblón, 9 nov. 1974. «Por qué se fueron». Cambio 16, 11-17 nov. 1974.

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Clones preparándose para la transición al sistema democrático que, así lo esperaban, vendría a continuación. La salida del Frente Obrero de ETA-V no acalló las disputas en­ tre los que querían que ETA-V siguiera una política puramente mi­ litar y los que, como Pertur, deseaban que tomara la iniciativa en ac­ ciones de masas. Las disensiones en el seno de la directiva culmina­ ron a raíz de la explosión de una bomba en la Calle del Correo de Madrid, el 13 de septiembre, en la que murieron una serie de civiles y policías. La bomba había sido colocada en el Café Rolando, cerca de la Dirección General de Seguridad, un conocido lugar de reunión de policías y elementos de ultraderecha. Un mes después, ETA-V ne­ gaba haber puesto esta bomba en un comunicado ‘■®, y se especuló con la posibilidad de que fuera obra del Frente Revolucionario An­ tifascista y Patriótico (FRAP) (frente de un grupo pro-albano, ante­ riormente maoísta), o de la extrema derecha. La policía hizo respon­ sables a varios miembros de ETA-V, así como a una serie de perso­ nas de izquierda de Madrid, como Eva Forest, algunas de las cuales habían estado relacionadas con el PCE El asunto no llegó a acla­ rarse nunca, pues la amnistía declarada en 1977 evitó que los acusa­ dos de haber puesto la bomba fueran juzgados. Sin embargo, Lidia Falcón, una de las detenidas, declaró que ETA-V, con la ayuda de personas no vascas entre las que se contaba Eva Forest, había sido autora de la colocación de la bomba Casi inmediatamente después, ETA-V se escindió en dos organi­ zaciones distintas. Pese a que la bomba no fue la razón aportada por ninguna de las dos facciones, fue el determinante de la decisión Las divergencias en el seno de ETA-V habían sido muy acusadas des­ de la muerte de Txikia en la primavera de 1973, y sólo una serie de componendas entre los diversos frentes había evitado que se dividie­ ra la organización en la primera parte de la Sexta Asamblea de ETA-V en agosto de 1973. Cuando se produjo la escisión fue a causa de un Aunque esta declaración tenía fecha anterior: Comunicado de ETA, 15 septiem­ bre 1974, en Documentos Y, vol. 15, p. 485, ninguna revista recibió el desmentido de ETA hasta octubre. Declaración de la dirección nacional de ETA, 17 oct. 1974, Do­ cumentos Y, vol. 15, p, 489. El segundo comunicado repudió la bomba de forma mu­ cho más firme. La policía no afirmó que el PCE, como organización, estuviera implicado, pero alegó que algunos de sus miembros había colaborado con ETA-V. Pedro Costa, «Ope­ ración Jaulas», Cambio 16, 7-13 oct. 1974. Lidia Falcón, Viernes y 13 en la Calle del Correo (Barcelona, 1981), pp. 156-58. En Historia organizativa desde la escisión del Frente Obrero hasta la 2." parte de la VI Asamblea, ETA-PM, uno de los grupos surgidos de esta escisión, afirmó que ETA-V se dividió en cuanto a la cuestión de si expresar o no aprobación sobre la bom­ ba. Documentos Y, vol. 17, pp. 249-57.

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problema ya conocido: la incapacidad de la organización para ejercer un control colectivo sobre el Frente Militar. En septiembre, el C o­ mité Ejecutivo del Frente Militar había informado al resto de la di­ rección de ETA-V de que iba a celebrar su reunión anual para deci­ dir su estrategia. Cuando el resto de la dirección intentó asistir a la reunión, con la intención de defender la posición oficial de ETA-V de que las acciones militares debían quedar determinadas por deci­ siones políticas, los jefes del Frente Militar se negaron a permitir la entrada de los miembros de otros frentes En una reunión del Biltzaar Ttippia (BT) celebrada en octubre, la organización se dividió al negarse los dirigentes del Frente Militar a acatar las decisiones mayoritarias Justificaron su salida sosteniendo que las reformas or­ ganizativas adoptadas por ETA-V hasta el momento eran inadecua­ das para una organización dedicada a la lucha armada. Dichas refor­ mas, afirmaban, habían tenido como consecuencia que los militantes realizaran toda una serie de labores diversas, lo que a su vez había resultado en falta de seguridad. El intento de unir la acción de masas a la lucha armada dentro de una misma organización debía, en su opi­ nión, abandonarse El Frente Militar (en adelante ETA-Militar, o ETA-M) declaró que desde entonces se limitaría a la práctica de la lucha armada. Sus dirigentes insistieron en que ello no implicaba que fuera innecesaria la acción de masas, sino simplemente que debían llevarla a cabo unos cuerpos organizativamente separados de los dedicados a la acción mi­ litar En el momento de su separación, ETA-M consistía en unas treinta personas, en su mayoría liberados, que vivían en el País Vas­ co francés. Su figura dominante, Argala, había sido uno de los prin­ cipales responsables del asesinato de Carrero Blanco. Otros, como Pérez Revilla e Imanol Pagoaga, antiguo miembro de Las Cabras, eran veteranos si se les comparaba con los jefes de la facción contra­ ria. Inicialmente, ETA-M no intentó aumentar el número de sus mi­ litantes y se negó a admitir personas muy jóvenes La escisión de ETA-M fue una declaración de que iba a limitarse a la función espe­ cializada de la lucha armada. Aunque hacía un llamamiento a la clase Ibíd. Planteamiento del grupo escindido. Análisis y crítica. Documentos Y, vol. 15, pp. 312-21. Zutik Agiri (sin número ni fecha). ETA-M siguió utilizando el título de Zutik para su revista. ETA-PM utilizó el de Hautsi, anteriormente órgano del Frente Cul­ tural, para su principal revista. Ibíd. Los motivos de ETA-M para no intentar un reclutamiento amplio aparecieron en «Complemento a nuestras posiciones políticos expresadas», Zutik, n.“ 65, agosto 1975.

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obrera y las fuerzas patrióticas para que formaran un frente común en pro de la liberación nacional, la propia ETA-M no hizo esfuerzo alguno a favor de las acciones de masas, ni en el movimiento obrero ni en el ámbito cultural; su producción de material escrito era escasa, y en la práctica tenía su base en el País Vasco francés, entrando en España para realizar sus operaciones y volviendo a Francia una vez cumplidas sus misiones. Esta estrategia era similar a la empleada por Etxabe cuando era jefe del Frente Militar de ETA en 1970. Pero el potencial militar de ETA-M era mucho mayor del que había estado al alcance de Etxabe, y ciertos cambios en la situación le permitirían, más adelante, llevar a cabo una campaña mucho más extensa que nin­ guna de las anteriores. La rama principal de ETA tras la escisión del Frente Militar adop­ tó el nombre de ETA-Político Militar (PM). Esta denominación des­ cribía la fórmula con la que ETA-M había intentado solventar la cri­ sis organizativa a que se había referido ETA-M. Los dirigentes de ETA-PM admitían que la unión de la labor de masas y la lucha ar­ mada planteaba problemas a las personas comprometidas en ambos tipos de actividad. Pero también conocían los desastres que había pro­ ducido la incapacidad para controlar al Frente Militar, en cuya auto­ nomía habían insistido sus jefes. Algunas de las personas que pasa­ ron a formar la dirección de ETA-PM habían defendido la conve­ niencia, dentro de una organización unificada, de una división de la base según sus funciones, combinada con una dirección en el nivel local que pudiera supervisar sus diferentes actuaciones. Así se espe­ raba poder evitar los riesgos que implicaba el mezclar a militantes de frentes diferentes, así como el peligro de que dichos frentes se con­ virtieran en organismos autónomos, empeñados en políticas distin­ tas, como había ocurrido antes de la división La ausencia de di­ vergencias políticas con expresión definida entre ETA-M y ETA-PM contrastaba fuertemente con las escisiones que habían resultado en la formación de ETA-Berri y ETA-VI. La súbita situación de emergen­ cia producida por la bomba de la Calle Correo, el bajo nivel político de las críticas de ETA-M, y la ideología claramente nacionalista de las dos organizaciones surgidas de la división, produjo la impresión de que las diferencias entre ambas afectaban simplemente a la propia estructura de ETA-V. Y sin embargo las diferencias políticas exis­ tían, aún si no recibían una expresión adecuada por parte de ETA-M o ETA-PM. Dichas diferencias surgían de la propia composición y origen social de ETA, y se verían exacerbadas por los sucesos polí­ ticos que seguirían a la muerte de Franco. «Unas sugerencias para nuestras estructuras», Kemen, n." 2 (sin fecha). Docu­ mentos Y, vol. 15, pp. 282-83.

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ETA-V, como la primera ETA, formaba parte de una arnplia reac­ ción radical y de clase media, contra la moderación e inactividad del PNV. Los nacionalistas radicales de clase media estaban dispuestos a aceptar a ETA-V como aliada, pese a que la declaración de marxis­ mo-leninismo de esta organización discrepara de sus propias ideas po­ líticas. Los nacionalistas radicales del tipo de Txillardegi siguieron viendo en ETA-V y sus posteriores divisiones, compañeros válidos para un Frente Nacional Vasco. Por otra parte, los dirigentes de ETAPM, como Pertur, se tomaban en serio su compromiso con la revo­ lución socialista, el internacionalismo y su versión del marxismo-le­ ninismo Esta clase de orientación les llevaba, inevitablemente, a sentirse identificados con la clase obrera, fuera cual fuera su origen étnico. La pretensión de ETA-PM de ser una organización obrera, aun­ que sociológicamente infundada, le llevaba a recelar de los grupos na­ cionalistas que, a pesar de sus denominaciones socialistas, no tenían presencia alguna en el movimiento obrero. Las frecuentes declaracio­ nes de ETA-PM a favor de la clase obrera la obligaron a adoptar una actitud de respeto hacia esos marxistas «españoles» cuya influencia en las fábricas era mayor que la suya. Los líderes de ETA-PM si­ guieron defendiendo su propia versión de la alianza del Pueblo Tra­ bajador Vasco (PTV), donde se encuadrarían tanto los trabajadores inmigrantes como los nacionalistas radicales. Esta alianza era, por su carácter, de difícil formación. Por el contrario, la índole de la activi­ dad de ETA-M le permitía prescindir de los problemas que plantea­ ba la actuación en el movimiento obrero. Su necesidad de apoyo en los medios nacionalistas, le indujo a acercarse a personas que, cua­ lesquiera que fueran sus diferencias políticas, pertenecían a la misma comunidad nacionalista. Los líderes de ETA-PM siguieron insistiendo, a pesar de sus em­ presas políticas y la pérdida de la mayoría de los liberados del Frente Militar, en la necesidad de la lucha armada. A raíz de la salida del Frente Militar, ETA-PM celebró la segunda parte de su VI Asam­ blea, en diciembre de 1975, en la cual se abandonaría la estructura de frentes —en la que ETA había quedado teóricamente organizada des­ de la Quinta Asamblea de 1967— y se adoptó la forma de organiza­ ción político-militar ETA-PM conservó la lealtad de la gran ma­ Para el reconocimiento por parte de Pertur de la debilidad de ETA-PM en las fábricas, y su temor de que la vida política vasca pudiera polarizarse entre la derecha vasca y la izquierda «española», véase «A la izquierda vasca», Langile, n.° 2, mayo 1975. La decisión fue defendida en «Un comentario al comunicado de los militantes escindidos» y «Análisis de la posición de Etaren Agirla desde el punto de vista poli-

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yoría de los afiliados a ETA-V. Ahora bien, como la escisión había producido la salida de una serie de integrantes de los cuadros mili­ tares, tuvo que ascender a miembros muy jóvenes e inexpertos, como Miguel Angel Apalategui (Apala) y Juan Paredes Manot (Txiki), a la categoría de «liberados». Los jefes de ETA-PM no ignoraban que en España se instalaría probablemente alguna forma de democracia bur­ guesa tras la muerte de Franco, y que a menos que se crearan orga­ nizaciones socialistas, los beneficiarios de la liberalización serían el PNV y otras tendencias de derechas En consecuencia, la dirección de ETA-PM se decidió a intentar la creación de un frente unido jun­ to a algunos grupos nacionalistas de reciente formación. La debilidad organizativa de ETA-PM la impulsaba a buscar esta clase de aliados, a pesar de sus dudas sobre su autenticidad socialista. Además, ETAPM, como organización explícitamente marxista, creía en la necesi­ dad de coaligarse con ios grupos «españoles» de izquierda como el MCE y la ORT También ETA-M aspiraba a crear un frente co­ mún de nacionalistas de izquierdas, por lo que en esa cuestión existía una cierta base de acuerdo, pero no en la conveniencia de aliarse a fuerzas «españolas». Había un amplio espectro de grupos de opinión nacionalista que desaprobaba la pasividad del PNV y sospechaban que estaría dispues­ to a abandonar la lucha por la independencia, si un gobierno demo­ crático le ofrecía algún tipo de autonomía. Algunos de estos nacio­ nalistas radicales eran miembros de ELA-Berri que, si bien nominal­ mente era un sindicato, en realidad se trataba de una agrupación po­ lítica. Otros, algunos de ellos antiguos militantes de ETA, eran sim­ patizantes de la revista de Txillardegi, Branka. Además, una serie de directores de las cooperativas de Mondragón deseaban crear un par­ tido más moderno que el PNV. En 1976, y a raíz de una serie de com­ plejos realineamientos, los hasta entonces fragmentados nacionalistas radicales formaron un partido político, Euskal Sozialista Biltzarrea (Convergencia Socialista Vasca), en adelante ESB La influencia de ESB se hizo sentir mediante la revista Garaia, publicada de forma le­ gal en 1976 y 1977. ESB unía un programa social y económico mo­ tico-miütar», ambos en Aemen, n.“ 5, abril 1975, Doc«weníos K, vol. 17, pp. 318-28. Comunicado de la segunda parte del Sexto Biltza Nagusi de ETA, Documen­ tos Y, vol. 17, pp. 302-4. La ORT, que se había originado en una organización jesuíta para obreros, era muy fuerte en Navarra. Para el programa adoptado en el primer congreso de ESB en 1977, véase ESB - Un programa socialista para la autonomía de Euskadi (Bilbao, 1977), passim; entre­ vista del autor con Ildefonso Triarte Ortemin, antiguo militante de ETA y ESB, San Sebastián, 24 julio 1980. Para el origen de ESB, véase «José Antonio Ayustarán y la historia de ELA-STV», Muga, n.° 3, feb. 1980.

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derado a un violento odio hacia el PSOE y una actitud ambigua ha cia los inmigrantes. Los dirigentes del partido, entre los que figuraba Txillardegi, aspiraban a poder lograr una amplia autonomía mediante un pacto con la Corona, que les otorgara una versión moderna de los Fueros. El carácter aparentemente arcaico de dicha estrategia era consecuencia del deseo de ESB de evitar toda alianza con los parti­ dos «españoles» La creación de ESB ponía de relieve el principal obstáculo a la formación de la alianza política entre nacionalistas radicales y marxistas «españoles» que querían los líderes de ETA-PM. El hecho de que ESB estuviera apoyada por antiguos miembros de ETA, como eran Txillardegi y Etxabe, demostraba que era expresión del nacionalismo radical que habían producido la formación de ETA. La finalidad per­ seguida por los dirigentes de ETA-PM —unir la lucha nacional y la social— exigía alianzas con las fuerzas sociales que ESB representa­ ba, así como con grupos del estilo del MCE. Pero semejante coali­ ción habría sido un anatema para ESB, específicamente creada para combatir a la izquierda «españolista». Los jefes de ESB consideraban a su partido como expresión de uno de los sectores del espectro na­ cionalista. El PNV, al igual que las dos versiones que ETA represen­ taba, eran, en su opinión, componentes igualmente válidos de la co­ munidad nacionalista. La directiva de ESB veía su partido como com­ plementario de, y no en competencia con, el PNV Pese a que el fracaso de ETA-PM en crear la alianza política que buscaba sería una dificultad a largo plazo, su problema más inmediato era el de forta­ lecer su capacidad para la lucha armada que había quedado seriamen­ te debilitada por la defección de ETA-M. ETA-PM formó un grupo de acción, los Bereziak, para operacio­ nes particularmente difíciles. La creación de este grupo pareció san­ cionar la idea de ETA-M de que las acciones militares no debían ser realizadas por las personas también consagradas a la labor de masas. Pero el grupo de los Bereziak no tenía la función de ocuparse de to­ das las tareas militares de ETA-PM, la mayoría de las cuales serían llevadas a cabo por militantes «legales» residentes en España . Lo que se perseguía con estas disposiciones era evitar el peligro de que las tendencias militares desarrollaran sus actividades al margen del Para una manifestación sobre la necesidad de que las fuerzas abertzales se unie­ ran contra los partidos «españoles» de derecha e izquierda, véase «Batasuna —un cla­ mor popular», Garaia, 9-16 sept. 1976. Entrevista con ei dirigente de ESB, Carlos Caballero, Eugenio Ibarzábal, Euskadi. Diálogos en torno a las elecciones (Zarauz, 1977), pp. 141-55. En lenguaje de ETA, un activista «legal» era el que llevaba una vida aparente­ mente normal y utilizaba su propio nombre.

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control de ETA-PM La secesión de ETA-M no impidió que ETAPM lanzara una ofensiva militar. En marzo de 1975 los Bereziak ma­ taron a un agente de policía en San Sebastián e iniciaron la ya tra­ dicional campaña armada en vísperas de las celebraciones del Aberri Eguna en Semana Santa. El ritmo acelerado de las acciones de ETAPM produjo las consabidas consecuencias de la captura y muerte de una sene de sus militantes. En abril, fue apresado Goiherri tras ha­ ber quedado herido en un encuentro con la policía en el que murió su compañero Por el contrario, la campaña de ETA-M se inició de forma más paulatina. El incremento de las acciones violentas llevó al gobierno a imponer el Estado de Excepción en Guipúzcoa y Viz­ caya, el sexto desde 1967, y a aprobar un decreto-ley que concedía mayores poderes a la policía en toda España En el verano de 1975, ETA-PM reaccionó a la intensificación re­ presiva en el País Vasco ampliando su área de operaciones a toda Es­ paña. Se enviaron destacamentos de Bereziak a Cataluña, Galicia y Madrid, donde proyectaban realizar una serie de operaciones, entre las que iba a contar la organización de una huida de la cárcel de Segovia La campaña fue un desastre, siendo arrestados militantes de ETA-PM en Madrid, Barcelona y Galicia, donde también fueron de­ tenidos miembros de la orpnización nacionalista gallega con la que los liberados de ETA-PM intentaban llevar a cabo operaciones mili­ tares conjuntas '***. A fines de julio las autoridades pusieron fin al es­ tado de excepción en Guipúzcoa y Vizcaya, claro indicio de que con­ sideraban que ambas ramas de ETA estaban en gran medida debili­ tadas^^. A pesar de tan fuertes pérdidas, ETA-PM continuó en su empeño de montar una campaña en Barcelona y Madrid. Los inten­ tos produjeron nuevas capturas y muertes, entre ellas las de algunos miembros destacados de la organización como era Múgica Arregui, de modo que hacia fines de 1975, la capacidad de ETA-PM para llevar a cabo acciones armadas quedó muy reducida Entrevistas del autor con Kepa Aulestia, un librado de ETA-V, San Sebastián, 31 julio 1984, y Goiberri, 5 agosto 1984. «Semana vasca». Cambio 16, 7-13 abril 1975. Entrevista del autor con Goiberri, arriba mencionada; Amigo, Pertur..., p. 99. Cambio 16, 5-12 mayo 1975. En Vizcaya fueron detenidas casi 200 personas du­ rante el período del Estado de Excepción. Cambio 16, 2-8 junio 1975. «A tiros por España», Cambio 16, 11-17 agosto 1975. En «Ante las detenciones de militantes de ETA en Madrid y Barcelona. Decla­ ración del Comité Ejecutivo de ETA», Hautsi, n.° 6, sept. 1975, ETA-PM afirmaba que sus grupos de acción, al operar en otros puntos de España estaban intentando ali­ viar la represión en Euskadi. Cambio 16, 4-10 agosto 1975. «Comunicado de ETA. Ante las detenciones de ETA en Madrid y Barcelona, 12 septiembre 1975», en Hautsi, n.“ 7, oct. 1975.

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Cuando inició su existencia independiente, ETA-M no disponía de una organización comparable a la de su rival, formada como es­ taba principalmente por un pequeño número de liberados residentes en el País Vasco francés. Pocos de sus miembros tenían un gran dis­ cernimiento o experiencia políticos, pese a ser, por término medio, de mayor edad que los de ETA-PM. La figura política y organizativa dominante de ETA-M, Argala, era uno de los contados miembros que habían pertenecido a ETA en los años sesenta, antes de la VI Asamblea Bajo su liderazgo, los primeros pasos de ETA-M consis­ tieron en el asesinato de miembros de la guardia civil tanto en Gui­ púzcoa como en Vizcaya A ello siguió la muerte a tiros de su­ puestos confidentes de la policía, entre ellos el alcalde de Oyarzun, Guipúzcoa, en noviembre La campaña de ETA-M fue menos am­ biciosa que la de ETA-PM, pero logísticamente fue más viable. ETA-M no operó fuera del País Vasco y sus objetivos fueron, en gran medida, seleccionados en razón de las posibilidades de llevarlos a cabo sin arriesgar la supervivencia del grupo. Aunque ETA-M su­ frió bajas como consecuencia de su campaña, fueron de mucha me­ nor importancia que las sufridas por ETA-PM. Poco después del ase­ sinato del alcalde de Oyarzun, la organización ordenó a todos los al­ caldes del País Vasco que dimitieran, declarando que, de otro modo, también ellos serían asesinados Este tipo de acciones no necesita­ ba de la complicada estructura de militantes organizados en el inte­ rior de España que exigía la estrategia defendida por los líderes de ETA-PM, pues lo que prineipalmente requería ETA-M de sus sim­ patizantes era información sobre la existencia y movimientos de ene­ migos del pueblo vasco. En ocasiones este modo de operar provocó errores y obligó a la organización a disculparse por la muerte de un hombre inocente La mayor parte de la población del País Vasco consideraba que la violencia de ambas ramas de ETA representaba una amenaza me­ nor que la conducta de las fuerzas de seguridad, que^^n 1974-75, maPara la implicación de Argala en el asesinato de Carrero Blanco, véase Le Mon­ de, 25 diciembre 1973. Se pueden encontrar algunos pormenores autobiográficos en el prólogo de Argala a Apalategui, Los vascos de la nación al estado. Para un tributo pos­ tumo de Telesforo Monzón a Argala, véase «Argala, un abertzale de talla universal y un caballero revolucionario y socialista», Egin, 31 nov. 1979. Cambio 16, 26 mayo-1 junio 1975. Véase el panfleto de ETA-M, Campaña antitxihatos, 25 nov.975. Documen­ tos Y, vol. 16, pp, 299-300. Alkatee Kontraka Campaina, 9 feb. 1976, y Por qué la campaña antialcaldes (sin fecha), ambos en Documentos Y, vol. 16, pp. 296-300. En un panfleto sin título redactado en febrero de 1976, ETA-M pedía perdón a la familia del hombre que había matado. Documentos Y, vol. 16, p. 303.

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t.iron a 22 personas en manifestaciones o controles de la policía, en l.is cuatro provincias vascas. Solamente en 1974, 105 personas fueron heridas por disparos de la policía En ocasiones las víctimas eran p.irtidarias de una de las dos ramas de ETA, pero con más frecuencia simplemente eran personas que tuvieron la desgracia de encontrarse cerca de un policía propenso a disparar. Por ejemplo, en julio de 1975, en Ondárroa, un joven que volvía a su casa de una fiesta con un gru­ po de amigos cantando canciones vascas, fue llamado al cuartel de la policía de la localidad. Al día siguiente sus padres fueron informados de su muerte, que según la policía había sido accidental En mayo de 1975, en Bilbao, la policía torturó y mató a un sacerdote sospe­ choso de ser simpatizante de ETA. Este tipo de incidentes provoca­ ban manifestaciones y renovada brutalidad de la policía al dispersar­ las. También suscitaban una sostenida incorporación de militantes a ambas ramas de ETA. Aunque ETA-M no se dedicaba a la acción política, empezó a adoptar ciertas posturas políticas, en primer lugar mediante sus crí­ ticas a ETA-PM, formuladas casi un año después de la escisión que había producido las dos organizaciones rivales. Las críticas fueron suaves si se comparan a las que siguieron a anteriores escisiones en el seno de ETA. En una declaración de ETA-M se admitía que las diferencias en ideología y fines habían sido realmente insuficientes para justificar la división que se había producido en ETA-V, y que la tensión de operar en la clandestinidad había sido la causa de acti­ tudes intransigentes por su parte y por la de ETA-PM. En esencia, las críticas de ETA-M a su rival se centraban en que ETA-PM se ha­ bía lanzado a una campaña militar que sobrepasaba sus posibilida­ des, y que la estructura político-militar que había adoptado era to­ talmente inadecuada para un grupo dedicado a la lucha armada A la vista de las grandes pérdidas sufridas por ETA-PM en 1974 y 1975, la crítica podía parecer justificada en términos militares, y era difícil negar los efectos desastrosos que había tenido la ofensiva mi­ litar de ETA-PM. Sin embargo, la mayor parte de la dirección de ETA-PM extrajo unas conclusiones distintas, lo cual les indujo a exa­ minar la debilidad de la organización en otros aspectos, aparte del mi­ litar. Consecuencia de la pérdida de tan gran número de militantes fue que, en el verano de 1975, Pertur quedara como principal estratega Luis C. Núñez, La sociedad vasca actual (San Sebastián, 1977), p. 128. Miguel Casiclls, Radiografía de un modelo represivo (San Sebastián, 1982), p. 82. ' ’ Información mensual (IM), junio 1975. IM era la revista del Partido Carlista. «Situación política en Euskadi Sur. B —La organización politicomilitar», Zutiky n.” Íi5 (ETA-M), agosto 1975.

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de ETA-PM, reforzándose la determinación de éste a ampliar el ám­ bito de las acciones del grupo, preparándose así para la nueva situa­ ción que se produciría a raíz de la muerte de Franco, en la cual con­ vendría a ETA-PM contar con organizaciones políticas y sindicales. A pesar de su predominio político e intelectual, Pertur no era un ejemplo típico del militante de ETA-PM, pues procedía de una fa­ milia de San Sebastián de clase media, culta y no vascoparlante. Sus actividades en ETA-V y ETA-PM habían consistido en labores de tipo organizativo, literarias y educativas, y no había tomado parte di­ recta en ninguna acción violenta. La decidida convicción de Pertur de que ETA-PM debía tener presencia política, así como militar, le impulsó a iniciar la elaboración de un plan para crear un partido po­ lítico. El resultado de sus reflexiones fue el documento Otsagabia, que apareció en 1976 y llegaría a producir una escisión en las filas de ETA-PM La debilidad del Frente Obrero comparado no sólo con el PCE, sino incluso con MCE, ORT o ETA-VI, había inducido a ETA-V en 1974 a considerar el modo de organizar a los obreros que comul­ gaban con la aspiración a la independencia vasca pero no estaban dis­ puestos a afiliarse al Frente Obrero y exponerse con ello a todo el peso represivo que iba dirigido contra los militantes de ETA. ETA-V decidió que lo que necesitaba era un equivalente nacionalista de C o­ misiones Obreras, una organización de masas no vinculada oficial­ mente a la organización política La marcha de la mayoría de los miembros del Frente Obrero para formar el partido político LAIA había debilitado la ya minúscula base industrial de ETA-V, y simul­ táneamente puso de manifiesto la necesidad de colaborar con LAIA y organizaciones similares en la construcción de un sindicato nacio­ nalista. En 1974, LAIA intentó la creación de una versión naciona­ lista de Comisiones Obreras —las Comisiones Obreras Abertzales (COA)— cuya labor estaría volcada tanto hacia la liberación nacio­ nal como a la lucha de clases Esta era también la perspectiva de ETA-V sobre esta cuestión, aunque preocupaba a LAIA que la unión de su labor^indical con la de ETA-V pudiera supeditarla a la dinámica militar que había sido el origen de su descontento con esta organización. Con todo, en 1975 ambos grupos colaboraron en COA, cuyo nombre fue substituido Otsagabia, Documentos Y, vol. 18, pp. 107-27. «Por un movimiento obrero vasco y abertzale», Langile, julio 1974. De Langile, una revista que tenía la finalidad de tratar sobre la lucha obrera, sólo se publicaron dos números. El segundo apenas contenía nada sobre cuestiones sindicales. «Comisiones obreras abertzales (CO A/LKA ) Langile Komizia Abertzaleak», Sugarra, n.“ 1, 1975.

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por el de Langile Abertzaleon Batzardeak (Comité Patriótico Obre­ ro, LAB). LAIA deseaba que la organización se consagrara a la in­ dependencia de Euskadi, pero ETA-PM, uno de los grupos en que se había escindido ya ETA-V, prefería la fórmula menos definida de liberación nacional con el fin de atraer una base de apoyo más am­ plia LAB aportó al nacionalismo radical un sindicato embrio­ nario que, no obstante, era muy débil en comparación a Comisio­ nes Obreras. Además de ser reducida, LAB estaba internamente dividida desde sus comienzos. La facción anarquista de LAIA quería que LAB fuera una especie de soviet, pero la mayoría de los miem­ bros de LAIA coincidían con la opinión de ETA-PM, expresada por Pertur, de que la evolución de LAB dependería de los hechos, pero que con toda probabilidad se convertiría en un sindicato militante La escasa fuerza del nacionalismo de izquierdas en el ámbito sin­ dical se manifestó también en la arena política. Mientras la oposición moderada esperaba la liberación que, en opinión general, seguiría a la muerte de Franco, empezó a preparar alianzas con aquellos ele­ mentos del régimen que deseaban un sistema parlamentario después del franquismo. El PCE tomó la iniciativa en la formación de dicha alianza, la Junta Democrática, en julio de 1974. El miembro no co­ munista más conocido de la Junta era Calvo Serer, monárquico y an­ tiguo director del periódico Madrid, que había estado vinculado al Opus Dei Lograr la unidad de la oposición resultó más difícil que alcanzar acuerdos con personas que habían estado anteriormente en el régimen franquista. El recientemente restaurado PSOE respon­ dió a la creación de la Junta Democrática formando otra alianza, la Plataforma de Convergencia Democrática, con fuerzas liberales, cris­ tianas y de otras ideologías en la primavera de 1975. En el programa de la Junta se pedía el reconocimiento de la «personalidad política» del País Vasco, pero también la unidad del Estado español, una po­ sición más centralista que la adoptada previamente por el PCE La «Tesis sobre LAB», Kemen, n.“ 6, 1975, Documentos Y, vol. 17, pp. 364-371. Organización de masas LAB (sin fecha), Documentos Y, vol. 17, pp. 403-6. «La Junta Democrática de España», Información Española, 119, sept. 1974. Para las dudas de Calvo Serer sobre las posibilidades de que el Príncipe Juan Carlos se con­ virtiera en un rey aceptable para todos los españoles, o simplemente fuera el heredero de Franco, véase «Juan Carlos aprés son pére», Le Monde, 29 enero 1974. En octubre de 1974, en un congreso celebrado en Suresnes, Francia, el PSOE había depuesto a su antiguo Secretario General, Rodolfo Llopis, y lo había substitui­ do por Felipe González, un joven abogado de Sevilla. Para una exposición del renacer del PSOE, véase «The Spanish Socialist Party 1939-76», por John L. Hollyman, M. A. Thesis, Universidad de Reading, 1976, passim. Carrillo siguió defendiendo el derecho de los vascos a la autodeterminación. Véase Santiago Carrillo, Demain l’Espagne (París, 1974), p. 202.

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Plataforma se mostró ligeramente más favorable al derecho de inde­ pendencia. Ambas organizaciones obtendrían el apoyo de amplios sectores del espectro político, desde conservadores a maoístas, pero ninguna de las dos tuvo mucho respaldo en el País Vasco. El PNV estaba dis­ puesto a acoger semejantes iniciativas a nivel del Estado, pero insistía en la legitimidad del gobierno vasco en el exilio y en su papel como mediador político. Aún menor era la disposición de los nacionalistas radicales a aceptar cualquier organismo que no concediera a Euskadi el derecho a elegir la independencia. Pese a todo, la formación de am­ bas alianzas resaltó el hecho de que el nacionalismo radical no podía ofrecer un equivalente propio. Este vacío fue llenado por Koordinadora Abertzale Socialista, en adelante KAS, una organización que so­ breviviría a sus rivales «españoles» muchos años Componían KAS, ETA-PM, LAIA y unos cuantos partidos diminutos de izquierda na­ cionalista. La finalidad original de KAS había sido hacer campaña contra las sentencias de muerte que, con toda probabilidad, iban a im­ ponerse a tres miembros de ETA-PM. ETA-M, consecuente con su posición de evitar la acción de masas, no se unió oficialmente a KAS, pero la apoyaba. Los diversos grupos nacionalistas de izquierda no conseguían coincidir sobre las funciones que debía cumplir KAS. Se­ gún las distintas opiniones debía ser una potencial organización de masas, un comité consultivo de todos los grupos nacionalistas, o una alianza encargada de decidir la estrategia a seguir para la revolución vasca La tarea de concluir alianzas emprendida por ETA-PM era extre­ madamente difícil debido al carácter heterogéneo de los grupos que debían, en teoría, formarlas. Algunos nacionalistas no querían for­ mar parte de ninguna organización que incluyera partidos «españo­ les». La izquierda «española» se sentía tentada a incorporarse a la Jun­ ta de Convergencia, o era reacia a coaligarse con partidos no marxistas. Los dirigentes de ETA-PM y de LAIA deseaban la alianza tanto con la izquierda española como con el nacionalismo radical, lo cual restaría miembros al PCE, el PSOE y el PNV, por un parte, y a ELA y similares tendencias por otra La base de KAS siguió siendo exComunicado de fundación del KAS, Documentos Y, vol. 17, p. 482; Natxo Arregi, Memorias del KAS 1975-78 (San Sebastián, 1981), passim; Propuesta de alter­ nativa para el KAS, Documentos Y, vol. 18, pp. 17-27 contiene las propuestas de ETA-PM, ETA-M y LAIA para KAS. Para las dificultades de ETA-PM para conseguir un acuerdo entre todos los com­ ponentes de KAS, véase Informe n." 2 sobre la alternativa, un documento interno de debate escrito en enero de 1976, Documentos Y, vol, 17, pp. 507-13. ETA-PM describió las dificultades para lograr un acuerdo entre las fuerzas «es-

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cesivamente limitada para constituir una alianza viable, pero todo in­ tento de procurar la alianza con la izquierda «española» o la derecha nacionalista tenía por fuerza que quebrantarla. Y, sin embargo, las alianzas eran necesarias si se quería que las fuerzas nacionalistas de izquierda tuvieran algún papel en la negociación de la transición a la democracia. Las coaliciones serían también una parte esencial de toda futura participación en las elecciones. La necesidad de formar un bloque nacionalista de izquierdas se intensificó en diciembre de 1975, cuando el PCE consiguió formar un equivalente local de la Junta —la Asamblea Democrática de Eus­ kadi (ADE)— que contaba con el favor de algunos intelectuales no alineados anteriormente en el PCE. La Asamblea dirigió una petición al gobierno vasco en el exilio para que se convirtiera en una institu­ ción representativa. Esta petición no fue bien acogida por el PNV, que consideró la Asamblea como un intento de socavar la autoridad del gobierno en el exilio El modesto éxito de la Asamblea fue ori­ gen de conflictos para la ORT y el M CE, principales grupos maoís­ tas del País Vasco. Ambos habían apoyado a la Plataforma del PSOE frente a la Junta del PCE. El M CE, en un esfuerzo por contrarrestar el peso del PCE, había iniciado la formación de Euskadiko Herrikoi Batzar (Asamblea del Pueblo Vasco), que también contaba con el res­ paldo de la ORT y ETA-PM. En la Asamblea no se incluyeron re­ presentantes de Navarra y, exclusivamente por este motivo, resultó inaceptable para la mayoría de los nacionalistas La dirección del PCE sabía que si admitía las pretensiones sobre Navarra del nacio­ nalismo vasco se ganaría la hostilidad de unas fuerzas con las que pro­ curaba coaligarse en otros lugares de España. N o obstante, la exclu­ sión de Navarra de la Asamblea representó una debilidad que supie­ ron aprovechar sus rivales tanto de izquierdas como de derechas. Los líderes de ETA-PM intentaron competir con el PCE proponiendo una alianza en la que figuraran las fuerzas que componían KAS y las que formaban la izquierda española. Semejante alianza era inacepta­ ble para la dirección de ETA-M, que quería ver a KAS convertida en un frente de todos los abertzales. Si el proyecto de crear una alianza vasca de izquierda, incluyendo grupos «españoles», hubiera prospe­ rado, ETA-M habría quedado aislada. ETA-PM tenía necesidad de aliados para fines específicos e inmepañolas» y nacionalistas en «La coyuntura que puede ser decisiva», Hautsi, n.° 9, feb. 1976. ™ «Habla el PNV», Cambio 16, 12-25 enero 1977. La Asamblea Democrática fue criticada por los portavoces de ETA-PM y el PNV en Cambio 16, 19-25 enero 1976. Para las críticas de ETA-M, véase «Las Asam­ bleas Democráticas del PC del “País Vasco” », Zutik, n.“ 66 (ETA-M), marzo 1976.

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diatos, así como futuros, cuando Juan Carlos sustituyera a Franco. A partir del verano de 1975, ETA-PM concentró sus esfuerzos en una campaña para salvar las vidas de tres de sus miembros, que iban a ser juzgados basándose en acusaciones que probablemente iban a producir sentencias de muerte Dos de ellos, Garmendia y Otaegui, estaban acusados, entre otros delitos, de haber participado en el asesinato del guardia civil Posadas, cuya muerte había hecho patente la decisión de los dirigentes de ETA-V de atacar a la policía en ge­ neral, en lugar de hacerlo por su actuación individual. En efecto, Otaegui fue condenado a muerte, pero a Garmendia le conmutaron la pena por cadena perpetua, alegando que la herida en la cabeza que había recibido al ser detenido disminuía su capacidad mental. En otro juicio distinto fue sentenciado a muerte Juan Paredes Manot (Txiki), por la muerte de un policía durante el robo a un banco Txiki y Otaegi, junto a tres miembros del FRAP condenados por el asesina­ to de dos policías en aquel mismo año, fueron ejecutados el 27 de sep­ tiembre. Txiki, que aparte de Otaegi fue el único miembro de ETA legal­ mente ejecutado, se convirtió en uno de los más significativos már­ tires de ETA Su familia había ido de Extremadura a buscar traba­ jo en Guipúzcoa cuando él contaba nueve años. El hecho de que una persona de estas características sacrificara su vida por Euskadi de­ mostraba, en opinión de ETA-PM, que los inmigrantes no sólo po­ dían integrarse en la vida vasca, sino también en la lucha por la libe­ ración nacional. La vida y la muerte de Txiki desmentían, en opinión de ETA-PM, la idea de que el nacionalismo vasco era inherentemen­ te reaccionario, además de ser un reproche a los elementos chauvi­ nistas que existían en la sociedad vasca Pero aun los más chauvi­ nistas de los nacionalistas estaban dispuestos a aceptar a los mártires de ETA como vascos póstumos. La campaña para salvar las vidas por Txiki y Otaegui fue amplia­ mente respaldada en el País Vasco, en particular en Guipúzcoa ^ . En el resto de España, las manifestaciones no alcanzaron el nivel de las organizaciones durante el juicio de Burgos en 1970. Los nacionalis­ tas consideraban que el PCE había traicionado a los presos al negar«Nos pueden matar en cualquier momento», Hautsi, n.° 6, sept. 1975. Cam­ bio 16, 15-21 sept. 1975. «Txiki condenado». Cambio 16, 29 sept.-5 oct. 1975. Javier Sánchez Erauskin, Txiqui-Otaegi - El viento y las raíces (San Sebastián, 1978), pp. 7-187. «Juan Paredes Manot, Txiki», Hautsi, n.° 7, oct. 1975. «Tupa Otaegi Zutik», Hautsi, n." 6, sept. 1975; «Euskadi otra vez en pie», Hautsi, n.° 7, oct. 1975.

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se a apoyar una huelga general en todo Euskadi. Era ésta una acusa­ ción que no podía dirigirse contra los grupos a la izquierda del PCE, en especial el MCE, cuya actuación fue importante a la hora de mo­ vilizar un apoyo considerable para la huelga general que se produjo los días 29 y 30 de septiembre, como protesta contra las ejecuciones. Los esfuerzos de ETA-PM tuvieron menores resultados ya que, al igual que otras organizaciones nacionalistas, no disponía de la base industrial del MCÉ, que en algunas zonas de Guipúzcoa estaba a la altura de la del PCE. Franco murió el 20 de noviembre, menos de dos meses después de la ejecución de militantes de ETA y el FRAP. El rey Juan Carlos, al subir al poder, concedió una amnistía parcial. El gesto tuvo buena acogida, pero la impresión general entre la opo­ sición era que el rey iba a ser prisionero del sistema. En una declaración de ETA-PM se afirmaba que, cualesquiera que fueran sus intenciones personales, el rey sería una marioneta en ma­ nos de la extrema derecha, un prisionero de las instituciones fran­ quistas, opinión que compartía el PCE Pese a todo, la muerte de Franco despertó esperanzas de cambio, y generó un movimiento a fa­ vor de la amnistía total en que participaron cientos de miles de per­ sonas. En el País Vasco, donde era mayor la proporción de presos políticos que en ninguna otra región, la campaña tuvo particular fuer­ za, y fueron detenidas muchas personas por tomar parte en manifes­ taciones en pro de la amnistía. Los términos de la amnistía también alcanzaban a los refugiados políticos. En marzo de 1976, 848 refu­ giados, 839 de ellos vascos, fueron informados de que podían volver a España ya que no serían procesados Con todo, fueron muchos los que optaron por no hacerlo, temerosos de sufrir de la persecu­ ción policial. En julio de 1976, se otorgó una segunda amnistía en vir­ tud de la cual iban a quedar en libertad la mayor parte de los presos políticos de España. La mayoría de ellos habían sido condenados por acciones pacíficas. Los sucesivos decretos de amnistía dejarían en li­ bertad a casi todos, aunque muchos miembros de ETA, condenados por acciones de tipo violento, permanecieron en la cárcel. En conse­ cuencia, a comienzos de 1977, la campaña de amnistía se fue centran­ do progresivamente en el País Vasco, donde alcanzó niveles de mo­ vilización de masas sin precedentes. Al salir de la cárcel, los miembros de ETA eran acogidos con enor­ mes manifestaciones de bienvenida, y se incorporaban a la campaña «Editorial», Hautsi, n.° 8, dic. 1975. «Con el dictador ha de morir la dictadu­ ra», Mundo Obrero, 18 nov. 1975. José María Portel,, Euskadi: amnistía arrancada (Barcelona, 1977), p. 69. Mu­ chos de los que habían sido militantes de ETA cuando fueron encarcelados, pertene­ cían entonces a otras organizaciones.

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en pro de la liberación de aquellos de sus camaradas que seguían en­ carcelados La salida de la gran mayoría de los presos, lejos de de­ bilitar la campaña, la intensificó pues la gente tenía la impresión de que podía lograrse la amnistía total. En marzo de 1977 se llevó a cabo una «semana de la amnistía» en que se realizaron huelgas y manifes­ taciones a gran escala ®°. El gobierno no tuvo más remedio que re­ conocer que la campaña continuaría mientras quedara en prisión un solo miembro de ETA. Pero no era fácil para el gobierno convencer al ejército de que aceptaran la puesta en libertad de personas que eran responsables de espectaculares actos de violencia. En marzo de 1977, una tercera amnistía dejó en libertad a todos salvo los condenados, o acusados en espera de juicio, por delitos de sangre. Ambas ramas de ETA sospechaban que tanto el gobierno vasco en el exilio, como la Asamblea Democrática dirigida por el PCE, estarían dispuestos, con objeto de alcanzar un acuerdo con el gobierno, a aceptar una am­ nistía no total y una legalización parcial de los partidos políticos. Los recelos de ETA-PM hacia estos dos organismos la llevaría a proponer la formación de un Frente Unido de nacionalistas de iz­ quierda y fuerzas revolucionarias «españolas», Herriko Batasuna (Unidad Popular). Esta plataforma exigió la puesta en libertad de to­ dos los presos, el regreso de todos los exilados, total libertad política y sindical, la disolución de las fuerzas policiales vigentes, y el castigo a policías y otras personas culpables de crímenes contra el pueblo. ETA-PM se negó a subordinarse a ninguna de las plataformas que in­ tentaban la formación de un frente común a escala nacional. Por el contrario, esta organización pidió la formación de una red de comi­ tés patrióticos, abierta a todos los que apoyaran su programa. Dichos comités se unirían para formar una organización común que tendría el apoyo de la totalidad de la izquierda vasca Esta postura era com­ pletamente inaceptable para ETA-M, que, hacia la primavera de 1976, había empezado a inquietarse por los esfuerzos de ETA-PM por crear un frente unido con organizaciones abertzales y «españolas». ETA-M sostenía que, aunque era posible la cooperación con fuerzas españo­ las en cuestiones concretas, todo acuerdo sobre la estrategia a seguir implicaba el riesgo de que los nacionalistas perdieran su independen­ cia. Lo conveniente, decía ETA-M, era que las fuerzas abertzales for­ maran alianzas entre sí que a su vez pudieran alcanzar acuerdos esVéase Sabino Arana, «Amnistía total y ahora», Zutik (LCR), n.° 89, 18 mayo 1977. Arana había cumplido más años de cárcel que ningún otro por sus actividades en ETA. Cambio 16, 26 marzo 1977. «Nuestra opción estratégica: la unidad abertzale popular, los comités abertza­ les», Hautsi, n.° 9, feb. 1976.

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pccíficos con las fuerzas «españolas» Esta divergencia, en aparien­ cia menor, en cuanto a la estrategia a seguir sería la causa, con el tiem­ po, de una progresiva división entre las dos ramas rivales de ETA. Puesto que ETA-PM quería la formación de una alianza de izquier­ das como contrapeso del PNV, no podía permitirse dejar a un lado las únicas fuerzas de izquierdas dispuestas a colaborar con ella. Por su parte, ETA-M conocía la debilidad de las fuerzas abertzales en el movimiento obrero, y temía que cualquier colaboración estrecha con fuerzas «españolas» fuera en detrimento de la alianza nacionalista Los dirigentes de ETA-PM reconocían que, a comienzos de 1976, su organización era muy débil. La detención de algunos de sus mili­ tantes más destacados, las ejecuciones de Txiki y Otaegui y su fra­ caso en la organización de una huida general de la prisión de Segovia, fueron golpes muy duros para una organización que aún no se había recuperado de la pérdida de sus frentes Obrero y Militar en 1974. Pese a todo, los líderes de ETA-PM estaban decididos a con­ tinuar la lucha armada. Una de las principales actividades que iban a llevar a cabo era el secuestro, mientras que ETA-M ponía mayor én­ fasis en el ataque a los cuerpos de seguridad. En enero de 1976, y en dos incidentes distintos, los grupos de acción de ETA-PM secuestra­ ron a dos industriales. Uno de estos hombres cayó gravemente en­ fermo y fue inmediatamente liberado. La segunda víctima, el señor Arrásate, era hijo de un próspero industrial de Berriz, Vizcaya, que no tenía conexiones políticas y no estaba implicado en ningún con­ flicto industrial Estos hechos suscitaron diversas especmaciones de que se tratara de un error de identidad. ETA-PM, contrariamente a su práctica habitual, no aceptó inmediatamente la autoría de este acto, pues los Bereziak lo habían llevado a cabo sin informar previamente a la dirección de ETA-PM Una vez más, resurgió el problema de mantener bajo control a los activistas militares, cuestión que había en­ venenado a ETA desde sus primeros años. El incidente no produjo una crisis inmediata en ETA-PM, pues cuatro días después cíe su se­ cuestro, se pagó el rescate de Arrásate y éste quedó en libertad El secuestro de Arrásate, a diferencia de los de Zabala y Ruarte, Para las críticas de ETA-M a ETA-PM, véase «Análisis de la acción y signifi­ cación políticas de algunas de las fuerzas que desarrollan su actividad en Euskadi Sur», Zutik, n.“ 65 (ETA-M), agosto 1975. «La supuesta alternativa unitaria entre fuerzas españolistas y fuerzas abertzales socialistas», Zutik, n.“ 66, marzo 1976. *'* La intención primera del grupo de acción de ETA-PM había sido la de capturar al cabeza de familia. Arrasare se ofreció como sustituto debido ya que su padre se en­ contraba enfermo. «La vuelta a la violencia», Cambio 16, 26 enero-1 feb. 1976. Amigo, Pertur..., p. 121. ** «Secuestrado por error». Cambio 16, 1-7 marzo 1976.

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fue un caso claro de motivación económica. Como tal, marcó un nue­ vo punto de partida y fue criticado por ETA-M y otras organizacio­ nes nacionalistas de izquierda, alegando que la familia Arrásate no formaba parte de la «oligarquía» . N o obstante, ETA-PM se mos­ tró impenitente, secuestrando a otro industrial, Angel Berazadi, en marzo. A comienzos de abril, cuando el rescate ofrecido por la fa­ milia de Berazadi se consideró insuficiente, fue asesinado . Aunque el número de asesinatos realizados por ambas ramas de ETA había ido en aumento, la ejecución de Berazadi supuso una nueva forma de actuación. Hasta aquel momento, las víctimas de una u otra rama de ETA habían sido policías, presuntos confidentes, derechistas conoci­ dos, o muertos accidentalmente. Berazadi no encajaba en ninguna de estas categorías, por lo que no fue sorprendente que su asesinato pre­ cipitara una fuerte crisis en el seno de ETA-PM. La víctima había sido un blanco totalmente inadecuado, pues tenía impecables antece­ dentes vascos y era simpatizante del PNV. La acción fue duramente condenada por este partido, así como por otras organizaciones que en condiciones normales tendían a ser simpatizantes de ETA. Por ejemplo, el gobierno vasco en el exilio expresó su desaprobación anu­ lando la manifestación anual del Aberri Eguna Los dirigentes de ETA-PM intentaron justificar el asesinato de Berazadi declarando que era uno de los miembros más conocidos de la «oligarquía» de Guipúzcoa, y que mantenía estrechas relaciones con el poder. Se afirmó que algún tiempo antes de su secuestro, se había negado a pagar el «impuesto revolucionario» que le había pe­ dido ETA-PM, y había informado a la policía de dicha exigencia. En unas manifestaciones provocadas por la afirmación del PNV de que Berazadi era un patriota, ETA-PM declaró que no había enseñado euskera a sus hijos, y que sólo había contribuido con 500 pesetas a la ikastola de Zarauz. Los dirigentes de ETA-PM no aceptaron que la decisión de matar a Berazadi hubiera sido un error, e hicieron res­ ponsable a la intervención de la derecha vasca (presumiblemente al PNV) por animar a la familia de Berazadi a adoptar una actitud de no colaboración ^°. Desde la perspectiva del PNV, era absurdo cali­ ficar a Berazadi de «oligarca», mientras que las culpas que se le im«La vuelta a la violencia», Cambio 16, 26 enero-1 feb. 1976 y «Secuestrado por error». Cambio 16, 1-7 marzo 1976. ETA respondió a estas críticas en «Arrásate», Hautsi, n.° 10, marzo 1976. Cambio 16, 19-25 abril 1976. Cambio 16, 26 abril-2 mayo 1976. «Berazadi, una aclaración necesaria», Hautsi, n.“ 13, julio 1976. ETA-PM pre­ sentó su justificación para cobrar el «impuesto revolucionario» en «Sobre el impuesto revolucionario», Hautsi, n.** 6, sept. 1975.

