Ella- Julia Blanco.pdf

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ELLA Romance Lésbico y Segunda Oportunidad con la Mujer Perfecta Por Julia Blanco © Julia Blanco 2018. Todos los derechos reservados. Publicado en España por Julia Blanco. Primera Edición. Dedicado a; Iris, por aceptarme y apoyarme tal y como soy. Belén, por ver y valorar lo mejor de mí. Haz click aquí para suscribirte a mi boletín informativo y conseguir

libros gratis Capítulo 1 “Para las sociedades, el tabú es casi que un requisito, más que un fenómeno. Vivimos día a día criticando y cuestionando lo que no entendemos, solo porque nos parece diferente y por eso nos causa incluso hasta algo de temor.” Esas eran las palabras que sonaban en el televisor de fondo en la habitación mientras Iris y Ángela hacían el amor desenfrenadamente. El señor que hablaba en la tv era un conferencista que defendía los derechos de las personas con discapacidad, y que a Ángela le encantaba escuchar pues como estudiante de leyes consideraba que la mejor manera de estudiar era prestando atención a las palabras de los más expertos, y ella como chica homosexual consideraba que el tema de las minorías era algo que debía atender muy especialmente. Esa mañana, mientras Iris lamía su cuello, Ángela respiraba profundo y se dejaba llevar por las suaves pero intensas caricias que le propinaba su compañera de cuarto. La lengua de Iris parecía saber muy bien cómo recorrer la piel de Ángela para volverla loca, era como si tuviese vida propia, mientras que Ángela no podía sino dejarse hundir en un mar de gemidos. Poco a poco, mientras el señor en la tv no paraba de hablar, Iris iba quitando el sostén a Ángela, dejando al descubierto un par de senos redondos y firmes con pezones delicados y rosados que resultaban irresistibles. Iris siempre era la dominante en esa relación que no era para nada convencional. Mientras la respiración de ambas se agitaba, Iris lamía los pezones de Ángela como quien busca encontrar un secreto escondido, un tesoro bajo la blanca y delicada piel de Ángela. Los pezones rosados se tornaban cada vez más erectos, con una textura que hacía que Iris literalmente se babeara un poco por ellos.

A medida que pasaban los segundos, el ambiente se tornaba cada vez más candente, y las caricias dejaban de ser lentas para volverse más rápidas, apresuradas, intensas e incluso un poco torpes. Iris definitivamente tenía el control de la situación, pero no de sí misma. Tenía a Ángela a su merced, completamente desnuda y dominada, pero sus impulsos eran tan fogosos que de vez en cuando aplicaba uno que otro mordisco un poco fuerte que hacían que Ángela mostraba ligeras muecas que reflejaban esa extraña capacidad de sentir placer y dolor al mismo tiempo. Iris y Ángela son compañeras de residencia, ambas rentan un apartamento juntas. Iris ejerce la profesión de enfermería mientras Ángela estudia leyes en una universidad ubicada a tan solo unas cuadras del hospital donde trabaja Iris. No son novias, no son pareja, solo son amigas que se desean y satisfacen sus deseos carnales de manera mutua y efectiva, aunque Ángela siempre ha demostrado que si fuese por ella hace rato que tendrían una relación un poco más formal. Esa mañana, La futura abogado se abrió de piernas al mismo tiempo que Iris colocó una mano en uno de sus senos para que la otra reposara en su vientre mientras le lamía el clítoris. Ángela siempre ha creído que un hombre jamás sabría aplicarle sexo oral a una mujer de la misma forma en la que precisamente una mujer podría hacerlo. Ángela piensa que solo una mujer sabe lo que una mujer desea, y por eso Iris la hace tan feliz cuando recorre cada milímetro de su piel con su lengua. Mientras Ángela se dejaba llevar por las intensas lamidas de Iris, esta respiraba profundo sobre su clítoris, el cual ya no lamía pues su lengua se encontraba ocupada penetrándola por completo, acción que solo recibía ligeras pausas cuando Iris de manera juguetona exploraba un poco las nalgas de Ángela con caricias confundidas con ligeros pellizcos. — ¿Busco a nuestro amiguito?— Preguntó Iris entre lamidas y gemidos mientras Ángela sonreía. — Ya está aquí. — Contestó Ángela mientras sonreía al mismo tiempo que

sacaba un grueso consolador debajo de la almohada que apoyaba su cabeza mientras Iris le hacía sexo oral. A Iris nunca le había gustado demasiado la idea de usar un consolador como parte de sus juegos sexuales, era demasiado feminista para aceptar la necesidad de un pene, o en este caso la réplica de uno, pero era tan placentero ver a Ángela retorcerse de lujuria, que jamás hubiera podido negarse a lo delicioso de ver y escuchar a su amante disfrutar de ese pene de goma entrando y saliendo de ella con tanta intensidad que en ocasiones les preocupaba que sus alaridos se escuchasen en casa de los vecinos. — ¡Qué divino, Ángela!— exclamaba Iris mientras veía a su amante disfrutar del dildo, lamiéndolo desde la base hasta la punta. — ¿Quieres que te lo meta, mi amor? Preguntó Iris, esta vez con mucha picardía en su rostro. — Sí, ayúdame, por favor, yo solita no puedo —Exclamó la voz más sumisa que Iris jamás hubiera escuchado, la misma voz sumisa que tanto le encantaba oír durante el sexo. Iris sostuvo el pene de goma con sus manos, lo introdujo poco a poco dentro de Ángela hasta que la base rozara el clítoris de su sumisa amante, que abierta de piernas deliraba de placer. — ¡Más, por favor! Mételo más, ¿Sí? Te lo suplico, mi amor, mét… ¡Ahg! Así, sí, justo así… ¡No te detengas, mi amor, por favor no pares! Cada vez que Iris sacaba el pene de goma de la vulva de Ángela, esta lo presionaba con los labios de su vagina y evitaba que saliera por completo, quedando dentro de ella la enorme cabecilla del consolador, esa que tanto placer le causaba. —Sí, así, justo así, ¡hazme acabar, mi vida! ¡Por favor, te lo suplico! ¡Ahmm! ¡Qué delicioso!

Iris lamía el clítoris de Ángela al mismo tiempo que con una mano presionaba uno de sus senos, precisamente el izquierdo, mientras con la otra metía y sacaba el grueso consolador de la dulce y rosada vagina de su compañera de residencia. — ¡Voy a acabar!— Gritó Ángela antes de explotar de placer y bañar a Iris de lujuria. Todo el rostro de Iris quedó empapado de lo que fue una eyaculación femenina bastante sustanciosa. Las gotas esparcidas por toda la cara de Iris eran la afirmación de lo infinitamente placentera que le resultaba a Ángela su técnica de aplicarle sexo oral. —Gracias, mi amor. Nadie, jamás en la vida, había podido darme tanto placer como tú. ¡Eres increíble!— Las palabras de Ángela eran tan genuinas como encantadoras para los oídos de Iris, quien no solo sentía placer en verla gemir sino también en lo sumisa que se proyectaba su voz y lo realmente agradecida que se mostraba después de cada sesión de sexo. Ambas se fundieron en una abrazo de mujeres realmente desnudas, mujeres que no solo no traían consigo la más mínima prenda de ropa, sino que además estaban también desprovistas de toda clase de prejuicios, habiendo olvidado por completo el mundo exterior, ese que tal vez podría juzgarlas, el mismo que en ese instante de lujuria y placer no podía mirarlas; ese mundo del cual ambas se encontraban profundamente alejadas mientras disfrutaban de una privacidad en forma de burbuja que las apartaba de toda realidad ajena a ellas, haciéndolas dueñas de su propio universo, bajo sábanas de seda. Así era la relación entre Iris y Ángela, un desenfreno de sexo a escondidas, en el apartamento que ambas compartían, pero con la salvedad de que muy a pesar de sus constantes e intensos encuentros sexuales, y de que en efecto convivían como pareja -al menos bajo ese techo y entre esas paredes- no mantenían una relación formal, lo cual, contrario a lo que muchos pudiesen creer, no se debía al hecho de que ambas fuesen mujeres y la sociedad no lo aceptase. Iris y Ángela mantienen una relación abierta. Ambas son mujeres independientes, jóvenes y muy atractivas. Iris, una enfermera con apenas 3 años de haberse graduado en su área, mientras que Ángela es estudiante de

derecho que actualmente se encuentra realizando pasantías en una firma importante: Rodríguez y asociados; con aspiraciones a algún cargo fijo dentro de esa compañía. — ¿A dónde vas? —Le preguntó Ángela a Iris dos segundos después de que esta se desprendiera del profundo abrazo que las unía. —No seas malvada, no me dejes aquí solita. —Agregó un segundo después con alta dosis de picardía en sus palabras y un brillo en sus ojos que detonaba devoción y lujuria al mismo tiempo. Iris soltó una sonrisa, se alejó de la cama y se fue a su cuarto dejando tras de sí un “Ya vuelvo” que borró la lujuria en los ojos de Ángela, quien se resignó a quedarse sola en la cama, colocándose en posición fetal para luego arroparse con la sábana blanca que ella misma había manchado con la lluvia sexual de hacía apenas unos minutos; su cara se convirtió en un cuadro pintado por la nostalgia. Ángela, aunque evita demostrarlo, está profundamente enamorada de Iris, la adora como un devoto a su religión. Ambas viven en la misma casa pero no comparten habitación, al menos no para dormir. Iris se había mudado junto a ella hacía un año atrás, luego de que Ángela publicase un anuncio en el periódico donde buscaba compañera que desease alquilar una habitación. Lo que comenzó como una decisión para ahorrar gastos y poder invertir más en su carrera profesional, terminó siendo para Ángela una manera de encontrar el amor a medias. Iris nunca la trata mal, todo lo contrario, y al menos dentro de las paredes del apartamento es para ella una amante excepcional que además le ofrece una sensación de protección con tan solo brindarle su compañía entre continuas caricias, conversaciones amenas y largas e intensas sesiones de sexo a casi cualquier hora del día. Iris tiene a Ángela en la friendzone, son amigas, aunque en el fondo Ángela quisiera que fuesen mucho más que eso. Sin embargo, a pesar de sus sentimientos, Ángela sabe disfrutar de la compañía de Iris sin tomarse las cosas de manera negativa.

El apartamento que comparten es alquilado por Ángela, entre ella e iris se distribuyen los gastos y siempre realizan las compras juntas, generalmente los sábados por la mañana, aprovechando que es el día libre de ambas. Es un lugar pequeño pero cómodo y cálido, consta de 3 habitaciones: una de Ángela, una de Iris, y el tercer cuarto en un principio quisieron mantenerlo como estudio, luego intentaron acondicionarlo como cuarto de huéspedes, hasta que finalmente comprendieron que ninguna de las dos trabaja en casa ni recibe visita de ningún tipo, y terminaron por ambientarlo como una habitación en la cual pasar tiempo juntas. De esa manera, cada una tiene su propio dormitorio, y además cuentan con un cuarto extra donde pasar tiempo juntas cuando así lo deseen. Ese día, como casi cualquier otro, después de una larga jornada de sexo, Iris se fue a su cuarto a darse un baño mientras Ángela permaneció uno minutos en la habitación cochina, como Iris la llama en atribución a las obscenidades que frecuentemente practican en ella. Ángela se quedó dormida con una mueca de placer en el rostro y soñó con su anhelado cargo como abogado de un importante bufete, que en el sueño no era el mismo en el cual actualmente está realizando sus pasantías. El sueño fue breve y extraño, además de ser una importante miembro de una compañía, llevaba una vida de casada con un sujeto al cual no pudo verle nunca el rostro. En el sueño, Ángela vio cómo la inmensa mansión en la que vivía con su misterioso esposo, se comenzaba a incendiar sin que ninguno de los dos hiciera algo por apagar el fuego. Su marido, el extraño sujeto sin rostro, le decía cosas que ella no podía entender pero a las que tampoco prestaba demasiada atención, mientras todo a su alrededor se envolvía en llamas. Ángela despertó bañada en sudor, atontada por los minutos que permaneció dormida. Sonrió al echar una vistazo hacia al aire acondicionado y darse cuenta de que estaba apagado y por eso sudaba tanto, y pensó que por eso había soñado lo que soñó.

A la hora de la cena, ya habiendo descansado ambas y casi listas para irse cada una a dormir, Iris leía el periódico mientras Ángela terminaba de servir una ensalada César que acababa de preparar. —Tú siempre leyendo las noticias a destiempo. —Sabes que para mí son recientes, da igual cuando haya ocurrido lo que sea que esté leyendo, para mí recién sucede al momento en que me entero. — Replicó Iris con tono amable pero lapidario— Ángela sonrió con gestos de aprobación y agregó: —Un día de estos te enterarás de que hubo un atentado a las torres gemelas. Ambas soltaron una carcajada mientras Ángela se terminaba de sentar para comenzar a disfrutar de lo que ella consideraba su obra maestra. — ¡Definitivamente me amo mucho, soy un genio preparando ensaladas! Iris masticaba un delicioso bocado pero algo la hizo realizar una pausa brusca. — ¿Qué? ¿Acaso lo vas a negar? Ángela sonreía mientras esperaba algún comentario de aprobación, pero Iris no hacía más que mirar fijamente el periódico que tenía entre sus manos. — ¿Me vas a decir que has comido una mejor que las que preparo yo? Iris estaba muda, no devolvía la mirada a Ángela, tenía la vista enterrada en una hoja en particular. —Vamos, entiendo que quizás no quieras admitirlo, pero esta ensalada está buenísima. Las palabras de Ángela eran inaudibles para Iris quien se comenzaba a poner pálida, sus labios se emblanquecieron y su rostro era todo un acertijo. — ¿Sucede algo? Parece que hubieras visto un fantasma. —Comentó Ángela

sin saber que algo de razón había en sus palabras. Capítulo 2 En efecto, para Iris, lo que acababa de leer en el periódico era como haber visto un fantasma, un fantasma de su pasado, algo que creía haber olvidado y enterrado para siempre, algo que ahora que estaba de vuelta podía cambiar su vida para siempre. Iris es una chica de 27 años de edad, bastante centrada, exitosa en su carrera como enfermera, que ha logrado avanzar poco a poco en búsqueda de estabilidad personal y laboral. Pasó en apenas 6 años, de ser una chica mantenida por sus padres, a ser una enfermera emancipada, graduada de la universidad con muy buenas calificaciones, dueña de una moto último modelo, que se paga sus propias cuentas y está reuniendo para abrir su propio centro de asistencias médicas. La parte que Ángela no conoce de Iris, es el lado posesivo y dominante que se quedó en sus tiempos de universidad. Iris en aquel entonces era una niña mimada que aprendió que todo en la vida resulta como uno espera y que hay situaciones que sencillamente escapan de nuestras manos. En sus días de escuela, Iris siempre sintió algo de atracción por las chicas, pero pensaba en aquel entonces que su interés por las niñas se debía más a algún tipo de admiración antes que otra cosa. Cada vez que una chica llamaba su atención, inconscientemente Iris se fijaba en las cosa que esa chica tenía y ella no, cosas que pudieran incluso motivarla a tener sentimientos de envidia, todo esto porque no se atrevía a aceptar su orientación homosexual. Iris siempre ha amado tener el control sobre las cosas, esa es su manera de ser y probablemente jamás cambie. Sin embargo, desde que terminó la universidad, una serie de cosas le han sucedido que le han hecho hasta cierto punto esconder su verdadero carácter, ese manipulador y obsesivo que tantos problemas le causó por un tiempo. Esa noche, mientras Ángela le preguntaba si le pasaba algo, Iris no podía

dejar de pensar en Belén. Belén es la doctora que va a dictar la conferencia a la que ella debe asistir al día siguiente como parte de su proceso de formación para terminar de crear su propio negocio medicinal. Pero además de doctora y conferencista en temas de medicina y tecnología, Belén fue la mejor amiga de Iris en la universidad y ambas guardan un pasado secreto que las une y que por lo visto ahora ha causado un torbellino en los recuerdos de Iris. Iris estudió con Belén durante los 5 años en los que estuvo cursando estudios en la facultad de enfermería, pero algo sucedió que causó que más nunca se vieran. Desde entonces, Iris pasó por una serie de eventos demasiado fuertes en su vida personal que la hicieron convertirse en quien es hoy en día. Pero ahora que Belén reaparecía en la vida de Iris, esta no puede hacer más que preguntarse si este fantasma del pasado viene a enredarle de nuevo la vida. Iris suda frío, no se atreve a ver a los ojos a Ángela, sabe que el tiempo que han pasado como compañeras y amantes le puede servir para identificar cuando algo le sucede, y por tanto podría también darse cuenta de cuando ella está mintiendo. —Eh… Este… no, no pasa… es decir, no pasa nada. ¿Por qué lo preguntas? La dubitativa manera de expresarse de Iris le demostró a Ángela que en efecto algo sucedía. Ángela actuó normal, decidió no presionarla. —Bueno, la verdad parece que hubieras visto un fantasma o algo, pero ok, si tú dices que estás bien, yo te creo. En apenas unos segundos, toda una vida se cruzó por la mente de Iris. Tantos recuerdos, tantas rizas juntas, tantas anécdotas que creía olvidadas. Fueron 5 años enteros como mejores amigas, enamoradas una de la otra sin jamás confesarlo, amándose en secreto hasta el último día de su amistad. Iris recordó mil cosas, como la vez que se conocieron, estando ambas en un

