Asylum

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CrEditos Carosole

Kyda Nelly Vanessa Axcia Molly Bloom Mica Kath Magdys83 LeylaCullen Bluedelacour Adejho Maria_clio88 Mona Nix Annabrch

Caronin84 Kyda Maye Dennars Clau Flopy Aria

Aria

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INDICE

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Sinopsis Las palabras son algo gracioso. Su significado, las imágenes que pintan en las mentes de aquellos que las escuchan; no son siempre lo mismo y al menos para mí, eso las hace no tener sentido. Por ejemplo la frase "viuda negra". Esas palabras evocan la imagen de una araña, una criatura de ocho patas con una marca roja en forma de reloj de arena en su abdomen. Aunque, en vez de hablar de un arácnido, del residente de una tela de araña, la gente que susurra esas palabras hablan de algo muy diferente.

Hablan de mí. Por lo que me han dicho, me llaman la Viuda Negra porque ningún hombre que he amado ha sobrevivido. Sin embargo, no recuerdo nada de eso. Mi alrededor me lleva a la definición de otra palabra vaga y sin sentido.

Es un lugar donde se supone que debo buscar refugio. Un lugar de retiro y seguridad. Es un lugar donde se supone que debo estar a salvo porque estoy enferma. Pero la definición de este lugar es mala y la palabra pierde sentido cuando estoy oculta y soy silenciada por los medicamentos y bonitas chaquetas blancas. Mi nombre es Alexandra Sutton y esta es la historia de lo que sucedió cuando estuve recluida dentro de un asilo.

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Prologo L

as palabras son algo gracioso. Su significado, las imágenes que pintan en las mentes de aquellos que las escuchan; no siempre son lo mismo y al menos para mí, eso las hace no tener sentido.

Por ejemplo la frase “viuda negra”. Esas palabras evocan la imagen de una araña, una criatura de ocho con una marca roja en forma de reloj de arena en su abdomen. Me hace pensar en veneno, en húmedos establos oscuros donde las minúsculas criaturas están al acecho de sus presas desprevenidas. Me pica la piel solo por la idea y golpeo mi cuerpo pensando que el pequeño intruso de alguna forma ha encontrado una forma de meterse bajo mis ropas o ha hecho un nido en mi cabello. Me estremezco al pensar en ello cada vez que esas palabras son susurradas cerca de mí. Aunque, en vez de hablar de un arácnido del residente de una telaraña larguirucha y cargada de rocío, la gente que susurra esas palabras hablan de algo muy diferente. Hablan de mí. No vivo en un establo húmedo y oscuro donde el sol solo puede filtrarse a través de las tablillas podridas de madera. No arrojo telarañas delgadas que atrapan la humedad en el aire y la convierten en una pieza de arte hermosa cuando la luz del sol arrastrándose toca las gotas de agua esféricas. No tengo colmillos que producen veneno letal para matar la presa que atrapo con trampas que no son completamente discernibles para el ojo. Por lo que me han dicho, me llaman la Viuda Negra porque ningún hombre que he amado ha sobrevivido. Sin embargo, no recuerdo nada de eso. En lugar de un establo polvoriento, mi hogar es una habitación cegadoramente blanca con pulidos suelos de terrazo, solo rotos por los tornillos que sostienen los escasos muebles. Mis paredes no son de madera, en su lugar son acolchadas. El sol no se filtra por las grietas y hoyos, se vierte a través de una ventana con barrotes que está tan alta en la pared que no puedo mirar hacia afuera al mundo que existe más allá de los paneles de vidrio inastillables. Mi alrededor me lleva a la definición de otra palabra vaga y sin sentido. Es un lugar donde se supone que debo buscar refugio. Un lugar de retiro y seguridad.

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Es un sitio donde se supone que debo estar a salvo porque estoy enferma. Pero la definición para este lugar es mala y la palabra pierde sentido cuando estoy oculta y soy silenciada por los medicamentos y bonitas chaquetas blancas Mi nombre es Alexandra Sutton y esta es la historia de lo que sucedió cuando estuve recluida dentro de un asilo.

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” —

—R

evisión de camas, Alex. Abre esos bonitos ojos azules, chica. El desayuno se servirá en unos pocos minutos.

Dos golpes en la puerta de metal y abrí mis ojos a una habitación oscura que lentamente se alumbró con el parpadeo de la luz eléctrica asegurada detrás de jaulas en el techo. Mi garganta estaba seca hasta el punto donde tosía polvo de mis pulmones que apenas respiraban. Los medicamentos que forzaban por mi garganta cada ocho horas tenían que estar hechos de sal. Chupaban el agua de mi cuerpo casi tan rápidamente como extraían la vida de mis venas. Constantemente en una nube, caminaba a través de mis días como un zombi sin saber qué hora era o qué estaba haciendo. No sabría mi nombre si no fuera repetido cada vez que una persona se me aceraba o quería llamar mi atención. No necesitaban usar mi nombre. Un simple toque daría resultado; cualquier cosa que fuera diferente de las paredes blancas que rodeaban a los residentes del manicomio al que llamaba hogar. Dos golpes metálicos más y metieron una bandeja de comida en mi habitación, chirriando a través del piso con un sonido únicamente reconocible para una persona que ha estado en este lugar. Sentándome en la cama, extendí mi mano para apartar el cabello rubio de donde colgaba sin fuerza frente a mis ojos desenfocados. —Come. Hoy tienes una cita con tu nuevo doctor y también tienes a alguien que te vendrá a verte por la tarde. Tus medicamentos te dejarán noqueada si no comes cuando los tomes y no queremos que te cagues encima cuando llegue tu invitado. El enfermero Joe gritó desde el otro lado de la pesada puerta de metal. Sus ojos marrones echaron un vistazo a través de la pequeña ventana, mirándome con la atenta atención de un hombre desesperado. Sabía lo que Joe le hacía a algunas de las mujeres aquí, pero no porque ellas gritaran cuando las visitaba tarde por la noche. Sus medicamentos eran suficiente para mantenerlas medio lúcidas y complacientes. En lugar de gritar o estar tiradas allí como leños, le respondían con gemidos ahogados cuando violaba sus cuerpos. Aún con sus rostros metidos en lo que sea que las silenciaba, los gemidos eran audibles en los pasillos si estabas despierto y escuchabas con atención.

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—He estado pensando en ti, chica. Pero todavía no estás lista para mí. No pienses ni un segundo que es porque no haya estado pensando en ti. Me encogí por sus palabras susurradas. Dichas con los labios presionados cerca de la ventana en la puerta, él sabía que sería la única persona capaz de oírlas. Tenía razón, sin embargo, no estaba preparada para él. Todavía no había sido condenada por los crímenes que afirmaban que había cometido, así que el coctel de fármacos que me prescribían no estaba a toda fuerza. Reservaban esa combinación toxica para los malditos: los que estaban condenados a este infierno de por vida, los que habían sido abandonados por la sociedad y la familia, para nunca saber de ellos otra vez. Una vez me pregunté por qué las mujeres de las que abusaba nunca les decían nada a las enfermeras o a los doctores. Sin embargo, después de tres noches lucidas en este lugar, rápidamente aprendí una lección valiosa: No tiene sentido decirle a nadie la verdad. Estamos locos y no nos creerían de todas formas. Tenía suerte de que mi hermano, Dain, o mi invitado como Joe se refería a él, me visitaba regularmente. Gracias a él, mantenían ligeros los fármacos que me daban. Todavía no estaba tan ida para no poder hablar de una manera medio inteligente. Aun así, no sabía mucho de lo que estaba pasando y no podía recordar el pasado martes, mucho menos al hombre del que había sido acusada de haber asesinado, pero era afortunada por Dain. Me estaba ayudando a recordar. Me iba a ayudar a probar lo que sospechaba: No soy una asesina. Arrojando mis piernas a un costado de la cama, mis pies encontraron el frío suelo justo cuando mi mirada se posaba en las gachas empapadas que había hecho y llamaban desayuno. Además de la substancia grumosa e irreconocible había un panecillo que sabía por experiencias pasadas que sería viejo y duro de tragar. Tendría suerte si la leche en el cartón de la bandeja no era lo suficiente vieja para haberse cortado. Deslizándome de la cama, agarré el zumo de naranja de la bandeja y decidí beber a sorbos la única cosa que podría ser considerada segura en esta comida. La bebí y disfruté de la sensación del frío líquido vertiéndose a lo largo de mi garganta reseca, bebiéndolo en grandes tragos que vaciaron la botella en pocos segundos. Limpiando mi boca con mi manga, arrojé el contenedor plástico de vuelta en la bandeja y me moví a la cama para esperar que la pesada puerta de metal de mi jaula se abriera. No tuve que esperar mucho antes de que Terrie, una enfermera mayor que era tan olvidadiza como amable, desbloqueara la puerta formidable para asomar su cabeza grisácea dentro. —Alex, querida. ¿Eso es todo lo que vas a comer esta mañana? Asintiendo, no me molesté en decir lo que ella ya sabía. No comería, no hasta el almuerzo cuando algo que medio parecía un sándwich me fuera ofrecido en el largo tramo de la mesa donde nos reuníamos todos por la tarde.

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—Bueno, muy bien querida, pero aun así necesitarás beber algo de leche cuando tomes tus medicamentos matutinos. Vamos a meterte al baño ahora y continuaremos desde allí. Metió la mano en la habitación, y me la ofreció. Me levanté de la cama, esquivé la bandeja de alimentos y acepté su gesto cariñoso. Terrie era la más amable de todas las enfermeras y había pasado muchas horas contándome sobre su carrera en el campo de la enfermería. Era una mujer alta, más que yo con un metro y ochenta y cinco centímetros, con el cabello gris cuidadosamente peinado hacia atrás y recortado de tal forma que me recordaba a las modelos pin-up de los años cincuenta. Sus pómulos altos que descansaban bajo de las líneas de arrugas alrededor de sus ojos marrones hablaban de la belleza que ella debía haber sido en sus años más jóvenes. Tenía tres hijos, todos crecidos y criando los suyos. No fue hasta que la última de su prole salió de casa que decidió ir a la escuela de enfermería. Su carrera en última instancia, la llevó a la Institución Statham para criminales psicóticos, también conocido como mi nuevo hogar. Al entrar en las salas de baño, Terrie se hizo a un lado para permitirme ir detrás de la cortina en la que podía desvestirme. Odiaba estas habitaciones. Había cámaras en los techos, disfrazadas por carcasas negras redondas y sabía que cada minuto que pasara en la bañera era registrado y supervisado por el equipo de seguridad. No entendía el uso de la cortina detrás de la cual podía quitarme la ropa, porque la privacidad quedaba completamente abolida cuando te dabas cuenta de que el tiempo que pasabas aquí estaba siendo documentado a través de la tecnología digital. Mis brazos eran inútiles para proteger mi cuerpo completo de esas cámaras, así que caminé con ellos en mis costados, usando mis manos para equilibrarme mientras poco a poco me bajaba hacia el agua humeante de la bañera. Como de costumbre, Terrie no tardó en lavar mi cabello. —¿Te gustaría afeitarte las piernas? No a todas las chicas se les permite hacerlo por razones obvias, pero tu comportamiento desde que has llegado te ha ganado el privilegio. Voy a tener que vigilar por supuesto, porque esa es la regla, pero te puedo conseguir una cuchilla si quieres una. Asintiendo con la cabeza, vi como ella sonreía y cruzaba la habitación para tomar una cuchilla desechable, barata y de color azul de un armario con llave. Me la dio cuando volvió a tomar su asiento al lado de la bañera. Rápidamente, me puse a trabajar arrastrando la cuchilla sobre mis piernas, agradecida de quitar el vello no deseado de mi cuerpo. Terrie tarareaba donde estaba sentada, cantando una canción pintoresca que yo había oído decenas de veces de sus labios. Sin embargo, la canción fue interrumpida por un pensamiento pasajero que ella me expresó con una voz que era tan melódica como la melodía que había acabado de tararear. —He conocido al nuevo médico esta mañana. Podrás conocerlo pronto también. —Sonrió y cruzó las manos sobre su regazo—. Para ser sincera, me alegro de que se haya hecho cargo del ala. Nunca me gustó el Dr. Keppler. Es difícil encontrar buenas

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personas dispuestas a trabajar en este entorno, pero creo que finalmente hemos encontrado a nuestro hombre. Él parece muy interesado en ayudar a las jóvenes, a pesar de sus terribles pasados. Mirando hacia ella, no podía ocultar la confusión que era tan evidente en mis ojos. Terrie se acercó a mí y me dio una palmadita en el hombro. —No te preocupes, querida. Recordarás lo que pasó un día. Sin embargo, es extraño que no tengas ningún recuerdo de los cuatro años. Es como si todo lo que tenga que ver con la razón por la que estás aquí haya desaparecido como una bocanada de aire. He oído hablar de la amnesia selectiva, pero la tuya se lleva el premio. Sé que la mayoría de la gente cree que estás mintiendo, pero yo no. Pienso que algo realmente horrible debe haberte ocurrido, especialmente cuando se considera el estado en que estabas en el día en que te trajeron aquí. ¿Sabes cuánto tiempo has estado con nosotros? —Un mes —dije las palabras con toda la certeza que pude reunir. No había estado aquí tanto tiempo, estaba segura de ello, pero lo que Terrie me dijo a continuación me lanzó en picado de tal manera que nada era seguro en mi cabeza. —No, Alex. Has estado aquí mucho más tiempo que eso. Creo que ha sido un año por lo menos desde que puse los ojos en ti. Pobre cosa. Cuando fuiste arrastrada por esas puertas, apenas podías sostenerte por ti misma. Tuviste que ser escoltada dentro por cinco hombres. Tu bonito cabello rubio caía sobre tu rostro y tus ojos estaban vacíos cuando aparté tu cabello. Estabas tan asustada entonces, pero mírate ahora. Estás ganando fuerza, y con esa fuerza la memoria debe regresar. Esperemos que tu hermano, Dain, siga viniendo con tanta frecuencia como lo hace. Creo que tiene tus mejores intereses en el corazón. Negué ligeramente en respuesta a sus palabras. La negación me envolvía. No podría haber pasado tanto tiempo. —No, Terrie... Solo ha pasado un mes. No he estado aquí tanto tiempo. Su boca formó una mueca de simpatía. Extendiendo su mano, la pasó por mi cabello de la misma manera que una madre lo hace para calmar a un niño. —Recordarás, Alexandra. Sé que lo harás. Tú no eres como los demás pacientes aquí. No eres mala. Te he oído gritar por esos sueños que tienes, los que hacen que te encierren en esa habitación horrible cada noche. Has perdido a la gente que amas. Francamente, creo que has perdido mucho más que eso. Pero creo que tu nuevo médico será quien te ayude. A él le importa. Lo puedo decir con sólo verlo que le importa. Y que va a cuidar de ti más porque eres una chica tan especial. Poniéndose de pie, agarró una toalla de la pila en una mesa cercana. Al abrirla, ella me indicó que saliera de la bañera y entrara en los confines cálidos de la tela de toalla. —Ahora vamos. No quieres llegar tarde a tu cita. Vamos a tener que medicarte primero; luego puedes conocer al nuevo doctor por ti misma. Después de eso, Dain

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estará aquí para verte. Eres una chica afortunada al tener a alguien que te ama y se preocupa por ti tanto. Después de secar rápidamente mi cuerpo, dio un paso a un lado una vez más para que yo pudiera tomar un conjunto de ropa limpia. No me molesté en ir detrás de la pantalla vestidor porque no tenía sentido. Rápidamente tirando de los delgados pantalones de algodón y la camisa sobre mi cuerpo, la esperé en la puerta para que la abriera y me llevara a través de los pasillos oscuros y largos a la ventana de la medicación. Nos acercamos y tropecé sobre mis pasos para ver a Joe trabajando en la ventana. La mano de Terrie estaba en mi espalda baja, empujándome suavemente hacia adelante mientras Joe me miraba de reojo a través de la mampara de cristal. —Vamos, Alex. Necesitas tus medicamentos antes de reunirte con el médico. Queremos que puedas hacer una buena primera impresión, ¿no? —La voz amable de Terrie se hizo eco por los pasillos mientras me guiaba hacia la ventana de medicamentos. —¿Podrías darme mis medicamentos, Terrie? No me gusta tomarlas de Joe. Una breve carcajada brotó de sus labios mientras seguía guiándome. Las yemas de mis pies descalzos se pegaron al suelo de linóleo, pero no era capaz de frenar nuestro ritmo. Con los medicamentos que aún estaban en mi sistema por haber sido dosificada la noche anterior, no tenía mucha fuerza para luchar contra ella. —No seas tonta, querida. Joe sólo te dará lo que ha sido prescrito. Son las mismas pastillitas que yo te daría si estuviera detrás de esa ventana. —Pero... por favor, Terrie —le supliqué—. Basta con mirar las medicinas por mí. Quiero estar lúcida para el nuevo médico y a veces me da las medicinas equivocadas. Terrie asintió mientras íbamos hasta la ventana. Cuando alcanzó a la pequeña taza de papel, Joe inicialmente la apartó de ella, entrecerrando los ojos cuando tuvo que ceder y entregarlos. Terrie jadeó tan pronto como contó las pastillas. —Joe, ¿qué es esto? ¿Por qué le estás dando tres sedantes diferentes? —Su voz se elevó una octava cuando finalmente descubrió lo que yo sabía que Joe había estado haciendo a otros pacientes todo el tiempo. Él mantiene constantemente a las mujeres dopadas con tranquilizantes en un esfuerzo por mantener sus prácticas de media noche silenciosas. Las mujeres eran como zombis andantes, chocando contra las paredes y sin comprender, mirando por las ventanas. Sus manos temblaban a sus lados y sus rodillas cedían cuando él caminaba a su lado, pero nunca se lo contaban a nadie, ni siquiera a los otros pacientes. —Dame las órdenes del médico de Alex. Déjame ver que tienes el resto de esta correcta antes de que las tome. —¡Soy capaz de leer las órdenes del médico, Terrie! —La voz de Joe negó con indignación, pero Terrie se rehusó a dar marcha atrás.

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—Aparentemente no. Puedes matar a un paciente, dándole demasiados sedantes y lo que tiene en esta copa es un cóctel que la tendría tirada en segundos, incapaz de hablar y mucho menos funcionar. ¡Ahora dame las malditas órdenes! Joe se dio la vuelta y exhalé un suspiro de alivio cuando agarró la carpeta de las órdenes del médico de la estantería detrás de él. Lanzándola a través de la ventana, la arrojó con fuerza suficiente que solo rozó la mano de Terrie antes de golpear el suelo. Ella se agachó para recogerla y él me dio una mirada de odio absoluto. Sonreí. Que se jodan él y sus visitas nocturnas, me negaba a ser como las otras mujeres que no estaban seguras de por qué se despertaban en sábanas sucias y arrugadas. Para cuando Terrie se puso de pie, su rostro había vuelto a una expresión neutra. —No había necesidad de eso, Joe. Hablaremos de esto más tarde cuando no estemos en la presencia de nuestra invitada. —Sus palabras de amonestación no parecieron perturbarlo—. El resto de los medicamentos parecen ser la dosis adecuada, así que voy a quitar estos sedantes adicionales. Entregándome el vaso de papel, se acercó a la fuente de agua para sacar otro cono de papel. Tomé las pastillas y las tragué con el agua, agradecida de saber que no iba a ser incapaz de funcionar después de lo que me había sido administrado. —Déjame comprobarlo —dijo Terrie. Abrí la boca, levantando mi lengua para demostrarle que las pastillas me las había tragado. Una vez que ella estuvo convencida de que las pastillas estaban ahora en mi estómago, se llevó ambos vasos, los arrugó y arrojó en el cubo de basura en el lado de la sala. —Vamos, chica hermosa. Tienes una cita con el Dr. Hutchins.

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“ —

S

entada fuera de la sucia puerta blanca, escuché como se abrían y cerraban las grandes jaulas de metal al final de los pasillos; no eran jaulas realmente, sino el siseo neumónico y bloqueo mecánico posterior que nos permitía saber que todos estábamos encerrados dentro de esta prisión, ya sea que estuviéramos cuerdos o no. El ala de los médicos normalmente estaba libre y clara de pacientes apáticos, pero de vez en cuando una enfermera o asistente paseaba en su uniforme blanco y fresco mientras escoltaba a los condenados a las variadas citas que nos obligaban a mantener a diario. Terrie estaba sentada a mi lado en el pequeño banco bronceado, su postura mucho más recta que la mía mientras se estiraba hasta alisar su cabello en su cabeza. Se frotó los labios, expandiendo la sombra rojo romance uniformemente a través de su boca. Siempre hermosa, parecía una mujer que había pasado días en el centro de atención del cine clásico. Miré mi uniforme azul claro, de algodón fino y gemí al darme cuenta de que mi cabello no se había cepillado desde el baño. —¡Vete a la mierda, imbécil! ¡Me comeré tu puto rostro mientras duermes! ¿Me oyes, joder? Mi cabeza se disparó hacia la izquierda y vi cómo Emerson, uno de los celadores hombre de mejor apariencia, arrastraba a uno de los pacientes a través de la sala. Su cuerpo se inclinaba en todas direcciones, mientras trataba de escapar de su captor. El cabello largo y castaño que estaba enmarañado y enredado colgaba sobre su rostro, ocultando sus ojos de mi vista. La reconocí como una de las muchas mujeres que comúnmente se quedaban en la sala de recreación fumando cigarrillos, mientras los otros pacientes se ahogaban en nubes de aire sucio. Pensando duro, recordé que su nombre era Erin, pero sabía eso por habérselo escuchado a los guardias persiguiéndola constantemente a través de la sala, peleando contra ella una vez que podían acercarse lo suficiente como para restringirla con su peso. Su cuerpo estaba encerrado en una camisa de restricción y Emerson sacudió la cabeza con incredulidad por su comportamiento. —Sigue con esta mierda, Erin, y te clavaré mi aguja mágica en un segundo. Tienes una reunión con tu fisioterapeuta para ese hombro roto tuyo y odiaría que fueras completamente inútil para el hombre.

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Erin cayó al suelo, su cuerpo visiblemente sacudido por la fuerza de su trasero golpeando contra el linóleo. Miró a Emerson, incapaz de empujar el cabello de su rostro para que su lengua se despegara desde detrás de la cortina de hilos enmarañados. —Te diré qué. Llévame a mi habitación y chuparé esa aguja mágica tuya, bebé. —Sus caderas empezaron a moverse como si estuviera girando sobre un hombre en la cama y aparté la mirada, incapaz de manejar la vista de la mujer desesperada y miserable mucho más tiempo. —¡Erin! ¡Esa no es la forma de actuar de una dama! —Terrie se levantó del banco, el cambio repentino de peso me empujó de donde estaba sentada. El asalto tiró a Erin al suelo, Terrie levantó a la mujer con un agarre rápido de las correas de su chaqueta. Terrie no pudo contener a la incontrolable mujer y el grito de Emerson lastimó mis oídos cuando se torció hacia la derecha y lo mordió en el hombro. La sangre manó a lo largo de su camisa blanca almidonada y Erin intentó dar un tirón de la piel de su brazo golpeando su cabeza como un perro. —¡Erin! ¡No! —gritó Terrie cuando Emerson sacó una jeringuilla llena de líquido claro de su bolsillo. Golpeando el hombro de Erin, apretó el émbolo, metiendo el fármaco en su sistema. El movimiento se detuvo de repente y su cuerpo cayó al suelo. Terrie la apoyó contra una pared antes de volver a Emerson para atender su lesión. —¡Malditas perras! —gritó él. Un clic de metal sonó al otro lado de mí en el pasillo y levanté la vista para ver a un hombre bien vestido, saliendo de la sala por la puerta de la oficina del psiquiatra. Envuelto en una bata de médico blanca, llevaba camisa negra de botones que estaba escondida cuidadosamente en pantalones negros, los cuales estaban presionados hasta el punto donde un pliegue corría por la parte delantera de sus piernas. Volví mi mirada a su rostro y mi mandíbula cayó ligeramente en reconocimiento. No lo conocía, de hecho no creo haberlo visto antes en mi vida, pero tenía el tipo de rostro que parecía familiar. Tal vez eran los altos pómulos o la nariz perfectamente recta que corría por encima de sus labios carnosos. Su piel era de un color marrón y su cabello castaño natural enmarcaba su rostro, el tono tan oscuro, que parecía negro hasta que la luz de las salas lo tocaba. Unas gafas delgadas cubrían sus ojos, pero debajo de las gafas, se podía ver un vibrante azul zafiro. Era sorprendente. El tipo de hombre que llevaba inteligencia y refinamiento como una segunda piel y me quedé muda y silenciosa en su presencia. —¿Qué demonios está pasando aquí? —La voz del hombre era baja, vibrando a través de la sala como si las palabras hubieran sido cantadas en lugar de habladas. Enderezándome en mi asiento, mantuve los ojos fijos en él mientras seguía escuchando a Emerson quejarse en voz baja acerca de la lesión en su hombro.

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—Nada, Dr. Hutchins. Por desgracia, hemos tenido una pequeña molestia con Erin hace un momento y ha mordido a Emerson, pero le ha inyectado suficientes sedantes para dejarla inconsciente durante unas horas. —La dulce voz de Terrie respondió a su pregunta sin más preocupación que una madre que acababa de darle a su hijo un juguete para distraerlo. El doctor hizo una mueca. —Entiendo que las restricciones químicas a veces son necesarias en este lugar, pero no podemos usarlas para cada situación, Terrie. Ella se rio. —Dé una mirada a su hombro y solo trate de decirme que no ha sido necesario, Dr. Hutchins. Creo que Erin necesitaba el descanso. Sin ánimo de ofender su opinión, por supuesto, pero hay ciertas pacientes en esta sala que son más difíciles que otras. Volviendo su atención a mí, el Dr. Hutchins sonrió. —Esta debe ser Alexandra Sutton. Qué amable por tu parte mantener la calma a pesar del drama en la sala. Abriendo la boca para responder, estuve confundida cuando no salió ningún sonido. El Dr. Hutchins me observó durante unos segundos, y después de darse cuenta de que no tenía nada que decir, blandió su brazo para abrir más la puerta. —¿Estás lista para nuestra reunión? Estoy esperando conocer a la totalidad de los residentes de la sala hoy y mañana, por lo que esta será una cita de presentación solamente. —Vamos, Alex. No te preocupes por Emerson o Erin, yo me encargo de los dos. Sigue con el Dr. Hutchins y me aseguraré de estar a la espera una vez que tu cita concluya. Tu hermano llegará en algún momento dentro de la próxima hora. —Terrie me sonrió mientras continuaba aplicando presión en el hombro de Emerson—. Sé una buena chica ahora y no mantengas al médico esperando. Su tiempo es valioso. Con las piernas temblorosas, me levanté del banco, mis rodillas casi cedieron cuando el Dr. Hutchins dio un paso para agarrar mis brazos y ayudarme a mantener mi peso. Sonrió de nuevo, bajando la voz a un desnudo susurro cuando dijo: —Estás temblando de miedo, Alex. ¿Ya tengo ese efecto en ti? Mis ojos se dispararon a su rostro y me di cuenta de que su sonrisa no llegó a sus ojos. En vez de bondad, vi algo más, pero no pude colocar la emoción o entender el repentino cambio en los sentimientos que tenía hacia él, a pesar de la falta de cambio en su comportamiento. Conduciéndome hacia la habitación, me soltó para cerrar la puerta. Me estremecí ante el sonido de la pesada puerta cerrándose en su lugar y no pude entender el repentino ataque de miedo que venía con estar encerrada en la habitación con poca luz con él. —Toma asiento.

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Sentada en una de las sillas con cojines frente a su gran escritorio de madera, retorcí mis manos donde estaban colocadas en mi regazo. El Dr. Hutchins se sentó en el borde del escritorio justo delante de mí, sus inquietantes ojos mirándome y estudiando cada expresión que ponía y cada movimiento que hacía. Nos sentamos en silencio durante lo que parecieron horas y mi ansiedad crecía con cada tic-tac del reloj que estaba colocado en su pared. —Eres un caso interesante, Srta. Sutton. Tan interesante, de hecho, que me alegro de haber tomado este puesto en Statham, aunque fuera sólo para trabajar contigo. Salté con su voz, finalmente levantando la vista de mi regazo para ver una curiosa expresión fijada en su rostro. —¿Sabes por qué estás aquí? ¿Por lo menos sabes dónde estás? —Estirando la mano hacia atrás, tomó un gran archivo de su escritorio. Después de abrirlo, hojeó las páginas, con los ojos escaneando lo que fuera que estaba escrito en el papel. Cuando no respondí, volvió a hablar. —Por lo que puedo ver en tus registros, sufres de una forma grave de amnesia anterógrada. ¿Qué es lo último que recuerdas? Abriendo la boca, me di cuenta de que se sentía como si mi cuerpo no contuviera humedad. Era como si la lana hubiera estado llenando mis labios y hubiera sido empujada en mi garganta, lo que me hacía casi imposible hablar. Luché por chillar una respuesta. —E-Erin mordiendo a Emerson en el pasillo. El Dr. Hutchins se rio. —Eso es culpa mía por no ser específico. Lo que quería decir es: ¿Cuál es la última cosa que recuerdas antes de ser remitida a Statham? Apartando la mirada de él, me estremecí bajo la intensidad de su estudiosa mirada. —N-no estoy segura. Mis padres murieron en un accidente y fui enviada a vivir con mi tía. Pero terminé aquí. Es como si hubiera despertado aquí hace un mes y no tengo ni idea de por qué. Mi hermano me dijo que soy lo que llaman una viuda negra, pero eso es todo lo que sé. —¿Sabes cuántos años tienes? —Su cabeza estaba inclinada hacia un lado y me miró durante sólo un breve momento, no fui capaz de sostener su mirada durante mucho tiempo. —Tengo dieciocho años. Él puso la carpeta sobre el escritorio a su lado y se inclinó hacia adelante. Estirando la mano, puso su dedo debajo de mi barbilla y levantó mi rostro para mirarlo. Me estremecí en respuesta a su toque, pero me mordí la lengua y miré sus ojos. Unos escalofríos corrieron por mi espalda y mi piel se erizó en respuesta.

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—Tienes veintiuno. Han pasado cuatro años desde el accidente en el que tu familia estuvo involucrada. Terminaste toda herida, pero como has dicho, solamente tus padres murieron. Tú recibiste algún trauma significativo en la cabeza y quedaste en estado de coma durante una semana de acuerdo a los registros médicos que pudimos obtener del hospital. Tu cerebro se hinchó, pero no hay daño cerebral permanente. ¿Te acuerdas de algo de eso? —N-no. Yo… Soltando mi barbilla, respondió: —Mírate, Srta. Sutton. La plenitud de tus senos, la curva de tus caderas; no eres una chica joven. Has florecido en una mujer totalmente crecida y atractiva. ¿Eso no te da una pista del hecho de que has envejecido? Estaba incómoda con su observación. Envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho, no pude evitar darme cuenta de que lo que decía era cierto. Mi cuerpo había cambiado y se había llenado. Me sorprendió no haberlo notado antes. —Pido disculpas si lo que he dicho parece inadecuado. Teniendo en cuenta los delitos de los que has sido acusada, supongo que tienes miedo o estás afectada negativamente por tu sexualidad. ¿Te acuerdas de alguno de los hombres que mataste? —¿Qué? —Mi voz rebotó en las paredes, el volumen elevado causó que el médico sonriera. Me estudió en silencio, observando cada detalle de mi reacción. Finalmente acomodándome de nuevo en mi silla, afirmé lo que sabía que era la verdad. —No ha matado a nadie. No sé de lo que está hablando. Él recuperó el archivo una vez más y pasó una página en el centro. —Bobby Arrington y Chase Wallace. ¿Alguno de esos nombres son familiares? Una punzada de reconocimiento flotó a través de mis pensamientos, pero no pude colocar ninguno de los nombres, no podía ver en el ojo de mi mente algún rostro que identificara a la gente que había nombrado. Colocando el archivo de nuevo donde había estado, suspiró. —Quiero ayudarte, Srta. Sutton. La mayoría de los médicos rehuiría de una paciente que ha matado y se niega a admitir sus actos y aversiones, pero creo que puedo ayudarte. Me gustaría probar un nuevo tipo de rehabilitación. Soy psiquiatra y no psicólogo, por lo que será algo anormal para mí hacer más que prescribir medicamentos, pero estoy particularmente interesado en ti. —¿Por qué? —espeto la pregunta con el tono de una mujer prudente. Él se rio en respuesta, sonando más oscuro e inquietante de lo que debería haber sido. —Porque soy médico y tú eres un caso único. En el exterior, pareces tímida, débil e incapaz de defenderte. Sin embargo, estos informes policiales dicen mucho acerca de lo que verdaderamente está persistente dentro de ti. La cantidad de

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violencia que usaste contra esos chicos... —Chasqueó la lengua—... Y pensar, que no te acuerdas de nada de eso. O, al menos, eso es lo que dices. —No. No he matado a nadie. Ni siquiera sé quiénes son esas personas. —Me oponía a lo que estaba diciéndome, completamente confundida acerca de mi edad, de mi lugar, sobre todo. Poniéndose de pie, dobló la esquina del escritorio para sentarse en la silla de cuero negro que estaba colocada en la sombra. ¿Por qué esta sala era tan jodidamente oscura? —¿Cuánto tiempo has estado aquí, Srta. Sutton? —Un mes. —Has estado aquí durante un año... —¡He estado aquí durante un mes! —Me levanté de la silla, con las manos apretadas en puños a mis costados. Él no se movió en reacción a mi obvia ira. Simplemente esperó a que me calmara antes de hacerme señas para que volviera a tomar asiento. Agarrando la carpeta de su escritorio, la abrió, tomó una sola hoja de papel y la miró por encima. Después de varios segundos, la colocó de nuevo en la carpeta y volvió su atención hacia mí. —Has estado aquí durante un año. Tu hermano te ha visitado una vez por semana desde que fuiste ingresada y te reuniste con el psiquiatra anterior, el Dr. Keppler, cincuenta y ocho veces también. ¿Recuerdas algo de eso? —No-Sí. Recuerdo a Dain. Pero ha estado viniendo todos los días, no una vez a la semana. Ha estado aquí cada día viéndome desde que me desperté en este lugar, a veces dos veces al día. El Dr. Hutchins negó. —Lo siento, Srta. Sutton. Pero por alguna razón, tu memoria a largo plazo no ha estado procesando la información como debería. Sólo el mes pasado has tenido señales de mejoría. Es por eso que puedes recordar el mes pasado, los nombres y los rostros del personal aquí en el hospital. ¿Recuerdas al Dr. Keppler? Traté de recordar, tratando desesperadamente de ver las facciones de un hombre al que apenas me habían dicho que me había reunido con él cincuenta y ocho veces antes. —¿Tenía el cabello rubio? El Dr. Hutchins rio. —Lo que queda de él, sí. Se está quedando calvo en la parte superior, pero lo que quedaba era rubio. ¿Recuerdas algo más sobre él? Agitaciones familiares de recuerdos flotaron a través de mis pensamientos y arrugué la nariz con el recuerdo de un olor extraño y ofensivo.

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—Olía raro cuando hablaba. Recuerdo haberme alejado de él, pero no recuerdo qué era el olor o por qué no me gustaba. Él se rio de nuevo, moviendo la cabeza en señal de aprobación. —Sí, olía. Era alcohólico, esa es la razón por la que ya no es el psiquiatra a cargo de Statham. —Su silla crujió cuando se sentó de nuevo y puso el dedo contra su barbilla. Su mirada inquebrantable me puso incómoda y levanté la vista al reloj de pared que marcaba cada segundo que pasaba. —Haré la revisión de tus medicamentos recetados esta tarde y también me vas a ver aquí y allá a lo largo del ala mientras observo a los pacientes. Por favor, no trates de estar molesta por mi presencia y no dejes que afecte tu comportamiento normal. Tus medicamentos cambiarán muy probablemente porque no soy de la opinión de mantenerte drogada hasta el punto del estupor constante lo que será en tu mejor interés. Con suerte, una vez que las nubes comiencen a despejar tu cabeza, podremos hacer progresos adicionales con tu capacidad de recordar hechos pasados. ¿Eso suena bien para ti? —¿Tengo alguna opción? Él se echó a reír mientras se quitaba las gafas y limpiaba las gafas con un pañuelo que arrancó del dispensador sobre el escritorio. —No eres nada sino perceptiva. No. No tienes elección. Igual que no hay elección acerca de tu implicación conmigo en las próximas semanas. Tendrás una opción, sin embargo, y la única cosa que debes saber acerca de esta institución es que nadie sale hasta que yo diga que pueden hacerlo. Si trabajas conmigo y puedo ver que ya no estás afligida por la enfermedad mental que condujo a tu encarcelamiento, te mandaré a casa. Si te portas mal o te resistes las terapias y los productos químicos, entonces te quedarás aquí hasta que puedas aprender a comportarte, incluso si eso significa que estés aquí durante el resto de tu vida. Por lo tanto, tu comportamiento es tu elección. —Haciendo una pausa, permitió que eso se instalara antes de añadir—: Planeaba comenzar tu terapia una vez que haya completado las evaluaciones de los pacientes restantes en la sala. —¿Semanas? ¿Cuánto tiempo voy a quedarme aquí? Si estoy mejorando, ¿no debería ser dada de alta? Con expresión severa, me miró de cerca, su mirada calentando mi piel. —Si mejoras, serás juzgada por tus crímenes. Previamente fuiste declarada no apta para ser juzgada y se te considera un peligro para ti misma y para los demás. La única razón por la que no estás encerrada en una celda de la prisión en el corredor de la muerte se debe a tu inestabilidad mental. No pude contener mi ira. —¡No he matado a nadie! Ni siquiera sé quiénes son esos hombres... —No me levante la voz, Srta. Sutton. He permitido las peculiaridades en tu comportamiento hasta ahora, pero me estoy cansando de tu insubordinación.

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Mientras estés bajo mi cuidado, aprenderás a controlar tus arrebatos o serás restringida tanto física como químicamente, si es necesario. —Mediante fármacos, quiere decir. Me drogará hasta un punto donde no pueda pelear. —Si eso es lo que debo hacer. Como he dicho, no prefiero ese tipo de restricción, pero en ciertos casos, no se puede evitar. Levantándose de su silla, rodeó el escritorio para estar delante de mí. Estiré el cuello para mirar hacia arriba a él, mis músculos se apretaron dolorosamente con ira y la negativa a creer que había hecho alguna de las cosas de las que me habían acusado. No fue hasta que estuvo lo suficientemente cerca para tocarme que las notas de su colonia flotaron debajo de mi nariz, algo inquietante y exótico, masculino y terrenal. Me estremecí con el olor, apartando la mirada de él y agarrando mis manos en mi regazo hasta el punto que mis uñas cortas se clavaron en mi piel. —Míreme, Srta. Sutton. Hice lo que me dijo porque no tenía sentido defenderme. Un rollo lento de reconocimiento penetró mis pensamientos, las circunstancias abismales de este lugar, la futilidad y la verdad desgarradora de que estaba bajo su control. Cualquier atisbo de rebelión y sería dosificada en cumplimiento, babeando sobre mí misma mientras asentía aprobando cualquier cosa horrible que hubieran planeado para mí. Te quitaban la fuerza, la voz, todo tu ser, y lo reemplazaban con la estructura implícita de una institución para enfermos mentales. —Eres mi paciente y, como tal, estás bajo mi control y mi protección. No voy a lastimarte de ninguna manera. Mi único trabajo es ayudarte. Sin embargo, cualquier rebelión por tu parte recibirá lo mismo en fuerza. ¿Lo entiendes? —Sí, señor. —Escupo las palabras, enfadada de estarle respondiendo a un hombre al que ni siquiera conozco. —Esa es una buena chica. —Dando un paso atrás, me ofreció su mano. Me negué a tomarla y él se encogió de hombros mientras la ponía de nuevo a su lado. —Terrie está esperando en el pasillo. Nuestra sesión ha terminado y te llevarán para que te encuentres con tu hermano. Me puse de pie, negándome a mirarlo a los ojos mientras cruzaba la habitación hacia la puerta. Cuando la abrí, él me llamó. —Espero con interés nuestros futuros períodos de sesiones, Srta. Sutton. Estoy seguro de que voy a verte por el ala pronto. Cruzando la puerta, prácticamente corrí hacia Terrie, con lágrimas saliendo de mis ojos mientras ella me envolvía en un abrazo suave. Me dio unas palmaditas en la cabeza, haciéndome callar, como si fuera una niña. —No, no, jovencita. Sé que esto te da miedo en este momento, pero te prometo que pronto estará mejor.

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3 ” —

A

l entrar en la habitación toda blanca, me pregunté por la falta de color en este lugar. Era como si todas las formas de belleza hubieran sido retiradas del ambiente, dejándonos indiferentes y vacíos, las habitaciones y las paredes no podían distinguirse de las demás. En el centro de la habitación había una larga mesa de madera, la pintura blanca que la cubría estaba astillada y pelada revelando la madera clara debajo. Las sillas eran de plástico. Las ventanas estaban sucias y grises, como resultado de las pantallas metálicas que recorrían el cristal inastillable rayado y nublado. Tomando mi asiento en la mesa, esperé pacientemente a que Dain entrara en la habitación. Sabía que él estaba pasando por una inspección para asegurarse que nada que trajera a la habitación pudiera ser utilizado, por mí, para escapar del infierno en el que había estado encerrada. La puerta se abrió con un siseo, antes de cerrarse de golpe detrás del cuerpo alto y ancho de mi único hermano. Surgieron los recuerdos de nuestra infancia, pero esas imágenes no coincidían con el hombre crecido en el que Dain se había convertido. Vestía un par de vaqueros oscuros y una chaqueta de cuero marrón, se movía con cautela, sus ojos azules mirándome con una pregunta agitando detrás de la tonalidad de luz. —¿Cómo te sientes, chica? La sonrisa que le devolví se fabricó en un esfuerzo por aliviar su corazón. Sabía que no podría ser fácil verme en este lugar, en esta condición. —Estoy bien —respondí mientras mi pequeño cuerpo quedaba completamente envuelto en el calor y la fuerza de su abrazo. Me sentí segura cuando me apreté contra su pecho y por un momento, sentí como si estuviera en casa. Con la barbilla apoyada en mi cabeza, me apretó con fuerza. —Te ves bien. Mejor que la semana pasada. —Su barbilla se movió sobre mi cuero cabelludo mientras hablaba y lo liberé a regañadientes para responder. —Tengo miedo, Dain. Estoy empezando a recordar las cosas, creo. Estoy empezando a recordar este lugar, pero no sé por qué estoy aquí. Suspirando profundamente, hizo un gesto para que me sentara en la mesa. Así lo hice, viendo como se despojaba de la chaqueta de su cuerpo para colgarla en una silla.

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Observándolo, me di cuenta de las líneas finas en su rostro que lo envejecían. Rastrojos negros corrían por sus mejillas y mandíbula. Las ojeras eran medias lunas bajo sus ojos, demostrando lo cansado que estaba. No era la imagen que veía en mi mente cuando pensaba en él. Parecía más viejo que la última vez que lo vi, como si hubiera entrado en un túnel del tiempo que lo había envejecido desde la última vez que recuerdo haberlo visto. —¿Te están tratando bien aquí? —Sacando la silla, permitió que las patas de madera se arrastraran por el suelo y me sentí acosada por el sonido discordante que resonó entre las sucias paredes blancas de la habitación. Envolviendo mis brazos alrededor de mi cuerpo, me estremecí contra el aire frío que se vertía en gran medida de las salidas de aire acondicionado en el techo. —Supongo que sí. Quiero decir, por lo que puedo recordar. Hizo una mueca, pero obligó a sus labios a curvarse hacia arriba en una sonrisa alentadora. —Bueno, eso es bueno. Eso es muy bueno —Sus palabras no eran lo suficientemente fuertes como para convencer a nadie de su verdad. La reunión se sintió incómoda y estaba cansada de andarme por las ramas. —Estoy recordando cosas, Dain. Me estoy acordando de días completos, nombres y rostros. Soy capaz de pensar en acontecimientos que han ocurrido en el ala. Me he reunido con el doctor hoy y me ha dicho que ha habido señales de mejoría. Dain asintió y sonrió. —Eso es bueno, chica. Espero que podamos aclarar todo lo que ha sucedido que te trajo hasta aquí. Hay una buena posibilidad de que los últimos cuatro años puedan venir corriendo de nuevo a ti y serás capaz de salir con el tiempo y reconstruir tu vida. —Pero esa es la cosa; no sé lo que era mi vida. Hasta esta mañana, cuando me reuní con el Dr. Hutchins, pensé que era mucho más joven. No tengo ningún recuerdo, no... —Lo sé, Alex... —¿Cuántos años tengo, Dain? ¿Realmente ha pasado tanto tiempo? —Tenía miedo de hacer la pregunta, aún más miedo de conocer la respuesta. No había querido creerle al Dr. Hutchins en su oficina. De hecho, había rezado para que estuviera mintiendo. Pero al caminar junto a Terrie y ver mi reflejo intermitente en las ventanas que pasamos, me di cuenta de que no me parezco a la chica que había sido. Era diferente. Era alguien que no reconocí. En voz baja, respondió: —Hemos tenido esta conversación antes. Muchas veces, de hecho... —¿Así que alguna vez la dejarás de tenerla conmigo? Suspiró y se inclinó sobre la mesa para tomar mis manos.

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—Si lo que el médico está diciendo es verdad, no necesitaré tenerla de nuevo. Ha afirmado que hay una posibilidad de que en un par de semanas más, seré capaz de preguntarte sobre todo. Hay una posibilidad de que pueda ayudarte. —¿Cuántos años tengo? ¿Cuánto tiempo he estado aquí? —Tienes veintiuno. Has estado aquí durante un año. Y he respondido a esta pregunta cada vez que te he visto. Eso es lo que me asusta de todo esto: dicen que estás mejorando, sin embargo, hay información que aún no se te queda. Juro que has empeorado desde que fuiste empujada dentro de este lugar. La humedad se concentró en mis ojos al oír el desaliento en su voz. Rápidamente, aclarándose la garganta, se sacudió de la emoción y agarró una carpeta sobre la mesa que no había notado antes. —Cada semana, te muestro estas fotos, Alex. No los has reconocido todavía, y no has recordado incluso haberlos visto. Pero no voy a dejar de intentarlo. Te estás aferrando a algo de información ahora y ya estás mucho mejor de lo que estabas la primera vez que “despertaste” en este lugar hace un mes... Goteando cálidas y húmedas, mis lágrimas se escaparon mientras hablaba. Me di cuenta de que estaba luchando para mantener su voz clara. —Es como si todo lo que tenga que ver con lo que has sido acusada de hacer desaparece casi tan pronto como te enteras de ello. Eso me asusta, Alex. —Negando, habló antes de que pudiera responder, cambiando su tono de voz tan rápido que mi cabeza daba vueltas. »El Dr. Hutchins dice que la terapia podría ayudar a desbloquear algo dentro de ti. Parece que sabe de lo que está hablando. Tuve que firmar los comunicados que le permitan proceder, pero soy un hombre desesperado, chica. No tengo más remedio que hacer todo lo posible para ayudarte. Mi labio inferior tembló y fui aplastada por una ola vertiginosa de sentimientos pegajosos. Arremolinándose en mi cabeza como un lodo que era espeso y sofocante, esforcé mi cabeza, induciendo un dolor de cabeza que pensé que aplastaría mi cráneo. No importaba cuánto me concentraba en el pasado, temía que lo que decía era cierto. Recordé que me visitó antes y que había llegado más allá del punto en que me despertaba cada día sin entender dónde estaba, pero cuando pensaba en las últimas semanas me di cuenta de que no había información específica. No recordaba conversaciones; recordaba rostros, cada uno manifestándose y luego desapareciendo tan rápido en el éter de mi memoria. Era nebuloso dentro de mi cabeza, desarticulada y no tenía mucho sentido. La semana pasada fue la más clara. Fue cuando me di cuenta de lo que el enfermero Joe estaba haciendo a otros pacientes y fue cuando me di cuenta de que la única persona en la que podía esperar confiar en este lugar era Terrie. No recuerdo muchos pacientes, no sus nombres por lo menos. Podía verlos, pero no tenía ni idea de quiénes eran. Mis ojos siguieron el movimiento de su mano. Poco a poco alcanzando a la carpeta, la deslizó a través de la superficie de madera para colocarla entre nosotros.

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Con un movimiento rápido de su pulgar, la carpeta se abrió y miré los rostros sonrientes de una chica que apenas reconocía y un niño que no conocía en absoluto. —¿Reconoces esa foto? —Dudó cuando lo preguntó. El silencio que siguió a sus palabras estaba colgando pesadamente entre nosotros. No la reconocí, no realmente. Sabía que la chica era yo. Todavía podía recordar los días en que mi cabello llegaba a mi espalda y tenía ojos trágicos color azul hielo que brillaban con vida. Con la sonrisa de una chica que no tiene una sola preocupación en el mundo, estaba radiante en esta foto, pero era de alguna manera equivocada. No podía descifrar lo que estaba sintiendo, pero sabía que la sonrisa que llevaba se veía obligada, fingida, en un esfuerzo para disimular un tremendo dolor. —Soy yo. —¿Y quién? ¿Tú y quien, Alex? —preguntó rápidamente. Su tono tenía una pizca de esperanza, como si al reconocer mi propia cara en la foto, recordaría algo importante—. ¿Reconoces al niño de pie junto a ti? Del mismo modo que lo había hecho en la oficina del Dr. Hutchins, una tenue luz de recuerdo brilló en mis pensamientos, pero se fue tan rápido que no podía comprenderlo. El chico era guapo con una encantadora sonrisa y el cabello castaño ondulado que enmarcaba su fuerte, mandíbula cuadrada. Parecía joven, pero no importa cómo examiné la imagen que se me mostró, no podía reconocer. —No. —Negué, mirando hacia Dain con una sonrisa de disculpa—. Él es... es familiar, pero al mismo tiempo, no sé si lo he visto antes. Obviamente... Fue entonces cuando me di cuenta. Lo que antes era un sueño despierta, una situación tan surrealista que mis propias emociones habían sido abrumadas por su gravedad, ahora estaba transformándose en una realidad que no entendía. Mi corazón latía con fuerza y mi piel se sentía fría. La sangre corrió por mi cabeza mareándome y no pude enfocar mis ojos. Podía sentir mis lágrimas goteando a lo largo de mis mejillas, pero no me di cuenta de que las había estado derramando. —¿Alex? ¿Estás bien? —Dain estaba preocupado. Levantándose de su asiento, rodeó la mesa y agarró mis hombros para sostenerme. No me había dado cuenta de que me había encorvado. Había sido golpeada y aplastada por la realización fea de que algo estaba terriblemente mal. —Sí, es que... La puerta de la habitación se abrió de golpe y no tenía necesidad de levantar la vista para reconocer quién se nos había unido. La suave cadencia de su voz era demasiado distintiva para no reconocerla inmediatamente. —¿Está todo bien aquí? Por favor, a un lado, Sr. Sutton. Permítame mirarla. El cabello castaño oscuro enmarcaba un rostro cincelado cuando se arrodilló delante de mí. El calor de su mano rozó mi piel, sus dos dedos presionando contra mi cuello.

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—Su pulso está elevado. Sra. Sutton, ¿puede oírme? —S-sí... estoy bien. No lo estaba. La habitación giró alrededor de Dain y el Dr. Hutchins. El Dr. Hutchins me empujó de nuevo a sentarme en la silla y se puso de pie, agarrando a mi hermano por el brazo. Después de guiar a Dain a un lejano rincón de la habitación, susurró. Nada era secreto en este lugar y palabras susurradas todavía se elevaban en el aire. —Creo que solo ha sido una descarga de adrenalina. La respuesta física combinada con la medicación debe haber sido demasiado para su cuerpo. Por si fuera poco, también me han dicho que no ha comido esta mañana. Puede haber una posibilidad de que el azúcar en su sangre esté bajo. Si no te importa decirme, qué ocurrió justo antes de que comenzara a actuar mareada. Dain me miró antes de bajar la cabeza y susurrando su respuesta al médico. —Le mostré una foto de Bobby Arrington... —¿Estás loco? —Había rabia en esas palabras, una borde afilado que incluso yo me sorprendí por el tono del médico—. Ella está muy lejos de ser capaz de ver algunas fotos explícitas... —No eran explícitas. —Después de respirar para tranquilizarse, para frenar su propia ira, Dain explicó—: Es sólo una foto de ella y Bobby antes... —Ya veo. —Frotando su mentón pensando, el Dr. Hutchins opinó—: Ha terminado por hoy, Dain. Todavía es demasiado pronto para esto, aunque tengo que admitir que estoy contento con la reacción que tuvo. Esto demuestra que está cada vez más consciente del presente. Como resultado, pronto podría ser capaz de llegar a un acuerdo con el pasado. Pero tiene que serle introducido lentamente. Su mente no puede comprender la magnitud de haber perdido los últimos cuatro años. Es mejor tomar un enfoque lento si tenemos alguna esperanza de ayudarla a ganarlos de nuevo. Dain asintió solemnemente, lanzándome otra mirada antes de alejarse del médico en la dirección de la mesa. Alcé la vista cuando se acercó, mis ojos apenas capaces de ver desde detrás de los muros de lágrimas que nunca se detuvieron. Se arrodilló frente a mí, tomó mi mano en una de las suyas y me miró al rostro. Con la otra mano, llegó hasta limpiar las lágrimas que no dejaban de correr por mi rostro. —Tengo que dejarte por ahora, chica. Los chicos de la estación me necesitan en otros casos, por lo que no tengo mucho tiempo hoy. Sin embargo, regresaré pronto. —¿La estación? —No entendía lo que me estaba diciendo. Sonrió tan cálidamente que los hoyuelos en sus mejillas se marcaron y me recordó el chico con el que había crecido. —Sí, chica. La estación. Me gradué de la academia poco después del accidente de mamá y papá. Llegué a detective hace aproximadamente un año.

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Era demasiado. Nada era como lo había sido antes. Me había quedado estancada mientras el mundo y todos en él continuaron avanzando sin mí. —Estoy orgullosa de ti, Dain. Dándome palmaditas en la cabeza, asintió y miró hacia abajo para ocultar el hecho de que, también él, estaba llorando. Sin embargo, las gotas de agua que salpicaban cerca de mis pies me dijeron la verdad sobre cómo se sentía. —Lo sé. —Apenas escuché su respuesta, la cual supongo que realmente no importaba. Antes de que pudiera responder, fui levantada de la silla por mi brazo y metida contra el cuerpo Dr. Hutchins mientras me acompañaba hasta la puerta. Terrie estaba de pie en el umbral, soportando mi peso una vez que llegamos lo suficientemente cerca para que ella me agarrara. Me acompañó por el pasillo, pero no lo suficientemente rápido como para no oír la conversación que Dain y el Dr. Hutchins todavía estaban teniendo en la habitación. —¿Cree que la terapia va a funcionar? —preguntó Dain. El Dr. Hutchins no respondió de inmediato. Cuando lo hizo, sus palabras me aterraron. —No se preocupe, señor Sutton. Me aseguraré de cuidar extraordinariamente de su hermana.

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4 —A

hora voy a llevarte a la sala de recreación, Alex. Vas a tener un poco de tiempo libre para conocer a los otros pacientes. Tal vez hagas un amigo o dos hoy, sobre todo ahora que has mejorado. No te sorprendas cuando todo el mundo sepa quién eres. Y no sientas vergüenza por no reconocerlos. Cada persona aquí tiene sus propios problemas. Los tuyos sólo pasan a ser de memoria, mientras que los suyos son algo completamente distinto. La puerta de la sala de recreación quedó a la vista cuando dimos vuelta a una esquina y caminamos lentamente al lado de Terrie, sin responder en modo alguno a lo que me estaba diciendo. Mi atención se mantenía concentrada en la sala en la que entramos. A los lados había sillas de ruedas y camillas vacías, cada una equipada con correas acolchadas que podrían restringir cualquier paciente que no quisiera cooperar con el personal. Algunas tenían sábanas sucias y me pregunté de qué eran las manchas que cubrían el espacio en blanco de la tela. Las paredes, como de costumbre, estaban gastadas y marcadas. La mayoría contenían escrituras o marcas de rasguños irreconocibles, pero de vez en cuando se podía ver claramente el contorno claro de una mano en las manchas caóticas en la una vez pintura blanca brillante. —Las enfermeras Lisa y Lara están vigilando la habitación, así que serás encomendada a su cuidado. Me necesitan en el ala médica hoy, pero te veré más tarde esta noche con el fin de administrarte tus medicamentos. Con el fiasco de esta mañana con tus píldoras, no me fío de Joe para dártelas otra vez. —Él les hace cosas a los pacientes, sabes. Las visita en la noche... Acariciando mi mano, sacudió mi comentario. —Tranquila, tranquila. Dudo mucho que Joe haga tal cosa. Creo que tus sueños y pesadillas están alcanzándote cada vez más, chica hermosa. Esperemos que con el tratamiento del Dr. Hutchins escapes de los demonios dentro de ti. Estirando el brazo delante de su cuerpo, empujó la puerta giratoria abriéndola y me guio dentro. La soltó y sonó ruidosamente detrás de nosotras. El sonido se oyó a lo largo de la gran habitación y todas las personas se volvieron para mirar en nuestra dirección. Los rostros de los otros pacientes eran familiares, cada uno de ellos parecía

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como un sueño que había tenido. Recordaba las imágenes, pero no podía recordar por qué o cuando las había visto. Llevándome a una mesa, hizo un gesto para que me sentara en una silla junto a una mujer que parecía ser de mi edad. Sin embargo, su cabello estaba en coletas y en sus brazos había una muñeca. Sobre su ropa, sostenía a la muñeca contra su pecho como si fuera una niña que vivía y que pudiera necesitar y sentir amor. —¿Julianne? La mujer levantó la vista cuando Terrie habló, mirándome durante solo un momento antes de volver su atención a Terrie. —¡Hola, enfermera! —Su voz era aguda y misteriosa; el sonido de una niña que salía de la boca de un adulto. Era una mujer bonita con rasgos faciales suaves y dientes blancos y rectos. —He traído a Alex a la habitación para hacer algunos amigos. ¿Serías tan amable de hacerle compañía por mí? Ella asintió con tanto entusiasmo que sus coletas se balancearon en los laterales, pedacitos de cabello rubio sucio volaron por todas partes mientras se movía. Terrie le palmeó la cabeza. —Esa es una buena chica. Gracias. En cuanto a mí, Terrie sonrió y dijo: —Andaré por aquí esta noche, Alex. No te preocupes. Estás en buenas manos aquí. Nadie va a hacerte daño. Observé mientras caminaba fuera de la habitación, asintiendo hacia Lisa y Lara a su paso. Ambas enfermeras estaban sentadas en la pequeña estación de enfermería en la parte delantera de la sala, controlando a los pacientes y anotando algo en los cuadernos que tenían. —Mi nombre es Julianne. ¿Cuál es el tuyo? Mi cabeza se giró hacia ella y quedé atrapada una vez más por el tono menor en su voz. —Um, mi nombre es Alexandra, pero la gente me llama Alex, para abreviar. Mientras mecía a su bebé con los brazos y el cuerpo, mantuvo sus ojos en los míos. —La gente solía llamarme Julie, para abreviar, pero les enseñé a no hacer eso. — Se rio y el sonido brilló con una inocencia infantil, sin embargo, la expresión de sus ojos me decía que había algo oscuro e inquietante dentro de ella. Desesperada por algo que decir, le comenté: —Esa es una bonita muñeca que tiene allí. ¿Tiene nombre? Sus cejas se estrecharon y su boca se retiró en una mueca fina de desagrado. Intenté alejar mi silla de ella, pero me di cuenta de que estaba atornillada al piso.

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—No es una muñeca. Es mi bebé. Su nombre es Suzie. —Alejando la muñeca de su pecho, me la tendió con una sonrisa enferma en su rostro—. El bebé fue malo y no quería ir a dormir, así que me comí sus ojos —Otra sonrisa y miré hacia abajo para ver que los ojos de la muñeca habían sido sacados de sus cuencas—. No le gustó cuando me comí sus ojos, así que le di unos nuevos. Mi corazón se detuvo y mi mandíbula cayó boquiabierta cuando vi algo pequeño, viscoso y húmedo metido en el lugar en el que sus ojos habían estado. Julianne se rio salvajemente, sobresaltándome con el sonido. Agitó su dedo meñique entre nuestros rostros y dirigió la mirada a la muñeca. Tirando rápidamente de una de las masas viscosas que se encontraban en las cuencas, extendió la mano para metérsela en la boca, la sustancia salpicó cuando empezó a masticar. Temblé, colocando mi mano sobre mi boca para no vomitar. Ella continuó riéndose, deleitándose en el hecho de que me había hecho reaccionar físicamente con repulsión a lo que había hecho. —No dejes que la pequeña perra te afecte. La pequeña Julie no sabe una mierda de matar a nadie que pueda pelear. Saltando de mi silla, miré a dos mujeres altas que eran idénticas entre sí. Cada una tenía el cabello negro, largo, grueso y teñido, como la medianoche o las alas de un cuervo. Sus ojos eran de un color verde, suficiente para que la luz pareciera blanca si no los mirabas de cerca. Ambas me miraban con la misma sonrisa socarrona, como dos cazadoras voraces que hubieran notado a su presa. Sus cuerpos eran delgados debajo de la tela azul fina de su ropa. Ambas estaban fumando y sostenían cigarrillos finos lejos de sus cuerpos con las manos opuestas. —¡No me llamen pequeña Julie! —Julianne salió volando de su asiento en dirección de las mujeres. Fácilmente atrapada por una de las mujeres, Julianne chilló y pisoteó el pie de la mujer. —¡Diablos! —gritó ella—. ¡Vas a pagar por eso, perra! Julianne se rio. —¡Te he herido! ¡Te he herido! —¡SEÑORITAS! Nuestras cabezas giraron a tiempo con las demás, cada una inmediatamente frente a la enfermera Lara. Sus manos estaban en sus caderas y miraba hacia nosotras desde detrás de sus gafas enmarcadas gruesa. Era una mujer baja con el cabello marrón recto con una raya en medio y perfectamente escondido detrás de cada oreja. —Si no se besan y hacen las paces, tengo un montón de restricciones y aparatos para encargarme del problema. ¿Entienden? Todas las mujeres asintieron, las gemelas continuaron riendo a pesar de la amenaza de la enfermera. —De acuerdo, enfermera Lara —gritó la de la derecha—. No te preocupes, nena. Solo estábamos trenzándonos el cabello una a otra.