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putaban en las publicaciones de ETA-PM eran grotescamente trivia­ les como razones para matarle. Este asesinato intensificó la ya tensa situación dentro de ETA-PM, puesto que había habido diferencias en la dirección en cuanto a su conveniencia. Una vez llevada a efecto la decisión, Pertur, principal teórico de la organización, dimitió de la dirección, pero fue convencido de permanecer en ella La muer­ te de Berazadi indicaba que los Bereziak habían perdido el contacto con la opinión nacionalista. Es significativo que ETA-M, mucho más primitiva en términos de teoría, nunca cometiera el error de matar o secuestrar a nadie que la población nacionalista considerara miembro de su propia comunidad. Las tensiones en el seno de ETA-PM produjeron un estado de vio­ lencia interna más fuerte que el que había presidido anteriores disen­ siones. En abril, Pertur fue secuestrado por miembros de los Bere­ ziak, que sospechaban que estaba poniendo en peligro la seguridad al comunicarse con los presos de ETA-PM Cuando el resto de la dirección de ETA-PM se enteró de este secuestro, ordenaron su li­ beración. En julio de 1976 Pertur desapareció y su presunta muer­ te nunca fue satisfactoriamente explicada. La opinión general fue que era obra de la policía española, o de incontrolados, pero también re­ cayeron sospechas en los Bereziak debido a su negativa a colaborar con su familia testificando sobre lo ocurrido Las sospechas de la familia de que Pertur había sido asesinado por sus propios compa­ ñeros no fueron abordadas entonces por ETA-PM, pero en adelante este asunto sería fuente de fricción entre los grupos rivales que re­ clamaban para sí la tradición de ETA Las últimas personas que dijeron haber visto a Pertur fueron dos miembros de los Bereziak, uno de los cuales era Apala. Los detrac­ tores de ETA-M, a la que más tarde se incorporaría Apala, le acusa­ ron de ser el asesino de Pertur. Entre la evidencia que avalaba la sos­ pecha de que habían sido los bereziak los autores del crimen figura­ ban el hecho de que habían secuestrado a Pertur en abril, y la exis­ tencia de una carta escrita por Pertur poco antes de su muerte en que describía el clima de terror que los bereziak habían creado entre los refugiados en Francia de ETA-PM. Los defensores de Apala obser­ varon que la acusación de haber sido el asesino de Pertur apareció AmigO: Pertur..., pp. 126-27. Ibíd. pp. 127-28. ” Cambio 16, 2-8 agosto 1976. ETA-PM declaró que Pertur había sido secuestra­ do por la «policía paralela» española. «Pertur», Hautsi, n." 14, agosto 1976. Cambio 16, 23-29 agosto 1976. Para la polémica sobre las circunstancias de la muerte de Pertur, véase Egin, 20, 22, 24 y 28 enero 1978.

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por primera vez en la prensa de derechas, y sólo después fue corro­ borada por la familia de Pertur y ETA-PM. Nunca quedó aclarado si el enfrentamiento de Pertur con los bereziak había sido la causa de su muerte. Las diferencias entre ambas tendencias eran fundamental­ mente las mismas que aquellas que tantas veces habían dividido a ETA en el pasado, puesto que giraban en torno a la relación entre lucha armada y acción de masas. Aunque las tesis de Pertur, Otsabiaga habían llevado a la creación de un partido político y a una alianza con fuerzas «españolas», éste no había llegado en modo al­ guno tan lejos como ETA-Berri y ETA-VI en la idea de sustituir la acción militar por la política. Pertur y Apala representaban las dos tendencias opuestas de ETA-PM en cuanto a sus antecedentes y a sus ideas. Pertur era un hombre culto, de familia urbana y culturalmente española, mientras que Apala era un activista militar consumado de la zona vascoparlante del Goiherri, Guipúzcoa, uno de los lugares que más apoyo ha prestado a ETA a lo largo de toda su historia Apala tenía 26 años en 1976, aproximadamente la misma edad que la mayoría de los bereziak, de modo que no pudo haber sido una figu­ ra influyente en el momento de la escisión de ETA-V en 1974. La desaparición de Pertur dejó a ETA-PM sin su líder político más capacitado. En los meses anteriores a su desaparición, había es­ tado trabajando con su próximo colaborador Javier Garayalde (Erreka) en el proyecto de fundar un partido político que pudiera apro­ vechar las nuevas libertades, cosa que no podía hacer una organiza­ ción armada. En Otsabiaga, su escrito clave, adoptado por ETA-PM en su Séptima Asamblea en septiembre de 1976, Pertur declaraba que la organización debía crear un partido político para luchar por los mismos fines que ella Un cierto número de militantes saldrían de ETA-PM para dedicarse a la tarea de construir el nuevo partido. Este no sería simplemente un frente de ETA-PM, sino un organismo de funcionamiento autónomo, ni subordinado ni superior a ETA-PM. La afinidad entre las dos organizaciones estaría garantizada por el alto nivel de educación política que se exigiría a los dirigentes de ambas. Otsabiaga representó el último de varios intentos, realizados a lo lar­ go de la historia de ETA, por resolver el espinoso problema de cómo unir acción de masas y lucha armada. Finalmente, la solución de ETA-PM al conflicto fue acorde con El nombre Otsagabia era el de la célula de estudiantes donde Pertur había ini­ ciado su labor en ETA. Para el medio social de Apala, véase Miguel Castells, EL mejor defensor, el Pue­ blo (San Sebastián, 1978), pp. 57-64; 48-51. El partido de los trabajadores vascos: una necesidad urgente en la coyuntura ac­ tual. Otsagabia, Documentos Y, vol. 18, pp. 107-127.

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las adoptadas por LAIA —antiguo Frente Obrero— y por ETA-M, al separar las luchas política y militar. ETA-M, aunque limitada a la acción armada, consideraba muy conveniente la creación de un par­ tido político que defendiera el programa de ETA. Puesto que ETAPM deseaba que el partido que iba a formarse reclutara personas no vinculadas previamente a ella, parecía que, pese a la política más po­ pulista y menos marxista de ETA-M, ambas ramas de ETA estaban dispuestas a apoyar a dicho partido. Sin embargo, la decisión de ETAPM no fue bien acogida por todos. La formación de Euskal Iraultzarako Alderdia (en adelante EIA), Partido para la Revolución Vasca, respaldado por ETA-PM, y potencialmente por ETA-M, fue origen de un problema para LAIA, dado que estos partidos iban a tener la misma ideología, y entrarían en competencia directa. Desde la pers­ pectiva de los dirigentes de LAIA, el correcto proceder que debió adoptar ETA-PM habría sido el de consultar a todas las fuerzas na­ cionalistas de izquierda, en lugar de decidir unilateralmente el dar vía libre al plan de formar el partido Puesto que EIA iba a fundarse en principios marxistas-leninistas más que socialistas-populistas, cuestión propuesta en otro documento por Tomás Goikoetxea *°°, los líderes de LAIA tendrían dificultades a partir de entonces para jus­ tificar su existencia autónoma. La decisión de los dirigentes de ETAPM representó también un golpe para los pequeños grupos indepen­ dientes que a lo largo de varios años se habían esforzado por crear un partido de izquierda nacionalista que pudiera ser respaldado por ambas ramas de ETA. Los líderes de una y otra habían expresado su aprobación de este empeño, aunque ninguna le había prestado un ver­ dadero apoyo La decisión de la dirección de ETA-PM obligó a los independientes a dirigir su atención hacia ETA-M ; estos grupos independientes no disponían de fuerza de base propia, siendo como eran personas ligadas a la vida cultural vasca más que activistas polí­ ticos 102 Los Bereziak, que estaban empezando a exhibir las mismas ten­ dencias militaristas y apolíticas que habían generado la escisión del Frente Militar en 1974, mantenían una actitud ambivalente ante la deEntrevista del autor con el miembro del Comité Ejecutivo de LAIA, J. M. Larrazábal, San Sebastián, 8 marzo 1980. Sobre socialismo abertzale, marxismo nacional vasco e introducción al partido político. Documentos Y, vol. 18, pp. 129-54. También, Sobre nacionalismo revolucio­ nario, socialismo abertzale y marxismo nacional vasco por Tomás Goikoetxea (Gaurhauts), Hendaya, 1976. Entrevista del autor con Tomás Goikoetxea, San Sebastián, 10 agosto 1981. Arregi, Memorias del Kas 1975-78, passim. Arregi fue uno de los principales promotores del intento de formar un partido de izquierda nacionalista. Ihíd., pp. 39-40.

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cisión de formar un partido político. Por una parte, si la parte polí­ tica de la labor de ETA-PM se convertía en dicho partido, y los más implicados en esta tarea salían de la organización armada, los Bereziak abrigaban la esperanza de heredar la dirección de ETA-PM. Por otra parte, el partido propuesto era una idea elaborada por Pertur, su principal detractor dentro de ETA-PM, y con el tiempo su for­ mación podría producir el abandono de la lucha armada por parte de ETA-PM. En el escrito de Pertur se sostenía que, aunque la teoría de acción/represión/acción había sido parcialmente válida, la repre­ sión había incapacitado a la vanguardia, cuya misión había consistido en tomar el poder y establecer una Euskadi independiente y socialis­ ta. Era esencial que dicha vanguardia explotara al máximo las opor­ tunidades que ofrecía la democracia burguesa, sin caer en el error co­ metido por el Partido Comunista italiano de aceptar las reglas del jue­ go fijadas por el sistema El partido revolucionario que Pertur ha­ bía querido crear participaría en las instituciones establecidas por la democracia burguesa, pero daría más importancia a la construcción de organizaciones de masas autónomas y populares. El nuevo parti­ do revolucionario se esforzaría en formar un frente patriótico unido de todos los consagrados a la liberación nacional. Este frente no de­ bía exigir una Euskadi totalmente independiente, puesto que ello re­ duciría su base de apoyo Pertur había aceptado la posibilidad de que el nuevo partido pu­ diera construirse mediante un reagrupamiento de fuerzas ya existen­ tes, pero insistía en que las condiciones inexcusables para esta ope­ ración debían ser el compromiso con la formación de un Estado vas­ co reunificado, la creación de un partido revolucionario consagrado a la toma del poder por la clase obrera, la constitución de organis­ mos populares autónomos más que el electoralismo, y la adopción de los principios del centralismo democrático para la organización del partido. Todas estas condiciones excluían en la práctica la parti­ cipación de los miembros de ESB, que aspiraban a una evolución pa­ cífica hacia la independencia vasca, favorecían un estilo de partido me­ nos centralizado y más populista, y querían dar prioridad a la labor electoral. Desde luego, Otsabiaga no representaba un intento de aca­ bar con la lucha armada como los de ETA-Berri y ETA-VL El que Pertur reconociera que pronto se instituiría algún tipo de democracia respondía a la realidad, pero, por lo demás, sus análisis guardaban es­ casa relación con la verdadera situación de ETA. Puesto que ETAPM tenía poco peso específico en las organizaciones de masas, no po­ día llevarse a la práctica la prioridad otorgada a la formación de orOtsagabia, p. 120. Ibíd., p. 124,

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ganizaciones populares frente a la labor electoral, como tampoco la intención de organizarse de acuerdo con la idea que ETA-PM tenía de los principios del centralismo democrático. EIA, a lo largo de su breve historia, iba a reclutar sus miembros entre la clase media étni­ camente vasca que había formado el núcleo de todas las ramas de ETA. Puesto que nunca llegaría a convertirse en una organización obrera con participación y debates de base, el centralismo prevaleció, inevitablemente, sobre la democracia. La omisión más importante en la fórmula de Otsabiaga residía en la descripción de las medidas que debían garantizar la concordancia entre el partido y la organización armada. En un documento aparte, Pertur y Erreka habían querido demostrar que esta afinidad se logra­ ría dando a todos los militantes de ETA-PM una sólida formación tanto en asuntos políticos como militares El grupo militar debía estar fuertemente vinculado a las masas, y recibiría la ayuda de ase­ sores políticos capacitados. Una vez que ETA-PM hubiera quedado despojada de sus funciones políticas, se tenía la esperanza de que se abrieran posibilidades de reunificación con ETA-M. La actitud favo­ rable de ETA-M hacia la creación de un nuevo partido, se afirmaba, facilitaría dicha posibilidad Algunos miembros de ETA-PM con­ sideraban la propuesta de crear un partido político como un medio soterrado de liquidar a la organización, y recelaban que dicho parti­ do estaría infiltrado por integrantes de otros grupos. Dichos miem­ bros propusieron, sin éxito, que la organización volviera a la estruc­ tura de frentes, según se había decidido en la V Asamblea Los Bereziak nunca llegaron a aceptar verdaderamente la decisión de la VI Asamblea, pese a que ellos no habían presentado ninguna alter­ nativa definida a las propuestas de la tendencia dominante, dirigida ahora por Erreka. Los Bereziak empezaron a actuar como fuerza au­ tónoma, de modo muy similar a como lo había hecho el Frente Mi­ litar en 1970 y nuevamente en 1974. Con el descubrimiento por par­ te de la dirección de ETA-PM de que los Bereziak tenían su propia tesorería, las diferencias hicieron crisis y se produjo la escisión Ideológicamente, los Bereziak no formaban un grupo homogéneo. La mayoría eran simplemente nacionalistas, pero algunos tenían con­ vicciones anarquistas. El origen social de los Bereziak no difería del de la mayoría de los miembros de ETA-PM. El hecho de ser tan jó­ venes significaba que en su mayor parte no habían estado realmente Formas de coordinación entre la lucha armada y la lucha política. Documen­ tos Y, vol. 18, pp. 107-205. Ihíd. Ponencia retirada en el VII B.N., Documentos Y, vol. 18, pp. 207-19. «Informe sobre la conferencia de cuadros», Kemen, n.° 15, mayo 1977.

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implicados en la división de ETA-V en 1974 y, por consiguiente, no sentían hostilidad hacia ETA-M El hecho de que no presentaran una oposición clara a la formación de EIA se debió en parte al apoyo que ETA-M había prestado a esta propuesta. Al descender la capacidad militar de ETA-PM, aumentó la de ETA-M, como hizo patente la larga lista de confidentes, policías y personas de derechas a quienes mató. En octubre de 1976, y en la ca­ lle principal de San Sebastián, un grupo de acción de ETA-M mató a tiros a Araluce Villar, Presidente de la Diputación de Guipúzcoa, y a cuatro miembros de su escolta Fue el acto más espectacular desde la muerte de Carrero Blanco en diciembre de 1973, y provocó disturbios de «incontrolados» y de asustados adeptos al régimen. Araluce Villar era una persona bastante representativa de los vascos que constituían la administración local en Guipúzcoa " h Era de origen carlista y se había expresado en tono conciliatorio con respecto al re­ conocimiento de la cultura vasca. Pero también había estado impli­ cado en la muerte de un carlista partidario del príncipe Carlos Hugo en mayo de aquel mismo año El aumento de la capacidad militar de ETA-M se produjo en un momento en que ETA-PM se encon­ traba muy debilitada y se preparaba para invertir mayores esfuerzos en la formación de un partido político. En adelante, ETA-M sería, en términos militares, la más fuerte de las dos ETAs, ajjesar de que ETA-PM contara con el apoyo de la mayoría de los líderes «históri­ cos» de ETA-V. En el verano de 1976, los prolongados esfuerzos para reformar el sistema político de España empezaron a dar fruto, por lo que el pro­ yecto de ETA-PM de crear un partido se hizo más urgente. Poco des­ pués de la muerte de Franco, Manuel Fraga Iribarne —el hombre que se consideraba que iba a inaugurar la transición hacia una España de­ mocrática—, fue nombrado Ministro del Interior, y José María Areilza —primer alcalde de Bilbao tras la victoria franquista— ocupó el ministerio de Asuntos Exteriores. Areilza había sido diplomático con el régimen, pero en los años sesenta había pasado a la oposición Entrevistas del autor con Tomás Goikoetxea, San Sebastián, agosto 1984; Kepa Aulestia, San Sebastián, 31 julio 1984; Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984. Véase también «El oligarca y los adolescentes». Cambio 16, 4-10 julio 1977. «Araluce Villar ejecutado», Zutik, n.° 67, nov. 1976; «Muerte en Guipúzcoa», Cambio 16, 11-17 oct. 1976. Las personas con puestos importantes en la administración de Vizcaya eran más burguesas. Véase Elena Mariezcurrera, «La clase dirigente de Vizcaya durante el franquismo», Saioak, año 5, n.° 5, 1985. ‘ Para la alegación de que Araluce estaba implicado en las muertes de Montejurra, véase «Interpelación “Montejurra” », Garaia, 20-27 enero 1977. ' Para Areilza véase entrevista en Chao, Después de Franco, España, pp. 77-83.

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Todos estos cambios no lograron producir los resultados que habían esperado los reformadores. La mezcla de reforma y represión del go­ bierno Arias se mostró cada vez menos viable en el año y medio pos­ teriores a la muerte de Franco. La incapacidad del gobierno para con­ trolar a la policía quedó demostrada el 3 de marzo de 1976, cuando cinco personas murieron tras haber abierto fuego la policía sobre un grupo de huelguistas que habían ocupado una iglesia en Vitoria, ca­ pital de Alava Estas muertes produjeron una huelga general en Euskadi, y Fraga dio origen a una protesta generalizada cuando hizo responsables de las muertes a los agitadores que organizaban mani­ festaciones En las publicaciones de ETA-PM se sostenía que las muertes de Vitoria, que constituían el último de una serie de ataques de la policía sobre la población vasca, demostraban que el gobierno no tenía la menor intención de reformar el régimen, que tendría que ser derrocado por el pueblo La credibilidad de gobierno Arias, y en concreto de Fraga, quedó aún más en entredicho el 9 de mayo, cuando la policía permitió a un grupo de ultraderecha que disparara sobre la multitud reunida en la celebración carlista de Montejurra, Navarra, matando a dos perso­ nas El gobierno siguió haciendo gestos de liberalización, mien­ tras se negaba a contemplar la posibilidad de una democracia plena que legalizara los partidos políticos y los sindicatos. El descontento del rey Juan Carlos ante la incapacidad del gobierno para democra­ tizar el régimen iba en aumento. En junio, el rey realizó una visita oficial a Estados Unidos y, a su vuelta, pidió la dimisión de Arias. La opinión liberal quedó consternada ante la persona elegida por el rey para suceder a Arias, Adolfo Suárez, un funcionario que había sido Secretario General del Movimiento La impresión de que el nuevo jefe de gobierno era un hombre del mismo tipo que Arias pron­ to quedaría disipada, pues Suárez lograría llevar a cabo la extraordi­ naria obra de sustituir el régimen franquista por una democracia parGasteiz-Vitoria. De la huelga a la matanza (París, 1976), pp. 117-32 (sin nom­ bre de autor). «Semana trágica», Cambio 16, 15-21 marzo 1976. «Ultima bora. 3 de marzo; masacre en Gasteiz», Hautsi, n.“ 10, marzo 1976. Gasteiz..., p. 154. «Gasteiz nos marca el camino», Hautsi, n.“ 11, 15 marzo 1976. Josep Caries Clemente y Caries S. Costa, Montejurra 76 (Barcelona, 1976), pp. 101-30. «Montejurra. Guerrilleros de Sixto Rey», Cambio 16, 17-23 mayo 1976. El Rey dijo a Samuel D. Eaton, segundo jefe de la misión norteamericana en España, que la recepción de que babía sido objeto en Estados Unidos le babía dado confianza para seguir adelante con la reforma. Samuel D. Eaton, The Torces o f Freedom in Spain 1974-79 (Stanford, 1981), p. 40. Para una exposición sobre las circuns­ tancias que rodearon el nombramiento de Suárez, véase Gregorio Morán, Adolfo Suá­ rez. Historia de una ambición (Barcelona, 1979), pp. 13-61.

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lamentaria en el plazo de un año, manteniendo un fuerte control de todo el proceso y limitando la participación de la oposición en esta transición. Suárez inició de modo efectivo la liquidación de las instituciones franquistas en noviembre de 1976, cuando las Cortes aprobaron una ley de Reforma Política donde se estipulaba la constitución de un par­ lamento elegido por sufragio universal. Esta decisión quedó ratifica­ da por un referéndum celebrado en diciembre. N o se falsificaron los resultados, como se había hecho en época de Franco, pero el gobier­ no empleó la radio y la televisión para hacer campaña a favor del voto afirmativo, mientras que los partidos de oposición, aún ilegales, no pudieron expresarse abiertamente contra las propuestas de Suá­ rez La mayor parte de los partidos de oposición pidieron la abs­ tención, pero sus campañas fueron más bien apagadas. En España en general, los resultados fueron un éxito para el gobierno, pues votó un 77 por ciento de la población, la gran mayoría a favor de las pro­ puestas del gobierno. Sin embargo, en el País Vasco el grado de abs­ tención fue mucho mayor, alcanzando el 55 por ciento en GuipúzLos partidos que habían pedido la abstención pasaron entoncoa ces a considerar su participación en las elecciones que el referéndum había autorizado. Fue una decisión particularmente difícil para ETAPM y EIA. Si EIA se presentaba a las elecciones, su debilidad orga­ nizativa le forzaría prácticamente a hacerlo en unión a otros grupos. Lfn portavoz de EIA declaró que este partido estaba dispuesto a coa­ ligarse con fuerzas «españolas», con un programa muy definido, pero que no creía que fuera válido un frente nacional que incluyera al PNV. Por otra parte, sostuvo que eran justificables las alianzas con grupos como la ORT o el MCE, los cuales, aunque «españoles», ha­ bían apoyado la lucha del pueblo vasco En otra entrevista, un portavoz de ETA-PM afirmó que ésta continuaría con la lucha ar­ mada, pues una democracia burguesa no podía acabar con la oligar­ quía, y ETA-PM, no el nuevo partido político, decidiría qué tipo de acción armada era necesaria Esta persona no ofreció ninguna ex­ plicación sobre la forma en que se lograría la coordinación entre el partido y el ala armada del movimiento. Dado que no existía ningún mecanismo que garantizara el acuerdo entre ambas organizaciones, las relaciones entre ellas serían motivo de conflicto en el futuro. EIA hizo su primera aparición pública en abril de 1977, en Gallarta, Vizcaya. El lugar elegido demostró las intenciones de EIA de «Urnas para qué os quiero», Cambio 16 Internacional, 19 dic. 1976. Cambio 16 Internacional, 26 dic. 1976-2 enero 1977. «ETA formará partido», Punto y Hora, 1-15 oct. 1976. «Un partido para la transición», Punto y Hora, 3-10 feb. 1977.

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buscar apoyo fuera de la comunidad étnicamente vasca, pues en Ga­ llarla —lugar donde se había iniciado la primera huelga general del País Vasco y pueblo natal de Dolores Ibarruri (la Pasionaria)— había más organizaciones socialistas que nacionalistas En esta concen­ tración se puso de manifiesto la contradicción que reaparecería a lo largo de la existencia de EIA, pues este partido proclamó su inde­ pendencia organizativa y política de ETA-PM, pero anunció que se fundaba en el legado de ETA. EIA se declaró un partido proletario, no populista, pero en el acto hubo un discurso de la madre de un mi­ litante muerto de ETA-PM, cintas grabadas por los líderes encarce­ lados, música patriótica y diapositivas de los mártires de ETA. Las paredes estaban cubiertas de carteles con la efigie de Pertur. El prin­ cipal orador, Francisco Letamendía, abogado defensor en el juicio de Burgos de 1970 y, posteriormente, primer teórico de la facción «Mino» de ETA-VI, declaró que la lucha contra el capitalismo exigía la lucha por la independencia y viceversa. Arantza Arruti, una de las procesadas en Burgos, atacó al gobierno por las libertades limitadas que había concedido. EIA se declaró a favor del sindicato LAB y de las luchas obreras A juzgar por su presentación pública, EIA aspiraba a ser un par­ tido basado en la clase obrera, pero su falta de una auténtica base en­ tre los trabajadores, unido a su considerable base de otra índole, crea­ ría tensiones en el futuro cuando la ideología oficial de EIA entrara en conflicto con las oportunidades que realmente se le ofrecían. Es­ tos problemas acabarían por producir el fracaso de EIA en lograr sus objetivos originales. Sin embargo, a corto plazo, el partido tuvo que tomar decisiones más urgentes, como la de su participación en las elecciones convocadas por el gobierno Suárez. El PSOE, el PCE y el PNV habían decidido tomar parte en ellas, pese a haber pedido la abs­ tención en el referéndum de diciembre. En su participación quedaba implícita la aceptación del gobierno que resultara elegido. Muchos na­ cionalistas eran reacios a conceder semejante legitimidad al gobierno español. Ahora bien, si las fuerzas nacionalistas se abstenían mien­ tras que las españolas participaban, podía ocurrir que los nacionalis­ tas vacos queclaran en desventaja. Este problema fue debatido en una serie de reuniones a las que asistieron grupos y partidos nacionalistas entre los que figuraban el PNV y ambas ramas de ETA. En enero, los dirigentes de ETA-M declararon que las elecciones debían ser boi­ coteadas, alegando que sería paradójico votar para un parlamento creado por un gobierno emanado del franquismo, y aceptar unas elec­ ciones cuya legitimidad había sido ratificada en un referéndum boi«Presentación de EIA en Gallaría», Punto y Hora, 13 abril 1977. Ibíd.

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coreado por los nacionalistas Se señaló que las elecciones se ha­ bían preparado sin consultar al pueblo, en un momento en que que­ daban muchos presos por liberar y algunos partidos políticos nacio­ nalistas seguían siendo ilegales. Los dirigentes de ETA-M mantuvie­ ron que si los nacionalistas participaban, debía ser con el programa de KAS. ETA-PM habría preferido contar con el apoyo de los res­ tantes componentes de KAS para que se presentara a las elecciones un frente unido. Idealmente, KAS podría pasar a continuación a for­ mar parte de una alianza más amplia en la que participaran grupos revolucionarios «españoles» Sin embargo, ETA-PM y EIA no consiguieron persuadir a la mayoría de los componentes de KAS para formar una alianza con fuerzas «españolas». Cuando se hizo patente que el no conceder una amnistía total en el País Vasco podía arruinar los planes de Suárez de celebrar unas elecciones que dieran paso a una democracia parlamentaria, el go­ bierno se decidió a entrar en contacto con ambas ramas de ETA, con objeto de hablar sobre las posibilidades de una tregua, a cambio de una amnistía más amplia. El contacto con ambas ETAs se realizó a principios de diciembre de 1977 a través de un periodista de Bilbao, José María Portell, que había escrito un libro sobre la organiza­ ción Era esencial una gran discreción, porque la opinión de de­ rechas se habría indignado de haber sabido que el gobierno estaba ne­ gociando con una organización dedicada a destruir la integridad te­ rritorial de España. Pero al gobierno no le quedaban muchas alter­ nativas si quería lograr con la oposición del País Vasco el mismo tipo de entendimiento que se estaba creando en el resto de España. Los principales partidos de oposición del País Vasco, en particu­ lar el PNV, eran reacios a participar en las elecciones mientras hu­ biera vascos presos por delitos políticos. Los dirigentes del PNV comprendían que si participaban en unas elecciones boicoteados por otros nacionalistas, su credibilidad podía verse perjudicada. Crear las condiciones que permitieran participar al PNV iba en beneficio del gobierno, pero habría sido difícil conceder una amnistía mientras con­ tinuaran los actos violentos. Sin embargo, el gobierno estaba dispues­ to a hacerlo si podía negociarse el cese de la violencia de ETA. Este tipo de arreglo no carecía de atractivo para ETA-PM, cuya capaci«Anexo 5. Cara a las elecciones, posición de ETA-M », Kemen, n.° 10 (sin fe­ cha). ETA-PM publicó la declaración de ETA-M en su revista, Kemen, como contri­ bución al debate. «Anexo 7 E. Naturaleza de las elecciones en un estado burgués en general y en el estado español actual en particular», Kemen, n.° 10 (sin fecha). Portell, Euskadi..., pp. 9-11, para la exposición de las peticiones de colabora­ ción que le hizo el gobierno. Para su anterior obra véase José María Portell, Los hom­ bres de ETA (Barcelona, 1974), passim.

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dad para la lucha armada era muy limitada a comienzos de 1977 Una amnistía total le permitiría reconstruir su deshecha organización, así como levantar EIA, al quedar en libertad los principales miem­ bros de ETA-PM. Los líderes de ETA-M eran mucho más cautos ha­ cia la idea de un alto el fuego, aunque sus representantes se reunie­ ron en Ginebra con emisarios del gobierno, insistiendo, sin embar­ go, én que lo hacían como simples observadores Los dirigentes de ETA-PM estaban más que dispuestos a acordar una tregua, a con­ dición de que se liberara a todos los presos, se concedieran libertades democráticas, acabara la violencia policial y se permitiera operar a los partidos políticos abertzales *^°. La dirección de ETA-M era contra­ ria a semejante acuerdo, o incluso a negociar directamente con el go­ bierno, e insistía en que KAS, organismo coordinador de las fuerzas nacionalistas de izquierdas, era el vehículo adecuado para la negocia­ ción. Al negociar con el gobierno, ETA-PM estaba pasando por en­ cima de KAS y con ello, según los líderes de ETA-M, socavando launidad de las fuerzas nacionalistas. En una declaración de ETA-M se afirmaba que si el gobierno deseaba negociar, podía hacerlo hablan­ do con sus militantes encarcelados En mayo, ETA-M reaudó sus ataques sobre su blanco predilecto, matando a un policía en San Sebastián y disparando sobre otros en Pamplona. Por su parte, la policía contribuyó al clima de violencia haciendo fuego y golpeando a manifestantes y espectadores. Las ma­ nifestaciones a favor de una completa amnistía continuaron, con la participación de gran número de personas. Finalmente, el gobierno puso en libertad al último preso de ETA en mayo, aunque una serie de ellos fueron enviados al extranjero y se les prohibió volver a Es­ paña La actitud de los dirigentes de ETA-PM ante la inminente transición a la democracia fue mucho más vacilante que el rechazo general de los líderes de ETA-M. Los representantes de ETA-PM ac­ cedieron a una tregua siempre que todos sus presos quedaran en li­ bertad, aunque la lentitud del gobierno en cumplir el compromiso de soltarlos diera motivos de progresiva irritación a ETA-PM. A fines de mayo, sólo unas semanas antes de las elecciones, ETA-PM ameVéase la entrevista con el dirigente de ETA-PM José Etxegarai Gastearena (Mark) en Deia, 27 dic. 1977. Portell, Euskadi..., p. 189. Portell, Euskadi..., pp. 172-74. La versión de ETA-PM sobre estas conversaciones apareció en «La crisis y es­ cisión en ETA-PM», Hautsi, n.“ 15, julio 1977. Véase «¿Adiós a las armas?», Cambio 16, 6-12 junio 1977, para una entrevista con cinco de los acusados en el juicio de Burgos de 1970, que habían sido deportados a Bélgica.

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nazó con reanudar la lucha armada si no se liberaba a todos los pre­ sos de inmediato Los Bereziak no demostraron las vacilaciones de su grupo tron­ cal. Desde su perspectiva, el alto al fuego permitiría al gobierno Suárez continuar en el poder mediante el engaño del pueblo. Los parti­ dos que participaban en aquella farsa, decían, estaban contribuyendo al triunfo de Suárez Los Bereziak estaban indignados con la di­ rección de ETA-PM por haber negociado con emisarios del gobier­ no, sin conocimiento de la mayoría de sus miembros, en un momen­ to en que sus militantes estaban siendo asesinados por la guardia ci­ vil. En mayo de 1977, los Bereziak proclamaron su escisión de ETAPM y anunciaron su deseo de unirse a ETA-M. Sostenían que la di­ rección de ETA-PM estaba llevando a cabo, a espaldas de sus miem­ bros, una política diferente a la acordada en la VII Asamblea Lo cierto era que la dirección estuvo indecisa con respecto a abandonar la lucha armada y participar en las elecciones hasta pocas semanas an­ tes de su celebración, el 15 de junio. Cuando el gobierno decidió la puesta en libertad de todos los presos vascos antes de las elecciones, ETA-PM observó la tregua y autorizó a los candidatos de E l A a pre­ sentarse, como parte de la coalición electoral Euskadiko Eskerra (Iz­ quierda V a s c a ) P o r el contrario, los Bereziak anunciaron que, puesto que no se habían concedido ni una amnistía total ni libertades democráticas, iban a lanzar una ofensiva armada y pedir el boicot a las elecciones Aunque la marcha de los Bereziak había dejado a ETA-PM prác­ ticamente sin capacidad militar, la organización no cuestionó la ne­ cesidad de que continuara lucha armada. Algunos de sus miembros sostenían que, si bien los actos espectaculares llevados a cabo por los liberados de ETA tenían su lugar, era necesario desarrollar una acti­ vidad militar más amplia, a bajo nivel, que respondiera a cuestiones como la defensa de barrios frente a la acción violenta de los incon­ trolados Pero esta aspiración a llevar a la práctica la idea original de ETA sobre la acción armada, en la que llegarían a participar mu­ chas personas, no prosperó. ETA-M y los Bereziak, siendo como eran pequeños grupos de liberados con base en el País Vasco francés. Comunicado de ETA, 28 mayo 1977, Documentos Y, vol. 18, pp. 524-27. Informe a la militancia (Interno), Documentos Y, vol. 18, pp. 497-501. Ibid. Ortzi, El no vasco a la reforma (San Sebastián, 1979), vol. 1, p. 13. ETA ante las elecciones (sin fecha), Documentos Y, vol. 18, p. 529. «Informe de una reunión de Herrialdeburus», Kemen, n.“ 15 (sin fecha). Un informe sobre una reunión de dirigentes locales pedía que se debatiera la salida de los Bereziak.

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no contemplaban esta finalidad. Los Bereziak llevaron a cabo su pri­ mer acto independiente de importancia en mayo de 1977, cuando se­ cuestraron al conocido industrial Javier de Ibarra. El rescate que exi­ gieron no se pagó, e Ibarra fue asesinado Esta acción, realizada en vísperas de las elecciones, no hizo sino aumentar la confusión pú­ blica, pues los Bereziak declararon ser la legítima ETA-PM. ETA-M defendió la acción de los Bereziak y atacó duramente al PCE y al PSOE por haber condenado el asesinato La actuación de estos dos grupos no era realmente sorprendente, puesto que am­ bos se hallaban en vías de acordar la unificación, que fue oficialmen­ te anunciada en septiembre. La incorporación de los Bereziak pro­ curó a ETA-M unos refuerzos de entre treinta y sesenta personas, muchos de ellos todavía adolescentes o con poco más de veinte años, una edad media significativamente inferior a la de los miembros de ETA-M. Este fortalecimiento de ETA-M le permitiría montar una considerable ofensiva a fines de 1977. Los Bereziak, al margen de su juventud, no eran muy diferentes de los restantes miembros de ETA-M, o de la base social tradicional de ETA. Por lo general eran étnicamente vascos, con frecuencia de zonas rurales tradicionalmente adeptas al PNV, y carecían del nivel de formación de personas como Pertur A pesar de sus críticas a ETA-PM, hasta 1977 ETA-M ha­ bía considerado a las restantes ramas de ETA como organizaciones abertzales revolucionarias. Pero la escisión de los Bereziak y la deci­ sión de EIA de participar en las elecciones acrecentaron mucho la hostilidad de ETA-M hacia EIA y ETA-PM. Hasta la primavera de 1977, los dirigentes de EIA habían abrigado esperanzas de organizar una alianza electoral, que se denominaría Euskal Erakunde Herritarra (EEH), o Alianza del Pueblo Vasco, en la que figuraran tanto par­ tidos abertzales como «españoles» revolucionarios, pero sus perspec­ tivas se vinieron abajo cuando ETA-M decidió apoyar el boicot Los más importantes grupos revolucionarios, como la O RT, el PTE y la LCR-ETA VI, decidieron presentarle por su cuenta o formar sus propias mini-alianzas. «Secuestro de Ibarra», Cambio 16, 30 mayo-5 junio 1977. Véase A la dase tra­ bajadora y a todo el pueblo de Euskadi en Documentos Y, vol. 18, pp. 526, para la declaración de los Bereziak en que se hacían responsables del secuestro. «Sobre la ejecución de Ibarra», 2utik (ETA-M), n.” 68, julio 1977. Un portavoz de ETA-PM manifestó que 30 de los 65 miembros de los Bere­ ziak que se habían escindido de ETA-PM se habían afiliado a ETA-M. ETA-M afir­ mó que la mayoría se les había incorporado, trayendo consigo sus armas. Deia, 27 dic. 1977. Apala, la figura más conocida de los Bereziak, tenía 22 años. «El oligarca y los adolescentes», Cambio 16, 4-10 julio 1977. «La oligarquía española en Euskadi ante las elecciones», 2utik (ETA-M), n.“ 68, julio 1977.

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Puesto que ETA-PM ya había accedido a una tregua durante el período electoral, no habría tenido sentido que EIA se negara a par­ ticipar en las elecciones. Por consiguiente, EIA se presentó forman­ do parte de Euskadiko Ezkerra (EE), junto al M CE Este pacto fue un matrimonio de conveniencia, pues EIA-ETA-PM contaba con el prestigio de sus presos y sus mártires, mientras que el M CE dis­ ponía de una sólida presencia en el movimiento obrero, particular­ mente en Guipúzcoa, resultado de diez años de trabajo desde que sus líderes fueran expulsados de ETA en la V Asamblea. Semejante alian­ za con un grupo «imperialista» era impensable para ETA-M que, de haber favorecido la participación, se habría encontrado más cómoda con grupos como EHAS y ESB, que unían un nacionalismo radical a una política social moderada y reformista. ETA-M consideraba que EIA y ETA-PM habían quebrantado la disciplina de KAS, el foro donde los partidos abertzales debían acordar sus tácticas hacia las fuerzas «españolas» Más aún; ETA-M alegaba que la manipula­ ción de EIA por parte de ETA-PM había frustrado el desarrollo de aquel partido y arrojado a muchos de sus potenciales partidarios en brazos de ESB. Aunque ETA-M siguió otorgando absoluta prioridad a la lucha armada, sus dirigentes comprendían que un brazo político sería un aditamento esencial en una democracia parlamentaria. Este hecho ha­ bía sido la causa del apoyo inicialmente prestado por ETA-M, y en especial por Argala, a la creación de EIA. Ea ruptura con ETA-PM eliminó toda posibilidad de conseguir un partido abertzale sostenido por ambas ramas de ETA. LAIA no era un compañero adecuado para ETA-PM, dado que los dirigentes de aquélla consideraban su orga­ nización como un partido marxista opuesto al populismo. La necesidad sentida por ETA-M de un brazo político le hizo di­ rigir su atención hacia Euskal Herriko Socialista (EHAS), fundado en 1975 por intelectuales como Natxo Arregi. La decisión de ETAPM de crear EIA y dotarla de un programa marxista había sido tre­ mendamente decepcionante para los líderes de EHAS, que persistie­ ron en sus esfuerzos por crear un partido amplio, populista y nacio­ nalista. Tomás Goikoetxea —que había dimitido de ETA-PM cuan­ do fue rechazado su plan de un partido populista en favor del moPara la justificación que hacía ETA-PM de su presentación a las elecciones, véa­ se «Comunicado a la clase obrera y al pueblo de Euskadi», Hautsi, n.° 15, julio 1977. Para una explicación del fracaso en la formación de una plataforma de izquierdas, véa­ se Ramón Zallo, «La fracasada unidad electoral de la izquierda vasca», Zutik, n.“ 89 (ETAVI-LCR), 18 mayo 1977, «La evolución de la organización PM y sus consecuencias en EIA», Zutik, n.“ 68 (ETA-M), julio 1977.

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délo marxista-leninista de Pertur— también se incorporó a EHAS, casi el único grupo en apoyar el llamamiento de ETA-M al boicot de las elecciones . Los desacuerdos con respecto a las elecciones no fueron considerados por la mayoría de los observadores como una ruptura definitiva entre ETA-M y ETA-PM, puesto que nadie que no fuera militante de una u otra podía comprender realmente el ca­ rácter de las diferencias entre las dos ramas de ETA. Las relaciones empeoraron cuando EIA, en su intento de crear una alianza de iz­ quierdas, se vio forzada a cooperar con fuerzas «españolas», mien­ tras ETA-M, también buscando aliados, se dirigía hacia el tipo de na­ cionalismo radical que había contribuido al nacimiento de ETA-V en 1970 y 1971. Los resultados electorales en la mayor parte de España represen­ taron una victoria limitada de la Unión de Centro Democrático (UCD), el partido forjado por Suárez con los elementos más libera­ les del aparato estatal. La U CD simplemente no se presentó en Gui­ púzcoa, y en Vizcaya quedó en tercer lugar, detrás del PNV y el PSOE. En las cuatro provincias vascas, el 19,4% del electorado votó al PSOE y el 18,8% al PNV. El índice de abstención fue del 22,6%, casi el mismo que el de España en general, aunque en Guipúzcoa, la provincia más nacionalista, fue del 34,3%. EE se presentó en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, pero no en Navarra, donde el nacionalismo era débil. En Alava tan sólo obtuvo un 2,1% de los votos, pero en Vizcaya recibió el 5,8% y en Guipúzcoa el 9,5%. Letamendía fue ele­ gido para el Congreso, mientras que Bandrés lo fue para el Sena­ do ETA-PM y EIA creyeron que, en vista de su falta de fuerzas y organización, el resultado demostraba que EIA había sido acepta­ da como heredera de ETA. El núcleo de la directiva de EIA estaba formado por una mezcla de veteranos del juicio de Burgos — como Mario Onaindía y Eduar­ do Uriarte—, hombres como Ignacio Múgica Arregi y Javier Garayalde (Erreka), que habían dirigido la desesperada campaña de ETAPM en el último año de la vida de Franco, y abogados como Juan Ma­ ría Bandrés y Francisco Letamendía, muy conocidos como defenso­ res de los presos de ETA. No dejaba de ser significativo que en la directiva de EIA no hubiera nadie que fuera miembro de ETA antes de la V Asamblea, o que hubiera militado en la violentamente chau­ vinista ETA-V de 1970 y 1971. Los líderes de dichos períodos, como Etxabe y Txillardegi, fueron con frecuencia partidarios de ESB. Un grupo de los más conocidos presos de ETA, encarcelados a fines de Entrevista del autor con Tomás Garaikoetxea, San Sebastián, 10 agosto 1981. Diario Vasco, 17 junio 1977. Véase Luis C. Núñez, Euskadi Sur electoral (San Sebastián, 1980), passim, para un anáisis de las elecciones desde 1977 a 1979.

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los años sesenta, como eran Sabino Arana, Iñaki Sarasketa y Andoni Arrizabalaga, permanecieron como miembros de LCR-ETA VI, pese al escaso apoyo popular con que contaba este grupo. La dirección de EIA estaba formada por personas de clase media baja y aunque al­ gunos de ellos, como Mario Onaindía, mostraba dotes literarias, no tenían capacidad para formular planteamientos políticos que estuvie­ ran a la altura de los de Unzueta, de ETA-VI, o Del Río, del MCE. Los resultados electorales fueron decepcionantes para los dirigentes de ETA-M, cuya llamada al boicot había sido un fracaso. Pese a que la abstención fue más alta en Guipúzcoa que en el conjunto de E s­ paña, no se produjo un boicot nacionalista de las mismas proporcio­ nes que durante el referéndum de 1976. Con el tiempo los líderes de ETA-M llegarían a comprender que la participación en las elecciones eran parte necesaria de la lucha nacionalista. Pero para entonces, la ruptura con ETA-PM/EIA sería demasiado profunda para poder en­ mendarse. Cuando ETA-M acabó aceptando la necesidad de cons­ truir un frente electoral, fue como rival, y no como aliada, de ETAPM/EIA.

Capítulo 7 DE LAS ELECCIONES A LA CONSTITUCION (junio de 1977-diciembre de 1978)

En la mayor parte de España las elecciones de junio de 1977 mar­ caron la transición de la dictadura a la democracia parlamentaria, pero la situación en el País Vasco no era en modo alguno tan clara. Allí ninguna de las tendencias nacionalistas se perfiló como vencedora in­ discutible. Por el contrario, aunque el PSOE obtuvo más votos que el PNV, todos los grupos nacionalistas interpretaron los resultados electorales como una confirmación de su propia visión de la situa­ ción política. Según el PNV, los votos por él recibidos demostraban que, pese a ser débil en Navarra, era el partido de gobierno natural del resto de Euskadi. El nivel de abstención de Guipúzcoa ponía de manifiesto, en opinión de ETA-M, que una parte de la población comprendía que aquellas elecciones eran un fraude ’ . La postura algo más matizada de ETA-PM era que los votos obtenidos por Euzkadiko Ezkerra (en adelante EE), la coalición electoral iniciada por ellos, indicaban un alto grado de apoyo a su favor, y demostraba que su estrategia de unir métodos legales e ilegales era la adecuada. Los su­ cesos de los años siguientes harían patente que ambas ramas de ETA habían malinterpretado las consecuencias del cambio a una democra­ cia parlamentaria. * Para los resultados electorales, véase Diario Vasco, 17 junio 1977. 221

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Los dirigentes de ETA-PM tenían motivos para considerar los lo­ gros de EE con cierta satisfacción. La obtención del 9,4% de los vo­ tos en Guipúzcoa y del 5,8% en Vizcaya era un resultado muy alen­ tador para una coalición cuyo principal componente, EIA, partido formado por ETA-PM, no tenía experiencia alguna en la acción po­ lítica de masas. Pese a que el segundo componente de EE, el M CE, pudiera creer que gran parte del éxito de EE se debía a sus esfuer­ zos, a sus diez años de experiencia en la labor de organizar una re­ sistencia masiva a la dictadura y al favor de que gozaba entre los obre­ ros más combativos dichas pretensiones apenas tuvieron efecto so­ bre ETA-PM. El MCE era ya por entonces un partido «español», que había perdido sus credenciales vascas cuando sus dirigentes fue­ ron expulsados de ETA a fines de 1966. La experiencia del M CE en la acción de masas pudo haber sido necesaria durante las elecciones, pero la alianza con este partido no era viable a la larga. La decisión de participar en las elecciones había encontrado la obstinada oposi­ ción de otras fuerzas nacionalistas, y no en menor grado la de ETA-M. Desde la perspectiva de ETA-M, el haberse presentado a las elecciones daba credibilidad a la fraudulenta dictadura de Suárez y Juan Carlos, mientras que haberlo hecho junto a un asociado «espa­ ñol» ofendía a los principios nacionalistas. La impresión de traición de ETA-M se exacerbó con el éxito de la coalición EE y el fracaso del llamamiento a la abstención, si se com­ paraba con lo ocurrido en el referéndum de 1976. A pesar de haber sido puestos en libertad los presos de ETA, muchos refugiados no se atrevían a regresar a sus casas por temor a la represión. Además, el último grupo de presos liberados había sido deportado a varias ca­ pitales europeas, mientras que la policía, que había oprimido al pue­ blo vasco durante cuarenta años, seguía ocupando su país. ETA-PM hacía una interpretación diferente de los resultados electorales. N o era precisamente entusiasta ante la semi-democracia instaurada por Suárez, pero durante años había estado preparándose para el cambio de énfasis en su lucha, pasando de la acción armada a la creación de un movimiento de masas. El que Pertur apoyara la decisión de crear ^ Para el juicio que merecía al MCE la coalición EE, véase Josetxo Fagoaga, «Diez años luchando por la unidad del pueblo», Iraultza, n.’’ 1, febrero 1980; los esfuerzos del MCE por convertir EE en una fuerza política estructurada fueron infructuosos. En una reunión de EE en Zarauz (Guipúzcoa), Iturrioz pidió que la coalición inten­ tara la incorporación de nuevas fuerzas. Egin, 22 nov. 1977. ^ Los motivos de ETA-M para pedir la abstención aparecieron en ETA frente a las elecciones legislativas^ Documentos Y, vol. 16, p. 139; el grupo de los Bereziak negó que se hubiera dado una amnistía total. Véanse sus declaraciones, Por la autén­ tica amnistía total y Euskadi Alde Bietan Amnistía, ambas fechadas el 6 de julio 1977, Documentos Y, vol. 18, pp. 514-18.

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un partido político, EIA, se debió a que era consciente de que había importantes fuerzas, económicas y de otra índole, que estaban pre[urándose para la progresiva eliminación de la dictadura. El recono­ cimiento de este hecho por parte de la dirección de ETA-PM tuvo importantes consecuencias para su estrategia. Por ejemplo, el gobier­ no Suárez había necesitado una disminución de la violencia para ha­ cer plausibles las elecciones en el País Vasco. ETA-PM se encontró en una posición negociadora fuerte y logró la puesta en libertad de sus presos como condición para la tregua, que había respetado. Tras las elecciones, ETA-PM podía felicitarse por los estimables resultailos obtenidos por EIA —gracias a los cuales dos de sus miembros iban a sentarse en el parlamento— y por la vuelta a la actividad de sus antiguos presos, cuyo enorme prestigio era el principal capital lie EIA T ^ iCon todo, el balance no era enteramente positivo. La capacidad militar de ETA-PM había quedado seriamente disminuida a causa de las pérdidas sufridas en la espectacular campaña de asesinatos y ro­ bos armados llevada a cabo en 1975 y 1976. Además, la organización había perdido a su líder más capacitado, Pertur. Las disensiones in­ ternas que habían producido la salida de la mayoría de los Bereziak —algunos de cuyos miembros eran sospechosos de complicidad en la desaparición de Pertur— también habían debilitado al grupo. La salida de los presos de ETA-PM había fortalecido a EIA, brazo po­ lítico del movimiento, más que a la propia ETA-PM. Algunos de sus dirigentes, como Goiherri y Kepa Aulestia, se trasladaron a Francia para reforzar la dirección de ETA-PM. N o obstante, como los mili­ tantes no podían por lo general reincorporarse a la lucha armada, ETA-PM tendría que estar en adelante dirigida por hombres jóvenes, cuya actuación sería políticamente afín a los ex dirigentes integrados ahora en EIA, pero no estaría bajo su control organizativo. La tran­ sitoria debilidad militar de ETA-PM no constituía, a juicio de sus lí­ deres, un obstáculo insalvable. En su opinión, ETA-PM era, pese a sus problemas más inmediatos, la auténtica heredera de la tradición de ETA. Contaba con una organización de varios cientos de perso­ nas en el interior y con el apoyo de la mayoría de los presos y refu­ giados, en especial de los dirigentes «históricos». La estructura de ETA-PM había quedado deshecha por la represión de 1975 y 1976, ■* Véase la entrevista con el dirigente de ETA-PM José Etxegaria Gastearena (Mark) en Deia, 27 dic. \^77, Mark afirmó que a ETA-PM le haría falta tiempo para reorga­ nizarse, pero negó que la organización se hubiera disuelto. La necesidad de ETA-PM de una tregua debido a su debilidad militar fue tratada en una contribución a un de­ bate interno, Puntos de discusión para el Biltzar Ttippia (confidencial). Documentos Y vol. 18, pp. 293-96.