bar cercano a la facultad de enfermería. Iris había visto a Belén varias veces en una clase que tomaban juntas durante el curso introductorio a la carrera. En esos días, Iris cursaba la mayoría de sus materias de día, como casi todos los estudiantes de la facultad, pero Belén, además de estudiar, trabajaba medio turno en una estación de servicio, por lo que muy raras veces cursaba alguna materia en un turno que no fuese el nocturno. La noche que se conocieron, Belén había aceptado salir con algunas de sus compañeras a celebrar que habían obtenido la máxima calificación en una evaluación para la que tuvieron que realizar un trabajo en equipo. Esa noche, Iris se encontraba en el mismo bar despidiendo a una amiga que al día siguiente se marchaba al exterior a estudiar idiomas. Mientras Ángela terminaba de comer su ensalada, Iris estaba petrificada, había dejado de comer hacía rato. Desde que había leído ese anuncio de que Belén sería la conferencista central del congreso al que debía asistir, no paraba de recordar cosas, entre ellas esa noche en la que se conocieron en aquel bar. La noche en que Belén e Iris se conocieron, sucedió por pura casualidad. Belén estaba rodeada de compañeras de clase que apenas conocía, y en un determinado momento de la noche todas comenzaron a coquetear con chicos que se encontraban en el bar, chicos que terminaron invitando a su mesa. Belén no se sintió a gusto, ella era lesbiana pero sus compañeras no lo sabían, fingió recibir una llamada telefónica y salió a la entrada del bar donde fortuitamente Iris acababa de dejar ir a su amiga en un taxi camino al aeropuerto. Iris, con lágrimas en los ojos, volteó la mirada y vio la silueta más hermosa que haya podido apreciar en aquellos días de estudiante universitaria. Fue la primera vez que vio a Belén, quien tenía puesto un vestido casual, bastante corto, muy ceñido al cuerpo que resaltaba su tonificada figura. Belén era jugadora amateur de Volleyball, se encontraba en excelente forma física, tenía una piernas con músculos medianamente desarrollados que le daban la apariencia de una stripper angelical. La piel morena de Belén hipnotizó a Iris quien no dudó un instante en secarse las lágrimas de los ojos

para sacarle conversación a Belén. Iris no recuerda quien de las dos invitó a la otra a tomar el taxi juntas aquella noche en la que comenzó su intensa y extraordinaria amistad, pero mientras Ángela se levanta de la mesa para comenzar a lavar los platos, viene a su memoria aquella primera y única vez que ella y Belén hicieron el amor. Durante el tiempo que estudiaron juntas se convirtieron en grandes amigas, ambas se gustaban mutuamente pero ninguna fue capaz de confesarle la verdad a la otra hasta el último día de clases cuando ambas fueron al baño a solas a fumarse un porro juntas, y en medio de palabras de despedida, surgió el beso más apasionado que jamás hubieran dado ni recibido ninguna de las dos. Aquella tarde los pasillos de la universidad estaban desolados, la mayoría se encontraba en el gimnasio colaborando con los preparativos para la fiesta de graduación, y entre humo y sensación de humedad, Belén quitó la cola que amarraba su hermoso cabello liso y lo dejó derramarse sobre sus hombros segundos antes de tomar a Iris por el rostro y comenzar a besarla. En aquella oportunidad Iris por primera vez en mucho tiempo no tenía el control de la situación, y por alguna razón le gustó la sensación, se dejó llevar y comenzó a acariciar los pechos de Belén que eran pequeños pero bastante firmes. Belén tenía una figura de atleta, mientras que Iris era más una chica linda de cabello rubio ondulado, con piel tan blanca que era casi un requisito recomendarle ir a la playa a tomar un poco de sol si te la tropezabas por allí mostrando un poco de piel. La primera y única vez que Iris y Belén hicieron el amor, lo hicieron sin planificarlo. Belén tomó a Iris de la cintura, le subió la falda, echó sus pantis a un lado e introdujo primero un dedo y luego dos dentro de su vagina que poco a poco se humedecía mientras ella le tocaba las nalgas a la chica con el mejor trasero en toda la universidad.

En un momento brusco, Belén empujó a Iris contra un retrete, la hizo sentarse, se colocó de pie frente a ella, luego subió su falda y le dio la espalda, o más bien el trasero. Con Belén frente a ella, de espaldas, inclinada, Iris no veía más que una vulva morena y deliciosa que se abría ante ella y no pudo resistirse al imperioso deseo de lamerla. Los gemidos comenzaron a surgir de parte y parte, pero más especialmente de Belén quien se pellizcaba a sí misma los pezones con cada lamida que Iris le propinaba a su vagina. Belén llegó al orgasmo, se dio la vuelta, se arrodilló frente a Iris y la abrió de piernas. Aquellas piernas blanquecinas se abrieron de par en par para darle paso a la lengua de Belén. Iris no recuerda muy bien algunos detalles de esa única vez que pudo confesarle entre gemidos a Belén que la amaba, pero tenía algo muy claro: lo que Belén le hacía sentir era una cosa única que jamás había experimentado con hombre alguno. —Iris, si te sientes mal o algo parecido, no dudes en contarme lo que te sucede, sabes que cuentas conmigo. —Dijo Ángela mientras lavaba los platos. Las palabras de Ángela hicieron que Iris aterrizara de la nube de recuerdos en la que se hallaba flotando. —Recuerda que mañana tienes esa conferencia que es tan importante para ti. Yo siempre te escucho, mi amor. Sé que allí vas a aprender cosas que te ayudarán a terminar de formar tu propio negocio, y yo te apoyo totalmente, sabes que cuentas conmigo, no quisiera que enfermaras o algo y no pudieras cumplir tus metas y objetivos. Iris sigue muda, ya no tan pálida. Su sensación ahora es más de culpa luego de las palabras de Iris. Sabía que ver a Belén desataría una serie de sentimientos y emociones que creía muertos, y que si llegaba a encontrarse con quien fuera su mejor amiga y amante, podría ser peligroso para todas, incluso para Ángela. Especialmente para Ángela, esa chica noble y atenta que estaba tan enamorada de ella.

Cada una se va a su cuarto, Ángela antes de acostarse decide escribir un mensaje de texto desde su móvil a Iris deseándole buenas noches. Iris solo envió un emoji de vuelta, no sabía qué decir, ni en persona ni por chat de teléfono móvil. Por un segundo Iris se preguntó lo que tanto la atormentó por varios años: ¿Por qué ninguna de las dos, ni ella ni Belén, fueron capaces de confesarse lo que sentían mutuamente? ¿Sería por tabú, por miedo a dañar la relación de amistad? ¿Sería acaso que Belén le temía al rechazo de Iris? Algo que sin duda jamás hubiese ocurrido, Iris siempre estuvo profundamente enamorada de ella. Esas y mil preguntas más atormentaron por años a Iris hasta que enderezó su vida, consiguió empleo como enfermera, se compró su propia moto y se mudó a vivir con Ángela. Pero ahora todo comenzaba de nuevo. “¿Y si no me reconoce? ¿Habrá cambiado? ¿Vendrá sola o acompañada? ¿Tendrá pareja, novia, esposo? ¿Y si hizo su vida y es ahora toda una señora con hijos y todo? ¿Será que me reconoce? He cambiado un poco de look, aunque sigo siendo blanca como la leche, eso seguro no ha cambiado en lo absoluto.” Iris estaba convertida en un mar de dudas e inseguridades. No paraba de pensar en Belén, en las noches infinitas en las que se preguntó qué sería de su vida, en la cantidad de intentos infructuosos de obtener información acerca de ella. Por segundos se sentía ansiosa para luego pasar a sentimientos de rabia y rencor por no saber nada de ella en tanto tiempo y justo después de haber hecho el amor y confesarse una a la otra lo que mutuamente sentían en secreto. La noche avanzó y llegó el día de la conferencia, Iris no pudo pegar un ojo en toda la noche. Mientras Iris da vueltas en su cama, escucha que Ángela ya se levantó, puede ver por el borde la puerta pequeños destellos de luz que

provienen de la cocina y percibe de inmediato el aroma a café que todas las mañana prepara Ángela. Iris quiere salir a saludar y tomar café, pero siente que no podrá mantenerle la mirada a Ángela, aparte de que sabe que ella se dará cuenta de que no durmió en toda la noche. —Iris, buenos días. ¡El café está listo! Luego de escuchar un ligero golpe a su puerta acompañado de las palabra de Ángela, Iris sintió un escalofrío que le recorrió de pies a cabeza. —Está bien, si puedes déjamelo en la cocina. Ahorita estoy en el baño, en un rato me lo tomo. Gracias. Ángela se sintió tranquila de que a pesar de lo extraña y poco conversadora que había estado Iris la noche anterior, hoy había amanecido aparentemente de mejor humor. Lo que Ángela no sabía es que Iris había pasado la noche en vela entre llantos y gemidos, entre recordar la silueta de Belén y masturbarse, y llorar pensando en los malos ratos que pasó después de la desaparición de Belén. Ángela finalmente se marcha a la universidad, mientras Iris por fin decide salir de su cuarto. Se mira en el espejo que está en el pasillo y se horroriza. — ¡Dios mío, qué ojeras tan horribles! No solo se nota que no he dormido, sino que además parece que tuviera como 70 años. ¡Qué hinchados tengo los ojos! No puedo permitir que Belén me vea así. Iris se sonrojó un poco al darse cuenta de lo que acaba de decir, sintió vergüenza de que le preocupara lo que Belén pudiera pensar de verla así, luego volvió a sentir algo de culpa por Ángela. La cabeza de Iris se había convertido en un río revuelto de pensamientos de todo tipo, una ensalada de emociones y recuerdos con sabores agridulces. Luego de desayunar decidió pasar el resto de la mañana entre baños y

cremas, entre tratamientos y productos que la hicieran verse bella esta noche. Aplicó cremas en su cabello, que luego peinó delicadamente. Tomó una ducha con infinidad de jabones aromáticos de esencias de todo tipo. Llegado el mediodía, llamó al hospital para recordar que se tomaría el día libre por la conferencia y pasó horas en su cuarto pensando qué ponerse. —¿Será mejor usar vestido? No quisiera que me viera como que no he progresado, quiero que le quede claro que he sabido continuar con mi vida, que he salido adelante a pesar de no haber sabido más nunca de ella. Luego pensó: “Hay que ver que soy bien estúpida, yo preocupada por estas cosas y quizás Belén ni me reconoce. Incluso es muy probable que ni se acuerde de mí, total, por algo pudo alejarse de mi vida tan fácilmente sin remordimiento alguno.” Una lluvia de vestidos yacen sobre la cama de Iris. son las 4pm y las cosas no parecían tan en orden como siempre habían estado. Iris solía ser muy organizada, pero esta tarde había toda clase de prendas por el suelo de la habitación, las gavetas estaban todas abiertas y algunas incluso al revés, como si un ladrón hubiese entrado a robarse algo específico que buscó con mucho afán pero que jamás pudo encontrar. Finalmente, luego de haberse probado al menos 20 prendas distintas, Iris decidió ir a la conferencia lo más sencilla y desapercibida posible. Se colocó un vestido, llamó a un taxi, recordó que no había cenado y luego pensó que eso no podría favorecerle la figura y sonrió. Estando ya en la sala de la conferencia, Iris hace su mayor esfuerzo para no entrar en pánico y ocultar su ansiedad. Está ahogada en emociones, totalmente nerviosa. Apresura el paso para no encontrarse con nadie que la detenga y la haga ser visible, y va directo hasta un asiento en una esquina bastante discreta. Una de las razones por las que Iris prefirió ir en taxi fue para no hacer notar mucho su llegada, por eso pidió al taxi que la dejara una cuadra antes del hotel donde sería el evento que con tantas ansias había esperado y que

literalmente le había quitado el sueño, solo que esta vez ya no le preocupaba el tema ni lo que podría aprender, sino Belén y lo que podría suceder una vez que se viesen a los ojos. Estando ya sentada, no puede evitar sentir las líneas de sudor que le recorren las manos cuando se encienden las luces del escenario y aparece Ángela en tarima. ¿¡Qué!? ¿Ángela? ¿Qué demon… Iris no lo podía creer. Estaba en shock. ¿Qué hace Ángela allí? ¿Conoce a Belén? ¿Sabe del pasado entre ella e Iris? ¿Qué hace ella en esa tarima, en un evento sobre medicina? ¿Por qué no le dijo nada? Tantas preguntas y ninguna respuesta. Capítulo 3 — ¿Ángela? ¿De qué se trata esto? ¿Cómo es posible? Iris no entiende qué hace Ángela en la tarima donde debía aparecer Belén. Por un segundo duda de su cordura y comienza a creer que todo es una mala pasada de su cerebro o su vista, que quizás es una confusión por haber pasado toda la noche en vela, restriega sus ojos y vuelve a mirar, esta vez con más atención, afinando la vista. ‘Pasante: Ángela Rizzi’, se deja leer en el fondo blanco donde se proyecta el videobeam utilizado para el evento. En efecto es Ángela quien está en tarima a punto de decir unas palabras al público, Iris está desorientada, con náuseas, pálida. No sabe si irse del sitio o mejor quedarse quieta a ver qué sucede. “Buenas noches tengas todos los presentes. Mi nombre es Ángela Rizzi y hoy tengo el completo agrado de presentar para ustedes este evento tan importante donde contaremos con la maravillosa compañía de la experta en tecnología médica, Belén Murcia. Antes que nada déjenme agradecerle a todo el equipo

que hizo que todo esto fuera posible, sin ellos no hubiéramos podido llevar este evento a cabo. También quiero agradecer especialmente a mi amiga Iris, por estar hoy aquí y por su apoyo incondicional…” Iris literalmente desea morirse mientras el público aplaude. Iris Comienza a sentir una ligera dosis de rabia hacia Ángela, siente que le está arruinando la posibilidad de verse con Belén, luego se sonroja recordando que de hacerlo, Ángela sería totalmente inocente, ella jamás haría nada intencionalmente para lastimarla, y que si de una u otra manera, ella llegaba a afectar algo de su pasado con Belén, sería su propia culpa por no haber sido honesta con ella. …”Pero antes de que nos engalane con su presencia y toda su sabiduría la señorita Murcia, déjenme presentarles primero a Mark Granados, experto en derechos médicos que esta noche nos presentará una ponencia acerca de las bondades de la legalización del aborto, tema que como estudiante de último año de derecho les puedo decir que es altamente interesante y al mismo tiempo muy polémico. Démosle la bienvenida y un fuerte abrazo al doctor Mark Granados” El público vuelve a estallar en aplausos y Ángela baja rápidamente de la tarima para ir hasta donde está Iris camuflada entre personas realmente interesadas en las palabras del doctor. —Hola, mi amor. ¿Qué te ha parecido la sorpresa? Sabía que esta conferencia era muy importante para ti, y por pura casualidad logré ser invitada para presentar y asistir al señor Granados, él sabe mucho sobre los temas que tanto me interesan y no quise perder la oportunidad de conocerlo y así compartir un poco contigo y demostrarte que no somos tan diferentes después de todo, y que al final de cuentas son más las cosas que nos unen que las que nos separan, aunque no te guste admitirlo. Ángela se da cuenta de que hay de todo menos satisfacción en la cara de Iris, quien solo puede pensar en dónde estará Belén y si habrá escuchado la presentación de Ángela y sospechado que ellas son pareja. —Bueno, quizás no te ha gustado mucho mi sorpresa, pero al menos quisiera que me dijeras qué tal te ha parecido mi presentación. Perdona si te he

incomodado, nunca fue mi intención. —Perdona, Ángela. Es que no me siento muy bien. Claro que me alegro por ti y tus logros, y ha sido interesante tu iniciativa, pero creo que has debido consultarme primero. — Tienes razón, he sido una tonta. Disculpa. — Tranquila, no te preocupes. De verdad no me siento bien, creo que mejor me voy. Ángela muestra en su cara un poco de decepción, como esperando una reacción distinta de parte de Iris. —Está bien. Te acompaño a casa, ¿Dónde dejaste la moto? Si quieres la busco por ti. —No será necesario, vine en taxi. Ángela se extraña un poco, luego sonríe y dice: —Claro, qué tonta. Te sientes mal, así no puedes manejar. Disculpa, vamos a la salida a buscar un taxi. —No es necesario, puedes quedarte si quieres. No quiero arruinar tu noche. —No seas boba, desde que te conozco jamás me has arruinado una noche, al contrario, siempre me las alegras. Creo que será mejor que pida a alguno de los chicos de logística que nos consiga el taxi, te ves un poco mal. El malestar de Iris ahora realmente se debe a la incertidumbre de que probablemente se marchará sin saber nada de Belén. Quizás esta sea su púnica oportunidad de verla y está a punto de perderla a causa de Ángela. —Gracias, Roberto. Perdona que no me quede, tengo asuntos personales que atender. De verdad perdóname. Pero te felicito por cómo está quedando todo, el evento será una maravilla, lo sé. —Fueron las palabras de Ángela hacia un compañero de trabajo que le consiguió un taxi. El camino a casa se hizo insoportablemente largo. Un silencio sepulcral las invadió a ambas. Ángela pudo notar el malestar de Iris y no quiso molestarla

más, mientras que Iris no deja de pensar en Belén, en todas las expectativas que tuvo y de las cuales no pudo comprobar ni una sola. —Perdona, Iris. Jamás fue mi intención incomodarte. Creo que no te gustan las sorpresas, he sido muy tonta. Aunque Iris estaba un poco molesta, se dejaba seducir por la actitud amable, pasiva y complaciente de Ángela. —No te preocupes, no es tu culpa, simplemente no me siento bien. Iris tomó de la mano a Ángela en un gesto conciliatorio, Ángela posó su cabeza sobre el hombro de Iris, y el silencio las acompañó de vuelta a casa donde solo cruzaron un par de palabras más antes de irse cada una a su cuarto. Llega la mañana siguiente, y luego de finalmente haber podido dormir algo, Iris se ha levantado con ganas de olvidarlo todo y continuar con su vida, como si lo de la conferencia y Belén jamás hubiese ocurrido, pero desafortunadamente para ella, querer no siempre es poder. Al llegar a la cocina se encuentra a Ángela preparando desayuno, sonríe al verle las nalgas, estaba casi completamente desnuda, solo llevaba puesta un pequeña camiseta que apenas si le cubría el torno, y al darse vuelta, se le podía notar claramente la forma de los senos. —Wow, eso se ve delicioso. Y no hablo precisamente del desayuno, que también luce muy apetecible. —Gracias —respondió Ángela— Lo he preparado para ti, con mucho cariño. ¿Cómo amaneces hoy? Espero que mejor. La sonrisa de Ángela le da un buen sabor de boca a Iris quien disimula su incertidumbre por el asunto con Belén, pues a pesar de no querer saber nada de ella, en realidad no puede evitar pensar en la morena que durante tantos años le quitó el sueño.

