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El cielo de Boedo
~L CIELO DE BOEDO DANIEL DURAND
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verano
Durand,
Daniel El cielo de Boedo. - la ed _ . 54 p. ; 18x13 cm. . Buenos Aires:
Blau & Ríos, 2015.
ISBN 978-987-3616_40_2 1. Poesía Ar"entina I T't .1 CDD A861 o '. 1 U o
© 2004 , 2015 D amel . Durand © 2015 Blatt & Ríos Larrea 328 3° B C1030AAH B . , uenos Aires, Argentina
Diseño de colección: Trineo C '., D' - d omunlCaclOn iseno e tapa: Mica Hernández Imagen de tapa: Tomás Maglione Blatt & Ríos es un sello de R blatt- llOS.com.ar .' ecursos Editoriales facebook.comlBlauRios www.recursoseditoriales.com
Oscurece. nubarrones bruscos se han detenido en el sur, 110 tan alto, sobre la cúpula de la iglesia, sobre la luz roja de la torre más alta; hacia el oeste nubes incandescentes M4: retuercen exprimiendo el último gas del fulgor solar. 1';1 cielo bajo del oeste por donde se hunde la tarde 4'H una franja celestísima de suavidad y esplendor, Un helicóptero recorre la línea costera, lleva una luz blanca fija y otra roja parpadeante; sobre la casa, un murciélago rlerr-apa gira baja sube y obtiene los primeros datos 111: la noche fresca, Los ventiletes de las escaleras d4: un edificio se encienden de golpe y a los dos minutos d4: pronto todos se vuelven a apagar.
P'ihM !(fDITORIAlE~ ISBN: 978-987-3616_40_2
Queda prohibida I . . I .• medí . . a repror UCClon total o parcial de o o ptocedJ.m1entü, sin penniso previo d 1 l' esta obra, por cualquiet' e ec uor y/o autor.
1';1 esfuerzo unido de todas las luces de las avenidas del sur 'lI'oducen una reverberación palidescente que se eleva .lcsde el suelo, montañas amarillas detrás de las torres 414: la cárcel y de los pocos edificios altos que penetran el cielo
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El cielo de Boedo
Aviones silenciosos se desplazan en dirección a Ezeiza y en el fondo comienzan a doblar, luego los tapa una nueva torre sin terminar, aún oscura por las noches; los más pequeños que van hacia aeroparque cruzan de sur a norte y pasan descendente s por encima de la casa: sus luces pestañean y segundos detrás del aparato ... pasa también el ruido.
Ahora el cielo se quedó sin nubes, las encendidas del oeste se licuaron en la oscuridad y las grises del sur han ido virando hasta que el poder de las estrellas las empujó fuera de la noche,
Daniel Durand
1lila insondable cerrazón se estancó en los fondos del sur, uho •.a se halla inmóvil, un olor mezclado y seco llega de ese
kl6n grisáceo, para detectar los nueve cielos con sus nueve ruulidades esfumantes hay que pasarse días mirando, .14' lo contrario solamente puede verse 401 ~,'is final contra las casas del horizonte, el negrísimo d,·llIlismo centro y los azules que unen los extremos, 111 Wi de manchas, afloraciones basálticas que hieren la vista , 11" HUS salientes filosas. Llovió.
1I "''''poral de anoche no dejó rastros ni en el cielo la tierra, solo dentro de la casa unas aureolas 01. "'liaca en el piso marcan el lugar donde hubo charcos " \ ,.,,(iontes que traspasaron los techos y surcaron las paredes; 1 111 "" ~í, es una brisa tranquila que barre el espacio 1111 11 de la lluvia, los árboles humedecidos 111 111111 verdosos, un trapo volado, endurecido en la posición 1 IIIIII"'liionadaen que lo dejó la mojadura y el viento, 1"'o nada más. 11 ,."
eeaaa!!! una estrella fugaz casi invisible abre el pelaje negro de la oscuridad, pero nadie ha visto nada, no se escuchan comentarios.
