Cosecha Roja - Joe Schreiber.pdf

  • Uploaded by: jaime12a
  • 0
  • 0
  • January 2021
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Cosecha Roja - Joe Schreiber.pdf as PDF for free.

More details

  • Words: 74,717
  • Pages: 165
Loading documents preview...
Cosecha Roja Por Joe Schreiber Dramatis Personae Dail'Liss; Bibliotecario (Neti varón) Darth Scabrous; Lord Sith (humano varón) Dranok; cazarrecompensas (humano varón) Hartwig; Estudiante Sith (humano varón) Jura Ostrogoth; Estudiante Sith (humano varón) Kindra; Estudiante Sith (humano mujer) Maggs; Estudiante Sith (humano varón) Hestizo Trace; Trabajadora de los Cuerpos Agrícolas Jedi (humano mujer) Mnah Ra'at; Estudiante Sith (humano varón) Pergus Frode; Mecánico (humano varón) Rance Lussk; Estudiante Sith (humano varón) Rojo Trace; Caballero Jedi (humano varón) Tulkh; Cazarrecompensas (Whiphid varón) Wim Nickter; Estudiante Sith (humano varón) Xat Hracken; Maestro de Combate Sith (humano varón) 1 /Anillo

3.645 aABY Wim Nickter estaba justo fuera del círculo, a la espera de la primera sangre. El aire frío de la mañana de Odacer-Faustin sabía como el ozono, dejándole la lengua y los labios adormecidos, haciendo que su corazón palpitase más fuerte en el pecho hasta que realmente parecía sacudir la tela de su pesada túnica resistente al viento. Él había subido los setenta y siete pasos a la cima del templo con los otros estudiantes, acabando con dolor muscular, y un sudor por sus esfuerzos que todavía estaba secándose al viento. La sesión de entrenamiento con sables de luz se había terminado. Ahora, el duelo comenzaría. En los tres años estándar desde que había llegado a la academia, Nickter había llegado a anticipar estos duelos con un tipo especial de emoción. Un alto y espigado joven de diecisiete años de edad, con una mata de pelo negro, miró hacia el círculo con hambrientos ojos azul-grisáceos que hacían juego con el paisaje implacable casi a la perfección. Nickter miró hacia abajo. Desde lo alto del templo, la academia Sith no se parecía a nada tanto como a una rueda parcialmente demolida, sus radios radiantes torcidos desde el eje central de la torre. Sus cámaras antiguas, pasillos cerrados, túneles y templos, y la gran biblioteca que sirvió como su corazón a donde se había perseguido a todos hace mucho tiempo comenzaban a desmoronarse y se deterioraban por las décadas de nieve y hielo acumuladas, y las excentricidades en constante cambio tectónico de la corteza planetaria. El resultado fue una extensa ruina de espacios olvidados, algunas de ellas eran palacios que gemían bajo las toneladas de vieja arquitectura Sith que los torturaban. Fue aquí a donde habían llegado, Nickter y varios centenares de otros, para aprender todo lo que necesitaban saber sobre el lado oscuro de la Fuerza. *** Directamente a través de él circulo, Señor Shak'Weth, el Maestro Espadachín Sith, dio tres pasos hacia adelante en el espacio abierto, mirando a los estudiantes desde debajo de la capucha de su capa. Por un momento, el viento había cesado, y todo estaba en silencio excepto por el roce de las botas sobre la superficie plana y uniforme. El rostro de piedra del Maestro Espadachín no revelaba ningún indicio de expresión. La ranura delgada, sin labios de su boca no se movió. No se formularon comentarios, ni se necesitaba ninguno. Este era el momento en que el primer reto que se haría, y Nickter , junto con todos sus compañeros, había oído los rumores. Este sería el día que Lussk iba a emitir su desafío. Rance Lussk era mejor estudiante de la academia, un acólito Sith que era una promesa, combatiendo de forma tan encarnizada y con tanto potencial que pocos, si había alguién, se atrevía a acercarse a él, y mucho menos hacerle frente a él en un duelo. En estos días pasaba la mayor parte de su tiempo en sesiones de entrenamiento privado con Shak'Weth y los otros Maestros en la academia. Algunos dijeron que se había sentado aún en la meditación con el mismo Lord Scabrous, en la torre... Nickter aun tenía sus dudas particulares acerca de esta última parte. No había conocido aun a ningún estudiante que dijese realmente haber estado dentro de la torre.

Aun así, esperó, conteniendo la respiración. El grupo había caído totalmente en silencio. Un momento después Lussk dio un paso adelante. Él era una figura ágil y musculosa con una túnica, con una cara larga y un cabello rojo ardiente que había crecido mucho, que tenia echado hacia atrás y lo mantenía trenzado con tanta fuerza que le tiraban de las comisuras de sus ojos verde pálidos, dándoles una mirada ligeramente inclinada. Pero su característica más destacada era el silencio auto-contenido que se cernía en torno a él como una nube letal. Haciendo que el acercarse a él de fuera una experiencia que llenaba el clima de un temor sordo, las una o dos veces Nickter había golpeado accidentalmente a Lussk en los pasillos de la academia, se había hecho sentir la caída de la temperatura junto con el contenido de oxígeno. Lussk emanaba amenaza, que soplaba como si emitiese dióxido de carbono. Nickter sintió como su cuerpo amenazaba con derrumbarse, salvando a su corazón palpitante, cuando Lussk se volvió lentamente su mirada hacía sus compañeros acólitos, una mirada indiferente, casi de reptil. En cuanto a los que podrían resistírsele, sólo había unos pocos dignos de su tiempo. La mirada de Lussk pasó sobre Jura Ostrogoth, Scopique, Nace, Ra'at, algunos de los duelistas más hábiles del grupo. Si tuviera que hacerlo, Nickter se preguntaría, ¿porque ninguno de ellos acepta? La humillación de dar marcha atrás no era nada comparado con la catástrofe potencial de perder ante Lussk en el círculo; en las manos de alguien entrenado con la espada, con su eje de duracero y millones de microscópicas barbas llenas de toxinas, podrían hacer frente a lesiones catastróficas. Lussk se detuvo, y Nickter se cuenta de que el monaguillo pelirrojo lo miraba fijamente. Las palabras de Lussk colgaron en el aire. "Yo reto a Nickter". *** Al principio, Nickter estaba seguro de que lo había oído mal. Entonces la realidad le hundió y él sintió que se le caían las entrañas, fue como si la tierra misma se hubiese vaporizado abruptamente debajo de sus pies. El tiempo parecía haberse detenido. Era consciente de que Shak'Weth todos los aprendices se daban la vuelta para mirar en su dirección, esperando a que diese un paso hacia adelante o hacia atrás. Como una cuestión puramente práctica, la selección de Lussk no tenía sentido, a pesar de que estaba ciertamente bien entrenado, Nickter era claramente inferir al otro estudiante, siempre había oportunidades de perfeccionar sus habilidades o incluso de ofrecer a los demás un buen combate. Sin embargo el reto se cernía en el aire entre ellos, sin respuesta. "Bueno, Nickter?" le preguntó el Maestro de la Espada. "¿Qué dices?" Nickter bajó la cabeza, sintiendo el lento arrastre familiar de calor a sus mejillas y cuello. Era consciente

de que una respuesta formal no era necesaria. Simplemente inclinar la cabeza y dar un paso atrás sería respuesta suficiente, y un momento después, los susurros que empezarían a acabar con el poco prestigio que había logran reunir aquí en los últimos dos años comenzarían a evaporarlo a su alrededor. Era un dilema imposible de ganar, por supuesto, pero por lo menos de esta manera él a permanecería intacto. Varios de los que se opusieron a Lussk anteriormente no habían tenido tanta suerte, los últimos tres habían salido de la academia después de perder contra él. Uno de ellos se había quitado la vida. Era como si perder contra Lussk hubiese... hecho algo en ellos, infligiéndoles una herida interna profunda de la que no pudiesen recuperarse. La respuesta era obvia. Nickter sólo daría un paso atrás se retiraría. Y así quedo tan sorprendidos como cualquiera de el os cuando se oyó decir: "Acepto". Un murmul o de sorpresa ondulado audible a través de los otros aprendices. Incluso Shak'Weth ladeó una ceja espinosa. Nickter parpadeó, incapaz de creer lo que acababa de decir. Él no había querido hablar. Las palabras habían brotaba de él involuntariamente. Mirando a Lussk, vio que ya la más leve insinuación de una sonrisa se encrespaba en las esquinas de esa boca pequeña, sin complicaciones, Nickter se dio cuenta de que, de todos los presentes, sólo Lussk no fue sorprendido por su respuesta. Y por primera vez, Nickter vio lo que estaba sucediendo. No se trataba de un duelo en absoluto. Se trataba de algo completamente distinto. "Bueno, entonces-dijo Lussk, haciéndole señas con la mano libre," Vamos”. Antes de darse cuenta, Nickter se sintió siendo arrastrado hacia delante en el anillo, un pie y luego el otro, arrastrando el resto de su cuerpo a lo largo de la misma. Su corazón se aceleró mientras su cuerpo registró lo que en realidad sucedia. No, su mente protestó, yo no estoy haciendo esto, no quiero hacer esto, pero eso no importaba porque todo lo que podía ver era la sonrisa de Lussk ampliarse lo suficiente como para mostrar el resultado el brillo amarillento de los caninos detrás de los labios. Nickter sabía lo que estaba pasando, y lo era peor, Lussk sabía que él lo sabía. Los ojos de Lussk eran braseros de puro placer, sádico, y su intensidad transformaba su rostro de otra manera llano, lo que lo distorsionaba de alguna manera, haciendo que pareciese horrible. Ellos estaban cara a cara ahora, tan cerca que Nickter podía sentir esa frialdad terrible derramándose de los poros de Lussk, y Lussk levantó la hoja de entrenamiento, su eje silbaba al atravesarlo el aire cuando él mismo se coloco en la posición estándar de listo. No, Nickter quería decirlo, con los ojos en silencio suplicando, sino que vio subir a su propia hoja. Ya era demasiado tarde. Lo que se está haciendo con él, cualquiera que fuese lo Lussk le estaba haciendo... La hoja de Lussk ataco con fuerza y rapidez. Nickter reaccionó al instante, con una velocidad y agilidad instintiva arraigada de innumerables sesiones de práctica. Metal golpeó metal con un sonido metálico que

sacudió el aire, reverberando a través del círculo a su alrededor y que lo convirtió en un zumbido como el de un circuito de alta tensión. Algo volvió a la vida dentro de Nickter, y cuando Lussk se lanzo contra él otra vez estaba listo, desviando el siguiente ataque de Lussk con una fuerte, y sin vacilaciones parada y ajustando de vuelta con un movimiento que pronto creó una obertura entre ellos. De lo que sonaba como muy lejos, oyó Nickter como la multitud dejaba escapar un murmullo leve, agradecida. Ya había sobrevivido a sus expectativas más pesimistas. Lussk cargo de nuevo hacia delante, y Nickter saltó para desviar su ataque, menos hábilmente ahora. Esa sensación fugaz de la competencia ya se había ido, despojándolo, al ser sustituida por una vertiginosa pérdida de perspectiva. ¿Cómo había llegado tan cerca, tan rápidamente? Lussk se movía demasiado rápido, y la hoja Nickter parecía haber cobrado vida por su cuenta en su mano, sacudiéndose y rozando para celebrar fuera que Lussk quisiera, pero la sonrisa fría Lussk le dijo toda la historia. Yo te poseo, gusano, dijo, la fuerza de voluntad en auge del cadete al otro a través del cráneo de Nickter, y vas a hacer lo que te digo. Nickter la apretó la mandíbula, convocando a lo que quedaba de su resolución. Ahora comprendía que su única esperanza residia en liberarse, arrebatar su voluntad del control a distancia de Lussk. Lo que el otro acólito practicaba en él ahora era obviamente una avanzada técnica de control de la mente mediante la Fuerza aprendida de uno de los Lores Sith en la academia, tal vez en la rodilla del mismo Scabrous. ¿Y si los rumores de su tutela secreta habían sido cierto después de todo? Cualquiera que fuese el caso, por razones que sólo conocía Lussk, había decidido probarlo esta mañana en Nickter y Nickter no tenía nada con que contrarrestarlo. Con un gruñido de esfuerzo audible, Nickter ataco de nuevo hacia delante, con la cuchilla en la mano, sólo para ser alcanzado por una perpleja sonrisa de desprecio, como si Lussk no esperase nada más. En una serie de movimientos, Lussk lanzo la secuencia perfecta de un ataque Makashi brutal y preciso con la más acrobática forma IV, moviéndose de un tirón desde una posición de pie, al aire dando vueltas, y aterrizando antes de que Nickter hubiese tenido la oportunidad de reaccionar. Demasiado tarde, Nickter escuchado el silbido de la cuchilla a su derecha, que atravesó su codo, y él dejó escapar un grito agudo, agonizaba mientras a su mano se le entumecían los dedos haciendo que se abriesen liberando su espada. Indefenso y desarmado, sintió la punta fría de duracero de Lussk que había venido a descansar contra la parte posterior de su cuello, mordiéndole la piel justo debajo de la base del cráneo. Había esa horrible sensación de entumecimiento que como Nickter sabía muy bien, que había un segundo antes de que la terminación nerviosa registrase una sobrecarga de dolor. Por lo menos había terminado. Ahora, la voz de Lussk latía dentro de su cabeza. Era baja y monótona, un comando irresistible. Empújate hacia atrás en mi espada. Nickter se resistido, forzando hacia delante, los músculos tensos se le dibujaban en el cuello, pero todo fue inútil. Él no pudo contenerse. El dolor aumentó, doblándolo sobre sí mismo, creció hasta ser infinitamente peor, grito a través de él, y una parte sombría, instintiva de él sabía que estaba a segundos de cortar su propia médula espinal, causar un cortocircuito en su cerebro, y de la extinción de todos los pensamientos que permanecían en el citado último instante de conciencia. Él aspiraba aire a través de sus

dientes y miró hacia afuera, como si desde alguna gran distancia, en el cordón de los otros fuera del círculo, mirándole a él hacia abajo. Sus ojos eran brillantes y ansiosos, esperando el inevitable golpe de gracia. Os maldijo, pensó Nickter, yo os maldigo a cada uno de vosotros apestoso, espero que todos tengáis que soportar esta tortura para mal, espero que cada uno sufra como yo estoy sufriendo ahora, espero... Con un suspiro, Nickter se tambaleó hacia delante, de repente libre, lejos de la hoja, llegando a colocar una mano sobre la dolorosa, pero en última instancia, superficial herida que le quedaba justo por encima de la protuberancia del hueso de su importante vertebra. Apenas conseguía mantener en parte su posición vertical. La batalla, tanto física como mental-había reducido su cuerpo a un holograma borroso de lo que fueron sus músculos, estaba temblando, retorcidos los harapos, la piel y el pelo empapados en sudor. Su cabeza se sentía como si fuera a explotar. No podía recobrar el aliento. Dándose la vuelta para mirar a la cara a Lussk con las piernas que parecían como si pudieran traicionarlo y doblarse en cualquier momento, él alcanzó a ver los impenetrables ojos verdes del otro acólito. Sólo vives porque ye te dejo, le decían los ojos, y Nickter entendido que al final, el acto de misericordia de Lussk le había condenado a la humillación de una mayor supervivencia injustificada. Apartó la mirada, se volvió y se abrió paso entre la multitud. Nadie habló o hizo un ruido mientras seguía los pasos de piedra hacia abajo desde la parte superior del templo a la pasarela barrida por la nieve a continuación. 2/Crack Al mediodía, la noticia de la derrota de Nickter había viajado por toda la Academia. Ninguno de los otros estudiantes habían visto lo que le había sucedido después, pero Jura Ostrogoth asumió que Nickter había ido a la enfermería para ser tratado de sus heridas físicas... o había vuelto a los dormitorios a lamerse los menos tangibles. "De cualquier manera, "le dijo a Jura Kindra, los dos últimos esquivando las losas de piedra torcidas de los caminos que marcaban uno de las cinco entradas a la biblioteca de la academia," no importa ahora, ¿verdad? Fue apenas un rasguño de todos modos. " Kindra asintió con la cabeza pero no dijo nada. Ellos se dirigían al comedor para la comida del mediodía. Después de un breve respiro esta mañana, estaba nevando de nuevo, ahora con menos fuerza, granos de arena se agitaban sobre el suelo delante de ellos, arrastrándose a lo largo de los pasillos yendo a la deriva desde las paredes exteriores de la academia. Jura, que había crecido en Chazwa en el sector de Orus, se ajustó bien al clima frio y se dirigió al comedor con su bata abierta en la garganta, apenas notando el viento racheado a través del tejido. Había visto a otros acólitos de climas más cálidos tratando de influir en el mismo aire descaradamente indiferente a través de su castañeteo de dientes y sus labios azules, pero el frío realmente no le molestaba, nunca lo hacía. "¿Qué pasa con Lussk?" Le preguntó Kindra.

Jura le lanzó a ella una mirada de reojo. "¿Qué pasa con él?" "¿Alguien vio adónde se fue?" "¿Quién sabe?" Él no era capaz de disimular la molestia en su voz. "Lussk viene y se va cuando le parece. Los días pasan sin que nadie lo vea. Por lo que he oído...” Dejó que las palabras se esfumasen poco a poco, mirando a la torre que se elevaba desde el centro mismo de la academia, un inmenso cilindro negro que sobresalía sobre el cielo gris. De vez en cuando, un vapor negro se salía esparciéndose de su parte superior, manchando el cielo, con una lluvia de trozos gruesos y arenosos de cenizas cuyo olor era lo bastante malo hacer llorar. A diferencia de con el frío. Jura nunca se había acostumbrado al humo y las cenizas. "¿Qué has oído?"Le preguntó Kindra. Él negó con la cabeza. "Sólo rumores". "Yo también los he oído." Ella lo miraba con intención. "Y no sólo sobre Lussk". "¿De qué estás hablando?" "De nada " le dijo y pasó junto a él en el comedor. *** Su comida del mediodía estaba delante de él-una masa fibrosa de jarrete mubasa y conservas de frutas montra Jura Ostrogoth miraba el comedor a su alrededor con un ojo vigilante. Había existido el tiempo suficiente como para saber que la violencia engendra violencia, que la noticia de lo que había sucedido a Nickter fácilmente podría inflamar el deseo de algunos otros aprendices para moverse hacia arriba, en la academia reinaba ley del más fuerte, y Jura estaba lo bastante alto como para ser un objetivo. El arco solo, al igual que la mayoría de los estudiantes, de espaldas a la pared tanto como era posible. No se escuchaba hablar mucho, sólo el tintineo constante de los utensilios y bandejas. Cuando tú estabas aquí, tú te alimentabas a través de la comida lo más rápido posible y volvias a tus sesiones de entrenamiento, o al estudio, la meditación y los ejercicios de Fuerza. El tiempo pasado tratando de socializar era una pérdida de tiempo que mostraba debilidad, una falta de disciplina y de vigilancia que era prácticamente una invitación a tus enemigos. "Jura". Hizo una pausa y miró a su alrededor. Hartwig estaba de pie allí con Scopique a su lado. Sus bandejas estaban llenas, pero ninguno de ellos parecía estar pensando en sentarse allí. "¿Qué quieres?" "Se oye hablar de Nickter?"

"¿Qué se dice, lo del templo?" Jura se encogió de hombros. "Eso es una noticia vieja." Hartwig negó con la cabeza. "Desapareció". "Una cosa horrible". Jura se encogió de hombros, volviendo a su comida. Era vagamente consciente de que los otros aprendices cerca inclinaban la cabeza muy ligeramente hacia adelante para escuchar la conversación, y se preguntó si podría haberle valido más la pena escuchar. "Es probable que se fuera sintiendo lástima de sí mismo a alguna parte." "No, quiero decir, literalmente que desapareció", dijo Hartwig. "La técnica medica, Arljack, se lo dijo todo a Scopique. En un momento estaba en la enfermería recibiendo tratamiento para que el corte en su brazo. Arl fue a ver uno de los otros pacientes y cuando regresó, Nickter se había ido." "Así que acaba de salir." Hartwig se inclinó hacia delante, bajando la voz. "Es el cuarto de este año." "¿Qué se supone que significa eso?" "Tú sabes lo que están diciendo." Jura suspiró, dándose cuenta de a dónde iba la conversación. -Has estado hablando demasiado con Ra'at. " "Tal vez sea así", dijo Scopique, hablando por primera vez, "Pero tal vez en este caso deberías escuchar, Ra'at sabe de lo que está hablando." Jura se volvió dándose la vuelta y lo miró. Scopique era un Zabrak, y sus tatuajes tribales y la matriz de cuernos vestigiales brotando de su cuero cabel udo habían sido siempre una fuente de profundo orgul o. En la conversación, tendía a mantener la cabeza inclinada ligeramente hacia adelante para lograr un efecto dramático, y con la luz detrás de él, de modo que las sombras de los cuernos cortaban sobre la geometría de su cara como puñales. Por un momento los dos se enfrentaron en tenso silencio. "Todos hemos escuchado lo mismo", dijo Jura, manteniendo incluso su voz. "Adelgazar la manada, los experimentos... ¿Cuál es tu punto?" Scopique se apoyó muy cerca de él. "Lord Scabrous". "¿Qué pasa con él?" "Si es él quién secuestra a los estudiantes para sus propios fines," dijo Scopique, "entonces alguien tiene que averiguar quién podría ser el próximo." Jura dejó escapar una risita seca, pero no salió con despectivo o en sentido despreciativo como él había esperado. "¿Y cómo planeas tú conseguir esa información?" "Yo no soy quien la conseguida", le dijo el zabrak, y señalándolo a él. "Tú eres quien la lograra".

"¿Yo?" "Tú eres perfecto para el trabajo. Todo el mundo sabe que tú tienes el mismo instinto de supervivencia que un Dianoga hambriento. Tú encontrarás una manera." Jura echó hacia atrás su silla y se puso de pie en un movimiento fluido. Balanceo una mano hacia adelante, extendió la mano y chasqueó los dedos apretados alrededor de la garganta del zabrak, colapsándole la tráquea lo suficientemente fuerte para que se sintiese el pop del cartílago. Sucedió tan rápido que, a pesar de la discrepancia en fuerza y peso, Scopique fue atrapado con la guardia baja, pero sólo momentáneamente. Cuando volvió a hablar, su voz era tranquila, casi informal, y con apenas la voz suficiente para que sólo Jura le oyese. "Hay un dicho en mi planeta de origen, Ostrogoth. Sólo un necio da la espalda a una deuda no pagada. Piensa en eso." Scopique asintió tocando con la cabeza ligeramente el brazo de Jura. "Ahora, debido a que todavía tienes algún valor para mí, voy a permitir que quites tu mano de mi garganta de forma voluntaria y que salves la cara delante de nuestros compañeros. Pero la próxima vez que te vea, tú me dirás que, me he enterado de la desaparición. "El zabrak esbozó una sonrisa. "O bien el resto de la academia pronto va a ver un lado de ti que no creo que tú desees que ellos vean, a un secundario poco favorecido. ¿Nos entendemos? Jura tenía la mandíbula apretada, y estaba demasiado enojado para confiar en su voz para dar una respuesta. En su lugar, logró un movimiento cortante de cabeza. -Bien-dijo Scopique. Un segundo después el zabrak se dio la vuelta y se alejó. Cuando él y Hartwig salieron por la puerta, Jura Ostrogoth puso su comida sin tocar en el receptáculo de residuos y la tiro con bandeja y todo. Había perdido el apetito. *** Fuera de la sala del comedor, de vuelta en el frío. Jura era acechado por la nieve, iba con los puños apretados y temblando a su costado. Después de que él se había ido a pocos metros de la puerta, donde estaba seguro de que nadie podría seguirle, entró en una alcoba estrecha y se quedó mirando la pared de piedra. La furia hirviéndole en el pecho. O bien el resto de la academia de pronto ver un lado de ti que no creo que tú desees que el os vean, la voz de Scopique se burlaba en su cabeza. ¿Nos entendemos? En los pensamientos de Jura brilló de nuevo el día hacía cuatro años estándar en que había llegado por primera vez a la academia, un niño asustado e ignorante que venía desde el otro lado de la galaxia. Había pasado su primer par de días tratando de mantener un perfil bajo, evitando todo el mundo, con la esperanza de orientarse antes de que nadie tuviese la oportunidad de empujarlo, pero así no era cómo funcionaban las cosas por aquí. La tercera mañana, cuando estaba en el dormitorio, donde estaba su litera, cuando un puño lo golpeo y se estrelló con fuerza entre sus omóplatos, tirándole al piso donde empezó a respirar con dificultad.

Cuando Jura logró darse la vuelta y mira hacia arriba, vio a un gigantesco aprendiz Sith llamado Mannock T'sank que se cernía sobre él. T'sank era más fuerte y mayor que Jura, y la sonrisa en su rostro era de una alegría casi homicida. "Te ves bien tirado en el piso, novato", dijo T'sank de mientras lo miraba de soslayo a él. "¿Sabes lo que te ves mejor haciendo? lamiendo mis botas." Y le ofreció una de sus botas de cuero sucias de estiércol, fue agitando su bota derecha bajo la nariz de Jura, tan cerca que Jura podía oler los excrementos de tauntaun "Se hundió , de mientras yo había sido condenado a limpiar los establos por algún delito menor. "Adelante, novato. Dales con tú lengua de buen pulimento." Incluso entonces, Jura había sabido era una prueba, ¿cómo respondiese determinaría la forma en que sería tratado para siempre por el tribunal de la opinión pública de la Academia. Tristemente, con el aire de alguien que planea su propio funeral, se había puesto de pie y le dijo T'sank exactamente lo que podía hacer con su bota. Los resultados resultaron ser aún peores de lo que había esperado. T'sank le dio un puñetazo en la cara con tanta fuerza que Jura se quedo a oscuras, y cuando se despertó tenía la cabeza entera hecha un carillón que al hacer ding-dong le llenaba de dolor. Él no podía moverse. Tenía un trapo sucio de peluche en la boca, metido tan adentro que casi se ahogaba con ella. Mirando hacia abajo, vio que estaba desnudo y atado a la cama por los pies y los tobillos, mientras que T'sank se puso sobre él, sonriendo con una malicia que rayaba en la locura. Cuando Jura trató de respirar, comenzó a sentir náuseas y el pánico se apoderó de él, perdió todo el control y rompió a llorar asustado, mientras que T'sank aullaba de risa. Y luego, repentinamente, la risa se había detenido. Su último recuerdo de T'sank fue su grito fino, de sorpresa que el aprendiz sádico había llevado a cabo justo antes de haberse ido volando hacia atrás hacia la puerta. Cuando Jura estiró la cabeza y miró hacia arriba a través de lágrimas emborronaban la visión de sus ojos, había visto allí de pie a Scopique. El zabrak no había hecho ningún movimiento inmediato para desatarle. En su lugar, había estado manejando lo que se dio cuenta Jura era algún tipo de holocámara, que estaba apuntándole a él, mientras que su lente se autoenfocaba. "Smile", Scopique había dicho desde detrás de la cámara, caminando alrededor de la litera, siguiendo grabando a Jura donde estaba, de mientras luchaba por recuperar el control de sus funciones corporales más bajas. "Espera, déjame ver tu lado bueno." Cuando él estuvo satisfecho con las imágenes, que había hecho la grabadora a distancia, tiró del trapo de la boca de Jura, y lo desató. "Levántate" dijo Jura. "Vamos." Él miró de nuevo a la puerta entreabierta, donde había aterrizado T'sank, medio consciente y arrugado. "Le di un buen golpe en la cabeza, pero no lo mantendrá así para siempre." Jura se puso en pie, se limpió la sangre y mocos de la nariz, y se apresuró a luchar de nuevo con sus ropas. -Gracias-murmuró. Scopique saludó la gratitud Jura expulsándola como si le disgustaba, y luego expulso del holocarrete de

la cámara y se lo metió en el bolsillo, dándole una palmadita de protección. "Por su custodia", dijo, y Jura recibió el mensaje. Nada de lo sucedido había sido acerca de la bondad y la misericordia. Tenía a Jura en el bolsillo ahora y por mucho que se quedase por aquí, el zabrak no iba a dejar que lo olvidase. "¿Y novato? Le había dicho Scopique, en su camino hacia la puerta. "Bienvenido a la academia." *** Bienvenido a la academia. Se sintió echado hacia atrás en el momento presente por las llamas ardientes de su propia ira, Jura parpadeó lejos de la imagen del cartucho en el bolsillo del zabrak. De pie aquí en las sombras entre los edificios, la necesidad de arremeter contra algo era algo que ya no podía dominar. Levantó las dos manos y desató una explosión de energía del lado oscuro en la propia pared. La electricidad saltó en forma de calor a través de sus muñecas y las palmas de sus manos, golpeando en las rocas, agrietándolas por la mitad. Cerró los ojos y exhaló, momentáneamente aliviado. Sabía que debía haber salvado su ira, aferrarse a ella y utilizarla en uno de los simulacros de combate, pero no pudo evitarlo. Al abrir los ojos otra vez, miró a la pared agrietada. Había sido fuerte, fresca pero ahora que había sufrido algún daño, su valor estaba debilitado de alguna manera fundamental por lo que se le había infligido a él. Yo soy ese muro. Alejándose, dio un paso atrás hacía las sombras, su mente ya está tratando de averiguar cómo iba a obtener información que Scopique le había pedido a él. 3/ El Profundo Trauma del Sabueso Nickter despertó en la jaula. No tenía ningún recuerdo de cómo había llegado aquí, o cuánto tiempo había estado dentro. Lo último que recordaba era que estaba en la enfermería, a la espera de que Arljack volviese y viese la herida en la parte posterior de su cuello. Y de hecho, por un momento, desorientado, pensó que todavía estaba allí. Hace frío aquí, había empezado a decir. Hey, Arl, tu mente no puede subir el ritmo un poco? Pero esta no era la enfermería. Trató de incorporarse y se golpeó su cabeza contra los barrotes de metal que tenia por encima de él, lo suficientemente fuerte para que dejase salir un furioso gemido de dolor, ¿exactamente qué está pasando aquí? La jaula era pequeña, lo que le obligaba a permanecer encorvado hacia adelante, ya fuese con las manos y las rodillas o en posición de estar sentado de espaldas si se quedaba atrás. La parte superior de su túnica había sido arrancada, dejándolo desnudo de cintura para arriba. Le dolía la espalda, haciéndole daño de verdad, desde la base del cráneo hasta la parte inferior

de su columna vertebral, un latido bajo, constante que hacía que le doliesen las muelas. Como para burlarse de su situación claustrofóbica inmediata, la sala de fuera de la jaula era muy grande, y muy oscura. Desde el interior, Nickter podía verlo casi todo. Era un espacio circular, de quizá unos cincuenta metros, iluminados por un conjunto irregular de parpadeantes equipo de monitores, velas y antorchas. Equipos de laboratorio atestaban todas las superficies disponibles y las esquinas. Las tuberías y los cables estaban cubiertos por mesas y escritorios, conectando pilas impares de equipos desarticulados, condensadores, frascos, vasos, y quemadores. Las paredes eran de vidrio, y aunque no podía ver nada por ahí, pero pesela oscuridad, Nickter tenía la vaga sensación de que él estaba en un lugar muy alto. Una súbita inspiración que tuvo lo dejo sorprendido. Estaba en la parte superior de la torre. "Tú estás despierto", dijo una voz. *** Nickter se tiró en posición vertical por el sonido de la voz y gritó al ver que quien había hablado estaba muy cerca. De pie fuera de la jaula, con la mirada fija en él, había un hombre alto, de anchos hombros, una figura vestida de negro que se mezclaba casi imperceptiblemente con las sombras. Nickter ya sabía exactamente quién era, incluso antes de que la luz de las antorchas parpadeantes de la sala le revelase la larga cara del hombre, una escultura de huesos marcados y con los ojos medio tapados, la famosa curvatura del labio superior en forma de pico, la forma en que siempre parecía estar sonriendo ligeramente, por algún pensamiento secreto. Un espasmo fresco de aprehensión saltó a través de él, levantándole los pelos en la espalda hasta estar de punta. Los ojos eran lo peor, penso: ¿cómo podían ser casi de plata?, cómo es que parecían brillar con una fiebre acumulada de ambición y de indiferencia. "Lord Scabrous", dijo, o trató de decir. Sentía la boca seca, y sus pulmones no parecian obtener suficiente aire. "¿Qué estoy haciendo aquí?" El Lord Sith no respondió. Pero mantuvo los ojos con la mirada fija en él... junto a él, de alguna manera, como si hubiera otra cosa dentro de la jaula con él. Podía olerse a sí mismo, la grasa rancia barata del pánico y el sudor se filtraba a través de su piel. El dolor en la espalda se había intensificado a de un latido a una agonía aguda y punzante que le derribaba las costillas y le llegaba hasta el cuello. Fue empeorando por el segundo lugar, cuando le picaba el sudor en la herida abierta. Cualquiera que fuese el daño que le habían causado a él, era profundo, y los paquetes de nervios receptores normalmente obedientes como perros estaban traumatizados y lo rodeaban de un lado a otro, de mientras afanosamente le entregaban las malas noticias.

A tientas detrás de él, Nickter sintió algo frío, liso y duro que salía de su piel justo por encima de la base de su espina dorsal. Miró a su alrededor y vio que Scabrous lo había estado mirando, era una especie de tubo, implantados directamente en una vértebra. El anillo pegajoso de carne expuesta en todo el lugar de la herida se sentía delgada y caliente, hinchada, y se quemaba cuando lo tocaba. Deslizando su mano hacia arriba, se sintió otro tubo por encima de ella, y otro, saliendo de su espalda, haciendo todo el camino hacía el cuello. Había por lo menos seis de ellos sobresaliendo de él, tan grandes como duros. Se dio cuenta de que podía sentir algo palpitar dentro del canal de su espina dorsal que era la fuente del dolor que le afectaba a ratos. "¿Qué... qué es esto?" le preguntó, consciente de lo diferente que sonaba ya su voz, aguda y tembloroso. "¿Qué me has hecho a mí?" Scabrous todavía no le respondió. Ni siquiera estaba más mirando a Nickter. Había caminado ahora por detrás de la jaula, donde los tubos corrian entre las barras de alambre en lo que parecía una especie de bomba mecanizado con un frasco ancho montado en la parte superior. Todo el interior de la jaula empezó a vibrar, Nickter lo miró. El frasco estaba lleno de un líquido amarillo rojizo oscuro. Junto a la bomba estaba colocada una pequeña pirámide negra cubierta de líneas de texto grabado, él se dio cuenta, a través de su dolor y su miedo, que tenía que ser un holocrón Sith. Ya habían aprendido sobre el tema en la academia, pero que nunca había visto en realidad uno antes. Y entonces vio otras cosas, decenas de ellos, en botel as de vidrio alineadas en la plataforma de ancha junto a la bomba. Flores. Todas negras. Todas diferentes. Todas muertas. Nickter se retorció en la jaula. Nada de esto tenía sentido, y la irracionalidad no hacía más que aumentar su terror por este montaje. Estaba sudando profusamente, ahora goteaban de él grandes gotas rezumantés. La necesidad de mendigar, de humillarse, de negociar por su vida, o al menos que se pusiera fin a su dolor, era casi irresistible. Lo único que lo detuvo fue la sospecha, sobre la base de todo lo que había oído hablar de Scabrous, que el Señor Sith ni siquiera querría escucharle. Scabrous estaba detrás de la jaula, alternando su atención entre las flores y el Holocrón. Finalmente eligió una flor, abrió la cámara de vidrio en la parte superior de la bomba, y la dejó caer en su interior. "¿Qué es eso?" preguntó Nickter. "¿Qué estás haciendo?" Scabrous lo miró, como si él lo escuchase por primera vez. Cuando finalmente habló, su voz era grave y resonante, más profunda de lo que Nickter recordaba. Había una intimidad terrible en la misma, como si el Lord Sith le susurrase directamente desde su cuerpo. "Tú fuiste humillado hoy en el templo, Wim Nickter , mal humillado. Tú te has mostrado como un ser

débil y que cae derrotado fácilmente." "Fue Lussk!" estal ó Nickter. "Él usó la Fuerza sobre mí, que..." Scabrous levantó la mano. "Todavía hay una forma en la que todavía puedes resultar útil. Esa es la oferta que te hacemos a ti, una forma de redención." Luego presiona un botón en la bomba. Mirándola, Nickter vio como la flor negro caía en un remolino de líquido amarillo rojizo, sus pétalos son destruiros, cuando se disuelve. La bomba deja escapar un silbido tenue, cuando las piezas de una media docena de maquinas extrañas empezaron a hacer su misterioso trabajo . Al principio no sintió nada, excepto la vibración extraña de los tubos en la espalda. Entonces el dolor que había estado soportando hasta ahora se convirtió en forma abrupta, en algo horriblemente malo. Se cerró de golpe a través de su cuerpo, alzándose a través de cada milímetro de sus terminaciones nerviosas, poniéndolas al rojo vivo. Nickter se arqueo hacia adelante y gritó. El dolor le pertenecía: se entregó a él por completo. Se convirtió en una gran estrella de neutrones que todo lo abarcaba, y cuando lo chupaba hacia adelante vio a Scabrous que lo miraba a través de la jaula. Lo último que vio Nickter antes de desmayarse fue a Scabrous alejarse de él, balanceando el brazo por encima del mostrador que estaba encima de la bomba, enviando las flores y sus botes a estrellarse en el suelo. 4/Dranok A Pergus Frode no le importaban sus funciones de mantenimiento en la pista de la Academia. Eso significaba que conseguía echarle el primer vistazo a los recién llegados, a menudo muy apesadumbrados, y él estaba al tanto de alguna información sensible, incluso antes de que algunos de los Maestros Sith se enterasen. No venía a estar mal para un piloto - con un mono manchado de grasa - cuyo último trabajo fue limpiando unidades de motores en los astilleros de Kuat. Esta noche, por ejemplo, cuando el crucero Corelliano comenzó a descender y se poso en la nieve sembrado de luces de aterrizaje-Frode sabía exactamente quién era. Él lo habría sabido aunque el droide HK de Darth Scabrous no hubiese estado de pie junto a él, zumbando en voz baja para sí mismo con anticipación. A Frode no le importaban los droides-la mayoría de las veces en realidad los prefería a ellos antes que a las formas de vida orgánica, especialmente en Odacer-Faustin. "Declaración: debo avisar a Lord Scabrous, señor ", el HK-, que sus invitados han llegado. " "Claro, bueno ", dijo Frode, viendo como el crucero extendía su tren de aterrizaje, sintiendo como la superficie llena de sedimentos absorbía el peso de la nave. Un momento después, la escotilla principal

fue abierta, y la rampa de aterrizaje se dejaba caer con un ruido metálico sin ceremonias. Adelanta a su encuentro, Frode vio como los dos cazadores de recompensas bajaban contoneándose hasta acercarse más a él. El primero, era un hombre alto, fornido, calvo, con una mueca permanente y con gafas de color verde, se detuvo en la parte inferior de la rampa y miró a su alrededor con desprecio, como si no estuviera en absoluto seguro de que quisiera quedarse. Llevaba una caja de metal bajo el brazo, atada a su muñeca con una cadena delgada. "¿Qué piensas tú, Skarl?" preguntó el hombre calvo. "¿Hace suficiente frío para ti?" El nelvaaniano se situó tras dar un salto a su lado, frunció el hocico y le dirigió un gruñido breve, revelando una hilera de dientes afilados, la parte superior apuntando hacia el interior. Entonces él y el hombre se dieron la vuelta y miradon a Frode, que ya había retrocedido un paso atrás. "¿Dónde está Scabrous?" preguntó el hombre, de mientras levantaba la caja metálica. "Le llevamos su paquete. Se supone que nos encontraríamos aquí." "Os llevaré con Lord Scabrous, señores-dijo el HK, señalando de nuevo en la dirección de los edificios principales de la academia. "Él es mi maestro, y he sido enviado para acompañarlos a la Torre. A usted y su." - el droide miró con incertidumbre al nelvaaniano "¿copiloto?" "Skarl es mi pareja", dijo el hombre. "Dranok es mi nombre. Cualquier cosa que valga la pena de tenerse en esta galaxia, se puede obtener a través de nosotros." Él no hizo ningún movimiento para seguir al HK. "Hablando de esto, su jefe mejor que me dé el resto de los créditos que me debe por esta pequeña belleza. No fue precisamente fácil de conseguir." El HK respondió con prontitud. "Respuesta: El pago se ha organizado para ser pagado totalmente señor, puede estar seguro de que lo recibirá en breve.". Dranok asintió con la cabeza, la expresión hosca nunca salió de sus labios mientras miraba todo el terreno cubierto de nieve que rodeaba la pista. "Menudo agujero." Mirando a Frode, sacudió el pulgar en dirección a la nave. "Mantenga su Acc caliente. No nos vamos a quedar en esta roca un segundo más de lo que tengamos que hacerlo. Y llénale el depósito ya que estás en ello, ¿crees que puedes manejar esto?" "Claro" dijo Frode, "no hay problema." Él ya había decidido que no le importaban el hombre o su pareja, pero tuvo cuidado de no dejar que se mostrase en su voz. "Estará listo cuando regrese." Haciendo caso omiso de él, el cazarrecompensas dio media vuelta y siguió el droide con el nelvaaniano manteniendo fácilmente el ritmo a su derecha, sus patas haciendo crujir la nieve. *** En el momento en que llegaron a la torre, Dranok ya había decidido cómo iba a manejar esto.

Hasta el momento en que había aterrizado, no había estado del todo seguro acerca de su curso de acción. No era nada personal: él y Skarl habían trabajado bastante bien juntos siempre. El nelvaaniano era un seguidor superior, y siempre era bueno en una pelea. Además de que era leal, un rasgo que Dranok obviamente no compartía. Pero el dinero era escaso, las cosas no habían ido muy bien últimamente, sus últimos trabajos no se estaban pagando tanto como él esperaba, y Dranok estaba cansado de tenerlo que dividir por la mitad. Por lo tanto, se entonces se decidio. Una vez pagado el saldo por Scabrous de lo que les debía... "Declaración: Es por aquí, señor" dijo el HK, señalando hacia la torre. "Por aquí". Dranok se detuvo en seco y miró hacia arriba. Había visto arquitecturas extrañas en sus tiempos, pero la torre del Lord Sith era inquietante de una manera diferente. Realmente imponía, y era mucho más alta de lo que había visto desde el aire, pero había otra cualidad en la misma, una sensación indefinible de maldad, como si se hubiera construido en un ángulo antinatural por lo que parecía que se doblase hacia abajo en la parte superior como una uña negra inmensa. Había oído una vez hablar en algún puerto espacial sobre los Sith, cómo había aprendido a manipular la propia geometría del espacio, para la creación de edificios que estaban, por sí mismos, separados de la realidad física. El hombre que contaba la historia había afirmado que uno podría perderse dentro de un laberinto Sith y no escapar nunca. Dranok lo había descartado como un montón de supersticiones de borrachos, pero mirando ahora a la torre, no estaba seguro. No le gustaba estar de pie delante de ella, y le gustaba mucho menos la idea de ir a su interior. Pero eso era lo que tenía que hacer para que le pagasen. Y para que llegasen a un acuerdo. "Muy bien. "Se volvió hacía Skarl. "Es mejor que esperes aquí, para que si algo sale mal podamos irnos con facilidad." El nelvaaniano lo miró y le dio un gruñido inquieto. Esta no es la forma en que normalmente se hacen las cosas, le dijo gruñendo. Este no es el procedimiento operativo estándar. "Hey", dijo Dranok, con toda su brusca cordialidad, al compañero más pesado que había conocido o que pudo encontrar, "confía en mí, ¿quieres? Los dos estaremos más seguro si tú estás aquí mirando la puerta. Voy a resolver este asunto con Scabrous y traeré el dinero. " Y antes de Skarl tuviese la oportunidad de discutir, él siguió droide al interior de la torre. A pesar de que estaban fuera del alcance del viento, Dranok sintió la caída brusca de la temperatura. Estaba bastante oscuro por lo que sus primeros pasos fueron guiados principalmente por el brillo azul pálido de la matriz del procesador dorsal del HK. Un segundo o dos más tarde, sus ojos comenzaron a ajustarse y pudo distinguir el amplio espacio circular que se extendía alrededor de ellos, con el apoyo de pilares y arcos macizos de piedra que conformaban el nivel más bajo de la torre. El aire olía a mojado y sucio, y había un componente humano desagradable en la humedad que le recordaba los baños de algunos

de los planetas del Borde Interior que había visitado. "Declaración: métase en el hueco donde estoy", dijo la voz del HK desde más adelante, señalando un turboascensor a la espera. Dranok se metió dentro, y cuando la puerta se cerró detrás de él, se dio cuenta de que el droide no lo había seguido. Estaba solo. El turboascensor salió disparo hacia arriba lo suficientemente rápido para notar que dejaba su estómago atrás. Dranok sintió el primer cosquilleo de inquietud que le bajaba de la espalda. El ascensor seguía subiendo. ¿Tendría él que hacer todo el camino hasta la cima? Por último, se detuvo y abrió las puertas. "¿Lord Scabrous?" Dranok gritó lo suficientemente fuerte para hacerse oír. "El droide me ha enviado para arriba." Se dio cuenta de que estaba sosteniendo el maletín de metal delante de él como un escudo. "He traído el paquete." Silencio. A sus ojos era una gran sala circular, parecía ser como un laboratorio creado por alguien con un fetiche graves para lo arcano. Dranok había oído que algunos de estos Lores Sith preferían usar una tecnología peculiar, mezclara con las formas antiguas de su pueblo, preservando las viejas costumbres siempre que fuese posible. Esto se lo demostraba. Las altas ventanas arqueadas estaban componían las paredes circundantes, con candelabros, velas y antorchas que sobresalían por encima de ellas, junto con la paneles l enos de pulsaciones y bancos de luces. Maquinaria que zumbaba con un zumbido de baja e irregular que hacía que el aire pareciera vibrar en las fosas nasales de Dranok y en el fondo de su garganta. Él encontró la manera de pasar más allá de las pilas y tablas de equipamiento científico, no le gusto del todo la forma en que las antorchas hicieron su saltar a su sombra haciéndola contraerse en el suelo de piedra desnuda detrás de él, como si tuviese a alguien detrás , giro sobre sus talones. Un olor flotaba en el aire, espeso y familiar, pero aún indefinible ¿de productos químicos? No, era más dulce que eso, era algo casi empalagoso, como un olor de cocina. Se acercó a la ventana y miró hacia abajo a través de la nieve que caía a la academia de abajo. Desde allí se veía como una ruina, abandonada y olvidada. Los destellos ocasionales y débiles de luz que ardía en las ventanas de uno de los edificios-una especie de dormitorio asumió-sólo le hizo ver de alguna manera más los huecos, un lugar que había caído en poder de los fantasmas. Te estás poniendo nervioso, se reprendió. Ya basta. Dio media vuelta y caminó hacia una pila de maquinaria medio enterrada en las sombras. Algo crujió bajo su bota, y se detuvo a mirarlo. Flores. Arrodillándose, el cazador de recompensas dejo la caja de metal a un lado estando todavía esposada a su muñeca y metió la mano en el bolsillo para sacar una barra de brillo. La encendió, brillando hacia abajo

frente a él. El crujido había venido de vidrios rotos, tubos de ensayo o los botes que Dranok adivino que habían contenido las diferentes especies de orquídeas, antes de que hubieran sido golpeadas o en todo caso lanzaras sin ceremonias a través del piso hasta el suelo. Abrió la caja de metal y miró a su propia flor, la supuesta orquídea Murakami para sí mismo, comparándola con todas las flores dispersas por los adoquines. El comerciante de especias del mercado negro que se la había vendido le había asegurado que se trataba de un artículo genuino, de lo más raro en la galaxia, robado de un bio-laboratorio secreto de la República en Endor. El comerciante le había proporcionado hasta le prueba documentada, con química compleja y ecuaciones de gases espectroscópicos que Dranok había fingido entender. Pero ahora, mirando a estas otras flores en el suelo, Dranok rechazo a todas las que encontraba, pero habían dos al menos que se veían exactamente iguales. Su aliento quedo atrapado en su garganta. Había sido engañado, y ahora... "Dranok". El cazador de recompensas se congeló ante el sonido de su propio nombre, la voz hizo que su aliento se le volviese hielo seco en los pulmones. Más adelante, de pie entre él y la salida, una figura alta y oscura envuelta en una capa negra, le miraba a él desde el otro lado de una larga mesa de piedra. Dranok se dio cuenta de que estaba mirando la cara de un hombre con rasgos alargados, y refinados, la nariz aguileña, la frente inclinada, y pómulos prominentes extendiéndose hasta casi ser una caricatura de la arrogancia. Su grueso pelo gris, de un extraño color azul plateado, estaba peinado hacia atrás lejos de la frente. La figura extendió una mano de dedos largos señalando hacia delante, y en el mismo momento Dranok vio el parpadeo de los ojos del hombre y noto su pulso, que parecía como si reflejase el estallido de alguna explosión lejana. "Lord Scabrous". "¿Trajiste la orquídea? "¿Dónde está?" Un farol, el cazador de recompensas se dio cuenta inmediatamente de que era su única salida. Había engañado antes a su manera para salir de sitios apretados. Esta vez no sería diferente. "Esta es," dijo con brusquedad fabricada, sosteniendo la caja abierta para mostrar su contenido. "La orquídea Murakami, como usted pidió." Cuando Darth Scabrous no se movió para tomarla -de hecho, no parecen moverse para nada – Dranok abrió la cadena de su muñeca, poniéndola en frente del Lord Sith, y dio un paso atrás. Sin embargo, Scabrous no habia hecho ninguna indicación de moverse de los alrededores de la entrada

para examinar la flor. Sus ojos permanecían fijos en Dranok. "¿Has venido solo?" "Mi socio está esperando fuera," dijo Dranok, "Por si acaso." "Su asociado." "Eso es correcto." "¿Y no habéis traído a nadie más con vosotros? " Dranok frunció un poco el ceño. "¿A quién más podría haber traído?" Scabrous, aparentemente, no juzgó la cuestión digna de ser contestara. El cazador de recompensas frunció el ceño, ahora genuinamente desconcertado, su confusión y la ansiedad seguían apretándole como un puño cerrado en sus tripas. "La cuestión está suficientemente clara,", disparó de nuevo, esperando que el tono de impaciencia pudiese ayudar a enmascarar su miedo. "yo le entregué la orquídea tal y como acordamos. Ahora, ¿dónde está mi dinero?" Scabrous todavía no hizo ningún movimiento para responderle. El momento se extendía, y de mientras el silencio continuaba Dranok se dio cuenta de que olía a algo más reuniendose alrededor de él, cada vez más potente, y más fuerte que el olor de las flores muertas: un aroma de carne asada que había comenzado lentamente a llenar el aire. A pesar de la tensión, sintió que su boca empezaba a hacerse agua. Hacía tiempo que no había comido. Su estómago dio un ruidoso gruñido. "Me has fallado", dijo Scabrous. "¿Qué?" "Esta no es la orquídea Murakami". "¿Cómo puedes decir eso? ¡Ni siquiera has mirado como es!" Scabrous levantó la cabeza lentamente. Su cuerpo pareció endurecerse, para crecer más alto de alguna manera, una ilusión sin duda, pero Dranok todavía se sentía empujado un paso atrás, como un niño rebelde con el que se están tomando medidas, extendió las manos en gesto de súplica. "Pero, espere un segundo..." "Siéntate". Dranok sintió que se le doblaban involuntariamente las rodillas, y se dejó caer con fuerza en un banco de piedra que él no sabía que estaba allí. "A pesar de su fracaso, su paga le espera." Scabrous hizo un gesto a sus espaldas, hacia una puerta de arco que Dranok no había notado antes, y el droide HK salió empujando un carrito con una enorme bandeja de plata en la parte superior. El droide de ruedas la llevo del carro a la mesa y dejo un plato y cubiertos frente a Dranok, junto con un vaso y una jarra. "Sírvete tú mismo."