—Me siento bastante mejor, he llamado al hospital y he pedido el día libre. Pero creo que estoy bastante mejor, incluso si gustas podemos ir al mercado, creo que ya toca hacer compras. — ¿Segura? Creo que ayer también faltaste, tal vez no sea muy bueno que te ausentes tan seguido en el trabajo, y en todo caso, quizás deberías guardar reposo. Claro, es solo una sugerencia, yo solo quiero lo mejor para ti. Ángela le da un beso en la mejilla a Iris y esta no puede sino derretirse ante tanta bondad, nadie en el mundo, ni siquiera la propia Belén, había sido tan atenta con ella de esa manera, y además, Ángela es una chica bien sexy, ¿Por qué no darse la oportunidad de que las cosas mantengan el curso que llevan hasta ahora? ¿Por qué no seguir siendo feliz como compañera de cuarto de una chica sexy que le ofrece atenciones especiales de todo tipo, incluyendo sexo desenfrenado sin compromiso? — De verdad que eres todo un encanto conmigo, dame un poco de eso tan rico y nos vamos al súper. — Está bien —Respondió Ángela al mismo tiempo que le daba a Iris otro beso en la mejilla y le servía desayuno. Dos horas después, ya estaban en el supermercado en el pasillo de las verduras. — Mira estas manzanas, son inmensas. ¿No te provocan de solo verlas? — Preguntó Ángela a Iris mientras tomaba una con la mano. —La verdad es que las manzanas nunca me han gustado demasiado, pero me recuerdas épocas graciosas de mi etapa de estudiante universitaria cuando mis compañeros solían usarlas para fumar marihuana. Ambas sueltan una carcajada y Ángela comienza a hacer gestos provocadores con la manzana, simulando fumar a través de ella y luego comienza a lamerla como si fuese un seno o incluso una vulva, hasta que un empleado del

supermercado pasó cerca de ellas. —Señoritas, debo admitir que no me molesta para nada lo que estoy viendo, pero si las pillan por las cámaras tendré que llevarlas hasta la salida. — Comentó el señor de elevada estatura y bigotes canosos. Ambas se sonrojan y simulan no haber escuchado nada, Ángela coloca la manzana donde la encontró. —Pero no lo olviden, yo no tengo problema alguno con lo que hacen — Acotó el señor antes de hacer un guiño con el ojo y marcharse a otro pasillo. En vista del gesto cómplice del anciano, Iris decide seguirle el juego a Ángela, toma un pepino y le pregunta: “¿ Y con este qué harías?” —Sabes muy bien lo que haría con esto —Responde Ángela mientras lo toma entre sus manos y lo coloca en medio de sus firmes y redondos pechos. En ese preciso instante, mientras Ángela restregaba el pepino en medio de las carnosas montañas que le adornan la delantera, Iris piensa en la única vez que tuvo sexo con Belén, pues de aquel encuentro recuerda que una vez que ambas lograron el orgasmo, Belén le dijo: “Algún día lo haremos con frutas y te meteré un pepino, es demasiado rico”. Aquella promesa jamás fue cumplida, y hoy Iris está decidida a que con o sin Belén, saciará la curiosidad que aquellas palabras sembraron en su mente hacía ya varios años sin poder comprobar si la experiencia le agradaría o no, aunque está casi completamente convencida de que con Ángela tendrá el placer garantizado. Ambas se fueron a casa, hoy también salieron en taxi, esta vez por no querer manejar moto y cargar bolsas de comida al mismo tiempo. En el camino, Iris acariciaba el pepino y sonreía con picardía, Iris se mordía los labios y luego sonreía imaginando que el conductor las observaba por el espejo retrovisor. Llegan a casa ambas, al bajarse Iris le paga al conductor y ayuda a Ángela con las bolsas.

—Viste la cara de ese pobre hombre, creo que lo traías nervioso. — ¿Nervioso? Yo más bien creo que le alegramos el día, no debió ni cobrarte — Respondió Ángela. —Pues sí, la verdad es que creo que hasta le gustó la cosa. —Te lo dije. Pero, ¿Qué crees que le haya gustado más? ¿Mis senos? ¿Mis juegos con el pepino? ¿O habrá sido más bien tu cara de satisfacción y perversión mientras me veías? —Agrega Ángela mientras hace gestos obscenos con las frutas que acaban de comprar. Iris prefiere no responder con palabras sino con gestos, la toma por la cintura, le muerde los labios y la coloca frente al mesón en la cocina, de espaldas a ella. Recorre sus nalgas, sus muslos, su espalda y su cuello, todo con la lengua. Le quita todo lo que traía puesto, y sin mediar palabras la hizo suya en la cocina, con las ventanas abiertas, esta vez sin temor alguno de que los vecinos viesen o escuchasen algo. Minutos después, ambas muy agitadas, Iris le ofrece un vaso de agua a Ángela y esta acepta gustosa mientras se levanta del suelo de la cocina y prepara la ducha para tomar un baño. Pero camino al baño, Ángela nota que hay un correo electrónico en la computadora que ambas compartían, la misma en la que normalmente Iris trabajaba y dejaba su cuenta regularmente abierta para estar siempre atenta ante cualquier llamado de urgencia del hospital. — ¡Iris! ¡Tienes un mensaje nuevo en tu correo electrónico! ¡Dice que es de Belén Murcia, la conferencista! ¿Te lo leo? Capítulo 4 Iris no sabe qué hacer, se queda muda, estupefacta, pero tratando de ser lo más serena posible, se limita a solo decir: “Tranquila, en un rato lo leo”

Apenas Ángela va al baño, Iris aprovecha para leer el correo donde entre pocas cosas se logra leer: “¿Por qué no viste mi conferencia? Vi que te marchaste antes de presentar mi ponencia.” Iris se pone aún más nerviosa, cierra su correo electrónico y empieza caminar en círculos por el apartamento, pero nota que la puerta del baño está abierta y logra ver la muy atractiva figura de Ángela, se mete al baño con ella y terminan haciendo el amor en la ducha, y apenas ambas llegan al orgasmo, Iris se va a su cuarto a vestirse. —Te espero en la cocina, no te tardes que antes de irte debes darme un beso delicioso. —Exclama Iris antes de salir del baño. Iris no soporta la ansiedad y vuelve a revisar el correo. Aún no termina de creer que Belén le haya escrito, por lo que lee de nuevo el mensaje, detenidamente, como si en busca de algún error gramatical se tratara. Es entonces cuando nota que en el mensaje, entre las líneas finales, Belén dejó escrito su número de móvil, pidiéndole además que le llamara cuando pudiera. Iris siente dentro de sí una alegría inmensa, como de sus años de colegial en amistad con Belén; pero por otro lado, siente una duda espesa y pesada. No se atreve a marcarlo, lo piensa reiteradas veces con aquella alegría mezclada de un extraño nerviosismo. Ángela termina de arreglarse. Como siempre, arreglada para ir a su trabajo luciendo tan ardiente y escultural como una diosa olímpica. Se despiden con un largo y profundo beso. Una mano traviesa de Ángela se posiciona en una nalga de Iris y la acaricia de forma esférica. ¾Cómo me encanta esta nalga¾Le dice a Iris. Sale por la puerta y se va en su coche, dejando a Iris sola en casa. Sola, sólo con su mente inquieta como compañía. Iris se siente en un sofá de la sala de estar. Lo piensa, piensa en llamar a Belén.

Lo medita por minutos. Lo habla en voz alta durante otros minutos más. El sofá no parece ser buen consejero así que se levanta y comienza a dar vueltas por toda la casa, de arriba abajo, de aquí a allá. Por momentos pasa a un lado de la computadora, a la cual observa con entusiasmo de hacer algo, pero a la final no hace nada. Parece un alma en pena deambulando sin fin en el hogar. Un alma perturbada, sin dudas. Recuerda que esta semana está libre. «Semana libre, genial; sin nada que hacer, un fiasco», se dice en mente, «¡Oh! Puedo ir a visitar a mi familia. Hace tiempo que no los veo…», y en cuanto cree que ya consiguió respuesta a su semana, recuerda otra cosa: «Cierto… Le había dicho a Ángela que podría ayudarla con sus trabajos…» De nuevo, no sabe qué hacer. Tomar decisiones nunca ha sido su fuerte. Ahora dedica otra hora de reflexión a este tema. No llega a una decisión concisa al respecto, aunque sí a su indecisión anterior: Llamar o no a Belén. Toma su móvil, a su vez toma aire y valentía. No lo piensa más. Está convencida de hacerlo. Deja su mente en blanco, bloqueada totalmente de pensamientos negativos. No hay nada que pueda pararla. ¿Indecisión? No, esa se fue por la ventana, ella misma la arrojó. Siente una ligera excitación que va aumentando; lo siente, pero sus pezones erectos lo demuestran. Todo fluye rápido como las olas en una tormenta. El teléfono comienza a repicar. Repica una vez, van dos, van tres… Corta la llamada. De golpe se abstiene. El clímax desapareció en un segundo. La valentía que tenía un instante antes, queda deshecha por un miedo absurdo que de pronto siente, y lo mejor de todo: No sabe por qué. Simplemente, su impulso se redujo a cero. No pasaron ni dos minutos cuando su teléfono comienza a sonar, y observa, con los ojos tan abiertos y sorprendidos, que no es nada más ni nada menos que Belén devolviendo la llamada.

No contesta. Ahí deja el teléfono, sonando hasta que se canse, o hasta que se canse Belén. La llamada se corta. Pero regresa unas tres veces más. Belén estaba insistiendo, y lo hacía con ganas. A Iris el sonido de llamada nunca le había parecido tan desesperante como ahora. Se debatía entre sí; no sabía si contestar o seguir dejándolo sonar. Por una parte quería hacer una cosa, y por la otra, la otra, aunque más le podía la segunda alternativa. Al fin Belén deja de llamar. Lo hizo cinco veces. Iris se queda aliviada de que por fin haya terminado. Pero, se siente mal por no haberle contestado, a lo que intenta desviar su mente con actividades del hogar durante el transcurso de la mañana. Se hizo el mediodía. Hasta entonces, había limpiado y ordenado el escritorio de la oficina de la casa, y la oficina en sí. Hizo el almuerzo, y por ultimo descargó un par de películas clásicas. Ángela tiene una lista de películas que aún no han visto, así que ella se puso en eso. Ángela llega del trabajo. Se saludan con un beso y minutos después se encuentran almorzando. ¾El trabajo hoy fue menos aburrido que en otros días¾Cuenta Ángela¾. La señora Da Silva, ya sabes, mi jefa, me pidió hacer el inventario del depósito de la librería… Había muchos libros. También debía clasificarlos por novelas, poemarios, antologías, textos académicos… Mierda, hoy sí que fue un día entretenido.¾Termina con una risita. Iris no dice nada al respecto, salvo un vacío «Oh». Aún le inquietaba lo de la mañana, las llamadas de Belén. Está nerviosa. Su mirada lo grita. ¾Pero está bien. Me gustan los libros. No pude haber encontrado mejor trabajo que éste. Estar rodeada de libros es…¾Suelta un suspiro¾ Magnífico. ¾Si… Ángela ve algo diferente en Iris. ¾¿Te pasa algo, Iris?

Ella no contesta, sólo come de su plato de manera rápida, cosa que le parece extraño a Ángela ya que Iris siempre dice que lo adecuado es comer a un ritmo calmado para tener una buena digestión. ¾Iris, mírame. ¿Pasa algo? ¾¿Qué? ¾Que si te pasa algo, Iris. Estás rara. Desde que llegué no me miras, ni cuando hablo, no me respondes con alegría como sueles hacerlo, ¿Y qué pasó con lo de comer despacio? Dime qué te pasa y podremos ver cómo lo arreglamos. ¾No sé de qué hablas, Ángela. Estoy bien. ¿Ya? ¾Bien, Iris, esa fue la respuesta menos convincente que pudiste haber dicho. ¿Qué tienes? ¾Nada, nada.¾Se levanta de su asiento y se dirige a la cocina. Toma un vaso de agua. Está temblando como un perrito mojado. Camina de un lado al otro de la cocina. «¿Qué le puedo decir? No puedo decirle lo de Belén. ¿Pero y si no pasa nada? ¿Y si al contárselo ella reacciona de buena manera? Quizás debería arriesgarme… O mejor no…». Bebe más y más agua. Ángela entra a la cocina. ¾Iris, puedes contarme lo que sea. Y si es algo que te incomoda, con más razón aún. Lo sabes.¾Ángela le lanza una carita comprensiva. Irresistible ignorarla, irresistible negársele a su petición con ese rostro. Iris no dice nada. Sólo sonríe y regresa a la mesa. Ángela va detrás de ella. Ambas se sientan. No se dicen nada. En eso al móvil de Iris entra una

llamada. Se muestra un número desconocido en pantalla. Rápidamente Iris lo toma y lo esconde entre sus piernas. Fue rápida como un rayo, que hasta dejó sorprendida a Ángela, pero no lo fue suficiente, pues Ángela se percató de la llamada entrante. ¾¿Por qué no contestas? ¿Para qué lo escondes? Puedes atender. Iris está totalmente nerviosa. Su corazón palpita rápido. Se miran fijamente a los ojos por un instante. Y en otro, sale corriendo y con el teléfono en mano se encierra en el baño. ¾¡MIERDA! ¡¿QUÉ?!¾Reacciona Ángela y se va detrás de Iris¾ Ábreme la puerta, por favor. ¾No quiero. El teléfono sigue sonando. «¿Será que sí le abro la puerta? ¿Contesto la llamada de una vez? ¿Le abro la puerta y contesto la llamada delante de ella? ¡¿Qué hago?! ¡Dios!». ¾Iris… Ábreme la puerta, por favor¾Añade Ángela con un tono de voz audible y hablando de forma pausada, calmada¾. Ya leí el correo, y sé porqué estás así. Capítulo 5 Iris queda estupefacta. Completamente desconcertada. Pues ella recuerda que borró el correo de Belén luego de haberse armado de valor y marcado su número. «¿Pero cómo pudo Ángela saber algo de Belén? ¿Será posible que ellas se conocen desde hace tiempo?». Su piel se pone blanca de nervios. Teorías conspirativas aterrizan en su cabeza y ésta le da vueltas sobre su cuello, viendo a todos lados en busca de la iluminación que le diga de una vez por todas qué debe hacer ante la situación en la que se encuentra.

Pasa un rato. Unos treinta minutos. Iris aún permanece encerrada en el baño, y Ángela aún permanece junto a la puerta desde el otro lado, pero ahora sentada en la fría cerámica del suelo. Sus curvilíneos pies descalzos descansan en esa frialdad. Se siente algo cansada y sólo mira al techo deseando que Iris abra la puerta de una vez. Sus uñas, tanto de las manos como de los pies, las tiene pintadas de negro. Cualquiera podría apostar a que esa cerámica allí donde está, está feliz de tener en su rostro a las nalgas y pies de Ángela. ¾Iris, ¿Ya puedes abrir la puerta?¾Le dice, con cansancio. No recibe respuesta alguna. ¾En serio, ya sé lo que pasa. No sé porqué el correo te puso así como estás… No me molesta nada en absoluto. ¿Crees que me molesta? ¿Es enserio, Iris? Iris levanta su oído. «¿Escuché bien? ¿Dijo que no le molesta?», le cuesta creer aquello. ¾¿No te molesta?¾Pregunta Iris con cautela. ¾No, claro que no. Me sorprende que pienses eso. Debo decir que me decepciona un poco que pienses que sí… No creo que anteriormente te haya dado razones para que me ocultes cosas. Siempre me he mostrado, o eso creo yo, de manera abierta ante las situaciones. Y más aún con la del correo. Iris analiza sus palabras. Ella tiene razón, siempre se ha mostrado comprensiva. Iris se siente culpable de tener que haber escuchado a Ángela decir eso. Ella tiene razón; Iris sabe que Ángela tiene razón. Y más aún, acepta que se está comportando de una forma totalmente absurda. Sin embargo, se sigue mostrando reacia a salir del baño. ¾Entonces… ¿Puedes abrir ya la puerta? La cerámica donde Ángela está sentada, hace rato que dejó de estar fría.

