Mi Interes En El Cristo De La Fe

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MI INTERES EN EL CRISTO DE LA FE Escribo esta corta publicación de forma muy personal, así como escribí una publicación anterior titulada “Mi Interés por el Jesús Histórico”, ahora escribo estas líneas como una forma de continuar la entrada anterior y para mostrar que no solo me interesa la historia sino también el tema de la fe. Cuando daba mis primeros pasos en el Evangelio y entendía que Cristo Jesús murió en la cruz por causa de mis pecados y me perdonó para andar en nueva vida, nunca me imaginé que ya, entre los siglos XVIII y XIX, un grupo de académicos alemanes, imbuidos por un fuerte sentido de racionalismo, propio de su época, habían desarrollado un método exegético de interpretación de la Biblia, y especialmente del Nuevo Testamento(NT), que consistía en un acercamiento racional al texto bíblico, sin depender de la fe ni del dogma. Este acercamiento, de carácter científico, se conoce como, crítica histórica o método histórico-crítico.1

Este método, revolucionó el mundo de los estudios bíblicos, algunos lo consideraron casi infalible, otros lo han adoptado como la mejor manera de acercarse al texto bíblico, por su objetividad e imparcialidad en el análisis. Otros por el contrario, tomaron el camino opuesto, es decir, entendieron que un estudio crítico de la Biblia y del NT, era un peligro para la fe cristiana y se opusieron a toda forma de análisis crítico de los textos bíblicos.2

Sin advertir que entre los siglos XVIII y XIX, había comenzado una fascinante búsqueda del Jesús histórico y que los eruditos habían usado diferentes vías de acceso a ese Jesús 3 visto con los espejuelos prejuiciados de su inflexible racionalismo, yo era un creyente convencido, que ese Cristo que me perdonó por medio de su sangre, era el mismo de quien hablan los Evangelios, el mismo que habló en su famoso Sermón de la Montaña, el mismo que caminó sobre el mar, el mismo que se transfiguró delante de sus discípulos. Mientras leía en las páginas de mi Biblia sobre este Jesús de Nazaret, a quien sus discípulos vieron vivo con muchas pruebas indubitables de su resurrección, yo no podía concebir una forma de diferenciarlo de aquel que estaba intercediendo por mi delante del Padre, o de aquel en cuyo nombre, me

acercaba confiadamente al trono de la gracia. Para mí, Jesús de Nazaret, era el mismo Cristo o mejor dicho Jesucristo.

Pero con el pasar del tiempo y en la medida que iba desarrollando un interés particular por la investigación bíblica, durante el Seminario y en forma personal sobre los asuntos de mi fe, me iba dando cuenta que los textos bíblicos constituyen un mundo a donde debemos viajar para poder conocer el ambiente social, religioso y teológico de los personajes y protagonistas que nos hablan alzando su voz, cuyo eco por medio del Espíritu, resuena hasta el siglo XXI. Por eso, cuando hablamos sobre el Cristo de la fe, no hablamos de un mito, sino de una persona en cuya reflexión se articula el pensamiento teológico trasformador que afecta mi vida en el presente. De ahí que la fe cristiana, tiene su arraigo pleno en la historia. No es una fe que apareció en el vacío, sino en un espacio y tiempo concretos. Tampoco es una fe que huye a los ojos escrutadores de la historia para ocultarse tras las faldas de un sobrenaturalismo casi siempre alienante de su presente. 4En otras palabras, aunque la fe cristiana admite elementos sobrenaturales en su reflexión, estos no impiden su apertura en la historia. Por eso estoy convencido que mi fe en este Cristo no es y nunca será un salto al vacío.

