Biografia De Jesus

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NACIMIENTO E INFANCIA DE JESUCRISTO: Mas de dos mil años atrás, la humanidad estaba agobiada por el odio, el hambre y pedían a Dios que se acordara de ellos y los ayudara. Dios, que es Padre Bueno, envío a su Hijo, para que viviera entre los Hombres y los salvara de sus sufrimientos. Dios dirigió su mirada a una humilde servidora, María; en Nazareth, ella se desposaría con José, y los eligió a ambos para que le dieran hogar a Su Hijo. La Anunciación: Un día que María conversaba con Dios, sintió en su corazón que El la elegía para ser la madre de su Hijo Jesús. Se le apareció el ángel Gabriel que le dijo: Alégrate María, llena eres de gracia, el Señor está te ha elegido. Vas a tener un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado: Hijo de Dios. María al principio sintió miedo, porque no entendía cómo iba a suceder todo eso, pero luego se alegró por haber sido elegida para ser madre del que vendría a salvar a los hombres. Y para dar gusto a Dios contestó: He aquí la servidora del Señor: que se cumpla en mí todo lo que me pides. Desde ese momento, María recibió al Hijo de Dios dentro de sí. Lo conservó en su cuerpo y lo cuidó con cariño. Entre tanto, una prima de María llamada Isabel, estaba también esperando un hijo, un día fue a visitarla, haciendo un largo viaje. Cuando Isabel vio llegar a María exclamó con alegría: Bendita eres entre todas la mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿Y quién soy yo para que la madre de mi señor venga a visitarme? Feliz de ti porque has creído que se cumplirá lo que el Señor te ha comunicado. A lo que María respondió: Mi alma alaba al Señor y mi corazón se alegra en Dios mi Salvador. Porque Dios eligió a esta humilde servidora suya y desde ahora todo el mundo me felicitará. Porque Dios es compasivo con los que le aman y hace grandes cosas: a los

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soberbios los humilla, y a los humildes los levanta. A los ricos los deja con las manos vacías y a los hambrientos los llena de bienes. La Gran Espera: María, después del nacimiento de Juan, el hijo de su prima Isabel, volvió a su casa de Nazareth, para esperar el nacimiento de su hijo junto a su esposo José. Cuando se acercaba el momento, el Emperador Romano, Cesar Augusto, que dominaba también aquellas regiones, ordenó un censo en el que los habitantes debían registrarse en el lugar de nacimiento de sus antepasados. José y María eran descendiente del Rey David y su ciudad natal era Belén, no le quedaba más que prepararse para el largo viaje y cumplir con las órdenes del Emperador, cargaron sus pocas cosas sobre un burro y partieron. Necesitaron varios días de viaje y al fin, cansados, llegaron a Belén Aunque tocaron muchas puertas nadie los hospedó, y de tanto caminar encontraron una gruta que servía de albergue para animales. Nacimiento del Mesías y la Adoración de los Magos: En esa noche, en un lugar tan pobre y tan humilde, nació Jesucristo. María lo envolvió en pañales, lo acostó en el pesebre. Lo adoró en silencio por ser el Hijo de Dios, que bajó al mundo para guiar y salvar a los hombres. En los a los redores del lugar se encontraban unos pastores que cuidaban sus ovejas, en una gran luz, se les presentó el ángel del Señor, quien les dijo: ¡No teman!, les comunico una gran alegría...Hoy ha nacido el Salvador, que es el Cristo el Señor. Vayan pronto a Belén, allí encontrarán al Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Cuando los pastores alzaron la vista, vieron una gran cantidad de ángeles que cantaban: "¡Gloria a Dios en el Cielo!, En la Tierra paz a los hombres de buena voluntad".

