Yáhiz. Libro De La Cuadratura Del Círculo.doc

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Director de la colección: CARLOS ALVAR

Título original: Kitāb at-tarbī’ wa t-tadwīr

© EDITORIAL GREDOS, S. A., 1998 Sánchez Pacheco, 85.-28002, Madrid

© Traducción, introducción y notas: PEDRO BUENDÍA PÉREZ

Yáhiz

LIBRO DE LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

TRADUCTOR Pedro Buendía Pérez

GREDOS C L Á S IC O S M E D I E V A L E S

INTRODUCCIÓN

1. YÁHIZ al-Yáhiz significa «el de los ojos saltones». Con un mote como éste, la literatura árabe habría de recordar a uno de sus mejores talentos, Abu ‘Utman ‘Amr b. Bahr. El apodo le venía de la malformación ocular que padecía: una aparatosa exoftalmia que arruinaba su aspecto. Tanto, que su figura pronto pasó a formar parte de la literatura popular, como protagonista de una larga serie de anécdotas, más o menos folclóricas y apócrifas, sobre su fealdad e ingenio. Ingenio, inteligencia y agudeza que, unidos a una ambiciosa y vastísima cultura, alumbrarían una obra magistral y única. Si es verdad que, de cuanto Yáhiz escribió, las humoradas tuvieron más éxito que la lucidez y las ideas, también lo es que el nombre de Yáhiz, aquel ojos saltones que le fue puesto por sus condiscípulos como apodo burlesco, pronto pasó a ser entre los árabes título de gloria en el oficio de las letras1. 2. DATOS BIOGRAFICOS Muy poco se sabe sobre los orígenes de Abu ‘Utman ‘Amr b. Bahr b. Mahbub al-Kinani al-Fuqaymi al-Basri, al-Yáhiz2. Nació Véase Ch. Pellat, Le milieu basrien et la formation de Gabiz, París, Maisonneuve, 1953, págs. 56 y n. 6, 60-61. 2 Todo estudio sobre la vida y la obra de Yáhiz pasa necesariamente por la consulta de las investigaciones y trabajos de Charles Pellat, incansable promotor de los estudios sobre este autor, ya cuyos datos aquí nos atenemos. Noticia biográfica de primera mano sobre Yáhiz se hallará en M. Asín Palacios, Abenmasarra y su escuela, Madrid, Imprenta Ibérica, 1914, pág. 133 (reimpr. en Obras escogidas, 2 vols, Madrid, CSIC, 1948, vol. I, 1-216). Una de las obras célebres de nuestro autor está magníficamente traducida al español por S. Fanjul (con la colaboración de A. Sánchez): alYahiz, Libro de los avaros, 2.ª ed., Madrid, libertarias / Prodhufi, 1992 (en adelante, citado Avaros). 1

en Basora, en fecha cercana al año 776 (160 H.) 3. No era árabe de raza, sino de espíritu, pues pertenecía a una familia de orígenes africanos. Su abuelo era negro, y sabemos que él mismo era de tez muy morena, probablemente mestizo. De extracción humilde, quedó huérfano de padre al poco de nacer, y su madre debió de arreglárselas para que asistiera a la escuela coránica local. Poco más es lo que se puede decir sobre su infancia y juventud; por su universal curiosidad y sus dotes para la observación, quizá su primer aprendizaje debiera más a calles y zocos, predicadores y narradores ambulantes que a la escuela misma. El dato de su estancia en la escuela alcoránica 4 es el único que poseemos sobre sus primeros años, y no basta para explicar cómo consiguió Yáhiz hacerse con aquella formación enciclopédica que sería la admiración de sus contemporáneos. A tenor de su heterogénea obra, parece que renunció pronto a concentrarse en una sola materia (filología, lexicografía, hadiz, etc.) como era ya costumbre entre los estudiantes de su tiempo. Se añade a ello la verosímil presunción de que tampoco tuviera oficio fijo durante su juventud5 y que, probablemente hasta bien entrado en edad madura, llevara vida ociosa. Lugares que Yáhiz debió de frecuentar tras sus años escolares fueron la mezquita y el mirbad. En la primera, juntándose a los círculos de personajes más o menos letrados y desocupados como Sobre los problemas de la fecha de nacimiento de Yáhiz, v. Ch. Pellat, Le milieu, págs. 49-50. 4 La escuela alcoránica o kuttab era el lugar donde, probablemente, las familias poco pudientes enviaban a formarse a sus hijos; en tanto que quienes contaban con recursos económicos confiaban su educación a preceptores y medios privados. La enseñanza en el kuttab se centraba en aprender a leer y escribir, más ciertas nociones de aritmética y gramática, junto al aprendizaje de memoria del Alcorán. Es de señalar que los maestros de escuela estaban malamente considerados en la época, y que la madrasa, como centro de enseñanza superior, no existía todavía (ib., págs. 59, 65). 5 Tal como pretenden algunas noticias anecdóticas, según las cuales se le habría visto vendiendo panes y pescado junto al río de Basora, etc. (ib. pág. 64). 3

él, que, discutiendo y tratando en sus reuniones todo género de temas, en aquellos días florecían por Basora 6. De tales círculos y ambientes nos dejaría sabroso recuerdo en su Libro de los avaros7. También en el mirbad, la gran explanada a las afueras de la ciudad, pudo Yáhiz hallar mies abundante para su obra. Allí hacían alto los viajeros, abrevando monturas y juntando provisiones en medio de un tráfago incesante. En el mirbad de Basora eran célebres las encuestas que lexicógrafos y lingüistas realizaban entre los beduinos, tradicionales custodios de la pureza de la lengua árabe. Y en aquella concurrencia a los más variados círculos y ambientes debió de empezar Yáhiz a conformar su mundo. Un mundo que se apartaba de la especialización y que resumiría nítidamente el espíritu de toda una época. Fue en los libros, con todo, donde hallaría el cauce en que desahogar su universal curiosidad y donde encontraría el complemento necesario de su formación vital. Su amor a la lectura y su pasión libresca pronto se hicieron célebres 8. En su Basora natal se nutriría su formación arábiga, a través de la ingente recopilación y producción de los filólogos locales en tomo al legado árabe tradicional. Seguramente allí tuvo también primer conocimiento de las culturas persa e india, en las traducciones del pehleví al árabe, con Calila y Dimna de Ibn al-Muqaffa‘ a la cabeza. Por aquella época, Basora era el foco cultural e intelectual del Islam. Junto con Kufa, se alzaba como centro de los estudios filológicos, que tuvieron un destacadísimo papel en el desarrollo de la cultura árabe, y cuyos más señalados adalides (al-Asma‘i, Abu ‘Ubayda, etc) fueron maestros de Yáhiz9. Era además Basora la cuna del i‘tizal, movimiento teológico deudor de la filosofía Ch. Pellat, «al-Jahiz», en The Cambridge history of Arabic literature, ‘Abbasid belles-lettres, Cambridge, University Press, 1990, pág. 78. 7 En el Relato de los masyidíes de Basora, Avaros, pág. 99. 8 Es renombrada, por ejemplo, la noticia de que llegó a alquilar las tiendas de los libreros para leer en ellas a préstamo, de día y de noche. Véase A. Mez, El renacimiento del Islam, Madrid, Escuela de Estudios Árabes, 1936, pág. 217; M. Asín Palacios, Abenmasarra, pág. 133. 6

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Sobre los maestros de Yáhiz, v. Ch. Pellat, Le milieu, pág. 69.

griega, que defendía la razón como criterio valedor de la Verdad revelada, y sobre el que volveremos a hablar. Uno de los más conspicuos jeques del i‘tizal, Ibrahim an-Nazzam, fue maestro de Yáhiz. Con el tiempo, nuestro autor llegará a ser el principal divulgador del movimiento. Las primeras obras conocidas de Yáhiz se sitúan en torno al año 815 (200 H.). Según uno de sus pocos datos autobiográficos, tras llegar ciertos escritos suyos sobre la cuestión del imanato a noticia del califa al-Ma‘mun, éste le recibió, animándole a escribir y haciéndole grandes elogios10. Tal hecho, que parece capital en su biografía, le acaeció frisando la cuarentena. A esa edad Yáhiz aún no tenía dedicación fija y estaba al servicio de su maestro anNazzam, haciéndole de fámulo o asistente en diversas tareas11. El reconocimiento del califa debió de animar a Yáhiz a establecerse en Bagdad y, como otros muchos, probar fortuna entre el tropel de gramáticos, poetas y hombres de varias letras que acudían a ella, deseosos de procurarse reputación y fortuna en la burocrática y fastuosa capital del imperio. Sin embargo, tampoco en Bagdad resulta fácil seguirle la pista a nuestro autor. Noticias sueltas, anecdóticas y quizá apócrifas hay acerca de un efímero trabajo de tres días como secretario de la cancillería de alMa‘mun12. Célebre es la versión según la cual, ya bien maduro y con crecida fama a cuestas, el califa al-Mutawakkil quiso confiarle la educación de uno de sus hijos; pero, tras entrevistarse con él y catar su extremada fealdad, se arrepintió de su idea y ordenó entregar a Yáhiz una compensación de diez mil dirhams13. En Bagdad completaría su formación y ampliaría el círculo de amistades y relaciones. Allí tomaría pleno contacto con la cultura griega y con las traducciones al árabe promovidas por al-Ma‘mun 10

Ib., pág. 264. 11 Ib., pág. 69; íd., «Gahiz à Bagdad et à Samarra», en Études sur l'histoire socio-culturelle de l'Islam (VIIe-XVe s.), Londres, Variorum, 1976, I, pág. 62. 12 Ib., pág. 48. 13 Véase al-Wassa’, El libro del brocado, trad. de T. Garulo, Madrid, Alfaguara, 1990, pág. 90; Ch. Pellat, «Gahiz à Bagdad et à Samarra», pág. 49, n. 1.

desde su célebre Dar al-hikma o 'Casa de la sabiduría'. Allí se relacionaría estrechamente con adalides de la doctrina del i‘tizal, entonces oficial en el estado musulmán; y especialmente con Tumama b. Asras, consejero del califa al-Ma‘mun. Fue en Bagdad donde Yáhiz completó su formación filosófica y terminó de elaborar su doctrina teológica, iniciada con su maestro anNazzam, tantas veces nombrado en sus obras. Tenemos constancia de su progresivo acercamiento a los círculos califales, porque Yáhiz se ganó la amistad de muy influyentes personajes, en cuyo entorno vino a ser cierta suerte de eminencia gris, consejero y promotor de servicios varios. Mantuvo estrecha amistad con Ibn az-Zayyat, visir de varios abbasíes de 834 a 847, hasta su caída en desgracia y posterior tormento14. Más tarde acomodó relaciones con el oponente de éste y gran cadí de Bagdad, Ahmad b. Abi Du‘ad. Finalmente, con alFath b. Jaqan, favorito turco de al-Mutawakkil y también gran bibliófilo15, que le presentó al califa. A ellos han de sumarse otros personajes influyentes de la corte, a los que Yáhiz dedicó casidas y epístolas, etc. Una vez asentado en el ambiente oficial y califal -aunque ya a las puertas de la vejez -las dificultades parecen haberse acabado para nuestro autor. A partir de este momento, su prestigio intelectual y literario se afianzan. Conocido es el hecho de que por la dedicatoria de su obra magna, el Libro de los animales (Kitab al-Hayawan), a su amigo el visir az-Zayyat, recibió de éste 5000 dinares como recompensa. Lo mismo se sabe de otra de sus grandes obras, el Kitab al-bayan wa t-tabytn (Libro de la disertación y la elocuencia), dedicado al gran cadí Ahmad b. Abi Du‘ad, y así con varios títulos más 16. Cantidades éstas que, sobre indicar el gran prestigio que una dedicatoria de Yáhiz confería a 14

Dentro de un atanor erizado de clavos que él mismo había ideado poco antes para torturar a morosos. 15 A. Mez, o. cit., pág. 217; Ch. Pellat, «Gahiz à Bagdad et à Samarra., pág. 57. y n. 3, con referendas. 16

B. Dodge, The Fihrist of al-Nadim, 2 vols., Nueva York, Columbia University Press, 1970, vol. I, pág. 402 (en adelante, citado Fihrist); Ch. Pellat, «Gahiz à Bagdad et à Samarra», pág. 50.

un alto personaje, dan pie a la suposición de que dedicatorias y recompensas fueran el pago encubierto de sus servicios, prestados en calidad de consejero, informador y secretario en la sombra. En efecto, ya juzgar por buena parte de sus escritos, Yáhiz parece haberse incrustado en el aparato califal como ideólogo, portavoz o escriba oficioso encargado de anunciar, publicar o vulgarizar decisiones gubernamentales e ideas religiosas oficiales del momento17. Todo apunta, en cualquier caso, a que en la etapa final de su vida conociera, si no la fortuna, al menos una vida confortable gracias a su pluma y sus conocimientos. Cuando el califa alMutawakkil se aparta del i‘tizal como doctrina oficial, Yáhiz, ya anciano y aquejado de una hemiplejia, abandona Bagdad y vuelve a su natural Basora, ciudad de la que nunca se había apartado completamente. Es en esta última etapa cuando, lejos de preocupaciones de otra índole, escribe una de sus obras más célebres, el libro de los Avaros (Kitab al-Bujala‘). A pesar de este retiro, parece que, por su gran prestigio, siguió en contacto privado con el califa al-Mutawakkil hasta su asesinato en 861 (247 H.)18. Sobradamente octogenario, murió en Basora el mes de muharram del año 255 (diciembre de 868-enero de 869), única fecha segura de su biografía. Condenado a protagonizar una historia de leyenda, entre las noticias relativas a su fin no falta una tradición tardía que le inventa una muerte de bibliófilo: acostumbrado a amontonar alrededor de sí los libros que leía, fue aplastado por una pila de ellos, que se le cayó encima. Como añade el profesor Pellat: se non e vero...19 3. TRANSCENDENCIA DE LA OBRA DE YÁHIZ Yáhiz es, a la vez, padre y maestro de la prosa árabe. Si exceptuamos el inagotable ejemplo literario del Alcorán, y quizá 17

Ib., pág. 54. Ib., pág. 58. 19 «al-Jahiz», pág. 81. V. íd., «Gahiz à Bagdad et à Samarra», pág. 59; M. Asín Palacios, Abenmasarra, pág. 133; A. Mez, o. cit., pág. 217. 18

el ilustre precedente de Ibn al-Muqaffa‘, no hay duda sobre este punto. No obstante, Yáhiz, más que sólo escritor, se nos muestra como una de esas personalidades geniales que configuran y cierran una época. La magnitud y extensión de su obra, su amplitud de intereses y anchura de miras, la importancia fundamental que tuvo en la formación de la cultura árabe así lo atestiguan. De cuanto escribió, apenas nos ha llegado algo más de una veintena de obras íntegras, junto a unas cincuenta transmitidas en fragmentos. La sola extensión de su obra, compuesta de 231 títulos20, nos da idea de unas excepcionales cualidades intelectuales y una energía creadora que, si bien no es extraña a la grafómana cultura musulmana21, no tenía parangón hasta el momento. Sintetizando al máximo, podemos decir que la teología, la política y la literatura de adab son los tres campos principales en que su obra se desarrolla22; y que el movimiento del i‘tizal y el fenómeno sociocultural de la su‘ubiyya son las dos coordenadas maestras donde se ubica. 3.1. I‘tizal y su‘ubiyya El i‘tizal o mu‘tazílísmo, como ya se ha adelantado, es un movimiento teológico nacido en Basora, crecido en Bagdad, y que tendría fundamental importancia en la orientación religiosa, política y cultural del estado abbasí. Fenómeno largo, complejo y difícil de sintetizar en pocas líneas, pretendía que el dogma musulmán, válido para todos los hombres y revelado para siempre, no podía ser incompatible con la razón. Así, frente a la masa ortodoxa, el i‘tizal rechazaba doctrinas consagradas como las del Alcorán increado, el antropomorfismo divino, la ausencia del libre albedrío, etc. Este rechazo habría de granjearle tintes de herejía entre los medios ortodoxos del Islam, a la sazón poco 20

Véase Ch. Pellat, «Nouvel essai d'inventaire de l'oeuvre gahizienne», Arabica 21 (1984). 21 F. Gabrieli, La literatura árabe, Buenos Aires, Losada, 1971, pág. 163. 22 Ch. Pellat, «al-Jahiz», pág. 83.

propensos a la argumentación dialéctica y al contacto con la filosofía griega, de la que el mu‘tazílísmo era deudor. La defensa a ultranza de la razón, como medio esencial de acceso a la Verdad, caracterizaría también la obra entera de Yáhiz, quien prontamente se adhirió a esta doctrina, a cuyos principios nunca renunciaría. Ni siquiera cuando, tras dos décadas largas de ser oficial en el estado, el i‘tizal se vio relegado por la reacción conservadora del califa al-Mutawakkil (849)23. Con el nombre de su‘ubiyya24 se conoce la respuesta o reacción nacionalista protagonizada en el primer siglo abbasí por el elemento islámico no árabe, persa especialmente. Conscientes de pertenecer a una cultura milenaria, los persas reivindican para sí el derecho, primero de igualdad ante la altanera superioridad de los árabes, luego de supremacía en los terrenos intelectual y literario. Semejante pretensión, en un principio expresada en términos de controversia literaria (aduciendo una facción burlas aquí, otro bando sátiras allá, etc.), no hacía más que encubrir un peliagudo y creciente dilema de fondo: decidir sobre qué cimientos habría de construirse el edificio de la nueva cultura araboislámica: ¿árabes, o bien persas y aramaicos? Es importante señalar que desde el siglo VIII, coincidiendo en parte con la juventud y primera formación de Yáhiz, en Mesopotamia se multiplican las traducciones del pehleví. Estas traducciones descubren a los árabes la existencia, en un país que ellos han conquistado, de una cultura y civilización inveteradas, frente a las cuales sus orgullosos títulos de gloria parecen

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Esbozar siquiera las líneas maestras del i‘tizal y sus muchas implicaciones teológicas, políticas, históricas, etc., queda fuera del propósito de estas páginas. Véase C. Cahen, El Islam, Madrid, Siglo XXI, 1986, pág. 83 y sigs.; F. M. Pareja, La religiosidad musulmana, Madrid, BAC, 1975, pág. 115 y sigs.; M. Cruz Hernández, Historia del pensamiento en el mundo islámico, 2 vols., Madrid, Alianza, 1981, vol. I, pág. 89 y sigs. 24 Sobre este tema, véase I. Goldziher, «‘Arab and ‘Ajam», y «The Shu‘ubiyya», en Muslim Studies, Londres, George Allen & Unwin Ltd., 1967.

insignificantes25. Ante esta incontestable realidad, los árabes de origen o de espíritu, con Yáhiz al frente, responderán tomando consciencia del decisivo papel que estaban llamados a tener en el mundo y en su historia26. Si un persa como Ibn al-Muqaffa‘ realiza la gran labor de formar los rudimentos de la prosa literaria árabe, al precio de orientar inequívocamente la naciente cultura arabomusulmana hacia el mundo iranio, un mestizo de negro aunque árabe neto de espíritu, Yáhiz, enderezaría el rumbo de la nave para restituir la primacía al arabismo, glorificando la herencia árabe y enriqueciéndola con la creación de nuevas formas de literatura. 3.2. Obra político-religiosa La obra de Yáhiz se nos ha conservado escasa y desigualmente. Buena parte de su creación filosófico-teológica (y principalmente los títulos en que desarrolló su doctrina sobre el i‘tizal) no ha llegado hasta nosotros, en parte por causa del fracaso del mu‘tazilismo, en parte también por el hecho ya apuntado de que el brillante estilo de Yáhiz y su tono entremezclado de burlas y veras siempre parecieron a los copistas más interesantes que sus contenidos. Quien se tome la molestia de hojear el Fihrist de Ibn an-Nadim encontrará allí una larga lista de títulos, muchos de los cuales abordan este ámbito y se han perdido27. Entre las obras conservadas siquiera parcialmente, espigar unas cuantas a vuelo de pájaro servirá para mostrar la calidad de sus intereses. Así, el Kitab al-masa‘il wa l-yawabat fi l-ma‘rifa (Libro de las preguntas y de las respuestas en torno al tema del conocimiento), que debía de ser una descripción de las enseñanzas de las diferentes escuelas mu‘tazilíes en lo tocante al 25

Ch. Pellat, «Variations sur le thème de l'adab», en Études sur l'histoire socio-culturelle de l'Islam (VIIe-XVe s.), VII, pág. 28. 26 Íd., «Les encyclopédies dans le monde arabe», en Études sur l'histoire socio-culturelle de l'Islam, XVIII, pág. 633. 27 Fihrist, pág. 404 y sigs. Para una cabal perspectiva de las obras perdidas y las conservadas fragmentaria o íntegramente, v. Ch. Pellat, «Nouvel essai d'inventaire…».

conocimiento de Dios. O su Risala fi nafi at-tasbih (Negación del antropomorfismo), el Kitah al-Futya, Libro de las fetuas o dictámenes jurídicos, donde recoge algunas de las opiniones de su maestro an-Nazzam, etc. No obstante, las más veces su postura teológica aparece íntimamente ligada a sus opiniones políticas, al menos en un número no pequeño de obras que escribió para -consumo administrativo-, al servicio del estado y sus concepciones oficiales, en una época de grandes y continuas controversias políticas y religiosas. Ya hemos apuntado que, en el momento crucial de su vida, Yáhiz parece mostrarse como un cardinal secretario oficioso, encargado de anunciar, explicar y divulgar las decisiones del poder. A esta luz se nos figuran más claras ciertas obras o rescoldos de obras como el Kitab istihqaq al-imama (Necesidad del imamato), el Rayan madahib as-Si‘a (Exposición de las doctrinas del chiismo), o las más ambiciosas Kitab al-‘Utmaniyya y su Epístola sobre los omeyas (Risala fi n-Nabita o fi Bani Umayya), encaminadas a mostrar la necesidad de un imán, idóneo entre los musulmanes, no perteneciente a la rama de los ‘alíes, tampoco omeya, etc., justificando así, en suma, la ascensión al poder de los abbasíes y deslegitimando las pretensiones chiitas y pro-Sirias28. Muchas son las páginas que aquí podríamos llenar acerca de la producción político-religiosa de Yáhiz; pero ahora nos interesa su prosa miscelánea de humanidades varias, educativa y de .instruir deleitando., a la que pertenece el Libro de la cuadratura del círculo y que en árabe recibe el nombre de adab. 3.3. Literatura de adab y cultura arabomusulmana El nombre adab designa una prosa de carácter cultural (en la genuina acepción de la palabra), sin pretensiones unitarias ni orden riguroso. En ella, y siguiendo un no muy consistente hilo narrativo, el autor entremezcla anécdotas, digresiones, versos a 28

Sobre estas obras y las anteriormente citadas, v. Ch. Pellat, «al-Jahiz», págs. 83-85.

cuento de esto y aquello, leyendas y ocurrencias de vario género, etc. La palabra adab, no obstante, agrupa en sí varios significados que, en última instancia, implican un mismo concepto cultural y literario. Comenzando por el sentido de 'norma de conducta' o 'tradición heredada', el término tendrá toda una historia propia que reflejará el gradual desarrollo de la civilización árabe y el ensanchamiento de su horizonte cultural29. Con la aparición del Islam, con la creación y administración de un nuevo imperio, los árabes ya musulmanes se ven en la imperiosa necesidad de desarrollar nuevas disciplinas, ciencias o modos de saber que canalicen y ordenen, de acuerdo con las exigencias de la nueva religión, su propio patrimonio. En la precisión de fijar, estudiar y calibrar el mensaje alcoránico tendrán su razón de ser la ortografía, la gramática, la lexicografía, las ciencias del hadiz, los comentarios, etc. De la necesidad de regir la nueva comunidad de acuerdo con sus fuentes nacerán la jurisprudencia y la teología. En la amplitud del nuevo y majestuoso dominio musulmán tendrá su origen la geografía, etc. Esta construcción del Islam como sistema religioso, jurídico, social y cultural -como civilización y modo de vida, en suma -habría de producir, en apenas siglo y medio, un caudal de conocimientos e informaciones tan vasto que ni las más capacitadas mentes eran capaces de asimilarlo por entero. Sumándose a las ciencias árabes e islámicas vendrían las importadas de otras civilizaciones, a través de las numerosas traducciones que, arrancando del griego y el sánscrito, con etapas en siríaco y pehleví, aportarían a la civilización araboislámica multitud de nociones nuevas. Así se desarrollarán la astronomía, la medicina, las matemáticas, etc. Desde la India viene, desmemoriado y ya en manos iranias, el primer monumento de la prosa literaria árabe, Calila y Dimna, .traducido. por Ibn al-Muqaffa‘. Esta aristocrática y genial figura contribuirá notoriamente a la formación del género de adab, que en un principio tendrá un acusado carácter paren ético, deudor de las tradiciones persas. En efecto, la prosa de la época, como 29

F. Gabrieli, o. cit., pág. 160.

elemento administrativo, comenzó a ser cultivada por funcionarios, secretarios y escribas no árabes. Éstos, tras la estela de Ibn al-Muqaffa‘, se aprestan a introducir en el naciente mundo islámico elementos culturales iranios, traduciendo o adaptando conceptos de la literatura e historia persas, con su civilización milenaria y refinada, pero extraña al arabismo. En estas circunstancias, aunque someramente expuestas, cabe imaginarse el maremagno cultural en que habían de vérselas los espíritus de los siglos II y III del Islam, con aquel aluvión de nuevos conocimientos anegando un medio árabe que, apenas salido de la ignorancia, seguía teniendo como referencia una tradicional Antigüedad de trasfondo beduino, afianzada en las mentes con caracteres de ultima ratio30. Y frente a voces y opiniones partidarias de refrenar esa marea (que hasta hoy, vale decir de paso, nunca se han apagado), se alzan los más clarividentes con el deseo de encauzarla y asimilarla en provecho del Islam y del arabismo31. El magisterio de Yáhiz supondrá el triunfo temporal de esta última postura. Pocos años después, la obra de Ibn Qutayba, el otro gran prosista de la centuria, marcará el triunfo de la actitud contraria. En efecto, al comienzo del siglo IX (III H.) parece haber llegado el momento de seleccionar, de aquilatar, de sentar las bases para una explotación armoniosa del saber. El reto era elaborar una cultura araboislámica que, asimilando los logros de las civilizaciones sobre las que se asentaba (y de las que vendría a ser, sí, principal heredera), fuera asequible a la mayoría y satisficiera a un tiempo a los espíritus elevados. En esta encrucijada surge la figura de Yáhiz, que marcará la época entera con su garra de genio universal. En su obra, el género literario del adab se ramificará ampliamente para alcanzar las más variadas ramas del saber y tender así a la formación moral, intelectual y profesional de los musulmanes32.

30 31

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S. Fanjul, introducción a al-Yahiz, Libro de los avaros, pág. 61. Ch. Pellat, «Les encyclopédies dans le monde arabe», pág. 634. Ib., l. cit..

3.4. El adab de Yáhiz Por una parte, Yáhiz es consciente de la necesidad de elaborar y divulgar, mediante cuidadosa tarea de selección, el ingente legado árabe recopilado por sus maestros de Basora. Este legado árabe debería ser la base y punto de partida de la cultura, frente a la propensión que escribas y secretarios sentían hacia los modelos y tradiciones del mundo persa. A ello se sumarían, en razonable medida, las ciencias de otras civilizaciones. Todo ello se expresaría en una prosa ágil, tersa, artísticamente elaborada y que, respondiendo al principio de tomar un poco de cada cosa33, manifiesta a las claras su carácter enciclopédico. Por otra parte, nuestro autor es un convencido mu‘tazili, y nunca renunciará a someterlo todo, o casi todo, al arbitraje de la razón. En un mundo ya dominado por el principio de autoridad, Yáhiz no aceptará más dictado que el del Alcorán, sin hacer ninguna concesión a otra tradición o fuente: por medio de la duda sistemática se habría de llegar, según la voluntad de Dios, a la certidumbre, a la interpretación racional de las cosas. Esta postura es la razón de ser del Libro de la cuadratura del círculo, y se opone frontalmente al sistemático y casi borreguil tránsito de testimonios sin crítica, al magister dixit y al «Dios sabe más» que, en siglos sucesivos, habremos de encontrar archirrepetidos en tratados y enciclopedias árabes. La constante voluntad didáctica, crítica y enciclopédica de Yáhiz se realizan al precio de la amalgama constante de temas, la digresión continua, el poco o ningún orden, y un a veces irritante trasiego de ideas, donde se llega incluso a defender tesis opuestas. Por este incesante tornafuye intelectual, a Yáhiz se le ha acusado de polemista y agitador de problemas sin resolverlos 34, sin querer ver a menudo que esa actitud responde a una innata y esencial inquietud ante el saber. Cierto es que, también en parte por las necesidades de su tiempo, Yáhiz nos brinda una obra en 33

al-ajd min kull say' bi-taraf Véase Ch. Pellat, «Variations sur le thème de l'adab», pág. 24. 34

F. Gabrieli, o. cit., pág. 163.

apariencia caótica, desordenada, inquietante; pero en ello hallamos la recompensa de ver a sus anchas a un carácter de fino estilista, a un excepcional temperamento artístico sorprendido ante la creación y curioso de sus misterios. 3.4.1. Principales obras de adab Su más ambiciosa obra, el Libro de los animales (Kitab alHayawan), es una monumental enciclopedia, editada en siete volúmenes, sobre la creación animada35. Con la intención de comentar cada especie animal, Yáhiz se propone evidenciar que los conocimientos zoológicos árabes eran tan avanzados y exactos como los griegos, con Aristóteles (al cual cita en incontables ocasiones) al frente36. Anima la obra entera el deseo de demostrar que la creación es la prueba irrefutable del Creador, y que la divina sabiduría no ha creado nada inútil o insignificante. Claro está que, a cambio de tal aspiración, el Libro de los animales va mucho más allá de «simple« enciclopedia zoológica para abarcar toda suerte de terrenos, temas y saberes: botánica, etnografía, religión, magia, supersticiones y folclore, costumbres sexuales, poesía, psicología, música, leyendas y fábulas, continentes y pueblos perdidos: «todo eso y mucho más» se agita y recompone con soberbia agudeza en ese mágico espejo que es el Kitab alHayawan, sin duda una de las obras fundamentales de toda la cultura árabe37. 35

Kitab al-Hayawan, 7 vols., edic. crítica de 'Abd as-Salam Muham. mad Harun (1.ª ed., El Cairo, 1938-45), Beirut, Dar Ihya' at-turat al-'arabi, s. d. (en adelante, citado Hay). 36 Vana y desastrosa pretensión, que no es de recibo discutir aquí; aunque vale decir, en general, que la zoología, a menudo tratada como una rama de la filología y de la literatura, no fue unánimemente considerada como ciencia; y que, por tanto, anda de la mano de la paradoxografía en la mayoría de las obras árabes medievales, empezando por el mismo Yáhiz (y aun por su causa) como veremos en esta obra. Sobre este particular, v. Encyclopédie de l'Islam, 2.a ed., Leiden, E. J. Brill, 1960-1995 (en adelante, citada EI2), s. v. 'Hayawan', VII, art. de Ch. Pellat. 37

Una buena introducción a la obra, una completa y amplia lista de los temas que trata, junto con varios pasajes traducidos, en M. Asín Palacios,

Otra de sus obras monumentales, el Kitab al-bayan wa ttabyin (Libro de la disertación y la elocuencia), es una magna antología de las «humanidades árabes» desde época preislámica: la retórica y la poesía principalmente. Con el objeto de demostrar la supremacía de los árabes en estas dos disciplinas, la obra constituye un admirable intento de sentar las bases de una arte poética; aunque sea de un modo harto desordenado, como en Yáhiz es habitual. En ella se juntan los más variados materiales de la tradición oral: sermones, gnómica, prédicas populares, hadices y leyendas profanas, etc.; toda una montonera de fábulas y nociones de varia historia en tomo al valor mágico de la palabra. El Kitab al-bayan es un riquísimo tesoro de anécdotas y una mina de datos sobre el patrimonio oral, literario e histórico de los árabes. El Libro de los avaros (Kitab al-Bujala‘), única obra del autor traducida al español hasta ahora, es una larga plática en torno al tema de la avaricia, salpicada de los más sabrosos retratos humanos, sucesos y anécdotas. Aquí tenemos un soberbio fresco de la sociedad de su tiempo, pintado con los sabios recursos del humor y la anécdota donosa; pero aplicando a la vez la amarga medicina del castigat ridendo mores38. Podríamos desgranar aquí bastantes más títulos, conservados o a medio conservar, especialmente entre el enjambre de opúsculos y epístolas, cuyo solo enunciado sugiere la amplia curiosidad y el genio multiforme de este inefable y singular polígrafo. Así su Primacía de los negros sobre los blancos (Fajr as-sudan ‘ala lbidan), su Kitab al-qiyan (Libro de las esclavas cantoras), Kitab kitman as-sirr wa hifz al-lisan (Guardia de secretos, preservación de lenguas), Kitab manafi‘ al-bigal (Libro de las utilidades de las mulas), y tantas otras. 4. EL KITAB AT-TARBI‘ WA T-TADWIR El "libro de los animales" de Yahiz" en Obras Escogidas, 2 vols., Madrid, CSIC, 1948, vol. n, 29-70. 38 V. EI2, S. V. 'al-djidd wa-l-hazl', art. de Ch. Pellat.

El Libro de la cuadratura del círculo es una epístola dirigida a un personaje pedante y estrafalario de La Meca, Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab, a quien Yáhiz describe como erudito a la violeta, polemista charlatán y vejestorio presuntuoso. Tras denunciar su actitud insensata, porfiada y cargante, Yáhiz nos advierte que se ha propuesto desenmascararlo, planteándole cien preguntas que no sepa contestar. Así mostrará a todo el mundo la magnitud de su ignorancia y podrá librarse de él. Aquí acaba el argumento y empieza una extraña aventura. Las «cien preguntas» que Yáhiz hará a su contrincante son un compendio de las más complicadas cuestiones al alcance de un espíritu racionalista del siglo IX (III H.)39. A través de ellas, y en un momento tan señalado de la historia de la civilización como es la primera centuria abbasí, nuestro autor esboza un fabuloso recorrido por la pura historia de los problemas. Así, se suceden sin pausa las preguntas sobre cuestiones espinosas, singulares o enigmáticas, desde el comienzo de los tiempos, «cuando las piedras eran blandas y toda cosa hablaba», hasta el día en que la trompeta señale la hora de la Resurrección. Todo ello va arropado en un tono de libresco apremio, de erudita urgencia, que oprime y desconcierta al lector con una prosa enérgica y precisa. Entre cada andanada de preguntas, Yáhiz va componiendo un despiadado retrato de su contrincante; retrato que queda en la memoria de la literatura árabe -no es poco decircomo ejemplo de sátira mordaz y cáustica40. Muchas son las cuestiones que Yáhiz plantea al destinatario de su epístola, e innumerables los parajes a donde nos lleva: leyendas cosmogónicas y apocalípticas, mesianismo, soteriología, textos sagrados y profanos, profecías, música, matemáticas, medicina, zoología, magia, botánica, etc. Toda una galería frenética de imágenes, de vagas y extrañas evocaciones que, apenas toman 39

Ch. Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gahiz, Damasco, Institut Français. 1955. pág. X 40

Véase Taha Husayn, Min hadit as-si‘r wa n-natr, El Cairo. Dar alMa‘arif, 1936, pág. 56; Hanna al-Fajuri, al-Yahiz, Beirut. Dar al-Ma‘arif, 1953. pág. 27.

cuerpo en el texto, se esfuman como en un caleidoscopio. De este modo pasamos de la metamorfosis del lagarto a las diferentes clases de demonios; de los terroríficos gigantes que poblaban la tierra a los ciclópeos ángeles que la gobiernan; de la cuna de los profetas al lugar donde mora el Antecristo. En estas páginas hallamos al rey cuya sangre cura la rabia, al adivino que predice golpeando un cubo de agua, al poeta poseído por un genio, al músico hermafrodita y la canción que mata, junto al inventor del ajedrez, al creador del astrolabio y, por encima de todo, al sabio escritor que se asombra de los misterios de la creación y nos propone el ejercicio nada cómodo de meditar sobre ellos. Una ventana abierta a un mundo perdido. Si los arcanos que la obra encierra ya eran peliagudos de abordar en tiempos de su autor, para el lector moderno son un rompecabezas. Y no obstante, este dédalo de fábulas e interrogantes era cuando menos familiar a las mentes cultivadas de la época. Al echar la vista atrás, separados por un piélago cultural, puede que no sepamos orientarnos; pero debemos aceptar el desafío. 4.1. Fondo mítico, escenario mundano En vísperas del Islam, la Arabia central, esperando su turno de entrada a los grandes acontecimientos de la historia, es el último bastión del paganismo semita. Aislada y en buena medida al margen de los designios políticos y culturales que marcaron la historia del Oriente Medio, pervive como último cauce de un amplio y complejo sistema de creencias, supersticiones, costumbres, técnicas adivinatorias, cultos ancestrales, concepciones religiosas y cosmológicas que gozaron de inmenso favor en los grandes imperios semíticos y que alimentan una inveterada y rica tradición árabe41. Si el medio nativo del Islam, pagano, politeísta y polidemonista, se ha resistido a la helenización, los monoteísmos, en cambio, le resultan familiares. Tras su diáspora, el judaísmo se asienta en Yatrib (la futura Medina) al menos desde el siglo II; y ya en los albores del siglo VI había alcanzado tal predicamento en 41

T. Fahd, La divination arabe, París, Sindbad, 1987, pág. 1

el Yemen, que el último de los reyes himyaríes, Du Nuwas, se había convertido a esta religión. También el cristianismo, aunque menos notoriamente, se había introducido en Arabia desde finales del siglo II, formando grupos y comunidades harto heterogéneas, en las cuales los «dogmas» monofisita, ortodoxo, jacobita y nestoriano se confundían entre sí tanto como el Nuevo Testamento con sus apócrifos y con la paren ética y homilética orientales42. La aparición del Islam probará irrefutablemente que Arabia nunca se había quedado fuera de la Historia de Salvación y de la Profecía. No sólo eso, sino que terminaría poniéndole sello y fmal. De este modo, la nueva religión se convierte en heredera e intérprete del complejo y fascinante mundo de la tradición de Abraham. Fuera de la Historia de Salvación, de la vía de la transcendencia monoteísta, la civilización islámica conocerá y albergará en su seno otras varias religiones, credos, sectas y movimientos, de entre los cuales valen de buena muestra los mandeos o mugtasila, secta agnóstica aramaica, adoradora de las estrellas, de carácter bautista y vegetariano. Y también los sabeos de Harrán, adoradores de los astros igualmente, seguidores del mítico Hermes-Agathodaimon y avezados estudiosos de la astrología, la astronomía y las matemáticas. El inquietante mundo de la magia caldea, en fin, perdurará furtivamente a través de las generaciones. Por su parte, el mazdeísmo, la antigua religión oficial de Irán, ahora tolerada por los musulmanes y con su arsenal legendario y mesiánico a cuestas, ve cómo el mazdakismo y el maniqueísmo, dos religiones a las que había perseguido, perviven en una indefinida clandestinidad. Ésta última, apuntalada en el dualismo, la metempsicosis y una urgente soteriología, aún conocerá una renovada pujanza en el siglo VIII, hasta que sucesivos califas desde al-Mahdi en 780 tomen severas medidas que, sin aplastarla, frenarán en seco su expansión. También en el propio seno del Islam vendría a germinar, tras los primeros cismas, un nuevo contingente de interpretaciones, 42

M. Cruz Hernández, o. cit., vol. I, pág. 33.

teorías y doctrinas invariablemente heréticas que acarrearían ríos de polémica y de sangre. El chiismo notablemente, con sus pretensiones mesiánicas en buena medida trasplantadas de la tradición persa, ve romper dentro de sí toda una cascada de partidos y sectas. Muchas de estas facciones, como los sumaytiyya, los mugiriyya, mansuriyya y otras, pertrechadas del más vario matalotaje de creencias, alimentarían desde sus múltiples ramas el fermento de heterodoxia que, bajo capa irania y oriental, se había introducido en el Islam o había crecido a su sombra43. Todo lo cual, conjuntamente, abrevaba un anchuroso mar de credos y leyendas cosmogónicas, históricas y escatológicas, con las que debía lidiar por fuerza un espíritu racionalista deseoso de dar respuesta a los misterios de la creación y de la historia, para así ordenar una visión del mundo que sólo en Dios podía tener su principio y su fin. Por todo ese mar echó sus redes Yáhiz, y en él pescaría substancioso alimento para el Libro de la cuadratura del círculo. Junto con los materiales del legado árabe, y los importados de Grecia, Irán y la India, hay en la obra mucho de aquellos selectos ambientes abbasíes en los que se discutía todo tipo de temas, desde cuestiones filosóficas a la orden del día (el átomo, la quietud y el movimiento, la generación y la corrupción) hasta asuntos profanos que resumían las preocupaciones intelectuales de la época (la naturaleza de la magia o de los espejos, las propiedades de los colores, las mareas), y por supuesto todo el ramillete de motivos de buen tono, en boga en los círculos refinados de la época (utilidad de las sandalias indias, hierbas que favorecen la coyunda, méritos del lagarto frente al cuervo, etc.). al-Mas‘udi44, entre otros, nos ha conservado el retrato detallado de una reunión del cortejo intelectual del visir Yahya b. Jalid alBarmaki; reunión compuesta por conspicuos polemistas de muy distintos credos (mu‘tazilíes, chiitas, zoroastras, etc.) y en la que 3

Véase Ch. Pellat, Le milieu, pág. 194 y sigs. Muruy ad-dahab wa ma‘adin al-yawhar; ed. de Barbier de Meynard y Pavet de Courteille, revisada y corregida por Ch. Pellat, 5 vols. + 2 vols. índices, Beirut, Publications de l'Université Libanaise, 1966-1979, vol. IV, § 2565. 4

4

4

estaba Ibrahim an-Nazzam, el maestro de Yáhiz. Y en efecto, es más que probable que Yáhiz frecuentase, durante una época de su vida, aquellos ambientes selectos, y que en semejantes controversias, discusiones y pláticas hallase inspiración y materia para esta obra45. 4.2. Título, fecha, estructura Sabemos que, probablemente, el título de la epístola se deba a un copista; pues, ya que Yáhiz tan solo se cuidó de poner nombre a sus obras extensas (Animales, Avaros, Bayan), biógrafos y antólogos intitularon el resto46. No conocemos con exactitud su fecha de composición, salvo que es anterior al Libro de los animales porque, en uno de sus párrafos (Hay, I, pág. 308), el mismo Yáhiz la menciona47: «Esas historias acerca de la metamorfosis del lagarto uromastrix, de la anguila, el perro y el saurio huka‘a, junto con todo eso de que las palomas son demonios..., son la clase de chácharas sobre las cuales yo había escrito a cierto amigo nuestro, uno de esos que pretenden saberlo todo [...] Si te interesan estas cuestiones, y si consideras este proceder merecedor de tu atención, lee mi epístola a Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab».