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El cielo de Boedo
Daniel Durand
«luridad de esta mañana deposita lID dulzor de sospecha 111 lOA despertantes, no saben si son los mismos de ayer, 1I/lIIInde no moverse por temor a quebrarse, las nubes 11,,11111 al sol, agrupadas en rebaño, pasan por el corredor 111 1 xur, y otras pequeñas muy transparentes, 11 pItIllo del desvarío se imantan hacia el centro de la bóveda, \ ul roque se desvanecen. 111
Agrias humaredas de goma quemada se levantan y se astillan entre rachas intermitentes de viento malo, enfermante; madera de cajones y bolsas indestructibles de plástico con restos de agua amarillenta se retuercen en las fozatas: '" , el color del cielo en cambio esconde sus objetos y todo lo recubre con un celeste que palidece hacia los cuatro horizontes. La flor blanca con venas moradas de un cactus abierta latió rabiosa, dos noches y volvió a cerrarse, ennegreció; pero un reconcentrado violáceo oscurísimo aún llamea en el cogollojunto a las primeras espinas de la planta.
1,/1 IUI·de enardece, el blanco dominante de las nubes tlll'IIaahora en borbotones de gris que las carcomen y empujan !t¡¡"iael oeste, para dar el espectáculo aún incierto 111 linal de esta hiperclaridad congelante.
1':1 Hllngrientoatardecer ha pasado inadvertido, pero todavía Il'wdan, antes de la noche, largos trazos débiles de marrón 1 11 los escenarios montados en el sur, una sola estrella 1111 «omenzado a vibrar pequeña encima de la ruta tll' los lienzos terrosos, otra emerge aun más pálida, y otra más lililíabajo, comienzan a competir con las luces de las ventanas ti" los edificios que también se encienden, 11 ritmo pero musicalmente.
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El cielo de Boedo Daniel Durand
La calma del día continúa, salvo por ráfagas de viento que cada tanto balancean las plantas de las terrazas y hacen vibrar apenas a los árboles grandes de la avenida. La luna, con un borde apenas refilado, brilla a medio camino del centro del cielo, intensifica el yodo raro de una nube gruesa que se acerca, veloz, empujada por el aire del río, ostentando un cobrizo intenso que se revuelve dentro de sí. En el norte nada, lma estrella empieza a estar, el cielo es más húmedo y azul, un pino está por la mitad de su completa oscuridad. En el oeste trazos marrones rojos se disgregan en granos, otras estrellas aparecen en el centro del cielo, junto a unas nubes obesas desencajadas blanquísimas que ríen ante todos antes de partir.
"illtura mala se resquebraja en el cielo bajo del este, 1'llIllivantes,los tres haces elípticos de una disco 1'1111 impactando en nubes neblinosas, orbitando monótonas IlIda la noche, como atrayentes aves de amor mecánico 'p.t' se ~ejan realizando su búsqueda circular PUI'U juntarse luego en un solo punto justo encima d••1111 local de apareamiento: la bailanta.
Noche. Bajo un techo de cielo negro, una fronda blanca cenizosa inmóvil de brumosas nubes, más abajo, por el corredor diagonal trasero, pequeñas nubes redondeadas, en fila navegan ligeras hacia el noroeste, cinchadaspor un helicóptero de prefectura. La luna ya casi llegll al tope, agujereando la fronda nubosa, como un soplete que derrite hielo. Pasó la zozobra del cambio de luz, se ha quebrado el hechizo de quietud que sujetó este día con finos cabellos a un misterio.
Ihll de sol puro y cielo continuo sin detalles.
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El cielo de Boedo
Otra vez noche de viento; estaños plomos y escomhros, La marejada de nubes se infla y desinfla con los ventarrones que revolotean bajo y no se alejan del barrio. Cinco... seis mares sueltos reprocesan toda su masa blanquecina. Una nube larga cambia su piel lustrosa de cal por otra más brillante de agujeros azules y puntos negruzcos luminosos. Una gran grieta se abre justo arriba en la bóveda y comienza a existir el cielo, vértigo ... la ciudad rota sobre sí misma, la grieta va volcándose hacia el hundiente apenas tibio, fosforece una palidez barrosa. El viento se ha llevado los ruidos a otra parte, calma que acerca dos sonidos muy claros: el zumbido lejano de una cupé que irá mordiendo el brazo gris y arqueado de la autopista, y una risa corta muy cercana intercalada entre choques de cubiertos.