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Los pastores fueron corriendo y encontraron al Niño, a María y a José, tal como les había dicho el Ángel. Ellos asombrados, se arrodillaron y adoraron al Niño, ofreciéndole sus humildes dones. Para ese entonces, se sabía que la aparición de una nueva estrella en el cielo significaría la llegada del Mesías, prometido por Dios. Tres reyes magos que venían de Oriente siguieron el camino de la estrella para encontrar entonces al Salvador recién nacido; ellos llegaron al palacio del Rey Herodes, quien les encomendó buscarlo y avisarle donde se encontraba. Los tres reyes partieron hacia Belén. Fuera de la ciudad, volvió a aparecer la estrella y siguió guiándolos hacia el lugar donde se encontraba Jesús. Fueron y con gran alegría, encontraron al Niño y a su Madre. Los reyes le entregaron lo mejor de sus tesoros: oro, incienso y mirra; sin embargo, cuando regresaban tuvieron un aviso de uno de los ángeles del Señor que les decía que no fueran a Jerusalén, entonces ellos regresaron a su patria por otro camino. A los pocos días de nacer, Jesús fue llevado al templo en Jerusalén por sus padres como era de costumbre, en este encontraron a un anciano llamado Simeón que vivía con la esperanza de ver al Redentor. Bendijo también a María y a José y los felicitó. Después se dirigió a María y le dijo: He aquí que este niño está destinado a ser caída y resurgimiento de muchos en Israel; será signo de contradicción y una espada atravesará tu corazón. Al oír estas palabras, María sufrió mucho, pero puso toda su confianza en el Señor. Mientras tanto, el impío Rey Herodes, al ver que no llegaban los Reyes Magos a comunicarle el lugar en el que se encontraba el Niño, se enfureció y ordenó a sus soldados la matanza de todos los primogénitos de familia que tuvieran hasta dos años, para así asegurarse su reinado. Sin embargo, un ángel había avisado a José en sueños que se alejara de Belén y se fuera a Egipto, y así lo hizo, y alejó al pequeño Jesús de la ira de Herodes. Al llegar a Egipto, José se estableció en una colonia hebrea cerca del Río Nilo, y allí permanecieron hasta que murió Herodes. Para este entonces José oye nuevamente la voz de Dios y se dirige hacia Nazareth directamente. José volvió a trabajar como carpintero, María

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se ocupaba de la casa y juntos mantenían una familia pobre pero honrada, que crearon el seno lleno de santidad en el que creció Jesucristo. Crecimiento e Infancia: Mientras tanto, Jesús crecía de cuerpo, en sabiduría y bondad. Cuando no acompañaba a su madre, ayudaba a José en el taller. Allí aprendió el oficio de carpintero. Los sábados, iban juntos a la Sinagoga, lugar donde se leía y comentaba la Palabra de Dios. A pesar de los sufrimientos y de la pobreza, María y José eran felices crecer a su hijo. Jesús vivía como todos los niños de Nazareth, era alegre y jugaba con los muchachos de su misma edad. Daba buen ejemplo a todos por su virtud. A los doce años, sus padres lo llevaron al Templo en Jerusalén para celebrar la Pascua, la fiesta religiosa más importante del año, ésta duraba siete días y junto a ellos fueron muchas familias de Nazareth y otros pueblos vecinos. Al término de la celebración y luego de haber pasado una semana ellos también emprendieron el viaje de regreso, hasta que en cierto punto se dieron cuenta de que Jesús no iba con ellos, preocupados regresaron a la ciudad y hallaron al pequeño en el Templo hablando con los Maestros de la Ley. Jesús estaba en medio de ellos, preguntándoles y enseñándoles. Estos Maestros de maravillaban y preguntaban: ¿Quién es este niño que puede aclarar las dudas? Cuando María y José lo encontraron, estaban apenados y le dijeron: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado muy preocupados. Jesús les contestó: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabéis que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? Aunque sus padres no entendieron en ese momento se llevaron al pequeño en cuanto se hubo disuelta la asamblea de Doctores. Así vivió Jesús hasta llegar a ser adulto, y esperaba a la hora indicada por su Padre para llevar a los hombres hacia Él y a la felicidad. Adultez y predicación Los cuatro Evangelistas, los mejores amigos de Jesús, no nos cuentan nada de su vida entre los 12 y 30 años. ¿Qué habrá hecho en esos

