Capitulo 1 Adolescencia

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CAPITULO 1 ADOLESCENCIA

1.1. Introducción Al final de los años escolares, el niño ha encontrado un modo vital esencialmente satisfactorio. Y luego, con la llegada de la adolescencia, descubre que debe hacerlo todo de nuevo. Deja de ser un niño (aunque no quiera del todo) y todavía no es un adulto (aunque piense que lo es). La adolescencia, parece, ser una estación intermedia del desarrollo, no es ni esto, ni aquello, pero algo de ambos (Stone y Church 1959, 301). Para algunos autores el concepto de adolescencia, como periodo de desarrollo es relativamente reciente, una construcción social: idea acerca de la naturaleza de la realidad que tiene amplia aceptación entre los miembros de una sociedad en un momento particular. Que se ha aceptado ampliamente en sociedades industrializadas modernas de Occidente (Papalia, 2004). Según Craig (2001), se trata del período de transición entre la niñez y la vida adulta. La adolescencia es un período en el que un individuo puede explorar y ensayar distintos roles antes de asumir las responsabilidades del mundo adulto. En nuestra sociedad el paso de la niñez a la edad adulta está marcado por un largo periodo de transición conocido como adolescencia, que dura aproximadamente de los 11-12 años a los 19-20 años y conlleva grandes cambios interrelacionados en todas las áreas de desarrollo (Papalia, 2004). Françoise Dolto (1992) define a la adolescencia como el período de pasaje que separa a la infancia de la edad adulta y que tiene como centro la pubertad (Dolto, 1992 citado en Quinteros, 2010). Para Fernández Mouján (1973) la adolescencia, cronológicamente hablando, es definida como el período que comienza aproximadamente a los 11 años y termina alrededor de los 21 años. Para este autor la adolescencia tiene características evolutivas que no se observan en otras edades, en cuanto a desarrollo, integración social y aspectos patológicos. Dentro del espacio cronológico la divide a la adolescencia en tres períodos: pubertad, mediana adolescencia y fin de la adolescencia. En donde cada uno de estos periodos

estará marcado por un duelo en particular (Fernández Mouján, 1973). Dentro de esta línea de pensamiento de corte psicoanalítico Aberastury A. (1970) se adentra en la temática de los duelos en la adolescencia y teoriza acerca de los principales duelos que atraviesan los adolescentes. Esto serian según la autora: duelo por el cuerpo, la identidad y los padres de la infancia (Aberastury y Knobel, 1970). Para Obiols (1996), la adolescencia supone una crisis constitutiva de la identidad de la persona. Una vez alcanzada la madurez biológica, afectiva e intelectual, esta le permita al adolescente su entrada en el mundo adulto y por consiguiente estará equipado de un sistema de valores, de una ideología con que confrontar la de su medio y donde el rechazo a determinadas situaciones se cumplirá con una crítica constructiva. Según La Organización Mundial de la Salud, la cual nos acerca un marco conceptual y cronológico claro sobre esta etapa del desarrollo, define al grupo adolescente como la población comprendida entre los 10 y los 19 años de edad, y como jóvenes, el grupo comprendido entre los 15 y 24 años. Sumando ambos grupos (10 a 24 años), estos constituyen en nuestra América Latina, aproximadamente el 30% de la población (Donas Burak, 2001). Es posible que los rangos de las edades considerados anteriormente fluctúen en función de cada sujeto tomándolo de manera individual. Los cambios que se suceden a lo largo del desarrollo influirán en aspectos a considerarse como propios de la adolescencia o principios de la etapa adulta. Por ejemplo, la continuidad en los estudios o la rápida inserción laboral de los jóvenes al mercado (por elección propia o necesidad) deferirá su estatus frente a la familia y la sociedad lo cual lo posicionará dependiendo del lugar que ocupa en roles marcados que acabaran por establecer los límites desde donde podría considerárselo un adolescente o un joven adulto. Cada una de estas variables de carácter sociológico marcan de manera significativa el desarrollo humano de esta etapa, pero más allá de este carácter ambiguo de la adolescencia sobre todo en cuanto a las edades, existe un

