El Cristo De La Fe

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El Cristo de la fe Introducción La presencia de la Iglesia en el mundo obedece a su misión que no es otra que la de comunicar y hacer realidad entre los hombres el mensaje de salvación que Cristo sigue ofreciendo a través de ella que es su sacramento. La iglesia ha contado siempre y sigue contando con diversos medios y formas para cumplir con esta tarea mediadora. Entre ellas podemos mencionar las siguientes: el kerigma, la catequesis y el dogma. Aquí nos detendremos un poco en el último. El dogma es: un enunciado de fe divina y católica; un aserto que la Iglesia proclama explícitamente como revelado por Dios1. El paso del kerigma al dogma o hablando con más precisión este tipo dogmático de mediación de la revelación siempre ha tenido finalidades muy precisas en el interior de la comunidad eclesial: En primer lugar, es fundamental la exigencia de dar respuesta a las instancias culturales que van emergiendo en el curso de la historia. En segundo lugar, por razón de la misma integridad de la fe, se impone la urgencia de definir ciertos aspectos ante las posturas reduccionistas y herejes del mismo credo cristiano.

Jesús hijo de Dios El sacerdote Arrio, originario de Libia, comenzó a difundir, por el año 320, su propio modo de entender la absoluta trascendencia de Dios y la relación existente entre el Verbo y el Padre en el seno trinitario. Existe un documento muy importante que consiste en una breve carta que dirige Arrio a Eusebio de Nicomedia, en la que se queja de la no comprensión y poca aceptación de sus principios trinitarios. En ella enuncia sus seis principales tesis que exponemos a continuación: 1. 2. 3. 4. 5. 6.

El Verbo no coexiste desde la eternidad con el Padre. El Verbo ha sido creado de la nada. El Verbo no es Hijo natural y propiamente dicho del Padre. La naturaleza del Hijo no procede de aquella del Padre. El Verbo ha comenzado a existir por un acto de la voluntad del Padre. El Verbo es por naturaleza sujeto de cambio físico y moral.

Para dar una adecuada respuesta a la difícil situación en que se encontraba la fe cristológica, el emperador Constantino convocó en el año 325 el primer concilio ecuménico en Nicea.

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Esto es, de la misma substancia del Padre: la expresión engendrado por Dios, debe entenderse de una verdadera y propia generación, esto es, que el Hijo participaba plena y totalmente de la esencia divina. Dios verdadero de Dios verdadero: el Verbo es verdadero Dios en el mismo sentido que el Padre. Engendrado no creado: debe afirmarse de una vez por todas que el Verbo es engendrado por el Padre desde toda la eternidad, esto es, siempre ha sido Hijo. Consubstancial al Padre: esta adición viene a sintetizar felizmente todo el significado antiarriano del concilio: el Hijo es verdadero Dios, consubstancial al Padre y eterno como él. Con el término homooúsios los Padre conciliares acordaron dar a este término un significado definitivo en el ámbito trinitario: con él afirmaban que el Hijo no sólo es semejante al Padre sino que es perfectamente igual a él, que a través de su eterna generación de parte del Padre, participaba de su misma substancia o naturaleza divina. La confesión cristológica de Nicea es la primera definición dogmática de la Iglesia y sigue siendo el texto eclesial de mayor autoridad, ya que expresa la concepción cristiana de Dios y, al definir la relación de Cristo con Dios, ha definido también su naturaleza como Hijo. Jesucristo no sustituye a Dios, sino que es su Hijo y, en cuanto Hijo unigénito de su misma esencia, es Dios. Los Padres de Nicea tuvieron intención de ofrecer una respuesta normativa par toda la Iglesia, que se explicita en la comunión añadida. La aprobación por el Papa y la recepción por los concilios ulteriores harán de él la piedra de toque de la fe cristiana. Todos los textos posteriores no quieren ser otra cosa que su interpretación actualizada.

