El Bar

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EL BAR La vida literaria de México en 1900 IIÁ

d

RUBÉN M. CAMPOS

AAA Y

RES TA PITAEAS

A

Consejo Editorial Fernando Curiel Clementina Díaz y de Ovando José G. Moreno de Alba Mario Melgar Adalid Vicente Quirarte

EL BAR La vida literaria de México en 1900

Prólogo

Luis Mario Schneider Fernando Tola de Habich

SERGE1. ZAÍTZEFF

COORDINACIÓN DE HUMANIDADES DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO MÉXICO 1996

Prólogo AA

ELESTADO de Guanajuato hansalido dos escritores que con-

tribuyeron al modernismo mexicano con una obrasignificativa: Rafael Lópezy Rubén M.Campbs. Este último, un poco mayor que su coterráneo, nació el 25 de abril de 1871 en Valle de Santiago y luego pasó con su madre Juana Camposa San

Pedro Piedra Gorda, hoy Manuel Doblado.! A partir de los ocho años,

a raíz de la muerte de su madre, se crió al cuidado de tres tías y un sacerdote en el mismo pueblo, antes de trasladarse. a León en 1882.

En esta ciudad pasó unostres años que fueron decisivos en su vida RamónValle —dulcepoetag:

Í

nse y amigo sincero y leal—?

en las veladas en tiempos dé El Plectro, revista dirigidaporel culto

maestro. En ese ambiente es

qa 114)

ñite ysabio se formó la vocación

literaria del que ya soñaba desde la provincia “con te unarte netamentemexicano”.* Con sus cortos conocimientos delos clásicos

y un fuerte deseo de triunfar en el mundo literario, se trasladó a la capital de la República alrededor o sin sacrificios y esfuerzos logró abrirse camino en el periodismo y sobre todo se dio a Ao

o

no

E

,

conocer en los mejores cenácutos cón sus finas poesías prosas. Desdela fundacióndela ilustre Revista Moderna el poeta de GuanaPrimera edición: 1996

DR O 1996. UniversidadNacional Autónoma de México Ciudad Universitaria. 04510 México, D.F.

DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES Impreso y hecho en México ISBN 968-36-5160-7

Urbina y Valenzuela, entre otros. Junto con y músicos, artistas y escricrol A, . tores, Campos participó plenamenteen lavidabohemia. En 1908 se casó con Teresa Arechavala y tuvieron una hija. Desgraciadamente . MEl acta de nacimiento así como mis conversaciones con la viuda del poeta corrigen de una

y vez las fechas erróneas que se encuentran en la bibliografía de Campos. También se confirma que no nació en la ciudad de Guanajuato. / 2 «Ramón España” [Ramón Valle], El Demócrata, 4 de julio de 1895, p.2. 3> Ibid. hs

gr

al estudiar con el presbítero Ramón Valle, quien le dio una excelente preparación clásica. Años más tarde el joven Campos recordará a


6

PRÓLOGO

PRÓLOGO

falleció su esposa en 1911 y no se volvería a casar hasta 1922, Conoció a su segunda esposa, originaria de Viena, en Milán hacia fines de 1920 cuando Campos desempeñaba el cargo de cónsul en esa ciudad, puesto que ocupó poco tiempo debido a la cambiante situación política de México. Durante su estancia en Europa escribió artículos sobre arte y música para la prensa nacional y un tomo de crónicas de viajes.* El 25 de junio de 1922 contrajeron nupcias el escritor mexicano y la joven Stefanía Debeljak. Cabe señalar que Rubén M. Campostenía una buenaeducación musical, lacual le permitió cultivar la-erítica y la investigación sobre temas Telacionados con la música, ya en época de la Revista Moderna. Este

ción literaria quedó sepultada en numerososdiarios y revistas de la época hasta-1983 cuandose hizo una recopilación de dicho material.” En cuantoa la crítica que se ha podido rescatar sobre Campos, hay que reconocer que es muy reducida. A pesar de un brillante inicio en la vida literaria capitalina, con juicios muy favorables de parte de escri-

cializadas comolaRevista MusicaldeMéxico, la GacetaMusical, México

las opiniones expresadas por Carlos González Peña, Francisco Gon-

interés aumentaría posteriormente con colaboracionesen revistas espe-

Musicaly el Boletín Latinoamericano de Música y al mismo tiempo empezaría a dedicarseal estudio del folklore mexicano. Con el tiempo sus

investigaciones en el territorio nacional produjeron obras fundamentales que dieron renombre a Campos.* Como consecuencia, su obra literaria es hoy-poco conocida a pesar dehaber recibido altos elogios de los más distinguidos poetas de principios desiglo. Además de escritor e investigador, Campos fue también catedrático tanto de literatura como de arte, música, historia y folklore en numerosas instituciones, entre las cuales destacan la Escuela Nacional

Preparatoria, la Nacional de Bellas Artes, el Conservatorio Nacional, el

Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, y la Universidad Nacional de México.

Después de unavida activa y fecundael insigne folklorista padeció

una caída el 3 de diciembre de 1943 y como consecuencia de este accidente sufrió intensamente hasta su muerte acaecida en la ciudad

de México el 7 de junio de 1945.(Murió en la miseria y en el olvido.

Al acercarse a la obraliteraria deRubén M. Camposlo primero que saltaala vista es su variedad y abundancia, ya que cultivó enparticular sía, la crónica, el cuento y la novela. Logró publicar pocoslibros, todos hoy de muydifícil acceso,* así que la mayor parte de su producí Las alas nómades. Viajes. Barcelona: Casa editora Araluce, 1922. 3 Efolklorey la música mexicana (México: Secretaría de Educación Pública, 1928), Elfolklore literario de México (México: Secretaría de Educación Pública, 1929); Elfollelore musical de las ciudades (México: Secretaría de Educación Pública, 1930); Laproducción literaria de los aztecas (México; Talleres Gráficos del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1936). S Sólo la novela Claudio Oronoz ha sido reeditada por Premia Editora/SEP, 1982.

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tores como Manuel Ugarte, José Juan Tablada y Pedro Henríquez

Ureña, muypocoscríticos comentaron su obra entre3907 y 19457Con motivo de su muerte, sin embargo, apareció la mayor cantidad de artículos y notas sobre el poeta, dispersos en los principales periódicos dela capital. Enestehomenaje póstumo abundan los detalles biográficos, las impresiones personales y de cuando en cuando algunos

comentarios acerca de su obra. Las más interesantes, por cierto, son

zález Guerrero y Salvador-Azuela:*

EL POETA

En primerlugar es preciso aludir al enigma de Laflauta de Pan, único poemario que aparece registrado en las bibliografías más autorizadas. Lo curioso del caso es que nunca se mencionael editor y sólo de vez en cuando se precisa la fecha de 1900. No obstante, Manuel Carpio, bajo el seudónimo de Juan de Linza, anuncia la preparación de dicho libro en 1907.? Nueve años más tarde Genaro Estrada escribe que el 7 Rubén M. Campos, Obra literaria. México: Gobierno del estado de Guanajuato, 1983. Estudio

preliminar, recopilación y bibliografía de Serge 1. Zaitzeff. Como este volumen no circuló comercialmente, hemos aprovechado aquí parte de nuestra introducción.

8 Carlos González Peña, “Rubén M. Campos”, El Universal, 14 de junio de 1945, pp.3y7.

Francisco González Guerrero, “Autoresy libros. Rubén M. Campos”, El Universal, 16 de junio de

1945, pp. 3 y 13. Salvador Azuela, “El poeta de Guanajuato”, Novedades, 21 de junio de 1945, pp.

4-5. Posteriormente cabe recordar que en su edición de las Máscaras de la Revisia Moderna

(México: Fondo de Cultura Económica, 1968) Porfirio Martínez Peñaloza señala la urgencia de estudiar la obra literaria de Campos. Dos años más tarde José Emilio Pacheco alude rápidamente al escritor guanajuatense en su importante Antología del modernismo (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1970). Dice: “Rubén M. Campos es una de las figuras menores más interesantes de la Revista Moderna”(1, p. 128). En cuantoa la labor de Campos comofolklorista, consúlteseel artículo de Gabriel Moedano N., “Rubén M. Campos: un pionero dela investigación folklórica de México”, Boletín del Departamento de Investigación de las Tradiciones Populares (núm.3, 1976), pp. 5-27. ? “Hombres de letras. Rubén M. Campos”, Crónica (Guadalajara), 15 de abril de 1907, pp. 122-123.

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PRÓLOGO

PRÓLOGO

poemario ya terminado aparecerá muy pronto” y además indica después de cada poema recogido en su antología el título Laflauta de Pan)lo

La producción poética de Rubén M. Camposse inicia con versos acogidos en 1888 por El Plectro de León." De estas composiciones juveniles una se reproduce el año siguiente en El Partido Liberal, cuandoel poeta se encontraba todavía en la provincia. Se trata de “Las golondrinas”, evocación triste y nostálgica de la muerte de la infancia de

cual parece sugerir que Estrada debe haber conocido el manuscrito. Resulta

evidente que sí hubo un proyecto de publicar tal tomo, pero lo más probable es que nose llevó a cabo por motivos desconocidos.!! También se notará en la producción poética de Campos que algunas composiciones

pertenecen a un futuro librodepoemastituladoDesnudos,que tampoco serealizó. De hecho;solamente se conocen cuatro poemas de esta colección con fecha de 1898y1912cuyo motivo central es la descripción sensual de unas mujeres: Ruth, María de Padilla, Leda y Eva. Quizás debido ala ausencia de un poemario (antes de la recopilación de 1983) Campos ha estado poco representado en las principales antologías poéticas. Méxicopoético de Adalberto A. Esteva, con fecha de 1900,tieneel privilegio de ser la primera en incluir una composición de nuestro poeta (“Nocturnos tropicales: Dies Irae!”). El mismo antólogo vuelve a reproducir este poema en la Antología mexicana. Libro nacionalde lectura (edición de 1906) y advierte la impor-

“2 tancia del bardo, quienformaValenzuela, Dávalos, Nervo, Tabla-

da Olaguíbel[Francisco], el brillante escuadrón quesostiene en el

estadio de laprensa de México la causa de lapoesiadetadenta: Como se ha de esperar, la indispensable obra de Geñiaro Estrada) Poetas

nuevos de México (1916), da a conocer cuatro poemasprocedentes

dela Revista Azul y de laRevista Modernade México. Tres años más

tardese reproduce unodeellos, “Celeste flor angélica”, en Lírica mexi-

cana, antología publicada porla legación de México en Madrid. No deja de llamar la atención el hecho de que el mismo poema escogido por Esteva se halla en versión inglesa en el conocido libro de Underwood. *? También Francisco González Guerrero en Sonetos mexicanos (1945) y Félix Blanco en Poetas mexicanos (1967) recogen de la antología de

Estrada el popular soneto “Celeste flor angélica”. Sólo Vicente Magdaleno en suJuárez en lapoesía (1972) incorpora el poemapatriótico “Nuestra bandera”. Como resultado de la escasez depoemasrescatados en antologías, es comprensible que la poesíade Campos.sea casi totalmente

desconocida... '

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Campos. Éste recuerda la vida casi bucólica del lugar donde vivía con su madre y exalta la belleza de la naturaleza. Termina anhelando morir en este escenario ideal. En estas primeras tentativas ya se advierten las huellas del modernismo, sobre todo en lariqueza de percepciones SersomaleES Las colabóraciones poéticas de-Campos se reanudan de mane regular, después de su llegada a la ciudad de México, en El Demócrata a partir de enero de 1895 hasta junio del mismo año. Seis de las nueve composiciones publicadas en este periódico se agrupan bajo el título de “Nocturnostropicales” cuyo tema principal es la naturaleza, a veces de carácter violento, sin que falten matices netamente mexicanos. El

poeta “enfermo de amores” intenta buscar consuelo enel paisaje que describe con sensualidad. Por lo demás, se observa que en esta primera

época se combinan temas paisajistas y amorosos en versos que ya revelan un dominiode la expresión poética y un fino gusto en el léxico. La aceptación de estos poemas se demuestra en su frecuente reproducción en los periódicos más importantes del día. Apenastranscurre un año cuando aparece elnombre del joven poeta en la publicación más prestigiosa de la época,laRevistaAzubde Manuel

Gutiérrez Nájera. De hecho, el 9 de febrero-de-1896-se difunde el poema “A ManuelGutiérrezNájeraY en-el cual ensalza los valores de

este “príncipedel arte”. Ya consagrado, Campos.colabora con otros

poemas en el renombrado semanario ElMundo (1896) y enel diario

ElNacional (1897). Sin embargo, publicará sus más numerosas ylo-

gradas composiciones en la ilustre Revista Moderna. Desde la fun-

dación de este máximoórgano del modernismo eñMéxico, elpoeta

guanajuatensefigura ya entre susredactores. Las colaboraciones poéticasdé Cámposse inician en el segundo número (15 de agosto de 1898) con la composición “Desnudos. Ruth”, dedicada a Liborio Crespo, poe-

ta cuyo estímulo artístico en los jóvenes de Guanajuato fue inestima-

ble.!* Hasta 1908 se pueden encontrar poemas firmados por Campos 1 Poetas nuevos de México, México: Ediciones Porrúa, 1916, pp. 19-21. 1 Es interesante señalar quela viuda del poeta me confesó que tampoco conocía tal obra sino en forma de manuscrito el cual había desaparecido. 2 Bána Worthley Underwood, Anthology ofMexican Poets (Portland, 1932).

15 véase también el trabajo de Fernañido Tola de Habich) “Rubén M. Campos y el segundo tomo de El Plectro” en su Museo literario dos (Tlahuapan: Premia Editora, 1986), pp. 61-65. 54 Liborio-Crespo, considerado guanajuatense a pesar de haber nacido en Yucatán; ba de mucha admiración en los círculos intelectuales de León donde fundó e ElArtea cual dio — _"

»

PRÓLOGO

| tanto en larevista deeJesús E.Valenzuela como e La Patria, ElMundo Ilustradoy Crónica(de Guadalajara). la amistad que unía a ambos escritores sino como expresión de los conceptosestéticos suscritos por el futuro folklorista. En los consejos que este último le ofrece a su coterráneo se destaca claramente su

Después de 1908 y hasta 1940 la creación lírica de Campos dis-

minuye considerablemente. De hecho, si se hace caso omiso de los

afición a todas las manifestaciones de la belleza. Alude a sus ideales artísticos, cuyas raíces remontana la antigua Grecia y a Roma,así como a la Francia de los parnasianos. No cabe dudade quela nota dominante en sus apreciacioneses el culto de lo helénico. Esta pasión se percibe también en el soneto dedicado a Jesús Contreras, a quien admiraba porque era un escultor “de alma griega”. Asimismo, en unos versos sobre Mendelssohn,insiste en la herencia del notable músico al decir:

sonetos que integran “El alma del lago”, que en realidad son de 1906

a pesar de que los acoge El Independiente en 1913, sólo un poco más de una docena de nuevos poemas ublicaron en La.Gaceta,ElImparcial, Revista Blanca, México/Pe ¿2ig-Zag, El Uni

versalIlustrado,Revista sta deRevisias yPro-Cátedra (León). Porlo general se puede afirmar que las mismas preocupaciones de antes inspiran

Tu alma pura de esteta, cualfragancia de nardos, / bebió la poesía

estas últimas poesías. De ellas vale la pena destacar, por su intimidad, un soneto escrito en Versalles en 1920 titulado “En el viejo bosque”. En estos

de los helenos bardos. Por lo demás, la mitología griega inspira a Campos versos alejandrinos de cierta belleza estática cuyos títulos evocan con nitidez el contenido temático como, por ejemplo, el “Combate de centauros y lapitas”, el cual describe un episodio primordial en la leyenda de estos monstruos, o “Sátiros y ninfas” y “Ninfas y centauros”. En esta composición el poeta logra captar con precisión la riqueza

versos el poeta se reconcilia, sin crisis ni dramatismo, con la vejez que siente en su corazón,el cual “fue un bosque de amor siempre defiesta”.

Al valorizar la obra de Rubén M. Campos, el crítico Francisco González Guerrero asevera con acierto que el guanajuatense “fue uno de los elementos más activos y uno de los creyentes más sinceros del movimiento modernista mexicano.”Su poesía es definitivamente de filiación modernista tanto por su temática como porsu estilo. Incorpora todos los motivos característicos de ese mundo pagano-panteísta tan venerado por los modernistas. Además, Campos comparte con ellos el ideal parnasianode la perfección formal valiéndose de moldestradicionales y modernos, pero sin aventurarse jamás en innovaciones métricas. Así, pues, escribe una poesía cincelada con cuidado y rigor que revela su alto concepto del arte. Sus extensas lecturas se reflejan en un vocabulario selecto y pulcro que no menosprecia el uso de vo-

cromática de la escena, los olores, los sonidos y el movimiento ágil de

las ninfas, pero no infunde suficiente tensión dramática a la presencia salvaje de aquellos seres mitológicos. Por otra parte, la poesía de Campos en la Revista Moderna explora otras tendencias temáticas. Así, dada la erudición musical del escritor, no sorprende encontrar en algunos de sus versos su pasión por ese arte: Mendelssohn, ya mencionado, Wagner y Schumann. De modo especial lo conmueve el contenido emocionalde la obra de este último compositor romántico. En otras ocasiones el poeta se vuelve más personal e íntimo al hablar de sí mismo y de sus penas. A veces busca

cablos típicamente mexicanos. Sus concesiones al modernismode es-

refugio a su hastío y a su dolor en la música de una citareda o en la

cuela se observan también en su marcado gusto por el exotismo de moda con referencias, por ejemplo, a la mezquita de Omar,la isla de Java,

mujer que iba a ser su primera esposa: “¡Oh! ¡Teresa! ¡transforma en realidad mi sueño /y encúmbrameen tus alas de blancura de ensueño!”

trial de Huérfanos, 1924), libro de Liborio Crespo, recordaría la profunda influencia de su querido amigo en los escritores guanajuatenses.

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Otra tendencia se observa en el excelente y extenso poema “La fiesta ¡de Tláloc” donde el autor se escapa imaginariamente al fabuloso México prehispánico, un mundoquelo tenía fascinado. Como sus contemporáneos Roberto Argiielles Bringas y Rafael López, Rubén M. Campos vuelve los ojos hacia el pasado histórico de su patria y poetiza las bellezas del paisaje mexicano.

Entre las piezas que se incluyen en laRevista Moderna es de especial interés la titulada “A Rafael López” no solamente como testimonio de

a conocerlos primeros poemas de Rafael| López y Manuel de la Parra. A pesar de su corta duración este Órganoliterario cumplió una función importante al despertar la vocación de poetas como Rafael López, quien años más tarde en el prólogo a De otrasprimaveras (México: Escuela Indus-

PRÓLOGO

Zaira y las moras. A menudo,igual que en la obra de otros poetas de la época, lo exótico se relaciona con lo erótico-sensual. /

Lomás característico de la poesía deCampos, sin embargo, es su predilección por los temas paisajistas, que suele tratar con una técnica 15 Art.cit., p.3.

y

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12

PRÓLOGO

PRÓLOGO

netamente impresionista fijándoseen el efecto delos coloresy.enlos

estas páginas se esmera el joven periodista en producir textos caracterizados porla elocuencia, elvigory el aliento poético. Tambiénfirma

múltiples mátices. Así, sus mejores versos ofrecen al lector unavisión eminentemente sensorial del mundo. Muy reveladoras del temperamentoartístico de Campos son sus propias palabras expresadas en un temprano artículo sobre Bernardo Couto Castillo: “Yo, soñador, yo contemplativo; yo adorador de la forma y dela luz, del sonido y del verso. Yo panteísta.” Y un poco más adelante se confiesa “apasionado

amador de los nacarados cuerpos desnudos de mujeres en flor.”* En

efecto, su poesía, parnasiana y sensual, exhibe con fidelidad todos los rasgos expuestos en este lúcido autorretrato. En suma, este miembro activo de la bohemia elabora una obra poética, aunque desigual, fiel a

las doctrinas estéticas de la época. Hay que subrayar, no obstante, que pesea las influenciasindelebles del parnasianismo, se percibe en algunos de sus versos un amor profundo por todo lo mexicano. EL CRONISTA

En nuestra época se recuerda a Rubén M. Campos sobre todo como prosista, en particular por sus valiosos trabajos sobre el folklore y la música de México. En cambio, su amplia y rica prosa literaria ha sido

poco leída a pesar de haberse publicado sus dos novelas (Claudio Oronoz y Aztlán,tierra de las garzas) y un tomo de crónicas de viaje

(Las alas nómades). Por otro lado, un manuscrito perdido que segu-

ramente habría sido de inmenso valor son las “Memorias” de Campos.

Al respecto Francisco González Guerrero ha escrito: “Últimamente escribía sus memorias. Cuando sean conocidas se encontrarán en ellas un tesoro de datos para la historia literaria y de retratos, tomados del

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regularmente columnaseditoriales que critican con valory franqueza

las condiciones económicasy sociales de la nación siempre abogando porla justicia y la libertad. Su labor periodística aumenta considera-

blemente en 1897 cuando entrelos 'meses de febrero y septiembre publica un artículo diario en ElNacional. Luego, entre 1898 y 1900, a veces con el seudónimode Oro,eseríbe diversas oca óA (“Causerie”, “Notas”efímeras”, “Hebdomadarias”) para Lla Patria y aly' mismo tiempo se inicia como poeta y cuentista en la RevistaMóderna, en cuyas páginas figurará hasta 1911. Se puede notaren la producción periodística de Camposunsilenciocasi total entre 1901 y 1917) fecha

esta última de su asociacióncon El 2lUniversal. En efecto, en este:nuevo la historia de México, aparecerá la conocida sección “Entre dos lunes” a cargo de nuestro escritor. Cada semana durante casi dós años los lectores de El Universal pudieron deleitarse con las amenas crónicas de Campos.'” A la vez, con el seudónimo de Eudacritica con autoridad la temporada de ópera en El Univers entre el 7 de septiem-

bre de 1917 y el 7 de diciembre del mismo año.” La intensa labor

periodística de Campos disminuye notablemente después de 1918y

sólo de manera esporádica se publican sus artículos, de preferencia sobre la música, el folklore y el modernismo, en las revistas más importantes de México.

EL CUENTISTA

natural, para la galería del modernismo mexicano.”Esta obra inédita

Sin la menordudalaobradeCamposcomo cuentista ha sido algo más

Al estudiar la obra literariade Rubén M. Campos en conjunto queda claro que la prosa domina por su cantidad. A partir de sus primeras colaboraciones capitalinas en El Demócrata (1895), Camposse da a

sus cuentos tampoco fueron reunidos en formadelibro, aunquealgunas fuentes bibliográficas incluyen un tomo titulado Cuentos mexicanos. Lo cierto es que se trata de la colección Cuentosmexicanos

tenía como títuloEspefismos de mivida.

conocer como cronista con prosas descriptivas inspiradas en visitas al sur

del país, así como en artículos sobre temas patrióticos o culturales. En 16 «Asfodelos de Bernardo Couto Castillo”, El Universal, 24 de octubre de 1897, p.2. y a cit., p. 13. y

18 Según una conversación sostenida con la señora Stefanía D. de Campos. También se refirió

a Otro inédito titulado Elfolklore secreto.'

divulgada)Ycomentada que su producción como cronista. Parece que

publicadaporElNacional1898 y que en efecto recoge cinco cuen-

yy 49 be recordar que en la misma época elcotro cronista de El Universal era Rafael López. 2 osé Juan Tablada afirmó que Rubén M. Campos era “entre todos los poetas y escritores artistas de la jovenliteratura mejicana quien ejerce con más tino, más autoridad y más talento la crítica musical.” (“La nueva poesía de Méjico. Rubén M. Campos”, El Nuevo Tiempo, Bogotá, 24 de marzo de 1919,p.3).

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PRÓLOGO

PRÓLOGO

aAri que habían aparecido en dicho periódico.?*! No es dato cdo er en cuenta que en esta misma valiosa antología se hallan Juan ONpasad modernistas comoCiro B. Ceball os, José ia cas a y Alberto Leduc. Años más tarde se reproduce de esta Colección el cuento “Los dos compadres” en la conocida AnÉ

1

2

oLo8gía dez cuentos mexicanos (1926) de Bernardo Ortiz de Montella-. .

.

-no0.2

o is autor, Campos y Leduc “escribieron cuentos dramátiJosé A y nerviosos, a la Guy de Maupassant”. Por otraparte, lorosa or Pa mexicanos del siglo XIX (1958) incluye

“Un pa

e! guanajuatense: otra vez “Los dos compadres” y

notar que (tomado de la Revista Moderna). Finalmente, interesa pea UD está representado porsu primer cuento “El cascabel

laa Le cuento mexicano de los orígenes al modernismo (1966)

hosto pi mientras que El rey de copas” es recogido por Jaime

aa s en Dos siglos de cuento mexicano, XIXy XX (1979).2 Ie"Oducción cuentística de

Campos, que.se realiza entre 1895 y

rr dividirse en etapas, Lz p

consta de ocho narra-

O cuando el autor tenía entre veinticuatro y veintiséis

E odasaparecieronen ElNacional (1897) en la columna

o GuEntos mexicanos”. De hecho, estos cuentos realistas son o aa mexicano, cuyas acciones transcurren en escetos de Car ierra natal. Además, en contraste con los primeros inten-

inspiración cl E E género, caracterizados por la inocencia y la tendencia hd , los “Cuentos mexicanos” se distinguen por una An Sy acia los temas fuertes y dramáticos. El cuentista se siente Ama naciones dominadas por el terror que suelen terminar ET dl entas. Le interesa en particular la lucha desigual y cruel MEM rente a la naturaleza (águilas, toros) y a la vida en general. vencer lasen en algunas Ocasiones sugiere que el hombre puede e e Ñ ARA con la amistad sincera y la fuerza de voluntad. aria yor e aboración artística, empero, son los relatos de su Nao * Etapa, es decir, los que fueron publicados en laRevista Moder-,

| e Y)

ob av

| y

21 So 4 PS 22 as tema véase el capítulo xxtvde este libro.

a

pe

|

ni

losadres »” sese duceEtambién dé en el primer Colección de reproduce número de Cuentos mexicanos. : MR Ores exclusivamente A l mexicanos(1940), tomito i queno lleva nombre de antólogo; 23 d Alfredo Pavé a

. . pea comenta vemente esEl reydecopas” en “De la violencia en los modernistas” . * Cuento (Laficción en México). México: Universidad Autónoma de Tlaxcala / Universidad Autónoma de Puebla, 1990, p. 84.

15

naentre 1900 y 1903. Estos años corresponden al periodo de más

intensa producción cuentística ya que después sólo publicará otros dos cuentos (en El Mundo Ilustrado y en Vida Moderna). Lamayoríade , estasnarraciones,algomelodramáticas,tratan temas violentos de venganza, pasión, seducción ymuerte. El motivo central gira alrededor der:amorydesus consecuencias casi siempre fatales. Elamor anhelado / por los personajes de Campos, única posible fuente de felicidad, suele ser frustrado en casi todos los casos causando dolorosos sentimientos

de tristeza, soledad y hastío. A veces la pasión no correspondida o burlada provoca la muerte, la locura o la degeneracióntotal. El desen gaño amoroso tiende a destruir la vida de jóvenes de mucho porvenir.

“Sólo én casosaislados el amor se convierte en fuerza positiva como enp,,

“Flor y fruto”, “Cuento deabril”, “Cuento bohemio” y “Un cobarde”. |* Estos contados relatos llaman la atención sobre todo porque en ellos Camposse aparta momentáneamente del decadentismo de la época y, y_

de su visión desesperada al comunicar una nota de esperanza basada en el trabajo y el amor para el hombre hastiado y fracasado.

Los personajes que pueblan el mundo apasionadoy brutal de Campos son en gran parte seres angustiados, desesperadose infelices sin que falten entre ellos los bohemios y los artistas, protagonistas predilectos de la narrativa modernista. También sobresalen en diversos textos unas creaciones femeninas muy logradas. Igual que en la poesía, Campos se muestra fascinado por cierto tipo de mujer voluptuosa, irresistible y bellísima. Tal es, por ejemplo, Clementina, cuyos ojos hechizan a un “pobreartista, solitario”, soñador, romántico y hastiado. Asimismo se destacan Rosamunda, Conchala Sardina (la que “principió un descenso rápido a las simas del mal”) y Estefanía en “Fuensanta”) En

este últimocuento, uno de los mejores, se puede apreciareltalento de Camposen describir relaciones sensuales y concretamente la atracción poderosamente erótica entre la madre de la inocente Fuensanta y Aarón, el novio de esta última. Él se siente incapaz deresistir la “radiante, espléndida, opulenta y dominadora”Estefanía (antecedente de

“Las dos e Elenas” de CarlosFuentes). El placer= desenfrenado, desde|( a

lego, conduceinevitablementea la tragedia. rin-

” Conforme a las tendencias literarias en boga en México y en los

demás países de América Latina, loc s uentosCamposexhiben una influencia netamente finisecular del naturalismoy del decadentismo”

de origen francés. No obstante, no se entrega incondicionalmente a las /An0das europeas sino que se esfuerza en crear ambientesy personajes mexi- )

16

PRÓLOGO

PRÓLOGO

£anos) Viene al caso recordar que en su artículo sobre

rto

unanimidad su admiración por el estilo elegante y el espíritu vital de la obra sin dejar de señalar las flaquezas, en particular cierta prolijidad

el guanajuatense le reprocha su imitación de Ael uso de“galicismoscursis”, y al mismo tiempole aconseja incorpora

y desigualdad en la narración. Después de estos primeros juicios más bien favorables, se advierte un silencio casi total acerca de la novela

=-nguaje másamericano. Por otra

rasgos que los acercan todavía

e los personajes,de Campos tienen

roman

que hasta la fecha ni siquiera aparece registrada en la mayoría de los

O más que al auténtico

estudios dedicados a la novela hispanoamericana.” En resumen, esta obra contiene, además de un análisis del joven

decadentismo. Igualmente losdesenlacesinesperados yabruptosson

Affacthra romántica.producción cuentística de“Campos se, ede caracterizar, pues, como romántica

tes

Oronoz(refinado y tuberculoso), cuadros impresionistas, descripciones de la vida bohemia capitalina en aquel entonces, escenas y mujeres eminentemente sensuales, aventuras orgiásticas, idilios tempestuosos y no pocas digresiones que afectan el fluir narrativo. Estos

la decadentis

“Hay queagregar que encuartoaestilo, l Campos impone en susmejorespáginas su visiónde poeta,por medio de imágenes brillan-

procedimientos mat2repeticióndepalabras, la acumulación

verboso adjetivos, y el uso de periodoslargoscargados de detalles

Cultiva un estilo adornado, opulento, de corte barroco que se refleja

en descripciones lujosas, exotistas e impresionistas. De hecho, se hallan en los más bellos textos de Campos, a la manera modernista unos cuadros esplendorosos de mucha plasticidad y colorido que atestiguan la sensibilidad hondamente lírica y sensorial del autor. EL NOVELISTA

Es interesante notar que en algunos de esos cuentos ya aparece e

CR el futuro protagonista de su primera novela claudio ,

Oronóz po deado de jóvenes bohemios despreocupados. Con STO publicada € 1906$amposescribe unade las pocas novelas delmo-

dernismoen Méxicoalladode lasde Efrén Rebolledo y AmadoNervo justo reconocer que Claudio Oronozesuñanovelaprácticamente -

desconocida. Sólo a raíz de su publicación aparecieron en la Revista Moderna unos artículos firmados por José Juan Tablada, Pedro Henríquez Ureña y Jesús Villalpando. Los tres críticos expresaron con

2 José Juan Tablada, “Claudio Oronoz. Novela por Rubén M. Campos”, Revista Moderna de | México, febrero de 1906, pp. 376-377. Pedro Henríquez Ureña, “Notas sobre Claudio Oronoz” RevistaModerna deMéxico, junio de 1906, pp. 239-240. Jesús Villalpando, “Bibliogra fía. Claudio Oronoz, novela por Rubén M. Campos, México, 1906”, SaviaModerna, julio de 1906, pp. 309-312.

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_

bx 0 me rasgos generales delatan el carácter modernista de esta novela. Por lo lYAo N dernismo: demás, aparece el héroe preferi e los

¿Tartistio porlo menos unpersonajesensiblea lasexpresionesartísti-

1s7 Además, Oronoz es un

i

hastiadorebeldequese

“Lanza por fuerza a la vida bohemia y a la sensualidad desenfrenada.

comootros“raros”delgénero, de neurastenia, desequilibiioy Sufre, avidez de sensacionesnuevas. Pese aalguñasconcesiones al decadentismo, loquedominaenel libro es un exuberante entusiasmo por la vida. De hecho, los personajes de Campos, igual en la novela que en

los cuentos, no exploran(comoenotrasobras dela. época)los cami-

nos de la perversidad y de la depravación extrema, En otras palabras,

IFñota decadentista adquiere un fnatiz más bien moderado en Cam: pos:Tampocócaeenexcesos morbosos tan frecuentes en ciertos modernistas. No deja de ser curioso que Claudio. Oronoz, con todos sus ecos de la literatura finisecular, no participa del profundo

pesimismo típicodeaquellosaños..

:

30 aioOronozee diferencia de muchas novelas del periodo en que

suargumento no transcurreenescenarios lejanos sino en México

25 No obstante, se han publicado dos trabajos específicos sobre la novela: Roland Grass, “El Claudio Oronoz de Rubén M. Camposy el valor social del modernismo”, en Homenaje a Sherman H. Eoff (Madrid: Editorial Castilla, 1970), pp. 117-136 y mi “Más sobre la novela modernista: Claudio Oronoz de Rubén M. Campos”, Anales de Literatura Hispanoamericana (núm. 5, 1976), pp. 371-378. Es interesante notar que Sergio González Rodríguez incluye un fragmento de Claudio Oronoz en su antología Los amorosos. Relatos eróticos mexicanos (México: Cal y arena, 1993). Dice que el protagonista “lleva consigo la condena de los tardíos bohemios: la salud tuberculosa, el atuendo crepuscular, los modales musicales y el placer por la turba prostibularia. Ení una especie de ceremonia previa a su muerte, Oronoz comparte con un amigola develación de la desnudez al natural en la persona de dos gallardosjóvenes, “flores preciosas en los pantanos

del mal”.” (p. 415)

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PRÓLOGO

PRÓLOGO

mismo. Sin embargo, acuerdo.con-el gusto modernista, no faltan acostumbradas referencias al Oriente y al japonismo, así como la

]sensualidad. revestida deexotismo: Además, el estilo de la obra suele

estarcargado de todoel lujosuntuoso característico del modernismo

deescuela. Abundanlas alusiónesculturales y libréscas; especialmente

las quédelatan los conocimientos musicales de Campos.

Como la novela modernista es esencialmente poética, Claudio Oronoz también obedece a unavisiónlírica que se expresa en un len-

guaje elaborado, plástico y opulento. Característico de su estilo es el rico cromatismo de las descripciones de la naturaleza, apoyadas en un

vocabulario selecto y en imágenes fuertemente sensoriales..Enrealidad, ra novela exhibe no pocos elementos que definen toda la obraliteraria)

/ de Campos: el gusto por el arte y la música, el brillante don de paisajista/

a predilección por lo sensorial, y la expresión lujuriosay refinada.” (¿E pesarde ciertós defectos de construcción y unidad, Claudio, Oronoz interesa como documento,en parte autobiográfico, del ambiente bohemio y algo decadente del México prerrevolucionario.-Por otro

lado, dada la escasez de novelas modernistas en el país, la obra de Camposadquiere cierto valor histórico, igual que las ficciones de Efrén

Rebolledo. Como es el caso con los otros prosistas modernistas del

continente, Campos logra sus mejores páginas en el género más conciso y apretado de la crónica y del cuento. En resumidas cuentas, la obra literaria de Rubén M. Campos pro-

ducida casi enteramente antes de la Revolución de 1910, se inscribe

por su temática y técnica en el marco del modernismo. A esta estética

se atiene manejando con soltura y sensibilidad sus tópicos y modos expresivos. Aunquees cierto que no rebasalos límites de la preceptiva modernista, demuestra un fuerte impulso creador y se distingue por su mexicanismo. Para una mayor comprensión de los anhelosartísticos

de los miembrosde la brillante generaciónde la Revista Moderna es

útil conocer la obra de un poeta menor quevivió esa época y dejó un testimonio literario de su experiencia.

EL BAR

La historia literaria de México ofrece gran cantidad de enigmas sobre libros cuya existencia queda en duda. Muchostítulos se anuncian como en prensa, lo cual representa a menudo más una esperanza que una

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realidad. En otros casos no queda ninguna huella de libros que sí habían visto la luz como el poemario Sátiros y amores de Ricardo Gómez Robelo.? A veces se registran en las guías bibliográficas títulos de obras (sin ninguna otra información) que en realidad permanecieron inéditas. Éste es el caso de El bar (La vida

li

México en 1900) de Rubén M. Campos, quien puso lafecha de 1935 manuscrito conservado por sus herederos.” Lo cierto es que desde 1907 se viene anunciando la preparación de ese libro.” En 1916 Genaro Estrada lo menciona y en 1945, con motivo del fallecimiento del escritor guanajuatense, Carlos González Peña afirma que por fin

aquél escribió El bar “un libro lleno de pintorescos datos para conocer el vivir literario de México hacia 1900”.% Dos de los capítulos —uno sobre Jésús E. Valenzuela y otro sobre Manuel José Othón— habían aparecido antes en la Revista Moderna de México* y en Gladios* con la aclaración que procedíandela“novela” El bar, más tarde fueron incluidos en Elfolklore literario de México publicado en 1929. Entre sus innumerables crónicas, Campos ya había tratado desde distintas perspectivas varios de los temas que presenta en su obra inédita. Eltítulo y el epígrafe de Jesús E. Valenzuela identifican el enfoque que Campos escoge para elaborar sus reflexiones sobre el temadela

vida literaria en México en los años de la Revisia Moderna.!Elbar), concepto traído a México de los Estados Unidos hacia fines delsigle xxx, es el lugar predilecto de los mexicanos, “lugar sagrado”de reunión

y discusión,institución necesaria que brinda convivencia, fraternidady conversación a los habituados. Con cierta nostalgia, Campos recuerda “de esa época en la ciudad de Méxicola vida elegante,frívola y despreocupada. Pero sobre todo le interesa evocar la actividad literaria du-

rante ese periodo de engañosa paz porfiriana. Con ese fin se sirve a

veces del recurso del diálogo entre dos escritores: Raúl Clebodet, ad-

mirador de la cultura francesa y simpatizante del grupo dela Revista

26 Sólo en 1984 Fernando Tola de Habich descubrió un ejemplary en seguida publicó en edición facsimilar en Premia Editora ese libro que había desaparecido, 21 Quisiera expresar mis más sinceras gracias al licenciado Felipe Pablo Armas Cárdenasy a su esposa por haberme proporcionado copia de El bar conel fin de publicarlo. Hay en el manuscrito original algunas palabras ilegibles que se señalan en esta edición con corchetes. 28 Manuel Carpio,art.cit. 2 Art. cit.

30 «Valenzuela”, Revista Moderna de México, junio de 1911, pp. 138-140.

31 «Othón”, Gladios, febrero de 1916, pp, 107-113.

20

-

PRÓLOGO

PRÓLOGO

Moderna, y su amigo Benamor Cumps. Porlo visto estos anagramas aluden aAlberto Leduc y a Rubén M. Campos, respectivamente. Mediante esas conversaciones ya empiezan a aparecer algunos de los protagonistas del México literario y artístico de la época: José Juan Tablada, Bernardo Couto Castillo, Julio Ruelas y “el revolucionario en el arte de escribir” Ciro B. Ceballos. La personalidad dominante, sin embargo, es el poetaJesús E. Valenzuela, quien sostiene con entusiasmo y dinero laRevista Moderna, la mejor publicación después de lanotableRevista

audacia en un medio donde existía cierta censura política. Las anécdotas dan vida a los personajes que desfilan por esas páginas, así como los fragmentos de conversación en boca de Tablada, Ruelas, Nervo, Urueta, Couto Castillo o Valenzuela. Se les oye hablar y se les ve viviendo, divirtiéndose, disfrutando de esa alegre convivencia en diversos escenarios

21

O

Azul. ciórrdeRubén M. Campos, según su propio testimonio, olía pasar la mitad del tiempo en las oficinas de la Revista Moderna y / 1 Otra en el bar.En ambossitios se sentía la fuerte presencia de Valéñ: (zuela, hombre generoso, optimista y sobre todo estimulante. nin “doríde atraer los artistas y de crear un ambiente propicio a la discusión

y a la amistad. En México debe haber sido el último intelectual que na

quiso ypudo invitar a comidas dominicales en su casa a sus numerosos amigos. Acudíansiempre unosquinte comensales entre quienes se des: vius

ablada, Nervo, Dávalos, Couto Castillo, Ceballos, Ruelas, Ge?

Campos“ La buena comida, los vinos franceses y el obligatorio

coñac siempre aseguraban una sabrosa charla sobre arte y literatura.

Todavía se practicaba el arte de la conversación en esos encuentros de intelectuales, quienes se distinguíansuepicureísmo.

AEl bares

más que nada'un librode sentido una época que . Camposvivió con intensidad. Fue amigo de todos y los recuerda con afecto. Aunquees cierto que ue fueron suscompañeros,también (como en Galo intenta presentarun

panorama más amplio dela producciónliteraria finisecular. Los breves

juicios valorativos sobre escritóres consagrados son exactos, pero lo que llama la atención es la gran cantidad de nombres que han caído

en el olvido, muchos de ellos poetas originales, y queni siquiera se registran en las historias de literatura mexicana del siglo XIX. A través

de los ojos de un contemporáneoesa literatura se enriquece con autores que posiblemente merezcan ser rescatados. Se trata de un peiodo de una

dente riqueza

que apenas empieza a serre-

la por críticos como ”EmmanuelCarball]Fernando. Tolade Eil

Lo queofrece El bar, sin embargo, no es un estudio de las letras

mexicanas sino un acercamiento personal a algunos de los protagonis-

tas que se convierten gracias al don de narrar de Camposen seres de

carne y hueso.Así, Valenzuela se impone por su franqueza, valentía y

de la ciudad o sus alrededores. Es la ciudad de Plateros y del Teatro Arbeu o el Xochimilco límpido y bucólico del siglo pasado o el Tlalpan de Valenzuela. Dondequiera que estén, los unen la sincera amistad y un común ideal emo lo reconoce el mismo Rubén M. Campos,a ellos les ” rel="nofollow">

¡intéresabacultivar una expresión pulida, sensorial y de rigor formal, o

r

( sea unaliteratura artística de acuerdo con los preceptos del modernismo. Noestá ausente de ese cuadro una alusión al nuevo periodismoque surge con la publicación de El Imparcial, El Nuevo Diario y. El Mundo (más tarde El Mundo Ilustrado) de RafaelReyes Spíndola, quieirintro” dujo en México una prensa informativa y moderna. Otro aspecto interesante de la época que trae a cuento Camposes el escenario musical. De hecho, cabe recordar que además dela literatura, su otro interés

fue la música. Sus amplios conocimientos sobre el tema dieron origen a El folfklore musical de las ciudades (1930), un sólido trabajo de investigación. También fue pianista y, como se ve en El bar, un entusiasta aficionado junto con sus compañeros bohemios de las veladas musicales y de la ópera italiana, la cual gozaba de gran popularidad en la ciudad de México. Había en ese periodo un verdadero auge artístico, al mismo tiempo que el país pasaba —como lo evoca Campos— por una -—— en la educación debido alas

iniciativas de Jástó Sierda, entonces ministro-deInstrucciónPública?

Éste se rodeó de poetas e intelectuales y supo fomentar todas las artes: La vida cultural y educativa mexicana adquiere un nuevo dinamismo y gracias al apoyo oficial que reciben los programas escolares y las ac-/

tividadesartísticaseTa cultura ocupa un lugarde privilegio, perópor desgracia escasean los editores dispuestos a publicar obras mexicanas, especialmente de autores poco conocidos. Entre los libreros seguía

la costumbre de venderlibros españoles y de menospreciar lo propio. Además, Camposobserva, al referirse a la colección de Cuentos mexicanos (pagada por los contribuyentes), que en México los autores regalan sus libros ya que nadie compra libros mexicanos los cuales,

/ además, están mal impresos.

El centro principal de la labor literario-artística se hallaba en las ofi-

cinas suntuosas de laRevista Moderna donde se celebraban reuniones

29

PRÓLOGO

de manera regular con la participación no sólo de literatos sino de artistas como el compositor Ernesto Elorduy. Luegode las veladas se trasladabanalfamoso Salón Bach paraseguirplaticandoenunambien-" te más informal. Es evidente que la Revista Moderna logró crear un

grupo unido por gustos afines y por una estrecha amistad. Lo que

más recuerda Rubén M. Campos en su libro es precisamente esa convivencia cordial y jovial entre amigos, los últimos bohemios de la literatura mexicana/ Con la pluma en una mano y la copa en la otra se entregaron a una vida de disipación que con el correr del;

tiempoc ausaría estragos. de marfil : Lejos de vivir en la torre

1 modernista estos poetas y artistas

participan plenamente en la vida capitalina, la cual les proporciona experiencias memorables. Llegan a conocer personajes dignos de una novela como el hombre de la mano postiza o el intrépido “aeronauta” Joaquín

de la Cantolla y Rico. Estos artistas también gozaron de la excepcional hospitalidad de ciertos aficionados ricos como Manuel Cuevas y Constan-

cio Valverde, ambos presentes en las memoriasdeJosé Juan Tablada. Éste dice acerca del segundo —dueño de unsitió dé los mejores coches de alquiler— que era “el más genial anfitrión que escoge losartistas para comensales, porqueteniendo fuerte sentido humorístico, goza con los donaires verbales de Valenzuela, de Elorduy, de Urueta, de Rubén M. Campos, de todo aquel grupo que poseyendo en mayor o menor grado tesoros de arte propio, derrochaba el ingenio a todas horas, como insignificante dinero de bolsillo... ”.32 Todos esos ágapes y banquetes rociados decoñacy de pulque se multiplican y dan la impresiónde

PRÓLOGO

23

coloca en primer lugar (según Campos quien asevera quese.tratadel único poeta genial de la época) y el sorprendente José Juan Tablada

(el“espíritu más complejo y más sutil de la Revista Moderna”, recor-

dado por su ingenio, su japonismoy el alto nivel de su obra. Para completar esa visión del panorama cultural en México se mencionan breve-

mente otros nombres, pero sobre todo se reconoce la importancia de JesúsLuján como promotor y mecenas de la RevistaModerna y detoda

una generación. :

El bar —ese oasis de los artistas— será hondamente afectado por dos eventosdistintos. En primerlugar la realidad política, que en general poco

les interesaba a los intelectuales, acaba por penetrar en ese recinto privilegiado de manera que los temas esotéricos o frívolos se ven sustituidos por los de la actualidad, es decir, los de un país a punto de estallar.Los amigos bohemios

10. pudieron:

ala política y tampoco lograron

€ squivarlos éfectosfatales del alcohol Consu primeravíctima,la alegría

del bar se convierte en tristeza. Se acaba un largo periodo en la evolución del país y está por desaparecer todo un estilo de vida. En medio de esa realidad movediza se va dispersandoel grupo y una nueva generación empieza a surgir con otros gustos y otras tendencias. Eledificio

de la cultura mexicana se desmorona poco a pocoa partir de(1901con la desaparición del hastiado Bernardo

Couto Castillo) víctimade los

excesos, y seguido unos seis años mástarde porJul Julio Ruelas, quien sucumbe a “la sed de ensueño y de alcohol” en la ciudad delas luces.

querervivir conintensidad los últimos momentos de toda una época

Poco después —en 1908— cae RaúbClebodet(Alberto Leduc);+l amigo excursionista e interlocutor de Benamor Cumps (RubénM.Campo»). Y erí1911la figura máxima de la Revista Moderna,JesúsE. Valenzuela) no

Junto con cuadros colectivos, El bar recoge semblanzas de las figuras ás des; el grupo dela Revista Moderna como, por ejemplo

menteel alcohol continuará diseminando a aquella nutrida pléyade de escritores y artistas con la excepción de José Juan Tablada y Rubén M.

antes de la irrupción del volcán revolucionario.

Julio Ruelas (“visionario siniestro”), cuyo arte original y atormentado ha entendido bien Rubén M.:Campos. Éste reconoce las afinidades ¡ ompartíanlos escritores y los artistas, especialmente su Óncepto de la belleza pura, Para Campos el artista debe ser fiel a sí

mismonodebedejarsetentar por las modas deldía. Entre los poetas que aparecen enlas páginas de este libro figuran Luis G. Urbina—ín-

timo amigo de-Campo Cz s con quien pasaba días í enteros ter en el-L barbar y en en el teatro—, Salvador Díaz Mirón, cuya maestría formal y expresiva lo 32 Las sombras largas.

ds p México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993, p. 63.

resiste más al “mal del bar' luego de siete años deparálisis.IncesanteCampos, quienes (nacidos ambos en 1871) sobrevivirán hasta 1945.

El siglo XIX mexicano se cerrará con esplendor en 1910. Rubén M. Camposrecuerda en particular una espléndida velada poético-musical que se realizó con motivo del centenario de Chopin y las numerosas festividades celebrando otro centenario, el de la Independencia. Llega Rubén Darío a Veracruz y Jalapa, se inaugura la Universidad de México con gran solemnidad, y en general se tiene la impresión de que en medio de ese “derroche de magnificencia” nadie quiere recordar que algo inevitable está por ocurrir. A los dos meses el país sería violentamente sacudido por los:primeros temblores de la Revolución.

24

PRÓLOGO

Un cuarto de siglo después Rubén M. Campos parece sentir un poco

de amargura al observar que los modernistas han sido marginados desde

la Revolución, pero cree en la urgencia de estudiar aquel importante

periodo de las letras mexicanas. Conelfin deestimular el interés en ese

tema se incluyeal final de El baruna breve antología delos escritores másfepresentativos deaquella generación (cinco prosistasy diecisiete poetas). Desgraciadamente esa obra, que tenía el propósito de ofrecer

uñavisión personal de la época, no llegó a publicarse por motivos desconocidos. Es de suponer que los pocos editores de los años treinta no pensaron que el tema fuera suficientementeatractivo, sobre todo porque el renombrado José Juan Tablada pronto daría a conocer la primera parte de sus memorias bajo el título de Laferia de la vida (1937), libro que tambiénrecreael porfiriato. Lo interesante es que el mismo Tablada fracasó en su intento de publicar Las sombras largas, segunda parte de sus memorias. Ni su amigo el abate González de Mendoza lo logró

a pesar de sus prolongados esfuerzos después de la muerte de Tablada.

Ese volumen, que también se ocupa de algunos de los mismos personajes incluidos en El bar, apenas ahora havisto la luz.34 A diferencia de la obra de Campos que porfin se rescata del olvido, los tomos de

Tablada abarcan mucho más que el grupo de la Revista Moderna y

ofrecen reveladoras facetas de la vida del autor. En El bar, en cambio, casi no aparece Campos, quien prefiere resucitar a sus compañeros de

generación dentro del contexto de una época ya borrada porel tiempo. Tanto Tablada como Campos se dan cuenta de que tienen la obligación de restituir ese pasado que compartieron y que representa un momentosignificativo en la trayectoria cultural de México. Sus esfuerzos no fueron en vano puesto que pese a los enormes obstáculos que impidieron la publicación de Las sombras largas y deEl bar, seguramente porser libros de memorias, los lectores de este fin de siglo ya pueden recuperar aquel otro fin de siglo ya tan lejano y remoto. SERGE 1. ZAÍTZEFF

University of Calgary Calgary, Canadá

33 Conviene notar queal final de Laferia de la vida (Ediciones Botas) se anunciaba la publicación de Las sombras largas. Tablada escribió sus memorias en Nueva York entre 1925 y 1928. 3% véase la nota 32. Esta edición no empezóa circular hasta 1994. También en “Lecturas Mexicanas”el Consejo sacó en 1991 una segunda edición de Laferia de la vida.

EL BAR

La vida literaria de México en 1900

¿Te sonríes, Pedancio? Pues valen mucho

y con ellos me gusta beber cerveza; me quieren y los quiero, me llaman Chucho y soy la nota alegre de su tristeza. Jesús E. VALENZUELA

I

El bar, lugar de reunión de los mexicanos -———A

UANDO UN VIAJERO europeo o norteamericano solía venir a la

ciudad de México en los últimos añosdelsiglo XIx, quedábase gratamente sorprendido de hallar una ciudad distinta a las suyas, pues tenía el sello de las ciudades viejas que han pasado cuando menostres centurias bajo el dominio de un señor que desde un lejano país dicta órdenes para ennoblecer colonias tan vastas como un imperio, dándoles como base de ese ennoblecimiento un virrey, es decir un vicerrey, al que ha investido de un poder de lugarteniente, que puede hacer y deshacer como el rey, aunque conla fiscalización de una audiencia integrada por un grupo deQidoresEncar-

velarelvirreyno vayaa dar un paso en

falso.

La ciudad de México ostentaba edificios que atestiguaban el estancamiento de una edad medieval en la que un poder oculto había crecido a tal punto, que después de años cuatro ien s aún podía mostrar conorgullolosrestosde su grandeza pasada, en templos monumentales, en altos campanarios que aún alegraban el despertar del día con

las voces sonoras de sus campánas de oro, en conventos poderosos como fortalezas, embellecidos por claustros magníficos que habían sido ocupados porlos republicanos de la Reforma para hospitales, para escuelas, para cuarteles del ejército y para oficinas de la administración de la República. Algunos conventos eran tan inmensos, que a través de ellos habíanse abierto calles, las que por idiosincrasia habían sido edi-

ficadas a uno y otro lado con casas que heredabanelsello de las construcciones coloniales. Las calles estaban empedradas pulcramente con matatenas de río, redondas y apretadas, entre cuyas juntas crecía un

césped verde que les daba un aspecto risueño, y sobre las que pasaban carruajes de flexibles muelles para atenuarla trepidación constante en las piedras azotadas por los cascos herrados de los caballos que sa-

RUBÉN M. CAMPOS

EL BAR, LUGAR DE REUNIÓN DE LOS MEXICANOS

cando chispas pasaban velozmente en todas direcciones. La invasión de las tiendas modernas empezaba a inundar las casas de la ciudad en

afortunadas lucían toaletas magníficas, en una lujosa competencia para

30

cuyas fachadas y sobre las puertas estrechas aparecían rótulos anunciadores de toda clase de establecimientos comerciales. Los portales, que circundaban al oeste y al sur la plaza mayor, habían sido cedidos a las indias floreras de Xochimilco y de los pueblecitos ribereños del canal que aún llegaba al mercado de La Merced, donde atracaban canoas trajineras cargadas de forrajes, de avituallamientos, de legumbres y de flores; y estas últimas eran trasladadas hasta el centro de la ciudad para embellecer los portales, de los que unodeellos llevaba el nombre de Portal de las Flores. Los portales se extendían porel lado

norte de la avenida del 16 de Septiembre hasta la esquina dela calle de Motolinía; y en ellos se exhibían las frutas traídas de lejanas regiones

en los trenes de vapor,y eran conducidas en carros desde las estaciones ferroviarias a los mercadosy a los portales.

En las calles estrechas las gentes de andar indolente caminaban su

sabor, sin ninguna prisa de llegar a ninguna parte, contentas de dejar pasar las horas, deteniéndose ante los pequeños aparadoresdelas joyerías de Plateros, entre las que era una lujosa novedadel edificio de mármol de la Esmeralda. Al mediodía las oficinas públicas y las casas comerciales dejaban libres a sus empleados para que fueran a engrosar la multitud

31

aparecer hermosas y exquisitamente ataviadas ante los ojos de la multitud de curiosos a los que era permitido formar unafila adheridos a los muros, para dejar libre el paso en las aceras. Pasaban los carruajes

lentamente, al paso de los caballos sujetos por los lacayos de ricas

libreas que ostentaban en la chistera una roseta y en el ojal de la casaca

un botón de seda roja, botones dorados en el chaleco blanco, y el pantalón de ante dentro de la bota de charol que llegaba hasta la rodilla, enguantados y rasurados. Las damas llevaban sombrillas de seda blancas y de blondas vaporosas o de matices suaves, las que sos-

tenían en una de sus manos enguantadas hasta el codo para dejar ver

sus brazos pulposos cubiertos de polvos de arroz. El corset oprimía los torsos venustos dejandolibres las espaldas alabastrinas y los hombros de nácar, que emergían de las sedas claras de los vestidos ceñidos para ostentar la opulencia del pecho y de las caderas y la estrechez de la cintura; y bajaban hasta la punta de los pies finamente calzados y que apenas se dejaban ver, pues en aquella época.era unacontecimiento

«ver un tobillo calzado conmedia de seda al bajar o subir una dama de| | su coche. "El paseo meridiano se prolongaba desde la Plaza de la República hasta la esquina de Plateros, donde se derramaban los carruajes para

que paseabaporlas aceras del Empedradillo y de las calles que convergían

seguir frente al Portal de Mercaderes o frente a la Catedral o frente al

bines esféricos de alas estrechas, o de los vistosos sombreros charros que

desaparecido. En la plaza principal se elevaba un bosque de árboles perpetuamenteVerdesy unjardín de rosales perpetuamentefloridos

al centro de la ciudad, y saludábanse en aparatosos saludos de gentes conocidas, descubriéndose de los sombreros de seda y copa, de los bomostentaban porlujomuchos caballerosdela juventud dorada que vestían

el pintorescotraje nacional.Las damas que paseaban pie iban enjoyadas enguantadas, cubiertas por amplios sombreros adornados de plumas

de avestruz o de flores de seda, y vestidas con elegantes trajes de telas de matices frescos, escotadas para lucir los hombrosy las gargantas

turgentes, sobre las que caían los bucles de las cabelleras negras o de las

cabelleras de oro partidas en preciosos peinados y recogidas las trenzas

por pequeñitas peinetas de carey, dejando libres los rizos sobre la frente y las mejillas, y rizadas también en la nuca, según la moda de la época; pues los sombreros solamente cubrían la parte superior de la cabeza y permitían lucir los bellos tocados y la tez empolvada de la que se desprendían leves rastros de perfumes. Pero la atracción del paseo meridiano era la interminable fila de carruajes tirados por preciosos troncos de caballos, en que las damas

Empedradillo, mientras nuevos carruajes seguían pasando incesantemente durante dos horas, porque a las dos de la tarde todos habían sobre céspedes frescos. Multitud de bancas de hierro geométricamente

“puestas para seguir el trazo de los prados, permitían al pueblo sentarse a descansar bajo la sombra de los copudos árboles; mientras en el rente de la Catedral otra pequeña selva de árboles inmensosestaba tambiéncircuida de bancas de hierro para descanso de los paseantes. Por donde quiera los empedrados limpios y brillantes, regados al amanecer con regaderas ambulantes llevadas en carros, eran cruzados portílburis, faetones, victorias, que se entrecruzaban con coches de alquiler de bandera azul o roja o amarilla, estos últimos los más popu-

lares llamados calandrias. En ellos iba el pueblo, que con excepción de la calle de Plateros a la hora del paseo, podía entrar por donde

quiera y seguir el rumbo que quisiera, sin que le estorbara nadie. El calor del sol meridiano, tórrido en todas las estaciones, dispersaba a

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32

RUBÉN M. CAMPOS

toda aquella muchedumbre que un desconocedor de las costumbres metropolitanas veía asombrado desaparecer, sin saber dónde, en una ciudad sin restaurantes numerosos, pues eran contados los que había

en elcentro, y podrían juzgar queaquellas gentes eran absorbidas como

por tramoya del escenario del paseo. Pero lo que no sabían era que

aquellas gentes,masculinas sea dicho, se aaenel,

bar

unainstituciónamericana trasplántadaa nuestra ciuda

en los últimos añosdel siglo XIX, y que se había propagadodetal suerte * que en cada calle había uno o dos bares intermedios y encada esqui

abía uno,vecesunocadaesquiná.Quien empujara la era suelta y giratoria de un bar, quedabaasombrado al primer

golpe de vista, que le presentaba una multitud sedienta y alegre,

apiñada en el muelle, como se llamaba al mostrador en que los cantineros preparaban y servían constantemente las bebidas heladas, cok-

tatls deliciosos que eran frescura y energía, deleite al paladar y al cerebro, o los menjuleps odorantes a las hojas de menta batidas con trozos de hielo en los cubiletes, agitados como sonajas para verter los tónicos

sabrosos en los vasos cristalinos, de los que serían absorbidos en pajas ambarinas por las bocas sedientas. A poca distancia del muelle empezaba una larga fila de mesitas portátiles en torno de las cuales tres o cuatro amigos bebían y discutían apasionadamente, en medio de grandes carcajadas o de libres exclamaciones, o de comentarios picantes y

agresivos sobre la nota políticadel pueselbar era el lugarsagrado,

nquéestabapermitido comentar todo en el tono en quese quisiese, sin que nadie en-ser-delatadoysin-que-nadieatrevierd delataranadié.Lamásregalada hora del día era la hora del bar. Todo

mpranida, concordia,simpatía,sentimientos que brotaban afines

por el solo hechode entrar al bar, de beberenel bar, de frecuentar el bar. Las gentes nunca preguntaban quién era el recién venido, ni de quévivía ni cuánto dinero portaba; si un desconocido no podía saldar la cuenta de lo que había bebido, el cantinero se apresuraba a decirle que no pasara cuidado, que pagara al otro día, y ante aquella amabilidad nadie dejaba de ir a pagar lo que había quedado a deber. En las mesitas portátiles de acero los mozos del bar iban acumulando pequeñas escudillas en cada una de las cuales habían servido un vaso

de cerveza, y al levantarse el bebedor contaba las escudillas el mozo

para que viera el cliente cuántos vasos debía. Desde el primer vaso de cerveza preguntabasolícito el mozo qué-bocado gustaba el señor que

le fuera servido, y hecha la elección por el bebedor, volvía el criado

EL BAR, LUGAR DE REUNIÓN DE LOS MEXICANOS

33 f.)

e a Z EaA 2 coñ un platillo de ternera al horno, o de pescado huachinangola veracruzana, o de pavo también al horno, bocados que le eran obse- ) o!iy Ep

quiados sin cobrarle nada por ellos, y a los que el bebedor corres- )

pondía con

propinaespléndida/Todoenelbar era cortesía; cabá”

llerosidad, reciprocidad y camaradería. unodelos bebedores no

llevaba dinero, suscamaradasnolodejaban ir, sino le suplicabanque

sequedarayseguíanobsequiándolo exquisitamente. Nadieestaba obligado acorresponder una copa obsequiada, y sin embargo todos se

apresuraban a corresponder, por lo cual si a una mesa se sentaban cinco amigos era forzoso beberse cinco copas, aunque alguno no llevara dinero, pues entonces el que había pedido las primeras copas pedía otra ronda, comoerallamada una repetición de copas,y la charla /

seguíaalegremente sin que nadie rectificara a la hora de pagas-Elban, han nr e' n$

por esta circunstancia, era el lugar donde se iniciaban las amistades, Vdde) [se afianzaban las alianzas, se ventilaban los negocios, se resolvían fácil- |

mente los problemas, se allanaban las dificultades para que todo se | terminara bien; y por tanto, era una institución que aunque trasplan- / tada había arraigadoy eranecesaria en la vidamexicana. Todas las crisis/ í se resolvíanporlisisíSi surgía unacaloramiento entre dos amigos

o conocidos porlo menos, la intervención de los camaradas evitaba

un conflicto que siempre terminaba en otra ronda de copas y en una reconciliación; y una tercera ronda venía a reanudar el pacto de alianza

que había podido romperse. La cocina del bar, instalada en un espacio

de dos metros cuadrados, estaba bien provista de viandas que podían

condimentarse en un instante, para que todos aquellos que no

quisieran ir a comer a sus casas por el apremio de la hora para volver a sus quehaceres o por otra circunstancia, hallaran un platillo caliente prestamente servido que impidiera el efecto de los alcaloides; y el pla-

tillo bien sazonado y salpimentado con los pequeñosfrascos de salsas puestos a disposición del buen gusto, daba con la nutrición el equilibrio de la voluntad vigorizada para volver al trabajo. A ninguna hora de la tarde decrecía la animación del bar, pues constantemente iban reanudándose los parroquianos, y los que salían satisfechos dejaban el lugar libre a los que llegaban ávidos de comery beber. Los cantineros eran la gente más popular de México. Sin perderla distancia del servidor obsequioso al peticionario que va a pagar porquesele sirva bien, el cantinero saludaba amable y risueño al bebedor, le preguntaba solícito qué deseaba beber, enumeraba complacido los vinos más 'solicitados y las combinaciones más deleitosas de las mixturas, y una vez

Be

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RUBÉN M. CAMPOS

decidido el bebedor, su gula se saboreaba al ver el cristal transparente dela fina copa de Bohemia en la que se caía el chorro de oro

líquido delcoñac, el topacio del vino de Xerez, el granate del Cinzano, la esmeralda del Piper, el ópalo del absintio o el ámbar de la cerveza. Extraían de los cubos de hielo las ventrudas botellas de la Champaña

II Nuestros escritores de antaño hasta 1900

diademada de perlas, para preparar una copahelada y servirla en una crátera abierta anchamente como una flor; y al presentarla al

AA—————Á

bebedor se inclinaba respetuosamenteel cantinero, sonriente y orgulloso de su tino en medir los componentes esenciales. Y cuando

el bebedor, una vez saboreada la copa, preguntaba cuánto debía,

escuchaba con asombro que aquella regia copacostabaapenas una peseta; Era el tiempofeliz en que una moneda mexicana valía valíaque> lo

L. dre

monedanorteamericana tuna de igual unidad;enquéunpes peso valía

un bar del centro de la ciudad, dedicados a lupularse, mientras una plática alegre y mordaz, como era siempre la del primero, ponía sus lentejuelados arabescos en los rostros heridos por la fuerza del reverbero, que dejaba caer la luz del foco sobre ellos, y hacía arder la imaginación del segundo de los dos amigos, | recientemente venido del interiordela República con su equipaje de

16 que un dólar; en quealorodel mundo entraba el río de oro mexicano como en un áureo mar, para consolidar y sostenerel valor de nuestra plata igual a cualquier plata del mundo en valor infundido, ¡pero superior en su ley de oro!

_l Aunque a las damas estuviérales vedadosentarse a beber enunbar no les estaba vedado entrar y atravesar el bar para ir a instalarse con

sueños y únicollegar afílesea aser artista? Clebodet conocíaal dedillo la vida y milagros de la gente de pluma, pues su laboriosidad de escritor que publicaba cuentos en los periódicos diarios a condición de que se le permitiera hacer un sobretiro de ellos formado en pliego para ir engrosando unlibro que publicaba después, le había permitido codearse con los escritores y los reporteros del periodismo de aquella época. En las redacciones tenía la puerta abierta y era amigo, desde el

os caballeros que las acompañabanen otro salóninteriordispuesto:

servido

staurante;sy al entrarosalir las damas acompañadas

de un caballero descubierto, la parroquia bajaba la voz si sostenía una

conversación libre, los parroquianos descubríanse o poníanse de pie si una damales era conocida, e iniciaban un saludo que era contestado

levemente; y una vez que las damas franqueabanla puerta, la parroquia volvía a estallar en exclamaciones, en risas, en palmadas para llamar a

diréctor hasta del linotipista, de cuantos se dedicaban a la noble tarea

de llenar las páginas de un diario sin haber sabido ayer con quéllenarlas hoy, y sin saber hoy conqué llenarlas mañana. Pero lo que más le intelectuat, y lo que más interesaba a su / interesaba en su cálidaddeir

los mozos de servicio; las conversaciones eran reanudadas a todo

trapo,si la parroquia de una mesa quea veces crecía juntando varias mesas era locuaz y alegre, y si los alipuces habían encendido las mil lámparas de Aladino en los cerebros lupulados con la fresca cerveza

oyente, era conocer en todos sus pormenores la vida literaria. Lavida literaria en México —decíaCleboderasúamigo—,es

demarzo, La libertad, sin embargo, no llegaba nuncaa propasarse en

ajeintoleranteí porque un cristalque constantementeentreabríase para dar paso a quien salía o entraba no bastaba a atenuar las palabras dichas en voz alta, y los bebedores no olvidaban jamás que en

alvario que vamos ascendiendo todos los quequeremosser

conquistar un n los tiempos en que don roso, introdujola litera:

el otro salón había oídos delicados que podrían oír lo que no deberían

oír; y así la alegría sonora no lastimaba a nadie, y las palabras veladas

por eufemismos humorescos, tornábanse ágiles y dejaban, si acaso,

una picante curiosidad de saber lo que significaría tal o cual giro de lenguaje.

(en LA

AÚL CLEBODET y Benamor Cumpshallábanse cierto día en

/

(o

) s

Fo vivir de un ganapán, como yo desde. yn cioCumplido, un hombre culto y geneasrevistas y en los diarios que fundó.

El buen editor no podía recompensar largamente ni a los escritores

políticos de combate agrupados en la redacción de los diarios, ni

menosa los escritores que colaboraban en la parte literaria, aunque

en las revistas ocupasen éstos el primer rango. Desde entoncesel poe-

É

*

A,

RUBÉN M. CAMPOS

NUESTROS ESCRITORES DE ANTAÑO HASTA 1900

ta, el novelista, el cronista de arte tuvieron que contentarse con la gloria

citados me es simpático, pero nada más: mi espíritu y mi pensamiento están saturadosdela intelectualidad de los grandes escritores de Fran-

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de que su nombre apareciera calzando sus versos, sus cuentos o sus

crónicas, dándose por bien pagados conel placer juvenil que produce el leer su propio nombre entre nombres ya consagrados porla fama. Los cambios políticos de nuestro país trajeron nuevos aspectos en la

producción literaria; a los poetas orientalistas que se inspiraban en

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cia. No puedo encontrar uno solo entre los escritores y los poetas

mexicanos hasta la época del Renacimiento literario, que merezca el nombre de poeta fino y exquisito... —Hay uno —le interrumpió Benamor— que en mi concepto es un

asuntos sagrados bíblicos, como José Joaquín Pesado, Manuel Carpio, José María Roa Bárcena,siguieron escritores costumbristas como Marcos Arróniz, José María Esteva, Manuel Payno, que fueron continuados

poeta fino y exquisito: Agustín F. Cuenca.

poetas europeosde la época, y entre los que se distinguieron Luis G. Ortiz, Casimiro del Collado, Ignacio Rodríguez Galván y otros. Más

sonoros, de vacuidad de cascabel, como los versos de Theodore de

porlos líricos escritores que cantaban al amor como los románticos

tarde surgieron poetas resueltamente románticos, los cuales nos son conocidos porque habiendo descendido al rango de poetas populares, popularidad que los ha consagrado, los editores se han apresurado a coleccionar los versos de cada uno de ellos en libros que van de mano en mano, en vez de una antología en que aparecerían unos cuantos

versos de cada uno; y por tanto son leídos en nuestros días los poetas

Manuel M. Flores, Antonio Plaza, Manuel Acuña, Juan Valle; en cambio nos son desconocidos casi, poetas exquisitos como Alejandro Arango

y Escandón, Ignacio Ramírez e Ignacio M. Altamirano. Este último nos es más bien conocido como maestro, pues fundó una sociedadliteraria llamada el Liceo Mexicano, en la que se agruparon los poetas predecesores de los de hoy, Juan de Dios Peza, José M. Bustillos, Luis G. Urbina, Enrique Fernández Granados y otros menos conocidos. Hay

personalidades literarias que se han destacado desde muchos años

atrás, aunque no como poetas sino comoescritores, novelistas, drama-

Ciertamente Cuenca era un poeta de talento indiscutible; pero no pasaba de ser un colorista, que entendía el arte de hacer versos más

bellos que los de sus contemporáneos en la forma, pero frágiles y

Banville, a quien tal vez leyó. —¿Pero usted no concibe —replicóle su amigo— que un escritor pueda pensar y escribir si no es bajo la influencia de los escritores de Francia?