parámetro biológico que resulta ineludible a la hora de considerar al adolescente. Por consiguiente, los factores de crecimiento, los cambios a nivel hormonal y todas estas variables biológicas del desarrollo (inicio de la etapa puberal) influirán de manera categórica en la vida del sujeto. Marcarán todos los aspectos de su vida, impondrán límites, generarán un número mayor de posibilidades, en definitiva será el cuerpo en una etapa de constante cambio el que acompañará al adolescente, que desde los avatares del desarrollo irá construyendo su identidad y el transcurso de todo este camino es lo que entonces decidimos llamar adolescencia. Una etapa, una transición, un estadio, dependiendo de los parámetros elegidos para definirla, pero algo queda claro y esto es que la palabra “cambio” en la adolescencia cobra un significado superlativo. Y no es porque sea la única etapa en donde se producen cambios, porque de hecho las hay durante toda la vida. Pero es en la adolescencia donde los cambios ocurren con una marcada frecuencia, estrecho margen temporal y una intensidad muy poderosa a la hora de configurar la personalidad del sujeto. Es quizás, luego de la etapa uterina-postnatal, en donde el cerebro librera toda su plasticidad lo cual lo hace mucho más maleable a las experiencias abriendo un abanico de posibilidades inmensas, pero también dejándolo expuesto a riesgos propios del desarrollo en sociedad. En definitiva, una etapa destinada a liberar todo el potencial de la persona y de ella dependerá significativamente todo el desarrollo posterior en la vida adulta. 1.2 El concepto de adolescencia, contexto histórico y postmodernidad La adolescencia tal y como la concebimos hoy puede ser considerada una construcción sociocultural propia de la modernidad. Antes del siglo XX existía escasa y casi nula referencia al concepto de adolescencia. Los niños entraban a la edad adulta cuando maduraban físicamente o comenzaban como aprendices de algún oficio. Luego en la posmodernidad, el ingreso al

mundo adulto se fue desenvolviendo en un lapso de tiempo más extenso y se ha convertido en un proceso menos definido (Papalia, 2004). En tanto las sociedades se hacen más complejas, se va desarrollando un interludio de aprendiz, separando la madurez biológica de la edad adulta. Resulta entonces considerar que la adolescencia es un fenómeno reciente de nuestra sociedad (Stone y Church, 1959). Tal como se describe en Conti de González; Cohen Imach; Figueroa; Coronel de Pace (2006), los profundos cambios sociales, económicos y culturales que vienen produciéndose desde la segunda mitad del siglo xx han transformado sustancialmente los modos de vida de todas las etapas del ciclo vital, y principalmente sobre la etapa en la que mas énfasis se ha puesto es en la adolescencia. Para estas autoras se ha estigmatizado este momento del crecimiento con la marca de la psicopatología, la disfunción y el déficit. No obstante hoy casi nadie pone en duda que la adolescencia es un proceso

esencialmente

cultural

y

que

para

poder

interpretar

los

comportamientos de los adolescentes es preciso conocer ampliamente el contexto cultural en el cual está inserto (Conti de González, et al. 2006). En efecto según lo planteado por la autora no existe “el” adolescente como universal psicológico, sino más bien, cada joven se encuentra inmerso en un marco sociocultural que lo define como tal. Ser adolescente hoy dista por mucho de lo que fue para sus congéneres treinta años atrás, esta etapa se extiende mucho más. Tal como lo describe Erikson (1971), la sociedad le ha conferido al joven una moratoria prolongada. Este va a requerir mas años de escolarización y de capacitación para ingresar al mundo del trabajo, prolongando así la convivencia con los padres, su proyecto de pareja, en definitiva su independencia (Conti de González, et al. 2006). La postmodernidad impactó claramente en las estructuras sociales, sus lazos y vínculos al punto que resulta oportuno replantearse críticamente aquello que llamamos adolescencia en nuestros días.

En su libro Adultos en crisis Jóvenes a la deriva Di Segni Obiols, S. (2002) plantea la situación del alumno adolescente en las condiciones que propone la posmodernidad. La autora critica arduamente a los duelos de la adolescencia, postulados en su momento por Armida Aberastury como procesos inherentes al pasaje por esta etapa evolutiva e instala la reflexión acerca de si hay lugar para los duelos en la posmodernidad. El desdibujamiento del adulto de antaño y el consecuente advenimiento de un nuevo rol, tienen como consecuencia diferencias sustanciales en la conformación de los adolescentes venideros (Di Segni Obiols 2002). En este sentido el contexto se materializa en las manifestaciones adolescentes y cómo a su vez, éste busca poder pertenecer y encontrar un lugar en esta sociedad. Di Segni Obiols, S. (2002) plantea la reflexión de qué clase de adulto se es hoy, qué tipo de jóvenes tenemos, qué caracteriza al ser adulto y que es ser

adolescente en nuestros días. Por ello cabe preguntarse qué tipo de

jóvenes tiene hoy nuestra sociedad y con qué tipo de adultos conviven nuestros jóvenes. Para la autora hay algo que cambió rotundamente y eso es el rol adulto que se construyó históricamente y con el cual se criaron generaciones atrás. Este cambio trajo consigo una crisis en cuanto a los roles, y tal como nos plantea en su obra,

