Diablos Arlequines

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Los Diablos Arlequines nacieron en Sabanalarga hace cuatro décadas. Pese a que La Fundación Carnaval de Barranquilla reconoce su nacimiento en 1930, don Apolinar Polo, su creador y director durante muchos años, asegura que se la inventó en la década de los 70s. Sabanalarga, cuna de los diablos, es un municipio en el centro del departamento del Atlántico, a unos 50 kilómetros de Barranquilla; es un pueblo grande y tradicional con la iglesia y el parque en el centro, y un pequeño desarrollo urbanístico, que contrasta con un amplio desarrollo rural de haciendas ganaderas. Es un pueblo de fiestas, carnavales y picós que le ha dado vida a danzas y bailes emblemáticos de la tradición caribeña, que hoy hacen parte del Carnaval de Barranquilla. Entre todas las manifestaciones de este municipio, se destacan la danza de Los Diablos Arlequines y la Danza de los Goleros, en la que antiguamente participaban también los diablos rojos. Con orgullo los lugareños tienen en sus casas libros y fotos de todos sus diablos. Cuenta la tradición que los Diablos Arlequines nacieron en la colonia como una manifestación de burla frente a la colonización, que nació gracias al mestizaje de indígenas, africanos y españoles. Se dice que los españoles embrujaban a los indígenas con espejos; los mismos espejos que hoy llevan los diablos en sus máscaras que a la vez sirven de sombreros. Se dice también que los asustaban botando fuego por la boca y saltando botellas de vidrio con espuelas en las botas y machetes en las manos, alternando con unas castañuelas que producían una música encantadora. No obstante, la historia que cuenta don Apolinar Polo, a quien todo el

pueblo reconoce como “el dueño de los diablos”, es otra. Dice él que sí se inspiró en el diablo y en los cuentos de la colonia para inventar la danza, pero no quería un diablo malo, un diablo común con cachos y cola, un diablo negro y rojo. Él quería diablos fiesteros y carnavaleros, por eso se dio a la tarea de buscar personajes fantasiosos, coloridos, alegres y juguetones, hasta que encontró en el diccionario el significado de la palabra Arlequín y se imaginó un payaso de colores con cara de diablo. Amarró un poco de la tradición de los diablos rojos, se inventó otro tanto y al payaso le puso atributos de diablo, le dejó los colores del arlequín y los sonajeros en el vestido, le pintó la cara con blanco y rojo, y le puso una máscara roja con espejitos, como los de los españoles; le dibujó ojos y cachos de diablo. Armó un grupo de 30 muchachos que aprendieron a saltar botellas con botines espuelados y a tocar castañuelas. Esta danza que sólo es interpretada por hombres, tiene una coreografía alrededor del fuego que comienza con movimientos lentos mientras los bailarines hacen malabares, y después al ritmo de puya, los muchachos van y vienen rápidamente, hacen giros, saltos y acrobacias mientras botan fuego por la boca. El ritmo del baile lo marcan la tambora, el tambor alegre, el llamador, el guache, las maracas y la flauta de millo. Cuentan en el pueblo que el diablo que inspiró a don Apolinar fue Héctor Díaz, el diablo rojo y su mujer la Golera. Don Héctor, unos años mayor que don Apolinar dice en cambio que esa danza de los diablos arlequines es falsa, que la verdadera, la del diablo rojo, se la robaron y la convirtieron en “eso que no tiene nada del diablo” y que por eso mismo no tiene nada que ver con él. Antes, cuando el Carnaval iba hacia la gente, de casa en casa, don Héctor se disfrazaba de diablo rojo junto a Gregorio Romero, jugaban a que

un diablo le quitaba la capa al otro, y bailaban por todo el pueblo mientras se enfrentaban como dos demonios. Con ellos iban también los goleros (gallinazo), una danza inspirada en estas aves, en la que participaba la esposa del diablo. Eran otros tiempos, el carnaval se hacia en el pueblo, era pequeño y la gente disfrazada bailaba para festejar y para conseguir dinero para “el ron”. Dice el Diablo Rojo que él si es diablo verdadero porque desde chiquito le gustaron los diablos con sus castañuelas y sus espuelas, con el baile y el brincadito. Usaba una camisa roja desgastada, opaca y triste, y tocaba castañuelas de 25 centavos; su esposa, con una mascara de golero, recitaba poesía. Ya no salen más a Carnaval. Muchos años después de desaparecer el Diablo Rojo y aparecer los Diablos Arlequines, Sabanalarga llegaría a Barranquilla con los grandes desfiles y las danzas tradicionales. Don Apolinar quería estar allí representando a su municipio, por eso, cuenta él, creó una danza original que nació mucho después de Colón y de los españoles, pero que dentro del imaginario del Carnaval tiene ya más de 500 años. En la cancha de la Torre por la salida a Cartagena, en La Cordialidad se inventó esta historia. A pesar de los pocos años que tiene, y de no ser considerada “inmemorial” por todos los habitantes de Sabanalarga, los carnavaleros y los folcloristas, los Diablos Arlequines es ahora una de las danzas más representativas de la tradición del Carnaval, y una de las más queridas por el pueblo. Desde 1992 año tras año, primero Don Apolinar, y después su hijo Gastón, quien ahora dirige la danza, se preparan para la fiesta más grande del Caribe Colombiano. Desde su pueblo se van a Barranquilla en un bus y allí pasan los días del Carnaval entre desfiles y presentaciones. El resto del año, se presentan en fiestas locales del Atlántico, Córdoba y la depresión momposina.