Daniel Durand
Lila rosa amarillo verde y azul ... : un tubo arqueado uchlinoso y grueso une el corredor del sur con las arterias diagonales del este. Lila... rosa ... verde ... y azul ... : ,'11 el hundiente cortinas verticales gaseosas cuelgan r-ncendidas, lluvias quietas como rastros de escobasos. Lila rosa y, .. nada: el tubo vuelve a color nube' manteniendo Mil gruesa forma arqueada, perfecta e inverosímil para estas xuperficiesplacenteras surcadas a diario 1'01' el mismo espectáculo de nubes y colores tenues que viran, huyen y retornan. Una estela grisácea queda surcando el cielo "01110 si un cohete hubiese fallado dejando esta parábola. ah ... 11111I regresado las superficies extensas del cielo 1'011 su celeste blanco negro azul y ya viene la noche di' luminosidad detallada y permanente. Dos aves de agua, III'IIradas, atraviesan el aire por una ruta ya en desuso.
"el amanecer no es cristalino sino pantanoso" 1,111;recio habla del carácter imperceptible de los cambios, ¿se podría I'xl'l'esar o explicar eso? así es como un arco iris ráJ?ida~en~e. va I','nliendo su colorido cuando se oculta el solo cesa la Íluvia prrsmatica, ,,1neto mismo de la mutación de las cosas es imposible de observar.
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El cielo de Boedo
La noche se ha ido filtrando sin atravesarle hierros a la flacidez de la tarde, de manera que hay un suave esplendor que continúa, una oscuridad sin enigmas, pequeñas ventolinas de igual temperatura que los cuerpos ylas casas apenas se sienten con el roce; las estrellas tempranas, en conjuntos de cuatro, tienden invisibles líneas para unirse y comenzar unsuaveacopledeprocreación para multiplicarse, cuando no sean vistas; un filo de sierras oxidadas cubre todo el suroeste. Un scrum de estrellita s borrosas comienza a formarse encima del paredón de los árboles negros del cayente.
Daniel Durand
Afuera, arriba, últimas medianoches del verano. Cielo abierto, "/lc;tusverdeante; tniércoles en que las pesadas hordas de smog qllcdan más bajas, sobrevolando el suelo; las luces orbitantes 110 airan hasta los jueves, de modo que sin nubes las estrellas '''(pulsan su polvareda uniente formando la vía que atraviesa 1/1 cúpula estelar de sureste a noroeste. \lIísimas neblinas de delgadísimo y momentáneo fulgor e', "lean los grupos de estrellas conformando un camino de piedras ~Clhreun fondo negro que trata sin pausa de apagadas. I)",:cchapas traslúcidas intercaladas en el techo de un depósito I'I\flcjandoce tiras de lutninosidad combada y amarilla: 1,1 i-amino de las cebras en la irrealidad de una modorra.
1':11 la ventana del este, detrás de una amarilla da luna expandida 'Iu,· Hubecon rapidez, espasmódicamente florece una tormenta; III
u-ill losvuelques, entre brumas, palpitan invisibles los planetas.
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El cielo de Boedo
19 oroño
Una ventolera se levanta en círculos y un olor nuevo a tierra viene a anunciar la entrada de una nueva estación, la del crujido de los marcos de ventanas y cielos hermosos, Dos helicópteros salen a ver el entre minucioso del otoño. Todos iremos a morir en pocos días y no naceremos nunca más, en primavera seremos otra cosa, nos pondrán otro apodo, tendremos otro cuerpo. Loshombres del vecindario llevan sus pertenencias más preciada" a dorar en hogueras y vientos que arremeten contra vidrios y plantas; dos niños en un patio corren hacia la casa asustados por el ruido del viento y color de los nubarrones, hu hu ... Reinará el oro y el cobre, los amados marrones de lo turbio y reseco, Esaaa!!! se pelarán los árboles!!! se doblarán las ramas! !! seré el muerto que oculto habló todo el verano aceitoso, de los ocios me corro y me levanto para hundirme en los finales de la vida, ... hhsaaaaa!!!! se van todos los colores!!! basta con el dolor mortal del brazo izquierdo!!! basta de andar en páata!!! aaassssa!!! khsh khshs khshzz! brumm brumm rrsssszz!!!