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pero, en opinión de sus líderes, la organización poseía una base teó­ rica y una capacidad política que les iba a permitir desempeñar un pa­ pel clave en la revolución vasca. La acción violenta, a juicio de los dirigentes de ETA-PM y ElA, no era más que una forma de lucha, y en adelante podrían utilizar la división del trabajo instituida en la Séptima Asamblea, para intervenir de modo más eficaz en la lucha de clases. Por el contrario, según ETA-PM, ETA-M estaba compuesta por un grupo bastante reducido de liberados, con escasas raíces en España y ninguna idea sobre la función de la lucha armada en una perspectiva revolucionaria general. Los Bereziak, que a lo largo de 1977 habían insistido en ser la auténtica ETA-PM disponían inclu­ so de menos cuadros políticos. De acuerdo con los planteamientos de Pertur, la iniciativa debía pasar ahora a EIA, puesto que la dismi­ nución en la represión iba a permitir que prosperase el tipo de lucha de masas que había sido prácticamente imposible con Franco. Ello no significaba que la labor de ETA-PM hubiera concluido. Por el contrario, los líderes de esta organización creían que eran nulas las posibilidades de acceso al socialismo o a la independencia por méto­ dos pacíficos. La fuerza armada debía estar preparada para actuar cuando la acción pacífica del movimiento de masas alcanzara su lími­ te. Las relaciones entre ETA-PM y ElA darían origen a conflictos en el futuro. La creación de EIA no había encerrado el propósito de repetir el proceso que había transformado a ETA-Berri, ETA-VI y LAIA (antiguo Frente Obrero) en partidos revolucionarios, sin nin­ guna vinculación a la lucha armada. ETA-PM y EIA creían que eran necesarias tanto la lucha armada como la acción política, y que lo era también el encontrar los métodos que garantizaran la unidad entre ambas organizaciones. La fórmula destinada a lograr este objetivo, es­ bozada en el documento de Pertur Otsagabia —escrito poco antes de su desaparición en 1976— decía que el nuevo partido y ETA-PM tenían que organizarse por separado, para permitir la máxima flexi­ bilidad. Ninguna estaba subordinada a la otra, de tal modo que la de­ cisión sobre las acciones armadas a emprender debía seguir corres­ pondiendo a ETA-PM Los líderes de este grupo, y en particular los encargados de establecer enlaces con el partido político, debían ser personas con un alto grado de educación política, que contarían con la asistencia de equipos de asesores. Ello garantizaría que los erro^ Comunicado de ETA a la clase trabajadora y a todo el pueblo vasco. Documen­ tos Y, vo!. 18, p. 526; ETA ante las elecciones (sin fecha). Documentos Y, vol. 18, p. 529. Formas de coordinación entre la lucha armada y la lucha política, Otsagabia, D o­ cumentos Y, vol. 18, pp. 197-205.

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res del pasado, cuando los activistas militares habían actuado de ma­ nera arbitraria, no se repitieran. Un alto nivel de educación política no parecía realmente suficiente para evitar que los militantes arma­ dos desoyeran las decisiones de la dirección política, como tantas ve­ ces habían hecho anteriormente. Sin embargo, se creía que EIA, fun­ damentada como estaba en un modelo marxista-leninista inspirado por la Internacional Comunista, gozaría de una enorme autoridad. En la práctica, resultaría difícil reconciliar las convicciones marxistas de los líderes de ETA-PM con un contexto social que, en las zonas nacionalistas, generaba fuertes simpatías por el partido fundado por los héroes de ETA, pero no favorecía el aumento de su influencia en el movimiento obrero. Fueran cuales fueran las justificaciones teóricas de la pervivencia de ETA-PM, había sólidas razones de tipo práctico para ello. De ha­ berse disuelto ETA-PM, el prestigio de la lucha armada habría sido monopolizado por ETA-M y las fuerzas agrupadas a su alrededor, lo cual habría sido en detrimento de EIA. Interesaba a los dirigentes de ETA-PM y EIA que la política nacionalista radical no quedara en manos de las tendencias conservadoras y chauvinistas que iban con­ formándose en torno a Monzón y Txillardegi, pero las tensiones exis­ tentes entre las ramas rivales de ETA no eran cuestión que fuera bien comprendida por muchos de los que se sentían identificados con su lucha. En el período posterior a las elecciones se produjo un senti­ miento de solidaridad entre los nacionalistas que abarcó incluso a los adeptos al PNV. Esta atmósfera de compañerismo quedó manifiesta en un acto político convocado por EIA el 29 de julio de 1977 para conmemorar el primer aniversario de la desaparición de Pertur. Mi­ guel Castells, fracasado candidato parlamentario por EE, definió la actitud de EIA hacia los inmigrantes, declarando que el partido no les pedía que renunciaran a su propia cultura, ni que aceptaran la cul­ tura vasca. Todo lo que ETA quería era que se unieran a la lucha por la libertad de Euskadi. El discurso de Castells fue muy aplaudido por un público mayoritariamente nacionalista . Durante este acto, los úl­ timos presos de ETA puestos en libertad — exilados en diversos paí­ ses europeos— subieron al estrado acompañados por el disidente y ex senador por el PNV, Telesforo Mozón. Estos hombres, los céle­ bres «extrañados», habían regresado ilegalmente a España, creando confusión en las autoridades que ignoraron su presencia en el país. Monzón, que salió por entonces de una relativa oscuridad, había acompañado a los presos en varias manifestaciones. Para aquel pú^ Observación personal del autor. Castells repitió sus planteamientos sobre la pos­ tura ante los inmigrantes en su artículo «Los estereotipos», Deia, 11 nov. 1977, donde rechazaba la acusación de que ETA y sus partidarios fueran racistas.

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blico fervoroso y entusiasmado, las diferencias entre el conservador Monzón y los marxistas-leninistas declarados del estrado no parecían muy importantes. Aunque se exhibían banderas de los partidos riva­ les, la mayoría de los presentes parecía no percibir, o serle indiferen­ tes, los enfrentamientos que representaba aquella proliferación de ini­ ciales. Las perspectivas de unidad, o al menos de colaboración, entre la izquierda vasca parecían prometedoras. Esta aparente unidad quedó destruida por el violento choque en­ tre nacionalistas radicales y otros grupos que se produjo durante la manifestación a favor de una ampliación de la amnistía, el 8 de sep­ tiembre de 1977 en San Sebastián Esta era la primera vez que se había llegado al enfrentamiento físico entre elementos antifranquis­ tas. Dicho choque fue totalmente imprevisto y causó consternación entre participantes y espectadores. La manifestación había sido con­ vocada por una coalición de partidos, desde EIA y otros de izquier­ da revolucionaria hasta la democracia cristiana vasca. Al frente de la marcha iban los parlamentarios elegidos el 15 de junio, seguidos por los «extrañados». Al iniciarse la manifestación se produjeron choques entre los participantes y un grupo de 2.000 personas, en su mayoría jóvenes, que asistían a una asamblea en honor de Josu Zabala, el mi­ litante de ETA-M muerto por la policía un año antes. Este acto ha­ bía sido convocado por las gestoras pro amnistía locales junto a di­ versos partidos políticos, varios de los cuales eran también promo­ tores de la manifestación. Un diputado parlamentario del PNV, An­ dón! Monforte, fue atacado y los altavoces que llevaba el coche del diputado socialista J. A. Maturana fueron destrozados. Los contra­ manifestantes gritaban «fuera los oportunistas», «el PNV es burgués» y otras consignas hostiles En esencia, los choques surgieron a causa de las diferencias sobre el alcance de la amnistía concedida por el gobierno. Para los radica­ les, una amnistía que no ofrecía garantías a los exilados tenía escaso valor. Por el contrario, los partidos «españoles» estaban razonable­ mente conformes con la amnistía, mientras el PNV mantenía una po­ sición ambigua. Los manifestantes se dividieron en dos cuando el gru­ po que encabezaban los diputados siguió una ruta y los ex presidia­ rios junto a Telesforo Monzón, otra. Los contramanifestantes espe­ raron a que el grupo principal volviera y entonces les impidieron el paso durante más de quince minutos, atacando e hiriendo a varios de los participantes. Cuando los dirigentes de este grupo se refugiaron en los despachos de la Diputación para protegerse, un grupo de jó* «Noche oscura de Euskadi Deia, 9 sept. 1977; «A palos en la propia casa», Punto y Hora, 15-21 sept. 1977. ^ «Euskadi. La dialéctica del golpe» Cambio 16, 26 sept.-2 oct. 1977.

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venes les siguió, tras un choque con los ordenanzas. Una vez dentro, colgaron una pancarta en el balcón en la que se leía: «ETA, el pueblo está contigo», mientras que fuera los atacantes destruían todos los car­ teles con los que no estaban de acuerdo Los estupefactos afiliados de los partidos convocantes de la manitestación celebraron una asamblea inmediatamente después. Moti­ vo de especial irritación era que hubiera personas llevando pancartas de ESB y EIA entre los contramanifestantes, habiendo sido estos par­ tidos promotores de la primera marcha. Estos incidentes colocaron a LIA en una difícil posición, y al día siguiente anunció que iba a ini­ ciar una investigación para descubrir si alguno de sus miembros ha­ bía sido partícipe en los actos violentos. Los parlamentarios de EIA, 1.etamendía y Bandrés, denunciaron estos ataques y expresaron su so­ lidaridad con los compañeros del PSOE y el PNV. También ESB con­ denó la violencia, si bien con alguna renuencia. La izquierda «espa­ ñola» reaccionó a este ataque a sus representantes con indignación. El diputado por el PSOE Enrique Múgica hizo una declaraciones a la prensa responsabilizando de ello a un «consumado actor». Mon­ zón, a los antiguos presos y a unos «grupos de fanáticos llamados KAS y ESB que quieren desestabilizar el país» " . Monzón y los «extrañados» también condenaron la violencia, pero en una reunión celebrada en Vitoria hicieron responsables a los organizadores por haber alterado la ruta acordada para la marcha, y prohibir las consignas a favor de ETA y la independencia La irri­ tación que produjo esta limitación en las consignas y la fuerte pre­ sencia de encargados del orden (la policía no hizo acto de presencia en ningún momento), pudieron ser los incidentes específicos que de­ sataron la ira de los contramanifestantes. Pero la causa general de su malestar era que los partidos moderados, que en su opinión tan poco habían contribuido a la lucha antifranquista, estaban abandonando la campaña pro amnistía después de haberse beneficiado de los esfuer­ zos de ETA. Esta manifestación fue un momento decisivo tanto para ETA como para ESB. El papel desempeñado en ella por EIA había sido ambiguo. Pese a que varios de los «extrañados» que marchaban con Monzón eran destacados miembros de EIA, las fuertes críticas de su partido a lo ocurrido eran indicio de la dirección moderada y parlamentaria que estaba adquiriendo Por el contrario, ESB, que en junio de 1977 era claramente un partido socialdemócrata, seguiría «El espíritu de Caín», editorial en Deia, 10 sept. 1977. " Punto y Hora, 15-21 sept. 1977. Deia, 10 sept. 1977. Ibtd.

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un rumbo que terminaría uniéndolo a los nacionalistas radicales par­ tidarios de ETA-M. Esta confrontación demostró que uno de los grandes problemas de EIA seguía siendo su relación con el resto de las fuerzas abertzales. Aunque su participación en las elecciones no tendría por qué ha­ ber constituido una barrera permanente para la colaboración con los que se habían abstenido, EIA empezó a adoptar posturas «posibilistas» ante una serie de cuestiones, lo cual tuvo el efecto de aumentar las diferencias entre ésta y las fuerzas que seguían la dirección de ETA-M. La adscripción marxista-leninista de EIA y su identificación con ETA-PM habían eliminado toda posibilidad de que el partido pu­ diera ganarse el apoyo de ETA-M. Sin embargo, ETA-M seguía cre­ yendo en la necesidad de la división de labores entre una organiza­ ción armada y un partido político. ETA-M remedió su carencia de brazo político en julio de 1977 con la creación de Herriko Alderdi Sozialista Iraultzailea (Partido Socialista Revolucionario Popular en adelante HASI). HASI representó la culminación de los esfuerzos de algunas personas, como Natxo Arregi y Alberto Figueroa, en pro de la creación de un partido socialista vasco. En principio, HASI era producto de la fusión de Euskal Herriko Aldercli Sozialista (Partido Socialista del Pueblo Vasco, EHAS) y Euskal Alderdi Socialista (Par­ tido Socialista Vasco, EAS) con una serie de independientes. En rea­ lidad, los grupos como EHAS y EAS eran clubs políticos apoyados por intelectuales más que auténticos partidos. Aunque la decisión de la directiva de ETA-PM de formar su pro­ pio partido marxista-leninista había causado descontento entre Arre­ gi y sus adeptos, éstos habían continuado sus esfuerzos por crear un partido que pudiera competir con el PNV y ESB. A ellos se unió T o­ más Goikoetxea, que había dimitido de ETA-PM tras haber sido re­ chazado su plan para la formación de un amplio partido socialista, al imponerse el modelo marxista-leninista de Pertur Pese a todo, la formación de HASI no fue realmente un triunfo para los responsa­ bles de su creación. En el primer congreso de HASI, en mayo de 1978, la numerosa presencia de personas leales a ETA-M y de los Bereziak permitió la elección de Txomm Ziluaga como Secretario Ge­ neral y la expulsión de los anteriores dirigentes, la mayoría de los cua­ les se integraría posteriormente en EIA HASI sería en el futuro el brazo político de ETA-M. Inquietaba a HASI y LAIA la gradual evolución de EIA hacia posturas alejadas del nacionalismo radical, lo Véase Egin, 30 sept. 1977, para los orígenes de HASI. Entrevista del autor con Tomás Garaikoetxea, San Sebastián, 10 agosto 1981. En octubre de 1977, HASI celebró actos de presentación simultáneos en las cuatro pro­ vincias vasco-españolas y en el País Vasco Francés. Egín, 29 octubre 1977.

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cual iba a distanciarla aún más de las restantes fuerzas abertzales y produciría disensiones en sus propias filas, cuando los dirigentes de EIA empezaron a comprender que no tenían capacidad para derro­ car el orden económico, social y constitucional establecido tras las elecciones de junio de 1977. Los demás partidos abertzales desaprobaban la participación de EIA en las instituciones creadas después de las elecciones. En con­ creto, eran contrarios a la decisión de EIA, adoptada en octubre, de tomar parte en el Consejo General Vasco (en adelante, CGV), un or­ ganismo instituido por el gobierno y compuesto por diputados del País Vasco El CGV tenía pocas competencias bien definidas, pero debía actuar como organismo en funciones hasta la elección del par­ lamento autónomo vasco. EE participó en él y Bandrés, elegido se­ nador, fue nombrado Consejero de Transporte HASI hizo un lla­ mamiento a otros partidos para que rechazaran las medidas pre-autonómicas ***. Los dirigentes de EIA disentían, sosteniendo que las perspectivas de lograr una autonomía viable eran buenas, si toda la izquierda vasca se unía para presionar sobre el PNV y le impedía aceptar un estatuto de autonomía moderado En septiembre de 1977 y en una conferencia de prensa, EIA propuso que después de las elecciones municipales, cuya celebración era inminente, los con­ cejales elegidos colaboraran con las asociaciones de vecinos y las ges­ toras pro amnistía en la creación de una asamblea popular, que debía organizar una fuerza policial y una administración vascas Sin em­ bargo, EIA fue gradualmente abandonando este tipo de ideas y fa­ voreciendo la participación en las instituciones municipales y parla­ mentarias. El deseo de los dirigentes de EIA y ETA-PM de formar una alian­ za que incluyera tanto a grupos nacionalistas radicales como «espa­ ñoles» revolucionarios, no llegaría nunca a realizarse. HASI y LAIA coincidían con ETA-PM en que los grupos nacionalistas radicales de­ bían alcanzar un acuerdo en el marco de KAS antes de aliarse con partidos «españoles». Desde su formación en 1975, KAS había ac­ tuado como foro para la elaboración de una política común para todo Egin, 15 mayo 1978. Entrevista del autor con Tomás Goikoetxea, más arriba ci­ tada. Un portavoz de EE sostuvo que el proyecto preautonómico era un paso válido hacia la independencia vasca. Egin, 26 nov. 1977. Comunicado de HASI, Egin, 4 enero 1978. Iñaki Martínez, dirigente de EIA, respondiendo a críticas de HASI, mantenía que el estatuto de autonomía era una etapa necesaria en la lucha por la libertad de los . vascos, Egin, 12 enero 1978. Deia, 9 sept. 1977.

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el nacionalismo radical. Sin embargo, ETA-M y ETA-PM no esta­ ban de acuerdo en cuanto a cuáles debían ser las funciones de KAS. En 1975, ETA-PM había querido que KAS fuera una organización de masas que reclutara miembros y llevara a cabo el tipo de acción que no podían emprender ninguna de las dos ramas de ETA. Los lí­ deres de ETA-M se oponían a que una organización de la que ellos formaban parte realizara un tipo de labor semipública, puesto que ha­ bría dado pie a que se repitieran los problemas experimentados por el Frente Militar al colaborar con personas no implicadas en la lucha armada. Los dirigentes de ETA-M veían en KAS un foro donde di­ rimir diferencias y elaborar acuerdos. El funcionamiento de KAS no había satisfecho nunca a la directiva de ETA-PM, y la decisión de que ElA participara en las elecciones se había tomado de modo in­ dependiente. Pese a todo, durante 1977, los dirigentes de ETA-PM y EIA eran favorables a que sus organizaciones permanecieran en el seno de KAS, que se consideraba representativa de algunas de las fuer­ zas sociales que podían formar una alianza de izquierda. Pero KAS no podía ser más que una parte de la alianza a que aspiraban los di­ rigentes de ETA-PM y EIA, dado que prácticamente carecía de base entre la clase obrera. La alianza de izquierdas por la que abogaban los líderes de ETA-PM y EIA debía abarcar a los grupos «españo­ les» que disponían de alguna implantación obrera Ahora bien, ese deseo de alianza con otras fuerzas «españolas» no era compartido por los restantes componentes de KAS, por lo que EIA y ETA-PM fue­ ron decepcionándose progresivamente cuando empezaron a conside­ rarlas como una reliquia del pasado Por el contrario, los dirigen­ tes de EIA creían que ETA-PM tenía un papel clave que desempeñar en la lucha por la independencia y el socialismo. Las relaciones entre el partido y ETA-PM parecían armoniosas durante el año siguiente a las elecciones. ETA-PM no llevó a cabo ninguna acción armada du­ rante varios meses tras la tregua negociada para el período pre-electoral, lo cual parecía indicar que el alto el fuego podría ser permanen­ te. Dicha impresión quedó reforzada por el análisis que ETA-PM ha­ cía de la nueva situación y la estrategia que se deducía de ella, las cua­ les fueron enunciadas en una entrevista concedida al nuevo diario vas­ co Egin a comienzos de octubre de Í977, en la que un portavoz de ETA-PM declaró que la principal consecuencia del fin de la dictadu­ ra era quedas masas se habían convertido en primeros protagonistas de la lucha La lucha armada quedó relegada a un plano secundaVéanse las declaraciones de Mario Onaindía, Egin, 8 enero 1978. Declaraciones del dirigente de EIA Serrano Izco, Egin, 7 abril 1978. Egin, 2 oct. 1977.

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rio, con la función de respaldar al movimiento de masas y actuar cuando la acción popular no pudiera lograr sus objetivos. Según ETA-PM, eran erróneos los conceptos de lucha mantenidos por los partidos de masas moderados —el PNV y el PSOE— por una parte, y por los demás grupos nacionalistas radicales por la otra. El PNV y el PSOE, decía, creían que la lucha se limitaba esencialmente al par­ lamento, mientras que los nacionalistas radicales, que apoyaban a ETA-M, se concentraban exclusivamente en realizar manifestaciones. Los líderes de ETA-PM, por el contrario, creían que había que mo­ vilizar al pueblo en todos los niveles. Las manifestaciones tenían su función, pero eran un tipo de lucha política menos sólido . El por­ tavoz anunció que ETA-PM iba a suspender el cobro del «impuesto revolucionario» (dinero obtenido de empresarios por extorsión para financiar las actividades de la organización), porque la división en dos ETAs hacía difícil su recaudación. La policía podía hacerse pasar por miembros de ETA y crear con ello confusión. Además, los grandes empresarios podían permitirse contratar a personal de seguridad para evitar que se cobrara este impuesto, con lo que acabaría siendo satis­ fecho tan sólo por los medianos o pequeños empresarios. El portavoz de ETA-PM denunció, asimismo, la actuación de los contra-manifestantes que habían atacado a los parlamentarios del PNV y el PSOE en San Sebastián el 8 de septiembre. Semejante con­ ducta, dijo, dio pie a que el PNV y el PSOE aparecieran como las únicas fuerzas políticas serias, perjudió a toda la izquierda vasca y afectó negativamente a la lucha en pro del Estatuto de Autonomía ^ . La entrevista concedida por ETA-PM fue desusadamente amplia y detallada en la formulación de su estrategia, que por lo general era obligado deducir de informes y actos contradictorios. Esta declara­ ción fue el desarrollo lógico de las ideas que habían producido la crea­ ción de EIA, anunciadas en su congreso fundacional en la primavera de 1977. De modo significativo, fue poco lo dicho en la entrevista so­ bre cuál iba a ser la actuación de ETA-PM. Era éste un problema que había de producir desconcierto en la organización y para el que nunca se halló una solución adecuada. Los esfuerzos de ETA-PM por mantener un cierto perfil de lucha y diferenciarse simultáneamente de ETA-M, serían causa de una política vacilante e incoherente y de acciones que eran a menudo extrañas. Estas iban a variar entre los se­ cuestros por dinero, el cierre de locales que exhibían cine porno, el asesinato de personas supuestamente implicadas en el tráfico de dro­ gas, los atentados contra directores de fábricas con conflictos laboIbíd. Ib id.

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rales, y la colocación de bombas en estaciones ferroviarias ETAPM se convertiría en una organización consagrada a la lucha armada, pero confusa a la hora de encontrar objetivos apropiados. Inevitable­ mente, las tensiones entre las acciones de ETA-PM y la política cada vez más moderada de EIA produjeron fricciones entre ambas organi­ zaciones. EIA se enfrentaba a otras dificultades, una de las cuales era que este partido seguía siendo ilegal, aunque se le había permitido operar casi abiertamente desde 1977. El motivo de su ilegalidad residía en que los estatutos de EIA declaraban su compromiso con una Euskadi independiente, y ello era inaceptable para el gobierno. La falta de legalidad de EIA, la cual le habría permitido presentarse en las elec­ ciones, había sido una de las razones por las que ETA-PM había to­ mado la iniciativa en la formación de la coalición EE. Los resultados relativamente buenos obtenidos por EE en las elecciones parecían in­ dicar que, en futuras elecciones, quizá participaran muchos de los que se habían abstenido. Parecía posible la alianza de todas las fuerzas abertzales, y el antiguo dirigente del PNV, Telesforo Monzón, esta­ ba intentando lograr su creación Pese a que EIA había declarado ser un partido revolucionario marxista-leninista, todo parecía indicar que la mayoría de los votantes a favor de EE tenían ideas sociales mu­ cho menos radicales. Le habían dado su voto porque lo identificaban con la lucha nacionalista de ETA, no por el atractivo que ejercía su marxismo-leninismo Los documentos fundacionales de EIA ya contenían algunos in­ dicios de la evolución hacia una política moderada que adoptaría este partido, pues, aunque se decía que el objetivo de EIA era la creación de una sociedad socialista, se dejaba margen para una etapa interme­ dia en que capitalistas y obreros trabajaran juntos para establecer una Euskadi independiente A pesar de esta indicación de que EIA po­ dría estar dispuesta a hacer importantes concesiones, se declaró que la ideología y la estructura del partido eran marxista-leninistas y es­ taban fundadas en el centralismo democrático. Este tipo de partido, inspirado en el modelo de la Internacional Comunista, tenía la finaVéase más adelante. Capítulo 8, pp. 360-380. Entrevista con Monzón en Punto y Hora, diciembre 1976, y Garaia, febrero 1977. Para un análisis de los resultados electorales obtenidos por EE, véase Luis Núñez, Egin, 30 octubre, 2, 3, 4 y 5 noviembre 1977; también Núñez, Euskadi sur elec­ toral, passim. Del análisis de Núñez se desprendía que los votantes de EE no eran ni predominantemente urbanos ni rurales, y no tenían un marcado carácter de clase. Este hecho contrastaba con el carácter fuertemente urbano y obrero del voto al PSOE y el marcadamente rural y de clase media del voto al PNV. Amasa, n.” 1, dic. 1976.

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lidad de proporcionar liderazgo a las organizaciones de masas, como podían ser los sindicatos, las asociaciones de vecinos y los movimien­ tos juveniles. En la práctica, EIA estaba muy lejos de ser el tipo de partido que describía su declaración fundacional. Era esencialmente heredera política de ETA-PM, y sus, relativamente buenos, resulta­ dos electorales no respondían a un grado de influencia similar en la labor sindical y otros tipos de acción de masas. Tampoco llegó a ad­ quirir un número sustancial de militantes de base que pudiera com­ pararse ni con el de los partidos de izquierdas ni con el del PNV. En el período posterior a las elecciones, los representantes de EIA esta­ ban dispuestos a admitir que los partidarios activos de su partido eran escasos, pero sostenían que ello se debía a su historial de grupo clan­ destino armado. Decían estar convencidos de que, con el tiempo, EIA llegaría a desempeñar el tipo de papel dirigente que habían tenido los grupos comunistas en la época de Lenin ^ . Las discrepancias existentes entre la ideología de EIA y su base social, pronto producirían importantes divisiones en su seno. Los principales representantes de las tendencias radical y moderada serían Francisco Letamendía (Ortzi), el único diputado en el Congreso por este partido, y Mario Onaindía, héroe del juicio de Burgos, que pa­ saría a ser Secretario General de EIA en octubre de 1977 Onain­ día comprendía que al País Vasco le quedaba mucha andadura hasta estar preparado para la revolución. Aquella radicalización popular que lo había convertido en la vanguardia de la lucha contra Franco no era, en términos generales, socialista. Más aún: la falta de con­ ciencia de clase unida a la existencia de una oposición interclasista al franquismo, y consecuentemente al centralismo español, formaban un terreno muy difícil para la actividad de índole socialista. La expe­ riencia de la dictadura de Franco había creado una situación peculiar en Euskadi, donde el nivel de compromiso político era muy alto, mientras que ell nivel de educación política era bajísimo. Las leal­ tades políticas no tenían, en muchos casos, más fundamento que el Entrevistas del autor con los portavoces de EIA, agosto 1977. Las ideas de EIA sobre la relación entre un partido revolucionario y una organización de masas fueron formuladas en «Acerca de nuestra política a nivel de movimiento obrero», Kemen, n." 11, Anexo 5, feb. 1977. Egin, 13 oct. 1977. Para la versión de Letamendía sobre las disensiones en el seno de EIA, véase Ortzi, El no vasco a la reforma, vol. 1 (San Sebastián, 1979), pp. 130-40; el portavoz de EIA Iñaki Martínez quitó importancia a los rumores de desa­ cuerdo dentro del partido. «Rumores de crisis en EIA », Deia, 26 junio 1978. N o se llevó a cabo ningún debate abierto sobre las divergencias de EIA. Por ejemplo, Leta­ mendía anunció en julio de 1978 que había dejado de ser miembro de EIA, Egin, 27 julio 1978, pero no se dio de baja oficialmente hasta enero de 1979. «Por qué nos va­ mos», Egin, 6 marzo 1979, es una defensa de los partidarios de Letamendía.

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de seguir al miembro dominante de la cuadrilla. En semejantes cir­ cunstancias, Mario Onaindía consideraba que la tarea inmediata de los socialistas no era la de llevar a cabo la revolución, sino la de crear verdaderos partidos políticos, sindicatos y organizaciones similares que pudieran preparar el camino para el futuro socialista. El insen­ sato radicalismo de muchos nacionalistas obstaculizaba la creación de una clase obrera unida en la que debían insertarse los sectores inmi­ grantes de la población vasca La moderación de Onaindía contrastaba fuertemente con sus ac­ tividades como militante de ETA a fines de los años sesenta, aunque la conciencia de que el sector inmigrante de la población vasca tenía que sentirse hostigado por ese chauvinismo tan arraigado en el na­ cionalismo vasco, ya se vislumbraba en la solidaridad con la clase obrera española que había expresado durante el juicio de Burgos. La tendencia moderada de EIA, representada por Onaindía, iba a cho­ car pronto con el nacionalismo radical existente tanto en el seno de EIA como entre los adeptos a ETA-M y ETA-PM. Ninguna de las dos ramas de ETA consideró que las elecciones desmintieran su propia apreciación de la situación política. Los dirigentes de ETA-M pensaban que era poco lo que había cambiado, puesto que los que habían oprimido a Euskadi durante tanto tiempo seguían haciéndo­ lo, aunque ahora justificaran su derecho a gobernarla mediante unas elecciones fraudulentas en las que se había privado de estatus legal a aquellos partidos en cuyos estatutos figuraba su consagración a la in­ dependencia vasca. La dirección de ETA-M opinaba que la presencia de la policía española y el miedo a un golpe de Estado militar, im­ pedían a la gente expresar sus verdaderas opiniones, y la falta de ga­ rantías contra la persecución obligaba a muchos patriotas a seguir en el exilio. El hecho de que los partidos de izquierdas y el PNV hu­ bieran decidido participar en las elecciones, prestando con ello re­ frendo político al régimen de Suárez, no había sorprendido demasia­ do a los dirigentes de ETA-M, pero el que ETA-PM hubiera sancio­ nado lo que se consideraba una farsa les había creado un gran males­ tar N o sólo ETA-PM había declarado una tregua indefinida, sino que EIA había formado una alianza electoral con el «español» MCE, descendiente del grupo ETA-Berri, expulsado de ETA en su V Asamblea, abandonando con ello la lucha armada y separándose del frente de fuerzas patrióticas formado por KAS. ETA-M, a diferencia de ETA-PM, había continuado sus acciones Declaraciones de Mario Onaindía, Egin, 8 enero 1978. ’ ’ «Por qué nos vamos», Egin, 6 marzo 1979. Letamendía y 17 de sus adeptos afir­ maron que EIA había dado un giro pronunciado hacia la derecha. Entrevista con un portavoz de ETA-M, Egin, 29 sept. 1977.

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militares durante todo el período electoral, con una campaña de bom­ bas contra estaciones de radio y televisión y ataques a la policía. El nacimiento de un sistema parlamentario, por fraudulento que fuera, tenía sin duda la ventaja de hacer menos efectiva la represión poli­ cial. Después de las elecciones, se produjo un período de calma en las actividades de ETA-M, aunque no se anunció ninguna tregua. Du­ rante algún tiempo pareció como si ETA-M siguiera los pasos de ETA-PM, pero estas esperanzas se hicieron añicos con el dramático asesinato de Unceta Barrenechea, Presidente de la Diputación de Vizcaya, junto al de sus dos guardaespaldas, el 8 de octubre Esta acción sería el comienzo de la campaña más intensa emprendida por cualquier rama de ETA hasta entonces. Fue seguida por el asesinato del comandante de la policía de Pamplona y por el de un miembro del ayuntamiento de Irún en diciembre En un choque con fuerzas policiales, en enero de 1978, murieron en Pamplona dos miembros de ETA-M y un policía lo cual induciría al ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, a comentar, «dos a uno a nuestro favor». La campaña de ETA-M produjo muertes y encarcelamientos entre sus propias filas, y la fuerza de las peticiones de amnistía fue aumentado al incrementarse el número de presos Otro de los focos de acción de ETA-M fue resultado de la decisión del gobierno de construir una central nuclear en Lemóniz, Vizcaya, que suscitó considerable opo­ sición en la región. ETA-M se unió a la campaña contra la construc­ ción de la central, y sus intentos de sabotear las obras causaron va• ^ rías muertes 4 0 . La participación de ETA-M en la campaña de oposición a la cen­ tral nuclear de Lemóniz se prolongaría durante una serie de años, y le proporcionaría el motivo para algunas de sus acciones más espec­ taculares y polémicas. Era una campaña que se ajustaba perfectamen­ te a la tradicional teoría de ETA sobre la espiral acción/represión/acción, puesto que se produjo a continuación de un movimiento pací­ fico de ciudadanos que se oponía a una empresa iniciada sin consul­ tar a la localidad y que presuntamente había violado regulaciones de planificación y seguridad. Puesto que la protesta ciudadana no había Egin, 10 oct. 1977. Egin, 27 nov. 1977. Egin, 17 dic. 1977. Egin, 12 enero 1978. Un comunicado de prensa del Ministerio del Interior de diciembre de 1978, afir­ maba que habían sido detenidos 135 militantes de ETA desde la aprobación de la ley antiterrorista de julio. Deia, 16 dic. 1978. En diciembre de 1977, un militante de ETA-M, David Alvarez, fue gravemente herido durante un ataque a la central nuclear de Lemóniz. Dcia, 20 dic. 1977. Este mu­ rió al mes siguiente.

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logrado evitar la construcción de la central, la acción de ETA-M era, según dicha teoría, un modo legítimo de complementar, en lugar de suplir, la acción de masas. Además de encajar exactamente con la teo­ ría de ETA-M, las acciones contra Lemóniz constituyeron un logra­ do ejemplo de la posibilidad de encontrar nuevos movimientos po­ pulares cuyas aspiraciones pudieran incorporarse a la lucha de ETA-M. El ritmo de la campaña de ETA-M fue acrecentándose a lo largo de 1977, produciendo una serie de espectaculares asesinatos. Sus objetivos fueron desde los oficiales militares de alta graduación, a guardias civiles, derechistas conocidos y supuestos informadores. Hubo también una serie de robos a mano armada, siendo uno de los más llamativos la captura de 900 kilos de explosivo plástico (goma-2), en diciembre de 1977 ETA-M también realizó una serie de ata­ ques a cuarteles de la guardia civil. Además, varios militantes de ETA, así como policías, murieron o fueron heridos en el curso de los tiro­ teos que se produjeron cuando la policía intentaba prevenir los ata­ ques de la organización o detener a alguno de sus miembros. La mayor parte de las personas que militaban en organizaciones que se habían opuesto al régimen franquista, aunque desaprobaban los métodos de ETA, consideraban que su violencia era reacción a la violencia mucho más intensa ejercida por el Estado. Por tanto, cabría esperar que una vez desaparecida la dictadura, cesara la violencia de ETA-M. Pero lo cierto fue que ambas ramas de ETA alcanzarían ni­ veles de violencia mucho más altos bajo la democracia parlamentaria que bajo el franquismo. Por ejemplo, en 1975, último año de la vida de Franco, el número de personas asesinadas por ambas ramas de ETA fueron seis, en 1976 la cifra se elevó a quince, en 1977 descen­ dió a doce, pero en 1978 llegó a sesenta y cuatro. A comienzos de 1978, era evidente que ETA-M no iba a desaparecer con la dictadura bajo la cual había surgido. Había opiniones diversas sobre la respues­ ta que debía darse a la campaña de ETA-M; los políticos de derechas consideraban que la ola de violencia demostraba la incapacidad de la democracia parlamentaria para el problema del orden público. Las di­ rectivas del PSOE y el PNV sostenían que se imponía la negociación con ambas ramas de ETA para lograr el fin de las acciones arma­ das Los dirigentes del PNV no confiaban demasiado en que la au­ tonomía prometida al País Vasco por el gobierno Suárez fuera a ser satisfactoria, y creían que hasta haber logrado un sustancial grado de autonomía y haber cesado el acoso de la policía a la población vasca el problema subsistiría. Egin, 29 dic. 1977. Véanse las declaraciones de Peces Barba, representante del PSOE en el parla­ mento. Egiriy 2 julio 1978.

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La fusión de los Bereziak y ETA-M, oficialmente anunciada en septiembre de 1977 fortaleció a esta organización de modo con­ siderable, mientras que, en opinión de muchos, la violencia policial, dirigida contra la población en general, legitimaba las acciones de ETA-M. Sólo en 1978, ETA-M ametralló varios cuarteles de la poli­ cía, hirió a seis ocupantes de un vehículo policial, y también a un po­ licía municipal vinculado a la extrema derecha, intentó volar un cuar­ tel de la policía y colocó bombas en una serie de oficinas de Iberduero, la compañía que construía la central nuclear de Lemóniz En marzo, se produjeron nuevos ametrallamientos de cuarteles poli­ ciales, dos policías fueron asesinados y otros dos heridos en una em­ boscada, un sargento jubilado de la guardia civil fue asesinado y el dueño de un bar gravemente herido, todos ellos en distintas accio­ nes Además de actos deliberados de esta índole, murieron dos obreros de la construcción y otros catorce quedaron heridos cuando estallaron las bombas colocadas por ETA-M en las obras de la cen­ tral nuclear de Lemóniz Sin embargo, ETA-M pareció estar en pe­ ligro de quedar políticamente aislada cuando el PNV empezó a diri­ gir contra ella el mismo tipo de críticas que habían estado haciendo los partidos «españoles» desde hacía algún tiempo. Pese a ello, los ata­ ques de ETA-M continuaron a lo largo de 1978. Las víctimas fueron principalmente policías, conocidos derechistas y personas acusadas de ser confidentes. ETA-M conmocionó a la opinión pública cuando uno de sus co­ mandos asesinó, en junio de 1978, a José María Portell, el periodista que había servido de intermediario entre el gobierno de Suárez y ETA-PM en las negociaciones que habían concluido con el alto el fue­ go pre-electoral El comunicado de ETA-M en el que se reconocía autora del asesinato, acusaba a Portell de ser informador de la poli­ cía, pero no se proporcionaban pruebas de esta acusación. Quizá fue­ ra más significativo que en dicho comunicado se tachara a Portell de ser «especialista en intoxicación», indicio de que sus escritos, de tono generalmente liberal y pacifista, desagradaban a ETA-M, así como su papel en conseguir el alto al fuego de ETA-PM. El asesinato de Por­ tell suscitó protestas de la mayoría de los partidos políticos, entre ellos el PNV, que rehusó, no obstante, participar en un acto de con­ dena junto a los partidos «españoles» Pese a ello, la campaña de Egin, 29 sept. 1977. Egin, 12 feb. 1978; 20, 25 y 29 feb. 1978. Egin, 4, 6, 14 y 20 marzo 1978. Egin, 18 marzo 1978. Egin, 29 junio 1978. Cambio 16, 19 julio 1978.

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ETA-M preocupaba al PNV y acabaría por inducirle a formular enér­ gicas protestas contra ella, que quebrarían la unidad de la comunidad nacionalista. Aunque la campaña de ETA-M tuvo como consecuen­ cia la muerte y el apresamiento de muchos de sus militantes, ello no menoscabó su capacidad para continuar la lucha. La persistencia de su campaña produjo reacciones diversas entre las distintas fuerzas po­ líticas. Algunas personas, tanto en el PSOE como en el PNV, seguían afirmando que era necesaria la negociación con ETA. Otras fuerzas más derechistas veían la ola de violencia de ETA como prueba de que la democracia española estaba incapacitada para enfrentarse al pro­ blema del nacionalismo vasco, e instaban a que se adoptaran medidas más represivas contra la violencia. El gobierno respondió a estas pre­ siones en el mes de julio, aprobando una ley antiterrorista que dio mayores competencias a la policía El poco éxito logrado en combatir las acciones de ETA indujo a la policía a recurrir a una represión indiscriminada contra la población vasca. Además, escuadrones ultraderechistas perpetraron una serie de ataques contra simpatizantes de ETA, tanto en España como en el País Vasco francés. Así iría conformándose la dinámica de brutalidad policial, manifestaciones de protesta —a menudo blanco de violentas cargas de la policía— y represalias de ETA contra la policía, en una especie de círculo vicioso. Esta era la espiral que anunciaba la teoría de acción/represión/acción formulada por Krutwig en los años se­ senta, pero dicha espiral de violencia no alcanzó la etapa en que el pueblo toma las armas y se lanza a la lucha guerrillera, como postu­ laba esta teoría En términos generales, la acción de ETA-M era un sustitutivo de la acción de masas, más que un complemento. El considerable apoyo del que gozaba ETA-M entre un sector de la po­ blación, quedaba patente en las manifestaciones que seguían siempre a la muerte de uno de sus militantes, pero este apoyo aún no había producido una organización sólida. Parecía que ETA-M se hubiera quedado sin competencia, pues, tras la tregua pre-electoral negociada entre ETA-PM y el gobierno en la primavera de 1977, esta organización había abandonado apa­ rentemente la lucha, dedicándose a la acción política. Los resultados electorales relativamente buenos obtenidos por EIA, y la prominen­ cia de conocidos veteranos de ETA-PM en ella, habían reforzado esta impresión, como también el anuncio, hecho público en septiembre de 1977, de que la organización iba a dejar de extorsionar a los in­ dustriales para cobrar el «impuesto revolucionario». Pero el que Egin, 2 julio 1978. Para la teoría sobre la espiral acción/represión/acción, véase el Capítulo 2, pp. 69-73.

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ETA-PM hubiera negociado una tregua no significaba que estuviera en modo alguno dispuesta a disolverse. En la propuesta adoptada en la VI Asamblea de que una serie de militantes abandonaran la orga­ nización armada para formar el núcleo de EIA, se estipulaba explí­ citamente la continuación de ETA-PM. La inactividad de ésta a lo lar­ go de 1977, en parte se debía a las fuertes pérdidas que había sufrido durante 1976. La defección de los Bereziak había dejado a ETA-PM con poco potencial humano y, además, los Bereziak se habían lleva­ do con ellos la mayoría de las armas de ETA-PM Las primeras ac­ ciones de ETA-PM tras la prolongada tregua pretendían enmendar esta deficiencia. En diciembre de 1977 uno de sus comandos asaltó un camión y se llevó 300 kilos de explosivos, y en otra ocasión, aquel mismo mes, ETA-PM capturó 265 armas de fuego La tregua permitió a ETA-PM la reconstrucción de su organiza­ ción, pero dejó sin resolver la cuestión de la función que competía a una organización armada en una democracia, y la de sus relaciones con su asociado político, EIA. Ni el documento de Pertur, Otsagabia, ni la resolución adoptada en la VI Asamblea proporcionaban res­ puestas realmente satisfactorias a estos problemas, aunque antes de la creación de EIA, hubiera inquietado a muchos miembros de ETAPM el peligro de que volviera a surgir una tendencia militarista apo­ lítica. Puesto que ETA-PM seguía existiendo, era inevitable que rei­ niciara en algún momento la campaña de violencia. Para mantener a la organización hacía falta dinero, por lo que se adquirieron fondos, empezando con el robo a la compañía General Eléctrica en octubre de 1978 La reanudación del cobro del «impuesto revolucionario», anunciado en noviembre de 1978 dio una base más firme a las fi­ nanzas de ETA-PM, pero dejó sin definir cuál debía ser la finalidad de las actividades armadas del grupo. La resolución adoptada en la VI Asamblea decía que la organización armada debía intervenir cuan­ do la lucha obrera hubiera llegado a su límite. ETA-PM debía ser el brazo militar de la clase obrera De haberse disuelto ETA-PM, ETA-M reforzada mediante su fu­ sión con los Bereziak, habría tenido el monopolio de la tradición de ETA, lo cual a su vez habría producido efectos desastrosos en el apo­ yo que recibía EIA de la población nacionalista. Por consiguiente, ETA-PM no tenía otra alternativa que pervivir como organización y Entrevista con el dirigente de ETA-PM, Mark, Deia, TI dic. 1977. Egin, 29 y 30 dic. 1977. Egin, 1 nov. 1978. Ibíd. Entrevista con un portavoz de ETA-PM, «Somos el aparato coercitivo de la cla­ se obrera», en Wiejo Topo, n.° 42, marzo 1980.

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mantener la lucha armada. ETA-PM había criticado siempre lo que consideraba el carácter indiscriminado de la violencia de ETA-M, que constrastaba con sus propias operaciones, cuidadosamente seleccio­ nadas y planeadas. ETA-PM siguió resaltando la diferencia entre la índole de las acciones realizadas por ambos grupos, y no dedicando sus esfuerzos a esos constantes ataques a la policía que caracteriza­ ban a ETA-M. ETA-PM exhibió una habilidad considerable en la se­ lección de objetivos «legítimos». En junio de 1978 colocó una bom­ ba en un edificio oficial de Bilbao como protesta por las dilaciones que estaba sufriendo la entrega de competencias a la administración local vasca, y en septiembre logró liberar a uno de sus presos cuando se encontraba en el hospital Durante los debates en torno al anteproyecto de la Constitución, al que eran contrarios EIA y ETA-PM, los grupos de acción de ésta atacaron emisoras de radio y cines, obligando al personal a transmi­ tir un comunicado en que se denunciaba dicho anteproyecto ac­ ciones quizá innecesarias, dado que EIA hizo el mismo tipo de de­ claraciones legalmente, tanto en el Parlamento como fuera de él. La importancia que concedía ETA-PM a la corrección ideológica quedó de manifiesto incluso en la elección de personas a las que se invitaba a contribuir a su «impuesto revolucionario» que, según un comuni­ cado de prensa, se cobraba a aquellos financieros que exportaban ca­ pital fuera de Euskadi Las.actividades de ETA-PM en 1977 y 1978, aunque implicaron el uso de armas y explosivos, no produjeron muer­ tes, y tanto ésta como EIA condenaron las acciones, más espectacu­ lares y sangrientas, de ETA-M. Pese a que la diferencia entre los ac­ tos de ambas ramas de ETA era probablemente excesivamente sutil para ser comprendida por la mayoría de la gente, las diferencias eran auténticas. Cuando ETA-PM hizo explotar una bomba en las ofici­ nas del Ministerio de Educación en San Sebastián, el hecho se pre­ sentó como protesta contra la negativa del gobierno a redactar una constitución que devolviera la administración de su región a los vas­ cos Incluso cuando ETA-PM reinició la práctica de los secuestros, que tanto había denunciado anteriormente, lo justificaría en térmi­ nos «socialistas». Por ejemplo, cuando en noviembre de 1978 fue se­ cuestrado un funcionario del Ministerio de Educación, y más tarde liberado indemne, ETA-PM anunció que había realizado esta acción porque el gobierno no contribuía a la educación vasca Egin, Egin, Egin, 59 Egin, “ Egin,

13 junio 1978 y 28 sept. 1978. 17 junio 1978 y 12 nov. 1978. , ______ nov 1978. 27 nov. 13 nov. 1978. 29 nov. 1978.

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Aunque la justificación política de la colocación de bombas en lo­ cales de la administración no era clara, este tipo de acciones eran muy distintas de la escalada de ataques contra policías y oficiales del ejér­ cito que llevaba a cabo ETA-M. Después del referéndum sobre la Constitución, cuando ya prácticamente habían dejado de tener sen­ tido actos tales como obligar a una emisora de radio a leer comuni­ cados contrarios a la Constitución, ETA-PM resolvió parcialmente la cuestión encontrando sus nuevos objetivos en la intervención en conflictos laborales. A comienzos de diciembre de 1978, la organi­ zación secuestró e hirió al industrial José Elicegui, cuyos obreros es­ taban en huelga . Este tipo de acciones, en las que se unían las fi­ bras «socialista» y nacionalista de la ideología de la organización, y que fueron haciéndose más frecuentes en ETA-PM, tenían preceden­ tes en la historia de ETA, como habían sido los secuestros de Zabala y Ruarte en 1972 y 1973. No es de extrañar que semejante conducta fuera muy impopular entre el PNV y los empresarios, muchos de los cuales no tenían ninguna certeza de que su pertenencia al Pueblo Tra­ bajador Vasco les procurara protección frente a esta clase de atenta­ dos. A pesar de la renovada ofensiva de ETA-PM, sus relaciones con EIA siguieron siendo buenas a lo largo de 1979. EIA seguía procla­ mándose heredera de ETA mientras que ETA-PM criticaba las ac­ tividades de ETA-M. Los dirigentes de EIA no harían la menor crí­ tica a ETA-PM hasta el verano de 1979. Las relaciones entre un par­ tido político que operaba legalmente y una organización armada ile­ gal tenían por fuerza que ser complicadas, pues los contactos entre ambos grupos sólo podían darse en un nivel extraoficial. La amnistía que dejó en libertad a los presos de ETA-PM, benefició a EIA más que a ETA-PM. Algunos veteranos como Gohierri, que siguieron di­ rigiendo la lucha armada, se traladaron a Francia dado que las per­ sonas con antecedentes policiales no eran las más adecuadas para ope­ rar en el interior. Los nuevos militantes eran jóvenes llevados a la ac­ ción como consecuencia de la intensa lucha de mediados de los años setenta. Inevitablemente, eran personas que se impacientaban por las limitaciones que EIA intentaba imponerles. Cuando en 1976 los di­ rigentes de ETA-PM decidieron la creación de EIA, sabían que la ten­ dencia militarista inherente a todo el que participaba en la lucha ar­ mada les llevaría probablemente a aceptar mejor los consejos de los militantes «políticos» de ETA-PM, que los de un partido político. Anteriormente a la creación de EIA, los miembros «políticos» de Egin, 10 dic. 1978. “ El senador Bandrés en una concentración en Pamplona. Egin, 9 abril 1978. “ Entrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984.

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la organización gozaban de un prestigio considerable, pues corrían casi los mismos riesgos que los activistas «militares», aunque no par­ ticipaban personalmente en la lucha armada. Los miembros políticos proporcionaban fondos, buscaban «pisos francos» y transportaban a los miembros del ala militar en sus coches. Los afiliados a EIA no tenían este tipo de relación con los comandos militares de ETA-PM. En los planes que habían definido a ETA-PM y EIA, se había espe­ cificado, con objeto de evitar desviaciones militaristas, que ETA-PM conservaría su propio personal para cuestiones políticas, cuya pre­ sencia era evidente en los comunicados emitidos por la organización. Incluso cuando las acciones de ETA-PM empezaron a parecerse más a las de ETA-M, la primera seguiría justificando su actividad en tér­ minos «marxistas». Con el paso del tiempo, cuando el habitual ciclo de detenciones produjera la renovación de la dirección de ETA-PM, sus acciones empezaron a ser menos reflexivas y la nueva directiva se distanció de EIA. Pero en 1977 y 1978, el problema primordial de EIA no residía en sus relaciones con ETA-PM, sino con los restantes grupos abertzales. Aunque las disensiones en torno a la participación en las elec­ ciones de junio habían dividido a las fuerzas nacionalistas, no por ello cesaron los intentos por conseguir un cierto grado de unidad. El grupo principal encargado de promover la acción unificada de todos los grupos nacionalistas de izquierdas, KAS, seguía existiendo, pese a que la decisión unilateral de ETA-PM/EIA de presentarse a las elec­ ciones demostró que su funcionamiento no era el deseado. Sin em­ bargo, KAS no había sido nunca más que un cuerpo consultivo, pues carecía de una base nutrida ETA-M, aunque continuaría dando prioridad a la lucha armada, reconocía la necesidad de una organiza­ ción de masas que pudiera llevar adelante la lucha en aquellas áreas poco aptas para la acción militar EE no se consideraba el modelo de tal organización, puesto que no incluía a la mayoría de las fuerzas nacionalistas de izquierda, y sí al «español» MCE. La expectativa de unas próximas elecciones municipales que sustituyeran a la adminis­ tración local designada por el gobierno, facilitó la formación de una alianza capaz de desplazar a EE. La resistencia de los nacionalistas a participar en las elecciones municipales fue mucho menor que la que habían mostrado a presentar candidatos al parlamento español. Los resultados electorales obtenidos tanto por el PNV como por EE, pa­ recían indicar que se había producido una aceptación general de las elecciones parlamentarias, motivo por el cual una abstención soste­ nida no parecía una táctica inteligente. Telesforo Monzón tomó la iniArregi, Memorias..., passim. Ibíd., pp. 133-74.