Jesús, hijo de hombre A principios del s. IV surge un esquema cristológico conocida como el Lógos-sarx y consiste en la afirmación de que en Cristo el Logos divino ocupa el lugar del alma humana; por lo que se entiende inmediatamente que la naturaleza humana de Cristo carecería de alma humana: Al negarle alma racional a la humanidad de Cristo, éste se sirve entonces de una humanidad reducida a solo cuerpo, como de un instrumento inerte, y constituye de esta manera un único principio de querer y de acción. Concederle un alma racional a la humanidad de Cristo, sería admitir una voluntad humana, principio humano de autodecisión, independiente del Verbo, incapaz muchas veces de coincidir con la voluntad divina en su orientación hacia el bien. Admitir un alma racional sería, en pocas palabras introducir un principio de oposición al Verbo. La ausencia del alma humana, constituye al Logos divino como el único principio de decisión y de acción. En este compuesto unitario del pneuma divino conserva en todo su preeminencia. El es el espíritu vivificante, el agente que mueve eficazmente la naturaleza corpórea y uno y otro constituyen una unidad de ser y de vida. De aquí se ve claramente que toda la acción vital de Cristo depende del Logos. El emperador Teodocio el Grande, convoca el concilio de Constantinopla en el 381 con el objetivo de dar fin a la controversia que perturbaban los espíritus cristianos de oriente. La profesión de fe que surge de este concilio tiene como base un credo local “substancialmente niceno”y de él se hicieron las debidas adiciones y precisiones en contra del apolinarismo que negaba la integridad humana de Jesucristo, y en contra de los macedonianos que negaban la divinidad del Espíritu Santo.

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Esto explica la denominación de este credo como el “Niceno-constantinopolitano” que la liturgia de la Iglesia integra a su celebración.

Estructura Analizando el texto del símbolo se percibe inmediatamente su estructura tripartita. Como en Nicea, aquí también se comienza confesando al Padre; después al Hijo en su completa humanidad y, por último al Espíritu Santo en su divinidad. Presenta algunas adiciones cristológicas: “Engendrado antes de todos los siglos” “Bajó del cielo” “Se encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen”. “Fue crucificado por nosotros en tiempos de Poncio Pilato” “Fue sepultado” “Según las escrituras” “Está sentado a derecha del Padre” “Vendrá nuevamente con gloria” “Y su reino no tendrá fin” Expliquemos las más importantes: Se encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen: Con ella se quería reconocer y confesar la unión del Logos según la carne que ya Nicea había afirmado implícitamente. La gran novedad teológica que ofrece esta confesión está en que el Concilio considera el acontecimiento Cristo no solamente en su relación al Padre, sino también en su relación al Espíritu Santo a María la Virgen. Y su reino no tendrá fin: tiene la finalidad de desaprobar aquella doctrina de Marcelo de Ancira según la cual la realidad Jesucristo no podía tener una subsistencia eterna, su encarnación, por lo tanto era temporal, no eterna. Después de la parusía la unión hipostática del Verbo ya no existirá más. Con esta doctrina pretendía, según él, salvaguardar la unidad en Dios. El símbolo niceno constantinopolitano se le considera también como interpretación del dato bíblico presente en Mateo (1, 18.20) y en Lucas (1, 35) que relacionan el nacimiento de Cristo con el Espíritu Santo. Con la adición “Se encarno del Espíritu Santo” y de María Virgen”, el concilio reconoce las dos naturalezas en Cristo, la naturaleza divina y la verdadera naturaleza humana.

Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre La interpretación del misterio de Jesucristo en su realidad divino-humana en el contexto histórico del s. IV y V, dio origen a tres corrientes de pensamiento: aquella llamada “Escuela Alejandrina”, la llamada “Escuela Antioquena” y la última denominada “Escuela occidental latina”. La primera se apegaba al modelo cristológico del Lógos-sarx cuya nota distintiva era su interés por mantener y defender la unidad en el misterio de la persona de Jesús.

