El Self (sí Mismo) Y El Mundo Objetal (ocr)

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EDITH JACOBSON, 1\1. D.

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EL SELF (SI MI_SMO) Y EL

MUNDO OBJETAL 'fl

TRADUCIDO POR LOS DOCTORES

LÁZARO KRAKOV y HÉCTOR ALBERTO KRAKOV

EDITÚRIAL

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BETA

Tacuarí 237 BUENOS AIRES

1969

Título de fo ed1:cwn original

THE SELF AND THE OBJET WORLD lntemational Universities Press, /ne. New York, N. Y.

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

©

1969 by

EDITORIAL BETA, s.R.L. -

Tacuarí 237, 6í' P. -

IMPRESO EN LA ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINA

Buenos Aires

Contenido PRÓLOGO • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • . • • • • NOTA DE LA AUTORA INTRODUCCIÓN

•••• ••••• •. . . •••••••• ••••••••• •• •••

•• ·• • • • • • . . • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

PRIMERA

7 9 11

p ARTE

Etapas infantil, temprana, preedípica y edípica

l. Narcisismo, masoquismo y los conceptos del self y representaciones del self . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Reseña de la reciente literatura sobre el problema de identidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Las fusiones entre el self y las imágenes objetales y los tipos primarios de identificaciones • . . . . . . . . . . . . . . . • . . 4. El descubrimiento del niño, de su identidad y su avance hacia relaciones objetales e identificaciones selectivas . . . • 5. El encuentro del niño, de su identidad sexual y la construc· ción de su . yo • • • • • • • • . • • • . . . • • . . . • • . . • . . . . . . • • • . . •

17 37 47 63

83

~

SECUNDA

p ARTE .:"'h·

Formación del su~ryó y el de /,ate;n.cia

~riodo

6. Estadios preliminares en el desarrollo del superyó 101 7. La idealización de los objetos de amor, la formación del ideal del yo y el desarrollo de las identificaciones del su· r..eryó . . . . • • • . . . . • • . • • . . • . • • • • . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . ·121

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CONTENIDO

8. Organización e integración de los diferentes componentes del superyó en un sistema funcional con :Jlidado . . . . . .

131

9. Etapas del desarrollo del niño en el período de latencia y la relación entre los conflictos de culpa, vergüenza e "inferioridad" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

147

TERCERA PARTE

La pubertad y el período de la adolescencia 10. Cambios puberales y su influencia sobre la experiencia de identidad y las relaciones con el sexo opuesto . . . . . . . .

169

ll. Los conflictos instintuales y emocionales del adolescente y el remodelamiento y crecimiento de sus estructuras psíquicas ....... : . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

181

12. La influencia de la solución normal y anormal del conflicto adolescente sobre la formación de la identidad postadolescente y el posterior desarrollo de la personalidad

205

BIBLIOGRAFÍA ......•......•..........•......•..........

227

ÍNDICE DE AUTORES

237

ÍNDICE ANALÍTICO

:239

Prólogo El ]oumal of the American Psycoanalytic Association es muy afortunado al auspiciar la publicación de esta monogra~ fía, la segunda de sus Series Monográficas. Los estudios que la doctora J acobson realizó sobre la depresión psicótica necesitaron un exámen cuidadoso de las relaciones del niño con el objeto de amor primario, e inevita· blemente la llevaron al estudio de lós estadios más tempranos del desarrollo psíquico. Todo esto culminó en un artículo sumamente interesante publicado en 1964 con el título de¿.. El sel/ y el mundo obietal. Muchas de las ideas que figuraban en esa publicación fueron luego ampliadas y elaboradas en trabajos subsiguientes; por lo tanto esta monografía es a la vez un resumen y una ampliación de esas contribuciones. Sin embargo, no es solamente una versión más amplia de El sel/ y el mundo objetal, ni tampoco se limita a los temas de su ci título. · Por su amplitud temática ofrece un marco sistemático ele referencia para tina psicología genética psicoanalítica que comprenda los tempranos estadios del desarrollo psíquico, latencia, adolescencia y adultez. Las espléndidas consideraciones que ella hace sobre la fase adolescente del desarrollo, como también la del papel que desempeñan el yo y el superyó en el sentimiento de culpa y vergüenza, son importantes contribuciones para el entendimiento de estos complicados problemas. Las disquisiciones de la doctora Jacobson sobre las metas del yo, el ideal del yo, de los precursores del superyó, y de los factores que eventualmente llevan a la formación de esta 7