Cinco partes se distinguen claramente en el Kitab at-tarbt‘: en primer lugar, una introducción en la cual Yáhiz, tras explicar el porqué de su epístola, glosa mordazmente las características de su protagonista y explica las causas de su negligencia. A ello siguen, como razón de ser de la obra, dos amplias tandas de preguntas, interpoladas por un largo paréntesis acerca de la risa y el humor. A modo de conclusión, cierra el libro una concienzuda 45

Sobre este tema, v. Ch. Pellat, «Variations sur le thème de l'adab», pág. 28; M. Asín Palacios, Abenmasarra, pág. 11 y n. 4. 46 Ch. Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gabiz, pág. X, n. 1. 47 Basándose en la fecha de la muerte del visir az-Zayyat (847), a quien Yáhiz había dedicado el Libro de los animales, el profesor Ch. Pellat (Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gabiz, pág. XII) conjetura que la obra debió de componerse en tomo al año 842 (227 H.)

amonestación sobre los requisitos del conocimiento y los errores en el dominio de la sabiduría. Estas dos últimas partes son muy relevantes, pues constituyen la mejor muestra de su postura en dos frentes capitales de su pensamiento: el conflicto entre la seriedad y el humor; y el papel de la sabiduría griega en la definición de un sistema islámico del saber. 4.3. Dimensión en la literatura árabe Del desierto al Islam, como hemos visto, los árabes pasan de un estado pagano, adivinatorio e intuitivo a un contacto con civilizaciones y realidades nuevas, cuyos conocimientos han de elaborar y asimilar. Yáhiz será, indiscutiblemente, quien establezca y fije los términos de la nueva cultura, dando a sus materiales un tratamiento literario de primerísimo valor, señalándole un camino y proponiendo un método para enriquecerla. Este método, abierto a las fecundas influencias del helenismo, se fundamentaba en la observación, en la duda sistemática y en una búsqueda del conocimiento sin concesiones al principio de autoridad. Entre burlas y veras, pues, esta epístola es una clara invitación a revisar todas las nociones dudosas y criticables de la enciclopedia del siglo IX. Yáhiz propone el reto de un conocimiento humano que, en permanente guardia, se aparte del mito y la magia, enfrentándose a los misterios de la naturaleza. La falta de respuestas forma parte del juego: no sólo porque, en realidad, Yáhiz se interrogue a sí mismo, sino porque los meros datos importan menos que la actitud que muestran las preguntas. En esta actitud se aprecia, salvando todas las distancias, la modernidad del talento de Yáhiz: el Libro de la cuadratura del círculo señala un camino para las inquietudes fundamentales del espíritu48. Por ello marca un hito en el desarrollo de la cultura árabe. Lamentablemente, el camino abierto por Yáhiz tuvo muy pocos continuadores. Tras la iniciativa de razonable apertura 48

A. Miquel, La géographte humaine du monde musulman jusqu'au milieu du 11e siècle, 4 vols., Paris-La Haya, Mouton & Co, 1967, vol. I, pág. 39.

humanística que supone su obra, se producirá en la cultura árabe una corriente de repliegue que, encabezada por Ibn Qutayba 49, dominará el panorama intelectual abbasí hasta imponerse completamente. Varias y complejas serán las razones del declive; mas el hecho incontestable es que, al cabo de algunos siglos, la imaginación y la reflexión se habrán convertido en rara avis de la literatura árabe, y el adab se limitará a compilar en vastas enciclopedias las opiniones, ideas y juicios precedentes sin aportar apenas algo más que el consabido «sólo Dios conoce la verdad». El principio de autoridad se impondría en la actividad literaria, de acuerdo con una concepción de la historia que no sólo pensaba, como Yáhiz, que la Profecía se había terminado entre los árabes y en su lengua, sino que el propio mundo y su historia, llegados a su perfección, se habían terminado también. Así, quien haya leído las Mil y una noches50 recordará la maravillosa historia de la esclava Tawaddud, que, llevada ante el califa Harun ar-Rasid, se hace examinar por éste para demostrar «el dominio perfecto que tenía de todas las ciencias» y que «era una mujer única en su tiempo». También ahí tenemos una amplia colección de preguntas, aunque esta vez con respuesta sabida de antemano. En efecto, basta una simple comparación con este cuestionario para aquilatar el valor que la obra de Yáhiz, con esta epístola al frente, tienen en la evolución de la cultura arábiga. Mientras que el Kitab at-tarbi‘ trata de estimular una duda, el catecismo de Tawaddud opera a la inversa, remachando a todas luces la certidumbre en una sabiduría estática y estereotipada, que ya ha alcanzado su cénit, y cuyo dominio tan sólo es medio de triunfo social. Verbi gratia, en fin, resulta que uno de los examinadores derrotados por Tawaddud será an-Nazzam, maestro y mentor de Yáhiz. Es difícil precisar si el Libro de la cuadratura del círculo sirvió de inspiración, siquiera indirecta, a esta historia de las Mil y una noches; pero, si así fuera, en ello estaría el mejor

49

Véase G. Lecomte, Ibn Qutayba (mort 276/889): l'homme, son oeuvre, ses idées, Damasco, Institut Français, 1965. Una completa comparación entre Yáhiz e Ibn Qutayba en A. Miquel, o. cit., pág. 37 y sigs. 50 Trad. J. Vernet, 2 vols., Barcelona, Planeta, 1996, vol. I, pág. 1365.

ejemplo de cómo Yáhiz fue comprendido por muy pocos. O quizá sea que Yáhiz quedaba -y queda- por encima de muchos. Y es de destacar, finalmente, que ningún autor posterior, en una literatura plagada de refutaciones y réplicas, se haya dignado no ya a responder, sino siquiera a comentar las preguntas de Yáhiz51. 5. TRADICIÓN Y DIFUSIÓN DEL TEXTO El Kitab at-tarbi‘ wa t-tadwir fue publicación póstuma del pionero de los estudios sobre Yáhiz, el sabio holandés G. Van Vloten (en Tria opuscula Auctore Abu Othman Amr ibn Bahr alDjabiz Basrensi, Leiden, E. J. Brill, 1903). Por la prematura muerte de su autor, esta edición apareció sin aparato crítico y sin notas, basada, que sepamos, en los manuscritos del Museo Británico (n.º 1129, único señalado por C. Brockelmann 52) y de Berlín (Ahlwardt, n.º 5032)53. En la de Van Vloten se basaron las primeras ediciones orientales, que aportaban pocas variaciones: Maymu‘at rasa‘il alYahiz, El Cairo, 1906 (1324 H.), págs. 82-147; Rasa‘il al-Yahiz, ed. Sandubi, El Cairo, 1933 (1352 H.), págs. 187-240. El profesor Charles Pellat, partiendo del texto de Van Vloten, realizó en 1955 una nueva y crítica edición de la obra, añadiendo las variantes del «Cod. Malik Thahir Dam. 125» de la Biblioteca Zahiriyya, y las de las ediciones orientales nombradas. Añadió al texto asimismo un glosario y un índice exhaustivos, hoy imprescindibles para una cabal comprensión de los muchos problemas textuales y culturales que la obra plantea. Con todo, el mismo Pellat advierte que copistas y antólogos se tomaron 1

Ch. Pellat, «Les encyclopédies dans le monde arabe», pág. 637. Sobre este particular, v. íd., Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gahiz, pág. XVII, n. 3. 52 Geschitchte der arabtschen Lttteratur, Supplementband I, Leiden, E. J. Brill, 1937; pág. 244. Véase Ch. Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gahiz, págs. V y VI, n. 2. 53 W. Ahlwardt, Verzetchnis der arabischen Handschriften (1.ª ed., 1892), 10 vols., Berlín, Georg Olms Verlag, 1980, vol. 4. 5

grandes libertades con la obra de Yáhiz, y que con los manuscritos hasta ahora conocidos no es posible precisar exactamente el orden primitivo del texto y sus probables interpolaciones. La obra ha sido traducida al francés por Maurice Adad, «Le Kitab al-tarbi‘ wa-l-tadwir d‘al-Gahiz., Arabica 13 (1966), 268294; ib. 14 (1967), 32-59; ib. (1967), 167-190; ib. (1967), 298319 (posteriormente recogido en volumen aparte, Leiden, E. J. Brill, 1968)54. PEDRO BUENDÍA PÉREZ

CRONOLOGÍA

h. 776 (160)1 Yáhiz nace en Basora. 778 Occidente. Batalla de Roncesvalles. Fundación de la mezquita de Córdoba. 786 Harun ar-Rasid, califa. 787 Bizancio. Disputa iconoclasta. El II Concilio de Nicea restablece el culto a las imágenes. 788 al Ándalus. Muere Abd ar-Rahman I. h. 796 Nace al-Kindi, el «filósofo de los árabes». 800 Aglabíes en Túnez. Occidente: coronación de Carlomagno como emperador. 802 Bizancio. Nicéforo I, emperador.

54

Pellat (Tarbi‘, pág. XVII, n. 3). menciona «parmi les travaux modernes sur ce texte, la traduction-analyse» de Oskar Rescher, en Excetpte und Übersetzungen aus den Schriften des... Gabiz, Stuttgart, 1931, págs. 212255. Sin embargo, no la menciona en la bibliografía de su último trabajo sobre Yáhiz («al-Jahiz», en The Cambridge History of Arabic Literature). Por su parte, tampoco Maurice Adad nombra esta obra de Rescher. No la hemos podido consultar, ni en su edición original, ni en los tomos a nuestro alcance de sus Gesammelte Werke (Biblio Verlag Osnabrück, 1980-91). 1

Las fechas entre paréntesis son las de la Héjira.

809

Nace Hunayn b. Ishaq, gran intelectual, traductor y médico abbasí. 813 al-Ma‘mun, califa. No se establecerá en Bagdad hasta 819. 814 Occidente. Luis el Piadoso, emperador. 815 Bizancio: León el Armenio condena de nuevo el culto a las imágenes. h. 815 Primeras obras de Yáhiz. Entrevista con al-Ma‘mun. ? Yáhiz en Bagdad. 819 al-Ma‘mun entra en Bagdad. 827 El califa proclama su adhesión a la doctrina del Alcorán creado e instituye la Mihna, inquisición sui generis. Auge del mu‘tazilismo. 828 (213) Nace Ibn Qutayba. 836 al-Ma‘mun funda Bayt al-Hikma, la 'Casa de la sabiduría', institución educativa más importante de la historia del Islam. 831 al Ándalus. ‘Abd ar-Rahman II funda Murcia. 833 Muerte de al-Ma‘mun. 834 Ibn az-Zayyat, visir del califa al-Mu‘tasim. 836 al-Mu‘tasim abandona Bagdad y fija la nueva capital en Samarra. h.842 Yáhiz, asentado en la corte, entre Bagdad y Samarra. Kitab at-tarbi‘ wa t-tadwir 843 Occidente. Reparto de Verdún. Fragmentación del Imperio. Bizancio, querella de los iconoclastas: Teodora, madre de Miguel m, restablece solemnemente el culto a las imágenes en las iglesias. ? Kitab al-Hayawan, dedicado a Ibn az-Zayyat. 847 al-Mutawakkil, califa. Suplicio del visir Ibn az-Zayyat. 848-9 (234) al-Mutawakkil proclama su adhesión al dogma del Alcorán increado y la abolición de la Mihna. Caída en desgracia del Gran cadí de Bagdad, Ibn Abi Du‘ad. Declive y persecución del mu‘tazilismo. ? Yáhiz se retira a Basora.

861 867 868-9 (255)

al-Mutawakkil, asesinado. Bizancio. Basilio I instaura la dinastía de los macedonios. Segunda edad de oro bizantina. Muerte de Yáhiz.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

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al-Yahiz, Libro de los avaros, ed. de S. Fanjul (con la participación de A. Sánchez), Madrid, Libertarías / Prodhufi, 1992.

CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN

Nuestra traducción se ha basado en la edición crítica de Charles Pellat, Le kitab at-tarbi‘ wa-t-tadwir de Gâhiz (texte arabe avec une introduction, un glossaire, une table de fréquence et un index), Damasco, Institut Français, 1955. Asimismo, nos ha sido muy útil la consulta de la traducción francesa de Maurice Adad, que enriquece la edición Pellat con valiosas notas. Según nuestras modestas capacidades, hemos intentado reflejar en esta versión la calidad y frescura del estilo de Yáhiz, fluido y rítmico en la frase; pero brusco en el tránsito de un tema a otro. La muy elaborada y densa prosa de este autor; su carácter preciso, brillante y genuinamente «conceptista», así lo requieren. En todo momento hemos tratado de mantener el tono vivo y palpitante que esta obra conserva tras mil cien años largos de haber sido escrita.

En cuanto a la edición, nuestra prioridad ha sido hacer accesible la obra a un público, aunque ilustrado, lo más amplio posible. En nuestras anotaciones nos han servido de guía (según se indica en cada caso1) el glosario y el índice del profesor Charles Pellat, fundamentales para una cabal comprensión del texto, ya los que remitimos cortésmente a los especialistas. Anotar un texto árabe medieval es siempre tarea ardua; pero, en un texto hecho básicamente de problemas, es el cuento de nunca acabar. Las notas que hemos incluido (abreviando al máximo los ríos de tinta que sobre esta obra se pueden -y se deben- escribir) pretenden ajustarse a las características de esta edición. Quede claro que no se trata en ellas, robando el puesto a Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab, de «contestar» a las muchas preguntas que el autor formula, sino de situar adecuadamente al lector moderno en el contexto cultural de tales cuestiones, o en sus causas. Para ello (ya falta de traducciones a las que remitir al lector) hemos traducido múltiples párrafos de otras obras clásicas árabes, en especial del Libro de los animales del mismo Yáhiz. Igualmente, y por obvia razón de accesibilidad, hemos procurado allegar ejemplos de fuentes que estuviesen traducidas al español. En cuanto a la transcripción, y tras arduas cavilaciones, hemos optado por una solución basada en el sistema de la Escuela de Estudios Árabes (revistas al-Ándalus y al-Qantara), con la asimilación del artículo a las letras 'solares'; pero suprimiendo todas las tildes y diacríticos. Evidentemente, hemos conservado el '‘ayn' (como ‘) y la 'hamza' (como ’ menos la inicial). Este proceder es semejante, en su mecánica, al empleado, entre otros, por el profesor A. Hourani en su A History of Arab Peoples, creemos que con gran acierto. Sí que hemos acentuado, como única excepción, el nombre del autor, Yáhiz. Es penoso constatar cómo bellas traducciones de literatura árabe se afean y tornan verdaderos galimatías por causa de los numerosos diacríticos que allí aparecen y que, a cambio de desorientar al lector, nada aportan al especialista. No obstante, en

1

Con estas acotaciones: Pellat, glos., y Pellat, index.

los índices, válidos para ambos, transliteramos con el sistema íntegro. Las citas alcoránicas y bíblicas están a menudo tomadas de las traducciones de J. Cortés (El Corán, Barcelona, Herder, 1986) y de L. A. Schokel y J. Mateos (Nueva Biblia española, Madrid, Cristiandad, 1990). Nos honra, last but not least, agradecer vivamente al profesor Serafín Fanjul, catedrático de literatura árabe de la Universidad Autónoma de Madrid, su desinteresado y constante apoyo, así como sus valiosas observaciones y consejos en la traducción y edición de esta obra.

ABREVIATURAS EI1 Alc. AP ár. cap. cit. cp. 1 CR DT ECLO edic.

Alcorán Apocalipsis árabe capítulo cita, citado compárese 1.ªs Crónicas Deuteronomio Eclesiástico edición

EI2 EI1,2 esp. EX EZ glos. GN

Encyclopaedia of Islam, 1.ª edición Encyclopédie de l'Islam, 2.ª edición referencia a las dos ediciones español Éxodo Ezequiel glosario de la edición Pellat Génesis

gr. h. H. Hay HCH toles hebr. ib. íd. index IS JOB JOS JUE l. cit. lit. LV m. ms. MT

griego hacia Héjira Kitab al-hayawan de Yáhiz Hechos de los apóshebreo ibídem ídem índice de la edición Pellat Isaías Job Josué Jueces lugar citado literalmente Levítico muerto manuscrito Mateo

n. nota n.º número NM Números o. cit. obra citada os Oseas pág. página pl. plural PROV proverbios 1 RE 1.º Reyes 2 RE 2.º Reyes reimpr. reimpresión s. siglo s. v. sub voce SAL Salmos sig. siguiente s. d. sine data, sin fecha 1 SM 1.º Samuel 2 SM 2.º Samuel trad. traducción v. vide, véase v. g. verbi graria vol. volumen

LIBRO DE LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso

1. Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab era retaco de sobra, y pretendía que era más alto de la cuenta. Era cuadrado, pero lo estimabas redondo por lo grueso de la panza y la desmesura del cuadril. Repolludo de miembros, corto de dedos, se las tenía en ello de esbeltez y galanura, así como de ser de noble rostro, de vientre liso, de armoniosa estatura y acabada osamenta. En tanto, era de espaldas alargadas y paticorto; y -con lo breve de tal huesopretendía tener estirados los muslos, espigadas las piernas, de los de ‘Ad1 el porte y luminoso el caletre: que le fue dada la perfección en el cuerpo y la grandeza en la sabiduría. Era de edad Antiguo y semilegendario pueblo del sur de Arabia, renombrado su gigantesca estatura. Véase Alc. 39: 5-7; 79: 6, y supra§ 61. 1

avanzada, pionero en años, y se las echaba de mediana juventud, nacido poco había. 2. El pisto que se daba en las disciplinas del conocimiento corría parejo con la ignorancia que de ellas tenía; y su impostura en pregonarlo, con la asnería que en ellas gastaba. Era de los de muchas refutaciones; y vivía constante en desacuerdos, enamorado de logomaquias, chalado por la polémica, encastillado en la intransigencia y entregado a porfías, así fuera desmintiendo evidencias como ignorando el meollo de los equívocos. Pasaba de puntillas cuando le flojeaban los recursos; escurría el bulto en las vacilaciones. Pleiteaba y porfiaba ignorando la cosecha que originan las disputas, su resulta en el quebranto de los ánimos y la esterilidad de la polémica: sin ser consciente de todo cuanto en la faramalla de vanidad que promueve negligencia; en la cabezonería, de lacra que conduce al infierno; en el litigio, de inutilidad; y en la cizaña, de extravío del entendimiento. 3. De poca escuela, sin experiencia en nada, era un penco libresco. Hablaba sin pensar, confiado a la primera ocurrencia que se le figurara, sin distinguir entre la conjetura del lego y el análisis del docto. Contaba los títulos de los libros sin comprender su significado, y envidiaba a los sabios sin tener en nada relación con ellos. No había en él, de entre las letras todas, más que la trapaza de hacerse pasar por hombre cultivado. 4. Mas cuando nuestra paciencia llegó a alcanzar el límite de lo posible y estábamos ya a pique de acostumbrarnos a su cuerda y habituarnos a su proceder, decidí desenmascararlo haciendo que le conocieran el plumero los de aquí y los de allá, los habitantes de toda ciudad y frontera, planteándole cien cuestiones burlescas; haciendo saber a la gente el monto de su ignorancia: que se las preguntara todo quisque en La Meca, por ver de apartar de nosotros aquella sinhueso viperina suya; y que, por eso mismo, le pusieran en su sitio. 5. Se conoce que no había oído el dicho: «El que discute, combate»; ni éste: .Muéstrate hostil con quien te busque pelea-; ni

éste otro: «La contradicción es veneno»; ni aquél que dice: «Si tu hermano es poderoso, sé humilde»; así como tampoco el del Profeta -Dios lo bendiga y salve- acerca de as-Sa’ib b. Sayfi: «Éste es mi compañero, que ni busca pendencias ni anda en quintillas»; ni aquél de ‘Utman: «Si tienes un amigo, no le andes con pleitos ni con trabacuentas»; ni el de Ibn Abi Layla: «No discuto con mis semejantes; porque, una de dos: o les trato de embusteros, o les hago enfadar»; ni tampoco el de Ibn ‘Umar: «El hombre no alcanza la verdad de la fe hasta que, aun llevando razón, se aparta de litigios». 6. Y lo mismo parece que no había escuchado el decir del poeta: Una disputa hay entre nosotros debido a lo extraviado de su juicio; pues, tal y como antaño se decía: «Lleva la contra y te recordarán». Como tampoco la palabra del primero: Lo vio dispuesto para la disputa. ni la del último: Un amigo tenemos amante de discusión que es de mucha farfolla pero de poca verdad; y más que el escarabajo2, plomo es en insistir; y más que el cuervo3, si empieza, fatuo se hace al porfiar. También se ha dicho: «Es más retrasado que los orines del camello»4; por lo cual cantó el poeta: El escarabajo, entre los pueblos árabes, era proverbial por su insistencia (Hay, III, págs. 340, 345). 3 El cuervo es el pájaro fatídico por excelencia (E. Doutté, Magie et religion dans l'Afrique du Nord. Argel, Typographie Adolphe Jourdan, 1909, pág. 361). 4 El «retraso» de los orines del camello se debe a que su pene mira hacia atrás, al contrario que en la mayoría de los animales (Maydani, Mayma‘ 2

Aquel es más mentecato que la orina del camello: si se le dice que avance, él se echa para atrás. 7. A Zuhayr al-Babi le dijeron: «¿Dónde germinan las controversias?» Contestó: «En los esclavos de las pasiones»; por su parte, ‘Umar b. ‘Abd al-‘Aziz apuntó: -Quien más tumbos da es el que hace de su religión objeto de disputa»; y ‘Umar b. Hubayra solía decir: «Dios mío, en Ti me refugio de polémicas y empecinamientos; del poco bien que traen aquéllas y del pesar de los que a éstos se consagran»; también, algunas personas célebres han afirmado: «Dios santo, en Ti buscamos salvaguarda de las controversias, de su poco provecho y peor influencia en los que en ellas se ejercitan, pues matan la dignidad; arrebatan afectos; arruinan la amistad; engendran vesania y promueven imprudencia hasta el punto de tornarse en charlatán el orador conciso, el hombre mesurado en extremoso, el sincero en mentiroso y el prudente en deslenguado». 8. En efecto, la controversia es razón de enojo: cuando más cercano se halla el hombre de la ira divina es al encolerizarse, lo mismo que más se allega a Su misericordia cuando se echa de hinojos [para orar], tal como Dios -Grande y Todopoderoso- nos enseña: Prostérnate y acércate5, Decía Luqman6 a su hijo: al-amtal, ed. M. Abu l-Fadl Ibrahim, 4 vols., Beirut, Dar al-Yalil, 1987, vol. I, pág. 447, n° 1347). Una leyenda persa explica la razón: Abraham portaba sobre su espalda un camello (?); como el animal sintió ganas de orinar, un ángel le desvió hacia atrás el miembro para que Abraham no fuera mancillado (H. Massé, Croyances et coutumes persanes, París, 1938, pág. 187, cit. Pellat, glos., s. v. 'Baw1'). Alc. 46: 19. Legendario héroe pagano al que la literatura sapiencial presenta como ejemplo de sensatez y prudencia. Se le ha identificado con Esopo, con Balaam y, más verosímilmente, con Ajicar, el inmemorial sabio y adivino mesopotámico que aparece mencionado en la Biblia, y algunas de cuyas sentencias llegan hasta Las mil y una noches. v. M. García Cordero, Biblia y legado del Antiguo Oriente, Madrid, BAC, 1977, págs. 617 y sigs.; E. 5 6

«Guárdate de polémicas, pues cuál sea su aquél o qué fuste tengan no se comprende; y de su resquemor no te libras», Sostenía otro: «La disputa es cólera, en tanto el silencio es sabiduría, Si aquella fuera mujer, y varón la soberbia, ambos no engendrarían sino maldad», as-Sa‘bi, por otra parte, era de este parecer: «Me avergüenza conocer la verdad y no deberme a ella», «Nunca he visto -refiere Ibn ‘Uyayna de al-Hasan- a un alfaquí andar con farfollas ni buscar discusiones: únicamente da su ciencia a conocer; si se la aceptan, da gracias a Dios; si se la rechazan, a Dios da gracias,- y cuenta Muyahid -a través de Ibrahim b, Isma‘il b, ‘A’id, que lo recoge de al-Mubarak b, Sa‘id-: «Pretendiendo hacer la Peregrinación, me eché al camino con un sujeto de Qurays, Un buen día le dije: "Llégate acá, que platiquemos de todo un poco"; contestó: "Deja nuestra amistad tal como está", Al punto comprendí -vive Dios- que el de Qurays me había dado una lección-, He aquí, en fin, lo dicho por Ishaq al-Mawsili: Las muchas controversias guerra son; la abundancia de acuerdos, impostura, En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso 9. Que Dios prolongue tu existencia y te colme de Sus mercedes y Su gracia. Sé de buena tinta -Dios te guarde - que nada envidias más que la esbeltez del porte, la grandeza del magín, los ojos de la hurí, largueza en la estatura, calidad en la reputación y logros de merecimiento; así como también tengo noticia de que tales cosas son peculiaridades y atributos tuyos, a las que eres afecto y con los que andas chiflado. Y te diré -Dios te dé larga vida- que, en efecto, el hombre envidia a su igual en la ascendencia, al que con él corre parejo en industrias, a su semejante en la vecindad, ya sea según lo heredado por fortuna, en razón del rango ganado con sus obras, o por la nobleza de abolengo y la sangre que por sus venas Martínez Borobio, Libro arameo de Ajica1; en A. Díez Macho Ced.), Apócrifos del Antiguo Testamento, 5 vols., Madrid, Cristiandad, 1982, vol. III, 167-187. v. supra, n. 102.

corre. No obstante, tú blasonas de que ello todo en ti se acaba ya tu persona se limita; que no más que a ti cumple; que en nadie más luce; que para ti el todo y para los demás la parte; que, en fin, tuyo es el oro y de ellos el latón. Y eso, sin contar los portentos que no te conocemos y las maravillas que no se nos alcanzan. 10. Pero, ¿qué es esa ira que te hace rebullir? ¿Cuál esa envidia que tu rostro altera? ¿Qué esa aflicción que se te viene encima y cuál ese pesar que te consume? ¿Acaso has visto a alguien más ruinoso en los negocios, ni de bríos más trasnochados, que aquél que al arrear empareja corceles con burdéganos y caballos de raza con acémilas? ¿Qué aquél que se mete en pleitos con quien le tiene paces? ¿Que el que increpa a quien le honra con dignidades y prebendas? ¿Has visto por ventura a algún prócer vivir en el desasosiego, o encolerizarse a quien haya recibido sus favores? y tú, ¿es que quizá has hecho otra cosa que no sea atraer sobre ti los afanes ajenos; dar pie a la duda tocante a tu persona; adobar a un don nadie de renombre y reputar de crédito a un fruslero? 11. No conocerás las cosas mientras no atiendas a sus semejantes; ni sus consecuencias, por cuanto que nada sabes de sus propiedades. Como no conocerá la verdad quien ignore lo falaz, ni el error quien desconozca lo certero, ni los cauces quien ignore las fuentes. Mira por qué vive la gente en paz a pesar de la disparidad de posición o rango, y por qué rivalizan y porfían cuando su condición confluye: por qué allá la mayoría anda en discordias y sólo unos pocos bien avenidos; por qué la alcurnia es motivo de mutuo apartamiento mientras que el nombre de poca monta es razón de solidaridad. Observa cuál es la diferencia entre la concordia y la envidia; entre la competencia y el enfrentamiento: cuando te enteres de eso te librarás de nosotros, lo mismo que nosotros esperamos librarnos de ti. 12. ¿Cómo va a saber la causa quien ignora el efecto? ¿Cómo va a conocer la unión quien desconoce la separación? ¿De qué modo llegará a distinguir la prueba de la hipótesis, la traición de la artimaña, lo necesario de lo contingente? ¿Y lo anónimo de lo distinto, lo absurdo de lo cierto, lo racional de lo ilusorio? ¿Y los

secretos ignotos de lo envuelto en trazas de misterio? ¿Cómo distinguirá lo que se sabe de lo que se ignora? ¿Y lo conocido de palabra -que no de hecho- de lo que no se conoce sino de hecho y sin mediar palabras? En cuanto a lo que se aprende por convicción y no por raciocinio, ¿cómo lo discernirá de cuanto se colige por razonamiento, mas no puede aprehenderse por la fe? En fin, ¿qué es lo Inaccesible, que no hay lugar a que se aleje su hermetismo? ¿Qué cosa es lo Desconocido, que nunca lo abandona su tiniebla? Quien es pájaro en la bandada de la muchedumbre, con ella volará; mas también con ella se habrá de estrellar: ya podrá entonces demostrarle su desdén y desprecio, que la ofenderá tan solo en la medida en que se agravie a sí mismo, y con ella triscará en razón de afinidad mutua. Conque entérate de lo que media del género a la especie y de la fracción a la mitad; de la diferencia entre el reproche y la crítica; de la distinción entre el loor y el elogio; del límite que separa elección y posibilidad, deber y obligación. Te lo haremos saber todo junto refiriéndote un capítulo del que tú tienes verdadera urgencia y que a nosotros nos es bien provechoso. 13. Percátate de que la envidia es nombre dado a aquello que a todo antepone la rivalidad, del mismo modo que se llama cobardía lo que doquiera planta prudencias y recatos; mezquindad, lo que no alcanza a llamarse economía, y magnificencia lo que sobrepasa a la largueza. Pero tú -si me permites- esto no lo conoces, como no lo sabrías ni aunque te encasquetara un fuelle de herrería y sobre ti soplara hasta el día en que se toque la Trompeta 7. A más, ¿es que hay sobre la tierra por ventura demostración más sólida, ni prueba más clara, ni testimonio más fiable que el que refiero en contra de las ínfulas de grandeza que te echabas, a pesar incluso de la envidia hacia la gente miserable que se te veía? Y después de esto todo, ¿es que eres algo más que un penco de entendederas, a todas luces cabezón e ignorante de lo absurdo?

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Es decir, el día de la Resurrección (Alc. 6: 73, passim).

14. Pues veamos: a la mano tienes -Dios te dé larga vida -un criterio inexpugnable, una incesante réplica, una navaja que no se desportilla, una sinhueso -digo -que no cede. Tales son el juicio que se te atribuye y la doctrina que profesas, en diciendo: «¡Lo que a mí se me importa que la gente me vea grueso; que en sus cabales me figuren cachigordo, cuando yo vive Dios que soy hermoso y alto, galán en verdad y bien plantado!». Y en efecto -larga vida Él te déla gente sabe que tan largas tienes las piernas a caballo como la espalda sentado; aunque cierto es que, si vas y te levantas, ya andan en desacuerdo al calibrarte; ¡y que aún entre ellos tienen sus más y sus menos si te agachas! 15. y sí que es portentoso lo que recibiste, como extraordinario lo que se te dio de natural, pues galán craso de panza, o gentilhombre astronómico de alhorzas, aún no hemos catado otro que tú: el esbelto y retaco, espigado y bamboche 8. ¡Ah poesía que liga las estrofas y metros! ¡Ah criatura que aúna redondeces y altura! 16. A más, ¿qué se te importan a ti sus opiniones, ni tanto se te dan sus discordancias, cuando acá los doctores de sólida ciencia y allá los que hablan con fundada palabra saben que la desmesura de tu amplitud rellena de vejámenes lo elevado de tu talla, y que lo que mides de ancho copa lo que tienes de largo? Pero es que, si aún discrepan acerca de tu altura, en punto a tu gordura andan todos de acuerdo. Y, si éstos te aprueban a pesar de una medida, por la que aquéllos te rechazan -soslayando la otra a tuerto-, ya puedes echar la cuenta de qué aprueban, y reclamar para ti lo que rechazan. Por mi vida, que los ojos yerran y el sensorio engaña: tan solo en la razón se ve el juicio cabal, la mismo que en la juego de palabras, con el que Yáhiz resalta el carácter contrahecho y grotesco del personaje: los cuatro adjetivos son, al mismo tiempo, denominaciones de Otros tantos metros de la poesía árabe (madid, basit, tawil y mutaqarib), poesía que por principio nunca mezcla unos metros con otros dentro de la misma casida. 8

mente la recta inteligencia, pues es ronzal para los órganos y criterio para los sentidos. 17. Cosa que prueba cómo la palmario de tu gordez obra de impedimento en que aquilates la verdad sobre tu altura, es el verso de Abu Du’ad al-Iyadi sobre sus camellos: Tantas carnes han echado, que hasta flaco se les ve el zancajo, pues la grasa ya no es grasa, ni la joroba, joroba. o éste de Rafi‘b. Huraym: A la altura de la panza, hace parecer finas sus patas una joroba como el alicatado castillo Hayarí. Y tú, con que todo lo grandioso que tuvieras no fuera más que ser el primero en consagrarte a Dios -paciente cuando yerran los sentidos y agradecido en el acierto del juicio -, en tu altura serías modelo para caminantes, y en tu gordura faro de hombres descarriados. 18. El hombre de talla mediana -como yo- tiene que lamentar la sinrazón del alto -como Muhammad-, y la del bajo -como Ahmad-, pues pretende Muhammad que él sólo se excede en elegancia y, sin embargo, se le tacha de flacucho porque la sobrado de su altura oculta la justeza de su anchura. Al punto, afirma Ahmad que a él, que sólo se pasa en anchura, se le tacha de zambombo pues la holgado de sus carnes no permite calibrar la armonioso de su altura. Y así es que los dos precisan de disculpas o descargos, y tienen que echar mano de pretextos, en tanto que al hombre de justas proporciones -a Dios gracias- le cuadran los miembros lo mismo en la apariencia que en la realidad; y así, por el peso de ambas, se ahorra de apañaduras y pretextos. Hemos escuchado a quien reprende a los altos, como también hemos oído criticar a los bajos; pero aún no hemos sabido de nadie que censure al hombre proporcionado, ni que le reproche, sospeche o dude de él. ¿Quién va a criticarlo sino quien critique la armonía? ¿Quién va a censurarlo sino quien censure el equilibrio?