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Julianne se alejó del grupo inmediatamente, volviendo a su asiento en la mesa. Sostuvo la muñeca más apretada contra su pecho mientras se balanceaba atrás y adelante en su silla. Una de las gemelas me agarró y me llevó cruzando la corta distancia de la sala a la pared. —No te preocupes por ella. Es sólo una cosa pequeña y loca que mató a su hermana pequeña cuando tenía dieciséis años. Si estás buscando amigas, necesitas estar cerca de nosotras, muñeca. Dirigimos este lugar. Sus movimientos estaban perfectamente sincronizados una con la otra; como si sus genes provocaran que se movieran en sincronía, incluso cuando estaban libres de la matriz que habían compartido. Cada una dio una calada del cigarrillo, sus mejillas apretándose a medida que el humo entraba en sus pulmones. Lo sostuvieron durante un momento antes de soltarlo en grandes nubes que colgaron por encima de sus cabezas. La de la derecha habló primero: —Mi nombre es Lesley y esta es mi hermana, Michelle. —S-soy Alex... —Lo sabemos. —Otra pausa mientras daban caladas a sus cigarros, sus bocas brillando rojas brillantes por el esfuerzo—. Eres nuestra famosa residente viuda negra. Dicen que no te acuerdas de una mierda, sabes... —Arrastrando el dedo por su garganta, hicieron un chasquido con la boca—... el matar a tus amantes. Tragué saliva, sin saber si estaba más herida o más enfadada por el hecho de que sabían por qué estaba aquí. —No sé nada de porqué estoy aquí. ¿Por qué están ustedes dos aquí? —No pude evitar el tono irritado de mi voz. No era justo que supieran más de mí que yo de ellas. Lesley se rio. —Porque como tú, tenemos un... eh... hábito especial con los hombres. Nos encanta, joder, pero al parecer el Estado dice que hemos hecho algo mal. Michelle se rio de la broma de Lesley, que al parecer sólo era entendida entre ellas. Ignorando el obvio secreto que compartían, me sorprendí al saber que no era la única viuda negra en el asilo. —¿Así que son viudas negras también? ¿Matan a los hombres que más les gustan? Se rieron. —Nena, no... Eres la única que llega a sostener ese honroso título. Nos gusta atrapar a los hombres, drogarlos y usarlos como dianas para práctica. No hay nada más divertido que el trasero de un hombre adulto medio corriendo, medio tambaleándose por un gran campo —recordó Michelle. Lesley saltó para agregar:

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—Es divertido cuando llegan a la línea de árboles y piensan que han llegado a la seguridad. Siempre esperamos hasta entonces para disparar. Es más deportista de esa manera. Rompiendo en carcajadas como cacareos, sus voces llenaron todo el espacio de la sala de recreación. La gente miró por encima y me llamó la atención Julianne cuando se asomó para ver qué era todo el ruido. Tan pronto como me pilló mirándola, frunció el ceño, abrazando a su muñeca contra su pecho con más fuerza mientras se levantaba de la mesa y se alejaba de nosotras. Lesley se volvió para notar que mi atención estaba en Julianne. Volviendo su atención a mí, dijo: —Está loca, ¿no? He oído que cuidaba a su hermana bebé una noche y la mocosa no se callaba, así que... —Se comió sus ojos. —Ya sabía la respuesta. Julianne ya me lo había dicho. No pude evitar preguntarme por qué una mujer tan hermosa podría ser de tal manera. Michelle respondió: —Sí, pone uvas peladas en las cuencas de sus ojos cada mañana y se las come a lo largo del día. —Ambas se estremecieron visiblemente—. Las enfermeras tuvieron que limitarla a veinte al día porque se enfermaba al comerlas todo el tiempo. Ahora la perra grita como una loca cuando su límite diario se acaba. Le tienen que poner suficiente fármaco en los brazos para dormir a un pequeño elefante —Se rieron a unísono—. Es divertido como la mierda. Las miré. —¿Todo lo doloroso para la gente es divertido para ustedes dos? No tuvieron tiempo de responder mi pregunta antes de que las puertas de la sala de recreación se abrieran de golpe. —Bueno, seré una perra rezando porque el señor me acaba de dar lo que quería para Navidad —le susurró Lesley a Michelle mientras ambas mujeres observaban al Dr. Hutchins entrar en la habitación. Todo el espacio quedó en silencio, cada mujer, paciente y enfermera, se perdió en su suave arrogancia y mirada de conocimiento. —Buenas tardes, señoritas. Por favor, sigan con sus asuntos como de costumbre. Sólo estoy aquí para observar. —Acariciando mis sentidos como terciopelo, su voz tenía la nota lejana de la gentileza del sur. —¡Tengo algo que puedes observar, Doc! —gritó Lesley a través del cuarto con toda la voracidad de una gata en celo—. ¡Creo que me estoy sintiendo débil simplemente de mirarte! Michelle se echó a reír y le dio un codazo a Lesley en el costado. El Dr. Hutchins miró, sonriéndoles a las gemelas, pero su expresión cambió de repente cuando se dio cuenta que estaba de pie detrás de ellas. Me quedé inmóvil, hipnotizada por la enigmática expresión en su rostro por lo general cordial. No podía entender o incluso describir la forma en que me hacía sentir.

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Era confusión mezclada con curiosidad. Nunca había visto un hombre más atractivo, pero todavía había algo oscuro en él, un aura que enviaba escalofríos por todo mi cuerpo cuando estaba cerca. —Maldita sea, Alex. Le gustas. No ha quitado los ojos de ti. —Lesley vino a mi lado y puso su brazo sobre mis hombros. Susurrando en mi oído, preguntó—: ¿Será tu próxima víctima? Salté hacia atrás, sorprendida por la pregunta. Ella se rio entre dientes mientras me miraba. —¿Qué sucede, amiga? ¿Es por algo que he dicho? —Lesley y Michelle: señoritas, necesito que vayan a la estación de enfermería por mí. Serán escoltadas a terapia de grupo. Odiaría que cualquiera de ustedes llegara tarde. La enfermera Lisa se levantó de su asiento, asintiendo en dirección a las gemelas antes de hacerles señas agitando la mano. —Vamos, damas. Todas saben que la Dra. Ali odia cuando llegan tarde al grupo. —Te vemos luego, niña —susurró Michelle mientras envolvía su brazo en el de Lesley y caminaba casualmente en dirección de la enfermera. Quedé expuesta a la línea directa de la visión del Dr. Hutchins. El malestar se apoderó de mí como una pesada manta y me moví por la habitación en un esfuerzo por evitar mirarlo. No ayudó. Cada vez que miraba en mi dirección, lo sabía. Podía sentirlo como el fantasma de la caricia de una mano por mi piel, poniéndome al mismo tiempo la piel de gallina por encima de mi cuerpo mientras me calentaba desde el interior. —¡Mis libros! ¡Devuélveme mis libros! La voz chirriante de una mujer me separó de mis pensamientos. Volviéndome para localizar la fuente del ruido, me di cuenta de cómo el doctor corría a través del cuarto en un intento de disolver la perturbación que había explotado de la nada. —¡Mantente alejada de mí! ¡Son míos! —gritó otra voz. Siguiendo el camino del Dr. Hutchins con mis ojos, al final vi a una mujer de cabello negro en la esquina de la habitación, de rodillas y acurrucada en un rincón, con el rostro apretado contra la pared, mientras trataba de bloquear a otro paciente de que le quitase los pequeños libros que tenía en sus brazos. Gritó cuando la otra paciente tiró de su cabello y el Dr. Hutchins y una enfermera obligaron a las dos a separarse. Una mano cayó pesadamente sobre mi hombro y me di la vuelta para ver a una mujer de mi estatura que estaba sonriendo alegremente y parecía sólo un poco mayor que yo. —Esa señorita de allí es Elaine. Está aquí por haber secuestrado a una autora y golpearla hasta que la mujer escribió el libro que quería. La otra mujer es Dawn. Está aquí por otra cosa totalmente distinta, pero se me olvida lo que es.

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Negando, me aparté de la mujer. —Lo siento. No sé quién eres. —Eso es porque no me he presentado, pero sé quién eres tú. Todo el mundo lo sabe. Soy Sally. Te he visto por ahí, pero nunca recuerdas a nadie, así que no veo ninguna razón para hablar contigo. —¿Entonces por qué estás hablando conmigo ahora? —A pesar de que no me había hecho daño lo que había dicho, no pude evitar molestarme. Ella se encogió de hombros y respondió: —No sé. Pareces diferente hoy, como si un velo se hubiera levantado o algo. Yo... —Es suficiente, Sally. Me gustaría que volvieras a tomar tu asiento y esperes a ser llamada al grupo. Puedes hablar con Alex allí ya que se unirá a las sesiones esta semana. La voz del Dr. Hutchins sonó justo detrás de mí y salté en respuesta. Estaba empezando a odiar cómo todo el mundo parecía disfrutar de acercárseme por detrás. Girando sobre mis talones, me encontré con el calor eléctrico de la mirada del médico. —Srta. Sutton, si puedes por favor, venir conmigo. Voy a acompañarte a tu próxima cita de esta tarde. —¿Pensaba que estabas observando? —Haciendo la pregunta en un susurro sin aliento, no me gustó el hecho de que sonriera en respuesta. —Sí, bueno, ya lo has oído, hemos tenido una pequeña molestia entre los pacientes y la enfermera Lara está ocupada vigilando a esas mujeres. Como resultado, te mostraré alrededor. —Acercándose, continuó sonriendo ante mi aprensión. El sonido de Sally arrastrando los pies detrás de mí era el único consuelo recordándome que no estaba sola con un hombre que no podía dejar de temer. Cuando estuvo lo suficientemente cerca que la solapa de su chaqueta rozó mi cuerpo, habló en voz baja: —Odiaría pensar que te me estás resistiendo, Srta. Sutton. ¿Por qué no te comportas como la buena pequeña paciente que eres y me sigues sin más preguntas? No me gustaría tener que forzarte a salir por la puerta. Su amenaza me hizo temblar. Mirando alrededor, me di cuenta de que todos los ojos estaban puestos en el médico y en mí. Me sorprendí al darme cuenta que estábamos siendo observados. Asintiendo, me puse en fila detrás del médico, saliendo lentamente de una habitación que estaba llena de enfermos, locos y depravados.

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5 —P

ido disculpas por asustarte allí, pero me preocupaba el hecho que, si seguías cuestionándome, los otros pacientes asumirían que podían hacer lo mismo.

Sacudida por su repentina disculpa, me di la vuelta para mirar al Dr. Hutchins una vez que habíamos entramos al pasillo. La puerta se cerró detrás de él y me miraba con la misma intensidad que había visto en él, ese mismo día. Las luces parpadearon por encima de nuestras cabezas, lanzando una misteriosa luz estroboscópica a través de las blancas paredes. Parpadeé, para ahuyentar la sensación de la luz creada en mi cabeza. Encontrando mi voz, respondí: —No sé por qué estás pidiendo disculpas. Todo este lugar me da miedo. Siento como que he despertado en el infierno. No veo ninguna razón por la que debería ser diferente contigo. —Fue una confesión susurrada, hablé sin realmente considerar cuán honesta había sido la admisión. Ya odiaba este lugar, incluso cuando todavía sólo podía recordar fragmentos sobre él. —¿De qué manera es diferente hoy de lo que era ayer o el día antes de eso? — Con el bolígrafo y el cuaderno en la mano, parecía a punto de grabar mi respuesta. Negué. —No. No haré esto. No voy a dejarme convertir en tu pequeño experimento. — No había otra opción y lo sabía, pero algo dentro de mí todavía no creía que estaba realmente atascada en un lugar donde estaba indefensa. —Cada persona en este lugar es mi pequeño experimento, Alex. No hay nada que tú o cualquier otra persona puede decir o hacer al respecto. —Dio un paso atrás para mirarme por encima, sonriendo a lo que fuera que veía—. Sally tenía razón, ¿verdad? Estás diferente hoy. Al menos tu comportamiento es diferente. ¿Qué estás sintiendo? El cabello en la parte de atrás de mi cuello se erizó y un calor furioso se arrastró a través de mi piel. Podía sentir mi mejillas sonrojarse y las arterias en mi cuello golpear con el aumento de la presión. La ira surgió de la nada. Súbita y violenta, dejándome sin equilibrio, dejándome sin aliento y frustrada. Antes de que pudiera responder al médico, envolvió su mano alrededor de mi brazo y me condujo por el largo pasillo.

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—Oye, Alex, sé que todo esto es muy confuso para ti en este momento. Nada tiene sentido y tiene que ser muy frustrante para ti. Pero aun así voy a pedirte que mantengas la calma. Enfadarse no va a cambiar las cosas. Su férreo control parecía que aplastaría mi brazo. No tenía sentido luchar contra él; los sedantes ligeros que me habían administrado hacían que solo estuviera con la mitad de las fuerzas, en todo momento. Las bombillas de luz destellaron por encima de nuestras cabezas mientras caminábamos hacia adelante por los pasillos serpenteantes y laberínticos. Cómo cualquier persona conocía el camino alrededor de este lugar, estaba más allá de mí. Todo parecía igual: paredes blancas, puertas metálicas, muebles atornillados. Cada menuda ventana enjaulada, a través de las cuales éramos supervisados como ratas en un laboratorio, rompía el paisaje monótono. —Mientras caminamos, debes decirme lo que recuerdas sobre este lugar. ¿Está todo volviendo a ti? ¿Es por eso que estas actuando como lo estás haciendo? —Su voz había regresado a la gentileza sensual profunda de un hombre del sur. Me pregunté acerca de sus raíces por sólo un segundo, antes que apretara su mano, donde sostenía mi brazo, recordándome que una pregunta sin respuesta colgaba entre nosotros. —No estoy segura de lo que quieres decir... —Mis pensamientos estaban desgastados por el parpadeo de la luz y no podía entender por qué él no estaba tan afectado como yo. Con el digno acento de un hombre inteligente, respondió: —Es importante que sepa qué recuerdos tienes y qué fantasmas de los recuerdos crees que puedes recordar. Me ayudará a comprender la gravedad y qué forma de amnesia tienes. —¿No lo han determinado en el tiempo que he estado aquí? Si es verdad que he estado aquí durante un año... —Lamento ser el que te diga esto, Alex, pero el médico anterior, no estaba interesado en ayudar a los pacientes aquí. —Se detuvo de repente, aflojando su agarre en mi brazo y subió hasta tocar mi mejilla. Después de guiar mi rostro, para mirar en su dirección, explicó—: Como estoy seguro que puedes imaginar, las personas con discapacidades mentales graves no son tratadas muy humanamente por la sociedad. Hasta hace muy poco, eran tratados como nada más que un objeto, para ser estudiados y diseccionados, para ser utilizados como conejillos de indias por un sin número de hospitales y médicos. Son parias, y aunque las leyes estatales han mejorado algo acerca de la gestión de estas instalaciones, no han sido capaces de evitar todas las formas de abuso. No dudo de sus palabras. Al crecer, había oído las historias de miedo de asilos abandonados e instituciones mentales, lugares que habían quedado vacíos y se caían a pedazos con nada más que sus fantasmas para contar la historia de las atrocidades que habían ocurrido allí.

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—Hubo una política sobre medicación en los pacientes, cuando el Dr. Keppler estaba a cargo. Aunque, para algunos pacientes, creo que era lo único que podía hacer. Otros pacientes cayeron en el olvido. Tengo la intención de iniciar la terapia para todos y cada uno que creo que pueden mejorar... que te incluye, por supuesto. Cálidos ojos azules me miraron de cerca, su mente obviamente procesando cada detalle de mi reacción y expresión. Me sentía desnuda y expuesta cuando me miraba. Cada sentido que tenía estaba en alerta máxima y era como podía ver, sentir y oír todo lo que me rodeaba. Cada tic tac del reloj apretaba mis ansiosos músculos y cada vez que el olor de la colonia del Dr. Hutchins pasaba junto a mi nariz me calentaba por dentro. Mientras lo miraba, había perdido el sentido de cuánto tiempo pasaba entre nosotros. Los dos nos paramos, uno frente al otro, inmóviles y silenciosos. Me di cuenta de todo; la pequeña cicatriz que atravesaba su ceja izquierda, y la forma en que su piel se arrugaba ligeramente alrededor de sus ojos, cuando los estrechaba con preocupación. Respiré profundamente, intentando escaparme de la fascinación que sentía hacia él. —¿Alex? ¿Estás bien? —Tocó mi mano en un intento de traerme de vuelta a ese momento. Parpadeando para alejar mi estupor, le contesté: —Dr. Hutch... —Puedes llamarme Jeremy. Dr. Hutchins es demasiado formal. —Sonrió amablemente, la luz en la sala quedó reflejada en sus ojos, mientras destellaba en las bombillas por encima de la cabeza. Levantó la mirada y frunció el ceño, finalmente dándose cuenta de lo que había estado mirando todo el tiempo. —Parece que tenemos que llamar a un electricista —Me miró y finalmente me esbozó una sonrisa. —¿Quieres que te llame por tu nombre? —Me divertía pensar que él se sentía incómodo con la formalidad de su apellido, mientras que al mismo tiempo me sentía incómoda con la naturaleza personal de su nombre de pila. ¿Teníamos que ser tan contrarios: médico y paciente, hombre y mujer, cuerdo y loca? —Yo te llamo por el tuyo. —Agarrando mi brazo de nuevo, más ligeramente en esta ocasión, me empujó a través de los pasillos una vez más. Se hizo el silencio entre nosotros mientras caminábamos. El único sonido que resuena en el ambiente monótono y anodino, era el de sus zapatos haciendo clic sobre el suelo. La presión se construyó en mi pecho, el silencio interrumpido sólo por el ritmo de sus zapatos que me llegaba a la cabeza. Estaba fuera de la realidad y de alguna manera, entrelazada simultáneamente dentro de la misma. Llegando a una puerta en el centro de la sala, se detuvo de repente y me lanzó hacia adelante, sin esperar el cambio abrupto del ritmo. Agarrándome con sus manos, me enderezó, buscando mi rostro una vez más.

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—Tu equilibrio está empezando a preocuparme. —Son los medicamentos —me disculpé—. Me siento mareada cuando los tomo, casi como si mi mente estuviese atrapada detrás de una película delgada y mi cuerpo estuviese moviéndose en piloto automático. Asintiendo, garabateó algo en su cuaderno de notas y extendió su mano para empujar el centro de sus gafas para subirlas más arriba en el puente de su nariz. —Eso es comprensible. Ajusté tus medicamentos esta mañana cuando leí sobre el archivo. Te sentirás más clara, en el momento en que empecemos la terapia de mañana por la mañana. —Esa es la tercera vez que has mencionado la terapia, sin embargo todavía no me has explicado lo que vamos a hacer. La esquina de su labio se curvó. —Estoy feliz de ver que has sido capaz de llevar la cuenta. —Metiendo su dedo debajo de mi barbilla, inclinó mi rostro hacia él—. Eso demuestra el progreso, Alex. No estoy seguro de lo que ha pasado con tu cerebro en esta última semana, pero algo está definitivamente diferente. —Me gustaría saber lo que estaba pasando —le confesé. Sonrió, liberando mi barbilla para colocar la mano en el pomo de la puerta al lado de nosotros. —Lo sabrás tan pronto como yo. La puerta se abrió y giré la cabeza para mirar y ver varios pacientes sentados en las sillas que habían sido puestas en un círculo, alrededor de una persona que no reconocí. —Este es el cuarto del grupo de la Dra. Ali. Participarás en sesiones, dos veces por semana, a partir de hoy —explicó Jeremy. Acercándose, inclinó la cabeza tan cerca que sus labios rozaron mi oreja cuando habló—. Ella va a cuidar de ti, Alex, o va a responder ante mí. Mis ojos se abrieron en la posesividad que escuché en su voz. Apartándome, miré hacia él con una pregunta obvia escrita en mi expresión. —¿Por qué te importa cómo me trate? Buscó mis ojos, sonriendo con timidez antes de contestarme en un susurro. —Porque tú eres mi enfoque especial, Alex. Entra dentro de la habitación. Todos los ojos están puestos en ti. No estaba mintiendo. En el momento en que me giré hacia el pequeño grupo en la sala, cinco pares de ojos estaban pegados a todos mis movimientos. Alejándome de Jeremy, pasé por el umbral de la habitación, dando unos pasos tentativos antes que la puerta se cerrara detrás de mí. ***

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—Se suponía que me amaba... ¡A MI! ¡NO A ELLA! —gritó Sally en su asiento, asustando a los pacientes sentados justo a su lado. Las lágrimas corrían por su rostro, que se puso rojo con su dolor. La Dra. Ali le respondió de una manera suave, la calma en su voz un polo opuesto a las palabras que dijo. —Él te amaba, Sally. Pero lo que hiciste, cómo heriste a esa mujer... —suspiró—... La rompiste miembro a miembro... literalmente. Ella ya no existe ahora, debido a lo que pensabas que estaba pasando entre ella y tu marido, pero eso no significa que no te ama. —Pero estoy aquí... —Porque fuiste capturada. La gente no va por ahí matando a otras personas, Sally. —Pero él no me ha visitado... La Dra. Ali no respondió con nada más que una sonrisa escondida. Encontré la expresión fugaz extraña. Era como si no pudiera contener la cantidad de placer que le producía el dolor de la otra mujer. —Eso es porque estás loca y has sido encerrada, para que no puedas hacer daño a más personas. Has sido dejada de lado. Acéptalo. Juntando sus manos, la Dra. Ali sonrió dulcemente y volvió la atención del grupo de nuevo a ella. En un tono inusualmente alegre, dijo: —Hemos terminado por hoy. Creo que hemos progresado. Cada paciente se quedó quieto en un silencio conmocionado, incluso las lágrimas de Sally habían desaparecido y la ira era la emoción evidente ahora estampada en su rostro. No había hablado ni una vez desde que entré en esta sala, eligiendo en su lugar observar como me habían indicado, que era mi derecho de hacer. Había sabido, solo mirándola, que la Dra. Ali era cruel de alguna manera. ¿Pero presenciar la sádica alegría que mostró al decirnos que habíamos sido dejados de lado? Fue esclarecedor por decir poco. Más exactamente, fue aterrador. —Todo el mundo váyanse a sus habitaciones o la sala de recreación, no me importa a cual... — Su cabeza se giró hacia mí y tragué saliva con la ansiedad creciendo dentro de mí—. A excepción de ti, Alex. Terrie estará aquí pronto para llevarte de regreso a tu habitación. —Mantuvo sus ojos centrados en los míos hasta que todos los pacientes se fueron. —Veo que te gusta más el Dr. Hutchins que el Dr. Keppler. Vi el golpe de la puerta cerrarse detrás del último paciente y noté el vacío de la habitación, el suave parpadeo de las bombillas eléctricas en el techo. Me sentí yuxtapuesta, no entendía la niebla que rodeaba mis pensamientos y los episodios de miedo que venían con el conocimiento, de que nada era como recordaba que fuera.

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—¿Perdón? —Me volví hacia ella, finalmente, mi cabeza moviéndose lentamente sobre mis hombros con la velocidad de un caracol. —El Dr. Hutchins, no retrocedes ante él, como lo hacías con el Dr. Keppler. O ¿no te acuerdas? —Sonrió de nuevo y me sentí caliente con rabia—. No te hagas ilusiones, Alex. Sólo eres una paciente aquí y un hombre como él no te usará para nada más que para un bocadillo de medianoche... —¿Alex? —La voz de Terrie se filtró en la habitación mientras abría la puerta—. Oh Dios. La sesión ha terminado. Tenía la esperanza de que no hubiera terminado. La Dra. Ali sonrió una vez Terrie entró en la habitación, toda su actitud cambiaba inmediatamente en el momento en que teníamos compañía. —Terrie, sólo estaba preguntando a Alex si le gusta el Dr. Hutchins. Mirando a la Dra. Ali mientras caminaba, Terrie se detuvo cuando me alcanzó. —Qué amable. —Su voz tenía la entonación de una mujer que sabía que le estaban mintiendo—. Bueno, estoy segura de que Alex está agotada después de su día, así que voy a llevarla para descansar y almorzar. La sonrisa de la Dra. Ali cayó. Simplemente asintiendo, nos excusó de la habitación, sus ojos quemando dos agujeros en mi espalda cuando nos fuimos. —No me gusta ella, Terrie —confesé una vez que estábamos a salvo fuera del rango de audición de la Dra. Ali—. Es mala... Acariciando mi hombro como si fuera una niña, Terrie se rio dulcemente. —Alex, estoy segura de que va a tomar tiempo para que te ajustes a todo el mundo aquí. Es sólo recientemente que eres consciente de quiénes somos. El primer par de meses que estuviste con nosotros, tuve que presentarme de nuevo cada día. Parece que sólo ha pasado una semana desde que has comenzado a reconocerme al verme. Llegando a mi habitación, abrió la puerta y se sentó conmigo en el lado de la cama. Su mano se movió hacia arriba y abajo de mi espalda, calmándome con el movimiento lento y constante. —No hay nada que temer aquí. Estás segura. Las palabras apenas habían salido de su boca en el momento en que vi una sombra pasar la luz de la sala. Mis ojos se dispararon y Joe estaba de pie fuera de la habitación. Él se estaba burlando en mi dirección, volteando las llaves alrededor y alrededor en el lazo que tenía en su mano. El miedo me inundó, el aumento repentino de adrenalina ralentizó el tiempo y de alguna manera aumentó los efectos de los fármacos en mi sistema. Todo lo que podía oír era el tintineo de las llaves. El movimiento del metal girando me llevó a un estado de trance. —¿Alex? —Era nebuloso, la palabra resonando en mi cabeza como un disco que había sido ralentizado a un punto de distorsión. La habitación giró y quería acostarme, pero tenía demasiado miedo de que Terrie me dejara si pensaba que me estaba quedando dormida.

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Rápidamente parpadeé, enfocando la pequeña habitación de nuevo antes de mirar para arriba a la expresión preocupada de Terrie. Poco a poco, volví la cabeza para darme cuenta de que Joe se había ido. La realidad volvió a saltar como una banda elástica y lo qué había sido de movimiento lento, ahora estaba aplastándome con la velocidad de un tren fuera de control. —¿Alex? ¿Estás bien? Asentí, abriendo los labios lentamente para admitir: —Creo que te equivocas, Terrie. Este lugar no es seguro. Nada aquí es seguro.

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6 —O

h sí, nena, me encanta cuando goteas sobre mi polla.

Las palabras susurradas se arrastraron a través de los pasillos vacíos afuera de mi puerta. Reconocí la pesada respiración de Joe, el enfermo y retorcido estimulo que le daba a cualquiera que fuera la chica que estaba usando esta noche. Ella gimió con fuerza y me senté en la cama, preguntándome cómo las otras enfermeras y camilleros no escuchaban lo mismo que yo. Se podía escuchar piel golpeándose contra piel, la resbaladiza succión de dos cuerpos juntándose sólo para ser obligados a separase. Subiendo las mantas hasta mi barbilla, me estremecí cuando me di cuenta que estaba en la celda de al lado. Tal vez por eso era que podía escuchar cada pequeña parte del ataque. Las otras noches, había sido bastante alarmante, pero esta no me dejaba dudas de lo que Joe estaba haciendo. —No la folles muy duro, hombre. Guárdame algo —susurró la voz de Emerson, oscura y áspera. Era evidente que lo que sea que estuviera viendo lo estaba excitando. Me encogí. Ambos eran jugadores dispuestos del abuso. —Hombre, vete a la mierda. Esta pequeña perra me gusta. Tal vez puedas probar a su vecina de al lado. No la he tenido todavía. —Tal vez lo haga. Un arrastrar de pies sonó detrás de la pared donde estaba escuchando y salí de la cama, poniéndome de pie en la esquina sin nada que pudiera usar para protegerme. Con mis ojos fijos en la ventana, me mantuve en la esquina en sombras esperando que el rostro de Emerson apareciera en la ventana. Joe se rio. —Sí, buena suerte con eso. La puerta de la celda a mi lado crujió abriéndose y se cerró suavemente. Unos pasos chirriaron sobre el suelo de linóleo y cada musculo de mi cuerpo se tensó de miedo. Rezando porque hubiera alguien en el piso que pudiera detener a Emerson y Joe, apreté mis manos en puños preparándome para pelear, conteniendo mi aliento con la esperanza de que pasara de largo.

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No lo hizo y el aire que había estado conteniendo salió de mí tan pronto como vi sus ojos en la ventana. —¿No deberías estar dormida, niña? Habló en voz baja, retándome; el tono burlón de sus palabras era una promesa sutil de que no había nada que pudiera hacer para detenerlo. —Maldición. Escuché un cuerpo cayendo contra los resortes del colchón en el otro cuarto, la puerta crujiendo al abrirse una vez más. —Si está despierta, sigue avanzando idiota. No necesitamos gritos que alerten a las otras enfermeras. —Joe habló en voz baja por el pasillo y sostuve la mirada de Emerson hasta que de repente se fue. A la vez, la puerta de la celda a mi derecha se cerró cuando la puerta de la izquierda se abrió. La ansiedad corrió por mi mente, inyectando cada célula de mi cerebro con pánico. Las lágrimas se deslizaron por mis ojos mientras mi espalda se deslizaba por la fría pared de cemento de mi cuarto. Estaba rodeada por su abuso. De la celda de Joe, la mujer se había quedado en silencio aun cuando sus embestidas se habían acelerado e intensificado. Y de la de Emerson… bueno la chica apenas se estaba despertando y cuando habló, reconocí la voz de inmediato. —¿Michael? ¿Eres tú? Los resortes en la cama de Sally chirriaron y supe que Emerson se había subido sobre ella. Michael era el nombre de su esposo, del que ella había hablado en el grupo esa tarde. Quise golpear mis manos contra la pared, gritar para que las enfermeras vinieran a ayudar a la pobre mujer o gritarle a ella que no era su esposo quien se había subido a su lado. —Sí, cariño. Pero tienes que guardar silencio, no saben que estoy aquí. Ella empezó a llorar de repente. —¡Oh Michael! ¡Sabía que vendrías! —Shhh… Estaba enfada por ella. No sólo estaba siendo violada, sino que también le estaban dando falsas esperanzas de que su esposo finalmente la había perdonado por lo que había hecho. Escuchando la risa enferma de Emerson, cerré mis ojos para expulsar el torrente de lágrimas que ahora cegaban mi visión. La violaron al tiempo entre sí y yo estuve atrapada entre la sinfonía de dolor e indignidad, sin poder hacer nada escuchando a los hombres mientras se corrían. Cuando terminaron, abandonaron las habitaciones en silencio, subiéndose los pantalones mientras lo hacían y riéndose entre ellos mientras caminaban alejándose por los silenciosos pasillos.

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Lo que quedó fue el sonido de llanto silencioso, dos mujeres que habían sido usadas y arrojadas a un lado. Lloraron y me senté con ellas, ofreciéndoles mi compañía sin tener el coraje de decir en voz alta alguna palabra de simpatía. *** —Asumo que el colchón seria más cómodo, Sra. Sutton. Abriendo los ojos, los entrecerré contra la luz parpadeante en el cuarto. El perfil de un hombre de pie en el umbral de la puerta, sus rasgos ocultos detrás de la falta de claridad del sueño en mis ojos nublados. Mi cuerpo dolía y me levantaba del suelo, la piel cosquilleaba en mi pie, cadera y hombro donde habían estado previamente contra el suelo. Alzando la mano, limpié la niebla que me mantenía atrapada, parpadeando rápidamente para revelar que el Dr. Hutchins era quien estaba de pie en la puerta. —Buenos días. Nuestra terapia comenzará hoy y quería venir y pedirte que se asegures de comer esta mañana. La nueva medicación que comenzaré contigo te causará molestias en el estómago si no comes antes. La terapia no hará ningún bien para ninguno de los dos si estás enferma. Después de ponerme de pie, ausentemente me froté los lugares adoloridos de mi cuerpo. Mis ojos observaban al doctor bajo mis pestañas y me di cuenta que él me miraba, prestando mucha atención a cada lugar que tocaba. —¿Por qué no has dormido en tu cama? —habló con cuidado, la promesa de una evaluación y juicio a mi respuesta, arraigada en cada palabra. —No me creerías si te lo dijera. La puerta se cerró detrás de él y di un paso hacia atrás con miedo de estar sola en la pequeña habitación con él. —Inténtalo. Temblando, saqué mis brazos hasta envolverlos alrededor de mi pecho. —Joe y Emerson... —Cuando empecé, mi voz era fuerte, pero dudaba de que él me creyera y bajé la voz a un susurro forzado—. Ellos… violaron a las mujeres de las habitaciones contiguas. Si no hubiera estado despierta, ellos hubieran... —¿Qué? —Parecía preocupado, sus cejas juntas entre sus ojos, hundiéndose hasta que tocaron el marco de sus gafas con montura metálica. No quería contestarle, no quería admitir que sabía lo que me hubieran hecho si hubiera estado dormida. Sacudiendo la cabeza descarté su pregunta. —Nada… Él sonrió. —En algún momento tendrás que aprender a confiar en mí. Podría ser el único amigo que tienes dentro de este lugar. —¡Ellos también iban a violarme! —Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas y puse las manos sobre mi boca como si pudiera retirarlas.

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Frunció el ceño sin decir nada mientras empujaba la manilla de la puerta, dejando que se cerrara con un golpe detrás de él después de volver al pasillo. Mis rodillas temblaban de miedo y estaba segura de que acababa de decir lo suficiente como para dosificarme el resto del día. Cuando regresó, estaba segura de que Joe y Emerson estarían con él, listos y dispuestos a sostenerme mientras él me diera lo que fuera que hubiera en esas agujas de emergencia que llevaban en sus bolsillos. Obligándome a caminar a la cama, me senté en el colchón y me encogí ante el sonido chirriante bajo mi peso. La puerta era mi único enfoque. Había memorizado todas las pequeñas imperfecciones y arañazos en la superficie blanca. Estaba tan concentrada que cuando finalmente se abrió de nuevo, me sobresalté, presioné la espalda contra la pared. Empujando mis rodillas hacia mí, me atreví a mirar a la persona que había entrado. —¿Qué crees que escuchaste anoche? La expresión del Dr. Hutchins estaba en blanco. Reflejando los gestos de un profesional, me estudió con el bolígrafo en mano, listo para anotar cualquier respuesta que le diera. Enderezando la columna, permití que mis pensamientos flotaran. No era fácil recordar los detalles específicos, sólo el terror. —No puedo estar segura. —Hmmmm... —Caminando más en la habitación, no se acercó más a mí que un par de metros. Su lenguaje corporal era el de un hombre cauto, moviéndose lentamente para evitar asustar a la criatura indefensa ante él—. Dime lo que crees recordar. Respiré, preparándome para el impacto de recuerdos de la noche anterior. —Joe y Emerson. Estaban en las celdas a mi lado. Los oí... —Las lágrimas brotaron de mis ojos y mi voz temblaba de terror paralizando mi cuerpo—... Ellos les hicieron cosas a las mujeres, a Sally... Arrodillándose para estar cara a cara conmigo, Jeremy me miró. Sin embargo, detrás de esos observantes ojos, vi un atisbo de piedad. —No me sorprende que sea esa la forma de abuso que crees que oíste. —¿Creer que oí? —Indignidad acabó con mi paciencia—. ¿Qué quiere decir con creo? Sus labios se presionaron en una línea delgada y apartó la mirada de mí hacia la puerta. Regresando, se levantó y continuó la conversación desde una posición en la que estaba mirando hacia mí. —No había mujeres en las celdas al lado de la tuya anoche. Eras la única paciente en esta ala. Eso no tenía sentido. Negué con la cabeza a lo que estaba diciendo, negándome a creer que sus palabras pudieran ser verdad.

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—No... yo sé lo que oí... —Acabo preguntarle a la enfermera del turno de noche. Te han mantenido en esta sala debido a tus terrores nocturnos. Los gritos trastornan a los otros pacientes. Tenemos que mantenerte separada. Tan lento que podía ver las cortinas cerrarse y vuelven a abrir, Parpadeé; la luz convirtiéndose en oscuridad antes de volver a la luz. Consumida en silencio, repetí sus palabras en mi cabeza: No había nadie. Estaba sola. ¿Cómo algo de eso posible? —Sé lo que oí... —Hablado débilmente traté de negar lo que me estaba diciendo. Suspiró profundamente por encima de mí. —Terrie te va a traer el desayuno en unos minutos. Una vez más, me gustaría recordarte que comas esta vez. Una vez que te bañes y tomes tus medicamentos, te van a traer a mi oficina. Me alegro de haber venido aquí esta mañana. Me ha dado más información que será útil para ayudarte. Volviendo a salir por la puerta, su bata blanca flotó alrededor de sus piernas, el color plata de su bolígrafo en su bolsillo fue iluminado por luz tenue. —Dr. Hutchins? —le llamé. Dejó de caminar, pero no se molestó en mirar hacia atrás en mi dirección. —Llámame Jeremy. Encuentro que tener una relación más personal con mis pacientes se hace que sea más fácil que se abran a mí. —Finalmente miró hacia mí por encima de su hombro, añadió—: No te puedo ayudar si no te abres completamente a mí. La divulgación completa viene con acceso completo, Srta. Sutton. Desapareciendo por el pasillo, me dejó con la boca abierta. Él mismo se había contradicho, pidiéndome que me refiriera a él por su nombre de pila sólo para negarse a referirse a mí por el mío. Era como un espejo polarizado, capaz de ver dentro y observarme, estudiar todos mis movimientos, pero no me permitía mirar hacia él.

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7 —B

ienvenida a su primera sesión de terapia, Srta. Sutton. Le sugiero que se ponga cómoda ya que estará aquí durante un par de horas. —Dando vueltas alrededor de la mesa en el centro de la habitación, Jeremy hizo un gesto con la mano para que eligiera dónde sentarme. No había estado en esta sala antes y no reconocí los extraños instrumentos médicos y muebles dispersos en el espacio. Además de varias sillas grandes y excesivamente acolchadas, también había varios sofás, sillones y tres camas. Cada área parecía tener un tema diferente de color: blanco puro en una, de tono negro otra. Las otras áreas tenían colores brillantes en tonos de piedras preciosas como rubí, zafiro y esmeralda. Las alfombras, telas y la ropa de cama hacían juego a la perfección, cada área seccionada por una cortina que hacía juego con su tema. Sin embargo, una de las esquinas misteriosa atrajo mi atención, la curiosidad de qué había detrás de la cortina opaca se asentó fuerte en mi cabeza. —¿Dónde estamos? —Estamos en una habitación que he diseñado con el propósito de explorar sus recuerdos. —No entiendo... —No tiene que entender. —Sonrió—. Lo que voy a intentar durante el próximo par de semanas no se ha hecho antes, Srta. Sutton. Es mi propia teoría y la he seleccionado a usted como mi primer paciente. Nada de lo que estoy planeando hacer es fuera de lo común. Es sólo una mezcla de diferentes prácticas y teorías que he juntado en un intento de acceder a todas las partes de su mente. No tiene nada que temer. Por favor, elija una sección de la sala que le guste y comenzaremos allí. Mirando a mi alrededor, consideré cada una de las diferentes áreas. Inmediatamente rechacé cualquier sección que tuviera una cama, me quedé con tres áreas: blanca, roja y verde. Odiaba el área blanca porque me recordaba a los pasillos del asilo. La zona verde tenía dos sillones individuales y un sillón. La roja tenía dos grandes sillones reclinables mullidos. No quería ninguna área donde pudieran obligarme a acostarme, así que elegí la roja. Yendo hacia allá, me senté en la silla de la izquierda.

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Sonrió. —Interesante elección. —¿Por qué? —No podía quitarle los ojos de encima. Caminando con una arrogancia fresca, se comportaba con confianza. Por debajo de la bata blanca, llevaba una camisa azul clara metida en los pantalones grises. El material fluía sobre sus piernas sin problemas, el corte de la ropa parecía haber sido hecho a medida para cada curva masculina de su cuerpo. Aparté la vista cuando se sentó, avergonzada por haber permitido sentirme atraída hacia él durante un momento. —Esta es una zona segura para usted, ¿no? —No entiendo cómo algo de esto me va a ayudar. ¿Qué tiene que ver el color con la memoria? —Nada, o al menos con la memoria consciente. Sin embargo, los seres humanos poseen diferentes formas de memoria en complejo ordenador al que llaman “cerebro” y el color, a veces, puede evocar una emoción o un recuerdo del que no eran conscientes. Creo que puedo tener acceso a todas las formas de memoria dentro de usted, a todas menos a la memoria consciente, por supuesto. —¿Y eso qué significa? —Significa que si tratas de recordar la información, no está ahí. Sin embargo, tus delirios me dicen que hay algo bajo la superficie de tu pensamiento consciente. Si puedo acceder a ella, podríamos ser capaces de averiguar la verdad de lo que te ha pasado desde el accidente que causó tu amnesia. —No estoy delirando. —Eso está por verse, Srta. Sutton… —¿Por qué me llama así? —Me sentía furiosa e irracional, las agitaciones volátiles de la ira, pulsaban en mis venas ferozmente. Cualquier cosa me incitaba. Lo que fuera que pudiera ver u oír, probar o tocar, no importaba. Todo me enfurecía tan fácilmente que estaba empezando a sentirme tan loca como ellos aseguraban. —La he estado llamando Srta. Sutton todo este tiempo. —No. —Negué, moviendo la cabeza, las imágenes del día anterior, la forma en que su boca se curvó al pronunciar mi nombre, aparecían como un video, su voz se hizo más grave y lenta, como un disco de vinilo—. Me llamaste Alex. Me dijiste que te llamara Jeremy porque tú usabas mi nombre de pila. Su bolígrafo garabateó furiosamente sobre su cuaderno y levanté las manos, sintiéndome derrotada. —¿Qué demonios está pasando? —grité. Sin responder a mi ira, terminó de escribir sus notas y sacó una jeringuilla del bolsillo. La reconocí de inmediato y sacudí la cabeza. —No… no, no, no, no…

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—No es lo que piensa. No la voy a sedar. —Quitándole la tapa a la aguja, empujó el embolo hasta que una pequeña corriente de fluido salió de la punta de la jeringuilla—. Este medicamento la abrirá durante las próximas dos horas por lo menos. La hará receptiva, nada más. —¿Receptiva a qué? Levantándose de la silla, cruzó el pequeño espacio entre nosotros, agarrándome la muñeca del brazo derecho con una mano y tirando de ella hacia él. —Receptiva a mi interrogatorio. Deje el brazo quieto, por favor. Quiero asegurarme de no romperle la vena. No podría haber tirado mi brazo hacia atrás aunque hubiese querido. Cada músculo de mi cuerpo estaba paralizado por el miedo y la ansiedad que sentía. Le vi meterse la mano en el bolsillo para sacar una tira delgada de plástico que puso alrededor de mi brazo en poco segundos. Palpando mi vena, la trajo a la superficie de mi piel y me miró después de posicionar la aguja. —Va a sentir un pellizco. La aguja presionó, hundiéndose en mi vena tan fácilmente como un cuchillo caliente en mantequilla. Salté ante el fuerte pellizco, mirando el líquido transparente abandonar la jeringuilla mientras entraba a la fuerza en mi cuerpo. Mi cabeza se tambaleó al instante, mis sentidos se hicieron fuertes y luego desaparecieron tan rápido que caí hacia atrás en el sillón mullido. El aire abandonó mis pulmones en una respiración rápida y estremecedora. —Cierra los ojos. Era su voz, suave y relajante mientras el calor de su palma rozaba mi rostro para cerrarme los párpados. No me resistí, eligiendo, en cambio, disfrutar de los sonidos aumentados y las sensaciones que estaba experimentando en ese momento. Me sentí liviana y luminosa, como si pudiera flotar desde el asiento y volar a través de la sala, riendo y sonriendo ante mi nueva libertad. —El medicamento tardará unos minutos en hacer efecto completamente y voy a utilizar ese tiempo para explicarte lo que vamos a hacer. —¿Me ha hipnotizado, Doc? —No del todo y por favor, llámame Jeremy. Me reí, la sensación de embriaguez me quitaba toda la tensión y el terror. Por una vez, sentí que las paredes del asilo no me estaban encerrando ni amenazaban con ahogarme en su confinamiento. —Pero usted no me llama Alex. No podía estar segura, pero pensé que lo oí reír. Se había alejado y me animé a espiarlo. Tan pronto como pude ver su forma borrosa, me di cuenta de que se estaba quitando la chaqueta blanca. Cuando se volvió a mirarme, sonreí. Sacudió la cabeza sin poder creerlo, caminó hasta mí e, instantáneamente, me volvió a cerrar los ojos.

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—No abras los ojos hasta que lo diga, Alex. Esta terapia no funcionará si luchas contra ella. Me reí porque hubiera dicho mi nombre y mi piel se estremeció. El latido de mi corazón dentro de mí era divino y tan fuerte, cada aliento que tomaba me infundía placer y calor. —Voy a llevarte de nuevo al principio, Alex, a lo que causó tu amnesia. Va a ser un recuerdo doloroso, que estoy seguro que te dará mucho dolor de cabeza y angustia, pero es un recuerdo necesario. ¿Lo entiendes? Supe al instante de qué es lo que quería que habláramos. —El accidente, el que mató a mis padres. —Sí. Ese. Tu memoria se vio afectada como consecuencia del trauma en la cabeza que tuviste en ese accidente. Sin embargo, los acontecimientos que condujeron al accidente deben estar claros si mi teoría es correcta. —¿Qué pasa si no quiero recordar? —Era una pregunta honesta. No quería volver a ese día, al momento en que sentí que todo mi mundo se había roto en pedazos. No necesitaba fármacos para hacer que los acontecimientos estuvieran claros dentro de mi cabeza. Nunca habían desaparecido durante los días y años que siguieron. —Es interesante que lo digas así; especialmente porque encaja tan bien con mi teoría acerca de tu condición. —¿Qué me pasa, Doc? —Jeremy. Me reí. —Bien. Jeremy. —Mis muslos se apretaron fuertemente cuando su nombre salió de mis labios. Aún flotando, moví mis manos en el aire preguntándome cuándo y si alguna vez me sentiría pesada de nuevo. —A lo que más quiero acceder dentro de ti no es tu memoria consciente o tus pensamientos, sino a algo mucho más profundo que eso. Quiero explorar la memoria sensorial, los sentimientos y las sensaciones, los hábitos y patrones que tu cerebro ha registrado y conservado intactos desde que se produjo el accidente. »La única razón por la que voy a llevarte de nuevo al accidente es para intentar poner en marcha tu psique. Estás en un lugar seguro y estaré contigo a cada paso del camino. ¿Lo entiendes? Sí, lo entendía, pero aun así salté cuando sentí sus cálidas manos envolviendo la mía. Sacándome las manos mi regazo, se aferró y pude sentir el pulso de su sangre corriendo por sus dedos. Era una sensación increíble, la unión de dos cuerpos, el intercambio de calor y el contacto. Después de un corto período de tiempo juré que nuestros corazones latían a unísono. —Relájate contra el asiento, Alex, y vamos a empezar... —Pasaron unos segundos tranquilos hasta que había entrado tan en sintonía con mi entorno que

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podía oír el aire saliendo de las rejillas de ventilación del aire acondicionado en las paredes. Vi el color rojo contra mis párpados, creando un lugar cálido y reconfortante. —Piensa en el día de tu accidente, Alex. Llévame al último lugar que recuerdas estar antes de entrar en el coche ese día. Como si fuera una película delante de mis ojos, apareció una imagen. Borrosa al principio, luego se enfocó, revelando las cálidas paredes color terracota de la casa de mi familia. —Estoy en mi casa. Estoy golpeando la puerta de mi madre, porque vamos a llegar tarde a encontrarnos con mis amigos. —Dejando de mirar la puerta, parpadeé y vi a Jeremy parado a mi lado en el recuerdo. —Espera, algo está mal, tú no estabas allí. —Aún atrapada en el recuerdo de aquel día, me sentí partida en dos: una parte de mí viendo el recuerdo mientras mi yo físico se apartaba de él en la sala de terapia. Apretó sus manos alrededor de las mías, más fuerte mientras me hablaba. —Estoy aquí contigo ahora, pero trata de no centrarte en eso. Solo soy un observador. Tu contacto conmigo es solo un medio para sacarte del recuerdo si se hace demasiado perturbador. Por ahora, quiero que te sueltes y que me digas todo lo que recuerdas. Su imagen desapareció en el pasillo y respiré hondo, volviendo a un lugar que no había visto desde hace años. *** —¡Mamá! Tenemos que ir yendo. ¡Voy a llegar tarde! —No vestida así, señorita. Tienes que cambiarte. —Mi madre se acercó detrás de mí en el pasillo, asustándome porque había pensado que ella estaba en su habitación. Volviéndome para mirarla, le pregunté: —¿Dónde está papá? Ella sonrió mientras sus ojos recorrían la camiseta blanca ajustada y la falda corta plisada gris que había elegido usar esa tarde. —Es a quien estás escuchando en el dormitorio y deberías alegrarte por eso. Si te viera vestida como estás ahora, le daría un infarto. ¿De dónde has sacado esa ropa? Enfadada porque estuviera juzgando la forma en que estoy vestida, le dije: —Se las he pedido prestadas a Cheyenne ya que no me dejas comprar nada parecido a lo que las otras chicas usan. No somos Amish, mamá. Sonriendo de nuevo con la expresión de una mujer que pensaba que sabía más que yo, cruza los brazos sobre su pecho y mueve la rodilla. Es una postura que me dice que estoy luchando una batalla perdida, la postura que todas las madres toman cuando están a punto de ganar.

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—Siempre y cuando estés viviendo en mi casa, jovencita, llevarás lo que creo que es apropiado y esa falda... —se burla—. No vas a ser capaz de agacharte sin dar a cada persona en el centro comercial una ojeada de tu trasero. —¿Por qué me tendría que agachar? Me pondré en cuclillas —Crucé los brazos hacia ella, tomando la misma posición en un esfuerzo por hacer valer mi autoridad sobre mí misma. Tengo diecisiete años y estoy harta de ser tratada como una niña—. ¡Mamá! Todas las chicas… —Eres demasiado joven para andar vestida como una prostituta, Alexandra Marie Sutton, y te sugiero que tomes el consejo de tu madre y que vayas a cambiarte en este mismo segundo. —Mi padre salió de su habitación, cerrando la puerta silenciosamente detrás de él y tomó su posición detrás de mi madre. Su cabello negro peinado cuidadosamente en su lugar y sus ojos castaños normalmente cálidos estaban oscurecidos con ira. Mi padre no era del tipo de hombre que la mayoría de las personas estarían dispuestas a llevarle la contraria. Inteligente y fuerte, era una fuerza a tener en cuenta, un guerrero de mente y cuerpo. Pero no soy cualquier persona y no tengo problemas en discutir con él. Soy, después de todo, un producto de él y tiene sentido que eventualmente me convierta en su igual. —¡Pero ya vamos tarde! —grito. Camino alrededor de mi madre, que se cernió sobre mí, agitando su dedo en mi rostro mientras me daba su última advertencia. —Y mantén esa actitud desagradable tuya y nunca lograrás ir al centro comercial. ¿Qué vas a decirles a tus amigos entonces? —¡Muy bien! —Estiro los brazos delante de mí antes de girar sobre mis talones e irme dando pisotones a mi dormitorio. Tan pronto como cierro la puerta, me muevo por la habitación hasta el armario. Una voz masculina familiar se filtra en mis pensamientos en ondas de sonido inquietantes. —¿Con qué amigos te encontraras, Alex? Encendiendo la luz veo a Jeremy de pie en el interior del armario. —¿Qué demo…? —¿Cuáles son los nombres de tus amigos? —pregunta con un bolígrafo y un cuaderno en la mano. —Cheyenne, Connie, Sam, Linda y Bobby. ¿Por qué? —¿Bobby quién? —No levanta la vista del papel, la punta del bolígrafo se mueve con furia sobre su superficie. —Bobby Arrington. Es mi novio. Como si se disipara en el aire en una voluta de humo él desaparece, la calidad inquietante de su voz se desvanece cuando dice:

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—Continúa. Después de agarrar un par de vaqueros ajustados, levanté la falda de mis piernas y la reemplacé con el pantalón oscuro que esperaba que mis padres vieran como "apropiado". Era una estupidez. Ambos todavía pensaban en mí como una joven virgen que debían mantener a salvo en alguna estúpida torre de marfil. Lo que ellos no sabían era que había perdido mi virginidad con Bobby hace mucho tiempo. Fui de nuevo a la sala y escuché a mi padre susurrando a mi madre. Avanzando sigilosamente me quedé en la esquina para que no supieran que estaba allí. —Ella no está actuando de esta manera por lo que ocurrió cuando tenía cinco años, Christine. No recuerda al niño o el incidente y dudo mucho de que esto de alguna manera fuera lo que la ha hecho actuar así ahora. Los médicos dijeron que está bien y que es perfectamente natural que no recuerde. —Me preocupo por ella, George. Es demasiado sexual para una chica de diecisiete años. Mi padre se ríe y me asomo por la esquina para verlo tiernamente abrazando a mi mamá. —¿Has visto cómo actúan sus amigos? Dudo mucho que todos hayan experimentado lo que Alex sí. Entonces, ¿a qué culpamos el comportamiento de ellos? Mamá sonríe, negando con comprensión. —Supongo que tienes razón… Dando un paso atrás, mis cejas se estrecharon entre mis ojos. ¿Lo que había pasado cuando era más joven? La ira me inundó al pensar que había algo que me estaban ocultando. Enderezando mi espalda y echando los hombros hacia atrás, me preparé para dar la vuelta a la esquina y demandar información. Mi teléfono sonó en ese segundo y me agaché para ver un mensaje de Bobby preguntándome dónde estaba. Mierda. Llegaba tarde. Mi curiosidad acerca de lo que estaban discutiendo se había despertado, pero quedó bloqueada rápidamente por mi deseo de ver a Bobby. —¡Vamos! —Di la vuelta en la esquina, optando por ignorar el tema en ese momento, prometiéndome sacar el tema cuando nos reuniéramos alrededor de la mesa en la cena más tarde esa noche. Era una adolescente. Tenía prioridades y Bobby Arrington estaba en la parte superior de esa lista. En el coche, me abroché el cinturón de seguridad en el asiento trasero. Mis padres se movieron mucho más lento que yo y con impaciencia movía mi pie esperándoles y enviando una respuesta a Bobby en mi teléfono culpando a mis padres por todo lo que estaba mal en mi vida. Entonces le dije que estaría en el centro comercial en quince minutos. El coche se balanceó ligeramente cuando mi padre tomó el asiento del conductor y mi madre se sentó a su lado.

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—¡Date prisa, papá! Acelera hasta el fondo y todo eso. —Chasqueé mis dedos como si por arte de magia eso nos pondría en el camino, corriendo a un millón de kilómetros por hora para llegar a Bobby. —Voy a conducir con cuidado, Alex, y espero que te des cuenta de lo importante que es teniendo en cuenta que vas a conducir tú misma pronto. —Gruñendo por lo bajo, arrancó el coche y añadió—: ...Tal vez Salimos del garaje y estuvimos seguros en la autopista 22 en el camino al centro comercial Northpoint. Viajando por la carretera de alta velocidad, permití que mis ojos disfrutasen de la majestuosa visión de las montañas cubiertas de hielo en la distancia. Mi mente vagó y finalmente llegó a la conversación que mis padres habían tenido en la sala antes de irnos. —Mamá, ¿no me dices que la honestidad es siempre la mejor política? —Con todo el drama que podría poner en mi voz, permití que esas palabras colgaran en el reducido espacio del coche. Había acorralado a mis padres porque creía que los había pillado en una mentira. La confusión se dibujó en su rostro cuando me miró, los años vividos ahora cada vez más evidentes en las finas arrugas que manchaban su hermosa piel. —¿Por qué me preguntas eso? Sonreí y supe que tenía la misma expresión de la mirada que siempre me daba. —Porque tú y papá han estado mintiéndome. Sus ojos se abrieron y vi a mi padre levantar la vista al espejo retrovisor. —¿De qué estás hablando, Alex? —Su profunda voz vibró con advertencia. Petulante, crucé los brazos y piernas y sonreí de nuevo con superioridad. —¿Lo que me sucedió cuando era una niña y por qué no me acuerdo? ¿Han estado mintiéndome toda mi vida mientras me enseñaban a no mentir? Suena hipócrita. El coche se desvió repentinamente. Levanté la vista en cámara lenta para ver la cabeza de mi padre girar en mi dirección. Se volvió a mirar la carretera de nuevo a velocidad de caracol y el instantáneo tirón de nuestro coche dirigió mi atención y la de mi madre hacia el parabrisas delantero. Habíamos cruzado al carril contrario por sólo un segundo antes de corregir el coche. Había sido tan rápido que dudaba que los cuatro neumáticos hubiesen cruzado la línea antes de que mi padre nos corrigiera, pero otro conductor había compensado en exceso su coche para evitarnos y ahora se dirigía con nosotros en nuestro carril. El tiempo se detuvo. Mis padres inmóviles, el tráfico se detuvo en un segundo instantáneo dividido. Nada estaba mal y nada malo podría suceder. No lo permitiría. —¿Por qué nos hemos detenido? Jeremy apareció a mi lado en el coche, sentado en su posición habitual con el bolígrafo y el papel, siempre listo para tomar sus notas.

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—Ha sido culpa mía. —Mis ojos se abrieron cuando absorbí la horrible escena. Fue una distracción momentánea para un hombre que ya estaba agitado a causa de mi comportamiento, pero fue suficiente para hacerlo quitar los ojos de la carretera y causar que reaccionase de una manera tal que nos puso en peligro. —¿Es esto lo que querías que recuerde? ¿Qué fui la razón por la que mis padres murieron? —Las lágrimas quemaban mis ojos, escocían calientes mientras viajaban libres por mis mejillas. —Hemos terminado aquí por hoy, voy a sacarte antes de que sea doloroso. Necesito que cierres los ojos, Alex. —Su mano se acercó y sentí el calor suave de la palma de su mano. El toque me recordó que no estaba en el asiento trasero de un coche a punto de revivir la más horrible escena que jamás había presenciado en mi vida. —Respira conmigo, hermosa, y sal de donde te encuentras. —Él se había ido, pero su voz seguía siendo fuerte. Poco a poco la imagen desapareció. Eran píxeles dispersándose y un color cálido se extendía sobre lo que una vez había sido la imagen. Volví a la realidad, mi cabeza giró por sólo un momento antes de recordar que estaba en una habitación roja, sentada en una silla roja, con una cortina roja alrededor de mí para tener privacidad. —Abre los ojos —susurró él con voz ronca. Hice lo que me decía, permitiendo que mis ojos se abrieran de golpe, parpadeando rápidamente para traer su hermoso rostro a la vista. Una vez que estuve reorientada, sonrió y extendí la mano para tocar su expresión. Se echó hacia atrás fuera de mi alcance antes de que pudiera hacerlo. —¿Cómo te sientes? —Mareada. Como si estuviera drogada. Se rio entre dientes mientras se levantaba por encima de mí. Cruzando el pequeño espacio, se sentó en la silla frente a mí. Una vez que sentado, cruzó una pierna sobre la otra y estudió mi rostro. L estudié en respuesta y me di cuenta de que no estaba tan ligera y luminosa como lo había estado antes. En este punto me sentía pesada y lenta, cansada y aplastada bajo el peso de lo que acababa de revivir. —Creo que eso será suficiente por esta sesión. Ha revelado mucho sobre sí misma, Srta. Sutton. Más de lo que cree. Parece satisfecho con los resultados de esta reunión, pero yo no lo estoy. —Causé la muerte de mis padres. —La admisión me picaba en lugares que hace tiempo habían estado entumecidos. Mirando hacia su bloc de notas, frunció el ceño. —Eso es irrelevante, incluso si fuera cierto. Por lo que me ha dicho, fue una serie de acontecimientos lo que causó el accidente, no solo usted.

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Las lágrimas caían de mis ojos de nuevo y supliqué que estuviera de acuerdo conmigo. —Yo fui esa serie de eventos. Yo: las cosas que dije e hice, cómo los traté, eso fue culpa mía. Nada más importaba en este momento a excepción de la verdad de lo que había ocurrido en ese trágico día… No había otros hechos relevantes para mí, no lo eran para el Dr. Hutchins. —¿Eso es todo en lo que puedes centrarte? ¿En echarte la culpa a ti misma? Lo miré, mis ojos hinchados cerrados por mis lágrimas. —Maté a mis padres. —No has hecho tal cosa y me parece muy interesante que los dos hechos más críticos de lo que acabas de recordar se te escapen en este momento. —Su bolígrafo escribió y yo rebobiné todo lo que acababa de recordar. —Ellos dijeron que algo me pasó cuando era una niña. Ese comentario fue el que hizo que ambos se dieran la vuelta y me miraran. Igual que un tren de carga, la comprensión se estrelló contra mí, golpeándome y haciéndome perder mi equilibrio interior. —¿Sabes algo acerca de eso? Lo miré de nuevo, una triste sonrisa pasa a través de su expresión. —No. Sin embargo, estoy decidido a averiguarlo. —Algo oscuro brilló detrás de sus ojos, pero se fue ido tan rápido como había aparecido—. ¿Es todo lo que recuerdas? Escaneando a través de mis pensamientos un poco más, rebobiné todo lo que había ocurrido. —Sí. Asintió. —Interesante. —Después de garabatear un poco más, me miró, moviendo el marco de las gafas más arriba en el puente de su nariz—. ¿Cómo te sientes ahora? —Cansada. —Entonces le diré a Terrie que la lleve de vuelta a su habitación por unas horas. Después de eso voy a instruirla para que la lleve a la sala de recreación. Necesita hacer amigos, Srta. Sutton. Deje de refugiarse dentro de sí misma, si sabe lo que quiero decir. —Esas personas están locas. ¿Por qué iba a querer ser amiga de ellos? Sonríe, sus relucientes dientes perfectamente rectos brillaban blancos bajo la luz de la habitación. —Estamos todos locos, Srta. Sutton. Algunos de nosotros simplemente estamos más locos que los demás.

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8 —¡D

espierta, despierta! ¡Huevos y bacon!

Tres estridentes golpes sonaron contra la puerta de metal y me desperté de mi siesta de la tarde. Mi cabeza latía con sangre, la presión era tan fuerte que sentí como si mis ojos fueran a salirse de las cuencas. Sentándome, acuné mi cabeza con una mano usando la otra para equilibrarme sobre el delgado colchón de la cama. Encogiéndome al reconocer la voz al otro lado de la puerta, me hice un ovillo sobre mí misma rezando porque no estuviéramos solos en el ala. La puerta se abrió con un sonido metálico y Emerson entró, su expresión era de una mezcla de ira y triunfo. —He oído que una pequeña chica que conozco está contando historias. Es malditamente bueno que seas una puta psicópata o podrías haberme costado mi trabajo. Avanzando lentamente, el peso de sus pasos sobre el suelo hicieron temblar el marco de la cama. La suela de sus botas chirrió sobre el suelo de linóleo y retrocedí, acurrucándome con más fuerza en un patético intento de escaparme. Atacando rápidamente, agarró mi camisa en su mano, levantándome sólo por el material, dominando por completo mi pequeño cuerpo. Quería cerrar los ojos, imaginarme en cualquier lugar menos en su agarre, pero el terror que fluía en mi sistema los obligó a abrirse, así que ahí estaba mirando directamente a los ojos de un monstruo. —Las niñas pequeñas se comportan mejor cuando mantienen las malditas bocas cerradas —susurró las palabras en un amenazador gruñido—. Las niñas pequeñas que no aprenden esa maldita regla, terminan recibiendo un shock si sabes lo que quiero decir, perra. En la palabra “shock” me sacudió tan fuerte, que mi cabeza se movió de atrás adelante, y un severo dolor punzante se disparó por mi espalda y subió hacia mi cráneo por el violento movimiento. Lanzándome de vuelta a la cama, se rio cuando mi

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codo golpeó contra el delgado colchón y se cortó por el resorte que sobresalía de la cama. —¿De verdad piensas que van a creerte aquí adentro? ¿Te das cuenta de que todos ustedes son un montón de lunáticos? —Avanzando de nuevo, me agarró del cabello, retorciendo sus dedos en los mechones tan fuerte que los arrancó de mi cuero cabelludo—. Creo que es hora de que lidiemos con tu pequeño problema. —¡Emerson! Necesito que me traigas a Alex, por favor. La necesitan en el cuarto de recreación. —La amigable voz de Terrie se escuchó en el pasillo. Distorsionada y tranquila, era evidente por el sonido que no estaba en ningún lugar cerca de mi cuarto. En silencio recé para que se acercara más, para que mirara dentro del cuarto y viera lo que Emerson estaba haciendo. Él se inclinó y pude oler el chicle de menta en su boca. —Los accidentes pasan muy a menudo en este lugar, Alex. Odiaría que te hicieras daño por no cooperar. Un recuerdo me golpeó; Emerson arrastrando a Erin por el pasillo el día anterior, su hombro y la forma en que pareció sonreír cuando clavó esa aguja en su brazo, forzando el depresor hacia abajo y el líquido claro dentro de su cuerpo. ¿Terrie la habría devuelto a su cuarto desde el pasillo o se había quedado indefensa con un violador? —Oh Dios mío… ¿dónde está Erin? Sonrió, la satisfacción porque supiera exactamente a lo que se había estado refiriendo era obvia en su expresión. —Fue golpeada. —Hizo un sonido de chisporroteo con su boca y soltó mi cabello para agarrar mis hombros—. Ahora sal con una sonrisa en tu bonito rostro. Odiaría que Terrie pensara que estás molesta. Asintiendo, estuve de acuerdo en silencio. Agarró mi brazo e hice una mueca por el dolor de su agarre. Los moretones extraños parecían pasar desapercibidos en este lugar y sabía a ciencia cierta que Emerson se metería en problemas por maltratar a los pacientes. Era común que los pacientes perdieran contacto con la realidad y se quedaban en nada más que gritos desaforados que beneficiarían el uso de sedantes pesados. Pero eran los sedantes el problema y me negaba a ser dopada hasta el punto de no saber qué se me hacían. En lugar de luchar contra el abuso, seguí la corriente con el fin de evitar ser atada y quedar inutilizada por los fármacos. Una vez salimos al pasillo, dejé salir un suspiro de alivio al ver a Terrie de pie a la vista. Nada sucedería mientras ella estuviera alrededor para presenciarlo y agradecía al cielo que al menos un alma buena trabajara aquí. —Espero que estés descansada, Alex —dijo Terrie mientras nos acercábamos—. El Doctor Hutchins ha pedido que te lleve a la sala de recreación para algo de tiempo social con los otros pacientes.