/

PRóLOGO

estructura psíquica, exclusiva del hombre, son sumamente esclarecedoras. De esta manera, enfatiza la influencia que la maduración del yo tiene sobre el desarrollo del superyó, llamando la atención sobre el interjuego recíproco de las fuerzas intervinientes en la formación de estructuras psíquicas particulares. La autora tiene muy en cuenta esta interacción así como los aspectos multidimensionales y la continuidad genética de la vida psíquica. Demuestra, repetidamente, que ningún hecho deja de ser influenciado por otro durante el desarrollo de la vida psíquica, y que todos ellos deben ser integrados. De este modo no cae en el error tan común de exagerar la importancia de un solo aspecto particular del desarrollo. Cuando discute los diferentes períodos del desarrollo psicosexual, la autora examina, revé y amplía muchos de los temas polémicos tales como los conceptos de identidad, oralidad infantil y narcisismo. Las diferencias entre yo, self y representaciones del self son explicadas con especial claridad. Los conceptos de energía de impulso indiferenciada, el yo-ello indiferenciado y su emergencia gradual en una estructura psíquica funcionante, están incorporados en un esquema conceptual que ilumina nuestro entendimiento de varios de los oscuros fenómenos clínicos. Las numerosas formulaciones teóricas están firmemente enraizadas en una rica experiencia clínica. En desacuerdo con otros investigadores de este campo ofrece otros puntos de vista. Los que hemos tenido la fortuna de leer el manuscrito, fuimos impresionados por la riqueza de ideas de esta monografía, que creemos será releída y estudiada con frecuencia, para poder apreciar en forma total su contenido.

Los

EDITORES.

Nota de la autora Quisiera expresar mi más caluroso agradecimiento al doc· tor J ohn Frosch, y a la Editorial Board por impulsarme a escribir este libro. Le estoy especialmente agradecida al doc· tor Max Schur por su estudio de este volumen y por la valio· sísima discusión que del mismo hicimos. También quisiera extender mi sincero agradecimiento al doctor Nathaniel Ross y a la señora Lottie Newman por su inestimable asistencia editorial, y a las señoritas Paula Cross y Mona M. Karff por su incansable trabajo en la preparación del manuscrito.

Introducción En años recientes, los psicoanalistas han prestado creciente atención al fascinante problema de la identidad. Por supuesto, una fructífera discusión de este problema presupone definir en forma precisa términos tales como self, yo, identidad e identidad del yo, indispensables para un acceso analítico provechoso a este tema y muchos otros relacionados con el mismo. A pesar de que Hartman (1950) introdujo y definio.cuidadosamente los conceptos del yo, self y representaciones del self, no existe una definición psicoanalítica generalmente aceptada del concepto de identidad. En efecto, los autores que han explorado recientemente este tema les -dan un significado ..algo diferente a estos términos y, en consecuencia, llegan a conclusiones al parecer distintas. 1 En el contexto de varios estudios publicados durante la década pasada (1953b, 1954a, 1954b, 1959), he tratado diferentes aspectos ·de la concienciación del self, identidad y ciertos trastornos del sentimiento de identidad. Al comparar mis ideas con las expresadas en recientes artículos y libros sobre este tema, he descubierto las considerables diferencias de opinión que me estimularon y motivaron a ampliar y .aeorganizar mi anterior publicación sobre El sel/ y el

'mi

1 De a~~erdo con conocimiento, el término identidad ha sido introducido en la literatura psicoanalítica por Víctor Tausk, en su brillante trabajo sobre "La Máquina de Influencia" 0919). En él examina de qué forma el' niño descubre los objetos y su &elf; asegura que el hombre, en su lucha por la suh,istencia debe, a través de su vida, reconocerse y reencontrarse constante· mente. (Pág. 22.)