\qllí urgen los problemas del peso, se trata de evitar el endlln·cimiento natural a que nos somete la escritura, de la que .4' intenta escapar sin cobijarse en la levedad de los "brillos, '"Jlidos o lentos, que algunos blanden como pruebas, abando1llIlIclose,soñadores, a su tibieza".
1"'Hlm; resecas, costras de barro que se arquean, son nubes '"" uzul gris y violeta, una mezcla que da un color '1'". 110 conozco por nombre, en otras partes, a este cielo '111" nmenaza con los próximos fríos, se le escapa, por diversas 1'"111111-1, una fulguración blanquecina amarilla naranja '1IIt IIIJIlpOCO se puede simplificar; ah, privaciones del otoño, ""I."H alejadas que muestran una vieja cosa '111' r"I' de nuestra propiedad hace algún tiempo. 1 III••n pasó, a la que te criaste, una espátula de lacas grises, '"UlIIlumhidas rápidas, a la parte más alta del aire 1""11 dude color a los fresquetes que se avecinan. l. IIIII.H de las nenas hermosas.
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El cielo de Boedo
Daniel Durand
n viento que llega del noreste por el lado del pino, intensifica como a las dos de la mañana, se inflama y silva, r-hoca de frente la cara de las casas y se transforma en tornillo, los hombres se paran en sus camas con los brazos r-n la cintura, paran la oreja para determinar la intensidad de la tormenta, los vidrios se hinchan para adentro de las casas: lino de la cocina que no dilata, en un momento dI:máximo embate explota, instantes después del estruendo «icntos o miles de fragmentos salen despedidos como bumerangs estrellae-ninjae) hacia adentro de la casa; luego de dos meses, lodavía quedan pequeños trozos en lugares difíciles: hujo la heladera, sobre la tierra de una maceta, 1'11 un cenicero sin uso vi una esquirla. -Cocodrilo incoloro, dijo el vidriero al mirar un pedazo, I\it'ándoloun poco bajo la claridad de la mañana antes de hablar.
He
El aire está quieto, las nubes se detallan grumosas, desconectadas del impulso que las hace andar. En las bajadas suaves del sureste, confluyen, eso parece, millones de miradas: flacas de las resacas, esperanzas de enamorados, la blasfemia de los locos, el arrepentimiento de los violentos, el dulzor de los colmados; sin tranquilidad, sin desenfreno, la noche va a recorrer estos aires veteados: franjas de otoño, hilos fríos de invierno, charcos resecos de calor. Estuvo por llover pero no llovió, estuvo por volver el aire hacia el verano pero no; todo casi pero no.
I ,IIA casas y los edificioshan comenzado a marchar placidamente, ellos todas las cosas que contienen; solo las nubes quedan "Mliíticasy desconcertadas mirando cómo el planeta se retira. \! principio dejamos atrás nubes ciudadanas, luego pasamos IÍlII' nubes enormesy aisladas diseñadas para andar por los campos; III·hlinasculebreantes atravesamos luego, lu-chas para enroscarse a rocas y zigzaguear entre los picos. 1':Mln sensación dura un instante, son las nubes que avanzan Iwlns a la misma velocidad y el mundo sigue quieto. ) r-on
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Daniel Durand
El cielo de Boedo
Los árboles rehogan toda la fronda para ofrecer una gran comida alojo del otoño, parecerá que no es aSÍ,pero a los rayos fuertes de mayo, se abandonan los dos billones de hojas que el verano engendró bajo estos cielos, de los cobres comemos, en los dorados árboles depositamos pensamientos calcinados, creemos haber amado alguna vez, y vemos en las ramas lustrosas negras cubiertas todavía, una conocida sensación que se repite.
