Astrada, Carlos (1961) Nietzsche Y La Crisis Del Irracionalismo

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las diíe-

NIETZSCHE Y LA CRISIS' DEL

IRRACIONALISMO irracionalista del autor de la tragedia, precursor

máximo de la filosofía También enfoca críricamente, entre otras, la interpretación del ideario nietzscheano que, desde el punto de vista 'd¿ la filosofía marxista, nos ofrece

George Lukacs. , En este denso estudio Astrada discute

y expone 7 en una prosa de jerarquía filosófica y literaria, los problemas que agitaron la éxistencia trágica del poeta Je Es un libro sm concesiones, escrito qon verdadera pasión pero también con l\bndo conocimiento ábo;(Úda.

de

la

tcmátic:1

EDITORIAL DEDALO BUENOS AIRES

CAPÍTULO

I-

PRESENCIA DE NIETZSCHE EN LA FILOSOFIA . CONTEMPORANEA

@

EDITORIAL DEDALO, 1961 Juncal 1131, Buenos Aires

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723..

IMPRESO EN /.A A.RGENTlNA

Hoy el pensamiento contemporáneo contempla y estudia. a Federico Nietzsche como a un filósofo que incide en las inquietudes actuales, y ello es el signo de la pervivencia y renovación de su influjo en el área de los problemas que atraen el interés del espíritu filosófico, movilizando su iniciativa en pos de respuestas que, por apremio de la situación histórica, juzga perentorias. No cabe hablar de un retorno de Nietzsche como si su estrella se hubiera apagado o irradiara mortecina un lejano fulgor y brillase ahora de nuevo, favorecida por otra constelación de la cultura, puesto que al día siguiente de su muerte se tuvo la fundada sospecha de que se estaba-.'frente a un clásico de la filosofía y como tal la posteridad comenzó a troquelar su figura, aureolada por la sugestión de una grandeza trágica. Una cosa es el fenómeno Nietzsche y otra el filósofo, interpretado y valorado en la integridad de su mensaje original, en la unidad y fuerza de su estilo filosófico, en la autenticidad de las interrogaciones que formuló a su época y en la ginceridad y pasión que puso en las fundamentales respuestas que les dió. Después de su catástrofe espiritual, de la casi súbita entrada de su mente en una triste zona de sombra, de la que sólo la muerte vendría a liberarlo, lo que se impuso y difundió en los ambientes intelectuales de Europa fue el escritor de fuego y brillo meteórico, el crítico del cristianismo""

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aspectos que, aunque los más externos d{! su mundo ideológico, subyugaron la ate~néiióii culto, ·quedando fuera de este enfoque el blemática medular. Conti-ibuyó," sin duda, a esta apreciación lamaestría de Nietzsche como escritor, la fineza y precisión de su estilo, la sugestión lírica de su pensamiento, la fuerza y · plasticidad idiomática de su palabra y hasta la destreza aforística de su expresión, que le permitió presentar sus ideas con netos y atrayentes perfiles. Es, sin duda, con Lichtenberg,. uno de los maestros del aforismo. Definiendo el aforismo, podemos repetir lo que de él se ha dicho, que es el "epigrama del estilo", y agregar con Alois Riehl, que el aforismo da en el blanco como una flecha. Como el estilo aforístico "aisla las ideas, las destaca de la conexión con el todo, él no exige del lector un pensar conexo que se ·sumerja en el todo ... ,. quiere incitar, obligar a levantar la mirada".1 . También, antes que en el filósofo y su ideario esencial, se reparó en el sutil psicólogo que había en Nietzsche, en sus hallazgos de explorador de los trasfondos del alma humana, la que, a la mirada penetrante y avezada de este insobornable analista de sus ocultas motivaciones, se ofrecía casi como terra incognita, rica de humus y de estratos insospechados. Podemos decir que recién en nuestros días, merced a la vigencia de un dima espiritual favorable, comienza a ejercer hondo y dilatado influjo el filósofo, por la gravitación misma de los cruciales problemas que se propuso y por la fuerza germinativa de sus ideas que, actuales y vivas, están incidiendo en la temática especulativa del presente, conjugándose con algunas de sus dimensiones básicas. Nietzsche, pues, está presente y operante, señoreando con su pensamiento tutelar las (1) Friedrích Nietzsche, Der Kiinstler und der Denker, pág. 17, ed. :Fr. Frommann, Stuttgart.

s

ll.~ás direcciones, en los grandes temas que hoy polarizan

el Ínterés filosófico: filosofía de la vida, voluntad de poderío.J: ' en la proyección política y cósmica de su imagen metafísie~ del mundo, realis"!zo temporalist'i, filosofía de la existencia, de. la cual él, a la par de Kierkegaard y Schelling, es uno de l~ grandes precursores. Dos intérpretes y continuadores del pensamiento der./ Nietzsche, Ludwig Klages y Alfred Baumler, movidos por la necesidad de esclarecer lo esencial del ideario nietzscheano,. han suscitado la revaloración de su filosofía, a la que se tiende a considerar y a ahondar en sus temas fundamentales, aún más, a abarcarla más allá de sus diversas facetas expresivasJ. en su unidad temática radical. En este sentido, ellos han condensado la atmósfera para lo que bien podemos llamar re'.'.~ nacimiento de Nietzsche, sobre todo en Alemania, aunque, con anterioridad, el círculo de Stefan George, en consonancia con la propia tarea, abrió camino al influjo de una de sus ideas. / ~~J:Z·~~más incisivas; la imagen antidasistaVdel helenismo y la valoración de los dionysiaco. No obstante haber enfocado aquellos intérpretes aspectos fundamentales del pensamiento nietzscheano, para desarrollarlos y estructurar sobre esta base su posición filosófica personal, ellos no lo contemplan en su to-talidad, sino que, al pretender infundadamente que todo lo· esencial de este pensamiento radica en uno de esos aspectos con exclusión del otro, lo desintegran en sus direcciones y re-· nuncian a la- búsqueda y determinación del núcleo problemático -la postura radical del filósofo, del hombre filosofante,. ante el mundo y la vida- de que ellas emergen. Así, no es posible, como lo intenta Baumler, reducir, concentrar todo el pensamiento de Nietzsche en las ideas que encontraron for-mulación en Der Wille zur Macht, interpretándolas como un. sistema filosófico cerrado.

Un filósofo, un pensador: tomo· N1et;~eJtie. fía aspira a dar testimonio de la existencia aséntan· -O.o su valor y su destino, no conoce, no puede conocer un sistema lógicamente concluso, abstractamente coherente. Es que, tal cual lo enunciara Kierkegaard ,"no puede haber ningún sistema de la existencia'', porque la e~istencia es lo concreto, lo que, por ser fluencia temporal, vulnera toda secuencia lógica; es lo contradictorio. A Nietzsche tenemos que contemplarlo en el todo de la problemática que lo absorbió, en la unidad de su postura concreta, en la radicalidad de su tarea tan hondamente dramática, anudada a las peripecias y al drama de su propia existencia y a las etapas de su producción, de su ímpetu creador, lleno de deslumbramientos, de puras alegrías y de dolorosas tensiones, con sus candentes antino-mias y contrastes. Tenemos que contemplarlo en el bloque ingente de su inquietud, en constante proliferación, en un -continuo aprorar el espíritu hacia nuevas rutas, hacia regiones repuestas y hasta ignotas de la realidad y de lo humano; verlo incluso en las proyecciones actuales de su pensamiento, cortando con su filo más de uno de los nudos de la crisis contemporánea, de esos que una época ya en el declive, que una etapa ya caduca de la cultura han ceñido a las posibilida.
CAPÍTULO

II

EN EL CAMINO DE tA VOCACION Friedrich Wilhelm Nietzsche nació el 15 de Octubre· de 184'1, en la aldea prusiana de Rocken, situada en los lindes de Prusia y Sajonia. Fue el hijo primogénito del pastor luterano Karl Ludwig Nietzsche, que descendía de una familia de pastores y teólogos. La temprana muerte del padre, acaecida cuando Nietz.-sclÍe sólo contaba cuatro años de edad, y el primer desconcierto de la orfandad, cerniéndose como fatalidad misteriosa, tras las escenas de la tribulación familiar y los ritos fúnebres, dejaron una profunda impresión en el alma pueril, que ya no olvidaría más el doloroso trance y la ausencia paterna. Después Nietzsche, obsedido siempre por este recuerdo y reflexionando sobre la desgracia que dilaceró su infancia, llegó a considerar el prematuro fallecimiento de su padre como un hado que decidió el rumbo de su vida y determinó el climax .de su mensaje y misión espiritual. En Ecce Hamo, su extraordinaria autobiografía, en la que vida y creación intelectual se enlazan en una síntesis de gran maestría, iniciando .su confesión, escribe ("v\Tarum ich so weise bin", 1): "La fortuna de mi existencia, su unicidad quizás reside en su fatalidad: yo estoy, para expresarlo en forma de enigma, muerto ya como mi padre, como mi madre vivo aún y envejezco..

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Este doble .origen, por así ·decir desdE el peldaño más alto y del más bajo de la escala de la vida, decadent y a la vez comienzo, esto explica, si alguna cosa puede explicarlo, aquella neutralidad, aquella libertad de opinión en relación al problema total de la vida, que quizás me caracteriza". La madre de Nietzsche áejó I~ocken y, desde la primavera de 1850, fue a residir en la ciudad cercana de Naumburg an der Saale. La acompañaron en su viudez, yendo a vivir con ella, la madre y la hermana del esposo. En este ambiente transcurrió la recatada niñez de Federico Nietzsche, tutelada por el recuerdo de su padre, cuyo ejemplo desea seguir y llegar a ser pastor, para continuar la tradición familiar. Son sus primeros años escolares. Su convivencia, en el hogar, exclusivamente con mujeres, madre, hermana, abuela y tía~ influyó quizás fundamentalmente -en la plasmación de su c~rácter, en su temperamento inclinado a la ternura, en la delicadeza de sus rasgos psicológicos. A los nueve años, su horizonte comienza a dilatarse más allá de la rutinaria vida cotidiana. Se entusiasma al oir la música coral de Handel e incitado por ella, que le descubre el mundo de la armonía, estudia el piano; arrebatado por su naciente vocación, se aplica, con audacia improvisadora, a poner música a pasajes bíblicos, a hacer melodías, suites. A la par de esta inclinación, se anuncia en él tem.pran~mente. la vena poética, por la que después había de d1s,curnr. el neo caudal lírico de su espíritu: hace versos. Ademas escnbe dramas, que lleva a escena en un teatro erigido, en compañía de dos condiscípulos, con el pomposo nombre de Teatro de las

Artes. Hechos sus cursos escolares, Nietzsche ingresa en el colegio de Naumburg, donde por su capacidad y consagración ·al estudio, se destaca en seguida como alumno excepcional-

mente aventajado, hasta el punto que sus ·ron que, por sus dotes extraordinarias, debía colegio de más rango, en el cual pudiese estudiar díi;ci]f}linlli superiores, y en este sentido aconsejaron a la madre, después de mucho vacilar por el temor-de separarse de su jo, y habiendo obtenido éste una beca para costear sus estudios, se resuelve a enviarlo a la escuela de Pforta, famosa poi su severa tradición monástica, por el rigor de su organización interna y por el espíritu jerárquico que imperaba en ella. En sus claustros, donde maestros y discípulos hacían una vida de comunidad, se impartía una intensiva enseñanza de la religión, del griego, el latín y el hebreo. En la sapi~ncia humanista, impregnada del rigorismo de la moral protestante con cierto acento pietista, característica del acervo y métodos educativos de Pforta, ilustre pendant de Port Royal, se forjaron personalidades germanas tan eminentes como Novalis, Fichte, el filósofo educador por excelencia, y los herma~ nos Schlegel. Nietzsche no deseaba otra cosa que ir a estudiar a Pforta. Tiene catorce años y va a iniciar, a compás de una adolescencia inquieta y anhelosa, un nuevo y decisivo período de su vida. Mide en su real importancia el cambio que se va a operar en sus hábitos y estudios, y recapacita sobre su corto pasado. Para cerrar el ciclo de su niñez, como si bajase el telón de su teatro infantil después de haber presentado l~ incipientes criaturas de su fantasía -muestrario de una au-. téntica ilusión de arte-, escribe casi de un tirón una his:toria de su infancia. Ahora, ante otras perspectivas y la seriedad de una nue:va obligación, la vida consciente surgiría a sus ojos como una tarea difícil y de responsabilidad indeclinable; la propia existencia se le ofrecería como -terreno que debía ser roturado por

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· por e1· esfu· erzo. Es quizá también el pensamíento, fecundado el momento en que en el joven Nietzsche, en su conducta Y actitudes, comienza a manifestarse, por el estilo· severo de Tida que adopta, el influjo de la religión y de la moral que informaron el carácter del hogar paterno, con su culto luterano del deber. Desde su ingreso a la escuela de Pforta, la atención requerida por los nuevos estudios y el esfuerzo para adapt:Use a la nueva vida toman todo el tiempo de Nietzsche; sus mcursiones en el dominio de la poesía y la música deben quedar,. por el momento, en suspenso, para hacer lugar a los ejercicios escolares, estrictos y metódicos. Hasta su Diario, a cuyas páginas confiaba con fiel asiduidad el curso de su existencia y, principalmente, su itinerario interior, es dejado· de lado~ Sólo lo abre para consignar en el cuaderno confidencial reflexiones que tienen un dejo de melancolía, y así cerrarlo definitivamente .. Pero algo importan fe nos comunica en sus impresiones finales, de última página: el estado de su es~íri:u es completamente distinto de aquel en que comenzó el Dzano, acusando un cambio fundamental; se siente movido por un enorme deseo de saber, de entrar en contacto con el acervo de la cultura universal; ha leído a Humboldt y en él encuentra un fuerte estímulo para acometer semejante empresa. Sin mayores alternativas exteriores transcurren los ~~os de Pforta, años de serio trabajo, de intenso esfuerzo, esp1ntualmente fe. cundos. El ardiente deseo de saber que domina a Nietzsche recibe efectivamente impulso y orientación con la lectura de Humboldt, que le revela el horizonte de la cultura h~ma­ nista y sus grandes luminarias a la par que :a importan~1a de ciencias cuyos temas suscitaban entonces un mterés apas10nante. Es así que, lleno de entusiasmo y decisión, se traza un am-

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plio pla;n de trabajo, programando estudiár algunas nas científicas ·(astronomía, geología, etc.) al lado breo y la literatura y estilística latinas.

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Ya, a los diecisiete años, ha leído a Schiller, a HOiderlin, a Byron. Su predilección por la música lo lleva a familiarizarse con Bach, Beethoven, Schumann; pero, sobre todo, es. 1a poesía, la íntima necesidad de volcar en el verso sus tumultuosos estados de ánimo lo que absorbe sus momentos libres, las treguas que se impone en su continuada labor: se Mente poeta. Sin embargo conoce momentos en los que su tens~ón es?iritu.al se afloja, cede la firmeza de su empeño y se siente mvad1do por una profunda lasitud; desea verse libre de la monótona labor requerida por los estudios que cursa, Y dar rienda suelta a su fantasía. La perspectiva cercana de entrar en la Universidad no lo halaga ya y hasta le disgusta; piensa que é.ste no es el camino que debe seguir y que ·su verdadero destino es ser músico. Comunica a los suyos el cambio operado en lo que respecta a su vocación, al nuevo camino que contempla para su futuro, que sólo vendría a encauzar una antigua y vehemente disposición; vienen las objeciones y razones maternas para disuadirlo de lo que se estima es tan sólo una veleidad juvenil. Tras una lucha interior, Nietzsche se calma, ~o sin seguir abrigando sus deudas acerca del rumbo a tomar. Va a cursar su último año en Pforta; ha acallado su descontento y con renovado celo se consagra a sus labores escolares. Estudia, el volumen de sus lecturas aumenta considerablemente y todavía le queda tiempo para satisfacer su imperativa necesidad de crear: escribe, pergeña ensayos filosóficos, compone trozos de música. Sin embargo, la preocupación sobre su porvenir lo atenacea, vuelve a cavilar acerca de sus. aptitudes vocacionales. En mayo de 1863 escribe a su madre:: 15

""'Me preocupa mi porvenir; por muchas razones, tanto de orden íntimo como exteriores, este se me presenta oscuro e itt-cierto. Creo, ciertamente, que soy capaz de tener éxito en cualquier profesión que elija; pero carezco de fuerzas para apartar de mi tantas materias que me interesan. ¿Qué estu· .
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nacido, sin poder andar en otra certidumbre, implica ·el mim :peligroso riesgo p~esto que las dudas y nuevos problemas ase.:lian y desgarran el alma, ya carente de asidero y Íibrada a sus propias· fuerzas. Semejante aventura, piensa, no es obra de .1rnas pocas semanas, sino que requiere el esfuerzo de una vi~
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de las opiniones recibidas y acatadas y dar ei salto mortal hacia una verdad que, para él, significaba posibilidad de nueva vida para la agostada criatura humana, de rejuvenecimiento y· salvación para la desecada y rutinaria cultura moderna. Abstenerse ante tales problemas no era, pues, para un espíritu como el de Nietzsche, dar la callada por respuesta, sino, abrazarse a ellos inquisitivamente, tan urgido por la necesidad de responder con una actitud clara y rotunda que su pensamiento alcanzaría después, bajo tal acicate, esa tensión -tensión del arco- de la que sale zumbando la flecha. Tal estado de ánimo nos explica que el joven Nietzsche -cuenta sólo veinte años- al plantearse el problema de la religión, adopte una actitud de reserva ante las cuestiones sus· citadas por la actualidad que de nuevo cobra la Vida de jesús, de Strauss. Su adhesión al cristianismo comienza a debblitarse poco a poco. A algunas consideraciones epistolares de ~su hermana, en las que ésta, que era ~reyente, le dice que su,. pone trabajo creer en los misterios del cristianismo, lo cual es signo ele que son verdaderos, Nietzsche, en carta fechada en Bonn el 11 de junio de 1865, le responde, planteando agudamente el problema: "Creo poder admitir en parte tu máxima, de que 10 verdadero está siempre del lado de lo más difícil. Sin embargo, es muy difícil comprender que 2 x 2 no sean 4, y no por ser difícil resulta verda.dero. Además, ¿es en realidad tan difícil aceptar sencillamente todo aquello en lo que ha sido uno educado, todo lo que poco a poco ha ido· echando profundas raíces en nosotros, aquello que es tenido por verdadero en el ambiente familiar y en el d; muchas personas excelentes, y que además consuela y eleva realmente a los hombres? Ace~ todo esto, ¿crees tú que es más difícil' 9:1::~ emprender nuevos cammos en lucha contra el hábito-err meCfío~·ae~Ia-insegliriC!ad efe marcharsOio presa de frecue~res. --..,-~~---------~-~-,_----~·--

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a veces, pero siempre vuelto al eterno fin de lo vere y 0 ueno? Lo que se desea ¿es acaso dar 0 · a ero, o · éon aquella concepción del mundo, de Dios y ele la reden.· • 'moda para nosotros' Para el verdadero buscador, c1on, mas co · , . . ¿no. es el resultado ele su l;>úsqueda algo del todo md1fe~ente? ·Buscamos paz, tranquilidad y dicha? No; buscamos solo la ~erclacl, aunque ésta fuese repulsiva y horrible. Una última pregunta: Si desde la infancia hubiéramos creído ,que toda salud espiritual nos venía de otro que no fuera Jesus, ele Mahoma, por ejemplo, ¿no es seguro que hubiéramos siclo partícipes de las mismas gracias? Sólo la fe salva -no lo objeti:o que se oculte tras una creencia ... Toda verdadera fe es siempre infalible; da lo que el creyente espera encontrar en ella ... -:Aquí se separan los caminos de los hombres: ¿quieres paz esf'" piritual y felicidad?, cree; ¿quieres ser un apóstol de la ver-

·.'.,ci.duud~vi.a.u~

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dad?. entonces busca" 1 . El ambiente de la vida estudiantil de Bonn no agradó a Nietzsche, que, habiendo hecho la experiencia, no logró adaptarse a las costumbres y orientaciones ideológicas de los Vereine las famosas sociedades estudiantiles, tan expresivas, en ciert~s aspectos, de la vida de las ciudades universitarias ale: manas. En la creencia de que las mismas pueden aportar un resultado positivo, mediante hábitos y convivencia, a la formación espiritual del estudiante, ingresa a una de ellas, pa(l) Todas las citas de los textos de Nietzsche las hacemos, en cuanto rovienen de las obras, de acuerdo a la edición en gran octavo, ~n .20 ~olúmenes, de Nietzsche's Werhe, de la _A. Kréiner Verlag, que comc1de en la aafoación con la edición en pequeno octavo; en lo qu~ respecta a la p 0 d ncia de acuerdo a la gran edición Friedrich Nietzsche-Werhe correspon e , b d d 1 "Nietzsche und Briefe· Historisch-Kritische Gesamtausga e, or ena a por e l • Archiv .. y' publicada por Wilhelm Hoppe en la C. ~· Beck'sche Verlag, München de la que han aparecido, hasta 1944 10 volumenes, 6 de la ?~ra y 4 de ~artag, quedando después esta edición, según nuestras noticias, interrumpida.

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ra. l~ego abandonarla, sábiendo ya que no era algo que se avm1ese con su temperamento y aspiraciones. No obstante, su juicio acerca de las mismas no es del todo peyorativo. En carta, fechada en Bonn en mayo de 1865, contestando a una de su amigo el barón de Gersdorff, en la que éste censura el carácter de las Sociedades estudiantiles, le dice a este respecto: '"'Si, como dices, compartes ahora la opinión de tu he;mano acerca de las Sociedades de Estudiantes, sólo me resta admirar la fuerza moral con que, para aprender a nad:tr en la corriente de la vida, te has arrojado a un agua turbia, casi fangosa, y dentro de este elemento te ejercitas. Percbna la du. reza de la imagen, pero se me ocurre que es acertada. -Hay, sin embargo, en esta cuestión algo de verdadera importancia. Aquel que, siendo estudiante, quiera conocer su época y su pueblo, tiene, necesariamente, que ingresar en los Vereine. Estos Y sus diferentes orientaciones, le permitirán determinar con la mayor exactitud posible el tipo de hombre de su generación ... .Ahora bien, al intentar esta experienci~1 personal, hay que guardarse de ser influido por el ambiente e~ que se entra. La costumbre es una fuerza monstruosa. Mucho ·se pierde al perder la indignación moral sobre alero de lo ma Jo • • o que cotidianamente acontece en torno de nosotros, por ejemplo, sobre el excesivo beber y la embriaguez, y también respecto al desprecio y la burla de otros hombres y otras opiniones". Decepcionado, con un sentimiento de insatisfacción interior, abandona Bonn, sin sentir, según lo confiesa, la más leve pena al alejarse de un lugar tan bello, tan sugestivo por su florido contorno, y la alegría juvenil· que lo exaltaba, tornándole acogedor. Nietzsche había hecho su primer año de estudios, y no volvería más a esta ciudad universitaria, pues había resuelto terminarlos en Leipzig, ·adonde se traslada el año si-

ins:cri.bi~:'!n<1m;e de inmediato en su .Universidad. Aquí

nuevos horizontes no sólo en- lo atinente a las de Ia especialidad que cursaba, sino también a problemas hacia los cuales habían comenzado a gravitar fuertemente sus otras ' inquietudes ' de orden espiritual y cultural. . . Sobre todo, un encuentro inesperado, verdadero acontec1m1~nto, pur,'to de partida de un giro decisivo en su desarrollo mtelectual, en la formación de su concepción del mundo y de la vida, abre cauce y orienta su inquietud: un azar, ese azar que está en el camino del ci:irioscrde los libros, del que los hojea con la secreta esperanza de que le revelen algo ya entrevisto, que· no pudo ser fijado y asido por la idea, de sorprender en ellos un pensamiento capaz de imantar su pasión, de ponerlo sobre la ruta de lo que busca. Es así que Nietzsche da con un libro, titulado Die Welt als Wille und Vorstellung, cuvo autor le era hasta entonces desconocido. De este modo, po~ un azar que considera venturoso descubrió a Schopen· hauer. Su lectura lo embarga y lo deslumbra; , ahora se en· cuentra con el guía que necesitaba para emprender la ~ar­ cha anhelada, para buscarse a sí mismo y, en esta tarea, im· primir:. una dirección firme a su vida espiritual y satisfacer sus exigencias formativas. Desde que se adentra en la lectura de Schopenhauer, comienza Nietzsche a respirar en una asmósfera entre cósmica y humana, escenario de la epifanía de la voluntad; toma nota quizá de que el mundo, además de ser "mi representación", fo cual no es una verdad nueva, es esencialmente "mi voluntad'', voluntad que, más allá de la humana autoconciencia, alienta potente y misteriosa en la oscura profundidad del se:r y, como principio cósmico supremo, se objetiva en las múl-_ tiples formas de la naturaleza, aunque ella tienda en el hom· bre a su propia negación y añiquilamiento, para ofrecerle, -·--_

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con paradójica generosidad, la única escapatoria al dolor en que se cifra su vida anhelante y efímera. El joven estudiante de filología se enciende en fervorosa devoción por el pensador y la obra; en adelante el influjo de las ideas de Schopenhauer estará bien manifiesto en el pensamiento de Nietzsche y en sus expresiones más íntimas y personales. Así, en carta a su amigo el barón de Gersdorff, fechada en Naumburg, el 7 de abril de 1866, le informa que durante las vacaciones que está pasando estudia mucho y que el trabajo sobre "Theognis'', que prepara, ha adelantado con· siderablemente, y agrega: "Tres cosas me distraen y me pro· porcionan descanso en mi tarea, aunque ellas constituyan ex· trañas distracciones: Mi Schopenhauer, música de Schumann y solitarios paseos. Ayer anunciaba el cielo una espléndida tormenta; subí a una vecina colina llamada "Leusch" (quizás tú puedas aclararme esta denominación) y encontré arriba un hombre que, con su hijo, se aprestaba a degollar dos corde· ros. La tempestad descargó con tremenda fuerza y lluvia y granizo, produciendo en mí una incomparable exaltación y haciéndome conocer que sólo llegamos a comprender justa· mente la Naturaleza cuando en su seno nos refugiamos hu· yendo ele nuestros cuidados y aflicciones. ¡Qué significaba pa· ra mí en aquel momento el hombre y su voluntad inquieta! ¡Qué el eterno Tú debes o Tú no debes! ¡Cuán distintos son el rayo, la tormenta, el granizo, fuerzas libres sin ética alguna! ' ¡Cuán felices y poderosos; son voluntad pura, no enturbiada ·) por la inteligencia!" .._ : ¿Q~en~tró Nietzsche en Schopenhauer, en el altivo y agrio eremita de la filosofía, que había de suscitar en él una admiración tan férvida por el pensador y sus ideas, por el escritor, por su estilo humano? O dicho con más exactitud, ¿qué buscaba Nietzsche ansiosamente, con íntima desazón, roo--

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"'ido por una apetencia de todo su ser, que solo iba a enconl fiiósofo de El Mundo como Voluntad y Repre·trar1o en e . . , h . el de él el mistagogo de un culto apas1onasentacwn, · aoen o . . , , . "'nactual"
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momeo equilibrio. Se trata, como subraya Nietzsche, nada menos que de medir la dificultad en que consiste la tarea de educar a un hombre para que se haga hombre. Trabajado por estas ideas y aspiraciones, Nietzsche conoció la obra de Schopenhauer. Este, por la austeridad de supensamiento, por su insobornable veracidad, surgió ar1te sus ojos como el educador apetecido, como el auténtico modeh que buscaba, que tanto tiempo había echado de menos. Su atención se concentró en él porque satisfacía plenamente lcr que su espíritu reclamaba, o sea, que un filósofo, para atraer su preocupación y merecer su preferencia, fuese capaz de darle un ejemplo. Sentía que hasta entonces no había encontrado al filósofo capaz de orientarlo en los graneles problemas de la vida, de enseñarle, cor, su ejemplaridad, a buscar su propio camino, a desarrollar su ser interior. "Tus verdaderos. educadores y formadores te delatan lo que es el verdadera. sentido plenario y la .verdadera sustancia fundamental de tu ser, algo que de por sí no es educable ni formable y que en todo caso es de difícil acceso, algo constreñido y paralizado. Tus educadores no podrían para tí, ser otra cosa que tus liberadores". :Cá verdadera cultura ha de entenderse como una liberación. El mejor medio para encontrarse a sí mismo y 'Vivir de acuerdo a la ley esencial de nuestro ser es dar a tiempo con un verdadero educador. Sólo éste puede liberar~. nos, asimismo, de las insuficiencias y limitaciones de la propia época, enseñándonos a ser veraces y auténticos tanto en nuestro pensamiento como en nuestra vida y nuestra conducta. Es~-~__significa, según Nietzsche, que éLha_c!.e..enseñarnos a ser "inactuales", en el sentido 2rofundo de que no heiñOS-ae serdesleales con nuestro ~samiento para s~tisfá-cer

('Yo/pertenezco a aquellos lectores de ::icJO.o¡pe11iliatile1 después de haber leído la primera página, rielad que "leerán toda la obra y escucharán· cada cha por él. . . Le comprendí como si él hubiera escrito. mí, para expresarme de una manera inteligible, aunque ple y sin modestia ... Su lenguaje es una expresión leal, y cordial, ante un oyente que escucha con amor. Carecemo¡i•.. de escritores así. El poderoso sentimiento de bienestar quien nos habla se apodera de nosotros con las primeras in~ flexiones de su voz; nos acontece como cuando penetramos en un bosque de altos y vigorosos árboles, de pronto resp.iram011· profundamente y nos sentimos de nuevo revivir". Sólo existe un escritor con quien, en este respecto, puede compararlo, yes Montaigne, encomiando la probidad de ambos y, sobre todo, esa serenidad que los car:acteriza y que, en pensadores de· su linaje, es el resultado ele una victoria, vale decir de un~ lucha contra esas inclinaciones y pasiones que enturbian el juicio y no inclinan el espíritu a la ecuanimidad y la ponderación.

. .e~~_nci~Fdel . ambie1lt~J'_)~_Ei?_9._~~-s;o_ri:~~~s=~e J.?~~1~.-Es. lo que le enseñó a él Schopenhauer, es decir, a ser decididamente inactual.