Iris no dice nada. Desde el lado de Ángela sólo se escuchan inhalaciones rápidas por la nariz en muestra de lloriqueos. Se escucha a Iris comenzar a llorar un poco. No tiene la menstruación; es que así es ella. Ángela comienza a pensar qué decirle para que se tranquilice. Sus ojos brincan de un punto a otro, pensando qué. Y lo consigue. ¾¿Recuerdas cuando nos conocimos hace casi un año?¾Empieza Ángela¾ Entré al hospital corriendo, preocupada, con mi pequeño sobrino en brazos, todo morado, todo frío. Se estaba quedando sin aire, y yo me estaba quedando sin esperanzas. Iris detiene su llanto. ¾Y allí te vi. Y tú me viste. Estabas sentada junto con tu kit de enfermería. Estabas quieta, como una muñequita. Apenas grité que necesitaba ayuda urgentemente y viste al bebé en mis brazos, completamente morado, te levantaste disparada de la silla y me lo quitaste, e inmediatamente me miraste a los ojos y, como si un ángel lo hubiera dicho, me dijiste tranquila y cariñosamente: “Tranquila, todo estará bien”. Iris se seca las lágrimas, recuerda todo aquello. Lo recuerda bien, el recuerdo está intacto en su memoria. ¾Hiciste lo que debías¾continúa Ángela¾. No sé qué fue todo eso que hacías pero nos ayudaste; lo estabilizaste en poco tiempo. Fue ahí cuando en verdad te vi como un ángel. Un ángel que estuvo ahí para él y para mí. Te di las gracias, intercambiamos un par de palabras y eso fue todo. Aún te veo como un ángel, y creo que él también te debe ver como un ángel como para pedirte eso. A Iris le empieza a nacer una gran sonrisa. ¾No fue la mejor forma de conocernos¾agrega Iris¾ pero, aunque fue

escalofriante, también fue especial. ¾Sí. Sí que lo fue.¾Ángela sonríe también. ¾Luego al día siguiente volviste a ir al hospital pero no fue por ninguna emergencia, sino para llevarme un chocolate como agradecimiento. ¾Sí iba por una emergencia. ¾¿Sí? ¿Cuál?¾Responde Iris con asombro. ¾De verte de nuevo. Ángela no puede verla pero Iris se sonroja desde el otro lado de la puerta, y aquella sonrisa creció aún más. ¾Luego comenzamos a hablar, y hablar… Nos intercambiamos los números telefónicos y… aquí estamos¾añade Iris. ¾Sí. Aquí estamos. Iris quita el pestillo de la puerta. Ángela se levanta rápidamente. La puerta se abre con lentitud y detrás de ella aparece Iris de pie. Se miran. Se abrazan. Sus senos se juntan, sus cabellos las envuelven. Regresan a la mesa. Ángela sirve dos tazas de café y le pasa una Iris. Ambas toman el primer trago. Un silencio impera por un instante. Luego desaparece: ¾Dime, ¿Qué leíste?¾Dice Iris. ¾Lo de tu familia. ¿Qué más iba a ser? ¿Cómo puedes pensar que eso me molestaría? Es muy triste y lo comprendo a la perfección. De verdad te necesitan.¾Da un trago a su café. Iris queda perpleja. Intenta no expresarlo en su rostro. ¾Entiendo¾Responde y le regala una sonrisa.

Sólo acerca la taza a su boca y bebe su café. Bebe y bebe y bebe. Completamente anonadada, intenta entender qué acaba de decir, qué acaba de pasar. «¿Qué coño acaba de pasar?». Cuatro segundos tragando café tibio. «¿Correo de mi familia? ¿De qué habla? ¿Triste qué cosa? No vi ningún correo de ningún familiar… Fingiré que sé de qué habla.». ¾Bien, entiendo. Me alegra que no te moleste. Fui muy estúpida… No sé por qué pensé que te molestaría…¾Cada una de esas palabras, cada una, falsa. ¾No te preocupes, Iris. Ya pasó. Lo que me gustaría es que ahora me des más confianza, ¿Sí? ¾Eso haré. Te lo mereces.¾Se inclina, y con una sonrisa, le da un beso a Ángela en sus labios. Terminan su café. ¾Oye, ¿Qué te parece si vemos una película?¾Le pregunta Ángela¾ Así nos olvidamos de todo esto. ¾Bien, está bien. Quiero ver aquella en la que se desarrolla en un futuro distópico bajo un régimen tipo El Nuevo Orden Mundial y eso. Me parece bastante interesante. Ve a la habitación; yo la busco y la llevo en unos minutos. ¾Está bien, perfecto¾Le responde Ángela¾. Quiero ver la peli pero estaré sin ropa interior. Si pasa algo más… Bueno, se detiene la peli.¾Se acerca a Iris, la besa, le aprieta un seno, se sonríen, luego el otro seno y se va a la habitación. Iris se sienta frente a la computadora. Comienza a buscar la película pero también abre su correo en busca de aquel supuesto mensaje de su familia. Ella no recuerda haber visto ningún mensaje así. Al cabo de unos segundos la página carga. Revisa bien y, en efecto, ahí está el correo. Le parece extraño, pues no lo había visto antes; atribuye a que quizás se debía a la emoción que

sintió por el de Belén. Lo abre. El correo es de una de sus tías. La tía Sofía. El correo dice lo siguiente: ¿Cómo estás, Iris? Espero que te encuentres con buena salud y que te esté yendo muy bien. ¿Cómo has estado? Yo, bien, si me lo preguntas; pero tu tío no tanto… ¿Recuerdas la enfermedad que le diagnosticaron hacen años? Bueno… Parece que ya se lo está llevando… Todos estamos mal por él. Verlo en agonía no es fácil… Se nos quiebra el alma cada vez, pero uno debe ser fuerte por él. Oh… por él… Mira, el motivo de este mensaje es, más allá de informarte sobre su estado de salud, porque tu tío tiene un último deseo, y es que vengas y estés con él en sus últimos días... Como eres enfermera y su sobrina preferida, él dice que no habría nada mejor que tenerte a su lado… En nombre de toda la familia te pedimos que vengas y estés con nosotros, con él. Hasta luego, hija. Esperamos tu respuesta. Te mandamos abrazos y saludos. Iris queda pasmada. Desconcertada. Perpleja. No tiene reacción alguna para lo que acaba de leer. Su tío, su tío querido de tanto tiempo… está muriendo, y toda su demás familia sufriendo también. No le salen palabras con las que responder el mensaje. Necesita un tiempo para tragar tan tremenda noticia. Pero no tanto como para hacer parecer que no le importó el correo, así que piensa que debe responder esta misma noche. Llega a la habitación con la película. La pone a reproducir. Se acuesta en la cama junto con Ángela y la miran, al tiempo que se acarician. Al cabo de dos horas la película termina. ¾No puedo con esta película.

¾Eso lo dijiste durante toda la peli. Supéralo, mujer¾Le responde Ángela con risas al final. ¾Es que no puedo. ¡Imposible! ¾Bueno, bueno, si me pongo a pensarlo es descabellado pero, puede pasar en verdad. Es algo loco, pero tiene su lógica. ¾Sí, a eso me refiero. Todo cuadra, todo encaja. ¾Oye, ¿sabes qué más encaja?¾Le pregunta Ángela. ¾¿Qué? ¾Esto.¾Le mete un dedo ensalivado en la vagina, burlando su panty. A Iris se le escapa un gemido de placer. ¾¿Eso es todo lo que ese dedo entra?¾Le reta. ¾Vamos a ver hasta dónde.¾Lo introduce más hasta tocar el extremo donde se une con la mano. Iris grita, cuestión que Ángela aprovecha para introducirle otro dedo en su boca y con eso callarla. Ambas se excitan. De pronto sienten la habitación caliente. Se quitan las ropas. Iris se lanza encima de Ángela. Se besan frenéticamente. Sus cabellos se revuelven en manos de la otra. Luego practican el sesenta y nueve y sus coños no pueden saberles mejor que nada. Terminaron con un beso negro de Ángela a Iris. Se quedan recostadas en la cama, abrazadas como tiernos ángeles. Ángela rompe el silencio: ¾Sé que sabes que no me gustan esas cosas… lo relacionado con la muerte.

Pero también sabes, y te lo reitero, que te apoyo si quieres ir con tu familia. Te apoyo en todo, o al menos eso intento. ¾Lo sé. Y lo aprecio bastante. Ángela abraza más a Iris, le da un beso en su frente. ¾Te quiero.¾Le da otro beso, esta vez en su mejilla¾. Te quiero mucho. Iris no dice nada. Esta vez Ángela no hace mucho caso. Iris está pensativa pues siente que se salvó de algo. Sí, se salvó sin dudas. «Casi me descubre», piensa, «Ese correo de mi tía… De verdad no lo había visto, y mucho menos leído. Bueno, el haber llorado en el baño no estuvo mal después de todo. Mi familia… Están mal allá. Debo estar con ellos. Me necesitan. Mi tío me necesita. Todos ellos siempre han sido tan buenos conmigo. No hay mucho que pensar al respecto». ¾Oye, Ángela, si no te importa, necesito un momento a solas para pensar el asunto de mi familia. ¾Por supuesto que sí. Te daré todo el tiempo que necesites. Se hizo más de noche. Durmieron. Ángela tuvo un sueño extraño: Estaba ella sola en una habitación junto con un chico. Éste portaba un rostro afligido. Abatido. Ella le preguntaba qué le ocurría, más éste no respondía y se limitaba a voltear. Luego desapareció y en su lugar dejó un lápiz. Un lápiz y nada más. Iris, por el contrario, no soñó nada más que un recuerdo de su infancia en casa de ese tío que ahora muere. Estaba ella en la finca de esos tíos, corriendo sobre un césped brillante y bajo un cielo azulado con acentuadas pinceladas de nubes.

Luego llegaba ese tío querido y la llevaba o conocer a los animales que tenían: cerdos, caballos, gallinas y perros. Una niña muy feliz era ella. La noche terminó. Amanece, y el sol apenas aparece. Ángela se va devuelta a su trabajo. Iris toma un jugo de naranja mientras piensa bien el asunto. Al final, sí, decide que lo mejor será ir a acompañar a su tío en sus últimos momentos. Además de que le servirá para distraerse de Belén y Ángela. El trabajo de Ángela es idóneo para ella, una amante de libros, tanto como de mujeres. Para ella su trabajo es el mejor: Estar rodeada de libros. Ella trabaja en una librería en el centro de la ciudad. Básicamente su trabajo consiste en atender a los clientes que entran, facturar las compras y en cualquier orden que su jefa, la señora Da Silva, le indique; como hacer inventario, organizar los libros en los estantes exhibicionistas de la tienda, ordenarlos por género, entre otras cosas que se presenten. Su trabajo nada tiene que ver con su carrera de Derecho, pero le encanta tanto como su carrera. Ángela es una mujer bastante amable con Iris, y con las personas en general. Es educada. Además, es lo más comprensiva que puede. Y bastante que puede sin problema; es un aspecto positivo en ella. Por otro lado, tanto que tiene de educada, lo tiene de mente abierta para el sexo. Le gusta practicar cosas distintas, y por lo general suele leer temas relacionados a las parafilias, posiciones sexuales, técnicas de seducción, ETS, y un abanico extenso de contenido sexual. Cae la noche. Se ven en la cena. Hablan al respecto y están de acuerdo en que ella se vaya mañana mismo con su familia a casa de su tío. Terminan de comer. ¾Oye, Ángela, ¿Quieres jugar con frutas? ¾Lo amo. Se van a la recámara. Entran en la cama. Iris inicia. Ángela se tumba boca

arriba, con las piernas abiertas. Iris lubrica con su saliva un gran y grueso pepino para luego clavarlo en la hendidura de la otra, lentamente, con suavidad. Ángela gime, solloza. Sus piernas se flexionan y se estiran. Se aprieta los senos, Iris también. Luego vino el turno para una banana cubierta con un condón. Iris se la mete a su amiga por el ano, este se dilata con facilidad. Ella contrae el orificio buscando cortar el cambur. Casi lo logra. Aunque es algo asqueroso de imaginar, a ella le excita bastante intentarlo, mientras que a Iris le excita bastante verlo al tiempo que se masturba. Iris practicaba mucho aquello con Belén. A pesar de que pasaron muy pocos días juntas desde que ambas de declararon la una a la otra. A Belén también le gustaba mucho el uso de frutas. Iris siempre fue más reacia al dejarse penetrar por ellas, sin embargo, le gustaba penetrarlas con esos alimentos. ¿Dónde está la excitación? Donde sea que la encuentres, pero puedes encontrarla acompañada de perversión. Capítulo 6 Se hizo el día siguiente. Va amaneciendo; iniciando el alba. La delicada luz comienza a filtrarse por las ventanas, con sus cristales empañados por el frío nocturno. Iris emprenderá su viaje. Se levanta de la cama con un sueño sobrehumano para alistarse. Ángela también se levanta para ayudarla. Lo primero que hacen es ducharse juntas. Salen del baño poco más de treinta minutos después. Se visten a medias. Ángela hace el desayuno mientras Iris comienza a ver qué ropa empacar. Desayunan rápido sus panes tostados con mantequilla y una gran taza de café. Luego, Ángela le busca una maleta a Iris en el clóset de la habitación. Es una de sus maletas. Es grande, ancha y larga como ninguna. Es algo vieja pero sigue estando en perfecto estado; inclusive su color rojo aún no se ha desgastado al pasar tiempo guardada en el armario. También desempolvó un par más, éstas, menos grandes. Las dejó abiertas en la cama.

Tres maletas descansan allí, esperando a ser llenadas. Sin pensarlo, Ángela ayuda a Iris en la elección de ropa y a su vez, es ella misma quien dobla las elecciones y las guarda en las maletas. Técnicamente Iris sólo dice: “Esta sí” o “Esta no”. En un momento Ángela toma un vibrador y lo mete en una de las maletas. ¾¿De verdad crees que lo voy a usar sabiendo porqué motivo voy a casa de mi tío?¾Le pregunta Iris, frunciendo el entrecejo. ¾Creo que el deseo sexual es impredecible¾Le responde con aires de certeza, terminada en una sonrisa pícara. Al pasar una hora habían terminado la tarea del equipaje. Ángela vuelve a entrar a la cocina para prepararle a Iris más café y comida para el viaje. Transcurre una hora más. Se hacen las ocho y media de la mañana y salen de casa en el coche de Ángela rumbo al terminal de pasajeros. Es un trayecto de unos quince minutos. ¾Nada como estos coches¾dice Ángela mientras va al volante comiéndose la carretera¾. Son fuertes como una roca. ¾Nada como éste coche ¾le responde Iris¾. Nada como tu coche. Tengo un par de conocidos que tienen este mismo modelo y no les ha ido del todo bien… Siempre se quejan de que algo no funciona o que el coche no corre, etcétera. ¾Bueno, el mío entonces. Debo decir que este cochees todo un guerrero. Son pocas las veces en que me ha fallado.¾Da unas palmaditas al tablero del coche, luego ajusta sus manos en el volante con regocijo¾. Sí, ha sido fiel. Muy fiel. ¾¿Más que las personas?

¾Sí, más que las personas. Se ríen un poco. Sin embargo algo inquieta a Iris, como una espina clavada. Un pensamiento le retumba en mente. Se siente un poco mal. ¾Oye, Ángela…¾Le dice con intriga y una cara enmudecida. ¾¿Qué? Dime. ¾Estoy muy agradecida por toda tu ayuda. En verdad que sí. Y no quiero sonar como una mala persona pero, te recuerdo que no somos novias y… no tenías porqué haberte tomado tantas molestias. «No somos novias» resuena en la mente de Ángela; no obstante no deja que le afecte, lo toma con total calma. ¾Lo sé. No te preocupes por ello. Tengo muy claro que solo somos amigas. ¾¿En serio?¾Responde, con verdadero asombro y una ligera melancolía. ¾Sí, en serio.¾Voltea para verla a los ojos¾. No te estreses. Mira, yo igual estoy por terminar mi carrera, y parece, es bastante probable, que me tocará irme por un largo tiempo a hacer pasantías en otro estado del país. Iris no puede creérselo. La noticia le cayó como un balde de agua fría. Está perpleja. En absoluto no esperaba una noticia de esa envergadura. ¾¿Qué? ¿Cuándo pensabas decírmelo? ¾Cuando regresaras del viaje. ¾Increíble.¾Cruza sus brazos¾. Simplemente increíble.¾Iris adopta una actitud egoísta. Anteriormente han hablado en que debe mejor ese aspecto de sí, pero, por lo visto, aún anda en eso. ¾Oye, no creí que te pondrías así… ¾Yo no creí que me dejarías¾Le ataja Iris instantáneamente.

¾No, no, yo no he dicho que te dejaría. No empieces a cambiar las palabras e inventar cosas. ¾Ah, entonces yo invento cosas. ¿Siempre invento, no? ¾No quise decir eso… ¾Pero lo dijiste. ¾Bueno, Iris, mira. Suponiendo que sí tendría que irme de la ciudad, aún podríamos mantenernos en contacto por Internet. Existen los videollamada… Sólo digo. ¾¿Por cuánto tiempo será?¾Iris ignora completamente lo que Ángela dijo. ¾No lo sé. Eso todavía está en planificación. ¾¿Desde cuándo lo tenías guardadito? ¾No hace mucho. Una semana o dos. ¾Estando en una relación, si pasa más de tres días es mucho tiempo.¾Mantiene sus brazos cruzados. ¾¿Sí? ¿Y en qué clase de relación estamos? Dijiste que sólo somos amigas. Hasta donde sé, las amigas no tienen porqué contarse las cosas obligatoriamente al instante. Iris permanece muda. No tiene qué responder. Sabe que Ángela tiene razón, dio en el clavo, sin dudas. ¿Cómo respondía a eso? Sólo con una frase: ¾Dejémoslo así. Tienes razón. ¾No importa si tengo o no razón. Lo que importa es que te relajes, Iris. No pasa nada. Seguimos estando juntas, siendo amigas o lo que sea que seamos, estamos juntas, ¿Vale?