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INTRODUCCióN

mundo objeta! ( l 954a), en este volumen que lleva el mismo título. En mi breve introducción al estudio original indiqué lo que volveré a enfatizar aquí. El interés despertado por el problema de la identidad se origina, probablemente, en el mayor alcance que ha adquirido el psicoanálisis y en el creciente número de pacientes borderline y psicóticos que llegan al psicoanalista por ayuda. En estos pacientes podemos observar procesos de regresión que llevan a un grave deterioro de las relaciones objetales y de las funciones del yo y superyó, con una disolución de aquellas identificaciones esenciales, sobre las que se basa la experienc~:.l de nuestra identidad versonal. El tratamiento y la supervisión de tales casos y el análisis de neurosis narcisísticas graves, me han convencido de que los problemas tratado.s en este volumen y el punto de vista desde el que los enfoco son muy importantes para el entendimiento teórico y clínico de estos pacientes. Ésta es la razón por la cual decidí hacer frecuentes referencias a la patología de las ps1cos1s. Este volumen ofrece una revisión crítica de la reciente literatura sobre identidad, y expone las influencias mutuas que ejercen entre su desarrollo, las vicisitudes de las relaciones objetales e identificaciones y el establecimiento de los sistemas yo-superyó. Agrego, además, una discusión sobre la formación del superyó en el período infantil y del complejo proceso de desarrollo durante el período de la adolescencia, que tanta importancia tienen en la formación de la identidad y la regulación de la autoestima. La necesidad de tratar esos aspectos del problema, que me parecen de fundamental importancia para la hipótesis que aparece posteriormente en este volumen, me obligaron a dejar de lado muchos de los estudios teóricos y clínicos sobre el desarrollo infantil y del adolescente, siendo éstos también de importancia en los temas que trataremos. Por otro lado, decidí mencionar las nuevas y tan discutidas teorías de Bowlby, no sólo por tocar de cerca los problemas que nos preocupri.n en este volumen, sino porque puntualizan e$pecialmente 12

INTRODUCCióN

los malos entendidos que son, en parte, provocndos por nuestra dificultad para reestudiar y redefinir conceptos, tales como los de oralidad y narcisismo infantil; con los conocimientos que poseemos actualmente de los más tempranos estadios del desarrollo del yo. Comprendo, por supuesto, que quizá no haya sido tan exitosa como hubiese deseado al querer integrar material nuevo con un ensayo escrito hace diez años. Al releer mi primera publicación me sorprendió. el notar cómo mi razonamiento y mi interés han cambiado a través de estos años, en forma imperceptible. Por eso, este volumen mue3tra incongruencias inevitables y una lamentable falta de uniformidad. A pesar de éstos y alg4n otro defecto, espero haber sido capaz de aclarar los puntos que creo son esenciales, y aportar de este modo una modesta contribución para el psicoanálisis de los procesos normales del desarrollo durante la infancia y adolescencia. ~

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PRIMERA PARTE

ETAPAS INFANTIL, TEMPRANA, PREEDÍPICA Y EDÍPICA

1 Narcisismo, masoquismo, y los conceptos del self y representacionés del self

En mi breve introducción a este volumen indiqué que intento escudriñar no sólo la interrelación en el desarrollo de las relaciones objetales, identificaciones y el sentimiento de identidad, sino también el interjuego entre sus vicisitudes y la estructuración del yo y del superyó. Mi investigación comenzará con una revisión de nuestros conceptos psicoanalíticos sobre narcisismo y masoquismo primario y secundario. El concepto de narcisismo fue introducido por Freud (1914) en su publicación "Introducción al Narcisismo". Su punto de partida fue el síntoma megalomaníaco en esquizofrénicos que dijo: "se ha constituido, seguramente a costa de la libido objetivada. La libido sustraída al mundo exterior ha sido ap¿rtada al yo, surgiendo así un estado al que podemos dar el nombre de narcisismo. (Freud concluye que) el narcisismo engendrado por el reflujo al yo de las cargas de libido del objeto, como un narcisismo secundario, basado en un narcisismo primario encubierto por diversas influencias." (Pág. 32.)