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ciativa en el intento de’formar una coalición electoral, que más ade­ lante se convertiría en Herri Batasuna (Unidad Popular). La búsque­ da de unidad entre los nacionalistas no era una novedad en el caso de Monzón, pues dentro del PNV había sido un firme partidario de la unidad con ETA Su apadrinamiento de Anai-Artea, el centro para refugiados vascos de San Juan de Luz, y su ayuda a ETA-V en el momento de su formación, actuando como portavoz en el secues­ tro de Beihl, eran ejemplos de su constancia en procurar la unidad de todos los nacionalistas. Su expulsión del PNV en noviembre de 1977, le liberó de toda limitación organizativa y le convirtió en la fi­ gura óptima para la promoción de la unidad entre todos los nacio­ nalistas radicales Monzón había intentado, sin éxito, crear este tipo de alianza antes de las elecciones de junio. En noviembre de 1977, HASI, LAIA, ESB y ANV asistieron a una asamblea convocada por Monzón en Alsasua, Navarra, que re­ cibiría el nombre de Mesa de Alsasua Esta reunión, en la que se acordó la formación de una coalición electoral, tendría consecuencias de gran alcance para la vida política del País Vasco. Los partidos coa­ ligados eran extremadamente diversos y no parecían, a primera vista, compañeros afines. El núcleo del acuerdo aceptado por los partici­ pantes fue su rechazo de las instituciones preautonómicas creadas por el gobierno español como solución transitoria, hasta que pudiera ser elegido un parlamento autónomo. La perspectiva de las próximas elecciones municipales demostró la necesidad de alianzas, pero no produjo acuerdo sobre cuáles debían ser los aliados. EIA declaró que consideraba a KAS como el núcleo de una alianza de toda la izquier­ da mientras que ETA-M creía conveniente una agrupación más amplia que la de KAS, que abarcara grupos como ESB —que unía una política de corte social-demócrata a un nacionalismo radical— pero excluyera a grupos «españoles» del estilo del aliado de EIA, el MCE. Cuando en abril de 1978 la Mesa de Alsasua quedó convertida en Herri Batasuna ^°, EIA, aunque no llegaría a denunciar la alianza, consideró que el proyecto, según lo entendían Monzón y ETA-M, Un grupo de adeptos al PNV de Guipúzcoa elogiaron los esfuerzos de Monzón por lograr la unidad. Jelkide, carta abierta, 25 abril 1964, Documentos Y, vol. 3, pp. 117-20; O nzi, Historia..., pp. 360-61 y 376-78. En 1979 Monzón pasó a ser presiden­ te del comité de ayuda a los refugiados vascos. Véase Ayuda a los refugiados vascos. Documentos Y, vol. 9, pp. 66-67. Comentario de EIA, «El PNV expulsa a Telesforo Monzón», Bultzaka, no­ viembre 1977, era muy elogioso para Monzón. Egin, 26 nov. 1977. Egin, 8 enero 1978. Egin, 28 abril 1978.

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era peligrosamente excluyente. En enero de 1979, Mario Onaindía propuso el lema «unidad de la izquierda vasca», en lugar de «unidad de los abertzales de izquierda». La fórmula de Onaindía expresaba su deseo de coaligarse con toda la izquierda de Euskadi, de tal modo que la alianza que él proponía habría incluido a grupos «españoles» como la O RT y el MCE. Los integrantes de la Mesa de Alsasua fue­ ron objeto de críticas por no haber hablado sobre la necesidad de in­ tervenir en las instituciones preautonómicas, y, además, Onaindía se declaró preocupado ante los peligros de no atender a las aspiraciones de los obreros inmigrantes, que no se sentían identificados con la tra­ dición nacionalista La opinión de Onaindía de que Herri Batasuna era un cajón de sastre de tendencias incompatibles con poco fu­ turo, parecía justificada y, sin embargo, Herri Batasuna prosperó y llegó a ser algo más que la simple suma de sus partes. En efecto, al­ gunos de los partidos integrados en la alianza acabarían por salir y desaparecer sin que ello pareciera perjudicarla. Por incongruente que pudiera parecer dicha alianza, cuando se consideró en términos de una convergencia de fuerzas políticas, exhibió una dinámica que en 1980 la convertiría en el segundo grupo del parlamento vasco. La aparición de Telesforo Monzón como principal portavoz de Herri Batasuna sorprendió a algunos de sus antiguos compañeros, pero era coherente con sus convicciones de siempre. Desde que se in­ corporara al PNV a comienzos de los años treinta. Monzón había in­ sistido en que había que subordinar todo a la consecución de la in­ dependencia vasca. Por ello, y a pesar de pertenecer al ala conserva­ dora del PNV, había estado siempre dispuesto a entrar en alianza con todo el que contribuyera a lograr ese fin Cuando entró a formar parte de la dirección de Herri Batasuna, junto a «marxistas-leninistas» radicales, se proclamó con orgullo jelkide (partidario de Dios y ley vieja). Durante la Guerra Civil había sentido un profundo ma­ lestar ante los intentos del gobierno republicano por evitar que las fuerzas vascas firmaran una paz separada con Franco y a fines de los años cuarenta se había mostrado favorable a que el PNV llegara a un acuerdo con Don Juan, aspirante al trono de España, sin contar con las fuerzas republicanas. Cuando el PNV y el gobierno vasco en Egin, 8 enero 1978. Véanse los artículos de Monzón, «El reconocimiento de la soberanía nacional del pueblo vasco», Egin, 1 enero 1978, y «Argala, un abertzale de talla universal y un caballero revolucionario socialista», Egin, 31 diciembre 1978. Entrevista, «Más jelkide que nunca», en Punto y Hora, 23 nov. 1977. En «Qué horror», Egin, 26 oct. 1978, Monzón describía su reacción a los in­ tentos del gobierno republicano de evitar que el gobierno vasco llegara a algún enten­ dimiento con Franco.

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el exilio prefirieron mantener la alianza con la República, dimitió de aquel gobierno. Su contribución a la formación de Herri Batasuna ha­ bía sido el último paso en sus sostenidos esfuerzos por lograr la uni­ dad de todos los que él consideraba patriotas vascos. El principal organizador de Herri Batasuna fue el Secretario Ge­ neral de ESB, Iñaki Aldecoa Los dirigentes de ETA-PM, así como los de EIA, recelaban profundamente de ESB, por lo que considera­ ban sus turbios antecedentes La política de ESB era una mezcla de socialdemocracia moderada y resentimiento antiespañol. Era esen­ cialmente un intento de aumentar las posibilidades de convocatoria del nacionalismo vasco, mediante la obtención de los votos de aque­ llas personas a quienes no atraía el PNV y que podían, de otro modo, dar su voto al PSOE. Los resultados obtenidos por ESB en las elec­ ciones de 1977 fueron decepcionantes, pero no catastróficos (obtuvo un 5,5% de los votos emitidos en Guipúzcoa) por lo que en el pe­ ríodo inmediatamente posterior a las elecciones su actividad no fue en modo alguno desesperanzada. ESB sostenía que los votos que ha­ bía recibido, unidos a los de EE, representaban un mejor indicio de la base sociológica que apoyaba sus ideas que sus votos por separa­ do, pues apoyar a EE significaba votar por los héroes de ETA. El hecho de que algunos de estos líderes tuvieran ideas marxistas-leninistas era irrelevante, mientras que su alianza con el «español» MCE era absurda La actitud de los dirigentes de ESB hacia los inmi­ grantes era contradictoria. Decían tener afiliados entre los inmigran­ tes, pero no presentaba candidatos parlamentarios que no fueran vascoparlantes posición que contrastaba vivamente con la de EE, cuyo candidato más conocido en 1977 no hablaba euskera. El Secretario General de ESB, Iñaki Aldecoa, estaba convencido de que existía una base social suficiente para una amplia coalición na­ cionalista Aldecoa, siendo navarro, era muy consciente de la ne­ cesidad de que los nacionalistas vacos constituyeran un frente unido. En Navarra, donde los nacionalistas de todas las tendencias forma­ ban una minoría, ni ESB, ni EE habían presentado candidatos en las elecciones de 1977. Consideraciones de índole similar influyeron soEntrevista del autor con el antiguo miembro de ESB y candidato parlamentario Ildefonso Iriarte Ortemín, San Sebastián, 24 julio 1980. Para la opinión de un dirigente de EIA sobre ESB y sus predecesores, véase Ma­ rio Onaindía, La lucha de clases en Euskadi, 1939-1980 (San Sebastián, 1980), pp. 112-133, 137, 149. Diario Vasco, 17 junio 1977. Conversaciones del autor con activistas de ESB, julio 1977. ESB, un programa socialista para la autonomía de Euskadi (Bilbao, 1977), 107. Entrevista del autor con Iriarte Ortemín, San Sebastián, 24 julio 1980.

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bre otro partido político moderado, Acción Nacionalista Vasca (ANV), para inducirle a incorporarse a Herri Batasuna. ANV era un partido moribundo de izquierda nacionalista de los años treinta, re­ vivido en 1976 por un antiguo miembro de ETA, Valentín Solagaistu. Antes de las elecciones, los líderes de ANV habían creído que las personas mayores no iban a votar a los partidos nuevos y que las fuerzas agrupadas en torno a KAS desaparecerían, mientras que a ANV iba a beneficiarle su principal atractivo político; el apoyo de una serie de antiguos jefes del ejército vasco durante el Guerra Civil. Pero los hechos demostraron que los dirigentes de ANV se equivo­ caban. El componente más izquierdista de Herri Batasuna era LAIA, la organización formada por los miembros del Frente Obrero de ETA tras su escisión de ésta en 1974. Aunque su postura con respecto a la necesidad de crear un movimiento de masas no subordinado a un grupo armado era similar a la que había producido anteriores esci­ siones, como ETA-Berri y ETA-VI, LAIA, a diferencia de estas úl­ timas, había formado un partido revolucionario vasco en lugar de unirse a otros grupos exteriores al País Vasco LAIA se había ad­ herido a las ideas «asambleístas», comunes a la izquierda española de los años setenta, que abogaban por que las decisiones importantes se tomaran en asambleas de la totalidad de la fuerza obrera. LAIA se había dividido en cuanto a la posibilidad de apoyar a: LAB (Languile Abertzale Batzordea, Asamblea de Obreros Patriotas) o a LAK (Languile Abertzale Komiteak, Comités de Obreros Patriotas) basa­ do en principios asambleistas A consecuencia de estas divergen­ cias, también LAIA había sufrido una escisión en 1976. La facción LAIA, EZ (N O ) rechazaba los sindicatos ortodoxos, era anarquista y se desintegró pronto, uniéndose parte de sus miembros a una es­ cisión de los Bereziak para formar los Comandos Autónomos Anti­ capitalistas (CAA) un grupo que cobraría notoriedad por asesinar a un miembro de sus oponentes políticos. La fundación de EIA por parte de ETA-PM a fines de 1976 había colocado a LAIA en una especie de dilema, ya que mientras que la creación de EIA suponía un reconocimiento implícito de que el FrenEntrevista con un portavoz de ANV, Punto y Hora, 15 a 30 sept. 1976. «LAIA, el por qué de su creación», Sugarra, n.*^ 1, 1975. Entrevista del autor con el dirigente de LAIA, J. M. Larrazábal, San Sebastián, 10 marzo 1980; el primer congreso de LAIA en nov. de 1977, pidió el reforzamiento del movimiento asambleísta. Egin, 9 noviembre 1977; «Por el protagonismo obrero», entrevista con un portavoz de LAIA en Punto y Hora, 10-16 marzo 1977. Este por­ tavoz descartó cualquier posibilidad de alianza con fuerzas «burguesas» como el PNV, ANV o ESB. Entrevista con el dirigente de ETA-PM, Mark, Deia, 27 dic. 1977.

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te Obrero había tenido razón al formar un partido político en 1974, también ocupaba el «espacio político» de LAIA. La incorporación de LAIA a Herri Batasuna, aunque sorprendente, dada su historia y sus principios era comprensible si se consideraba su fracaso en establecer una fuerte presencia propia. En marzo de 1977, un portavoz de LAIA había expresado ideas políticas similares a las de EIA pero los lí­ deres de LAIA no estaban de acuerdo con la decisión de EIA de pre­ sentarse a las elecciones, en lugar de avenirse a la decisión colectiva de los grupos integrados en KAS. Como el pequeño partido que era, LAIA había considerado a KAS como un importante foro para sus ideas, y siempre había censurado la actitud un tanto ligera que creía ver en ETA-PM y EIA hacia aquel. LAIA deseaba que KAS se con­ virtiera en un auténtico foro y un cuerpo decisivo, y no solamente el lugar de reunión de las dos ramas rivales de ETA La lealtad de LAIA a KAS y, posteriormente, a Herri Batasuna la llevaría a des­ cribir un círculo completo, llegando a formar parte de un grupo de apoyo a ETA-M, pese a haberse originado, en 1974, como repulsa a la dominación de una organización armada. En un principio, Herri Batasuna había sido simplemente una alianza electoral, creada para participar en las elecciones municipales, que no se celebrarían hasta abril de 1979. La izquierda nacionalista tenía necesidad de entrar en algún tipo de coalición electoral si no quería ser aplastada por el PNV y el PSOE. Sin embargo, al poco tiempo de su formación se hizo evi­ dente que Herri Batasuna, lejos de ser una mera alianza electoral, se había convertido tanto en un movimiento social como en el brazo po­ lítico de ETA-M. ESB y LAIA comprendieron que la creación de He­ rri Batasuna había destruido la base que sustentaba su propia exis­ tencia independiente. Herri Batasuna estaba dominado por ETA-M, aunque esta organización no fuera más que simpatizante, y no estu­ viera incorporada como miembro. En particular, LAIA consideraba la total ausencia de todo debate político dentro de Herri Batasuna es­ pecialmente desalentadora. Los debates carecían de sentido, puesto que la trayectoria política era decidida por el compañero ausente, ETA-M «o. En cuanto a los restantes partidos políticos de la coalición, ANV apenas si existía, mientras que HASI actuaba como simple portavoz de ETA-M y no desarrollaba ninguna de las actividades normalmen­ te asociadas a un partido político. En teoría, la formación de Herri Batasuna proporcionaba al nacionalismo radical una compleja red de Entrevista con un portavoz de LAIA, Punto y Hora, 10-16 marzo 1977. Entrevista del autor con el dirigente de LAIA, J. M. Larrazábal, San Sebastián, 8 marzo 1980. Ibíd.

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organizaciones, en las que se había instituido la división del trabajo y que formaban alianzas a diversos niveles. HASI suministró a ETA-M un partido político simpatizante que debía cumplir la misma función que E l A con respecto a ETA-PM. El siguiente nivel de alian­ zas era el que ofrecía KAS, que reunía a los grupos que aceptaban la ideología de ETA. Herri Batasuna era, en teoría, una alianza amplia cuyos miembros no tenían por qué ser partidarios incondicionales de ETA-M. LAB, el sindicato nacionalista creado por LAIA y ETA-V, tenía una relación difícil con el entramado radical nacionalista, pues muchos de sus miembros apoyaban la línea de EIA y ETA-PM. El sistema de alianzas era muy flexible, cabiendo en él cuerpos como las organizaciones de vecinos, una organización juvenil y las gestoras for­ madas para luchar por la liberación de los presos de ETA. El carác­ ter amplio de la organización y la falta de las estructuras burocráticas típicas de los partidos políticos, debían proporcionar, en teoría, un modelo de funcionamiento democrático Los detractores de Herri Batasuna sostenían que la estructura or­ ganizativa, teóricamente compleja, no era más que una fachada, y que la verdadera estructura de Herri Batasuna estaba constituida por una serie de personalidades que emitían declaraciones o convocaban ma­ nifestaciones obedeciendo los deseos de ETA-M Desde luego, la división del trabajo entre los diversos componentes de la alianza ra­ dical nacionalista en principio no estaba clara, y en la práctica era ine­ xistente. Por ejemplo, las manifestaciones podían ser convocadas por Herri Batasuna, KAS, HASI o las gestoras pro amnistía, bien por se­ parado o en conjunto. Sin embargo, incluso si la estructura organi­ zativa que describían los adeptos a ETA-M era imaginaria, o fraudu­ lenta, Herri Batasuna consiguió, a partir de 1978, convocar manifes­ taciones que fueron mucho más nutridas que las de la izquierda «es­ pañola» y las de EIA/EE. La constitución de Herri Batasuna, al in­ cluir partidos chauvinistas y reformistas, como ESB, y excluir a la iz­ quierda revolucionaria «española», era considerada por ETA-PM y EIA como un obstáculo para su antigua aspiración de unir las luchas nacional y social. La empresa que se había impuesto ETA-PM/EIA de superar la tradicional división de la sociedad vasca entre un mo­ vimiento nacionalista que era reaccionario en cuestiones sociales y económicas, y un movimiento socialista que era ciego a la realidad de la opresión nacional, hacía que sintiera especial hostilidad hacia Véase Apéndice 3. Entrevistas del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980; Enrique Ca­ sas, San Sebastián, 31 marzo 1980; J. M. Larrazábal, San Sebastián, 8 marzo 1980; y Angel García (dirigente del PSOE), San Sebastián, 30 marzo 1980.

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ESB, formado precisamente para dar al nacionalismo una imagen más moderna que le ayudara a resistir la amenaza «española». El rechazo manifestado por EIA hacia Herri Batasuna formaba parte de un gradual alejamiento del nacionalismo radical, que pronto produciría disensiones entre sus propias filas. Mario Onaindía, de­ signado Secretario General de El A en septiembre de 1977, compren­ dió que en el futuro próximo era improbable una revolución que es­ tableciera una Euskadi independiente y socialista. El y sus correli­ gionarios, Múgica Arregui, Uriarte y Erreka, pensaban que era po­ sible conseguir un estatuto de autonomía relativamente bueno y cons­ truir un partido socialista vasco Esta posibilidad, que indujo a EIA a aceptar la necesidad de operar dentro del CGV, no fue más que la primera de las decisiones post-electorales que aumentaron la distan­ cia entre EIA y las restantes tendencias nacionalistas radicales. A pe­ sar de que el CGV no contaba con verdadera fuerza, los portavoces de EIA siguieron insistiendo en que todo revolucionario tenía una im­ portante labor que realizar en él. Los partidarios de ETA-M, por el contrario, creían que la función primordial de la CGV era legitimar la exclusión de Navarra de Euskadi. Los dirigentes de EIA, aunque seguían comprometidos con la creación de una comunidad vasca que incluyera a Navarra, pensaban que hasta conseguirlo era necesario trabajar en el seno del CGV, aunque sólo abarcara a tres de las cua­ tro provincias vascas En enero de 1978, EIA tomó otra medida que iba a indignar a la mayoría de los nacionalistas radicales cuando decidió modificar sus estatutos con el fin de obtener reconocimiento legal. EIA había operado con relativa libertad, pero la legalidad ofre­ cía ventajas evidentes La buena disposición de EIA a alterar sus estatutos, contrastaba con la negativa de LAIA y HASI a hacer lo propio, y suscitó las crí­ ticas de estos partidos como había ocurrido ante la actitud de EIA hacia la Mesa de Alsasua, aunque estaba claro que la orientación po­ lítica de EIA estaba desviándose cada vez más de la de los restantes componentes de la alianza. Las reticencias de ETA-PM en relación a la colaboración política con las fuerzas que apoyaban a ETA-M te­ nían su origen en la decepción que les había producido KAS desde su creación en 1975. La decisión de ETA-PM/EIA de formar la coa­ lición EE con el M CE era, en parte, el resultado de su desilusión con KAS. Hacia la primavera de 1978, los portavoces de EIA estaban deEntrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980. Deia, 15 nov. 1977. EIA justificó su decisión como una acción realista y criticó a los partidos que se centraban solamente en la desestabilización del sistema. Egin, 20 enero 1978. Ibíd.

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clarando que KAS era una reliquia del pasado ” , mientras seguían proclamando su deseo de formar parte de una alianza electoral de iz­ quierda nacionalista. Con todo, aún quedaban puntos de coinciden­ cia entre EIA y los restantes partidos abertzales. Por ejemplo, todos estaban unidos en su oposición a los elementos centralistas del ante­ proyecto de la Constitución, que se debatió en las Cortes a lo largo de 1978. Los representantes parlamentarios de LIA, Letamendía y Bandrés, propusieron unas enmiendas que habrían permitido la in­ dependencia vasca Sin embargo, el compromiso de LIA con una Euskadi independiente no evitó las divergencias entre las fuerzas agrupadas en torno a ETA-PM /EIA por una parte, y ETA-M/Herri Batasuna por otra. Este progresivo antagonismo tenía su origen en las diferencias surgidas en torno a la cuestión de si las elecciones de 1977 habían representado un cambio fundamental en España o en el País Vasco. Los dirigentes de ETA-M y Herri Batasuna pensaban que las elecciones no habían acabado con la dictadura, ni abolido el sis­ tema político instaurado por Franco. Esta idea era absurda en opi­ nión de la izquierda española, mientras que las posiciones de EIA y ETA-PM eran ambiguas. La conducta de EIA fue cada vez más con­ tradictoria, pues participaba en el parlamento español y en el CGV, mientras que, simultáneamente, seguía prestando apoyo político a ETA-PM. Las diferencias entre EIA y Herri Batasuna reflejaban di­ vergencias en toda la comunidad nacionalista. En realidad, la idea de que nada había cambiado se basaba en gran medida en el comporta­ miento de la policía, cuyos ataques a simpatizantes nacionalistas, y al público en general, continuaban como en los últimos años de la dic­ tadura. Uno de estos ataques se produjo en mayo de 1978 cuando cien­ tos de hombres armados vestidos de paisano, causaron desórdenes en el centro de Pamplona, asaltando oficinas de partidos de izquierda y nacionalistas y atacando a los viandantes, como respuesta a las muertes de dos guardias civiles a manos de ETA-M. Otro incidente aún más grave ocurrió en julio, en esta misma ciudad, durante las fies­ tas de San Fermín, el momento del año más esperado en Pamplona, cuando, al término de una corrida de toros, un grupo de manifestan­ tes aprovecharon la oportunidad para desfilar con pancartas exigien­ do amnistía. La policía abrió fuego matando a Germán Rodríguez, miembro de la LC R -LK I (sucesora de ETA-VI). A continuación, la policía persiguió a los manifestantes más allá de la plaza de toros dis­ parando indiscriminadamente, hiriendo a muchas personas y ocasioDeclaraciones del dirigente de EIA Serrano Izco, Egin, 7 abril 1978. Deia, 15 junio 1978; Egin, 13 mayo y 5 oct. 1978. £g¿«, 11 mayo 1978.

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nando la interrupción de las fiestas Habitualmente, este tipo de in­ cidentes producía manifestaciones de protesta, fuerte represión poli­ cial y algunas veces el asesinato de un policía por ETA-M como re­ presalia, una dinámica que parecía ilustrar la teoría de acción/represión/acción. Con frecuencia, se producían también huelgas para pro­ testar por la violencia policial, pero éstas no llegaban a tener las di­ mensiones de las llevadas a cabo en los últimos años de la dictadura, indicio de la progresiva hostilidad de los partidos de izquierda hacia las acciones de ETA-M. Eln ejemplo particularmente grotesco de la actuación policial ocu­ rrió en julio de 1978 en el pueblo de Rentería, cerca de San Sebas­ tián, donde la policía disparó balas de goma contra los balcones de algunas casas, y destrozó y robó en locales comerciales. En los pe­ riódicos se vieron fotografías de policías comiendo pasteles cogidos de una panadería, creando un malestar generalizado Este tipo de incidentes garantizó el éxito de la campaña Q«e se vayan, lanzada por EIA contra la policía, entre amplios sectores de la población. Además de la violencia policial, la comunidad nacionalista fue vícti­ ma de ataques por parte de grupos armados de ultraderecha contra personas sospechosas de ser simpatizantes de cualquiera de las dos ra­ mas de ETA. Entre los actos de ultraderechistas se contó el asesinato de un taxista en Guipúzcoa en octubre de 1977 y un ataque a Etxabe, antiguo líder del Frente Militar de ETA-V, en San Juan de Luz, en julio de 1978, en el que éste fue herido y su mujer muerta Pa­ radójicamente, la violencia policial se tenía por más peligrosa ahora de lo que había sido bajo Franco, pues entonces, como generalmente las manifestaciones estaban prohibidas, eran menores las probabili­ dades de que se produjeran choques como los que fueron habituales en 1977 y 1978. Los partidos de izquierda, y el PNV, criticaban al gobierno por no imponer disciplina y no destituir a los más conoci­ dos oficiales de ultraderecha, y proponían que se entregara el control de la policía del País Vasco al CGV '°°. Tanto el PSOE como el PCE creían que la violencia de ambos lados era un lastre de la época fran­ quista. Si ETA cesara en sus ataques a la policía y se llevara a cabo una purga de oficiales de extrema derecha, unida a la imposición de disciplina por parte del gobierno, se rompería, según ellos, la espiral de violencia y represalias. '’ *• Egin, 9 julio 1978. Egin, 13 julio 1978. Diario Vasco, 13 julio 1978. Egin, 8 octubre 1977. Egin, 3 julio 1978. Para las posturas del PNV, el PSOE y EIA ante la policía, véase «Guardia Ci­ vil; “Obedeceríamos al Consejo General Vasco”», Cambio 16, 30 julio 1978.

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Para los partidarios de ETA-M esta no era más que una perspec­ tiva superficial, que se centraba en algunos policías en lugar de resal­ tar su función como ejército de ocupación. Irritaba particularmente a ETA-M la actitud cada vez más crítica que estaban adoptando con­ tra ella el PNV, el PSOE y el PCE. La idea de que hubiera dos eta­ pas históricas en la acción de ETA, una bajo el franquismo que era justificable y otra posterior que no lo era, pecaba de hipócrita a ojos de los adeptos a ETA-M. Los partidos que ahora tanto celebraban la limitadísima democracia, decían, podían hacerlo gracias a la lucha de ETA, que seguía siendo tan necesaria y tan válida con Suárez como había sido con Franco Los dirigentes del PSOE consideraban que la recién nacida democracia española se enfrentaba al serio problema de contar con.unas fuerzas policiales que sentían una enconada des­ confianza hacia la democracia, pero creían que ETA-M y los policías de la ultraderecha se complementaban mutuamente en la creación de la espiral de violencia, que ponía en peligro aquella democracia que ambos detestaban El PCE compartía la creciente hostilidad del PSOE hacia ambas ramas de ETA; así pues, la división entre nacio­ nalistas e izquierda empezó a parecerse a la situación existente antes de la guerra civil. La enemistad de la izquierda «española» no sor­ prendía a ETA-M, que siempre la había considerado como imperialis­ ta social. Puesto que la izquierda «española» tenía poca fuerza en las zonas donde ETA-M gozaba de mayor apoyo, sus comentarios po­ dían ser ignorados. Las críticas que dirigía el PNV contra ambas ra­ mas de ETA representaban un problema mucho más grave, aunque se expresaban en términos mucho más cautos. Las acciones de ambas ramas de ETA contaban con el apoyo de gran número de personas, pero ninguna de las dos podía igualar la posición del PNV. Aunque los resultados de las elecciones de 1977 habían dado, por primera vez, más votos al PSOE que al PNV en el País Vasco , el éxito logrado por éste en establecerse como prime­ ra fuerza política iba a sorprender tanto a la izquierda revolucionaria como a la moderada. A principios de los años cincuenta, los funda­ dores de Ekin habían considerado que el PNV era una fuerza agota­ da, y ello parecía ser incluso más cierto en el período inmediatamen­ te anterior a junio de 1977. Y sin embargo el PNV recibió muchos Véase un discurso de Miguel Castells en conmemoración del quinto aniversa­ rio de la muerte de Txikia, dirigente de ETA-V, Egin, 20 abril 1978. Entrevistas del autor con los dirigentes del PSOE de Euskadi; Enrique Casas, San Sebastián, 31 marzo 1980; Luis Arbella, San Sebastián, 1 abril 1980; y Angel Gar­ cía, San Sebastián, 30 marzo 1980. En caso de incluir a Navarra. El PNV obtuvo más votos en las tres restantes provincias.

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más votos que ninguna de las restantes fuerzas nacionalistas que as­ piraban a sustituirle. El partido se benefició del prestigio de líderes históricos como Leizaola y Ajuriaguerra, que habían tomado parte en la guerra civil y habían mantenido el gobierno vasco en el exilio, aunque la dirección efectiva hubiera pasado a manos de hombres más jóvenes como Javier Arzallus y Carlos Garaicoechea, en marzo de 1977, durante el congreso del partido celebrado legalmente en Pam­ plona. Aunque estos hombres casi no habían tomado parte en la re­ sistencia antifranquistra, demostraron ser políticos capacitados Gran parte del éxito del PNV se debía al estímulo prestado a las ac­ tividades sociales y culturales. A lo largo de 1977 y 1978, el PNV estableció batzokis (sedes del partido) en pueblos y aldeas de toda Euskadi. Los batzokis variaban en dimensiones e importancia según la localidad donde estuvieran. Algunos eran poco más que un bar, otros, sedes administrativas del PNV de la localidad, con una extensa red de actividades culturales, musicales, folklóricas y de danza Los esfuerzos del PSOE por renovar sus propias Casas del Pueblo fueron mucho menos afortunados. El PNV ejercía también una gran influencia en toda una serie de organizaciones, que iban desde sociedades gastronómicas y cajas de ahorro, hasta las cámaras de comercio Pronto se hizo evidente que el partido disfrutaba de una posición crucial como árbitro en la lucha entablada entre el nacionalismo radical y el gobierno central. Los dirigentes del PNV tenían sus esperanzas puestas en el logro de un estatuto de autonomía que fuera al menos tan generoso como el otorgado en 1936. Ahora bien, el gobierno comprendía que al hacer concesiones al nacionalismo radical podía provocar un golpe militar, y ello afectó al alcance del estatuto. La violencia de ETA-M y, pos­ teriormente, de ETA-PM, era el factor decisivo que podía desatar la fuerte reacción de aquellos elementos del ejército que sospechaban que el estatuto de autonomía no sería más que un primer paso en la secesión de Euskadi del resto de España. La mayoría de los dirigen­ tes del PNV no tenían intención de exigir la constitución de una EusArzallus, ex-jesuita que había pasado algunos años en Alemania, pasó a ser el jefe del PNV en las Cortes. Carlos Caraicoechea, empresario navarro, se incorporó al PNV a comienzo de los años setenta. La inauguración oficial de un Batzoki generalmente comprendía una ceremo­ nia religiosa y con frecuencia un discurso político. Por ejemplo, en la inauguración del Batzoki de Caldácano, un miembro del ejecutivo de Vizcaya pidió la restauración de los Conciertos Económicos, Deia, 9 nov. 1977. El PNV tenía también más afiliados que ningún otro partido. En octubre de 1978 decía tener más de 40.000 miembros en Vizcaya, 25.000 en Guipúzcoa, 10.000 en Alava y 8.000 en Navarra. Carta al autor de la oficina de prensa del PNV 29 nov 1978.

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kadi totalmente independiente, y comprendían con claridad los abru­ madores obstáculos que ello representaba. N o obstante, respondien­ do a las presiones de su propia base, los líderes del PNV pidieron en alguna ocasión la independencia de Euskadi La dirección de este partido también sabía que ambas ramas de ETA contaban con un gran apoyo entre la población vasca. La conciencia de estos hechos les hacía reacios a condenar con excesiva dureza los actos de los dos grupos de ETA, o a mostrarse dispuestos a aceptar la Constitución que se debatió en las Cortes a lo largo de 1978 Las cautelas del PNV, unidas al ocasional empleo de una retórica nacionalista, hacían pensar a las fuerzas políticas «españolas» que el partido llevaba a cabo un doble juego, presentando una apariencia pública de partido mo­ derado y conservador, deseoso de desempeñar un papel en la cons­ trucción de la España democrática, mientras que actuaba simultánea­ mente como tapadera respetable del terrorismo de ETA. Las críticas de los partidos «españoles» al PNV se agudizaron cuando, a finales de 1978, las Cortes se encontraban próximas a acor­ dar una Constitución que otorgaría un considerable grado de auto­ nomía a los vascos. Las reticencias de los dirigentes del PNV a san­ cionar la Constitución contrastaban fuertemente con la actitud de los partidos de izquierda, que ahora aceptaban incluso la monarquía, pese a su tradición republicana. Las objeciones del PNV a la Constitución parecían estribar, desde el punto de vista de los partidos «españoles», en criterios arcaicos e irrelevantes Por ejemplo, el PNV pedía la restauración tanto de los derechos forales abolidos en 1876, como de los Conciertos Económicos que habían sustituido a aquéllos y ha­ bían estado vigentes hasta la victoria franquista La restauración de la fórmula del pacto entre el pueblo vasco y la Corona que pedían los portavoces del PNV era, como vía hacia la autonomía y en opi­ nión de los políticos «españoles», un método absurdo para acometer En una reunión del PNV en Lequeitio, Arzallus declaró que este partido se­ guía aspirando a la independencia, Egin, 3 mayo 1978. La postura del PNV ante la Constitución se resumió en El Partido Naciona­ lista Vasco ante la Constitución (Zarauz, 1978), en particular pp. 97-129, «Informe del Euskadi Buru Batzar». El dirigente de U G T , Jaime San Sebastián, acusó al PNV de no saber aceptar sus responsabilidades, y afirmó que el voto a favor de la Constitución valía tanto como mil manifestaciones por la paz. Deia, 13 dic. 1978. Un editorial de Deia, 10 sept. 1977: «Cuestiones vascas ~ polémicas a tres», sostenía que los Fueros eran la solución al problema de la autonomía y que los prin­ cipios de Sabino Arana eran compatibles con que Euskadi quedara como parte de una España federal. Con ocasión de la apertura de un Batzoki en Galdácano, Andoni Ollabarri exigió la restauración de los Conciertos. Deia, 9 nov. 1977.

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un problema moderno Los representantes del PNV en las Cortes votaron a favor de una enmienda constitucional presentada por el di­ putado de EE, Letamendía, que concedería a las regiones autónomas el derecho a federarse mientras que el PSOE votó en contra. Los dirigentes del PNV llevaron la campaña en pro de la restauración de los Conciertos Económicos fuera del parlamento, organizando una masiva manifestación en Bilbao, en junio de 1978, que fue apoyada por otros grupos nacionalistas pero no por el PSOE ni por el PCE La unidad de las fuerzas antifranquistas se estaba resquebrajando, con los partidos de izquierda más dispuestos a transigir con UCD, par­ ticularmente en la cuestión de la autonomía regional. El compromiso del PNV con los conciertos económicos se reflejaba en su prensa, que publicó numerosos artículos sobre esta cuestión La convicción de la directiva del PNV de que ahora tendría que enfrentarse a todos los partidos «españoles», quedó de manifiesto a fines de septiembre de 1978, en las manifestaciones convocadas si­ multáneamente en Bilbao, San Sebastián y Vitoria en pro de la res­ tauración de los Fueros. En los carteles que portaban se subrayaba la prosperidad del País Vasco y se sostenía que el bienestar vasco es­ taba subvencionando al resto de España Al disolverse la frágil unidad de las fuerzas antifranquistas, el PNV pasó a considerar al PSOE —que en términos generales coincidía con U CD en cuanto a los límites aceptables de la autonomía vasca— como su principal ene­ migo Lo que más irritaba a los líderes del PNV eran las preten­ siones del PSOE de ser el partido mayoritario de Euskadi. El hecho de que el PSOE hubiera obtenido más votos que el PNV era, desde la perspectiva nacionalista, insignificante, dado el numeroso compo­ nente de inmigrantes entre los votantes de aquel. Puesto que la or­ ganización de base popular del PNV era incomparablemente más fuerte que la del PSOE, la dirección del primero confiaba en que, al José Luis de Orella, «El mejor del reino, el pueblo», Deia, 10 octubre 1978. El dirigente del PSOE, Txiki Benegas, atacó la propuesta del PNV de pacto con la Corona en un comunicado de prensa, afirmando que la Constitución que se estaba ela­ borando permitiría un auténtico autogobierno. Deia, 25 junio 1978. Deia, 15 junio 1978. Deia, 11 junio 1978. «Conciertos y Fueros» por el senador Federico de Zabala, Deia, 9 noviembre 1977. Artículo de J. L. de Orella en Deia, 21 junio 1978. Joseba Elósegui, «La am­ nistía ignorada - Los conciertos económicos», Deia, 1 junio 1978. Deia, 1 oct. 1978. Entre los carteles figuraba; «Madrid, los millones son de aquí». «El cinismo del consenso», por Manuel Antonio Rico, Deia, 1 oct. 1978; Elias Ruiz Cabrera, «El caballo de Troya PSOEista», Deia, 2 oct. 1978; Carlos Garaicoechea, «U C D y PSOE no entienden la personalidad nacional vasca», Deia, 7 oct. 1978.

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celebrarse las elecciones municipales, el PSOE se hallara en desven­ taja, pues el acceso a los medios televisivos no podía compensar su falta de candidatos adecuados y de organizaciones locales. La directiva del PNV tuvo que reconocer que sus propuestas de enmiendas a la constitución, cuyo objeto era dejar margen para una Euskadi semi-independiente, no podían prosperar frente a la oposi­ ción de prácticamente todas las demás fuerzas parlamentarias. Pero el PNV no podía abandonar oficialmente el objetivo histórico de lo­ grar la independencia sin granjearse el antagonismo de sus propios miembros. El carácter aparentemente arcaico de las aspiraciones del PNV, era, en realidad, el medio de presentar la aceptación de auto­ nomía dentro del Estado español como una restauración de antiguos derechos, satisfaciendo con ello a los elementos más radicales del par­ tido. La dirección del PNV respondió a las desavenencias internas convocando un congreso especial para decidir si el partido debía o no votar a favor de la Constitución El decisivo papel desempe­ ñado por el PNV se puso de relieve en el hecho de que los debates parlamentarios se complementaran con negociaciones directas entre aquel y el gobierno. Al agravarse progresivamente las relaciones en­ tre el PNV y el PSOE en el otoño de 1978, Deia publicó artículos contra el PSOE casi a diario Lo que más indignaba a los líderes nacionalistas eran las alegaciones del PSOE, en el sentido de que la falta de entusiasmo del PNV por la nueva Constitución le convertía en enemigo de la democracia El congreso especial del PNV, celebrado el 29 de octubre, dio li­ bertad a los representantes parlamentarios para que decidieran su voto a la Constitución El voto contrario sería interpretado por los par­ tidos «españoles» como indicio de que el PNV no estaba dispuesto a integrarse en la vida política de la nueva España democrática. Por otra parte, el voto a favor sería considerado por muchos miembros del partido como un abandono de las aspiraciones históricas del par­ tido. Ahora bien, los dirigentes del PNV tenían una sólida posición negociadora. El gobierno Suárez necesitaba su aprobación, o al me­ nos su neutralidad benevolente, si quería que fueran aceptadas la Constitución y, con el tiempo, las medidas autonómicas, por una ma­ yoría de la población vasca. La dureza de las posturas negociadoras Deia, 5 oct. 1978. Deia, 1, 2, 5 y 7 oct. 1978. 119 Kepa Bordegarai, un destacado miembro del PNV, escribió una respuesta in­ dignada al diputado parlamentario del PSOE, Peces Barba, que había manifestado que el voto contrario del PNV a la Constitución ponía en peligro la democracia española. Deia, 5 oct. 1978. Egin, 30 oct. 1978.

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del PNV influiría sobre el alcance de la autonomía que finalmente se concedió. Los actos de ETA-M tuvieron un efecto más cuestionable enfurecían al ejército, reduciendo con ello las posibi­ lidades del gobierno de hacer concesiones a las aspiraciones vascas. Por otra parte, demostraban los peligros de intentar imponer una so­ lución inaceptable para las principales tendencias del nacionalismo vasco. En este sentido, las acciones de ambas alas de ETA y las del PNV podían considerarse complementarias, lo cual no significaba que el PNV aprobara la conducta de ETA. Por el contrario, el PNV sostenía que los métodos policiales empleados por el Ministerio del In­ terior actuaban en beneficio de ETA-PM Las diferencias entre los partidos mayoritarios aumentaron al aproximarse las últimas etapas del debate sobre la Constitución. Car­ los Garaicoechea, presidente del PNV, anunció, en una conferencia de prensa ofrecida en Madrid a comienzos de octubre, que le sería muy difícil a su partido votar por la Constitución en los términos en que se hallaba, no habiéndose incorporado las enmiendas propuestas por el PNV, en las que reclamaban los derechos tradicionales de los vascos - Lo que había provocado la indignación de Garaicoechea había sido la acción emprendida por UGD para introducir cláusulas adicionales en la Constitución, que reforzaban su contenido centra­ lista. El PSOE se abstuvo en las enmiendas ucedistas, lo cual equivaha, a juicio del PNV, a apoyar las propuestas gubernamentales y hacia teiner a los dirigentes de este partido que cabía la posibilidad ^ el PSOE alcanzaran un acuerdo que fuera inaceptable para el i NV. Hubo insinuaciones de que el PSOE quería disolver el gobierno vasco en el exilio cuestión inadmisible para el PNV que sabia que mientras perviviera el gobierno en el exilio se podía soste­ ner plausiblemente que el gobierno Suárez y sus representantes loca­ les no eran legítimos. A mediados de 1978, la prensa del PNV acen­ tuó sus muestras de apoyo al gobierno en el exilio y a su presidente, Leizaola, que seguían en París, y atacó el carácter no vasco de los par­ tidos «españoles». Ello no podía negarse en el caso de UGD, cuya base local era tan escasa que no se había presentado a las elecciones de 1977 en Guipúzcoa. Por su parte, el PSOE estaba convencido de que dichos ataques ilustraban el tradicional chauvinismo del PNV Javier Arzallus, «Mirando atrás sin ira», Deia, 8 oct. 1978. Egin, 10 oct. 1978. Benegas afirmó que tras la celebración del referéndum sobre la Constitución, el PSOE intentaría negociar la disolución del gobierno vasco en el exilio. Deia, 22 oct. 1978. Entrevistas del autor con el veterano dirigente del PSOE, Luis Arbella, San Se­ bastián, 1 abril 1980, y Enrique Casas, secretario del PSOE en Guipúzcoa,’ San Se­ bastián, 31 marzo 1980.

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Sus propios votantes eran, en su opinión, tan vascos como los nació nalistas. La insistencia de la dirección del PNV en el carácter «espa­ ñol» de sus rivales, significaba por fuerza resaltar su propio carácter étnico. Los líderes del PNV repetían constantemente que era impo­ sible que los políticos de Madrid pudieran entender la realidad vasca. Arzallus, en un artículo en Deia, sugería que la institución vasca de la cuadrilla podía servir como medio para salvar el euskera, puesto que la presencia de un solo hispano-parlante en cualquier grupo de personas forzaba a los miembros bilingües a hablar castellano, mien­ tras que el círculo más cerrado de la cuadrilla podía crear un ambien­ te en el que sólo se hablara el euskera El énfasis depositado por el PNV en los derechos históricos, en lugar de reivindicaciones más modernas, confundía y molestaba a los partidos «españoles», pero era una respuesta astuta a una situación difícil. La exigencia aparentemente arcaica de que se restituyeran los Fueros era un modo inteligente de lograr un trato ventajoso con el gobierno central, sin dejar de mostrarse sensible a las dudas de los propios votantes del PNV. Las tácticas de este partido en relación a los problemas que creaba la violencia de ETA-M se fundaban en la conciencia de que muchos de sus miembros se sentían emocionalmente identificados con ETA, a la que consideraban como un grupo de jóvenes heroicos, continuadores de la lucha contra la opresión es­ pañola, más que como una tendencia política hostil. Aunque la am­ nistía de 1977 y las elecciones de junio habían convencido a los prin­ cipales partidos «españoles» de que la lucha armada había perdido la posible validez que una vez tuviera, no era esta la opinión de todos los miembros del PNV, muchos de los cuales deseaban una amnistía total que incluyera el regreso de los militantes de ETA en el exilio, como paso hacia la consecución de una Euskadi independiente. Al­ gunos miembros prominentes del PNV seguían apoyando a las ges­ toras pro amnistía, que hacían campaña en favor de los presos tras la fecha límite de la amnistía de 1977. Con todo, el PNV no podía dejar de inquietarse ante los efectos que producían los asesinatos y robos de ETA-M, que en 1978 alcan­ zaron un nivel más alto que nunca. La actitud del PNV hacia ETA, vista desde Madrid, podía parecer hipócrita, pero la perspectiva de Madrid no tomaba en consideración el complejo dilema ante el cual se encontraba el partido. Los robos a bancos y el cobro del «impues­ to revolucionario» no eran bien acogidos en el partido, que compren­ día que ETA podía dirigir sus ataques contra sus propias filas. Angel Berazadi, secuestrado y asesinado por ETA-PM en el verano de 1976, Deia, 8 oct. 1978.

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había sido simpatizante del PNV, mientras que Carlos Garaicoechea, presidente del partido, había tenido negocios y contactos profesiona­ les con Ruarte, secuestrado por ETA-V en 1973. El PNV publicaba regularmente declaraciones condenando los asesinatos de ETA y podía sostener que era más firmemente opuesto a la violencia que el propio gobierno, pues también condenaba los asesinatos de los gru­ pos de ultraderecha, como el Batallón Vasco-Español, vinculado, en opinión general, a las fuerzas de seguridad. No obstante, había algo de verdad en la afirmación de que la di­ rección del PNV era más tolerante con las acciones de ETA que con­ sistente en su compromiso con la democracia y la pacificación. ETA había tenido su origen en el PNV y se había visto fortalecida por el posterior reclutamientos de las juventudes del PNV y de personas de familias pertenecientes a este partido. ETA formaba parte de la co­ munidad nacionalista y sus miembros ligados a los adeptos del PNV por lazos de consanguinidad y amistad. Aunque determinados actos de ETA podían provocar antagonismo, no se veía como una fuerza hostil a la comunidad vasca, como ocurría con los partidos «españo­ les». Incluso el «marxismo» de ETA podía perdonarse mientras no les llevara a renunciar al nacionalismo. Por el contrario, el PNV sí consideraba enemigos a los grupos «españoles» marxistas Pese a todo, preocupaba al PNV la escalada de la campaña de ETA-M, que ponía en peligro las perspectivas de alcanzar la autonomía vasca. El partido decidió hacer una dura demostración pública de su condena a los métodos de ambas ramas de ETA, convocando una masiva ma­ nifestación en Bilbao contra la violencia política, el 28 de octubre de 1978 '2*. De modo característico, el PNV, rechazando la sugerencia del PSOE de que convocara la manifestación el Consejo General Vas­ co, lo hizo a título propio, con el fin de subrayar su posición hegemónica, y evitar las posibles acusaciones por parte de adeptos a ETA-M y Herri Batasuna de que estaba quebrantando la unidad de la comunidad nacionalista frente al enemigo «español». Aunque se permitió a algunas fuerzas políticas que apoyaran la manifestación, ésta fue responsabilidad exclusiva del PNV. La decisión de hacer una demostración pública tan fuerte contra la violencia de ETA no podía dejar de causar malestar entre muchos Véase Deia, editorial del 13 nov. 1977, que condenaba la bomba colocada en un vehículo policial. Véase el comunicado de prensa del Bizkai Buru Batzar del PNV, en el que ex­ plicaba la militancia de la izquierda en Euskadi como consecuencia de su deseo de arrui­ nar la economía vasca. Egin, 18 marzo 1979. Comunicado de prensa: «Comunicado del Euskadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco», Ref. EBB 029/78, 10 oct. 1978. También, Deia, 11 oct. 1978.

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miembros del PNV. El partido lanzó una intensa campaña para ga­ narse a sus propios miembros, llevada a cabo primordialmente por el periódico Deia, que a lo largo de varias semanas se convirtió en un vehículo propagandístico de la manifestación, publicando en oca­ siones varios artículos sobre esta cuestión en un solo número El «debate» en torno a la manifestación fue en realidad unilateral pues Deia, controlado por la tendencia liberal del partido, entonces lide­ rada por Arzallus, no publicó, por lo general, artículos en que se ex­ presaran las opiniones del nacionalismo más intransigente. Más aún, el PNV negó que se estuvieran produciendo fricciones internas. La dirección del partido dejó muy claro que el convocar la manifesta­ ción no significaba que aceptara la Constitución española Pero el hecho de que se permitiera participar a los partidos «españoles» des­ pertó temores entre algunos miembros del PNV de que estuviera uniéndose a enemigos de la comunidad nacionalista para atacar a otros nacionalistas. Los líderes del PNV intentaron acallar estos temores con discursos públicos y artículos en Deia Por ejemplo, en un acto celebrado en Tafalla, Navarra, en el que tanto Arzallus como Garaicoechea explicaron la necesidad de la ma­ nifestación, éste último insistió en que el PNV tenía una posición ine­ quívoca en su condena de toda violencia, no sólo la de ETA, mien­ tras que Arzallus afirmó que la manifestación interrumpiría la ofen­ siva del gobierno contra los derechos vascos Era éste un tipo de argumento que no aceptaban los nacionalistas radicales. La decisión de llevar a cabo la manifestación fue duramente atacada en las decla­ raciones de ETA-M, Herri Batasuna y KAS El PNV respondió a dichos ataques afirmando que se plantearía la anulación de la ma­ nifestación si ETA-M anunciara un alto el fuego ETA-M repitió su petición de que se desconvocara la manifestación, observando que ellos nunca habían buscado la confrontación con el PNV, puesto que siempre habían reconocido que representaba los intereses de una par­ te del Pueblo Trabajador Vasco. ETA-M declaró, asimismo, que tamCarlos Garaicoechea, «El sentido de un llamamiento», Deia, 12 oct. 1978; «El verdadero sentido de la manifestación», Deia, 13 oct. 1978. «La manifestación antiterrorista no supone la aceptación de la Constitución», Deia, 12 oct. 1978. En una rueda de prensa, Carlos Garaicoechea, presidente del PNV, negó que la decisión de convocar una manifestación hubiera creado descontento dentro del par­ tido. Deia, 17 oct. 1978. Javier Arzallus, «La manifestación es para parar los pies a Madrid», Deia, 14 oct. 1978. Egin, 17 oct. 1978. Comunicado de prensa del Euskadi Buru Batzar del PNV (EBB 033/78). Egin, 20 oct. 1978.