En cuanto al mensaje mismo de Schopenhauer, a su concepción del mundo y de la vida, le otorgaba Nietzsche una significación especial. Después de Kant, de su criticismo deraíz y proyección iluministas, de su frío enfoque gnoseoló-. gico de la única realidad accesible a nuestro intelecto, el autor de El 1\ifundo como Voluntad y Representación se le aparecía como el guerrero que desde las profundidades de la renunciación ascética nos conduce a la cima de la contemplación trágica, dándonos una imagen de conjunto de la vida. En esto precisamente él se nos muestra grande, en que es fiel a esta imagen y la sigue. Toda gran filosofía nos da siempré· una imagen de la vida total, en la cual podemos ver reflejado el sentido de nuestra propia vida, pudiendo, inversa-

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Eente, nosotros volver las páginas de ésta para sorprender en ellas algunas de las enigmáticas cifras de la vida cósmica. Es -andando este camino que el individuo retorna a sí mismo, Fara darse cuenta de su propia limitación, de sus necesidades -y miserias, y conocer, así, el único consuelo y antídoto, que no JlUeden consistir en otra cosa que en el sacrificio del propio "'Yº• en la sumisión a las más puras intenciones y, sobre todo, -a la piedad, flor suprema que sólo nos es dable coger cuan·do, trás largo y sincero esfuerzo de superación, hemos al-• -canzado la otra orilla de la corriente turbulenta del deseo, lle·gando hasta la reconciliación del Ser y del Conocer. Esta aspiración vehemente y sostenida puso a prueba la naturaleza <de Schopenhauer; la fuerza de tal deseo no pudo destruirla ni siquiera endurecerla. El temple de su espíritu era tal que t:omprendió y aceptó el vivir como una manera de estar en ·constante peligro. Nietzsche destaca que, en Schopenhauer, el deseo que lo 1levaba a afirmar la necesidad de una naturaleza fuerte, de una humanidad sencilla y de impulsos sanos no era más que el deseo de hallarse a sí mismo; y que en cuanto logró vencer ~n sí mismo el espíritu de la época, descubrió el genio que 'habitaba en su alma. Así le fué revelado el secreto de la naturaleza y cayó el velo con que las ideas dominantes y convenciones de esta época pretendían ocultarle este genio. Desde ahora, -cuando su mirada se detenía sobre la inquietante interroga··ción acerca del valor de la vida, no necesitaba ya pronunciar ·su anatema sobre un tiempo débil y lleno de confusiones, -sobre una existencia turbia, indecisa y saturada de gazmoñería. "Estaba perfectamente seguro que sobre esta tierra cabe encon· ·trar y alcanzar algo mucho más puro y elevado que una exis..tencia tan actual, tan nivelada por el hoy y sus epidérmicas ·:t:endencias y reacciones. Por consiguiente sería cometer una

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injusticia con la vida si sólo se la juzgase y valorase por este feo y superficial aspecto suyo, enteramente condicionado por .. el carácter de la época. Lejos de caer en esta ilusión negativa, el filósofo educador invoca el genio, ese genio que lo habita -y que en lucha con su tiempo le fuera revelado, para saber con certeza si puede justificar el supremo fruto de la vida y, en última instancia, la vida misma. El autor de esta Consideración inactual no se limita a mostrarnos el hombre ideal que actúa en Schopenhauer y en tomo de él, sino que, tomando como punto de partida este ideal, nos muestra también cómo es posible entrar en comunicación cordial e intelectualmente con un fin trascendente mediante una actividad regular, es decir, pone de manifiesto que este ideal tiene la virtud de ser un ideal educador, residiendo en esto su valor formativo. Por una actividad personal y regular se puede entrar en comunicación con este ideal, el cual propone nuevos deberes. Estos no son los deberes de un solitario, cuyo cumplimiento quede recluido, sin trascender, en el ámbito de la vida individual, sino que, por el contrario, con su aceptación y la voluntad de cumplirlos se entra a formar parte de una comunidad perfectamente caracterizada, poderosa, cuya vida y cohesión no es mantenida por formas y leyes externas, sino por una idea fundamental, en la que todos sus miembros coinciden. Esta no es otra que la idea fundamental de la cultura, en cuanto ella nos coloca a cada uno de nosotros ante una tarea única: "acelerar en nostras y fuera de nosotros el advenimiento del filósofo, del artista y del santo, y de este modo trabajar en la plena realización de la naturaleza". La naturaleza necesita, con un fin metafísico, que no es otro que la propia explicación de sí misma, la conciencia de sí misma, tanto del filósofo como del artista; y también tiene necesidad del santo, que es en quien se opera aquella última y suprema

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humanización hacia la cual toda la naturaleza impulsa y Ileva para su salvación, para su liberación de' sí misma. Schopenhauer debió enseñar de nuevo el pesimismo a una época decadente para estimular y promover una futura comunidad de filósofos, de artistas y de santos. La cultura exige, si hemos de atenernos fielmente al principio del ideal superior del hombre schopenhaueriano, que aceleremos la venida ele semejantes hombres, que infatigablemente luchemos contra todo aquello que nos ha impedido alcanzar la más alta plenitud y realización de nuestra existencia, y devenir verdaderas concreciones. del hombre definido y exaltado por Schopenhauer. La lucha por la cultura y, conelativamente, la guena contra las leyes, hábitos e influencias que desconocen y vulneran su esencia, no tienen otro fin que la producción del genio, que· acelerar la formación de los graneles hombres. Pero no se ha de entender por cultura el fomento ele la ciencia, pues ésta, en su frigidez y sequedad, nada sabe de las aspiraciones superiores. y del profundo sentimiento de imperfección que aguijonea al espíritu empeñado en la conquista de una forma suprema de realización humana; carece de amor y no se percata de h existencia de los grandes hombres apasionados y, por lo mismo, únicamente ve en el sufrimiento algo incomprensible e insólito, porque ella no atiende a nada más que a sus problemas, al rendimiento objetivo de sus inducciones, cuantificadas.. , con implacable frialdad. . Nietzsche distingue el sabio, modelado sobre la tarea y fines de la ciencia, del filósofo, siendo bastante duro en su juicio acerca del tipo humano en que, en la época moderna, ha encarnado el primero. Un filósofo, para él, es, a la vez, un gran pensador y un hombre verdadero; de un sabio, en cambio, difidlmente se ha podido hacer lo último. En elogio de Schopenhauer, el filósofo educador, afirma que tuvo la ventaja, además de sus dotes geniales, de no haber siclo destinado ni educado para sabio.

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CAPÍTULO

III

LA MUSA TR.AGICA En las ideas sobre la existencia y la metafísica de la voluntad de Schopenhauer tiene una de sus más profundas raíces la problemática en que había de centrarse el pensamiento de Nietzsche, cuya concepción al alcanzar su pleno despliegue y madurez iba a diversificarse de la de su maestro, trastrocándose en ella fundamentalmente el signo antepuesto a la voluntad por el pesimismo schopenhaueriano. Nietzsche, activo y en excelente estado de ánimo, apasionado por el arte y lleno de entusiamo y admiración por el genio de la antigüedad clásica, que le iban revelando sus lecturas, lleva ya su segundo año en Leipzig. Sus estudios universitarios ¡,,, realiza b::ijo el severo magisterio del gran filólogo clásico Federico Ritschl, de quien él dice que es su "conciencia científica". En lo que se refiere a sus inquietudes filosóficas, a las ideas básicas que buscaba para orientar su formación personal, encuentra en Schopenhauer, en el pesimista sin sensiblería, un seguro guía intelectual. Además, su sed de arte, su entusiasmo siempre vivo por la música, halla un nuevo motivo de afán y un poderoso incentivo, promisorios de nuevas y complicadas -satisfacciones espirituales, de fecundas inferencias estéticas e ideológicas: descubre el genio musical de Ricardo \Vagner-. Este arraviesa uno de los momentos más arduos de su carrera artística; lucha por impon'=r sus primeras grandes o-eaciones al público alemán, reacio y hostil hasta entonces al maestro, ante cuyas obras, llevadas a la escena después de. vencer muchas dificultades. re;:iccionaba no sólo con una o-ítica mordaz sino 29

también con la burla. Ese público se resiste a aceptar la genial innovación de \Vagner, representada por el drama musical. Emoción y también desconcierto producen en Nietzsche· las primeras obras de vVagner, lo que le llevó a adoptar, al principio, una actitud de reserva que traducía el estado indeciso de su espíritu ante la nueva música. Pero escuchó Los lYfaestros Cantores, y la perfección magnífica de esta creación lo emocionó profundamente, y desde entonces comenzó a rendir el tributo de su admiración al maestro, a la audición de cuyas obras llevaría, en adelante, otro estado de ánimo, rayano en la devoción. Así amplía su horizonte artístico, circunscrito hasta este momento a la música de Schumann, e infiere nuevas dimensiones estéticas y hasta la posibilidad de una re-· vitalización de la-cultura por el espíritu de una música capaz de infundir en las almas, niveladas en esta época por su falta de sentido para la grandeza, por sus plúmbeos sentimientos filisteos, el soplo vivificante del heroísmo y la tragedia.

sólo se adviene a través y después de las grand es tempestades, .. . . e , . de '"·que sacuden al se.r humano hasta en sus raíces · En 1a mus1ca Nagner comenzaba a rugir el vendaval de la traged· í . ia que traer .a,. para una vida mezquina y sórdidamente utili·tar1·~la~ tars1s salvadora. Aho~a, en el espíritu apasionado y fervoroso de Nietzsche va a con1ugarse la admiración que siente por Schopenhauer, el e~ucadcr, el ~e~saclor ejemplar, con la que ya lo arrebata por ~ a~n:r, el m1tologo que nos presenta resurrecta, en apoteosis. smfomca, a la musa trágica. Desde el momento en que los dos astros se encuentran aproximados en la atmósfera de un amor de u~a ad:Uir~ción que los envuelve de modo igualmente fuer~ te e mescmd1ble a ambos, ellos constituirían la constelación que iba a presidir por algún tiempo, el del período inicial la: trayectoria vital e intelectual ele Nietzsche. Este le dice a R~h­ de, al relatarle, en carta fechada en Lepzig el 9 de noviembre de 1868, cómo conoció a }Vagner y la fuerte impresión que 1~ proc~ujo este primer contacto con el maestro: "Comprenderas que gran placer fué para mí el oírle hablar con calor indescriptible de nuestro filósofo, decir lo mucho que le tení~ que agr~clecer y cómo había sido el primer filósof~ que hubo reconocrdo la esencia ele la música". Y en otra carta del mismo. m~s, también a Rohde, escribe: "Pensemos en S¿hopenhauer y Ric~rdo \Vagner y en la indestructible energía con que man, !' tuvieron er''""1.da · .~ 15u ' su f e en e11 os mismos frente al "escándalo" -"."'f' de todo el mundo ilustrado". · 1· L

Además, un acontecimiento de índole personal vino a fortalecer el estado de espíritu y las emociones que primicia artística de tal magnitud había suscitado en él. A principios de noviemmre de 1868, en Leipzig, tuvo la oportunidad, satisfaciendo así lo que íntimamente deseaba, de conocer aCmaestro, y trabar con él, en un momento ciertamente propicio, una amistad que cobraría tanta trascendencia en su vida, para después quebrnrse en forma tan ruidosa y dramática para ambos. Nietzsche se enciende en un fervor nuevo; pone en el arte innovador de W'agner su entusiasmo y su esperanza, y piensa que ella es la niúsica del porvenir, la que, regenerándola, elevará hasta la cima de la belleza trágica a la desmirriada y empo· brecida alma moderna, la que inyectará nueva vida a la existencia exangüe de una civilización que ignora que a la serenidad contemplativa, al arder sosegado de la llama del espíritu,

~l i~eario de Nietzsche comienza a plasmarse bajo el do· ~le mf~UJO ~e la filosofía de Schopenhauer y la concepción ~evolu~10nana del arte, aportada por v\Tagner, en un genial es~ fue~zo m:~graclor ele elementos disgregados de una visión unica,. y e1~mphf1cada de modo grandioso en su música, en el drama mus~ca:. Es así que, sobre la base ele una revaloración de los sent1m1entos trágicos, de la necesidad de que la vida se sienta

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,tle nuevo exaltada por ellos. en suma, de un entusiasmo ·y ardor estético del sentimiento, él intenta conciliar los postula· dos de la metafísica de la volu-;;t~dde-·schopellhauer"c?íi)as teoriaSdeCarte~de Ricardo Wagner, fundádas precisamente en unión, en la armoríICilsírÍt:esi~ék esos elementos que el arte . tlel pasado, en detrimento de su potente unidad originaria, ha· bía separado, es~cir en J~ íntjma~njunción de mú~ca y a.rama, de poesía y música, de canto y plástica, y todos ellos .enraizando en una vida caldead; por el fuego interior de la música, fuego purificador, atizado por el viento de latrage· -dia,p'Or el pathos que dió au temple heroico a los personajes de la tragedia griega.

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En la cuarta de sus Unzeitgemasse Betrachtungen, Ricardo Wagner in Bayreutlz (1875-76), Nietzsche destaca el significa·do de acontecimiento artístico sin par que reviste la represen· tación de las obras de vVagner en el gran escenario de Bayreuth. En un ambiente creado expresamente para ellas, consultando todos los detalles requeridos por su grandiosa compleji·dad, en una atmósfera casi religiosa, que envuelve tanto a fos espectadores como a los artistas que se mueven en la esce11a encarnando a los héroes mitológicos, acontece ahora el misterio sacro del renacimiento de la vida en el majestuoso vuelo -Oe la música sinfónica, del apogeo del hado, del fatum que desemboca en la soberana libertad de la belleza, en un mundo transfigurado por el hechizo del arte. Nos dice que lo acometido en Bayreuth por vVagner es el primer viaje alrededor del mundo en el dominio del arte, en el cual, como parece ser, no iÓlo se ha descubierto un arte nuevo, sino el arte mismo, pareciéndonos después de esto que todas las artes modernas conocidas hasta ahora han llevado una penosa existencia eremitaria o de. artes de lujo, semidesvaloradas; que hasta los mismos recuerdos, incoherentes y mutilados, de un arte grande,

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verdadero, que la época moderna conserva de los griegos, den esiumarse si no se sabe iluminarlos mediante una nueva interpretación. Todo el ruido y todas las. imposturas que Iá: cultura, estilada hasta ahora, ha producido acerca del arte deben causarnos el efecto de una vergonzosa impertinencia. E! arte de "\Vagner habla un nuevo lenguaje a los hijos de una época miserable, prometiendo conducirles a un mundo también real, pero nuevo, donde impera la verdadera luz. Parece decirles: tenéis necesidad de la iniciación en mis misterios, de sus emociones purihcadoras; familiarizaros con ellos para vuestra salvación. Nietzsche ve en el arte de vVagner el elemento ,catártico .de que con urgencia necesitaba la cultura moderna, llena de pasiones subalternas y manchada por una repugnante idolatría. Como antídoto contra el ruido que impúdicos propagandistas hacían en torno de esta cultura, que en vez de cultura ie parecía más bien una feria de productos sin autenticidad con el marchamo puesto en ellos por la disimulada hipocresía del filisteo, reclamaba, como un deber, el silencio, ese silencio
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vVagner tuvo que asimilarse, sin ahorrar esfuerzo, el más alto· grado de cultura, aIIegando en creciente cantidad materiales Y. elementos .por todos lados y de la más he~erogénea procedenCia Y c_oorclmarlos y unificarlos, transformándolos en propia sustancia. Para abarcar en unidad orgánica tal cúmulo de conocimientos, para vivificar y modelar armónicamente el saber asimilado necesitó ser, a un tiempo, el filósofo, el historiador. el esteta, el estilis.ta, el mitólogo y poeta mítico; tuvo que re: novar el drama simple, descubrir la correspondiente posición c:e las artes en la verdadera sociedad humana, interpretar poét1camen te las pretéritas concepciones de la vida.

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El enorme conjunto de conocimientos que, para serlo todo, necesitó reunir v\Tagner no llegó a paralizar su voluntad de acción, a clesperdigarla en tanto detalle atrayente. Nietzsche destaca encomiásticamente la admirable maestría co.n que supo sortear todos estos peligros, preservar la unidad de su potencia creadora en medio de tan dispares elementos, abarcados ea un solo contacto genial, y afirmarse en la originalidad ele una actitud, cuya medida puede suministrarla comnarativamente un parangón con aquella que caracterizó a Goe~he, el onn antípoda ele v\Tagner. Lo que "\Vagner encuentra en los"' estudios históricos y filosóficos no es el reposo del espíritu, los efectos calmantes y contrarios a la acción que estas disciplinas producen. Tampoco él buscaba tales calmantes para la fiebre ele acción, ele lucha, ele trabajo en que ardía, y de los que no Io distrajeron su familiarización con los diversos dominios de la cultura y el estudio de sus problemas. La historia es arcilla para la fuerza creadora que lo posee. La posición que adopta frente a ella no es la usual de los sabios y eruditos, asemejándose más bien a la relación en que estaban los griegos con sus mitos, a los que consideraban como algo que se modela y recrea poéticamente con amor y una especie ele recogimiento ternero-

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so, pero sin abdicar del derecho soberano del creador........,............,,~.· . za poética, modeladora, de Wagner, se afirma y triunfa nr''"'""''• no imagina ideas abstractas, sino fenómenos visibles y "'-''"''·vi'"'" es decir, piensa de una manera mítica, como el pueblo ha sado siemore. Es que el mito no se basa en una idea él es la idea mis~a, encierra una representación del mundo, evoca y conjura una serie de hechos viv-idos, acciones y do~ lores. Porque la historia es, para v\Tagner, tan cambiante como un sueño, puede dar concreción poética, en un hecho, en un acontecimiento particular, al carácter peculiar de una época entera y lograr, en la exposición ·y en la representación simbólica, un grado de verdad, que jamás puede ser alcanzado por el historiador. En los estudios históricos y filosóficos no sólo en· contró armas para su empresa, sino que en ellos supo recoger el soplo de inspiración que se eleva de la tumba de los grandes luchadores, de los grandes pensadores y de todos los grandes angustiados que apuraron el dolor y la tribulación. Para Nietzsche, toda esta lucha, que es la lucha del individuo contra lo que, bajo la forma ele una necesidad ineluctable, se opone a sus designios creadores, está patente en la imagen que nos ofrece la obra de vVagner, obra trágica, que cobra su pleno y profundo sentido para los que afrontan el combate y saben. encontrar en ella un bálsamo para sus heridas. El arte, nos dice, no es un remedio ni un estupefaciente mediante el cual pudiéramos liberarnos de todas las circunstancias m1ser~fi~~3~~~ mirada llena de misterio con-que la tragedia nos contempla no es un hechizo que nos adormezca y paralice. Mientras ellá nos mira, pide de nosotros calma, pues el arte no está hecho para la lucha misma, como un estimulante, propio para enardecer al combatiente, sino para los momentos de calma antes o en medio del combate, para aquellos minutos en que por la, . .•

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evocac1on o el presentimiento comprendemos lo simbólico Y~ con el sentimiento de una suave fatiga, nos invade un ensueño restaurador. Es que el arte no puede servirnos de educador ni orientarnos en la acción inmediata; el artista no es nunca un mentor ni un consejero. Lo que hallamos deseable y encomiable en el héroe a que da vida la obra de arte, mientras ésta ejerce su hechizo sobre nosotros, rio posee, en la vida real, el mismo valor y rara vez se nos ofrece como. digno del esfuerzo y del sacrificio. Precisamente, por esta distancia e incompatibilidad entre los héroes que representa la tragedia y la vida real, "el arte es la actividad del hombre que reposa". '·

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Por encima de los múltiples seres que, según Nietzsche, animados por una pasión poderosamente individualizada, hacen oir su voz en la música de Wagner, por encima del soplo huracanado de las contradicciones, impera una gran inteligencia sinfónica que, tocada de un designio superior, inspirada p0r una razón suprema, hace nacer la concordia y la paz del seno mismo de la guerra, del encuentro tempestuoso de las pasiones y contradicciones. Para él, la música de vVagner en su conjimto es cabal imagen del mundo tal como éste fué concebido por el gran filósofo de Efeso, o sea como armonía encuadrada por la lucha, como unidad de justicia y enemistad. En síntesis, para Nietzsche, vVagner~ el músico, en la convicción de que no debe existir cosa alguna necesariamente muda, ha dado voz y prestado acento a todo lo que hasta el presente no podía o no quería expresarse en la naturaleza. Cuando el filósofo, es decir Schopenhauer, que, para esta etapa del pensamiento nietzscheano, es el filósofo por antonomasia, d~ce que existe una Voluntad que, tanto en la naturaleza animada como en la inanimada, tiene sed de existe~mósico:-es~dear -~Wagñer, añade que esta Voluntad q~l~~~,-;;wcio~ ~uS~estadÍo·s~\ma~~xis­ tencia en el mundo de los sonidos, busca expresar sus ·potentes

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impulsos, revelar en la música sus ocultos y trascendentes designios. El soplo de la tragedia, subraya él, ha pasado por la existencia de vVagner y por todo aquello a que su arte ha dado vida e infundido superadora inquietud. Las almas que pueden adivinar algo de todo esto, aquellas para las cuales no son ideas y sentimientos extraños la ilusión trágica acerca del fin de la vida y el renunciamiento y la purificación por medio del amor, tienen que recordar, en lo que Wagner nos muestra en la obra de arte, el aletazo fugaz del ensueño de una propia existencia heroica, en la que alentaba el grande hombre. En esta valoración ditirámbicá que nos da Nietzsche del arte de Wagner están ya en pleno desarrollo sus ide,as sobre la tragedia 'y su íntima relación con la música y aquellas acerca del significado del arte para la vida; se encuentra también pre· bosquejada, sobre la base de una concepción dionysiaca del mundo y de la vida, su ulterior filosofía. Etapas de aquel desarrollo habían sido Die Geburt der Tragodie, las tres anteriores Unzeitgemasse Betrachtungen, además una serie de ensayos, fundamentales algunos, en que se expresan ideas y motivos estéticos y filosóficos afines con los que constituyen el tema básico de aquellas obras. Pero para comprender el significado Y alcance de esta temática, para valorar sus impulsos centrales, en una palabra, para asistir al despliegue y elucidar la motivación fundamental de aquellas ideas de Nietzsche, tenemos que retomar la vida de éste donde la hemos dejado, en Leipzig.

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CAPÍTULO

IV

LA CONCEPCION DIONYSIACA Nietzsche.cursa su último año de estudios en Leipzig y, :pensando que muy pronto estarían ya terminados, se forja un sinnúmero de ilusiones acerca del tiempo ele plena libertad de -que, antes de afrontar las prosaicas obligaciones de la vida, quería disfrutar, para dedicarlo a tranquilas lecturas sobre las cuestiones que más lo inquietaban, a viajes, que había proyectado y hasta imaginativamente pregustado, en fin, al ocio improductivo pero espiritualmente fecundo del ensueño, del libre -divagar, que ansían y necesitan, como incentivo para la labor intelectual, las naturalezas superabundantes y creadoras. Pero todas estas perspectivas halagüeñas se truecan súbitamente para -él por el rostro severo de una nueva e inmediata responsabili· -dad, cuya existencia ni remotamente había podido sospechar. La Universidad de Basilea quería nombrarlo profesor de filo· Jogía clásica, habiéndolo consultado respecto a esta posibilidad .a su maestro Ritschl, quien, autorizado para formular la pro· puesta al candidato, su discípulo, causó en éste profünda sorpresa con semejante noticia. Nietzsche, que a la sazón tenía veinticuatro años y que no había obtenido aún su título universitario, comprendió la importancia de la seductora oportu· nielad que se le brindaba y el honor que con ella se le discernía, ,. pero, no obstante, tironeado por su ansia de libertad interior, ?:_por ensueños amorosamente acariciados, todavía duda sobre si debe aceptar un ofrecimiento tan tentador, que venía a imprimir a su vida un rumbo inesperado y fuera de las previsiones ~

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trazadas con respecto a su futuro inmediato. Sin embargo, el influjo y los casi paternales consejos de Ritschl lo persuade14 y él acepta; su destino. profesional estaba decidido: sería pro· fesor en la Universidad de Basilea. Sin el requisito último de la tesis doctoral, y teniendo sólo en cuenta sus óptimos trabajos anteriores y sus excepcionales aptitudes, la Universidad de Leipzig le otorga diploma. Federico Nietzsche era ya profesor al lado de sus profesores. Antes de trasladarse a Basilea, va a pasar unas semanas con su familia, en Ñaumburg; es su despedida. La víspera de la partida, en cai:~ al barón de Gersdorff, fechada el 13 de abril de 1869, da expresión a los sentimientos e inquietudes. que lo embargan, al melancólico y desazonado estado de alma que experimenta ante la nueva y difícil labor en que va a empeñar su esfuerzo y a probar su capacidad. Le dice a su ami· go: "El último plazo ha expirado. Ha llegado la última noche que paso en mi patria; mañana temprano partiré hacia el vasta mundo para dedicarme a una nueva y no acostumbrada acti· vidad, en una pesada atmósfera de deberes y trabajo. De nuevo hay que decir adiós; ha pasado sin remisión la dorada. época de libre actividad ilimitada, del presente soberano, del gozar del mundo y del arte como espectador desinteresado o, por lo menos, apenas interesado. Ahora reina la severa Diosa de Iaobligación cotidiana. . . No encuentro en mí todavía, ni por asomo, esa propensión a la gibosidad, característica del profesor. ¡Zeus y todas las musas me preserven de ser filisteo, hom· bre abandonado por las musas, hombre gregario! Además no sé cómo me tendría que arreglar para llegar a serlo, ya que actualmente no lo soy. Cierto que estoy expuesto ahora a una clase de fiiisteísmo, la del hombre especializado, pues es muy natural que el peso cotidiano y la continua concentración del pensamiento sobre determinadas cuestiones y sectores de la ciencia

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emboten:la libre sensibilidad, y ataquen, en sus raíces, el sentido filosófico. Pero me imagino que podré librarme de este ~ ligro con más calma y seguridad que la mayor parte 'de los filólogos. La severidad filosófica ha enraizado muy profun·.
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-en un ambiente social que le era desconocido y del todo nuevo en lo universitario e intelectual. Temía, alej~do del círculo ·de sus amigos y de sus afectos familiares, sentirse demasiado solo, privado de toda convivencia intelectual amistosa, sip el "p~n­ sa_:ni~~ene y rime" con el suyo; la sola idea de esta soledad lo inquietaba y entristecía. Pero sus temores eran, felizmente, infundad05, pues la vida y la actividad a que ingresaba le tenían reservadas más de una sorpresa agradable y ·confortadora. En .la Universidad encuentra excelentes colegas, / . que lo acogen cordialmente; hace amistad con Jacobo BurckJ harclt, que adquiriría merecida fama como esteta e historiador del arte, y con el economista Sd1onberg,/complaciéndose en el trato personal de ambos. Pero lo que había de colmarlo de satisfacción, alejando su temor a la soledad, fué una circunstan·cia inesperada, algo que él estaba lejos de sospechar: Ricardo vVagner se había instalado en Tribschen, cerca de Lucerna, en una villa a orillas del lago. Nietzsche se dirige al retiro del maestro y, desde la primera entrevista, el fugaz encuentro de Leipzig se convierte en amistad. Desde entonces, Tribschen es, para Nietzsche, meta y solaz de los días libres, lugar de la más alta y fecunda convivencia espiritual. En carta a la madre, fe·Chada en Basilea en junio de 1869, le dice a este respecto: "De la mayor importancia para mí es el tener, en Lucerna, no tan cerca como lo deseara, pero tampoco tan lejos que no puedan aprovecharse los días libres para reunirnos, al amigo y vecino más deseado: Ricardo v\Tagner, que, como hombre . es enteramente de igual grandeza y singularidad que como artista ... La villa de ·wagner, maravillosamente instalada, se levanta a fa orilla del lago, al pie del Pilatus, en una encantadora soledad ele lago y montaña. Vivimos allí en la más animada con· versación, dentro del más amable círculo familiar y completamente apartados de la trivialidad vulgar de las reuniones .sociales. Esto significa para mí un gran hallazgo".

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En lo que se refiere a su actividad docente, las prnncet'as ..·.. experiencias son distintas de las que, con un poco de pe:sumi¡.; mo, se había imaginado; sus aprensiones ante la labor de la. cátedra, su temor de caer en el filisteísmo de la especialización . ~ambién le resultaron infundados. Sobre este aspecto de la tarea docente, que tanto le diera que cavilar, escribe a su maestro Ritschl, en carta fechada en Klifsenhorn, el 2 de agosto de 1969, lo siguiente: "Mis años de estudiante no han siclo nada -más que un voluptuoso holgazanear por los campos de la filología y del arte, de modo que, con íntimo agradecimiento hacia usted, que ha sido el "destino" de la vida que he llevado hasta ahora, reconozco lo necesario y oportuno del nombramiento que me convirtió de "estrella errante" en "fija", y me dejó -saborear de nuevo el placer del trabajo, áspero, pero ordenado, y del fin seguro e indesplazable. ¡De cuán distinto modo -crea el hombre cuando tras de sí esta la santa fatalidad de la profesión!; ¡qué trar..quilo duerme, y qué seguramente sabe a] ·despertar lo que de él demanda la jornada! Esto no es de ningún modo filisteísmo". Durante estos primeros años de Basilea, tan importantes en el desarrollo intelectual de Nietzsche, el pensamiento de éste, apremiado por grandes y vitales interrogaciones, cobra intenso ritmo; su espíritu conoce el entusiasmo ante las certidumbres recién conquistadas, ante las verdades apasionadamente buscadas y ya entrevistas. Es el momento en que se está gestando su concepción dianysiaca del mundo y de la vida, en quP se plantea "el grandioso problema griego". El entusiasta admirador del helenismo, vinculando aquel problema a las necesidades espirituales de su tiempo, emprende la lucha pm: una "cultura alemana original y vigorosa. Sus reflexiones y pen(!· :u·antes puntos de vista son, por la seguridad y maestría con que enfoca tan ardua cuestión, los de un verdadero conocedor y

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crítico de la cultura. De este complejo de inquietudes y problemas surge Die Geburt der Tragodie, su primer libro orgánico, su obra de juventud. Nietzsche buscaba aquí el gradomás alto de exaltación de la -vida, y cree encontrarlo en la unión de música y tragedia. Esta culminación está representada por el artista trágico, el que, al sentirse consustanciado con la voluntad cósmica, se sumerge en la embriaguez dionysiaca y se expresa en su lenguaje natural, que es el de la música. Así,. mediante superación del dolor universal por la contemplación de la belleza, liberado ya del pesimismo que infunde todo sufrimiento, afirma y exalta la vida, conquistando el sentid<> trágico. Según Nietzsche, las tragedias griegas fueron originariamente tragedias musicales, cuya música se perdió para la posteridad; él ha visto con acierto genial cuál fué la verdadera función del coro en la tragedia griega. El héroe, el actor real es el coro, como acontece con el coro de las Danaides, en Las Suplicantes, de Esquilo. En El Origen de la Tragedia, Nietzsche parte del principio de que, para aquella identificación de la sustancia trágica de la existencia con la voluntad cósmica, es el arte, y no la ¡,/. moral, la peculiar actividad metafísica del hombre; que la existencia del mundo sólo puede justificarse como fenómeno éstético. Trata de alcanzar y valorar, por vía intuitiva, la certeza inmediata de que el ulterior desarrollo del arte está esencialmente atado a la duplicidad de lo apolíneo y de lo dianysiaeo:,. v así corno la generación depende de la dualidad de los sexos,. que viven en continua lucha con sólo reconciliaciones periódicas. Aquellas dos denominaciones proceden del mundo de los dioses griegos, de las dos divinidades del arte, Apolo y Dianysos~ que expresan la radical oposición entre el arte escultórico, o apolíneo, y el arte musical, que tiene por dios a Dionysos. Son dos impulsos distintos que discurren uno al lado del otro, pero

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·en abierta ~scisión recíproca para perpetuar aquella oposición, :Superada solo aparentemente por la expresión común "are t ..• . a~hcada a ambos impulsos. Del apareamiento de estos, me·diante un acto metafísico milagroso de la "voluntad" helena nace, corno obra de arte dianysiaca y apolínea, a la vez, I~ tragedia ática. Así surgen, en el ámbito griego, los dos mundos :se~arados, pero no distantes, del ensueño y de la embriaguez~ Ba30 el sortilegio de lo dionysiaco se estrecha de nuevo la alianza entre hombre y hombre, e)nclusive la naturaleza, su ene·miga o sojuzgada, que se había tornado extraña a él, celebra ·otra vez la reconciliación con su hijo perdido, el hombre. . Nietzsche considera lo apolíneo y su contrario, lo clionysiaco, como potencias artísticas que, sin la mediación del artista humano, irrumpen de la naturaleza misma, y en las cuales por vía directa se satisfacen los instintos artísticos de ambas tendencias. Frente a estos inmediatos estados artísticos de la naturaleza, todo artista es sólo un "imitador"; es decir, 0 es un artista apolíneo del ensueño o un artista dionysiaco de la embriaguez, o, finalmente, como acontece de modo ejemplar en la tragedia griega, es, a un tiempo, artista ebrio y artista en. ·soñador. La tradición griega nos dice con plena certeza que la ~agedia ha surgido del coro trágico y que, en su origen, ha ·sido coro y nada más que coro, y no drama. Con la misma ·seguridad, según Nietzsche, puede afirmarse que, hasta Eurípi· des, Dionysos jamás ha cesado de· ser héroe trágico, sino que las más famosas figuras de la escena griega, corno Prorneteo, Edipo, etc. son solamente máscaras de Dionysos, en tanto éste es el héroe- originario. Precisamente, la razón fundamental de ·-que se contemple con asombro la idealidad típica de ·estas figuras famosas consiste en que detrás de aquellas máscaras se -Oculta una Divinidad, la que no es otra que Dionysos. Sentadas estas premisas, Nietzsche nos va a. decir que si

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la más antigua tragedia griega sucumbió, con Eurípides cuya tendencia antidionysiaca, al pretender fundar el drama sólo sobre lo apolíneo, se extravió en una dirección naturalista y antiartística- el agente homicida fué el socratismo estético, cuya ley suprema reza que "todo tiene que ser comprensible, para ser bello". Debemos ver en Sócrates, el héroe dialéctico en el drama platónico, al adversario de Dionysos. El representa típicamente al hombre teorético, al optimista del conocimiento, que, en la investigación de la naturaleza de las cosas, otorga la primada al saber y atribuye al conocimiento la fuerza de una medicina universal, viendo en el error el mal en sí. Es así que surge y se define el secular antagonisnÍo entre la concepción trágica del mundo y la esencialmente optimista de la ciencia, con Sócrates, su precursor ilustre, a la cabeza. Porque la tragedia antigua fué interceptada en su camino por el impulso dialéctico hacia el saber y el optimismo de la ciencia, se desemboca, como consecuencia de tal encuentro, .____ en una eterna .. lucha entre la concep~ión teorética del mundo y la tragica. P~o la posibilidad de i;;;;·renacimiento ele la tragedia está dada· por el ineluctable proceso a que, conforme a su esencia misma, es impulsada la ciencia. En cuanto el espíritu de ésta es llevado hasta sus límites, y, por la comprobación de la existencia de éstos, es amquilacla su pretensión de validez unh:ersal respecto a ~i_irincipios y a ia consideración teorética del mundo fundada en· los mismos, nos es dable esperar un renacimiento. de ,

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la_~ragedia.