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dieciocho años?, sin duda, crecía en virtud y trabajaba dando ejemplo a todos los hombres de Nazareth. Después de la muerte de José, él se tomó la responsabilidad de la casa y del cuidado de su Madre, y se preparaba para llevar a cabo la misión que le había sido encomendad por su Padre, nuestro Señor. Jesucristo recibe al Espíritu Santo: Dios sabía que a Él no se le podía escuchar sin preparar el corazón, por lo que envía a Juan, el Bautista a abrir el corazón de las personas para recibir al Salvador. Juan, impulsado por Dios se puso a recorrer los caminos y las ciudades de Palestina, gritando: ¡Preparen el camino del Señor y enderecen lo que está torcido, porque se acerca la Salvación de Dios! La gente comenzó a escuchar a Juan y le preguntaban qué debía hacer, y él les respondía: Él que tenga mucha ropa, que dé al que no tiene y el que tiene comida en abundancia, dé su pan a los que no tienen hambre. Un día, Juan estaba bautizando a orillas del río Jordán, cuando de pronto, vio que Jesús se dirigía hacia a él. Jesús pidió que lo bautizara, pero Juan no quería hacerlo porque no sentía digno y exclamaba: - ¡Quién soy yo para bautizar al Hijo de Dios! Mientras Jesús era bautizado, se abrieron los cielos y bajó sobre Él, el Espíritu Santo, en forma de paloma y se oyó la voz de Dios que decía: ¡Éste es mi Hijo amado, en quien he puesto mis complacencias! Travesía de Jesús en el desierto, su triunfo sobre la tentación: Después de recibir el Bautismo, Jesús se retiró al desierto, donde permaneció 40 días y 40 noches. Durante ese tiempo no comió nada. Cuando tuvo hambre se le acercó Satán y le dice que si era Hijo de Dios que ordenara que las piedras se transformaran en pan. Pero Jesús le respondió: Escrito está: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Entonces Satán le condujo a la ciudad santa y poniéndole en el pináculo del Templo le dice que si es Hijo de Dios que ordene a los ángeles lo tomen de sus manos para que su pie no tropiece con piedra alguna y se cumpla la Palabra. Entonces Jesús le dice sabiamente: Escrito está: "No tentarás al Señor, tu Dios". Pero de nuevo vuelve Satán y le muestra la gloria de los reinos de todos los mundos desde un monte muy alto y

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le dice que todo será suyo si se arrodilla y los adora. A esto Jesús respondió por última vez y con firmeza: ¡Apártate Satanás!, Escrito está, "Al Seño tu Dios adorarás y sólo a Él rendirás homenaje". Y así como apareció, se desvaneció Satán y llegaron inmediatamente los ángeles a servirle a Jesucristo. Jesús, pescador de hombres: Cuando salió del desierto, preparado con la oración y la penitencia, Jesús comenzó su misión de Salvador. Jesús se hacía famoso y todos quería verlo y oírlo. Era tan grande su bondad que hasta los pecadores se sentía atraídos, lo seguían gente instruida, gente de pueblo, pescadores y obreros. Pero un día Juan Bautista vio venir a Jesús y dijo a sus seguidores: ¡He aquí al Cordero de Dios! Al oír esto se le acercaron y le preguntaron: Maestro, ¿dónde vives? ¡Vengan y los verán!... Ellos fueron y vivieron un tiempo con Él. Eran Andrés y Juan. Un día que Jesús se encontraba enseñando en el Lago Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla. Los pescadores estaban arreglando sus redes y Jesús subió a la barca de Simón. Desde allí les comenzó a enseñar. Más tarde pidió que fueran mar adentro y tiraran las redes para pescar. A lo que Simón le respondió: - Señor, hemos pasado toda la noche en el mar y no hemos sacado ni un solo pez. Sin embargo, confiando en lo que Jesús les decía, hicieron lo que Él ordenó. Pescaron tantos peces que las redes estaban a punto de reventar y tuvieron que venir sus compañeros a ayudarlos. Simón al ver lo ocurrido, se arrodilló ante Jesús y le dijo: ¡Aléjate de mí, Señor, ¡porque soy un pecador! Pero Jesús le dijo: No tengas miedo, desde ahora serás pescador de hombres. Ellos dejaron todo y sin pensar más, lo siguieron. Continuaron su camino y de pronto Jesús vio a un hombre cobrador de impuestos llamado Mateo y le dijo: "¡Sígueme!", Y él dejándolo todo, lo siguió. De esta manera Jesús fue llamando a sus discípulos. Ellos son: Simón Pedro, su hermano Andrés, Santiago y Juan, Felipe, Natanael y Mateo, Tomás, Santiago el Menor y Simón; Judas Tadeo y Judas Iscariote.