la adolescencia paso a ser un período que tiende a

prolongarse cada vez más (Di Segni Obiols 2002). La adolescencia como etapa en sí misma paso a ser idealizada. El cuerpo joven se convirtió en un objetivo a preservar a como dé lugar en base a una cultura consumista que sostiene este tipo de prácticas desproporcionadas sin medir las consecuencias (ropa, locales nocturnos, cirugías estéticas, etc.). Por lo antes dicho, se desprende pensar la adolescencia siendo al mismo tiempo críticos del uso de este término. Saber que lo que a hoy llamamos adolescente no lo fue hace un siglo. Comprender que toda definición de

adolescente por la que optemos al momento de explicar fenómenos que observamos tiene un contexto determinado sin el cual pierde su sentido.

1.3. Pubescencia, pubertad y adolescencia En reiteradas oportunidades pubescencia, pubertad y adolescencia suelen confundirse como sinónimos, pero lejos de ser así, cada uno guarda una particular implicancia respecto del otro que a continuación abordaremos. La pubescencia se refiere al período, de alrededor de dos años, que precede

a

la

pubertad

(12-13

años niñas

y 13-15

años

varones

aproximadamente), y a los cambios físicos que toman lugar durante este período. Su comienzo está marcado por un brote en el crecimiento físico, y continúa con un cambio en las proporciones del cuerpo, la madurez de las características primarias y secundarias del sexo, y un acopio de otros cambios físicos (Stone y Church, 1959). Para algunos autores el período de pubescencia

refiere al pre

adolescencia. Sin embargo pre adolescencia es un término confuso debido a que a veces es utilizado para designar los años intermedios como una totalidad (Stone & Church, 1959). No delimita fehacientemente un período en particular, es mas su uso resulta un tanto ambiguo por lo que el autor sugiere el uso del término pubescencia. La pubertad es el punto de desarrollo en el que los cambios fisiológicos de la pubescencia llegan a un máximo, marcado por señales de madurez sexual: en las niñas por la menarca, las primeras menstruaciones, y en los varones por un número de signos, siendo el más seguro la presencia de espermatozoides vivos y también marcado por la presencia de poluciones nocturnas (Stone y Church, 1959). La adolescencia, finalmente, es el entero período que comienza con el brote de crecimiento de la pubescencia y concluye con la llegada de la madurez social (Stone & Church, 1959). Aunque según el autor el final de ésta es también un tanto difuso, por consiguiente correspondería definir más

detalladamente que es la madurez social y eso dependerá en la mayoría de los casos de factores sociales y culturales respecto a la adolescencia.

1.4. Adolescencia temprana, media y adolescencia tardía

Como podemos observar la adolescencia es un período de contínuo cambio y por ello es necesario hacer una distinción entre adolescencia temprana, media y tardía. La temprana adolescencia se extiende desde el comienzo del brote de la pubescencia hasta alrededor de un año después de la pubertad, cuando la nueva organización biológica del individuo se ha establecido. La adolescencia tardía, por supuesto, es el resto del periodo hasta la edad adulta (Stone & Church, 1959). Según Papalia (2001), la adolescencia temprana

se

manifiesta

aproximadamente de los 11 a los 14 años, es la transición de la niñez durante la pubertad que consiste en un rápido aumento de estatura y peso, cambios en las proporciones y formas corporales y la

adquisición de la madurez

sexual. Algunos autores hablan de una etapa intermedia en la adolescencia entre los 14 y 17 años dependiendo del desarrollo y crecimiento de cada joven. Esta se caracterizaría

por un período estabilidad en el proceso de crecimiento

físico, aunque sigue su desarrollo psicosocial. En la temprana adolescencia el individuo busca su independencia, más libertad de la supervisión adulta, desea más privilegios y menos limitaciones. Se preocupa primeramente de su estatus con sus pares inmediatos, anhela ser tan igual a otros como sea posible. El adolescente mayor comparte estas preocupaciones pero al mismo tiempo confronta también cual es su lugar con respecto al mundo adulto, independencia, trabajo, política; y en todo esto debe encontrar ahora una identidad, como sí mismo, en vez de cómo un miembro

de su familia o grupo de pares (Stone & Church, 1959). Entonces según el autor podemos decir que ese primer adolescente se preocupará de quién y qué es, y el adolescente mayor, quizás esté más preocupado de qué hacer con ello.