Ciertamente, el método de la crítica histórica ha iluminado en muchos aspectos el texto bíblico, especialmente en lo tocante a su entorno cultural inmediato. Pero también comprendo, con la acertada dirección del Dr. Edesio Sánchez, (2006:25) que existen otros acercamientos al texto bíblico cuya metodología «ha obligado ‒en palabras de este autor ‒ a revisar el casi supremo método histórico crítico, y han demostrado el «talón de Aquiles» de ese acercamiento exegético, herencia de la erudición alemana.»5. De manera que, aunque su utilidad sigue siendo esencial, mi fe no es puesta a prueba con la crítica histórica, más bien corrobora o me aclara el origen y naturaleza del pasaje bíblico.

Por otro lado, no tengo ninguna intención de quedarme en el pasado, es decir, recibir datos en el texto que me ayude a su comprensión y lo que

significó para el autor o hagiógrafo y sus destinatarios en el pasado, ciertamente es importante, pero no me habla ni dice nada para mi presente. Ese es el gran problema del método histórico crítico, una vez más dice el Dr. Edesio Sánchez (ídem: 120):

«Por eso, aunque se sigue apreciando el método «histórico crítico» a la luz de la hermenéutica canónica y otros acercamientos exegéticos, se ha resaltado el talón de aquiles(sic.) de ese acercamiento: el método histórico crítico ha servido más para «atar el texto bíblico» a su pasado que para permitirle funcionar como Palabra de Dios en el aquí y ahora de las comunidades de fe.»6

Del mismo modo, el gran biblista argentino, J. Severino Croatto (1994:18) después de resaltar los beneficios del método histórico crítico, también advierte de los riesgos en cuanto a su uso exagerado y reduccionista: «Por un lado, muestra el “detrás”, la arqueología, del texto actual, desplazando la atención del exegeta o del lector de la Biblia a un nivel pre-canónico o simplemente prerredaccional». Luego añade el citado autor (ídem) «…es más una historia del texto que la exploración de su sentido» (énfasis del autor). Y posteriormente, añade Croatto (ibíd., 19, 20): «Pero además, en caso de aferrarse uno a la intención del autor o redactor como único sentido, se corre el riesgo de clausurar en el pasado el mensaje de la Biblia, tomada como “depósito” de un sentido concluido, coincidente con el pensamiento de su redactor, si no de los pre-redactores del texto actual. Creemos que aquí no termina la posibilidad significativa de un texto» 7 Por tanto, mi interés en el Cristo de la fe, es mayor que el interés por el Jesús histórico, porque el primero no solo es el “Cristo de la fe”, sino también es el Cristo de mi fe, es el Cristo de mi presente, de mi momento histórico, mientras que el segundo, el llamado Jesús histórico, es una reconstrucción de los investigadores, los cuales desde hace doscientos años hasta hoy siguen buscando nuevas vías de acceso a ese

personaje idealizado por su racionalismo. Ni siquiera se trata del Jesús real, porque como dice John P. Meier: “El Jesús histórico no es el Jesús real y el Jesús real no es el Jesús histórico”, estas palabras pueden implicar algunas cosas, entre ellas, que la búsqueda histórica de Jesús nunca terminará. No obstante, Cristo no es el resultado de ninguna especulación académica, sino la reflexión hermenéutica de los hagiógrafos que interpretaron el proceso de autorrevelación divina en Jesús de Nazaret en medio de la historia. Como fruto de esta interpretación, se articula el proceso teológico donde Jesús, el Hijo de Dios, es principio y fin. A partir de ahí, la fe se muestra con su verdadero sentido de compromiso, donde el creyente es invitado a ser partícipe en todo su sentido pleno. La no es algo estático sino un elemento dinámico que nos ayuda a comprender nuestro itinerario teológico viviencial. Gerardo Alfaro (2010:51) lo expone de la siguiente manera: «Fue el Maestro quien nos ordenó enseñar todas las cosas que venían de él. El seguidor de Jesús sabrá que no es suficiente querer imitar su moralidad o ejemplo. Algunos teólogos han querido quedarse con los principios éticos de Jesús. Quedémonos solo con la bondad de Dios y la hermandad de los seres humanos, nos sugieren. Pero este simplismo fácilmente se quiebra ante la dureza del corazón humano y la realidad de la historia de Jesús, quien nos habla de una cruz y de un Dios revelado en ella. Jesús pide más, una vida que integre la totalidad de su persona, obra, enseñanzas, ética, profecías, etc. En otras palabras, se requiere de una vida que responda teológicamente en fidelidad a su iniciador.» Quienes hemos creído en el mensaje transformador del texto sagrado y en las palabras de Cristo, hemos asumido un compromiso, no solamente por con la realidad de nuestra salvación sino con la vida misma. Por eso, hoy puedo decir ¡Gracias Cristo!