El otoño frío baja el techo del cielo, tiende cerrazones de neblina y vahos quemados quietos, provenientes del riachuelo, que recubren el aire con resbalones aceitosos y visiones pantanosas; los vecinos no leen: "una avanzada de veinte nadadores con caballo, en pelo, cruzan un brazo del río Negro a la noche, encuentran treinta indias abandonadas que habitaban hajo chozas de hielo; el río está en bajante, y al retirarse deja láminas de hielo trizadas sobre los ramajes, allí los soldados sin mujeres, autorizados por el comando, He unen a las indias"
Tarde. Al aire caluroso del otoño se entregan los animales, al despojamiento del cielo asisten los desviados: error, excrecencia, rebarba; dos pájaros marrones, raros, se detienen en la punta de una antena y descansan, son un error, una excrecencia; retornan el vuelo y se desprenden, rebarbas. Un helicóptero azul, dinrinuto, cruza el cielo por los fondos, va hacia el oeste, silencioso, empequeñeciendo. Dos tanques de agua oxidados de un edificio iluminan, se destacan de día, de noche son cubos negros que vuelven sus ojos hacia el agua que guardan. •
archivo general de la nación, sala 5, cuerpo 26, anaquel 5, número 5.
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nvierno
nrlisimas oscuras de un gris que se adhiere alas paredes ti,· IIIRtorres que han cedido, ya sin fuerzas dejan que la larga 11 i-uridad se desenrosque, se regocije, exprima su jugo "II,'noso, y recubra el largo horizonte debilitado , 1111 «sta maldad lisa y duradera a la que no nos oponemos, p'II''IlIeestamos todos bajo la misma sombra .1, 1111 insondable contagio.
Milifuerzas dejan que la larga oscuridad se desenrosque trae trae de vértebra espinosa, pero no todo es lul" i,.,) y nefando, porque en el apogeo de este templo "1111 080 Yglacial nos erigimos en esclavos deliciosos, .lul""Msirvientes de la negrura poderosa que nos impulsa 1"" 11 .,1 fondo, mucho crecemos en este nervio de cenizas, 1,"" or' chisposo, las llamaradas mate del crepúsculo elevan 111 • ru-llosde nuestros abrigos y una sonrisa genésica 'Iu, 'I'MIIl'genos protege, nos provee de calrna , de seguridad, IIIII.II110S, lloramos, para habitar luego tranquilos u 1•• d"Hquiciante imaginación del pobre y empedernido fisgón ,1, '11' ,'olorro antiguo, '"" ~oll"icntes hetaira s y mullidas pieles de oso. 11
, 1111 '11'
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El cielo de Boedo
Daniel Durand
Hileras de remos de un barco vikingo dado vuelta, sus pestañas,
navegando
la señora del invierno, que la imaginación nos transforme escribientes, nos mantenga
en el aire de la noche, frondosa,
magnánima,
negra y poderosa
en sus náufragos,
nos cobije,
en sus despreciables
y en los fétidos vahos de la dicha ilesos, de su negra luz luminosos ...
Una mañana H
de invierno
era verano.
A correr
al despertar puertas,
abrir ventanas
salir a sentir el aire deslizarse 4)
porque
ddeites,
por la piel,
te conozco, te recuerdo.
sus hojas traslúcidas
el barrio,
lo ablandaron
de placer, ah! era el invierno
lo que me había sumido en sinrazones qlle estaba pOI'
delicias,
formas de la nada en el placer del ocio.
Llegaron vientos tibios, lamieron l'lm
ah! gracias,
infinitas,
Yo que pensé
triste, pero solo tenía frío, ganas de caminar
la calle con la piel al unísono con el aire.
o es primavera,
no es verano,
es el final de un raro invierno
qlle hasta hoy nos tuvo coagulados, 111'1'0
111 IpW
hundidos
en este profundo
desaliento.
ahora hace calor, hace calor; ya vamos a comprar
finas tintas con las que tendremos brotarán
de adentro
que dibujar
de los árboles.
las hojas
Sé que aún
IWlIsás poco, pero veo agitarse
cada una de las futuras
'I'!" ostentará
de los árboles.
el verano dentro
hojas
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Daniel
El cielo de Boedo
(Cuatro poemas de Tu Fu)
A disipar los tufos cálidos de aire llegan las primeras gotas gordas que se azotan de una lluvia anhelada, contenida milenios en la punta del cielo.