¿Quién se pondrá en contra de la derechura sino el necio? ¿Quién se mete en trifulcas sobre la evidente si no es el ignorante o el que arremete contra alguno por estar contrahecho o tener mala constitución, a pesar de lo que Dios -grandes sean sus alabanzasnos dice: No ves ninguna contradicción en la creación del Compasivo9? 19. A más, ¿es que hay peor planta, ni porte más nefasto, que el de una anchura que se pase de la cuenta o una altura que se salga de madre? Cuando la amplitud no cuadra en la suyo y la altura no se adecua al peso, el cuerpo sale de su tasa y excede las justas proporciones. Conque, si este juicio es hacedero y esta descripción viable, resulta que es de Qasim at-Tammar 10 el mérito que no tiene Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab. 20. Y todo ello, después de que abonaran las ínfulas de grandeza que te dabas sobre tu altura real y los pretextos que argüías en favor de tu gordura virtual; quitando que, con tus excusas sobre lo que el ojo niega y tus alegatos a lo que el entendimiento excluye, estabas exponiéndote a la sinceridad del complaciente y apegándote al juicio de quien se hace el longuis. Y a ver: ¿qué hombre discreto habrá al que semejante conducta no haga hablar? ¿A qué persona locuaz no inspirará un discurso como ése? Más aún: si tu actitud acaba con la resolución del hombre que evita controversias, ¿qué no hará con la inquina del hipócrita? Por Dios, te ruego que excites contra ti a los majaderos o que eches por tierra la constancia de los hombres cabales...; aunque no sé -que Dios te guarde- en cuál de estas dos cosas llevas el pecado más grande ni tampoco en cuál la peor sinrazón: si en exponerte a la muchedumbre o en arruinar el juicio de los pocos que lo tienen. 21. Luego, ¿qué es lo que te ha llevado a tal extremo? ¿Qué te ha incitado a ello, ahora que tus semejantes entre los retacos son Alc. 67: 3. Personaje conocido de Yáhiz, descrito por éste como «glotón, descomedido y sucio comiendo» (Avaros, págs. 256-7). 9

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ilustres y no pocos de ellos te pueden auxiliar? Yo te he catado, tiempo ha, citando aquí y allá a Nu ‘man b. al-Mundir, Damra b. Damra, Muyya‘a b. Murara, Muyya‘a b. Si‘r, Awfa b. Zurara, ‘Abd Allah b. al-Yarud, ‘llba’ b. al- Haytam, Sa‘id b. Qays, Abu lYasar Ka‘b b. ‘Amr, Hasaka b. ‘Attab, Mujariq b. Gifar, ‘Imran b. Hittan, Yusuf b. ‘Ufiar, Iyas b. Mu‘awiya, Ma‘n b. Za’ida, ‘Uqba b. Salafi y otros grandes hombres y celebridades a los cuales te basta con nombrar11. 22. Te he oído decir: «Si la superioridad está en el daño, en la robustez, en la acritud, pues entonces todo ser pequeño es más cumplido en estragos, más fino en penetración, más aparente en poderío y dureza. Como, por ejemplo, la piedra: las más duras son los cálculos y chinas; como las serpientes: la más mortífera es la víbora; como los mosquitos: el más dañino, el pulgón; como el alacrán: el más letal, el yarrara12. Y dígase lo mismo, en punto a pájaros, de las aves nobles frente a las grandes; y de las chicas frente a las gordas, si de pulgas hablamos.» 23. Como también decías: «Si el mérito está en el número, pues entonces Gog y Magog13 son de los nuestros, igual que las 11

Del texto se infiere que todos los personajes citados, sobre ser ilustres, eran de corta estatura. Véase Pellat, index, s. vv. 12 Se trata de una pequeña pero letal especie de escorpión que, al andar, no levanta sobre sí la cola, sino que la arrastra (yarra-bu); de ahí su nombre (Damiri, Hayal al-bayawan al-kubra, 2 vols. [junto con ‘Aya’ib almajluqal de Qazwini] + 1 vol. índices, El Cairo-Teherán, s. d., s. v.). 13 Pueblos legendarios de las escatologías bíblica y musulmana, asociados permanentemente al extremo norte del mundo antiguo, de donde saldrán de estampida, devastando la tierra. Su avalancha será una de las señales del fin del mundo, hasta que sean destruidos por Dios. Serán tan numerosos que se beberán el agua del Éufrates y el Tigris (de ahí la presunción de Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab) y, como corresponde a pueblos apocalípticos, son horribles, fieros, caníbales, tan altos como cedros, tan anchos como altos; de orejas, en fin, tan grandes como sus cuerpos, etc. Encyclopaedia of Islam, primera edición, 4 vols. y suplemento, Leiden, E. J. Brill, 1909-1938 (en adelante, citada EI1), s. v. 'Yadjudj', art. de A. J. Wensinck. Véase Abu Hamid al-Gamati, Tuhfal al-albab (El regalo de los espíritus), trad. A. Ramos, Madrid, CSIC, 1990, págs. 23-4.

mariposas, las hormigas rojas, los mosquitos e insectos, la tierra, la arena y las gotas de agua de las nubes». Lo mismo que alegabas que la bondad y la virtud se alojan en las pequeñeces del hombre, así en los ojos, los testículos, el corazón y la piamáter. También pretendías que al hombre de cuerpo espigado y de planta esbelta se le adelanta la decrepitud y le sale chepa antes, mientras que al bajo ni se le encorva la espalda, ni se le comba el cuello, ni se le deforma el cuerpo, ni los huesos se le tuercen: que todas las puertas se le abren; que le va cualquier vestido; que sus pies no salen de las angarillas y que no se priva de la cama, a más de hacerse grato a los corazones, bienquisto por las almas, apartado de la fealdad y más presto que nadie a franquear todas las puertas de la hermosura. 24. Y afirmaste: «Es que la gente dice: "¿Y qué es él sino un grano de pimienta? ¿Qué sino un lila, una chispita? ¿Y qué es su lengua sino la lengua de una víbora?"» Yo no dejo de verte anteponer la anchura a la longitud: así, por ejemplo, pretendes que han descrito la tierra por su anchura, y no por su longitud, tan sólo por la preeminencia que aquélla tiene sobre ésta, cosa que cuadra con el decir de los poetas y las descripciones de los sabios: Tal cual si la tierra, que ancha es, se le volviera red de trampero al prófugo asustado. (y no dijo 'larga') Otro poeta cantó: Un camino tiene el hombre en la ancha tierra (y no dijo 'larga'). Y otro: No me envidiéis -Dios os bendiga- que la tierra dueña de anchuras ante mí se extienda14. 4

El lector encontrará una esplendida traducción de este poema en Malik b. Rayb al-Mazini (s. VII) en P. Martínes Montálvez, Poesía árabe clásica oriental, Litoral 177 (1988), pág. 28. 1

Y aún otro: La tierra cruzamos y tierra encontramos: el país nos ha vencido con su anchura (y no dijeron, pues, 'longitud'), También aftm1abas: «Si la anchura no le llevara ventaja a la altura, no habría descrito Dios el Paraíso como extensión sin longitudes, cuando nos dijo -Alabado sea-: Un jardín cuya amplitud es como fa de la tierra y el cielo»15 25. He ahí tus claros argumentos; tus evidentes pruebas. Si toda tu satisfacción, fidelidad, contento y sumisión a Dios estuvieran en creer que Su juicio es mejor que el de los hombres y que la altura interior es preferible a la aparente, tu actitud serviría de testimonio en favor de tu ecuanimidad, y por ello te harías acreedor a Su divina providencia. Me apasiona tu equidad -que Dios te guarde- igual que me apasiona la mujer hermosa, y tanto provecho saco de tu sumisión a la verdad como de entregarme a los estudios religiosos. ¡Quizá haya yo pensado que tu iniquidad fuera una suerte de justicia ajena; y tu enrevesamiento, derechura en ciertos hombres justos! 26. Y no creo que te hayas lanzado a equiparar la hipótesis con la evidencia, la obligación con la necesidad, la certeza con la duda y la vigilia con el sueño, sino en el desvelo por la verdad que te atribuyes y la virtud de la justicia en la que te inspiras, que te han puesto en mayor tesitura aún de echarte atrás, más sumiso a las demostraciones, necesitado en mayor medida de argucias y más constante que antes en pedir pruebas; y ello con el ímpetu sereno, la voz calma, impasible el corazón, la sangre fría, saludable la intención, la voluntad a toda prueba, la indiferencia del magnánimo y la sagacidad del entendido: si tu oponente ceja, tú te aplacas; si desbarra, lo descuidas. No porfías ni eres tímido; 5

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Alc. 57: 21.

tampoco débil ni liante, ni corto de miras, ni remiso, ni pendenciero, ni envidioso; sin cebarte en la disputa ni quebrantar al adversario. 27. Abarcas mucho, y todo aprietas. Animas lo lejano, muestras lo oculto, defines lo confuso, aclaras lo embrollado. Das con la palabra en el clavo de la idea, lo mismo que vistes cada una con su acepción exacta. Te place el pensamiento cuando es vivo y está claro; cuando es tan palmario que clama al cielo. Lo aborreces cuando se pierde en revoltijos y se oscurece en rebuscamientos lingüísticos. Sostienes que no hay peores palabras que las que ahogan, ocultan, ciegan o velan los pensamientos: ésas que gustan al oído del necio y placen al corazón del novicio. 28. Las más admirables palabras, según piensas, son las agradables, ligeras, finas y fáciles, que cuadran solo a su significado, ya él se limitan sin otra cosa aparte, ni corta ni superflua, ni hermética ni ambigua, juntando las cláusulas que rige la elocuencia y cumplidas en los requisitos del conocimiento: si el discurso fluye de esta suerte; si se hilvana en estas condiciones, la palabra no corre hacia el oído más aprisa que la idea al espíritu, y resultan parejos el oyente y el hablante, el maestro y el alumno. Así se aligeran los esfuerzos y se ahorran las meditaciones; desaparece la hipótesis y emerge la evidencia; a la polémica sustituye el acuerdo ya la disensión el concilio. Hay felicidad por el conocimiento logrado, satisfacción por lo calmado de las convicciones y solaz por el sosiego de los corazones. Ahí se destaca el hombre ecuánime del cabezón; se distingue el de una pieza del de medio pelo; triunfa el que es cabal; recoge velas el charlatán; se muestra de qué pie cojea el fantoche y luce la razón del causahabiente. 29. También sostenías: «La gente, si dice de quien es hermoso: "Cual ramo de mirto, o verde rama de arrayán 16, o vara de bambú, 16

Siguiendo la opinión de Pellat (pág. 21, n. 1), adoptamos la variante del ms. British Museum: as por ban.

o manojo de sauce, o enhiesta lanza, o machete del Yemen, o espada de la India, o blanca sierpe, o brida trenzada", suele añadir: "Parece que fuera el planeta Júpiter; y su rostro, un dinar de Heraclio17. ¿Qué es sino el mar, el sol, la mata que brota tras la lluvia? Semeja el halo de la luna, el planeta Venus, una perla o nube, un órix". Y así los ves que describen todo por lo redondo y ancho más que por lo delgado y largo». 30. Y decías: Vemos los cielos, la tierra y las cosas que hay en ellos, por su redondez y no por su longitud, e igual las hojas de los árboles, los dátiles, los granos vegetales, los frutos y la luna». Y añadías: «La lanza, si bien larga, destaca más por su redondez, que está presente en ella de continuo y además en cada parte; mientras que longitud no tiene si no es de seguido. Y dígase lo mismo del hombre y todos los animales». Y sentenciabas: «No hay cuadratura sino en las cosas hechas de mano humana, no naturales, y en todo cuanto es forzado a tener esa forma, sin dejar que desarrolle su naturaleza. Y de cualquier modo, toda cosa cuadrada alberga en sí su redondez, conque lo redondo destaca por su preeminencia; a más de que participa, en lo que le toca, de lo cuadrado.» 31. Lo extraño es que sostengas que eres alto en realidad, para luego alegar en favor de la redondez y de la anchura, pues de ese modo pasas por alto la opinión de Dios y pierdes la cabeza por la de los hombres. En cuanto a esos ojos donde el negro brilla tanto como el blanco, eres el único en gozar de tal encanto, de un salero 17

Hasta la primera acuñación oficial de moneda islámica en oro (dinar) y plata (dirham), llevada a cabo por el califa omeya ‘Abd al-Malik en 695, circulaba entre árabes y musulmanes moneda romana y persa junto con algún dinero himyarí en plata, que llevaba esculpido el búho ático. Los primeros califas del Islam se contentaron con esta moneda, más algunas acuñaciones aisladas, a imitación de las monedas persas y bizantinas (Ph. K. Hitti, Historia de los árabes, Madrid, Razón y Fe, 1950, pág. 178). Entre estas monedas usadas en los primeros tiempos del Islam debían de encontrarse también las acuñadas por el emperador bizantino Heraclio (575-641), así llamadas por los árabes (Mas‘udi, Muruy, II, § 755). Véase C. Cahen, o. cit., pág. 36.

y esplendor que tan sólo tú posees; por no hablar de ese especial primor de la mirada con que Dios te distinguió del resto, y que jamás se encuentra en la canalla ni se aparta de las nobles criaturas, como dijo el poeta: No tiene más defecto que un hechizo en el ojo; mas también los ojos del halcón tienen su hechizo. O como dijo otro: Un misterio en los ojos tal, que, de ser tuyo, en fama y porte ocuparías el lugar de las estrellas. 32. Hablando del negro de los ojos, de la hermosura de la órbita, de la fina comisura de los párpados, de las largas pestañas, bien claro se ve que todo ello te es consustancial y lo llevas en la sangre. Pero que reconozcas desde lejos a la gente, que leas la letra menuda, que sepas lo que dice el sello antes de que lo estampen y que comprendas el problema antes de pararte a meditarlo, a pesar de la flojera de la senectud, del sinfín de tus años, de las injurias del tiempo y los achaques de la edad, todo ello se debe a la atutia18 de la India, al abandono del coito, a la dieta severa ya haberte pasado mucho rato mirando a la verdura19. 18

Óxido de cinc impurificado, que componía cierto ungüento medicinal. Qazwini, ‘Aya’ib al-majluqat (junto con Hayat al-hayawan de Damiri), El Cairo-Teherán, s. d., pág. 142, afirma que es un mineral bueno para la epifora ocular y el mal olor de sobaquina. En la Vida del escudero Marcos de Obregón de Vicente Espinel (ed. M. S. Carrasco, Madrid, Castalia, 1987, pág. 86) tenemos una alusión al uso de la atutia «y Otros simples» en la medicina ocular. 19 El mirar prolongadamente la verdura o los verdores en general se recomendaba para descansar y fortalecer la vista. Maydani (cit. Pellat, glos., s. v. 'judra') recuerda estas palabras atribuidas al Profeta: «Mirar la verdura mejora la vista; y lo mismo pasa al mirar a la mujer hermosa». También al-Qalyoubi (Lo fantástico y lo cotidiano, Barcelona, Visión libros, 1984, pág. 178) incluye este hábito entre los que aclaran la visión, junto con los de mirar el Alcorán, mirar a los padres y contemplar la «ciudad gloriosa de La Meca». Véase Ibn Habib, Mujtasar fi l-tibb (Compendio de medicina), edic. y trad. C. Álvarez de Morales, F. Girón,

Sin embargo, padrecito, cuando apañas lo que el tiempo ha estropeado y quieres traer de vuelta lo que la edad te arrebató, haces lo que decía el poeta: Jorobada la espalda y ajados los flancos, desea la vieja ser [joven; a hurtadillas le da al perfumista el caudal de su gente, pero, ¿va el perfumista a arreglar lo que el tiempo ha arruinado? 33. Si no me dejabas antes, ¿cómo aspirar a corregirte después de tu empecinamiento? ¿Cómo puedo pretender que reconozcas nada en público, si no lo haces para tus adentros? ¿O es que vas a ser generoso estando sano y de buen ver, cuando racaneabas enfermo y desesperado? Quien te vea midiéndote con Abu Ya‘far, tratándolo groseramente, disputándole la gloria y metiéndote con él en apuestas, ¿cómo va a esperar de ti algo bueno? Y encima, reservas esa actitud para las grandes reuniones, en presencia de altos picatostes; te carcajeas grotescamente de la envidia que te tiene y promueves el asombro de la gente cuando él pretende estar a tu altura. Y más aún, soy testigo de que tratas zafiamente a ‘Amr b. Bahr al-Yáhiz; que te crees tan sensato, agudo y grande como él; que cantas con Mujariq20; que niegas la preeminencia de Zurzur21; que tomas por lego a an-Nazzam22, por zonzo a al-Asma‘i23 y por lerdo a Qays b. Zuhayr24; que, en fin, desdeñas a al-Ahnaf b. Qays25 y te mides con el mismo Abu al-Rasan ‘Ali b. Abi Talib -que Dios le tenga en Su Gloria-, y de ese modo pasas del límite Madrid, CSIC, 1992, 6v, pág. 55. 20

Gran cantante y músico del s. IX. Véase Ph. K. Hitti, o. cit., pág. Afamado cantor de época de Harun ar-Rasid. 22 Ibrahim b. Sayyar an-Nazzam, renombrado filósofo mu‘tazili y maestro de Yáhiz. Véase M. Cruz Hernández, o. cit., vol. I, págs. 95-100. 23 Célebre filólogo de Basora, coetáneo de Yáhiz. 4 2 Jefe de la tribu árabe de ‘Abs, de astucia y sagacidad proverbiales. 25 Personaje de Basora, célebre y proverbial por su buen juicio, rectitud y cordura. 21

de la facundia al de la discusión, y del terreno de los vivos al de los muertos. 34. Esto es lo que hay, y no tienes quien te ayude ni cuentas con un solo testigo de tu parte. Aún no he visto a nadie que vacile en reprobarte, ni que espere el cumplimiento de tus pretensiones. Tampoco he visto a ningún hombre clarividente librarte de reproches, ni reprocharte sin amenazarte, ni amenazarte sin que te condene, ni que te condene apiadándose o que, metiéndose a arreglar entuertos, interceda por ti. ¿Por qué, padrecito, nos fuerzas a ser sinceros? ¿Por qué nos haces tragar el acíbar de la verdad? ¿Por qué nos empujas al cumplimiento del deber? Dinos, de una vez, por qué razón haces crecer los testimonios en tu contra y por qué llevas a los amigos al extremo de faltar al afecto que sienten por ti. 35. A ver si en lugar de caer en faltas que te resulten funestas, procuras que lo sean para tus enemigos; mira si, en vez de forzar a la gente a creer lo que se dice sobre ti, los obligas a que te dejen al margen, ¿Por qué ha de ser por fuerza que si a uno le flojea la altura -Dios te acoja en su misericordia- se arroje de su grado hacia la ruina o hable al revés de su sentir? Válgame Dios, si tienes una hermosa testa (lo cual compensa una donosa talla), y escribes de bella caligrafía (que vale igual por un pico de oro); ¡si peinas pocas canas; si eres de poco orinar 26 y al hablar te pones sesudo! ¿No ves que atesoras cualidades? 36. Habla cabalmente, y estaremos entre los que te apoyen; modérate, y seremos tus compañeros, y guárdate ésta: si te pasaras de la raya, diríamos: «Has estado comedido»; si anduvieras descarriado, afirmaríamos: «No vas por mal camino», Pero es que tú sales con unas cosas Que hacen casi que los cielos se hiendan, que la tierra se abra, 6

Esto es, que no padece de incontinencia urinaria, uno de los síntomas tradicionales de la vejez, lo mismo que la chochez y las canas. Véase Avaros, pág. 169. 2

que las montañas caigan demolidas27. Conque, si te engañásemos, te estaríamos ayudando y, de ser hipócritas contigo, te serviríamos de inspiración. Y aún puede ser que te disculpe y se me ensanche contigo la manga, porque digo: «Ya chochea el viejo» si está serio, y «bromea» si se anda con guasas; pues a veces la chochera se adelanta a quien está menos entrado en años que tú y se le atrasa al de más avanzada edad. 37. Aunque, bien mirado, ¿quién es el guapo que pueda contar los años que tú cuentas, ni alcanzar la vetustez a que has llegado? ¿Quién va a tener conocimiento de tu edad sino el maldito Iblis 28 o las estrellas? ¿Quién lo sabe sino el Creador de los cielos y la tierra? Si las águilas negras de Tijfa, los buitres de Sarat, las culebras de la arena, las torcaces de la selva, los onagros de al-‘Ana, los ancianos de Yamama y los vejestorios de Fargana 29 supieran que para ti la edad de Noé no es tal edad, ni las estrellas [la vuelta del] día; que precedes a toda época; que [en años] vas más allá de los números exponenciales; que para ti los siglos son materia parva y que [al contar tu edad] te escapas al alcance de las cifras indias, no podrían gloriarse de su larga vida ni se alegrarían de su longevidad. 38. Oh compañero de la bóveda celeste, ¿cómo has llegado al atardecer [de tus días]? Oh fuerza de la materia primordial, ¿cómo viniste a ser? Ah buitre de Luqman 30, ¿de qué manera te has 27

Alc. 19: 90- 93. Nombre propio del Diablo, probable contracción del gr. Diábolos (EI2, s. v., art. de A. J. Wensinck-[L. Gardet]). Véase Alc. 15: 26 y sigs. 29 Yamama y Fargana son regiones de la Arabia central y del Turquestán ruso, respectivamente. Pasaban por ser los lugares de la tierra donde más viejos eran los hombres (Hay, I, pág. 157). Tijfa y Sarat son lugares de la Península arábiga, y al-‘Ana del Irak. Los animales citados son proverbialmente longevos (v. supra, § 49 y 53). 30 El buitre era considerado uno de los animales de más larga vida. Según Damiri (Hayat, s. v. 'nasr'), vive de quinientos a mil años; y Maydani recoge las expresiones más viejo que un buitre y buitre de Luqman, también usada para designar a quien vive muchos años (Mayma‘, II, pág. 403, n.º 28

aparecido? Ah tú, más antiguo que Daws, más longevo que Lubad31, morador de al-Musaqqar32, contemporáneo de los jeroglíficos, cuéntame cómo viste el Diluvio; cuándo fue la inundación del Dique33; cuánto hace que murió ‘Uy34; cuándo se confundieron las lenguas; qué retuvo al cuervo de Noé y cuánto os demorásteis en el Arca; cuánto hace que pasó la época del muenno, la jornada de Sullan, el día de Jazaz y la batalla de Bayda'35. 39. ¡Vayamos un poco más atrás! ¿Dónde estaban ‘Ad y Tamud, dónde Tasm y Yadis, Umaym y Wabar, dónde Yurhum y Yasim allá en los días en que las piedras eran blandas, cuando toda cosa hablaba36? ¿Cuánto hace que surgieron las montañas y el agua 2634; ib., págs. 280-1, n.º 2265). 31 Luqman vivió tanto como siete buitres que tuvo, es decir, unos 3500 años. Lubad era el nombre del último de estos buitres, y anda en numerosos refranes relacionados con la longevidad (Maydani, Mayma‘, II, pág. 280, n.º 2265; III, pág. 73, n.º 3214). 32 Gran fortaleza situada cerca del actual Bahrayn. Véase T. Fahd, Le panthéon de l’arabie centrale a la veille de l'Hégire, París, Paul Geuthner, 1968, pág. 70. 33 Se trata de la inundación por la rotura del célebre dique o presa de Ma’rib, en el Yemen. Véase Ph. K. Hitti, o. cit., págs. 44, 51; Alc. 34: 16. 34 El Og bíblico, rey de Beisán (NM 21: 33). 35 Sullan, Jazaz y Bayda’ son nombres de batallas, trifulcas o escaramuzas ocurridas entre tribus de la Arabia preislámica. Este tipo de episodios recibe tradicionalmente la denominación de Días de los árabes. Véase Ph. K. Hitti, o. cit., págs 20-25, 70-85; Pellat, index, s. vv. 36 Tradicionalmente, los árabes hacían comenzar su genealogía por la alusión a ciertos pueblos enigmáticos, que consideraban como los primeros habitantes de la península arábiga: ‘Ad, Tamud, Tasm, Yadis, Yurhum o Iram. Habitantes de una Antigüedad fabulosa y terrible, estos pueblos habían desaparecido antes del advenimiento del Islam. Varios dé ellos aparecen en el Alcorán como aleccionador ejemplo de grandeza y esplendor, arruinados por Dios en castigo a su impiedad y corrupción. Estos pueblos fueron llamados árabes desaparecidos o verdaderos árabes, frente a los árabes supervivientes o «históricos», cuya genealogía remonta a los legendarios patriarcas Qahtan y ‘Adnan (v. supra, § 41). Véase Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 26 y sigs.; Abu Hamid, Tuhfa, págs. 28, 29, 35, passim. En cuanto a los días «en que las piedras eran blandas y toda cosa hablaba»,

desapareció de las alturas? ¿Cuál de estos ríos es más antiguo: el de Balj, el Nilo, el Éufrates o el Tigris? ¿Yayhan, Sayhan o Mihran? ¿Dónde está la tierra [del fondo] de estos ríos y dónde el limo [que arrastraron] desde el pie de las montañas a la cumbre? ¿Qué mar cegaron [este limo y esa tierra] y qué sima rellenaron? Y ya de ahí, ¿Cuántas tierras emergieron y cuántos manantiales brotaron? 40. Si no te importa, ¿quién es el padre de Yurhum 37? ¿Quiénes son los cofrades del Antecristo38? ¿Le conoces algún doble? ¿Dónde se halla Tuways39? ¿Cuál es la historia de Ibn Sa’id40? v. supra, n. 75. 37 Antigua tribu árabe que habitaba La Meca, cuyo ancestro epónimo era un ángel caído, que en la Tierra se casó con una humana. De su descendencia se originaria esta tribu (Hay, I, pág. 187; VI, pág. 198). 38 Dayyal, personaje fabuloso de la escatología musulmana, especie de Antecristo de extraordinarios poderes. Su aparición será una de las pruebas del fin de los tiempos: durante un periodo de cuarenta días o cuarenta años hará reinar la injusticia y la tiranía sobre un mundo destinado a conocer, inmediatamente después, en el Día del Juicio, la conversión universal al Islam (EI1.2, s. v., alts. de B. Carra de Vaux y A. Abel). 39 El Pavito real, primer gran cantante de los días del Islam. Se dice Más gafe que Tuways, porque nació el día de la muerte del Profeta, se le destetó el día que murió Abu Bakr, se le circuncidó el día que fue asesinado ‘Umar, se casó el día que mataron a ‘Utman y su primer hijo nació el día en que apuñalaron a ‘Ali (Maydani, Mayma‘, II, pág. 208, n.º 2082). También se dice Más afeminado que Tuways (ib., I, pág. 443, n.º 1338), pues, como muchos otros músicos de su época, fue un mujannat ('afeminado', 'marica', 'hermafrodita'). Su mención en esta tanda de preguntas sobre seres sobrenaturales puede deberse a la creencia mencionada por Sibli (cit. Pellat, index, s. v.) acerca del origen satánico de los mujannat: «Si el hombre se llega a su mujer cuando ésta tiene su regla, y previamente se le adelantó el Demonio, entonces ella queda preñada y tiene un hermafrodita». 40 Saf b. Sa’id era un judío tuerto medinés. Mahoma sospechaba que fuera el Dayyal. Cuando esto se supo, nadie le dirigió la palabra ni quiso mezclarse con él, y aún hubo quien propuso degollarlo, cosa que el Profeta desaconsejó, arguyendo que, de tratarse del Antecristo, sería imposible hacerlo. Cuando los árabes llegaron a la ciudad de Nihawand, los monjes y sacerdotes les gritaban desde lo alto de los muros: «¡No os toméis la

¿De quién se engendrará Saosyant el Esperado 41? Infórmame sobre Hermes42: ¿es por ventura Idris43? Díme de Jeremías: ¿se trata de al-jidr44? Y Juan45, ¿es Elías quizá46? Y Du l-Qarnayn, ¿es Alejandro47? ¿Quién es su padre y quién su madre? ¿Quiénes son Qira e ‘Ira48? ¿Quién es Yulanda? ¿Quiénes son, entre los hombres, hijos de la si‘lat49? ¿Qué camello es el que se origina entre los genios50? molestia, musulmanes! ¡Esta ciudad sólo será tomada por el Dayyal!- Los musulmanes la conquistaron gracias a la ayuda de Saf Ibn Sa’id, que combatía entre sus filas (G. Van Vloten, Recherches sur la domination arabe, Amsterdam, 1894, pág. 59, cit. Pellat, index, s. v.) Heródoto (Historia, Madrid, Gredos, 1977-85, m, 151) relata un episodio similar, al poner Daño sitio a Babilonia, cuyos habitantes se burlaban desde las murallas, gritando: «¡Sólo lograréis rendirnos cuando puedan parir las mulas!»; y con el parto de una mula, en efecto, Babilonia fue tomada. Véase B. McGinn, El Anticristo, Barcelona, Paidós, 1997, págs. 127-9. 41 Saosyant, 'El Salvador' escatológico del mazdeísmo. A intervalos de mil años, tres salvadores del mundo nacerán de la esperma de Zaratustra (milagrosamente conservada en el lago Kansaoya) y tres innominadas vírgenes. la aparición del último de estos Saosyant ('el Salvador' por excelencia) marcará el fin de la historia del mundo, y cumplirá el ideal de regeneración proclamado por Zaratustra, rejuveneciendo toda la Creación con su mirada y haciéndola imperecedera, libre de la influencia ahrimánica. Con esta concepción escatológica se relaciona grandemente el mesianismo chiita y su idea del imam oculto. Véase J. Duchesne-Guillernin, «la religión del antiguo Irán», en C. J. Bleeker, G. Widengren (eds.), Historia Religionum, 2 vols., Madrid, Cristiandad, 1993, vol. I, 319-370, pág. 361 y sigs.; H. Corbin, Cuerpo espiritual y tierra celeste, Madrid, Siruela, 1996, págs. 17, 94-6, passim. 42 Hermes Trimegistos. V. EI2, art. de M. Plessner; Fihrist, pág. 843, passim; M. Cruz Hernández, o. cit., pág. 145. 43 Personaje enigmático citado dos veces en el Alcorán (19: 56-57, 21: 8586) como uno de los profetas veraces de la humanidad. Su identificación es dudosa (¿hebr. ‘Ezra > gr. Esdras > ár. Idris?). Los autores musulmanes, basándose en fuentes apócrifas y rabínicas, lo asimilaron a Henoc (EI1.2, s. v., arts. de A. J. Wensinck y G. Vajda). Los sabeos de Harrán dieron igualmente el nombre de Idrís a su maestro y guía, Hermes Trimegistos, sin duda con el objeto de islamizarlo. 44 al-jidr o al-jadir, «el Verde», es el nombre de un misterioso profeta, el más importante entre los wali ('protegido, siervo, allegado') de Allah. Su

41. Háblame de Qahtan: ¿desciende de ‘Abar 51 o de Ismael52? Y los Quda‘a, ¿de Ma‘add b. ‘Adnan o de Malik b. Himyar? ¿Cuándo se separaron las ramas de los Juza‘a? ¿Cuándo atravesaron las aguadas los de Tayyi’? ¿Quién es Ibn Bid y cuál es ese camino53? ¿Cuál es la historia del planeta Venus54? ¿Qué pasó con Suhayl55? ¿Qué se dice de Harut y Marut56? ¿Cuál es la razón de ser del langostino57? ¿Cuál es la historia de la rata 58 y cuál el pecado de la salamanquesa59? ¿Cuál es la buena acción hecha por figura es proverbial en la literatura y el folclore árabes. El profeta Jeremías, por su parte, no está mencionado en el Alcorán, pero la exégesis musulmana sostiene que sea el personaje de 2: 259, muerto por voluntad de Dios durante cien años y luego resucitado, para así dar ejemplo de Su omnímodo poder. Debido a este episodio, Jeremías se convirtió en ejemplo característico de longevidad. Quizá por esta razón su figura pudo ser asimilada a la de al-Jidr, ya ello parece apuntar la pregunta del autor (EI 2, s. v. 'Irmiya', art. de G. Vajda). 45 Yahya b. Zakariyya, San Juan Bautista. 6 4 El profeta Elías. Nombrado tres veces en el Alcorán (6: 85; 37: 123, 130), su leyenda se desarrolla en el Islam, confundiéndose con la de al-Jidr. En efecto, muchos rasgos sobrenaturales les son comunes: aparecer y desaparecer de súbito, ser aspirado hasta los cielos, caminar sobre las aguas, etc. Hasta cinco veces testimonia el tangerino Ibn Battuta, en sus viajes por todo el territorio islámico, la existencia de rábidas y cenobios atribuidos a Elías y al-Jidr juntamente (o. cit., págs. 280, 364, 409, 417, 643). En el mundo islámico, tanto en las fuentes histórico-literarias como en el folclore, hay una peliaguda contaminación entre los personajes aquí citados por Yáhiz (Hermes, Idrís, Elías, Jeremías y al-Jidr) más el Henoc de la Biblia y sus apócrifos. Los emparejamientos «básicos», vale decir, son los de Elías-Jidr y Henoc-Idrís, con la particularidad de que también Idrís viene a formar trío, a las veces, con Elías y Jidr. Para peor, las identificaciones que aquí propone nuestro autor son menos frecuentes, y no hacen sino enrevesar más la cuestión, tal vez intencionadamente: por vez primera, Jeremías es comparado a al-Jidr; y Yáhiz se hace eco, además, de las especulaciones neotestamentarias en tomo a la supuesta identidad mística entre Elías y San Juan Bautista (EI2, s. v. 'Ilyas', art. De G. Vajda). A esta galería de personajes viene a sumarse aún San Jorge, igualmente honrado entre los musulmanes; el cual, como símbolo de resurrección y regeneración, se identifica también a Elías y al- Jidr (v. EI1,2, s. v. 'Djirdjis', art. de B. Carra de Vaux).

la paloma60? ¿Cuál fue la negligencia del lagarto 61? ¿Qué significa el croar de las ranas? ¿Y la alabanza del pájaro surad62? ¿A qué se debe la hostilidad que mantienen el gallo y el cuervo? ¿Y la amistad que se profesan los genios y las termitas? y estas últimas, ¿de dónde sacan el agua63? Dime qué ha salido del magín de la

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Du l-qarnayn, el Bicorne, personaje enigmático y poderoso citado en Alc. 18: 83, y tradicionalmente identificado con la leyenda de Alejandro. Yáhiz parece ser el primero en dudar de semejante asimilación. Y. EI1, s. v. 'Dhu-l-karnain', art. de E. Mittwoch. 48 Se trata de los padres del Alejandro mítico, esto es, de Du l-qarnayn. Según la tradición, éste descendía de una pareja formada de madre humana y padre ángelllarnados Qira e ‘Ira (Hay, I, pág. 187). 49 Genios hembras, según la definición más general (Hay, VI, pág. 159). La creencia en relaciones carnales entre humanos y seres sobrenaturales es inveterada entre los pueblos semitas (recuérdense los «Hijos de Dios» de GN 6: 1-4). Ya hemos visto en el texto los ejemplos de Alejandro / Du lQarnayn, Yurhum, Tuways, y a continuación hallaremos el de Harut y Marut (supra, § 41). 50 Ár. hus, camello fantástico que habita en una tierra lejana con los genios o yinn, sin otros seres aparte. Desciende del cruce de camelias comunes con los camellos sementales de los genios, y origina a su vez otras variedades de la especie. Nadie puede verlo porque, si alguien se pierde y llega a donde se encuentra, los yinn le arrojan arena a los ojos y, si vuelve a mirar, lo tullen (Hay, I, pág. 154; Mas‘udi, Muruy, II, § 1162). 51 El Héber bíblico, nieto de Sem y supuesto epónimo de los hebreos (GN 10; 21-25). 52 Ismael, hijo de Abraham (v. EI2, s. v. 'Isma‘il', art. de R. Paret). La teoría tradicional árabe sobre el origen de su raza es anterior al Islam, y sostiene que ésta remonta a dos remotos patriarcas, Qahtan y ‘Adnan, el primero padre de los árabes del sur y el segundo de los del norte. La tradición pretende que los descendientes de Qahtan son los «árabes verdaderos», en tanto que los de ‘Adnan son los «árabes arabizados». Mientras que las fuentes árabes coinciden en que 'Adnan era descendiente de Ismael en octava generación, Mas‘udi (Muruy, II, § 993-4) advierte que catan según unos, era también descendiente de Ismael; pero que, según otos., era el Yoctán hijo de Héber del Génesis 10: 25-26. 53 Alusión al proverbio Ibn Bid ha cortado el camino (Maydani, Mayma‘, II, pág. 98, n.º 1766). Era un rico comerciante adita al que Luqman protegía

abubilla, dónde está la sepultura de su madre y por qué su olor apesta64. 42. Háblame de la nación que fue metamorfoseada y al punto desapareció: de qué cosa venía y en qué cosa quedó, si marítima o terrestre. Si era del mar, ¿se trata de la anguila? y si era de la tierra, ¿es tal vez el lagarto uromastrix65? ¿De qué es madre el camaleón, y qué son los hijos del chacal, la comadreja, el champiñón velludo y la cochinilla? ¿Cuál es la historia de la jara? mediante el pago de un estipendio, que aquél depositaba en un desf1ladero. Cierta vez, viendo un desmesurado montón de mercancías que había dejado, Luqman gritó: «¡Ibn Bid ha cortado el camino!». La expresión se aplicaría a aquél que, empleando un hábil proceder, cierra el camino a sus adversarios (v. Pellat, index, s. v.) 54 az-Zubara. Véase n. 56. 55 Nombre árabe de la estrella Canopo. Alude el autor a la creencia en el catasterismo de Suhayl, quien presuntamente era perceptor del diezmo en el Yemen antes de ser convertido en estrella (Hay, I, pág. 297; Ibn Qutayba, Ta’wil mujtalif al-hadil, Beirut, Dar al-Hilal, 1989, pág. 14). La inquina de los árabes hacia los recaudadores debía de ser considerable, a juzgar por el testimonio que el mismo Yáhiz atribuye a la tradición beduina, según el cual Dios metamorfoseó a todo cobrador de tributos y tasas que se hubiese comportado inicuamente (Hay, VI, págs. 79-80). También Ibn Qutayba (l. cit.) comenta la creencia en que un lobo entró al paraíso por haberse comido a un perceptor del diezmo. Véase Abu Hamid al-Gamati, al-Mu‘rib ‘an ba‘d ‘aya’ib al-Magrib (Elogio de algunas maravillas del Magrib), ed. y trad. de I. Bejarano, Madrid, CSIC, 1991, pág. 169 y sigs. 56 Los dos ángeles caídos de Alc. 2: 102. Descendieron a este mundo para demostrar a Dios que eran capaces de comportarse mejor que los hombres y mostrarles el recto camino. En cuanto echaron pie a tierra, bebieron vino, pecaron a porfía, se prosternaron ante otro que no era Dios y fueron seducidos por una prostituta de maravillosa belleza, az-Zuhara, a la que comunicaron el Gran Nombre de Dios, con el cual podrían regresar al cielo. Ella lo pronunció y ascendió a los cielos, donde Dios la castigó transformándola en un planeta, Venus. Harut y Marut quedaron presos en Babel, donde enseñaron a los hombres la magia. La historia entronca con las tradiciones semíticas en tomo a uniones entre humanos y divinos (v. infra, n. 49); con el mito midrásico de los ángeles caídos que enseñan a los hombres artes ocultas; y con dos de las -Entidades. zoroastrianas de Ahura Mazda, Haurvatat y Ameretat (cp. Hacut y Macut). Pellat, index, s. v. El2, s. v., art. de G. Vajda.

¿Cuál es la razón de la existencia de los gatos 66? ¿Cuál es el porqué de la creación del cerdo67? ¿Cómo es que en la mosca se juntan veneno y cura68, que a la víbora no la mata su propio veneno y que el sol no abrasa la que alberga dentro de sí? 43. Dame noticias de los Substitutos69: ¿Se encuentran hoy en ‘Ary, en Beisán, o quizá dispersos como estaban? Dime si son todos árabes, clientes suyos o bien mestizos. Y más, ¿qué hizo el 57

Ár. irbiyana, especie de langostino, carabinero o langosta. Dice Yáhiz en Hay, I, pág. 297: «En punto ala anguila y el uromastrix, habéis contado que eran naciones que fueron metamorfoseadas [v. supra, § 42]. Algunos dicen sobre la irbiyana que era una costurera que robaba hilo, y que fue metamorfoseada; pero se le dejaron algunos hilos para que le quedaran como signo distintivo y como marca de la clase de hurto que había cometido». 58 Yáhiz recoge (Hay, I, pág. 297; VI, pág. 477), sin más detalles, la opinión popular de que la rata era una molinera -o bien una hechicera judia- que fue metamorfoseada. Según un hadiz de Abu Hurayra (Bujari, Sahih, k59 bad’ al-jalq, b15, n.º 3305; Damiri, Hayat, s. v. ‘fa'r’ el Profeta veía en la rata a un pueblo israelita metamorfoseado, arguyendo que si se le pone delante leche de camella, no la bebe; cosa que si hace cuando la leche es de oveja. Pues, en opinión de comentaristas, al ser la carne y leche de camélido ilícita para los judíos (al contrario que la carne y leche ovinas), semejante actitud de la rata indica que era un pueblo israelita metamorfoseado. 59 Según cierto número de tradiciones y hadices referidos por Camiri (Hayat, s. v. 'wazaga') y el propio Yáhiz (Hay, IV, 289-90), la salamanquesa es aliada de Satanás. Quien la mata, es como si matara al demonio mismo; su muerte redime de siete (o setenta) pecados, al tiempo que vale por cien buenas obras, etc. Ello es que la salamanquesa se dedicó a soplar cuando Jerusalén ardía y cuando Abraham fue arrojado a la hoguera por haber hecho pedazos los ídolos babilónicos (v. Alc. 21: 51 y sigs.; El libro de las argucias (Relatos árabes), Barcelona, Paidós, 1992, pág. 122). 60 La paloma enviada por Noé, según parece (GN 8: 11). 61 Ár. ‘izaya, especie de lagarto no venenoso. Yáhiz recuerda que, según los mazdeos, cuando Ahriman repartía los venenos del mundo entre los distintos animales, la ‘izaya fue el último en llegar, con muchas horas de retraso y cuando los venenos estaban ya todos asignados, por la que no pudo conseguir el suyo (Hay, VI, pág. 459). 62 Según varias tradiciones referidas por Yáhiz (Hay, III, pág. 537 y sigs.; V, pág. 536) y Damiri (Hayat, s. v. 'difda‘), el croar de las ranas es una alabanza a Dios: Por tanto, la rana es uno de los más piadosos animales y

hombre de Antioquía70? ¿Por qué Salman ocupó su lugar tras Bilal? y tras Salman, ¿quién venía? ¿Cuáles eran sus tribus? ¿Dónde se encuentran sus casas y sus mujeres? ¿Cómo es que no se ha ido ante ellos? ¿Por qué no se ha indagado su paradero? ¿Cómo es que se fijó el habla de Beisán como la lengua universal para el Día de la Resurrección 71? ¿Cómo el hígado del Pez llegó a ser el primer alimento de los que van al Paraíso? ¿Y no hay que matarla de ningún modo. Tampoco se debe dar muerte al pájaro surad (posiblemente se trate de un ave de la familia del pico), por razones no del todo claras, aunque sabemos que, según la tradición, esta ave fue la primera en ayunar (Damiri, Hayat, s. v; Hay, III, pág. 526). 63 Según Qazwini (‘Aya’ib, pág. 288), las termitas indicaron a los demonios la muerte de Salomón. Damiri (Hayat, s. v. 'dabba') añade que se comieron el bastón en que éste se apoyaba, por lo que cayó y se mató. Los genios o yinn, en señal de agradecimiento, les llevan el agua allí donde se encuentren. 64 La abubilla es hedionda porque construye su nido con boñiga (Hay, I, pág. 238; Damiri, Hayat, s. v. 'hudhud'). Según nos cuenta Yáhiz en Hay, m, pág. 510, árabes y beduinos pretendían que el penacho o copete propio de la abubilla es un premio de Dios por su piedad filial, ya que enterró a su madre en su cabeza. Pues bien, estas noticias se encuentran ya en Claudio Eliano (Historia de los animales, Madrid, Gredos, 1984, III, 26; XVI, 5), quien atribuye la fábula de la sepultura a «los brahmanes» de la India, desde donde habría pasado a los griegos, primeramente a Esopo y más tarde a Aristófanes. 65 V. infra, n. 57; supra, n. 73. 66 El gato «es un animal recatado y dócil. Dios lo creó para rechazar a las ratas. Se ha referido que los moradores del Arca de Noé sufrían por causa de ellas. Noé pasó su mano por la frente del león, que estornudó y arrojó una pareja de gatos; por eso el gato es el animal más parecido al león; ama la limpieza, se peina la cara con su propia baba y, si alguna parte de su cuerpo se mancha, no para hasta limpiársela» (Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 260). 67 La leyenda de la creación del cerdo nos la cuenta el mismo Yáhiz (Hay, V, págs. 347-8): ante la pestilencia de tanta defecación como había en el Arca, Noé se quejó a Dios, que hizo salir de una bosta del elefante una pareja de puercos a los que se dio por alimento aquellos excrementos y olores. De ahí viene la expresión árabe en tomo a su origen: el elefante es el padre del cerdo; y por eso el cerdo es el animal más parecido al elefante, tiene trompa como él, etc. (Hay, I, pág. 146; III, pág. 316; VII, pág. 204, passim).

por qué al Pez se le dio el nombre de Nun 72? ¿Es verdad que el cataclismo se origina por su propio movimiento y el terremoto por su propio corrimiento? y que la tierra se trague a alguien; eso, ¿qué es? 44. Di cómo presenciaste la metamorfosis: ¿era a lo largo de los días como se les trasfiguraba la fisonomía, o sucedía de golpe? Luego, ¿seguían su vida? ¿Andaban por ahí desesperados? ¿Se les dejaba quizá tres o cuatro días vivos y luego se les eliminaba? Tras la metamorfosis, ¿seguían sabiendo quiénes eran y reconociendo cuanto les acontecía73? 68

Esta creencia se apoya en un hadiz de Abu Hurayra (Bujari, k76 tibb, b58, n.º 5782): «Si cae una mosca en el plato de alguno de vosotros, que la sumerja enteramente y luego la retire; pues en una de sus alas hay enfermedad y en la otra curación», y la mosca, al caer, siempre antepone el ala dañina (Ibn Qutayba, o. cit., pág. 14; Hay, III, pág. 313). 69 al-Abdal. Quinto grado de la jerarquía de los santos entre los sufíes. Cada uno de estos grados de amigos o siervos de Dios tiene una región particular y una esfera de acción determinada. Permanecen ocultos, desconocidos de las masas, y participan en el mantenimiento de la armonía universal. Los Abdal son cuarenta y tienen su residencia en Siria. Se les atribuye toda clase de buenaventuras: la lluvia, la victoria sobre los enemigos, que no haya calamidades públicas, etc. (EI; art. de I. Goldziher). Véase E. W. Lane, Maneras y costumbres de los modernos egipcios, Madrid, Libertarias / Prodhufi, 1993, pág. 232 y sigs.; F. M. Pareja, o. cit., pág. 202 y sigs. 70 V. Alc. 36: 13 y sigs. 71 Antigua villa situada en el actual Hawrán (Siria). Según el asceta y tradicionista Sufyan at-Tawri, el día de la Resurrección los hombres hablarán la lengua de Beisán (es decir, el siríaco) y, tras entrar en el Paraíso, árabe (Pellat, index, s. v. 'Baysan'). 72 Según un hadiz comentado por Ibn Qutayba (o. cit., pág. 14) y Damirl (Hayat, s. vv. 'nun', 'tawr') quienes vayan al Paraíso comerán, no más entren en él, hígado del pez sobre el que se sostiene la tierra (v. supra, n. 147). Los nombres de ese pez son Nun y Bahmut (cp. Behemot, JOB 40: 15). 73 Como ya hemos podido observar (§ 42). Yáhiz recoge en esta epístola la inveterada creencia árabe en metamorfosis y catasterismos. Tales opiniones son sin duda anteriores al Islam. pero aleyas hay en éste que, de una u otra forma, las afianzaron en la nueva comunidad musulmana (2: 65; 5: 60; 7: 166). A partir del testimonio alcoránico, inevitablemente se multiplicaron los comentarios y las tradiciones acerca de dichas metamorfosis. Así. leemos en Hay, VI, pág. 77: «Cuentan, basándose en varios jurisconsultos.