Dranok negó con la cabeza. Lo que estaba debajo de la tapa de la bandeja de plata, él no quería saber nada de lo que ella ocultaba. Y se dio cuenta ahora, con la claridad despiadada de la retrospectiva, de cómo todo lo que había hecho, tomar el trabajo, confiando en el guía sombrío que le había vendido la orquídea, volver aquí solo, todos los eslabones en había sido en algunos casos colosalmente mal aconsejado, formaban una cadena de desastres que conducían a este momento penúltimo de la verdad. Sin embargo, no podía impedir que su mano se estirase hacia delante, hacia el plato. Y llego, y levantó la tapa. Miró lo que había debajo, el horror repentinamente se acumulo dentro de su garganta como un sifón tapado. Tardo menos de un segundo en darse cuenta de que la cosa peluda que tenía delante cortada, era la cabeza guisado de su compañero, Skarl. La boca del nelvaaniano había sido abierta hasta ser lo suficientemente amplia como para acomodar la madura fruta jaquira roja que había sido puesta entre sus mandíbulas. Muertos, los ojos se abrían hervidos hacia él con lo que casi parecía acusación. "¿Qué tiene de malo?"Entonó la voz de Scabrous, desde lo que parecía muy lejos siendo pegadiza como el alquitrán. "Tú tenias la firme intención de traicionarme, ¿no es simplemente que me esperaba este problema?". Y luego, inclinándose hacia adelante: "… Un traidor y un incompetente. Uno se pregunta cómo cualquiera de los dos logró sobrevivir tanto tiempo" Dranok trató de ponerse en pie y descubrió que no podía levantarse, por su peso de la silla. De repente, cada parte de él parecía pesar una tonelada. "Déjame irme". "Cada traidor hace una comida de sus aliados." Scabrous levantó un cuchillo y el tenedor en la parte delantera de la cara del cazarrecompensas. "Esta es tu última comida, Dranok, y debes disfrutar de cada bocado. Esta es una oferta que te presento a ti. Si puedes hacer esto, yo te permitiré salir de aquí con vida." Dranok retrocedió, luchando duro para tratar de liberarse. Pero la única parte de su cuerpo que podía mover era su mano derecha, la que Scabrous le permitía levantar en dirección a los cubiertos. Con la mandíbula apretada, agarró el cuchillo de la mano del Lord Sith, y luego lo empujo hacia adelante, tan fuerte como pudo. El cuchillo ni siquiera logro acercarse a su objetivo. Scabrous sacudió mano en la dirección del cazador de recompensas, un simple gesto casi improvisado, un acto desinteresado de despido, y Dranok sintió que le pellizcaba su garganta cerrada, la tráquea cerrándosele hasta ser tan pequeña que no pasaría ni un alfiler. Un peso fuerte y inmediato parecía haber tomado medidas drásticas en sus pulmones. Las lágrimas de pánico inundaron sus ojos y su corazón comenzó a golpearle frenéticamente cuando se aplasto contra el asiento, con lo negro ya cerrándose alrededor de los bordes de su visión. Todos lo que le pasaba a la vez parecía estar ocurriendo desde una gran distancia. Cuando Scabrous lo dejó en libertad, lo que le permitió caer por debajo de la silla hasta el suelo, lo último que Dranok escuchó fue el sonido de algún tipo de criatura arrastrando los pies, respirando y

haciendo un ruido que sonaba extrañamente como una risa. 5/ El tubo del dolor "Maestro. Estoy dispuesto a comenzar de nuevo." Mnah Ra'at de diecisiete años estaba en el centro del simulador de combate de la academia, al que los estudiantes llamaban el tubo del dolor, limpiándose la sangre de su herida y del labio hinchado. No sentía dolor por ahora, sólo un ardiente deseo de atacar y vengar lo que le habían hecho a él. El hecho de que el daño hubiese sido causado por un sistema automático como parte de su formación no le importaba en absoluto a Ra'at. Él se enojó, y su ira le hizo fuerte. Arriba, el Maestro de Combate Sith Xat Hracken estaba sentado dentro de la cabina de control, con una mano apoyada en el conjunto de los múltiples controles. Aunque él era humano, Hracken estaba construido más como un aqualish, calvo, voluminosos, y amplio de hombros, su rostro ancho, de piel aceitunada aplastado en un perpetuo ceño fruncido, como bultos de grapas de gamuza engrasadas. Era tarde, y él y Ra'at eran los únicos en el simulador. Hracken, como el Maestro de la Espada Shak'Weth, había estado enseñando aquí en la academia durante décadas, y había visto a los estudiantes como Ra'at venir y irse, acólitos que parecían exigir dormir poco o nada, que insistían en continuar su formación hasta altas horas de la noche, a veces hasta la mañana y habían visto que encontraban al final. Después de un momento de reflexión, el golpeo el intercomunicador. "Es suficiente para esta noche", dijo Hracken. "No " Ra'at lo fulminó con la mirada, volviendo hacia él sus ojos de color rojo y llenos de presagios funestos. "Quiero probarlo de nuevo." Hracken se levantó de detrás del puente de mando y dio un paso adelante para que el aprendiz pudiese verlo a través de la ventana transpariacero. "¿Tú me desafías?" "No, señor. "tono Ra'at sono sólo un poco apaciguado, un homenaje simbólico a la autoridad del Maestro. "Sólo quiero entrenar bajo el mismo régimen que Rance Lussk". Hracken asintió para sí mismo. Él había esperado tanto. Desde el momento en que había llegado aquí, Lussk había marcado el ritmo para los alumnos más avanzados de la academia, todos los cuales querían pelear, entrenar y estudiar tan intensamente como lo hizo. Lo que ninguno de ellos parecía entender fue que sólo podía haber un Lussk, y los que lo desafiasen se encontrarían compartiendo el destino de Nickter, entre otros. Sin embargo, el Maestro Hracken tuvo que admitir que encontraba la ambición de Ra'at intrigante. Ra'at era fácilmente el más pequeño de su clase, de pelo ralo y bien equipado, en dos años de formación no se habían añadido más que unos cuantos gramos de músculo a su cuerpo larguirucho. Pero había acero enterrado profundamente en él, una especie de rabia arenosa, semi-psicótica, y una voluntad de poder que lo llevaba a hacer todo lo necesario para salir adelante. También tenía algunas ideas muy peculiares. Había sido Ra'at, después de todo, quien había empezado con los rumores de que Darth Scabrous estaba secuestrando a los estudiantes y llevándolos hasta la torre en un esfuerzo por encontrar alguien lo suficientemente potente como para que le sucediera. Había argumentado el caso con tanto éxito que

algunos de los estudiantes e incluso algunos de los maestros se preguntaban si podía tener razón. Ahora Hracken se preguntó si había comprendido por fin la meta final de Ra'at. Tocó el intercomunicador de nuevo. "Muy bien, entonces, una vez más. " Sin siquiera un gesto de reconocimiento, Ra'at se dejó caer en posición de combate, los hombros cuadrados, la mandíbula apretada. Era como si hubiera sabido todo el tiempo que el Maestro aceptaría. Muy bien, entonces, pensó Hracken, vamos a ver lo bueno que eres en realidad. Dio unos golpecitos en una secuencia de comandos y vio al simulador volver a la vida por debajo de él. Una serie automatizada de armas arqueada de grandes giros , salieron hacia fuera desde cada lado, cada una de ellas de dos metros de ancho, cerrando en donde estaba Ra'at que tuvo que saltar para evitar ser aplastado. Él se zambul ó entre ellos fácilmente antes de entrar en una serie de encogerse y rodar, sorteando con éxito el tercer obstáculo, una pica con resorte, de cinco metros de largo, que era empujada hacia abajo de forma inesperada desde el techo. Hracken asintió de nuevo. Había sido la pica que había cogido antes a Ra'at. Ahora él era más rápido. ¿Eres lo suficientemente rápido, sin embargo? Esa es la pregunta, ¿no? ¿Qué pasa cuando tú no puedes ver? Recogiendo un par de lentes térmicas del mostrador junto a él, Hracken se las ajusto sobre los ojos, y luego extendió la mano y apagó la luz. La oscuridad se tragó la amplia habitación totalmente Hracken encendió las gafas. Su visión helioscopica paso por un centenar de variaciones brillantes de color verde fluorescente antes de resolverse a sí mismo en el foco, y se inclinó hacia adelante con gran interés. Abajo, el Ra'at ahora ciego se detuvo en seco, de mientras trataba de entender lo que acababa de suceder, y en ese instante la pared detrás de él se abrió con un gran silbido de cuando loa fuertes látigos de goma, rozaron el aire. Ra'at se tiró hacia delante, pero ya era demasiado tarde los látigos golpearon a sus rodillas. Hracken vio apretarse la cara del aprendiz, con los labios retorciéndose de dolor. Esto se acabo, pensó, y empezó a apagar las luces de nuevo. Pero no fue así. Ra'at se puso en pie de nuevo al instante, saltando claramente sobre los látigos. Hracken inmediatamente se dio cuenta de que el aprendiz ya no se veía ya obstaculizado por la visión, o la falta de ella: ahora se basaba enteramente en la Fuerza. Cuando el brazo columpio volvió a bajar, Ra'at salto arriba, lo agarró, y como si lo hiciera todos los días-una medida que el Maestro Sith no había visto antes, incluso por parte de Lussk-y empezó a trepar haciendo todo el camino hasta el techo. En la cúspide del arco del brazo, se soltó, retorciéndose y lanzándose de cabeza a través del espacio abierto para agarrarse a una barra de resorte que estaba clavada a la pared. Fue un movimiento sin precedentes de una gracia y precisión absoluta. Ra'at mismo giró alrededor de la

barra una vez, dos, tres veces, para coger velocidad, y se disparó a sí mismo directamente hacía la ventana de la cabina de control. El Maestro Hracken se tiró hacia atrás. Ra'at se estrelló contra el transpariacero con ambas manos, en realidad solo se aferro una fracción de segundo, tiempo suficiente para que Hracken pudiese ver la cara del estudiante mirando hacia adentro a él. Luego se dejó caer. Hracken se quitó las gafas y encendió las luces. La luz rugía a través del cuarto, l enando todos los rincones. Vio a Ra'at de pie abajo, la cara enrojecida, brillante de sudor, subiendo los hombros y tratando con esfuerzo de recuperar el aliento. A pesar de su evidente agotamiento, la cara del aprendiz estaba casi incandescente con la adrenalina que le quedaba. Cuando vio a Hracken bajando las escaleras, lo siguió con los ojos llenos de expectativa, en espera de la sentencia del Maestro Sith. "Interesante", dijo Hracken. "Mañana vamos a ver si puedes hacerlo de nuevo." Ra'at parpadeó. "¿Maestro?" Hracken miró a su alrededor. "¿Qué quieres?" "Lussk... en la simulación de combate, ha...?" El Maestro Sith espero a que Ra'at terminase la frase, pero al final el aprendiz simplemente asintió con la cabeza y miró hacia otro lado. "Mañana", dijo. *** Caminando de regreso a la residencia con su manto elaborado sobre sus hombros y sus heridas punzante en el aire de la noche fría, Ra'at se detuvo y miró hacia atrás al búnker de simulaciones. Era consciente de lo que los otros estudiantes y maestros, decían de él, la forma en que decían que era demasiado pequeño, demasiado débil, esclavo de sus propias ideas delirantes paranoides y no le importaba. Esta noche le había mostrado a Hracken de lo que era capaz. Pronto el resto iba a verlo. Se acercó a un montón de nieve de alta que se había formado fuera de la biblioteca, haciendo su camino alrededor de la pared este del edificio hasta que se encontró a la sombra de la torre. Estaba nevando de manera constante, pero Ra'at aún podía distinguir las huellas que conducían a la entrada principal de la torre, dos juegos de pisadas al lado de las huellas reconocibles del droide HK. Ra'at sintió la requerida punzada de celos. Las huellas en la nieve significaban que Lord Scabrous había tenido visitantes aquí, hacia muy poco. El Lord Sith los había invitado a su santuario, y que habían entrado en el interior. Ra'at, que nunca habían estado dentro de la torre y sólo podía imaginar sus secretos, se preguntó que visitantes habían sido. Lussk?

Nickter? ¿Uno de los Maestros? Deslizando su guante, Ra'at coloco una mano desnuda directamente en la escotilla cerrada, imaginando por un momento que podía sentir la energía vibrando desde el interior, el poder que él haría cualquier cosa por poseer. Algún día, pensó, voy a pasar por aquí mismo. Hasta entonces, él seguiría practicando. 6/ Naves calientes Fue después de la medianoche en el hangar principal de la academia. Finalizara la última de las tareas de mantenimiento, Pergus Frode se encontró mirando a el crucero Corelliano que seguía ocupando espacio en la esquina de la pista de aterrizaje. Los HE repostaron a la nave y mantenido sus motores calientes, como su piloto le había pedido, pero eso había sido hace varias horas y no había habido ninguna palabra de los cazarrecompensas. Ahora ya era tarde y no quería nada más que poder cerrar las cosas, volver a sus cuarteles, y desplomarse en su cama. Con un suspiro, volvió a la cabina de control del hangar y dejo la escala de la escotilla detrás de él. Por lo menos hacía calor aquí, un refugio lejos del viento. Cuando él había empezado con este trabajo casi diez años estándar antes, Frode había adaptado la cabina para satisfacer sus necesidades, con la instalación de una unidad personal de convección térmica de comida caliente, junto con un tablero de datos para su hololibros favoritos y holorevistas. Como asalariado, que no tenía poderes de la Fuerza y ninguna lealtad especial a los Sith en sí, sólo había se había encontrado a Darth Scabrous en un puñado de ocasiones. Pero la última y única vez que había ignorado las órdenes de quedarse y esperar, se había pasado una semana en la prisión de hielo con una fractura de mandíbula. Lo soluciono con una taza de café expreso Javarican recalentado y un holograma muy gastado de holonaves, Frode vio algo parpadear más allá de la cabina. Se incorporó y secó un agujero en el vidrio del vapor, para poder mirar hacia fuera. El HK estaba allí de pie, sus fotorreceptores se centraron sobre él. Frode se levantó y abrió la escotilla. "Hola". El HK se volvió y le devolvió la mirada. "Pregunta: ¿Qué pasa, señor?" "¿Cuánto tiempo más van a estar los chicos en la torre?" Frode señaló al crucero. "Quiero decir, su nave esta allí sentada, comiéndose nuestro combustible". "Respuesta: Supongo que debe cerrarla" “Pero ese tipo Dranok dijo..." "Declaración: El señor no va a volver, ni él, ni su pareja." Frode parpadeó. "¿Qué quieres decir, al igual que algunas otras veces?"

"Respuesta: Esa es mi entender, señor, sí." Empujando hacia atrás la gorra en su misión de rascarse la cabeza, Frode volvió su atención especulativa de nuevo a la nave del cazarrecompensas. "Tú sabe," comentó casualmente "que una nave como esta. Tiene que llevar una computadora de vuelo bastante sofisticada. " "Declaración: Estoy seguro de que no sé nada de eso, señor. El equipamiento de estos buques no es parte de mi programación, y..." "No creo que a Lord Scabrous le importase si le arranco algo para llevarlo hacia fuera, ¿verdad?" El HK lo miró sin comprender. "Tú sabe, a un lado. El valor como desecho en el mercado de esta cosa no estaría nada mal." "Declaración: Estoy seguro de que podríais ayudados a vos mismo", dijo el droide, con indiferencia una sin fondo, ya alejándose para ir a continuar con sus negocios. Arreglándose la gorra en la cabeza, Frode asintió con la cabeza y cogió sus herramientas, silbando un poco en voz baja mientras lo hacía. Tal vez, pensó, esta noche habría algo que valiese la pena. 7/Marfa Hestizo Trace se dio la vuelta, llamada desde un profundo sueño, renunció a la respiración, y levantó la cabeza de la almohada. La pequeña cámara, anodina para dormir donde se había despertado ya había comenzado a llenarse de luz artificial suave. A pesar de que estaba sola aquí, ella podía sentir como la esperaban las orquídeas que tenia abajo, a unos doscientos metros de distancia, pero lo suficientemente cerca como para oír su voz con toda claridad en su mente. Hestizo! ¡Emergencia! Se sentó, empujando lo que la cubría. ¿Qué pasa? ¿Qué tiene de malo? ¡Mi cámara de incubación! ¡Ven pronto! Al darse cuenta ahora de a lo que se refería la voz, se relajó de nuevo sentandose. Oh. "¿Ah, sí?"La alarma pasó por el tono de la flor. ¡Esto es grave! Voy a estar en un segundo. Date prisa, ¡por favor! Bueno, ella lo dijo, poniéndose derecha. Aférrate a tus pétalos. Voy a estar allí en un minuto.

La orquídea se retiró de su mente, sólo marginalmente aplacada, como si todavía estuviese a la espera de una disculpa formal. Honestamente, a Zo no le importaba su presencia en sus pensamientos, el lazo que compartían era, después de todo, parte de su identidad, como miembro de los Cuerpo Agrícolas Jedi, era una de los pocos talentosos con una conexión psíquica con las plantas que mantenía aquí en los viveros y los laboratorios de la instalación de Marfa. Marfa era un invernadero, sus atmósferas diferentes, las temperaturas y los niveles de humedad, todo cuidadosamente mantenido para fomentar la más amplia variedad de fauna interestelar en esta parte de los Mundos del Núcleo. Pero era la sensibilidad a la Fuerza de Zo y sus compañeros Jedi lo que llevaba a las diferentes especies a su máximo potencial. A los veinticinco años, Zo entendido que había un valor innato, incluso una especie de nobleza en tales cosas, en alimentar a toda forma de vida botánica y alentar todas las facetas de su desarrollo y exploración. Despertándose a sí misma por completo de los últimos persistentes vestigios de sueño, se metió en la bata y se dirigió por el pasillo a la actualización. El sentido débil de urgencia la siguió, un remanente de un sueño desagradable que otros olvidarían. Se vistió para el día, eligiendo para este día su vestido de laboratorio y la capucha de un estante de uniformes idénticos, atribuyendo el matiz de inquietud y el mismo malestar sin nombre que a veces la esperaba al despertarse aquí en Marfa. Para poder desayunar, siguió hasta la explanada hasta del Nivel 7 Beta. El estatus planetario de Marfa estaba en constante cambio con la posición de la actividad solar y los patrones de la nube galáctica, pero era en B-7 donde en la actualidad estaban más activos y más vibrantes los cultivos varios y las bodegas de crecimiento de la superficie del panal de abeja de Marfa. Por lo general, la mayoría de sus compañeros Jedi se encontró allí por la mañana, comenzando el día con reuniones de facto para actualizar de uno a otro sobre los avances y la investigación, y compartir sus planes inmediatos para el futuro. Las puertas abiertas del turboascensor dieron a una extensión verde hasta donde alcanzaba la vista, y Zo se detuvo allí como siempre, dejando que la gran nube familiar de calor húmedo cayese sobre ella. Los olores de un sinnúmero de plantas diferentes compitieron por su atención, con la fruta savia, y las flores mezclándose en un banquete alucinante de fragancias. Inclinando la cabeza hacia atrás, miró hacia arriba a 150 metros sobre su nivel a las vides de techos altos y los sistemas que colgaban de la raíz. A su alrededor eran estrechas, auto-sosteniendo los bosques y subespecies de plantas suculentas y enrejados con alta saturación de curvas y espirales de crecimiento tan variadas en color y tamaño que sólo a través de la familiaridad pura día tras día ella era capaz de procesar todo. Ella ya lo podía sentir. Su mente sintonizo inmediatamente con el zumbido interno de las cientos de diferentes fuerzas de la vida vegetativa, cada vibración de acuerdo con su propia emoción particular, algunas bajas y oscilantes, otras como pulsos altos y brillantes que coincidían con las explosiones de flores que surgían de sus tallos. Para muchas de las plantas locales fue suficiente para que ella reconociese su saludo en su mente, el pasar junto a ellas. Zo caminaba entre ellas, lo que les permitió susurrar su entusiasmo de las hojas y tallos para distraerla del tirón persistente de malestar que la había traído hacia abajo.

*** "Buenos días, Hestizo." La de Wall Bennis fue la primera voz real que había escuchado esta mañana. Un hombre alto, de voz suave, con calma en sus ojos marrones, el director Jedi del laboratorio agrícola estaba esperando detrás de los tallos gruesos de color rojo de un árbol de Malpaso, con una taza adicional de café. "¿Ya duermes bien?" "Hasta que la orquídea me despertó." Bennis le entregó la copa. ¿Alguna idea de lo que está pasando? " "Tengo una conjetura bastante buena." "¿En serio?" "Mm-hm." "Eso es bueno, entonces." Se fue distraído de vuelta a su propio trabajo y luego pareció recordar algo. "Ah, Zo? Cuando tengas un minuto, ¿te importaría echarle un vistazo a las colonias de musgo pulsifarian en B-Dos? Parece que hay algún tipo de parásito secundario que crecen en el suelo." "Siempre guardando las cosas glamurosas para mí." "Tú eres el único que puede entenderlo." "¿Al musgo o al parásito?" "A los dos, creo." "Voy a echar un vistazo." Ella se llevo el café a través de B-7 hasta que el a llego a una cámara de incubación particular en la esquina de la habitación. Tras desactivar la bolsa de aire, ella entró, tras reajustarse la puerta detrás de ella. Por último, las orquídeas estallaron. ¿Qué te tomó tanto tiempo? Tú no eres la única planta de este nivel. Ella se tomó su tiempo para comprobar las lecturas de temperatura y humedad en la unidad de pared, haciendo los ajustes incrementales a ambos, y luego se acercó a la única planta en la cámara, una pequeña orquídea de pétalos de negro y un tallo verde fino, sus hojas parecían casi temblar de impaciencia. Por un momento ella estuvo tomando café y mirándola. Tenía frío durante la noche. Algo sumamente desagradable. En realidad, modifique la temperatura en la cámara de incubación, le contó ella. Casi dos grados en total a propósito. ¿Por qué? He estado diciendo por años que sois mucho más calurosas de lo que se pensaba. Ahora tú sabes que es

verdad. El hecho es, que probablemente podrías sobrevivir a una caída de temperatura de veinte grados, tal vez incluso más, y eso está muy bien. ¡Es cruel hacerme esta prueba sin aviso previo! Si yo te lo hubiese dicho, le respondió Zo, entonces todos nosotros hubiéramos estado trabajando para nada. La orquídea se retiró en un silencio huraño. En la flora era, una de las especies más sensibles a la Fuerza en la galaxia. El problema era que lo sabía. Zo lo toleraba, de todos modos, y la mayoría de las veces ella estaba feliz de dedicarse al estudio de sus capacidades y proporcionarle sus necesidades. De vez en cuando, sin embargo, era necesario que se le recordase por qué había perdurado durante miles de años: era mucho más duradera de lo que ella misma creía. Zo? dijo ahora la orquídea. ¿Qué pasa? Algo está mal. ¿Y ahora qué? Fuera de... algo está pasando. Zo reabrió escotilla de la incubadora y dio un paso atrás. De pie, inmóvil frente a la cámara, se dio cuenta de varias cosas al mismo tiempo. En primer lugar, que el sentido inicial de malestar que había estado experimentando hasta ahora no tenía nada que ver con su trabajo aquí en Marfa. Contrariamente a lo que había supuesto al principio, la sensación emanaba de una fuente externa, un intruso, algo que claramente no pertenecía aquí. No había sido un sueño, era una alarma. Y en segundo lugar, a pesar del silencio, no estaba sola. *** Zo? la voz de la orquídea le preguntó. ¿Qué es? Dame un segundo. Escuchó el efecto del invernadero entero con sus oídos en lugar de con su mente. Ella no oyó ninguna voz audible, pero eso era de esperar. Sus compañeros Jedi a menudo trabajaban durante horas entre las distintas especies, sin decir ni una palabra. Gran parte de su rutina diaria se llevaba a cabo en absoluto silencio. Deteniéndose a la mitad de un largo pasillo, cubierto de tallos de hojas verdes, Zo levantó la vista. Lejos arriba, encontró lo que buscaba, un sauce panóptico de 800 años de edad, un ejemplar perfecto de vigilancia ecológica, cubriendo sus ramas con un denso follaje de color esmeralda del que sobresalían cuerdas. Cada brote esta alerta con un pequeño ojo dorado.

Zo colocó una palma de la mano plana contra el tronco peludo, lo que permitió notar como la fuerza salía desde las raíces pasando a pulso a través de ella, consciente al mismo tiempo que el árbol la abrazaba como a un igual. Ella sintió que su perspectiva a surgía nivel del suelo a través de sus ramas, extendiéndose a lo largo de las colonias de ojos bien enfocados. Su visión cambió, se tambaleó, y se puso de manifiesto de nuevo. Ahora estaba mirando hacia abajo hacia ella misma y todo el piso desde muy arriba, desde el punto de vista del sauce. Las ramas del árbol se movieron y Zo sintió un ligero brillo de disonancia cognitiva sumó su perspectiva y vio a la conocida figura vestida de Wall Bennis apoyada de bruces contra el tronco sinuoso, l eno de mechones suaves de un pino calamar Malpassian. Pero Bennis no estaba apoyado. Estaba encorvado hacia adelante, inmóvil, con el torso colgando en un ángulo antinatural, los brazos colgando a los costados, atravesado por la lanza que lo había clavado por la espalda en el tronco del árbol. Una mancha de sangre larga con forma de daga corria por entre las láminas de su hombro por la espalda, empapándole a través de su cinturón. La taza de café que había estado tomando yacía en el suelo entre sus pies. Zo se dio cuenta de que podía ver la cara de Bennis. Una cara cenicienta y llena de debilidad, una carne que colgaba de la máscara de la que había estado huyendo toda su vida. Su sangre se derramaba por la lanza toscamente cortada, y Zo vio, con la agudeza sin pestañear del sauce, como una gota se formaba en el extremo, se volvía pesada, y caía a la piscina ya coagulada en el suelo a sus pies. Mando. Algo crujió detrás de ella entre las hojas. Dando vueltas, su conciencia fue retrocediendo por las ramas del sauce hasta sus propios nervios ópticos y auditivos, Zo se dio cuenta demasiado tarde de que había bajado la guardia. En el otro lado del árbol, en algún lugar justo dentro de la cubierta verde de espesor, el rumor se hizo más fuerte, más cercano. Una rama se quebró. Ramas crujían, pisoteadas. Zo sintio la presencia de esta nueva cosa, lo que fuera, haciendo su camino directamente hacia ella, ya sin tomarse la molestia de estar en silencio o de ser sigiloso. El miedo se apoderó de ella, aspirando el aire de sus pulmones. El rumor de la emoción de las plantas se había callado, incluso la orquídea y el nivel de investigación entero se sentía mucho más grande y más desolado de lo que había estado momentos antes. Miró a su alrededor, oyendo sólo el leve chasquido de su garganta, de pronto quería más que nada echar a correr, pero ella ya no estaba segura de en qué dirección debía huir. Los ruidos que había oído en el otro lado del árbol ahora parecían imposibles, como si se acercasen desde todos lados. Ella se sentía impotente, aislada, sola, excepto por el enjambre de zumbidos ingravidos de su propio terror. Una forma estalló desde lo verde, completamente a la vista, de dos metros de altura. El era voluminoso, de piel su torso estaba cubierta y estaba encima de ella. La cara larga, con los ojos entrecerrados era inhumana: los pómulos y la frente sobresalía hacia adelante, un par de colmillos manchados empujaban hacia arriba desde la mandíbula inferior, los ojos brillaban desde debajo de su frente reluciendo con un

propósito. Era un whiphid, Zo se dio cuenta de que era más grande que cualquiera que hubiese visto nunca. Desde algún lugar de su pecho, le llego un sonido ronco grueso, que podría expresar algo desde el reconocimiento al desinterés. Zo se volvió y huyó. Había dado tres pasos cuando un brazo del tamaño de una viga de soporte se estrelló de costado contra su cráneo, rociando fragmentos brillantes de dolor por el lado derecho de su cabeza. Su visión se rompió en una amplia gama de estrellas cuando la ceguera la sacudió. Cuando la ceguera se aclaró estaba en el suelo, con el cuello adolorido, mirando al whiphid, la parte inferior de un pie con cuernos empezaba bajar para ahogar su cara. Podía olerlo ahora, su olor acre y claustrofóbico parecido al moho y a la muerte. Esta vez se le ocurrió que la muerte que olía podría ser la suya. La presión envolvió su cráneo, apretándole angustiosamente, cuando la carne moteada de su pie se cubrió la nariz y la boca. Un vacío negro con un olor fétido bien sellado. Amortiguada, desde muy lejos, oyó su voz por primera vez. "La orquídea". Zo se retorció y sintió el peso elevarse muy ligeramente para permitir su respuesta. "¿Qué?" "La orquídea Murakami." La voz desde el interior de la boca amplia, con colmillos era baja y ronca, poco más que un gruñido. "¿Dónde está?" "¿Por qué?" Los ojos se estrecharon. "No me hagas perder el tiempo, Jedi, o acabarás como un cadáver igual que tu amigo." Él se inclinó hacia abajo hasta que realmente pudo sentir el olor de su aliento fétido hirviendo a través de las rendijas de las ventanas de su nariz. "¿Dónde. esta. la. Orquídea?" "Esta... en el cultivador de incubación primaria". Zo miro arriba lo suficiente para asentir a la izquierda y sintió una franja brillante al dispararse hilos de cristal a través de su plexo braquial cuando el whiphid presiono con su peso. "Allá, detrás de usted. Pero no se puede simplemente..." "Muéstrame". Agarrándola del brazo, la arrastró detrás de él. Zo alcanzó a ver el arco y el carcaj de flechas atados de través a la musculosa joroba de su espalda, los enredos de su melena gris dorada balanceándose adelante y atrás. Los huesos pequeños, algunos decididamente humanoides, mandíbulas y falanges, que estaban atados y trenzados en los extremos de su cabello, donde hacía clic el uno contra el otro. Whiphids, si se acordaba de sus clases de taxonomía, eran depredadores desde su nacimiento, que vivían de cazar y matar. Los que se aventuran fuera de su planeta natal encontraban un buen trabajo como mercenarios y cazarecompensas, o en cosas peores.

El whiphid giró hacia adelante el cuello y la tiró contra la puerta de la incubadora. "Está abierta". "Sólo tienes que empujar la bolsa de aire." Empujando a su lado, mantuvo su mano derecha alrededor de su cuello, mientras su mano izquierda agarró el picaporte y la cerradura con discapacidad. La puerta se abrió y él tiro de ella, manteniéndola a distancia, mientras que iba a tientas a la incubadora. Zo trató de inclinar la cabeza hacia arriba para hacer presión sobre su garganta, pero él la tenía a casi medio metro del suelo... ella no podía tocarlo, incluso de puntillas. Desde el rincón más alejado oyó una explosión de componentes electrónicos rompiéndose en la distancia. Algo pesado se volcó y se estrelló contra el suelo. Cuando la mano del whiphid estuvo de regreso, sus dedos se envolvían alrededor del tallo de la orquídea, la flor ya comenzaba a marchitarse en sus manos. "¿Qué tiene de malo?" le preguntó el whiphid. "Es especial", gestionado Zo. "No puede sobrevivir fuera de la incubadora, es necesario..." "¿Qué?" -preguntó, soltando su agarre lo suficiente para que por fin pudiera deslizarse hacia abajo y tocar el suelo. Obligó a la palabra a salir, odiándose a sí misma por ello: "... yo." "¿Qué?" "Si va a salir de la incubadora, no puedo estar a más de un metro de distancia de ella. Tengo que estar cerca. O si no, pierde sus poderes." Zo miró a la incubadora, estando de vuelta en la dirección de donde había venido. Su mirada cruzó por la planta del laboratorio hasta el cuerpo de Wall Bennis. Ya no le cubría el árbol, su cadáver yacía en un montón arrugado, con una mano abierta, como si él se aferrase a un salvavidas finalmente, que al no estar disponible no se había presentado. La lanza que le había tenido clavado en el árbol había sido arrancada dejándole libre. Zo tenido tiempo suficiente para preguntarse cuando la había sacado el whiphid cuando vio la aparte más gruesa de la lanza volando hacia abajo, hacia su rostro, golpeándole a ella en la sien derecha y sumergiéndola profundamente en la amplia noche sin estrellas. 8/Polyskin A lo largo de su historia, el mundo desierto rocoso de Geonosis había sufrido su parte de las catástrofes y extinciones en masa, incluyendo el ataque del cometa en su luna más grande que había hecho casi desaparecer a toda la población del planeta. Teniendo en cuenta el campo de escombros resultante, las inundaciones y las tormentas de radiaciones solares al azar, no era difícil ver por qué los geonosianos antiguos, o lo que quedaba de ellos, se había trasladado de bajo tierra. No había cambiado mucho desde entonces.

Aquí de pie en medio de las cavernas y torres de roca de lo que había quedado, Rojo Trace se dio cuenta de que el oficial de la República frente a él había terminado de hablar, o se había tomado por lo menos una pausa para respirar. El nombre del oficial era teniente Norch, ya a pesar de que lo estaba mirando directamente a los ojos y casi gritando para hacerse oír por encima del viento, se las arreglaba para sonar un tanto oficioso y sincero en su entrega. En otras palabras, un producto perfecto de la burocracia a la que había jurado lealtad. "Además," Norch continuó, "en nombre de las divisiones militares y de seguridad de la República, agradecemos la respuesta oportuna de la Orden." señaló el teniente a la carpa de polipiel enorme que se extendía delante de ellos, medio kilómetro de ondulantes microporos plateados, agitándose y apareciendo en el viento como la vela de un barco que no va a ninguna parte. "Dada la naturaleza de nuestro descubrimiento aquí, estoy seguro de que entiende la urgencia de nuestra petición". Trace asintió con la cabeza, haciendo una mueca cuando un poco de arena sopló en su rostro. Era un hombre de cabel o oscuro de constitución poco notable, alto, firme y bien parecido vagamente de una manera que no solía llamar la atención sobre la línea de su mandíbula sin afeitar, los ojos verdes, y los labios ligeramente sonrientes. Sin embargo, cada momento que él se quedaba inmóvil frente a la tienda, quizás escuchando, quizás sin sentir la intensidad que parecía reunirse alrededor de él, un sentimiento de aguda conciencia psicológica de su propio estado enrarecido. "Tenemos el informe inicial de la noche pasada ", dijo Norch, alzando la voz aún más fuerte sobre el viento seco y cálido como el de un horno. "Un transportista independiente de largo alcance a su paso por el Borde Exterior recogió una firma de calor familiar. Pensaron que era una señal de socorro. Pero cuando llegaron vieron esto." Y con un gesto sin duda destinado a ser espectacular, se dirigió a la tienda y levanto de nuevo la tapa, permitiéndole seguirle al interior. Trace se agachó bajo la polipiel, contento de estar fuera del alcance del viento, y se detuvo, mirando hacia abajo. El cráter estaba todavía echando humo, pero podía ver los restos amontonados en su interior, tal vez a cien metros de profundidad, donde había un agujero que alteraba definitivamente el paisaje. Mirando hacia abajo por él, era consciente del teniente mirándolo fijamente con un sentido del juicio apenas reservado, hasta que ya no fue capaz de contenerse. "¿Y bien?" le preguntó Norch. "¿Qué piensas tú de él?" "Es obviamente una nave de guerra Sith. Las cinco vainas del motor, el diseño cuadrado..." El teniente negó con la cabeza. "Con el debido respeto, le quiero decir que está equivocado. Somos conscientes de que es una nave de guerra Sith. Hemos visto nuestra parte de ellas en el saqueo de Coruscant". Y entonces, resoplando dentro de su uniforme: "La pregunta es cuál fue la causa de su accidente aquí en Geonosis, y si su llegada aquí debe ser considerada como un acto de agresión intencionara". "¿Por qué supondríamos eso?" le preguntó Trace.

Norch entrecerró los ojos como si volviera a evaluar la confiabilidad del Caballero Jedi. "La República ha estado evaluando este planeta como un posible bastión de defensa en el Sector Arkanis de forma estrictamente confidencial, por supuesto." "¿Y?" "Y cuando entré en contacto con el Consejo Jedi, me informaron de que estaba en posesión de ciertas capacidades de telemetría que podrían aclarar la intención subyacente de nuestro enemigo." "Eso es verdad." "Bueno, en todo caso." Ahora Norch le estaba poniendo mala cara, por la impaciencia o el simple esfuerzo de gritar a lo largo de la tienda aleteante, Trace no podía estar seguro. Por fin, el teniente se aclaró la garganta y miro al horizonte. "Fue la comprensión impersonal que al llegar aquí, utilizaría su particular, ah... capacidad para ayudarnos en nuestra investigación." "Y yo comprendí", Trace, dijo, "que me iba a ser dará autoridad completa aquí para realizar mi investigación, sin ninguna interferencia exterior." Seguía mirando hacia abajo en el orificio del que salía mucho humo, a la nave de guerra y la colosal herida de bala planetaria que su impacto había creado. Era aún más profunda de lo que había sospechado inicialmente, y ya podía oír el murmullo sutil y letal del escape de la presión. "¿Qué es exactamente lo que quiere de mí?" Trace dirigió su mirada hacia él. "Coja a sus hombres y salgan de aquí." "¿De la tienda?" "Del planeta". Una ceja se arqueó, un truco que el teniente había estado ahorrandole hasta ahora: "¿Cómo dice?" "No es seguro." "Ya hemos reforzado el suelo alrededor del sitio en un kilómetro en todas direcciones..." "Yo no estoy hablando de la tierra." Se permitió rastrear su voz para convertirla en un poco más nítida. "¿Oyes ese sonido sibilante? La nave de guerra llegó hasta un depósito de gas subterráneo, uno grande por el sonido del mismo, y los gases subterráneos aquí en Geonosis son notoriamente inestables. Si se sublima, mientras sus hombres están por aquí, usted no tendrá que preocuparse más por sus hombres”. "Escúchame. Yo estoy al cargo, y..." "Entonces, tú harías bien en escuchar lo que este hombre dice "una nueva voz le interrumpió: Trace se volvió para ver a una mujer oficial de la República, tal vez de unos treinta años, de cabello oscuro y atractivo, sonriéndole. Después saludo a Norch, ella lo superaba claramente, pero ella ni siquiera

reconoció la respuesta. "¿Rojo Trace? Soy la capitana Tekla Ansgar. Bienvenido." Sus ojos azul pálido brillaban frente a él, fuertes y confiados. "Es un placer conocerte. Ciertamente espero que no juzgarás tu experiencia aquí en la base de una conversación desagradable." "Francamente," Trace, dijo, "mi experiencia aquí no podría importarme menos. Estoy aquí para hacer un trabajo." "Oh, estoy seguro de que hay más que eso." Ella dio un paso hacia él, casualmente cepillar su brazo con el suyo. "Tengo que confesar que siempre he admirado la Orden Jedi, pero nunca he tenido la oportunidad de conocer a un Caballero Jedi personalmente." "Me temo que no va a suceder hoy tampoco" dijo Trace. Ella frunció un poco el ceño. "Pero..." Antes de que pudiera continuar, Trace se trasladó junto a ella, se dio la vuelta y saltó directamente en el cráter. *** La caída le llevó la mejor parte de los treinta segundos, pero a Trace le parecía tanto instantáneo, como de una manera irreal, mucho más tiempo. Yendo hacia abajo por el abismo, llamó a la Fuerza, para generar un colchón de resistencia por debajo de él hasta que sintió que su caída libre se desaceleraba, que las paredes del cráter desaceleraban, que las moléculas individuales de las mallas de su colchón frenaban su descenso. Ahora, con un poco de concentración, hasta podía ver cada grieta y agujero en la roca a su paso. Por un momento se dio cuenta de que el resto de la nave de guerra se presentaba en la parte inferior de la fosa, y que había disminuido su velocidad de descenso hasta el punto en que podía alcanzar y cogerse del fuselaje roto. El frío duracero dio le golpeo en las manos. Balanceando las piernas a su alrededor, Trace bajo a través de un corte irregular en el casco, con sus botas golpeando una estrecha banda de metal retorcido que había sido parte de una pasarela. Él respiró hondo y miró a su alrededor. Incluso desde aquí, la nave de guerra era algo previsiblemente fea, poco elegante y utilitaria, el trabajo de una cultura que no veía nada de la bel eza de la galaxia. El impacto del accidente había mejorado realmente su estética, dándole un cierto grado de originalidad improvisada. Aquí de pie, podía sentir el peso descomunal de la nave con un inflexión vacilante a su alrededor, los restos todavía moviéndose, meciéndose en su lugar. Los bordes afilados raspando y raspando contra las capas sedimentarias profundas, tallando glifos al azar en la piedra arenisca blanda. Debajo de todo, omnipresente y letal, estaba el zumbido sigiloso del escape de gas. No tenía mucho tiempo.

Bordeando más su camino por la pasarela pues los mamparos cambiaban incluso mientras pasaba a través suyo, Trace hizo una pausa, ampliando sus sentidos para atraer cualquier indicación de cualquier resto de vida a bordo. No había nada. Arriba en la tienda de campaña, el militar le había dicho que el escáner vital inicial había salido negativo... a pesar de que temía que un puñado de Sith sobrevivientes de alguna manera pudieran interferir de la lectura, como preparación de una emboscada. Trace le podría haber dicho ya que no iba a suceder. Como que había llegado tan lejos, la simple curiosidad lo llevó adelante. Dejándose caer más lejos, tomándose su tiempo, logro llegar a la cabina de mando principal y buscó a tientas en la oscuridad hasta que sus dedos rozaron algo suave y húmedo, todavía ligeramente caliente. Había una porosidad orgánicas suave en el. Sin necesidad de mirar, supo que había encontrado el primer cadáver. Poco a poco sus ojos comenzaron a adaptarse. Los restos de la tripulación de vuelo Sith estaban destrozado y sangrante, quemado, la piel rebosante de huesos expuestos y se fundían en el tejido de sus uniformes. El fuego y el impacto habían fusionado a varios de los cuerpos en una sola masa retorcida de rostros y miembros rotos incrustados donde habían muerto. Podía oler el gas ahora, sus vapores sulfúricos a huevo podrido goteaban en sus pulmones, y sabía que quedaba poco tiempo. Cerró los ojos otra vez, pero no quito su mano de la masa de goteante de carne y hueso. La proximidad era muy importante, pero el contacto físico era incluso mejor. Debajo de la geometría interna de sus propios pensamientos, empezó a escuchar las maldiciones de la tripulación cuando el sistema de navegación de la nave se enredo, sentía amanecer el horror cuando se dieron cuenta de que los motores iban a enterrarlos profundamente debajo de la corteza del planeta. Al final, la inevitabilidad de la muerte inminente los había reducido a algo tan estúpido y corriente como las pulgas de lava de Mustafar, su fe en el lado oscuro, su juramento a los Lores Sith con sus encantamientos y antiguos sigilos, arrancados en el espasmo final de pánico de los animales. Y luego silencio. Siempre el silencio. Trace exhalo, recordando ahora los otros términos que había oído utilizar para describir el papel de la República en sitios de accidentes como éste. Los agentes podían llamarlos investigadores, pero los soldados sobre el terreno les daban otros nombre. Nombres como los contadores de cadáver y turistas de la suciedad. Los apodos significaban poco para él. Ese era su trabajo, todo lo demás era una distracción, incluidas las mujeres policías que querían conocerlo personalmente. Era consciente de su reputación de ser frío e impersonal: no le molestaba en lo más mínimo. Retiró la mano, y empezó a prepararse para su ascenso a la superficie... Y tomó aliento rápidamente entre los dientes. La lanceta brillante de miedo súbito y abrumador que había

experimentado no tenía nada que ver con la nave de guerra o los restos de su tripulación. Algo más estaba sucediendo, en algún lugar lejano. Algo mucho peor. Vio el rostro de su hermana. No puede haber ninguna duda al respecto. Era Zo y estaba gritando en un frenesí de dolor e impotencia. Y aunque Trace no podía ver claramente a su atacante, se dio cuenta por la aureola irregular de sus pensamientos que no tenía defensa contra lo que se cernía sobre ella, arrastrándola fuera de la institución del Cuerpo Agrícola Jedi, ¿hacia algún otro lugar? Se detuvo, congelado, su localización actual completamente olvidada, sorprendido por una tormenta de imágenes inconexas: el eje de una lanza, chorreando sangre, un destel o de color verde, el olor a rancio y a algo salvaje. Su nariz quemada con el hedor de un lugar que había sido cerrado durante demasiado tiempo, un lugar de muerte, soledad y de un agónico último aliento. Podía sentir su confusión y temor bombeado a través de su propio sistema circulatorio, como si compartieran un mismo corazón. Por el momento podía sentir la presencia de su secuestrador. Escúchame, le dijo Trace. No sé quién eres tú, pero yo estoy en posesión de un conjunto de habilidades muy especiales. Si tú traes de vuelta a mi hermana en estos momentos, sana y salva, entonces voy a dejarte ir. Pero si no lo haces, te prometo, que te voy a perseguir. Te encontraré. Y te lo hare pagar. Por supuesto no hubo respuesta. Desde abajo le llegó un tartamudeo, chillando al dar bandazos, para a continuación, escucharse un estruendo cuando el fuselaje de la nave Sith se estrelló al balancearse bajo sus pies y de pronto dio paso a una cascada de chispas. Hubo un repentino zumbido y una columna de fuego desde el chorro de gas que entraba por un agujero abierto de la pared. La explosión sacudió el cráter desde sus profundidades. Partiéndose alrededor, Trace sentía grandes bloques de piedra quemada que caían sueltos, yendo hacia abajo, hacia él. El por reflejo, atrajo una burbuja de aire sólido, presionando hacia afuera para asegurar suficiente oxígeno respirable por muy poco sabiendo que podría asfixiarse en su interior, un error y seria como si estuviese encerrado en un frasco. La burbuja hizo su trabajo. Los escombros martillaban por encima de ella, la pizarra rebotaba y se deslizaba través de la cúpula. Trace apenas se dio cuenta. Lanzó sus pensamientos hacia Zo, de vuelta al lugar en dentro de sí mismo donde había visto y sentido los timbales finales de su angustia compulsiva, esforzándose por encontrar cualquier indicio de dónde pudiese estar, de a donde su captor la llevaba. Pero allí no había nada ahora, sólo aire muerto tan profundo y definitivo como el que siguió al accidente de la nave de guerra donde ahora estaba. Y un horrible silencio.

El fue subiendo levantando la burbuja. Trace llego a la superficie del cráter, a la luz que desde arriba era cada vez más brillante, el aumento de la luz sirvió para iluminar el ceño grabado en su rostro. 9/Mirocaw Zo despertó con la mirada fija en las cuencas vacías de una calavera. No era de un hombre sino que era una cosa deforme, con un ojo sensiblemente mayor que el otro, y un tercer ojo abierto justo encima de él, su sonrisa desdentada que parecía darle la bienvenida a un reino nuevo, donde asesinar era una broma y nada tenía sentido. Había un zafiro azul oscuro, probablemente falso, incrustado en un incisivo restante de la cosa. El actual propietario del cráneo había encadenado varias longitudes de grueso cable a través de agujero de su nariz para que colgase como una cuenta grotesca en una cuerda, y cuando Zo se sentó y trató de alejarse de ella, la plenitud de la cámara donde había despertado se le apareció a la vista. Ella estaba dentro de una especie de sala de trofeos. El cable corría de un lado de la habitación al otro. Las filas de calaveras similares colgaban en uno de los extremos, decenas de ellas, agrupadas en franelas, mientras que otros estaban apartadas de dos en dos o en grupos de tres para crear una especie de ábaco horrible. Bajo ella, una serie irregular de cubas y crisoles manchados de burbujas de forma constante servían de elementos de calefacción. En ellos, Zo vio más huesos y patas de miembros verrugoso que sobresalían hacia arriba, algunos forrados de amarillo a lo largo de los tendones, mientras que otros parecían haber sido reducidos a la médula ósea. Musgos y mohos cubrían el techo, años de líquenes y moho, las colonias de la vida competían por el aire y por las moléculas de grasa que salía de las ollas. El olor de las vísceras escaldadas estaba permanentemente en el aire. Tragando, tratando de quitarse la mordaza, Zo se retorció de nuevo y sintió algo que resbaladizo y oleoso le pasaba rozando contra la parte posterior de sus brazos. Dándose la vuelta, vio que toda la pared detrás de ella estaba llena de pieles y cueros, cada uno de ellos repletos de capas de pequeños escarabajos ciegos que diligentemente las carcomían. Ella miraba, impotente, de mientras excavaban dentro y fuera del flanco colgante, acarreando trozos de carne grisácea. "Escarabajos Boski," dijo una voz detrás de ella. Zo se dio de nuevo la vuelta y vio al whiphid en la puerta. Su mirada era intensa, corrosiva, como si ya pudiese ver a través de su piel al esqueleto que inevitablemente dejaría atrás los huesos tras ponerla a hervir fuera de ella si no valía primero la pena esperar que el proceso de descomposición natural lo hiciera. Zo movió ligeramente la cabeza y se estremeció ante el dolor en la base de su cuello. Recordó los últimos momentos en las instalaciones de Marfa, el extremo de la lanza del whiphid, un cohete vidrioso de agonía, el deslizarse borrosamente por el corredor, ya que la lente de su conciencia se estaba deformado más al á de ese punto, quedando cada vez más atenuada. Y justo antes de que ella hubiese perdido el conocimiento, la escotilla.

Zo miró más allá del whiphid, con respecto a su entorno a través de esta nueva perspectiva, no deseada. El zumbido de las turbinas en las tablas del suelo, el temblor persistente de la mampara, aunque la habitación estaba sin ningún tipo de vista, sin ofrecer una visión mayor de su entorno, se dio cuenta de que tenían que los conocimientos suficientes para saber que estaban en vuelo. "¿Es esta tu nave?" El whiphid asintió con la cabeza una vez. "En el Mirocaw". "¿A dónde vamos?" Esta vez, él no respondió, pesadamente fue a lugar más cerca de las ollas. Ella vio que él levantó una tapa y sumergió un par de pinzas oxidadas y sucias izando un grupo de algo que se dio cuenta era un tipo de mango. Trozos de cartílago y de la musculatura, que formaban parte de una pierna, colgaban de sus bordes inferiores. Con un gruñido impresionado, el whiphid dejó caer la parte posterior en la olla y golpeó la tapa hacia abajo luego se volvió a irse caminando de nuevo. "Espera “dijo ella con voz ronca. El cazador de recompensas no se detuvo. La escotilla se cerró. *** Un momento después de su salida, Zo encontró la orquídea. Todavía estaba en el interior del frasco de muestras medio aplastado, atado casi al azar entre un grupo especial de carga y colocada en contenedor que giraba por encima de las cubas de las extremidades y los cráneos. Su captor había utilizado el mismo cable grasiento que había encadenado a través de los cráneos para emplazar el recipiente de contención en su lugar. Desde donde se encontraba encima de ella, vio que la orquídea había florecido aún cuando ella había permanecido inconsciente. La simple proximidad física parecía suficiente para mantenerla viva, a pesar del hecho de que buena parte del tiempo había estado fuera de combate. Zo la miró. ¿Hola? Nada. Soy yo. ¿Puedes llegar a mí? El proceso inicial de comunicación nunca fue fácil. En un principio lo había sentido casi como algo antinatural. Sin embargo, con la práctica, a través de innumerables mañanas pasadas sentándose a solas con la orquídea, había alcanzado finalmente un nivel de maestría que le facilitaba el pasar de una

dificultad transitoria a un salto más suave y más orgánico. ¿Estás ahí? Dentro de su recipiente de vidrio, la planta finalmente se contrajo, aclarándose un poco en el reconocimiento de su presencia. Zo vio el colorido el tallo se inclinaba hacia ella como un dedo haciendo señas. Al mismo tiempo sentía la esencia de la vida revolviéndose en su interior, llenando un vacío casi físico directamente detrás de su esternón y entre los pulmones, un lugar sobre el que ella pensaba de forma casi coloquial como su alma. Al mismo tiempo oyó los primeros susurros de su gruesa voz, de género neutro, incoherente al principio y luego cada vez más clara, como una adaptación de los extranjeros a los matices de un lenguaje completamente nuevo. Zo? ¿Qué pasó? ¿Estamos bien? Zo le dirigió una sonrisa triste, sentía un nudo en la parte posterior de su cabeza. Yo no diría exactamente eso. La orquídea se quedó en silencio un momento. Entonces: tengo la sensación de que las cosas... han cambiado. "Puedes decir eso otra vez", murmuró en voz alta. ¿Repetirlo? Hemos sido secuestradas, dijo que Zo. Tomadas. Otro silencio. Entonces: Sí, eso es cierto. Por esta criatura... Tulkh. Sus ojos se lanzaron de nuevo hacia ella. ¿Ese es su nombre? El whiphid? Sí. Es a... un cazador la frase correcta: ¿Cual es Zo, esta palabra...? ¿Uno que se lleva a la gente por dinero? Un cazador de recompensas, dijo Zo, asintiendo con la cabeza y sintió el acuerdo de la orquídea. Sí. Solitario, una especie sanguinaria y agresiva. Zo espero, procesando el comentario. La orquídea tenía un don para la subestimación, y no podía dejar de preguntarse sobre los criterios para esta evaluación. Y un arrancador de colectores para de flores, le dijo. Si la orquídea tenía una opinión sobre esto, no la dijo. ¿Qué quiere? Le preguntó el a. La orquídea se quedó en silencio. Mirándola, Zo comenzó a darse cuenta de cómo su presencia totalmente despierta ya había afectado a la biosfera de la sala de trofeos. El musgo natural en el techo de

la nave había iniciado su difusión a un ritmo notablemente más acelerado, extendiéndose para tragarse los tornillos y las costuras expuestas en las paredes interiores. Había algún tipo de placa en el interruptor justo por encima de su cabeza con un cartel escrito en otra lengua -la lengua materna del whiphid, supuso ella pero estaba ya tan cubierta de musgo que ella no podía distinguir las letras. Restos de podredumbre verde dentro de los cráneos habían iniciado la ampliación de sus zarcillos hacia afuera por primera vez, así, alcanzando hacia fuera a través de las cuencas de los ojos y los orificios trepanados. Simplemente por estar aquí, ella impulsaba el crecimiento incidental de la flora de la Mirocaw. ¿Tú sabes por lo menos donde nos lleva? De nuevo, ninguna respuesta inmediata de la orquídea. Zo se preguntó si ella había llegado a los límites de los conocimientos de la flor. Entonces sintió un tirón duro de la nave hacía un lado, el zumbido casi subsónicos de la turbina se deformo de tono en el momento que se conecto la cámara de postcombustión, y se dio cuenta que estaba a punto de obtener la respuesta por sí misma. ¿Qué está pasando? ¿Vamos a chocar? -preguntó el a. Vamos a bajar, dijo la orquídea. ¿Dónde? Silencio de nuevo, entonces: Al peor lugar de la galaxia. 10/Asegurando fantasmas El impacto la golpeo de lado contra la pared de pieles, y Zo retrocedió, tras encontrar su equilibrio, y se sacudió tras el impacto, haciendo que los escarabajos que se aferraban a su piel se cayesen antes de que pudieran hundir sus piezas bucales con hambre en ella. Los escarabajos cayeron a la cubierta, y se escabulleron a ciegas en un instante para luego desaparecer entre las grietas, como si la nave del whiphid no fuese más que otro cadáver para su investigación. Metros por debajo de ella, los motores se había quedado en silencio. En la quietud, sintió a la Mirocaw resignarse a la gravedad, la redistribuyendo las vicisitudes de la torsión a través de sus miles de diminutas vigas y los conectores con un profundo suspiro ya agotado. Zo aún no podía decir si se habían caído o si sólo había sido un aterrizaje duro. Ella esperó, casi sin respirar, cuando los propulsores se fueron enfriando, apagándose para finalmente, caer en el silencio. Desde fuera, podía oír el viento. El sonido traía consigo una especie de desolación exótica que se filtraba desde algún lugar fuera del casco de duracero reforzado. Ella sentía la piel de su espalda apretarse con un escalofrío. Se sentía como si hubieran aterrizado en algún sótano sin ventanas en la parte

inferior de la galaxia, un lugar inexplicablemente carente de entradas y salidas. Su mirada se desvió de nuevo a la orquídea, con la esperanza de obtener una explicación, una forma de entender lo que sentía. Algo ha salido mal aquí, pensó. ¿Puedes sentirlo? Al otro lado del cuarto, el sellado al vacío jadeo y la cogió por sorpresa. El whiphid estaba de pie en la escotilla abierta de nuevo, agarrando la lanza en una mano y un paquete agrupado apresuradamente de pieles y cueros en el otro. Arrojó las pieles a sus pies. "Póntelas." Zo no se movió. "¿Qué estamos haciendo aquí?" "Conseguí la planta." " ¿Vas a contestarme?" Se dio la vuelta y salió de nuevo, esta vez dejando la escotilla abierta detrás de él, una demanda tácita a seguirlo. ¿Hubo algún otro componente en su brusquedad, además de sólo la impaciencia? ¿Estaba el cazador de recompensas tan incómodo que se sentía ella? Encorvando los hombros para negociar un cambio, Zo se di cuenta del autentico frío que hacía. Una ráfaga repentina de aire ártico la golpeo en su cara y antebrazos y se volvió, con la boca abierta y sorprendida, degustando por primera vez la frialdad que se le clavaba como un hierro en la parte posterior de su garganta. Blancos copos se arremolinaban por la rampa de aterrizaje, y en el enfermizo resplandor verde pálido de las luces de aterrizaje obtuvo su primer vistazo de donde se habían establecido. Ellos no estaban sentados en cualquier tipo de pista, si es que estaba allí, se la había perdido por completo. El paisaje fuera de la nave se presenta poco más que como una estepa amplia de nieve hirviente de blanco sobre blanco. El viento trajo una fina película de lágrimas a sus ojos, y Zo se las secó. En la distancia, a través del vacío, sólo podía ver los picos dentados cortaros hacia arriba como una columna vertebral negra. Había algo extrañamente errático y deliberado en el contorno de las montañas. Un instante después se dio cuenta de lo que era. No eran montañas en absoluto. Trató de tragar y no sintió la humedad en la garganta. La congelación del aire seco la había succionado, eliminándola por completo. En sus brazos, metida contra ella, la orquídea había comenzado a hacer el mismo sonido repetitivo de clic una y otra vez, como si estuviera atrapada en un pensamiento, un ruido compulsivo de tartamudeo que no le gustaba nada en absoluto. La punta de una lanza tocó la parte de atrás de su cuello, justo por encima del borde áspero del collar.