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- Lo viste? -Si... mejor... Vámonooooos! Y las piernas de los dos pequeños, como patas de gacela, corrieron a toda velocidad. Los latidos se aceleraron, el rostro tomó color de papel y las piernas temblaban como gelatinas. Al llegar a sus casas a pocas cuadras del patio donde jugaban en Sabanalarga (Atlántico), Apolinar Polo y Arnulfo Cera contaron, cada uno a padres y hermanos, la misma historia. Vimos al demonio... Estábamos bailando la danza de los diablos... El estaba en un árbol, y nos miraba. Los niños de ocho y nueve años no salían de su asombro. Jamás pensaron que imitar el baile de la danza de Los Diablos, tan popular en la localidad, iba a provocar su aparición. Qué les quiso decir? Estaba burlándose o simplemente los quería molestar? Cuando los años ya han pasado, Apolinar Polo no olvida ese hecho ocurrido el Miércoles de Ceniza de 1945. Ese día, como lo hacían en los últimos tres años, los pequeños elaboraron con tapas de gaseosa y alambres imitaciones de castañuelas y cuchillos para llevarlos en manos y pies y comenzaron a bailar de igual forma como lo hacían los integrantes de la pequeña danza que dirigía, en ese entonces, Gregorio Romero. Fue en ese momento que apareció el extraño visitante que los llamaba. El juego tenía una explicación. La danza de Los Diablos los tenía embrujados. A Apolinar le gustaba tanto que en muchas ocasiones le pidió a Gregorio que le dejara tocar el pequeño tambor. La insistencia dio resultado, ya que el sabanalarguero, que había

heredado la tradición de su padre Marcial Lavalle, le permitió al menor acompañarlo durante dos carnavales. Pero ese amor por la danza y las cosas de Carnaval no fue fugaz en la vida de Apolinar. Al contrario, cada año se afianzaba en su corazón. En 1979, y después de haber conformado las danzas de Los Indios Bravos y Los Goleros, sacó por primera vez la Danza de Los Diablos. Mucha agua había pasado debajo del puente, como se dice popularmente. En efecto, la danza había dejado de aparecer después de los años 50, luego de la muerte de Gregorio Romero, quien la guió desde los años 30; y él, Apolinar Polo, había dejado de trabajar en la empresa Industrias Rayón después de haberle entregado 23 años de su vida. Yo siempre hablaba de la danza con mis amigos, de lo importante que era para la historia de la región, en muchas ocasiones tocaba la dulzaina y el redoblante y les explicaba los pasos, porque yo aprendí a bailar y tocar con el viejo Gregorio, cuenta Apolinar Polo. Fue gracias a la insistencia de su amigo Víctor Mercado, un ebanista que vivía en esa localidad, que decidió integrar la danza. Para motivarlo, Víctor le dijo a Apolinar que él asumía los costos de su vestido y que también lo podían hacer los otros integrantes porque para cuando ya estuvieran listos, saldrían a pedirle apoyo a la Alcaldía. La idea le sonó a Apolinar y se decidió. En 1979, la Danza Los Diablos reaparecieron. Sus integrantes eran Edgar Oquendo, Edilberto Mercado, Javier Mercado, Antonio Sarmiento, Jairo Pacheco y Apolinar Polo.

El nombre de Arlequines surgió luego de investigar un poco. Inicialmente Apolinar no sabía qué denominación darle al grupo, pero sí estaba consciente que quería inspirar alegría y colorido. Arlequín se adecuaba perfectamente pues era el personaje cómico de la antigua comedia italiana que llevaba mascarilla negra y traje de cuadros o losanges de distintos colores y que representa lo gracioso y la bufonería, y nosotros queríamos ser unos diablos alegres, dice. Al momento de escoger el nombre y para hacerle honor a este, Apolinar decidió cambiar la indumentaria de color rojo, por una de varios colores. El rojo, sin embargo, sigue siendo el color representativo de la danza. Desde entonces, la historia tiene miles de anécdotas. Las ayudas, algunas veces, llegaron sin mucho esfuerzo y otras, --en la mayoría de los casos, para no decir mentiras--, eran producto de muchos esfuerzos. Todos los esfuerzos hechos hasta el momento han tenido su recompensa, porque la Danza de los Diablos, que está integrada por 16 jóvenes, ha participado en numerosos eventos nacionales e internacional y ha obtenido el reconocimiento local, regional y nacional. Apolinar sigue siendo tan exigente con los integrantes de la danza como lo fue desde el primer día. El baile o el disfraz no pueden tergiversarlo, hay que cuidar la tradición , dice. Este hombre que se entrega en cuerpo y alma al Carnaval dice que aún le quedan muchos años para aportarle a las fiestas. Y mientras lucha para seguir con la Danza Los Diablos Arlequines, Apolinar Polo espera que se le aparezcan mágicamente personajes