Atardecer diáfano después de la lluvia
El sol se oculta en el horizonte.
Si tan solo eso fuera suficiente para unir a los hombres: En diez minutos se diluyó este verano de agosto que nos mantuvo suspendidos durante diez días y volvió el invierno: hace un rato estábamos sentados en el patio mirando el amarillo solar contra los árboles pelados del fondo y ahora estamos metidos adentro de la casa, con la estufa prendida, traduciendo poemas:
Nubes suaves se disipan. Un arco iris atraviesa el río. Gotas de lluvia perlan las rocas. Crullas y garzas se elevan en el cielo. Osos gordos se alimentan en la costa. [tÚ espero el viento del oeste disfruto de la creciente luna 'lile brilla entre cañaverales neblinosos.
1)11,·,",,1
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Daniel Durand
El cielo de Boedo
Amanecer en las montañas
Por el río ventoso 1
La ciudad está en silencio, lejos se escucha el drenar de un desagüe. Las construcciones se desvanecen en la claridad del amanecer. La fría luz solar baja desde los picos más altos, el polvo espeso de la noche se adhiere a las colinas, la tierra se abre, los botes del río se ven borrosos, el cielo detenido, el sonido de las hojas cayendo. Una enorme coneja perdida llega hasta la puerta del jardín buscando a sus compañeros.
Todos los días de camino a casa desde mi trabajo, empeño otra de mis prendas de primavera. Todos los días vuelvo a casa borracho desde la orilla del río. A donde vaya, tengo dinero para vino. La historia recuerda pocos hombres que han llegado 11los setenta. Miro las mariposas umar'illas beber de lo profundo de las llores, y los helicópteros 41"erecorren la superficie del Ji~lIauna y otra vez. I':xclamohacia el viento primaveral, 11I1(:ia la luz y las horas que pasan. I;o:¡;amosun poco de la vida con estas cosas mir-ntras que no entendemos porqué 10M hombres se enfrentarán unos a otros.
Tormenta de nieve
Confusión, lágrimas, muchos fantasmas nuevos, quebranto, envejezco, canto para mí mismo. Rasgadas neblinas se asientan sobre la extensa oscuridad. La nieve se escurre en los espirales del viento. El vaso de vino está vacío. La botella también. El fuego se apagó en la estufa. En todos lados los hombres hablan en voz baja. Me sumerjo en la inutilidad de la literatura.
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prímavera
uhre una débil masa blanca fosforecen '"plllt"ados '"11.10
relámpagos,
que nos tortura
lejos del calor en este moridero.
1I,·I;U':8 gracias insonoras • "I'Hquebrajan
de otros milenios
en momentáneas
11111' nicas de un arte 1.1. /11, de un festín individual.
estridencia s
:.35
La casa
se
hunde
Despojados
de las certezas
recuhiertos
de capas opacas de incertidumbre,
marchan
del verano,
hacia el fin los árboles de la avenida.
La casa se inclina y pierde horas de claridad, caen por la ventana libros y plantas, herramientas m la oscuridad
y ropa; la casa entra silenciosa larga del bardo:
este invierno.
1.os cielos sonríen azules en la comba de su iglú.
1':11 su frialdad laten las estrellas que han venido 11 supervisar las últimas horas de este hundimiento: 1':11 su propio polvo navega la casa, hacia la quemazón ... !!!