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En total fueron doce los ayudantes de Jesús. Él los llamó Apóstoles y siempre los tuvo cerca para instruirlos y prepararlos a la misión de ir por todo el mundo, anunciando el Reino de Dios. El Primer Milagro: Un día Jesús, su Madre y sus discípulos, fueron invitados a una boda. Mientras todos estaban contentos, comiendo y bebiendo, María se dio cuenta de que el vino se había acabado. Para que los novios no pasaran la vergüenza, se acercó a Jesús y le notificó la situación. A esto, Jesús respondió que no había llegado la hora de hacer milagros, pero María como buena madre lo convenció y les dijo a los servidores que siguieran las órdenes de Jesús. Frente a la petición de su Madre, Jesús pidió a los sirvientes que trajeran vasijas llenas de agua y al momento ésta se convirtió en vino del mejor. Jesús dijo a los servidores: - Saquen y lleven al mayordomo para que pruebe. Cuando el mayordomo y los invitados probaron de ese vino quedaron asombrados y finalmente sus discípulos se convencieron de que Jesús era el Hijo de Dios. Jesús pasó haciendo el bien: Jesús era bueno y por eso todo lo que hacía era bueno. Al recorrer los pueblos y las ciudades vecinas, acompañado de sus discípulos, no se cansaba de enseñar que Dios es el Padre Bueno que nos ama a todos. Muchos lo escuchaban y los seguían con entusiasmo. Además, le traían los enfermos y Jesús ponía las manos sobre ellos y los sanaba. Había persona con enfermedades peligrosas a las que nadie se les acercaba por temor a contagiarse, pero Jesús iba a ellos sin prejuicios y los curaba sólo por su fe, porque creían que el Hijo de Dios los iba a salvar. Un día, Jesús y sus discípulos, al entrar a una pequeña ciudad, vieron un cortejo fúnebre. Se había muerto un joven que era hijo único y su madre quedaba sola porque era viuda. Todos los amigos del pueblo trataban de consolar a la pobre mujer. Jesús, al verla también sintió gran compasión y la consoló, después se acercó al ataúd y dijo al muerto: Yo te mando ¡Levántate! Y así, ante el asombro de todos, el joven se levantó y comenzó a hablar. Jesús lo entregó a su madre y

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ella feliz de recuperar alabó agradecida a Jesucristo. Él pueblo comprendió que este milagro sucedió por la palabra de Jesús, y entendieron que Dios quería mostrar a su pueblo el poder que le venía de Dios.

Jesús, pasó haciendo el bien en todos los poblados y convirtiendo a la gente para que creyera la Palabra, y lo logró mediante sus milagros, su bondad y el amor que demostraba a cada uno que tenía fe en Él. En sus recorridos, expulsó demonios como en la sinagoga de Cafarnaúm; curó leprosos y paralíticos, devolvió la vista a ciegos, perdonó los pecados de quienes le amaban; Jesús se maravillaba de la fidelidad que le tenían y a la vez enseñaba a los que no la tenían a confiar en el Padre. En una ocasión, Jesús con sus discípulos, estaba enseñando a orillas del lago Genesaret, a una gran cantidad de gente. Al caer la tarde y viendo el cansancio del Maestro, la multitud comenzó a retirarse, entonces Jesús subió con los apóstoles a la barca y pidió a Pedro que navegara hasta la otra orilla, como estaba muy cansado aprovechó el viaje para dormir. El lago a esa hora estaba muy calmo y reflejaba las luces de las estrellas, pero las nubes comenzaron a juntarse en el cielo y las aguas, movidas por los vientos, comenzaron a levantarse, casi hasta cubrir la barca. Los pescadores que eran hombres acostumbrados a las tempestades del lago, esta vez, al ver las olas tan enfurecidas, tuvieron mucho miedo: comenzaron a gritar a toda voz; pero Jesús seguía durmiendo tranquilamente, entonces los discípulos lo despertaron diciéndole: ¡Maestro! Estamos en Peligro, ¡Sálvanos! Él se despertó y vio la furia del viento y de las olas que movía de un lado a otro a la barca. Entonces se puso de pie y ordenó con voz firme al viento que se clamara, y el viento e las aguas le obedecieron al instante. Todo recobró la calma, las estrellas reaparecieron más brillantes y las nubes se fueron alejando rápidamente. Después de esto, Jesús dijo a sus discípulos: ¿Por qué tienen tanto miedo, hombres de poca fe? Pero ellos no salían de su asombro y se preguntaban unos a otros: Pero... ¿Quién es Jesús? ¿Cómo es que el viento y las aguas le obedecen?...