"Muévete", dijo la voz de Tulkh desde detrás de ella. Los pies de Zo no se movieron. Parecían haber sido clavados en su sitio. -Espera-dijo, sin darse la vuelta. "Las formas negro que hay en la distancia, son..." "Yo sé lo que son." "¿Qué planeta es este?" -preguntó finalmente. "¿Ziost?" La punta de lanza se deslizó un poco en contra de su piel, pero no le dolía. Ella estaba demasiado perdida en lo que había delante de ella para sentir dolor. "No deberíamos haber venido", dijo. "Hay un nivel de toxicidad que no puedo explicar. Es..." "Muévete". "¿Tienes tú un androide que pudiese enviar a tomar una muestra a la atmósfera, sólo para asegurarse de..." La punta de lanza presiono más. Insistiendo. Hiriéndola ahora. Zo empezó a bajar la rampa de aterrizaje. *** Quisieran matarla o no, ella estuvo inmediatamente agradecida por las botas y pieles, el cuero de las piel pesadas apiladas alrededor de sus hombros y alrededor de su cuello. La nieve no era profunda en muchos lugares, pero su corteza era lo suficientemente firme para que caminase por la parte superior de la misma, pero el viento era quirúrgico, un instrumento de precisión con las agujas como dientes, y que encontraba incluso los más pequeños lugares expuestos de su piel, para atacarlos. En cuestión de minutos su rostro era una máscara insensible, la notaba pesada y sin vida. Fijó su mirada en la columna vertebral torcida negra de los picos en el horizonte. Ellos estaban más cerca ahora, y cualquier parecido inicial con montañas había desaparecido desde hacía mucho tiempo. Las ruinas y escarpes tenía un aspecto crudamente mecanizado, y la expansión resultante parecía como si el esqueleto masivo de una antigua máquina del tamaño de una ciudad mediana, hubiese sido enterrada aquí en el planeta, abandonada mientras aún estaba con la suficiente vida como para cavar su propia tumba . En medio de ella, al igual que un pivote sobre el cual giraba todo: había una gran torre de color negro.

Se levantaba torcida, una pila inclinada monolítica construida de elegante roca negra, la lápida de una deidad muerta hace mucho tiempo. Incluso desde aquí, su altura empequeñecía en medio del complejo en ruinas que tenía alrededor: un buen piloto podría haber aparcado un carguero de largo alcance sobre el techo plano. Las luces rojas invadían y brillaban dentro de sus niveles superiores, su patrón errático inundaba las nubes de nieve con profundo resplandor rojo sangre. Era como ver una lectura digital de un cerebro volviéndose loco y muriendo. El crujir de los pasos de Tulkh vaciló y el paro hasta detenerse, y Zo bajó la mirada hacia lo que estaba inmediatamente delante de ellos. Veinte metros más adelante, el suelo mojado y una especie de puerta de enlace basta se levantaba, palmeada con coágulos de hielo. Ella era consciente de un silencio aquí, el viento se cortaba abruptamente, dejándolos en un bolsillo de calma absoluta. Zo tomó aire y lo sostuvo, y finalmente dijo en voz alta las palabras que la habían inquietado desde que había bajado de la nave del cazarrecompensas. "Esta es una academia Sith." El whiphid prosiguió su camino, el silencio tácito de su confirmación la golpeo incluso más fuerte de lo que había previsto. "¿Qué planeta es este?" Él no le hizo caso. "¿Por qué estamos aquí?" Se escondían más allá de la puerta. A pesar de su tamaño y estatura imponente, había una duda en su planteamiento, como si él no supiese muy bien qué esperar más allá de este punto. "Es la orquídea, ¿no?" Tulkh se volvió hacia ella, lanza en mano. Vio nudos de hielo que colgaban de su cabello. Su mirada se perdió en las sombras. "Tienes razones para tener miedo", dijo. "Todo lo que hay dentro es peor de lo que te puedas imaginar. Sólo estoy tratando de advertirte,-prosiguió-. "Tú sabes que yo soy una Jedi. Puedo sentir...” Algo sucedió entonces, algún truco del movimiento, como si el tiempo se hubiese dejado engañar, siendo estafado en sus legítimas posesiones. Antes de que ella se diera cuenta, un témpano de dolor la afecto, en un simple punto, irregular hacia arriba en la parte inferior de su barbilla, y cuando Zo abrió los ojos vio Tulkh estaba de pie directamente delante de ella, la parte afilada de la lanza impulsada hacia arriba desde su carne, mordiendo en ella, extrayéndole sangre. Él se había movido más rápido de lo que había imaginado, más rápido incluso de lo que sus mayores poderes de percepción habían podido registrar. Zo fue hacia atrás, liberándose. "¿Qué quieren los Sith con la orquídea Murakami?" Tulkh parpadeó a su vez, lentamente como una criatura que prefiere pasar su tiempo a solas.

"Tú me lo puedes decir ahora," dijo ella, "o puedes matarme. Pero te lo estoy dejando saber, yo no voy a dar un paso más sin saber lo que allí me espera." Ella pensó sobre todo lo que había oído decir de las academias, las colmenas de las tinieblas tan negras y tóxicas que brillaban con su propio tipo especial de maldad, inimaginable para los que nunca había sido testigo de primera mano. Incluso los más oscuros de los lugares parecían limpios en comparación con el sentimiento rancio de la contaminación que flotaba hacia desde delante de estas estructuras peculiares medio asoladas, las losas y la sobrecarga de la torre de color negro. -Pero tú ya sabes que la orquídea no puede vivir sin mí. " Durante mucho tiempo, Tulkh no contestó, por tanto tiempo, de hecho, que Zo se preguntó si pensaba en ignorarla por completo. Un momento después, sin embargo, habló. "¿Has oído hablar de Darth Scabrous?" Zo sintió como si algo le apretase en el fondo de su pecho. Era familiar, esa opresión, como un eco emocional de algunos temores de la infancia ya olvidados. Recordó sensación que tuvo en el momento en que la nave aterrizó. Y ahora tenía un nombre. Darth Scabrous. Sintió que su mirada era aspirada inexorablemente hacia la torre. "Él quiere la planta", dijo Tulkh. "La estoy llevando con él. Ese es el trabajo que fui contratado para hacer." "Ya veo." "No," Tulkh dijo, "no." Él negó con la cabeza. -Pero lo harás. " Zo intentó hablar, pero todo lo que le salió fue un graznido. Tulkh la miró desde el otro extremo de la lanza, el inarticulado ultimátum comunicaba más de lo que las palabras nunca podrían. Un momento después, ella salió por la puerta de entrada. 11/ Borradura Mental , No cazada "Rojo Trace, bienvenido a Marfa, soy Miles Emmert, nos dijeron que ibas a venir. " El asistente de laboratorio agrícola de cabello plateado estaba con la mano extendida. Trace se detuvo el tiempo suficiente para darle un apretón superficial, con los ojos ya explorando la zona, observándolo todo a la vez mientras caminaban a través de la bahía de aterrizaje. La nave que había comandado era una nave estelar normal de tamaño medio, lo suficientemente grande para una tripulación de ocho, pero lo suficientemente pequeña como para escapar del escrutinio, adaptada con motores de iones y con un hiperimpulsor Clase Uno para los viajes de largo alcance. Viajaba solo.

"Quiero ver el nivel de investigación." "Por supuesto." asintió con la cabeza Emmert. "La cámara de incubación esta en el nivel Siete B. Ahí es donde tu hermana se hizo cargo de la orquídea". El ascensor los estaba esperando. Diez minutos más tarde Emmert lo guió entre las hileras de plantas y la vegetación, la cámara de aire que estaba con la cerradura abierta. El panel estaba abierto, y para localizar miró en el interior del equipo electrónico roto, en cuclillas para colocar las manos directamente sobre la superficie sucia, rayada del suelo de la cámara. "Por lo que puedo decir", dijo Emmert, "Hestizo fue..." Trace le interrumpió con un gesto, sin molestarse en levantar la vista. Una ráfaga de actividad se apoderó de él y oyó la voz de Zo, vio el rostro de su atacante que era un whiphid, se dio cuenta, que era el más grande que había visto en su vida, estaba aprovechándose de ella para obtener la orquídea de la cámara. Trace sintió la sorpresa de su hermana y su confusión cuando el dolor del extremo romo de la lanza del whiphid la golpeo en la cabeza. Sintiendo el cegado impacto cuando ella se echó hacia atrás, cayendo inconsciente al suelo, la flor cayendo de sus manos. El whiphid inclinándose hacia abajo, elevándola por encima de su hombro y el cogió la orquídea, al mismo tiempo antes de que él se diese la vuelta y pesadamente se perdiese en la distancia. "Vino por la flor," dijo Trace. Emmert asintió con la cabeza. "La orquídea Murakami es conocida por sus habilidades de la Fuerza. Posee el poder, pero requiere de un encargado, una persona con una cantidad de midiclonianos igualmente alta, que la mantenga plenamente con vida." "¿Había alguien más en esta parte de la instalación en ese momento? " "Sólo Wall Bennis, el director del laboratorio." "¿Esta todavía...?" "Inconsciente", respondió Emmert, "en el tanque de bacta. Nuestros médicos estiman que estará despierto en un día o dos." "No podemos esperar tanto tiempo," dijo Trace. "¿Qué pasa con la vigilancia en las instalaciones de carga y desembarque?" "Nuestros sensores registran la llegada y salida de un barco no autorizado temprano esta mañana." Emmert desvió la mirada, avergonzado. "Debe de haber llegado usando algún tipo de dispositivo de encubrimiento y logró evadir nuestra detección... pero volvimos a mirar esta mañana y encontramos esto." Metió la mano en el bolsillo de su bata de laboratorio y saco los datos de un control de dirección, hojeándolos hasta encontrar lo que buscaba. Trace miró la pantalla. Mostraba una foto del hangar principal para a continuación, centrarse en un recipiente alargado que parecía como si hubiera sido

creado mediante injertos de chatarra. A pesar de su forma desgarbada, o quizás debida ella, la nave tenía un aspecto de ser tosca pero malvada, como si desafiase a la gente a acercarse demasiado, por miedo de lo que podría estar esperando en su interior. Hubo una serie de números y letras gastadas parcialmente visibles en un lado del casco. "¿Se puede mejorar esta imagen?" dijo Trace. Emmert presiono otro botón, así pudo ampliar la imagen hasta que Trace pudo leer el nombre en el lado: MIROCAW. "No hemos sido capaces de identificar plenamente las letras de identificación todavía". "Eso es porque han sido raspadas lo suficiente para que sean ilegibles. Es un truco viejo de contrabandistas". Trace frunció el ceño un poco. "¿Tú dijiste que tenía que haber llegado mediante el uso de algún tipo de dispositivo de invisibilidad? Emmert asintió con la cabeza. "Sí, pero... " "¿Qué es eso?”Trace señaló la pantalla, una serie de cambios de color de verde pálido a azulado a lo largo de la banda de babor de la Mirocaw. Las marcas tenían un extraño brillo fosforescente, como si la parte del forro exterior de la nave hubiese sido rayada con una capa de aceite iridiscente. "¿Carbono de puntuación?" "No." El Caballero Jedi negó con la cabeza. "Eso es vapor de residuos Thulian es una anomalía galáctica, una mezcla de contaminación en el aire post-industrial y cristales de niebla. Sólo se encuentra cerca de tres lugares fuera del Borde Medio." Emmert le lanzo una mirada en blanco. "Tengo lista mi nave," dijo Trace. "Me voy en cinco minutos”. *** En el plazo de una hora había confirmado sus sospechas la más cercana formación de nubes Thulian existencia como una sombra permanente sobre Kwenn, un triste puesto post-industrial a lo largo de las fronteras exteriores del espacio Hutt. Trace había aterrizado allí al final del día. La Estación Espacial Kwenn era una extensión de compartimientos de acoplamiento contaminados, almacenes y talleres de reparaciones, cantinas y salones de juegos de azar no autorizados. Sin llamar una atención indebida, Trace caminó a través de una docena de establecimientos diferentes, hablando con los pilotos, los fugitivos, los moradores mecánicos, y la resta de marginados que componían la población de la estación. Compró rondas de bebidas, lucho contra su propia impaciencia, y escuchó a largos monólogos, aparentemente sin sentido de Barflies que no habían disfrutado de un público atento en años. Al final, fue un contrabandista bothan manco llamado Gree quién le dijo lo que quería saber sobre paradero del dueño de la Mirocaw, un cazador de recompensas whiphid que respondia por el nombre Tulkh.

"No lo he visto por aquí desde hace un tiempo", dijo Gree, después de Trace le hubiese comprado una serie de bebidas, incluyendo la favorita del local llamada Borradura Mental, y le dio en mano con un montón de créditos. "Se dice que tomó un encargo muy dulce, nadie sabe qué." Trace reunió su mirada con la mirada del contrabandista, manteniendola de forma rápida, sintiendo el flujo de la Fuerza a través de él en la mente del bothan, completando la tarea que el licor ya había comenzado. "¿Dijo algo sobre una flor?" "A..." cara de Gree fue tan fácil, toda su renuencia drenara lejos de su voz para que las palabras le salieran fácilmente. "Sí, es cierto-que iba por una flor. Tulkh no es muy hablador, pero estuvimos bebiendo una noche y empezó a hablarme de ella." "¿Quién lo contrató?" "Un Lord Sith llamado Darth Scabrous" Trace sintió un frío repentino pasando a través de él. "¿Sabes donde esta?" "No sé... ¿en una academia Sith...?" Gree hizo una mueca, luchando con su memoria. "Quiero decir... ¿Odacer-Faustin?" Él parpadeó. "Oye, ¿crees que podrías conseguirme otra copa?" Pero Trace ya se había ido. 12/Ingrediente Al salir del turboascensor, Zo sintió que su esperanza disminuía en la distancia. Escapar ya no era una opción, si alguna vez lo había sido. El whiphid la había llevado a través de las ruinas de la academia, pasando unos pocos estudiantes y Maestros Sith que la había mirado abiertamente a ella, con los rostros oscurecidos con la ira y la determinación. Si la orquídea había notado nada de eso, no dijo nada. Era media tarde cuando llegaron a la torre. Un droide HK se les había reunido en la entrada. Confirmó la identidad Tulkh con una exploración de la retina que dejó al whiphid parpadeando y secándose los ojos con enfado, y los escolto a través de la torre. El turboascensor los había aspirado hacia arriba y traído a ellos hasta aquí. A esta habitación. Por un momento Zo sólo podía mirarla a ella. Un laboratorio como nada de lo que había visto en su vida en años de investigación extendido hasta llenar el espacio delante de ella. Oía cosas desplazándose levemente y veía movimientos en las esquinas. Al parecer, de alguna manera horrible, era como un análogo insidiosamente oscuro del laboratorio central de Marfa, sus instrumentos diseñados no para fomentar la vida, sino para causar y mantener la dosis de dolor en todo lo que aún podría estar vivo aquí. Algo crujió en una jaula en la sombra, haciendo poco ruido al lamer con la boca.

"¿Lo tienes?" Con una respiración involuntaria de sorpresa, Zo se volvió y miró hacia atrás. En el centro del laboratorio, estaba viendo un hombre alto con una túnica oscura, con el rostro cincelado una amalgama de sombras y huesos, la estructura de la mejilla cruelmente afilada, los huecos de sus ojos como las cuencas de una calavera. Zo sintió un alambre delgado de miedo que bajaba sondeando a través de su pecho y hacia la boca del estómago, donde colgaba, dando espasmos en la oscuridad. Pensó en el nombre que Tulkh había mencionado en su camino aquí: Darth Scabrous. El Lord Sith estaba mirando a ella, su expresión era inescrutable, aunque la cruda intensidad en su mirada era inconfundible. Era como si estuviera viendo algo que quería al mismo tiempo poseer y destruir. Sin una palabra, el whiphid tomó la orquídea de la mano de Zo. Se acercó a donde el Lord Sith estaba y le dio la flor a él. "Esto es todo." Darth Scabrous tomó la flor, dándole sólo la más superficial de miradas antes de volver su atención a Zo. Hubo un destello en sus ojos que no había estado allí antes. Tulkh se quedó esperando. "Mi dinero", dijo. Si el Lord Sith lo oyó, no mostró ningún signo. Todavía estaba mirando a Zo. "Su nombre es Hestizo Trace", dijo el whiphid. "Ella es la guardiana de la orquídea. Es necesaria para que ella..." "Sobreviva", dijo Scabrous. -Ya lo sé. Así es como yo sabía que estabas viniendo con el artículo genuino. "Él se acercó y le tocó su rostro, su fría mano enguantada en contra de mejilla, era como el cuero envolviendo una barra de hierro. "Era la una única pieza de información que he obtenido sobre la orquídea". "Entonces nuestro negocio aquí ha terminado", dijo Tulkh. El Lord Sith asintió con la cabeza. "Mi droide te pagará a la salida." El whiphid asintió y se alejó. "No", lo llamo Zo a él, viendo que se iba "espera!" Sintió como si una banda de acero hecha de pánico se apretase alrededor de su pecho, presionándolo dolorosamente hacia su interior, dejándola sin respiración. Ella oyó sus pisadas cada vez más tranquilas por el pasillo de piedra por el que se marchaba, para escuchar a continuación, un débil zumbido hidráulico cuando las puertas del ascensor se abrieron y cerraron de nuevo. Luego se había ido. El Lord Sith siguio buscando en ella. Un nuevo silencio se extendía hacia fuera desde él, y parecía llenar

el laboratorio con una niebla de aire frío seco y que picaba. Zo era consciente de que la orquídea hacia ruidos de ansiedad dentro de su mente, un chasquido suave e irregular de energía nerviosa que despertaba por lo que podría suceder a continuación. Aunque sabía que era la única que podía escuchar los sonidos, todavía sentía un impulso irracional de hacerla callar. "Tú eres una Jedi", dijo Scabrous. "Yo la soy." Ella se preparó para su desprecio, incluso para su ira, pero el Lord Sith se limitó a asentir como si no hubiera estado esperado nada menos que su aparición aquí, de hecho, que la anticipase. Llegó con una mano, sin notar del todo su tacto, y sintio una cierta pesadez por debajo de su pecho izquierdo, como si la mano empujase directamente contra el músculo de su corazón. Luego bajó la mano, y desapareció la presión. Cogió la flor y se la llevó por el laboratorio hasta el lugar donde Zo había oído el ruido suave chasquido de los labios. Lo que vio hizo dentro de su estómago girase lentamente, sintiendo náuseas. En la jaula un adolescente la estaba mirando con ojos brillantes, sin parpadear y fijos como si fueran botones de zapatos, que la miraba con absoluta locura. En un examen más detallado Zo vio una maraña de de tubos de plástico brotando como vides directamente de la espalda del joven, que parecían haber sido implantados en su columna vertebral y la base de su cráneo. Un espeso líquido de color rojo amarillento se deslizaba lentamente hacia atrás y hacia delante a través de las tuberías. Zo siguió las líneas del piso donde se conectaron a una bomba electrónica con un cilindro de cristal grande en la parte superior. Un tipo especial de circuito se ha creado aquí, se dio cuenta, un híbrido entre humano y máquina. Scabrous izo un ajuste a la bomba. El líquido en los tubos se movía más rápido. El chico se puso rígido y luego empezó a golpear su cara contra la jaula, una y otra vez, con una especie de terrible intensidad rítmica. La jaula sonaba con los impactos de la cara del muchacho que comenzó a rezumar sangre, goteando roja de su nariz y sus labios y de las comisuras de sus ojos. Sin embargo el muchacho no se detuvo. Se estaba actuando irracionalmente, Zo se dio cuenta, de que estaba tratando de tocar su propio inconsciente o tal vez simplemente estaba tratando de quitarse la vida, poniendo fin a cualquier castigo que estuviese por venir. "¡Alto!" Zo le devolvió la mirada a Scabrous. "¿Qué vas a hacerle?" "Mira y verás." "¿Qué vas hacer con él?" Scabrous no respondió. Un momento después abrió la tapa de la botella de líquido amarillo rojizo y se dejó caer dentro la orquídea. *** Jura Ostrogoth fue testigo de todo. Se había deslizado dentro de la torre cuando el whiphid había salido, sin darse tiempo para deliberar. La experiencia le había enseñado que tales oportunidades no debían ser desperdiciadas. Y por eso había ido

al interior de la torre. Desde la desaparición Nickter el día anterior, circulaban por la academia rumores que habían sido susurrados a velocidad de la luz sobre Darth Scabrous y lo que podría estar pasando en su laboratorio. Esta mañana, Jura había oído decir a Pergus Frode, un técnico en el hangar de la academia, a uno de los otros Maestros que Scabrous había tenido visitantes, dos cazadores de recompensas que no habían regresado la última noche a su nave. Y ahora Kindra le había dicho a Jura que ella había visto a dos forasteros más fuera, un whiphid y una niña, yendo en dirección a la torre. Llevaban algo con ellos, según le dijo Kindra. Nadie sabía el qué. Era sólo cuestión de tiempo hasta que alguien salió. Después de entrenar con sables de luz, Jura se había ido hacia la torre y se agachó debajo de la nieve, de piedras con incrustaciones medio derrumbaras frente a las ruinas de la entrada principal de la torre. El frío no le había molestado en lo más mínimo. Le había dado tiempo para pensar, para despejarse la cabeza. Ya había decidido que no iba a pasar su vida preocupándose por ser expuestos por Scopique. Si iba a escaparse de debajo del pulgar de Scopique, él tenía que cambiar el juego. Por supuesto que no podía contraatacar ahora que acababa de acorralarlo, Scopique tendría que esperar pero sería retribuido, una vez que Jura se enterase de lo que estaba pasando dentro de la torre, decidió, organizaría una reunión privada con el zabrak. Le diría todo a Scopique, confiándoselo todo a él. Ganaría su confianza. Y cuando Scopique estuviese con la guardia baja, regodeándose, Jura le... ¿qué? ¿Lo mataría a él? Tal vez. O tal vez sólo lo humillaría, de la forma en que Scopique había humillado a Jura. En cualquier caso, las cosas estaban a punto de ser muy diferentes. ¡Qué diferentes! Jura nunca podría haberlo imaginado veinte minutos antes, ya que se había escapado del turboascensor y hecho su camino a través del laboratorio abierto en la parte superior de la torre. Las velas y las antorchas que había en puntos de la sala parpadeaban, con luz intermitente. Él había estado preocupado de que pudiese ser oído el ascensor estaba casi en silencio, pero incluso antes de que se abrieran las puertas, había oído a alguien gritar y un ruido metálico de chocarse. El sonido rebotó en las ventanas y techo de piedra, bloqueando todo lo demás. Jura se escabulló a través de charcos de sombra, haciendo su camino entre los grupos de equipos hasta que pudo distinguir la forma inconfundible de Lord Scabrous y de otra persona, una chica, de pie junto a lo que parecía un animal enjaulado: el origen de los choques y los gritos. Jura se detuvo de nuevo, entrecerrando los ojos, miró más de cerca. El animal enjaulado era Nickter. Nickter se agitaba en su pequeña prisión, gritando, retorciéndose y l oriqueando con ruidos que sonaban muy poco como las palabras. Había sangre corriendo por su rostro, que se pegaba y se aferraba a sus

mejillas, como si hubiera estado sentado sobre una vela roja de fusión. Estaba medio desnudo, con el torso expuesto reluciente de sudor. Pero lo peor eran los tubos. Corrieron directamente de su espalda, largos, eran como conductos de tubería que salían de su columna vertebral, que llegaban a una máquina con un cilindro transparente grande montado en su parte superior. Scabrous estaba haciendole algo a la máquina, sosteniendo un objeto que Jura no pudo identificar, poniéndolo en el interior del cilindro. El líquido en su interior comenzó a sufrir turbulentas, cambiando de color, convirtiendose de pronto, muy incandescentes, pulsando a través de los tubos hacía las vértebras de Nickter. Los gritos se detuvieron. Jura vio a Nickter colapsarse en el suelo de la jaula, inmóvil y en silencio, con la boca entreabierta, y los párpados caídos. Ahora, el único sonido era el zumbido alto, constante de un monitor de corazón con la línea plana. Jura dejó escapar el aliento que había estado reteniendo en los pulmones los últimos diez segundos. Él no tenía necesidad de estar más cerca para ver que Wim Nickter estaba muerto. *** Zo contempló al estudiante Sith muerto en la jaula. Sus ojos seguían abiertos, vidriosos y sin vida. Su boca estaba hundida, una burbuja de saliva con sangre se aferraba a una esquina. Una palidez de cera ya había comenzado a extenderse por encima suyo, convirtiendo su piel en un tono color gris pálido. En su mente, la orquídea seguía gritando. Ella no podía moverse, no podía pensar. Nada en su experiencia en la instalación de Marfa o antes la había preparado para esto. En las últimas horas cuarenta y ocho horas estándar, las rutinas de su vida cotidiana se habían convertido en una farsa sangrienta de la realidad. Su vista fue hasta el brillante cilindro de cristal donde Scabrous había tirado la flor. No estaba allí, el líquido parecía haberla absorbido, disolviéndola en pedazos, pero ella todavía podía oírla, donde quiera que se hubiese ido, lo que le hubiese sucedido, seguía dando voces, pidiéndole que hiciese algo, para ayudarla, para detener el dolor. Ardor, Zo, me estoy quemando, me estoy QUEMANDO... Scabrous estaba mirando el cilindro. En la jaula, el chico muerto se incorporó. 13/Dientes de Dragón Jura nunca vio el golpe de la puerta de la jaula.

Sucedió tan rápido que lo único que su mente registró fue la malla de alambre volando a través del laboratorio, chocando contra una cubierta de ventilación de las células de energía que sobresalía del techo. El metal golpeó el metal con un sonido metálico plano, declarativo que le recordaba de alguna manera del sonido de las hojas de entrenamiento chocando en la parte superior del templo. Era un ruido que decía: Las cosas se han puesto en movimiento, y tras todo lo que ocurrirá a continuación, no habrá vuelta atrás. Desde su escondite, Jura miró, agazapado en las sombras como si estuviese soldado al lugar. Vio a Scabrous y la chica mirando a la jaula, sin moverse ninguno de ellos. Lo que se arrastraba fuera de la jaula no era Wim Nickter. Estaba envuelto en la piel Nickter, sí, y usaba alguna versión de la cara de Nickter, pero los ojos eran óvalos de vidrio manchado detrás de los cuales el alumno se lanzaba hacia atrás y hacía adelante en la luz de las antorchas, como pequeños insectos negros atrapados dentro de una botella sucia. Él tenia girada su cabeza hacia la derecha, y la sonrisa amarilla de sus labios arrugados no se parecía a nada que Jura hubiese visto nunca. Al verlo, sintió que algo se derretía en su interior, el terror lo dejo sin aliento al invadirle, quitándole las fuerzas, reduciéndolo a un grupo tembloroso de nervios. La voz intuitiva de la Fuerza le gritaba ahora, mal, mal, mal, pero él no parecía poder moverse. El Lord Sith miró a su creación. Una sonrisa terrible, profética se deslizó por su cara. "Nickter", dijo. "Ven a mí". La cosa dio un paso más arrastrando los pies, y Scabrous tendió una mano, haciéndole señas al otro como si fuese un animal. "Sí. Así esta correcto." De pronto Nickter saltó hacia delante con un tipo completamente diferente de urgencia, los tubos de extracción a su espalda, agitándose libremente, dejando una fila de heridas abiertas por su columna vertebral. Un material amarillo rojizo salpicaba y era expulsado por los tubos abiertos, rociando el aire. Desde su escondite, Jura vio la parte posterior del Lord Sith caer hacia atrás, con los brazos delante de su cara, cuando lo que había sido Wim Nickter cayó encima de él y sin vacilar hundió sus dientes en la cara de Scabrous. Scabrous abrió un brazo hacia arriba, y lo hizo volar de regreso a través del laboratorio, su cuerpo reducido a una momentánea falta de definición, agitando hacia una estanteria de altura llena frascos utilizados y de vasos no lejos de donde Jura seguía estando agazapado. El estante explotó con una cacofonía ensordecedora de vidrios rotos, que caían sobre el suelo, y Jura vio él mismo como caía en posición vertical, las mejillas y la frente brillando por los fragmentos rotos como dientes de dragón. Astringente con olor a alcohol, amoniaco y ácido fénico llenaban el aire. Jura vio a la chica ponerse de pie y correr hacia el turboascensor. Nunca miró hacia atrás, ni siquiera cuando las puertas se sellaron a sus espaldas. Un rugido de furia sacudió la cámara a su alrededor, lo suficientemente alto para que Jura sintiese como

vibraba en el hueco de su pecho. En el lado opuesto del laboratorio, Scabrous se levantó. De la mitad derecha de su rostro caía un torrente de sangre pálida. Sobre ella, sus ojos relucían con una ira tan feroz que parecía algo completamente diferente, algo peligrosamente cercano a la locura. El Lord Sith levanto la palma de su mano derecha, en la dirección del cadáver de Nickter. El cuerpo se sacudió otra vez, cayendo como una cosa en los cables, y esta vez Jura Ostrogoth se dio cuenta de que él estaba agachado directamente en su camino. El darse cuenta llegó demasiado tarde para salvarlo. El cadáver de Nickter colisionó con él, haciéndole perder el equilibrio y golpeándolo haciéndole soltar el aire de sus pulmones, lanzándolos a los dos hacía atrás hacia una de las amplias ventanas curvas que formaban la pared de la torre. La impresión final de Jura de que el mundo entero estaba estallando a su alrededor en una frágil, ensordecedora explosión no estaba completamente equivocada. Luego se cayó. 14 /Abandonados "Lussk". Rance Lussk dejó de caminar, se detuvo un momento, y se dio la vuelta. Él había estado de camino a la biblioteca de la academia para una tarde de meditación solitaria y estudio cuando escucho la voz detrás de él. Era Ra'at. El más pequeño, enjuto y enmarcado aprendiz se quedó con las dos manos a la espalda, mirándolo desafiante, a través del velo de la nieve que caía. Le miraba de forma radicalmente diferente de la última vez que Lussk lo había visto, algo había cambiado en su postura, en su porte, en la forma en que cuadraba sus hombros. Incluso su voz era más audaz, más directa y agresiva. Sus ojos eran piedras pulidas, llenos de un sentido nuevo y deliberado de la determinación. "¿Qué quieres?" "No estabas en la práctica con sables de luz de esta mañana." Lussk no se molestó en fingir que le importaba, comunicando su indiferencia únicamente a través de la falta de expresión. Todos en la academia sabían que sólo asistia a las sesiones de entrenamiento cuando le daba la gana, cuando quería probarse a sí mismo o probar algo a uno de los Maestros. Dio un paso más cerca de Ra'at. Estaban solos aquí, detrás de la extensión enorme de la biblioteca, los Maestros de la academia y los estudiantes se encuentra ocupado en la formación o en los rigores de los estudios del mediodía. Por encima de ellos, la torre estaba en pie, su sombra pasaba a través de la pasarela como si fuera un crepúsculo prematuro, y se le ocurrió a Lussk que esto también podría ser algo deliberado por parte de Ra'at. Tal vez esperaba que Lord Scabrous pudiese estar mirando hacia abajo.

"Bueno, ¿qué es lo que quieres?" Ra'at saco las manos por detrás de su espalda, revelando lo que Lussk había adivinado que estaría allí: un par de sables de luz brillando a la luz de la tarde en tonos grises. "¿Tiene el Maestro de la Espada Shak'Weth alguna idea de que tú te has marchado con dos de sus juguetes?" preguntó Lussk. Ra'at no sonreía, la intensidad de su expresión nunca vaciló. "Yo te desafío". Levantando una ceja incrédulo, Lussk le preguntó: "¿Ahora?" "Ahora". Por un instante, luego ya no, Lussk casi lo tuvo en cuenta. Luego sacudió la cabeza. "No quiero hacer eso." "¿Es qué tienes miedo?" "¿De tí?" Lussk parpadeó como si nunca se le hubiese pasado por la mente dicha idea. "Solo lograrías aburrirme, para empezar." "Entonces voy a estar seguro de no aburrirte", le dijo Ra'at, y arrojó una de las espadas en la dirección de Lussk. Lussk la atrapó gracias a sus reflejos, pero él la dejo baja a su lado. "Estoy ocupado en este momento", dijo. "Si tú estás decidido a humillarte a tí mismo, tendrás que hacerlo en público frente a la...” Los Maestros, habrían tenido la última palabra es esta situación, pero Lussk no tuvo la oportunidad de decirlo antes de que Ra'at saltase hacia él, sus pies apenas parecían tocar el suelo. Con salvas de apertura que fueron brutales pero eficaces, unos movimientos cuya gracia hubiera sido más fácil de admirar, si no hubiesen terminado con la hoja de Ra'at golpeándole en el pecho, lanzándole una racha de dolor justo debajo de la clavícula. Lussk giro hacia atrás, cogiendo la hoja, consciente ahora que estaba en peligro tanto si quería como si no. Y con Ra'at, se dio cuenta, no sería tan simple como aplastarle a él, sería necesario hacerle ser un ejemplo, o de lo contrario cada estudiante estaría tratando de enfrentarse a él. Más que nada, Lussk sentía una especie de exasperación. ¿No había sido suficiente con usar a Nickter como una lección? Era Ra'at un suicida, o simplemente un loco? Él se lanzó hacia adelante con su propia espada, tensa para el impacto, pero Ra'at no estaba donde había sido sólo un segundo antes, casi parecía haber desaparecido en una nube de nieve. Lussk levantó la vista. El otro aprendiz dio un salto mortal directamente sobre él, atacándole en espiral hacia abajo, y los instintos Lussk le permitieron encontrar la forma de esquivarlo una fracción de segundo antes de que Ra'at aterrizase.

"Tú Ataru ha mejorado", le gruñó Lussk. "Tú has estado practicando." Girando brutalmente, llevo su propia espada alrededor de donde predijo que Ra'at estaría, y esta vez tuvo razón. Cuando Ra'at levantó la vista, se encontró frente a la punta de la hoja de Lussk. Un golpe terminaría el duelo, dos lo mataría. Pero había otra opción. "Ahora-dijo Lussk, cruzando su mirada con la del otro aprendiz y dejar que el flujo de la Fuerza pasase a través de él como una corriente eléctrica. "Deja tu hoja." Ra'at tenso su boca hasta que los tendones se destacaron en su mandíbula. Su brazo tembló, pero soltó la hoja. "Deja tu hoja", le repitió Lussk. Sin embargo Ra'at no se movió. Lussk sintió como una ira real se apoderaba de él, el tipo de rabia que rara vez sentía. Sin vacilar, movió su propia espada hacia su oponente. Si Ra'at estaba tan decidido a morir así, aquí detrás de la biblioteca, entonces, Lussk le daría lo que quería. Al pivotar hacia adelante, oyó un ruido de cristales al romperse. Mirando hacia arriba, vio algo que explotaba en la parte superior de la torre, momentáneamente vestida de un halo brillando de cristales rotos. Al principio Lussk pensé que era algún tipo de especie exótica que tenía demasiados brazos y piernas, y luego se dio cuenta que en realidad veía a dos personas, una colocara alrededor de la otra. La caída desde la torre tuvo que ser de cien metros o más. Cayeron juntos, girando en el aire, cayendo en picado hacia abajo, golpeándose en el camino pedregoso, cubierto de nieve con un repugnante crujido de carne. A pesar de su reputación de dureza, Lussk tuvo que apartar la mirada. La gravedad había hecho harina de los cadáveres, retorciéndolos en formas desconocidas. Los huesos rotos atravesaban la carne. Uno de ellos iba sin camisa, y estaba manchado de sangre con las vísceras saliéndole en un ángulo tal que Lussk podía ver su ojo derecho que sobresalía de su cabeza. Luego se sentó. Lussk se quedo boquiabierto, paralizado por una ola de temor frío perfecto. Esto es imposible, pensó. Nadie sobrevive a una caída así. Nadie... Sus pensamientos, lo que quedaba de ellos, se rompió de forma limpia. El ensangrentado le estaba mirando fijamente con su único ojo bueno, de forma salvaje, con una mueca inhumana durante en lo que quedaba de su cara. Además de golpearle el ojo, la altura había hecho algo a su columna vertebral y sus hombros, bloqueados a sus lados, atascadas las clavículas, empujaros los huesos de sus brazos hacia arriba a través de la piel. Se veía como un traje de color carne, que había sido imprudentemente envuelto en su percha. Sin embargo, todavía se movía.

Sus brazos rotos agarraron al otro cadáver, sacandolo hacía arriba en un flop, con gesto impaciente, y acerco a él su boca, y fue entonces cuando Lussk se dio cuenta de que detrás de los huesos rotos y las capas de la sangre, estaba mirando los cuerpos destrozados de Wim Nickter y Jura Ostrogoth. Lo que había sido Nickter balanceo la cabeza y enterro sus dientes en la pulpa que quedaba de la frente de Ostrogodth. Casi de inmediato Lussk pudo oír los ruidos, una serie de gruñidos codiciosos, babosos. Ostrogoth-lo que quedaba de él-no hizo ningún movimiento para resistir. "¿Qué es eso?" La voz de Ra'at era un murmurando detrás de él. "¿Qué es esa cosa?" Lussk negó con la cabeza, dando un paso atrás. No tenía ni idea de lo que había visto, todo esto le llevaría tiempo para poder procesarlo, para decidir cómo iba a luchar contra él o utilizarlo para su propia ventaja, pero por el momento, había que tomarlo en sus propios términos. "Necesitas entenderlo." Tirando su espada a un lado, Lussk cogió a Ra'at y agarrando a el pequeño aprendiz de la túnica con ambas manos, fue tirando de él hacia adelante lo suficiente hacer chocar los dientes de Ra'at como si fueran castañuelas. El choque había dejado vulnerables Ra'at, convirtiéndolo en un blanco fácil. La propia espada de Ra'at se deslizó de su mano, haciendo sonar las rocas antes de quedarse atascada en la nieve recién caída. "Espera, ¿qué estás haciendo?" le preguntó Ra'at. "No puedes..." Lussk le dio la vuelta y lo empujó hacia atrás, tan duramente como era posible, en la dirección del babeante, que se comía lo que quedaba de Jura Ostrogoth en cuclillas sobre él. Ra'at chilló, Moviendo su brazos como si algo en el aire pudiese sostenerlo. Casi de inmediato sus pies se enredaron debajo de él y tropezó, se tambaleó, cayéndose, y finalmente cayó, aterrizando por primera vez sobre sus rodillas, y luego sobre la espalda. Lo que había sido Nickter levantó la cabeza. La sangre fresca caía desde su mandíbula, goteando desde sus labios. Su único ojo funcional se estremeció como un huevo crudo en una taza. Dejo los restos del cadáver de Jura a un lado y dedicó su atención a Ra'at con el apetito de una criatura a la que se ofrece carne viva. "No," estaba diciendo Ra'at, luchando por ponerse de pie, o al menos intentándolo. -No, no... " Lussk se dio la vuelta, ya teniendo tensaras las piernas para salir corriendo. Lo último que oyó, un momento antes de que entrar en la biblioteca, fue el grito de Ra'at. 15 /Elección Le tomó a Scabrous menos de treinta segundos el limpiar la herida en su rostro con una solución salina, comenzar a ponerse unos brazaletes con sensores intravenosos en sí mismo, y activo el auto-diagnóstico del sensor. Todo estaba exactamente donde lo había dejado. Había trabajado de manera constante, sin la menor vacilación, la suavidad rápida y práctica de sus movimientos no traicionaba en ningún momento la ira que sentía en su pecho como un bulto rojo que le quemaba como un carbón encendido.

Hubo un leve pitido electrónico desde su muñeca derecha, que indicaba la marca de treinta segundos. Revisó los brazaletes brillantes con las lecturas azules y vio que estaba todavía calibrando la muestra de sangre inicial. Mientras tanto, la chica-la escoria Jedi-ya se había ido. Scabrous no la había visto salir, pero él había sabido, por supuesto, que iba a tratar de huir de él en cuanto que tuviese la oportunidad. Eso era un hecho. No importa-la orquídea había hecho su trabajo, y ya tendría tiempo de sobra para ponerse al día con los Jedi más tarde. Ella serviría a sus propósitos bastante bien cuando l egase el momento. En este momento tenia cuestiones más urgentes que atender. Siguió trabajando, manteniendo sus emociones cuidadosamente bajo control. El pensamiento crítico es lo que le había hecho llegar tan lejos con el proyecto, su mente era un motor separado de su cuerpo y que contaba con un inquebrantable compromiso absoluto de hacer todo lo necesario para lograr que el experimento fuese un éxito. Las emociones que alimentaban ese motor, la ambición, la rabia sin límites, una naturaleza indiferente y depravada hacia nada excepto a sí mismo, lo habían aislados cuidadosamente de los vasos oscuro de su corazón, donde no permitiría que le distrajesen de su objetivo. Y, sin embargo, de todos modos, la odiaba. La odiaba con el odio brutal, demoledor de toda la maquinaria de guerra Sith, la odiaba con la intensidad ardiente de diez mil soles, quería ver morirá a esta Jedi, cuya orquídea era el eje sobre el que todo iba a girar, y cuya presencia le permitiría llevar proyecto a buen término. Y fue bueno saber que el odio estaba allí, donde podía acceder a él cuando quisiera, como un buen vino que se decantase y se bebiese con moderación. Sería bueno para encontrar ya su... Bueno, para terminar las cosas. Hestizo Trace moriría gritando. Y él iba a vivir para siempre. Beep! La marca de un minuto. Scabrous dirigió sus ojos hasta la unidad de auto-análisis. Los números azules habían pasado a brillar en rojo. Frunció el ceño, sólo un poco. Los niveles iniciales de contaminación eran más altos de lo esperado: los picos y las olas informándole de que el sistema estaba ya haciéndole un nuevo diagnostico, con el fin de aislar el antígeno específico y sentar las bases para el siguiente paso. No podía permitirse el lujo de esperar más. La bomba de hemodiálisis fue diseñada para ser portátiles, con un paquete plano que colocar en el hombro que contenía seis litros de sangre fresca y un sistema de tubos de vacío. Deslizándose las correas sobre los hombros, Scabrous unió la bomba a su brazo derecho y comenzó la primera infusión. Una sensación constante de calor se deslizó a través de su brazo, llenando el pecho, y aflojando la tensión, lo que le permitió respirar más profundamente. Se puso los contadores. Al ritmo actual, el

suministro de sangre le iba a durar seis horas-asumiendo que las cosas no cambiasen dramáticamente en el ínterin. Scabrous anulo el turboascensor, camino directamente hacia la ventana rota, echando una mirada al terreno quebrado, asolado por la nieve que se extendía hasta el horizonte. Un sentimiento de confianza se agitó en su interior, trayéndole consigo un renovado sentido de propósito. Este era su academia, su planeta, nadie lo conocía tan bien como él lo hacía. No había ningún lugar en que la Jedi pudiese ocultarse donde no pudiese encontrarla. Sin dudarlo un instante, dio un salto hacia delante y saltó por la ventana rota. Él se despejo con facilidad, sumergiéndose en la noche, acuchillando el aire mientras bajaba por él, usando la Fuerza para guiarlo durante su descenso desde un centenar de metros de altura. En la base de la torre, el cayó al suelo y se puso en marcha. Su mente estaba tarareando ahora, su cuerpo iba inhalando dosis de sangre fresca, chupándolo hacia abajo como si fuese oxígeno puro, que le alimentaba los músculos y el cerebro. Activando su comunicador, se lo puso al oído y esperó a que la voz del otro lado le respondiese. "Consulta: ¿Sí, mi Señor?" preguntó el droide HK. "Activa todas las barreras del perímetro exterior en todos los cuadrantes," Le dijo Scabrous. "El objetivo es Hestizo Trace, la Jedi. Explora el laboratorio para obtener una muestra de su ADN y de sus feromonas." Hizo una pausa, pero sólo por un segundo, de mientras el viento pasaba a chorro sobre él. "Utilizar los medios necesarios. Pero yo quiero que ella este con viva." 16 /Convocatoria Hestizo? Zo seguía en marcha cuando la voz de la orquídea resonó en su cabeza. Fue tan sorprendente que ella vaciló, casi parándose en seco. Ella no había dejado de moverse desde que había dejado el turboascensor de la torre. Si eso fue hace diez minutos o media hora, ella no lo sabía. El tiempo se había vuelto muy subjetivo, en esta ciudad enloquecida e ilógica, al igual que el paisaje de la propia academia. Corriendo por entre los edificios grises, parcialmente derrumbaros y los templos en ruinas, se había centrado en poner la mayor distancia posible entre ella y la torre, pero cada vez que miraba hacia atrás, la torre parecía estar en un lugar diferente. La cabeza le daba vueltas. Trató de no pensar en lo que había sucedido allí, pero los pensamientos se filtraban a través de sus defensas, como un corte que no dejaba de sangrar. Vio la cara del muchacho-que fue un ¿niño?-como se había arrastrado fuera de la jaula y saltó a por Scabrous, la forma en que olía, el ruido que había hecho. Había sido como un animal, pero mucho peor. Hestizo, la voz de la orquídea la corto, detente. Estancia. Agáchate.

Zo miró a su alrededor. Estaba de pie delante de la enorme estatua de un antiguo Lord Sith que había caído sobre un flanco, de modo que la mitad derecha de ella podía ser usada sin problemas, tras ser desgastada por décadas de viento y nieve. Se hundió hasta las rodillas, oyendo las voces de otros-varios voces-hablando entre ellas desde el otro lado del monumento. Ella miró por encima de la estatua. Un grupo de estudiantes estaba haciendo su camino por un pasillo, veinte metros por delante de ella. Un hombre mayor, un Maestro, se presumía, estaba al frente de ellos. Su largo cabello gris estaba retirado de su rostro en una sola trenza de plata, lo que acentuaba los ángulos de su cara, la nariz de halcón y la frente. La luz de la tarde arrojaba su sombra hacia adelante sobre la nieve crujiente, recién caída, de mientras el contorno negro de su traje le hacía parecer como si tuviese alas. ¿Cuántos? la orquídea murmuró en su mente. ¿Cuántos, Hestizo? Contó doce, dieciocho, veinticuatro, y luego volvió a mirar, a través de un montículo de roca y hielo, a donde se habían reunido un segundo grupo, mucho mayor de estudiantes con dos o tres otros Maestros que los asistían, el grupo era demasiado grande para contarlos. Al parecer, era algún tipo de reunión al aire libre o estaba en marcha una meditación en grupo. Tras un momento Zo acabo de verlos. A pesar de que caminaban juntos, con algunos de ellos incluso hablando entre ellos en voz baja, nunca había visto un grupo de personas tan completamente separadas los unos de los otros. Cuando se intercambiaban miradas, ella sólo veía frialdad en sus ojos, como si no fueran unos al lado de otros, siempre tratando de encontrar alguna ventaja sobre los demás. "Atención". La voz del Maestro era como el pedernal y su mano fuerte, parecía confirmarlo. “Silencio". Los estudiantes situados en el otro lado del pasillo se quedaron en silencio, muchos de ellos se acercaron para escuchar. "Para aquellos de vosotros que acaban de llegar, voy a explicar esto sólo una vez." Las palabras eran estridentes, y se escuchaban sin esfuerzo sobre el terreno pese al fuerte viento. "Aunque en verdad, no debería tener que explicároslo a todos. Vuestra propia sensibilidad a la Fuerza debería ser suficiente para que os pudieseis dar cuenta de que estamos tratando con un acontecimiento imprevisto en la academia, una cadena de acontecimientos que, en este momento, todavía no están claros. "El se cuadrado de hombros y se enfrentó al grupo. "La mayoría de vosotros ya habéis detectado una alteración en la rutina diaria normal. En este momento, sospechamos que la academia está siendo objeto de algún tipo de sabotaje, y que puede haberse diseminado al exterior desde la torre." A pesar de sí misma, Zo se encontró escuchando, y cuando lo hizo, se dio cuenta de que el grupo de alumnos había crecido. Ahora parece haber varios cientos de ellos, quizás la mayoría del cuerpo estudiantil, todos mirando en la dirección del Maestro.

"Como medida de precaución, se suspenden todas las lecciones y ejercicios hasta nuevo aviso. La cena se servida como de costumbre. De lo contrario, ir por el arco para volver a vuestros dormitorios para seguir estudiando en privado y esperar instrucciones allí. Uno de los Maestros se pondrá en contacto con vuestro curso para informados de los cambios en la situación. " Zo se dio cuenta mientras escuchaba de que podía oír un temblor leve, pero inconfundible de preocupación en el tono del Maestro. Él estaba haciendo todo lo posible por ocultarlo, y tal vez los estudiantes se dejasen engañar, pero en mente, bien podría haber estado llevando una pancarta: ESTOY HACIENDO MI MEJOR INTENTO PARA HACER CAMBIAR UNA SITUACIÓN QUE NO TENGO ABSOLUTAMENTE NINGUNA CAPACIDAD PARA COMPRENDER, POR NO HABLAR DE CONTROLARLA, Y-!!!!! Hestizo! La voz de la orquídea era urgente, alarmara. ¡Al suelo, ahora! Volvió la cabeza hacia la derecha, y se dio cuenta que uno de los estudiantes en el borde del grupo la estaba mirando directamente a ella. *** El nombre del estudiante era Ranlaw. Al igual que el resto de sus compañeros de clase, se había estado sintiendo cada vez más nervioso durante toda la tarde, y no sabía exactamente por qué, lo que había afectado a su rendimiento en un combate anterior, y él todavía estaba enojado por el ojo negro que le había costado. Pero algo iba mal aquí en la academia. La Fuerza se lo estaba diciendo desde su espalda, y la llamada a convocatoria de los Maestros sólo lo confirmaba. Cuando vio a la chica que lo miraba desde detrás de la estatua, había dejado de caminar y tras mirar hacia ella, sintió que tenía algo que ver con eso. Ella era una Jedi. Esa comprensión fue todo lo que obtuvo. Ranlaw sintió una chispa brillante de violencia saltándole en el pecho. Sin que importasen los motivos de la chica Jedi para espiarles a ellos, la quería arrastrar ante los Maestros por sí mismo, tras vencerla y sin importarle lo que le pasase a ella. El resto del grupo estaba escuchando al Maestro Traan, sin darse cuenta de que Ranlaw había estado mirando hacia otro lado. Eso estaba muy bien para Ranlaw, que tenia la firme intención de obtener toda la gloria de este descubrimiento. De un solo salto, paso sobre la estatua caída, lucho contra la chica y la lanzo al suelo, sujetándola por las muñecas. Ella era una presa fácil-casi demasiado fácil. "¿Qué haces aquí, Jedi?" Ella miró hacia él, sin aliento y furiosa. "Déjame ir".