Nietzsche encara radicalmente el fenómeno del pensamiento griego y ele sus proyecciones teóricas, y, como él mismo lo confiesa en el "Ensayo ele una Autocrítica" antepuesto a la obra quince años después, lo que, en realidad, también logró ver, en El Origen de la Tragedia, fué un problema nuevo e incisivo, ciertamente peligroso, el problema ele la ciencia mis46

ma, que le resultó, como gráficamente lo dice ' " un probl~eIUa con cuernos'', · . . aunque "no precisamente un toro" , puesto que· pudo asirlo bien y darle una resouesta fundamental y revo , 1·u-. . ' c10nana .. Al preguntarse por la relación en que está la ciencia con la ~i~la y con el arte, considera a la ciencia, a esta preci:.. pua actividad que con tanto orgullo y criterio absoluti t h "d sa a ve?i. o desarrollando el hombre occidental, como algo problematico y hasta precario, v1 afirma que el 1)roblema de la · · · · . c1enc1a no se puede. discernir sobre el terreno de la ciencia mism E . a. n . consecuencia, proclama, con osadía genial, la necesidad de " 1 · . . ver a_ cien~rn ba10 el oc~.i:_~5!~!~'!ista!~_ro al arte bajo la óptica · -· d e la vida".

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----·-, . En Sócrates, como representante de la ciencia y de• la dia-

lectica, y en Platón, su discípulo, ve Nietzsche los síntoma~ de·

1~ decadencia cli:L_Eele_!!_~gri"-q_y_LQL_ins~t:Eumentos de la disolu:1.ón del aut~ntico espú:it~ grieo-o, de su ú;p;tu -vitafPrimigemo. Su ª?as10nada polemica contra la dialéctica socrática y la heg~mo~ia absoluta ele la racionalidad sobre los instintos primarios, mstaurada por la concepción agonal que aflora . i:l f l el" y se e me en e 1álogo platónico, la retoma y prosigue desde nuevos enfoques y con argumentos más incisivos, en El Crepúsculode :dol~s, bajo el título "El Problema de Sócrates". Aquí no_s dira abiertamente, sin eufemismos. que con Sócrates el gusto ~ie~o,. el gusto distinguido, se echa a per~or óbra de la drnlectica, que sefiala el ascenso ele la pleb.e y el triunfo delo P!ebevo. "Las cosas honestas, como los homb;;;-;-~stos, ·no llevan sus razones en la mano. Es indecente mostrar los cinco dedos. Aquello que necesita previamente ser demostrado, es de -poco valor. En todas partes, donde todavía la autoridad pert~nece a las buenas costumbres. don.de_n.o_s_e__aducen razones. s;no que se manda, el dialéctico es una especie de Polichinela; es objeto ele risa y no se lo toma en serio. Sócrates era el Poli;;_ chinela que se hacía tomar en serio".

lo:

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Todavía él se replantea el "problema de Sócrates", en La Voluntad de Poderío (Afs. 427-477), con mucha más amplitud, centrando en el mismo un penetrante intento de "Crítica de la Filosofía Griega", lleno de aciertos y hallazgos de primera magnitud. En estas reflexiones, los dos términos antagónicos, que definen una oposición fundamental, el sentimiento trágico y el sentimiento socrático, son medidos y valorados de acuerdo a la ley de la vida. "La aparición de los filósofos griegos desde Sócrates es un síntoma de la decadencia; los instintos antihelénicos suben a la superficie ... " Considera que enteramente helénico todavía, pero como rornia a~ transición~~¡ '7i50fistá'~ inclusive filósofos deCjipo representado por Anaxágoras, Demócrito y los grandes pensado~s jónicos. "I:a cultura grieg~ de los sofiStas había sÜrgido de todos los instintos griegos; ella pertenece a la cultura del tiempo de Pericles tan necesariamente como Platón no Eertenece a ella: tiene sus predecesores en Heráclito, en Demó¿rito, en los tipos científicos representativos de la vieja filosofía, y alcanza su expresión en la alta cultura cle Tucídides". La reacción de Sócrates, que preconiza la dialéctica como camínO liada la virtud, significa exactamente la disolución de los instintos griegos, cuando se antepofie·1a·dem?strabiTioad como.supuesto de la aptitud personal para la virtud. Todos los grandes v~list~~on !!Eos del J?!riodo ~üí;:;.C:~n.Los juicios morales, arrancados del fondo griego que los condiciona y desde el cual ellos han surgido, son, bajo una apariencia de sublimación, desnaturalizados. "Los grandes conceptos "bueno", "justo", desprendidos de los supu~stos a que pertenecen, y como "Ideas" devenidas libres, llegan a ser objetos de la dialéctica. Se busca detrás de ellos una verdad, se los toma como entidades o como signos de entidades: se inventa un mundo, donde ellos están como en su hogar, y del cual proceden .....

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Ya con Platón tal subversión está en su apogeo. "Ahora se necesitaba además inventar también al hombre abstractamente perfecto: bueno, justo, sabio, dialéctico, en síntesis, el espanta- .-,...,__ ..r....o, • · jo del filósofo antiguo; una planta separada de todo suelo; ~ una humanidad sin ninguno de los instintos seguros· y regula- ~[.;!..<:-.-,. e:i ·dores; una virtud, que se "demuestra" con razones. ¡El perfec-¿_ tamente absurdo "individuo" en sí!, la monstruosidad de más ~.. alta jerarquía ... " La decadencia se denuncia en la, preocupa-Jl., .....e.-.f .ción por la felicidad, es decir, por la "salvación del alma", porque el estado de ésta se lo siente como un peligro. "La alternativa ante la cual todos estaban colocados era ser racional o su
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Ton con la misma naturalidad con que los manantiales fluyen" buscando la luz tlel sol para sus aguas. Sólo una cultura comola griega puede justificar a la filosofía p~rque unicamente ella puede saber por qué y cómo el filósofo no es una aparición c vestía; levantó la mano y asentó el pie como si esta existencia fuese una tragedia en la que él, como héroe, tuviese que representar un papel para el cual hubiera nacido". En síntesis, para Nietzsche, la filosofía de esta época deI espíritu griego sería, en última instancia, una faceta de la sabiduría dionysiaca, sabiduría que mediante procedimientos apolíneos alcanza plasmación éstética en el mito trágico. Lo .- dionysiaco, medido por lo apolíneo, manifiéstase "como la eterna y originaria potencia artística que, en general, trae a la existencia al mundo total de los fenómenos, en cuyo seno . es necesaria una nueva apariencia ele transfiguración para man¡ tener en la vida al mundo animado de la individuación".

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Acerca de esta audaz y profunda interpretación de la cultura griega, y de la concepción dionysiaca ele la vida que nuestro pensador funda en aquélla, es decir, en las fuerzas primarias que se conjugan artísticamente en el mito trágico, debemos. anotar, desde un punto de vista crítico, lo siguiente: Nietzsche

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'r,/' ve la culminación del desarrollo de la cultura

y del espíritu griegos en Homero o en el apogeo de la tragedia, valorando así con criterio absoluto y pathos romántico los tiempos primi~ tivos. Sin duda, el alma griega alcanzó fa plenitud de su triunfo y expansión a costa del doloroso sacrificio de su juventud, de sus potentes impulsos primarios, de su primitividad turbulenta y creadora, que, por superabundancia, engendraba dioses, héroes y monstruos en el seno tempestuoso de sus sueños; pero, en virtud del proceso ineluctable e irreversible que condiciona históricamente toda cultura y toda civilización, el ave simbólica de Minerva, como nos dice Hegel, sólo inicia, su vuelo en el crepúsculo, vale decir en la h~ra en que, sobre un fondo de penumbra y por contraste con la sombra que se aproxima, es más clara y sosegada la luz del espíritu, y las formas, ya distantes del caldeado mediodía, se dibujan más netas y recortadas en el claroscuro.

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CAPÍTULO

V

LOS "ESTUDIOS HISTORICOS" Y LA VIDA En este período de su desenvolvimiento intelectual y laborioso aporte de elementos para su ·weltanschauung, a que nos venimos refiriendo, Nietzsche trata de formular y cimentar un ideal de la cultura en función del fomento y desarrollo de la personalidad creadora, de las grandes individualidades. Su exaltación del artista trágico, para el que reclama condiciones estimulantes y un clima espiritual y estético propicio, así como su búsqueda y apasionada petición de modelos huma. nos educadores, en lo artístico y en lo intelectual, tienden deliberadamente a aquel fin, es decir, a revitalizar la cultu:ra alemana de· esta época, a infundirle nueva savia, a centrarla en las exigencias del presente y a la vez dotarla efe sentido prospectivo. Para alcanzar este propósito era necesario superar serios obstáculos; había que luchar contra· el_ tipo del filisteo, del supuesto represe!lt_agt~. cl_e l;:¡_verc1;ir]¡;ra_ rnk1,iraLal qUeNietzsche lo veí~ -~;~~~nado. en David Strauss, y sobre toao combatir la hipertrofia de la cultura histÓ~ica~· cuya preponderancia tiene un efecto depauperante sobre la vida, paralizando la iniciativa espiritual del hombre; consecuencias bien graves que resultan de la manera, entonces en boga, de considerar las disciplinas históricas, y cultivarlas. A este problema, a este verdadero escoIIo que impedía el desarrollo, la progresión viviente y fecunda de la cultura, frenando toda apetencia hacia lo nuevo y original, consagra Nietzsche la segunda de sus Unzeitgemasse Betrachtungen, titulada: De la Utilidad y del Daño de los Estudios Históricos, para la ~J.

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Dilucida con extraordinaria penetración el carácter y las consecuencias inmediatas y visibles, como también las remotas y ocultas, del fenómeno apuntado. A diferencia del animal, cuya yida discurre, confo1:"!11e. a un estático y reducido rit~Eoral, de una manera no-histórica, el hombre, celoso de aquél, que al punto olvida y ve morir y extinguirse para siempre ensombra y niebla cada uno de sus instantes, está conaenadO a recordar y a doblegarse bajo el peso, cada vez mayor, del pasado, como si lo agobiase un fardo oscuro e invisible, que lo inclina hacia un lado y retarda su paso. De esta experiencia ineludible saca él la convicción de que la existencia es un pasado ininterrumpido, una cosa que vive de negar· se y contradecirse a sí misma, de su propia destrucción. El hombre niega, en apariencia, esta fatalidad, pero, por inercia, suele resignarse a ella. Ahora bien, un hombre que quisiera sentir sólo de una manera puramente histórica se asemejaría a alguien a quien se privase completamente del sueño. Es po· sible vivir casi sin recuerdos y hasta vivir, así, feliz, pero es ab'.'.·p •• ~ ... , .'

solutamente imposible vivir sin olvidar; toda acción exige el olvido. El exce.so de insomnio, de sentido histórico perjudica . ~.~ al ser v~e;yasea-éste un hombre, un pueblo o-una cul1~ tura. Para que éstos no se conviertan en los sepultureros del e,..,-.,.L~_;_, presente, es necesario determinar el grado de sentido histórico ~lk 'to!eraQl_~.Y!._~me él, los Íímites en que el pasaacn1eñe ln-'i ' que ser olvidado, a fin de permitir a la fuerza plástica de que dispone un hombre, un pueblo, una cultura, desarrollarse y crecer más allá de sí misma, de una manera peculiar, transformando e incorporando lo extraño y lo que le llega del pasado. De acuerdo a ésto, la aptitud· de poder sentir, en un cierto grado, de una manera a-histórica tendría que ser considera~~T;-·api:Ttud más importante y primaria, por cuanto en ella yace el fundamento sobre el cual úniéamente puede sur· r_

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:gir algo grande y sano, algo verdaderamente humano. Sólo me· ._?2:_.!~cuerdo ª~2__pasado, el ·hom. bre cesa nuevamente de ser y jamás podría retom~re~~1?erizar si no pudiese refugi_a~se en ~q~era ele lo no· histór_ico. Si él antes no hubiera estado envuelto en la nebu1osa de lo no-histórico, no se habría atrevido a llevar a cabo acto alguno de significación, de esos que delatan su potencia y su espíritu de iniciativa, al servicio de la vida.

Hay que saber oividar en el momento oportuno, y también, en el momento oportuno, recordar; saber discernir con instinto vigoroso cuándo es necesario sentir de manera histórica, Y cuándo de manera no-histórica. De aquí deriva, seo-ún Nietzsche, el siguiente principio: "Lo no-histórico y lo h~tóri_c~ son en la misma medida necesarios E.-ü~a_la sa~g__in- X l'>:..1':.il _y no es ella la que domina y dirige. "La historia, en cuanto ~J _ .está al servicio de la·· vida, se ~nc~entra al servicio de una potencia no-histórica, y, por esta razón, acatando tal subor-dinación, no podrá ni deberá nunca ser una ciencia pura~ .<:orno lo es aproximativamente la matemática". La historia pertenece, principalmente, al tipo de hombre activo y pode- ~ic,,...,..e:,., roso, al que ha empeñado sus fuerzas en una gran lucha, y """r-........,.,.. "

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también ál que, necesitando de maestros, de modelos, de confortadores, no puede encontrarlos entre sus compañeros ni entre los hombres del presente.

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Pero no sóio en· este aspecto, el más seductor quizá, pertenece la historia al hombre, sino que éste, en razón de su esencia misma, instaura con aquélla otras relaciones, que son aspectos de dicha pertenencia, y todas ellas delatan el complejo y delicado problema de la relación fundamental de la historia con la vida en general, con sus grandes intereses y supremas preocupaciones. Es un hecho incuestionable que hasta la historia misma decae y su cultivo se vuelve tedioso y rutinario cuando ella, en vez de mantener un saludable equilibrio con los intereses vitales, predomina en demasía sobre la vida, y ésta degenera y se disgrega bajo el peso inerte del pasado. Si la historia debe estar al servicio ele la vida, ésta, a su vez, necesita de los servicios de la historia. Esta pertenece al hombre, en tanto ser viviente y temporal, bajo tres aspectos: la historia le pertenece como a ser activo y que aspira, también porque conserva y venera y, por último, porque sufre y está necesitado de liberación. "A esta trinidad de relaciones corresponde una trinidad de especies de historia: si es lícito distinguir así en los estudios históricos, una histo~ño.iii:l.:_-··· . . . . . inental, una anticuaria y una historia ·crífíca"-:-··· ~~-'--~~~--:-~-.,~·-

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debe ser eterno, engendra una de las más terribles luchas por-que todo lo demás, todo lo que vive, responde con un rotundo no, proclamando, como solución_ opuesta, que lo monumental no debe surgir. En el camino que debe recorrer lo sublime,. toda grandeza, para alcanzar la inmortalidad, todo lo que es. pequeño y bajo, que llena los rincones del mundo, tiende sus ardides y obstáculos, para envolver y ahogar en su plúmbea atmósfera a lo que es grande y noble. Pero la historia monumental, superando estos obstáculos, es una carrera de antorchas, a través de la cual únicamente la grandeza triunfa y sobrevive. En este sentido, la gloria es la fe en la homogeneidad y en la continuidad de lo grande de todas las épocas, es la protesta contra la transitoriedad de las estit pes y la caducidad. La consideración monumental del pasado, la ocupación con lo clásico y raro de épocas anteriores puede ser útil al hombré del presente, porque este piensa que la grandeza que ya existió fué ciertamente posible en otra época y que por consiguiente será posible otra vez. Pero también el cultivo de la historia monumental no sólo puede acarrear perjuicios y males entre los hombres activos, con espíritu de iniciativa y poderosos, sino que, sobre todo, sus efectos son más nocivos para la vida del presente, cuando se apoderan de ella los inactivos e impotentes, y, podríamos agregar, los eruditos sin alma, sin intuición del futuro, que, por delatora afinidad, se adoce· nan en las llamadas "Academias de Estudios Históricos".

El hombre activo, obligado a convivir con los débiles y ociosos desesperados, se vuelve a la historia monumental, tiene necesidad de mirar detrás de sí para no asfixiarse y asquearse. Su precepto reza: lo que sea capaz de dilatar más el concepto del "hombre" y realizarlo con más belleza, tendría que existir eternamente, para eternamente poder realizar esta tarea. No otra es la idea fundamental que late en la fe en la humanidad, idea que se expresa en la exigencia de una historia mo:. numental; pero justamente esta exigencia, de que lo grande

Hasta el mismo pasado sufre una deformación cuando la c9nsideración monumental del pasad() prima sobre las otras maner-as de considerarlo, es decir sobre la anticuaria y la crítica. Además la historia monl!mental induce a engaño por las.. analogías, y por semejanzas seductoras excita al hombre valeroso a la audacia, y al entusiasta al fanatismo. Asimismo sus"

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V--

..efectos pueden ser permc1osos y negativos en el dominio del .arte, en lo que respecta a la comprensión y estímulo que re,quiere tod'}. nueva y auténtica creación artística, desde que las natmalezas. artísticamente débiles o simplemente antiartísticas, escudadas en la historia monumental del arte, suelen dirigir sus armas contra sus enemigos hereditarios, los espíritus vigorosamente artísticos, los únicos aptos para extraer de aquella historia algo para la vida y de trar;sformar lo aprendido en una elevada práctica. A estos espíritus creadores, temperamen· tos artísticamente dotados, es a los que se les cierra el camino cuando se ensalza, sin comprensión, como único arte verdadero, un monumento de cualquier gran época pasada. Los que tal hacen poseen, en apariencia, el privilegio del ·"buen gusto", aparecen como conocedores del arte, pero en realidad,. porque desearían suprimir el arte, han aprendido que se puede ) "matar el arte mediante el arte". Como no quieren que, en arte, se cree nada grande, proclaman enfáticamente que lo que es grande ya existe aunque esta grandeza les importe tan poco como la que está en trance ele surgir. De este modo, la historia monumental es el, disfraz bajo el que se oculta su odio contra los grandes y poderosos de su época y que, para despistar, se presenta como profunda admiración por los grandes y poderosos de épocas pasadas. Merced a esta máscara, "ellos truecan el sentido peculiar de esta manera ele considerar la historia en su opuesto, como si, lo sepan o no, su divisa fuese: Dejad a los muertos enterrar a los vivos".

.sirve a la vida cultivando devotamente lo que existe desde .antiguo, porque así él logra conservar para sus sucesores las condiciones bajo las cuales ha nacido. Reviste de dignidad y torna intangible lo pequeño,. lo limitado, lo vetusto con su pátina, haciéndo de ello su hogar, transformándose en nostálgico inquilino del ~~~ª.?· La historia de su ciudad nativa llega a ser su propia historia. El hombre con alma anticuaria es el tipo opuesto del que se deja seducir por el espíritu de aventura, por el prurito migratorio, actitud proclive que, cuando es un pueblo el que la adopta, puede llevarlo a ser infiel a su pasado, a una incesante búsqueda d_e. lo nuevo con sello cosmopolita, a complacerse en lo exótico. Este es, por otra parte, el peligro a -que están expuestos los pueblos jóvenes, de corta tradición, sin instituciones totalmente cimentadas en su idiosincrasia, es decir pueblos que todavía no han llegado a la plenitud de sentido histórico y que, por lo mismo, no pue· den pregustar "el bienestar que siente el árbol en sus raíces".

La historia pertenece también al hombre que conserva y venera, al que es fiel a. su pasado y con amor vuelve su mirada hacia el lugar de donde es oriundo, experimentando un piadoso reconocimiento por haber advenido en él a la existencia. Esta disposición caracteriza a la historia anticuaria .. El <espíritu de conservación y veneración del hombre anticuario

Por su carácter mismo, el sentido anticuario, ya lo posea un hombre, una comuna o todo un pueblo, tiene siempre una perspectiva muy limitada, quedando cerrada para él la visión de lo universal, y lo poco que abai:¿a:· en su horizonte lo ve en una excesiva prcximidad, aislado y fragmentado. De aquí que, impotente para medir y diferenciar, asigrie a todo lo que discierne en su ámbito la misma importancia, desde que no podría evaluar con justicia las cosas del pasado en su rela·ción recíproca porque carece de criterio valorativo y de pro· porción. Debido a este estrechamiento de su horizonte y a las anejas deficiencias o limitaciones, ya apuntadas, a la conside· ;ración anticuaria de la historia la amenaza un peligro serio e inmediato, el de considerar, en última instancia, ~~~ _I~,,~l'l:..._ tiguo y pretérito y que está dentro del campo visual, como ~IiiTsñla veneración y, por e-Cco~b'-~ri~-~~~¡;~¡~

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y combatir todo lo nuevo y que ac~sa l~ progresió~ de_ un desarrollo. Es así como el sentido anticuario, por servir exclu· sivamente y someterse a la vida pasada, llega al extrem~ ~: minar la vida presente y viviente y, sobre todo, sus pos1b1h-dades de superación. La historia anticuaria misma degener~ cuando la atmósfera fresca y vivificante del presente no la amma ya, vale decir cuando el sentido histórico, parali~ado y minimalizado por una morosa delectación ante lo anug_uo Y vetusto,_ no conserva e incrementa la vida, sino que la disgrega y momifica. Así el árbol muere lentamente, y de un,a muerte no natural, desde su ramaje, hasta que se seca la ra1z al declinar y anularse su función de impulsar la savia ha~ia el fo .. llaje. Entonces asistimos "~t.áculo repug~~nte de u: furor ciego de colección, de una sord1da aQIDJ._~QIL_de_l:D_dov los-vestigios de tiempos pretéritos''. El hombre, merced a esta proclividad, "se envuelve e]J un~ a~ó~fera mohosa, lle~andcr a rebajar nobles necesidades y d1spos1c10nes _por la mama anticuaria, por un insaciable apetito de todas las antiguallas".

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Esta manía tiene todavía una forma degenerativa, la del coleccionismo que se ceba con toda clase de cosas vetustas, así sean abolorios u objetos de similor, ese coleccionismo que también suele especializarse en conteras de bastón, sables, llaves mangos de paraguas, medallas conmemorativas, etc.; toda esa' chatarra "histórica" que "atesoran" los "museos privados", en todas las latitudes donde el hombre anticuario cree familiarizarse con la vida de épocas pretéritas, y rendirle eficiente culto, aferrándose a esos vestigios y detritus que ha depositado a su paso la corriente vital, ni más ni menos como quien pre~ tendiese saber de la magnitud e ímpetu del mar por los cara· coles y escamas de peces que él en su reflujo deja sobre la.

puede enraizar para beneficio de la vida, siempre existiría el peligro, cuando ella llega a ser demasiado absorbente y exclu. sivista, de que ahogue las otras maneras de considerar el pa· sado. Por cuanto ella, conforme a su índole, únicamente atien· de' a conservar la vida y no a engendrar nueva vida, subestima :Siempre lo que está en devenir y desanollo; carece de ese instinto adivinatorio del que, por ejemplo, no se encuentra privada la historia monumental. Por faltarle, precisamente, este instinto y ·comprensión para lo que surge y está en estado d$formación, la historia anticuaria anula toda firme decisión en pro de lo nuevo, traba y paraliza al hombre de acción, que, por .serlo, tiene siempre que desoir y vulnerar toda clase de piedad por lo caduco, por las formas de vida ya perimidás, por lo vetusto, por la 'venerable' antigualla. Ahora, si se piensa cuánta piedad y veneración han sido necesarias por parte del individuo y las sucesivas generaciones para que algo susceptible de ello adquiera carácter de antigüedad, aparacerá como una osadía y una perversidad sustituir una tal antigüedad, reconocida y venerada durante el lapso de una vida humana y más allá de él, por una novedad, por un producto recién surgido del movimiento de la vida; parecerá entera· mente temerario y absurdo oponer al cúmulo de actos pia· -dosos y de veneración, que han hecho intangible e inmortalizado lo antiguo y sancionado por la costumbre, las formas flamantes del devenir, de lo actual, de lo naciente e inédito. Si el hombre ha de evitar aquellos errores necesita muy -a menudo al lado de la ma~e~a -mo-;-~mentaC~d.;!a~~-

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de consi~er~!_,~l 12asad~~1:n~t:rcera, }a, maner! c!Jtic¿_, 1a @) ci,. que también debe estar al servicio de la vida. Para poder vivir,

playa. Aunque la historia anticuaria no perdiese el suelo en que.-

para obedecer a las perentorias exigencias .del presente, tiene que tener la fuerza de romper un pasado y anularle. Logra este pr·opósito indagando severamente este pasado, juzgándolo

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y finalmente pronunciando condena contra él. Pero la instancia que aquí juzga no es la justicia, en la que suelen ampararse las valoraciones históricas y la presunta objetividad def juicio histórico; mucho menos es la gracia, dispuesta a tender un piadoso velo sobre los errores y desafueros del pasado, ]3!:_, que dicta el fallo, sino g:ii_e__l~_quej_u_zga es únicamen~e la vida. ·"'t..f.~:....:~ a~ote1icl3. oscura, toda ímpet_1:1. y __q~iablemenjs;.::..... se apetece sólo a sí misma. De aquí que sus sentencias, por dlO emanar de una fuente 1mra del conocimi~nto, sean siempre inmisericordes e injustas, y aunque, en la mayoría de los casos, fuese la justicia misma la que se pronunciara, aquéllas no serían otras. "Tanto son una sola y mism;i cosa vivir y ser injusto que se precisa mucha fuerza para sa.>er vivir y olvidar". Pero la vida, que necesita de olvido, reclama momentáneamente fa. anulación de este olvido, y someter a las cosas y valores perviventes del pasado a un severo examen para enjuiciarlos con .ánimo implacable, porque estima que deben desaparecer. Entonces se los considera históricamente desde un punto de vista crítico y, con resolución enérgica, haciendo tabla rasa de todos los actos piadosos que han contribuido a erigir y consolicÍar esas cosas y valores, se destruyen sus raíces. Esta tarea es, sin duela, arriesgada y peligrosa para la vida, para esa vida cuyo servicio aquélla invoca para justificarse. Cµando hombres o épocas sir-Ven a la vida de este modo, es decir enjuiciando despiadadamente el pasado y atacando en su raíz a las cosas, instituciones y privileg~os a que aquél dió vigencia, ellos son peligrosos y exponen a graves peligros a la \ l humanidad y a las épocas. En este sentido, Nietzsche vería a nuestra época y a la humanidad actual como anómalamente peligrosas, y expuestas ellas mismas a los mayores peligros, por cuanto lo que sus comandos pretenden destruir no es el pasado, sino un presente

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en_ germinación, desde que es este mismo pasado, en sus as· ·¡· ·' pectos y estructuras más caducas ' en la forma de ~~~ por sobr ev1virse~ · · d ecadente que •él encarna, el que así puo-na o Para lograr!o tiende a presentarse ha]· o el disfraz de · . . un pre~ sente .promisorio merced al albur histórico· de su frág"l · . . . . i y circunstancial maridaje con lo que es su antítesis, con lo ue representa una forma opuesta ele civilización en cierne q 1 cual, su. subterránea, avanza ho; a .la luz del dia con mcontemble pujanza. Semejante parado· ilusión creada por obra de los lemas y consignas, · Jª histórica, _ acunados por el capitalismo occidental, sólo lÍa podido prender Y pr~sp~1:ar en los países colonizados y coloniales, en sus ~Jases, mas bien que dirigentes, .dirigidas, mas ella es inope1 ante en los pueblos protagonistas de la historia, los que fueron a la guerra ya animados por un espíritu revolucionario, que en E~ropa era algo más que un estado latente, y después se en:~mmaro·n· a la "paz" dispuestos a precipitarse en lá re-· voluc10n, a vivir las dramáticas peripecias del despuntar· de·· una nueva época. ~n. la negación del pasado, a la que es muy difícil fijarle u.n lmute, se trata en el fondo de algo que no es el mero prurito de negar y de destruir, sino que en aquella. negación irreYerente de lo tradicional manifiéstase la lucha por conquistar una dimensión fundamental para el logro de lo peculiar del hombre, de su vi~a individual: la afirmación de la personalidad. Para consegmrlo, el hombre ha ele rebelarse y luchar con· tra lo que le ha sido trasmitido por la herencia, contra Jo innato Y lo adquirido por la educación, hasta crear en él unnuevo hábito, un instinto, nuevo, una seo-unda naturaleza d d 1 º . , e mo. o que a primera, que es resultado del acervo hereditario)' viene configurada por costumbres y hábitos inveterados e& desplazada y suplantada por aquélla. ' . Cada una de las tres maneras posibles y justificadas de

habiencl~ termi~ado ~estación

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--considerar la historia únicamente está en su derecho y tiene sentido para la vida en un solo terreno y bajo un solo clima, adecuados a una determinada finalidad del hombre; en cualesquiera otras condiciones ella está fuera de su órbita y se ·desarrolla como cizaña desvastadora. "Cuando el hombre quiere crear algo grande, en general necesita del pasado y se apodera de éste mediante la historia monumental; quien, por el -contrario, quiere perseverar en lo usual, en viejas verenaciones, ese se ocupa del pasado como historiador anticuario; y únicamente aquel a quien angustia una urgencia del presente y quiere a t9da costa desembarazarse de este peso, sólo ese tiene necesidad de la historia crítica, es decir, de la que juzga y condena". Del irreflexivo trastrueque de estas tareas, del transporte de la planta a un suelo que no es el suyo, pueden nacer muchos males. Así "el crítico sin angusti~, el anticuario sin piedad, el que conoce lo grande y no puede realizarlo, ·son plantas que se transforman rápidamente en malas hierbas, extrañas a su suelo nativo· natural y que a causa de ello han degenerado".

sentimiento de la cultura, pero que no llega a ser una decisión y una vocación para la cultura, una reacción espiritual condicionada por ésta, vale decir por un saber perfectamente asimilado y transformado en propia sustancia. Lo que en esta supuesta cultura aparece como motivo real, lo que visiblemente se manifiesta al exterior como acción no es nada más que actitud convencional indiferente, una imitación lamentable cuando no un gesto grotesco. La identificación ele "cultura" con "cultura histórica", realizada por el hombre moderno, llenaría ele asombro a un griego, para quien una persona puede ser muy culta y sin embargo carecer en absoluto de cultura histórica; el griego, afincado en un sentimiento nohistórico, con todos sus impulsos creadores, no atinaría a reconocer en la cultura moderna, atiborrada de historia, una . forma de cultura. En cambio, si un hombre moderno putliese, por arte mágica, incursionar en el mundo de los griegos, es más que probable que a éstos los encontrase "muy incultos", entregando, con esta impresión, a la burla pública el secreto, tan cuidadosamente guardado, de la cultura moderna.

El desmesurado lugar que en la vida moderna ocupan los estudios históricos, su hipertrofia, ha tenido y tiene graves consecuencias para la cultura y sobre todo para el nexo que ·ésta· debe mantener con la vida. El saber desmedido, adquirido aún contra la necesidad, el hartazgo de conocimient~s históricos, que no remedia el hambre, no obran ya como transformador e incitador, impulsándonos al exterior, predispo· niéndonos a la actividad, sino que esa informe copia queda oculta en una especie de i;nundo interior caótico. Una cultura que se nutre de tal saber no es algo viviente, siendo éste el caso de nuestra cultura moderna que precisamente por ello no es una verdadera cultura, sino una especia de saber acerca
El espíritu moderno ha solido infructuosamente-~ a la historia como remedio contra las tendencias inno~ado­ ras, contra el impulso subversivo de lo nuevo, dispuesto~ abrirse camino. Quizá para esto hubiese servido la historia, es decir,-;;~~º narcótico contra el disconformismo y las tendencias revolucionarias, si ella -subraya Nietzsche- no fuera .siempre una teodicea cristiana disfrazada, si fuese escrita con más justicia y fervor de simpatía. Pero los historiadores, para quienes la historia es esta fable convenue, no se han propuesto la más orgullosa de las tareas, no quedar al margen y :rezagados con relación a todo avance viril, sino que sólo han trat~do de asegurarse, lejos de toda inquietud, en una pecu· liar especie de felicidad apacible. De aquí que ellos, delatan·

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tlo un estado de debilidad, una inclinación hacia lo anacró~ meo, sean los sistemáticos opositores de todos los movimien~ tos revolucionarios y reformadores. Cuando un pueblo, en su: lucha espiritual, busca exclusivamente su mira en el pasado,. ello es un síntoma de relajamiento, de regresión y de caducidad.