¾Bien.¾Se sonríen mutuamente. Iris intenta relajarse como se le aconsejó, y lo consigue. Acepta que tomó una aptitud inmadura y egoísta. Que su postura fue injusta. Canaliza sus emociones y sólo se queda con la alegría de volver a ver sus familiares… a pesar de la triste razón de su reencuentro con ellos. Van llegando al terminal de pasajeros. ¾Ey, Iris¾recuerda Ángela¾, en la maleta pequeña te dejé el pendrive. Tiene varios discos nuevos de reggae para, si te apetece, escuches durante el viaje. ¾Oh. ¿De mi grupo favorito? ¾Sí. Esos. Me habías dicho que te faltaban varios discos de ellos, así que me tomé la libertad de descargarlos anoche. Tenía problemas para dormir, jaja. ¾Gracias, Ángela. Gracias.¾Le regala un beso en la mejilla. ¾También conseguí instrumentales y varias piezas de sonido blanco y el disco de Slam del rapero español que te gusta. ¾¡Genial! Iris ama la música tranquilizadora, la música relajante. Esa que te invita a viajar con sólo cerrar los ojos y escucharlas. Se estacionan. Se bajan del coche con todo y maletas. Entran al recinto. Caminan hasta una taquilla. ¾Buenos días¾saluda Ángela a la joven chica al otro lado de la ventanilla. Lindos senos bajo su camisa de trabajo¾. Un boleto de bus para Farmic Norte, por favor. La chica revisa disponibilidad en la computadora. Por suerte no muchas personas van para esa ciudad. ¾El bus sale en diez minutos, señorita¾le advierte la chica mientras le pasa el

boleto¾. Que tenga buen viaje.¾Le obsequia una sonrisa y Ángela e Iris se la devuelven. ¾Gracias. Caminan hasta el sitio donde aguardan los buses. Se detienen. ¾Bueno¾empieza Ángela¾. Hasta aquí voy yo. Que tengas un buen viaje. Me llamas cuando hayas llegado. ¾Gracias por todo, Ángela. En serio no sé cómo agradecértelo. Y sí, está bien; te llamaré.¾Se sonríen. Se abrazan por unos largos segundos y finalizan con un rápido beso en los labios. ¾Hasta pronto. ¾Hasta pronto. Iris camina hacia su bus, alejándose con cada paso que da, distanciándose de Ángela, quien, con un rostro ya marcado por la nostalgia, la observa marcharse. Iris emprende su viaje. Son unas tres horas de distancia, por lo que tiene mucho tiempo para pensar. Y para recordar. Llevan treinta minutos recorridos. Iris va sentada en los asientos del lado derecho, en la cuarta fila, junto a la ventana. Su cabeza reposa en ésta. Desde su puesto se puede ver al conductor en su oficio. Un hombre robusto, bien vestido por su uniforme¾exigido por la línea de transporte¾. Sus ojos parecen pesarle. Lo mismo puede decirse de sus hombros. ¿Qué problemas enfrentará ese hombre? Además del irremediable cáncer de próstata que está desarrollando por pasar tanto tiempo al día al volante. Iris lo observa y se pregunta exactamente eso mismo. Ella es alguien que se preocupa por los demás. No es sólo porque su carrera sea de Enfermería; sino porque sencillamente ella es así. Es una persona sensible al mundo que la

rodea. Su rostro suele expresar cuidado y ternura a quien lo necesita. Le gusta ayudar si está en sus manos. No obstante, eso no implica que sea de carácter débil. Al contrario. Es algo terca y, aunque le gusta ayudar, le cuesta aceptar ayuda. Una vez, cuando tenía unos doce años, vivía con su hermanito y sus padres en una casa justo en la ciudad a donde se dirige ahora. Su hermanito jugaba en una habitación con algunos de sus juguetes. Ella, hacía su tarea en su habitación. Recuerda que oyó un fuerte grito procedente de su hermano, a lo que salió rápidamente como una flecha en ayuda de su hermano. Lo que sus ojos encuentran es¾y al día de hoy no sabe cómo ocurrió¾ a su hermanito llorando debajo de una pequeña estantería, sin embargo, poco más grande que él. Inmediatamente como pudo levantó la estantería, pesada para sus brazos de niña de doce años, del cuerpo de su hermano. A pesar de la escalofriante sorpresa reaccionó en revisar a su hermano en busca de algún moretón o peor, alguna fractura. Afortunadamente lo ocurrido no dejó más que un par de moretones y algún que otro dolor que duraron días en sanar y cesar, respectivamente. Cada vez que lo recuerda, por algún motivo, siente un orgullo nacer, pues piensa que, a diferencia de haber quedado paralítica en un estado de asombro y terror, reaccionó instantáneamente en socorrerlo y posteriormente buscar heridas. Ella piensa que, sin dudas, está en sus venas el ayudar, el no quedarse inamovible. Aún hasta el verano de hoy, es un rasgo que ha permanecido intacto en ella. Comienza a nublarse el cielo. Nubes obscurecidas y grandes empiezan a hacerse notar, llegando acompañadas de casi inaudibles truenos, como si a la lejanía hiciesen estruendo. Iris comienza a sentir sueño mientras observa hacia afuera por la ventana. Edificio tras edificio parecen querer lanzársele encima al bus.

Otro recuerdo le viene a la mente. De su infancia, también. Ocurrió en la casa a la que va en camino. Finca, mejor dicho. Era un día nublado y cuya brisa era fría; ésta hacía bailar a las ramas de los árboles e incluso al corto césped de la tierra. Iris, con ocho años de vida, se encontraba paseando los alrededores de la finca en compañía de unos cinco primos más de casi la misma edad que ella. Jugaban en un árbol. Estaban fuera del alcance de visibilidad de los adultos. «¿Quién puede escalar más alto?» era la idea del juego. Todos lo intentaron; los cinco niños primos de Iris. Tres no pudieron subir ni un pie, a excepción del primero para tomar impulso… Los otros dos sí, e incluso llegaron a la primera rama. Pero fue Iris quien, en su primer intento, logró subir más que todos los demás. Había rebasado la primera rama. Seguía subiendo y subiendo. Estaba emocionada. Sus primos, alegrados, no podrían creer lo que veían. Dos de ellos estaban asustados. Siempre hay alguien asustado. Le gritaron que bajase antes de que se cayera. Quizás ellos trajeron el mal augurio. Una rama en la que Iris se apoyó crujió. Crujió. Como si se hubiese molestado o sentido dolor. Las alarmas de los niños se encendieron. Ahora eran todos quienes gritaban que se bajase. Y vaya que Iris se bajó. Al intentar retroceder sobre sus pasos, otra rama que pisó crujió también pero ésta no fue sólo ruido; se rompió e Iris cayó al suelo como una pequeña ave de su nido. En tierra, sus primos se acercaron a ella rodeándola y bombardeándola de preguntas como: «¿Por qué te caíste?», «¿Te duele algo?», «¿Le dirás a tu mamá?», entre muchas otras. Iris se golpeó las manos al impactar, y sus palmas quedaron raspadas, por lo que sentía un dolor arderle y sangre le brotaba de ellas. No aceptó de ninguna forma que sus primos fueran a buscar a su mamá u otro adulto. Tampoco permitió que hablaran al respecto, y menos quiso que le ayudaran siquiera a levantarse. Fueron a un río cercano al lugar y allí lavó sus

manos e intentó limpiar un poco su ropa. Si alguien adulto preguntaba, diría la verdad: que se cayó, pero corriendo, no de ningún viejo árbol que se veía fascinante para jugar al aire libre. Transcurrió otra media hora más de viaje. La lluvia comenzó. Gotas golpean la ventana de Iris, sonando débilmente su tic, tic, tic al impactar con el cristal. Salieron de la ciudad. Ahora el paisaje a ambos lados del bus está compuesto por pura naturaleza. Árboles y árboles adornando la vista. Si miras fijamente, hasta asusta pensar qué puede acechar en el fondo de aquellos bosques. Iris prefiere no mirar fijamente. Recibe un mensaje en su móvil. Es de Ángela: ¿Cómo va el viaje? Iris le responde que ha marchado bien, sin contratiempos. Ángela está en línea, por lo que ve el mensaje al instante. Conversan un rato. Iris le comenta que comenzó a llover, Ángela le responde que allá igual. Al cabo de otro rato, Ángela inicia: Le manda una foto erótica de sus senos debajo del sostén y, con una carita triste añade: Ellas te están esperando y tú no estás aquí… Iris empieza a sentirse caliente, a lo que le responde: «No estoy ahí, pero puedo hacerte sentir como si lo estuviera». Ángela le envía otra foto, esta vez sin el sostén y acercando uno de ellos a su boca y ésta, con los labios en una seductora mueca de beso. Sus pezones se aprecian totalmente erectos y duros. Iris se humedece pero intenta controlarse al estar en un sitio público. Aún así, le pide más fotos a Ángela. Ella le envía otra, de sus piernas al desnudo y flexionadas. Luego otra, mucho más caliente, sobre su vagina, y por si fuera poco, le envía otra de su vagina pero con dos dedos adentro. La cosa se mantiene ardiente durante varios minutos. Ángela está prendida como una antorcha y comienza a masturbarse y enviarle audios a Iris sobre sus gemidos y respiraciones.

Iris, por su lado, se masturba ligeramente al oírlas, sin hacer movimientos bruscos para no llamar la atención de curiosos. El clímax está cerca. Empañó el cristal de las ventanas a causa de su aliento. Sus dedos de la mano izquierda están empapados de su fluido vaginal. Su respiración se hace cada vez más imposible de controlar, por lo que mantiene su boca cerrada. Está a punto de bajar de la cúspide, en eso recibe un mensaje. No es de Ángela sino de Belén diciendo lo siguiente: Hola, ¿Adónde vas? Capítulo 7 Alcanza el orgasmo y se termina todo. Ahora se concentra en el mensaje de Belén. Decide no responderle. «Tantos meses sin ti. Todo ese tiempo en que desapareciste sin avisar. Sufrí mucho. Todas esas noches durmiendo con los ojos llorosos. Lo peor fue eso, que no dijiste nada, sólo desapareciste como si no me importara… como si a ti no te importara… La pasé fatal todo ese tiempo, hasta que Ángela entró en mi vida. ¿Y ahora quieres regresar? ¿Por qué mierda ahora tratas de reaparecer en mi vida? Ahora eres tú quien puede esperar», piensa Iris. Intenta calmarse y no dejar que eso le afecte el viaje. Observando por la ventana mojada al clima lluvioso, siente movimiento a su lado; es una mujer que se sienta junto a ella. Una mujer un poco mayor a ella, a lo sumo, de unos diez años más que Iris. Cabello castaño con tintes rubios, pero se nota que es natural. Tiene buena figura y un rostro amable y muy lindo. Iris nota ambas cosas pero prefiere quedarse con el rostro; en sus gustos, un rostro es más sensual que un cuerpo. ¾Disculpa¾le dice la mujer¾, espero no molestarte. Estaba sentada allá atrás y quise sentarme aquí pues allá huele algo feo ¿sabes?

¾Oh, no, no hay problema¾le responde¾. Tranquila.¾Iris se voltea sobre su hombro y observa un bebé con pañales, por lo que de manera carismática le comenta a la señora¾: Quizás ese bebé ya tiene el pañal cargado. ¾Oh, puede ser, sin dudas.¾Sueltan pequeñas sonrisas. ¾Y cuénteme, ¿Usted vive en Farmic Norte?¾Pregunta Iris. ¾Oh, no, no. Voy de visita. Visita familiar. ¿Y tú? ¾Yo igual. Sí, yo igual.¾«Visita familiar», piensa Iris con aires de entusiasmo pero a su vez con más de desánimos. ¾¿Pero nunca viviste allá?¾Interroga la señora. ¾Sí, de hecho sí. Verá, pasé toda mi infancia y adolescencia allá. Crecí allá, quiero decir, pero por motivos de estudios universitarios tuve que venirme a esta ciudad, bueno… de la que partimos hace como una hora.¾Sonríe con algo de vergüenza: no le gusta sentir que da vueltas al hablar. ¾Oh, qué genial. Entiendo, entiendo. Cuando en mi momento, yo tuve que hacer lo mismo. Recuerdo mis primeras semanas viviendo fuera de mi casa. Me sentía extraña, y sobre todo, mal. Es como un sentimiento de añoranza que le da a uno. Pero uno termina adaptándose. ¾¡Sí! ¡Es así! Mis semanas fueron iguales: Sólo pensaba en mi familia y en lo relativamente lejos que estábamos. De verdad que las primeras semanas son las peores; son fuertes sólo por ese hecho. Ya luego, sí, uno se adapta. ¾Sí.¾Asiente la mujer¾. Y así es con todo en esta vida. Verás, uno siempre se adapta a los cambios, a las circunstancias, a un nuevo entorno. Es parte de nuestro instinto de supervivencia. Uno no avanzaría de ser por ello. ¾Sí, creo que tiene razón¾responde Iris, dudando¾. Eso me recuerda a los animales. Ellos deben adaptarse a sus entornos para subsistir. ¾¿Y acaso no lo somos?

¾¿Qué cosa? ¾Animales. ¿Acaso no lo somos? ¾No lo sé… No lo he pensado. Aunque no me parece adecuado compararnos con ellos. ¿No es raro compararnos con los animales? ¾Míralo de esta forma: ¿Qué nos diferencia a nosotros de los animales? Iris en verdad lo piensa. Le parece una idea bastante peculiar el pensar que el humano puede compararse con los animales. ¾Que nosotros no nos comemos entre nosotros. ¾¿Segura?¾Le pregunta la mujer, inclinándose sólo un poco sobre Iris¾ En Corea del Norte se han registrado datos de canibalismo. Sabes que allá están bajo un régimen dictatorial desde hace un buen par de años, y que dicho régimen tiene al país en serios, muy serios problemas económicos y por consiguiente, en obtener comida. Iris queda viendo lejos. Ciertamente sorprendida. Sus ojos bajan a sus pies. No tenía ni la más remota idea de eso. ¾Ya no estoy tan segura, entonces… ¾Por otro lado en las cárceles de algunos países también se han evidenciado casos de canibalismo. ¾Vaya…¾Iris está sin palabras. ¾Oye, no te pongas a darle vueltas a eso; no quiero que te agobies por esa cuestión. Hablábamos de otra cosa, ¿sí?¾Pone una mano en el hombro de Iris. ¾Bien. Está bien. ¾Bien¾continúa la mujer¾ ¿Quieres hacer otro intento? ¾No, dime de una vez, ¿En qué nos diferenciamos los humanos y los animales?

¾Sencillo. Lo único que nos diferencia es la capacidad de pensar. Claro, hablamos de una capacidad que va más allá: Tenemos la capacidad de pensar sobre nosotros mismos y cuestionarnos nuestro mundo y nuestra realidad. Los animales, de cierta forma también piensan, es lógico, sino no hubiesen desarrollado formas de comunicación entre ellos, por ejemplo, pero es una mente bastante limitada, o eso creemos nosotros y la ciencia hasta ahora; pero podría no ser así. Iris, de nuevo, queda sin palabras. Está asombrada, es una idea que nunca había escuchado, es algo nuevo para ella. ¾Sencillamente eso.¾La mujer esboza una sonrisa cual maestro complacido¾. Otros dicen que lo único que nos diferencia no es el poder pensar, sino que nosotros tenemos sentimientos. Cosa que, como lo anterior, ha sido muy debatido en la ciencia. Sin embargo, yo me inclino un poquito más por la primera teoría, aunque la segunda también es muy curiosa. >>Pero en sí, desde mi punto de vista y por un cierto sector de la ciencia, el humano también es un animal. Si te fijas, hacemos lo mismo que ellos, sólo que nosotros evolucionamos y míranos, aquí está nuestra “evolución”, tantas guerras y matanzas… En fin. ¾Oh. Sinceramente no sabía nada pero nada de eso. Me parece fascinante el tema. Nunca había considerado al humano como un animal más pero, viéndolo así, tiene algo de sentido. Me parece bastante curioso. ¿Tienes alguna carrera?... La mujer se sonríe y se acomoda en el asiento. ¾Sí, lo es. Es algo curioso ese pensar. Sí, soy socióloga y antropóloga, además de los conocimientos que tengo por ambas profesiones, me gusta mucho indagar sobre temas afines. Es sumamente interesante para mí.

¾Buenísimo¾responde Iris con una sonrisa sincera¾. Es genial que te gusta bastante lo que estudiaste, tanto así que sigues investigando por tu cuenta. ¾Sí, sí que lo es. El mejor consejo que podría darte es ese: Estudia lo que más haga florecer tu alma. Si lo haces, te iría bien en lo que decidas; a uno le va bien en la medida que hace lo que le gusta. ¾Muchísimas gracias. Justo hace un año terminé Enfermería. Me gusta lo que hago. ¾Maravilloso. Personas solidarias y adeptas al cuidado humano es una de las que esta sociedad más necesita. Primeramente eso, la solidaridad con el prójimo. ¾Pensamos igual. ¾Me alegra haberte conocido pero, si me disculpas, tomaré una siesta. Aún queda una hora completa de viaje y siento mucho sueño. ¾Adelante, no se preocupe¾responde Iris¾. Para mí también fue un gusto su compañía. Descanse. Palabra cierta. Se vuelve a acomodar en el asiento, pasan unos minutos y ya se encuentra perdida en el sueño al que se refería. Iris, por su parte, también decide desconectarse del mundo. La plática con la mujer le pareció agradable y didáctica. Pero para desconectarse, conecta sus audífonos a su reproductor de música, se coloca éstos y se deja llevar en la calma de su playlist. La primera canción que suena define perfectamente lo que siente en ese instante. Ella lo describe algo así como cuando sientes que esa canción dice todo lo que piensas en ese momento, y tú no puedes más que hundirte en ella y sentirte identificado. Como si el cantante supiera lo que piensas y sientes, y de esa forma hubiera compuesto la canción a tu medida.