"Así es". Cogiéndola con una mano de la muñeca, él la agarró del pelo y tiró de ella hasta ponerla en posición vertical. "Vamos a ver lo que los Maestros tienen que decir acerca de ti." Ranlaw la obligo a ponerse de pie, arrastrándola con él, y tomó aliento para avisar a los demás. Todavía estaba en el proceso de inhalar cuando una mano con garras sujeto hacia abajo sobre sus labios para hacerlo callar. Ranlaw trató de liberase retorciéndose, y la parte posterior de una lanza de madera se estrelló en la parte superior de su cráneo con un fuerte chasquido, derribándolo sobre un lado. *** Zo vio al estudiante Sith caer hacia delante, librándose de su agarre al caer, liberando su pelo. En el lugar donde había estado encorvada, vio una gran mano de tres dedos agarrándola del hombro y forzándola a darse la vuelta desde fuera de la vista, y se dio cuenta que ella estaba mirando a Tulkh. Tenía los hombros suficientemente arqueados como para que ella pudiera ver el carcaj de flechas a su espalda. Girando la lanza a su alrededor fácilmente, el whiphid la puso sobre su cabeza otra vez, la hizo girar a su alrededor, y la empujo al momento directamente hacía la cara de Zo, tan cerca que podía sentir la presión de su movimiento. Todo esto se llevó a cabo en absoluto silencio. "¿Qué estás haciendo?" Tulkh no se movió. Su expresión era de piedra. "Hay algo que tengo que enseñarte." "Yo no..." "Muévete". 17/Neti La biblioteca estaba en silencio. Por lo que sabía, Kindra era el único estudiante en la academia que venía aquí de forma regular después de clase. Sin excepciones, era la estructura más grande y antigua en Odacer-Faustin, anterior a la propia torre, lo que también significaba que estaba en peores condiciones. Siglos de clima hostil y los desplazamientos de las placas tectónicas del planeta había atacado salvajemente sus muros, cerrando todas sus cámaras, escaleras y pasillos bajo toneladas de nieve y hielo. Desde dentro, no se parecía a nada tanto como a un gran monumento que había sufrido un choque frontal con algo aún más grande que él, quedando seriamente arrugando en ambos extremos y en el medio. Se sentaba en el ala suroeste, en una de las mesas de piedra pasando mucho tiempo bajo el techo agrietado de la catedral, mirando a las más recientes pilas de pergaminos Sith que había descubierto. Las inscripciones eran arcaicas, y ella había estado trabajando casi toda la tarde en traducirlos. El proceso era lento pero los antiguos secretos incrementarían de forma gratificante su rendimiento lo que sabía que sólo le ayudaría a avanzar más rápido a través de las filas de sus compañeros. Había rumores de que Darth Scabrous había venido aquí, que había encontrado algo, una reliquia de un poder casi inconmensurable, escondida en una de las habitaciones aisladas. Si eso era cierto-un objeto

como un Holocrón Sith no estaba fuera del reino de las posibilidades-Kindra ya habría encontrado suficiente para hacer que su investigación aquí valiese la pena. Hizo una pausa, su índice se quedo marcando un punto a través de un largo pasillo lleno de grabados tallados, y ladeó la cabeza ligeramente. Algo estaba mal. No fue tan algo obvio como un ruido o una vibración, era más parecido a una sensación intuitiva de inquietud que se instaló en su estómago y emanaba a través de su pecho, como si millones de diminutos cilios se hubiesen extendido desde el interior de ella, temblando alerta y expectante. Se puso de pie, olvidando los rollos. "¿Quién está ahí?” Su voz resonó en el vacío, hueca y desapareciendo en el silencio. No hubo respuesta, y un momento después se dio cuenta de que ella no había esperado realmente una. No era esa clase de sentimiento, era más abstracto, como una pesadilla recordara repentinamente cuyo contenido completo de que no conseguía reunir. ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? Ella respiró débilmente, sin comprender este motín inexplicable de su sistema nervioso. Estudiaba para ser un guerrero Sith y estaba preparada para generar miedo en los demás, no para sentirlo ella misma, sin embargo, sus palmas había empezado a sudar y el corazón le latía el doble de rápido de lo que normalmente hacía. Todo a la vez que quería dejar de estar aquí, encerrada en un cuarto. Ella se volvió a mirar a la escalera que conducía hacia arriba a la galería y el hall más allá de él, que la llevaría a fuera. Metió sus notas en la bolsa, tomó su manto, y se giro para irse. Desde encima de ella, el techo roto dejo oír un largo crujido, y cuando levantó la vista vio a una de las grietas hacerse mayor. "¿Quién es?" dijo, más fuerte. “¿Quién está ahí? " Ahora, los abismos se habían extendido hasta ser lo suficientemente abiertos para que ella pudiera ver algo que se estiraba en el interior de ellos, desenrollándose en las profundidades del techo para exponer una serie de ramas largas, que se agarraban. Ellas se bifurcaron al bajar, con forma de serpiente, duchándola de arena y roca, ya que se insinúa que había más entrando por el espacio abierto. Un momento después, Kindra vio la cara de madera de la bibliotecaria, una Neti, con la mirada fija en ella. "Dail'Liss." Tragó, logrando encontrar su voz. "¿Qué quieres?" "¿Algo te inquieta Kindra, el que?" Su voz era gruesa y áspera. "Algunas tenemos la incertidumbre en la

mente, ¿no?" "No” La bibliotecaria no respondió, sólo siguió con sus ramas deslizándose hacia abajo hasta que la mayor parte de su tronco colgaba boca abajo delante de ella, llena de verrugas, entrecerrando los ojos de siglos de antigüedad con una mirada miope. Dail'Liss había estado al frente de la biblioteca durante más tiempo del que nadie podía recordar, tal vez se remontaba a mil años o más. Aunque su elaborado sistema de raíces fue incorporado de forma permanente en algún lugar profundo de los cimientos, una red interminable de ramas y extremidades le permitía deslizarse sin obstáculos a través de sus paredes y huecos. Irónicamente, era este constante retorcerse y retorcerse lo que socavaba la infraestructura del propio edificio. Se rumoreaba que era sólo cuestión de tiempo antes de que la Neti se trajera la colección abajo encima de ella, ampliándose a sí misma para siempre en medio de sus propios fondos preciosos-un final sin titulación suficiente, cuando Kindra pensó en ello. "Siente que, también, que hago", dijo al fin. "Sí, sí." Salvo que su acento extraño había hecho que las palabras salgan como jess, jess. "Yo no he dicho...” Una rama rozó abajo más allá de su rostro, quedándose sobre el montón de pergaminos, alisados y cepillados que ella había dejado de lado. “¿No tienes nada que decir? Lo tienes escrito por toda la cara, ¿no? " "No sé lo que estás hablando." "Hablo de la enfermedad, la siento por ahí en el viento." Eso la dejo sorprendida. "¿Qué?" "En el viento", repitió la Neti. "la enfermedad. Saboréala. Siéntela. ¿No?" Kindra no quería quedarse aquí manteniendo una larga conversación críptica con un árbol, era lo último que le interesaba en este momento, pero se dio cuenta de que la Neti había encapsulado perfectamente su propio sentimiento de malestar. No, era una enfermedad en el viento, algún tipo de enfermedad, y ella lo sentía. En tales circunstancias, el acercamiento directo parecía mejor. "¿Sabe tú qué es?" le preguntó el a. "No deberías aventurarte a salir", dijo la Neti, sus ramas aferrándose a los rollos, empezando a hacerlos rodar con movimientos lentos y deliberados. "estas más segura aquí, ¿jess?" "Si hay problemas, los puedo manejar." "No los de este tipo, no, no lo creo."

"Mira". Kindra sacudió la cabeza, cada vez más irritada por la actitud evasiva de la bibliotecaria. "Puedes darme las respuestas a mí o no. De cualquier manera yo no voy a quedarme aquí y esconderme." "Sería el mejor curso de acción, eso diría yo." Señaló a los rol os. "Deja que salga con ellos a fuera. Voy a estar de vuelta más tarde. ¿Entiendes?" "Creo que eres tú, Kindra, quien no entiende a los documentos." Ella negó con la cabeza. "Lo que sea." La Neti no discutió, no dijo una palabra, ella sólo miro como con una mirada triste como ella de subía los escalones de madera y se dirigía hacia fuera. 18/Justo otro día en el paraíso Ra'at abrió los ojos lentamente, como si tuviera miedo de lo que él podría encontrarse. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, tirado aquí en la parte inferior de la pila de rocas debajo de la torre, pero ahora era casi de noche, así que podrían haber pasado varias horas. Una fina capa de nieve se había acumulado en los pliegues de su ropa. Era tanto el frío que casi no podía sentir nada más, aunque el dolor podría haber tenido algo que ver con eso. Su brazo derecho le palpitaba terriblemente, justo debajo del hombro. Tras tocarlo, pasándose la mano por debajo de la manga rota, la apartó con un silbido. Tenía el tendón que le dolía como si fuese un cable de metal al rojo vivo que le quemaba por dentro y se estremecía justo debajo de la piel. Lo probó de nuevo, con más cautela. La herida era profunda, llegando casi hasta el hueso. Trató de levantar el brazo y descubrió que estaba prácticamente inutilizado. El de la izquierda funcionó mejor, pero en su lado derecho le dolió todo tanto cuando se movió que no le serviría de mucho en una pelea. Casi tan malo, que había un desequilibrio por enfermedad en su estómago, como un pesado saco de arena balanceándose adelante y atrás en el extremo de una cuerda: debido a una conmoción cerebral, tal vez. Se preguntó cuánto se había golpeado la cabeza cuando él había caído. En un intento de reorientar, echó la cabeza hacia atrás recordando lo que había sucedido. Los detalles del ataque se elevo de mala gana en su memoria, como escombros flotando encima de una explosión bajo el agua, y después de un momento pudo recuerda en detalle lo que había caído desde la torre: lo que había sido Wim Nickter. El otro cadáver, el de Jura Ostrogoth, no estaba en ninguna parte para ser encontrado. Ra'at se preguntó ahora con una curiosidad enfermizo si tal vez Nickter se lo podría haber comido. En cualquier caso, nunca había luchado con nada parecido al cadáver de Nickter, sus ojos muertos y plana, pero brillantes por un hambre feroz, la boca abierta tan amplia que había comenzado a romperse por los bordes. In extremis, la mente lógica Ra'at había anulado toda la cuestión de credibilidad. La incredulidad no le ayudaría aquí, sólo lo haría más lento, por lo que había que tomárselo en sentido literal. Al parecer, los cadáveres estaban volviendo a la vida, y éste quería jugar al gato y al ratón con él.

Recordó cómo la cosa Nickter había chillado cuando se abalanzó por primera vez sobre él, cómo había reaccionado de forma automática, saliéndose fuera de su camino, utilizando las mismas habilidades para acentuar la Fuerza que había estado desarrollando en el tubo del dolor de Hracken. En el aire, se había agarrado a la roca que domina la losa de la estructura detrás de él y giro sobre sí mismo en la parte superior de la misma, sólo entonces se atrevió a mirar hacia abajo. Usando el ingenio que le habían enseñado como parte de su formación, Ra'at había agarrado el mayor trozo de piedra suelta que podía levantar, que debía de pesar tanto como el mismo, lo hizo y lo arrojó sobre el borde. Fue un golpe directo, tocando a la cosa Nickter y lanzándola de nuevo hasta el suelo, donde inmediatamente empujo la piedra y comenzó a subir de nuevo. En todo caso, empezó a subir más rápido, impulsado por un apetito inconfundible. Ya Ra'at se dio cuenta de que no podía quedarse aquí indefinidamente que necesitaba un plan mejor. Miró a su alrededor detrás de él, donde había visto un montón de piedras aún más grande, los restos de un segundo nivel que se había derrumbado hacía mucho tiempo. Había trabajado con rapidez, pero con cuidado, acumulando las losas hacia arriba, raspándose los dedos y los nudillos por el camino, hasta que tuvo el tamaño de un hombre alto, la precaria pila se mantenía en posición vertical sólo porque él se aferraba a ella. Convocando a la Fuerza, Ra'at se había centrado en la pila y quitó las manos. Las rocas se tambaleaban pero no caían. Mirando alrededor, vio a la cosa Nickter que se arrastra a sí mismo hacia arriba sobre el saliente, su ojo centrado con avidez en Ra'at. "Vamos, entonces" dijo Ra'at, dando un paso hacia delante. Nickter cargo, y Ra'at dejó caer las piedras, que se cerraron de golpe sobre la pierna del cadáver, justo debajo de la rodilla, fijándolo allí. El se sacudió y espasmo y le gritó a él hasta que Ra'at recogió otra roca con sus manos de nuevo y la hizo girar con fuerza contra el cuello de Nickter. Hubo un crujido sorprendentemente fuerte y profundamente satisfactorio cuando su columna cervical quedo rota, y la cosa quedó inerte. Sin tomar riesgos, Ra'at izó la roca por segunda vez, con la intención de romper el cráneo de la cosa con él, y fue entonces cuando se echó hacia atrás volviendo a la vida, arremetiendo contra él, siseando y chillando, estando a centímetros de morderle la muñeca. Sacudiéndose hacia atrás, Ra'at había perdido el equilibrio y caído hacia atrás del saliente. Después de eso, todo se había puesto negro. Ahora, frotándose la parte posterior de la cabeza, se pregunto si la cosa aún podía estar en la parte superior del saliente, agazapada en la oscuridad, esperándole a él. Él no tenía intención de averiguarlo. Lo que necesita ahora, más que cualquier otra cosa, era hacer un viaje a la enfermería donde podría conseguir que le limpiasen y tratasen el corte en el brazo, y conseguir solucionar lo de su conmoción cerebral. Un pensamiento fugaz... ¿Qué pasa si ya es demasiado tarde? ... fue como un tiro en la cabeza, y Ra'at se sintió empujado a un lado, determinado ahora más que nunca para mantener su ingenio cerca de él. Sabía un poco de medicina, sabía que las probabilidades de

herniación del cerebro de uno por un simple traumatismo craneal cerrado eran muy largas. En cualquier caso, ciertamente no había pasado años aquí entrenando y trabajando para morir por algo como esto. Agarrándose el brazo, comenzó a caminar por el borde exterior de la pared oeste de la biblioteca. El dolor no era tan malo ahora como lo habían sido sólo unos minutos antes. Sus endorfinas estaban funcionando adormeciendo la herida, o tal vez no era más que el que se estaba acostumbrándose a ella. Pasó por delante de la biblioteca, a veces mirando a la torre, donde las luces estaban encendidas en la parte superior. Un sonido de arañazos vino de algún lugar a su derecha, y se detuvo y contuvo la respiración. "Al que está ahí, sal a donde te pueda ver." La figura salió, una chica de cabello oscuro con un uniforme de la academia, vio que era Kindra, una de las estudiantes, tal vez un año o dos mayor que él. "Ra'at?" Ella frunció el ceño. "¿Qué te pasó?" "Estoy bien." Dio un paso hacia él. "Estás cubierto de sangre." "No es tan malo como parece." "Ese corte en el brazo..." "¡Atrás!." "Lo que tú digas." expresión de desconcierto de Kindra se agudizo a la desconfianza activa, pero ella no dijo nada, en lugar de mirar a derecha e izquierda, estaba con la cabeza inclinada, como si estuviera escuchando el resto de la zona. Ra'at se encontró escuchando de manera más activa, también. En los últimos momentos, la oscuridad se había espesado en torno a ellos, teniendo una mayor profundidad y dimensión, y la fina neblina de luz que se escapaba desde el interior de las grietas en las paredes de la biblioteca era apenas suficiente para ponerle remedio. El vientre de Ra'at dio se desplazo, con una erupción de náuseas, y esta vez fue seguido por un momento de desequilibrio tan repentino que casi se cayó. No tenía ni idea de si Kindra se dio cuenta o no, pero ahora se dio cuenta de que podía utilizarla, al menos hasta que llegaran a la enfermería, como una especie de póliza de seguro. No iba a luchar para defenderlo, pero juntos podían tener una oportunidad mejor contra lo que estuviese por ahí fuera. Él sólo tendría que tener cuidado de no revelar lo débil que estaba realmente, y eso significaba conseguir una historia que explicase su lesión. "Yo estaba... trabajando con el Maestro Hracken", le dijo. "Creo que las cosas se pusieron un poco fuera de control. Recibí mi campanilla, eso es todo."

Kindra levantó una ceja, pero aún no respondió. "¿Dónde están todos?" "De vuelta". Se encogió de hombros, tratando de actuar de forma casual. "No lo sé". "¿Seguro que estás...?" "Estoy bien", repitió, "pero Hracken me dijo que yo debería ir a la enfermería y recibe un chequeo. ¿Te diriges hacia allí?" Ella negó con la cabeza, pareciendo preocupada. "Voy a volver al dormitorio." Estirando el cuello, se veía todo el camino hasta la cima de la torre, haciendo que Ra'at se preguntase si en realidad podría haber visto los dos cuerpos que se derramaban hacia fuera antes, y si estaba poniendo las piezas de lo que le había sucedido realmente en el brazo y la cabeza. Pero al final, lo único que dijo fue: "Algo está mal." "¿Qué quieres decir?" "Tengo un mal presentimiento". Fue un comentario extraño, pensó, extrañamente revelador, y no el tipo de cosas que había compartido con él antes alguna vez. Aunque en realidad nunca habían tenido ningún motivo para hablar. Inmediatamente Ra'at sospecho de que estaba tratando de ganar su confianza, para hacerle bajar la guardia. "¿Sobre qué?" "No lo sé, sobre esta noche, sobre todo. ¿Tú no lo sientes?" "No" Negó con la cabeza, fingiendo una indiferencia que ni siquiera remotamente sentia. "Otro día en el paraíso, en lo que a mí respecta." Ella no sonrió, ni siquiera pareció escucharlo. Cuando el viento le quito el cabello de la cara, Ra'at vio que las comisuras de sus labios estaban apretadas en una mueca. "¿Qué tiene de malo?" "Sea lo que sea." Todavía no lo miró. "Está llegando". 19 /Cabeza En el otro lado de la academia, la nieve había comenzado a ir a la deriva hasta fuera del dormitorio, donde Scopique recientemente había regresado de su entrenamiento por la tarde. El zabrak acababa de terminar su ducha-era su rutina lavarse en este momento del día- cuando tenía un raro momento de vida privada y estaba saliendo de la cabina de niebla con una toalla envuelta alrededor de su cintura, cuando se dio cuenta de que había un rastro de sangre por el suelo. Se detuvo y lo miró. La sangre no había estado allí un momento antes, cuando se había metido en la

ducha. Las salpicaduras estaban frescas y relucían, cruzando el suelo en dirección a las literas. Scopique sintió que la tensión activaba sus mecanismos de defensa, entrando en un estado de alerta vigilante, su agresividad natural ya aumentando hasta el siguiente nivel. Fácilmente hizo en silencio su camino hasta su habitación desde la ducha, allí se vistió rápidamente con su uniforme y siguió el rastro de sangre que iba a la derecha. Podía oler algo ahora, el olor rancio de la carne que había comenzado descomponerse. Parecía que cada segundo empeoraba el olor. Fue entonces cuando vio el cuerpo tendido en su litera. Estaba vestida con un uniforme de la academia hecho jirones, sus miembros retorcidos vueltos en ángulos antinaturales con la cabeza colgando hacia un lado del cuello evidentemente roto. Mirándolo, Scopique murmuró una maldición de su infancia susurrada en su lengua materna. La posibilidad de que esto pudiese ser un truco, una especie de broma de mal concebida, nunca pasó por su mente. Alguien había golpeado a un estudiante de la academia Sith hasta la muerte y abandonado el cadáver aquí en su litera, como una advertencia o amenaza, no sabía cuál. Él se acercó, con la esperanza que él podría ser capaz de reconocer a la víctima gracias a lo que quedaba de su cara. No quedaba mucho para identificar. El cráneo estaba mal aplastado, la mitad de la cara hinchada y morada, la otra mitad grotescamente aplastada por lo que una de las esquinas de la boca pelada se alzaba en la parodia repugnante de una sonrisa. Scopique dio otro paso, inclinándose hacia adelante, llegando a girar la cabeza para verla mejor. El cadáver se giró y se abalanzó sobre él. Era Jura Ostrogoth. Scopique saltó hacia atrás, los instintos tomando el cargo lo hicieron moverse a él tan rápido que todo lo vio borroso. Voló por el suelo del dormitorio, a continuación, usando la Fuerza saltó hacia arriba, agarrándose al aparato de ventilación que colgaban cinco metros por encima de las camas, con las piernas colgando, utilizando la rejilla de ventilación de la superficie biselada mientras escaneados la habitación que tenia debajo buscando cualquier tipo de arma. A continuación, el cadáver gruñó y se abalanzó sobre él, cada salto lo llevaba más cerca de donde colgaba Scopique. Una espesa y viscosa saliva salía de su mandíbula medio pulverizada. Desde arriba, el zabrak pensó que podía ver las colonias de gusanos retorciéndose en el cuero cabel udo lacerado de la cosa. Sin lugar a dudas: la muerte había sido terrible con Jura Ostrogoth, pero no había terminado el trabajo. El zabrak se quedó mirando el cadáver, con el corazón palpitante, matando instintos completamente enganchado. En algún nivel, había sabido desde el primer momento, cuando había hecho la cinta de Jura en su litera, había sabido que alguna vez sería la hora del ajuste de cuentas entre ellos. Ahora que había

llegado el momento, redactada en términos que él nunca podría haber esperado, Scopique se llenó con una sed de sangre salvaje, de adrenalina y se sintió sonreír con una sonrisa loca. ¿Estaba realmente disfrutando de esto? Sí, pensó. Sí, supongo que soy. Sobre la base de la Fuerza, empezó a recolectarla en su interior como le habían enseñado durante cientos de horas de formación, luego se sacudió del aparato de ventilación de su vivienda. Se soltó con un pop metálico hueco, los pernos traquetearon libres, se abrió un rectángulo de espacio frío que se alimentaba en un eje del aire libre que tenia encima. Sin embargo colgando del aparato abierto, Scopique convirtió el aparato de ventilación que tenía en su mano libre, tras evaluarlo por su utilidad inmediata como arma. Era delgado y aerodinámico, con bordes afilados, cumpliría con la misión suficientemente bien. Miró a lo que había sido Jura. "Cualquier cosa que seas," murmuró Scopique, "di adiós a tú cabeza." Balanceándola alrededor de sí mismo, arrojó la rejilla de ventilación con todas sus fuerzas contra el cadáver de Jura. El disco improvisado silbó por el aire y encontró su objetivo a la perfección, cortando la cabeza de Jura de sus hombros y enviándola haciendo estruendo hacia delante por el suelo. Una espesa, sangre media coagulada brotó del tronco del cuello del cadáver. El cuerpo decapitado dio otro paso vacilante, inclinándose hacia un lado, y cayó de rodillas, luego cayó hacia abajo sobre su vientre. Sin embargo colgando de la apertura de ventilación- no quería correr riesgos-Scopique miró a la cosa con franca fascinación. Nada de lo que había aprendido en la academia, se acercaba a lo que estaba viendo en este momento. Cuando se lo dijese a los otros... Oyó un ruido sordo desde abajo: la monstruosidad sin cabeza estaba todavía en movimiento. De hecho, se inclinaba hacia adelante, buscando a tientas por el suelo hasta que encontró su cabeza cortada, se sentó de nuevo y manteniendo la cabeza con la cara mirando al frente desde su pecho, la inclinaba hacia arriba en dirección a Scopique, de modo que los ojos de negros goteantes miraban hacia arriba a Scopique, la boca se abrió de arriba abajo como si tratase de masticar algo. La boca se abrió y un gritó salió de ella. Scopique vio el cadáver decapitado de Jura Ostrogoth darle la espalda ponerse a distancia y arrojar su cabeza hacia él, con su boca todavía abierta. Sin pensarlo, el zabrak metió su mano libre por delante de su rostro y sintió los dientes de la cabeza apretar la carne tierna de su antebrazo, rasgando a través de la piel y el músculo, a la derecha hasta el hueso. El dolor era increíble, químico alguna manera, como si los incisivos estuviesen cubiertos con algún tipo de ácido de acción rápida. La agonía se le disparó a través del brazo Scopique llegándole a la clavícula, y se soltó de la rejilla de ventilación y se cayó, la cabeza seguía estando agarrada a su brazo y golpeó duramente el suelo. Borrosamente, miró hacia abajo a la cabeza. Estaba haciendo sonidos de gorgoteos ahora, su mandíbula apretando y sin soltarlo, los ojos todavía brillantes.

"¡Suéltame!" gritó Scopique, tratando de sacudírsela con el brazo libre, pero incapaz de reunir mucha fuerza. ¿Tenía el brazo roto? "¡Fuera!" Él agarró un mechón de pelo de la cosa y tiró tan fuerte como pudo, pero aún no pudo librarse de ella. "¡Fuera de mi brazo!" Durante varios segundos horribles, trató de golpearla contra el suelo, golpeándola tan fuerte como pudo, pero nada parecía afectarle. Estaba cerrada con fuerza, el ardiente dolor líquido continuaba goteando a través de la herida en el antebrazo. Scopique se puso de pie. El suelo bajo sus pies lo sentía torcido. Tambaleándose hacia la cama, subestimó la distancia y se estrelló contra el suelo por segunda vez, esta vez aterrizo en su cara. La negrura aumentaba a través de su visión, eclipsando la luz, y se dio cuenta ahora que el dolor en su brazo se había detenido, básicamente, estaba abrumado por un entumecimiento fresco que había comenzado a propagarse a través de su cuerpo. Scopique cayó inmóvil. Todo el sonido se desvaneció. La sensación de adormecimiento profundo, trajo consigo una especie de euforia que se extendió cerca de su conciencia en una ola de color negro sólido. Esto no es tan malo fue su último y fugaz pensamiento. Esto no es tan malo en absoluto. *** En algún momento de los próximos treinta minutos, un grupo de estudiantes regresó a los dormitorios para encontrarse el cuarto en desorden. No vieron lo que quedaba de Scopique que se había arrastrado debajo de la cama, pero sí encontraron la cabeza cercenada de Jura Ostrogoth. Y en el momento en que escucharon los ruidos procedentes de detrás de ellos, debajo de la litera, era demasiado tarde. 20/Bloqueo En el comedor una hora más tarde. 120 de los acólitos de la academia-más de la mitad del cuerpo estudiantil- estaban terminando su comida de la noche cuando los magneto-pernos en las puertas tintinearon cerrándose detrás de ellos, encerrándolos. Si fue uno de los Maestros el que inicio esta secuencia o algún otro factor no está claro. Un aprendiz de quinto año llamado Rucker fue el primero en descubrir que habían sido encerrados, en realidad estaba preocupado por los pensamientos de llevar al día su formación al día siguiente temprano tenía que combatir, trato de de empujar más duramente a la escotilla, suponiendo que se había quedado atascada o se había roto de nuevo, pero todavía siguió cerrada. Rucker lanzó una mirada furtiva por encima del hombro para ver si estaba estropeada, pero ese no parece ser el caso. Ninguno de los otros ni siquiera le miraba. En el momento en que había empezado a tratar de usar la Fuerza para abrirla, varios de los otros

estudiantes estaban de pie detrás de él, cada vez audiblemente impacientes con Rucker, a la espera de poder salir. Incluso los que no había salido de las mesas estaban mirando, esperando a ver cómo este mini drama se resolvía. Ninguno de ellos estaba mirando hacia atrás en dirección a la cocina, hasta que los gritos comenzaron. Cuando los oyó, Rucker dejo de mirar la escotilla bloqueada y se dio la vuelta para ver lo que parecía ser un grupo de seis o siete estudiantes Sith que salían en enjambre fuera del área de preparación de alimentos, lanzándose a por los aprendices todavía sentado sobre sus comidas. Había algo seriamente mal en la inclinación de sus caras-lo vio que de inmediato-que les hacía parecer como si sus caras hubiesen sido arrancadas y luego cosidas a los lados de la cabeza. Sus rostros estaban negros y muertos, su piel parecía llena de aceite y sin vida, a excepción de la boca, que se trenzado en una sonrisa de dientes como cimitarras llenas de hambre inconfundible. Y estaban gritando juntos como uno solo. En este punto, Rucker-al que le quedaban aproximadamente treinta segundos en el reloj de la vida como él ya sabía-vio a las cosas adelantarse por toda la habitación en una serie de breves impresiones de alto contraste. Era como ver una especie de parásito que se adhería a su presa. Sus boca de alguna manera se abrían hacia fuera más ampliamente aún, lanzándose contra la cara , el cuello y el pecho de las primeras filas de víctimas, abriéndose camino hacia abajo con fuerza y velocidad fenomenal. Las bandejas volaban. Espirales brillantes de sangre salian a borbotones y llenaban el aire. Un gran paquete de vaporosos intestino salpicaron el piso a la derecha de Rucker llegándole el olor cobrizo de la carne fresca de todo lo que había sido servido aquí antes. A su alrededor, vio Rucker a los otros aprendices luchando. El os estaban usando técnicas de Fuerza, choques y empujones y saltos, pero los cadáveres pasaban a través de ellos indiscriminadamente. Lo único que parecía tener algún efecto era el aplastar las criaturas, o tirándoles encima algo tan pesado que no pudiesen liberarse. Cuando una de las cosas le agarró por el cuello, Rucker levantó una mano y trató de levantar la mesa frente a él, dándole la vuelta, pero la cosa en su cuello era demasiado fuerte, demasiado hambrienta. Rucker noto como sus rodillas se doblaban, sus piernas cedían, y caía al suelo, oliendo el hedor de la respiración de la cosa aún cuando le arrancaba los dientes a través de su carne. Su visión parpadeó y creció hasta ser intensamente fuerte, como si, en los últimos segundos, sus sentidos se hubiesen agudizado, desesperado por todo esto antes que el olvido descendió sobre él. Al otro lado del comedor, pudo alcanzar a ver a uno de los aprendices de pie sobre una mesa con los brazos extendidos. Dos de los cadáveres vivientes andaban agitándose hacia atrás, estrellándose contra la pared opuesta a treinta metros de distancia. Tras el ataque del aprendiz-que lo era desde hacía mucho tiempotenía un flamante pelo rojo y ojos verdes penetrantes, permaneció inmóvil, esperando que las cosas volviesen a acercársele. Nada de lo que estaba ocurriendo parecía perturbarle en lo más mínimo. De hecho, se dio cuenta de Rucker, en realidad podía obtener una pista de lo que el otro estudiante pensaba mientras miraba a los cuerpos, y... El poder, el poder...

... el otro estudiante quería ser como el os. Rucker dejó escapar un gemido silencioso. La sangre le corría por dentro de su visión ahora, la negritud se cerraría sobre él rápido, pero justo antes de que lo cubriera por completo, por fin pudo distinguir la identidad del pelirrojo aprendiz de pie sobre la mesa. Era Lussk. Rucker vio que ahora estaba a punto de conseguir su deseo. “¡Vamos, venid entonces!" Lussk se estaba riendo, burlándose de las cosas que lo atacaban. Había dejado de combatir y en su lugar les había permitido el acceso completo a sus muñecas, que Rucker vio que se había abierto con un cuchil o de la cena. La sangre era derramada desde sus brazos. "¡Venid y llevarme!" Su voz se convirtió en un grito. 21/La Ciudad de las Cabezas de Piedra Trace aterrizó de noche. El hangar principal de la academia estaba vacío. Desengancho la escotilla principal de la nave, saltó desde la cabina y se obligó a detenerse y esperar en la pista de aterrizaje, sus sentidos, tanto físicos como la telemétrica estaban a punto para cualquier amenaza inmediata. El desafío, por supuesto, era que este planeta era una amenaza. Además de la sobrecargada y furiosa tormenta de nieve, la academia Sith era un hervidero negro de energía del lado oscuro; Trace podía sentir como zumbando a su alrededor como un gran enjambre de insectos venenosos. La contaminación psíquica era tan espesa, tan total, que por un momento sintió que todo se volvía borroso por el vértigo que atacaba su equilibrio, inclinándole peligrosamente fuera de quicio. Ella está aquí. Él lo sabía, a pesar de que no había recibido ninguna ráfaga aún más que la angustia de ella en el camino. El secuestrador de Zo la había traído aquí, Trace sentía su presencia, reconociendo que estaba en algún lugar en medio de las ruinas nevadas de la propia academia. Él se movió rápidamente a través del hangar, midiendo todos los sonidos ambientales como una posible amenaza. Como no había ninguna manera de disfrazar su llegada, su nave no estaba equipado con un dispositivo de camuflaje-había decidido ir directamente al meollo del asunto, previendo una recepción hostil sabiendo las probabilidades de tener que luchar para salir de allí. Corrió más allá de una cabina de control y se detuvo allí, la escotilla estaba abierta, colgando de un lado, como si hubiera sido parcialmente arrancada de su lugar. La silla estaba de lado frente pantalla de la consola principal de control de vuelo, un tablero de datos, y un montón de holorevistas de edad con

títulos como Naves Calientes y Clásicos Kuat. Buscando dentro, Trace puso las yemas de dos dedos sobre la silla. Un vívido toque de violencia estalló en su mente, un hombre gritando, siendo arrastrado hacia atrás, mientras que un par de manos pálidas lo manoseaban, agarrando su camisa y tratar de sacarlo. Trace sintió como el pánico atrapó al hombre, su horror, mientras trataba de mantener lo que fuera lejos de él... parte de la imagen era algo que parecía más la visión de un loco, empapado de sangre que aparecía borroso, que se definía más por su fuerza frenética que cualquier tipo de figura o forma. Un instante después la imagen se desvaneció. ¿Qué más había sucedido aquí? Salió de la zona de control y se dirigió a hacer el resto del camino por el hangar. Se estaba convirtiendo en oscuridad total cuando salió y se quedó mirando las ruinas que se extendían en torno a él, perdiéndose en el horizonte. Había vislumbrado la academia durante su descenso, pero parecía más grande desde tierra, teniendo kilómetros de diámetro, todo ello, pensó, un laberinto de pasadizos subterráneos y de numerosos lugares escondidos. Las luces parpadeantes, que salpicaban el crepúsculo con su movimiento, o la ilusión de movimiento. La gente se movía por ahí, sintió a los estudiantes y maestros Sith. Eso no le importaba. Él la encontraría. Una repentina ráfaga de viento le golpeó en la cara, l evando consigo el olor rico y fétido de la descomposición. Trace entrecerró los ojos, analizando las redes de eliminación de las calzadas rotas que conducían entre los edificios, templos y pilas de piedra. Teniendo en cuenta el olor, le recordaban los vasos capilares en la cara de un cadáver. Sus ojos se fijaron en una estructura alta y negra que sobresalía hacia arriba, del color del alquitrán por encima de las otras estructuras, más humildes, su parte superior envuelto en la nieve, una torre, como una lápida en medio de una ciudad de los muertos. Era un comienzo. Él comenzó a caminar. 22/Practicum Cuando Zo vio lo que Tulkh le señalaba, se sintió enferma. Él la había llevado hasta la parte superior de un piso, el hielo volviendo resbaladizas las losas de roca que una vez pudieron haber sido el techo de un edificio sin uso. Estaba oscuro, pero el whiphid había sacado una barra de luz fosforescente que iluminó la noche como una gruesa rebanada de mediodía, y al final se vio mucho más de lo que el a quería. Después de un largo momento de obligándose a mirar a lo carnoso que se retorcía delante de ella, Zo cuenta de que estaba mirando al estudiante del laboratorio de Scabrous el que se había arrastrado fuera de la jaula. Tulkh lo había reconocido, por eso la había traído hasta aquí para verlo. Tenia la pierna atrapada bajo una pila de rocas, y su cabeza giraba en un ángulo imposible desde la parte superior de su torso, como si tuviese el cuello roto en varios lugares. Sin embargo, aun así, se retorció y chilló y chasqueo hacia ellos, empujándose hacia adelante a sí mismo, como si de alguna manera pudiese romperse por la mitad y atacarles con cualquier parte de su cuerpo que pudiese lograrlo.

El whiphid empujo la lanza hacía él. Lo que tenían delante de ellos volvió a gritar, girando su cabeza de serpiente, todo el camino alrededor. Tan horrible como era, pensó Zo y los últimos vestigios restantes de humanidad en su cara eran mucho peores. Si lo veía lo suficiente, pensó que aún podía ver a un adolescente muerto que había caído en la cárcel de su propia carne en descomposición. "Explícamelo", dijo Tulkh. "¿Yo?" le preguntó ella. "Tú eres el que nos trajo hasta aquí. Ahora ambos estamos atrapados en medio de esto." Un dedo le dio un golpecito con firmeza en el centro de su pecho. "Tú estás atrapada." "¿Y tú?" "Yo ya me voy." Tulkh dio la vuelta, dio tres pasos y se detuvo, mirando hacia abajo desde el borde del saliente. El grito largo, oscilante que se levanto a su alrededor ya no viene de lo atrapado en la pila de rocas. Llegó, en cambio, desde abajo, y cuando Zo se unió a Tulkh en el borde de la pendiente podía ver donde había estado brillando la barra de brillo. Y vio a los otros. Seis de ellos. Estudiantes Sith, por lo que veía, con la parte frontal de sus uniformes empapados en sangre, estaban agrupados, sus grises caras vueltas hacia arriba para mostrar unos ojos que brillaban con la misma intensidad compartida de apetito. Cuando gritaron, gritaron juntos. Uno de ellos fue un zabrak. Los otros eran, habían sido humanos. Zo lanzo una mirada atrás hacia el cadáver cuya pierna había quedado atrapada debajo de la roca. Es parte de ellos- la voz de la orquídea l egando débilmente a su mente- eso los ha convocado aquí, Hestizo... Cuando terminó el grito, oyó un ruido de arañazos impacientes. El resto de los estudiantes ya habían empezado a trepar hacia adelante, agarrándose a la superficie irregular frente a ellos, arañando a la misma. Ellos comenzaron a trepar. 23/Niños Bajos ¿Dónde están todos?

Eso era lo que le había preguntado Kindra a Ra'at cuando estaban afuera, y había caído volando, y había fingido la respuesta, porque no tenía una respuesta, o porque era una respuesta que habría sido demasiado profundamente perturbadora para decirla. Pero la cuestión volvió a él ahora, en los dormitorios, a su paso por sala tras sala, sin encontrar nada, salvo literas, silencio y pasillos vacíos. Ellos habían estado corriendo durante algún tiempo, pero Kindra ni siquiera sonaba como si estuviera sin aliento, y Ra'at se dio cuenta de que estaba empezando a sentirse mejor, también el moverse le había ayudado a aclarar su mente, él se sentía estable. Incluso su brazo no le dolía tanto como antes. Ser joven tiene sus ventajas. Ir por abajo había sido idea de Kindra, un medio de ganar tiempo hasta que descubriesen lo que estaba pasaba arriba, a pesar de la intención declarada de Ra'at de ir a la enfermería y que le revisasen, pero de todos modos la había seguido por ahora. Se habían metido dentro de un largo pasillo de servicio hasta un lugar donde se bifurcaba en una intersección de tres puntas. El techo de permasteel rezumaba por la condensación encima de él, y las largas lámparas de tubo empotradas en las paredes daban un resplandor pálido, acromático en las nubes colgantes de humedad. El extremo opuesto del corredor cruzaba otro grupo de dormitorios, y que era donde se había encontrado con otros dos estudiantes Hartwig y Maggs. "¿Qué estáis haciendo aquí?" preguntó Hartwig. Él frunció el ceño ante Ra'at. "Dag, hombre, ¿qué le ha pasado a tu brazo?" "Accidente de entrenamiento", dijo Ra'at uniformemente. Hartwig sonrió. De "Decepcionante". "¿Qué quieres decir?" "Significa que"-señaló Hartwig de la herida "no se ve como cualquier accidente de entrenamiento que haya visto. ¿Qué has hecho, caerte sobre una vibroespada o algo así?" "Yo estaba en el tubo de dolor." dijo Ra'at a Maggs y Hartwig igual que lo hicieron sus compañeros de clase, con una especie de indiferencia sospechosa. Sus motivos eran puramente egoístas, al igual que los suyos; él no tenía ninguna intención de compartir información sin antes encontrar alguna manera de mejorar su propia situación. En este punto, todos sabían que algo había salido muy mal, la academia podía estar contaminada de o podía estarlo el planeta entero, por el momento eran aliados de conveniencia. "¿Vosotros habéis visto algún otro chico por aquí?" "¿Qué quieres decir con algún?" le preguntó Hartwig. "¿Habéis visto a alguien más? " "No " Maggs hizo crujir los nudillos con nerviosismo. "Todavía no. Es curioso, ¿eh? Es muy pronto para que todo esté tan tranquilo. He oído que había una especie de reunión antes, pero pase de ir y me lo perdí. "

"Si vamos a ir más lejos," le corto Kindra, "vamos a necesitar armas. Nuestra mejor opción es dividirnos", señaló más adelante, donde el corredor daba a tres salas separadas, "tenemos que buscarlas por estos pasillos, en grupos de dos, y... " "Espera un minuto", dijo Hartwig. "¿Quién te ha puesto al mando?" "¿Al mando?" Kindra se dio la vuelta y Ra'at vio que estaba mirando directamente hacia Hartwig, que cambio su color a gris, siendo casi traslucida como la escarcha recién formada. "Nadie me lo a pedido." Su mirada brilló mientras la dirigía a Ra'at. "Cualquiera de vosotros podría serlo." Hartwig se encogió de hombros con inquietud. "Sólo estoy diciendo..." "¿Qué?" "Todos lo sentimos hay algo un malo en el aire, ¿no? Al igual tal vez que algún tipo de... enfermedad. Pero ¿quién puede decir que no es sólo uno de los ejercicios de Scabrous?" Cejas Kindra los subió. "¿Disculpame?" "Por lo que sabemos lo empezó él mismo." "¿Por qué?" "Tal vez es un ejercicio de entrenamiento," propuso Maggs "O tal vez es para sacrificar a los estudiantes débiles. Ha pasado antes. ¿Recordais a las arañas ojos unakki?" "Esto es peor", dijo Kindra. "No estés tan segura", dijo Hartwig. "Once estudiantes se quedarón ciego. Dos de ellos murieron. ¿Recuerdas a Soid Einray?" "Soid Einray era ya defectuosa." "Tal vez, pero ella se colgó después. Y entonces nos enteramos de que había sido Scabrous quien había reactivado los huevos fertilizados de araña del banco de agentes patógenos con un taladro". Hartwig se negó a bajar la mirada. "Todavía me despierto con sangre en mis ojos a veces." La expresión de Kindra no cambió. "¿Cuál es tu punto?" "¿Tú quieres armas? puedo saber donde encontraríamos algunas. Pero yo no voy a arriesgarme a tener problemas con los maestros si nadie en realidad a visto nada". Hartwig esperó una respuesta, mirando Kindra, a continuación a Ra'at, y, finalmente, dejó escapar un resoplido de burla. "Sí, eso es lo que yo pensaba." Se dio la vuelta para irse. "Voy a ver que hacen las bolsas de pus alrededor." "Espera," le dijo Ra'at. "Yo vi algo."

Hartwig detuvo y se volvió a mirarlo. Ra'at vio la lengua de Kindra salir y humedecer su labio superior, de mientras lo escuchaba expectante. "Dos cuerpos cayeron de la torre de Scabrous", dijo Ra'at. "Se golpearon contra el suelo vi como se golpearon, y oí el ruido que hacían, estaban muertos..." Se atraganto, su garganta estaba seca de pronto. "Pero luego se levantarón." Maggs y Hartwig ahora estaban mirándolo con diversos grados desde el escepticismo a la absoluta incredulidad. Ra'at descubrió que no le importaba. Dejémosles en la duda, eso sólo los hará más carne de cañón cuando llegue el momento. "¿Estabas tú solo cuando los vistes?" le preguntó Kindra. "Estaba luchando con Lussk". Maggs parpadeó, y vio como los ojos de Hartwig se abrieron como platos. Tal vez fue sólo la imaginación Ra'at, pero él pensó que la mención del nombre de Lussk había traído un escalofrío paradójico de credibilidad al momento. Era demasiado poco probable que un detalle así les afectase. "Uno de los que cayó fue Wim Nickter", les dijo Ra'at. "Después de chocar con el suelo, se levantó y me atacó. Estaba muerto, pero estaba aún con vida.... tuve que atraparlo debajo de un montón de rocas para escapar." Fue con la resta de lo que sabía de forma decidirá. "Acerca de la enfermedad en el aire de la que estabas hablando, esto es por lo que Scabrous está haciendo, en la torre. Creo que..." Se atraganto de nuevo, y esta vez su voz era firme. "... Creo que está trayendo a los muertos a la vida." Hubo un fuerte ruido de pasos desde algún lugar delante de ellos. Ra'at sintió que una repentina sensación de frialdad se levantaba dentro de él, como si su piel se estuviese estirando al llenarse de galones de agua fría. Cuando habló, su voz parecía estar siendo transmitida desde algún lugar lejano. "¿De qué camino viene él ruido?" Ladeando la cabeza, Kindra señaló más adelante, donde el pasillo principal se dividía en tres subcorredores, hacia el que se ramificaba a la izquierda. "Viene de allá arriba", susurró. "¿Tú lo oyes?" A los oídos de Ra'at de tirantes para el sonido. En primer lugar, no oyó nada. Entonces todos sintieron un sonido de arrastre, como si se arrastrase un metal. Eso avanzaba por el pasillo con una falta de sigilo sin gracia, constantemente aumentando haciéndose más fuerte con cada segundo que pasaba. Ra'at comenzó a concentrarse únicamente en sí mismo y su propia supervivencia, olvidando a todos los demás. Los Maestros de la Academia los habían capacitado para luchar como una unidad cuando fuese necesario, pero la verdadera fuerza de un guerrero Sith estaba en su voluntad personal de poder. Cuando no se podía confiar en nadie, la lucha era el único axioma, un estado natural. Aplastándose contra la pared, sintió que le traspasaba el lado oscuro de la Fuerza al pasar a través de él, un escalofriante chisporroteo eléctrico que representa el miedo y la aprensión que rara vez sentís, le y dio la bienvenida. En ese momento, sintió que estaba listo para la vigilancia, notándose ingrávido e implacable. Desde que llegó aquí en Odacer-Faustin, era lo más cercano a la felicidad que se atrevió a

dejarse experimentar. Sin embargo, en muchos aspectos era superior a cualquier felicidad que hubiese encontrado nunca. Hacía que la felicidad tradicional quedase anémica en comparación. De pronto se dio cuenta de que podía ver lo que se avecinaba, no con los ojos, pero si en su mente. "Relajaos", suspiró. "Todo está bien." Kindra arrugó la frente, a punto de contestar, cuando el droide llego al final del túnel, se detuvo y las considero sordamente. Era una unidad de formación escueta de serie Sigma, de ocho brazos, con los pies movidos por correas y un implante de inteligencia retroalimentación por fuerza tan rudimentario que era prácticamente una pieza de mobiliario. Ra'at no había visto uno igual desde que había estado haciendo ejercicios con sables de luz siendo un novato, no mucho después de su llegada aquí. Su chasis de cobre azulado era un expositor repleto de con cientos abol aduras de carbono hechos a medida que pasaban los años por novatos torpes. Con un suspiro, Hartwig se apartó de la pared, mirando a los otros que salían a la vista a su alrededor. "¿Qué hace esa cosa por aquí ahora?" murmuró Maggs. El droide clico y produjo una serie de ruidos que sonaban como zumbidos, su equivalente de las palabras. Equipar a una unidad de entrenamiento con un vocalizador habría sido inútil. Ra'at se agachó y cogió una tira de aleación de cierre suelta que colgando de su tren de aterrizaje, que forzó y hizo encajar directamente debajo del voluminoso procesador central de la cosa. Metió la tira en la medida de lo que pudo y la retorció. "¿Qué estás haciendo?" preguntó Kindra. La cubierta del procesador se desprendió con un chasquido. "Si no recuerdo mal," dijo, "esto todavía tiene un sistema de mapeo visual." El metió su mano derecha entre las dos capas calientes de componentes. "Lo que significa que todavía debe tener una función de reproducción. Y lo que ha visto últimamente todavía se deben almacenar en algún lugar de su banco de memoria." Él no miro hacia arriba. "El Maestro Yakata lo utilizaba para hacernos ver nuestros ejercicios antiguos de esta manera, ¿recuerdas?" "Sí", dijo Maggs, "pero..." El espacio delante de ellos parpadeó y se iluminó con un cono de luz azul holográfico, la imagen gano nitidez, ganando en resolución y profundidad. Todos ellos se apartarón para mirarlo, la luz azul pálida se reflejaba en sus rostros, ninguno de ellos hablaba. Al principio Ra'at no acababa de darse cuenta de lo que estaba viendo. Maggs fue el primero en romper el silencio. Su voz sonaba ronca, como si él todavía estuviese tratando de hablar En voz baja, pero necesitando aclararse la garganta. "¿Qué es esto?"

Nadie le respondió. El holograma mostraba un área en algún lugar profundo dentro de los túneles, donde una multitud confusa de figuras llenaban el primer plano de forma parcialmente aleatoria. Por sus uniformes, Ra'at se dio cuenta de que eran acólitos Sith... Pero había algo equivocado en la forma en que sus cuerpos se movían, dando sacudidas, con un ritmo desigual, y no podían ver sus rostros. Desde este punto de vista era imposible saber cuántos eran. Todo lo que podían ver era que estaban encorvados juntos, trabajando sobre lo que parecía un montón enorme de escombros, empujando y amontonando y colocandolo en su lugar en el pasillo delante de ellos. En tan sólo unos minutos la pila en el túnel había crecido siendo notablemente superior. La luz en el otro lado se estaba reduciendo a una banda delgada. "¿Qué están haciendo?" preguntó Maggs. Ra'at voz era un susurro inespecíficos. "Están construyendo una pared." "Tal vez sea una especie de barricada", dijo Hartwig. "Así pueden contener a lo que hay ahí fuera." Él contuvo el aliento. "Tiene que ser..." "Mira". Ra'at señaló el holograma. ”A cambiado el ángulo”. "Tal vez las armas que tienen las podamos utilizar." fue Maggs sonando excitado ahora. "Sí, mira, uno tiene un sable de luz. "Él ya se estaba yendo en la dirección en que el droide había venido. "Vamos a movernos." "Espera," dijo Ra'at. "¿Qué?" Maggs se dio la vuelta, frunciendo el ceño. "¿Qué tiene de malo?" Ra'at seguía mirando el holograma. El droide había ampliado su campo de visión, aumentando el ancho de banda de vertido, y la proporción de imágenes de la señal había mejorado dramáticamente. Ahora, el cono de luz azul mostraba una gran multitud de cuerpos, decenas de ellos, más de lo que incluso podían contar, hacinados en la parte delantera de la barrera. Parecía que la mitad de los estudiantes de la Academia estaban situados en esa parte del túnel. Ra'at los señaló. "Sus caras." Maggs regresó, apenas prestando atención. "No veo por qué..." dijo, y se detuvo. "¡Oh, no!” Varios de los estudiantes Sith en el holograma se giraron y miraron directamente al droide. Sus rostros estaban flojos y vacios, desprovisto de cualquier emoción: estaban exactamente del mismo modo que había visto a Nickter, hasta en la parte superior de la proyección. Ra'at vio que algunos de ellos tenían heridas en la cara y el cuello, y sus uniformes estaban gravemente rasgados, colgando de sus torsos como velas con sangre. Observó que uno de el os, un estudiante cuyo nombre no recordaba, acercó su rostro directamente hasta la holocámara del droide, una sonrisa socarrona en sus labios descarnados.

"Al igual que con Nickter-murmuró Ra'at, y se sintió la rigidez de Kindra junto a él, en su visión periférica. Hartwig dijo: "¿Qué...?" "No hay luz en el otro lado de la barricada", dijo Ra'at."Pero eso no es todo. " "Entonces, ¿qué están haciendo?" Ra'at le devolvió la mirada. "Nos están encerrando tras el muro" 24/Semillas Fue la orquídea la que los salvó. Mirando hacia atrás, Zo ni siquiera había sido completamente consciente de lo que estaba haciendo, a pesar de que por sí mismo eso no debería haber sido una sorpresa, gran parte del poder de un Jedi era instintivo, dependiendo de la Fuerza. Pero eso no hacía que la situación fuese menos preocupante. Las cosas por debajo de ellos habían comenzado a subir gritando por la pared de roca con una especie de agilidad maníaca, arañando su camino hacia ella y Tulkh con ráfagas espástica de movimiento. El whiphid reaccionó en primer lugar, sacando su lanza y empuje en línea recta hacia la primera, empalándola a través del pecho y luego la coloco en posición vertical, utilizando el propio peso de la cosa para que lo arrastrase hacia abajo y terminase el trabajo. Tulkh hizo girar en torno a si mismo la lanza con el cadáver todavía sobre ella para tirárselo a los demás, llevándoselos de vuelta con un impulso cruel. El plan falló casi inmediatamente. A pesar de que había sido ejecutado por completo, la cosa al final de la lanza no paraba, ni siquiera iba más lenta. Y Zo se dio cuenta de que los otros cadáveres habían cambiado su aproximación, subiendo al saliente desde el otro lado mientras Tulkh seguía luchando para matar a la primera criatura. "No se les puede matar" una voz le susurró desde la parte posterior de su mente, "ya están muertos, mirarlos". Al principio ella pensó que estaba escuchando sus propios pensamientos, y luego se dio cuenta de que era la orquídea Murakami, las turbulentas de su propia culpa y miseria, debilitando las palabras que sólo ella podía oír. Muertos pero vivos, Hestizo, están muertos pero vivos, lo hice por ellos, es mi culpa, cuando Scabrous me metió en esa horrible maquina, y ahora estoy dentro de ellos... Zo se puso rígida. Eso debía de haber sido cuando ella hizo la conexión, en algún nivel por lo menos, porque un momento después estaba mirando directamente a la cosa muerta moviendo al final de la lanza de Tulkh. Excepto que en realidad no era al final más, sino que había seguido tirando hacia adelante hasta que casi estuvo lo suficientemente cerca como para agarrar la cara del whiphid. Tengo una idea, le dijo a la orquídea. Crece. ¿Qué? Tú estás en ellos ahora, eso dijiste, ¿no? Eres una parte de ellos. Tú mismo lo dijiste.