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La segunda estaba por otro modelo cristológico llamado Lógos-ánthropos que se caracteriza por establecer y explicar la distinción en la realidad ontológica de Jesucristo. La tercera corriente podemos situarla entre las dos orientales que acabamos de ver. Ella se distingue por el esfuerzo en mantener un equilibrio entre las dos concepciones anteriores: afirma la unidad en la distinción a través de la communicatio idiomaticum. En su afán por acentuar la distinción en el misterio divino-humano de Jesucristo, la “Escuela Antioquena” no siempre fue afortunada. Su modelo cristológico llegó hasta el extremo de separar demasiado al Hijo de Dios de la realidad Jesús. Le fallaron las bases metafísicas de las reflexiones sobre la unidad en Cristo. Otro que siguió esta escuela es Nestorio, quien mantenía y defendía la distinción y la perfección de las dos naturalezas en Cristo. El problema que se le presenta es cómo se unen en la persona de Cristo. Cuál es la forma de esa unión. En este punto a él no le convencen ciertas soluciones porque las ve plagadas de docetismo, monofisismo y apolinarismo. El piensa en una solución que le parece correcta. La unión se realiza en un único prósopon (persona). Este prósopon de naturaleza propio de las dos naturalezas completas y perfectas. El prósopon de unión se llama Cristo. El estaba preocupado, más bien por aclarar y defender las cuestiones siguientes: 1. La integridad de la naturaleza humana, comprometida por el apolinarismo. 2. La plenitud de la misma contra los alejandrinos que la reducían a un mero instrumento pasivo del Logos. 3. La distinción de las propiedades de las dos naturalezas. 4. La unidad de las mismas, rechazando la acusación de predicar los Cristos. 5. Presentación de la unidad en Cristo con el término synápheia (conjunción) para no dar lugar al menor indicio de mezcla en la unión. 6. La unidad ontológica de la persona de Cristo, que externamente se manifestaba con un solo prósopon como ya lo hemos visto. Como consecuencia lógica de su cristología, Nestorio contradijo el kerigma eclesial de su tiempo, esto es, la conciencia de fe que la Iglesia tenía con respecto a María a quien llamaban la theotókos que significa la Madre de Dios. El tipo de unión humano divino en Cristo que el patriarca de Constantinopla había ideado, le permitía llamar a María la christotókos, esto es la Madre de Cristo, el prósopon resultante de aquella unión expresada en términos de conjunción. La historia de la Iglesia señala a Cirilo como el gran opositor de Nestorio. Algunos escritores llegan a afirmar que antes de la controversia, Cirilo era un fiel representante de la cristología del Lógossarx, restándole, por este motivo, importancia a la verdadera humanidad de Cristo. Teodocio, emperador oriental, fue quien convocó un Concilio Ecuménico en Efeso en el año 431 con el fin de restituir la paz y la tranquilidad a la Iglesia tan perturbada por las fuertes controversias entre Cirilo y Nestorio.

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El concilio no elaboró ninguna definición dogmático-cristológica. Su intención fue la misma que aquella de Nicea: entender y explicar la divinidad de Jesucristo. Pero aunque la intención es la misma, las perspectivas desde las cuales se aborda el problema son diferentes. Efeso se plantea la siguiente cuestión: ¿De que manera y en que sentido el Hijo de Dios se hizo hombre en Jesús? Basándonos en los momentos decisivos de la primera sesión del Concilio, podemos considerar a algunos de ellos a manera de fórmula dogmática: 1. El símbolo de Nicea como fundamento de toda regla de fe. 2. el juicio conciliar sobre los dos escritos en cuestión, el de Cirilo y el de Nestorio, como la aprobación y el rechazo de uno y otro respectivamente. 3. la aprobación y la adopción de la orientación teológica de la segunda carta de Cirilo a Nestorio, tanto en su vertiente cristológica como en su vertiente mariológica. 4. la contribución teológica propia del concilio de Efeso es entender la unidad en Cristo “según la hipóstasis” y no a manera de “conjunción”, como también confesar que María es la Madre de Dios. El concilio de Efeso había logrado un gran avance en la explicación del misterio de Cristo. Si Nicea había puesto en claro su divinidad en contra de las falsas interpretaciones del arrianismo, si el concilio Constantinopolitano I había restablecido la integridad humana de Jesucristo en contra de los reduccionismos de Apolinar, el gran concilio de Efeso había asegurado la unidad en la persona de Cristo. El terreno que había ganado el Concilio precisando el tipo de unión, no lo exentaba de algunas incomprensiones y críticas de parte de los antioquenos, pues el concilio había dejado pendientes algunos cuestionamientos: 

Centrándose en la unión, descuidó la condición de las dos naturalezas.



Además, la ambigüedad de la terminología usada por los alejandrinos, dejaba ciertas dudas con respecto a la misma unión en el misterio de Jesucristo.