Dame también noticias de estos mares: Buntus [Ponto], Qaynas [Océano], al-Asamm [Mediterráneo], Sakin [Pacífico], Muzlim [indico], Mayutis [lago Meótide, mar de Azov] y al-Baki [mar Rojo], Háblame de [la montaña de] Qaf74; dime dónde estabas en el año del Torrente y cuánto hace del tiempo de la Protohistoria75, Cuéntame dónde se hallaban las monarquías de Azd y los arsácidas, en qué eran distintas una y otra, y ambas con respecto a la de los sasánidas. Di cuál era la diferencia entre Jurrah-Ardasir e Histaspes y en qué eran diferentes Abarwiz y que [Ibn ‘Abbas] vio a un hombre que comía la carne de un uromastrix y le espetó: "Has de saber que te has comido a un patriarca israelita"». La controversia sobre la ventura de los seres metamorfoseados la resume el autor en Hay, IV, pág. 68: «Tocante a la metamorfosis. la gente sostiene opiniones diferentes. Hay quien pretende que el producto de esas transformaciones no se reproduce ni perdura, salvo en la medida en que queda como advertencia y escarmiento divinos [...] Y hay quien dice que subsiste y tiene descendencia; incluso han hecho del uromastrix, la anguila, la liebre, los perros, y otros más, los descendientes de las naciones que fueron metamorfoseadas en dichas formas». 74 Montaña cósmica que rodea la tierra, dando al firmamento su color verde (o azul) característico. Esta idea de una montaña que pone límite al mundo habitado es común en la cosmología de varios pueblos del antiguo Oriente (v. EI2, s. v., art. de M. Streck-[A. Miquel». 75 Zaman al-fitahl. Este nombre designaba entre los árabes la época del mundo que precede a la creación del hombre (o bien el periodo que corre entre la Creación y el Diluvio). Se pretendía que en esta época las piedras eran blandas, y que los animales y todas las cosas hablaban y tenían conocimiento (Hay. IV. pág. 202). Parece que de ese modo podían explicarse mejor las venerables pisadas de patriarcas impresas en la roca y las múltiples leyendas árabes en torno al verbo de los animales. Maydani (Mayma‘, III, pág. 31, n.º 3054) cita el refrán Eso era en tiempo de Fitahl, usado para referirse a una época pretérita, a un año de Maricastaña, vale decir. Probablemente la palabra tenga su origen en Phtahil, nombre del dios mandeo de la creación, que quizá se componga a su vez del nombre Ptah, Dios primordial de la cosmogonía egipcia, y de la raíz semítica ‘l, que designa, como se sabe, la divinidad; de ahí la citada expresión árabe (Pellat, index, s. v.)

AnusilWan, Yadima y Tubba‘, Fanyab y Ballahara, Bagbur y Qaysar. 45. Dame noticias de los faraones: ¿eran del linaje de los amalecitas? y estos últimos, ¿vienen acaso del pueblo de ‘Ad? Pero, aclárame, ¿de la primera rama de ‘Ad o de la otra? Háblame del planeta Mercurio el hindú y la respuesta que le dio al planeta Mercurio el celestial cuando éste descendió hasta él desde su firmamento: si no pasó entre ellos nada aparte de lo que sabemos, y cuánto hace que tal cosa ocurrió. 46. Ponme al corriente de cuál fue el origen del agua desde el principio, cuando no más fue vertida en su fluido mismo: ¿era acaso un mar salobre que se tornó en dulce y cristalino, o era quizá cristalino dulzor que vino a dar en salada marea? Dime, ¿cómo es que el agua se originó más allá del firmamento, y sin embargo no se encuentra sino en las entrañas de la tierra? Puesto que el agua se parece al aire tanto como el aire se parece al fuego, ¿cómo, pues, se encuentra tan a sus anchas en el centro, si la tierra está tan lejos de parecerse al cielo? Pero ah, permíteme, ¿cómo ha podido ningún dahri76 pretender [más autoridad que tú] para explicar la cuestión del yunque y el martillo o el dilema del huevo y la gallina, a pesar del sinfín de tus años y tanto suceso como llevas pasado en el pellejo? Anda, dime cómo empezó la cosa del budismo en la India, el culto a los ídolos entre los pueblos y cuál es la historia de ‘Amr b, Luhayy entre los árabes77.

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Materialista que rechaza la fe en Dios, creyendo en la eternidad del mundo. Véase F. M. Pareja, o. cit., págs. 118-19. 77 Jefe legendario de la tribu Juza‘a, el cual, según Yáhiz (Hay, VI, pág. 203; v. supra § 183), poseía un ra’iyy o genio personal. Dice la tradición que fue el reformador del paganismo mecano, donde introdujo el culto de los ídolos. Sobre este importante personaje y su historia, v. T. Fahd, Panthéon, passim.

47. Háblame de ‘Anaq, hija de Adán78, Dime de Maysara y Masarra, de Masyah y Masyanah79, de Bahya y de Tahya80, ¿Desde cuándo está habitada la Península Arábiga? ¿Y cuánto hace que emigró Yunan81? Dime cuál es la diferencia entre la India y el Sind, entre el Sind y el pueblo de Mand. Y ponme al corriente de todos los que murieron de hemorragia nasal, de cuantos fueron devorados por las hormigas, de aquéllos que la Inundación se llevó por delante, de los seguidores de Nu‘man y el 78

Personaje legendario de la prehistoria semita y árabe. Según la tradición, ‘Anaq era hija de Adán, hermana gemela de Set y esposa de Caín. Tuvo numerosos hijos, entre ellos el gigante ‘Uy (Pellat, index, s. v.; v. infra, n. 34). 79 La primera pareja humana, según la cosmogonía mazdea. El semen de Gayomart, el hombre primordial (v. supra, § 77), fue recogido en el sol y purificado tras su muerte. De tal simiente nació el ruibarbo, y de ahí Masyah y Masyanah. Esta primera pareja fue inmediatamente corrompida por Ahriman, hecho que inició su supremacía sobre el mundo durante tres mil años, hasta la venida de Zaratustra (J. Duchesne-Guillemin, o. cit., pág. 360; H. Corbin, o. cit., págs. 75-6). Yáhiz, que con ligeras variantes refiere pareja historia de Masyah y Masyanah en Hay, I, pág. 190, concluye su relato afirmando que «son muchas las sandeces dichas al respecto por quienes afirman su existencia». 80

Pellat (index, s. v.) propone brillantemente que se trate de un insólito empleo de los célebres vocablos tohu wabohu (cp. ár. bahya wa tahya), que en Génesis 1: 2 designan el «vacío y caos informe» que al principio era la tierra. Tohu wabohu pudieron llegar al árabe como pueblos o naciones (Bahya y Tahya) pertenecientes a una supuesta creación preadámica, cuya existencia sospecharon varios autores musulmanes basándose en las aleyas 2: 30 y 35. En esta última, Dios advierte a Adán y Eva: «¡No os acerquéis a este árbol. Si no, seréis de los impíos!». Dicha advertencia -comenta Yáhiz«indica que impíos e impiedad ya habían estado presentes en la tierra» (Hay, I, pág. 189). v. supra, § 206. 81 Ancestro epónimo de los griegos (al-yunan). Refiere Mas‘udi (Muruy, II, § 664-667) que Yunan era descendiente de Héber y enano de Qahtan (v. infra, § 44), y que emigró del Yemen con toda su prole, familia y demás allegados, hasta llegar a los confines del Occidente, donde se estableció, aumentó su progenie y «su lengua se volvió extranjera». Cuando los descendientes de Yunan se multiplicaron, buscaron un nuevo lugar donde asentarse. Ese lugar fue la ciudad de Atenas.

número de sus tribus. A ver qué me dices de la lapidación celeste82: ¿era de recio pedrisco, o era quizá como las piedras de arcilla y pedernal del pájaro Ababil83? Dime qué significa, en su justo valor y genuina acepción, el nombre del río Éufrates84. Cuéntame por qué se seca el mar y mengua la tierra. Hazme saber: ¿por qué los astros ejercen su influjo en este mundo sin haber semejanza entre unos y otro? ¿Es que no influye la tierra en los cielos con su poder? ¿Acaso es posible que un ente influya en otro sin que éste a su vez influya en aquél? 48. Dime cuánto tiempo ha pasado desde que la humanidad formaba una sola nación y sus lenguas eran iguales. ¿Al cabo de cuántas generaciones el negro ennegreció y se blanqueó el eslavo? ¿Por qué el color ha sido más rápido en alterarse que el cuerpo? 82

Se trata de la lapidación de los demonios. En Alc., 37: 6-10, Dios dice: «Hemos engalanado el cielo más bajo con estrellas / como protección contra todo demonio rebelde. / Así, los demonios no pueden oír al Consejo Supremo, porque por todas partes se ven hostigados, / repelidos [...]». Este «Consejo Supremo». la forman los ángeles, quienes habitan en los siete cielos y conocen los secretos del mundo, que Dios les ha revelado. Así, los demonios o satanes «dan origen ala nigromancia, poniéndose a escuchar. junto al cielo inferior; luego adulteran con falsedades la oído y dictan a los adivinos los oráculos que de éstos recibe la gente. Los ángeles, para ahuyentarlos, les tiran las luces del cielo, como dice el Corán. Estas luces, en la creencia popular, son las estrellas fugaces. (F. M. Pareja, o. cit., pág. 208). 83 Pájaro extraordinario, enviado por Dios (Alc. 105: 4) contra la expedición que Abraha, rey abisinio cristiano del Yemen, había dispuesto en el año 570 contra La Meca. Ababil bombardeó el ejército de los yemeníes con piedras sobrenaturales llamadas siyyil; las cuales, según explican Mas‘udi (Muruy, II, § 1129) y Damiri (Hayat, s. v. 'ababil') eran piedras de arcilla y pedernal juntamente, sacadas del fondo del mar. Estos misteriosos proyectiles aparecen más veces en el Alcorán (15: 74), siempre como una lluvia punitiva enviada por Dios contra sujetos o pueblos impíos; y son idénticos a la lluvia de «azufre y fuego» con que Dios castigó a Sodoma y Gomorra (GN. 19: 24, episodio también mencionado, con lluvia de siyyil, en Alc 11: 82). 84 Ár. al-Furat, ¿'muy dulce', 'agradable al gusto'?

Dime la razón por la cual venían los niños al mundo trayendo los rasgos físicos casuales del padre, no los tradicionales de su ascendencia, y con todo nunca ha nacido entre los árabes un niño tarado. ¿Cuál es, pues, tal particularidad, que hace excepción ala regla? Cuéntame cuánto tardó la lengua de cada pueblo, tras la confusión de Babel, en consolidarse y extenderse. 49. Dime -te lo ruego- quién goza de más larga vida, si es el buitre, el onagro de al-‘Ana, la serpiente o el lagarto uromastrix. Infórmame de cuándo la serpiente prescinde del almuerzo, de cuándo el uromastrix se nutre de la brisa85 y cuándo se interrumpe el buitre en el apareamiento. Dime cómo es que no procrean ni el mulo (que es cruce de onagro y yegua), ni el sim‘ (que es cruce de hiena y lobo) y, sin embargo, procrea el ra‘ibi (la cría de la paloma duenda y el palomo torcaz) lo mismo que el camello bujti (cruce del árabe de pura sangre con el semental del Sind). ¿Por qué sucede que, en siendo de especies diferentes, no procrean los animales de pezuña partida y sí lo hacen los que tienen cascos o dedos? En cuanto a la jirafa: ¿es cierto que es cruce de hiena y camella86? y la japuta: ¿lo es del esturión y el barbo? 85

Ár. 'dabb', lagarto de la especie llamada uromastrix. Es de notar que ya Heródoto (Historia, II, 68), al hablar de los cocodrilos del Nilo, dice que suelen abrir sus fauces «de cara al céfiro». Yáhiz señala (Hay, IV, pág. 128) que «las serpientes terrestres viven de la brisa y se sostienen de ella cuando llegan a viejas, y lo mismo el uromastrix». Y leemos en Avaros, pág. 169: «Hijo mío, ¿por qué el lagarto ha llegado a ser la criatura que más vive si no es por nutrirse del aire?». Esta creencia en alimentarse del aire se encuentra también, aunque referida al camaleón, en J. León Africano (Descripción general del África, trad. S. Fanjul, Barcelona, Lunwerg, 1995, pág. 352) y en nuestros clásicos («Sustentarse del aire como el carnaleón», G. Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales). Véase EI2, s. v. 'dabb', art. de L. Kopf. 86 Este animal dio lugar entre los árabes a especulaciones de todo género. Qazwini (‘Aya’ib, pág. 248) indica las razones: «Su cabeza es como la del camello; sus cuernos son vacunos; su piel, como la del leopardo; sus patas, como las del camello; tiene pezuñas partidas, como las de la vaca, [...] su cola es como la de la gacela». Por ello, señala Yáhiz (Hay, VII, pág. 241) que hay quien piensa que sea un cruce entre camello y hembra de leopardo. Y añade Qazwini (l. cit.): «Se ha dicho que la jirafa es un híbrido de

50. Háblame de ‘Anqa’ Mugrib y de su génesis: si se engendró por sí misma o de macho y hembra; por qué la han puesto estéril y de sexo femenino; cuándo extenderá un nido para ese chiquillo, cuándo cobijará con sus alas a los partidarios del Imán y en qué momento le pondrán la brida. Dime, ¿cuándo se esparcirá el azufre rojo para él y cuándo será conducida a su presencia la montaña de diamante87? 51. Ponme al corriente de la construcción de la muralla de alUbulla; de quién erigió Hira y quién levantó la planta de Misr. Dime quién fue el fundador de Karda-Bundad y de la ciudad de Samarkanda. Háblame de la edificación que se atribuye a Sem en al-Mada’in: ¿es de verdad de Sem? y Palmira, ¿lo es de Salomón? Di, ¿en qué son diferentes los reinos de Ajab, hijo de ‘Umri88, y de camella abisinia, vaca salvaje y hiena; pues en Abisinia la hiena monta a la camella, y ésta pare una criatura de hechuras entre hiena y camella. Si esta clia sale macho, y cubre a un órix hembra, de ahí viene la jirafa». Tan sólo Mas‘udi (Muruy, II, § 845) tras referir también las mentadas especulaciones, señala que había quien vera en la jirafa una especie independiente o, quizás, una variedad del camello. Véase León Africano, Descripción, pág. 344; al-Qalyoubi, o. cit., pág. 163. 87 ‘Anqa’ Mugrib. Ave fabulosa del folclore árabe, de rostro humano y género incierto. Este mito fue adoptado por la secta extremista chiita sumaytiyya como símbolo mesiánico. Pretendía que, entre otros prodigios, la ‘Anqa’ construiría un nido para el niño que estuviera destinado a ser imam. El niño la embridaría y cabalgaría para esparcir por todo el mundo el azufre rojo, mineral legendario de dudosa existencia (Pellat, glos., s. v. 'anqa"). Maydani (Mayma‘, II, pág. 391, n.º 2604) recoge el refrán Más precioso que el azufre rojo, añadiendo que es cosa que no existe sino cuando se nombra. La alquimia consideraba este mineral como parte fundamental del Elixir (si no el Elixir mismo), y ya el mismo Maydani (l. cit.) refiere que, para algunos, se trataba del oro rojo. 88

Reyes de Israel. Leemos en 1 RE 16: 25 y sigs. que ambos fueron grandes pecadores e idólatras, «más que todos sus predecesores». v. G. Widengren, «Religión judeo-israelita», en Historia Religionum, vol. I, 223311, pág. 265; M. Garcia Cordero, o. cit., pág. 495 y sigs.

Nemrod el Pecador89? ¿Qué trascendencia tuvo el reino de Du lQarnayn con respecto al de Salomón? 52. He sido -que Dios prolongue tu existencia- desdeñoso con la altura y reacio con la retaquez, mientras que ensalzaba la proporción y alababa al hombre mediano. Mas no se trata -vive Dios- de que lo bueno de la proporción compense lo lamentable de una corta vida, ni que la hermosura del hombre mediano implique perder la utilidad de los conocimientos, pues [de ser así], ¡ojalá fuera yo más bajo que tú y más arrapiezo, más poca cosa y más endeble! Y tampoco la petición que por ti hago de tener una larga vida es en demanda de que aumenten tus días, sino en señal de sumisión y de humildad; y así, si me oyes decir: «Que Dios prolongue tu existencia», ésa es la idea que quiero transmitir; y si me ves afirmar: «No deje Dios tu hogar vacío», ahí es a donde voy. 53. Se ha dicho que el comer animales longevos robustece las hechuras, alarga la vida y fortalece la salud de los cuerpos, como por ejemplo pasa con las torcaces, el lagarto uromastrix o los burros salvajes, y como ocurre con la carne de buitre -para quien se la coma -o la magra de serpiente -para el que juzgue lícito su uso -. Pues bien, si tal proclama es cierta y semejante tratamiento provechoso; si usas de él y en él estás adelantado, si lo juzgas conveniente –y lo mismo da si lo rechazas -, nos serviremos de él en parte y en él nos meteremos de alguna forma [...] 90 ¡Pero cómo puedo hacer eso si soy pequeño de orejas, cuellifino y testichico, 89

El Nemrod bíblico, rey de Babel según GN 10: 8-12. Es también, según los comentadores, el personaje citado en Alc. 2: 258 y, probablemente, el rey de los impíos que arrojaron al fuego a Abraham por haber destrozado a sus ídolos (ib., 21: 51 y sigs). Su relación con el «pecador» Ajab de Israel debe de estar en que, según la tradición, Nemrod fue el introductor de la idolatría en Babel (T. Fahd, Panthéon, pág. 30 y n. 4). Sobre su leyenda, relacionada con el nacimiento e infancia de Abraham y desarrollada en fuentes midrásicas y musulmanas, Véase EI1, s. Y. 'Namrud', art. de B. Heller; Argucias, págs. 122-23. 90 En este punto el texto presenta una laguna, atribuible sin duda al copista.

mientras que tus orejas son como las de Abu Suhayl; tu cuello, el de Qasim b. at- Tammar; y tu cabeza, la cabeza de Goliat! 54. Se dan en tu ser dos cosas extrañas y dos extraordinarios argumentos: el tránsito de generación y corrupción por tu persona, y la alternancia entre la insuficiencia y el exceso que hay en ti. Y pues tu esencia es celestial y tu constitución es terrenal, así gozas de longevidad aun portando el estigma de lo perecedero. Eres pretexto de contradicción, causa de incompatibilidad. ¿Qué has de pensar de una criatura a la que no daña el absurdo ni lastima la contradicción? 55. ¡Mira -si me permites- lo que ha sacado en claro de ti el oro y qué pesares le han entrado al vino por tu culpa! Los dos se jactaban de su prolongada vida, se ufanaban de su permanente lozanía y de que el tiempo los perpetuaba en la actualidad, mientras que a todas las cosas las sumía en la decadencia. Mas cuando tu esplendor superó el suyo, cuando tu longevidad sobrepasó la de ellos dos, tras gozar de la gloria se abatieron y, perdidos los honores, se vieron humillados. No tengo otra cosa que decir de ti más que lo afirmado por aquel beduino cuando en la oscuridad perdió el camino y, tras reconocer la senda con la salida de la luna, levantó la cabeza, exclamando agradecido: «¿Qué he de decir? ¿Diré quizá: "Que Dios te alce a los cielos"? Ya lo ha hecho. ¿Diré: "Que el Señor te ponga guapa"? Ya lo ha hecho. ¿O acaso dejaré caer: "Dios te haga vivir muchos años", si también lo ha hecho? Pues bien, esto va a ser: " ¿Para qué voy a hablarte, ni qué voy a decir, si hasta ahora no he pronunciado más que perogrulladas y refritos?"». 56. Dicen algunos de quienes hacen de la reflexión oficio, se consagran a la filosofía e indagan los secretos de las cosas, que no hay ser de cuantos rodean al hombre, en su casa, su albergue, su dominio o dondequiera que eche raíces, al que el hombre no aventaje en supervivencia o longevidad, así las palomas, las gallinas, los perros, los gatos, las vacas, las ovejas, los burros, los caballos, los búfalos y los camellos. Afirman también que, de tales seres, los de más corta vida son los pájaros; y los de más

largo existir, los mulos. Junto con ello, pretenden que la causa de la longevidad del mulo se debe al poco copular, mientras que la corta existencia de los pájaros se debe a entregarse mucho al coito; y que lo que satisface esa razón y demuestra esta tesis es el hecho de que a los eunucos les toca una larga vida ya los sementales una corta existencia91. 57. Por mi parte ya primera vista -Dios te guarde- no hallo reparo a tal analogía; ni tampoco la encuentro, según lo más probable, inverosímil. Pero aun si lo supiera a carta cabal, si conociera el tema a ciencia cierta, lo más preciado me sería contar en ello con un predecesor fiable, un guía infalible, y remitir mi opinión a un hombre ecuánime, apoyándola en alguna prueba fidedigna: así pues, di, que te escuchamos; haznos una señal, que te seguimos. 58. De ti -permíteme- me maravilla la aversión a la celebridad y tu gateo entre la multitud de los haswiyya92, contento contigo mismo y en defensa de tu posición, sabedor de lo que del cielo recibiste y confiado en cuanto se te dio de natural. ¡Ah por qué poco -gracias a Dios- te ha echado Iblis delante, y qué insignificancia lo que Adán te saca! ¡Quiera Dios acrecentar el bienestar de quien te ensalce y la pujanza de quien te auxilie! 91

Ár. sifad, 'coito, cópula'. El autor resume aquí la creencia en que la corta existencia de los animales está en relación con su mucho sifad, y viceversa. Tal observación arranca nada menos que de Aristóteles (Acerca de la longevidad, 466b5, en Tratados breves de historia natural, Gredos, Madrid, 1987, 305-16). Por su parte, Maydani (Mayma‘, II, pág. 146, n.º 1906) recoge los proverbios Más follador que un pájaro, más que un gallo, y más que un gato. Añade Yáhiz al respecto (Hay, VII, pág. 221) que la longevidad es característica de los monjes, y ya hemos visto (infra, § 32) que una de las «razones» de la lozanía de Ahmad era el abandono del coito. al-Qalyoubi (o. cit., pág. 178), en tanto, sostiene que la mucha cópula acelera la aparición de las canas, y también (más cabalmente, pensamos) que hace adelgazar. 92 Denominación dada por los mu‘tazila a la generalidad de los ortodoxos, ligados a la tradición, y especialmente, a los defensores del antropomorfismo. Véase F. M. Pareja, o. cit., pág. 118.

59. Los rapsodos han recogido poesías sobre los macrobios 93, y han elaborado tradiciones acerca de ellos. No hemos hallado pruebas concluyentes, ni tampoco indicios sólidos, en contra de tales noticias, y no podemos negarlas debido a la verosimilitud de lo que cuentan; mas tampoco podemos confirmarlas, pues no hay en ellas ninguna evidencia que las pruebe. Además, tú ya sabrás cuánto desconcierto trae la duda; la turbación que conlleva el desconcierto; el cansancio que acarrea la turbación; la continua aflicción que conduce al cansancio; el aislamiento que producen las aflicciones continuas; el albur de obsesiones y pálpitos que se origina en el aislamiento prolongado; el cansancio corporal que subyace al desaliento del corazón ya la fatiga del espíritu; y cuánta razón de hastío hay en la insistencia, cuánta manquera en la ignorancia y cuánto abatimiento del espíritu en las lucubraciones. 60. Así que hazle a tu casa una puerta en la que podamos descansamos; y colócale una divisa, que hagamos parada en ella. Tú sabes lo que se ha dicho de la edad de Nabiga Bani Ya‘da, de Malik Du r-Ruqayba, de Nasr b. Duhman, de Ibn Buqayla alGassani, de Rabi‘ b. Dubai‘ y de Duwayd b. Nahd94; y aún has visto -Dios te dé larga vida- el nacimiento de sus padres y abuelos, de sus clanes y tribus, de la raíz y las ramas de sus 93

Ya en la Biblia (GN 5: 1 y sigs.) tenemos todo un rosario de personajes extraordinariamente longevos, con el célebre Matusalén a la cabeza. Esta creencia continuará entre los árabes, para los cuales será Noé, y no su abuelo Matusalén, el patriarca que más tiempo vivió (v. infra, § 37; supra, § 188). Lo interesante de la creencia árabe, en cualquier caso, es que (al contrario de los gigantes que poblaban la tierra) los macrobios no se extinguieron, sino que han seguido apareciendo por "el mundo esporádicamente. Tal pretensión tuvo que hacer fortuna en el Islam, como justificación de la que echar mano en la cronología de las cadenas de transmisión de los hadices y, especialmente, en el chiismo, como sostén de la idea de imam oculto, que aguardaría vivo en algún lugar la hora de su parusía. v. EI1, s. v. 'mu‘ammar', art. de G. H. A. Juynboll; Pellat, glos., s. v. s. v. 'rafidi'; supra, n. 148. 94 Desde el principio del párrafo hasta aquí, los personajes citados por Yáhiz son considerados tradicionalmente macrobios. v. Pellat, index, s. vv.

familias. Conque dime, ¿es cierto lo dicho, o se ha mentido sobre ellos? ¿Se han ajustado a la verdad o se ha exagerado? 61. En relación a cuanto las tradiciones transmiten sobre la altura y la anchura de los cuerpos de la gente, a cuanto se asegura sobre la grandiosidad, humanidad y corpulencia que tenían -quitando lo que el Libro dice de los cuerpos de ‘Ad95-, el argumento contra tales mentiras se halla a la mano, ya la vista está la prueba que señala el extravío del sentido común de sus autores: como, por ejemplo, lo que hemos podido constatar según el tamaño de las espadas de los nobles, el cuento de las lanzas de los caballeros, las coronas de reyes que se conservan en la Caaba, o la estrechez de sus puertas y la escasa altura de los peldaños de las escaleras en sus viejos castillos y antiguas ciudades. También corroboran lo dicho los sarcófagos que les servían de sepulturas, las puertas de sus tumbas en las entrañas de la tierra o en la cima de los montes, sus mazmorras, la altura a la que colocaban los candiles de sus iglesias y -mirando a ras de sus cabezas- sus casas de culto, foros y campos de juego. 62. He aquí que si, en contra de cuanto se ha pretendido sobre la longevidad de aquella gente, pudiéramos echar mano de pruebas tales como ésas a las que hemos acudido para desmentir su elevada altura, entonces no te daríamos tanto trabajo ni te usaríamos en provecho propio. Sin embargo de esto, si la razón de su elevada estatura y corpulencia está en pertenecer a una época ya extinta, a la mocedad de la tierra y su esplendente energía -antes de ajarse la una e ir consumiéndose la otra -, lo suyo hubiera sido que sus antecesores fueran más grandes aún y, en virtud de tal cálculo, se hubieran ido achicando sus descendientes, 95

Apunta ahora Yáhiz a la creencia en una pasada raza de gigantes. Tal conjetura, antigua entre semitas y árabes, halla con el Islam su fundamento religioso en la alusión alcoránica a la corpulencia del fabuloso pueblo de ‘Ad (7: 69), destruido por Dios en castigo a su impiedad. Yáhiz, como se ve, rechaza la existencia de tales seres, y tan solo da crédito (¿quizá de mal grado?) a la nombrada afirmación del Alcorán.

los sucesores de los descendientes y los que vinieran tras estos últimos. 63. Que Dios te guarde en vida, dime quién fue el constructor de Ri‘am, quién alzó la Caaba de Nayran96, quién erigió Gumdan97, quién levantó Palmira, quién fue el fundador de las dos pirámides98, cuánto hace que se construyó Ma’rib, qué distinguía a al-Ablaq al-Fard99 de al-Musaqqar100, qué diferencia el palacio de Nubahar del castillo de Sindad y quién fue el constructor de ‘Aqarquf101, Dime por qué -si no te importa- te has pronunciado a favor de Yum‘a al-Iyadiyya en contra de Bint al-Juss, de Ibn Sarya a costa de Siqq, de al-Najjar frente a Ibn an-Nattah y de Ibn al-Kayyis contra Ibn Lisan al-Hummara. ¿Qué distinguía a 96

Según la leyenda, los cristianos de Nayran (localidad del sur de Arabia) hicieron construir una iglesia a la que llamaban la Caaba de Nayran, porque estaba construida sobre el modelo de la Caaba de la Meca. V. Pellat, index, s. v. 97 Nombre de un célebre y monumental castillo de Sana; era uno de los edificios más notables de los árabes. Su construcción fue atribuida a Salomón, por supuesto con la ayuda de los genios. V. supra, n. 200 (Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 45; v. Abu Hamid, Tuhfa, págs. 120-1). 98 Parece que los árabes se interesaron sobre todo por las pirámides de Keops y Kefrén, por su tamaño y quizá por la leyenda de que eran las tumbas de Hermes y de Agathodaimon. Véase Abu Hamid, Tuhfa, págs. 51, 123-125; Ibn Battuta, o. cit., pág. 138; Ibn Yubayr, A través del Oriente, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1988, pág. 71. 99 Ablaq el Incomparable, alcázar así llamado por su proverbial fama de inexpugnable. Una tradición atribuye su construcción al rey Salomón. V. EI1, s. v. 'Ablak', art. de M. Seligsohn. 100 V. infra, § 38. 101 Conjunto de ruinas situado al oeste de Bagdad. Según la leyenda, allí se encontraba la hoguera a la que fue arrojado Abraham (v. Alc. 21: 68; infra, n. 89). El rey babilonio Kurigalzu (h. s. -XIV) habría sido el constructor de la ciudad, cuyo ziggurat en ruinas atrajo la curiosidad de los árabes, que refieren varias leyendas sobre el emplazamiento. Según Abu Hamid (Tuhfa, pág. 54), el fundador del lugar fue un legendario rey llamado ‘Aqarquf, que escondió allí un tesoro de innumerables riquezas. Dios infunde espantosos terrores al que intenta tomarlo por la fuerza, por lo cual el lugar es inexpugnable. V. EI2, s. v. ‘Akarkuf, art. de S. M. Stem.

Zenobia de la Reina de Saba? ¿Qué diferencia a Jatun de Buran, a Yulanda de Asbad, a Hidyam de Afta? ¿Y a Luqaym 102 de Luqman, a Kurz b. Al-qama de Muyazziz al-Mudliyi y a Rafi‘ alMujiss de Du‘aymis ar-Raml103? 64. Infórmame sobre la trascendencia de las regiones desérticas y los yermos del hemisferio sur: ¿se extiende aquello desde que giran los cielos y comenzó a brotar vegetación, o bien es que los periodos de [aridez y de fertilidad] fueron repartidos entre los dos hemisferios, de guisa que unas épocas son áridos y otras feraces? ¿Por qué crees más antigua la región de Daws que la de Babilonia? Dame noticias de los cometas: Gvienen de día o aparecen de noche? ¿Por qué antepones los bizantinos a los chinos en la carrera por la Obra? ¿Por qué crees que el Tíbet es más antiguo que Sumatra? ¿Por qué prefieres la quietud al movimiento? ¿Por qué se te antoja que la existencia sea degeneración y la unión separación? 65. Te he encontrado -si me permites comentarlo- receloso de ser Ibn Sa’id, al tiempo que esperabas ser el Antecristo. Quizá seas la Bestia del Apocalipsis -qué sé yo -, y puede que Saosyant, aunque -alabado sea Dios- no eres al-Jidr. Lo que no dudo es que no eres el Mesías... Se me da que el tuyo es el espíritu de Siqra; y el de 02

Hijo incestuoso de Luqman (v. infra, n. 6). Su historia figura en varias fuentes, aunque el relato de Maydani (Mayma‘, DI, pág. 473, n.º 4514) no tiene desperdicio: la hermana de Luqman «sufría a un marido impotente, y quería tener un hijo con una inteligencia y sagacidad como las de su hermano. Entonces dijo a su cuñada: "Mi marido está incapaz, y temo echarme a perder por él. Préstame por esta noche el lecho de mi hermano". Ella accedió; conque llegó Luqman, que a la sazón se había achispado, y echó mano de su hermana. Ella concibió de él a Luqaym. A la siguiente noche, se llegó Luqman a su mujer, y exclamó: "Este coño lo conozco"». Al parecer, el refrán serviría para dar a entender que se está al tanto de una cosa. 103 Rafi‘ el intrépido y el Bichito de la arena, célebres exploradores o guías del primer Islam y la antigua Arabia, respectivamente, cuyas figuras se han hecho proverbiales. Mejor guía que Du‘aymis y Éste es el Du‘aymis de la cuestión (para señalar a quien la conoce bien), son algunos de los refranes que Maydani recoge al respecto (Mayma‘ , I, pág. 482, n.º 1447). 1

Belcebú también; o mejor, el de Dakkala. Y no hay duda: ¡eres el Arconte esperado104! 66. Aguántame una sola pregunta más y no volveré a ello; te la haré larga y ya no añadiré nada: ¿qué hay de diferente entre Wadd, Suwa‘, Yagut y Ya‘uq105, ya su vez entre Manat, al-‘Uzza, al-Gabgab y ‘A’im, ya su vez entre Manaf, Nuhm, Sa‘d y Marhab106? ¿Cuánto hace que Isaf yació en fornicio con Na’ila? ¿Y cuánto desde que ambos fueron metamorfoseados en la Caaba107? Dame noticias de Barahut y Balahut, de al-Yabiya y del 104

Arkun, 'arconte', 'jefe'. Se trata de los hijos de las tinieblas o hijos nacidos del principio del mal, según la doctrina de Mani. Respecto a este «Arconte esperado», Pellat (index, s. v.) tiene la impresión de que Yáhiz confunde elementos del mazdeísmo y el maniqueísmo, tomando a Saosyant (cf. infra, § 40, n. 41) por un arconte. V. Fihrist, págs. 777-786. 105 Estos cuatro nombres, que aparecen (junto con el de Nasr, no mencionado aquí) en Alc. 71: 23, son los de otras tantas divinidades de la Arabia central, veneradas hasta la época de Mahoma. Según se infiere del texto alcoránico, los contemporáneos de Noé se negaron a abandonar su culto cuando éste ya había recibido las señales de la profecía. Véase alQalyoubi, o. cit., pág. 254; T. Fahd, Panthéon, cap. II, s. vv. 106 Ídolos y divinidades del panteón preislámico. Véase T. Fahd, Panthéon, cap. II, s. vv. 107 Nombre de dos divinidades de La Meca preislámica, dos estatuas de piedra sobre las que se derramaba sangre de víctimas. Refiere Mas‘udi (Muruy, 11, § 947): «los Yurhumíes se prostituyeron y corrompieron grandemente en el recinto sagrado [de La Meca]. Uno de ellos llegó incluso a fornicar con una mujer en la Caaba. El hombre se llamaba Isaf y la mujer Na’ila. Dios los transformó en piedra». Y prosigue Abu Hamid (Tuhfa, pág. 88): «Éste hombre era el rey de la tribu de Yurhum. Se enamoró de Na’ila y fornicó con ella en la Caaba, por lo que Dios, para que sirvieran de escarmiento, los transformó en estatuas de piedra. Los de Qurays los sacaron del templo y pusieron a Isaf sobre una piedra clara ya Na’ila sobre pedernal, para escarmiento de quienes los vieran. Al cabo de unos años se convirtieron en objeto de veneración. Pero solamente Dios conoce la verdad». Las estatuas, pues, debían de tener una vaga forma humana, de tal modo que se pudo urdir en tomo a ellas la leyenda edificante que hemos visto, destinada a prevenir a los peregrinos de La Meca contra la prostitución sagrada (sobre la cual, v. M. García Cordero, o. cit., pág. 465). T. Fahd, Panthéon, pág. 103-4.

lugar [donde mora] el Tirano. Háblame también de la espada [forjada por] el rayo y de quién ha hecho llegar tal cosa a los rafidíes108. Dime qué era la riqueza de Qarun 109, qué el tesoro de an-Natf110 y de quién la perla única. Y aún, ¿qué eran los zarcillos de Mariya111? ¿Cuál fue el origen de la fortuna de Ibn Yud‘an112 y cómo se consultaba a su madre? Dime, en fin, cuál es esa riqueza que quien toma de ella se arrepiente, y quien la deja se arrepiente igual. 108

Chiitas extremistas. Más adelante (§§ 130, 189) sabremos con certeza que Ahmad b. ‘Abd al-Wahhab era rafidi. Este dato explica mejor la postura mu‘tazili de Yáhiz en contra del protagonista y sus creencias, muchas de las cuales (macrobios, imamato, metempsicosis, doctrina del bada’, etc.) aparecen en este texto. En cuanto a la espada forjada por el rayo, Yáhiz indica (Hay, V, pág. 87) que «mucha gente dice incluso que hay espadas forjadas por las centellas de los rayos», creencia localizada en Tabaristán por Biruni (ib., n. 2, cit. ‘A. S. M. Harun), el cual refiere que había quien atribuía las puntas de lanza y venablos de cobre hallados en las entrañas de la tierra a los rayos caídos sobre ella. 109 El Coré (o Córaj) bíblico (NM 16). Por sus muchas y proverbiales riquezas, Qarun es el Creso de la tradición islámica. En Alc. 28: 76, leemos la palabra de Dios: «le habíamos dado tantos tesoros que un grupo de hombres forzudos apenas podía cargar con las llaves». Y en el mismo pasaje alcoránico, Qarun afirma: «Lo que se me ha dado lo debo sólo a una ciencia que tengo», razón por la cual desde muy pronto se pensó que tal ciencia fuera la del Elixir o piedra filosofal. En efecto, Ibn an-Nadim afirma en el Fihrist (pág. 844) que Dios reveló el conocimiento de la Obra a Moisés y Aarón (para bañar en oro el Arca de la Alianza, añaden otros autores) y que quien operaba en su nombre era Qarun. En castigo por su soberbia y apego a los bienes mundanos, Qarun y sus riquezas fueron tragados por la tierra (Alc. 28: 76-84). Véase EI2, s. v., art. de D. B. Macdonald; Pellat, index, s. v. 110 Se trata de un personaje proverbial, que, siendo un pobre aguador, robó un cargamento de riquezas enviado por Badán, el sátrapa del Yemen, al emperador persa Cosroes II Parviz. Pasó todo el día repartiendo aquel tesoro entre los pobres, y aun así permaneció rico (Maydani, Mayma‘, III, pág. 103, n.º 3295; pág. 510, n.º 4632). 111 Mariya Bint Zalim b. Wahm, esposa del rey de Gassan Yabala III (495529), apodada «Mari ya la de los zarcillos» (Mas‘udi, Muruy, II, § 1079), pues ofrendó al templo de La Meca sus legendarios pendientes, adornados con dos perlas del tamaño de un huevo de paloma, de incalculable valor. De

67. -Si no te importa -, has observado a los hombres desde que fueron creados y has contemplado a los genios antes de que se ocultaran. Por ti mismo advertiste que las cosas eran puras e impuras, indeterminadas y concretas, sanas y corruptas: así pues, no se te oculta lo que media entre la hipótesis y la evidencia, entre la dolencia y la salud, entre lo posible y lo imposible, lo hermético y lo misterioso, lo escaso y lo extraordinario, la prueba y el trasunto de la prueba; igual que has distinguido entre el viso de la confianza y el asomo de la duda, hasta tal punto, que en ti las partes se encuentran integradas, los límites conocidos, las categorías sabidas y el mundo representado en absoluta plenitud. Luego cataste la causa lo mismo que el efecto, conociste el pretexto igual que la argumentación, contemplaste las razones no más vieron la luz, las causas recién fueron creadas, y sabes separar de lo natural el artificio y de la verdad el oropel. 68. Así pues, ¿qué me dices de los genios personales 113? ¿Qué sabes de los ensueños? ¿Qué comentas del Elixir de la alquimia114? ¿Qué puedes decir acerca de la amalgama de la Obra? ¿Y de la heteromancia? ¿Y de la fisiognómica? A ver qué cuentas de la buena ventura, del mal agüero, de la maledicencia y del sentido de la baraca. ¿Qué sabes sobre las estrellas, los ahí viene la expresión Los zarcillos de Mariya, que equivalía ala nuestra Todo el oro del mundo (Pellat, index, s. v.) 112

‘Abd Allah Ibn Yud‘an, personaje quraysí de fines del s. VI, célebre por su generosidad y su fortuna, que debía al comercio caravanero y de esclavos. Sin embargo, una leyenda atribuye su riqueza a un tesoro que descubrió en una tumba (Pellat, index, s. v.) 113 Ár. Ra’iyy. «Si un genio domaba a un hombre, intimaba con él y le transmitía noticias, percibía por sus sentidos y leía en su imaginación. Entonces la gente decía: con fulano hay un ra’iyy» (Hay, VI, pág. 203). Véase un caso de genio personal en E. W. Lane, o. cit., pág. 266. 114 Esto es, la Piedra Filosofal (al-Iksir), objeto primordial de la Obra. Sobre la alquimia árabe, v. Fihrist, o. cit., págs. 843-868; Ibn Jaldún, Introducción a la historia universal (Muqaddima), México, Fondo de Cultura Económica, 1987, págs. 947-959, passim.