1.5. Desarrollo en el Adolescente

El desarrollo del adolescente implica un número de variables que van desde lo puramente físico y fisiológico hasta aspectos psicológicos y sociales. Todos ellos interactúan mutuamente. Como resultado de esa interacción tenemos al adolescente en toda su complejidad. Es difícil afirmar que cada uno de los desarrollos se desenvuelve a la misma edad en todos los adolescentes. Esto está lejos de ocurrir así; ya vemos por ejemplo en las niñas el inicio de la pubertad es significativamente más pronto que el de los varones entre dos a tres años. Ni que hablar de las diferencias interindividuales entre las personas en tanto genéticas y los tiempos de desarrollo. Todo esto nos trae un inmenso abanico de posibilidades porque estas variables en su interacción definirán el desarrollo de cada adolescente de manera muy singular. Podríamos decir que bajo estas circunstancias habrá una “adolescencia”

diferente por cada adolescente que

transite por ella. Pero más allá de los aspectos particulares de cada sujeto, sí hay características que les resultan comunes a los adolescentes durante esta etapa. Cambios encadenados en su propio cuerpo, maneras de pensar y de relacionarse con su entorno se sucederán al cabo de un desenvolvimiento lógico en función del desarrollo (que se hilvanarán con su historia personal y el contexto en donde crezca). Es decir que aquellos cambios que modifiquen el cuerpo indudablemente alterará la percepción del mismo; también llevará a cambios psicológicos profundos en el sí mismo

y consecuentemente esto

alterará las relaciones con sus pares, familia y grupo de amigos.

Los

cambios

habituales

del

crecimiento

tienen

tres

grandes

características. En primer lugar se realizan en forma secuencial, es decir, unas características aparecen antes de que aparezcan otras, como es el caso del crecimiento de los senos antes de la aparición de la menstruación (o regla o periodo), el vello púbico antes que el axilar, los miembros inferiores crecen primero que el tronco, los testículos se incrementan antes que el pene, etc. En segundo lugar el tiempo de comienzo, la magnitud y la velocidad de cada evento es considerablemente variable entre las edades y los sexos; Y por último cada evento del crecimiento sigue la ley de la variabilidad individual del desarrollo. Cada individuo tiene una propia manera de ser y la conserva a través de los años de la adolescencia y en ella influyen diversos factores, como su origen étnico, su constitución genética o familiar, nutrición, funcionamiento endócrino y ambiente sociocultural (shaffer, 2000). A continuación describiremos cada uno de estos desarrollos. De manera conceptual lo haremos de manera esquemática y por separado, pero no por ello debemos perder de vista que todos se suceden de manera mancomunada entre sí y que el desarrollo en última instancia es considerado en su conjunto por cada uno de los factores que influyen en él.

1.5.1 Desarrollo físico

Existe un lapso de casi siete años para el comienzo de la pubertad en niños y niñas. Este proceso típicamente tarda alrededor de cuatro años para ambos sexos y empieza casi dos a tres años antes en las niñas que en los niños (Papalia, 2001).

En la etapa puberal van a producirse intensos cambios físicos y psicosociales. Desde el principio de este periodo ocurren cambios hormonales que generan el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios con la acentuación del disformismo sexual, el crecimiento en longitud, cambios en la

composición

corporal y una transformación gradual en el desarrollo

psicosocial. Estos cambios que se observan en el desarrollo dependen de tres ejes hormonales: el hipotálamo- hipófisis- gonadal, el hipotálamo- hipófisisadrenal y el eje ligado a la hormona de crecimiento (Iglesias Diz, 2013). La pubertad comienza por un incremento agudo en la producción de hormonas sexuales. En las mujeres los ovarios comienzan a producir estrógeno, que estimula el crecimiento de los genitales femeninos y el desarrollo de los senos. En los varones, los testículos incrementan la producción de andrógenos, en especial la testosterona, estimulando el crecimiento de los genitales masculinos, la masa muscular y el bello corporal. Ambos tanto varones como mujeres producen ambos tipos de hormonas solo que en el caso de los varones producen mayor niveles de andrógenos (responsable del crecimiento del vello púbico y axilar y los huesos) y las mujeres mayores niveles de estrógenos (Papalia, 2001). Los cambios físicos en niños y niñas durante la pubertad incluyen: el estirón del adolescente, el desarrollo del vello púbico, una voz más profunda y el crecimiento muscular. La maduración de los órganos reproductivos trae el inicio de la menstruación y ovulación en las chicas y la producción de esperma en los chicos. (Papalia, 2001) Cuando comienza la pubertad, durante el estirón puberal se produce un aumento de la talla que representa el 25% de la talla adulta. El estirón puberal dura aproximadamente 2 años