El exceso de los estudios históricos llen aparejado se¡_ .. rios peligros. Debilita la personalidad e impide al individuo,, así como a la comunidad, encaminarse a la madurez, alcanzar· la plenitud vital; difunde la creencia negativa de que todos; somo~ seres tardíos, llegados a la vida con retardo y, por lo mismo, condenados a ser epígonos de ejemplares anteriores, de una grandeza que sólo ha conocido el pasado. Deeste modo la época se torna escéptica y_ egoísta, estado de -;•. píritu que termina por paralizar y hasta destruir la fuern~ vital, consecuencia tanto más grrave para el hombre moderno, que ya padece de un debilitamiento de la personalidad. Todo esto nos dice que la historia, con su pesadumbre y peligrosi~trínsecos sólo puede ser soportada por las grandes personalidades, por aquellas que se sienten fuertemente imantadaspor el futuro y movilizadas por una tarea original; en cam. bio, a l_as personalidades débiles termina por esfumarlas, por convertirlas en eco amortecido del pasado, de ejemplaridades. pretéritas, bajo cuyo peso quedan anonadadas. Unicamentelos intérpretes del presente y audaces constructores del porve~ nir ~oseen la aptitud y la necesaria acuidad de visión prospectiva para entender el mensaje de la historia, la palabra del pasado, que "es siempre p_alabra de oráculo".

CAPÍTULO

VI

EL ESPIRITU LIBRE Después de estos años de intensa labor, de entusiasmo productivo, de rotundas afirmaciones vitales, de fe en una restauración de la cultura sobre la base de una revitalización de las fuerzas creadoras del espÍrÍtu;
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son Humano, Demasiado' Humano, El Viajero y su Sombra, Aurora y La Gaya Ciencia_. Nietzsche está de vuelta del mundo alucinante de la fantasía, ha reaccionado violentamente contra el pathos romántico, que interpuso un velo ilusivo entre su visión de pensador y la realidad, la que, desplazada de su enfoque, se le ofreció sólo refractada en una artificiosa perspectiva; en una palabra, ha puesto vallas críticas al desborde de su entusiasmo por lo dionysiaco y a sus esperanzas en un renacimiento del arte trágico, cifrado en la música de Wagner. Si antes había exaltado la vida, hasta las ilusiones que ti~ñden a afirmarla, aún a costa de la .

~ciado,

como él lo creyó antes, en el molde de 1a gran personalidad, sino en el cognoscente, ~n_ el pensador devisión perspicua, que es qm:_~:erdaderamnte ti{Lifica - ~g~•. Sólo el pensador, er "espíritu libre'', emancipado de ideas tradicionales, leyes, hábitos e inveteradas valoraciones del mundo y ele lo humano, puede planear por encima de la corriente del acontecer y _elevarse a diáfana y gélida altitud para contemplar, sin velos, el total panorama de la vida. Esta gran posibilidad est~ reservada a muy pocos, y en los más n.2 puede ~~~rtad_a_por_obra_dt:__la educación ni por aleccionamiento magistral alguno. ·---E;_-·la conc;pciÓn de su ideal del espíritu libre, Nietzsche festeja, con un fugaz estremecimiento de dicha, su propia Ji. beración espiritual, al tiempo que veía los amplios lineamien· tos estructurales de un mundo nuevo de ideas, al que encaminaba. Trata de abarcarlo y expresarlo en su compleja unidad, apelando a la concisión aforística, en las precitadas obras. Inida en éstas la critica de la religión y de la moral cristiana, atacando el carácter heterónomo de la última; asi· mismo combate; con sarcástica agudeza, el eudemonismo su· perficial y a ultranza, preconizado por la moral del filisteo. En Menschliches Allzumenschliches, poseído por el pathos de . la verdad, peticiona, como elevada meta del cognoscente, una cultura cimentada en los postulados del espíritu libre y orientada hacia la plena vigencia de éste. Nos dice, aquí, que toda creencia en el valor y dignidad de la vida radica en un pen· sar impuro. Aún los pocos hombres bien dotados, que pue· den ir más allá de sí mismos con el pensamiento, no logran contemplar esta vida universal, sino sólo limitados aspectos parciales de la misma. Para la mayoría de los hombres, todo lo extra-personal no es otra cosa, a lo más, que una débil sombra. De donde, el valor de la vida sólo consiste, para el hombre vulgar, cotidiano, en que él se considera a sí mismo

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y cerrarnos el acceso a las verdades '.!!" ---·--·-·-f················~---········~~---"·····~~·-····~-·-·---··-~-· mouestas, pero irmes y claras _y~__en última instancia, liberadoras. Paraafirmar Ía ~-ici~ y-servirla en sus ~xigencias y contemaos auténticos no es necesario sumirse en la niebla de un entusiasmo fácil y cegatón, en la embriaguez de lo fantástico, y dar la espalda a la vida real, en sus aspectos cotidianos, sino que es imperativo afrontarla con obstinada lucidez, sin cernu: los ojos a sus fealdades y dolores y dispuestos, a pesar de sus sombras, de su prosaica aridez, a responder rotundamente con un sí a su llam·ado, a la tarea que, condicionada por un conocimiento insobornable, nos impone. Sólo así podremos orien· tamos libremente, sin prejuicios, con intelección clara, en la trama turbia y polifacética de su realidad. Esta tarea se compendia, para Nietzsche, en el ideal del "~píritu libre'', al que lo verá encarnado, no en el artista, incapaz de madurez esipiritual, y que, por lo mismo, no está --~-~

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más importante que el mundo. Caracteriza a una cultura más alta y desarrollada el saber apreciar en más las verdades pequeñas e insignificantes, descubiertas con método estricto, que los errores deslumbrantes y bienhechores, que proceden de épocas y de hombres dotados metafísica y artísticamente. An· _ tiguamente, se recurría al espíritu no mediante el pensar es· tricto, sin0 que su tarea más seria consistía en acabar de tejer, sobre un fondo de ilusión, la tra..'Tia de símbolos y formas; pero esto ha cambiado, y aquella seriedad de lo simbólico ha llegado a ser la característica de las culturas más bajas. Las formas de nuestra vida devienen cada vez más espirituales, aunque, para el ojo de épocas anteriores, quizá más feas, pero sólo porque él no puede ver cómo el reino de la belleza es• piritual interior continuamente se ahonda y dilata.

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Si antes, para Nietzsche, el impulso hacia el conqcimien· to era antípoda del que nos lleva hacia la vida y a su incondicionada afirmación, y por consiguiente nocivo; si llegó a pensar, como lo expresa en una sus cartas (la que dirige, desde Basilea, el 13 de diciembre de 1875, al barón de Gersdorff), que "el querer conocer es la última región del querer vivir; ala-o así como un reino intermedio entre el querer y el no . q:erer )'ª' un trozo de purgatorio, por cuanto se mira hacia atrás, hacia la vida, con desprecio y descontento", ahora, en este período de crisis y transición, proclama la primacía del conocer y de la verdad sobre la vida, y concibe a ésta como un camino hacia la verdad, como un medio para el conocimiento.

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Esta postura nueva no supone, en Nietzsche, una _decepción de la vida ni un aflojamiento en el esfuerzo hacia una valoración oositiva de sus contenidos, ni mucho menos. Con ella, simpl:mente, inicia lo que él, con expresión significativa, llamaría, después, una transmutación de los valores, o sea, una valoración de la vida desde otra perspectiva. En Die

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:frohliche Wissenschaft, el libro que, a aquellos que antes han .sabido de guerra y victoria, enseña a vivir y a reír alegremen- 'te, escribe: "¡No! La vida no _me ha decepcionado! De año -en año la encuentro, por el contrario, más rica, más deseable, y más misteriosa, desde el día en que el gran liberador vino }zacia mí, es decir, aquella idea de que la vida puede ser un -experimento del cognoscente, y no un deber, no una fatali
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bre del ~ismo año, escribe: "Mis sentimientos sobre \Vagner:c · son ya libres por completo. Todo esto tenía que pasar tal· cual ha pasado. Ello me ha hecho bien y ahora contemplo mi emancipación de Wagner como un progreso espiritual"_ El vínculo amistoso, tan fuerte y fecundo otrora, quedaba para siempre roto, y, mientras Wagner triunfaba y el éxito le sonreía, Nietzsche, erguido ante su doloroso destino queda consignado,sin desviaciones ni interferencias, a su órbita de astro solitario. Moral pura y diamantina de estrella que vive de su propia luz, parecía ser su consigna en este trance,. como, con alusión simbólica quizá, cantó en el "Prólogo en rimas alemanas" a La Gaya Ciencia:

reza de su carácter y la {idelidad a su concepto de la vida Y de las circunstancias, conquista, esta última, más difícil y ''ª· liosa. Así, con su caso personal, sobreponiéndose al dolor, él supo dar testimonio de su posición y sus ideas. Ya al comienzo del año de 1878, antes de la publicación de Humano, Demasiado Humano, su alejamiento de \Vagner, que se había acentuado en los últimos tiempos, llega a la ruptura definitiva, tácitamente en lo que respecta a la publicidad, ya que ella no deja de trasuntarse en expresiones privadas de carácter epistolar. El motivo, la gota que hace desbordar el vaso fue el Parsifal, obra en la que el arte de \Vagner, que ya pre· ludiaba su vuelco hacia el cristianismo, se convierte resueltamente a éste, dando la espalda al culto del héroe trágico y a la visión grieo-a y germana de la vida, en cuyo soplo vivifican· o . te se mecieron los primeros acordes de su música y renació; para acompañarla en su '-uelo, la poesía dramática, conjugada con el canto. En carta al barón de Seydlitz, desde Basilea, de fecha 4 de enero de 1878, Nietzsche le dice lo siguiente: "Ayer recibí el Parsifal, que me fue enviado por \"7agner. A la primera: lectura, mis impresiones son éstas: Toda la obra está llena: del espíritu de la contra Reforma, y hay en ella mucho más de Liszt que de \Vagner. Además, acostumbrado yo a lo griego y a lo humano en general, encuentro la produc_ción wagneriana excesivamente limitada dentro del cristianismo y del tiempo. Sobre todo esto, hay en Parsifal una absoluta falta . de carne y, en cambio, demasiada sangre (en la Cena ya es una verdadera plétora de ella). Le diré, por último, que no me agradan las mujeres histéricas. . . El lengua je suena como una traducción de un idioma extranjero. En cambio, las situaciones y su desenvolvimiento son de la más elevada poesía y lo más alto que se puede alcanzar en música". En otra .carta, al mismo destinatario, fechada en Basilea el 18 de nov1em-

El estado de salud de Nietzsche empeora hasta el punto· de que ni él confía ya en que sus agotadas fuerzas físicas pue. dan resistir al mal que lo aqueja, y se siente a un paso de la muerte. Previendo su fin, que cree sobrevendrá en forma repentina, en un espasmo, como expresión de última voluntad· pide a su hermana le prometa, con lo que testimonia, una: vez más, su firmeza interior y soberana libertad de espíritu,;. que sólo sus amigos, y no los indiferentes, acompañaran sus restos: "Como yo no podré defenderme ya, hazlo tú; que ningún sacerdote, que nadie pronuncie sobre mi ataúd palabras. sin sinceridad. Dispón todo de modo que me entierren sin: farsa, como a un buen pagano". No obstante sus fundados.

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Vorausbestimmt zur Sternenbahn Was geht dich, Stern, das Dunkel an?

...................................... Der fernsten Welt gehürt dein Schein ... ("Predestinada a tu órbita, ¿qué te importa, estrella, de· la oscuridad ... ? Al mundo más remoto pertenece tu fulgor ... ").



<{Ue he dado m~ gota de buen aceite y que ello hará que no. se me olvide. He hecho la prueba de mi concepción del umverso; otros la probarán en el porvenir Al 1 · ··· eer este . , . mi ultimo manuscrito vea usted, mi querido amigo, si puede -encontrar en él huellas de sufrimiento y depresión. Creo que n~ ha de hallarlas y ya esta creencia es un signo de que en mis doctrinas se ocultan fuerzas y no desfallecimientos y lasitud, que es lo que en ellas buscarán mis adversarios".

temores, la enfermedad no logra quebrar su frágil naturaleza y la crisis pasa, dejándolo sumamente debilitado y hasta ave~ jentado. En esta situación, Nietzsche se desliga por completo de sus deberes profesionales, renunciando a su cátedra de Filología clásica en la Universidad de Basilea, la que recompensará anualmente sus servicios, en forma modesta, pero suficiente, para que su ex profesor pueda subvenir, también, con modestia, a sus necesidades. Ya libre de su oficio y las solici- tac10nes del ambiente habitual, se dirige, acompañado por su hermana, a la alta Engadina, buscando aire puro, de altura, para reponer sus escasas fuerzas y tonificar sus pobres nervios, cuerdas tensas y finísimas que milagrosamente resisten la vibración demas~ado fuerte que les comunica un pensamiento que no conoce pausa. En su viaje, se detiene tres semanas en "Viesen, lugar de altura media, instalándose después en el alto valle, rodeado de apacible soledad y próximo a los ventisque· ros. Se somete a una absoluta privación de todo, y, como él nos lo hace saber, su alojamiento, toda su comodidad, sólo
Alguna mejoría ha experimentado, aunque transitoria, -quedando siempre bajo la amenaza de una nueva crisis de una salud, tan en extremo precaria y vacilante, que debe defenderla día a día. En estas condiciones resuelve ir a pasar el invierno a Naumburg, con su famiila porque "hay estados en lo~ q.ue lo mejor que puede hacer uno es refugiarse en su patria ]Unto a una madre, y rodeado de los recuerdos de la infancia". Aquí su mal se reagrava; los efectos del invierno, muy frío, y la nieve dañan sn sistema nervioso, débil y excesivamente excitable a causa de la enfermedad. Otra vez se siente rondado por la muerte y hasta desea que ésta Ilerue pronto a liberarlo de sus terribles sufrimientos. En carta, de;de Naumhurg, dirigida a Malwida von Meysenbug el 14 de enero de 1880, le dice: "El horrible y casi continuo martirio de mi vida me hace anhelar su fin, y, según muchos signos, está muy cetca~o . el ataque cerebral que ha de confirmar mi esperanza. M.t. vida en estos últimos años puede compararse, en lo que se refiere a torturas y privaciones, con la de cualquier asceta de -cualquier época. A pesar de todo esto, he logrado en este tiem~o suavizar y purificar mi alma de tal modo que ya no necesito para conseguirlo ni de la Religión ni del Arte ... Ningún dolor ha podido conseguir ni conseguirá jamás que yo dé un falso testimonio de la vida, o contrario a como ésta se ofrece ante Iltis ujo1.".

Durante los tres meses que permanece en la Engadina, la idea de un fin próximo y súbito no lo abandona, mira a la muerte de frente todos los días, como un guerrero, pero trabaja y da cima a los aforismos de la segunda parte de Humano, Demasiado Humano y a El Viajero y su Sombra. Al remitirle el manuso-ito a su amigo Peter Gast, le dice, en carta, desde Saint Moritz, del 11 de septiembre de 1879: "Me hallo al final de mis treinta y cinco años, o como se dijo unos ·siglos antes de nuestra época: "en medio del camino de la vida". . . En esta mitad de la vida estoy tan "cercado por la muerte" que ella me puede sorprender a cada instante ... Sé

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Con el declinar de los últimos fríos invernales, Nietzsche '

siente un alivio en su estado físico y moral, y buscando clima más propicio y distracción se dirige a Venecia, donde le hará compañía su amigo Peter Gast; son "agradables días de mim<> y abandono" para el enfermo y su ánimo fatigado pero siem· pre valeroso. En septiembre está de regreso en Naumburg, mostrándose a los suyos de buen humor y comunicativo; por su expresión diríase que disfruta de una tranquila dicha; iluminada por nuevos pensamientos. Al cabo de un mes, para sustraerse a las nieblas del otoño, que tanto mal hacían a sus nervios, emprende de nuevo viaje hacia Italia, aposentándose en Génova por una temporada, que obró en él como un sedante, pues encontró calma y pudo hacer vida apacible en el ambiente alegre y hospitalario de la vieja ciudad marina. Es éste un período, en la vida de Nietzsche, que podemos llamar de convalecencia y recobro de energías, en el cual logra concentrar de nuevo' su pensamiento y retomar ideas, que había dejado como eslabónes sueltos,. para acabar de pensarlas. Da fin a la redacción de _los aforismos de Morgenrothe, libro, en cierto sentido, afirmativo, restaurador de rutas deliberadamen· te borradas, en el que inicia una campaña indirecta contra la moral y sus valores consagrados y prosigue su labor, comenzada con Humano, Demasiado Humano, de desenmascarar al "Ideal" en otros de sus avatares. En el frontispicio se lee, alusivamente a la tarea y finalidad perseguida, la sentencia india: "¡Hay tantas· auroras que no han alumbrado todavía"f

una religión, de ~na metafísica, de una moral s· •. . · ' l.!!Q entregarse con sacnfic10, con pasión, a la actividad reclamad· . 1 a ~runa cu tura que, en trance de alumbramiento necesi"t ··;;- ~~~~ . • · · . '· a instaurar n~evos vaTores, mferir posibilidades nu~ te l f" ' con. . . mp ar y a irmar al hombre, de cuer120 entero, bªiº-una cla. ndad ortal. Con esta consirna queda tambi"e' b -:-=, . . o n osque1ada ·con un sentido de transición, la próxima y fructuosa et • del pensamiento nietzscheano. apa

A u rora es, pues, una obra de convalecencia, en la cual, con el renacimiento a la vida y el prurito de redescubrimiento que lo acompaña, cosas y problemas son vistos bajo una luz nueva, en una perspectiva eri la que lo tradicionalmente preterido y habitual se ofrece al autor con un sabor de novedad, de primicia. La consigna de Nietzsche, en esta etapa de su desenvolvimiento intelectual, podemos sintetizarla en es:as palabras: Nada__~_:_:_e!ugiarse en el habitáculo inerte de

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CAPÍTULO

VII

EL MENSAJE DE ZARATHUSTRA Después de Aurora y La Gaya Ciencia, se abre para Nietz-sche, siempre impelido por la poderosa pasión de la búsqueda, ávido de un continente ignoto más allá de los mares explorados por el pensamiento, el paréntesis lírico y profético de Also spraclz Zarathustra. Su espíritu avizor ha escalado una cima para desde ella tender hacia el futuro el arco de una esperanza visionaria. La ascensión fue un delirio lleno de lucidez, y la silenciosa llegada de Zarathustra a la tienda del solitario una sorpresa sin más testigos que la montaña, el cielo y el lago, ese lago en cuyo espejo vio recortarse la silueta del huésped que hacia él venía para hacerlo depositario de su mensaje. Entonces la soledad de Nietzsche se pobló de un canto, de esos que antes no brotaron del estro de los poetas; pues el peregrino le traía el zumo de un lirismo nuevo, decantado en ritmos más rotundos y alados que los que ya fluyeran de su vena poética. ¿Cómo y en qué circunstancias nacióZarathustra?; ¿qué contempló desde la cima, que echó a caminar en dirección a los hombres, para hacerles partícipes de su visión y empujarlos con su palabra, con sus armoniosos "sermones morales", hacia una meta lejana, hacia una necesaria y difíéil superación? Nietzsche pone fin a su estada en Génova y se dirige a un pueblito del Véneto, en los Alpes italianos, d?nde queda unos días en la grata compañía de Peter Gast, trasladándoseluego a Sils María, en la Engadina, cuyo clima de altura y la rústica tranquilidad de estos valles alpinos influyeran favo-

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rablemente en su delicado estado de salud dos años antes. Durante una caminata, de las que diariamente hacía por esta bella región boscosa y lacustre de la alta Engadina, un día de agosto de 1881, en que se dirigía a través de los bosques hacia las orillas del lago de Silvaplana, hizo un alto ante una enorme roca piramidal, cerca de Surlei. Aquí, su espíritu se ·sintió traspasado por un pensamiento nuevo y deslumbrante, que ya se le había quizá insinuado, pero sin la fuerza de evi· dencia y arrastre que posee ahora, a punto de encarnarse y vestirse con el ropaje de la poesía en el personaje simbólico. Tuvo, pues, el solitario, para confirmación del rumbo que llevaba, también su camino de Damasco, pero en su marcha ininterrumpida hacia la Hélade. Aquella idea, de no corta prosapia y con la que él "tropezó en pensadores anteriores". Leit-inotiv del poema, fue la del "retorno eterno'', concepción ítmdamental que aspira a ser una suprema fórmula de afirmación. Todas las cosas, en un devenir sin pausa e insaciable, la vida misma, con el ascenso y descenso de sus fuerzas, están consignadas a un eterno recomenzar, a un movimiento circuiar sin fin, pero acaso con la dirección ascendente de la espiral que paradojlcamente vuelve a su punto de arranque para, érf-coñtracte-una-CónC:epC16n.~mecanicista ._qp.e vería en este regreso~unest;¡d.~-ü~;;.-1,~;;-r;;raár su recomdo,. en -el que se uña repetición absolutamente idéntica de todo, de cada proceso,·aecaCla serieae-a-Coñtecfrnientos, y combiíiaéíones de. series.------- --· --Entre cantos y lágrimas, "no lágrimas sentimentales, sino de júbilo", crea Nietzsche a Zarathustra, el profeta encargado de anunciar y predicar con su ejemplo una radical "transvaluación de los valores", para lo cual, apuntando al super.hombre, avizorado en la reg10ta lontananza de los tiempos, proclama, contra los valores tradicionales, signos de decaden.da y aminoramiento de la vida, una nueva tabla de valores,

medida y jerarquizada por el impulso hacia una vida ascen
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hombre despotencializado y exangüe, forjado por la sublimación ascética y racionalista de una cultura decadente. A la época en que nace Así Habló Zarathustra, período de audaz afirmación espiritual y de crítica, también pertenecen, por su orientación y finalidad, dos libros claros e incisivas, de prosa límpida y rotunda: Más allá del Bien y del MalPreludio de una Filosofía del Porvenir y Para la Genealogía} de la lv1oral. En ellos Nietzsche hace la crítica de los prejuij dos filosóficos, morales y religiosos, elucidando certeramente sus últimos planos y disimuladas motivaciones. En el primero, atento a una transvaluación de los valores hasta ahora vi~ gentes, hace una crítica de la modernidad en sus aspectos cien• tífico, artístico e incluso político, apuntando a un tipo opues-< to al hombre moderno, a un tipo de hombre distinguido, lo: menos moderno posible, o sea no moralizado y capaz de decir sí a los grandes llamamientos de la realidad y de la vida. Aquí ya aparece la voluntad de poderío en su forma más espiritual, representada por la filosofía, por cuanto toda filosofía tan pronto como comienza a creer en sí misma tiende siempre, en virtud de que ella es un impulso tiránico hacia la causa priJ ma, a crear el mundo a su imagen. En Genealogía de la ¡\fo-" ral aborda con espíritu polémico los prejuicios morales, ana~ !izando sutilmente su origen;· nos muestra al hombre atenido: a la tarea que le prescribe su deseo de conocimiento, pero ale• jado de su propia esencia, extraviado en el laberinto de los prejuicios. En tanto cognoscente él es un desconocido par~ sí mismo; así permanecemos necesariamente extraños a nosotros mismos hasta el extremo de que "cada uno es para sí mismo el más lejano". Mediante un riguroso examen de los. valores morales cristianos llega a la conclusión de que el cristianismo, cuyas raíces psicológicas pone al descubierto, ha nacido del espíritu del resentimiento, y no del "espíritu", taI cual lo delata la forma en que históricamente se ha realizado;

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que él es la gran rebelión contra los valores de"' jerarquía principal; que la conciencia moral de que habla no es "la voz de Dios en el hombre", sino la de un instinto de crueldad que, al no poder descargarse más hacia afuera, se ·rnelve hacia atrás; en fin, que el ideal ascético, el ideal sacerdotal, no obstante ser un ideal pernicioso, decadente, expresión de una voluntad de acabamiento, dispone de una enorme fuerza no porque Dios actúe detrás de los sacerdotes, sino en virtud de que, siendo el único ideal existente ahasta ahora, no tenía ningún competidor, faltaba el contra-ideal ... hasta la llegada de Zarathustra, reencarnación de Dionysos, el que retornaba para oponerse al Crucificado.

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CAPÍTULO

VIII

LA VOLUNTAD DE PODERIO

A medida que la vida cerebral de Nietzsche está próxima a extinguirse, más lúcida y potente se torna su intelección, más seguras y audaces se vuelven sus ideas. Es el último período de su actividad creadora, en el que llega a rápida madurez su concepción filosófica fundamental, l!._ i5.1_e~a revolucionaria de una transvaluación de los valores, girando en torñóctef postulado axial de la voluntad de poderío. Esta postreraetapa de su producción, en la que la llama del espíritu, en su impetuoso arder, proyecta la más intensa claridad, ve nacer al Cr~púsculo de los !dolos, El Anticristo, Ecce hamo, La Voluntad de Poderío y esos libelos, de extraordinaria fuerza polémica adunada a un tono irónico, ligero, que se titulan El Caso Wagner y Nietzsche Contra T-Vagner. Todos estos escritos están en la misma línea de la gran embestida que, a las puertas ya del mutismo definitivo, realiza el pensamiento apasionado de Federico Nietzsche. · En "El Crepúsculo ... '', "Anticristo" y el autobiográfico "Ecce horno" se abre paso, a través de una crítica implacablemente destructora y del deliberado cinismo en la referencia a su persona, una desesperada afirmación, nutrida de certezas_ anticipatorias. Es el delirio de una razón traspasada de evidencias, obsedida de claridad, grávida de supremos y luminosos hallazgos, que la queman, y necesita comunicarlos, proclamarlos, gritarlos. En Der Wille zur lvíacht, a pesar del tono acucioso y apodíctico de este escrito -tan sólo bosquejo y notas para la gran obra que había programado y que no

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tuvo tiempo de concluir-, su pensamiento, urgido por dar expresión a sus verdades últimas, se remansa en tranquila lucidez, se vuelve sereno, lleno de esa serenidad terriblemente diá· fana en que sólo una certidumbre decisiva, crucial, puede culminar. Durante todo este tiempo, el filósofo ha vivido solitario ~ y errante, cambiando continuamente de lugar de residencia, impulsado por su inestable y delicado estado de salud y tam· bién por la inestabilidad mucho mayor que una enorme inquietud, gravitante y angustiosa, comunicaba a su vida y a sus hábitos. Así, después de un fr trado viaje a Córcega, donde deseaba pasar una tempo vemos ambular de la Engadina a Ruta, cerca de Rapallo, después a Niza, necesitado de su luz Y. de su atmósfera; aquí, sus lecturas libres, casi ocasionales, lo llevan a conocer la obra de algunos escritores franceses contemporáneos: Baudelaire, Maupassant y particu· larmente Guyau, del cual suscita en él gran interés por la raí· gal afinidad en el enfoque de los problemas morales, la Es• quisse D'Une ~Morales Sans Obligation Ni Sanction, libro que lee y cubre de notas marginales. Pasa luego a fos lagos italia· nos, cuya belleza lamenta no haber descubierto antes. Tras una breve estada en Turín, se dirige de nuevo a Sils María para retornar, huyendo del aire frío de la montaña, a esta última ciudad en el otoño de 1888, estación final de su pere· grinaje. Nietzsche vive su "séptima soledad", aliviada apenas por una intermitente y cada vez más distanciada convivencia epistolar con Peter Gast, su madre y uno que otro de sus antiguos conocidos. Siente hondamente este aislamiento, y más cuando, después de algunos desacuerdos, se le aleja uno de los más íntimos y queridos amigos, Erwin Rohde. Pocos años antes, Nietzsche había visto acercarse el fin de esta amistad pre· sintiendo que se iría quedando cada vez más solo, como se lo expresa al mismo Rohde en carta, desde Niza, de 22 de fe·

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brero de 1885: "No sé explicarte cómo fue, pero al leer tu -carta ... me pareció que estrechabas mi mano mirándome con melancolía y como si quisieras decirme: "¡Cómo es posible ·que tengamos ahora tan pocas cosas comunes y que vivamos como en mundos distintos! Hubo una época ... ". Esto mismo, .amigo mío, me sucede con todas las personas que me son queridas. Todo pasó; se habla aún, se escribe aún, pero tan sófo para no callar. La verdad, empero, surge de la mirada y en los -0jos de todos leo claramente estas palabras: "Amigo Nietzsche, ya estás completamente solo". Hasta esto he logrado llegar. .Pero yo sigo mi camino, mejor dicho, mi travesía, y no en vano he vivido largos años en la ciudad de Colón. Efectivamente, en medio de su soledad, que se adensa, Nietzsche avizora impertérrito una terra incognita y sabe sobrellevar con valor su destino de nauta solitario, que, sólo atento al nisus ,del pensamiento migratorio que lo trabaja, ha aprorado su nave hacia el continente del futuro. Aquellas obras, El Crepúsculo ~ _los Ídolos y las que están directamente bajó el signo de la transmutación de los valores, como El Anticristo y La 1!oluntad de Poderío, son obras ?-e plenitud l.melectual. Se ha querido ver en eira.Ssíñtoñi:'á.~ e .incluso una expresión de fa demencia que, en esta. época, aquejüa Nietzscnev duró hasta el fin de su vida. Esta es la-tesis . ·:sostemda porl~s-pSTq~ia't;-á.~~T;mpre tan ¡olícitos y oficiosos6 /e>-.f .-para enjuiciar la obra del genio, los que, entontecidos por las conclusiones seudo científicas que apresuradamente extraen, al pasar de un orden de realidades a otro muy distinto, no se nan percatado todavía de que los hombres de extraordinaria potencia de intelección, es decir, los genios no son genios por ser loco.s o anormales, sino que, a veces, devienen locos por ser genios, perdiendo el equilibrio harto inestable -O.e su sistema nervioso y la salud del cuerpo y del alma, que se denumban bajo el peso de un enorme esfuerzo mental, de

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una lucidez que los agosta. El espíritu sopla con tal fuerza,. son tan deslumbrantes sus evidencias y visiones, que arrastran consigo, desgajándolo, al organismo frágil, sometido ya a la& altas tensiones de una vida intelectuad que ha alcanzado un grado de intensidad muy raro entre los mortales.