lunares, los secretos de la palma de la mano115 y la espatulomancia116? Dinos lo que sepas sobre [la interpretación de] la roedura de la rata117, la insistencia del escarabajo, los rizos y tirabuzones de la cabeza, los mechones o rodales blancos de los caballos118, la mangosta119 y las sobras de comida que dejan los animales120. ¿Qué puedes decir del gallo blanco con la cresta

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Asrar al-kaff: quiromancia. Véase Fajr ad-Din ar-Razi, Tratado de la ciencia fisiognómica, en M. J. Viguera, Dos cartillas de fisiognómica, Madrid, Editora Nacional, 1977, pág. 87. 116 Nazr fi l-aktaf('escrutinio de los omoplatos'). Fajr ad-Din ar-Razj (o. cit., en M. J. Viguera, Dos cartillas, pág. 87) describe así esta práctica: «Examen de los omoplatos de los corderos o de las cabras, pues en ellos, irisados por el sol, se aprecian rayas fijas y figuras definidas, que los entendidos disciernen a propósito de muy diversos fenómenos del macrocosmos, como pueden ser las guerras entre soberanos, o las ocasiones de fertilidad y desolación». Es costumbre extendida en todo el norte de África. Véase E. Doutté, o. cit., pág. 371; T. Fahd, Divination, págs. 39597. 117 En las formas y lugares de las roeduras de la rata se basaba otra disciplina adivinatoria árabe. Una tradición pretende que a al-Mansur le fue pronosticado el califato por la mordedura que una rata había hecho en una gualdrapa donde se sentaba (Hay, V, págs. 303-4). 118 «Las tacas que aparecen en el badán de los caballos, para las que los árabes tienen muy precisas denominaciones, considerándolas de buenos y de malos augurios, según. Estas tacas se hallan también en Otros animales, pero sólo en los caballos les conceden atención, pues este animal es el más noble de todos después del hombre» (Fajr ad-Din ar-Razi, o. cit., en M. J. Viguera, Dos Cartillas, pág. 87). 119 Según Damiri (Hayat, s. v. 'nams') una mangosta aparecida o vista en sueños indica adulterio, pues ésta .roba gallinas, y se interpreta que éstas son mujeres; conque quien se las ve con una mangosta o topa con ella en su casa, se enfrenta a un sujeto adúltero. Pero sabe Dios.. 120 A este respecto cita Yáhiz unas palabras atribuidas al Profeta: «Cinco cosas provocan el olvido: comer manzanas, las sobras de la rata [?], sangrar el hoyuelo de la nuca, despiojarse y orinar en aguas quietas» (Hay, v, págs. 269, 380). Véase Ibn Habib, o. cit., 14r.

hendida? ¿Y del gato negro121? ¿Y de orinar en las madrigueras 122, estudiar los pozos prehistóricos y dormir entre dos puertas123? 69. Dime también cuanto sepas sobre las manchas blancas de las uñas, sobre la retamada124, sobre colgarse patas de conejos125, sobre alhajar al mordido por serpiente126 y sobre la camella atada a la tumba y su gualdrapa127. Luego, ¿qué me puedes contar de las 121

Yáhiz recuerda (Hay, II, pág. 207) que «quienes afirman que el demonio no entra en las casas si hay en ellas un gallo blanco con la cresta hendida, son los mismos que dicen que al que come carne de gato negro no lo Perjudica magia alguna». En Otro pasaje dice que este gallo pasa por ser la encarnación de un ángel (que había sido enviado por Dios para indicar a Adán las horas de oración, añade Kisa’i, cit. Pellat, glos., s. v. 'dik'); de ahí que el demonio no entre a los sitios donde éste se encuentre, por la mucha inquina que le tiene. También recuerda Yáhiz estas palabras, que habría pronunciado el Profeta: «El gallo blanco es mi amigo, y enemigo del Enemigo de Dios; guarda la casa de su amo y otras siete casas». Degollar un gallo blanco, en fin, se considera causa de toda suerte de infortunios y desgracias (Hay, n, pág. 259; M. Ibn Azzuz, Diccionario de supersticiones y mitos marroquíes, Madrid, CSIC, 1958, s. v. 'gallo'), Sobre presagios y adivinación sacados entre los árabes a cuento del gallo, v. T. fahd, Divination, págs. 504-6. El gato negro, en fin, es para los yinn una de las formas preferidas de encarnación (E. Doutté, o. cit., pág. 78). Sobre este animal en la superstición popular, Véase J. G. Frazer, La rama dorada, Madrid, Fondo de Cultura Económica, pág. 760, passim. 122 Las madrigueras, pozos, desagües, etc., son morada de los genios o yinn. De ahí que orinar en ellas, verter agua caliente, etc., sea objeto de inmediata represalia por su parte. Aún se conserva en el mundo árabe la costumbre de pronunciar la fórmula En el nombre de Dios, el Clemente y Misericordioso como protección contra la ira del yinn cuando se vierte agua caliente por los desagües. V. supra, § 76. 123 En el folclore árabe, el umbral de la puerta es objeto de precaución, pues también en él paran los genios; de ahí que no convenga molestarlos, al pisarlo, porque este hecho acarrea desgracias y mala suerte. El mismo y corrientísimo hecho de hacer pasar en brazos a la novia por el umbral, sin que lo pise, respondería en realidad a este tipo de precaución (v. J. G. Frazer, El folklore en el Antiguo Testamento, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1993, pág. 421 y sigs.). En no pocos lugares de Andalucía y Murcia, que sepamos, se considera cosa de mala suerte sentarse en el paso de las puertas. Según refiere el propio Yáhiz (Hay, II, pág. 207) había quien

lechuzas128, de la impetración de lluvia con áloe y asclepiadáceas129, de rasgar el velo y de bajarse las vestiduras? A ver qué dices de cauterizar al camello sano para curar al sarnoso y de la ablación de uno de sus ojos para evitar la epizootia o esquivar las algaras enemigas130. ¿Qué sabes de las flechas de mandar, de prohibir y de esperar131? ¿Y de las piezas de caza que aparecen de frente, que salen por detrás, que van de izquierda a no dudaba que, al que duerme entre dos puertas, los genios lo trastornan o lo baldan. Por su parte, al-Qalyoubi (o. cit., pág. 177) sostiene que sentarse en el umbral de las puertas «endurece el corazón y da un carácter cruel». Recordemos, por último, cómo el rey David «estaba sentado entre dos puertas» (2 SM, 18: 24) y así adivinaba las noticias que traían los mensajeros de la batalla de Efraín. Véase E. Doutté, o. cit., pág. 410 y sigs; M. Ibn Azzuz, o. cit., s. v. 'umbral'. 124 Ár. ratima, derivado de la voz ratm ('retama', 'hiniesta'), que designa una práctica de la Arabia pagana explicada por Qazwini (‘Aya’ib, pág. 171) y A. de B. Kazimirski (Dictionnaire arabe-français, s. v.): «En el momento de hacer un viaje, entrelazaban dos ramas de árbol por sus extremos; si a su vuelta hallaban las ramas en el mismo estado, sacaban augurio de que sus mujeres les habían permanecido fieles durante su ausencia; si encontraban las ramas separadas, se daban por traicionados.. Esta costumbre de anudar matas aún está documentada por E. Doutté (o. cit., pág. 90) en la Argelia de principios de siglo. 125 Refiere Yáhiz en Hay, VI, pág. 357: «Los árabes preislámicos creían que a quien se colgara la pata de una liebre no lo alcanzaría el mal de ojo, ni la envidia, ni magia alguna. Así, cuidaban aquella pata, porque los yinn huyen de ella», probablemente a causa de la presunta menstruación de las liebres (Damiri, Hayat, s. v. 'arnab'). V. supra, § 180. 126 Ar. baliyy as-salim. lit. «enjoyar al sano». Salim es voz que significa 'sano', 'salvo'; pero que, como eufemismo, designa igualmente al herido de muerte por la mordedura de una serpiente: pues parece que salud era lo que se le deseaba, a falta de remedio mejor y fiando en el buen augurio de la palabra. Para evitar que el veneno se extendiera por su cuerpo, la víctima no debía dormir. También se le colgaban joyas de mujer, que produjesen un tintineo que le impidiera conciliar el sueño. Este era el mejor remedio que se podía emplear (Pellat, glos. s. v. 'salim'; E. Doutté, o. cit., pág. 363). 127 Se trata de una camella o yegua que, en tiempos anteislámicos, se ataba a la tumba de su dueño, sin alimento y con una gualdrapa cubriéndole la cabeza, para que muriera y le sirviera de montura el día que éste resucitase (EI1, s. v. 'baliya', art. de J. Hell).

derecha y que se cruzan de diestra a siniestra 132? ¿Qué puedes decir de la andadura que, sobre los muertos, hacen las madres cuyos hijos no viven133? ¿Y de la sangre de los reyes en pro de los rabiosos134? 70. A ver qué cuentas en punto a la epilepsia, a la metamorfosis del gul135, al silbo de los genios, a la aparición de los genios domésticos y su sumisión a los encantamientos 136, ¿Qué sabes del genio personal de al-Ma’mur al-Hariti y de ‘Utayba b. al-Harit alYarbu‘i? ¿Cuál es la diferencia entre el vidente, el cohén, el 128

Según refiere Damiri (Hayat, s. w. 'hama', 'sada') los árabes preislámicos creían que el alma de un asesinado sin venganza se convertía en una lechuza que permanecía sobre la tumba del difunto, graznando así: «Dadme, dadme de beber sangre de muertos». Cuando se tomaba cumplida venganza, la lechuza echaba a volar y desaparecía. 129 Ár. istimtar. Se trata de un modo preislámico de pedir o provocar lluvia. En caso de persistente sequía, los árabes reunían todo el ganado vacuno que podían, atándole a la cola y las patas sula‘ (¿áloe?) y ‘usar (asclepias gigantea). Entonces subían el ganado así dispuesto a algún monte escarpado y le pegaban fuego al áloe y la asclepiadácea, armando mucha bulla con sus rogativas. Creían que esta práctica provocaba la lluvia (Hay, IV, pág. 466). Véase T. Fahd, Panthéon, pág. 10 y sigs. 130 Sobre estas prácticas comenta Yáhiz (Hay, I, pág. 16): «Los predicadores reprenden a quien reprocha a un hombre por la culpa de otro; hecho que anda en refranes, tal y como dice el poeta an-Nabiga: «la culpa de Amri’ me achacas, ya él lo descuidas como al sarnoso: marcan a fuego al otro, que a sus anchas pace», pues, si la sarna prendía en sus camellos, [los beduinos] daban cauterio al sano para que pagara por el enfermo, con lo cual enfermaban al sano en vez de sanar al doliente. Si medraba el número de camellos de uno, llegando a mil, vaciaban un ojo al semental y, si aún pasaba de esta cifra, entonces le vaciaban el otro» para proteger al rebaño de los ataques enemigos, el mal de ojo y las epizootias. La práctica de dar cauterio gratuito a los animales fue prohibida por el Profeta. 131 Se refiere el autor a la adivinación con flechas (istiqsam), práctica extendida entre los pueblos semitas (EZ 21: 26-27; 2 RE 13: 15). Entre los árabes se practicaba con dos flechas (con valor de 'sí' o 'no'), o tres flechas ('hacer', 'no hacer' y 'esperar') que, lanzadas al tuntún delante de un ídolo, indicaban, bajo su auspicio, la conducta a seguir. Véase E. Doutté, o. cit., págs. 373-75, 127-8; T. Fahd, Divination, págs. 181,204 y sigs.

adivino y el que tiene un genio inspirador? Dime cuanto sepas de la transformación de Iblis en la imagen de Suraqa al-Mudliyi y en la apariencia del Viejo del Nayd137. Infórmame de Siniqnaq y Saysaban, de Samlaqa y Zamba‘a, de al-Mudhib138 y la si‘lat139, de Barkuwayr y Darkadab140; y dime qué hay que distinguir entre Mishal -demonio de al-A‘sa -y ‘Amr, demonio de al-Mujabbal141.

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La heteromancia árabe, o adivinación según el vuelo de los pájaros, alcanzó gran precisión y complejidad. Las aves que salían de derecha a izquierda se consideraban de buen presagio, y viceversa. Véase T. Fahd, Divination, pág. 440 y sigs; E. Doutté, o. cit., pág. 359. 133 Según esta creencia árabe anteislámica, las madres que caminan sobre el cadáver de un noble que haya muerto a traición conservarán a sus hijos con vida. Si resulta que sus hijos murieron, tras hacer la mencionada andadura podrán volver a concebir (Lisan al-‘Arab, s. v, 'miqlat'). Ésta y otras prácticas, con ligeras variantes, aún están documentadas en el Egipto del s. XIX: «Algunas mujeres, a fin de quedar embarazadas, andan, sobre el cuerpo de un hombre decapitado, siete veces, sin decir nada» (E. W. Lane, o. cit., pág. 259). 134 También en Hay, II, págs. 5, 310, menciona Yáhiz esta creencia árabe y preislámica, según la cual la sangre de reyes o personajes nobles cura la rabia y la locura. A. P. Caussin de Perceval (Essai sur l'histoire des Arabes avant l'Islamisme, 3 vols. [1.ª ed. París 1847-8], Graz, Akademische Drucku. Verlagsanstalt, 1967, vol. II, pág. 34) refiere el caso de cierto rey preislámico condenado a muerte, cuya sangre fue celosamente guardada en vasijas. 135 Criatura fantástica, del género de los yinn; una especie de «coco», vale decir. Algunas de sus propiedades son morir si se les da un golpe, revivir si se les da dos, usar como monturas a perros, conejos y avestruces, y transformarse en toda foma y estampa de mujer (Hay, I, pág. 309; VI, pág. 220). 136 V. supra, § 75, n. 154. 137 Refiere Yáhiz en Hay, I, pág. 299: «Gabriel-la paz sea sobre élcaminaba sobre la tierra con la imagen de Dihya ai-Kalbi; en tanto, a Iblis se le veía por los caminos con la imagen de Suraqa al-Mudliyi. También se apareció bajo la imagen del Viejo del Nayd, y como estos casos hubo otros muchos». Este 'Viejo del Nayd', según la tradición, se introdujo en el consejo que los Quraysíes celebraron para decidir la suerte de Mahoma, y les aconsejó que le dieran muerte (Hay, VI, pág. 163 y n. 4. Pellat, index, s. vv.)

71. Por ti Dios nos ha preservado del mal, en ti nos ha puesto a prueba, nos ha colmado de fortuna y se ha mostrado justiciero: así pues, que la tristeza sea con quien te desaire, y que Él conceda lluvia al que te reclame. ¡Guay de quien ignore tus méritos! O mejor dicho: ¡ay de quien los niegue! Permíteme decirte que, del mismo modo que antes de ser no eras, así tampoco serás después de ser y, tal cual medraste en la amplitud del tiempo, igual en su amplitud irás menguando; porque todo lo largo es corto, y todo lo fInito es poco. Por consiguiente, guárdate de pensar que eres

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El Dorador (o el Arrebatador), demonio sobre el cual comenta Yáhiz (Hay, VI, pág. 194) que «necios eremitas y santones mentecatos. Pretenden que les ha sido encomendado particularmente para tentarlos, mostrándoles cosas extraordinarias, como encenderles fuegos e iluminar las tinieblas de su celda (o ponerles la mesa, añade Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 237). 139 V. infra, § 40, n. 49. 140 «Afirman que, en 10 tocante a! poder ya! número de los yinn y los demonios, la mayor parte se ha manifestado en Siria y en la India. Y también se dice que el capitoste de los demonios de la India se llama Tankawir [= Barkuwayr], y que el de Siria se llama Darkadab» (Hay, VI, pág. 232). Pellat (index, s. v. 'Kuwayr') sugiere con reservas la posibilidad de identificar a este Barkuwayr con el dios Kuvera o Kubera, una de las «divinidades cardinales» del budismo (v. A. Wayman, «Budismo», en Historia Religionum, vol. II, 363-451, pág. 393). 141 El carácter maravilloso o sobrenatural de la inspiración poética, común a numerosos pueblos, tenía especial relevancia entre los árabes (v. T. Fahd, Divination, págs. 72-5). Así recoge Yáhiz la opinión popular: «Afirman que con todo gran poeta hay un demonio; el poeta dice sus versos por boca de ese demonio». Pues bien, ‘Amr era el nombre del demonio inspirador del poeta al-Mujabbal. El también poeta al-A‘sa tenía al nombrado Mishal por demonio acólito, al cual invocaba cuando alguno le satirizaba, para así responder con parejas burlas en verso (Hay, VI, págs. 225-6). En cuanto a los anteriormente citados Siniqnaq y Saysaban, son sendos patriarcas de tribus enteras de demonios o genios. Según la leyenda, el primero persuadía al gran poeta Bassar b. Burd; en tanto que el demonio del vate Hassan b. Tabit pertenecía «a la tribu del segundo» (Hay, VI, págs. 228, 231; Pellat, index, s. vv.).

sempiterno, porque blasfemarías; ¡Y no niegues que seas una criatura, porque caerías en el politeísmo! 72. Cierto es que las ínfulas que alberga Satán [de triunfar] en quienes son como tú, no las tiene con otros; ni tampoco halla en otros las razones que [para tal triunfo] encuentra en ti. Tú no eres como Iblis -de no ser por la tradición que le asegura la existencia hasta que el mundo acabe y desaparezca, no lo habría antepuesto a ti ni lo habría equiparado contigo-; eres más digno de disculpa y más merecedor de indulgencia que él: si se me apareciera, no le interrogaría con las preguntas que te hago, ni le platicaría las mismas charlas que tengo contigo. Además, si Satanás es tu igual en la disputa, en el consejo es todo lo contrario; si tú repruebas algo, lo haces con educación y rectitud; pero él, si niega algo, siempre es con la trapaza y el engaño. Y de cualquier modo, nos resultas más semejante que él: nos remontamos a un mismo origen, pertenecemos a un Padre y una misma religión nos une.

73. Dame noticias del siqq142, del waqwaq143 y del nasnas144; también del duwalbay145, del rinoceronte146, de ‘Anqa’ Mugrib, del azufre rojo y del toro de Dios en la tierra147. Háblame del desfiladero de la montaña de Radwa 148 y de los montes de Hisma. Dime cuándo vas a ver el agua negra, la arcilla azul y el aire pardo. ¿Cómo es esa pantera? ¿Tiene sed aquel león? ¿Ha puesto huevos el murciélago? ¿Está segura la 142

Variedad de genio, con la mitad del cuerpo de forma humana, que se aparece a los viajeros y los mata a tajadas y mandobles (Hay, VI, pág. 206). 143 Criatura medio planta, medio animal. Son .seres que a lo más que se parecen es a la especie humana. Son producto de grandes árboles, de los cuales cuelgan por los cabellos. Tienen mamas y órganos sexuales semejantes a los de las mujeres, la cara roja, y no cesan de gritar: «¡waqwaq!» (Damiri, Hayat, s. v.) 144 Criatura extraña, con la figura de medio hombre. «En San‘a’ hay una tribu de árabes cuyos individuos han sido transformados en la mitad de un hombre, de tal forma que solo tienen media cabeza, medio cuerpo, una sola mano y un pie [...] Carecen de inteligencia [...] Los árabes los llaman nasnas y les dan caza para comérselos. Los nasnas hablan el árabe, llevan nombres árabes, se reproducen y recitan poemas. (Abu Hamid, Tuhfa, pág. 28). Véase M. J. Viguera, «El nasnas: un motivo de ‘aga’ib-, en Orientalia Hispanica, vol. I, Leiden, E. J. Brill, 1974, 647-674. 145 «Nombre de ciertos sujetos de la India. Se dice que tienen piernas delgadas y flexibles, como tiras de cuero. Fingen ser viajeros lisiados, e insisten en que los transeúntes los lleven a sus espaldas; entonces los asfixian, enroscándolos con sus piernas» (F. Steingass, Persian-English Dictionary, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1957, s. v. 'duwal-pay'). Añade H. Massé (Croyances et coutumes persanes, pág. 353, cit. Pellat, glos. s. v. 'Duwalbay'): «Dèvalpa es un viejo que se pone a la orilla del camino y gime. Solicita a todo el que pasa: "¡Llévame a tus espaldas!" Si alguno accede, tres metros de piernas semejantes a serpientes salen de su vientre y se enrollan alrededor del porteador. Aprisionándolo firmemente, Devalpa le ordena: "Trabaja para mí". Es necesario embriagarlo para desembarazarse de él». 146 Karkaddan (cp. el «cartazono» de Claudio Eliano, o. cit., XVI, 20). Yáhiz coloca al rinoceronte en esta serie de entes extraordinarios, pues dudaba de su existencia, aun a pesar de reconocerlo en el testimonio de Aristóteles (quien lo llama 'asno de la India', Investigación sobre los animales, Madrid, Gredos, 1992, 499h19; Hay, VI, pág. 27). Véase Abu Hamid, Tuhfa, pág. 74; id., Mu‘rib, pág. 76 (con excelente nota de I.

avutarda149? ¿Cuándo vas a aprender el contenido de la disciplina del Yafr150? ¿Cuándo vas a dominar cuanto hay en los Salmos? ¿Qué hicieron el semental de Wabar y las ovejas mde Abu lMirqal? 74. ¿Cuál es la prueba fehaciente de la Parusía? ¿Qué se cuenta acerca de la metempsicosis? ¿A cuento de qué profesáis la Bejarano). 147 No parece fácil distinguir este toro entre el rebaño de toros, bueyes, vacas y novillos sagrados que en el mundo han sido. Tras recordar que quienes accedan al paraíso toparán con un pez y un toro de cuya carne comerán (por ese orden, v. infra, § 43), Damiri refiere (citando a Wahb b. Munabbih, Hayat, s. v. 'tawr'), que en los primeros tiempos, la tierra era como un barco que iba y venía. Dios creó un ángel gigantesco y le ordenó portarla sobre sí. Como el ángel no tenía apoyo firme para sus pies, creó Dios una roca de jacinto rojo donde se afianzara; ya que la roca tampoco halló seguro apoyadero, le creó un gran toro, llamado Kayuta (o Rayyan) sobre cuyo cuerno y espalda descansase todo el conjunto; sin embargo, tampoco el toro tenía sostén de sus patas, conque Dios formó un pez colosal, de nombre Nun o Bahmut, donde el toro se asentó. Este pez, a su vez, se sostiene sobre las aguas del universo; las aguas, en el aire; y el aire, sobre las tinieblas. Aún se conserva en el mundo islámico la creencia en que los terremotos se deben a que el toro de marras, fatigado, se cambia la tierra al otro cuerno. Véase M. Ibn Azzuz, o. cit., s. v. 'temblor'; Abu Hamid, Mu‘rib, pág. 242. Puede tratarse igualmente (Pellat, glos. s. v. 'tawr'), del toro primordial de los mazdeos, «cuya médula da origen a las plantas, mientras que su semen es recogido y purificado en la luna» (J. Duchesne-Guillemin, o. cit., pág. 359). 148 Esta montaña, a siete días de marcha de La Meca, llena de frondosos valles, manantiales y desfiladeros, era para la secta chiita Kaysaniyya el lugar donde moraba, vivo, el imán Muhammad b. al-Hanafiyya, quien estaba custodiado entre un león y una pantera, junto a dos fuentes que chorreaban leche y miel. Estaba escrito que regresaría al mundo para colmarlo de justicia, tal y como antes estaba ahíto de iniquidad (Qazwini, ‘Aya’ib, págs. 113-4). Sobre Muhammad b. al-Hanafiyya y el mesianismo chiita, v. C. Cahen, o. cit., págs. 33-4, 49-50; Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 203. 149 Desde el 'agua negra' a esta parte, el autor alude, probablemente, a los signos de la parusía del Imam. En efecto, en Hay, V, págs. 236-7, Yáhiz nombra algunas de las señales de su regreso: los murciélagos pondrán huevos, el vino será lícito, la serpiente vivirá en paz con los pájaros, el lobo

doctrina del Bada’151? ¿De dónde habéis sacado que la ciencia es un acto152? ¿Qué se dice sobre el alma? 75. Cuéntame qué son la magia, el talismán, ad-Danhas153, los caracteres mágicos, el médium y los demonios de Salomón. Dime qué se afirma acerca del incienso macho y la contemplación de Júpiter. ¿Por qué se han apartado de los hombres? ¿Por qué han pasado la noche en campo abierto; por qué han residido en yermo; por qué se han lavado con agua pura y limpia? Habla, ¿cómo es que han puesto a la cabeza la sinceridad, al tiempo que han pospuesto el mal agüero? ¿Por qué han cedido [a los encantamientos] y han agasajado, [mientras que otras veces] se han negado [a responder] y han matado154? con el cordero, etc. La pantera y el león nombrados en el texto recuerdan el clima de paz mesiánica de IS 11: 6 y sigs: «Habitará el lobo con el cordero, / la pantera se tumbará con el cabrito, / el novillo y el león pacerán juntos». 150 Tradición secreta o cuerpo de enseñanzas esotéricas, religiosas y políticas, que comprende todas las cosas hasta el fin del mundo (Pellat, glos., s. v.) Es la «ciencia» de las letras islámicas y sus valores simbólicos, de la cual probablemente surgió la cábala judía. Véase al-Qalyoubi, o. cit., pág. 115; EI2, s. v., art. de T. Fahd. 151 Doctrina teológica chiita, harto enrevesada y dificultosa, sobre la 'aparición' o 'emergencia' (bada’) de nuevas circunstancias que provocan el cambio de un decreto divino anterior. V. EI2, s. v. 'bada", art. De I. Goldziher-[A. s. Tritton]. 152 En este punto el texto está alterado. Probablemente haya una laguna de varias palabras. 153 Se trata, en teoría, del yinn más importante de todos, pues es el primero de sus epónin1os o patriarcas, que da nombre a toda una clase de genios, los Dabanis (Fihrist, pág. 728). Véase Abu Halnid, Tuhfa, pág. 32. 154

Yáhiz ha pasado a interesarse de nuevo por la magia y los genios. Vuelve ahora a la pregunta de § 70 acerca de los encantamientos y conjuros con que son llamados a presencia humana; conjuros por medio de los cuales, al parecer, los genios se introducen en el cuerpo de quien los pronuncia, como sucede con el médium. Leemos en Hay, VI, pág. 199: «Decía ‘Ubayd Muyy [v. supra, § 139] que los genios ansían responder a los encantamientos; pero que, si el cuerpo de quien los pronuncia no les sirve como vehículo para encarnarse, no pueden entrar en él. El truco en tal caso está en aplicarse sahumerios con incienso macho, contemplar el curso

76. Hazme saber quién estranguló a al-Garid 155, quién mató a Sa‘d el día de la Madriguera156, quién fue el que hizo perder el juicio a ‘Amr b. ‘Adi y quién poseyó a ‘Umara b. al-Walid. ¿Cuál de ellos abate a los sanos, cura a los enfermos y arrebata a los juiciosos? Luego, ¿qué diferencia hay entre Satanás y los genios? ¿Y entre los genios mismos? ¿Quién tiene el yadaf157 por alimento? Háblame de la poesía de esos susurros que señorean el aire, de los

del planeta Júpiter, lavarse con agua pura y limpia, abandonar el coito, comer tuétano [v. supra, n. 157], apartarse a los desiertos y frecuentar los lugares en ruinas; así hasta que a los genios les termine pareciendo amable, delicado, limpio y semejante a ellos». Si el sujeto pronuncia el encantamiento en tales condiciones, los genios le responden; sólo así les resulta grato penetrar en su cuerpo. Si no es así y el sujeto insiste en pronunciarlo, los genios lo tullen; y si va más allá, lo matan (Hay, IV, pág. 185). En el Seudo Abu-l-Casim Maslama el Madrileño, Picatrix, Madrid, Editora Nacional, 1982, págs. 233 y sigs., 257, passim, tenemos varias muestras de prácticas de este tipo, al parecer heredadas del sistema sabeo de ceremonias y ofrendas a los astros. 155 Célebre poeta y cantor al que, según la leyenda, los genios o yinn habían prohibido cantar ciertos versos; cosa que desobedeció, por lo cual lo estrangularon (Hay, VI, pág. 208). 156 Es cosa desaconsejada orinar en una madriguera, porque se arriesga uno a los ataques de las serpientes e insectos y, sobre todo, de los yinn, que tienen en ellas refugio. Sa‘d b. ‘Ubada era un compañero del Profeta que, según la leyenda, fue asesinado por los genios por haber orinado en tal lugar (Pellat, index, s. v.; Hay, I, pág. 302). Véase infra, § 68, n. 122. 157 Este nombre designa la espuma y las impurezas que se quedan en la superficie del vino. En Hay, I, pág. 301, Yáhiz da noticia de que los genios se alimentan de habas y tuétano, y tienen por bebida el yadaf (aunque no especifica qué cosa es). La palabra designa también cierta planta del Yemen que, según se dice, elimina la sed de tal suerte que quien la mastica no tiene necesidad de volver a beber (Pellat, glos., s. v.)

rumores que se escuchan a la noche158; y dime cuanto sepas de anNumayri el de la Hoja159 y de Tamim ad-Dari el del Muro160. 77. Háblame de Saqlun, de Ahriman, de Kaveh161 y Gayomart162, Idadas, Afradadas, Abrusars, Abrubars y Jwanirata Bamya. ¿Cómo esta Jwanirata ha llegado a ser la más poblada de las regiones163? Aparte, ¿cuál es más numeroso: Gog o Magog? ¿Cuál 158

Por 'susurros que señorean el aire' hemos traducido la voz hatif; participio activo de la raíz htf 'arrullar o 'hablar sin ser visto'. Hatif (que, modernamente, se usa como 'teléfono') designa tradicionalmente las voces o palabras que se oyen; pero sin que se sepa, ni pueda verse, quién las pronuncia. Estas voces, en principio proféticas y oraculares, tenían carácter divino (v. 8610 EZ 21: 1), y los árabes también las atribuyeron con frecuencia a los genios. El hatif puede consistir en un susurro, unas palabras, un refrán o conseja, e incluso versos y poemas enteros. A estos últimos, poemas compuestos y recitados por los genios, se refiere Yáhiz (Hay, VI, pág. 208), quien afirma que la prueba para saber si poemas que se oyen por el aire están compuestos por los yinn, es que nadie puede recitarlos tres veces seguidas sin aturullarse (y allega de muestra unos versos que son un trabalenguas intraducible; aunque asegura que hay quien es capaz de recitar diez veces, sin traspillarse, «los más fastidiosos y trabados versos del mundo», y luego no es capaz de hacer lo propio con los de los genios). El lector encontrará algunos casos de este fenómeno en Ibn Battuta, o. cit., págs. 120-1, 129; al-Qalyoubi, o. cit., pág. 97. Véase T. Fahd, Divination, págs. 170-1. 159 Probablemente se trate (Pellat, glos. e index, s. vv. 'waraqa' y 'anNumayri') de Sarik b. Junasa, personaje de quien se decía que entró al Paraíso y regresó de él portando la hoja de uno de sus árboles (Hay, I, pág. 301). Es posible que este Sarik sea el mismo cuya historia relata alQalyoubi (o. cit., págs. 236-7), pero no con una hoja, sino con un puñado. 160 Compañero de Mahoma. De origen siropalestino, fue monje antes de convertirse al Islam. Se dice que fue el primer qass, o narrador de historias religiosas, entre ellas las de la Bestia y el Antecristo o Dayyal, que probablemente comunicó al Profeta. Desde temprana fecha comenzó a correr entre loS musulmanes copia de leyendas sobre Tamim ad-Dari, referentes a fabulosos viajes por lugares y países fantásticos, poblados por toda suerte de seres extraordinarios. Entre tales lugares se contaba el mítico muro que, según la leyenda, Alejandro levantó para contener a loS pueblos de Gog y Magog, que Tamim habría visitado y conocido (EI1, s. v., art. de G. Levi Della Vida).

es de más años, cuál de menos y cuál mejor: Munkar o Nakir 164? ¿Cuál es más mezquino: Harut o Marut? ¿Qué pez se tragó a Jonás? ¿Qué serpiente engulló a al-Muhallab? ¿De qué madera era el Arca de Noé? ¿Por qué es salobre la planta llamada hamd? ¿Por qué se le puso un collar a la paloma? ¿Qué diferencia hay entre la taza y el tazón? 78. ¿Cuál fue la causa de que se adoptaran las ropas ajustadas a la talla? ¿Cuál es el medio de fabricación del vidrio? ¿Cómo se explica el mármol: como cosa natural o como producto de la alquimia? ¿Por qué es imposible fabricar oro, siendo el vidrio aún más admirable? ¿Quién es el inventor del esmalte y de la maceración de las piedras? ¿Quién fue el autor de la sublimación? 161

Legendario herrero de la tradición persa, el cual, tras haber matado el usurpador Zahhak a uno de sus hijos, se rebeló, animando contra él a toda la población de Ispahán, y estableció a Afridun en el trono. Tomó por estandarte su peto de cuero, que se convirtió en el escudo nacional de Irán y que perdura hasta nuestros días (Pellat, index s. v. 'Kawh'). Sobre el valor esotérico y mágico de esta oriflama, v. Ibn Jaldún, Muqaddima, pág. 933. 162 El hombre primordial, según el zoroastrismo. Aunque los árabes lo asimilaron a Adán, no se trata de un primer humano o patriarca de la humanidad, Sino de un gigante cósmico y esencial, «embrión» de la Naturaleza, a partir del cual será creada la primera pareja humana (Masyah y Masyanah, véase infra, § 47): J. Duchesne-Guillemin, o. cit., 357-360; H. Corbin, o. cit., págs. 75-78. 163 Los últimos cinco nombres citados son algunos de los siete kesvar o regiones cualitativas de la imago terrae mazdea. El kesvar central, alrededor del cual se disponen los otros seis (todos separados por un océano cósmico), es jwanirata Bamya, cuya extensión es igual a todo el resto, y representa la totalidad del espacio geográfico accesible ahora a los hombres. Yáhiz sólo nombra aquí cinco de los siete kesvar, y probablemente toma a Gayomart por uno de ellos (Pellat, index, s. v.) Véase H. Corbin, o. cit., pág. 49 y sigs. 164 Dos ángeles terribles de color negro, los cuales, una vez que el Ángel de la Muerte arrebata la vida a un hombre, le hacen sentar en su tumba y le interrogan en cuerpo y alma acerca de su fe. Véase Algacel, El justo medio en la creencia, trad. M. Asín Palacios, Madrid, Instituto de Valencia de Don Juan, 1929, pág. 325 y sigs; F. M. Pareja, o. cit., págs. 83, 276-7.

¿Y de la sal amoniaco? Aparte, ¿qué me dices acerca del tinnin 165? ¿Qué es el animal que precede al león166? ¿Qué clase de amistad hay entre el escarabajo y el escorpión? ¿Cómo es que lo negro tiñe sin teñirse él y, sin ello teñir, se tiñe lo que es blanco? ¿Quién creó el astrolabio167? ¿Quién inventó la romana? No te he preguntado por el herrero, sino por el filósofo y su explicación sobre el flujo y reflujo. Háblame también de las substancias minerales, y de cómo se conforma el alquitrán: si es un cuerpo fundido por naturaleza, o es tierra que va transformándose. 79. ¿Por qué unos venenos afectan al cuerpo o a la sangre, y algunos otros a ambos juntamente? ¿Por qué ciertos venenos son mortales, mientras que otros inmunizan? ¿Cómo puede ser que algunos dejen de matar cuando se produce un hábito, si ya mataban de entrada? ¿Quizá porque los organismos ignoran los agentes extraños, o porque en sí mismos son también un contraveneno? ¿Cómo ha llegado a matar, junto con la de la víbora, la saliva de ciertos sujetos? Porque entonces, ¿en cuál de las dos salivas hay ponzoña168? Aparte, ¿por qué razón el acónito 165

Uno de los monstruos característicos de la cosmogonía del Antiguo Oriente, ya presente en el Antiguo Testamento (SAL 74: 13, passim) y en los textos religiosos de Ugarit, como bestia marina con imprecisas trazas de reptil, por lo que tradicionalmente ha sido identificado con el dragón. La concepción del tinnin como animal terrible, devorador y temido por todas las criaturas perdura netamente en las fuentes árabes; pero su dimensión cósmica convive con noticias que lo pintan ya como un ser real, vivo y coleando en las profundidades del mar (Qazwini, ‘Aya’ib, págs. 96-7, 99; Damiri, Hayat, s. v.) Véase Pellat, glos., s. v.; M. Garcia Cordero, o. cit., págs. 440-1. 166 Ár. furaniq. Se trata de un animal imaginario que presuntamente precede al león y advierte de su presencia; se parece al chacal o a una especie de cruce entre perro y lobo. Yáhiz descree de su existencia (Hay, IV, pág. 156, n. 4; Pellat, glos., s. v.) 167 Ár. asturlab. Parece que en un principio los árabes trataron de explicar esta palabra como las «líneas» (astur) de un tal Lab (Pellat, glos., s, v.) Sobre el astrolabio, v. EI1, s. v., art. de C. A. Nallino. 168

Esta cuestión remonta, creemos, a un testimonio aristotélico (Investigación, 6O7a25): «las mordeduras de todos los animales venenosos

obra una malísima influencia en los nervios y la sangre? ¿Cómo puede ser que mate un alacrán a un hombre, y que a su vez otro alacrán lo mate a él? ¿Por qué resulta la víbora letal y, con todo, los erizos la engullen sin que los lastime? ¿Por qué se la comen también las gamuzas sin ningún perjuicio? En fin, ¿a qué se debe que la víbora de las ruinas sea mortal para todo ser y que, al mismo tiempo, ninguno pueda matarla ni hallar su carne comestible? 80. Dime por qué el Nilo contraría al resto de los ríos en punto a crecidas y estiajes; por qué su curso llega hasta el norte y por qué aguas arriba resulta igual que aguas abajo 169. Di, ¿cuándo pasará su preeminencia [a otro río]? ¿Cuándo desviará su cauce el Imán? 81. Tú ya sabes -permíteme que lo recuerde- que una tradición, si es auténtico su origen y los transmisores dan fe de sus fuentes, resulta tan fiable en indicar la verdad como la vista misma de los hechos y, al tiempo, procura al espíritu el solaz de abrir los oídos a noticias nuevas. Sin embargo, no es el cómo de los hechos, sino lo esencial de ellos, lo que se conoce por una tradición; exceptuando, claro está, la tuya, pues no precisas de mímica, repetición, explicación o comentario para que lo que refieres haga las veces de la vista directa, tanto por el solaz que proporciona cuanto por el cómo que lleva aparejado. 82. Yo me asombraba de Muhammad b. ‘Abd al-Malik y decía: «¿Qué habéis de comentar de un hombre que, tras el final de una son más terribles si se devoran entre ellos: por ejemplo, si una víbora devora a un escorpión. La saliva humana es nociva a esa inmensa mayoría de animales». Por su parte, Yáhiz recuerda en Hay, II, pág. 237 que «se sabe de varios sujetos que cuando mordían mataban». 169 La característica de las crecidas del Nilo, que sigue .una conducta opuesta a los demás ríos., ya fue observada por Heródoto (Historia, II, 19 y sigs.), que refiere tres explicaciones sobre el caso. El mismo dato, junto con que su curso discurre de sur a norte, se encuentra frecuentemente en la literatura árabe, y Yáhiz parece haber sido uno de los primeros en señalarlo, mucho antes que Qazwini (‘Aya’ib, págs. 125-6), Ibn Battuta (o. cit., pág. 137) y otros. v. EI1 , s. v. 'al-Nil', art. de J. H. Kramers.

discusión y la marcha de su oponente, nunca jamás ha declarado: "Habría sido mejor si hubiera dicho tal"; o quizá: "Habría hecho mejor de no haber dicho cual"? ¿Es que van a quedarse sus despachaderas por encima de vuestras capacidades? ¿Por qué razón van a ir más lejos sus vislumbres que la más penetrante de vuestras reflexiones?» Y no obstante, recién te vi, supe que eras un tormento mandado por Dios a los soberbios y un regalo que Él creó para todos los que son humildes. 83. Venga, dime qué hubo entre tú y Hermes cuando hablabais sobre la naturaleza de la esfera celeste. Dame noticias de tu aprendizaje con Platón y de cómo marchó la conversación que sobre ello tuvo lugar entre Aristóteles y tú. ¿Qué doctrina adoptaste? ¿Cuál de las dos escogiste? ¡Ay, ya mi alma rechaza encomendarse a ningún otro, y no consiente en contentarse si no es con lo que tú refieres! Si yo no fuera tan afecto a la transmisión de los pareceres; si no me apasionara en conocer sus diferencias y si no juzgara lícito preguntarte por todo y sacarte el jugo a propósito de cualquier tema, no escucharía a otros ni prestaría atención a nadie más que a ti. 84170. Que conste -te lo ruego- que, al bromear contigo, mi única intención ha sido sacarte una sonrisa; mi solo objetivo, salir airoso frente a ti. Temía no haberme detenido a tiempo, y recelaba de haberme propasado, porque la guasa es un terreno en el cual lo peligroso no es quedarse corto y el error no está en la parsimonia: es una puerta que, al golpearla o abrirla alguien, deja de ser tan fácil de trancar como lo fue de abrir; y no se sale por ella tal y como uno había previsto. Es una puerta cimentada en el error, por 170

Aquí comienza, según Pellat (pág. VIII), una probable y larga interpolación que se extenderá hasta § 123. En efecto, a partir de este punto el texto cambia substancialmente, y da paso a una prolongada digresión cuyo tema central son las bromas y las veras, la seriedad y la burla. Aunque Yáhiz prosigue despellejando literalmente a su protagonista, el tono se vuelve a veces farragoso; el texto, mucho más conceptual, se torna obscuro y reiterativo. En § 133, Yáhiz volverá a la carga con nuevas preguntas.

la que no transitan más que los mentecatos. La desmesura es su naturaleza, y quien a ella se lanza sabe poco de comedimiento. 85. Aún no hemos visto cosa más apartada de otra, ni [-al mismo tiempo-] más constante compañía, oposición más férrea o más caótica combinación [que la que mantienen] la seriedad y la guasa, el debate y la disputa. Como dijo al-Qa‘qa‘ b. Sawr: «No hay dignidad para un bromista; ni amistad para un polemista», Mu‘awiya, por su parte, decía: «la guasa es el mínimo baldón», También al-Rasan ibn Rayy afirmaba: «la guasa es seducción de Satanás y engañifa de las pasiones», Cierta vez, ‘Umar reprendió a algún notable con estas palabras: «Ese hombre, que gasta chanzas». Y dijo un poeta: Las bromas, al hablar, preceden a las veras. Y otro afirmó: A menudo lo chico trae lo grande. Y otro sentenció: A menudo las veras trae el divertimento. 86. Si no he llegado a la barrera de lo permisible, si no me he propasado, ello se debe a cuanto sé del zumo de tu charla, del privilegio de tu correspondencia, de tu esmerada educación y la completísima instrucción que recibiste. Si, por el contrario, he errado el camino, franqueando las lindes de lo razonable, no ha sido tal por ignorar tus méritos o por negarte lo que es tuyo: es que, al difuminarse los límites de los conceptos, al confundirse sus valores, si resulta que quien los contempla no goza de tu excelencia, si quien se aplica en discernirlos carece de tu perfección, ya le entra, parejo con su incapacidad, un desparramo del que solo se libra en razón de las aptitudes que posea; y ello aunque se trate, sí, de reputados sabios o literatos de postín.