—Son los maestros de la humanidad latina —contestó prestamente Clebodet, cuyo rostro se congestionó de orgullo comola cresta de un gallo al lanzar su clarinada de filiación gala—. Donde quiera que se abre una escuela francesa y en ella se aprende el idioma que me enorgullece saber, el intelectual ve que se abre una ventana a horizontes desconocidos. El alma siente que le nacen alas, halla matizaciones de pensamiento que antes no conocía; la literatura nueva, en la que se engolfa el lector con la avidez del neófito, nos brinda gocesartísticos

no soñados; y a medida que vamos explorando y ahondando en cono-

cimiento la lengua tan exquisitamente cincelada por sus artistas, nos sentimos más fuertes para levantar el vuelo con nuestras propias alas. Por eso simpatizo resueltamente con el grupo de escritores que se han

nombre de pluma de El Gallo Pitagórico; don Fernando Calderón y don Manuel Eduardo Gorostiza, dramaturgos, autores respectivos de dramas y comedias; don Manuel Payno, novelista como don Vicente

unido para fundar la Revista Moderna. Todos ellos están acordes en buscar y han encontrado formas nuevas de expresión, y matizaciones y tenuidades que antes eran desconocidas en la poesía mexicana. José Juan Tablada lleva el estandarte de la nueva escuela literaria, aunque por sus veleidades de muchacho consentido, en cualquier grupo de intelectuales en que se le escuche, quiera imponersus criterios por la conciencia que tiene de su superioridad intelectual; y esto le resta las

que abarcó todo el siglo XIX, pues sus primeros versos fueron publicados por los años 1835 y desde entonces le dieron la celebridad del poeta popular. Esto no quiere decir, procedió Clebodet, que yo rinda parias a toda nuestra intelectualidad. Uno que otro de los escritores

maneras distinguidas, con su' facilidad de hablar y con su aspecto de mosquetero de la reina, tipo del que conserva el bigote enhiesto,la perilla a flor de labio y la cabellera negra y lacia bajo el sombrero de anchas alas que perfila su ceñuda frente, en la que se uneny se pliegan

turgos, costumbristas; y ocupan unalto lugar en nuestra literatura, cronológicamente, don José Joaquín Fernández de Lizardi, poeta y novelista; autor de las novelas popularísimas El Periquillo Sarniento y Don Catrín de la Fachenda; don José Bautista Morales, que hizo famoso el

Riva Palacio; don Guillermo Prieto, que murió hace apenas dos años y

simpatías que se había ganado con su cortesanía innata, con sus

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RUBÉN M. CAMPOS

NUESTROS ESCRITORES DE ANTAÑO HASTA 1900

las cejas encrespadas sobre dos profundos ojos negros y alucinados, ensombrecidos por unas ojeras que acusanla vigilia perpetua en que vive el locuaz pensador, en cuyo rostro blasonado por una nariz de águila se refleja toda la inquietud de un pensamiento siempre en combustión. Hay que ver el contraste que ofrece con Bernardo Couto Castillo, el iniciador de la Revista Moderna, que apenas pasa de los veinte años y ya hace gala de un incurable tedio de vivir, con cabellos floridos sobre su rostro imberbe, que aparecen en vedijas de agnus en sus mejillas, con su larga mano indolente que sostiene la barbilla y corre bajo el maxilar, mientras sus ojos perversos que todo lo saben lo escudriñan todo, sin hablar nunca, más que para pedir displicente-

—Hace pocolo vi por casualidad —dijo Cumps—,estaba yo sentado en el patio del Casino de Cartagena, en Tacubaya, cuandovi entrar a un hombre joven seguido de tres o cuatro amigos, y oí decir a alguien

mente un coñac al ser preguntado por el mozo, el tipo de colegial desde que volvió de la Sorbona y no piensa más que en perder el

tiempo como entre la garzonía latinoamericana en los jardines de Lutecia, mientras en su cerebro van incubándose sueñossiniestros del

sopordel nirvana en que vive para darle forma en bellos cuentos. Otro

de los íntimos amigos que sin duda va a hacer un papel principal en la revista de la que ya salió el primer númeroy la primera ilustración que lleva el nombre de “Centauro en Agonía”, es Julio Ruelas, el pintor que estudió en Munich el arte de la pintura y que hoy es el único dibujante verdaderamente artista que tenemos: es un joven cetrino y cenceño, siempre vestido en negro, con la nariz de cigieña en un rostro dantesco cual de visionario que acabara de salir del infierno,

sin hablar ni reírse jamás, silencioso y taciturno, pero de un bello corazón martirizado por una fantasía demoniaca. Ciro Ceballos, otro joven escritor revolucionario en el arte de escribir, también integra la legión modernista, y su rostro imberbe y siempre airado lanza anatemas por sus ojos centellantes bajo sus espejuelos que pliegan

su entrecejo, al que lleva la mano frecuentemente para evitar que se

le caigan, suspicaz y retador, portador de una clave de Hércules como bastón y presto a armar camorra con el primero quele salga

de frente. Estos y otros que irá usted conociendo son los que se han

agrupado en torno de uno que es el más excepcional, el único a quien todos respetan y quieren hasta el punto de dar porél la vida en cualquier trance; y este ser extraño, caballeresco y magnífico, que se quita el pan de la boca para socorrer una necesidad o unvicio, pues estima que tan desgraciado es el hambriento que no ha comido comoel borracho que no ha bebido, es Jesús E. Valenzuela. ¿No lo

conoce usted?

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que estaba cerca de mí: “Ése es el poeta Valenzuela.” Iba cubierto por un redingote color de azafrán, abotonado hasta el cuello, del que se desbordaba unacabellera rizada en completo desorden; su sombrero

hongo de anchas alas cubría su frente casi hasta sus ojos profundos y pequeños comolos ojos tarahumaras, pero de intenso y agudo brillo; un bigotillo incipiente, a pesar de sus treinta y cinco años, se enroscaba sobre sus labios finos que se apretaban para fumar con deleite unci-

garrillo cuyo humo se elevaba en dos volutas de su nariz sensual, pasión que acusaban sus pómulos marcados de indio del norte, de alta

estatura y complexión hercúlea. Bajo el brazo oprimía su bastón de ébano y puñode oro que llevaba para lucirlo, pues de nadale servía. Volvióse un instante, sonrió ante las parejas que bailaban bajo el día nublado y desapareció seguido de sus amigos internándose enlas salas de juego...

—Ésees el alma de la Revista Moderna: una vez publicado el primer

número, Coutito no sabía qué hacer de ella; pero encontróse con Va-

lenzuela a quien le mostró un ejemplar de la revista que aún no circulaba y le invitó a que la dirigiera, proposición que en el acto aceptó

Valenzuela; pagó la edición detenida en la imprenta,la hizo circular regalando los ejemplares a todos los amigos que hallaba en el bar para que fuese conocida; y sin vacilar decidió que fuera una publicación quincenal, ilustrada por Julio Ruelas con una sola ilustración en cada

número; hizo alquilar para la Revista Moderna el entresuelo de la esquina de Plateros y Bolívar, adonde procedió a llevar magníficos muebles y preciosos cuadros, tapices, mármoles y bronces de su casa; y de

la noche a la mañanaapareció la revista instalada en una espléndida casa señorial a la que se ascendía por amplias escaleras coloniales, y a cuyas salas se entraba sobre espesas y muelles alfombras para descansar en ampliossillones y en espléndidos divanes en dolcefar niente... Nunca se sabe cuándotrabaja un intelectual, cuándo escribe sus versos un poeta o cuándo escribe sus novelas un prosista... Yo mismo no sé nunca cuándo escribo mis cuentos; pues aprovechoel instante en que me viene en ganaescribir, esté donde estuviere; y como escribo así,

juzgo que así lo harán los demás... El hecho es que jamás se les ve

escribir, como si tuvieran pena de que se les viera debatirse en las ansias de componer unafrase bella, pues todos son estilistas, trabajan

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PES —_—

exquisita y obstinadamente unafrase hasta que tenga el contorno,la sonoridad, la elegancia y el encumbramiento que ellos desean para expresar un pensamiento que después de concebir han acariciado, como un escultor acaricia la cadera anforina de una mujer a la que ha dado vida, y su deseo es quela frase salga perfecta y bella. En esas condiciones claro está que no quieren que el proceso de gestación y de pulimiento sea visto por nadie; y me sospecho que tienen la pretensión de hacer

creer a todos quesus frases salen de una plumada, como decía Gautier de las suyas, que las echabaal aire como a un gatoy siempre caían en

sus cuatro pies, es decir, que no tenía nada que corregirles. El hecho es quela mitad del tiempo lo pasan en charlas interminables enel bar,

y la otra mitad en los divanes de la Revista Moderna, descansando de las arduas tareas del bar. A la medianoche se despiden con la misma sed que traían al entrar, más cordiales que nunca, con más deseo de reunirse otra vez que antes de la jornada, y es verdaderamente triste

para ellos tener que despedirse para ganar cada uno el camino de su

casa, pues de buena gana hubieran preferido tener una sala-dormitorio donde penetraran todos juntos para acostarse cada uno en su lecho, alineados como en una sala de hospital e irse quedando dormidos con

la seguridad de que no descansaban lejos uno de otro.

Y el mordaz conversador engolfábase en su narración con una fo-

gosidad que era habitual en él, pues era todo pasión y sentimentalidad; sus afectos eran tan intensos como sus odios, con la diferencia de que

éstos eran infinitos y aquéllos unos cuantos. Odiaba al burgués sobre todas las cosas, ya todas las cosas sobre el burgués; todo lo relacionaba con la injusticia de que hubiera gentes felices para escarnio de los que

como él no disfrutaban a tutiplén de todos los bienes que deseaba.

Hacía consistir la felicidad en gozar de todos los placeres, sin tasa ni medida alguna, y quería que esta felicidad fuese en comunidad para

todos. No la imaginaba regateada con preces o con dinero, y obtenida por prorrateo como unares distribuida a una multitud hambrienta, sino puesta espléndidamente a escoger ante una selección sibarita,

como debía la humanidad a la que él pertenecía. Ponía los ojos en blanco al soñar el paraíso mahometano,y su ideal en las uniones matrimoniales era recordar con fruición el día en que Eliseo Reclus cogió de las manosa su hija y al novio de su hija, y les preguntó: —“¿Lo

quieres tú a él por esposo? —¿La quieres tú a ella por esposa?”— Y habiendo contestado afirmativamente los dos, los bendijo con la palabra del Génesis, “creced y multiplicaos”, y volvió a su ajenjo habi-

NUESTROS ESCRITORES DE ANTAÑO HASTA 1900

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tual. Ése era el ideal de las uniones humanas, sin curas y sin jueces, sin hipocresías y sin gastos, y el bolchevique precursor se relamía de gusto lamentando in mente que no le hubiera tocado eltiempo venturoso

de la repartición libre. De pronto salió de su momentánea abstracción de

comunista fracasado, paréntesis raros en su eclosión que necesitaba

de un oyente para ser explosiva, y preguntó a su amigo ex abrupto: —¿Pero usted no conoce aún a Valenzuela íntimamente? Pues vamos a buscarlo, que es la hora en que ha de estar ya con sus amigos, que son también amigos míos, en el Salón Bach, el bar preferido de los alemanes y de los artistas. El ya conoce a usted de nombre, por sus crónicas y sus cuentos, y me ha encargado queselo lleve. .

Y sin más, levantáronse del rinconcito penumbroso dela cervecería

donde bebían plácidamente, y se encaminaron rumbo a la elegante

cantina de Plateros en que iba Cumpsa serle presentado al poeta.

TI Jesús E. Valenzuela en el bar

LLÍ ESTABA. Su sombrero felpudo lanzaba un reto mosquetero

a la vida. Al verlo, sentíase la satisfacción de florecer en plenitud conél, junto a él, al lado de él. Una oleada de juventud

se agolpaba en el corazón cuando el poeta, alargando la

mano que tenía libre (pues la otra estaba ocupadísima: entre el pulgar y el anular sostenía el vaso de cerveza y entre el índice y el mayor el

eterno cigarrillo rubricador de nubes ruelescas), estrechaba la mano del recién venido,le rogaba en un ademán que se sentase, y volviendo

a atusarse el bigotillo entre comentario y comentario de la sabrosa charla dirigida a éste, a aquél, al de más allá, de los que le rodeaban,

solamente abría un paréntesis extraño al asunto discutido porél, y que siempre hacía palpitante, para llamar en ironía cómica: —¡Garzón! Acudía el criado solícito, el poeta ordenábale que sirviera al nuevo bebedor, y se engolfaba de nuevo en aquella plática que tenía pendiente de sus labios al auditorio, aquella plática que era una fuente límpida de gracia, un borbotón perenne de ingenio, una locuacidad maravillosa de talento al que tenía abierta una válvula siempre, pues su intelecto era una eclosión perpetua en combustión de gasógeno,era un acumulador enormede volubilidad en pirotecnia de explosionesfeéri-

cas, una fiesta en pleno cenit de cascadas de oro, de aquel portentoso

espíritu piróforo que era delicia de los ojos, de los oídos, del corazón y del ensueño. Escuchándolo se dejaba correr la vida. Sus ojos pequeños y escondidos de indio del norte, rutilantes y oleosos, sus

cabellos ensortijados y luengos, sus rasgos emaciados de pómulossa-

/ lientes, su tez limpia y fresca en plena madurez, cual si una crema rejuvenecedora derramara en ella su fragancia, su perfil fiero de her-

mosura aquilina, su señorío innato en sus ademanes soberbios, su capa

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JESÚS E. VALENZUELA EN EL BAR

española entreabierta y trovadoresca, en consonancia con su chambergo felpudo (regalo de Jesús Contreras) y puesto de través sobre su cabeza altanera, dábanle una personalidad vigorosa o intensa, un predominio tácito sobre sus compañeros, una elegancia romántica que armonizaba exóticamente, destacando su poderoso relieve en el bar penumbroso,lleno de alemanes sedientos absortos ante sus bocks con

a cuento por su caro discípulo; una fuga de ninfas perseguidas por silvanos se esfumaba en los ojos mongólicos de Ruelas; los ojos bribonzuelos de Couto tenían pinceladas de agua marina florecida de

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cenefas de espuma,ajenos al estruendo latino de aquellos bebedores

insólitos de enormes corbatas y largos cabellos y ante todo de aquel

héroe que narraba aventuras interminablesy era el núcleo dela legión. Los bebedores de paso no entrabannisalían sin lanzarle un saludo cordial:

—*“¡Tuti!”... “¡Chucho!” ... “¡Buenosdías!” —“¡Salud!”

Y ceremonioso y cortés, el poeta quitábase el gran sombrero bohemio, saludaba con su diestra en el aire, elevaba su vaso a la altura de su boca, y bebía, bebía siempre, bebía más, sin apagar nunca su sed,

condenado por su destino al suplicio de ser su propia Danaide trágica. Pero él lupulaba su boca ardorosa en la sensación incomparable de prender todos los candelabros de su intelecto para la fiesta diaria de su lupulesca cena orgullosa, el festín suntuoso que el vencido de sus esplendoresde antaño se daba en las burbujas de espumas de oro de sus

sueños,el terrible festín que nuncasacia, el castigo del vomitorio a la gula y del retorno al banquete en encarnizamiento insensato, con el

magnífico alarde de la salud siempre en reacción. Y en el vértigo de su

corazón tumultuoso, en el galopar frenético de sus arterias enloquecidas, en el torbellino de sus nervios encabritados, qué torrentes de generosidad, de pasión, de amor, de piedad, de flagelación a los mal-

vados, puessi alguien tenía derecho para flagelar, era él; qué incomparable hermosura de sentimientos abiertos a todos los ojos y a todos

los juicios; qué esplendor de riquezas acumuladas y escondidas a la fuga de la fortuna, en él que era compadecido por pobre; qué doctrina de verdad y de vida; qué enseñanza inconsciente de tomar la vida tal cual es. En torno deél era un gorjeo de risas, un coro eterno de alegría de vivir, una fascinación de apurar el carquesio dionisiaco de un trago, comosi en él se bebiera la vida, como si en él se bebiera el olvido, como

si en él se bebiera el amor. Valenzuela, vuelto a la vena galante después de que Benamor Cumps le fue presentado, era un primor decamerónico. El señor de Brantome hubiérase quedado perplejo ante la multitud de anécdotas traídas tan

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nereidas desnudas; el escultor Contreras sonreía encantado detrás de su barba mora, los ojos rientes y acariciadores de caderas anforinas de mármol rosa... Othón,satisfecho y ya muy bien servido, amador de bellos cuentos, comentaba en una gran voz: “¡Qué bárbaro!...” Y los cuentos sucedíanse con laudable abundancia, sápidos como el caviar sobre el

pan tostado que paladeábamosen un interludio de aquel lupulamiento atroz. Las botellas de cerveza Edelweiss, de Chihuahua, apiñábanse vacías sobre la mesa de combate como capullos de crisálidas que revoloteaban ya en torno nuestro, ante nuestros ojos radiantes; y el cuentista escanciaba el vigésimo vaso cual si fuese el primero, la mano firmey el ojo límpido, locuaz, infatigable y ágil. Su memoria florida era una espigadora incansable en las paraderas cuajadas de mieses de su imaginación fértil. Una retención pasmosa de su vida múltiple, al pare-

cer ociosa, pero fecunda en toda suerte de aventuras, comoes la vida intensa del bar, brindábale interminable labor de ensartar anécdotas

de generales, ministros, magistrados, los políticos de ayer y de hoy, de quienes había sido camarada o consejero, compañero o anfitrión, y que desfilaban ante nuestra expectación regocijada como una mascarada en procesión. La literatura habíalo reconquistado definitivamente de la camaradería aplanadora de burgueses ignorantes. De

hoy en más tocaríale en suerte vivir dos lustros entre ingenios realzadores de la gema prismada de su intelecto soberano, sobre los que

brillaría más, como un brillante en una montadura lapidaria. Y él lo sabía, y pavoneábase con su infantil ostentación caballeresca, cual “vencedor en un torneo; porque nadie comoél, entonces, hubiese encarnado el desprecio a la vida de los caballeros de la Távola Rotunda, de la vida que no valía una estocada, y hubiese podido morir en un

beso como Lancellotto del Lago, el dichoso amadorde la reina Ginevra. Al día siguiente, al abrir Benamor Cumpslos ojos y recordar feliz la despedida cariñosa en la esquina del Empedradillo, en la que le fue reiterado el deseo de que se reuniera diariamente con los escritores

agrupados, puesto que su nombre aparecía entre los redactores de la Revista Moderna, recapitulaba en su memoria las noticias que su

amigo el bohemio Clebodet le había dado sobre la personalidad del

poeta Jesús E. Valenzuela; y de su obra literaria dispersa en la Revista

Nacionalde Letras y Ciencias que había editado a sus expensas, en la

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RUBÉN M. CAMPOS

JESÚS E. VALENZUELA EN EL BAR

Revista Azul y en periódicos diarios, sintetizaba el análisis de tan peregrino y jovial artista. Un día surgió el poeta de las Anúbadas en plena lucha: como armas llevaba su juventud y su ambición, como coraza y casco su corazón y su cerebro. La fortuna acababa de darle su primer beso de amor en

robustos, nutridos como el discípulo del centauro Chirón, con corazones de osos, sacudía su melena orgullosa y rugía ante las miserias

plena adolescencia; y el Caballero del Ensueño había sacudido su deliquio, y azotado por su salvaje sangre conquistadora, lanzóse al estadio

en que rugían tremendas pasiones hambrientas, en que una tempestad de oro llovía sobre los victoriosos y los fuertes, y en la ruda pelea se le

vio salir triunfante, blasonado porla fortuna, parangonado con los más altos, festinador de su ensueño realizado, pródigo en regar a raudales

su emblema: ¡un águila acuñada en una onza de oro!

Entonces vióse una cosa inaudita: un poeta fabricaba, no castillos

enelaire, sino palacios en una gran ciudad. Levantaba alcázares y los

decoraba suntuosamente, y los alhajaba espléndidamente con alfombras tejidas en Ispahán, con brocadosy telas de Oriente, con bronces y mármoles y cuadros de firmas ilustres, con cristales venecianos y porcelanas de Sevres y de Sajonia, con tapices y tibores de China, con lacas y biombos japoneses... todo auténtico y adquirido a gran precio para embellecer las fiestas espléndidas en que el poeta, entre

una pléyade deintelectuales y.artistas, de viejos guerreros veteranos y jóvenes corifeos acaudalados y sonrientes, coronaba de rosas su

cabeza altanera y bebía el champagne rosa en copas de Bohemia en loor de Salammbófebea, de la enamoradasolitaria, apasionaday triste,

queabría los ojos ojerososy lánguidos en el lecho del númida, irendida de mucho amar! El poeta llenó entonces con el estruendo de sus trenes la gran ciudad. La lluvia de oro caía sobre la sonriente ciudad cortesana como sobre el regazo de una Dánae yacente. Los festines de poemas bárbaros de Liceo joven, a su entrada triunfal en Tracia en su carro glorioso

tirado por tigres dóciles, inundaban el viento con evohés vibrantes,

con jubilosas aclamaciones consagradoras de poeta de los Himnossalvajes, pleno de acción y de fuerza, en posesión de su ensueño real, pletórico y púgil, desbordado como un río torrentoso que riega la

abundancia con el caudal de los hielos fundidos de las cumbres. Abría su billetera, en la que cada billete valía un millar, y la ofrecía abierta como se ofrece una tabaquera henchida de habanos; y ocasión hubo para que su prodigalidad aliviara así fiebres y rubores y angustias como sed de placeres. Pero el altivo símil del león esculpido en sus versos

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que solían asediar a sus amigos débiles, y mataba un dolor de un golpe, como un león simbólico de un zarpazo.

Su encumbramiento, empero, fue fugaz, como todas las obras de ensueño. Al expandir su prepotente imperialismo, al acometer locas empresas, el poeta no conocía la perversidad de los hombres, y confió en

ellos con el candor de un niño. Y el desastre vino fatalmente. Los gambusinos cayeron sobre el “águila herida por traidora mano” comohal-

cones de presa, como aves de rapiña; apiñáronse en el saqueo, y

metieron la mano hasta la axila para limpiar sus arcas; la turba de advenedizos vividores acechaban los alardes convulsivos de aquella agonía aquilina, jadeante bajo la nube rapaz, en que el poeta no podía matar ya el dolor de un zarpazo, aunquesí ahuyentarlo de un aletazo;

y, en su desmembramiento, viósele prodigar los restos que le que-

daban de su vasta fortuna y consolar pequeñas miserias, icuando era

él quien necesitaba de un consuelo!

Pero, ¿quién era este hombre excepcional, este poeta fuerte y lírico,

del que Benamor Cumps solamente conocía los versos forjados a martillazos, como las armaduras forjadas por los cíclopes, hechos para

acorazar vidas en las cruentas luchas humanas? ¿Quién era este derra-

mador de verdadesy de consuelos en sus poemas de apenas devastadas formas titánicas, como los mármoles de Rodin, que causaban piedades histéricas a los orfebristas joyeros y alta y franca admiración a los artífices suntuarios del verbo? Benamorllegó tarde, y probó las heces de su vino en su viejo carquesio. Pero él no sabía entonces de amarguras, y encontró el vino buenoy el vaso lleno. En torno a la mesita de mármol, en la penumbra amable del bar, reía gozosamente conla delicia espirituosa de la verba

genial del poeta. Invadióle la plácida embriaguez del vino del Rhinal lado del amigo noble y leal, en soñaday felizmente realizada compañía

de artistas, en nochesestrelladas de placer, en ronda antigua de faunos y ninfas chezAurelie, muy lejos de la turba plebeya de analfabetos que

no pudieron despojarlo de su hermosa alegría antigua que recibiera como un don inmortal. La odisea de bar en bar, cual un enjambre de abejas de flor en flor, iba a durar bien un lustro, y en tan largo, pero para ellos tan breve tiempo, conoció ampliamente el alma del poeta, jamás lo vio entristecerse porque alguien de sus amigos se encumbrara como él se encumbró en un tiempo; jamás vio entenebrecerse su

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RUBÉN M. CAMPOS

espíritu con alguna baja pasión humana, ni vibrar un relámpago de cólera al verse desposeído por la suerte, de los bienes con quele colmó undía. Y como divina flor de su espíritu fértil, de su cerebro siempre joven,

brotaban los versos transparentes e inmaculados; brotaban los versos blancosy fragantes cual varas de nardos floridos; brotaban los versos que

perfumaron toda una vida contemplativa y soñadora con arena inviolada; brotaban los versos año tras año como los brotes de primavera en primavera, en aquel árbol siempre joven, henchido de savia y de fuerza, en aquella planta desarraigada, que comola cáctea, persistía floreciendoy fructificando descuajada. Si acaso alguna vez un quejido escapábase de su pecho hondamente herido, el poeta de Bárbara labor traducía en rotundo verso libre su queja alta y sincera, su resentimiento infantilmente suave, dúctil y pródigo, puesto que simbolizaba

el dolory la injusticia victimaria de una juventud plena, en su apólogo arbóreo.

IV Una comidaen la casa de Valenzuela

L BAR que por predilección frecuentaba el grupo de escritores para hallarse en la intimidad era el bar Wondracek,

pequeñorefugio de los intelectuales que preferían un lugar

dondeellos solos discutieran o permanecieran silenciosos, y no entre el estruendo de los grandes bares cosmopolitas. Stanislao Wondracek era un polaco rosado y fresco como una manzana de California, con un abdomen que parecía que se hubiese comido la mesa redonda, según decía Pancho Banuet; portaba una camisa albeante siempre, sobre la cual puso Ruelas la armadura de Falstaff en un retrato que publicado en la Revista Moderna corrió de bar en bar e hizo célebre al cantinero polaco, el cual se bebía cinco cocteles seguidos uno tras Otro y se quedaba tan fresco como si hubiese bebido unosolo,

saboreando en la boca cinco cerezas en vez de una. Valenzuela lo dis-

tinguía con su predilección, y uno de sus sueñosera llevarlo a un día de campo en unión de madame Faucon,la propietaria de otro bar de

la calle 5 de Mayo, al que Valenzuela también solía concurrir para codearse con magistrados, senadores y diputados, y a la que igualmente Ruelas había pintado con su ancha faz fresca y rubicunda, bajo

el disfraz de una alegre comadre de Windsor. Quería hacerlos presidir

una opulenta mesa en que hubiera faisanes, jabalíes y venados, como en las comedias de Shakespeare, y exquisitos vinos que habría que

extraer de los barriles con bitoque para llenar hondas cráteras y beber

anchamente, todo en una hostería donde hubiera una gran chimenea en la que ardieran troncos de encinos, mientras la turba de amigos se

refocilaba en un alegre y pantagruélico gaudeamus. Undía presentóse el poeta a las once de la mañana en el bar Won-

dracek para saludar a Stanis y encargarle un pavo al horno, pues tenía invitados a varios amigos, entre los cuales iba Benamor Cumps por

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RUBÉN M. CAMPOS

primera vez, a su casa de San Pedro de los Pinos. Llevaba un paquete

de hielo para helar un coctel al llegar a su casa; pero sucedió que se enfrascó con los amigos que iban llegando, y cuando se acordó, enel piso del bar había un pequeño charco de agua,y el paquete que colgaba de una de sus manosestaba vacío, puesel hielo se había deshecho con el calor meridiano. Fueron llegando los invitados de uno en uno o de dos en dos, y allí pudo conocer Cumps a Jesús Urueta, el magnífico

orador que si defendía a un reo condenado a muerte lo arrancaba de

las garras delos jueces patibularios, sin que le fuese ajusticiado ni uno;

y si pedía la pena de muerte para un criminal, éste era ajusticiado irremediablemente sin que de nada valieran las brillantes defensas de los defensores vencidosporel tribuno. Urueta en la intimidad del bar

era ponderado,taciturno, y sólo al serle presentado alguien por quien sintiese simpatía un relámpago de sus ojos cansados descubría de súbito su insondable alma de refinado artista. Nunca pedía de beber, pero bebíase todas las copas quele servían con un desenfado de gran señor, porque aquel displicente poseía innatos ademanes señoriles al saludar, al dar la mano a un recién llegado, al levantar levemente la copa para brindar cuandoiba a beber; su voz enfática y melodiosa tenía entonaciones suaves de exordio siempre declamativo, jamás chocaba su periodo altisonante que salía medido parcamente, sin ostentación

de una cláusula estudiada, sino natural como la pose de un gallo al

andar; todo en él era rítmico, armonioso, apasionadamente sincero; y cuandosele oía hablar por primera vez, se le amaba por su seducción

intelectual. Jamás elogiaba a nadie, pero la fugaz mirada de sus ojos que no volvía a conceder, y el sentir de una de sus manos posadaal acaso sobre vuestro hombro, os bastaba para sentir que era vuestro amigo y afirmar el pacto de alianza con aquella preciosa amistad. Cuando ya creíase que estaban todos los amigos invitados, presen-

tábase otro quefaltaba en la reunión,y así fueron presentándose Fran- . cisco G. Cosmes, el tremendo polemista que era un hombrecito pequeñoy rubio, de ojos claros y vivaces de simio, bigote lacio de celta y ademanes correctos de misántropo que cuando estaba entre gentes gratas soltaba su vena mordaz y agresiva para satirizar a cualquiera que

no le fuese grato; y así recordó cómo el periodista Aldasoro, que tenía una barba luenga de enano del tapanco, apareció una noche de juerga detrás de un mostrador con dos zapatos metidos en las manos que movía bailando para unoy otro lado y haciendo quese le creyera un viejo gnomo de sesenta años caído sobre el mostrador. Llegó Baudelio Contreras,

UNA COMIDAEN LA CASA DE VALENZUELA

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de amigo del poeta Valenzuela, al que cierta vez que se le preguntara si él también hacía versos puesto que siempre andaba con los

poetas, respondió clavandoen el interlocutor su mirada aguda tras de

sus espejuelos de miope, enmarcando su chambergo caído de través

y emboscado tras de su corbata mariposa que anudaba su cuello al-

bísimo y tomando una actitud dramática: “fundo en bronce y soy triste”; excelente amigo, que pagaba rondas tras rondas de copas sin cansarse jamás y sin hacer alarde ni ostentación de queera él quien pagaba. Llegó Couto con Ceballos y Ruelas, los dos primeros irónicamente sonrientes y admirados de que Benamor Cumpsfuera tam-

bién de la partida. Llegó despuésel pintor Izaguirre trayendo consigo

al pintor Gedovius, de hablar torpe, pero cuya mirada inteligentísima leía en los labios del interlocutor lo que había dicho, pues había sido

sordomudo de nacimiento. La llegada de los dos pintores fue saludada

sonoramente, pues Izaguirre el iguanodonte, como le apodó Ceballos, era un amigo muy querido del grupo y Gedovius un pintor muy admi-

rado. Llegó más tarde Balbino Dávalos, poeta de Colima, trayendo con-

sigo a Amado Nervo, poeta nayarita que en un lustro había conquistado un nombreliterario y que ya era amigo de los escritores de la Revista Moderna, solamente que su nombre no aparecía entre los redactores porque así lo había pedido en virtud dehallarse ligado con los periódicos del editor Reyes Spíndola, de quien no quería perder la amistad. Vinieron después otros amigos de Valenzuela que noeran artistas, sino amigos de los artistas; y ya todos juntos nos dispusimos a emprender la marcha.

Valenzuela hizo parar tres coches de bandera azul, subimos en ellos y partimos rumbo a San Pedro de los Pinos, dondea las cuatro de la tarde, sin habernos anunciado, descendimos frente a una casa pintoresca que había sido en otro tiempo la morada del poeta Luis G. Ortiz, quince comensales que penetrábamos ruidosamente en la amplia casona y nos descubríamos al ver venir hacia nosotros a Juanita, la esposa del poeta, joven señora de prematuroscabellos blancos que orlaban su rostro fresco y rosado, y que solamente dijo juntando las manos en actitud cómica mientras reía sinceramente al ver la avalancha:

—“¡Ah qué Tuti!” , El poeta saludó con gentil donaire a su esposa, nos presentó con

ella a los que íbamos por primera vez a la casa, y sin preocuparse ab-

solutamente nos hizo pasar a la sala, donde a poco apareció un criado trayendo dos botellas de coñac y una bandeja con pequeñas copas,

vasitos medianosy un sifón de agua de Seltz. Diez tirabuzonessalieron

RUBÉN M. CAMPOS

UNA COMIDA EN LA CASA DE VALENZUELA

a luz como revólveres en un motín, y el invitado más ágil descorchó la primera botella y sirvió las primeras copas; y procedimos a beber des-

amarrar sus caballos, sino que cuando se apoderó de otro convento ilustre, habiendo visto que Napoleón estaba transido defrío, sus nerales bajaron cuadros de pinturas magníficas que arrojaban a la chimenea para avivar el fuego que se extinguía en la sala abandonada, según cuenta Jorge D'Esparbés. —D'Esparbés es el más gran poeta que ha tenido Francia después de muerto Baudelaire —dijo Tablada— aunque no haya escrito en verso, sino en una prosa preciosay lírica... —De soldado, como la de Bernal Díaz del Castillo —intervino

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pués del largo interregno del viaje, contentos de tener tal entre-

tenimiento, mientras en la cocina las criadas bajo la dirección de la

dueña de la casa preparaban una comida para quince personas. Por afinidad los invitados no artistas agrupáronse para abrir una partida

de dominó sobre una mesita de caoba roja en un ángulo dela sala, y los otros rodearon al poeta que repartía cigarrillos habanos después de saboreada la primera copa; y cada quien arrellanábase en los am-

plios sillones, o reclinábase en los divanes para seguir, con ojo avizor y oído abierto, la pirotecnia de frases ingeniosas y humorescas que surgían al acaso, para gozar la fiesta de ingenio que iba a reanudarse, cuando apareció en la puerta de la sala un retardado, José Juan Tablada, que venía de Coyoacán por San Ángel, y conocedor de las costum-

bres del poeta Valenzuela, no se había apresurado en llegar a la hora sólita en que todo el mundo come en México, o sea las dosde latarde, sino que llegaba a las cuatro, con un manojo de rosas frescas que ofreció gentilmente a la dueña de la casa. Una aclamación saludó al recién venido y un reproche dicho en un abrazo por Valenzuela, que alargó la mano y cogió una copa para ofrecerla a su dilecto amigo, y naturalmente, para que no bebiera solo, todos nos proveímos de la

nuestra y bebimos por el autor de Florilegio. Tablada iba a sentarse cuando llamóle la atención un busto en mármol de María Antonieta, de una ideal pureza de líneas en el Paros casi traslúcido, bellísima en su realeza deJuno, que parecía mirar en un punto vago del espacio su trágico

destino...

—Los hermanos Goncourt, llamados los embalsamadores del

pasado —dijo en voz tranquila y conmovida—, hubieran hecho una diosa de esta bella mujer para que fuera adorada en sus páginas... —Fue un sadismo de la Revolución haber ajusticiado a esta hermosura... —comentó Urueta. —Las revoluciones son trombas que todo lo arrasan —agregó Cosmes. —Ya los vencedores no les importa nada el arte ni la belleza —intervino Valenzuela. —Uno delos generales de Napoleón hizo abrir una puerta debajo del fresco de la Cena de Leonardo de Vinci, justamente al pie dela figura de Cristo... —Yla soldadesca de Bonaparte —acentuó Urueta— no sólo profanó la sala de Santa María de las Gracias clavando estacas en las paredes

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Dávalos— en su deliciosa Conquista de la Nueva España. —Sí, pero toda proporción guardada, porque D'Esparbés es un artista y Bernal Díaz un soldadóniletrado... —replicó Tablada. —¡Cómo que noes artista Bernal Díaz! —dijo Valenzuela—. Su

prosa es la más sabrosa que se haya escrito en el siglo Xv1. La vida había enseñado al anciano más quelos libros, y si no leyóla literatura de su tiempo, tanto mejor para él porque conservó íntegra su personalidad y tanto mejor para nosotros que lo saboreamos sin que no nos sepa

más que a Bernal Díaz.

—Esto quiere decir que tenemos un gran escritor nuestro, sin

saberlo, en Bernal Díaz del Castillo —puntualizó Cosmes—. Y digo nuestro porque en América rompió lanzas el rudo conquistador para hacer su fama de soldado, y en América vino, ya nonagenario, a escribir su preciosa Historia en la que él fue actory testigo, con el candor de niño que recuperan los ancianos...

—Y que has recuperado tú, mi querido Deucalión, al creer que te voya servir otro coñac sin recordar que estás en tu casa —concluyó Valenzuela haciendo un ademánde invitación al viejo polemista, que

saltó con unaagilidad de rana para ir a servirse su copa, entre la alegría de los sedientos, más que hambrientos bebedores habituados a pasar

toda una tarde charlando sin acordarse de ir a comer, y para quienes aquella espera no era larga.

—El arte folklórico de Bernal Díaz ciertamente no tiene que ver

nada con el arte de un pintor de batalla como es Jorge D'Esparbés,

—insistió Tablada persuasivo—. La Leyenda del Aguila es el más fastuoso poema épico en que se hayan cantado las glorias de Napoleón

por un escritor que tenía toda la pasión de un napoleónida, mientras que Bernal fue un paciente reconstructor de hechos que vio y que consignó con su calma reflexiva de abuelo. Sin embargo, no hay libro

más bello entre la multitud de libros que fueron escritos por los

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RUBÉN M. CAMPOS

UNA COMIDA EN LA CASA DE VALENZUELA

Conquistadores, frailes misioneros o soldados de acción, que el libro de Bernal Díaz. —En su donosura picaresca para decir las cosas por sus nombres —agregó Valenzuela—, se anticipó a Francisco Delicado, que en su

estribaciones de las montañas que culminan enel Ajusco, dieron la voz de alarma y nos anunciaron que había que huir si no queríamos ser arrollados y calados por un aguacero torrencial, como los que en ese tiempo se abaten sobre la región suroeste de la capital; y apresuradamente nos despedimos para ir a esperar el paso del último tren de vapor que en aquel tiempo descendía de San Ángel y pasaba por San Pedro cada hora.

Lozana andaluza hace alarde de picardía desbozalada a veces, y sobre todo porque ambos florecieron por la misma época,el fraile para ver con sus propios ojos la disolución de la Roma de los Borgias, y el soldado conquistador para ver la caída de un imperio al que se ha llamado bárbaro, pero cuya cultura aún no se ha estudiado. El buen Bernal Díaz se compadeció de aquella injusticia y fundó con sus apre-

ciaciones honrosas para los vencidos el advenimiento de las rectificaciones históricas de los indianófilos...

—La sopa está en la mesa —anunció un criado interrumpiendola sabrosa charla, y hasta entonces vimos que habíamos trasegado copas sin llevar la cuenta, y que nuestros estómagos pedían refrigerio; y como al toque de un botón eléctrico, mos pusimos de pie con el anfitrión y sin fórmulas ni distancias nos encaminamosal comedor, donde humeaba en una gran sopera una reconfortante sopa de pescado huachinango, del que la señora de la casa se había provisto en la mañana en

el mercado de San Juan para guardarlo en hielo; y al vino del Rhin con

que saludamos el advenimiento de tan grato manjar, sucedió un exquisito Borgoña espumante con que rociamos un espléndido asado al

pastor en cuya condimentación había trabajado Balboa, un experto que preparaba ese platillo en las famosas fiestas delgeneral González, y queporcariño a Valenzuela acudía en cuanto se le llamaba, por vivir en San Pedro de los Pinos, para hacer un asado al pastor, en el cual empezó a trabajar desde que llegamos.

En la comida se habló de cosas amables para complacer a la dueña de la casa que presidía la mesa y que sonreía a las frases de los intelectuales, tan sencillas ahora como las de cualquier hijo de vecino que

come alegremente. Solamente se oían elogios para las viandas, dedicados a la señora, y elogios para los vinos, dedicados al señor que era el anfitrión de aquel ágape dominical. La comida pasó sin novedad, como cualquier comida improvisada que es pretexto para estar juntos,

y al terminar nos trasladamos de nuevoa la sala, donde había ya candelabros encendidos porque había obscurecido; pero apenas nos habíamos instalado de nuevo para saborear el café, cuando sonoros truenos lejanos anunciaron que se aproximaba una tempestad, y los

que conocían aquella región del Valle de México, los lomeríos que son

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v Ojeada sobre otros escritores mexicanos

A VIDA LITERARIA de México no está representada sola——

mente por esta agrupación de artistas que yo considero -

los más refinados, sino que hay otros cuyo esfuerzo aislado o de agrupamiento es muy digno de ser estudiado —decía Clebodet a su amigo Benamor cierto día en que habían ascendido a la cumbre del Tepeyac después de haber almorzado juntos en la casa que habitaba el bohemio plumífero enla Villa de Guadalupe a la que él llamabaVilla Mística en sus cuentos—. Hay muchos talentos que se han quedado rezagados, de la generaciónliteraria que acaba de

pasar; aunos nose les tiene ya en cuenta absolutamente, aunque hayan producido obras que les han dado popularidad, comoel viejo novelista

Pedro Castera, autor de doslibros que lo hicieron famoso en su juventud: Las minas y los mineros, novelesco estudio de un medio en que

él vivió por haber sido minero toda su vida,y la novela Carmen,realista

y séntimental, que fue tan popular entre nosotros como la novela que haya sido más popular dela literatura universal. Hoyva Castera errante, con su corpachón de hombrazo hercúleo vestido al uso de su

tiempo, con un gran sombrero plano y una capa española azulclara, sin saludar a nadie y sin que nadie lo salude a él; entra en La Estrella

de Oro, la popular fonda de Silvestre Anaya queesel líder del mutua-

lismo actual, se sienta a comer solo en una mesa; y como en esa fonda

acostumbran los criados traer una gran fuente de puchero para queel

comensal se sirva a su gusto, Castera se la come toda, incluso la verdura

del puchero,y sigue comiendo los demás platillos sin que nadie le diga nada, hasta dar fin a la lista del día, y sin que se le cobre más de los

cincuenta centavos que cuesta una comida en La Estrella de Oro. Otro talento indiscutible que se ha obstinado en quedar aislado, misántropo

y huraño, es Heriberto Frías, autor de novelas tan populares como

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OJEADA SOBRE OTROS ESCRITORES MEXICANOS

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A A

Tomócbic, ¿Águila o sol?, El Amor de las sirenas y sus Episodios militares mexicanos que han sido leídos por toda la juventud delas aulas. La vida de estudiante y sus recuerdos de oficial del ejército le han dado motivo para escribir bellos episodios llenos de emoción juvenil, y es sin disputa el más popular de los novelistas de hoy, lo cual no le ha servido para ocupar un puesto distinguido en la política o en el periodismo, y va de bar en bar pero no en los de Plateros, sino en los de la

bohemialiteraria que se contenta con frecuentar las cantinas de barrio. Juan de Dios Peza, mi amigo muy querido que ha ocupado,ése sí, altos puestos en la política y en la diplomacia se conquistó un nombre glorioso y logró ser conocido en los países de habla española como el Cantor del Hogar; y hoy es colaborador, una que otra vez, de algún

diario y pasa inadvertido; se detiene a mediodía en la tienda de Quintín

Gutiérrez, el gachupín simpático que ya había sido citado hace veinte años por José T. de Cuéllar, Facundo, en su novela Baile y cochino... de la serie de novelas a la que dio el nombre de La linterna mágica; allí permanece Peza una o dos horas con uno o dos amigos que le restan, sin entrar en la cantina anexa a la tienda, sino servido discretamente en un ángulo del mostrador; y después de charlar alegremente, porque es un delicioso conversador y su charla es inagotable,

se despide para tomar un tren de mulitas quelo lleva hasta la calle de

la Constancia, donde tiene su casa chica a la que me ha hecho el honor de llevarme, aunque algunas veces yo sea quien lo lleve a él, cuando

después de las diez de la noche salimos de la casa de Quintín y al ver que se ha cansado voy a dejarlo a un lugar seguro, para seguir yo mi

caminoa laVilla.

'

El único novelista que en mi concepto merece tal nombre es don Rafael Delgado, que vive en su tierra de Orizaba y desde allá ha publicado sus novelas La calandria, Angelina y Los parientes ricos, conquistándose un nombre de primer orden en las letras mexicanas, aunque por predilección viva en su ciudad natal y no haya hecho alianza con nadie; desdeña en sus libros la impersonalidad de la literatura mundial, y prefiere pintar lo suyo, lo que ha visto, lo que ha amado en su adolescencia y en su juventud; y esta sinceridad, unida a una fina percepción de artista, lo ha hecho sencillamente el mejor novelista mexicano. Federico Gamboa es otro novelista que se ha distinguido entre nosotros como paladín de la escuela realista, y ha publicado

novelas excelentes como Suprema ley y Reconquista que prepararon el advenimiento de otra novela, Santa, que le daría fama y dinero,

único caso en que un novelista mexicano haya recogido el premio de

su talento. Salvador Díaz Mirón, el gran poeta por excelencia, ha ferido siempre vivir en Veracruz a vivir en la capital, con excepción

de las veces en que ha sido representante de su tierra en la Cámara de Diputados. Es el másalto, sin duda alguna, de nuestros liróforos, y su personalidad novelesca de espadachín es la más interesante que corre de boca en boca entre la gente de pluma y la gente de acción. Sus

anécdotas de hombre valiente y provocador son múltiples: cierta noche

nos contaba, en la Revista Moderna, cómo hallábase una vez en franca riña con un jarocho enemigo suyo, hombre comoél de pelo en pecho;

detallaba el gravísimo peligro en que estuvo al caer y rodar porel suelo los dos, él debajo del otro que esgrimía un puñal en espera de

que flaqueara la mano de hierro que le oprimía el puño, para matarlo sin remedio. — “¿Y usted no lo hirió a él?” —dijo ingenuamente el pintor

Izaguirre. Díaz Mirón volvióse lívido hacia el interruptor, dio un manotazo que hizo bailar sobre la mesa las botellas y las copas servidas y exclamó en un grito—: “¡Once veces con mi daga!” —dejando estupe-

facto a su auditorio. Otra vez, contábase, Díaz Mirón decía un discurso

en la Cámara, y como un colega desde su asiento lo increpara en forma ofensiva, detúvose, volvióse al interruptory le dijo: “espere el misera-

ble a que yo termine, para ir a cruzarle el rostro de una bofetada”. Y

comolo dijo lo hizo. Otra vez, echósele encima un perrazo danés que era una verdadera fiera, y Díaz Mirón lo atacó a patadas hasta que lo domó. Quien además de ser el más famoso general mexicano de las últimas campañas, pudo haber sido un excelente escritor, según cuenta el poeta Valenzuela, era el general Sóstenes Rocha. De fácil y brillante estilo para redactar artículos en el periódico El Combate, que

él dirigía, tenía sin embargo debilidad por su amigo, que en cuanto se presentaba en la redacción, Rocha tomaba su sombrero sin importarle ya lo que iba a escribir sobre una historia antigua de México que preparaba, y dictando solamente una frase: “Al amanecer del día siguiente, las tropas de Motecuhzoma e Ilhuicamina fueron ignomi-

niosamente derrotadas...” —“Ahora sigue tú” —le decía a su secretario, que se daba gusto en confeccionar el capítulo a su sabor, mientras el general salía riéndose del brazo de su amigo rumboal Café Colón, que era entonces su bar habitual. Esta intimidad de los dos amigos no fue

obstáculo para que cierto día, ya muy bien servidos de copas, tuvieran un altercado que fue agriándose hasta el punto de que Rochase levan-

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OJEADA SOBRE OTROS ESCRITORES MEXICANOS

tara y le lanzara una bofetada que Valenzuela logró esquivar y contestar

con libros de segunda mano en el Factor, en la que se reunían escritores y bibliófilos todas las tardes, a discutir y charlar, por el placer de

con otra, tan certera, que derribó a Rocha porel suelo al recibir el tremendo puñetazo. Intervinieron los amigos y lograron sacar a la fuerza a Valenzuela y calmar la cólera del general, que quería tomar sangrienta venganza de aquel hecho insólito. Al día siguiente des-

pertóse Valenzuela y reconstruyó la escena azorado, aliñóse y vistióse de prisa, y su único pensamiento fue ir en busca de Rocha;llegó a la cantina del Café Colón, empujó la puerta y lo primero que vio fue el

general que le abría los brazos y lo estrechaba contra el pecho diciéndole: “Ya sé a lo que vienes, déjate de excusas y vamos a curarnos”,

mientras Valenzuela conmovido abrazaba al formidable hijo de Marte.

El gobernador del Estado de México, proseguía Clebodet, se ha llevado

a su ínsula una pléyada de escritores entre los que destaca el poeta José M. Bustillos, verdadero artista de la palabra que surgió en el Liceo Mexicano, donde publicó poemas encantadores. “Las rocas del lago”, una leyenda azteca, es un hermoso poema que bastaría para hacerel nombre de cualquier poeta, tiene otros muchos poemas que le con-

quistaron un eminente lugar en las letras; es afable, tímido, humilde,

y estas cualidades lo han hechoalejarse de los intelectuales que mucho

lo estiman; un lindísimo poema suyo, “Mariposas”, hizo que el Duque Job, el príncipe de la poesía mexicana moderna, escribiera otro poema con ese mismo nombre que es una joya, comoel primero, en nuestra

literatura. Aquí tiene usted otro, Manuel Gutiérrez Nájera, que acaba de morir pero que aún sentimos presente los que lo conocimosy lo amamos. Correspondió al Duque Job ser el primero de los poetas mexicanos que adoptó las formas de la poesía francesa moderna, y aún sigue siendo el primero; su poesía es preciosa en la forma y en el fondo, porque era un pensador quea la vez que cincelaba preciosidades de forma decía cosas que hacían sentir y pensar: era un reno-

vadoral cual siguieron todos los modernistas, y desde que apareció su

Revista Azul, se le proclamó comojefe de una escuela literaria, y des-

pués de muerto todos siguen considerándolo comoel precursory el más artista en la moderna forma. Hay otros insignes escritores a quienesla crítica no ha catalogado o que apenas son conocidos, como Luis G. Inclán, el admirable autor de Los hermanosde la hoja, que es un espejo fiel de la vida de los ban-

didos mexicanos en muchas regiones de nuestro país, magistralmente pintados, y que era un pobre librero de viejo que tenía un puesto de libros en la plazoleta extinguida del Seminario, y después una accesoria

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haber reconocido unintelectual en aquel obscuro librero de viejo. Don Eduardo Ruiz, a quienes todos conocieron como magistrado, pocos

han conocido como un distinguido escritor, autor de Las leyendas y

tradiciones michoacanas, de los episodios de La guerra de interven-

ción en Michoacány de la linda novela Un idilio al través de la guerra,

obras que reimpresas serán una revelación de un sencillo y fuerte escritor. Pedro Robles, autor de Los plateados de tierra caliente, obra que

se publicó en folletín, era un indio puro, oaxaqueño, que tenía un talento privilegiado y era un parlanchín encantador, y que por haber

vivido en el estado de Morelos y haber conocido a muchos de los personajes que puso en acción, hizo una pinturafiel de esos tipos heroicos

y obscuros de los que es un reflejo luminoso la novela El Zarco de

Altamirano. ManuelJosé Othón es un gran poeta que después de pasar su juventud de estudiante en México, optó por pasar su vida en su tierra natal potosina, y ha vuelto a México por haber sido electo diputado al Congreso de la Unión; pero su nombre está hecho, su fama de gran poeta ha sido bien ganada con sus poemas panteístas de los que

los más famosos son “El himno de los bosques”, “La noche rústica de

Valpurgis”, “El idilio salvaje” y otros menos conocidos pero de tan alto valor como éstos: no hay escritor que haya pintado nuestros paisajes e interpretado nuestra naturaleza mejor que Manuel José Othón. Otro insigne poeta naturalista es don Joaquín Arcadio Pagaza, obispo de Veracruz, que tiene un gusto delicado en su inspiración virgiliana y ha publicado una preciosa colección de poemas que merecieron el honor de que Justo Sierra dedicara un poema suntuoso con el nombre de “Epístola al autor de los murmullos de la selva”. Justo Sierra es también poeta distinguido y un escritor por excelencia, aun-

que su orgullo se haya cifrado en ser el maestro en literatura de varias

generaciones de discípulos; pero sus Cuentos románticos y sus poemas “Otoñal” y “Playera” le han dado tanta popularidad como sus discursos y su Historia universal. Al hablar de discursos es preciso

recordar a don Francisco Bulnes, el gran tribuno del que debemos

orgullecernosy el escritor de combate que conoce más que nadie la política mexicana y tiene un estilo brillantísimo y sarcástico; muchos

dicen que abusa de la paradoja, pero la emplea como una agresión siempre certera y es un temible polemista a la par que un orador que no tiene

rival en la tribuna. José López Portillo y Rojas es otro escritor repre-

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OJEADA SOBRE OTROS ESCRITORES MEXICANOS

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po ——

sentativo de la cultura occidental de nuestro país, pues es oriundo de Guadalajara, y aunque está engranado en la política general, literalmente se precia de ser un escritor regional, y al escribir una novela como Laparcela, se complace en reproducir la vida de las gentes entre las que ha vivido y que ha observado con su perspicacia en conocer los problemas nacionales.

Entre los poetas predecesores de los actuales debemos reconocer

como un maestro a Ramón Valle, que ha escrito poemas exquisitos y a quien sus Cuentos color de historia han conquistado un eminente lugar en nuestras letras, aunque su carácter sacerdotal y sus actividades de polemista en la prensa reaccionaria le han restado la fama que debiera tener. El poeta Antonio Zaragoza es una revelación de que fuera de México, sin modelos que imitar y sin influencias malsanas que sufrir, puede haber verdaderos poetas capaces de hacer versos tan bellos como los de los poetas consagradosa la fama; su poema “Ante el mar” es unajoya de la literatura mexicana. No es éste el poeta único que

hay quecitar: entre los nombres que me vienen al acaso a la memoria

recuerdoel de Alberto Jiménez, de Tixtla, que escribe bellísimos versos de los cuales apenas uno o dos poemas comosu “Balada del alma” nos son conocidos; Salustio Carránco Núñez, suriano como el anterior, escribe poemas dulcísimos también casi desconocidos, de los que solamente recuerdo uno llamado “Dentro del alma”; Manuel Rocha Chabre, de Chihuahua, ha producido bellos versos que nos han traído su nombre desdelos confines boreales de la República; MiguelPereira, de Saltillo, escribe poemas amorosos con la libertad de sus llanuras abiertas a todos los vientos, por las que pasan los berrendos veloces que desaparecen comoespectros de renos enla landainfinita; Rodolfo y Enrique González Llorca son dos poetas de Orizaba que pugnan noblemente pordistinguirse uno y otro, sin que esta pugna haga descender el alto nombre que se ha conquistado cada unoellos; Benito Fen-

tanes es un bardo regional que escribe preciosos versos con las regias tintas de sus paisajes veracruzanos que le han revelado el amor a la tierra virgen; Rodulfo Figueroa ha pintado bellos cuadros de color como La sandunga, que es una linda nota de las danzas tehuanas

Luis Rosado Vega, de Yucatán, se ha distinguido entre los poetas de su

ando tierra por su percepción clara del modernismo, aunque conserv ha Novelo Inés José ; personal su independencia de un sentido poeta por jecidas emberme ras espigado ricas mieses de sus doradas semente de oro. los mirtos que dan su nota de fuego en el oleaje de un mar “Son como sentidas tan baladas Ricardo Mimenza Castillo ha escrito poetas altos los de rango al las doce, abuelita...” que lo han elevado yucatecos; Antonio Mediz Bolio se ha conquistado el primer lugar en-

tre ellos con su bello poema “La casa de Montejo”, que no solamente fue premiado por el jurado de un concurso en su tierra, sino por la

unánime aprobación de todos los intelectuales de nuestro país; en

Michoacán han florecido poetas como Carlos López, que han tenido una inspiración privilegiada para laudar la hermosura de su país de los lagos; Esteban Flores es un exquisito versificador lleno de ternura y de

color para pintar los paisajes marinos de Mazatlán; Quirino Ordaz

escribe también bellos y sentidos versos que le han dado un nombre a pesar de las lejanas regiones del Nayarit en dondeha florecido; Rafael López es una revelación: se han conquistado un nombre con sus atildados sonetos a las montañas de oro de Guanajuato y será en breve

uno de nuestros futuros poetas; Manuel de la Parra es sin duda el más

exquisito de nuestros poetas por su sensibilidad y su delicado gusto en pintar con tenues matices los paisajes interiores de su alma; Abel

Salazar se ha ganado en buena lid un distinguido nombre de poeta, con un poema que ha competido con los de los mejores poetas mexicanos a los que ha vencido, y ha obtenido el primer premio en una

brillante velada literaria muy reciente; Honorato Barrera, otro exquisito poeta que desde los márgenesdel lago de Chapala ha enviado sus bellos versos a la revista El Verbo Rojo, de Guadalajara, en la que apareció también el nombre de otro poeta, José Alberto Zuloaga, que fueel

continuador de los poetas tapatios de primer orden, en esa tierra

fecunda en artistas en que han surgido intelectuales distinguidos, desde los que se agruparon en la revista que se llamó La República

Literaria, recordada con cariño por los que leímos en ella preciosos

que revela a un exquisito artista; José Felipe Castellot es un fogoso

poemas de Manuel Álvarez del Castillo, muerto en la flor de la edad y celebrado por todos los escritores de su tiempo. Manuel Puga y Acal, a quien hizo famoso su poema “La golondrina muerta”, ha sido sin dudael crítico más eminente, por su cultura y su

marino de Tritón perseguidor de nereidas en los arrecifes de coral;

Osuna igualmentese distinguió desde'entonces por su claro talento y

bailadas por mujeres enloquecedoras; Justo Cecilio Santa Ana tiene

sonetos tan hermosos como “La sabana”, de una deliciosa languidez poeta que ha cantadola vida de las costas tabasqueñas en su caracol

buen gusto literario, que hemos tenido en los últimos años; Sixto

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RUBÉN M. CAMPOS

su elevada inspiración; Juan B. Villaseñor y Andrés Arroyo de Anda,

desaparecidos trágicamente, fueron dos poetas malogrados dotados

de verdadero talento; Jesús Acal Ilizarriturri ha dejado un profundo

recuerdo como poeta popular, pues publicaba un periódico escrito íntegramente porél, en verso, y todos los corridos, las coplas a las que ponían música los compositores populares de su tiempo, eran debidos a su pluma fácil y a su talento humorista rebosante de picardía y de gracia. Ramón España, de León, muerto en la flor de la edad, era un sentidísimo poeta que descolló en la revista El Plectro, dirigida porel

maestro RamónValle y en la que descollaron talentos de primer orden

como el poeta Salomé Gutiérrez y el sociólogo Teódulo Torres, culto y excelente escritor. Cayetano Rodríguez Beltrán, de Jalapa, era pre-

sentado en las letras por el maestro Rafael Delgado, augurándole un porvenir brillante como cuentista y escritor regional al prologar su

primerlibro de cuentos costeñosde la tierra veracruzana. En Zacatecas florecía en todo su esplendor el ingenio peregrino de Luis G. Ledesma, autor de todas las escabrosas coplas y los epigramas hechosen retruécanosy albures de doble sentido, génerono cultivado hasta hoy más que por este maestro de pornografía, pero con tanto

talento que sus atrocidades puedenser leídas por una dama o un niño sin que se den cuenta de lo que encierran, mientras queel intelectual o el letrado o el inculto se desternillan de risa cuando van decifrando,

al leerlos, todos los primores léperos que oculta una lectura fácil y correcta al parecer. De Colima había venido ya a México Gregorio

Torres Quintero a conquistar, al mismo tiempo que una posición como maestro normalista, un alto puesto en las letras como escritor regional, autor de cuentos, tradiciones y leyendas. Balbino Dávalos, que hoy

integra el grupo de la Revista Moderna, vino también de Colima a

conquistarse un nombreliterario y surgió brillantemente en la revista de los modernistas como poeta exquisito y refinado. José P. Rivera, que in-

tegra el grupodel Liceo Mexicano, es un cuentista regional que escribe

sus impresiones juveniles de la región jarocha veracruzana a las que ha dado el nombre de Cuentos de mitierra. Ezequiel A. Chávez, de Aguascalientes, miembro también de este grupoliterario, se ha conquistado un nombre con su pluma de polígrafo y su estro de poeta. Luis González Obregón, de Guanajuato, es ya un escritor de renombre como historiador que debutó con su libro México viejo, y ha escrito otroslibros en los que ha consignadotradicionesy leyendas, especial-

mente de la capital. Enrique González Martínez envía desde Sinaloa

OJEADA SOBRE OTROS ESCRITORES MEXICANOS

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pss a

bellos poemas de poeta culto en las letras francesas, que le conquis-

es una tarán un alto rango en nuestra literatura. Enriqueta Camarillo

exquisitay delicada poetisa que acaba de casarse con el escritor Carlos Pereyra, A a quien su cultura dará nombre de historiador, comoa ella le

“dará su talento nombre deescritora. Juan B. Delgado, de Querétaro,

ha conquistado su nombre de poeta lírico publicando versos en la

rensa diaria y en las revistas literarias de nuestra capital. Un talento

de primer orden como poeta lírico es Liberio Crespo, de Yucatán, que ha pasado su juventud en Guanajuato y del que aparecen también en las revistas literarias preciosos poemas que le han dado renombre.

Estos y otros escritores que de momento escapan a mi memoria, son

en mi concepto los más distinguidos intelectuales contemporáneos

que hay en México.

vI

El santuario dela Villa de Guadalupe AAAKXKÁ

OS DOS AMIGOS descendieron de la ermita levantada en el propio lugar en que, según la tradición, el indio Juan-Diego iba cierto día de invierno encumbrando la montaña, cuando

se le apareció una Virgen morena cuya imagen quedó retratada después en el tosco ayate que él había hecho rebosar de rosas

frescas que volcó ante el obispo y que había cortado en el lugar de la aparición, lugar erial y azotado por el invierno. Habían descansado

frente a la ermita, junto a un velamen de piedra que la piedad de un español náufrago había hecho esculpir en la rampa que va del pocito de aguas salobres tenidas por medicinales a lo alto de la montaña;y des-

pués de contemplar el Valle de México desde aquella cumbre donde hay un camposanto en el que reposan muertos ilustres al lado de muertos desconocidos, fueron bajando al atardecer por la rampa pedregosa y se internaron porlas angostas callejuelas del pequeñovillorrio tenido como

La Meca de los mexicanos, que no van a adorar comolos árabes en Medina el sancarrón de Mahoma, sino la imagen de la Virgen de Guadalupe enel

tosco sayal de Juan Diego, pero que se ostenta coronada por una corona

de oro constelada de piedras preciosas y expuesta en un magnífico

marco de oro, en el lugar de honor de una basílica a la que el pueblo

llama la Colegiata. Entraron por curiosidad al suntuoso templo y lo encontraron vacío: un lego pedigieño sentado en unasilla de tule, de espaldas al cancel, recogía míseras monedas de cobre de las que apenas había en la escudilla dos o tres, de los rarísimos visitantes que daban su óbolo; una fila de bancas desiertas con una callejuela en medio iba de la entrada al altar mayor, frente al cual se hallaba la estatua en mármol del arzobispo Labastida, famoso por haber sido regente antes de que llegara un emperador a quien con su influencia había hecho venir un grupo de renegados mexicanos de los que el arzobispo era el alma; y en torno

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RUBÉN M. CAMPOS

EL SANTUARIO DELA VILLA DE GUADALUPE

dela estatua agonizaban míseras velas de cera puestas en agujereadas mesitas endebles y redondas; y era una imagen fiel de la agonizante faz de los miserables y de los indios, que son más que miserables y se contentan con dejar una vela que casi es pabilo, como su mísera existencia para salir a la faena de esclavitud y de miseria con el espíritu ligero pero con la existencia claudicante bajo el fardo de bestias que cargan en la espalda. —Vienen por muchedumbres, como hormigueros humanos brotados a las primeras lluvias, los indios de todas las regiones del país en

las salvajes Épocas prehispánicas, como en la peregrinación de Aztlán, trayendo los del Norte su pinole en pequeños sacos colgados bajo el Ea detenerse donde hallan un venero de agua, echarse un

talan en las plazas, en las calles, en las afueras y en los cerros de esta

puñado de escapularios y de rosarios dizque benditos porel fraile, el pulquero y el fondero, el estampero el foliculario de rezos con indulgencias, todos pagan un puñado de centavos al municipio, y aunque no

quelos frailes han establecido sus encomiendas de capataces, y se ins-

Villa a exhibir su miseria increíble, sus proles quelas mujeres traen a la

espalda y los hombres en brazos o cogidosdela mano,si los hijos ya son mayorcitos, con un aspecto más ruin que el de canes famélicos, puesa éstos los viste unapiel inconsútil y los indios vienen vestidos de harapos, sucios, mugrientos, sin bañarse jamás, en una degeneración peor que la de las muchedumbres que van a hacer abluciones en el Ganges —comentaba Raúl Clebodet—. La cultura no ha podido nada contra esta maldición de miseria y de estupidez sempiternas, decre-

tada tal vez por la Nonantzin india al ver que la Guadalu pe le usurpaba

el trono del Tepeyac sobre las pululantes muchedumbres de indios desarraigados en su propia tierra y dando aún hijos, como los nopales. La maldición ancestral está viva y es trasmitida de generación en generación como una pústula, como unallaga corrosiva que aparece cuando

el indio entra en la infancia, que nolo dejará ni aprender a hablar, ni ir a la escuela, ni trabajar, ni siquiera desembrutecerse. Elfraile sigue

su obra tenaz de embrutecimientoy de abyección del indio, a diferencia

de Bartolomé de Las Casas, Toribio de Benavente dicho Motolinía, de Bernardino de Sahagún, de tantos misioneros que acometieron la ardua tarea de desasnar los indios. El fraile de hoy es anónimo, impersonal, nulo, siempre agazapado antela ley, noctívago como un vampiro, y no es uno, sino que es legión: todo nuestro suelo está infestado de esa carcoma colonial, y no hay poder humano quelo limpie de esa polilla. Y aquí está su obra, en las muchedumbres haraposas que vienen por todas partes en peregrinaciones miserables de abnegación estúpida, a pie, caminando leguas y leguas penosamente, de día y de noche,en la impedimenta de los chamacos y de los viejos cargados de enfermedades; y no vienen de los estados cercanos, sino de regiones remotas donde no hay ferrocarriles, y aunquelos hubiera, no podrían abor-

darlos jamás por su miseria abrumadora; y vienen en hordas como en

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ca opincle ala boca, como los indios peruanoslas hojas de coca,

k ber agua pechoa tierra y seguir su camino. La obra del fraile está en

2 regia basílica infestada de indios como una cama de metal de chinches; y las autoridades dejan hacer, porque el vendedorde birria y de barbacoa,la fila de tortilleras alineadas como soldaderas, el embau-

cador que confecciona gorditas de la Virgen,el explotador que trae un

alcancen ni para pavimentar las calles y las aceras, es una riqueza que

no hay que desperdiciar, y hay que perpetuar el aspecto asqueroso € inmundodelas calles llenas de basuras y de toda suerte de despojos, las alcantarillas rebosando aguas pútridas y deyecciones y desperdicios innombrables. Y para placer de esas muchedumbres híbridas integradas por indios de todas las regiones que dialogan en todos los dialectos, vienen danzas de pluma de todas clases, los huehuenches, que son los

carbonerosdisfrazados de danzantes, todos tiznados de los pies a la cabeza, bailando ebrios sin ton ni son, bamboleándose y perdiendo el

“equilibrio, lo que les da un aspecto más pintoresco; otros danzantestraen

igo a la Malinche, que es una chicuela ataviada con pañolones,paliaMes y espejuelos colgando de los hombros, y los danzantes con una sonaja de hule hueco henchido de piedrezuelas de hormiguero para que al sacudirlo haga eseruido alegre de las sonajas, con el que ritman acompasadamente el paso de la danza; otros ostentan en la cabeza plumeros

" radiados comola cola de un pavo de Indias, un pañolón al pescuezo, una máscara hórrida cubriendo el rostro del que gotea el sudor sobre el pañolón, y la camisa chispada, es decir, sin fajar sobre los calzones estrechos, para moverse como buen bailarín. Todos danzan sin cansarse durante todoel día, no por paga ni por placer, sino por cumplir las “mandas

que han prometido a la Guadalupana cuandola han invocado para que

les conforte en unaaflicción, o les sane un enfermo, o le dé buena muerte

a uno que ya no tenía remedio. No sólo los indios infestan la villa de Guadalupe enlas fiestas de diciembre, sino toda clase de vividores que " acuden a explotar el tianguis que se renueva cada vez que hay fiesta: á los jug jugadores eros que abren un palenque donde se despluman más e los sallos; ruleteros que no manejan cochesde alquiler sino bolas de

EL SANTUARIO DE LA VILLA DE GUADALUPE

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ruleta giratoria que caen al acaso para que el montero recoja todas las monedas y las fichas de los tapetes de hule numerados, y se engatuse a la gente con pequeños premios en que apenas el jugador duplica una moneda de cobre; encantadores de serpientes sentados entre un montón de ofidios viscosos y rodeados de un público que no se ve

seguro detrás del alambrado en que el encantador se enreda serpientes

en el cuello y en el abdomen, cuando un ofidio se acerca flechando con su lengua bífida y con sus ojos magnetizadores a los embobados en ver que un ofidio aprieta con su boca desdentada la garganta del árabe tatuado.

Los circos de carpa que exhiben burros tatuados en vez de cebras,

pobres asnos que se caen de sueño y de fastidio y que no se mueven ni

a patadas; y además de las muchedumbres de indios quese retiran temprano a acampar en sus clanesal aire libre, hacen irrupción de noche millares de truhanes de todas calañas, jugadores y rateros, mujerzuelas y rufianes, la flor del hampa, gentuza escapada de presidio, y entre ella

parranderos noctámbulos de la ciudad a quienes atrae la parranda innoble en la que se codean conla hez de la prostitución capitalina. Y lo

curioso es que jamás se registra un pleito ni una riña ni un escándalo mayúsculo, pues comodios tutelar que guarda el orden para que nunca llegue la sangre al río, puede verse en los lugares de mayor peligro, como son las ruletas en las que puede surgir a cada instante un pleito por cuestión de dinero,al tipo nocturno más popular de México,el general Caballeda, inspector general de policía, héroe de la canción del paletón y de corridos populares, muy querido de todas las clases de trasnochadoras, además de que goza de la estimación de todos los habitantes de la capital, porque vela por su seguridad y en una nochebaja desde la Villa de Guadalupe a la Candelaria de los Patos o a los llanos de Santa Julia, si hay verbena en tales parajes desiertos y peligrosos; y la sola pre-

—¡Qué quiere usted!

—replicó Clebodet—. Antes los mexicanos de

las clases adineradas tenían a orgullo practicar la religión cristiana; pero

desde quelas autoridades comenzaron a ponertaxativas, las señoras em-

n a desertar delas manifestaciones ostentosas de ese culto; y de-

jándoles el lugar a las mujeres del pueblo, claro está que los hombres también desertaron, puesto que no venían al templo sino para ver a las mujeres lindas, y la popularización del culto quedó como he dicho a

usted, entre plebeyos e indios. Las antiguas romerías de calesa en que las

damas vestidas de negro y veladas venían desde la capital a rezar el viacrucis en las estaciones de piedra al aire libre, han pasadoa la historia; y hoy

a nadie le interesa el anfiteatro de estaciones de piedra, de las que se

conservan unas cuantas como reliquias históricas; la iglesia de la Guadalupe es la menos frecuentada por la clase alta que prefiere los

templos de moda para encontrarse, como la Profesa o el Sagrario. Los

demás son templos a los que van de ocasión, por curiosidad como la noche del Jueves Santo en que hay la costumbre devisitar siete altares, y

los altares son tan suntuosos que no podría haber más de uno en cada iglesia, por lo cual hay quevisitar siete iglesias. Pero por lo demás la religión es una cosa que en México ha pasado de moda: la famosa política de conciliación de don Porfirio Díaz no hatraído consecuencia

alguna, pues todo se reduce a la reunión de algunas damas en un

templo de moda, y basta. Las ideas modernas perforan los textos

apolillados y de nada sirven esas cruzadas de ideas vencidas contra el

renacimiento de la energía, que es la prédica socialista nuestra. Los frailes creyeron haber matadoa la energía de nuestra raza por trescien-

tos años de predicar la pasividad, la renunciación, la conformidad con

toda clase de males que nos acechan;y al ver que no nos defendemos nos atacan hasta reducirnos a la impotencia; todo aquel que escucha

sencia del general de pequeñafigura arrogante, bigote y barba blancos y

la prédica de un fraile va perdiendo la voluntad y la energía hasta ser un bagazo humano,al que los dientes del destino han triturado para

para quela tranquilidad reine y nadie se atreva a turbarla. Ahítiene usted

comentario vergonzoso del vencido que se resigna a todo por no con-

peinados, sombrero dejipi, traje claro y aspecto noble y marcial basta un croquis de la ciudad levítica que en tiempos normales está desierta, amodorrada, con sus conventículos ocultos y su seminario tapiado, y

unos cuantos curiosos que suben penosamente la rampa por la que hemosascendido para ir a ver el lugar de la aparición que acabamosdever. —¿Pero noes éste el núcleo dela fe de los mexicanosy por tanto el

lugar de honor en que se reúnen? —dijo Benamor disgustado por aquella revelación profana de lo queerala Villa de Guadalupe.

succionarle la última gota del jugo de la vida. “¡Sea por Dios!” es el

travenir al mandato de humildad y de renunciación que le ha inculcado

el fraile; y el resultado son estas procesiones de vencidos, cada día más

escasas por cierto, que van a ofrecer su pusilanimidad en las aras del templo, y que no es otra cosa que la aborrecida sugestión delfraile que ha creído matar la voluntad, pero que sólo la ha paralizado, como esos ortópteros que necesitan aniquilar momentáneamente el movimiento

de una presa mayor para poder cebarse enella.

