Las Mujeres Almogávares En La Defensa Del Castillo De Gallípolli.pdf

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Las mujeres almogávares en la defensa del castillo de Gallípoli: Ramón Muntaner (1306)

© Esther Gutierrez Escoda Universitat Rovira i Virgili, Tarragona (Spain), 2012.

Las mujeres almogávares en la defensa del castillo de Gallipoli: Ramón Muntaner (1306), de Esther Gutierrez Escoda está sujeta a una licencia de ReconeixementNoComercial-SenseObraDerivada 4.0 Internacional de Creative Commons

La defensa del castillo de Gallípoli fue ordenada por Ramón Muntaner (1265-1336), hijo de una familia aristócrata militar catalana, que había nacido en Peralada en el año 1265 y que murió en Ibiza a la edad de 71 años. Cuando tenía veinte años Muntaner tomó parte en la conquista de Menorca, después participó en la lucha contra los francos en Sicilia, y en el año 1300 en el asedio de Mesina, al lado de Roger de Flor y en calidad de Procurador General de su Compañía. En verano de 1302 inicia bajo las ordenes de Roger de Flor la Expedición a Oriente, con un doble papel, por un lado el de guerrero, y por el otro el de administrador o “Mestre Racional”.

En 1307 deja la Compañía ya que el rey de Sicilia le encarga la pacificación de Djerba, en el norte de África, donde después será Señor. Se casó con Valençona en 1311, y tres años después se le encargó la misión de trasladar de Catania a Perpinyan a un bebé huérfano, el futuro Jaume III, último rey de Mallorca, para que lo entregase a sus abuelos, Jaume II de Mallorca y Esclamorda de Foix. En 1325 a la edad de sesenta años Muntaner empieza a redactar La Crónica que acabó tres años después. El mismo año que asistirá a la coronación de Alfonso III “el Benigne”, y al año siguiente partiría a Mallorca donde permaneció como Conseller Reial i Batlle de Ibiza, donde moriría en 1336. Fue enterrado en la iglesia de Sant Doménech.1

1

Arnau, C., 1990: Ramón Muntaner. Crónica I. Ed. 62, Barcelona, pp. 5-6

La Crónica II, 227 La Crónica está protagonizada por el Casal d’Aragó, como llama el cronista al linaje de los condes de Barcelona. Abarca desde el nacimiento de Jaime I el Conquistador en 1208, hasta la coronación de Alfonso IV, en 1328. A partir de 1258, el cronista se basa gran en parte en sus propias experiencias. La obra en sí reúne el doble aspecto de ser un “espejo de los príncipes”, destinado al linaje del condado de Barcelona, y unas memorias personales. Destaca el uso que hace Muntaner de la religión como instrumento de propaganda política desde esta doble perspectiva, por ello el Casal d’Aragó tiene la misión divina de acrecentar y multiplicar la Santa Fe Católica.

La Crónica explica la expansión almogávar por el Mediterráneo Oriental realizada por mercenarios al servicio del rey de Aragón en sus campañas marítimas. Los almogávares combatieron bajo su pabellón cuatribarrado durante los primeros años del siglo XIV, reinado que corresponde a Jaume II, y al mando de los caudillos militares de la fama de Roger de Flor, Bernat de Rocafort o de Berenguer d’Entença.

Precisamente uno de los almogávares más ilustres e ilustrado fue sin lugar a dudas el propio Muntaner, que fue partícipe directo en la defensa del Imperio Bizantino de los ataques turcos, combatiendo junto al Emperador Andrónico II por el rey de Aragón, y ganándose el recelo de los genoveses, rivales comerciales por excelencia de Cataluña en el Mare Nostrum.2

2

Sarasa Sánchez, E., 1998: Aragón y su intervención militar en el Mediterráneo Medieval. En Militaria, Revista de Historia Militar, número 12. Ed. Universidad Complutense de Madrid, p. 43

El capítulo de la Crónica II que aquí nos ocupa (227), hace referencia explícita a la defensa del castillo de Gallípoli por parte de Muntaner, acaecida después del asesinato de Roger de Flor víctima de las intrigas de la Corte Imperial. A partir de este trágico episodio, los almogávares se apoderarán de Gallípoli y la convertirán en la capital de un nuevo Estado, desde donde devastaron gran parte del Imperio, sobre todo Tracia, durante dos años. Esta represión ha pasado a la Historia con el nombre de La Venganza Catalana. Todo ello implica el hecho de que la Compañía Catalana pasó de alianza con el Imperio a la lucha abierta y declarada contra él, lo cual es importante para su estatuto jurídico, ya que de este modo la Compañía se convirtió en independiente del todo.