Hace también un comentario sobre "la reciprocidad entre

la libido del yo y la libido objetivada" y contrapone el estado narcisístico del esquizofrénico con el desarrollo "de toda una personalidad en favor de las catexias objetales" en la situación de enamoramiento.

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ETAPAS II\FANTIL, TKMPRANA, PREED1PICA Y EDfPICA

Freud funda su concepto del narcisismo infantil primario en btlse a los signos de actitudes megaloma1úacas en los hom· bres primitivos y en niños: " ... una hiperestimación del porfrr de sus deseos y sus actos psíquicos, la «omnipotencia de las ideas», una fe en las fuerzas mágicas de las palabras y una técnica contra el mundo exterior, la «magia», que se nos muestra corno una aplicación consecuente de tales premisas megalómanas." (Pág. 32.)

En "El Yo y el Ello" (1923), Freud desarrolla aún más el concepto de narcisismo: "Al principio, toda la libido se halla acumulada en el ello, mientras que el yo es aún débil y está en período de formación. El ello emplea una parte de esta libido en cargas eróticas de objeto, desp~és de lo cual el yo, robustecido ya, intenta apoderaTse de esta libido del objeto e imponerse al ello como objeto erótico. El narcisismo del yo es de este modo un narcisismo secundario, sustraído a los objetos." (Pág. 65.)

Las ideas de Freud sobre el narcisismo primario y sobre el desarrollo del narcisismo secundario han sido suplementadas considerablemente por su teoría de las vicisitudes paralelas del instinto de muerte. En "Más allá del prmc1p10 del placer" ( 1920) sugirió que: " ... sadismo es realmente un inBtinto de muerte, que fue expulsado del yo por el influjo de la libido narcisística; de modo que no aparece sino en el objeto." (Pág. 60.)

En "Esquema del psicoanálisis" Freud ( 1940) escribió: "Podríamos imaginarnos un estado inicial de cosas suponiendo que toda la eneTgía del Eros, a la que daremos el nombre de , está presente en el todavía no diferenciado

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NARCISISMO, MASOQUISMO - CONCEPTOS DEL SELF

yo-ello 1 y sirve para neutralizaT los impulsos destructivos que existen simultáneamente. (No hay otro término, análogo a libido, para describir la energía de los impulsos destructivos.)" (Pág. 22.)

En "El problema económico del masoquismo" Freud (1924) dijo que: " ... en determinadas circunstancias, el sadismo o instinto de destrucción orientado hacia el exterior o proyectado, puede ser vuelto hacia el interior, o sea introyectado de nuevo, Tetornando así por regresión a su situación anterior. En este caso producirá el masoquismo secundario que se adiciona al primitivo." (Pág. 261.)

Freud describió entonces el masoquismo erógeno como el original, el primario, que nunca fue proyectado y quedó en el organismo ligado por la libido. .,. "El masoquismo primitivo pasa por todas las fases evolutivas de la libido y toma de ella sus distintos aspectos psíquicos."

(Pág. 261.)

Freud vio que las severas tendencias masoquísticas que aparecen algunas veces en las neurosis y psicosis·, especialmente en la melancolía, reafirman su teoría de un masoquismo primario y podrían explicarse por ella. En "El Yo y el Ello" (1923), dice: "en el superyó reina entonces el instinto de muerte que consigue, con frecuencia, llevar a la muerte al yo." (Pág. 77.)

..:: En vista de lo que Freud propuso, parece aconsejable combinar la discusión de narcisismo con la de masoquismo. Me l , Este concepto ha sido elaborado por Hartmann (1939), y por Hartmann, Kris, y Loewenstein ( 1946) .