y varía de un individuo a otro. El

mismo en las chicas precede 2 años a los varones dándose el pico máximo a los 12 en chicas y a los 14 en varones. A los 14 años las mujeres son más altas en promedio que los varones, pero como se detiene antes su crecimiento, los varones alcanzan mayor altura. Durante este tiempo las chicas crecen entre 20 y 23 cm y los chicos crecen entre 24 a 27 cm. (Iglesias Diz, 2013). Los cambios físicos observados en varones y mujeres durante la pubertad incluyen el crecimiento repentino. Esto típicamente dura alrededor de dos años: tan pronto finaliza, el joven alcanza la madurez sexual. Por lo

general ocurre primero en las mujeres entre los 11-13 años. Afecta prácticamente todas las dimensiones de los músculos y el esqueleto, en las mujeres llega a su máximo a los 12 y medio en tanto en los varones alrededor de los 14 y medio (Papalia 2001). Durante este periodo las mujeres a comparación de los varones son más altas, pesadas y fuertes, luego esta tendencia se revierte y tanto varones como mujeres alcanzan virtualmente su estatura definitiva a la edad de los 18 años (Behrman 1992, citado en Papalia, 2001).

1.5.2 Desarrollo Cognitivo

En la adolescencia los cambios cognitivos son muy significativos en tanto alcanzan su pleno desarrollo con la adecuada estimulación del entorno social (Briccola, 2013). No solo parecen diferentes de los niños más jóvenes sino que piensan de manera diferente. A pesar de que su pensamiento puede parecer inmaduro en ciertos aspectos, son capaces de desarrollar pensamiento abstracto y emitir juicios morales sofisticados, y pueden planear el futuro de modo más real (Papalia, 2001). Según Piaget, los adolescentes logran el más alto nivel de desarrollo cognitivo cuando alcanzan la capacidad de producir pensamiento abstracto. Este se inicia cerca de los 11 años, les proporcionan nuevas y más flexibles maneras de manejar la información. El aquí y ahora (pensamiento concreto) ya no es una limitación por lo que pueden comprender el tiempo histórico y el espacio exterior (Papalia, 2001). Los adolescentes usan el pensamiento formal, es decir pueden generar posibilidades abstractas para luego avanzar a lo concreto y viceversa de manera reversible. Comienzan a utilizar con mayor frecuencia un pensamiento de tipo lógico. Todas estas capacidades se desarrollan de manera gradual en una interacción entre las experiencias físicas y las experiencias ambientales (Feldman, 2007 citado en Briccola, 2013). En tanto al pensamiento de

operaciones formales, este resulta altamente influenciado por su entorno, es decir, si no han recibido la adecuada estimulación a través de la educación sistemática es posible que éste no se desarrolle en plenitud o al menos tal cual se espera de él (Briccola, 2013). De concretarse con éxito el desarrollo de esta etapa uno de los logros más significativos durante

las operaciones formales es alcanzar el

razonamiento hipotético – deductivo. Pero tal como señalamos más arriba el éxito de este dependerá de un entorno estimulante. El contexto en que se desarrolle el joven cobrará mucha más importancia durante esta etapa. El poder pensar de manera abstracta le posibilitará al adolescente mayores habilidades críticas. Este tipo de actitud, que puede ser considerada desafiante, responde a una clara necesidad de auto reafirmación por parte del joven y puede ocasionar dificultades en sus relaciones con padres, maestros y otros adultos. Las habilidades meta cognitivas desarrolladas por los adolescentes les permiten imaginarse lo que otros están pensando sobre ellos, creando elucubraciones complejas acerca de “lo que piensan que los demás piensan” (Briccola, 2013). La vida interior del adolescente se enriquece mucho más durante esta etapa (además de su vida social). El adolescente pasa gran parte de su tiempo pensándose a sí mismo. Es usual encontrarlos distraídos, “como en la luna”, se tornan mucho más sensibles al arte, la poesía, la música y todo tipo de expresiones que representa aquello sienten que les pasa por dentro. Un logro muy importante durante esta etapa es la consolidación del auto concepto. Esto resulta posible gracias a las nuevas capacidades cognitivas adquiridas. Es allí en ese pensarse a si mismo desde el cual la presente investigación se interesa por el bienestar psicológico. En el lenguaje del adolescente pueden apreciarse una mayor cantidad de términos psicológicos para describir el yo, que en los niños de escuelas primarias. Los jóvenes se dan cuenta que no son las mismas personas en

todas las situaciones. Al principio las incoherencias y el hecho de tener diferentes yo frente a los padres, los amigos, los profesores y los conocidos no parece molestarles; pero a alrededor de los quince años en adelante esto comienza a incomodarles y suelen preocuparse por encontrar su “yo verdadero” (Shaffer, 2000). Esta búsqueda continuará toda la vida pero es durante la adolescencia, donde se afianzará su personalidad, es por ello que cobrará mayor importancia. Durante esta etapa el auto concepto adquiere tintes más psicológicos, y mayor abstracción para concertarse en un autorretrato coherente e integrado desde la niñez hasta la adolescencia. En verdad, el adolescente se convierte en un complejo teórico del yo que puede reflexionar y entender el funcionamiento de su personalidad (Shaffer, 2000).