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La voluntad de dominio o de poderío es el meollo
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visto Heidegger, 1 por lo que comúnmente se entiende por ella,.. sino que para ponerlo de manifiesto es necesario ir más allá de la aparente acepción psicológica de los términos de esta frase. Notemos que, conforme a tal acepción la voluntad se· define por el querer. Pero, querer, en la intención nietzsche~­ ña de '·voluntad de potencia'', no es, como piensa la comprensión vulgar,. aspirar o tender hacia algo; potencia, a su vez, no tiene el significado que corrientemente se le asigna y que procede de la experiencia cotidiana de ejercicio o práctica del dominio y ele la fuerza. De modo que "voluntad de podería" no es meramente la tenaencia de llegar al poder, de a'aqtunr señorío. ......__.Si ~c~Ft;mos la explicación corriente, tendríamos por na parte una tendencia hacia algo de que carecemos, y la ue surge ele privación, y por otro lado tendríamos un poder ue queremos alcanzar. Pero tanto el tender a algo como el ejercicio de un dominio sobre algo y el sentimiento de carencia son estados de carácter anímico cuya explicación cae dentro del terreno de la psicología. Nietzsche, suponiendo que él parta del dominio de la psicología, va a la esencia de lo vicaso que. lo q-ue NÍe-tztal y a lo cosmológico. Y es-;-empero; séhe piensa co~-~a . .e~pr_e~ón ~-ásic_~-~~-'.'.".?l?nt
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-oponga. El desplacer, como obstáculo a su voluntad de potencia, es, por consiguiente, un hecho normal, el ingrediente normal de todo acaecer orgánico; el hombre no lo elude, más bien ~o necesita constantemente; ítoda victoria, todo sentimiento de placer supone una resistencia superada" (Ibid., Af. '702). Como vemos, el placer y el desplacer ~n, para Nietzsche, meros ingredientes del esfuerz~ue conduce a la afjrmación, -a-la v1ctona de la volunt~de potencÍa~~-;~sistencÍ;-~;·-~;;;;. diCTórl·~e;.;;¡;¿~·é;-~,~iliicila.ilüexi.Siliiá~ra-v01liñtaa

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de poderío no le interesa.u los actos _volitivos particulares; esfirl.igúñOd:e--eñOS;SIToTuera, seríil°ina voluntad que s~ <:ologiza. La -voluntad Cfé poderiü.tieñe,~pué°s;p;rn;_;tafor- · ·]ar"una imagen cósmica del hombre, asignándole a éste el max1mo de poderío· que pueda asumir. El valor de la vida del hombre y de las generaciones consiste en transformarse en 'Centros de fuerza, en lugares de tránsito de la voluntad de potencia para la forja de esa imagen política y cósmica. En lo que respecta al valor,. éste tiene que ser consi~­ tlo desde el punto de vista del incremen!?==:?í~~1a-vid~; así, ésta, mcrementada por la voluntad p;derío, resulta norma de todo valor y de toda valoración. Todo lo que es va· lioso lo es en función de la vida, que es una--consrañieütOrg°ición de vaklr." La-capáC!a~éf"
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río, es el criterio del valor. De ahí que en Así habló Zarathustra; se diga: "Sólo donde hay vida, allí hay también voluntad, pero no voluntad de vida, sino ..... voluntad de potencia'~ (Il Parte, "De la Autosuperación") . Para Nietzsche, y de1:!.e_::!.J~unto ~:_ista de ...!_~ca~!idad, no hay una voluntad de poderío gue aparece simpleme!J1~.. para nosotros en la profusión de i!]diyi.':!.::i.~lid~des y diversidades. Vale decir, que no hay únicamente una voluntad ongi• ;;;:;ia, como si toda pluralidad consistiese sólo en la concepción del sujeto, esto es, en una apreciación meramente sub• jetiva, sino que hay in<_=.()12~.al:JJes.:i:1nif!?cl~~ yj:>l~ti::as:.EeE.
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Si, después de las precedentes consideraciones, preguntamos, para obtener una determinación más precisa, ¿qué es, en última instancia, la volunta~~É.ºderíqf_, Nietzsche nos responJeere modo definitorio y bien concreto: "La voluntad de po
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del hacer resulta. En genitivo, ta pathé significa acontecimientos 0 cambios que se producen en las cosas. Esta es la acep• ción primaria de la palabra en filosofía y ciencia. En esta acepción Platón emplea la palabra pathos cuando en el pasaje 378 a de la República se refiere a "lo que Cron~s ha he· cho (o a los hechos de Cronos) y lo que él ha padecido o experimentado de parte de su hijo"; y en Hipía: ~~yo:·~ 285 c.. la emplea para significar "lo que pasa en el cielo . !iietzsch.:e usa la palabra en esta acepción, en .vi:t~d de lo cual l~ vol~ntad de potencia está lejos del subjetivismo que le atribuye Heidegger, i al consiª~rJ!r. la_ que él adapta éste a sus nece~idades, s~met1endo.lo a _la acci~n . de su fuerza formadora en vista a satisfacer. el im~?-~5?-~1!.~_c!~/

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(1)

Véase Holiwege, "Nietzsches Wort Gott ist tot". edi. cit.

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el poderío Yital, primum movens de sus reaccionts instintivas primarias. La vida misma, más allá de su caso particular, en cuanto· es una tendencia irrefrenable hacia el aumento de poderío,. se traduc~ por un proceso, por una acción que desemboca en el ser cósmico y que en el ímpetu de su fluir va alcanzando· grados cada vez más elevados en valor y correlativamente contenidos que son concreciones unitarias de fuerza. En este su devenir ascendente va plasmando seres, organismos múltiples sin quedar circunscripta, apresada en las formas espacialmente .delimitadas y conclusas de tales organismos, puesto que los trasciende como asimismo a todos los centros de fuerza queeIIa va anudando en la corriente del acontecer, para continuar su movimiento, el cual no es un minúsculo movimientosobre este pequeño planeta, sino un soplo metafísico, una embestida, un impulso en el sentido de todas las posibilidades del ser, una de las cuales es el hombre, con la cantidad máxima de poder que puede asumir. La voluntad de poderío, en su acepción total y no en la de los actos volitivos indivTci~~-i~S,· no está db:igida a ·ni~~n fin fuera de sí misma, sino que ella es simplemente voluntad áe ser y de crecer e incrementarse; ella no es mero instiñto, de autoconservación, mera voluntad de vida, o sea únicamente voluntad ele ser, como la concibió Schopenhauer, sino también voluntad de crecer, voluntad de poderío. Si, en un sentido fundamental, el querer consciente, dirigido a fines de dominio y de aumento de poder, inmanentes a la voluntad misma, es una exteriorización o mera función del desarrollo biológico de la vida, del despliegue de la potencia vital, en otro sentido, ¡:ra Nie_tzsd1e, aque~ querer, enderezado a gnes que trascienden la vida individu~LY_q~~.J.~plica~~~ ésta grandes tareas, tiende· también a la más alta forma de la~ voluntad de dominio, e~¿a~nad~ e~ -ei hombre de: voluntad

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fuerte y dominadora, es decir, en un ejemplar de la moral de los señores. "Valor -enuncia Nietzsche- es la mayor cantidad de poder que el hombre puede asumir". Se trata aquí del hombre, c._._._,,_ ___ ,,, __ :Hucomo único ser facultado a arrogars" tal poder, y no de la Ill'.,lni~E:.)!~~~-ªEte_s _ql1<: u~__ fi~?,"~~-:U.!L~ª,iq,_ es. el material de ensayo que ha de utilizarse para alcanzar el tipo, ofrecién·dose ella, en este sentido, en relación al hombre cuyo formato trasunta la voluntad de poderío, como una "enorme super.¡2bundancia de fracasados: un campo de ruinas" .-1,.a Huma~Í­ f d"'aaes~, el largo rodeo que da el desti;;o, efproceso~ ~ la historiá, para cuajar en los grandes ejemplares o tipo;h:U::: manos, --~!íiCos depositarios del verdadero valor. La vida sólo ·es valiosa cuando ella está en función del aumento de poder; Por eso el débil, es decir, el que es pobre en vitalidad, empobrece también la vida, en cambio, el que es fuerte, el que es rico en vitalidad, la enriquece. De aquí que Nietzsche, inspirado en estos po5tulados de una nueva valoración, haya encontrado el camino que conduce a un sí y un no, y_nos enseñ~ ':_?Pº~ere!_1i~!.__!Odo lo que nos debilita, nos agota_y_9.~E!i­ me, y a decir sí "atooo-áqlle'Ilo que-10rtafece,·-9ue.. acumula énergfas Y-JüStifica el sentimiento-~dcl~;;~;;La .;id;,-~~~o la forma para nosotros más conocida del ser, es, específicamente, una voluntad de acumular fuerza: todos los procesos -de la vida tienen aquí su palanca: Nada quiere conservarse, todo debe ser sumado, y acumulado". Nuestras tablas de bienes, nuestras valoraciones (morales, históricas) están en rela· dón directa a la "vida", cuya equivalencia, enla."' ácepcion metzscñcana, es "voluntad de poderío". Esta séda-una nueva y más exacta expresión del concepto de "vida". El hombre natural, unidad de cuerpo y alma, es el depositario del valor, concebido éste como expresión vital de potencia. A este hombre real hay que afirmarlo contra el hom-

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bre meramente consciente, falsificado por el espíritu y la ratio. Para Nietzsche, "el hombre verdadero representa un valor muv superior al del hombre que podría desear cualquier ideal de los que se han conocido hasta ahora". El hombre real, total, verdadero, tiene que avanzar hacia el escenario de la vida desgarrando el velo de todas las "ilusiones trascendentales '. A anriiTe':Camino tiende la crítica del cristianismo. El nombre, domesticado y desvitalizado por una moral que niega y rebaja su naturaleza, ha llegado a concebirse como pasivo, no queriendo reconocerse a sí mismo en sus momentos más fuertes. Todo lo grande y fuerte lo concibe como sobrenatural, como extraño a su ser y le llama ·Dios. Aquí estaría la. raíz de la oposición de "verdadera vida" y "falsa vida", entendida erróneamente como oposición de "vida futura" o ce· lestial y "vida presente" o terrena, es decir, "vida eterna" <:orno "inmortalidad personal" en oposición a vida perecedera. Por consiguiente, la participación en la vida futura es considerada como ingreso en la verdadera vida, después de la muerte, que es así un mero tránsito, un episodio. La filowfía seculariza esta antinomia creada por el ideal religioso. Por este <:amino se opera la sobreestimación del espíritu, de la conciencia, la que, en virtud de esta infundada evaluación, es eri~ :gida en la más elevada especie de ser. En el concepto de "otro mundo" está la fuente de las ilu.siones trascendentales. Tal idea de "otro mundo", como opuesto a éste en que vivimos, considerado como mundo aparente, ·, tiene, según Nietzsche, una triple raíz: 1) el filósofo inventa. '1,, un mundo de la razón, al que concibe como "mundo verdadero", tal cual hace Platón con el mundo de las "ideas"; 2) el \ hombre religioso inventa un mundo divino, que es el origen del mundo desnaturalizado; 3) el hombre moral inventa un ~undo d~l libre arbitrio, del que se origi,na el "mundo bueno';, \ perfecto . De este modo el mundo en que vivimos se presen 7

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ta, en relación con el "otro mundo'', como sinónimo de la no vida, del no ser, del "deseo de no vi~ir". El cristianismo al suspender sobre el hombre_::!.__~r::.:_nto m~para --re-coTc:{arTe que debe encaminarse hacia una vida futÚra--de-bea.tÜuéI~-ie qmta el entusiasmo po-;_:~;t;·-~fcT~:..i;-~p~~Í:;de·~u destino teº r~ tomándole amargos ytris~~ afanes; a toda esperanza, a toda germinación de vida las ha declarado cosas vi... ~· El memento vivere, lema de la época moderna, opu~s­ to a aquel tétrico memento morí, suena todavía como alo-o tímido y pecaminoso. "Una religión que predice un fin a ºla vida terrena en general y condena a todos los vivientes a vivir en el quinto acto de la tragedia, tal religión excita ciertamente las fuerzas más nobles y más profundas, pero ella es hóstil a todo ensayo de plantación nueva, a toda tentativa audaz, a;. toda libre aspiración; le repugna todo aventurarse en lo desconocido, porque en todo ello nada ama ni espera. A todo lo naciente lo deja prosperar de mala gana, para en el momento oportuno desplazarlo o sacrificarlo como una incitación a la existencia, como una mentira sobre su valor".

absurdo de un "Pedro eternizado", de una existencia personal eterna" ... "La iglesia es justamente aquello contra lo cual Jesús predicó y contra lo que enseñó a sus discípulos a luchar" ... "Después que la Iglesia se desembarazó de todas las prácticas cristianas y sancionó enteramente la vida en el Estado, aque11a vida que Jesús había combatido y condenado, tuvo ella que colocar el sentido del cristianismo no importa donde: en la creencia en cosas increíbles, en el ceremonial de rezos, adoración, fiestas, etc. Los conceptos de pecado, perdón, castigo, recompensa, todo ésto, completamente baladí y casi excluido por el primer cristianismo, pasan ahora al primer plano". Por lo demás, es bien sugestivo y elocuente que en el repudi~- del cristianismo iealizado Y. en l~;f~~tos críticos que informan esta actitud coincidan Nietzsche, el heterodoxo y destructor, y Süren Kierkegaard, el místico y cristiano abso· luto, quien señala, para llegar hasta Cristo, un sólo camino, eI que conduce a través de la parauoja y la desesperación._

fS necesario destacar ,que el pensador de El Anticristo distingue entre el cristianismo que se ha reali~Í~tfuica-:.· mente y la actitud espiritual y la doctnna de su fundador. E~ múltiples pasajes de su Óbra~estabiec;-y valor;~-;t;-di;t'inción,,. derivando de la misma consecuencias esenciales. Así nos dice: "No se debe confundir al cristianismo, como realidad histórica, con aquella raíz que su nombre recuerda; las demás raíces de que ha crecido han sido mucho más poderosas. Es un abuso sin precedentes señalar con aquel santo nombre esos ,)}. productos decadentes y deformaciones que se llaman "Iglesia cristiana'', "fe cristiana" y "vida cristiana". ¿Qué es lo que Cristo ha negado?: todo lo que hoy se llama cristiano" ... Je-sús instituyó una vida real, una vida en la verdad frente a la vida ordinaria: nada más lejos de su ánimo que el grosera>

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CAPÍTULO

IX

EL RETORNO DE LO IGUAL La doctrina acerca del devenir nos aboca al segundo principio fundaipental de la metafísica de Nietzsche, la concepción del "eterno retorno de lo ig:ial". La voluntad de poderío no está sometida a ninguna ley, e~- excepción de una que es . uniVersafeñ··5i:;·a1ca·ñCe:-TáleycierretOrñOCTeIO .._____ _1guar--~~~---.,M·--·

En los "Escritos Póstumos de la época de "La Gaya Ciencia" (cap. III), Nietzsche trata de aportar los fundamentos de su concepción del retorno de lo igual, bajo el título "Exposi· ción y Fundamentación de la Doctrina". Parte del supuesto que la cantidad de fuerza del universo o de la ""(;nergía total noesínimita, smo deternuriacra··(Tiñiita:aaf:-:PorTo.tañto:- el .,___ -·-···~~···~-~ ··~número ae s1tuac10nes, variaciones, combinaciones y desarrollos de esta fuerza es ciertamente inmenso y prácticamente incalculable, pero siempre limitado y no infinito; es decir, el número de las posibles constelaciones universales de la energía es determinado y agotable. Pero el tiempo en que esta fuerza total se emplea es infinito, ()_~~:jil:i:i.~~~-~s-eternam~nte igual y eternamente actiya. Hasta este momento h~-t~~-li~C:;;ITido.ya úñainfinidad, esto es, tienen que haberse dado todos los posibles desarrollos de la fuerza. Por consiguiente, el actual des· arrollo tiene que ser una repetición, y también el desarrollo que a esta fuerza produce y el que de ella nace, y así indefinidamen. te hacia atrás y hacia adelante. En cuanto la situación total de todas las fuerzas retorna siempre, todo h¡i. sido ya innúmeras vece~. Con prescindencia de este enunciado, es del todo indemostrable si algo igual, aisladamente, ha sido ya antes. Vale

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decir que lo que retorna está condicionado por la repetición cíclica de una situación o constelación total. Parece que la situación total de todas las fuerzas forma hasta en las cosas más pequeñas nuevas propiedades, de modo que en dos distintas situaciones totales de fuerzas no puede haber nada igual. No podemos, pues, afirmar la repetición de lo igual .sino dentro de todo un ciclo y en una misma situación que se repite. El retorno de lo igual está condicionado por ta rep_etición de la situación total idéntica. Es de dudar que en una situación total de fuerzas pueda haber dos cosas iguales, por ejemplo, dos hojas, porque ello supondría que ellas han tenido un origen absolutamente idéntico. Con esto tendríamos que suponer también que desde toda eternidad ha habido algo igual, a pesar de todas las variaciones de conjunto y de la creación de nuevas propiedades, lo que es una suposición inadmisible. A este respecto, Nietzsche anota: "Lo semejante no es ningún grado de lo igual, sino algo enteramente diferente de lo igual". (Ibid., Cap. II, Af. 52) . Con esto él está insistiendo en que la igualdad de los fenómenos está condicionada sólo por la repetición de situaciones idénticas. Antes se suponía que a la infinita actividad en el tiempo respondía una fuerza también· infinita, inagotable a pesar de su empleo; pero es el caso -según Nietzsche- que la fuerza permanece constantemente igual y no necesita ser infinitamente grande. Vinculando esto con la concepción del devenir, si la fuerza fuera susceptible de aumento, entonces siempre habría en el devenir algo absolutamente nuevo; pero .Nietzsche excluye toda novedad en el devenir. En la hipótesis del retorno de lo igual, la cantidad de fuerza es limitada, y, aunque es eternamente activa, no puede crear infinito número de casos, y tiene por tanto fatalmente que repetirse; no puede crear, esta fuerza, una situación del todo~ nueva e imprevisible. Se han dado innúmeras situaciones o sistemas de fuerzas, pero no infinitamente diferentes, puesto

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zas, y también hacia adelante hacia un estado igualmente más: simple de las mismas. Pero como de un sistema. de fuerzas determinadas, o sea, de una fuerza computada con certeza, no puede resultar una infinidad de estados de dichas fuerzas, debemos suponer que ambos estados, igualmente simples, son idénticos. El ciclo del devenir se cierra, y el instante simple hacia atrás se superpone con el instante simple hacia adelante~ Si no fuese así, no existiría el retorno de lo igual, y tampoccr se traduciría ese .retorno en un devenir cíclico, sin pausa. La doctrina del eterno retorno cíclico de lo igual no queda, para Nietzsche confinada en el plano cosmológico, sino que él, tomando posición respecto a las concepciones de la historia la proyecta al dominio del devenir histórico, dándole además un incisivo sentido existencial. 1

CAPÍTULO

X

EL ATEISMO RADICAL La respuesta que da Nietzsche al problema de la existencia:: de Dios se concreta en un ateísmo radical. La actitud que éste:comporta se enlaza en él íntimamente con la exigencia de per.manecer fiel a la tierra, rechazando la infundada pretensión de los que han introducido la ficción, la invención de la "conciencia de Dios" en la Humanidad. Nietzsche niega en toda forma la existencia de Dios, y combate enérgicamente contra el teísmo. A la creencia en Dios la considera lógica, gnoseológica, metafísica y moralmente insos-tenible. Rechaza tanto cualquier concepto de Dios, en sentido, estricto, como también la idea de Dios en la más amplia acepción, es decir, concebido como unidad última de la realidad ydel mundo. Insiste en la falta de fundamento para afirmar un. Dios trascendente y externo al mundo, como creador, conservador y conductor del mundo. Ensaya en diversas partes de su. obra la fundamentación de su tesis o sea de las razones que asisten a su ateísmo radical.

(1) Véase nuestro libro El Marxismo y las Escatologías, capítulo V, La Escatología del Eterno Retomo de lo Igual, Ed. Procyon, Buenos Aim, 1957.

El ateísmo de Nietzsche tiene en, Also sprach Zarathustr(l>. una formulación que aparece envuelta en un ropaje alegórico. y simbólico, el que, sin duda requiere ser desentrañado, interpretado. Se trata aquí del planteamiento del problema del bien y del mal desde el punto de vista del supuesto de la existencia de Dios, pero no aún en un plano metafísico, sino en Un terreno moral. Este criterio, que surge de la elucidación de la~ alusiones, símbolos y alegorías contenidos en su Zarathustra, nos proporciona el punto de vista para encarar el problema de:

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Ja existencia de Dios, punto de vista desde el cual Nietzsche hace la crítica de la moral, o sea, preconiza la superación de la moral cristiana. El tema incisivo de que "Dios ha muerto" la introduce ya en "La Gaya Ciencia" cuya primera edición aparece en 1882: el mismo reaparece en el Zarathustra, que es de 1883. En el "Discurso Preliminar" de Also sprach. Zarathustra, jéste se encuentra en el bosque con un santo y dialoga con él. Al preguntarle Zarathustra qué hace en el bosque, el santo le, contesta: "Con cantos, llantos, risas y murmullos alabo a Dios". Y cuando Zarathustra estuvo solo habló así a su corazón: "¡Será ello posible! Este viejo santo no se ha enterado aún absolutamente de que Dios ha muerto". Ya casi al final de su peregrinaje, después de muchas peripecias y reflexiones, Zarathustra, tras haberse librado de un encantador, vió sentado al borde del camino que él llevaba "un hombre alto y negro'', y dijo a su corazón: "Hay de mí, lo que allí está sentado es la aflicción misma embozada, la que me parece es de la misma especie de la clerigalla". Era el último Papa ("pues sabrás le dijo a Zarathustra-, soy el último Papa") , ya fuera de servicio (sin trabajo). Este le explica a Zarathustra: "Buscaba al último hombre piadoso, a un santo y anacoreta (el mismo con -que ya había topado Zarathustra) , el· que solitario en su bosque no ha oído aún decir lo que hoy todo el mundo sabe". Y Zarathustra le pregunta: "¿Qué es lo que hoy todo el mundo sabe? ¿Quizá que el antiguo Dios, en el que antes todos creían, ya no vive?" "Tú lo has dicho -respondió el viejo contristado-. Y yo serví a este antiguo Dios hasta su última hora. Pero ahora estoy sin trabajo, sin amo, y sin embargo no soy libre".

Pero el paso decisivo respecto a la afirmación categórica
cendencia e insinúa en forma en parte alusiva y simb.ólica su explicación. A esta última hay que desentrañarla mediante el análisis del texto y de las entrelíneas de ambos aforismos. En el primero, el 125, intitula~o "El hombre insano", se dice: "¿No habéis oído hablar de aquel hombre loco que, en pleno día encendía una linterna, corría por el mercado e incesante:nente gritaba: Busco a Dios, busco a Dios. Coiuo, de los que JUStamente allí estaban reunidos, muchos no creían en Dios, él provocó gran hilaridad. ¿Es que se ha perdido Dios?, dijo uno. ¿Se ha extraviado como un niño?, inquirió otro. ¿O se mantiene él escondido? ¿Teme acaso de nosotros? ¿Se ha ein-barcado? ¿Ha emigrado? Así gritaban y reían en confusión. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. ¿Dón
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gos sagrados tendremos que inventar? ¿Acaso la grandeza de este acto no es demasiado grande para nosotros? ¿No tenemos que llegar a ser dioses para aparecer dignos de tamaño acto? ¡No hubo jamás una acción más grandiosa, y los que vendrán después de nosotros pertenecerán, por virtud de esta acción, a una historia más elevada de lo que fué hasta el presente toda historial . . . -Aquí calló el hombre loco y examinó de nuevo a sus oyentes; también ellos callaron y lo contemplaron con extrañeza. Finalmente arrojó al suelo su linterna, que se hizo pedazos y se apagó. "He llegado demasiado pronto, dijo entonces, no es aún mi tiempo. Este acontecimiento inmenso está aún en camino, y marcha; no ha llegado todavía hasta los oídos de los hombres. El trueno y el relámpago necesitan tiempo, la luz de los astros necesita tiempo, las acciones, también después que ellas han sido cumplidas, necesitan tiempo para ser vistas y oídas. Esta acción está para ellos (los hombres) aún más le,jana que las más distantes estrellas -¡y sin embargo, ellos la han realizado!". Se cuenta, incluso, que el hombre loco penetró el mismo día en diversas iglesias y entonó un Requiem eternam deo. Expulsado de ellas y habiéndosele requerido una explicación, él siempre respondió lo mismo: ¿Que son, pues, estas iglesias todavía si no son las criptas y monumentos fúnebres de Dios?" Habría, en este aforismo, tres imágenes clave: "¿Cómo hemos podido vaciar el mar?"; "¿Quién nos ha dado la esponja para borrar todo el horizonte?; y: ¿Qué hemos hecho cuando. desencadenamos esta tierra de su sol?". En nuestro concepto,. la primera significa eliminar definitivamente la concepción teocéntrica, la que el cristianismo y su dogma insufló por siglos en el mundo y en la humanidad occidental; la segunda mienta la superación, tanto en sentido metafísico como moral,. del trasmundo con que el cristianismo interceptó la· vida y falseó la perspectiva cognitiva del hombre europeo occidental;

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y la tercera significa la ruptura del nexo que la fe cristiana estableció entre el mundo (en sentid,o cosmológico e histórico) y un Dios creador y personal, externo y trascendente al mismo. Disentimos, pues, con la rebuscada interpretación de estas tres imágenes que nos da Heidegger (1 ) , quien afirma que la me. táfora nietzscheana del "mar" mienta al ente en total, el cual como lo objetivo quedaría absorbido en la inmanencia de la subjetividad. Pero, para Nietzsche no existe ni un ser ni un bloque óntico total, sino sólo un devenir. Además, a la voluntad de poderío -esencia del mundo- no se la puede tomar, como ya lo señalamos en el capítulo vm, como un principio subjetivo, como una de las expresiones de la metafísica de la subjetividad en que estaría incursa, según ~1 autor de Sein und Zeit, toda la filosofía moderna. La imagen del "horizonte" no se refiere directamente, como sostiene Heidegger, al mundo suprasensible de Platón, aunque Nietzsche, ciertamente, niega el mundo trascendente del platonismo concebido como verdadero mundo; y la del "sol" está lejos de mentar directamente la Idea platónica, aunque él sea la imagen que, para ella, emplea Platón en la alegoría de la caverna (en La República),

Todo lo dicho en el aforismo en cuestión está, sin du-da, expresado simbólicamente, es decir, que su verdadero significado es algo cifrado, que hay que interpretar. Ante todo, que . el hombre loco o frenético busque a Dios con una linterna en pleno día, denota ya que quiere comprobar racionalm.ente en el plano de la conciencia lúcida- un hecho ya sentido y tenido por cierto, pero sin análisis, por muchos de los que en la plaza pública oyeron su grito denunciador: "¡Yo busco a Dios, yo busco a Dios!". El suscita la hilaridad y aparece como loco precisamente ante los ojos de los supuestos hombres nor(1)

ed. cit.

Véase Holzwege, "Nietzsches Wort Gott ist tot", págs. 197 y sigs.•

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males y cuerdos porque quiere obtener una evidencia racional de un acontecimiento del cual la mayoría no ha alcanzado todavía clara conciencia, porque él, aunque originado en el plano de la razón, no ha llegado a lo soterraño del sentimiento, el estrato emocional en que alienta toda fe, y del cual se nutre en parte, todo irracionalismo. Pregunta el "loco" dónde se ha ido Dios y se responde a su propia pregunta justamente porque no percibe su presencia viva en el espíritu de aquéllos a quienes dirige su interrogación, los cuales representan a los otrora creyentes, que vivían espiritualmente de la fe en ese Dios. Al no haber elfos podido conservarla, mantenerla viva, el "loco", que comprueba este hecho, reconoce que tanto él como sus asombrados oyentes han muerto a Dios, que todos ellos son sus asesinos. Acto de tal magnitud no ha llegado a su conciencia, a su intelección, y. menos la sospecha de lo decisivo de las co~secuencias que él tendrá, pues ha de imprimir -lo ha impreso ya- un nuevo giro a la historia venidera. Esta, para Jos hombres, consignados ahora únicamente a sí mismos Y. a su · libertad, será más elevada que toda la historia anterior, porque ellos tendrán que desarrollar un esfuerzo más intenso y rayar a más altura en sus acciones. Nos encontramos ya -dentro de un planteamiento integral, en el plano filosófico y social- ante el problema de la libertad del hombre y el de su alienación. Este se halla incisivamente enunciado, también en forma simbólica, en Also sprach Zarathustra, en su primer discurso, intitulado "De las tres transformaciones". La primera estaría representada por el camello, la segunda por el león y la tercera por el niño ("¡cómo el espíritu devino camello, el camello, león, y el león, niño!"). Son las etapas a través ele las cuales· el espíritu se recupera a sí mismo de su alienación. En la pri.."l1era, el hÓmbre, absorbido por el mundo en el cual se ha alienado, es el camello que soporta la carga de creencias inveteradas. Pero el espíritu accede a su esencia y se rebela.

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Rebelión es lucha, pero lucha no es todavía liberación. En la: .segunda etapa, el espíritu se transforma en león. Sólo sabe luchar a su manera, tirar zarpazos terribles, pero aún no es libre· c1:1 to~o, no está centrado en su mismidad; ésta supone lucha y v1ctona. En la tercera etapa, el espíritu se transforma en niño~ Es el que va a saber ele la libertad, porque es absoluta afirmación, es afirmación nucla y simple ele sí mismo y del mundo.. Tocio para él, identificado con su mundo, es descubrimiento; es el primer tramo de la vicia. Hay en ello, ele parte ele él, una conquista del mundo como su mundo; es una necesidad que Jo. hace sentirse nuevo, adviniendo a su propia humanidad. Estonos coloca frente al fenómeno visto y elucidado genialmente por Hegel en la Fenomenología del Espíritu: la alienación. Marx la ha tratado también, exhibiéndola en su efectivo alcance social y económico. La libertad como rescate de la alienación no se puede definir abstractamente; ella es toda una: larga lucha, es palingenesía del espíritu que se retoma en su esencia, en su ser. La fe es la instancia irracional en que más. se ha alienado el hombre. Veamos ahora el otro aforismo a que hicimos ref~rencia, el 343 (del quinto libro de La Gaya Ciencia, agregado cuatro· añ_os después -es decir, en 1886- de haber sido publicada la pnmera edición) , aforismo intitulado "Lo que significa nuestra serenidad", cuyo texto, que complementa y en cierto sentido explicita el del anterior, viene a confirmar y a robustecer nuestra interpretación. En este aforismo se dice: "El acontecimiento. más grande y reciente -que "Dios ha muerto; que Ja creencia en el Dios cristiano ha dejado de ser digna de crédito- comien~ za a arrojar sus primeras sombras sobre Europa. Por lo menos,. para los pocos cuya mirada, cuyo recelo en la mirada, es bastante fuerte y fino para este espectáculo parece precisamente queun sol se pone, que una vieja y profunda confianza se ha trocado en duda; a aquellos tiene que parecerles nuestro viej<> L

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mundo cada día más crepuscular, más desconfiado; más extraño, más viejo. En lo principal, empero, puede decirse que el -acontecimiento es demasiado grande, está demasiado lejos, de·masiado al margen de la facultad de comprensión de muchos para que la noticia pueda considerarse incluso como dada a ·conocer; menos aún para que la multitud supiese ya lo que propiamente ha ocurrido, q:ue habiendo esta fe sido minada, todo tiene ahora que derrumbarse, porque ha sido basado en ·ella y dentro de ella ha cobrado vida y prosperado: por ejemplo, toda nuestra moral europea. Esta extensa profusión y lar:ga serie de demoliciones, destrucciones, ruinas, derribos que presenciamos, ¿quiéri la adivinaría hoy lo suficiente para pre.sentarse como el maestro y premonitor de esta enorme lógica de terror, como el profeta de un entenebrecimiento y eclipse que no tuvieron verosímilmente parangón sobre el planeta? ... Nosotros mismos, adivinos de nacimiento, que estamos a la espera sobre las cimas, colocados entre el hoy y el mañana, vivamente interesados en la contradicción entre el hoy y el mañana, nosotros primogénitos -prematuros- del siglo que viene; nosotros que debíamos haber ya percibido las sombras que han de envolver a Europa, ¿en qué consiste que, sin tomar parte -efectiva en este ensombrecimiento, esperemos sin preocupación ni temor la llegada de estas sombras? Quizás estamos demasiado bajo las primeras consecuencias de este acontecimiento y estas _primeras consecuencias, al contrario de lo que quizá podía esperarse, no son absolutamente, para nosotros, ni tristes ni .sombrías, sino más bien como una nueva especie de felicidad, de alivio, de serenidad, de incitación, de aurora ... De hecho, nosotros filósofos y "espíritus libres", al saber que el "antiguo Dios ha muerto", nos sentimos iluminados por una nueva aurora; nuestro corazón desborda de agradecimiento, asombro, presentimiento, expectativa; por fin el horizonte se nos presenta -de nuevo libre, aún suponiendo que él no esté claro, y nuestros

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barcos pueden zarpar, navegar ante cualquier peligro; toda -Osadía del cognoscente está nuevamente permitida, el mar, nuestro mar está de nuevo abierto ante nosotros, quizá no ha habido nunca un mar tan abierto". En este aforismo se insiste en que el "Dios cristiano ha muerto", y que este acontecimiento, lógicamente, trae consigo el derrumbe de todo lo que se ha edificado sobre la fe en él, no sólo el de la moral europea, sino también el de toda una ~oncepción de la vida y de la situación del hombre en el mundo histórico. Los "espíritus libres" y avizores han sido los primeros en ver venir el acontecimiento porque ellos habían sobrepasado la cosmovisión cristiana teísta, derivada del mundo trascendente, inventado por el platonismo y erigido en "ver·dadero mundo", en el único mundo considerado real. Por eso estos espíritus, sin ser alcanzados por el ensombrecimiento ni participar de él, esperan la llegada de esas so~bras, que lo son para la multitud no esclarecida, cuya comprensión no puede aún adquirir conciencia del hecho ni, por lo tanto, explicai'se racionalmente el significado y alcance de tal acontecimiento. Pero aquellos espíritus viven ya las primeras consecuencias del mismo, de las que, con razón, se afirma que "no son ni tristes ni sombrías", sino "corno una nueva especie de luz", de aurora Es que con ella alumbra la certeza de la liberación del hombre
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cuestión que queda para las trastiendas de la fe y las tribunas de la módica "democracia cristiana". Al afirmar Nietzsche, que "toda osadía del cognoscente está permitida'', es lícita, viene a decirnos, que para el hombre, rescatado de su alienación en la trascendencia del Dios cristiano, queda abierta la libre empresa del conocimiento, sin las trabas teológicas y dogmáticas que habían limitado, y hasta anulado, sus iniciativas. Notemos que reaparecen en este aforismo las mismas imágenes del anterior, pero con el significado que les hemos asignado. El "mar abierto" es tal por haber sido aventada la concepción teocéntrica, mar cerrado, muerto para las empresas. y exploraciones humanas; el "horizonte libre", lo es por superación del trasmundo que veló la perspectiva del cognoscente; y la "nueva aurora" significa que la antigua "luz" del Dios externo y trascendente al mundo no ilumina ya a éste, que de este "sol" mortecino ha sido desencadenada la tierra para que ésta recobre su sentido y el hombre se idenHfique con el "sentido de la tierra" -el hombre como habitante de este minúsculo planeta, que desde luego no es el único asiento y posibilidad de la vida en el cosmos.