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Emerson me entregó a Terrie antes de gruñir y alejarse. No me permití seguir su camino con mis ojos, eligiendo en cambio mantener la mirada concentrada en la amigable enfermera en frente de mí. —Pareces cansada, Alex, pero estoy segura de que es el resultado de la medicación que el Doctor Hutchins ha usado para la terapia. —Tomando mi brazo con suavidad, se dio vuelta para guiarme por el pasillo hacia la sala de recreación. Como siempre, las luces sobre nosotras parpadearon y mi cabeza se sintió confusa como resultado. —El Doctor Hutchins parece muy optimista e impresionado con lo que has podido recordar esta mañana. Creo que eso es una buena señal. Hay tantos en este lugar que están sin esperanza, gente que está perdida en lo que sea que los aflige. La luz al final del túnel está tan bloqueada por montañas de dolor, que siguen escondidos en el interior. Estaba divagando mientras caminábamos, pero permití que la suave calidez de su voz calmara la ansiedad que Emerson había creado en mí. Al llegar a la sala de recreación, Terrie abrió una de las puertas dobles y me dejó entrar. Los vellos en mis brazos se erizaron y miré a mi derecha para ver que Joe era uno de los enfermeros a cargo en el cuarto. Rápidamente, aparté la mirada, y recé para que no se me acercara. —Aquí vamos, jovencita. Te recomiendo dar una vuelta y llegar a conocer a las personas. Jamás te recuperarás si mantienes todo atrapado en tu interior. Algunas veces, hablar y escuchar a otros puede ser la mejor forma de terapia. Con esas palabras de consejo y aliento, se había ido, su pequeña figura desapareció en el pasillo por el que acabábamos de entrar al cuarto. Me moví de la puerta tan rápido como mis pies me llevaron, colocando tanta distancia cómo era posible entre Joe y yo. Escogiendo una mesa que no estaba ocupada, dejé caer mi peso en la silla y miré alrededor del cuarto. Mirando hacia los pacientes, me sentí instantáneamente triste por la vista que se desplegaba ante mí. La mayoría de las mujeres estaban sentadas en sillas, mirando hacia las paredes y suelos, pero sin observar de verdad lo que estaba enfrente de ellas. Por la forma en que la saliva caía de sus bocas, podía decir que estaban medicadas hasta el punto de la sumisión. Algunos pacientes reunidos en grupos, discutían temas en voz baja, mientras miraban a escondidas a las enfermeras sentadas en frente. —Hola. Salté en mi silla cuando una mano aterrizó en mi hombro. Dándome vuelta, miré dentro de los hermosos ojos verdes de una chica que recordaba de la noche anterior. Su nombre era Dawn por lo que Sally me había dicho. —Hola —contesté. Tomando asiento a mi lado, me miró durante un largo rato antes de finalmente decir:

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—Lamento que tuvieras que ver esa escena entre Elaine y yo ayer. Algunas veces me gusta molestarla. Sé que no es lo correcto, pero… —se encogió de hombros—… no hay mucho más que hacer para entretenerse por aquí. Asentí con la cabeza, apartando la mirada, esperando que se aburriera por mi falta de entusiasmo por su juego escogido. Estar en este lugar era lo suficientemente aterrador sin agitar a los otros pacientes. —Así que, tú eres la viuda negra. Tengo mucho respeto por eso. Yo no maté a mis hombres. Sólo los modifiqué. No es que fueran mis hombres, o para nada hombres considerando donde metían sus pollas, pero aun así… no los asesiné. No como tú. Suspirando fuertemente, apreté mis dientes con furia. ¿Todo el mundo sabía de mí? —No recuerdo matar a nadie, así que no hay necesidad de respetarme por nada. —Me giré justo a tiempo para verla guiñarme y sonreír. —Esa es una buena excusa la que tienes ahí, pero no me la creo. Creo que recuerdas todo lo que te metió en este lugar. Todos lo hacemos. Algunos de nosotros están más atormentados por eso que otros, pero yo no. Estoy orgullosa de lo que hice. Se lo merecían. —¿Por qué alguien merecería ser asesinado o herido? —Era una pregunta que debí dejar sin hacer, pero voló de mi boca antes de que tuviera tiempo de considerar qué puerta estaba abriendo. —Por tocar bebés con sus pollas, por eso. Y yo soy la loca por mutilar a los imbéciles. Pff. Está bien. —Poniendo los ojos en blanco, echó un vistazo alrededor del cuarto, colocando su mirada cautelosa sobre Joe. Inclinando su cabeza en su dirección, dijo: —¿Ahora que si pudiera colocar mis manos sobre ese hijo de puta? Sí, tan sólo digamos que estaría cantando soprano por el resto de su vida, y sólo si le permitiera conservar su lengua. Ese hijo de puta es un monstruo. Uno escalofríos se deslizaron por mi espalda cuando miré para ver que estaba mirando directamente hacia mí. Se mofó como un loco planeando su siguiente asesinato y de inmediato me acurruqué sobre mí misma para protegerme. Bajando mi voz hasta un susurro, pregunté: —¿Qué quieres decir con mutilarlos? ¿Y qué sabes sobre Joe? Ella se rio. —Corté sus pollas y sus bolas, dulzura. Así de simple. Los imbéciles no volverán a tocar bebés; puedes contar con eso. Mientras tanto, estoy encerrada aquí mientras esos asquerosos siguen caminando por ahí viviendo sus vidas como si no hubieran robado la inocencia de niños indefensos. —Estrelló su mano sobre la mesa y el cuarto se quedó en silencio. Todos los ojos estaban en nosotros y Joe se movió para levantarse de su mesa. Dawn fue rápida para tranquilizarlo.

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—No hay problemas aquí, Joe. Sólo me he emocionado un poco por algo. Eso es todo. Me mantuve inmóvil, gritando en silencio que se sentara y no se acercara. Él observó durante lo que parecieron horas, pero al final se sentó otra vez en su silla. Los murmullos en el cuarto comenzaron de nuevo casi inmediatamente después de que él lo hiciera. —Siento eso. Así que de cualquier modo, estaría en una prisión regular si no hubiera guardado sus genitales como trofeo. —Sonriendo brillantemente, guiñó un ojo de nuevo—. Pero estaba orgullosa de lo que hice, ¿sabes? Así que los clavé en las paredes de mi casa. Parpadeando varias veces, finalmente salí de mi sorpresa. —Eso es… —Admirable, lo sé —habló por mí. Iba a decir extraño y desagradable, pero si ella quería creer que era admirable, entonces eso era lo que dejaría que creyera. Admito que no me pondría en su contra si de verdad los hombres eran pedófilos. ¿Pero guardar sus partes? Eso era un poco más de lo que mi estómago podía soportar. Cambiando el tema, le pregunté: —¿Qué sabes sobre Joe? ¿Él te ha… te ha hecho daño? —No quería decir violar porque no quería plantar la idea si eso no era lo que ella sabía de él. —Es un violador… Suspiré pesadamente cuando ella confirmó lo que había sabido durante tanto tiempo. —Merece ser castrado. Tocar a esas mujeres cuando no están en posición de defenderse; eso es un maldito movimiento de cobarde. Si pudiera poner mis manos sobre algo afilado, me encargaría de ese idiota realmente rápido. Bueno… —Se rio y el sonido fue perturbador—… no tan rápido. Me gusta hacerlos sufrir. Su cabello estaba cortado cerca de su cabeza y en picos que salían de su cráneo. Unas líneas de edad arrugaban su rostro cerca a sus labios y ojos, pero estas no distraían de su belleza. No era lo que cualquier persona consideraría una supermodelo, pero aún había algo en ella que era atractivo. Tal vez era su fuerza, incluso si esa fuerza quedaba eclipsada por su locura. —¿Le has contado a alguien sobre él? Ella se burló en respuesta. —Cariño, ellos no van a creer ni una maldita cosa que alguna de nosotras tenga para decir. Pensé que el nuevo doctor podría hacer algo sobre eso, pero después de verlo por ahí ayer, puedo decir que está más jodido que el resto de los imbéciles que trabajan aquí. Demonios, la única persona medio decente es Terrie y es demasiado dulce para creer que estamos siendo maltratados en este lugar. Pero… —Se giró hacia a mí, bajando la voz para que ninguna otra persona pudiera escuchar lo que estaba

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por decir—… podemos encargarnos nosotras mismas de los problemas. Si podemos conseguir que las otras chicas aquí estén de acuerdo, podemos vencer a Joe. Atraparlo solo y asegurarnos de que jamás vuelva a tocar a otra chica. Yo misma haré la hazaña aunque probablemente tenga que pelear con Lesley y Michelle por el honor. Esas dos… —silbando, giró su dedo en un círculo cerca de su cabeza indicando que ella creía que las gemelas estaban locas—… esas dos son algo más. Moviendo las cejas, se sentó en su silla de nuevo mirándome expectante por una respuesta. Había tanto que quería preguntar. ¿Qué había querido decir sobre el Dr. Hutchins? Sabía que había algo con él que era raro, pero no había visto nada que me hiciera pensar que fuera abusivo. —Estoy de acuerdo con Dawn. Estaría dispuesta a ayudar a eliminarlo. Una voz familiar sonó tras nosotras y ambas nos giramos para ver a Sally en silencio de pie a unos pocos metros de nuestra mesa. Sus ojos estaban hinchados y manchados de rojo por las lágrimas. Envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo, dio un paso adelante. Indiqué hacia la mesa para hacerle saber que estaba bien que se sentara. —A él y a Emerson, los dos —dijo mientras aceptaba el asiento. Quería lanzar mis brazos alrededor de su cuerpo para reconfortar a la pobre mujer. Sólo escuchar su voz trajo de regreso el terror que sentí esa noche. Incluso aunque había sido su celda la que Emerson estuvo ocupando, no me ahorré el dolor de lo que ella debió haber pasado. No quería llamar la atención a nuestra mesa, en especial con Joe sentando vigilando junto a las puertas, así que envolví mis brazos a mí alrededor y le sonreí. Bajando mi voz, pregunté: —¿Estás bien? —No —escupió la palabra con rabia, pero aun así se las arregló para mantener su voz en un susurro—. Ninguna de nosotras está bien, ¿pero qué podemos hacer? Si dices algo, terminas como Erin. Miré alrededor del cuarto tan pronto como las palabras dejaron su boca. Erin no estaba en ningún lugar a la vista. El miedo forzó su camino hacia mí. Rápido y doloroso, se disparó a lo largo de mi espalda e hizo que cada terminación nerviosa de mi cuerpo cosquilleara con nervios. —¿Qué le ha pasado a Erin? Sally se encogió de hombros —Recibió el shock. Uno de estos días esa chica va aprender que no puede comportarse mal por aquí. Supongo se enfadó cuando se despertó esta mañana y se dio cuenta de que… bueno… que fue el sabor de Joe de la noche. Apesta cuando es Joe. Nos desgarra. Mirando hacia sus manos, intentó esconder el hecho de que estaba llorando de nuevo. Después de sorber por la nariz ruidosamente, añadió.

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—Supongo que Erin habló demasiado esta mañana así que la ayudaron a olvidar. Así es como funciona. Me sentí como una idiota por no reconocer el lenguaje. Sabía que había estado aquí por un tiempo, pero por cualquiera que fuera la razón, me sentía como si acabara de llegar el día anterior. —¿Qué es el shock? dijo:

Pasando su brazo alrededor de mi hombro, Dawn me tiró contra su cuerpo y

—Cariño, hay mucho que tienes que aprender de este lugar. Sé que cada mujer aquí estaría de acuerdo conmigo cuando digo que estamos atrapadas en el nivel más bajo del infierno.

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9 —¿E

stás lista para nuestra segunda sesión? Esta puede tomar más tiempo que la de ayer, ya que vamos a hondar en los recuerdos que se produjeron después de tu accidente. Nos llevará más tiempo acceder a ellos, si es que somos capaces de hacerlo. Jeremy no llevaba puesta su usual bata de laboratorio esta mañana y me pregunté acerca de su elección de ropa. Lucía bastante más casual, llevaba una camisa ajustada verde esmeralda metida dentro de pantalones de vestir negros. Su rostro estaba áspero con una barba incipiente y sus ojos parecían cansados detrás de sus gafas. Incluso con las tenues ojeras bajo sus brillantes ojos azules, era excepcionalmente guapo. —Me apunto. ¿Qué habitación? Me senté cruzando las piernas sobre el escritorio largo y circular en el centro de la habitación. Jeremy me había mirado sospechosamente cuando elegí el extraño asiento, pero su boca se había curvado con una sonrisa y no dijo nada. Mirando sobre los papeles que estaba revolviendo en el lado opuesto del escritorio, me sonrió. —¿Está de buen humor hoy? ¿Ha pasado algo o finalmente se está adaptando a los nuevos medicamentos? Notando rápidamente que era más optimista en su presencia, me encogí de hombros en respuesta. —No estoy segura. Supongo que me siento más cómoda aquí. No es tan triste como el resto del asilo. Nunca admitiría que era en realidad su presencia la que producía la ansiosa calidez dentro de mí. Era ridículo sentirse de esta forma alrededor de él, pero me di cuenta de que él era el único de apariencia normal que se encontraba en este lugar además de Terrie. Recordé el comentario de Dawn sobre él, pero le resté importancia como una suposición de una mujer que había sido abusada por otro hombre que trabajaba aquí. Por lo que podía decir, el Dr. Hutchins era un profesional que, igual que Terrie, parecía preocuparse realmente por la salud de los pacientes. Él se rio entre dientes con mi respuesta y sonreí al oírlo.

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—La elección de habitación debe hacerla usted, Srta. Sutton, sin embargo la regla de este jugo es que no puedes elegir una habitación en la que ya hayamos estado antes. —Empujando el marco de sus gafas hacia arriba por su nariz, me miró, esperando mi respuesta. —Bueno… —Eché un vistazo a mis opciones. Obviamente, esto se suponía que fuera una elección de color, pero estaba más preocupada por si las habitaciones tenían camas. No entendía mi reticencia. No era como si a Joe o Emerson les permitían estar dentro de la sesiones de terapia, pero aún había algo dentro de mí que me advertía que me mantuviera alejada de las áreas donde podría sufrir el peor de los abusos—… Vamos con la verde está vez. —De alguna forma sabía que esa sería su elección. —Murmuró las palabras tan rápidamente que no estaba segura de que quisiera que las escuchara. —¿Es por eso que llevas una camiseta a juego? ¿Así puedes mezclarte en el fondo? —Señalé su ropa y él se miró. —Observadora una vez más, ¿no? Esa no era mi intención, no. Tal vez usted y yo estamos más conectados de lo que piensa. Entrecerré mis ojos con su comentario. —¿Qué quieres decir con eso? Se encogió de hombros. —Nada. Vamos a empezar. —Señalando hacia la habitación verde, me indicó que lo siguiera. Una vez se acercó a la habitación, aguardó para que tomara mi asiento antes de cerrar la cortina que nos rodeaba. —Necesita acostarse en el diván, señorita Sutton. La silla es para mí. —Me miró con un brillo de humor en su expresión. —No quiero acostarme. Él arqueó una ceja y comentó: —Tal vez deberíamos explorar la razón detrás de eso. Es bastante inusual que esté tan concentrada en permanecer sentada. Ayer supe que su elección de la habitación roja fue porque no tenía cama. —Quiero permanecer en un lugar donde me sienta segura. —¿Ha sido violada antes? Me estremecí ante la franqueza de su pregunta. —No. Al menos, no que yo sepa. Dando un paso a un lado, me hizo señas para que me moviera al diván. Odiaba hacerlo, pero forcé a mi cuerpo a levantarse y atravesé el pequeño espacio, eligiendo sentarme en lugar de acostarme. Tomando la silla, dijo:

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—He dicho antes que necesito información completa entre nosotros. Si hay algo que le haya sucedido… —¿Algo que me haya sucedido? ¿Estás jodidamente bromeando conmigo, Doc? Sí, me habían pasado muchas cosas y me había quedado en la alegre posición de no recordar la mayoría de esos eventos. —¿He despertado en un maldito manicomio y tú estás preguntándome si me ha sucedido algo? Levantándome de mi asiento, le grité, sin importarme que probablemente consiguiera ser fuertemente sedada como resultado de mi comportamiento. —¡Estoy retenida contra mi voluntad! ¡Me dicen que soy una maldita asesina! ¡Y nadie cree que tus enfermeros y celadores están violando a las pacientes cada noche! Así que dime, Doc: ¿Me ha sucedido algo? Él no se inmutó en respuesta a mi ira. Mirándome con su bolígrafo fijado en el papel, mantuvo una expresión en blanco cuando indicó: —Siéntese, Srta. Sutton. Su exhibición no le hará ningún bien. —¿Por qué? ¿Porque simplemente me drogará hasta el punto en el que esté babeándome encima y no pueda hablar? ¡Tal vez me darás el shock justo como a todos los demás! Él parpadeó una vez, pero no dijo nada durante varios segundos. Cuando finalmente habló, su voz era tan calmada y racional como siempre había sido. Mi enfado no le afectaba en absoluto. —¿Has terminado? ¿O tienes más acusaciones que lanzar hacia mí? Resoplando un suspiro de frustración, retomé mi asiento, aún negándome a acostarme sobre el diván. —¿Está lo suficientemente calmada como para hablar con un mínimo de sensatez, Srta. Sutton, o debo continuar esperando que su enfado se disuelva? Cruzando mis brazos sobre mi pecho, escupo: —Estoy bien. —Claro que lo está. Puedo decirlo por su lenguaje corporal. Su sarcasmo no se me escapó y fruncí el ceño en respuesta a su provocación. Una vez que me quedé en silencio durante un tiempo satisfactorio para él, habló de nuevo. —Antes de continuar con nuestra terapia, me gustaría dirigir su estallido. Ha sido muy impropio de su parte, y para mí por lo menos, muy fuera de carácter para usted. Durante los pasados dos días ha sido demasiado obediente, casi al punto de asustar. ¿Qué ha cambiado? No sabía qué había cambiado. Antes de hablar con las chicas en el cuarto de recreación ayer, había una fina niebla de enfado que existía dentro de mí. Había estado

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agitada un minuto y calmada al siguiente. Había entrado a la habitación de terapia con buen humor, pero la más pequeña cosa había sido capaz de desencadenarme. —Tal vez es la nueva medicación. He estado sintiendo de todo con ella ¿podemos tratar de no medicarme en absoluto para ver qué pasa? —Conteniendo mi respiración, esperé ansiosamente su respuesta. No me gustaban los sedantes que me habían sido prescritos por el Dr. Keppler y estaba comenzando a cuestionarme qué fue lo que Jeremy me había prescrito en su lugar. No podía evitar preguntar qué habría pasado si no hubiera sido forzada a tomarlos. ¿Qué propósito tenían? Él no respondió y pregunté: —¿Por qué estoy siendo medicada? Suspirando, finalmente dijo: —Es por tu propio bien. Hay cuestiones que requieren manejo químico. —¿Como cuáles? Sacudiendo la cabeza, se negó a responder mi pregunta. —¿Se siente lo suficientemente calmada para proceder? Necesito su total atención si esto va a funcionar. No me sentía calmada. En mi mente estaban girando preguntas acerca de cualquier condición que él creyese que tenía. Por lo que sabía, la amnesia era mi único problema, pero por el coctel de medicamentos que estaba recibiendo dos veces al día, estaba comenzando a creer que ellos pensaban que estaba más jodida que simplemente ser “olvidadiza”. —Respire profundamente, Srta. Sutton y calme su cuerpo. Cuando le administre este medicamento, necesito que esté tan calmada como sea posible. Si lo toma mientras está agitada, todas esas emociones tomarán el control y la terapia será inútil. —Metiendo la mano en su bolsillo, sacó una jeringuilla clara. Me negué a moverme mientras él cruzaba el pequeño espacio. Una vez que estuvo al alcance, puso sus manos en mis hombros y me habló con una voz que podría haber derretido icebergs si hubieran estado cerca. Sus ojos se trabaron en los míos y su boca se movió, produciendo un sonido tan profundo e intenso que apenas registré las palabras. —Estaremos juntos en esto, Alex… tú y yo. No habrá nadie más que las personas que recuerdes. Dado que no puedes recordarlo conscientemente, voy a empujarlo a salir de tu memoria sensorial. Quiere decir que necesitaré estar un poco más involucrado que antes. Te tocaré y no quiero que enloquezcas cuando eso ocurra. Ese es el por qué necesito que dejes ir cualquier miedo o enojo que éste lugar haya creado dentro de ti. ¿Me entiendes? Hipnotizada por la cualidad calmante de su voz de barítono, asentí sin darme cuenta de que había respondido.

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—Bien. Ahora acuéstate sobre la tumbona y comenzaremos. Justo como ayer, necesito administrar la medicación y la inyectaré, pero prometo que se acabará antes de que sepas que he acabado. Mi espalda golpeó la almohada detrás de mí y él extendió mi brazo para administrar el fármaco. La pinchó justo igual que antes, pero luego esa familiar sensación de estar flotando se arrastró siguiendo al dolor momentáneo. Aún mareada por el arranque inicial del fármaco, pregunté: —¿Así que cómo vas a tocarme, Doc? —Mis palabras estaban mezclándose juntas y mis ojos cerrados mientras otra ola de euforia inducida por el medicamento me cubría. Él se rio entre dientes, pero el sonido fue cortado de repente y supe que si abría mis ojos, estaría mirándome atentamente. No estaba segura de si podría mirarlo justo en ese momento. El fármaco estaba haciendo más que relajarme. Me estaba excitando. La última cosa que necesitaba era conseguir entrar en cualquier juego que él estuviera jugando. —No tienes nada de qué preocuparte, Alex —Moviendo su asiento junto al mío, tomó mis manos en las suyas e instruyó—: Dime cualquier cosa que puedas recordar que ocurriera después de tu accidente. ¿Puedes recordar despertarte en el hospital? Mis ojos rodaron a la parte de atrás de mi cabeza y mis parpados revolotearon. En repuesta al fármaco, estaba perdida en una nube, flotando en un espacio donde nada podía hacerme daño. Sus palabras tenían sentido, pero sonaban como si estuvieran siendo dichas desde la distancia. Imágenes parpadearon a través de mi mente y estaba desesperada por clasificarlas. La mayor parte era de eventos que ocurrieron previos al accidente de coche, pero había otras que estaban incoherentes. Jeremy debía de haber dejado ir una de mis manos, porque podía sentir el calor de su palma contra mi mejilla. Estaba hablando, pero había flotado lejos a un lugar donde no podía entender qué decía. La única cosa en la que podía concentrarme era su toque contra mi piel. *** —Siento mucho lo de tu madre y tu padre, Alex. Podía oír a mi tía hablando antes de que la imagen fuera clara en mi cabeza. Estaba de pie en el porche, mirando sobre su hombro para contemplar la granja en la que viviría después de la muerte de mis padres. Ella se había estirado para acariciar mi mejilla y quitar las lágrimas silenciosas que no habían dejado de caer desde que había despertado en el hospital. Las lágrimas corrían por sus mejillas, así que recordé que ella también había perdido a una hermana cuando mi madre murió. Ahogando sus propios sollozos, no trató de darme un abrazo. Mi tía nunca había sido madre y no estoy segura de que supiera cómo consolar a una niña que había perdido todo. Agarrando mi bolsa desde el porche, entró a la casa dirigiéndome mientras mantenía una mano sobre mi hombro.

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—Te voy a mostrar tu habitación y dejaré que te instales. Tengo algo de trabajo que terminar en el granero pero después de eso podemos ir a por algo de comer, si quieres. —Ella no me miró mientras hablaba. Simplemente mantuvo su mirada en el pasillo delante de nosotras antes de acercarse a una puerta y abrirla para que yo entrara. Al entrar en el espacio, me encontré de inmediato con olor a pintura fresca. —Lo siento por el olor, pero no había tocado esta sala desde que me mudé. El color de aquí era horrible, así que pensé que te gustaría algo un poco más parecido a lo que tenías en casa. Dain me dijo que te gusta el verde, así que elegí un tono que pensé luciría agradable aquí. El esmeralda oscuro que había seleccionado no estaba mal. De hecho, era hermoso en contraste con las cortinas blancas y la ropa de cama de la habitación. Con la luz del sol que entraba por los grandes ventanales, la pintura oscura no hacía que la habitación pareciera pequeña y el color era un complemento perfecto para los muebles de madera clara. —Es hermoso. Gracias. —Bueno, sé que no está muy bien decorado, pero pensé que en dejarte escoger lo que quisieras. Puedo llevarte a tu otra casa mañana para que puedas reunir cosas o puedo llevarte de compras si prefieres un nuevo comienzo. Es totalmente tu decisión. Asentí en respuesta y salió de la habitación. —Voy a ir a terminar mi trabajo, pero estaré de vuelta en una hora más o menos. Siéntete como en casa. No respondí o si quiera me moví desde donde estaba hasta que el sonido de sus pasos de retirada ya no se oyó. Avancé lento hacia la cama, tiré mis cosas en medio de la habitación y me senté en el suave edredón. El colchón se hundió bajo mi peso y no pude mentir, se sentía como una nube. —¿Dónde estamos, Alex? Sentándome en la cama, abro los ojos como platos al ver a Jeremy de pie junto a una de las ventanas. —¿No lo sabes? —le pregunto. —No. No puedo ver lo que ves. Solo imaginas que puedo porque puedes escuchar lo que estoy diciendo. —Habló sin una pizca de humor en su tono y creí que me estaba diciendo la verdad. —Estamos en la casa de mi tía. Estoy en mi nuevo dormitorio. Es verde. Él se rio. —Bueno, entonces tiene sentido que regresaras aquí. ¿Te sientes lo suficientemente cómoda para proceder? ¿Qué estaba sintiendo? Solo entonces registré que, a pesar de que estaba llorando físicamente en cualquier ilusión en la que estaba, no sentía las emociones que deberían de haber sido sofocantes durante ese momento de mi vida.

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—Me siento bien. —Bien. Quiero que dejes que tus pensamientos tengan un curso natural, Alex. Llévame a través de todo lo que puedas recordar. Cierro los ojos y me recuesto contra el colchón y floto a otro lugar. Mis manos rozaban las láminas húmedas de hierba y pude oír la risa brotar de mis pulmones. El sol estaba caliente en mi piel y me senté para encontrarme en el centro de un campo de hierba grande, mi pequeño cuerpo tragado por el mar expansivo de verde. —Basta, Bobby. Alguien nos verá. —Él estaba detrás de mí, con los brazos envueltos alrededor de mi cuerpo y sus labios hacían cosquillas donde rozaba mi cuello. —No puedo detenerme, Alex, hueles tan jodidamente bien. —Mordió mi oreja y se rio cuando me estremecí contra él. —¿Es por eso que me has traído aquí, porque quieres hacer cosas malas conmigo? —Ronroneé mi pregunta, jadeando cuando su respuesta fue un movimiento rápido de su lengua contra el lóbulo de mi oreja. —Se siente como si hubiese pasado una eternidad desde que hemos estado juntos, nena. Lo único que quiero es a mi chica. Sólo hemos estado juntos un par de veces dado todo lo que ha pasado. Una emoción extraña se filtró a través de mí; dolor mezclado con otra cosa que no pude identificar. —Sabes que he tenido problemas, Bobby. No puedo... —Lo sé. Me lo has dicho. Tu tía me lo ha dicho... todo el mundo lo sabe, pero no entiendo cómo tus problemas de memoria tienen que ver con nosotros. Obviamente, no es tan malo. Me recuerdas… Otro mordisco en la oreja y me quedé sin aliento. Mi cuerpo estaba respondiendo a él a pesar de que mi mente me decía que algo estaba terriblemente mal. No siempre me había sentido de esta manera hacia él, pero habían pasado sólo unos pocos meses desde la muerte de mis padres y de repente me sentía incómoda cuando estábamos juntos. Muy rara vez estaba sola con él, e incluso en los casos en los que lo estaba, me sentía como si alguien más estuviera siempre allí. Agarrándome por los hombros, obligó a mi cuerpo a ir hasta el suelo y se arrastró encima de mí, hasta que quedó a horcajadas sobre mi abdomen. Me miró con sus ojos tan verdes como el campo en el que estábamos. —Por favor, Alex, tenemos que conectar así o esto podría arruinar todo lo que tenemos. Ya está. Eran declaraciones como la que él acababa de hacer las que me hacían sentir incómoda. Lo sentía como si hubiera sido un ultimátum: tener sexo o separarnos. Pero nunca lo había notado antes. La ira se disparó a través de mí y traté de apartarlo. —No quiero hacer esto, Bobby. No aquí donde todo el mundo puede ver...

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—Alex. ¿Estás bien? —La voz de Jeremy sonó de la nada y la rabia que había estado sintiendo en ese momento se disipó tan de repente, que me dejó sin aliento. Girando la cabeza hacia un lado, lo veo de pie cerca de un árbol que está a pocos pies de donde nos encontramos sentados Bobby y yo. —Creo que sí —le respondo cuando por fin puedo respirar de nuevo. —Tu pulso está elevado y respiras rápidamente. ¿Dónde estás? —En un campo con Bobby. —¿Puedes continuar? —Su voz sonaba como si viniera de la nada y de todas partes al mismo tiempo. A pesar de que podía verlo de pie en la distancia, sonaba como si estuviera a mi alrededor. —Sí. Después de que expresase mi respuesta, él se fue y el tiempo vuelve una vez más. —Vamos bebé. Necesito sentirte. Sus manos estaban sobre mí, empujando hacia arriba el dobladillo de mi falda para que mis muslos quedaran expuestos al aire frío. Cambiando su cuerpo hacia abajo, se sentó en mis piernas para levantar mi falda hacia arriba y sobre mi torso. Su cabeza se movió hacia abajo para besar a lo largo del interior de mis muslos. Gemí, no era capaz de controlar el deseo que fluía a través de mí. Aun así, todavía había un poco de inquietud en mi interior. —Bobby... —Shhhh, sé lo que te gusta. Quitando mis bragas a un lado, deslizó sus dedos entre la piel resbaladiza, frotando mi clítoris y riendo cuando mis caderas comenzaron a moverse por su cuenta. Necesito salir de esto, tengo que estar lo más lejos de este lugar como sea posible. Desesperada por escapar del recuerdo, le ruego: —Sácame de esto, Doc. —Hablando al viento, malditamente esperaba que Jeremy me escuchara. No hubo respuesta, nada más que el susurro de la brisa a través de las ramas de los árboles por encima de mí. Me entra el pánico cuando me doy cuenta de que estoy sola. No quería estar aquí, no quería estar haciendo esto. Mi cuerpo estaba pidiendo más, pero mi cerebro estaba gritando que parara a Bobby. Él es mucho más grande que yo. Estaba dominada y aplastada en el suelo, expuesta a todo lo que él quisiera hacer. ¿Por qué no le pude decir que no? ¿Qué me impedía gritar para pedir ayuda o llamar tanto la atención para que él no pudiera seguir adelante? —Mi tía me espera en casa en un par de minutos... —Cállate, Alex. —Sostuvo una mano sobre mi boca, utilizando la otra para liberar su polla hinchada de sus pantalones. Acariciando su eje de arriba abajo, me miró con el calor dando vueltas en sus ojos—. Sé que te gusta fuerte bebé, solo tranquilízate y tómalo como una buena chica.

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Colocando sus rodillas entre las mías separando mis piernas, las abrió anchas por lo que quedé expuesta a él. La cabeza de su polla se frotó contra mi centro y mi cabeza rodó de lado a lado sobre la hierba donde estábamos sentados. Su cabello castaño desordenado colgaba alrededor de su rostro y cuando sonrió, aparecieron hoyuelos en sus mejillas. Yo lo amaba, lo sabía, pero no estaba segura de querer el tipo de relación que había tenido con él hasta este momento. No quería ser sólo un buen polvo. Quería ser amada y apreciada, ser bella para sus ojos independientemente de qué llevase puesto o si era o no una gatita sexual. Para Bobby la imagen lo era todo, y yo era el trofeo enfermo de amor que no había aprendido. Se empujó dentro de mí y me sacó el aliento de los pulmones. Mi cuerpo se arqueó ante la sensación y mis piernas se apretaron juntas alrededor de su cuerpo. Permití que mi cabeza cayera hacia un lado, saltando cuando me di cuenta de que no estábamos solos. —Bobby... —Traté de decirle que estábamos siendo observados, traté de mover mi cuerpo para impedirle continuar. Se acercó a silenciarme de nuevo obligándome a mantenerme cayada con la palma de su mano. Mis ojos se abrieron y vi a un extraño en la distancia. Llevaba una sudadera oscura, la capucha puesta, la sombra que causaba le oscurecía completamente el rostro y los ojos. Era alto, con hombros anchos y mantenía sus manos en los bolsillos mientras nos miraba desde el otro lado del campo. Estaba asustada, asustada de cómo observaba atentamente mientras me estaban follando a la intemperie. La gruesa polla de Bobby se movió dentro de mí, estrechando lugares que agregaban dolor al placer en mi cuerpo. Gemí en voz alta, moviendo las caderas al ritmo de sus embestidas. Mis hombros y mi torso se movían sobre el suelo con cada movimiento que hacía. Dios, se sentía tan bien, pero algo más lo estaba haciendo mejor. Sentía miedo por tantas cosas: miedo a ser vista a la intemperie, miedo por quien nos estaba viendo, miedo a lo que significaba para el hombre que se obligaba a sí mismo dentro y fuera de mi cuerpo. Me sentía impotente y me encendía aún más. No podía sacar mis ojos del extraño a la distancia mientras las ondas de mi orgasmo inminente estallaban a través de mí, empujándome más alto y más rápido hacia mí liberación. El desconocido no se movió ni un centímetro y no miró hacia otro lado. Mientras nos observaba a Bobby y a mí tener sexo, yo le devolvía la mirada con los ojos sin pestañear. Cuando mi cuerpo fue empujado al pico más alto, caí y me vine tan fuerte que no pude evitar cerrar los ojos. Agarrando mis mejillas, Bobby giró mi rostro hacia él, inclinándose para besarme mientras bombeaba más fuerte entrando y saliendo. Supe cuando estuvo a punto de llegar al orgasmo, su cuerpo se movió más rápido, con las manos moviéndose a mis pechos, apretando hasta que dolieron. Tirando de su polla rápidamente, llegó a su clímax y hundió sus dientes en la sensible piel de mi cuello mientras se corría. Grité, pero giré la cabeza otra vez y sentí una decepción extraña al encontrar que el extraño se había ido.

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10 —¿A

lex? Alex, ¿puedes oírme?

Mi cuerpo se sacudió hacia atrás y adelante, y sabía que alguien estaba de pie encima de mí. Me sentía perdida y adormecida, flotando en un espacio entre la realidad y la ilusión, entre el presente y los sueños que tenía del pasado. Su voz sonaba sin aliento y preocupada. Abrí los ojos para verlo mirándome con sus cejas juntas con preocupación. Mi mente comenzó a recordar dónde estaba; la silla verde, la alfombra y las cortinas se convirtieron en la imagen que apareció de la nada cuando abrí los ojos. Mi cuerpo se sentía saciado y me retorcí, aún no lista para dejar de lado la euforia del orgasmo que todavía se estrellaba en ondas por mi cuerpo. Había una mano en mi mejilla y me apoyé en ella, extendiendo mis labios y chasqueando la lengua para saborear la sal en su piel. —Srta. Sutton... —Las palabras fueron susurradas y gemí cuando sacó su mano de mi rostro. La realidad vino corriendo y me sobresaltó, empujándome hacia arriba para sentarme en el diván, mis ojos se abrieron para ver a Jeremy de pie delante de mí, sin sus gafas y con el pecho subiendo y bajando en sintonía con el mío. Sacudiendo su cabeza, se alejó de donde estaba sentada, tomando asiento en la silla a través del pequeño espacio y recogió su bloc de notas y el bolígrafo. No miró hacia mí o habló mientras recuperaba sus gafas de la mesa que estaba situada entre nosotros. Segundos pasaron en silencio, pero después de recuperar el control sobre lo que estaba dentro de él, finalmente levantó la vista y no reconocí la extraña expresión en su rostro. —¿Está bien? ¿Cómo se siente? —Se aclaró la garganta y me di cuenta de que seguía respirando fuerte y rápido. Me recosté contra la almohada, no quería estar en una posición tan indefensa, pero estaba demasiado cansada y floja para mantener mi cuerpo en posición vertical. Normalizando la respiración, le contesté: —Estoy...

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No sabía cómo estaba. No podía colocar lo que había sucedido o por qué mi cuerpo se sentía tan suelto y letárgico. Estaba húmeda entre mis piernas y la sensación me hizo sentir incómoda. —¿Qué ha pasado, Doc? —Ha estado narrando otro recuerdo, Srta. Sutton. ¿Tiene algún recuerdo de ello? —Levantó la vista de sus notas y me estudió mientras esperaba mi respuesta. Sus párpados bajaron y el color rojo de su cuerpo fue evidente en el color de sus mejillas. Parpadeando, traté de concentrarme, porque no estaba segura si lo que estaba viendo podría ser cierto. Alejando mis pensamientos, traté de recordar lo que había sucedido y lo que había visto, pero sólo la imagen de un extraño encapuchado estaba clara en mi mente. —Había un hombre, creo. Llevaba una sudadera con capucha, pero no pude ver su rostro. —Los escalofríos corrían a lo largo de mi espina dorsal y abrí la boca para confesar—: Él me asustó. —Lo mencionó, pero no me preocupa un desconocido en un campo. ¿Qué recuerda hacer en ese campo? ¿Con quién estaba? —Cerré los ojos y traté de imaginar de qué podría estar hablando. No había nada allí. Todo lo que podía ver era el rostro sombreada de un hombre que sabía que era peligroso, un hombre que sabía que me estaba mirando para algo más que entretenimiento. —No lo sé. —Reclinándose en su silla, se pasó las manos por el cabello y percibí que se sentía frustrado. Quería decirle más y me hubiera gustado poder decir las palabras que quería oír, pero estaba dibujando un espacio en blanco. Mi cuerpo seguía estando tenso por lo que había sucedido. Culpaba a los fármacos. No había otra explicación razonable. Pasaron varios momentos de tensión hasta que finalmente se levantó y extendió la mano para ayudarme a levantarme del diván. —Ha terminado por hoy, Srta. Sutton. Haré que Terrie le acompañe de nuevo a una habitación para que duerma el resto de la medicación. Después de eso, la llevarán a la sala de recreación. Por ahora, estoy seguro de estás familiarizada con la rutina. Mirando hacia él, acepté la mano, pero me aparté de nuevo cuando me di cuenta de que estaba despeinado. Su cabello estaba alborotado y parecía que acababa de salir de la cama. Su camisa que había estado metida cuidadosamente en sus pantalones, estaba ahora en lugares fuera del pantalón y colgando sobre el cuero de su cinturón. —¿Todo bien, Doc? Te ves un poco... desordenado. —Señalando hacia su ropa, miré hacia arriba, completamente ajena de por qué él no estaba en su modo normal de organizado. Mirándome con una expresión en blanco, se tomó su tiempo para formular una respuesta. No me sorprendió la típica respuesta que dio, de la clase que no me decía absolutamente nada. —Su sesión fue un poco traumática para usted. Retirarte de tu recuerdo no fue fácil. Vamos, Srta. Sutton. Hemos terminado aquí por el día de hoy.

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*** Despertando en mi habitación unas horas más tarde, estiré los brazos por encima de la cabeza y me senté en la cama. Los pasillos fuera de mi puerta estaban en silencio, pero había un aire de inquietud que aún se envolvía con fuerza alrededor de mis hombros. Presionaba mi cuerpo hacia abajo, con la confusión típica que viene con la condición que tengo. No tenía otra opción que esperar en mi celda, atrapada dentro de una quietud aplastante, que me mantenía preocupada respecto a cuándo se abriría esa puerta. Unos pasos resonaron por el pasillo y el miedo hizo que rezara silenciosamente, porque fuera Terrie quien se acercaba a mi puerta. La luz destelló en la ventana mientras alguien pasaba, pero esa ventana se llenó con el rostro de un hombre, que esperaba no fuese la persona que me recogiese de mi habitación. —Buenos días rayito de sol. Retrocediendo ante el sonido, no podía apartar mi mirada de los ojos pequeños y brillantes que miraban a mi habitación. No podía ver sus labios, pero sabía que llevaban una sonrisa maliciosa. —Bueno, ¿no vas a decir hola? —Una risa oscura y depravada dejó sus pulmones antes de añadir—: Sé que soy tu favorito. El bloqueo metálico de la puerta hizo clic y las bisagras chirriaron cuando se abrió la puerta. Una vez dentro de la habitación, le dio una patada hacia atrás con el pie para cerrar la puerta. Con una mano cerrada en su entrepierna, Joe se acercó a mí, con su lengua fuera entre sus labios y sus ojos se estrecharon con la mala intención en sus pensamientos. —Por una puta vez te encuentro sola. Estaba tan preocupado de que Emerson o ese jodido nuevo doctor, te tomaran primero. Intenté gritar, pero fue demasiado rápido. Su cuerpo se tiró a través del cuarto, con su gran mano envolviéndose firmemente alrededor de mi boca antes de que cualquier rastro de mi terror pudiese escapar de mis pulmones. Mis instintos me dijeron que le mordiese y desgarrase su carne con los dientes hasta que no tuviese más remedio que dejarme ir. Sin embargo, el conocimiento se impuso sobre el instinto y me di cuenta antes de moverme para defenderme, que hacerlo, sólo me conduciría a la habitación en la que me ayudarían a “olvidar”. —Esa es una buena chica. —Su boca rozó mi oreja mientras gruñía su satisfacción con mi cumplimiento inmediato—. Parece que no necesitamos medicamento para tomar lo que queremos, después de todo. Eres lo suficientemente inteligente como para estar tranquila y evitar el shock, ¿verdad? —cantó con una voz enfermiza que envió escalofríos susurrados por mi espina dorsal. —No quiero que nadie sepa lo que sentimos el uno por el otro, por lo que vamos a hacer esto agradable y tranquilo, ¿entiendes? Quiero que te pongas de pie en la esquina de la habitación, con las manos en la pared. Di una puta palabra y no sabrás ni tu puto nombre, para el momento en que haya terminado contigo.

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Asintiendo, esperé a que él aceptase el acuerdo tácito y me liberase. No podía mirarlo, no podía soportar la expresión de su rostro, la cual sabía que iba a estar llena de lujuria y castigo. Las lágrimas comenzaron a venir a mis ojos, pero las obligué a retroceder, sólo permitiendo a una deslizarse por mi mejilla antes de frenar la emoción. Mi estómago estaba lleno de nudos y me sentía enferma, pero lo más notable fue el dolor y la inflamación que sentía entre las piernas cuando me moví. No me había dado cuenta al salir de la terapia esta mañana, sin embargo, los fármacos habían sido suficientes para mantenerme adormecida hasta que se habían quitado, para revelar dolores y molestias que no había conocido en mucho tiempo. La confusión ensilló mis pensamientos mientras me acercaba a la esquina de la habitación para levantar mis manos y presionarlas contra el yeso blanco fresco. La humedad entre mis piernas era fría, no caliente en la espera del toque de Joe, sino los restos de algo anterior, algo de lo que no era de alguna manera consciente. Me pareció extraño que mis pensamientos se desviaran de nuevo al médico cuando eran las manos de Joe las que estaban a punto de violar cada parte de mí. Su respiración pesada hizo eco contra las paredes. Enferma y viscosa, cada respiración le preparaba para el momento que había estado esperando desde que llegué a este lugar. No pasó un día sin que sintiera su caustica mirada relajarse en mi piel, sin que intuyese los actos violentos y grotescos que imaginaba cometer contra mí. Él ya había tomado al resto de las mujeres atrapadas aquí, pero hasta ahora, nunca había tenido la oportunidad de tomarme. Con botas pesadas golpeando contra el suelo, se me acercó. Cuando se detuvo, fueron sus manos las que siguieron moviéndose, arriba y abajo por mi cuerpo, sus dedos rozando los lados de mis pechos y su aliento desagradable calentando la piel de mi cuello y hombro. —Oh, ya era hora. Sabes que he estado esperando esto, pero tenía que ponerte celosa primero. —Sus dedos alcanzaron entre mis piernas, presionando brutalmente. Mis uñas cortas rayaron la pared de cemento, en respuesta. —Sé que odias oírme complacer a las demás damas, ¿verdad? —Se rio y salió como una carcajada depravada—. Eres un pequeño monstruo tan sucio. Presioné mi frente contra la pared fría, mis ojos se abrieron y la mirada se fijó en mis pies descalzos en el suelo. El pensamiento de él tocándome me dio ganas de vomitar, pero eso haría demasiado ruido, y luego... Deslizando sus dedos en la cintura de mis pantalones, su respiración se hizo aún más esporádica y áspera. Podía sentir su cuerpo temblar con anticipación contra el mío y contuve la respiración a la espera de que sus gruesos dedos se deslizaran dentro de mi cuerpo. La ira brotó dentro de mí, destellos de recuerdos lejanos que no recuerdo, como si no hubieran sido míos. No recordaba los acontecimientos de los últimos años de mi vida, pero me hizo recordar algo... ahora esa terapia lo había despertado: ÉL siempre estaba allí, un hombre que llevaba el peligro como una segunda piel, aquel cuyo rostro siempre estaba oculto y sombreado bajo la capucha que nunca se

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quitaba de la cabeza. Su identidad estaba tan lejos de ser conocida, no había ninguna razón para creer que existía en absoluto, pero todavía estaba allí, distante e inalcanzable, pero de alguna manera siempre a la vista. ¿Dónde estaba ahora? La mano de Joe se deslizó más abajo en la parte delantera de mis pantalones y retrocedí ante el toque. No tenía a donde ir, porque estaba enjaulada contra la pared, por el peso de su cuerpo y el pánico se deslizó donde la confusión una vez había saturado mis pensamientos. Mordiéndome el labio, cerré los ojos y traté de imaginarme en cualquier lugar, menos en este. Sin embargo, ninguna cantidad de imaginación podía retirarme del momento. Era un animal atrapado e indefenso, del tipo que estaba tan desesperado por escapar, el cual podría comer su propia pierna para sobrevivir. Los callos en sus dedos lastimaban la piel sensible e hinchada entre mis piernas y pateó mis pies con los suyos con el fin de abrir más mis piernas para su toque. —¿Te gusta eso, bebé? Ya estás tan mojada y lista para mí. Presionado su erección contra mi culo, sus caderas giraron contra mí, creando una fricción tensa entre nuestros cuerpos. Apenas podía respirar y mi cabeza se sentía ligera mientras mi cuerpo se balanceaba con ausencia de fuerza. Cuando pensé que todo estaba perdido, que en ese momento estaría embridada y montada por un hombre cuya aura era como veneno, escuché algo en la distancia que disparó olas de esperanza y alivio a través de mi cuerpo tembloroso. El sonido de los tacones de una mujer hacía clic lentamente a través de las paredes exteriores de mi habitación y di las gracias a Dios cuando Joe se quedó inmóvil, obviamente, después de haber oído el sonido. —Mantente callada, perra. —Susurró su advertencia tan bajo que apenas lo escuché a pesar de que estaba tan cerca. Mis músculos tensos se relajaron durante sólo un minuto. Cuando escuché pasar a la mujer, se encendieron de nuevo, el temor empapando cada célula de mi cuerpo al pensar que ella se habría ido tan rápido como había aparecido. Joe no se movió en un primer momento, pero sus dedos se movieron otra vez cuando pensó que había dejado la sala. —Oh bien, Dra. Ali. Estoy feliz de encontrarla. —La débil voz de Terrie se podía escuchar en los pasillos y exhalé un profundo suspiro de alivio—. Dain Sutton está aquí para ver a su hermana. ¿Sería tan amable de llevarla a la sala de visitas? El Dr. Hutchins me pidió que la acompañara, sin embargo ha habido un problema entre Lesley y Julianne en la sala de grabación y la enfermera Lisa necesita mi ayuda inmediata. —Mierda —susurró Joe en voz baja y se apartó de donde yo estaba. Mis rodillas se doblaron con alivio y me hundí en el suelo, ya no siendo capaz de mantenerme en pie. En el momento en que la puerta se abrió, no podía pensar en un mejor sonido que el de los tacones acercándose de la Dra. Ali.

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—Bueno, bueno, bueno... y ¿qué estás haciendo en la habitación de la pequeña Alex, Joe? ¿Hay algo que deba saber aquí? —La voz de la doctora Ali tenía una cualidad cantarina en ella. Al instante, a la defensiva, Joe explicó: —Estaba solo levantándola para llevarla hacia la sala de recreación, pero como de costumbre, la pequeña perra se ha defendido. No necesitaba mirar a Ali para saber que una sonrisa maligna se deslizó por su cara bonita. No necesitaba hablar, para saber que estaba disfrutando del pequeño interludio que creía haber capturado. Aunque en su rostro no había odio y apatía como en la de Joe, Ali era todavía alguien a quien temer. Después de una sola sesión con ella, sabía que era mucho más peligrosa que ninguno de los pacientes que estaban encerrados en el interior del asilo. —Gracioso. No he oído ninguna lucha. No me digas que nuestra viuda negra residente está tratando de entrar en tus pantalones, tanto como en los del doctor. Sería inteligente que evitases esto. Ella ha matado antes, ya lo sabes. Joe se echó a reír. —No sucedería. —Estoy segura —respondió ella con un canto en su voz que delataba su incredulidad persistente. —El tiempo de juegos ha terminado, niños. Alex tiene un visitante.

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11 —E

lla está recordando algo, Sr. Sutton. No estoy seguro de qué exactamente. Sin embargo, la información está ahí, sólo tenemos que sacarla.

—¿Está seguro de que está lista para esto? Sólo han pasado dos sesiones... —Usted firmó papeles confiando el cuidado de su hermana en mis manos, Sr. Sutton. Soy psiquiatra. Permítame dictar la velocidad a la que ella se somete a la terapia. Dain suspiró y yo descansé la parte posterior de mi cabeza contra el muro que nos separaba. Sabía que no esperaban que los pudiera escuchar, pero en vez de llevarme a la sala de visitas siguiendo las instrucciones, la Dra. Ali me había dejado en una silla fuera de la sala de reuniones donde el Dr. Hutchins hablaba con mi familia. Era obvio que no había tenido ni idea de que al dejarme aquí, estaría en condiciones de escuchar algunos de los secretos que constantemente se susurraban dentro de los muros del asilo. —Bien. Voy a mostrárselas… —Sólo las de Bobby Arrington. No hemos llegado a ningún recuerdo del otro hombre, solamente Bobby. Aunque, tengo que admitir un poco de información. Ella puede recordar los incidentes con Bobby mientras está bajo la influencia de la hipnosis inducida por fármacos; Sin embargo, una vez que recupera la conciencia al momento presente, no tiene ningún recuerdo de él en absoluto. —¿Qué significa eso? —Dain sonaba esperanzado, pero al mismo tiempo como perdido. Jeremy se tomó su tiempo para formular una respuesta. —La única manera que se me ocurre para explicar esto, es que el cerebro es un ordenador excepcionalmente avanzado. Procesa la información que se recoge del ambiente de una persona: recuerdos no sólo conscientes de los acontecimientos, sino también recuerdos sensoriales; así, los recuerdos habituales y los motores también pueden jugar un papel. He sabido de pacientes con amnesia anterógrada que no eran capaces de recordar información de ningún tipo más allá de un corto plazo, sin embargo a las pocas semanas de ser institucionalizados, aprendían a seguir las expectativas de comportamiento sin ser instruidos específicamente por el personal. Realizaban las rutinas diarias a pesar de que, si me preguntas, no sabían dónde

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estaban o cómo sabían esas rutinas. En el caso de Alex, creo que su mente ha registrado cierta información, pero esa información no se ha almacenado de tal forma que le permita recordarla tan fácilmente como tú y yo podríamos hacerlo. Hizo una pausa y esperé en silencio a que el doctor siguiera hablándole a Dain. Con una cadencia suave y una voz tan oscura y misteriosa como la medianoche, Jeremy añadió: —Creo que tu hermana tiene problemas, además de la amnesia que resultó del accidente de coche. No puedo nombrarlos o identificarlos con precisión en este momento, pero después de unas cuantas sesiones más, y espero que al estimular la mente con lo que estás a punto de mostrarle, es posible que podamos acceder a sus recuerdos a un nivel mucho más profundo, tal vez a un nivel en el que revele los traumas que ha sufrido. Una silla chirrió en la otra habitación y supe que uno de los hombres se había sentado con fuerza en su asiento. Dudaba que fuera Jeremy; su voz sonaba demasiado tranquila. Era Dain quien estaba sosteniendo el peso de lo que fuera que estaba mal conmigo. —¿Estás diciendo que ella está recordando algo de lo que pasó? —Sí, eso es. De hecho, ella mencionó algo que le ocurrió cuando era niña. Es incapaz de decirme qué es. Por casualidad, ¿usted lo sabe? Dain no respondió rápidamente y el recuerdo de lo que había escuchado de mis padres se hizo evidente en mi mente una vez más. Los había oído en el salón justo antes de burlarme de ellos con la información y poner fin a sus vidas. —Fue atacada cuando era más joven por un amigo mío. Su nombre era Jay. En el fondo de mi cabeza, no puedo recordar un apellido o incluso como lucía. Fue hace muchos años. Alex tenía cinco años y yo tenía quince. Se podría pensar que la imagen del rostro del bastardo sería algo que no podría olvidar, pero sólo había salido con él una o dos veces y su familia se mudó lejos tan rápido después de que ocurriera, que apenas puedo recordar nada acerca de él. Lo único que sé es que su familia se arruinó cuando mis padres los demandaron. El dinero recibido de la demanda fue colocado en un fideicomiso para Alex. —Ya veo. —Jeremy se detuvo y no tuve duda de que estaría acariciándose la barbilla como siempre hacía cuando estaba considerando la nueva información—. Lo que me preocupa es el hecho de que ella no se acuerde de eso. —Solo tenía cinco... —Estoy al tanto, pero lo que estoy escuchando es que tiene dificultades para recordar eventos traumáticos. Podría ser parte de la razón por la que no recuerda a los hombres que mató. Podría estar reprimiendo recuerdos, lo que indicaría que esto no es solo amnesia. —¿Alex? ¿Qué estás haciendo aquí?

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Los músculos de mi cuello dolieron por la rapidez con la que giré mi cabeza en dirección a la voz de Terrie. Corría rápidamente, obviamente angustiada al ver que había podido escuchar lo que los dos hombres estaban discutiendo. —No puedo creer que Ali te haya dejado aquí. —Sus manos estaban en mis brazos y me levantó de la silla antes de que pudiera decir una palabra en respuesta—. Vamos, vamos a la sala de visitas. No debes estar por tu cuenta en un área no controlada. Gracias a Dios que no te has perdido. Continuaba divagando mientras me arrastraba hacia la puerta de la sala de visitantes. Una vez dentro, no hizo ninguna referencia a que sabía que yo había estado escuchando, eligiendo pasar la mano por mi cabello y colocarlo en su lugar. —No te preocupes respecto a lo que esos dos hombres estaban hablando, siéntate aquí y espera tu visita con Dain. Dos veces en una semana, eso es una novedad para él. Debe estar tan emocionado como el resto de nosotros de que estés comenzando a recordar nueva información. Desapareció por la puerta y no pasó mucho tiempo antes de que Dain entrara en la habitación. —Hola pequeña. Saltando desde mi asiento corrí hacia él y me aplasté contra su cuerpo caliente. Finalmente me sentí segura cuando sus fuertes brazos se envolvieron alrededor de mí. —Dain. Nos abrazamos durante varios minutos, ninguno de los dos queriendo soltar al otro, pero en poco tiempo Dain finalmente me soltó, echándome hacia mientras aún me sostenía a la distancia de un brazo. —Te ves bien... cansada... pero bien. Su voz era profunda e intensa, muy diferente de lo que recordaba antes de ser encerrada en este lugar. No pude pensar más allá de lo mucho que había crecido. Era un hombre de verdad ahora, parecido a nuestro padre con su cabello oscuro y piel bronceada, pero tenía los ojos azules llamativos de nuestra madre. Cuando sonreía, incluso con las sonrisas débiles que reservaba para mí, aparecían hoyuelos en sus mejillas y se le formaban líneas finas en la piel alrededor de los ojos. —Vamos a sentarnos, pequeña. Tenemos mucho de qué hablar hoy. Sí, lo teníamos. Pero estaba condenada a permanecer en silencio acerca de lo que me estaba pasando por cortesía de las cámaras colgando de los techos por encima de nosotros. Tenía casi decidido gritarle a Dain sobre Joe y las violaciones, advertirle sobre los abusos y los tratamientos que nos hacían olvidar esos abusos. Sin embargo, si Dain no era capaz de liberarme rápidamente como resultado de lo que tenía que decir, o si él no me creía porque pensaba que yo pertenecía a estas paredes, estaría a merced del personal. Mi destino no sería bueno si tuvieran que reprenderme por decir lo que clamarían como engaños y mentiras.

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Llevaba consigo la misma carpeta de color marrón claro que había traído sólo dos días antes. La colocó sobre la mesa, la guardó bajo la palma de su mano, no la abrió o atrajo mi atención hacia ella de ninguna manera. —Te voy a mostrar algunas cosas hoy, Alex, que van a molestarte. Doc Hutchins tiene la esperanza de que te refresquen la memoria, y francamente estoy desesperado por obtener cualquier información de ti en todo lo que te ayudará a determinar quién cometió los asesinatos de tus novios. —¿No crees que fuera yo? —Había algo en su voz que me hacía cuestionar lo que todo el mundo decía acerca de mí. No era gran cosa y no podía explicar lo que había oído, pero la esperanza nació dentro de mí al pensar que alguien no creía que estaba tan loca como afirmaban las demás personas. Sacudiendo la cabeza, su mirada se fijó en la pared detrás de mí. Su expresión era la misma que había visto tantas veces en mi vida, sobre todo cuando había un rompecabezas que sentía que tenía que resolver. Él estaba muy lejos, pensando en los hechos y circunstancias de las que no tenía ni idea. —No creo que seas lo suficientemente fuerte como para matar a esos hombres en la forma en que murieron. Fue violento, chica. No voy a mentir y cuando veas las fotos, sé que no vas a querer seguir mirándolas. Pero el médico dice que es la única manera, y si puede ayudarte a... Coloqué mi mano en la suya, le sonreí en un esfuerzo por calmar la ansiedad que sentía por tener que mostrarme las fotos. —Está bien, Dain. Voy a fingir que estoy mirando fotos fijas de una película de terror o algo así. Si reconozco algo, te lo haré saber. Si es demasiado, miraré hacia otro lado. Son sólo fotos. No pueden hacerme daño. —Por el contrario, creo que pueden —Suave como la seda, el acento sureño se filtró en sus palabras a través de mí y me cosquilleó la piel de mis pechos y muslos. Me giré en mi asiento para ver a Jeremy de pie en la puerta, casualmente apoyado contra la pared. Llevaba la bata blanca de nuevo, pero todavía tenía la camiseta verde y pantalón negro que recordaba de esta mañana. —Si a ninguno de los dos les importa, me gustaría permanecer en segundo plano mientras le muestras las fotos. Para propósitos de observación, principalmente, pero también para ayudar en caso de que ella tenga alguna reacción física a lo que ve. Girando para mirar a Dain, le di una expresión interrogante. Asintió, aceptando la oferta de Jeremy, así que me giré hacia el médico para aceptar también. Jeremy sonrió cortésmente antes de decir: —Si la hacen recordar algo, Srta. Sutton, creo que va a ser su mayor interés someterse a otra sesión inmediatamente después. A veces las imágenes visuales y las reacciones físicas que provocan pueden ser el catalizador más fuerte para saltar a partir de los recuerdos. —¿Eso es seguro? El fármaco, quiero decir. ¿Es seguro tomarlo dos veces en un día?

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Él asintió. —Nunca haría nada que pudiera ponerla en peligro. Por favor, confíe en eso. No me gustaba la idea de ser medicada nuevo, sobre todo en tan poco tiempo, pero me gustaba estar lejos de mi celda. Más importante aún, mantenerme lejos de Joe. Volviendo mi atención a Dain, apreté los brazos alrededor de mi abdomen y dije: —Está bien. Estoy lista para mirarlas. Hizo una mueca mientras sacaba la carpeta marrón para colocarla entre nosotros. Le dio la vuelta a la cubierta frontal revelando la misma foto que me había mostrado la última vez que lo vi. Una vez más, me percaté de que la muchacha sonriente en la foto, era yo, pero me perdía a la hora de identificar al joven con quien estaba de pie. —Reconoces… —Sí —le interrumpí inmediatamente—. Hemos hablado de esto antes. Somos yo y alguna persona que no conozco. Exhalando un profundo suspiro, sonrió suavemente a pesar de la expresión triste que llevaba. —Me alegra ver que recuerdas esta foto, incluso si no ha pasado mucho tiempo. Hace un mes te habrías olvidado, incluso si te hubiera mostrado la foto todos los días. Pasando la imagen otra vez, reveló la otra que estaba debajo. El idioma tenía tantas palabras que podrían acercarse a lo que sentí: miedo, alarma, horror, pánico o temor. Sin embargo, no había ninguna palabra que pudiera describir con precisión lo que estaba sintiendo cuando vi la imagen por primera vez. La horripilante escena me dejó sin aliento y la única razón por la que creí que había visto algo tan horrible en persona era el hecho de que mi rostro era reconocible en la foto. Supe que había estado allí porque podía verme allí. Como en un sueño, me sentí congelada en mi lugar, sin poder moverme y mucho menos pedir ayuda. Mis ojos asimilaron cada detalle, cada pieza chocante y grotesca de esa imagen. Mi corazón y mi mente las rechazaron como posibles o verdaderas. —Oh, Dios mío... —Mi voz era débil y no me di cuenta de que había dicho esas palabras en voz alta. —Está blanca como un fantasma, doctor... —La voz de Dain revoloteó por delante de mí como si hubiera hablado un fantasma en la habitación. Se fue sin peso o valor. Era sólo una mezcla de sonidos y sílabas que mi subconsciente recogió mientras mi mente consciente se centraba en la fotografía. Unas manos calientes agarraron mis hombros y pude escuchar a Jeremy hablándome. Estaba demasiado centrada en la imagen como para escuchar lo que estaba tratando de decirme. Estaba acurrucada en un rincón, mi espalda presionada contra la pared y las piernas dobladas y juntas al pecho con los brazos envueltos alrededor de ellas. La

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sangre salpicaba mis mejillas y manos, había manchas en mi ropa, pero no tanto como para cubrirme. No. No estaba cubierta de la malvada mancha, pero la habitación en la que me encontraba y el cuerpo recostado en medio de la misma, eran apenas reconocibles bajo el color carmesí que hablaba de la violencia que se había producido en ese pequeño espacio. El rostro del joven se encontraba hacia la cámara, su boca se abría en un grito que se le debió haber escapado durante su muerte. Congelado de terror, con los ojos muy abiertos, muerto pero todavía mirando a un asesino que nadie más podía ver. Su garganta se había reducido a un punto en que sólo era reconocible como un lío de carne y sangre entre la cabeza y los hombros. La sangre bañaba las paredes blancas y los muebles con dibujos en blanco y negro que se extendían por toda la habitación. Todo ello aparentemente rociado desde el punto en el que cuerpo del joven se encontraba doblado, roto y retorcido en la alfombra beige. No llevaba camisa y la carne en su pecho estaba despojada y abierta. Él se inclinaba hacia el exterior con las piernas rotas a un punto en que si hubiera vivido, nunca hubiera caminado de nuevo. —¿Srta. Sutton? —la voz de Jeremy flotó hasta mí esta vez. Abrí la boca para responder, pero no pude obligar a las palabras a salir. Estaba perdida en esa imagen, perdida en el horror y la violencia que retrataba. Preocupado por mi reacción, Dain cubrió la imagen con la primera que me había mostrado, rompiendo efectivamente el trance que la segunda imagen había conjurado. Mi cuerpo se movió en la silla y lo siguiente que vi fueron los ojos azules de Jeremy. —¿Está bien? —Tomó el pulso de mi garganta y chasqueó los dedos delante de mi rostro. —¿Yo hice eso? —Apenas capaz de formar las palabras con mi lengua, hablé lentamente, susurrando la pregunta de la cual no estaba segura de querer una respuesta. —No lo sé, Srta. Sutton. ¿Se acuerda de hacer eso? —Jeremy me empujó suavemente con su pregunta y no lo pude culpar por no entender lo que estaba retratado en la fotografía. Yo misma no lo entendía y, según lo documentado por la cámara, había estado allí para verlo en persona. Las lágrimas cayeron por mis mejillas y el labio inferior se me estremeció con una emoción que no reconocí. —No lo creo. De repente era Dain quien estaba arrodillado frente a mí. Cuando se acercó, Jeremy se movió con gracia y me sentí aliviada por la fuerte presencia de mi hermano. —¿Vas a estar bien para seguir adelante con esto, pequeña? Podemos esperar...

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—No. Quiero empezar la sesión de hoy, mientras que su memoria esté fresca — interrumpió Jeremy. El rostro de Dain se retorció de ira, pero se suavizó de nuevo cuando me miró. —¿Puedes hacer esto, Alex? —Sí. —La palabra se sintió robótica y automática. No hablaba porque sinceramente me sintiera preparada para seguir adelante. Mis razones eran personales y esas razones no eran más que una herramienta para evitar a Joe. No les diría a estos hombres la verdad, únicamente porque sabía que nunca me creerían. Forzándome a mirar al rostro del Dr. Hutchins, me llené de coraje y anuncié: —Estoy lista. Con un único gesto solemne, él se acercó y tomó mi mano para ayudarme a levantarme de mi asiento. Después de darme un momento para despedirme de Dain, me llevó fuera de la habitación antes de volverse hacia mi hermano para decir: —Si descubrimos algo, Sr. Sutton, le prometo que será el primero en saberlo. Dain asintió con su consentimiento y fui dirigida por el largo pasillo blanco con bombillas intermitentes por encima de mi cabeza. Sabía que solo estaba siendo escoltada a terapia, pero por alguna razón el temor dentro de mí había llegado a un nivel tan alto que se sentía como si fuera una mujer muerta caminando.