Sí, pero... Entonces crece. No puedo... ¡No discutas conmigo! Sólo CRECE. Podría haber sido la vehemencia desesperada de la última orden, lo que hizo pasar a la acción a la orquídea. Zo vio la cosa al final de la lanza de Tulkh endurecerse y luego caer abruptamente inmóvil, como si se hubiera dado cuenta de que algo profundamente desagradable había puesto raíces en su interior. Un instante después, un zarcillo verde fino comenzó a salir al aire desde la parte derecha de la cosa, saliendo una enredadera que crecía cada vez más gruesa, y que ya empezaba a enraizar hacia abajo. Otra vid apareció dentro de su fosa nasal izquierda, y luego una tercera y cuarta los tallos y los corredores estaban muy ocupados serpenteando ahora saliéndole por todos lados, algunas de ellas con plumeros de hojas pequeñas, otras con flores negras pequeñas. La boca del cadáver se abrieron, y otro tallo, éste tan grande como el dedo de Zo, estalló hacia fuera de la garganta con sangre. Hestizo esto duele, esto me duele... Crece, le dijo ella. Crece, sigue creciendo, da igual CRECE... Mirando alrededor, vio que los otros estaban experimentando el mismo efecto, los tallos y brotes les salían de todos los orificios visibles. Sus rostros se retorcieron con finas plantas, meneando por la vida vegetal que tenían justo debajo de la piel. Zo sabía que estaba pasando ahora. La orquídea estaba en ellos, y la orquídea crecía. Se concentró en lo más difícil-se podía ver la flora que crece dentro de las cosas ahora, la conducción era más difícil, más lejana, más rápida desde el interior, así que la orquídea comenzó a gritar, pidiéndole que se detuviera, diciéndole que estaba herida, que no podía hacer más... Ella lo ignoró y miró directamente a la cosa en la lanza de Tulkh. Ella pensó en la palabra de nuevo, lo pensó que con toda la intensidad y determinación que de que fue capaz, una y otra vez en una onda de pensamiento suave y sólida. CRECE-CRECE-CRECECRECECRECE... La bóveda craneal entera del cadáver explotó con un plaf colosal, rojo, negro y verde. En el lugar donde su cráneo había estado, una rociada brillante de hojas se agitó y se retorció, saliendo hacia fuera, derramándose hacia abajo, hasta abarcar toda la mitad superior del torso de la cosa. El cuerpo cayó inerte, flácido en la lanza. Tulkh miro a los restos de la cosa, tirando a la cosa con un gesto rápido de su lanza, golpeándola con el pie para que rodase hasta el borde, y luego miró a Zo. "¿Tú hiciste eso?" "Yo, y la flor." "Es mejor que podáis hacerlo de nuevo." señaló el whiphid sobre el borde de la saliente a las otras

cosas. Todavía estaban brotando, tal y como vio Zo, pero no tan rápido, y seguían yendo hacia arriba, hacia ellos. Hestizo, por favor-la orquídea sonaba más débil ahora- no más, ahora no, no puedo, me duele... "Tienes que hacerlo," dijo Zo, sin saber que ella estaba hablando en voz alta. "Tienes que hacerlo, porque si no, no van a parar. Ellos nos van a matar, me van a matar, ¿entiendes?" Lo siento, Hestizo... Silencio. Y se había ido. Una mano se cerró alrededor del tobillo de ella, sacudiéndola hacia delante desde abajo. Zo comenzó a caer, aterrizando al lado de una de esas cosas que se tambaleaban hacia arriba, completamente a su vista. Ella trató de apartarse, pero no podía moverse. Crece, le suplicó a la orquídea, crece, crece ahora... Pero la flor, donde quiera que se hubiese ido, cualquiera que fuese la capacidad que había mostrado momentos antes, no fue de ninguna ayuda para ella ahora. Ni siquiera podía oír más su voz... Y él iba retorciéndose, el ondulante movimiento en las caras de las otras cosas parecían haberse detenido. No había nada más que pudiera hacer al respecto ahora. La orquídea estaba cansada, o ausente o muerta. Él de la pierna se arrastraba hacia ella. "¿Qué estás haciendo?" le gritó Tulkh. Fue golpeando con la lanza con furia a los demás, sin tener mucho efecto. "¡Detenlos!" "¡No puedo!" gritó de nuevo Zo. "¡La orquídea no puede más!" Todo pareció estallar algo una vez que algo salió de la tierra delante de ellos-un monolito, negro y sin rasgos distintivos, lanzando una enorme corona de hielo y roca a su paso. Por lo que Zo podía ver, parecía una torre de piedra y duracero, más alta que el afloramiento rocoso en el que estaban luchando por su vida. Tenía luces pulsado dentro de él. Cuando su cúpula de montaje superior se giró hacia ellos, vio el destello de una turbina pesada… El Blaster disparo dos veces, y el cadáver frente a ella desapareció en una nube acre. Zo parpadeó, secándose los ojos, y una cantidad masiva de fuerza y de impulso se estrelló contra ella por la espalda era el whiphid, se dio cuenta, dejándola fuera de la parte superior de la pendiente justo antes de que la tercera explosión la pulverizase por completo. Aterrizaron de cara por primera vez en la nieve sucia, las orejas de Zo estaban sonando, escuchando la ráfaga de disparos láser detrás de ellos. Trozos de masivos de rocas humeantes y nieve derretirá les caían desde arriba. Zo devolvió la mirada hacia el cráter donde había estado de pie.

"¡Corre!" le ordenado Tulkh. "¿Qué?" "De esta forma." Él hizo un gesto con el brazo hacia la estructura en forma de tubo de veinte metros de largo ahuecada, delante de ellos, y cuando ella no se movió, el whiphid la empujó hacia delante de mientras que el cañón láser giraba otra vez, de mientras la seguía directamente a ella. 25/ Identidad Positiva "Declaración", la voz del HK crujía desde el interior del comunicador. "Señor, tengo ubicada a Hestizo Trace". El Lord Sith se detuvo y fue ajustando la frecuencia hasta que la conexión se hizo clara. Estaba de pie en la escotilla abierta de la Mirocaw, donde acababa de terminar una inspección completa de la nave, de arriba a abajo. Localizar la zona de aterrizaje del cazador de recompensas, no había sido difícil, los sensores de la torre había encontrado que aterrizo a dos kilómetros de la academia, siguiendo la firma de calor, y Scabrous se había acercado con sigilo absoluto, por si acaso puede haber alguien a bordo. Pero no había ni rastro de la Jedi o el whiphid que la había traído hasta aquí. La embarcación había sido abandonada. "¿Dónde está ella?" le preguntó. "Respuesta: perímetro inicial de exploración de los informes da una identificación positiva en el cuadrante noreste. Los escáneres registraron un noventa y ocho punto tres por ciento de coincidencias en las feromonas". "¿Cuánto tiempo hace?" "Respuesta:. Diez minutos estándar señor, vector de coordenadas veintisiete por dieciocho, el orden de magnitud..." "¿Está muerta?" La menor de las pausas: "Respuesta: Negativo, señor, según sus órdenes se intentara capturarla con vida." "Bien”. "Declaración: El explorador de los sistemas de gama media informa que el a y el cazador de recompensas whiphid viajan juntos, hacia el noroeste hacia el establo de los tauntaun que hay en las inmediaciones. Ellos todavía están en pie y con toda probabilidad, buscando una cobertura inmediata del ataque inicial…" El HK hizo un sonido de clic, a la espera de órdenes. "Pregunta: ¿Debo activar los cañones en el perímetro de ese cuadrante, fijándolos para aturdir?" Scabrous no respondió de inmediato, pensando en el terreno que el droide estaba describiendo. La torre

no estaba lejos de allí, por supuesto, y...

Y la biblioteca. "Eso no será necesario ", dijo Scabrous. "Yo me encargaré personalmente." "Declaración..." El droide sonaba más tentativo ahora. "Hay... algo más." "¿Qué es?" "Varios sensores locales informan de actividades no verificadas en grupos en varios cuadrantes en torno a la academia en general. No se sabe exactamente cuál es la fuente de las actividades. Diagnósticos de biorritmos no están reportando ningún signo vital verificable." "Entonces arréglalo”. "Aclaración: La electrónica está en línea y funcionando normalmente. Es la actividad la que no da señales de vida, temperatura corporal, respiración, latidos de corazón o de actividad cerebral." Scabrous se detuvo y miró pensativo al cierre de metal abollado de la Mirocaw que estaba delante de él. Por un momento los únicos sonidos fueron el zumbido bajo y estable de la máquina de hemodiálisis que bombeaba sangre fresca a través de su cuerpo, y el susurro de los líquidos batiéndose a través de tubos, de mientras lo alimentaban a él con un cóctel de medicamentos antivirales. "¿Cuánta actividad?" le preguntó. "Respuesta: No queda claro en la actualidad", dijo la voz del HK. "Pero parece que..." "¿Qué?" "Bueno, parece estar extendiéndose, señor." "Ya veo." Los pensamiento de Scabrous se dirigieron hacia el aprendiz, Nickter, o lo que había sido Nickter, saliendo de su jaula a pesar de que todos sus signos vitales eran registrados como negativos. Pensó en cómo se había abalanzó sobre él y luego desaparecido después de chocar con Jura Ostrogoth, el apetito que había tenido que soportar. En ese momento, Scabrous habían asumido que lo que había visto era una especie de tic nervioso exagerado, un accidente de la bioquímica que la droga y la orquídea habían disparado dentro del cuerpo de Nickter. Pero ahora… Parece que se está extendiendo, señor, había dicho él HK. ... comenzó a reconsiderarlo. "¿Mi señor?" le solicito el droide. "No importa que pasa ahora ", dijo Scabrous. "Me voy directamente a la biblioteca. No habrá más necesidad de láseres. Hestizo Trace se reunirá conmigo allí personalmente, y vamos a terminar nuestro negocio juntos, ella y yo, ya que estaba destinado a ser así. Ten mi propia nave preparada para hacer después una salida inmediata. "

"Sí, señor, pero..." Scabrous cortó la transmisión y se dirigió a través de la escotilla abierta de la Mirocaw, por la rampa de aterrizaje, y hacía la noche nevada. 26/ Bajo Cero En la primera hora que Trace paso a través de las paredes derrumbaras y los templos de piedra de la academia, la tormenta de nieve a su alrededor no hizo más que empeorar. Era como si el planeta mismo hubiese leído su llegada como un tipo de infección a nivel celular y le estaba combatiendo como podía. La temperatura, ya por debajo del punto de congelación, siguió bajando hasta que la garganta y los pulmones le quemaban con cada respiración. El viento rugía entre las masivas formas cuadradas de los edificios y subestructuras, las losas medio sumergidas de los grandes corredores. Su grito era fantasmagórico como el grito de hambre sin fin de algo que buscaba más que el simple alimento. Incluso los copos de nieve se sentían más agudamente, cayendo en su piel como los pequeños trozos de metralla de una explosión sin fin recurrente. En su visión periférica, una sombra tembló y se deslizó. Trace se detuvo, su mano se movió hasta su sable de luz, y fue entonces cuando vio al hombre salir de la puerta de arco a su izquierda. Incluso antes de que Trace vislumbrase el rostro del hombre, sintió su sonrisa delgada, amarga y retorcida en los labios, la amenaza de la violencia en sus ojos medio tapados. El hombre llevaba túnica y manto apagó se puso detrás de él, rompiendo el viento en ráfagas de viento irregulares, y su voz, cuando se encontró con el paisaje roto entre ellos, era un gruñido bajo. "Tú has aterrizado en el mundo equivocado, Jedi." Trace se volvió y se encaró con él directamente. El hombre era un maestro Sith, eso se deducía claramente, tal vez era un instructor de la academia. "Soy Shak'Weth, Maestro de la Espada aquí en Odacer-Faustin. Sólo puedo suponer que tú viniste aquí en busca de la humillación y de una muerte desagradable." "Estoy aquí por otros asuntos." "¿Ah?" El Maestro de la Espada ladeando ligeramente la cabeza, viéndose un poco intrigado. "Pero tú me has encontrado en su lugar." Trace asintió con la cabeza. En realidad era sólo la quietud lo que había encontrado, la claridad de pensamiento, llegó como una bendición. El frío, la oscuridad, el ardor del viento-todos estos factores externos habían dejado simplemente de existir. Todo su mundo se había reducido a la distancia exacta entre él y el hombre que estaba frente a él, un obstáculo en el camino de encontrar a Hestizo. Trace sintió todo lo que había en su interior comenzaba a relajarse y como se propagaba un flujo sin problemas de Fuerza a través de sus nervios y músculos, lo que genera una especie de balance de peso entre la acción y la intención. Él sacó su propio sable de luz, sintiendo que volvía a la vida en sus manos, una extensión perfecta de sí mismo.

La respuesta del Maestro Sith fue inmediata. Con un gruñido áspero de furia, voló hacía Trace, saltando hacia arriba con el viento y cogiendo la hoja hacia abajo con ambas manos, haciendo estragos en la tierra donde se había mantenido de pie. La ejecución fue impecable, una cosa de una brutalidad casi orgánica, como si el Maestro de la Espada se hubiese convertido en una fuerza de la naturaleza, otro componente de la tormenta que rugía a su alrededor. Sin embargo, él seguía siendo demasiado lento. Saltando hacia un lado, Trace se dio la vuelta con su propio sable de luz extendidos en frente de él en un golpe de barrido. El Maestro Sith estaba allí, desviando el ataque y cargar contra él de nuevo, golpeando hacia atrás de él en una serie viciosa de ejes perforantes y golpes, sin ofrecer tregua alguna. Dos veces la hoja llegó lo suficientemente cerca como para que al hacerle frente, Trace pudiese oler la barba quemada en su mejilla; la tercera vez estuvo a milímetros de despegarle la cabeza. Trace se dio cuenta de que, independientemente de lo que Shak'Weth había dicho un momento antes, el Maestro de la Espada no tenía intención de humillarlo, de jugar con él o prolongar el duelo más tiempo del necesario. En este punto, el Maestro Sith estaba atacando por la razón más primitiva imaginable para masacrar a trace y dejar su cadáver humeante en la nieve. En esa fracción de segundo Trace vio el resto del duelo jugarse de dos formas distintas, ninguna de las cuales duraría mucho tiempo. La muerte se cernía sobre ellos ahora como un carroñero, estrecha y claustrofóbico la vio reflejada en los ojos del Maestro Sith. Cuando la hoja de color rojo vino a por él de nuevo, Trace dio un salto hacia arriba. Puso todo lo que sabía acerca de la variación de Djem So de la forma V en ese salto, saltando por encima de Shak'Weth, volando en espiral a través de la nieve, para aterrizar en el otro lado, y girándose en redondo al instante, manteniendo su sable de luz al nivel de la garganta con la intención de terminar el duelo de un solo golpe. Shak'Weth se echó a reír, una risa seca que le llego a los huesos y desvió la maniobra con insultante facilidad. Se volvió hacía Trace, y esta vez el Jedi sintió una punzada caliente y brillante del dolor cuando el sable de luz le quemo a través de su manto y de su túnica, rozándole la carne a lo largo de su caja torácica. Las gotas de sangre cayeron a la nieve, desapareciendo a medida que se derretía. "Demasiado fácil, Jedi." Ahora los hombros y la espalda del Maestro de la Espada estaban apoyados contra la pared de piedra encorvada detrás de él, su superficie externa agrietada y medio derrumbara, y se puso tenso como un resorte hacia adelante. "Ahora voy a terminar." Cuando se arqueó hacia adelante, Trace vio a un par de manos salir disparadas de la pared rota detrás de él, agarrando al Maestro de la Espada por la garganta y tirando de él hacia atrás. Shak'Weth se estrelló contra la piedra agrietada lo suficientemente fuerte como para dejar caer su espada láser, y Trace vio una cara blanca espantosa salir a través del orificio abierto en la pared, un rostro que gritando, succionaba por la derecha al llegar hasta el Maestro Sith y los ojos, enseñando los dientes, que le ocupaban la cara. Trace dio un paso atrás, todavía con su propio sable de luz hacia arriba, viendo como Shak'Weth era transportado a través del agujero en la pared a donde sería más fácil devorarlo.

Grandes erupciones arteriales brotaban de la perforación irregular en la garganta del maestro Sith, rociando a lo largo de la pared y hacia abajo en la nieve y el hielo, la pintura roja que lo cubría todo. Dentro de la pared, el levantó su cara hacia arriba y se mostro a los ojos de Trace sin la menor chispa de la vida, sin embargo, una vez había sido humano, aunque uno juvenil. Un estudiante de los Sith, se dio cuenta, un adolescente. ¿Qué había sucedido? El ser coloco su boca hacia abajo en la taza roja descuidada que había sido la cuenca del ojo derecho de Shak'Weth, sorbiendo ruidosamente. Cuando se detuvo un momento después, el ruido que hizo fue un grito agudo, y ululante, y Trace se di cuenta de que había otros gritos, un sinnúmero de gritos, un lamento de ellos se levantaba junto a él, procedentes de todas direcciones a la vez. La noche estaba llena de ellos. 27/Establos Zo y Tulkh se agacharon al atravesar la puerta de entrada de la estructura alargada similar a un túnel, el cazador de recompensas se detuvo y levantó la cabeza, olfateando el viento como si recogiese algún olor oscuro. "¿Qué fue eso de ahí?" le preguntó Zo, mirando de nuevo a través de la puerta por la que habían llegado. Su voz le sonaba distante a ella, y sus oídos se sentían como si los tuviese tapados con cera blanda por la fuerza de las explosiones en el exterior. "Turbolásers," gruñó Tulkh. "artillería pesada". "Es Scabrous, ¿no?" -preguntó ella. "Él nos está buscando a nosotros." Si el whiphid oyó la pregunta, no le hizo caso; un momento después, se deslizó a su lado, entrando más en los recovecos del mal olor del edificio. A regañadientes, Zo lo siguió. Todavía estaba procesando los ataques, el cañón láser que había estallado al salir de la tierra, y el asalto aún más horrible que había llegado antes, los gritos, las cosas no-muertas que habían tenido la intención de devorarlos. "La orquídea", dijo, a falta de un mejor punto de partida. Tulkh no dijo nada, siguió caminando. El olor a su alrededor estaba decididamente peor con cada paso que daba. "Fue la única razón de que pudiese luchar contra esas las cosas. Es a causa de cómo Scabrous la uso en el experimento. Creo que esta de alguna manera dentro de sus cuerpos. Le dije que creciera. Pero... “Zo negó con la cabeza. "No hay nada más. Ahora no puedo conseguir me responda. Podría estar muerta." El whiphid respondido a todo esto con un gruñido. "¿Has terminado?" "Yo pensé que tal vez quisieras saber cómo me salvó la vida allí. Tú fuiste el que me pidió una explicación, después de todo."

"Fue un error". "¿En serio?" dijo. "Oh, lo siento. Tal vez debería haber pensado en eso antes de que me secuestraran y me arrastraran hasta aquí a un planeta lleno de cadáveres que caminan." No hubo respuesta del whiphid. "¿A dónde vamos, de todos modos?" "Necesitamos encontrar un refugio. Se espera una tormenta. Por la mañana, me voy a volver a mi nave." La conversación terminó ahí. Casi sin querer, Zo se vio llegar a los pensamientos del cazador de recompensas, tentativamente explorando su mente para tener una idea de lo que sabía acerca de dónde se dirigían. Normalmente sus habilidades telepáticas no eran particularmente fuertes cuando se trata de formas de vida no vegetales, pero lo que el whiphid pensaba era relativamente fácil de leer. De hecho, desde dentro, su mente no se parecía a nada tanto como a la sala de trofeos a bordo de su nave en la que había despertado en primer lugar: un lugar de muerte, un espacio para la visualización de los trofeos grotescos que había matado con los años. Algunos eran de especies exóticas que nunca había visto antes. Otros eran humanos. Todos se reunían en sus expresiones de dolor universales, la desesperación y la impotencia que había usado el cazador de recompensas cuando les había dado el golpe de gracia continuaba. Su mente se había convertido en un almacén de sus últimos momentos. Esta cripta del sufrimiento, este relicario, era justo lo que llevaba en la cabeza todos los días, lo que tenía su cabeza. Sin desanimarse, Zo sondeo más profundamente y se dio cuenta de que, con algo de esfuerzo, era capaz de pasar a través de estos pensamientos hacia otra cámara de la conciencia del whiphid, hacia sus recuerdos más lejanos. Ella vio las caras que se levantaban a su alrededor, los demás eran de su especie, su familia tal vez, los enemigos que hizo en sus comienzos en su planeta de origen Toola. El ambiente se sentía muy quieto y tranquilo, casi como estuviese sellado herméticamente, y se preguntó si ella había llegado a alguna parte del pasado de Tulkh que él mismo visitaba poco. Ciertamente que había lugares en su propia mente, los aspectos de su vida que había dejado fuera con la esperanza vana de que iban a morir de asfixia o por negligencia. Zo casi podía sentir la membrana que envolvía esas partes de sus pensamientos empezaba a constreñirse sobre ella. Entonces oyó la respiración. Había algo vivo aquí. Ella cambió su foco lejos de los recuerdos más viejos y vio al hombre mirando hacia ella, totalmente tranquilo y agradable. Sus ojos grises eran claros y brillantes con el intelecto. Con ancho, labios sensuales parecían casi perpetuamente a punto de hablar, aunque que sólo se torcían en una sonrisa desconcertante. Era el Lord Sith. "¡Fuera de mi cabeza, Jedi!" El gruñido de Tulkh resonó a su alrededor través de las cavernas de la memoria con una fuerza devastadora. Zo retrocedió, y retrocedió, tambaleándose cuando se retiró, y, mirando a su alrededor, vio

que estaban de pie en una cámara ancha, de metal desnudo frente a una serie de túneles que se separaban en diferentes direcciones. Carámbanos afilados como púas iban hacia abajo como estalactitas semitransparentes bajaban del techo largo y bajo. Ella no podía respirar. Se tomó un segundo para darse cuenta del por qué. El whiphid tenía una mano cerrada en torno a su garganta, sus vías respiratorias cerradas al ser sujetadas entre su pulgar y el índice. Su rostro con colmillos se alzaba a pocos centímetros del suyo. "La próxima vez que te pille en mi cabeza", dijo, "vas a perder la tuya. ¿Está claro?" Zo asintió con la cabeza y la soltó, lo que le permitió tropezar hacia atrás, recuperando la respiración. En algún lado de la habitación, en uno de los túneles adyacentes, se podía oír un pitido agudo como un lloriqueo que venía una y otra vez, no necesariamente una alarma, pero tal vez algún mecanismo incidental, tal vez algo tan simple como una luz que ya había comenzado a sobrecalentarse y, finalmente, a quemarse. En este momento, sin embargo, esta zona estaba muy iluminada. Era de suponer que por eso Tulkh la había elegido. En cuanto a la temperatura se refería, la sala podría ser de hielo, pero al menos podían ver lo que estaba alrededor y entre cada uno de los grandes pilares utilitarios que sostenían el techo. El whiphid volvió a ladear la cabeza y escuchar como él pesadamente daba una vuelta por el pasillo. Zo, que en este momento había pasado mucho tiempo mirando su espalda, notó una diferencia en su modo de andar, la forma en que ponía sus hombros: estaban rígidos, tensos con la anticipación. Sin interrumpir la marcha, llegó a su arco y comenzó a coger una flecha de su carcaj. "¿Es esta la forma en que entraste?"Le preguntó Zo. "¿Qué te parece?" "Creo que tú no estás seguro y que estás tratando de cubrirte por ello…" Hizo una pausa y olfateó el aire, el salvaje olor de amoniaco parecía crecía y volverse más grueso a su alrededor. "¿Y si nos quedamos aquí toda la noche? ¿Qué es ese olor?" No hubo respuesta de Tulkh... en este punto, ¿tenía realmente que esperar una? Ella fue tras él, por el vestíbulo, en la dirección general de la salida. Las luces estaban temblando aún más erráticamente aquí, farfullando y apagándose por un segundo o dos cada la vez. El olor acre se había convertido en tan fuerte que los ojos se le llenaban de lágrimas por su intensidad. Zo se cubrió la nariz y la boca. No le ayudo en absoluto. "Esta no es la forma en que entraste" Ella tosió. "Me he acordado de...” Tulkh se detuvo. Miro a su derecha, vio una hilera de establos. Algo dentro de uno de los establos se estaba girando, respirando ruidosamente el aire. Escuchándolo, Zo le oyó dejar escapar un gemido bajo, inquieto. Hubo un silencio, luego un sonido de pies susurrantes, seguido de un bocinazo que luchaba por salirle de los pulmones. El whiphid sustituyo la flecha que había sacado, y dio un paso hacia adelante. El ser en el interior del establo dejó escapar otro rebuzno nasal que parecía un graznido y empujo la

cabeza hacia el exterior. Su boca se apartó y Zo vio dos pares de narices, grandes y pequeñas, que humeaban al dejar salir otra ráfaga de aire húmedo. El ser giró su cabeza hacia los lados peludo, sus cuernos curvados alzándose casi hasta la cara de Tulkh antes de que él se retirase. "¿Son...?" "Tauntauns." El hecho era que dicho por el whiphid sonaba como una mala palabra sobre la madre de alguien. "Por lo menos explica la..." Un trozo espeso de saliva le golpeó de lleno en la cara, y Tulkh se lanzó hacia adelante, limpiándolo, el puso sus ojos al nivel de los ojos del tauntaun. Él y ella eran casi de la misma altura. Los labios del lagarto de las nieve ya estaban trabajando en otra carga de la saliva-Zo pensaba que la cosa realmente parecía que estaba sonriéndole a él-cuando Tulkh repentinamente sonrió. Era la primera vez que Zo lo había visto expresar otra cosa que impaciencia y indiferencia, y el efecto fue desconcertante. "Buena chica". Tulkh le puso una mano sobre el hocico cepillándolo, agitándole el pelo debajo de uno de sus cuernos. "Apuesto a que hay probablemente algunas frutas mook para ti por aquí en alguna parte." Entonces, mirando hacia atrás a Zo, su sonrisa se desvaneció. "¿Qué?" "Si hubiera sabido que escupirte en la cara era la clave para caerte eb gracia," dijo Zo, "lo habría hecho hace mucho tiempo." Haciendo caso omiso de ella, Tulkh volvió su atención a la criatura. "Eres una niña mala, ¿no?" le dijo cariñosamente. "Yo solía cazar a los que son como tú, siento como si estuviese de nuevo en Toola. "Miró el arnés espeso que ataba a la cosa en su corral, y se volvió para mirar hacia arriba por delante hacia la fuente de otro ruido, menor y más disonante. Escuchando, Zo lo oyo, también. Los establos en frente de ellos estaban llenos de un aumento de ruidosrebuznos y riñas -más fuertes cada segundo. "Algo tiene que asustarles", dijo. "Sí". La conciencia apareció en la cara del whiphid es. "Creo que tienes razón." En los establos, el tauntauns sonaban como si estuvieran gritando ahora, pisando fuerte en sus potreros. Las luces se apagaron. La oscuridad que los envolvió a ellos fue aplastante y total. Zo sintió la mano de Tulkh de al extender la mano y apoderarse de su brazo, justo debajo del hombro. "Mantente cerca", retumbó su voz, y oyó el crujido de la aljaba de cuero en la espalda. "Mantente a mi espalda" . Zo sintió que se le ajuste la visión, esforzándose por ver con los delgados rastros de luz que podía encontrar en el otro extremo del túnel, pero había muy poco disponible, y lo que quedaba creaba sólo un pantano de sombras grises profundas. Podía sentir sus los huecos, hacer ping en las paredes y el techo. Sus pupilas le dolían de tratar de sacar algo de la sustancia de la oscuridad. Inmediatamente delante de

ella, oyó aspirar a Tulkh con un soplo de aire fuerte. "¿Qué?" -susurró-. Él la tiró hacia adelante con tanta fuerza que sus dientes al juntarlos y todo a la vez que se movía a ciegas, medio corriendo, medio siendo arrastrada por un mar negro y ciego. El control del cazador de recompensas sobre su brazo era como una esposa. Balanceándose hacia adelante, perdió su equilibrio y luego logro recuperarlo, sentía al suelo deslizarse debajo de sus pies. Se preguntó cómo podía ver algo, o si estaba navegando mediante el sentido del olfato, o por pura suerte. Entonces el a los sintió, viniendo desde atrás. Uno o muchos, no lo sabía, pero sentía una presencia masiva, una intrusión no deseada en la respiración y el movimiento y la carne apestosa que le llegaba a través del pasillo oscuro, llenándolo. Oyó un grito, un sonido como el que nunca había oído antes. -EEEEEEEEEEEEEEE-Se levantó, un grito penetrante, que presionaba y patinaba al alzarse hasta los más altos registros de sonido audible, a muchas vibraciones por segundo, hasta que ella se noto a punto de estallar de diferencia, puro notar cómo se componía de partes desiguales y pudo notar las voces individuales. Pero en cambio, lograban mantenerse unidos, logrando comprenderse de alguna manera, abrumándola con los gritos de los tauntauns y todo lo demás. -EEEEEEEEEEEEEEEZo sintió que era sondeada, por la calidad casi prensil de esa nota, era el ruido de eco-localización de algo, algunas cosas investigaban la oscuridad a su alrededor con una voracidad desesperada, insensata. Tan pronto como había comenzado, el grito se interrumpió. Los gritos de los tauntauns se fueron alejando también, dejando un vacío de silencio total a su paso. Zo respiró, convocando a la Fuerza. Lo que vino después fue una imagen mental, de no más de un segundo o dos a lo sumo, como la explosión de una granada flash en su cabeza. En ese momento vislumbró el perímetro delante de ellos, los establos, y el espacio detrás de ellos. Había visto lo suficiente para sentir lo que tenía que hacer, ahora. Ella pasó una pierna por delante del tobillo de Tulkh, plantó su pie, y lo sintió tropezar contra él, retumbando hacia los lados con una maldición choco con un establo de tauntaun vacío a su derecha inmediata. Zo se derrumbó encima de él. La visión nocturna que la Fuerza le había dado ya se había ido. Ella sintió que algo largo y liso golpeaba dolorosamente contra ella y se dio cuenta tarde de que debía haber sido uno de los colmillos del whiphid. "Lo que..." -le espetó, y esta vez se apoderó de él, apretándole duramente con los dedos tan duro como pudo en el cazador de recompensas, tratando de que se cállese para poder ocultarse. Por la sorpresa, o tal vez por comprensión, se quedó en silencio. Los acontecimientos de los próximos momentos no eran simplemente una cuestión de sonido y olor, sino que era una mezcla tanto de la percepción sensorial como de la extrasensorial. Con la Fuerza que la guiaba a ella, Zo se dio cuenta de que podía sentir el pasillo junto a ellos, todavía en tono negro, relleno con la nociva agitación de muchos cuerpos, pasando muy juntos, apilándose al pasar.

Buscando. En un momento, Zo sintió que pasaban tan de cerca que si hubiera estirado un brazo hasta llegar al pasillo, podría haberles tocado. Y podrían haberla tocado. No eran gritos ahora, ni tan siquiera era una respiración. En su lugar las cosas, cualesquiera que fuesen, hicieron unos poco gruñidos accidentales, el sonido de los cuerpos empujaros por el más simple de los motivos, el hambre, el odio, la rabia. Contuvo el aliento, y no se movió. Después de lo que sintió como una eternidad, los ruidos roncos se fueron apagando, hasta que todo lo que quedo fue una nube pútrida que le hacía tener ganas de respirar por la boca. Debajo de ella, Tulkh se agito, se enderezó, y la empujó de encima suyo. "Si alguna vez vuelvas a hacer eso, te voy a matar a por mí mismo." Zo miró en la dirección que las cosas se habían ido. "Se que parece un poco redundante, teniendo cuenta de las circunstancias." "Yo no corro. Y yo no me oculto." "Escucha", dijo. "Hemos visto como son esas cosas. No puedo luchar contra ellos, y tú tampoco puede. Así que por el momento eso nos deja con correr y escondernos." Para su sorpresa, él no discutió. Saliendo al pasillo, hicieron su camino a través de la oscuridad, hacia la extraña luz gris estaño que había visto antes. Creció poco a poco haciéndose más brillante hasta que se dieron cuenta de que podían ver la salida que tomaba forma frente a ellos. El aire estaba frío, y vio los primeros copos de nieve grandes a la deriva desde el exterior. Tulkh se detuvo y ladeó la cabeza hacia atrás, el viento sopla contra la piel de su rostro. "No vinimos por aquí", dijo él. "¿Cómo lo sabes?" Levantó una mano. Zo miró hacia donde estaba apuntando. Le llevó un momento darse cuenta de lo que estaba viendo. Una vez que lo hizo, sin embargo, ella no pudo apartar la mirada. Ellos estaban de vuelta en la torre. 28/Lo que dice la enfermedad En el comedor, Lussk estaba viendo despertarse a los muertos.

Lo vio con dos pares de ojos: los que él había tenido cuando había estado vivo, y la visión nueva y extraña que la enfermedad le había dado. En algún nivel intuitivo entendía que el primer set irían desapareciendo, quedándose ciego, y que eso estaba bien para él, absolutamente bien. La enfermedad le había dado todo lo que había esperado, todo lo que quería, poder y fuerza más allá de toda imaginación. Se habías alterado los midiclorianos en su torrente sanguíneo, aumentando sus habilidades naturales, mejorándolas exponencialmente. Él había estado aquí, por supuesto, cuando las cosas salieron de la cocina, y él se defendió con habilidad con una serie empujones de la Fuerza y saltos acrobáticos, mientras los estudiantes más débiles y menos cualificados habían caído y sido devorado. En cuestión de minutos las cosas de la cocina había transformado el comedor en una casa fúnebre con una matanza sin trabas. Ahora el suelo estaba manchado con sangre. Los recién muertos se levantaban lentamente, arrastrando los pies. Levantándose con ellos, Lussk miró a sus rostros, rostros que reconocía de la academia, y que ahora se contorsionaban en algo completamente nuevo. No sentía miedo al verlos a ellos, no tenía sentido de aprensión sólo una fascinación por la marea de oscuridad. Estoy buscando a mi futuro, pensó, y se estremeció con anticipación. Sería un buen futuro, se dio cuenta, un futuro sin fin, un lugar de posibilidades insondables. Él lo vio todo ahora. El rumor de que Darth Scabrous había estado experimentando con una droga de la inmortalidad, un remedio contra la muerte misma, y Lussk vio ahora que el Lord Sith había tenido éxito más allá de sus sueños y pesadillas más enloquecidos. Estas cosas habían trascendido la muerte. El poder que tenían estaba más allá de lo enseñado aquí en la academia. Antes ellos, tanto los Jedi como los Sith no eran nada, menos que nada, unas migajas infinitesimales en la vasta extensión del universo. Lussk vio las cosas a su alrededor más apiñadas. Y fue entonces cuando se dio cuenta. No bastaba con ser transformad, con ver el mundo con estos nuevos ojos necrópsicos. La enfermedad le había dado su regalo, pero quería algo a cambio, algo agobiante y enorme, y ahora, tardíamente, Lussk comprendió lo que era. La enfermedad quería la parte de él que le hacia lo que era, ese conjunto excepcional de conocimientos, recuerdos y caprichos que le había hecho único. La enfermedad significaba dejarse chupar todo eso, por lo que podría hacer que una parte mayor de su organismo se hinchase con la muerte. La enfermedad quería que su alma. No, Lussk le contó. Es demasiado. Incluso para lo que tú ofreces, incluso por la inmortalidad en sí, el precio es demasiado alto. Esto será lo último que te ofreceré, le prometió la enfermedad. De entre todos los demás, solo tú durará. Eso es lo que tengo para ofrecerte. No

La enfermedad hizo una pausa en su interior, teniendo en cuenta, que también le había dicho, por último, que ya no tienen una opción en la materia. Poniéndose la mano sobre el pecho, Lussk sentía los latidos de su corazón de mientras sufría una parada cardiaca. A su alrededor, los recién muertos estaban gritando, y gritando. Echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca. Y él también empezó a gritar. 29/1174-AA Ra’at encontró el almacén de armas justo antes de llegar a la barrera. Había oído que estos túneles estaban llenos de subcámaras y rincones, algunos de ellos de cientos de años, tan antiguos como la propia academia. Según los rumores, las generaciones de Lores Sith las habían utilizado como lugares de almacenamiento y ocultación de cosas que nunca quisieron que se encuentrasen. Él y Kindra había encontrado la primera de las cámaras después de veinte minutos de busqueda, el grupo había terminado de ver el holograma del droide de entrenamiento. Nadie había hablado mucho desde entonces, se habían trasladado en silencio, escuchando. -Mira-dijo Kindra, señalando el letrero de metal oxidado mal colgado entre corchetes en la pared. Decía lo siguiente: ARSENAL 1174-AA "Echadme una mano", dijo Ra'at, apoderándose de la manija. Era una escotilla lateral rudimentaria cuya obstinada negativa a abrirse no era tanto un asunto de seguridad como más bien tenia raíz en la humedad y el polvo que se habían acumulado dentro de sus componentes en los últimos años. Maggs agarró uno de los bordes y Hartwig y Kindra tomaron el otro, y se abrió con un ruido metálico. Todos ellos se quedó un momento mirando lo que la escotilla había ocultado. Hartwig silbó. "Esta es la más hermosa visión que he tenido en mucho tiempo", dijo. Ra'at tuvo que estar de acuerdo con él. El contenedor en frente de ellos estaba cargado con armas cuerpo a cuerpo básicas armaduras de adiestramiento, con cascos y placas en el pecho para amortiguar las explosión, y atrás del todo, en una pared de montaje independientes, habían tres sables de luz. Kindra pasó por delante de él y agarró un sable de luz en cada mano. Como Ra'at consiguió la última para él mismo, se preguntó por qué había tomado dos, y adivinó que ella sólo quería optimizar sus posibilidades de conseguir un arma totalmente funcional.

Aunque las células de energía se suponía que tenían una durabilidad casi indefinida, no se sabía si alguno de ellos aún funcionaba, o incluso el tiempo que habían estado escondido aquí. Tan a menudo como él se había entrenado con ellos, y los sables de luz aún habían mantenido un sentido arcano de misterio que los hacía al mismo tiempo fascinantes y vagamente inquietantes, un enlace con el antiguo pasado de los Sith. Ra'at manoseo la placa de activación, y la hoja escarlata saltó a la vida. Podía sentirlo vibrar de la mano hasta el codo, el puro poder de la autoridad del mismo zumbaba a través de su brazo entero, dándole propósito y fuerza. Él atrajo la hoja delante de su cara, admirándola, sintiendo como los pelos pequeños en la parte posterior de sus brazos se ponían rígidos y de punta. Junto a él, Kindra había encendido los suyos también. Después de un momento para compararlos, desactivaron los sables de luz. "Maggs," dijo, y le arrojó el otro sable a su mano izquierda. Él lo cogió sin esfuerzo. "Gracias." Hartwig frunció el ceño. "Espera un segundo. ¿Dónde está él mío?" "Solo había tres". "Entonces, ¿qué, estoy fuera de suerte?" Kindra se encogió de hombros, y Ra'at se dio cuenta de la otra razón por la que el a cogió dos en lugar de uno: eso le había permitido decidir quién llevaría el tercero. Ella se lo había dado a Maggs, que-aunque no era él más competente duelista-era probablemente el que menos probabilidades tenia de perder el juicio bajo presión y tomar una de sus cabezas, ya fuese por accidente o en un arrebato de mal juicio. "No necesitamos pelearnos por esto", dijo Hartwig. "Debemos hacer un sorteo para ver quién obtiene qué. De lo contrario..." "¿De lo contrario qué?" le preguntó Kindra. Ella seguía con su sable de luz que quedo en frente de ella, en cuanto a Hartwig lo miraba fríamente desde detrás de la hoja. "¿Vas a marcharte? ¡Ya puedes hacerlo! Es todo el mundo por sí mismos de todos modos." Hartwig miró a Kindra con un brillo de indignación que Ra'at supuso que lograría con el tiempo hacer que lo matasen. Kindra, sin embargo, parecía haber perdido ya el interés por él: desactivo el sable de luz, lo puso en su cinturón, y comenzó a mirar el pasillo delante de ellos. "Vamos, tenemos que seguir adelante. No podríamos encontrar otro almacén de armas de descarga de otra manera." "No me des la espalda a mí ", le dijo Hartwig. "¿Es una amenaza?"

"Sólo es una advertencia." Ella cogió el sable de luz. "Entonces, supongo que me voy a ver obligada a matarte ahora, ¿no? " "Tú..." El brazo de Kindra se movió hacia arriba. La hoja encendida, barriendo en un letal y borroso movimiento, deteniéndose a centímetros de la garganta de Hartwig. Dando un paso atrás, Hartwig miró a Maggs y vio que estaba esperando a ver qué pasaba. Durante un largo momento, ninguno de los dos se movió ni habló, y el único sonido en el interior del túnel fue el zumbido tenue pero constante de la propia espada de luz. "Tú no va a hacer eso ", dijo Hartwig. "Tú me necesita mucho." Pero lo que había previsto, obviamente, no salió como esperaba pues la espada se le acerco aún más a la garganta y dejo su voz como poco más que un chillido estrangulado siendo apenas un sonido. Kindra no respondió, quedándosele clavada la mirada. La hoja se quedó donde estaba. Ra'at vio cómo su luz se reflejaba en las gotas de sudor que habían comenzado a acumularse en el labio superior de Hartwig. "Kindra", comenzó Ra'at. "Cállate". "Tiene razón. Tú has visto las cosas en el holo. Estamos en inferioridad numérica. Necesitamos que cada...” "Te diré lo que no necesito." Todavía no había dejado de mirar a los ojos de Hartwig. "No necesito estar constantemente mirando por encima de mi hombro." Ella asintió con la cabeza, pareciendo había decidido algo en ese momento. "No, Hartwig, creo que voy a tener que terminar convirtiéndote ahora en un cadáver, una lástima, lo siento." Hartwig torció el labio, tratando de hacer que las palabras le viniesen por lo que pareció mucho tiempo. "Hazlo entonces, dijo con voz áspera. "Haz tú movimiento". La mano de Ra'at se deslizó hacia abajo hacia el mango de su propio sable de luz. Las cosas se están deteriorando más rápido de lo que había previsto, pero de alguna manera no estaba sorprendido. Tal vez fuese mejor así de todos modos. ¿Pero realmente quería tomar partido ahora? pensó, y por el momento al menos obligo a su mano a quedarse donde estaba. "¿Eh, muchachos?" dijo Maggs desde detrás de ellos. "Vais a querer ver esto. Es..." Se interrumpió en una tos descuidado que sonaba demasiado floja y húmeda, como si estuviera luchando

por evitar las náuseas. Maggs silbó. "¿Alguien más huele eso?" Así fue como se encontraron con la pared. 30/Sabor Scabrous entró en la biblioteca a través del lado noroeste, como era su costumbre. Había cinco entradas principales, pero éste le condujo directamente a la cámara subterránea donde había encontrado por primera vez el holocrón, por lo que había mantenido un cierto grado de resonancia emocional. Además, estaba más cerca, y había empezado deliberadamente a conservar sus energías. De acuerdo con la hemodiálisis la lucha contra la infección había dejado el paquete de su hombro con unas reservas de sangre totales que se reducían a dos unidades ahora. Él no estaba preocupado acerca de la ejecución, pero quería asegurarse de que él estaba lo suficientemente capaz de disfrutar de todo lo que vendría después. Al salir de la tormenta, caminando bajo el arco de piedra alto, los carámbanos goteaban y se dirigió rápidamente por el pasillo que conducía a la escalera principal. Estos muros eran gruesos, pero aún podía oír el viento soplando y gritando fuera, y después de un momento de pie inmóvil, oyó otro sonido, en la grieta debajo de las capas de roca y piedra. Sonaba como algo que abría paso a través de un montón de huesos viejos y frágiles. "Dail'Liss", dijo Scabrous. "Ven aquí." Al principio, no hubo respuesta. A continuación, una rama larga se deslizó desde la grieta retorciéndose en la pared por encima de él, deslizándose sinuosamente hacia abajo, y el Lord Sith levantó la vista para ver la cara de la Neti, sus antiguos y arrugados ojos mirando con cansancio hacía él. "Mi señor" dijo la bibliotecaria. "¿Qué te trae por aquí?" "Necesito algo de ti." "Cualquier cosa, mi señor." Scabrous comenzó a hablar de nuevo, y algo en la voz del Neti lo detuvo. En el pasado, su tono ha sido siempre respetuoso, reverente, incluso, pero ahora parecía completamente asustada. Sus lágrimas eran el temor de lo viejo y enfermo, la aprehensión de una cosa que no podía protegerse adecuadamente de una amenaza nebulosa pero muy real. "¿Tú lo sientes, también, entonces?" preguntó Scabrous. "¿El qué, mi señor?" "No te hagas el ignorante delante de mí." La Neti tembló visiblemente, pero no respondió de inmediato. Entonces dijo: "Usted se refiere a la

enfermedad, ¿verdad?" "¿Es así como tú lo llamas?" preguntó Scabrous. "¿Una enfermedad?" "Si mi señor... es una enfermedad, algún tipo de infección incontrolable que se ha desatado." "La academia ha sido expuesta a cosas peores en el pasado." "No hablo sólo de la academia." Otra pausa, y luego una de más tiempo. "Lo he sentido dentro de ti, mi señor." Scabrous miró a la cara de la criatura árbol, mirando profundamente en sus ojos húmedos y meditativos. Mientras miraba, sintió que algo se revolvía en su interior, creando una apertura abismo, como si un segundo, conjunto de mandíbulas cinceladas se extendiesen por su pecho. No era una sensación de dolor, en todo caso, era profundamente táctil. Por un momento realmente bajó la mirada hacia su cuerpo, esperando ver como su abdomen se extendía por debajo del paño de su túnica, al ampliarse su caja torácica, y se abría para revelar... ¿qué? ¿Algo nuevo? ¿Algo que trascendiese incluso su vasto reino de experiencias? Scabrous tomó aliento, temblando de anticipación, y dejo que la sensación retrocediese. "Ven aquí", dijo. "¿Mi señor?" "Ahora". La grieta en la pared se fue ampliando y el grueso tronco de la Neti deslizó lentamente bajando través de él, el sonido de la madera crujiendo llegaba en sinuosas crepitaciones cuando poco a poco iba poniéndose más cerca a donde el Lord Sith estaba esperando. Ahora no había duda sobre él miedo en la cara de la bibliotecaria, que rayaba en el pánico. "Mi señor, por favor..." "Yo quiero que tú envíes un mensaje." "Si" "Es para una Jedi que hay aquí entre nosotros, en este planeta." La bibliotecaria esperaba. "El talento particular de esta Jedi es la telepatía con las plantas. En este momento se está comunicando con el espíritu de una orquídea, una flor, en cuya presencia confía de forma implícita, y..." Scabrous hizo una pausa. Podía oír las palabras que él decía, pero su voz le sonaba diferente a él. Mientras hablaba, se dio cuenta de que la sensación de vacío había vuelto, y se abría paso de nuevo, excepto que esta vez no se limitaba a su pecho y abdomen, se irradia a través de todo su cuerpo de

manera sistémica, envolviendo sus brazos y piernas y su cabeza. "¿Mi señor?" la Neti le solicito. Scabrous todavía no respondió. Por un instante, luego ya no, en realidad podía sentir la presencia de la transformación empujando contra los glóbulos de la infusión de sangre fresca, lucha contra ella, invadiendo y adelantándose a la misma. Y de nuevo, como antes, no había dolor, sólo un aura de fiebre roja derramándose hacia afuera para abarcar su visión desde el interior. Era profundamente consciente de su propia respiración, dentro y fuera, de un sabor cobrizo caliente en su boca, y de una ola de euforia peculiar precipitándose sobre él con la promesa de poder más allá de la comprensión. Sin embargo, milagrosamente, se mantuvo lúcido, plenamente consciente de sí mismo. "El nombre de la Jedi", dijo al fin-, es Hestizo Trace. Quiero hablar con ella con la voz de la orquídea, ¿entiendes? Tú la convocaras aquí a la biblioteca con la voz en que ella confía, por lo que ella hará lo que le digas, y podre cumplir mi destino. ¿Está claro? " La Neti dejo ir un sonido ininteligible, un sonido que no era del todo una palabra. "Te pregunto si..." Scabrous comenzó a hablar, y luego vio porque la criatura árbol no estaba respondiendo. Un gran trozo de pasta, la carne de madera de la Neti, había sido arrancada justo debajo de su boca, dejandole un agujero del tamaño del puño de Scabrous. De color ámbar, mucha savia goteaba desde la herida, que rezuma por su áspera corteza, goteando por sus ramas. Scabrous se pasó la lengua por los labios y sonrió, todavía degustando la extraña sangre pegajosa de la criatura árbol en la lengua y el techo de su boca. Lo hice, se maravilló. La había atacado sin la menor conciencia ni intención había sido algo desde dentro lo que le había llevado a morderla. En algún nivel intuitivo comprendió que esto explicaba la gran explosión de fuerza que había sentido. "Mi señor..." la Neti logró hablar por fin, su voz estaba temblando. "Por favor..." "¿Entiendes lo que estoy pidiendo", dijo Scabrous ", o ¿no?" "Sí... mi señor. " "Excelente. Entonces solo me queda esperar su llegada." Salió de debajo de la Neti , porque extendiéndose desde el techo, una piscina de savia semi-transparente se difundía por debajo de ella por el piso de la biblioteca. 31/Carne de Tormenta de Nieve Zo se quedó de pie inmóvil de mientras la nieve le caía en la cara. Mirando hacia la torre. "No lo entiendo", dijo. "¿Cómo terminamos aquí?" El whiphid no respondió. Esta vez, sin embargo, cualquier respuesta habría sido gratuita. Ella sabía por

qué estaban allí. En algún lugar dentro del establo habían perdido su sentido de dirección por una ilusión de los Sith, algo cruda pero efectiva, y ahora estaban de vuelta donde habían empezado. Entonces vio las figuras. Ellos estaban dispuestos como grotescas tallas a lo largo de la parte más alta de las paredes de la torre, estatuas de tamaño natural, iluminadas por el resplandor irregular que rojo que tartamudeaba desde la parte superior. Al principio, ella pensó que eso era todo lo que eran. Estatuas. Gárgolas. Salvo que se movían. Los rastreo, y vio como pululaban sobre la espalda de los demás como una versión horriblemente crecida de los escarabajos come carne boski que había visto a bordo del barco de Tulkh. Y cuando la luz atrapaba sus rostros, podía ver que eran o al menos una vez habían sido humanos. Zo se dio cuenta que sus uniformes, que debían de ser los hábito y túnicas negros de los acólitos Sith, estaban rotas y desiguales, y que se elevaba detrás de ellos de mientras el viento chillaba. Ella observó cómo un grupo de ellos comenzó usar embrague y palanca para hacerse un camino a través de las ventanas de la torre. Uno de ellos echó hacia atrás su cabeza y empezó a martillear con un puño en la superficie con la determinación terrible de un simio. "¿Qué están haciendo?" Tulkh gruñó. "Buscando una manera de entrar" "¿Por qué?" Un grito vino repentinamente desde arriba, la explosión de un solo grito comprimido que se acordó escucho en el interior de los establos, supuestamente desiertos, y el cazador de recompensas dio un paso atrás, silbando alguna obscenidad en voz baja. "Ellos..." Antes de que pudiera terminar, una de las cosas cayó desde muy arriba, silbando por delante de ella. Ella se volvió para mirar a Tulkh. Él se había ido. *** Zo echó hacia atrás y miró de nuevo. En lo alto, otra de las cosas de la torre se había separado y estaba cayendo en picado hacia abajo como una losa renegada hecha de oscuridad, algunos trozos rotos del universo, cayendo rápidamente, todavía gritando, volando a través de la nieve. El ser siguió chillando hasta que se estrelló contra el suelo de cuatro patas, y aunque de espaldas a ella, Zo podía ver el agujero por donde le fue arrancado su uniforme que se abría para mostrarle la arquitectura de las costillas expuestas y sacando al exterior porciones de las vértebras. El aire nevado

silbaba a través del agujero, y vio los trozos agrupados de intestino, ennegrecidos con una costra de sangre seca, aleteando junto al tejido roto. Parte de sus pulmones parecían haberse sacudido quedando sueltos en la caída, dejando a uno de ellos colgando, inflándose y desinflándose entrecortadamente jadeando como un pequeño animal. Tulkh. Se lo llevó hacia abajo en la nieve cuando le cayó encima. Y ahora estaba tratando de sacárselo. La segunda cosa que acechaba más allá del montón de nieve, permanecía con la cabeza ligeramente inclinada, buscando un ángulo de ataque. Zo escuchó otro grito desde arriba, y otros dos cadáveres con uniformes Sith gritaron de nuevo su grito de respuesta. Con una explosión el brazo de Tulkh fue hacia arriba y afuera de la nieve, sosteniendo su lanza, y empujándola hacia delante. Un instante después la cosa Sith sobre él se echó hacia atrás, tambaleándose a ciegas, con la punta de su lanza incrustada en su cara. Su mejilla derecha era una cueva supurante en su demolida estructura ósea. El eje largo sobresalía de su cabeza como un tosco cuerno de gran tamaño. Tulkh se sentó, escupiendo nieve. "Esto es una trepidación que te enseñada a no ser tan ingenioso al tirarte," gruñó. "Esto debería enseñarte a no saltar sobre mí." Llamó a la cosa hacia atrás con un pie, hasta que la tuvo en su lugar hacia abajo, y tiró de su lanza soltándola de su cara. Luego, utilizando ambas manos, llevó la punta de lanza con fuerza hacia abajo, directamente al torso ya demolido de la cosa, con fuerza suficiente para pulverizarle la columna vertebral, cortándolo por completo por la mitad. Los segmentos superiores e inferiores se retorcieron con indiferencia en la nieve, y luego todavía siguieron un rato más. "Aguantare". Respirando con dificultad, él miró a Zo. "¿Dónde está el otro?" "Yo no..." "Abajo". Y sin esperar que lo hiciera, el disparó la lanza directamente hacía ella. Zo se dejó caer de rodillas, sintiendo como la lanza pasaba a través de su pelo, al otro lado, pasando por encima de su cuero cabelludo. Desde atrás, algo cayó encima de ella, un un derrumbe de carne, aplastando el aire de su pecho, bloqueándole la vista y el oído, de mientras la llevaba a ella hacia la nieve. Sintió frío, apretándole las manos y el goteo de líquidos pegajosos-aceitosos parcialmente coagulados que se filtraba hacia abajo sobre la piel de su cuello, donde su cuello no tenía nada que cubriese su carne. Ella, también, comenzó a gritar, y entonces el grito se interrumpió con un ruido ahogado repentino. Fue seguido por una serie de gruñidos agudos, y se quedo inmóvil. "Levántate". La voz de Tulkh, apagada, provenía de encima de ella. Zo se arrastró hasta volver a estar en posición vertical. El Cazador estaba de pie frente a ella. La cabeza cortada de lo que había decapitado el sólo colgaba de la parte superior de la lanza en un ángulo casi

alegre, la punta que le entraba de golpe hacia arriba a través de su mandíbula rota para sobresalir desde una cuenca ocular vacía. Los labios grises se hundían, de mientras tiras gruesas de hebras de baba viscosa de color rosa, y el único ojo que le quedaba se tambaleaba hacia atrás y adelante, de alguna manera cosa lograba mirarles a ambos de forma tonta y maliciosa por debajo de la capa de hinchazón. "Un adolescente," dijo Zo. "de diecisiete, dieciocho años como máximo." Ella vio el ojo amarillo. "Todavía me mira". "Están muertos". Tulkh se encogió de hombros mirando hacia abajo al otro cuerpo que había dejado en la nieve y sacudió la cabeza. "Olvídalo". Hubo otra explosión de ruido por encima de ellos. Zo levantó la mirada todo lo que podía. Era como una llamada de emergencia. La nieve que quedaba ahogaba por la oscuridad que rodeaba la torre se llenó de repente con la caída de los cuerpos, más de los que podía contar. Ellos cayeron de dos en dos o de tres en tres desde la parte superior de la torre, con los ojos ardiendo, los dientes brillando, golpearon el suelo en todas direcciones, algunos casi lo suficientemente cerca para agarrarla desde el punto de impacto. Ellos trajeron sus gritos con ellos de forma que parecía que de la tierra salían múltiples sonidos. Frente a ella, Tulkh se puso en posición de combate. "Los Jedi son entrenados para luchar, ¿no?" Ella asintió con la cabeza una vez. "¡Entonces, luchar contra ellos!” Las cosas Sith, estaban a su alrededor ahora. Sus gritos eran constantes, ululantés y parecían venir de todas partes, el aire mismo parecía endurecerse con sus gritos. Zo se dio cuenta de que ella no podía ver más a Tulkh. No hay manera de que podamos tener todos. Y luego algo más le habló. Sí, puedes. Zo hizo una pausa, notando que conocía la voz. Parecía cierta y fuerte y le llegaba clara. Al principio, ella pensó que era la orquídea. Entonces se dio cuenta de que estaba escuchando la voz de su hermano Rojo. Pero eso es imposible, él está muy lejos de aquí... Y en realidad no era Rojo-las palabras salían de su memoria, desde el almacén de alientos que le había dado en el pasado, cuando ella había estado entrenándose en la academia Jedi.