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RUBÉN M. CAMPOS

—Cualquiera que rehaga su voluntad con las lecturas modernas que nada tienen que ver con la religión de otros tiempos, sacudirá esa catalepsia y se lanzará a la conquista de la libertad y del bienestar, porque cualquiera que haya engendrado un hijo tiene el deber ineludible de alimentarlo y de forjar su aptitud para la lucha por la vida. Por eso no ve usted en las iglesias más que viejas desclasificadas

VII

La política y el derecho de asilo en el bar

y casos teratológicos: ciegos tendiendo una manoal vacío, tullidos

obstruyendo el paso para hacerse notar, lazarinos que es una ver-

gúenza que las autoridades de salubridad los dejen infestar el aire con su presencia: todos los abyectos, todos los estropeadosporla suerte, que en un medio comoel de los lacedemoniosya no existirían porque

la ley de selección los habría arrasado, muestran sus pústulas en las

RONTO BENAMOR CUMPS empezóa leer en el alma de los intelectuales de quienes habíase hecho amigo merced a la aceptación

iglesias que dan asilo a todas las deyecciones humanas, a los condenados por la suerte para arrastrar una vida de miseria y de oprobio,y

franca y leal del poeta Valenzuela, que lo invitaba cordial-

que no. tienen el valor del verdadero sacrificio que sería el de

mente a no faltar a la cita diaria con sus amigos. Acababa de llegar del Norte un amigo de Valenzuela que iba a tener una grande

suprimirse a sí mismo, porquela religión se lo veda y están en espera de un tránsito de almas en gracia porque creen en una transformación de magia, comosi el alma de un leproso fuera a convertirse en un bellísimo arcángel por obra y gracia del fraile que lo asistió a la hora

influencia en la Revista Moderna, don Jesús E. Luján, hombre que se

“hacía simpático desde el primer momento en que preguntaba gentilmente: “¿Qué bebe usted?”, y que sin duda era la fórmula de un olvidadizo incurable, porque a los diez años todavía seguía preguntando

de su mísera muerte. No, Benamor, nos han hecho mucho mal y nos lo seguirán haciendo aún, si una mano de hierro no desarraiga estos parásitos ya casi secos que no están arraigados más quea flor detierra.

al mismo tipo con una galantería imperturbable “¿Qué bebe usted?” Todos los chihuahueños que venían a México buscaban a Valenzuela, el más famoso de sus paisanos por su leyenda de derrochadory de obsequioso. Así fue que Luján al llegar a México preguntó por él, y comosele dijese que en el Salón Bach podía verlo a mediodía rodeado de sus amigos, encaminóse el hombre del Norte al famoso Bar: encon-

Su época pasó; su poderío acabó hace cuarenta años en que fueron

derrotados para siempre en la batalla de Calculalpan; pero pérfidamente se apoderan de nuestras mujeres al ver que ya no pueden

catequizar a los hombres por la corriente de las ideas nuevas; y el hombre tiene que ceder en muchas cosas por la persuasión de su compañera del hogar, simplemente por no tener cuestiones íntimas.

tró efectivamente al poeta, que al oír su nombre lo invitó a que se sentara, le presentó a los escritores, llamó con una palmadaal criado, y de manera tan campechanadio principio aquella amistad de la que participamos todos los que rodeábamosal poeta. A las dos dela tarde levantábase Luján para ir a comer a su casa invariablemente; pero al

Deja a la esposa la guía de los niños por parecerle demasiado fastidiosa la tarea de inculcarles ideas nuevas de voluntad y de ener-

repite y la predicación primera que caiga a un espíritu apenas entreabierto a la vida, será la que lo conduzca a través de la vida; y así, si la educación moderna de la voluntad y de la energía no acuden a tiempo para vigorizar un alma que se despierta a la lucha, a la

siguiente generación volveríamosa ver esas procesiones de vencidos encaminarse con pies cansadosa la Basílica de Guadalupe.

atardecer volvía en busca de los poetas y ya no se separaba de ellos

hasta las diez de la noche, hora en que se despedía. Era un millonario

de Chihuahua que venía a la Ciudad de México a vivir alegremente,

según se decía, pues él jamás hablaba de sus propias intimidades con

sus nuevos amigos, en cuyo trato diario pronto enteróse de la vida

==

gía; y la esposa, guiada hábilmente por el fraile, les inculca a sus hijos pequeños la humildad, la pasividad, la renunciación, la espe“ranza en otra vida mejor; y, como usted comprende, la. historia se

mexicana bajo todos sus aspectos, pues los intelectuales que aparentemente no se ocupaban de nada que no fuese literatura, conocían al dedillo la vida y milagros de cada uno de los bebedores que entraban

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RUBÉN M. CAMPOS

LA POLÍTICA Y EL DERECHO DE ASILO EN EL BAR

en el bar. Cada unodeellos era un político o un militar o un empleado público, puesla capital de la República estaba integrada en su mayor

nes de la paz octaviana en que se vivía en México, eran prestamente suprimidas para que unaidea vertida contra el régimendictatorial que tenía en un puñoa la República, no fuese propagada en ninguna forma.

parte por políticos, militares y empleados. Había multitud de indi-

viduos de los que no se sabía de qué vivían, pero que siempre tenían

dinero en el bolsillo para gastarlo en copas con qué obsequiar a sus

amigos; y cuandose creía que ningunodelos intelectuales lo conocía, uno de los agregadosal grupo revelabala vida y milagros del desconocido. Naturalmente había políticos que jamás pisaban el bar; pero éstos eran tan pocos, que su nombre era conocido de los que lo frecuentaban y su conductasatirizada comode alguien quetrata de distinguirse de los demás, puesto que a nadiele cabía en juicio que hubiese alguien quedejara de frecuentar una cantina. Y por contraste singular, el grupo de los intelectuales era el único grupotaciturno en que la nota rego-

cijada y exótica entre ellos era Valenzuela. Valenzuela era la piedra de toque de los que entraban y salían, de los que se instalaban para permanecerlargas horas en el bar o que iban solamente a matar el tiempo o a matar la sed, y que conociéndolo y estimándolo, creíanse en el deber de pasar a saludarlo, o cuando menos saludarlo desdelejos; y así la mesa de los intelectuales era sin duda la más popular, aunque hubiese otras en las que se derrochaba más dinero, se consumían bebidas más caras, se hablaba de cosas amables, se alardeaba de pasar una hora fácilmente, la hora del bar, y se dejaba a los bebedorestaci-

turnos que se ocuparan de sus asuntos sin que le interesaran a nadie.

Entonces, sintiéndose aislados en medio de la alegría meridiana que se palpabay se veía en las risas y en los rostros congestionadosde vida, los intelectuales aislábanse a su vez de los demás, que abrían una válvula a un malestar que no sabían de qué provenía, como un enfermo de un mal orgánico que en los primeros pródromos no puedelocalizar su mal.

Todos los asuntos políticos y escandalosos del día se comentaban enel bar, por lo cual estábamosal tanto de lo que pasaba en el mundo oficial, o más bien de lo que era permitido que se supiese; pues una censura convenida por los políticos que rodeaban al presidente, impedía que la solución de los acontecimientos anduviera previamente de boca en boca, y solamente era sabida cuando era ya un hecho consumado.La política consistía en hacer callar de un zarpazo todo conato de rebelión, todo espíritu naciente de agrupación, toda manifestación que aunque considerada sin trascendencia por su carácter frívolamentesocial, bajo el ojo policiaco que vigilaba todas las manifestacio-

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Era, pues, extraño que al grupo intelectual de la Revista Moderna se le dejara en paz expresar ideas a menudo subversivas, especialidad en la que sobresalía Valenzuela, pero esa particularidad excepcional tenía

por explicación que Valenzuela había sido compañero de infancia de

don Ramón Corral, a la sazón ministro de Gobernación, y una sola indicación de este personaje bastaba para que no se molestara absolutamente al grupoliterario, que a veces solía comentar la política inte-

rior a gritos. Esto sin embargo era ocasional, pues nadie en aquel tiempo abrigaba temores de quela situación política se disgregase; la camarilla política que rodeaba al presidente Díaz había llegado a tal grado de fuerza y de poder que en todo intervenía y todo lo resolvía, aunque respaldada siempre porla sanción del Ejecutivo en un apegofestinado a la ley. A muchas personas placíales por tanto, tomar parte en las discusiones del grupo literario, o cuando menos permanecer inme-

diatas al lugar en que el grupo-bebía sin interesarle absolutamente lo que pasaba en torno.

Todos los habitantes de México se quejaban del amordazamiento en que se vivía en una época de opresión dictatorial; pero la verdad

era que jamás habíase visto que en una agrupación se denostara y zahiriera con más vigor al régimendictatorial: el secreto estaba en que nunca blasonó aquel grupo más que de ser un grupo literario, y en

que indudablemente los amigos políticos de Valenzuela hacían que no pasara de cierto límite la información que pudiera llevar alguien a las altas esferas gubernamentales. El hecho es que Valenzuela tenía el derecho de criticar todo acremente, sin consideración a personalidades que se destacasen en la política. Había sido familiar íntimo del presidente González, quien lo llevó a la cámara de representantes, donde Valenzuela quiso constituirse en líder; pero después del primer discurso que pronunció y que fue muy elogiado y muy comentado,el presidente lo mandó llamar y le dijo: “No queremos habladores sino oidores: téngalo usted presente”; y desde entonces Valenzuela no

volvió a hablar en el Congreso, concretándose a dar su voto razonado cuando se le pedía. Pero comoel presidente Díaz lo conservó en la cámara de representantes durante veinticinco años, creyóse en el derecho de expresar su opinión a voz en cuello en el bar, ya que nose le pedía ni se le dejaba darla en la cámara; y era una fiesta para todoslos

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RUBÉN M. CAMPOS

conspiradores solapados que no se atrevían a hacer lo mismo, buscar en el bar al poeta, fustigarlo a que hablara con esbozos de opiniones oposicionistas a la política general, para gozar luego dejándolo hablar a sus anchas, como acostumbraba hacerlo, sin taxativas, indicando la solución que debía tener tal o cual conflicto, el papel que debía desempeñar tal o cual personaje y la trascendencia que podía tenerla solu-

ción indicada. El hecho es que todos quedaban convencidos de la clarividencia de aquel joven que debía tener a su cargo una cartera como sus amigos Corral y Creel, de quienes fue compañerode infancia y a quienes ayudó con su prestigio a distinguirse. Creel había usado de un departamento del Hotel Astoria, en New York, que había alquilado Valenzuela y al que no le servía de nada en su viaje de placer. Pero nole había servido de nada el hecho de que el presidente Díaz lo hubiera hallado en privanza con el presidente González al arribar aquél al poder, por unaligereza de Valenzuela a quien no le importaba nada con tal de hacer unafrase. Cierta vez celebrábase con unafiesta el último riel clavado en un ferrocarril; don Porfirio, radiante, saludó

a Valenzuela que se encontraba entre los invitadosa la fiesta, y le dijo pavoneándose: —“Señor Valenzuela, yo he hecho de los cañones

rieles.” —“A reserva de que el pueblo haga de los rieles cañones”, —contestó jovialmente Valenzuela. Pero a don Porfirio Díaz no le

agradó aquella jovialidad; miró airadamente a Valenzuela, le volvió la espalda y no le volvió a hablar jamás. No obstante lo cual cada vez que se renovaban las cámaras dejaba el nombre de Valenzuela enlas listas de diputados cuya reelección le era grata. Esta predilección duró un cuarto de siglo y tuvo un desenlace

tragicómico, porque una noche en que se celebraba una fiesta en el Teatro Fábregas, un orador exponía cínicamente, para elogiar al gobierno, un punto devista en política general, que en la conciencia de

todos estaba no admitir. —“¡Eso no es verdad!” —dijo Valenzuela desde su asiento, causando un movimiento de asombro general por lo cual los detectives se acercaron al poeta invitándolo a que abandonara el salón. Él, no obstante la innumerable cantidad de vasos de cerveza que había ingerido, dióse cuenta del escándalo, y sin agregar una palabra salió del teatro seguido de sus amigos, que no quisimos abandonarlo en aquel trance desagradable. Al salir en plena calle los detectives pararon un coche y quisieron hacer subir en él al infractor del reglamento de teatros que prohíbe la interrupción de un orador en la forma ostensible en que acababa de hacerse; pero entonces nos apre-

LA POLÍTICA Y EL DERECHO DEASILO EN EL BAR

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“'suramos a decir a los polizontes que el interruptor era diputadoal Congreso de la Unión y por tanto gozaba de fuero, razón porla cual “no podía ser llevado a ninguna parte por la policía sin previa orden judicial, lo cual implicaba una tramitación que nopodía establecerse en aquel momento. Los polizontes, encogiéndose de hombros, tomaron nota de la dirección de la Revista Moderna, que era el domicilio

"del poeta en la ciudad de México,y se retiraron para ir a dar cuenta en “lo privado del incidente ocurrido. Entonces supimos queel presidente

"Díaz había comentado: “Esto es ya demasiado”, y tachóde las listas de

"diputados el nombre de Valenzuela. Al día siguiente del episodio del Teatro Fábregas, comentaba Valenzuela regocijado: “yo fui la única

nota saliente de la fiesta.”

vuI Un día de campo en Xochimilco KHÁAA KÁ

IERTA VEZ RESOLVIMOS dar un día de campoa Luján enel lago

de Xochimilco, y nos dimos cita en el tren de las ocho de la

mañana quesalía de la plaza de México rumboa Tlalpan;llegamossin novedad a Huipulco y ahí nos bajamos para esperar coches que debían llevarnos a Xochimilco. Toda la Revista Moase había apresurado a concurrir a la fiesta lacustre dada en honor

buen amigo que se había propuesto ayudar a la publicación en anto fuere necesario. Eran las nueve de la mañana y no aparecían

coches; y como no había tiempo de desayunar para no perder el

je de las ocho de la mañana, Benamor Cumps propuso a Baudelio jontreras tomar un taco picante y caliente, al ver la gran cazuela de hile con rajas y tortillas que se cocían en el comal: de allí pasaban a manos de quieneslas quisieran, en un puestecito de refrigerio que

bía junto a la estación. Hechos los tacos de las rajas en las tortillas ientes, Benamor y Baudelio pidieron dos respectivas xomas de

hique dulce y espumante queles fueron servidas y de las que pro-

sedieron a beber delante de sus amigos por quienes brindaron. —¡Es verdaderamente vergonzoso empezar a beber a esta hora!

amó Urueta levantándose y pidiendo a su vez un taco conchile caliente y una xoma de pulque espumante. -—¡Pues yo no vine a verlos beber a ustedes! —agregó Ruelas levan-

tándose y ordenando quesele sirviese. —¡Niyo!

+ —¡Ni yo! —agregaron otras dos voces.

Y un momento despuéscasi toda la excursión se desayunabaalegre-

mente tacos de chile picoso y jícaras de pulque dulce, por lo cual la alegría brotó como por encanto y la aparición de los coches fue sa-

ludada con un “ihurra!” Y sin más preámbulos cada quien se colocó

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RUBÉN M. CAMPOS

UN DÍA DE CAMPO EN XOCHIMILCO

:

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o

donde quiso o donde pudo, y nos encaminamosal lago encantado, |

para llegar al cual teníamos que atravesar un pequeño desierto, un arenal árido donde los coches se hundíanhasta el eje de las ruedas,y después de la penosa travesía que a nuestro buen humorparecía re-

gocijada, llegamos al embarcadero donde una gran canoatrajinera enflorada y engalada nos esperaba. El lago de Xochimilco, a medida que ha ido popularizándose, ha

perdido muchodel aspecto que guardaba en la época de que nos ocupamos. Unas cuantas canoas trajineras y unos cuantos cayucos bastaban para el tráfico diario; los embarcaderos estaban casi desiertos,. pues comodía feriado todas las canoas estaban enel trabajo; el aspecto desierto del lago dábale más encanto; era un acontecimiento cruzarse

con una trajinera rebosante de forrajes y legumbres, o con una que otra india rezagada con su largo y angosto cayuco henchido deflores. Cada chinampa flotante estaba cubierta por una sola legumbre o por

unasola clase de flor, y así había chinampas de lechugas, o de apio, o de claveles, o de amapolas. Los huexotes semejaban plumeros que

ondulasenal viento, algunos de ellos de alturas fabulosas; y los sauces llorones besaban las superficies de las aguas con sus follajes volcados

de un perpetuo verdor. Una infinidad de chinampas podían verse '

fugazmenteal atravesar frente a los pequeñoscanales siguiendo el gran r

canal aún libre de construcciones, limpio de toda urbanización y poblado solamente de unas cuantas cabañas de paja, y dabala ilusión de internarse en un lago salvaje, de la antigua Anáhuac poblada por una raza de bronce entregada a su vida lacustre bajo otros dioses. Los pájaros no eran turbados en aquellas soledades y cantaban alegremente en los altos de los árboles que absorbían perennementela vida del agua. Los ojos rientes de los viajeros que yacían en posturas indolentes sobre las esteras o contemplaban sentadosal uso oriental la fuga de las chinampas rebosantes de flores, se apacentaban en aquel paisaje de ensueño, bebían ávidamente la poesía lacustre del único lunar que queda delvalle de fabulosa belleza habitado en otros tiempos por la raza xochimilca. La alegría gárrula del instante del embarcamiento

había desaparecido para dejar lugar a una contemplación ensoñadora

de aquellos muchachos habituados a dejar correr las horas en la sala resplandeciente del bar, en la que no había nada que ver más que caras abstraídas en la mismatarea de ingurgitar líquidos a pequeños sorbos;

y para los que ahora era unarevelación aquelpaisaje ignorado, perdido en unrincón delvalle que filtraba las aguas de las montañas brotadas

como a un conjuro entre las raíces de los oleajes pétreos que iban en ascensión constante hasta las nevadas cumbres del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Pero en torno solamente se veía la fiesta de los matices

verdes dorados porel sol sobre las azulinas aguas del lago; las frescas brisas que venían del lago Tláhuac, que es la parte sudoriental del lago Xochimilco, traían los gratos olores de los claveles; y a medida que nos

'acercábamosa las aguas vivas, a los remansos en cuyo fondo brotaban las aguas que aún no eran entubadas para dar de beber a la ciudad de

México,las aguas azuladas ofrecían una transparencia cristalina; una quie-

tud sólo turbada porla trajinera plana en que bogábamos se extendía por

los profundos viveros de agua de Nativitas, y el remero sin preguntarnos

enfiló hacia uno de los manantiales, y se detuvo en el centro para mostrar el fondo a los viajeros. Nos inclinamos sobre los bordesdela trajinera, y

merced a la transparencia de las aguas pudimos ver en plenitud la per-

- petua efervescencia del vivero del que brota hace milenios la misma agua

purísima que durante siglos atravesó inmensas distancias para iraverterse en las llanuras de Tequizquiac, y que hoy da la vida a la gran ciudad que

la derrocha sin tasa, en la ignorancia del supremo bien quele da diaria-

' mente, perennemente. Luján y Couto desvistiéronse prestamentey saltaron al agua hundiéndose al caer a unos cinco metros; pero prestamente volvieron a la superficie ateridos por el frío excesivo de las aguas del remanso, y después de nadar un poco prescindieron de continuar bañán-

dose y subieron tiritando ateridos, en medio de nuestras risas y nuestras bromas, a secarse y vestirse rápidamente.

—¡Es una revelación de tu hidrofobia! —gritó Raúl Clebodet a Ber-nardo Couto.

—El regazo de la Hermana Agua te espera —dijo Tablada a Nervo.

É y un regazo nada amoroso, pero de una delicia única —agregó

uján.

al que tener escamas de sirena para gozar ese placer —dijo Ta-

—Couto semejaba una sirenita de cauda bifurcada allá en el fondo

—dijo Benamor.

> Luján parecía un tritón que soplara la cornamusa —agregó Taa.

-——|Nereidas y tritones de Anáhuac! —dijo Ruelas— he aquí un bello

asunto de Boecklin. —El asado al pastor nos espera —dijo Valenzuela señalandola pradera de Nativitas donde Balboa había prendido una gran hoguera en

RUBÉN M. CAMPOS

UN DÍA DE CAMPO EN XOCHIMILCO

cuyas llamas se asaban costillas de buey. Y sin perder tiempo, la canoa

iJamás habíamos recordado otra tarde que hubiera sido tan bella! Las brisas errantes acariciaban suavemente nuestras cabelleras de muchachos que hacían alarde de su juventud dejándose crecer los cabellos como los románticos de 1830, y dejandoflotar al viento a la par que los cabellos floridos las corbatas de seda calada que formaban gruesos lazos en nuestro cuello. Todos interiormente adorábamosla hermosura de la naturaleza y nos prometíamos trabajar obstinadamente porllegar a traducir las impresiones que recibíamos en unlenguaje que fuera sarta de piedras preciosas; porque todos acordes estimábamosqueel lenguaje literario debía ser pulido como el lenguaje musical, en arquitectura de frases resplandecientes de belleza; tomar

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trajinera enfiló rumboa la playa a la que saltamos con voracidad de

lobos,y atacamossin vacilar los filetes de anchoas, los trozos de queso

de Chiapas que formaban pequeñas pirámides jaldes en los platones de

las entradas, las tajadas de jamón ahumadoy las aceitunas, todo ello con doradas rebanadas de pan, mientras venía el asado al pastor

servido en trozos humeantes y olorosos en los platos blanquísimos, y después una barbacoa hecha por los indios de Xochimilco y servida con tortillas acabadas de hacer. —Éste es un banquete homérico —decía Valenzuela encendiendo el vigésimo cigarrillo para abrir un pequeño paréntesis al yantar, y bebiendo a pequeños sorbos el borgoña espumante en su copa de Bohemia, pues el poeta no gustaba ni por excepción de las comidas y las bebidas nacionales; en tanto que nosotros desdeñábamos los ricos vinos de Francia para que se nos escanciera en nuestras anchas copas el espumoso neutle con que remojábamos la barbacoa. Después de

comer alegremente volvimosa subir a la trajinera para hacer otro paseo por los canalesdellago, y nos internamos por el gran canal para volver a contemplar las chinampas floridas y los huexotes que según la evocación del poeta de Umbra “son plumeros que oscilando al viento

barren el éter empolvado de oro”. ¡Qué placer tan íntimo el beber a raudales aquella poesía inspiradora de la flauta de Pan! Las ideas risueñas descendían a los cerebros encendidos por los ricos vinos o

porel plebeyo neutle que es el más regio don de Xóchitl; y los pensamientos vagaban errantes por aquel abrevadero de hermosura que encantaba a los ojos, que saturaba los pulmones de vida y que daba la ilusión de bogar bajo otros dioses, y nos mecía en nuestro ensueño el

paso veloz de una india florera coronada de flores ella misma, que

hendía el agua con su remo se deslizaba velozmente pregonando su

mercancía de amapolas, margaritas rosas y claveles, de quecasi la despojamos haciendo que se acercara y nos proveyera a cada uno de mazos de flores frescas a cambio de monedas relucientes de plata. La travesía siguió alegremente, sin que nadie emperola profanara con un canto o con un grito, sino en una quietud sonriente para beber a raudales la hermosura de las aguas en las que se volcaban los inmensos huexotes revestidos de sus ropajes verdes, lo que hacía que bogáramos sobre las aguas dormidas en cuyo fondo,allá, muy lejos, se veía una inmensidad azul, es decir que bogábamos suspendidos entre doscielos bordados de oro y de fuego por las nubes radiantes del crepúsculo.

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del pintor la matización con que ennoblecela visión que sus ojosprivi-

legiados recogen eneliris, la vuelcan en matizaciones de color sobre la tela y no decir ni una frase no trabajada con amor deartista, hecha para artistas y no para gentes que no entienden nadadearte. Y nuestros maestros .eran los románticos que ante todo fueron artistas de la

palabra, sea cual fuese su nacionalidad, y los exquisitos continuadores del ennoblecimiento del lenguaje, no por medio de formas que fueran del gusto de todos sino por medio de tenuidades y de vagarosos pensamientos que hicieran de cada palabra una flor, de cada frase un ramo florido, y de cada cláusula un rosal de amor que embalsamara el

pensamiento y fuera a revelar otros mundos de ensueño cuando fuese leído por unos bellos ojos femeninos; pues aunque los intelectuales alardeasen de haber proscrito a la mujer de la austeridad laboriosa no dedicada más que al rebuscamiento de lo que consideraban el ideal de su arte, la verdad es que habían proclamado como su dios a Liceo

joven, el que en un tiempo había hecho su entrada triunfal en Tracia en un carro tirado por leopardos y precedido de un coro de bacantes desnudas coronadas de flores y enarbolandolos tirsos para cantar la

riqueza desbordante de la vendimia; y naturalmentetal filiación los conducía a la Citerea de la que ninguna juventud ha osado jamás evadirse, sino que por ley natural tiene que buscar en el misterio del más dulce secreto, el único encanto que tiene la vida, la compañera

del ensueño realizado, el único objeto por el que se tiene el derecho de amar la vida, lo únicoque encarna nuestras esperanzas y nuestros : devaneos, el corolario de nuestras incertidumbres que no hallan en qué radicarse, a que aspiramos comoel único premio y como la única razón de existir, la ilusión que guardamos como un secreto sagrado que no depositaremos sino en el alma de la mujer amada.

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RUBÉN M. CAMPOS

Estos vagos pensamientos que los intelectuales rehuían trasmitirse de uno a otro, rondaban tenazmente el espíritu de los que apenas teníamos veinte años y de los que apenas se habían alejado un poco de ellos. Pero por un acuerdo tácito, sin que hubiéramos convenido

en él alardeábamos de nuestra soledad, de nuestro hermetismo para

no dar entrada a ningún pensamiento vano que se relacionara con una mujer. Solamente Couto, el precoz pasional que debía morir temprano, contaba en sus bellos cuentos los amores de su adolescencia,

sus fugas de escapado del Colegio de Francia para ir con Nina los domingos a bogar en elrío y cortar las flores del mal. Pero tal precocidad nos hacía sonreír, y tomábamos como un alarde de la imaginación aquella pasión que con tanto fuego describía el pequeño escritor en sus notas encandescidas. Su hastío de intelectual quedaría consignado a fuego en su preciosa prosa “¿Mujer, qué hay de común entre tú y yo?”, y tal revelación nos hacía pensar en que Couto había vivido ya su vida y pasaba desencantado como una sombra a pesar de su cabellera florida y de sus veinte años. De súbito nos percatamosde que habíamos llegado al embarcadero; descendimosdela trajinera y nos disponíamos a abordar los coches, cuando surgió una disputa al liquidar a los boteros y a las gentes que habían intervenido en llevar y traer los trastos del día de campo. Un indio amenazó conira la autoridad si no se le daba más dinero, además

de la espléndida propina que había recibido después de haber sido

pagado; y entonces Valenzuela lo cogió por el cuello y le hundió la cabeza en el agua exasperado por su terquedad; y lo mantenía hundido

sin soltarlo a pesar de que el indio era joven y fuerte, hasta que intervenimos para pedirle que lo soltara, y el indio estupefacto se fue alejando al recibir tal lección, entre las risas de sus compañeros y la seriedad nuestra.

IX

Un rasgo del editor Reyes Spíndola

TRO GRUPOLITERARIO que acababa de surgir a la vida publicista de México era el que había organizado don Rafael Reyes Spíndola, iniciador del periodismo moderno en

nuestra capital, y en el que se destacaban verdaderostalen-

tos como Amado Nervo, Luis G. Urbina, Carlos Díaz Dufoo y el doctor

ManuelFlores. La finalidad de Reyes Spíndola era acabar con la prensa doctrinaria y hacer surgir la prensa informadora de cuanto pasa en el mundo; y para esto se rodeó de un numeroso grupo de periodistas

que hubo que reclutar en los diversos periódicos que desaparecieron ala aparición de El Imparcial. Otra finalidad oculta del publicista era la de suprimir la literatura al hacer desaparecer los artículos firmados, y dejar solamente trabajos anónimos para recreo de horteras, cargadores y cocineras. La teoría del nuevo editor periodístico era la de que los periódicos sirven para ilustrar a las clases ínfimas sociales, enseñar a leer alos analfabetos y por tantola literatura ofrecida a éstos debía estar a su alcance. Naturalmente la protesta de los intelectuales fue unánime; la clausura de los periódicos de combate que durante muchos años había

sostenido el gobierno para mantener su prestigio dejó en la calle a multitud de periodistas y obreros que naturalmente se volvieron enemigos del naciente periodismo y personalmente de su fundador. Pero éste era un hombre nacido para las luchas periodísticas y afrontó estoico la lucha terrible que desencadenaron contra él cuatro periódicos diarios: ElPaís, El Noticioso, El Nacional y La Patria. Jamás se ha visto en nuestra capital una lucha más terrible que la que desencadenaronestos diarios Contra la empresa periodística que a su vez sostenía tres periódicos: El

Imparcial, El Mundo, diario y El Mundo Ilustrado, revista semanaria.

La empresa del periodismo moderno creció, tornóse poderosa, hizo

- desaparecer alos diarios enemigos que atacaban porque tenía el apoyo

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UN RASGO DEL EDITOR REYES SPÍNDOLA

RUBÉN M. CAMPOS

decidido del gobierno; y triunfante con más o menos fortuna, tuvo que convenir en quea las últimas clases sociales no puede ofrecérseles como lectura diaria un periódico que necesariamente tiene que ser leído por las demás clases sociales, que no se conformarían con un periódico a todas luces inferior, después de que ya habían leído durante muchos años

los periódicos redactados porlos intelectuales. Por tanto, los periódicos

de Reyes Spíndola tuvieron que imitar a la prensa extranjera, especialmente a la norteamericana, en sus magníficas ediciones diarias; y descartada así la imposibilidad de utilizar una cultura incipiente puesta al servicio del analfabetismo, los periódicos del nuevo periodismo siguieron su curso, con la única diferencia de que ya no aparecían en sus columnas nombres más o menos conocidos que firmaran artículos como en la prensa de antaño, sino un periodismo anónimo en que ningúnescritor quería ponersu talento al servicio de publicidad que nole traía ninguna

ventaja, ni la celebridad para utilizar como arma en la lucha porla vida

el nombre adquirido, ni la fortuna estando al servicio anónimo de una empresa que jamás se distinguió por pagar bien a sus servidores. Pero un rasgo relacionado con la Revista Moderna queremosdejar

consignado en estas páginas. Amado Nervo, que había empezado a trabajar en la nueva empresa periodística desde que se fundó, había llegado a ser director de la revista El Mundo Ilustrado y habiéndose hecho amigo personal del editor, gozaba de todas las consideraciones

de Reyes Spíndola. Cierta noche presentóse Amado Nervoen la redacción desierta donde solamente se encontraba el editor. Nervo era un visionario, un exaltado, un neurasténico a quien los choques diarios de la vida habían convertido en un ser huraño en vez del muchacho jovial que era antes. Reyes Spíndola lo conocía muy bien y le tenía en alto concepto tanto porel talento indiscutible de Nervo, como por su laboriosidad ejemplar que le hacía permanecertodoel día y gran parte de la nocheenla redacción. Esa noche, al ver al editor, Nervo se dirigió a él con los ojos alucinados que delataban una gran perturbación de

espíritu, y le dijo exabrupto: —Rafael, vengo a despedirme deti. —¡Cómo! ¿Pues adónde vas? —Mevoy a suicidar.

Reyes Spíndola, que conocía muy bien el espíritu inquieto y trágico del poeta, comprendió súbitamente que aquella despedida era cierta, y después de un momento le contestó poniéndole la mano sobre el hombro:

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—¿Y qué te parecería si en vez de ir a suicidarte te fueras mañana a Europa? Nervo abrió más los ojos alucinados, se pasó las manosporla frente mo quien no cree lo que oye y se imagina estar soñando; sonrió con aquella infantil bondad ingénita que era la base de su carácter y le

preguntó ingenuamente:

--—¿Qué, es una broma tuya?

—No es broma: te lo digo de veras. Dentro de tres días parte un buque de Veracruz y mañana mismo puedes apartar tu pasaje y partir

por cuenta de ElImparcial a la ciudad de Europaque elijas para residir.

—¡A París! —dijo Nervo sin vacilar; y después de darle un estrecho Labrazo al espléndido editor que así premiaba a sus redactores, echó a

correr para anunciar tan feliz nueva en su casa y principiar los prepa-

rativos de suviaje.

Al día siguiente supimos en la Revista Moderna del viaje que tan súbitamente se había resuelto, y Valenzuela suplicó al poeta que enviara también a la Revista Moderna su colaboración, la cual tendría a honor publicar en cada número. El tiempo apremiaba. Nervo hizo su equi-

paje, fue a despedirse de sus amistades más íntimas y ya todo resuelto

favorablemente, tocóles en suerte a Luis G. Urbina y a Benamor Cumps pasar el último día en México del poeta en su compañía; lo llevaron a

comer al Salón Weber, donde se deslizó la tarde en íntimas pláticas y donde el viajero desarrolló a sus amigos los proyectos que llevaba, desde luego buscar en París a Rubén Darío, entrar en la vidaliteraria para hacerse amigo de Jean Moreas, de Mauricio Maeterlink, conocer

a Paul Verlaine, ¡a tantos otros! de quienes tenía sed de oír aquellas dulces pláticas que habían sido la delicia de tantos poetas americanos que ávidos se apresuraban en Lutecia a oírlos ansiosamente. Por la noche fueron a dejar al poeta a su casa, le dieron el último abrazo y se volvieron comentandola felicidad de aquel muchacho predilecto de las musas que tan fácilmente había logrado realizar su sueño deir a París en la edad de las ilusiones. Todo fue a pedir de boca y ya nos imaginábamos ver a Nervo a bordo, bogando viento en popa hacia Lutecia. El poeta había planeado desde México escribir un libro que se llamara, comose llamó en efecto, El éxodo y lasflores del camino, que

iría publicando al consignar las impresiones recibidas; y he aquí que en

vez de mandar la primera impresión que abría el libro al Mundollustrado, la envió a la Revista Moderna, sin duda por la predilección literaria que sentía el poeta revolucionario modernista por el órgano

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RUBÉN M. CAMPOS

UN RASGO DEL EDITOR REYES SPÍNDOLA

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A ———

del modernismo en las letras. La revista apresuróse a publicar la primicia con un donosoelogio al valor de la producción y al honor de haber sido elegida para dar a conocer las impresiones del poeta en su viaje. A los cinco días recibióse en la Revista Moderna una carta de Amado Nervo que nosdejó consternados: Reyes Spíndola, por cable, le había

anunciado que todo compromiso por parte de El Imparcial quedaba cancelado, y que si el poeta seguía su viaje para Europa, hallándose entonces en New York, no sería ya por cuenta de Reyes Spíndola. —i¡Será por cuenta de la Revista Moderna! —dijo entonces Luján,

ante quien Valenzuela leía la carta de Amado Nervo—,y notifíqueselo usted por cable. Inútil es decir la alegría que nos produjo esta resolución, que fuimos a celebrar inmediatamente al Salón Bach. Tal fue el único punto de contacto que tuvieronlos dos grupos de intelectuales que procedían

pordistintos mediosa llevar la cultura por sendas distintas, el uno por la popularidad y el otro por el estudio. Jamás se estorbaron al propagar

el amor delas letras, porque si uno lo hacía en periódicos que publicaban millares de ejemplares diarios, el otro se contentaba con unos cuantos ejemplares que fueran leídos por gentes educadas en el gusto literario. Pero aquella lección dada por la Revista Moderna causó un efecto desastroso en la gran empresa periodística de Reyes Spíndola.

Cada número de la Revista Moderna publicaba varias páginas de la obra de Nervo, una de las más hermosas que escribió en su juventud,

como queerala realización de su sueño más ardiente de poeta y que es el sueño de todos los poetas hispanoamericanos:ira Europa, conocer : y pasear las ciudades de arte blasonadas con tantos nombres ilustres enlas letras, en el teatro, en la música, en la pintura y en la escultura; conocerlas obras de arte que han inspirado a tantos artistas contem-

poráneos; oír las obras más bellas de la producción musical que han ungido a tantos músicos que son admirados en todo el universo; ver

y oír en la escena a los más grandes artistas del siglo que expiraba y

que fueron representativos admirables de un arte que pronto se convertiría en sombras, las sombras que pasan por las pantallas de los

cinematógrafos; y sobre todo entrar en el esplendor de la vida de la

gran ciudad que guarda sus tradiciones sagradas en las que se glorifica al amor, se canta a la vida tal como es a los veinte años, una flor que

se abre para encantar con su fragancia y con su hermosura; prodigarse en la donación de todoel ser, entrar de lleno en la vida como quien se arroja en un estanque para saturarse por todos los poros abiertos

"de la delicia del agua, del milagro de flotar en la superficie de ella por el equilibrio y la agilidad de la juventud; sentir ávidamente la hermo'sura de las formas bellas, así de las formas armoniosas de una mujer en

plenitud de gracia como de las formas suntuarias de los monumentos que han hechola gloria de la arquitectura antigua y de la arquitectura “moderna; ver con ojos bien abiertos en qué consiste la inmortalidad 'del arte en la estatuaria de la Grecia antigua y en la estatuaria del Rena-

“cimiento, divinamente marmorizados para admiración y enseñanza de

los siglos; oír con los oídos plenos de resonancias en qué consiste el “encanto de la verdadera música,la que está hecha con una arquitectura celeste de sonidos, unidos por el milagro armonioso de la polifonía suavemente construida bajo las leyes eternas de la ponderación, por más audacias que se tengan.

Todo esto llevaba el bagaje del joven poeta que se embarcaba para Citerea y que veinte años después, al volver a la Lutecia encantada debía exclamar: “Resuenan ocultas orquestas / que tienen extraña virtud / el bosque es un nido de fiestas... / ¡Oh mi juventud!...” Pero entonces iba en plenitud de sueños, en la cumbre dela vida, en la edad

en que solamente se ama, y se olvidan por tanto las miserias diarias que nos acosan y nos zahieren; y no le importaba más que realizar sus

'sueños, ser uno de los corifeos que nos trasmitieran a América el en-

canto de la vida de París, el encanto de las mujeres de París, el encanto de las noches de París. Fue y realizó su sueño de vivir, como Jesús

Urueta, cerca de Rubén Darío cuyo ensueño, que estuvo a punto de realizar más tarde, fue el de venir a México; pero solamente pudo llegar

ala ciudad de Jalapa por causas que más tarde contaremos. Pero entonces no pensaban sino en el momento que pasa, en la hora fugaz que huye, en el instante que si no se aprovecha nunca más vuelve. Y 'saboreaba Nervo con su avidez de muchacho, con su volubilidad de -pájaro-mosca que bebe todas las mieles de todas las rosas en todos los 'cálices, la miel que embriaga y que envenena. Llevaba el esplendor de su juventud para ver lo que se quiere ver, para sentir lo que se quiere

sentir, para olvidar lo que se quiere olvidar y no ocuparse más que de aprisionar a la ilusión, de hacerla bella realidad y de gozarla lar'gamente, sabiamente, como se aspira en una copa que vamos a romper después de haber bebido hasta las hecesel elixir de amor.

XxX

El estreno de La Bobemíia de Puccini —_AA

NO DE LOS MÁS BELLOS recuerdos que guardamosde la vida literaria y artística a fines del siglo pasado, es el estreno de la ópera de Puccini La Bobemíia, en el extinto Teatro Nacional. Es una de las páginas más encantadoras que han Y quedado en los anales artísticos de nuestra capital, consignada como

“una de las noches de arte más inolvidable. El arte lírico italiano habíase

aclimatado en México merced al esfuerzo indomable de unviejo empresario de compañías de ópera, Napoleón Sieni, que cada año traía 'un elencode artistas de los que descollaban en Italia a la sazón, y esto

durante más de veinte años. El popular empresario no solamente se conformaba con traer buenos cantantes, sino que ponía especial in-

terés para traer a México las óperas más recientemente compuestas en su patria; así vimos representadas en el Teatro Nacional de Méxicolas óperas Otello y Falstaff de Verdi inmediatamente después que fueron estrenadas en el teatro de la Scala de Milán. Esta vez tratábase de una ópera que había llamado la atención del mundo entero, y Napoleón Sieni puso todo empeño para vencer las dificultades que se le presentaron a fin de podertraer a nuestra ciudad la festinada ópera que había sido del agrado de la crítica universal. Nosotros sabíamos esto, y al

anunciar el estreno en el viejo teatro de la calle de Vergara, todo el México amante de la música quiso asistir a la primera representación;

y claro está que nosotros, los que por predilección nos llamábamos bohemios, queríamosestar en primera fila la noche del estreno. ¡Qué grato es recordar las páginas más seductoras de nuestra juventud! El viejo teatro, trazado como todoslos viejos teatros del mundo,

la Scala in capite, estaba hecho para que todoslos palcos de todoslos pisos pudieran verse desde cualquier punto de la sala. El teatro de aquellos tiempos era un lugar de honorde la sociedad que deseaba

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RUBÉN M. CAMPOS

EL ESTRENO DE LA BOHEMIA DE PUCCINI

exhibirse, lucir, brillar; era el punto de cita de las damas que se presentaban invariablemente escotadas y enjoyadas, como. tuvimos

admirablemente bien reproducido en la escena se apoderó de todos,

ocasión de comprobarlo más tarde en tres teatros de renombre, la Scala de Milán,la Gran Ópera de París y el Teatro Costanzi de Roma. Nada

turbaba el espectáculo que presenciamos, de ver todos los palcos

igualados, es decir sin distinción de clases, para que todas las damas

pudieran exhibirse después de la guerra mundial con igual prerroga-

tiva de distinción desde el primero hasta el último palco, de arriba a abajo, espléndidamente iluminado todo el salón para que los anteojos de teatro acercaran hasta los ojos lo que no podía verse a la simple

vista, es decir la hermosura de las damas espléndidamente vestidas. Así

es que en cada entreacto era una fiesta de los ojos poder admirar tantos atavíos, tantas hermosuras, tanta juventud, en dos de los países más

cultos del mundo, que anhelaban poder gozar el placer vedado durante cuatro años a causa de la guerra. Nuestro Teatro Nacional, hoy extinguido, estaba, como decimos, construido exprofeso para que *

cada noche de representación fuera una exhibición de hermosura en los entreactos, y como era un teatro vasto y espléndidamente construido para hacer brillar las representaciones, cabía una infinidad de

damas y de caballeros en las plateas y en los palcos, además de la

multitud que cabía en las lunetas del salón y en los balcones circun= dantes. Todo el México amante de la música y del teatro, sin exagera-

ción, hallábase reunido esa noche memorable en que íbamos a conocer y a aplaudir unade las óperas más bellas de los tiempos modernos: Elarte lírico italiano que habíase llenado de gloria en los compositores antiguos Paesiello, Monteverde,Scarlatti y tantos otros que anunciaron el esplendor de la ópera en la escena, después de principiosdel siglo XIX superó su antiguo esplendor con los compositores Bonizetti, Belli-

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y la figura amorosa y triste de Mimí, y la pizpireta Musette, y el poeta Rodolfo y el pintor Marcelo, todos eran saludados con atronadoras raciones en los pasajes culminantes de las escenas llenas de vida y de "color, ennoblecidas por la preciosa música del humano compositor, e había vertido su juventud en una obra que felizmente había resul-

tado a gusto de todos. Los entreactos eran una fiesta de exhibición, como hemos dicho. Todas las damas estaban escotadas y enjoyadas, y

todos los caballeros que las acompañaban en los palcos estabanvesti“dos de frac. Solamente en las lunetas, en el patio, nosotros habíamos dado la nota bohemia vestidos de negro con nuestras americanas abotonadas hasta el cuello de las que desbordaban nuestras amplias corbatas caladas y negras; y entonces el público pudo darse cuenta de

dónde habíamos tomado el modelo de aquellos vestidos y de aquellas

corbatas y aquellos chambergos que para ser mosqueteros noles fal-

taba más que la plumade avestruz. Nosotros por tanto éramos el punto

de atención, pues como hemosdicho llenábamos toda unafila de butacas; pero se nos veía con cariño y con simpatía, sin el más leve asomo

de ironía en los rostros de los caballeros y de las damas complacientes ¿que tenían una sonrisa aprobatoria. Al terminar la representación, la 'ovación a los artistas y a la preciosa música de Puccini fue incontenible. “El maestro Golisciani subió al escenario con los artistas que lo abrazaban públicamente, en testimonio de que a él se debía el triunfo; y ¡después de dos o tres veces que se levantó el telón apareció Napoleón "Sieni, el viejo y glorioso empresario llevado a remolque porlos artistas

de la ópera y los utileros del teatro, y entonces la ovación fue delirante, pues todos comprendimos queal cariño que le tenía a México el viejo

ni, Rossini y Verdi, que hicieron famosa a Italia en todo el mundo; y

artista italiano debíamosla satisfacción de ver en escena la Ópera más aplaudida de aquellos tiempos, mientras el empresario conmovido reía

y Leoncavallo, llamaba poderosamente la atención con nuevas modali-

“reconocimiento. Mucho tiempo duró la sala henchida de espectadores,

ahora, con el renacimientolírico representado por Mascagni, Puccini

dadesel ya dicho artelírico italiano, que tendía a ser más humano, más universal y que había sido aceptado sin taxativa alguna en todos los

teatros del mundo. México no podía faltar a la consagración de una

ópera que era la mensajera del nuevo arte lírico, y se vistió de fiesta para acudir a saborear la primicia de arte. Desde las primeras escenas en queviose accionar y cantar a los bohemios tan populares en México

por unavieja traducción propalada por Benamor Cumps,de la novela Escenas de la vida bobemia de Henry Miirger, el asunto simpático y

y lloraba estrechando las manos quese le tendían en señal de gratitud y

nadie quería dejar el teatro, todos queríamos permanecer para sostener aquella ovación interminable de la que los artistas se acordarían toda su vida; y cuando por último fuimos desfilando por las espaciosas antesalas, nos instalamos en largas filas a ver pasar las damas, y luego ' seguimos en unafiesta íntima en el bar del teatro; pero no solamente

los escritores y los artistas que habían acudido a la representación,sino una multitud contagiada de alegría, electrizada de entusiasmo por aquella revelación del arte romántico de 1830 puesta en acción por un

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RUBÉN M. CAMPOS

mágico revelador del arte neorromántico a fines del siglo. No puede decirse que haya sido una orgía, pues nadie desentonó en aquella noche memorable en que todos bebimos a discreción; y las copas eran

servidas y multiplicadas como por magia: nadie sabía quién había ordenado que se sirviese una tanda cuando tras ella venía otra servida, y luego otra, y otra, sin que se supiera quién prodigaba tanta alegría. En honor de la música se bebía a raudales moscato espumante, y en

XI

Las reuniones en casa de Valenzuela en Tlalpan A————Á

honor de Múrger se bebía champaña a raudales, y los taponazos que golpeaban el techo eran como unasalva al triunfo de la representación. Prontolos artistas vueltos al traje de calle se unieron a los bebedores,

y todo era en el espacioso bar que ocupaba un patio de los que precedían al salón, el más grande y el más hermoso hecho para fumar y para beber, felicitaciones, abrazos cordiales, invitaciones exabrupto

seguidas de la presentación de las copas llenas que los artistas sonrien-

A RESIDENCIA de la familia del poeta Valenzuela se hallaba en Tlalpan, a una hora de tren de la ciudad de México; y aunque él desde la muerte de su esposa se había instalado en el edificio que ocupaba la Revista Moderna, donde tenía unaal-

tes tenían que aceptar, quisieran o no quisieran; pero porla alegría que cundió súbitamente entre ellos viose que estimaban aquella demostración de afecto como una revelación de que la música había sido comprendiday sentida, y el arte de los cantantes altamente estimado.

coba anexa a las salas lujosamente amuebladas, reconocía como su casa la quinta rústica en que se hallaba agrupada la familia y donde

las dos de la mañana abandonamosel vestíbulo del teatro, con el re-

en su tierra natal Chihuahuadela que el destino la había desarraigado, "pero donde le quedaban aún algunosbienes de fortuna en tierras con cuyo producto podía llevar una vida modesta sin tener que recurrir a nadie en demanda de empleosni ligas comerciales. La casa pintada de blanco y pavimentada con ladrillo jarro, es decir ladrillos de tierra co-

Mucho tiempo duró esta demostración de afecto y de alegría colectiva, por permiso dadotácitamente porlas autoridades de la ciudad; y hasta cuerdo más hermoso que el de cualquiera otra representación de

ópera, pues nosotros habíamos alcanzado la época en que Adelina Patti recibió en México las ovaciones más estupendas de su vida de artista,

y que los viejos recordaban esa nochefelices de que hubieran vuelto

a repetirse demostraciones tan magníficas, para consagrar una ópera

tan hermosa comolas obras de la edad de oro de bel canto italiano.

vivían los cinco hijos del poeta. La familia vivía patriarcalmente, como

cida a fuego y barnizada, al uso de las residencias de su país natal, estaba construida en medio de un gran predio sembrado de árboles

frutales, de rosales y de prados de flores; en el centro se elevaba la

construcción de un solo piso entresolado, al que se subía por una pequeña escalera de cinco peldaños; las habitaciones estaban a uno y otro lado de un pasillo y en el fondo estaba atravesada una vasta pieza de la anchura de la construcción, que era el comedor, ocupado por una mesa tallada en madera preciosa, en torno dela cual cabían cómo-

damente unas cincuenta personas. Desde el comedor, así como desde la sala y de cualquiera de las alcobas podía verse en torno el paisaje circundante, hasta el Pedregal por una parte, y por otra la extremidad

del Valle de México que llegaba hasta Tlalpan, bordada de inmensas calzadas trazadas poraltísimos árboles siempre verdes y salpicada por una queotravilla de la nueva colonia que empezabaa surgir. La llanura se extendía por el oriente hasta Xochimilco, y por el occidente estaba limitada por el Pedregal, que es una milenaria costra de piedra vol-

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RUBÉN M. CAMPOS

cánica vomitada en antiquísimos años porel Xitle, según la tradición, el cual es una pequeña montaña desprendida de la cordillera cuyas

principales cumbres son el Ajusco, montaña que se halla detrás de '

Tlalpan aunque a una distancia considerable, y al sudeste el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl que a lo lejos cierran el horizonte. Los domingos eran los días señalados para reunirnos en la casa de la familia Valenzuela los amigos del poeta, y éramos recibidos cordialmente por personas que conservaban las costumbres patriar-

cales de los viejos tiempos. Las señoras iban vestidas al uso antiguo,

con amplios trajes de seda negra abotonados hasta el cuello y con

mangas abotonadas en la muñeca, y tanto del cuello como de los puñossalían ricos encajes de Malinas en matiz crema o blancos; la falda, también de seda negra, ostentaba multitud de pliegues que descendían hasta el suelo dejando ver apenas el calzado fino de glacé. En la sala veíase el retrato al óleo de la señora madre del poeta, y dos o tres óleos más dela rica colección de la familia. Un pequeño estrado para las damas y un ajuar, distribuido al acaso en torno de consolas y de la mesa de centro, completaban el amueblamiento de

aquella sala. Poco a poco iban llegando los visitantes los domingos,

día en el que tomaban en México los trenes de las doce, de la una y

de las dos de la tarde, pues la familia había resuelto esperar hasta las tres de la tarde para sentarse a la mesa, vinieran o no vinieran convidados en el último viaje. Las comidas eran suculentas, con el

servicio tradicional de las dos sopas, la aguada de rico caldo de

gallina con espárragos, o tapioca, u ostiones de Corpus Christi; la

sopa de pasta al gratín, o de arroz al horno; la tortilla de huevos con

chícharos; los pescados frescos de Veracruz; los asados de ternera o de cerdo al horno con papas al vapor; los guisados de la cocina

mexicana en sus salsas picantes que son unadelicia; los frijoles refritos tres o cinco veces, lo que les da un gusto exquisito; y los pas-

teles, flanes, frutas en almíbar, todo lo que la gula ha inventado para hacer un placer de una comida que se prolongaba dos o tres horas entre pláticas, yantar de platillos y catar de ricos vinos que los criados escanciaban constantemente en las copas de fino cristal. La comida era por tanto la hora ritual en que los modernistas

tornaban a la tradicional comida de familia en la que se prescinde de abordar temas en las conversaciones que no sean del agrado de las damas portratar asuntos literarios, pues a la mesa solían también con-

currir señoras y señoritas, familiares o amistades de la familia; y una

LAS REUNIONES EN CASA DE VALENZUELA EN TLALPAN

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elemental cortesía mandaba que la conversación general fuera accesible y grata a todos los comensales. Cierta vez una de esas comi“das dominicales fue dedicada al novelista orizabeño don Rafael Delgado, quien tenía fama de ser un gourmet refinado y un excelente "cocinero; y como la dueña de la casa lamentara que no había sido posible obtener una mayonesa, Delgado solicitó el honor de hacerla él mismo e invitó a Benamor Cumps para que vertiera el aceite en

un hilillo constante mientras él batía la mayonesa que se formaba

“con la yema de huevo. Pero sucedió que se cortó la mayonesay el novelista dijo que no había más que volver a empezar volviendo a verter lo vertido, por lo cual la operación se retardó cerca de una “hora; y entre tanto, así a Delgado como a Cumpslos amigostraíanles sendas copas de coñac que vaciaban de un trago sin desatender la función que tenían encomendada. Aquel día memorable la comida fue servida a las cuatro dela tarde, y las señoras consternadas decían

en voz baja que por esperar la mayonesa habíase pasado el momento

justo de servir las viandas. Pero el hecho es que la comida resultó deliciosa; el buen humor corrió a raudales comoel vino del Rhin y

el vino de Burdeos, y a los postres, cuando la comida fue ofrecida por Benamor, designado por Valenzuela,al insigne escritor, éste dio

las gracias conmovido al verse festejado por el grupo de escritores a quienes tanto estimaba. "¡Después de levantarse la sobremesa los escritores se dirigían al pedregal, que estaba muy próximo,al caer la tarde, para beber cerveza helada que los criados llevaban en cestas de mimbre con trozos de hielo. Entonces se abordaban todaslas cuestionesliterarias o políticas 'Osociológicas; exponíanse teorías que para aquel momentohistórico eran atrevidas, pues un movimiento unánime de rebelión crecía y unificábase en todo el país, aunque sordamente, porque la manode hierro que guiaba duramente los destinos de México sentíase pesar sobre el libre examen a que tenían derecho todos los mexicanos y especial'mente los intelectuales. Las excursiones al pedregal eran como hemos dicho un paréntesis de solaz en que los escritores estaban a sus anchas y podían abordar todos los temas de conversación libremente. Un re-

¿Cuerdo inolvidable para los que lo presenciamos fue la llegada del coronel Manuel González, hijo del antiguo presidente González, y que “era amigo íntimo del poeta Valenzuela a quien no veía desde hacía años. Un criado vino corriendo a anunciar la llegada del coronel y ¡poeta a la casa, pero tras él habíase venido en dirección del pedregal,

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RUBÉN M. CAMPOS

hacia el grupo delos escritores que divisaba a lo lejos; y habiéndosele atravesadoel río que venía lleno de agua por estar en la estación plu. vial, el coronel desdeñó bajar por la margen en busca del puente par

pasar al otro ladoy sin vacilar se lanzó al río para vadear el agua que le llegaba hasta las rodillas, y chorreando corrió con los brazosabier tos a abrazar al poeta que a su vez había bajado del pedregal y venía corriendo a encontrarlo. Aquel rasgo inolvidable nos entusiasmó,y

rodeamos al héroe que era una excelente persona, afable y cordial.

además de ser todo un hombre. S Los paseos al pedregal quedaron adscritos a las comidas de Tlalpan, y eran un complemento necesario por la expansiónjovial de los escri tores que regresaban despuésa la quinta, donde seguía una sencilla velada en la que se cantaba, se tocaba y se recitaba, pues las visitas

vespertinas habían ido llegando durante la ausencia de los escritores,

que volvían a tiempo para escuchar a las cantantes, las recitadorasy

los pianistas que solían ir a las veladas dominicales y que eran quienes amenizaban la reunión, pues es curioso hacer notar que ningunode los poetas quería recitar sus versos, y solamente Valenzuela,a petición de las señoritas, recitaba los bellísimos sonetos de su última producción literaria, de preferencia sus antiguos poemas de juventud quele habían conquistado el rango de poeta de primer orden en las le mexicanas. Encantadoras veladas fueron aquellas de nuestra juven-

tud. Todo era cordialidad, sencillez y sinceridad. Benamor Cumps

tocaba en el piano trozos de música romántica del buen tiempoviejo

en que florecieron Chopin y Schumann, y melopeyaba con la música

de Schubert la bellísima serenata de Gutiérrez Nájera que una seño: recitaba, o algún otro poema de nuestros poetas al cual adaptabaalgún otro acompañamiento de música romántica; porlo cual el satírico Ruelas le llamaba “el tocador de las damas”. Pronto acudieron violinis: tas y pianistas a tomar parte en aquellas fiestas íntimas que se prolongaban a veces hasta las diez de la noche, hora en que partía el último tren para la ciudad de México, circunstancia que hacía indispensable la disolución de los concurrentes, que quedaban invitados porla dueñadela casa, la excelente y generosa Tina Valenzuela, esposa

hermano mayor del poeta, para volver al domingo siguiente en que se repetían las mismas escenas de cordialidad y de confianza que hemos esbozado, y que eran un remanso en la vida intensa de los in-

telectuales, quienes generalmente son seres huraños, repelentes al contacto social, que vegetan por gusto en un ostracismo deliberada-

LAS REUNIONES EN CASA DE VALENZUELA EN TLALPAN

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ente buscado,sin que les importe nila vida de familia ni la vidade

ciedad, y que esta vez habían encontrado un hogar noble y tranquilo,

sierto siempre para ellos, en el que eran tratados con todas las conraciones y con un afecto del que toda su vida han guardado un o y dulce recuerdo.

XI

Don Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública

OR AQUELLA ÉPOCA surgió una transformación radical y trascen-

dental para los destinos de México, en la educación pública. Entre los hombres más hábiles que rodeaban al presidente Díaz, hallábase el ministro de Justicia e Instrucción Pública don Joaquín Baranda, abogado campechano de origen y hombreastuto quetuvo la atingencia de no querer perteneceral partido político

que había ido creciendo en poderío hasta convertirse en la mayor fuerza política, el partido llamado científico porque casi todos sus miembros habían sido o seguían siendo eminencias en la cátedra, en la judicatura y en el foro. Baranda no quiso integrar este poderoso partido político por no recibir órdenes de nadie más que del presidente, y esta simple declaración le conquistó el valimiento de don Porfirio Díaz por más de veinte años. Pero comoel jefe del partido

científico era don José Ives Limantour, ministro de Hacienda, la táctica empleada sistemáticamente para eliminar del gabinete a Baranda fue no darle dinero para ampliar la educación pública; y a su vez la táctica de Baranda para no ser eliminado consistió en no pedir dinero que le

hubiera sido negadoy sujetarse estrictamente a la mísera cantidad que el presupuesto destinaba cada año a la instrucción pública. El plan de

absoluta economía del presidente Díaz sentíase halagado con aquella

disciplina económica en uno de los ramos más trascendentales para el progreso de la república, y por tanto el valimiento de Baranda era refrendado cada vez que se discutía un nuevo presupuesto; y la mala voluntad de los científicos, cuyo Órgano oficial era el ministro de Ha- cienda, se estrellaba ante la voluntad inflexible del presidente. El re“sultado fue el estancamiento de la educación nacional durante largos

“años en que para impulsar la instrucción pública hubiera sido necesario gastar millones, como empezó a verse al advenimiento de don

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DON JUSTO SIERRA, MINISTRO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA

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o PP

Justo Sierra, llamado de Europa, donde a la sazón se hallaba, para venir a encargarse de la instrucción pública a la caída de don Joaquín Baranda, vencidoal fin tras una larga lucha por sus enemigos, que no. le perdonaronel haber desdeñado pertenecer al grupo delos científi-

cos para no integrar con su personalidad un partido político que tan funesto había de ser al presidente Díaz, pues la impopularidad del grupocientífico se reflejó al fin en el mandatario que durante tantos

años había sido el caudillo vencedor de la voluntad nacional.

El advenimiento de don Justo Sierra al poder fue un triunfo para los

cultivadores de las letras, pues en torno de su fuerte personalidad de

educador, escritor y orador se congregaron todoslos jóvenes intelec-

tuales que escribían o que enseñaban por medio de la cátedra o del libro; y las primicias del nuevo siglo fueron la anunciación de la nueva era tanto de la educación nacional comodela literatura mexicana. La

disciplina escolar fue sostenida y arraigada aún más, y los viejos profesores de los que el nuevo director de la educación nacional era sin

duda el más insigne, fueron conservados en sus puestos que habían sido ganados porellos en buena lid, en oposiciones a las que concurrían los más notables profesores de una materia y en las que los jurados podían escoger al más destacado en la prueba rigurosa. La educación pública

recibió un impulso hacialo alto, hacia la libertad de enseñanza, pues ciertamente hasta entonces había conservado un aspecto sombrío de seminario en una universidad pontificia. Pero don Justo Sierra abrió

las puertas del aula a todos los vientos del saber, y una oleada de rejuvenecimiento entró a bañar las frentes pensadoras de los pro-

fesoresy las frentes juveniles de los estudiantes. La primerafiesta escolar preparada para saludar la llegada de las nuevas ideas educadoras

se celebró en la Escuela Nacional Preparatoria, instalada en el viejo Colegio de San Ildefonso y que conserva todavía los antiguos patios, los antiguosclaustrosy las antiguas aulas capitulares transformadas en salas para conferencias y cátedras, hechas las adaptaciones necesarias. El inmenso recinto de la escuela viose henchido de una multitud de intelectuales, de damas y de caballeros que acudían ávidos de ver y de oír

a los nuevos guiadoresde la juventud. Don Justo Sierra dijo un memo-

rable discurso en que proclamóla alegría de propagar la enseñanza y la alegría de recibirla, patentes en aquella expansión de júbilo en que los jóvenes discurrían por patios y claustros henchidos de numerosísima concurrencia que había asistido a presenciar la fiesta, feliz al verlos cantandoy bailando, agasajando a las damas con floresy ser-

pentinas, entre cantos de las comparsas vestidas con trajes de fantasía

| y trajes regionales de las diversas regiones de nuestro país. “Así edu-

caban los griegos, alegremente”, había dicho en su discurso don Justo Sierra, y don Porfirio Díaz, que había presidido la inauguración de la "fiesta, había felicitado a la juventud por llevar como guía aquella “alta y fuerte inteligencia privilegiada”. Cuando declinó la luz del día siguió una iluminación feérica en todoel interior del edificio, y podría decirse que todo México, amante de educarse, desfiló por la escuela para ser

testigo de la suntuosa recepción que se hacía al nuevo guiador de la educación que proclamabala libertad del pensamiento. La elaboración de nuevas leyes de educación y nuevos programas

de estudio absorbió todas las horas de estudio del profesorado, y por la noche, en vez de ir a descansar, reuníanse los consejeros de educación pública en la sala que después sería paraninfo de la Universidad de México, en sesiones que se prolongaban a veces hasta medianoche. Una fiebre de distinguirse, de aportar el contingente de su intelectualidad para la elaboración de la nueva legislación educativa, convertía el salón en una palestra de inteligencias en que jamás hubo disputas

mi choques de intereses personales. Allí están los testimonios taquigráficos de las sesiones quejustifican este aserto. Un deseo de ser útil invadía y se posesionaba de cada uno de aquellos paladines de las nuevas orientaciones para acaparar todas las ideas convergentes al mismo fin para después aislarlas, seleccionarlas, debatirlas y escoger por último las más adecuadas para guiar y ampliar nuestra educación nacional.

Para los artistas, el encumbramiento de un insigne escritor a la titánica tarea de difundir la educación nacional por todos los ámbitos fue un acontecimiento que se reflejó en el expandimiento dela personalidad de cada uno, para contribuir a la propagación de la cultura por medio de ensayos para alcanzar hasta donde pudieran las manifestaciones de la belleza en literatura, en pintura y en música. La primera manifestación del nuevo guiador de la educación fue enviar a músicos y pintores a Europa para que ampliaran su percepción artística

y volvieran a difundir en los planteles educativos los conocimientos adquiridos. Fue una peregrinación a las fuentes de belleza de los

Museos de arte y de las salas de conciertos y teatros europeos. Surgió la Orquesta Sinfónica Nacional integrada por músicos del Conservatorio bajo la dirección del maestro Carlos J. Meneses, excelente organi-

zador que obtuvo un decidido apoyo del gobierno para fundarla ins-

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o

titución, la cual fue dotada desde luego con un costoso archivo de música sinfónica de todas las épocas, considerada universalmente

comola representativa de las distintas tendencias musicales, desde los

primitivos, los clásicos y los románticos, hasta los modernos revolu- : cionarios contemporáneos, que en aquella época alcanzaban sólo a

Debussy, Dvorak y Richard Strauss. Surgió también el Cuarteto del Conservatorio integrado por excelentes ejecutantes escogidos entre

los más distinguidos músicos de la juventud mexicana. Ambas instituciones abrían una temporada de conciertos cada año, con obras cuidadosamente preparadas y gradualmente escogidas en programas

eclécticos que fueran del agrado de todos los circunstantes. Para estos conciertos y para subvencionar compañías de ópera y opereta, y de drama y comedia extranjeras que vinieran a contribuir para propagar

la formación del buen gusto en el teatro, la Secretaría de Educación

arrendó el Teatro Arbeu, puesto que el Teatro Nacional había sido * demolido, y en aquel teatro que entonces era el primero de México

.viéronse espectáculos verdaderamente dignos de una ciudad de primer orden: óperas de los grandes músicos antiguos y modernos, cantadas porartistas famosos en todo el mundo que venían con gusto a un país en el que si no podía pagárseles con dólares, se les pagaba espléndidamente con nuestro oro y eran tratados con grande estima-

- ción y demostracionesafectuosas porla alta sociedad a la que el ministro de Educación pertenecía, por la clase media a la que pertenecía la burocracia, y por la clase popular que siempre tenía dedicados días en

que se pagaban precios populares, mínimos, para que el pueblo pudiera ir a oír en la ópera a los grandesartistas del teatro y las grandes obras de la música sinfónica. Los más insignes comediantes que inte. graban compañías de drama y comedia del arte dramático italiano O de obras maestras vertidas al italiano, como los dramas de Shakespeare representados por el eminente Ermete Novelli hacían la delicia de toda

_gresaron al personal de la secretaría y de sus dependencias en las di-

'recciones y subdirecciones del ministerio, que había ido ensanchán-

dose poco a poco para atender a las necesidades cada día crecientes de la educación popular. Muchoslibros de la nueva producciónliteraria fueron escritos entonces, pues cada escritor favorecido creíase en el deber de corresponder con su producción a la ayuda recibida. Sus

esfuerzos personales, sin embargo, estrellábanse ante la sordidez de

“los editores que jamás habían querido editar libros de autores mexi-

“canos; y los contadísimos escritores que lograban que un editor les publicara un libro tenían que conformarse con recibir veinte ejemplares por la cesión total de su obra al editor, quien anunciaba en el

"libro tener la exclusiva propiedad literaria. Este despojo ancestral hecho a los escritores mexicanos por los editores no ha encontrado todavía un remedio radical para ser extirpado. Los editores no quieren “arriesgar la menor cantidad para hacer una edición de un autor desconocido, que permaneciendo inédito no promete aún probabili-

¡dades de reintegro en breve tiempo al editor, el cual opta por ser librero, simple vendedor de libros, y exhibir en sus aparadores todo lo que los editores de Europa le mandan,literatura barata que aquí resulta carísima por los cambios de moneday los derechos aduanales; pero quees literatura ínfima de autores tan desconocidos aquí como "los autores inéditos mexicanos; porque nadie ha leído los artículos de periódicos madrileños de un autor, que son los que integran un libro de cualquiera índole que sea, pequeñas novelas, cuentos, crónicas, revistas, todo lo que cae bajo el dominio de los publicistas de la prensa diaria y que a los editores de allá les cuesta muy poco o no les cuesta

mada obtener, y que mandan a los países hispanoamericanos donde

los libros son vendidos altos precios.

La producción literaria por tanto, no lucía lo que era de esperarse sen esa época de transición en que los poderosos diarios subven-

nuestra sociedad y del pueblo mismo, ya que tenía acceso al teatro * libremente cuando quisiera y especialmente en las funciones populares puestas a su alcance con muy reducidos precios.