Guiones de poemas
1"
lu calle medianoche. d,:jó de llover huce un rato. luz: de las lámparas de la calle en las superficies mojadas. O'Htado del observador: neutro con pizca de optimismo impuesto. poeticidad: a media máquina, williamsiana. lono: en bajada, como el del que monta una escena antes de contar una noticia irrelevante. urtificiosidad: nula con un tropezón. iutcncionalidad: máquina pequeña. I••. lleza: sí , •.•·dad: no hir-n: no importa
40
El cielo de Boedo
Daniel Durand
2
3
tarde de abril
tarde calurosa
de otoño.
calor velocidad:
cielos humosos
cero, solo sonidos rápidos
e intermitentes
de nna
avenida. luz: hiriente gris vidrioso estado del observador:
somnoliento,
leve nerviosismo sin causas.
otro acicate: mucho mate sin comida, excitación objetiva. poeticidad:
mágico depresiva.
tono: recto y bajo, como levantando artificiosidad:
intención del texto: "el lienzo" con desgarrón
auditivo.
color: amarillos cremosos y grises de refracción
que engendrarán
la oscuridad. posición del ojo: media altura,
piedras planas con las uñas.
un deleite líquido atraviesa
una frase.
lugar: barrio periférico de ciudad capital, día feriado, no domingo.
del fondo, con estetizada interferencia sentimiento
(estado del observador):
hambre:
verdad:
deseo: de continuidad
bien: no importa
hacia los cielos bajos de árboles y torres.
luego de una larga siesta
que se acopla sin pausas al desgano de la noche.
belleza: Sí sí
enfocando
no
estilo: descripción subjetiva con poeticidad objetiva, exuberancia congelada verdad: ninguna hien: ninguno hclleza: toda
4\
42
El cielo de Boedo
Daniel Durand
4 mañana
nublada
atardecer
de sol
d.·sesperante
domingo
lunes de lluvia mes: agosto día: jueves
música:
lugar: casa de once
~.Hlidos: llanto intermitente,
música: la del sujeto por la mañana, momento de escritura:
trip hop por la tarde
~•.usaciones:
sensaciones: sueño, ojos inyectados, dedos.
del texto: relojito ponzoñoso
posición de observador:
ninguna,
muy variable,
estilo: suave, olores agrios en la fricción sonora efecto: ardor, verdad:
arriba
dolores en las yemas
cantinela
repetitiva.
no
bien: no belleza: no. aceptado
asqueo.
el sujeto está enamorado
"olor·es: lila de la divinidad,
mostaza
,.I'.·c;to:ciudad que nos desconoce,
<11,1
y sin dinero de la tierra
fría, centelleante.
"Mlilo: no se pronuncian las palabras uiención del texto: no se sabe, desperdicios, mecanismo irreparable hil'n: todo
es mental.
gotear de un toldo rojo, martillazos
en la carne.
atardecer
colores: gris bajo, smog del sur, celeste blanquecino la tarde.
intención
nada
vr-rdad:
toda
1••.lIcza: Sí, insoportable
43
44
D"";"I 1)11",,"01
El cielo de Boedo
6
7
mañana iguana
anestesia de la madrugada: el escribiente está en pedo total
luz: resplandor blanco del vacío estado del observador: iguana poeticidad: bucólica simple tono: decayente artificiosidad: no somos genios, no somos genios, pero teníamos ganas intencionalidad: alabanza mañanera y graciosa del bardo otro acicate: ella no te ama y aún no te lo dijo lugar: casa de once velocidad: lento rotar del huevo transparente que nos envuelve intención del texto: marihuanera ciudadana color: blanco pantanoso, felpas grisesde rabia, el amarillo del odio. posición del ojo: posición seca sonidos: una sierra corta maderas en una casa cercana bien: y bueno ... verdad: qué sé yo! belleza: qué es eso?
luz: todas la luces de la casa prendidas estado del observador: re very ... very ... poeticidad: hasta las manos tono: arrastrando todo intencionalidad: seguir hasta el final otro acicate: ella no te ama y te lo dijo, en la cara, como qlU"l·íIlM. lugar: casa de once con la mente en esa plaza velocidad: se derrama una lengua de miel venenosa intención del texto: oasis de la estridencia color: no, rencores indefensos posición del ojo: dados vuelta hambre: no, Carolina compró pizza estilo: bardo momento de escritura: ahora sensaciones: se muere el corazón sonidos: todas las heladeras se hacen oír al mismo tiempo efecto: efecto imperfecto bien: bien para el culo verdad: ella no belleza: ella
1,
46
El cielo de Boedo
Daniel Durand
8 horrible
9 mediodía
tarde de noviembre nada puede detenerse
luz: resolana
blanquecina
estado del observador: poeticidad:
pagando
consecuencias
super suburbana
tono: ¿habrá un lugar para estar entre Laforgue y Francis Ponger sonidos: la marea que adormece
y sepulta de las aceleraciones
luz: último fulgor solar en la tarde lluviosa estado del observador:
frenadas.