Habían habido momentos en los que se había sentido agotada y sin esperanza, en los que había hablado con ella, y la animó a ponerse de pie, para ser fuerte y ver la verdad. Escucha, Hestizo. Los Jedi te enseñaron mucho más que simplemente la forma de luchar. Ellos te enseñaron cómo vivir. Cómo vivir dentro de la Fuerza, y mantener el vínculo que compartes con ella. Con estas palabras, Hestizo Trace sintió un sentimiento profundo y voluminoso de lo correcto que crecía dentro suyo. En el Templo Jedi que había oído a otros de su disciplina tratar de describir la experiencia, diciendo que era así o así. Pero para ella era simplemente la experiencia de estar viva, de las creencias salvajes y l enas de éxtasis, pero amplificadas. Todas las cargas de la frustración y la ansiedad se alejaron, llenando su esencia misma, con todo un universo de pura, manteniéndola llena de energía. Ella miró a su alrededor y vio a las cosas Sith estrellarse en el suelo por todos lados alrededor suyo, levantando la cabeza y abriendo la boca. Y todo. Lentamente. Abajo. "Obtener..." Tulkh estaba diciendo, con un brazo lento como si luchase contra el lodo de mientras volvia a sacar una flecha de un metro de largo de su aljaba, moviéndose tan lentamente que parecía estar bajo el agua. Zo se levantó en el aire como una mujer en movimiento a través de una galería de figuras de cera. Ella bajó justo detrás de una de las cosas Sith, agarró su cráneo grasiento con las dos manos por la espalda, y lo arrancó con dificultades hacía la izquierda. La columna cervical apareció y con un crujido, el cráneo completo quedo suelto, ya que lo rompió y quedo libre de los hombros. La cabeza seguía gritando mientras la arrojaba solapadamente hacía la próxima cosa que arrastraba los pies, golpeándolo lo suficiente duramente como para golpearlo de nuevo contra el lado de la torre. Agarró una tercera por el cuello y la entrepierna, la elevo hacia arriba y la lanzo directamente hacia arriba en la dirección en que había llegado. Detrás de ella, oyó un sonido vibrante cuando la flecha Tulkh finalmente dejó la cuerda del arco. Sin mirar atrás, Zo se preparo y cogió al vuelo la flecha en el aire. Lo hizo sin esfuerzo, sin pensar, como alguien que toma un libro de un estante. Detrás de ella, a través de las profundidades de los inmóviles copos de nieve, Tulkh se quedó con sus labios todavía encresparos para formar la última parte de su primera palabra, mientras que las cinco cosas Sith restantes posaban como estatuas que apenas se movían en distintos movimientos de ataque. Saltando hacia adelante, rompiendo la flecha en dos, Zo enterró las mitades del eje, en dos de sus cráneos lo suficientemente para atravesarlos y hacer que estuviesen permanentemente juntos, cara a cara como unos horribles amantes por toda la eternidad. Ella agarró el brazo del acólito sonriente, con la cara de un Sith cubierto de musgo que parecía haberse mordido a través de sus propios labios y el interior de la boca hasta el paladar Twist. Pop. El brazo se le soltó fácilmente del codo y lo giró hacia abajo como un garrote en el cráneo del cadáver que camina delante de él.

Ella sintió como los eventos se ponían en movimiento más rápido ahora, su dominio sobre la situación relajándose de nuevo. Los copos de nieve venían despegan desde el aire, como si fueran confeti en una masa imprudente. La cosa Sith que ella había arrojado hacia arriba anteriormente finalmente fue volviendo hacia abajo. Cuando la última de las cosas arrastraba los pies hacia ella, se oyó un ruido sordo al ser golpeada, un crack agudo sonó al recibir una docena de fracturas de huesos. "...abajo!" Tulkh termino de hablar, y sólo entonces pareció darse cuenta de que la flecha había desaparecido de su arco y que las cosas Sith, estaban en el suelo ahora, desgarrado. Miró a Zo. Sus fosas nasales temblaron. "¿No dejaste ninguna para mí?" Ella señaló a los dos cuerpos retorciéndose en la nieve entre ellos. Tulkh sacó la lanza, la levantó, y la estrelló a lo largo de los dos. Tenía los ojos ardientes, saturados de rojo, casi saturados de placer, y no hubo mala interpretación en la sonrisa que se retorcían sobre su cara. Zo pensó que nunca había visto a cualquier ser vivo, humano o no, extraer placer descarado con el acto de matar. Hestizo...? Esta vez la voz de la orquídea era inconfundible. Hestizo, ven... Se detuvo y escuchó, se sintió sonreír, vencida por un repentino aumento de la esperanza. Desde algún lugar en la nieve detrás suyo, Tulkh la miraba. "¿Qué es lo que pasa?" Encontró que quería saberlo. "La Murakami", dijo. "¡Está viva!" "Pensé que habías dicho..." "¡Ya lo sé! ¡Pero puedo oírla! ¡Me está llamando! " Tulkh frunció el ceño, sin convencerse. "¿A dónde?" Ella miró hacia atrás a través de la ventisca, señalando. "A la biblioteca". 32/La ciudad en llamas El quemar era un placer. La Neti lo veía ahora y se aferraba a esa tautología simple de una manera como nunca había comprendido pues no se parecía a nada que hubiese encontrado en su larga vida. En los momentos después de que

Scabrous la hubiese dejado aquí con su misión, para llamar a la Jedi, para convocarla aquí, todo dentro de su mente de madera sin edad había comenzado a crecer maravillosamente, estando gloriosamente claro. Y, oh, y era un placer el quemar. Agarrando filas de hololibros con una mano como una rama larga, la bibliotecaria los arrojó a las llamas en aumento. Y las llamas subieron aún más alto. Después de que el Lord Sith la había mordido, Dail'Liss había sufrido un espasmo breve pero doloroso de debilidad física y angustia, el dolor se agravaba por el temor inquietante que había estado creciendo en su mente durante todo el día. Esto era lo que había sentido fuera de las paredes de su santuario. La enfermedad estaba ahora aquí, pues había violado las barreras de seguridad y protección, y estaba dentro de ella, corriendo a través de sus raíces, difundiéndose a través de sus ramas y hojas. Y la enfermedad se estaba riendo. En un primer momento la risa había sonado tan burlona, tan amarga y fría, que la Neti se había acobardado solamente ante ella. Incluso los Sith mismos no podían coincidir con la oscura maldad en su voz. Vieja loca, le había dicho, vieja criatura tonta, tu vida se ha perdido aquí, entre tus libros. La Neti había tratado de responder, para decirle que no, que estos rollos y los textos eran su vida, pero la enfermedad no había mostrado el más mínimo interés en eso. Había más que quiso decir, y la Neti se dio cuenta de que era un público cautivo. No es demasiado tarde, dijo la enfermedad. Yo te he dado una nueva vida, y un nuevo propósito, y por allá lo sabrán si buscan mi rostro. ¿Quieres, viejo árbol? ¿Vas a buscar mi cara? ¿Cuál es? Le preguntó la Neti. ¿Cuál es tú rostro? La mía es la cara de la sangre y el fuego. Y con esas palabras, todo cambió. Mirando ahora a su alrededor al contenido de la biblioteca, los manuscritos y numerosos textos antiguos, los fondos y las pilas que había pasado su vida acumulando aquí, la organización y catalogación de mil años o más, los vio como lo que eran. Como combustible. La carne es el combustible, la enfermedad le aconsejó, y su voz era como un trueno ahora, y los libros son uno de nuestros combustibles, y este planeta es nuestro combustible, todas las cosas son un combustible, que sólo existen para que puedan ser consumidos por nosotros. Sí, sí... Da de comer a la bestia.

Sí. Y la bestia eres tú. Sí. *** A partir de ahí, la Neti descubrió que todo lo que tenía cerca estaba aceitoso, un asunto gratificante. Entregándose por completo a la enfermedad, había empezado el fuego, sin la menor vacilación. Había años de combustible aquí, un montón aquí para quemar. En cuestión de minutos, el ala central de la biblioteca estaba en llamas, y la infiltración, sonreía enloquecida de mientras la luz del fuego brillaba naranja y se reflejaba en la Neti. Aunque no habían espejos aquí, no necesitaba ver su reflejo, Dail'Liss sabía que la enfermedad le había cambiado. Trozos enteros de su otrora orgullosa corteza había comenzado la muda, dejándola con parches, sus ramas se encrespaban y ennegrecían, goteando con secreciones espesas y malolientes que se reunían alrededor de sus raíces. Pero la transformación más profunda era la que había sucedido en su interior. La enfermedad le había enseñado. Ella había buscado su cara. Y ahora la Neti se echó a reír ante el fuego una vez que los ojos de su especie fueron torcidos, apretados en las ranuras con nudos, su boca giro espiral en una amplia sonrisa, salivando, ya que habló con la voz de la orquídea. Vamos, Hestizo Trace. Date prisa. Ven a la biblioteca. Más rollos, más hololibros, cayeron en la pira. Cocidos de golpe entre las brasas. Espero tu llegada con impaciencia, deseo verte heredero, tengo una urgente necesidad de ti... Se detuvo y se volvió, con sus ramas susurrando. Ella ya estaba en camino. 33/ Muralla Roja "Parecía más grande en el holo" dijo Maggs, su voz apagada por su mano. Él, Ra'at y los demás estaban todos de pie delante de la pared, cubriéndose la nariz y la boca. El final del túnel estaba llenó de un olor tan rancio que casi trascendía la definición de la palabra. En la única respiración que Ra'at había aspirado inadvertidamente sin cubrirse los labios, había sido realmente capaz de probarlo en la parte posterior de la lengua y el techo de la boca. Era un horrible olor de tejido orgánico pudriéndose, una vez que la vida cuya fuerza vital la había abandonado, dejando sólo una masa de peso apestoso. "¿De qué está hecho?" murmuró Maggs. "Se ve como metal rescatado, de los escombros..."

"El metal no apestan a esto." "No se trata sólo de metal." "Entonces, ¿qué es?" preguntó Kindra. "Bueno..." Ra'at señaló a una caña blanca que salía hacia afuera. "Estoy bastante seguro de que es un hueso de la espinilla." "¿Humana?" Ra'at asintió con la cabeza. Hartwig sintió indigestión. Le tomó varios intentos. "Gah". "Parece... "empezó a decir Ra'at, y se detuvo. Él iba a decir parcialmente digerida, y decidió que esa observación probablemente no aportaría nada útil a la conversación. Si las expresiones de los otros eran una indicación, celebrarían por su parte ahorrarse un motín gástrico. "La salida está en el otro lado", dijo Kindra, y activó su sable de luz. "Esperad". Ra'at se volvió y miró hacia atrás. Había algo, no lo sentía mucho más que como una onda en el tejido de la Fuerza, pero que hacía mucho tiempo que aprendió a confiar en tales peculiaridades de la percepción cuando el alquitrán se volvía más significativo que cualquier otra cosa obtenida por sus ojos y oídos. Lanzó una mirada a Maggs. "Sable de luz. Ahora." Al instante Maggs se unió a él y Kindra y Ra'at señaló en silencio a un charco de sombra justo detrás de un banco de cajas metálicas masivas que parecían haber sido convertida en almacenes de piezas de robot. Algo se movía de manera visible al otro lado de los contenedores de almacenamiento, y un instante después llegó tambaleándose a la vista. "Que en el nombre...", dijo Hartwig. Fue lo primero que había dicho desde la confrontación con Kindra por el sable de luz. "¿Qué pasa con él?" "¿Qué tiene de malo?" Maggs hizo un ruido enfermizo. "¿Estás bien?" Ra'at reconocido el acólito Sith que iba haciendo su camino hacia ellos, pero a duras penas, era el estudiante de quinto año conocido como Rucker. El lado izquierdo de la cara Rucker había sido arrancado limpiamente para revelar la infraestructura brillante de sus pómulos y mandíbula. Sus ojos gélidos se estremecieron en sus cuencas como un par de huevos rojos infectados. Estaba desnudo, salvo por un par de pantalones negro desgarrado en la parte delantera y la protuberancia masiva de su abdomen tan hinchado que apenas podía llevarlo adelante. Él los miró durante un largo momento. Luego echó hacia atrás su cabeza, con sus mandíbulas abiertas hasta desgarrarse, y gritó.

"¡Matarle!" dijo Hartwig. "¿Qué estáis esperando?" Todavía gritando, Rucker se giró y se tambaleó hacia la pared. Ra'at vio su boca abrirse aún más ampliamente, la mandíbula aparentaba estar ahora suelta completamente de sus goznes, y el grito se convirtió en un chorro de gárgaras, ya que vomitó un torrente gris rojizo directamente sobre la barrera, su vientre disminuyendo visiblemente cuando lo hizo. Viéndolo sin poder hacer nada, sentía Ra'at un como un torrente nauseabundo de terror pasaba a través de él, como la sombra de algún lejano objeto volador-una negativa que le venía, a pesar de todo lo que había visto hasta ahora, a aceptar plenamente esta monstruosidad por su valor nominal. ¿Estoy viendo esto? pensó. ¿Estoy viéndolo realmente? Sin embargo noto el goteo, que le lo dio en sus manos al levantarlas para empacar el desorden que se acercaba, y que mantenía agarradas con fuerza en la pared. Casi a pesar suyo, el pensamiento Ra'at se desvió a lo que había leído sobre las avistas, y la forma en que construyen nidos por llenar sus estómagos y regurgitar la pulpa. Somos pulpa, también, pensó, y el olor lo golpeó en la parte más vulnerable de su propio estómago, por lo que noto su ascenso por la garganta. Lo único que le impidió perder el control total de sus reflejos nauseosos fue la realidad aún más potente de que la cosa se giraba hacia ellos, y se movía mucho más rápido ahora. "Llévalo hacia abajo" se oyó murmurar a Kindra, casi para sí misma, y ella, Maggs y Ra'at mismo avanzaron en un solo ataque coordinado. Kindra cortó su cabeza de un golpe de espada, mientras que Maggs le cortó las piernas. Él golpe de Ra'at le corto la parte delantera del cuerpo, cortándolo casi perfectamente por el medio. Menos de cinco segundos más tarde el cadáver de la cosa Rucker estaba en el suelo, descuartizado, dando sacudidas. "¿Qué pasó con los otros?" Maggs respiraba, señalando el espacio vacío. "Buena pregunta", dijo Ra'at. “Aquí es un callejón sin salida. ¿A dónde se han marchado?" "Olvídalo". Kindra se volvió hacia la pared. "Vamos a trabajar en esto." Ra'at asintió con la cabeza pero no se movió. Su mirada se volvió a los contenedores de acero para droides, cerca de la zona de sombras donde se había originado la cosa. Todavía estaba pensando en ese grito que había soltado, alto y agudo, como la explosión de una bocina de aire. ¿Como si hubiera sido una señal a los demás, una especie de...? Uno de los contenedores de acero para droide cayó con un sonido metálico. Y Ra'at lo supo. Los estudiantes de la academia Sith de Odacer-Faustin se reunieron aquí después de todo, había estado aquí todo el tiempo. Habían estado esperando en silencio, observando.

"¿Cuántos?" murmuró Maggs. "Diez", dijo Ra'at, "tal vez doce...” El silencio explotó con un grito, y las cosas llegaron derramándose hacia adelante en una ola coordinada, surgiendo por el túnel abierto como un solo organismo. " Usa las caja para matarlos con precisión ", espetó Kindra. "Derecha e izquierda." Ella sacudió la mano hacia Hartwig y Maggs. "Vosotros hacednos una salida a través de ese muro." Ra'at rompió hacia la derecha, como se le indico, dejando que su sable de luz lo llevase como una extensión natural de su voluntad. Se giró y giró hacia abajo hacia la cabeza de la primera cosa Sith que llego hasta él, dividiendo su cráneo hasta las amígdalas. Luego el siguiente lanzo sus manos hacia arriba lanzándolas ciegamente hacia él como un par de aves carroñeras, y siguió luchando. Se volvió y se le acercó desde abajo y le sacó las piernas por encima de las rodillas, dejando a la cosa en un lío viscoso de su propia disolución. Dos más se le acercaron, y los corto con una economía absoluta de movimientos. A la derecha. A la izquierda. Detrás. Muévete. Muévete. Muévete. Ra'at desconecto su mente y dejo que su formación se hiciese cargo. Era como los ejercicios en la tubería de dolor principal de Hracken. Había empezado a ver la lucha a través de la brillante lente de espejo de un guerrero, reduciendo la batalla a una secuencia de movimientos, como una serie de puertas a través de las que tenía que pasar para llegar al otro lado. Las cosas estaban gritando a su alrededor otra vez, era palpable, que gritaban deliberadamente. Me gusta el olor, aunque le cubría todo el cráneo y se sentia como si fuera a estallarle. Al picar a otra de las cosas por la mitad, un choque al rojo vivo de dolor surgió a través de su hombro derecho. Su mano estaba insensible, al igual que los últimos tres dedos que tenia muertos alrededor del mango de su sable de luz, y él se dio la vuelta, arrancándolo desde el aire con su mano izquierda antes de que cayese al suelo. Todo estaba ocurriendo a una velocidad loca sin control, y vio a dos de sus atacantes y no vio al que se había colocado junto a su bíceps, con una sonrisa hasta que sus incisivos atravesaron su carne. La sangre salpicó alrededor de sus labios como un lápiz labial de mal gusto. Kindra brilló en su visión periférica y el empujo con su espada a través de la parte superior del tórax de la cosa, que cayó dejándose suelta gran parte de su carne. Sus mandíbulas se quedarón bloqueadas en el brazo Ra'at, hasta Ra'at paso su propia espada por encima de él, trabajando con su mano izquierda, la cabeza de la cosa quedo cortada y se aparto. Al otro lado del túnel se vislumbraba a Maggs haciendo su propio agujero a través del grupo, su hoja era un abanico borroso, pero la marea de cuerpos era demasiado grande. Si ellos seguían llegando de esta manera, las cosas les terminarían acorralando. Ra'at vi el óvalo negro de la boca de Maggs al gritar, pero él no pudo distinguir lo que era. Estamos perdiendo, pensó Ra'at, y entonces: ¿Cómo podemos estar perdiendo? Una caída repentina de electricidad explotó a través de la cueva. Ra'at vio a una de las cosas Sith ser lanzada hacia atrás a la pared como si hubiera sido apartó por alambres invisibles. Ahora Ra'at podía oler la capa de ozono en el aire, junto con el inconfundible olor a humo de pelo y piel

quemados. Frente a él, Hartwig se puso a la vista, con ojos saltones, la frente hecha un mapa de venas, pero la expresión de su rostro era de pura confusión. Esto no es posible, pensó Ra'at, sólo los Maestros Sith pueden usar un Rayo de Fuerza, cómo... "¡Atrás!" gritó una voz, y cuando miró hacia atrás Ra'at y Hartwig vieron allí de pie al Maestro Hracken. Los brazos de Hracken estaban con las dos manos extendidas. "Abajo, ¡ahora!" Maggs y Kindra se había tirado abaja dejando a tres de las cosas más entre ellos, y los vieron pasar por encima de los cuerpos cuando al ir a lucha contra su Maestro este echó las manos hacia arriba y hacia afuera, arrojando chorros de Rayos de la Fuerza. El túnel se estremeció, con la erupción de una tormenta eléctrica tan intensa que por un instante Ra'at no pudo ver más allá de ella. Olía como se quemaban sus propias pestañas. Incluso después de que cerrase los ojos, las sombras de la cueva, los cuerpos, y el resto estaban impresos en sus córneas con los patrones de sangrado a cuadros de colores rojos y negro. El Maestro Sith mantuvo las manos delante de él, los músculos tensos, la mandíbula apretada con furia. Por un momento desapareció una vez más detrás de su capucha gran chisporroteante con la electricidad. El rompió la longitud del túnel con un Krack masivo, que desgarraba las orejas y que sacudió toda la estructura hasta los cimientos y que envío las partículas sueltas de materiales de construcción deslizándose por las paredes. Ra'at se frotó los ojos, esperando que lo él veía a volviese a tener sentido. Parte del techo de permasteel encima de su cabeza fue arrancado por la descarga eléctrica y colgaba de un montón de cables. A su alrededor, el suelo estaba lleno de cadáveres humeantes, con cabezas y miembros amputados, que todavía se retorcían como si tratasen de encontrar la forma de tejerse juntos a mismos de nuevo. Algunos de ellos estaban quemándose en el fuego. Otros yacían ciegos, con los ojos cocidos en sus cuencas. El calor de los rayos de la Fuerza los había derretido, literalmente, fuera de su piel, dejando redes y riachuelos de tejido licuado goteando desde las pilas de huesos ennegrecidos, mientras que las cosas cambiaban y se retorcian, intentaban ponerse de pie y se derrumbaban de nuevo en su propia oscuridad. Frente a la pared con mal olor, Hracken estaba temblando. Un tendón temblaba y se hacía visible en su mandíbula, y Ra'at vio que el Maestro Sith se había mordido el labio con su sangre siendo suficiente para pintarle los labios. "A través de este camino", dijo. Kindra señaló la herida en el brazo de Ra'at. "¿Qué tan grave es?" "No está tan mal como aparenta." "¿Una de esas cosas te lo ha hecho a ti?" "Estoy bien". Ra'at se arrancó un trozo de tela del pantalón y empezó rápidamente a atarlo alrededor de su brazo como un torniquete improvisado. Pero la sangre ya estaba empapando a través del tejido, cayendo por su lado a su antebrazo con alarmante velocidad. Kindra estaba viendo eso, junto con Maggs,

Hartwig y el Maestro Hracken, y Ra'at dio cuenta de que la dinámica del grupo había cambiado. Tan pronto como la batalla había terminado, él, Ra'at, se había convertido en una carga. Pese a que se ganó. Un peso muerto. Fuera de juego, así como así. "Yo puedo pelear tan bien con la izquierda como con la derecha", dijo Ra'at débilmente. "Tú lo vistes. Todos vosotros lo visteis." Kindra sólo asintió con la cabeza, el rostro inescrutable, un mapa de la estrategia tácita. El Maestro Hracken no dijo nada, ni siquiera parecía estar prestando atención. Ninguno de los otros hablaba, tampoco. Ra'at encendió su sable de luz de nuevo en su mano izquierda y l hizo girar hacia abajo de la parte superior de la pared que las cosas que había construido aquí, cortando profundamente en el montón de chatarra y de vísceras congeladas, tratando de abrir un camino casa, sacando un pedazo enorme de escombros a patadas para que se soltase. Cayó al suelo con un ruido de metal humedo. "¿Ves?" dijo. Ninguno de ellos comentó nada. Junto a él, a su lado, Kindra y Maggs también empezaron a trabajar, haciendo cortes en la pared. Ra'at atacó su parte como si aún estuviera trabajando solo. El olor de la carne cocida era más fuerte que nunca, y el dolor en su brazo derecho se había convertido en un tambor sordo, palpitante. Trató de ponerlo todo de su cabeza, pero fue en vano. Pensó en Nickter, en la rapidez con que había cambiado después de que Jura lo hubiese mordido. Ellos le dejarían, también, a menos que les demostrase que aún podía pelear. Usaría la Fuerza. Que el Lado Oscuro lo fortaleciese. Sin embargo, al mismo tiempo, algo le advirtió que sobre el uso de la Fuerza en su actual estado mental. Algo le dijo que era una mala idea. No, no sólo era mala, era una idea terrible. ¿Quién sabía lo que podría invocar si lo convocaba ahora? ¿Cuál es tu estado de ánimo en este momento? le preguntó una voz interior. Muriendo. Me estoy muriendo. No, eso era una locura. Era una herida superficial. Había perdido un poco de sangre, sí, pero era joven y fuerte. Estaba entrenado. Acostumbrado. Había sufrido lesiones más graves en la cámara de dolor, de hecho, incluso hoy en día. ¿Y si estas cosas estaban infectadas? Ra'at se dio cuenta de que estaba demasiado mareado para poder levantarse. Una capa pegajosa de sudor se le había introducido ya por la frente, una o dos gotas se aventuraban por la parte baja de su espalda. Su visión se rompió en una serie de bandas de color amarillo ocre y sombras, con rayas manchando a través de todo. No podía respirar. Se sentía como si alguien hubiera le hubiese cerrado una banda de

restricción de duracero sobre el pecho, con el dolor punzándole en el brazo izquierdo. Jadeando, cayó de rodillas. Cerró los ojos. No tenia deseos de gritar, pero no pudo reunir fuerzas ni para respirar. Impotente, no teniendo otra opción, invocó el poder de la Alquimia Sith, a la propia Fuerza. Permanece en mí ahora. Lléname de la Fuerza para resistir y luchar, a... Se estrelló contra él a todo volumen, una ola inmensa negra, torrencial más allá de todo cálculo. Demasiado tarde Ra'at se dio cuenta de lo que había invitado a su cerebro. Podía ser que hubiese aprendido a imitar a la Fuerza. Podía haber respondido como la Fuerza. Pero no era la Fuerza. Ra'at se estremeció. Los demás estaban todos mirándole a él ahora. No importaba. En un momento penúltimo de claridad, podía ver un puño negro esquelético que agarraba su corazón, apretándolo hasta que el musculo explotaba. Podía sentir como su cuerpo se iba apagando, sistemas completos rompiéndose, la presión arterial y la respiración fallando, ya que esta versión contaminada de la Fuerza se hizo cargo. Mío ahora, dijo la enfermedad. Mío en cuerpo y alma. No te matare. Te transformare. Ra'at sintió una oleada oscura, orquestal de socorro corriendo a través de él. Liberado, se sintió sin peso, elevándose como un dios. Una sonrisa terrible retorciéndose en su rostro. Empezó a llorar lágrimas de sangre- corrían por sus mejillas como muestra de gratitud y le goteaban por la barbilla. Puedo gritar ahora, pensó. Oh, gracias, voy a gritar y me van a escuchar, yo te bendigo, puedo gritar y ellos sabrán cómo se siente al tener la galaxia entera al alcance como una tumba abierta a mis pies. Lo que había sido Mnah Ra'at sacudió las fauces abiertas. En ese instante vio ante todas las cosas, una pirámide, tan negra como la marea que le había borrado todo el pensamiento consciente, algo que descansaba descanso en un par de manos pálidas. De pronto supo cual era su lugar en la galaxia. Él lo supo todo. Y él gritó, y mientras lo hacía, vio combate al Maestro Hracken de pie directamente delante de él con las manos extendidas. "Adiós, Ra'at ", dijo Hracken. Ra'at se lanzó hacia adelante. Una explosión al rojo vivo de Relámpagos de la Fuerza explotó a través de él, y él no supo nada más.

34/Reiniciar Al final, le tomó a Tulkh menos de un minuto el darse cuenta de la cantidad de problemas que tenía realmente El whiphid nunca había creído en el destino o en cualquier tipo de justicia galáctica mística: por su experiencia, lo que pasaba, pasaba. Los inocentes sufrían el mal, mientras que los malvados prosperaban, y los vencedores se iban con el botín. Aun así, cuando su situación personal fue de mal en peor, no pudo dejar de preguntarse si eso era una especie de merecido castigo cósmico para él por abandonar a la Jedi en la biblioteca. Había estado tan segura de que la flor la convocaba desde allí en su interior. Tal vez había sido así, pero Tulkh no veían ninguna ventaja en ir, cuando podia regresar a su nave y poner este planeta abandonado en su pasado. Y por eso la dejaría irse sola. Después de todo, no le debía nada a la joven Jedi. Muy bien, ella lo había salvado, pero él la había salvado al menos una vez, y aún más veces, ¿no? Un nuevo tipo de oscuridad se había levantado del paisaje ahora como una noche en la noche, por lo que las ruinas barridas por la nieve de la academia brillaban débilmente con la poca luz que emanaba de su interior. En la distancia, Tulkh oyó gritos. Estos no eran al azar, estos gritos, se levantaban y se abalanzaban, oscilando en el viento, viniendo de diferentes direcciones. Sin embargo, era el silencio de en medio lo más incómodo. Pensó en las cosas que habían caído desde la torre, y como muchos más de ellos parecían estar allí ahora, gritando en la tormenta. Tulkh agarró su lanza, comprobó su arco, conto sus flechas, y escuchó los gritos que crecen haciéndose más fuertes, más cercanos. Con números como esos, no podía dejar de preguntarse cuántos se encontraría en su camino de regreso a la Mirocaw. No tuvo que esperar mucho tiempo. *** Fue esquivándolos hasta llegar a una estructura larga y curva, cerca del hangar en la periferia occidental de los terrenos de la academia cuando llegaron hasta él. Olas de restos triturados, una a cada lado, se vertían a derecha y izquierda. Tulkh pudo olerlos a ellos, oír sus gritos, como pisaban tambaleándose en su avance, segundos antes de que le pudiesen arrancarle miembro por miembro. Había pateado hasta abrirla la escotilla detrás de él y se zambul ó en el interior, girando para conseguir su primera mirada a la alta, y iluminada estructura curva, que le rodeaba. Los estudiantes debían haber utilizado este lugar, pensó alguien ingenioso había dejado una señal hecha a mano pintada en la puerta de entrada. Decía lo siguiente: BIENVENIDOS A LA TUBERÍA DEL DOLOR Tulkh miró a su alrededor. Parecía ser una especie de cámara de entrenamiento de simulación, un espacio amplio, con una alta gama de dispositivos elaborados a partir de máquinas que sobresalían del piso y las paredes, incluso desde el techo, pilares, piñones, bobinas retractiles, y arietes. Pero esa impresión rápida

era lo único que Tulkh fue capaz de absorber antes de que estallase la escotilla abierta detrás de él, lo que permitió una inundación de organismos que venían ocupando el espacio hacía él. El proceso evolutivo whiphid había optimizado sus habilidades de matar. Ahora hizo un llamamiento a la totalidad de su patrimonio genético. La escotilla estaba forzada y las cosas entraban por separado, y Tulkh tiro la primera y la segunda hacia abajo con las flechas, disparando a quemarropa al espacio entre los ojos con fuerza suficiente para integrar sus cráneos directamente en las paredes. Las flechas sólo los retrasaron, pero las cosas que tuvieron el tiempo suficiente para avanzar hacia adelante vieron decapitadas sus cabezas con su lanza. Los cadáveres sin cabeza cayeron al suelo con un gorgoteo mientras que las cabezas quedaban colgadas en algún lugar de las paredes, de mientras crujían y se contraían poniendo los ojos como máscaras horribles de alguna oscura galería de la muerte. Fue entonces cuando me miró a su alrededor y se dio cuenta de cuántos más había llegado a entrar. Decenas. Adolescentes zombis Sith, Tulkh pensó como por las lunas de Bogden había empezó todo? De vez en cuando, el universo debía aburrirse y decidía cortar lo realmente flojo. Al igual que los cadáveres que habían llegado después que ellos desde la torre, la mayoría de ellos ya habían empezado a pudrirse. A otros les faltaban trozos enteros de la cara y la musculatura externa, convirtiéndolos en lecciones patología aún en pie sin la cortesía de acostarse y morir. Todos ellos se adelantaban dando bandazos, a toda velocidad deseosas las cosas de calmar su apetito por la carne, o por la muerte que nunca sería totalmente apagado. Metiendo su lanza en el carcaj a la espalda, Tulkh saltó a uno de los puntales de apoyo de arriba y empezó a trepar por sí mismo por él, notando como vibraba de mientras iba hacia la cabina de control que había notado arriba. Todo lo que pudiese subir a la cima de la Torre y se arrastrase sobre el vidrio no tendría ningún problema trepando por una de estas vigas. Pero él había notado algo más allí, y aunque probablemente no fue suficiente para inclinar la batalla a su favor, podría darle ventaja. Y ventaja era todo lo que necesitaba. Tulkh golpeó con una uña a través de la ventanilla de la cabina, excavando un agujero lo suficientemente grande como para arrastrarse a su través, y se volvió para enfrentarse al ancho panel, de instrumentación curvado que asumió controlaba por completo el centro de entrenamiento que tenia debajo. Las cosas muertas pululaban aún más densamente ahora, el los rastreo a todo de mientras se estorbaban unos a otros en su intento de avanzar. Algunos de ellos ya habían empezado a tratar de luchar a su manera para subir arriba a la cabina después de él. Tulkh preparo los controles del simulador, encuentro un control con la etiqueta BRAZO MOVIL 17 a 155, y presiono el interruptor. El simulador respondió al instante. Dos enormes columnas bajaron de uno a otro lado del techo, golpeando directamente al enjambre de cuerpos, destrozándolos al golpearlos en un lado y enviándolos volando. Tulkh gruñó, no del todo satisfecho con el resultado. Esta no era su forma favorita de caza, pero los números estaban contra él y necesitaba todas las ventajas que pudiera obtener para su defensa. Activó otra secuencia, escogiendo una al azar. De ranuras abiertas a

lo largo del techo, lazos vivos de alambre de púas atacaron por ambos lados de la sala, que se extendieron entre las cosas que se tambalearon y tropezaron y se llamaron, gritando. Tulkh miró hacia abajo a los mandos. La pantalla del monitor a su derecha estaba radiante de color verde brillante, destacando el conjunto completo de posibilidades para él en un diagrama limpio, trazado con rayos, con el cursor a la espera de su siguiente comando. Tulkh eligió una llamado BASTÓN PINJI y pulsado la tecla EJECUTAR. La mitad derecha de la pista se movió al abrirse y una fila de brillantes barras hidráulicas de resortes explotaron desde abajo, donde golpearon a todas las cosas estudiantes Sith que embestían derechos a los que tenían atrás, o tal vez ellos eran empalado por los pies. Pero sucedió algo más en su lugar. Las cosas saltaron hacia atrás, en masa, sólo una fracción de segundo antes de las barras había rotado hacia arriba. Era como ver a un solo organismo profético reaccionar ante una amenaza percibida. Se movían con una increíble velocidad y agilidad, como si hubieran sabido exactamente lo que Tulkh iba a hacer, incluso antes de que él hubiera sabido que iba a hacerlo. Tulkh se abría a la incredulidad. ¿Están usando la Fuerza? ¿O su versión de la misma? La pregunta no tuvo tiempo de infiltrarse tiempo en su mente. Ahora las cosas se movían entre brazos y péndulos que Tulkh había puesto en libertad, sorteando los obstáculos en ambas direcciones como si supieran que estabas allí, y estaban decididos a acabar él. Incluso los que había golpeado a un lado se habían recuperado ya, y parecía que lo habían hecho con una velocidad sin precedentes. Tulkh noto como se le profundizaba su ceño. Por primera vez en su memoria, era la primera vez que sentía flaquear su confianza. Dio un paso atrás, evaluando sus opciones, y sintió que algo le tocaba el hombro por detrás. Pivotando, ya preparado para destrozar todo lo que estuviese escondido detrás de él, vio los ojos metálicos brillantes fijos en él desde la cubierta de cromo de sus procesadores. Él retrocedió con un murmullo de sorpresa electrónico, y Tulkh cuenta de que estaba mirando el droide de protocolo HK de Scabrous. "¿Qué estás haciendo aquí?" "Respuesta: Disculpe, señor, desde luego no era mi intención molestar, yo sólo..." "Cállate". "Reconocimiento". Los fotorreceptores amarillos del droide giraron al reconocerle. "Tulkh el whiphid?" El vocalizador del droide expreso una mezcla de sorpresa y confusión. "Fue mi impresión que Lord Scabrous ya le despidió hace bastante tiempo. ¿Tuvo dificultades para encontrar la salida?"

"Se podría decir que, sí." "Aclaración: Es sólo a través de la..." El whiphid dejó escapar un gruñido, agarró de los brazos al robot, y tiró de él hacía la ventana con vistas al simulador de abajo. "Mira" dijo, señalando: "¿Tú ves lo que está ahí abajo?" La cabeza del droide girado hacia abajo hacía el espacio abierto, lleno ahora con furiosas hordas de muertos vivientes que antes eran estudiantes Sith. Todos estaban tratando de escalar por los puntales de apoyo, balanceando los brazos en alto. Los más cercanos estaban lo suficientemente cerca ahora como para que Tulkh pudiese olerlos. "Respuesta: En efecto, señor-dijo el droide de forma leal", pero yo apenas veo, lo que... " "Tu jefe es la razón por la cual todos esto se volvió loco en primer lugar." "Consulta: Me gustaría que me dijese el por qué..." "He aquí por qué." Tulkh no se tomo la molestia de mirar más a los fotorreceptores del HK. Su atención se dedicó por completo a los componentes de su coraza. "Tú eres un modelo HK." "Confirmar: Un Czerka Corp serie HK, sí, señor, pero..." "¿Sabes lo que significa HK?" "Respuesta: Es un término de la industria, señor, pero..." "Cazador-Asesino". El droide hizo un escándalo chirrido. "Corrección: Respetuosamente, se equivoca, señor, yo soy un droide de protocolo competentes en millones de idiomas galácticos y..." "Czerka te construyo especialmente para saltarse las leyes locales en torno a la prohibición de droides asesinos." Tulkh estaba apretando los dientes ahora. "Los escudos rodean tus ojos, eso es una modificación de combate. Scabrous cuando te trajo aquí, te puso un perno de restricción, pero si hago esto..." Tiró del tornillo hacia fuera. Hubo un breve silbido chisporroteo cuando el procesador de la boca del HK se cortocircuito. Tulkh sintió que su piel se apretaba, la posición de su piel en el extremo. Lanzó una mirada sombría al droide. "¿Recuerdas ahora?" El HK no se molestó en contestar. Abrió los espacios para armas en sus antebrazos para revelar una matriz erizada de láseres aumentados en ambas extremidades. Un segundo después la cabina de control cobró vida con fuego de blaster. Las cosas Sith retrocedieron, girando hacia atrás, lanzando y girando sus pies para lo que parecía ser una descarga de plasma caliente sin parar. En alguna parte a su izquierda, Tulkh se agachó cuando el HK completo un círculo completo, y estableció una línea de fuego tan rápido y denso que parecía estar creando una única onda balística. Él hizo un gesto con la cabeza hacia atrás como

un rayo láser rebotó en la pared, y luego rebotó por delante de él en la dirección opuesta. "Hazte a un lado", dijo el droide, que al parecer había abandonado su método habitual de expresión junto con su programación anterior. "Lo que..." Su pierna izquierda giro hacia afuera para revelar un objeto más amplio, un cañón sacado desde el puerto. Un chorro masivo de llamas azules rugieron rectas en la habitación, encendiendo a varias de las cosas Sith, que se tambalearon, en llamas, gritando cuando el lanzallamas hizo erupción por segunda vez. A través del mar de cadáveres ardientes, Tulkh podía ver un pasillo claro para la salida en la parte posterior del simulador. Una de las cosas Sith, le rozo en su camino hacia él, la mandíbula horriblemente floja, su cara en llamas. Tulkh saco su lanza de donde estaba atada aún contra su espalda y embistió tan fuerte como pudo en su boca abierta. Sacudiendo la lanza de vuelta, el whiphid miró en la dirección opuesta. "¿En caso de que lleguemos al arco dónde vas a ir?" le preguntó el droide. "Volveré a mi barco." Dijo Tulkh ya a la mitad del camino por el suelo. Se volvió y miró hacia atrás hacia el droide. "¿te vas a quedar aquí?" "¿Aquí? ¿Con ellos?" El HK no lo dudó. Siguió el whiphid a través de la cámara de simulación, de la tubería de dolor, y por la nieve. 35/Lección de Anatomía "Hace frío", dijo Maggs, temblando y mirando a su alrededor, como si quisiera verificarlo con los demás. "Se sienten bien, sin embargo, ¿no? ¿Después de todo eso?" Kindra no dijo nada. Habían acabado de hacer un túnel, ella, Maggs y Hartwig con el Maestro Hracken permaneciendo silencio en la retaguardia. Hartwig había cogido el sable de luz de Ra'at, el cual lavo con el primer puñado de nieve que pudo recoger, pero no importa lo mucho que se esforzara, no podía conseguir que la mancha desapareciese de la manija. "¿Vamos a hablar de lo que pasó allí?" preguntó Maggs. "¿Qué," dijo Kindra. "¿Tú tienes algo que decir?" Todos se volvieron a ver hacía Hartwig, de pie a varios metros detrás de ellos, aún dentro del túnel para que la mitad de su rostro permanecíese en la oscuridad. "Con Ra'at", dijo Maggs. "Él...” "Ra'at se volvió", dijo Hartwig, saliendo a la vaga luz gris del cielo crepuscular, el aliento salía humeando de sus labios. Era la primera vez que había hablado desde que habían picado su camino a través de la barrera, y su voz sonaba diferente, espesa y extraña. "Se convirtió en uno de ellos, y el

Maestro Hracken le elimino. Y yo tengo su sable de luz. Fin de la historia." "¿Qué pasa con nosotros?" preguntó Maggs. "Ninguno de nosotros fue mordido, en la medida que puedo decir." Hartwig miró alrededor como si esperase ver a si los otros lo contradecían. "¿Estás bien?" Maggs asintió con la cabeza. "Kindra? ¿Tú tienes algo que confesar?" Ella no miro a su alrededor. "Kindra?" Silencio. "Hey." caminó Hartwig, empujando a Maggs al pasar, y la agarró por los hombros, moviéndola con fuerza hacia él. "Me refiero a y..." Kindra se soltó de él, sus ojos a punto de llorar. "Yo estoy limpia." "¿Estás segura?" Hartwig no había bajado sus manos. "¿Qué es eso en tu cuello?" "Muy gracioso. " "¿Crees que estoy bromeando?" Esperó mientras Kindra extendió la mano y le tocó la garganta, tal vez a un centímetro al lado de la yugular. Ella se estremeció ante la herida abierta, él retiró la mano, y miró la mancha roja en el dedo índice. De pie, aparte de ellos, a cierta distancia. Él Maestro Hracken miraba sin decir nada. "Sólo es un corte", dijo. "Un pedazo de lámpara eléctrica..." "Tú no sabes eso ", dijo Hartwig. "¿No crees que yo recordaría haber sido mordida? "Yo pienso "le sostuvo la mirada" que había una gran cantidad de sangre infectada que volaba alrededor. Y si alguna de ella entro en contacto con no...” "Entonces yo ya estaría gritando y sacándote las tripas", le espetó Kindra ", que no lo estoy... no importa lo mucho que me gustaría. Así que si me pones en duda sin fundamento..." "Si vosotros estáis dispuestos a matados terminare con más de un sable de luz", dijo Hartwig. "Me parece que es en el mejor interés del grupo si les sacó de la ecuación ahora.-miró al Maestro Sith. "¿Derecho, Master Hracken?" Hracken no tuvo la oportunidad de responder antes de que Kindra le cortase de nuevo.

"¿Es esto realmente lo que quieres?"Le preguntó a Hartwig, con la hoja lista. "Hemos discutido bastantes veces en el campo de entrenamiento. Ya sabes lo que va a pasar." Hartwig no respondió, sólo la miró a ella, cuadro los hombros y se preparo para matarla con cada respiración, su rostro sin traicionar ni rastro de emoción. El viento lanzó otra ráfaga de nieve fina entre ellos, y Kindra sintió el corte a partir del dolor en su garganta. "Haz un movimiento," dijo. "Hazlo tú en primer lugar". "Espera," dijo Maggs. "Nadie sabe cuál es el período de incubación de estas cosa, ¿verdad?" Hartwig no apartar los ojos de Kindra. "Parecía muy rápido con Ra'at" "Sí, pero Ra'at se contagio de primera mano. Tal vez la exposición accidental tome más tiempo. "Kindra podía oír la voz Maggs que está creciendo más en confianza al hablar, calentándose con su propio argumento. "El punto es que no lo sé. Así que antes de que alguien haga algo estúpido, porque todos no dan un paso atrás, ponen las espadas de luz hacia abajo, y nos aseguramos de que nadie tiene ninguna herida abierta que podría haber dejado llegar la sangre contaminada hasta él." Miró hacia atrás hacia el Maestro Hracken, que todavía no había hablado. "¿Qué le parece?" Hracken asintió con la cabeza. "Sí," dijo. "¿Bajarme la ropa?"La expresión Kindra había ido ya cambiado de belicosa a incrédula. "¿Me estás pidiendo que me quite la ropa?" "Es la única manera de estar seguro." Él miró a Hartwig. "¿Tú estás de acuerdo con esto?" "¿Por qué no?" Hartwig se encogió de hombros. "No tengo nada que ocultar." Se arrancó la túnica y la camisa del uniforme debajo de ella, y luego se puso los pantalones bajados hasta los tobillos. Frente a él, Kindra había dejado caer ya fuera su abrigo, manteniendo, sus brazos desnudos cruzados sobre el pecho, mirando de nuevo desafiante a los demás. "Esto es todo lo que yo voy a hacer." Hartwig puso los ojos en blanco y se volvió hacia Maggs, que estaba temblando con sus pantalones cortos y botas, agarrando un montón de ropa en ovillo contra él como un niño pequeño que se había ido a dormir. Detrás de él, con el torso desnudo, estaba el Maestro Hracken. El Maestro de Lucha se había despojado también de su ropa hasta la cintura, sin ser preguntado, revelando un amplio y bien musculoso físico endurecido por los tejidos de las cicatrices, tatuajes extraños, y décadas de acondicionamiento físico intenso. Tenía la cabeza gacha, como si él estuviese inspeccionando algo en la nieve. "Parece que estáis todos limpios", dijo Hartwig. "Así que supongo que quiere decir..."

El Maestro Hracken levantó la cabeza. La barra torcida de la sonrisa en su rostro parecía cortar diagonalmente a través de casi toda la anchura de su cabeza. La sangre había comenzado ya a correr por ambos lados de la boca donde se había roído su propia boca abierta. No había nada humano en sus ojos. Con un ruido sin forma que era la mitad una nota, mitad jadeo, Hartwig busco a tientas su sable de luz y lo dejó caer en la nieve. Se agachó, revolviendo para recogerlo, pero sólo consiguió empujarlo más profundamente. En menos de un segundo Hracken estaba junto a él. Él agarró de la cabeza a Hartwig y enterro sus dientes en la garganta del estudiante, arrancándole un bocado de tejido y cartílago. Kindra vio como habían parábolas salvajemente, al brotar la sangre en el aire a su alrededor como una fuente en miniatura que había sido encendida justo debajo de la barbilla de Hartwig. Hartwig se tambaleó hacia atrás, con las manos arriba, parpadeando ante el Maestro Sith cuando él se dio vuelta para mirarlo. Sus nervios se habían ido. Las manos de Hracken volaron para arriba, preparándose para disparar una ráfaga de rayos de la Fuerza, cuando su cabeza cayó hacia un lado de los hombros y rodó, l endose rodando, en el ventisquero negro. Él cuerpo decapitado de Hracken se derrumbó, temblando y con espasmos. Maggs vio a Kindra detrás de él. Ella agarraba el sable de luz con ambas manos con firmeza absoluta. "Gracias" susurró Maggs. "Olvídalo." Ella caminó hacia la cabeza, que todavía gruñía de Hracken y la corto en línea recta por en medio. "Ese es todo tuyo." Maggs miró hacia atrás al cadáver de Hartwig, su garganta rasgada abierta descuidadamente se derramaba sobre la nieve como una mano perdedora de pazaak. La cosa ya estaba empezando a volver. Se retorcía en su lugar, cambiando de lugar sus brazos y piernas, preparándose para sentarse de nuevo. Apáticas burbujas y sonidos de gorgoteo eran emitidos desde el agujero en su cuello. "¿Tú vas a hacerte cargo de eso?" preguntó Kindra. Maggs respiro y abrió su propio sable de luz hacia abajo hacia el cadáver de Hartwig, cortando su torso abierto desde la garganta hasta la ingle. Mirando hacia él, Kindra se dio cuenta de que podía ver el cartílago negro, aún palpitante del corazón muerto de la estúpida cosa trabajando y latiendo, cada vez a un mayor ritmo. Lo que sentía más que nada en ese momento era repulsa por el compromiso sin sentido de la máquina humana de soportar y aguantar y aguantar. "¿Es abajo?" -preguntó el a. Maggs no respondió. "¿Es abajo?"

Maggs se fue a trabajar con el sable de luz de nuevo, y esta vez la tomó con la cabeza de Hartwig. Lo la bajo de los hombros. La cabeza colgó por un momento de una cinta restante de carne, y luego se alejo. Dejando unos apáticos rejeros de sangre hervida filtró como lágrimas de las arterias cortadas pero negra como el aceite usado, antes de que se cauterizaran las heridas por completo. "Ahora está abajo", dijo. Kindra asintió con la cabeza, pero mantuvo su propio sable de luz encendido. "¿Y ahora qué?" Maggs preguntó. "Yo me voy", dijo. "Usted tú te quedas aquí" Maggs parpadeó. "¿Qué?" El sable de luz de Kindra cortó hacia fuera de la parte posterior de sus piernas, pasando a través de él por sus músculos isquiotibiales, cortándole a través de los tendones justo encima del tobillo. Maggs gritó y cayó, moviendo los brazos, todo su equilibrio había desaparecido. Él le grito ella, preguntándole por qué lo hizo, que se creía que estaba haciendo, pero para entonces Kindra ya se había girado y echado a correr, no a caminar, pero yendo lejos de él tan rápido como pudo en la dirección opuesta. "¡Espera!" Maggs se incorporó y trató de levantarse, pero sus piernas se negaron a hacer el trabajo, al cortarle los tendones de Aquiles el cayó de nuevo hacia delante en la nieve. Cuando levantó la cabeza, oyó el ruido que venía de detrás de él. No, Maggs pensé, no, todo esto era un error, un gran error... Miró hacia atrás, y cayeron sobre él. 36/Triste Después de veinte minutos de pasear por la biblioteca. Zo tuvo que admitir que se había perdido por completo. Al principio, la voz de la orquídea ha la había guiado cuando ella había entrado por la puerta de entrada de alta y siguió el vestíbulo principal sala tras sala, algunas con techos tan altos que no los veía, las demás tan estrechas que tenía que agacharse lo justo para pasar a través de ellas. La irregularidad en el diseño era aquí la norma, la simetría rota por la edad y el tiempo. Con cada paso, el aire subterráneo había crecido de manera constante siendo cada vez más frío, y Zo era plenamente consciente de viajar no sólo hacia adelante, sino también hacia abajo, como si las profundidades de la biblioteca se hundiesen sin límites en el núcleo mismo del planeta. Podía sentir el aire en sus pulmones, y el gusto con sabor a oxido de las virutas de metal. La única luz restante provenía de las antorchas y las lámparas empleadas de cabeza alta, el único sonido era el crujido de sus pasos. Incluso en estas profundidades, la nieve había encontrado su camino, inevitablemente, a través de las grietas y lugares rotos, revolviéndose como espectros inquietos con el zumbido bajo del viento. Cuando se giro para

mirar, vio en su sitio huellas que conducían al pasillo, un juego solitario de pisadas relucientes a la luz de las antorchas. ¿Quien encendió las antorchas, se preguntó, y que las mantenía ardiendo? Tulkh se había negado a seguirla hasta aquí, dejando que fuera sola. Cuando ella se le enfrentó por eso y le dijo: Vamos a ver si lo entiendo, tú entras en la torre de un Lord Sith, pero no vas a entrar en una biblioteca, el había simplemente asintió con la cabeza y planto sus pies, diciéndole que sabía que una trampa al ver una. Zo protestó ella sabía que el sonido voz de la orquídea la llamaba de ella, pero ahora estaba empezando a preguntarme si estaba bien que se mantuviese alejado. La orquídea no te pondría en peligro deliberadamente. Tú lo sabes. Sí, lo sabía. Y sin embargo... Más adelante, una sala con la extensión inmensa de una catedral de techo abierto, que parpadeaba con la luz de unas cuantas antorchas mal colocadas. Débilmente, pensó que olía a humo y flimsiplast quemado. Miró a derecha e izquierda, lo que le permitió desviar la atención hacia arriba y hacia más allá de arriba, tratando de abarcar los estantes que se extendían aparentemente sin fin. Otra ráfaga de viento azotó a través del espacio abierto, removiendo la nieve vieja y seca que estaba aquí y allá en acumulaciones al azar a lo largo del suelo de baldosas. Zo hizo una pausa. Ella no había oído la voz de la orquídea en varios minutos. No por primera vez, se preguntó si podría encontrar el camino de regreso si ella tuviera que hacerlo. Supuso que ella podría ser capaz de seguir sus propias pisadas de vuelta, si el proyecto de las grietas en las paredes no ya les había suavizado en la distancia. Había un montón de lugares escondidos aquí por si ella se metió en problemas, ¿pero y si el problema la estaba esperando en uno de ellos? Algo le tocó la cara, fríamente y a consciencia. Zo se congeló y contuvo la respiración, con la mirada fija en el espacio vacío justo delante de la nariz. No había nada visible, se... sin embargo, ella sentía su presencia, una mano invisible con guantes de cuero acariciándola y registrándola, corriendo a lo largo de su mandíbula y hacia abajo en la garganta, buscando sus áreas suave con la intimidad de un amante. Su pecho se apretó y lo noto sujeto sobre el pulso trémulo y asustadizos. Un ruido detrás de ella resonó a través del silencio, muy cerca. Zo se dio la vuelta y miró hacia atrás al camino por el que había venido. Sus huel as seguían allí, alejándose hasta el extremo más lejano de su visión... Y ahora lo vio. Un segundo conjunto de pisadas, que corrían paralelas a las suyas. Las pisadas se detuvieron, tal vez a diez metros de distancia, y se dirigían a un lado, desapareciendo detrás de una pared medio caída, sus dimensiones enterradas por las sombras. En sus profundidades, algo

estaba de pie, mirándola. Zo sintió el peso de su presencia caer sobre ella, anclándola en el lugar. Se preparo para correr, cuando vio salir a Scabrous de detrás de la pared y entrar en la penumbra, por lo que casi exactamente la mitad de su rostro se iluminó. Zo entrevió la dureza brillante y afilada de sus ojos. Su rostro era una colcha manchada de carne gris y músculos al descubierto, y la sonrisa en su rostro cerrado estaba en algún lugar entre la locura y el rigor mortis. Había sido infectado, se dio cuenta, pero de alguna manera se las había arreglado para evitar la completa transformación, al menos temporalmente. Su mirada cayó sobre el paquete de equipamiento médico, monitores, tubos, y las agotadas reservas de sangre que le colgaban desde el arco angular de sus hombros. Esta nueva versión de la miró de alguna manera más imponente, como si los huesos dentro de su cuerpo se hubiesen hinchado y lo rehiciesen desde adentro hacia afuera. "Hestizo Trace", dijo, extendiendo una mano. "Es bueno verte de nuevo. Espero que no te molestes en tratar de correr". Abrí la boca para hablar y me di cuenta que no podía respirar. Scabrous hizo un gesto con una mano, y ella sintió un tirón hacia adelante, por el pasillo, y poniéndose a su alcance. En cuestión de segundos estaba tan cerca de él que tenía que mirar hacia arriba para ver su rostro. "Esta biblioteca," dijo, "es la parte más antigua de la academia, incluso más que la propia torre. Fue construida hace más de mil años por un Lord Sith llamado Darth Drear. Fundó la academia, durante su juventud. Los antiguos escritos hablan sobre cómo utilizo a sus primeros estudiantes como trabajadores. Durante cientos de años, los Maestros de la Academia consideraron una buena idea que una buena parte de los estudiantes murieron en estas cámaras, yo fui usando la Fuerza para mover cientos de toneladas de nieve y hielo y desenterrar estos corredores y cámaras para viviendas. Drear tenía una vasta colección de... especímenes. Se pensaba que Drear hacia trabajar a los alumnos hasta que morían de agotamiento. "Él sonrió sin el más mínimo destello de humor." El verdadero genio de la estructura se encuentra debajo de ella. En estas plantas. Drear se construyó un templo secreto, donde ejerció los rituales y ritos de los antiguos, codificados en el Holocrón Sith. " Los pulmones de Zo comenzaron a abrirse lo suficiente para que ella tomase un pequeño aliento. Crece, llamó a la orquídea, oh por favor, si estás ahí, si estás ahí, crece, crece en él, crece ahora... Pero no había nada. "La primera vez que descubrí el holocrón," dijo Scabrous "yo no acababa de entender sus protocolos." Hizo un gesto hacia su rostro, ante el horror de su decadencia actual. "Pero yo los entiendo ahora." "¿Qué quieres de mí?" preguntó Zo. "Todo." Scabrous se chupó las mejillas, y se pasó la lengua por los labios para que pudiera ver las partes muertas de la superficie gris de su lengua como un lagarto en espiral contra las piedras de color amarillo

de sus dientes. "Darth Drear escribió que había encontrado un elixir para protegerse de la muerte misma, los ingredientes de los cuales grabó en el Holocrón incluyendo, por supuesto, a su amada orquídeas. La mezcla estaba completa en sí misma, con un solo defecto... "Hizo un gesto hacia su rostro. "La disolución inevitable de los tejidos. Golpeaba inmediatamente después de la exposición, difundiéndose primero a través del cerebro, desde donde llevaba a la víctima a un estado de locura homicida, y luego se extendía por el resto del cuerpo, apagándolo. La carne seguirá estando animada, pero insensata con su vida sirviendo sólo para aplacar su hambre, para alimentarse y matar. " "Si tú sabías todo esto," le preguntó Zo: "¿por qué tratastes de recrear el mismo experimento?" La sonrisa de Scabrous parecía colgar de los lados de su rostro, como algo con vida propia. "Antes de morir, Darth Drear escribió sobre la etapa final del proceso, el paso que él mismo nunca pudo lograr. Envió a sus centinelas a un planeta cercano a secuestrar a un Jedi y traerlo al templo secreto debajo de la biblioteca. Después de ingerir el elixir, en las últimas horas antes de que su cuerpo le fallase completo, exactamente en las circunstancias y condiciones adecuadas, Drear tenía previsto utilizar una espada ceremonial Sith para cortar y abrir el pecho del Jedi mientras él todavía estaba vivo, y comerse su corazón. Solamente entonces, con que la infusión final de Midiclorianos todavía calientes de la sangre del Jedi, que el proceso de descomposición se detendría inmediatamente después concediéndole al Lord Sith su inmortalidad final. " Zo lo miró fijamente. Ella no podía moverme, no podía respirar. "Desafortunadamente," dijo Scabrous "los centinelas frustraron sus planes al traer de vuelta un Jedi sin la cantidad adecuada de Midiclorianos en su torrente sanguíneo antes de la que la enfermedad de Drear lo alcanzase. Pero esta noche, con tu ayuda, estoy en la posición única de poder cumplir ese destino personal. " Zo sentía algo rodeándola alrededor de sus brazos, tirándole de nuevo con un tirón fuerte y obligando a sus hombros a ir hacia atrás. Vides gruesas de color verde se habían colocado sobre sus codos y se retorció por sus costados. Ella estiró el cuello hacia la derecha, y cuando miró a su alrededor, ella los vio. Los muertos: los cadáveres a los que se habían enfrentado en el saliente rocoso, fuera de la torre. Sus cabezas estaban aún desaparecidas de sus hombros. En su lugar, un montón catastrófico de la vegetación como la que había engatusado para salir desde el interior de sus cráneos se había vuelto más abundante desde que la había visto por última vez, y crecía con abandono total. Estos estaban en los corredores y los viñedos que la había atrapado ahora, se extendían desde los muñones de sus cuellos decenas cuerdas de agarre manchadas verde hasta sus brazos y sosteniéndola rápidamente. Cuando Zo los miró, vio, para su horror inconmensurable, que los tallos estaban cubiertos con decenas de pequeñas orquídeas negras, que florecían por todas partes. En su mente, podía oír a las flores silbar y gritar, crepitantemente, histéricamente, locamente con hambre. Le pincharon los brazos como jeringas sedientas, preguntando por su sangre. No, pensó. No, no, por favor...