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Otras veces, Jesús quería retirarse para orar y descansar, pero no podía porque la gente lo buscaba hasta encontrarlo. En una oportunidad lo siguieron hasta un pequeño monte donde reposaba en compañía de sus Apóstoles. Al ver llegar tanta gente, Jesús se compadeció de ellos. Le pareció que andaban cansados y como ovejas sin pastor, pensó que no podía enviarlos a sus casas sin darles de comer. Le dijo entonces a los que estaban con Él: Dadles de comer para que regresen a casa.

Felipe contestó: ¿Cómo vamos a alimentar a tantos si sólo hay cinco panes y dos pescados? Jesús hizo acomodar a la multitud en la hierba, tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados y alzando los ojos al cielo los bendijo y los fue repartiendo. Todos comieron cuanto quisieron, pero ni el pan ni el pescado se acabaron. Los discípulos y la gente miraban asombrados sin saber de dónde salían tantos trozos, y al final recogieron los restantes para que no se desperdiciara nada y poder darlos a quien tuviera hambre, y recogieron doce canastos llenos. Al comprobar este milagro todos decían: - Este es sin duda el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús les decía: "Yo soy el Pan de Vida, Yo soy el Pan enviado por Dios. El que coma de este Pan vivirá para siempre; y el Pan que yo voy a dar es mi Cuerpo, por la vida del mundo. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene la vida eterna". Las más bellas enseñanzas de Jesucristo: Jesús se reunía los sábados en la Sinagoga para escuchar la Palabra de Dios y para hacer oración. Un día, en el momento de hacer la lectura, Jesús se levantó y leyó: "El Espíritu del Señor está sobre mí y Él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena noticia" Desde entonces, enseñaba con palabras sencillas y parábolas, para que entendieran mejor. También cuando pasaba por los caminos y los campos, Él enseñaba a la gente que le seguía, les explicaba que hay un solo Dios, que es nuestro Padre y que quiere que todos los

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hombres nos salvemos y nos amemos, porque somos hermanos; que Él, vino a traer luz a nuestros corazones, para librarnos del egoísmo. Pero resulta, que no todos escucharon a Jesús. También en esos tiempos, como hoy, existía la gente apática, que no estaba de acuerdo con sus enseñanzas y atentaba contra Él. Jesús nunca se cansaba de enseñar, enseñaba con parábolas. Un día que estaba junto al mar, vio venir una multitud hacia Él, se subió a la barca de Pedro y desde allí contó la parábola del sembrador: "Un hombre salió a sembrar y esperaba tener una buena cosecha. Él había preparado bien la tierra, pero resulta que parte de las semillas cayeron a lo largo del camino y las aves las devoraron antes de ser cubiertas por la tierra; otras cayeron entre las piedras, donde había poca tierra y el sol las secó; algunas cayeron entre las espinas y como éstas crecieron más que las semillas, las ahogaron. Al fin alguna cayeron sobre buena tierra y dieron mucho fruto". Como la gente no entendió la parábola, Jesús la explicó así: La semilla es la Palabra de Dios que es sembrada en el corazón del hombre: muchos la oyen, pero después la olvidan; son como la tierra mala, otros la escuchan y conservan estas Palabras en su corazón bueno y sincero y la practican: son como la buena tierra. Jesús contó muchas parábolas para explicar a las personas como debían actuar para agradar a Dios, y muchas de ellas fueron la Parábola del Hijo Pródigo, del Buen Samaritano, del Grano de Mostaza, la Parábola de la cizaña, la Parábola del Tesoro y la Perla... Jesús recibe a los niños: No sólo los hombres seguían a Jesús. También escuchaban sus enseñanzas muchas mujeres, alguna de ellas tenía hijos pequeños y pensaron que Jesús podía bendecirlos y enseñarles a ellos. Así, cuando vieron pasar a Jesús y sus Apóstoles, corrieron tras Él con sus niños para que los bendijera. Pero los discípulos se interpusieron ante ellas diciéndoles que a Jesús no le interesaban los niños y que estaba cansado. Al oír esto Jesús, dijo: "Dejen que los niños vengan a mí, porque sólo los que se hacen como niños, entrarán en el Reino de Dios, y les vuelvo a repetir: el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él." Después de hablar, Jesús abrió los brazos y los niños corrieron hacia Él, sentándose sobre sus rodillas. Al final