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ETAPAS INFANTIL, TEMPRANA, PREED1PICA Y EDíPICA

concentraré primero en el signií icado de los conceptos de Freud referentes a narcisismo primario y masoquismo primario. Sus formulaciones, citadas precedentemente, son sin duda, bastante ambiguas. Se refieren parcialmente sólo a la presencia simultánea de fuerzas libidinales y agresivas en la indiferenciada matriz "psicosomática" que llamaré en lo sucesivo sel/ psicofisiológico primario. 2 Pero los términos "masoquismo" y "narcisismo" implican que originariamente los impulsos están en verdad dirigidos hacia adentro; por ejemplo, apuntan hacia este self primario. Esto constituye la base de la concepción de Freud sobre el instinto de muerte. La envoltura origi!1al del self primario con fuerzas agresivas, se considera un peligro potencial para él, siendo resguardado por la presencia protectora de la libido. Creo que estos conceptos son suficientemente c01;1fusos y requieren elucidación. En cuanto al progreso de la organización psíquica que tiene lugar después de la diferenciación estructural y del establecimiento del self y de las representaciones objetales, sabemos bastante bien, al menos en forma práctica, qué queremos decir cuando hacemos referencia de la orientación hacia el self de la libido y la agresión. Las personas que presentan una conducta narcisística o masoquística sexual o social, documentan, en forma suficientemente clara, la tendencia a sustraer las catexias objetales y a hacer de sí mismo los objetos 2 El término "self", que fue introducido por Hartmann (1950), será em· pleado, de acuerdo con él, cuando nos refiramos a la persona total de un individuo, incluyendo el cuerpo y sus partes como la organización psíquica y sus partes. Como lo indica el título de este volumen, el "self" es un término descriptivo auxiliar que puntualiza a la persona como algo distinto del mundo de objetos circundantes. Para aclarar lo que quiero decir emplearé términos tales como "self corporal", o "self físico", o "self psicofisiológico" o "self men· tal" o "self psíquico" de una persona. Rapaport (1956), me criticó porque supuso que yo equiparaba al "self" con las "representaciones del self'', un concepto metapsícológico que será descrito luego. Sin embargo, aclaré la distinción entre estos conceptos; pero es verdad que por razones semánticas me refería ocasionalmente al self o a los objetos cuando parecía estar claro que me refería a sus representaciones psíquicas. En este volumen pondré especial ahínco en evitar una tenninologÍa confusa. Sin embargo, esto no es siempre posible. Se podría recordar que Freud también se refiere a los objetos cuando realmente se quiere referir a sus representaciones psíquicas.

NARCISISMO, MASOQUISMO - CONCEPTOS DEL SELF

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de amor, admiración y gratificación libidinosa, o de odio, desvalorización y destruceión. Pero ¿cuál e:; el significado preciso de narcisismo y masoquismo en la organización psíquiea primitiva antes de que el niño descubra su propio self y el mundo objetal? Para obtener una respuesta debemos obviamente hacer un estudio de las manifestaciones de los impulsos del infante y tratar de dar una descripción metapsicológica precisa de su estado y conducta. Entre los cortos períodos en que es alimentado, el infante está la mayor parte del tiempo durmiendo o adormecido, un estado de pasividad en el cual hay poca expresión, todavía de los afectos primitivos o de las funciones pereeptivas y motoras. El dormir es el estado que acostumbramos designar como la situación narcisística verdadera. En la "Adición Metapsicológica a la Teoría de los Sueños" (1917a), Freud dijo: "El dormir es, somáticamente, un retorno a la estancia en el seno materno, con todas sus características de quietud, calor y ausencia de estímulos. Muchos hombres llegan incluso a tomar durante el sueño la posición fetal. El estado psíquico del dur· miente se caracteriza por un retraimiento casi absoluto del mundo circundante y la cesación de todo interés hacia él." {Págs. 137, 138.)

Y, luego dice: •'El narcisismo del estado de reposo significa la sustracción de la carga de todas las representaciones objetivas y tanto de la parte inconsciente de las mismas como de su parte preconsciente." (Pág. 140.)

De acuerdo con la descripción de Freud podríamos visualizar el estado psicoeconómico original, el estado que todavía prevalece en el dormir de la temprana infancia, su adormecimiento, como una situación de dispersión difusa de las fuerzas

21 .