"Tú las hiciste crecer", dijo Scabrous. "Qué bonito que te reconozcan". Los cadáveres sin cabeza, asolados por las vides presionaron por estar más cerca, a tientas y empujones, hasta que Zo se dio cuenta de que podía olerlos. Olían como una tumba recién desenterrada, llena de suciedad, moho negro y carne podrida. Sentía su piel fría que empuja contra ella como las vides se constreñían para ajustarse a sus brazos, apretando, retorciendo, pellizcándole la piel. Scabrous dio un paso adelante, sus hombros se levantaron hasta que se alzo sobre las cosas. Su boca se abrió y gritó. Su aliento era fétido, el aliento de una cosa que ya había muerto estaba en descomposición desde su interior. Zo sintió a las cosas responder de inmediato al grito, retrocediendo, tirando de ella de vuelta con ellos. Y cuando gritaron su respuesta, era un ruido terrible, que venía palpitando desde su cuello roto, vibrante y de los tallos, un chorro sólido de sonido agudo que se levantó, cambió la frecuencia, y se dejó caer de nuevo, un mensaje compuesto en su totalidad en alta frecuencia, casi al borde de los ultrasonidos. Le dieron la vuelta. Era un acto de pura desesperación, que una parte de ella debía de haber sabido que fracasaría Zo trató de usar la Fuerza sobre ellos, trató de llegar y conectar con la presencia de las plantas en su interior. En el instante en que se puso en contacto, una sacudida fuerte de energía tóxica crujió a través de ella, golpeándola a través de su cerebro como un hacha de hielo y haciéndola llorar en voz alta. En el paisaje interior de sus párpados se arremolinaban con colores marchitos, tonos de bronce y amarillo quemados anémicos. Las viñas la fueron arrastrando por el pasillo de la biblioteca, por el frío suelo. Los ojos de Zo se abrieron. Más adelante, un gran agujero rectilíneo se abría en el suelo para revelar un pozo de sombras cuyo fondo inexistente, incluso desde aquí. Sin embargo, unas extrañas luces aparecieron a continuación brillando desde lo más profundo de su interior. Y ella sabía a dónde iba. Con estas plantas. Drear se construyó un templo secreto, cuando practicaba los rituales y ritos de los antiguos... Scabrous hizo un gesto, y tiró de ella hacia abajo. 37/Algún tipo de naturaleza Trace cruzó un largo tramo desolado de nada entre dos altas paredes sin rasgos, la tormenta pasaba en la noche a toda velocidad por encima de él como un demonio con una deuda a cobrar. Más adelante, quizás todavía a un centenar de metros en la distancia estaba la torre.

Estaba casi allí. A pesar de su urgencia, él sabía que tenía que moverse con más cuidado ahora. Desde la muerte del Maestro de la Espada Sith, no había visto más cosas como la del interior de la pared, pero él sabía que estaban allí. La percepción extrasensorial, la capacidad de telemetría, ya no era necesaria. Lo que no podía soportar eran los gritos. Y los gritos se hicieron más fuertes cuanto más cerca estaba de la torre, más intensos, de alguna manera. Y más hambrientos. Nunca había visto nada como la abominación que había arrastrado al Maestro de la Espada: un cadáver viviente, una cosa muerta, cuya carne y músculo, aunque se incluso se movían, ya empezaban a decaer ante sus ojos. Sentía su presencia a su alrededor, debajo y detrás de los templos invisibles y dependencias de piedra. ¿Podría un sable de luz acabar con una criatura así, o simplemente los rompías en pedazos individuales que, a su vez, seguirían ejerciendo su presa? ¿Y qué hay Hestizo? ¿La tenían las cosas que había encontrado a ella también? Se detuvo otra vez, y extendió sus sentidos, la Fuerza siendo como una ancha red psíquica en busca de cualquier signo de su hermana, pero lo recuperó sin nada. Todavía creía que ella estaba aquí, tal vez en la torre, tal vez no, pero el silencio en su interior era mucho más inquietante que los gritos en la distancia. Sigue adelante. Tú la encontrarás. Tú. Pasaron otros diez minutos, y se movió hacia adelante. Él lo intento una vez más y falló de nuevo, levanto un poco la cabeza, olfateando el aire. Olía a humo. Colocándose en la parte superior de una columna rota, miró en todas direcciones hasta que un destello de luz de fuego en la lejanía le llamó la atención, un brillo de color naranja parpadeante dentro de una gran estructura de piedra de medio hundida, tal vez a un kilómetro de distancia. Trace la miró por un momento. Quería estar seguro. Por sí mismo, un incendio no habría significado nada, sobre todo en un planeta en ruinas donde los Sith gobernaban y los muertos habían sido restaurados a la vida. Pero también de repente sintió la presencia de su hermana en el interior. Ella estaba ahí. Ella estaba. Salto hacia abajo desde columna rota, y Rojo Trace comenzó a correr. *** Veinte segundos: el tiempo que le tomó el llegar a la entrada, empujando en su camino, sin pensar en la oscuridad, la nieve y el desorden, y el aumento del hedor del humo. Objetos sueltos yacían esparcidos al azar por el suelo, libros, pergaminos, restos no identificables. Las filas de mesas bajas de piedra eran como losas de mármol. Parecía algún tipo de biblioteca inmensa. Él siguió su camino. Hestizo, soy yo, ¿estás ahí? Soy Rojo. Ya voy, estoy...

Un brazo le enganchó desde atrás, haciendo que él se tambalease hacia arriba. "Ten cuidado, Jedi." Una voz antigua, graznó delante de él. Cada palabra salió deliberadamente, como una reverberación flotante, que parecía moverse las moléculas de aire llenas de serrín por sí misma. "Parece que has entrado sin permiso en mi sanctasanctórum. Tal vez un poco de moderación estaría bien." Trace sintió que se balanceaba en el aire, y se dio cuenta de que aunque pareciese mentira estaba colgando de las ramas de un árbol inmenso. Mirando hacia abajo, muy abajo, vio los nudillos verrugos de sus raíces hundiéndose profundamente en la propia planta, causando que los azulejos del suelo sobresaliesen. El tronco iba subieron hacia arriba de mientras le salían decenas de sinuosas extremidades gris colocadas por toda la habitación cavernosa y sombría a su alrededor. Sus ramas superiores le agarraron la muñeca más apretadamente que nunca, oscilando en torno a él, y Trace observó que las paredes a su alrededor estaban llenas del suelo al techo con estantes de hololibros, pergaminos y grimorios arcanos desordenados y diferentes llenando cada ranura y hendidura disponible. "Este es mi lugar de residencia, ¿no?" la voz de la criatura árbol burbujeaba desde algún lugar dentro de su tronco. "Y te has entrometido aquí." La mano de Trace retrocedió yendo por su sable de luz. Apareció un látigo con aristas desde una fisura y noto un pinchazo a medida que una de las ramas golpeaba a un lado, y Trace vio al sable de luz ser lanzado lejos en la distancia. Cayó por debajo de los estantes, en la esquina, por el borde exterior de una chimenea brillante, donde el naranja de las brasas de un fuego hervía y parpadeaba. "No hay necesidad de tu arma aquí", dijo la voz. "No en este lugar de aprendizaje. No somos sabios ambos verdad ilustrados e informados por la palabra escrita. No hay necesidad de recurrir a la violencia física". Tras estas palabras otra risa ahogada voluminosa, levanto mucho polvo. "Mírame a mí, si lo deseas. Buscad mi rostro." Trace olío un olor fuerte y picante, rancio pasarle por debajo de la nariz, y se volvió para ver a la bibliotecaria de cabeza de madera, enormes estirándose hacia él entre sus ramas estériles. Fue una Neti, se dio cuenta, y estaba enfermo. Cualquiera que fuese el contagio que había infectado a este planeta se había extendido por ella también. A lo largo de su parte posterior, la forma una vez majestuosa de la criatura planta había adquirido un aspecto totalmente diferente. Su cuerpo formidable colgaba como un vertedero de músculos atrofiados. Los racimos de heridas abiertas había devorado su corteza y el duramen expuesto rezumaba un goteo constante de liquido oscuro que se había acumulado en el suelo alrededor de sus raíces. Bancos enteros de hololibros y textos Sith flotaban como lanchas en el charco de líquido en expansión. Lo que les había sucedido a los estudiantes Sith, había saltado a través de las especies sin perder nada de su virulencia. "Estoy buscando una Jedi llamada Hestizo Trace". La Neti no respondió de inmediato, excepto para mover sus ramas. Trace vio ahora que los miembros de

la criatura estaban cargados con montañas de hololibros, cientos de ellos, algunos apilados tan alto que todos se iban derramando en avalanchas en una dirección u otra cada vez que se movía. "Por supuesto que sé de ella", respondió la Neti. "Tú eres su hermano, ¿no?" Las ramas se estremecieron y cayeron más libros. "¡Ay!. Ella se perdió." Trace sintió un escalofrío repentino que pasava a través de él, como si hubiera sido envenenado y sólo ahora empezase a darse cuenta. "¿Cómo lo sabes?" "¿Qué importa? A través de la unión de la hoja y la vid." Una pausa débil. "Le llame aquí a petición de Lord Scabrous, y él la mató. " "Estás mintiendo." "¿Soy yo quién miente ahora?" La cara marchita no parecía demasiado ofendida por la acusación, en todo caso, parecía intrigada. "No pareces estar muy seguro de ti mismo, Jedi. No estés tan seguro en absoluto. He vivido durante más de un millar de años, y ahora he llegado a vislumbrar mis últimas horas. Tal vez antes de pasar a la siguiente etapa de mi desarrollo evolutivo, ¿no te gustaría ver lo que archivo dentro de mi mente y ver si estoy diciendo la verdad? " Trace empezó a decir algo, pero su voz se rompió. La rama alrededor de su muñeca se estrechó todavía más, cogiéndole como si tuviese un par de manos alrededor, haciéndole crujir los huesos. Miembros Arcaicos salían del cuerpo de la Neti de mientras un olor diferente que salía de ellos ahora, algo mucho peor que el aliento de la cosa. Era el enorme hedor pantanoso de la enfermedad, algo profundamente equivocado. "Vamos", dijo la Neti. Sonaba de forma casi vertiginosa ahora. "Mira en mi mente, Jedi. Mira lo que te espera allí. Busca mi rostro" Trace sintió que algo le rodeaba la pierna derecha por el tobillo y tiraba firmemente, aun cuando le tiraba la rama más dura por la muñeca, ejerciendo una tensión cada vez mayor. Busca mi rostro. El Neti se repitió, renunciando por completo a hablar ahora, gritando las palabras directamente en la mente de Trace. Busca mi rostro! Indefenso, Trace se sintió aspirado hacia el fango de los pensamientos de la cosa. Era como hundir su mano en una tina de lodo negro caliente. Buscó a tientas por un momento de ceguera total, tratando de dar algún sentido a las formas al azar y a las impresiones que nadaban en torno a él en el palacio de la memoria de la Neti. Y lo vio.

Era una parte diferente de la biblioteca Sith, con los hololibros y archivos bien ordenados. Trace entendido que lo estaba viendo a través de los ojos de la Neti antes de que se hubiese enfermado, y ahora comprendió la verdadera dimensión de la bibliotecaria de la colección se ocupaba sólo de esta habitación individual, sino de una serie de otras salas llenas de libros en múltiples direcciones. Durante el milenio o más que la Neti había gobernado aquí como bibliotecaria de la Academia, que había ido acumulando hololibros y tablas, registros y curiosidades. Recorriendo el paisaje interior en busca de cualquier signo de Hestizo, la visión interior de Trace se deslizó por una de estas salas, moviéndose como los miembros de la Neti se habían movido, dando vueltas alrededor de un rincón, debajo de rincones oscuros y por medio de arcos de herradura gigantes. La arquitectura había cambiado aquí, siendo cada vez menos monástica y más ornamentada, se asemeja más a una almena que una biblioteca. Las ramas incorpóreas de la mente de la Neti fueron llevando a Trace más profundamente, más allá de una galería empotrara, por un parapeto, deteniéndose aquí o allá en la acumulación sin fin de textos y escritos. Esta es mi fortaleza, la voz dentro de él entonó, mi baluarte de los conocimientos adquiridos a lo largo de los milenios, pero ahora es mi combustible. Y siempre el eco, llamándole sin sentido para que él lo reconociese: No lo ves, Jedi? ¿Entiendes que todo esto es COMBUSTIBLE? Y al localizar se sintió asentir con la cabeza con una comprensión perfecta. Le hizo ver. El quería que le ayudase, él lo hizo. Fuese lo que fuese en que se había convertido la Neti en ese momento, no estaba seguro... pero su conciencia se combino, los dos de ellos compartiendo una fundamental dimensión común, que trascendía el simple pensamiento y la expresión. Oyó ruidos extraños en su cabeza, oclusivos y sibilantes, diciéndole un nombre de alguna manera familiar. Dail'Liss. Era el nombre de la bibliotecaria, Trace se dio cuenta, su patronímico, y de alguna manera sabía que en su planeta natal significa "amante del conocimiento", una opción perfecta para... Todos a la vez notaron que la calidad de la luz había cambiado. La memoria creció frágil, más dura, más grave: una abertura en el piso, un abismo de incalculable profundidad que descendía en silencio a través de volúmenes grises del frío espacio subterráneo. Aquí, en la parte inferior, Trace vio una silueta de pie encapuchado bajo un rayo de luz polvorienta del techo, rodeado de montones de escombros. Parte de la pared se había derrumbado, o había sido arrancada, para revelar una cámara oculta en su interior, un templo escondido Sith. La figura encapuchada cayó de rodillas y se arrodilló allí, la cara oculta a la vista, galvanizado por lo que vio. Trace visto como el hombre cogía con las dos manos una gran caja gris para llevársela, adornado con filigranas jeroglíficos que brillaban a escasa la luz. Un momento del pasado estremeció la quietud. Entonces la figura se giro con facilidad para ponerse a su lado, con las manos suaves de color rosa. Se deslizó sobre él para encontrar una versión empotrada de interruptor. Y lo activo.

La caja se abrió, y en ese instante la vista de Trace capto una forma piramidal negro, su superficie sin fondo no reflejaba de nuevo la luz, sólo el rostro pálido del hombre que miraba absorto hacía ella. Un Holocrón Sith, pensó Trace. Aquí, en esta colección, aquí es donde Darth Scabrous lo encontro... La pirámide estaba vibrando muy ligeramente, y Trace vio el cambio del hombre que se reflejaba como sus labios se movían, murmurando palabras que no podía oír. La pirámide comenzó a vibrar más constantemente, casi ronroneando por las caricias del hombre que la abrazaba. *** La imagen lo golpeó de frente, como una bala de cañón que surgiese de los pensamientos de la Neti y le diese espalda en el momento presente con todo el impacto de una colisión incontrolada. Sus ojos latían en sus cuencas. El dolor se le acumulaba en el pecho, las costillas y la pelvis hasta que se sintió como si estuvieran abriéndole con ganchos. En algún lugar en medio de las ramas moribundas, pudo oír la risa, la risa sin sentido, el parloteo de la Neti entregada a sí misma en la locura. Humo, huelo el humo... Trace luchado por aclarar su mente. Calor. Su piel ardía. El humo asaltaba sus conductos bronquiales, arrasada el revestimiento interior de pulmones. La visión de lo que había visto en el pozo del templo todavía estaba pegada a su conciencia, y él entiende ahora que este era el lugar donde la enfermedad se había originado en primer lugar. Su fuente había sido la biblioteca, en cuyas laberínticas profundidades Darth Scabrous había descubierto un Holocrón Sith, tal vez olvidado durante más de un milenio, y desencadenado algo que ni siquiera él era capaz de controlar. Trace sintió los vasos sanguíneos de su cabeza abultada, por la bajada repentina de la presión hidrostática. Una desgarradora agonía se apoderó de su columna vertebral y sus caderas. Miró hacia abajo y vio que las ramas de la Neti le apretaban más fuerte hasta que sus músculos aullaron por su liberación. Detrás de la criatura de los árboles y debajo de ella, grandes explosiones desigual de llamas habías comenzado a lamerla hacia arriba a través de los montones de hololibros caído y de los libros sagrados de los Sith, llegando a hundir la biblioteca. "Deberias haber huido de aquí cuando tuviste la oportunidad, Jedi." Las ramas de la Neti, se iban abriendo ahora, girando a través de los estantes, golpeando cientos de hololibros que caían en el fuego. "Nunca deberías haberme solicitado la cara. Te dije que habían comenzado en mis últimos días aquí. Ahora vamos a morir juntos... ¿no?" "Espera..." "No queda nada para mí aquí. Ni para ti. Vamos a irnos ahora, los dos, y se nos unirá tu hermana" "No ", pero sentía sus miembros de plomo, estaba miserablemente débil, como si el humo en sus pulmones se hubiese solidificado, dejando caer trozos grandes de lastre en sus extremidades. Tenía la sospecha terrible que si no empezaba a moverse pronto, él nunca sería capaz de moverse de nuevo. Por encima de él, la Neti tenía exactamente la reacción opuesta.

La muerte inminente la había transformado en una frenética versión de sí misma. Ella lanzaba sus ramas violentamente de lado a lado, girando y lanzándolas como si estuviese en un huracán de fuego, arrancando sus raíces desde el suelo. En algún lugar de su propia mente. Trace podía sentir a la criatura que en realidad aún no había cortado totalmente sus amarras, aun cuando se arrancaba de la tarima. A ambos lados, los estantes estaban temblando y colapsándose a una velocidad aterradora, vertiendo su contenido como escuadrones de ángeles de fuego que caían en el abismo. Los hololibros crujían, silbando con una lluvia de chispas cuando estallaban sus circuitos al caer en el fuego cada vez mayor. ¿Cuánto tiempo había pasado hasta que el fuego mismo llegase hasta el techo y terminase por empezar a caer encima de ellos? ¿Cinco minutos? ¿Menos? AYUDA POR FAVOR ME AYUDAAYUDAAYUDA... Retrocedió como si le diesen una bofetada. Era la voz de Zo, gritando a través de su mente. La idea fue disparada a través de él, permitiendo su regreso a un estado de conciencia total. Trace respiro, lúcido y más agradecido por ello. El indulto no iba a durar para siempre, ni siquiera durante mucho tiempo, lo sabía, pero podría ser suficiente para hacer lo que tenía que hacer. Cerrando los ojos, dejo caer su cuerpo inmóvil en el agarre de las ramas de la Neti, entregándose sin resistencia. Él tomó una última respiración profunda y la sostuvo. Esa única bocanada de aire tendría que ser la última... o bien su última esperanza de ayudar a Zo no equivaldría a más que un suicidio. Él creó una pequeña burbuja, no mucho más grande que su propio cuerpo, y lo selló completamente, evacuando el aire de su interior mientras lo hacía. Las llamas de su ropa, al faltarles oxígeno, agonizaron y murieron. Algo hecho. Ahora ocúpate de la resta. Sacudiéndose para liberarse de las ramas de la Neti, se tambaleó hacia delante dentro de la burbuja tan duramente como pudo, usando su impulso para soltarse y dejarse caer en el paisaje de la planta de la biblioteca. La burbuja dio un trompo y se estrelló contra los montones de hololibros ardiendo, lanzándolo a un lado en su interior a medida que continuaba girando. La biblioteca se tambaleó a su alrededor. Luego, junto al tronco de la Neti, vio su sable de luz. Se encontraba entre las raíces como serpientes de la criatura, delante de un gran nudo de madera irregular que ya había comenzado a ponerse negro al carbonizarse. Estabilizándose a sí mismo dentro de la burbuja, Trace puso ambas manos en la curvatura interna de su superficie, extendió sus dedos y esperó. Una rama ardiendo tan grande como su cuerpo giró hacia abajo desde lo alto, estrellándose en la parte superior de la burbuja, la rama de la Neti apretó los dedos rígidamente retorcidos y quemados delante de él. Trace casi inhalo y se llamó a sí mismo. Su cuerpo le dolía por el oxígeno, ya que incluso una pizca de aire fresco le era negado, pero sabía que si él disolvió la barrera ahora y trataba de respirar, el calor que lo rodea lo quemaría a él en segundos, comenzando por el revestimiento de sus pulmones.

Miró la espada de luz, trabajando para expulsar a todos los demás pensamientos de su mente. En el Templo Jedi, le habían enseñado que nunca era una cuestión de manipular el objeto, sino de eliminar el espacio que le separaba del. Sin embargo, en este momento, el objeto en cuestión nunca se había sentido tan lejos de él. Para mí. Para mí. El sable de luz permaneció donde estaba. Cerrando los ojos, sintió como cambiaba la burbuja hacia adelante como un animal reacio a despertarse de la hibernación, y empezar a rodar por las montañas libros quemados, hacia el tronco quemado de la Neti. Cuando abrió los ojos, el sable de luz estaba justo en frente de él, a punto cerca de la superficie desigual a menos de un metro de distancia. Trace se centró, en la elaboración de su compostura. Lo que sucedió después fue crítico. Desactivando su burbuja, abrió la mano y el sable de luz voló hacia él. Su mango estaba casi demasiado caliente para sostenerlo, pero la solidez del mismo nunca lo había hecho sentirse mejor en su vida. No pasó mucho tiempo para encontrar lo que buscaba. Sus ojos siguieron el tronco de la cosa de vuelta a donde se reunió con el suelo. Había arrancado sus raíces casi en su totalidad a la fundación de la estructura, y su equilibrio ahora colgado en las más delgadas de las raíces. Trace esperó hasta que la criatura estuviese a punto de lanzarse a punto de lanzarse a sí misma de nuevo hacia delante. Luego abrió la hoja de la espada de luz en un único movimiento transversal, cortando las raíces restantes de forma rápida. La Neti se lanzó hacia adelante, ya no estando ni de lejos anclada al piso de la biblioteca. Se vio suelta y se cayó, cautiva de su momento. Golpeó el suelo lo suficiente fuerte para hacer vibrar toda la estructura hasta los cimientos, levantando nubes cegadoras de chispas y cenizas a su paso. Trace escalo hacia adelante, espantando el humo delante de sus ojos. A partir de allí, vio un gran agujero que el árbol había arrancado a través de la pared exterior de la biblioteca, y a través de ella, la superficie congelada del paisaje cubierto de nieve de Odacer-Faustin. Ya podía escuchar el silbido del vapor cuando la arquitectura en llamas se reunió con el aire bajo cero de afuera. Ayuda para... Trace sintió el grito de su hermana que le iba quemando a lo largo de todo su cuerpo. Esa no era sólo una impresión, algunas emociones al azar se inflamaban en realidad al sentir su dolor, ya que empezaba a través de su brazo derecho, punzándole en el hombro y en el pecho, disparándose hasta las raíces de sus dientes. Las lágrimas hervía en sus ojos y el viento azotaba hacia la lejanía. Sus piernas se entumecieron y tropezó, casi cayéndose en la nieve. Se lo quitó de encima. No podía explicar lo que había experimentado. Era como si todo lo que sabía de su hermana y de la propia Fuerza hubiese sido repentinamente invertido, dañándolo en un nivel fundamental. Todo lo que le quedaba ahora era una sensación de mal tan íntimo, tan profundamente personal, que le dieron ganas de arrastrarse fuera de su propia piel y dejarla tendida aquí como un

montón de ropa sucia. Ella estaba cerca... tan cerca... Dio un paso hacia la sala quemada de la biblioteca. La nieve soplaba con furia en ese momento, con remolinos de humo y ceniza, mientras él se tambaleaba a través de las piedras en ruinas. Si él tenía que volver al el fuego por ella, entonces que así fuese. Si tenía que dar su vida... Un brazo manchado de sangre salió con una explosión de los escombros debajo de él y lo agarró por el tobillo, tirando de él hacia abajo. A continuación, un segundo y un tercero. Uno de ellos se le engancho en la muñeca derecha, los otros alrededor de su cintura. Otros dos fueron dando puñetazos hacia arriba, sujetándole más de una por las piernas. Como garras permanecieron sumidos en una esquina de su boca y le llamó de nuevo con una mueca horrible, medio involuntaria. Los escombros a su alrededor se movían turbulentos por la actividad ahora, por las formas medio enterradas que arañaban su camino hacia arriba desde abajo. Estaba cubierto de enredaderas. La gravedad se lo llevo, y cayó. 38/Llamada en Frío A pesar de que en el mejor de los casos nunca se consideró un hombre afortunado, Pergus Frode lo había tenido en mente en las últimas horas hasta darse cuenta de que era muy afortunado. La bodega de carga del crucero Dranok, donde estaba escondido, había sido, obviamente, construido para el contrabando. A su alrededor, a media luz, los contenedores estaban vacío y los espacios ocultos de almacenamiento estaban abiertos, exhalando el residuo húmedo y fragante de las especias transportadas ilegalmente que habían sido amontonadas aquí a lo largo de los años. Frode se retorció un poco, levantando la cabeza, estirando las piernas y la espalda, lo que le permite a sí mismo poder enderezarse lo suficiente para restablecer la circulación en sus extremidades. Noto el hormigueo a través de sus pies y de los dedos de sus pies, hormigueando en la pesadez plomiza del tejido muscular adormecido que comenzaba, a regañadientes, a despertarse. Él iba a necesitar el pleno uso de sus pies, lo sabía, en caso de tener que correr de nuevo. Él esperaba que no hubiera llegado a eso. Ya había corrido lo suficiente esta noche. A pesar de que ciertamente había sido preferible a la alternativa. Había empezado hacia horas. ¿Cuántas? Ni siquiera estaba seguro de eso ahora. Él acababa de terminar de retirar la computadora de vuelo de la nave de Dranok, y la había acarreado tras cortarla a la tienda para ejecutar algunos diagnósticos básicos sobre la misma. Durante todo ese tiempo, su mente inconsciente había estado discutiendo con la cuestión de cómo iba a manejar la firma de calor proveniente de la nave desconocida que no se había dirigido directamente hacia hangar de aterrizaje de Odacer-Faustin. Informar a Darth Scabrous, o no informarle había sido la pregunta que había estado meditando cuando una palma ensangrentada había abofeteado y chillado al otro lado del cristal de la cabina de control.

Sacado de sus pensamientos, Frode se había sentado y se dio la vuelta justo a tiempo para ver algo que una vez pudo haber sido un hombre en el proceso de extraer la escotilla de la cabina. Ese rostro era como algo salido de una pesadilla, una máscara gris y sonriente: con pedazos enteros de vísceras había empezado a arrugarse y siendo como una cáscara alrededor de sus labios. Mirándolo, el cerebro Frode había brilló de nuevo recordando a un cadáver que él y otro mecánico había encontrado una vez en el interior de la cabina de un speeder que había tratado de salvar. Salvo que los ojos de este cadáver que estaban abiertos, y mirándolo con avidez. Si se hubiera parado y se hubiese pensado un instante, Frode ya estaría muerto. Por suerte para él, el pensar no era su tendencia natural su primera reacción fue salir corriendo. Se levantó sobre una pierna y expulso la placa frontal por encima del tablero de instrumentos de la cabina. El plexi estaba suelto y se había ido deslizado hacia fuera, golpeando el hangar y hecho correr más rápido de lo que había corrido antes en su vida. El hangar estaba en gran parte vacío y presenta muy pocas posibilidades de protección. Actuando por instinto, había ido hacia el más cercano de las naves de crucero la de los dos cazadores de recompensas condenados, Dranok y Skarl, la había dejado abierta y se fue por la rampa de aterrizaje aún extendida, haciendo que se encogiese hasta golpear la escotilla de la nave cuando la cerró detrás de él. Frode había pilotado su buena parte de naves antes de convertirse en un mecánico, y éste le parecía tan bueno como cualquier vehículo de escape. Cualquiera que fuese la cosa que había tratado de atacarle, no tenía intención de quedarse para luchar contra ella. Ningún trabajo así valía la pena. Había empezado a encender la nave, listo para activar el ordenador de vuelo, y se dio cuenta de su error. El agujero en el panel de instrumentos se abría en él con holgura, como una boca vacía. No, pensó, recordando los componentes que había arrancado con tanto entusiasmo hacía sólo una hora antes o así. La computadora de vuelo seguía estando en el mostrador de su oficina, y no podía volar sin ella, más de lo que pudiera... La cosa aterrizó en la cabina delante de él, sonriendo horriblemente, y empezó a golpear y arañar el transpariacero. Frode gritó. No podía evitarlo. No creía que alguna vez hubiese gritado que en voz alta en toda su vida, sin duda no en su vida adulta, pero el terror estaba aumentando a través de él ahora con grandes, olas anchas, frenéticas. Se sentía mareado por ello. Y entonces vio algo peor. Afuera, el hangar se llenó de los muertos vivientes. Habían sido estudiantes Sith, Frode sólo ahora se dio cuenta de lo mucho que realmente los odiaba, y fueron arrastrando los pies en dirección la nave desde todos los lados, sacudiéndola y luchando y dando tumbos hacia delante, con la boca abierta como en unas grandes sonrisas de pala. Detrás de ellos iba, una cosa extensa, desgarbada, que parecía un árbol vivo fue arrastrándose sobre una malla larga de goteantes raíces negras y con las ramas apuntando hacia él. Sus ojos reflejando la locura solamente. Como Frode,

nunca había puesto ni una vez los pies en la biblioteca de la academia, nunca reconoció que esa infectada seguía siendo la arbórea bibliotecaria, él estaba agazapado en la cabina, uno de la rama de armas se había inclinado hacia arriba y dio una palmada en la ventana de transpariacero. Se lo dio con tanta fuerza que, por un segundo, estuvo a punto de pensar que había oído el crack del golpe. Imposible, pero... Fue entonces cuando había corrido de nuevo hacia la parte trasera de la nave, más allá de la rampa de aterrizaje, a través de una escotilla, hasta que había terminado aquí, en el lugar más seguro que pudo encontrar, en el compartimiento del traficante, y se acurrucó aquí, y no se había movido desde... "Pergus?". Se incorporó un poco, sin saber si había oído la voz o simplemente imaginado. No era una persona particularmente imaginativo, y la voz-una mujer-sonaba muy real. Después de un momento se dio cuenta de que venía del comunicador montado encima de su cabeza. Frode extendió la mano y teclea el micrófono. "Pergus?" "¿Quién eres tú?" -preguntó en voz alta. "¿Cómo sabes mi nombre?" "Kindra". "¿Cómo es que puedes escuchar..." "La Fuerza, Pergus. Estás ahí arriba. Lo sé." Frode escuchola voz. Había algo inquietante, como si el orador, Kindra-quienquiera que fuese-estuviese tratando muy duro para el sonido tranquilo y relajado, como si no pasara nada. Debajo de ella, sin embargo, se percató de una fuerte corriente subterránea de... ¿qué? ¿Miedo? ¿Terror? "¿Dónde estás?" murmuró. "Hangar", dijo la voz. "¡Fuera!. ¡Sácame!". "¿Qué pasa con esas cosas? ¿No están todavía por ahí?" No hubo respuesta. Se preguntó si era porque algo le había ocurrido por lo que él no la oía hablar más. "Kindra?" "Simplemente... abre la escotilla de la nave, Pergus. Abre y déjame entrar voy a ser rápida. Vamos a irnos volando fuera de aquí juntos. No podemos quedarnos aquí. Pero date prisa.

Estoy justo al lado. " "No puedo", dijo. "Saqué la computadora de vuelo de la nave... no se puede navegar sin ella. No lo podríamos hacer tres klicks con este tiempo. Terminaríamos chocando de vuelta en la nieve." "Yo... voy a ayudarte. Vamos a salir de alguna manera, te lo prometo. Por favor, Pergus... Sólo déjame entrar... por favor… deprisa." Frode hizo una mueca. Una de las razones por las que había hecho todo este camino hasta el otro extremo de la galaxia fue su mala suerte con las mujeres, especialmente su incapacidad para negarles nada. Sin embargo, allí estaba otra vez. Odiándose a sí mismo, se puso de pie en el interior del depósito, despegó la placa de acero, y se arrastró hasta la rampa de aterrizaje principal. En verdad, no estaba seguro de por qué lo hacía. Él sabía que no estaba en lo cierto-no había en definitiva algo malo en acercarse para abrir la escotilla, sin embargo, la voz, las súplicas de la joven, su desesperación, lo motivaron a ir hacia delante, lo llevó a hacerlo de una manera que no podía comprender, y tal vez podría ayudarle a sacarlos de aquí, tal vez... Algo dentro de él, con un hilo voz débil de la razón que venía de muy dentro de él, desde algún lugar profundo dentro de sí mismo decía sin remedio, que está usando la Fuerza en ti, para manipular tus acciones, y aunque sabía que era verdad, él todavía no podía parecía capaz de resistirse . Llegó a la escotilla principal, puso su mano sobre la palanca, y la abrió, empujando hacia adelante. "Mira," empezó, "No creo que esto sea..." Y se detuvo. Más allá de la escotilla, el hangar estaba completamente a oscuras. Frode estaba agarrando el mamparo detrás de él, con las pupilas dilataras, tratando de distinguir incluso la más vaga de las formas, pero sin éxito. Era como si lo que estuviera por ahí hubiese destruido las luces y hubiese cortado la energía, enterrando el vasto espacio a su alrededor en la oscuridad total. Pero los oía. Conteniendo la respiración, podía oír los sonidos del movimiento de muchos cuerpos juntos, el olor húmedo que salía de los hombros y los brazos y torsos envueltos en la oscuridad. No estaban respirando, pero que estaban haciendo ruidos huecos y ásperos que podrían haber sido algún intento de observar el lugar esperando a que hablase. Entonces, todo a su alrededor, los sables de luz empezaron a encenderse. Se activaba de forma individual y en grupos, como rojos picos de luz, decenas de ellos, disparándose hacia arriba, atravesando, oscilando con un zumbido que le sacudió los molares Frode en la parte posterior de la boca. Sus ojos comenzaron a ajustarse, y al fin empezó a hacer salir de las hojas brillantes las caras de muertos de hambre de los estudiantes que las mantenía en posición vertical, sus expresiones

en blanco, con los ojos sombríos y rapaces que se abrían ante él. La baba brillaba en sus labios. De color rojo por la sangre seca que tenían incrustada en los dientes y los labios. No, pensó Frode. ¡Oh, no!. Mirando a las cosas, sintió que algo dentro de él se peguen arremolinaban los líquidos y después se alejaban, algo a la vez abstracto y al mismo tiempo terriblemente visceral, como el suministro de sangre a su corazón. En todas partes se veían, vetas más escarlata que siguieron sombreado la parte superior de uno al otro, que brotan en todas direcciones, como si algo estuviera arañando a su manera para salir de la oscuridad y la oscuridad estuviese sangrando. Y mirando más de cerca, vio a la niña. Estaba de pie en la parte inferior de la pasarela en medio de una prisión cargada de láminas de color rojo, rodeado de los cadáveres en descomposición de sus compañeros de clase, con sus manos agarrándole los brazos y las piernas, celebrando su cautiverio. Sables de luz se cruzaban delante de ella, se cernía sobre su cabeza, inmovilizándola a ella. Una de las cosas tenía la boca abierta pegada a su cuello desnudo. Otro con los dientes al descubierto estaba listo para atacar a una pequeña parte, expuesta de su hombro. Un tercero y cuarto se quedaban esperando a su espalda, sus fauces abiertas siendo tan grandes que casi parecía que podrían haberle devorado la cabeza entera de un solo mordisco, que lo consumiría todo. "¡Hice lo que querían!" les gritó Kindra. "¡Les abrió! ¡Ahora dejarme ir! ¡Dejarme¡" Las cosas cayeron sobre ella, con las hojas de color rojo haciéndola pedazos a medida que la desgarraban. Hasta el lugar donde estaba Frode, los ruidos de crujido eran gruesos y jugosos y guturales, como el sonido de alguien mordiendo una manzana madura. Varios de los cadáveres se liberaron del grupo y comenzaron a retumbar por el pasillo, hacia la escotilla abierta, la cual que Frode cerró de golpe otra vez. Decidió que podía hacer volar la nave sin la computadora de vuelo, después de todo. 39/Hacía abajo Zo despertó con una banda de dolor apretada en el pecho y los hombros, girando sus articulaciones como si fueran de cristal. Cuando ella trató de cambiar su posición para aliviar el dolor, se dio cuenta de que no podía moverse en absoluto. La fosa donde estaba era fondo de un pozo profundo, sus altas paredes de color ónice brillante iban tan hacia arriba como el ojo podía ver, hacia alguna extensión insondable de negro vítreo. Su cabeza le daba vueltas. Se dio cuenta de que había sido atado aquí, atado a una gran losa de piedra por bandas de cuero ancho y anillos de hierro que le cruzaban el pecho y estaban colocadas sobre sus muñecas y tobillos, fijándolos en su posición. Antorchas quemaban en un lado de la cítara, las filas de ellas llegaban a los cientos, y eran conducidas hacia arriba, parpadeando a lo largo de las paredes, fuera de las pequeñas líneas brillantes, adornadas con la escritura y filigrana que se movía a través de ella,

como las filas de un código de programación. Respiró, tosió un poco, y trató de convocar a la humedad en la parte posterior de la lengua. El aire aquí tenía un sabor metálico, polvoriento, y muy viejo. Era como inhalar a través de un agujero en alguna tableta de piedra arcaica. El sebo aceitosa de las antorchas goteaba en el suelo a su alrededor, y el graso humo negro que flotaba frente a las llamas sólo le hizo sentir la garganta aún más reseca. Desde algún lugar detrás de ella, oyó el movimiento, gastado y rústicos de los pasos, el tintineo de los objetos blandos que eran arreglados fuera de su visión periférica. "Mira" graznó la voz de Scabrous. Zo logro girarse y mover su cuello, tratando de inclinar la cabeza tanto como las correas se lo permitan. El Lord Sith estaba mirando hacia abajo. El proceso de descomposición se había aceleró drásticamente desde que había mirado en el pasado. La enfermedad se había apoderado por completo de su rostro ahora, rehaciéndolo en una sopa gélida, sin forma donde los dos ojos inyectados en sangre brillaban examinándola de forma terrible. Tiras de cartílago gris temblaba en el hueso expuesto de su cráneo, y cuando hablaba se veían los tendones que oscilación dentro de su garganta. Llevaba una espada. No era un sable de luz, sino una verdadera espada Sith. Su brillante hoja parecía haber sido forjada a partir del mismo duracero negro de las paredes a su alrededor, y se extendia, siempre en el brazo de Scabrous. Cuando el Señor Sith se levantó, Zo se dio cuenta de que los diseños de las paredes de la fosa habían hecho eco a lo largo de toda la longitud de la hoja, grandes filas espinosas de escritura e inscripciones brillaban ante la luz de las antorchas. El arma resulta casi borrosa y se fundía con su entorno, su borde letal brillando y desapareciendo de nuevo como el Lord Sith la balancease por encima. "Esta hoja", dijo Scabrous "pertenecía a Darth Drear. Fue forjada exclusivamente para él, para asegurar su inmortalidad. Así que hoy, de acuerdo con su legado, la voy a utilizar para cortar tu corazón vivo, y lo consumiré, mientras que tú lo ves. " Zo trato de responder, sin tener ni idea de lo que podría decir, pero el nudo en la garganta bloqueaba toda palabra. El terror, brillante e incontrolable, se había fijado en su mente consciente, y no podía dejar de mirar a la espada. En ese momento, no había nada en su pasado, su formación, o sus aspiraciones para el futuro que pareciera tan real para ella como la hoja, la ecuación geométrica indiscutible que conectaba el borde de la espada con su carne. Hestizo... No había nada que pudiera hacer. La espada cayó hacia abajo. 40/Un trabajo húmedo "Hay una", dijo Tulkh. "Detrás de esa pared puedes verlo?" El HK giro sin vacilar, disparando rápidamente dos explosiones en la boca abierta de la cosa Sith que

acechaba en la esquina frente a ellos, abriendo los brazos. Cayo gritando. "Tu turno", respondió el HK. "A tu izquierda". El whiphid se volvió y arrojó su lanza en el espacio entre el edificio y la estatua antes de que hubiese acabado de decirlo. Un instante después, un estudiante de los Sith se lanzó contra ellos, la lanza incrustada en su pecho, rugiendo hacia ellos hasta que Tulkh le disparo una flecha en la cabeza. "Bien hecho", dijo el androide. "Pero todavía siguen viniendo." Con un gruñido, Tulkh se encaminó hacia adelante y tomó al estudiante Sith por el pecho. El levanto a la cosa completamente lejos del suelo, le arranco la lanza que tenía en un lado y lo golpeo contra la pared de piedra junto a ellos. La punta de la lanza estaba floja, y utilizó su borde dentado para arrancarle la cabeza a la cosa. Sostuvo la cabeza en el extremo de la lanza, que ofreció al droide. "¿Quieres un recuerdo?" "No " "¿Qué pasó con No, gracias, señor?" El droide le miró. "Mira detrás de ti" dijo con sequedad. "Señor". Tulkh se volvió a mirar a un lado de la estructura en la que había decapitado al Sith. La tierra comenzó a temblar. Vio un destel o de movimiento dentro de la escotilla entreabierta, algo grande, y oyó un grito... un gran torrente de gárgaras como chillidos. No sonaba como los que había oído antes. Pero el olor era horriblemente familiar. "Ten cuidado", dijo. "Esto va a ser malo." El tauntaun muerto por primera vez se lanzo a la carga, rompiendo la puerta de la escotilla completamente para poner fuera de su establo la mayor parte de su cuerpo. A partir de aquí Tulkh pudo ver que la mitad de su cavidad torácica había sido arrancada, los restos de sus órganos internos aleteando de sus costillas. Una gran parte de su cabeza se había ido también, pero estaba gritando todavía, ya que se lanzó hacia ellos. Sus ojos estaban nublados y rosados, como la leche mezclada con sangre. "Fuego", dijo Tulkh. El lanzallamas del droide azotó el campo abierto, y el cazador de recompensas vio como la piel aceitosa del lagarto de la nieve cobraba vida con las llamas. Aullando, la cosa se dio la vuelta, pisoteando con furia, rodando por la nieve, tratando de extinguir el fuego, y el HK disparo contra él, haciendo volar en pedazos al cadáver. "¿Tienes algo más potente que un láser?" preguntó Tulkh.

"Rondas de mortero ¿Por qué?" El whiphid asintió con la cabeza vuelta hacía el establo abierto. El rebaño de tauntauns infectados ya estaba tronando al acercarse, eran media docena o más, todos producían el ruido mismo de gritos indefinibles. El primer candidato tenía un enorme agujero en su flanco, los bordes irregulares de la herida temblaban cuando el galopaba de modo que el agujero de una herida se abría y cerraba como una segunda boca, que tartamudease. Algo estaba mal en la parte superior de su torso... Tulkh podía ver una forma pesada retorciéndose en el interior del vientre del lagarto de las nieves. Golpeo su lanza contra él, y la explosión lo abrió en una maraña espesa de líquido. Desde el interior, la forma empapada de sangre de un estudiante Sith fue derramándose en la nieve. La cosa Sith se puso de pie sonriendo desde el interior de su pegajosa telaraña de la sangre, sacudió su cabeza de lado a lado con violencia, y gritó. Tulkh clavó el estudiante Sith, atravesando su cuerpo en canal, contra el lagarto de la nieve y fijándolo contra la columna vertebral de la cosa. Volvió a mirar al droide. "Están escondidos en el interior de los tauntauns", gritó. "Ellos..." El metal duro de los brazos del HK le hizo darse la vuelta y lo empujó otra vez, con fuerza suficiente para derribarlo en la nieve, al tiempo que una bala mancha de saliva ensangrentada salía volando de la boca del tauntaun infectado. Otro centímetros a la derecha y habría golpeado Tulkh directamente en su ojo abierto, pero fallo estrellándose contra su frente, el tauntaun tenía un trocito de moco pegado al lado de su cabeza aferrado allí, mirando hacia arriba, Tulkh vio al animal arrugando el hocico empapado en sangre, preparándose para otro escupitajo. "Son conocidos por su puntería," dijo el androide. "Gracias." "Sugiero otro plan." "Son más rápidos que nosotros." Tulkh vio a los otros tauntauns no-muertos detrás del que había destripado, con el pecho ahuecado y los vientres abultados con la hinchazón y con los estudiantes Sith escondiéndose en su interior. Ya podía imaginar cómo sería, con los lagartos de la nieve golpeando por detrás suyo a cincuenta kilómetros por hora, sólo para expulsar a sus pasajeros hambrientos de carne encima de él. "¿Alguna idea?" "Sólo una", dijo el androide. Ya estaba apuntando. Un instante después el mortero del HK voló directamente hacía el centro de la manada. A corta distancia, su radio de explosión de veinte metros fue todo un espectáculo, incluso para Tulkh, que había visto el resultado final de esas armas muchas veces antes. Se protegió los ojos cuando

trozos y fragmentos de fría grasa de tauntaun, carne humana, huesos empezaron a llover sobre ellos. "¿Hay algo más que pueda matar?" preguntó el droide. "Nosotros mismos, si no nos movemos." El HK volvió a mirar el paisaje donde se encontraban. Algo dentro de su procesador estaba haciendo un ruido de bajo nivel, zumbando constantemente, como si estuviese procesando los acontecimientos recientes, o experimentando un recuerdo. Cuando volvió a hablar, su voz era pausada, casi introspectiva. "¿Te he dicho lo mucho que odio a los Sith por esclavizarme a mí aquí durante tanto tiempo?" "Sólo una veintena de veces." Tulkh dio un paso alrededor de los cuartos traseros del tauntaun que aún se crispaban, con los brazos cruzados admirando la articulación de la cadera al descubierto. Como trofeos, hubiera sido una buena adición a su colección, pero iba a tener que dejarla aquí. Suspiró. "Vamos a irnos." Se volvió y empezó a caminar. La piel del whiphid estaba mojada y sucia por la nieve, y se aferraba a un lado de la cabeza como hebras gruesas de yeso que le hacían sentir su carne un tanto húmeda y entumecida. Estaba agotado y distraído y más que listo para salir de aquí. Ni él ni el HK se dieron cuenta de la caída de la sangre, que caía gelatinosa del esputo del tauntaun infectado que el lagarto de la nieve había disparado contra él, pero todavía estaba allí, todavía goteando constantemente por un lado de su frente, haciendo su camino hacia su ojo. *** Al llegar a la Mirocaw, Tulkh vio algo que lo paró en seco. Había una segunda nave que no reconoció, estrellara a unos cuarenta metros de distancia de la suya, su cono de nariz arrugado, estaba medio incrustada en la nieve. El HK hablo. "Esa es la nave de Dranok". "¿Quién?" "Otro cazador de recompensas." "¿Cómo ha hecho todo el camino hasta aquí?" Tulkh preguntó. "De acuerdo a mis lecturas, no hay formas de vida a bordo", dijo el androide. "Pero...” "Déjame adivinar." El whiphid levantó su lanza. "Estás recogiendo una lectura positiva en mi nave." "¿Cómo lo sabes?" Tulkh señalado a las huellas que iban a través de la nieve delante de ellos, de la nave que se estrelló a la otra. "Vamos-murmuró-. "Parece que tenemos por lo menos un polizón que deshuesar, antes de salir de aquí para siempre."

41/El fin del mundo Scabrous giró la espada Sith para abajo. Con el primer corte, la hoja cortó a través de la ropa de abrigo sucia y las pieles de animales que Zo había estado usando desde su llegada aquí, exponiendo la piel desnuda. Miró hacia abajo y vio a través de la herida superficial que la espada había hecho a través de su carne, una raya pálida de dolor, el corte se ponía rojo, ya que se iba l enando de sangre. Scabrous le sonrió, mirando hacia abajo a la herida, de hecho se le hacía la boca agua ahora que levantaba la espada por segunda vez, extendiéndola por encima de su cabeza, sujetando el asa con ambas manos para el máximo aprovechamiento, con la punta apuntando directamente contra su pecho. Sus ojos blancos lucían perdidos en su locura, completamente perdidos ante la enfermedad que los había superado. Zo se puso rígida, tirando de las correas, sabiendo incluso cuando lo hacía que no había manera de que pudiese soltarse. No con tus músculos, Hestizo. Hazlo con la Fuerza. Era la misma voz que la había llamado justo un momento antes. Ella tomó aliento y se quedó inmóvil, cerrando los ojos, rindiendo su mente al momento hasta que el tiempo mismo parecía quedarse inmóvil, estableciéndose a su alrededor como el limo. Y cuando levanto los brazos otra vez, en un movimiento suave en esta ocasión, las correas cayeron sueltas por debajo de ella, era como si hubiera pasado a través de las tiras de cuero sin un susurro de resistencia. Sus muñecas giraron hacia afuera, con el torso y las piernas de pronto, escandalosamente libre. Poniéndose vertical, Zo giró su cuerpo hacia un lado de la losa. "¡No!" Scabrous rugió desde el otro lado, la hoja seguía en alto en el aire por encima de él. Su voz era chil ona, y cuando él gritó, Zo dio cuenta de que estaba escuchando dos voces, una formaba las palabras en sus oídos mientras que la otra era el grito ululante que la atravesaba en su mente. "¡No! ¡No te atreverás!" Se arrastró más atrás. Se puso en posición vertical y sobre sus pies por primera vez, y los límites del templo donde estaba sólo comenzaron a volverse visibles para el a, era una sala rectangular centrada en el altar del sacrificio, el suelo de piedra debajo de su posición estaba atestado de braseros, que dejaban piscinas de sombras poco profundas al cambiar la luz del fuego. El Lord Sith fue a por ella, moviendo la espada hacia abajo, su hoja paso junto a el a tan de cerca que Zo escucho el silbido de acero al moverse transversalmente a través del aire, las moléculas siendo cortadas por su filo. Resonó frente a la pared y él se dio la vuelta con enfermiza velocidad que el ojo apenas podía seguir, cortando lateralmente para llegar a ella. Hestizo, soy... La voz en su cabeza otra vez, la que aún no podía identificar, que a pesar de sus palabras seguia flotan hacia arriba a través de su mente, con ondas resonando hacia afuera, como en un estanque. A pesar de que ella se tambaleó hacia atrás de nuevo, presionando la espalda contra la esquina del templo por que no había literalmente ningún otro lugar donde ir, a su vez se oyó gritar.