La justificación de la contienda: “guerra de defensa”

Los conflictos previos a la defensa del castillo de Gallípoli se iniciaron en cuanto los genoveses aliados del emperador y cuyo capitán era Antoni Spíndola, amenazaron a los almogávares de Muntaner para que se marcharan del lugar, ya que era territorio del Imperio. El cronista explica que la Compañía en esos momentos estaba luchado contra los alanos, por lo que se encontraba desprotegido y que además ese aspecto era sabido tanto por los genoveses como por el propio Emperador: Que dementre que la companya fo partida de Gal.lípol per anar sobre los alans, l'emperador ho sabé; e fo ventura que en aquella saó vengren divuit galees de genoveses, de què era capità ser Antoni Spíndola, e era vengut de Génova en Constantinoble per menar…

Muntaner se lamenta de la postura de Spíndola ya que: era encara amic de la casa d’Aragon... e així no hi havia raon que aquells desafiaments ell faés ne nós deguéssen reebre. Aquí el autor parece apelar al sentimiento del honor y de lealtad que por lo demás, es el código moral de todo buen caballero. El cronista insiste en que Spíndola: desafia’ns, es entonces cuando el cronista nos explica que ambos contingentes hicieron público el conflicto: E ell feu una carta publica d’açó... e jo altra d’açó que hagui respost per tota la Companyia. La justificación de la defensa del castillo de Gallípoli por parte de Muntaner es realizada a partir de tres conceptos claros y diferenciados. Por un lado la falta de honor y lealtad de los genoveses ante la injusticia que estaban recibiendo de parte del Imperio: que el requeria de part del... senyor rei d’Aragon..., por otro alude a la concepción puramente religiosa: de part del Pare Sant apostoli de qui nos tenim la Senyera, contra l’Emperador e les sues gents, qui eren cismátics..., y finalmente el cronista deja claro su deseo de vengar la muerte de Roger de Flor: E a gran traició havien morts los nostres caps e les nostres frares...E no en sabia be lo nostre cor... Que null temps no n’eixissem estró venjança complida n’haguéssem presa.

Para Muntaner este episodio bélico es concebido como consecuencia de no llegar a un entendimiento diplomático con los genoveses: E puis, la terça vegada ell s’hi torná, e jo respònguí-li que ell faïa mal... por ello según el autor y apelando de nuevo a Dios no quedaba otro remedio que defenderse: Que Deu e el mon podia veure que nós con a forçats ho haviem a reebre, e ens haviem a defender. E tot aço fiu jo metre en forma publica.

La defensa femenina del castillo y la intendencia

El asedio a Gallípoli se realizó durante el mes de julio 1306, un año después de la muerte de Roger de Flor, y el intento de la toma de la fortaleza fue llevado a cabo por los genoveses, aliados del Imperio y los propios bizantinos, el ataque fue realizado mediante la flota naval con alevosía y nocturnidad según el propio autor: E vengren un disabte a vespre davant Gal.lípol, totes vint-e-cinc galees... Per combatrenos... Sabent que la Companya nos era lluny, e nós que érem pocs homes d’armes romases... Jo ordoné ma defensó tota la nuit... nos dice Muntaner.

Estratégicamente cuenta sólo con siete caballeros (incluido él mismo), y ciento treinta y cuatro homes de peu por lo que decide disponer de las mujeres almogávares: Fembres... Que de les armes havíem assats, como miembros activos de la defensa, situándolas en los muros de la fortaleza bajo las órdenes de los mercaderes. Aquí, las mujeres de Muntaner aparecen en lo alto de la muralla defensiva arrojando al enemigo Cantals e pedres... Defensaven tan regeu que maravella era...

Cabe destacar que el autor menciona o alude a tres tipos diferenciados de mujeres: Amigas... Fembres... Fembres de les armes, lo que no nos explica es si existió algún grupo específico de mujeres almogávares entrenadas o instruidas que, ante la necesidad del momento participaban de forma activa en las batallas o bien, se trataba de órdenes dadas a las mujeres almogávares en general (concubinas y esposas), por parte de sus superiores, o simplemente una acción voluntaria femenina en momentos de conflicto bélico. Lo que llama la atención en todo caso, es esa diferenciación respecto a la

tipología de las Fembres de les armes, como también es curiosa la concepción que los genoveses tienen de estas mujeres: Tinyoses que ha de dins vos defensen aquella casa...

Las fuentes griegas contemporáneas a Muntaner en lo referente a las costumbres y modo de vida de los almogávares únicamente en Paquimeres aparece alguna referencia dispersa, como por ejemplo la conocida costumbre de los almogávares de llevar consigo a sus concubinas en sus frecuentes y largos desplazamientos, aunque también les llama la atención el empleo de la horca que los catalanes tenían como medio de ejecución.3

Así, las fuentes griegas no diferencian el status o rol de las mujeres almogávares como sí lo hace Muntaner, para los griegos todas son concubinas. No hay que olvidar que la participación de las mujeres en las guerras no era un caso excepcional, sirva de ejemplo el caso de las Cruzadas, puesto que era habitual ver partir juntas a las parejas, y que las damas acompañaran a sus esposos. Algunas mujeres emprendieron la marcha estando embarazadas y pariendo en el camino. Pero la costumbre general, era ver al caballero y a la dama partir juntos.