87. En la guasa -si no te molesta que lo diga- hay terreno para la artimaña y condición para el embuste, pues el hombre confía en poder maltratar a su vecino, en injuriar a su amigo, siempre que luego diga: «Iba de broma» o bien, cuando se arma la discordia: «¡Si era un chiste!» o, por ejemplo: «¡Quién puede irritarse por una chuscada, o resistirse a alguna broma, sin ser un desabrido o un zopenco?» 88. Sucede además que, cuando el ánimo trama una excusa, está más presto a caer en fechorías; y cuando no proyecta nada, se encuentra más remiso a cometerlas. En este terreno, se ve que las causas del desatino y los móviles que invitan al error están en que muchos de aquéllos con los que andas de guasa se ríen aunque los hayas irritado, y no atajan tus chanzas aunque llegues a lastimarlos. Si se escuecen, es en ese resquemor donde se halla el mal. Si se sulfuran, ahí tienes el daño. Y si me dijeras: «¿Por qué te tienes que meter en un asunto de tal índole, cuya esencia es ésa, y que así es como discurre?» te contestaría: «Porque en tanto que me resguardo del castigo por mis malas acciones, confío en la recompensa por las buenas obras, sabiendo que tú sólo condenas lo hecho aposta y lo que se dice adrede; con lo cual mi rumbo es el sosiego y la esperanza mi guía. ¿Habrá más ventajosa industria o negocio más boyante que éste, que junta la seguridad con la ganancia y el sosiego con la recompensa?» 89. Si lo que te digo tiene delito, tú eres mi cómplice en él. Si lo que te digo es falta, tú eres quien me hace cometerla, porque el descuido prolongado anda parejo con la negligencia; el dejar de llamar a las cosas por su nombre origina dejadez; la indulgencia prolongada, el perenne semblante complaciente casan malamente con ningún castigo y vencen cualquier precaución. Por ello, ‘Uyayna b. Hisn dijo una vez a ‘Utman b. ‘Affan -Dios le tenga en Su gloria-: «‘Umar fue para mí mejor que tú: me infligía un miedo que me hizo ser piadoso; pero me dio presentes que me hicieron ser rico». Así pues, si me he mostrado brusco contigo, ha sido por tu bien. Si me he equivocado, ha sido por tu culpa; pues tener buena opinión de ti -igual que confiar en tu indulgenciadesarma la prudencia e invita al abandono de toda reserva.

90. Además, quien es capaz de dar mucho, ¿dudará cuando se trate de dar menos? y aquél que siempre disculpa lo que se le hace a propio intento, ¿cómo va a castigar un descuido? Si mi culpa aumentara según mi dignidad, lo propio sería que tu alto rango se dignara interceder por mí. Si por mi atrevimiento -a pesar del miedo que me inspiras- mereciera tu castigo, me haría acreedor a tu clemencia, a cambio de la buena opinión que de ti guardo. Aunque, claro está, al asignarte la posibilidad de perdonar presumo tus bondades; y al darte la potestad de castigar te califico como hombre equitativo. Según me consta, la virtud de la bondad es más noble que la facultad de ser ecuánime; y dejar la puerta abierta al agradecimiento es más digno que imponerte la resignación. Si por el respeto que merezco no me dieras mi castigo, dámelo por las buenas acciones que has motivado en mí, pues «amores son dolores». Si no lo haces por el respeto, hazlo por mantener la reputación. Si no lo haces por la reputación, hazlo por las buenas maneras; y si no lo haces por las buenas maneras, haz entonces lo que te parezca. 91. No olvides que cuando tú y yo hemos recurrido al dictamen de tu generosidad, el veredicto ha caído de mi lado y en tu contra; y cuando apelamos al fallo de tu entendimiento, te pareció correcto perdonarme. La distancia que nos separa de ti, la diferencia habida entre tu crédito y el nuestro, es que nosotros hacemos el mal y tú perdonas; nosotros pecamos y tú nos cubres de indulgencia; obramos a tuerto y respondes en derechura; ignoramos y tú sabes. Ah, tú eres quien concede los favores; nosotros, los que deben dar las gracias. Tuyos son los hechos; nuestras, las palabras. Si aplicaras todo el castigo que pudieras, serías como el que apura el vaso, y rechazarías el agradecimiento, tal y como nosotros rechazamos sometemos. Confiar en exponerse a tu clemencia sería ilusorio entonces, y esperar temerosos tu castigo sería lo único real; renunciarías a la nobleza y la magnificencia, a la excelencia y la grandeza; te parecerías a quien aplaca su cólera, o cura su envidia, o aparenta pujanza o gusta de ser nombrado por sus bríos.

92. A nadie has visto -Dios te dé larga vida- alabar la fuerza sino cuando se usa para bien; ni tampoco criticar la debilidad, salvo al perderse por su causa alguna buena acción. ¿Cómo podrás castigar, si eres bueno todo tú? ¿De dónde sacas la severidad, si has abierto el camino a la gente generosa? ¿Va a haber en ti algo ajeno a tu naturaleza? ¿Cómo vas a obrar a despecho de tu forma de ser? ¿Por qué tomar medidas de mal grado, cuando en ti lo natural es la indulgencia? ¿Por qué fatigarte en la rivalidad, si es tu inclinación la tolerancia? 93. ¡Alabado sea Él, que hizo tu carácter de acuerdo con tu origen y tus hechos conforme a tus dichos; que hizo más fuerte tu opinión que nuestra certidumbre; tus antojos más fiables que nuestra observación; tu espontaneidad más verosímil que nuestras fatigas; tus inspiraciones más valiosas que nuestro razonamiento; tus actos mejores que nuestras palabras; tu ausencia más importante que la presencia de los maestros y tus reproches más dolorosos que el tormento de los déspotas! 94. ¡Bendito sea Él, que te hizo perdonar al malintencionado, renunciar a escarmentar al reincidente, disculpar al negligente e ignorar al boquifresco! Todo ello, hasta que has dado con alguien cuyo delito es el olvido, cuyo arrepentimiento es sincero, cuyas faltas son mero pecadillo y en el cual la integridad es valedora principal. En fin, alguien que no puede agradecer a nadie mas que a ti; que no conoce más gracia que la tuya, ni otra ciencia que la que de ti recibe, ni fuero de conciencia más allá de tu entereza. Alguien que, sobre poco más o menos, no ha faltado a la obediencia que te debe sino por la paciencia que en ti ha visto; y que no ha olvidado, en general, sus deberes para contigo sino cuando se ha contagiado de tu grandeza. [¡Y cuando das con ese alguien,] te lanzas a amenazarlo con saña -que es guía de todo infortunio -, alejándote de él -lo cual conduce a toda suerte de perdiciones -! 95. Sabes que tus reprimendas son severas y tajantes; que tus reproches son más recios que el castigo; que, al negar, tus negativas andan a la altura de tus dádivas al dar; que, según

aplicas la sanción, así fijas la recompensa; que mi aflicción por causa de tu apartamiento discurre en parejura con la alegría que me producen las enseñanzas que me das; que el desdoro de tu enfado es como la gala de tu contento; que mi reputación, igual que muere con la ruptura de los lazos que me ligan a ti, vive al mantenerse el vínculo contigo. Hoy por hoy, no tengo interlocutor más fidedigno, ni más seguro mediador, que el hondo pesar que me producen tus reproches y el desmesurado recelo causado por el miedo que te tengo. Tú no eres de esos que, si dan graciosamente su indulgencia y conceden el perdón, no dejan al interesado más opción que el salvar la vida y evitar la perdición. Por el contrario, le adjuntas altas dignidades, innúmeras ventajas, honor dentro del clan y prez así entre las altas esferas como entre el populacho; a más, en fin, de la buena reputación, la noble descendencia y la autoestima. 96. En punto a lo que dije sobre la esbeltez y la estatura, sobre la anchura y la longitud; y acerca del litigio, la disputa, el pleito y la querella que sobre todo ello mantenemos, cabe apuntar que las palabras eran serias aunque en el fondo iban en broma; de igual manera que, si parecían burlescas, iban en son de veras. Es que, si la gente se sirviera de la gravedad en toda circunstancia; si todo lo dijera seriamente; si abandonara toda licencia y familiaridad, ensimismándose en sesudeces y transcendencias, más le valdría ser sencillamente necia y proferir sandeces sin cuento. Sin embargo, todo tiene su medida, igual que toda situación tiene su proceder: en efecto, la risa tiene su lugar, igual que el llanto; la sonrisa tiene su momento, igual que tiene el suyo la severidad. Lo mismo puede decirse de la austeridad y el derroche, del castigo y el perdón y, en general, de cuantas cosas vienen a duras o a maduras. Así pues, si reprochamos la guasa, es porque hay en ella -por mi vida- algo reprochable; y si la alabamos, es que en ella vemos cosas dignas de alabanza. La diferencia que guarda con la seriedad es que en la guasa el error llega más pronto, y que su naturaleza es similar a la de la estupidez.

97. Pero, de ahí a que la censuren cual si fuera la vesania misma, o que se reniegue de ella como si de perfidia se tratase..., ¡ca!, porque la guasa es una de esas cosas que tan pronto son feas como tan pronto son hermosas; cosa que no ocurre con la maldad. Conque si nosotros nos inclinamos hacia la diligencia, desdeñando bromas, abandonando chanzas y prestando oídos a la sola sabiduría, Dios te permite a ti prescindir de pruebas y te quita de aventurar conjeturas, como tampoco te obliga a andarte con argumentaciones ni te solicita explicación ninguna 171. Por eso tú, ni arguyes, ni te convence ningún argumento. Ni eres anónimo, ni distinguido. Ni te disculpan, ni te reprochan. No albergas contradicción, como tampoco necesidad de estar de acuerdo. No te fatiga el examen de las cosas; no te avergüenza la necesidad ni paras en barras al no tener certeza. 98. Porque, ¿es que hay en tu perfección alguna incertidumbre como para maquinar argumentos? ¿Por ventura algún incrédulo niega tus méritos hasta el punto de tenerlos que probar? ¿Tienes algún adversario en el saber, algún rival en el entendimiento, algún competidor en el buen juicio, émulo alguno en la resolución? Dime, ¿es que te ha puesto cerco la envidia o te perjudica el mal de ojo? ¿Apuntan a tu persona los apetitos ajenos? ¿Se fija en ti la codicia de otros? ¿Se esfuerza en aventajarte algún hombre inicuo? ¿Acaso ansía superarte ningún personaje de mérito? ¿Hay algún noble sujeto que no se resigne a quedar por debajo de ti? ¿Algún sabio que se sienta humillado de aprender de ti? Contesta: quien sea hermoso, ¿qué otro ideal tendrá, aparte de tu retrato? ¿Qué ha de esperar el hombre ilustre, si no son tus favores? ¿Qué rogará el afligido sino tu socorro? El que busque saber, ¿qué otro objeto tendrá si no eres tú? Las virtuosas beldades, ¿qué modelo hallarán que no sea en ti? El que saca agua del pozo, ¿qué copla cantará sino la tuya? Quien arrea los camellos con alguna cantinela, ¿no va a hacerte su

171

Seguimos la lectura propuesta por M. Adad (Arabica 14, pág. 168 [57], n. 1): 'i‘tilal' por 'i‘tidal'.

protagonista? ¿Caerán las miradas en otro? ¿Adónde, sino a ti, apuntarán los gestos? 99. Pues, en efecto, si al tratar de describirte no se tomara de ti sino una parte, de tu rectitud no más que una porción y, de la alabanza que mereces, se hiciera tan sólo un apartijo, saldría del intento una hipérbole insensata, hasta el punto de que fuera imposible articular palabra; y ya tan sólo intentarlo tendría mérito. ¿Quién va a sentirse humillado al estar por debajo de ti? ¿Quién puede sentirse a prueba por caer bajo tu sombra? ¿Quién no tomará como una buena acción el reconocer [tus méritos], o como justo y conveniente el someterse a tu dictamen? ¿Quién puede ser tu semejante en dignidad? ¿No eres acaso el sucesor de los mejores, el último de los justos? ¿Qué hay en ti que no sea perfecto? ¿Qué cosa tuya está sin acabar? ¿Hay algo en tu persona que supere al resto, o a lo que otra cosa tuya sobrepase? ¿Puede quizá decirse [de ti]: «Si no fuera así, sería mejor», o «Si fuera tal, estaría más completo»? 100. ¿Dónde está la belleza pura, la hermosura suprema, el salero sin mezcla, la dulzura inalterable, la invariable perfección sino en ti, para ti, contigo o en tu sino? Más aún: ¿dónde se halla la rotunda belleza, la sin par donosura, la estatura prodigiosa, la extraordinaria perfección, el donaire omnipresente, el celebrado mérito si no es en ti y por ti? ¿Hay sobre la faz de la tierra algún hombre hermoso y linajudo, o sabio y mañoso, a cuya persona no hagas sombra? ¿Podrá haberlo sin que tu opinión vaya más lejos que su ciencia, tu nombre valga más que su persona, tu sueño sea más consistente que su secreto y tu silencio preferible a cuanto diga? ¿Hay en este mundo más hombre longánimo que tú? ¿Albergan los cielos ningún ser parlante más digno de crédito? ¿Alumbró mujer alguna criatura más ilustre? 101. A menudo he observado que un hombre es hermoso y bien plantado, gracioso y agradable, distinguido y elegante, o bien ilustre y noble y, sin embargo, no tiene proporcionados los miembros ni armoniosos los tercios. También puede ser que sus medidas anden parejas -ni con tasa, ni descabaladas- y sea bien

plantado, de la estatura y proporciones justas; aunque tenga minucias ocultas que tan solo pueda aquilatar el ojo del taimado; o inapreciables detalles, accesibles no más que al perspicaz observador. Ahora bien, si hablamos del equilibrio preciso; la exacta proporción genuina; las hechuras sin desperdicio se miren por donde se miren, a las que no es capaz de poner tacha la escrutante mirada, ni objeciones el adversario; ya las que no es preciso describir con circunloquios, ahí tenemos lo que te caracteriza frente al resto y seguirá siendo tuyo hasta el fin de los días. 102. Así es la belleza cuando es libre y espontánea, cuando es serena y sin ataduras: no la gobierna el tiempo ni la marchita la edad; no la hace cambiar la novedad ni necesita colgarse amuletos; no precisa de adobos ni embozos, ni pinceles, ni colirios. Si toda la hermosura de tu rostro estuviera tan sólo en haber parecido agradable a las miradas, haberse hecho querer por los corazones y allegarse a las almas hasta confundirse en ellas, y mezclarse en su sangre, y correr por sus venas, y calar en los huesos, escapando a la ponzoña y al prejuicio, al violento regocijo y al refinado bebedizo, en ello tendrías un evidente privilegio y una virtud manifiesta. 103. Si no fuera porque, cuando te elogiamos, no podemos describirte diciendo a grandes rasgos: «Es más hermoso que la misma luna, más luminoso que el sol, más espléndido que la hierba reciente y más bello que un día de carreras»; ni porque tampoco podemos metemos en detalles como: «Parece que su cuello fuera aguamanil de plata; su pie como lengua de serpiente; su ojo cual espejo; su vientre, paño de lino copto y sus piernas suave pergamino. Su lengua es como una hoja, su nariz como el filo de una espada. Diríase que sus cejas las trazara el cálamo, que el oro fuera su color y sus dientes fueran cuentas de granizo, su boca anillo y medialuna su frente. Es más puro que el agua; de naturaleza más sutil que el aire; más raudo que el torrente y mejor guía que las estrellas», ahí estaría la prueba fehaciente, el argumento luminoso. ¡Cómo no iba a ser así, cuando eres término de todo mérito y culminación de todo orden!

104. Dijo de ti el poeta: Se te hará más hermoso su rostro cuanto más se te antoje mirarlo. Los damascenos afirman: «Nunca contemplamos la forma de nuestra mezquita, la disposición de su mihrab, la cúpula de su oratorio, sin que a nuestros ojos se despierten extraordinarios detalles de artesanía que no advertíamos, y sin que echemos de ver maravillas en las que no habíamos reparado. No sabemos qué es más precioso: si los detalles por ser tal cual son, o si la armonía de todos sus elementos en sí misma», y ésa es una idea que me han robado del retrato que te hice, y que han sacado de los libros que escribí para alabarte. En fin, he aquí la frase que ataja la discusión y corta de raíz los dimes y diretes: todavía no te he contemplado sin mentar el paraíso y, después de verte a ti, no he catado a nadie más hermoso sin acordarme del infierno. 105. Ah tú que me escuchas, no te asombres ni pienses que soy exagerado; que si lo vieras, sabrías que me quedo corto al referir sus merecimientos, pues es un hombre de naturaleza libre, generoso de raíz, plantado en buena tierra, de encomiable crianza; que se alimentó de bondades y vivió en la dicha. La educación lo refinó; la amplitud de ideas lo templó; el saber caló profundo en él. Por sus venas corrió el agua de la modestia, lo despabiló la mucha experiencia y así conoce las consecuencias de las cosas, de tal suerte, que sus hechos son igual que sus valores; sus valores conforme a sus orígenes; su proceder acorde con su carácter y su principio como su final. Sus decisiones reflejan la divina Providencia; sus opiniones rezuman derechura. No conoce hipocresía; rechaza el descomedimiento; su nobleza le impide dejar de lado la justicia; para él no es imposible conocer lo ignoto; no se confunde al colegir lo equívoco y no conoce la duda sino en otros ni la incapacidad más que de oídas. 105a. Escoge las palabras de sonido más liviano, las ideas de rumbo más preciso, las de más agradable aceptación, mejor efecto

y superiores ambiciones; y ello con el tono más firme, más conciso, dulce y mejor, en el que no sobran palabras pero abundan conceptos, obrando así, de seguido, las acciones de más completo alcance. Nos inspira, si se acerca, un temor reverencial; mas lo criticamos si se vuelve, a pesar de su señorío, su inteligencia y la grandeza de su corazón. 106. Conque, ¿quién aspirará a criticarte? Mejor dicho: ¿quién puede pretender, ni cómo, tu valía, cuando ahí estás tú y no hay sobre la faz de la tierra una sola beldad que no pronuncie tu nombre en sus deslices; ni esclava cantora que no ponga en coplas tu alabanza; ni muchacha sin afligir por los violentos arrebatos que tu amor le inspira; ni mujer recluida que deje de horadar las paredes cuando pasas tú; ni vieja que no pida por ti, ni envidioso sin sentirse miserable por tu causa? ¡Ah cuántas entretelas febriles y hervorosas, desgarradas y abrumadas; cuántos coletos trémulos; cuántos corazones alocados; cuántos ojos desvelados, y otros mortecinos, y llorosos los más. Cuántas mujeres lagrimosas y azoradas; cuántas jóvenes atormentadas cuyo corazón ha ulcerado la tristeza, cuyos ojos amustió la palidez, remplazando las alhajas por el descuido, la afabilidad por la misantropía y los afeites por el desaliño; que por ahí van consternadas, aturdidas, atónitas, pasmadas, tras [haber gozado de] resplandecientes ojos, franca sonrisa y hechiceros melindres; después de haber sido ardiente fuego y esplendente llama! 107. No es la tuya una de esas bellezas -Dios te dé larga vida- con las que sobreviva un arrepentimiento, o queden bien paradas las creencias, o perdure un compromiso, o bien persista una resolución. Tampoco deja, a quien a ella se somete, plazo para la cautela. No le da lugar a la elección, a alejarse de escarmientos, ni tampoco le resta ímpetus el miedo. Esa belleza tuya -Dios te honre -es cosa que se sale de lo común, que echa por tierra toda fuerza, que obliga a obrar sin reflexión, que abate la desnudez y hace que se olviden las consecuencias [de las acciones]. Si ‘Umar b. al-Jattab -Dios lo tenga en su gloria- te hubiese conocido, te habría tratado peor que a Nasr b. al-Hayyay y te habría dado un

escarmiento mayor que el de Ya‘da as-Sulami 172, e incluso puede que el ocuparse de ti le hubiese llevado a distraerse de ellos; y el haberse encolerizado contigo, a tenerles clemencia. 108. A aquél cuya belleza tiene el defecto de la desmesura y las pullas le llegan por ser guapo de más, ¿cómo va a buscarle peros el hombre sensato? ¿Cómo le hará de menos el sabio? Por tanto, no te asombres de ser meta de todas las cuitas, destino de todos los deseos; pues la hermosura del rostro, si armoniza con la de la talla, con la calidad del juicio, la abundancia del saber, la amplitud corporal, la buena crianza, el noble origen, la ascendencia sin mezcla, una elocuente lengua, un armonioso acento, una fácil dicción, una gustosa charla y con ello el elegante gesto, el noble modo de tomar asiento, el grácil movimiento, la depurada habla, el sosiego en el diálogo, el mando en la conversación, la sin par inspiración, la sana reflexión, el noble pensamiento, la expresión concisa, la brevedad en su momento y la facundia en el suyo, entonces va más allá, al multiplicarse, y es más digna de elogio y perfección. 109. Magnífica es la corona, pero más lo es sobre las sienes del monarca; noble y hermoso es el jacinto, pero aún lo es más al cuello de la mujer graciosa. También la poesía que canta el propio orgullo, con ser bella, en boca del beduino se hace más galana aún; y si además es de quien la recita, compuesta y forjada por él mismo, entonces alcanza la excelencia y se alza sobre la perfección. 110. Ignoramos en cuál de las dos circunstancias te ves más agraciado, en qué caso te muestras más perfecto: si al atender a tus detalles o si al observar una parte de ti: tu mano, por ejemplo, no se creó sino para que la besaran y para estampar el sello real: con su hermosura embellece cuanto la toca; y todo lo que en ella se alberga es presa del orgullo. Resulta que desconocemos qué 172

Los dos personajes citados estaban tan solicitados por las mujeres, que el califa ‘Umar los envió al destierro. Al primero de ellos le hizo, además, cortar los cabellos (Pellat, index, s. w.)

cosa es más linda puesta en tu mano: si el cálamo, la copa, la lanza que portas, la cachava, la brida que empuñas o la fusta que llevas colgando. No sabemos tampoco cuál de los elementos que tocan tu cabeza es más agradable, cuál más lindo y cuál más aparente: si el mechón de cabellos por detrás de la oreja, si el contorno preciso de la barba, la diadema quizá, el pañuelo arrebujado acaso, la corona, el turbante, el velo o el bonete. 111. En cuanto a tu pie, el ignorante y el sabio, lo mismo que el pariente más lejano y el más próximo, saben que no se creó sino para hollar el gobierno de alguna gran provincia o para el estribo de un noble pura sangre. Hablando de tu boca, no sabemos qué es lo que con ella pronuncias mejor, ni qué resulta de ella más lindo: si las tradiciones del Profeta, la poesía, la argumentación, el veto y el mandato, la descripción o la enseñanza. Entretanto, ignoramos también cuál de tus modos de expresión es más diserto, cuál de tus formas de elocuencia es más satisfactoria: si tu cálamo, tu letra, tu palabra, tu gesto o tu tartamudeo. ¿Es acaso la expresión otra cosa que palabra, letra, gesto o tartajeo? Pues en ello, a Dios gracias, tú estás por encima del resto, eres único entre todos -que el Señor te ampare -, sobrepasas la perfección y vas más allá de lo posible. 112. Sabemos que la luna es proverbial, que con ella se compara a las personas bellas; y sin embargo, [a veces] se ve menuda y lánguida, o aparece curva y enjuta, en tanto que tú siempre eres ¡1lenilunio y anchuroso mar. Además, por otra parte, ella se oculta la última noche del mes; se tiene por cosa de mal augurio cuando es nueva; lo mismo es funesta que benéfica; igual es provechosa que dañina; corrompe el lino, altera los colores y hace heder la carne173. Tú, sin embargo, irradias alborozo, eres benéfico 173

«Se asegura que la luna creciente o menguante opera influencias sabidas en los cerebros y en la sangre-, nos dice el mismo yáhiz en Avaros, pág. 169, tras contar la historia de un hombre tan tacaño que «sólo compraba cabeza mientras que la luna estaba en creciente, porque los sesos en tales días abultan más». En un gustoso párrafo, Qazwini (‘Aya’ib, págs. 15-16) nombra numerosas cualidades extrañas de la luna; entre ellas que, cuando

perpetuo, netamente perfecto, notoriamente provechoso; revistes a quien la luna despoja y abrigas a los que aflige. En cuanto a ella, lo cierto es que las últimas noches del mes echan a perder su belleza; un resplandor rojizo la señorea: ya no reluce ni esplende; ya no titila de albura inmaculada; las nubes la tapan y la sombra de la tierra la recubre. Además, ese apogeo sólo acontece cuando es luna llena, la noche de su gloria y plenitud, y aún a menudo la asalta la palidez, debido a los vapores de los mares. En tanto, tú eres de palmaria perfección, de permanente integridad, de incólume naturaleza, de noble esencia y fogosa incandescencia, de aireado cacumen, de perlada color y espiritual materia. 113. Así pues, si esgrimen en tu contra el flujo y el reflujo [de la luna], tú invocas contra ellos la ciencia y la sapiencia: que tu obediencia es elección y reflexión, al tiempo que la suya viene de la naturaleza y la necesidad; que ella tiene una derrota estricta, y mansiones que no puede saltarse, pues no le están dados los caprichos y entre sus facultades no está la gracia de obrar según su gusto. Su luz es prestada del sol, en tanto que tú brindas la tuya a la creación entera. ¡Cuánta diferencia entre quien da y quien toma, entre el clarividente y el confuso, entre aquél que sabe y aquello que no tiene la facultad de los sentidos! Por ti, el planeta seguirá brillando, el mundo permanecerá habitado, se acudirá a las asambleas de bien, la brisa exhalará su aroma y mantendrá la tierra su fragancia. 114. Si te haces el joven, tuyos son la apostura y el salero. Si te pones ascético, la vida cenobial y la sinceridad [no te resultan extrañas]. Si te muestras adusto, no se estremecerá Tahlan con sus colinas. Tu naturaleza -permíteme decirlo - es la del vino, quitando que es cosa prohibida y tú eres lícito; nI sustancia es la está llena, aumenta la sangre y fortalece los cuerpos; que, cuando está en fase creciente, los animales producen más leche; que su luz altera el olor y sabor de las carnes y que, en fin, el descanso o el sueño repetidos bajo su resplandor engendran en el hombre vagancia y flojera, resfriados y jaquecas.

del oro -salvo que eres espíritu tal como te ves -. Reúnes las propiedades del jacinto -sin contar las que, aparte, Dios te dio -; recibiste las características de Júpiter -por no hablar de todo aquello por lo que Dios te prefiere-; juntas las cualidades de las perlas, aparte de otras muchas, exclusivas tuyas. De cada cosa, en ti se ve la flor y nata, la quintaesencia, la nobleza, el lustre. ¿Puede acaso hacer mal a la luna el ladrido de los perros? ¿Menearán la palmera los mosquitos al posarse en ella? 115. Tocante a la guasa, queda por decir lo más, pues sólo se ha mentado lo menos. La gente, en este punto, tiene concepciones opuestas entre sí y va por caminos diferentes: unos afirman que toda la guasa es mejor que toda la seriedad; otros sostienen que lo bueno y lo malo se dan en ambas a partes iguales y que cada una de ellas es mitad loable, mitad reprensible. Por nuestra parte, vamos a mencionar por junto tales opiniones, que luego, si Dios quiere, sacaremos la nuestra a colación. 116. Veamos: afirma quien defiende las chanzas y prefiere las guasas: «Lo primero que mencionaré de las virtudes de las bromas y los méritos de las chuflas es que indican buena salud y libertad de espíritu. La seriedad sólo se debe a la necesidad, mientras que la guasa sólo se debe al desahogo; una es fatiga y la otra holganza; aquélla es cansera y ésta regalo. El serio se encuentra malcontento mientras mantiene su actitud; en tanto el que gasta guasa se muestra desahogado hasta que prescinde de ella. La seriedad entristece y, a menudo, te expone a cosas aún más graves, al punto que la guasa regocija y, con frecuencia, te lleva a situaciones aún más deleitosas. Así pues, en lo tocante a cosas buenas y malas, la guasa va pareja con la seriedad; pero le anda a la contra al incitar a lo bueno dejando de lado lo malo. La gente sólo trabaja para desocuparse y se pone seria sólo para bromear, tal y como se doblegan cuando quieren hacerse poderosos y pasan fatigas sólo para descansar». 117. «Si la guasa sólo fuera criticable, si las bromas sólo fueran censurables porque quien las gasta se expone Únicamente a pasarse de rosca ya jugarse el afecto del prójimo, entonces la

seriedad sería motivo de exageración, tal y como la guasa es causa de descomedimiento. Transgredir los límites es decisivo entre las dos partes, y en ambos casos, pues la guasa se equipara con la seriedad en su ámbito y la contradice fuera de él. Si la guasa es detestable por provocar la seriedad, entonces lo que la haga ser detestable será más odioso que la guasa misma. Si las bromas se hacen odiosas porque tras ellas viene lo serio y, sin embargo, no se hace odioso lo serio por venir tras ello las bromas, resulta que, según este criterio, es lo serio más odioso que la guasa y, por lo mismo, la guasa es mejor que lo serio; pues lo que hace a la cosa detestable es más detestable que la cosa, tal y como lo que la hace agradable.» 118. Luego está el que contrapesa las dos, pues sostiene que la guasa tiene su sitio como la seriedad tiene el suyo, lo mismo que la reserva y la generosidad proceden cada una en su momento, y así af1nfia: «Toda cosa tiene su lugar; mas no hay cosa que en todo lugar convenga. Dios repartió lo bueno por igual y encaminó todas las cosas al bien supremo, distribuyendo justamente las partes de recompensa según las exigencias estrictas de la ley y sus licencias, según la manifestación de la fe y su ocultación: así ordenó el disimulo y la franqueza; permitió la claridad lo mismo que las veladas alusiones al hablar; toleró lo permisible igual que fue severo en las obligaciones; hizo de lo lícito barbecho de los corazones, reposo de los cuerpos y auxilio para la reanudación de los trabajos, con lo cual la libertad ha dado en ser como la prohibición y la resignación como la gratitud. 119. »Tanto de bueno halla el hombre en el recuerdo como en el olvido, en la sagacidad como en la negligencia, en las alegrías como en las tristezas. Si Dios no hubiese dotado a los humanos más que del neto entendimiento, de la total sinceridad y el puro acíbar de la verdad, sucumbiría la muchedumbre y se echaría a perder la élite. Si el hombre hubiera de recordar cuanto se le escapa, se sentiría desgraciado; y si en toda cosa se pusiera serio, reventaría. La memoria es, a veces, escala que conduce a la ruina, del mismo modo que el olvido puede ser motivo de salud. Echar por la senda de la guasa o de la seriedad es como echar por la

senda de la reserva o de la generosidad; y de tal modo discurre todo cuanto viene a duras o a maduras.» 120. Esto y lo precedente es todo lo que la gente opina. En cuanto a nosotros, Dios nos guarde de hablar de toda la guasa, por una parte, como de toda la seriedad por otra; no, pues sostenemos que una cierta guasa es mejor que una cierta seriedad; y que, en general, ésta es preferible a aquélla. Lo propio sería evitar cierta guasa y abogar por la seriedad en su mayor parte, pues, ¿cómo íbamos a reprochar la guasa entera, con todo lo que llevamos dicho? Cantó el poeta: Del bromista, si quieres, las bromas te harán distraer. Y dijo otro: El serio, si es Serio, lo es sin cuartel; si bromea, sus bromas te harán divertir. 121. Si es verdad que los hombres se han llamado Ceñudo [ [‘Abis], Capotudo [‘Abbas], Torvo [Satim], Hosco [Kalih], Cejijunto [Qatib], Guerra [Harb], Amargura [Murra], Peñasco [Sajr], Tuera [Hanzala], Tristeza [Huzn], Prohibido [Huyr], Mono [Qird] o Cerdo [Jinzir], también es verdad que se han llamado Riente [Dahhak], Chancero [Battal], Sonriente [Bassam], Bromista [Hazzal] o Vital [Nasit]. El Enviado -Dios lo bendiga y salve- bromeaba; mas no se dice de él: «Tenía guasa», ni tampoco: «Era chistoso», lo mismo que no se dice tal de los imanes y de todos aquellos que, juiciosos y dignos, en ciertas ocasiones gastaron chanzas. He aquí algunos de los dichos que de él -Dios lo bendiga y salve- se refieren: «Abu ‘Umayr, ¿qué hizo el pájaro nugayr?», «Ni una vieja entrará al Paraíso 174, o bien «Tu marido es el que tiene blanco en el ojo»175. 174

Se cuenta que el Profeta dijo a una anciana: «las viejas no entrarán al paraíso». Ella se puso a llorar, y Mahoma, riendo «tan alegremente que se vieron aparecer las muelas de su boca», dijo: «Pero entrarán en él con aspecto de mujeres llegadas a la cuarentena» (Argucias, pág. 151).

122. ‘Ali -Dios le tenga en su gloria- solía bromear. ‘Umar, por su parte, dijo: «En la intimidad somos como cualquiera de vosotros», y eso que era ceñudo y hosco. Ziyad, pese a su adustez y severidad, bromeaba con su familia en privado tanto como, en público, se mostraba serio. al-Hayyay, a pesar de su arrogancia, su injusticia, su impiedad y su áspero gobierno, chocarreaba con sus esposas y hacía brincar a sus niños. Como alguien le espetó: «¿Es que el emir chufletea con sus mujeres?», él repuso: «¡Por Dios, no me miráis sino como a un demonio! ¡Ah Señor, si puede que me hayas visto besando el pie de alguna de ellas!». Así pues, hemos mencionado a la Gala de los mundos, a la gloria de los mejores musulmanes, a un tirano intransigente y a un impío maldito176. 123. Entonces, ¿quién ha vedado la guasa, cuando es ingrediente de la bonanza y parte del desenfado? El Enviado de Dios -que Él lo bendiga y salve- nos trajo el prístino monoteísmo tolerante, no la intransigencia y la apretura. Nos mandó difundir la paz y la afabilidad en los encuentros con el prójimo. Nos encomendó cultivar la mutua amistad177, darnos la mano y obsequiarnos unos a otros. «El Enviado -dijeron- se reía sonriendo». También se ha dicho: .No reía desaforadamente., Él mismo habló así: «Sed benévolos con vuestro compañero», o así: «Estos son días de comer, beber y divertirse». En cierta ocasión, escuchó a unas esclavas tocar el tambor en casa de ‘A’isa y no desaprobó tal cosa. 175

También en Argucias (pág. 151) hallamos esta historia: el Profeta preguntó a una mujer si su marido era fulano de tal, el que tenía una mancha blanca en el ojo. La mujer respondió que, en efecto, era fulano de tal, pero que no tenía ninguna mancha blanca en el ojo. Insistió Mahoma en que sí: que tenía una mancha blanca en el ojo; y la mujer se marchó preocupada a buscar a su marido. Éste, al saber el porqué de aquella angustia, se echó a reír y dijo a su mujer: «¿No tengo en el ojo una mancha blanca y una mancha negra, sin que haya de ser un tumor?» 176 Esto es, al Profeta ya los califas ‘Umar y ‘Ali, pues ambos eran y son tradicional modelo de virtudes; más los gobernadores del Irak omeya Ziyad b. Abi Sufyan y al-Hayyay b. Yusuf, respectivamente. Ambos gobernaron la provincia con mano de hierro. 177

Seguimos la lectura de la ed. Van Vloten (n. 8, pág. 69): 'tawaddud' por 'tazawur'.