La canción es lenta, tranquilizadora, aunque su letra está llena de dudas buscando respuestas; igual que la cabeza de Iris. Y como parece estar hecha a la medida de Iris, las preguntas que el cantante plantea son las mismas que Iris con respecto a Belén. La voz del sujeto inspira calma. A iris le encanta ese tema. Estando o no pensativa como lo está ahora, le encanta. El tema le hace recordar a Ángela. A su amiga Ángela, de ojos brillantes, quien se ha portado como una muy buena amiga con ella. Tantas cosas que han hecho juntas en apenas poco más de un año que llevan de conocerse. Tantas pláticas, tantas madrugadas juntas. Tantas historias personales que se han contado. Tanta alegría que han derramado con la otra. Y tanta ayuda que se han brindado mutuamente. Todo eso pasa por su mente. Reflexiona al respecto. Piensa seriamente que, debería dar el siguiente paso y formalizar su relación con ella. Ya no ser amigas sino ser pareja. No le parece mala idea. Podrían intentarlo, no perderían nada. Y en caso de no funcionar, bueno, sólo de esa forma podrían saber si funcionaría o no. Piensa planteárselo a Ángela al regresar del viaje. Sabe que ella se alegrará inmensamente, y en verdad, a ella misma también le haría bien. El mundo que visualiza a través de su ventana se detiene. Fue el conductor quien detuvo el bus en una estación de servicios para llenar el tanque de gasolina mientras aprovechaba de usar el baño público del lugar. Iris aprovecha para bajar del bus y estirar las piernas, muchas personas más hicieron lo mismo. Se aleja un poco de la gasolinera atendiendo el cartel que prohíbe el uso de móviles y revisa el suyo. Se percata de que tiene varias llamadas perdidas de Ángela. Se sorprende de no haberlo sentido vibrar. Se siente algo culpable por no haberlas visto antes. Aún así, le responde con un mensaje disculpándose y diciéndole que apagará el móvil para poder continuar el viaje relajada. Vuelve a acercarse al autobús. El chofer sale del baño secándose las manos con un pañuelo que sacó de uno de los bolsillos traseros del pantalón. Paga la gasolina al empleado que lo atendió. Se sube al bus, los demás pasajeros que

bajaron hacen lo mismo y minutos después ya están de nuevo desplazándose a lo largo de la carretera. El clima ha mejorado, está menos gris que antes y la lluvia ha cesado casi en su totalidad; ahora sólo caen débiles gotas casi invisibles al ojo. Iris cierra sus ojos e imágenes de su familia y fragmentos aleatorios de recuerdos vienen a su mente. Los recuerda a todos reunidos en una navidad. Era de noche, y siempre celebraban la navidad en su casa. Toda la familia asistía. Todos reían y charlaban. Comían y bebían. Disfrutaban. Los recuerda a todos, todos tan buenos, tan solidarios entre sí. ¿O solo era porque de navidad se trataba? No, no era por eso; era porque así era su familia. Una familia unida. En su cumpleaños número diez recibió muchos regalos, y lo que ella valora aún más hoy en día, y que no fue sólo en ese cumpleaños sino en todos: el recibimiento de muchos abrazos. Sus padres, tías, tíos, e incluso primos. Los abrazos siempre estaban a la orden del día. Recuerda a su tío, al que visitará, el que desafortunadamente se encuentra luchando por su vida. No sabe cómo esperar encontrarlo: ¿Será tirado en su cama con la piel pálida? ¿O aún podría conservar ese optimismo y sentido del humor que tanto lo caracterizaba? Ella espera encontrarlo como siempre lo hacía al llegar a esa casa: Con él trabajando en algo; cortando madera, o barnizando algo, o pintando algo, o arreglando algo, pero todo ello con una gran sonrisa cuando veía que la pequeña Iris había llegado. Recuerda que su tío era alguien sabio, bueno, aún lo es. Le gustaba darle a Iris lecciones de vida usando a la naturaleza en todos sus ejemplos. Uno de ellos era el emblemático árbol: «Algún día serás como aquel árbol», le dijo una vez su tío mientras contemplaban los alrededores de la casa.«Cómo», había respondido Iris, a lo que él añadió:«Grande y fuerte. Pero para ello debes beber agua, mucha agua, y me refiero al agua del conocimiento, y también saber soportar los momentos malos».

Iris aún lo recuerda muy bien. Por otro lado, otra miembro de su familia le viene a la memoria. Se trata de una de sus primas, quien tiene la misma edad que ella, y con quien además, tuvo su primera experiencia lésbica, que a su vez fue su primera experiencia sexual. Desde que uno comienza a tener esos cambios en el cuerpo, y a acelerarse las hormonas, desde entonces a ella siempre le gustó esa prima. Le atraía como imán. Y sí, en su momento, su prima sentía la misma atracción por Iris. Ocurrió una vez en que Iris se quedó a dormir en esa casa. Sus tíos ya estaban dormidos en su lecho, y ellas dos estaban juntas en la habitación de ella, la prima. Conversaban y conversaban de temas varios, temas triviales. A medida que la noche avanzaba los temas iban haciéndose de menos superficiales a más íntimos, hasta que llegaron al punto de hablar de las relaciones amorosas de ambas, y en sus orientaciones sexuales. Descubrieron sentir una atracción por su mismo sexo. La atmósfera de la habitación se iba tornando más caliente y más silenciosa, hasta que, llegó un punto en que se pusieron a prueba y fue su prima quien tuvo la iniciativa de comenzar el acto. La prima le echó el pestillo a la puerta. Comenzó a tocar a Iris, a explorar sus piernas hasta acercarse a su flor del Edén y sentirlo, palparlo. Iris no se sentía del todo incómoda, sentía que se excitaba. Sudaba mucho, su prima también. Iris no quería quedarse sin tocar, por lo que llevó sus manos hasta el pecho de su prima y apretó ambos senos como si fueran globos. Podía sentir las puntas de los pezones levantados en las palmas de sus manos. A ambas les parecía que la temperatura de la habitación aumentaba. Terminaron explorando con sus dedos la cavidad entre las piernas de la otra. El televisor permanecía encendido para distraer, por si acaso, cualquier gemido alto que se escapase. Afuera hacía frío, y las estrellas brillaban, y la luna brillaba, y la luna las veía por la ventana. Mientras, con sus ojos cerrados, recordaba aquel primer encuentro con su prima, escucha que desde afuera del bus alguien grita su nombre repetidas

veces. Extrañada abre los ojos. Al lado del bus hay un coche en marcha, la ventana del piloto se intenta mantener paralela a la de Iris. Iris no lo puede creer. Está sorprendida. Asombrada. Boquiabierta. Atontada. Se trata de Belén conduciendo al lado del bus. Capítulo 8 Iris de inmediato se desespera. El corazón le palpita velozmente. Voltea para todos lados al no saber qué hacer. Se lleva una mano a la boca. Su rostro es un poema, un completo acertijo. Quiere que Belén deje de seguirla, quiere hacer algo para lograrlo aunque sin ser indiscreta pero no sabe cómo conseguirlo. Su mente trabaja al respecto; le lanza varias alternativas, cada una peor que la anterior. Se levanta de su asiento, le pasa por encima a la mujer a su lado que todavía sigue dormida. De sueño pesado es lo que parece. Camina de arriba abajo en el único espacio recto del medio que tiene el bus para el desplazamiento. Los demás pasajeros la observan con preocupación. Algunos se preguntan si es que le pasa algo. Otros, si es que tiene problemas mentales. Iris sólo piensa en algo que hacer pero nada le parece buena idea. Se vuelve a sentar, mira por su ventana y Belén sigue allí al lado, conduciendo y lanzándole rápidas miradas intentando decirle con ésta que de detenga el bus. Iris se hartó del asunto; decide irse por lo sencillo: Llega hasta el chofer y le dice: ¾Disculpe. Por favor, si no le importa, le pido que detenga el autobús; necesito bajarme un momento. ¾Sí me importa¾responde el chofer sin verla a la cara¾, pues nos retrasaríamos. Pero está bien.¾farfulla un poco¾. Supongo que esperarla cinco minutos no retrasará tanto. El conductor detiene el bus a un lado de la carretera. Belén hace lo mismo con su coche, detrás del bus.

Iris se baja. Belén sale de su coche. Va hasta donde ella. Belén espera un abrazo después de un año sin verse. ¾¡¿Estás loca?!¾Exclama Iris al llegar donde Belén¾ ¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? ¾Quiero explicarte todo. Pero lo que más quiero es disculparme contigo.¾Intenta abrazar a Iris. ¾¡No me toques!¾Aleja las manos de Belén¾. Desapareciste, Belén, desapareciste y ya. ¿Por qué vuelves ahora después de tanto tiempo? ¾Porque…¾Iris la interrumpe: ¾Se supone que no solo éramos novias sino además, más importante, Belén, muy amigas. ¿Eso no importó tampoco? Desde el autobús se escucha todo. Algunos pasajeros, los menos desvergonzados, asoman sus cabezas por las ventanas, pendientes en primera fila sobre el lío entre ellas dos. El chofer por su parte, desde su puesto se frota con el dedo índice y el pulgar el espacio entre sus ojos, lamentándose de haberse detenido, aunque mostrándose comprensivo piensa darle unos quince minutos a Iris para que solucione su problema, sino, lo lamentará aún más pero tendrá que arrancar sin ella. La mujer con quien Iris hablaba hace un par de horas aún permanece dormida con su boca abierta apuntando al techo. ¾Sí importó. Y mucho¾Belén intenta defenderse¾. Si me dejaras hablar resolveríamos todo esto. ¾Te dejaré hablar, Belén, claro que sí, pero luego de que tú me escuches a mí. Digo, es lo menos que puedes hacer por haberte ido de la nada sin avisar,

¿no? ¾Belén queda enmudecida. Sólo asiente una vez. Sabe que sí, que lo mejor será dejar que Iris se desahogue. ¾Sufrí mucho por tu ausencia. Lo creas o no, fue así. Todas las noches no hacía más que llorar y consolarme con la almohada. Las noches fueron las más duras. No comía bien, no dormía bien. Si por lo menos hubieras dejado una nota o algo explicando tu motivo, puede que yo hubiera entendido y no me lo hubiera tomado a pecho. ¾Tienes razón. Fue una estupidez de mi parte no haberlo hecho. Iris se desahoga, se la come entera como una fiera a su presa. Ya los que asomaban sus cabezas anteriormente las habían vuelto a esconder adentro; era demasiado drama. Respetaron la privacidad que ellas deberían tener al hablar de un tema tan delicado como ese. Transcurrieron un par de minutos, unos cinco diez de puras palabras en reproches disparadas como mortífera metralla hacia Belén. Al fin vino el turno de ésta de explicar todo. ¾Mira, la razón por la que me fui era porque recibí una oportunidad muy importante con una empresa privada. ¾¿Sólo por eso? ¾Ya va, déjame hablar. Me dijeron que me pagarían el posgrado y cualquier otro costo que surgiera, lo que sea; alguna especialidad, etcétera. El problema con esta empresa es que tiene muchos prejuicios y me dijeron que tenía que alejarme de ti porque podría perjudicar la gran reputación que tienen. ¾Bien. Muy bien. ¿Oportunidad importante? Es verdad, yo te hubiera apoyado en eso. Así que aún no me cuadra el porqué no pudiste decirme que te irías,

¿ni una carta te dejaban escribir? ¿Llamarme, también? ¿Nada? ¾¡Oye, está bien! ¿Sí? ¡Me equivoqué! ¡Sí! Fue un rotundo error de mi parte no haberte dicho nada, pero fue porque pensé que eso hubiera sido peor para ti. ¾¡¿Pero cómo pudo haber sido peor?!¾Iris se altera¾ Peor fueron esas noches llorando porque creía que yo era la culpable de que te hubieras marchado. Peor fue esa enorme duda que me carcomía el corazón. Nada podría haber sido peor que eso. ¾Lo lamento. No sabes cuánto lo siento… Quería llamarte. ¾¿Por qué no lo hiciste entonces? ¾Ya te dije… Debía alejarme de ti, eso también implicaba cortar comunicación… Incluso me exigieron que dejara de hablar contigo o perdería mi carrera. Eso último hace que Iris se compadezca. Su enojo va disminuyendo. ¾Iris, en verdad lo siento. Lo siento con toda mi alma. Pero era una buena oportunidad. Tú bien sabes que las oportunidades así no llueven, y menos en una ciudad como esta. Creo que tú hubieras hecho lo mismo. Sólo pido que me perdones. Sólo quiero tu perdón. Reina el silencio entre ambas. Intentan digerir el momento. La tensión flota en el aire. Iris enciende su móvil y se encuentra que tiene varios mensajes de Ángela y de su familia. Los lee. Se preocupa. Se dice a sí misma que todo está mal. Y es verdad; todo está mal, y es que ella lo sabe. Aún así, hace frente a la situación y decide mantenerse en pie e ir a visitar a su familia: Ellos la necesitan más que Ángela o Belén; son su familia, no hay mayor razón o motivo que esa. La discusión le proporcionó acentuadas ganas de orinar. ¿Curioso, no? El cuerpo es así de extraño. La paciencia del chofer llega a su límite y éste se baja del bus y les dice.

¾Señorita, lo lamento pero no puedo esperar más por usted. Tendré que arrancar ahora mismo. Antes que Iris pueda responder Ángela lo hace: ¾No se preocupe, yo la llevo.¾Le sonríe al chofer. Luego se dirige a Iris¾: Ve, busca tus cosas rápido, por el cruce de tus piernas, debes ir a un baño ahora. Iris camina rápido hasta el bus, toma sus maletas y regresa al coche de Belén. Entre ambas las montan en el maletero y abordan el coche. El autobús arranca y detrás de él, ellas, pero no por mucho pues Belén lo rebasa con agilidad y velocidad para llegar cuanto antes a la estación de servicios más cercana para que Iris use el baño. El viaje es silencioso, ninguna pronuncia palabra alguna. La radio está apagada. Belén no coloca música, piensa que, de alguna forma, dañará el momento, pues es un silencio que no lo haya incómodo, sino tranquilo. Para haber terminado una larga discusión, ese silencio no está tenso. O al menos ella no lo siente así. Iris por su lado sí que lo haya tenso, pero también, no puede negar sentir una alegría grande por el regreso de Belén y que al fin le dijera el motivo de su ida. Cosa que, le quitó mucho peso de encima a Iris. ¾Gracias por haber explicado todo. Lo necesitaba¾Inicia Iris. ¾No, gracias a ti por dejarme hacerlo. De nuevo, sé que fue feo lo que te hice, pero quiero que sepas que en ningún momento lo hice esperando hacerte sentir mal. ¾Lo sé. Silencio de nuevo.

¾Te perdono¾Añade Iris. Silencio entre ellas. Llegan a la estación de servicios. Ambas se bajan del coche y caminan al baño. Iris hace lo suyo mientras Belén la espera en los lavabos. A los minutos Iris sale, se lava las manos y en lo que se voltea para salir por la puerta Belén le roba un beso. Iris no pone resistencia y Belén se acerca más a ella. La toma de la cintura y la jala hacia ella. Fue un beso largo. ¾¿Recuerdas la primera vez que nos besamos a escondidas en el baño de la facultad?¾Le pregunta Belén al tiempo que le acaricia el rostro. ¾Lo recuerdo. Recuerdo que estábamos muy nerviosas pero fue muy placentero. ¾Sí que lo fue. ¿Y ahora no resulta placentero? ¾Sí, resulta muy placentero.¾Iris lleva sus manos a las voluminosas nalgas de Belén bajo los apretados jeans. ¾Hagámoslo una vez más. Hagamos el amor como antes lo hacíamos. ¿No quieres? ¾Quizás.¾Le devuelve el beso. ¾Se arrepiente de haberlo hecho pues recuerda a Ángela. Se despega de Belén y se detiene bajo el umbral de la puerta del baño¾. ¿Me llevarás a casa de mi tío o no? ¾Claro que sí. Por supuesto. Regresan al coche. Arrancan y hacia allá se dirigen. Luego de una hora o treinta minutos llegan a la ciudad. Es muy diferente a la ciudad de donde vienen, a pesar de ser vecinas. Recorren otro buen trecho para llegar hasta la casa del tío de Iris, ya que ésta queda en las afueras de la ciudad. Iris le da a Belén las indicaciones sobre qué caminos tomar para llegar a medida

que avanzan. Al llegar al campo es un lugar distinto. No se respira el aire contaminado de la civilización. Se siente bastante diferente; es como otro mundo: No hay ruidos de automóviles rugiendo, ni bocinas, ni gritos, ni nada. Es todo tan callado. A diferencia de la ajetreada ciudad, el campo parece un lugar inamovible. Llegan al fin a la casa del tío. Luce igual a como Iris la recordaba. Belén se detiene enfrente. ¾Bueno, aquí te dejo¾dice Belén. ¾Sí. Aquí me quedo. Gracias por traerme. ¾No hay de qué. Si no tienes cómo regresar me puedes llamar y vengo a buscarte, ¿Vale? Iris lo piensa. ¾Belén, no quiero ser grosera contigo pero, te pido por favor que más nunca interfieras en mi vida. ¿Bien? Belén queda helada. Fue como una hoja cortando su piel. Como un hilo atravesando su piel. Queda sin palabras, por lo que débilmente sólo puede añadir: ¾Bien. Bajan las maletas del coche. Belén con una mirada perdida. Iris con una triste. ¾Adiós¾Suelta Iris, una última vez. Aunque anteriormente dijo lo contrario, dentro de sí misma no quiere que Belén se marche. Belén llega a la puerta de su coche. No le responde; sólo la ve por un instante y forma una media sonrisa, acto seguido sube en su coche para luego encender el motor.