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bién era favorable al lema de la manifestación «Euskadi libre y en paz», pero que no cesaría en la lucha armada hasta que el gobierno accediera a aceptar la plataforma negociadora de cinco puntos pro­ puesta por KAS La determinación del PNV a seguir adelante abrió una brecha en la comunidad nacionalista que causó gran ma­ lestar entre los adeptos a Elerri Batasuna, a quienes no preocupaban en absoluto las censuras del PSOE y el PCE. Txillardegi, por ejem­ plo, afirmó que el pueblo vasco iba a «vivir el 28 de octubre como una tragedia», y criticó al PNV por no consultar a sus bases El partido, dijo, estaba abandonando sus principios nacionalistas y com­ portándose del mismo modo que lo había hecho en las Cortes de los años treinta, cuando se había avenido a componendas con las fuerzas «españolas». Garaicoechea permaneció firme, declarando que los que querían que se desconvocara la manifestación debían exigir que ETAPM, que s e p ia extorsionando dinero a los empresarios, proclamara una tregua Garaicoechea negó también que la decisión de seguir adelante con la manifestación hubiera causado una revuelta interna en el PNV. Esta declaración, pese a la general incredulidad de nacio­ nalistas y «españoles», fue en todo momento la posición oficial del PNV. Sin embargo, había algunos indicios de la lucha interna que se estaba librando; por ejemplo, en un artículo publicado en Deia por Sabin de Zubiri, miembro del Bizkai Buru Batzar, éste admitía que la decisión de convocar la manifestación había causado, inicialmente, sorpresa entre la base Mientras que la acción del PNV fue un duro golpe para los que deseaban la unidad de todas las fuerzas nacionalistas, dio a Herri Ba­ tasuna la oportunidad de explotar el descontento creado entre las fi­ las del PNV. Herri Batasuna convocó su propia manifestación, tam­ bién en Bilbao y el mismo día, que, como era de prever, fue prohi­ bida por el gobierno. La convicción de Herri Batasuna de que la di­ rección del PNV se hallaba bajo ataques internos parecía plausible, a juzgar por el flujo de artículos aparecidos en Deia a favor de la ma­ nifestación, escritos por líderes veteranos y figuras intelectuales de este partido Luis de Arredonda, que había sido dirigente del parEgin, 24 oct. 1978. Los cinco puntos eran: amnistía para todos los presos po­ líticos vascos; legalización de todos los partidos políticos; retirada de la policía y las fuerzas armadas de Euskadi; incorporación de Navarra a la comunidad autónoma vas­ ca; aceptación del derecho a la autodeterminación de Euskadi. Ibíd. Ibíd. «La base del PNV irá en bloque a la manifestación», Deia, 18 oct. 1978. Por ejemplo; «El sentido de un llamamiento» por Carlos Garaicoechea, Deia, 12 oct. 1978. «La pacificación de Euskadi», comunicado de prensa del PNV, Deia, 15

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tido en los años 30, llegó incluso a decir que la decisión de convocar la manifestación era comparable en importancia a la de oponerse por la fuerza a la sublevación de Franco Mientras la disputa con Herri Batasuna confundía y peocupaba a muchos miembros del PNV, la continua escalada militar de ETA-M a lo largo de octubre obligó al partido a condenar una campaña que había alcanzado proporcio­ nes aterradoras. En el mes de octubre murieron más de una docena de personas, entre ellas dos oficiales de Marina La renuencia del gobierno a proceder a la concesión de la autonomía vasca mientras siguieran siendo asesinados policías y otras personas en semejante es­ cala, fue reiterada en unas declaraciones del hombre de confianza de Suárez, Abril Martorell, en el sentido de que no se otorgaría ningún estatuto de autonomía mientras siguiera la violencia. Garaicoechea, todavía preocupado por no dar la impresión de estar apoyando a las fuerzas «españolas» de modo acrítico, insistió en que el PNV no que­ ría una confrontación con la manifestación rival de Herri Batasuna, y pidió a la policía que no la reprimiera La condena del terrorismo de ETA por parte del PNV no era bas­ tante enérgica para satisfacer a los partidos «españoles». Los portavoces del PSOE siguieron lamentándose de que el Consejo General Vasco (CGV) no hubiera sido el convocante de la manifestación aunque el PSOE sí lograra que el CG V diera su aprobación. El PCE deploraba la hostil actitud del PNV hacia la Constitución, que estaba a punto de ser aprobada y deseaba una movilización popular a gran escala a su favor cuando fuera sometida a referéndum Los parti­ dos «españoles» de derechas eran aún más críticos con la postura del PNV. Un portavoz de Alianza Popular (AP), el partido liderado por Fraga Iribarne, anunció que no iban a participar en la manifestación porque objetaban a su lema principal, cuyo carácter era presuntamenoct. 1978. «Contra la violencia» por el senador Manuel Irujo, Deia, 19 oct. 1978. «Lu­ char para vivir» por Joseba Elósegui, Deia, 20 oct. 1978. «Rotundamente, yo voy» por Ramón Galarza, Deia, 25 oct. 1978. «Ordago» por J. M. Scheiffer, Deia, 25 oct. 1978. «Libertad y pacificación» por Joseba Azcárraga, miembro del Bizkai Buru Barzar del PNV, Deia^ 26 oct. 1978. «Dos decisiones trascendentales», Deia, 20 oct. 1978. Egin, 3, 4, 10, 14, 15, 23, 26, 27 y 30 oct. 1978. N o todos de ETA-M. Entre los muertos había un cabo de la Guardia Civil asesinado por los CAA. Los activistas de ETA-PM no fueron autores de ninguno de los asesinatos, pero sí llevaron a cabo un robo y secuestraron e hirieron en la rodilla a un industrial. Egin, 14 oct. 1978, y 1 nov. 1978, Comunicado de prensa, Egin, 28 oct. 1978. Comunicado de prensa de Txiki Benegas, Egin, 22 oct. 1978. Comunicado de prensa del PCE, Deia, 24 oct. 1978. Mundo Obrero, 8-14 dic. 1978.

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te secesionista: «Euskadi libre y en paz» Cualquiera que fuera el rnotivo de la no comparecencia de AP, era una decisión que sólo po­ día ser bien recibida por el PNV. La idea de marchar junto a los par­ tidarios de Fraga, al que se hacía responsable de la muerte de una se­ rie de personas inocentes durante su período en el Ministerio del In­ terior en 1976, habría sido del todo inaceptable para la mayoría de los partidarios del PNV. Incluso los más liberales de los antiguos franquistas eran mal aco­ gidos en la manifestación. El Euskadi Buru Batzar del PNV emitió un comunicado de prensa pidiendo a U C D que se abstuviera de par­ ticipar . Si U CD asistía, sus afiliados llevarían consignas contra­ rias a ETA En las declaraciones del PNV se insistía en que su pro­ pio personal fuera el encargado de mantener el orden en la manifes­ tación, y que en las pancartas se resaltaría a la violencia viniera de dónde viniera, no sólo la de ETA U C D accedió cortésmente a no asistir. Pero esta diplomática abstención no consiguió aplacar a Herri Batasuna que, junto a las gestoras pro amnistía, había organi­ zado una manifestación que marcharía desde Bilbao al monte de Archanda, donde se había librado la última batalla contra los ejércitos franquistas en 1937, antes de rendir Bilbao. La consigna central de esta manifestación era «con los luchadores de ayer y de hoy», ligando la lucha del ejército vasco en 1937 a la de ETA, para indignación de los antiguos combatientes que apoyaban la manifestación del PNV La rnanifestación, que supuso una drástica confrontación con los partidarios de ETA-M y de Herri Batasuna, tuvo también difíciles se­ cuelas para ETA-PM y las organizaciones políticas surgidas de ella, EIA y EE. ETA-PM y EIA consideraban que ambas manifestacio­ nes habían provocado una lamentable división en el campo nacionalista, y que no se debía apoyar a ninguna de las dos En cualquier Comunicado de prensa de AP en Deia, 25 oct. 1978. El PNV alegó que KAS estaba extendiendo el rumor de que vendrían a la manifestación autobuses llenos de partidarios de AP. Comunicado de prensa del PNV, 27 oct. 1978, también (EBB 035/78). '■ ** «Nota sobre la manifestación del día 28», comunicado de prensa del PNV, 25 oct. 1978, también (EBB 034/78), Deia, 26 oct. 1978. Deia, 27 oct. 1978. Deia, 27 oct. 1978. «Que no nos confundan», Deia, 28 oct. 1978. En este artículo, cuatro ex-comandantes del ejército vasco durante la Cuerra Civil se mostraban fuertemente con­ trarios al uso del símbolo de Archanda por parte de los organizadores de la manifes­ tación de Herri Batasuna. Comunicado de prensa de EIA, Deia, 22 oct. 1978; para los esfuerzos de Onaindía por llevar a EIA hacia una línea política moderada, véase la entrevista «Te­ nemos que liberarnos de los fantasmas del pasado», ERE, 29 marzo-6 abril 1980; tam­ bién Ortzi, El «no» vasco a la reforma, vol. 2, pp. 1-29.

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tido Si bien tanto el PNV como EIA iban a aceptar las reglas del juego, según las formulaba la Constitución, ETA-M y Herri Batasuna no tendrían rivales en sus esfuerzos por dirigir un movimiento des­ tinado a lograr la independencia de Euskadi. Tres días después de la manifestación del PNV, cuando ambas cá­ maras del parlamento español aprobaron la versión definitiva de la Constitución, el PNV se abstuvo. En un comedido discurso pronun­ ciado durante el último debate, Arzallus insistió en que su partido no deseaba adoptar actitudes que pudieran considerarse agresivas. Es­ taba claro que los dirigentes del PNV, aunque no podían votar a fa­ vor de la Constitución, estaban dispuestos a operar dentro de los lí­ mites del sistema político que estipulaba, postura que contrastaba fuertemente con la del diputado de EE, Letamendía, y la del senador Bandrés, que votaron en contra de la Constitución. N o obstante, hubo una considerable diferencia de énfasis entre los dos parlamen­ tarios de EE. Letamendía, durante el debate final sobre la Constitu­ ción, pronunció un duro ataque contra lo que él consideraba la trai­ ción del PNV, mientras que Bandrés fue mucho más conciliador El diferente tono adoptado por uno y otro era indicio de las diferen­ cias que empezaban a perfilarse en EE/EIA , y que poco después in­ ducirían a Letamendía a renunciar a su escaño parlamentario. Los representantes del PNV en el parlamento negaron que su abstención pudiera interpretarse como falta de voluntad para luchar por el fin de la violencia en Euskadi. Sí observaron, no obstante, que la pacifi­ cación no podía lograrse con los métodos policiales empleados por el gobierno de UCD. En un debate sobre el terrorismo llevado a cabo en el Congreso, los representantes del PNV sometieron un programa de pacificación de 15 puntos, siendo los esenciales la restauración de los Conciertos Económicos, la creación de una fuerza policial autó­ noma vasca, las medidas para fomentar el euskera y las garantías gu­ bernamentales de que no se aplazarían más las prometidas elecciones municipales Mientras que el hecho de que el PNV no aprobara la Constitu­ ción parecía, a juicio de algunos de sus adversarios, sancionar las ac­ ciones de ETA-M, esta clase de críticas tenían escaso efecto en el par­ tido. La abstención de éste no había evitado que la Constitución se aprobara, mientras que el haber aceptado abiertamente que Euskadi quedara privada de independencia de modo permanente habría sus­ citado la oposición de los más intransigentes entre sus afiliados, y poVéase Egin, 12 oct. 1978, para una carta de un miembro del PNV en que pro­ testaba contra la manifestación. Egin, 1 nov. 1978. Deia, 9 nov. 1978.

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siblemente hubiera reforzado el atractivo de Herri Batasuna entre sec­ tores de la población que, de otro modo, votarían al PNV. Además, los dirigentes de este partido no tenían la seguridad de que la apro­ bación de la Constitución fuera por fuerza a producir un amplio es­ tatuto de autonomía. El grado de autonomía otorgado dependería de muchos factores, no siendo el de menor importancia la acción del pro­ pio PNV. Su dirección sabía que había poderosas fuerzas en la so­ ciedad española que desaprobaban la concesión de autonomía a los vascos. También sabían que el gobierno estaba desgarrado entre la ne­ cesidad, por un lado, de otorgar una autonomía suficiente para satis­ facer a la mayoría de la población vasca y reducir con ello el apoyo a ETA, y, por el otro, el temor de que demasiadas concesiones a los nacionalistas vascos pudieran aumentar las posibilidades de un golpe militar. Puesto que el PNV se había abstenido, pidió, en consecuen­ cia, a su partidarios que se abstuvieran en el referéndum constitucio­ nal celebrado el 6 de diciembre La Constitución tuvo un abru­ mador voto favorable, pero la abstención en el País Vasco fue casi el doble que la del resto de España, lo cual podría considerarse como un buen indicador de la influencia del PNV En Guipúzcoa y Vizcaya, las provincias más nacionalistas, el ín­ dice de abstención fue aproximadamente del 56%, aunque en Nava­ rra fue sólo del 34%. Además, hubo un gran número de papeletas anuladas y en blanco en todo el País Vasco, que podían plausible­ mente considerarse favorables a la postura abstencionista. Los resul­ tados del referéndum, unidos al anterior éxito del PNV en su mani­ festación contra la violencia, demostraron que en Euskadi toda ini­ ciativa política tenía que contar con aquel partido. A pesar de los te­ mores de sus miembros más tradicionales, el PNV se hallaba en bue­ na posición para beneficiarse de la situación política. El número de votos contrarios a la Constitución no eran realmente indicio del peso específico de ambas ramas de ETA, que habían pedido que se votara negativamente, pues la extrema derecha había abogado por esta mis­ ma postura. El gobierno y los partidos que apoyaban la Constitución podían consolarse con el hecho de que la abstención también había sido alta en otras zonas de España, donde era producto de la apatía más que de un rechazo activo. La actitud del PNV siguió siendo blanco de las críticas de los partidos españoles. Felipe González la tachó de hipó­ crita, afirmando que habría votado la Constitución de haber creído

£g¿n, 1 nov. 1978. Para las cifras finales de votos en el Referéndum, véase DeU, 22 diciembre 1978.

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que su aprobación dependía de sus propios votos Otras fuerzas españolas juzgaron la conducta del PNV con menos dureza. La pren­ sa liberal española había criticado anteriormente lo que consideraba la ambigüedad del PNV al aceptar un grado de autonomía generoso dentro de la España democrática. Una posición en la que se fijaban distancias con respecto a ambas ramas de ETA por un lado, y se pe­ día la abstención en el referéndum por el otro, se veía como opor­ tunista y vacilante. Ahora bien, fuera cuál fuera el juicio que mere­ ciera el PNV, era evidente que este partido era la fuerza política do­ minante de Euskadi. Deia mostró gran satisfacción ante un editorial aparecido en el pe­ riódico de Madrid El País, en el que se reconocía que dicho partido había demostrado ser una fuerza hegemónica en el País Vasco, y que el gobierno español tendría que enfrentarse con claridad a este he­ cho. El País expresaba la esperanza de que, habiendo hecho su de­ mostración de fuerza, el PNV aceptara la Constitución y la demo­ cracia, en lugar de unirse al «frente de rechazo» de los partidos abertzales Mientras el PNV iba extendiendo su control sobre muchos aspectos de la vida vasca, Herri Batasuna y ETA-M persistían en su oposición al mismo, aunque el hecho de que el dominio de este par­ tido ponía de manifiesto la fuerza del nacionalismo en Euskadi tam­ bién les beneficiara a ellos. ETA-PM y EIA se encontraban en una posición mucho más difícil. La división entre los partidos naciona­ listas y «españoles» reflejaba la división que había en la población vas­ ca, y hacía su labor de unir las luchas nacional y social mucho más ardua. En el período que siguió a la aprobación de la Constitución, EIA y ETA-PM sufrirían disensiones internas que a su vez produci­ rían escisiones.

El sarcasmo de Felipe González provocó una respuesta airada del dirigente del PNV, J. L. Irisarri, Deia, 9 dic. 1978. El País, 8 dic. 1978.

Capítulo 8 DESDE EL REFERENDUM CONSTITUCIONAL A LAS ELECCIONES AL PARLAMENTO VASCO diciembre, 1978-marzo, 1980

Los partidos que, como el PSOE y U C D , favorecían la Consti­ tución, coincidían con el PNV en la necesidad de un estauto que otor­ gara un grado considerable de autonomía al País Vasco. Pese a que este acuerdo no fijara por sí solo la cuestión de las competencias exac­ tas que corresponderían a un gobierno autónomo vasco, suponía un considerable estrechamiento del abismo político que separaba al PNV de los partidos «españoles» L En opinión de los líderes de ETA-PM, la tácita aceptación por parte del PNV de una Constitución que ne­ gaba al pueblo vasco el derecho a una plena autonomía, era una trai­ ción a Euskadi, y cualquiera que fuera el grado de autonomía pro­ metido por el gobierno español, era una cuestión irrelevante. Los di­ rigentes del PNV, habiendo pedido a sus partidarios que se abstuvie­ ran en el referéndum constitucional, se encontraron en la difícil po­ sición de procurar obtener un estatuto que fuera a un tiempo acep­ table, y adaptable a las limitaciones de la Constitución. Esta clase de ' Algunos miembros importantes del PSOE insistieron en que eran firmemente fa­ vorables al Estatuto de Autonomía. Entrevistas del autor con Luis Arbella, 1 abril 1980; Angel García, 17 marzo 1980; Enrique Casas, 31 marzo 1980; todas en San Se­ bastián. Entrevista con Txiki Benegas, Secretario General del PSOE del País Vasco, Egin, 20 marzo 1979. En 1975, el TI Congreso del PSO E abogó por una España fe­ deral. Véase El PSOE en sus documentos (Madrid, 1977), pp. 175-89. 269

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ambivalencia le granjearía acusaciones de hipocresía en años sucesi­ vos, lanzadas tanto por los partidos «españoles» como por sus críti­ cos arbertzales. Sin embargo, la dirección del PNV no consideraba el estatuto como la simple concesión de cierto grado de autonomía otorgado por un Estado soberano español, sino como un acuerdo a negociar entre representantes del pueblo vasco y el gobierno espa­ ñol, igual que la incorporación del País Vasco a España había sido supuestamente negociada con la Corona española. De este modo, los derechos soberanos del pueblo vasco eran reconciliables con el he­ cho de que Euskadi permaneciera dentro de España. Los miembros vascos del parlamento se habían reunido en Vito­ ria a raíz de las elecciones de 1977 para iniciar la tarea de redactar un estatuto que satisficiera las aspiraciones vascas y fuera, además, acep­ table para el gobierno de Madrid. El partido gobernante, U C D , es­ taba dispuesto a aceptar una sustancial descentralización administra­ tiva en Euskadi y el resto de España, y también lo estaba el PSOE. Los simpatizantes del partido de derechas Alianza Popular, liderado por Fraga Iribarne, eran mucho más reacios a sancionar la autono­ mía vasca, pero comprendían que era inevitable. Las diferencias en­ tre la dirección del PNV y los partidos «españoles» atañían tanto a la forma como al contenido del proyecto de estatuto. Los líderes del partido no sólo querían mayor grado de autonomía que los partidos «españoles», sino que aspiraban, además, a que se presentara el esta­ tuto como una recuperación de los derechos históricos vascos El énfasis en los derechos históricos no era un simple recurso para per­ mitir al partido reconciliar sus doctrinas con la realidad política. Te­ nía también la finalidad de fortalecer la posición electoral del PNV, puesto que un estatuto que favoreciera los derechos de los ayunta­ mientos y las zonas históricas habría favorecido a este partido debi­ do a su fuerza en los distritos rurales. Sin embargo, la diferencia esen­ cial entre los partidos «españoles» y nacionalistas giraba en torno a la cuestión de si debía o no incluirse a Navarra en la comunidad au­ tónoma vasca. Las posibilidades de incorporar esta provincia eran re­ motas, puesto que en Navarra los simpatizantes de los partidos «es­ pañoles» de derechas eran fuertemente contrarios a semejante pro­ puesta, y en las elecciones de 1977 habían obtenido una clara mayo­ ría los partidos no favorables al nacionalismo vasco. Ahora bien, de haber aceptado el PNV oficialmente que Navarra no llegara nunca a formar parte de Euskadi, se habría perdido un componente esencial de su ideología. Ello habría motivado a su vez disensiones en el seno del partido. Sus dirigentes necesitaban, pues, una fórmula que les per^ Véase Deia, 1 y 10 sept. 1977, 9 y 15 nov. 1977, 27 dic. 1977, 15 y 21 junio 1978, 1 oct. 1978.

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mitiera aceptar una comunidad autónoma formada por tres provin­ cias, mientras seguía manteniendo que, en principio, Navarra era par­ te de Euskadi. La política de EIA exhibía una mezcla similar de estricta ortodo­ xia doctrinal y flexibilidad pragmática. Bandrés resumió la postura de su partido, mientras que, al mismo tiempo, se oponía a los nacio­ nalistas radicales, cuando declaró que el estatuto era «el último tren para resolver los problemas de Euskadi» Por consiguiente, EIA y ETA-PM tendían a mostrarse favorables a un estatuto que dimanaba de la Constitución que habían rechazado. Ello llevaría a sus detrac­ tores a acusarles de inconsecuencia. El hecho de que los debates sobre la redacción exacta del estatuto fueran complejos y poco asequibles al conjunto de la población, produciría considerable confusión. Pese a que los partidos políticos disentían sobre el grado de autonomía de­ seable en cuestiones tales como el control de la educación, la policía, y los aspectos judicial y cultural, sí coincidían en la necesidad del es­ tatuto. Ni siquiera Herri Batasuna, que seguía leal al principio de la total independencia vasca, denunció en un principio de manera cate­ górica el intento de aprobar un estatuto de autonomía. Esta organi­ zación anunció en noviembre de 1978 que siempre que Navarra no quedara definitivamente excluida de las estipulaciones para la auto­ nomía vasca, eran legítimas las negociaciones con el gobierno espa­ ñol La posibilidad de obtener un estatuto de autonomía no alteró en nada la decisión de los dirigentes de ETA-M de lograr la total indepen­ dencia de Euskadi, ni debilitó su convicción de que la lucha armada debía ser el arma primordial para este fin. Toda duda acerca de que Euskadi se hallara aún en guerra con España hubo de quedar disipa­ da a fines de diciembre de 1978, cuando Argala fue asesinado en San Juan de Luz con una carga explosiva que estalló cuando puso en mar­ cha su coche Nada podía estar mejor calculado para fortalecer a los líderes de ETA-M en su determinación de seguir con la lucha ar­ mada. La opinión general era que el grupo derechista que había per­ petrado el ataque estaba controlado por la policía española. Así pues, a lo largo de 1979 ETA-M llevó a cabo una campaña de represalias mucho mayor que cualquiera de las realizadas bajo el franquismo. Los objetivos de su violencia fueron generalmente policías, presun­ tos confidentes y derechistas conocidos. En un incidente particular­ mente terrible, ocurrido en enero, un guardia civil y su novia fueron ^ Ortzi, El no..., vol. 2, p. 67. ^ Ortzi, El no..., vol. 2, p. 68. ^ Egin, 22 diciembre 1978; Deia, 22 dic. 1978.

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muertos a tiros La mayoría de las víctimas murieron por arma de fuego, pero una serie de policías perecieron o quedaron heridos al in­ tentar desactivar trampas explosivas. A comienzos de enero, un co­ mando de ETA-M mató al ayudante del gobernador militar de San Sebastián y otro al gobernador militar de Madrid ^. Y éstas no fue­ ron sino las más espectaculares de las numerosas acciones que de­ mostraron que la capacidad militar de ETA-M se había fortalecido con la nueva situación de democracia parlamentaria. La intensa cam­ paña de ETA-M causó desaliento tanto entre el gobierno como entre la oposición moderada, pues hacía patente que la violencia que se ha­ bía iniciado durante la dictadura franquista no iba a cesar automáti­ camente con el advenimiento de la democracia. Aparte de la habili­ dad de ETA-M para asesinar a oficiales de alta graduación, incluso fuera de Euskadi, ninguna persona prominente adepta al anterior ré­ gimen podía sentirse segura, considerando el sostenido número de víctimas de derechas elegidas por la organización, entre las que figu­ raban personas como Pilar Careaga, antigua alcaldesa de Bilbao, que fue gravemente herida por un disparo en el mes de marzo La policía, incapaz de evitar los ataques de ETA-M, respondió con su habitual brutalidad a las manifestaciones en pro de los presos de ETA. Pero el contrataque más espectacular sobre ETA-M fue el perpetrado por los «incontrolados». A la muerte de Argala siguió, en enero de 1979, un atentado contra el tesorero de ETA-M, José Ma­ nuel Pagoaga, en Donibane, Francia, del que éste salió gravemente he­ rido En mayo, y en Biarritz, un grupo de acción de incontrolados colocó una bomba en el coche de Txomin Iturbe, que se había con­ vertido en el líder máximo de ETA-M tras la muerte de Argala Este tipo de acciones, unidas a la continua represión policial, daban credibilidad a la idea de los partidarios de ETA-M de que, en reali­ dad, no se había producido una auténtica transición a la democracia en junio de 1977, y que la conducta represiva de la policía y los ase­ sinatos perpetrados por grupos de ultraderecha formaban parte de un esfuerzo concertado para mantener a Euskadi sometida al dominio es­ pañol. Los partidos nacionalistas como EIA y el PNV, cuyos grupos más veteranos creían que la promesa gubernamental de conceder au­ tonomía daría origen a un cambio serio, eran considerados por los dirigentes de Herri Batasuna, por ejemplo Miguel Castells, como cré* ^ * ’

Egin, 7 enero 1979. Egin, 3 y 4 enero 1979. Egin, 26 y 28 marzo 1979. Egin, 14 enero 1979. Egin, 5 mayo 1979.

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dulos o traidores Esta interpretación de la transición a la demo­ cracia parlamentaria era absurda, a juicio de los líderes del PSOE y el PCE, aunque no por ello dejaba de preocuparles la incapacidad del gobierno para controlar a los elementos ultraderechistas de las fuer­ zas armadas. En efecto, el gobierno de Suárez procedió a cumplir su promesa de otorgar autonomía al País Vasco, con lo que se esperaba que la Constitución fuera aceptada allí al igual que en el resto de Es­ paña. En los quince meses que siguieron al referéndum que ratificó la Constitución, el gobierno Suárez debía celebrar elecciones genera­ les, un referéndum para aprobar el Estatuto de autonomía vasco, y elecciones al parlamento vasco Estas medidas, que a juicio tanto del PSOE como de U CD satisfacían todas las demandas legítimas del País Vasco, no acabaron, sin embargo, con la violencia de ambas ra­ mas de ETA. Las acciones de ETA-M generaron gran cantidad de de­ tenciones, con lo que se elevó el número de presos, se multiplicaron las denuncias de tortura policial, y la policía siguió reprimiendo los actos pacíficos. Ello dio nuevo ímpetu a la campaña armada de ETA-M. Las esperanzas del gobierno Suárez de que las elecciones y la pro­ metida concesión de un estatuto de autonomía pudieran servir para la pacificación de la sociedad vasca se vieron, así, frustradas. Los in­ tentos de persuadir al gobierno francés de que actuara contra los gru­ pos de ETA extraditando a sus militantes a España tuvieron escaso éxito. Aunque, en ocasiones, las autoridades francesas encarcelaban a miembros de ETA o los confinaban en lugares remotos, como los Alpes franceses o la Isla de Yeu la reputación que se había gran­ jeado la policía española de torturar a los detenidos dificultaba polí­ ticamente la colaboración de Francia. Cuando los tribunales france­ ses actuaban contra los militantes de ETA-M, la organización con­ tratacaba. En abril, uno de sus comandos colocó una bomba que pro­ dujo daños en el consulado francés de San Sebastián e hirió grave­ mente a dos policías Los fallidos intentos del gobierno español por obtener apoyo francés para enfrentarse a ETA, se reprodujeron cuando procuró similar respaldo del PNV y EIA, a ninguno de los cuales se pudo convencer de que condenaran la violencia sin reser­ vas. Por el contrario, la violencia se intensificó cuando ETA-PM em­ pezó a competir con ETA-M aumentando su lucha armada. Sin em­ bargo, los dirigentes de ETA-PM no deseaban emular los sangrien­ tos ataques a policías y derechistas, que eran distintivos de ETA-M. Véanse declaraciones de Castells en Egin, 27 mayo 1979. Véase más adelante, pp. 27i>-277-, 283-285 y 291 para los detalles. Egin, 31 enero 1979. Egin, 7 y 8 abril 1979.

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Pero los militantes de ETA-PM contaban hacia 1979 con los recur­ sos necesarios para llevar adelante su propia versión de la lucha ar­ mada. Más aún: la teoría política que compartían con EIA decía que las organizaciones armadas seguían siendo necesarias en las democra­ cias parlamentarias Los gestos algo teatrales de los militantes de ETA-PM durante el debate sobre el referéndum constitucional, eran insuficientes para jus­ tificar la existencia del grupo. Consecuentemente, empezaron a com­ plementarlos con actos de violencia más serios. Muchos de ellos fue­ ron generados por conflictos laborales, puesto que los dirigentes de ETA-PM consideraban su organización como el brazo armado del proletariado Dado que ETA-PM no contaba con una base orga­ nizada en las fábricas, los ataques armados a patronos y empresarios eran su modo primordial de hacer valer sus credenciales socialistas y demostrar que su versión de lo que era la lucha armada era muy di­ ferente a la, en su opinión, violencia indiscriminada de ETA-M. Un buen ejemplo de la estrategia de ETA-PM es el que proporciona su intervención contra la administración de la compañía Michelín, que sostenía una prolongada disputa con sus empleados. En diversas oca­ siones, comandos de ETA-PM secuestraron a ejecutivos de Miche­ lín, liberándolos por lo general poco después con un tiro en la pier­ na Este tipo de acciones tenían la finalidad de forzar a la compa­ ñía a adoptar una actitud más conciliatoria hacia sus obreros, y eran, por consiguiente, en opinión de los líderes de ETA-PM, una contri­ bución a la lucha de clases. Algunas veces, el castigo al empresario iba acompañado del secuestro por dinero, como en febrero de 1979 cuando fue secuestrado el gerente de la fábrica de Michelín en Vito­ ria y retenido durante varias semanas Otras fuentes de fondos era el cobro del «impuesto revolucionario» y los robos a mano armada. Los comandos de ETA-PM obtenían materiales y dinero de este modo. En un sólo robo, capturaron mil kilos de explosivo plástico La reanudación de la lucha armada por parte de ETA-PM no bas­ tó para que EIA, su brazo político, dejara de perder terreno frente a Herri Batasuna. Muchos miembros destacados de EIA, como Ortzi y el cura radical Periko Solabarría, transfirieron sus lealtades a Herri Batasuna, alegando que EIA se había vuelto inactiva y reformista Véase el Capítulo 6, pp. 272-275. «ETA(PM) “Somos el aparato coercitivo de la clase obrera” », Viejo Topo, mar­ zo 1980. Egin, 6 y 14 feb. 1979. Egin, 20 y 27 febrero y 2 marzo 1979. ” Egin, 7 marzo 1979. Véase entrevista con Periko Solabarría, un cura obrero y antiguo candidato par-

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Con la consolidación de Herri Batasuna, ETA-M recibió el respaldo de una fuerza mucho más capacitada para lanzar una campaña polí­ tica que las gestoras pro amnistía, que hasta entonces habían sido su principal apoyo. Durante 1979, Herri Batasuna inició una serie de ac­ ciones espectaculares, entre las que figuraron la ocupación de edifi­ cios públicos, marchas, huelgas de hambre y actos de desobediencia civil, que tuvieron como consecuencia el encarcelamiento de sus di­ rigentes. Ningún partido, aparte del PNV, podía igualar el grado de actividad de Herri Batasuna. El elemento de participación de masas en la espiral acción/represión/acción adquirió mayor importancia de la que había tenido nunca en la historia de ETA. Una situación ca­ racterística era que Herri Batasuna convocara una manifestación que era reprimida por la policía, a lo que los militantes de ETA-M res­ pondían matando a policías o personas de derechas Cuando mo­ ría algún miembro de ETA-M en un choque con la policía, su fune­ ral era ocasión de furiosas manifestaciones y discursos subversivos pronunciados por portavoces de Herri Batasuna, que a su vez desem­ bocaban en cargos criminales contra ellos. El grupo cada vez mayor de presos de ETA-M contribuía declarándose en huelga de hambre y realizando manifestaciones, que les acarreaban severos castigos y la consiguiente indignación de su partidarios ETA-M y Herri Bata­ suna habían creado una estrategia de tensión extremadamente eficaz que contribuía a evitar que se diera en Euskadi la desmovilización po­ lítica lograda en el resto de España. El continuo apoyo a ETA-M planteaba al gobierno un conside­ rable dilema. Los políticos de derechas sostenían que la violencia de ETA podía eliminarse con medidas militares, mientras que los miem­ bros del PNV creían que el problema quedaría resuelto si se acele­ raba y se ampliaba la autonomía vasca El gobierno siguió adelante con las medidas que finalmente producirían la elección de un parla­ mento autónomo vasco en marzo de 1980. Las críticas dirigidas por el PNV contra el gobierno, y en menor medida por la Iglesia católi­ ca, estaban en parte compensadas por el consenso cada vez más am­ plio existente entre U CD , el PSOE y el PCE respecto a la cuestión vasca. En febrero de 1979, cuando el dirigente vasco del PSOE, En­ rique Múgica, en el transcurso de un debate televisado, se mostró de lamentario de EE, que pasó a ser representante en el congreso por Herri Batasuna. La Batalla, junio 1979; carta de Ortzi y otros 17, Egin, 6 marzo 1979. Egin, 15 y 16 enero y 3, 4, 6 y 12 feb. 1979. Las huelgas de hambre habían formado parte de la campaña de ETA-PM en el referéndum. Véase Egin, 28 dic. 1978. Véase discurso de Arzallus, Deia, 13 marzo 1979; también. Comunicado del Eus­ kadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco, 7 feb. 1979, Ref. EBB 002/79.

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acuerdo con el Ministro del Interior de U C D , Martín Villa, en que hacía falta en España una fuerza policial más eficaz, los nacionalistas radicales confirmaron su convicción de que la izquierda y la derecha «españolas» eran igualmente imperialistas Al aproximarse las fechas de las elecciones parlamentarias y mu­ nicipales, los candidatos de Herri Batasuna aprovecharon la oportu­ nidad que les proporcionaba la campaña electoral para hablar públi­ camente de la mala situación de los presos de ETA-M, pronunciando discursos inflamatorios en que proclamaban la necesidad de conti­ nuar la lucha armada para la liberación de Euskadi. Este tipo de ac­ tos acababan en detenciones, cargos contra los dirigentes de Herri Ba­ tasuna, huelgas de hambre de los arrestados, manifestaciones de sus partidarios y declaraciones a favor de los presos de ETA-M Estos incidentes produjeron una campaña animada y dramática que con­ trastaba fuertemente con la sobria conducta de los candidatos de los partidos «españoles», e incluso con los de EE. Los candidatos de He­ rri Batasuna habían declarado que, de ser elegidos, rehusarían ocupar su escaño en el parlamento de Madrid. Las elecciones parlamentarias celebradas en marzo de 1979 re­ forzaron la posición del gobierno en España en general, quedando UCD como partido mayoritario. Dado que los partidos de oposi­ ción, contrariamente a la situación de junio de 1977, habían operado legalmente durante casi dos años, no era fácil calificar los resultados de fraudulentos. Sin embargo, los resultados obtenidos por U C D en el País Vasco fueron flojos, como ocurrió al resto de los partidos «es­ pañoles». El PNV obtuvo casi 280.000 votos en Alava, Vizcaya y Guipúzcoa, con nueve candidatos elegidos para el Congreso y ocho para el Senado. Su posición siguió siendo débil en Navarra, donde se presentó en una coalición que obtuvo solamente 21.000 votos Los resultados electorales fueron también un triunfo para Herri Batasuna que, en los primeros comicios en los que se presentaba, obtuvo más que 170.000 votos, más de la mitad de los recibidos por el PNV. Tan­ to Monzón como Letamendía obtuvieron escaños parlamentarios, pese al anuncio de la coalición de que sus candidatos no ocuparían sus escaños. Los resultados también fueron satisfactorios para los can­ didatos de EE, teniendo en cuenta que competían con Herri Bata­ suna por el voto nacionalista radical. Puesto que los votos del PSOE

Egm, 6 feb. 1979. Egm, 1, 2, 3, 4, 6, 8, 9, 10, 11, 15, 16, 18 y 20 feb. 1979. Egin, 25 y 16 feb. 1979 y marzo 1979. Deia, 3 marzo 1979. Ignacio Latierro, «Reflexiones sobre el resultado electoral de Euskadi», Nuestra Bandera, mayo 1979.

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habían descendido a 252.000, el PNV se convirtió en el partido ma­ yoritario. En las esperadas elecciones municipales, celebradas en el mes siguiente, la victoria nacionalista fue aún más pronunciada. El PNV obtuvo más del doble de los votos del PSOE También He­ rri Batasuna recibió más votos y el número de sus concejales superó en más de cien a los del PSOE. Se sabía que el PSOE no iba a tener mucho éxito en las eleccio­ nes municipales, donde la sofisticada maquinaria propagandística y la cobertura televisiva no podían compensar su falta ¿e candidatos competentes y populares. Además, cabía esperar que muchos inmi­ grantes, que hubieran votado a un candidato «español» en unas elec­ ciones parlamentarias, se abstuvieran, o incluso votaran a un candi­ dato nacionalista en unas elecciones que se consideraban un asunto local. Pero aunque el descenso de los votos del PSOE era de esperar, las dimensiones de su derrota fueron abrumadoras, quedando con una presencia muy debilitada fuera de sus tradicionales bastiones de inmigrantes. Por ejemplo, en Rentería, un centro industrial de Gui­ púzcoa con gran número de inmigrantes, fueron elegidos una mayo­ ría de concejales nacionalistas, que a su vez eligieron a un alcalde de Herri Batasuna. El éxito electoral del nacionalismo fortaleció la posición negocia­ dora del PNV con relación al estatuto. En junio, cuando los princi­ pales partidos del País Vasco llegaron a un acuerdo sobre el conte­ nido del estatuto que se iba a presentar al gobierno, se organizó una enorme manifestación en Vitoria a la que asistieron representantes municipales en un esfuerzo por recrear la atmósfera que había exis­ tido en 1931 cuando las autoridades municipales adoptaron el Esta­ tuto de Estella bajo influencia del PNV El acuerdo puso de ma­ nifiesto la posición clave que disfrutaba el PNV, cuyo triunfo en lo­ grar una concurrencia de pareceres entre partidos tan diversos como UGD y EIA era indudablemente extraordinario. Ahora bien, este aparente consenso ocultaba desacuerdos que pronto producirían con­ flictos. EIA veía el estatuto como una etapa hacia la independencia, mientras que UGD y Alianza Popular estaban a favor de un estatuto más restrictivo que el defendido por el PNV. Este tipo de diferencias no consiguieron debilitar la posición del PNV. Puesto que éste era el partido más fuerte del País Vasco, y ocupaba un puesto interme­ dio entre EIA y los partidos «españoles», era probable que pudiera cumplir muchos de sus objetivos. Ni el acuerdo sobre el estatuto, ni los triunfos electorales de HeDeia, 4 abril 1979; Diario Vasco, 4 abril 1980; Punto y Hora, 4-11 abril 1979. Punto y Hora, 29 mayo-4 junio 1979; Egin, 4 junio 1979.

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rri Batasuna consiguieron persuadir a los líderes de ETA-M de inte­ rrumpir su campaña de lucha armada. Como cabía esperar, éstos de­ nunciaron el estatuto tachándolo de simple medida de descentraliza­ ción que en nada ayudaba a la causa de la independencia vasca. A lo largo de 1979, continuaron las acciones de esta organización, con el asesinato de policías, oficiales del ejército y personas ligadas a fuer­ zas de ultraderecha. En mayo, un comando de ETA-M abrió fuego contra un vehículo militar en Madrid, matando al general Gómez Hortigüela, dos coroneles y un chófer militar La alarma suscitada por estos asesinatos se intensificó al día siguiente, al estallar una bom­ ba en un restaurante contiguo a las oficinas de Fuerza Nueva, ma­ tando a ocho personas, acto atribuido por la policía a los Grupos de Resistencia Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO) ^ . Este tipo de acciones producían enorme tensión en las fuerzas armadas, en es­ pecial entre aquellos oficiales reacios a aceptar la sustitución de la dic­ tadura por una democracia parlamentaria. El malestar reinante entre la oficialidad revivía, inevitablemente, el espectro del golpe militar. Fraga Iribarne expresaba la opinión de muchos de los antiguos par­ tidarios del régimen franquista, cuando insistía en que sólo se podía acabar con la violencia de ETA dando mayores recursos a la policía. Para los representantes del PNV este tipo de actitudes eran ejemplo de la acostumbrada ceguera de los partidos «españoles» con respecto a los problemas de Euskadi. En declaraciones, manifestaciones a la prensa y discursos parlamentarios, los dirigentes del PNV afirmaron que la violencia de ETA era una reacción a la opresión nacional que sufrían, y que cesaría cuando se tomaran las medidas pertinentes para acabar con dicha opresión, empezando por la concesión de un esta­ tuto de autonomía satisfactorio Esta postura no era, a juicio de los partidos de derechas, más que una apología del terrorismo mal di­ simulada. Sin embargo, los adeptos a Herri Batasuna y ETA-M in­ terpretaban la política del PNV como simple aquiescencia a la con­ tinua opresión de que era objeto el pueblo vasco por parte del ene­ migo español. Las actitudes del PNV eran problemáticas para un gobierno des­ garrado entre la necesidad de apaciguar al ejército y el deseo de lle­ gar a un entendimiento con las principales corrientes nacionalistas, como medio de aislar a ambas ramas de ETA. Aunque la brutalidad policial y los ataques de la derecha continuaron, no formaban parte de una estrategia concertada, y el gobierno estaba cada vez más conEgin, 26 mayo 1979. Egín, 27 mayo 1979. Ere, 20-27 sept. 1979; Cambio 16, 24 dic. 1978 y 13 mayo 1979; Deia, 26 ji 1979.

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vencido de que habría de ceder a muchas de las reivindicaciones del PNV SI quería evitar que los miembros de este partido formaran una alianza con Herri Batasuna. Las diferencias que separaban a vascos y españoles respecto a los verdaderos responsables de la violencia, que­ daron vivamente ilustradas en junio de 1979 cuando un policía mató de un tiro a una joven, Gladys del Estal, que tomaba parte en una manifestación antinuclear pacífica en Tudela, Navarra Vista desde Madrid, esta muerte era un lamentable incidente; pero para muchas personas del País Vasco demostraba la incapacidad, o falta de volun­ tad, del gobierno para controlar a la policía. La muerte de Gladys del Estal provocó una ola de huelgas y manifestaciones en toda Euskadi, seguidas por mucha más gente de la que en general apoyaba a Herri Batasuna En las semanas que siguieron a este incidente, los comandos de ETA-M mataron a una serie de personas: ultraderechistas,^|iresuntos confidentes de la policía y un oficial del ejército ju­ bilado ^ . La espiral acción/represión/acción funcionaba, por tanto, según la teoría formulada por ETA-M. Los dirigentes de Herri Batasuna, aunque satisfechos por el éxito obtenido en las elecciones parlamentarias y municipales, no se con­ tentaban con que su organización fuera una simple coalición electo­ ral. Daban prioridad a las manifestaciones y a las movilizaciones de masas. La decisión de que sus candidatos elegidos para el parlamento no ocuparan sus escaños les evitaba los problemas que pudieran ha­ ber surgido de la dispar composición de la coalición y la falta de acuerdo en todo tipo de cuestiones políticas más allá de la indepen­ dencia vasca. El problema de los representantes municipales era más arduo. Los candidatos de la coalición que eran miembros de ESB te­ nían una posición definida en cuanto a los asuntos de la política lo­ cal, y una firme convicción de que las cuestiones municipales eran im­ portantes; consideraban, además, que un eficaz gobierno de la vida municipal era un buen medio de demostrar la superioridad vasca so­ bre el resto de España. Los miembros de LAIA también pensaban que los municipios debían ser foros y arenas de debate, en los que podían demostrarse los beneficios del socialismo libertario Herri Batasuna exhibió una gran flexibilidad táctica en su forma de tratar los problemas suscitados por las ideas en conflicto de sus concejales. En lugares como Rentería, donde Herri Batasuna se convirtió en gru­ po mayoritario del ayuntamiento, se hizo cargo de la administración Egin, 4 junio 1979; «La Guardia Civil mata a Gladys», Punto y Hora 8-15 iunio 1979. Egin, 5, 6, 11 junio 1979. Egin, 8 y 20 junio 1979. Entrevista del autor con J. M. Larrazábal, San Sebastián, 11 marzo 1980.

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local. En algunas zonas, los concejales de Herri Batasuna boicotea­ ron las instituciones para las que habían sido elegidos. LAIA, ESB y ANV, en teoría partidos independientes, perdieron todo control so­ bre la toma de decisiones, incluso cuando los concejales eran miem­ bros de sus propios partidos. Por ejemplo, una «asamblea popular» de Elerri Batasuna ordenó a sus representantes que no asistieran a las sesiones municipales en San Sebastián. En septiembre de 1979, cuan­ do un tiro acabó con la vida de Tomás Alba un concejal excén­ trico y antiguo falangista que no estaba de acuerdo con esta decisión, el hecho fue en principio interpretado como una medida de ETA-M para asegurarse de que los concejales se avinieran a las decisiones de la «asamblea popular». Sin embargo, cuando ETA-M negó toda res­ ponsabilidad en este asesinato, obra de un grupo de ultraderecha. Alba pasó a ser considerado como un mártir y un patriota. Herri Batasuna no intentó ampliar las estipulaciones del estatuto de autonomía del mismo modo que lo hacían EIA y el PNV, dada su convicción de que toda modificación que tuviera el efecto de acor­ tar las distancias entre el PNV y el gobierno «español» mermaría las posibilidades de la independencia vasca. Como alternativa a las ne­ gociaciones que llevaban a cabo los demás partidos, la mesa nacional de Herri Batasuna propuso la elaboración de un estatuto alternativo en una asamblea compuesta por concejales y representantes simpati­ zantes de todo tipo de movimientos «populares», desde las gestoras pro amnistía hasta los movimientos feministas y antinucleares. Se convocó una reunión para constituir el Euskal Herriko Batzarre Natzionale (EHBN) (Asamblea Nacional del Pueblo Vasco) en junio de 1979, en Alsasua, Navarra. Sin embargo, la policía impidió a los par­ ticipantes que se reunieran La composición y la estructura de EH BN eran tan variadas y tan inseguras como las de las restantes or­ ganizaciones que apoyaban a ETA-M. A pesar de presentarse como un intento de formar un organismo representativo, que sería el em­ brión de un gobierno independiente, su estructura se confundía con la de Herri Batasuna. Además de este esfuerzo por formar una Asam­ blea Nacional alternativa, Herri Batasuna elaboró también sus pro­ pios estatutos, un documento complejo donde se enunciaban los de­ rechos y las obligaciones de los ciudadanos de la futura Euskadi in­ dependiente. Este estatuto proponía tres criterios distintos para ad­ quirir la ciudadanía vasca: por ascendencia, lugar de nacimiento y Egin, 29 y 30 sept. 1979; el ser miembro del Movimiento (Falange) había sido requisito para muchos puestos. Sin embargo, los compañeros de Alba consideraban ex­ céntrico su sincero falangismo cuando era locutor de radio a fines de los años cin­ cuenta. La información procede de Palmira Gallurralde. Egin, 13 junio 1979.

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tiempo de residencia en Euskadi. El euskera sería la lengua principal en la enseñanza, y todas las autoridades gubernamentales y funcio­ narios municipales tendrían obligación de aprenderlo El efecto combinado de la negativa de Herri Batasuna a alcanzar un compromiso y la ofensiva militar de ETA-M fue el de dividir al pueblo vasco en dos campos antagónicos. Era ésta una situación a la que se oponían tanto EIA como ETA-PM, cuyos dirigentes hicieron repetidas declaraciones criticando lo que consideraban una estrategia contrapoducente Los comandos de ETA-PM seguían practicando la lucha armada, pero las manifestaciones públicas de esta organiza­ ción presentaban sus actos de violencia como un complemento de la labor de EIA. Los comunicados de ETA-PM no censuraban al par­ tido que se había fundado en 1976 durante su VII Asamblea. Hasta junio de 1979, las relaciones entre EIA y ETA-PM fueron acordes a la fórmula establecida por Pertur, según la cual, aunque ambas orga­ nizaciones eran políticamente afines, ninguna de las dos debía impo­ ner tácticas a la otra. Aparte de intervenir en conflictos laborales y llevar a cabo los robos necesarios para sostener su infraestructura, los comandos de ETA-PM ponían bombas con cierta frecuencia en edi­ ficios públicos, acciones que no se presentaban como actos de vio­ lencia aleatorios, sino como el modo de presionar sobre las autori­ dades para que delegaran su poder en manos vascas. La división de labores entre EIA y ETA-PM era incomprensible para las personas ajenas a ellas, y a la larga era inviable. EIA hacía campaña a favor de la autonomía, algo que era irrelevante para Herri Batasuna. Ahora bien, cuando el gobierno español tardase en responder, ETA-PM in­ tervendría con un juicioso despliegue de violencia. Estas acciones —como la realizada en junio, por ejemplo, cuando militantes de ETA-PM lanzaron bombas contra algunos edificios administrativos de San Sebastián— se presentaban como medidas cuyo fin era favo­ recer un estatuto amplio '**. Hasta que los dirigentes de EIA tuvieran la certeza de que el go­ bierno iba a aprobar un estatuto que pudiera satisfacer sus reivindi­ caciones, las acciones políticas y militares eran métodos válidos de lu­ cha. Una vez alcanzado el acuerdo sobre el estatuto, se cumplieron sus aspiraciones más inmediatas. Con todo, este partido siguió lu­ chando por el establecimiento de una Euskadi independiente, que abarcara Navarra y el País Vasco francés. El contenido socialista de las teorías de EIA no se definió nunca con claridad, y el origen social de sus militantes y de los que le daban su voto favorecía una práctica «Nacionalidad», Euskal Herriko Batzarre Nazionala (Bilbao, sin fecha). Véase entrevista con Mario Onaindía, Viejo Topo, nov. 1979. Egin, 15 y 16 junio 1979.