1.5.2.1 Características del pensamiento adolescente

En base a sus estudios clínicos realizados con adolescentes, el psicólogo David Elkind (1984, 1998) identifico ciertos comportamientos y actitudes que son usualmente consideradas como inmaduras en los jóvenes (Papalia, 2001) pero

estos, tal como describe en su investigación podrían deberse a los

primeros contactos de los adolescentes con el pensamiento abstracto. Es decir, que durante la adolescencia el pensamiento abstracto, tal como describimos más arriba, empieza a notarse. Esta característica del pensamiento resulta un logro cognitivo muy importante para el desarrollo. Marcará en adelante la forma en que piensen a los demás y a sí mismo como así también su mundo interior. El pasaje de un tipo de pensamiento concreto a uno abstracto no ocurre de manera inmediata. Es un proceso gradual sobre el cual todos estos cambios ocasionarán algunos efectos sobre el juicio en los adolescentes que lo llevarán a conclusiones un tanto desviadas para el mundo adulto, pero

congruentes para ellos mismos. Esto es producto de los primeros intentos en el uso del pensamiento abstracto. A continuación describiremos algunas de estas características del pensamiento adolescente por el cual pudieran ser considerados inmaduros. De hecho, algo de eso hay, pero es importante considerar que esto se debe a un pasaje quizás necesario, una transición, un acostumbramiento al pensamiento lógico formal. Tendencia a discutir: los adolescentes buscan la mayor parte del tiempo la posibilidad de demostrar sus nuevas habilidades de razonamiento. Es posible que mientras exploran las posibilidades que les plantea cierto problema estén discutiéndolo durante mismo proceso aún cuando el resultado del mismo resulte evidente una vez resuelto (Papalia, 2001). Las excusas dadas a los padres tienen una lógica para los adolescentes difícil de discutir al punto que adquieren para ellos un carácter inimpugnable. Indecisión: esto se debe a que todavía no se sienten seguros para decidir (Papalia, 2001). Por ejemplo algo tan sencillo como decidir si ir al centro con una amiga, ir a la plaza con los compañeros del colegio ó juntarse para hacer la tarea escolar suele ocasionarles ciertas dificultades, por no decir grandes dolores de cabeza. Búsqueda de fallas en las figuras de autoridad: existe cierto desencanto con los adultos durante la adolescencia, descubren que tanto sus padres como los demás mayores no son tan perfectos y/o idealizados como ellos suponían en la infancia. Su sentido crítico hacia ellos se incrementa durante esta etapa del desarrollo. Hipocresía evidente: con frecuencia los adolescentes no reconocen la diferencia entre expresar un ideal y hacer los sacrificios necesarios para conseguirlos (Papalia, 2001). Autoconciencia: debido a la preocupación por su propio estado mental, por lo general los adolescentes tienden a suponer que los demás

también están pensando en lo que ellos piensan. A esto Elkind (1984) lo llamo audiencia imaginaria (Papalia, 2001). Suposición de invulnerabilidad: Elkind le llama a esto fábula personal, y se refiere a la creencia de los adolescentes según la cual son especiales, su experiencia es única y no están sujetos a las reglas que gobiernan el resto del mundo (“otros caen en las drogas, no yo”; “nadie siente tanto amor por esto como yo”). Para este psicólogo aquí reside la especial forma de egocentrismo que en ciertas ocasiones puede desencadenar comportamientos peligrosos e incluso autodestructivos (Papalia, 2001).

1.5.3 Desarrollo social

En la adolescencia los cambios sociales son evidentes en cuanto se amplía significativamente la integración en grupos de pares y amigos. Durante esta etapa el joven se vuelve mucho más independiente de los padres, por lo tanto el tiempo que pasan fuera de la casa es mucho mayor que durante la niñez, además la red de amigos se amplía en la escuela y fuera de esta también. A través de la infancia y de la adolescencia, el grupo de iguales en sexo y en edad crece en número. De los dos o tres miembros iníciales puede llegar hasta la docena de compañeros. Si bien la naturaleza unisexual del grupo persiste en gran medida, se produce ahora un cruce de fronteras. Esto es, comienzan las reuniones, las representaciones y los bailes escolares en los cuales los varones y las chicas de un grupo determinado empiezan a estar más juntos (Blair y Stewart 1965). El cambio más pronunciado de la conducta social tiene lugar en el sector de las relaciones heterosexuales. Durante los últimos años de la infancia, las relaciones se caracterizaban por antagonismos en los sexos; ahora, durante la adolescencia se presenta un activo interés por las personas del sexo opuesto (Hulock 1961). La intimidad con amigos del mismo sexo se incrementa desde