Se reía de la adivinación que, según las trazas, hacían Muyazziz al-Mudliyi y el beduino de la miel. 124. Me he disculpado por rebelarme contra ti y por obrar a despecho del afecto que me tienes, ya fuera con guasas, ya por omisión, ya por confiar en tu indulgencia y en tu justo natural. Con todo, al gastar chanzas contigo no pretendía sino hacer brotar la risa de tus dientes. ¡Mira si es que he envejecido en nada que no fuese someterme a tu persona, o si es que algo me ha ocupado más que tu servicio! A fin de cuentas, si hubiera obrado a propio intento, y luego reincidido, negando después todo mendazmente, tu gracia paliaría mis faltas y tu liberalidad te volvería indiferente a mis iniquidades. Pero, ¡ca! ¡Si tan solo he errado por inadvertencia y, tras reparar en ello, me he curado en salud con esta larga palinodia! Conque, si aceptas [mis excusas], esa suerte tendrás y obrarás para tu bien. Si no las aceptas, redobla tus esfuerzos y aún esfuérzate la mitad más: que no tenga Dios piedad de ti, aunque tú la tengas hacia mí; y que Él no te perdone, aunque me perdones tú. Que yo digo como aquél de los Banu Minqar: No por querer que siga vivo me dejáis; sino por miedo a ser blanco de saetas. 125. Por Dios, que si lanzas contra mí a los Bayila, yo lanzaré contra ti a los Kinana178. Si te alzas en mi contra esgrimiendo a Salih b. ‘Ali, yo haré lo propio con Ahmad b. Jalaf e Isma‘il b. ‘Ali. Si me asaltas con Sulayman b. Wahb, te destruiré con alHasan b. Wahb. Si me desdeñas por comer a la mesa de Ya‘far alJayyat, lo mismo haré yo por ser tu contertulio Wahb ad-Dallal. Mirando por tu bien, creo que deberías aceptar la concordia y rogar a Dios Altísimo un prolongado bienestar. Evita las iniquidades, porque no es salubre el pasto en que se asientan; teme también la injusticia, pues su dominio es malsano. Guárdate

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Tribu árabe de la región de la Meca. Yáhiz era cliente de esta tribu, lo cual explica su amenaza.

de exponerte a Yarir si satiriza; a Farazdaq si canta en alabanza propia; a Hartama cuando vuelva la espalda; a Qays b. Zuhayr al echar mano de ardides; a al-Aglab cuando hace tomafuye y a Tahir si embiste de repente: quien sabe su valor, conoce el de su enemigo; el que ignora su propio rango, tampoco sabe cuál es el ajeno. 126. Ya he catado la calidad de tu vino y tu buen caldo -aunque descuelle por encima de la Cabra y sea más preciado que huevo de alimoche179-; lo mismo he hecho con los méritos de tu atutía -si pura nos la mandas-. Debieras quedarte en la avenida, pues es mejor para ti; y renunciar a los desfiladeros, porque así te sería más conveniente. Por Dios, hermano mío, tú posees todos los saberes necesarios, los selectos y los que otorga la experiencia: nunca vi a nadie de más rotunda inteligencia; de más palmaria integridad o argucias más sutiles; de más vasta instrucción, ni de ecuanimidad más diestra; a nadie de espíritu más vivo, de ojo más precioso, de más escasa mácula, de más galana talla, de más sagaz caletre, bello rostro y noble origen; nadie, en fin, de más salero, más diserta lengua, mejor elocuencia, presencia más apuesta ni más donoso gesto. 127. Tú eres hombre con el mínimo de ciencia: tocas de pasada las profanas tradiciones, camuflas lo que eres, trufas tu valía, te emperifollas de oropeles, blasonas de nobleza con matalotajes vanos, te haces querer por la fachada, ¡y eso es todo lo que tienes! Mas nunca se confunden los mares con los riachuelos, ni la substancia con el accidente, ni tampoco el infinito con el átomo. 128. En punto al muslo y la estatura, ¿quién va a equiparar el palo con la bola? ¿Quién habría de asimilar el poyo a la palmera? ¿Y la espada yemení a la rueda de molino? Pues, en efecto, sólo puede ser que se comparen cosas si se escoge entre lo bueno y lo mejor de ambos extremos -o bien entre lo puramente malo- y entre cosas 79

El refrán árabe Más escaso que huevo de alimoche (Maydani, Mayma‘, II, n.º 2601, pág. 390) se debe a la proverbial dificultad de ver huevos, nidos o crías de aves carroñeras. Yáhiz lo saca a colación con otro de semejante uso: Más lejano que la Cabra (ib., I, n.º 575, pág. 201). 1

parejas y no diferentes. Por lo demás, y en cuanto al vinagre ya la miel, la china y la montaña, el alimento y el veneno o la indigencia y la abundancia, eso son cosas en las que el intelecto no se engaña y en las que no miente el sensorio. Tres errores hay: yerro de los sentidos, yerro de la imaginación, yerro del juicio; todo lo cual se puede advertir, hacer saber, rectificar y corregir. La premeditación, en cambio, es de un solo género, y su remedio está en el yugo, la prohibición, el palo, la muerte; ante todo, el hombre sabio ha de escupirla, y no servirse de ella para estimular ni prédicas, ni pláticas. 129. He visto a algunos oponerse tenazmente a la verdad si ésta se conocía por deducción; pero nunca vi a nadie que lo hiciera al conocerla con sus propios ojos. Tú, sin embargo, en cuanto niegas la evidencia, ya convidas a la gente a hacer lo mismo; y apenas los convidas, ya pleiteas sobre ello; mas, como el litigio no te satisface, pretendes que en él te den la palma; pero la palma no te basta sin la prioridad; ni los méritos nuevos sin los viejos; ni los viejos sin los heredados y los adquiridos. No te place ser primero sin ser a la vez último; ni discreto sin ser al tiempo boquifresco, ni discutir sin combatir. Hasta juzgas la precaución como pecado y la prudencia como impiedad. 130. Incluso si fueras el imán de los rafidíes te matarían en un abrir y cerrar de ojos; y si tal cosa pasara, perecería la comunidad, pues eres hombre sin descendencia. El imamato, hoy, no conviene a los hermanos; pues, si así fuera, convendría también a los primos. Además, ha ido estrechando el parentesco de modo que ya no cumple sino a los vástagos. Y a este tenor, el imamato, en pocos años, no se sostendrá sino en razón de la supervivencia del mismo imán hasta el fin de la eternidad. Ése es el argumento de quienes creen en la transmigración, ¡Y tú, que eres rafidi, no lo conoces! Ahora, regálame la más pura atutía, tal como yo te he brindado un párrafo sobre la metempsicosis. 131. Estimas que la muerte, como precio de la contumacia, es el supremo heroísmo; que apartarse de los justos, honrando el empecinamiento, es cosa afortunada; que comandar a cuantos

niegan las verdades es un grado; que reconocer lo evidente es mezquindad Y que la reputación de ser exagerado es timbre de grandeza. En tu sentir, quien goza de más clara razón es el que más alto vocea; quien más dotado está para la contrición es el que tiene la cara más dura; el más piadoso es quien menos se contiene Y el más justo es el que más provoca. Te chifla el temerario; andas chalado con el terco; profesas cariño sincero al descarado. Para ti, el hombre educado es el que censura las pláticas de sus colegas; el que pasa revista a las anécdotas de sus amigos, cuca el ojo a espaldas de su comensal, hostiga al sabio, detesta al cuerdo, no soporta al ingenioso, envidia cada gracia ajena Y niega toda clase de verdad. 132. Discúlpame, pues no hago más que traerte de aquí para allá Y presentarte un capítulo tras otro. Es propio del hombre aburrirse de lo que le sobra, Y encontrar fastidioso lo que mucho le dura, aunque muchas también sean sus utilidades Y ventajas. Únicamente he pretendido estimular tu interés por lo que viene, antes de que se apague tu atención por lo anterior; pues, cuando aguardas Y esperas algo, se te hace más apetecible por el provecho que te pueda acarrear; Y lo deseas más, en razón de lo que te pueda aportar. Todo lo esperado se exagera, Y se enaltece todo cuanto se anhela. Y todo lo dicho, en fin, se debe al afán de sacarte provecho, a la pasión por el conocimiento, al celo en el aprendizaje, a mi avidez por esquilmar tu ciencia ya la codicia de cuanto en ti espero, conociendo tu naturaleza y estimulando tu energía, porque eres júbilo de toda circunstancia y autoridad de elevada pujanza. ••••• 133. Infórmame de cómo fueron los embustes de los falsos profetas y los fraudes de los impostores que se proclamaron sujeto de la profecía; de los que no revelaron su prédica; de los que sí lo hicieron y lucharon por ella; de aquéllos que fueron escuchados y de los que no lo fueron. Descríbeme sus diferentes trampas, artimañas y clases de ardides; dime cómo se basaron en la coincidencia y ahondaron en el pretexto. Háblame de los que echaron por el camino de la constancia; de los de la heteromancia

y la astrología; de los de las rogativas; de la manifestación del ascetismo; de la prohibición del disfrute; de aquéllos cuya estampa y caso concuerda con parte de las antiguas profecías y los libros verídicos, y de quienes coincidían en otras cosas. Háblame de Set, hijo de Adán; de Zaratustra, de Mani; y también de Pablo, y de qué pretendía frente a Marcos, Mateo, Lucas y Juan. 134. Háblame de al-Aswad al- Ansi, Musaylima al-Hanafi, Tulayha al-Asadi, Bint ‘Uqfan180, Rib‘i181 y Umayyab. Abi sSalt182. ¿Cuál es la historia de los dos pájaros verdes183? ¿Cuál fue el caso de ar-Rammah? Dame noticias de Salama b. Yandal 184, ¿Qué dijeron los indios sobre la aparición de Buda? ¿Cuál es la historia de Ibn Daysan185? ¿Cuál la doctrina de los adoradores del universo y de la materia primordial? ¿Y cuál es la de los del

180

Los personajes citados desde el principio del párrafo hasta aquí son pretendidos profetas aparecidos en los primeros tiempos del Islam. Véase Pellat, index, s. vv. 181 Personaje que, según la leyenda, habló después de muerto y reveló excelentes noticias sobre el paraíso. Véase Pellat, index, s. v. 182 Poeta preislámico y pariente del Profeta. La tradición le considera uno de los personajes monoteístas del intervalo entre Jesús y Mahoma, al tiempo que hace de él un inquietante rival de este último, pues es probable que hubiese conocido varias fuentes judeocristianas tocantes a la naturaleza de la Profecía. Umayya anunció que un profeta seria enviado a los árabes, y él mismo esperaba ser tal profeta; por esta razón terminó mostrándose hostil al Enviado, que habría dicho de él: .Creía con la lengua; pero en su corazón era infiel.. Mas‘udi, Muruy, I, § 139, 140; T. Fahd, Divination, pág. 77 y n. 2; Pellat, index, s. v.; Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 85. 183 No sabemos a qué alude el autor. En Marruecos, no obstante, se ha dado el nombre de 'pájaro verde' a diversos santos que habrían subido al cielo bajo esta forma, de acuerdo con una creencia popular islámica en la migración de las almas de mártires y santos en cuerpos de pájaros verdes (W. Maçais, Textes arabes de Tanger, París, 1911, pág. 166 y n. 4). 184 Poeta anteislámico que empleaba el nombre «Allah» en algunos de sus versos (Pellat, index, s. v.) 185 Bar Daysan, Bardesanus. v. Fihrist, págs. 805-6.

huevo186 y los que veneran las estrellas, atribuyéndoles sensorio y ciencia, beneficio y daño? 135. ¿A quién se le antojó profeta todo el que, con rectitud y justicia, en virtud de los lazos de sangre y desterrando la ignorancia, exhortase a los hombres a creer en Dios? ¿Y quién negó categóricamente el fundamento de la profecía? ¿Qué dices de Hanzala b. Safwan y de Jalid b. Sinan 187? Habla de aquél a quien Dios concedió sus signos y se los quitó de encima188. 136. Dime, ¿es concebible que un profeta blasfeme, o caiga en el politeísmo, o desbarre tras su buen proceder, o se haga enemigo tras haber sido amigo, o que Dios muestre sus trolas lo mismo que mostró su rectitud? ¿Cómo es que para vosotros el profeta desobedece sin errar; en tanto que el imán no desobedece, mas tampoco yerra? ¿Cómo ha podido pasar eso en todos los profetas, ni darse en todos los enviados -con tantos como ha habido -, si no se ha visto en un solo imán, con los pocos que han sido? 137. Dime por qué se hicieron cristianos an-Un‘man y Yazid b. alHarit; por qué se hizo judío Du Nuwas189 y por qué se convirtieron al mazdeísmo los reyes de Saba 190. ¿Cómo es que los 186

No sabemos a qué concepto apunta exactamente Yáhiz. Quizá se trate, tal como sugiere Pellat (glos. s. v. 'bayd') de una alusión al concepto del huevo cósmico, ya sea al de la cosmología egipcia, ya al huevo órfico, ya al huevo o semilla de oro del brahmanismo o al mismo dios Mot del panteón fenicio, «cuya forma era la de un huevo, en el que estaba el germen de todas las cosas» (M. García Cordero, o. cit., págs. 10, 461). Véase D. Maclagan, Mitos de la creación, Madrid, Debate, 1994, págs. 16, 80. 187 Legendarios profetas árabes del Intervalo (tal como llaman los musulmanes al tiempo comprendido entre Jesús y Mahoma). Véase Alc. 25: 38. 188 V. Alc. 7: 175. 188 V. Alc. 7: 175. 89 1 Último rey himyarí del Yemen. Véase Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 49; Argucias, pág. 277. 190 Sobre el reino de Saba, v. Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 43-44. Es de notar que Yáhiz tenía la peor opinión del mazdeísmo y los mazdeos. Consideraba que la época de Zaratustra fue «el colmo de la depravación», y su gente, la de peor laya; razón por la cual nadie habtia abandonado jamás su religión para convertirse al mazdeísmo (Hay, V, págs. 325-6).

árabes se han hecho grupos, unos que no respetan La Meca ni la tregua sagrada, otros que sí y otros más que habitan en su inviolable recinto, y todo ello sin haberse dividido en religiones aparte? ¿Cómo es que nunca hemos visto una nación de confesión dahri191, cuando sabemos que es posible192 que un dahri se proclame profeta? ¿Por qué no se ha hecho dahri un solo rey? ¿Por qué no hallamos esa doctrina sino en sujetos especiales, singulares o peregrinos? 138. ¿Por qué todos los secuaces de religiones han tenido reyes y reino, a excepción de los maniqueos? ¿Por qué los han diezmado todas las naciones precedentes? ¿Qué te ha hecho sentenciar tal cosa, cuando ahí hemos visto [sobrevivir] a los Mazdakíes 193, a los Dinawariyya194 ya los Tuguzguziyya195 [,que también son maniqueos]? Pues si me dices: «Porque aquél en cuya religión no cabe la lucha, en cuyo instinto no hay sitio para el mal, se ve sujeto al despojo y a la esclavitud., ¿a santo de qué, entonces, rechazan los bizantinos la esclavitud y el pillaje, cuando ni la lucha, ni el litigio, ni el combate ni la fuerza son cosa propia de su religión? 139. Ten la bondad, ¿qué diferencia había entre ‘Abd A1lah b. Hilal al-Himyari -amigo de Iblis- y Karbas al-Hindi? ¿Y entre ellos dos y Salih al-Mudaybiri196? Dime en qué eran disparejos 191

V. infra, § 46. Seguimos la lectura propuesta por Pellat (pág. 76, n. 2) y adoptada por M. Adad: anna-bu yayuz en lugar de anna-bu la yayuz. 193 Movimiento sedicioso maniqueo de carácter igualitario, originado en Persia (s. VI), que perduró hasta tiempos del Islam. 194 Grupo maniqueo cismático establecido en Transoxiana hacia el s. VIII (Fihrist, pág. 792). 195 Tribu turca que fue maniquea hasta al menos el s. X. Falta 192

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Se trata, probablemente, de tres magos necromantes, acerca de los cuales comenta Yáhiz: «la gente dice "Fulano manda" cuando cree que alguien conjura a los demonios, las almas y los genios, y éstos le responden y se le someten. De esa clase eran ‘Abd Allah b. Hilal al-Himyari, a quien se llamaba "el amigo de Iblis", y también Karbas al-Hindi y Salih al-

‘Ubayd Muyy y al-Batihi, ‘Abd al-Warit y alHuyaymi197.Cuéntame qué distinguía, en punto a trápalas, a Abu Mansur de Yarmi, a Babawayh de Jsr Jsrh [?] y al judío Qissa de Kissa. ¿Qué cosa diferencia la adivinación de la magia? ¿Y al adivino del vidente? ¿En qué eran dispares ‘Uzza Salama y Satih ad-Di’bi, al-Ablaq al-Asadi y Riyah b. Kuhayla, la adivina de Sa‘d Hudaym y Hulays al-Jattat198? 140. Platícame sobre las brujas de Hafsa y de ‘A’isa: ¿las mataron con su aquiescencia, o tras aprender de ellas cómo hacer la magia? Háblame del compañero de Yundab b. Zuhayr: ¿lo mató con su consentimiento, o tras conocer de él el secreto de la brujería? ¿Se ha demostrado si el Profeta -Dios lo bendiga y salve- fue embrujado en una espata de palmera y puesto bajo la piedra del pozo? ¿O no199? 141. Cuéntame qué son [las prácticas mágicas llamadas] niranyat, barbay y kurawiyyat; qué los talismanes que se ponen en las sortijas; qué los círculos mágicos y la procesión. Háblame de lo que había en el anillo de Salomón200 y de la Divina Presencia que Mudaybiri» (Hay, VI, pág. 198; v. Fihrist, pág. 729). 197 Los tres últimos personajes son de dudosa identificación (v. Pellat, index, s. vv.) En cuanto a "Ubayd Muyy, es dtado por Yáhiz (Hay, VI, pág. 199) como entendido en conjuros, encantamientos y artes mágicas (v. infra, n. 154). Es de suponer que los tres personajes no identificados fueran igualmente magos o adivinos. 198 Los nombres citados corresponden a legendarios adivinos de época islámica y anteislámica. Véase Pellat, index, s. vv. T. Fahd, Divination, pág. 44, passim. 199 Según diversas tradiciones (Bujari, k76 tibb, b49-50, n.º 5765-66), el Profeta fue embrujado por un judío hipócrita «al punto de imaginarse que hacía lo que en realidad no hacía-. El hechizo era del más grande poder, y consistía en un peine con pelos enredados, en una espata de palmera puesta bajo la piedra del pozo Darwan de Medina. Dos ángeles la salvaron, agarrándolo por pies y cabeza y dándole a conocer el lugar donde se hallaba dicha magia. Véase J. G. Frazer, La rama dorada, págs. 287-8; Ibn Jaldún, Muqaddima, pág. 927. 200 La estrella hexagonal o de seis puntas, conocida en el mundo judío y musulmán con el nombre de Sello o Anillo de Salomón, juega un

se hallaba en el Arca de la Alianza; pues los comentaristas divergen al decir lo que era, y hay quien sostiene que se trataba de una cabeza de gato201. ¿Qué quieren decir las palabras safsaf yasiniyya, fatl y tawyih? Ponme al tanto de cuál es la interpretación dada al runrún de los mazdeos202; de qué tiene de especial la riqueza que quien toma de ella se arrepiente y quien la importante papel en la confección de amuletos y talismanes. Parece que este hexágono estrellado era lo que Salom6n llevaba grabado en su anillo; junto con ciertos caracteres donde se contenía el Gran Nombre de Dios. Como es sabido, el anillo le confería poderes extraordinarios, tales cuales el dominio de la magia, el conocimiento del lenguaje de las aves y la sumisión de los genios y demonios, con ayuda de los cuales construyó todo tipo de edificaciones, empezando por el templo de Jerusalén (v. infra, § 51, 63; supra, § 163). V. Argucias, págs. 102, 141 y sigs.; al-Qalyoubi, o. cit., pág. 59; A. Piñero, Testamento de Salomón, en A. Díez Macho, Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. V, 323-387. 201 at-Tabut (esp. 'ataúd', v. g.) es el nombre árabe del Arca de la Alianza. La voz sakína designa el espíritu de Dios, la Presencia Divina que a las veces desciende sobre los profetas (Alc. 9: 26, passim) y que también se encuentra en el Arca de la Alianza (Alc. 2: 248). Recordemos que ésta última -en principio una especie de santuario portátil- era para los israelitas el símbolo de la presencia de Yahwé en medio de su pueblo. Esta presencia era indicada por una nube que cubría el Arca; allí estaba «la Gloria del Señor» (EX 40: 34-38). El término hebreo sekína no aparece en el Pentateuco; pero sabemos que «en tiempos del judaísmo tardío y en los tiempos de Cristo, los judíos evitaban pronunciar el nombre de Yahwé, y lo sustituían por el de Adonay ('señor mío'), Elyón ('Altísimo') y Shekinah ('presencia' o 'morada'), etc.» (M. García Cordero, o. cit., pág. 324). Aunque el término designa una presencia real, mas no física, no deja de parecer enigmático; y así Yáhiz pregunta qué cosa era la sakina, en referencia al desacuerdo habido al respecto entre los diversos comentadores. En efecto, al-Qalyoubi (o. cit., pág. 188 y sigs.), tras nombrar otras versiones (como que se trataba de las sandalias deMoisés, sin ir más lejos) refiere citando a Ibn Ishaq: «la sakina es una gata muerta que tenía dos cabezas y una cara humana. Cuando los hijos de Israel tenían que librar una batalla, sacaban esta Arca y la ponían delante de ellos. Cuando la gata comenzaba a lanzar gritos, sabían que la victoria era para ellos». v. EI2, s. v. 'sakina', art. de T. Fahd. 202 Zamzama: «A low, murmuring noise made by the fire-worshippers when performing their ablutions, or at meal-time». F. Steingass, Persian-English

deja se arrepiente igual, y de qué decía al-Jalil al respecto de las antiguas conjeturas. 142. Hazme saber de tu opinión tocante a la poesía que recitamos en el sueño, más bella que la cual aún no hemos oído otra ni despiertos; a la poesía que creamos en el mismo curso de la plática, al comparar unas cosas con otras, al dormir, al estar mermados o menguados de fuerzas; esa poesía cuyo autor nos es desconocido o casi, sin que pueda andar en cálamos noticia suya, ni ser felicitado o reprobado. 143. ¿Por qué somos así, que procuramos traer a las mientes algún asunto importante y nos vemos incapaces de hacerlo, llegando a desesperar por mucho que nos concentremos y por mejor que sea nuestra memoria; y luego sucede que, despiertos o dormidos, aquello se nos presenta o nos ronda por las mientes, por muy poco ya que nos precise y menos atención que le prestemos? ¿Por qué es que olvidamos un verso de un poema, un versículo de toda una sura o una palabra de un discurso entero? 144. ¿Por qué la flema conviene más a la letra ba’ que a la ta’? ¿Por qué la atrabilis corresponde mejor a la yim que a la ha’203? y lo mismo en punto al alma que rehúsa recordar: ¿pueden tener sus lapsos de memoria razones específicas o motivos sustanciales? De no ser así, sería posible que se olvidara éste poema en lugar de aquél. ¿Por qué ocurre que algunos recuerdan mejor la genealogía, otros las citas de autoridades, algunos los conceptos y otros las palabras? ¿Cómo es que no olvidamos nadar, cuando es Dictionary, s. v. 203 Ba’, fa’, yim y ha’ son letras árabes. la fisiología humoral hipocrática tuvo gran difusión en la cultura musulmana. Uno de sus usos se desarrolló en la simiya’, «ciencia» o magia que se ocupaba de los poderes ocultos en las letras del alfabeto. A cada letra correspondía un humor determinado, con su elemento primordial asociado; de ahí se podía obtener variada información acerca de las entidades representadas por los caracteres del alfabeto árabe. Véase Pellat, glos., s. v. 'ba’'; EI1, s. v. 'simiya’', art. de D. B. Macdonald; Ibn Jaldún, Muqaddima, págs. 935 y sigs.

una de las cosas que aprendemos; y lo habitual es que lo aprendido se olvide y se ignore, en tanto se retiene lo innato? 145. Dime por qué no abofeteaste al samaritano 204; por qué no injuriaste a Mani mentándole las partes de los padres 205 y por qué no escupiste en la cara de Faraón. ¿Es la naturaleza la que te inspiró un temor reverencial hacia Hisam b. Jalaf b. Qawala alKinani, cuando éste se meó en la cabeza de Niu‘man (lo cual querría decir que eres del Yemen) 206? ¿Fue ella, la naturaleza, la que te impidió esputar en la cara de Faraón, cuando le oíste decir: ¿Y qué es el 'Señor del universo '207? No sostengo que seas del Yemen porque provengas de Qahtan: ¡cómo iba a ser, si tú eres más viejo que él y que Ma‘add b. ‘Adnan; más que el sinfín de generaciones cuyos antepasados y patriarcas Dios ha dado a conocer! Sin embargo, sí que eres uno de ellos debido a la pasión [que te caracteriza] y al triunfo [que te acompaña], y también porque ellos fueron deudos y paniaguados tuyos. 04

Nombre dado en el Alcorán (20: 85 y sigs.) a quien incitó a los judíos a adorar el becerro de oro. 205 A‘adda y amadda, lit. insultar a alguien diciéndole: Ya ‘adda qadib abika, '¡Mordedor de la polla de tu padre!' o Ya madda hirr ummi-ka, '¡Comezón del coño de tu madre!' (Pellat, glos., s. v. 'amadda'). v. Avaros, págs. 235, 270. 206 Se trata de una anécdota de la historia preislámica (Ibn Qutayba, cit. Pellat, index, s. v. 'Hisam Ibn Halaf): Nu‘man b. al-Mundir fue el último rey de los Lajrníes de Hira. Estando éste de peregrinación en La Meca, Hisam b. Jalaf, un notable de la tribu Kinana, preguntó: «¿es éste el rey de los árabes?» y al saber que así era «se meó en su cabeza para humillarlo; entonces él renunció a la religión de los árabes y se hizo cristiana». 207 Palabras dichas, según Alc. 26: 23, por Faraón a Moisés; similares a las pronunciadas en EX. 5: 2. En el Alcorán, el rey con quien tratan Moisés y Aarón tiene por nombre propio 'Faraón'. No obstante, varios comentadores explican la palabra como título constante de los reyes amalecitas, ala manera de Kisra ('Cosroes') para los soberanos persas y Qaysar ('César') para los emperadores bizantinos. Esta denominación es ejemplo de tiranos orgullosos e insolentes (EI2, s. v. 'Fir‘awn', art. de A. J. Wensinck-[G. Vajda]). 2

146. Dime cómo es que todos los animales nadan, a excepción del hombre, el mono, el alacrán y el caballo tordo. A ver qué sabes de Asaf208, del Libro de Adán209, la vaina de Moisés, Darsab, Salna y el Libro de los Nombres. ¿Y de la frase: «Un fulano ha invocado el Gran Nombre de Dios»? ¿Qué piensas de Ibn ‘Aqib, el macrobio Caracortada210, Su‘ayb211 y Salih212, as-Sufyani213 y alAsfar al-Qahtani? 208

Asaf Ibn Barajya (el 'Asaf, hijo de Baraquías' de 1CR 6: 24), legendario primo y visir del rey Salomón, cuya figura es citada en conjuros, amuletos, encantamientos demoníacos, etc. (Véase A. Labarta, Libro de dichos maravillosos, Madrid, CSIC, 1993; E. Doutté, o. cit., pág. 121). Pasaba, según la tradición musulmana, por conocer el «Gran Nombre de Dios» y se le cree autor de numerosos prodigios, entre ellos el de la construcción de Santa Sofía de Constantinopla (Ibn Battuta, o. cit., pág. 443). Se le atribuye igualmente la creación de prácticas mágicas que toman su nombre: Asafiyyat. V. Argucias, pág. 105. 209 Véase T. Fahd, Divination, pág. 223, n. 2, que cita tres escritos conservados con el nombre de Libro de Adán. 210 Asayy al-mu‘ammar. El apodo caracortada se repite en varios personajes históricos. Entre ellos está un tal ‘Utrnan b. al-Jattab b. Abi Dunya, que había nacido en tomo al año 600 y muerto en 938. Este personaje pretendía haber conocido a c Ali y haber recibido de él numerosas tradiciones (M. A.-C. Balbier de Meynard, «Surnoms et sobriquets dans la littérature arabe», Journal Asiatique (mayo-octubre 1907), s. v., pág. 221). 211 Profeta de la tradición árabe, mencionado en el Alcorán (7: 85; 11: 84, passim) y al que se ha identificado con el Jetró bíblico (EX 2: 16), pues éste era llamado sacerdote de Madián y aquél también fue enviado a dicho pueblo. 212 Profeta árabe, enviado a los tamudeos, según Alc. 7: 73; 11: 61, passim. 213 «Con la caída de los Omeyas, pasó la gloria de Siria y tuvo fin su hegemonía. Los sirios hicieron varias tentativas para recuperar su antigua preeminencia; pero todo fue en vano. Al fin, pusieron todas sus esperanzas en la llegada de un Sufyani, especie de Mesías que habría de venir a liberarles del yugo de los opresores venidos del Irak. Todavía hoy en día puede hallarse entre los musulmanes de Siria la creencia relativa a la futura venida de un descendiente de Mu‘awiya. (Ph. K. Hitti, o. dt., pág. 228). Véase Ch. Pellat, «le culte de Mu‘awiya au IIIe siècle de l'hégire», en Études sur l'histoire socio-culturelle de l’Islam.

147. Dime -tenla bondad- cuánto hace que se elaboró el cálculo de al-Hasmiray, quién ideó las cifras indias, dónde se escribieron la Siddhanta, el Arkend y el cómputo de Kalasifar; cuánto hace que se inventó la suma y se creó la aritmética. ¿Quién llamó álgebra al álgebra? ¿Quién cuadrada a la raíz? ¿Quién sal amoniaco a aquella sal? y la akdariyya214, ¿de qué cosa deriva? Dime, en fin, qué interpretación se da a las cifras indias ya la numeración alfabética. 148. ¿Quién fue el primero que contó hasta diez y del diez hizo término y objeto, duplicándolo después, de guisa que acotó los números por decenas de decenas y aun por decenas de estas últimas en pos de lo infinito; para luego fraccionar en diez submúltiplos porque diez son los dedos [de las manos]? ¿Por qué no tomó como base lo que pudiera dividirse en medios, tercios, cuartos, sextos u octavos? ¿Acaso observó que la multiplicación al infinito no puede ser sino en decenas y así, en decenas de decenas, la tenemos nosotros? ¿O quizá la primera razón fue: «Todas las cosas son decenas»? 149. No comprendo -déjame decirlo- su sentir: «El hombre es diez cosas», lo mismo que no entiendo el dicho de al-Fazari: «El intelecto es esférico», pues sé que esférico es el corazón, igual que la cabeza, que custodia los sentidos; pero realidades como el saber, el hablar y cuanto los semeja no conocemos sino en tanto que opuestas a los cuerpos tangentes y tangibles. 150. Sé una pizca sobre música y mi pasión por ella nunca se ha consumido: cuéntame en qué eran diferentes de Pitágoras Euclides y Muristus215, y di qué distinguía a sus discípulos de los de aquél. ¿No habéis puesto a la cabeza a Euclides, con la 214

Nombre de una rocambolesca figura del derecho de sucesión. Trata el caso de una mujer que deja por herederos a su esposo, madre, abuelo y hermana. No se sabe bien cuál es el origen de esta denominación. EI, s. v., art. de Th. W. Juynboll.

invención del barbat y otros ingenios de cuerda? ¿Qué diferencia había entre Arsiyanus y Muristus? ¿Y entre Sergius y Fahlawad216? ¿Por qué aquél mató a éste, si le andaba por encima en el arte musical, en la factura de los instrumentos, en la relación de tradiciones y en la autoridad [de que gozaba]? ¿Por qué razón, tras declarar que lo mataría, haberle condenado a que los elefantes lo arrastraran y decidido que se ejecutase tal sentencia, Sapor217 le perdonó su asesinato? 151. ¿Qué diferencia había entre Hind, Fartana 218 y los dos Saltamontes219? ¿En qué se distinguen Zabya y su rabel de asSaradin y su almirez? ¿Y Hababa y Sallama -amigas de Yazid 220215

O. Murtas. Autor (¿griego?) de obrns sobre instrumentos musicales. Y. Fihrist, pág. 643; El, s. v. 'Muristus', art. de H. G. Farmer. 216 Fahlawad o Balbad, gran músico de la corte de Cosroes II Parviz, al que la tradición atribuye la invención del sistema musical iranio (Pellat, index, s. v.). Según Hay, VII, pág. 113, su rival, Sergius, le hizo envenenar y Parviz le condenó a muerte; sin embargo, Sergius salvó la vida gracias a la intencionada observación de que era necesario conservar un músico en la corte. 217 Como advierte Pellat (pág. 82, n. 4), el rey a quien se refiere este acontecimiento es Cosroes II Parviz y no Sapor. 218 Nombre de una esclava cantora que cantaba habitualmente versos en contra del Profeta. Una vez que Mahoma tomó La Meca, cuatro mujeres y seis hombres fueron condenados a muerte; entre ellos estaban la mencionada Hind, esposa de Abu Sufyan, y Fartana (Pellat, index, s. v.) 219 Apodo de las dos cantoras árabes más antiguas de que se tiene noticia. Según la tradición, eran contemporáneas de los protohistóricos aditas. Maydani (Mayma‘, I, pág. 231, n.º 657; III, pág. 230, n.º 3739) dice que se llamaban Ya‘ad y Yamad, y cita tres refranes sobre ellas, uno de los cuales viene a ser dejé cantar a los dos Saltamontes, usado cuando uno se olvida de algo por estar despreocupado y vivir en la molicie. Ello es que, tras años de sequía, tres hombres del pueblo de ‘Ad fueron enviados a La Meca, dominada entonces por los amalecitas, para impetrar lluvia; pero, una vez hospedados allí, pasaron un mes escuchando a las dos Saltamontes y se olvidaron de su pueblo. 220

Se trata de dos jóvenes cantoras del califa omeya Yazid, «hacia las que sentía un afecto tal que, cuando ésta última se ahogó con un grano de uva que, jugando, le había echado él en la boca, le cogió un enojo mortal» (Ph.

de ‘Alza al-Mayla' y Yamila al-Hadba'221? ¿Y Yamila de alMayla'? Háblame del canto de camelleros de al-Mustaliq 222: ¿lo tomaron de él los camelleros, o era de los camelleros mismos? [Si lo tomaron de al-Mustaliq,] ¿fue con las alteraciones que éste le introdujo? Por otra parte, sostenías que el compás del- canto hazay proviene del Yemen, en tanto que el del nasb se debe a los muchachos. Entonces, ¿a quién se debe el sinad223? Hazme saber qué cosa hacía distintos a Dubays b. Haram de al Mustaliq b. Sa‘ida. 152. ¿Por qué el Maestro, tras el Griego224, distinguió dieciséis compases en el canto? ¿Acaso fue porque no acertó a percibir más? ¿O quizá porque en el círculo no cabe sino aquello que él captó225? ¿Por qué atribuyó el pavor a la atrabilis, la melancolía a K. Hitti, o. cit., pág. 186). Ambas tuvieron un control absoluto en la voluntad del califa. V. al-Wassa', o. cit., pág. 70. 221 Yamila (posiblemente apodada al-Hadba', 'la jorobada', en tanto su nombre significa 'hermosa') fue la primera gran cantora de tiempos del Islam. Tenía por discípulas a las anteriormente citadas Hababa y Sallama (Pellat, index, s. v.; Ph. K. Hitti, o. cit., pág. 220). 222 Este Mustaliq b. Sa‘ida parece haber sido el primer árabe (quitando a las ya nombradas y legendarias Saltamontes) que destacó como cantante (M. A.-C. Barbier de Meynard, o. cit., pág. 221). El «canto de los camelleros» que menciona Yáhiz es el llamado rukbani, descrito por L. I. al Faruqi (An Annotated Glossary of Arabic Musical Terms, Londres, Greenwood Press, 1981, s. v.) como «pertaining to riders or cameleers. A traveler's or caravan song». 223 Los nombres vistos designan las tres clases de canto de la antigua Arabia. El Hazay ('trueno'), se caracterizaba por «a quick, dance-like rhythm and a light-hearted feeling». El nasb ('erección', 'alzamiento') era «the singing of travelers, or a type of improved camel driver's song which was sung by young people [?]». Por su parte, el sinad ('sostén') tenía como cosa primordial «a slow rhythm, a refrain, low pitches and glottal stops» (L. I. al Faruqi, Glossary, s. vv.). Véase al-Qalyoubi, o. cit., pág. 145. 224 Seguimos aquí la lectura propuesta por Pellat (glos. s. v. 'mu‘allim') y adoptada por Adad (Arabica 14, pág. 299 [81], n. 3), esto es, ba‘d alyunani por yu‘addu li l-yunan. 225

Es difícil determinar el maestro de que habla Yáhiz. Es posible que se trate del gran lingüista al-Jalil b. Ahmad, quien, en efecto, elaboró el

la flema, el valor a la bilis y la alegría a la sangre? ¿Por qué repartió esos humores en las cuerdas [del laúd] y, a este tenor, asignó la bilis a la cantarela, la sangre a la segunda, la flema a la tercera y la atrabilis al bordón226? ¿Por qué afirmó: «La cantarela es sutil, fogosa, ligera. La segunda es etérea: su naturaleza está entre la del fuego [y la del aire]; tan sólo aquélla aventaja en ligereza. A su vez, la tercera es como el agua; y el bordón, como la tierra. El valor de la segunda es el duplo del de la cantarela; el de la tercera, el cuádruplo y el del bordón el séxtuplo»? 153. ¿Y por qué sostenía que, entre los sones musicales, los hay que turban y los hay que asustan, de guisa que, si se potencian, destruyen y, si arrecian, matan? ¿Por qué decía también que en ellos hay cualidades capaces de alterar las cosas, de tal suerte que, si se potencian, engendran desvanecimientos; si es que arrecian, petrifican y, si aún van a más, entonces matan? ¿Cómo se le antojó que unas melodías, de suyo, matan por la consunción que producen, y que otras lo hacen por el pasmo que acarrean? ¿Por qué razón, en fin, describió los sones musicales según el frío y el calor, tal y como los venenos letales? 154. Háblame de la construcción del barbat: ¿Se debe a Lamak, a Rafael, o bien a Euclides? ¿Qué opinión te merece la creencia de que Lamak construyó el laúd a imagen de la pierna de su hijo, con el muslo, la pantorrilla, el pie y los dedos; de suerte que hizo de la caja el muslo, del mástil la canilla, del clavijero el pie con sus dedos y de las cuerdas las venas y los nervios227? cuerpo teórico de la prosodia árabe, sintetizando en diagramas circulares los principios que rigen el sistema métrico. En cuanto al «griego» que le antecede, M. Adad sugiere que pueda tratarse de Ptolomeo o Porfirio (Arabica 14, pág. 299 [81], n. 3). 226 Sobre esta asignación de los humores a las cuerdas del laúd, v. M. Cortés García, Pasado y presente de la música andalusí, Sevilla, Fundación El Monte, 1996, págs. 75-79. 227

Refiere Mas‘udi (Muruy, V, § 3213): «Lamak tenía un hijo al que amaba grandemente; murió éste, y él colgó el cuerpo de un árbol. Se descoyuntó el cuerpo y no quedó de él más que el muslo, la pantorrilla y el pie con sus dedos. Entonces Lamak tomó un trozo de madera y, tallándolo y

155. Si no te importa: ¿cómo te has aprendido la Gesta de Ardasir, si cierto teólogo me comentó que había visto en Siraf a un mazdeo que la sabía de memoria, con los mil volúmenes que ocupa, escritos de mediana letra? ¿Cómo has logrado retener el Kítab at-Taraf? ¿Acaso te encontraste a su autor allá en los días en que la aparición de Mercurio te hizo entrar en Bizancio? 156. Dame noticias sobre los Secretos de la India 228: ¿son cosa de un solo hombre o se deben a un consejo? ¿Por qué se ha pretendido que ser levantisco con los padres provoca lepra tuberculosa, que es algo que se ignora en medicina? ¿Quién creó el ajedrez229? ¿Quién Calila y Dímna? ¿Y quién la kawkala230? ¿Quién construyó la ciudad de al-Qal‘a231? ¿Cómo es que el bizantino y el indio no hacen caso de los del Sind cuando éstos están cautivos, y los desdeñan para el combate232?

cepillándolo, hizo de él un laúd: le dio al cuerpo del instrumento la forma del muslo, al mástil la forma de la pantorrilla y al cabezal la del pie. Las clavijas imitaban los dedos y las cuerdas las arterias». Este Lamak es el primer Lamec bíblico, «antepasado de los que tocan la cítara y la flauta»de GN 4: 18-21, y así lo identifica el propio Mas‘udi, que le señala la misma ascendencia. 228 ¿Los libros sagrados de la India; los Vedas? 229 Véase al-Qalyoubi, o. cit, pág. 121. 30 2 Se trata de un instrumento musical de la India, de una sola cuerda, y cuya caja es una calabaza, que hace las veces del laúd y del címbalo (Mas‘udi, Muruy, V, § 3217, quien lo llama kankala; Pellat, glos., s. v.) 231 Difícil localizar esta Alcalá entre cuantas pueblan el mundo islámico. 232 Pellat (glos., s. v. 'asr') sugiere que estemos ante una alusión al proverbio recogido por Maydani: Más mentiroso que un preso del Sind, pues «se coge al más miserable de ellos y pretende ser hijo de rey» (Mayma‘, III, n.º 3192, pág. 67).

157. En relación con los coturnos del Sind 233, nos han llegado explicaciones dispares: pues hay quien afirma que el autor del Libro del Bah234 era retaco y horrible, a más de engolfado con las mujeres, de suerte que industrió con los coturnos el modo de dar lustre a su cuerpo, encasquetándoselos, y que así el espesor redundara en su altura: que ya de ahí, andado el tiempo y pasados los años, quien no tuviera noticia del hecho habría pensado que los dichos coturnos se adoptaron por estética o por cierto género de comodidad.

233

Ni‘al sindawiyya. Según Pellat (glos., s. v.), se trata de cierta suene de coturnos sin empeine, de espesa suela, que quizá sean lo mismo que alWassa' (o. cit., págs. 198, 202) llama «las gruesas sandalias de cambia», citándolo como calzado propio de la gente refinada y elegante; v. Avaros, pág. 163. 234 Con el nombre de 'libros del bah' (una de las muchas denominaciones árabes del coito) se conocen las obras de erotología, de origen indio en su mayor parte, que tuvieron gran éxito y difusión en los primeros siglos del Islam. En el Fihrist de Ibn an-Nadim puede verse una lista de obras de este género (págs. 735-6). Todo apunta a que este Libro del bah, intitulado por los árabes Retorno del viejo a su mocedad, sea la traducción del Kamasutra. En cuanto al bah (o ba'), cuenta Qazwini (‘Aya’ib, pág. 143), remitiendo a Aristóteles, que se trata de un mineral maravilloso, una piedra «que Alejandro consiguió en el norte de África, donde se encuentra su yacimiento. Su particularidad es que, si se le acerca a un hombre o a un animal, asoma en ellos el apetito del coito. Por ello prohibió Alejandro que se llevara aquella piedra a su tropa, temiendo que las mujeres fueran ultrajadas»; y añade: «También se ha dicho que hay en Egipto una piedra que, al apretarla contra la espalda, produce prurito de fornicación. Yáhiz, que sentía gran simpatía y admiración por los pueblos indios, debió de conocer y apreciar grandemente este tipo de obras, pues en Hay, VII, pág. 29 leemos: «Los indios concuerdan con los árabes en todo [?], excepto en la circuncisión y en la ablación. Los mueve a ello su profunda dedicación al desarrollo de los placeres del coito. Se ha dicho que para eso adoptaron cienos remedios y escribieron libros, que sus hijos estudian, sobre el ane de la coyunda». Véase Ch. Pellat, «al-Gahiz, les nations civilisées et les croyances religieuses», en Études sur l'histoire socio-culturelle de l'Islam (VIIe-XVe s.), V, pág. 70; íd., «al-Gahiz et les peuples du sous-continent», ib., VI, pág. 546.