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12 —V

oy a elegir la habitación para ti esta vez, Srta. Sutton. No te va a gustar, pero es necesario con el fin de llevarte al momento particular en tu vida que me gustaría explorar.

Cruzando la habitación con paso fluido, Jeremy se movió hacia la sección de la habitación que todavía no me habían permitido ver. Era la sección detrás de la cortina, la habitación oculta a la vista. Fue la que había captado mi atención en ambas ocasiones cuando había estado aquí. —¿Qué hay detrás de la cortina? ojos:

Se detuvo a medio paso, volviéndose hacia mí con una mirada de simpatía en sus

—Ha sido diseñada para promover el reconocimiento. Ha sido instalada para parecerse a la foto que acabas de ver. No te voy a mentir y decirte que esto será fácil, pero estaré contigo en cada paso del camino. Si puedes confiar en mí, puedes conseguir superar esto. —¿Y si no funciona? Sin reconocer mi pregunta, empujó la cortina a un lado y jadeé al ver el tamaño del espacio que había detrás. La cortina no era nada más que una puerta. Mis pasos vacilaron mientras me acercaba al espacio. Agarrando mi mano temblando ligeramente en la suya, Jeremy me llevó por la puerta y a un área que se parecía a la sala que había visto en la foto. —Antes de que empecemos, te lo mostraré todo. Hay tres habitaciones: la sala, la cual ves, un dormitorio por esa puerta y un baño que está junto al dormitorio. Todo en este espacio ha sido seleccionado para coincidir con las fotografías de la escena del crimen en la que fuiste encontrada con los restos de Bobby Arrington. —Pero sólo había una fotografía —objeté. Mirándome con ojos que se parecían al color de una tormenta de verano, confesó: —Sólo te hemos mostrado una fotografía. El resto se ha mantenido

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intencionalmente oculto de ti. Quero asegurarme de que lo que recuerdas es el resultado de la memoria y no un simple indicio de haber visto todas las fotos. Giré donde estaba de pie, mis piernas inestables y débiles cuando empezamos a cruzar el área de la sala para entrar al dormitorio. Su voz era suave y reconfortante, el barítono profundo y la cadencia sureña reconfortándome desde dentro hacia afuera: —Quiero llevar la sesión en esta habitación. Mis ojos buscaron inmediatamente la cama y retrocedí ante la visión de ella. No podía entender mi reacción. No era nada más que la cama, bien vestida con sábanas de seda negra con almohadas blancas que saltaban contra el color de la medianoche. El calor del cuerpo de Jeremy rodó sobre mi espalda cuando se acercó a mí. Su boca estaba cerca de mi oreja y me estremecí al sentir su aliento en mi piel. —Estaré contigo, Alex, a cada paso. Estos recuerdos nos dirán la verdad sobre lo que te sucedió. Pueden ayudarnos a liberarte, o si eres culpable de lo que has sido acusada, pueden ayudarnos a entender qué te hizo cometer los crímenes en primer lugar. Sin saber lo que pasó, soy incapaz de ayudarte adecuadamente. —Lo sé. —Fallando en mi intento de poner fuerza en mi voz, le pregunté—: Asumo que me quieres en la cama. —Es donde creo que esta terapia puede realizarse mejor. Girando sobre mis talones, levanté la vista hacia él y me sorprendió el calor suave que vi en sus ojos: —Pero en la foto, estaba en la sala… —Fuiste fotografiada en la sala, sí, —me interrumpió—. Sin embargo, la investigación reveló que el inicio del altercado ocurrió en el dormitorio. Quiero llevarte de nuevo al inicio. Débilmente, asentí en entendimiento fingido. Lo cierto es que, no tenía ni idea de lo que saldría de esto, ni idea de si mi pasado vendría de nuevo para perseguirme, o si se quedaría en la distancia completamente fuera de mi alcance. Si el conocimiento de que Joe y Emerson estaban fuera de esta habitación esperándome no estaba plantada firmemente en mis pensamientos, me habría negado a la terapia de esta tarde. Hubiera corrido de la habitación y escondido en cualquier esquina ensombrecida que pudiera encontrar. Tal como estaba, la amenaza real contra mí esperaba afuera en esos pasillos. Eran amenazas mucho más reales y presentes que cualquier cosa que pudiera posiblemente estar atrapada en mi cabeza. —Cuidarás de mí, ¿verdad Doc? ¿Estarás allí conmigo en esto, verdad? —Mi voz estaba suplicándole, rogándole a responder que sí, él me guiaría por mi pasado y me sacaría de forma segura de cualquier pesadilla esperando a recibirme cuando me relajara lo suficiente para recordar. Un apretón suave en mi cabeza fue su respuesta. —Está bien. No hay tiempo como el presente, supongo. —Moviéndome poco a

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poco, me aproximé a la cama, suspirando ruidosamente antes de subir sobre la seda suave y lujosa, a la sensación del colchón suave debajo de las sábanas. En un intento por aligerar el humor sofocante en la habitación, bromeé—. Por casualidad, ¿podemos mover esta cama a mi celda? O mejor aún, ¿Por qué no simplemente empiezo a dormir aquí? Su carcajada fue suave y seguida por el ligero sonido l arañazo de la punta de su bolígrafo sobre el papel: —Me gustaría poder conceder tu petición, Srta. Sutton, pero eso estaría fuera de mi control. Sus palabras me confundieron. Pensaba que el psiquiatra a mando tenía el control absoluto cuando llegaba a este lugar: —¿No lidias con las cosas del día a día aquí? —Estoy acostumbrado más a los propósitos de consulta, pero hay otros médicos que están mejor cualificados en la administración y asuntos de directiva de la institución. Empujando mis pensamientos para determinar quiénes podrían ser, finalmente me rendí y pregunté: —¿Quién dirige el asilo? Él me sonrió, pero la expresión fue tan ligera, el humor no llegó a sus ojos: —La Dra. Ali se encarga de la administración de la institución. —Enfatizando su última palabra, me regañó indirectamente por referirme a este lugar como asilo—. Si hay una decisión más importante que necesita ser hecha o un tratamiento de emergencia requerido para un paciente fuera de control, ella me presentará la situación antes de tomar cualquier decisión. Sin embargo, cuando se trata de las operaciones diarias, ella es normalmente la persona que hace las llamadas. Mis ojos lo siguieron mientras cruzaba la habitación y tomaba asiento en una de las sillas con respaldo más cercana a la cama. Poniéndose cómodo, recuperó las gafas del bolsillo delantero de su bata blanca y las puso en su lugar sobre sus ojos. Metiendo la mano en el otro bolsillo, sacó la jeringuilla que se estaba volviendo demasiado familiar en las sesiones de terapia. Despertó mi curiosidad y me atreví a preguntar: —¿Qué hay en la aguja? Levantando la vista de sus notas, mantuvo una expresión en blanco, una expresión típicamente usada por un profesional y una que no revelaba nada de lo que la persona estaba sintiendo o pensando. —Es una mezcla de un sedante suave y un estimulante no tan suave y alucinógeno. La combinación es suficiente para calmar al paciente a quien se le administra, mientras que también abre a la persona lo suficiente para que no sienta la necesidad de esconderse detrás de los muros que ha construido alrededor de sí mismo.

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—Me hace sentir que floto —le confesé. Se rio entre dientes y me di cuenta de que disfrutaba del sonido de su risa, tal vez demasiado. ¿Qué estaba sintiendo hacia el Doc Hutchins? No era miedo u odio como lo que sentí hacia Joe o Emerson, pero no era la misma confianza que sentía por Terrie. Con Jeremy, sentía una aprehensión de lo que me haría, mientras que al mismo tiempo, ansiedad de pasar más tiempo con él para descubrir la verdad de sus intenciones. —Entonces está haciendo exactamente lo que esperaba que haga. —¿Los médicos lo utilizan con frecuencia? —Estaba llena de preguntas; algunas eran el resultado de la curiosidad ociosa, mientras que las otras eran un intento de retrasar lo inevitable. Suspiró: —¿Tienes miedo? —No. Sí, estaba asustada, pero no estaba dispuesta a admitirlo. —Sólo me lo preguntaba. Levantándose de la silla, se acercó a la cama y lentamente bajó al colchón hasta que estuvo sentado junto a mí. Parecía un depredador subiendo poco a poco hacia su presa, moviéndose lentamente con temor de que su aproximación ahuyentara lo que sea que había seleccionado para la cena. —Ambos fármacos son utilizados comúnmente en mi práctica. Uno por razones obvias: para tranquilizar a un paciente ansioso o violento. El otro es un poco experimental, pero lo he probado lo suficiente como para justificar su uso. Ha habido progresos notables en el tratamiento de los pacientes con trastorno por estrés postraumático como el resultado de este fármaco, sin importar que el amplio espectro de sus beneficios aún no son lo suficientemente comprensibles. —Entonces, ¿soy un conejillo de indias? —No me gustó el ceño fruncido que cruzó su rostro con esa pregunta. —En cierto modo, sí. No voy a mentir y decirte que ésta es una manera común de terapia. Sin embargo, recuerdo claramente decirte que ésta era mi propia idea cuando empezamos. Hablando de eso, Habladora Kathy1, ¿estás lista para proceder? —Lo estoy postergando, ¿verdad? Se rio de nuevo. —Está bien. —Extendiendo mi brazo hacia él, presenté mi vena y apreté los dientes esperando el pellizco familiar que venía con la aguja. Fue rápido como siempre y estuve agradecida de que Jeremy fuera tan suave como era amable. Poniéndome cómoda contra las almohadas, cerré los ojos y exhalé un suspiro 1 Habladora Kathy o Chatty Cathy era una muñeca de los años ´60 que decía frases cuando se le tiraba de la cuerda que tenía en la espalda. Se aplica este término a las personas parlanchinas.

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cuando la instantánea sensación de flotar se hizo cargo. Sentada en la parte superior de lo que se sentía como nubes, no pude evitar la risita que se me escapó mientras mi mente se sentía derretida dentro de mi cabeza. Sabía que Jeremy estaba sentado controlando cada movimiento y comportamiento, pero no me importaba ni sentía vergüenza por cómo me afectaba y me hacía reaccionar el fármaco. Era maravilloso, un fuego lento que rodaba a través de mis músculos, poniendo en orden los calambres y espasmos que sentía como piedras pesadas. Mi tensión y miedo constantes se alejaron por ese breve momento en el tiempo, y sonreí. La vida no era tan mala bajo los efectos de ese fármaco maravilloso. —Oye Doc… —No sabía si había hablado en voz alta o si mis labios eran capaces de formar los sonidos de las palabras. Debían haberlo hecho porque Jeremy no tardó en responder. —¿Si, Srta. Sutton? Suspirando mientras me hundía más contra las almohadas suaves y sábanas, le pregunté: —¿Esta cosa es adictiva? Se quedó callado por algunos segundos y supe sin tener que abrir mis ojos que tenía una expresión contemplativa en su rostro. —Asumo que puede serlo, si es utilizada incorrectamente. Sin embargo, la dosis que estoy administrando y la frecuencia de su uso no son suficientes para llegar a ser adictiva en tu cuerpo. —¿Qué hay de mi mente? Tengo que ser honesta, Doc, me encanta esta cosa. Siento que puedo batir mis brazos y volar lejos de todo esto. Es como la felicidad líquida. ¿Es así como se sienten los drogadictos? —Supongo que cuando consiguen su dosis, sí. Sin embargo, este fármaco no te va a dejar con ansias dolorosas una vez que deje tu sistema. El silencio se volvió pesado entre nosotros, pero no llevó a la tensión habitual y la ansiedad que estaba normalmente presente. Se lo atribuí al fármaco por esa ausencia. —¿Oye, Doc? —¿Sí, Srta. Sutton? Aprovechando la oportunidad de un momento donde no me importaba si me creía o no, le di voz a una preocupación que había estado demasiado temerosa de admitir en los últimos días. —¿Sabías que Joe y Emerson violan a los pacientes por la noche? Ellos me advirtieron que si decía cualquier cosa, me darían un shock para que olvidara lo que han hecho. Para que lo olvidara todo. Estoy segura de que si le preguntas a alguna de las otras mujeres, ellas te lo dirán. Sólo no a Erin. A ella le dieron un shock ayer. Un silencio, espeso y pesado, se asentó en la habitación como una manta pesada, pero no me importaba. La sensación de flotar era muy agradable y podía ignorar

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cualquier aprehensión que debería haber sentido por haber sido sincera. —Lo investigaré, Alex. Por ahora, quiero que pienses sólo en el pasado lejano. Discutir otros temas podría afectar lo que esperamos conseguir. Asentí, satisfecha de que no me tomara por una completa mentirosa por mi declaración. Más y más, me hundí en un lugar donde nada podía asustarme o herirme. A un punto donde juré que podía dormirme, escuché a Jeremy susurrar en una voz profunda: —Te prometo, Alex, que ningún otro hombre te tocará bajo mi cuidado. No comprendí realmente lo que estaba diciendo, pero por alguna razón, me sentí segura por eso. —Vamos a empezar.

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13 —N

o estoy segura de esto, Bobby ¿Y si nos atrapan? Sabes que últimamente mi tía ha estado sobre mí acerca de llegar a casa a tiempo ¿Y si tus padres vuelven temprano?

—Cállate Alex. Estoy tan harto de tu constante preocupación. —Envolviéndome en sus brazos, me apretó fuerte contra su cuerpo, con su evidente excitación bajo sus pantalones—. Nadie va a atraparnos. Tu tía piensa que vas a pasar la noche con Cheyenne y mis padres están en un maldito barco de camino hacia las Bahamas. Dudo que puedan cambiar de opinión y repentinamente volver a casa. —Podrían enviar a alguien a ver cómo estás. A decir verdad, mi preocupación no era porque nos atraparan. Estaba más preocupada porque no lo fuéramos. Desde hace meses, Bobby había estado presionándome para hacer cosas que no quería hacer; raras preferencias sexuales que no me parecían románticas o divertidas. Aún era tímida sobre mi desnudez, seguía esforzándome por permitir que mis pensamientos y emociones entendieran las cosas que Bobby había estado obligando a hacer a mi cuerpo. —Tu pulso está elevado, Alex. ¿Dónde estamos? Jeremy apareció cerca del lugar donde Bobby y yo nos encontrábamos de pie. Siempre que aparecía su imagen, sentía como si se detuviera el tiempo. Bobby era nada más que una estatua inmóvil, sosteniéndome en su agarre como de roca. —Con Bobby. Quiere que me quede a dormir. —Ya veo. Bueno, entonces estamos donde queremos estar. Continúa. —Su imagen se disipó con un efímero suspiro y me quede sola para terminar la escena en el porche de la casa de Bobby. —No estoy segura de esto. ¿Y si los vecinos o alguien más está mirando? Me meteré en muchos problemas y si mi hermano lo descubre… Su boca estuvo sobre la mía antes de que pudiera terminar la oración. Suave y caliente, sus labios se movieron con la gentileza de un novio amoroso, pero aún tenían la necesidad y la ferocidad de un hombre hambriento por liberación sexual. Sus manos sujetaron mis caderas, presionándome más fuerte contra su erección. Gemí y tomó la

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oportunidad de explorar mi boca con su lengua, llevándose el miedo y la preocupación de mis pensamientos y el aire de mis pulmones. Hábiles dedos exploraron mis caderas y el trozo de piel entre mi montículo y mi ombligo. Eran suaves movimientos a través de esa zona sensible, perfectamente sincronizados y coincidiendo con el movimiento de su lengua en mi boca. Fui seducida en un instante, mis rodillas se debilitaron mientras agarraba sus hombros de apoyo. Gruñí cuando se alejó, mis párpados pesados y mi corazón latiendo rápido y entrecortado en mi pecho. Sus ojos brillaron con picardía cuando me miró. —Tengo una sorpresa para ti. Es un regalo que he comprado sólo para ti. La sorpresa se disparó a través de mí como flecha con bordes afilados, quemando mi corazón con el calor de su velocidad. El calor siguió su camino y lo transmití a Bobby, emocionada al oír que había comprado algo para mí. Era la primera vez que me había dado algo de valor real. Incluso en mi cumpleaños y navidad, que ya habíamos pasado juntos, nunca había recibido nada más que algunos chocolates y una rápida follada lujuriosa. —¿En serio? ¡Quiero verlo! —Mi voz era dos octavas más altas de lo que debería haber sido, el sonido era discordante incluso para mí. Aclarándome la garganta, desvié la mirada avergonzada. Bobby se rio y volvió mi rostro para mirarlo. —Lo estoy guardando para más tarde. Te va a encantar. Lo prometo. Sus manos liberaron mi rostro y se movió para abrir la puerta delantera. Miré hacia adentro y no pude evitar mi admiración por la casa de sus padres. Atravesando la gran entrada del frente, miré hacia arriba al candelabro negro con joyas y cuentas negras que colgaba delicadamente del marco de hierro. El gusto de la Sra. Arrington era moderno y por toda la casa, sabía que cada cuarto estaba diseñado para tener limpias y nítidas líneas con un poco de color, excepto por una mezcla de negros, blancos, grises y rojos. Era un hermoso hogar que estaba exquisitamente arreglado, tan diferente a la pequeña casita de campo donde vivíamos mi tía y yo. La puerta se cerró de un portazo detrás de mí y giré para ver a Bobby apoyado contra la pared mirándome con ojos sensuales, la boca fruncida y llena que me seducía no sólo con palabras sino también con ternura y calor. Sin embargo, un rápido estremecimiento recorrió mi columna cuando pensé en el fuerte mordisco de los dientes que estaban ocultos bajo sus suaves labios. —Tenemos una hora antes de que anochezca, ¿qué quieres hacer? —Sus suaves ojos verdes buscaban mi rostro y fue fácil creer que realmente se preocupaba sobre lo que yo quería. La mayor parte del tiempo, nuestras actividades estaban limitadas por las cosas que él encontraba emocionantes o interesantes. Lugares oscuros e abusos creativos, eran las cosas que le interesaban. Yo era la indefensa testigo, o incluso a veces la indefensa víctima, de sus actividades y aficiones.

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Mirando alrededor de la casa, no podía pensar en qué sería divertido dentro de las paredes, pero vi una piscina fuera y me pregunté si había un jacuzzi adjunto que nos mantuviera calientes a pesar del aire frio del exterior. —Podríamos ir a nadar. Una salvaje sonrisa rompió a través de sus labios y gruñó. —¿Bañarnos desnudos? Suena divertido. —Caminando hacia mí, hizo un gran show intentando empujarme hacia sus brazos, a pesar del hecho de que lo esquivé para seguir teniendo libertad para deambular—. Ven aquí, Hermosa. Cautelosamente, retrocedí, manteniéndolo dentro de mi vista, pero fuera de alcance. —Me refería con trajes de baño, Bobby. Haciendo pucheros por la sugerencia, guiñó un ojo y dijo: —No tengo bañador. Me reí por su ridículo comentario. —Es tu casa. Creo que puedes encontrar tu traje de baño metido en algún lugar de tu habitación. Sacudió la cabeza mientras dirigía sus ojos depredadores hacia mí. —Me temo que no. —Una lasciva sonrisa torció su boca y arremetió contra mí una vez más. Me escondí rápidamente detrás de un sofá, apenas esquivando sus dedos en mi cintura. Gruñó con frustración y hui en una juguetona carrera alrededor del gran espacio, manteniendo los muebles y cierta distancia entre nosotros. Sin aliento, me reí en voz alta antes de decir: —¡Bien! ¡No quiero ir a nadar! ¿Qué más hay para hacer en este lugar? —Ven aquí. —Manteniéndose en el centro de la habitación, dejó de acecharme por todo el lugar. Sacudí la cabeza negando, bajando la barbilla y echándole una ojeada por debajo de mis pestañas. —No. Apuntando hacia el suelo frente a él, bajó su voz a un estruendoso ruido y exigió. —Ven aquí ahora, hermosa. —Cada palabra era hipnotizante por la manera, formal y dominante, en que salió de sus perfectos labios. Era evidente que había sido criado con dinero y privilegios, igual que yo, hasta el momento en que todo mi mundo se puso patas arriba. —¿Qué he dicho, Alex? —Sonrió de nuevo, sus cejas se desviaron entre sus ojos en un intento de parecer severo—. Tendré que azotarte si no me haces caso. Me congelé. Lo que una vez había sido ligero sentido del humor jugando con mis emociones, era ahora una agobiante negativa. Me había azotado antes y no fui capaz de sentarme bien durante varios días después. Sabía que las parejas jugaban con la

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disciplina y el bondage. Era una tendencia que estaba de moda entre los otros estudiantes en nuestra escuela, pero no creía que dolía tanto como Bobby lo hizo doler. Resignándome al saber que me haría daño si seguía negándome, di un paso en su dirección, mis manos apretadas en puños y mis hombros caídos con cada paso que daba. En el momento en que estuve al alcance de su mano, actuó, agarrándome por el antebrazo y girándome de forma que pudiera presionar su pecho contra mi espalda y sus labios contra mi oído. —¿Alex? ¿Estás bien? Estoy aquí. El fantasma de Jeremy estaba frente a mí, apareciendo de la nada con su bolígrafo y libreta listos. —Tengo miedo —confesé, mi voz temblaba por la tormenta de horrorosas emociones que comenzaban a extenderse por todo mi cuerpo. El recuerdo y la realidad se mezclaban perfectamente en ese momento. Estaba aterrada por la ilusión de la casa de Bobby y la realidad de que cuando saliera de esto, sería empujada a otra situación con un hombre abusivo y doloroso. —Tengo miedo, Doc. —Asumiría que era sólo al recuerdo al que temía, pero en mi corazón, sabía que estaba hablando de toda mi vida. —Estoy aquí. Tienes que tranquilizarte. Tus signos vitales están por las nubes y no quiero tener que sacarte cuando estamos donde tenemos que estar. Nada puede herirte. Todo está en tu cabeza. ¿Recuerda eso, está bien? Asentí tomando respirando profundamente y en el momento en que mi corazón dejó de latir contra mis costillas, había desaparecido otra vez, permitiendo que el tiempo retomase su curso. —Eres una buena chica, pero no me gusta el hecho de tener que decírtelo dos veces. —Su agarre se reforzó y chillé en una pequeña protesta. Lo sentí endurecerse una vez más, sentí su excitación por haberme causado incluso una pequeña cantidad de dolor. Girándome para estar frente a él, agarró mis mejillas entre sus dedos—. Sígueme a mi cuarto y no discutas. ¿Por qué soportaba esto? ¿Por qué estaba con alguien a quien temía más de lo que me encendía? Al principio, había sido tan fácil y sin preocupaciones con Bobby. Cuando habíamos empezado a salir, era un perfecto caballero. Ni siquiera mi hermano protector pudo encontrar algo que no le gustara de Bobby. Venía de una familia adinerada, había sobresalido en la escuela, estaba en camino de convertirse en alguien en la vida y me trataba como a una princesa. Lentamente, nuestra relación se había transformado de algo despreocupante a algo caótico. Comenzó con su insistencia en tener sexo. Era estúpida y pensé que porque todas las otras chicas lo habían hecho, también tendría que hacerlo. No tardó mucho en despojarme de mi virginidad, y para ser honesta, las cosas no estuvieron tan mal en los primeros meses que fuimos sexualmente activos. Después de que mis padres murieran, y después de recuperarme lo suficiente para dejar el hospital y empezar mi vida, todo cambió.

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Dain nunca estaba para cuidarme y mi tía estaba tan ocupada con su trabajo, que creía que era una niña autosuficiente, una que ya había sido criada y lo único que necesitaba era lo básico hasta graduarse. No podía culparla; nunca había tenido hijos. No era capaz de entender que una chica de mi edad necesitaba de una madre. Bobby tomó ventaja de mi recién adquirida libertad, exigiendo todo mi tiempo fuera de la escuela. Raramente veía a mis amigos, pero aún los usaba como excusa para dejar la casa cada vez que era posible. Siguiendo obedientemente su estela, arrastré mis pies por los suelos de madera de los pasillos, diligentemente manteniendo el paso mientras me guiaba a su cuarto. A cada paso que daba, la inquietud crecía en mí. Sabía lo que iba a hacer porque lo había hecho antes. No le importaba si gritaba o lloraba. En realidad le gustaba eso. Abriendo la puerta, se volvió para dejarme pasar. Sus ojos estaban llenos de la disciplina que me entregaría y sus pantalones estaban apretados y tensos por su despierto pene. Mordiéndome el labio, di un paso adelante a pesar de que cada instinto en mí me decía que corriera fuera de la casa y nunca mirara atrás. ¿Pero qué significaría eso para mí en la escuela? A los ojos de toda la clase, éramos la pareja envidiable. Si rompía las cosas, si rechazaba a Bobby y todo lo que lo rodeaba, sería rechazada por mis amigos, no ser parte de la multitud, te deja rota y desabrigada como esos chicos, que por sus propias razones, fallaron en asimilar su papel asignado. La puerta se cerró detrás de mí con un chasquido. Cuando me volví para mirar, Bobby estaba apoyado casualmente contra la madera con una sonrisa irónica adornando su rostro. Su expresión cambió, acalorada, antes de finalmente decir: —Sabes qué hacer. ¿Por qué me estás mirando esperando instrucciones? Odiaba esto… odiaba la tendencia que estaba extendiéndose por la escuela gracias a las hormonas adolescentes y la falta de control en sí mismos. Cada chico pensaba en sí mismo como si de alguna manera fueran superiores que las chicas, por lo menos sexualmente. Los chicos habían entrado en posesión de historias, videos y otros materiales que trataban del estilo de vida del dominante y el sumiso convirtiéndose en la norma. El único problema era que la mayoría de los chicos eran muy jóvenes para entender la diferencia entre una preferencia sexual y una totalmente abusiva, y en ese momento, Bobby y yo éramos dos de ellos. No reconocía el límite entre consensual y abusivo y yo no sabía cuándo decirle no o cuando alejarme completamente. —No quiero hacer esto, Bobby. No ahora mismo. Dando un paso, me pareció ver una gran sombra que cruzó rápidamente por fuera de uno de sus grandes ventanales. Giré para ver si algo o alguien había pasado, pero no había nada allí. Descartándola como nada más que mi propio reflejo en el cristal, no me volví hacia Bobby a tiempo para verlo venir hacia mí. Su mano estaba alrededor de mi garganta, apretando mientras su pulgar empujaba mi barbilla para forzar mi rostro hacia el suyo.

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—Hazlo o si no… —Su lengua rosada salió para lamer a lo largo de su labio inferior y sonrió de tal manera que los hoyuelos, en una sola mejilla, le marcaron la piel. Sus ojos brillaban con la falsa sensación de poder que había ganado por tratarme de esa manera y, como de costumbre, me rendí en un intento por complacerlo. No podía evitar mi amor por él, pero también era demasiado joven para entender la diferencia entre una relación amorosa y una de co-dependencia. —De acuerdo. —Sonriendo tímidamente, alargué la mano para empezar a desabotonarme la blusa. Su rostro se inclinó y sonrió mientras más de mi piel quedaba expuesta. Liberando mi rostro, retrocedió para apoyarse contra la puerta. Hizo señas con su mano mientras decía: —Sabes cómo me gusta esto. Manteniendo la distancia entre nosotros, cautelosamente retrocedí, balanceando mis caderas en un círculo seductor mientras me quitaba la blusa por mis brazos. Mi falda plisada gris fue la siguiente, el áspero material se deslizó por mis piernas para amontonarse en el suelo. En mi visión periférica, vi otra sombra moverse a través de la ventana. El sol había comenzado a ponerse y la luz radiante era fuerte. La sombra había sido más evidente, haciendo que la luz destellara y llamando la atención de Bobby hacía ese lado de su habitación. —¿Qué mierda ha sido eso? —preguntó, pero fue dirigido más hacia sí mismo que a mí. Dándose la vuelta para mirar atrás en mi dirección, rápidamente dijo—: Espérame un momento. —Salió del cuarto atravesando la casa antes de que tuviera la oportunidad de responder. —¿Puedes continuar? Has dejado de hablar. Jeremy estaba sentado al lado de la cama, su bolígrafo en un lugar sobre su libreta y sus gafas colocadas firmemente sobre sus ojos. Estudió mi rostro mientras esperaba mi respuesta e intenté cubrir mi desnudez ante él antes de suspirar al darme cuenta que no podía ver lo que yo veía. —No pasa nada. Ha salido de la habitación. —¿Estás asustada ahora mismo? Estoy tratando de comprender el cambio en tus signos vitales. —No había ninguna emoción en su voz. Eran simplemente palabras pronunciadas por un científico quien estaba aprendiendo sobre su sujeto. —No estoy asustada. Estoy enfadada. —Si no hubieran preguntado directamente, nunca hubiese sido capaz de distinguir la diferencia entre las emociones. Sin embargo, ahora que había sido obligada a prestar atención a lo que estaba sintiendo, Estaba asombrada por el odio dentro de mí hacia Bobby. —¿Es posible amar a alguien y odiarlo al mismo tiempo, Doc? Estuvo callado por un tiempo. Después de dar a la pregunta cierta consideración, finalmente respondió:

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—Esa no es mi área de especialización, Alex. No puedo responder a esa pregunta. —Exhaló pesadamente antes que su ceja se elevara sobre su ojo y se frotó la barbilla pensativamente. Mirando hacia a mí, me preguntó—: ¿Estabas enfadada cuando viste por primera vez la sombra? —Sí. ¿Por qué? Sonrió. —Por nada. Por favor continúa. Su voz fue a la deriva cuando su imagen desapareció, arrastrada por la circulación del aire en la habitación causado por el ventilador del techo sobre mi cabeza. El tiempo comenzó otra vez y escuché un coro de risas masculinas estallar desde el pasillo hacia la habitación. Mi piel hormigueó inmediatamente, especialmente cuando escuché a Bobby decirle a alguien que se callara. No estaba solo y rogué que quien fuera que había aparecido en la casa se marchara. Rápidamente agarré mi ropa del suelo, la usé para cubrir mi cuerpo al mismo tiempo que se abría la puerta. —Oye cariño. Tenemos compañía. —¿Quién es? —Comencé a vestirme, pero Bobby cruzó el espacio entre nosotros en dos largos pasos y agarró la ropa para evitar que me la volviera a poner. —Eric y Daniel han decidido pasar por aquí. Están esperando en la sala de estar, pero les he dicho que tomaría un poco de tiempo. —Moviendo sus cejas, alejó la ropa de mí. Traté de recuperarla, me puse furiosa cuando me las quitó de las manos—. ¿Ahora por qué tienes que ser así? Me tienes todo excitado y necesitas hacer algo al respecto. Mis ojos se movieron a la entrada y me pregunté si sus amigos estaban en la sala de estar como había dicho o escuchando detrás de la puerta. —Podemos hacer esto más tarde, Bobby. —No… —Su voz era severa—… no podemos. —¡Bobby, no quiero tener sexo mientras tus amigos están ahí afuera! Colocó su dedo sobre mis labios mientras presionaba su cuerpo contra el mío. Me derretí contra su calor a pesar de la ira que estaba sintiendo. Su cuerpo era perfecto, suave y fuerte en todos los lugares correctos. No pude evitar disfrutar la sensación de ello contra mi piel. —¿Quién ha dicho que vayamos a tener sexo? —Guiñándome un ojo, sonrió—. Una mamada estaría bien. Antes de que pudiera protestar, me agarró y empujó mis hombros hasta que no tuve más remedio que caer sobre mis rodillas. La alfombra de felpa era suave debajo de ellas, pero aun así, el material raspaba contra mi piel. Lentamente, desabrochó sus pantalones, liberando su dura polla, la punta descansando contra mis labios cerrados.

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Nos miramos seriamente el uno al otro durante varios segundos antes de que cediera y actuara. Sería preferible a tener sexo. Si hacerle una mamada significaba que podría vestirme antes de que sus estúpidos amigos vinieran a la habitación, valía la pena. Sacando mi lengua para probar la cabeza de su polla, observé sus ojos cerrados y las esquinas de sus labios se enroscaron con la esperanza de más. Finalmente abrí mi boca ampliamente y permití que mis labios tentaran los lados de su cabeza mientras giraba mi lengua probando la primera, espesa y salada gota de pre-semen. Exhaló, enroscando sus manos en mi cabello y empujando sus caderas hacia delante, incapaz de soportar la lentitud que estaba poniendo. —Apúrate de una puta vez, Alex. No sé por qué de repente me dolió esa declaración. Debí haber querido apresurarme para que pudiera terminar el trabajo antes de que sus amigos se pusieran curiosos o impacientes. Pero su recordatorio de que esto no era más que un rápido acto sexual, que no significaba nada más que una manera para correrse, dolió más profundo de lo que debería. Abriendo más amplio, tomé tanto de su longitud como pude, tosiendo y farfullando cuando empujó con más fuerza, sin preocuparse de que me ahogara en el proceso. Intenté relajarme, para evitar tener arcadas sobre él porque mi reflejo nauseoso había forzado la comida de mi estómago. Gimió, moviéndose a sí mismo dentro y fuera de mi boca, sus dedos arrancando trozos de cabello de mi cuero cabelludo. —Mierda. —No fue capaz de contenerse y agradecí que se corriera tan rápido. Mi mandíbula dolía por haberse abierto tanto, tan rápido. Cuando el sabor de su liberación llenó mi boca lo tragué sólo porque no quería que me ahogara cuando respirase. Se retiró, sonriendo cuando lo metió dentro de sus pantalones. Dirigiéndose hacia la puerta, ya la tenía abierta cuando dijo—. Vístete y ven aquí. Esta noche, tenemos una fiesta. No comprendí me gustó la manera arrogante en que había dicho eso, pero fue instantáneamente borrado por el alivio que sentí cuando dejó la habitación. Exhalando un pesado suspiro, me vestí y me senté en la cama. Podía escuchar a Bobby y sus amigos riéndose en la sala de estar y me pregunté si les estaba dando un resumen de lo que acababa de hacer. Daba igual. Estaba segura que si las paredes de los vestidores de los chicos pudieran hablar, podría aprender todo tipo de cosas sobre mi vida sexual. —¡Bebé! ¿Vienes o qué? Bobby gritó desde la sala de estar y me resigné a salir para ver qué planes teníamos para esa noche. Debí haber agarrado todas mis cosas e irme en el momento en que Bobby levantó dos botellas llenas de whisky. —¡Mira lo han traído que los chicos! —Qué bien —murmuré entre dientes. Dejando caer mi peso en el sofá, alcé la vista para ver a Bobby frunciendo el ceño.

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—Bueno, ya que eres la invitada de honor, te serviré la primera copa. —Sus palabras eran como sal en heridas abiertas. Por si solas, hubieran sido inofensivas; pero añadidas a las cicatrices que ya me había infligido en la última hora, quemaron de una forma que supe que no tendría consuelo. Viéndolo cruzar la habitación con paso seguro, me encogí cuando me di cuenta de que estaba sacando un gran vaso del armario de la cocina en lugar del chupito estándar. Llenándolo hasta el borde, regresó hacia mí y lo colocó en la mesa de café. —Bebe. —No quiero. Me duele el estómago. Debería comer primero… —Deja de ser una maldita remilgada, Alex y bebe el whisky. —Cortando mis quejas, cruzó los brazos sobre su pecho y miró a Daniel y Eric por apoyo. Pronto, los tres estaban fastidiándome hasta el punto en que finalmente cogí el vaso y bebí un sorbo solo para hacerlos callar. El líquido quemó mientras bajaba por mi garganta. Me ahogué cuando tragué y se rieron al ver las lágrimas saliendo de mis ojos. Cuando estuvieron satisfechos porque bebiera el líquido de fuego que me habían dado, los tres entraron en la cocina para servirse sus propios vasos. Tres largos tragos después apenas podía balancearme sobre mis pies lo suficientemente bien para llegar al baño. No estaba enferma, pero mi vejiga me gritaba por alivio. Cuando regresé a la habitación, estaba demasiado ebria para cuestionar el hecho de que la habitación estaba sepulcralmente silenciosa. Tan pronto como giré en la última esquina y la habitación se abrió delante de mí, me congelé. Mis ojos se ampliaron lentamente en confusión y le tomó a mi cabeza un momento para recuperarse e identificar qué era exactamente lo que estaba viendo. —Te he dicho que tenía un regalo para ti esta noche. Estaban en el centro de la sala de estar, cada uno completamente desnudo. Sus cuerpos estaban moldeados y tonificados a la perfección, pero ninguno de ellos lo estaba tanto como lo habría estado un hombre mayor. Aun así, cada uno, cuando pude conseguir que su imagen se quedara quieta por suficiente tiempo para mirarla, era hermoso. Después de recuperar mi mandíbula del suelo, la comprensión me golpeó como un autobús a exceso de velocidad. Sacudiendo mi cabeza en objeción silenciosa, di un cauteloso paso hacia atrás, pero me tropecé con mi pie y me golpeé fuerte contra la pared. Forzando una vacilante risa, rogué que estuvieran jugando cuando pregunté. —¿Qué demonios están haciendo ustedes tres? Bobby sonrió de manera seductora. Daniel y Eric solo sonrieron en complicidad a su lado, deleitándose en lo que fuera que habían planeado. —Nosotros…—se movió entre ellos—… vamos a darte la mejor noche de tu vida. Tragando con fuerza, silenciosamente indiqué.

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—La noche ha sido genial. Ustedes tres deberían ponerse la ropa de nuevo y dejar de jugar. Bobby sonrió otra vez, pero esta vez tenía un indicio de malevolencia que hizo que mi cuerpo temblara de miedo. —No lo creo. La noche ha estado bien, seguro. Pero es solo como cualquier otra noche que mis amigos se juntan. Queremos que esta noche sea mejor. Alejándome lentamente de la pared, no pensé que sería capaz de huir de ellos. Estaba demasiado borracha como para hacer cualquier intento de escape y el pequeño pedazo que me había movido era suficiente para hacer que se movieran hacia mí. Una vez que estuve colocada en frente del pasillo, retrocedí cada paso que tomaban hacia delante. Las lágrimas brotaron de mis ojos, finalmente rompiendo para bajar por mi mejilla cuando Bobby me atrapó. Suplicando, miré hacia su rostro. —Por favor, no quiero hacer nada con ellos. Me hizo callar, colocando su dedo sobre mis labios hasta que estuve en silencio y luego forzando la punta dentro de mi boca. —No vas a hacer nada con ellos. —Su otra mano rozó un lado de mi cuerpo para colocarla sobre mi pecho. Masajeando la punta con su pulgar, susurró—: Pero ellos van a hacerte cosas. Sacando la punta de su dedo entre mis labios, cerró su mano sobre mi boca, impidiéndome gritar o chillar. Pateé sus piernas por instinto, pero mi movimiento fue lento y patético por la cantidad de alcohol que tenía en mi sistema. En cuestión de segundos, me empujó hacia atrás atravesando el pasillo hacia su habitación. Tropecé hacia atrás dentro de la habitación, retrocediendo tan lejos como pude mientras los veía entrar y cerrar la puerta detrás de ellos. La habitación comenzó a girar y no estaba segura de si era el alcohol o mi propio miedo que me hacía balancear donde estaba de pie. Bobby se rio. —¿Te sientes un poco achispada, Alex? —Dio un paso hacia delante, pero afortunadamente, Daniel y Eric permanecieron en la puerta—. No te preocupes bebé. Tienes una memoria de mierda. Cualquier cosa que suceda esta noche se queda aquí. No lo recordarás y agregamos una cosita a tu último trago para asegurarnos de ello. La habitación giró más rápido y perdí el equilibrio. Bobby me atrapó antes de golpearme contra el suelo, pero usó mi inercia para lanzarme a través del pequeño espacio hasta su cama. Mi rostro quedó presionado contra el colchón, antes de que tuviera la oportunidad de decir no, sentí que mi camisa subía y mis bragas bajaban hasta mis tobillos. Traté de retorcerme lo suficiente para conseguir que me liberara, pero reaccionó tirando mis brazos detrás de mi espalda y sosteniéndolos juntos con una mano. Con la otra, comenzó a provocar entre mis piernas. —Oh, mierda chica. Debe gustarte esto. Ya estás húmeda.

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Me gustaba, con Bobby. Siempre me había gustado… pero no cuando había una audiencia. Ese pensamiento me hizo endurecer sobre su dedo, pero no por las razones que él pensaba. —Oh, joder bebe, te gusta esto. El tiempo pasaba divertido. Mientras caía en una profunda madriguera llena de alcohol, lo que sea que habían puesto en mi bebida y una oleada de emociones que vino con lo que sea que estaba haciendo, las palabras se volvieron confusas y el tiempo se sacudió de un minuto a otro sin tener mi capacidad de comprender lo que estaba pasando. Mi cuerpo sabía lo que estaba pasando y respondió a Bobby como siempre respondía. Entre un segundo y otro, estaba arrancándome la ropa y enterrado dentro de mí. Su pene se movió dentro con toda la fuerza que un hombre intoxicado podría poner. Sus caderas se movieron en una descuidada rotación mientras sus amigos se reían satisfactoriamente en el fondo, muy probablemente acariciando sus pollas mientras lo veían tomar lo que quería. Debí haber estado gritando, luchando por mi liberación con cada pedacito de la fuerza que tenía. Sin embargo, estaba demasiado lejos para preocuparme. Mi cabeza nadaba con una confusión tan espesa, que se llevó toda mi concentración sólo para mantenerme despierta y consciente de dónde estaba. Mi cuerpo era algo muy distinto, estaba lleno con una ardiente lujuria que no podía evitar sentir cuando se trataba de Bobby. Estaba demasiado borracha para el clímax, demasiado asustada como para dejarme ir a un punto donde un orgasmo me atravesaría como una avalancha de placer, pero aun así disfruté de la sensación de él dentro de mí. Sin embargo, ese placer no duró mucho. De un minuto y otro, entre una respiración y la siguiente, ya no estaba detrás de mí y otra polla estaba siendo forzada dentro. Las manos agarraron mis caderas con una necesidad de dominar y usarme. Mi cuerpo fue empujado hacia delante y hacia atrás por la fuerza de sus embestidas. Finalmente esas manos subieron entre mi pecho y el colchón para encontrar mis senos y apretarlos hasta el punto de dolor. No me gustó, no me gustó la agonía que vino con el toque de esa persona. Pude oír risas y manos aplaudiendo, carcajadas y gritos como si una audiencia estuviera vitoreando a un atleta de camino a marcar el gol ganador. Cuando ese jugador terminó, el tercero tomó su lugar. De alguna manera, fui capaz de recordar lo que estaba siendo hecho, fui capaz de pensar lo suficientemente claro para intentar volver a la lucha. No funcionó. Tan pronto como me di la vuelta para intentar evitar que Eric hiciera lo mismo que Bobby y Daniel, sentí dos pares de brazos reteniéndome en la cama y el otro par de brazos separó mis piernas para darle acceso a Eric. Esta vez, grité, abriendo mis ojos para ver a Bobby y Daniel mirándome, riendo e instando a Eric a seguir.

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Justo cuando pensé que el abuso no podría ser peor, justo cuando pensé que una vez que todos encontraran su liberación me dejarían ir, descubrí que había estado terriblemente equivocada al hacer esa suposición. Me dieron la vuelta una vez más, sentí mis manos ser obligadas a extenderse sobre mi cabeza y ser atadas a algo pesado. Mi culo fue expuesto a la habitación y Bobby tomó su lugar detrás de mí para agarrar mis caderas. —Amigo, no creo que debamos hacer eso —Daniel se opuso. —¡Cállate, hijo de puta! No recordará ni una mierda y si pregunta sobre esto, sólo le diré que lo quiso. Riéndose de su respuesta, Bobby probó mi “disposición” empujando su pulgar dentro de mi culo. Salté por la sensación y me moví tanto como pude para intentar escapar de él. Sin embargo, con mis manos atadas, no tenía otro lugar a donde ir. El tiempo redujo su velocidad en ese momento, mi miedo se intensificó a un punto donde contuve la respiración durante demasiado tiempo y mi cuerpo amenazó con desmayarse por la oleada de químicos y hormonas peleando su camino a través de mis venas. Pantallazos de momentos pasaron, y de uno al siguiente no podía decir lo que pasó, no hasta que ÉL apareció. Solo existían fragmentos donde debería haber una serie de eventos llanos y concisos. Bobby había desaparecido, Eric y Daniel estaban gritando y chillando, la puerta se abrió de un portazo y el sonido de pies cayendo rápida y pesadamente en toda la casa. Mis manos se soltaron de sus ataduras y fui capaz de darme la vuelta y sentarme para acurrucarme en una bola en la parte superior del colchón. Los temblores no se detenían, mis músculos pedían alivio, pero incapaz de escapar del miedo mordaz que me paralizaba. Y luego mi rostro estaba en sus manos, el hombre encapuchado, el hombre que no podía ver, pero reconocí como el mismo del parque. Me revisó, levantando mis párpados para comprobar algo, no estaba segura de qué. Satisfecho con lo que encontró, empujó mis hombros hacia abajo y apartó el cabello de mi rostro mientras mi cabeza golpeaba la almohada. —¿Estás herida? Sus palabras se mezclaban, pero fui capaz de entender lo suficiente para responder sacudiendo mi cabeza. No le tenía medio a él aunque debería tenerlo. No estaba lo suficientemente lúcida para entender que un extraño estaba sobre mí, uno que no podía identificar o nombrar si me preguntaban. De alguna manera, su presencia me calmó y no quise cerrar mis ojos y perderlo cuando colocó su mano en mi rostro. Cuando me desperté la mañana siguiente, se había ido y fue reemplazado por los rostros de dos policías uniformados. —Despierta. Alex. Sé lo que pasa desde aquí.

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Ahí estaba: la profunda y estruendosa voz, suave y seductora con un toque de encanto sureño. Las imágenes a mi alrededor desaparecieron y abrí mis ojos una vez más para ver otro rostro completamente distinto mirando hacia el mío.

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14 —¡¡M

e importa una mierda!! ¡Dame mis putas medicinas, perra!

Al entrar en la sala de recreación, me di cuenta de que casi todos los pacientes que no estaban drogados hasta el punto de babear, estaban congregados en la esquina trasera de la sala. Estaban inmóviles y en silencio mientras observaban a Lesley gritarle a Lisa por toda la habitación. —Lesley. —La voz de Lisa llevaba el borde afilado de una advertencia—. Has recibido todos los medicamentos que te han recetado... —¡Eso es mentira! Alguien se ha tomado mis malditas pastillas para el dolor y ¡las quiero de vuelta! Puesto que no vas a creer lo que me hicieron esos cabrones, ¡al menos puedes darme mis putos medicamentos para entumecer el dolor! Se lanzó hacia adelante, pero Michelle la cogió por la cintura, luchando para calmar a su gemela. La lucha se volvió más violenta y Michelle aguantó mientras miraba a Lisa agacharse disimuladamente para presionar el botón de pánico en el escritorio. Sabiendo que ahora Joe y Emerson se precipitarían por las puertas dobles, me alejé de la entrada y prácticamente corrí para ganar distancia entre la puerta y yo. —¡Cálmate, Lesley! —gritó Lisa, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. Dando un codazo hacia atrás, Lesley golpeó a Michelle en el vientre y se liberó del agarre. —¿Que me calme? ¿Quieres que me calme de una jodida vez? Permiten que los pedazos de mierda, gilipollas, ineptos, abusen cada maldita noche y, ¿quieres que ME calme? ¡Que se jodan! ¡A la mierda este lugar! ¡A la mierda cada maldita persona que no ha hecho nada acerca de las prostitutas forzadas en que nos hemos convertido! Las puertas delanteras se abrieron de golpe y me volví para ver que Emerson y Joe corrían. Estaban armados con las herramientas típicas de este lugar: una camisa de fuerza y jeringuillas llenas de fármacos que pondrían a Lesley de rodillas si no se calmaba. Sus expresiones me asustaron. En vez de la preocupación por un paciente alborotado, sonreían. Su emoción se desbordaba a pesar del caos en la habitación.

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Acercándose rápidamente a Lesley, no dudaron en lanzarse a pesar de que Michelle se puso delante para bloquear el acceso. Dando un paso adelante, quise intervenir para ayudar de alguna manera, pero me quedé de pie como testigo impotente de la revuelta que se fue acrecentando poco a poco. En cuestión de segundos todos los pacientes estaban gritando y bailando, estimulados por la energía negativa y violenta en el aire. Incluso los pacientes que estaban sentados babeando habían despertado y levantaban la cabeza para mirar la actividad en la habitación. Michelle gritó, atrayendo mi atención de nuevo al grupo. Vi como Joe y Emerson trataban de esquivarla para llegar a Lesley. Cada una de las mujeres empujaba a Lesley lejos de los enfermeros, atravesándose en su camino para bloquear el acceso, usando sus propios cuerpos como escudos. —¿Qué vas a hacer, Joe? —gritó Sally cuando se lanzó hacia adelante, agarrando su brazo extendido—. ¡No nos puedes dar shock a todas! Sacudiendo la cabeza, rogué en silencio para que las mujeres se detuvieran. Creían que tenían la fuerza para detener a los enfermeros, que solo por número podían dominar a Joe y Emerson, pero yo sabía, de alguna manera lo sabía, que esto iba a terminar mal para todas las personas involucradas. A pesar de mi mejor juicio, me precipité en la pelea. Una pared de pacientes enfadados, lanzándose hacia adelante cada vez que Emerson y Joe se atrevían a acercarse al grupo. Sus expresiones salvajes demostraban el terreno irregular en el que estas mujeres estaban mentalmente. No pude evitar preguntarme si el personal estaba tan loco como nosotras, intentando ganar una batalla perdida. —¡Déjenla en paz! —gritaba Michelle, sus palabras desgarradas por el volumen de sus gritos. En cuestión de minutos el grupo de mujeres se vio rodeado por el personal, que se negaba a permitir que el grupo siguiera adelante, pero temía acercarse. Saltando entre los dos grupos, levanté las manos en señal de rendición. —Señoritas, por favor, esto va a terminar mal para todos, por favor, cálmense. No podía gritar lo suficiente para ser escuchada por todos los pacientes involucrados, pero las cinco que estaban delante del grupo me escucharon y se calmaron. A su vez, intentaron calmar a los pacientes que estaban detrás de ellas y esa gente calmó a los de la parte de atrás de la multitud. En cuanto sus voces airadas se acallaron, me centré en el personal y me pregunté si había alguna manera de llegar a ellos. Lisa tenía que haber llamado a más personas. Estábamos completamente rodeadas. Cada miembro del personal blandía restricciones, chaquetas y agujas, listos para tomar y sacar a todo el que se atreviera a acercarse. Busqué en sus rostros, busqué a una o dos personas amables con las que se pudiera razonar, pero ni Terrie ni Jeremy estaban a la vista.

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—Señoritas, no queremos que nadie salga herida... —habló Lisa con calma, en un intento de no provocar al grupo de locas que estaba a punto de avanzar en desbandada—. Dennos a Lesley y dejaremos al resto en lo que estaban antes de que ocurriera este malentendido. Me estremecí con la necedad de su petición. No había manera de que estas pacientes fueran a renunciar a Lesley, especialmente Michelle. Joe y Emerson se adelantaron cuando nadie respondió a lo que Lisa había dicho, los murmullos de descontento detrás de mí comenzaron de nuevo. A pesar de mi propio miedo, me moví hacia los dos hombres. Antes de que pudiera pronunciar palabra, se abrió una de las grandes puertas dobles de la sala de recreación y entró Jeremy. Mi alivio debió haber sido palpable. Caminando 4tranquilamente hacia el centro de los dos grupos, se detuvo justo donde yo estaba y dirigió su atención hacia el personal. —¿Está todo en orden? Joe fue el primero en responder. —Dr. Hutchins, tenemos que apartar a Lesley de los otros pacientes, está teniendo un colapso... —Si yo fuera tú, regresaría al puesto que me han asignado hoy. No me gustaría castigar a alguien que no hace de inmediato lo que le ordeno. Era la primera vez que oía la fría cólera en la voz de Jeremy y, al escuchar la amenaza velada, esperé que fuera la última. Al principio el personal retrocedió lentamente, pero al final se separaron para volver a los deberes que les habían sido asignados. Una vez que Jeremy se convenció de que la escaramuza había terminado, se volvió hacia mí. —¿Estás herida? Tuve el tiempo suficiente para volverme antes de que mi cuerpo se debilitara. Mi mente se oscureció y sentí que un túnel me cubría completamente, entonces la oscuridad lo consumió todo. *** —¿Srta. Sutton? Sentada en la cama, me di cuenta de la suavidad del colchón debajo de mí y noté que estaba de vuelta en la sala de terapia, de vuelta en el espacio que había sido diseñado para parecerse a algo que había visto en una fotografía. —¿Qué demonios? —Había hablado en voz alta y giré para ver la expresión confusa de Jeremy. —¿Estás bien? —Moviéndose hacia delante, me comprobó el pulso antes de usar la otra mano para sacar una linterna de su bolsillo. Comprobando mis ojos, pareció

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contento con lo que encontró y rápidamente metió la linterna de nuevo en el bolsillo de su chaqueta blanca. —¿Cómo he llegado aquí? —¿Disculpa? —La mirada de preocupación en su rostro no alivió mi confusión. Mirando por toda la habitación, observé los detalles que recordaba de cuando caía en el sueño inducido. —Estaba en la sala de recreación. Las mujeres estaban luchando con el personal... —Alex... Su voz me trajo de regreso y parpadeé rápidamente cuando su imagen se distorsionó por un breve segundo antes de convertirse de nuevo en una persona sólida. —¿Dónde crees que acabas de estar? Nerviosa, sacudí las telarañas de mi cabeza. Una mirada a Jeremy y supe que no me dejaría desentenderme de la cuestión. —Estaba en la sala de recreación. Lesley estaba gritando por sus medicinas... y Joe… La expresión de Jeremy pasó de una leve preocupación a una preocupación completa. —Acabo de sacarte de tu recuerdo de Bobby Arrington. No has dejado esta habitación. —¿Qué Bobby? —El nombre me era familiar y no recordaba de inmediato dónde lo había oído antes—. Oh. El chico de la foto. Su ceja se levantó por encima de las gafas. —No recuerdas nada de Bobby, ¿verdad? —Su voz era críptica, de alguna manera carente de emoción, mientras que al mismo tiempo denotaba un aire de incredulidad y malestar. La frustración encendió un fuego dentro de mí. No entendía nada. Estaba en la sala de recreación. Sabía que era así. Sin embargo, me decía que nunca había salido de esta cama. —¿Qué es lo que he recordado? ¿Qué le he dicho? —No respondió de inmediato y cerré el puño en una de las almohadas—. ¿Qué demonios está pasando? Lancé la almohada mientras gritaba la pregunta y traté de bajarme de la cama. No quería seguir aquí, no quería permanecer quieta mientras me decían que lo que yo creía saber o no saber, estaba equivocado. —No te pares levantes todavía... —Demasiado tarde. Su advertencia cayó en oídos sordos. Tan pronto como mis pies tocaron el suelo, mi cuerpo cayó en un montón sobre la alfombra. El dolor me atravesó las caderas, sentí que se me rompía los dientes cuando mi mandíbula se estrelló contra el suelo. Jeremy rodeó la cama y se

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puso de rodillas para comprobar las lesiones. Pasaron varios segundos de silencio—. ¿Estás herida? Esas palabras... Esas malditas palabras se repetían en mi cabeza y las imágenes brillaron de regreso. Revueltas, borrosas, desarticuladas, escapaban de mi alcance. Respiré lentamente y me volví. Tan pronto como vi su rostro, recordé. —El chico de la sudadera. Él me preguntó si estaba bien, si estaba herida. —Sí. —Me ayudó a levantarme. Me equilibró hasta que quedé sentada frente a él—. ¿Qué más recuerdas? Intenté recordar. Era como nadar en barro espeso, mis manos querían alcanzar el recuerdo pero se escurría. Las imágenes brillaban, pero se movían tan rápido que tuve que luchar para entender lo que significaban. —Me preguntaste si estaba herida. En la sala de recreación, me preguntaste si estaba herida y luego desperté aquí. La emoción que había visto en sus ojos se desvaneció, reemplazada una vez más con una preocupación distante. —No, Srta. Sutton. Yo nunca hice esa pregunta. No hasta ahora. —¡Lo hiciste! —grité de nuevo, pero me estremecí cuando metió la mano en el bolsillo de la chaqueta. Supuse que sacaría una jeringuilla para sedarme e intenté alejarme, pero mi cuerpo se sentía débil y desorientado. —¿Qué diablos está mal conmigo? —No pude evitar las lágrimas, no pude evitar el miedo y la angustia que eran mis compañeros constantes en este lugar. Era una pesadilla después de la otra, un rompecabezas al que siempre le faltaría la pieza que conectaba todo para poder entenderlo. —Todavía estás bajo los efectos del fármaco que te he dado para la terapia. Te tomará otra media hora volver a recuperar la suficiente coordinación y la fuerza para salir de esta habitación. Mientras tanto... —poniendo sus brazos alrededor de mí, me levantó y me sentó en la cama. Me acomodé en el borde—... te vas a quedar aquí para hablar conmigo sobre lo que recuerdas o no recuerdas. —¿Cómo es posible? ¿Cómo no recuerdo algo que se supone que ha sucedido y, sin embargo, recuerdo algo que según usted nunca sucedió en absoluto? Se sentó a mi lado y el olor a madera y a masculinidad de su colonia me atravesó. Sin siquiera pensarlo me apoyé en él, permitiendo que su cuerpo soportara mi peso. El calor irradiaba entre nuestros cuerpos y un pulso eléctrico se disparó por mi piel. Creí que se movería cuando le toqué. Pero puso el brazo sobre mis hombros sosteniéndome apretada contra su costado. El silencio nos rodeó antes de que se aventurara a romper esa manta reconfortante con sus pensamientos. —La mente es una máquina, Alex. Tiene complejidades y simplicidades. Daña un área y podrías quitarle a la persona la capacidad de caminar o hablar. Daña otra y le quitarás la capacidad de pensar o sentir. Una lesión pequeña en cierta área puede

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causar complicaciones inconmensurables, mientras que un daño masivo en otra área puede dar lugar a cambios menores. Ha habido casos en los que fue perforado el lóbulo frontal de una persona con un riel de tren y, aunque hubo cambios iniciales en su personalidad como consecuencia del accidente, el tiempo pasó y recuperó todo lo que había perdido. Ha habido casos en que se eliminó la mitad del cerebro de una persona y la otra mitad reaprendió y compensó la pérdida. Y, sin embargo, hay otros casos en que solo un cambio químico menor o pequeña cantidad de daño ha paralizado a la gente hasta el punto de no saber ni su propio nombre o dónde estaban. A diferencia de las máquinas, que pueden ser calibradas y estudiadas, construidas y desmontadas, máquinas que son similares, en función y diseño, hasta el punto de una duplicación; el cerebro humano es independiente de la persona. Hemos llegado a un punto en el que podemos entender los componentes, en el que podemos tratar ciertas disfunciones con resultados esperados, pero aún no hemos llegado tan lejos como para nombrar o identificar lo que hace cada parte y cómo lo hace. —Entonces, ¿estoy jodida? Se rio. El sonido fue como un bálsamo para mi enfado. Su brazo se apretó alrededor de mí y suspiré, aliviada de darle no solo el peso de mi cuerpo, sino también el de mis pensamientos y emociones. —Cuando estuve de interno en otra institución, traté a una mujer muy parecida a ti. Tenía una amnesia anterógrada tan severa que no podía retener la información de un día para otro. Ya estaba en la institución varios años antes de que yo llegara y el psiquiatra principal me informó de que, a pesar de que no podía recordar nombres o rostros del personal u otros pacientes, podía recordar la rutina. Despertaba cada mañana y esperaba a la enfermera para que la escoltara a desayunar. Sabía que después de comer tenía que ir a la ventanilla de medicación de la sala de reunión. Era capaz de saber el día que tenía que ir a la terapia de grupo y cuándo ir a la terapia física. Pero si le pedías que identificara cualquier cosa que no tuviera que ver con la rutina, si le pedías detalles de con quién se había visto o qué había pasado ese día, no podía responder. —¿Cómo es posible? Se volvió hacia mí en el mismo momento en que me volví hacia él. Nuestros rostros estaban tan cerca que podía sentir su aliento con cada palabra que decía. Tal vez fue lo cerca que estábamos el uno al otro, o quizás sentía el mismo zumbido eléctrico que yo, pero bajó la voz y habló en un susurro íntimo. —Eso es lo que espero averiguar. Mis ojos trazaron las líneas de sus labios mientras hablaba y, por primera vez, noté la sombra de barba que manchaba sus mejillas. Pasé los dedos para sentirla y me eché hacia atrás cuando el contacto fue suficiente para forzar una oleada de calor por todo mi cuerpo. Me estudió, pero no hizo ningún esfuerzo para alejarse. Sus ojos miraban con demasiada intensidad. No pude sostenerle la mirada. Aparté la vista y sentí un rubor caliente en mis mejillas, algo dentro de mí se agitaba, una mezcla de deseo y miedo.

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—No te tengo miedo, Alex. A pesar de lo que has sido acusada, no te temo. Fue una confesión susurrada, palabras encadenadas juntas para expresar un pensamiento, una emoción. A pesar de que tenían sentido en el orden en el que habían sido dispuestas, la emoción que transmitían y la idea que habían revelado no quedó clara para mí. —¿Por qué tendrías que tener miedo? Volvió a la realidad en cuanto hablé, soltó mis hombros y se alejó de mí por completo. En ese momento me di cuenta del error de haber hablado, ahora estaba distante una vez más. Había regresado a ser el psiquiatra objetivo que estaba estudiando el tema. Me senté inmóvil y traté de darle sentido a lo que estaba sintiendo, a lo que debería estar sintiendo, pero sobre todo, a lo que se sentía que me mirara detrás de las gafas de montura metálica. —Quiero hablar de la sesión de hoy cuando los fármacos hayan desaparecido. Había un borde áspero en su voz, huraño y amargado, y también un algo sexual. La tensión era tan densa entre nosotros, que podía cortarse con un cuchillo. Se puso de pie. —Voy a hacer que Terrie te lleve de regreso a tu habitación para que descanses. Después irás al grupo de la Dra. Ali y, cuando termines, pasarás el resto de la tarde en la sala de recreación. Cruzó la habitación y pulsó un botón en la pared que no había notado antes. Se oyó un sonido de estática y después la voz de Terrie por toda la habitación. —Dr. Hutchins. ¿En qué puedo ayudar? —La terapia de la Srta. Sutton ha terminado por hoy. Le agradecería si pudiera acompañarla para el resto de las actividades del día. —Sí señor. Estaré allí en breve. No se volvió de nuevo, eligiendo descansar la frente contra la pared sin soltar l bolígrafo y el cuaderno. Cuando por fin se dio la vuelta para mirarme, su expresión era una máscara que no traicionaba ninguna emoción. Antes de que Terrie entrara en la habitación, le dije lo único que se me ocurrió antes de ser devuelta a la población del asilo. —Oiga Doc… Por casualidad, ¿podría arreglar que no durmiera sola esta noche?

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15 .

—V

amos, Alex. Ya llegas tarde al grupo. La Dra. Ali odia cuando la gente llega tarde. —Lisa, la enfermera, se detuvo en la puerta de mi cuarto revisando algo en su hoja, sin molestarse en mirarme

cuando habló. Era una mujer bonita, con el cabello largo y marrón recogido en un moño en la nuca. Usaba maquillaje, pero no lo suficiente para que lo pareciera, en absoluto. Una extraña punzada de celos crepitó cuando me pregunté a quién tenía pensado impresionar. Levantándome del colchón, noté que no estaba completamente estable. Con cuidado apoyé la mano contra la pared y levanté un pie para meterlo en una de las pantuflas que daban en el sanatorio. Una vez que me equilibré lo suficiente para ponerme ambas pantuflas, me arrastré hasta donde Lisa estaba esperando. Saliendo al pasillo, sostuvo la puerta para que me pusiera a su lado y la dejó cerrar de golpe detrás de nosotras mientras me escoltaba hacia el grupo. El tenso silencio era sofocante así que comencé una conversación al azar, solo para que me contestara el sonido de nuestros pasos en el pasillo. —Es un poco tarde para el grupo, ¿no? Me miró de reojo. —Esta es una instalación de veinticuatro horas, Alex. Tenemos que hacer algo para mantenerlas ocupadas. Cuando no respondí, se rio. —¿Qué es tan gracioso? —le pregunté. —¿Mmmm? —Me miró fingiendo inocencia—. Solo que has hecho una pregunta interesante. Las luces por encima de nuestras cabezas zumbaron y parpadearon. Me había acostumbrado a la iluminación parpadeante de estos pasillos. Me encogí de hombros y volví la atención al frente, a los pasillos. —Solo estaba haciendo conversación.