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moderada y reformista. La asociación de semejante partido con un grupo armado había sido incongruente incluso antes de la aproba­ ción del Estatuto. Y, sin embargo, a los dirigentes de EIA les resul­ taba casi imposible cercenar sus relaciones con ETA-PM, pues prác­ ticamente todos ellos debían sus puestos a sus antiguos lazos con ella. Las relaciones entre EIA y ETA-PM se hicieron tensas en junio de 1979, cuando los comandos de esta última hicieron estallar bom­ bas en Benidorm, Fuengirola y otros centros turísticos, que ocasio­ naron la muerte de dos personas Las bombas estaban dirigidas contra objetivos económicos, y tenían la finalidad de presionar al go­ bierno para que concediera una nueva amnistía. Eran acciones difí­ cilmente justificables y suscitaron críticas apagadas entre los repre­ sentantes de EIA. La falta de realismo que entrañaba el querer unir la lucha armada y la acción política quedó de manifiesto cuando sur­ gieron desavenencias entre los nacionalistas vascos y U C D con res­ pecto al alcance del anunciado estatuto de autonomía. El PNV y EIA organizaron masivas manifestaciones a favor de un estatuto de auto­ nomía amplio. ETA-PM intervino en el mes de julio con un intento de secuestrar a Gabriel Cisneros, diputado de U CD y miembro de la comisión constitucional encargada de garantizar que las disposi­ ciones del estatuto de autonomía fueran compatibles con la Consti­ tución. Cisneros logró escapar de sus atacantes pero un tiro le hirió gravemente Este acto de ETA-PM, que a ojos de los no naciona­ listas en nada se diferenciaba de las tácticas de ETA-M, era en reali­ dad perfectamente compatible con la estrategia anteriormente descri­ ta, una vez decidida la división de labores entre EIA y ETA-PM. Se­ gún dicha estrategia, eran necesarias tanto la acción de masas como la lucha armada. Los partidos nacionalistas estaban desempeñando su parte al manifestarse e intervenir en los debates del parlamento. El intento de ETA-PM de secuestrar a Cisneros no tenía intención de sustituir a esta clase de actos. En la práctica, el senador por EE, Bandrés, se encontraba en la poco envidiable posición de ser política­ mente simpatizante de un grupo que había querido secuestrar a un compañero de parlamento. En julio, las relaciones entre EIA y ETA-PM hicieron crisis cuan­ do los comandos de esta última colocaron bombas en dos estaciones ferroviarias de Madrid y en el aeropuerto, matando a cinco personas e hiriendo a más de cien Los portavoces de EIA exigieron a ETAPM disculpas y autocrítica, y Bandrés declaró que las bombas habían Egm, 28, 29 y 30 junio 1979 y 1 y 2 julio 1979. Egin, 4 julio 1979. Egin, 30 y 31 julio y 1 agosto 1979.

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sido atípicas y torpes Las relaciones entre EIA y ETA-PM mejo­ raron cuando los representantes de ésta anunciaron que esta organi­ zación iba a interrumpir su campaña de violencia. Pero fue una re­ conciliación transitoria pues, como grupo armado, ETA-PM debía continuar su acción violenta para justificar su propia existencia. Los esfuerzos de sus dirigentes por encontrar objetivos posibles para su violencia selectiva (diferenciando así su acción de la de ETA-M) pre­ sentaban enormes dificultades. Aunque ETA-PM no llevara a cabo un ataque generalizado contra la policía y los ultraderechistas, su mé­ todo de operación había producido resultados que eran igualmente espantosos. Las teorías supuestamente más sofisticadas de ETA-PM, que no le habían impedido cometer atropellos como el asesinato de Angel Berazadi en 1976 en nada contribuyeron a evitar las masa­ cres de las estaciones ferroviarias. Las bombas colocadas en Madrid fueron duramente censuradas por Bandrés y Onaindía, que una vez más exigieron a ETA-PM que pidiera perdón e iniciara un proceso de autocrítica por este acto La desaprobación expresada por la dirección de EIA hacia determi­ nadas acciones de ETA-PM no le llevaría, en el verano de 1979, a pedir la desaparición de esta organización. La disolución de ETAPM habría beneficiado a Herri Batasuna, pues ETA-M podría con­ siderarse heredera indiscutida del espíritu de ETA. Y en realidad, el proceso de disociación de EIA de la lucha armada de ETA-PM fue extremadamente duro, pues varios militantes de ésta fueron encarce­ lados por actos llevados a cabo después de finalizada la amnistía de 1977, pero antes de que los líderes de EIA se hubieran pronunciado en sentido crítico sobre la actuación de ETA-PM. La solución más satisfactoria al problema habría sido que la dirección de ETA-PM hu­ biera declarado el cese de la lucha armada, y que EIA hubiera nego­ ciado una amnistía para los presos de aquélla. Algunos dirigentes de ETA-PM, como Goiherri y los hermanos Kepa y José Aulestia, que coincidían políticamente con Bandrés y Onaindía, se esforzaban por que sus comandos se retiraran discretamente de la lucha armada ETA-PM respondió a los ataques suscitados por la masacre de la estación madrileña interrumpiendo su campaña de bombas, pero rea­ nudó su ofensiva en septiembre cuando uno de sus comandos hirió a dos policías en San Sebastián Los intentos de ETA-PM por lle-

Egin, 31 julio 1979. Véase Capítulo 6, pp. 268-270. Egin, 1 agosto 1979. Para la autocrítica de ETA-PM, véase Egin, 3 agosto 1979. Entrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984. Egin, 16 sept. 1979.

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var a la práctica una campaña armada que complementara la lucha po­ lítica de EIA estaban fracasando estrepitosamente, pues sus acciones producían cada vez mayor impresión de irracionalidad. Su práctica de secuestrar a industriales y dispararles un tiro en la pierna resul­ taba tremendamente incómoda para los dirigentes de EIA, convenci­ dos de que los progresos que se estaban consiguiendo en pro de la autonomía vasca hacían contraproducentes semejantes actos de vio­ lencia. En julio de 1979, las prolongadas negociaciones entre el go­ bierno y la mayor parte de los partidos vascos concluyeron con un acuerdo sobre el estatuto de autonomía, el cual, diría Arzallus, era mejor que el obtenido en 1936 Mario Onaindía se mostró igual­ mente entusiasta, al igual que un destacado conservador «español», Areilza, el cual declaró que este acuerdo en nada amenazaba la uni­ dad de España Según los líderes de EIA, Onaindía e Iñaki Martí­ nez era una solución que forzaría a Herri Batasuna a abandonar su política de confrontación estéril Los líderes de ETA-PM y Herri Batasuna disentían. Según Patxi Zabaleta, dirigente de esta organización en Navarra, el documento, que él denominaba estatuto de la Moncloa, era una victoria de los par­ tidarios del centralismo, y había sido acogida con entusiasmo por los representantes de la derecha en Navarra^''. Los comentarios de Za­ baleta señalaban hacia la principal concesión hecha por los naciona­ listas: Navarra no había sido incluida en la comunidad autónoma vas­ ca, aunque se estipulaba su futura incorporación si ésa era la volun­ tad de los habitantes de esta provincia. Era una concesión compren­ sible, dado que los nacionalistas de todas las tendencias eran una mi­ noría en Navarra. N o obstante, la exclusión de Navarra de la comu­ nidad autónoma iba a perjudicar tanto al PNV como a EE en dicha región, y a producir escisiones en sus organizaciones locales. En el transcurso de una entrevista, un portavoz de ETA-M condenó a los partidos de izquierdas y a EIA por acoger favorablemente un esta­ tuto que excluía a Navarra y al País Vasco francés, que era discrimi­ natorio con el euskera frente al castellano y que se había negociado a espaldas del pueblo Consecuentemente, ETA-M continuaría sus ataques armados, sin que les detuviera un acuerdo que sus líderes conEgin, 24 nov. 1979. Egin, 19 julio 1979. Ihíd. «Estatuto de Gernika. Un Estatuto que vale», Hitz (La Palabra), n.° 1, julio 1979. Hitz era una publicación de EE. Egin, 19 julio 1979. Véase «Estatuto de Gernika o Estatuto de Madrid», Punto y Hora, 19-26 julio 1979, para una opinión crítica del Estatuto. «Habla ETA Militar», Punto y Hora, 18-25 oct. 1979,

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sideraban una farsa. Sus comandos mataron a cinco policías en dos ocasiones distintas a fines de julio y el gobernador militar de Gui­ púzcoa fue muerto a tiros en septiembre, sólo unos días después de ■ que asesinaran a dos oficiales del ejército en Bilbao Una vez que se hubo alcanzado un acuerdo entre la mayoría de las fuerzas políticas en torno al estatuto de autonomía, el parlamento aprobó la legislación y se celebró un referéndum el 25 de octubre de 1979. Puesto que Navarra no había sido incluida en la comunidad au­ tónoma vasca, sus habitantes no participaron en él. Todas las fuer­ zas políticas de importancia, salvo Herri Batasuna, instaron al elec­ torado a aprobar el Estatuto. Casi un 54% se manifestó a favor y sólo un 3% votó en contra. Pero la abstención, que fue ligeramente superior al 40%, fue alta Los dirigentes de Herri Batasuna, que habían pedido la abstención, interpretaron los resultados como un triunfo de su política. Desde la perspectiva del nacionalismo radical, era una falsa mayoría la que había votado a favor, puesto que no se había incluido en el referéndum ni a Navarra ni al País Vasco fran­ cés Los partidos que apoyaban el estatuto consideraron que el alto grado de abstención era, ante todo, producto del cansancio de la gen­ te con la política, dado que, desde diciembre de 1976, se habían ce­ lebrado tres referéndums, dos elecciones parlamentarias y elecciones municipales. El resultado del referéndum representó un duro golpe para ETA-M y Herri Batasuna, pues con ello se iniciaba aparentemente la solución al problema vasco. La adhesión de EIA, ETA-PM y el PNV al Estatuto de Autonomía quebrantó la unidad de la comuni­ dad nacionalista y supuso la aceptación de que Navarra y el País Vas­ co francés quedaran separados de Euskadi. Si se resolvía el conflicto entre Euskadi y España, ETA-M podría quedar reducida a un grupo armado, representativo tan sólo de una parte minoritaria de la pobla­ ción. En consecuencia, ETA-M aprovechó la ocasión ofrecida por la campaña sobre el referéndum para lanzar una ofensiva en que mu­ rieron dos oficiales de la policía, a principios de octubre, y un guar­ dia civil a fines de este mes. Algunos de sus militantes murieron en estos encuentros con la policía Los presos de ETA-M se declara­ ron en huelga de hambre y pidieron a la población que se abstuviera ^ Egin, 29 julio 1979. Egin, 20 y 24 sept. 1979. Punto y Hora, 1-8 nov. 1979. Egin, 26 oct. 1979. Para un análisis del referéndum desde la perspectiva de Herri Batasuna, véase Luis C. Núñez, «¿El Estatuto de la mayoría?». Punto y Hora, 1- nov. 1979. Egin, 9, 11 y 12 oct. y 1 nov. 1979.

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en el referéndum Por su parte, los presos de ETA-PM pidieron el voto a favor del estatuto de autonomía La hostilidad entre los partidos «españoles» y los nacionalistas ra­ dicales aumentó cuando, dos días después del referéndum, un coman­ do de los CAA —el grupo creado por la fusión de restos de los Bereziak y LAIA— mató a Germán González, fotógrafo y miembro del PSOE, alegando que era confidente de la policía El PSOE y la UGT reaccionaron convocando una huelga general que recibió el apoyo del PGE y Comisiones Obreras. La importancia que el PSOE concedía a este asesinato quedó de manifiesto por la asistencia de Fe­ lipe González al funeral El dirigente del PSOE, Benegas, dirigién­ dose a la prensa, calificó este ataque de declaración de guerra contra su partido, e indicó que GAA no era más que la tapadera de una de las ramas de ETA, cuya finalidad era cometer delitos particularmente repugnantes. Ramón Rubial, el veterano líder del PSOE, insinuó que el gobierno podría tomar represalias empleando métodos similares. Las dos ramas de ETA emitieron declaraciones de protesta negando toda vinculación con los GAA, y acusando al PSOE de aprovechar el asesinato para desacreditar la causa nacionalista. Los dirigentes del PNV condenaron el asesinato de González, pero en términos mucho más suaves que los del PSOE. En un editorial de Deia se criticaba la insinuación de Rubial de que quizá hubiera que atacar a los asesinos de González con sus propios métodos, como había hecho De Gaulle cuando creó una fuerza secreta para combatir a la OAS El prin­ cipal sindicato nacionalista, ELA-STV, se negó rotundamente a apo­ yar la huelga de protesta convocada por U G T y Gomisiones Obre­ ras. Egin y Punto y Hora, periódicos favorables a Herri Batasuna, no se pronunciaron con respecto a si estaba o no justificado el ase­ sinato de González, sino que centraron su atención sobre lo que de­ nominaban la iniquidad de los partidos «españoles» que estaban uti­ lizando la muerte de González para atacar a ETA-M El periódico de LCR-LKI adoptó una posición similar, aunque negó que existiera prueba alguna de que González hubiera sido un confidente de la po­ licía Los CAA emitieron un comunicado de prensa confirmando que sus comandos habían dado muerte a González por ser confidenEgin, 23 oct. 1979. “ £gín. 28 y 29 oct. 1979. “ Egin, 29 oct. 1979. Ibíd. Deia, 30 oct. 1979. “ «Manipulazioa», editorial de Punto y Hora, 1-8 nov. 1979; el informe sobre la muerte de González en Egin, 28 oct. 1979, resaltaba sus supuestas excentricidades. «Un error no se corrige con otro», editorial de 7.utik (LKI), 8 nov. 1979.

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te de la policía, no por estar afiliado al PSOE, pero declarando que ello no implicaba la exclusión de acciones contra dirigentes del PSOE K La aprobación del Estatuto pareció acercar a su fin el conflicto ar­ mado del País Vasco. Los miembros de EIA en particular, estaban evolucionando hacia la aceptación de la democracia parlamentaria, y la disolución de su, en teoría, partido de vanguardia en una forma­ ción política más amplia. EE dejaría de ser una coalición electoral para convertirse en un partido político que se uniría a la facción eurocomunista del PC de Euskadi, encabezado por su Secretario Ge­ neral, Lerchundi Esta posibilidad haría que las conexiones de EIA con un grupo armado representaran aún mayor riesgo. Las relacio­ nes entre EIA y ETA-PM volvieron a estar a punto de romperse en noviembre de 1979, cuando un comando de ETA-PM secuestró a Ja ­ vier Rupérez, diputado por U CD , y lo mantuvo como rehén duran­ te varias semanas como medio de obtener la liberación de una serie de militantes presos de ETA-PM ^°. Esta acción formaba parte de la campaña de ETA-PM para lograr que todos sus presos fueran pues­ tos en libertad y acabar con las prácticas de tortura de la policía. Por tanto, fue presentada como un recurso racional a la violencia, con un fin específico, no como la reanudación de una campaña general de te­ rror. Era una diferenciación que no apreciaban en su mayoría los ene­ migos de ETA-PM, a juicio de los cuales ésta estaba actuando de modo similar a ETA-M. El secuestro de Rupérez dejó al parlamentario de EE, Bandrés, en una posición insoportable. Mientras Bandrés negociaba con el gobierno las condiciones de ETA-PM para poner en libertad a sus compañeros, en opinión de la mayoría de la prensa española EIA y sus representantes parlamentarios eran simplemente un frente le­ gal de ETA-PM, y que ésta y EIA perseguían esencialmente la mis­ ma estrategia. Las fotografías de Rupérez divulgadas por los secues­ tradores, en que se le veía leyendo la revista teórica de EIA, Arnasa reafirmó la idea de que EIA y ETA-PM funcionaban como dos alas de la misma organización, pese a que la VII Asamblea de Egin, 29 oct. 1979. La fusión se llevó a cabo en 1981. Para la versión oficial del PCE sobre la fac­ ción de Lerchundi, véase Santiago Carrillo, Memoria de la transición (Barcelona, 1983), pp. 105-12. Para el punto de vista de la facción Lerchundi, véanse los reportajes en Hierro, k\ diario bilbaíno, de Antonio G. Pericas, 14 agosto 1981, 26, 28 y 29 sept., 5, 8, 23(y 27 oct. 1981. «Exclu.siva. ETA-PM habla del secuestro». Ere, 21-28 nov. 1979. Ere era una revista simpatizante de EIA. Ere, 29 nov.-8 dic. 1979.

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ETA-PM, al constituir EIA, hubiera declarado explícitamente que el partido y el grupo armado serían organizativamente independieirtes Por consiguiente, no había ningún motivo para que los diri­ gentes de EIA conocieran los planes de ETA-PM. Bandrés, en una carta al Presidente del Congreso, reaccionó con indignación ante la insinuación de que pudiera haber participado en el secuestro de Rupérez Este fue liberado el 12 de diciembre, cuando la dirección de ETA-PM se convenció de que se cumplirían sus condiciones (la sa­ lida de la cárcel de algunos de sus militantes) A diferencia de lo ocurrido anteriormente tras la explosión de las bombas de Madrid du­ rante aquel mismo año, ETA-PM no ofreció disculpa alguna por esta acción, que era afín a la estrategia de la organización y había logrado su objetivo Ahora bien, ni siquiera un acuerdo político parcial con un grupo que incurría en secuestros era, a largo plazo, una posición viable para un partido'político cada vez más moderado. Las críticas que la pren­ sa «española» dirigía contra EIA, y especialmente contra sus repre­ sentantes parlamentarios, se hicieron más duras y pudo comprobarse la incomodidad que aquel tipo de actos creaba a EIA en un artículo escrito por Bandrés en enero de 1980, en el que hablaba de la angus­ tia que había sentido cuando Gabriel Cisneros «oscilaba entre la vida y la muerte» El secuestro de Rupérez, por mucho que violentara a Bandrés, había logrado realizar sus fines inmediatos. Veintiséis pre­ sos vascos, en su mayoría pertenecientes a ETA-PM, fueron puestos en libertad en enero, en lo que fue considerado el cumplimiento del acuerdo alcanzado por la liberación de Rupérez A juzgar por un comunicado de un grupo de militantes de ETA-PM de la cárcel de Martutene, todo el episodio se vio como una afortunada aplicación de la estrategia de ETA-PM de complementar la acción legal con la lucha armada A fines de 1979, se hicieron evidentes las divisiones —existentes dentro de partidos y coaliciones y entre unos y otros— entre los que aceptaban que Euskadi quedara dentro de España, si bien con una considerable autonomía, y los nacionalistas intransigentes que seguían Otsagabia - Formas de coordinación entre la lucha armada y la lucha política. Documentos Y, vol. 18, pp. 197-205. ” Ere, 29 nov.-8 dic. 1979. Egm, 13 dic. 1979. Algunos presos de ETA-M denunciaron a EE y ETA-PM por el asunto Rupé­ rez, que, declararon, era un ardid que perjudicaba la lucha en pro de la amnistía total. Egin, 12 dic. 1979. «La difícil verdad». La Voz de España, 29 enero 1980. La Voz de España, 11 enero 1980. Ibíd.

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defendiendo la independencia. En diciembre, la dirección «sabiniana» conservadora del PNV de Vizcaya, hizo públicas unas declara­ ciones en que atacaba a Arzallus, portavoz parlamentario del parti­ do, y expulsaba del ejecutivo a cinco de sus seguidores. El comité na­ cional revocó la decisión y celebró un congreso en el que se eligió a Arzallus presidente del partido en Vizcaya El congreso fue de­ nunciado como fraudulento y manipulado por los «sabinianos», la mayoría de los cuales no asistió. El pragmatismo de la tendencia mo­ derada del PNV quedó demostrado en diciembre cuando el gobierno vasco en el exilio fue disuelto y su presidente, Leizaola, entregó sus archivos al Consejo General Vasco. En un comunicado de prensa, Leizaola afirmó que la independencia traería cien años de sinsabores a Euskadi A este indicio de la buena disposición de los líderes del PNV a llegar a un entendimiento con el gobierno español, se unía la determinación de no ser desbancados por Herri Batasuna. En enero, los representantes del PNV abandonaron las Cortes como gesto de protesta ante las dilaciones del gobierno en la prosecución de las dis­ posiciones autonómicas y permanecieron fuera de ellas hasta poco antes de las elecciones para el parlamento vasco, celebradas el 8 de de marzo, que establecieron las condiciones para una auténtica auto­ nomía. Las tensiones que sufría el PNV tenían su equivalente en las res­ tantes fuerzas nacionalistas. En Herri Batasuna, los partidarios de ESB y LAIA, preocupados por que la coalición se hubiera converti­ do simplemente en la voz de ETA-M, fueron derrotados cuando in­ tentaron actuar al margen de los partidarios de ETA-M. El malestar de los miembros de ESB por el dominio ejercido por ETA-M sobre Herri Batasuna se expresó en un comunicado de prensa en el que se lamentaban de que la dirección nacional de Herri Batasuna, en un principio parcialmente constituida por representantes de los partidos coaligados, fuera ahora «elegida» de modo totalmente descontrolado por asambleas generales La sección de HASI de San Sebastián sos­ tenía que una organización democrática siempre debía poder revocar a su dirección y que, en consecuencia, apoyaba el procedimiento al que se oponía la directiva de ESB Aldecoa, secretario general de ESB, reiteró que Herri Batasuna era una coalición electoral, afirmó que ESB no aprobaba la elección de candidatos en asambleas gene­ rales y que cabía la posibilidad de que abandonara la coalición Al Egin, 20, 21, 22, 23 y 26 dic. 1979. ™ Egin, 12 y 16 dic. 1979. La Voz de España, 19 enero 1980. La Voz de España, 6 enero 1980. Ibíd. «La crisis se precipita en Herri Batasuna», Ere, 24-31 enero 1980. JO

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te, las disensiones entre EIA y Herri Batasuna se reprodujeron en LAB, y en 1979 los afiliados a EIA se quejaban de que LAB no fun­ cionaba como tal sindicato, sino que estaba convirtiéndose en simple correa de transmisión de Herri Batasuna y ETA-M. Del mismo modo que los dirigentes de EIA iban abandonando sus esperanzas de cam­ bio revolucionario, renunciaron también a sus ideas asambleístas de una democracia sindical directa, a favor de una estructura burocráti­ ca más tradicional, inaceptable para los partidarios de Herri Batasu­ na. Los miembros de EIA concluyeron que era imposible la coexis­ tencia con los que apoyaban a Herri Batasuna y, en consecuencia, di­ vidieron el sindicato como paso preliminar a la integración en ELA de su facción sindical, abandonando con ello tanto el marxismo como las tendencias asambleístas de su ideología sindical. Los partidarios de Herri Batasuna mantuvieron su propia versión de LAB (en oca­ siones denominada LAB-KAS), que operaba como auxiliar de Herri Batasuna pero, según sus detractores, no tenía una verdadera estruc­ tura sindical Las elecciones para el parlamento autónomo vasco, celebradas en marzo de 1980, demostraron los beneficios que estaba obteniendo el nacionalismo vasco de la polarización que producía la confrontación con el gobierno español. Los nacionalistas obtuvieron cuarenta y dos escaños, frente a los dieciocho de los partidos «españoles». Herri Ba­ tasuna logró once escaños y EE nueve ****. Pero el verdadero triunfa­ dor fue el PNV. Pese a que sus veinticinco escaños no le daban la mayoría absoluta, el PNV contaba con el apoyo o la abstención de los restantes nacionalistas en todo conflicto entablado con el enemi­ go de Madrid. El éxito del PNV le procuraría un considerable poder de patronazgo sobre la administración y la educación. El hecho de que el 10% del electorado que había votado a Herri Batasuna fuera, presumiblemente, favorable a la violencia de ETA-M y a la total se­ paración de España, reforzaba la posición negociadora del PNV en sus tratos con el gobierno español. El significado del nada desprecia­ ble número de votos de EE era menos claro. Los dirigentes de EIA y EE insistían continuamente en la necesidad de integrar a todos los habitantes de la región, incluso a los inmigrantes, en una comunidad

Véase el informe sobre el congreso de la facción de LAB simpatizante de Herri Batasuna, «Un congreso “duro y áspero” », Punto y Hora, 17-24 abril 1980. Véase El s e c ^ KAS se escinde de LAB y forma su “LA B" KAS (no aparece lugar de publi­ cación, marzo 1980). Entrevistas del autor con Koldo Aulestia y Alejandro Vázquez, miembros destacados de EIA en LAB, San Sebastián, 25 marzo 1980. ** «K. O. al centralismo», Punto y Hora, 13-20 marzo 1980.

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unificada pero seguían ligados políticamente a ETA-PM Aque­ llos militantes de ETA-PM que apoyaban a la facción dominante de la directiva de EIA intentaron persuadir a sus comandos de que aban­ donaran las armas y procuraran conseguir una amnistía que les per­ mitiera participar en la vida política. Sin embargo, los conflictos in­ ternos de ETA-PM exhibían una pauta ya conocida según la cual los militantes más jóvenes y menos interesados en teorías políticas de­ fendían la continuidad de la lucha armada. Este tipo de desacuerdo produjo una nueva escisión en ETA-PM en su VIII Asamblea, cele­ brada en febrero de 1982, en la que la mayoría de sus líderes más ex­ perimentados abandonaron la organización, después de fracasar en su intento de convencer a gran parte de sus comandos de que ETA-PM debía disolverse

«Violencia calculada rompe el juego», Ere, 20-27 sept. 1979. Para la valoración política de los dirigentes de EIA, véase «Historia de EIA», Arruina, n.'’ 6, 1980; tam­ bién los documentos de debate del tercer (y último) congreso del partido en junio de 1981. Amasa, n.° 9 (sin fecha), especialmente «Análisis de la sociedad vasca y de sus condicionantes». Véase entrevista con un portavoz de ETA-PM en Ere, 27 marzo-3 abril 1980. ” El País, 22 enero 1982, 23 feb. 1982, 1 junio 1982.

Capítulo 9 ETA EN LA DEMOCRACIA PARLAMENTARIA

Tras la elección de un parlamento autónomo vasco con mayoría nacionalista, la mayor parte de los obervadores políticos españoles censaron que el problema vasco había alcanzado prácticamente su sokución. Las disposiciones de autogobierno del Estatuto de Autono­ mía eran más generosas que las de 1936, y habrían sido totalmente impensables bajo cualquier variante del régimen franquista. Quedaba todavía por fijar la exacta entrada en vigor de la transferencia de com­ petencias, y ello sería pronto motivo de fricción entre el PNV y Ma­ drid. Con todo, los dirigentes del PNV parecían haber aceptado al fin que el País Vasco quedara como parte de España, y que el hecho de gobernar la comunidad autónoma vasca satisfacía la mayoría de las aspiraciones del partido. Aunque en 1980 eran pocas las compe­ tencias transferidas al gobierno autónomo, el PNV podía contar con el ejercicio de amplios poderes. Los representantes de Herri Batasuna no cesaban de criticar al PNV por haber abandonado sus princi­ pios nacionalistas y haber aceptado el estatus de partido regionalista, a sabiendas de que muchos miembros del PNV seguían fieles a la idea de una Euskadi independiente y disentían de Herri Batasuna, ante todo, en la posibilidad de lograrla mediante la lucha armada. Ante sus detractores, el PNV parecía exhibir una hipocresía sis­ temática, ilustrada en su petición de abstención en el referéndum de diciembre de 1978 sobre la Constitución que iba a suministrar el mar-

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co para el Estatuto de Autonomía; pero los motivos del partido eran más complejos. Se mostró, sin duda, ambiguo ante la Constitución, e incluso ante la cuestión de si los vascos debían o no lealtad al Es­ tado español, pero era una ambigüedad que había existido desde que Sabino Arana aceptara por primera vez la fórmula de autonomía re­ gional dentro del Estado. La cuestión de si la autonomía era un paso hacia la independencia o, por el contrario, su aceptación presuponía la lealtad vasca al Estado español y su rey, nunca quedó zanjada. Ade­ más, la peculiar estructura del partido le impedía realizar un debate racional y público sobre este asunto, de tal modo que su vida polí­ tica era un mundo cerrado a los observadores exteriores. El PNV del postfranquismo logró atraer los votos de un gran nú­ mero de conservadores, que no eran ni étnicamente vascos ni espe­ cialmente nacionalistas. Ello contrastaba fuertemente con la derecha «española» que, a partir de 1982, no consiguió, ni en el País Vasco ni en el resto de España, presentar un auténtico reto al PSOE. En los primeros años de gobierno regional del PNV, pareció como si los efectos del poder y de los privilegios reales que resultaban de afiliar­ se al PNV fueran a actuar como aglutinante de todas las facciones no explicitadas del PNV. Puesto que todas las secciones del partido coin­ cidían en desear un mayor grado de autonomía que el que estaba dis­ puesto a otorgar el Estado español, la lucha por ampliar el contenido del Estatuto de Autonomía podía retrasar la decisión si éste era o no un paso más hacia la independencia. Este tipo de ambivalencia con­ dicionaba de modo inevitable la actitud del PNV hacia los actos de ETA-M y similares, cuya campaña de violencia era, al mismo tiem­ po, una advertencia a Madrid de que la paz no sería posible si no se satisfacían las aspiraciones nacionalistas, y una peligrosa provocación que podía desatar un golpe militar. La justificación de la campaña de violencia de ETA-PM era cada vez más oscura ahora que su asociado político, EIA, tenía representantes tanto en el parlamento vasco como en el español. Aunque la fórmula esbozada en el documento de Petur, Otsagabia, había previsto la acción continuada de ETA-PM como complemento de la actividad de su brazo político, era una so­ lución que no había funcionado bien. Se podía sostener que el se­ cuestro de Rupérez en noviembre de 1979 constituía un afortunado ejemplo del uso mesurado de la violencia con fines políticos, ya que había conseguido la liberación de algunos presos de ETA-PM pero había minado la credibilidad democrática de los miembros de EIA en el parlamento. Algunos de los restantes actos de ETA-PM fueron tan extravagantes o tan desalmados que hicieron peligrar sus relacioLa Voz de España, 11 enero 1980.

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nes con EIA. En el período que siguió a la creación del parlamento autónomo, se iban a intensificar todas estas tensiones. Las bombas colocadas en centros turísticos en el verano de 1979 habían producido un gran desconcierto en EIA, de tal modo que, cuando este tipo de acción se repitió en 1980, la facción dominante de su directiva actuó decididamente para liquidar a la organización armada. Ello resultó ser extremadamente difícil, pues el atractivo de la lucha armada frustró una vez más los esfuerzos por salir del ciclo de violencia de los militantes más conscientes de ETA-PM. El plan de Pertur, que preveía una organización política y otra militar, inde­ pendientes entre sí pero ligadas por su ideología política, demostró ser impracticable. A los enemigos de EIA se les antojaba monstruo­ so que los líderes de ésta pudieran llevar a cabo una actividad polí­ tica normal, e incluso hacer declaraciones pacifistas, mientras que «su» ala militar seguía matando y poniendo bombas. Los represen­ tantes de ETA-PM declararon que la campaña cesaría si se ponía en libertad a sus presos y se celebraba un referéndum en Navarra para decidir si esta provincia debía incorporarse a la comunidad autóno­ ma vasca. Este tipo de reivindicaciones demostraban, en opinión de los líderes de ETA-PM, que su campaña, cuidadosamente modulada, nada tenía en común con la violencia indiscriminada de ETA-M, pero era una pretensión que parecía absurda a la mayoría de los españoles y también, cada vez más, a la dirección de EIA. Onaindía, Bandrés y Garayalde (Erreka) presionaron más fuertemente a ETA-PM para que declarara el alto al fuego y, finalmente, se disolviera. La facción Nueva Izquierda de EIA, más nacionalista, dirigida por Múgica Arregui, no tenía tantos deseos de acabar con ETA-PM, pero se negó a actuar como brazo político de aquellos militantes de ETA-PM deci­ didos a continuar con la lucha armada. La convicción de que los dirigentes de EIA eran los auténticos in­ ductores de la violencia armada produciría la detención de varios de ellos como reacción a los ataques de ETA-PM Las dificultades planteadas a EIA quedaron de manifiesto cuando Bandrés se abstuvo en la resolución parlamentaria que condenaba la acción de ETAPM La índole peculiar de la violencia política de ETA-PM se uti­ lizaba para justificar un comportamiento que era más absurdo y más cruel que el de la rama rival. Sus militantes mataron al gerente de la fábrica de Michelín en Vitoria en junio de 1980, en una aportación no solicitada a la lucha obrera ETA-PM atacó también a algunos candidatos de U CD , matando en septiembre a José Ignacio Ustarán ^ El País, 1 julio 1980. ^ El País, 25 junio 1980; La Calle, 1 julio 1980. El País, 3 julio 1980.

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en Vitoria, y en octubre a Juan de Dios Doval en San Sebastián. E s­ tos actos, a los que se sumaron otros llevados a cabo por CAA, ex­ hibían una brutdidad irracional, pues U C D tenía escasa fuerza en el País Vasco, y sus afiliados no eran ultraderechistas. ETA-PM fue di­ vidiéndose progresivamente entre sus militantes como «Goiherri» y José Aulestia, que querían salir de aquella espiral de violencia, y los que, como Jesús Abrisketa —uno de los procesados en el juicio de Burgos—, insistían en que había que seguir con la lucha armada. En­ tre los militantes de ETA-PM que apoyaban a la dirección de E l A figuraban la mayoría de sus miembros más veteranos pero la fac­ ción militarista dura contaba con el respaldo de la mayor parte de los miembros más jóvenes, incorporados después de 1977. Comprensi­ blemente, dado que los defensores de la disolución no estaban dis­ puestos a dimitir simplemente, dejando el nombre y la organización en manos de sus contrarios, ETA-PM inició un largo período de en­ frentamientos faccionales. La preocupación de los dirigentes de EIA por acabar con su vinculación a una organización armada se acentuó con su decisión de disolver EIA integrándola en Euskadiko Ezkerra, para unirse al ala eurocomunista del partido comunista del País Vas­ co, dirigido por su Secretario General, Roberto Lerchundi, y aban­ donar el modelo de organización comunista a favor de otro parlamentarista y más electoralista. Puesto que ETA-M estaba menos agobiada por formas políticas de organización, era más fácil ocultar sus disensiones internas. Sus di­ sidentes no tenían realmente otra alternativa que abandonar la acción, y ETA-M no dio ninguna señal de disminuir su campaña de violen­ cia en el período que siguió a la elección del parlamento vasco en mar­ zo de 1980. Entre sus acciones figuraron secuestros por dinero, el ase­ sinato de empresarios que rehusaban pagar el «impuesto revolucio­ nario», de enemigos políticos, de presuntos confidentes de la policía y de oficiales del ejército jubilados, robos a bancos, la explosión de bombas en edificios públicos y el ametrallamiento de bares y cuar­ teles policiales. El optimismo inicial sobre el descenso de la violencia se vio frustrado poco tiempo después de las elecciones. El 25 de mar­ zo de 1980, el Conde de Aresti fue asesinado en Bilbao por negarse a pagar el «impuesto revolucionario», y cuatro días más tarde murió un niño en Azkoitia al explotar una bomba que debía volar un ve­ hículo de la guardia civil. El 18 de marzo, en Madrid, el general Ma­ nuel Equivias fue herido en un atentado en el que murió un solda­ do La alarma que suscitó la escalada de violencia produjo el desa­ rrollo de un movimiento por la paz que obtuvo el respaldo de sec^ Entrevista del autor con «Goiherri», San Sebastián, 5 agosto 1984. ^ Diario Vasco, 26 y 30 marzo 1980: El País, 19 marzo 1980.

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tores de la población más amplios que los acostumbrados enemigos de ETA. El 14 de noviembre los principales partidos políticos, salvo Herri Batasuna, hicieron un llamamiento a la paz y la concordia. A juicio de Herri Batasuna esta clase de actos eran hipócritas, pues­ to que pasaban por alto la acción de los grupos de ultraderecha y la tortura empleada por la policía. El PNV, aunque se unió al «Frente por la Paz», seguía desconfiando de las intenciones del gobierno de Madrid de efectuar la transferencia de competencias al gobierno au­ tónomo que dirigía el PNV. En opinión de Mario Onaindía, el PNV, aunque no aprobaba algunas acciones de ETA-M, se alegraba de con­ tar con la constante amenzas de violencia como palanca para extraer concesiones al gobierno español Ahora bien, no podía agradar al PNV que sus propios miembros se vieran forzados a pagar el «impuesto revolucionario» y fueran, en ocasiones, secuestrados cuando se negaban a hacerlo. El secuestro del empresario José Garavilla, simpatizante del PNV, en Bermeo, el 25 de octubre , causó un gran malestar entre los miembros activos del partido, que amenazaron con tomar represalias contra los partidarios de ETA-M. El ayuntamiento aprobó una resolución en que se con­ denaba el acto, con la abstención de los representantes de Herri Ba­ tasuna, pero Garavilla no fue liberado hasta que se hubo pagado la cantidad exigida. El secuestro que mayor horror causó fue el realiza­ do en enero de 1981, cuando un comando de ETA-M capturó a José María Ryan, ingeniero jefe de la central de Lemóniz. Esta acción, con­ secuencia lógica de los repetidos ataques de ETA-M a la construc­ ción de esta planta, tuvo un resultado inevitablemente trágico, pues entre las condiciones exigidas para la liberación de Ryan figuraba que se detuvieran las obras de la central. El PNV tomó la iniciativa en organizar una manifestación masiva que pidió la puesta en libertad de Ryan, pero el 6 de febrero fue asesinado tras una semana de cau­ tividad. El prestigio de ETA-M descendió entonces a su punto más bajo, pues sus líderes se habían equivocado seriamente al calcular los efectos de matar a una persona no implicada en actividad política al­ guna o ligada a las fuerzas de seguridad. Los representantes del PNV, en un ejemplo de las continuas oscilaciones del partido en su hosti­ lidad a ETA, criticó a ETA-M en términos más duros que nunca Lo que salvó a ETA-M de una posición de peligroso aislamiento fue que, una semana después de la muerte de Ryan, uno de sus militan­ tes, Joseba Arregi, muriera por torturas en el cuartel de la policía de Carabanchel, en Madrid. El parlamento vasco suspendió sus activi^ Entrevista con Mario Onaindía en La Calle, 18-24 nov. 1980. * Diario Vasco, 26 oct. 1980. ’ Egin, 7 feb. 1981; El País, 7 y 8 feb. 1981; Punto y Hora, 12-19 feb. 1981.

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dades como protesta, y se produjeron manifestaciones violentas en todo el País Vasco Cuando Afoldo Suárez dimitió como jefe de gobierno el 29 de enero, el descontento de las fuerzas armadas ante su fracaso en ganar la batalla al terrorismo se consideró como uno de los principales motivos de su marcha. El deterioro a que había lle­ gado la situación quedó reflejado en las escenas que se desarrollaron cuando el rey Juan Carlos fue al País Vasco, en una visita programa­ da antes de la dimisión de Suárez, cuando la situación era más esperanzadora. El 4 de febrero, cuando el rey se puso en pie para diri­ girse al parlamento vasco, los representantes de Herri Batasuna se le­ vantaron y ahogaron sus palabras cantando el Eusko Gudariak, him­ no de las tropas vascas durante la guerra civil, antes de ser expulsa­ dos por los guardias de seguridad Los sucesos del País Vasco quedaron oscurecidos por el intento de golpe militar realizado el 23 de febrero, cuando algunas unidades de la Guardia Civil bajo el mando del coronel Antonio Tejero toma­ ron las Cortes y retuvieron a los diputados que se hallaban dentro. Simultáneamente, los oficiales del ejército que participaban en la conspiración declaraban su solidaridad con la nueva dictadura. Des­ pués de una noche tensa, en el transcurso de la cual el rey llamó por teléfono a los principales jefes militares exigiéndoles su lealtad, los re­ beldes se rindieron y la democracia parlamentaria sobrevivió en Es­ paña. La insatisfacción del ejército ante la incapacidad del gobierno ara acabar con el terrorismo, había sido uno de los motivos del faido golpe. Curiosamente, Elerri Batasuna y la comunidad naciona­ lista en general, permanecieron pasivos durante el período crítico en que era dudoso el resultado del golpe. Herri Batasuna no convocó manifestaciones y sus miembros más conocidos se ocultaron. Un gol­ pe victorioso habría sido, quizá, provechoso para ETA-M, pues ha­ bía eliminado lo que ésta consideraba la fachada de democracia par­ lamentaria, dejando al descubierto el carácter inalterado de la opre­ sión española sobre el pueblo vasco. Por el contrario, el PNV quedó conmocionado ante el intento de golpe y adoptó una actitud más con­ ciliadora hacia el gobierno de Calvo Sotelo, que había sucedido a Suá­ rez. El Partido Nacionalista seguía insatisfecho ante el ritmo de la transferencia de competencias al gobierno vasco, pero el intento de golpe fue una advertencia de que los gobiernos españoles no podían actuar con libertad, y que la reacción de los militares era un potente factor que inhibía los procesos de autonomía regional. El gobierno de Calvo Sotelo intentó apaciguar el malestar que causaba en las fuer­ zas armadas la devolución de competencias al gobierno regional, re-

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Egin, 11 febrero 1981. Egin, 5 feb. 1981.

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duciendo éstas mediante la Ley Orgánica de Armonización del Pro­ ceso Autonómico (LOAPA), presentada en las Cortes del 29 de sep­ tiembre de 1981 En opinión, sin duda acertada, del PNV, la LO A ­ PA suponía una confirmación de que el ritmo de transferencias es­ tablecido por Suárez no se iba a mantener. El PNV organizó grandes manifestaciones contra la LOAPA, y tanto el gobierno autónomo vasco como el catalán apelaron con éxito al Tribunal Constitucional alegando que la ley era inconstitucional. El hecho de que las dispo­ siciones de la LOAPA hubieran sido acordadas por los dirigentes de LFCD y el PSOE reforzó las sospechas nacionalistas de que todos los partidos españoles mantenían su tradicional lealtad al centralismo. El PNV se opuso con gran firmeza a la LO A PA al ser debatida en el parlamento, pero el gobierno no aceptó ninguna enmienda y contó con el apoyo del PSOE en esta cuestión. El golpe de Tejero tuvo el efecto de serenar pasajeramente a ETAPM, ya profundamente dividida, que el 28 de febrero anunció una tre­ gua indefinida y liberó a los cónsules de Uruguay, El Salvador y Aus­ tria, que habían sido secuestrados una semana antes como respuesta a la muerte de Arregi Parecía como si los dirigentes de EE estu­ vieran teniendo éxito en sus intentos de hacer que ETA-PM aban­ donara las armas. Ahora bien, una tregua indefinida sólo tenía senti­ do como preámbulo de una disolución. ETA-PM, enconadamente di­ vidida, estaba deshecha por luchas intestinas, motivo de que sus ac­ tos fueran aún más contradictorios de lo normal. Unas semanas an­ tes de anunciar la tregua, uno de sus comandos secuestró al indus­ trial valenciano Luis Suñer, que permaneció cautivo pese a la tregua. El hecho de que un portavoz de ETA-PM hubiera negado previa­ mente toda responsabilidad en el secuestro causó extrañeza, como también la declaración de que la tregua podría acabar si otros parti­ dos, en especial el PSOE, no cesaban en su obstrucción a la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía. Suñer fue liberado el 14 de abril después de tres meses de cautiverio, tras el pago de una enorme suma de dinero La facción dura de ETA-PM, aunque decidida a conti­ nuar la lucha armada, intentó demostrar su «mesurado» uso de la vio­ lencia centrándose en acciones económicas, como el secuestro por di­ nero del padre del cantante Julio Iglesias en diciembre de 1981. Este fue liberado por la policía, que capturó a algunos de sus secuestra­ dores, el 17 de enero de 1982, en un pueblo de Aragón cercano a la frontera navarra Incluso si no hubiera sido tan desastroso el reDeia, 30 sept. 1981. El País, 21 feb. 1981; Cambio 16, 16 marzo 1981. El País, 17 abril 1981. El País, 18 y 19 enero 1982.

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sultado de este secuestro, habría dificultado aún más la posible re­ conciliación en las deterioradas relaciones entre EIA y ETA-PM. Onaindía pronunció uno de sus ataques más duros contra ETA-M en vísperas de su Octava Asamblea, celebrada en Francia en febrero de 1982, en la que se produjo la escisión prevista, con gran animad­ versión pero sin violencia interna Flubo entonces dos organiza­ ciones que decían ser ETA-PM, pero la minoritaria, que pasó a co­ nocerse como ETA-PM (VII) y que anunció que mantendría la tre­ gua, esperaba solamente a que la intervención de los dirigentes de EIA les procurara las garantías necesarias para permitirles volver a Es­ paña e incorporarse a la vida política normal. Este grupo, que incluía a la mayoría de los líderes políticos más experimentados, afirmó en un comunicado de prensa que querían salir de la espiral de acción/represión/acción a toda costa. La facción mayoritaria (ETA-PM VIII) declaró su determinación de seguir adelante con la lucha armada, pero pronto quedaría desin­ tegrada. Al concluir su asociación a EIA, era muy poco lo que dife­ renciaba a las dos ramas de ETA. Sin embargo, sus antiguos conflic­ tos y rencillas por cuestiones como la muerte de Pertur, hacía difícil a los militantes de ETA-PM VIII el contemplar la posibilidad de fu­ sión con un grupo en el que actuaban los Bereziak, presuntos asesi­ nos de Pertur. Finalmente, con la decadencia de ETA-PM, mu­ chos de sus miembros partidarios de la lucha armada se unieron a la rama rival. La polémica desarrollada en ETA-PM no había sido pu­ ramente interna. Los dirigentes del PNV asistían a los debates, en los que, según la facción minoritaria, Javier Arzallus instó a ETA-PM a seguir con la lucha armada, como medio de presionar sobre Madrid con objeto de ampliar el alcance del Estatuto de Autonomía y la trans­ ferencia de competencias al gobierno autónomo vasco Pero las ac­ ciones de ETA-PM VIII eran de importancia menor si se las compa­ raba con las de ETA-M, para la cual la creación de un gobierno au­ tónomo no era una cuestión fundamental. Puesto que la lucha de ETA-M era por la independencia, el grado exacto de los poderes de­ vueltos al parlamento autónomo sólo era importante en la medida en que pudiera crear mejores condiciones para llevar a cabo su lucha. En consecuencia, Herri Batasuna no acudió al parlamento vasco, pese a los escaños obtenidos en marzo de 1980; sin embargo, sus 11 par­ lamentarios hicieron acto de presencia en la Casa de Juntas de Guernica, a raíz de una visita del Rey, como acto testimonial de protesta.

El País, 20 y 22 enero 1982. " El País, 23 feb. 1982. Diario Vasco, 17, 18, 19, 21, 22, 23 y 24 agosto 1985; Deia, 18 y 25 agosto 1985.

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Mientras ETA-M, más perseverante, continuaba sus ataques —en marzo de 1981 asesinó a policías y oficiales del ejército y colocó bom­ bas en edificios oficiales— , el ultraderechista Batallón Vasco Español respondió con ataques a nacionalistas e izquierdistas Donde la ac­ ción de masas se manifestaba de modo más llamativo era en los fu­ nerales de los héroes nacionalistas. El 9 de marzo, cuando murió Telesforo Monzón en Donibane, Francia, el traslado de su cadáver al lugar de residencia de su familia en Vergara dio lugar a una enorme manifestación, la interrupción de la procesión fúnebre por parte de la policía y manifestaciones de protesta por la actuación policial La habilidad de Flerri Batasuna para beneficiarse de este tipo de ac­ tos, demostró una vez más que podía apelar a unas reservas emocio­ nales inaccesibles a otros partidos políticos más convencionales. Las acciones de ETA-M culminaron el 8 de mayo con un ataque al jefe de la casa militar del rey. General Joaquín de Valenzuela, con una bomba colocada en el techo de su coche por un motorista, que hirió al general y mató a tres de sus acompañantes La capacidad de ETA-M para operar con impunidad en Madrid indignó a los oficia­ les y militares y dio pábulo a los temores de un nuevo golpe de Es­ tado. El 18 de octubre de 1981, la policía mató a tiros a dos desta­ cados militantes de ETA-M y capturó a otros de sus miembros en el mismo mes. Las esperanzas gubernamentales de que la fuerza de ETA-M estuviera quebrantada demostraron ser infundadas cuando ésta volvió a la ofensiva en noviembre, disparando sobre un policía y haciendo estallar una bomba en unas instalaciones eléctricas de Iberduero, compañía constructora de la central de Lemóniz La muer­ te y detención de miembros importantes de este grupo no hizo más que frenar las acciones de ETA-M durante el tiempo necesario para reconstruir la organización. En 1974, ETA-V, al iniciar sus ataques a la policía, había insisti­ do en que sólo se producirían contra objetivos seleccionados. Gra­ dualmente, la definición de lo que era un objetivo justificable fue am­ pliándose hasta contar entre las víctimas a presuntos confidentes, todo tipo de oficiales militares y policías, antiguos policías, familiares de guardias civiles, enemigos políticos, personas supuestamente impli­ cadas en tráfico de drogas, y todo el que se negara a pagar el «im­ puesto revolucionario». Una considerable proporción de la población vasca se insertaba en una u otra de estas categorías. Además, ETA-M, que en un principio había limitado sus actividades al País Vasco, acCambio 16, \b marzo 1981. Punto y Hora, El País, 8 mayo 1981. Cambio 16, 2 y 23 nov. 1981.

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tuaba ahora con frecuencia en otros lugares de España, particular­ mente en Madrid. Cuando ETA-PM tomó la iniciativa en cobrar el «impuesto revolucionario», secuestrar por dinero, colocar bombas en centros turísticos y matar a supuestos traficantes de drogas, este tipo de acciones había sido criticado por ETA-M, pero al ir debilitándose el grupo rival empezó a adoptarlas. El 28 de octubre de 1982, las elecciones parlamentarias dieron una abrumadora victoria al PSOE. Los resultados obtenidos por este par­ tido en el País Vasco supusieron también un espectacular avance fren­ te a los que había logrado tanto en las elecciones locales como en las nacionales de 1979, tras sus primeros éxitos en 1977 Ahora que había en España un gobierno dirigido por uno de los grupos derro­ tados en la guerra civil, podía creerse que había quedado el camino libre para resolver el problema vasco. Pero esta clase de optimismo no sabía apreciar el carácter de los sentimientos nacionalistas en el País Vasco. El PSOE era un enemigo más duro de lo que había sido U C D , por el apoyo que tenía entre los obreros inmigrantes que, a ojos tanto de ETA-M como del PNV, representaban una potencial quinta columna. El nuevo gobierno socialista —incluso después de la decisión del Tribunal Supremo de declarar la LO APA inconstitucio­ nal en agosto de 1983— dejó muy claro que seguiría fiel al contenido de esta ley. El cambio de gobierno no interrumpió la ofensiva de ETA-M, pues a los dos días de las elecciones se lanzó una granada antitanque contra un puesto de la Guardia Civil en Pasajes, Guipúz­ coa, y al día siguiente explotó un coche bomba en Vitoria, matando a un policía e hiriendo a otros doce. El 4 de noviembre, un comando de ETA-M mató al general Lago Román, jefe de la división acoraza­ da Brúñete, en Madrid, y continuó después con una serie de bombas y ataques con armas de fuego a civiles del País Vasco El nuevo gobierno continuó la lenta transferencia de competen­ cias a la comunidad autónoma vasca acordada por su predecesor. La Ertzantza empezó a adquirir algunas de las responsabilidades de la policía, y el gobierno puso en libertad a una serie de presos adeptos a la disuelta ETA-PM VII Asamblea, en virtud de un pacto negocia­ do por Juan José Rosón, antiguo ministro del Interior de U CD Las tensiones aumentaron en el País Vasco cuando una manifesta­ ción, a la que se adhirieron la mayoría de los partidos políticos, en contra de ETA-M por haber disparado contra tres jóvenes en Ren­ tería el 18 de octubre, fue atacada por simpatizantes de Herri Batasuna. ETA-M había acusado a estos hombres de ser confidentes, pero Diario Vasco, 20 y 30 nov. 1982. Egin, 31 oct. y 1 nov. 1982; Cambio 16, 8 nov. 1982. El País, 31 oct. 1982.