158. Piensan otros, sin embargo, que no: que se adoptaron para guardarse de los escorpiones de noche y para no mancharse de barro de día. De modo que, con el transcurso de los siglos, se olvidó la razón, que es que casi ningún légamo cubre el espesor que tienen, lo mismo que no alcanza a sobrepasarlo el aguijón del alacrán. Y aún otros sostienen que tampoco: que los adoptaron los reyes del Sind por mor de la bulla y el ruido que meten, para así solicitar licencia de entrada a las estancias de sus esposas, concubinas y mujeres todas, ya estuvieran haciendo cosas o metidas en asuntos: así el crujir de los coturnos daba a entender que alguien se estaba acercando y que pedía permiso para entrar. 159. Por su parte, decía Isma‘il b. ‘Ali que fuiste tú quien había prescrito su uso, a más de haber aconsejado su fabricación, en tanto que custodias el secreto que hay en ellos; y que les enseñaste -decía- a masticar betel235, a adobarse las encías, a perfumarse el hálito, a comer la juncia por razón que bien conoces ya servirse del sándalo para cierta cosa que no está bien poner escrito236. 160. También presumía que fuiste allá el primero en arrebujarse en los riñones los pliegues del vestido, en mondarse los dientes, en hacer la raya al pelo y en enseñarles a teñirse los cabellos. Si afirmaste que ellos y los árabes empezaron a servirse de los reburujones tan sólo porque los que habitan tiendas y desiertos, los moradores de dunas y estepas y cuantos carecen de cojín para su lado izquierdo, de espaldar para apoyar el lomo y de cobertura en las piernas, fuerza es que padezcan de la espalda cuando están de pie por largo tiempo o sentados mucho rato, ¿cómo puede ser cierto lo que dice? Afirmabas que quien precisa de algo, discurre 235

Masticar betel es inveterada costumbre india (de ahí que Yáhiz se la atribuya a su protagonista). Ibn Battuta (o. cit., pág. 248 y 354) afirma que masticar hojas de betel, mezcladas con areca y cal, «refresca el aliento, colorea los pómulos y las encías, elimina la bilis y favorece las digestiones», además de que «comer estas hojas produce alegría y ayuda en el coito». 236 Es decir, para el coito, como afrodisíaco.

a porfía y, quien de todo anda sobrado, se enlerda. Así que les descubriste el cinturón para cogerse los reburujones y para que éstos les hicieran las veces de respaldo o apoyadero. Ya el mismo Cosroes te había comentado: «¿Por qué razón los turcos, los jázares y toda la gente de tiendas y desiertos desconocen la manera de apoyarse en los reburujones, cuando, estando las cabezas buenas, la necesidad es la misma en todas partes? Dime por qué aquel día no le contestaste: ¿fue porque preguntó con retintín o porque se te antojó indigno responder a quien reparase en tal aspecto? 161. Escúchame, ten la bondad, pues sé que oigo, mas no comprendo el mecanismo que rige la audición. Y también sé que veo, mas no se me alcanza cuál es el funcionamiento de la vista. Ignoro si la morada del entendimiento es el cerebro, siendo el corazón su puerta y su sendero -igual que el asiento del color es toda el alma, siendo el ojo su puerta y su sendero-; o si su morada es el corazón y no el cerebro; o si quizá ambos la son, conjunta e ininterrumpidamente. El caso es que unos, en favor del cerebro, pretextan que en la cabeza se hallan todos los sentidos; y otros, en cambio, esgrimen la facultad de percibir, según el miedo, el desasosiego y otras cosas que sienten en sus corazones. ¿Qué opinión, pues, cabe al respecto? ¿Qué sostienes tú? 162. ¿Cómo es que el fuego se prende por un punto? [...] 237 y si sabía de Dios, ¿con qué conocimiento era: necesario o adquirido? 163. ¿Cómo es que Salomón ignoraba la morada de la reina de Saba, siendo monarca de grave dignidad, con los genios a él sometidos, las aves de faraute y los vientos hechos aparejo de su voluntad? ¿Cómo es que José desconocía el paradero de su padre -con lo afligido que por él estaba-, si era profeta y rey? ¿Y cómo su padre ignoraba asimismo el lugar [donde José se hallaba], cuando era profeta igual que el hijo (y ya se sabe que nadie hay más sagaz que los profetas), y dado que éste dominaba Siria y 237

Nueva interrupción del texto.

aquél señoreaba Egipto? A ver qué dices de los extraviados238 y de sus cuarenta años de idas y venidas por el mismo lugar: que, estando en sus cabales, deambulaban y rondaban, parándose en idéntico tramo del camino. ¿Cómo fue que todos se descarriaron, a pesar de las oraciones que elevaron al cielo y la vehemencia de sus súplicas? 164. Ponme al corriente de cuanto decía Jesús en el vientre de su madre, luego en la cuna; y también del juicio de Juan cuando era niño: en esas circunstancias, ¿hablaban ambos de cosas que no sabían, o hablaban de cosas que conocían? [De ser así,] ¿cómo llegaron a saberlas? ¿Fue por experiencia y deducción, por medio de un completo instrumento y un perfecto aparato, o bien por los caminos de la inspiración y de lo extraordinario? 165. Algunos se han asombrado de mi facundia y de la multitud de mis demandas; pero, si de asombro se trata, el que a mí me produce el de ellos es más recio, y el que me inspira su desaprobación es más grande aún. Si tuvieran por la ciencia el mismo afán que yo; si de ella tuvieran el mismo juicio mío; si hubiesen leído el libro que te escribí en mi juventud, en los días mozos de mis ansias de saber, tendrían por parvedades lo que ahora les parece enorme, y por menudencias cuanto hoy se les antoja farragoso. Lo mostraré, por tanto, si me das la venia; y lo publicaré si contra mí te enojas. 166. Y dirás: «¿Qué es lo que te ha llevado a alzar mi nombre a voces ya enterar a la gente de cuál es mi condición, si sabes de mi verecundia, mi reserva, mi esquivez y mi aislamiento?» El hecho es que -permíteme decirlo- si no se te inquiriera sobre toda época, si no fueras el desiderátum de cualquier edad, tampoco te dedicaría este libro ni me haría esperanzas de obtener respuestas. Sin embargo, ya en su día autorizaste a interrogarte a Hermes, luego a Platón, más tarde a Aristóteles y, de seguido, respondiste a Ma‘bad al-Yuhani, a Gaylan ad-Dimasqi, a ‘Amru b. ‘Ubayd, a 238

Ahl at-tih, 'los del desierto', el pueblo de Israel.

Wasil b. ‘Ata’, a Ibrahim b. Sayyar y a ‘Ali b. Jalid al-Uswari 239. Conque el fruto de una educación tomada de tu mano, aquél que se ha formado bajo tu auspicio, bien merece tus respuestas y es más digno de ellas; en vista de lo cual, deberías ser más solícito y preocuparte más por él. 167. Háblame de los espejos y dime cómo es que en ellos se ven los rostros y se contempla la imagen de las cosas, lo mismo que en toda superficie lisa y pulida, tersa y límpida, tal como una espada, un espejuelo de plata, los frascos de vidrio, el agua quieta, e incluso la tinta brillante y la pupila negra -si quien en ella mira es blanco-, o la niña de los ojos clara -si quien se mira en ella es negro -. ¿Cómo sucede, entonces, que ni el agua que corre, ni el fuego que esplende, ni el sol con sus rayos admitan reflejar imágenes ni fijar en sí la forma de las cosas? 168. [Di qué piensas tú] de lo que dice quien pretende que en la luna no hay verdadera desaparición, ni luz cenicienta ni perenne sombra; que todo eso no es más que algo que la gente ve en la luna -ya que es pulida y lisa- al confrontarse con la tierra y lo que en ella hay, del mismo modo que quien se pone frente a un ojo observa en la pupila la imagen de un sujeto, sin que allí haya tal imagen: tan solo es algo que se ve al ponerse delante. Y dime, ¿por qué ocurre que algunos espejos muestran el rostro y la nuca, y otros muestran las cabezas del revés? ¿Por qué no hallas nunca en ellos cortinas y muebles que no se vean invertidos? 169. ¿Qué es esa imagen que se alza en el espejo? ¿Esencia o accidente? ¿Ficción o realidad? Lo que ves, ¿es tu rostro u otra cosa? Si es accidente, ¿qué lo produce? ¿Qué es lo que lo causa, dado que el rostro no lo toca ni gobierna? Y esa imagen sensible, ¿suprime acaso la del lugar que ocupa en el espejo? ¿Y por qué [sabes tal cosa], si no puedes ver en su misma superficie; si es como si la vieras en el aire, al otro lado del espejo, en su interior? 239

Los seis últimos personajes son racionalistas musulmanes y conspicuos mu‘tazilíes, entre ellos Ibrahim b. Sayyar an-Nazzam, maestro de Yáhiz.

170. Y ese color que semeja tu color, ¿suprime acaso el propio del espejo? Pues si no lo suprimiera, se darían entonces dos imágenes en un solo cuerpo, o bien dos colores en una misma substancia. Y si resulta que ese color suprime el propio del metal [de que los espejos están hechos], ¿cómo lo hace sin obrar influjo alguno en él240? ¿Cómo podría obrarlo, cuando el espacio que ocupan ambos colores no es el mismo, tampoco son tangentes o contiguos, y ni siquiera uno incide sobre el otro?241 Tanto si hablamos de 'la superficie del metal, como del aire que hay detrás o del espacio que tiene delante, todo será cuerpo con color; y si arguyes en favor del rayo que separa, [te habré de objetar que,] puesto que tal rayo confunde los sentidos, lo mismo hará con el observador y con el objeto percibido. ¿Cómo vamos a ver lo confuso, siendo el rayo color y blancor, cuando al alma sensible nada de los sentidos se le alcanza? 171. ¿Cuál es la diferencia entre el agua corriente y el agua estancada? Dime qué distingue la quietud y la mutación. 172. Háblame de la romana: ¿cómo es que uno de sus brazos alcanza a pesar trescientos arreldes -sobre poco más o menos-, cuando ella entera pesa treinta -sobre poco más o menos-? ¿Qué opinas de los espejismos? ¿Y del eco? ¿Cuál es tu parecer tocante al arco iris? ¿Qué piensas de sus arcos verde y rojo? ¿Por qué son distintos, si uno es el espacio y uno [el lugar que] los opone? Yesos colores, ¿son realidad o fantasía? 173. Hazme saber qué cosa es el color de la cola del pavo real: ¿crees que no sea de índole verídica; que únicamente toma los colores en razón de lo que tiene enfrente? ¿O bien opinas que hay 240

Yáhiz, que desconocía el fenómeno de la reflexión óptica, parece referirse en este párrafo al hecho de que, cuando el observador se quita de delante, el espejo «recobra» su color propio, esto es, ya no se percibe la imagen del que en el espejo se miraba. 241 A partir de este punto, y hasta el final del párrafo, el texto se vuelve oscuro y de difícil interpretación.

color en ella propiamente, y que lo demás son imaginaciones 242? Aparte, ¿qué dices del cubilete de agua243? ¿Cómo puede ser que se agudice su sonido, si no tiene aberturas; si el sonido precisa de aire y, al aumentar, necesita por fuerza una salida? ¿Qué piensas del verdor del cielo? ¿Es el verdor de la propia bóveda celeste, como creemos nosotros, o se debe quizá al calor del aire, tal como piensa nuestro contrincante? 174. ¿Sostienes que tenga color la bóveda celeste? Si así fuera, abarcaría todas las formas, lo cual está en contra de cuanto hasta ahora se ha pensado; y si no tuviera color, entonces los cielos serían cosa distinta de la bóveda celeste, con lo cual uno de ellos formaría parte del otro. Nosotros, además, decimos esto: si sucede que, al mirar desde lo lejos, vemos redondas las aldeas de alargada planta o forma diferente, ¡pudiera ser que el sol tuviera forma de cruz y que fueran cuadradas las estrellas! 175. Dime qué piensas del flujo y el reflujo: ¿se deben a un ángel que pone un pie y luego lo levanta 244? Si fuese cierto, resulta que 242

Ár. tawus < gr. taós. Sobre la disposición de los colores de la cola del pavo real ya advertía Claudio Eliano (o. cit., V, 21) que «hace sudar a los pintores que quieren representar lo característico de su naturaleza». La hermosura abigarrada de su plumaje y su aparente cambio de color son señalados por Yáhiz (Hay, II, págs. 243-4) como sus únicas características buenas, según popular opinión; pues se le consideraba, entre otras cosas, pájaro de mal agüero, horrible voz, horrendas patas e inquietante relación con el demonio (Damiri, Hayat, s. v.) 243 Parece que el autor alude aquí a un instrumento de la «ciatomancia» o adivinación mediante recipientes con agua, que producían ruidos que el adivino interpretaba. San Efrén (apud M. García Cordero, o. cit., pág. 213, n. 172) refiere que los persas empleaban parejo procedimiento, sacando oráculos según el ruido producido por unas copas que golpeaban. Véase Pellat, glos., s. v. '‘uss'. 244 Esta interpretación mítica de las mareas aparece, entre otros, en Mas‘udi (I, § 290) y en Abu Hamid (Tuhfa, pág. 62): «El fenómeno del flujo y reflujo tiene lugar dos veces al día y otras tantas durante la noche. El Señor todopoderoso ha establecido estas cosas. Cuando preguntaron al profeta ¡la paz sea sobre él! -por la causa del flujo y el reflujo, contestó: "Cuando el Ángel del Océano introduce el pie en sus aguas, éstas se desbordan; y,

un ángel sería el ministrante del cosmos; quizá incluso el ruido del trueno fuera el de la reprimenda echada por un ángel. Dejémonos, no obstante, de filosofía y sigamos el parecer de la mayoría ortodoxa; ¿o afirmaremos, quizá, que el flujo y el reflujo se deben a las mismas fuerzas de gravitación, al ejercer la luna su atracción y repulsión? ¿Qué opinión guardas de quien sostiene que la luna es acuosa y que, de entre los astros, es el más parecido a la naturaleza del fuego; junto a que el flujo y el reflujo únicamente se producen con arreglo ala atracción y repulsión que la luna obra en el agua? Todo lo cual es notorio en sus fases y cursos; quienes estudian el flujo y el reflujo bien lo saben. 176. Dime cómo ha llegado la adivinación por trazas a basarse en el parentesco, en el agua, en el aire y en la tierra. Resulta que la adivinación no es cosa que se finja, ni es trabajo, ni se conoce por deducción o reflexión: sólo la sabe quien la posee. Se encuentra entre los Banu Mudliy, luego en cenáculos de los Jafam y los Juza‘a, algo menos en Qurays y menos todavía entre los Banu Asad; ninguno de los cuales desciende del mismo padre; tampoco los une un mismo territorio, ni entre sus países ha habido [los mismos] adivinos que, practicaran la adivinación según el modo que hemos referido245. cuando la retira, el Océano baja de nivel"». También al-Muqaddasi (Ahsan at-taqasim fi ma‘rifat al-aqalim, trad. francesa A. Miquel, Damasco, Institut Français, 1963, § 32) refiere esta interpretación (con el ángel metiendo a remojo un dedo en vez de un pie) y otra más, citando a Ka‘b alAhbar: cuando los peces inspiran, el agua se introduce en sus «narices» Y se produce el reflujo; cuando espiran, sueltan el agua, y eso es el flujo. v. EI2, s. v. 'al-madd wa-l-djazr', art. de L. Martínez Martín. 245 'Adivinación por trazas', qiyafa, disciplina adivinatoria que abarca, por una parte, la interpretación de las señales, trazas o rastros dejados en la tierra y, por otra, la determinación de un parentesco entre individuos según su parecido físico. Esto es, geomancia y fisiognómica juntamente. «Esta categoría de ciencia sólo se da entre los árabes, y además sólo entre algunas de sus tribus, entre ellos los Banu Mudliy. Como la práctica de esta ciencia depende de la plenitud sensitiva, interior y exterior, esta plenitud no puede de ningún modo adquirirse, por que es imposible aprenderla o explicarla, oralmente o por escrito. Más aún, afirman que es patrimonio de determinadas tribus árabes, detenta" do por ellas con exclusividad. (Fajr ad-

177. ¿Cómo es que no se diferencian en la lengua, hablando éstos la propia de los Zany, aquéllos el nabateo y esos otros el persa? Si afirmas: «Entre ellos se distingue al que habla toscamente, al poeta, al forastero246 y al lloroso», [y a eso añades que] el poeta -aunque el verso le resulte fácil y se muestre aún más versado con la rima -recita poesía de otros, compone la propia, a ella se consagra y medita sobre ella247[...] ¿Cómo es que el hombre vive donde vive el fuego y, donde éste muere, muere él? Este dato se aprecia en las cuevas y aljibes. ¿Por qué [el hombre] se ha puesto a observar las estrellas desde el fondo de un pozo profundo y jamás las puede ver si no es cuando la noche está completamente oscura? 178. Háblame de la oscuridad: ¿es substancia que existe cuando cesa la luz, o bien la explicación de nuestra voz 'oscuridad' está en que sólo queremos decir con ella «reluctancia de la luz»? Si la oscuridad fuese de suyo realidad, ¿la verías acaso colarse por entre la tierra, y ocultarse al esparcirse la luz o al hender sus rayos el aire? ¿O quizá la tierra sea un disco de tiniebla, igual que el sol es un disco de luz? Si es así, ¿cómo es que no se repelen? y si resulta que cada uno se inmiscuye en el otro, ¿cómo no lo vemos según miramos? De ser así, entonces no veríamos jamás ni luz, ni oscuridad. 179. Si no te importa, dime por qué afirmabas que los nervios tienen sensibilidad, que el pesar [viene de] un nervio atrofiado, que el pulmón es insensible y que a quien se pasa la vida Din ar-Razi, o. cit., en M. J. Viguera, Dos cartillas, págs. 87-88). Dada la gran importancia de los lazos de sangre en las sociedades tribales árabes, se recurría al adivino de qiyafa o a la adivinación por flechas para despejar dudas sobre presuntas paternidades, etc. (T. Fahd, Divination, pág. 371). 246 Leemos la variante de la n. 5 (pág. 92) de la edición, es decir, ‘arir, por garir. 247 Desde el principio del párrafo hasta este punto, donde se interrumpe el texto, es más que probable que se hayan perdido varias líneas, dada la oscuridad del discurso, que se toma incomprensible.

ingiriendo olíbano no le duele el dolor, mas toda delicia lo deleita248. ¿Cómo, a ver, podrá sentir placer quien no sienta dolor? Si tal fuese factible, conocería la derechura todo el que ignorara el yerro y sabría de la verdad cualquiera que desconociese la mentira. 180. De la exógena ciencia, lo dicho es lo que sé; tú, sin embargo, eres más perspicaz en lo tocante al endógeno conocimiento: algunos de tus discípulos pretenden que sabes por qué no tiene bazo el caballo; por qué el camello no tiene vesícula biliar, ni pulmones el pez, ni lengua las ballenas; y por qué la liebre tiene menstruaciones249, y por qué rumian250 [...] 181. [...] por qué su pene es de hueso y por qué, salvo el riñón, son únicos los órganos que cuelgan en las entrañas de las fieras. Afirmabas, aparte, que tenías conocimiento de setenta maravillas del murciélago, cuando nosotros no sabemos más que siete 251; que 248

«Dicen que, a quien tiene por costumbre masticarlo, el incienso le

renueva los bríos del espíritu, le fortalece la memoria, le hace sanar de sus heridas recientes e impide a las malignas extenderse; lubrifica el eccema hasta curarlo, vigoriza la mente y corta de raíz la hemorragia nasal» (Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 175). Véase Ibn Habib, o. cit., 14r, 16v. 249 La creencia en menstruaciones de la liebre estaba extendida entre los zoólogos árabes. Así, el mismo Yáhiz (Hay, III, pág. 529) nos dice: .La gente tiene asco de las liebres y las hienas, y es porque tienen menstruaciones. Qazwini (‘Aya’ib, pág. 253) afirma de la liebre que .un año es macho y otro hembra, y menstrua como la mujer-. Según Camiri (Hayat, s. v. 'arnab'), «los animales que menstruan son cuatro: la mujer, la hiena, el murciélago y la liebre. Y se dice que también las perras», y aduce hadices para certificar lo dicho sobre la liebre. v. infra, n. 125. 250 Nueva interrupción del texto, que se prolonga hasta el párrafo siguiente. 251 Esas siete maravillas son mencionadas por Yáhiz en Hay, III, pág. 532, a saber: que se aparta de los altos montunos, de los llanos desérticos, de los troncos de palmeras, de las copas de los árboles, de las espesuras selváticas y los frondosos vergeles, de las hendiduras de las rocas y también de las islas; que, en cambio, se allega ala gente y sus moradas; que, ya en ellas, procura los más altos, recónditos e inaccesibles lugares; que es longevo; que, a pesar de su larga vida, conserva la vista buena; que soporta largo tiempo la falta de alimento y que, por más que viva y envejezca, no deja de crecer y engordar.

del oro conocías cien nobles cualidades, en tanto que la gente no conoce sino diez; y que sabes del camello mil remedios y mil males, mientras que los beduinos afirman conocerle no más que cien enfermedades sin ningún remedio. 182. Atiéndeme, si no te importa: el Enviado de Dios -que él lo bendiga y salve- dijo: «La elocuencia es casi magia», y afirmó: «Sin duda hay magia en la elocuencia». Tras oír hablar a un hombre con palabras elocuentes, admirables, delicadas y sutiles, exclamó ‘Umar b. ‘Abd al-‘Aziz: «Vive Dios que esto es magia sin pecado». Por otra parte, se dice de quien es mañoso y fascina con su habla a la gente, así como también del hombre benigno y sosegado: «¿No es acaso un mago?» o «Embruja con su labia». También se ha dicho de la mujer: «La de ojos hechiceros»; y Dios menciona a los magos en el Alcorán, lo mismo que habla de Harut y Marut y se refiere a «Las que soplan en los nudos»252. En fin, dice la gente: «Es más detestable que la magia» cuando quiere expresar el preciso concepto objeto de la comparación, la magia misma y cuanto origina estos ejemplos. 183. ¿Y por qué te encuentras -Dios te dé larga vida- con que se ha llamado magos a los oráculos árabes, mas no al vidente, ni tampoco al adivino, ni al que tira las chinas 253, ni al que tiene un genio personal; ni al que, desde ‘Amr b. Luhayy hasta nuestros días, pretende tener un genio inspirador? ¿Qué dijo el mago al anudar el nudo? ¿Y al enterrar en España la imagen de un hombre de Fargana? ¿Y cuando torneó dos cirios, labrándolos a imagen de sendos seres humanos, los enterró y tapó el lugar tras haberlos colocado cara a cara a fin de que se miraran con amistad, de tal manera que, de haberlos puesto espalda con espalda, habrían permanecido enemistados254? 252

Alc. 113: 4. Véase J. G. Frazer, La rama dorada, pág. 284 y sigs. Para adivinar con ellas, según caigan al suelo. Véase T. Fahd, Divination, pág. 195. 253

254

Este tipo de prácticas mágicas se muestra por extenso en el Seudo Maslama el Madrileño, Picatrix, pág. 213 y sigs., donde se dice que son originarias de la India.

184. Dime quién se encarga por el mago de hechos como ésos; quién los ejecuta en su lugar y quién se le ofrece para tales menesteres; pues si «Satán» me dices, ¿por qué razón habría de llevárselos a cabo, si la condición primera del demonio es no acatar a quien tiene por encima? y si afirmas: «Es por obra de irrevocables exorcismos y conjuros invencibles», [habré de contestarte que] Dios ya conjuró a Satán con el Alcorán, con el Evangelio y con la Tora; mas no por ello observó que hiciese caso, ni diera a lo dicho algún valor, ni se cuidara de ello o lo estimara cosa de fuste. 185. Dime qué es ese conjuro, al que responde el diablo si lo escucha y obedece si se le manifiesta. ¿De dónde lo ha sacado el hombre? ¿Cómo dio con él? ¿De quién le viene? ¿Lo creó o le fue creado? Si fue Satán el primero que lo conoció, debió de ser entonces el primero en darlo a conocer, antes de que el hombre lo usara contra él; lo cual nos brinda el meollo de la cuestión: ¿qué es lo que le hace precisar del conjuro hasta en los más nimios detalles? 186. Dame tu parecer a este respecto: si afirmas que no es Satán quien asiste al que pronuncia el conjuro; si éste es musulmán y [quien le asiste] es musulmán [también] -razón por la cual responde al conjuro y propicia su efecto-, ¿por qué entonces trastorna a los cabales y mata a los enfermos, provoca afectos lo mismo que aversiones, separa al hombre de su mujer, al hijo de su dilecta madre y arrima a putañeros a las castas féminas? ¿Por qué suplicia y mata, si todo ello es incompatible [con el Islam]? 187. ¿Por qué se ha dicho [al hablar de la familia]: «Más díscolo que un uromastri» y «Más obediente que una gata», cuando resulta que ambos se comen a sus crías 255? ¿Por qué el lobo 255

Ya Heródoto (Historia, n, 66) apunta que los gatos machos matan a sus crías (aunque sin comérselas) para poder aparearse continuamente con las gatas, porque éstas, tras parir, ya no aceptan la compañía de los machos. Como a la gata «le encanta tener crías», permite al macho acercarse a ella

alimenta a los cachorros de la hiena cuando ésta muere o sucumbe, que hasta el poeta dijo: ...para que un lobo sostenga a su camada? ¿Acaso entiende la hiena esa frase que le dicen: «Escóndete, Umm ‘Amir»256? ¿Cómo es que la gacela no entra a su echadero si no es a reculones? ¿Puede ser posible lo que dicen sobre el sueño de los lobos? Aquello que cantó el poeta: Con uno de sus ojos, duerme; y de la muerte se guarda con el otro, pues dormita y vela. ¿Por qué la liebre duerme con los ojos abiertos 257? ¿Por qué se come el lobo a su compaña cuando ve que tiene sangre258? de nuevo (v. Claudio Eliano, o. cit., VI, 27). Los proverbios del texto aparecen en Maydani (Mayma‘, I, pág. 204, n.º 583; II, pág. 397, n.º 2616), quien explica que el uromastrix se come a sus crías debido al mucho celo que pone en proteger sus huevos; tanto que, al romperlos las criaturas y salir de ellos, la madre piensa que son «algún animal que pretende capturar sus huevos» y los mata. En cuanto a la gata, se come a sus criaturas por el intenso amor que les tiene. Tocante al carácter díscolo del uromastrix, Ibn Qutayba (cit. Pellat, glos., s. v. 'dabb') dice que era un judío desobediente con sus padres, por lo que fue metamorfoseado. 256 Jamiri, Umm ‘Amiri (Maydani, Mayma‘, I, pág. 422, n° 265). La hiena, cuyo sobrenombre es Umm cAmir, es uno de los símbolos de la estupidez: «Cuando la quieren capturar, arrojan piedras a su escondrijo; y ella, creyendo que sean cosa que pueda cazar, sale y entonces la apresan». De semejante guisa, si el cazador dice a la hiena .Escóndete, Umm ‘Ami», puede entrar a su guarida y capturarla, apresándola por las patas y el hocico (Pellat, glos., s. v. 'jamara'). 257 Extendida creencia que ya hallamos en Claudio Eliano (o. cit., II, 12; XIII, 11, 13), quien escribe: «Dicen que la liebre duerme con el cuerpo, pero que sus ojos, entretanto, están vigilantes». En Hay, III, pág. 406, leemos de Yáhiz: «Los árabes del desierto afirman que el lobo es sumamente precavido, y que da relevo a sus ojos, pues uno lo tiene cerrado y dormido, y el otro abierto y vigilante. Tampoco dudan de que la liebre duerme con los ojos abiertos». 258 Por su extrema maldad, astucia y desconfianza hacia el resto, los lobos duermen unos frente a otros, o incluso con un solo ojo. Más aún, «si uno de

188. ¿Qué hay entre los genios y los toros? ¿Y entre los demonios y las torcaces? ¿Hay genios en las serpientes? ¿Qué significa el dicho: «Como si lo hubieran quebrado y recompuesto»? ¿Cómo ha de interpretarse el hadiz: «La bestia sin cuerno será castigada por la bestia cornuda, y se le impondrá encerrarse entre dos granos de cebada.? ¿Por qué afirmaste que la edad de Noé es la más larga de todas las edades, a más de que todos los profetas habían alertado contra el Antecristo, y que el Antecristo es un hombre? 189. Te he preguntado aunque sabía que, de todo ello, no conocías a fondo ni mucho ni poco. Si quieres saber el valor de estas preguntas y cuanto hay en ellas de banal, de cuento, de disparatado, cierto o falso, aplícate a leer mis obras y disponte a frecuentar mi puerta. Comienza por negar el antropomorfismo y la doctrina del Bada’; remplaza la Rafida259 por el I‘tizal y, si tras la autoridad [que así te ganarás] y la abnegación [que vas a demostrar], junto con la molestia e importunio [que mis preguntas te han causado], todavía se te niega la utilidad [de mis consejos], ¡que Dios aleje de nosotros tan sólo a los que agravian! 190. Aún me queda por hacerte unas preguntas, que marcarán la conclusión de este libro y pondrán punto final a mis demandas: dime, pues, qué es preferible: si la frase en que Hipócrates comenta: «Corta es la vida, largos los menesteres por hacer, finito el tiempo, la experiencia incierta y el destino adverso», si el juicio donde Platón resume: «De no ser porque, al decir que nada sé, ellos se hace una herida, el resto se lo come» (Qazwini, ‘Aya’ib, pág. 259). Maydani cita la expresión más canalla que un lobo, y señala que quizá el colmo de su vileza esté en que si dos lobos ven a un hombre y se lo quieren comer, se conchaban y se le acercan a la vez, uno por cada lado; pero si el hombre, al defenderse, hiere a uno de los dos haciéndole sangrar, entonces el otro lobo se desentiende del hombre y se come a su compinche (II, pág. 397, n.º 2616). Este tipo de observaciones ya se ve en Claudio Eliano (o. cit., VII, 20), quien las recoge de Egipto y los egipcios, añadiendo que igual hacen los hombres con respecto al dinero. 259 V. infra, n. 108.

aseguro que sé algo, diría que no sé nada» o si quizá la modestia de Arsiyanus cuando afirma: «No hay en mí más mérito científico que el de saber que no soy sabio». Para mientes en éste último; y luego reflexiona sobre el juicio de Demócrito: «Mejor un sabio empecinado que un ignorante equitativo» y sobre el de su mejor discípulo: «No hay ignorante ecuánime ni sabio contumaz; pero bien puede ser contumaz el ignorante». 191. Considera después la opinión de Zósimo: «No habría ciencia sin estudio; ni habría estudio sin ciencia. Prescindir de la verdad por ignorancia me resulta preferible a apartarme de ella por indiferencia y, si es verdad que la ignorancia se debe a una merma en el sentido del bien, entonces la tozudez se deberá a un exceso en el sentido del mal. Abandonar el bien por entero me resultaría más grato que obrar el mal a medias». Considera además el juicio de Tumuqrat260: «El saber es alma, en tanto el estudio es cuerpo; aquél es raíz y éste rama; el primero alumbra, el segundo es alumbrado. El estudio se debe a la existencia del saber -sin que éste deba la suya a aquél-, pues la causa eficiente es mejor que la causa secundaria, igual que lo primordial vale más que lo accesorio». Pondera, en fin, esta opinión de Polemón261: «El conocimiento viene del estudio, que es un fin en sí m1smo; el primero es guía y el segundo es recto camino». 192. Cavila también sobre lo que dijo Aristóteles: «Mi solicitud por el saber no ambiciona abarcarlo por entero, ni es medio dirigido a ese fin: es búsqueda de todo aquello imposible de ignorar y cuya renuncia no convenga al hombre juicioso». Piensa en este juicio de [...]262: «Conozco la aritmética, domino los 260

La interpretación de este nombre es difícil: ¿Demócrito, Demócrates, Hipócrates? Véase Pellat, index, s. v. 'Tumuqrat'. 261 Quizá se trate del sofista griego Polemón de Laodicea. Véase M. J. Viguera, Dos cartillas, pág. 1; Fihrist, pág. 736. 262

El nombre del autor de este pensamiento no figura en el texto, debido a error del copista. Pellat (pág. 99, n. 5) apunta que, por lo que en él se dice, parece tratarse de Euclides.

saberes musicales y sé la geometría. Nada queda [por encima], pues, más que la teología y la virtud moral»; y reflexiona sobre éste otro de Muristus: «Conozco la mayor parte de los saberes particulares y, aún así, tan sólo sé lo mínimo de cuanto se conoce por general sabiduría, pues un poco de mucho es mucho; y mucho de poco, poco es. Comencé aprendiendo todo aquello que estuviera lejos de ser general y difuso, deseando hallar lo concreto, es decir, el conocimiento del Uno, del cual viene el primero de los números, y al cual habré de regresar». 193. Medita luego sobre el sentir de Polemón: «¡Qué ínfimo el provecho que se obtiene del mucho saber, si se compara con la nobleza de carácter y la templanza de las pasiones!» Medita también sobre éste de su discípulo primero: «El imperio del carácter vuelve inútil el conocimiento y hace olvidar las consecuencias [de los actos]; pero, si es sólido, es el conocimiento el que se impone». Para mientes, de seguido, en la opinión de su discípulo segundo: «Lo impenetrable no es cosa del saber, así como lo oculto no es objeto del entendimiento; pero no hay cosa impenetrable sino gracias a la inoperancia y manquedad, ni cosa oculta sino por razón de abandono y charlatanería». 194. Considera, por último, esta sentencia de Masaryis: «Quien flojea en el saber por propio deseo, por temor, por competencia [con los otros] o por [el dominio de] las pasiones, es porque sus deseos y su temor corren parejos con lo que merece. Quien busca el saber por la nobleza que en él hay y persigue los beneficios del conocimiento, logra sacarle fruto en razón de su propia valía y rango: el provecho que obtiene es tanto como sus merecimientos». 195. Tocante a la inteligencia hay aún más divergencia de pareceres que respecto del saber; pero la inaccesible oscuridad del tema me impide referírtelo, pues sé que no podría conseguir que te lo figuraras sino gastando largo tiempo, ni hacer que la idea te entrara en la cabeza sin usar de numerosos preparativos.

196. Este libro es placentero, con todo y con los ingredientes que hay en él: elementos afines y significados opuestos, burlas y veras, conceptos inaccesibles y sentidos evidentes, interrupciones y vueltas al hilo del relato, facundia y parquedad, evidencias y descreimientos; y todo, cuando he querido azuzar con ello a un fatuo, desenmascarar a un trápala, probar a un intrigante, avergonzar a un fresco, domar a un altercante, [o bien] zumbar a un gentilhombre, interpelar a un erudito, aprender de un pozo de ciencia, reparar en el camino recto y renovar las mientes. 197. La inteligencia -permíteme que te lo diga- se adormece más que el ojo y necesita más que el baldeo que la amuelen; no hay cosa más presta a alterarse ni que precise más cuidado; nada hay más dañino que sus males, ni más escaso que sus sanadores, ni más penoso que su curación. Quien le provee remedios antes de su deterioro logra los más de sus afanes; pero no alcanza ninguno quien lo intenta después. Ciertamente, la abundancia de ideas es uno de los más apreciables motivos del saber, como también el permitirnos conocer las caras y aristas de los problemas. 198. Cabe distinguir entre ideas endebles, consistentes, falsas y veraces. Luego están aquéllas que se presentan con premura, las que se demoran en llegar, las sutiles -que frisan lo incomprensible- y las inaccesibles, a las que no alcanza el intelecto. Aparte, según sus clases, gozan de mayor o menor importancia y, en razón de su rango, se diferencian o caracterizan frente al resto. Caminos hay para todo problema, y puertas para acceder a las verdades: quien las pasa por alto y está a la expectativa se ve en peor estado que aquél que se dirige a ellas y no espera. Según cuál sea la salud del intelecto, así las ideas gozarán de buena salud. Igualmente, la sagacidad anda en función del grado de dedicación [a la facultad de discernir]. Ésta es la síntesis, la mejor parte, la división y la totalidad de este capítulo. 199. De entre las más poderosas razones en favor de la ciencia, podemos citar la facultad de retener lo pasado; registrar lo que

acontece; estar a la expectativa de cuanto ha de venir; no dejar libre de reflexión al espíritu si no es en la medida en que la naturaleza precise descansar; saber que el estudio es para la memoria lo que la memoria representa para el conocimiento; conocer la diferencia entre los deseos de saber que originan la rivalidad y las mundanas pasiones, y aquéllos que se deben al noble afán y al temor [de Dios]. Y, también, saber que la ciencia no muestra graciosamente lo que guarda: no permite, en efecto, conocer sus secretos, ni cuanto alberga en sí, salvo a quien la desea por su carácter noble, la prefiere por su radical verdad, la sitúa por encima del provecho inmediato y la preserva de la trivialidad. La ciencia, en fin, no te brindará neta sabiduría si no le otorgas plena dedicación. No en vano se dice: «Quien engaña, engañado será». 200. He aquí una nota que te sería conveniente conocer, adoptar, recordar y tener en cuenta: ello es que, en las ciencias, comiences por lo importante y escojas de sus disciplinas aquéllas en las que Seas más eficiente y en las que más solícito se muestre tu carácter; pues, ciertamente, las cosas se asimilan en razón de la energía que a ellas se dedica, y la entrega es proporcional a la solicitud mostrada. Entre las mejores razones de la ciencia se halla la facultad de discernir lo embrollado, distinguir sus categorías y conocer sus magnitudes, para así otorgar a cada concepto el mucho o poco interés y consideración que merezcan; con tal de no ocuparte más que de lo valioso y consistente, de lo precioso e importante, y no desechar sino lo magro, lo mezquino, lo trivial y lo baldío. 201. Y tú, cuando obres de ese modo, no distinguirás la linde o diferencia entre los dos análisis o juicios [que acabamos de exponer]. La sagacidad suprema, la perfecta habilidad estarán en que no te demores ni te precipites: que sepas que la rapidez es cosa distinta de la prisa y que la calma no es lo mismo que la lentitud; que estés seguro de que accederás a la verdad si satisfaces lo que ella exige, y que confíes en la recompensa del juicio cuando le concedas lo que es suyo.

202. He aquí, pues, cuanto sirve de justificación para esta epístola; ésta es toda mi argumentación para explicar su extensión y variedad. Si hemos acertado, era el acierto lo que pretendíamos, ya ese objetivo apuntábamos. Si, por el contrario, erramos, no se debe ello a averías de la conciencia ni a merma de la atención por mor de negligencia: quizá mi naturaleza me haya traicionado; puede que se haya dado alguna razón imprevista o que alguna omisión involuntaria haya ocurrido; tal vez, en fin, alguna distracción me haya estorbado. 203. Cálmate, tú que me escuchas, pues el error es mucho y abundante: todo lo alcanza y todo lo domina. La razón, en cambio, escasa es y reservada: se encuentra descuidada y sometida. Conque dirige los reproches a quienes los merezcan e impónlos a quienes convengan, ¡que muchos son y bien se sabe dónde están! 204. Yo me asombraba de todo acto que se saliera de la norma; mas cuando los actos, todos, de la norma se salieron, todos también se volvieron motivo de estupor. Con su entrada en el dominio del asombro, pues, vieron perdida la facultad de asombrar. Dios, el Altísimo, menciona en su Libro el estupor; y el Enviado mismo -que Él lo bendiga y salve - se asombró en su tiempo. Había entre sus contemporáneos sujetos imperfectos y plenos de virtudes; puros y turbios de espíritu; de recto proceder y de conducta tortuosa. Dijo Dios -bendito y ensalzado sea- a su Profeta: Si de algo te asombras, asómbrate de Su palabra263, y también: Pero, ¡no!, te asombras y ellos se mofan264. 205. Sabe que, de quien se asombra irreflexivamente, no queda sino un trozo de lengua y, de quien escucha a tontas y a locas, tan solo perdura una ración de oreja. En cuanto a los corazones, están deshabitados; son crueles, inertes e impasibles: ni atienden

263 264

Alc. 13: 5. Alc. 37: 12.

llamadas, ni responden preguntas: la mala costumbre los ha vuelto indiferentes; el poder de la ebriedad se adueñó de ellos. Deja lo que no te es propio: en lo que yo te ofrezco hay preocupación e intenciones penetrantes. 206. Ten en cuenta también que Dios, el Altísimo, metamorfoseó radicalmente el mundo y lo despojó de todos sus atributos. Si lo hubiera metamorfoseado como hizo con algunos politeístas, a los que transformó en monos, o con ciertas naciones a las que convirtió en cerdos, habrían permanecido en él algunos de sus rasgos y se le habrían quedado marcados ciertos accidentes como, por ejemplo, los vestigios de apariencia humana que se observan en el mono o los que tiene el cerdo en su interior. Pero Él -grandes sean sus alabanzas- metamorfoseó el mundo de manera incontestable, profunda y general, de suerte que se da la más completa oposición entre lo que es y lo que fue: ambos conceptos están en extremo desacuerdo. 207. La razón, hoy en día, es cosa peregrina; se ignora a quien la posee. Lo asombroso es que haya quien hable cuando está prohibido y acierte en medio de la oscuridad. Si, a pesar de los tiempos que corren, te haces partidario suyo, acabarás con él; si, en cambio, lo dejas de lado, lo socorrerás. De ti no queremos ni solaz, ni ayuda ni consolación. ¿Cómo habría de pedirte algo cuya razón de ser finiquitó y cuya raíz se encuentra descuajada? Antaño se decía: «El que busca, encuentra»265, y aquéllos eran buenos tiempos, no corruptos como éstos: pues hoy día, al obrar justamente caerás en la rareza y, si te comportas con iniquidad, no serás contrario al signo de los tiempos. Que Dios nos otorgue la justicia y nos guarde de agravios. Gracias a Dios, como a Él es propio. Él nos basta. ¡Qué excelentes son Su ayuda y confianza!

265

3)

Leemos say’an en el lugar de ‘ayban, tal como indica Pellat (pág. 105, n.

***

ÍNDICE GENERAL

Introducción 1. Yáhiz 2. Datos biográficos

3. Trascendencia de la obra de Yáhiz 3.1. I‘tizal y su‘ubiyya 3.2. Obra político-religiosa 3.3. Literatura de adab y cultura arabomusulmana. 3.4. El adab de Yáhiz 3.4.1. Principales obras de adab 4. El Kitab at-tarbi‘ wa t-tadwir. 4.1. Fondo mítico, escenario mundano. 4.2. Título, fecha, estructura 4.3. Dimensión en la literatura árabe. 5. Tradición y difusión del texto. Cronología Bibliografía básica. Criterios de esta edición. Abreviaturas. Libro de la cuadratura del círculo.

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