para que juntos rescaten de ese baúl de recuerdos mágicos y asombrosos otras danzas que han desaparecido por la falta de apoyo económico. Danza especial Los diablos pertenecen a la categoría de danzas especiales según la reglamentación que ha fijado la Fundación Carnaval de Barranquilla. Se llaman danzas especiales porque son bailes y coreografías tradicionales de la región. Se distinguen por no tener versos y presentar un argumento propio y tradicional del Carnaval. Además son juegos coreográficos que al nacer para los Carnavales tienen la licencia de agregarle elementos respetando los patrones de la tradición regional. El primer danzante, según testimonio de Apolinar Polo, fue Marcial Lavalle, quien bailaba al compás rítmico de la flauta e millo y la caja, y saltaba por encima de botelllas con movimientos acrobáticos. En sus zapatos llevaba cuchillos como espuelas, que cortaban el viento al cruzar sus piernas. En el acto demostraba seguridad. Lanzaba fuego por su boca pues era una práctica usual entre malabaristas de las poblaciones ribereñas del Magdalena. Para Apolinar Polo, la riqueza folclórica de la danza está determinada por ser mestiza. Su vestido conserva la tradición del diablo europeo, y su música y su baile tienen elementos negros e indígenas.

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La Danza de los Diablos Arlequines es una danza de origen hispano y la presencia de diablos en el Carnaval de Barranquilla responde a los procesos de sincretismo entre lo aborigen, lo español y lo afroamericano, que se dieron durante La Conquista y La Colonia. Las Danzas de Diablos tuvieron sus primera manifestaciones -como reflejo de la imposición cultural europea- en las antiguas celebraciones populares y religiosas de los pueblos de Bolívar, Magdalena y Cesar, con ocasión de la fiesta del Corpus Christi. La iglesia, en su estrategia de imponer el cristianismo a los nativos del Nuevo Mundo, induce una inversión de valores en ciertos elementos míticos de la cultura aborigen y transforma algunos espíruts buenos de quel politeísmo naturalista de los indígenas, en “espíritus del mal”, asimilándolos a “diablos” de la iconografía eurocristiana y haciéndolos enfrentar al Santísimo, dentro de la puesta en escena de una significativa liturgia católica. Tomado de: Huellas, Revista de la Universidad del Norte (2002) Dossier Carnaval de Barranquilla.

El disfraz tiene variaciones más coloridas con relación al de los Diablos Espejo y se asemeja a los arlequines de donde deriva su nombre, llevan sombrero amplio, el rostro pintado, castañuelas o sonajeros, espuelas o cuchillos en los zapatos, medias altas y zapatos planos del mismo color tipo babuchas. Los ritmos son marcados por el acordeón, dulzaina y redoblante.

Carnaval S.A – carnavaldebarranquilla.org Tienen su origen en las fiestas religiosas y populares de los pueblos de Bolívar, Magdalena y Cesar especialmente la del Corpus Christi

donde los diablos bailaban en las procesiones fuera del templo con espuelas y sonajeros y luego pasaron a los Carnavales Vestuario: Bombacho enterizo con un rabo corto generalmente de color rojo, puede ser también de otros tonos. Llevan máscara con espejos, cachitos, castañuelas o sonajeros, espuelas o cuchillos en los zapatos, medias altas y zapatos planos del mismo color, babuchas.

Marcación del ritmo y Coreografía: Es una danza con influencia de la España medieval. Al ritmo de la música inician una marcha de idas y venidas, sonando los cascabeles o las castañuelas y las espuelas. Bailan alrededor de botellas. Saltan cruzando las piernas y alternando los brazos hacia atrás, hacen malabares sobre las botellas sin tumbarlas. Se unen con los brazos y juntan sus espaldas. Con ello muestran una actitud defensiva y de seguridad. Después de estas demostraciones se ejecuta un ritmo rápido de puya que indica a los danzantes saltar y lanzar llamaradas por la boca si este acto lo incluye la danza. El éxito del bailarín es lograr lanzar a larga distancia la llamarada.

Música: Se interpreta con acordeón, dulzaina y redoblante

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