'cionados no querían publicar las produccionesfirmadas, y las revistas de arte como la Revista Moderna no podían dar cabida a toda la producciónliteraria, y su radio de publicidad era, como hemosdicho, muy

con el advenimiento de don Justo Sierra al Ministerio de Instrucción:

ejemplares. Los dos vehículos de publicidad, el periódico y el libro, "estaban por tanto cerradosal escritor novel que hasta entonces no se "había conquistado un nombre, y tenía que concretarse a la pequeña publicidad de la velada literaria, de la fiesta de aniversario, del con¿Curso poético, en que le era preciso triunfar para obtener el honor de

Hemos dicho que los poetas y los escritores estaban de plácemes

Pública y Bellas Artes, porque no había intelectual que pidiera una ayuda en cualquier forma, que no le fuese concedida; y así todos los jóvenes que surgían en las letras consagrados por su talento indiscutible, eran ayudados en la forma que deseaban,y algunos de ellos in-

“inferior a los grandes rotativos que diariamente tiraban millares de

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DON JUSTO SIERRA, MINISTRO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA

la publicidad merced al reclamo del premio obtenido. Los poetas Abel : Salazar y Manuel de la Parra debieron su popularidad al premio que

ramas de la enseñanza impartida en la escuela primaria, en libros que “aún se conservan en las escuelas y aunque sus autores hayan muerto, como Gregorio Torres Quintero y Luis Murillo, sus libros sirven aún

obtuvieron en un concurso abierto por la Revista Moderna para

premiar las mejores composiciones presentadas,y la velada dela dis-

tribución de premios a los vencedoresse efectuó en el Teatro Fábregas, fiesta inolvidable en la que fue mantenedorde los juegos florales el insigne orador Jesús Urueta, quien realzó el esplendor de la fiesta digna de los torneos medievales en la corte de la princesa Clemencia Isaura. La protección delas letras, insistimos, no se concretaba al pequeño

número de poetas y escritores adscritos al personal de la Secretaría de Educación, sino que se derramabaa todos cuantossolicitaban la ayuda moral y material del ministerio. No se concretaban los auxilios impar-

'en las escuelas como textos de estudio para los diños. Entre esos libros

están las Lecturas Mexicanas recopiladas por Amado Nervo, en cuyas páginas espigó con su buen gusto literario multitud de bellas producMones de los escritores mexicanos que más se han distinguido en los diversos génerosdela literatura, y por medio de esoslibros, que son tres, los niños conocen a nuestros poetas y a nuestros prosistas sobresalientes en las diversas etapas de las letras mexicanas.

tidos a los poetas y a los novelistas, sino que era tenida en cuentala

producción de los sociólogos, de los filósofos, de los educadores, de * los gramáticos, de los productores de libros sobre ciencias químicas, ciencias físicas, ciencias exactas, historia natural, y todas las ramas de

la educación, ya que quienes las profesaban tenían cuidado de consignar pacientemente el desarrollo lento de un curso, al fin del cual podían presentar una guía o un tratado, no como resultado del experimento hecho por un profesor incipiente, sino como resultado de lar-

gas observaciones hechas por un verdadero pedagogo que contaba muchos años de ejercer el magisterio en una especialidad, y al fin de diez años podía presentar el resultado de una larga práctica condensada en las lecciones necesarias para desarrollar una materia en la extensión ' prescrita por la ley, y con la amplitud marcada porlas reglamentaciones escolares, para estar seguro de que aquel trabajo intelectual no pasara

desapercibido, sino que fuera estimado en todo su valer, ya que correspondía a la fama bien ganada porel profesor en la cátedra que había desempeñadoa satisfacción de una o dos generaciones de jóvenes que habían estudiado bajo su dirección. Todos, pues, tenían derecho a solicitar la ayuda del ministerio, que como hemos dicho era impartida generosamente a cuantosla solicitaban, con tal de que estuviese justificada por el mérito indiscutible de la personalidad que la obtuviese. Los maestros de primeras letras fueron seguramente los que obtu-. vieron mayor ayuda del ministerio, al que interesaba mucho que hubiera libros de texto para las escuelas, adaptados a lamodalidad nuestra,

libros nacionalistas que respondían a las aspiraciones del alma mexicana; y la producción literaria didáctica fue copiosa en todas las

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;

XII Aventura de un tudesco en el bar La América -—AAA-

EMOS ANUNCIADO quela característica de esta época de

decadencia moral y abundancia material en que nadie se preocupaba más que de gozar el día que pasaba, como si todos tuvieran el presentimiento de que el bienestar

económico de nuestro país, que era un reflejo del bienestar económico mundial, duraría solamente unos cuantos años, gestatorios de grandes acontecimientos políticos que habían de transformar y empobrecer al mundo, era la convicción de que debían ser agotados ávidamente todos los placeres materiales ofrecidos en el cuerno de la abundancia que rebosaba de dones regados pródigamente a quien quisiese gozar;

y el lugar que podría decirse era el indicador del bienestar social, era

elbar. Hemos dicho que por el bar desfilaban diariamente todas las fuerzas vivas del país, todos los representantes de una actividad, de a misión, cualquiera que ella fuese; y este hábito adquirido y desallado por todos los ámbitos sociales había llegado de tal manera a ser una necesidad metropolitana, que el bar no solamente estaba

abierto para recibir a cuantos quisiesen entrar durante el día, sino que

onto surgieron bares nocturnos que por ser una novedad eran con-

idísimos por todos aquellos que teniendo limitadas las horas de expansión en el día, por sus ocupaciones reanudadas en la tarde después del breve paréntesis meridiano, tuvieron que acudir al exdimiento nocturno en lugares que no eran precisamente un sitio e relajación y de escándalo, sino que simplemente, eran lugares de

Pasatiempo y de sociabilidad para los que no podían disponer a sus

anchas de las horas deldía.

(Uno de los lugares, que pronto fue el predilecto de la juventud amiga de la disipación solamente reprochable por constituir un atenado a la propia salud, fue el bar llamado La América, que estaba abierto

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AVENTURA DE UN TUDESCO EN EL BAR AMÉRICA

RUBÉN M. CAMPOS

toda la noche en la avenida Juárez, frente a la Alameda, en el angosto block de casas cortado porlas calles de Coajomulco y Dolores. El local tenía portanto vista para las tres calles y era un salón espacioso que se extendía hacia el fondo, no pudiendo extenderse los lados porla

limitación de las dos calles que flanqueanla avenida Juárez. La anima- : ción del bar empezaba cerca de la medianoche, cuando los demás bares iban quedando desiertos porque la hora de cerrar se acercaba o

porque la falta de animación menguaba las distracciones para per-

manecer más tiempo en un sitio en que los amigos y las personas * conocidas iban desapareciendo, y no quedaban más que unos cuantos bebedores taciturnos a quienes no les importaba nada el ruido delas conversaciones, sino que, por el contrario, se hallaban más a gusto en un lugar casi desierto. En el bar La América,al contrario, a esa hora iban

llegando más bebedores que buscaban la animacióny la comunicación con amigos o gentes conocidas, o aunque fuera nada más la proximidad y el conjunto de gente alegre. No había necesidad de músicos ni de esas máquinas musicales que ensordecen y atruenan un recinto hasta el punto de tener uno que hablar a gritos para ser escuchado aun por el vecino más próximo.El bar estaba resplandeciente; multitud de candiles, en los que las bujías habían sido sustituidas por focos eléc-

tricos agrupados en formadeflores de luz, hacía resplandecer los már-

moles de las mesitas en torno de las cuales estaban sentados los bebe-

dores, quienes eran servidos por muchachas pulcramente vestidas,si pretensiones de elegancia ni aspecto de cabareteras nocturnas, sino: simplemente de meseras solícitas para atender a los clientes y complacerles sirviéndoles prestamente, sin sentarse a su lado ni aceptar

las copas o refrescos que se les invitasen. Había también servicio de platillos calientes para reconfortar los estómagos a medida que las horas nocturnas pasaban y que se acercabaelfrío de la madrugada,el cual se hace sentir vivamente en una ciudad en que no hay caloríferos ni chimeneas por la tradicional dulzura del clima de nuestra alti planicie, y que antes nadie osaba desafiar casi a la intemperie como: está el salón de un bar con sus puertas abiertas, su pavimento de mosaico y sus sillas y mesas de mimbre o de madera tallada, según el uso en tales lugares de pasatiempo eventual. La concurrencia de aquel bar era híbrida, como en todosellos; pero había una clientela de vagabundos trasnochadores que jamás se acuestan antes de las horas de la madrugada, gentes sin sueño y sin

hogar, que encontraban un refugio plácido en aquel lugar en que veían

111

pan ——

caras conocidas, satisfechas y sonrientes como las de todos aquellos a quienes invade unadeliciosa embriaguez que procuran mantenerse a fuego lento, mansamente, con la sabiduría del buen bebedor que sabe por experiencia que el placer de beber no consiste en vaciar una botella

- prestamente bebiéndose copa tras copa hasta agotar el contenido en una hora, con la que basta para quedar congestionado o embrutecido, sino poco a poco, dejando quela siguiente copa vengaa sustituir el efecto evaporado de la anterior que ha sido bebida también poco a

poco y así atizar lentamente un placer cuyo secreto consiste en no dejar que se extinga la eclosión de las burbujas del gasógeno espirituoso en que ha logrado transformarseel cerebro, para abrir un paréntesis en la monotonía de vivir y que es tan grato a los espíritus que buscan ese descanso en el beber. Así, pues, a cada nuevo ponche las conversaciones se tornaban ágiles, humorescas, ingeniosas o fútiles,

segúnla intelectualidad de quienes dialogaran; pero de cualquier manera era una válvula de escape a la tensión de quienes ya cansados discurrían

bajo la influencia de una presión tonificadora del consumodefuerza vital. Cierta madrugada hallábanse por excepción los amigos inseparables

de la Revista Moderna en el bar de moda, y decimos excepcionalmente porque viviendo la mayor parte de ellos en los pueblos circundantes de la ciudad de México, no tenían el hábito de trasnochar como los trasnochadores que vivían en la ciudad. El bar tenía esa noche una

alegría insólita, como que era la noche de San Silvestre y muchosbebedores habían querido tener el placer de saludar el año nuevo y habían, por hábito o por gusto, dejado trascurrir las horas para esperar la del amanecer, en queirían a abordarlos trenes que los conducirían a sus casas. En medio de la barahúnda de voces alegres o de voces cansadas de las conversaciones animadas o decrecientes de los bebedores que habían atizado el fuego de su embriaguez para que no se extinguiera, encontrábase sentado ante una mesauntipo estrambótico apodado “El Diablo”, que andaba siempre vestido de negro, cubierto

con un viejo sorbete a contrapelo, de raída levita cruzada y siempre enguantado porque tenía una manodepalo, defecto físico que ocultaba cuidadosamente sin quitarse jamás los guantes. Era un pobre diablo que editaba un periodiquín mísero de cuatro páginas en cuarto, con “anuncios comerciales de tres líneas, de los que subsistía milagrosamente. Cuando editaba un número de su periódico iba personalmente arepartirlo en todas las casas comerciales que anunciaba, llevando con-

sigo un chamaco portador de los números del periódico para que se

112

RUBÉN M. CAMPOS

viera que aún podía mantener un criado con su empresa editorial. Esa madrugada hallábase comatoso, profundamente dormido, sin con. ciencia de nada, y tenía un brazo recargado enel respaldo de otra silla,

XIV

cuando acertó a entrar un bebedor alemán de unos cuarenta años de

edad, que venía muy bien servido de algunafiesta nocturna y buscaba: el calor del bar para reposar su cansancio de noctívago. Buscó una silla. y no encontró ningunavacía en que sentarse, pues todas estaban ocu-

La Revista Moderna se instala espléndidamente

padas porla cantidad insólita de bebedores; pero de pronto reparó en

que “El Diablo” ocupabadossillas, una en que estaba sentado y la otra

en cuyo respaldo reposaba su brazo. Correctamente le suplicó que le

cediera aquellasilla, sin fijarse en que “El Diablo” estaba en estado de

coma,insistió en su petición cortésmente, pero ya un pocoirritado al. ver que no obtenía ninguna respuesta; y al repetir su demanda por tercera vez ya en voz áspera, al ver que tampoco obtenía respuesta rojo de cólera empuñó la mano enguantada para levantar al descortés

de su asiento, y estupefacto vio que le había arrancado la mano y se había quedado conella en la suya. Dirigió una mirada espantada en torno, y al oír la carcajada homérica con que fue saludadoel lance,

como por encanto disipóse su borrachera, rió jovialmente como todos

y con su.cortesía manifiesta al entrar, pidió perdón al dormido devolviéndole su mano, mas al ver que éste no la recogía, la dejó sobre

la mesa. El percance fue saludado con una ronda general de ponches calientes, de los que participó el tudesco tomandoel suyo,y la alegría duró hasta que dieron las cinco de la mañana, hora en que nos levantamos para alcanzar el primer tren que partía para Tlalpan, donde íbamos a tomar un reparador almuerzo con pozole al estilo de Chihuahua, en la casa del poeta Valenzuela.

d

JIMOS YA que la Revista Moderna se había instalado espléndidamente en la esquina de Bolívar y Madero, contraesquina de la Fama Italiana, cuando todavía era aquel

edificio la suntuosa casa colonial de amplias escaleras y

espaciosos salones, en uno de los cuales, el del ángulo, Valenzuela hizo colgar sus tapices chinos de seda con magníficos asuntos del arte ani-

malista chino en que se veían pájaros rutilantes de maravillosos plumajes, y tapices fielmente imitados de los gobelinos antiguos; hizo poner como anunciadorese introductoresal salón dos faunos bien esculpidos que podían permanecer de pie sin zócalo, el uno saludandoal entrary “el otro indicando con las manos que se sirviese pasar la persona que entraba; colocó mármoles y bronces querepresentaban divinidades pa¡ganas en los ángulos; en el centro hizo poner una espaciosa mesa preciosamente esculpida para la redacción, rodeada de cómodossillones de respaldo y brazos torneados; en los muros hizo colocar valiosas pinturas quetestificaban su pasado esplendor, y los cortinajes de las puertas

y de las ventanas daban un aspecto señorial a la instalación de la revista. Pronto sentimos el deseo de que aquella instalación sirviese de palestra alas lides del pensamiento, y de que fuese conocida y apreciada en lo que valía una de las salas de arte más lujosas de México, ciudad en la que hastaentonceslas revistas y los diarios habíanse alojado en salas destar-

taladas o en simples accesorias en las que no había ni un cuadro, ni ninguna obra de arte. Entre los artistas amigos inseparables de los escritores de la Revista Moderna había uno cuya personalidad sin duda hizo época en nuestra vida artística: el compositor y pianista Ernesto Elorduy, que vuelto a la patria después de haber residido veinte años en

Europa, traía como bagaje para darse a conocer, una colección de lin-

das composiciones musicales que eran la obra de su juventud; técni-

114

LA REVISTA MODERNA SE INSTALA ESPLÉNDIDAMENTE

RUBÉN M. CAMPOS a a,

camente las composiciones de Elorduy no podrían medirse con las de

los grandes maestros del arte romántico al que se había afiliado por predilección; pero en la parte correspondiente al alma musical, a la sen. timentalidad que todo verdadero artista vierte en sus obras, las composi-

ciones de Elorduy llenaron, como hemos dicho, una época en nuestra:

ciudad. Discípulo de Georges Mathías, que a su vez fue discípulo de

Chopin, estudió después con Clara Schumann,y unía a su manera suave y discreta de tocar el piano una interpretación personal de sus propias composiciones musicales que nadie podía tildar de amanerada o de

falsa, porque no se trataba de las composiciones de otro músico para establecer comparaciones, sino que se trataba de las obras de Ernesto Elorduy. Al volver a México anunció tres recitales en la sala Wagner, exclusivamente de sus composiciones musicales, y el primer recital fue una revelación de aquella dulcísima música romántica que fue del agrado de todos los que la oyeron y que llenóla sala en los tres conciertos. Elorduy' quedó consagrado como el compositor y pianista de moda, pues muerto

Felipe Villanueva, el compositor por excelencia que es nuestro orgullo,

vino Elorduy a ocupar su lugar en la predilección de los amantes de la

música y especialmente de los amantes del arte de tocar el piano. Personalmente Elorduy era un curioso ejemplar de un valer inestimable;

pequeño como un gnomo, de rasgos expresivos en su rostro de viejo fauno, con una gran nariz de cacatúa, siempre elegantemente vestido y atildado, llevando un sombrero de seda y copa con el que creía hacerse crecer en estatura y un bastón defifí que portaba casi siempre bajo el brazo, Elorduy se hacía simpático desde luego por su exquisita educación, por su jovialidad, por su inteligencia indiscutible, por su facilidad * para expresarse en cinco idiomas que había aprendido en cinco países

en quehabía vivido, y porla facilidad con que acogía las amistades y las correspondía llegando hasta la intimidad y la camaradería. No había reunión íntima en que estuviera Elorduy que no se animara con sus

gracejadas ingeniosas, y bien pronto no hubo reunión en la que no estuviera Elorduy. ] Elorduy quedó encargadodeinvitar artistas para que cantaran y tocaran

en la velada definitiva que debía inaugurar una serie de veladas, pues la

primera no resultó porla falta de preparación; y distinguidos ejecutantes y preciosas voces ornaron una conferencia deJesús Urueta sobre el arte del Renacimiento, que colmó de agrado atodos los concurrentes. Los cantantes de aquella época han desaparecido, pues la voz de un cantante dura lo que su juventud,y si discretamente no seretira cuando su juventud pasa, corre

115

peligro de eclipsarse en vida y borrar elbello recuerdo de sus triunfos

de juventud. Los ejecutantes resisten más años para que su fama sea eclipsada por la de otro pues es una ley el escalonamiento de los artistas

ame suben para que otros bajen. No nos referimos a los artistas creadores as obras quedan perdurables aunque los procedimientos artísticos “ambien y las corrientes del gusto y de la moda se inclinen en otras direcciones: la obra queda intacta, inmutable,y si llega a ser universal será

“consagrada como una obra clásica, es decir como una obra modelo que

resiste al tiempoy vive a través de los siglos. Pero la obra de un ejecutante

es efímera y dura solamente el tiempo en queel ejecutantetiene la fuerza y la virtud de infundir a su arte interpretadorla pasión que sacude y hace vibrar las almas; pero pasado ese tiempo preciosoel intérprete decaerá,

le faltará el vigor a su interpretación,y en el ocaso de su vida verá desfilar otros cantantes y otros ejecutantes que estén en plena juventud y en | pleno vigor para ser aclamados. Años más tarde vendrán las máquinas

reproductoras para conservar la voz de los cantantes o la ejecución de

los instrumentalistas que han sido célebres en plena juventud yen pleno vigor; y este recuerdo vivo merced al maravilloso invento de Edison, será tanto más caro a los que hayanoído una bella voz o un gran ejecutante, cuanto que podrán comprobar el encanto que causaron a los demás sin3 tiéndolo ellos mismos. Ángela cantante insigne dela En todas las épocas, desde la aparición Peralta, ha habido en México excelentes cantantes que se han hecho famosos en nuestra capital, aunque ninguno ha tenido la vozprivilegiada del Ruiseñor Mexicano, nombre dado en Europa a nuestra pri-

madonna, para lograr la universalidad; pero ha habido voces privilegiadas que aunque no hayan sido aplaudidas por los públicos de

Europa, como la de Fanny Anitúa, que ha sido la única mexicanaque

ha cantado en los teatros europeos y sudamericanos, han hecho la

"delicia de nuestros públicos en las diversas'épocas en que han florecido; y nuestros ejecutantes, aunque tampoco han ido a tocar en otros

países para conquistar una fama universal, han tenido entre nOSotros.

sus momentos fugaces de triunfo, es decir su juventud, desde Tomás.

León, Julio Ituarte, Felipe Villanueva, Ernesto Elorduy, Alberto Villa-

señor, Pedro Ogazón, Manuel M. Ponce, que son los que están com-

¿prendidos en la época'a que nos estamosrefiriendo, porque después

de ella los cantantes y ejecutantes que han surgido en México forman

legión. Preciosas voces y magníficos ejecutantes concertistas han brilla-

do, aquéllas cantando en conciertos o integrando compañías de ópera,

116

RUBÉN M. CAMPOS

y éstos, dandorecitales los pianistas o tocando también en conciertos como los violinistas y los violoncelistas, ante nuestros públicos mexicanos. So mentela pianista Angélica Morales ha logrado en plena juventud dar con» ciertos ante los públicos de Europa, haciéndose aplaudir en una épo ca (1935) en que hay más pianistas en el mundoy enla que tienen que domi nar una escabrosa y copiosa literatura pianística para poner en sus programas las obras de los músicos contemporáneos. j

El propósito de la Revista Moderna, sin embargo, no era más que el de reunir a los amantesdelas letras y de las bellas artes en una reunión en la que hubiera intimidad y cordialidad; y logróse que desfilaran por

las veladas muchos escritores y artistas, músicos, pintores y escritores, que fueron tratados por el grupo modernista con afabilidad, por lo cual" estrecharonlos lazos de unión y amistad que hay siempre entre las gentes de plumay las gentes que cultivan el arte musical o las artes plásticas. Comolas reuniones no tenían ninguna formalidad más que la prescrita porla buena educación, y tenían por finalidad buscar un acercamientoy no un distanciamiento por pretender blasonar de pertenecer a una determinada escuela literaria que no existía, la cordialidad establecida es-

peraba solamente que las damas concurrentes a las veladas se retiraran acompañadas por los caballeros, sus esposos o hermanos quelas habían

llevado, para quedar en franca camaradería que después de los parcos obsequios que en los intermediosy al finalizar habían sido hechos, des-

bordábase en una expansión que necesitaba otro local más apropiado * que una sala de arte para expandirse; y nos trasladábamos al Salón Bach, que era el bar más próximo, para comentar con más libertad el éxito de la velada. Estas nochescasi llenábamosel salón que a esa hora, : las once de la noche,ya estaba casi desierto, por lo cual cabíamos cómo-

damente en las mesas en que nos agrupábamos uniéndolas, operación que ya hemosdicho noera difícil realizar por ser las mesitas portátiles y ligeras; y así podíamostener unadilatada mesa para entablar conversaciones generales o parciales en la compañía de personas amables que se

reúnen una vez al mes para estar contentas, aunque sea un momento

fugaz, pues a las doce de la nochelas cantinas de primer orden se cerraban en México en aquella época, y rara vez podíase obtenerqueel servicio se

prolongara hasta la una de la mañana teniendo la puerta de la calle cerrada, en cuyo momentola intimidad crecía y la jovialidad expresábase

en canciones entonadas y coreadas por la concurrencia, lo cual hacía

que el gendarme del punto se acercara para suplicar cortésmente que

nos retiráramos para no tener que levantar una infracción.

XV

El aeronauta don Joaquín de la Cantolla y Rico ————A

NTRE LA MULTITUD de encuentros fortuitos que teníamos a diario, hay uno que recordamostodavía jovialmente los dos O tres supervivientes de aquella época que solemosreunirnos. Un tipo nacional digno de recordación por su intrepidez bajo un aspecto tranquilo y una seriedad cómica quele hacía

aparecer como un ser abstraído o un poco chiflado, era don Joaquín

de la Cantolla y Rico, que hacíase llamar el primer aeronauta mexicano. Vestía correctamente sombrero alto de seda y copa, jaquet de paño

negro, chaleco de piquet blanco y pantalón claro, todo muyviejo, que

caía sobre unas polainas de ante que realzaban sus zapatos negros de charol. En la mano llevaba un bastón de ébano con puño de metal

dorado, en el ojal un clavel rojo y en el ojo derecho un monóculo para

ampliar su visión unilateral, pues el otro ojo era de vidrio y permanecía parado como un reloj al que se le hubiese roto la cuerda. Desde lejos

se destacaba la silueta de este tipo singular, que era un infatigable

flaneador, inevitable en Plateros a las horas del paseo, algo anguloso, flaco, que miraba hacia adelante sin ver a nadie, comosi estuviera siempre divagando en su sueño persistente y único de elevarse a las alturas en su globo. Sus ascensiones las efectuaba por suscripción pública; los diarios populares abrían la suscripción y hacían pequeños reclamosal señor de la Cantolla pregonando su heroísmo e intrepidez

al ascender en su globoa alturas fantásticas y en condiciones lamentables, pues el globo de tafetán estaba todo parchado, carecía de los

útiles habituales a los aeronautas de la época, y la mísera suscripción apenas daba para pagar el gas y los dos o tres acólitos de aquel sacerdote de su culto a Ícaro. Pero había que ver a don Joaquín cuandoa la hora anunciadael día anterior por todoslos diarios surgía halado por su globo en un trapecio de circo, de pie en la barra del trapecio, a una

118

RUBÉN M. CAMPOS

EL AERONAUTA DON JOAQUÍN DE LA CANTOLLA Y RICO

119

de cuyas cuerdas iba cogido con la mano izquierda, mientras con la

nteció que entrara en el Salón Bach un gran amigo de Valenzuela,

rigurosamente comola hemosdescrito, destacábase sobreel cielo azul

ebre por haber sido uno de los últimos baluartes en que se defendió

mano derecha empuñabael tricolor pabellón nacional que llevaba al. ternativamente a su pecho y hacia lo alto. Su silueta, vestida

e iba empequeñeciéndose a medida que el globo ascendía hasta la:

altura en que faltándole el gas al aeróstato, iba descendiendo len-

tamente hasta caer en los llanos de San Lázaro, o en los llanos de la Indianilla o en otros llanos, pues entonces la ciudad no había crecido

y lo que son hoy inmensas y pintorescas colonias eran entonces

llanuras estériles y cenagosas. De ellas volvía don Joaquín de la Cantolla y Rico en un carruaje abierto, generalmente una calandria amarilla de a tostón la hora, que caminaba a paso lento seguido de una turba de

nuel Cuevas, joven que habíase criado en la opulencia y que aún

itaba en la casa solariega de sus antepasados, el Molino del Rey,

epública durante la invasión norteamericana de 1847, antes de la ada de Chapultepec, y que es glorioso en nuestra histofia. Manuel Cuevas vivía una vida libre de soltero y de gran señor con los restos de su fortuna; pero su conducta era irreprochable y su exquisita educa-

ción habíale merecido el honor de que el presidente Díaz, que vivía en el Alcázar de Chapultepec, hubiera dado orden para que solamente al aje de Manuel Cuevas se permitiera la entrada al Bosque de

muchachos que vitoreaban al héroe, quien pasaba triunfal por Plateros, esta vez única repartiendo saludos con el sombrero alto de

»; hapultepec en las altas horas de la noche. Cuevas,feliz por el encuentro con su amigo el poeta Valenzuela, lo invitó para que fueran a cenar a su casa del Molino del Rey él y los escritores que lo acompañaban,y

El episodio a que nos queremos referir acaeció en un bar de los

llamara dos coches para partir en el acto, antes de que solamente al

seda y copa.

hermanos Flamand, que eran tres y tenían abiertas tres cantinas en el

centro de la ciudad, todas en la avenida de Plateros y San Francisco.

Entraron alegremente en busca de una cerveza helada para mitigar el calor de aquel meridiano el pintor Julio Ruelas y los escritores Ciro

Ceballos, Bernardo Couto, Pedro Escalante Palma y Benamor Cumps, en gran frasca de risas y frases humorescas, cuando divisaron en el

muelle de la cantina al propio señor de la Cantolla y Rico, que tenía servida una copa y la saboreaba en compañía de otro bebedor. Sin vacilar dirigiéronse al héroe, que acababa de bajar victorioso de una atrevida ascensión, para felicitarlo. Ciro Ceballos creyóse en el deber de hacerlas presentaciones de sus compañerosy al llegar a la de Pedro Escalante Palma, el popular Pierrot, que era éste su nombre de pluma,

y a quien los escritores llamaban Esopo por su figurilla corcobada y macrocéfala, dijo descubriéndose y saludandoal hacerla presentación: —El señor Esopo...

—Heleído algunas fábulas de usted —dijo el señor de la Cantolla

descubriéndose a su vez y tendiendo la mano conmovido al satírico

humorista del Cómico, mientras Pierrot se pavoneaba ante el alto honor quele discernía el insigne aeronauta, y los escritores saludaban con una carcajada estentórea tan estupendo quid pro quo, el que

fueron a celebrar sentados a sus anchas en uno de los gabinetes del bar.

Los encuentros fortuitos no eran raros en la vida de disipación que llevaban los jóvenes escritores de la Revista Moderna. Cierta noche

sin más suplicó a uno de los amigos que lo acompañaban a él que

suyo le fuera permitido atravesar por Chapultepec, pues entonces no estaban abiertas las calles que circundan hoy el Bosque. Entre tanto

las libaciones habían seguido, y cuando los coches llegaron al Molino “del Rey ya los invitados y el anfitrión iban muy bien servidos; "descendieron de los coches y se encaminaron a la magnífica residencia "que entonces servía de habitación al joven propietario. Al atravesar el "parque y ver en un pequeñolago dos cisnes negros que bogaban len-

“tamente enarcando sus cuellos líricos, el poeta Valenzuela detúvose un instante para admirarlos y exclamó: —¡Québellos cisnes!...

Y un magnífico imbécil, que era uno de los parásitos que tiene todo "gran señor para vivir gracias a su esplendidez y que cortejaba a Valenzuela, acercóse solícito al poeta para decirle entusiasmado: —¿Quiere usted que nos los cenemos?...

Tanto el anfitrión como los invitados no pudieron menosquefestejar con grandes risas la peregrina ocurrencia, y Cuevas, para atenuar aquel rasgo de estolidez de su amigo,le dijo humorístico e irónico: —¡Cénate un guajolote!...¡Antropófago! Otra vez sucedió este curioso quidpro quo. Chucho Ramosera un

jovial personaje rico de Amecameca que daba sabrosas comilonas a sus amigos en una pequeña casa que tenía en la calle de Correo Mayor expresamente para reuniones de sus amigos, entre los cuales tenía predilección por reunir artistas en cuya compañía era feliz oyendo

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RUBÉN M. CAMPOS o a

tocar a pianistas y violinistas, así como oyendo la grata voz de los cantantes, muchos de los cuales eran populares por andar siempre en fiestas, como José Torres Tovando,Felipe Llera, José Silva y otros. Esta vez hallábanse reunidos con varios amigos de Amecameca, Ernesto. Elorduy, Manuel M. Ponce, Raúl Clebodet y Benamor Cumps, quienes antes de comerse solazaban oyendo alternativamente a los dos pianistas y bebiendo copitas de coñac fino que era la delicia del dueño dela:

casa, al que le gustaba personalmente obsequiar las copas. El contraste entre los artistas y los excelentes lugareños que eran agricultores de la región de Chalco yAmecameca, habría sido notable si los plumíferos hubieran alardeado de formar donde quiera cónclaves de intelectualidad; pero su carácter corriente y llano estaba en desacuerdo con mani: festaciones inútiles de fatuidad, y en el trato íntimo con sus amigos no establecían diferencias entre un letrado y un analfabeto, entre un metropolitano y un rústico, sino que mostrando la misma afabilidad para todos, establecían una cordial estimación y una democrática

igualdad que hacía que las reuniones fueran gratas y la cordialidad

verdadera. Pero esta vez ocurrió que mientras los demás invitados

XVI Las comilonas en casa de Constancio Valverde

OR AQUELLOS AÑOS habíase hecho muy popular en México Constancio Valverde, dueño de un famosositio de coches de alquiler, que era una industria productiva entoncesy la cual

había acaparado casi, pues en sus cocheras entraban salían multitud de cochesdelujo y mediolujo, siempre resplandecientes con

un lustroso barniz, especialmente los que servían para casamientos y Qque estaban decorados con ramos de azahar en sus portezuelas. Val-

hallábanse muy abstraídos en un juego de póker, los músicos y los

verde ocupabael ala de un edificio legendario en México y que hay

predilección un nocturno de Chopin,y al llegar a cierto pasaje, Elor-

mo dejar ni piedra sobre piedra: el Colegio de las Bonitas, que había

confianza absoluta que había entre ellos, para decirle a gritos: —i¡Nolo toquesasí!... ¡Tócalo como lo tocaba Mathías!... (En otra

cuatro alas y que estaba situado en el lado norte de la plazuela de Villamil, donde está hoy la Escuela de la Corregidora. El edificio

Mathías, discípulo de Chopin.) Y Chucho Ramos, que se había percatado de aquella interrupción,

después de que fueron expulsadas fue colegio de señoritas en el que por a curiosa predilección solamente eran aceptadas jóvenes graciosas

escritores hallábanse en torno del pianista Ponce que tocaba por duy, que ya estaba muy bien servido de copas, lo interrumpió con la parte decimos que Elorduy había estudiado el piano con Georges acudió solícito cuando el pianista terminaba para decir a Elorduy: —¿Quién es ese don Matías?... ¿Por qué nolo has traído?...

El quidpro quo fue celebrado con una algarada y unalibación, como

es de suponerse.

que deplorar que la piqueta demoledora haya hecho desaparecer hasta sido construido en la época colonial, todo de tezontle rojo con sus

histórico, que había sido sede de las hermanas de la caridad y que

> familias distinguidas, circunstancia que le dio el nombre popular de

olegio de las Bonitas durante muchos años. En la época a que venimos

firiéndonos estaba ocupado por logias masónicas en la parte sur y

or sociedades mutualistas en la parte occidental; la parte norte había

esaparecidotras de las casas que se construyeron anexas al muro que

itaba el edificio, y en la parte norte, como hemos dicho, estaba talado Valverde, cuyos coches ocupabanlos claustros del piso bajo

yevolucionaban en los inmensospatios. La familia vivía en espaciosas as transformadas en alcobas en el piso superior del edificio, que no tante ser una construcción altísima se componía solamente de dos

pisos; y en una sala más espaciosa que antiguamente fue refectorio del primitivo convento, habíase instalado el comedor en el que Valverde

122

RUBÉN M. CAMPOS

LAS COMILONAS EN CASA DE CONSTANCIO VALVERDE

con frecuencia daba banquetes a los que solían concurrir cincuenta

dos amigos de Cumps, unode los cuales, Margarito Chabolla, le era muy

personas. Las comidas eran tan espléndidas que pronto se hicieron famosas; pero la especial circunstancia de ellas consistía en que se saboreaban exclusivamente platillos mexicanos, y algunas vecesla ii nvitación era para saborear un solo platillo, que resultaba verdaderamente pantagruélico. Cuando se anunciaba una chicharronada en casa de Valverde, la multitud de amigos que tenía el dueño de la pensión de

carruajes que se pavoneaba de haber sido en una época cochero del

presidente Díaz, buscabanal anfitrión en las cantinas para hacerse presentes y reclamar el honor de ser invitados, con la confianza que les daba la camaradería de que disfrutaban con el excelente y simpático Constancio Valverde. Las relaciones de este personaje con el grupo de

la Revista Moderna se debieron a unacuriosa circunstancia. Cierto día

pasaba Benamor Cumpsporla calle del Coliseo cuando oyó quele:

llamaban. Volvióse y reconoció al pintor colombiano Federico Ro-

dríguez, que había residido en México por más de quince años y que

acababa de merecer el honor de ser nombrado vicecónsul de Colombia en nuestra capital, Rodríguez se hacía simpático porqueera la jovialidad misma; jamás alardeaba de ser pintor, y a pesar de haber alcanzado

123

querido. Al llegar a un zaguán delala oriental del edificio de las Bonitas tocaron, y al salir el propio Valverde a quien no conocían, expusiéronle e iban invitados y creían que ya estarían allí sus amigos; y Valverde

gentilmenteles instó para que entraran no obstante que los amigos cuyos

“nombres dieron no habían llegado, y como no quisieran entrar los tomó

cordialmente del brazo y los introdujo a su casa. En el patio y bajo un toldo habíase instalado una gran mesa para los comensales que ya estaban sentados en torno deella; y al presentarse Cumps oyó que lo saludaban E su nombreel poeta Alberto Ituarte, el popular defensor de reos Luis

Valdés, el no menos popular Tomás O'Horán a quien todos

Menábamos Chango O'Horán, y otros amigos que bebían su última “copa antes de comenzar a comer. Entonces Cumps, después de contestar los saludos a los amigos que se habían levantado de sus asientos, tomó una actitud dramática y haciendo un amplio ademán dijo solemnemente: —¡Señores y amigos muy queridos: tengo el honor de presentar a ¡ustedes al señor cónsul general de Colombia en México, el insigne ¡pintor Federico Rodríguez!

Todos apresuráronse a venir a saludar al ilustre desconocido y a

este nombre seguía estudiando asiduamente en la Academia Nacional de Bellas Artes; sus pinturas eran muy estimadas y su autor aún más,

presentarle una copa al mismo tiempo quesus respetos; le fue ofrecido porel anfitrión el lugar de honor y a Cumpsle concedió el de sentarlo

único deseo era volver a Bogotá, llegar a Colombia remontandoel río.

sopa hecha de pierna de jamón, y siguió con los platillos nacionales que eran la especialidad de aquellas comidas memorables. A los pos-

porsu afabilidad y su exquisita cortesía. Pero a pesar de ser tan querido en México porsu carácter y tan estimado por su valer comoartista, su Magdalenay estrechar entre sus brazos a sus amigos de la infancia y de la adolescencia, pues su juventud la había pasado en México. Cuando porfin, años después, pudo realizar su sueño de volver a su país, sucedió lo que tenía que suceder a quien ha pasado un cuarto de

siglo lejos de su patria: nadie lo conocía; sus amigos de la infancia se

habían dispersado siguiendo cada unosu destino; y al encontrarse solo

en su propia tierra natal sintió tal tristeza y tal abatimiento, que enfermó deictericia y al poco tiempo murió en su patria. Federico vino presuroso para decir a Benamorquela noche anterior había estado en el bar de la Alhambra con dos mexicanos con quienes había sido presentado, y quienes le habían dicho que bus-

caban a Cumpspara llevarlo a una comida que daba Constancio Valverde a un grupo de sus amigos; y al saber que Federico era amigo de

Benamorhiciéronle extensiva su invitación y le rogaron quenofaltara acompañado de su amigo. Convinieron los dos en ir portratarse de

asu lado; y sin más preámbulos dio principio la comida con una rica

“tres Cumps y Rodríguez eran amigos íntimos de Constancio Valverde, el cual no los dejó ir, suplicándoles que permanecieran hasta la hora "de cenar, y ante tanta amabilidad accedieron a quedarse para proseguir las libaciones de cerveza, lo que en México se llama tardear, aunque ya notenían estómago para cenar por la noche a la hora en quela cena “fue servida. Al día siguiente era indispensable que Cumps se encon'trara en el Salón Weber con Valverde, quien al entrar y verlo en com-

'pañía de sus colegas de la Revista Moderna fue a saludarlo; y Cumps,

“que había hecho ya la narración de la jornada del día anterior a sus “amigos, los cuales habían reído de buena gana, presentó a Valverde con

ellos, y la sesión terminó con una invitación general de Valverde para “una chicharronada que ofrecía a sus amigos el próximo sábado. La

invitación fue aceptada porlos intelectuales que deseaban concurrir a 'una fiesta íntima en la que hubiera amplia fraternidad sin ningunatraba ial de altas polendas; y el sábado a la una de la tarde encamináronse

124

;

RUBÉN M. CAMPOS

en masa rumboal edificio de las Bonitas, donde fueron recibidos cor.

dialmente por el dueñodela casa, que mandó abrir botellas de coñac para obsequiarlos, tanto a ellos como a los que habían acudido antes, mientras llegaban los restantesy la señora de Valverde anunciaba que era

la hora de comer. Una chicharronada es algo único que hay que

saborear en un ágape mexicano; desde la víspera se han matado uno,

dos o tres cerdos, los necesarios según el número de comensales; se cortan en pedazos conservando íntegras las espaldillas, las piernas y los lomos; desde muy temprano se ponen a freír en su propia grasa para que permanezcan ocho o diez horas friéndose en los grandes peroles, por lo cual hay que esperar la hora en que el cocinero diga

que ya están hechos los chicharrones, para sentarse a la mesa y pro: cedera servirse las raciones que sean del agrado del comensal, tomán= dolas de las grandes fuentes en que son ofrecidas. De tal suerte, el: sabor exquisito de la carne refrita de un cerdo fino, cuidadosamente cebado y preparadopara ese fin, no ha sido precedido de ningún otro

saborque atenúe el placer de paladearlo, como el de una sopa

ya

ingerida, y así el placer de saborear tan deliciosa vianda es recibido

íntegro, salpimentado con unasalsa netamente mexicana llamada guacamole, hecha con aguacate y chile verde serrano, o con otra salsa

también esencialmente mexicana hecha con chile chipotle, tomate

verde y pulque y que se llama salsa borracha. Manjares tan plebeyos

son sin embargo de un gusto tan exquisito que quien ha comido los

chicharrones de cerdo en esa forma preparados y acompañadosde las salsas y de tortillas calientes que del comal pasan a las manos del que come, no puede menosque confesar que aquel manjar es deliciosoy que desea volver a saborearlo. Para los invitados ya fogueados en las comidas de Valverde, había dos barricas de pulques curados, uno ver de apio y otro jalde de piña que eran un complemento precioso pa atenuar el efecto picante de las salsas. Seguía después de que los comen: sales habían repetido las raciones que gustaran y que los criados* ofrecían constantemente trayendo nuevas fuentes de chicharrones

XVII

Las ideas socialistas de Raúl Clebodet

OS ARTISTAS MODERNOSson culpables de pretender modernizar un ideal antiguo, la belleza pura —decía Raúl

Clebodet a Benamor Cumpsen el bar Wondracek—.El artista moderno debe condolerse de las miserias huas, debe colgar la vieja lira en que cantaba a una mujer ideal que no existe, porque han desaparecido los tiempos en que Cloe y Dafnis gaban a los veinte años sin saber lo que era el amor, en el poema de mgo. Hoy el niño o la niña que despiertan a la vida ven en torno la eñanza objetiva de la miseria circundante; la madre ya marchita y todavía fecunda, que cada año da un nuevo ser que aún no llegado a

adolescencia ya será esclavo, y tendrá que aceptar cualquier esclavitud porque ya ha aprendido esa aceptación desde la niñez en la que "hambre lo obliga a salir a la calle para buscar un mendrugo como un perro hambriento que busca un hueso, y ha tenido que ir a los mercados para suplicar que se le dé un cesto parallevarlo veinte cua-

as por cinco centavos que se le arrojan como una limosna; o ha ido queir a acarrear cubos de agua, que lleva de dos en dos después

calientes, un sabroso platillo complementario de la chicharronada: frijoles negros caldosos con epazote, la preciosa yerba india, platillo humilde de los pobres pero sabrosísimo, y que Valverde hacía gala de ofrecer porque sabía bien que a todosaquellos paladares hz

haberlos extraído de un pozo a pulso con unareata, trabajo que le hasido retribuido con la última moneda dada de mala gana o con las ¡Obras de una comida mísera, cosas que le han sido dadas porlástima lyer la demacración del hambre en su semblante y la avidez con que ha olfateado la comida servida, aun cuando sea la más modesta. Los pobres de hoy, como los de hace cien o doscientos o trescientos años, omo los de siempre, en nuestro país, viven en un mísero cuartucho, ntonados como una piara de cerdos; allí nacen, crecen, se prosti-

pero de un encantosingular.

Acontacto de seres, aunque pequeños, más despiertos que ellos, ya

tuados a la buena mesa, ya que era el tiempo que todos los me canos comíanbien, les sería grato aquel sabor rústico y plébe

Uyen, se multiplican empujados porla fatalidad que les ha enseñado S secretos del amor desde niños, y que los ha empujado al pudridero,

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LAS IDEAS SOCIALISTAS DE RAÚL CLEBODET

RUBÉN M. CAMPOS

127

AZ AA

adiestrados en conocer y practicar la maldad humana. Porque la

maldad es eterna como el mundo, y su escalonamiento es la ley que siguen las generacionesal trasmitirla por el sistema de Láncaster. Un perro hambriento lo primero que hace es robar un huesoy huir. Así el ser humano a quien el hambre corroe las entrañas y la desgracia corroe el corazón: atisba, husmea, espía el momento en que pueda mitigar al menos su necesidad, ya que no saciarla; afila sus uñas y sus dientes en la piedra de amolar de su desgracia; si es mujer busca niños

prestados o arrebata niños desvalidos para instalarse en una calle a hacer creer que son sus hijos, y cuando se acerca un transeúnte los

pellizca para que lloren y conmuevan la piedad pública a fin de que les arroje una moneda de cobre; si es hombre se tapará los ojos con

unos anteojos negros y se hará guiar por un lazarillo, o se amarrará un pie contra la cara posterior del muslo para amarrarse un Zanco de palo sobre el que descanse su rodilla para aparecer cojo, o ligará uno de

sus brazosal flanco dejando la mangavacía para aparecer manco,e irá mendigandoporlas calles a fin de conmover con su desgracia a la gente para que algunole arroje un óbolo.Si las hijas son agraciadas, tendrán un porvenir en el amasiato o en el prostíbulo,y si los hijos son fuertes

tendrán el suyo en la comisión precoz de un delito quelos lleve a la cárcel o en la leva que los lleve al ejército, en un país en que no se ha

establecido francamente el servicio militar obligatorio. Ya nuestro gran poeta Díaz Mirón lanzó su anatema doloroso al proletario: “cría

querubes para el presidio y serafines para el burdel”. He aquílos hermosos temas que debían abordar los poetas modernos. ¿Quéley, qué

maldición ha hecho cargar a nuestro pueblo este fardo de miserias

humanas? Las revoluciones pasadas han abortadoal disolverse cuando han triunfado, escudándose en proclamas de bienestar social, que se han

resuelto para siempre en el bienestar de unos cuantos,los favoritos de la fortuna, que si han expuestosu vida han exigido y obtenido su premio, y han dejado que el proletario se hunda más en la desgracia;

porque la guerra civil devoró la poca riqueza flotante y el dinero fue a:

dar a manos de los acaparadores de municiones de boca y guerra, que de la noche a la mañanase hicieron ricos. Los soldados que no murieron fueron licenciados porque no había con qué mantenerlos Y

volvieron al mísero taller donde aprendían un oficio antes de ser cogi

dos de leva, o a buscar trabajo inútilmente en las ciudades exhaust y en los campos yermos, o fueron a sentarse en las bancas delos jar

nes para llevar una vida de vagos mantenidos por el acaso, por s

gentes envejecidas en las privaciones, por las pobres viejas que han pasado sesenta años detrás de un metate, pero que no nieganal hijo desamparado que vuelve muerto de hambre, unatortilla resquebrajada untada de chile. Ese es el cuadro brutal, pero ceñido a la verdad, que encontrará usted en cada hogar de los seres desamparados, si se

Aásoma usted a esas chozas miserables hechas con pedazos de láminas

viejas, con piedras superpuestas cogidas del arroyo, con pedazos de

adobe amontonados, con zacate o con rastrojo cogidos donde los hay; chozas que dan un abrigo irrisorio a multitud de gentes que tiene apenas con qué cubrirse y se visten de harapos; cuyos hijos pequeños andan vestidos solamente con una camisa sucia y desgarrada, y cuyas hijas púberes nosalen a la calle porque no tienen con qué tapar su desnudez.

Por tanta infelicidad, el proletariado de las ciudades no tiene más

consuelo que ahogar su desgracia en pulque, suplir la falta de nutrición con la falsa nutrición del jugo de los agaves, que le hace olvidar efímeramente la miseria en que vive. Todos los obreros, el albañil que baja de los andamios con sus desgarradas ropas chorreadasdecal; el zapatero que trabaja en su cuchitril y ofrece un aspecto angustioso de miseria; y comoéstos, los obreros que trabajan enlas fábricas y que aunque se les crea bien pagados gozan de jornales mezquinos, en cuanto salen

del trabajo van a ahogar su desventura en el pulque, y más felices que los otros buscan los tacos apetitosos y picosos que abrasan la boca como fuego y que son vendidos en los tugurios o en las pulquerías mismas; y de allí pasan a henchirse de la embriagante bebida fermen-

tada que en unas cuantas horas entra en descomposición,y así es causa de multitud de enfermedades del estómago que diezman a nuestra población. Pero la situación de los labriegos de los campos es peor que la de los proletarios de la ciudad. Los jornales míseros de los obreros de las ciudades son espléndidos comparados con los jornales de los campesinos, quesi no tuvieran la ración de maíz diaria cuya cuenta les

lleva minuciosamente el patrón, se morirían de hambre, pues ganan un real, esto es doce centavos, en infinidad de haciendas, y en muchas de ellas, ganan solamente seis centavos. ¿Qué va a hacer un desdichado labrador que tiene mujer e hijos, con seis centavos diarios? La tienda de raya, indispensable en cada hacienda o en cada negociación agrícola le ha abierto una cuenta que no se saldará con su muerte, pues caerá / sobre sus hijos que tampoco podrán saldarla, sino que cargarán con

ella toda su vida como cargan con su propia cuenta. De esta tienda de raya y mediante reiteradas súplicas, pueden sacar cosas indispensables

Na

HOP,

ROP

:

como manta, estampado, hilo, retazos de baqueta para huaraches, y; sombrero de palma, una faja o un rebozo, como cosas delujo; y p esto que les es descontado rigurosamente cada sábado, es por lo quí reciben doce o seis centavos diarios. 3 Aquellas gentes no tienen vicios porque no pueden pagárselos

todo vicio cuesta dinero, y la edad perfecta de la humanidad vendr:

cuando no haya dinero para ofrecer en venta los vicios ni menosp ar:

comprarlos.”

—Peroel arte puro puede llevar un consuelo a los desam parado; —insinuó Benamor. : —¿Cómo? —repuso exaltado Raúl—. ¿Cantandola resignación yl humildad, que es lo que ha predicadoel fraile? ¿Llevarles esa menti "3 a los desgraciados que se desayunan atole o café aguado y comen tor: tilla con chile mientras nosotros repetimos este bock de cerveza que no nos perjudica porque nuestro estómago está bien nutrido? Y sir embargo nosotros que nos ganamosel pan exprimiendo nuestro cere

bro en las redacciones, muchas veces no podemos darnosel lujo de

bebernos un bock de cerveza, y cuando no tenemos dinero nos da pena ir a sentarnos a la mesa en que nuestros amigos prodigan l; cerveza. ¡No! ¡Al proletariado hay que predicarle la energía, la acción para sacudir su inercia, la voluntad para oponerse a la fuerza del

poderoso que todo lo arrolla, la alianza para ligar los esfuerzos, y la

unión general del proletariado para contrarrestar el poder de la miz noría dominadora! —¡Pero eso sería la Revolución! —exclamó Cumps. —¡La Revolución, fatal pero necesaria! —afirmó Clebodet—. Pero la Revolución exige hombres, no declamadores afeminados, comoel desvergonzado Walt Whitman, que predica la energía y la virilidad de acción, mientras se pasala siesta sentado en una acera de una pequeñ: ciudad de Ohio con su Alexis, comiendo sandía. ¡No! Hay queir dire tamente al levantamiento, hay que empuñarel rifle igualador pa oponer fuerza contra fuerza, y renunciar a la literatura declamatoria

que no hace más queatrofiar los cerebros que encuentran en ella u válvula para dejar escapar la energía de que cada ser pensante es acumulador, en vez de ir resueltamente en fila apretada con los descon-

tentos que suman millares, a atacar un cuartel para que un regimiento

se unaa la sublevación, si no es que los soldados, inactivos y viciosos, están durmiendola siesta enervados con doña Juanita. (Al hablar así

Clebodet con su voz declamatoria y terminar en una risa histérica,

LAS IDEAS SOCIALISTAS DE RAÚL CLEBODET

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ps notó que un bebedor extraño,aislado y al parecer indiferente, perdía palabra de cuanto Clebodet decía. Recordó entonces que su | go estaba en las listas negras de la policía y que era vigilado, y iendo que el extraño personaje fuera un policía privado, levantóse sretextando que era tarde y que le interesaba acudir a una cita, y ambos ) salieron del bar.)

Clebodet, en efecto, era vigilado porla policía, puesse le creía pe-

¡groso por las numerosas relaciones quetenía entre periodistas y hompúblicos. Su carácter exaltado hacía alarde de gozar de una liberbres

tad desenfrenada; proclamaba ser ciudadano del mundo, vivir en un

naís libre, gozar de los derechos que le daba una amplia democracia y trar y salir adonde quiera cuandole viniese en gana. Y lo curioso era

ue sabía que toda libertad estaba mediday tasada, que la democracia un mito, que el derecho de obrar como hombrelibre era una apaencia para los inofensivos y un cruel sarcasmo para los intelectuales

se habíanse atrevido a censurar abiertamente los actos de una dicdura encubierta bajo el disfraz de un gobierno democrático y popuy que tenía las prisiones de Estado llenas de conspiradores secre; pero el rebelde desdeñaba las persecuciones siniestras que creía 'no se harían extensivas a los intelectuales que se escudaban en el arte y que alardeaban de no ocuparse más que de cuestiones literarias, cuando lo cierto era que en sus reuniones íntimas se oíanfrancas re-

'criminaciones contra los abusos del poder, aunquesin hacerlas recaer

sobre determinada personalidad, como hemos dicho. Pero Clebodet exacerbaba sus censuras sin importarle dónde estuviese ni quién lo

'oyese, y cierta Nochebuena tuvo Cumps que arrancarlo de las garras de la policía, porque Clebodet, subido sobre una mesa en un cabaret de 'barrio, arengaba a los concurrentes predicándolesel odio a los tiranos, aunque sin aludir al caso concreto de un dictador reinante; y gracias

“a que el inspector Carballeda acertó a asomarse en los momentos en

que se discutía la detención del orador, quien se defendía diciendo que

no había especificado casos concretos, pudo Cumpsacercarse al inspector y pedirle sombrero en mano, como una gracia de Nochebuena, que por esta vez lo dejara libre, lo que aquél hizo después de la conminación de que sería primera y última vez que lo dejaría ir libre. Por tal razón Cumpssubstrajo a su amigo del bar dondele pareció ver que la policía les seguía los pasos, y apresuradamente tomaron ambos un tranvía que los llevara a cualquier parte, para despistar así al supuesto policía privado.

XVIII

El arte panteísta de Julio Ruelas

N LA VIDA de vorágine que llevaban los artistas cultivadores de las letras a fines del siglo pasado, no tenían apenas

tiempo de ocuparse en cosas que no estuvieran relacionadas conla finalidad que se habían propuesto: propa-

gar el buen gusto por medio de sus apreciaciones de arte en literatura y por medio de las manifestaciones plásticas de sus amigos los pin-

tores y los escultores ligados al grupo modernista. Las tendencias de estos últimos eran diversas. Julio Ruelas, por ejemplo, no estaba de

acuerdo en la plastización del arte real que era la finalidad del pintor Germán Gedovius. De unoy otro han quedado obras supervivientes a la etapa del arte en que florecieron hace treinta años, pues Ruelas

murió joven en París y Gedovius no ha vuelto a producir, o por lo nos a exponer sus obras; pero las que datan de aquella época son Ñexpresión neta de su poder creador en la edad de la juventud, y evidentemente estaban los dos en desacuerdo como hemos dicho; e arte que persiguieron, la realización de sus obras comprueba que to uno comootro fueron dosartistas conscientes de la realización de sus sueñosdearte; y hasta hoy no han sido superados porlos artistas que han surgido después de ellos, uno de los cuales solamente, Saturnino Herrán, puede equipararse en la realización de su ideal de arte a Os dos pintores mencionados. - No podría afirmarse que el arte de Ruelas fuese una continuación

del arte de Boecklin. El arte de este pintor era esencialmente mitológico; la época en que floreció (1827-1901) fue un renacimiento del antiguo arte griego cantado en las Metamorfosis de Ovidio, y dio

a con su pincel mágico a centaurosy sirenas, a ninfas y náyades,a nicornios y sátiros, los monstruos de los bosques y los mares, y las

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RUBÉN M. CAMPOS

EL ARTE PANTEÍSTA DE JULIO RUELAS

133

o.

divinidades menores que eran el espíritu de las fuentes y de los ríos, de los bosques y las montañas; y el encanto de la hermosura de sus. nereidas y de sus hamadríadas, aunque éstas fueran mujeres perfectas

y aquéllas terminaran en una cauda bifurcada de maravillosa pedrería resplandeciente, no obstante andar revueltas con hórridos monstruos marinos que son una reconstrucción de las serpientes de mar y de los fieros tritones cuyas cornamusas anunciaran la música de Orfeo, des-

pertaban placidez en sus agrupamientos de seres fantásticos y salvajes, revividos por el milagro de su arte que restauró en la imaginaciónla soberana belleza de la animalidad pagana griega, derramando un

sopor de ensueño en las almas soñadoras; mientras que el arte macabro y tétrico de Ruelas es un arte de pesadilla, es el arte de un vi: sionario siniestro que confina con el delirium tremens. “Cuando estoy

acostado sin haber conciliado el sueño con el sopor de los alipuces, me decía Ruelas en la intimidad del bar desierto, cierro los ojos y trato de dormir, pero no puedo porque veo en la obscuridad grandesser-

pientes que se desenroscan en los rincones de mi alcoba, y

prestamente me incorporo, me vuelvo a vestir y me salgo a la calle hasta encontrar una cantina abierta.” El pintor estaba condenadoal

suplicio de sus creaciones hórridas, de sus cuerpos desnudos caídos

sobre púas, de sus caballeros caídos y atacados por perros hambrien-

tos; y sus tormentos siguen más allá de la muerte en sus esqueletos que luchan inútilmente, en sus monstruos quiméricos de los que no queda más que la osamenta que llora, o en el placer siniestro del esqueleto sobre el que está a horcajadas la Bella Otero en una cópula póstuma y macabra. Edgar Poe no imaginó en sus pesadillas siniestras

del pozoy el pénduloy del caso de Waldemar los suplicios espeluznantes que imaginó Ruelas en sus fantasías demoniacas que nadie había tenido antes y nadie ha tenido después. Su arte panteísta puso ojos a

los árboles, dio alas a los huracanes, sentidos a los peñascos que oyen los

temblores de tierra; si acaso su fantasía quería plastizar al Niño Dios,

lo dibujaba clavado en una cruz, y para plasmar la inutilidad final de Satanás al ver cumplirse las profecías, lo enclavó en tres montañas

sobre el Valle de Josafat.

Tal era el artista dibujante de la Revista Moderna que se prodigó dibujando viñetas para ilustrar cuando se le pedía que ilustrara, pues Gedovius dibujó poco y solamente su nombre firmaba la preciosa carátula que aparecía en todos los números; y otros pintores como Leandro Izaguirre fueron colaboradores que rara vez enviaban alguna

viñeta a la revista. El espíritu atormentado de Ruelas estaba acorde con el arte visionario y satánico de Tablada, de quien la juventud turbulenta 'era un maelstróm que absorbía todos los velámenes de púrpura de sus ueños naufragados; estaba acorde con el espíritu desolado y suplicante de Nervo, el neomístico, que soñaba visiones apocalípticas de

las que sentía pavor y se refugiaba en la fe perdida como un niño que

ha perdido a su madre y se refugia en su recuerdo; estaba acorde con “elespíritu de Atlante del poeta Valenzuela, que sostenía sobre sus hombros el peso del cielo desplomado de sus quimeras, y que antes de ser transformado en montaña por haberle mostrado Perseo la Medusa de 'su destino, bebía su vino alegremente para sentirse transportado a los lejanos añosjuveniles; estaba acorde con el espíritu revolucionario de la legión de escritores agrupados en torno de un ideal, y cuya divisa

proclamaba lo efímero de la palabra modernista, pues hoy que no han

pasado cuarenta añosdel florecimiento de aquella legión de escritores que se proclamaban modernistas, esto es, modernizadores de arte, son motejados con el nombre derománticos, de atrasados, de ignorados por los ultramodernistas de hoy, los que a su vez serán motejados

quién sabe cómo porlos futuristas de mañana, que hallarán románti-

cos y atrasados a los ultras de hoy convertidos en pretéritos.

Esto viene a comprobar que en arte no hay que seguir el momento

| presente que cae bajo el dominio de la moda. Si el arte es falso será

efímero. Si el arte es verdadero será inmortal. Si ojeamos un catálogo de modas, hallaremosrarísima vez una moda que esté acorde con el gusto del momento que nostocó existir, a la que encontraremos her-

mosa, como por ejemplo los trajes de los mosqueteros de la época de Richelieu o de los trajes cortesanos de la época de Francisco I, o de los trajes nobles y plebeyos de la época de los dux de Venecia, o de alguna otra época que tenga afinidad con la percepción estética de un ojo educado en escogery distinguir lo armonioso de lo ridículo. En cambio el juvenil desnudo humano siempre será bello, desde las estatuas de Praxíteles hasta las de Falguieres. El arte de los intelectuales de la Revista Moderna no aspiraba, sin embargo, a velar la forma con las

—draperías de las figuras griegas o etruscas, ni a imponerel gusto del desnudo humanovivo en un país en que todavía no aparecía el desnudoenlosteatros ni en las playas, sino que se conformaba con laudar las bellezas clásicas, esto es las que no están de moda y que todoel mundoencuentra bellas, como las ya mencionadas. Y su dibujante por excelencia, Ruelas, era fiel en la interpretación de aquel deseo que

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EL ARTE PANTEÍSTA DE JULIO RUELAS

rebosaba en sus obras maestras. Recuerdo el asombro de ManuelJosé

Othónal ver la interpretación que dabael artista a unos sonetos suyo; “¡Esto es excesivo, es admirable, es magnífico! iJamás he soñado e igual”, nos decía, infantilmente orgulloso de que hubiera interpretado la esencia de sus sonetos con semejante lujo interpretativo. “Si Rue escribiera en vez de pintar, nos eclipsaría a todos: nosotros no valemo

nadajunto él”, decía Jesús Urueta cierto día en que elogiábamos maravillosas ilustraciones con que ilustró Ruelas el Preludio de Dul.

cinea escrito por Urueta. Y Elorduy, el satírico, el humorista siempre

en contraste con su música melancólica, nos dijo un día en el bar

señalando a Ruelas con el dedo: —Podrá haber otros tan competent es y tan diestros para pintar como éste: pero uno más fantástico y más

chiflado queél, ¡imposible!

y

—i¡No me defienda, compadre! —dijo Ruelas, que era muy suscep-

tible a cualquier crítica, aunque fuera en broma como la de Elorduy, pero riendo como reíamos todos nosotros. Augurando que Ruelas

moriría pronto, pues su consunción era palpable y todos veíamos que se extinguía físicamente ante nuestros ojos, aunque su espíritu estuviera siempre alerta en una supervisión espléndida, Valenzuela le dijo un día ante nosotros en una broma macabra, las que sólo se permitía cuandose hallaba bien servido: “Como a usted no le gusta oír elogios, los guardamospara cuando esté en su féretro, en una suntuosa velada de cuerpo presente que le haremos.” Cuando Ruelas, que era muy oscuro de color, iba entrando en la cantina, donde ya nos hallábamos nosotros, decía Valenzuela festivamente: “Se ennegrece la situación.” Y Benamor Cumps,cierto día en que se discutía el color fonceado de

Ruelas, le espetó esta parodia de los versos de Machado a Felipe IV: “Nadie más cortesano ni peludo que nuestro Mico Ruelas, que Dios guarde: siempre de negro hasta los pies desnudos”, lo que puso de mal humoral agraciado, a quien llamábamosel Mico en la intimidad,

pero nunca delante de otras personas extrañas.

Cuando Ruelas fue a París en compañía de su amigo Luján, indagó

quién era el más hábil aquafortista que tuviese el mejortaller, pues su deseo era estudiar ese arte por el que sentía predilección. Al manifestarle su deseo,el aquafortista le dijo que para aspirar a trabajar ese arte era necesario saber dibujar; y cuando Ruelas le mostró unosdibujos suyos, el artista estupefacto le dijo: “¡Es usted un maestro!” Y encantado de haber descubierto aquel hallazgo le trasmitió su arte, le abrió su casa y lo introdujo en la sociedad parisiense que el aquafortista

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frecuentaba. “Había que verlo —nos contaba años después Luján—, mando se presentaba el Mico en una recepción, muy atildado, muy

egante, y ponía en las manos de un criado solícito su sombrero y su

bán, mientras un lacayo de casaca, y calzón corto y medias de seda, recogía su tarjeta y se inclinaba anteél, precediéndole hasta hacerlo entrar en el salón, dejándole el paso libre y volviendo a inclinarse para unciar luego con vozvibrante:

—¡Monsieur Ruelás!”

XIX

La vida popular del poeta Luis G. Urbina —_———A

L POETA Luis G. Urbina pocas veces se aparecía en la redacción de la Revista Moderna porque su amistad íntima con

el editor Reyes Spíndola se lo impedía; desde la ausencia de Amado Nervo tenía a su cargo la dirección del Mundo

llustrado, y por tanto, no quería tener una diferencia ni menosrecibir in reproche de su amigo que ponía en él absoluta confianza, pero al 1e sin duda le habría contrariado saber que la amistad que al poeta ba con los escritores modernistas iba hasta la intimidad. Pero en to don Justo Sierra, el flamante ministro de Instrucción Pública,

ncorporó al grupo modernista enla dirección delas Bellas Artes e hizo u secretario particular al poeta Urbina que era su íntimo amigo, la gua amistad de éste con aquéllos pudo explayarse y fundir en ínimas expansiones a los que por causas ajenas a su voluntad no habían odido hacer vida de camaradería íntima. Luis G. Urbina tenía una istencia increíble para la intensa vida intelectual y de placeres que

evaba. Por la mañana dedicaba toda su actividad a atender los nego-

ios de la secretaría particular, que eran muycopiosos porque muchos suntos prefería el ministro tratarlos particularmente dada su índole ivada, y solamente pasaban a las secciones los asuntos resueltos fa-

orablemente para el numeroso personal que diariamente engrosaba as filas de los impartidores de la educación. Esta labor duraba hasta las os de la tarde, hora en la que el poeta salía generalmente con Benahor Cumps y uno o dos amigos solteros que no hacían vida de hogar; irigíanse al Salón Weber donde encontraban casi siempre a Ernesto duy, Baudelio Contreras, Nicolás Rangel, y ya sea con estos o con s amigos, bebían alegremente una o dos copas de coñac para ir a

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LA VIDA POPULAR DEL POETA LUIS G. URBINA

despedíanse para atender sus asuntos privados cada cual, y citábanse al caer la tarde, en que volvían a reunirse para beber cerveza helada o para pasear alegremente hasta las ocho de la noche, hora en que se encaminaban al Teatro Arbeu para asistir a las representaciones even.

tuales de ópera, de drama o de comedia; al salir deteníanse en el des.

pacho de Sandovalito, el jefe del personal servidor del teatro, donde

Urbinaescribía la crónica del espectáculo y una vez terminada a vuela pluma para consignar la impresión cálida recibida, se encaminaban a

la Maison Dorée, donde los esperaba ya el dueño de la popular y ele

gante fonda para cenar juntos de la unaa las dos de la mañana. Seguía un rato de charla al calor del buen vino, y a las tres de la mañz

retirábanse en un coche a sus domicilios, donde el poeta iba deján dolos para ir después al suyo. Esto no impedía que a las ocho de la mañana estuviera de pie, listo para todo servicio y para volver a em: pezar la jornada que poco más o menos era comola del día anterior. Nadie sabía a qué horas escribía sus versos; sólo sus amigos íntimos sabían que iba componiéndolos mentalmente durante el tiempo en que viajaba a pie o en coche, pues tenía una memoria prodigiosa, y cuando había terminado un poema después de retocarlo, lo con:

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A este bajo de voz rara

a quien todos hacen úcbile, ya se le acabó el spara

y sólo le quedaelfúchile.

(Úcbile es un mexicanismo que se dice al hacer burla a alguien 'iseñalándolo con el índice en movimiento giratorio; yfúchbile es otro mexicanismo que se emplea para denotar mal olor.)

Cuandoel historiador Nicolás Rangel investigaba la vida del dramatu rgo mexicano Ruiz de Alarcón para documentar un libro que le dedicó, cierto día Luis G. Urbina, al ver que Rangel se encorvaba sobre una mesa con una lupa en la mano para paleografiar un viejo uscrito, exclamó:

' L

Nicolás Rangel, bistrión del mexicano proscenio,

¡

es don Juan Ruiz Alarcón

con jorobay sin ingenio.

signaba rápidamente con su letra caligráfica que conservó toda su vida,

Otra vez que corría la tuna con Rangel y dos o tres amigos más, dijo

conversación, era azgado por su ingenio peregrino y devuelto hecho

Desdelos viejos tiempos de Tecoac se ha emborrachado tanto este... bribón, quehasido, en un diluvio de coñac,

Perola personalidad del Viejecito, como llamábamos familiarmente a Luis G. Urbina, brillaba en los epigramas que brotaban como por obra de magia de su imaginación siempre humorística. Cualquier detalle cómico o ridículo, cualquier incidente equívoco surgido enla

exabrupto al ver la facilidad con que su amigo se bebía una copa de coñac que había sido precedida de otras sin hacerle daño alguno:

epigrama para gozo íntimo de sus amigos. Cierta vez hizo conocimiento con el excelente Antonio Dovalí, quien trataba de anestesiar un contra:

tiempo con copas de coñac que bebía ávidamente, trocando el sufrimiento en unafranca hilaridad. Luis G. Urbina exclamó exabrupto: Sandovalito era así, mitad risa, mitad llanto;

y al suprimirle lo san-to apareció Dovalí.

el padre Noédela prostitución.

Comoera amigo íntimo del famoso dibujante García Cabral, éste no se enfadó porqueel poeta le dijera un día entre amigos festivamente: :

]

Este “monero”genial de extraña reputación, - unas veces es Cabral y Otras veces es ... Cabrión.*

Una noche quecantabael bajo José Silva el Sparafúcile de la ópera Rigoletto en el Teatro Arbeu, habiendo notado Urbina que ya no representabatal personaje comoantes, exclamó en un entreacto delante de sus amigos:

-—*Cabrión era el nombre de pluma que usó durante muchos años un notable publicista mexiCano, el general Refugio González.

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LA VIDA POPULAR DEL POETA LUIS G. URBINA

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cuela Preparatoria se amotinaron contra el profesor de historia a quien no conocían, llevaron su audacia hasta proveerse de naranjas para lanzárselas; pero fueron dispersados por los prefectos que acudieron, y

dos bandas, uno de comandante de rurales y otro de teniente coronel de infantería, exclamó en su presencia y delante de varios amigos de ambos:

“en el momento que unodeellos, un chiquillo de cabellera ensortijada, Luis G. Urbina, recogía del suelo una naranja para servirse de ella, un

¿Comandante de rurales y teniente coronel? Ya lo veas en los ... portales,

¡de la mano al sublevado, preguntándole qué le había hecho él para

Ya lo veas enel ... cuartel, ¡Comandante de rurales o teniente coronel!

Urbina conquistó su popularidad derramando el bien a manosllenas: así comola fortuna fue pródiga con él, que si no atesoró dinero fue porque nunca supolo quevalía el dinero, el poeta fue pródigo con

todos los que acudieron en busca de su ayuda, pues a todos los ayudaba o con un pequeño puesto que obtenía del ministro para ellos, O con monedas quesin vacilar sacaba de su bolsillo para calmar neces dades imperiosas que no admitían espera. Los amigos y protegidosdel Viejecito fueron muchos; y no pocos debiéronle ser conocidos enlas letras y aun estimados y populares comoescritores, pues el cronista ponía de relieve las composiciones poéticas o las produccionesliteras rias de muchachos de talento que habían permanecido inéditos, y 4 los cuales los editores pagaban sus poemas o susartículos, e invitaban a algunos de ellos a escribir de planta en sus publicaciones. De es

manera fueron conocidos muchachos de verdadero talento con

RamónFrausto, a quien la Revolución elevaría algunos años más tar antes de que cayera en una vorágine quelo llevó al suicidio. No erí

necesario ser intelectual para obtener una ayuda del poeta; ayudaba 2 los desvalidos, a los rebeldes, a los menesterosos. Su ojo perspi descubría la verdadera miseria distinguiéndola de la falsa mediocridad

pedigijeña; y recordaba con jovialidad los días amargos de su infan:

que nos contaba en forma pintoresca, relatíndonos que de niño

pregonabalas pajarillas de noche, pregón popular de los vendedores de chicharrones que le convidaban sabrosostacos calientes de carnitas.

Su amistad que llegó a ser íntima con don Justo Sierra provino de incidente curioso; cierta vez que los alumnos de primer año de la

prefecto le echó el guante para detenerlo, en el momento en que el profesor le indicó quelo soltara y lo dejara libre. Don Justo Sierra cogió

que procediera de aquella manera, y persuadiéndolo a que nunca se 'aliara con una mayoría inconsciente, sino que primero analizara en su conciencia lo que debía hacer independientemente de los demás, despertó en el pequeño soñadortal interés y tal simpatía, que en lo sucesivo fue su alumno más adicto, y cuando le reveló que él también

hacía versos, Urbina fue el discípulo consentido del maestro, que compartió la gloria de ver que el joven poeta fue proclamado el más inspirado de la pléyade de poetas de su tiempo.

Cuandoel poeta Urbina bajaba las escaleras del palacio de la Secretaría de Educación los menesterosos hallábanse escalonados y no era raro que se les viera en la acera por la que cruzaba. Al pasar no le tendían la mano como pordioseros, sino que esperaban a queél discretamente sacara una monedade plata y los socorriera saludándoles mablemente si no tenía confianza con unos, y humorísticamente si

eran sus viejos protegidos. Pobres damas enlutadas a quienes la miseria había consumido eran felices cuando el Viejecito las saludaba quitán-

dose el sombrero y deslizaba un peso en su manoal saludarlas; viejos inválidos que soltaban un instante sus muletas para agradecerle efusi-

vamente en un apretón de manosel socorro recibido; muchachos bo-

emios que en vez del óbolo recibían una cordial invitación para acomarnos a beber una copa y que en la cantina, al despedirse, eran socorridos para que pudieran ir a comer a un restaurante: todos estos desvalidos de la fortuna que un día les sonreía, partían contentos a Saciar su hambre o su sed, felices de habervisto, al menos por unavez, que la caridad es bendita cuando el pan se ofrece sonriendo.

XX

La fuerte personalidad del poeta Díaz Mirón —_— A XA

N INTELECTUAL del que hay que hablar a todo trance cuando

se trate de pintar la vida literaria mexicana en 1900,es el

gran poeta Salvador Díaz Mirón. Así como hemosafirmado

que el único pintor mexicano a quien podemosllamargeal es Julio Ruelas, así afirmamos que el único poeta nuestro a quien

odemosllamar genial es Salvador Díaz Mirón.La solidez de sus cons, la justeza de su ponderación, la música de sus ritmos, la novedad

us hallazgos, le dan incuestionablemente el primer lugar en nues-

tra poesía lírica. Llenó con su personalidad sesenta años, treinta de

cada siglo, de la época que le tocó en suertevivir, y tanto en su juventud como en su vejez fue siempre el único que hallaba y pulía diamantes

en la mina de que era poseedor.