la adolescencia temprana hasta la adolescencia intermedia, después de la cual generalmente disminuye a medida que se desplaza hacia adolescentes del otro sexo (Laursen, 1996 citado en Papalia, 2001). Con respecto a la sociedad se dan comportamientos que resultan más empáticos. El adolescente busca pertenecer a grupos y compartir ideales, tiene la necesidad de verse representado en otros, surge el espíritu de grupo. Esto a su vez genera una búsqueda de seguridad y estima personal. Es en ese grupo de pares, además de la familia, donde el joven se ve reflejado y en base a estas identificaciones construye, más arduamente que en otras etapas, su identidad. Es también sabido que en la adolescencia se producen fuertes cuestionamientos a la autoridad, su familia, profesores y todo aquel que la detente frente a ellos. Es natural que esto ocurra, pues el adolescente frente a la sociedad contrasta su identidad, quién es, quién cree que es o quién quiere ser, y para eso también necesita poner una distancia a veces de formas que resultan abruptas y desproporcionadas para reafirmarse a sí mismo. Esto en ocasiones suele generar relaciones violentas, tensión en el ámbito familiar, escolar, etc. y todo ello producto de las intensas emociones que están presentes durante esta etapa. Stone y Church (1967), respecto a la relación de los adolescentes y la autoridad señalan que: Si el principal problema práctico del adolescente es el hallazgo de una segura definición de sí mismo como un adulto independiente de la autoridad y del apoyo de su familia, se deduce que tiene que romper con un sinnúmero de ligámenes familiares basados en autoridad, afecto, responsabilidad, respeto, intimidad y posesividad, por no mencionar la fuerza del hábito. (p.311)

Cada uno de los ideales, valores y normas a las que los adolescentes acceden están teñidos por la cultura. El contexto más amplio, es decir, el ámbito sociocultural y económico en que se desarrolle influirá en este proceso. Los adultos con quienes se relacionen también serán participes. Ya no solo los

padres marcarán la vida del joven, el barrio, el club, la escuela, la iglesia, los profesores y todo aquel que sea significativo y cercano influirá en el desarrollo de cada adolescente. Cada cambio, conducta de grupo, gustos y actividades tendrán una importante cuota de intensidad, tal como vive el adolescente lo que le pasa en ese momento. Esa intensidad con la que suelen vivir estos cambios al mismo tiempo se potencian con la volatilidad y lo pasajero, es decir, que pueden cambiar de gustos de un día para otro, lo que hoy es sorprendente y maravilloso mañana quizás no le despierte mayor interés, al mismo tiempo generan compromisos superficiales, pero sentidos con un auténtica pasión mientras duran . Todo esto es así por una razón, esta etapa es crucial para el desarrollo íntegro de la persona y aunque el joven quizás no se detenga a pensarlo, esta es su oportunidad de probar y elegir como vivirá y que gustos sostendrá más adelante en la vida. Las potencialidades de cada joven son enormes, durante esta etapa se genera la posibilidad única en toda la vida de aprender a ser como quiera ser, a elegir como ser, ser artífice de su propia

identidad. Pero con cada

oportunidad también hay una responsabilidad mayor que depende de la misma. Esta es una etapa de oportunidades pero al mismo tiempo no está exenta de riesgos. En este sentido puede observarse en muchos adolescentes actitudes violentas y destructivas, las cuales suelen originarse por las presiones de los propios grupos de pares o en profundas situaciones de marginación social, de exclusión y/o abandono parental (Briccola 2013). Frente a esto debemos tener en cuenta aquella ambivalencia que se superpone durante toda la adolescencia principalmente en los primeros años. Esta se presenta en aquel primer adolescente que frente a los marcados cambios producidos por la pubertad, tiene para sí dos actitudes bien claras y contrapuestas al mismo tiempo. Por un lado esgrime ser grande, mayor, algo muy parecido al adulto y con ello exige a sus padres y/o autoridad que se lo trate como tal y se le otorgue más independencia. Pero por otro lado coexiste