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no aportaron prueba alguna de esta acusación, enérgicamente des­ mentida por dos de los supervivientes y los familiares del joven muer­ to. Felipe González, nuevo jefe de gobierno, podía presumir de que su gestión iba a ser más afortunada que la de sus predecesores en cuanto a obtener ayuda de las autoridades francesas, puesto que la elección de un gobierno socialista era sin duda prueba de que la dic­ tadura franquista había terminado, y ello induciría al gobierno fran­ cés a interrumpir su política de dar refugio a los enemigos del régi­ men español. El PSOE también esperaba desarrollar mejores relacio­ nes que U CD con los partidos nacionalistas moderados. Este PSOE era muy distinto al partido obrero militante cuya creación había sido tan decisiva para el nacimiento del nacionalismo vasco. El primer en­ cuentro entre Felipe González y el Lendakari, Carlos Garaicoechea, celebrado el 13 de enero de 1983, pareció alentador, aunque éste in­ sistió en que se debía entablar un diálogo que incluyera a Herri Batasuna, al igual que al PNV y al PSOE La trayectoria de los distintos fragmentos de ETA-PM fue con­ tradictoria. En una conferencia de prensa llevada a cabo el 13 de fe­ brero de 1983 en el País Vasco francés, ETA-PM VII Asamblea de­ claró el deseo de sus miembros de abandonar la lucha armada y re­ gresar a España para colaborar pacíficamente con los objetivos de Euskadiko Ezkerra Uno de sus portavoces manifestó que habían recibido amenazas de represalias de sus antiguos compañeros, agru­ pados ahora bajo el nombre de ETA-PM VIII, que estaba a su vez desintegrándose, escindida entre los que querían incorporarse a ETA-M, los que deseaban continuar como grupo independiente y los que estaban convencidos de que la lucha armada no tenía ya ninguna utilidad. Pronto se desvanecieron las esperanzas de que se produjera un mejor entendimiento entre el gobierno PSOE y el PNV del que había existido con UGD. Los nacionalistas eran muy críticos respec­ to al Ministro de Interior, José Barrionuevo, un antiguo funcionario del sindicato estudiantil franquista, cuyo decidido apoyo a las fuer­ zas de seguridad y convicción de que el terrorismo de ETA era un problema policial y no político eran un anatema para los nacionalis­ tas de todo tipo. La estrategia de Barrionuevo tampoco fue eficaz, pues las acciones de ETA-M se continuaron a lo largo de 1983, com­ plementadas por las de ETA-PM, que realizaba un desesperado in­ tento por recobrar su fuerza y su cohesión. Los GAA llevaron a cabo algunos secuestros y atentados con bombas, y quemaron una fábrica en Oyarzun en el mes de febrero. El grupo Iraultza, de origen aún El País, 14 enero 1983. El País,

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menos claro (al parecer una escisión de MC/EMK) colaboró también con la colocación de una serie de bombas La habilidad de ETA-M para secuestrar personas y exigir rescates le proporcionaba fondos. El 25 de marzo de 1983, en Madrid, uno de sus comandos capturó al empresario Diego de Prado, amigo del rey, y le mantuvo en cautividad durante 72 días, hasta que su familia entregó una cantidad no revelada Parecía como si esta organiza­ ción pudiera actuar con impunidad, pues los contados éxitos de la po­ licía en liberar a otras víctimas de secuestros se hicieron a expensas de otros grupos terroristas. La sostenida capacidad de ETA-M para llevar adelante la lucha armada se fortaleció con la demostración de apoyo popular que proporcionaron las segundas elecciones munici­ pales celebradas en mayo de 1983. Una vez más, el PNV salió vic­ torioso, haciendo patente la ventaja que tenía sobre el PSOE en cuan­ to a base popular. Herri Batasuna obtuvo un número de votos sólo ligeramente inferior al de las anteriores elecciones municipales de 1979, de modo que la victoria general del nacionalismo era prueba evi­ dente, a juicio nacionalista, de que la mayoría de los vascos estaban de su parte ^°. El gobierno socialista suscitó el antagonismo del PNV al demorar y limitar el proceso autonómico, y no parecía hacer gran­ des esfuerzos para eliminar del todo la tortura policial o para detener las acciones de los grupos terroristas de extrema derecha, controla­ dos, en opinión general, por la policía. La hostilidad hacia el PSOE se manifestaba en las pintadas de todo el País Vasco, en las que se le tachaba de ser igual que los terroristas. Una de las iniciativas guber­ namentales que más indignó a la opinión nacionalista fue la creación de la Zona. Especial del Norte (ZEN), anunciada a bombo y platillo en mayo de 1983, que estipulaba una serie de medidas de seguridad y de reforzamiento de la policía Para los nacionalistas vascos de todas las tendencias, el Z EN no era sino un ejemplo más de la inca­ pacidad de Madrid para percibir el fundamento político del proble­ ma vasco. El contenido simbólico del conflicto entre nacionalistas y otras tendencias políticas quedó claramente reflejado en la enconada polé­ mica, surgida en el verano de 1983 en una serie de pueblos, sobre la cuestión aparentemente trivial de qué bandera exhibir, la Ikurriña o la bandera española, durante las fiestas locales. Herri Batasuna, con el apoyo ambiguo del PNV, consiguió que una serie de ayuntamienLa Vanguardia, 5 y 23 feb. 1983. El País, 26 marzo 1983. Egin, 10 mayo 1983. Egin, 20 mayo, 11 y 24 junio, 31 julio 1983; Diario Vasco, 11 y 17 junio, 24 ju­ lio 1983.

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tos declararan que sólo debía ondear la Ikurriña. Los gobernadores civiles, de designación gubernamental, intervinieron en la mayoría de los casos para que se desplegara también la bandera española. Los in­ tentos de llegar a una solución de compromiso no exhibiendo nin­ guna de las dos banderas o ambas fracasaron, pues los concejales de Herri Batasuna izaban personalmente la Ikurriña, mientras que, cuan­ do un ayuntamiento clecidía desplegar ambas, hombres encapucha­ dos arriaban la española. La «guerra de las banderas», que se prolon­ gó durante todo el verano de 1983 y continuuó en el año siguiente, puso de manifiesto la capacidad de Herri Batasuna para ganar sim­ patizantes en una cuestión de la que no se habrían ocupado la ma­ yoría de los partidos políticos. En este conflicto se unieron la con­ frontación y la falta de diálogo, y permitió a Herri Batasuna incre­ mentar sus fuerzas a base de un asunto aparentemente ridículo. La profundidad de los sentimientos nacionalistas pudo comprobarse cuando Bandrés tachó el conflicto de «batalla de trapos». Su comen­ tario fue recibido con indignación y denunciado por su falta de pa­ triotismo en la prensa del PNV y por Herri Batasuna, en un desplie­ gue de unidad nacionalista que superaba las etiquetas de izquierdas y derechas A su vez, el PNV estaba dividido entre los que querían crear una organización de Estado moderno, que superara el separatismo pro­ vincial, y los que aspiraban a la restauración de los derechos forales. El bastión de los foralistas era Vizcaya que, al tener más habitantes, habría dispuesto de considerable poder en una estructura federal. Mu­ chos miembros del PNV vizcaíno veían sin entusiasmo la forma mo­ derna, y más sintética, del euskera, el batua, fundamentado princi­ palmente en el guipuzcoano, y seguían prefiriendo su propio dialec­ to. La situación se complicaba aún más por el hecho de que los miem­ bros más tradicionales del PNV, que tendían a ser los más simpati­ zantes de ETA, eran también los que defendían los dialectos tradi­ cionales y los derechos forales. Y sin embargo, ETA había sido des­ de sus comienzos defensora de un estado vasco moderno, y había aco­ gido bien el batua, como instrumento de modernización y vehículo para una identidad vasca unificada. En 1984, después de que las segundas elecciones al parlamento au­ tónomo vasco confirmaran el predominio del PNV, el dirigente del partido socialista Txiki Benegas se reunió con Garaicoechea para acordar un pacto legislativo mediante el cual pudieran evitarse los choques entre la administración regional y la central, y que facilitara la transferencia de poderes al gobierno vasco Sin este pacto, el Egin, 31 julio 1983; Deia, 1 y 2 agosto 1983, Egin, 27 feb. 1984.

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PNV, a pesar de su control del gobierno autónomo, vería sus com­ petencias constantemente bloqueadas, de seguir enfrentado en ince­ santes conflictos con la autoridad central. Por otra parte, el gobierno González había aceptado la letra, pero no el espíritu, de la resolu­ ción del Tribunal Supremo sobre la inconstitucionalidad de la LOAPA. El pacto con el enemigo, a juicio de los nacionalistas radicales, convertía al PNV en cómplice de la aceptación de una versión agua­ da del estatuto de autonomía. Los dirigentes del partido nacionalista eran muy sensibles a esta clase de críticas por parte de Herri Batasuna, pues sabían que tenían eco entre sus propias filas. El pacto le­ gislativo sería origen de constantes tensiones, pues no se trataba de una cuestión fácilmente especificada, sino más bien de una especie de acuerdo de no agresión. Los esfuerzos de Garaicoechea por obtener poderes más amplios para el gobierno vasco produjeron vivos enfren­ tamientos con dirigentes del PSOE, en particular con Felipe Gonzá­ lez, y además suscitaron la hostilidad de los defensores de la autono­ mía provincial dentro del PNV. Cualquier partido político habría tenido dificultades para acome­ ter problemas tan complejos. En el PNV, dada su falta de debates es­ tructurados, las disensiones tomaban inevitablemente la forma per­ sonal de un desacuerdo entre Arzallus y Garaicoechea, ya evidente en 1983. Arzallus, con su extraordinario dominio del aparato del par­ tido, había sido, en gran parte, responsable del ascenso de Garaicoe­ chea, una figura carismática mucho más atractiva para el electorado que el propio Arzallus. La distribución de tareas entre el Lendakari —que representaba a todo el pueblo vasco y adoptó, en consecuen­ cia, un tono más conciliador hacia los enemigos del partido— y un aparato de partido que representaba las tradicionales aspiraciones de independencia del PNV, pareció funcionar bien en un principio. Sin embargo, lo que empezó siendo una división de tareas acabó en la elección de distintas opciones políticas. La situación alcanzó su pun­ to álgido en abril de 1984, cuando la dirección nacional del PNV or­ denó a sus afiliados navarros que votaran al candidato del conserva­ dor UPN, J. Luis Monge, para la presidencia del gobierno provin­ cial frente al candidato socialista. El PNV, dada su debilidad en N a­ varra, se veía obligado a formar coaliciones, pero la U PN , formada en su mayor parte por antiguos franquistas de derechas, constituía un compañero muy poco atractivo. La gran mayoría de los militan­ tes del PNV se negaron a apoyar a la U PN , por lo que en el mes de junio la dirección nacional destituyó a sus dirigentes e impuso un co­ mité de miembros que les eran adeptos Garaicoechea, que es naEgin, 4 y 5 abril, 7 junio 1984.

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varro, pese a no estar directamente involucrado, no ocultó sus sim­ patías por los miembros expulsados. Garaicoechea debía reconciliar las exigencias de los grupos más conservadores y foralistas de su propio partido, con la necesidad de llegar a un acuerdo con el PSOE. En un intento de dejarle algún mar­ gen de maniobra, el PNV le había eximido de la disciplina de partido en enero de 1984, pero los conflictos entre Garaicoechea y la direc­ ción nacional se agravaron pues, en septiembre, cundieron rumores sobre una posible escisión del partido, aunque Garaicoechea negó que se le fuera a obligar a dimitir El Lendakari contaba con conside­ rable respaldo dentró del PNV, como quedó demostrado por la ova­ ción que recibió cuando asistía a las celebraciones del día del partido, en el mes de octubre. N o obstante, la directiva de Arzallus, tras ha­ ber consolidado su control sobre el aparato del partido, celebró una asamblea el 20 de noviembre donde fue aceptada la línea foralista de la dirección frente a la oposición de la mayoría del partido en Gui­ púzcoa y de la sección expulsada de Navarra El círculo se cerraba en torno a Garaicoechea, y el 19 de diciembre se vio forzado a di­ mitir, pese a que el día anterior hubiera negado que tuviera intención de hacerlo. El PNV nombró a José Antonio Ardanza, un burócrata gris, nuevo Lendakari Garaicoechea pudo haberse negado a mar­ charse y convocar elecciones al parlamento vasco pero, en lugar de ello, prefirió seguir dando la batalla dentro de su partido, convenci­ do de que el apoyo de que gozaba entre la base era mucho mayor que en el aparato. Inevitablemente, Garaicoechea tenía que pedir que se reformara la estructura interna del PNV, en un forcejeo político que pronto produciría la expulsión de sus partidarios, pues el arcaico sistema de votación daba un control mayoritario al aparato, que tan sólo contaba con un apoyo minoritario entre los miembros del par­ tido. El PSOE, tanto en el nivel nacional como en el local vasco, adoptó la sorprendente postura de aplaudir la expulsión de Garaicoe­ chea, e hizo saber que Ardanza dispondría de la colaboración que se había negado a su predecesor. Esta cooperación con el ala conserva­ dora y más nacionalista del PNV sorprendió a muchos observado­ res pero contribuyó a dividir al PNV y a privarle del líder que ha­ bía dado al partido una imagen moderna y liberal. Las prolongadas fricciones en el seno del PNV no eran más que cuestiones secundarias para ETA-M, que seguía aplicando su estra­ tegia esencialmente militar. Ni siquiera las gráves inundaciones de Egin, 16 y 18 sept. 1984. Egin, 19, 20, 21 oct. 1984. Egin, 19, 20, 21 y 22 dic. 1984. El País, 28 dic. 1984.

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agosto de 1983 en Vizcaya —en las que murieron más de cincuenta personas y que causaron inmensos daños— interrumpieron, sólo le­ vemente, la lucha armada, pues ETA-M mató a un policía y al dueño de un bar en dos incidentes distintos en el mes de septiembre. Los restos de ETA-PM VIII aportaron su parte de violencia colocando una serie de bombas en septiembre, y secuestrando a un farmacéuti­ co del ejército, Alberto Martín, en Bilbao, en octubre. De modo ine­ vitable, dada la negativa del gobierno a aceptar la exigencia de ETAPM de que se transmitiera por televisión un comunicado suyo, el ca­ pitán Alberto Martín fue asesinado. Una llamada telefónica recibida en la Cruz Roja de Bilbao el 18 de octubre, informó sobre la casa abandonada donde encontrarían su cadáver Realmente este asesinato no fue un paso cualitativo en la escalada de violencia, pues ambas ramas de ETA habían considerado desde siempre que los oficiales del ejército eran objetivos legítimos. Pese a ello, la muerte de una persona cuyas obligaciones, no obstante su con­ dición militar, no eran realmente bélicas originó algunas reacciones contrarias. Carlos Garaicoechea asistió al funeral de Martín donde fue insultado por ultraderechistas. En un intento de excusar el asesi­ nato, un comunicado de ETA-PM declaró que Martín Barrios había sido un oficial del servicio secreto, pero no presentó pruebas de su alegato. La recepción deparada a Garaicoechea en el funeral de Al­ berto Martín demostró que se estaba endureciendo el clima de vio­ lencia, mientras que miembros de los cuerpos de seguridad, enfure­ cidos por su incapacidad para responder a los ataques, se dispusieron a crear una fuerza contra-terrorista. Pocos días antes de la muerte de Martín Barrios, dos jóvenes refugiados vascos habían desaparecido de Bayona, y el 19 de octubre fueron arrestados dos policías españo­ les en Pau, Francia, acusados de atacar a un presunto militante de ETA, José María Larretxea. El 22 de octubre miles de personas se ma­ nifestaron contra el supuesto asesinato de los dos refugiados vascos desaparecidos La opinión nacional se indignó ante los llamamien­ tos del dirigente de Alianza Popular, Manuel Fraga Iribarne, a favor de una «guerra sucia» e ilegal contra ETA. Todos los sectores de ideas nacionalistas sospechaban que el gobierno estaba contemplando esta clase de medidas. Los ataques a los refugiados en Francia continuaron; el 5 de di­ ciembre, Segundo Marey, trabajador de la Cooperativa Sokoa —don­ de trabajaban muchos refugiados vascos— fue secuestrado en Hendaya. Puesto que Marey, que fue dejado en libertad nueve días des­ pués cerca de la frontera francesa, no parecía tener vinculación alguEgin, 6, 22, 29 sept., 6, 7, 10, 11, 18, 19 y 20 oct. 1983. Egin, 9, 20, 21, 22 y 23 oct. 1983.

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na con ninguna de las dos ramas de ETA, la impresión fue que había sido confundido con un militante de ETA-M. El suceso no habría te­ nido demasiada importancia de no ser porque los secuestradores se autodenominaron Grupo Antiterrorista de Liberación (GAL), siglas que pronto serían conocidas como parte de la guerra sucia contra ETA. Puesto que el GAL continuó con lo que iba a ser una campaña sostenida y muy cruenta, matando el 20 de diciembre a otro refugia­ do vasco en el bar de Bayona en el que trabajaba, la convicción na­ cionalista de que era el gobierno González el que estaba detrás de es­ tas acciones quedó patente cuando una muchedumbre atacó las ofi­ cinas del PSOE en Orereta y cuando los GAA intentaron destruir las sedes del partido socialista en Lasarte y Hernani El GAL dis­ paró sobre un militante de ETA, Mikel Goikoetxea, en San Juan de Luz el 28 de diciembre, el cual murió el primero de año Los re­ presentantes de Herri Batasuna y los periódicos Egin y Punto y Hora afirmaron repetidamente que el GAL era una creación del gobierno español en connivencia con las autoridades francesas. En realidad, ha­ bía indicios de que el gobierno francés estaba irritado por las activi­ dades del GAL, pues algunos de sus miembros fueron detenidos por la policía francesa a raíz de atentados contra refugiados vascos. El fun­ damento de la acusación de que las autoridades francesas alentaban el GAL residía en el hecho de que sus asesinos, en su mayoría fran­ ceses o norteafricanos del mundo del hampa, poseían las direcciones y fotografías de sus víctimas. Presumiblemente, estos datos podían haber sido obtenidos por los criminales en un nivel bastante bajo de la jerarquía policial, mediante contactos policiales previamente esta­ blecidos. Al enconarse la lucha entre ETA-M y el gobierno español, los ob­ jetivos elegidos por aquélla se hicieron progresivamente más indis­ criminados. El 29 de enero de 1984, uno de sus comandos mató a ti­ ros al teniente general Guillermo Quintana Lacaci en Madrid, cuan­ do regresaba de misa La elección de Quintana Lacaci era extraña para un movimiento que se había iniciado como lucha contra el fas­ cismo, pues, como Gapitán General de la región militar de Madrid, había sido una de las figuras clave en derrotar el golpe del 23 de fe­ brero. Lfn comando del GAL mató a dos militantes de ETA-M en Hendaya el 8 de febrero, y los refugiados vascos en Francia se ence­ rraron en huelga de hambre en la catedral de Bayona, para protestar por la incapacidad de las autoridades para protegerlos. Tres días an­ tes de las elecciones, una unidad de los GAA mató a tiros a Enrique ■ " Egin, 6, 7, 15, 21, 22 y 23 dic. 1983. Egin, 29, 30 y 31 dic. 1983, 2 enero 1984. 43 El País, 30 enero 1984.

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Casas, que encabezaba la lista electoral del PSOE en Guipúzcoa, a la puerta de su casa en San Sebastián Este asesinato causó gran in­ dignación en las filas del PSOE, y la primera reacción de Herri Batasuna fue denunciarlo como otra jugada sucia de las fuerzas de se­ guridad, con objeto de desacreditar a ETA-M. El único simpatizante del PSOE en haber sido asesinado anteriormente por una organiza­ ción nacionalista vasca había sido acusado de ser informador, aunque no se aportó evidencia alguna que apoyara esta afirmación. Puesto que no se empleó este tipo de argumento contra Casas, el asesinato indicaba que todos los militantes del PSOE eran objetivos posibles de los CAA. Los representantes de Herri Batasuna condenaron el ata­ que, pero sin aquel fervor que reservaban para la muerte de militan­ tes de ETA. Esta muerte tuvo escaso efecto en los resultados de las elecciones. Siguió mejorando la posición del PNV; y también, aun­ que en menor grado, la de Herri Batasuna y Euskadiko Ezkerra. En Guipúzcoa, la tendencia general fue ligeramente más favorable al PSOE La nueva colaboración entre los gobiernos francés y español adop­ tó la forma de deportación de militantes de ETA a diversos países de Centroamérica y Africa, que los aceptaban a cambio de concesiones de ayuda o comerciales. Si el terrorismo de ETA hubiera sido pri­ mordialmente una cuestión policial, estas medidas habrían contribui­ do en gran medida a acabar con él. Los dirigentes del PNV conside­ raban que el PSOE cometía un enorme error al seguir una política de centralismo tradicional y negarse a satisfacer las aspiraciones vas­ cas de autonomía. La estrategia del gobierno de extirpar las bases de operaciones de ETA en el País Vasco francés mediante estas expul­ siones, produjo manifestaciones de protesta y benefició a Herri Ba­ tasuna. En el prolongado forcejeo en torno a la transferencia de com­ petencias del gobierno central al autónomo, el PSOE procuró siem­ pre retrasar y reducir el alcance de la autonomía otorgada. Dada la práctica identificación que hacía el PNV entre partido y gobierno, el conflicto pasó a entablarse entre dos partidos e incluso entre dos gru­ pos étnicos de la población vasca. La idea de Euskadiko Ezkerra de que la nación vasca estaba aún por construir, sobre los cimientos de la cooperación y el respeto mutuo de ambos grupos étnicos, hacía progresos limitadísimos frente al rencor creado por ETA y el GAL. Los nacionalistas vascos pensaban que el GAL era una criatura de Francisco Alvarez, jefe de la policía de Bilbao en 1983 y más tar­ de oficial de información de la Secretaría de Estado para la seguri­ dad. Alvarez trabajaba en estrecha colaboración con destacados ofiEgin, 9 y 24 feb. 1984. Egin, 27 feb. 1984.

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dales de la policía, como Sáenz de Santamaría, que se negaron a dar información sobre los participantes en un tiroteo que produjo varios muertos en Hendaya '* . El GAL era sin duda mucho más eficaz en matar militantes de ETA que la acción policial oficial. Desde sus co­ mienzos a fines de 1983 hasta marzo de 1986, cuando las presiones del nuevo gobierno francés interrumpieron sus actividades, mató a veinticuatro personas e hirió a veinticinco, tanto militantes de ETA como personas inocentes. Era indudable que los actos del GAL.eran considerados con condescendencia por algunos dirigentes socialistas, como García Damborenea, pero los efectos de su campaña fueron de­ vastadores por la incidencia negativa que tuvo en la opinión nacio­ nalista. Uno de los mayores golpes del GAL ocurrió el 19 de junio de 1984, cuando sus activistas colocaron una bomba en una motoci­ cleta e hirieron gravemente a Tomás Pérez Revilla y a Román Orbe. Pérez Revilla, un veterano dirigente de ETA-M, murió seis semanas después Puesto que el gobierno francés siguió adelante con la po­ lítica de deportaciones de militantes de ETA a una serie de países, y de restringir más los movimientos de los restantes refugiados vascos, ETA-M encontró más dificultades para actuar. El GAL, cuyos ata­ ques iniciales habían sido contra militantes de ETA en Francia, em­ pezó a actuar contra Herri Batasuna en España. El 20 de noviembre de 1984, un comando del G A L se introdujo en la oficina bilbaína de Santiago Brouard, pediatra y senador por Herri Batasuna, y le dio muerte a tiros. Los partidarios de Herri Batasuna interpretaron este asesinato como indicio de que el gobierno tenía la intención de lan­ zar una campaña indiscriminada contra ellos, señalando que un po­ licía de vigilancia de una embajada contigua a la consulta de Brouard había sido retirado poco antes del atentado Los representantes de Herri Batasuna alegaron que la muerte de Brouard había sido directamente autorizada por el gobierno español, y demostraba que el cambio del franquismo a una monarquía cons­ titucional con gobierno socialista no era más que cosmético. Las sos­ pechas de implicación oficial en el asesinato aumentaron cuando se negó autorización al magistrado a cargo de la investigación para in­ terrogar a testigos de la policía y fue retirado del caso. ETA-M res­ pondió al día siguiente en Madrid tendiendo una emboscada e hirien­ do gravemente al general Luis Rosón y su chófer Es posible que la elección de este general se debiera a que era hermano de Juan José Rosón, antiguo ministro del Interior de U CD , iniciador de la polítiEgin, 1 oct. 1986. Egin, 20 junio y 30 julio 1984. Egin, 20, 21 y 22 nov. 1984. El País, 22 nov. 1984.

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ca de indultos que había contribuido a convencer a ETA-PM (VII) de abandonar la lucha armada. Herri Batasuna reaccionó al asesinato de Brouard con una convocatoria a la huelga general en toda Euskadi para el 22 de noviembre. El PNV respaldó la convocatoria de huel­ ga, pero pidió a sus afiliados que asistieran a una manifestación dis­ tinta a la organizada por Herri Batasuna, en la que se expresaban cla­ ras simpatías por ETA-M. Los portavoces de Herri Batasuna hicie­ ron saber que los representantes de los partidos «españoles» y de Euskadiko Ezkerra no serían bien recibidos en el funeral. En Vizcaya, aparte de las grandes fábricas que eran bastiones socialistas, cerraron la mayoría de los colegios, tiendas e instalaciones comerciales Los ataques del G A L a los simpatizantes de ETA continuaron durante los primeros meses de 1985, pero la principal estrategia del gobierno era destruir la base de ETA-M en Francia mediante la cooperación con el gobierno francés, con las deportaciones de militantes de ETA a Africa y América del Sur. Algunos dirigentes de ETA fueron en­ tregados para ser procesados en España, a pesar de la fuerte oposi­ ción del gobierno vasco y el PNV, pero ello no interrumpió los ata­ ques de ETA-M, aunque el gobierno socialista tenía la esperanza de que se consiguiera más adelante. Las deportaciones sí tuvieron un efecto radicalizador en la dirección del PNV, que una vez más em­ pezó a apoyar las exigencias de negociación entre ETA-M y el go­ bierno y a pedir la independencia, mediante la fórmula de un regreso a la situación vigente antes de la primera guerra carlista de 1839 Tanto el PNV como Euskadiko Ezkerra criticaban duramente las demoras del gobierno central en la entrega de funciones a la policía autónoma, la Ertzantza, dedicada principalmente a la vigilancia de edificios públicos y al control del tráfico. Sin embargo, la intención expresa del gobierno era transferir a la policía autónoma la mayoría de las tareas policiales rutinarias. Un oficial del ejército, el teniente general Carlos Díaz Arcocha, oriundo de Bilbao y de familia carlis­ ta, fue designado jefe de la Ertzantza a comienzos de 1985, una me­ dida que resaltaba el tipo de compromiso que el gobierno central creía necesario para establecer la policía autónoma. El 7 de marzo de 1985, Díaz Arcocha fue asesinado al estallar una bomba colocada por un comando de ETA-M en su coche, estacionado en una gasolinera contigua a la cafetería donde solía desayunar. Díaz Arcocha no había tomado precaución alguna, y era evidente que había creído que su ca­ lidad de funcionario del gobierno vasco le garantizaba el no ser ata­ cado. Era una opinión que habían compartido otros muchos, y su “ Egin, 21, 22 y 23 nov. 1984. Cambio 16, 26 feb.-4 marzo 1985.

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muerte produjo consternación entre los nacionalistas moderados Aunque el jefe de la Ertzantza no había recibido amenazas, sabía que en 1978 ETA-M había asesinado a un oficial del ejército jefe de la po­ licía provincial de Alava, los Miqueletes. En aquella ocasión, ETA-M había declarado su respeto por los miqueletes, por tratarse de una institución auténticamente vasca, que no debía corromperse con la jefatura de un oficial español; así pues, al matar a Díaz Arcocha, ETA-M no estaba violando sus propias reglas ni tampoco iniciando una ofensiva general contra la policía autónoma. El gobierno vasco hizo pública una declaración de diez puntos en la que condenaba el asesinato, que, aunque no mencionaba a ETA específicamente fue acogida con gratitud por el gobierno español. Estas declaraciones en nada frenaron la violencia de ETA-M en el País Vasco ni en Madrid, donde uno de sus comandos mató a un coronel, a su chófer y a un policía el 12 de junio de 1985 ETA-M reanudó entonces lo que se había convertido en su campaña habitual de verano de colocar bombas en los centros de vacaciones del Medi­ terráneo. El GAL persistió en sus ataques a nacionalistas, principal­ mente en Francia, donde el 31 de marzo mató al agente local del pe­ riódico pro ETA, Egin, Javier Galdeano, y continuó realizando ata­ ques cruentos e indiscrimnados durante el resto del año. El 25 de sep­ tiembre, cuatro refugiados vascos murieron por arma de fuego al ser asaltado un bar de Bayona Al concluir su tercer año en el poder, el gobierno socialista no estaba más próximo a una solución del pro­ blema vasco. El rechazo de los vascos a las fuerzas de seguridacl au­ mentó cuando fue encontrado el cuerpo de Mikel Zabaltza, arresta­ do el 26 de noviembre, en el río Bidasoa tres semanas después, pues en general no se creyó la versión policial de que el detenido hubiera logrado escapar. Las acciones del GAL empezaron a disminuir a fi­ nes de 1985, pero volvió a la ofensiva el 4 de diciembre cuando sus activistas hirieron a un refugiado vasco en Heleta, en el País Vasco francés. Unos cuantos días después, estalló una bomba en un centro cultural vasco de Bayona. En Biarritz, un ciudadano francés murió el 3 de enero tras haber recibido un disparo la víspera de Nochebue­ na. El 8 de febrero de 1986, un refugiado vasco fue atacado con arma de fuego en Donibane, y el 17 de febrero dos ciudadanos franceses fueron asesinados en Bidarrai El GAL desapareció de la escena en la primavera de 1986, en parte debido a las represalias emprendidas Egin, 8 marzo 1985; El País, 8 marzo 1985. Egin, 13 marzo 1985. El País, 13 junio 1985. Egin, 1 abril, 10 junio, 26 sept. 1985. Egin, 16, 17 y 27 dic. 1985, 4 y 9 enero, 15 feb. 1986.

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por ETA-M, que mató a varios de sus jefes, pero principalmente como respuestas del gobierno español a las presiones francesas. En marzo de 1985, un dirigente del G A L, Jean Fierre Cherid, mo­ ría al intentar poner una bomba en Miarritze, y el 17 de agosto otro de sus miembros principales, Clement Perret, fue asesinado por ETA-M Dado que la publicidad adversa —en periódicos france­ ses y españoles, en los que se daban detalles de la relación entre los miembros del G A L y la policía española— hacía contraproducentes las tácticas del G A L, la voluntad del gobierno francés de extraditar militantes de ETA a España para ser juzgados o, en los casos en que no hubiera cargos concretos, deportarlos a países africanos o latinoa­ mericanos, se convirtió en un peligro mucho mayor para ETA-M. Una decisión judicial del 13 de marzo de 1986 por la cual se declaró a ETA una «asociación de malhechores» facilitó mucho el procesa­ miento de sus miembros, incluso cuando no había acusaciones espe­ cíficas. Los conservadores españoles habían manifestado con frecuen­ cia que el gobierno francés no tomaba una acción decidida contra ETA por temor a las represalias, pero ni ETA-M ni su grupo her­ mano actuaban contra objetivos en territorio francés, y ETA-M siem­ pre había intentado contener las acciones de Iparraterrak, su discípu­ lo vasco francés, comprensiblemente, a la vista de las consecuencias de poner en peligro la base francesa de ETA-M. El gobierno español esperaba poder eliminar a ETA mediante la nueva colaboración con Francia. Su optimismo era, como poco, prematuro, pues las depor­ taciones agriaron las relaciones con el PNV y el gobierno autónomo vasco, dieron pábulo a una ola de manifestaciones de Herri Batasuna, y provocaron la quema de coches pertenecientes a turistas fran­ ceses. Aún más alarmante era que estas deportaciones no parecían in­ cidir en la capacidad de ETA-M para continuar la lucha, no sólo en el País Vasco sino también en Madrid. El 6 de febrero de 1986, el co­ mando España de ETA-M, con base permanente en Madrid, ametra­ lló el coche del vicealmirante Gristóbal Colón de Carvajal, descen­ diente por línea directa de Cristóbal Colón, muriendo él y su chófer e hiriendo a otro oficial Colón de Carvajal, pese a su alta gradua­ ción, era conservador del museo naval, no oficial en activo. Este ase­ sinato pareció en parte inspirado por el anunciado referéndum sobre la permanencia de España en la O TA N . Dos días antes, un guardia civil y su hija de nueve años habían sido gravemente heridos en Ren­ tería cuando explotó una bomba colocada en su coche La incapacidad de la policía para prevenir las acciones de ETA-M

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Egin, 20 marzo y 18 agosto 1985. El País, 7 feb. y 14 marzo. Egin, 5 feb. 1986.

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capturar a los responsables, no hacía sino confirmar la opinión de los líderes conservadores, como Manuel Fraga Iribarne, de que'eran necesarias medidas más duras, incluida la supresión de derechos ci­ viles, mientras que la opinión liberal se sentía insatisfecha por la es­ pectacular incompetencia de las fuerzas de seguridad, tan acostum­ bradas a recurrir a la tortura y a la represión generalizada que resul­ taban ineficaces en una democracia. Las críticas a la política cesaron temporalmente al conseguirse algunos éxitos en la lucha antiterroris­ ta. El 14 de marzo, un militante de ETA-M, Angel María Gallaraga, fue muerto de un disparo en San Sebastián en un encuentro en el que también perdió la vida un policía. También en marzo fueron deteni­ das seis personas presuntamente responsables del asesinato del jefe de la Ertzantza, Díaz Arcocha. El acontecimiento más alentador ocu­ rrió el 11 de enero de 1986 cuando el industrial bilbaíno José Pedro Guzmán, director del club de fútbol Athlétic de Bilbao, fue liberado por la policía en el lugar donde estaba retenido, una casa abandonada cerca de Bilbao, donde le habían ocultado desde su secuestro el 30 de diciembre ^°. La liberación de Guzmán fue la primera ocasión en que la policía había conseguido frustrar un secuestro de ETA-M, aun­ que varias de las víctimas de ETA-PM y los CAA habían sido libe­ rados en anteriores ocasiones. Tres de los secuestradores fueron cap­ turados y las repercusiones de este hecho produjeron veintiséis arres­ tos por lo que pareció que ETA-M estaba perdiendo su inmuni­ dad y que la policía había logrado finalmente obtener información so­ bre sus movimientos. Guzmán era una figura apolítica, pero este se­ cuestro fue duramente criticado por la prensa del PNV y por los di­ rectores del Athlétic de Bilbao. Sin embargo, este éxito de la policía fue un hecho aislado. Nuevas acciones de ETA-M, tanto en el País Vasco como en Madrid, demostraron que la policía no conseguía in­ filtrarse en ETA-M, ni tenía información fidedigna sobre sus inten­ ciones o la identidad de sus militantes. La liberación de Guzmán no fue indicio de que ETA-M hubiera perdido capacidad para emprender este tipo de acciones, pues el 10 de marzo uno de sus comandos secuestró al industrial José María Egaña en San Sebastián, y liberado tras 19 días de cautiverio después del pago de un rescate La estrategia del gobierno español para acabar con ETA-M se fue haciendo progresivamente más dependiente de la colaboración francesa en el desmantelamiento de su base en el País Vasco francés. Sus expectativas parecieron cumplirse cuando Domin­ go Iturbe Abásolo, «Txomin», fue detenido a fines de abril y sentenO

“ Egin, 31 dic. 1985, 12, 18 enero, 15 marzo 1986. El País, 13 enero 1986. “ Egin, 11 y 30 marzo 1986.

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ciado a tres meses de prisión el 15 de mayo, pese a que este acto de­ sagradó al PNV. El ataque a la base francesa de ETA-M tuvo escasos efectos inmediatos sobre su capacidad militar, pues continuó asesi­ nando a policías y otras personas en el País Vasco; en Madrid atentó contra la vida de Antonio Hernández Gil, Presidente del Tribunal Su­ premo, el 8 de mayo, lanzando granadas antitanque desde un coche acondicionado para ello El que los comandos de ETA-M pudie­ ran actuar así en la capital puso de manifiesto que la campaña guber­ namental no estaba funcionando, al menos a corto plazo. La incapa­ cidad del gobierno para frenar la violencia de ETA-M fue un factor secundario en las elecciones parlamentarias celebradas el 22 de junio, pues ningún otro partido presentó una alternativa creíble. El PSOE ganó las elecciones con un margen cómodo, dando a Felipe Gonzá­ lez cuatro años más de gobierno. En el País Vasco, la campaña elec­ toral se vio afectada por la muerte repentina, el 10 de junio, de un preso de ETA, Joseba Asensio, de veinte años, en la cárcel de He­ rrera de la Mancha, a causa de una tuberculosis no detectada El entierro de Asensio provocó violentas manifestaciones en las que la policía cargó contra los asistentes al tomar éstos una ruta no autori­ zada. Los efectos de la muerte de Asensio incrementaron probable­ mente los votos de Herri Batasuna y contribuyeron a aumentar de dos a cinco su representación en el Congreso. Un factor de mayor importancia fue, no obstante, el desorden reinante en las filas del PNV, donde los partidarios de Garaicoechea, excluidos de la lista de candidatos, o bien se abstuvieron o votaron por otros partidos. Los diputados del PNV en el Congreso descendieron de ocho a seis, y en Navarra obtuvieron una cantidad insignificante de votos. Euskadiko Ezkerra logró mejores resultados y consiguió enviar un segun­ do diputado al Congreso. La satisfacción de los dirigentes del PSOE ante las pérdidas del PNV debió quedar contrarrestada al comprobar que la base de Herri Batasuna no daba muestras de debilitamiento, pese al revulsivo que suponía la violencia de ETA-M Las autoridades francesas mantuvieron su nueva actitud de dure­ za, imponiendo penas de hasta siete años de encarcelamiento a algu­ nos dirigentes de ETA-M en el mes de junio. En el mismo mes, un tribunal francés condenó en ausencia a cuatro policías españoles a die­ ciocho meses de cárcel, por atentar contra un militante de ETA-PM en Francia en octubre de 1983, pero las autoridades españolas se ne­ garon a entregar a los procesados ETA-M continuó con lo que El País, 9 mayo 1986. ^ Egin, 11 y 12 junio 1986; El País, 23 y 24 junio 1986. Egin, 23 y 24 junio 1986. “ El País, 25 junio 1986.

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iba a ser su principal táctica en el período subsiguiente: una serie de bombas colocadas en coches, una de las cuales mató a un guardia ci­ vil e hirió a otros once en Madrid el 28 de junio. Cuando el gobierno francés deportó al líder más destacado de ETA-M, Txomin Iturbe Abá­ selo, a Gabón, se agravaron las relaciones entre el gobierno español y el vasco, pues, sin conocimiento de Madrid, algunos representantes del gobierno autónomo, entre ellos Genaio García Andoain, jefe de la Ertzantza, habían estado manteniendo conversaciones con Iturbe, con­ siderado como moderado dentro de ETA-M, sobre las condiciones de un alto al fuego. Arzallus acusó al gobierno de Madrid de ser más intransigente que ETA-M Como si quisiera demostrar que su crueldad y su capacidad militar eran mayores que nunca, el comando Madrid de ETA-M hizo estallar un coche bomba en el centro de Ma­ drid el 21 de julio, que mató a once guardias civiles jóvenes que se­ guían un curso sobre control de tráfico. Exactamente una semana des­ pués ETA-M volvió al ataque lanzando seis granadas antitanque con­ tra las oficinas del Ministerio de Defensa, causando daños conside­ rables en el edificio y en los coches estacionados en las cercanías La habilidad del comando Madrid de ETA-M para actuar con seme­ jante impunidad y escapar sin detenciones ni víctimas dejaba en mal lugar a las fuerzas de seguridad. N o obstante, el gobierno español po­ día felicitarse de la continuada cooperación de las autoridades fran­ cesas en extraditar presuntos terroristas. El 23 de julio, otro militan­ te de ETA-M, Juan Ramón Nafarrete, fue entregado a la policía es­ pañola, para consternación del gobierno vasco y la dirección del PNV, convencidos de que este tipo de acciones no harían más posi­ ble la paz. Aunque ETA-M evitó cuidadosamente toda represalia en territorio francés, lo cual habría supuesto mayores presiones sobre sus adeptos, sus dirigentes no podían controlar a sus equivalentes franceses de Iparraterrak, que el 25 de julio hirieron gravemente a un policía en un ataque al tribunal de Bayona donde habían sido recien­ temente condenados algunos miembros de ETA El gobierno francés siguió expulsando de forma sistemática a los militantes de ETA. Anteriormente, aquellos que hubieran violado la ley llevando armas o no respetando las condiciones de residencia re­ cibían condenas breves de encarcelamiento, pero ahora eran depor­ tados. Un buen ejemplo de la nueva actitud francesa fue la detención de Koldo Dobarán el 29 de julio en San Juan de Luz, acusado de lle­ var un arma de fuego. Dobarán fue llevado ante un magistrado, que le dejó en libertad provisional hasta su próximo procesamiento por El País, 29 junio 1986; Egin, 7 agosto 1986. El País, 22 y 29 julio 1986. Egin, 26 y 27 julio 1986; Deia, TI julio 1986.

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este presunto delito, pero la policía lo trasladó de inmediato hasta la frontera, a las autoridades españolas, pese a haberle sido concedido previamente el derecho de residencia y un permiso de trabajo Una aplicación consecuente de esta política habría producido la deporta­ ción de todos los militantes conocidos de ETA, lo cual habría repre­ sentado un mayor peligro para éstos que el GAL. Los nacionalistas vasco-franceses, organizados en el grupo de defensa Herriarekin (con el pueblo), lanzaron una campaña contra las deportaciones que en­ contró considerable resonancia entre el clero local, y en España fue­ ron incendiados varios coches con matrícula francesa por simpatizan­ tes de ETA. Sin embargo, la mayor esperanza de ETA-M de invertir la situación adversa en que se encontraba se centraba en la posibili­ dad de una gran movilización a su favor en el País Vasco español, donde estas nuevas medidas no eran bien acogidas entre los naciona­ listas. Ardanza, jefe del gobierno autónomo vasco, criticó las nuevas deportaciones y fue a su vez objeto de críticas por parte de Ramón Jáuregui delegado del gobierno central en el País Vasco. Los militantes de Herri Batasuna organizaron una marcha de protesta contra la po­ lítica del gobierno francés. Desde diferentes puntos de las provincias vascas y el País Vasco francés salieron grupos que convergieron en San Sebastián. Durante la marcha se produjeron frecuentes choques con la policía y el 26 de julio, último día de marcha, dos guardias ci­ viles murieron a causa de una bomba en Aretxabaleta, Guipúzcoa. Los participantes en esta manifestación fueron brutalmente agredidos por la policía después de que el gobierno civil hubiera prohibido su acto de concentración final La temporada estival de manifestacio­ nes había concluido del mismo modo que en años anteriores. La lu­ cha entre ETA-M y el gobierno central seguía tan lejana a su reso­ lución como siempre. En el transcurso de 1986 aumentaron los llamamientos de ETA-M a la negociación con el gobierno y los poderes lácticos, que supues­ tamente gobernaban España bajo el camuflaje de un democracia par­ lamentaria. El gobierno negó que estuviera dispuesto a negociar, o a reconocer las negociaciones emprendidas por el jefe de la Ertzantza en nombre del gobierno vasco y del PNV. La posición oficial del go­ bierno central era que una eficaz acción de la policía junto a una ma­ yor colaboración con Francia producirían la derrota de ETA. La re­ petida insistencia de ésta en su voluntad de negociar denunciaba, sin duda, que los ataques a su base de Francia y su incapacidad para en­ contrar una salida a la situación de impasse le estaba planteando di­ ficultades, que, no obstante, no acarrearon la inminente caída que es™ Egin, 30 julio 1986. Egm, 24, 25, 26 y 27 julio 1986.

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peraban los dirigentes del PSOE. ETA-M aún podía atacar a los cuer­ pos de seguridad, de modo casi rutinario. El deseo de una amnistía negociada, que implicaba la penalización de los que solicitaran per­ dones individuales, indujo a ETA-M a cometer un costoso error: en septiembre, uno de sus comandos mató de un tiro a Dolores Gon­ zález Gatarain, «Yoyes», importante militante del grupo hasta 1980, cuando paseaba con su niño de cinco años en su pueblo natal de Ordizia. «Yoyes» había creído que sus antiguos compañeros no toma­ rían represalias contra ella mientras respetara el acuerdo implícito de abstenerse de toda declaración pública o actividad política. En su fu­ neral se expresaron las acostumbradas denuncias del terrorismo for­ muladas por la mayoría de los representares políticos, hecho que los simpatizantes de Herri Batasuna vieron como un intento cínico de ca­ pitalizar la ejecución de un traidor El secuestro del industrial y miembro del PNV Lucio Aguinagalde, llevado a cabo por ETA-M el 15 de octubre en Vitoria, y su pos­ terior puesta en libertad por la Ertzantza el 2 de noviembre, ilustra­ ron las diferencias entre el PSOE y el PNV en cuanto a las funciones de la policía autónoma. Cuando una unidad de la Ertzantza localizó la cueva donde tenían prisionero a Aguinagalde, el jefe del cuerpo tras el asesinato de Díaz Arcocha, Genaro García de Andoain, vete­ rano del PNV y amigo personal de el secuestrado, murió por un dis­ paro en la acción que liberó a Aguinagalde, aunque uno de los se­ cuestradores logró huir. Arzallus, presidente del PNV, calificó el res­ cate de triunfo de la Ertzantza y una refutación de la idea del PSOE de que este cuerpo no estaba dispuesto a actuar contra ETA-M. En opinión de la policía española, era absurdo que una unidad de la po­ licía de tráfico dirigida por un hombre de 67 años, sin formación para dichas operaciones, armada, contrariamente al reglamento, con esco­ petas, emprendiera esta arriesgada acción y permitiera escapar a uno de los implicados, en lugar de informar a la guardia civil sohre su ha­ llazgo La decisión de celebrar elecciones al parlamento vasco el 30 de no­ viembre intensificó las tensiones políticas entre fuerzas nacionalistas y «españolas». El PNV y el partido de Garaicoechea, Nacionalistas Vascos, competían entre sí en proclamar mayores fervores naciona­ listas que los existentes cuando formaban un solo partido antes de la escisión, de tal modo que las diferencias más palpables entre ellos, aparte de las rivalidades personales, se reducían a su respectiva de­ fensa de una Euskadi unitaria o una restauración de las instituciones torales. Egin, 11, 12, 13 sept. 1986. Deia, 3 y 4 nov. 1986.

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ETA-M demostró su capacidad para realizar asesinatos especta­ culares el 25 de octubre, cuando un motorista con otra persona en el asiento trasero se detuvo junto al coche del Gobernador Civil de Gui­ púzcoa, General Rafael Garrido Gil, en San Sebastián, y colocó una bomba en su techo La explosión mató al general, a su hijo y al conductor, e hirió a varios viandantes, uno de los cuales, una mujer portuguesa, moriría más tarde. Este acto mostró una indiferencia ha­ cia las vidas de los transeúntes infrecuente en las anteriores acciones de ETA en Euskadi. El que el predecesor de Garrido hubiera sido matado por esta organización en septiembre de 1979 hacía patente la escala de bajas entre los grados militares más altos. La victoria, tan largamente esperada por el gobierno español, pareció estar más pró­ xima cuando la policía francesa llevó a cabo su mayor golpe contra ETA-M el 3 de noviembre, al asaltar la cooperativa de muebles Sokoa, que daba trabajo a los refugiados vascos, en Hendaya, muy cer­ ca de la frontera española, capturando una enorme cantidad de armas ocultas, entre ellas misiles tierra-aire, así como abundante documen­ tación sobre el cobro del «impuesto revolucionario» por parte de ETA-M. En concordancia con la dureza del gobierno francés en su trato a los militantes de ETA, seis de los detenidos tras este asalto fueron entregados a la policía española El gobierno español po­ día, una vez más, considerar que la victoria estaba cercana, pese a que continuaran los ataques a la policía. Las elecciones al parlamento vasco, celebradas el 30 de noviem­ bre, produjeron un panorama mucho más diversificado que el pre­ dominio del PNV resultante de las dos elecciones anteriores. El PNV obtuvo 17 escaños de 75. Los Nacionalistas Vascos de Garaicoechea lograron 13, el PSOE 19 y Euskadiko Ezkerra 9. Herri Batasuna, cu­ yos representantes habían boicoteado la asamblea desde 1981, obtu­ vieron 13 escaños. Sin embargo, para la mayoría de los nacionalistas vascos, la idea de un gobierno vasco dominado por antinacionalistas equivalía a una contradicción en los términos. Cabían pocas esperan­ zas de que la asamblea parlamentaria o el gobierno salido de estas elecciones pudiera ser la clave para la solución de los problemas del País Vasco. El año finalizó sin que los partidos hubieran logrado po­ nerse de acuerdo sobre la formación de un gobierno de coalición. El anuncio de Herri Batasuna de que iba a revocar su decisión de no par­ ticipar en el parlamento, si con ello conseguía excluir del gobierno al PSOE, manifestaba el sostenido antagonismo existente entre las coEl País, 26 oct. 1986. El País, 6 nov. 1986. Diario Vasco, 1 dic. 1976.