Por tanto, la Revista Moderna se vestía de gala cuando se enjoyaba día de fiesta para nosotros. Nadie más recóndito que el poeta para

sus decisiones. Cuando se publicó en Jalapael libro Lascas,la recolección de los versos de Díaz Mirón, esperada desde hacía muchos años y en la que todo el mundoliterario creía encontrar los famosos poemas

juventud quele hicieron célebre, el primero en saber en Méxicola aparición del libro de poemas fue Benamor Cumps, por tener a su cargo el registro de la propiedadliteraria y artística en Bellas Artes y haber asegurado el poeta la propiedadliteraria de su obra antes que

saliera a la luz. Benamor empleó la mañana en leer todoel libro, que no es muy voluminoso,y a las dos de la tarde llevó la noticia a los escritores modernistas que aún se hallaban en el bar. Al preguntarle su opinión

sobre Lascas les contestó que en su concepto el libro era una joya

literaria, pero no para las mayorías, puesla técnica de la versificación

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RUBÉN M. CAMPOS

LA FUERTE PERSONALIDAD DEL POETA DÍAZ MIRÓN

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rs mm

era totalmente distinta de la poesía diazmironiana que había heche famosoal poeta desde su juventud. Era un libro para artistas, no par: grandes públicos; y el editor que pagó una fuerte suma por acapara; la edición, aunquela pagó conlibros de su librería, no se indemniz: seguramente en breve plazo. Díaz Mirón conquistó de un golpe fama con sus maravillosos versos de juventud, en el buen tiempoen que no había mexicano intelectual que no declamara las estrofas A

Gloria y muchos otros poemas bellísimos por la forma artísticamente repujada, pues el poeta forjaba sus versos a martillazos como Vulcano las armaduras, o cincelaba sus estrofas como Benvenuto sus maravillo.

íntima convicción de que ha sido hasta hoy el que mejor ha repre: sentado los ímpetusy las inspiraciones del alma mexicana. Díaz M:

era el alma nacional, era la encarnación viviente de nuestro orgull

de nuestra altivez, de nuestro pundonor, de nuestra dignidad intacta,d

todo lo que una nacionalidad tiene que guardar y hacer guardar, para merecer el derechodeser libre. Ninguna flaqueza, ninguna vacilación en desafiar al destino e ir rectamente hacia él aunque nos cueste la vida, porque a una vida sin honor es preferible mil veces la muerte Éste era el credo formidable del poeta, ésta fue la línea recta que se trazó en su existencia, ésta fue la divisa que ostentó enla frente siempre

nunca le pedían permiso para reproducirlos, y estallaba en indignación cuando veía una errata en ellos, por lo cual prefería no leerlos nunca. "Cierta vez que en el Hotel Iturbide le elogiaba yo su bellísima elegía a

su hija muerta en flor, y musitéla frase “que el aura errante se me voló.

/ obscura” corrigió prestamente, pues no toleraba la menor variante su memoria prodigiosa. Otra vez que en la redacción de la Revista Moderna, Díaz Mirón analizaba la personalidad del gran poeta argeritino Leopoldo Lugones, aproveché una pequeña pausa para insinuar: —Lugoneses el único poeta que dice hoy lo que nadie antes que él ha dicho. — ¡No he dicho yo otra cosa! —contestó volviéndose airado. Cuandose estaba ante Díaz Mirón teníase la convicción de estar frente a un hombre. No admitía réplicas ni sufría interrupciones: habla-

ba excátedra, magistralmente, porque tenía la convicción de que era él quien hablaba. He contado en otro libro cómo una vez a las ocho de la noche encontróse con el poeta Luis G. Urbina a la entrada del Hotel Iturbide y comenzó a hablar: dieron las diez, dieron las doce,

cerraron el hotel, y cuando volvían a abrir a las cinco de la mañana,

Díaz Mirón notó que el poeta Urbina se caía de sueño, de cansancio y defrío, y quitándose su abrigo se lo puso misericordiosamentediciéndole: —Parece que ya es tarde, vete, ya hablaremos despacio. —Y Ur-

bina salió como un sonámbulo.

Para nosotros era un semidiós, era un hégos que había desafiado yy

Su erudición y su poder retentivo eran asombrosos; sabía de memoria poemas íntegros de Byron, de Hugo, de Leopardi, de Schiller, y los recitaba cada uno en el idioma en que estaban originariamente escritos y cuandose le preguntaba si conocía tal pasaje de Shakespeare contestaba prestamente “icómo no!” y hacía gala de recitar el pasaje íntegro en inglés. Es el único poeta que me ha sido dado conocer, que viva la vida de su poesía. No vivía más que con ella y para ella. Las

Aquiles, tuvo al fin que pagar tributo a la ley inexorable de la naturaleza aunque más feliz que los héroes antiguos tuvo tiempo de cincelaf pacientemente sus maravillosos versos durante largo tiempo, pues había de morir a los setenta y cinco años. Tal confianza tenía en su' longevidad, que jamás le preocupó hacer una edición definitiva de sus:

sentantes, siempre enla lista de redactores de la prensa de oposición, siempre actor en lances de honor, siempre actor en pendencias juveniles de amor, siempre como vengador de agravios o defensor de inocencias, asumiendo siempre el papel de Don Quijote, de Cyrano de

alta, y que le costó persecuciones y cárceles, calumnias y traiciones,

maledicencias y odios: todo lo desafió, todo lo sufrió, y de todo salió

vencedor con el cuerpo lleno de heridas, sin hipérbole, pero con el alma resplandeciente y nítida.

poemas, ni recoger una por una las producciones que fue regando a través de su vida. “Yo soy como un árbol que se cubre de hojas en la primavera, las suelta y no vuelve a acordarse de ellas”, decía cuando se le preguntaba si recordaba tal o cual poema que había escrito. Despreciaba olímpicamente a los reproductores de sus versos qué

pasiones humanas que había desencadenado en su múltiple vida de político, siempre afiliado a las izquierdas en la Cámara de Repre-

Bergerac o de Beltrán Dugiesclin, su orgullo era estar convicto de ser

- reconocido comoel Caballero Bayado, sin miedoy sin tacha. Pero todo desaparecía cuando recluido en sus soledades de Jalapa, donde no hablaba con nadie ni visitaba a nadie, vivía íntimamente la vida de su poesía. Entonces era cuando escribía estrofas tan bellas comoésta:

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RUBÉN M. CAMPOS Y el tránsito del tiempo me consume entre mirra floral y tiorbe insume. y en predio propio versifico y planto; que reputo divino el don del canto y preciso el silencio del perfume.

XXI Fraternidad de otros artistas con la Revista Moderna

Esta es la imagenfiel del altísimo poeta ajeno a la vida exterior, como

si dedicara sus largos descansos en los aledaños de la ciudad delas

flores a lavarse del contacto del mundo,a bañarse en las aguas lustrales de la belleza diáfana que todo lo purifica, y surgir rejuvenecido con

nuevos bríos para saltar a la palestra de los torneos políticos, pues su espíritu era una dualidad de soñador y espadachín, y su orgullo más ilustre era llevar siempre enhiesto su penacho como Cyrano, después de vencer a un adversario en un encuentro rimado en verso.

OESPOSIBLE recordar, después de más de treinta años, todos los nombresde los intelectuales y los artistas que tuvieron gratas afinidades con los escritores de la Revista Moderna, durante la década en que fue la palestra del pensamiento

que trataba de renovar los viejos moldes del arte romántico. Nos acor-

damosal acaso de algunos escritores que honraron con su presencia las recepciones, o que fueronvisitas gratísimas en la intimidad, o que participaron de las horas fugaces y encantadoras del bar, adonde iban a sellar con copiosas o parcas libaciones, según la austeridad la jovia-

lidad del amable visitante, esa amistad que entre los artistas nace y

crece bruscamente hasta convertirse en fraternal. Recordamosen juvenil evocación la jovial estancia por primera vez en México del poeta argentino Manuel Ugarte, con quien nos unía ya una amistad nacida por correspondencia. Venía de París, donde residía entonces, y fiel amigo de la tradición romántica traía consigo a Mimí Pinsón, a quien paseaba por nuestros bosquesy nuestros valles cuando le dejaba tiempo libre la asidua concurrencia a las reuniones de los escritores. El poeta Valenzuela lo recibió con los brazos abiertos, como todos nosotros, y el che adolescente que aún no tenía necesidad de rasurar su bozo para aparecer imberbe, participó de nuestros ágapes y nuestras faunalias con franca cordialidad. Su ideal era acaudillar, comoel Ariel de los moabitas, una cruzada de Sur contra Norte, tarea de Atlante para sustentar en sus hombros un nuevo mundocuyo equili-

brio cada vez se complica más, pero que entusiasmabaal joven escritor

que dejó un grato recuerdo entre nosotros durante su larga permanencia que los supervivientes recordamos con cariño. La escritora y poetisa María Enriqueta Camarillo, a quien ya citamos, recién casada con el historiador Carlos Pereyra, dejó también un grato recuerdo de

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RUBÉN M. CAMPOS

FRATERNIDAD DE OTROS ARTISTAS CON LA REVISTA MODERNA

149

e o.

su estancia en México, adonde vino del Edén de Coatepec, su tierra nativa, antes de ausentarse con el escritor que hoy es un insigne historiador de América y que reside en España. Francisco A. de Icaza volvió de Madrid a México en vacaciones de diplomático cuando era, según' la frase de Rubén Darío, un poeta que México le había prestado a España mientras ella tenía uno propio, pues sabido es por las gentes de pluma que después de Campoamor y Núñez de Arce pasaron algunos años antes de que surgiera en Españala brillante pléyade de

poetas de primer orden que vino después, Salvador Rueda, los

Machado, Marquina, Villaespesa, Jiménez y otros. Icaza participó en las fiestas campestres de Tlalpan; recitaba sus versos preciosos ante muchachas sencillas y poetas exquisitos, y abrió un paréntesis en su vida cortesana como embajador de las letras, para pasar con nosotros

una temporada deliciosa. Enrique González Martínez vino de Sinaloa

lina entonación lacrimosa que tenía mucho de cómico, pero con la me hacía sentir hondamente los toques fuertemente humanos de su

pesía interior. José I. Novelo, sentido y armonioso versificador, enstábase con los escritores recitando sus lindos versos que le conquisán un lugar distinguido entre los parnasianos. Antonio Mediz Bolio

conquistaba a la sazón un alto rango con su bello poema “La casa

Montejo” en un certamenliterario que le abrió las puertas de la fama como poeta de primer orden. José Gómez Ugarte, que se conquistaría después un lugar distinguido en el periodismo mexicano, en edad juvenil escribía bellos poemas que lo hicieron distinguirse enpe los escritores de la capital, y asistía a las fiestas de arte, como la recepción hecha al actor Ermete Novelli, feliz de sentirse entre artistas

'en un jovial compañerismo. Álvaro Gamboa Ricalde venía también de Yucatán a gozar en grata camaradería el juvenil desbordamiento de en-

a conquistar su nombre de poeta de la pléyade modernista, y tanto le plació su vida entre ella, que se quedó en México dondese distinguió

tusiasmo que caracterizaba las reuniones cotidianas de los artistas que dejaban pasar la vida. Jesús F. Contreras, que había vivido inten-

Rafael López, de Guanajuato, que acabó por ser uno de los familiares de la Revista Moderna en los últimos días del poeta Valenzuela. Luis Rosado Vegaera ya desde joven un excelente poeta de Yucatán a quien dio fama su primer libro de versos y que participó de la vida literaria de México durante sus estancias en la capital; y ha continuado desde entonces haciendo viajes constantes de Mérida a México y viceversa. Federico Gamboa optó por publicar sus novelas en libros, en vez de prodigarse escribiendo en periódicos o en revistas, predilección con. que se conquistó el nombre de novelista; pero cuando venía a México" en vacaciones de diplomático integraba el grupo de laRevista Moderna dondeera feliz, porque todos los escritores lo estimaban y lo querían: bien por su gracejo ingenioso de platicador incansable. Manuel Puga y Acal venía raras veces de Guadalajara a México en viajes de placer intelectual; pero como también en Guadalajara se vivía la vida del bar,

“tros ojos; no obstante estar después mutilado de su brazo derecho en

porsu filiación en las letras francesas hasta descollar como escritor de primer orden en México. Análoga finalidad vino buscando el poeta *

instalábase a diario con los modernistas para pasar regaladamente las horas y departir con ellos en pláticas amables en las que tenía la palabra con el derecho de su cultura literaria adquirida en París. Alberto Ituarte, aunque por predilección hacía una vida bohemia con amigosiletrados en frascas perpetuas, tenía predilección por aparecer en la reunión

de los escritores de la revista, adonde fue invitado para leer su tragedia

Medea y con frecuencia pasábase las horas recitando sus poemas con.

“samente su vida de escultor cuando modelabaen los talleres preciosas modelos cuya hermosura aprendió a plastizar para encanto de nues-

¿plena juventud, corría tras los becerros de Tlalpan pretendiendo

jinetearlos y manganearlos con una mano,en efímeros arrebatos juve'niles. El pintor don Félix Parra, con sus luengas barbas blancas de “abuelo, mezclábase con juvenil entusiasmoa las fiestas campestres en

las que hacía con calor la defensa del procedimiento artístico en el que fue un maestro. Ricardo Castro, el compositor y pianista de primer

orden, gozaba al mirar con sus ojos abstraídos tanta alegría que se desbordaba en torno, cuando solía presenciar el expandimiento de

“gentes afines a su pensamiento de artista exquisito. El viejo compositor Julio Ituarte, hermano del poeta Alberto Ituarte, veía reproducirse en la vida de la nueva generación de artistas su vida feliz cuando compartía con Tomás Leónel júbilo de revelar la música de Chopin ante públicos que no habían sabido hasta entonces lo que era el arte musical del incomparable romántico. Adrián Guichenné sentábase al piano para acompañarse bellas arias de las más famosas óperas, pues su cultura 'Musical, que compartía con su hermano Enrique Guichenné, también "Pianista y cantante que ha prodigado la educación musical, le permitía cantar en varios idiomas con la misma perfección e igual emotividad. "Gustavo E. Campa, el maestro en música, asistía plácidamente con-

'tento a las expansiones que contrastaban con su austeridad, pero ante

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RUBÉN M. CAMPOS ad

las que dejaba correr las horas, feliz de reflejar emociones que venía a sentir un poco tarde. Carlos J. Meneses, el conductor de orquesta a quien se debió nuestra educación musical por medio dela ejecución de todas las obras maestras de música sinfónica desde Bach hasta De--

bussy, sentíase también feliz cuando se asomaba a alguna de aquellas fiestas peregrinas que su pulcritud no le permitía frecuentar. Alberto

Flachebba, compositor que desde muy joven ha pasado su vida de

XXII

Las faunalias de los intelectuales de la época ——— AAA

artista en México, era feliz cuando acrisolaba impresiones de arte en

la vida intensa del bar, las que después haría arte puro en sus bellas óperas puestas en escena en nuestros teatros de primer orden. Pedro Valdés Fraga, que venía de su tierra Coahuila, habíase identificado con la vida artística mexicana y tocaba espléndidamente su violín en las

veladas de arte en que su talento de compositor era reconocidoal tocar sus bellas danzas. Estos y otros artistas que en otra parte hemoscitado, hicieron de la vida literaria de México una época dichosa que todavía es recordada con cariño por cuantos la vivieron y por aquellos a

quienes se ha trasmitido su memoria.

Pero quien evidentemente mantenía el fuego sagrado delos artistas en aquella época era nuestro amigo don Jesús E. Luján. Su generosidad, de la que nunca hacía alarde, su indiscutible buen gusto, su

aplauso presto a todo esfuerzo artístico premiado con la ganalura de la producción, diéronle la primacía en nuestra estimación. Era el lazo

de unión de todoslos artistas que se agrupaban en torno suyo; toda

iniciativa que surgía de él mismo, comola erección de un monumento al Duque Job quesi no se realizó no fue por culpa suya, comoel envío

A MANODEHIERRO que tenía en un puño a la República no la ponía en tal aprieto que no pudiera andar. A veces la vida disipada de la juventud de entonces, especialmentedela juventud intelectual, a cuyo estudio se contraen estas notas que son la verdad pura, echaba una canaal aire y sacudía el ostracismo a que habíasele relegado sin que se le tuviese en cuenta para nada. El

"grupo quese cernía en las alturas políticas despreciaba a los intelectuales porque a su juicio no servían para nada más que para perderel

tiempo en componerversoso frases sin objeto, acaso sin sentido, porque les estorbaban y no laudaban la obra de expoliación a que estaban entregados en su acaparamiento de todaslas fuentes de riqueza de la nación; y otro grupo que los estimaba aunquelos rehuía, era el que

-conspiraba ocultamente soñando con derrumbar el formidable poder

sus amigos, sin que esta fraternidad le impidiera manejar una gran fortuna a satisfacción de quienes la habían puesto en sus manosy que

sólidamente arraigado en las entrañas de nuestra tierra, antes de que un David viniera a derrumbar con una piedra de su honda a aquel Goliat indestructible, y a probar que el tronco secular, como el de nuestras cácteas, estaba apenas arraigado a flor de tierra. Los intelectuales, pues, hallábanse aislados, no habían sido incorporados a ningún partido político, esto es a la vida mexicana, y como una revancha de su aislamiento, habíanse ligado para llevar una vida de

ella hizo el irreprochable caballero. Cuando hubo cumplido su misión,

y para ampliar su radio de acción ligáronse estrechamente con músi-

deslizarse su vida en una felicidad parsimoniosa que ha conservado por muchos años hasta llegar a una vejez feliz.

tupendas faunalias que sin embargo quedaron inadvertidas hasta para la policía, que jamás intervino en ellas porque nunca dieron lugar a escándalos ni a infracciones del orden en ningún sentido. La comisión

de José Juan Tablada al Japón, comola realización del primerviaje de Amado Nervo a Europa, comoel traslado de Julio Ruelas a París, donde murió el insigne pintor, eran rasgos de desprendimiento suyo que cum-.

plía con la mejor voluntad, y llevaba feliz la vida bohemia que llevaban

recibieron los beneficios que todavía gozan, del hábil manejo que de

libre y contento, fuese a vivir a París, donde gozó el premio de ver

placer, fenómeno que se observa siempre en las épocas de decadencia;

cos, pintores, escultores y arquitectos para realizar juntos las más es-

de propaganda del núcleo organizador de las eutrapelias iba anunciando el acontecimiento un día antes de la fecha convenida por des-

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RUBÉN M. CAMPOS

LAS FAUNALIAS DE LOS INTELECTUALES DE LA ÉPOCA

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“ábrete sésamo” de los cuentos orientales: “Mañana sábado a las d

ifa que cada una de las muchachas fuera a dar a los brazos de todos ista que encontrara uno que fuera de su agrado, con el cual tenía el “echo de aislarse para que nadie se la quitara. Cuando las cazuelas

Zócalo, habría visto un carro eléctrico aislado en un escape de la vía

elpulque curado de piña comenzaba a fermentar, todos estos prepa-

pachos, oficinas, talleres, con una frase convenida que era comoel frente a Palacio.” Y el curioso que hubiera observado en un flanco de precioso jardín rebosante de inmensos árboles que era entonces el

férrea, amparado con el rótulo que decía “especial” y cubierto con cortinillas blancas, en el cual iban subiendo, conformeiban llegan dos o tres amigos joviales, correctos, una mamá con cuatro oO cince

niñas que el observador perspicaz notaría que eran casi de la mism

edad, entre los treinta y los veinte años, esto es entre la culminaci y la juventud; seis o siete músicos portadores de sus instrumentos,q

ían sido recalentadas, la cerveza puesta en el hielo estaba enfriada

tivos hechos a un tiempo, el maestro de ceremonias, que generalente era el pianista Moctezuma, alma de la reunión, entusiasta por idos los vicios, el más popular aunque fuese el de más ilustre bolengo, todo el mundosentábase a la mesa que era como un alero

pichones en que los machoscortejaban en un constante currucucú

hembras de amor, colocadas cada unaa látere de su galán, y daba

cipio aquella famosa comilona que era una exposición de galana, de buen humor y de amartelamiento recíproco, pues el galán

subían discretamente ocultándolos en sus cajas, con excepción di

músico del contrabajo que, no pudiéndolo ocultar, lo izaba recogiéns dolo de las manos del cargador para esconderlo dentro del carro a

miradas curiosas; una caja de botellas de coñac Gautier aún lacrada y sellada, una barrica de cerveza, cristalinos bloques de hielo, y, cui dadosamente tapadas, grandes cazuelas de arroz con pollo, de mole de guajolote, de chiles rellenos, y dos cajones de barbacoa bien en: vuelta en pencas de maguey. A Pero lo curioso era que además delos artistas, iban llegando también sus amigos íntimos, graves magistrados, senadores de edad provecta a los que les gustaba el gusto, y que celosos de su conducta intachable procuraban subir a escape para que no los vieran. Una vez que las dos O tres familias de muchachas casaderas habían subido, el carro partía como los buques de guerra, con rumbo desconocido, y en cuanto habíase puesto en movimiento, un experto desclavabala caja de coña con un perico de acero, y de sendas fundas de paja surgían las bote que prestamente eran descorchadas, para llenar pequeñas copitas que eran ofrecidas primero a las damas y después chocadas una contra otra

por los hombres para desearse salud, según la costumbre mexicana. En cuanto el carro había salido del primer cuadro de la ciudad, la música irrumpía a tocar gayamente, mientras las copas menudeaban

en una ronda incesante y la alegría brillaba en los ojos rientes de las muchachas y gorgeaba en las sonoras risas de todos. Después de una: hora deviaje llegábase a un lugar ameno y bien amurallado escogido:

de antemano, como el Tívoli Veneciano, de Popotla; y tras de desembarcar los menesteres para el almuerzo que eran instalados en un lugar

adecuado, y de preparar una amplia mesa cubierta con albo mantel y

regada de pétalos de rosa, abríase el baile con una danza calabaceada

aba la copa antes de ofrecerla a su compañeray ella lo besaba a él es de beberla; los ricos bocados escogidos de un platillo eran ofre-

dos poniéndolos en la boca amada, y los pequeños sorbos en las

copas de vino de las muchachas contrastaban con los vasos espumosos E

cerveza y los vasos de neutle de piña de los hombres, bebidos de

golpe, “sin chacualiar”, según la expresión popular netamente folórica de una acción heredada sin duda de los antiguos mexicanos. alegría había subido de punto, porque las risas argentinas de las

ujeres se acordaban con la risa de saxófonos de los hombres, se

ritaba, se reía, se comía, y se bebía sin cesar; los escanciadores giraban nstantemente en torno de la mesa llenando los vasos vacíos, miens los platillos eran pasados de mano en mano para agasajar a las mas y después quedar servidos los hombres. Los rostros se arrebo-

an cual si reflejaran la aurora de la felicidad; los arrullos de paloma e las amorosas eran cada vez más sugestivos, más provocativos, más

usicales. Las calorías de las viandas y de los clemoles, de los jugos fermentados de las uvas, del lúpulo y la malta de la cerveza y del fra-

te zumo de los agaves, daban a la heterogénea concurrencia una

moniosa pariedad de enervamiento, de dulce sopor en el que va

declinando la ascensión llevada al clímax del deseo que todo lo em-

bellece y lo enaltece, que en el faisán dorado es grito de amor para aer a la hembrita gris y triste, y para el hombre aún cuaternario es visión de Galatea divinizada en el ojo de Polifemo. Para los mexitanos descendientes de los aztecas de médulas electrizadas, no existía más obsesión que el embarque para Citerea, el viaje del que no se quisiera volver, el paréntesis de la vida en el que radica toda su am-

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RUBÉN M. CAMPOS

bición, la embriaguez ante la cual no es nada la del vino, el soporep

el que se olvidan todas las miserias de la vida, la fusión de los dos polos

de la que surgirá la chispa de la vida o la descarga dela felicidad, que apenas estalla cuandoya está fundida. La alegría decreciente reavivábase cuando la primera pareja sele:

vantaba de la mesa para reanudar el baile interrumpido; y como po

encanto, todas las parejas sentían el mismo deseo de bailar, de estre: charseella y él entre sus brazos, el uno al otro, de vencer conla agilidac

de la juventud la pesadez de la combustión inyectada; y las parejas danzaban ágilmente, a pesar de la lasitud enervante, mientras lo; criados deshacían las mesas, llevábanse trastos y copas, para despej; el vasto salón que pronto se transformaba en salón de baile, bajo la constelaciones de focos eléctricos que realzaban la exuberancia vic de aquella bacanal en la que las ninfas, aunque coronadas de pá

panosy de amapolas bermejas, no dejaban de ser mujeres bellas, hamz dríadas que se bañaban desnudas en las fuentes y oréades que e plendían desnudas bajo el peplo de sus cabelleras desceñidas al s mientras los machos tornábanse caprípedesa los ojos turbios de Bac que no veía nada, a quien no le importaba nada la solución perenn de su obra, y empuñabael carquesio henchido de mosto para salud; embriagado la vida que pasa. Al anochecer todas las parejas habían desaparecido, no se les encon traba por ninguna parte; y nadie habría osado apartar a un lado, par

hallarlas en la penumbra de las glorietas rústicas, al niño Amor qu velaba sonriente con un dedo puesto sobrelos labios.

XXI!

El poeta Manuel José Othón enel bar KE —Á

UANDOEL TURBIÓN deamigosentró en el Salón Bach, ya estaba

yo instalado en una mesita, solitario y abstraído frente a mi bock, hojeando númerosdela revistaJugend y holgándome

en los rasgos rudosy firmes del nuevo arte tudesco,sin poder

escifrar la hermosura de los caracteres góticos y arcaicos en una revista en que flameaba el lema de juventud. “Entraron con sus risas locas, con sus chambergos de pieles, con y cargamento de libros y folletos bajo el brazo, las corbatas ramtes, los ojos rieladores, el bigote mosquetero al viento,la alegría vivir como bandera desplegada —ellos que en sus poemas y en

cuentos maldecían de la vida—, y se abatieron como grallatoras

ÑÑ una mies, en torno de una mesa amplia adonde acudieron los 10ZOS solícitos, conocedores de la propina espléndida. Instaláronse pliamente, cómodamente, regaladamente, como para la larga ión diaria, y ajenos a las miradas iracundas de los hulanos acuchi-

Os en sus rostros purpúreos y cuya cresta se encrespaba ante la

ía altisonante de los latinoamericanos turbadores de su hipodria de lupulófagos, pidieron al acaso: “...¡Coñac!... ¡Cerveza!... lerez!... ¡Rhin!...” "De entre la granizada de voces, retumbó una como un cañonazo: -—¡Un Torreón! Yo no había sido visto, y en ese instante me levantaba de la mesita

lara pasar al cónclave vi salir aquel grito, como un fogonazo de un Áañón, de un pecho rudoy rauco, ancho y recio, busto magnífico de na cabeza segada al rape, sólida y salvaje, donde ardía un peniento candente que fulminaba en unos ojos rampantes, de locura traída, suspendidos sobre una nariz de águila y una boca fina, de grama, que el amor plegaba por acaso con el cosquilleo de sus alas

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EL POETA MANUEL JOSÉ OTHÓN EN EL BAR

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en las comisuras sardónicas y donde la amistad ponía un amable rict de atracción en aquel conjunto enérgico de rasgos nerviosos. Unarisa general acogió la petición extraña y la estupefacción de mozo que preguntó vacilante qué era lo que se le había pedido. —i¡Un Torreón, animal! —tronó el iracundo, y luego, contagiad por la eclosión jubilosa, explicó generosamente el brebaje: b mezcladoal tequila, aguardiente del país; y el mozo, encogiéndose€

igorizábase al golpe de ola de su sangre mora, entre el humo agresivo sus cigarrillos egipcios. Ruelas, con los ojos semicerrados en una incelada, reíase por dentro, los dos brazos acodados a la mesa y el eterno cigarro entre los dedos, bebedor silencioso, el más fuerte de todos en arte y etilismo, “el gavilán sagaz” como lo apodaba Urueta,y in perder detalle de Othón, a quien no perdía de vista, escuchaba regocijado sus grandes voces estentóreas, las exclamaciones dramáti-

En ese instante me incorporé al cenáculo, y al vermellegar, Valer zuela, nuestro guión, lanzó una exclamación cogiéndome bru camente porla solapa y encarándome, no que presentándome, cone

“sus propios personajes; y en la llama apagada de sus ojosleía yo la satirización del obcecado: el despojamiento de la envoltura carnal de 'su víctima, y la peroración altisonante de un esqueleto. Jesús Con-

hombros, fue a traer lo que se le pedía.

poeta: —i¡Mirá, bárbaro, nos faltaba éste!

y

El poeta, sorprendido en un ataque de tos por el acceso deris; volvióse hacia mí congestionado y risueño, aguzó la oreja tard:

poniendo la mano de tornavoz, y al oír mi nombre se levantó de un salto, y sin más preámbulos me abrió los brazos. —¡Cómote va, hombre! ¡Eres mi camarada y mi amigo, eres mi he

mano! ¡Siéntate! ¿Qué bebes? ¿Por qué no habías venido?...

¡

Y yo, en plenitud de contento, porque aquel poeta meera bien cart y altamente estimado, y así habíaselo dicho en una impresión de art

le

de quinto acto del poeta siempre en acción comosi fuera uno de

treras, con el cabello y la barba en rebelión, los ojos húmedosy cinti"lantes, el gran sombrero de astracán, en el que instintivamente se bus-

“caba la pluma artagnanesca, oblicuamente hundido hasta la ceja

“irónica, el perfil hermoso, oleado de luz, resplandecía en eclosión devida, ¡bebía ávidamente, como si presintiera que su vida tenía prisa de ser

“vivida, como si su sangre tumultuosa lo espoleara a lanzarse asido a las crines de su hipógrifo destino, raudo, altivo, fiero, orgulloso de su "¡superioridad sobre el ejército obscuro de artistas que vivían de las “centellas desprendidas de su fragua de oro,el favorito, el consentido

de la voluble fortuna que habíale cedido su rueda poniéndole una

con mi juvenil arrebato apasionado,fui sentado a su diestra, en intimi dad fraternal, en la venturosa expansión del bar donde dejé mijuven: tud, pues sé por una larga y fuerte experiencia que no hay nada qué ligue y fraternice más a los hombres de buena voluntad como él vigésimo vaso de un buen vino. Bebimos a nuestra salud, copiosamente, como grandes bebedore: delante del Eterno, maravillándome a mí la amplitud de satisfacción

venda en los ojos para que la echara a rodar a su ciego albedrío... Todos resplandecían de felicidad al ver a Othón ensartandola sarta de cantáridas de sus cuentos eróticos, salpimentados de uror sádico;

habían descubierto sus excelencias y genialidades con su sagacidad

danzaban en sus ojos rientes y traían en coro alado a las ninfas des* nudas de los bosques para servirlas calientes a las fauces succidoras del ogro como un exquisito manjar de amor. Y el bebedor chasqueaba la lengua a la evocación atrozmente sensual, se estiraba sobre sus pier-

que blasonaba aquel intemperante, que chasqueabala lengua comosi paladease ambrosía y que regocijaba con ello a mis amigos que y intelectuales. Couto resplandecía. Su cabellera florida desbordáb

en vedejas de agnus del pequeñofieltro calañes comolo dibujó Ruelas,

y su corbata negra plegábase pintorescamente debajo de su mano sen sual en que sostenía su rostro barbilindo, de ojos picarescos de rapaz: Tablada, con su bigote de Fieramosca, los ojos ardientes, epigramático

y sutil, en plena combustión de ingenio,satirizaba implacablemente poeta rústico con perífrasis semejantes a un vuelo de abejas áticas irri: tadas, y su perfil, que en un tiempo bien pudo ennoblecer una meda

'pues el poeta era un visionario perpetuo del sexo atormentado porlas

púas de fuego del deseo, medularmente condenado a sentir el

espasmo ideal de los enfermosdesatiriasis. Su etilismo prestaba alas desenfrenadas a su imaginación delirante, y lo más florido de su De-

'camerón propio salía a flor de espuma del lúpulo que es el evocador por excelencia de la fiebre sexual, y los duendecillos amorosos

nas ya inseguras al andar cual sobre ascuas, pasaba su mano regalona sobre su cabeza segada al rape, voluptuosamente; sacaba su enorme y pañuelo de hierbas con el que se sonaba estrepitosamente, cualsi fuese a hacer la policía de todas sus mucosas porla nariz, y aligerado de la perpetua obstrucción de sus vías respiratorias que era su tor-

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RUBÉN M. CAMPOS

EL POETA MANUEL JOSÉ OTHÓNEN EL BAR

mentoy su castigo, inhalaba con fruición el aire pesado del bar, como

fango de su estupidez como un hipopótamo, el cerebro embotado, la lengua torpe, el rictus paralizado por el espanto de bosquejar una sonrisa en una faz que ya no es humana;otros,los jóvenes, los fuertes, los aún no intoxicados, bebiendo a la ventura, por imitación, por matar el tiempo, inconscientes de su largo y lento suicidio, de su fatal pro-

si fuese el más puro ozono, y regodeado en su ánimo porel latir gene. roso a su corazón contento, rejuvenecido porel látigo previsor del

alcohol que truena en las orejas del bruto lanzado en la carrera y que

trazará después un surco de sangre en su espaldasi fatalmente va a ser

vencido, reaccionaba súbitamentea la inyecciónartificial de vida y con gran aparato cómico de exclamaciones estentóreas comentabael rasgo de ingenio de Valenzuela o de Tablada que, aprovechando la breve

tregua del poeta fatigado momentáneamente, habían aventajado su ingenuidad rusticana con un dardo de fuego de su ingenio pecaminoso

no menosurente que el de Othón. El bar habíase henchido de un vahocaliginoso y dorado, una atmósfera que opacaba las luces estelares de los focos ardientes; Zarín,el

cantinero, triunfaba con su fez roja cuya bellota llevaba el compás de sus movimientos vivos, con su mostachoal viento, sirviendo la mil y una copadel día con mano firme, locuaz y familiar con los bebedores que acudían a atizar su sed sempiterna, la sed que seca las fauces del bebedor mientras más alcohol acumula en su estómago. Y de todos los ángulos brotaban risas locas, discusiones acaloradas, conversaciones ágiles, el espíritu del vino transformado en sprit, la bella faz del primer periodoetílico, la etapa de la fraternización y de la expansión, el aturdimiento momentáneo de las penas roedoras, el paréntesis del pensar que dobla los años, el mal de nuestra raza debilitada y enferma

de nerviosdelira y sensibilidad histérica, que ponela lente de su imaginación hética para agrandar sus contratiemposdiarios, el pretexto para

acudir al bar como un refugio de su debilidad ingénita, de su pobreza

intelectual, de su apocamiento insensible anulador de su voluntad; de su exasperación para reflexionar en los deberes odiosos por tranquilos, el hogar, la familia; de su rebelión ante la voz interna que le avisa que su memoria flaquea, que su inteligencia se nubla, que sus facultadesintelec-

.tuales no reaccionan ya por sí solas como en el buen tiempo en que el sueño era el solo confortador para la reacción diaria. Los bebedores abrevaban, sombríos unos, taciturnos y solitarios, cual si abrevasen la hiel y el vinagre de la crucifixión de sus recuerdos; otros, locuaces y ruidosos, cual si trataran de aturdir luchas internas; otros, agresivos,

torvos, comosi la eclosión de dramas ocultos irrumpiera en una erup-

ción de cóleras reprimidas; otros, los vencidos, con sus risas necias de vacuidad inútil, con su entorpecimiento de degeneración orgánica,

fatalmente llegada, enseñoreada de un ser vegetativo zambullido en el

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greso morboso, de su herencia inexorable del ancestro desconocido,

del que no se cuentan sinolas virtudes como honray prez genealógica; pero del que se han olvidado tras de ocultarlos, los vicios del aventure-

ro conquistador de un hombre a puñetazos, para saciar apetitos con-

tenidos toda una juventud, y luego soltarlos como jauría de hienas a saciarse en los despojos de un combate ganadoenlas tinieblas. Todos privados de analizar su oprobio, todos aturdidos, todos engañados, todos creyéndose poseedores del olvido, todos envanecidos de haber hallado el remedio de su mal, y todos desgraciados. ¡Pero ahora quién iba a pensar en eso...! Los intelectuales se daban un festín de ingenio, rodeabanal recién venido y descorchaban en su

honor los frascos poliédricos de su ingenio para que ascendiera en

burbujas de oro el vino espumante y generoso de sus escarceos “juglarescos, de corte de amor galante, de cenáculo de iniciados en el encantamiento magodela palabra; y el poeta dejábase mecer en aquel

adormecimiento deleitoso y malsano, atrayente como un canto de sirena, halagador como un presagio, premiador de su larga soledad meditativa dehombre de las landas, caído como un meteoro incen-

diado del cenit y dejando un surco rutilante y espléndido de su paso

horadador del corazón de la noche. Y poco a poco sumergíase en un lejano ensueño... su infancia solitaria en el villorrio nativo, su adoles“cencia pasada entre el libro de estudio y el placer plebeyo que no premia; su juventud desencantada de poeta desconocido e ignorado en sus años vegetativos, los años mejores, consumidostras los pupitres curales como cuestor o como árbitro... y lentamente una contracción de amargura indomable aparecía en sus comisuras ya marchitas, ar-

queaba su boca fina y voluptuosa en un delineamiento de resignación bebida a tragos penosos... y reaccionando bruscamente en su

magnífica altivez salvaje, golpeaba de plano la mesa haciendo temblar el ejército de botellas y copas vaciadas, y pedía, como en el momento de su llegada: —¡Un Torreón!

XXIV La edición de los Cuentos mexicanos

NA PRIMICIA dela literatura moderna mexicana que se adelantó al florecimiento de la Revista Moderna, fue sin duda

la publicación diaria de una serie de novelas breves que

aparecieron reunidas después en un libro encuadernado a

' rústica e impreso en papel de periódico, con el nombre de Cuentos

mexicanos. Un día Cumpshizo anunciar en el diario El Nacional, del que era redactor, que en el último órgano superviviente de la hecatombe periodística que causó la aparición de El Imparcial en la prensa redactada por escritores que habían ganado el nombre de intelectua-

les, aparecería un cuento diario firmado por los siguientes literatos:

lunes, Amado Nervo; martes, lic Delgado; miércoles, José Ferrel; jueves, Alberto Leduc;viernes, (Fernando Couto Castillo; sábado, Ciro

B. Ceballos; domingo, Benamor Cumps.

Aquel anuncio fue una banderilla de fuego para Reyes Spíndola,

director de ElImparcial, quien reconvino a Nervo por haber permitido que su nombreapareciera en un periódico enemigo suyo, y esto hizo que su nombre desapareciera del anuncio. Pero si el nombre del poeta

desaparecía del Nacional a petición suya, bien sabíamos que su

espíritu de artista estaba con nosostros, y así nos lo reiteraba cuando solía escaparse del torbellino de los rotativos modernos para pasar una

hora con nosotros. Placíale a Amado Nervo llevar a su amigo Benamor Cumps a la casa del doctor Ignacio Fernández Ortigosa, quien amaba la música y la poesía tanto como su esposa Piedad Esperón, por lo cual sereunían en su residencia de la calle Lafragua, los domingosporla tarde, ¡artistas y diletantes en amables veladas que solían durar hasta la medianoche. Por aquellas deliciosas veladas musicales y literarias desfilaron artistas consagrados y artistas desconocidos comoel pianista Alberto laseñor en plenitud de gloria y el pianista Eugenio Latapi que jamás

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RUBÉN M. CAMPOS

LA EDICIÓN DE LOS CUENTOS MEXICANOS

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]

quiso tocar en público, sino siempre en reunionesprivadas, ante auditores selectos que oían con deleite sus exquisitas interpretaciones. Antonia Ochoa de Miranda cantaba, con su preciosa voz dulcísima, bellas arias que le acompañabala delicada pianista Luz Buen Abad, primera

tados, pues faltaban las calorías de la nutrición del estómago para tantos obreros del pensamiento y de las máquinas que trabajaban día y noche en los talleres de la Mariscala, hoy avenida Hidalgo; y el último

el violín sus composiciones apasionadas acompañadoporel pianista Juan Velázquez Uriarte con el mismo brío queelviolinista. El violonchelista Arturo Espinosa, virtuoso notable que daba con-

de las gentes que jamás han leído ni leerán jamás.

ciertos en la sala Wagner, tocaba bellos trozos acompañado porla distinguida pianista Artemisa Elizondo. Estos y otros artistas alternaban con los recitadores de poemas propios o de los más exquisitos poetas. Todos los poetas y los músicos de aquel tiempo desfilaron porla sala de lacalle Lafragua, en la que hallaban el aplauso de intelectuales como

Fernández Ortigosa, cuya cultura en música era notable, o como Francisco González Mena, que en cultura literaria era una autoridad. No solamente en esta sala se reunían los artistas, y así el contacto de los escritores era constante, como hemos dicho, y aunque per: tenecieron a distintos grupos, en la intimidad fraternizaban y no volvían a acordarse de banderías de publicidad mientras permanecían

juntos. Por esta circunstancia pudo Benamorreunir un juvenil haz de

cuentistas que dieron un efímero esplendoral viejo diario agonizante

por el que habían desfilado muchosintelectuales de México desde que lo fundara don Gonzalo A. Esteva hasta que murió en poder de d Gregorio Aldasoro. Los cuentistas pintaban la vida mexicana bajo todos sus aspectos; anticipáronse a la era de nacionalismo que vendría des pués a desbordarse impetuosamente por todo nuestro país. Pero entonces, que se pensaba y se escribía casi en francés, como afirmab: Raúl Clebodet, despersonalizando todo, haciendo aparecer personaj

de los paladines del periodismo intelectual vencido cayóal fin para dar

aso al periodismo “de los mozos de cordely de las cocineras”, es decir

La publicación de los Cuentos mexicanos fue hecha por los cuentistas a prorrateo, contribuyendo cada uno conla parte de dinero quele correspondía, una vez dividido el costo de impresión en partes iguales. Presentabael libro el aspecto deloslibros a la rústica editados en París r el Mercurio de Francia, y bajo el título aparecían los nombres de

los colaboradores. La edición quedó agotada en breves días porque cada unodelos cuentistas recibió doscientos ejemplares que obsequió asus amigos, pues es un dato curioso saber que en México no se com-

pran los libros de los autores mexicanos. Cada uno de los amigos y conocidos de un autor, se considera con el derecho de pedir “milibro”, de exigir al autor que le regale un ejemplar del libro nuevo, si han

trascurrido varios días y el autor no se lo ha obsequiado espontáneamente. Todo lo demás se compra, menosel libro. Un libro ex-

tranjero es adquirido porel librero, por el vendedordelibros, en un precio mínimo que se convierte en máximo en México por el cambio

de moneda, aunque la moneda mexicana tenga cotización más alta que “la unidad de moneda del país de origen del libro; los derechos

aduanales hacen subir aún más el costo dellibro extranjero importado,

y por últimoel librero aumenta un tanto por ciento para indemnizarse

de los gastos aun no pagados que le ocasionala adquisición detal libro,

bre, fue una osadía pintar tipos reales, hacerlos accionar en México,

y las molestias que le origina la propaganda cuandotiene el libro en "comisión. Además, tiene que ganar él, el librero, para sostener e im"pulsar su negocio de libros y para subsistir decorosamente. Pero editar libros mexicanos es un asunto del que no hay que hablar.

Leduc en su cuento “Fragatita”, el más bello sin duda de los cuentos

libros a precios ínfimos compradosa editores extranjeros, que a su vez

exóticos que accionaban en lugares imprecisos, en ciudades sin nom-

abordar temas escabrososy salir triunfante de la prueba, como Alberto: mexicanos, que le dio la primacía entre los cuentistas. La aparición de un cuento diario, original y nuestro, en una época en la que privaba la novela breve en el mundo, cuyo portaestandarte era Guy de Mau-

passant en Francia, fue algo sensacional en nuestras letras, pues cada unode aquellos muchachosesforzábase por superarse despuésde haber leído el cuento del día anterior. La lucha fue breve. El periódico moría de inanición, no obstante los jugos de la vida intelectual inyec:

Pudiendo adquirir los libreros que venden libros en México, tantos

han hecho ediciones copiosas de libros que no les cuestan casi nada, puesto que están hechos con artículos publicados en periódicos o en revistas, o que si están inéditos han sido pagados con veinte ejem¿plares, los tradicionales veinte ejemplares dadosal autor porel editor como una gracia, ¿para qué editar libros mexicanos? Los libros extranjeros ya están hechos, bien impresos y bien presentados, porque hoy se hace entrar el libro por los ojos exteriormente antes de queselea,

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y un libro mexicano tiene que salir mal impreso, mal presentado, por-

que no se quiere aventurar dinero en un libro que no se sabe si se venderá o no se venderá, ya que el autor es un desconocido en el. mundodelas letras y apenas si se le conoce en México. e Por estas razones hicimos editar los autores, por nuestra cuenta y

para obsequiarlos a nuestros amables lectores, los Cuentos mexicanos.

Si se hubiera procedido así durante tantos años en que el periodismo mexicano fue unalaborintelectual exclusivamente, una lucha de ideas,

no una condensación febril de cuanto pasa en el mundo y especial. mente en la ciudad en que se publica un periódico diario, se hubieran salvado muchas bellas páginas de tantos escritores nuestros de primer orden, Ignacio Ramírez, Ignacio M. Altamirano, Vicente Riva Palacio, Agustín F. Cuenca, Francisco Zarco (Fortún), Marcos Arróniz, Manuel Gutiérrez Nájera, Carlos Díaz Dufóo, Justo Sierra, José Juan Tablada, ' Luis G. Urbina, Angel del Campo, Ignacio M. Luchichi, Enrique

Chávarri (Juvenal) iy tantos otros!, todos periodistas, todos excelentes

cronistas, todos deliciosos cuentistas, todos ágiles narradores de cuanto vieron con su fina percepción estética, cuya labor duró un día

excepto pocas páginas recogidas de algunos de ellos, y que desaparecidas las efímeras hojas volantes se perdió para siempre esa labor que fundó peldaño a peldañola cultura de México, sin necesidad del libro de ningún editor.

XXV El poeta José Juan Tablada en su juventud —_— A ————Á

OY A DELINEAR el espíritu más complejo y más sutil de la Revista Moderna, José Juan Tablada. Carácter altivo e indomable, aislóse desde su adolescencia para reconcentrarse torvo y austero en su sueño de arte. Acendró su intelecto en las mieles envenenadas de Lasflores del mal de Baudelaire, penetró en los paraísos artificiales de los poetas malditos de Francia;

lanzóse al maelstróm dela fantasía maravillosa de Edgar Poe para girar

en ronda macabra por el torbellino del visionario; asistió a las saturnales devoradoras de cerebros o salió ileso de los hospitales de Paul

Verlaine; presintió antes que nadie a los intelectos exquisitos que

agrupó Rubén Darío en su precioso libro Los raros, que son las cumbres del pensamiento humanodelsiglo XIX; y con la quintaesencia de las lecturas que su espíritu inquieto extrajo y fundió en una aleación extraña, como bagaje diseccionador para estudiar el corazón humano,

presentóse solo enlas letras,sin filiación ninguna, sin haber integrado

academias ni liceos literarios, y conquistó de un golpe el puesto de

poeta de primer orden con su magnífico poemaintitulado “Ónix”. Y lo asombroso del caso Tablada, caso único en nuestras letras, es que no decayó nunca y hoy escribe fragantemente como en su adolescencia. Fue un admiradordel arte del Japón antes que la fama de ese arte

exótico se expandiera por el mundo, cuando el Imperio del Sol entró triunfante en la vanguardia de la civilización modernaa la par que las grandes potencias occidentales, y por tanto fue un precursor de la universal admiración al Japón. Este amor al Imperio del Sol demostrado en magistrales estudios y poemas, le conquistó el premio de “ser enviado porla Revista Moderna al Japón, dondeescribió impresiones preciosas que despertaron noya la simpatía solamente sino el amor por los ideales del pueblo japonés, que tiene como punto de contacto

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RUBÉN M. CAMPOS

EL POETA JOSÉ JUAN TABLADA EN SU JUVENTUD

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con el pueblo mexicano el desprecio a la muerte. La imaginacj poliédrica de Tablada ha hecho queel polígrafo ofrezca el caso ú

y japonesa se hallaban sobre mesitas de té, consolas y rinconeras de laca y bambú; y entre ellas descollaba un maravilloso cacharro bla-

inteligencia lúcida tiene a orgullo ser siempre la exploradora, la co m

bazar japonés y que un día al andar mostrándolo en el bar provisto de una lupa para que se pudieran observar todos los detalles de la preciosa porcelana, Domingo Arámburo lo dejó caer al suelo donde se

de estar escribiéndolo desde hace medio siglo sin cansarse jamás

pulsadora de los grandes pensadores del universo; busca el oro de la

ideas con la avidez de un gambusino,y vierte la luz de su semáforoe la profundidad del mar de las pasiones como un buzo en unasely

apocalíptica. Cuando el pensamiento de su intelectualidad fuerte choca con el suyo, de este choque surgen relámpagos que iluminar

fugazmente los antros tenebrosos del pensamiento, y se propagar como las ondas sonoras del éter en las alas del radio. Pero quierodejar la impresión del Tablada juvenil, de perfil aquiline

y sangre mora, de mostachos enhiestos y perilla de mosquetero,de ingenio agudo y fulgurante que pescaba al vuelo la imagen comour tutubicí una abeja de oro; de una despreocupación peregrina que le permitía andar vestido de terciopelo, americana abotonada hasta e

cuello, pantalón bombacho y chambergo felpudo, todo en negro,cor la nota verde de una corbata apenas perceptible bajo el cuello floj bien andar como un cowboy de las praderas, vestido de kaki y calzade con gruesas botas ferradas, por los asfaltos de la ciudad. Pero éste er el Tablada callejero que alardeaba de bohemio y a quien no le importa ban nada los comentarios del burgués a quien asombraba;el otro era el del austero recogimiento en su taller de artista, en el vasto salón de

su casa de Coyoacán, donde había atesorado todos los bibelots

e

había podido adquirir y todos los libros raros que había buscado; se le veía tras de su mesa de trabajo, vestido con su kimono japonésy sentado en un sillón conventual de brazos, con minúsculos tibores sobre su mesa, en los que ardían popotes japoneses untados deraro: perfumes que al consumirse dejaban un rastro de exquisito aroma

virtud de grafómano estaba aquilatada por la suntuosidad de su me: moria que conserva intacta y lúcida después de sesenta años de brega

porla vida, con la limpidez de todos los detalles al evocar personas

cosas que pasaron hace medio siglo. Los muros de su taller de artist: estaban llenos de pinturas japonesas en seda, de kakemonosy págin

de álbum niponas firmadas por firmas ilustres, Hokusay, Hiroshiguéy otros grandes artistas. Una bugambilia morada subía del patio e

losado al techo, toda en flor, y una de sus ramas floridas entraba

el cancel de la puerta interior como un saludo de juventud. Ído:

aztecas y japoneses, máscaras, tibores, platos y tazas de porcelana chi

sonado con la firma ilustre de Satzuma, que Tablada obtuvo en un

hizo pedazos. Tablada, después de decir horrores del etilismo torpe, reconstruyó pacientementela tacita hecha trizas pegándola con greda: “tan sólo esta vez le vimos llorar. Su fecundidad epigramática, al par que la de Urbina, era asombrosa; pero los epigramas de Tablada eran

puyas crueles, no podía hacer unafrase humorística o un epigramasin

herir o cuando menos levantar ámpula. Fue famosa en los círculos

literarios la sátira de Tablada contra Díaz Mirón, cuando apareció su

libro de poemas intitulado Lascas, del que el editor Araluce se pavoneaba de haber pagado nueve pesos por cada verso. Tablada escogió los versos más vulgares del libro para satirizarlos y exclamaba: “La payi-

ta se llama Sidonia”.. ¡Nueve pesos!... “Vino a México en una barriga”...

¡Nueve pesos! Y todos los oyentes le festejaban la puya sarcástica. Sin

embargo, solía hacer epigramas festivos sin trascendencia. Fue muy

“celebrado un epigrama suyo cuando empezó a aparecer diariamente Len El Imparcial, una cuarteta que era anuncio de las camas de Mestas. Tablada exclamó un día entre sus amigos: Ya no hay sumas, ya no hay restas ni tampocodivisiones,

sólo multiplicaciones

sobre las camas de Mestas.

La agilidad intelectual de Tablada era proverbial. Cierta vez que su novia le pidió que se quitara la “mosca”, es decir la perilla que se dejaba en el labio inferior, se la rasuró y se la ofreció diciéndole: “A Venusse le sacrificaban palomas; a ti se te sacrifican moscas.” En otra ocasión

que se halló por casualidad una cigarra primorosa de metal, contestó

a Benamor que le había dicho que se la vendiera: Ya que mi suerte tan charra ha alborotado el cotarro,

note daré la cigarra,

pero te daré un cigarro.

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RUBÉN M. CAMPOS

EL POETA JOSÉ JUAN TABLADA EN SU JUVENTUD

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—<—<ÉÁ

Y le presentó abierta su cigarrera de marfil. Fue también celebrado el epigrama que le hizo a Jesús Urueta, quien quería ponerle a un hijo el nombre de Marco,enitaliano:

Urueta, no seas canijo escucha, por Belcebú;

no le pongas Marcoa tu hijo,

]

ponle mejor passe-partout.

Cuandoel poeta Salvador Díaz Mirón tuvo la peregrina idea, que | realizó, de obtener del gobierno de Veracruz permiso para perseguir al famoso bandido Santanón, Tablada exclamó regocijado: Hay vates de guitarrita y hay vates de guitarrón; unos van a Santa Anita y otros van a Santanón.

En otro libro hemos dicho que cuandoel pintor Gerardo Murillo se afilió en la Revolución y cambió su nombre porel pintoresco de Doctor Atl, Tablada, que era su amigo íntimo, exclamó: De Bartolomé el homónimo,

ya que emularlo no pudo, se ha adjudicado un seudónimo que parece un estornudo.

Hemos consignado también un exabrupto suyo cierta vez que: comíamosen la casa del poeta Valenzuela, donde comía tambiénel Cónsul Fernández Pasalagua que acababa de serle presentado, y a quien increpó diciéndole:

aparatos de gimnasia modernos. Una vez que se pavoneaba delante de don Justo Sierra de esa propaganda, su amigo Benamor, para compla“cerlo, le dijo que había empezado su instalación de gimnasia instalando un aparato. —¿Qué aparato instalaste? —preguntóle triunfante. —i¡Colgué una hamaca! —contestó el sibarita. —Veo que hace usted prosélitos —comentó don Justo Sierra riendo de buena gana. Su vida azarosa estaba llena de sorpresas, pues su popularidad era incontestable, y todo México lo conocía, lo cual no impedía que muchas veces se pasara el día sin dinero, por su altivez ingénita. Una vez agotóseles el dinero a él y a su amigo Benamor a pesar de una batida tenaz que habían dado para buscarlo. Al caer la tarde des-

pidiéronse sin haber comido los dos amigos,y al ver la inutilidad de sus esfuerzos, Benamordijo estoicamente:

—Haydías que se cierran todas las puertas...

—¡Hay años!... —comentó suspirando. Pero su orgullo, cuandore-

cibía dinero de su editor, era invitar a sus amigos a comer en su casa platillos exquisitos preparados y cocinados porél, pues además de ser un exigente gourmet era un excelente cocinero. Preparaba un pollo

con curry, el delicioso platillo hindú, que era para chuparse los dedos. Contábase que una vez, no trayendo dinero en el bolsillo, entró en un bar para ver si había algún amigo con quien beber, y con gran asombro vio que lo llamaban regocijados varios amigos que estaban sentados en torno de una mesa. —¡Qué bueno que has llegado! —i¡Noshas salvado!

—¿Pero por qué? —dijo Tablada asombrado. —Porque se nos ha acabado el dinero y estamos debiendo estas copas. - Tablada impertérrito dijo: —No tengan cuidado —y llamando a un criado le ordenó quesirviera las copas. Todos bebieron alegremente

Para no comer de guagua

lo que les vino en gana pedir, y Tablada ordenó que fuera servida otra

pasa el vino, Pasalagua, Pasalagua, pasa el vino.

cantinero. —Oiga usted —le dijo apresurado—, necesito urgente-

ni beber como un rabino,

Su vida juvenil fue un huracán. Su salud magnífica, que reaccionaba espléndidamente con duchas y gimnasia después de una crisis en la quese le veía vagar como un espectro, lo decidió a propagar la gimnasia tanto por medio de artículos en la prensa diaria como por medio de

ronda de copas y otra aún. Despuésse levantó y fue directamente al mente que me preste usted cien pesos.

—¿Cien pesos? ¡Pero está usted loco! Yo no dispongo de esa canti-

dad.

/-—No diga usted eso: necesito ese dinero a todo trance y sólo usted me puedesalvar: es un compromiso urgentísimo. —Peroya le he dicho a usted que me es imposible prestárselos.

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RUBÉN M. CAMPOS ==

—¡Y a mí me es imposible pagar una deuda sagrada, y no tengo ni

para pagar las copas que he pedido!

—¡Ah, todo fuera como eso! Las copas me las pagará usted cuando quiera, pero no puedo prestarle el dinero. Tablada volvió triunfante y dijo a sus amigos: —¡Vámonos! ¡Las co-

pas están pagadas! —añadió volviéndose al criado. Y salieron todos a la calle, dondeal oír el diálogo relatado por el poeta, pusiéronsea reír

XXVI

Un paseo al Desierto de los Leones

a todo trapo para celebrar la aventura. Al día siguiente Tablada fue a

pagar.

AÚL Y BENAMORsolían tener expansiones fuera de la órbita

de los intelectuales, como la que voy a consignar. En Coyoacán vivía el coronel Manuel Blanco, excelente persona que desde su juventud habíase dedicadoa escribir en sus horas de descanso y a propagar el mutualismo en sus horas de solaz, pues gozaba de una amplia libertad merced a sus relaciones con los jefes militares de quienes dependía el Parque de Ingenierosen el que estaba afiliado. Su casa en Coyoacán era una mansión patriarcal

edificada en un predio que ocupaba la mitad de una manzana, con una inmensa huerta frente al jardín de Santa Catarina, en la que se destacaban altísimos fresnos que aún están al pie. El interior era un vergel de floresy la familia gozaba fama de ser tradicionalmente hospitalaria. Las fiestas que allí se daban eran memorables, se tomaban ocho días de fiesta para celebrar un cumpleaños, y durante ese tiempolas familias dormían de día para volver a reunirse en la noche a seguir bailando; y cierta vez el entusiasmo delos jóvenesera tal, que trajeron albañiles para tapiar la puerta y entonces el coronel impuso su autoridad concediendo una prórroga detres días a las fiestas. Una detantas veces proyectóse un paseo al Desierto de los Leones,

y la cita fue en Santa Fe a las nueve de la mañana, en que fueron

llegando las familias; pero como no estaban completos los invitados, hubo queesperar a quienes se habían retardado, y la excursión no pudorealizarse sino hasta las once de la mañana, hora en que llegaron los últimos retardados. La señora Blanco habíase encargado de la

comida campestre, arroz con pollo, mole de guajolote, postres; y al¿gunosjóvenesllevaban a su cargo los vinos. Cada uno preocupóse de escoger la cabalgadura para la señorita que le tocó en suerte atender y para él mismo, pues eran pocos los caballos para la concurrencia

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UN PASEO AL DESIERTO DE LOS LEONES

RUBÉN M. CAMPOS

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me>

numerosa. A Benamory a Raúl, que no tenían compromiso ni predilec:

claramente lo que la otra le dice en voz muy baja, en secreto; o descendían a las profundidades de la montaña por donde corre el río entre árboles y flores, y donde haysitios preciosos por los cuales puede

día de junio en que los rayos de sol caían a plomo desde uncielo límpido sobre una tierra abrasada de calor, pero en la que las lluvia las

bosque, O bañarse libremente en las aguas cristalinas que forman pequeñas cascadas. La hora meridiana había pasado, y después de pasear bajo los árboles o al rayo del sol, de escudriñar el interior del convento por su patios y sus capillas, volvieron a reunirse para comer

gar a los caballos, que seguían pausadamente las angostas vereda s

botellas de cerveza y naranjas como precursoras de las viandas que

ción por ninguna de las jóvenes, fuéronles destinadas dos señoritas americanas; pero los demás maniobraron para que a cada unole toc: su novia,y la excursión púsose en marcha alegremente, en un precio habían hecho germinar todos los céspedes, y multitud de floressi tres brotaban entre los zacatales verdehermosos. La ascensión a

primeras estribaciones de la sierra fue lenta, porque nadie quiso fustis pues en aquel tiempo no se habían trazado aún las vías para automóviles, ni se habían instalado fondasal aire libre,y al llegar al fin de la jornada encontrábase desierta la explanada a cuyo frente está €

viejo convento de los carmelitas, verdaderamente en estado salva;

sin caminoni trazos para un parque que ha surgido después,y sin qué hubiera ni un cuidador en la enorme ruina quees el convento ni meno:

en sus alrededores. Los viajeros habían ascendido distraídos en aleg;

charlas y en sonoros cantos que se prolongaron hasta que las parej

a merced de las cabalgaduras fueron internándose bajo los inmensos árboles del bosque y bordeando los precipicios, naturalmente yende los caballos uno tras otro, y los viajeros encantados de la hermo del paisaje lleno de planos que ascienden y descienden,de precipicio en cuyo fondo corren los arroyos pluviales. Las veredas estrechas iban € zig-zag bordeando los precipicios; una multitud de pájaros salvaje

cantaba constantemente en los innumerables árboles que entonce tupían el bosque; a medida que se ascendía íbase sintiendoel frío di

las cimas, pues el Desierto de los Leones está a más de tres mil metrc sobre el nivel del mar. La flora prodigiosa de las altiplanicies y de cumbres se mostraba donde quiera; los antiguosfrailes llevaron mu titud de árboles frutales para destilar sus frutos en los alambiques? fabricar vinos de uvas, de manzanas, de duraznos, de perones,y portant sus huertas estaban llenas de estos árboles, y fuera de ellas había bosque

de zarzamoras y membrillos que se propagaron por todo el bosque. Losviajeros fueron llegando a la cumbre dela colina que ostenta ul macizo de árboles inmensos, y conforme llegaban amarraban suscal

llos en los troncos de los árboles y se internaban en las pintoresci ruinas y en los claustros conventuales, en uno de los cuales existe ul lugar llamadola Sala del Secreto, en la que dos personas colocadas € dos ángulos opuestos pueden platicar en secreto oyendo una de

uno internarse para descubrir rincones encantadores, en pleno

sobre el césped, donde se había tendido un grande mantel y aparecían

iban a servirse. Todos esperaban ávidamente que la comida fuera

servida, porque eran las tres de la tarde, y hasta entonces vino a descubrirse que nadie se había acordado de traer a lomo de mula los canastos con los avituallamientos, y las cazuelas de comida se habían

quedado en Santa Fe. La consternación fue general, y ante la certidumbre de que no se podría comer nada, el hambre hacía crisis en los estómagos,y las señoritas lamentábanse mientras los hombres, echándose unosa otros la culpa de tal descuido imperdonable, reían de la

aventura. No había más que volver a comer a Cuajimalpa, el pueblecito más cercano donde podría obtenerse algo de comer, pues no existían las barracas de La Venta; y bajo un sol abrasador emprendióse el regreso, esta vez menos molesto ya que los caballos iban descendiendo, aunque con los estómagosvacíos, se observó cómolos paseantes, que ya no cantaban ni charlaban optaron por volver a reír y a echar en broma el fracaso invitando a todos aquellos que desfallecían o renegaban del paseo, a tomarlo en broma para no inculpar a los organizadores. A las cinco de latarde llegaron a Cuajimalpay recorrieronlas

¡calles en busca de una casa donde se les diera de comer; pero no encontraron nada y entonces Benamor propuso como último recurso perseguir algunas gallinas que andaban por el camposin que se supiera quien era el dueño, y a reserva de pagarlas después, fuera de quien

fuesey costara lo que costase, matarlas y desplumarlas para proceder a freírlas crudas después de dividirlas en raciones. Púsose en práctica el consejo sin vacilar, pero la dueñade las gallinas presentóse enfure-

cida y sin dar oídos a quienes le presentaban los pesos en la mano para que tomara lo que costaran las gallinas, envió a dar parte a la autoridad

y se logró hacer venir al presidente municipal al lugar del atentado.

Algunas vecinas y vecinos habíanse reunido para presenciar el alter-

cado, cuandollegó el funcionario al teatro de los actores.

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UN PASEO AL DESIERTO DE LOS LEONES

RUBÉN M. CAMPOS a

—¿Quiénes son los culpables? —preguntó, y comose le señalara al iniciador que era quien llevaba las negociaciones, volvióse y al verlo. exclamó regocijado: —¡Hombre, si es Benamor Cumps!... ¿Qué andas haciendo robando gallinas? —y le abrió los brazos, pues era su viejo amigoy lo abrazaba jubiloso ante la concurrencia estupefacta. Después. volvióse a la dueña de la casa de cuya hospitalidad habíase abusado bajando de los caballos en el patio, al ver un gran tejabán con una cocina en el fondo, donde podrían comer. —Señora, ya no hay re-

medio —dijo dirigiéndose a la dueña—, los señores han abusado en. efecto, pero lo confiesany le ofrecen a usted una compensación pagán-

dole bien las gallinas y las molestias que le causen si usted es tan amable de acceder a la súplica que le hacen de darles de comer. —¡Cómono, señor, con mucho gusto! —dijo la buena mujer al ver que terciaba en | el asunto la autoridad del pueblo; y sin más procedieron a encender la hambre, poner una gran cazuela en el fuego para freír los trozos de gallina, mientras otras mujeres poníanse a echar tortillas con la masa

que ya estaba preparada para su cena de la noche. Las muchachas

instaláronsebajoel tejabán haciendo comentarios sobre los láncesdel:

día, y una hora después todos cenaban alegremente antes de que llegara la noche agregandovíveres, pan, quesoy frutas, que habían sido

hallados en unatiendita, y rociando aquella comida frugal con las bote de cerveza que habían sido sumergidas en un tanque de aguafría desde la llegada. Pero sucedió que al acabar de comer cayó un aguacero inesperado que hacía imposible el regreso hasta Tacubaya, por lo cual fue propuesto un baile en cuanto se supo que había una pequeña orquestz en Cuajimalpa; y sin consultar la opinión de nadie fueron por los músic y el baile dio principio, mientras una enorme ponchera había sido puesta al fuego para preparar vinos calientes y un lunch para la medianoche. Todo era alegría en torno; las muchachas del pueblo invitadas por la autoridad vinieron bailar; los jóvenes de Cuajimalpa hiciéronse amig de los paseantes, y todos contentos, combatiendo el fresco de la no

cuya temperatura había hecho descender bruscamente el aguacero, CO

vinos calientes y reconfortantes, ante el paisaje de la Ciudad de Méxi

cuyos millares de luces eléctricas semejaban constelaciones caídas d el cielo estrellado en un mar negro, pasaron una noche en claro delici en dulces pláticas o en alegres danzas; y al amanecer se decidió el

después de haber dejado descansar y comera las cabalgaduras. "Pero he aquíqueal llegar a Santa Fe aparecieron las cazuelas delas ricas viandas preparadas para el paseo,y a su vista ninguno quiso volvet

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AE pa

¿ México antes de que fuera servido un banquete campestre en la

“oquedad pintoresca de Belén, donde hay una fresca arboleda y aguas

murmurantes que corren al caer del acueducto y formar estanques y

zanjas que riegan multitud de flores; y descendieron alegremente a la

'tornafiesta que esta vez siguió su curso hasta caer la tarde, en que volvieron a Tacubaya para continuar después a la capital o hasta Coyoacán.

XXVII Una fiesta nocturna al actor Ermete Novelli

N LA ÉPOCA a que nosreferimos venía a México año por año una compañía de ópera o una compañía dramáticaitaliana, como ya hemosdicho, con aprobación de todo el público culto que tenía predilección porel arte y los artistas de Italia como en otro tiempo había tenido predilección por el arte lírico y ' dramático francés. Muchosartistas de primer orden, tanto eminentes cantantes como famosos declamadores, vinieron a México integrando magníficas compañías que abrían temporadas anuales en el Teatro Arbeu, rentado por la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, como también hemos dicho ya, para cultivar el buen gusto artístico por medio delteatro. Así tuvimosel placer de oír las admirables voces de la soprano Luisa Tetrazzini, del barítono Stracciare, del tenor Caruso, del tenor Bonci, del barítono Tito Ruffo, de la contralto Fanny Anitúa y de otras celebridades. Como representantes del arte dramático italiano vinieron el primer actor Ermete Novelli, la primera actriz Teresa Mariani, la primera actriz Tina di Lorenzo y otras personalidades de fama mundial bien adquirida.

En cierta ocasión los artistas mexicanos decidieron dar una fiesta nocturna a Ermete Novelli en el taller simulador de una tienda árabe del escultor Jesús Contreras, que había montado un lujoso taller de artista para mostrar todas las preciosidades de arte, esculturas y pinturas, que había atesorado durante sus largos viajes y su permanencia en Europa. La Revista Moderna invitó a todos los artistas mexicanos y extranjeros residentes en México para que concurrierana la fiesta escritores, músicos, pintores, escultores y arquitectos. Por primera vez

Viéronse reunidos en una fiesta escritores y publicistas pertenecientes a distintos periódicos y que parecían antagónicos, pero que enla intimidad de esa noche gozaron fraternalmente de unas cuantas horas

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RUBÉN M. CAMPOS

UNA FIESTA NOCTURNA AL ACTOR ERMETE NOVELLI A] a

de solaz, escuchandolas recitaciones de los poetas, las salutaciones de los oradores al gran artista y las composiciones tocadas por los pianis-. tas Pedro Ogazón y Ernesto Elorduy. El actor estaba feliz: jamás lo habíamosvisto tan cordial y tan amable como aquella noche; charlaba íntimamente con quienes podían comprender su idioma italiano; mostrábase encantado cuandosele dirigía la palabra para ensalzar su arte y realzar las bellezas de los pasajes que nos subyugaban; demostraba conocerla lengua española, aunque nola practicase, en los signos de aquiescencia que prodigabaal estar escuchando, y denotaba el placer que sentía al estar entre intelectuales que comprendían su

arte de interpretador de los más insignes personajes creados por los grandes dramaturgos de todoslos tiempos; cenó con nosotros alegre-

mente, pero bebió parcamente; y cuando se levantó de la mesa después de quele fue ofrecido aquel ágape por Jesús E. Valenzuela, fue para dar las gracias en su idioma natal con verdadera efusión, conmovido hasta humedecérsele los ojos y temblarle la voz, recordando

179

pa AAA

Urbina y Valenzuela, sino como un estímulo para seguir adelante en su carrera. El artista tenía cincuentay siete años cuando vino a México; pero su agilidad juvenil era pasmosa. Con un rasgo evocado nos bas-

tará para formarnos una idea de su elasticidad muscular. En la escena nocturna en que Otelo, atraído por las voces del tumulto sale revestido de sus armas para oír y castigar, su cólera estallaba al ver la confusión de

los culpables; y al exigir que se le diera exacta y verídica cuenta de lo sucedido, con el alfange desnudo en la mano,saltaba sobreparado con

la impaciencia de un joven, de un hombre en plenavirilidad, ávido de pelea, difundiendo el espanto entre los que lo rodeaban en la escena.