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CAPÍTULO

XI

ETHOS DE LA OBRA PERSONAL Y TRABAJO CAPITALISTA La voluntad no sólo dirige su querer a un fin inmanente a sí misma, que implica un constante aumento de poderío, sino incluso a uno que, trascendiendo la mera función del desarrollo biológico, intrínseco a la vida individual, apunta a una tarea, en la que ella deja su impronta creadora. Este último fin supone, por parte del hombre, la realización de una obra, de la cual el hombre es el creador, el forjador que, como una finalidad consciente, se ha propuesto. Por esta activi.dad creadora, el hombre se inserta en la corriente de la vida, en el proceso vital que trae a la vida formas en las que, como naturaleza que se organiza a sí misma, imprime su sello, así como el artista deja el suyo en la obra de arte. En Nietzsche, el modelo del hombre creador, cuyo espíritu se expresa en la obra, se opone al del mero trabajador, y el valor de la obra al del mero trabajo. Este, para no devenir trabajo mecanizado, sin alma, ha de exhibir el troquel espiritual del hombre productivo, o sea, debe traducir una actividad con cuyo resultado el trabajador, en tanto es un hombre animado de sentido creador y vocación de obra, establece una íntima relación vital y existencial. Así, en la concepción nietzscheana, surge el ethos de la obra creada y el de su creador, el hombre productivo, como aristada contrafigura del trabajo mecanizado y del ente exangüe encadenado al mismo. Este contra -ethos es consecuencia negativa y necesaria del maquinismo industrial y de la produc-

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ción capitalista que caracterizan a una época a la que Nietzsche le hizo el certero diagnóstico de su decadencia, época responsable de la civilización mercantilista y filistea, a cuyo colapso agónico hoy asistimos. "Si se quiere, pues, determinar el valor del trabajo, cuánto tiempo, dedicación, buena o mala voluntad, coerción, inventiva o haraganería, honradez o apariencia se emplea en él, entonces jamás se puede juzgar su valor, porque toda la persona tendría que ser puesta en el platillo de la balanza. Esto significa: ¡no juzgues! Pero el grito por justicia es el que ahora nosotros escuchamos de aquellos que están descontentos con la evaluación del trabajo. Si. se piensa más, se encuentra a toda personalidad irresponsable de su producto, el trabajo: jamás se puede, por consiguiente, derivar de él un beneficio; todo trabajo es tan bueno o malo como él tiene que ser en la necesaria constelación de fuerzas y debilidades, conocimientos y deseos. No está en el arbitrio del trabajador, si trabaja; tampoco cómo él trabaja. Sólo los puntos de vista de la utilidad, los más estrechos y los más amplios, han creado la valoración del trabajo". Nuestro tipo de civilización científico-técnica, como expresiones del régimen capitalista de producción con su progresiva tendencia a la tecnización integral y a la evaluación del trabajo por su utilidad, con el empobrecimiento vital que ello implica, no puede invocar para subsistir, en la forma que ella ha asumido hasta ahora, principios fundamentales ni ampararse en la tabla vigente de los presuntos valores eternos. Ella no es eterna y está minada por antinomias destructivas y catastróficas. Su consigna es la de la máquina que debe marchar, es decir acelerar el proceso de despersonalización del trabajo. Pero "la máquina es impersonal, ella sustrae a la porción de trabajo su orgullo, su bien individual y su defecto, lo que se adhiere a todo trabajo no maquinal, por consiguiente le quita su poco de humanidad. Antes, todo adquisición hecha a los artesanos

era una distinción de personas, con cuyos distintivos uno se rodeaba: el utensilio y el vestido llegaron a ser símbolo de recíproca valoración y conexión personal, mientras nosotros ahora, parecemos vivir sólo en medio de una esclavitud anónima e impersonal. El alivio del trabajo no se debe pagar tan caro". El rasgo saliente de lo que -de acuerdo a la habitual división de la Historia- se llama edad contemporánea, es la realidad del progreso material, el incremento adquirido por las formas externas de la civilización: técnica, maquinismo, industria, y su común denominador, la forma capitalista ele producción. Este proceso arranca desde el Renacimiento, en cuyo magnífico orto también emerge, en el decir de Jacabo Burckhardt, el mundo imponderable de la personalidad humana. Esta, apenas producido su promisorio realumbramiento, es olvidada y preterida por el absorbente impulso de la ciencia moderna hacia el dominio de la naturaleza exterior. La ciencia deviene un instrumento para la ambición utilitaria del hombre europeo. Este, tras afanosas etapas, subrayadas por los grandes inventos, por el vuelo prodigioso de la mecánica, comprueba que el instrumento posee una enorme eficacia, siendo aún susceptible de mayor precisión y poder, y que su sueño se está realizando, aunque dominios inexplorados y enigmas t'odavía rebeldes se levanten en la ruta de la experiencia, para acicatear aún más sus ansias de conquistas, su afán por encadenar a sus designios, con vistas al rendimiento útil, los fenómenos de la naturaleza. Es la edad científica por antonomasia. El apogeo ele la ciencia, con su corolario el perfeccionamiento de la técnica y el progreso de la industria, ha engendrado el vértigo de las conquistas materiales, la sed insaciable de riquezas. Es un paso decisivo hacia la mediatización y despersonalización del honl-

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bre. Se acusa un descenso. en la vida del espíritu, un empobrecimiento de todos sus contenidos vitales; el hombre occidental comienza a eclipsarse como hombre, como finalidad inmanente de sí mismo, a alienarse en los productos, en la mercancfa, a transformarse en un tornillo de la gran máquina de la producción capitalista, o en un autómata de la especialización científica. Por este camino se acentúa cada vez más la primacía de las cosas y del factor mecánico, devenido omnipontente, relegándose a un último plano el mundo de lo humano, de los intrínsecos impulsos vitales, que alumbró la aurora del Renacimiento. Así, el hombre, reducido a un mero engranaje de la vida industrial, mutilado en las tendencias expansivas de su personalidad, de su ser total, sólo ha aprendido a tener fe en las cosas, resignándose al proceso fatal en que ellos lo envuelven, pero carece en absoluto de fe en sí mismo. Al aprender de la técnica el empleo de la fuerza mecánica, pero no con un sentido humn.no, benefactor y liberador, pierde personalmente la fe en el ejercicio de las propias energías, las que definen la esencia íntimamente creadora del hombre. El mundo moderno ha visto prosperar la idea de progreso, de progreso lineal y anti-histórico, que se ha extendido a los distintos dominios de la actividad humana. Se habla de "progreso científico", de "progreso material" e incluso de "progreso moral", etc. Esta idea, <;:ara al espíritu occidental, se rebostuce y eobra vigencia hasta el punto que llega a ser dogma indiscutido. El progreso material, en sus diferentes aspectos, es, desde hfego, el hecho más evidente, la realidad que traduce, casi integralmente, el carácter de esta época. Es cierto que el hombre occidental pondera, como algo efectivo, el progreso moral y se enorgullece hasta el éxtasis del progreso científico. En lo que hace a este último, bien examinadas las cosas, se comprue· ba que sus resultados, en su mayor parte, se circunscriben a

;¡as ciencias aplicadas y que son escasos, aunque de mucha ta, en la esfera de la ciencia pura, sobre todo en la. física. E'.n -tal sentido, el interés puramente especulativo de la ciencia no -es muy grande, siendo sus objetivos preferentemente prácticos. Por eso, más que de progreso científico, en sentido estricto, ,cabe hablar propiamente de progreso técnico e industrial. El decantado progreso de la ciencia y de la tecnología en -el régimen capitalista, lejos de co.ntribuir al enriquecimiento vital y a la elevación espiritual del hombre, del obrero, se resuelve en mecanización, en avasallante progreso material y en ,explotación. La labor especializada de la ciencia, sin duda, beneficia materialmente a la civilización, pern al precio de la mutilación espiritual de los que hacen profesión de ella. La especialización científica, la llamada división del trabajo especie de fiat utilitario de la civilización moderna- practicados a ultranza y sin contralor, han terminado por hacer del :hombre un autómata, transformando su inteligencia en un mecanismo inánime, en una máquina de inducciones cuantita· tivas. La investigación científica, en estas condiciones, carece de un principio unificador, de una visión integral, y tiende fatalmente a mecanizar al hombre; agosta su emotividad, mata su .alma. Los cultores de la ciencia, en Occidente, confinados en los ,compartimientos estancos de sus especialidades, son impotentes para elevarse a una visión que abarque en su conjunto el panorama de la múltiple y variada actividad humana; no han podido lograr, en su tarea al servicio de la comunidad, una -síntes~s ideal que unifique, otorgándoles fin:alidad ética, los .resultados parciales y siempre fragmentarios de su pesquisición unilateral. La actividad del profesional de la especialización científica es una actividad que, por su propio naturaleza, propende a despersonalizarse cada vez más, porque a medida que :Se intensifica y acota rígidamente su dominio, más se sustrae

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al ritmo creador del espíritu, perdiendo todo contacto con la fuente de la espontaneidad vital. El mal profundo y general de nuestro tiempo, su acentuado carácter negativo, consiste, para la civilización occidental, en Ia ausencia de una síntesis vital, de un ideal humano orientador. Es que nuestra civilización ha desintegrado al hombre, reduciéndolo, para satisfacer sus fines exclusivamente utilitarios, a una pieza de su complicado y omnímodo mecanismo. Todo ésto conduce, en el orden de la utilización de los inventos de la ciencia, es decir de las consecuencias de la ciencia aplicada, a la tecnización progresiva, proceso jüstificado y sancionado por una religión de la técnica y una tecnocracia, paladina confesión de la nueva barbarie que ha hecho presa del hombre, para deshumanizarlo y disponer así de él como de un mero valor instrumental. Ante esta dolorosa y descarnada realidad debemos poner en duda el "progreso moral" y humano que con tanta ligereza se pregona. No se acusa un verdadero progreso en la moralidad, ni en el desarrollo general de la vitalidad humana, pese al moralismo y al culto de la vida de que alardea la civilización occidental. Moralismo carente de contenido e industrialismo efectivo, con su aneja barbarie politécnica, se corresponden perfectamente. La moral, la cultura ética que proclama y no practica el hombre occidental, no es nada más que una especie de salvoconducto para su acción utilitaria desmedida, en una palabra, la bandera que cubre la mercancía.

nes, que han escrito sesudos y voluminosos tratados sobre eI sistema del trabajo técnico y, en general, sobre la técnica y sus presuntas virtudes, ésta tiende a liberar al hombre de parte del pesado yugo del trabajo material, a mejorarlo humana y espiritualmente. Según estos especialistas, lo primordial en eJ trabajo técnico es la actividad espiritual, de la que depende, en principio, la "actividad" automática que hay en el mismo. El trabajo técnicó, nos dicen, "debe ser humano, humanamente dirigido". En este supuesto, superando lo puramente mecánico, la técnica nos orientaría hacia un ,ideal en virtud del cual ella sea comprendida y aceptada no como "fin", sino como "medio".

Ha sido olvidado el concepto de "técnica", en la originaria y noble significación con que lo formulara Sócrates, es decir~ la técnica entendida, no sólo como el empleo inteligente de fas fuerzas y recursos naturales para informar y dominar una materia dada por la naturaleza, sino también el procedimiento que pone esencialmente las fuerzas naturales al servicio de fines específicamente humanos. Si prestamos fe a teóricos solem-

La gran ventaja de la técnica, tal como la concibe el capitalismo occidental, de acuerdo al mismo supuesto, es que "tiende a hacer cada día más innecesario el trabajo manual". Que· el progreso de la técnica, la automación encamina a este resultado, es un hecho evidente;· pero debemos reconocer que por ello se engendra una grave anomalía, una desventaja en un aspecto fundamental. Porque si es cierto que el hombre se libera del trabajo manual, es al precio de una verdadera mutilación de su personalidad, desde que paulatinamente se con-. virtió en una pieza de las máquinas, al ser absorbido por una función automática, la que anula en él la posibilidad de perfeccionamiento mental y humano y asimismo~constriñe el despliegue de direcciones vitales, esenciales para su desarrollo armónico e integral. Una cosa es lo que debe ser, según los principios ideales que la técnica presupone, y otra muy distinta lo que en realidad sucede: los desastrosos efectos del trabajo técnico, la acción deshumanizadora del maquinismo. Si la máquina perfecta, cuyo funcionamiento hará innecesaria la cooperación mecanizada y cuantitativa del factor humano, ha: dejado de ser una quimera, ella engendrará en vastos sectores, laborales -de Occidente, la desocupación.

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Los teorizadores de la técnica, reconociendo los males oca·sionados por ésta, apuntan la necesidad de imprimirle un carácter cultural y humano. ¿Es posible esta humanización de la técnica? Abrir semejante interrogación es abocarnos al difícil problema que plantea el marcado desacuerdo existente entre el progreso técnico y el llamado progreso moral, el grado efectivo de perfec:ionamiento espiritual y humano. Este desacuerdo, que denuncia el interno desequilibrio de la civilización occi·dental, proviene de que el progreso técnico y, en general, el progreso material, se han realizado a expensas del desarrollo espiritual, a cambio de un retardo, de . una detención en el proceso vital. Tan patente es la desproporción entre ambos, que el incremento adquirido por el primero nos parece, con razón, monstruoso, y, ante su realidad, nos punza el ánimo un angustioso sentimiento de inadaptación. Es que el hombre .occidental, al sacrificar su desarrollo espiritual y la progresión ·de su vitalidad al. progreso técnico, ha acabado por depender de los instrumentos que ha forjado. Ha quedado reducido él mismo a un instrumento secundario. En medio del complica·do andamiaje de la civilización moderna, lo vemos accionar cual fantasma, en el que un estricto automatismo ha suplantado la iniciativa de la vida espontánea. La máquina, de cuyo funcionamiento él llegó a ser pieza accesoria, ha despotencializado su vitalidad, mecanizado sus impulsos, disgregado su alma, re.duciéndola a la peor servidumbre, la que, por ausencia de toda inquietud de humano perfeccionamiento, amenaza cristalizar en un estado de resignada abdicación de la libertad interior.

'férrea armazón, de su ruidoso y sórdido industrialismo, -deshumanizadora tarea utilitaria ¿cómo reencontrar al L
La civilización capitalista, carente de un ideal esencial, de principios fundamentales y permanentes, sin raigambre en el ,estrato primigenio de los instintos básicos del hombre, es por .dentro distorsión y dolor, y sólo externamente esplendorosa y brillante. Por esta ruta, hoy llena de ruinas, ¿hacia dónde va ,esta civilización? A través de su ilusivo brillo externo, de su.

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CAPÍTULO

XII

LA LUCHA POR LA JUSTICIA SOCIAL Todos los interrogantes, que acabamos de formular, se apretaron trágicamente en el nudo gordiano que la últi_ma -crisis bélica, la cual en Occidente tuvo su desenlace en el terreno militar, mas no todavía en el social, no ha desatado y sí parcialmente cortado con la espada, con una espada de áurea empuñadura, bien forjada por la técnica y de doble filo palítico. Los hilos sueltos se reanudan en el mismo drama secular, sólo que en un acto más avanzado y con otra dimensión, en -el drama del hombre de hoy y de las masas laboriosas agobiadas por la enorme interrogación de su destino futuro. Tantos interrogantes juntos requieren una respuesta integral y ésta parece venir envuelta -pliegues en que se oculta la musa trágica conjurada por Nietzsche- en la tormeúta que ruge en el horizonte social de Europa y del mundo. La humanidad occidental, después de haberse precipitado impetuosamente en la primera guerra mundial y en la revolución subsecuente, acusó un notable descenso en sus pulsaóones vitales. Pensó que había corrido en vano tras utópicas aventuras, y se sintió postrada por el cansancio y la decepción. Pero este estado tan sólo era la pausa en que se relajaba una acometida frustrada ele la voluntad de poderío. Esta humanidad, por haber apurado quiméricos afanes, fué presa, momentáneamente, de honda desilusión. Pero, obligada a afrÓntar la realidad insobornable, buscó en ésta nuevos motivos para ilusionarse, para tender hacia el futuro el arco de una renaciente .esperanza utopista. Vino la labor reconstructiva; la vida reco--

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bró su ritmo, y el alma de los hombres se encaminó de nueve> hacia su anheladai plenitud. Contra lo decretado por los ideólogos de la decadencia de Occidente,_estaba, sin duda, reservada_ una primavera más para la planta humana. Se anunció una nueva floración de los ideales. Es que el alma occidental no había agotado todas sus posibilidades. Un presente grávido de formas inéditas, de nuevas estructuras sociales, iba descubriendo a nuestra e~' wsidad y afán creador, en un ámbito humano cada vez mejo:r explorado, nuevos motivos de esperar, de vivir, de perfeccionarnos. El hombre, dilatando su propio paisaje, se planteaba, con más intensidad que nunca, los grandes problemas del mundo y de la la vida, y todos aquellos que atañen directamente a su naturaleza moral y a su trayectoria terrena. Preocupaciones más hondas, encaminadas a la vigencia de un ideal de justicia social y dignidad humana, se insinuaron a su sensibilidad aguzada, enriquecida y alerta. Hoy, a esta alma, tan persistente en sus ensueños, tan propensa a dejarse electrizar por grandes y súbi-tas ilusiones, la hemos visto ".ivir y lacerarse en una peripecia bélica mucho más terrible que la anterior, y, sin embargo, pugna y reverdece en ella la esperanza en un futuro mejor; sueña con una proficua era de paz y de concordia, de comprensiva convivencia de todos los hombres, bajo el signo de la justicia social. En la hora actual, lo que concentra y moviliza todas sus energías es precisamente"' la pasión por la justicia social, la cual, por la forma y volumen que ella asume en esta etapa de radical transformación, delata la presencia de la voluntad de poderío, en uno de sus grandes avatares. Ella aun no ha salido, puede decirse, del horror de la última guerra, que ha destruído los tesoros artísticos y sembrado de ruinas el suelo de una gran civilización, y ya dibuja en lontananza los luminosos perfiles de nuevas utopías. Es que la vorágine bélica misma, especie de fenómeno cósmico destruc-

tor, iba impelida por el pathos de un ideal revolucionario deproyecciones planetarias, es decir, utópico. En el hórrido senode la destrucción y de la muerte se incubaban, para esta alma siempre capaz de esperanza, floras de ilusión. El rumbo de embestida del huracán, con la tempestad que le sigue, apunta a un futuro incierto, preñado de sombras y de peligros, pero el alma ilusionada se enciende en la visión radiosa de una tierra prometida, que, a la postre, se esfumará como uno de los tantos mirajes que, en el pasado, la hicieron acelerar la marcha y quemar etapas. Si ha logrado la paz, si la dulzura del oasis suaviza sus pasiones y aquieta sus ímpetus, se le aparece de nuevo el demonio tentador con el señuelo de una promesa y le infunde, para materializarla, el ansia de tentar otra vez el albur bélico. Diríase que vive alucinada por los consejos que, en esta coyuntura, Zarathustra da a los hombres: "Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la tregua corta mejor que la larga". "Yo no os aconsejo para el trabajo, sino para la lucha. No os aconsejo para la paz, sino para la victoria. ¡Que vuestro trabajo sea una lucha, que vuestra paz sea una vitoria!" Ahora ella tiene que guerrear por la paz para conquistar la victoria de la justicia social, la pasión que hoy informa totalmente su tormentoso querer. Dispuesta siempre a superar la realidad, a hacer de ésta trampolín para el salto a las regiones ideales, para las aventuradas construcciones utópicas, ella arroja el velo de sus ilusio-nes sobre las más trágicas antinomias sociales, sobre las miserias y dolores de una humanidad sangrante y desgarrada. Porobra de esta ilusión creadora asiste a su propia palingenesia y se templa en el hervor milenario de los grandes mitos que la impulsan hacia metas lejanas. Tras los momentos de decepción y desalient{>, viene siempre el del entusiasmo, que la galvaniza y le comunica nuevos ímpetus. Corre de nuevo en pos de lasutopías, de los fines que le anticipa su voluntad de poderío, y

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-{:Onoce así .la tensión de un gran anhelo, que ella identifica con una gran tarea, en el que concentra todas sus potencias. Y así le acontece que después de haber desarrollado un esfuerzo enorme, empleado en su mayor parte en el vacío, torna a experimentar un aflojamiento en sus íntimos resortes. Son alternativas y avatares de un alma que dispone de inagotables reservas de ilusión, las que luego de cada derrota de sus esperanzas,
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cesario el estallido de esta- última guerra, consecuencia de la voracidad imperialista y de la inhumana· hipertrofia de la tecnización de una civilización mercantilista, para que se imponga con operosa evidencia la tarea ineludible de encaminarnos a una verdadera vida moral y humana, pauta integrada por todas las direcciones e intereses del ser del hombre .. E~ medio _ de la pernicioso vigencia de los seudos valores, se ms1núan ya posibilidades constructivas y despunta el rumbo del combate social y espiritual. Se trata nada menos que de la fundamental tarea de revitalizar, salvaguardando sus gérmenes más valiosos, la actividad anímica, de reconstituir la vida consciente, mediante la iniciativa de la razón responsable y libre. No sería, entonces, aventurado confiar que nuestro siglo reali.ce todavía una rehabilitación del hombre, lo encamine hacia un ámbito soleado, propicio para el despligue de todas sus fuerzas vitales. Cabe, quizás, esperar que un soplo primaveral remoce a la agostada humanidad, que el fuego sagrado del .espíritu se encienda de nuevo en el viejo crisol de las purificaciones, que la mutilada criatura humana se reencuentre en fa totalidad de su ser, hoy escindido y ultrajado.

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CAPÍTULO

XIII

EL NIHILISMO EUROPEO Nietzsche, afincado en el principio de una nueva valoración de la vida, la que, como ya hemos visto, gira en torno de una transmutación de los valores, dilucida el fenómeno que él llama "el nihilismo europeo". El nihilismo, en general, es una consecuencia de la fe en la moral, del imperativo de veracidad que ella ha formulado y desarrollado; es, pues, el estado gue tiene que resultar necesariamente de la concepción de la vida de la era cristiana. En tanto es derivación y contera de la interpretación del valor de la existencia por el cristianismo, aquel es una expresión de decadencia. Para erigir una nueva tabla de valores, medida por una vida ascendente y afirmativa, Nietzsche llega a un rechazo radical de todos los valores hasta ahora vigentes, consistiendo en. ésto su nihilismo axiológico. Mientras seguimos manteniendo nuestra creencia en la moral, condenamos la vida. Hay un nihilismo activo, que es signo de un incremento de poder en el espíritu, camino que nos conduce a una nueva valoración, y un nihilismo pasivo, que es signo de decadencia e implica un aminoramiento del poder del espíritu. La única escapatoria al nihilismo -nombre doctrinario con el que Jacobi bautizó a la absoluta negación y la tesitura que inclina a ella- es afrontar una radical transvaluación de los valores. En el desarrollo .del "nihilismo europeo'', como síntoma, y diagnóstico de un proceso de declinación y caducidad, ve Nietzsche una serie de períodos, con sus correlativas proyecciones sociales y políticas, el último de los cuales es "el período

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/ de la catástrofe", que, desde el abismo de la crisis, debe quizá conducir a la salud y fortalecimiento del hombre europeo, quien se reconocerá a sí mismo en u?a nue,va. tabla d_e ~ienes y valores, en la que él, como primer signo rumco del id10ma de la vida, asumirá el grado más alto de la escala, con su voluntad de poderío cristalizando en una moral de señores, de dominado;es. Este último período será el del "advenimiento de una doctrina que pasa a los hombres por el tamiz, que lanza a los débiles, y también a los fuertes, a decisiones". No cabe detener la caducidad levantando instituciones, como ingenuamente lo imagina el socialismo, que propugna un ideal de decadencia. Al bosquejamos el cuadro de las perspectivas que resultarán de este desenlace catastrófico del nihilismo, la visión de Nietzsche se torna profética. Sus ideas son anticipaciones: la cuestión social misma es el resultado de la decadencia de una forma de vida con sus instituciones y valores. "El socialismo, como obje- , tivo de la tiranía de los más insignificantes y los más tontos, es decir, de los superficiales, envidiosos y de los "en sus tres cuartas partes actores", es de hecho la consecuencia de las "ideas. modernas" y de su anarquismo latente; pero en la atmósfera tibia de un bienestar democrático dormita la facultad de concluir o bien de llegar a una conclusión. Se sigue, pero no se concluve más. Por esto el socialismo en conjunto es una cosa agria ; desesperada ... No obstante, como topo inquieto .bajo el suelo de una sociedad que rueda hacia la estupidez, el socialismo puede ser útil y salvador; retrasa la "paz sobre la tierra" y la total compensación del rebaño democrático, y obliga a los europeos. . . a no abjurar del todo de las virtudes viriles y guerreras ... ". A la moderna democracia, con sus artilugios representativos y parlamentarios, la caracteriza como una forma de disolución y caducidad del Estado. "En todo tiempo el democratismo ha sido una forma de decadencia de la fuerza organizato-

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ria". Con el apogeo de las instituciones en que la democrada se apuntala, la libertad, en cuyo nombre y servicio precisamente tales instituciones fueron creadas, perece. "Las instituciones liberales cesan de ser liberales tan pronto como ellas son alcanzadas; después no hay nada más malo y más profundamente perjudicial para la libertad que las instituciones liberales. ~ ., ellas son la nivelación de montaña y valle, elevadas a moral, empequeñecen, hacen cobardes y sensuales; con ellas triunfa siempre el animal de rebaño". La verdadera libertad, capaz de traer al mundo instituciones indemnes por mucho tiempo al declive, al virus .de la decadencia, entraña voluntad para la auto-responsabilidad; libertad significa que los instintos viriles y guerreros tienen el predominio sobre otros instintos que inclinan a la molicie, como el de la felicidad. Con gran sagacidad y amplitud de enfoque histórico, Nietzsche confronta esós principios con la vida y posibilidades de las naciones europeas, con la distribución de poderío entre las potencias mundiales. "Para que haya instituciones -nos dice- tiene que haber una especie de voluntad, de instinto, de imperativo antiliberal hasta la maldad: voluntad de tradicfón, de autoridad, de responsabilidad más allá de las centurias, de solidaridad retrospectiva y prospectiva en el encadenamiento de las estirpes in infinitum. Cuando existe esta voluntad, entonces se funda algo como el imperium Romanum: o como Rusia, la única potencia que hoy tiene fuerza de duración, que puede esperar, que algo aún • puede prometer; Rusia, el concepto opuesto del deplorable particularismo estatal y nerviosidad europeos, los que con la fundación del Reich alemán han entrado en un estado crítico ... ". ¡Nietzsche escribía esto en 1888! (Gotzen-Dfunmerug, par. 39) . El Occidente, con sus dependencias culturales y técnicas, relativamene autónomas (América) , no posee más aquellos instintos de los cuales nacen las instituciones, de los . cuales nace, estructuralmente configurado, el futuro. "Se vive

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para hoy, se vive muy de prisa, se vive con demasiada irresponsabilidad: justamente a esto se le llama "Libertad". ".-quello que de instituciones hace instituciones es despreciado, odiado, rechazado: Cuando a la palabra "Autoridad" se la pronuncia en voz alta, uno se cree expuesto a una nueva esclavítud. Tan lejos va la decadencia en el instinto de valoración de nuestros hombres políticos, de nuestros partidos políticos que ellos instintivamente prefieren lo que disuelve, lo que apresura el fin ... ". Lo que precede parece escrito hoy en presencia de los acontecimientos. Nietzsche percibía, merced a la disposición hipersensible de su espíritu, el rugir _d~ la to~m.e~ta lejana, sentía en sus nervios la carga de electnc~dad histonca que se estaba acumulando en los senos de la vida europea y vió venir y anunció la época drílfllática en que había de entrar el mundo occidental como consecuencia de la grave crisis de valores y pugna de ideas por las que estaba internamente trabajado y escindido: "Yo prometo una edad trágica: el arte s~­ premo de decir sí, la tragedia renacerá cuando la ~u~am­ dad tenga a sus espaldas, sin sufrir por ello, la conciencia de la guerra más dura, pero necesaria ... Habrá guerras como no las ha habido hasta ahora sobre la tierra". Agitado por esta terrible certidumbre, arroja una penetrante mirada sobre la posible y probable distribución del poder entre las grandes naciones del mundo: "Me parece que el don de inventiva y la acumulación de fuerza de voluntad son, merced a un gobierno absoluto, mucho mayores y están más intactas entre los eslavos; y un gobierno germano-eslavo del mundo no pertenece a las cosas más inverosímiles". Los ingleses no saben superar las consecuencias de su testaruda a~to­ soberanía, con el tiempo admiten cada vez más a los homznes novi en el timón, 1 últimamente a las mujeres en el parlamento. Pero hacer política es, en última instancia, capacidad hereditaria: nadie comienza de hombre privado para llegar a

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ser una personalidad política con inmenso horizonte". Previó ,él, con singular acierto, que en el presente siglo el estado de Europa, que ya vivía en constante peligro, llevaría de nuevo ~l cultivo y afirmadón de las virtudes viriles. El problema que se cernía en el horizonte histórico era, nada menos, que el del dominio del mundo, el de una lucha por el poder hegemónico y la expansión. · Atisbando las futuras constelaciones de los grandes grupos humanos, afirma: "Rusia dominará a Europa ·y Asia; tiene gue ser colonizadora y ganar a China y la India. Europa será como la Grecia bajo el dominio de Roma ... ". "El poder ya ha sido una vez dividido entre eslavos y anglosajones. El influjo espiritual podría estar en manos del europeo típi<:o ... Pero si Europa cae en manos de la plebe, entonces se acabó la cultura europea. Lucl1a de los pobres contra los ricos. Por consiguiente esto sería un último arder de la llama". Es sintomático, en el sentido del acierto de su prognosis, que no compute, para nada, a las naciones latinas, ni a España ni tampoco a los pueblos "de Latinoamérica. Es que vió perfectamente que, de estas naciones, algunas aceleraban el ritmo de una decadencia casi irremediable (Francia, España, Italia) -y las otras eran frustrados conatos, lastimosos proyectos de estructura estatal y nacional, sin existencia histórica, cuyos territorios se valoraban únicamente como -lugar propicio para 1a incursión utilitaria de las corrientes migratorias (los países
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do de la religión y no hubiese superado para siempre la limitada y exclusiva concepción religioso-eclesiástica de la esencia y tarea del Estado; como si Nietzsche, consignando algo decisivo y fundamental, no hubiese subrayado esta verdad: "El cristianismo es posible como la más privada forma de existencia; supone una sociedad estrecha, retirada, absolutamente apolítica, pertenece al conventículo. Un "Estado cristiano'» una "política cristiana", por el contrario, es una impudencia, una mentira, así como un comando cristiano del ejército, que finalmente terminase por tratar al "Dios de los ejércitos" como jefe de estado mayor. El papado tampoco ha estado jamás en situación de hacer política cristiana ..."; en fin, como si todas las realizaciones históricas del Estado, desde el comienzo de la modernidad europea, no alejasen definitivamente de aquel modelo anacrónico, hoy de imposible actualización. Nietzsche vió, pues, que las naciones latinas, puestas en la pendiente de la decadencia, entrarían en el cono de sombrav de la sombra proyectada por aquellós grupas monitores, centrados en un impulso hegemónico hacia el gobierno y dominio del mundo.