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munidades nacionalista y no nacionalista sobre el que, en última ins­ tancia, descansaba la fuerza de ETA-M. Existía la impresión de que, al ir asumiendo gradualmente el go­ bierno autónomo vasco las competencias en materia de educación, se­ guridad y comunicaciones que estipulaba el Estatuto de Autonomía, desaparecerían los agravios que habían sustentado a ETA-M, que no podría mantener la lucha armada. Sin embargo, durante la primera mitad de los años ochenta, ETA-M realizó una campaña de robos, colocación de bombas y asesinatos mucho más intensa que ninguna de las emprendidas bajo la dictadura franquista. Lo que mantenía el apoyo a ETA-M era la brutalidad de la policía que, incluso en estos años, siguió torturando a los sospechosos y actuando contra ciuda­ danos inocentes, y era tenida por cómplice en el asesinato de simpa­ tizantes de ETA-M. Los malos tratos de que eran objeto los presos vascos y la posibilidad de que Francia entregara a los refugiados para ser procesados en España, eran mal acogidos entre muchos miembros del PNV, que seguían mostrando una tolerancia hacia ETA-M que causaba gran malestar en Madrid. La actitud de los dirigentes del PNV seguía siendo que, pese a ser equivocada la estrategia de ETA-M y muchos de sus actos indefendibles, la mayoría de sus miembros es­ taban motivados por un auténtico patriotismo. El respaldo mostrado por algunos sacerdotes hacia ETA-M demostraba que la posición de los adeptos al PNV era común a muchas personas de la comunidad nacionalista. Los líderes del PNV consideraban poco razonables las críticas de los partidos españoles y sostenían que la violencia de ETA-M era una reacción previsible, si bien equivocada, a las demoras de los sucesi­ vos gobiernos en la transferencia de competencias a las autoridades vascas Aparte de la actitud ambigua del PNV, ETA-M podía se­ ñalar a los resultados electorales obtenidos por Herri Batasuna, que seguía conservando la lealtad de alrededor de un 13% del electorado y considerablemente más en las zonas rurales tradicionalmente na­ cionalistas Herri Batasuna no tuvo tanto éxito en su propósito de convertirse en el movimiento social y el partido político que querían algunos de sus partidarios. Sus ambiciosos planes de crear asambleas alternativas que rivalizaran con la administración oficial quedaron en nada. Sus movimientos juveniles y femeninos no consiguieron ser más que meros armazones vacíos, mientras que LAB no llegó nunca a re­ presentar una competencia seria ni para ELA, ni para los sindicatos «españoles». La decadencia de ETA-PM y el fracaso en la creación del movimiento de masas que exigían las teorías de ETA-M, dejaron Véase la revista del PNV, Euskadi, 21 oct. 1983. Véase Egin, 10 mayo 1983, 27 feb. 1984, 1 dic. 1986.

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al nacionalismo radical con una estructura formada solamente por Herri Batasuna, el diario Egin, la revista semanal Punto y Hora, las gestoras pro amnistía y varias organizaciones ad hoc. Tanto Herri Ba­ tasuna como ETA-M conservaban su retórica socialista, cuya falta de precisión era una consecuencia necesaria de la diversidad de la base del nacionalismo radical. Mientras que sus adversarios de derechas acusaban a los dirigentes de ETA-M de querer crear una sociedad de corte albano, los líderes del PSOE comparaban la ideología del na­ cionalismo radical con el peronismo, en cuanto a que combinaban la misma retórica, el fanatismo y la ausencia de un programa social con­ creto La continuidad de ETA-M y Herri Batasuna ponía de manifiesto que el nacionalismo radical contaba gon unas fuerzas que no estaban al alcance de grupos como el FRAP, que no disponía de base en una comunidad con un fuerte sentido de solidaridad étnica. El naciona­ lismo vasco tenía la fortuna de contar con un mito extraordinaria­ mente poderoso respaldado por la peculiaridad étnica y lingüística de los vascos, y el recuerdo de los Fueros, que se consideraban indicio de una edad de oro en que las libertades vascas habían sido recono­ cidas por la Corona española, cuya concesión del título de hidalguía a todos los vascos en el siglo XVI se tenía por una prueba más de la superioridad vasca. Este mito de un pasado dorado iba acompañado por otro de derrotas y opresión que nacía del fin de la primera o la segunda guerra carlista, la pérdida de los Fueros, y la plaga de la in­ vasión de maketos, con sus terribles efectos en la vida y la cultura vascas. Según la doctrina nacionalista, el redentor, Sabino Arana, ha­ bía despertado el alma dormida de la nación vasca, la había enseñado a reconocer la opresión que sufría y había hecho un llamamiento al pueblo para que honrara a la patria. La redención no llegó a cum­ plirse, y la desviación del PNV tuvo que ser contrarrestada por los jóvenes que en 1959 formaron ETA e iniciaron el largo proceso de despertar nacional. La riqueza del legado simbólico y mítico del na­ cionalismo vasco hacía innecesaria la continua exposición de sus ele­ mentos. A partir de los años treinta, apenas si se insistiría en la su­ perioridad racial de los vascos. Aunque el PNV siguió subrayando su carácter cristiano, incluso en los años ochenta, el nacionalismo ra­ dical tenía una relación mucho más ambigua con la religión, pues en él se unían las declaraciones de marxismo con el apoyo de algunos sacerdotes. El desarrollo industrial tuvo la consecuencia inevitable de reducir el énfasis en la vida supuestamente idílica de los campesinos vascos, que había formado una parte importante de la primera ideoEntrevista del autor con Enrique Casas, San Sebastián, 31 marzo 1980.

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logia vasca. En su lugar, el alto nivel de industrialización se vería como una prueba más de la superioridad vasca sobre el resto de la retrasada España. La evolución, bastante típica, de una sociedad agrícola a otra in­ dustrial era considerada por los nacionalistas como la emotiva histo­ ria de un pasado dorado, una derrota y una renovación. Y era una historia inconclusa: las pasadas glorias podían recuperarse y fundar una Euskadi independiente, al precio de sangre, sufrimientos y mar­ tirio, si cada generación desempeñaba su papel en la lucha. Eos jó­ venes que respondieron al llamamiento de lograr la independencia de Euskadi provenían en su mayoría de la clase media étnicamente vas­ ca, y de familias simpatizantes del PNV. A partir de 1977, los resul­ tados de las elecciones demostraron que la base social del nacionalis­ mo radical se encontraba en Guipúzcoa y Vizcaya, particularmente en la primera, y que tenía mayor fuerza en los tradicionales bastio­ nes del PNV. La evidencia aportada por trabajos de investigación y encuestas de opinión confirmó que era un movimiento de clase medía étnicamente vasca . La composición social tanto de los militantes como de los simpa­ tizantes del nacionalismo radical explicaba las ambivalentes relacio­ nes entre Herri Batasuna y el PNV. A los dirigentes de este partido les horrorizaba muchas veces el lenguaje violento de los representan­ tes de Herri Batasuna, pero había, con todo, áreas donde coincidían. Por el contrario, las relaciones de Herri Batasuna con el PSOE fue­ ron desde un principio de hostilidad sin ambages. Las diferencias en­ tre Herri Batasuna y el PNV podrían equipararse a las disputas de familia que, aún cuando muchas veces producían acusaciones de trai­ ción por una parte y de comunismo por la otra, no destruían la uni­ dad familiar. Esta clase de solidaridad quedaba de manifiesto cuando los representantes del PNV rendían homenaje a los mártires de ETA o hacían causa común con Herri Batasuna si «Madrid» seguía sordo a las quejas de los vascos. La actitud de EIA y EE —los partidos que habían apoyado a ETA-PM— tanto hacia el PNV como hacia los par­ tidos «españoles» era mucho más ambigua. Puesto que EIA, y pos­ teriormente EE, aspiraban a superar lo que consideraban la falsa dua­ lidad entre lucha nacional y lucha de clases, tenían que dirigirse a los adeptos de clase obrera de los partidos españoles así como a los na­ cionalistas que respaldaban al PNV. Los esfuerzos de EE por llevar esta labor adelante le indujeron a adoptar posturas contradictorias. Véase Alfonso Pérez Agote, La reproducción del nacionalismo. El caso vasco (Madrid, 1984), passim, también, José Antonio Garmendía y otros, Abertzales y vas­ cos (Madrid, 1981) passim; y Juan L. Linz, Conflicto en Euskadi (Madrid, 1986), pas-

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La manifestación más extrema del radicalismo de EE fue posiblemen­ te su petición de que se unieran las escuelas estatales y las ikastolas en un sistema unificado de educación pública Ello no era acepta­ ble para el PNV, que compartía con otros partidos conservadores su defensa de los colegios religiosos privados. Por su parte, Herri Batasuna se abstuvo prudentemente de arriesgarse a alejar a sus parti­ darios más conservadores mediante semejante propuesta. Las relati­ vas simpatías de que gozaba EE no eran indicio de su éxito en unir la lucha nacional a la de clases, sino de la existencia de una clase me­ dia culta, frecuentemente de ascendencia mixta vasco-española, que no veía ningún atractivo en el clericalismo y el conservadurismo del PNV, que deseaba la integración de los inmigrantes en una Euskadi autónoma y a la que causaban malestar, en consecuencia, el chauvi­ nismo y la intolerancia de Herri Batasuna. Las discrepancias entre las actividades y la base social de EE y He­ rri Batasuna, y su empleo de una retórica marxista, habían sido una constante de la política nacionalista radical desde la adopción de prin­ cipios socialistas por parte de ETA en su IV Asamblea de 1965. Para los que criticaban a ETA desde la izquierda, el marxismo de esta or­ ganización era, en el mejor de los casos, un estado de confusión pro­ ducido por el impacto que las revoluciones cubana y vietnamita ha­ bían tenido sobre unos jóvenes incultos e impresionables Esta cla­ se de críticas ponían de relieve la vacuidad del programa social de ETA-M y Herri Batasuna, consistente en la simple reivindicación de que mejoraran las condiciones de vida de la clase obrera. Sin embar­ go, la convicción de las sucesivas oleadas de militantes de ETA que habían abrazado alguna versión del marxismo, de que estaban trans­ formando su organización, era algo que compartían personas que, como Txillardegi, habían abandonado ETA por dicho motivo. El principal atractivo del marxismo para las facciones izquierdistas de ETA residía en la doctrina de Lenin sobre el «derecho a la autode­ terminación», que parecía dar soporte intelectual a la lucha por la in­ dependencia vasca. En efecto, ETA-V y luego ETA-M consideraban que «el derecho a la autodeterminación» constituía la esencia del mar­ xismo, y las vacilaciones de la izquierda española sobre esta cuestión eran prueba de su apostasía. Aparte de centrarse en una doctrina no formulada nunca por Marx y Engels la desviación más evidente de los conceptos marxistas consistía en la sustitución del proletaria«Las Ikastolas, situación actual y pespectivas», Amasa, n.° 4 (sin fecha). Véase Luciano Rincón, ETA 1974-84 (Barcelona, 1985), passim. , Para la posición hostil de Engels hacia las pretensiones de varios n^ionalismos eslavos, véase Marx y Engels, Collected Works, vol. 9 (Moscú, 1977), pp. 299-300, 307, 310, 455-63.

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do por el «pueblo» o la «nación». Aquellas escisiones que, como ETA-Berri y ETA-VI, sí realizaron un análisis en términos de clase, dejaron pronto de ser nacionalistas, mientras que ETA-PM sería des­ truida por la incoherencia de una teoría que oscilaba entre posiciones marxistas y nacionalistas. En la verdadera tradición ideológica de ETA, las referencias a la clase obrera era puramente retóricas, y sus acciones guardaban escasa semejanza con las de los partidos que per­ tenecían al movimiento obrero tradicional. Del mismo modo que el proletariado —agente de la revolución según Marx— no dsempeñaba una función independiente ni en las teorías de ETA ni en su práctica la clase capitalista —para Marx enemiga de los trabajadores— estaba curiosamente ausente de las for­ mulaciones de ETA. Un movimiento que se fundamentaba en el «pueblo» no podía permitirse atacar a una clase social cuyos miem­ bros pertenecían en su mayoría a ese «pueblo». El nombre del ene­ migo fue en primer lugar «España» y más adelante el «imperialismo». Cuando se intentaba una categorización más precisa, el enemigo era la «oligarquía», el pequeño grupo de capitalistas vascos concentrados en la zona bilbaína de Neguri, que supuestamente había traicionado a Euskadi por los beneficios que obtenían de su participación en la economía española. El situar al enemigo en lugares alejados de las pla­ zas fuertes de ETA tenía considerables ventajas. La falta de cualquier análisis en términos de clase permitía a ETA incluir o excluir a unos y otros en el Pueblo Trabajador Vasco por comportamiento o ideas políticas más que por situaciones de clase. La tesis de que el País Vasco, a pesar de ser una de las zonas más industrializadas de España, era una colonia, proporcionaba un esque­ ma atractivo a los dirigentes de ETA y legitimaba su propio papel como agentes decisivos de la lucha del pueblo. Muy pocos de los lí­ deres de ETA eran burgueses u obreros, y los militantes que habían sido obreros manuales eran generalmente de extracción semirrural, li­ gados a la tierra y a la sociedad vasca tradicional. El énfasis que de­ positaba ETA en la función de la élite armada tenía como consecuen­ cia la difuminación del concepto de clase. Por ejemplo, cuando en 1976 ETA-PM declaró que iba a crear un partido obrero marxistaleninista, fueron muy escasos los pronunciamientos sobre el conte­ nido específico de la acción de dicho partido, y apenas se tomó en consideración el hecho de que ETA-PM careciera prácticamente de raíces en la lucha obrera. La índole del socialismo abrazado por ETA y sus sucesores no quedó nunca aclarada. Ni los antiguos dirigentes de ETA, ni los acVéase Sugarra, n.° 1, 1975, para una crítica de la subordinación que hacía ETA-V de la lucha obrera a la acción armada.

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tivistas de EE y Herri Batasuna mostraron gran interés en propues­ tas concretas que pudieran modificar la estructura social y económi­ ca del País Vasco. El socialismo se entendía en términos vagos como una sociedad más justa, y se insistía en el idealismo y el autosacrificio más que en un programa político definido La carencia de pro­ grama explica la paradójica ambigüedad en las relaciones de ETA-M y Herri Batasuna con el PNV, y el sorprendente espectáculo de un partido conservador que se negaba a condenar rotundamente una or­ ganización que estaba extorsionando económicamente y secuestran­ do a los propios partidarios del PNV. Aunque la mayor parte de los jefes de este partido se mostraron satisfechos con las líneas primor­ diales del pacto acordado en 1979, algunos veían el Estatuto de Au­ tonomía como una etapa en la consecución de una Euskadi indepen­ diente. Si la independencia seguía siendo uno de los objetivos cen­ trales del PNV, sus diferencias con ETA no podían ser realmente fun­ damentales. Incluso si algunas de las declaraciones más extremas de los líderes del PNV tenían la finalidad de complacer a la base y con­ seguir mayores concesiones de Madrid ***, esta clase de manifestacio­ nes producían la impresión de que los actos de ETA no estaban ais­ lados, e indicaban que esta organización aún formaba parte de la co­ munidad nacionalista. Los adversarios de ETA habían declarado con frecuencia que se encontraba a punto de extinguirse, y, en efecto, en varias ocasiones había quedado reducida a un pequeño grupo de militantes con escasa capacidad para influir sobre los acontecimientos. Su recuperación a partir de 1977 había sorprendido a muchos observadores. Los diri­ gentes del PNV seguían convencidos de que si todos los cuerpos de seguridad quedaran bajo control del gobierno autónomo vasco, de tal modo que los principales objetivos de la violencia de ETA-M sólo pudieran ser otros vascos, acabaría el terrorismo y podría negociarse una amnistía final. Cualquier choque con la administración vasca ha­ bría erosionado el apoyo pasivo del que disfrutaba ETA-M, y habría tenido como posible consecuencia una mejor disposición para dar in­ formación a la policía. Ahora bien, dado que no era probable que nin­ gún gobierno español se aviniera a que sus fuerzas policiales fueran retiradas de parte alguna del territorio nacional, esta era una posibi­ lidad remota. Lo absurdo de la idea de ETA de considerar a Euskadi una co­ lonia quedaba reflejado en su fracaso en crear un ejército guerrillero Entrevista del autor con un grupo de concejales de Herri Batasuna en Rentería, 27 marzo 1980. 1 Por ejemplo, Xavier Arzallus declaró que «si Madrid nos engaña estaremos al lado de Herri Batasuna», Egin, 31 oct. 1979.

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que liberara la patria de las fuerzas «imperialistas». La violencia que habían practicado ETA-V, ETA-PM y ETA-M guardaba poca rela­ ción con la estrategia propuesta por Krutwig y Zabilde, no siendo en esencia más que audaces actuaciones de grupos pequeños que, no obs­ tante, se beneficiaban de la información y la protección que recibían de sus simpatizantes. Muchos de los líderes de ETA eran conscientes de las dificultades que afrontaban los que se esforzaban por empren­ der una acción de masas, a causa de su identificación con un grupo armado, y propusieron varios métodos para solucionar este proble­ ma. Pero la mayor parte de las facciones de ETA creían que este an­ tagonismo inherente no era más que un problema táctico. La postura más coherente fue la adoptada por ETA-M en 1975, cuando se limi­ tó exclusivamente a la lucha armada. Casi todos los que practicaban la lucha armada sostenían que no era sino un elemento más en la lu­ cha por la liberación nacional. Según Krutwig y Zabilde, primeros teóricos de la lucha armada, los actos violentos de una vanguardia ar­ mada tenían como objeto radicalizar a la masa de la población. Con­ secuentemente, la diferenciación entre lucha de masas y violencia re­ volucionaria desaparecería en cuanto la vanguardia pasara a formar parte del ejército del pueblo. En los últimos años de la dictadura fran­ quista, los dirigentes de ETA-V, ETA-M y ETA-PM se declararon a favor de la lucha de masas, pero, dijeron, en condiciones de ilega­ lidad, seguían siendo necesarias las acciones de la vanguardia armada. Con todo, ETA no logró nunca unir realmente las dos formas de lu­ cha del modo estipulado por la teoría. Cuando los comandos de ETA-PM intervenían en conflictos la­ borales, lo hacían no como parte de la estrategia de lucha del prole­ tariado, sino más bien como una especie de ataque a los patronos al estilo Robin Hood. De modo similar, las bombas que los comandos de ETA-PM pusieron en las zonas turísticas, no tenían relación con la acción de masas y fueron perjudiciales para su desarrollo. ETA-M encontró en Herri Batasuna una organización en la que efectivamen­ te participaba un gran número de personas, pero que funcionaba como auxiliar de ETA-M, no como fuerza autónoma. El limitado éxi­ to de EIA/EE en crear un partido político hizo que la violencia ar­ mada de ETA-PM se convirtiera en motivo de incomodidad. No pa­ rece que las diversas teorías de los líderes de ETA sobre la función de la lucha armada puedan explicar la adopción de una táctica que fue, de 1967 en adelante, el rasgo más definitorio de ETA, no una más de sus actividades. Aunque muchos nacionalistas vascos repu­ diaban la violencia, ni la cohesión de la comunidad nacionalista ni la hegemonía del PNV se veían amenazados por la acción de ETA, como lo habrían estado de haberse elaborado un programa político que hu­ biera dividido a los vascos por criterios de clase o ideas políticas.

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Aquellas escisiones de ETA que sí elaboraron un análisis socia­ lista de la sociedad vasca, lo cual podría haber amenazado la unidad de la comunidad nacionalista, abandonaron la lucha armada poco des­ pués y, finalmente, el propio nacionalismo. Una vez alcanzada esta etapa, dichos grupos resultaban mucho menos atractivos para los jó­ venes nacionalistas militantes, que aquellos de sus rivales que conti­ nuaban proclamando la necesidad de una vanguardia armada. El im­ pacto de un disparo de arma de fuego o una explosión era mucho ma­ yor que el de la propaganda ilegal o, más tarde, las tediosas labores sindicales, los programas educativos y las campañas electorales. La lu­ cha armada atraía hacia ETA a un tipo de jóvenes que no habrían in­ vertido sus esfuerzos en tareas políticas de estudio y debate, o tareas rutinarias, pero que respondían a la llamada a las armas. Aquellas ra­ mas de ETA que nunca ofrecieron programas sociales y económicos específicos fueron las que retuvieron más apoyo. Aunque ETA-V y sus sucesores necesitaban algo de teoría política, el carácter apolítico de la mayoría de sus adeptos significaba que sólo serían escuchados aquellos de sus militantes que, como los procesados de Burgos o Argala, habían demostrado ser luchadores antes de convertirse en figu­ ras políticas. La lucha armada de ETA fue un factor importante en la intensi­ ficación del nacionalismo de una parte de la población, y en la divi­ sión de los habitantes del País Vasco en dos comunidades, división que no era una línea nítida pues la mayoría de las personas se consi­ deraban a un mismo tiempo vascas y españolas. Y no se trataba sim­ plemente de un conflicto producido por el origen geográfico y la len­ gua, pues todos los partidos «españoles» tenían partidarios entre las personas de extracción vasca y (en grado mucho menor) entre los euskero-parlantes, mientras que los nacionalistas tenían adeptos de ori­ gen no vasco, que no mostraban gran interés en aprender esta len­ gua. El criterio para ser considerado vasco pasó a ser el compromiso con el propio nacionalismo. En el postfranquismo, el PNV admitía que las personas de origen inmigrante podían convertirse en vascos e incluso en ciudadanos distinguidos, aunque para los nacionalistas el tener antepasados vascos siguiera siendo superior a tenerlos inmi­ grantes, igual que el euskera era mejor que el español. ^ La considerable cantidad de votos obtenida por el PSOE no iba acompañada de una actividad cultural o política equivalente, de tal modo que, en la práctica, tendió a convertirse en el partido de los obreros «españoles» en el que se reconocían los derechos del euskera pero sin gran entusiasmo. La hegemonía del PNV entre la comuni­ dad nacionalista planteaba ciertas dificultades estratégicas de la direc­ ción del PSOE. Benegas, su Secretario General en el País Vasco, su­ brayaba la función de su partido como representante de la izquierda

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en ambas comunidades, mientras que García Damborenea, su Secre­ tario en Vizcaya, mostraba una reacción más fuerte a los nacionalis­ tas y destacaba el papel del PSOE como defensor de los vascos «es­ pañoles» frente a los continuos motivos de irritación producidos por la hegemonía nacionalista Entre éstos figuraba la obligación del personal docente de aprender euskera en zonas donde sus alumnos no hablaban esta lengua. Algunos ayuntamientos dominados por los nacionalistas intentaron hacer obligatorio el conocimiento del euske­ ra incluso para los barrenderos. Sin embargo, la opinión generalizada de que los euskeroparlantes habían sido injustamente tratados duran­ te la dictadura franquista, significó que este trato preferencial creara menor malestar que otros privilegios que se consideraban derivados de la adhesión al PNV. Durante la década de los años ochenta los sentimientos vascos de superioridad seguían siendo muy fuertes. Persistía el popular estereo­ tipo de los andaluces como personas perezosas, incapaces y poco hon­ radas, aunque los representantes de Herri Batasuna y EE insistían en que los andaluces y los gallegos eran compañeros de sufrimiento bajo el yugo del Estado español y la prensa nacionalista radical prestara gran atención a los débiles movimientos nacionalistas de estas regio­ nes. Herri Batasuna manifestó muchas veces que los criterios raciales no eran importantes a la hora de determinar si alguien era o no vasco y ensalzaba a los mártires de ETA que eran de origen inmigrante. Los resultados electorales sugerían que algunos inmigrantes jóvenes votaban a Herri Batasuna, pese a que esta organización postulara una política que habría privado de hecho a muchos inmigrantes (y oriun­ dos que no conocieran el euskera) de su medio de vida. EÍ estatuto propuesto por Herri Batasuna en 1979 también era discriminatorio con los inmigrantes en el derecho al voto. Para el PNV, al menos en sus declaraciones públicas, el enemigo no eran ya los inmigrantes, sino «Madrid», un concepto ambiguo que podía interpretarse de modo chauvinista, o como referencia al centralismo administrativo de los gobiernos españoles. Visto desde fuera, el efecto total de las diversas posturas nacionalistas bastaba para crear malestar entre gran número de inmigrantes. El fuerte cambio de categoría del euskera produjo entre muchos vascos castellanoparlantes la sensación de que ahora eran ellos las víc­ timas de la opresión lingüística. Habiendo ya un canal de televisión en euskera y siendo éste el principal vehículo de instrucción en algu­ nas escuelas, la capacidad para hablarlo pasó a ser una considerable ventaja a la hora de obtener trabajo en la enseñanza y los servicios Véase Ricardo García Damborenea, La encruájada vasca (Barcelona, 1984), passim; Txiqui Benegas, Euskadi. Sin la paz nada es posible (Barcelona, 1984), passim.

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públicos, incluso en zonas mayoritariamente castellanoparlantes, aun­ que a ojos de los nacionalistas radicales todos estos cambios no fue­ ran más que simples ejercicios cosméticos. A su juicio, el euskera ten­ dría que ser la lengua oficial de Euskadi, igual que lo era el español en Castilla, y todos los escolares debían aprender el euskera como parte de un plan general para convertirlo en lengua de uso cotidiano, incluso en las zonas castellanoparlantes. Este tipo de aspiraciones te­ nían un tinte totalitario para los no nacionalistas y provocaban fuer­ tes reacciones entre las personas de esta tendencia con hijos en edad escolar, pero tenían el apoyo de los que creían que la dominación «es­ pañola» había impuesto, sobre todo a partir de la Guerra Civil, un genocidio cultural. Los partidarios de Herri Batasuna se negaban a aceptar que ambas lenguas tuvieran iguales derechos. La intransigen­ cia nacionalista encontró nuevos adeptos entre antiguos elementos de la izquierda «española», desmoralizados por su decadencia durante la transición a la democracia parlamentaria. Tanto el M CE (anterior­ mente ETA-Berri), como LC R /L K I (anteriormente ETA-VI) volvie­ ron a adoptar unas posiciones nacionalistas cuyo rechazo había sido causa de su anterior expulsión de ETA sin que ello les llevara, no obstante, a hacer un análisis teórico de su propia trayectoria. El nacionalismo vasco parecía tener sus raíces en los cambios pro­ ducidos por la industrialización. La singularidad cultural vasca no ge­ neró nacionalismo alguno antes de la década de 1880, puesto que los vascos tuvieron la posibilidad de ascenso social en el servicio al Es­ tado español. El euskera no competía con el español, siendo un gru­ po de dialectos más que una sola lengua escrita, y no era, por consi­ guiente, apta para la administración y el comercio. En el siglo X IX , el conservadurismo español, lejos de ver un peligro en las peculiari­ dades de los vascos, utilizó el apoyo popular a los Fueros conio arma contra el liberalismo. Aunque la derrota de las fuerzas carlistas en 1873 produjo una serie de cambios que crearon malestar entre gran número de vascos, ello no fue por sí solo suficiente para dar origen a una conciencia nacional. A pesar del amplio favor de qd^ gozaban, los Fueros tenían la oposición de comerciantes e industriales —los elementos más dinámicos de la sociedad vasca— a quienes hacía falta el acceso al mercado español. El nacionalismo vasco no se originó, por consiguiente, entre las clases medias de una región subdesarro­ llada inserta en una unidad política vigente, que aspirara a la inde­ pendencia política con objeto de facilitar su desarrollo económico Por el contrario, la economía vasca, al menos en Vizcaya, estaba mu** Véase Luciano Rincón, «Etica, ático y reumático». El País, 13 nov. 1984. Véase Ernest Gellner, Thought and Change (Londres, 1964), passim, para ’ intento general de explicar el nacionalismo en estos términos.

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cho más desarrollada que en el resto de España. La repulsa que re­ cibió el nacionalismo vasco entre los grandes intereses bancarios e in­ dustriales integrados en el mercado español, sería siempre una de las mayores debilidades de este movimiento. De haber sido un movi­ miento con causas puramente políticas habría surgido sin duda in­ mediatamente después de la abolición de los Fueros en 1876, en lu­ gar de coincidir con la llegada de los inmigrantes en los años 1880. N o deja de ser curioso que los nacionalistas afirmaran, en una región que había sido parte del Estado español desde el siglo XVI, que su pérdida de independencia partía de la derrota de las fuerzas carlistas en 1839, un acontecimiento que produjo escasas alteraciones en estas provincias. El nacionalismo vasco se originó en Bilbao, y la posterior difu­ sión de este movimiento a otras partes de Euskadi fue simultánea a la industrialización, la aparición del socialismo y la llegada de los maketos. La formación del nacionalismo se ha atribuido a la manipula­ ción de las diferencias regionales por parte de los patronos para di­ vidir a la clase obrera, pero la respuesta de los empresarios vascos al movimiento nacionalista fue ambivalente. Para las empresas bancarias, siderúrgicas y de construcción naval que dominaban la industria vizcaína, los beneficios de las posibilidades disgregadoras del nacio­ nalismo eran superados por la amenaza que suponía para sus víncu­ los con el mercado español. En realidad, a fines del siglo X IX las leal­ tades políticas de los industriales vascos estaban divididas entre los liberales y los conservadores, mientras que las fuerzas más tradicio­ nales de las zonas rurales, particularmente entre el clero, seguían fie­ les al carlismo. El nacionalismo vasco, respaldado primordialmente por los pequeños intereses financieros, era un aliado dudoso de las grandes empresas. Pese a ello, el nacionalismo vasco fue mejor instrumento para la movilización de la opinión conservadora de clase media que cualquier otro desarrollado en España y hasta 1932 funcionó como parte de una coalición conservadora, en especial con los carlistas. En conse­ cuencia, las tendencias dominantes del PNV abogaban por un mayor grado de autonomía dentro del Estado español, no por la indepen­ dencia. Cuando la negativa de la derecha española a otorgar autono­ mía a los vascos quebrantó el acuerdo del PNV con los carlistas, el partido nacionalista se vio forzado a una alianza con sus enemigos tra­ dicionales, socialistas y republicanos. La derrota de la República en la guerra civil dejó al nacionalismo prácticamente inerme, y amenazó ion reducirlo a un movimiento folklorista y nostálgico, integrado por

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los que seguían sintiéndose orgullosos de su identidad vasca pero ^ue estaban reconciliados con la permanencia del régimen franquista Lo que salvó al nacionalismo vasco del estancamiento fue la re­ cuperación de la economía española en los años cincuenta, lo cual produjo una invasión de maketos, cuando los empobrecidos campe­ sinos de otros puntos de España llegaron al País Vasco en busca de trabajo. En la década de los sesenta, el nacionalismo vasco se bene­ fició del aligeramiento de la represión, al intentar el gobierno debili­ tar el nexo entre nacionalismo y cultura vasca permitiendo una limi­ tadísima libertad en el uso del euskera. Estas concesiones fracasaron en su objeto, pues proporcionaron un centro focal para la resistencia vasca, mientras que eran muy insuficientes para resarcir sus legítimos agravios. Puesto que el PNV fue incapaz de organizar los sentimien­ tos de descontento en una resistencia efectiva, las sucesivas oleadas de juventudes simpatizantes se vieron atraídas por ETA, que recibió una considerable entrada de fuerzas con la crisis de la Iglesia católi­ ca, siendo muchos los jóvenes que abandonaron los seminarios para lanzarse a la política nacionalista^’ . La renovación de la oposición «española» a Franco, gracias a la cual ETA entraría en contacto con ideas radicales y socialistas, incrementó las diferencias entre sus pro­ pios miembros y los del PNV. Parecería que la transición a la democracia parlamentaria y la con­ cesión de autonomía al País Vasco tendrían que haber reducido los fundamentos del nacionalismo radical. Además, los temores de los vascos de quedar culturalmente anegados ya no eran pertinentes, puesto que en los años 1980 eran más las personas que salían de Viz­ caya y Guipúzcoa que las que entraban en ellas. Pero el nacionalis­ mo, aunque producido en origen por la reacción a los efectos de la inmigración durante un boom económico, se vio sustentado por la si­ tuación de depresión. De igual modo que muchos nacionalistas con­ sideraban que la inmigración de los años cincuenta y sesenta se debía a la animadversión «española», la «desindustrialización» se vio como resultado de una política decidida desde Madrid. Es poco probable que ETA-M logre su objetivo de establecer una Euskadi indepen­ diente, pero posiblemente sobrevivirá, aunque sea con menor grado de actividad. La mayoría de los factores que habían sido causa de la fuerza de ETA durante toda su-^sten cia seguían vigentes después de 1980, aunque de modo más débil. Los sentimientos nacionalistas seguían estando muy generalizados, como demostraban los votos ob­ tenidos por el PNV, Herri Batasuna y EE. Muchos de los jóvenes Landáburu, La Causa..., pp. 115-16. Véase Paulo Iztueta, Sociología del fenómeno contestatario del clero vasco (Zarauz, 1981), passim.

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fuera de la comunidad (nacionalista puede parecer extraño que una persona condenada por delitos monstruosos pueda ser aceptada como un patriota bien intencionado aunque algo impetuoso, pero así es la realidad en las zonas étnicamente vascas. Los estudios comparativos de ETA que pueden ser de utilidad tie­ nen que limitarse a aquellos movimientos europeos que tengan tam­ bién fuertes raíces en una comunidad. ETA y el IRÁ son, sin duda, organizaciones similares. Ambas surgieron de una cultura profunda­ mente católica en sociedades claramente divididas en comunidades antagónicas. Tanto el IRA como ETA han evolucionado sin dificul­ tad desde una ideología devota y conservadora a la adopción de un lenguaje radical y socialista, sin que ello afectara su acción práctica, o les granjeara la pérdida de apoyo en medios hondamente conser­ vadores. En ambos se ha unido un respaldo de masas considerable (más en el IRA que en ETA) a la primacía de una élite armada, que actúa por encima del control de toda estructura política. Ambos uti­ lizan una lengua autóctona como instrumento para diferenciar su pro­ pia comunidad de los inmigrantes foráneos, que datan de los si­ glos XVI y X IX respectivamente. Hay, sin embargo, diferencias considerables entre ETA y el IRA. ETA nunca logró relegar al PNV a un papel subordinado como hizo el IRA con el nacionalismo irlandés moderado. La línea que separa a los vascos «españoles» y no españoles no ha sido nunca tan pro­ funda como entre los protestantes y los católicos irlandeses. Muchas personas del País Vasco, de ambos grupos étnicos o de origen mixto, se consideran a un tiempo vascos y españoles. Los matrimonios mix­ tos son comunes y las lealtades políticas no están exclusivamente en función de la extracción familiar, como ocurre en Irlanda del Norte. Pero la diferencia más profunda entre ETA y el IRA resulta del ca­ rácter de los grupos étnicos en los que se cimientan. Ambos surgie­ ron en sociedades enconadamente divididas, en las que una de las co­ munidades era más privilegiada económicamente que la otra pero, a diferencia de los católicos irlandeses del norte, la población étnica­ mente vasca en la que ETA funda su fuerza es mucho más privile­ giada que los maketos. La composición de clase media de ETA se evi­ dencia en sus escritos y en su disposición a adoptar posturas avan­ zadas en cuestiones tales como el aborto. Por su parte, ETA seguirá fiel a unos objetivos inalcanzables. En 1986, a los veintisiete años de la creación de este grupo, la posibili­ dad de un estado vasco independiente seguía siendo tan remota como siempre. Si era cierto que ETA no estaba más próxima a lograr sus aspiraciones, también lo era que su base social sólo parecía haberse reducido ligeramente. La llamada a la negociación entre ETA y el Es­ tado español, o directamente el ejército, en lo que se insistió durante

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1986, aunque evidentemente no supusiera un abandono de sus obje­ tivos, sí representó un cambio de énfasis. La existencia de un gran nú­ mero de militantes de ETA que cumplían largas condenas fue una constante fuente de presión, pues mantuvo vivo el resentimiento de sus familias y de la población vasca en general. Por otra parte, la pers­ pectiva de una lista de presos en progresivo aumento, superior al nú­ mero de militantes activos de ETA, era un panorama lamentable, per­ judicial para la moral de ETA-M, que encerraba el riesgo de que los rniembros encarcelados pudieran solicitar su propio perdón. Los na­ cionalistas moderados pensaban que la amnistía y el alto el fuego no sólo eran posibles, sino parte necesaria de la solución al problema de la violencia vasca. Los dirigentes de ETA-M sabían que un alto el fue­ go entrañaba el peligro de una posterior disolución de su organiza­ ción, del mismo modo que había ocurrido a ETA-PM a partir de 1981. Es rnuy improbable que, en semejantes condiciones, ETA-M acceda a disolverse, o acepte una tre p a prolongada que, a la larga, vendría a ser lo mismo. Las perspectivas más probables para el País Vasco son, por consiguiente, que continúe la existencia de ETA-M y ésta siga dedicada a la lucha armada, si bien en menor grado que a fines de la década de los setenta y comienzo de los ochenta. La pérdida de su base en el País Vasco francés, pese a ser importante, no tiene por qué ser decisiva. Las constantes manifestaciones del gobierno espa­ ñol en el sentido de que el problema de ETA está a punto de solu­ cionarse, tienen muchas posibilidades de verse continuamente des­ mentidas. El partido nacionalista moderado Euskadiko Ezkerra, sostiene que la nación vasca está compuesta de todas las personas que viven en su territorio nacional. El sistema educativo y los medios de co­ municación deben aceptar que, dado que la mayoría de los habitan­ tes de Euskadi ni son de origen étnico exclusivamente vasco, ni ha­ blan euskera, la nación vasca debe incluir a los elementos castellanoparlantes. Navarra se considera como parte integral del País Vasco, pero la incorporación de esta provincia debe esperar a que la volun­ tad de la mayoría de sus habitantes acceda a este status. En el programa de Euskadiko Ezkerra para la construcción de una nación vasca figuran: un sistema de educación pública que pro­ porcione instrucción en español y en euskera; un sistema de admi­ nistración pública independiente de la influencia del PNV; una cam­ paña de fortalecimiento y renovación del euskera. En resumen: una situación en la que ser vasco no equivalga exactamente a ser nacio­ nalista. En la hipotética sociedad vasca del futuro que propone Eus­ kadiko Ezkerra, los simpatizantes del PSOE o los partidos conser­ vadores «españoles» podrían vivir como ciudadanos de primera cla­ se, y no como quintacolumnistas.

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Este estado de cosas no es, desde luego, más que una posibilidad teórica. En una Euskadi pacificada, donde los habitantes no estén em­ peñados en un continuo forcejeo con Madrid, podría plantearse la cuestión de si se quiere o no la total independencia, pero la respuesta sería presumiblemente que un Estado vasco independiente es poco práctico. La atractiva visión que presenta Euskadiko Ezkerra sólo es viable en la medida en que optemos por no tomar en cuenta el hecho de que el nacionalismo vasco, y todos los demás nacionalismos, ex­ trae su fuerza de los recelos y desconfianza que despiertan los gru­ pos sociales foráneos. En una sociedad sin maketos, el nacionalismo vasco se reduciría al regionalismo existente antes de la inmigración de trabajadores en los años 1880. Tanto Herri Batasuna como el PNV tienen uirá^percepción inteligente de que una nación unificada, lejos de ser un objetivo deseable, destruiría la confrontación que es com­ ponente esencial de su existencia.

Apéndice 1 PROGRAMA ADOPTADO POR LA I ASAMBLEA DE ETA Documentos Y, vol. 1

EU 2K A D I TA AZKATASUNA Principios Euzkadi ta Azkatasuna (ETA) es un movimiento revolucionario vasco de liberación nacional, creado en la resistencia patriótica e in­ dependiente de todo otro partido, organización u organismo. ETA proclama que el pueblo vasco tiene los mismos derechos que asisten a cualquiera otro pueblo a su autogobierno y afirma que para la consecución de éste se deberán emplear los medios más adecuados que cada circunstancia histórica dicte. La libertad de Euzkadi no constituye para ETA el interés supre­ mo, sino el único medio realista de desarrollo y vigorización de la na­ ción vasca en todos sus ámbitos. ETA sostiene que si Euzkadi, con entera libertad, estima como más conveniente a sus fines y existencia, la cesión de diversos dere­ chos a organismos u organizaciones supranacionales, así lo hará. ETA considera que Euzkadi está integrada por las regiones his­ tóricas de Alava, Guipúzcoa, Laburdi, Navarra, Vizcaya y Zuberoa. ETA; dentro del marco político, propugna para Euzkadi: El establecimiento de un régimen democrático e inequívocamente 337

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Apéndices

representativo, tanto en el sentido político como en el socioeconó­ mico y en el cultural, en orden a actualizar, en todo momento, los valores positivos del pueblo vasco. La garantía cierta y efectiva de los derechos del hombre; libertad de expresión, libertad de reunión, libertad de sindicación, libertad de práctica de c u lto ^ credos religiosos, etc., siempre que éstos no ven­ gan a constituir un instrumento, bien sea destinado a atentar contra la soberanía de Euzkadi, a implantar en ella un régimen dictatorial (sea fascista o comunista) o a servir los intereses de grupo o clase (po­ lítico, religioso, social o económico), vasco o extranjero. Las extrali­ mitaciones de estos derechos no serán atajadas ni penadas por vía de censura previa. La máxima descentralización en la estructuración de la sociedad )olítica vasca, junto con el reconocimiento político-administrativo de os organismos de orden natural como son el municipio y la región. La integración federalista europea siempre que ésta se lleve a efec­ to a la altura de las nacionalidades y manteniendo y actualizando, como única finalidad, la promoción política, social, económica y cul­ tural del individuo y de los pueblos. Rechaza, por tanto, el europeísmo que pretende formar Europa en base a los actuales Estados, así como el europeísmo de intereses cuyo objetivo se cifra en la pervivencia de posiciones de privilegio y en la continuación de diversas for­ mas de opresión de ellas derivadas. La supresión progresiva de fronteras estatales en todo el mundo, por considerarlas antinaturales y perjudiciales al buen entendimiento y progreso económico y cultural de pueblos e individuos. La organización de una campaña universal de retorno a la patria de los vascos diseminados por el mundo entero. La repulsa del racismo y, por tanto, de los principios de superio­ ridad legal de unos pueblos o razas sobre otros. N o apoya, conse­ cuentemente, la segregación o expulsión de los elementos extraños al país, en tanto éstos no se opongan o atenten contra los intereses na­ cionales de Euzkadi. La condenación del mihtarismo y, por ende, la supresión de la or­ ganización militar existente en Euzkadi. ETA manifiesta su aconfesionalidad y la propugna para la Cons­ titución de Euzkadi.

f

Apéndice 3 ESTRUCTURA DEL NACIONALISMO RADICAL

ETA-PM. ETA-M (simpatizante). EIA (1977). LAB. EHAS (posteriormente HASI). ( LAIA.

Periferia de ETA-M

ETA-M

Herri Batasuna Gestoras pro amnistía f ETA-M (Simpatizante). '

. , (Organización de juventudes)

Apéndice 4 GLOSARIO DE PALABRAS VASCAS

El euskera como lengua escrita tiene una historia corta. Sus di­ versos dialectos varían entre sí considerablemente. La adopción de una lengua unificada, el batua, no ha producido aún una ortografía única. En años recientes, son muchas las personas que han adoptado una versión de sus nombres más afín al vasco, razón por la cual su ortografía varía mucho, por ejemplo, Echave-Etxabe, Javier-Xabier, Carlos-Karlos, Ignacio-Iñaki. Aberri Eguna: día de la patria. Abertzale: patriota. Agur: adiós. Alderdi: partido. Amiur: madre patria. Am asa: aliento. Askatasuna: libertad. Aurka: oponerse. Bai: sí. Batzkarra: asambela. Batasuna: unidad. Batua: versión unificada del euskera, adoptada porla Academia Vasca de la

Lengua en 1968. Batzoki: sede local del PNV. Bereziak: grupo especial de operaciones. Berri: nuevo. Berriak: noticias. Biltzar Nagusi: gran asamblea. 341

Apéndices

342

Biltzar Txipia: pequeña asamblea. Branka: proa. Egin: emprender. Ekin: empezar, hacer. Ekintza: accióiñ-— Eraiki: construir. Ere: también. Euskal-Herria: tierra de los vascos. Eliza: iglesia. Euskadi: el País Vasco. Euskera: lengua vasca. Ez: no. Garai: época. Gatazka: cautivo. Goazen: vamos. Gudaldi: expedición militar. Hautsi: romper. Hemek eta orain: aquí y ahora. Herri: pueblo. Hertzale: escoba. Hitz: la palabra. Ikastola: escuela de enseñanza en vascuence. Ikurriña: bandera nacional vasca. Indarra: fuerza. Iraultza: revolución. JE L (Juangoikoa eta Laga Zara): Dios y leyes viejas, en origen la doctrina

carlista.

Jelkide: partidario de la doctrina del JEL o del PNV. Karraxi: encrucijada. Kemen: fuerza. Komunistak: los comunistas. Lendakari: jefe. Langile obrero. Lantzen: trabajando. Maketo: término peyorativo que designaba a los inmigrantes españoles; ori­

gen incierto. Mako: cárcel. Muga: frontera. Oihua: llamada. Sugarra: llama. Txiqui: pequeño. Zer Egin: ¿qué hacer? Zertran ari: decidirse a actuar. Zutik: levántate.

Apéndice 5 ORGANIZACIONES

La mayor parte de los partidos políticos del País Vasco tienen un nombre vasco y otro español. Sin embargo, algunas organizaciones nacionalistas radicales no tienen nombre español. ANV - Acáón Nacionalista Vasca: partido nacionalista no confesional fun­ dado en 1931. Anai Artea (Entre Hermanos): asociación nacionalista de ayuda a los refu­ giados con base en San Juan de Luz. CNT —Confederación Nacional del Trabajo: sindicato anarquista. CCOO - Comisiones Obreras: principal sindicato ilegal desde comienzos de la década de 1960. Convergencia Democrática: coalición antifranquista apoyada por el PSOE. CGV - Consejo General Vasco: comisión provisional constituida tras las elec­ ciones de 1977 para preparar el camino del gobierno autónomo vasco. El A - Euskal Iraultzarako Alderdia (Partido para la Revolución Vasca): for­ mado por ETA-PM a fines de 1976. EAS - Euskal Alderdi Sozialista (Partido Socialista Vasco). EHAS - Euskal Herriko Alderdi Sozialista (Partido Socialista del Pueblo Vas­ co). ELA-STV —Euskal Langillen Alkartasuna-Solidaridad de Trabajadores Vas­ cos: sindicato nacionalista creado por el PNV en 1910. En origen. Soli­ daridad Obrera Vasca.

ESB —Euskal Sozialista Biltzarrea: partido nacionalista socialdemócrata crea­ do en 1976. ESBA (Unidad Socialista Vasca): sección vasca del Frente de Liberación Po­ pular (FLP). 343

344

Apéndices

ETA —Euzkadi ta Askatasuna (Libertad paa el País Vasco). ETA-Berri: nueva ETA. EE - Euskadiko Ezkerra (Izquierda Vasca): coalición electoral formada en las elecciones de 1977, que más adelante se convertiría en partido político. E K IN (empezar/hacer): grupo estudiantil, precursor de ETA, formado en 1952. EG (más tarde EGI) - Eusko Gaztedi: juventudes del PNV. FN - Frente Nacional, en ocasiones. FNV - Frente Nacional Vasco. FO - Frente Obrero. FM - Frente Militar. FC - Frente Cultural. FP - Frente Político. FRAP —Frente Revolucionario Antifranquista y Patriótico: grupo maoísta de­ dicado a la lucha armada. En realidad un frente del PCE-MIL. Fuerza Nueva: organización y revista fascista. HAS - Herriko Alderdi Sozialista (Partido Socialista del Pueblo): uno de los componentes de HASI. HASI - Herriko Alderdi Sozialista Iraultzailea (Partido Socialista Revolu­ cionario del Pueblo): partido próximo a ETA-M. Herri Batasuna (Unidad Popular). Junta Democrática: coalición democrática apoyada por el PCE. Jagi-Jagi (Levántate, Levántate): organización nacionalista radical de los años treinta. KAS - Koordinadora Abertzale Sozialista: comité creado por ambas ramas de ETA en 1975. Komunistak: nombre adoptado por una escisión de ETA en 1969. Más tarde pasó a ser Movimiento Comunista de España (MCE). LAIA - Langile Abertzale Iraultaileen Alderdia (Partido Obrero Patriótico Revolucionario): nombre adoptado por el Frente Obrero de ETA-V tras escindirse de su grupo de origen en 1974. LAB - Langile Abertzale Batzordea (Comité Patriótico Obrero): sindicato nacionalista de izquierdas. LAK - Langile Abertzale Komiteak (Comité Patriótico Obrero): organiza­ ción obrera anarconacionalista. LCR - Liga Comunista Revolucionaria. ORT - Organización Revolucionaria de Trabajadores: Grupo maoísta que se originó en las organizaciones obreras católicas creadas por los jesuítas. PCE-EPK - Partido Comunista de España-Euskadi Partido Komunista. PSOE-PSE —Partido Socialista Obrero Español-Partido Socialista de Euskadi. PNV-EAJ - Partido Nacionalista Vasco-Eusko Alderdi Jeltzailea. PTE - Partido del Trabajo de España: anteriormente PCE(i). UGT - Unión General de Trabajadores: sindicato cercano al PSOE. UCD - Unión de Centro Democrático.

Apéndice 6 CRONOLOGIA DE LOS HECHOS MÁS IMPORTANTES DE ETA

1954 1955-56. 1958. Julio, 1959. Julio, 1961 Mayo, 1962. Marzo, 1963. Abril-mayo, 1964 Verano de 1964. Diciembre, 1966. Marzo, 1967. Junio, 1968. Agosto, 1968. Agosto, 1970. Diciembre, 1970. Diciembre, 1972. Agosto, 1973. Diciembre, 1973. Noviembre, 1973. Junio, 1974.

Fundación de Ekin. Fusión de Ekin con Eusko Gastedi. Ruptura de Ekin con el PNV. Fundación de ETA. Intento de descarrilamiento de un tren. I Asamblea de ETA. II Asamblea de ETA. III Asamblea de Eta. IV Asamblea de ETA. Primera parte de la V Asamblea de ETA. Segunda parte de la V Asamblea de ETA. Muerte de Txabi Etxebarrieta. Muerte de Melitón Manzanas. Primera parte de la VI Asamblea de ETA. Juicio de Burgos. Aparición de ETA-V. Segunda parte de la VI Asamblea de ETA-VI. Decisión de unirse a la LCR. Primera parte de la VI Asamblea de ETA-V. Asesinato de Carrero Blanco. ETA-VI se une a la LCR. El Frente Obrero se escinde de ETA-V y forma LAIA. 345

346

Diciembre, 1974. Enero, 1975. Septiembre, 1975. Noviembre, 1975 Abril, 1976. Julio, 1976.

Apéndices

ETA-V se escinde en ETA Político-Militar (ETA-PM) y Eta Militar (ETA-M). Segunda parte de la VI Asamblea de ETA-PM. Ejecutados los militantes de ETA, Txiki y Otaegui. Muerte de Franco. ETA-PM mata a Angel Berazadi. Desaparición de Pertur, presumiblemente asesi­ nado. VII Asamblea de ETA-PM. Decisión de fundar EIA. Los Bereziak se escinden de ETA-PM. Elecciones parlamentarias. Formación de Herri Batasuna. ETA pone bombas en estaciones ferroviarias de Madrid. Un referéndum aprueba el Estatuto de Autono­ mía Vasco. Elegido el Parlamento vasco.

BIBLIOGRAFIA Fuentes primarias

Periódicos Los artículos de prensa tienen más valor después de la dictadura de Franco que durante ella. El principal diario consultado para el pe­ ríodo que va de octubre de 1977 a marzo de 1980 fue Egin, publica­ do en San Sebastián. Se consultaron también los siguientes diarios. La Voz de España, San Sebastián, diario. El Diario Vasco, San Sebastián, diario Hierro, Bilbao, diario. El País, Madrid, diario. Le Monde, París, diario. Mundo Obrero, Madrid, semanal (a veces diario). The Times, Londres, diario. Revistas Las revistas tenían muchas veces una vida efímera o se publica­ ban con poca frecuencia. En muchos casos no se da el lugar y fecha de publicación. En ocasiones, se utiliza el mismo título para publi­ caciones diferentes. 347

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