Después nosinvitó a pasar al salón de estudio del escultor, donde nos

rogó que nos sentáramosfrente al actor, quien tomó unasilla, sentóse en ella y detalló una representación mímica de una cena que efectuaba sin que aparecieran ni mesa, ni platillos, ni copas, ni comensales, ni

criados;

accionaba sin hablar una palabra, por supuesto, sino

en que las muchedumbres delirantes de entusiasmo lo aclamaban al

sugiriendo todo con los ademanesy los gestos, con la potencialidad evocadora de su claro y fuerte intelecto, con su pericia de moverse en la escena, esta vez reducida a la mitad de su acción por permanecer sentado, pero demostrando una habilidad y una perfección en el arte de la sociabilidad para atender a las damas y 'a los caballeros que

ademán italiano para significar que apretaba las manos de todosal

que a su vez recibía, para ordenar imperiosamente aunque con mo-

sus mocedades y sus primeros triunfos en la escena, su vida de bohemio en las ciudades por las que iba errabundo con las primeras

compañías que lo contrataron, y luego sus grandesvictorias escénicas

finalizar una tragedia, mientras él se apretaba las manos enelclásico sacudir las suyas entrelazadas contra su pecho. Esas victorias lo premia-

ban largamente de sus esfuerzos tenaces y lo decidían a seguir estudiando con denuedo, pues estudiaba siempre, de día y de noche,

para no necesitar del auxilio de los apuntadores ni de los consuetas, por lo cual se sabía las tragedias y los dramas de memoria, íntegros,

porquesiendo el director responsable del éxito de las compañías que organizaba con los mejores artistas que escogía personalmente, su

éxito estaba en conocere intervenir en todos los detalles, en valorizar

todas las interpretaciones de los actores que lo rodeaban, todas las

cenaban conél, para dar las gracias exquisitamente porlas atenciones

dales de gran señor a los criados a fin de queel servicio fuera impecable, y por último, después de servido el café y encendidoslos cigarrillos, púsose en pie para dar las gracias como anfitrión a damas y caballeros por su presencia, e hizo una reverencia final invitándolos a pasar al salón. Cuando terminóel artista la representación de su escena muda, una delirante ovación coronó la excelencia de su arte para mimar con estupenda veracidad todos los detalles con un señorío que recordaba a Lúculo cenando en casa de Lúculo, según la evocación latina, y con

realizaciones de los escenógrafos que decoraban las escenas, de los modistos que vestían a los personajes de diversas épocas, según lo

una gratísima intimidad que recordaba la cena de Baltasar de Alcázar. Todos desfilamos para darle y recibir de él un abrazo cuyo recuerdo

su repertorio. Y ahora que estaba en una reunión tan grata y tan cara a su corazón de artista, sentíase rejuvenecido, sentíase tan bohemio como en sus mocedades,y tan necesitado de estímulo, según nos decía

largo tiempo en el taller Ermete Novelli, que admirabasin restricción

exigía la representación exacta de cada unade las obras que integraban

con cautivadora sencillez, que no consideraba aquella fiesta como un homenaje que le rindiéramos, según acababan de expresarlo Urueta,

perduraría al través de nuestra vida. Todavía permaneció con nosotros

candoroso y sincero como un niño, los tesoros de arte acumulados /por el escultor en su taller, de nómade moro del desierto, mármoles

y bronces, óleos y aguafuertes, todo escogido porel ojo sagaz y experto de Chucho Contreras; o escuchandolas bellas evocaciones del pianista

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RUBÉN M. CAMPOS ==

Ogazón hechas con su arte exquisito, una de las cuales, La Soirée dans Grenade de Debussy, estaba acorde con aquel ambiente en que flotaba el alma mora del maravilloso compositor francés que es sin duda el creador del arte musical contemporáneo llevado hasta el justo límite de la poesía, y que nuestro pianista en la flor de la edad interpretaba con una emoción que nuestro entusiasmo juvenil parangonaba a la

XXVIII Las sesiones de sobremesa del Liceo Altamirano

evocación que de esa música divina habían hecho aquí los grandes

pianistas Lhevinne, Paderewsky y Yolanda Meroe, que en aquella época vinieron a México. Después que acompañamosal insigne actor hasta el carruaje que lo esperaba afuera del pórtico en el fondo de cuyo recinto plantado de árboles y flores estaba el taller del escultor, un último aplauso interminable y unánime lo despidió al partir acom-

pañadoporel poeta Urbina; y todavía al alejarse volvía hacia nosotros

su rostro risueño, mientras su mano izquierda sostenía su sombrero

de anchas alas que se había quitado para despedirse descubierto, y con

su diestra no cesaba de saludarnos hasta que se perdió de vista, pues acaso su corazón le decía que aquel saludo era el último dado a sus

amigos mexicanosa quienesjamás volvería a ver.

N DÍA, por aquellos años, recibimos los antiguos miembros del Liceo Mexicano y los poetas y escritores residentes en

México, una invitación para cenar en el restaurante Sylvain

firmada por don Joaquín D. Casasús y don Ángel de Campo, para reinstalar la sociedad literaria que fundó el maestro don Ignacio M. Altamiranoy de la que surgieron poetas y escritores de renombre,

entre los que se contaban Luis G. Urbina, José M. Bustillos, Enrique Fernández Granados, Luis González Obregón, Antonio de la Peña y Reyes, José P. Rivera, Ángel de Campo (Micrós), José Peón del Valle

y Otros cuyos nombres olvido.

Cenamosalegremente,sin la expansión del bar, pero con las dulces añoranzas del tiempo en que, bajo la presidencia del maestro, se reunía el Liceo Mexicano en el coro dela iglesia de San Agustín trasformada en Biblioteca Nacional; y el primer acuerdo que se aprobó por unanimidad,al abrirse la sesión literaria después de la cena,fue el de que se llamara la agrupación “Liceo Altamirano”, como un homenaje al maestro muerto en San Remo en 1892. ¡Cuán dulcemente vuelvo a añorar hoy, después de treinta años, la reinstalación del Liceo que fundara el maestro diez años antes, y cuyo

espíritu presidía como antaño presidió en cuerpo y alma, la primera

sesión! Los discípulos que yo conocí, jóvenesal llegar a México, hoy estaban en la plenitud de la vida o comenzaban a declinar. Casasús, que era el alma del nuevo Liceo Altamirano, era hoy un prócer en las

letras y en la política, en las finanzas y en el poder. Pero su predilección eran las letras, y rodeado de los escritores que al lado de él debutaron en la prensa bajo la dirección de Altamirano, volvíase a sentir joven, lleno

de vida y de bríos, y en cada sesión daba lectura a sus estudios sobre los poetas latinos Virgilio, Horacio, Catulo, Tibulo, estudios saturados de

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LAS SESIONES DE SOBREMESA DEL LICEO ALTAMIRANO

RUBÉN M. CAMPOS

Las sesiones del Liceo Altamirano, de sobremesa después de cenar

erudición y perfumados en la poesía antigua de la Roma de Auguste Angel de Campo (Micrós), el pequeño gnomo que conocía y pint:

juntos una vez al mes, eran una fiesta. Estaba convenido que no hu-

biera más que una lectura larga, cuando más de media hora, y en cambio. todos los comensales tenían derecho a leer lo que quisieran, sin anuncio previo y sin solicitar la venia de nadie; y esta democrática costumbre implantada dio buen resultado, pues una lectura aplaudida decidía a otro comensal a leer también un poema o una prosaliteraria, las sobremesas duraban hasta que no había más lecturas. Entonces

la vida mexicana mejor que nadie, con los ojos radiantes de inteligencj

tras de sus espejuelos de cristal y oro,leía capítulos de su novela in La sombra deMedrano, que hacía desternillar de risa al cónclave mi tras digería plácidamente jugosas viandas al calor de ricos vinosy en

el humo aromosode los vegueros. Victoriano Salado Álvarez dabale tura con su voz melosa de payo tapatío a sus sabrosas narraciones

se levantaba la sesión y cada uno dejaba en una bandeja que tenía en sus manos un criado, cinco pesos del cubierto en la cena, y una propina

Santa Anna a la Reforma, que integrarían un libro en que haría toda una época. José P. Rivera leía con acento costeño sus realis cuentosregionales a los que llamaba Cuentos de mitierra, y que es de sentirse que no estén reunidos en un libro que reconstruiría la vida!

para los criados, si era su voluntad. Frecuentemente el señor Casasús

pedía la cuenta y pagaba todo, sin permitir que nadie pagara. Este acuerdo decelebrar las sesiones del Liceo Altamirano después

jarocha que va desapareciendo. Carlos Díaz Dufoo leía con voz que

parecía recalcar cada frase sus Cuentos nerviosos en los que se debatía la vida moderna con sus paroxismosde pasión. d Cada cena estaba dedicada a uno de los escritores supervivientes de la vieja guardia literaria de otras épocas, y así presidieron las sesiones : cenaron con nosotros don José Peón Contreras, el dramaturgo continuador de don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, de don Manuel Eduardo de Gorostiza y de don Fernando Calderón; los dramas de Peón Contreras La hija del rey, Gil González de Ávila, Hasta el cielo, que

de una cenaenel restaurante Sylvain, duró hasta que el señor Casasús terminó su nueva residencia de la calle de los Héroes, pues entonces

nos invitó a todos a cenar en su casa cada mes y celebrar las sesiones

de sobremesa, para lo cual pasábamosa la biblioteca después de cenar. En la suntuosa residencia el anfitrión era él mismo, campechano,jovial, sencillo; se veía claro que la reunión delos intelectuales y de los artistas era la de su predilección, pues a aquellas cenas, además de los escritores, eran invitados músicos, pintores y escultores, sin que jamás se

viera en ellas un negociante ni un político. Hablábase de arte úni-

eran reconstrucciones vivas de la época colonial, habían sido repre-

sentadas en todoslos teatros mexicanos, y su fama era de las mejores y

camente, se leían composiciones poéticas y literarias, y algunas veces

más bien ganadas durante medio siglo de lucha. Conocíamosle por

tocaban en el Steinway del salón de recepción, adonde nos tras-

tradición desde sus mocedades, cuando enla ciudad de Mérida, su tierra natal, daba serenatas a las damas yucatecas con el cancionero Chan Cil,

ladábamos, el pianista Villaseñor o el pianista Ogazón. Esas cenas fueron memorables por la sencillez que reinaba en torno de la mesa opípara en la que se libaba fina y parcamente. Micrós era el

vestidos ambos de trovadores medievales. Otra sesión fue presidida por don Rafael Ángelde la Peña, autor de un Tratado de literatura y de una Gramática española que le dieron autoridad de maestro en el buen decir, y lo elevaron al rango de don José Rufino Cuervo entre los hablistas y escritores hispanoamericanos. Presidió otra cena don Emilio

de su Playera fueron en una época los más populares, recitados y can-

tados con música de nuestros cancioneros; y en la alta poesía dejó poe- '

mas magníficos como “Otoñal”, “Oda de Víctor Hugo” y muchosotros.

comisionado para recordar quetal día habíase designado parala sesión

del Liceo Altamirano, y a la hora señalada llegábamos puntuales, y después de charlar un momento en el salón, donde nosrecibía el anfitrión, pasábamos al comedor para subir después a la espaciosa biblioteca, donde se abría la sesión literaria en torno de una gran mesa preciosamentetallada, arrellanados los invitados en cómodossillones

que circunvalaban la mesa. Los ricos vinos habían quedado en el comedor, y en la bilioteca solamente se tomabael café y se fumaban puros habanos que los criados ofrecían solícitos, y retirado el servicio del café

ES

Rabasa, autor de una serie de cuatro novelas, La bola, La gran ciencia, El cuartopoder y Monedafalsa, en que pinta sencilla y fielmente la vida mexicanade la provincia. Don Justo Sierra presidió otra sesión en la que escuchó un cumplido elogio de sus obras literarias, con las cuales se ganó, comoenla cátedra, el nombre de maestro; siendo poetajuvenil, los versos -

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abríase la sesión literaria y daban principio las lecturas. Fue festejada

una sesión en la que Balbino Dávalos, a la sazón encargado de negocios

de México en Lisboa, presentóse sin haberse anunciado con el derecho

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RUBÉN M. CAMPOS

que tenía de hacerlo, y al terminar la sesión se despidió porque al otro día tenía que partir para Lisboa.

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Estas reunionesliterarias fueron la despedida de un pasado román-

tico, el último fulgor de un procedimiento artístico que se extingu y el prócer letrado que nos abría su casa espléndida, previó sin du con su poderosainteligencia que el antiguo régimen se disgregaba] queel orden de cosas existente iba a desaparecer a los embates de una formidable revolución social, y quiso dar el último esplendorintele Ctual en su propia casa, al lado de los suyos, en la plenitud de su pode de ministro sin cartera, de consejero de un gobierno al que pronto a representar como embajador ante el gobierno más poderoso d d mundo, los Estados Unidos de América.

¿Y

XXIX

"Los primeros truenos de la tempestad revolucionaria 4

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LEDIFICIO POLÍTICO cimentado sobre limo, materia de la que según el geólogo barón de Humboldt está formado el subsuelo del valle en el que se levanta la ciudad de México,iba a desmoronarse al empuje de un poderosocataclismo. Una inquietud febril permitía que los rumores corriesen de boca en boca

entre los frecuentadoresdel bar, puesel bar era, naturalmente,el lugar "donde se recogían todos los rumores propalados porespíritus alarmis-

tas, que se complacían en reproducir aquello que fuese grato a las conciencias atormentadas por la prolongación de un estado de aplanamiento, en que se le había dado al pueblo pany circo y a las gentes

de pluma pan y alcohol. Esos rumores trasmitían noticias de la con-

densación de nublados dispersos en cúmulos amenazantes y presagiadores de no lejana tempestad. Otros intelectuales temibles, los que no se conforman con escribir poemas ni prosas para laudar la belleza abstracta, sino que estudian en constante vigilia, ocultándose

en las sombras como los conjurados de Hernanien las criptas de Aquisgrán, trabajaban dispersos para removerel antiguo régimen, que mien-

tras más aplastante era tenía más posibilidades de derrumbarse si lograba ser minado en sus cimientos. Los intelectuales conspiradores ponían sumo cuidado para no ser descubiertos, y algunos tuvieron que

expatriarse voluntariamente para redactar periódicos políticos en los Estados Unidos y desde allá combatir la dictadura del presidente Díaz que llevaba entonces un cuarto de siglo en el poder. La lucha contra Porfirio Díaz no era nueva. Desde que el caudillo de Tuxtepec, triunfante en Tecoac, entró vencedor en México a la caída del presidente Lerdo de Tejada, el coronel Pedro Valdés había procla-

¿mado en 1877 la restauración del lerdismo y el general Mariano Escobedo, que también proclamara aquella restauración, cayó prisionero

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RUBÉN M. CAMPOS

LOS PRIMEROS TRUENOS DE LA TEMPESTAD REVOLUCIONARIA

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en Cuatro Ciénegas en 1878 y fue deportado. En 1879 abortó otra conspiración del general Miguel Negrete, héroe del Cinco de Mayo. descubierta en Tepoxtlán y el conspirador fue encerrado en Santiago de Tlaltelolco. En 1880 el general Jesús Ramírez Terrones fue vencid en Villa Unión por el coronel Bernardo Reyes, quien fue ascendido rango de general por esa acción, y en el mismo año el general Manu

de esta celebración se recrudeció la lucha política a la vuelta de los delegados a sus núcleosde acción. Enla capital había más amplio campo de acción para los conspiradores, a pesar de que las persecuciones prestamente ahogaban los movimientos de sedición, y de que los repre'sentantes intelectuales de la oposición eran perseguidos y encarcelados hasta llenar las cárceles con reos políticos, entre los cuales destacaban,

Díaz, en 1886 se rebeló el general García de la Cadena, y vencido p el general Sóstenes Rocha, murió trágicamente en su carruaje cuand

Carrión, Antonio 1. Villarreal, Manuel Mestre Ghigliazza, Esteban B. Calderón, Lauro Aguirre y otros. Muchos líderes brotaban en cada núcleo

Márquez de León fue vencido porel general José Tiburcio Otero cerca de Ures, al invadir el estado de Sonora. Reelecto presidente el gene al

iba a ser procesado. Es fama que el general Díaz dijo al general de la Cadena cuandoéste fue a despedirse para volver a Zacatecas: “No. vayas, compadre; te vas a levantar y yo te mando fusilar.” En 1890

además de Ricardo Flores Magón,Alfonso Cravioto, Juan Sarabia, Camilo Arriaga, Antonio Díaz Soto y Gama, Santiago R. de la Vega, Jesús Martínez

fabril, en cada centro obrero y fundaban clubs antirreleccionistas y democráticos Manuel M. Diéguez en Sonora,José Neira en Río Blanco, Juan Álvarez en Torreón, Alberto Tagle en Uruapan,Hilario Salas en Veracruz,

general Francisco Ruiz Sandoval fue derrotado por el coronel Cerón cerca de Laredo, pero el conspiradorpasóla frontera y fue preso por fuerzas americanasen el condado de Webby encarcelado en Texas con otros mexicanos. Éstas no son sino unas de tantas asonadas revolu: cionarias durante el gobierno del general Díaz. En 1892 estalló en

Pedro Antonio Carbajal en Tabasco, Ángel Barrios en Oaxaca y muchos otros en tantas otras regiones. En la capital los escritores de oposición Diódoro Batalla, Juan Sánchez Azcona, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, Jesús Urueta, Ciro B. Ceballos, Luis del Torose afiliaban abiertamente en la oposición y algunos de ellos como Calixto Maldonado y Donaciano

de la oposición contra el general Díaz. En ese mismo año de 1892 estalló la revolución de Tomóchic que dio tema al joven teniente

Alomia en Campeche. Nuestra intención es solamente dar una idea

sensacional y que iba a costarle la vida, pues procesado por revelar

de los sismos anunciadores de la erupción revolucionaria, labor que ya

México una conspiración de estudiantes de los que muchos fueron presos,entre ellos Ricardo Flores Magón, que desde entoncesfue líder:

Pérez eran encarcelados en México; José María Pino Suárez y Carlos R. Menéndez eran perseguidos en Yucatán, así como Salvador Martínez de los entusiasmos juveniles que brotaban por todas partes, anhe-

Heriberto Frías para escribir una hermosa novela, Tomócbic, que

losos de un mejoramientosocial, y no estudiar el desarrollo cronológico

secretos en campañase libró de la muerte, ya puesto en capilla, porque

ha sido emprendiday realizada por historiadores contemporáneos.

ción desafió el poder del dictador y fundóse en México el diario El Demócrata bajo la dirección de Joaquín Clausell; que fue encarcelado

que se desbordaba donde quiera a partir de 1900, como la espuma de los bocks de cerveza traídos para los sedientos que henchían el bar, y

no pudo probársele que fuera el autor de la novela. En 1893 la opa

con todos los redactores en la Cárcel de Belem; la novela Tomócbic de: Heriberto Frías empezó a publicarse en este diario que antes de tres

meses fue clausurado. Este trágico desenlace hizo que los periodistas de oposición prefirieran radicarse en los Estados Unidos, lejos de la:

Nuestro propósito solamente es subrayar la efervescencia política

cuyas conversaciones, aunque en tono discreto y lenguaje reticente, no se referían más que a los movimientos políticos brotados en todas

partes, y a los que los elementosoficiales de la capital de la República, que era el núcleo del poder, fingían no dar ninguna importancia. El

persecución de las autoridades mexicanas, y Ricardo Flores Magón

- número de los conspiradores presos en todas las cárceles del país

quereinaba en Méxicoy la voz clamante que denunciabalas exacciones. de que eran víctimas los intelectuales que luchaban por dar otras orien-

poderosa empresa editorial que sostenía el gobierno no dejaban traslucir al público metropolitano la fabulosa cantidad de aprehensiones

fundó el periódico Regeneración, que fue el órgano del descontento

hacíase ascender a sesenta mil personas; pero los diarios de la

taciones de libertad a los mexicanos. En 1901 se reunió el Primer Con-

/ que se efectuaban dondequiera, y aparentemente la calma reinaba en

representantes de todos los clubs políticos de la República, y después

periódicos extranjeros y mexicanos que traían informaciones de la

greso de Clubs Liberales en San Luis Potosí, al que concurrieron los

la capital, porque en las estaciones postales eran decomisados los

188

LOS PRIMEROS TRUENOS DE LA TEMPESTAD REVOLUCIONARIA

RUBÉN M. CAMPOS

189

AS

obra subterránea de multitud de conspiradores, que por defens¿ propia preparaban con tenaz labor anónimala revolución. La literatura de los periodistas de la oposición era candente y eficaz para exaltar los ánimos, pues aunqueel formidable polígrafo don Frz

esa conciliación turbia y bochornosa; tenemosla imprescindible obligación

de infiltrar el valor civil en las masas y denunciar todos los abusos que

cisco Bulnes haya escrito que “en México, donde nocristaliza un fue poder plutocrático, la opinión pública la fabrican las medianías de

cometan los empleados públicos, sean quienes fueren, y de acusar a los que violan la constitución y las leyes de Reforma. Ya el clericalismo no es el monstruo que vio Gambetta; ya está caduco y derrotado por los esplendores de la ciencia; pero que no lo salve del despeñadero el potente dique del despotismo que nos gobierna.

se obtiene más eficazmente por medio de un lenguaje que el pueblo

Como se ve no había medianías del proletariado intelectual, sino fuertes pensadores entre los miembros de la oposición que encen-

proletariado intelectual”, la verdad es que esa literatura, mediocre€ no, mantenía una tensión constante en el espíritu popular, efecto que comprenda, y no con un lenguaje retórico que no va directamentea alma del pueblo. Sin embargo, había claros y fuertes talentos en la

filas de los escritores revolucionarios, como don Fernando Iglesias Cak derón, que hizo un resumendela situación política en este párrafo: De hecho, la Nación está sometida a una dictadura militar que ejerce, no el despotismo franco y abierto que tiene cierta grandeza en la acepte: viril de su conducta, sino el despotismo hipócrita que se encubre en apariencias constitucionales. Se han conservado los nombresdelas c hay división de poderes, hay estados libres y soberanos, hay cámaras co gisladoras, hay garantías individuales, hay constitución de 57. De hecho, l: constitución es un mito, las garantías individuales una ilusión, las cámara

unas corporaciones de consigna, los estados unos feudosy la divisióndi los poderes unatriste parodia del dogmade la Trinidad, en la que hay tres poderesdistintos y un solo mandón verdadero: de hecho, no hay más qu una autocracia más despótica que la del zar de Rusia. En el terreno delo;

hechos hay que hacer conocera la nación el engaño de quees víctima, hay que patentizar que los funcionarios que han protestado guardar y

hace

guardar la Constitución, son, sencillamente, unos mandatarios infieles.

Don Ricardo García Granados escribía lo siguiente: No hay, en efecto, que olvidar que la democracia tiene por base la iniciativa individual, las virtudes cívicas, la constancia y la abnegación, y que ef dondeéstas faltan, el gobernante más desinteresado se ve obligado, las circunstancias, a proceder despóticamente, para evitar la anarquía, € que la sociedad caiga en poder de aventureros audaces y sin conciencia. Don Camilo Arriaga, radical exaltado, escribía estas declaraciones:' Traemosel fin político de combatir al clero como facción política y pof endeel de poneren claro la conciliación del gobierno del general Díaz en

dieron la revolución, y si no fue encarcelado quien hacía la síntesis de

la situación tan resueltamente, fue porque se escudaba con llevar el ¡nombre ilustre de don José María Iglesias, uno de los más preclaros

patricios mexicanos, así como Camilo Arriaga tenía el abolengo del inmaculado constituyente don PoncianoArriaga. Por lo demás, los escritores del movimiento literario que revolucionaba la literatura, si se habían abstenido de conspirar, no estaban ignorantes de lo que pasaba en torno deellos. La dedicatoria del libro

de don Francisco 1. Madero La sucesión presidencial “A los señores

redactores de la Revista Moderna de México”, que pasó por nuestras manos y que todos leímos, fue la primera clarinada que ponía en guardia al país para la acción cívica despuésdela entrevista Díaz-Creelman, y un testimonio de queel líder más preclaro de la revolución que se preparaba conocía y estimaba al grupo de los escritores modernistas, de uno delos cuales, Alberto Leduc, era un correligionario a quien quería y estimaba, porque conocía su empuje y su franca rebeldía de hombrelibre que jamás quiso aceptar nada ni pidió nada a un gobierno cuyos errores fustigaba a voz en cuello en los corrillos, públicamente, temor a ser encarcelado o perseguido.

'

XXX La primera víctima del bar

L MISMO TIEMPO quelas asonadas políticas se multiplicaban en todoel país, y hacían patente el descontento de los mexicanos porla prolongación de un gobierno que notenía ya el

predominio porlas simpatías populares que se había captado

a su restablecimiento, sino que se hacía temer porla fuerza que desplegaba para sofocar los movimientos de rebelión por medio de la cárcel, de la clausura de periódicos y del impedimento dela circulación

de libros por correo, los cuales se veían obligados a circular clandestinamente, un viento de fronda hacía estremecer de pronto el oasis en

el cual se habían refugiado los intelectuales, que se creían a salvo de los ciclones desencadenadosde la política.

No intentamos hacer un estudio amplio de la vorágine de alcohol en que naufragan no solamente los intelectuales, es decir los que trabajan con su inteligencia como un medio honesto de vivir, pues no se crea que al dar a los escritoresel calificativo de intelectuales tratamos de elevarlos a un rango superior al de los demás. Tan intelectual es el que escribe

literatura como el curial que estudia un proceso y consigna una resultante, o comoel ingeniero que concibe y hace cálculos matemáticos para una construcción, o como el médico que compulsa lineamientos de procesos morbososy sintomáticos para diagnosticar un mal o para fundar un pronóstico, o como el constructor de una máquina que resuelve mul-

titud de problemas de concatenaciones de movimiento para traducirlo en acción, o como el músico que crea arquitecturas de sonidos vanos como un espejismo pero sujetos a leyes armoniosas imponderables:to-

dos son intelectuales, todos trabajan con la inteligencia, y su labor está

reconocida como la más alta y noble de la humanidad pensante.

Ahorabien, los intelectuales no son los únicos que más asiduamente concurrenal bar, donde creen encontrar la expansión necesaria como

192

LA PRIMERA VÍCTIMA DEL BAR

RUBÉN M. CAMPOS ama —.

premio a la reconcentración de su intelecto en la labor constante de pensar, absorbente de todas las actividades. El bar es concurrido además por multitud de gente alegre, de jóvenes ociosos para quienes la vida sonríe, que hallan muy sencillo tener una hora de disipación, o un día de disipación, o una vida de disipación; pero no saben que el alcohol que por más o menos años fue un placer y un pasatiempo, un estímulo y un acicate, con los años se convierte en una necesidad, en una urgencia, en un hábito fatal y por último en un vacío. El alcoholes un vicio que conduce

atodoslosvicios, y el orgiástico es un crapuloso al que no detiene ningún valladar y que no respeta nada. La frase terrible de Edgar Poe, “el que ha bebido beberá”, es un estigma de fuego que marca al condenado a descender a toda degeneración, y cuyo desenlace trágico no es solamentela muerte, porque si ha engendradohijos ellos heredarán todas las miserias y degeneracionesfísicas y morales del alcohólico. Hemos estudiado antes, aunque ligeramente, las alegrías del bar,

Pero es preciso que anotemos, aunque sea también ligeramente, la tristeza del bar. Cierto día hallábanse algunos de los personajes de quienes hemosestado hablandoenel bar llamadoEl Palacio de Cristal; bebían alegremente una copa en el muelle, que como hemosdicho era el mostrador donde los cantineros confeccionaban y servían las

copas. Bebían los amigos antes de ir a comer juntos y con cierta premura no la última copa, sino la penúltima, como ellos decían en humoresca superstición de que jamás debe beberse la última copa, cuando de pronto vino a turbar su ruidosa alegría un incidente extraño: Pancho Banuet, que tenía en la mano una copa de ajenjo, de pronto empezó a palidecer y a titubear en la pronunciación; detalle

que pudo notarse porque a la sazón hablaba él con el humorismo

gracioso y mordaz que le era característico; viose que la copa se le:

escapaba de las manos, que sus piernas flaqueaban temblorosas y que perdíael equilibrio,lívido y aterrado; y al ir a desplomarse enel piso, Aurelio Ruelas, el arquitecto hermano de Julio el pintor, logró sostenerlo en movimiento súbito recibiéndolo en sus dos brazos para que no cayera. El estupor cundió entre todos, las copas fueron puestas sin vaciar sobre el mostrador, nadie osaba comentar el caso, y cuando Banuet intentó dar un paso y no pudo, pueslas piernas pendían inertes como el trapo, determinamos salir del bar sin consultarnos previamente; y Raúl Landázuri y Aurelio Ruelas al salir del bar cargaron a

Banuet a quien tenían cogido cada uno por un brazo sobre los hom-

bros de ellos, pararon un cochey lo subieroninerte, dandola dirección:

193

an

de la casa de huéspedes que habitaba con Guillermo de la Peña, excelente camarada que administraba la Revista Moderna, y donde

íbamos a almorzar alegremente, mientras nosotros seguíamos a pie

hacia la calle de San Lorenzo. En el camino alguien propuso tomar la copa del estribo en una cantina que surgió al paso, de las mil cantinas que tenía entonces la ciudad, y sin vacilar entramos y pedimos cada uno lo que nosvino en gana. Pero el incidente penoso nos había llenado de tristeza y nadie bromeaba ya. —Loterrible de estas paraplegias —decía Guillermo de la Peña— es que nadie sabe a qué hora se presentan ni cuándo estallan: está uno muy quitado de la pena, bebiéndose una copa como Banuet, sano, fuerte, siempre de buen humor, cuandoel mal traidor lo fulminay lo paraliza, sin que se haya dado cuenta desde cuándo estaba amenazado del terrible mal ni cuándoestallaría... —Noescierto —dijo Benamor Cumpsinterviniendo ante la expec-

tación de todos—. Todos sabemos qué mal fatal llevamos con nosotros,

que nos acecha, de cuando en cuando, piadosamente, nos da un aviso preventivo: lo presentimos, lo vemosvenir, lo sentimos ya en nosotros, en nuestros entorpecimientos musculares, en nuestras cóleras sordas, en nuestro trágico despertar después de una orgía, en nuestra amnesia que nos hace olvidar todo como si cayera un telón entre el pasado y el presente, en nuestra acrimonia para los seres más queridos, en el pavor constante porque no sabemos qué peligro nos amenaza, en los insomnios que ya no nos dejan dormir como antes, en las paralizacio-

nes dolorosas de las extremidades que se nos duermen y que no podemos mover al despertar...

—iCállese usted! —dijo Valenzuela sordamente sacudiendo un brazo de Benamor, junto al cual estaba, y bebiendo de un sorbo su

copa de brandy.

Y arrastrando a su amigo lo sacó de la cantina premuroso,la cabeza baja, sin hablar, absorto en quién sabe qué pensamientos, presuroso

por llegar a la comida que esta vez iba a ser fúnebre, temeroso como si quisiera huir de sí mismo. Subieron las escaleras y llegaron al pequeño comedor dondeyaestaban sentados los demás comensales; y frente a la entrada, Banuet empuñaba una copa sentado, sin poder ponerse en pie porque ya sus

piernas no lo obedecían, y exclamaba irónicamente saludándonos con su copay repitiendo el grito de guerra que enseñó la Santa de Cabora, Teresita Urrea, a los indios rebeldes de Tomóchic:

'

|

194

RUBÉN M. CAMPOS

—¡El santo poder de Dios nos valga! —y apuró su copa de untrag

La comida fue tétrica, como decía humorísticamente Aurelio Rue

pues aunquetodostratábamos de disipar el recuerdo de la escena del bar, la teníamos grabada a fuego en la memoria. Después de breve sobremesa nos despedimos, mientras los compañeros de habitaci;

de Banuet habían ido a traer un médico. Inútilmente. Banuet, mec

a inyecciones, fue decayendovisiblemente; perdió el humor, perdió alegría; le fue privado el alcohol estrictamente; y como insistiera ef beber, al segundo ataque complicado con una antigua “avería”, hu que amputarle una pierna, y como fueran a amputarle la otra, pre morir y pronto halló la muerte.

XXXI

Los síntomas precursores de la Revolución -—_—_—_—— AAA

AVIDA SIGUIÓ su curso. Los síntomas de la perturbación social atizada másy más porlos agitadores que integraban unavasta ramificación en toda la República, en vano los periódicos gobiernistas pretendían hacerlos pasar inadvertidos. El bar, que

para todos los demás parroquianos crecía en interés, porque era el

único lugar donde se conspiraba en pequeñoscorrillos, en la intimidad

de círculos concéntricos a la realización de un ideal común, para nosotros había decaído en interés, porque no era ya el lugar de la plácida alegría comunicativa, sino el centro adonde convergían todas

las conspiraciones. Ojos febriles nos miraban con recelo, como a gentes extrañas que no tomaban parte activa en sus discusiones poranimadversión hacia los que no pensaban comolos escritores. Hoy existe, como antes de la evolución de la prensa, una multitud de publicistas

congregados en torno de los grandes diarios modernos; pero entonces, a la desaparición de los antiguos diarios políticos, no admitía más que un pequeño grupo de plumíferos que formaban, como hemos dicho, un pequeño mundoaparte al que sólo se asomaban porafinidad

los artistas, pero no los políticos intelectuales que no se sentían halagados con el nombre de escritores porque su lema no eraescribir sino,

como decían ellos, difundir sus ideas al calor del miting y en la efervescenciadel club, cuandolas injurias hechas a los obreros aún están vivas

y la sangre gotea de su corazón lacerado. Entoncesellos, los agitadores, levantan su palabra flamígera para incitar a los ofendidos a vengar afrentas, hacen vibrar de entusiasmo a cuerposflácidos que se creían decadentes y que se yerguen aptos para agitar la tea vengadora, para empuñarel arma igualadora y para invadir las propiedades que debían ser de todos los desposeídos y que no son sino de unos cuantos acaparadores.

197

RUBÉN M. CAMPOS

LOS SÍNTOMAS PRECURSORES DE LA REVOLUCIÓN

Deestos agitadores, aunque no delos líderes que se ocultaban

y creyendo quelos favores de la diosa fortuna se prodigan en quien los ha recibido, quiso volver a vivir la vida fácil que había vivido, y

196

gazmente para evitar ser perseguidos y capturados, sino de |

desconocidos que no tenían aún sobreellos el ojo de lince del dete tive, se deslizaban muchosen los círculos del bar que recorrían ope tunos, simulando presentaciones eventuales, aceptando invitacion fortuitas y correspondiendola invitación a sentarse con una rondaé copas, para poder permanecer en un círculo y escuchar, sondear | ánimos, explorar las conciencias por ver si había entre ellos la filiación conspiradorae insinuarfraternidadesy alianzas para eng la nube amagadora de la oposición que se cernía en el horizonte pa deshacerse en tromba revolucionaria. 1

cuando creía hallarse a la mitad de una larga vida, un segundo

de aque vino a fulminarlo concediéndole como una graciael dejarle la vida en suspenso, en entredicho, mientras el destino daba su fallo inexorable. Pero esta vez el dilema era definitivo: o renunciaba a todo placer sensorial para seguir viviendo, o desafiaba al tercer ataque del que caería muerto. El pronóstico fue dicho al enfermo por

lun médico que conocía el temple de su alma, y el poeta optó por con-

servar el don precioso de la vida. Entonces viose un caso extraño: 'aquel hombre que durante veinte años, al llegar la catástrofe de su

llegar una nueva pléyade de escritores que iban a continuar la ob emprendida. Surgió Luis Castillo Ledón, que venía del oeste, de

“fortuna, había tratado de quitarse la vida con el mejor y más lento de los venenos, porque es bebidoa tragos, y cada vez queel elixir de 'muerte es bebido produce la ilusión de sentir y gozar todoslos placeres, había dejado correr el tiempo inadvertidamente, en un deli-

daba forma en lindos versos y prosas exuberantes de juventud,y

feliz, como lo dice en dos bellos versos:

Por entonces viose aparecer en México una nueva primavera ]

nuestra literatura. En el ocaso de su malograda vida, Valenzuela wi

tierra nayarita de Amado Nervo, con su bagaje de ensueñosa los

su intelecto apto y sus pies ágiles para ir en peregrinación a recorrer

itinerario de Hidalgo, a fin de reconstruir acuciosamente las etapas campaña del héroey testificar las rectificaciones históricas que de

darle fama de historiador. Surgió Roberto Argiúelles Bringas,el p oet

de hierro que forjaba sus versos a martillazos en la fragua de1

cíclopes, y en quien despuntaba esplendorosamente una personali d:

que pronto vino a segar la muerte. Surgió Manuel dela Parra, con S

ciosofar niente que lo había compensado de su caída y lo había hecho Yo soy de mis sueños el único dueño; verdad o mentira, yo he sido feliz.

Y ahora que estaba herido de muerte quería, vigilante y anheloso,

indemnizarse del tiempo perdido; y con unaactividad febril discurría

y dictaba bellos versos que ya no podía escribir, comosi tuviera prisa de terminar un poema por temor de que la muerte lo sorprendiera.

paisajes de lejanías y sus reconditeces de alma de ensueño, evocadí de otras edades cuya visión llevaba en su espíritu, conturbado por ul penasin fin. Surgió José J. Núñez y Domínguez, el continuador

Su inteligencia estaba lúcida; pero su voluntad necesitaba un poderoso "revulsivo para obedecer, y suprimido el revulsivo, ya no obedecía. Obstinábase en componerpara decir lo que tantas veces pudo haber dicho,

cae uno, otro queda en pie, comosi recibieran el legado de sost

“facilidad y recitaba complacido con el deleite que veía en torno suyo, "aquellos sonetos en queestabareflejada su alma sensitiva y su voluntad “indomable. Pero evidentemente que su débil espíritu analítico le hacía

estirpe de los fuertes intelectuales veracruzanos, de los que cuar

el nombre de los escritores de primer orden. Surgió Abel Sala que como hemos dicho conquistó de un golpe su alto nombre € poeta, al resultar vencedor en unos juegos florales en que ganó e un poema “La flor natural”. Estos y otros poetas y escritores de sig ficación, fueron, como hemosdicho, los que descollaron en la

de amordela belleza al tramontar la era neorromántica, que coincidi con la caída de Ícaro del poeta Valenzuela. El proceso de su larga enfermedad habíase anunciado; y como primer ataque del mal fue vencido fácilmente, la confianza renació

aquel espíritu a quien la fortuna había sonreído desde la adolescen€

“en el buen tiempo de la reacción diaria en que componía con tanta

recoger aquello que en otro tiempo hubiera desdeñado: y recogía “avariciosamente las partículas de su intelecto que tan derrochador “fuera en otro tiempo,y con los despojos del botín de su vida entretejía ¡pensamientos que a veces solían hacer que uno lamentara el que no

"hubiese escrito tantas cosas como aquéllas que ahora ya no podíadecir. Dos libros pudo dictar mientras su enfermedadle permitió pensar y dar forma a sus pensamientos con su imaginación a veces resplan-

198

LOS SÍNTOMAS PRECURSORES DE LA REVOLUCIÓN

RUBÉN M. CAMPOS a,

——

deciente y a veces eclipsada, pero a pesar de esas intermitencias sy espíritu de artista pudo dar el canto delcisne. Las alegrías juveniles que ya solamente pudo oír aunque no partici

pase de ellas en su lecho de inválido, fueron un consuelo precioso para

su tribulación, pues los demás amigos de antaño habían tenido que seguir la corriente de la vida y unos habían desaparecido, otros habían dejado la vida muelle y licenciosa de la soltería, y otros habíanse enrolado definitivamente en las avanzadas de la revolución. Jesús Urueta

199

——

escanciado en bocas purpurinas,y su fantasía idealizadora que embelleció la estatua de Tanagra de una amarilla musmé de Yoshiwara,a la

que cantó en un bello poema,fueron como un bólido errante que pasó por el cielo de nuestro arte siempre electrizado, como la atmósfera de nuestra política que es cual una fragua en la que se forjan hombres.

Los poetas jóvenes, por tanto, venían a anunciar una nueva primavera de arte en nuestrasletras, y ratificaban el concepto de que cada nueva generación literaria da una eflorescencia exquisita, sea cual

había fundado un periódico político que compartía la notoriedad del día con otro periódico político que escribíaJesús M. Rábago y Francisco M. de Olaguíbel, que había sido también colaborador de la Revista

fuere la dirección que tome la producciónliteraria. Cada florecimiento

diseccionaba el encumbramientoy la decadencia del presidente Díaz.

época pasada, porque enla literatura, como en la moda, quien escribe en anticuadas formas o quien viste en trajes pasados de moda no está al día, desentona en la corriente del pensamiento que todolo arrolla, que no se detiene jamás, porquesi se detuviera, la humanidadsufriría

Moderna. Ciro B. Ceballos escribía un libro, Aurora y ocaso, en que

Amado Nervo era secretario en la Legación de México en España. Los demás habíanse dispersado siguiendo cada uno su destino. Entre los poetas de laRevista Moderna que surgieron poco después, hay que recordar a Efrén Rebolledo, exquisito orfebre cuyo nombre se me había escapado porque apenas en la aurora esplendorosa de su

iniciación fue enviado a la Legación en Guatemala, donde pasó su ju-

ventud; después a la Legación en Tokio donde pasó su edadviril, y

más tarde a la Legación en Oslo, dondevio llegar la madurez de su vida malograda en residencias lejanas, mientras la vida tumultuosa de México rugía desbordándose en los estrechos cauces de las democracias oprimidas que corrían en derivación ansiosas de encontrar los remansosde la verdaderalibertad. La poesía de Rebolledo, portanto, es ajena a ese convulsionismo de ideas en lucha que se siente vibrar

en otros poetas contemporáneos nuestros. La poesía de Rebolledo es esencialmente erótica; pocas veces se remonta a ensalzar ensueños alados y apariciones vagarosas apenas entrevistas: lo esencial en su poesía erótica es laudar la conjunción gloriosa de dos juventudescarnales, el choque eléctrico de dos espasmos fundidos en unosolo, la hermosura de la hembra inmortal y fecunda, la glorificación de la ju-

ventud de Venus en plenitud de belleza, de Anadiomena surgida del

mar en una evocación más poética que la de Eva surgida dela costilla de Adán en idéntica plenitud de hermosura. Este poeta, cuya vida malo-

grada hubiera sido fecundasi sus actividades hubieran hecho eclosión en la tribuna o en el foro, en uno de los periodos más álgidos de la vida política de México, fue a morir a Madrid, siempre agregado a una legación. Su existencia desencantada que tuvo por premio el placer

de una época trae sus normas de belleza, sus inclinaciones delineadas por los maestros que surgen en la literatura universal; y es en vano

pretender que se perpetúe un modelo o quesetrate de revivir otra

un golpe de muerte; y la humanidad está apenas en los principios de

una vida intelectual definitiva, y la producción literaria recogida hasta hoy no será sino los primeros intentos del pensamiento humano para elevarse sin el lastre de los ensayistas que la han precedido hasta hoy

y que han zozobrado en un piélago de contradicciones con las que

unos deshacen lo que han hecho otros, quienes a su vez encuentran

en cada pensador un antagonista al que destruyen antes de ser destruidos ellos mismos, hasta que del encadenamiento de exploraciones y

fracasos surja un día el derrotero definitivo que ha de seguir la humanidad por entre las ruinas de tantas teorías, entre las que quedan los libros como las osamentas de tantos héroes que han caído combatiendo en servicio de la intelectualidad.

XXXII

La segundavíctima del bar, Bernardo Couto

A SEGUNDAVÍCTIMA dela alegre bandada fue Bernardo Couto.

Heredero de un nombre ilustre en los anales de la cultura

mexicana, pues su abuelo había sido fundadorde la escuela de Bellas Artes y un impulsor tenaz del buen gusto artístico, Coutito, como le decíamos cariñosamente por su extremada juventud que frisaba en los veinte años, había venido al mundo con un hastío

incurable. Estudió en el Colegio de Francia no se sabe qué, para desertar alos quince años de edad en plena vida bohemia, la que él quería

vivir, la que había leído en Murger y en Musset y que ahora le tocaba gozar en Montmartre con MimíPinsón,y su pipa en la boca todavía sin

bozo... (¡Pasarán otra y otra generaciones, y la ilusión de los adoles-

centes latinoamericanos seguirá siendoir a vivir en París, en Montmar-

tre, con la montmartroise Mimí Pinsón!) En sus cuentos nos habla de Nina, con la que había ido a nadar al país de los lagos y en la que había aprendido a amar. Y tan bien aprendió a amar, que del grupo de la Revista Moderna él era el único pasional, o por lo menosel único que alardeaba de ser pasional. Cierto día apareció con Amparo, moradora del barrio latino, lo que dio lugar a que Tablada hiciera reír en el bar al papá de Couto que verborizaba contra el libre estilo de escribir de su hijo.

—¡Le van a decomisar sus libros y lo van a procesar!

—Eso no importa —dijo Tablada—, quedará libre en el acto. —¿Por qué?

—¡Porque ya tiene el recurso de amparo! El quid pro quo fue celebrado con una copa que invitó el papá. / Aparecía Coutito con Amparo a las altas horas de la noche, cuando ya la reuniónliteraria habíase dispersado,y surgían los noctivagos deambulatorios, cómicos, toreros, cantantes de zarzuela que salían de los

202

LA SEGUNDA VÍCTIMA DEL BAR, BERNARDO COUTO

RUBÉN M. CAMPOS 2 mm.

203

a —

teatrosy se refugiaban en el cabaret La Parroquia, situado en la esquina de Tarasquillo, donde hervía la gente de trueno, mientras el pianista Pomartocatacateaba sus danzas en el piano que rodeabanlas hetairas para bailar de coconito con quien las tomase. A esa hora caían por racimos, acompañadas por los galantuomos que se complacían en acompañarlas en espera del beneficio, el dormitorio gratis ed amore.

asco y horror por todo. Lograbasalir sin haberse cambiado ropa interior, ni siquiera cuello y puños de camisa, él, antes habituado al baño diario servido por bañistas expertos y deteniéndose en el pasamano de la escalera en cuyos peldaños una vez Rafael Martínez Rubio resbalóse y fue a dar hasta el piso bajo en un glisar de posaderas, bajaba lentamente y echábase a andar para ir de bar en bar en busca de los

un volado “águila o sol” las hembras más hermosas; venía Chucho

venenado de alcohol, Valenzuela pedía al mozo una copa de coñac y una botella de gingerale, la que vaciaba en un vaso con hielo, volcaba

Venía el Pajarito, que era como el consejero de almohada de las pe-: cadoras de amor; venía Lerdito el pianista, a quien se disputaban en Martínez a quien se llevaba la vencedora vendado para que no viera su

suerte hasta después, y que tras el premio pedía un reintegro. Éstos y

muchos más favoritos de la fortuna se codeaban con el Camaleño y con

el Colorín, mataory novillero que estaban de moday traían su séquito de banderilleros; y toda el hampa de trasnochadores elegantes, de vividores que bebían al acaso, merced a la prodigalidad mexicana, pues un mexicano nunca bebe solo, sino que en un lugar de placer derrocha todo lo que trae para que todos estén contentos, y como siempre hay alguien que le corresponda, así se va encadenandola orgía que da fin al amanecer. A esa hora iba Coutito, o más bien era llevado por Amparo, al Hotel

amigos.

Cuando lo veíamos asomar a la puerta como un espectro en-

el coñac y ofrecía al enfermo el remedio único que hay —similia simili-

bus curantur— para volver a la vida a un intoxicado de alcohol. Urueta veía aterrado al pobre niño que llevaba el vaso a la boca con manos temblorosas, el primer síntoma del delirium tremens, y bebía ávidamente hasta agotar el brebaje salvador y clamaba con voz sorda —¡Esto no es posible! ino es posible! —mientras pasaba su mano piado-

samente por los cabellos floridos de la víctima, la cual empezaba a reaccionar con una risa nerviosa, con la mirada acuosa, la boca hin-

chada y desgarrada, hasta que por el prodigio de la juventud volvía la sangre a circular y a vigorizar generosamente el corazón, ¡y el etilismo

del Moro, que era suyo y que estaba en donde están hoy las pa-

volvía a empezar!

por eventualidad, contaba que las chinches se habían bebido el vaso de agua. Y cierta vez que Elorduy quería tomar un cuarto, le aconsejó que mejor buscara un cuarto en el Hotel de Ventas, casa de remates que acababa de abrirse. Al mediodía Couto despertábase solo, pues Amparo partía a hacer la toaleta complicada de las sacerdotisas de Venus,

atacado de pulmonía en la casa de Amparo. Pronto inquirimos que

pelerías del Coliseo, y donde una noche que Tablada fue a dormir.

bañarse en baño turco-romano, con masaje y reposo para recibir la ducha y nadar en la piscina, perfumarse, cambiarse pulcramente de limpia para estar apta al combate de Eros. Mientras el desventurado artista, después de la orgía a la que había llegado niño, levantábase ' penosamente, tembloroso y febril, con el sabor abominable de la crudez en la boca, y las encías agrietadas de enfermo de piorrea;

vestíase tambaleante alargas pausas en las cuales volvía a caer sobre el lecho revuelto; no acertaba a aliñarse porque extrañabalos útiles de '

su casa elegante de gente bien, y tenía que conformarse con inclinar la cabeza en unajofaina de peltre, lavarse mal por el entorpecimiento

de sus músculos doloridos, de su cefalalgia aguda, de su amnesia que

le hacía olvidar todo ¡a los veinte años!, de la náusea que le hacía sentir

Un mediodía corrió por el bar una noticia siniestra: Couto estaba

Couto había pagado su rescate y le había puesto una vivienda en la calle Verde donde apenas se habían instalado. Y cuando íbamosreunidos a visitarlo y nos trasladamos en un coche a la calle Verde, Couto había muerto de una pulmonía fulminante. Atardecía cuando llegamos a la cámara mortuoria, una pieza baja con una ventanaa la calle. En un catre de fierro estaba el féretro negro.

Algunas flores regadas por el suelo y una pequeña corona sobre el ataúd. Dos o tres mujeres enlutadas, entre las que lloraba silenciosamente Amparo. Pobres gentes acurrucadas en el suelo o sentadas en pobressillas de tule. De pronto se oyó rodar un carruaje y tres

jóvenes y un señor anciano, rigurosamente enlutados, descendieron

y pidieron permiso de entrar. Los amigos del muerto, Ciro Ceballos, Pedro Escalante Palma, Raúl Clebodet, Benamor Cumps, se apartaron

/para dejar pasar a los deudos que eran un tío, un hermano y dos primos, y venían a dar el último adiós al finado. Permanecieron de pie un momento,y luego se obstinaron en suplicar que el ataúd fuese abierto

204

RUBÉN M. CAMPOS

para ver por última vez a Bernardo Couto. Despuésde titubear par no violar la disposición del médico que prohibió terminantemente qu se abriera el féretro, Amparo cedióal fin y ofreció la llave para que. deseo fuese cumplido. Los deudos desfilaron uno a uno para ver

la faz amada y llevar su imagen fotografiada en la memoria; y desp 1é de que fue cerrado para siempre el ataúd, los deudos ofrendaron

XXXII

La tercera víctima del bar, Jesús E. Valenzuela

corona de flores de porcelana que los jóvenes dejaron a la cabeza del muerto, no sin haber vuelto a poner la corona pequeñaenel lugar quí ocupaba antes. Y cumplido el piadoso deber, salieron lentamente subieron al carruaje y desaparecieron. Unodelos jóvenes se contagió, cayó atacado de pulmonía, y a pesa

de los cuidados que se desplegaron para salvarlo, murió a los och días después de la muerte de Bernardo Couto.

A TERCERA VÍCTIMA del mal del bar fue Jesús E. Valenzuela.

Valenzuela iba a cumplir cincuenta años; tal noticia nos daba por medio de un telegrama para que el próximo domingo

no dejáramos de concurrir a Tlalpan; y así fue que al llegar

el día señalado nos apresuramos a tomar los trenes del meridiano a fin de no ser los últimos en llegar; y al arribar nos sentimos muy contrariados, porquela casa solitaria presentaba un aspecto sombrío. En

la sala hallábanse ya algunos amigos fieles del poeta, Chucho Trillo,

Avelino Gavaldón, Leopoldo Vázquez, Salvador Cordero y otros. Nosotros, que habíamos hechoel viaje alegremente y esperábamos pasar un día delicioso, quedamoscontrariadosal ver los rostros altera-

dos como por una intensa preocupación, de las personas que se nos habían adelantado y que se pusieron en pie a nuestra llegada, como

para dar más solemnidad a la recepción, y nos consternamos cuando

el hijo mayor de Valenzuela se adelantó hacia nosotros y nos dijo en

voz baja: —Tengola pena de decirles que mi papá sufrió un ataque, y aunque fue ligero, se encuentra reposando mientras es la hora de comer, y el

médico ha ordenado que por ningún motivo se le hagan preguntas

sobre el incidente, y todos platiquen y estén contentos como si no

hubiera pasado nada.

Rodeamos al joven abrumándolo a preguntas, y mientras saludábamos a los demás y nos sentábamos, Emilio nos contaba a gran-

des rasgos lo sucedido:iban a acostarse cuando oyeron de la recámara contigua un ruido como si se hubiera desplomado un cuerpoen el

suelo: corrieron precipitadamente y encontraron al poeta que yacía caído sobre el pecho, mientras un estertor brotaba de su garganta, sin

articular palabras; y cuando lograron incorporarlo y ponerlo sobre el

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LA TERCERA VÍCTIMA DEL BAR, JESÚS E. VALENZUELA

RUBÉN M. CAMPOS

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señora Blanco: “Si tu mal tiene remedio ¿de quéte apuras?y si no tiene

izquierda no obedecía a ejecutar el movimiento que iniciaba cl L diestra, y su pierna izquierda estaba inerte, en tanto que su mi espantadaestabafija en un punto vago. Las señoras fueron despe y Emilio corrió a avisar al doctor Alfonso Banuet quevivía cerca, el cua vino inmediatamente y ordenó un lavado y un drástico para limpia a

desalojar las obstruccionesintestinales y estomacales. El enfermo pog

a poco volvió a su normalidad,la tensión nerviosa se suavizó,losri

d

y las anquilosis fueron desapareciendo a su vez, la corriente arte ia

pudo bañar al corazón con su impulso habitual; y como resultante reflejóse en todo su cuerpo la dulzura de volver a la vida, de sentir la circulación de la sangre generosa que se traducía en la sonrisa de satis. facción de quien se ha salvado de un gran peligro, y de benevolencia

afectuosa hacia los rostros aterrados que lo circundaban y que poco d

poco fueron dejando su aspecto de estupor por la emoción detran. quilidad y de esperanza que les infundía aquella sonrisa. Vinieron palabras sacramentales en esos casos: “¿Cómo te sientes?” “¿Cómo estás?”, y el poeta, que era un incorregible humorista aun en las cri ; más estupendas, en cuanto pudo hablar pidió trabajosamente u espejo para mirar su boca torcida antes de que fuera a desaparecer rictus. Trajéronle el espejo, viose y rió alegremente, y cuando preguntaron porquéreíadijo: “es para poder imitar mañanaeste ges cuando lleguen mis amigos”. En ese instante otro de los hijos, Pepe, vino a llamar a Benamor

Cumps por ruego del enfermo que ya había despertado; y el amigo fiel pudo ver el efecto del prólogo de aquella tragedia siniestra que iba a desarrollarse: los ojos brillaban escrutadores y terribles fingiendo una alegría que resultaba siniestra; las manos temblabanal ir. a dar al recién venido un saludo cordial; los cabellos en desorden caían sobre los ojos profundos como las cuencas del espectro de la

muerte, y al iniciar una sonrisa vio Benamor claramente que se dibu-

jaba el rictus temible y la boca íbase hacia un lado, mientras la lengua no estaba libre aún del entorpecimiento causado por el ataque de

hemiplegia, aunque el poeta hiciese un esfuerzo sobrehumano para aparecer libre de aquel entorpecimiento, y más aún, por creerse él

mismo libre del formidable amago. Mas notando la abstracción de su

amigo que se había sentado a un lado del lecho, le preguntó de pronto: —¿En qué piensa usted? —Benamor sintió un estremecimiento y contestó implacable: —Pensaba en una máxima de la

remedio ¿de qué te apuras?”

—¡Es verdad! —dijo Valenzuela reaccionando con la impetuosidad

de un toro al sentir una banderilla de fuego—. ¡A vivir!... —agregó

incorporándose; y arrojando a un lado las colchas con la diestra, pidió e lo vistieran, lo afeitaran y lo peinaran, para recibir correctamente a sus visitas.

Sus amigos íntimos, sin embargo, no habían esperado a quesaliera

y habían hechoirrupción en la alcoba con el derecho de su intimidad. Entraron jubilosos, sonrientes, tratando de hacer olvidar al poeta el golpe inicial que a su clara inteligencia no se ocultabala trascendencia que iba a tener. —¡Buenosdías, Chucho! —dijo Ceballos.

—¡Feliz hemiciclo de años! —dijo Tablada.

—¡Qué se encienda el fuego nuevo de los aztecas! —dijo Salvador

Cordero.

—i¡Va mi saludo finisecular, compaire! —dijo Clebodet.

Valenzuela creyó o fingió creer queellos ignoraban la verdad, y complacido y sonriente recibía y devolvía los abrazos solamente con el

brazo derecho, simulando que tuviese ocupada la mano izquierda con un pañuelo desplegado, pero en realidad porque el entorpecimiento

del brazo aún nole permitía ejercer la acción de abrazar. Un instante despuésel poeta hallábase plucramentevestido, frescamente afeitado

y aliñadamente peinado; erguido como en sus mejores años, sonriente y juvenil a pesar de las hebras de plata entreveradas en su cabellera negra y naturalmente ensortijada tras la loción del peluquero, recibía y devolvía saludos amable y jovial, prodigando leves inclinacionesa las damas que habían recibido la misma consigna de alegría y disimulo,y

quelo felicitaban cordialmente, y afectuosos saludos a los caballeros que habíanse quedadoenla sala y que fueran sus amigos de infancia, Trillo, Cándano,Villaurrutia, que aunque familiares eran cordialmente respetuososy no veían con buenosojosla familiaridad de los escritores.

El poeta extrañóse pronto de que nadie bebía, y a una señal suya apareció un criado trayendo en una bandeja de plata las ánforas de cristal de roca henchidas de coñacy las finas copas de Bohemia delargostallos que semejaban abiertas flores monopétalas rebosantes de rocío en un / cáliz de oro. Y generosamentecorrió el vino de matiz ámbar como en otros tiempos,y las copas fueron alzadas a la altura de las bocas para desear al festejado la salud que tanto necesitaba, y que todos lamenta-

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RUBÉN M. CAMPOS

LA TERCERA VÍCTIMA DEL BAR, JESÚS E. VALENZUELA

ban íntimamente al ver herido de muerte a aquel hombre que semeja]

un árbol fulminado por un rayo que desgarra su tronco de arrib abajo, y desgarrado ya, lo deja vivir íntegro y fresco bajo su

verde, pero herido de muerte en el corazón.

¡Ñ

La comida, sin embargo,fue alegre y cordial; el doctor, que era un

de los comensales, al servir los criados el vino del Rhin dio gen rosamente su real permiso al enfermo para que bebiera unos dos dos de champaña. La ventruda botella fue sacada del cubo de >

que refrescaba otras muchas, y descorchada sobre la mesa; y al son:

el taponazo que retachó en el plafón del comedor, y serle escanciz la copa burbujeante de espumaal héroede la fiesta, todos levantamos nuestras copas mientras él levantaba la suya, y de todo corazón le de seábamosla saludy la vida,la fortunay la felicidad. Él vació de un t

los dos dedos de champaña que previamente había hecho medir ve

viendo los dedos hacia abajo, y al recibir la saturación bienhecho parece que todas sus fibras se sintieran bañadas, rejuvenecidas, vueltz a la vida. Su sonrisa volvióse alegre y franca, sus ojos brillaron con la luz selenita radiosa y noble que tan simpático lo hiciera, su rostr emaciado de altivo tarahumara de las sierras volvióse atezado y fresci

sus brazos y sus manos recobraron los movimientos gentiles qu

signaban su hidalguía al agradecer una atención, al rubricar un salud o en elaire, al levantar la copa e inclinar levemente la cabeza para desear felicidades, mientras con la mano izquierda tocábase el ala del sombrero o descubríase caballerescamente en el bar. Y en torno de la mesa circularonlas sílfides aladas de la esperanza que derrama su soporletal en los espíritus abiertos como flores de la mañana a la mentira en-

gañadora, la cual derrama el rocío de su piedad aun en el lecho del

moribundo que acaba de dormir un reparador momento efímero. Y la alegría de vivir surgió desnuda y blanca como Anadiomemadel mar, para verter en todoslos espíritus fatigados de pensar y de vivir el sopor del olvido.

Nos levantamosprestamente, no obstantela alegría que reinaba, de aquella mesa que fuera testigo de tantos días felices, antes de que la inclinación fatal a los desbordamientoshiciera fracasar las esperanzas del médico amigo en una reacción que los médicos esperan siempre,

no se sabe por qué, acaso porla fe en la vida; y no saben que el mal viene dela raíz del alma, de la raigambre más obscura de las entrañas de la vida, de donde arrancan los filamentos envenenadosdel mal al mismo tiempo quelas fibras vivificadoras que sostienen al ser des-

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aigado del claustro materno, como el hipocampo desarraigado y

re de su crústula de lofobranquio; y cuando el hombre : cree

plenitud de vida, sano y fuerte, un primer aviso le recuerda que e E rmen del mal creció a la par que el germen del bien y va a verse ahora ién de los dos es másfuerte.

XXXIV

La cuarta víctima del bar, Julio Ruelas €—— A——Á

A CUARTA VÍCTIMA dela sed de ensueño y de alcoholfue Julio Ruelas. El pintor Ruelas era un solitario desencantado. Cuandoel hastío de vivir le entenebrecía el alma, cogía su sombrero, dejabael lápiz o el pincel, pues era un trabajador

infatigable, y salía en busca de sus amigos. Si se le preguntaba adónde iba, contestaba: “He trabajado todo el día y voy a premiarme.” Y el premio consistía en un vaso de cerveza que bebía a largas pausas, sin ninguna prisa. Pero cuando sus amigos tenían un día de asueto y lo

dedicaban a pasearse, a reuniones, a días de campo, Ruelas quedábase en su casa dibujando o pintando,y al caer la tarde se dirigía solitario

y tranquilo al bar, donde lo hallaba Benamor Cumps cuando iba a

buscarlo, sentado frente a la pared, con el sempiterno cigarro encendido entre los dedos, olvidado de beber y de fumar hasta el punto de que la cerveza perdía su fuerza y entonces pedía otra, y el cigarrillo acumulaba ceniza al irse consumiendo sin que el pintor lo fumara; y cuando arrojaba el cigarro y éste se quedaba ardiendo en el suelo, molestábale el humo y levantábase a pisarlo, diciendo una frase que aprendió a los estudiantes bávaros cuando estudió la pintura en Munich: “iun prusiano!”, y volvíase a sentar. Nada había que le divirtiera

ni que le entusiasmara. Cierta vez llevóle a su casa el poeta Valenzuela para mostrarle un retrato al óleo que había sido muy elogiado por otros pintores, Ruelas le dio una ojeadaal llegar y no volvió a verlo para nada durante toda la tarde. Sus elogios eran concisos. Una vez que Benamor

le elogiaba calurosamente el arte de Boecklin ante una fidelísima punta seca de su Idilio en el mar y lamentabala fealdad grotesca del tritón,

/ Ruelas señaló con el dedo las olas despedazadas en el arrecife y dijo: “¡Pero esto es agua!” Había visto en Basilea la preciosa tela y la llevaba

burilada en su intelecto.

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LA CUARTA VÍCTIMA DEL BAR, JULIO RUELAS

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————

Cuando sus amigos organizaban una faunalia, comoél llamaba a una fiesta nocturna de sátiros y ninfas, Chez Aurelie, Ruelas iba a estudiar

en la faunalia la expresión de cada rostro y el movimiento en cada

cuerpo, cuandola sala estaba henchida de bailadores a las altas horas de la noche. Dejó una bellísima nota en una pintura al óleo sobre una paleta de madera que conserva su amigo don Jesús E. Luján como un

tesoro, y en la que unapreciosa ninfa lleva casi a remolque a Couto y

unasparejas bailan, otras beben, en una sala que es un documento de

amueblamientoy decoración de la época, mientras él mismo,el pintor,

dormita con la cara recargada en un flanco del piano vertical. No obs: tante su seriedad y su mutismo habituales, era el centro de las cortesías

y de las simpatías de los demásal ver la distinción afectuosa con que lo tratábamos. Hemosesbozadoya la personalidad del pintor Ruelas en estas páginas y solamente nos resta consignar el trágico destino del único que

en nuestro concepto podemosllamar un artista al que solamentele faltó un escenario en que fuera conocido, para ser universal. Hem delineado también el último esfuerzo que hizo Ruelas para obtener universalidad que merecía, cuando decidió ir a estudiar el arte del aguafuerte en París, donde encontró un acuafortista famoso que com-

prendió el valer de Ruelas y le enseñó su arte del que restan una: cuantas aguafuertes hoy en poder de sus amigos. Solamente nosfal narrar a grandesrasgosel fin trágico del pobre artista destinado a morir en un medio queél no tenía la fuerza de abordar a los 35 años porque su salud precaria estaba destruida a causa de la disipación de la vida mexicana que tan intensamente vivió Julio Ruelas. En París hacía misma vida de artista que hacía en México; trabajaba incesantemen desde que se levantaba hasta la hora de comer, y pasado un brev tiempo en que departía con sus amigosen el restaurante del hotel Sai Michel, donde vivía, tornaba a su taller y se entregaba de nuevo trabajo hasta que oscurecía. Entonces vestíase para la vida nocturn:

quetanto le placía y que hemos hecho todos los que hemosdisfrutado de las noches de París cuando se nos ha concedido el premio en el q hemos soñado en nuestra juventud. Cada noche le ofrecía un nue aspecto la ciudad encantadora, y cada noche apresurábase a ir con s amigos dilectos acaudillados por Luján a gozar de las mil y una noch de París; y tan heroico esfuerzo minaba más y másla salud delartis

que se imaginaba que todo lo vence la voluntad y que la alegría de vi

contrarresta el vigor que va perdiéndose cada día. Pero sus fuerzas

agotábanse, su imaginación calenturienta ganaba en expansión lo que su cuerpo perdía en vitalidad; por las mañanas tenía que acudir a la cafeína y a la estricnina, de la cual tomaba ya no gotas, sino un chorrito que vertía en una copa de vino de quina; y de la cafeína bebíase un

vaso de café negro bien fuerte. Al mediodía bebía solamente un tónico

ara abrirse el apetito y escogía el coñac, al uso de México y parasatis-

facer el hábito contraído, mientras que por las noches reconfortábase con lo que le venía en gana, después de las cenas espléndidas entre

amigos en las que se bebía copiosamente, también al uso de México. Ruelas no se imaginaba que el desastre de su vida estaba próximo. Y así fue comoal llegar la noche del 15 de septiembre, los mexicanos que estaban en París decidieron celebrar la fiesta de la patria ausente con una reunión quehiciera época en los anales de su vida. Tomaron un salón en un gran restaurante, el cual revistieron de los colores nacionales, verde, blanco y rojo, en haces de banderas apiñadas en panoplias, y multitud de flores que les recordaran el esplendor otoñal de los vergeles de su tierra natal. Invitaron a Mimí Pinsón, naturalmente, trasmigrada en un ramillete de lindas muchachas de las que

cada una era amiga íntima de un mexicano, y procedieron, después de la cena espléndida, a descorchar botellas de champaña y a llenar las copas para elevarlas a las once de la noche en honor de Hidalgo, cuya efigie presidía la fiesta, y rememorar la patria lejana bebiendo en su

honor como grandes bebedores delante del Eterno. Al siguiente día

despertó ya tarde, Ruelas no se sintió bien, pero atribuyó su malestar a la orgía sostenida hasta el amanecer, y procedió a seguir la máxima de Elorduy, que cuando alguno de sus amigos sentíase mal sin poder explicar el origen y la naturaleza de la dolencia,le decía, “cúratela como si fuera cruda”. La curación fue impotente, puesel pintor sintióse peor a medida que avanzabael día, y por tanto ya no pudogozar dela fiesta que habían preparado sus amigos para solemnizar el día de la patria, después de haberle dedicado la noche anterior, como se acostumbra en México; y aunque acudieron expertos médicos en auxilio del enfermo, no pudieron detener el mal que se enseñoreaba en un organismo gastado y consumido en una combustión perpetua, en una eclosión visionaria en que la imaginacióntrabajaba más de lo que podia resistir el organismo que lo sostenía; y a los cinco días, moría Juio Ruelas en plena juventud, rodeado de todos sus amigos y de todas sus amigas, que se habían instalado en el hotel Saint Michel cuando vieron

el estado de gravedad en que se hallaba el artista mexicano Murió por

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LA CUARTA VÍCTIMA DEL BAR, JULIO RUELAS o o

tanto dulcemente, rodeado de afectos fraternales y de ternuras

amorosas, que a veces se encuentran sinceras en corazones ayer

desconocidos, tanto como las que han arraigado y han florecido a través de nuestra vida. J En México quedamos consternados los amigos del pintoral recibir el cablegrama de Luján que decía a Guillermo de la Peña: “Mi amigo

Julio Ruelas murió hoy. Comuníquelo a sus familiares y a sus amigos.” Contestámosle agradecidos suplicándole que en nombre del arte mexicano hiciera los honores póstumosa Ruelas y el gentilísimo amigo, en

respuesta a nuestra súplica, hizo enterrar a Julio Ruelas en el cementerio de Montparnasse, en un lote a perpetuidad donde levantó un. monumento de mármol que esculpió el escultor mexicano Arnulfo Domínguez. Quince años después fui a dejar un ramo de flores sobre el sepulcro del artista bienamado cuya obra dispersa en telas y cartones todavía no ha logrado ser reunida en un libro de pinturas al óleo, aguafuertes y dibujos a pluma y a lápiz, que será el testimonio de la. excelencia del arte del único artista mexicano que hasta hoy haya merecido el nombre deartista genial. Quiero consignar un episodio relacionado con el pintor Ruelas. Un

día me manifestó su deseo de pintar mi retrato al óleo, me citó para |

el día siguiente y concurrí a posar en el taller del artista; pero nos interrumpieron varios amigos que vinieron por nosotros y al día: siguiente reanudamosla sesión que comola anterior duraría unas dos horasy el retrato quedó concluido. Pero lo curioso es que al empezar la sesión Ruelas notó que yo había cambiado de corbata y vacilaba en continuar su labor por este detalle. Le propuse ir a cambiarme de cor-. bata para sustituirla por la del día anterior; pero entonces recordamos

queél también usaba corbatas como las mías y encontramosunaigual

a la que yo me iba a poner. Así de escrupulosoera el artista. Una vez: terminadoel retrato hubo que dejarlo varios días en el caballete para

215

as mn

dejara unos cuantos días poniéndola en unatril sobre su pupitre. Los días pasaban y yo no meatrevía a pedirle el retrato que ansiaba tener en micasa, hasta que una vez que entré a su despacho para preguntarle algo sobre una resolución oficial suya, al verme entrar me preguntó: “¿Viene usted ya por su retrato, no es eso?” y yo aproveché para decirle que efectivamente iba a ver si ya quería devolvérmelo. Me lo devolvió

afectuosamente. Pasaron cuatro años, y a la muerte de Ruelas sus hermanos abrieron una exposición de las obras del pintor en un salón de

la escuela de Bellas Artes. Antes de inaugurarse fui y como notara que

había pocos óleos en la colección llevé mi retrato para aumentar el

lote, lo cual complació mucho a sus hermanosAurelio y Alejandro, que habían reunido muchasobras del pintor. El día de la inauguración fue

a presidir el acto el ministro de Bellas Artes, y al ver mi retrato volvióse a

mí y dijo: “Ahora sí me llevo a mi casa el retrato de Rubén M. Campos.” Aunqueesto fue dicho en broma, yo me apresuré a decirle que estaba asu disposición la pintura, y al terminar la exposición se la envié y él la puso en su sala, entre sus obras predilectas. Pasaron seis años. La Revolución cambió el personal de los ministerios, pero haciendo justicia al indiscutible valer y a los altos méritos de don Justo Sierra, lo

nombró ministro de México en España. Antes de partir para Madrid,

un día me escribió don Carlos Serrano para pedirme un dato del Ministerio, donde yo había quedado por una deferencia que mucho agradezco a la Revolución, y al contestarle obsequiando sus deseos agreguéle en mi carta que hacía diez años tenía él en su poder mi retrato pintado por Ruelas, y le agradecería mucho que mientras él permaneciera en Europa me dejara mi retrato que yo le devolvería a su regreso a México. Me contestó que ya ordenaba a la persona encargada de velar por sus obras de arte, me devolvierael retrato, pues era justo que lo poseyera yo y él estaba muy agradecido de que se lo

hubiera cedido por tanto tiempo. Fuese a Madrid y un día que refería

que se secara, y mientras tanto, cada uno de los artistas, pintores O

yo esto entre amigos, el pintor Jorge Enciso, que estaba presente y

y dejamosel retrato para recogerlo al día siguiente. Yo trabajaba en la

' mi casa, donde lo conservo hasta hoy. Pero lo curioso de este incidente es que el día en que Jorge Enciso me devolvió el retrato, don ¡Justo Sierra moría en Madrid. Un día más, y acaso el fiel guardián

escritores que desfilaban ante el cuadro elogiaban la perfección del parecido y la excelencia de la técnica con que estaba pintado. Cuando. me dijo que ya podía llevármelo, le supliqué que me acompañara a la casa Pellandini para que escogiera él un marco a su gusto. Lo escogió Secretaría de Educación, y orgulloso de poseer una obra maestra de Ruelas fui a mostrársela a don Justo Sierra, el ministro de Bellas Artes, quien quedóse complacido y admiradoal verla, y me insinuó quese la

era el guardián de la pinacoteca del ministro, me preguntósi tenía en mi poder la carta y como yo se la mostrase, agregó: “Mañana tienes en tu podertu retrato.” Y al día siguiente volvía yo a poner mi retrato en

habría sentido escrúpulo en devolverme la obra maestra de Ruelas, Sin la cual me habría quedado.