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—Claro que sí. —Su voz fue amarga—. Ali me ha dicho que tienes algo con el personal masculino de este lugar. ¿Estás esperando ver al Dr. Hutchins de nuevo? —¿Qué? —La miré de nuevo—. No. Ya he tenido terapia dos veces hoy. ¿Por qué habría de verlo de nuevo? Estoy segura de que está ocupado con otros pacientes. —Sí. Estoy segura. —Usó un tono despectivo. El tono volátil de su voz llevó mis nervios al límite. —¿Qué se supone que quiere decir eso? —Nada en realidad. Pasa mucho tiempo contigo y se ha negado a tratar a otras pacientes. Las ha derivado con psiquiatras secundarios. Dice que es para darles algo de experiencia a los otros doctores, pero estoy comenzando a preguntarme si su interés no es algo más que solo… médico. La rabia destelló, haciendo cosquillear mi columna hasta ponerla dolorosamente rígida. —¿Qué demonios significa eso? Sonrió, no podía ver su expresión porque no me miraba. —Yo no me pondría insolente, Alex. No tengo ningún reparo en aumentarte las dosis y atarte a una camilla —exclamó con una risa malévola—. Incluso te dejaré en el pasillo para que todas las pacientes te vean. —Perra. —No fue mi mejor respuesta, pero considerando su amenaza no podía decir mucho más. Este lugar tenía una manera de recordarle a uno que estaba en el fondo de la cadena alimenticia psicótica. Se rio de nuevo, obviamente sin estar afectada por mi replica mordaz. —Ódiame todo lo que quieras, Alex. Eso no cambiará el hecho de que eres una puta… y una asesina. —Sus últimas palabras fueron dichas en un tono afilado. Cortaron hondo, pero no porque creyera en ellas. Sin ofrecerle una respuesta, reduje la velocidad para caminar dos pasos por detrás y deseé que Jeremy me hubiera contado lo que había descubierto en esa última sesión. Incluso en mis sueños, no podía ver lo que supuestamente sucedió en esa casa. No habían recuerdos de Bobby, nada que iluminara los hechos que ocurrieron esa noche. Cuando cerraba los ojos, todo lo que veía era al hombre encapuchado. ¿Quién era? ¿Por qué era la única persona que podía recordar? No lo sabía. Incluso la explicación que me había dado Jeremy en cuanto a las complejidades del cerebro y los recuerdos que guardaba, no fueron suficientes para reconfortarme. No podía recordar nada, excepto una figura en las sombras sin nombre ni rostro. —Hemos llegado. —Colocó una mano sobre el pomo, pero no la abrió. Se giró para mirarme con algo cruel destellando en sus ojos—. He oído que vas a dormir en el pabellón normal esta noche. Estaré de guardia y al primer grito que oiga, transferiré tu trasero de regreso al cuarto de aislamiento. No voy a lidiar con tus problemas. Me gusta que mi guardia se mantenga en calma.

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—¿Cuál es tu punto, Lisa? —Lo que trato de decirte es que si oigo un solo murmullo que salga de tu boca, voy a hacer que Joe te escolte personalmente a los cuartos de aislamiento. —Sonrió y mi estómago se desplomó hasta las rodillas. Levantó una ceja—. ¿Qué pasa, Alex? Pensaba que te gustaba. Al menos eso fue lo que me dijo Ali. Otra sonrisa. Abrió la puerta y me empujó dentro del cuarto. —¡Estaba hablando sobre mí! ¡Lo sé! ¡Soy el personaje de su libro y lo escribió MAL! Solo le estaba diciendo donde metió la pata. ¡Cualquier autor querría saber lo que de verdad dirían sus personajes o lo que harían en las situaciones que escriben! ¡Eso era todo lo que estaba haciendo y ahora mírame! ¡Estoy atrapada en este lugar contigo! Elaine gritaba desde su asiento, rogando con un tono desesperado para que la Dra. Ali creyera sus ilusiones. Desde los asientos de plástico de color blanco, la rodeaban Lesley y Michelle, Sally, Dawn y Julianne, riéndose en voz baja mientras Elaine juraba que su escritora favorita había estado escribiendo sobre ella. —La conozco, lo sé. Lo juro. Lo que pasó entre nosotras fue solo un malentendido. No me hubiera escuchado en público, así que tuve que llevarla a un lugar donde me… —¿Y con qué propósito, exactamente, le rompiste los brazos? —La Dra. Ali hizo la pregunta sin ninguna emoción en la voz mientras se estudiaba las uñas. La falta de preocupación transmitía sin lugar a dudas que no le importaba la explicación de Elaine. —Eso fue un accidente —contestó en tono inocente. De pie junto a la puerta, no quise moverme ni llamar la atención, pero tan pronto como Lisa cerró la pequeña abertura de golpe, todos los ojos estuvieron sobre mí. —Alex. Qué maravilloso que te nos unas. La sesión comenzó hace cinco minutos. —No hizo nada para contener el desprecio evidente en su voz. Pasándome la mano por el enredado cabello, saqué una patética excusa. —Estaba durmiendo… —¿Y esta vez con quién? —bromeó. Mi cuerpo se puso rígido y me obligué a no cruzar el cuarto para abofetear la estúpida sonrisa en su cara. —Sola —gemí. —Estoy segura. Toma asiento antes de que las otras lunáticas en este cuarto comiencen a saltar por ahí pensando que nadie tiene que seguir las reglas. Todas las mujeres la miraron con la mano curvada en un puño, enfadadas. Sería muy sencillo herirla. Teníamos el tiempo suficiente para hacerle daño antes de que la llamada hiciera llegar al personal e inundaran el cuarto con sedantes y ataduras. Pero

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sabíamos que el castigo sería mucho peor que cualquier herida que pudiera infringir la perra insensible que estaba sentada al frente del cuarto. Plantando mi peso en una silla junto a Julianne, hice una mueca cuando se me acercó para ofrecerme una de sus uvas. Simplemente se encogió de hombros sin decir palabra y se la llevó a la boca, permitiendo que el jugo estallara y resbalara por su barbilla. —Muy bien señoritas, creo que ya estamos todas cansadas de escuchar sobre la escritora de Elaine. ¿Por qué no empezamos con alguien más? —Sus ojos encontraron los míos—. Alex. Tu turno. Cuéntanos sobre tus problemas. Mi piel se erizó ante el sonido de su voz. —No tengo nada de qué hablar. Inclinó la cabeza a un lado y exageró un puchero. —¿No? ¿Nada? Ya sé. Quiero escuchar cómo te has tirado a todos los hombres en este edificio. Doctor, enfermero… parece que eso no te importa, ¿verdad? Estoy segura de que si sacara al conserje del baño, todo cubierto de orina y mierda, felizmente lamerías sus ropas con tal de tener la oportunidad de meter su polla dentro de tu cuerpo, ¿verdad? Hablemos de por qué eres tan puta. Encogiéndome, me ardió el rostro con una rabia avergonzada. No me había acostado con nadie en este lugar, pero no importaba lo alto que gritara mi inocencia, ella jamás me creería. Las otras pacientes parecían simpatizar con mi situación y me miraban dándome ánimos. Luego volvieron la vista de nuevo a la doctora Ali. —Una polla me gusta cuando está clavada en mi pared. ¿Eso cuenta? —dijo Dawn, sonriéndole inocentemente a Ali antes de volverse y guiñarme un ojo. Estaba haciendo lo que podía para ayudar. Asentí para agradecerle su intervención. Ali me lanzó una mirada enfadada. Regresó a su expresión de aburrimiento y volvió el rostro hacia Dawn. —Eres una perra enferma. Debieron ejecutar tu culo en lugar de lanzarte aquí para que lidiara contigo. Dawn sonrió. —Y me aseguraré de clavar tus tetas en la pared el día que salga de este lugar. Ali resopló. —Buena suerte con eso. —¿Puedo arrancarte los ojos? —preguntó Julianne. Lesley y Michelle bufaron antes de arrastrar sus sillas lejos de Julianne. Dawn se rio. —Seguro nena. Incluso te inmovilizaré a la perra para que lo hagas. El rostro de Ali se encendió de rabia. Se levantó de la silla y cruzó el cuarto con una gracia felina. Presionando un delgado dedo en el botón, abrió sus labios llenos.

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—Joe. Tengo una paciente fuera de control en mi cuarto. ¿Podrías por favor ayudar? —Todas las pacientes se quedaron en silencio. Ali miró en nuestra dirección antes de presionar el botón de nuevo—. Y trae a Emerson contigo. Creo que esta paciente en particular necesita una lección de modales. Tenía que hacer algo. Dawn solo había hablado por mí. No tomó mucho tiempo para que Joe y Emerson vinieran deslizándose por la puerta y, en un momento de verdadera locura, me arrojé para detener su aproximación. Emerson me agarró primero, tirándome contra su pecho con su nauseabunda risa timbrando en mi oído. —Oh, mira. Es la paciente protegida actuando como una maldita perra. Que mal que el Dr. Hutchins no esté aquí para decidir qué hacer. Te pasaré con el doctor a cargo. Miró al otro lado del cuarto. —Dr. Ali. ¿Qué debería hacer con la Srta. Sutton? Mirando hacia las otras pacientes, no me resistí. Estaba congelada por el miedo. La única que se levantó de la silla fue Dawn y supe que fue porque se sintió culpable por haber contribuido en esto. Agarrando su silla de plástico, la levantó sobre su cabeza y gritó de una manera tan salvaje que pareció como si estuviera entrando en una zona de guerra. La silla no haría más que enfadar a Joe. La balanceó como si fuera un bate de béisbol, intentando hacer daño. —¡Dawn! ¡Basta! —grité, antes de que Emerson pusiera su inmunda mano sobre mi boca. Las otras mujeres estaban inquietas moviéndose en sus sillas, sabiendo que deberían hacer algo, pero sin estar dispuestas a enfrentar el riesgo de intervenir. Joe estaba irritado por el ataque de la silla de plástico. Sin otra cosa que usar como arma, rápidamente Dawn fue agarrada por el cuello e inclinada frente a Joe, en una posición que hizo temblar a todas las pacientes. La doctora Ali simplemente aplaudió. —Buen trabajo, chicos. Creo que estas dos mujeres necesitan ser atadas por un rato para enseñarles una lección. ¿No están de acuerdo? Joe y Emerson se rieron. Moviéndose rápidamente nos arrastraron a través de la habitación. Mis pies se tambalearon y me quedé indefensa ante la bestia de hombre que me sostenía. Con el corazón acelerado, peleé por respirar a pesar de la aplastante fuerza de sus brazos alrededor de mi pecho. La evidencia de su excitación estaba clavada en mi trasero, hundiéndome en un miedo demoledor por lo que me haría. Ali sonrió con gran placer al verme luchar. Tan pronto como dejamos el cuarto, fui arrastrada por los pasillos vacíos y separada de Dawn.

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Las luces parpadeaban sobre mi cabeza y me agarré de los pomos de las puertas y otros obstáculos que pasamos. A Emerson no le costó ningún esfuerzo arrancarme de cualquier cosa a la que podía aferrarme. Me ató con esposas de cuero. Todo el tiempo luché para evitar que cerrara las bandas alrededor de mis muñecas y piernas. Fue inútil. Tenía la fuerza de un buey y una sonrisa sádica que me mareaba. Los músculos me dolían por la pelea, sentía el pulso de la sangre tronar en mi cabeza. No había nadie a la vista para ayudar. Desde una perspectiva externa, o para cualquier persona que no supiera lo que las pacientes soportaban por las noches, hubiera parecido tan loca como me declararon. Grité hasta que mi garganta se quedó áspera. Rechiné los dientes con la esperanza de morderlo y detenerlo. Mi cuerpo se retorcía y la camilla chirriaba por los violentos movimientos. Ninguna palabra escapaba de mi boca, solo gruñidos inentendibles y alaridos de terror impulsados por la desesperación. Era un animal luchando para no ser enjaulado y una mujer luchando por su vida. Agarrando mi brazo con tanta fuerza que juré que el hueso se rompía, Emerson maldijo sobre mí, manteniéndome inmóvil sobre el delgado colchón de la camilla pero asegurándose de que su cuerpo estuviera lejos de mi boca y mis piernas para evitar ser lastimado. Las luces parpadeaban al ritmo de mi corazón acelerado. Mis pulmones quemaban con cada respiración forzada que tomaba. —¡Quédate quieta perra loca! Decidiendo que la fuerza física no era suficiente para restringirme, Emerson metió la mano en el bolsillo para extraer una jeringuilla llena con un líquido tranquilizador. Mis ojos se abrieron con terror y me eché hacia un costado aprovechando que había aflojado su agarre. La camilla se inclinó y el metal rechinó cuando se estrelló contra el piso de linóleo, alejándome de Emerson. Me puse de pie con la adrenalina corriendo por las venas, ignorando el dolor sordo en la cadera golpeada. Emerson gruñó y saltó sobre la camilla para alcanzarme, pero fui más rápida. De repente me sentía primitiva y salvaje, la necesidad de escapar anulaba cualquier otro instinto. Corrí por el pasillo con los pies desnudos, me tropecé y tenía los pulmones en llamas por gritar pidiendo ayuda. No había nadie. Ni un alma que me ayudara o presenciara lo que me estaba sucediendo. Las botas de Emerson resonaban detrás de mí con ruidosas y furiosas pisadas. Con cada paso se acercaba más, cerrando el espacio entre nosotros. Rodeé una esquina hacia un área que no reconocí, sin importarme a dónde estaba yendo o qué haría cuando llegara allí. Todo lo que necesitaba era escapar. No permitiría que abusaran de mí. El pensamiento se estrelló en mi mente. La conciencia de que había estado aquí antes. El agrio sabor del miedo llenó mi boca y mi cuerpo se sacudió con violentos y

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dolorosos temblores. Pero seguí moviéndome, seguí corriendo por el pasillo largo y tortuoso hasta que llegué a lo que parecía un lugar desolado y vacío. Las luces parpadearon de nuevo, advirtiendo sobre el punto sin salida al que estaba llegando. Mis manos se estrellaron contras los pomos de las puertas, encontrando que cada uno estaba cerrado y no tenía hacia dónde avanzar. Me di la vuelta, ahora acorralada por un hombre que gruñía y cuya sonrisa me decía que me haría pagar con humillación y dolor mi intento de escape. Dejó de correr y dio pasos más lentos con la jeringuilla balanceándose en una mano, con la otra estaba listo para agarrarme si intentaba pasar por su lado. Pude escuchar el golpeteo del corazón contra mi pecho, cada destello de las bombillas sobre mí reflejaban los pasos que él daba. A mi lado había una puerta cerrada, al otro había una pila de herramientas y equipos usados para reparar las paredes desmoronadas del corredor. No tuve otra opción más que defenderme. No había hacia dónde correr, no había ni una persona que escuchara mis gritos. Mi mano se cerró alrededor del frío metal de una llave inglesa y la levanté para advertir al hombre que lentamente se aproximaba. Una bombilla destelló. Unas botas golpearon el suelo. Mi cabeza estaba llena de miedo, terror… confusión. Y entonces apareció ÉL. Él. El hombre encapuchado. Primero como una presencia oscura al final del pasillo, pero luego corriendo a una velocidad imposible de registrar a la vista. Había sangre por todos lados. Huellas rojas de pies marcaban el suelo, huellas de manos manchaban las ventanas, puertas y paredes. Marcas de salpicaduras en el techo y en mi ropa. Gritos y crujidos, una jeringuilla cayendo, dolorosos jadeos. Estaba rodeada por el caos. Mi corazón amenazó con romper los huesos y salirse del pecho. Y luego… Nada.

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uatro ojos verdes me miraban entrecerrados. Ojos marrones bien abiertos. Una uva sin piel entrando en una boca.

Cuatro cabezas mirándome y salté cuando mi vista se enfocó. —¿Estás bien? Sally habló primero, estirando la mano para apartarme el cabello del rostro. Traté de moverme, traté de mover el cuerpo para salir de la incómoda posición en la que estaba, pero mis brazos estaban inmovilizados alrededor de mi torso y mis piernas estaban atadas. —No irás a ninguna parte, cariño. Tienes una camisa de fuerza. Dejaría de luchar si fuera tú —sugirió Michelle, con compasión. Se escuchaba una mujer gritando a lo lejos. Sus palabras eran desarticuladas e indescifrables, pero la tristeza que sentía era evidente en su voz. Los cuatro rostros se dieron vuelta y fruncieron el ceño. Julianne volvió su atención hacia mí, sonriendo ante la voz de la mujer que gritaba. Girando la cabeza hacia la voz, advirtió: Evitaría a la mujer en la caja. Dicen que oye voces. Yo digo que es la más loca de todos nosotros. Lesley le dio un codazo y Julianne reaccionó sacando la lengua. —Deja de tratar de asustarla, Pequeña Julie. Ya tiene suficientes problemas. —¿Qué? —Era la primera vez que intentaba hablar y tenía dificultad para enunciar mis palabras por todo el algodón que llenaba mi boca—. ¿Qué problemas? Michelle se rio. —Es difícil hablar cuando estás drogada, ¿no? Sally finalmente me miró y sonrió. —Has matado a Emerson. No sólo lo has matado sino que le has dejado la cabeza plana. Literalmente. Había sesos y sangre por todas partes. ¡Ha sido intenso!

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Mi cabeza daba vueltas, sus imágenes se enfocaban y se desenfocaban una y otra vez… ocho mujeres y luego cuatro. Parpadeando, las miré tratando de dar sentido a lo que me decían. —Yo… ¿qué? No he matado a nadie. —Las palabras salieron, una encima de la otra, rodando la cabeza sobre mis hombros. No sabía si era la habitación la que estaba girando o mi silla. Sally abrió la boca para responder, pero un sonido en la distancia hizo que todas las chicas de repente estuvieran alerta. —Mierda. Tenemos que irnos. Hablamos luego, pequeña. Se fueron. Cerré los ojos, buscando entre mis pensamientos alguna pista sobre lo que había ocurrido, o por qué estaba aquí. —¿Srta. Sutton? La suave y seductora voz rodó por mis pensamientos. Jeremy; un hombre hermoso e inteligente, pero distante y tan frío. Mi corazón se agitó, mi cabeza latía de deseo y ya no podía ignorar el calor que ardía a través de mí cuando él estaba cerca. Nuestra última sesión había terminado con su brazo envuelto alrededor de mí. Unas confesiones susurradas hicieron eco en mi memoria. Pero no podía ser él. No. Era demasiado bueno para existir de verdad en esta pesadilla. —Alex. Abre los ojos. Era una alucinación, nada más que un sueño. Si mantenía los ojos cerrados, podía imaginarme sus ojos azules como el zafiro, el corte de su fuerte mandíbula o la forma en que su cabello castaño oscuro enmarcaba su rostro. Cerrándolos más fuerte, me imaginaba lo que existía debajo de la bata de laboratorio estéril que siempre usaba y me reí al pensar en los pequeños garabatos que siempre debía estar haciendo en el bloc de notas que lo acompañaba constantemente. Solo un sueño. Simplemente una ilusión. Y una falsa suave caricia, en mi mejilla, que estaba tibia como si una persona real estuviera realmente tocándome la piel. —¡Alex! Abrí los ojos y parpadeé para alejar la imagen distorsionada. Había tres versiones de él girando alrededor. Así es como supe que no era real. No podía haber tres. Sólo uno. Una linterna brilló en mis ojos y él maldijo por lo bajo. No sé por qué estaba enfadado, pero no importaba porque realmente no estaba allí. —Srta. Sutton, ¿sabes dónde estás? ¿Sabes quién soy? —N-no… no eres real. —Me reí, el sonido distorsionado y grueso por el algodón todavía en mi boca. Traté de escupirlo para poder decirle otra vez que no era real, pero, por el esfuerzo, solo babeé.

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Se volvió para mirar a alguien que se encontraba a su lado. Traté de girar la cabeza también, pero simplemente rodó en todas direcciones sobre mis hombros. —¿Cuánto tranquilizante le has dado? —Parecía enfadado, pero no podía estarlo. Realmente no estaba allí. —Todo lo que se necesitó hasta conseguir que dejara de atacar a las personas que se acercaban al cuerpo de Emerson. Joe estaba ocupado con otro paciente así que nos tomó a Lisa y a mí varios intentos acercarnos sigilosamente a ella. Estaba hecha una fiera, Dr. Hutchins, completamente loca. Todo el puto pabellón vio lo que hizo antes de que alguien pudiera controlar a los otros pacientes. ―Había humor en su voz, pero la broma que hizo no era graciosa. Una mujer entró en mi campo de visión. Rubia y con cuernos que no había visto la última vez que la vi. Ali. La perra. La mujer que permitió que Emerson me llevara. Con los labios rojos brillantes y medias de redecilla debajo de su corta falda blanca, se frotó contra Jeremy, ronroneando en su oído y acariciando su cuello. Él no reaccionó y eso probó que definitivamente no estaba allí. —Voy a llevarla a la sala de terapia. Estar confinada en esta sala no ayudará a sacarla de esto, sea lo que sea. Ali resopló. —Debe gustarte poner tu vida en riesgo, Jeremy. Acaba de matar... —¡No sabemos lo que ocurrió en aquella sala! ―Su voz retumbó en la habitación y salté desde donde estaba sentada, asustada por un sonido que no debería haber existido. Si él no estaba allí, no podía gritar y si no podía gritar, entonces estaba asustada por nada en absoluto. Se volvió hacia ella, con el rostro cambiando a un estado de ira profunda que nunca hubiera creído posible en un hombre tan amable como él—. ¿Por qué estaba con Emerson en primer lugar, doctora? ¡Se suponía que debía estar en la sesión con usted! ¡Confié en usted para que cuidara de mi paciente! —No es culpa mía que me agrediera, Jeremy. Mira. —Extendió el brazo hacia él, pero no podía ver lo que estaba señalando—. Tanto ella como Dawn me atacaron sin motivo. Tuve suerte de que Emerson y Joe estuvieran cerca y escucharan la pelea. Quién sabe lo que me hubiera pasado. Podría haber terminado como Emerson. Su voz tenía el matiz suplicante de un niño al que enviaban al rincón. Si pudiera haber mirado bien, estoy segura de que habría visto su labio inferior formar un puchero y temblar mientras le rogaba que le creyera. —Vamos a discutirlo en la reunión de personal mañana. Quiero información exhaustiva de cada persona involucrada. ¿Me entiendes? Ella asintió, moviendo la cabeza y Jeremy desapareció justo antes de que mi silla se moviera hacia delante y saliera de la pequeña habitación. No estaba caminando, estaba flotando. Las luces parpadeaban encima de mí y veía imágenes, rápidamente, de personas apartándose de mi camino. Los pacientes y las enfermeras me estaban mirando, muy probablemente se preguntaban cómo podía estar yendo por los pasillos

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sin mover las piernas o los pies. También me lo preguntaba, pero no pasaba cerca de una persona por el tiempo suficiente como para preguntárselo. A los que reconocí, sonreían y saludaban cuando pasaba. Traté de saludar con la mano, pero mis brazos estaban atados a mi cuerpo. Una puerta se abrió y se cerró. Había habitaciones, muchas habitaciones: negras, blancas, rojas, verdes y luego aquella escondida detrás de las cortinas, en la que imaginé que me había tocado, donde me permití creer que me iba a consolar. Me hubiera gustado que fuera real. Nunca había deseado algo tanto. Dejé de moverme y él apareció de nuevo, agachándose para mirarme al rostro, haciendo brillar la linterna en mi ojo de nuevo y comprobando algo en mi cuello. Froté mi mejilla contra su brazo, deleitándome con el calor que no estaba realmente allí. —Alexandra… —susurró mi nombre, envolviendo cada sílaba con seducción y lujuria—... ¿qué has hecho esta vez, mi hermosa niña? No sabía a qué se refería, no me importaba. No estaba allí. No existía. Sólo ÉL, el hombre encapuchado, quienquiera que fuese. Jeremy volvió a desaparecer, pero sentí algo empujándome los hombros hacia adelante hasta que estuve encorvada. Después de un par de tirones, mis brazos estuvieron libres, cubiertos por un lienzo grueso que protegía mis manos. Cuando Jeremy reapareció me empujó para que estuviera sentada derecha y se acercó a mi cuerpo. Salté, sin ser capaz de dejar que me tocara, demasiado asustada que cuando no sintiera sus manos, la ilusión de él desaparecería para siempre. —No tengas miedo, Alex. Sólo voy a sacarte el chaleco de fuerza. —Me miró desde detrás de sus gafas de montura metálica—. Tienes que acostarte y dormir hasta que desaparezca el efecto de los fármacos que te han dado. No me habían drogado. No estaba drogada. Estaba perdida. Era así de simple. Contuve la respiración cuando estiró el brazo hacia mí otra vez y las lágrimas salieron de mis ojos cuando pude sentir que el material pesado salía de mi cuerpo. Pero no lo sentí a él porque no era real. No podía ser real. La gente amable no existía en pesadillas internas. Estaba flotando de nuevo, dos partes fuertes sosteniéndome, mi cuerpo aplastado contra el calor del acero duro, pero, tan suave que me sentí reconfortada. Preferí la seguridad y el engaño. Cayendo sobre una cama negra, las sábanas se deslizaban por debajo de mí a medida que buscaba el calor y la comodidad que me había liberado y puesto sobre el colchón. El metal chilló contra metal y la habitación quedó cerrada por una oscura medianoche.

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Estaba en mi ataúd donde la luz no podía penetrar, donde él se había ido de mi lado. Lloré, el dolor saliendo en forma de lágrimas y gemidos. Abrazándome sola, me hice un ovillo, llorando con tal fuerza que el colchón se hundió por debajo de mí, rebotando en donde estaba. El calor volvió, primero contra mi espalda, pero luego envolviéndose alrededor de mí hasta que pude sentir los demonios respirando en mi cuello. Jeremy se había ido, un susurro en la oscuridad que me envolvía. Los demonios querían que creyera que era él quien me abrazaba, querían que creyera que estaba a salvo dentro de los brazos de la única persona en la que podía confiar dentro de este lugar. No podía haber sido él. Mi respiración se ralentizó y mi corazón repiqueteaba suavemente dentro de mí. Las lágrimas continuaron saliendo y luché contra la fuerza que me estaba manteniendo en el lugar. —Shhhhhh… Profunda y relajante, una voz sepulcral que me llevaba a una falsa esperanza. Era una red enmarañada, palabras dirigidas a seducir y negar. —Te deseo, Alex. Por completo. Las partes que están a la vista en la superficie y las partes que se esconden tan profundo que ni siquiera sabes que existen. Pero no te voy a tomar así. No puedo tomarte así, no mientras estás drogada. Por ahora, hermosa chica, dormimos. —¿Y mañana? —Las palabras se me escaparon antes de darme cuenta de que estaba hablándole a la nada. Dadas las circunstancias, estaba demasiado débil como para no permitirme creer que era él quien me estaba abrazando. El tiempo se detuvo, nuestros cuerpos respiraban al mismo ritmo. Finalmente, en un suspiro susurrado que rozó mi cuello y mi mejilla, me dijo: —Mañana vamos a descubrir cómo liberarte de tu pesadilla.

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is ojos se abrieron, pero no podía ver. Había tambores golpeando dentro de mi cabeza, un dolor punzante a lo largo de mi cuero cabelludo, amenazando con romper y destrozar mi cráneo. Estirándome, me acuné la cabeza entre las manos y gemí para liberar la agonía incesante que pulsaba a través de mi cuerpo. Cerré los ojos cuando una luz se encendió a mi lado. —Bebe esto. Un frío vaso fue presionado contra mis labios y me levantaron para sentarme, aún apretando los ojos cerrados contra la luz. Abriendo la boca, permití que el líquido quebradizo se deslizase sobre mi lengua y mi garganta, apagando el fuego en mi interior. Un dedo rozó mi mejilla mientras el vaso se separaba de mis labios. Atreviéndome a asomarme a pesar de la luz, parpadeé enfocando mi visión y encontré a Jeremy de pie junto a la cama. —¿Cómo te sientes? —Como si alguien me hubiera golpeado en la cabeza con una tonelada de ladrillos. —Me encogí ante el sonido de mi propia voz resonando en mi cabeza—. ¿Dónde estoy? —Estás en la sala de terapia. Sentí que esta área sería más propicia para tu recuperación más que si hubieras despertado en una habitación de aislamiento. Terrie estará aquí en un momento para acompañarte al baño. Ella también te llevará a tomar desayuno y administrarte tus medicamentos. Después de eso te supervisará en la sala de recreación hasta que pueda volver de mi reunión de esta mañana. Era una gran cantidad de información para tomar cuando apenas podía oír sobre el estruendo de mi corazón. —No estoy segura de que pueda soportarla terapia hoy, Doc. —Aún acunando mi cabeza, me asomé hacia él desde detrás de los ojos medio cerrados—. ¿Puede apagar la luz, por favor? Me está matando. —Interesante elección de palabras —murmuró mientras alcanzaba a la lámpara.

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Con sólo la luz que se filtraba desde detrás de la cortina negra, era capaz de abrir los ojos totalmente para notar que no estaba vestido con su ropa habitual. Su cuerpo en forma estaba apretado con una gran camiseta sobre un par de pantalones vaqueros holgados. Su cabello sobresalía como si no se hubiera peinado desde que había salido de la cama por la mañana. Pero entonces… —¿Ey Doc? —Unas imágenes intermitentes rasgaron mis pensamientos. Un recuerdo lejano del caos que terminaba en cálidos brazos envueltos protectoramente alrededor de mi cuerpo—. ¿Sucedió algo anoche? Te juro que puedo recordar... Su dedo estaba presionó contra mis labios para silenciarme mientras se sentaba en el borde del colchón. Cuando estuvo satisfecho de que no iba a continuar con el pensamiento, dijo: —Hubo un… incidente... en el pabellón la noche anterior. Sin embargo, no estoy seguro de lo que pasó o cómo sucedió. Tengo la intención de averiguar lo más que pueda esta mañana. Por ahora, estás bajo mi protección constante y vigilancia. Cuando no pueda estar contigo, Terrie lo estará. Sé que confías en ella. Por esa razón, confío en ella también. Asentí en respuesta. Él tenía razón en creer que la única persona en este lugar que podía tolerar, además de los pacientes, era Terrie. —Me tengo que ir. Terrie debe estar esperando en la puerta para que te acompañe durante el día. Tu hermano va a llegar esta tarde. Vamos a discutir los acontecimientos de la noche anterior y luego, junto con alguna otra información pertinente que creo que tu hermano y tú deben saber. *** Terrie había estado esperando en el pasillo como Jeremy dijo y fue tan agradable como siempre cuando me acompañó a través de mi rutina de la mañana. Admito que quedé muy sorprendida cuando Jeremy me había colocado las cadenas que usaría mientras salía de la sala de terapia. Me dio una explicación críptica, diciéndome que debido a los acontecimientos de la noche anterior, era el protocolo mantenerme así. Me sentí como un animal, cada paso haciendo sonar mi correa con el movimiento. No era una correa de verdad, era más como esposas sobre las muñecas y los tobillos, unidas por cadenas. Había un cinturón envuelto alrededor de mi cintura y las cadenas se deslizaban a través de un anillo en ese cinturón para asegurar todo el sistema a mi cuerpo. Quería quejarme, pero teniendo en cuenta que mi otra opción era una camisa de fuerza, tuve que estar agradecida por las pequeñas cantidades de movimiento que me permitían las cadenas. Sólo comí un poco en el desayuno y tuve un dolor de estómago por mis medicamentos como resultado. Entramos en la sala de recreación para encontrar el grupo normal esperando con la anticipación escrita claramente en sus expresiones. No

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estaba segura de que pudiera confiar en lo que tenían que decirme, pero tenía la esperanza de que pudieran explicarme las cosas que Jeremy había negado antes. —Sigue la corriente y socializa con tus amigas, Alex. Voy a estar esperando en la parte delantera de la sala. Pasé por las mesas de enfermería y noté cómo Lisa y Lara me miraban. Sus expresiones eran cautelosas y asustadas. Ninguna de ellas hizo un movimiento para hablar conmigo. Ignorando la sensación incisiva que la expresión de sus rostros me daba, me acerqué al grupo de pacientes. La multitud típica me saludó calurosamente y me pareció extraño que no estuvieran peleando entre ellas. Era típico de un grupo de mujeres con trastornos mentales. —¡Ey cariño! Me alegra ver que te dejan salir de tu jaula. —Lesley se alejó del grupo para envolver su brazo alrededor mío y me guio por unos metros a la mesa donde el resto de ellas estaban sentadas. Saqué una silla, Lesley me dejó caer en el asiento y tomó uno a mi lado—. Así que... cuéntanos lo que pasó. —¿Con qué? —Mirando alrededor a sus rostros, me di cuenta de cómo cada una tenía los ojos como platos. La emoción vibraba a través de cada mujer en la mesa. Sally sonrió. —¡Mataste a Emerson! No puedes decir que no lo recuerdas. Hemos estado esperando toda la noche para averiguar lo que pasó. —Yo no he matado a nadie. —Su pregunta me molestó, pero no podía poner ningún peso en lo que había dicho. Me gustaba cada una de estas mujeres, pero sabía que no debía creer lo que tenían que decir. Todas estábamos encerradas en este lugar por una razón u otra, pero cada una tenía algo para reclamar el título de "loca". Independientemente de si lo creía o no, mi estómago se tensó con el temor que sus palabras provocaron. Traté de pensar en el pasado, pero como todo lo demás, mi cabeza se sentía nublada y no pude recordar nada con claridad. Una cosa que podía recordar era la discusión en la sesión de Ali y mi estómago se apretó por otra razón por completo. —¿Dónde está Dawn? Todas ellas se congelaron a excepción de sus ojos. Intercambiando miradas interesadas, parecía que se estaban comunicando sin que nadie pronunciara una sola palabra. —Bueno... —comenzó Michelle valientemente—... a ella no le fue tan bien como a ti. —Cada una miró por encima de las ventanas y mi corazón se hundió cuando seguí sus ojos. En una silla de ruedas, iluminado por la luz brillante del sol que entraba por el cristal enjaulado había un bulto de una persona, encorvada y atada a la silla para evitar que se cayera por completo. —¡Oh, no! —Mis manos golpearon la mesa, las cadenas traquetearon con mi movimiento y empecé a levantarme para salir de mi silla para correr hacia ella. Julianne me agarró antes de que pudiera salir del asiento.

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—No servirá de nada el que vayas allí. Me alegro de que fueran capaces de detener la hemorragia. No tenía necesidad de hacer la pregunta para que la vieran en mis ojos. —Cuando la trajeron de vuelta la noche anterior, le habían dado una descarga. —Julianne se encogió de hombros—. Estaba babeando sobre sí misma y había una venda en su boca donde se había mordido la lengua. No nos sorprendió eso. Sucede todo el tiempo cuando alguien es traído de esa habitación, pero cuando miramos en su asiento... —Se encogió, sin ser capaz de explicar lo que había visto. Lesley tomó la palabra para terminar el cuento. —Estaba sangrando mucho por el culo. Al menos, eso es lo que parecía. Sus pantalones estaban empapados de sangre, y por suerte, Terrie estaba en el piso. Dawn fue llevada bastante rápido. Cuando la enfermera Lisa la trajo de vuelta esta mañana y acorralamos a la perra en busca de respuestas, afirmó que el sangrado era un efecto secundario de su tratamiento. Elaine se rio. —Mentirosos de mierda. He estado así una o dos veces y nunca sangraba por mi culo. Si consigo ponerme en contacto con Lillian Wesley... —¡Cállate, Elaine! —Interrumpió un coro de voces molestas. Las lágrimas brotaron de los ojos de Elaine y no pude entender por qué estaban molestas. —¿Quién es Lillian? Lesley resopló. —La autora de Elaine. Ella jura que si puede ponerse en contacto con Lillian, entonces, será capaz de matar a quienquiera que queramos en un libro. El problema es que Lillian... —dijo el nombre con una voz cantarina mientras lanzaba una mirada de desprecio en la dirección de Elaine—... actualmente tiene una orden de restricción contra Elaine por secuestrarla y romper sus brazos. Michelle cogió el libro en las manos de Elaine. Elaine gritó en respuesta y la sostuvo cerca de su pecho. —¡¡Señoritas!! —La advertencia de la enfermera Lisa resonó en la habitación. —Ni siquiera estoy segura de cómo el matar a Joe en un libro, nos ayudará de todos modos, Elaine —comentó a Sally. Estábamos yéndonos lentamente por la tangente y regresamos la conversación hacia Dawn. —Por lo tanto, ¿Joe le hizo daño? Michelle dejó de alcanzar el libro y su expresión cayó. —Sí, creo que tiene algo que ver con lo que le hiciste a Emerson. La molestia corrió a través de mí como un maremoto. —¿Por qué todo el mundo sigue diciendo eso?

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—Porque eras la única persona que había en ese pasillo. Cuando escuchamos los gritos y el personal salió corriendo, les seguimos. Parecías loca, agitando una llave inglesa y gritando. La cabeza de Emerson parecía sandía rota, su cerebro se extendía en el suelo y la sangre... —Silbó—. Era increíble. En serio. Mi boca se abrió y la incredulidad se puso delante de la molestia, eliminando cualquier rastro de la primera emoción. Sacudiendo la cabeza, en silencio me negué a creer lo que me decían. —Yo no he matado a nadie. —Di lo que quieras, nena, pero el hombre está muerto y no había nadie más allí que pudiera haberlo hecho. —Dándome palmaditas en la espalda, Lesley hizo un pobre intento de consolarme. —¡Alex! Es hora de irnos. Tu hermano está aquí —me llamó Terrie desde el otro lado de la habitación y me pregunté a dónde había ido el tiempo. Agitando un adiós a las chicas, me marché por la habitación e ignoré la mirada mordaz que la enfermera Lisa estaba echando en mi dirección. Terrie envolvió sus brazos alrededor de mi hombro mientras salimos de la habitación e hice la pregunta que no dejaba mis pensamientos. —¿Está Emerson muerto? Demasiado atemorizada por saber su respuesta, apenas susurré la pregunta. Me apretó el hombro con la mano, y al más puro estilo de Terrie, alejó la cuestión con una de sus respuestas corteses que contestaban absolutamente nada. —Te voy a dejar hacer ese tipo de preguntas a tu médico, querida. En lo que a mí respecta, creo que eres una persona hermosa por dentro y por fuera. *** Al entrar en la habitación blanca, me tropecé con mis pies para encontrar a Dain esperando con Jeremy. No había esperado a ambos hombres y me preguntaba si recibiría malas noticias, porque ambos estaban ahí. —Srta. Sutton. Por favor, tome asiento. —Jeremy permaneció sentado mientras me acercaba, pero Dain se levantó para saludarme con un abrazo cálido. Se sentía tan bien ser presionada contra él, la sensación fugaz fue de seguridad cuando sus brazos se envolvieron con fuerza alrededor de mi cuerpo. —Hola pequeña. —Su voz era tensa y cuando se apartó, miré hacia arriba y noté su piel cansada. Después de echar un vistazo a los círculos oscuros bajo sus ojos, parpadeé las lágrimas que amenazaban los míos. —Pareces cansado. Sonrió y el calor irradió libre de su expresión. Detrás de ella, todavía podía sentir su vacilación, una urgencia y tristeza dentro de él que asumí era por mí. —Te ves como una completa mierda, pequeña.

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Una breve carcajada voló de mi boca y me dolió sonreír. Una vez que tomamos nuestros asientos, Jeremy frunció el ceño y se levantó de la mesa. —Lamento tener que hacer esto, Srta. Sutton, pero es protocolo. Había sido capaz de ignorar la regla antes, pero teniendo en cuenta los acontecimientos de la noche anterior, tengo que limitarla aún más ya que estamos en esta sala. Se acercó a mi silla y fijé los ojos en Dain. Sosteniendo su mirada, traté de ignorar la llama de vergüenza que sabía había cubierto mis mejillas. Era suficiente para él escuchar que estoy loca, ¿pero ver la forma en que me ataban? Se sentía como la gota final, la realidad horrorosa que se filtraba para destruir la ilusión de normalidad que había entre nosotros. Después de fijar las restricciones acolchadas de mis muñecas a la silla, Jeremy volvió a tomar su asiento al lado de Dain. Y con una sonrisa simpática, dijo: —He tenido la oportunidad de hablar con su hermano antes de su llegada a la habitación. Hemos llegado a una decisión mutua para ofrecerle más información acerca de esta situación de lo que normalmente estaría cómodo discutiendo con un paciente. Asentí con comprensión y traté de ignorar las olas de ansiedad que recorrían mi cuerpo. Obligando a mis pulmones a respirar más lento y profundo, puse una expresión en blanco, no sé si sería capaz de manejar lo que fuera que tenía que decirme. Dain se miró las manos sobre la mesa. Estaba molesto y sabía que cuando miraba hacia otro lado, estaba tratando de ocultar lo que fuera que estaba sintiendo. —Deberíamos comenzar con los acontecimientos de la noche anterior. Sin embargo, antes de decir nada, me gustaría preguntarle lo que recuerda, Srta. Sutton. —Me han dicho que maté a Emerson. La molestia cruzó su rostro, rápidamente reemplazada por la expresión clínica y fría de un científico. —Sabía que ocurriría eso una vez que hablara con los otros pacientes. ¿Te acuerdas de matar Emerson? —No. No lo hacía. Como las mujeres me dijeron lo que supuestamente había hecho, había estado devanándome los sesos tratando de recordar algo. Por lo que podía recordar, había estado en la sesión de Ali, había sido arrastrada lejos, y me desperté en la sala de terapia con Jeremy de pie junto a mí. —Interesante —reflexionó. —¿No hay cámaras de seguridad en este lugar? ¡Por el amor de Dios! ¡Es una institución mental para criminales! ¿Por qué no hay ningún material de archivo de lo que sucedió? Me sorprendió la ira de Dain, llevé mi atención hacia él tan pronto como soltó su pregunta.

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—Sr. Sutton. Por favor, cálmese, mientras que su hermana está en la habitación. —Imperturbable y plácido, Jeremy habló con mucho cuidado para evitar agravar a más Dain. Dain hizo una mueca, su rostro retorcido de una manera dolorosa hasta que me miró de nuevo y recordó fingir que todo estaba bien. —Lo siento, Alex. Yo solo... —Pasándose la mano por el cabello, dejó escapar un suspiro de frustración—... No puedo creer que esto esté pasando. No eres una asesina. —Su voz tembló con la última palabra y una lágrima cayó de mi ojo. —Sr. Sutton... —Levantándose, Jeremy puso una mano en el hombro de Dain—. Toda la instalación se graba. Por desgracia, el pasillo donde se produjo el incidente estaba siendo renovado. Los pintores habían desconectado los cables en esa sección en particular cuando estuvieron pintando y no habían podido reemplazarlos. En cuanto a por qué no fue atrapado por el equipo de seguridad, no estoy seguro. Estoy decidido a descubrir quién es el responsable y se les informará de que ya no son empleados de la institución. —La pérdida de su puesto de trabajo no es suficiente. La vida de mi hermana pende de un hilo y quien sea el hijo de puta no se diera cuenta de que la cámara estaba desconectada ¡debe enfrentar cargos criminales! Jeremy no parpadeó ante la rabia de Dain. —Tú eres el detective. Me dices qué cargos debo poner a los responsables. Nada más que un gruñido escapó de los labios de Dain y dio un puñetazo sobre la mesa tan fuerte que sacudió los pernos levantando la mesa al suelo. Jeremy no dijo nada y supuse que estaba dando a mi hermano una oportunidad de calmarse antes de continuar. Una vez que el silencio cayó de nuevo sobre nosotros, Jeremy continuó: —Tengo una teoría sobre su condición, Srta. Sutton y estoy dispuesto a divulgar una pequeña parte de mis pensamientos. Por un lado, no creo que usted fuese diagnosticada correctamente, o si usted lo hubiera sido, su condición no es tan grave como los médicos anteriores indicaron. A raíz de su accidente, sufrió algún daño cerebral, que tanto usted como su hermano saben, y llevó a la amnesia anterógrada. Aunque, creo que esa condición se ha resuelto, o al menos, la gravedad de la enfermedad ha disminuido... —Entonces, ¿por qué no puedo recordar nada, Doc? —El desprecio era evidente en mi voz, pero no podía evitar la sensación de que me estaba acusando de mentir—. ¿Cree usted que sé acerca de todo esto y que estoy fingiendo todo? Porque si eso es lo que piensa... —No la estoy acusando de nada, Srta. Sutton. —La falta de expresión en su voz me estaba molestando. Sólo quería que fuera al grano, pero como de costumbre, tenía que hablar en círculos—. Creo que está teniendo periodos de disociación. Eso combinado con los efectos amnésicos que resultaron de su lesión ha llevado a un difícil, si no imposible, diagnóstico.

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—Vaya al grano, por favor. —La ira crecía a fuego lento dentro de mí sin causa definida o fuente. Parecía que con cada día que pasaba, toda esta situación se volvía más extraña e inconcebible. Por la mirada en el rostro de Dain, estaba sintiendo la misma frustración amarga que yo. Jeremy suspiró. —Desafortunadamente, sin un diagnóstico completo, no tengo ningún punto. Sólo más preguntas. Hasta que se contesten, lo que pienso que está pasando no es más que una teoría. No estoy dispuesto a darle una etiqueta a su condición hasta que esté absolutamente seguro. Traté de ponerme de pie, traté de moverme para que pudiera agotar la energía nerviosa en mi interior. Mi cuerpo se sacudió, pero de nuevo, las restricciones en mis muñecas me impidieron alejarme de la silla atornillada al suelo. Los dos hombres se quedaron quietos, mirándome luchar para liberarme antes de finalmente renunciar. Mis lágrimas cayeron en la mesa y miramos la evidencia líquida que se reunía en la superficie. —Srta. Sutton, usted mencionó algo en su primera sesión en la que, en ese momento, no creí que sostuviera ningún mérito a lo que está pasando. Sin embargo, si mi teoría es correcta, entonces no sólo es la memoria significativa, es la pieza más importante en todo este rompecabezas. Miré hacia arriba y vi las miradas intercambiadas entre Jeremy y Dain. Ambos parecían cautelosos de sacar el tema. Tragándose la inquietud, Jeremy preguntó: —¿Te acuerdas de un incidente que ocurrió cuando tenías cinco años? El accidente de coche entró en mis pensamientos, la mentira que mis padres me habían revelado sin darse cuenta de que había estado al alcance del oído. —No lo recuerdo. Sólo recuerdo haber escuchado a mis padres hablar de ello. Ya te lo dije. Debía haber sonado todavía enfadada porque Dain se acercó a través de la mesa. Incapaz de tomar mi mano, apretó su puño antes de alejarse, diciendo: —He hecho algo de investigación, Alex. Es posible que no recuerdes el incidente, pero yo sí. Después de que el Dr. Hutchins me consultase ayer, indagué más. Lo que encontré es preocupante y tengo algunas preguntas. —Entonces pregunta. —No podía mirarlos y me negué a ver la precaución que era tan evidente en sus expresiones. Dain habló lentamente, revelando la verdad de un trauma de la infancia que no podía recordar. —Cuando tenías cinco años y yo tenía quince, tenía un amigo que se llamaba Jay. Él... yo te estaba cuidando para mamá y papá un día mientras estaban de compras y quería ir a ver a la que era mi novia en ese el momento. Fue estúpido de mi parte, pero le pagué a Jay por quedarse y cuidarte por una hora mientras yo corría a su casa. —Su

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voz era una disculpa y estaba destrozada por la emoción que estaba luchando por contener—. Mamá y papá llegaron a casa antes que yo y cuando los encontraron en la casa... Se hundió, sin ser capaz de contener la ira y la culpa que sentía. —Lo siento mucho, pequeña. Hasta que hace poco miré los informes de la policía, no entendía lo malo que había sido. No me di cuenta de que... —Evítale los detalles, Dain. —Una sugerencia susurrada de Jeremy fue suficiente para detener a Dain en seco. Entró de nuevo al punto de su historia y dijo: —Busqué lo que pasó con Jay. Lo encerraron un poco de tiempo, pero no mucho, porque era menor de edad. Su familia se alejó tan pronto como estuvo fuera de la cárcel y fueron capaces de transferir su libertad condicional al lugar donde vivían. Lo que me molesta es que, después de que murieran mamá y papá, su familia regresó, pero su rastro... es como si desapareciera de la faz de la tierra... —No veo cómo eso tiene alguna relación con lo que estamos discutiendo en este momento, Sr. Sutton. —Jeremy estaba obviamente molesto por algo que Dain había dicho y su reacción inusual me llamó la atención. Eran raras las ocasiones en las que veía que algo agitaba a Jeremy, tanto como la historia de Dain le estaba afectando. Levantando una mano, Dain exigió: —¡Déjame terminar! —Una mirada dura se intercambió entre los dos hombres y me senté en reticencia, no siendo capaz de entender la animosidad repentina que existía entre ellos. Aún mirando a Jeremy, Dain dijo: —Dijiste que ella ha estado viendo a un hombre en todas sus terapias de regresión. Es posible que... —Creo que esta es una conversación para nosotros sin su presencia. —Hablando con los dientes apretados, Jeremy apenas se aferraba al tenue control de sus emociones—. No queremos sugerir cualquier cosa que pueda darle falsos recuerdos. Sin importarle una mierda las objeciones de Jeremy, Dain se volvió hacia mí. —¿Es posible que alguien te haya estado siguiendo, Alex? Porque si ese es el caso... —Sí —dije la palabra en voz baja, pero era lo suficientemente fuerte para robar la atención de los dos hombres—. No sé quién es, pero lo puedo sentir. No sé cómo explicarlo. Ni siquiera sé si es real, pero él es la imagen con la que me quedo siempre. —Incluso si alguien la había estado siguiendo en el pasado, no explica lo que sucedió la noche anterior y, por lo tanto, no tiene nada que ver con... —Sin ánimo de ofender, Doc, ¡pero cierre la boca! —La ira brilló sobre la expresión de Dain.

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—Creo que tenemos que poner fin a esta sesión, Sr. Sutton. —Jeremy se levantó rápidamente, cruzando la habitación sin mirar atrás y presionando un botón en la pared cerca de la puerta de los visitantes—. Voy a tener que pedirle que se vaya. Dain se puso de pie, pero se negó a cruzar la habitación. —No voy a dejar a mi hermana aquí si... —¿Si qué? ¿Si hay un loco por ahí que la ha estado acosando? Dígame, Sr. Sutton, ¿qué probabilidades hay de que su acosador, si realmente existe, sea capaz de entrar en un centro de máxima seguridad y matar a un enfermero para desaparecer en el tiempo y meter a Alex en ello? ¿Por qué este asesino misterioso no quedó grabado en cualquiera de las salas? Finalmente yendo en dirección de Jeremy, Dain respondió: —¡Tal vez hay un problema con este lugar de mierda! Sé cómo funcionan estas instalaciones. ¡Los abusos pasan desapercibidos todo el puto tiempo, Doc! Tal vez el enfermero se merecía lo que le pasó, tal vez... —Los dos tenemos los mejores intereses para su hermana en el fondo, Sr. Sutton. Le puedo garantizar lo mucho que nos gustaría que tuviera su libertad, pero hay medidas que se deben tomar... —¡Al diablo con tomar medidas! ¡La quiero fuera ahora! Jeremy se quedó inmóvil, su falta de movimiento y sonido enviando una advertencia escalofriante en toda la habitación. —Si no deja este cuarto ahora, Sr. Sutton, personalmente lo acompañaré fuera. Usted me dice cómo se sentirá el capitán de su departamento al saber que uno de sus detectives h tenido que ser forzado fuera físicamente de una instalación del Estado. Tirando de mis restricciones, estaba desesperada por ponerme entre los dos hombres. Ambos estaban colocados en posiciones defensivas y me pregunté si Jeremy cumpliría su amenaza. Dain resopló, parpadeando una mirada comprensiva al considerar las palabras de Jeremy. Finalmente dándose cuenta de que no había nada que pudiera hacer para quedarse, dio un puñetazo sobre la mesa una vez más antes de irrumpir fuera de la habitación. Una vez que Dain se había ido, Jeremy se tomó varios segundos para recuperar el control sobre sí mismo antes de volverse hacia mí. La ira todavía se arremolinaba en sus ojos, pero cuando habló, su voz regresó al tono controlado que estaba acostumbrada a oír. —Pido disculpas por que hayas tenido que ver eso. Me aseguraré de llamarlo después de que haya tenido la oportunidad de calmarse. Estoy seguro de que estará más que feliz de volver mañana para verte. Mi cuerpo no paraba de temblar y me mordí los labios para no gritarle a Jeremy en defensa de mi hermano. Podía entender por qué Jeremy no quería que escuchara esas cosas, pero no podía negar que Dain había hecho un buen punto.

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—¿Crees que es posible? —Hice la pregunta sin esperar realmente una respuesta. Era evidente que Jeremy no quería discutir la posibilidad de que alguien más estuviera involucrado en todo esto. Cruzando la habitación, se arrodilló delante de mí para desconectar los sistemas de retención de la silla. Una vez que estuve libre, distraídamente frotó las marcas que el cuero había hecho en mi piel. Los minutos pasaron entre nosotros sin que nada se dijera. Finalmente levantándose, se inclinó ofreciéndome una mano para ayudarme a levantarme. —Volvamos a la sala de terapia. Tengo algo que quiero discutir contigo, pero no aquí. —Habló en voz baja y me pregunté si estaba tratando de evitar ser grabado por las cámaras que sabía estaban en la habitación. Se aclaró la garganta, habló más fuerte cuando dijo: —Sígame, Srta. Sutton. Tal vez otra sesión puede ayudar a responder a sus preguntas.

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18 l camino de regreso a la sala de terapia fue largo y frustrante. Jeremy se mantuvo dos pasos detrás de mí, sin caminar a mi lado como había hecho tantas veces antes. Me sentí vigilada por primera vez por él, como si finalmente fuera la paciente en quien no se podía confiar, la mente que estaba tan desequilibrada que podría atacar en cualquier segundo.

E

La expresión enfadada de Dain continuaba repitiéndose en mis pensamientos. Él nunca había sido alguien que perdiera la calma y verlo suceder como resultado de algo que yo había hecho me rompió el corazón. Añadiéndose al peso de la pesadilla en que mi vida se había convertido había un pequeño vistazo de mi niñez, un recuerdo que muy probablemente había traumatizado a mis padres por los años que había perdido antes de que incluso fuera lo suficientemente mayor para entender su significado. ¿Qué había hecho su amigo que era tan malo para que a mi hermano se le pusieran los nervios de punta tan fácilmente? ¿Por qué no era consciente de la seriedad de las acciones de Jay hasta ahora? ¿Mis padres nos habían mentido a ambos en un esfuerzo por protegernos? Guardar secretos de una niña de cinco años no había sido difícil. Era una niña. Hubiera sido fácil esconder cualquier trauma ocurrido profundamente y pretender que no era más que un mal sueño. ¿Pero guardarlo de un chico de quince años, guardarlo de alguien tan inquisitivo como Dain? Esa no podría haber sido una tarea fácil. Cuantas más respuestas salían sobre esta situación de mierda se producían más preguntas; unas que no estaba segura de que pudiera; o quisiera, que fueran contestadas. Moviéndose junto a mí, Jeremy dejo caer su mano sobre el pomo de la puerta de la sala de terapia y empujó para abrir la pesada división, haciéndose a un lado para dejarme entrar primero. Una vez que la puerta se cerró y escuché el sonido de la cerradura colocándose en su sitio, me di la vuelta hacia él, forzando tanta autoridad como pude en mi voz. —Así que dime. Me sobresalté cuando me di cuenta de lo intensamente que me estaba mirando. —¿Por qué no tomamos asiento? Sería más cómodo que quedarnos de pie en medio de la habitación.

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No podía evitar la ira que estaba creciendo en mí. —Bien. ¿A dónde vamos esta noche, Doc? ¿Qué horripilante parte de mi vida le gustaría hurgar y explorar? Dando un largo paso, cerró la distancia entre nosotros. Colocando su mano en mi mejilla, sus ojos eran cálidos con amabilidad y preocupación. —Estoy intentando ayudarte, Alex. Siento mucho si pedirle a tu hermano que se fuera te ha molestado, pero vas a tener que dejar ir eso antes de que pueda decirte algo. Lo que hacemos en este cuarto no funcionará si estás molesta por algo completamente distinto. —¿Molesta? —Mi voz tembló y estaba desesperada por contener la rabia y el dolor debilitante que sentía como si estuviera sofocándome de adentro hacia fuera—. ¿Cómo puedo no estar molesta? Dain era mi única constante. Era mi fuerza y mi lazo con el mundo exterior en este maldito manicomio. Verlo tan enfadado… Las palabras me fallaron, el diluvio de emociones asfixió mi habilidad para hablar e incluso pensar. Jeremy no se inmutó en respuesta a la vorágine de emociones. —Sentémonos, Alex. No puedo ayudarte si estás tan enfadada. Llevándome a la sección roja, me permitió tomar asiento antes de cerrar las cortinas alrededor de nosotros. Su elección de este cuarto no pasó desapercibida. Era el área segura, la única sin una cama o nada que pudiera ponerme nerviosa. Tomando asiento frente a mí, esperó pacientemente mientras lloraba toda la frustración que había estado creciendo en mi interior los últimos días. Pudieron haber pasado horas, pero era más probable que fueran solo minutos. Las lágrimas se derramaban por mis mejillas y tosí y farfullé sobre mi propio llanto. Con los ojos hinchados y mocos goteando por la nariz, levanté la mirada hacia él y sonreí cuando noté el pañuelo que había sacado del dispensador para pasármelo. Me devolvió la sonrisa, esperando pacientemente a que me controlara. —Se siente muy bien dejarlo salir, ¿verdad? —Ni siquiera estoy segura de por qué lo estoy dejando salir. Me siento tan cansada, tan confundida por todo. Yo… me despierto en este lugar, me cuentan cosas horribles sobre mí, y no tengo más opciones que creer lo que la gente me está diciendo porque no puedo recordarlo por mí misma. —Has estado recordando, Alex. Después de frotarme la nariz con el brazo, acepté el segundo pañuelo que me entregó. —¿Qué? No. No lo he hecho. Las únicas cosas que sé son las cosas que tú y un montón de lunáticos que viven en este lugar me han dicho diciendo. No puedo confiar en el personal, no puedo confiar… —Puedes confiar en mí. —Se detuvo, permitiendo que sus palabras penetraran antes de añadir—. Más importante aún, necesitas confiar en ti misma.

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Respirando pesadamente, se quitó las gafas de su rostro, con cuidado colocándolos sobre la mesa auxiliar mientras pensaba en qué más iba a decir. Incluso en la tenue luz de la habitación, parecía cansado, con círculos bajo sus ojos que no recordaba que hubieran estado allí el día anterior. Me preguntaba si eso era lo que sentía cuando me miraba a mí. No podía soportar ver el dolor y la frustración que lo envolvía como una segunda piel. Quería hacer todo lo que pudiera para detenerlo. Pero no tenía nada para darle, nada para decir que pudiera borrar la tensión de todo lo que pensaba que estaba intentando hacer él. —Soy un grano en el culo, ¿verdad? —Fue un intento para aliviar la tensión que era obvia en su cuerpo. Se rio por mi comentario y sonreí cuando me di cuenta de que le había dado un poquito de frivolidad para aliviar el estrés que era tan evidente dentro de él. —No eres un grano en el culo. —Su voz sonaba áspera por el cansancio, añadiendo una cualidad seductora a sus palabras. Levantándose de su silla, se movió a lo largo del pequeño espacio y tomó asiento en la mesa para mirarme. Nuestras rodillas se rozaron y me concentré en los puntos donde nuestros cuerpos se tocaban. Era reconfortante cuando estaba cerca y en esos momentos de silencio entre nosotros, sentía como si el exterior no pudiera invadirnos para apartarme lejos de la cordura que su presencia extraía de mí. Estirándose, tomó mis manos, sin decir nada mientras las miraba y rozaba su pulgar a lo largo de mis nudillos. —Creo que has sido mal diagnosticada durante varios años —confesó. Fui golpeada por la emoción en su voz, la fatiga y la aprehensión que fluyeron de cada silaba que formaron sus perfectos labios. —Después de hablar con tu hermano, esperaba iniciar el proceso de recordar el segundo compañero sexual que murió en tu presencia… —¿Por qué no fui arrestada por el primero? ¿Qué sucedió esa noche, Jeremy? ¿Por qué no puedo recordar si estaban equivocados sobre la amnesia? —Porque no te permites recordar. —Levantó la mirada hacia mí y respiré temblorosamente al ver la mirada en sus ojos zafiro. Estaba tan cerca, y aun así tan lejos; un hombre al que no podía evitar querer tocar. Cada rasgo de su rostro y cuerpo era atractivo para mí. La forma en que se movía, la forma en que hablaba, incluso la distancia que había entre nosotros no era suficiente para reprimir cómo me sentía cuando lo miraba. En cuestión de unos pocos días, se había convertido en una especie de refugio. Allí afuera entre los pacientes y otros del personal me sentía desnuda y asustada, pero aquí dentro… Aquí dentro con él, tenía momentos fugaces de normalidad. Sabía que era mi doctor, que había líneas que no debíamos de cruzar, pero incluso sabiendo eso no era suficiente para evitar que pensara en él como algo más.

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—La noche que Bobby murió, fuiste atacada no solo por él, sino por otros dos de sus amigos. Fuiste drogada, Alex. Los análisis de toxicología que hicieron revelaron que había GHB en tu sistema. —¿GHB? Aún frotando su pulgar en mi mano, estudió mis dedos, negándose a mirarme mientras me explicaba. —Es una droga de la violación, muy popular hace unos años debido a la facilidad con la que la gente podía conseguirla. Muy parecía al Rohypnol, puede afectar al pensamiento de una persona, liberarte de las inhibiciones, o si se usa lo suficiente, puede tumbarte por completo o al menos, causarte un desmayo. Básicamente, afecta a la memoria de la persona. Es inodoro e incoloro. Puede ser vertido en una bebida sin alterar el sabor. Es especialmente potente cuando se mezcla con alcohol. Finalmente alzando la mirada, la simpatía en sus ojos fue suficiente para hacerme temblar donde estaba sentada. Me estaba diciendo que había sido violada, revelándome algo que debería haber hecho añicos cada parte de mí. —¿Así que es por eso que no puedo recordar nada de esa noche? ¿Por qué me drogaron? —Y fue por eso que no fuiste arrestada por el crimen. Los médicos no pensaron que fuera posible que una mujer bajo los efectos del licor y GHB pudiera haber sido capaz de pelear físicamente contra tres hombres que eran mucho más grandes. No fuiste acusada como sospechosa principal hasta el posterior asesinato de Chase Wallace. —¿Así que todas las muertes ocurrieron a la vez? Se rio, pero sonaba más a incredulidad que humor. —No. He dicho posterior lo que significa que fue después. —¿Entonces qué les pasó a los amigos de Bobby? ¿Fueron asesinados? Finalmente soltando mis manos, se frotó las palmas sobre su cansado rostro antes de responder. —No. Huyeron, al menos de acuerdo con las cintas de seguridad al frente de tu casa, huyeron. Desafortunadamente, basado en lo que tu hermano me dijo sobre la investigación, ninguno de los dos ha hablado de lo que ocurrió esa noche. Tan pronto como fueron implicados en tu violación, o la posible muerte de Bobby, sus padres contrataron el suficiente equipo legal para evitar hacerlos confesar. La violación y la muerte de Bobby son considerados casos abiertos. Sin tu declaración, el abogado del Estado no puede avanzar más. Sin embargo, dado los eventos que ocurrieron después de esa noche, te has convertido en la única sospechosa. —¿Entonces por qué sus amigos no han confesado que fui yo quien asesinó a Bobby? Sus ojos se oscurecieron con una emoción que no pude distinguir. —Porque entonces tendrían que admitir que participaron en tu violación.