una actitud totalmente contradictoria y esta es la de no querer renunciar al mismo tiempo a los privilegios de seguir siendo un niño, al cuidado, la seguridad el rechazo de las responsabilidades (Stone y Church, 1959). Esta ambigüedad se da en el cuerpo del adolescente que está entre un niño y un adulto; está presente en sus pensamientos, categorías y esquemas infantiles que deben ser actualizados constantemente para así poder adaptarse día a día en su relación con pares y consigo mismo; y por último también está presente en su socialización. Aquella apertura a un mundo mucho más vasto que la familia, que inclúye nuevos amigos, el barrio, la ciudad, el colegio y demás. Como señalamos más arriba, esta posibilidad que se le presenta al adolescente es sumamente positiva porque amplia esa red socializante que lo construye como persona pero al mismo tiempo trae consigo ciertos riesgos. Entender que en esta ambivalencia se juega algo más que una indecisión. Es más bien, el delicado equilibrio en donde los adultos inciden en la vida del adolescente, lo nutren de posibilidades o lo restringen y a través de ello pueden o no privarlo de acceder a medios de expresión y derechos básicos para su desarrollo, en definitiva, brindarles oportunidades. Los adultos, padres, profesores y/o sociedad en su conjunto tienen la responsabilidad de ofrecer ese marco de contención en donde ese adolescente aún inseguro consigo mismo pueda encontrar un reflejo íntegro de su persona y así poder desarrollarse en óptimas condiciones. Las actividades extra escolares, generadas desde las escuelas y otras organizaciones en un marco de educación no-formal tienen como propósito contener a los jóvenes, además de generar espacios de aprendizajes más distendidos y diversos. Deben propiciarle junto a la escuela, la familia y otros organismos de la sociedad una red de contención equitativa de posibilidades.

1.5.3.1 El adolescente y el grupo El grupo pasa a formar una parte muy importante en la vida del adolescente, marca un punto de referencia. A través de él va a compararse y asumirá identidades que moldearan su personalidad. Compartirá valores y normas por fuera del ámbito familiar, pondrá a prueba todo lo aprendido en su grupo primario. Los grupos de la etapa final de la infancia gradualmente se dispersan durante la adolescencia. Los preadolescentes (antes de los cambios puberales y durante el comienzo de los mismos 10-13 años) se apartan de los grupos sociales y atraviesan una época en que prefieren el aislamiento. Muestran relativamente poco interés por sus amigos anteriores, e incluso en la compañía de los adultos (Hurlock, 1961). A medida que van saliendo de la transformación física que acompaña a la pubertad, vuelven a sentir la necesidad de la vida social. El grupo influirá sobre la conducta en esta etapa de manera muy particular. Aunque un adolescente puede seguir siendo un individuo en lo que atañe a sus ideas y sentimientos personales, con su conducta se convierte en un esclavo del grupo. Esta se adapta al modelo establecido y aprobado por todos (Hurlock, 1961). El creciente número de relaciones de las personas jóvenes con los pares es una importante fuente de apoyo emocional durante la compleja transición de la adolescencia. Los adolescentes que experimentan cambios físicos rápidos se sienten bien al estar con otros que experimentan cambios semejantes. El grupo de pares es una fuente de afectos, simpatía y comprensión y guía moral, un lugar para la experimentación y un entorno para lograr la autonomía y la independencia de los padres (Papalia, 2001). La intensidad e importancia de las amistades, así como el tiempo dedicado a los amigos, son probablemente mayores en la adolescencia que en cualquier otra etapa de la vida (Papalia, 2001). La opinión de los demás, pero especialmente la del grupo de su misma edad, es de inmensa importancia para el adolescente (Hurlock, 1961).

Siguiendo lo señalado por Hurlock (1961) la mayoría de los adolescentes dividen a sus amigos en tres tipos de grupos: en primer lugar sus mejores amigos (íntimos), luego grupos de amigos pequeños y cercanos (exclusivos) y por último su grupo de amigos más amplio (los del barrio, el club, algunos compañeros del colegio). Los amigos íntimos: son los inseparables y su número varía según el adolescente pero no suelen ser más de cinco por lo general en muchos casos uno solo. Con ellos comparte lo más personal, su mundo interno, aquellas cosas que suelen confiar más que en un adulto. El grupo de amigos más cercano: es donde el joven comparte mas gustos, valores y toma importancia el sentimiento de nosotros; en el no existen reglas de organización pero exige ciertas características que los distinguen y de alguna manera condicionan la pertenencia a estos grupos como podría ser por ejemplo la edad, factores socioeconómicos, ser compañeros de curso, de club, etc. La vida social del adolescente no se termina aquí, de hecho los demás pasan a ser conocidos, pero ellos también incidirán en su vida en todo caso de forma menos directa (sin incluir la familia), el adolescente tiende cerrar más su círculo intimo de manera muy celosa como una extensión de sí mismo y al mismo tiempo está más abierto a conocer otras personas.

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