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C.JU>ÍTULO

XIV

LA IRRUPCION DE LOS RUSOS La edad trágica que anuncia Nietzsche es la que debec venir después de la épaca plúmbea y decadente en que, con todos sus artilugios técnicos, alcanza su apogeo la civilización·. mercantilista y que necesariamente debía desembocar en el "período de la catástrofe"; es decir, después que la humanidad, nivelada por el afán igualitario de las masas en trance de ac-cesión al destino histórico y al dominio político, allanada por los valores puestos en vigencia por la "moral de los esclavos",: se haya purificado en el crisol de la guerra "más dura y necesaria", de una guerra que como fuego desvastador ha pasadq sobre el suelo milenario de Europa, quemando todas sus malezas, para prepararlo para una nueva siembra, para que el es-píritu de la tragedia y de una vida renaciente enciendan una primavera más en el viejo tronco de la cultura greco-latinogermana. Con la llegada, con el ascenso de los rusos al área histórica de Occidente un temblor inédito, pre-anuncio de futuras. gestaciones iba a recorrer el cuerpo y el espíritu de Europa,: en cuyo predio, testigo de tantas y tan egregias floraciones y humanizado y embellecido par tantos sueños, se sentirían, urv tanto apagados por el redoble de los tambores, los pasos de Dionysos redivivo, pero de un Dionysos igualitario y revolu-cionario. Serán tiempos de ensayos y experimentos, en el terrenO', social y político; el hombre se sentirá ganado por un sentimiento de rebeldía. Es una época de transición, y así la siente

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individuo en lo que atañe a su suerte y a sus posibilidades :históricas. Nietzsche previó el rumbo y los grandes acontecimientos de la actual centuria por ciertos signos que considera inequívocos. "En primer lugar, la entrada de los rusos en la cultura. ·una finalidad grandiosa. Proximidad de la barbarie, despertar -de las artes, generosidad juvenil y delirio de la fantasía y efectiva fuerza de la voluntad. Segundo signo: advenimiento de los ,socialistas. Parejamente impulsiones y fuerza de voluntad efec'tivas. Asociación. Inaudito influjo de los individuos. El ideal ,del sabio pobre es aquí posible. Ardientes conspiradores y visionarios, lo mismo que las grandes almas, ·encuentran sus iguales. Llega una época de brutalidad y rejuvenecimiento de fuerzas. En tercer lugar, las potencias religiosas siemp1~e po·drían cobrar bastante fuerza para una religión ateísta a lo Budha, la que supere las diferencias de las confesiones, y la ciencia no tendría nada en contra de un nuevo ideal. Pero universal amor humano no habrá! Un hombre nuevo tiene ·que perfilarse". Este hombre nuevo no será un hombre gre_gario y que se conforme con seguir el ritmo del movimiento -Oe la masa y nivelarse a sus exigencias y reclamos igualitarios, :sino que sabrá centrarse en su tarea peculiar e intransferible, tendrá vocación para una soledad digna y producth::a, propicia al despliegue integral de sus fuerzas, a las audaces empresas del arte y al lujo vital. "Cien profundas soledades forman :juntas la ciudad de Venecia; éste es su encanto. Una imagen _para los hombres del futuro".

-que sepa cumplii con estas exigencias, encaminándose, así, a través de la libertad conquistacJa, al goce de su poder intrín-.. cSeco, a una armónica y soberana plenitud vital. El ideal del l10mbre futuro, aquí bosquejado, es el hombre libre y plenip.otente, que no se ha realizado de modo exhaustivo en ningún ~Jemplar histórico, siendo el tipo del hombre romano y el de algunas individualidades del Renacimiento sólo aproximaciones al mismo. Ser libre, para Nietzsche, es: "Querer ser responsa~!: de sí mismo, conservar firmemente la distancia que nos chstmgue (de la multitud de seres no libres), permanecer indiferente al sufrimiento, a la dureza, a la vida misma. Estar pronto a sacrificar los hombres a su obra, sin exceptuarse a sí mismo. Libertad significa predominio de los instintos viriles, belicosos y victoriosos sobre los otros, por ejemplo sobre el ~e la felicidad. El hombre liberado, y mucho más el espíritu ~beraclo, huella la despreciable clase de felicidad con que sueIDan los mercaderes, los cristianos, las vacas, los ingleses y otros demócratas. El hombre libre es un guerrero". Nietzsche adopta el lema de un margrave brandenburgués del tiempo de la Reforma: "Adelante en el duro combate'', y nos dice (en una ele sus cartas, la de fecha 28 de abril de 1874, dirigida al doc:t:or Carlos Fuchs) que "el soldado es el único hombre libre. Aquel que quiera ser, permanecer, o llegar a ser un hombre libre, no puede elegir: ¡Adelante en el d~ro combate!". ,

El hombre anunciado por Nietzsche es el hombre que para :ser fiel a sí mismo y a los designios históricos de la época en Ja cual le tocará vivir, debe identificarse con el profundo na~ .mado de su ser total; apurar la concepción agonal de la vida, ..sentir su destino como tragedia y abrazarse a la más dura lucha por la propia afirmación. Será libre en la medida en

El tipo de hombre futuro, que Nietzsche contempla, está Hamado a predicar con el ejemplo el apasionado evanaelio ,de la potencia y del vigor, motivos centrales del ideario ~etz­ schean~. Para a~rir camino a esta posibilidad, a este proceso encammado hacia su meta, hay que instaurar sin demora al hombre volitjvo e instintivo, y ésto, a su vez, requiere y urge una transvaluación de todos los valores puestos en vigencia por la moral de los esclavos, a cuyo triunfo abrió cauce el cristianismo al predicar la piedad, el amor, el culto de los débiles

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y de los miserables, negando todo derecho a los fuertes. Nietzsche afirma al individuo fuerte, desplazado por el cristianismo,. por su moral ascética, que sólo concede a los débiles el derecho a la piedad y al respeto. No es extraño, 'entonces, que él lógicamente vea en la moral cristiana la raiz originaria de la decadencia, y que defina al cristianismo como una rebelión de! esclavos en la moral. Esta moral proscribe, después de estigmatizarlas, todas las virtudes naturales del hombre que ignora la corrupción y que por la salud y vigor de sus instintos y sen.~ timientos no puede caer en ella; declara vitandas todas aquellas virtudes naturales y viriles que exhornaron a griegos y romanos de la mejor época, la del apogeo y floración de su cultura e ideales políticos y estatales. El hombre que aspira a restaurarse en la integralídad de sus potencias y a exaltar en su propio ser los valores vitales, las posibilidades de este mundo, tiene, ante todo, que luchar por dar un sentido a la tierra~ al mundo y al ser terreno, agostados y desvalorados por el cristianismo y su moral ascética.

CAPÍTULO

XV

LA REVOLUCION SOCIAL Su preocupación por el destino del individuo, su enfoque
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mejorar su situación significa hácerlas más capaces de padecimiento". Por lo demás es un hecho que los fermentos de descontento y rebeldía por el estado en que se hallan las clases. populares, el pathos ele la justicia social y la formulación de Jos ideales reivindicatorios de tipo revolucionario han surgido, como un grito de protesta en presencia de una huma1iidad expoliada y mutilada, en la conciencia de los mejores, de los más sensibles. Ahora bien, si se contempla no el bienestar del. individuo,. sino los grandes fines de la humanidad, cabe entonces preguntarse una y otra vez si en aquellas situaciones sociales ordenadas, que exige el socialismo, podrían obtenerse parejaroente grandes resultados para la humanidad, como se lograron en las situaciones socialmente sin ordenación, y hasta rayanas en io caótico. "Verosímilmente el grande hombre y la obra grande sólo crecen en la ibertad de los países incultos. La humanidad no tiene otros fines que los grandes hombres, y las obras grandes". Porque en la sociedad, dentro de la organización y orden imperantes, mucho trabajo duro y ordinario tiene que ser hecho, es necesario mantener hombres que se sometan al mismo, mientras las máquinas no puedan ahorrar este trabajo. Cuando en las clases trabajadoras penetra la necesidad y el refinamiento de b alta cultura, ellas no pueden hacer más aquel trabajo sin sufrir en exceso. Así, un trabajador evolucionado, con cierto grado de formación, busca el ocio y desea no alivio en el trabajo, sino la liberación del mismo, es decir quiere que otro cargue con aquel. "De hecho, en los Estados de Europa, la cultura del trabajador y la del patrón frecuentemente se han aproximado tanto que la rutinaria exigencia del extenuante trabajo mecánico engendra el sentimiénto de-

rebelión". Desde _que los socialistas quieren el completo derroca-

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miento del orden social vigente vI la implántaci"ón de InS~Itu•· · t. • CIO?es que aseguren el mantenimiento de una nueva forma desoc1edad, de convivencia económica, ellos tienen que apelar a la fuerza para conseguirlo. Una evolución pacífica en este estado de cosas sólo· es posible si, por ser igualmente fuertes las;, exigencias opuestas, se deriva la lucha a un equilibrio resultante de un compromiso. "Sólo si los representantes del orden futuro se enfrentan en lucha a los de las viejas ordenaciones.. y ambas potencias se encuentran igual o semejantemente fuer-tes, entonces son posibles los pactos, y sobre la base de éstos surge después una justicia, pero derechos humanos no hay". Los socialistas están aliados con todas las fuerzas que des-truyen los usos, las costumbres, las restricciones tradicionales¡ merced a las cuales hubo bienestar en el mundo; pero "nuevas aptitudes constitutivas no han llegado todavía a ser visi-bles en ellos". "Lo mejor que el socialismo trae consigo es la, excitación que él comunica a los más amplios círculos: entre..;.tiene. a los hombres e introduce en las clases más bajas una especie de conversación filosófico-práctica. En este sentido él. es una fuente de energía para el espíritu". . ~ietzsche ha reconocido claramente los síntomas premomtonos de una subversión revolucionaria del orden social instaurado desde la Revolución francesa; ha vi~to que todas las antinomias de que está tejida la vida moderna no· tienen otr? desenlace que guerras y, como epílogo, la revolución socia!; .pero no ha puesto muchas esperanzas en la magnitud· del ex1to de ésta. "Las guerras son provisoriamente las más ~andes excitaciones de la fantasía, después que todos los éxta~­ s1s Y horrores cristianos han languidecido. La revolución sociali es quizás algo aún más grande, y por esto ella viene. Pero su. éxito s:rá más insignificante que lo que uno se imagina: la hum.amelad puede muc_ho menos de lo que ella quierer como se VlÓ en la Revolución francesa. Cuando el gran efecto r

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::ta embriaguez de la tormenta ha pasado, resulta que para po-der más se tenía que tener más fuerza y más ejercicio". Pero, con todo, las revoluciones y las 'guerras son el antídoto que necesita la vida moderna para neutralizar el exceso de protección que ella infundadamente reclama contra todos l~s peligros, sin los cuales desaparecerían toda vivacidad, arrogancia e incitación, ingredientes que requiere la vida para no amortiguar sus ímpetus y estancarse en calma sepulcral. Las grandes esperanzas que Nietzsche pone en el futuro de Europa se nutren de la convicción de que volverán a brillar las virtudes viriles, precisamente porque las naciones europeas viven en constante peligro. Considera que la revolución ·es inevitable y que la primera consecuencia de ella será la disl ~gregación en la anarquía de la burguesía liberal y capitalista. El vendaval revolucionario acabará de atomizar a Europa, de suyo estatalmente ya atomizada, para llevarla a una grandiOJ sa síntesis, a la unidad cultural y política e inclusive económica. "Todo tie~de hacia una síntesis del pasado europeo en los más altos tip6s espirituales". En la síntesis total habrá que -contar con una nueva dimensión fundamental, dinámica y plasmadora: la irrupción de los rusos en la cultura y en la :política europea.

sospechados marcaría su hora en el cuadrante histórico Occidente: la primera guerra mundial, con su secuela; la revOlución comunista y el advenimiento del régimen soviético, y la segunda, que ha terminado en su aspecto militar y que, en definitiva, ha sido y es -con la revolución social, que iá:· prolonga y será su epílogo- una guerra por la hegemonía püJ lítica y la organización económica, cuya secuela fue la estabilización y expansión del régimen soviético, con su enorme poder material y su espacio ideológico en aumento, sobre. ámJ bitas étnicos, políticos, económicos y culturales mucho más dilatados ... Lo confirma el nacimiento de las "Democracias Populares", el avatar inmenso de la República Popular China, :Corea del Norte, Vietman e Indonesia.

Nietzsche ya vió en la Rusia de ,su época la marea en formación que incontenible. se volcaría sobre Europa, la germinación de posibilidades y fuerzas llamadas a interferir, a corto plazo en la perspectiva histórica, en el ulterior desarrollo de la vida europea y en la orientación de su cultura. "Veo más propensión a la grandeza en los sentimientos de los nihilistas rusos que en los de los utilitaristas ingleses". Dos acontecimientos de incalculable alcance habían de co~ locar en el primer plano de la más grande y dramática trans"'Valuación de valores sociales y políticos la misión europea y :nniversal de Rusia, la que con aceleración y poderío apenas.

El gigante ruso, tras su sueño milenario en la estepa, durante el cual no ha envejecido y sí acumulado fuerzas y juvenil entusiasmo misionero, ha despertado y está presente en todas partes, imantando aspiraciones y esperanzas con su mensaje ideológico, explosivo de más alta potencia que todas las bombas atómicas de que pueda disponer la civilización capitalista para preservar su imperio sobre una humanidad expoliada. (Nos referimos al explosivo ideológico, sin contar su poderoso armamento atómico e hidrogénico y, sobre todo, a los tres Sputniks y a los tres Luniks, que colocan a la U. R. S. S. a la vanguardia en ciencia, en tecnología y. . . en potenda defensiva y ofensiva). Ya dijo Dostojewski. con el sentido velado ele la profecía, presintiendo el influjo ecuménico de su patria: "Nosotros, rusos, somos un pueblo joven, cqp1enzamos recién a vivir, aunque ya tenemos mil años ele exisle~cia, pero un gran buque, para hacerse a la mar, necesita también aguas profundas". Hoy vemos al gran bajel ruso, después de haber surcado sigilosamente el mar profundo de su largo sueño, enfilar su proa hacia otros mares, hacia aquellos en cuyas costas de dulce clima floreció, sobre la penumbra del mi.to y por

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obra de estirpes próceres, la vigilia más bella y diáfana que conocieron los hombres. Es el comienzo de la época trágica, añorada por Nietzsche,. y con ella del despuntar también de grandes luchas, de la programación y acometimiento de grandes tareas; y, entre éstas, una de dimensión planetaria, la atinente a la dirección política y organización social del mundo. "La tarea del gob!erno mundial viene. Y, con ella, el problema de saber de que modo nosotros queremos el porvenir de la humanidad! Son necesarias nuevas tablas de valores; y la lucha contra los representantes de los viejos valores "eternos", como suprema oportunidad ... " "El refrán de rñi filosofía práctica es éste: ¿Quién debe ser el dominador del mundo?". Dominio del mundo, troquelación y enderezamiento del acontecer humano para acrecentar la vida sobre el planeta y proporcionar, así, al hombre la oportunidad de asumir el máximo de _poder compatible con su capacidad, tal es la con~ creción integral de la voluntad de poderío. El hombre, eje de la nueva valoración, habrá aprendido el supremo arte dé decir sí a la vida renaciente, la que, impelida por el soplo de la tragedia, por la necesidad y la fuerza de una de.cisión ago1,al, se le revelará como lo que ella es, como aventura planetaria de un destino en pos de su plenitud, como el más auda21 impulso metafísico urgiendo el flanco de una posibilidad cósmica. Sólo en esta última y total proyección política de si misma puede la voluntad forjar y señorear una imagen del mundo, que será también la imagen de su propio e intransfe· rible poderío, espejando su ímpetu plasmador y su trayectoria telúrica.

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CAPÍTULO

XVI

.ALLENDE LA ZONA CLARA ... Nietzsche vive sus últimos días de Turín, que también son los últimos de lucidez de su conciencia. Diversos signos premonitorios anuncian la catástrofe inminente. Su salud está al borde del derrumbe. Se produce el conocido episodio del 3 de enero de 1889: Al salir de la casa donde se alojaba vió en una parada de coches de alquiler, en la plaza Garlo Alberto, que un viejo y desmirriado jamelgo era brutalmente castigado por un cochero inmisericorde. Ante la tortura infligida al pobre bruto, sobrecogido de compasión -¡él que quería proscribir la compasión por los hombres como una debilidad, como un sentimiento depresivo!-, se arroja sobre el animal y sollozando se abraza a su cuello para protegerlo con su cuerpo de la ira del hombre. Fue el rayo que lo abatió, y con él quizá alumbró subterráneamente, en uno de los pliegues de la sombra que se cernía sobre su espíritu, una verdad vivida, apurada en el cáliz de la vivencia más dolorosa: un capítulo fundamental, que no alcanzó a escribir, sobre el sentimiento de compasión hacia los animales, como imperativo para el hombre. Este es el único ser capaz de explicarse su dolor, de proyectar la luz de la conciencia sobre el sufrimiento que le acarrea el destino o la maldad del prójimo. Esta luz de la autoconciencia es el destello del diamante más duro de la creación, brillando en la criatura más frágil y proyectándose hasta las zonas más oscuras de la realidad y de lo humano; ella es la coraza y la fuerza del hombre: le permite, inquiriendo el por

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qué de su dolor y del dolor en los demás seres, superarlo en el plano del espíritu e incorporarlo, como algo fatal y hasta necesario, a su visión del mundo y ele la vida. El animal, en cambio, no puede explicarse el sufrimiento físico que le inflige la maldad del hombre, y, con los ojos muy abiertos, con esa mirada en la que los poetas han creído sorprender una cifra del misterio ele la vida exterior, sucumbiendo a su destino ele irracional, soporta la flagelación, y al soportarla nos condena con la impotencia ele su mutismo, como si la vida misma, en su éxtasis milenario, herida y mutilada se asomase a aquella mirada para acusarnos, para reprocharnos nuestra crueldad y nuestra culpa. ¡Todo lo que debió sentir Nietzsche, y cuán profundamente, en aquel minuto en que esta verdad, asida viva y palpitante, sangró, mucho más que las otras que supo conquistar, hasta cegar su conciencia con el caudal ele su vena! No en vano nos advirtió: "Yo he escrito siempre todos inis libros con todo mi cuerpo y toda mi vida; no sé lo que son problemas puramente espirituales. Todas las verdades son para mí verdades sangrantes". Nietzsche, doblegado por una experiencia superior a sus fuerzas físicas, cayó sin sentido. Por fortuna, en ese momento, atraído por la conmoción callejera provocada por suceso tan insólito, atinó a pasar su huésped, el que, reconociendo a su inquilino en el protagonista del hecho, lo recogió y se lo llevó a su casa, recostándolo en un sofá, donde Nietzsche largo tiempo quedó inmóvil, mudo, desvanecido. Cuando se recobró, cuando retornó de su ausencia de sí mismo, del dominio ele una vivencia que yacía más allá de toda comprensión, allende la zona clara ele la conciencia, sintió que un doble ser divino alentaba en su espíritu: Dionysos y Jesús, el héroe de la embriaguez trágica y el héroe de la resignación trágica.

cartas, algunas muy bellas y sugestivas, -dirigidas a algunos de sus viejos amigos, como Jacobo Burckhardt, Erwin Rodhe~ Peter Gast, Overbeck, y a personalidades con las que hacía poco había trabado conocimiento epistolar, como Jorge Branclés y Augusto Strinberg. De estas cartas, unas están firmadas por "El Crucificado", otras por "Dionysos". Son sigúificativas, en su concisión, las destir:acfas a Peter Gast y a Branclés, y firmadas por "El Crucificado". Al primero le dice: "A. mí maestro Pietro. Cántame una nueYa canción: el mundo está transfigurado, radiante, y todos los cielos se regocijan"; la que dirige a Brandés reza: "¡Al amigo Jorge! Después que tú me has descubierto, no es ningún truco el encontrarme: lo difícil, ahora, es perderme". Erwin Rohde, a su vez, recibe un billete de "Dionysos", en el cual éste lo eleva hasta la altura en que él se encuentra, para que también more "entre los Dioses". Nietzsche vivió aproximadarnent~ once afios, después del eclipse ele su conciencia -melancólica puesta de sol hacia el cielo de la Hélacle, sobre la alegría clionysiaca que discurre a la vera de las viñas-; conservó casi intacta su afectividad, y no perdió el gusto por la música. De vez en cuando se encendían en él, sobre el fondo ele sombra, lampos ele ideación, como si el intelecto, refugiado en misteriosa cripta, prosiguiese su labor en torno a viejos problemas y meditaciones. Murió en "\,Yeimar el 25 de agosto de 1900. Incomprendido y hasta vilipendiado por sus contemporáneos, elijo de sí mismo, con referencia a la suerte ele su obra, que "había nacido póstumo", y dijo la verdad. Después ele la muerte de Federico Nietzsche, quizá el úl. timo de los grandes pensadores europeos, comenzó a difundirse su obra, a cobrar influjo su pensamiento, a suscitar admira· ción la nobleza moral ele su vida, siendo hoy universal su renombre de filósofo y ele poeta.

Entre- el 3 y 7 de enero, Nietzsche escribe una serie de

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CAPÍTULO

XVII

NIETZSCHE EN LA CRISIS DEL IRRACIONALISMO El irracionalismo, como posición gnoseológica y concep.:ción del mundo, se abrió camino en la filosofía contemporánea y devino una de las corrientes predominantes, conjugán.dose con otras direcciones afines, tales como la filosofía de la vida y las provenientes de la mística de diversas extracciones. La actitud y la doctrina, tanto en lo gnoseológico como -en lo metafísico, parten del supuesto de que un conocimiento puramente racional no es posible puesto que sus resultados -son insatisfactorios. Se consi
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ratio. Además se considera lo irracional como un elementoconstitutivo del sujeto cognoscente. De ahí que para el inamo- es verdadero objetivamente lo que se verifica en la actividad vital y sirve a la vida. La primacía de ésta es el fundamento sinecuanónico de toda ulterior pesquisición filosófica, de toda finalidad asignada al conocimiento científico y, por último, al comportamiento humano en su proyección social. No fue empresa difícil para el irracionalismo dar batallaal viejo racionalismo de las ideas -de origen platónico- y sus proliferaciones modernas con su visión estática del mundo y su impotencia para conceptualizar el devenir de las cosas y la dinámica del desarrollo histórico. También le fue relativamente fácil al inacionalismo presentar combate al apriorismo kantiano de las categorías del entendimiento y a sus avatares contemporáneos, representados por algunas direc-ciones neokantianas. Tarea mucho menos fácil de llevar a cabo y justificar fué, para la posición irracionalista, enfrentarse con el racionalismo dialéctico de Hegel, fundado en una amplia y medular filosofía del devenir. Con todo, el irracionalismo, incluyendo en tal denominación los diferentes enfoques que cabe discenir en esta coniente, logró difusión a par~ tir de fines del siglo XIX, alcanzando el apogeo de su influjo en las primeras décadas de nuestro siglO. Federico Nietsche fué el más destacado precursor de esta tendencia y, además, el primero en dar cuño filosófico y hasta timbre y resonancia poética a la palabra vida, abriendo camino a una "filosofía de la vida'', basada en la exaltación de los sentimientos, de las fuerzas irracionales del alma y hasta de los instintos. Ya señalamos, en el capítulo IV, que Niet:ische -valoró con pathos romántico, erigido en criterio absoluto, la cultura griega, lo que lo llevaría a exaltar y preferir los tiempos prii-nitivos y a considerar la época clásica del he-

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lenismo como decadencia. No era de extrañar, pues, la acen~ tuación de su actitud irracionalista en tal apreciación, ya que una de las fuentes de que se ha nutrido la filosofía irracionalista fué el romanticismo (de cuya postura Nietzsche paradoJalmente participa, a pesar de que, en teoría, fué su impug-nador). Nietzsche se-pronunció categóricamente contra la "razón",. a la que rehusa capacidad cognitiva, considerándola el "prejuicio" que nos coacciona a afirmar la unidad e identidad ele las cosas; aún más, afirma que el mundo de las cosas, pensaclopor la razón, sería una pura invención de ésta. Considera que, en un mundo en devenir, lo que llamamos "realidad" no es nada más .que una simplificación para fines prácticos o ilusión imputable a la tosquedad ele nuestros órganos. De ahí que él piense que "la lógica sólo maneja fórmulas para lo que permanece idéntico". La Voluntad de Poderío, Af. 517). Evidentemente, Nietzsche sólo tiene en cuenta la lógica formal, con la coordinación y combinación externa y abstr~cta ele sus diferentes estructuras, y desconoce lo que significa el clinamis-mo de la lógica dialéctica. Todavía su posición iITacionalista· asume un carácter más radical en la "voluntad de poderío", núcleo de inacliación de· su concepción filosófica y uno de los dos principios fundamentales de su metafísica. Ella es pensada como una fuerza enteramente irracional. Además, en virtud de su idea del eterno retorno ele lo igual (el segundo de sus principios metafísicos fundamentales), única "ley" a que obedecería la voluntad ele poderío, niega todo progreso y creación en el acae-cer histórico. Lo único que tiene sentido, para él, es el insurgir, corno centros ele irradiación ele la voluntad ele potencia,. como hitos del devenir histórico, de las personalidades señe:- _ ras, cuyo mensaje repercute en las masas, pero sin eco positiv0; en ellas y queda, por tanto, incomprendido e irrealizaclo.

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Su irracionalismo, su culto de la personalidad rectora, su .incondicionada afirmación de la vida, su exaltación de las fuerzas instintivas creyeron inspirarse directamente en el pensamiento de los filósofos prNocráticos, a los que interpretó, sin duda, no del todo de acuerdo al sentido objetivo de sus "Frag·Cionalismo -de cuño vitalista, aunado a un semi-pragmatismentos", sino desde el punto de vista de su propia posición filosófica. Georg Lukacs ha intentado, desde el punto de vista de la filosofía marxista, la crítica del ideario de Nietzsche. Su primer enjuiciamiento data de 1948, y es el capítulo inicial de .su libro "Viraje del Destino. - Contribuciones para una nueva Ideología Alemana, intitulado "El fascismo alemán y Nietz·sche". 1 Empieza Lukacs, haciendo en su exposición superabundante uso del adjetivo "reaccionario", casi por responsabilizar al propio Nietzsche por lo que los dirigentes del fascismo alemán trataron de hacer de él. No obstante reconocer que la diferencia entre Nietzsche y los ideólogos del nacional-so· -cialismo es casi sideral, insiste en afirmar, por ejemplo, que Ros.enberg ha hecho con razón de Nietzsche el precursor del fascismo! Según Lukacs, Nietzsche "lleva ya al apoyo activo del capital monopolista, que surgía", 2 como si Nietzsche fuese un capitán de industria empeñado en beneficiarse con las inversiones financieras de los monopolios (aún inexistentes). _Más adelante afirma que "las respuestas que él halla con res· pecto al futuro de la cultura moderna, hacen de él el filósofo .reaccionario dirigente del período imperialista". 8 Precisa(1) Schicksalswende, Beitriige zu einer neuen Drntsche Ideologie: _Aufbau Verlag, Berlín, 1948. (2) Op. cit., pág.14. (3) Op. cit., pág. 23-24.

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mente, Nietzsche no llegó a alcanzar ese período, y su crítica, .certera y penetrante, hizo buen blanco en el filisteísmo cultural y la decadencia burguesa, que ya se había iniciado en su época. Asimismo nos dice Lukacs que Nietzsche "llegó a ser el órgano del militarismo imperialista ... , de la guerra imperialista", a pesar de conceder que él "cesó de pensar en la antevíspera del iÚ:iperialismo".' La filosofía social de Nietzsche no es de una tan grande simplicidad, sino que, por el contrario, como lo hemos documentado en el capítulo XV, ella se nos ofrece mucho más contradictoria y con más entrelíneas que las que deja sospechar la simplificación y esquematización que
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racterizarse por su carencia de necesidades y constituir la casta más alta; por consiguiente más pobres y más sencillos, pero en posesión del poder". (La Voluntad de Poderío, Af. 763).

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Lukacs emplea un método muy singular de prueba histórica para sus asertos respecto a las ideas expresadas por Nietzsche ( a las que él desconecta del nexo que tienen en su doc· trina). Cuando éste dice: "Una raza dominante puede sólo surgir de comienzos tenibles y violentos. Problema: ¿dónde están los bárbaros del siglo veinte?", por este aforismo llega Lukacs a la siguiente conclusión probatoria·: "Aquí Nietzsche es claramente un profeta del hitlerismo". 1 Habría mucho que · decir acerca del alcance que el concepto ele barbarie tiene en Nietzsche, pero, ciertamente, él no es identificable con el ele crueldad criminosa, que es el que le atribuye Lukacs, tomando el pensamiento nietzscheano con una literalidad que lo falsea. Para cerciorarnos ele ello, veamos otra expresión de Nietzsche sobre el concepto que él se forja del "bárbaro'~ al que asigna dos sentidos. Hablando ele la democracia, dice: " ... Ciertamente, para una tal esencia democrática hay el peligro del bárbaro, pero a ese peligro se lo busca en la profundidad. Hay también otra especie de bárbaros, los que vienen desde arriba: una especie ele naturalezas conquistadoras y dominantes, que buscan materia a la cual poder dar forma. Prometeo fue una tal especie ele bárbaro". (La Voluntad de Poderío, Af. 900) . Lukacs insiste machaconamente en vincular de algún modo a Nietzsche al fascismo alemán, y en fulminar a éste, 1 haciendo la defensa de la democracia. Es que, para su crítica y apreciación del fascismo, se sitúa en el punto de vista,i no del marxismo ni de los principios del materialismo histó(1) Op. cit., pág. 33.

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rrico -como era de esperar de un filósofo marxista- sino perimido demoliberalismo. '

Cualq~iera sea la crítica que se pueda hacer al irraciona~ lismo de Nietzsche, y a su meollo, la voluntad ele potencia,' es desfigurar su posición doctrinaria si se toman sus expresiones con la módica literalidad con que lo hace Lukacs. Un ejemplo de ello lo tenemos cuando éste condena la "moral de los señores'', que preconiza Nietzsche en oposición a la "moral de Jos esclavos" -concepto clave de su crítica del cristianismo .. Lukacs toma a los "señores" a que se refiere Nietzsche -ver•
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de muerte a la superchería cristiana. Y esta promoción de revolucionarios soviéticos fué, por su cultura, visión histórica! y energía, la primera aristocracia política del mundo. Por primera vez, un gran estadista injerto en filósofo -Lenin- tome> en su manos el timón de un Estado revolucionario, implantando la dictadura del proletariado. Desde entonces estamos. en plena "transvaluación de todo.s los valores", con un sign() positivo antepuesto -en la esperanza- a la ecuación humana.

• • •

En su última obra de envergadura, La Destruction de lci Raison -Les Debuts de l'Irrationalisme 1\foderne, de Schelling a Nietzsche (Trad. fran., tonio I, L'Arche Editeur, París~ 1958), en su último capítulo, intitulado "Nietzsche Fondateur de l'Irrationalisme de la Periode Imperialiste", Lukacs ha sometido a una nueva crítica al ideario de Nietzsche. Esta vez, Lukacs reconoce implícitamente que la filosofía social del poeta de Zarathustra es mucho menos simple que fo que él, de modo esquemático, se la había representado, y ve que ella ofrece incluso (como anteriormente lo hemos seña• lado) antinomias y contradicciones, las que a veces com:nta y destaca. No obstante, cabe hacer una serie de reparos críticos,: algunos de ellos fundamentales, a la apreciación que Lukacs nos ofrece de Nietzsche. Respecto a la influencia de Nietzsche en función del ambiente histórico en que se realizó su obra, Lukacs trata de tener en cuenta -y esto es plausible- la posición objetiva1 Concede, que su "influencia durable no habría existido jamás si Nietzsche no hubiese sido un pensador original y notablemente dotado ... , que "posee un don sutil particular de anticipación" .·1 Además, Lukacs señala que en la decadencia de la burguesía supo ver Nietzsche el fenómeno histórico fundamental. 2 (1 y 2) La destruction de la raison, págs. 272, 274, ed. cit.

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Uno de los Leitmotiv de la exposición de _Lukacs nos pa-: rece falso y artificioso, introducido para dar cierta unidad y justificar su enjuiciamiento de Nietzsche como filósofo "reaccionario". Tal Leitmotiv es la afirmación de que "toda la obra de Nietzsche representa una polémica ininterrumpida: contra el marxismo y el socialismo" a pesar de que "él no ha leído una sola línea de Marx o de Engels". 3 La existencia de esta polémica es una suposición gratuita, a la que LukacSc recurre y cree, infundamente, confirmar apelando a la tesis. general, también discutible, de que "toda filosofía está determinada en su contenido y en su método por las luchas de clases, de las cuales ella es contemporánea". 4 Invoca en pro de esta tesis, que, a todas luces es falsa en general, y más en el caso concreto a que la aplica, las explicaciones de Engels (en carta a Conrad Schmidt) acerca de la ideología, y al citar lo que el último enuncia ele los principios jurídicos (con los. cuales el jurista cree operar a priori, porque no tiene con-ciencia que ellos son el reflejo ele las relaciones económicas), sostiene que "lo que Engels dice de los juristas vale a f ortiorii para los filósofos". 1 No es, pues,, así, ya que en lo que respec-ta a la ideología con relación a la base económica, lo político y lo jurídico constituyen directamente la superestructura, y l°"filosófico inclirectam~nte, esto es, a través de las ideas políticas y principios jurídicos, aunque éstos y las ideas morales jun-tamente con las filosóficas integran la superestructura. Para documentar nuestras observaciones críticas nos remitimos al propio Engels, que es el testimonio a que apela Lukacs, y lo citaremos en todo lo que atañe al punto en cuestión. Dice¡ Engels: "La filosofía ele cada época, puesto que es un dominio preciso de la división del trabajo, presupone un determinad(), (3 y 4) Op. cit., pág. 270. (1) Op. cit., pág. 271.