Se trataba ahora de precisar el lenguaje y de explicar el contenido de la afirmación de la unión de las dos naturalezas. Esta es la tarea encomendada a la teología y cuya culminación se vería en una nueva definición conciliar. Le tocó al emperador Marciano, sucesor de Teodosio II, convocar el cuarto Concilio Ecuménico en Calcedonia en el año 451. Siguiendo las actas del Concilio, aquí indicaremos brevemente las sesiones más importantes: En la segunda sesión se expuso la doctrina de fe verdadera aduciendo a los documentos escritos de los concilios anteriores.

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En la cuarta sesión, se discutió si era necesaria o no una nueva fórmula de fe. En la quinta sesión después de varios tentativos, los padres conciliares aceptaron unánimes la fórmula cristológica propuesta por el papa León para que a partir de esta formula se hicieran las convenientes adiciones antiheréticas. De entrada es importante tener en cuenta que la definición dogmática de Calcedonia es una respuesta doctrinal nueva, responsable y clarificadora del problema tan controvertido de cómo explicar y expresar la unidad de Cristo dentro de la globalidad de su condición divina y humana. La primera parte de la definición se ocupa de puntualizar dos temas de importancia capital: la continuidad con la tradición anterior y el misterio de la dualidad en Cristo. Por lo que respecta a la continuidad, afirma lo siguiente: 

La tradición es la fuente y el fundamento de cuanto se dirá en la definición.



Se afirma la legitimidad de desarrollar ulteriormente el dato de la fe con nuevas precisiones y profundizaciones.



Se afirma que la primera parte de la fórmula es una síntesis del dato cristológico de los concilios precedentes.



Junto con esta continuidad se expresa la intención comunicativa del Concilio a través del verbo homologein. No se trata de una mera información, sino de un apelo autoritativo al asentimiento de fe del creyente.

Por lo que respecta al misterio de la dualidad en Cristo, está queda bien clarificada a través de cuatro afirmaciones: 

La perfección de la divinidad y de la humanidad en Cristo.



La verdad de su ser de Dios y la verdad de su ser de hombre compuesto de alma racional y de cuerpo.



Su doble consubstancialidad: ya sea con el Padre en cuanto a la divinidad, ya sea con nosotros según la humanidad.



Su doble nacimiento: en cuanto engendrado por el Padre antes de todos los siglos según la divinidad, y de María Virgen según la humanidad.

La segunda parte de la definición, constituye la parte central del símbolo y es la contribución propia y específica del Concilio. Su contenido puede sintetizarse de la siguiente manera. 

La expresión específicamente conciliar: hén prósopon – mía hypóstasis, en dyo physesin (una persona – una hipóstasis, en dos naturalezas).



En pocas palabras se precisa en qué modo Cristo es uno y en qué modo es dos: la unidad del sujeto en Cristo se explica por razón de la única hypóstasis y del único prósopon, mientras que la dualidad de sus perfecciones divina y humana se explica por razón de las dos physeis. Se ve claramente que la clave de solución está en al distinción que hace el concilio de los términos

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Phycis e hypóstasis. Los Padres conciliares no se ponen a definir tales términos, pero es muy claro el uso distinto que de ellos hacen. 

La precisión en dos naturalezas, se contrapone a la ambigüedad contenida en la frase de dos y que da pie al malentendido de Eutiques que veía dos naturalezas en Cristo antes de la unión, pero sólo una después de la misma.



Con la expresión sin confusión, ni cambio, sin división y separación, se quiere precisar la relación de las dos naturalezas, ya sea contra Eutiques rechazando toda confusión, ya sea contra Nestorio evitando toda separación y división de las dos naturalezas.



El concilio sintetiza su mensaje afirmando que las dos naturalezas confluyen en una única persona en una única hipóstasis. Aquí se toca el ápice del misterio de la ontología de Cristo: la integridad de las dos naturalezas y la unión en una única persona y subsistencia.

La tercera parte de la definición contiene la base bíblico-patrística del pronunciamiento conciliar. Los Padres se sienten en continuidad con la revelación veterotestamentaria, haciendo alusión concreta a los profetas, y en continuidad de cuanto ha sido revelado en Jesucristo. Aquí vuelve a aparecer el paso del kerigma al dogma en la labor actualizante del Concilio. La alusión al símbolo de los Padres, muestra que el Concilio se pone en la misma línea de fe de la tradición nicena.

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