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Una indignante carcajada se me escapó. —Así que, nadie se mete en problemas porque nadie está dispuesto a hablar. Perfecto. —Puedes hablar, pero no te lo recomendaría justo ahora. —Estoy loca, Doc… —No tan loca como te han hecho creer. —Estudió mi rostro durante varios segundos, sus ojos recorriendo mis labios de una manera tan lenta que juro que sentí como si hubiera pasado sus dedos a lo largo de ellos. —Desafortunadamente, las heridas que sufriste como resultado del accidente tienen asuntos complicados, pero no creo que sea amnesia lo que está bloqueando tus recuerdos sobre lo que sucedió esa noche o los años que siguieron. Creo que el trauma fue demasiado para ti, Alex. El hecho de que haya podido sacar tal detalle de ti durante nuestras sesiones de terapia me dice que no es amnesia. Sin embargo, hasta anoche, no estaba dispuesto a divulgar esa teoría. La muerte de Emerson ha arrojado otra complicación. Necesito saber qué pasó en ese pasillo. Deseé poder decirle qué había sucedido, pero mirando hacia atrás y excavando a través de todo no podía recordar, se sentía como si nada hubiera ocurrido aparte de haber sido arrastrada al cuarto de Ali. Si él tenía razón, si había algo más que la lesión en el cerebro que estaba bloqueando los recuerdos de mi mente consciente, entonces solo había una manera que conociera que ayudaría a obtener la información que buscaba. —Entonces drógame. —Estirando, expuse mi brazo para él, ofreciéndole la vena que necesitaba para introducir los fármacos en mi sistema—. Si te ayudará, entonces toma lo que necesites. Apretó su mano alrededor de mi brazo, trazando suavemente con su pulgar la vena que era visible bajo la delgada y blanca piel de mi brazo. Observó el camino mientras lo trazaba, sin levantar la mirada hacia mí o decir ni una palabra para esconder lo que sea que estuviera pensando. Después de segundos de un pesado silencio, dijo: —No esta noche. No después de los tranquilizantes que te dieron anoche. Necesitas un descanso, Alex. —¿Entonces por qué estoy aquí, Jeremy? —Su toque me excitaba, un perezoso calor susurrando a través de mi cuerpo con cada caricia de su pulgar. Sin soltar mi brazo, admitió: —He estado investigando algo que me dijiste durante una de nuestras sesiones de terapia sobre Emerson y Joe. El agarre de su mano se apretó con rabia y no estaba segura de que se diera cuenta del daño que me estaba provocando en el brazo. Me obligué a no reaccionar porque no quería que dejara de hablar.

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—Es raro. He investigado las grabaciones de las alas de noche. He buscado por evidencias de que las violaciones de las pacientes estaban ocurriendo. No hay nada, Alex. Cada cinta muestra los eventos normales que se esperan que sucedan en una institución estatal. Sin embargo, a pesar de eso, no puedo evitar creerte. —¿Has intentado hablar con las otras pacientes? Te dirán la verdad. —No son mis pacientes para hablarles. Sí, controlo esta ala, pero hay otros doctores, a los que ofendería por interponerme y entrevistar a los otros residentes de la institución. Solo he aceptado tratarte a ti. —¿Cómo es eso posible? —Ahora estaba susurrando, la electricidad vibraba a través de mí por su proximidad. Su voz tenía una forma de tranquilizarme, de hacerme creer que estos momentos eran reales y que todo lo demás había sido una pesadilla. Se rio. —Es como te dije al principio. Soy un psiquiatra no un psicólogo o un consejero. Mi trabajo es supervisar los medicamentos que se les prescriben a los pacientes, no supervisar sus terapias o cuidados. Estoy en una posición administrativa, sí, pero… — Suspiró—… Ese el problema con este tipo de lugares. Todos ustedes son puestos a un lado de la sociedad, por sus familias, y amigos, a nadie le importa lo suficiente para… Subió su mano deslizándola por mi brazo hasta descansar en mi hombro. Nuestros rostros estaban tan cerca que, por instinto o más bien, por una necesidad guiada de tocarlo, cerré la distancia, posando suavemente mis labios sobre los suyos y derritiéndome ante la sensación de lo suaves que eran. Se apartó, soltando su agarre de mi hombro y mirándome con los ojos muy abiertos arremolinándose con calor y resistencia. —Alex, no puedo… Fue mi turno de callarlo. Colocando mi dedo sobre su boca como él había hecho esa mañana, cerré mis ojos ante la sensación de su piel contra la mía. —Por favor… —Soy tu médico, Alex. Hay reglas… Abriendo los ojos, lo miré fijamente, riéndome por la ironía de sus reglas. —Estabas a punto de decirme cómo el personal puede salirse con la suya con actos de abuso en este lugar, ¿y ahora estas preocupado por las reglas? Parecía que estaba sufriendo, luchando por actuar como obviamente se sentía por mí, o alejarse y mantener su distancia profesional. No supe cómo, en solo unos días, podía sentir algo tan fuerte como lo que sentía por él, sobretodo en ese momento. Tal vez era la red de seguridad que me proveía, o tal vez era porque creía que era la única persona que de verdad estaba intentando ayudarme. —¿Estabas mintiendo cuando me dijiste que no tenías miedo? —Observándolo bajo mis pesadas pestañas, en silencio rogué para que cerrara la distancia entre doctor y paciente. Mantuve el aire cautivo en mis pulmones mientras esperaba. Tenía mucho miedo de moverme o hacer el más ligero sonido.

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—No, no estaba mintiendo. —Estirándose, rozó su mano contra mi rostro, apartando el mechón de cabello que se había pegado a mi piel. Me incliné hacia su toque, saboreando el calor de su piel y los ásperos bordes de sus manos masculinas. La yema de su pulgar se presionó contra mis labios y los abrí para él, permitiéndole acariciar a lo largo de mi boca. Mi lengua aleteó hacia afuera, apenas probándolo antes de que se apartara. Descansó su frente contra la mía y yo solté mi aliento contenido, sintiendo que el aire salía sacudiéndose de mis pulmones cargando con el miedo al rechazo. Me quería. A pesar de todo, se preocupaba. No estaba sola en esta pesadilla, no del todo, y mi corazón latió con más fuerza ante el pensamiento de la única persona que estaba a mi lado. Solo se podían escuchar nuestros jadeos entre nosotros. Era como si los dos estuviéramos desesperados por recuperar el aire porque estábamos ahogándonos en el deseo que sentíamos. Traté de alcanzarlo lentamente, estremeciéndome cuando las cadenas se sacudieron con mi movimiento. Sus manos fueron a las mías al instante, rogándome en silencio que me quedara quieta. Cada nervio de mi cuerpo zumbaba con anticipación, aun así mis músculos estaban dolorosamente tensos mientras esperaba para ver lo que diría. Alejándose lo suficiente para poder mirarme, envolvió su mano alrededor de la parte posterior de mi cuello, fijando sus ojos en los míos cuando confesó en un susurro: —No te tengo miedo, Alex. Solo tengo miedo de convertirme en otro hombre que te maltrate. Las lágrimas inundaron mis ojos, la sal en ellas quemó la piel roja en hinchada. Pero por una vez, no eran lágrimas de tristeza o dolor, horror o humillación; eran algo completamente diferente. Sentí alivio en esas lágrimas, felicidad y agitación por una emoción que no estaba segura de que había podido sentir en mucho tiempo. Mi mente despertó, mi cuerpo respondió y sonreí, sin ser capaz de ocultar como me sentía sobre lo que había dicho. Jamás me haría daño, ni siquiera cuando me ofrecí a mí misma y le rogué que me tocara. Se preocupaba por cómo me sentía. Había algo dentro de mí que me decía que esto era diferente. No era un recuerdo o un pensamiento consciente. Era simplemente una emoción. Pronuncié tres pequeñas palabras, antes de inclinarme hacia delante de nuevo. —No lo eres. Con un rápido movimiento, llevó sus labios hasta los míos, su calor moviéndose lentamente contra mí, haciendo promesas de placer sin pronunciar ni una palabra. Agarró mi nuca con más fuerza y su cuerpo se estremeció por el control que estaba intentando ejercer sobre sus propias necesidades y deseos. Sabía que esto estaba mal, sabía que era algo que podía amenazar todo lo que era, pero no me importó. Estaba perdida en ello, sin pensar más en los horrores que había enfrentado.

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La única cosa que me importaba en este momento era él.

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19 —N

o deberíamos… estar haciendo esto.

Cada vez que empezaba a hablar yo lo besaba de nuevo destrozando sus palabras hasta que sonaban sin sentido. Solo sílabas sin sentido, letras puestas juntas para formar sonidos que no significaban nada para mí en este momento. No quería decirlas y eso las hacía inútiles e insignificantes. Podía decir todo lo que quisiera, pero su cuerpo y su corazón decían otra cosa. No podía dejar de besarlo. Abriendo los labios, permití que su lengua entrara y rozara la mía. Él sabía a café de vainilla y sal, dulce pero amargo. Me apoyé más contra él y las cadenas repiquetearon creando una llama de vergüenza en mis mejillas. El sonido fue suficiente para detenerlo, recordarle mi condición de paciente. Pero no se alejó, dejó sus labios contra los míos, aunque no se movió contra mí. Respirábamos a unísono, nuestros pechos subían y bajaban con un deseo apenas contenido. Cuando me moví para tocarlo empuñó mis cadenas y me tomó de las manos mirándome con esos ojos azules ensombrecidos por una tormenta de deseo. Bajó mis manos, pero no soltó las cadenas. —Si hacemos esto, no me voy a detener. Te deseo, Alex. Te quiero en formas que un doctor nunca debe querer a un paciente. Estaría abusando de tu confianza. Estaría rompiendo cada maldita promesa que he hecho como médico. Estaría… Su voz se apagó y sonreí. Sabía que estaba luchando consigo mismo y lo observé atentamente, estudiando cada expresión que destellaba sobre su rostro con los pensamientos encontrados. Sí y no. No y después sí. No se podía decidir… así que lo decidí por él. —No me importa. Empujando hacia adelante lo besé de nuevo, sin darle la oportunidad de pensar en otra excusa. Su indecisión fue interrumpida por mi necesidad y su boca respondió a mi beso. Tirando de las cadenas hacia delante, presionó la mano contra mi pecho y

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apretó mi cuello con la otra. Gemí cuando profundizó el beso y sentí que el deseo se acumulaba entre mis piernas. El calor irradiaba de nosotros, la pasión florecía entre el caos de los últimos días. Su boca succionó mi lengua y sus dientes me mordieron suavemente para añadir un toque de dolor. El placer crecía en mi interior. Aplanó la mano en el centro de mi pecho, sus dedos apenas rozaban contra mis pechos. Me moví hacia adelante, rogándole que me tocara de la forma en que ambos queríamos y necesitábamos. Movió la mano hacia la derecha y ahuecó mi pecho, rodando la punta entre el pulgar y el índice. Me perdí en el beso cuando mi cuerpo se arqueó contra él, suplicando por una caricia más firme. Sus movimientos siguieron los míos y, mientras gemía en respuesta a sus manos, su boca se arrastró por mi cuello. El olor de su colonia me inundó, avivando las llamas que ya me estaban abrazando de adentro hacia afuera. Sus dientes mordisquearon mi piel y su mano se movió sobre mis pechos, apretando y después eliminando el dolor que dejaba su caricia. Quería a este hombre, era una sensación que no podía recordar haber sentido alguna vez. Todo mi cuerpo fue absorbido, mis pensamientos ya no eran míos. Él podía tenerme y poseerme para siempre. Siempre y cuando se sintiera así, no me importaría. Mis rodillas se separaron mientras él me movía de la mesa y se ponía de rodillas en el suelo. Sus manos se deslizaron bajo el dobladillo de mi blusa, tejiendo lentamente su camino hacia arriba sobre mi abdomen hasta que sus dedos rozaron la parte inferior de mis pechos desnudos y sostuvieron el peso en sus palmas. Mi cuerpo se arqueó hacia él y me sentí frustrada por la restricción de las cadenas. Casi le pedí que me las quitara, pero lo pensé dos veces, dándome cuenta de que sería suficiente para que dejara de sucumbir a nuestro deseo compartido. No le daría la oportunidad de volver a pensar en lo que estaba haciendo porque me destrozaría si se detenía. Su boca encontró mi oído, su respiración era el único sonido que podía escuchar mientras su lengua se movía perezosamente sobre el lóbulo de mi oreja. Los temblores me atravesaron, una anticipación desenfrenada hacía erupción mientras los escalofríos cruzaban mi piel. Las cadenas repiquetearon entre nosotros, un coro de restricción imitando el control que él todavía luchaba por mantener sobre su cuerpo. —Eres tan jodidamente sexy. Susurraba por todo mi cuerpo y me derretí contra él. Mis pulmones pelearon por mantener un ritmo constante, pero me quedé sin aliento, mareada a pesar de mis patéticos intentos. Soltándolo, le permití dirigir el baile para demostrarme lo que significaba ser tocada por un buen hombre. Mi cuerpo ya conocía las caricias suaves de una mano o el calor húmedo de la boca de otra persona. Pero mi mente… Ese era otro asunto. Sentí como si me hubiera liberado de la jaula de tensión opresiva entre nosotros.

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Sus manos soltaron mis pechos solo para agarrar y separar mis piernas, pero las cadenas obstruían su movimiento y le impedían subir más cerca de donde tenía que estar. Me reí suavemente disfrutando de la dificultad técnica y de verlo palmear sus bolsillos en busca de una llave. Finalmente se rindió. —A la mierda. Después de pararse frente a mí, me levantó, sin permitir que me balanceara. Mis rodillas estaban tan débiles que tuvo que envolver un brazo fuerte alrededor de mi abdomen mientras se ponía detrás de mí. Tomando mi asiento, me tiró a su regazo. Sus manos estuvieron por debajo de mi camiseta en cuestión de segundos, sus dedos siguiendo caminos llameantes hacia mis pechos. Me dejé caer contra su pecho dándole acceso completo y rogándole más. Su excitación se presionó contra mi culo, su polla dura contra la división de mis nalgas y dejé caer todo mi peso, moliendo mis caderas hasta que le saqué gemidos de los pulmones. Sus dedos soltaron mis pechos para moverse hacia abajo y lograr un agarre de muerte en mis caderas, deteniendo mis movimientos y sosteniéndome sobre su polla. —Supe desde el momento en que te vi que ibas a ser un problema. —Hizo su confesión gruñendo y guio mis caderas sobre él, suaves y lentas. Grité ante la sensación, desesperada porque me tocara entre las piernas, para tomar el control de mi cuerpo mientras forzaba el aire de mis pulmones. Sus dientes se hundieron en mi hombro y grité, sin ser capaz de mantener el ritmo lento y frustrante que exigía de mí. Se rio entre dientes, su pecho vibró contra mi espalda mientras lentamente me bajaba encima de él. Mis pensamientos flotaban, mi mente trataba de comprender la forma en que mi cuerpo respondía. Su boca se movió sobre mi cabeza y se echó a reír, con una risa profunda y oscura. —Deja de tratar de controlar esto, Alex. Presionar tu culo más contra mí, no va a hacer otra cosa que hacer que disminuya más la velocidad. Soy del tipo que le gusta tomarse su tiempo. Prefiero saborear las cosas que quiero, y tengo la intención de saborearte. Jadeé, mis músculos estaban tensos, buscando con urgencia ser llenados por la evidencia de su lujuria. Su boca se arrastró por mi cuello, mordisqueando la piel suave y sensible donde mi cuello se encontraba con mi hombro. Salté y él me empujó de nuevo hacia abajo, llevando mis caderas atrás y adelante sobre su polla. Yo era una bola de nervios, atada tan fuerte, que sentía que mi cuerpo se partiría por la necesidad de tenerlo dentro de mí. Soltando mis caderas, arrastró las manos por la parte interior de mis muslos haciéndome cosquillas sobre la ropa, luego abrió mis piernas a la fuerza. Era raro que luchara por mantenerlas cerradas, solo para abrirlas después y exponer cada parte de mí para su placer y entretenimiento.

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Arrastrando lentamente las yemas de sus dedos, agarraba mis piernas con fuerza de vez en cuando, sobre todo cuando intentaba pegarme contra él, desesperada por cabalgarlo largo y fuerte. —Disminuye la velocidad, pequeña. Tenemos todo el tiempo del mundo para disfrutarnos el uno al otro. —Su voz era un susurro de indulgencia. Suave y sensual. En ese momento, había perdido toda su apariencia clínica. En ese instante él era seducción salvaje y lasciva, pero controlado y experto. El mundo no existía en esta habitación. Las personas y las pesadillas estaban en el pasado, tan distantes de mi mente, que un ligero barrido circular de su cálido aliento las hacía desaparecer por completo… como si nunca hubieran estado allí. Las lágrimas me picaban, la frustración crecía mientras él agarraba la parte posterior de mis rodillas y usaba la ventaja para guiarme hacia atrás y hacia adelante sobre su regazo sin nada más que nuestra ropa entre nosotros. Grité, atragantándome con anticipación pecaminosa y ahogándome con la decadencia de su control. Sacudiendo la cabeza, pensé que mi corazón iba a explotar. Su velocidad lenta era una muestra del fuego que existía en su interior. Girando la cabeza, le di un vistazo por detrás de una cortina de cabello y sus ojos estaban cerrados mientras lamía y mordisqueaba mi piel, probándome y disfrutándome al ritmo que había establecido. Estaba a su merced. Mi cuerpo, mi mente y mi corazón perdidos en un hombre que me retenía cautiva de sus deseos. Lentamente sus manos se alejaron de mis rodillas, sus dedos agarrando y pellizcando por el interior de mis muslos hasta que estuvo al lado de la piel empapada entre mis piernas. Deslizando sus dedos a los lados, se negó a tocarme y gemí cuando esos dedos jugaron con el dobladillo de mis pantalones, bajando el material hasta que estaba rozando el montículo, pero sin deslizarse nunca a donde lo necesitaba. —¡Oh Dios! Esto es una tortura. Por favor, Jeremy… —Shhhh… —El sonido fue acompañado de una risita sádica. Sabía exactamente lo que estaba haciéndome y disfrutaba del tormento que estaba produciendo a mi cuerpo—. Tan impaciente y hermosa. Hay que dejar que un hombre se tome su tiempo. Su lengua lamió la piel de mi hombro que no estaba cubierta por la blusa y empujé las caderas hacia adelante, con la esperanza de forzar su mano donde yo la necesitaba. Si mis cuerdas vocales no hubieran estado congeladas por la anticipación que atravesaba mi cuerpo, hubiera rogado para que aumentara la velocidad, prometiéndole lo que quisiera para que me liberara de esta angustia. Sus dientes rozaron la piel de mi cuello besando ligeramente a lo largo de mi mandíbula. Deslizando una mano por debajo de mis pantalones, los empujó más abajo, excitando la piel mientras su otra mano exploraba la espalda debajo de mi blusa. En un movimiento rápido, presionó la punta de un dedo contra de mi clítoris, rodeando el nervio mientras su otra mano encontraba el peso de mi pecho y provocaba el pezón en una punta dolorosamente dura.

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Mi respiración salió en una ola temblorosa, todo se volvió sensación, mis caderas se movían contra la punta de su dedo, rogándole que se deslizara más abajo hasta que estuviera en mi interior. Cada vez que intentaba obligar a su mano, él se alejaba, mi deseo y voluntad en este partido que él jugaba me tenían completamente despojada. Se detuvo cuando empujé más rápido de lo que él estaba dispuesto a ir. Solo cuando dejé de moverme, cuando me sometí a su voluntad y cedí a todos sus deseos, él se movió más abajo, aspirando una bocanada de aire al mismo tiempo que empujaba su dedo adentro. —Ahhh, joder. Estás tan caliente y mojada. No tienes ni idea de lo mucho que necesito que montes mi polla. —Empujaba su dedo adentro y afuera, rodó el pulgar sobre mi clítoris, utilizando su otra mano para seguir jugando con mis pechos. Algo adentro de mí se derrumbó y me llené con un deseo torrencial, olas de placer obligaban a mi cuerpo a hacerse cargo de mi mente hasta que el pensamiento ya no era posible. Solté una queja cuando retiró sus manos y se rio en respuesta. Por detrás pude escucharlo quitándose la chaqueta y la camisa. Volviendo la cabeza a un lado, vi caer la ropa al suelo y salté cuando me levantó la blusa lo suficiente para unir el calor de su piel contra la mía. No podía moverme debido a las cadenas y me dejó indefensa y jadeando, escuchando cuando se desabrochó los pantalones. Tenía las manos en mis caderas y me levantó lo suficiente para deslizar los pantalones por sus piernas y empujar las mías hacia arriba tan lejos como podía. Me bajó de nuevo para sentarme contra su polla con fuerza. Se movía detrás de mí, deslizándose dentro de la piel resbaladiza, pero nunca poniéndome donde pudiera empujarme al interior. Su boca encontró mi cuello y lamió el punto donde el pulso latía bajo mi piel. Arrastrando besos hasta mi oreja, apoyó sus labios contra el borde. —Mantén la boca cerrada, Alex, o me veré obligado a hacerte callar. Con un movimiento rápido, levantó mis caderas, colocándose en la apertura de mi cuerpo antes de meterse lenta y completamente en mi interior. No pude evitar el grito de placer que escapó de mis pulmones. Cubriendo mi boca con su mano, esperó a que me tranquilizara. Los músculos de mi núcleo se contrajeron alrededor de su circunferencia, retazos de dolor cruzaban las olas de placer por su tamaño. Lentamente, empezó a moverme arriba y abajo sobre su longitud, siempre controlando la velocidad a la que me follaba. Lo que antes era calor dentro de mí ahora era un infierno abrasador. Me sentí retorcida y desgarrada por dentro mientras ola tras ola de euforia asaltaba mi cuerpo y mi mente. No podía recordar experimentar un placer como este en mi vida, pero lo que mi mente no podía recordar, mi cuerpo alegremente lo recordaba. Un orgasmo se construyó en mi interior. Suave al principio, me provocó hasta crecer con fuerza y urgencia. Era una tormenta de deseo y necesidad estrellándose hasta que fue arrastrada por la sensación de su cuerpo moviéndose en el interior del mío. Sus

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manos ahuecaron mis pechos, sus dedos se arrastraban por mi piel hasta que el ritmo lento que él había construido se convirtió en uno frenético. Mi respiración llegaba en ráfagas cortas y me quedé sin aliento cuando sus manos cayeron entre mis muslos. Provocó a mi clítoris mientras empuja dos dedos junto con su polla mientras se movía adentro y afuera. —Estoy… oh Dios… yo… No podía formar un pensamiento coherente, pero sabía lo que necesitaba sin tener que decírselo. Finalmente, sobrepasada por una tormenta de lujuria, me hice añicos encima de él, cayendo de nuevo contra su pecho y mis piernas se desmoronaron cuando él se burló y acarició, lamió y besó, empujando la ola de orgasmo que estaba atrapada en mi interior, haciéndola más larga, más alta de lo que alguna vez pensé que podría sentir. Me sentía saciada y agotada, mi cuerpo siguió moviéndose cuando él encontró su propia liberación con un último empujón dentro de mí. Sus manos se movieron para agarrar mis piernas y me mantuvieron en mi lugar, embistiendo en ese momento final cuando sus dientes se hundieron en mi hombro. Estaba poseída. Me sentía poseída y maravillosamente usada en ese momento. Nuestros cuerpos respiraban al unísono y mi cabeza cayó hacia atrás sobre su hombro. Arrastrando besos por mi mejilla, se rio mientras el sudor se deslizaba entre nuestros cuerpos. Minutos u horas podían haber pasado mientras estábamos sentados así. Después de que su cuerpo se calmara, se deslizó fuera de mí, moviéndome lo suficiente para que quedara libre. Sus brazos se envolvieron en mi abdomen, me abrazó y acarició mi cuello mientras su aliento susurraba enfriando mi piel. Me sentía soñolienta en su abrazo seguro, mis párpados se hicieron pesados hasta que ya no pude abrir los ojos. Debió haber sido un sueño cuando me prometió protegerme y darme refugio de la pesadilla de mi vida. Sus palabras me liberaron del terror que me esperaba con un nuevo día.

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20 —B

uenos días, Alex. Estoy aquí para llevarte que te bañes y luego vamos a conseguir tus medicamentos y a desayunar juntas. ¿Has dormido bien?

Abriendo los ojos, parpadeé alejando la bruma de sueño para encontrar a Terrie de pie sobre mí. Parecía un ángel contra el telón de fondo azul de la habitación donde me desperté. —Ahí estás. Me preguntaba si ibas a dormir todo el día o, finalmente, te unirías a los vivos. —Sonrió y la expresión iluminó el rubor en sus mejillas, sus ojos brillando con humor y amabilidad. Cómo alguien como Terrie podría terminar en un lugar tan horrible como este, estaba más allá de mi imaginación. Ella era el tipo de enfermera que pertenecía en un hospital de niños, sofocando con su amor materno y la lectura de los cuentos hasta que sus pequeños ojos se cansaran y cayeran en una buena noche de sueño. —Llamaron al Dr. Hutchins para un nuevo paciente y me ha pedido que vigile tu mañana hasta que pueda regresar a continuar tu terapia de la noche anterior. Me reí de su declaración y recordé la terapia que había realizado. Mi cuerpo todavía estaba dolorido dónde él había estado y sonreí pensando en los pequeños retazos de dolor que había dejado atrás para que yo sufriera sin él. Sentada en la cama, tiré mis pies del colchón y me levanté, estirando la mano para equilibrarme agarrando el hombro de Terrie. —Espera ahí, hermosa. No sé lo qué te ha hecho tan saltarina esta mañana, pero hay que tomarlo con calma después de todo lo que ha pasado en los últimos días. — Soltó una risa delicada y sonreí al oírla. Una vez que estuve firme sobre mis pies, me miró con una expresión simpática. —Pido disculpas por tener que pedirte que te des la vuelta. Lamentablemente, debido el horror que ocurrió con Emerson, estamos obligados a mantenerte con la camisa de fuerza mientras caminas por el edificio. No creo que realmente fueras a hacernos daño a cualquiera de nosotros, pero es la política. Estoy segura de que lo entiendes.

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Deslizando una espesa tela blanca por encima de mi cuerpo, tiró de las correas de sujeción para bloquear mis brazos alrededor de mi abdomen. —¿No podemos utilizar las cadenas de ayer, Terrie? Eran más cómodas que esta chaqueta. —Mis disculpas, cariño, pero no he podido encontrar las cadenas en ninguna parte. El Dr. Hutchins juró que las había dejado en la habitación después de quitártelas la noche anterior, pero he buscado por todas partes y no puedo localizarlas. — Después, agregó—: Supongo que es mejor que no estén, le di la llave al Dr. Hutchins anoche y nunca me la devolvió. Hombre tonto, siempre sale corriendo para atender a este lugar. Te juro que es como si nunca fuera a casa, nunca. Es tan comprometido con sus pacientes. Tenemos suerte de contar con él. Me reí. —Sí, supongo que podría decirse eso. Un último tirón y estuve atada a la prenda constrictiva. —Nos vamos. Marché por los pasillos con todas las personas, pacientes y miembros del personal que me miraban al pasar. En unos pocos días, me había convertido en el monstruo de feria, la viuda negra que había matado con independencia de si el hombre era un amante o no. Sonriendo, sostuve la cabeza en alto, mi recuerdo de Jeremy dándome la fuerza para mantener mi cabeza en alto y los hombros hacia atrás. Las luces en este basurero todavía parpadeaban y recibí ceños de los miembros del personal que tenían la intención de hacerme daño, pero no me importó. Nada de eso importaba ya, no cuando tenía a alguien como Jeremy de mi lado. No había nada que pudiera hacerme caer o apartarme de mi camino; nada que me fuera a dejarme encorvada y meciéndome en una esquina mientras que las pesadillas inundaban mi mente, y me dejaban vulnerable a los abusos que eran una segunda naturaleza para el lugar donde estaba confinada. Después de un baño rápido, me pusieron mis restricciones otra vez, una vez más, desfilando por los pasillos hacia la ventana de la medicación donde me detuve en seco. El instinto me golpeó antes de mi buen humor pudiera ponerse al día y se negó a acercarse a la ventana donde Joe estaba repartiendo los medicamentos diarios para los residentes. Sally, Lesley y Michelle estaban a un lado, tragando el contenido de sus tacitas blancas y levantando sus lenguas para que las enfermeras pudieran ver que habían tragado su veneno de todos los días. Cada uno de ellos me miró con los ojos entrecerrados, viendo algo en mí que tenía la esperanza de que no fuera obvio. Tal vez era un cambio en mi aura o comportamiento, pero Lesley me guiñó un ojo como si hubiera descubierto mi pequeño secreto, empujando a Michelle con el codo e inclinando la cabeza en mi dirección. Las chicas se rieron y cada una me guiñó el ojo antes de girar hacia la sala de recreación donde sabía que me iban a acaparar en cuanto tuviera la oportunidad.

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—¿Qué es esto, Joe? Creo que has estropeado la dosis otra vez. No hay razón para que Alex tome esta cantidad de su sedante. Déjame ver la lista de la prescripción. —Terrie agitó su mano hacia la ventana, exigiendo la lista de Joe. Con una mueca de desprecio, le entregó un pequeño pedazo de papel y dijo: —Órdenes del médico. Ha aumentado la dosis esta mañana para asegurarse de que nadie más termine como una de las víctimas de esta perra. —¡Joe! No hablamos de los pacientes de esa manera. ¿Cómo te atreves? —A pesar de su pequeño tamaño y rasgos delicados, la voz atronadora que fluyó libre de los pulmones de Terrie me sorprendió. Ahora podía ver cómo una mujer como ella era capaz de mantener la cordura en un lugar como este. Había un poder en su interior, su bondad era solamente un disfraz y un reflejo de la fuerza que llevaba dentro. Mirando por encima de la nota, resopló antes de devolvérsela a Joe y asintió en dirección a mí para decirme que tragase los medicamentos. Dudé mientras miraba rápidamente a la copa que sostenía cerca de mi boca, sorprendida por ver tres sedantes donde debería haber sólo uno. La confusión ensilló mis pensamientos y no pude entender por qué Jeremy querría contenerme tanto física como químicamente después de todo lo que había pasado entre nosotros. —Bébelo todo, perra. —¡Joe! —Terrie continuó regañándolo, pero él se rio en respuesta, sin preocuparse por su ira, según él, al menos, había ganado. Si me dejaban sola, me quedaría sin ayuda ante el personal, sin poder defenderme por la camisa y las pastillas. Con los puños cerrados en el interior de mi camisa, tragué las medicinas antes de levantar la lengua para que Terrie viera que habían bajado hacia mi estómago. —Buena chica. —Me dio unas palmaditas en el hombro antes de dar a Joe una mirada mordaz—. Voy a asegurarme de decirle al Dr. Hutchins sobre tu comportamiento. Joe se echó a reír. —Adelante. No estoy seguro de que a él le importe. Agarrando mi brazo me empujó por el largo pasillo, mi corazón se hundía más profundamente en mi estómago con cada paso que dábamos. ¿Qué había ocurrido desde ayer por la noche? ¿Qué sabía Joe que yo no? Las puertas de la sala de recreación se alzaban adelante y el ritmo de mis pasos se fue desvaneciendo, filtrándose fuera de mi cuerpo y deslizándose hacia abajo al suelo mientras que entramos por la puerta, dejando todos mis buenos sentimientos atrás.

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Era la misma imagen de siempre, excepto que la ausencia de la Dawn y Erin ahora se encontraba con la ausencia de otra de mis amigas. Terrie permaneció junto a la mesa de enfermería cuando fui hacia la mesa de los pacientes en la que sólo había cuatro de mis amigas. La pregunta salió de mis labios antes de que cualquiera de ellas tuviera la oportunidad de preguntarme sobre lo que creían que habían visto en los pasillos. —¿Dónde está Elaine? Después de compartir miradas tímidas, Sally fue la primera en hablar. —Ha tenido una mala noche. —La declaración fue suficiente para decirme todo lo que necesitaba saber. —¿Ella se ha quejado? Julianne negó con la cabeza, sus trenzas se sacudieron violentamente con el movimiento. —No con palabras. Golpeó a Joe con su libro. —Pensó en lo que había dicho, inclinando la cabeza hacia un lado antes de reírse y agregar—: Bueno, supongo que fue con palabras, ¿no? ¿Entiendes? ¿Un libro? ¿Palabras? Todas la miramos y Michelle y Lesley no pudieron contener su propia risa ante su broma. No encontré nada de eso divertido, pero me di cuenta de que cuando estás loco cualquier situación podría considerarse cómica. Sentándome al lado de ellas, puse mi cabeza sobre la mesa, alejándome cuando sentí a Sally pasar su mano por mi hombro y espalda. —¿Dónde estabas anoche? Nos preocupamos porque no vimos que te llevasen de nuevo a las habitaciones de aislamiento y no estabas en ninguna de las alas. Te llamé, pero no me respondiste y yo... me preocupé. Sintiéndome culpable por haberme apartado de ella, le di un golpe con los hombros, sonriendo tímidamente a modo de disculpa. —Lo siento. Estoy nerviosa esta mañana. —Por la expresión de tu rostro esta mañana, yo habría jurado que habías conseguido algo de sexo. —Lesley exhaló una bocanada de humo, mirando a Michelle y sonriendo. Después de tomar una bocanada de su propio cigarrillo, Michelle exhaló su propia nube, viendo cómo se mezclaba con el creado por su hermana gemela. —Sí. ¿El Dr. Hutchins sigue vivo? ¿O te has deshecho de él también? —Es una pena —comentó Lesley—. Era un buen pedazo de culo cuando pasaba alrededor. Habría parecido más agradable corriendo por el campo mientras yo le apuntaba, sin embargo. Las gemelas se rieron antes de que Julianne añadiera con voz cantarina:

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—No está muerto. Va a ver a la nueva paciente. Ella es guapa también. Más guapa que tú. —Señalándome, se rio y como siempre me impresionó la voz infantil que salió de una mujer adulta. Sus palabras picaron, pero sacudí la cabeza negándome a creer en ellas. Apartando la idea de que la noche anterior no había significado nada, me acordé de que estaba tratando con mujeres mucho más locas que yo. —Estoy segura de que sólo va a revisar su historial y determinar qué medicamentos va a recibir. —Apuesto a que va a revisar algo más que su historial. —Las gemelas estallaron en carcajadas, pero se calmaron cuando vieron un flash de dolor en mis ojos. —Ah, cariño... —Lesley dio un paso adelante para poner su brazo alrededor de mi hombro—. Solo estamos jugando contigo. Pero en serio, ¿dónde estabas anoche? —En terapia. Después de todo con Emerson, el Dr. Hutchins pensó que sería mejor que me mantuvieran separada de todo el mundo, incluyendo el personal. Michelle me miró con incredulidad. —Eso es para lo que son las habitaciones de aislamiento. Tu historia no tiene sentido. —Las puertas de las habitaciones de recreación se abrieron, golpeando contra las paredes y llamando nuestra atención a la parte frontal del gran espacio. La enfermera Lisa entró paseándose, empujando a Elaine en una silla de ruedas. Cuando se acercó a la ventana, observamos mientras nuestra amiga se acercaba. No había ninguna expresión en su rostro y sus ojos estaban ensombrecidos con los restos de la electricidad que había sido forzada en su cuerpo. Cada persona se quedó quieta y en silencio al pasar y mis ojos no pudieron evitar notar la manera en que Elaine babeaba por la barbilla. Incluso esa vista no era lo que más dolía. Tenía las manos acunadas en su regazo y su libro no estaba a la vista. Liza detuvo la silla frente a la ventana enrejada grande. Mirándome y sonriendo mientras volvía a caminar de regreso al frente de la sala. Deteniéndose al pasar, movió sus ojos en mi dirección, dando un paso adelante para hablar en voz baja para que nadie pudiera oír lo que decía. —Parece que tu sustituta ha aparecido. El Dr. Hutchins está con ella en estos momentos. ¿Qué vamos a hacer contigo cuando te deje de nuevo a nuestro cuidado? Ten cuidado a quien enfadas por aquí, Alex. —Alex. Tenemos que irnos. Tu hermano ha venido a verte de nuevo —gritó Terrie al otro lado de la habitación, pero yo no aparté la mirada de la perra que actualmente me estaba mirando. No sé si fue la adrenalina del miedo o el repentino estallido de cólera calentada, pero algo empujó a través de mi sangre, aumentando y obligando los medicamentos a través de mi sistema. Tropecé donde estaba, balanceándome sobre mis piernas que ya no eran capaces de soportar mi peso. Lisa sonrió, obviamente consciente de los

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efectos de los sedantes dentro de mí. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y caminó hacia el frente de la sala. Lesley y Michelle se pusieron detrás de mí, atrapándome antes de que me cayera. Sentándome en una silla, tomaron sus lugares junto a mí mientras Sally y Julianne se acercaban detrás de ellas. Empujándome con el codo, Michelle me preguntó: —¿Estás bien? Asentí, pero la lágrima que goteó por mi mejilla fue suficiente para revelar el hecho de que, no, no estaba bien. Estaba de todo, menos bien.

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ierda. ¿Me estás tomando el pelo, Alex?

Dain se levantó inmediatamente de la mesa cuando entré en la habitación. Extendiendo las manos, señaló hacia la camisa de fuerza, inseguro de si debía acercarse o quedarse en el sitio. Terrie se puso detrás de mí ayudándome a sentarme, ya que aún estaba tambaleante. —Lo siento, Sr. Sutton, pero es la política que su hermana esté restringida. Se supone que no debe tener contacto físico con ella el tiempo que permanezca aquí. — Sonriendo dulcemente, dijo—: Afortunadamente, todo cambiará cuando toda esta absurdidad pase. Dejándome en la silla, aseguró la camisa a la silla y se despidió con la mano mientras abandonaba la habitación. —Maldición, pequeña. —El dolor centelleó en su expresión, y observé mientras luchaba por mantener sus emociones bajo control. Tragando con dificultad, me miró y sonrió—. Lo siento por el modo en que actué ayer. No quería asustarte o molestarte... especialmente con todo lo que ha pasado. —Estoy bien Dain. —La mentira quedó al descubierto con el temblor de mi voz. Esperaba que no lo notase ya que los fármacos hacían que articulase mal las palabras. —Sí. Por supuesto. —Estaba luchando con qué decir. Reconocí la mirada en sus ojos. Dain estaba pensando seriamente en muchas cosas, ninguna de las cuales quería discutir conmigo. Finalmente tomando una decisión, se inclinó, buscando mis manos por costumbre y frunciendo el ceño cuando se dio cuenta de que estaban sujetas alrededor de mi abdomen por la camisa de fuerza. Con un tono bajo, dijo: —Sé que no se supone que te diga esto, pero estoy tratando de ayudarte y no tengo mucho tiempo antes de que ese médico imbécil aparezca. Me quedé callada, sabiendo que nada de lo que dijese serviría para distraerlo y gastaría el poco tiempo que teníamos a solas. Aún enfadada y herida por lo que me había enterado solo minutos antes, se me revolvió el estómago con aprensión al saber que Jeremy estaría pronto en esta habitación.

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—Creo que Jay ha estado acosándote, Alex. Ceo que es el hombre que no dejas de recordar. No he sido capaz de probarlo, pero el patrón encaja. En su mente, serías la razón por la que fue a prisión. Sería culpa tuya que su familia tuviese que mudarse y habría sido tu culpa que su familia fuese pobre... —¿Por qué fue culpa mía? Suspirando profundamente, admitió: —He seguido el rastro en papel. Después de que Jay fuese declarado culpable de abuso y violación... Me encogí con la palabra y él maldijo por lo bajo. No había tratado de asustarme o hacerme daño con su admisión. Hablando más despacio, así podía decir lo que tenía que decir de forma delicada, continuó: —Después de que Jay fuese a la cárcel, mamá y papá demandaron a sus padres. Era menor de edad y sus padres eran los responsables de la indemnización por su crimen. Nuestra familia consiguió una fortuna con la demanda, una fortuna que ahora está en un fondo fiduciario hasta que tengas veinticinco. De todos modos, eso empobreció a su familia. Estoy seguro de que eso es suficiente para convertir en resentido a cualquier persona. Asintiendo, entendí lo que me estaba contando. De todas formas, no podía entender por qué Jay continuaría persiguiéndome. No estuvo allí para hacerme daño. Por lo que podía decir y podía recordar, me había protegido. —Sé que su familia se mudó. Te lo dije. También fui capaz de rastrearlos, pero no fui capaz de encontrar a Jay. Alex, creo que cambió su identidad para desaparecer del sistema. Creo que es el acosador que estás recordando. —¿Por qué importa nada de eso? Incluso si este tipo me estaba siguiendo, no podía entender cómo nada de eso podría ayudarme. Lo que Dain estaba diciendo tenía sentido, pero incluso así, lo consideraba una pérdida de esfuerzo si no podía sacarme del asilo. —Porque si te ha estado acosando, entonces no cometiste esos asesinatos. — Había esperado que eso significase algo para mí y cuando mi expresión no cambió, empezó a frustrarse, dejando escapar—: Si no mataste a esos hombres, eres inocente. ¡Tienen que déjate salir de aquí! —¿Está plantando ideas intencionadamente en la mente de mi paciente, Sr. Sutton? Y si es así, ¿con qué propósito? La voz de Jeremy se extendió por la habitación con un borde de ira deslizándose entre sus palabras. Dain le frunció el ceño a Jeremy, molesto por el hecho de haber sido interrumpidos y que ninguno de nosotros notase que Jeremy había entrado en la habitación. ¿Cuánto tiempo ha estado en la puerta escuchando nuestra conversación? —A pesar de su teoría de este misterioso acosador, Sr. Sutton, no veo cómo nada de esto puede ayudar a Alex.

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Levantándose de la mesa, Dain caminó hacia Jeremy. Me giré para ver a Jeremy sonriendo con arrogancia, observando acercarse a Dain. Dain también debió ver su expresión. Dando un paso hacia atrás, volvió a tomar asiento, evitando ser echado del asilo por segunda vez. —Estoy tratando de resolver los crímenes que mandaron a mi hermana a esta institución. Si no es culpable... —Eso está bien. De todos modos, creo que hay mejores formas de resolver un crimen que influenciando a una persona mentalmente inestable, que puede o no, tener la información que necesitamos en los recuerdos que reprime como resultado de eventos traumáticos. —¿Qué? —Dain miró de uno a otro antes de decir—: Tiene amnesia. Jeremy sonrió. —Parecería que ese es un diagnóstico simple dado con el fin de archivar un expediente. Sin embargo, a diferencia de los otros doctores, Sr. Sutton, estoy verdaderamente interesado en ayudar a su hermana, no asignarle su papel para así poder continuar con mi próximo paciente. Cruzando la habitación con paso elegante y aun así poderoso, Jeremy se situó cerca del final de la mesa mientras explicaba: —Le informé ayer de que tenía la teoría de que Alex sufre más que una simple amnesia. Creo que estamos tratando con recuerdos reprimidos como resultado de un trauma y posibles alucinaciones como resultado de una lesión cerebral que sufrió en el accidente de coche. Si puedo probar estas teorías, entonces hay una posibilidad de que pueda ayudar en la recuperación de su hermana. Sin embargo, si sigue dándole información, ¿cómo se supone que confíe en que lo que recuerda en la terapia es real? Tengo la obligación de informar al tribunal. Junto con la obligación de informar sobre su situación, también tengo la obligación de informar sobre cualquier información que crea que puede haber interferido en sus recuerdos. Ambos hombres se miraron mientras me recostaba en la silla. Desde el primer segundo que escuché la voz de Jeremy, la ira se había amontonado en mi estómago, aumentando con cada palabra que decía y cada paso que se acercaba a mí. Me preguntaba dónde estaba su nueva paciente en este momento y por qué la reunión con ella le había llevado toda la mañana. Los celos eran una bestia de ojos verdes que despertaba en mí con su presencia y me negaba a mirarlo a pesar de cómo podía sentir cuando me miraba. No lo miraría, no podía, porque no estaba segura de que pudiese evitar hacerle las preguntas que rondaban mi cabeza. —Está hoy aquí con un objetivo, Sr. Sutton, y le agradezco por continuar con nuestro acuerdo pese a la desafortunada situación entre nosotros ayer. —Golpeando la carpeta que estaba situada a un lado de la mesa, Jeremy dio a entender algo que todavía no sabía.

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Dain se aclaró la garganta, seguía mirando a Jeremy hasta que finalmente apaciguó su expresión y volvió a mirarme. Con una voz apenas controlada, dijo: —Hoy tengo que volver a enseñarte unas fotografías, pequeña. Odio hacer esto, pero... —Pero son imprescindibles para resolver esta situación —acabó Jeremy la frase de Dain y puso una mano sobre mi hombro. El toque quemó mi corazón, un dolor agudo de traición y rechazo. Me alejé del toque y ambos hombres notaron el movimiento. Alzando una ceja ante mi reacción, a Dain le llevó un segundo ponerse en medio de Jeremy y de mí. Finalmente alcanzando la carpeta, la deslizó por la superficie de la mesa, poniéndola donde pudiese ver el contenido. Pude sentir a Jeremy bajando la mirada hacia mí, pero luché duramente para no mirarlo. Si veía cualquier signo de que lo que me habían contado era cierto, dejaría salir las lágrimas y Dain sabría que algo había pasado entre Jeremy y yo. No podía saberlo. Podría hacerle demasiado daño, porque asumiría que habían abusado de mí en un lugar donde no podía protegerme. Abriendo la carpeta de golpe, mostró una fotografía que reconocí. Frente a mí había una imagen de mí misma, sonriendo alegremente, una vez más, sin una preocupación en el mundo. A mi lado había un chico que sabía que había crecido conmigo, sin embargo la imagen de madurez estaba en conflicto con el niño que recordaba que era. —Oh Dios mío... —Las lágrimas amenazaban con aparecer y mi voz tembló con emoción—. Yo... no puedo creer que no recuerde su nombre, pero ahora, mirándolo... —Me tembló el labio inferior con los sollozos que no quería dejar escapar—. Por favor dime que no está muerto. No CJ... Dain suspiró, en parte aliviado porque reconocí la imagen y en parte angustiado de que me causase dolor. Sentándose al lado de mi hermano, Jeremy me miró desde el otro lado de la mesa. Negándome aún a mirarlo, mantuve los ojos fijos en la fotografía. —CJ, como lo llamas, es Chase John Wallace. Según los registros policiales, empezó a usar su nombre de pila cuando pasó de ser un niño a un adolescente. También, según los informe policiales, empezaste una relación íntima con él varios meses después de que Bobby Arrington fuese asesinado. —No... —El dolor que vino con esa única palabra fue palpable en toda la habitación. Dain frunció el ceño como respuesta a mi reacción, tomándose su tiempo antes de forzarse a darle la vuelta a la fotografía y revelar la que estaba debajo. Las lágrimas no se detenían. Saliendo de mis ojos, se deslizaron por mis mejillas y gotearon en la mesa, como si se vertieran de un grifo. Todo mi cuerpo tembló con enfado, miedo y amarga tristeza. Esta imagen no era tan violenta como la de Bobby, pero ver el cuerpo de CJ, que se había desarrollado en el hombre que habría sido, muerto en el suelo de una habitación... mirarlo era demasiado para mí. Cerrando los ojos, aparté la mirada y supliqué:

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—Por favor, cierra la carpeta. Por favor. No quiero verlo más. —¿Lo recuerdas, Alex? —Jeremy habló con suavidad, tratando de mantener la voz calmada para evitar molestarme más. —Sí. —Escupí mi respuesta, estaba teniendo dificultades para esconder el desprecio que sentía hacia él—. Era mi amigo en el colegio, pero había perdido contacto con él con el paso de los años. Cuando empecé el instituto, no era uno de los chicos populares, no era... —No era parte del círculo de Bobby Arrington, ¿no? —acabó Dain por mí. Forcé una pequeña sonrisa para agradecérselo. —¿Tal vez? No lo sé. No recuerdo mucho sobre esa época y difícilmente algo sobre Bobby. —De acuerdo. Veo que no necesitamos seguir con las fotografías. Lo que había esperado era un recuerdo de los sucesos. Ahora que tenemos eso creo que podemos continuar hoy con la terapia. Por primera vez estuve agradecida por la camisa de fuerza. Me permitía acurrucarme sin que mi lenguaje corporal fuese una señal de neón de que tiempo a solas y drogada con Jeremy era lo último que quería en este momento. Siendo capaz de ocultar mi reacción instintiva, al menos sabía que Dain podría salir de aquí sin sentirse impotente de proteger a su hermana. Dain se levantó de la mesa y tomó la carpeta en sus manos. Mantuve los ojos centrados en los suyos, buscando apoyo en él en una situación donde me sentía sola. —¿Puedo darle un abrazo, doctor? Entiendo que la política exige que permanezca atada, pero no puede hacer nada con esa camisa y solo necesito sentirla en mis brazos. silla.

Jeremy también se levantó de su asiento, rodeando la mesa para desatarme de la

—No veo ningún problema en un rápido abrazo. Me disculpo porque Terrie no le haya permitido saludar a su hermana. Solo estaba siguiendo el protocolo. —Cualquier cosa que mantenga a mi hermana a salvo es entendible —respondió Dain con rencor. Por su tono de voz pude asegurar que no había querido decir ni una maldita palabra. Rodeando a Jeremy, Dain me llevó a sus brazos, envolviéndome en su caluroso y reconfortante abrazo y descansando su cabeza junto a la mía. Susurrando, dijo: —No te preocupes, chica. Sea quien sea este imbécil que te está acosando, lo encontraré. Y cuando lo haga, te acompañaré personalmente fuera de esta jodida institución. Un rápido beso en la frente y me soltó. Aún estaba débil por el aumento de sedantes que había tomado esta mañana y Jeremy se estiró para estabilizarme agarrándome del brazo. Mi pequeño esfuerzo por alejarme no pasó desapercibido y me miró, estudiando mi expresión antes de cambiar su atención a Dain.

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—Gracias por su asistencia hoy, Sr. Sutton. Si me entero de algo nuevo, me aseguraré de hacérselo saber. Dain me miró, peguntándome silenciosamente si estaría bien. No queriendo cargarle con mi miedo y dolor, me forcé a sonreír y asentí asegurado que estaba bien. Me devolvió la sonrisa y salió rápidamente de la habitación. Jeremy no me dijo nada después de que Dain se marchase. Sacándome de la habitación, cerró la puerta detrás de nosotros y me acompañó por los pasillos. Sabía que me estaba llevando a la sala de terapia y lloré de nuevo. Ver esa habitación, ver donde había hecho el amor con un hombre en el que pensé que podía confiar... me destrozaría. No creí que hubiese nada en mi vida que pudiese ayudarme a recoger las piezas que dejaba atrás de mi corazón hecho añicos.

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22 L

a puerta del cuarto de terapia se cerró detrás de nosotros y salté por el fuerte sonido, sabiendo que reflejaba el estado de ánimo de Jeremy. Alguien que normalmente daba pasos silenciosos para no sobresaltarme, permitió que la puerta se cerrara de esa forma con el fin de sacudirme en donde estaba. —¿Qué está pasando contigo, Alex? —Oscura y profunda, su voz revelaba su frustración; el temblor en sus palabras traicionando el control que había mantenido sobre sus emociones desde la primera vez que me alejé de él en el cuarto de visitas. —No quiero estar aquí. —¿En terapia? —Me miró con una ceja levantada. —Aquí. En este cuarto... contigo. Dando un paso adelante, se acercó para tocarme, pero me aparté, perdiendo el equilibrio y cayendo con un ruido sordo cuando mi culo golpeó el suelo. Se quedó por encima de mí, mirando en mi dirección con preocupación y enfado en su expresión. Arrodillándose frente a mí, no se movió para volver a tocarme. —¿Qué está mal? ¿Estás enfadada por algo? ¿Estás… joder… estás enfadada por lo de anoche? Pensé... —Se puso de pie y caminó al pequeño espacio junto a mí—. Te dije que no quería hacer eso. Sabía que estaba jodidamente mal... —¡Estaba bien con lo de anoche! —Mis palabras salieron volando en un grito. La irritación recorría mis pensamientos, dejando abierta una puerta que permitió que el dolor y la rabia contra las que había estado luchando me inundaran y se apoderaran de mis acciones—. Me desperté esta mañana feliz ya que, por una vez, tenía a alguien de mi lado. ¡Estaba feliz porque TÚ estuvieras de mi lado, pero luego me entero de que estás follando a la nueva paciente y ahora no quiero tener nada que ver contigo! Sus ojos se abrieron y enmudeció por la acusación. Varias veces intentando y fallando de formar un pensamiento coherente, finalmente espetó: —¿De qué coño estás hablando? —Estaba furioso, su incredulidad e ira haciéndole perder la actitud profesional y calmada que siempre había representado. Agarrándome por la camisa, me levantó del suelo y me arrastró hasta el escritorio redondo ubicado en el centro de la habitación. Alzándome, me sentó en la superficie de madera y me sostuvo de forma que estuviéramos frente a frente.

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—Quiero que me digas desde el principio por qué crees que estoy teniendo sexo con otra paciente. ¿De verdad piensas tan poco de mí que crees que no sólo me aprovecharía de ti, sino también de otras pacientes? Para mí la noche de ayer significó algo. Significas algo para mí. Sus palabras me agitaron, sacudiendo los cimientos sólidos que había construido sobre las acusaciones de los otros pacientes y el personal. —Maldita sea, Alex. Sabía que no debí permitir que eso sucediera. Sabía que debí haber esperado hasta después de que pudieras salir de este lugar. Eso es todo lo que quiero para ti. No perteneces aquí con esta gente. Eres demasiado hermosa, demasiado especial, para estar aquí. Mi labio tembló y mis ojos ardieron con lágrimas contenidas. Quería creerle, quería creer que cada palabra que decía era cierta. Había estado tan feliz cuando me desperté, tan encantada de encontrar a alguien tan hermoso como él en un lugar tan oscuro como la medianoche. La pesadilla era implacable, tirándome más profundo hacia una trampa de redes sofocantes construidas sobre mentiras, ilusiones... ¿y la verdad? ¿Era posible que la verdad existiera dentro de este lugar sin ser sofocada y destruida por la amarga tormenta de locura colectiva? —Por favor, Alex, no voy a tocarte de nuevo si eso es lo que quieres. Esperaré a que te recuperes. Te voy a curar. Pero por favor, no creas que hay alguien más para mí, excepto tú. Las lágrimas que previamente escocían la piel roja e hinchada de mis ojos se liberaron. Traté de alejarlas, para concentrarme en la belleza masculina de su rostro. El calor de sus manos estaba sobre mí, limpiando las lágrimas que parecía nunca se detendrían. Unos sollozos brotaron de mis pulmones, sonidos viciosos y agónicos que no deberían haber sido posibles en una persona tan débil como yo. Como un trueno, surgiendo de un profundo abismo en mi interior, sacudiendo cada hueso de mi cuerpo en su desesperado afán por escapar. Tanta angustia y dolor. ¿Cómo era capaz de continuar respirando, para que mi corazón siguiera latiendo, cuando todo lo que había padecido era abuso tras abuso y mentira tras terrible mentira? Aún secando las constantes lágrimas, explicó: —Dirijo este lugar, Alex. Es mi trabajo evaluar y crear un plan de tratamiento para cada paciente que atraviesa esas puertas. Tengo que tomarme mi tiempo con ellos para asegurarme de estar de acuerdo con el diagnóstico con el cual han llegado. Odio las etiquetas. Odio a los médicos que son tan rápidos para hacer un diagnóstico de mierda en un paciente sólo para sacarlo de sus instalaciones y rumbo hacia una institución estatal. Me preocupo por cada persona que reside aquí. No estaría haciendo mi trabajo si no me tomara el tiempo para revisar sus informes médicos y prescribir el tratamiento adecuado. No soy el tipo de hombre que droga a alguien y lo empuja en frente de una ventana sin importarle si eso es lo más conveniente para él.

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Me aparté de él, aún sin poder creer que lo que me estaba diciendo era cierto. ¿A cuántas de mis amigas ya había visto soportar ese tipo exacto de tratamiento? Erin, Dawn y ahora, Elaine. Todas habían sido electrificadas y drogadas, inutilizadas y luego metidas en un rincón donde reunían polvo y quedaban olvidadas. —No. Tienes que estar mintiendo, Jeremy. He visto ocurrir exactamente esa cosa. Les ha pasado a mis amigas, a Elaine esta misma mañana. ¿Por qué no las estás ayudando? —¡Porque estoy demasiado ocupado protegiéndote! Me sobresalté al oír el sonido estridente de su voz. Siempre había sido tan tranquilo, tan paciente conmigo. La ira en su voz fue suficiente para concentrarme en lo que estaba tratando de decir. —He tenido que romper tantas reglas. Manteniéndote fuera de las alas durante la noche, asegurándome de que Terrie esté contigo cuando no estás conmigo. Eso va en contra de todas las políticas en este lugar, pero lo he hecho por ti. Estoy siendo arrastrado en tantas malditas direcciones: administrador, jefe de psiquiatría, tu terapeuta y encima de eso, estoy investigando cada reclamo que has realizado sobre este lugar. El personal está cagado de miedo después de la muerte de Emerson. Quieren que te deje a un lado y te encierre en una habitación de aislamiento, drogada y restringida, pero me he negado. Es por eso que por las noches estás durmiendo conmigo en el cuarto de terapia, e incluso eso tengo que mantenerlo en secreto. Gracias a Dios tengo a Terrie o nada de esto habría sido posible. Estaba tan harta de la inutilidad de mis lágrimas. Sus palabras ayudaron a dispersar las nubes de confusión en mi cabeza, finalmente revelando y aclarando todo lo que había estado haciendo por mí. Hombre tonto, siempre apresurándose para atender este lugar. Juro que es como si nunca fuera a su casa. Está tan comprometido con sus pacientes. Tenemos suerte de contar con él. Mis pensamientos regresan a lo que Terrie había dicho esa mañana. Estaba tratando de decírmelo y no la escuché. En cambio, deseché la declaración como todos los demás comentarios crípticos que hizo. Había estado en esto todo el tiempo, trabajando en conjunto con Jeremy para asegurarse de que permaneciera segura. —Yo… lo siento, Jeremy. No habría creído que estabas haciendo cosas con otra paciente si no lo hubiera oído de… Me interrumpió una carcajada. —¿De quién? ¿El personal? ¿Las mismas personas que te han estado atormentando desde el momento en que llegaste aquí? ¿O lo oíste de los pacientes? ¿Las personas que la mitad del tiempo no saben qué día es? Por favor, dime que estás bromeando, Alex, porque si confías en esas personas por encima de mí, no hay manera de que pueda continuar tratándote. Mi ayuda no será efectiva a menos que puedes confiar que de corazón tengo las mejores intenciones.

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—Lo siento. —Soltando una débil disculpa, me encorvé, ocultando mis ojos tras las cortinas de cabello, desesperada por evitar que viera la vergüenza que era evidente en mi expresión. —Lo siento mucho. Es sólo que todo esto es tan duro, Jeremy. Cada día me dicen algo diferente. Estoy siendo guiada a creer algo diferente por cada persona que encuentro. No creo que las pacientes tengan la intención de hacerme daño, ellas no. Están atrapadas en la misma pesadilla que yo. —Tendrías que haber sabido que algo iba mal cuando el personal intentó hacerte creer eso. Lisa, Ali, Joe: todos ellos están en tu contra, y eso lo sé. Pero tienes que darme tiempo para encontrar la evidencia que necesito para deshacerme de ellos. Estoy a cargo de las operaciones diarias de este lugar, pero no puedo despedirlos sin entregarle al Estado pruebas precisas. Su dedo rozó mi mejilla mientras movía a un lado el cabello detrás del cual me estaba escondiendo. Respiró lentamente, su voz suave y temblorosa cuando dijo: —Y si lo que pasó anoche fue mucho para ti, si te pone en una posición en donde las mentiras de otras personas puedan lastimarte tanto, no creo que pueda ocurrir nuevamente hasta que te haya curado y salgas de este lugar. Sus labios tocaron suavemente mi mejilla, plantando un beso antes de que presionara su frente contra la mía. —Te acompañaré personalmente fuera de aquí y cuando lo haga, no voy a ser capaz de dejar de tocarte. No voy a ser capaz de dormir por la noche sin ti. No voy a ser capaz de funcionar sin ti a mi lado. ¿Crees eso? No le respondí inmediatamente y cerró sus ojos fuertemente antes de volver a abrirlos y fijar su mirada azul zafiro en mí. —Por favor, Alex. Por favor, dime que me crees. No podía hablar. La acumulación de emoción dentro de mí se había convertido en una bola en mi garganta. Así que hice lo único que le mostraría que le creía. No tuve que moverme muy lejos para rozar mis labios contra los suyos, otorgándole un suave beso que esperaba que dijera todo lo que necesitaba oír. Se apartó, pero no me dejó ir. Manteniéndome al alcance de sus brazos, buscó en mis ojos las respuestas que deseaba. Me encontré con su mirada y la sostuve, determinada a transmitir una disculpa y una promesa sin tener que decir una sola palabra. —Alex... —No era una declaración, sino una pregunta, y sonreí con el fin de responder a la petición de una sola palabra—. No volveré a hacerte esto, no puedo... No me importaba lo que dijo que no haría o no podía hacer. Lo quería a él. Cada parte de él. La vergüenza me envolvió por permitirme creer que era tan cruel como para dormir conmigo una noche, sólo para follar a otra paciente al día siguiente. Había sido una tonta por dejarme influenciar por la gente que quería hacerme daño, o por personas que no sabían nada mejor que sospechar crueldad de cada miembro del personal.

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Finalmente tragando el amargo dolor y tormento de mi día, le dije: —Te deseo, Jeremy. Deseo esto y no voy a ser capaz de soportar verte todos los días y no poder tocarte. Por favor, perdóname, por favor... por favor no te apartes de mí. Ayer por la noche, significó mucho para mí. Por una vez desde que desperté en este lugar, me sentí segura. Me sentí amada. Por favor, no me quites eso. Lo siento. Vaciló, todavía buscando en mi rostro cualquier pista de que realmente lo quería a mi lado. Lo que encontró, debió haber sido suficiente. De un momento a otro, cambió del esquivo médico al hombre cariñoso que recordaba de la noche anterior. Sus dedos envolvieron en mi cabello mientras su boca cubría la mía, al principio moviéndose lentamente, pero aumentando de intensidad con cada golpe de sus suaves labios sobre los míos. Su lengua rozó mis labios buscando la entrada y la abrí para él, permitiéndole profundizar el beso. Su otra mano agarró mi rodilla, abriendo mis piernas para que pudiera moverse entre ellas, presionando nuestros cuerpos juntos. No podía moverme a causa de la camisa, así que envolví mis piernas alrededor de su cintura, apretándolas con el fin de atraerle aún más cerca. Gemí cuando sus manos se deslizaron hasta mis muslos, sus pulgares trazando calientes rastros en mi piel por encima de mi ropa. La forma en que me estaba tocando, la fuerza que utilizó para agarrarme, no era como la noche anterior. Había despertado algo en él, o tal vez había roto algo. Sin previo aviso, envolvió sus brazos alrededor de mí, levantándome del escritorio y apresurándome a una de las habitaciones separadas. No me importaba qué habitación escogiera, simplemente recé porque tuviera una cama. Pero, por otro lado, una silla también serviría. Nunca olvidaré lo que me había mostrado que podía hacerse sobre una silla. Después de arrojarme en el suave colchón de la habitación negra, oí los anillos de metal rozar a lo largo del barral cuando cerró la cortina. Apenas había luz en la habitación, sobre todo con la cortina color medianoche que usaba para ocultarnos del resto de la habitación de terapia. Se acercó a la cama, bloqueándome en su mirada zafiro y sonriendo de una manera que prometía el tormento de su placer. —Lento no... por favor, no puedo volver a soportarlo. Inclinó su cabeza hacia un lado y se echó a reír. —Haré lo que quiera, Alex. Y por lo que veo, no hay absolutamente nada que puedas hacer al respecto. Si quiero lento, te tomaré lento. La cama se hundió y su mano cubrió mi boca, reemplazada rápidamente por sus labios cuando dejé de tratar de hablar. Con la punta de un solo dedo, me empujó sobre mi espalda y luché contra la restricción de la camisa de fuerza. No quería alejarme del sensual y ardiente beso, pero la camisa me estaba volviendo loca porque me impedía tocarlo, ayudarlo a realizar esta seductora danza, la más básica y primitiva de los actos que podrían ocurrir entre un hombre y una mujer. Obligando a mis labios a separarse de los suyos, le rogué. —La camisa... por favor quítame la camisa.