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colocó sus manos sobre sus cabecitas y alzando los ojos al cielo, los bendijo. La entrada triunfal en Jerusalén: Se acercaba la Pascua y todos comenzaban a prepararse para la gran fiesta judía. Miles de peregrinos llegaban de todas partes de Jerusalén y muchos comentaban los milagros de Jesús. Jesús estaba en Betania con sus discípulos y cuando llegó a las puertas de la ciudad, mandó a dos de ellos al pueblo de enfrente, a que le trajeran un burrito que estaba atado. Les dijo que lo desataran y que si alguien les preguntaba por qué hacían eso, le dijeran que el Señor lo necesitaba.

Ellos fueron y trajeron al animal. Jesús lo montó y entró así a la ciudad. Mientras Él avanzaba, la muchedumbre que lo reconoció, corrió a su encuentro. Muchos de ellos tiraron sus mantos alfombrados al suelo para que no pasara por las calles sucias. Otros cortaron ramas de palmas y corriendo a su lado gritaban con alegría: - ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! Todos salían de sus casas para ver lo que ocurría. Y también salieron los sacerdotes y los fariseos a ver el cortejo, quienes furiosos, decidieron terminar con Él.

Jesús sabía que algunos deseaban su muerte, pero no se escondió como otras veces. Por el contrario entró al templo y comenzó a echar fuera a los que estaban vendiendo cosas, diciéndoles: - ¡Ésta es la casa de mi Padre y es casa de oración y ustedes la han convertido en cueva de ladrones! Mientras sus enemigos buscaban la forma de matarlo, Él, día a día enseñaba en el Templo y de noche volvía a casa de sus amigos en Betania.

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3. Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo

Luego de que Jesucristo, el Hijo de Dios, se ha enfrentado al sufrimiento y a la negación del hombre, llega la hora en la que tiene que cumplir la Misión para la que fue enviado, y sabe que debe dar su vida para poder salvarnos totalmente de nuestros pecados y dar una nueva oportunidad a la humanidad, y Jesús lo anuncia a sus discípulos para prepararlos a ellos también para la tarea que les será encomendada, la Evangelización de la Palabra y la conversión de los que reniegan.

Jesús da su vida por nosotros:

La gente no se cansaba de escuchar a Jesús y los seguía por todas partes. Él continuaba guiando, consolando y alentando a esa multitud sedienta de amor, de justicia y de paz. Y les dijo un día: - "Yo soy el Buen Pastor. Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Y yo doy mi vida por ellas". Pero nadie sabía que a Jesús le faltaban pocos días para que se cumplieran las escrituras y en realidad diera la vida por esas personas, que como ovejas sin pastor le seguían. Los enemigos de Jesús lo seguían y tramaban matarlo, buscaban cualquier oportunidad y el diablo se sirvió de Judas Iscariote, uno de los Apóstoles de Jesús.

Judas se presentó ante los enemigos y les propuso la entrega del Maestro por una buena recompensa, y el trato quedó saldado con treinta monedas de plata, y desde ese momento buscaba como entregarlo.

Jesús sabía que lo matarían y quién lo traicionaría, por eso esperaba la hora para poder dar su vida por nosotros.

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La Última Cena: Cuando faltaban dos días para la celebración de la Pascua, Jesús envió a dos de sus discípulos a la ciudad de Jerusalén, a casa de unos amigos, para los preparativos de la cena pascual.

Los discípulos no imaginaban los momentos tristes que le esperaban a su Maestro. Ellos recordaban felices la entrada triunfal a Jerusalén, pero Jesús sabía que sus horas estaban contadas. Por eso quería pasar esa noche de fiesta con sus mejores amigos y hacerles un gran regalo: La Eucaristía.