Belén se va. E Iris queda ahí parada con sus maletas, viendo cómo la otra se aleja hasta desaparecer de su vista. De fondo, los pájaros entonan sus cánticos armónicos. Tan despreocupados de todo, sonando tan alegres de ser lo que son. Y así ocurrió. Así son las despedidas. Pero sin caer en la crasa ignorancia de tender a generalizar; no todas las despedidas son así… tan secas, amargas, tristes. Hay despedidas que sólo son tristes, otras que además van acompañadas de una alegría por haber vivido juntos el momento; otras, tienen dolor… En fin, las hay de todos los colores. Pero si hay algo que define a la perfección a todas las grandes despedidas, desde aquí hasta Asia y pasando por Europa, ese algo es la añoranza. Una añoranza instantánea que germina un segundo antes de soltar el primer “Adiós”. Y así fue la de ellas. Una despedida marcada por la añoranza, aunque ésta no estuviera reflejada en sus rostros, ahí estaba: en sus corazones, en su mente, en ellas. No sintieron fuerte la necesidad de tener que decir más palabras que el solitario “Adiós”. Quizás sí fue necesario. Pero se vieron sus ojos en el último segundo, y no hay nada que sepa expresar mejor lo que alguien siente dentro, que la ventana, que son sus ojos. Capítulo 9 Camina hasta el pórtico. El clima está despejado y fresco. Hay varios coches estacionados frente a la casa. Deben ser algunos integrantes de la familia, piensa ella. Se siente nerviosa imaginando cómo será la reacción de su tía o cualquier familiar al abrirle la puerta y verla después de tanto tiempo. Sus manos le sudan e intenta secarlas a ambos lados de sus piernas. Su corazón late rápido. Ágilmente se quita el cabello del rostro con un par de dedos, toma aire y toca la puerta.

Los pájaros callaron desde que Belén dejó el lugar. Sólo la brisa se hace notar por su silbido, y el sol por sus rayos calurosos. Al otro lado de la carretera entierrada, pasan caminando dos bohemios. Uno más grande que el otro; de unos treinta años y el otro de unos veinte, respectivamente. Ven a Iris del otro lado, al pie de la puerta. Iris voltea a verlos por un instante y luego regresa su vista. ¾Dios la cuide¾le dice el más joven a su compañero, en un tono que sólo aquel escuche¾. Que Zeus la tenga en el Olimpo junto con las musas. Pero qué belleza de chica. ¾En ese caso, entonces en el Olimpo habrá bastantes mujeres¾Responde el otro, con un tono igual que su acompañante¾. Esperemos que un día el cielo reviente y caigan todas encima de estos dos humildes peregrinos. ¾Rezo por ello¾El más joven no dejaba de ver a Iris hasta que estuvieron lo suficientemente lejos como para no reconocer el rostro de ella¾. Bueno, ¿en qué estábamos? Me decía algo de… los tipos de democracia… o era lo de eliminar del sistema lo que ya no es necesario…¾Seguían caminando hacia su destino, ya estaban lejos de Iris. Ella vuelve a tocar. Vuelve a secarse las manos y toma aire. Escucha unos pasos acercarse a la puerta desde el otro lado. Su emoción sube como un rayo y es imposible borrar la gigantesca sonrisa que tiene en el rostro. Se abre la puerta, de la mano de su tía Sofía: Quien envió el correo, la dueña de la casa y claro, esposa del tío enfermo. Se ven a los ojos. Su tía la ve de abajo para arriba. Descubre quién es. Su rostro cambia de una indiferencia a un absoluto estado de asombro. Se lleva la mano derecha a su boca, la cual forma un gran círculo, sus ojos le brillan, su cuerpo tiembla. No puede creer a quién está viendo delante de ella. ¾Soy yo, tía. Iris¾Dice su sobrina con el rostro pulcro. ¾Oh, hija, sí que eres tú.¾La abraza, e Iris a ella. Sueltan lágrimas de felicidad

por volverse a ver después de tanto tiempo¾. No puedo creer que sí hayas venido. Mírate. Lo grande que estás¾le dice a Iris cerca de su oreja, aún abrazándose¾. Te extrañábamos.¾Aprieta el abrazo. ¾Y yo a ti, tía, a ustedes. Los eché de menos. Terminan su abrazo. ¾Ven, pasa, pasa. Tenemos tanto que hablar. Déjame llamar a Sebastián para que te ayude con las maletas.¾Da dos pasos para entrar a la casa y sube la voz para llamarlo¾: Sebastián, Iris ya llegó. Por favor ven a ayudarla con sus maletas. Sebastián es un primo de Iris, pero no es hijo de la tía Sofía sino de otra tía. De pronto un hombre joven baja las escaleras a paso rápido. Es alguien galán, alto y algo musculoso. Llega a la puerta. ¾Vaya, Iris¾dice¾¿Cómo has estado, prima?¾La abraza. Rápidamente Iris se sintió cálida entre sus brazos¾ ¿Qué tal el viaje? ¾Muy bien, Sebastián. Me ha ido de maravilla. Y el viaje estuvo entretenido; bastante prestado para la reflexión. ¿Cómo has estado tú, Sebas? Ambos se sienten muy alegres de ver al otro. ¾Oh, me alegro. Qué bueno. En verdad que qué bueno. Y a mí también me ha ido bien. He trabajado duro y obtenido frutos de ello.¾Lo dice con toda una sonrisa como esas de las publicidades televisivas y con ambas manos a ambos lados de su cintura. ¾Buenísimo. Qué genial, primo. Eso es un hecho: El trabajo duro trae recompensa. ¾Sí. Bueno, permíteme ayudarte con esas maletas y luego hablamos¾Suelta unas carcajadas y toma una maleta en cada mano. Iris repite la risa. ¾Claro, claro. Gracias, Sebastián.¾Le responde.

¾Sebas, deja las maletas en la habitación para Iris. Ya sabes, arriba, la última a la derecha. La tía Sofía hace pasar a Iris a la sala de estar. Sebastián subió y rápido baja hasta la entrada y toma la tercera y última maleta. Cierra la puerta y la lleva arriba. ¾Listo, tía. Listo, Iris.¾Les dice, estrechándose las manos. ¾Gracias, cielo. ¾Gracias de nuevo, primo. En la sala de estar está toda la familia, incluyendo al tío enfermo. ¾Iris ya llegó¾Informa la tía Sofía a todos los demás. Iris queda paralizada de la emoción al verlos reunidos de nuevo, como en su infancia y adolescencia. Todos los ojos están sobre ella, lo que hace que se sienta nerviosa pero eso no impide que su emoción alimentada de la alegría se mantenga alta. «La familia ha cambiado» piensa Iris con sorpresa. Algunos primos, mayores de edad igual que ella, ya tienen bebés y están ahí con sus parejas, sentados en los sillones, y con el bebé o bebés en brazos. Todos ellos con los rostros risueños y tiernos. De igual manera las caras de todos los presentes han cambiado, los tíos están más maduros, por no decir que rozando la etapa de la vejez; tendrán de unos cuarenta y cinco a cincuenta años en promedio, con los cabellos comenzando a cubrírseles de canas y las frentes con varias arrugas. Los primos que, cuando hace años eran unos niños, ahora son todos unos adolescentes, de rostros jóvenes y estirados por la pubertad. Pero todos, todos lucen felices por su llegada. Con abrazo tras abrazo reciben a Iris. Todos ellos. Sin excepción, incluso esos que ahora son adolescentes, tienen una aptitud agradable; no muestran reserva y mucho menos indiferencia. Es toda una caravana de fuertes abrazos,

todos acompañados de un “Tiempo sin verte”, o “¿Ha pasado mucho, no?”, o también “Mírate, ¡Cuánto has crecido!” y sin dejar a un lado el “Qué grande estás. Ya eres toda una mujer”, un clásico de las tías; y un sinfín más de frases y saludos. Y ahí está él, acostado en una cama, casi en medio del salón para poder verlos a todos. Desde ahí observa a Iris con sus ojos casi apagados detrás de la estrecha abertura que forman sus párpados. A medida que saludaban a Iris regresaban a sus puestos. Luego de que los abrazos terminaron, ella por fin lo ve a él, ahí tumbado en esa cama y arropado por una pálida sábana. Ella camina hasta él sin querer aceptar lo que ve, con su pecho inundado por una profunda tristeza. El salón está en relativo silencio, con uno que otro susurro de algunos. Le alegría que explotó hace un momento desapareció en lo que Iris se acercó al enfermo. Toma asiento en una silla que se encuentra cerca de la cama y le toma una mano. ¾Aquí estoy, tío Federico¾Dice, con lágrimas escapando de sus ojos. ¾Iris, cariño¾responde, con una voz fatídica y gruesa, con un ritmo pausado¾, me alegra tanto que al fin estés aquí. Iris nota que la piel de su tío Federico está pálida como la sábana, sus párpados caídos y su voz débil y temblorosa. ¾Y aquí estaré, tío; no te preocupes. Estamos contigo.¾Se inclina sobre él y lo abraza. Llora y llora, no puede reprimir ese deseo. ¾Iris, te quiero dar un consejo, el mismo que les he dado a toda la familia¾Añade él. Iris se vuelve a sentar. ¾¿Cuál es, tío? Quiero saber todo lo que tengas que decirme. ¾Quiero decirte, y pedirte, sólo una cosa: Vive. Aprovecha la vida que se te fue otorgada y vive cosas intensas, experiméntalas todas, aún cuando sabes que todo se va a terminar.¾Lo ataca un episodio de tos. Logra estabilizarse de

nuevo y continúa¾: En fin, mi consejo es que, no dejes de hacer ciertas cosas que después más nunca podrás volver a hacer. Por ello me empeño en ir a un juego de basket y tomar un buen Whiskey, aunque como ves, ya no puedo. Todos asienten. Algunos lloran en silencio con la cabeza baja. Otros ríen delicadamente por el aún conservado sentido del humor de él. El ambiente está pesado pero sobretodo obscurecido por la muerte acechando; es casi como si su presencia se sintiera firme en la habitación, al lado del lecho agónico, esperando para llevarse a su siguiente alma. Iris permanece ahí, al lado de su tío, en compañía de todos. A pesar de la deprimente situación por la que están reunidos, la familia se siente unida, fuerte,«fuerte como un roble», como diría el tío Federico. Eso es lo importante, eso es una familia, sobre todo, una buena familia. Iris intenta no entristecer más su corazón, por lo que prefiere recordar tantas anécdotas junto a su tío y todos ellos. Le está funcionando, las ganas de llorar están desapareciendo. Le parece buena idea para levantarles el ánimo a los demás, así que en voz alta comienza a contar aquellas anécdotas que por su mente pasan en el tren de los recuerdos. De pronto esos lloriqueos ahogados y caras largas de pena se transforman en caras que ríen, que disfrutan de esos recuerdos. Risas comienzan a invadir el salón. Ya no es sólo Iris quien narra recuerdos, sino un tío, y luego otro, luego una tía, un primo, una prima y así van, compartiendo tantos momentos felices en los que estuvieron juntos. Aquellas veces que iban a la playa, o aquellos cumpleaños, o aquellas navidades… No había razones para empequeñecer el alma, ¿la muerte del tío? No, más bien era el momento perfecto para sacar a luz esas relucientes anécdotas y recuerdos gratificantes. Se hizo el día siguiente. De a uno regresaban los miembros de la familia a casa del tío Federico. Pasaban los días juntos. Comían juntos como familia, charlaban como familia, hacían reír al tío Federico, lo ayudaban si necesitaba algo. Estaban ahí para él. Iris no puede sentirse más dichosa que ahora,

rodeada de su amorosa familia. Luego de una semana, lo que se sabía que pasaría pero se esperaba que no fuera así, ocurre. El tío Federico lamentablemente al fin fallece. Se acabaron sus tormentosos días de sufrimiento y pena. Todos asisten al velorio y luego al funeral. Los llantos reinan en cada uno. Los pelos se erizan. Todos están absortos en el más hondo sentimiento de la tristeza pero sin embargo están satisfechos de haber hecho que sus últimos días hayan sido más alegres que afligidos, a pesar de todo. Las palabras que él le dijo la marcaron. En la habitación que le prepararon, Iris reflexiona al respecto. «No dejes de hacer ciertas cosas que después más nunca podrás volver a hacer…». Piensa que su tío tiene la razón. Siempre la tuvo al hablar. Iris sabe qué hacer ahora. Toma su móvil y llama a Belén. Luego de varios intentos Belén le termina contestando la llamada. ¾Aló, ¿Belén? ¿Cómo estás?¾Comienza Iris, pellizcándose con el diente el labio inferior. ¾Sí, soy yo. Estoy bien. Creía que querías que estuviera fuera de tu vida. ¾Sí pero… dejamos algo pendiente, ¿Recuerdas? ¾No, lo dejaste todo bien claro la última vez que nos vimos. ¾Acepto. ¾¿Qué? ¾Que acepto. ¿Recuerdas que en el baño de la estación de servicios me propusiste tener sexo de nuevo? Bien, pues acepto. Oye, extraño tus labios. ¾Está bien. Ansiaba tenerte otra vez en mi cama. Mira, veámonos en una cabaña que conozco. Será más romántico y especial, ¿Te parece? ¾Sí, está bien. Suena perfecto.

¾Bien. ¿Sabes dónde queda la salida de la autopista 10? ¾Si… He pasado por ahí y he visto el letrero de esa calle, bueno, “salida”. ¾Bien, la cabaña queda justo en ese lugar. Te espero allí mañana. ¾Espera, ¿No me puedes llevar en tu coche? ¾No, no puedo. Y tampoco debes ir acompañada. Sólo tú sola. ¿Está bien? ¾Bien…¾A Iris le parece que tiene una actitud sospechosa, pero confía en ella; la conoce desde años. ¾Bien, hasta mañana. Ya quiero que nos veamos. ¾Y yo¾Termina Iris. Iris se imagina cómo sería el encuentro, lo que harían juntas en la intimidad, y el cómo lo harían. Su mente vuela en detalles explícitos: Unas caricias al principio, quizás unos besos negros después… E incluso fantasea con que Belén le realice la lluvia dorada mientras se besan con frenesí. Luego de una hora, cuando ya está acostada en la cama, lista para dormir, con la luz apagada, quedando así la recámara con una tenue iluminación de la luna entrando a través de la ventana, con el frío acogedor y, arropada en las sábanas, vuelve a ver las fotos eróticas que Ángela le había enviado. Se toca con sensualidad, con tranquilidad. Se siente en el cielo y, diez minutos después, regresa a la Tierra. Se queda dormida al poco tiempo. Al día siguiente se levanta y se prepara para irse. Le dice a su tía Sofía que debe salir a hacer una diligencia en la ciudad. Ella le pregunta que cómo se piensa ir hacia allá, siendo una hora de distancia y que no pasan transporte público por allí. Iris lo piensa y dice que entonces caminará. A su tía casi se le detiene el corazón al oír aquello. ¾¡¿Caminar?! Buscando que te pase algo, hija. No, no, no, déjame decirles a tus tíos para ver si alguno te puede llevar.