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Me sonrió, un brillo y juguetón apareció en sus ojos. Con la esquina de su labio torcida en una mueca sádica, sacudió la cabeza y respondió: —Oh, no preciosa. Creo que por ahora me gustaría mantener eso. Sin darme un segundo para quejarme, me dio la vuelta en la cama, empujando mi cabeza sobre el colchón, mientras usaba su otra mano para agarrar mi cadera y tirar de mi culo hasta rozar la evidencia de su excitación. Sus caderas se menearon contra mí y no perdió tiempo bajando mis pantalones hasta mis rodillas, exponiéndome a él mientras que la camisa me dejaba sin posibilidad de defenderme. Esperaba oír el sonido de su cinturón siendo aflojado. Esperaba que se hundiera en mi interior, abriéndome con el grosor de su pene, pero en cambio lo que sentí fue la suave calidez de sus labios plantando ligeros besos hacia arriba por mis piernas, separándolas con sus manos hasta que pudo lamer a lo largo del interior de mis muslos. Nuevamente se estaba tomando su tiempo, y sentí vibrar la cama con su risa cada vez que gemía por el lento calor que estaba construyendo dentro de mí. Meneaba mis caderas, desesperada por ser llenada. Lo que en cambio obtuve fue el calor resbaladizo de su boca, cubriéndome de manera que su lengua pudiera chasquear para lamer a lo largo de mi núcleo, degustándome y saboreándome mientras se tomaba su tiempo para prepararme para lo que fuera tuviera la intención de hacer a continuación. Grité, mis piernas temblando por la forma magistral en que su boca se movía sobre mí. Su lengua bajó para provocar mi clítoris y la subió de nuevo para rodear el borde exterior de mi centro. Mi aliento salió de mis pulmones, expulsado de golpe fuera de mi cuerpo cuando empecé a llegar al clímax. Traté de apartarme, demasiado avergonzada de llegar tan rápido, pero agarró mis piernas, manteniéndome en el lugar mientras continuaba dando pequeños mordiscos en la sensible carne y permitiendo que su lengua trabajara en la piel y nervios llevándome a un punto en el que el placer se desbordó. No podía pensar o hablar. Mi boca se abrió ampliamente en un grito silencioso cuando hundió su lengua dentro de mí, metiéndola y sacándola hasta que la cama se sacudía al compás de mi cuerpo. Me vine, rápido y fuerte. Chupó, lamiendo entre la piel hasta que quedó limpio. Sus manos seguían agarrando mis piernas mientras se incorporaba sobre sus rodillas, le dio un provocador lametón a mi trasero antes de levantarse por completo. Salté, al no estar acostumbrada a la sensación y se rio entre dientes antes de decir: —Mi turno. El sonido de la hebilla del cinturón siendo apartada no se hizo esperar antes de sentir el material de sus pantalones deslizarse por sus piernas para formar un charco sobre los míos. No perdió un segundo antes de empujar su polla dentro de mí, hundiéndose tan profundamente que obligó a mi cuerpo a moverse hacia adelante. Al principio sus movimientos dentro de mí comenzaron lentos, cada golpe aumentando de velocidad y vigor hasta que el golpeteo de la piel entre nuestros cuerpos era el único sonido que se oía.

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Agarró mis caderas, moviéndome sobre su polla. Los músculos de mi cuerpo lo agarraron, abrazándolo, pero soltándolo sólo cuando salía para empujar más profundo en mi interior de lo que lo había hecho antes. Encontró su liberación, empujando a una profundidad que me rompió una vez más, nuestro clímax mutuo liberando todo lo que tenía para dar. Liberando mis caderas, apresó mi cuerpo con sus brazos, permitiendo que el peso de su pecho cayera sobre mí. Su respiración era pesada; su boca depositó suaves besos en mi cuello. Me desplomé, sin poder soportar por más tiempo nuestro peso, mi cabeza corría con una mezcla de euforia y dicha saciada. Una sonrisa iluminó mi rostro cuando se acurrucó a mi lado, atrayéndome más cerca antes de envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo. Quería quedarme dormida en esos brazos y apenas podía mantener mis ojos abiertos mientras ambos permanecíamos allí permitiendo que disminuyera la pasión y que nuestros corazones retomaran sus latidos normales.

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23 —S

upongo que deberíamos empezar tu terapia en algún momento. —Medio en broma, desató las tiras de la camisa de fuerza, liberándome.

Dándose la vuelta, soltó las ataduras de mi espalda. Lo miré con una expresión divertida, observando absorta cómo soltaba los lazos frontales y separaba las mitades de la camisa. Alzó una ceja de modo arrogante. —Oh, ¿qué tenemos aquí? —Se inclinó, mordiendo con suavidad uno de mis pechos sobre la camiseta de lana. Reí cuando juguetonamente sacudió la cabeza como un perro que ha encontrado un juguete nuevo. —Estos podrían haber sido muy útiles hace unos minutos. —Ahhhh, veo lo que quieres decir, pero creo que mantendré la camisa para esos momentos en los que no te portes bien. Un rápido guiño y levantó la cabeza, bajándola de nuevo para darme un suave beso en los labios. —Necesitas comer, pero después, completaremos otra sesión. Tu hermano está esperando respuestas. Gemí, no quería arruinar el momento volviendo a la pesadilla. —¿Puedo comer aquí? —Me temo que no. Pero te prometo que me aseguraré de que Terrie no se aparte de ti. Tengo trabajo que hacer, pero debería estar preparado para entrar en unas dos horas. —Mirándome, hizo una mueca divertida—. No debería haberte quitado la camisa. Terrie necesitará atarte para acompañarte. —¿Cuánto tiempo tengo que estar atada? Odio estar cerca de Joe y no tener forma de defenderme. Incluso si hay más gente alrededor. Temo que quiera hacer algo para tenerme a solas. Tenía la expresión ausente mientras me miraba. Me imaginé girar las ruedas de su pensamiento en la cabeza.

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—Puedo romper la política por ti, Alex. Sin embargo, quiero que me prometas que te comportarás. No necesito otro incidente como el de Emerson... Me asaltó el pensamiento de que realmente no sabía lo que pasó con Emerson. La última cosa que recordaba era estar en la habitación de Ali, con Dawn empezando la pelea y siendo apartada a rastras del hombre que supuestamente maté. —¿Qué le pasó? —¿Realmente no lo sabes? —Me estudió por un momento, considerando todo lo que sabía de mi condición, añadiendo la nueva pieza al puzle—. ¿Qué es lo último que recuerdas sobre esa noche? Me encogí de hombros. —Emerson sacándome a rastras de la habitación de Ali. Después es como una escena en blanco. No recuerdo mucho hasta despertarme a la mañana siguiente. —Lo que estaba diciendo era verdad... en su mayoría—. Recuerdo al hombre encapuchado allí, pero no recuerdo por qué. Asintió y levantó el brazo para tocarse la barbilla. Siempre lo hacía cuando pensaba. Aproveché la oportunidad para mirarle. Era una obra maestra. Tenía un cuerpo esbelto y tonificado en todos los lugares correctos, sus anchos hombros, el cuello que soportaba una cabeza tan perfecta como el resto de él. Seguí la línea de su nariz hacia unos labios llenos que habían sido usados con habilidad para sacar cada pedazo de gratificación sexual de mi cuerpo. Me estremecí con el pensamiento de la habilidad de su lengua y me sorprendió con la guarda baja cuando habló de nuevo. —Es posible que la mezcla de adrenalina con tu medicación pueda haber causado que perdieras el conocimiento. Es raro que cosas como esa ocurran, pero en estos momentos tu mente no es del todo estable. Con una cognición debilitada, la mezcla ha jugado mayormente con tu capacidad para recordar. Hablaste del hombre encapuchado cuando te encontraron, pero no estoy seguro de cuánto de eso es posible. Abrió la cortina para salir hacia el área principal y se giró de nuevo hacia a mí mientras cruzaba el umbral. —Le diré a Terrie que deje de usar las restricciones. Pero quiero que te asegures de estar con ella todo el tiempo. Incluso en la sala de descanso trata de no alejarte demasiado. No hasta que haya encontrado la prueba que necesito para despedir a Joe. Cuando se haya ido, empezaré a trabajar con los otros, pero sin ninguna prueba física llevará tiempo. —Lo entiendo. —Sabiendo que Terrie siempre estaría cerca y que no tendría que volver a usar las cadenas o la camisa, me sentía mejor por tener que dejar la sala de terapia. Asintió una vez y se volvió a poner la máscara del doctor calmado y tranquilo. Odié sentir esa distancia entre nosotros de nuevo, pero sabía que la realidad entre nosotros tenía que esconderse del resto de personas del asilo. ***

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—No podemos dejar que comas mucho esta noche, Alex, por culpa de la terapia a la que te someterás pronto. Existe la posibilidad que vomites por la medicación que te dé, así que es mejor que hagas una cena ligera. —Terrie me apretó el brazo mientras me llevaba hacia la cafetería. No había nadie más en la habitación y me asusté por el espacio vacío. Era una gran área con idénticas mesas alineadas en tres filas abarcando la habitación. Al frente había dos puertas y detrás una pared. Era la cafetería. Las paredes estaban pintadas con el blanco estándar del lugar, la pintura era tan vieja que en las esquinas estaba descascarillada, revelando los ladrillos de cemento. Las lámparas de tubo sobre nosotros parpadeaban, pero la frecuencia hacía que la oscilante iluminación fuera más difícil de soportar. Incluso aunque caminaba despacio y con paso firme, sentía como si mi cuerpo se sacudiese con cada parpadeo de las bombillas. Después de seleccionar un sándwich y una botella de agua, me senté con Terrie en la primera mesa que encontramos. Terrie habló de todo lo que se le ocurrió, me habló de sus hijos y nietos, sobre los libros y películas que le gustaban y que en estas Navidades estaba haciendo calcetines para sus familiares. Mordisqueé la comida, escuchándola atentamente. Después de un rato, agotó las cosas y la conversación cambió al tema del Dr. Hutchins. —Así que, ¿cómo está yendo la terapia, Alex? El Dr. Hutchins me ha dicho que cada día estás progresando. Parece que no tienes amnesia después de todo, al final no es tan malo como habíamos creído. Admitiré que estoy sorprendida por el repentino cambio en tu condición. —Me tocó con suavidad la cabeza—. Quizá tu cerebro solo necesita un poco más de tiempo para repararse. —Está yendo bien, supongo. No he hablado realmente con Je... —me interrumpí, encogiéndome al darme cuenta de que casi me refería a él de una forma poco profesional. Con suerte, solo Terrie me escucharía y no creo que pudiese pensar nada, pero no podía arriesgarme—… el Dr. Hutchins. No he hablado realmente con el Dr. Hutchins de eso. Parecía contento con el progreso, así que confío en su opinión. Asintió con complicidad y me tocó el hombro en muestra de apoyo. —Eres una chica con suerte. Se está tomando un interés especial en ti. —Me acarició la espalda con la mano y sentí consuelo—. Y si no estoy equivocada, creo que quizás tú también tengas un interés especial en él. La sorpresa me atravesó, asustada de que pudiera contarles a otros miembros del personal lo que pensaba. Respirando lentamente, traté de restarle importancia a mi reacción, aparentando que nunca había considerado a Jeremy como nada más que un médico. —Es muy profesional y parece amar lo que hace. Es agradable tener a alguien con quien hablar. Espero que sea capaz de resolver lo que provocó todos mis problemas y con suerte corregirlos. Sonrió.

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—Estoy segura, querida. Es agradable ver que tienes gente de tu parte. Especialmente considerando todo lo que has pasado. Sería una pena que te metieran en un lugar como este y que nadie se preocupara por tu bienestar. Inclinándome hacia ella, me tomé la libertad de descansar la cabeza en su hombro. No era mi madre, pero eso no significaba que no pudiera disfrutar de su instinto maternal. Aparte de Jeremy, era la única persona en la que podía confiar en este lugar y estaba agradecida por ello. —Te cuidaremos bien, Alex y, en breve, saldrás de este lugar como una mujer nueva. Mientras tanto, solo tendrás que quedarte en este sitio y trabajar para mejorar tu mente. Tengo plena confianza en que una vez que el Dr. Hutchins acabe contigo, no conocerás más que felicidad durante el resto de tu vida. Era una declaración extraña, y no le hice caso. Terrie siempre era optimista, y estaba empezando a darme cuenta de que la felicidad perpetua que emanaba era solo su forma de tratar con el desolador panorama en este lugar empañado con la opresión y la lástima. El silencio se asentó entre nosotras mientras acababa mi comida. Después de beber lo que me quedaba de agua, Terrie tomó mi mano y me levantó cuando ella se levantó de su asiento. —Bien, deberíamos llevarte de vuelta a la habitación. El Dr. Hutchins volverá pronto. *** Cuando volvimos, Jeremy estaba esperando en la mesa redonda del centro. Terrie me acompañó hasta la puerta antes de despedirse con la mano y dejarnos a Jeremy y a mí solos en la habitación. —Hola. —Hola —respondí. Me miró desde detrás de la mesa con su bata blanca de médico cubriéndole los hombros y las gafas de montura metálica velando sus ojos color zafiro. Una incipiente barba cubría sus mejillas y una sonrisa tocaba sus labios. Tenía el cabello desordenado, parecía que no se hubiera peinado desde que salimos de la cama. Se levantó de la silla y cruzó la habitación hacia donde estaba de pie. Lo miré caminar, sintiendo el temblor de mis rodillas con el movimiento de su cuerpo. Finalmente me alcanzó, tomó mis manos entre las suyas y estudió mi rostro un segundo o dos. —¿Estás preparada? —No. —No iba a mentir esta vez. Era una pérdida de esfuerzo. Sabía que podía adivinar lo asustada que estaba por cómo temblaban mis manos entre las suyas. —Al menos estás siendo sincera. Mientras has estado fuera esta mañana, he cambiado una de las habitaciones para que tenga el mismo aspecto que las que has visto esta tarde en la fotografía. No quiero que estés asustada y, como siempre, estaré

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aquí para ti si algo es demasiado cuando lo recuerdes. Los accesorios en la habitación solo están ahí para estimular tu memoria sensorial. —Se detuvo, meditando algo—. Aunque, ahora que estoy bastante seguro de que no estamos tratando con amnesia, no estoy seguro de si hemos estado desencadenando ese tipo de memoria. —Mientras me llevaba a la nueva habitación, me explicó lo que pensaba sobre mi condición—. Creo que has estado reprimiendo recuerdos. El trauma, especialmente cuando sucede en una persona joven, puede tener un efecto profundo en el ego y en la psique. A veces, cuando el trauma es muy difícil de soportar, la mente tiene una forma de sacar esa información del pensamiento consciente. No es algo que una persona haga a propósito, es más como un instinto natural fuera de nuestro control. El tuyo ha sido más severo de lo normal y creo que los eventos traumáticos repetidos, combinados con el daño cerebral, han desencadenado algunas dificultades cognitivas que son excepcionalmente raras e inusuales. —¿Es algo que pueda ser arreglado? —pregunté de forma cautelosa. Me asustaba pensar que era algo clínico lo que estaba causando las perturbaciones de memoria que sufría. —Creo que sí. Obviamente llevará tiempo, pero con esfuerzo y asesoramiento, hay una fuerte posibilidad de que tu funcionamiento se restablezca a un nivel normal. Cuando llegamos a la habitación, apartó la cortina y apenas reconocí el espacio. No había prestado mucha atención a la fotografía que Dain me había mostrado. Mirando alrededor, noté los baratos muebles utilitarios y el fino enmoquetado verde de la habitación. La colcha era de un horrible estampado floral que hacía juego con las cortinas. —¿Esto es una habitación de hotel? —La copia de una, sí. Fuimos afortunados de que el escenario no fuera tan elaborado como lo era la casa de Bobby. Una sola habitación estará bien para poner en marcha tu memoria. Fruncí el ceño cuando pensé en recordar la muerte de CJ. Habíamos sido buenos amigos cuando éramos jóvenes. Habíamos pasado un montón de horas jugando juntos en la calle donde vivíamos y casi podía oler el aroma de galletas con trozos de chocolate recién horneadas que parecía empapar las paredes de su casa. Su madre había sido una buena amiga de la mía, así que siempre teníamos un montón de tiempo para jugar juntos. Tenían una gran casa del árbol que su padre le había construido en el patio trasero y siempre hacíamos como si fue nuestra propia casa. Pensándolo, me di cuenta de que no era raro que CJ y yo hubiésemos encontrado el modo de volver a estar juntos. Aunque no odiaba mi incapacidad para recordar su muerte, sentía una pérdida al no ser capaz de recordar nada de los últimos días o meses que pasamos juntos. —Conoces el procedimiento, Alex. Túmbate en la cama, me sentaré a tu lado. Después de un pinchazo instantáneo, encontrarás de modo rápido las respuestas a lo que pasó la noche de la muerte del señor Wallace.

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Haciendo lo que me dijo, crucé el pequeño espacio y me encogí cuando sentí la áspera textura de la colcha de la cama. Jeremy me dio una tímida mirada como disculpa y tomó asiento a mi lado. Su libreta y bolígrafo estaban situados en la mesilla de noche, preparados, y gruñí cuando sacó la jeringuilla del bolsillo de su chaqueta. Extendiendo mi brazo, aparté la mirada mientras frotaba la vena con su pulgar y pinchaba la piel con la punta de la aguja. El mismo tipo de euforia que había sentido durante todas nuestra sesiones previas empezó a embargarme y escuché sus palabras tranquilizadoras, mientras me llevaba de vuelta a una noche que no estaba segura de querer recordar. Sentía mis brazos y piernas como si fueran de gelatina, mi cabeza flotaba en una neblina de intoxicación y el suave acento del sur en su voz me ayudó a cerrar los ojos y volver a los recuerdos lejanos que mantenía del pasado. Esperó a que estuviera cómodamente relajada en la cama. —No olvides que siempre estoy a tu lado. Lo que puedas ver o experimentar ya no es una amenaza para ti. No puede herirte físicamente y no tiene peso en tu vida presente. Son solo recuerdos, Alex. Pueden herir tu corazón al tener que recordarlos, pero no pueden herir tu cuerpo. —Noté el calor de su mano deslizándose en la mía—. Una vez que desentierres las piezas que necesito para curarte, te prometo que te ayudaré a reparar la pena que viene al tener que recordar lo que pasó.

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24 —¿E

stás seguro de que somos lo suficientemente adultos como para conseguir una habitación? ¿Pensaba que teníamos que tener al menos veintiún años?

Apretando su brazo alrededor de mi cintura, CJ gruñó en mi oreja, sacando una pequeña tarjeta laminada de su bolsillo y sosteniéndola para que la viera. —Estamos en la nueva era de la tecnología, Alex. Las identificaciones falsas no son difíciles de conseguir. Sólo tienes que saber lo que estás haciendo. Mirando hacia abajo a la tarjeta, mis ojos se abrieron para ver la licencia de conducir casi impecable en su mano. Me reí del nombre y la edad en la tarjeta. —Nadie va a creer que tienes veinticinco. Y ¿por qué no has utilizado tu verdadero nombre? —¿Y arriesgarme a dejarla caer para que alguien la encuentre? Diablos no. No soy tan estúpido. —¿Ben Dover? ¿Usas el nombre de Ben Dover? ¿No crees que alguien va a darse cuenta de que es un nombre falso? —Apenas podía hablar a través de mi risa y me dio una sonrisa torcida e infantil en respuesta. —Te gusta, ¿eh? Puede ser un verdadero nombre. —Sí, pero sólo los padres que odian a sus hijos podrían darles un nombre como ese. Simplemente te llamaré Ben durante el resto de la noche. —Está bien, Srta. Dover. —Me guiñó un ojo y metió el carnet de identidad de vuelta en su bolsillo—. ¿Estás lista para esto? No puedo creer que pasemos toda la noche juntos. He estado esperando esto durante los últimos dos meses. Abrió la puerta del lado del conductor del coche y salimos a la noche fría. El estacionamiento del barato motel de la carretera era apenas visible debajo de las luces que luchaban por iluminar el suelo debido a la fuerte nevada que había llegado tan de repente como la idea de CJ de escabullirnos de nuestras casas y conseguir una habitación fuera de la ciudad. Mi amiga, Catherine, me había llamado mientras estaba ayudando a estudiar a CJ para un examen de matemáticas que tenía la siguiente semana pidiéndome pasar la

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noche. Le dije que podía y mi tía había estado de acuerdo, extasiada al ver que estaba saliendo con amigos después de un año de haber estudiado en casa. Me había convertido en una reclusa desde que mi tía me sacó del instituto y CJ era el único amigo que había visto con regularidad desde entonces. Por supuesto, Catherine entendió cuando CJ y yo solo nos quedamos poco tiempo antes de salir por nuestra cuenta. Nuestra amistad, que siempre había sido platónica en el pasado, floreció durante los meses de verano que pasamos juntos. Mi tía lo amaba y lo recordaba bien de los días cuando yo era niña y vivía en la misma calle. No se oponía a que fuésemos inseparables, creyendo que me recordaría el tiempo antes de que mis padres murieran. En cierto modo, había estado en lo cierto. A pesar de que CJ y yo no habíamos hablado durante años, nuestra amistad era del tipo que duraba para siempre. Compartíamos una buena relación que con el tiempo se había convertido en una historia de amor entre mejores amigos. No me di cuenta de lo mucho que lo había echado de menos y me prometí que nunca le dejaría salir de mi vida de nuevo. Él abrió la puerta y me tendió la mano para sacarme de mi asiento en el coche. Rápidamente corrimos a través del estacionamiento, sacudiendo la nieve de nuestras chaquetas cuando entramos en el pequeño y sucio vestíbulo de un menos que deseable hotel que se localizaba a veinte minutos de donde vivíamos. El mobiliario en mal estado y la habitación nublada por el humo me repugnó, pero lo ignoré porque sabía que cualquier otro hotel requeriría una tarjeta de crédito por una habitación. Al acercarse al mostrador, CJ sacó la cartera de su bolsillo y preguntó: —¿Cuánto cuesta una habitación por noche? El hombre asqueroso detrás del mostrador sacudió la ceniza de su cigarrillo en el cenicero. Vi como el intento fallido aterrizó sobre el mostrador en su lugar. El hombre lo notó también, rápidamente las echó al suelo antes de girarse hacia nosotros con su manchada camiseta blanca que tenía pequeños agujeros en las axilas cuando empujó un folleto de información rasgado en nuestra dirección. —Cincuenta dólares la noche y eso no incluye cable, calefacción o limpieza. Deben salir a las once de la mañana o los dejaré fuera. CJ me miró con una expresión divertida antes de mirar de nuevo al hombre de cabello grasiento. —¿Qué pasa si todavía estamos en la habitación a las once? El hombre sonrió y no podía dejar de mirar los tres dientes amarillos que tenía en su boca. —Entonces te encierro y me pagas el doble por salir. —Está bien. —Poniendo el dinero sobre el mostrador, CJ sacó el carnet de identidad de su bolsillo—. ¿Necesita ver mi identificación? —No —respondió el hombre—. Me importa una mierda quién eres o por qué estás aquí. Siempre y cuando tengas dinero, no tengo preguntas. —Bastante fácil —respondió CJ.

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El ring de la caja registradora sonó y el hombre empujó el billete dentro. Agarrando una llave de la pared, lo arrojó en dirección a CJ y no dijo una palabra más antes de volver al programa concurso que estaba en el pequeño televisor en blanco y negro detrás del mostrador. CJ no perdió el tiempo agarrando mi mano y llevándome en dirección al ascensor. Al pulsar el botón, escuchamos rechinar los engranajes mientras la jaula del ascensor hacía un lento descenso. Las puertas chirriaron al abrirse y la única bombilla dentro parpadeó durante un segundo antes de reventar y cubrir el ascensor en la oscuridad. —Uh, no estoy segura de que debamos confiar en eso. ¿No podemos simplemente tomar las escaleras? Sólo hay dos pisos en este lugar. —Tirando de la mano de CJ, traté de llevarlo a la puerta marcada como “escaleras” que estaba a nuestra izquierda. Me atrajo hacia él, llevando sus brazos a alrededor de mi cintura y atrayéndome contra su cuerpo. —Oh, vamos, nena. Vive un poco. —Meneó las cejas y añadió—: Además, ya sabes lo que dicen de los ascensores. Echando un vistazo a la jaula del ascensor, me di cuenta del débil olor a orina que emanaba del pequeño espacio. CJ debió haberlo notado también porque me soltó y me llevó hacia las escaleras. —Pensándolo bien, probablemente podríamos aprovechar el ejercicio. Subir las escaleras tomó muy poco tiempo y finalmente encontramos la habitación por un pasillo largo y oscuro. No podía decir qué tenía más agujeros mientras caminábamos: la alfombra o las paredes. —Genial el lugar que has encontrado, señor Dover. Me aseguraré de recomendarlo a todos nuestros amigos cuando volvamos. Me apretó la mano y dijo: —Va a ser genial. No te preocupes. —Deslizando la llave en la cerradura, golpeó su palma sobre la manilla y empujó la puerta abriéndola. Nos quedamos de pie en el umbral mirando a la habitación y ambos gemimos por encontrar que no era mucho mejor que el vestíbulo o los pasillos. —No se trata de la habitación, ¿no? Estoy seguro de que una ducha caliente te ayudará a deshacerte de cualquier enfermedad que pillemos en este lugar. —Me dio una mirada pensativa y me llevó dentro. Tan pronto como la puerta se cerró detrás de nosotros, fue a revisar las cinco cerraduras diferentes de la puerta y me quité la chaqueta mientras daba una mirada alrededor. Había una pequeña mesa a la izquierda de la habitación con un espejo roto en la pared. Unas flores falsas sostenían una capa de polvo en un vaso que parecía como si se hubiera roto y pegado de nuevo. La alfombra era una sombra pútrida de verde y las cortinas y la colcha tenían un diseño floral horrible que debía haber salido directamente de 1970. —Cómodo —comenté y CJ se rio mientras venía detrás de mí para envolver sus brazos alrededor de mi cintura.

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—Tal vez si te vendara los ojos, podríamos pretender que estamos en un hotel de cinco estrellas. Me reí. —Tendrás que taparme la nariz también, así no seré consciente del olor a humo de cigarro y alcohol. —Bueno, el tipo nos ha dicho que la limpieza no estaba incluida. No creo que estuviera mintiendo. —Plantando besos en mi cuello, mordisqueó el lóbulo de mi oreja antes de decir—: Tengo que usar el baño. Deséame suerte. Liberándome, dio un paso hacia una puerta a un lado de la habitación. La abrió y saltó hacia atrás, haciendo una mueca mientras me miraba para decir: —Si grito, no trates de salvarme. Sólo corre por tu vida, ¿de acuerdo? Asentí y observé mientras desaparecía por la puerta. —¿Dónde estamos, Alex? Salté ante el sonido de la voz de Jeremy y me alejé del realismo de los recuerdos. Girando para encontrarlo sentado en la cama, le contesté: —Estamos en la habitación del hotel. Mentimos para pasar la noche a solas juntos. Asintió, sin molestarse en decir otra palabra antes de desaparecer fuera de mi vista y volver a la habitación con CJ. —Mierda, eso está asqueroso. —CJ cerró la puerta detrás de él y sonrió—. Espero que no tengas que hacer pis esta noche porque vas a estar tan molesta cuando entres allí. Mi sugerencia es que lo hagas en cuclillas para que no tengas que tocar la taza. —Genial. —Alargué la palabra, viendo como se acercaba a mí. No perdió tiempo envolviendo sus manos en el borde inferior de mi camisa y tirando juguetonamente en un intento de llevarla hacia arriba. Cuando me aparté, su sonrisa se desvaneció e inclinó la cabeza hacia un lado en una pregunta silenciosa. Sonreí en respuesta, insegura de si mi aprensión era acerca de lo que habíamos planeado hacer esta vez, o el lugar donde habíamos elegido hacerlo. —¿Estás segura de esto, Alex? No quiero presionarte a algo que no quieres hacer. No soy como los otros chicos... no quiero ser como los otros chicos. —¿Qué otros chicos? No ha habido nadie más que tú. —Estaba confundida, preguntándome por qué había dicho esas palabras con una voz cuidadosa. Sus ojos se estrecharon y su expresión se amargó por un momento, pero se encogió de hombros y dijo: —Tienes razón. No hablemos de eso esta noche. Con un rápido movimiento, tiró de mi camisa, deslizando mis brazos arriba del material para que pudiera sacar la camisa de mi cuerpo. Me sentí insegura de pie delante de él en sólo mi sujetador y envolví mis brazos alrededor de mí en un intento de cubrir mi pecho.

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Dejó caer la camisa al suelo, después dio un paso adelante mirándome. Sonrió de tal manera que le devolví la sonrisa. Cuando trató de quitarme los brazos del pecho, solo pude ofrecer un poco de resistencia antes de dejarme ir y dejar que me mirara sin estar cubierta. —Eres hermosa, Alex. —Su boca estaba sobre la mía y sus dedos trazaron senderos hasta mi abdomen hasta que tomó el peso de mis pechos en sus manos. Jadeé ante la sensación y gemí cuando rodó mis pezones entre sus dedos sobre el encaje de mi sujetador. Entre besos sensuales, me hablaba a través de todo lo que estaba haciendo, diciéndome cuán hermosa era y lo mucho que amaba estar conmigo. Quería sentir el calor de su piel contra la mía, así que extendí mis manos para agarrar su camisa y arrancarla. Estaba impresionada por lo que encontré. A pesar de que todavía éramos jóvenes, su pecho y los hombros estaban completos y fuertes, los años de fútbol y béisbol debieron formarlo en el modelo de perfección masculina. Sus ojos grises ahumados brillaron con picardía y su cabello rubio oscuro enmarcaba su rostro. Con una sonrisa que podría derretir el corazón de cualquier mujer que él quisiera, levantó los brazos y los flexionó juguetonamente. —¿Te gusta? La risa estalló de mis pulmones y asentí, feliz de que continuara bromeando conmigo en un intento de romper el nerviosismo que sentía. Todavía me estaba riendo cuando me besó de nuevo y las risas se convirtieron en gemidos. Llevándome a la cama, me empujó por hombros, arrodillado en el suelo delante de mí para que pudiera mantener sus labios cerrados sobre los míos. No había otra razón para que estuviéramos en esta habitación, por lo que no se molestó en perder el tiempo mientras desabrochaba mi pantalón y bajaba la cremallera. Levantando mi trasero, ayudé a sacar el material de mi cuerpo, sintiéndome aún más ansiosa cuando deslizó mi pantalón por mis piernas y lo lanzó al suelo detrás de él. Arrastrando sus dedos por mis piernas, llegó a la piel caliente entre ellas y presionó su pulgar sobre mi braga contra mi clítoris. Caí en la cama, sin importarme estar expuesta ante sus ojos mientras deslizaba mi braga a un lado para lamer a lo largo de la resbaladiza piel. —Oh joder, Alex. He estado esperando años para estar así contigo. —Deslizando un dedo dentro de mí, continuó chupando mi clítoris y mis caderas se balancearon en respuesta al movimiento de su mano que estaba perfectamente sincronizada con el movimiento de su lengua. Exhaló y el calor invadió mi piel, abriendo mi boca para pedir más, pero me detuve cuando me sentí demasiado avergonzada para hablar. Estaba tan nerviosa, y aun así desesperada por que él continuara lo que estaba haciendo. Finalmente, su boca se alejó de mi clítoris y trazó besos por mi cuerpo sin dejar de bombear sus dedos dentro de mí. Alcanzando mi pecho, suavemente mordió la punta entre sus dientes, mientras deslizaba su mano libre entre mi espalda y la cama. Un tirón rápido aflojó la tira y le dio un empujón al encaje con su nariz para tomar mi pezón en su boca, girando la lengua alrededor del borde y avivar el fuego dentro de mí.

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Moviéndome para ayudarle a quitar el sujetador de mi cuerpo, me moví lentamente en la cama para darle espacio a colocarse sobre mí. Sacó sus dedos fuera de mí para desabrochar su pantalón y empujarlos fuera de sus caderas para caer al suelo. Después de quitarse los vaqueros y bóxer, se arrastró hacia arriba, el peso de su cuerpo causando que el colchón se hundiera debajo de mí. Deslizó sus dedos dentro de mí otra vez, empujando dentro y fuera hasta que estaba tan mojada, que apenas podía sentir la piel moviéndose contra la piel. —¿Estás segura? —preguntó en un susurro, besando mis mejillas, luego arrastrando besos a lo largo de mi cuello. Estaba demasiado nerviosa para hablar así que asentí en respuesta, sacudiendo mis caderas hacia él animándolo a continuar. Él se apartó de mí, alcanzando el colchón donde había colocado un condón cuando no había estado prestando atención. Rasgando la envoltura, lo sacó de su paquete y lo deslizó en su polla. Me dio una sonrisa tímida, pero sus ojos grises ardían con necesidad. Su boca cubrió la mía otra vez, sus suaves labios moviéndose sobre los míos lentamente. Me abrí a él y cuando su lengua se hundió para deslizarse a lo largo de la mía, se empujó dentro de mí. Esperaba dolor cuando por primera vez entró en mí. Me sorprendió que en lugar de dolor, hubo una plenitud agradable. Mi cuerpo se apoderó de él, los músculos de mi núcleo se contraían sobre él con cada empuje que hacía dentro de mí. Sus manos exploraban mis pechos y su boca continuaba reclamando la mía. Dejando ir mis pechos, arrastró sus manos hacia abajo a mis piernas, agarrándome por debajo de las rodillas y levantándolas para que pudiera empujar más profundo dentro de mi cuerpo. Mi cabeza cayó hacia atrás y su lengua lamió a lo largo de mi mandíbula y cuello, encontrando finalmente su camino hacia mi pecho. Los gemidos que escapaban de mi cuerpo sonaban tan sensuales que me sorprendió que fuera capaz de producirlos. Un fuego ardía en mi interior, un sentimiento tan único y exquisito que estaba congelada en su lugar, perdida en la sensación de su polla moviéndose dentro de mí. Poco después su ritmo se aceleró y su respiración sonaba más como un jadeo mientras bombeaba dentro y fuera. Disfruté mucho de la sensación de estar debajo de él, pero esto terminaría demasiado pronto. En cuestión de minutos CJ gritó, sacudiéndose dentro de mí con un largo y fuerte golpe antes de que su cuerpo se derrumbara encima de mí. Me quedé acostada debajo de él, respirando fuerte por lo que acabábamos de hacer, pero sintiéndome decepcionada al mismo tiempo. ¿Esto era de lo que el sexo se trataba? Había sido bonito, sí, pero no la explosiva abrumadora experiencia que todo el mundo decía que sería. De todo lo que había leído en las sucias novelas que secretamente guardaba y de todas las películas que había visto, el sexo se suponía que me haría gritar,

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se suponía que me dejaría sintiéndome gastada y saciada. Se suponía que sería mucho más que esto. —¿Estás bien? —Finalmente recuperando la respiración, se empujó con ambos brazos para mirarme. Fingí una sonrisa, extendiendo la mano para agarrar sus muñecas. —Si estoy bien. —No te he hecho daño, ¿verdad? —No. —Le sonreí de nuevo, apretando su muñeca para indicar que estaba bien. Sus mejillas estaban acaloradas con un rubor y tenía una sonrisa torcida cuando preguntó: —¿Te ha gustado? —Sí. Frunció el ceño ante mi falta de entusiasmo. Poniendo un poco más de emoción en mi voz, mentí y le dije: —Ha sido muy bueno. Eso fue suficiente para hacerle sonreír. Rodando lejos de mí, se bajó de la cama y cruzó la habitación para ir al baño y asearse. Utilicé el tiempo para encontrar mi ropa y ponérmela de nuevo. No estaba segura de por qué sentía la necesidad del recato. Él salió del baño y se sentó en la cama. Moviéndome más allá de él, extendí la mano para pasarla por su cabello. —Voy a asearme. Sonriendo, me respondió: —Buena suerte allí dentro. Entré al baño e hice una mueca por la suciedad y la mugre que estaba incrustada en la superficie del lavabo de porcelana blanca. El baño no era mucho mejor y la ducha parecía que no había sido limpiada desde que el motel fue construido. —Asqueroso —murmuré para mí misma. Sacudiendo el agua, me aseé tan rápido como fue posible. Un cristal se rompió en la otra habitación, seguido de un grito profundo, y aun así un grito contenido. Lanzándome a la puerta abierta, me asomé fuera en lo que ahora era una oscura habitación. A la luz de la luna y las luces tenues del estacionamiento lo vi: El hombre encapuchado. Me miraba con el rostro completamente envuelto en sombras. Su brazo estaba extendido a su lado y sostenía el cuerpo inerte de CJ por el cabello. —No grites o los mataré a ambos —advirtió. Estaba atemorizada en silencio, con miedo, completamente incapaz de moverme o hacer un sonido. Incapacitada de hacer algo, vi como lanzaba el cuerpo de CJ a la cama.

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Sacando un cuchillo de donde estaba metido en el cinturón sobre su espalda, se movió tan rápido para cortar la garganta de CJ. Mis ojos se congelaron abiertos, observando cómo el cuchillo se movía en cámara lenta por el cuello, la cabeza, finalmente se soltó y cayó en la parte superior del colchón. Caí de rodillas, todo dentro de la habitación giraba sobre su eje. Creo que grité. Sé que mi boca estaba abierta, pero no podía escuchar nada. El hombre encapuchado me observaba mientras caía al suelo llorando. Estaba tan asustada, demasiado aterrorizada para moverme y no era capaz de entender nada de lo que estaba viendo. Los minutos pasaron y el hombre, se acercó a mí, moviéndose rápidamente para agarrarme del suelo. Tirándome del cabello, me miró y me forzó hacia el otro lado de la habitación sobre mis rodillas a la cama. Me levantó de nuevo para acostarme sobre el colchón y mis ojos se quedaron mirando el rostro sin vida de CJ. Mi pantalón fue arrancado de mi cuerpo y... —¡Alex! ¡Joder Alex! Sí, nena, así. Mis ojos se abrieron de golpe y parpadearon enfocando la habitación. Había luces parpadeaban por encima de mi cabeza, pero no podía mirarlas. Yo estaba sobre mi estómago, mis caderas levantadas, mi pecho y rostro empujados contra el colchón. Mi cuerpo se movía con Jeremy encima de mí, su polla llenándome, bombeando dentro y fuera con la velocidad y la fuerza de un hombre que posee a la mujer debajo de él. Mi cabeza daba vueltas y miré la habitación, confusa y desorientada, pero todavía sintiendo la euforia de las drogas en mi sistema y el orgasmo lentamente construyéndose dentro de mí. La habitación estaba a oscuras excepto por las luces intermitentes, las otras áreas proyectaban sombras a través de las paredes y suelos. Un movimiento en la distancia me llamó la atención y estreché mis ojos tratando de distinguir lo que estaba al acecho en un rincón ensombrecido de la habitación. —Tú pequeña perra sucia. Así. —Las palabras de Jeremy salieron en un gruñido y se impulsó dentro de mí, el sonido de piel golpeando contra piel, tan fuerte que me sacudió lo suficiente para darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Traté de apartarme, no recordando cuándo habíamos empezado a tener sexo. El movimiento en la habitación volvió a suceder, algo moviéndose muy rápido a través del espacio en la distancia. Se veía como cualquier otra sombra, pero la velocidad con la que se movía me asustó. Mi cuerpo se apretó sobre la polla de Jeremy, parte terror y parte placer. Mi orgasmo se fortaleció mientras se movía sin precaución o miedo a hacerme daño. Él se estaba vaciando en mi cuerpo, sosteniéndome en el lugar y envainándose dentro de mí tan profundamente que estaba indefensa ante las olas de liberación que se estaban construyendo. Una y otra vez mis músculos se estiraban y se adaptaban, el ancho de su polla llenando cada parte de mí.

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Mi boca se abrió cuando llegué al pico de mi liberación. Finalmente fui llevada al extremo del éxtasis, abrí los ojos para ver al hombre encapuchado de pie junto a la cortina de la habitación. Mi garganta se desgarró con un grito cuando lo vi, su rostro intermitente con la iluminación parpadeante en la habitación. Sus ojos todavía ensombrecidos por la capucha, pero su sonrisa era morbosa con el placer de verme venir. Una y otra vez, oleada tras oleada de una liberación forzada a través de mí, pero no podía manejarlo. Sólo podía enfocarme en el hombre que estaba mirándome. Gritando tan fuerte como pude, le rogué: —¡Jeremy! ¡Jeremy para!

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25 —¡A

lex! ¡Despierta!

Mi cuerpo estaba temblando una y otra vez y podía sentir sus manos agarrando mis hombros. Mi aliento salió de mis pulmones en un grito violento mientras abría mis ojos y encontré a Jeremy flotando por encima de mí. Sus gafas se habían retirado y su cabello estaba desordenado. Su chaqueta blanca normalmente planchada estaba arrugada sobre sus hombros y su expresión era de urgencia y preocupación. —Despierta, Alex. Por favor. Sacudí la cabeza en un intento de traerme al presente. La realidad volvió de nuevo a mí recordándome que estaba en una sala de terapia con Jeremy. Giré la cabeza hacia un lado para mirar al otro lado de la habitación. Todo era normal. Las luces todavía brillaban, pero no tan violentamente como lo habían hecho hace solo un momento. La habitación estaba bien iluminada y nada se movía a la distancia. —¿Qué demonios? —chillé—. ¿Qué acaba de pasar? —Mi corazón seguía latiendo en mi pecho y mis pulmones estaban desesperados por tomar aire. Me temblaba todo el cuerpo, mi cuerpo se estremecía haciendo que los resortes de la cama saltaran debajo de mí. Mirando hacia abajo, me di cuenta de que Jeremy estaba sentado a horcajadas sobre mí, arrodillado para que el peso de su cuerpo no me aplastara. —Has tenido una alucinación. Todo estaba bien, pero entonces tu corazón se ha acelerado y tus signos vitales se han descompensado. Estabas gritando, Alex, y me ha tomado más tiempo de lo que me hubiera gustado sacarte de eso. ¿Qué demonios has visto? —El hombre, el hombre encapuchado... —Sé esa parte, Alex. —Habló más suave, finalmente calmando su lucha para traerme de vuelta a un estado consciente. Apartándose de mí, se sentó en el borde de la cama, alcanzando para tomar mi mano mientras me estudiaba—. Después de eso, has gritado mi nombre... —Lo he visto, al hombre... estaba aquí en la habitación con nosotros...

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Sus ojos se abrieron ampliamente. —Alex, nadie ha entrado a esta habitación... —¡Ha estado aquí! —grité. Rápidamente, puse mis piernas contra mi pecho, acurrucándome mientras las lágrimas corrían a mares por mis mejillas—. Estabas... — Mi voz temblaba de miedo y luché para respirar profundamente y detener los temblores de mi cuerpo. —Estábamos teniendo sexo... y él estaba aquí. —Finalmente me obligué a recordar, mirando a Jeremy para tratar de dar sentido a lo que había visto. Frunció el ceño, mirándome durante tanto tiempo que me aterroricé de averiguar lo que estaba pensando. Hablando lentamente, dijo: —No hemos tenido sexo, Alex. —Pasándose la mano por el cabello, dejó escapar un suspiro de frustración. Finalmente, después de varios momentos de silencio incómodo, la culpa inundó sus ojos y murmuró—: Y hasta que estés sana no vamos a tenerlo de nuevo. No dio a sus palabras una oportunidad de que hicieran efecto antes de levantarse de la cama y salir de la zona. No oí que la puerta terapia se abriera y se cerrara, así que sabía que se había quedado en la habitación, pero no tenía ni idea de por qué se había alejado o dónde había ido. Mi cuerpo todavía estaba temblando por la mezcla aterradora de las emociones que seguían corriendo por mis venas. Abrazando mis rodillas contra mi pecho, me senté en la cama y esperé. Podía escuchar a Jeremy moverse fuera del área con cortinas. El tiempo se prolongó, mi curiosidad y preocupación finalmente fueron suficientes para obligarme a salir de la cama y fuera de la zona con cortinas a buscar a Jeremy. Lo encontré sentado en la mesa circular en el centro de la habitación. Tenía la cabeza en sus manos y se frotaba las sienes con los pulgares. Los hombros de su chaqueta estaban agrupados en un cuerpo tenso, sus brazos temblando ligeramente con restricción. —¿Jeremy? Levantó la vista y vi el dolor detrás del zafiro azul de sus ojos. Con la voz llena de pesar, dijo: —No debería haber tenido relaciones sexuales contigo, Alex. Permitir que lo que sea que esto es entre nosotros fuera tan lejos, mientras todavía estás enferma... —Su rostro se contorsionó en una expresión de dolor—. Ha sido un error. No puedo ayudarte si estoy creando una situación en la que me tienes miedo. Sus palabras no tenían sentido y ahora que me había recuperado del recuerdo, me acordé de lo que sentía por el hombre que estaba sentado frente a mí. Mi cuerpo se sentía débil y me sorprendí de haber sido capaz de caminar hasta aquí desde el otro lado de la habitación. El dolor que vi en él fue suficiente para empujarme aún más lejos hasta que pude sentarme en la mesa junto a donde él estaba sentado.

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—No te tengo miedo —le confesé. —Lo tienes. —Tomando mis manos, frotó su pulgar sobre mis nudillos, mirando fijamente el único punto en el que nuestros cuerpos se tocaban. Se produjo una larga pausa entre nosotros, ninguno de los dos habló o se movió. Mordiéndome el labio, me ponía más ansiosa con cada segundo que pasaba, finalmente sentí una oleada de alivio cuando me miró de nuevo. —No creo que el hombre encapuchado sea real, Alex. Me he dado cuenta de un patrón con tus recuerdos, un patrón que está ligado estrechamente a tus emociones. Se ajusta a todo lo que creo acerca de lo que está pasando contigo. —Hablando en voz baja, sus palabras eran una confesión. No fue fácil para él decirme lo que tenía que decir y la dificultad era evidente en su expresión y la culpa en sus ojos. —Entonces, ¿qué está mal conmigo? Sonrió, pero la expresión no llegó a sus ojos para que fuera cierto, pero al menos hizo el intento. —No hay nada malo en ti. Simplemente me he dado cuenta de que tu hombre encapuchado solo parece aparecer cuando estás asustada o molesta... o cuando alguien te está haciendo daño. —Añadió la última parte en un susurro y apreté su mano para que siguiera hablando. Podía sentir la distancia que se estaba estableciendo entre nosotros, podía sentir su vacilación al continuar adelante con nuestra nueva relación. —¿CJ me hizo daño? Sus labios se detuvieron en una línea delgada y sacudió la cabeza negándose a responder mi pregunta. Mi corazón se rompió no solo por Jeremy, también por mí. Después de otro largo silencio, admitió: —Tengo mi diagnóstico, Alex. Ahora solo tengo que decidir cómo voy a tratarlo. Sin embargo, si me metes dentro del problema a causa de lo que hemos estado haciendo, voy a tener que dar un paso atrás. Sé que puedo ayudarte, así que no puedo correr el riesgo... Puse un dedo sobre su boca para callarlo. Deslizándome hacia abajo sobre su regazo, me senté a horcajadas poniendo mis piernas a cada lado de las suyas y pasé un brazo alrededor de su hombro para equilibrarme sobre él. Sus ojos se llenaron de lágrimas y me sorprendió el despliegue de emoción. Habría hecho cualquier cosa en ese momento para quitarle el dolor que le había causado. No era justo que estuviera herido por mí cuando todo lo que había intentado hacer era ayudarme. Alejando mi dedo, presioné mis labios contra los suyos, moviendo lentamente mi boca sobre la suya hasta que se abrió y me permitió profundizar el beso. Sus manos se movieron por mi espalda, suavemente tirándome hacia él. Estaba sin aliento para cuando aparté la cabeza y descansé mi frente contra la suya, mirándolo fijamente durante varios segundos antes de decir: —No voy a sanar sin ti, Doc. Si tenemos que encontrar otra manera de hacer esto, entonces está bien. Pero no voy a dejarte ir.

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—Alex... —No —le interrumpí tan pronto como sentí que iba a tratar de oponerse a lo que estaba diciendo—, vamos a hacer que esto funcione. Tenemos que hacerlo. Un fuerte zumbido sonó en la habitación y me sobresalté. Jeremy apretó sus brazos alrededor de mí. —Es solo el intercomunicador, hermosa. Cálmate. Sonreí y me reí de mi reacción. —Lo siento. Supongo que estoy un poco nerviosa por todo lo que acaba de suceder. —¿Dr. Hutchins? La voz de Terrie llegó por el intercomunicador, rota y llena de estática. —Dr. Hutchins, tenemos una pequeña emergencia, por favor conteste. Estirando la mano detrás de mí, Jeremy tomó el auricular del teléfono de la mesa y presionó un botón. —¿Qué necesitas, Terrie? Sus ojos se abrieron ampliamente y sujetó el teléfono con más fuerza en su mano. —Dile que salgo ahora mismo y estaré allí en breve. Te necesito para cuidar a la Srta. Sutton mientras estoy fuera. —Un breve momento de silencio y terminó la llamada—. Gracias, Terrie. Colocando el teléfono en su soporte, me miró. —¿Qué? —La ansiedad recorrió mi espina dorsal como un rayo de luz a lo largo—. ¿Qué sucede? —Tengo que salir por un rato. Pero Terrie estará aquí para cuidarte. Asintiendo, me alejé a de él rápidamente, sin saber cuánto tiempo pasaría antes de que Terrie entrara en la habitación. —¿Está todo bien? Parecía distraído mientras se levantaba de su silla. Lo seguí hasta la sala de terapia en la que acabábamos de estar y esperé pacientemente su respuesta. Recogiendo sus gafas de la mesa, las aseguró sobre su nariz y se pasó las manos por el cabello para alisarlo. —Todo está bien. Ha habido un incidente en una de las alas y tengo que ir a ver el problema. Sentí que se me paraba el corazón, mi cuerpo se estremeció donde estaba, como resultado del miedo que me atravesaba y los medicamentos que me había dado para la terapia. —¿Es una de las pacientes?

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Suspirando, cruzó la habitación para estar delante de mí. Tan pronto como estuvo a un brazo de distancia de mí tomó mis hombros y les dio un apretón reconfortante. —Todo está bien, Alex. Ninguna de tus amigas está en problemas y no ha pasado nada. La nueva paciente al parecer ha tenido algunos problemas de ajuste. La Dra. Ali está en su casa esta noche, así que tengo que ir a evaluar la situación y recetar los medicamentos que son necesarios para calmarla. Tomará un tiempo, así que asegúrate de quedarte con Terrie, ¿de acuerdo? Tragándome el miedo, asentí en respuesta. La puerta de la habitación se abrió y ambos nos giramos para mirar en la dirección de Terrie. Sonrió amablemente y esperó a que cruzara la habitación. Mientras caminábamos por los pasillos, me volví a mirar hacia atrás y vi como Jeremy se movía rápidamente en la dirección opuesta. —Bueno, Alex, supongo que voy a llevarte a la sala de recreación para ver a tus amigas, mientras que el Dr. Hutchins asiste a su otro asunto. Me tropecé con mis propios pies y me sentía mareada con cada paso que daba hacia adelante. Terrie me sujetó, llevándome a un banco en el lado del pasillo para que me sentara. —¿Te sientes bien? Su voz estaba llena de preocupación y hablé rápidamente para asegurarle que estaba bien. —Sí, creo que todavía estoy un poco desorientada por los medicamentos que me ha dado para la terapia. Voy a estar bien después de unos segundos. Asintió, frotando su mano en círculos en mi espalda. —Me he sentido desorientada durante el último par de horas. Debo estar agotada si el café que me ha hecho Lisa no ha sido suficiente para despertarme. Levantando la vista, me di cuenta de cómo sus ojos parecían vidriosos. —¿Segura de que no te estás enfermando, Terrie? Tus ojos no se ven muy bien. Se rio en voz baja. —Oh, cariño, tal vez es solo la edad que me está alcanzando. Vamos. No podemos quedarnos aquí para siempre. Moviéndose a través de los pasillos, reduje el ritmo, notando que Terrie podría tropezar con sus propios pies. Sus zapatos se arrastraban contra el suelo mientras se movía y seguí observándola para asegurarme de que estaba bien. Con cada paso, se fue debilitando hasta que nos aferramos la una a la otra para llegar al final del largo pasillo. Alcanzando finalmente las puertas, la respiración de Terrie sonaba áspera mientras luchaba por respirar. Su mano se cerró sobre su pecho y cayó de rodillas. Su cuerpo se estremecía con cada respiración forzada que hacía. Grité por ayuda.

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Dejándome caer de rodillas delante de ella, no dejé de gritar, desesperada porque alguien que me escuchara y viniera corriendo. Lisa giró por la esquina, moviéndose rápidamente para llegar a donde estábamos sentadas en el suelo. —¿Qué le has hecho? —Me lanzó una mirada mordaz, puso sus dedos en la garganta de Terrie para comprobar su pulso—. Mierda, creo que está teniendo un ataque al corazón. Alex, tienes que ir al ala y encontrar a alguien. ¡Ve ahora! Completamente en estado de shock por el colapso de Terrie, hice lo que me dijo, no recordando ni siquiera en pensar en la persona que me estaba diciendo que corriera. Mis pies golpearon debajo de mí, pero no era capaz de moverme con rapidez por los mareos que sentía. Puse mi mano en la pared mientras me movía, desesperada por mantenerme en pie a pesar de los continuos efectos de los fármacos que Jeremy había utilizado en mí durante la terapia. Al llegar al mostrador de la estación de la enfermera, estaba sin aliento y casi sin poder hablar. La enfermera Lara levantó la vista de la pantalla de su ordenador y corrió hacia donde estaba mirando sobre el escritorio. —¿Alex? —Ayuda... —Apenas podía pronunciar las palabras. Estaba demasiado asustada, demasiado consternada para hacerme con el control de mí misma—. Lisa necesita ayuda. El corazón de Terrie... —Respirando para tranquilizarme, apreté los dientes, desesperada por controlarme lo suficiente como para decirle a Lara que consiguiera ayuda—. Terrie está teniendo un ataque al corazón. Lara se fue hacia el pasillo, dejándome acurrucada sobre la estación de enfermeras. Mis piernas cedieron debajo de mí y cayeron al suelo dejando mi espalda contra la pared de la mesa. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y el torrente de sangre resultante sonaba como un trueno en mi cabeza. Con cada latido, mis pensamientos nadaban más y mis ojos perdían su enfoque. Sabía que era la adrenalina corriendo dentro de mí lo que hacía que la habitación se sintiera como si estuviera fuera de control. Respirando profundamente, ignoré el parpadeo de las luces y cerré los ojos en un intento de llevarme a un lugar en el que pudiera calmarme. Nada se movía a mí alrededor y me sofoqué por el extraño silencio en la sala. Una mano agarró una de mis muñecas y otra me tapó la boca. Abriendo mucho los ojos, le vi a Él. Con un temblor violento, las luces parpadearon en la habitación mientras mi visión se nublaba por el miedo. Podía sentir mi cuerpo debilitarse mientras luchaba por permanecer consciente. Grité y pataleé, apenas tocando la pierna del hombre y me devolvió el gesto con el puño, dejándome inconsciente y entregándome a la oscuridad.

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26 —B

ueno, bueno, bueno... Una profunda voz me despertó de mi sueño. Sentía la cabeza densa y pesada sobre los hombros. Mi cuello no era lo suficiente fuerte para girarla mientras

intentaba alzarla.

—Alex... —El nombre fue pronunciado despacio, con el humor y la amenaza combinados en el tono de su voz. —Despierta, despierta... —Un dedo se deslizó a lo largo de mi mandíbula y abrí los ojos de golpe ante la familiaridad de esas palabras. El rostro de Joe apareció ante mi vista y me sacudí hacia atrás, encontrando mis brazos esposados a los apoyabrazos de la silla. No podía dar patadas porque también tenía los pies atados. Joe sonrió. —Pelea todo lo que quieras, pero no irás a ninguna parte. —Se apoyó contra una pared con un pie cruzado sobre el otro. La habitación era pequeña, apenas lo suficientemente grande para alojar la silla en la que estaba sentada y el equipamiento médico que me enjaulaba en ambos lados. —¿Sabes dónde estás? —preguntó. Separándose de la pared, dio dos pasos hacia mí, riéndose cuando luché contra las restricciones. —Oh, mira la pobre Alex, atada y sola. ¿Qué vas a hacer ahora que nadie sabe dónde estás? Dos pasos más y estaba parado directamente frente a mí. Mi silla estaba recostada hacia atrás, como la silla de los dentistas y aunque no estaba del todo tumbada, aún estaba en una posición donde él tenía total acceso a cada parte de mí. —Es demasiado malo que Terrie no haya podido acompañarte todo el camino a través del pabellón, pero es como te ha dicho hoy Lisa en la sala de descanso: deberías tener cuidado con a quién haces enfadar. Todo mi cuerpo se tensó ante el nombre de Lisa y algo que Terrie me dijo era mi principal pensamiento.

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Me he sentido desorientada durante el último par de horas. Debo estar agotada si el café que me ha hecho Lisa no ha sido suficiente para despertarme. El entendimiento me atravesó cuando me di cuenta de que la salud de Terrie no era resultado de su edad, sino de algo que le habían puesto en la bebida. Joe continuó mirándome, sonriendo cuando con mi expresión empezó a quedar claro que había averiguado lo que habían hecho. —Ya era hora de que lo entendieras. —Pasando la punta del dedo por uno de mis pies, se rio cuando moví mi pie tan rápido como pude para apartarlo de su mano. Abrí la boca y grité. Joe permaneció perfectamente derecho, sonriendo ampliamente cuando mis cuerdas vocales fallaron y mi grito fue ahogado por el desgarro en el tejido de mi garganta. Levantando un dedo, lo movió de lado a lado y negó. —Deberías guardar tus fuerzas para más tarde. Gritarás un poco más en un rato. Pero hasta entonces... —Se movió a mi lado, riéndose al ver que me echaba para atrás todo lo que las restricciones me permitían. Las restricciones no me dejaban mucho espacio para moverme y solo estaba gastando la fuerza que tenía luchando contra ellas. Pulsó un botón en una máquina y un zumbido suave llenó la habitación. Alcanzando el botón, movió el selector de un lado a otro, el sonido en la habitación se volvía más alto o más suave con el movimiento de su mano. —¿Sabes?, de todos los lunáticos en este lugar, me has dado el mayor problema. Sabía que tu noviecito lo jodería en algún momento. Dejándote bajo el cuidado de Terrie todo el tiempo... —Se rió—. Llevó más tiempo de lo que esperaba pero al final te hemos separado de tu acompañante, ¿no es así? Me tembló la voz cuando pregunté: —¿Quiénes son nosotros? —No estaba segura si iba a sobrevivir a esto porque no tenía ni idea de qué intentaba hacer. Mi cabeza estaba sujeta a la silla por un aro de metal y no podía ver nada más que el frente de mi cuerpo y pies, con Joe y la maquinaria a mis lados. Esperaba mantenerlo el suficiente tiempo hablando, no solo para comprarme el suficiente tiempo para que Jeremy averiguase que no estaba con Terrie, también para obtener información que darle a Jeremy en el caso de que sobreviviese. —Sabes quiénes somos. Lo has sabido todo este tiempo. —Sonrió de nuevo y la locura dentro de él quedó en evidencia por la torcida expresión en su rostro y la demencia detrás de sus ojos. Extendiendo la mano, deslizó un dedo por mi pierna, empezando por la rodilla y continuando hasta el muslo. Traté de alejarme, pero me di por vencida en cuanto recordé que nunca sería capaz de romper las restricciones. —¿Tú y Emerson? —Mantenerlo hablando. Era lo único que podía hacer. Todo mi cuerpo estaba inmovilizado mientras seguía subiendo su dedo, deteniéndose un

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momento antes de pasarlo entre mis piernas. Salté con la sensación, completamente enferma de tenerlo tocándome en esa parte tan íntima. —Mírate, ya meneando tus caderas. Te gustan las pollas, ¿no? No puedes esperar para montarlo. —¡Que te follen! —Me atraganté con las palabras porque odiaba muchísimo a este hombre: su apariencia, su olor, cada puta cosa sobre él era desagradable y repugnante. Me imaginé lo malo que había sido para las otras chicas por la noche, atadas e indefensas mientras un hombre tan inmundo como Joe se salía con la suya con sus cuerpos. —Oh, tú me follarás, cariño. Solo espera. Ya que tenemos un poco de tiempo antes de que tu novio se dé cuente de que estás perdida, he decidido tener un poco de diversión. Estirando la mano por encima de mi cabeza, puso dos paletas delante de mí. Cuando las sujetó lo suficientemente juntas una pequeña chispa apareció entre las paletas. Abrí los ojos con sorpresa al darme cuenta de dónde estaba. —Joe... no, por favor no hagas esto. Ladeando la cabeza sonrió. —¿Sabes?, he observado realizarse este procedimiento en muchas pacientes aquí. Cada vez que una de ellas se alteraba o empezaba a alucinar, Ali les prescribía una pequeña descarga para traerlas de vuelta a la realidad. —Se pasó la lengua por el labio inferior— .Me daba cuenta de cómo sus cuerpos empezaban a tensarse, cada músculo estirándose hasta el punto del dolor. Las volvía tan apretadas y a menudo me he preguntado cómo se sentiría tener mi polla metida en una zorra cuando tiene esas sacudidas recorriendo su cuerpo. Otra corriente de electricidad corrió de nuevo entre las paletas antes de separarlas. Apartando la mirada de las paletas y mirándome fijamente, dijo: —Por supuesto, al principio mantendré una frecuencia baja. No me gustaría joderme en el proceso. Pero, ¿y si se siente bien? —Alzó las cejas—. Bueno supongo que haremos las descargas un poco más fuertes. Devolvió las paletas a donde sea que las había sacado por encima de mi cabeza. Bajó una de sus manos para acariciarse la polla por encima del pantalón, mientras metía la otra en un bolsillo para sacar una pequeña navaja. Me sobresalté cuando puso el pequeño trozo de metal junto a mi tobillo. —¿Qué estás haciendo Joe? Déjame ir. —Fue algo patético para decir. No tenía otra opción que suplicarle que me soltara. En el fondo de mi estómago sabía que nunca me dejaría ir, pero tenía que intentarlo. Tenía que hacer algo para convencerme de que no me daría por vencida tan fácilmente. Alzando la mirada hacia mí, sostuvo el cuchillo contra mi piel.

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—Ya te he dicho lo que voy a hacer. Y por suerte para mí, les importa una mierda las perras que dejan en este lugar. No tenemos fondos suficientes, Alex, solo equipamiento anticuado. Es una vergüenza, ¿no es así? Su sonrisa amenazadora me decía que no pensaba que fuera la situación vergonzosa que clamaba. —Con la mierda nueva que tienen allí fuera, esto no podría haber sido posible. Los estúpidos electrodos le quitan toda la diversión a las viejas formas de darle descargas a un paciente. Curvó los labios en una cruel sonrisa mientras tiraba del fondo de mi pantalón y usaba el cuchillo, deslizándolo hacia arriba por el material, para quitarlo de mi cuerpo. Pateé su mano, seguía sin poder moverme, pero tampoco era capaz de darme por vencida aún. —Ten cuidado, zorra. Da demasiadas patadas y puede que te cortes a ti misma. —Hundió la punta del cuchillo en mi pantorrilla y grité. Su risa enfermiza llenó la habitación, cuando mis llantos terminaron y siguió cortando la tela. Cuando había cortado todo hasta mi cadera, me rodeó para empezar con el otro lado. Liberando finalmente el material de mi cuerpo, sacó bruscamente el pantalón, rompiendo los laterales de mi ropa interior para quitarla también. Insertando un dedo gordo en mi interior, se rio cuando traté de escapar de su toque. No había manera y mis continuos intentos de pelear solo lo divertían más. —¿Eso se siente bien nena? Lo haré realmente bueno en unos segundos. — Sacando el dedo, lo chupó, haciendo un pequeño ruido cuando sacó la punta de la boca. Las lágrimas finalmente cayeron libres de mis ojos, las odiaba por delatar el miedo que me estaba asfixiando desde dentro. Quería ser fuerte, para al final poder defenderme contra el horrible abuso en este lugar, pero sabía que no había esperanza de salir de esta habitación. A los pocos minutos, Joe me había quitado el top, deslizando suavemente el cuchillo sobre mi piel cuando cortó el material. Ahora estaba expuesta totalmente a él y me temblaba el cuerpo por estar en una posición tan indefensa con un hombre al que odiaba más que a nada en el mundo. Tomó las paletas y las puso sobre mi cabeza, dejando que la electricidad pasase entre las dos paletas antes de bajar una a mi pezón del pecho derecho. Me sobresalté, esperando el repentino dolor de una descarga eléctrica. Cuando no ocurrió miré el transductor, preguntándome por qué no había sentido ningún dolor. Joe se rio. —Estúpida zorra. ¿No sabes nada de electricidad? Si no completo el circuito no recibes una descarga. —Sostuvo la otra paleta justo encima de mi pecho izquierdo y temblé bajo ella, incapaz de apartar los ojos del punto donde estaba colocada sobre mi piel.