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:.material intelectual heredado de sus predecesores y del que toma su punto de partida. . . Considero que también en estas esferas (se refiere a la de las ideas filosóficas. C. A.) está establecida en última instancia la supremacía del desarrollo económico, pero éste actúa dentro de las condiciones impuesta!Y _por la propia esfera particular: en filosofía, por ejemplo, por -efecto de influencias económicas (las que también aquí sólo -actúan en general bajo disfraces políticos, etc.) sobre el ma• terial filosófico existente transmitido por los predecesores. La .economía no crea aquí absolutamente nada nuevo (a novo); pero determina la forma en que el material intelectual exis• 'tente es alterado y desarrollado, y también ello la mayoría de las veces indirectamente, porque son los reflejos políticos, jurídicos y morales los que ejercen la mayor influencia dire~ta .sobre la filosofía". 2 Lukacs nos dice que Nietzsche ha sabido aclarar, aforís· ticamente y con espiritualidad, cuestiones candentes, y agrega que en las respuestas que él daba a éstas se veía fluir en to
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icrítÍca de las doctrinas filosóficas y morales del pasado y tam.. hién de las vigentes en su época. Que Nietzsche se equivo~é>: .al considerar la cuestión obrera como una cuestión casi pura• mente ideológica, no cabe hoy ponerlo en duda. Y esto nos
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democracia .social parlamentaria, confundiendo lo que parar el marxismo tenia sólo un valor de táctica política con los postulados doctrinarios del mismo y su implícita finalidad revolucionaria. Lukacs se enfrenta con las ideas filosófico-históricas y filosófico-sociales de Nietzsche, y aunque, con buen y auténticO' acopio de circunstancias y detalles, traza el cuadro complete> de las corrientes doctrinarias vigentes en la época en que éste vivió, deriva infundadamente sus apreciaciones críticas a la conducta, a la actitud personal y a las intenciones de Nietz"'.: sche. A este respecto no tiene en cuenta la fundamental ad+ vertencia de Marx, sobre el punto de vista en que debe si-. tuarse la crítica marxista, cuando dice: "Desde mi puntó devista, menos que desde cualquier otro, se puede hacer respon· sable al individuo de las condiciones de las cuales él social... mente es un producto, por mucho que subjetivamente le sea. posible elevarse por sobre ellas" (Prefacio de la Primera Edición de El Capital). A pesar del distorsionado enfoque que, con un propósito-

preconcebido, hace Lukacs del pensamiento de Nietzsche, hay en su análisis del estilo de és~e, de su método y de sus contra-dicciones, muchas apreciaciones y observaciones justas, sobre todo vinculadas a la historia de las ideas filosóficas, sociales y políticas de aquella época. Cabe, empero, sefialar otra clase de errores de interpretación, deformaciones y exageraciones en que incurre Lukacs en su crítica. Documentaremos lo dicho con unos pocos ejemplos. Lu.... kacs en su primer enjuiciamiento crítico, afirma que la idea: del super-hombre, del "último periodo" de Nietzsche procede· de su mito del "aristocratismo biológico". 1 Error que el mis(l) Schicksalswende Beitriige zu einer neuen Deutsche Ideologie,,. pág. 29, ed. cit.

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• confesarlo se encargo de señalar en su ino ·Lukacs: sm un·mterp . , 'rete superficial su super-hombre · · '"Para posic10n: 1 f. t 0 de un d esauo . llo biolóo-ico de la especie b rece como e iu efectivamente tiene en Nietz" 2 ( '\. erca del alcance que l mana . .el r e d 1 super-hom b re, ),a lo hemos explicado en ~ e sche la 1 ea e . ·mera edición data de 1940). ' VII d e·te libro, cuya pn . . capitulo ' e ,. N" 'z
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gueante), después del capitalismo, con 1a soéiedad dividida: en clases, viene el socialismo revolucionario de Estado, el que absorbe en sí al capitalismo (al capital), redistribuye los bie.i nes, socializa los medios de producción y reduce las clases a una sola. Es la etapa de tránsito, con sus mediaciones dialéc_, ticas, al comunismo (abolición del Estado, etc.), el que reco• gería inmensamente transformado y enriquecido, el inicio del comunismo primitivo. Así, el materialismo histórico se nos ofrece como la más completa y realista de las concepciones de la historia, ya que para el tránsito de un estadio a otro acepta no sólo el proceso evolutivo, sino también el paso brusco; el salto de cantidad a cualidad, es decir, la transformación re•. volucionaria. Como vemos, la concepción materialista de la historia es dialéctica, es progresista (pero no de ese progresismo lineal, sin sentido) y tiene también carácter cíclico. Es· un gran arco que abarca, desde los comienzos, todas las eta.¡ pas, con sus mutaciones y contradicciones, del proceso de la historia; arco abierto al futuro, tenso, pero con la tensión propia de la dinámica del acaecer histórico. Lukacs, por andar en el progresismo ingenuo, se hace un galifuatías con el "pro• greso" y las concepciones nietzscheanas del devenir y del eter• no retorno de lo igual. Lukacs sostiene que Nietzsche es idealista subjetivo, también habla de su "filosofía idealista de la historia"; incluso su ateísmo sería "un subjetivismo idealista extremo". 1 Si Nietzsche, según aquél, en ciertos momentos, ha atacado el idealismo era para fundamentar una tercera posición entre idealismo y materialismg dialéctico. Todas estas tesis de su crítica son el result;do~1e una defo1mación o falsificación del pensamiento nietzscheano. Ante todo, Nietzsche no es idealista por cuanto, aparte y compatiblemente con su irraciona~ (1) Op. cit., pág. 316.

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. mantiene . en todo momento un. nexo funda. lismo su doctrma . . . ental ' con el matena . 1ismo, . una en el sentido de que establece . d l m el . · ' 1·erárqmca entre las tendencias inconscientes e or enac1on . d lo ue llamamos espíritu. En esta qmanda es el cuerpo "nuestra cuerpo y las conscient~s. e ·, 1 que dinge y co d or enacion, e crl merado de voliciones, an razón"· y el cuerpo, como con,,, o . . gr , ' d la voluntad de potencia, despliega, como como organo . . a1 espíritu · Lo de que Nietz· t suyo e a la conciencia, trumen o , . . , filosófica para suministrar un sche busca una. t~rcera posic;onpar que un anacronismo histó• arma al impenahsmo es, a a , . de hoy . Lukacs -por pensar en termmos rico en el que mcurre . en·antes de la filosofía con· 'zá también en algunos rep1es t • y qm l'dar tal postura -la mtroductemporánea, q~e .tra~an .dedva i un punto de vista político,1 ción de un cnteno mspira o en , que en aquel no existió. . k , f'rma del ateísmo de Nietzsche, . Lo que Lu ac~ a i " l'al . que; " . 1a opm10n . . , de Jaspers ' le asigna carácter re ig1oso J siguiendo . h . . f lso Algunos intérpretes superficiales se an eses asimismo a · · l ., 1 ateísmo radical de Nietzsc ie, presen b, eda "angustia· forzado ya por aguar e . f ens1vo, · como una usqu . . d 1· tándolo como algo mo da" de Dios y un oculto -vergonzan te - reconocimiento, . e . cristiano. . . L u k aes, a su vez ' quiere presentar el ate1smo Dios · l . del proletariado y contrario a a nietzscheano como enemigo . . . el socialismo. Nietz.. i alelad que preconiza el cnstiatnsmo y . ., rte gu a estar a lo que nos d'ce sche i Jaspers, cuya opimon . compa . "ó ' Lukacs permanec10 "próximo" al cristianismo. Si la pos1c1 . ·n ' del autor del Anti-Cristo es de proximidad al cnstia• expresa , ·a Jaspers, es estar nismo, habría _que índagar qu~ e~~oN~~~~s~l:: con el cristianis• alejado del mismo. La ruptma . , ... d , . , radical del Dios cristiano, contmua sien. o, mo negacion , d al o para algunos filósofos (incluyendo or ylosuvisto, un escan P . " y "democrático", como Lukacs) que alguno "progresista

:ns-

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han medido todavía el sentido liberador y superador del pensamiento de N.ietzsche a este respecto. Si algunos tratan ahora, vanamente, a estar a lo que nos dice Lukacs, de dcsnazificar ( ¡ !) a Nietzsche, es porque otros se empefian en el propósito de consumar ese anacrónico ava-' tar. En este sentido, Lukacs está en la misma línea que Ro.. senberg y Bamnler, coincidiendo con éstos, a pesar de la dife" rencia de ideas y situaciones, en aquel intento de hacer pasar por verosímil semejante patrafia i.deológica. Es como si, para Lukacs, Nietzsche estuviese maculado por una complicidad efectiva con el nacional-socialismo (con los desafueros y crímenes del N. S. A. P.) y fuese inútil someterlo a semejante ridícula catarsis politica. ¡A tales extremos lleva la actitud sec-f taria, propia del marxismo vulgar!

En el segundo tomo de su obra, que acaba de aparecer en la traducción francesa 1 y abarca el desarrollo del irracionalis-1 mo" de Dilthey a Toynbee", Lukacs, que hace, sin duda, his-< toria de las ideas filosóficas y sociales, dedica el último capí..i tulo a la "Visión nacional-socialista del mundo'', e insiste aún sobre este tema (sobre Hitler) en un extenso Post-face, resul.. tando, así, la jJost-data más larga que la carta. Ya en el pri... mer tomo, cuyo subtítulo es "de Schelling a Nietzsche", en el Prefacio se nos muestra el verdadero itinerario, que es de ¡Schelling a Hitler! Una línea que pretende ir doctrinaria... mente de Schelling a Hitler no es una línea filosófica, sino una Hybris de filosofía y anti-filosofía. A Lukacs todavía lo obsede el fantasma de Hitler, hasta el extremo de obnubilarle el juicio haciéndolo recalar en un enfoque demo-liberal (y por (1)

Dilth~

La Destruction de la Raison, II L'lrrationalisme J>.,faderne de L'Arche, Paris 1959.

a Toynbee,

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fo tanto ya perimido) de la "visión mundo". Lukacs, en el primer capítulo, consagrado a la función de la filosofía de la vida", .considera a ésta como ideoloo-ía dominante en todo el período imperialista en manía~ y vuelve a ocuparse brev~mente de N~etzsc~~· cue~:.. tionable que la filosofía de la vida sea mamfestac1on 1deol°" ica directa del imperialismo. En primer lugar, las tendencias se resumen bajo la designación doctrinaria de filosofía de la vida vienen de mucho más atrás. Data de 1827 la obra de Federico Schlegel intitulada Philosophie des Lebens, en la quo recorre una serie de quince lecciones sobre el tema, en sus dspe~tos más generales. De ahí que cuando casi ~n si?lo deg.. pués H. Rickert (en 1920) reacciona contra la filos~fia de la vida en su libro "Die Philosophie des Lebens, Darstellung un& Kritih der philosophischen Afadestromungen se equivoque al llamar a sus tendencias, tomándolas en su último tramo, "cü-' rrientes de moda", aunque lo haga deliberadamente porque considera que no es necesario remontarse a las fuentes de Jas mismas.

E:

~ue

Desde luego, los supuestos y el punto de vista de la fila.. sofía de Ia vida son insuficientes para encarar la tarea tanta del conocimiento del mundo exterior como de la realidad his-< tórica. En otro sentido, empero, toda filosofía es siempre fil~ sofía de la vida y para la vida, comprendida ésta como vida humana, es decir, social-histórica, con sus exigencias teóricas y práctico-finalistas. Aún el racionalismo más .seco y tirado a .cordel es implícitamente una filosofía de la vida, aunque des-< conozca el carácter de ésta y de su fluencia. La filosofía de la vida, así como el irracionalismo en que ella desemboca, es, como pretende Lukacs, una filosofía que haya que absolutamente como "reaccionaria". A pesar de sus iu.u."·"""·'VC nes e insuficiencias, y concediendo que se haya hecho _de

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tina utilización extra-filosófica con fines sociales regresivos, con sus más destacados representantes, de~de Nietzsche hasta DiI.. they y SimmeI, sobre todo con Nietische, ha operado un in-+ flujo positivo. Ha contribuido a liberar al pensamiento de los estrechos moldes de las supervivencias del racionalismo dogmático y de las cristalizaciones de un logicismo puramente abstracto y formalista, cerrados a la dinámica del verdadero proceso del conocimiento y de los cambiantes contenidos, tanto de la naturaleza como de la vida humana e histórica. Principalmente, la filosofía de la vida y el irracionalismo nietzscheanos, al poner de manifiesto la aberración del carácter ascético y anti-vital de la moral y de la concepción cristianas, y mostrarnos los fundamentos falsos y anti-huma-+ nos en que éstas se asentaban, han tenido un efecto saluda4 ble, vindicador de la vida y su ímpetu expansivo; y de ahí que su influjo haya tenido y tenga aún tanta persistencia. Al hablar de filosofía de la vida, hay que desechar, sin duda, como determinante de ella el puro aspecto biológico del concepto de vida. Es que éste no se agota en la pura vi-+ talidad, que está ínsita en el bios. La vida, en este ultimo sentido, es un bien primario, desde el punto de vista de lo que s6lo a partir de ella puede sobrevenir, insurgir. Se nos apa-+ rece, así, en realidad como el sustrato material de posibili-. dades y valores que alcanzan concreción en sucesivos y aseen-+ dentes planos de emergencia dialéctica (como, por ejemplo,. la unidad psico-somática, la conciencia, la razón o espíritu). Concibiéndolo así se supera el falso dualismo ontológico de vida y conciencia, de naturaleza y razón (historia) , de vida natural y vida cultural. La vida, en la acepción de la filosofía de la vida, no es. un bien que sólo sea monopolio de los privilegiados, los que por su dominación económica y social, que pone transitoriamente en sus manos el poder político, la disfruten a costa del pro-

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letariado, de los demás hombres, y deparen a éstos condicio..nes antivitales e inhumanas de existencia. También el ma.iterialismo dialéctico, en última instancia, y en sentido lato,. es una filosofía de la vida -la verdadera filosofía de la vida integral-, pero con la exigencia explícita de que todos lo& hombres tengan accesión a ella en un nivel humano y puedan 'disfrutar de sus bienes y realizar sus valores, adviniendo a Sll'. ser históricó en un nuevo régimen social. No toda filosofía de la vida es expresión de la política y de los intereses inhumanos del imperialismo. No to~o irra-cionalismo es reaccionario, como infundadamente piensa Y afirma Lukacs; ni tampoco todo racionalismo está al servicio· de la lucha que libra el proletariado por su emancipació~. La identificación que hace Lukcs ele irracionalismo Y fascismo,. aparte de falsa, es de una ingénua simplicidad. Nada más peligroso y deformante de doctrinas y hechos, y que esté más en pugna con el pundo de vista realista y concreto en que{debe ;ituarse la filosofía, que generalizaciones ilegítimas cJ.~ esta índole. Es que Luckas incurre en un anacronismo h15t.órico al considerar el irracionalismo como un antecedente directodel fascismo. Identificar, además, la defensa de la paz con la defensa. de la razón es un supuesto gratuito. También se puede afirmar, con el mismo criterio, que defender !ª paz es defender un contenido emocional (una exigencia de los sentimientos. humanos) y, por lo tanto, el irracionalismo. Si aceptamos.aquella identificación, entonces la defensa de la paz result~ una tarea, más que de los pueblos, de los intelectuales y escritores. No debemos olvidar, pues, que el pacifismo tiene una fuerte raíz emocional y hasta puede ofrecer un lado místico•. Los pueblos son espontáneamente pacifistas; lo son por instinto de conservación. Hacen de la paz un ideal, y en esto intervienen sus sentimientos, además de un comportamiento ra-

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<:ional,. puesto que no ignoran lo monstruoso e inhumano, y .además inútil de la guerra, que nada soluciona y sólo destruye valores culturales y bienes, empezando por el de la vida hu• mana.

_Si la temática antifascista de Lukacs ha envejecido enormemente, lo mismo acontece con su programa de defensa de la paz consustanciado con la defensa de la razón. Hoy se ha tornado evidente que este punto de vista ha siclo largamente superado por los acontecimientos (por el avance científico y tecnológico de la U. R. S. S.) . Es una cuestión de constelaciones de poder, que ya está dirimida científica y tecnológica.. ment.e. Los proyectiles teieguiados intercontinentales y los tres Luniks, tienen la palabra (de Ja paz) hasta una nueva orden -Oe la misma procedencia, que venga a ... reforzar, dándole más timbre para Occidente, esa palabra, tan cara a los pue.; :blos. Actualmente hasta el Vaticano (que hubo de desencade.1 nar la tercera guerra mundial por intermedio de su fiel sier.,vo M~c Arthur) es pacifista. Ya ni los imperialistas yanqu~ ni Bertrand Russell, (¡Oh wmbra generosa de Ma·c Carthy!). quieren arrojar la bomba átómica en Moscú. Se han vuelt& bondadosos y coleccionistas de antiguallas. La razón, que asi&-< te al temor y al pánico, los ha lievado al culto reverencial de Ja "historia anticuaria" una de las tres clases de historia que certeramente distingue Ni.etzsche. Lo que se va a imponer no es el pacifismo ingénuo ni el -utópico de que la defensa de la paz es la defensa de la razón; sino el que tiene que aceptar U. S. A. y Occidente, un pa~i­ fismo hecho de racionalismo e irracionalismo: de cálculo ra-' donal, movilizado por el instinto de conservación, y de un estado emocional, producto del temor y de Ja impotencia. Ya; habrá visto Lukacs como los filisteos del "mundo libre" es~ tán haciendo Ja síntesis de racionalismo e irracionalismo. Se-; .rá,_. seguramente, su última "creación" filosófica, cuyo lema

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bien puede traducirse por este aforismo de. Karl Kraus, el gran. humorista austríaco: "Es preferible estar mal orientado que bien occidentado", el cual glosado y actualizado rezaría: "Es preferible estar mal orientado (con hostilidad, resentimiento y pánico) que bien occidentado (con prepotencia, jactan_ciai y amenazas ridículas). Lukacs preconizó en 1941, como contenido ideológico -0rientado hacia la lucha por la paz, la "alianza del socialismo v la democracia". Si entonces las circunstancias podían jus., ~ificar tal alianza desdé el punto de vista táctico del marximo, pretender restablecerla después del colapso de los fascismos (en 1945), es ir en contra de los principios del marxismoleninismo, cuando las democracias burguesas (capitaneadas por el imperialismo yanqui) , ocultan bajo la máscara de la libertad una postura totalitaria en lo político y capitalista y -colonialista en lo económico, postura que ellas, con desenfado seudo doctrinario, atribuyen al mundo socialista y sobre todo, a la U. R. S. S. Actualmente, la coexistencia ideológica (no la coexistencia de facto entre los dos grandes sectores) e~tre el socialismo revolucionario y la democracia burguesa. sólo puede tener un sentido antimarxista. En el fondo, tal programa es el resultado del enfoque demo-liberal que respecto a la situación europea de post-guerra adopta Lukacs. Parece que en su pensamiento tiene primacía la lucha por la d~ mocracia capitalista sobre la lucha por el socialismo. Correctamente enjuició esta posición de Lukacs, Bela Fogasasi, quien escribe: "En un informe que se titula Las con~ cepciones filosóficas aristocráticas y democráticas (leído en el Comn:eso Filosófico Internacional de Ginebra en 1946), Lu-1 o kacs expuso sus opiniones acerca de la coexistencia ideológi.. ca. En este informe señala que el problema principal del deS.J arrollo europeo contemporáneo no reside en la contradicción enu·e la burguesía y el proletariado, enu·e el capitalismo y el

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socialismo, sino en la contradicción entre la Europa reaccio.;; naria y aristocrática y la Europa democrática. Lukacs considera que el objetivo fundamental es proseguir y restaurar la! alianza de los países antifascistas que se formó en 1941 du.. ranre la lucha de la coalición anti-hitleriana. .Sin embargo, esta alianza la concibe como una alianza ideológica. Al mismo tiempo, Lukacs intenta demostrar que, en el futuro, la democracia socialista y la democracia burguesa, al desarrollarse, se fusionaran. Esta tendencia se desprende claramente de estas palabras suyas: "Es catastróficamente equivocado plan.,. tear la cuestión hablando de una disociación de caminos entre las democracias orientales y oc~identales. De lo que se trata es, precisamente, de que eludamos estos falsos dilemas del período de anteguena". Lukacs sostenía semejantes puntos de vista en momentos en que los países de "democracia occidental" caían cada vez más bajo la influencia del imperialis..: mo occidental y seguían el camino de la guena fría contra los países socialistas" 1 Nadie duda que en los países capitalistas y en los reducidos al coloniaje económico y político la lucha por la democracia es irrenunciable por parte del socialismo, pero sin hacer el juego a los intereses capitalistas de las "democracias occidentales", y sin descuidar o posponer la ofensiva marxis~ ta contra la ideología regresiva de la democracia burguesa,. que es la expresión, hoy agudizada, de los intereses imperialistas y colonialistas. Lukacs se lamenta de que en el período posterior a la terminación de la guerra se haya dislocado fa coalición contra el fascismo (¿acaso podía durar?) , y cree que de la noche a la mañana la ideología burguesa se ha vuelto reaccionaria. Es extraño que se sorprenda de este hecho, (1) Problemas de la paz y del socialismo, NQ 6, págs. 2 y 5, Buenos Aires, 1959.

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que no tiene náda de inusitado; pero su de un error acerca del contenido del demc>cr:atI:smo.i•J gués de la gran época", eno~ que lo. hace moverse flejos de la situación real. Citemos,. in extenso, ~us 1-'ª·.•a.~"-~"•••'• y nos cercioraremos de su error (viendo ~n que c~:is1ste mecanismo), el que gira en tom~ a una falsa .. noc10n .de :~ que, desde el punto de vista marx1s:a, se llama progresismo :r progresista _ (frecuentement~. mal :nterpretado) -, ~ue es la posición ideológica 0 situac10n social o comportamiento po-. lítico -de personas o partidos- que favorec~n ~,no o~stacn.. lizan la lucha del proletariado por su emanc1pac10n. Dice Lu... k aes.. "•Cua'les son los rasgos dominantes del e . período· que ha , seguido a 1945? La coalición contra el fasc1s~o ~e d1s1oc~ ~ª" ·
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de elementos fa~cistas cada vez más caracteri-+ Lukacs parece no percatarse de que la alianza entre las "democracias" occidentales y el comunismo soviético fué circunstancial, debido a que tuvieron que formar un frente e~ mún contra las naciones fascistas, y no por conciliación de ideologías (a base del presunto progresismo de las "democra-1 das"): No ha habido, pues, tal transformación de "la estruc-1 tura y el contenido de las ideologías democráticas'', como m-1 pone Lukacs, puesto que éstos reflejan simplemente (cuales4 quiera que sean las interferencias ideológicas) la base econó.. mica capitalista de las "democracias". (Con todo, como la gue-\ rra fué el resultado de la agudización de un proceso dialéctico prospectivo -cuya medíación fue el fascismo- las "demo-+ eradas" la perdieron, y la ganó el comunismo).

en anacronismos al asignar superestructuras hechos económicos que acaecen posteriormente, el libro de Lukacs -al que hemos formulado los precedentes reparos críticos- contiene análisis del proceso ideológico europeo y reflexiones bien valiosos, lo que, sumado a la riqueza del material bibliográfico, lo destaca como una historia crítica de lªs doctrinas filosóficas de todo un peliodo del desarrollo intelectual -el que va ele Nietzsche hasta la filosofía de la existencia- enfocado desde el punto ele vista marxista. Después de la labor ele Franz 1\Jehring, inspirada en el mismo es-· píritu, éste es el primer ensayo sistemático ele historia crítica,. de esta índole, que se haya intentado en nuestros días.

(1) La Destruction de la Raison, tomo II, Postface, pág. 316, L'Arche,. :Paris, 1959.

En la medida en que el irracionismo se opone al racionalismo reconoce a éste como el término antagónico que tiene· que tener en cuenta, y por ello mismo queda dependiendo de él. Se nutre, sin sospecharlo del todo, de su opuesto; lo irracional está, pues, en función ele la razón, de cuya negación vive. La capacidad cognitiva que el irracionalismo niega a la razón, no puede atribuírsela a sí mismo por cuanto afirma la estructura irracional del objeto y de lo real en general. Lo hace ·sólo cuando cree disponer del instrumeüto apropiado· para penetrar en éstos, como pretende ser la intuición intelectual de Schelling o la intuición directa de Bergson. En términos generales, el irracionalismo es también antiintelectualismo, en cuanto éste excluye en el comportamiento· judicativo y en las apreciaciones del sujeto el sentimiento y lo· emocn>r,al. Si el irracionalismo es radical y dogmático se opone a todo racionalismo y a toda actividad racional; y no sólo,_ por ejemplo, a las -supervivencias del racionalismo clásico delas ideas, sino incluso a la razón misma como órgano del co--nocimiento. Está también en pugna con el racionalismo día..-

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No es que los conceptos del proceso dialéctico a que es-1 tán sometidos los hechos históricos no cambien, pero- nuncai en sentido retrospectivo (salvo cuando se trata de rehacer la historia para explicarla). Funcionalmente, ellos se transfor,. man y en el plano ideológico aparecen representando lo que, en realidad, no representan. En tal caso se puede caer en erro:u acerca de la realidad que ellos efectivamente deben reflejar, y así, en vez de aprehender ésta, operar con seudos reflejos, los que nos dan una imagen dislocada y falsa de los hechos. Esto es lo que, nos parece, le acontece a Lukacs más de una vez, lQ! que lo lleva _a enjuiciar a los fascismos desde el punto de vista demo-liberal, y a las "democracias" desde el punto de vista del socialismo reformista. Con todo, a pesar de las constantes interferencias del pla-1 no político y económico en el filosófico, que lo hacen incurrw

Jéctico; En cambfo, cuando el irracionalismo se comprende a ,:SÍ mismo como irracionalismo, sabe que depende de la razóri y en qué medida se nutre de ella. . Pero el inacionalismo, tal como su forma extrema devmo 'tendencia predominante en la primera mitad de nuestro siglo, ,está hoy en crisis. Se bate en retirada, tanto en el_ ;erre~O' _gnoseológico como en el del conocimiento de la realmad hm tórica. Es la razón dialéctica, precisamente, la llamada a de~ helarlo. El materialismo dialéctico, como la filosofía del mar.: xismo, es el que está operando la crisis del inacionalismo. El último avatar de éste lo tenemos en la filosofía de la existen-< -.cía, sobre todo en la que representa Heidegger, con su "ontología fundamental" de base irracionalista. Ella es hoy la expresión más aguda y crítica de esta etapa de la ideología del imperialismo. En los últimos trabajos de Heidegger lo es consciente y deliberadamente. Su filosofía traduce el temor de la angustiada y declinante burguesía europea e internacional. .Para ésta, ha creado, como presunta tabla de salvación, el "es• pectro metafísico", el mito del "ser", de imposible jJarusia. 1 .Secundariamente hay que mencionar como manifestación de esta filowfía decadente a la logística agnóstica, particularmente al "positivismo lógico" de la Escuela de Viena, erigida, más allá de su sentido meramente instrumental, en concepción del mundo. Pero el existencialismo, por ser, en su punto de partida, una filosofía de lo concreto y de lo histórico, y en la medida en que está abocada a superar el solipsismo existencial en que ha anclado Heidegger, tiene indirectamente que dar razón al marxismo.

consecuencias de su problemática filosófica, puede apurar la crisis del irracionalismo y tendencias afines. Desde luego que el colapso de éstos y de toda la ya agotada filosofía occiden.. tal lo puede acarrear un movimiento transformador de la base económica, ya insegura. Las condiciones para esta última circunstancia están, ciertamente dadas, pero tal cambio, salvo que se presenten mutaciones sociales subitáneas (incrementación cuantitativa que se resuelva en un cambio cualitativo, hablando en términos dialécticos), no es previsible para el futuro inmediato.

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La polémica en la instancia ideológica continuará, pero la inoperancia de la filosofía del imperialismo sólo se tornará evidente si un marxismo renovado, de acuerdo a las exigencias implícitas de su propia problemática extrae de ésta sus últimas consecuencias filosóficas. .El materialismo histórico, como aplicación del materialismo dialéctico al proceso social, es una concepción que interpreta cabalmente el devenir de la realidad histórica, plegándose con ductilidad conceptual a su fluencia. No puede ser menos desde que él, como doctrina y por su mismo carácter procesal, es un pensamiento en deve-< -'llir, en constante adaptación a los cambios social-históricos,. lejos de toda cristalización dogmática.

En el plano de las superestructuras ideológicas, sólo el .marxismo, pero un marxismo explicitado hasta en las últimas (1) Remitimos acerca de esto al capít~lo VI, "La es~atología del se: -en la filosofía de Heidegger", de nuestro libro El Marxismo y las Esca .tologias, Buenos Aires, 1957.

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Buenos Aires, octubre de 1959.

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BIBLIOGRAFIA

De la enorme bibliografía sobre el pensamiento, la obra y la vida de Federico Nietzsche, nos limitamos a consignar lo esencial entre los libros que, sin reservas o menos reservas, podemos llamar buenos, es decir, ade· más de los muy conocidos e indispensables por los datos que aportan, sólo aquellos que, en un esfuerzo de comprensión, han estrechado más de cerca la filosofía nietzscheana: ALOIS RIEHL,

Friedrich Nietzsche, der Künstler und der Denker, 1897.

Friedrich Nietzsche, Eine Abhandlwzg ilber Aristokra· tischen Radicalismus, 1925.

GEORG BRANDES,

KARL

HECKEL,

Nietzsche, sein Leben mid seine Lehre, 1923. Die Psichologischen Errungenschaften Nietzsches, 1925.

LUDWIG KLAGES, RAÚL R:!cHTER, FRIEDRICH

Friedrich Nietzsche, sein Leben wzd sein Werk, 1917.

MucKLE,

Friedrich Nietzsche .w1d der Zusammenbruch cier

Kultur, 1921. ERNS? BERTRAM,

Nietzsche, Versuch einer Mithologie, 1920.

HENRI LICHTENBERGER, RoBERT REININGER,

/',.--

V

La Philosophie de Nietzsche, 1924.

Friedrich Nietzsches Kampf um den Sinn des Lebens,

1925. EUSABETH FORSTER-NIETZSCHE, CHARLES ANDLER,

V.

Der eisame Nietzsche, 191~:,//'

Nietzsche, sa vie et sa pensée, 1931.

BEONIO-BROCCHIERI,

Federico Nietzsche, 1926.

/

"'

AuREn BAEUMLER, Nietzsche, der Philosoph und der Politiker, 1923. KARL JASPERS, Nietzsche, Einfilhrung in das Verstiindnis seines PhilosophierenJ, 1935.

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INDICE Capítulo

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PÁG.

I: Presencia de Nietzsche en la Filosofía Contemporánea . . . . . . . . . . . • • • • • • . • • II: En el Camino de la Vocación . . . . . . . . III: La Musa Trágica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IV: La Concepción Dionysiaca . . . . . . . . . . V: Los "Estudios Históricos" y la Vida . . VI: El Espíritu Libre . . . . . . . . . . . . . . . . . . VII: El Mensaje de Zarathustra . . . . . . . . . . VIII: La Voluntad de Poderío . . . . . . . . . . . IX: El Retorno de lo .......... X: El Ateísmo Radical . . . . . . . . . . . . . . . . . XI: Ethos de la Obra Personal y Trabajo Capitalista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XII: La Lucha por la Justicia Social . . . . . . XIII: El Nihilismo Europeo . . . . . . . . . . . . . . XIV: La Irrupción de los Rusos . . . . . . . . . . XV: La Revolución Social . . . . . . . . . . . . . . . XVI: Allende la Zona Clara . . . . . . . . . . . . . . XVII: Nietzsche en la Crisis del Irracionalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

7 11 29

39 53

67 79 85 101

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.Este libro se terminó de imprimir el dia 27 de Marzo de 1961, en los Talleres Gráficos ''Junior" Carlos Calvo 1136 Bs . .á.il'es

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