XXXV

La quinta víctima del bar, Raúl Clebodet

A QUINTA VÍCTIMA dela intensa vida del bar fue Raúl Clebodet. Su naturaleza apasionada hacía arder en combustión intensa su cerebro alucinado con la visión perpetua de un mejoramiento social, no hecho realidad en un aplanamiento

general para vivir todos una vida rústica y sencilla, sino de exaltación

en un derramamiento de todos los placeres al alcance de todos, para ue cada uno gozara de la vida en la mayor escala posible, después de la repartición de las fortunas quitadas a los acaudalados. Para dar ejem-

plo del poderío humanohabía fundado dos hogares, y sostenía con su

pluma de escritor dos familias surgidas de mujeres fecundas a las que

había dado su corazón, no un pedazo de su corazón como dice en su

sanción Agustín Lara, sino su corazón íntegro, pues a sus dos mujeres las quería entrañablemente, y a sus hijos los quería con ejemplar amor

aternal. Para cumplir sus heroicos deberes familiares trabajaba a veces desde que amanecía hasta que iba otra vez a amanecer, y Otras pernanecía horas y horas echado en una hamaca, fumandoy discutiendo Én la casa de Benamor Cumps, de quien envidiaba la vida muelle y

licenciosa y la renunciación definitiva a todo bienestar y a todo rango. “lo más curioso de la existencia doble de aquel comunista exceplonal, era que dejaba los goces puros y sanos de la familia por los ceres intelectuales de discutir con un soltero sobre los tópicos que e Ocurrían a él, pues generalmente su amigo lo dejaba hablar, saor de que éste era el mayor placer del bohemio incorregible que lacía una vida de zíngaro por todoslos arrabales de la ciudad, durante S horas en que su amigo trabajaba encorvado sobre el pupitre de

M Ministerio. Clebodet levantábase con la aurora a tomar una

Cha, un tub, decía él, y cuando no tenía a la mano una regadera o

la ducha, substituíalos trayendo un balde de agua fría a cualquier

|

'l

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LA QUINTA VÍCTIMA DEL BAR, RAÚL CLEBODET

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>

lugar del patio donde hubiera una piedra sobre la que se paraba para no llenarse los pies de lodo; con una pequeña bandeja echábase agua fría desde la cabeza por todo el cuerpo, enjabonábase luego por com. pleto con el clásico estropajo de ixtle, volvíase a echar agua para enjuagarse, y luego frotábase enérgicamente con unatoalla áspera pz

vigorizar el cuerpo al hacer circular la sangre de prisa. Con este baño quedaba listo para atacar el desayuno que hacía con café negro, un bistec o huevosestrellados; y comoviera cierta vez que su amigo Benamor comía naranjas antes de tomar café con leche al desayunar le recomendarala fruta, al siguiente día vino feliz a decirle que se había

comido un racimo de timbiriches (coahuixtles) antes del desayuno y

le habían caído admirablemente. El coahuixtle es la fruta más terriblemente agria que hay. Pero Clebodet padecía de una gastralgía atroz, apenas comía algo cuando ya andaba buscando dónde devolver lo que había comido, por lo cual Benamorle indicó la primera vez quelo llevó a comer a su casa dónde estaban los vomitorios. El excelente Clebodet llevaba una vida de agitación perpetua. La

lucha por partida doble que había que sostener lo tenía siempre de un humor negro. Abominaba de cuanto hay, como hemos dicho, y no: perdía ocasión de blasfemar de todo, no obstante que era un fervoroso: espiritista, circunstancia que le había permitido trabar amistad con

tribuna de una silla o de una piedra para que lo oyeran todos, y los dicterios más terribles eran lanzados contra los poderosos y los mandatarios sin que le importara que lo oyera alguien que podría denunciarlo como de hecho había sucedido, y por lo cual estaba como hemos dicho en las listas negras de la policía. Pero su predilección eran los "artistas y no le importaba renunciar a todo con tal de andar en su compañía.

Unavez volvían de Chalco, donde solían pasar los domingos, Benamor Cumps, que era el iniciador de estos paseos dominicales, con Manuel M. Ponce, Ernesto Elorduy, Miguel Lerdo de Tejada, Nicolás

Rangel y Raúl Clebode:t. Al llegar a México recordó Lerdo que tenía una invitación de los músicos de su orquesta para ir a Tlalnepantla, donde celebraban una fiesta en honor de Cruz Garnica, el primer contrabajista de la orquesta típica. Decidieron todosir, y pasaron por el Conservatorio para obtenerla licencia de Ponce que era profesor de composición y de Elorduy que era profesor de piano, y una vez obtenida trasladáronse al Café del Cazador para desayunar alegremente y luego se encaminaron a Tlalnepantla, adonde no era fácil llegar en aquella época, pues había que tomar primero un tranvía a Tacuba, después un coche a Azcapotzalco y por último un trenecito tirado por una mula

que los llevó hasta Tlalnepantla. En todo esto habíase pasado la

Madero antes de que el líder se lanzara a la revolución y de quien conservaba una dedicatoria en las obras de Allán Kardec. Poseía una

mañana por la lentitud con que se hacían entonces los viajes, y los - trasbordes en que había que esperar una hora para que viniera el

contemporánea, por la circunstancia de que el librero Raoul Mille le

buscar el lugar donde iba a celebrarse la fiesta, que era en un barrio de callejuelas con casas de adobe, y en una de ellas encontramosal señor Falfán, un personaje envuelto en un p/aid cuadriculado, según advirtió Nicolás Rangel, entelerido y despeinado porque estaba en-

pequeña,pero escogida biblioteca, sobre todo de laliteratura francesa daba todoslos libros nuevos de literatura editados en Francia para que

formara un índice con breves apreciaciones, y así conocía a muchos escritores antes que nadie en México, y sus apreciaciones nos descu-

siguiente viaje de los trenecitos. Ya en Tlalnepantla nos dedicamos a

brían los buenos libros nuevos, vient de paraítre. Su orgullo era

fermo de “fríos”, y rigurosamente “descalzo y sin zapatos”, como decía

Formidable, fruto de una carta que Clebodet le había escrito cuando leyó Aziyadé. Poseía otros retratos y otros autógrafos de grandesescri-

señor Falfán no esperaba más que la visita del contrabajista; pero al saber que Lerdo era el director de la orquesta y que los señores que se nos habían incorporado en la plaza de Tlalnepantla eran compañeros de Garnica, nos abrió su casa que en un momento estuvo limpia, el piso regado y cubierto de flores; una mesa rústica con un blanco mantel fue puesta en el patio a la sombra de unos grandes /árboles, y las provisiones que habían hecho los amigos fueron llevadas

mostrar un retrato con dedicatoria de Pierre Loti, firmado a bordo del

tores franceses, pero el de Loti era el que más le complacía, porque Clebodet había sido marinero en sus andanzas juveniles.'

Las predilecciones de Clebodet eran pára sus amigos los artistas;

pero nunca desechaba la oportunidad de participar en las fiestas y las

alegrías del pueblo. Allí estaba a sus anchas, perorando en cuanto la exposición de la miseria colectiva hacía que se le congestionara la cresta de indignación por la desigualdad social de clases. Entonces hacía

Baudelio Contreras. El recibimiento fue una sorpresa cordial, pues el

a preparar a la cocina, mientras abríamos sendas botellas para invitar a

la familia y beber a la salud de Falfán. Cada músico del grupo de ocho

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LA QUINTA VÍCTIMA DEL BAR, RAÚL CLEBODET

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o diez que se nos habían adelantado llevaba su instrumento, y€ cuanto llegó Cruz Garnica, que era el alma de la fiesta, repartie abrazos a las muchachas y causando la alegría de aquella excelent familia, afinó el bajo de cuerda que trajeron no sé de dónde,y la mú rompió alegremente con las lindas piezas de la época, una regoci matinée, mientras las buenas mujeres condimentaban en la cocina viandas calientes para todos los concurrentes que ya sumarían uno; veinte comensales. Las copas iban y venían para amenizar aquel con cierto al aire libre en que un grupo de los mejores músicos de orquest: tocaban a todo su gusto la dulzaina y el bandolón, la flauta y el

clarinete, el violín y el arpa, el oboe y el trombón de cañas. Elorduy: Ponceestabanfelices, el primero con su greguería sempiterna daba de

beber a las muchachas cuyo número había crecido porque habían

a invitar a otras vecinas, y ofrecía cigarrillos y copas en los intermedi

a los músicos. Lerdo en jovial camaradería con sus músicos había de

jado de ser director para convertirse en timbalero que redoblaba sobre

un tambor traído de un empeño, Nicolás Rangel bailaba alegremen

causando gran hilaridad, con una hembra de trenza y corpiño q había accedido a complacerlo, y Falfán arrollándose el cuadricula con una bufanda, sin duda impulsado porla fiebre palúdica que rena= cía, bailaba ágilmente con una comadre de Tlalnepantla. Ponce y Cl bodet reían a su sabor gozando de aquella humorada que nos hab hecho renunciar a todo, por gozar de un día plebeyo y enfrascarnos a la par que aquellas rústicas y buenas gentes. El anuncio de la comi hizo suspender la música y el baile para rodear la mesa sentados

bancos y vigas, como se pudo, mientras el buen humory la aleg

rondaban en torno para hacer amables las horas fugaces que pasaba

Al oscurecer, sin embargo, los músicos recordaron que tenían que

tocar en una recepción nocturna, y nos despedimos para ir a asaltarel trenecito que volvía a Azcapotzalco. La vida deslizábase tranquila para nosotros, a pesar de los relám .pagos que presagiaban la futura revolución. Clebodet, no obstante

agitada vida, hallábase aparentemente fuerte para afrontar la lu

diaria cuando de pronto sintióse en las garras de la muerte, con

clarividencia de su intelecto que había desdeñadoanteriores avisos sin darles importancia. Benamor fue testigo de uno de ellos, en Chalco, una noche que se encontraban ya recogidos en las estancias que siem-: pre tenía puestas para sus amigos el excelente Mariano Cardoso. Como

a las dos de la mañana Clebodet levantóse de un salto de su lec

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porque se ahogaba, y encendidas las luces vieron sus amigos que se evaba las manos al pecho en un movimiento de angustia, y un silbido gutural se escapaba de su garganta cuando ávidamente inhalaba por

breve instante una racha deaire para vencer la sofocación cardiaca que

lo asfixiaba. El espectáculo era siniestro, pues ninguno de los amigos podía hacer nada en bien del enfermo que se debatía en esfuerzos heroicos por vencer la sofocación que lo había desplomadoal suelo, hasta que por fortuna el mal fue cediendo lentamente, mientras grue-

sas gotas de sudor caían de su frente y el ansia de la asfixia pudo ser dominada en aquella ocasión. Pero esta vez el ataque había sido de-

finitivo, según el médico que había sido llamado en auxilio de Clebodet, quien quedó conminado a no moverse ni hablar ni desafiar “ninguna emoción, sentado en unsillón de brazos, para ver si por su suerte el ataque cardiaco no repetía. A la Villa Mística fue a visitarlo

Benamorllamado porel enfermo para encomendarle que fuera a hacer una visita en su nombrea la otra familia, y el enviado cumplióla triste misión y trajo el saludo que ninguno creía que fuese el último que

recibiera Raúl Clebodet. Hallábase Benamor en Chalco cuandoleyó en

la prensa de México, llegada al otro día, que esa mañanaiba a ser el entierro de su amigo que había muerto la víspera, y que el sepelio se efectuaría a la hora en queélleía la noticia en Chalco. Raúl Clebodet había muerto rodeado de las atenciones y los afectos

de una compañera abnegada, pues sus hijos eran aún pequeños, como los de la otra familia, y no podían darse cuenta de la desgracia que se abatía sobre ellos y que los iba a dejar en la orfandad. Dos mujeres

iban a luchar heroicamente contra la adversidad y después de años negros de soledad,verían alzarse a sus hijos aptos para la vida y para

la lucha, como lo fue su padre, hasta culminar cada uno enla aptitud

definitiva que consagra al hombre, la de caminar rectamente a su destino.

XXXVI

El centenario del nacimiento de Chopin

NO DELOS RECUERDOS más bellos que tenemos los supervi-

vientes de aquella época literaria y artística, es la conmemoración del centenario del nacimiento de Chopin, celebrado el 11 de febrero de 1910enla sala principal del estaurante Sylvain. Todavía esta vez fuimos algunos amigos a cenar imtos antes de que se efectuara la velada para la celebración de la fecha n que nació el insigne músico; pero niel Liceo Altamiranoni la Revista Moderna fueron invocados para invitar a los artistas a la velada, sino in grupo de admiradores del gran compositor, para quela fiesta fuera más amplia y más íntima. Desde las ocho de la noche fueron llegando músicos, escritores, pintores, escultores y arquitectos al restaurante

le moda entonces para las fiestas mundanas, aunque no comola jue íbamosa realizar; y con verdadero placer vimos que al ágape conurrieron numerosas personas a quienes la popularidad había dado el

jombre de artistas, y muchas otras que espontáneamente concurrían manifestando que como adoradoras de la música del gran compositor,

querían tener el honorde participar dela fiesta, lo cual nos regocijaba y nos llenaba de orgullo. Al acabar de cenar en la otra sala, nos

sladamosal salón principal donde sobre una peanacubierta de terpelo rojo aparecía el busto en mármol de Federico Chopin en plena juventud, y con dos bellos tibores puestos al pie del sencillo pedestal yde los que surgían flores frescas puestas en profusión por señoritas rtistas que habían hecho estudios disciplinadospara poder interpretar bellamente las obras del insigne romántico. En varias filas de sillones fueron colocándose los espectadores, y sin anuncio ni programa,

fel que quería se levantaba de su asiento para ir a recitar un poema o a er un elogio o a tocar en el piano Steinway una composición de

Chopin. Recordamos con agrado aún, después de veinticinco años

RUBÉN M. CAMPOS

EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE CHOPIN

transcurridos, la disertación que el maestro Eduardo Trucco leyó acer:

de amory cerebros henchidos de ensueños, la música de Chopin será la que interprete mejor la sed de ensueño, el estado de alma que so-

224

ca del zal en la música de Chopin, es decir la nostalgia de la patria, dulce añoranza,la tenaz melancolía por la ausencia de personas y cos

muy amadas,la poesía de que está saturada la música del espíritu más

poético de los artistas románticos, comprendidos los músicos, los poe:

tas y los pintores más famosos del siglo de oro del romanticismo.El maestro italiano que por predilección vivía entre nosotros como p fesor del Conservatorio, hizo una sagaz apreciación de su tesis que e: un estudio del alma del músico, y todoslo felicitamos por haber azgado aquel filón de oro al analizar la personalidad del compositor incompa: rable, en una noche en que insignes pianistas nuestros, Ogazón, Ponce, Moctezuma, Elorduy, evocaban el alma rediviva del poeta

piano enla interpretación de sus bellas composiciones musicales.

solamente el maestro italiano leyó un estudio sobre Chopin,sinota: bién nosotros, los dilettanti mexicanos dimos lectura a nuestras i

225

lamente florece una vez en la vida, cuando se tienen veinte años.

Esta celebración vino a ser la última ofrenda hecha porlos artistas

mexicanos educados en las manifestaciones del arte romántico, en aras del más alto de sus representantes, no obstante que floreció en una etapa en que florecieron sumosartistas cuyo nombre ha pasado a la

posteridad y que, a la par que Chopin, son los representativos de época hiperestesiada del espíritu humano, sin duda alguna, puesto que dio

más valor y más trascendencia a la sentimentalidad que a ningún otro movimiento del alma humana.

Diez años después, en la primavera de 1920, fui a visitar el sepulcro de Chopin en el cementerio del Pére-Lachaise, en París, donde también está el sepulcro de Alfred de Musset bajo el sauce plantado por sus

amigos. El sepulcro de Chopin, cincelado en mármol blanco por

presionesde arte y a divagaciones sobre la música divina del más líri

Cléssinger, estaba intacto, aunque ya enmohecido por las lluvias; y sobre la estatua yacente que corona el sepulcro, había flores frescas,

cualquier ámbitode la tierra, porque aún nuestra alma está acorde con

joven pintor Gabriel Ayala y de Landero que iba conmigo, un viejo guardia del panteón que nos oía, acercóse sonriente y nosdijo: —Todoslos días, siempre, hay flores frescas sobre ese sepulcro.

de los músicos, y los poetas leyeron bellos poemas en loor del alm sideral del músico inmortal, cuyo espíritu es el único que está vi todavía al ser evocado por cualquier espíritu interpretador en la suya. La música del siglo xx ha seguido direcciones abiertamente opuestas a la música melodiosa por excelencia y armoniosa por estética pon:

puestas ese mismo día. Y como yo hiciera notar esa circunstancia al

deración, llevada al límite de lo impecable en el arte de hacer sentir y sufrir, de no despertar más que ideas de ternura, de sentimentalid

y de dolor, cualidades en las que radica y funda su precioso flo; cimiento el arte romántico, el cual no ha sido eclipsado por otra ma

festación posterior del arte musical, precisamente porque los inno

vadores en la música han seguido direcciones abiertamente opuestas a los fines soñados y realizados por los románticos. Y de los músict creadores por excelencia el único a quien no dañóel afán de hall: combinaciones nuevas en el arte de la armonía, no obstante quete:

el poder para ello y que habría superado a quienes vinieron desp

como superó a sus contemporáneos, ese único, decimos, ha sido Fede rico Chopin, cuyo genio exploró cielos ignorados de constelaciones

de ideas musicales revestidas con su arte hasta los límites del buer

gusto, y no necesitó salir de ellos para que su música encantara a

espíritus de su épocay a los espíritus de las épocas venideras, porqui mientras haya juventud en el mundo, corazones juveniles henchid

|

XXXVII

El Centenario de la Proclamación de la Independencia

NTANTOquelos días y los años se deslizaban comolas aguas

de un río, un acontecimiento se preparaba poniendo en

acción todas las fuerzas vitales de la República: la celebración del Centenario de la Proclamación de la Independencia Mexicana.En las alturas oficiales cada quien aportó sus ideas encaminadas al mayor lucimiento de la fiesta; unos querían que se celebraran exposiciones y certámenes, otros proponían congresos y asambleas, algunos proyectaban la construcción de suntuososedificios que surgirían como por encanto del haz de latierra, no obstante que había en ejecución monumentos que era imposible terminar en un plazo breve en el cual se empezó por derribar manzanas de casas y abrir nuevas calles para levantar un nuevo Teatro Nacional y un nuevo

Palacio Legislativo. Los proyectos de inauguraciones de edificios adaptados a tal o cual necesidad eran numerosos; la colocación de primeras piedras para futuros monumentosy zócalos para futuras estatuas fue resuelta. Se proyectó la creación de una Universidad Nacional con todas sus facultades, escuelas, gimmasios y dependencias, una

pequeña república escolar que surgiría al conjuro de una vara mágica en un plazo perentorio; pero como no se podía levantar de

la noche a la mañanaenel aire este prodigio que había que cimentar sólidamente piedra sobre piedra, en un lugar espacioso como por ejemplo el que fuera lecho infinitamente dilatado del lago de Texcoco, optóse por convenir en la paradoja de que la Universidad Nacional ya existía de hecho, solamente que las facultades, las escuelas y las de'pendencias se hallaban desparramadas por toda la ciudad y ocupaban cada unade ellas los inmuebles de los que fueron antiguos conventos transformados en escuelas superiores con sus dependencias aledañas, ya que hasta la antigua Universidad Pontificia era Conservatorio Na-

228

EL CENTENARIODE LA PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA

RUBÉN M. CAMPOS o

navegando estalló una revolución en Nicaragua que cambió los acontecimientos de la República. El presidente Zelaya, derrocado por la revolución, refugióse en el pequeño cañonero mexicano Morelos anclado en el puerto de Corinto, y cumpliendo órdenes de México salió

cional. Salvada así la principal dificultad cuya solución fue aprobada, convínose en invitar a todas las naciones para que enviaran sus representantesa las fiestas del Centenario, y como contestarandiciendo que aceptaban con placer y que enviarían embajadas y delegaciones para que representaran dignamente a las grandes potencias en las suntuosas fiestas, pensóse cómo podrían ser alojadas en una ciudad en que no había hoteles de primer orden, sino sólo unos cuantos dignos de aspirar a ese rango y donde no podrían ser alojadas las embajadas, para

de las aguas nicaragúenses entre dos buques de guerra americanos que

vieron escapar la presa que había estorbado sus planes políticos en la joven república. Como consecuencia de estos sucesos,al llegar a Veracruz Rubén Darío ya no traía la representación del gobierno caído. Es

interesante recordar el episodio del arribo del gran poeta a las costas

las que sería una ofensa ofrecerles un cuarto de hotel, y se procedió a

yeracruzanas. Un enviado de la Secretaría de Relaciones no quiso dar

comprar o alquilar magníficos palacios para ofrecer a cada embajador: un palacio suntuosamente amueblado, con todoslos servicios, carrua-: jes, caballos y un personal de servidumbre correspondiente a una casa 3 montada a todolujo.

a Darío la noticia y comisionó al periodista Jesús Villalpando para que se la diera. El periodista presentó su tarjeta al anclar el barco y le fue permitido ascender a cubierta, donde se hallaba el poeta vestido de

levita cruzada y sombrero de copa. —¿Señor Rubén Darío? —dijo el periodista descubriéndoseal saludarlo. —Perdoneusted, estoy bajo el protocolo —contestó Darío. —Es justamente del protocolo que quiero hablar a usted. —¿De quése trata? —Setrata, señor Darío, de poner en conocimiento de usted que una

Las fiestas fueron espléndidas. Como no bastaban los días fijados

para distribuir las festividades anunciadas, se dedicó todo el mes de

septiembre las fiestas del Centenario de la Proclamación de la Independencia, y la ciudad no bastó para dar cabida y albergue a la infinidad

de viajeros que vinieron de todas partes del mundo y tuvieron que desbordarse por las poblaciones del Valle de México, pues entonces. todavía no surgían las nuevas colonias que llevan una continuidad de casas, calles y plazas desde México hasta San Ángel, hasta Tlalpan, hasta Azcapotzalco, pues porla otra parte de la ciudadya existían las calzadas pobladas hasta Guadalupe Hidalgo, hasta el Peñón de los Bañosy hasta las llanuras de la Aviación y Balbuena. La revolución que se sentía venir,

revolución ha derrocado al presidente Zelaya, y no tiene usted ya la

representación de Nicaragua. Sin embargo, el gobierno mexicano en atención al alto nombre de usted, lo invita a que pase a una de las

ciudades mexicanas que usted elija, Orizaba o Jalapa porque no es posible permitirle que vaya a la ciudad de México.

que se anunciaba comotifón en el ambiente cálido, tuvo la galantería,

—¿Por qué?

podría decirse, de esperar que pasaran las fiestas del Centenario para

—Tal vez porque los Estados Unidos están representados por una

estallar, y así no hubo ninguna perturbación en la vida de la capital ni

embajada... —Comprendo—,contestó Darío taciturno después de una pausa,y cogiendo al periodista por el brazo agregó: —i¡Vamos!— Y bajaron al muelle donde una multitud saludaba agitando los sombreros y los pañuelos enel aire, delirante de entusiasmo: —¡Viva Rubén Darío! ¡Bienvenido el gran poeta! ¡Viva Nicaragua! El pueblo agolpábase ávido de conocerlo, de estrechar su mano, y los gendarmes tenían que abrirle paso entre una lluvia de flores arrojadas a sus pies por las señoritas veracruzanas quienes ademásle traían

en la vida de la República para no dejar una impresión que no fue: satisfactoria en el alma de las multitudes que presenciaronlas fies

memorables. Un incidente relacionado con la vida literaria pa

al gran escritor Rubén Darío, quien se hallaba en España como ministf | de su país natal, y aceptó cordialmente porque hacía muchos años qué

acariciaba la ilusión de venir a México. Embarcóse, y cuando venía

"E

desapercibido para los turistas, pero no para los que esperábamos el advenimiento de un gran escritor que venía delegado a las fiestas. Cuandoel gobierno mexicanoinvitó a todoslos países para quefuera representados enlas fiestas del Centenario, no se olvidó naturalmente de invitar a la República de Nicaragua, con la que siempre nos ha

unido los lazos de una leal amistad. Nicaragua nombró su embajador

229

a —_——

ramos de flores y que el poeta llevaba entre sus brazos, visiblemente conmovido bajo la seriedad que le era habitual. Una comisión del

puerto lo llevó hasta el Hotel de Diligencias,y al llegar suplicó el poeta

230

EL CENTENARIO DE LA PROCLAMACIÓNDE LA INDEPENDENCIA

RUBÉN M. CAMPOS e

a sus acompañantes que no se molestaran ya, tendiéndoles la mano y

dándoles las más cumplidas gracias. Antes de subir a la habitación qu a se le tenía preparada, dijo a Villalpando que deseaba beber una

fresca porque se abrasaba de sed, y Villalpando hizo servir dos m julepes, bebida traída de New Orleans a Veracruz, que el poeta beb con deleite para pedir otra. El menjulepe de menta, es una cosa q se prepara con hielo triturado, polvo de azúcar, vermouth, coñac, b ter y hojas frescas de menta, y se absorbe por medio de una paja.

231

y

de tabaco galantemente envió el obsequio valioso, pues fue escogido

el mejor tabaco de las vegas veracruzanas para honrar el nombre de

Rubén Darío. Cuando Emilio Valenzuela dio un cariñoso abrazoal poeta en nuestro nombre, contestó Darío: “Dígale a Rubén Campos que

lo conozco y quelo quiero, y le envié con usted mi saludo”. Esta nota íntima de la estancia de Rubén Darío en Jalapa es para nosotros un

bello recuerdo.

pueblo pedía la presencia del poeta, y viendo que era inevitable co;

La escala de Rubén Darío en Jalapa fue un toque de alarmafatalmente necesario para evitar que el sentimiento popular, en un estado

electrizaron a la multitud. Confirmada con esta demostración popula

pues en presencia de los representantes de todas las naciones habríase

placerlo, Rubén Darío, cuyo carácter hurañoera ajeno a las exhib nes, tuvo que asomarse a un balcón para decir algunas palabras que

de agitación y de efervescencia incontenible, hiciera erupción en el momento más culminante de los fastos de nuestra historia política,

la que se esperaba en la ciudad de Méxicoa la sola presencia de D invitósele a pasar a Jalapa después de un breve descanso en Veracruz y el viajero partió para la ciudad de las flores, donde los comisionado!

visto la solidaridad del sentimiento hispanoamericano, que para guardar íntegro su honor habría cumplido la orden secreta de velar el

Guicheané, alojaron al poeta, cuya estancia en Jalapa fue unafi continua, recepciones, bailes, paseos, un desfile constante de damas

¡presidente de México en la entrevista Díaz-Taft, cuando le fuera

del gobierno veracruzano, Miguel Hernández Jáuregui y Enriqu

y caballeros no solamente de la ciudad de Jalapa sino de otras ciudad escritoresy artistas de la capital. El gobierno de Veracruz autorizó al p para que correspondiera recepcionesy fiestas, y los quince días Darío permaneció en Jalapa son recordados todavía como días fe en los anales de la ciudad. Lleváronle a los bosques de camelias magnolias y de gardenias de los alrededores, y quedó encantado d hermosura de los paraísos que se llaman Fortín, Coatepec, Córdob donde hay millones de flores renovadas cada día en tupidos bosque de inmensosárboles floridos. Una comisión de la Revista Modernas trasladó a Jalapa a saludar al poeta que gentilmente devolvió el sa expresando que uno de los más hondos pesares de su vida era

poderarribar a la ciudad de México, la que hacía veinte años q

conocery que fue acasola única ciudad que no conoció de las capi

hispanoamericanas. Al visitar una de las más famosas fábricas tabaco, dondesele sirvió un banquete a él y a toda la comitiva, le

obsequiado a cada uno de los invitados una caja de puros, con t

brevete cada puro en que decía “Glorias de Rubén Darío”, y el poél tuvo una humorada peculiar de sus genialidades: hizo que se agre; su tarjeta, firmada con su autógrafo, en varias cajas de puroslac y selladas, para que fueran enviadas a ilustres personalidades de E pa con las que cultivaba amistad. Su deseo fue cumplido,y la fáb

cañonero Morelos antes que dejar al presidente Zelaya en poderde la

escuadra norteamericana, y ha guardado en secreto la respuesta del

propuesto un pacto para ejercer la hegemonía en América: “Yo no puedo ser traidor a miraza; y si esta resolución me cuesta ser derrocado, dejaré el poder, pero con honor.”

XXXVII

La fiesta de la fundación de la Universidad K—_— A ———Á

A FIESTA de la fundación de la Universidad Nacional fue sin

duda la más solemne delas fiestas del Centenario. Las principales universidades del mundo, desde las más antiguas

hasta las modernas, enviaron sus representantes a la ciudad

México, y el día señalado para esa celebración viose un.magnífico sfile de togas universitarias y de vistosas insignias desfilar del

Paraninfo de la Universidad a la Escuela Nacional Preparatoria, en cuyo

anfiteatro iba a efectuarse solemnemente la ceremonia de la inaugu-

ración. En el palco escénico del anfiteatro frente al hemiciclo de las

'oraderías henchidas de una concurrencia en la que estaba reprentada toda la intelectualidad mexicana, profesores, letrados, juristas,

octores, escritores y multitud de estudiantes de las escuelas pro'fesionales, hallábase un estrado en el que estaban alineados a derecha e izquierda los delegados de las universidades europeas y americanas,

y al frente dejóse un espacio para el presidente de la República y sus

secretarios de Estado, el Cuerpo Diplomático y las autoridades univer'sitarias. A las once de la mañana se presentó el presidente con su bri-

llante Estado Mayor y la ceremoniadio principio con el magnífico dis-

curso del secretario de Instrucción Pública que fue una exposición del estado en que se hallaba la intelectualidad mexicana y de las necesidades que se había creado esa intelectualidad. Siguieron a continuación los discursos de los representantes de las universidades entre los cuales llamaron la atención los delegados de las universidades de París, de Berlín, de Oxford, de Roma, de Salamanca; pero el orador más aplaudido fue M. Martinenche, delegado dela

Sorbona, cuyo discurso fue conmovedor porlas frases llenas de amor que simuló poneren la bocadela vieja Universidad de Fran-

cia para la naciente Universidad de México. Terminados los discur-

234

RUBÉN M. CAMPOS

sos se dio lectura a los primeros nombramientos de doctor hongo;

causa hechos por la nueva universidad en las personalidades intel tuales más prominentes del mundo; y después de esto, ante tod concurrencia puesta de pie, el presidente de la República declaró

gurada la Universidad Nacional de México. Las fiestas del Centenario continuaron celebrándose espléndid; mente. Cada día era una nueva fiesta preparada por las diversas di pendencias oficiales y por instituciones que contribuyeron a darm esplendora las celebraciones. Exposiciones deportivas, excursio

representaciones de gala, conciertos, exhibiciones escolares al libre, todo contribuyó a dar mayor suntuosidad a las fiestas, que € minaron en la noche del 15 con la recepción después del grito d

Independencia dado en el balcón central del Palacio Nacional pore presidente de la República, y el 16 conla fiesta militar que presene;

todo México merced al día espléndido en que lució el sol sin qu lloviera. Las fiestas del Centenario fueron un derroche de magnificen cia, una demostración del bienestar de México, ostensible en la capita y en la esfera oficial en que se desarrollaron esos festejos que serí largo enumerar y de los que todos los representantes de las naciones lleváronse un recuerdo halagador. Pero un malestar inexplicable ex tendíase por donde quiera que un observador hurgase más allá de l; zona de festejos oficiales. Las clases desheredadas tenían que conten:

tarse con ver de lejos el esplendor de las fiestas; los periódicos det: llaban cada día pormenorizadamente todas las dilapidaciones que sé

hacían en banquetes, recepciones, paseos, bailes, de todo lo cual le llegaba al pueblo más que las reseñas entusiastas de los diarios; per nadie osaba decir nada de aquel alarde de poder y de riqueza quesin

embargo presentaba un notable contraste con las multitudes posas de las ciudades y de los campos; de los magníficos sueldos que

se pagaban a los privilegiados que servían los cargos oficiales, mientras

las muchedumbres de trabajadores eran pagados con jornalesi : rios y la miseria pública era una dilatada exhibición que podía verse desde las vías férreas, al pasar el tren frente a pequeñas poblaciones formadas con casas de adobe en ruinas; pues de uno a otro confín d la República no se ve una población floreciente, bien construida, que haya surgido en época reciente dotada de buenas construccion hecha para durar años y para embellecer un conglomerado de gentes que lleva el nombre ilustre de algún héroe de nuestra nacionalidad, sino que son restos de poblaciones coloniales que surgieron en torno:

LA FIESTA DE LA FUNDACIÓN DE LA UNIVERSIDAD

2 35

de unavieja iglesia, hoy abandonada, y que como todas las construcciones abandonadas está derruyÉéndose día a día. La obra tenaz de conspiración

había minado secretamente el magnífico edificio levantado sobre una imentación deleznable que iba a derrumbarse al primer empuje del alzamiento popular, y en menos de dos meses iba a verse que toda aquella fastuosidad exhibida iba a caer portierra como volcada por un terremoto.

Las letras y las artes, sin embargo, pasaron desapercibidas en tan

brillante exposición del Centenario. Nadie se preocupó de quese pre-

'sentaran libros nuevos, ni pinturas, ni estatuas recientes, y solamente la arquitectura pudo exhibir construcciones que era indispensable ex-

ir para la demostración de bienestar y abundancia que iba a hacerse

pable con comidas y recepciones. Los artistas conformábanse con

oler los capitosos aromas delas ricas viandas cuando pasaban por una

calle donde se celebraba un banquete, o con mendigar una invitación

a poder ir en tranvía a la maravillosa fiesta nocturna de Chapulec, en la que se gastó una fortuna en iluminaciones, refrescos, chs, vestidos de comparsas y ornamentacionesflorales.

¡Ante la gigantesca demostración de las fuerzas vivas de la República representadas por bieñes materiales, los artistas, que en el fondo eran

tuna mesnada orgullosa de rebeldes que por altivez no habían ido a engrosar las filas de los conspiradores, dejaban hacer, en muda pro-

testa de que solamente los mediocres hubiesen medrado y gozaran de todas las prerrogativas inherentes a los cargos oficiales y a las altas posiciones de los que gozan de validez y privanza. Pero cuando los

¡primeros albores de la revolución se anunciaron,-los escritores vieron claramente que una transformación social iba a efectuarse, aunque no la forma radical que debió efectuarse si el líder principal de la revolución, al asumir la responsabilidad, no hubiera sido tan generoso en dejar que siguieran ocupandoaltos puestos o vinieran a ocuparlos entes que por muchos motivos no podían tener ideas acordes con la ovación revolucionaria, y estorbaron por consiguiente la reali-

lación de planes trascendentales, de reformas sociales y agrarias, hasta

que la Revolución Constitucionalista vino a castigar con mano de ierro los crímenes de lesa patria que todos sabemos fueron cometi-

Ds, por haber dejado en el poder elementos que debieron ser expulOs y nulificados desde el triunfo de la Revolución Maderista. - Otros intelectuales iban a surgir al triunfo de la revolución. Y de tre ellos surgirían artistas de la palabra, artistas del color, de la línea )y del sonido, y el esfuerzo realizado por el grupo modernista que no

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RUBÉN M. CAMPOS

quiso incorporarse de una manera encubierta al movimiento revolu cionario, iba a ser desechado por los nuevos hombres de acción quí

iban a regir y a orientar por otros derroteros los destinos de la patria Hay necesidad, por tanto, de deslindar el estudio de la cultura mexi cana hasta el momento en que fue demolido el antiguo orden de co en nuestro país, y que surgió la nueva orientación dada por los hombr

que se propusierondirigir la mentalidad mexicana, al implantarse le

nuevosideales revolucionarios consistentes en quela cultura no fuera e privilegio de unos cuantos afortunados, sino que fuera derramada com

el bienestar material entre todos los habitantes de nuestro país. La no de la celebración del grito de Dolores pudo verse en la plaza mayord ciudad de México el presagio anunciador de la revolución, en la cam: inaudita de policías secretos que invadía el recinto en torno al b

principal del Palacio Nacional, donde según la costumbretradicional presidente victoreaba a la Independencia a las once de la noche. Nos permitía la entrada en un vasto perímetro más que a los que llevas tarjetas expedidas con escrupulosidad, por el temor de que se des entre los que iban a presenciar la ceremonia algún conspirador que tara contra la vida del general Díaz; la muchedumbre de policías constantemente los movimientos de los concurrentes, quienes sido conminados de no portar armas y registrados los nombres permiso para tenerla certidumbre de que nolas portaban. El mome culminante de vitorear la Independencia, que siempre había clamoroso por la innumerable muchedumbre que henchía la i

plaza en otros años, fue en el Centenario de la Independencia un gl débil, apenas contestado desde muy lejos por la multitud a la que n

había permitido penetrar en el recinto de los afortunados, quienes ban las graderías con sus paraguas abiertos para resguardarse de la: y copiosalluvia que caía sin cesar. La fiesta fue suntuosa dentro di salones espléndidos para los invitados, que guardarán un recu inolvidable de ella; pero la fiesta popular quedó deslucida por la por el ambiente de tristeza que llenaba de presagios la imaginació Todos los mexicanos sabemos que el aplazamiento de la ez revolucionaria era incontenible, y que cuando se quiso sofocar gloriosa muerte de Aquiles Serdán en la ciudad de Puebla, este acontecimiento vino a ser el prólogo de la epopeya revolucionark meses despuésdelas fiestas del Centenario, que haría resurgir la ita proclamada cien años antes por Hidalgo, y exigida cien años des;

por Madero.

:

XXXIX

La muerte de Jesús E. Valenzuela <=

L PRINCIPAL VINCULADORdela legión modernista había caído vencido de la cumbre dela vida: Valenzuela estaba clavado definitivamente en el lecho de su larga agonía. El movimiento de la vida había ido paralizándose lentamente

¡desde las extremidades por todo su organismo. Todavía su intelecto podía dar una forma lúcida a su pensamiento; pero su lengua entorpecida se negaba a formular la expresión de la idea, y el poeta no podía optar por escribir, porque su diestra ya no podía fijar con la plumael movimiento desordenado del pulso, que no disciplinaba ya los dedos para dar forma a las palabras ni a las letras. Los jugos de la vida no fluían ágiles como antañoparasaturar el cuerpoy lubricar la epidermis del decrépito yacente que ahora aparecía marchito, anquilosado por parálisis lenta pero inflexible que subía de las extremidades, las cuales ya no obedecían a la voluntad impotente para obligar a los pies

a refugiarse sobre un calorífero eléctrico que habíase colocado en el

piso. Los movimientos del enfermo reducíanse a hojear con la diestra

'un volumende la Revista Moderna que se hallaba colocado sobre un atril al alcance de su mano,y enla siniestra tenía siempre un reloj de bolsillo que consultaba a cada instante, para que no fuera a pasar la hora de los medicamentos atenuadores del mal inexorable, y de los alimentos idos sostenedores de la combustión en el viejo cuerpo ya casi paralido. Solamente los ojos ardían con una vida intensa, la vida espiritual eadora hasta el último instante en un intelectual que se extingue. Sus abellos habían emblanquecidoy resaltaban bajo un birrete de terciopelo Megro y sobre la pulcritud de una camisa blanquísimaplanchada sin almidón y de un vestido negro pulcramente llevado. El poeta, siempre señoril, invitaba a comer a sus amigos que iban a aludarlo, y su alegría era oír, desde su sillón de enfermo,la alharaca

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RUBÉN M. CAMPOS

LA MUERTE DE JESÚS E. VALENZUELA

239

pa —

una realidad funesta, porque el poeta quedó fulminado definiti-

sus amigos después de haber tomadoel café tras una buena comida,

pues el poeta no permitía que su mesa decayera porqueél nola presidiese, a saludarlo para despedirse. Así se prolongó su vida durante

ardiente de vivir fue aplacándose hasta la renunciación a tornar a lez

vantarse para volver a la vida de movimiento y de calor. La antigua

alegría de vivir comenzó a declinar y a extinguirse para abrir paso 4 una dulce resignación de vivir, a aceptar una vida vegetativa como la del viejo árbol arraigado que no se mueve sino a impulsos del vien

pero queesfeliz al sentir la caricia del viento, el asperjar de la lluvia el beso ardiente del sol. Llevaba la cuenta de los días, él, que jamás ocupó durante largos años de saber en qué día vivía; y si por acas

perdía esa cuenta apresurábase a preguntar qué día era de la sema y del mes. Bebía sin la avidez de antes los jugos tonificadores y nutris tivos que alargarían un día siquiera su vida puesta en entredicho, que lo mismo podía ser suprimida en un instante por un ataquefinal, como podía prolongarse años por un olvido de la fatalidad. El poeta, qué había exclamado en una protesta por la supresión voluntaria de un: vida en plena juventud: “valor para la muerte es lo que sobra; va para la vida es lo que falta”, veíase abatido ahora por su destino inexo: rable, y solamente justificaba su imprecación dejando pasar la vida.*

Un furor surgido de lo más hondo de sus fuentes genésicas poblé de pronto su imaginación con las lejanas lecturas de las Metamorfosis Ovidio; su mente nublóse de visiones carnales, cuando jamás hz

acariciado sino visiones seráficas en su deificación romántica de la mu

jer y su fantasía atormentada por la obsesión de la hembra era

parodia de las tentaciones de San Antonio, evocadas por Gus

Flaubert. Un incidente fatal fue a agravar su cruel obsesión.Vivía al

sazón entre nosotros la insigne cantante cubana Rosalía Chalía, crei dora de Fedora en México, la que a ruego de varios amigos, acu visitar al poeta al saber el estado en que se hallaba. Rosalía Chalía toda pasión, su preciosa voz de oro era la expresión de su alma cánica. Cantó para Valenzuela con toda la ternura de su vida huraci nada, y el poeta encarnó en aquella mujer de fuego todo su deseo la antesala de la muerte; pero en la impotencia de confesarlela fa

nación con que lo había galvanizado, cristalizó aquella aparición €

vamente, deshecho tanto corporal comoespiritualmente, y cayó para

no levantarse más. Evidentemente que su razón había huido, y esta irresponsabilidad era un lenitivo para sus amigos, que se imaginaban

que ya no sentía, que ya no pensaba, que ya no recordaba, las tres

potencias que constituyen el supremo dondela vida. Los seres para él en otro tiempo tan queridos lo rodeaban con la resignación de quien espera una catástrofe inevitable, sin saber cuándo vendrá. Los días y los años pasaban lentamente para el enfermo, en contraste con su antigua vida tumultuosa en que su corazón había latido vertiginosamente, como un corcel encabritado y lanzado a es-

cape bajo el látigo del alcohol. Ahora recogía ávidamente las migajas del festín de su vida, como un sediento que espera en su boca seca

una gota de agua que se forma lentamente filtrada por una roca. De

cuando en cuando unfulgor instantáneo relampagueaba ensus ojos, que volvían a su tenuidad apacible, en la que apenas reían dos gotas luminosas como las de un gusanito de luz en las praderas nocturnas. Pero todavía en su postración letal, cuando un rayo de luz iluminaba su inteligencia nublada, tenía humor para hacer unafrase ingeniosa,

como una vez que Benamorfue a saludarlo conla frase sacramental: —Chucho, ¿cómo está usted?

—Estoy comolas mujeres de Raúl, a pura leche —respondió traba-

josamente con vozfestiva y ojos risueños. Parecían hacerle mucho bien

las risas que provocaban sus frases epigramáticas, y que su corazón

palpitaba jubilosamente como antaño en el bar cuando su ingenio

peregrino triunfaba rodeado de sus amigos, que celebraban a toda orquesta sus ocurrencias humorísticas. Sus últimos días, sin embargo, fueron deplorablemente expiatorios. Sus recuerdos fueron extinguiéndose comolas velas de un tenebrario en

la ceremonia de las tinieblas el Viernes Santo; y cuando no quedaba

encendida más que unavela, la de su vida que se extinguía, vino la muerte -compadecida al fin de su largo penar, y cerró piadosamente susojos.

A los escritoresy artistas que no fallecieron en la década de los años que comprende el movimientoliterario y artístico que hemos trazado, no podemoscontarlos entre las víctimas desaparecidas entonces, pero sí podemos anotarlos entre las víctimas del bar, porque su muerte fue un proceso del mal latente pero fatal —¿qué mal hay comparable al _alcohol?, dijo Poe— que más o menostarde los llevaría al sepulcro en Castigo a su azarosa vida juvenil. Entre ellos recordamos al escultor

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RUBÉN M. CAMPOS a

Jesús F. Contreras, que mutilado de su brazo derecho sobrevivió pocos años hasta que, atacado de parálisis general, hubo necesidad de segar su vida con su aquiescencia, dada con un movimiento de sus ojos, porque había perdidoel habla. Ricardo Castro, pianista y compositor, comoel compositor Felipe Villanueva, fue una víctima del bar a quien la muerte le arrebató en plena producción de obras musicales y en útil labor como guiador musical de la juventud. Ernesto Elorduy, compositor y pianista, fue arrebatado piadosamente por la muerte para no dar

XL

Los funerales de don Justo Sierra —— A

el espectáculo de una decadencia deplorable. Jesús Urueta fue a morir en Sudamérica como Amado Nervo, los dos amargados en sus últimos días con la nostalgia de la patria lejana. Alberto Ituarte, que confiaba en su naturaleza ciclópea, cayó vencido en la plenitud de su vida.

Baudelio Contreras, el fundidor en bronce delas estatuas del escultor,

su hermano, cayó fulminado en plena madurez. José Torres Ovando, que tuvo la más bella voz de barítono de nuestros cantantes, fue otra de las víctimas del bar. Abel Salazar falleció en plenitud de vida con el: alma lacerada. Heriberto Frías murió casi ciego, pagandoel tributo de su infortunada y azarosa juventud. Manuel de la Parra sufrió la ex-

piación cruel de su intemperancia hasta que encontró en la muerte

una bienhechora liberación. José M. Bustillos se extinguió ocultamente después de brillar un día a la par que Manuel Gutiérrez Nájera, otra

llorada víctima del bar. Antenor Lezcano murió desencantado en plena

juventud. Joaquín Villalobos, exquisito pianista que hacía soñar con sus interpretaciones musicales, fue a morir en su tierra natal. Pedro L.

Manzano, a quien el maestro Carlos J. Meneses daba siempre el lugar del violín concertino en la Orquesta Sinfónica, fue hallado muerto en su camaranchóndesolitario. Jesús Villalpando, el bohemio tan desas-

trado como Miguel Othón Robledo, murió después que este poeta, fulminadoporla fatalidad. Alberto Fuentes, que dejaba correr las horas improvisandoal piano vaguedades de ensueño, fue a morir a Cholula. Francisco M. de Olaguíbel, el de los bellos rondeles, murió empon-

zoñado por el mal tremendo. Luis G. Urbina tuvo unalarga resistencia hasta que falleció en Madrid después de haber realizado su obra de

poeta. Nicolás Rangel fue castigado con una agonía de un año por el. delito de haber vivido alegremente su vida. ¡Y tantos otros que no hemos anotado por ignorar su suerte, pero que han caído inexorable-. mente, “porque nadie escapa a su destino” según la sentencia de Vi-

lliers de Isle Adam,y su destino trágico fue llevar consigo la maldición de Edgar Poe: “el que ha bebido beberá”! *

A ÚLTIMA NOTA que los supervivientes de aquella época po-

dríamos conceptuar comoel entierro de unaetapa artística y literaria, es las honras fúnebres tributadas públicamente al cadáver de don Justo Sierra. Hemos dicho que el gobierno de la revolución triunfante, haciendo una honrosa excepción a los méritos incontestables del impulsor por antonomasia de la educación mexicana, lo invitó cordialmente para que fuera a representar a México en España, y el maestro, no obstante que se hallaba muy enfermo, aceptó tan honrosa distinción. El día de su partida viose rodeado en el carro puliman quelo iba a llevar a Veracruz, por todos sus familiares y muchos de sus amigos y de los representantes de la educación nacional que fueron a despedirlo. Antes de que partiera el tren quien escribe estas memorias sentóse un instante a su lado por última vez para despedirse del maestro, y allí pudo estimar los estragos que en

su espíritu había hecho el mal que lo fulminara. Su espíritu errante divagábase en quién sabe qué abstracciones de las que apenas pudo

volver un fugaz instante para exclamar “¡Rubén!” y retener nuestra diestra entre sus poderosas manos; pero la convicción que teníamos de que su robusta naturaleza había sido vencida nos quitó la audacia de mentir un alivio en tan cruel instante, y solamente bajamosla cabeza, lo acompañamos un momento y nos despedimos en silencio para cederel turno al doctor Vallarino, que debía acompañarlo en su viaje,

y cuando descendimosdel carro recordamos unadelas siete palabras

de Cristo: “Mi reino no es de este mundo”. Don Justo Sierra embarcóse en Veracruz moribundo; pero en la

travesía reaccionó su espíritu y trasmitió su perdido vigor al cuerpo de - Atlante que pudo todavía dominar con su presencia el mar. Pudo aún arribar a Francia para ver por última vez París, pasar bajo el Arco de

RUBÉN M. CAMPOS

LOS FUNERALES DE DON JUSTO SIERRA

Triunfo, que fue el dintel en que reposóel cuerpo de Víctor Hugo antes

a todos los que fueron a pedirle educación para sushijos y alivio para sus necesidades. Habíase ordenado que de la estación de Buenavista a la Escuela Preparatoria se colocaran guardias militares para rendir honores de embajador portan dilatado espacio que hay entre dos ámbitos opuestos de la ciudad, al cuerpo del maestro extinto que sería llevado en una carroza fúnebre lentamente. Pero al salir cortejando el cadáver los que tuvimos el honor de haber servido en las filas del gran educador, por entre la apretada muchedumbre que henchía los patios de la estación, vimos que otras multitudes venían a engrosar la que se desbordabade la estación ferroviaria, y se habían formado en dosalas y llenaban la Plaza Buenavista para llegar a la Ribera de San Cosme, doblar por las calles de La Mariscala, Puente de Alvarado, San Fernando, atravesar la que es hoy avenida Hidalgo frente a la Alameda, doblar por Santa Isabel para seguir las calles de San Francisco y Plateros, hoy avenida Madero, para llegar a la plaza principal y pasar por el frente de la Catedral a la avenida de la República Argentina hasta entrar por la calle Justo Sierra al anfiteatro de la Escuela Preparatoria, donde debía

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de que su espíritu entrara en la inmortalidad; fue a saludar al anciano

general Porfirio Díaz, quien lloró en sus brazos el paraíso perdido de su patria, peregrinó a Lourdes para bañarse de gracia antes de escribir la preciosa carta a Luis G. Urbina, de México, una de las más bellas páginas de nuestras letras; y por último fue a Madrid para presentar

sus credencialesal rey, a quien llevaba en el mensaje de una revolución

triunfante el augurio de su destronamientonolejano al empuje de otra formidable revolución; y poco a poco su mal fue recrudeciéndose, agravándose en su lecho de muerte del que ya no se levantó, para morir en Madrid, donde su cuerpo fue embalsamado y devuelto con todos los honores de su alto rango de embajador al país que había enviado uno de sus hijos más preclaros, para testimoniarle que hacía un siglo que luchaba por su libertad.

El cadáver de don Justo Sierra llegó a la estación de Buenavista en el tren de la mañana, y despuésde la entrega protocolaria a las autoridadesdela ciudad, fue bajado en medio de una muchedumbre inmensa que presenciaba consternada cómo volvía a su patria el educador de tantas generaciones, pues había empezado muy joven su ciclópea tarea de educar, con su plumaen la prensa cuando fue redactor de La Libertad y publicó brillantes artículos de fuerte polemista afiliado a la oposición y preciosas impresiones de arte literario, pictórico y musical, ya

que era miembro de las más ilustres academias y entre ellas tenía

predilección por la Filarmónica Mexicana, de la que era el alma en unión de Alfredo Bablot, que comoel joven escritor, no era músico profesional. Muy joven aún para ocupar tan alto rango, fue llevado a

la cátedra de profesor de historia en la Escuela Preparatoria, donde

permaneció durante muchos años, hasta llegar a ser ministro, alto puesto que se conquistó con su fulgurante verbo de orador, su magistral sabiduría en la cátedra y su magnífica pluma de polígrafo, que le

dio fama y popularidad, pues así escribía candentes artículos de polemista, como bellas impresiones de arte y sentidos cantos de poeta. Su

reputación sólida de maestro fue ganada por tanto desde su juventud y reconocida por el gobierno de la revolución que había enviado por sus despojos para que México le hiciera los honores que merecía. Pero el pueblo no se contentó con los honores oficiales, sino que quiso hacerle los honores propios suyos, públicamente, en reconocimiento

de los copiosos bienes que había derramadoel ministro de la educación pública cuando pudo hacerlo, y sus manos pródigas socorrieron

243

ser depositado el féretro para rendirle pleito homenaje con guardias de honor durante todo el día, una velada fúnebre en la noche y un

entierro solemneal siguiente día hasta dejarlo en el panteón Francés, de donde un día será exhumadopara llevarlo a la Rotonda de los Hom-

bres Ilustres, que es donde debeestar.

Durante el inmenso trayecto que hemos pormenorizado,el cortejo fúnebre fue avanzando lentamente, en medio de las multitudes descubiertas silenciosas, seguido el cadáver por una multitud de maestras y maestros de la infinidad de escuelas que fundara el educador por excelencia, las mujeres llorando y los hombres gravemente apesadumbrados, sombrero en manobajo el sol canicular, sin que nadie mostrara cansancio porla larga jornada, que duró buena parte de la mañana.

Enel anfiteatro esperaban las autoridades de la ciudad y de la educación nacional, y otra multitud de educadoresy de estudiantes,a la que se mezcló el inmenso cortejo, y todos puestos de pie hicieron la re-

cepción del cadáver y permanecieronlargotiempoen el recinto, mien-

tras iban desfilando las guardias de honor que se colocaban a ambos lados del féretro hasta ceder el lugar a otras guardias.

Por la noche efectuóse la solemne velada fúnebre presidida porel

vicepresidente de la República, don José María Pino Suárez, e hicieron el elogio del maestro en dos oraciones fúnebres don Joaquín D. Casasús y don Jesús Urueta, y en una elegía el poeta Luis G. Urbina.

244 :

RUBÉN M. CAMPOS ol] a

La oración fúnebre del insigne orador Urueta hizo sollozar a la multitud que henchíael anfiteatro, rigurosamente enlutada comose hallaba. el recinto con cortinajes y paños negros, al hacer la evocación del desa-

parecido en frases trémulas de emoción que narraban momentosínti-

mos, en la que la madurez de un corazón lleno de bondad había salvado de la vorágine a una juventud huracanada al llevarla con la dulzura de su fuerza a recibir el perdón maternal. i La luctuosa ceremonia reunió así por última vez a los representantes dispersos de una etapaartística y literaria que se extinguía, pues como hemos dicho antes, otros intelectuales iban a surgir al triunfo de la revolución e iban a orientar por otros derroterosel reflorecimiento de

las artes y de las letras.

EPÍLOGO €_——-— o

Prosas de los modernistas de 1900

¿Cómo pensabany escribían los modernistas? Si fuésemos a querer

recordar sus elucubraciones efímeras en la intensa vida intelectual del bar, sus divagaciones en esa eclosión de la guerra florida de los ingenios, en que cada uno lanza,sin la pretensión de exhibirse,

las flechas de oro de su aljaba con la gallardía de un flechador del cielo, no haríamossino pastiches parafrásticos de ideas, en los que,

naturalmente, campearía la modalidad del parafraseador. Optemos, en consecuencia, por espigar a la ventura algunas puntas

de la hierba de la copiosa mies que creció apretada y rica en la Revista Moderna para nuestro solaz, y que es un reflejo fiel de las ideas vertidas en el bar. Dejábamosatrás las Misas Blancas de la Belleza griega —escribía José Juan Tablada en una Fantasía estética—. Esperábamosa que el día del Ideal se apagara, y ya en plena noche huíamos los sagrados bosquesy el sol meridiano dela estética, para vagar bajo los claros de luna espectrales al través de las landas desoladas y de las estepas malditas. Para llegar hasta el sabbat,

nos untábamos con ungúentos de perversión, y nuestra fantasía era el macho cabrío que nos llevaba hasta la Misa Negra. Queríamos el opio de lo extraño, las mentas más picantes, las belladonas más turbadoras. Y un cirio de negra pez alumbrabael altar de nuestras devociones, y en elincensario sacudido con ritmos epilépticos ardían los euforbios acres en vez de los unciosos perfumes bíblicos. La Venus Calipigya era el altar... yacía prosternada, y sobre sus ancas macizas y culminantesiban y venían nuestras monstruosas divagacionesartísticas, como el hormiguero de minúsculos faunos sobre La Lujuria grabada por Feliciano Rops. Seguíamos al monstruo paso a paso. Lo vimos nacer en Patmos engendrado porel Profeta en el árido vientre de su melancolía... Ya lo habíamos visto en Asiria, como un toro androcéfalo y alado. En Egipto tuvo cabeza de gavilán o fue un hipopótamo con vientre y senos de mujer y acorazado porel fango del Nilo, que estallaba al fuego del sol.

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RUBÉN M. CAMPOS

PROSAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900 a

En Grecia el monstruo fue bello; el perro bicéfalo y lancelado a quien venció Herakles; el Dragón muerto por Cadmo, la Hidra, la Gorgona, la Quimera ignívoma, toda esa fauna fabulosa ornamentaba graciosamente las negras cráteras y las hydrias rojizas. La Esfinge, quizás por su bestial: feminidad, por su misterio interrogante y por su crueldad implacable detenía un momento nuestra atención. La veíamosarrastrarse como una pan-

tera, erigiendo sus senos de hetaira y de un zarpazo derribar al inepto que no lograba desflorar el himen de su misterio hermético... Dejábamosatrás ese montón de osamentas blanqueadas porel sol africano y llegábamos a

la Edad Media. ] Los monasterios y las catedrales estaban ceñidos por un bestiario de pesadilla y de terror. El Dragón tenía fauces de saurio y su espina dorsal era una sucesión de garfios Óseos; sus garras tenían uñas retráctiles como

las del tigre, membranas interdigitales como las aves marinas y su cauda era formidable como la de un escorpión gigantesco. Luego venían seres bastardos, antropomorfos, semi-humanosy bestiales. Se diría que eran los productos mestizos de una menagerie en brama; de los caimanes cubriendo a las yeguas númidas; de las hircas aparejadas con los galápagos; del pithón fecundandoal avestruz, del águila anudada con el lobo, ésos eran los monstruos inauditos esculpidos en la Edad Media, engendros y

concepciones de los urentes arrebatos de las bestias, de las locuras genésicas animales... Entonces —decía a Jesús Valenzuela en íntima confesión— yo estaba en el Chat Noir hundido como un bonzo en la pagoda de su exclusivismolite-

rario. Vivía yo con el blasfemo Richepin, con Rollinat, el lamentable cantor de las Almas, de las Neurosis y de las Lujurias; el invernadero malsano de Baudelaire, la ciudad maldita de Verlaine, el laberinto de Mallarmé; ésas

eran las estaciones de mi extraviado vía crucis. Y tú me condujiste a tu biblioteca como a un bautisterio, fuente de fecundas aguas lustrales. Ahí el neófito cambió su intransigente fetichismo por una religión más amplia, más verdadera, más humana. Dejé ahí mis prejuicios artísticos como un

crótalo que se desprende de su pellejo, y mi espíritu ascendió como una

mariposa que acaba de abandonar su crisálida...

Sin embargo —escribíaJesús Urueta al hacer el elogio del grupo escultórico

La tentación— Contreras comprendey siente también las bellezas expresi-

vas, que en el arte moderno han sustituido a la belleza impasible (apatbía) del purismo helénico. Los excesos de actividad nerviosa han atrofiado el desarrollo muscular: Verlaine no danzaría desnudo comoeljoven Sófocles. En nuestras sociedades no existe la hermosura gimnástica tan celebrada porlos filósofos y los poetas. (“Tendrás siempre el pecho robusto,la piel

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o

blanca, las espaldas anchas, las piernas grandes... Vivirás bello y floreciente en las palestras...”) En los festivales atenienses, las mujeres dejan caer sus peplos sobre tapetes de violetas; en el olimpo diáfano, las diosas marchan, “vestidas de sí mismas”, sobre el pavimento de oro; y diosas y mujeres

adoran al divino Phallus, símbolo de la virilidad inmortal y fecunda. Pero la Forma, desportillada y despulida por los grandes dolores de la Era Cristiana, se arropa con paños negros que no la transparenten, las vírgenes

macilentas de facciones esfumadas y de manos pálidas, parecen consumi-

das por alguna influencia astral maléfica y celosa; se apaga la vista en los ojos del sabio; se arquea la espalda del empleado; el adolescente se extenúa en los bancos de la escuela, y se encallecen y se queman los brazos del

obrero en el yunque. La vida moderna se ha concentrado en el alma, es una vida de reflexión y de pasión. El arte modernoes, o tiende a ser, esen-

cialmente psicológico. La escultura se ha resistido a entrar en esta vía, por las preocupaciones académicas y porlas dificultades propias de su limitado procedimiento; pero ha entrado al fin dándonos obras maestras de expresión moral. El boceto de Contreras, La tentación, eminentemente

sugestivo,fija en el yeso un estado de conciencia: el recuerdo que surge y el amor que desborda en el misterio de todas las Tebaidas...

¿En dónde están —clamaba Raúl Clebodet—, en dóndeviven, en quéclase

social existen hoy las mujeres que como Eloísa, después de celestiales horas de amor con su amante inmortal y sapientísimo le participa alegre y gozosa y radiante, que esas horas de amor no fueron infecundas, que un nuevo ser, producto de aquellos instantes en que los medioevales amantes sacrificaban su felicidad porel bien de la especie, estaba próximo a venir a la vida y a ligar así sus existencias, no ya conel efímero lazo de la voluptuosidad, sino con la eterna y dulcísima cadena de una nueva vida, destinada como la de ellos a conocerel sufrimiento purificador, el dolor que depura y los placeres efímeros que constituyen esta existencia soportable a ratos y odiosa casi siempre? ¿Por qué la ciencia de los morticeles, como Leon Daudet llama a los médicos, ha propagado el monstruoso delito de suprimir una existencia que podía ser la de un genio quizá? ¿Por qué lacivilización y las necesidades imbéciles e imprescindibles

de esa civilización han hecho que el advenedizo, el raspacueros, el comerciante, el industrial, el abogado,el político, el médico y todos los

miembrosdela farisaica sociedad moderna, crean queel hijo ilegítimo es un obstáculo para llegar a la meta de las consideraciones sociales y

quieren suprimirlo? Si la felicidad o la perfección moral, fueran susceptibles de peso, ¿qué platillo de la balanza se inclinaría más, aquel en que se colocaran los goces

y la satisfacción del que figura en todas las mogigaterías sociales y científi-

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RUBÉN M. CAMPOS

PROSAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

251

sencillos y entre los miserables.

sentir y comprenderla mitad de cuanto le rodea, sintió temor. En la imaginación poderosa del Señor se levantaron los veniderossiglos, vio al hombre creciendo y prosperando, levantando ciudades habitables donde Él, el amo, sólo había hecho campiñas ardorosas bajo el sol y húmedas bajo la lluvia. En vez de pobres cabañas y obscuras grietas hechas en una roca, vio los palacios de mármol, las columnatas, la piedra vencida y hermoseada. Vio tanto, tanto, que empezó a sentirse empequeñecido, mientras su obra

Nuestro medio físico —escribía Jesús Valenzuela a José Juan Tablada —in-

los vio interrogando todo y queriendo penetrarlo todo, los vio derribando

cas, O aquel en que estuviesen los placeres [...] y sencillos del amante qu, ama y a la hora en queloslabios fríos de la amada murmuran una frase pasión, sólo desea que aquel acto sea fecundo, que haya un ser que que sufra, que llore y ría como ellos, los amantes, lloraron y sufrieron gozaron? Una señal de la época deplorable en que vivimos, es este deli;

más común entre los adinerados y entre los intelectuales que entre

fluye e influirá más con el tiempo (adaptación al medio) en la nueva p ducciónliteraria, y algo también el medio social, aunque no es en puridad sino una reducción del europeo, con muy pocas tonalidades propias. Entre tanto, ustedes van vaciando en ánforas nuevas ideas generales sobre el amor, la religión, la vida, la muerte, que son semilleros para los actuales y

futuros artistas mexicanos. Juzgo que no pretenden, por más quecultiven

el símbolo y la relación, hacernos oír con las narices, ni oler conlas orejas.

En su caso, puede ser que ustedes hayan prestado mejor servicio violando la lengua, que algunos académicos correspondientes velando,a solas, sin provecho ni para tirios ni para troyanos, a fin de conservarle intacta la virginidad. Y, sin embargo, unos y otros están en su puesto y desempeñando funciones útiles. Jamás podré comprenderla poesía como fuera de la Naturaleza y puesta aparte de las leyes naturales. Creo que morirá la rima y que el porvenir es:

del ritmo,lo creo firmemente; y hacia esa transformación va arrastrandoel' nuevo procedimientolírico.

Crean otros a mi empolvado amigo Luis González Obregón, que afirma

que por los versos de ustedes “no corre sangre sino morfina” y que su:

prosa “no se satura de saber sino de éter”. Yo sigo creyendo que sacudido el exclusivismo que tú arrojaste hace años como el crótalo que se desprende de su pellejo, prestan un servicio real y positivo al léxico nuestro, el cual es necesario que fecunden, pero que no maten, los extran-

jeros más civilizados. Que no nos sucedaen el viejo México, lo que a los

newmexicains, que ya no son ni prójimos nuestros. La conservación,la '

vida de un idioma es encomienda de escritores; y ustedes como acción y los arcaicos hablistas como reacción, acabarán por unirse en un solo cauce: el del verbo futuro. Imaginó entonces el Creador —escribía Bernardo Couto Castillo— otro animal más hermoso y lo dotó de inteligencia para hacerlo capaz de comprender y admirar su creación: ávido de adoración, formó al hombre. Cuandolo vio de pie ante El, fuerte, altivo y valeroso, comprendió todo su error. Aunque en realidad sólo hacía un ser débil y pequeño,incapaz de

crecía. Crecía hasta desconocerlo y negarlo; vio a los hombres orgullosos,

dioses, lanzando el soberbio grito de negación. Entonces, del espíritu del mal que en él existe, de ese espíritu que antes

le había hecho dar crueles instintos a las bestias, garras al tigre, veneno a

la serpiente, abrojosa las plantas, vidas cortas a los insectos, de ese espíritu

brotó una idea luminosa, fulgurante de crueldad.

En vez de la simple hembra, de la mecánica incubadora que había pen-

sado dar al hombre, formó un ser delicado, sutil, frágil y bello. Empleó todo su arte en darle todos los atractivos y todas las malicias. Le dio una cabeza

fina, perfectamente dibujada; una piel suave comolas rosas, y la cubrió con

cabellos largos, sedosos, gratos a la mano brusca del hombre; dentro de

ese vaso hermoso encerró los pensamientosbajos, los caprichosciegos,las

venganzas inexorables. Le dio un cuerpo blando, con curvas y senos ten-

tadores, con sensualidades irresistibles; dio a sus brazos finos y débiles fuerza para atar a los más fuertes;la dotó de piernas gallardas y ligeras para que fácilmente pudiera correr, arrastrando a la perdición. Encerró, en fin,

bajo la forma de todos los encantos, todas las torturas, todas las desgracias, todos los dolores. Sonrió; el ser fuerte quedaba irremisiblemente atado; al que antes veía altivo y poderoso lo veía ahora humillado, vencido porla tortura del deseo, arrastrado porel débil que con la sola misión del mal, lanzaba al mundo. Y así fue creada la perdición y el encanto de los hombres. Más tarde, cuandovio las parejas de seres enamorados perdiéndose en

las sombras de los bosques y enlazarse bajo las ramas a la luz plateada de las noches de luna, cuando vio que el ser a quien había dotado de todas las maldades sabía ser bueno y abnegado y sumiso gracias al amor de los hombres, cuando vio vencido a su vengador, sintió el más grande de los despechossentidos, y en un grito de impotencia que puso enlos labios

de su hijo, maldijo su obra, diciendo:

¡Mujer! ¿Qué hay de común entre tú y yo?

Levantábase con perezavisible —describía Ciro B. Ceballos al orador Jesús

Urueta— y abordabala barra de la acusación social, luego, incoaba pausada

y sobriamente el exordio, después se hacía el prodigio.

252

RUBÉN M. CAMPOS

No era un vulgar abogadillo de esos que se ven todoslos días alardeando

de sapiencia con los viejos moldes papinianos, no era un circulador de la moneda falsa del ingenio como tantos y tantos que, dados los ejemplos políticos que tenemos, harán carrera y serán ministros, no, era un magno tribuno, un tribuno poeta, Chatham o Vergniaud. Deloslabios nínfeos de aquel mozo que momentosantes se abandonaba en la silla con la ecuanímica indolencia de Esmindrido, brotaba la palabra

eléctrica y viril, hecha cláusulas de diafanidad indeficiente, interpretando un verbo luminoso y níveo que se revelaba en figuras y en cursos que culminaban generososy límpidos como rumorde lejas campanas de plata repicandoa rebato][...] a medida que desarrollaba sus teorías el orador, su: dialéctica crecía tomando proporciones sobrehumanas y desmesuradas casi, se ensanchaba con impulsión gigantea, difundiéndose comola claridad de un astro que iluminara todo el ensombrecimiento del orbe en una tempestad en que las nubes bramaran como leonas parturientas[...] se: agigantaba, posesionándose de la conturbada multitud por gradaciones. ascendentes hasta hacerla reventar las válvulas de la compostura para estallar al fin ebria de entusiasmo, a pesar de la prohibición legal, en gritos, palmas y exclamaciones exaltadas|...] los periodos adquirían sonoridades wagnerianas y metálicas fulguraciones, las metáforas se enfloraban de vocablos selectos y al poderoso esfuerzo sugestivo del tribuno herían el oído

por igual manera el ritmo suave de los salterios de los ángeles en la mañana gloriosa del génesis,que los truenos apocalípticos en la hora delas divi venganzas[...] sabía, como ninguno, encontrar la palabra fuerte, la palab que es amor cuando emociona, rayo olímpico cuando castiga, elevac beatífica cuando evoca, y poesía isanta y egregia poesía! cuando exhala

claridades y adamantinas flamescencias al conjuro de un apóstrofe conceptuoso e ilustre como el corazón de un imperial diamante|[...] era allí un quiromante que llevaba las almas porlos florecidos senderos que conducer a Damasco, un ilusionista del talento que hacía desfilar ante los ojos ató

tos del auditorio pintorescas y ricas cabalgatas][...] su lógica, rotunday neta, compacta y sin fisuras, ineludible y concisa, templada por la incesante vi bración de unos nervios sonoros y férreos como cuerdas de un 4

babilónica fundidas con acero de espadas de nibelungos, hacía pensar los maestros de las escuelas de Athenas y de Jonia, en el estilo y la

desplegada de Cicerón acusando a Clodio desdela rostra de las arenga decoradas con proras de navíos de que habla Tito Livio.