En el Concilio de Clermont de 1095 se decidió la intervención de Occidente en la liberación de Jerusalén. Esta vez fue una peregrinación armada la que se puso en movimiento, con objetivo muy preciso. Numerosas mujeres participaron en ella y todo el mundo lo encontró natural. Algunas no dudaron en vestir la cota de malla, ponerse el casco y manejar la espada, como las esposas de los normandos de Sicilia, o la margravina Ida de Austria, que empuñó las armas en el 1101 y partió para Palestina al

3

Morfakidis, M, 1987: La presencia catalana en Grecia. Relaciones entre griegos y catalanes según las fuentes. Erytheia 8.2 (en línea) http://interclassica.um.es/var/plain/storage/original/application/2157d5e607c704bd69fac18e10029db1.pdf

mismo tiempo que el duque Wolfe de Baviera. La mayoría de ellas ejercieron no obstante, como auxiliares más que como combatientes. Ana Conmena nos ha dejado numerosos retratos de mujeres bizantinas, en cambio a penas se extendió sobre las mujeres del ejército de los cruzados, sólo describió a algunas como la Normanda Sichelgaïte, esposa de Roberto Guiscardo, capaz de armarse como un soldado y de pelear o atrapar a los fugitivos para llevarlos de nuevo al combate. Durante la primera cruzada circularon conmovedores relatos referidos a Florinda, hija del duque Eudes I de Borgoña, que luchó al lado de Suenon, hijo del rey de Dinamarca. Numerosas evidencias de mujeres que tiraban el arco o accionaban las ballestas (la artillería de entonces), como el caso de la Mujer del Manto Verde, que conocemos por la crónica del historiador árabe Beha-ed-Din, y que fue compañera de batalla se Saladino. Dicha crónica nos cuenta que durante el sitio de Acre (exactamente el 3 de julio de 1191), no paraba de lanzar flechas, alcanzando a varios enemigos: finalmente la matamos y llevamos su arco al sultán... O esta otra durante el asedio del castillo de Burzey, también a cargo de Saladino: manejaba la ballesta con tal habilidad, que dejó fuera de combate varias balistas (máquinas para arrojar piedras), de los sitiadores.

Otras se afanaban en los fosos cargando piedras para facilitar el acceso a las murallas. Ambrosie, que acompañó a la expedición de Ricardo Corazón de León, nos cuenta como una de ellas, que “se movía mucho” llamó la atención de un sarraceno, que le disparó una flecha mortal. Su marido acudió rápidamente, pero nada pudo hacer sino

sacarla del foso donde murió, y semejante mujer, así dice la Historia, deben todos guardar en su memoria, dice el cronista.4

Volviendo al caso que nos ocupa, y en cuanto a la intendencia llevada a cabo en la defensa del castillo de Gallipoli, Montaner nos explica que hizo llenar todas las calles de botas de vino y pan abundante ya que: El poder era tan gran defora que no ens lleuria d’anar a menjar a casa. También dispone de médicos preparados para entrar rápidamente en acción y de cocineros que: Coïa gallines per nafrats... Muntaner hace cubrir las barbacanas con vegetales para amortiguar los proyectiles enemigos y para poder desplazarse por el perímetro de la muralla defensiva sin ser alcanzado o visto por los genoveses.

Composición, armamento almogávar y la derrota del enemigo

Como ya hemos indicado anteriormente, durante este episodio Muntaner cuenta tan sólo con ciento treinta y cuatro infantes, siete caballeros y dos mil mujeres. En cuanto a las armas, el autor nos habla de escudos, corazas, espadas, lanzas, puñales, piedras E cantals, ballestas Cairells y Brocas, especie de azada puntera que por un lado tenía punta y por el otro corte. En cuanto a la caballería, aunque escasa contaba con Llorigues y Perpunts, aunque parece ser que el caballo en el combate era usado más como medio de transporte que como método de combate, puesto que prefieren combatir cuerpo a cuerpo para actuar con mayor soltura: Llavors mané a un meu escuder, qui era a cavall 4

Pernoud, R., 2000: La mujer en tiempos de las cruzadas. Ed. Editorial Complutense, Madrid pp. 10-18

armat, que brocás sobre ell... E va-li tal colp donar del pits de cavall, que en terra lo més, e llavors foren-ne fetes cent peces.