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Pronunció la palabra descarga y presionó el transductor en mi pecho. Un dolor insoportable atravesó mi cuerpo y fue suficiente para forzar a que mi espalda se separarse de la silla. Cada uno de mis músculos se tensó hasta el punto donde pensé que podrían separarse del hueso. Mis dientes chocaron y el dolor atravesó mi mandíbula, el terrible crujido de hueso contra hueso estalló en mi cabeza y no sabía si era saliva o sangre por haberme mordido la punta de la lengua. Quitó las paletas y mi cuerpo colapsó contra la silla. —Ups. Eso ha sido un poco más fuerte de lo que esperaba. —Restregando su polla contra mi mano atada, se rio entre dientes y dijo: —Pero mira. Me has puesto tan malditamente duro. Tuve náuseas al notar su pene contra mi mano. Moviendo el transductor más abajo, lo deslizó por mi estómago para colocar una paleta entre mis piernas. —Estás agradable y húmeda aquí abajo. —Dejó salir una risa enfermiza—. Me pregunto lo doloroso que será con tus jugos corporales ayudando a llevar la carga. Sin tocar mi piel, se estiró para sostener la otra paleta en la base de mi pie. Con un golpe de muñeca la apoyó contra mi piel y toda la onda eléctrica me atravesó. Mi cuerpo se arqueó, se me abrió la boca con un grito silencioso y juro que pude sentir que todos los vasos sanguíneos de mi cuerpo estallaban dentro de mi piel. Una dulce rendición al velo de la muerte hubiese sido preferible al dolor que me estaba infligiendo. Sentía los ojos como si fuesen a salirse de mi cabeza y el tiempo se detuvo unos segundos mientras ola tras ola de descarga de electricidad me atravesaba. El dolor me agarraba en un asfixiante capullo, separándome de la realidad y recubriéndome dentro de un lugar donde no podía ver o pensar, saborear o escuchar. Mis sentidos se destruyeron en cuestión de segundos y cuando el dolor cesó, sentí que mi cuerpo caía a la silla. No podía abrir los ojos para ver dónde movería las paletas a continuación. No estaba segura que lo quisiese hacer. Algo fuerte y pesado se estrelló junto a mí, pero tenía demasiado dolor para abrir los ojos y ver qué había causado el sonido. Podría haber estado arrastrándose sobre mí, podría haber estado bajándose el pantalón para liberar la prueba de su excitación. No lo habría sabido porque estaba flotando en un lugar seguro, incapaz de interactuar con mi entorno, incapaz de hacer nada más que quedarme en el sitio donde podría pretender que nada podía herirme. Sentí que las ataduras de mis brazos y piernas se soltaban, y la correa de metal sobre mi cabeza apartada. Al final, fui levantada de la silla por muchas manos. Con cuidado fui puesta en un sitio para sentarme y mi cabeza rodó hacia un lado antes de que finalmente abriera los ojos. La voz alta de Joe rugió a través de la habitación mientras su cuerpo estaba siendo atado en la silla. Lesley y Michelle se movieron con rapidez para abrochar las restricciones mientras Sally permanecía a su lado con una barra de hierro en la mano.

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—¡Será mejor que te calmes idiota o Sally te dará otro golpe! —Julianne saltaba arriba y abajo al lado de Sally, riéndose y apuntando a Joe con una mano mientras agarraba su muñeca con la otra. Él tenía en la cabeza una mancha oscura que crecía en tamaño sobre su frente. No fue hasta que el líquido goteó del lado de su barbilla hasta el suelo que me di cuenta de que era sangre. Tenía la visión borrosa y la escena se enfocaba y desenfocaba, mientras las mujeres continuaban atándolo. Una vez inmovilizado en la silla. Sally soltó su arma improvisada, dejándola caer con fuerza en el suelo donde rodó sobre el resto de la base de la silla. Corrió hacia mí, arrodillándose para mirarme a los ojos. —¿Sigues con nosotras? Intenté hablar pero mi lengua había crecido en mi boca, haciéndome imposible decir una palabra. Asentí lentamente, gruñendo con el dolor irradiado que el movimiento impuso en mi cráneo. —Se encuentra bien, damas. Creo que hemos llegado a tiempo. —Levantándose, volvió al lado de la silla y preguntó—: ¿Deberíamos conseguir un doctor? Michelle se rio. —¿En este lugar? Sally asintió. —Buen punto. ¡Hagamos esto! Las mujeres se rieron como locas y a sus risas se le unieron los coros de la electricidad zumbando entre las paletas. Joe gritó, su voz subiendo y señalando el tormento de un hombre condenado. Julianne se movió hacia la máquina para jugar con el selector y se rieron mientras lo giraba a la izquierda para incrementar la fuerza de la corriente eléctrica, solo bajándola para aumentarla otra vez. El cuerpo de Joe convulsionó en la silla, mientras se turnaban pasándose las paletas. Finalmente le permitieron colapsar en la silla, riéndose al darse cuenta de que se había meado y cagado en el pantalón. —Bueno, esto es casi tan divertido como lo hubiese sido usarlo como tiro al blanco. —Lesley chocó la mano con Michelle y Julianne se agachó para recoger algo del suelo. —¡Cuchillo! —Levantando la pequeña navaja que Joe había usado en mí, se arrastró sobre su cuerpo y se puso a horcajadas sobre su abdomen—. Me gustan los cuchillos. ¡Son muy útiles! Las otras tres mujeres permanecieron atrás, sonriendo mientras Julianne le hacía algo que le hizo gritar aún más alto de lo que lo hizo cuando le golpearon —Voy a vomitar. —Sally corrió hacia la esquina de la habitación, apoyando el brazo en la pared y soltando arcadas. Julianne se enderezó, sosteniendo dos esferas ensangrentadas que parecían tener cuerdas. Girándolas alrededor, se rio mientras Michelle y Lesley miraban desde

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un lado de la habitación. Ambas mujeres se espantaron, pero finalmente se unieron al deleite de Julianne. La habitación siguió dándome vueltas, apareciendo y alejándose de mi vista mientras se me cerraban los párpados. Apenas podía respirar a través del dolor que sufría. Notando mi dolor, Michelle corrió hacia mí y se sentó, llevándome contra ella para que pudiera descansar la cabeza en su hombro. —No te duermas aún, nena. No vas a querer perderte esto. Lanzando los ojos de sus manos, Julianne saltó de la silla y sonrió. —¡Pelotas! Joe volvió a gritar y el sonido fue el más terrorífico que he oído nunca. Con unos rápidos golpes, Julianne le cortó los testículos mientras Lesley miraba y se reía como una loca. —¡Intenta ver con estos, zorra! Iba a vomitar. Entre los fármacos que aún me recorrían el cuerpo y el horror al que estaba involuntariamente despierta para observar, la adrenalina en mis venas estaba revolviéndome el estómago y llevando su contenido lentamente a mi garganta. Los ojos de Lesley llameaban con venganza y con un tono malévolo exclamó: —Es hora de acabar con esto, chicas. Tomando el cuchillo de Julianne, cortó la piel del pecho de Joe. Julianne recuperó la barra de hierro que Sally había estado sujetando antes, usándola para separar sus costillas, dándoles acceso a su corazón. Michelle y Sally la alentaron con sus gritos de ánimo. —¡Hazlo! ¡Hazlo! ¡Hazlo! Levantando la mirada, Lesley sonrió. —¡Siempre he querido ser médico! Sostuvo las paletas sobre el pecho de Joe, manteniendo su cuerpo atrás asegurándose de que no tocaba su piel. Asintiendo a Julianne dijo: —Máxima potencia, por favor. Julianne se movió hacia la máquina, girando el mando todo lo posible. Finalmente insertando las paletas en la cavidad torácica de Joe, Lesley gritó: —¡Despejen! Un zumbido eléctrico perforó el aire, el cuerpo de Joe se arqueó en un ángulo inhumano y la electricidad en la habitación, ahora sobrecargada al usar la máxima potencia de la máquina, tuvo un cortocircuito. Las mujeres se reían mientras Joe gritaba, su muerte fue dura mientras las bombillas estallaban sobre nuestras cabezas, bañándonos en cristales rotos e inundando la habitación en oscuridad.

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27 E

l pitido constante y rítmico en la habitación me molestaba. Era un sonido agudo que iba y venía, que me despertaba de mi sueño profundo sólo para después desaparecer y permitirme volver a dormirme otra vez. Subiendo y bajando, luché para salir del oscuro y vago estupor que mantenía cautivo a mi cuerpo. El calor se movió sobre la piel de mi brazo, una mano fuerte agarrando la mía, cubriendo mis dedos y apretándolos para hacerme saber, que alguien estaba allí. No me hubiera importado si el agarre hubiera sido más fuerte, el dolor nunca podría haber competido con lo que estaba sintiendo por todo mi cuerpo. —¿Alex? Una voz profunda, su cadencia y tono me tranquilizaron hasta llegar a un estado de comodidad. Una sensación de seguridad se apoderó de mí e intenté más fuerte abrir los ojos y recuperar la conciencia de mi entorno. Un beso ligero en mi mano y volvió a hablar. —Vamos, pequeña. Sé que eres una luchadora. Abre tus hermosos ojos y mírame. Mis párpados revolotearon y se cerraron, sintiéndose forzados por alguna fuerza inmóvil. Luché contra ella, desesperada por ver a la persona que reconocía, y que estaba sentada a mi lado. Abriendo la boca, traté de decir su nombre, pero tenía algo en la boca que me impedía hablar. —Shhh. No trates de hablar, pequeña. No voy a poder entenderte porque tienes vendada la lengua. Sentí que sus nudillos acariciaban suavemente mi mejilla y apartó el cabello de mi rostro. Finalmente forzándome a abrir los ojos, tuve que entrecerrarlos por la luz de la habitación, gimiendo por el dolor que sentí cuando recuperé la conciencia. —Les diré a los enfermeros que le traigan más analgésicos. Ya ha pasado mucho tiempo desde que tomó su última dosis. —Era una voz grave la que hablaba, una que tenía acento sureño. Mi cuerpo se iluminó al oír el sonido, y mi corazón comenzó a latir un poco más rápido al saber quién más estaba a mi lado en la habitación.

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Girando la cabeza, me estremecí cuando el dolor de cabeza se intensificó. No podía enfocar la vista, pero todavía podía reconocer los hermosos ojos de mi hermano. —Hola. Ya era hora que despertaras —bromeó—, he estado sentado junto a ti todo el día. —Se movió en su silla fingiendo no poder estar cómodo—. Ya me duele el culo por estar sentado tanto tiempo. Su sonrisa juguetona me hizo sonreír, e incluso el pequeño cambio en mi expresión fue suficiente para intensificar el dolor otra vez. Un movimiento en mi visión periférica me llamó la atención y me obligué a moverme para poder ver quién había entrado a la habitación. Como si no hubiera dormido durante días, Jeremy estaba apoyado contra el marco de la puerta, mirando fijamente a medida que me despertaba de ese abismo en el que me había absorto previamente hasta dejarme inconsciente. Las enfermeras pasaron a su lado y entraron al cuarto, una para comprobar mis signos vitales y la otra para inyectarme algo a través de una máquina que había a mi lado. El alivio inmediato del dolor me hizo poder respirar. Sonreí y me quedé dormida, sintiéndome felizmente normal una vez más. *** —Alex... —Una mano me rozó la frente—. Vamos, niña hermosa, abre los ojos y mírame. Has estado durmiendo demasiado tiempo. Esta vez fue más fácil despertarme. El dolor que me había recibido, la última vez que se había dispersado, desvanecido y no quedaba nada más que un recuerdo lejano. —¿Jeremy? Parecía tranquilo. Sentado a mi lado con un libro en su regazo. Fue sorprendente verlo sin el típico pantalón y chaqueta de doctor. En cambio, llevaba puesto nada más que una simple camiseta y vaqueros. Su cabello ondulado estaba despeinado, enmarcando su rostro y dándole un aire juvenil. Me pregunté si así se veía en la escuela secundaria o la universidad, en los días antes de que adquiriera el comportamiento frío y sereno de un científico que tenía que mantener la distancia de la gente a la que estudiaba. —Hola. —Golpeándome la nariz con su dedo, sonrió—. Qué bueno ver que finalmente has decidido unirte a mí otra vez. Has estado inconsciente durante casi 24 horas. Mis pensamientos no se quedaban quietos, un par de recuerdos iban a la deriva en mi mente consciente. Dolían, y el monitor del ritmo cardíaco se aceleró con la ansiedad que comenzó a subir por mi columna vertebral a medida que los dedos delgados se arrastraban y extendían el temor que me sobrecogía cuando recordaba lo que había sucedido. Levantándome enseguida, sentí el peso del mundo sobre mis hombros y Jeremy me atrapó, ayudándome suavemente para volver a acostarme y apoyar la cabeza en la pila de almohadas detrás de mí.

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—Joe... —Los recuerdos no eran claros, pero tenía unos cuantos como para recordar lo que ocurrió en el asilo la última vez que había estado consciente. La expresión de Jeremy fue de compasión, la ira apareció detrás de sus ojos, pero fue rápidamente reemplazada por la preocupación. —Ya no tendrás que volver a preocuparte por él, jamás. Pero no fue el miedo lo que me hizo decir el nombre de Joe, fue la sensación de que había algo más... algo escondido detrás de la sombra. No podía recordar exactamente qué, no pude sostenerlo en mis pensamientos el tiempo suficiente como para entender lo que mi mente estaba tratando de recordar. —¿Cómo te sientes, Alex? La mano de Jeremy se deslizó suavemente por mi cabello, sus ojos se encontraron con los míos mientras esperaba mi respuesta. —Dolorida, pero aparte de eso, me siento bien. —Parpadeando para despertarme y salir de la bruma del sueño, recordé que Jeremy no había estado en ese asiento la última vez que había abierto los ojos. —¿Dain todavía está aquí? Jeremy sonrió. —Se ha ido a casa a dormir un poco. Después de que se enterara del incidente en la institución, no ha salido de tu habitación. Al final le he convencido para que se fuera a casa hace unas horas. Comencé a recordar un poco y otro recuerdo se formó dentro de mis pensamientos, haciendo mi aprehensión aún más grande. —¿Terrie está bien? —Era difícil hablar con el algodón en la boca y esperaba que Jeremy pudiera entenderme a pesar de mis palabras sofocadas. —Está bien. Tuvo un pequeño infarto, pero se va a recuperar muy bien. —No fue un infarto. El sonido del monitor se aceleró junto con mi corazón. Jeremy frunció el ceño al oír el sonido, pero mantuvo su voz relajada esforzándose por tranquilizarme. —Alex, ella está bien. No podía dejar de temblar y necesitaba respuestas con el fin de liberarme del miedo que había sido mi compañero constante desde que había despertado en el asilo. —¿Esta…? —Contuve la respiración, ralentizando así el ritmo de mis pulmones para poder disminuir los latidos de mi corazón—. ¿Joe está muerto? Jeremy asintió, levantando una ceja cuando finalmente respondió: —Tienes que agradecerle a cuatro mujeres cuando vuelvas a la institución. Si no fuera por ellas, no creo que estuvieras aquí conmigo ahora. Una sombra cruzó por encima de su expresión y sus ojos se nublaron con culpa.

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—No debería haberte dejado. Pensé que con Terrie estarías a salvo, pero... —Sus dedos se enredaron con los míos, su pulgar me acarició los nudillos en la forma típica que siempre hacía cuando me agarraba la mano—. En fin, me voy a asegurar de no volver a cometer el mismo error otra vez. Gracias a las acciones de tus amigas, Joe ya no será un problema. —¿Están en problemas por lo que hicieron? Sus labios se curvaron en una sonrisa divertida. —No. Teniendo en cuenta todo lo que pasó, no. Estoy un poco preocupado por cuánto se pasaron al tratar de evitar que Joe te hiciera daño, pero supongo que es de esperarse cuando tratas con pacientes psiquiátricos. Apretando mi mano para tranquilizarme, sonrió. —No sólo no se van a meter en problemas por lo que hicieron, sino que les darán más privilegios como agradecimiento por mi parte. He pensado que disfrutarían más tiempo al aire libre durante el día y cada una tendrá una semana entera para elegir lo que van a ver en la televisión en la sala de recreación. La semana de Julianne ha empezado esta mañana... —Se rio entre dientes—. El resto de los pacientes parecen disfrutar del canal de dibujos animados ahora que se les está obligando a verlo. Incluso Lesley y Michelle se ríen cuando algo, o alguien, sale volando. —Puso los ojos en blanco. Sonreí y me dolió hacerlo. —Eso suena típico de ellas. —Bueno, ha sucedido algo más interesante desde que decidiste tomar una larga siesta. —Me guiñó un ojo—. El marido de Sally fue contactado como resultado del incidente. Sólo hablé con él brevemente y quiere ver a su esposa. Recogí alguna información interesante de él, y aunque a Sally nunca se le permitirá dejar el asilo por sus crímenes, él aún la ama profundamente y nos ha pedido permiso para venir a visitarla. —¿Por qué de repente ha cambiado de idea? —No se lo he preguntado, estaba demasiado preocupado por volver a estar aquí contigo. No me he ido desde entonces. —¿Quieres que te diga lo que pasó? —No quería hablar de eso, no quería volver a vivir el terror y el dolor de mi tiempo a solas con Joe, pero sentí como si hubiera algo colgando entre nosotros, que sólo se levantaría una vez que hubiéramos dado todos los detalles. —Habrá mucho tiempo para eso más tarde. Por ahora, sólo quiero que descanses y vuelvas a tu estado normal. No hay lesiones permanentes y todo es de menor riesgo en comparación con lo que podría haber sido. —Extendió la mano para acariciarme la sien con su pulgar—. Tienes algunos cortes y contusiones, pero sanarás.

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Dejó de hablar y el silencio entre nosotros se extendió como una manta gruesa y sofocante. La distancia que crecía entre nosotros era palpable. Él se alejaba, pero me negué a permitir que eso sucediera. —¿Qué pasa, Jeremy? Otro momento de silencio y finalmente respondió: —No puedo evitar sentir que esto es mi culpa. Te había dejado en una posición comprometida a causa de los fármacos que había utilizado para la terapia. Se me debería haber ocurrido decirle a Terrie que te dejara en la sala de terapia. Yo… Poniendo mi mano en su rodilla, alejé su atención de culparse a sí mismo. No lo culpaba. No había ninguna razón por la que debiera torturarse por una situación que estaba fuera de su control. Había sobrevivido y Joe nunca volvería a ser un problema. Pero había una cosa que necesitaba saber, una pieza de información que respondía a una pregunta que pesaba mucho, no sólo sobre mis hombros, sino sobre los de Jeremy y los de Dain también. —Tengo que decirte algo, Jeremy… —No quiero hablar de eso esta noche, Alex. Quiero darte un poco de tiempo para que te recuperes. —Jeremy, es importante. Joe era el hombre encapuchado. Lo vi cuando me llevó después que Terrie colapsara. Sus ojos se abrieron cuando escupí lo que tenía que decir. Sentado en su silla, buscó algo en mi rostro, pero no parecía encontrarlo. —Lo que estás diciendo no es posible, Alex. ¿Seguro que lo viste en la sala? —Sí. —Tosí cuando el vendaje en mi boca se movió. Rompiéndolo con la lengua, lo saqué de mi boca para que me resultara más sencillo hablar. Los ojos de Jeremy se estrecharon al reaccionar, pero no me regañó por habérmela quitado. —Él fue quien me golpeó y cuando me desperté con Joe, me di cuenta de que tenía que ser la misma persona. La piel entre los ojos de Jeremy se arrugó, su mano agarró la mía más fuerte, suspirando ya resignado. —Alex, escucha… Dain y yo no íbamos a decirte esto de inmediato porque queríamos darte tiempo para llegar a un acuerdo con todo. —Se detuvo un instante, luchando por encontrar la forma de decirme algo que le preocupaba que fuera a causarme más daño que otra cosa—. Tu hermano ha encontrado a Jay. No estabas imaginando a un hombre encapuchado antes de venir al asilo. Estabas siendo acosada. Por lo que descubrieron en su casa, hay una fuerte posibilidad de que él fuera responsable de las muertes de Bobby Arrington y Chase Wallace. —¿Qué? —Mi presión arterial se disparó y mi aliento quedó atascado en mi garganta. La máquina por encima de mi cabeza sonó frenéticamente, como una bomba

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a punto de explotar. Jeremy miró a la máquina, con el ceño fruncido por lo que los números le estaban diciendo—. ¿Estaba siendo acosada? —Alex, deberíamos hablar de esto más tarde. Tus signos vitales son... —A la mierda mis signos vitales. Si Jay es real, entonces, ¿cómo demonios se estaba metiendo en el asilo? —Adquiriendo un repentino interés en sus zapatos, se negó a mirarme—. Jeremy, dímelo. Finalmente alzó la vista, mirándome fijamente con sus ojos color zafiro. —Es imposible que hubiera irrumpido en el asilo, porque Jay ha estado muerto durante los últimos seis meses, por lo menos.

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28 CUATRO MESES DESPUES

—D

espués de seguir las actividades de Jay Harrison después de su decimoctavo cumpleaños, pude localizar una pequeña granja en las afueras del estado. Su familia había estado suministrándole efectivo para mantenerlo y tenía las cuentas de luz, agua y otros servicios pagados bajo el nombre de una compañía con el fin de ocultar el nombre del ocupante de la casa. Tras el descubrimiento de esa información, me dirigí a la casa para ver si podía determinar la identidad del ocupante. Cuando caminaba por el perímetro pude observar por una ventana descubierta. Noté lo que parecía ser un cuerpo humano en un avanzado estado de descomposición. Las autoridades locales fueron notificadas. Al llegar a la escena, consiguieron acceso al edificio y verificaron que había un cuerpo humano en el interior. Dain estaba sentado en el estrado de testigos al frente de la gran sala del juzgado. Su rostro era una máscara de profesionalismo, y por primera vez en mi vida pude ver a mi hermano en su elemento. Ya no era el chico engreído y arrogante que había sido cuando éramos niños y tampoco el hermano preocupado que se sentaba al otro lado de mí en la mesa de visitantes de una institución mental, ahora era un rostro íntegro y orgulloso, un detective que, con su trabajo duro y auto sacrificio, había podido usar sus talentos para proteger a la gente que amaba. Era fuerte, estaba seguro de sí mismo y sobre todo, era humilde. Era el hombre que jamás imaginé que llegaría a ser cuando creciera. Mis padres hubieran estado orgullosos de estar a su lado cuando se graduó de la academia, y sus corazones hubieran estallado de alegría cuando fue promocionado dentro de la organización para convertirse en el detective más joven en la historia de la ciudad. Pero más que eso, mis padres le hubieran agradecido que finalmente me liberara de la sospecha de asesinato que me puso en un manicomio en primer lugar. Sentada en la mesa del acusado, ignoré los murmullos del abogado sentado a mi izquierda y deseé poder estirarme y sujetar la mano del doctor que sabía que estaba sentado en un banco detrás de mí. Hoy me liberaría, manteniendo la promesa de curarme del trauma y la pesadilla constante que se había convertido en el tema principal de mi vida.

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No era justo. De joven había sido dejada al cuidado de un monstruo, uno que había sido exiliado y desechado, que había sido despojado de los privilegios que le proporcionarían unos padres ricos e influyentes. Me había culpado a mí por la destrucción de su vida, pero como estaba obsesionado, no pudo decidirse a matarme. Me quería destrozada y destruida, tirada a un lado y olvidada, pero aún viva para sufrir las consecuencias de los crímenes que había cometido en mi lugar. —Después de asegurar los restos, el médico forense pudo identificar al Sr. Harrison basándose en los registros dentales. La causa de la muerte es desconocida, de acuerdo con el informe del médico forense, debido al avanzado estado de descomposición. —El juez se inclinó en su silla, escuchando atentamente la cronología de los eventos que habían llevado a esta audiencia. No estábamos aquí para determinar si yo era o no culpable de un crimen, sino para determinar si me quedaría bajo la tutela del estado por las deficiencias cognitivas resultantes que había desarrollado, en respuesta a los repetidos traumas que había sufrido—. Una vez que el cuerpo fue asegurado y localizado, la casa fue considerada como una escena de crimen debido a la causa desconocida de muerte. Fotografías y otras evidencias fueron encontradas en la casa, vinculando al Sr. Harrison no solo con el acoso a la Srta. Sutton, sino también con los asesinatos de Bobby Arrington y Chase Wallace. Aún no estamos seguros de sus motivos para cometer los asesinatos, sin embargo no creo que sea un factor que necesite ser discutido hoy. El abogado del estado, el hombre que representaba a la agencia a cargo del bienestar humano y la familia, se situó en el podio central. Su traje gris estaba bien planchado y su cabello estaba peinado de lado en un esfuerzo por ocultar la calvicie que todavía era notoriamente evidente independientemente del peinado. —Sr. Sutton, ¿está aquí como representante del departamento de policía? —No, señor. —Dain fue rápido en contestar la pregunta porque lo quiso dejar claro, aunque él había sido quien encontrara a Jay, no había sido parte de la investigación—. Estoy testificando hoy como familiar de mi hermana, Alexandra Sutton. —Y es consciente de la propuesta que se ha establecido para que su hermana continúe en el plan de cuidados del Dr. Jeremy Hutchins. —Sí señor. —¿Está de acuerdo con el plan que ha sido establecido por el Dr. Hutchins? —Sí, señor. —Gracias Sr. Sutton. El estado no tiene más preguntas. El juez tomó la palabra, su voz autoritaria resonando a través del gran espacio. —¿El abogado de la Srta. Sutton tiene alguna pregunta para el Sr. Sutton antes de que baje del estrado? Mi abogado se levantó de su silla.

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—No, señoría. —Sr. Sutton, puede bajar del estrado. Que el Estado llame a su siguiente testigo. —El Estado llama al Dr. Jeremy Hutchins. Odiaba la formalidad del procedimiento, me molestaba a pesar de las advertencias y la preparación por la que había pasado con Dain y Jeremy. Odiaba no poder hablar por mí misma. Sin embargo, aún era la persona loca, aún la mujer que a pesar de estar viva y poder pensar por sí misma, no se podía confiar en que sabría cuáles eran sus mejores intereses. Agradecí a Dios tanto por mi hermano como por Jeremy. Tenía a dos hombres fuertes a mi lado, uno que era familia y uno que, algún día, se convertiría en familia. Jeremy caminó a través de la sala del tribunal con el suave contoneo que siempre le daba vida al calor y al deseo que tenía dentro de mí. Habíamos pasado los últimos cuatro meses continuando mi terapia, pero también estábamos desarrollando una relación que florecía en un romance duradero y sensual. Me había hecho promesas en esos momentos de calma, promesas que sabía que iba a cumplir. Después de tomar su asiento en el estrado de testigos, hizo el juramento. Sus ojos aletearon hacia mí brevemente y tuve que luchar por contener la sonrisa. Nadie podía saber sobre nosotros, no hasta el día en que me consideraran curada de los problemas que seguían molestándome. Tomaría tiempo. Jeremy me lo había advertido. Pero no me importaban las reuniones clandestinas, esos breves momentos donde nuestros cuerpos se unían y nuestros corazones se llenaban de una furia de lujuria sexual y amor sin aliento. Solo mirarlo desde el otro lado del cuarto era suficiente para dejarme sin palabras. Era demasiado hermoso para observar y había sido difícil ocultar mis sentimientos cuando atrapaba un vistazo suyo en las alas. —Buenas tardes, Dr. Hutchins. —Buenas tardes. —Su voz era firme y serena, confiada, con una nota de sensualidad que había llamado la atención de algunas mujeres sentadas en el cuarto. —Comencemos hoy repasando sus calificaciones como experto en este asunto. Jeremy recitó a toda prisa la cronología de los estudios que había acumulado en su vida. Su educación, sus prácticas, sus residencias hospitalarias, los numerosos puestos de trabajo que había ocupado mientras escalaba la escalera del éxito, todo lo que había logrado en su vida que con el tiempo le llevó al lugar donde se convertiría no solo en mi médico, sino también en mi amante. —Gracias, doctor. —El abogado jugueteó con sus notas, sin preocuparse por mi vida o mi persona. Solo estaba haciendo su trabajo diario para cobrar su cheque y continuar. Estaba perfectamente bien con eso siempre y cuando permaneciera en las manos capaces de Jeremy. —¿Puede por favor explicarle al tribunal sus conclusiones sobre las funciones cognitivas actuales de la Srta. Sutton? El tribunal permite una narración para esta parte del procedimiento con el fin de ahorrar tiempo. Como tal, explique lo que sabe

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de la Srta. Sutton y también sus recomendaciones en cuanto a la continuidad de la terapia. Jeremy relató cómo obtuvo el cargo de psiquiatra principal de la Institución Statham para criminales psicóticos. Detalló mi terapia y la información que obtuvo como resultado de los procedimientos terapéuticos que había desarrollado. Estaba orgulloso de haber desarrollado un método de tratamiento que era reconocido y admirado por algunos de los psiquiatras más reconocidos del país. Sus métodos serían implementados en varias instituciones como una herramienta efectiva para pacientes que sufrían enfermedades horrorosas como la mía. Después de que la noticia de su plan de diagnóstico y tratamiento se hiciese público, a Jeremy le habían ofrecido un puesto de administración en una institución privada y elegante muy bien financiada. Su nombre se había hecho famoso en la comunidad psiquiátrica. Su posición recién adquirida en otra institución fue el motivo de la audiencia de hoy. Si Dain podía ser declarado como mi tutor, y si podía liberarme de las sospechas de culpa en el asesinato de Emerson y Joe como resultado de mi locura, Jeremy podría ser capaz de sacarme del asilo con el fin de continuar tratándome en una nueva institución. —Con base en la información que hemos logrado recopilar de la Srta. Sutton durante las sesiones de terapia, se hizo evidente que nos encontrábamos ante una base cognitiva frágil construida sobre recuerdos reprimidos, como resultado de un traumatismo significativo y repetitivo en el curso de su vida. La lesión posterior sufrida por la Srta. Sutton como resultado del accidente automovilístico donde murieron sus padres, complicó aún más las cosas y dejó a sus médicos con un diagnóstico de amnesia anterógrada. No condeno a esos médicos por el diagnóstico, ya que la sintomatología era muy similar a la de una persona que sufre de ese desorden. Adicionalmente, creo que la Srta. Sutton sí tenía una forma pasiva de amnesia que se resolvió antes de ser institucionalizada. —¿Está diciendo que la señora Sutton no es mentalmente deficiente? —No señor. Como resultado de la continua terapia y los eventos que ocurrieron durante su encierro en Statham, se descubrió que la Srta. Sutton sufre de una compleja variedad de desórdenes, los problemas de comorbilidad2 sólo sirvieron para incrementar la severidad de su disfunción. —¿Puede decirle al tribunal todo el espectro de trastornos que cree que sufre la Srta. Sutton? Aquí venía la parte divertida. Jeremy estaba a punto de soltar una letanía de desórdenes que, de acuerdo con los psiquiatras alrededor del país, apenas eran considerados posibles o incluso probables. —Creo que la Srta. Sutton sufre de trastorno de estrés postraumático, depresión, junto con una forma de fuga disociada, o probablemente, un trastorno de identidad disociada. 2

Comorbilidad: La presencia de uno o más trastornos además del trastorno principal.

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—¿Para las personas en el tribunal, puede explicar el término “trastorno de identidad disociada”? —Las personas en la corte podrían entender el término anticuado, usado como: Trastorno de Personalidad Múltiple. Los ojos del juez se abrieron como grandes esferas. Me miró rápidamente, pero incluso en ese breve segundo pude escuchar lo que estaba pensando: era una lunática. El abogado se movió inquieto. —¿Está diciéndole al tribunal que la Srta. Sutton cree que es otra persona? ¿Usa diversos nombres, se viste de manera diferente? Jeremy se rio. —No. Aunque no muy bien investigado ni entendido, el trastorno no siempre funciona de la forma en que Hollywood nos hace creer. Sin embargo, mi base para el diagnóstico es la participación de la Srta. Sutton en la muerte de Emerson Stone y Joe Hathaway durante su encierro. Durante ambos eventos y en el momento en que la Srta. Sutton se sintió amenazada por los miembros del personal, ella creyó ver al Sr. Harrison, a quien se refería como “El hombre encapuchado”. En el caso de la muerte de Emerson, la señora Sutton fue incapaz de recordar los eventos, pero aseguró que su muerte fue provocada por el hombre encapuchado, cuando, de hecho fue por mano de la Srta. Sutton. El Trastorno de identidad disociada puede ser diagnosticado cuando un paciente tiene periodos de pérdida de memoria, momentos en su vida en los cuales no pueden explicar su participación. En el caso de Alex, cuando se asustó, se convirtió en su acosador y asesinó a Emerson. Sin embargo, y debo subrayar esto: la Srta. Sutton jamás tomó la personalidad del Sr. Harrison. Nunca dijo que era él. Creyó verlo y, como resultado, he incluido la posibilidad de que su condición sea una fuga disociada, lo que podría explicar los periodos donde no puede recordar sus acciones. Aún estamos en un proceso terapéutico con el fin de determinar qué diagnóstico es el más acertado. —Ya veo. Bueno, no soy un experto en su campo, Sr. Hutchins, así que no discutiré sus opiniones o conclusiones. ¿Cuál es su recomendación sobre la continuación de la terapia de la Srta. Sutton? Y por favor, también explique a la corte su opinión sobre el pronóstico esperado para la Srta. Sutton. —Recomiendo continuar terapia bajo mi cuidado. Voy a renunciar a mi posición en la Institución Statham y solicito al tribunal que me permita trasladar a la Srta. Sutton a la institución en la que voy a estar desempeñándome como Psiquiatra Directivo. Tengo la esperanza de que el seguimiento de la terapia hará que las deficiencias cognitivas de la Srta. Sutton se resuelvan y sus funciones se restablezcan a niveles saludables y normales. El juez se aclaró la garganta. —Dr. Hutchins, ¿si le permitiéramos llevarse a su paciente con usted, quién cuidaría de la suma significativa de dinero que permanece en el fideicomiso establecido por sus padres?

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Jeremy sonrió. —Su tutor, si se decide que sea su hermano, Dain Sutton, seguirá manteniendo el fideicomiso hasta el momento en que la Srta. Sutton alcance la edad requerida por el fideicomiso. Una vez que la Srta. Sutton retome su nivel normal de función cognitiva, se suspenderá la atención psiquiátrica y se le concederá el acceso completo y el control de las finanzas que han sido reservadas para su futuro. —Gracias, doctor. —El juez se echó hacia atrás en su silla y miró al abogado del estado—. ¿Hay alguna pregunta adicional por parte del Estado? —No, señoría. —¿El abogado de la Srta. Sutton tiene alguna pregunta que hacerle al Dr. Hutchins? Poniéndose de pie, mi abogado se alisó el traje. —No, señoría. Estoy satisfecho con el testimonio entregado. Girándose hacia Jeremy, el juez ordenó: —Puede bajar del estrado, Dr. Hutchins. Se movió como un bailarín mientras caminaba por la sala. Retorciéndome en mi asiento, tenía esperanza de que el juez concediera las mociones presentadas por el Estado y estuviera de acuerdo con mi abogado. A pesar de que todavía era considerada un peligro para mí misma y para los demás, ya no se me consideraba una criminal despiadada que debería estar encerrada y nunca jamás mencionada. Era una víctima como Bobby y Chase. Me sentía vindicada, si no por otra cosa, por saber eso. Jeremy ocupó su asiento en el banco detrás de mí e inspiré profundamente, con la esperanza de captar algo del olor a madera y masculino de su colonia. Sentado en su puesto, con los codos sobre el escritorio, el Juez miró a los abogados. —Ya que no hay objeciones a las recomendaciones del Dr. Hutchins, voy a conceder la Moción de Tutela y asignar todos los derechos y deberes de esa posición al Sr. Dain Sutton. Además, la Srta. Sutton ha sido liberada de todo comportamiento criminal debido a la nueva información relativa a Jay Harrison. Como tal, no veo razón para que permanezca encerrada en la Institución Statham. La Corte mantendrá jurisdicción cuando se trate del bienestar de la Srta. Sutton, sin embargo, me siento cómodo dejando las decisiones correspondientes a su futura atención médica en las manos del Sr. Sutton y del Dr. Hutchins. El tribunal levanta la sesión. Un rápido golpe de martillo y mi corazón saltó hasta la garganta, impulsado por la felicidad que fluía en mi cuerpo y vibraba en mis venas. Finalmente, era libre.

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29 M

is manos estaban atadas por encima de mi cabeza, las correas de cuero acolchadas restringiendo mis muñecas estaban enganchadas a un aro en el techo de la sala de terapia. Mi cuerpo estaba completamente desnudo, ni una prenda de ropa que me cubriera de los ojos del doctor que se apoyaba casualmente contra una pared. La habitación estaba helada, las luces aún parpadeando encima de nuestras cabezas, porque el estado no le concedería a la institución suficientes fondos para contratar a un electricista competente. Jeremy levantó la vista de su bloc de notas, permitiendo que sus ojos se movieran lentamente sobre mi cuerpo, pretendiendo tomar notas cuando su mirada llegó a mis pechos y otras zonas íntimas. Me encantó estar expuesta ante él, me encantaba la sensación de impotencia que creaba dentro de mí el estar atada de esta manera. —¿Ves alguna persona en esta sala, aparte de mí? —No, doctor. Después de colocar su bloc de notas en una mesa a su lado, me miró de arriba abajo una vez más. Quitándose la bata blanca, la colocó sobre la mesa y me deleité con la forma en que su cuerpo se veía bajo la apretada camiseta negra que había metido en sus pantalones grises. Sus gafas de montura metálica le cubrían los ojos y su cabello ondulado color marrón oscuro había crecido lo suficiente para llegar a la cima de sus anchos hombros. Un pecho fuerte que se inclinada hacia abajo en una cintura delgada, sentado encima de unas caderas esbeltas que conducían a gruesas piernas fuertes. Era la perfección, llevaba puestos su inteligencia y su honor como una segunda piel, acentuando aún más la belleza masculina de su rostro y cuerpo. Mis pechos se apretaron en respuesta al frío en la habitación y el calor que se agitó dentro de mí cuando me imaginé lo que iba a encontrar debajo del corte estilizado de su ropa. —¿Estás asustada, pequeña? —Sonrió y un hoyuelo se marcó en su mejilla. Mis muslos se apretaron en respuesta a la sensual calidad oscura de su voz. —Sí, doctor.

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Apartándose de la pared y dando un paso adelante, se acercó a mí, deteniéndose justo antes de estar lo suficientemente cerca para rozar su cuerpo contra el mío. Lentamente me rodeó, fingiendo examinar cada parte de mí. Me estremecí, tratando de mantener mis ojos en él mientras se movía, pero lo perdí de vista cuando se quedó detrás de mí. Arrastró la punta de su dedo a lo largo de la curva de mi trasero. Salté y me regañó. —Deje de moverse, Srta. Sutton. La terapia no funcionará si usted no se somete... —se inclinó hacia mí colocando sus labios junto a mi oído y dejándoles hacerme cosquillas en el lóbulo—… a cada una de mis demandas. Unos escalofríos recorrieron mi cuerpo, mi piel hormigueaba en anticipación de su toque. —He estado revisando los informes más recientes de su comportamiento, Srta. Sutton, y no estoy contento con sus episodios de insubordinación. —Golpeó mi trasero y la picadura resonó a través de mi cuerpo, formando humedad entre mis piernas y haciendo que mi aliento se estremeciera fuera de mis pulmones. —No estoy seguro de que pueda recomendar que sea liberada de mi cuidado, no hasta que aprenda a controlar sus... necesidades. —Su boca estaba contra mi nuca, me rodeó con sus manos para masajear los pezones de mis pechos hasta convertirlos en apretadas y doloridas puntas. —Creo que tendremos que pensar una manera para que pueda compensar sus transgresiones. —Sea suave, doctor. —Apenas podía hablar, las palabras salieron rotas y sin aliento. —Oh, Srta. Sutton, no le estaría haciendo ningún favor si fuera suave. —Sus dientes rozaron a lo largo de la piel de mi cuello y hombro y tartamudeé una respuesta débil y apenas perceptible: —Sí, doctor. Usted es el experto. Sus manos se apoderaron de mis nalgas, su boca contra mi oído una vez más. —Tiene razón en eso, Srta. Sutton. —Deslizó sus dedos a lo largo de mis caderas, bajando a la base de mi estómago, tentándome a medida que iban más abajo antes de alejarse de mi cuerpo por completo. —Por favor, doctor. —Paciencia, Srta. Sutton. Todas las cosas buenas llegan a aquellos que cierran sus bonitas y pequeñas bocas. Sentí el paño suave de seda contra mis labios y abrí la boca como una buena chica, permitiéndole meterlo entre mis dientes antes de atar la tela detrás de mi cabeza. —Eso está mejor. Me estaba cansando de su lengua sucia.

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Había cosas que quería hacerle con mi lengua, pero eso se guardaría para otro momento. Me encantaba saborearlo, tomarlo entre mis labios y ronronear de placer cuando él gemía con satisfacción por encima de mí. —Casi se me olvida... —La seducción de su voz hizo que mis rodillas temblaran y estaba feliz por las restricciones que me sostenían y exponían a sus ojos y manos. Otra corbata de seda se envolvió sobre mis ojos, el paño negro bloqueando las luces intermitentes, cubriéndome de la habitación. Me encantaba cuando me vendaba los ojos. Era en esos momentos que podía fingir que ya no éramos médico y paciente. Podía fingir que había pasado suficiente tiempo para que ya no me consideraran demente. —Ahora que nos hemos asegurado de que no verás a ningún hombre que dé miedo en la habitación, siento como que podemos empezar. Voy a tener que desenganchar uno de sus brazos por un momento, pero no crea ni por un momento que voy a liberarla. Si lucha contra mí, Srta. Sutton, voy a tener que utilizar un método químico de restricción. Era tan malo, tan terriblemente malo que hubiéramos descubierto un agradable efecto secundario de los medicamentos que utilizaba durante mi tratamiento. Me había convertido en una adicta, no del tipo cuyo cuerpo dolía cuando no tenía lo que anhelaba, sino del tipo que no podía dejar de pensar en lo que una pequeña dosis del fármaco podría hacer por mí. Deslizó sus cálidos dedos hasta mis brazos, apenas rozando la piel antes de soltar la esposa de mi muñeca izquierda. Bajando el brazo, trazó círculos sobre el calambre con el pulgar, buscando la vena para un pequeño pinchazo. Siguiéndole la corriente con su juego, intenté alejarme y sujetó mi brazo con más fuerza, manteniéndolo extendido y sosteniéndolo en su lugar. —Ts, ts. Voy a tener que usar dos métodos diferentes de control con usted al parecer. Nunca va a aprender a someterse, ¿verdad? Negué de lado a lado, mordiendo la seda y preparándome para el pinchazo de la aguja. El torniquete de goma se apretó sobre mi brazo y el pellizco rápido marcó el comienzo de una ola de euforia. Soltó la tira de goma y mi cuerpo quedó inerte en respuesta al fármaco corriendo rápidamente a través de mis venas. —Listo, eso debería mantenerla bajo control. —Levantando mi brazo de nuevo a la hebilla de nuevo en la restricción, se rio entre dientes. La punta de su dedo recorrió el interior de mi brazo, por mi torso, apenas tocando el lado de mi pecho, y se detuvo justo encima de mi ombligo. Mis músculos temblaban, mi cabeza cayó hacia atrás por los efectos de los fármacos pasando a través de mí. Me sentía suave y cálida, con un hormigueo y sensible al tacto más ligero. Siempre se movía tan irritantemente lento. Tomándose su tiempo, se negaba a dejarme apresurarlo, sin darme siquiera el más mínimo control. Él era el médico y yo la paciente, desamparada a su voluntad y vulnerable a todos sus caprichos.

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Unos cálidos labios perfectos se cerraron sobre la punta de mi seno derecho y su suave lengua se asomó a lamer a lo largo del pezón antes que sus dientes mordieran forzando un temblor a través de mi cuerpo. Apartándose lo besó para aliviar el ardor antes de pasar a mi seno izquierdo a hacerlo de nuevo. Se fue, perdido para mí en el espacio frío de la habitación, observándome con ojos de zafiro fundido. Mi piel zumbaba con la necesidad de ser tocada y mis pulmones trabajaron para inhalar una respiración completa. Unos dedos me hicieron cosquillas detrás de las rodillas y sabía que estaba de rodillas frente a mí. Empujándome sobre mis dedos de los pies, permití que mis piernas se abrieran, en silencio rogándole que probara mi cuerpo. Suavizando sus palmas por los lados de mis muslos, obligó a que mis piernas se cerraran de nuevo y gruñí quejándome, pensando que me iba a negar el calor de su boca. Como la buena paciente que era, mantuve la posición que me obligó a tomar y me derretí cuando sentí su dedo deslizarse dentro de la piel suave entre mis piernas, hacia atrás y hacia delante hasta que empujó solo la punta de ese dedo dentro de mí. Grité alrededor de la mordaza de seda, sin ser capaz de mantenerme quieta donde estaba. Su dedo se empujó profundamente dentro de mí, al mismo tiempo que su boca se cerraba sobre mi clítoris. Los dientes suavemente mordieron el nervio sensible y su lengua salió a lamer el dolor para aliviarlo. Casi me vine directamente en ese momento. Todavía besando mi parte más íntima, empujó un segundo dedo en el interior, extendiéndolos lo suficiente para deslizarse a lo largo de las paredes de mi abertura, estirando los músculos lo suficiente para hacer que me retorciera sobre su mano. Moví mis caderas sobre sus dedos, prácticamente follando su mano. Se apartó de repente y me sentí como si fuese a llorar. Pasaron segundos, posiblemente minutos, y quedé bañada en oscuridad y silencio desgarrador. Unas manos agarraron mis tobillos, tirando de mis piernas ligeramente, antes de plantar mis pies donde los quería. Poco a poco esas manos subieron por mis piernas, sus pulgares caminando por el interior de mis muslos, apretando cada cierto tiempo y provocando que me sobresaltase. Movió sus manos sobre la curva de mi trasero, deslizando sus dedos alrededor de mis caderas manteniéndome en mi lugar. Levantándome lentamente, me empujó a un punto en que mis pies apenas rozaban el suelo y sentí la punta de su pene presionando contra mi centro. —Creo que te tomaré desde atrás. Ya sabes lo enamorado que estoy de tu hermoso culo pequeño. Siempre me observaba. Éramos libres de ser amantes detrás de la privacidad de las puertas de la sala de terapia, pero en el exterior, teníamos que fingir estar atados a ser distantes y profesionales como un médico y su paciente. Mientras que en la sala de recreación, estaría sentada en la mesa con las chicas, luchando para no mirar hacia él cuando rodeaba la habitación para monitorear el comportamiento de las residentes.

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Podía sentir que me estudiaba en esos momentos, en silencio llamándome con la promesa de lo que iba a hacerme una vez me tuviera a solas. Subiéndome aún más, me levantó hasta que mis pies ya no tocaron el suelo y se enfundó a sí mismo dentro de mí. Con solo sus manos agarrando mis caderas, movió mi cuerpo encima de su longitud, creando el orgasmo dentro de mí, simplemente para disminuir la velocidad nuevamente y dejar que el calor volviera a hervir a fuego lento. Era un experto en empujarme a un punto sin retorno, entregándome a un lugar donde estaba flotando en las nubes, en el que nada me podía tocar a excepción de sus manos magistrales. Estaba, total y enteramente, completamente cautiva a todo lo relacionado a él: su voz, sus miradas, sus pensamientos y deseos. Era suya. Un instrumento de placer, una mujer que un día sería su esposa. Me reí cuando un gruñido de frustración se liberó de él. Necesitaba más de mí, necesitaba sentir mi piel contra la suya, mis piernas envolviéndose posesivamente alrededor de sus caderas mientras me poseía. Soltó mis manos del aro en el techo, pero nunca eliminó las restricciones. El control no era algo a lo que estaba dispuesto a renunciar nunca. Y no me gustaría tenerlo de otra manera. Lanzándome hacia abajo sobre un colchón blando, se subió encima de mí, usando sus piernas para separar las mías bastante. Con una mano, inmovilizó mis brazos por encima de mi cabeza y con la otra, me arrancó la mordaza de la boca para cubrir mis labios con los suyos. Su lengua se sumergió para deslizarse a lo largo de la mía mientras metía su pene dentro de mi cuerpo. Me moví con sus poderosos golpes y cuando no podía aguantar más, cuando pensé que mi mente iba a romperse por el éxtasis aplastante y que mi cuerpo se quebraría por debajo de él, me permitió tener un orgasmo, empujando imposiblemente profundo para encontrar su propia liberación dentro de mí. Colapsamos juntos en la cama, sus brazos fuertes extendiéndose para atraerme hacia su pecho, con la cabeza apoyada en su piel donde podía escuchar los latidos de su corazón. Nuestra respiración se ralentizó con el tiempo, el ritmo de nuestros corazones, finalmente calmándose a un ritmo normal. Con una mano me quitó la venda de los ojos y me miró con una mirada que exhibía el amor que sentía por mí. En ese momento, en un lugar donde me sentía como si perteneciera, reconsideré el valor de las palabras y sus significados. Nunca creí la definición de este lugar, este asilo. Sin embargo, al final, era un lugar donde podía buscar refugio. Un lugar de retiro y seguridad. Un lugar donde me mantenían a salvo porque estoy enferma. Pero no eran las paredes del edificio lo que hicieron verdadera esa definición. Eran los brazos del hombre que había encontrado en este lugar...

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...y el corazón de un héroe que me había salvado de una pesadilla y me entregó en un sueño.

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Epilogo Dr. Jeremy Hutchins, doctor en medicina, doctorado.

—¿E

stás lista para salir de aquí?

Parecía tan pequeña sentada con el pijama de color azul claro que era la prenda estándar para los pacientes en Statham. En sus pies estaban las chanclas desechables que golpeaban el suelo mientras los pacientes se movían, sin pensar de forma errante mientras sus mentes luchaban para comprender la diferencia entre la ilusión y la realidad. Con las mentes que atontadas por un coeficiente intelectual bajo o envenenadas por las emociones que no podían controlar o descifrar, los pacientes eran un ejemplo lamentable de la degradación de la naturaleza y la biología. Había empezado esta carrera con la creencia de que estas personas podrían salvarse, que podían ser devueltas a un estado de normalidad si encontraban un médico que se preocupara lo suficiente para resolver los rompecabezas y trampas que habían atrapado sus mentes y les convertía en dementes. Sin embargo, lo que encontré cuando salí de los delirios de grandeza que habían sido parte de mi educación fue una simple regla de que ninguna persona que trabajaba en este campo estaba dispuesto a admitir abiertamente. No había esperanza para estas personas porque, en verdad, era imposible razonar con la locura. —Estoy tan lista como puedo estarlo. —Apartando el cabello de su rostro, Alex me miró con los ojos brillantes llenos de emoción y anticipación. Este era un nuevo paso para ella, un momento en el que se acercaba más a la vida que le dije que podría tener. —Voy a echar de menos a las chicas. Me siento horrible dejándolas en este lugar, pero ahora que Joe y Emerson se han ido, supongo que están más seguras de lo que estaban cuando llegué aquí. Sonreí para tranquilizarla, no del todo seguro de que las cosas cambiarían para sus amigas una vez que dejáramos el edificio por última vez. Sin embargo, nunca

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permitiría que lo supiera. La amarga realidad de la naturaleza del lugar sería una sombra para siempre en su vida si sabía que nunca iba a cambiar. Era una chica tan hermosa, una alma inocente perdida en un mundo cruel e implacable. Había sido utilizada y abandonada, atormentada hasta un punto en que solo podía protegerse a sí misma olvidando los horrores que se habían cometido en su contra. Con grandes ojos azules y cabello rubio claro que comenzaba a crecer mucho, era la chica ideal para el tipo de mujer que yo deseaba. A pesar de sus peculiaridades, las cicatrices que llevaba como consecuencia de la vida que había vivido, no podía dejar de amarla. Nuestro encuentro no fue casual, no fue un pequeño contratiempo en el destino que podría haber sido alterado por un segundo cambio de división en la decisión; fue con intención, manipulado y forzado. Era algo que estaba destinado a ser. —Las chicas te echarán de menos también. Pero nunca te recuperarás si te quedas aquí. —Tomando sus manos, la levanté de la cama para que se pusiera de pie—. Tengo que recoger algunas cosas más de mi oficina antes de que podamos salir. He pensado que podrías utilizar el tiempo para decirles adiós a las chicas en la sala de recreación. Terrie está vigilando uno de los escritorios y me mataría si nos vamos sin despedirnos de ella también. Alex sonrió, una expresión de confianza inocente y amor sin fin. Era como un caso raro, una mujer que había sido moldeada por la violencia y la tragedia, por la mentira y la amarga decepción. Me sorprendía que todavía fuera capaz de encontrar un lugar dentro de sí misma donde pudiera creer que existía la luz al final de su túnel y donde pudiera encontrar la capacidad de tener fe en otras personas. La mayoría de las mujeres que habían pasado por los traumas que ella había soportado se habrían roto bajo la circunstancias, se habrían ido tan lejos que ninguna persona podría encontrarlas y devolverlas a un estado en el que una vez habían estado completas. Llevándola fuera, la guie por los pasillos estrechos, las luces intermitentes por encima de nuestras cabezas recordarme por qué odiaba este lugar. Las instituciones del estado eran el fondo del barril psiquiátrico. Eran un lugar para tirar los recordatorios no deseados de la maldad y de la enfermedad que existían en nuestra sociedad. Con apenas suficiente financiación y ni de lejos suficiente personal para manejar la cantidad de pacientes que albergaban, estas instituciones eran perfectas para situaciones de abuso, de negligencia y de los horrores que la mayoría de la gente nunca querría imaginar que eran posibles. Era un trabajo que ningún médico buscaba, un lugar donde acordabas trabajar con la esperanza de poder arrastrarte fuera de la tierra para avanzar hacia una carrera exitosa y fructífera. Si no hubiera sido por Alex, no había forma de saber cuánto tiempo más habría tenido que arañar el fondo del barril para finalmente encontrar mi posición en una clínica respetable. —Aquí te dejo. Vuelvo en breve con mi caballo blanco para llevarte fuera a la nueva vida que te espera.

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Sonrió y se esforzó por mantener una distancia segura de mí. Sabía lo difícil que era para ella ocultar lo que había entre nosotros, podía verlo en sus ojos y el lenguaje corporal cuando estábamos en un lugar público. Había tomado un riesgo al permitir que se acercara tanto, pero fue un riesgo que valió la pena al final. Nuestras vidas serían fáciles una vez que todo estuviera dicho y hecho. Y Alex seguiría sin enterarse de cómo llegué aquí. Echando un vistazo a la sala de recreación, su sonrisa se cayó y la preocupación arrugó la piel alrededor de sus ojos. —Las chicas parecen que van a llorar. Y Julianne está sosteniendo un pastel. Su tono sonaba extraño y pregunté: —No pareces muy feliz por eso. Se rio. —Sí, bueno, si Julianne lo ha estado sosteniendo durante demasiado tiempo, no se sabe lo que ha podido meter dentro. Apreté mis labios mientras luchaba por reprimir una sonrisa. Obligando a mi voz a mantenerse firme, sugerí: —Bueno, solo tienes que buscar algún agujero en el antes de aceptar comerlo. Asintiendo, respiró hondo. —Te veré cuando vuelvas, Doc. La observé hasta que llegó a la mesa para sentarse. Sus amigas rodeándola, la ocultaron de mi vista. El paseo a mi oficina no se hizo esperar y en cuestión de segundos estaba sentado en mi escritorio, eliminando los archivos finales de los pacientes de los cajones y colocándolos sobre la mesa para el médico que tomaría mi posición. —Toc, toc. Levantando la vista, me encontré con la sonrisa cómplice de mi pronto a ser ex colega. —Ali. Es un poco tarde para que estés en el hospital. —Bueno, algunos de nosotros no somos tan afortunados como tú por comenzar un nuevo trabajo en una institución cómoda. —Cruzando la habitación con unos pocos pasos, se sentó en una de las sillas frente a mi escritorio—. Felicidades por eso, por cierto. Lo que hiciste fue absolutamente brillante. —No podría haberlo hecho sin ti. Despidiendo mi agradecimiento con un gesto de su mano, respondió: —Por favor. Un hombre de tu calibre no pertenece a alguna mesa de trabajo de bajo nivel escribiendo los resultados del trabajo de algún otro imbécil. Sabía eso desde el momento en que te conocí en la universidad. Eres demasiado bueno en lo que haces

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para estar encadenado, por así decirlo. Sabía que querías salir del trabajo sin salida que habías encontrado y cuando la posición se abrió aquí, sabía que iba a ser perfecta para ti. Solo te di un impulso. Fuiste el genio que descubrió como rebotar aún más alto. Quiero decir, ¿trastorno de identidad disociada? ¿Estás bromeando? Me sorprende que se creyeran esa mierda. —No era mi único diagnóstico. Sin embargo, tiene los síntomas y delirios comunes... —No me vengas con esa basura y sí los tiene. Aunque, los dos sabemos quién los puso allí. —Su boca se torció en una sonrisa maliciosa—. No importa de todos modos. Todas las perras por ahí son ratones de laboratorio para nuestra diversión. Este trabajo sería tan jodidamente aburrido si realmente tratáramos de ayudarlas. Obtenemos nuestra emoción jugando con los locos. Es una ventaja adicional que nadie esté mirando para hacer nada al respecto. —¿Por qué no has intentado todo para salir y hacer algo mejor que esto? Estás sentada en la parte inferior del barril de mierda. Se rio. —Me divierto demasiado jodiendo a estas personas. ¿Por qué iba a ir a un lugar mejor donde me vería obligada a comportarme? Sonreí y me uní a su risa. —Están locas. Nadie les creería de todos modos, ¿no? Su risa tintineo antes de que dijera: —Exacto. Aunque, es una pena perder a Joe y Emerson. Eran útiles a veces. —Vas a reemplazarlos en poco tiempo. Siempre hay alguien dispuesto a hacer el trabajo pesado en estos lugares. Para algunas personas, simplemente está en su naturaleza y no pueden evitar aprovecharse. Todavía tienes a Lisa y Terrie, así que eso es una suerte. Son tan útiles como Joe y Emerson lo eran, solo en diferentes maneras. Terrie fingiendo un ataque al corazón para dejar a Alex a solas con Joe fue brillante. Alex nunca cuestionó nada, incluso después de que liberases a las otras pacientes para encargarse de Joe. —Eso es verdad. —Se rio, pero luego me miró fijamente. —Tu trabajo fue el verdadero golpe de brillantez. Nunca hubiera pensado en hacer que Joe se vistiera como su hombre encapuchado. Debió costarte una fortuna hacerle matar a Emerson así. Eran amigos. —Nunca tuve que pagarle. No duró mucho más tiempo. Se rio de nuevo, sus ojos eran una tormenta de diversión malévola. Encogiéndose de hombros, admití: —Tuve que convencer tanto a su hermano y a ella de que seguía viendo a su acosador. Era la única manera de fingir los síntomas necesarios para formular el

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diagnóstico para que en última instancia, me hiciera un hombre famoso. Ya he hecho una fortuna con las terapias que he desarrollado con el tratamiento de Alex. —Esas terapias nunca funcionarán en una persona que realmente sufra de la enfermedad. Alcé una ceja. —Si es que existe la enfermedad. Has visto por ti misma lo fácil que es sugerir que una persona tiene una identidad alternativa o personalidad. La mayoría de los casos de trastorno de identidad disociada no son más que el resultado de los errores cometidos por los terapeutas incompetentes o inexpertos. Eso, o que tienen un diagnóstico equivocado que podría explicarse fácilmente por una condición psiquiátrica diferente. Convencer a Alex de que estaba loca era la única manera de conseguir una ventaja de este lugar. Con los otros problemas que ya estaba sufriendo, era la candidata perfecta. Nadie ha cuestionado el diagnóstico y voy a ser famoso una vez que la cure del mismo. Más risas escaparon de sus pulmones hasta que se quedó pensativa y preguntó: —¿Cómo sabías que en realidad tenía un acosador? Sonreí. —No lo sabía. Al principio pensé que se lo había inventado todo. Cuando su hermano me dijo que localizaron al acosador, estropeó mis teorías, así que lo manejé y afirmé que llevaba la personalidad con ella como resultado del trauma del acosador. De cualquier manera, nos ha funcionado. —Vaya, un mejor trabajo Y una chica guapa que te permite controlar todo lo relacionado con su vida. Tampoco duele que ella venga con un fondo fiduciario que apuesto que adquirirás una vez que te cases con ella. Es como un sueño hecho realidad. Asintiendo, intenté parecer humilde, pero no pude evitar la sonrisa arrogante que se curvó en mis labios. —A veces es demasiado fácil. Su hermano estaba más que dispuesto a darme toda la información que necesitaba con el fin de ayudar a su hermana. Si tan solo hubiera sabido que iba a usar esa información para hacer que sus delirios parecieran exactos y verdaderos. Negando con incredulidad, se puso de pie y caminó hacia la puerta. Deteniéndose en la entrada, se dio la vuelta y me dedicó una última sonrisa. —Buena suerte, Hutchins. Si finalmente ella se rompe y pierdes ese trabajo cómodo, siempre puedo asegurar que tu posición se reabra aquí. Sonriendo a su oferta, le dije: —No va a ser necesario. Curar a Alex será fácil porque nunca ha estado realmente loca, para empezar. Tenía algunos problemas de memoria, sí, y gracias a Joe y Emerson y su amor por la terapia de shock, era fácil creer que realmente sufrió de amnesia durante el primer año que estuvo aquí. Por suerte, la falta de mantenimiento

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de registros en este lugar evitará que otros sepan que tuvo un poco de ayuda con sus problemas de memoria. —Muy cierto. —Su tintineante risa se desvaneció mientras caminaba por la puerta y por el largo pasillo. Estaba solo y me quedé con mis pensamientos y con el torrente de emociones que inundaba cada célula de mi cuerpo. Había logrado lo que me propuse lograr, independientemente de los juegos que había tenido que desempeñar para lograrlo. Odiaba el amargo sabor que me queda en la boca por haber sido obligado a formar equipo con gente como Ali, pero había funcionado y tenía que estar agradecido por eso. Tenía una manera de salir de este lugar. Tenía el trabajo que quería. Pero lo más importante, tenía a Alex. Pensando en el día que la conocí, me acordé de la forma en que se había movido en esta oficina como un animal asustado. Temblando en su asiento, me miró con ojos que delataban el fuego que ardía en su interior. Había calor en esos ojos y también pesadillas, pero lo que nunca vi fue locura. Supe en ese primer encuentro que tenía que llevarla lejos de este lugar, de esta prisión. Incluso con las condiciones leves que sufría, nunca perteneció a un infierno como éste. Al principio, creí que estaba mintiendo acerca de sus problemas de memoria. Había sido tan tonto como para pensar que había matado a esos hombres y era culpable de los crímenes de los que había sido acusada. Sin embargo, incluso su culpabilidad no fue suficiente para evitar mi atracción por ella. La quería y estaba decidido a tenerla. ¿Qué mejor manera había para liberar a una criminal que demostrar que había estado loca cuando se produjeron los crímenes? Convencer a Ali para seguirme la corriente había sido fácil. Le gustaba participar en los esfuerzos para manipular y avergonzar. No le importaba a quién hería, con tal de que pudiera sentir el poder de la manipulación de los demás. En cuestión de horas, hizo que el resto de su personal estuviera de acuerdo con el juego, todos ellos creyendo que serviría para ayudarme a surgir en la vida, ninguno de ellos sospechando que mi verdadero motivo era liberar a Alex. Había manipulado a cada persona involucrada, cada una creyendo algo diferente de los demás. Utilicé los trucos y métodos que había aprendido en la universidad para jugar con la mentalidad de todo el mundo a mi alrededor y había logrado mi objetivo, incluso con el giro de los acontecimientos que demostró lo que no creía que era posible.

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Alex no había cometido esos crímenes y habría salido de aquí como una mujer libre, a pesar de mis esfuerzos. De cualquier manera, todo salió mejor de lo que imaginaba que podía. Alex me seguiría a mi siguiente institución y, finalmente, sería liberada. Me agradecería por curarla de su trauma y solo eso valdría la pena el esfuerzo que tomó hacerle creer que estaba realmente loca. Respirando profundamente, me levanté de la silla y crucé la habitación para apagar la luz de esa oficina repugnante por última vez. Me reí del parpadeo de las luces y recorrí los largos pasillos en busca de la mujer que iba a cambiar mi vida para siempre. Llegué a la sala de recreación para encontrar a Alex esperándome junto al escritorio de Terrie. Lesley, Michelle, Sally y Julianne estaban a su lado, haciendo espacio para mí mientras me acercaba. —Maldita perra, supongo que eso es todo. Te echaremos de menos. —Lesley le dio un abrazo a Alex y Michelle se acercó para hacer lo mismo. Sally sollozó mientras acariciaba el cabello de Alex y Julianne le arrancó un ojo a su muñeca. Metiéndolo en su boca, sonrió y dijo: —Cuídate, Alex. Levantándose de su silla, Terrie rodeó el escritorio y nos acompañó a Alex y a mí al pasillo. Llegamos a las puertas delanteras y Terrie palmeó a Alex en la espalda antes de darle un abrazo de despedida. —El Dr. Hutchins cuidará muy bien de ti, Alex. Solo tienes cosas buenas que esperar de aquí en adelante. Alex se limpió una lágrima de su mejilla cuando abrí la puerta para ella. Dando su primer paso fuera del edificio, se dio la vuelta cuando Terrie comentó: —Nadie escapa de este lugar, Alex. Eres una chica tan afortunada.

Fin

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Sobre la autora Lily White Lily White es una individua perturbada con una imaginación oscura. Ha escrito algunas cosas y quiere compartirlas contigo. Disculpas con antelación. Puedes encontrarla en Facebook: www.facebook.com/HeatingUpSeries O por correo electrónico [email protected]

en:

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