Hestizo... ¿Dónde estás? su cerebro gritó de nuevo. ¿Quién eres tú? Una posibilidad remota, salvaje, pero de alguna manera imposible de ignorar, estalló en su mente completamente formada. ¿Rojo? ¿Eres tú? "Basura Jedi." Scabrous apareció frente a ella, levantando la espada ante ellas, la pegajosa ruina de su rostro brillando frente al acero grabado. Él se movió hacia adelante para administrarle el golpe mortal, pero en ese mismo momento un choque estalló detrás de él, repicando ensordecedoramente en todo el templo, seguido por el ruido metálico de un brasero al balancearse hasta caer. El Lord Sith se volvió, con la espada todavía levantada, los labios colocados hacia atrás y miró al hombre de pie delante de él. El hombre ni siquiera estaba mirando a Scabrous. Él estaba mirando a Hestizo. "¡Quítate de aquí," le dijo Trace a Zo. "Ahora." Sin esperar un instante a su reacción, saltó hacia arriba, formando un arco alrededor y aterrizando en el suelo delante de Zo por lo que estuvo cara a cara con Scabrous, manteniendo directamente su mirada con la del Lord Sith. Su sable de luz pulsaba por la vida, zumbando firmemente. "Esto se acabó". La respuesta de Scabrous le llegó en la forma de grito. La espada Sith cortó a la baja hacia mano derecha mientras la izquierda giraba hacia arriba, agarrando su propio sable de luz. Se lanzó hacia adelante, las dos hojas zumbando delante de él, girando hacia el acero hacia el exterior, el parpadeo y la energía pura de color rojo sangre ataco, de mientras un largo y terrible grito aún se extendía desde sus mandíbulas. Desde el primer golpe, no hubo arte en su ataque, ni evidencia de gracia o forma. Ya era demasiado tarde para eso, y ambos Trace y Scabrous parecían saberlo. Ellos fueron el uno contra el otro con saña, de frente, como animales sin aire entre ellos, se rozaban y el bloqueaban, usando todo el espacio abierto en el suelo. Cada vez que sus hojas se estrellaban juntas Zo sentía un hueco en su pecho y se notaba las raíces de sus dientes. Ella vio como Trace probaba los puntos débiles del Lord Sith, o donde tendría que haber esperado que los tuviera, pero Scabrous parecía anticiparse a cada movimiento. La enfermedad le había hecho muy rápido, insuperablemente fuerte. Por cada ataque que su hermano hizo, Scabrous trato de golpearle con cada una de sus dos hojas sin esfuerzo, como si ya tuviese el resultado del duelo en la palma de su mano. Sin embargo, por alguna razón le siguió permitiendo a Rojo forzarlo a ir hacia atrás, por el templo, hacia el altar de los sacrificios, sus movimientos casi etérea detrás de la constante danza irresponsable de las hojas de color azul y rojo la de acero tallaban a través del aire. Scabrous estaba justo frente al altar ahora, de pie ante la losa donde había estado Zo atada para su sacrificio. Dio un paso ágilmente entre los braseros, incluyendo el lque Rojo había derribado cuando había aterrizado, maniobrando sin el menor esfuerzo más allá del banco cada vez mayor de llamas, donde había comenzado el fuego a propague. Fue escalando por el muro negro, con picos naranja y lenguas que oscilaban hacia arriba, subiendo.

Zo vio a su hermano mantener la prensa de nuevo hacia delante, manteniendo el duelo apretado y cerrado, pero el Señor Sith no hizo ademán de retroceder más lejos por ahora. A pesar de que siguió desviando la hoja de Trace, sus labios se movían. Zo no podía entender lo que estaba diciendo, y cuando Rojo preparo su sable de luz para un ataque final, vio que no era sólo que Scabrous estuviese sonriendo, sino que en realidad se estaba riendo. Trace volvió de nuevo a atacar, tratando de darle el último golpe, el golpe de gracia que tenía intención que terminarse las cosas entre ellos de forma permanente. Justo en ese momento. Scabrous lo miró e hizo un gesto, un movimiento pequeño e insignificante de los dedos en dirección al sable de luz de Trace. Hubo un ligero temblor en el aire en el espacio por encima de su brazo. Y el sable de luz de Trace se desactivo. *** "¿De verdad piensas" estaba diciendo la voz de Scabrous, "que después de todo eso, tendría confianza en el resultado de un duelo?" Trace ni siquiera se molesto en usar su desactivado sable de luz que llevaba en su mano. Él lo tiró a un lado y giro hacia atrás como la hoja de Scabrous pasaba a través del espacio abierto en el que había estado de pie una fracción de segundo antes. La hoja de color rojo se estrelló contra el suelo, que tembló bajo los pies de Trace. Todo había salido mal. El Lord Sith le había tendido una trampa, y él caminó derecho hacia ella. Scabrous barrió hacia él, ahora triunfante. Los restos de sus ojos enormes y muertos, abultaban en sus órbitas. Al principio parecía que iba a gritar de nuevo. Pero cuando habló, su voz era extrañamente meliflua, casi un ronroneo. "Cuéntame una historia, Jedi. Háblame de la Fuerza y cómo lo une todo. Dime cómo se protege lo bueno y lo sagrado que hay en la vida." Los labios del Lord Sith se retiraron para mostrar todos sus dientes. "Dime todas tus mentiras." Trace levantó una mano. Tenía la intención de hacer levitar el altar de piedra detrás de Scabrous en el aire pensando que probablemente si podía darle la vuelta a su alrededor y colocarse en la parte superior rápidamente Scabrous no tendría tiempo para reaccionar. Cuando Scabrous saltó hacia delante con el sable de luz, y cuando Trace se trasladó para esquivarlo, él mismo se empuje directamente sobre el borde en espera de la espada Sith. Trace miró hacia abajo y vio a la hoja caer hacía él. Sintió una gravedad particular que pasaba sobre él, como si la gravedad en la habitación hubiese sido suspendida, como si por levantar sus pies del suelo hubiese desaparecido totalmente.

Cuando miró de nuevo, todo lo que podía ver era la sangre. *** Zo estaba mirando a su hermano cuando la hoja de Scabrous le cortó en la distancia. Trace se tambaleó hacia atrás, tambaleándose sobre sus pies, y cuando se dio la vuelta hacia ella vio que había sido cortado de un solo golpe desde el cuello hasta el vientre. "No " Dijo de forma ahogada. "No " Trace tropezó de nuevo, luchando por mantenerse en pie. La herida en su abdomen era aún más profunda de lo que había pensado en un primer momento, derramando lo que quedaba de su vida. Desde donde estaba, podía ver las trenzas de su intestino delgado asomando visiblemente por debajo de sus costillas. Trace tenia las mejillas blancas como la tiza. La sangre repiqueteaba en el suelo entre sus pies, y él se deslizó por el charco y cayó, primero de rodillas, luego de espaldas, donde se quedó inmóvil frente a ella. Parecía un bailarín para él que toda la música se hubiese detenido para siempre. Extendió una mano. "Zo...” Y luego nada. No. No. No. "Esto fue fácil," gruñó Scabrous, y se volvió hacia ella. "Tú eres el siguiente". Zo negó con la cabeza. No iba a suceder así, ella quería decir, que no llegaría a terminar de esta manera. Él no llegaria a ganar. Pero Scabrous fue pesadamente hacia ella, dando vueltas a la piscina de la sangre y el agujero en el suelo. La última gota de su humanidad había desaparecido de su rostro, y ahora era un esqueleto arrastrando los pies, algo como las cosas que habían caído desde la torre. Cuando abrió su boca para hablar, todo lo que pudo hacer fue gritar. Su transformación estaba completa. Hestizo ... Y luego nada. No. No. No. "Eso fue fácil," gruñó escabrosas, y se volvió hacia ella. "Tú eres el siguiente". Zo negó con la cabeza. No iba a suceder así, que quería decir, que no llegó a terminar de esta manera. Él no llegó a ganar. Pero escabroso fue pesadamente hacia ella, dando vueltas a la piscina de la sangre y el agujero en el suelo. La última gota de su humanidad había desaparecido de su rostro, y ahora era un esqueleto arrastrando los pies, algo como las cosas que había caído desde la torre.

Cuando abrió su boca para hablar, todo lo que podía hacer era gritar. Su transformación fue completa. ¿Hestizo...? Cerró los ojos y oyó la voz de nuevo, sonando, cada vez más firmemente, como un durmiente que despierta de un coma profundo y desconcertante. ¿Estás ahí? -preguntó a la orquídea. ¿Estás viva? El silencio y, a continuación: ... sentí la enfermedad por mucho tiempo... pensé que estaba muerta... No importa eso ahora, pensó. Sólo crece. Hestizo, por favor... Crece. No estoy segura de que este lo suficientemente fuerte todavía... CRECE, Zo gritó, le grito a la orquídea, necesitando más que nada ser oída. CRECE. ¡CRECE! POR EL BIEN DE MI HERMANO Y TODO LO QUE HE PERDIDO, POR TÚ AMOR POR MI, SOLO... Scabrous se paró en seco. Su cráneo en descomposición se inclinó ligeramente hacia un lado, como si acabase de oír un sonido extraño, una voz que gritaba desde un cuarto lejano. Con mano retorcida como una garra, levantó la mano y agarró su arma por la izquierda, con los dedos colocados a su alrededor y haciendo una mueca ante los resultados. Zo pudo ver algo dentro de la forma gris de su cuerpo, sólo con un vistazo. Pero una mirada fue suficiente. Algo estaba allí dentro. Y era verde. Scabrous hizo un esfuerzo final para hablar. En ese mismo momento una jabalina abrupta y brillante de dolor surgió a través de los restos demolidos de su cara, como un destello de luz de un espejo roto. Luego su cabeza-la totalidad de la parte superior de su cuerpo-se tambaleó hacia adelante. Su mano derecha estaba abierta, liberando la espada Sith de su mano, dejándola caer, dejando que sonase sobre el suelo de piedra. Cuando algo se puso alrededor suyo, Zo vio un delgado zarcillo verde que brotaba de su cuerpo, extendiendo hacia abaja desde la mandíbula abierta que formaba la línea de la quijada.

Su boca seguía abierta. Sólo que más allá de sus dientes y lengua, vio otro destello de verde, más oscuro, más grueso, un tallo que se metía al alza en la parte posterior de su garganta. Lo que una vez había sido Darth Scabrous comenzaron a convulsionarse, produciendo no un grito, sino ahora una tos láctea como arcadas de mientras expulsaba lo verdes para que saliese, pero el tallo sólo crecía más, se extendía hacia afuera sobre la lengua de trapo del cadáver. Un segundo brote fue saliendo de él, extendiéndose abajo desde su barbilla. Cuando la cabeza de Scabrous fue hacia atrás, Zo vio a la vid, que bajaba afuera desde su fosa nasal izquierda. La vid comenzó extendiéndose en línea recta, con un aspecto extrañamente curioso, con un solo pétalo en la punta, como una pequeña mano hacia el cielo. Una flor de orquídea. La cosa Scabrous cayó de rodillas delante de ella, junto al cuerpo de Rojo Trace. Ningún sonido más salió, ni siquiera un jadeo ronco. Sus ojos eran saltones ahora, ondeando con lo que parecían venas, con excepción de que las venas en sombras se movían en lo que quedaba de la piel como papel blanco, cambiando y retorciéndose alrededor de sus órbitas. Sus manos abriéndose y cerrándose al azar a sus lados. Scabrous hecho un gemido suave, hipando. La mitad derecha de su cráneo estaba abombado, con su piel rota. Crece, dijo Zo a la orquídea, una última vez, ya no como un fin, o incluso una instrucción, sólo una palabra. Crece. El Lord Sith miró hacia ella, con el único ojo que le quedaba de lleno de sangre. Sus labios fruncidos, temblaron, y se quedaron quietos. Su cráneo estalló el espesor de la vid que contenía. El cuerpo se desplomó el resto del camino hacia abajo, el brazo derecho tirado en el suelo mientras que el izquierdo se metió debajo de él en un gesto de protección. La próxima vez que Zo miró a la cosa, sólo vio el cuello roto l eno de vida floral loca, formada por docenas de flores pequeñas, negro que salían en medio de la caldera demolida del cráneo de la cosa. Las viñas ya se estaban extendiendo hacia ella, chillando y silbando en su mente. No lo podre hacer de nuevo, le dijo la Murakami. Puedo hacerlas crecer, pero no puedo controlarlas... Zo negó con la cabeza. "Yo puedo". Y bajo, cogió la espada Sith. Las flores gritaron cuando ella las cortaba en la vid, las ramas de lo que había sido Scabrous seguían tanteando a ciegas a por ella cuando ella lo golpeó con la espada, el suelo debajo de ella se lleno de gritos de los brotes negros y pétalos. Dio un paso en forma indiscriminada, aplastándolos bajo sus pies mientras ella obligaba a la cosa Scabrous a ir hacia atrás, hacia la pared, la hoja se balanceaba hasta que cada cepa se hubo reducido a un muñón en el cuello.

Esto es por Rojo, pensó, y chocó la espada Sith a través del torso de la cosa que se había llamado una vez Darth Scabrous, hundiéndola en el tan fuertemente como podía con las dos manos, alcanzando el muro negro detrás de él, aplastándolo allí. El cuerpo del Señor Sith tembló una vez. Zo se tambaleó hacia atrás, con el pelo colgando en su cara, el pecho en llamas, tratando de recuperar el aliento. Sus brazos colgaban a sus lados, débiles y agotados. El calor crujía detrás de ella por las llamas de color naranja, del brasero derribado que se difundía a lo largo del otro lado de la pared. Sus pulmones no eran las únicas cosas que se estaban quemando. En su mente, la orquídea estaba haciendo un ruido enervante de clic, advirtiéndole que tenía que salir de aquí ahora. Ella estaba empezando a alejarse del cadáver sin cabeza de Scabrous cuando éste se abalanzo sobre ella de nuevo, con los brazos extendidos, siendo arrastrada con la espada Sith hasta la mitad de la pared por la rapidez de su ataque. Los tallos verdes de las vides cortadas producían cerdas desde el agujero en su cuello como si todavía, a pesar de todo, como tratando de gritarle a ella. Con la empuñadura de la espada golpeó su esternón, deteniendo su avance, Zo agarró el sable de luz de su hermano y lo encendió, aún cuando el grito de rabia estalló frente a sus labios. "¡Basta!" Corto con el sable de luz a través del torso del cadáver, partiéndolo limpiamente por la mitad, de modo que la parte inferior del cuerpo cayó al suelo mientras que el pecho, los brazos, el cuello y quedaban clavado en la pared. Sin embargo chillando, inarticulado ahora, corto a través de las piernas y la pelvis, las corta en pedazos, y luego volvió su atención a lo que quedaba en la pared, balanceándose con el sable de luz Rojo yendo y volviendo, reduciendo de la parte superior del torso a trozos humeantes de carne. Sólo cuando se dio cuenta de que literalmente, no podía seguir cortándolo le hizo finalmente desactivar el sable de luz. Miró alrededor al templo. El fuego se había extendido ahora a través de un total de dos terceras partes del piso, y seguía en aumento, las llamas alcanzando la altura de sus hombros, el calor ondulando visiblemente en el aire. Ya estaba empezando a arrastrarse de esa manera, como si señalase los pétalos picados y las secciones de vid esparcidos por aquí. Llévatelos, pensó. Quémalo todo. Hestizo, la voz de la orquídea murmuró en su mente, lo siento mucho. Estuve enferma, y no pude... Yo no podía... Ya lo sé. Se agachó, recogió el cuerpo de su hermano en sus brazos y lo levantó, lo apretó notándolo frío junto a ella. Tiro de sus párpados cerrados, y miró lentamente hacia arriba, encima de la pared, aparentemente sin fin hacia la promesa de la tenue luz gris del día. Lo siento.

Besó a su hermano, llorando un poco, y lo dejó en libertad, por la que se fue lentamente hacia abajo. Luego se fue a la pared del fondo, poniendo sus manos sobre ella. Una vez más vio que las líneas de las inscripciones habían sido talladas profundamente en la piedra negra lisa, fila tras fila, todo el camino. Scabrous le había dicho que Darth Drear había construido este templo para alcanzar la inmortalidad, el grabo las paredes con escritos, los planes que marcarían el final de los Jedi. En cambio, serían su salvación. Poniendo los dedos en las letras cinceladas, utilizando las palabras talladas como punto de apoyo, ella se irguió y comenzó a subir. 42/Aduladores A veinte metros de la cima, ella los vio con la mirada fijada en ella. Estaban en cuclillas sobre todos los lados de la abertura rectangular de la fosa, agarrándose al borde, con las caras mirando por encima, los ojos brillantes y el hambre brillando a la luz naranja parpadeante que desde llegaba desde el fondo de la fosa. Líquidos de color rosa + goteaban de sus bocas entreabiertas. Habían, muchos de ellos. Por un instante Zo se detuvo y se aferró allí, temblando, con los dedos entumecidos y sangrado por la caminata sin fin por la pared. Cada centímetro de su cuerpo estaba empapado de sudor. Sus manos se habían apretado tanto que ahora se sentía como si alguien le hubiera golpeado con clavos en los nudil os. Los músculos de sus pantorrillas temblaban y temblaban, pidiendo su liberación. Si no fuera por la Fuerza, sabía que nunca habría llegado hasta aquí, pero ahora que vio lo que estaba esperando allá arriba... Ellos abrieron la boca como un solo, y gritaron. Zo se apartó con una mueca, sintiendo el viento horrible de la infección en la respiración de las cosas mientras abajo de el a en el fondo del pozo las llamas habían alcanzado ahora al antiguo templo de Drear, el humo subía de manera que ya no podía ver el cuerpo de su hermano o los restos de lo que había sido Darth Scabrous. Luego miró de nuevo. Estaban empezando a gatear por las paredes hacia ella, los cadáveres de los estudiantes de la academia Sith de Odacer-Faustin, corriendo hacia abajo sobre las paredes en su dirección con toda su velocidad. El apetito en sus rostros era inconfundible ahora. Hestizo, la voz de la orquídea murmuró, voy a tratar de crecer en ellos, voy a intentarlo, pero cuando las vides vendrán, yo no creo... Zo asintió con la cabeza una vez, con gravedad. No había nada más que hacer. Ella trató de convocar a la

Fuerza, buscó ese sentido de refugio y de paz que había conocido inmediatamente antes de que el a se hubiese caído libre de las correas sobre la mesa, y que sólo se encontraba en la una ausencia de adormecimiento, mudo, como las sensaciones fantasma de un miembro amputado. Ella estaba demasiado preocupada, tenía un miedo que le invadía demasiado a fondo y no podía concentrarse. La más cercana de las cosas estaba casi a su lado, su boca abierta con la anticipación. Iba a gritar de nuevo, se dio cuenta Zo, y luego iba a saltar sobre ella. Ella comenzó a retroceder, y sus pies resbalaron de la grieta en la roca donde se había plantado. Zo sentía como se le escapaba un silencioso suspiro desde sus labios. Por el vértigo, su intestino se contrajo un segundo al quedar colgando de sus dedos, con los pies pateando en el espacio vacío, incapaz de encontrar nada para agarrarse. Se arrastrarón hacia ella estaban casi lo suficientemente cerca como para tocarla, la urgente rabia ardia desde el centro de su cara estúpida de muerto. Hestizo, gritó la orquídea, Hestizo, no te dejes ir, no puedo detenerlos, no puedo aguantarlos. Sus dedos se resbalarón, y ella se sintió que empezaba a caer. En ese mismo momento uno de ellos saltó hacia ella, agarrándose a las inscripciones talladas en la superficie en negro brillante con su mano izquierda mientras que su derecho se descolgaba de su abrazadera para ponerse alrededor de su garganta. Algo apareció en la laringe Zo y sentía la tensión fría y resbaladiza de su pulgar y dedo índice sujetándola y apretando sobre su cuello como una abrazadera de hierro, haciéndole arquear la espalda hacia arriba. El ser volvió a gritar, tan fuerte que ella en realidad sintió como le empujaba los tímpanos, atravesándole el cráneo como si fuera de cera caliente. Todos estaban gritando, corriendo hacia abajo, llenando el interior del eje largo con sus cuerpos a medida que se arrastraban hacia ella, por lo que los ojos de Zo ya no podían ver la superficie, ni las palabras talladas en ella. Ahora la pared era una capa sólida de ondulante carne. Lo que la tenía a ella por la garganta comenzó a levantarla con fuerza hacia si mismo, elevándola hacia su boca hecha agua. Zo le golpeo con las manos, un gesto instintivo de defensa, dándole una palmada con las manos sobre la piel fría que tenia su atacante actual, el cual posiblemente tenía la intención de llegar hasta ella antes de que llegasen otros cadáveres. Se agarraron a su brazo derecho, aunque le dejó él otro. Empezaron a tirar, con los brazos dándole sacudidas, de mientras se aferraban a cientos de metros sobre los restos quemados del templo de Scabrous, ella iba a ser rasgado en pedazos. Crece... Zo ni siquiera estaba segura de si era la orquídea, o ella misma, que pensaban en la palabra, pero no importa. A través de su débil consciencia a punto de desvanecerse vio zarcillos verdes difundiéndose a través de sus cuerpos, empujando hacia fuera de sus narices, pero todo era demasiado tarde, había demasiados de ellos. Fue entonces cuando el fuego de blaster fue de arriba abajo, haciendo un agujero en la pared. *** Cuando Zo miró de nuevo, ella lo vio claramente. Era una luz blanca brillante tan llena e intensa que hizo

brotar lágrimas de sus ojos hasta los párpados, donde se llenaron y rodaron por sus mejillas. ¿Qué...? Una segunda explosión golpeó la pared, varios metros por encima, sacudiendo todo el pasaje. Uso una mano y se agarró al borde escarpado del cráter que había dejado en la pared, dándose un codazo a su manera hasta que el a había logro algo así como una base sólida. Ahora la luz estaba pulsando por todas partes, l enando su visión, inundándola desde arriba. En el momento en que la tercera explosión la golpeó, ella se había arrastrado por completo en dentro del agujero excavado, metiendo las piernas detrás de ella. El gran pozo repercutió con violencia a su alrededor. Los cuerpos fueron cayendo desde arriba, sacudiéndose en su caída en picado hacía abajo y se pasaban junto a el a, todavía gritando, agarrando juntos como si de alguna manera el vínculo infernal que la muerte había forjado entre ellos pudiese salvarlos. Ella los vio derrumbarse en el fuego. Volviendo la cabeza hacia arriba, vio cómo quedaban muchas decenas todavía, pero se deslizaba con seguridad hacia la parte superior del pozo, trepando a distancia para no caerse. Zo parpadeó. Algo estaba colgando en frente de su rostro desde lo alto, largo y delgado. Es una enredadera, pensó, otra de vid, y si nunca vuelvo a ver una más, será demasiado pronto. Pero no era una vid. Era un cable de remolque. 43/Bajo Ataque Zo se inclinó hacia adelante del cráter de la explosión y se apoderó del cable con los dos brazos, apretándolo con fuerza contra su pecho, entonces se lo enrollo alrededor de la cintura y atándolo con torpeza a su alrededor, de alguna manera logro manejar el nudo bajo sus brazos. Ella no confiaba en sus dedos mutilados para agarrar cualquier cosa ni por un segundo, incluso yéndole la vida en ella. Sus manos las sentía muertas y entumecidas, como un nerf asado frío que se hubiese injertado en sus muñecas. Ella se apartó con sus piernas, cayendo libre. Se dejó caer y luego el cable se quebró apretado, constriñéndole justo por encima de sus pechos, su cuerpo quedo colgando, balanceándose de un lado a otro como un péndulo en el centro de su recorrido. Luego, lentamente, se sintió siendo levantado desde arriba hacia la luz blanca azulada. Zo incline la cabeza hacia atrás. Con una mueca de dolor, esforzando sus ojos contra el brillo, aunque sólo podía distinguir formas vagas sobre ella, rectángulos alargados y largos tubos que supuso formaban parte del techo de la biblioteca.

Como ella salió del todo del túnel, su mente registro varias cosas a la vez. Esta parte del techo se había quedado completamente arruinada, dejando al descubierto el espacio abierto y las columnas a los elementos. La nieve soplaba a través de los arroyos de las luces de aterrizaje de luz blanca, se dio cuenta ahora. Lo que el a había asumido era el alto techo era realmente la parte más vulnerable de la nave espacial cuya escotilla estaba abierta, con el cable de remolque tirando de ella hasta su interior. Después de un momento ella lo reconoció. Era el Mirocaw. *** Cuando el cable la llevo al interior, algo salió de la oscuridad, algo que Zo notaba frío y con uñas como garras y la cogio sobre los hombros y las caderas, arrastrandola hacia arriba. De repente se dio cuenta de que estaba demasiado débil para luchar más, demasiado cansada lo que le había tomado el esfuerzo de arrastrarsw hacia fuera, no podía resistir más. "Ven aquí", gruñó la voz de Tulkh. Zo abrió los ojos y vio al whiphid agachado frente a ella, en cuclillas sobre sus patas traseras, con la mitad de la cara oculta en la sombras. Por otro lado también estaba, el droide ayuda de cámara de Darth Scrabrous, el HK, se dio cuenta que la estaba mirando a ella con esa indiferente, mirada analítica única de la inteligencia artificial altamente desarrollada. "Ella parece estar bien", dijo el HK. "Tengo que ejecutar una exploración de diagnóstico con ella para asegurarse de que no esté infectado." Se detuvo, y un panel de acero pequeña se abrió en su coraza, sacando una jeringa delgada. "Esto puede picar un poco." Picar? Zo se habría reído si no fuera tan completamente deshecha por el terror y el agotamiento. Después de todo lo que había pasado, la aguja casi no se noto. Ella permitió que el droide trabajase con su muestra de sangre, y por un momento no hubo sonido, excepto por el zumbido de sus procesadores y la constante ruido bajo de las turbinas de la nave. "La muestra está limpia", informó el HK obedientemente. "Ella no está infectada". El whiphid no dijo nada, sólo gruñó e hizo el gesto de encogerse de quien no había esperado nada menos, a continuación, se puso en pie y empezó a alejarse. Zo se apalanco con los codos. "Tulkh?" se las arregló para hablar. Su voz era ronca, apenas podía producir más que un susurro raspado al salirle el sonido. "Tulkh?" Se detuvo sin darse la vuelta, buscando poco a poco por encima del hombro. "Gracias." Otro encogimiento de hombros. "No fue mi idea."

"Sí, apuesto que no lo fue." Zo dejó escapar un suspiro, dejándose hundir hacia abajo contra la piel de metal fresco de la bodega de la Mirocaw. El HK todavía se cierne sobre ella, sus receptores visuales pulsando y parpadeando en la penumbra de las matrices de mantenimiento que bril an intensamente. "¿Quién está haciendo volar esta cosa?" preguntó Zo. "Alguien llamado Pergus Frode. Él..." "¿Quién?" El HK no respondió de inmediato. "Estoy recogiendo algún tipo de contaminación", dijo. "Muy cerca". Zo miró. "Pensé que habías dicho que estaba limpia." "No eres tú”. El zumbido se había vuelto más fuerte, ahora sonaba alarmado. "Pero otra cosa a bordo de este buque es..." La nave se estrelló de costado, inclinándose duramente en el puerto, Zo fue tirara hacia atrás contra el mamparo. Las alarmas sonaron y gritó por encima, acompañada por el remolino de luces azules silvestres. Se sentó justo a tiempo para ver el HK redondeando la esquina, en dirección a los peldaños de acero que llevó arriba a través de la escotilla oval a la cabina de vuelo principal. "Espera, ¿qué está pasando?" El robot no respondió, aunque cuando ella lo siguió hacia arriba, después de que pasasen través de la pasarela y entrasen en la cabina. En el momento en que la segunda explosión golpeó el Mirocaw, ella no necesito una respuesta. Ella ya lo supo. Estaban bajo ataque. 44/Comida Cruda El ingeniero de mantenimiento de pelo castaño, tenia un aspecto demacrado en el asiento del piloto había cerrado las dos manos sobre los controles de la nave, su expresión se situaba en algún lugar entre la preocupación y la incredulidad absoluta. Fuera del casco Mirocaw, otra explosión sacudió la embarcación hacia atrás. Entre los estridentes sonidos de las alarmas de colisión de la nave, Zo oyó como se rompía él acero de la parte inferior de una de sus alas. "¿Que esta disparar contra nosotros?"Preguntó ella. "Los cañones de perímetro de Scabrous" el hombre gritó, señalando con la cabeza hacia adelante. Balizas de emergencias rojas y blancas iluminaban su cara. "Abajo". Zo se apoderó de la parte posterior del asiento del piloto y se quedó mirando a través de la cubierta de visión. Lo que vio a continuación fue suficiente para congelarle la sangre. Todavía estaban sobre el

planeta, a no más de medio kilómetro por encima de la tormenta de nieve de la superficie que ahogaba Odacer-Faustin. Entre los templos caídos y edificios de piedra, las armas pesadas que habían venido empujando para arriba fuera de la misma tierra se daban la vuelta, se inclinaban hacia arriba, rayos de energía martilleaban la nave con explosiones de artillería pesada. "¡Sacarnos de aquí!" gritó Zo. "¡No es así de simple! ¡Estamos aquí porque hay establecido un sólido muro de restricción de incendios en el horizonte superior!" "¿Qué?" "¡Ellos nos quieren a su alcance para impedir que salgamos!" Frode se dio la vuelta y la miró a los ojos. Sus ojos eran sorprendentemente azules. "¡Y no puedo mantener los escudos deflectores en este pedazo de chatarra!" "¿Dónde está Tulkh?" preguntó.Zo "¿Quién?" "¡El whiphid! ¡El tipo al que pertenece la nave!" El HK no respondió de inmediato. Zo luchó contra el impulso de agarrar a la cosa por sus procesadores y agitarlo. No podía imaginarse el whiphid de brazos cruzados mientras que los cañones Sith atacaban su nave para hacerla pedazos, pero ella no lo había visto desde que había se marchó, y si el droide sabía algo al respecto... "¿Se pueden desactivar los cañones?"Preguntó ella. El HK emitió una zumbido bajo. "No a esta distancia... ya no puedo desactivarlos." "¿Cómo podemos pararlos? ¡Ellos nos van a sacar del cielo!" "El sistema de control principal está dentro de la torre", dijo el androide. "Puede ser que sea capaz de anular el sistema de forma manual. Pero eso significa que...” BOOM! Otra ráfaga de explosiones, la más grande, sin embargo, golpeo al Mirocaw desde abajo, arrojándolo hacia los lados. Zo se sentó en la silla del copiloto y se ato a sí misma en, se coloco la red de restricción por los hombros y la cintura. Vio filas enteras de torretas de duracero sobresalir de la nieve ahora, sus cañones lanzando una oleada tras otra de pulsos de rojos encendidos contra la nave. "Llévanos abajo", gritó Frode, señalando a través del paisaje, donde la torre de Scabrous se levantaron como un solo dedo negro punzante acusatorio hacia ellos. Frode, por su parte, no discutió, embistiendo un lado de la torre pese a las dificultades para impedir que el Mirocaw fuese derribado, se sumergió entre los edificios de la academia y luego fue hacia arriba otra vez. Por un instante la parte superior de la torre apareció debajo de ellos como un disco negro mate rodeado de luces desde abajo, y hubo una como una tos fuerte, al chocar el metal del tren de aterrizaje de la

Mirocaw contra el metal del techo. Otra ronda de fuego de blaster ametrallo el aire directamente en frente de ellos, el último de los disparos fue a estrellarse contra el costado del buque, rebotando. Hubo un nuevo zumbido constante y agudo sifón que se silencio cuando el último de los escudos deflectores fallo. "Rápido", espetó sombrío Frode. "No vamos a durar otros treinta segundos más aquí." El HK ya había desaparecido de la cabina, yendo hacia abajo por la escotilla de la bodega de abajo. Un momento después, una alarma chilló, anunciando que había una escotilla abierta, Zo y Frode miraron fuera de la cabina a la parte superior de la torre. "No “gruñó ella. "¿Qué?" Zo se lo señalo, de mientras una frialdad terrible se extendía sobre ella como un nudo en la garganta de rechazo. Mirando hacia fuera hacia los primeros remolinos trémulos grises del alba, ya podía ver a la primera de las cosas arrastrándose desde el interior de la cámara superior de la torre sobre el techo, retorciéndose a través de las ventanas rotas de su nivel superior, acercándose a la nave. La torre estaba infestada de cadáveres, se dio cuenta, lleno de sólidos como ellos. Su mente se volvió de nuevo a lo que el droide había dicho. "¿Hay alguien más a bordo?" "Simplemente el cazador de recompensas whiphid", Frode frunció el ceño. "¿Por qué?" "El HK dijo que había una infección a bordo." "¿Qué?" Se miró a sí mismo, las manos acariciándose su traje de vuelo como buscando algún indicio de enfermedad. "¿Dónde?" "No lo ha dicho, pero...” THOOM! Una explosión masiva de energía se estrelló contra el lateral de la Mirocaw, lo suficientemente fuerte para desprender el tren de aterrizaje y enviarlo arrastrándose torcido a través del techo de la torre, a la derecha hasta el borde. A través de la cabina, Zo vio como la parte delantera de la nave iba adelante y hacia giro, reduciendo la multitud de cadáveres agrupados en frente de ella, empujándolos contra la azotea y enviándolos hacia abajo desde el techo de la torre por el choque. El barco siguió deslizándose, se tambaleó, se inclinó y bajó la nariz estando por primera vez en caída libre. De repente Zo se dio cuenta de que estaba mirando hacia abajo a la superficie del planeta que venía a toda velocidad hacia arriba, hacia ellos. Vamos hacia abajo, gritó su mente, vamos a... Frode golpeó los motores y la Mirocaw giró violentamente hacia arriba en el último segundo posible, evitando el afloramiento rocoso de la arquitectura Sith y tirando hacia arriba, estriando hacia el cielo.

Girando en su asiento, Zo volvió a mirar la torre, visible ahora en la luz de la mañana. Su techo estaba lleno de las cosas Sith, todos los estudiantes de la academia que habían sido infectados, salian hirviendo desde las ventanas y marchaban a llenar el espacio vacío donde el Mirocaw había estado. Ellos estaban allí, con la boca abierta, gritando juntos, y aunque Zo no podía oír su clamor, una parte de ella podía sentir que resonaba a través de su cavidad torácica, a través de su mente y corazón. Ella sabía que iba a pasar mucho tiempo antes de ese grito se desvaneció por completo de su memoria, si alguna vez lo hacía. "El robot debe haber llegado a los controles principales," dijo Frode, apuntando hacia abajo. "Mira". Zo se volvió para ver como los turboláseres de tierra de Scabrous giraban de nuevo a su alrededor. Al principio pensó que estaban atacando el barco otra vez, y luego se dio cuenta de que habían seguido girando, hasta que por lo menos una docena de cañones había puesto su punto de mira digital en el objetivo central de los mismos. La torre. El droide, pensó Zo, el HK, sigue estando allí... Los cañones láser dispararon juntos, cada uno de ellos escupiendo una viga sólida de energía directamente a la parte superior de la torre. Las explosiones chocaron de forma simultánea, y la torre explotó en un rociando de forma cegadora la metralla y el fuego, de mientras una vasta nube de combustión secundaria se extendía desde su interior, ampliándose en un enorme anillo, que todo lo consumía, como los reactores principales y secundarios que explotaron. La explosión fue colosal, estremeciendo al mundo. En la cabina del piloto, Pergus Frode, que sabía muy poco acerca combustión o reactores, pero comprendía los fundamentos de la conservación a un nivel muy personal, contó con la presencia de ánimo para abrir los propulsores de la Mirocaw al máximo para irse. Era lo único que mantenía libre a la nave de ser absorbida de nuevo por la onda de choque, y fue suficiente. Llegaron a la velocidad de escape, y atravesaron la atmósfera de Odacer-Faustin y ya se preparaban para el salto a la velocidad de la luz, Zo todavía podía sentir los temblores a través de la nave. Cuando ella miró sus dedos, vio que estaba agarrando el reposabrazos del asiento lo suficientemente fuerte para blanquear los nudillos blancos del copiloto. Con un poco de esfuerzo deliberado, se dejó ir, se aclaró la garganta, y le tendió una mano al hombre que hacia volar la nave. "Por cierto," dijo, con voz temblorosa: "Yo soy Hestizo Trace". "Pergus Frode." Dejad que ir suspiro y le tomó la mano. "Encantado de conocerte." "Buen vuelo". "He hecho un poco de ellos en mis tiempo", dijo, y una línea que le frunció levemente el ceño apareció por encima de su ceja derecha. "Espera, ¿a dónde vas?" "Vuelvo a la bodega," dijo Zo. "Tengo que ir a ver una cosa."

45/Mazlot Se acercó lentamente a la sala de trofeos, prestando atención a cada detalle. La cámara donde se había despertado primero estaba tal y como ella la recordaba con los huesos y las pieles, las calaveras en la pared, tal y como el whiphid los arreglo para servir de trofeos, todos sorprendentemente ordenados y organizados a pesar de que la nave fue golpeada y la empujada por el ataque de los blasters. Era como si alguien, que acabase de llegar lo hubiese enderezaro todo. El aire encerrado se espesaba con el olor del líquido derramado y quemado de grasa, aceite, y el empalagoso y constante olor de la sangre seca. Dio otro paso, agachándose bajo una hilera de ganchos oxidados para carne colgados de poleas sobre su cabeza, e hizo una pausa, mirando profundamente hacía el rincón más alejado. Había algo acurrucada allí, agazapado lejos de la luz, una forma baja y voluminosa cuyos contornos eludían las formas o los detalles. Ella podía oír el sonido bajo de su respiración. "Tulkh?" Su forma cambió, se retuerce un poco, lo suficiente para que Zo vislumbrase uno de los ojos de pergamino mirándola. El whiphid, se dio cuenta, se había atornillado a la pared, sujetándose a sí mismo con una red de cadenas pesadas y cables, con un aparato de metal adicional: un tipo de collar de esclavo en el cuello, parecía cubrir alrededor de su cuello masivo. Coágulos gruesos de color rojo y las yagas ya habían tomado la base de su piel alrededor de su cara. "¿Qué te pasó?" le preguntó el a. Tulkh resopló, y levantó la cabeza, con las mandíbulas abiertas crujiendo. "¿Qué te parece?" Zo respiró fuerte. A pesar de todo lo que había visto hasta ahora, sentía como un estilete fino se deslizaba a través de ella a la vista lo que asolaba al whiphid. Su ojo derecho, todo el lado derecho de su cabeza, se había hinchado horriblemente, hinchándose con la infección y el tejido necrótico que trabajaba ocupado en su interior. Saliéndole pústulas en la frente y comprobó que le goteaba un liquido con la espesor del jarabe por la parte delantera de su pecho. Incluso el colmillo que sobresalía desde el lado derecho de la mandíbula se había vuelto de un color amarillo enfermizo, como una cavidad de dientes podridos. "¿Tú?" -preguntó el a. Tulkh hizo un ruido gutural, señalando las restricciones que se había colocado a sí mismo. “Conseguí encerrarme. Lo puedo sentir. Se acerca." "¿Cómo...?" "Un lagarto de las nieves”. "¿Qué? ' " Uno infectado. Escupió sobre mí." Tulkh hizo un sonido triste que en realidad podría haber sido una

risa irónica. "Debo de haber recibido su sangre en mis ojos. Modifica todo lo que toca..." "Tal vez..." "Aquí." Él levantó una mano, y Zo vio que estaba agarrando el extremo roto de su lanza, el que había estado llevando con él. Tal vez la mitad de un metro del bastón se mantenía, con la punta de flecha de pedernal que parecía tan afilada como la había estado la primera vez que la había visto. "Ten esto. Podría traerte suerte." "Escucha", dijo. "La enfermedad te ha afectado de manera diferente. Todavía estás vivo. Tal vez haya una manera de que podamos..." "Mazlot". "¿Qué?" Él hizo un gesto con la cabeza hacia atrás de la pared de dos metros a la que se había atornillado, y Zo vio el sello de goma negro que lo rodeaba, sus bordes exteriores ligeramente redondeados como la curva de un monitor tradicional. "Este panel trasero puede caer. Tocando el sello del interruptor en la pared del fondo." Zo miró a la placa del interruptor que el whiphid le señalaba con un gesto, en el lado opuesto de la bodega. Recordó que la primera vez que había estado aquí, ya había notado que había algo escrito, pero no pudo leerlo porque estaba cubierto de musgo que había crecido sobre ella. El musgo era ahora más delgado, y ella pudo ver la palabra con todas las capitales letras sans serif: MAZLOT "Esto significa “Salida de aire ","dijo Tulkh, asintiendo con la cabeza. "Adelante, hazlo". "Tal vez..." "Ahora". Tulkh se lanzó hacia adelante lo suficientemente para que la cadena de restricción que tenia apretada, y los tornillos crujiesen en sus montantes. El empujo la lanza hacía ella, con las fuerzas que le quedaban, la lanzo, y Zo la esquivó a un lado donde resonó al llegar al otro lado de la cámara, y luego cayó al suelo en medio de un montón de calaveras. Tulkh se desplomó hacia atrás, al parecer agotado por el esfuerzo. Cuando levantó la cabeza a su vez, la luz había cambiado en sus ojos, delgados y inclinados, con un tono que ella no conocía. Un gruñido burbujeante escapó de sus labios. Dando marcha atrás, Zo fue a recoger la lanza rota, se agachó y enroscó sus dedos alrededor de ella, y volvió su atención hacia el interruptor de la salida de aire. No habría piedad como muy poca se le mostro en el día de ayer. Si el whiphid quería una muerte rápida, pensó que había visto lo suficiente como para otorgársela. Pero...

El grito salió de detrás de ella, con una explosión ensordecedora. Dándose la vuelta, vio a la cosa embistiendo la puerta la sala de trofeos. Un estudiante de los Sith, que el a nunca había visto antes, se estaba lanzando a ella, su cadáver con la boca completamente abierta en un rictus ovalado. Los ojos de la cosa eran de color verde brillante y salvaje, como esmeraldas en el fuego, y largas cadenas de pelo de color naranja-rojizo le colgabas hacía atrás sobre sus hombros, balanceándose y rompiéndose violentamente alrededor de su cara, ya que estaba tratando de morderla. Su túnica de la academia estaba tan ensangrentada que se había vuelto rígida. ¡Aporrear! Zo cogió la lanza en sus propios términos, conduciéndolo hacia atrás, pero no lo suficiente cerca de la salida. La ataco a el a por segunda vez, y cuando gritó Zo oyó a Tulkh gritar detrás de ella exactamente en el mismo tono y volumen. La enfermedad, lo sabía, estaba totalmente despierta dentro de él, no había nada que pudiese hacer al respecto ahora. Usa la Fuerza... Sintió la voz de la orquídea en su cabeza, débilmente y de forma algo distinta de la usual, guiándola. Enfócate, Hestizo. Ella asintió con la cabeza para sí misma, con las manos ya subiendo, extendiéndose de la forma en que hacía a veces cuando estaba muy a tono con el gran campo de energía alrededor de ella. La cosa Sith que de alguna manera supo que su nombre había sido Lussk, y que le habían prometido que en última instancia que sería el último por la enfermedad que lo había superado se estrelló contra ella. Zo le agarró por la parte frontal de su uniforme que la sangre puso rígido y empuje el cuerpo hacia arriba, por el aire. Ella lo giro más, y lo tiro hacía el primer gancho de la carne que colgaba sobre su cabeza, de modo que la parte inferior de su boca abierta fuese en línea recta hacía el conector del gancho oxidado, empalándolo a él a través de la boca. El Sith, se retorció y golpeo en el aire, con las piernas pateando con furia, con los brazos dando sacudidas, pero incapaz de liberarse. Ahora, Hestizo. Ahora! Lo rodeó por atrás, cogió su pie, y lo empujó. Los ganchos y las poleas se encontraban en las preparadas para ir de un lado de la bodega al otro, y él Sith, se fue escorando hacia adelante a través de la bodega, todavía colgando de su mandíbula, y se estrelló directamente contra Tulkh. El whiphid logro dejarse un brazo libre, echó atrás la cabeza, y gritó de nuevo. Ahora... Zo alargo un brazo, se encontró con otro cable que colgaba desde arriba, y se lo envolvió con fuerza alrededor de su brazo. Con la mano libre fue hacía, alcanzando con la mano extendida la placa del interruptor rectangular simple. MAZLOT. Hubo un silbido agudo, como él de una lata de aire comprimido que se desgarrase, y toda la pared trasera de la bodega, voló, el panel de salida de aires, acabo de pasar, aspirado hasta el vacío. El whiphid y él Sith se fueron volando con él de mientras se movían de mientras un ciclón frenético de pieles y huesos se

derramaba hacia el espacio. Zo permaneció en su lugar. El cable en su antebrazo sosteniéndola. Detrás de ella un caldero de grasa licuado se derramó hacia un lado, regando el suelo, y sus pies se deslizaron, moviendo las piernas hacia delante hacia la salida de aire. Manteniéndose agarrada. Agarrada estrechamente, ella se retiró hasta que tocó la escotilla que salía de la bodega de la Mirocaw y se apalanco a ella misma a través de ella, entonces golpeo a la consola que había fuera, cerrando y sellando la escotilla. Su última visión de la bodega fue una cámara de metal desnudo, vaciada de su contenido en cuestión de segundos por el vacío del espacio. Todos los desechos de la colección de trofeos horribles del whiphid había desaparecido, junto con el crecimiento vegetativo que había marcado su breve estancia aquí, todo había sido aspirado limpiamente hacía el vacío implacable e insaciable. Al final, Zo no se sorprendió. La galaxia, como había aprendido, podía ser un lugar de mucha hambre. 46/Todos bajo la línea Cuando llegó de nuevo a Marfa, Bennis la estaba esperando en el Nivel 7 Beta, de pie detrás de un bosquecil o de bambú Onderoniano. "Hestizo, bienvenida de nuevo." sonrió cuando la vio acercarse, se alejó de los tallos de color estaño pálido levanto la cabeza hacia las luces de crecimiento, y le tendió la mano. Zo lo abrazó en su lugar, probablemente demasiado bien, y lo soltó cuando noto que Bennis hacía mueca de dolor. "Lo siento. Es bueno verte de nuevo." "Tú también", dijo, acariciando su pecho. "Te avisar para mostrarte mi cicatriz cuando me quiten las vendas cónicas. Es muy impresionante". "¿Estás bien ahora?" "Pronto lo estaré. La Fuerza es un curandero fuerte." Su sonrisa se expandió, superando a la oscuridad. "Me enteré de lo de Rojo. Todos lo hicimos, por supuesto. Hestizo, estoy tan... lo siento." Ella asintió con la cabeza, y por un momento ninguno de ellos habló. Había momentos en que ninguna cantidad de palabras era capaz de transmitir el dolor del corazón, y el silencio era la respuesta más elocuente. Después de un tiempo, Bennis trato de llegar a su mano. "Ven, tengo algo que mostrarte." Ella lo siguió a través del largo invernadero, más allá de las plantas y las especies conocidas, sus tallos y ramas apoyándose al pasar ella, algunas susurrando su nombre, pasaron junto a los otros Jedi que estaban trabajando aquí. Más adelante vio a la cámara de incubación. Bennis abrió la escotilla, y entró. ¿Hestizo?

Se detuvo y miró a la punta de la orquídea Murakami que crecía frente a ella, sus pétalos anchos, casi temblando de expectación y emoción, y ella sonrió. Hola. Hestizo, he oído hablar mucho acerca de ti, vamos a hablar, vamos a... "La segunda de su especie", dijo Bennis. "Llegó aquí esta mañana. Baste decir, que ha estado anticipando tu regreso aquí con gran entusiasmo." "Estoy segura “dijo, llegando a tocar los pétalos de la flor. Tú estuviste con mi hermano de semilla, dijo la orquídea, arqueándose hacia ella. ¿Es eso cierto? Sí, era yo, le dijo ella, y pensó en la voz de la primera orquídea, la que aún se escuchaba en su mente. Yo sigo siéndolo, en cierto modo. Me salvó la vida. ¿En serio? Bennis sonrió de nuevo, con la sonrisa indulgente de un padre orgulloso, y le dio una palmadita a la pequeña orquídea. "Fácil", dijo. "Habrá mucho tiempo para eso una vez Hestizo se haya asentado de nuevo con nosotros, estoy seguro." "En realidad..." Zo lo miró a los ojos. "Quería hablar contigo acerca de eso." "¿Ah, sí?" "Voy a desaparecer por un tiempo." Bennis espero. "Estoy pensando en regresar al Templo Jedi en Coruscant para continuar mis estudios. No es que no me encante estar aquí, por supuesto, pero siento que hay más cosas para mí que debo aprender." Se detuvo un momento y luego asintió con la cabeza como si hubiera no hubiese esperado nada menos. "Tuve la sensación de que podrías decir eso." "Cuando estaba fuera, yo veía las cosas..." Zo tomó aliento y lo sostuvo hasta que ella estuvo bastante segura de que su voz era firme de nuevo. "¿Vosotros habéis oído acerca de lo sucedido en OdacerFaustin?" "Algunas cosas", admitió Bennis, "sí." "Tengo pesadillas al respecto ahora. Probable las tendré durante meses. Y creo que..." Ella sacudió la cabeza. "¿...qué pasa si no ha terminado? ¿Qué pasa si la enfermedad que Darth Scabrous creo... salió de alguna manera?"

Bennis no respondió, sólo miró hacia ella de manera constante, hasta que Zo suspiró y esbozó una sonrisa fina. "Hice un amigo, un aliado poco probable en realidad un mecánico. De nombre Pergus Frode. Es un buen piloto. Él me llevara a Coruscant. A partir de ahí..." Ella se encogió de hombros. "¿Quién sabe?" "Espero que te mantengas en contacto." Y entonces, con absoluta sinceridad: "¿Hestizo?" "¿Sí?" "Que la Fuerza te acompañe." Zo sonrió al escuchar ese viejo refrán, cuyas palabras había escuchado toda su vida, pero cuyo significado todavía estaba aprendiendo a entender a un nivel personal. "Y que este con vosotros también." Permanecieron juntos durante un momento sin hablar. Zo se agachó y pasó sus dedos suavemente sobre la orquídea, se volvió y salió de la cámara de incubación, a través del nivel de investigación en la que había pasado gran parte de su vida adulta. Ella no se dio prisa. Ella sabía que cuando llegase al hangar, Frode la estaría esperando a ella con la nave, listo para llevarla de vuelta a Coruscant, y a lo que podría estar esperándole allí. El mecánico sería buena compañía de viaje, sintió que tenía un aire de bajo perfil sobre él personalizado con docenas de historias no contadas, los eventos que había hecho en su vida y que lo hicieron tomar el camino a Odacer-Faustin. Ella sintió que ya empezaba a confiar en él. Haciendo su camino hacia el turboascensor que la llevaría hacia arriba y lejos de todo esto, Zo pensado en dar una última mirada a las plantas, al verde que hacía su vida aquí. Este era su mundo lo sabía. Tal vez debería reconsiderarlo, darse tiempo para recuperarse a sí misma antes de pasar a otra cosa. Las puertas del ascensor se abrieron y ella entró, coloco el dedo sobre el botón el tiempo suficiente para tomar en un último aliento, perfumado de la vida vegetal que estaba dejando atrás. Eso era suficiente. El futuro era aterrador, pero no podía evitarlo, más de lo que podía dejar atrás el pasado. Pulsó el botón y no miro hacia atrás. Agradecimientos Cuando tus deudas son tan profundas como las minas, hay una tendencia a decir: "¿Sabes quién eres?", pero cuando estás tratando con algo de esta magnitud, uno no acaba de cubrirlas. Por su orientación, inspiración y aliento a lo largo del camino, le debo mucho aprecio a mi agente, Phyllis West berg de Harold Ober Associates, a mi editor. Shelly Shapiro, junto con Krich Schoeneweiss, Keith Clayton, y el resto de la familia Del Rev / Random House. De Lucasfilm, las mayores felicitaciones a Sue Rostoni y Leland Chee por salvar mi tocino en la

continuidad del universo y por el Holocrón. Y, por supuesto, a George Lucas, para llamar mi atención cuando yo tenía siete años de edad y un sentido de admiración del que nunca me recuperé. Quiero extender un agradecimiento especial a la Legión 501, cuya generosidad y compromiso en el libro de las Tropas de la Muerte fue inolvidable, sobre todo Southern California Garrison, la Golden. Gate Garrison, el Cloud City Garrison, el Midwest Garrison, el Bloodtin Garrison en Indianapolis, el Great Lakes Garrison, y el Garrison Carida en mi propio patio trasero-sois como rocas chicos. Y un aplauso extrafuerte para la guarnición del Empire State Garrison, que llegó a Manhattan en un día caluroso de verano para el lanzamiento de Del Rev Tropas de la Muerte y no olvidares la sangre... o las cervezas. Para todos los que salieron a saludar en la gira, o dejaron caer su dinero para comprar cualquiera de mis libros, gracias. Sin ustedes, la empresa entera se iniciaría y finalizaría en mi escritorio. Como siempre, tengo que reservar mi mayor agradecimiento para mi familia: mis hijos increíbles, y mi esposa, Christina. Tu amor, ánimo y profundo sentido del ridículo son recordatorios constantes de la magia cotidiana, que la más importante de todas. Un hombre no puede pedir más.

Related Documents

3645 Aby - Cosecha Roja
January 2021 2
A.m Roja
February 2021 1
Luna Roja
January 2021 1
Luna Roja
January 2021 3

More Documents from ""