Ello no obsta para que otras fuentes ajenas a Muntaner mencionen el armamento de los almogávares e indiquen que sus armas eran dos dardos, una lanza o azcona de montería, y un alfanje o espada colgada de recia correa.5

En cuanto a los componentes del ejército imperial, el cronista nos habla del almirante Andriol Morisc, del capitán Antoni Spíndola, de gentiles hombres, de palomeros, de la Xurma o gente de baja condición de las naves, e infantería, pero reconoce que el más fuerte de todos en el combate es Antoni Bocanegra que acabará descuartizado como hemos visto más arriba por el escudero del propio Muntaner. Al referirse a las armas de los imperiales alude a la Espaa bordodenca, que por lo demás, es con la que luchaba mediante la técnica del estoque Antoni Bocanegra, típica por lo general de los guerreros del siglo XIII que llevaban para usarla cuando no podían utilizar la lanza, la maza, ni la espada de corte.

Si como hemos podido observar Antoni Bocanegra murió descuartizado, el capitán Spíndola no tuvo más suerte, ya que fue decapitado: ¿Qué us diré? Que tantost N’Antoni Spíndola perdé la testa en aquell lloc on féu los desafiaments... hi moriren mes de sis-centes persones de genoveses...

La derrota del ejército imperial implicó la celebración de los almogávares mediante la convocatoria de Grans professons, de tipo militar i con finalidad publica y religiosa, en 5

De Sotto Montes, J., 1984: Semblanzas de algunas tropas de élite del pasado. En Revista de Historia Militar, Año XXVIII, número 56. Servicio de Publicaciones del EME, Madrid p. 11

cuanto regresó la Compañía a Gallípoli: A cap de dos jorns, la host tota venc... alegramnos tuit... La victoria de Muntaner se justifica religiosamente ya que fue precisamente gracias a Dios que consiguió vencer al enemigo: E retre grácies a Deu de les victories que ens havia donades... La mercé de Deu érem sobre-rics.

Conclusión La finalidad de la expedición a Bizancio fue según Muntaner exaltar la fe católica, luchando al servicio del emperador Andrónico II, al que ayudaron a derrotar a los turcos, que por lo demás eran enemigos de toda la cristiandad, y después, tras el asesinato de Roger de Flor, combatiendo contra los propios griegos, cismáticos y traidores. Así en Bizancio la Compañía Catalana defendía no sólo los intereses de los reyes de la corona de Aragón y Sicilia, sino también los del Papa.

El episodio de Gallípoli se debe a una necesidad de defensa según el autor, debida a que los genoveses no quisieron pactar con Muntaner, y para ello no duda en servirse de las mujeres, ya que no dispone de sus contingentes. La victoria es por la gracia de Dios, porqué para Muntaner la Casa de Aragón tiene la misión divina de defender y acrecentar la santa fe católica. Fiel vasallo de esta Casa, en su obra destaca el uso de la religión como instrumento de propaganda política, así como un cierto estilo épico ya que para el cronista el Honor y la Lealtad son los determinantes ineludibles de la moral de todo buen caballero.

Sorprende la cantidad de mujeres almogávares (dos mil), que Ramón Muntaner menciona en la defensa del castillo de Gallipoli. El autor menciona o alude a tres tipos diferenciados de mujeres: “amigas”, “fembres” y “fembres de les armes”. Lo que no nos explica es si existió algún grupo específico de mujeres almogávares entrenadas o instruidas que, ante la necesidad del momento participaban de forma activa en las batallas o bien, se trataba de órdenes dadas a las mujeres almogávares en general (concubinas y esposas), por parte de sus superiores o, simplemente una acción voluntaria femenina en momentos de conflicto bélico. Lo que llama la atención en todo caso, es esa diferenciación respecto a la tipología de las “fembres de les armes”, tipología que necesitaría un estudio mucho más profundo y exhaustivo que nos permitiera delimitar el concepto de: concubina – esposa – mujer de armas, en el contexto medieval del Casal d’Aragó.

Bibliografía Arnau, C., 1990: Ramón Muntaner. Crónica I. Ed. 62, Barcelona

De Sotto Montes, J., 1984: Semblanzas de algunas tropas de élite del pasado. En Revista de Historia Militar, Año XXVIII, número 56. Servicio de Publicaciones del EME, Madrid

Morfakidis, M, 1987: La presencia catalana en Grecia. Relaciones entre griegos y catalanes según las fuentes. Erytheia 8.2 (en línea) http://interclassica.um.es/var/plain/storage/original/application/2157d5e607c704bd69fa c18e10029db1.pdf

Pernoud, R., 2000: La mujer en tiempos de las cruzadas. Ed. Editorial Complutense, Madrid.

Sarasa Sánchez, E., 1998: Aragón y su intervención militar en el Mediterráneo Medieval. En Militaria, Revista de Historia Militar, número 12. Ed. Universidad Complutense de Madrid

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