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ETAPAS INFANTIL, TEMPRANA, PREEDíPICA Y EDíPICA

instintivas dentro de un self psicofisiológico indiferenciado. Pero, considerando el signif icaclo de los términos "narcisismo" y "masoquismo", surge una interesante pregunta: ¿,por qué vía se descarga la energía psíquica durante estos estados? Algunos autores ocasionalmente hablan de descargas tanto externas como internas, pero sin profundizar en lo que realmente quieren significar. No conocemos todavía plenamente las conexiones entre los fenómenos de descarga de impulsos y los procesos fisiológicos concomitante;; corno para entender el significado preciso de tales conceptos. Lo que sabemos, muy vagamente, es que la descarga hacia el exterior involucra al aparato perceptivo y motor dando como resultado fenómenos afectomotores y acciones motoras, mientras que la descarga hacia el interior provoca procesos fisiológicos que acarrean cambios funciqnales, principalmente en los órganos internos del cuerpo. Sin embargo, a pesar de que admitirnos la vaguedad de estos conceptos, es muy importante marcar las diferencias entre las descargas internas y externas para entender la cualidad de los impulsos de la temprana infancia y los precursores de la vida afectiva e ideacional. Aparentemente, el limitado contacto que en la temprana infancia se tiene con el mundo exterior y sus estímulos, man· tiene en el aparato psíquico, el nivel general de tensión comparativamente bajo; además, las catexias de los órganos internos son todavía probablemente preponderantes en relación con los de la periferia, p. e., el aparato perceptivo, y en particular el motor. De esta manera, una continua descarga "silenciosa" de pequeñas cantidades de energía psíquica puede ocurrir durante los períodos que transcurren entre las comidas, a través de canales fisiológicos "internos". 3 Por lo tanto, la condición psicoeconómica y el tipo de descarga característica del infante durmiente o adormecido, y del 3 Por supuesto, el importante trabajo de Fisher y sus colaboradores (1954, 1957, 1959), y otros investigadores sobre la actividad psíquica durante el sueño requerirá eventualmente una cuidado"ª reformulación del estado psicofisiológico y psicoeconómico del niño, como también del adulto, durante la misma situación.

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NARCISISMO, MASOQUISMO . CONCEPTOS DEL SELF

dormir en general, y, evidentemente también, de los estados patológicos de la profunda, así llamada regresión narcisística, sugieren que las descargas psicológicas hacia el interior, por ejemplo, hacia el self, pueden considerarse como las formas más tempranas de descargas de impulsos. Como lo demuestran los movimientos fetales, aún antes del nacimiento, el feto es también capaz.de descargar energía pulsional a través de canales motores. Con el nacimiento, sin embargo, se estabkce un drástico reajuste por los cambios ambientales. Los primeros signos de vida en el recién nacido -su llanto, y más aún, el comportamiento característico que muestra antes, durante y después de cada comida, y en sus funciones excretoras- son verdaderamente manifestaciones primarias de procesos de descarga afectomotores premodelados, que responden a estímulos no sólo del interior, sino también del exterior. Por supuesto, el infante a pesar de obtener estim~ación y gratificación tanto de un "objeto" -la madre-- como de su propio cuerpo, es sólo consciente, todavía, de sensaciones placenteras o displacenteras. Por esto, podemos describir las manifestaciones de impulsos, en general, como "narcisísticas". Pero es importante ccmsiderar que ellas representan descargas de impulsos no sólo hacia el interior, "sobre el self", sino que desde el nacimiento el infante tiene a su disposición canales de descarga hacia el exterior, aunque limitados, biológicamente predeterminados. Éstos son los que posibilitan las rescargas dirigidas al objeto. El énfasis que he puesto en diferenciar las descargas dirigidas hacia el interior y hacia el exterior veremos que será de utilidad para el estudio de las vicisitudes de los procesos de descarga de impulsos agresivos y la libido dirigidos hacia el ohejto y hacia el self, y de su influencia sobre el desarrollQ_ afectivo, ideacional y funcion_ª1_{Ahora quisiera comentar las conexiones existentes entre la descarga hacia el interior y el exterior, y las manifestaciones instintivas y afectivas de la conducta del niño. 23