Entre tanto, en la penumbra de sus corazones, los fariseos y Judas Iscariote, tramaban los finales de la muerte de Jesús.

Era la tarde del Jueves Santo, cuando Jesús compartió la cena con sus Apóstoles y como era de costumbre, el lavatorio de los pies, pero en este caso, el Maestro dio el ejemplo de humildad y se levantó como cualquier criado, se quitó el manto y se ciñó la toalla a la cintura y le lavó los pies a sus discípulos.

Cumplido este acto de purificación, se sentó a la mesa y les dijo que uno de los que estaban allí lo entregaría a sus enemigos. Ellos no creían y le preguntaban quién sería el traidor; hasta Judas tuvo la osadía de preguntar, por lo que Jesús le dijo: ¡Lo que haz de hacer, hazlo pronto! En ese momento Judas salió corriendo y se perdió en la oscuridad de la noche, y aunque Jesús se entristeció mucho siguió con la cena y les enseñó el ritual de la Eucaristía.

Tomo pan, dio gracias, lo partió y lo dio diciendo:

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- "Esto es mi cuerpo, que va a ser entregado por ustedes". Y del mismo modo, tomo la copa y la pasó diciendo: - "Esta copa es la Sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derramada por ustedes y por muchos, párale perdón de los pecados".

Hagan siempre esto en conmemoración mía.

Todos sus discípulos comieron de éste pan y bebieron de este vino, como Jesús les había dicho. Y en ese pan y en ese vino se encontraba el espíritu y la esencia de Dios hecho hombre, y el gran milagro de la Eucaristía.

Luego que hubo terminado el ritual sagrado, Jesús les repuso: - Hijos míos, no pueden venir adonde yo voy, pero les voy a dar un último precepto: Amaos los unos a los otros, así como yo los he amado a ustedes. En esto, en el amor que sentiréis los unos por los otros, se reconocerá que son mis discípulos. No hay amor más grande que el de aquel que da la vida por los suyos. Y ustedes serán los míos si hacen los que les digo.

Jesús traicionado:

Jesús, después de haber anunciado su muerte a los Apóstoles y de haberles confiado el nuevo mandamiento del amor, les pidió que lo acompañaran al huerto de Getsemaní.

Jesús sabía que iba a sufrir mucho, por eso, al llegar al huerto, entró en el diciendo a sus discípulos que se apartaría pata orar. Los invitó a ellos también a rezar, para que no cayeran en la tentación, y decía con angustia: "Padre que se haga tu voluntad".

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Cuando se hizo de noche, los enemigos de Jesús enviaron algunos soldados con espadas y palos para que los apresaras. Jesús, al verlos cerca, se levantó y dijo a sus discípulos: - ¡Ha llegado la hora! El Hijo de Dios será entregado a los hombres.

Y todavía estaba hablando, cuando los soldados guiados por Judas, venían con sus armas. El traidor se acercó para darle un beso a Jesús como señal convenida. Los soldados lo ataron con cuerdas y lo llevaron ante os sacerdotes del Templo y el Caifás para ser juzgado.

Mientras tanto, Pedro lo seguía de cerca, pero lo renegó tres veces como lo había predijo Jesús y lloró arrepentido. Jesús estaba prisionero y lo maltrataban y lo insultaban como a un vulgar ladrón.

Al día siguiente, los Ancianos y el Sumo Sacerdote se reúnen para juzgar nuevamente a Jesús, y lo acusan de blasfemo por alegar el ser Hijo de Dios.

Jesús fue condenado a muerte por la propia multitud y aceptó este sufrimiento para la salvación de los hombres.

La crucifixión y muerte: En las afueras de la ciudad había un monte donde los condenados debían morir. Y éste viernes, junto a Jesús, estaban dos ladrones que correrían la misma suerte.

Cuando llegaron al Calvario, despojaron a Jesús y lo crucificaron. Lo levantaron en alto, en medio a los dos ladrones.