desesperante
más dos atados de marlboro
más tres pajas más tres llamados poeticidad:
telefónicos
la del pasado
tono: qué tono ni qué tono artificiosidad:
la del cuarto muñeco
intencionalidad:
escapar
otro acicate: otra vez tocaron velocidad:
la del segundero
los redondos
del reloj de cocacola
color: la línea oscura del vino entre los labios posición del ojo: hundidos hambre:
en el fondo del cerebro
no, agujeros
deseo: el regreso a setiembre música: navegando
mares de queso, de Primus
momento de escritura: iensaoiones:
nochecita
querés que te lo cuente?
bien: no, siempre el mal verdad:
otro muñeco
belleza: sí, la del avestruz
47
Índice
verano
7
otoño
19
invierno
2!)
primavera
:s:s
La casa se hunde
:~:;
Guiones de poemas
37
Otros títulos de Blatt & Ríos Los sueños no tienen copyright, Cecilia Pavón Yo era una mujer casada, César Aira Gracias, Pablo Katchadjian Sascha, Alina Bronsky Cuaderno nuevo, AA. Vv. (Hebe Uhart comp.) Un año sin amor, Pablo Pérez Lo que la gente hace, Marina Yuszczuk Se conoce que sí, Leticia Obeid La cadena del desánimo, Pablo Katchadjian Vikinga criolla, Lila Siegrist Frío de Rusia, Ricardo Strafacce Exposiciones, Daniel Link Intercambio sobre una organización,
Violeta Kesselman
Lobo rojo, Majo Moirón Desierto dividido en centímetros por piedras, Cuqui
Más nunca, Adela Pantin
Santoral, Acheli Panza
Taller Literario, Facundo R. Soto
Las clases de Hebe Uhart, Liliana Villanueva
Once Sur, Cecilia Pavón
La poética del asunto, Federico Merea Avión,
Brandsen, Marcel Pla A rebato, Emilio Jurado N aón Crónicas Canallas, Santiago
Llach
Un episodio en la vida del pintor viajero, César Aira, .Iohann Moritz Rugendas, Lucile Magnin Nuevas crónicas, AA. Vv. (Hebe Uhart comp.) El gato tuvo la culpa, Hebe Uhart Cerdos & Porteños, Osvaldo Baigorria Paz o amor, Marina Mariasch Hija boba y otras obras, Maruja Bustamante Artforum,
César Aira
Ojo por diente seguida de El chino que leía el diario en la ¡ila del patíbulo, Ricardo Strafacce Destrucción total, Lila Siegrist
Eduardo Muslip
Un beso de Dick, Fernando Molano Vargas
Los interiores de la presente edición de EL CIELO DE BOEDO
fueron compuestos utilizando caracteres Bodoni. Para el diseño de cubierta, Mica Hernández trabajó sobre una obra de Tomás Maglione. Se terminó de imprimir en el mes de mayo de 2015 en los talleres de Bibliográfika, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
El cielo de Boedo es un poema en el que el sujeta sustrae y en ese movimiento, generoso, al dar que percibe, construye el libro; escrito con "iPlNiIlÍ·Jj plásticos, que forman bloques de texto. Los dijo ~. toDos del poema, su precisión y claridad, nos prestar atención a lo que el poema dice. ¿Y _--,_ poema? Que es verano, que es prima re, qJ)i0;.~ que es invierno y en el ei.eloluces, añone&, eoD1pODeJl una ciudad palpitante. El poema a ~ mecaniamo y con una exp.-esfvidad construye una de las grandes obras de" reciente. El cielo de &edo es un~"..
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