1 Cabe destacar que como todo hecho histórico, el racionalismo teológico es el resultado del fenómeno conocido como Ilustración, que en pocas palabras, es un movimiento que se originó en Francia (S. XVII) y que tuvo como finalidad liberar al mundo del oscurantismo cultural y la superstición. El Dr. Tellería (2014:61) punta: «La Razón y la Ilustración, no se limitarían solo a tratados filosóficos, económicos o sociopolíticos. También penetraron el campo de la teología cristiana y de la exégesis de la mano del método científico, aplicado a la historia universal y a la historia bíblica».

2 Para más detalles de la reacción de las iglesias conservadoras a principios del siglo XX, véase, la “introducción” del libro Crítica del Nuevo Testamento, de Ladd (1990: 7-16)

3 Para conocer las distintas vías de acceso a este Jesús, remito a los lectores a consultar las siguientes autores: G. Theissen y A. Merz (1990:17-32); C. J. Gil, R. Aguirre, C. Bernabé (2009: 17-31); J. Gnilka (1993: 15-28); J. M. Tellería (2014)

4 Cuando escribo esto, viene a mi mente la gran cantidad de religiones que deben su origen a un evento sobrenatural o extático de su líder o fundador.

5 Las cursivas son del autor. El Dr. Edesio Sánchez(2006) se refiere al acercamiento literario al texto bíblico como una forma de comprensión más cabal del mensaje de la Biblia, en la p. 26 comenta: «El acercamiento literario nos ha obligado a considerar no sólo el asunto de los géneros y formas literarias de cada unidad de discurso sino también todo lo que hoy en día se considera vital para el análisis de la narrativa y el lenguaje poético: las variadas formas de lectura y análisis que usa el exegeta para hacer una atenta y cuidadosa discriminación del uso artístico del lenguaje, del cambiante juego de ideas, licencias, tonos, sonidos, imágenes, sintaxis, perspectivas narrativas, unidades composicionales y mucho más».

6 El autor, habla en función al acercamiento canónico del texto bíblico.

7 Las cursivas son del autor. BIBLIOGRAFÍA: ALFARO, G. A. (2010) «La Importancia de Jesús Para la Teología: “para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18)» en, KAIRÓS 47 (Julio-Diciembre) CROATTO, J. S. (1994) Hermenéutica Bíblica, para una teoría de la lectura como producción de sentido, 2°da edi. Buenos Aires: Lumen. GIL, C. J., AGUIRRE, R., BERNABÉ, C. (2009) Jesús de Nazaret, Estella, Navarra: Verbo Divino. GNILKA, J. (1993) Jesús de Nazaret, mensaje e historia, Barcelona: Herder. LADD, G. E. (1990) Crítica del Nuevo Testamento, una perspectiva evangélica, El Paso, Tx., Mundo Hispano. SÁNCHEZ CETINA, E., (2006) ¿Qué es la Biblia? Respuestas desde las Ciencias Bíblicas, 2°da edi., Buenos Aires: kairós.

TELLERÍA, J. M., (2014) La Interpretación del Nuevo Testamento a lo Largo de la Era Cristiana, Las Palmas de Gran Canaria: Mundo Bíblico. THEISSEN, G., MERZ, A. (1999) El Jesús Histórico, Salamanca: Sígueme.

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