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Algunos se burlaban de Él, gritándoles: - ¡Si eres Hijo de Dios, dile que te salve! Pero Jesús callaba y decía a Dios: - Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Uno de los ladrones se burlaba también de Él, en cambio el otro hizo callar al primero, diciéndole: - Nosotros debemos morir porque hicimos el mal. Pero Jesús es condenado sin motivo. Y dirigiéndose a Jesús le dijo: - ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino! Jesús lo miró y le dijo: - ¡Hoy mismo estarás a mi lado en el cielo! A los pies de la cruz de Jesús, estaban: María, su Madre, acompañada de algunas mujeres el apóstol Juan. Jesús miró a su Madre y viendo su inmenso dolor y su soledad le dijo: - Mujer, ahí tienes a tu Hijo. Y luego dijo a Juan: - Ahí tienes a tu Madre. Y luego de esto, comprendió que llegaba a su fin diciendo: - ¡Tengo sed! Los soldados le dieron a beber vinagre y Él lo probó, y con las pocas fuerzas que le quedaban gritó: - Todo está acabado, ¡Padre en tus manos entrego mi espíritu! Inclinó la cabeza y murió.

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Se hizo un gran silencio y muchos se arrepintieron de este crimen. En aquel momento se sintió un gran terremoto y se oscureció el sol.

Los que estaban cerca huyeron asustados gritando: - ¡Era verdaderamente el Hijo de Dios!

Solamente quedaron María, el apóstol Juan y las mujeres, y horas más tardes bajaron a Jesús de la cruz y los sepultaron en un sepulcro nuevo.

La Resurrección: Él sábado, los apóstoles junto a María, estaban reunidos con gran tristeza y temor. Pilatos, por medio de los ancianos, había puesto guardia al sepulcro, para que no robaran el cuerpo de Jesús. Temían que sus discípulos dijeran que había resucitado.

Él domingo muy temprano, María Magdalena, Pedro y Juan, fueron al sepulcro con la intención de embalsamar el cuerpo de Jesús con ungüentos perfumados.

Pero al llegar, vieron con sorpresa que la tapa del sepulcro estaba separada y un ángel vestido de blanco, sentado junto a la tumba. Él ángel les dijo: - No tengan miedo, ¿Buscan a Jesús?. ¡No está aquí! ¡Ha resucitado como ha dicho!

Más tarde, Jesús se le apareció a María Magdalena, quien, llena de alegría fue a llevar la noticia a Pedro y a los demás discípulos.

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La ascensión: Esa misma tarde, estando todos reunidos, Jesús se hizo presente en medio de ellos y les dijo: "La paz sea con ustedes" y después le mostró las manos y el costado a los incrédulos para que creyeran, y los discípulos se llenaron de alegría al verlo.

Entonces Jesús, siguió instruyéndolos para la gran misión de ir por todo el mundo, anunciando la Verdad y bautizando a todos los que creen, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Les dijo además, que aunque Él ya no estuviera con ellos, los seguiría guiando hasta el día en que volvería a llevarlos a todos al Reino de su Padre.Conclusión

Jesucristo, Jesús, Maestro, Cristo, Señor, Dios, Padre, Hijo de Dios...Sin duda el personaje más grande de todos los tiempo, en todos los sentidos, el único que ha revolucionado la humanidad y el que nos ha demostrado nuestra esencia: Somos hijos de Dios.

Jesús fue aquel hombre que vino a salvarnos por obra de Dios Padre y que nos dio la más grande lección de vida, y todo el Nuevo Testamento es fe de ella, porque Él usó todos los medios para llegar a nuestros corazones y lo logró con su amor y su bondad; y Él que es Dios hecho hombre nos ha dado el regalo de la vida porque nos salvó en aquella primera ocasión cuando fue crucificado y lo sigue haciendo ahora, mediante formas extrañas que a lo mejor no entendemos pero lo sentimos dentro de nosotros mismos.

Jesús, nuestro Salvador, todo se resume es una sola palabra: "Amor", porque sus enseñanzas estaban basadas en el amor; en el amor a Dios, al Prójimo, a nosotros mismos como seres humanos, a la vida, y

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eso lo demuestra con su sacrificio, con su vida, que entregó por nosotros.

Jesús nos dio su cuerpo, nos dio su sangre y nos dio la vida que hoy tenemos, y que debemos apreciar como cristianos y como humanos, e Hijos de Dios por sobre todas las cosas.

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