En cuanto a la producción de los poetas modernistas, no pretende: mos revelarlos después de treinta años, ni insinuar que llegaron a l cumbredela perfección artística. Simplemente opinamosque esa pro ducción fue diversa de la anterior, y que fue un peldaño más en li

PROSAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

253

ascensión a las cumbres del arte. Y para afirmar esa Opinión, repro-

pucimos algunos de los poemas queflorecieron un día, como en todas las literaturas, que no se detienen jamás en busca de la perfección.

ILUSTRACIONES

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3

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3

Rubén M. Camposvestido con el uniforme de mayor asimilado de las Fuerzas Constitucionalistas del Ejército de Oriente, con su hija Berenice (1916-1917).

Medallón con dibujo a tinta de Rubén M. Campos, por Julio Ruelas, para la Revista Moderna.

Rubén M. Campos, Director de la Biblioteca Nacional.

Retrato de Rubén M. Camposatribuido a Germán Gedovius, óleo sobre tela.

Poemas de los modernistas de 1900 —— oDr

JESÚS E. VALENZUELA BALADA DE LAS MANOS Manos —capullos en flor— de niños buscando el seno en el piélago sereno

de una mirada de amor. En inefable fulgor

manecitas de Jesús bañadas en leche luz... manos —capullos en flor. Manosteñidas de rosa porla sangre de los besos en los tremantes excesos de una vibración nerviosa. Manos en que no reposa el ave de la pasión, manos sobre el corazón, manos teñidas de rosa. Manoságiles de hada que pasan por el piano

como un ensueño lejano de la vida o de la nada;

manos, expresión alada de un suspiro o de algún grito que flotaba en lo infinito... manos ágiles de hada.

Manosde ebúrnea blancura

que en la sombra del mantón Rubén M. Camposa los 45 años de edad.

256

RUBÉN M. CAMPOS iluminan la oración

con luz sideral y pura,

manos entre cuya albura la camándula desgrana toda la desdicha humana, manos de ebúrnea blancura. Manosde la Caridad

que a la noche del hambriento llevan consuelo y sustento pan de esperanza y verdad manos de entera bondad, nobles y místicas manos. ¡Ah! todos somos hermanos... manosde la Caridad. Manospálidas, difuntas en el amoro el martirio,

pétalos del mismolirio,

manosabiertas o juntas;

manosllenas de preguntas,

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Manosduras y sangrientas que abren el surco en el suelo árido y triste, que el vuelo no sienten de horas cruentas:

las que mueven las imprentas,

las queeltaller estremecen, las que en las minas perecen... manos duras y sangrientas. ENVÍO

Manoshechasal trabajo, fuertes manos de hombrelibre; cuandoen el espacio vibre, lo mismoarriba que abajo, moviendo el mundodecuajo, de la Justicia la ira... vosotras tendréis la lira,

manos hechas al trabajo!

de aspiraciones y anhelo,

manos tendidas al cielo,

manospálidas, difuntas. Manosde la bendición, manosdel trémulo anciano

que emergen del océano en inútil oblación;

manosdel papa León en quela hostia divina

se deshace en la neblina... manosde la bendición.

Manos que empuñan espada y un cetro han hechoenla guerra, y que llenaronla tierra

con la sangre derramada, manosdela plebe armada

en la riña o el combate, rojas manos de magnate, manos que empuñan espada.

A UNA ESTRELLA Bajola luz occidua, en el confín lejano, entre una nube negra, sobre la blanca cumbre, abre unaestrella sola su pupila de lumbre, fija, inquieta y profunda, hacia el enorme arcano. Mi almaasí los ojos ha dirigido en vano al misterio insondable, contriste incertidumbre; y no ha encontrado nunca pálida vislumbre

de algo definitivo para el anhelo humano.

Es unastro apagado, tal vez, y su luz pura fue vertida hace siglos y aun hiere mi pupila, ilusoria existencia, entre la noche obscura.

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

¡Cómoarde y esplende! ¡Cual se opacay vacila!

El velador lanzaba rayos de luna sobre el intacto lecho de la doncella; había de sus brazos hecho una cuna

¡Cómo, muerta en el tiempo, su resplandor perdura,

y apagada hace siglos aun hiere mi pupila!

para el Amor dormido, dormidoenella, ¡Una luz indecisa, la luz de un astro

EN LA NOCHE

¡Ay! roto ya de la esperanzael broche, ansié la muerte, la busqué yo mismo; y a las negras orillas del abismo, me habló Jesús en medio de la noche.

Alada brisa que en la sombra salta, medijo así su voz: aliento cobra,

valor para la muerte es lo que sobra, valor para la vida es lo que falta. Y en estremecimiento entre el follaje (de hojas y aves) murmuró a mi oído las notas de un cantar nunca aprendido en las largas etapas delviaje.

Y en reversión hacia la edad primera, a la voz inefable del maestro, escuché en mi redor el Padre Nuestro

que repetía la Natura entera.

Nofue su voz la dura del reproche, sino dulce de amory de ventura;

así en mis fuertes horas de amargura

me habló Jesús en medio de la noche.

ENSUEÑO

Lo recibió en su alcobala dulce niña y le dijo muy quedo: “tú eres mi dueño, deja que con mis brazos tu cuerpo ciña,

deja que arrulle y cuide tu dulce sueño.”

encendido en su alma, pero distante, como a través pasando de un alabastro, daba místicos tonos a su semblante! ¡Oh, ensueñosvirginales! ¿Con qué blancura armiño,cisne, nieve, vellón o nube

soñaba sonriendo la niña pura, con sonrisa de virgen o de querube?

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA

y porquebrillan lágrimas ignotas en el amargo cáliz de mi salmo;

NON OMNIS MORIAR ¡No moriré del todo, amiga mía!

de mi ondulante espíritu disperso, algo en la urna diáfana del verso, piadosa guardará la poesía. ¡No moriré del todo! Cuando herido caiga a los golpes del dolor humano, ligera tú, del campo entenebrido levantarás al moribundo hermano. Tal vez entonces por la boca inerme que mudaaspira la infinita calma, oigas la voz de todo lo que duerme, icon los ojos abiertos de mi alma! Hondosrecuerdosde fugacesdías, ternezastristes que suspiran solas;

pálidas, enfermizas alegrías

sollozando al compásdelas violas...

Todo lo que medroso oculta el hombre se escapará, vibrante, del poeta, en áureo ritmo de oración secreta que invoque en cada cláusula tu nombre. Y acaso adviertas que de modo extraño

suenan mis versos en tu oído atento, y en el cristal, que con mi soplo empaño, mires aparecer mi pensamiento.

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porqueexiste la santa poesía

y en ella irradias tú, mientras disperso átomo de mi ser escondael verso,

ino moriré del todo, amiga mía!

PARA ENTONCES Quiero morir cuando decline el día en alta mar y conla cara al cielo,

donde parezca un sueñola agonía

y el alma un ave que remontael vuelo. No escuchar en mis últimos instantes ni con elcielo ni la mar a solas más voz que mis plegarias sollozantes

y el majestuoso tumbo delas olas.

Morir cuandola luz triste retira sus áureas redes de la onda verde y ser como ese sol que lento expira: algo muy luminoso que se pierde... Morir ¡y joven! Antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona cuandola vida dice: aun soy tuya

aunque sepamos bien que nostraiciona.

Al ver entonces lo que yo soñaba,

dirás de mi errabunda poesía:

PARA UNMENÚ

¡Mas, qué canción tan bella la que oía!

Las novias pasadas son copas vacías, en ellas pusimos un poco de amor; el néctar tomamos... huyeron los días... ¡Traed otras copas con nuevo licor!

era triste, vulgar lo que cantaba...

Y porque alzo en tu recuerdo notas del coro universal, vivido y almo;

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Champagnesonlas rubias de cutis de azalia; Borgoñalos labios de vivo carmín; los ojos obscuros son vino de Italia, los verdes y claros son vino de Rhin!

fueron tan bellos cual la coqueta de ojitos verdes, rubia griseta que adora a veces el Duque Job.

Las bocas de grana son húmedas fresas; las negras pupilas escancian café, son ojos azules las llamas traviesas

que trémulas corren como almas delté! ¡La copa se apura, la dicha se agota, de un sorbo tomamos mujer y licor...

Dejamoslas copas... Si queda una gota, que bebael lacayo la heces de amor!

Si pisa alfombras, no es en su casa;

si por Plateros alegre pasa y la saluda madam Marnat,

noes, sin disputa, por quela vista, sí porque a casa de otra modista desde temprano rápidava. Notiene alhajas mi duquesita, pero es tan guapa, y es tan bonita, y tiene un cuerpotan válan tan pschutt, de tal manera trasciende a Francia

que nola igualan en elegancia

ni los clientes de Hélene Kossut.

LA DUQUESAJOB En dulce charla de sobremesa, mientras devoro fresa tras fresa

y abajo ronca tu perro Bob,

te haré el retrato de la Duquesa que adora a veces el DuqueJob.

Noesla condesa que Villasana

caricatura, ni la poblana de enaguas rojas, que Prieto amó;

no esla criadita de pies nudosos, ni la que sueña con los gomosos y con los gallos de Micoló.

Desde las puertas de la Sorpresa

hasta la esquina de Jockey Club, no hay española, yankee o francesa, ni más bonita, ni más traviesa que la duquesa del DuqueJob. ¡Cómo resuena su taconeo

en las baldosas! ¡Con qué meneo luce su talle de tentación! ¡Con queairecito de aristocracia

- mira a los hombres, y con qué gracia frunce los labios. - ¡Mimí Pinsón! Si alguien la alcanza, si la requiebra, ella, ligera como una cebra, sigue camino del almacén;

Mi duquesita, la que me adora, no tiene humos de gran señora: es la griseta de Paul de Kock, no baila Boston, y desconoce

pero ¡ay del tuno si alarga el brazo! nadie le salva del sombrillazo que le descarga sobre la sien!

y los placeres delfive o” clock.

¡No hay en el mundo mujer más linda!

Pero ni el sueño de algún poeta, ni los querubes que vio Jacob,

espíritu rociado de Veuve Clicgot;

de las carreras el alto goce,

Pie de andaluza, boca de guinda, talle de avispa, cutis de ala,

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

ojos traviesos de colegiala como los ojos de Louise Theó!

las niñas ricas, la aristocracia,

Ágil, nerviosa, blanca, delgada, media de seda bien estirada,

Toco; se viste; me abre; almorzamos; con apetito los dos tomamos

gola de encaje, corsé de icrac!

Nariz pequeña, garbosa, cuca,

y palpitantes sobre la nuca

rizos tan rubios comoel cognac.

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ni mis amigas de cotillón?

un par de huevos y un buen beefsieak, media botella de rico vino y en coche juntos, vamos camino del pintoresco Chapultepec.

Sus ojos verdes bailan el tango; inada hay más bello que el arremango provocativo de su nariz! Porser tan joven y tan bonita, cual mi sedosa blanca gatita diera sus pajes la emperatriz.

¡Ah! tú no has visto cuando se peina

sobre sus hombros de rosa reina caer los rizos en profusión! Tú no has oído que alegre canta, mientras sus brazos y su garganta de fresca espuma cubre el jabón!

Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club,

ino hay española, yankee o francesa,

ni más bonita ni más traviesa que la duquesa del Duque Job!

¡Y los domingos!... ¡Con quéalegría

oye en su lecho bullir el día

y hasta las nueve quieta se está! ¡Cual se acurruca la perezosa bajo la colcha color de rosa mientras a misa la criada va! La breve cofia de blanco encaje

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cubre susrizos, el limpio traje aguarda encima del canapé;

altas, lustrosas y pequeñitas, sus puntas muestran las dos botitas

abondonadas delcatre al pie.

Despuésligera, del lecho brinca,

ioh, quién la viera cuando se hinca blanca y esbelta sobre el colchón! ¿Que valen junto de tanta gracia

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

AMADO NERVO

Aquí fue dondeel rey Luis Segundo de Baviera, sintiendo el profundo malestar de invencibles anhelos, puso fin a su imperio en el mundo.

GRATIA PLENA Todoen ella encantaba, todo en ella atraía: su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar. El ingenio de Francia de su boca fluía.

Era llena de gracia, como el Avemaría.

¡Quién la vio no la pudo ya jamás olvidar!

Ingenua comoel agua , diáfana comoel día rubia y nevada como margarita sin par, al influjo de su alma celeste, amanecía... Era llena de gracia, como el Avemaría.

¡Quiénla vio no la pudo ya jamás olvidar! Cierta dulce y amable dignidad, la investía de no sé quéprestigio lejano y singular... Más que muchas princesas, princesa parecía. Era llena de gracia, como el Avemaría.

¡Quiénla vio no la pudo ya jamás olvidar! Yo gocéel privilegio de encontrarla en mi vía dolorosa; porella tuvo fin mi anhelar

y cadencias arcanas halló mi poesía... Era llena de gracia, como el Avemaría.

¡Quiénla vio no la pudo ya jamás olvidar! ¡Cuánto! ¡Cuánto la quise! Por diez años fue mía;

... ¡pero flores tan bellas nunca pueden durar! ¡Era llena de gracia como el Avemaría y a la Fuente de Gracia de donde procedía, se volvió!...icomo gota que se vuelve a la mar!

Padre nuestro que estás en los cielos. Un fanal con uncristo, en un claro

del gran parque, al recuerdo da amparo, - y al caer sobre el lago los velos de la noche,el recuerdo es un faro.

Padre nuestro que estás en los cielos. Enellagotiritan las ondas, en el parque se mueren las frondas

y ya muertas abaten sus vuelos: Qué tristezas tan hondas... tan hondas... Padre nuestro queestás en los cielos. ¡Pobre rey de los raros amores! Como nadie sintió sus dolores, como nadie sufrió sus desvelos, le inventaron un mal los doctores.

Padre nuestro que estás en los cielos. Su cerebro de luz era un foco;

mas un nimbo surgió poco a poco

de esa luz, y la turba, con celos murmuró: “Wittelsbach está loco.”

Padre nuestro que estás en loscielos. Sólo Wagner le amó como hermano, sólo Wagner, cuya alma-océano

su conciencia inundó de consuelos,

y su vida fue un /ied wagneriano.

UN PADRE NUESTRO

por el alma del rey Luis de Baviera, en el lugar de su tránsito

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea el tu nombre, venga a nosel tu reino...

(Schlossberg, Baviera)

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RUBÉN M. CAMPOS

AINÓ ACKTÉ Ainó Ackté, lirio del norte, Ainó Ackté, gran rosa-té; sueñode los fiords, consorte

de los vikings. —Ainó Ackté: Ducal armiño de Suecia, flor de hielo, alburas de las inmortales de Helvecia,

ojos de azur. —Ainó Ackté: En su garganta de cera esconde el ruiseñor que oía Luis de Baviera

entre la nieve. —Ainó Ackté:

Esla blanca Sinfonía del viejo Theo Gautier.

Ainó Ackté: ¡Quién fuera un día

amado por Ainó Ackté!

VISIÓN Una tarde, en mi sendero, tuve un encuentro imprevisto: me encontré con Jesucristo, el divino Limosnero. El Limosnero divino,

lleno de melancolía parecía y parecía

muy cansado del camino. —(¿Adónde vas, Señor?y: —A París, me respondió.

—¿A París?...¿a París? ¡No, Señor, no vayas ahí!

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Mas Cristo desapareció.

Encontrándole después:

—¿Quéhallaste? —dije. Y él: —¡Les

perdonó! Llegado a penas, hallé muchas Magdalenas

y ungieron todas mis pies.

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

JUSTO SIERRA

ven y careyes tendrá tu trenza y tu albo cuello rojo coral.

PLAYERAS Bajé a la playa la dulce niña,

perlas hermosas le buscaré; dejé que el agua durmiendo ciña con suscristales su blanco pie. Vengala niña risueña y pura,

el mar su encanto reflejará, y mientras llega la noche obscura, cosas de amoresle contará. Cuando en Levante despunte el día verá las nubes de blancotul, comolos cisnes de la bahía, rizar serenas el cielo azul. Enlazaremosa las palmeras

la suave hamaca, y en su vaivén las horas tristes irán ligeras,

y sueños de oro vendrán también.

Y si la luna sobre las olas tiende de plata bello cendal, oirá la niña mis barcarolas al son del remo que hiendeel mar. Mientras la noche prende en sus velos broches de perlas y de rubí, y exhalaciones cruzan los cielos, ¡lágrimas de oro sobre el zafir! El mar velado con tenue bruma te dará su hálito arrullador,

que bien merece besos de espuma la concha nácar, nido de amor. Ya la marea, niña, comienza,

ven, que ya sopla tibio terral,

La dulce niña bajó temblando,

bañó en el agua su blancopie; después cuandoella se fue llorando, dentro las olas perlas hallé.

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RUBÉN M. CAMPOS

SALVADOR DÍAZ MIRÓN A GLORIA ¡No intentes convencerme de torpeza

con los delirios de tu mente loca! ¡Mi razón esal parluz y firmeza, firmeza y luz comoel cristal de roca!

Semejante al nocturno peregrino, mi esperanza inmortal no mira al suelo: no viendo más que sombra en el camino,

isólo contempla el esplendordelcielo! ¡Vanas son las imágenes que entraña tu espíritu infantil, santuario obscuro!

¡Tu numen, comoel oro en la montaña,

es virginal, y por lo mismo, impuro! A través de este vórtice que crispa,

y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,

¡oruga enamorada de unachispa, o águila seducida por un astro!

Inútil es que con tenaz murmullo exageresel lance en que me enredo:

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

¡La flor en que se pasan los insectos es rica de matiz y de perfume! El mal esel teatro en cuyo foro la virtud, esa trágica, descuella; es la sibila de palabra de oro; ¡la sombra que haceresaltar la estrella!

¡Alumbrar es arder! - ¡Estro encendido será el fuego voraz que me consuma! ¡La perla brota del molusco herido y Venus nace de la amarga espuma!

Los claros timbres de que estoy ufano han desalir de la calumniailesos.

Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! —La palma crece enla orilla que el oleaje azota. El mérito es el náufrago del alma: vivo, se hunde; pero muerto, ¡flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!

¡Consuela el corazón del que te ama!

iyo soy altivo, y el que alienta orgullo

Diosdijo al agua deltorrente: ¡bulle! Y al lirio de la margen: ¡embalsama!

Fiado en el instinto que me empuja,

¡Confórmate, mujer! - Hemos venido a este valle de lágrimas que abate,

lleva un broquel impenetrable al miedo! desprecio los peligros que señalas.

“El ave canta aunque la rama cruja: como que sabe lo que sonsusalas.” Erguido bajo el golpe enla porfía, mesiento superiora la victoria. Tengofe en mí: la adversidad podría quitarmeeltriunfo, ¡pero nola gloria! ¡Deja que mepersigan los abyectos! ¡Quiero atraer la envidia, aunque me abrume!

tú, comola paloma, para el nido,

y yo, comoel león, ¡para el combate!

REDEMPTIO

Llegué a desesperar... ¿A dónde iba por el rudo peñóncortadoa tajo? ¡Miré al cielo, y estaba muyarriba!

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RUBÉN M. CAMPOS ¡La sima con su vértigo me atrajo;

tornéla faz a la traspuesta hondura, vi la tierra, y estaba muy abajo! Y a la mitad de la pendiente dura de el fragoroso alud bota o resbala, dudé entre la vergúenza y la locura.

Y un gran buitre al pasar me hirió con suala; y oré, sabiendo que el incienso sube las excelsitudes que el cóndorno escala. Imploré con fervor... y me detuve observando con pasmo que mi ruego se condensaba alrededor en nube.

Y algo como unalágrima de fuego brilló en ese vapor, germen deestragos, y dijo a mi dolor convulsoy ciego: “Yo soy el numen de tus sueños vagos; yo soy la llama dela zarza ardiente; yo soy la estrella de los reyes magos; Yo soy la Redención”. Y eco rugiente se levantó del valle, y parecía como un rumor de mar... Y alcé la frente y puseel pie en la nube quepartía.

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

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¿Es el Peán? —Guerreros espolones amagan en las proras esculpidas; y la flota triunfal lleva festones de rosas y relámpagos de egidas, y argenta de espumosos borbotones

las olas divididas.

El Sol entre arreboles resplandece, como broquel de oro quea indistinto dios vestido de púrpura guarece; y el húmedocristal, a trechos pinto de reflejos de múrice, parece en sangre persa aúntinto. A ELLA Semejas esculpida en el más fino

hielo de cumbre sonrojado al beso del Sol, y tienes ánimo travieso, ¡y eres embriagadora conel vino!

Y mientes: no imitaste al peregrino

que cruza un monte de penoso acceso, y párase a escuchar con embeleso un pájaro que canta en el camino. Obrando tú comorapaz avieso, correspondiste con la trampael trino,

¡por ver mi pluma y torturarme preso!

LA CONMEMORACIÓN

Noasí el viandante que se vuelve a un pino y párese a escuchar con embeleso un pájaro que canta en el camino.

¿A dónde, con los griegos melenudos,

EL FANTASMA

tonos imita la canción del ave,

Blancas y finas, y en el manto apenas visibles, y con aire de azucenas,

va porel golfoinsigne tanta nave? Al compás dela tibia, que en agudos himno de acentos bélicos y rudos suena, confuso y grave.

las manos —que no rompen mis cadenas.

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Azules y con oro enarenados,

como las noches limpias de nublados, los ojos —que contemplan mis pecados. Comoalbo pecho de palomael cuello;

y comocrin de sol barba y cabello; y comoplata el pie descalzo y bello. Dulce y triste la faz; la veste zarca...

Así, del mal sobre la inmensa charca,

Jesús vino a mi unción, comoa la barca.

Y abrillantó a mi espíritu la cumbre

como fugaz cuanto rica certidumbre, como con tintas de refleja lumbre. Y suelo retornar, y me reintegra

la fe que salva y la ilusión quealegra; y un relámpago enciende mi alma negra. (Cárcel de Veracruz)

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MANUEL JOSÉ OTHÓN IDILIO SALVAJE

A fuerza de pensar en tus historias

y sentir con tu propio sentimiento, han venido a agolparse al pensamierito rancios recuerdos de perdidas glorias. Y evocandotristísimas memorias,

porque siemprelo ido estriste, siento amalgamarel oro de tu cuento de mi viejo román conlas escorias. ¿He interpretado tu pasión? Lo ignoro;

que me apropio, al narrar, algunas veces el goce extraño y el ajeno lloro. Sólo sé que,si tú los encareces con tu ardiente pincel, serán de oro mis versos, y esplendor sus lobregueces. I ¿Por qué a mi helada soledad viniste

cubierta con el último celaje de un crepúsculo gris?... Mira el paisaje, árido y triste, inmensamente triste. Si vienes del dolor y en él nutriste tu corazón, bien vengasal salvaje

desierto, donde apenas un miraje de lo que fue mi juventud existe.

Mas si acaso no vienes de tan lejos

y en tu alma aún del placer quedanlos dejos, puedes tornar a tu revuelto mundo. Si no, ven a lavar tu cyprio manto

en el mar amarguísimo y profundo

de un triste amor, o de un inmenso llanto.

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Ir

Iv

Mira el paisaje: inmensidad abajo.

La llanada amarguísima y salobre, enjuta cuenca de océano muerto

inmensidad, inmensidad arriba; en el hondoperfil, la sierra altiva al pie minada por horrendotajo.

Bloques gigantes que arrancó de cuajo

y, en la gris lontananza, como puerto, el peñascal, desamparado y pobre.

y en aquella sabana pensativa y adusta, ni una senda, ni un atajo.

Unta la tarde en mi semblante yerto aterradora lobreguez, y sobre tu piel, tostada porelsol, el cobre y el sepia de las rocas del desierto.

Asoladora atmósfera candente,

Y en el regazo donde sombra eterna,

el terremoto,de la roca viva;

do se incrustan las águilas serenas, comoclavos que se hunden lentamente.

del peñascal bajo la enormearruga, es para nuestro amor nido y caverna,

Silencio, lobreguez, pavor tremendos

que viene sólo a interrumpir apenas el galope triunfal de los berrendos.

las lianas de tu cuerpo retorcidas en el torso viril que te subyuga, con una gran palpitación de vidas.

TI

V

Enla estepa maldita, bajo el peso de sibilante brisa que asesina, irgues tu talla escultural y fina, como un relieve en el confín impreso.

¡Qué enferma y dolorida lontananza! ¡Qué inexorable y hosca la llanura! Flota en todoel paisaje tal pavura,

El viento, entre los médanos opreso, canta cual una música divina,

y finge, bajo la húmeda neblina, un infinito y solitario beso.

Vibran en el crepúsculo tus ojos

comosi fuera un campo de matanza.

Y la sombra que avanza... avanza... avanza,

parece, con su trágica envoltura, el alma ingente, plena de amargura, de los que han de morir sin esperanza. Y allí estamos nosotros, oprimidos

un dardo negro de pasión y enojos que en mi carne y mi espíritu se clava;

por la angustia de todas las pasiones, bajo el peso de todoslos olvidos.

y, destacada contra el sol muriente, como unairón, flotando inmensamente, tu bruna cabellera de india brava.

En uncielo de plomoel sol ya muerto;

y en nuestros desgarrados corazones el desierto, el desierto... y ¡el desierto!

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

vI

JOSÉ JUAN TABLADA

¡Es mi adiós!...Allá vas, bruna y austera,

porlas planicies que el bochorno escalda, al verberar tu ardiente cabellera, como una maldición, sobre tu espalda.

ÓNIX Torvo fraile del templo solitario

queal fulgor de nocturno lampadario

(ya apenas veo tu arrastrante falda)

O a la pálida luz de las auroras desgranas de tus culpasel rosario... —¡Yo quisiera llorar comotú lloras!

El terremoto humano ha destruido

Porquela fe en mi pechosolitario se extinguió comoel turbio lampadario entre la roja luz de las auroras,

En mis desolaciones, ¿qué me espera?... una deshojazón de primavera y una eterna nostalgia de esmeralda. mi corazón y todo en él expira.

¡Mal hayan el recuerdoy el olvido! Aún te columbro,y ya olvidé tu frente;

sólo ¡ay! tu espalda miro, cual se mira lo que huyey se aleja eternamente. ENVÍO En tus aras quemé mi último incienso

y deshojé mis postrimeras rosas. Dose alzaban los templos de mis diosas, ya sólo queda el arenal inmenso.

Quise entrar en tu alma, y ¡qué descenso! ¡qué andar por entre ruinas y entre fosas! ¡A fuerza de pensar en tales cosas me duele el pensamiento cuando pienso!

y la vida en un fúnebre rosario

más triste que las lágrimas quelloras... Casto amadorde pálida hermosura

O torpe amante de sensual impura, que vas novio feliz o amante ciego llena el alma de amor o de amargura — yo quisiera abrasarme con tu fuego!

Porque no me conmueve la hermosura

ni el casto amor, ni la pasión impura, porque en mi corazón dormido y ciego

ha pasado un gran soplo de amargura ¡que también pudo serlluvia de fuego! ¡Oh! guerrero de lírica memoria

quealasirel laurel dela victoria, caíste en tierra con el pecho abierto

para vivirla vida de la Gloria,

¡Pasó!...¿Qué resta ya de tanto y tanto deliquio? En ti ni la moral dolencia, ni el dejo impuro, ni el sabor delllanto.

— ¡Yo quisiera morir como tú has muerto!

Y en mí ¡qué hondo y tremendo cataclismo! ¡Qué sombra y qué pavor en la conciencia, y qué horrible disgusto de mí mismo!

sus escudostriunfales la victoria no hallegado a colgar. Porque no ha abierto mi corazón obscurecido y muerto...

Porque al templo sin luz de mi memoria

Fraile, amante, guerrero, yo quisiera

saber qué obscuro advenimiento espera

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

el amorinfinito de mi alma pues de mi vida en la tediosa calma no hay ni un Dios, ni un amor, ni una bandera.

y aquella noche en que postrado miré los astros en tus ojos...!

Desalterando mis amores

bebí con besos silenciosos, zumo de guindas en tuslabios... BALADA DE LOS OJOS

En el minueto, entre las blondas

miré lucir tu talón rojo.... ¡Ah! la sonata de Scarlatti ¡Que celebra tus dulces ojos!

Un pabellón allá en Versalles y en el marfil del clavicordio, tú, con rondós y madrigales, irimandoel dúo de tusojos!

Allá en el Parque de los Ciervos

de egregios árboles sonoros brillando una alba entre tus labios y un sol poniente entre tus ojos... Grana y marfil en tu sonrisa, en tu abanico nácar y oro,

satín y encajes en tus batas, y astros y sombras en tus ojos. Watteau, Boucher, Fragonard, Greuze,

con su pincel galante todos, copiaron rosas en tus risas ¡y azuleslirios en tus ojos!

La Pompadourte dio sus trajes,

Lenotre las fuentes y los kioscos del parque obscuro en que lucieron como luciérnagas tus ojos... ¡Ah, la marmórealechería,

y los boscajes penumbrosos,

gotas de luna entre tus ojos...

Luegola roja guillotina sobre tu cuello y el tesoro de tu albo seno ensangrentado, iy el velo turbio de tus ojos! Luego Sansón crispó su mano sobre tus blondos rizos de oro y tus dos párpados cayeron icomo el sudario de tus ojos! ENVÍO ¡Blanca princesa, azul pastora!

Nuestros amores suntuosos

en el Trianón de los recuerdos, en el Versalles misterioso,

no han muerto aún; aunque tu cuello corte el verdugo y alce torvo sobre el azul, como untrofeo, tu testa real de nieve y oro... Pues sobre el hachay el cadalso,

sobre la muerte y sobre el rojo sangriento abismo en quecaíste ¡brilla la gloria de tus ojos!

DECAMERÓN Exhala un campanil en manso vuelo del Angelus las notas argentinas

y áureo, como un broquelde Pisanelo,

el sol crepuscularfijo en el cielo

empurpura las frondas cupresinas.

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RUBÉN M. CAMPOS

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Su irisado penacho desbarata el surtidor que canta una sonata, y brillan en el lago reflejados los cisnes con sus cuellos enarcados como proras de góndolas de plata.

BALBINO DÁVALOS

¡La Peste está en Florencia! Y la palabra

que pronuncia el más rubio de los pajes cunde en angustia atónita y macabra; que ya la muerte asomaen los follajes sus ojos hueros y sus pies de cabra... ¡Y ríe la faunesa descarnada!

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HIMNOS ÓRFICOS PERFUME DE PROTHYRAIA El Styrax

Óyeme, ¡oh Diosa venerable!, genio

de nombres mil que en el dolor acorres de la maternidad, que te complaces en nupciales uniones, protectora de la mujer y amante delos niños,

mientras gimen las dulces mandolinas y en el estanque surgen las ondinas y el sol con su candente llamarada empurpura las frondas cupresinas...

¡oh dulce Prothyraia! a los mortales siempre propicia, amiga de la infancia,

Y mientras, al oír las libres bromas

de todas las mansiones, y que amas

del Medici, tremulan impacientes los abanicos despertando aromas, y deshoja el pudor sobre las frentes

sus rosas... y se hinchan los turgentes senos como gargantas de palomas...

grata vigiladora de los partos,

guardián de las puertas, moradora el placerdelas fiestas. Invisible,

el cinturón desatas de las madres, alivias sus dolores y te gozas de la fecundidad. ¡OhEileithyia

quefacilitas el penoso esfuerzo!

¡Oh reposo del alma! eres la única que invocan las que alumbran cuando empiezan sus dolores a ser intolerables.

Artemis Eileithyia, veneranda

Prothyraia, ¡oh Bienhadada!, dame hijos y consérvalos, ya que eres

de la vida la gran conservadora!

PERFUME DE THEMIS El incienso

Invoco a Themis, casta hija de Ouranos, dealto linaje y germen dela Gaia; virgen de hermososojos la primera que en el templo de Delphos, a los hombres

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POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

reveló de los Dioses los oráculos y las sacras y ocultas profecías. De Pythó reina y reina de los pythios, que el poder al rey Phoibos concediste de decir los oráculos. ¡Oh! ilustre

de la nivosa Tracia, echa las nubes inmóviles del aire tempestuoso. serena todo en tu redor doquiera y purifica el éter deslumbrante.

has sido en enseñar las ceremonias sagradas a los hombres, y de Bakkhos los nocturnos festines. De ti vienen de los beatos los misterios; dones

PERFUME DE ZÉPHYROS

virgen, de todos venerada siempre, que vagas en la noche,la primera

tuyos son sus honores. Presto acude, ¡oh Virgen Bienhadada!, y sé propicia a los iniciadores de tu culto.

El incienso

Céfiros blandos de la mar nacidos, que vagáis mansamente porel aire

y armoniosos y dulces dais reposo,

frescos, primaverales, bonancibles,

que las nubes lleváis por fácil ruta, venid benevolentes, respirando

PERFUME DE OKÉANOS Los aromas

Invoco el padre Okéanos, eterno generador de dioses inmortales y de mortales hombres,

quecircunda los límites del mundo, de quien mananlosríos y los mares, el manantial y el agua de las fuentes. Oyeme, ¡oh rico Venturoso! extremo fin de la Tierra, límite del Kosmos,

gran purificador de nuestros Dioses, que por sendero líquido caminas, benévolo aquí ven, y isé piadoso

con los que te deparan sacrificios!

PERFUME DE BÓREAS

El incienso

¡Oh! Bóreas helado, que del Kosmos el aire inmenso, poderoso agitas

con tu soplo kimerio, ven del seno

muy suavemente, sin rumor, aéreos, invisibles, ¡ligeros y fugaces!

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POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

LUIS CASTILLO LEDÓN

en Persépolis la heroica, en la Roma de Nerón,

en las ruinas memorosas de los pueblos del Oriente, en los templos majestuosos de la Grecia decadente y en el ático y los frisos del divino Partenón.

LOS CABALLOS

Su principio es legendario. Son de origen fabuloso, les dio vida el Dios Neptuno, y con ímpetu fogoso de su conchaiban tirando por los mares de Aquilón. Son de alta y noble alcurnia y descienden del Pegaso, el alígero viajero de las cumbres del Parnaso, Zo que surgió al correr la sangre de Medusa en convulsión.

De sus padres los Centauros aún conservan las pasiones. A Quirón debenel timbre de ostentar en sus blasones al flechero Sagitario que es un signo zodiacal,

Y de Hipógrifo, ¿qué guardan? Los instintos puji-alados de las águilas reales y el honor de ser montados por los héroes, semidioses cuyo nombrees inmortal.

En las Artes y en las Letras son el tema constreñido: los transforma en taumaturgos de carácter aguerrido, la leyenda prodigiosa, de otro tiempo evocatriz; son amados de los dioses, y por eso los preside Marte fiero, en los combates, cuyos triunfos él decide, y en la caza, Diana púber, la doncella impecatriz.

En “La llíada”, sus proezas son la nota palpitante; “El Quijote” proverbiza su lealtad en Rocinante; y galopan y galopan con el peso de Mazzepa,

Del pincel de los maestros siempre fueron preferidos: dandovida a las escenas de más bellos coloridos,

no hay estudio ni museo que no adorne su perfil;

la estatuaria ha perpetuado su gentílica belleza, y en el bronce y en el mármolla altivez de su realeza

brilla al soplo genitivo de una técnica sutil.

Sus efigies toman vida y romperquieren su inercia, en las viejas construcciones trogloditas de Persia,

al Hidalgo enamoradodela Gloria o el Ideal;

tan variado es su carácter, como el medio en que seagitan: son valientes o cobardes, son sumisos o se excitan,

aristócratas, plebeyos, practicando el bien o el mal.

Son joviales cuando llevan en su lomo a las hermosas, porque toman actitudes y posturas armoniosas, movimientos de felino y estudiada pulcritud; y se vuelven juguetones, bulliciosos, infantiles, y retozan incansables, alocados y pueriles, si los niñossus ijares espolean con inquietud.

Graves son en los sepelios, enjaezados con luctuosas mantellinas y penachos, conduciendo las carrozas conel aire contristado de una cruel desolación; y en los trenes de bomberos, corren, corren azorados

por las amplias avenidas, cual si fueran desbocados, presintiendo que el peligro tiene el hombre en aflicción.

,

Cuauhtémoc se asombra al verlos en las huestes de Cortés; en el canto de Lord Byron, por los surcos de la estepa; y Alejandro y Bonaparte a ellos deben honra y prez.

Los caballos, seres nobles y orgullosos, se apasionan porla caza y los combates; tienen rasgos que pregonan

Las nevascas les ofrecen un sport en los trineos,

y lanzando sus collares argentinostintineos, van y vienen porel hielo con monótonotrotar; mas tirar de los carruajes es el colmo de sus gozos: ir braceando, arqueandoel cuello, altaneros, donairosos, sobre el terso y duro asfalto de un henchido bulevar.

En las próvidas partidas cinegéticas, los días

pasan ágiles, corriendo tras famélicas jaurías, su atención puesta en las trompas por vencer en un ardid, apostura de guerrero demandando los honores, toman yendo en los desfiles, al batir de los tambores,

cuandoférvida la Patria conmemora algunalid.

En los cosos parten plaza presidiendoa los toreros, con jinetes alguaciles como heraldos vocingleros;

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en la lidia toman parte sosteniendoal picador. Y como haz de raudasflechas hábilmente disparadas en hipódromosy pastas con los jockeys a horcajadas salen rápidos, ligeros, a un ¡hip! ¡hurra! atronador.

Son también funambulescos, en los circos las palmadas de la gente los conturba. Hacen lindas bufonadas, corren, saltan, cabriolean con notable intrepidez;

y al sonar de cascabeles y timbales, con delicia,

galopandoporel ruedo, siente que es unacaricia de un ecuyére, en las ancas, los pequeños levespies. Dondequiera su silueta descubrimos. Surge adusto, de ovaladas herraduras, entre látigos, su busto, como emblemade la caza, como hípico blasón;

su figura anda en alfombras, gobelinos y tapices, en los naipes y en las piezas de ajedrez, con las cervices casi siempre levantadas por indómita elación.

Ya aparecen bajo el polvo quelos siglos amontonan, sobre objetos que curiosos anticuarios coleccionan para gusto de poetas amadores del ayer; ya se ostentan esculpidos en arcaicos camafeos, ya en escudos nobiliarios, con heráldicos arreos, o en medallas que conservan numismático valer.

En los más absurdos cuentos, en historias estupendas, en obscuras y remotas, mitológicas leyendas, nos cautivan sus hazañas de un saborcasi infantil; e historiógrafos, poetas, dibujantes y escultores, en ellibro, en el poema, en el block y en los colores, su figura han prestigiado con espíritu viril.

Los caballos son el tipo más hermoso de animales. ¡Vedlos! blancos, brunos, grises, de colores desiguales,

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

EFRÉN REBOLLEDO FAUNALIA Sonó la danza en el teclado, y entre la luz y los aromas

del camarín flordelisado,

como un suspiro sofocado

lloró un arrullo de palomas. Atormentaban los turgentes senosel lino de las batas, y en las alfombras insolentes

se deslizaban indolentes las zapatillas escarlatas.

Desparramabansusreflejos, ojos, turquesas y diamantes, y retrataban los espejos los azabachesy orosviejos de los toisoneslujuriantes.

Kipris brindaba su ambrosía, Baco sus uvas y sus lauros, y en el desorden dela orgía

el baile lúbrico seguía

como un galope de centauros.

Sangraban labios de granate, tentaban bocas hechiceras,

y las lujurias, su acicate encarnizaban en el mate de las olímpicas caderas.

de sedeñapiel y crines que la luz hacebrillar,

Bregaba el pecho sofocado porel fulgor y los aromas

se recubren de alba espuma para alegres relinchar, y corriendoo al galope, o controte acompasado,

una parvada de palomas.

se encabritan, luego piafan, estornudan, cabecean; retroceden ensanchandola nariz, caracolean,

allá van tirando airosos de los coches, sin enfado, sobreel terso y duro asfalto de un henchido bulevar.

del camarín flordelisado,

y suspiraba en el teclado

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Las crespas barbas en horquilla acariciaban la caduca coloración de la mejilla o deslizaban su cosquilla por el armiño de la nuca.

LUIS G. URBINA

Y en los espejos biselados de aguas glaciales y serenas, se destacabanreflejados

broncostritones irritados ciñendo grupas desirenas.

PLEGARIA PROFANA Que un cuerpo de Bacante, tibio y blanco, mi amor impuro encuentre,

de recias carnesy flexible flanco, anchas caderas y macizo vientre.

¡Oh amorimpuro! Para ti, que el grueso rubí caliente de la boca se abra,

a confundir en el convulso beso el suspiro,la risa, la palabra. Que húmedasbrillen las pupilas, llenas de languidez tras el encaje obscuro de las pestañas, implorando obscenas caricias locas a mi amor impuro.

Que enlos senos, de albura nacarada, se yerga, rojo y alto, el pezón breve, como rosa de púrpura clavada en un alcor de nieve. Que venga hasta mi alcoba, de improviso, el mármol hecho carne: que del friso

las figuras eróticas se muevan;

que torne el almaa la escultura inerte,

y que sienta en mi ser que se renuevan las juveniles ansias.

Quela muerte me sorprenda, en un grito de entusiasmo

—yalibre del dolor y de la duda— en el supremoinstante en que el espasmo mis miembros y mi espíritu sacuda. Materia, vieja madre: estoy rendido

de ir tras el Ideal; búscame un nido donde sacie mi ardor sus devaneos;

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la idea y el dolor me han consumido y ya sólo me quedan los deseos.

FRANCISCO M. DE OLAGUÍBEL

Que del templo en el pórtico distante, en éxtasis profético, los sabios mediten, yo a ti vuelvo, hijo constante, con un verso de Ovidio entre los labios:

DOS RONDELES

Sé compasiva...

¡Quiero una Bacante...!

I

Como dos mariposas sobre la nieve

vuelan tus manos blancas sobre el teclado,

y sollozan las notas que ha despertado de tus ágiles dedos el soplo leve.

El ambiente está obscuro y en el nublado cielo la luz se apaga temblando... llueve... como dos mariposas sobre la nieve vuelan tus manos blancas porel teclado. Cae sobre mi espíritu un llanto helado

y el pensamiento,triste, que no se atreve a volver a mis días de mi pasado, mira volar tus manos porel teclado como dos mariposas sobre la nieve. Il

Entre un áureo repique de cascabeles la adorada a buscarme vendrá algún día y tenderá a sus plantas poesía las enfermizas flores de mis rondeles. Se ahuyentará la negra melancolía y alumbrando del tedio las sombras crueles, entreun áureo repique de cascabeles la adorada a buscarme vendrá algún día. No me llaméis entonces: la amada mía mellevará a las filas de sus tropeles

y mi manoa la suya, pálida y fría,

iremos por la inmensa ruta sombría entre un áureo repique de cascabeles.

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POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

ANTENOR LEZCANO

porque ya me penetra como un hálito helado hasta el fondo del alma el tenaz desagrado de haber sido engendrado.

SOPLO DE EROS

Me aparece a menudo que en mi vida sombría, en una época absurda, que el pasado ya empaña, una esposa del Cristo, para todos huraña,

se entregaba a mis besos con insanaalegría.

¿Cuándo fue? ¿No fue nunca? ¿Mi memoria me engaña? ¡No lo sé; pero siempre que la vida me hastía la ficción deliciosa de aquella época extraña vigoriza mi espíritu y le presta energía! Porque sé que en mivida de infinita amargura solamente esa imagen de mujer me procura la euforia divina de un sueño inefable.

Cuando sueñoconella, que a mi lado temblaba llena de hondos temoresy en su seno albergaba junto al Cristo sagrado, mi cabeza culpable...

ORACIÓN

¡Oh, Señor! Vierte un hatchis que anonade y aduerma en mi cráneosin luz. Mi razón está enferma, haz, Señor, que se duerma.

Vierte en mi los vapores del sopor, el amargo licor que me aniquile; llegue mi alma a un letargo muycallado... muy largo... Porque ya sólo espero tu piedadinfinita, y el ruborde vivir, como una ola maldita,

me sacude y agita;

porque no he penetrado tu designio secreto

al donarle una vida a mi espíritu inquieto sin destino ni objeto;

¡Oh, Señor! Vierte un hatchis que anonade y aduerma en micráneosin luz. Mi razón está enferma

ioh, Señor, haz que duerma!

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ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ

MANUELDE LA PARRA

FUENTE OCULTA

AMOR ANTIGUO

De las musgosas abras, en la cuenca sombría, del bullicio apartada, tímidamente brotas,

Fui paje de la corte de un glorioso rey Franco.

y el caer argentino de tus diáfanas gotas

va entonando secreta y extraña melodía. No los faunos lascivos en brutal cacería enturbiaron tus aguas ni escucharon tus notas, y no sabes siquiera de qué fuentes remotas invisibles veneros te formaron undía.

Queel dios campestre guarde la paz de tu aislamiento; queel gemirdelas hojas y el sollozo del viento los rumores apaguende tu caudal escaso.

Más quela de Dios era respetada su ley.

Él mandó mearrojaran al fondo de un barranco porque una dulce noche de un plenilunio blanco osé ponermis ojos en la hija del rey.

Hace más de mil años queallí perdí la vida y desde entoncessigo fatal transmigración.

Van seis veces que encarna mi alma perseguida porla visión intensa de una dicha perdida que sentí en una noche de duelo y de pasión.

Perdonasi un instante mi indiscreta mirada

Yo sorprendí una nochea la dulce princesa en el cerrado parque del Palacio Real. Paseaba en los prados floridos su belleza

y déjame alejarme consilencioso paso.

empapadosen vago plenilunio ideal.

sorprendió sin quererlo tu existencia ignorada...

MAÑANA LOS POETAS... Mañana los poetas cantarán un divino verso que no logramos entonar los de hoy;

nuevas constelaciones darán otro destino

a sus almas inquietas con un nuevo temblor. Mañana los poetas seguirán su camino

absortos en ignota y extraña floración,

y al oír nuestro canto, con desdén repentino echarán a los vientos nuestra vieja ilusión. Y todo será inútil, y todo será en vano;

será el afán de siempre y el idéntico arcano y la mismatiniebla dentro del corazón. Y ante la eterna sombra que surgey se retira, recogerán del polvo la abandonadalira y cantarán con ella nuestra misma canción.

y sus ojos me vieron con profundatristeza

Su doliente mirada me hirió tan hondamente, que desde aquella noche no tengo corazón sino para la dulce misteriosa doliente, que hace más de mil años me miró dulcemente y me enseñóel secreto de la eterna ilusión. LA NUBE

Cabe el octante pálido de la luna, al poniente, una nube ha tendido, en el atardecer, un airoso flabelo: simula suavemente como una cabellera dorada de mujer.

Pienso entoncesen Ella, en el vivir ardiente de una vida soñada que nunca pudoser: yo supe de algún lloro la ignorada corriente

queallá, en sus años mozosle dejara un querer.

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De la nube que pasa bajo el palio del cielo siento goce romántico al silencioso giro y. cerrandolos ojos, contra mi corazón aprieto entre ambas manos, con hondo desconsuelo, por mi juventud ida como unailusión quese diluye en lágrimas y se escapa en suspiro.

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

JOSÉ DE J. NÚÑEZ Y DOMÍNGUEZ SORTILEGIO LUNAR Estoy en el jardín. Paz oportuna, soledad perfumada en que se siente que el alma es una fuente llena del sortilegio dela luna... Juegan los niños al redordel viejo

EN ELJARDÍN DELA ILUSIÓN Cuandoella me hablaba, yo veía tan sólo sus ojos inocentes como los de los niños, y pensé, conmovido, que no estaba yo solo

en el aduar. Sentía despertarse cariños desdeel fondo más hondo de mi vida. Encantado.

yo musitaba, viéndola: —¿Será la que he soñado? ¿No estoy en el País de la Ilusión? Tranquila me miraba y me hablaba con gran dulzura...Oíla y no sentí en su espíritu ni sombra de pecado. Yo veía tan sólo su mirar inocente tal como el de los niños, en tanto su voz suave, al caer de la tarde, sonaba dulcemente

porla sendaflorida, como cantar de ave, comocaer de hojas, comolloro de fuente.

Ya no volveré a verla. ¿Para qué? Unavez sola

me hizo ver el secreto de su melancolía. No quiero que se pierda para mi poesía

de una tediosa sirte entre la amarga ola.

¡Yo estuve en el Jardín de la Ilusión un día!

surtidorde alabastro, de cuyas aguas en el roto espejo ponela timidez de su reflejo el fulgurante corindón de un astro.

Llegan María, Rosa y Margarita,

y hay enla sencillez de su aldeano

vestir, un hondo encanto que me incita a ser bueno. Todas tienden la mano a los novios. Se encienden en sus ojos

las luciérnagas de una ansia escondida, y con su inesperado advenimiento,

la belleza inefable de la vida pasa como un aroma porel viento... En este embrujamiento dela luna hasta la melancólica plazuela tiene un vibrante espíritu que anhela alzarse hacia los cielos... La barriada parece quese vela con el cándido tul de una nevada... ¡Ah. Los brazos que tiemblan!... ¡Ah, el desmayo de las tres cabecitas que yo miro tristemente, al soslayo!...

¡Ah, romántico y púdico suspiro que hace tremar sus senos!... en la sombra se esfuman como sombras fantasmales otras parejas y cruje la alfombra

de las postreras hojas otoñales...

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Estoy en el jardín pobre que ampara el amorsin fortuna,

y en el misterio de la nocheclara, en la paz luminosa, en la oportuna soledad, el dolor punza mifrente...

¡Y mi alma es una fuente

llena del sortilegio de la luna!

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

¡Oh, indecible momento

en queel ángel del véspero va borrando sus huellas, y comoen el ocaso se enciendenlas estrellas en el fondo del alma se enciende el pensamiento!

,

¡Perfumes de leyenda

de la húmeda senda!

¡Arboles de floridas ramazones que un día

la vieron a mi vera, cuando en un vago sueño,

LA SENDA CREPUSCULAR

¿Cómo podrá buscar el apoyo de un hombro que noes el mío? ¿Cómo podrá ir porla senda,

si allí en sus ojos claros miré el primer asombro,

si allí flotan divinos aromas de leyenda romántica, que juntos aspiramos? Moría la tarde, y la penumbra la enfermaba de ensueño, la enfermaba el crepúsculo de su melancolía... Y cual se lleva en brazos un ser suave y pequeño la llevaba en las sombras... ¡Ah, dulce poesía del tramonto lluvioso cantado por el vate

de arrabal y el poeta que se siente magnate! ¡Ah, dulce poesía de la noche que llega y de la niña cursi que todo nos entrega: desde el pañuelo hasta las juveniles galas! ¡Afán de poneralas a la esperanza mutila y a la ilusión quees ciega!...

¿Pero el roce delrizo fragante, la cosquilla

de la crenchaenla tez?... ¿La mano abandonada

que enla tiniebla es una marmórea maravilla porel cincel del beso lascivo cincelada? ¿Los ojos que se cierran para mirar mejor

el paisaje encantado del jardín interior?... ¿Y la voz tembladora,

y el desfallecimiento

de todo: de las frondas, del alma, de la hora,

del azul en las playas, del azul firmamento? ¿y la voz tembladora que parece quellora?...

la enfermaba el crepúsculo de su melancolía, y cual se lleva en brazos a un ser suave y pequeño la llevaba en la sombra mi dulce poesía!...

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RUBÉN M. CAMPOS RUBÉN M. CAMPOS CENTAUROSY LAPITAS

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De Piritoo en las bodas truena el tropel equino de los Centauros. ebrios de lascivia y de vino. Héroesy Lapitas, próceres de Tesalia,

cantan el Himeneo en medio a la faunalia. Enlas piras sagradas la mirra arde y humea; Hipodamiaen la pléyade de doncellas campea.

Eurito, enardecido,a la recién casada

rapta y echa en sus brazos divina y desmayada. Los Centauros imitan al Centauro másfiero y cada uno hace presa de la que ve primero.

A Hipodamia Teseo del raptorarrebata, luchan, y con un vaso cincelado le mata. Ven brotar los Centauros los sesos de su cráneo y —ial arma, al arma!— gritan con furor instantáneo. Vuelan cántaros, cráteras, hechos armas de guerra; un candelabro ardiendo con Celadóndaen tierra.

Los ojos del Lapita saltan al golpe fuerte;

sin nariz, su faz hiende el rictus de la muerte.

Al matadorderriba Peleo, le hunde el pecho, le desquijara y en el Tártaro le da un lecho.

Grineo ruge: —iarmaosde las aras benditas!

las arranca humeantes y aplasta a dos Lapitas.

Conlas astas de un ciervo ciega Exadio a Grineo y así venga la muerte de Orión y de Broteo.

Reto a Carax aplica un tizón encendido que empapado de sangre hierve y da un estallido.

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900 Porla boca lo hunde hasta el pecho de Evago;

mata a Corito, el mozo de pequeñez de onagro;

a Drías acomete, pero éste a su vez azga

un tizón, y de un golpe hace que muerto yazga. Huyen Lícidas, Taumas, Eurinomo, Licabas, Pisenor, Neso, Felo, Imbreo, el Nemrod Abbas... En medio del combate, Afides yace echado

sobre unapiel de oso, dormido y embriagado. Forbas le mira y dice: —ive, y en la Estigia yanta!

la boca le abre y clava un dardo en su garganta.

Prende a Petreo en un árbolPiritoo de un lanzazo, y a Helops atraviesa las sienes de un saetazo. Teseo salta en ancas del Centauro Bianor

y consu clava el rostro le aplasta. De Orantor venga la muerte Amíntor, dejándole el costado a Demoleón su dardo en los huesos clavado.

Herido, lanza coces a la muerte que pasa,

y Peleo de un golpe los flancos le traspasa.

Su espadael vientre abre a Dorilas con brío,

salta el Centauro, y cae con el vientre vacío.

Cilaro, de los púberes Centauros el más bello,

de barba de oro y luengas guedajas de cabello, rostro gentil de Cástor, pecho ebúrneo, anchas ancas,

nervioso,de piel negra, crines y piernas blancas; amado de Hilomene, de todas las Centaura

s la que un torso de Venusdaal beso de las áuras;

conella ve la lucha, cuando unaflecha errante el corazónle hiere y cae agonizante...

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RUBÉN M. CAMPOS Ella la flecha arranca, su boca unea la suya,

¡y se quita la vida antes quela de él huya!

Uninfernal estruendo los espacios asorda

y a los Lapitas diezmala sagitaria horda.

El crepúsculo arde, y sus reflejos quiebra

en los tórax nervudosy en las ancas de zebra. Y es triunfal himno rítmico de la línea, los dorsos centáuricos curvados en rápidos escorzos.

El combate hace crisis bajo el fuego de ocaso

y cada sagitario finge alas de Pegaso.

A Ceneo no puedeherir, y le circuyen; y en galope frenético van y vienen y huyen, del Pelión las encinas con sus brazos descuajan

y al Lapita derriban y en ellas le amortajan...

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Alborada: las tintas bermi-jaldes del orto. ¿Quées lo que mira Sirio rezagado y absorto? Sobre el tapiz de Persia del musgo verde-umbrío, uno, dos, cinco sátiros ha acurrucadoelfrío. Al fulgor tremulado se ven yacer dispersos; es un soberbio asunto de alejandrinos versos. Aclarece, y adviértese una ventruda cuba yacente y derrumbada. Cuando en su carro suba

Faetón,a las abejas verá tornar hambrientas... ini una gota de Lesbosa las fauces sedientas dejaron los borrachos en su sed insaciable! Murió roto un carquesio de barro deleznable; pero antes fue durmiendo con sueñode alegría a la legión faunálica en placeres bravía. Su airado ojo de cíclope Sirio en el cielo eclipsa: la cornamenta luenga de un sátiro se elipsa y cuerna la entrepierna de sus patas peludas; doblado en dos, semeja las arañas velludas. De otro la boca abierta es un panal de moscas;

a golpe lapidario la mueca de sus toscas fauces, grabó el dios Momo para solaz de Puck, iy surgió lo grotesco del faunálico block!

Su alma trasmigró a un pájaro de flavas plumas de oro que ascendió y extinguióse cual fugaz meteoro...

Otro yace de vientre: de espaldas atezadas por el perpetuo espasmo briosas y electrizadas,

Cuandoven de su héroela fatal muerte acerba, a los fieros Lapitas el dolor exacerba;

y tiene sus mechones perlados de rocío. Otro, echado de espaldas, sueña sueños carnales:

se lanzan como aludes sobre los sagitarios,

y tiene un pie caprino en tensión de cordaje

su furor de leones los hace victimarios,

y los que restan huyen, según yámbicosplectros,

dispersos en la noche comolegión de espectros.

SÁTIROS YNINFAS La Cólquida. Un oasis de plátanos dorados. Un pequeñito prado abierto. Entrelazados,

los bejucos hamacas fingen de rubia seda. Abajo, en un declive, murmurio de agua leda.

sólo muestra que vive, en su rabo cabrío

una fragua es el soplo de sus fosas nasales,

y el otro contraído en brusco anquilesaje. El último, el más joven con los ojos abiertos deja al frescor del áura sus instintos despiertos: la nube de su orgía se evaporóse,y siente ansia de otros placeres ignotos... De repente, de un salto se incorpora, acecha, presta oído...

¿del trígono y el aulos no es acaso el sonido?... Oye un encanto que es flébil cantar de abejarucos, se arrastra sobre el vientre y entreabre los bejucos, y sin aliento quedase suspenso y arrobado: Es un grupo de ninfas. Unas vuelan a nado, y a flor de agua semejan nereidas oceánidas;

otras cantan celestes cantos de amor heridas

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POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

y al hermoso Narciso reclaman plañideras y a Endimión, el dormido en sopor de adormideras...

Lánguidas y yacentes, sueñan enamoradas; las nadadorasbrillan de rubio sol besadas, y al aire desceñidas las cabelleras blondas refrescan su caliente alabastro en las ondas... Una vibra los crótalos del tímpano sonoro, otra la lira jonia tañe con plectro de oro otra la doble flauta, de pie en musgosa piedra, y otras arbolan tirsos coronadosde hiedra...

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se agrupan silenciosas en torno dela ninfa, y solamente lloranla cítara y la linfa... Silvano, el fauno efebo, ha desaparecido y ha vuelto cauteloso. Un vívido sonido que es miel por lo suave, que es áurea y fresca nota de pájaro, ignorado de entre la selva brota: los ojos de las ninfas se buscan azorados, sus tiernos corazoneslaten apresurados y no obstante, ellas sienten una ventura extraña, que subyugay atre, que fascina y que daña... Silvano en su syringa modula ardiente idilio ¡oh la del boquirrubio Alexis de Virgilio! Y las limpias notas vivas y apasionadas de las siete cañuelas se escapan en parvadas... Centellean los ojos de la faunalia espuria

El sátiro, abstraído, respira como fragua y sus ojos flamantes van delribazo al agua; de pronto, temeroso de que huyanlas ninfas si despiertan los sátiros y bajan a las linfas,

va sigiloso, muévelos, y sobre el labio el dedo

hace que se estremezcan de sorpresa y de miedo. Esperezan en cruces sus dos brazos de simio, abren sus secas fauces en un bostezo eximio,

henchidade lascivia, de urory de lujuria...

y no bien la sentida canción de abejarucos

y las ninfas absortas oyen del caramillo el gorjeo de un éxtasis... Cual relámpagoel brillo

oyen, de un salto se irguen y entreabren los bejucos: La danzadelas ninfas ha principiado a Ceres, y en loor de la diosa de los florales seres,

de sus ojos los sátiros cruzan y se comprenden y en galope frenético el declive descienden. Ante el tropel faunálico súbitas se levantan

han desceñido el palla talar de sus caderas,

no cubren conel peplo sus luengas cabelleras, el strophion no oculta sus pechos erectados, ni el masthotenion ciñe sus flancos. Arrobados siguen los cinco sátiros el ritmo del pirriquio y se estremecen presos en un carnal deliquio... Una blanca hamadríade adolescente y bella, que tiene en sus ojuelos tenue fulgor de estrella, reclina su blancura en el prado florido, y arranca de su cítara un doliente gemido... Presurosas las náyades salen de la fontana

las desnudas yacentes y gritan y se espantan y locas se dispersan con palidez de muerte

y a sus pies fugitivos encomiendan su suerte...

¡Pero ya es tarde! un sátiro cae sobre su presa, una friada que prende su cabellera espesa en unrosal: dos náyades al ir a echarse a nado, son cogidas la una deltobillo rosado, la otra porlas pomas del opulento torso queel sátiro azga rápido en atrevido escorzo: y la hamadríade blanca de dormidos ojuelos se deja alzar raptada del lecho de asfodelos... Los cuatro interseccionan los puntos cardinales y huyena la espesura, a sus bodas nupciales... Y en el paisaje eglógico de plátanos dorados solamente se escuchan los sones encantados

y vienen sonrientes a oír, de la mañana

los haces refulgentes acarician y quiebran

su luz y en los cabellos de las ninfas se enhebran, esmaltan los perfiles, los contornos avivan

y pequeñas penumbras ruborosas esquivan... Ya de las danzadoras la danza languidece, su cintura flexible un débil ritmo mece y a un acordedeltrígono, del aulosy la lira,

en una cadenciosa genuflexión espira...

Quedasola la cítara de la blanca hamadríade

y oyéndola, a las bellas dulce tristeza invade;

de la syringa: el sátiro soñador, a su anhelo carnal, ¡prefirió su arte que lo encumbrabaalcielo! J

309

310

RUBÉN M. CAMPOS NINFAS Y CENTAUROS ¡Oh pradial! mes que nutres de frescor los desiertos y, florido sudario del campo de los muertos,

envuelves los espíritus en clámides de lianas y das vida a la muerte de las yertas sabanas!... Cuando los arroyuelos de tus aguas pluviales

van cantando el murmurio de tus primaverales,

y el pájaro del ciclo voraz bebelas linfas,

yo sueño en las praderas un enjambre de ninfas...

Del bosque virgen surgen diademadasdeflores, del bosque verde-umbríoal sol de los alcores, y en la penumbra verde destacan su blancura de azucenas carnales de divina hermosura... Rubios como las mieses de una son los cabellos y sus ojos azules con dorados destellos:

parece en su guirnalda de amapolas bermejas, que sus ojos violas son y espigas sus cejas.

Otro ostenta cual noche su cabellera bruna y su blancura mate de palidez de luna, y su boquita es pulpa de la flor del granado y tentadora incita como flor del pecado.

Otra en escorzo rítmico su ágil cintura quiebra

y esplende triunfadora con sus áreas de zebra:

es fruta de los trópicos que madura y que cae, y su tez de durazno con su perfumeatrae. Otra tiene por gracia su agilidad felina, persigue mariposas y ondula serpentina, sus ojos cintilantes son de pájaro-mosca y hace presas innúmeras graciosamente hosca.

Otra es también bravía: una rama de arbusto tronchóy privó de hojas, y echando atrás el busto el sendero florido a su paso golpea y una lluvia de sangre pétalos gotea. Otra ninfa auletrida su doble flauta sopla y su canción pudiera melopeyarla copla más dulce de Anakreón,el viejo pico de oro ¡amador de los versos y del buen vino moro!

Otra ninfa espigando va los mirtos purpúreos

y entreteje con ellos sus cabellos espúreos en dos crenchas castañas de reflejos dorados, rubios y obscuros, luengos, con primor enhebrados.

POEMAS DE LOS MODERNISTAS DE 1900

Otra ninfa locuela y gentil danzarina,

conel sistro acompaña su danza peregrina, y va tejiendo al viento graciosa zarabanda y ríe de alegría la femenina banda. Otra ninfa...

¿Fue acaso ilusión de un momento? ¿Qué rumorde tropel en las alas del viento

pareció de muylejos, salvando la espesura, venir como un funesto presagio de pavura? —¡Es el viento! —dice una de las ninfas heridas de pavor. —¡Es el viento! —dice otra, y conmovidas prosiguen espigandoflores de la pradera y bordan el paisaje cual flores de quimera. Los espliegos aroma:la tarde que declina; una ninfa reanuda su piar de golondrina y cuenta cómo un día, errando en unalcor,

vio armado de sus flechas y su arco al niño amor... Pero las ninfas oyen y no entienden su charla

" (la gacela presiente cuando van a zarparla); por un presentimiento del peligro se alejan y la orilla del bosque precipitadas dejan. Van lejos, van muy lejos y ya se creen salvadas; del plagiaulos se escuchan las notas aflautadas, un alegre murmurio de aves emigradoras viene del bello enjambre de ninfas triscadoras... Depronto,allá en el bosque, surge un centauro brioso,

se irgue sobre sus músculos, y su ojo codicioso la pradera escudriña, ve a las ninfas huyendo y da voces: del bosque al conjuro surgiendo un tropel de centauros al galope se lanza, ¡un galope glorioso visto en la lontananza! Frenéticos y ansiosos devoran el espacio con las crines al viento, luengo cabello lacio, la mirada encendida,el aliento vulcánico, semejan de la fiebre un conjuro satánico...

Pisenor, el más ágil, galopa a la vanguardia

y sus ojos flamígeros de tono de buvardia codician a la ninfa de opulentas caderas queirradia blanca y nítida en las glaucas praderas. Eurímonole sigue: los dos se la disputan: —¡Es mía! —¡No! ¡Es mía!— Susijares se enjutan,

311

312

RUBÉN M. CAMPOS

encabritados bregan, y de espumacubiertos, sobre quién es vencido, los dos están inciertos; sus brazos forcejean asiéndose con furia... y arrancan poseídos desalvaje lujuria al ver que los centauros designan a su presa en el grupo de ninfas que el crepúsculo besa. Deltropelal ruido, las ninfas espantadas,

de pavor han quedado semipetrificadas...

Los centauros se acercan devorando los vientos... Las ninfas sienten lasos sus miembros macilentos... El tropel de centauros con su ruido asorda... Se oye un grito de triunfo de la espantable horda...

De pronto, en el oriente, la Luna blanca asoma:

—¡Casta Diva!— y las ninfas a su alma de paloma

piedad imploran: —¡Diosa! ¡Sálvanos de la muerte!

¡Nuestras virginidades en ti ponen su suerte! ... Y cuando los centauros llegan, tan sólo un vuelo fugaz de cisnes blancos hiende el azul del cielo!

Índice

Prólogo . A E A A 5 EL BAR La vida literaria de México en 1900 . El bar, lugar de rermión de los mexicanos .......... IL. Nuestros escritores de antaño hasta 1900 .......... IT. Jesús E. Valenzuela enelbar ................. Una comida en la casa de Valenzuela ............ . Ojeada sobre otros escritores Mexicanos ..........

El santuario de la Villa de Guadalupe ............

vil. La política y el derecho de asilo enelbar .......... vin. Un día de campo en Xochimilco ...............

29 35 43 49 57

67 73 79

Un rasgo del editor Reyes Spíndola ............. 85

El estreno de La Bohemia de Puccini

............

. Las reuniones en casa de Valenzuela en Tlalpan

......

91

95

XII. DonJusto Sierra, ministro de Instrucción Pública . . ...... 101 XII. Aventura de un tudesco en el bar La América ........ 109

La Revista Moderna se instala espléndidamente

...... 113

El aeronauta don Joaquín de la Cantolla y Rico . ...... Las comilonas en casa de Constancio Valverde ....... XVII. Las ideas socialistas de Raúl Clebodet ............ XVIII. El arte panteísta de Julio Ruelas ............... La vida popular del poeta Luis G. Urbina .......... La fuerte personalidad del poeta Díaz Mirón ........ Fraternidad de otros artistas con la Revista Moderna . . . . XXI. Las faunalias de los intelectuales de la época ........ XXIUL El poeta Manuel José Othón enel bar ............

117 121 125 131 137 143 147 151 155

La edición de los Cuentos mexicanos ............ 161

El poeta José Juan Tablada en su juventud ......... 165 . Un paseo al Desierto de los Leones ............. 171 _XXVIL Una fiesta nocturna al actor Ermete Novelli . ........ 177

/ XXVIIL

Las sesiones de sobremesa del Liceo Altamirano ...... 181 Los primeros truenos de la tempestad revolucionaria . . . . 185 . La primera víctima del bar .................. 191

RUBÉN M. CAMPOS

314 XXXI. XXXII. XXXII. XXXIV.

ÍNDICE

Los síntomas precursores de la Revolución ........ La segundavíctima del bar, Bernardo Couto ....... La tercera víctima del bar, Jesús E. Valenzuela . . .... . La cuarta víctima del bar, Julio Ruelas . ..........

195 201 205 211

XXXV. La quintavíctima del bar, Raúl Clebodet. ......... 217 XXXVI. El centenario del nacimiento de Chopin ......... 223

XXXVII. El Centenario de la Proclamación de la Independencia . . 227

XXXVII. La fiesta de la fundación de la Universidad XXXIX. La muerte de Jesús E. Valenzuela XL. Los funerales de don Justo Sierra

........- 233

..........+..-. 237 .........-. o. . 241

Playeras... 26550... 290922 .02.%:%0500400004 da 270

SALVADOR DÍAZ MIRÓN AGloria 272 Redemptió ... co... co. uo mear ds as er 273

La CONMEemMOración 274 Aela ...... 275 El fantasma 275

JOSÉ JUAN TABLADA ONIX. «susi 99155736as asas 281

Prosas de los modernistas de 1900

Fantasía estética, de José Juan Tablada. ..............- 247

Elogio del grupo La Tentación de Jesús Urueta .........+..+.Raúl Clebodet . .. isis aaa e rn Fragmento de Jesús E. Valenzuela ......... o... 0.2... Mujer, ¿qué hay de común entre tú y yo? de Bernardo Couto Castillo . .......... o... +... .

248 249 250 250

........ 251

Poemas de los modernistas de 1900 JEsÚs E. VALENZUELA Balada de las manos ......... e... Auna estrella ........ e... Enlanoche ......... Ensueño

Balada de los 0j0S

......... o... ... ...... .. 282

Decamerón 283 BALBINO DÁVALOS Himnos OTÍiCOS . .......... . . . . . . +... . . . . 2... 285 Luis CASTILLO LEDÓN Los caballos. ............ e... 288 EFRÉN REBOLLEDO Faunalia 291

255 257 258 258

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA Non Omnis MOTOS... .. 260 Para entonces 261 Para UNO MeO 261

La DuquesaJob

JUSTO SIERRA

MANUEL JOSÉ OTHÓN Idilio salvaje ........ A 277

EPÍLOGO

Retrato del orador Jesús Urueta, de Ciro B. Ceballos

315

......... o... +... . +... +... 262

AMADO NERVO

Gratia plena ......o.o ooo oorcorrrr 266

Un Padre Nuestro ........ +... .. . ee... eo... 266 AIDÓ ACKIÉ .... oo... Brant AA 268 Misión 268

Luls G. URBINA

Plegaria profana

................ . . e... . 2. ". 293

FRANCISCO M. DE OLAGUÍBEL Dos rondeles ............. e... 295 ANTENOR LEZCANO

Soplo de ErOS. ....... o... o... . . 0... . . . .. 296

Oración 296 ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ Fuente OCUÍta .................. .. e... . +. 298

Mañana los poetas ........... .. . . . . . . . . . . .. 298

316

RUBÉN M. CAMPOS

MANUEL DE LA PARRA Amor antiguo La nube o E Enel Jardín de la Ilusión

299 299 300

JOSÉ DE J. NÚÑEZ Y DOMÍNGUEZ Sortilegio lunar La senda crepuscular

301 302

RUBÉN M. CAMPOS

Centaurosy Lapitas Sátiros y Ninfas .

Ninfas y Centauros.

304 306 310 El Bar. La vida literaria de México en 1900, editado porla Dirección General de Publicaciones, se terminó de imprimir en Editorial AmanuenseS.A. de C.V., en

el mes de noviembre de 1996. Su composición se hizo en tipo Garamond de 11:12, 10:11, 9:10 y 8:10 puntos. La edición consta de 2000 ejemplares en papel Cultural de 60 Kgs.

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