¾No, tía, no se preocupe…¾Su tía la interrumpe¾: Cómo no. No te preocupes tú. Tus tíos no se negarán, quédate tranquila. A Iris le da vergüenza que su tía les pida el favor a sus tíos. Pero se controla, «Si ella insiste… Bien, veamos.», se dice a sí misma. Para entonces sólo han llegado dos tíos y se encuentran hablando en compañía de su hermano y moribundo Federico. La señora Sofía les pregunta quién de los dos puede llevar a Iris hasta la ciudad para que haga su diligencia. ¾Yo puedo¾Responden al unísono. Se ríen y bromean. Al final, el tío Frank llevó a Iris hasta la ciudad. Al llegar, Iris le agradece y le dice que la deje en una parada de taxis, que ella tomará uno hasta donde debe ir, y así no molestarlo más. Su tío se rehúsa e insiste en hacerle el favor completo a su sobrina, y más aún a su sobrina que tanto tiempo tiene sin ver. A la final el tío acepta y añade: ¾Cualquier cosa, si necesitas algo o si terminas tu asunto, llámame y te paso buscando. ¿Bien? ¾Perfecto. ¡Gracias! Se despiden con un beso en las mejillas, ella se baja del coche y él arranca. Espera un taxi como dijo que haría. Al llegar uno se monta y le da la dirección que Belén le indicó. El taxi la lleva y, al llegar, no es más que un bosque, como era de esperarse. Entre los árboles, a unos cien metros, se ve con cierta dificultad una cabaña.«Debe ser esa a la que Belén me citó», piensa ella. Le paga al taxista, se baja y camina hasta allá. El taxista se devuelve a la autopista más rápido que cuando habían llegado. A Iris le parece bastante extraño y tenebrosa la locación y la cabaña en sí. Duda en tocar la puerta pero lo hace. Apenas la tocó ésta se abrió, estaba abierta, al parecer. A Iris le da muchísimo miedo y piensa en regresarse. En

lo que empieza a alejarse de la cabaña, recibe un mensaje de Belén, diciéndole que regrese, que fue ella quien abrió la puerta. Iris lo hace. Entra y todo está en penumbra. También observa que en una mesa, la única de la casa, hay juguetes sexuales de índole sadomasoquista, así como también trajes y máscaras de la misma temática. Además de látigos, lubricantes, esposas, manzanas, dildos y vibradores. La cuestión se torna misteriosa al haber los objetos sadomasoquistas, pues Belén y ella nunca estuvieron interesadas en eso. Con algo de miedo camina hasta la primera habitación que ve, y allí está Belén. Pero no está sola. La acompaña Ángela. Iris queda sorprendida ante lo que ve: A Ángela y Belén semidesnudas acostadas en la misma cama. ¾¿Pero qué está pasando? ¡¿Qué es esto?! Ángela no tarda en explicarlo: ¾Todo estaba planificado, querida.¾Mueve sus piernas de forma sensual¾. Yo lo planifiqué. Sabes que te dije que tendría que irme a cumplir pasantías lejos de aquí. Bueno, antes de irme quería hacer un trío contigo pero, obviamente faltaba una, así que ahí es donde entra Belén. Te mentí cuando te dije que sólo había visto el correo de tu familia; también vi el de ella, y de ahí surgió la idea de contactarla para mi fantasía. Al fin y al cabo, ustedes ya han estado juntas. Oh, y los juguetes sadomasoquistas también fue mi idea; quiero probar esas cosas. El dolor hecho placer… Bastante interesante, ¡Suena excitante! Iris no puede describir lo que siente. Está ida, conmocionada, pero sin embargo, encendida por meterse en la cama con esas dos. Se desviste y entra con ellas. Hacen la más pura y desenfrenada orgía que nunca habían hecho en sus

vidas. Forman un círculo vagina-boca. Se meten dedos por todos los agujeros posibles, y al mismo tiempo. Se lamen los cuerpos al untarse chocolate. Belén se pone encima de Iris, uniendo su vagina con la boca de la otra, al tiempo que Ángela le practica un oral a Iris. El sudor se esparce por toda la sábana. Todos los fluidos corporales, en realidad. Azotan a Ángela con el látigo. Descubrieron que eso también la excita. Y mucho. Bueno, ¿Qué cosa no excita a Ángela? Los gritos de las tres resuenan a los cuatro vientos y se escuchan a varios metros de distancia. Los gemidos y las respiraciones contraídas no faltaron al baile. Es un gran festín de deseo, lujuria, sexo sin compromiso, sexo salvaje. Tuvieron fiesta durante un muy buen rato. Terminaron de desahogar, de drenar, los demonios que tenían dentro, reprimiéndolos durante largo tiempo. Luego de permanecer las tres acostadas en la cama como hermosas estatuas, Ángela y Belén se levantan, se duchan juntas y se arreglan para irse. ¾Hasta luego, Iris, me gustó mucho todo esto¾Se despide Belén. ¾A mi igual. Espero que te vaya excelente. Ansío que lo repitamos después¾Añade Ángela hacia Iris. ¾Adiós, chicas¾Dice Iris y las otras dos salen por la puerta abandonando la cabaña. E Iris queda sola en el lecho, envuelta en sábanas manchadas de fluidos corporales, con su sedoso cabello extendido en la almohada, viendo al silencioso techo y pensando sobre mil cosas a la vez: El trío, su tío Federico, su familia, Belén, Ángela… Su vida. Sencillamente en su vida;«un desorden hecho y derecho», opina ella. Ahora sólo puede hacer eso: Pensar. Pensar mientras sabe que, Belén se fue de nuevo a su ciudad natal y que por lo visto no regresó por verdadero amor; y

que Ángela se fue a cumplir sus pasantías lejos de la ciudad. NOTA DE LA AUTORA Si has disfrutado del libro, por favor considera dejar una review del mismo (no tardas ni un minuto, lo sé yo). Eso ayuda muchísimo, no sólo a que más gente lo lea y disfrute de él, sino a que yo siga escribiendo. A continuación te dejo un enlace para entrar en mi lista de correo si quieres enterarte de obras gratuitas o nuevas que salgan al mercado. Finalmente, te dejo también otras obras — mías o de otras personas — que creo serán de tu interés. Por si quieres seguir leyendo. Nuevamente, gracias por disfrutar de mis obras. Eres lo mejor. Haz click aquí para suscribirte a mi boletín informativo y conseguir libros gratis ¿Quieres seguir leyendo? Otras Obras: La Mujer Trofeo Romance Amor Libre y Sexo con el Futbolista Millonario — Comedia Erótica y Humor — J*did@-mente Erótica BDSM: Belén, Dominación, Sumisión y Marcos el Millonario — Romance Oscuro y Erótica — La Celda de Cristal

Secuestrada y Salvada por el Mafioso Millonario Ruso — Romance Oscuro y Erótica — “Bonus Track” — Preview de “La Mujer Trofeo” — Capítulo 1 Cuando era adolescente no me imaginé que mi vida sería así, eso por descontado. Mi madre, que es una crack, me metió en la cabeza desde niña que tenía que ser independiente y hacer lo que yo quisiera. “Estudia lo que quieras, aprende a valerte por ti misma y nunca mires atrás, Belén” , me decía. Mis abuelos, a los que no llegué a conocer hasta que eran muy viejitos, fueron siempre muy estrictos con ella. En estos casos, lo más normal es que la chavala salga por donde menos te lo esperas, así que siguiendo esa lógica mi madre apareció a los dieciocho con un bombo de padre desconocido y la echaron de casa. Del bombo, por si no te lo imaginabas, salí yo. Y así, durante la mayor parte de mi vida seguí el consejo de mi madre para vivir igual que ella había vivido: libre, independiente… y pobre como una rata. Aceleramos la película, nos saltamos unas cuantas escenas y aparezco en una tumbona blanca junto a una piscina más grande que la casa en la que me crie. Llevo puestas gafas de sol de Dolce & Gabana, un bikini exclusivo de Carolina Herrera y, a pesar de que no han sonado todavía las doce del mediodía, me estoy tomando el medio gin-tonic que me ha preparado el servicio. Pese al ligero regusto amargo que me deja en la boca, cada sorbo me sabe

a triunfo. Un triunfo que no he alcanzado gracias a mi trabajo (a ver cómo se hace una rica siendo psicóloga cuando el empleo mejor pagado que he tenido ha sido en el Mercadona), pero que no por ello es menos meritorio. Sí, he pegado un braguetazo. Sí, soy una esposa trofeo. Y no, no me arrepiento de ello. Ni lo más mínimo. Mi madre no está demasiado orgullosa de mí. Supongo que habría preferido que siguiera escaldándome las manos de lavaplatos en un restaurante, o las rodillas como fregona en una empresa de limpieza que hacía malabarismos con mi contrato para pagarme lo menos posible y tener la capacidad de echarme sin que pudiese decir esta boca es mía. Si habéis escuchado lo primero que he dicho, sabréis por qué. Mi madre cree que una mujer no debería buscar un esposo (o esposa, que es muy moderna) que la mantenga. A pesar de todo, mi infancia y adolescencia fueron estupendas, y ella se dejó los cuernos para que yo fuese a la universidad. “¿Por qué has tenido que optar por el camino fácil, Belén?” , me dijo desolada cuando le expliqué el arreglo. Pues porque estaba hasta el moño, por eso. Hasta el moño de esforzarme y que no diera frutos, de pelearme con el mundo para encontrar el pequeño espacio en el que se me permitiera ser feliz. Hasta el moño de seguir convenciones sociales, buscar el amor, creer en el mérito del trabajo, ser una mujer diez y actuar siempre como si la siguiente generación de chicas jóvenes fuese a tenerme a mí como ejemplo. Porque la vida está para vivirla, y si encuentras un atajo… Bueno, pues habrá que ver a dónde conduce, ¿no? Con todo, mi madre debería estar orgullosa de una cosa. Aunque el arreglo haya sido más bien decimonónico, he llegado hasta aquí de la manera más racional, práctica y moderna posible.

Estoy bebiendo un trago del gin-tonic cuando veo aparecer a Vanessa Schumacher al otro lado de la piscina. Los hielos tintinean cuando los dejo a la sombra de la tumbona. Viene con un vestido de noche largo y con los zapatos de tacón en la mano. Al menos se ha dado una ducha y el pelo largo y rubio le gotea sobre los hombros. Parece como si no se esperase encontrarme aquí. Tímida, levanta la mirada y sonríe. Hace un gesto de saludo con la mano libre y yo la imito. No hemos hablado mucho, pero me cae bien, así que le indico que se acerque. Si se acaba de despertar, seguro que tiene hambre. Vanessa cruza el espacio que nos separa franqueando la piscina. Deja los zapatos en el suelo antes de sentarse en la tumbona que le señalo. Está algo inquieta, pero siempre he sido cordial con ella, así que no tarda en obedecer y relajarse. —¿Quieres desayunar algo? –pregunto mientras se sienta en la tumbona con un crujido. —Vale –dice con un leve acento alemán. Tiene unos ojos grises muy bonitos que hacen que su rostro resplandezca. Es joven; debe de rondar los veintipocos y le ha sabido sacar todo el jugo a su tipazo germánico. La he visto posando en portadas de revistas de moda y corazón desde antes de que yo misma apareciera. De cerca, sorprende su aparente candidez. Cualquiera diría que es una mujer casada y curtida en este mundo de apariencias. Le pido a una de las mujeres del servicio que le traiga el desayuno a Vanessa. Aparece con una bandeja de platos variados mientras Vanessa y yo hablamos del tiempo, de la playa y de la fiesta en la que estuvo anoche. Cuando le da el primer mordisco a una tostada con mantequilla light y mermelada de naranja amarga, aparece mi marido por la misma puerta de la que ha salido ella. ¿Veis? Os había dicho que, pese a lo anticuado del planteamiento, lo

habíamos llevado a cabo con estilo y practicidad. Javier ronda los treinta y cinco y lleva un año retirado, pero conserva la buena forma de un futbolista. Alto y fibroso, con la piel bronceada por las horas de entrenamiento al aire libre, tiene unos pectorales bien formados y una tableta de chocolate con sus ocho onzas y todo. Aunque tiene el pecho y el abdomen cubiertos por una ligera mata de vello, parece suave al tacto y no se extiende, como en otros hombres, por los hombros y la espalda. En este caso, mi maridito se ha encargado de decorárselos con tatuajes tribales y nombres de gente que le importa. Ninguno es el mío. Y digo que su vello debe de ser suave porque nunca se lo he tocado. A decir verdad, nuestro contacto se ha limitado a ponernos las alianzas, a darnos algún que otro casto beso y a tomarnos de la mano frente a las cámaras. El resto se lo dejo a Vanessa y a las decenas de chicas que se debe de tirar aquí y allá. Nuestro acuerdo no precisaba ningún contacto más íntimo que ese, después de todo. Así descrito suena de lo más atractivo, ¿verdad? Un macho alfa en todo su esplendor, de los que te ponen mirando a Cuenca antes de que se te pase por la cabeza que no te ha dado ni los buenos días. Eso es porque todavía no os he dicho cómo habla. Pero esperad, que se nos acerca. Trae una sonrisa de suficiencia en los labios bajo la barba de varios días. Ni se ha puesto pantalones, el tío, pero supongo que ni Vanessa, ni el servicio, ni yo nos vamos a escandalizar por verle en calzoncillos. Se aproxima a Vanessa, gruñe un saludo, le roba una tostada y le pega un mordisco. Y después de mirarnos a las dos, que hasta hace un segundo estábamos charlando tan ricamente, dice con la boca llena: —Qué bien que seáis amigas, qué bien. El próximo día te llamo y nos

hacemos un trío, ¿eh, Belén? Le falta una sobada de paquete para ganar el premio a machote bocazas del año, pero parece que está demasiado ocupado echando mano del desayuno de Vanessa como para regalarnos un gesto tan español. Vanessa sonríe con nerviosismo, como si no supiera qué decir. Yo le doy un trago al gin-tonic para ahorrarme una lindeza. No es que el comentario me escandalice (después de todo, he tenido mi ración de desenfreno sexual y los tríos no me disgustan precisamente), pero siempre me ha parecido curioso que haya hombres que crean que esa es la mejor manera de proponer uno. Como conozco a Javier, sé que está bastante seguro de que el universo gira en torno a su pene y que tanto Vanessa como yo tenemos que usar toda nuestra voluntad para evitar arrojarnos sobre su cuerpo semidesnudo y adorar su miembro como el motivo y fin de nuestra existencia. A veces no puedo evitar dejarle caer que no es así, pero no quiero ridiculizarle delante de su amante. Ya lo hace él solito. —Qué cosas dices, Javier –responde ella, y le da un manotazo cuando trata de cogerle el vaso de zumo—. ¡Vale ya, que es mi desayuno! —¿Por qué no pides tú algo de comer? –pregunto mirándole por encima de las gafas de sol. —Porque en la cocina no hay de lo que yo quiero –dice Javier. Me guiña el ojo y se quita los calzoncillos sin ningún pudor. No tiene marca de bronceado; en el sótano tenemos una cama de rayos UVA a la que suele darle uso semanal. Nos deleita con una muestra rápida de su culo esculpido en piedra antes de saltar de cabeza a la piscina. Unas gotas me salpican en el tobillo y me obligan a encoger los pies. Suspiro y me vuelvo hacia Vanessa. Ella aún le mira con cierta lujuria, pero

niega con la cabeza con una sonrisa secreta. A veces me pregunto por qué, de entre todos los tíos a los que podría tirarse, ha elegido al idiota de Javier. —Debería irme ya –dice dejando a un lado la bandeja—. Gracias por el desayuno, Belén. —No hay de qué, mujer. Ya que eres una invitada y este zopenco no se porta como un verdadero anfitrión, algo tengo que hacer yo. Vanessa se levanta y recoge sus zapatos. —No seas mala. Tienes suerte de tenerle, ¿sabes? Bufo una carcajada. —Sí, no lo dudo. —Lo digo en serio. Al menos le gustas. A veces me gustaría que Michel se sintiera atraído por mí. No hay verdadera tristeza en su voz, sino quizá cierta curiosidad. Michel St. Dennis, jugador del Deportivo Chamartín y antiguo compañero de Javier, es su marido. Al igual que Javier y yo, Vanessa y Michel tienen un arreglo matrimonial muy moderno. Vanessa, que es modelo profesional, cuenta con el apoyo económico y publicitario que necesita para continuar con su carrera. Michel, que está dentro del armario, necesitaba una fachada heterosexual que le permita seguir jugando en un equipo de Primera sin que los rumores le fastidien los contratos publicitarios ni los directivos del club se le echen encima. Como dicen los ingleses: una situación win-win. —Michel es un cielo –le respondo. Alguna vez hemos quedado los cuatro

a cenar en algún restaurante para que nos saquen fotos juntos, y me cae bien —. Javier sólo me pretende porque sabe que no me interesa. Es así de narcisista. No se puede creer que no haya caído rendida a sus encantos. Vanessa sonríe y se encoge de hombros. —No es tan malo como crees. Además, es sincero. —Mira, en eso te doy la razón. Es raro encontrar hombres así. –Doy un sorbo a mi cubata—. ¿Quieres que le diga a Pedro que te lleve a casa? —No, gracias. Prefiero pedirme un taxi. —Vale, pues hasta la próxima. —Adiós, guapa. Vanessa se va y me deja sola con mis gafas, mi bikini y mi gin-tonic. Y mi maridito, que está haciendo largos en la piscina en modo Michael Phelps mientras bufa y ruge como un dragón. No tengo muy claro de si se está pavoneando o sólo ejercitando, pero corta el agua con sus brazadas de nadador como si quisiera desbordarla. A veces me pregunto si sería tan entusiasta en la cama, y me imagino debajo de él en medio de una follada vikinga. ¿Vanessa grita tan alto por darle emoción, o porque Javier es así de bueno? Y en todo caso, ¿qué más me da? Esto es un arreglo moderno y práctico, y yo tengo una varita Hitachi que vale por cien machos ibéricos de medio pelo. Una mujer con la cabeza bien amueblada no necesita mucho más que eso.

Javier Disfruto de la atención de Belén durante unos largos. Después se levanta como si nada, recoge el gin-tonic y la revista insulsa que debe de haber estado leyendo y se larga. Se larga. Me detengo en mitad de la piscina y me paso la mano por la cara para enjuagarme el agua. Apenas puedo creer lo que veo. Estoy a cien, con el pulso como un tambor y los músculos hinchados por el ejercicio, y ella se va. ¡Se va! A veces me pregunto si no me he casado con una lesbiana. O con una frígida. Pues anda que sería buena puntería. Yo, que he ganado todos los títulos que se puedan ganar en un club europeo (la Liga, la Copa, la Súper Copa, la Champions… Ya me entiendes) y que marqué el gol que nos dio la victoria en aquella final en Milán (bueno, en realidad fue de penalti y Jáuregui ya había marcado uno antes, pero ese fue el que nos aseguró que ganábamos). La Mujer Trofeo Romance Amor Libre y Sexo con el Futbolista Millonario — Comedia Erótica y Humor — Ah, y… ¿Has dejado ya una Review de este libro? Gracias.

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