ETAPAS INFANTIL, TE:\1PRANA, PREEDíPICA Y EDfPICA

En el capítulo VI de "La interpretación de los sueños" (1900), Freud afirma lo siguiente: Por determinadas razones hemos de representarnos el desarrollo de afectos como un proceso centrífugo orientado hacia el organísmo interno, análogo a los procesos motores y secretorios de inervación. Del mismo modo que la emisión de impulrns motores hacia el mundo exterior aparece suspendida durante el estado de reposo, podría quedar también dificultada la estimulación centrífuga de afectos por el pensamiento mconsciente durante dicho estado. (Págs. 467, 468.)

La definición que Freud hizo poste1·iormente sobre afectos

( 1915) en "El Inconsciente" se relaciona de alguna manera con estos conceptos. Es de hacer notar que él caracteriza las descargas afectivas como un "resultado de la alteración (interna) del cuerpo del sujeto", pero al mismo tiempo como un proceso centrífugo cuya liberación es impedida por el estado de sueño, de la misma forma como también lo está la descarga de los impulsos motores. A primera vista esta afirmación puede ser confusa o aun contradictoria. Estos conceptos se clarifican al darnos cuenta de que en este contexto, el término "centrifogo" se refiere, obviamente, a "fuera del aparato mental". Abandonando el uso del término centrífugo por la posibilidad de confusión, prefiero simplificar el concepto diciendo que, en contraste con la descarga "silenciosa", predominaritemente psicofisiológica, del feto, del recién nacido o durante el sueño, las emociones del adulto se expresan no sólo por procesos secretorios, circulatorios y respiratorios, que indican una descarga fisiológica hacia el interior, sino támbié'n por fenómenos motores y las percepciones internas que nosotros llamamos sentimiento; v.g., en manifestaciones de descarga hacia el exterior. Podríamos suponer, por lo tanto, que la inhibición de los afectos durante el dormir pudiera realizarse por su retransformación regresiva, parcial y temporaria, en descarga silenciosa o fisiológica y alucinatoria visual.

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NARCISISMO, MASOQUISMO · CONCEPTOS DEL SEIS

Podríamos volver a mis enunciados anteriores sugiriendo que la vida psíquica se origina en procesos fisiológicos que son independientes de estimulaciones sensoriales externas. Desde el nacimiento, sin embargo, los procesos de des.carga se expanden debido a la apertura de las vías de descarga, biológicamente predeterminadas, en respuesta a estímulos sensoriales externos. En un comienzo conducen _reacciones primitivas, motoras premodeladas, específicas de la especie (instintivas), y experiencias sensoriales placenteras y displacenteras, que no pueden llamarse todavía sentimientos. Estos fenómenos, evidentemente, no son más que precursores genéticos de los procesos emocionales, de pensamiento y de la compleja actividad funcional, cuyos desarrollos sobrevienen con los comienzos de la formación del yo. En efecto, durante los primeros estadios infantiles, la expresión predominante de la vida emocional y de fantasía del niño es todavía "psicofisiológica", el así llamado "lenguaje órgano afectivo" que abarca, no obstante, no sólo los procesos "silenciosos" fisiológicos internos mencionados anteriormente, sino también fenómenos vasomotores y secretorios visibles en el terreno de las funciones bucal y excretoria. Quisiera puntualizar que este lengua je órganoafectivo está presente, en cierta proporción, aun en la vida emocional de adultos normales en estados· de ansiedad y en otras manifestaciones de "resomatización" de afectos. (Schur,

1955.) Las consideraciones precedentes tuvieron la intención de subrayar la correlación del estado psicoeconómico original y la más temprana forma de descarga de pulsiones dentro del self y los precursores psicofisiológicos de la expresión afectiva e ideacional del adulto. La validez de tales consideraciones es comprobada por las observaciones en pacientes con enfermedades psicosomáticas o desórdenes psicóticos, que confirman estas correlaciones. Estos dos grupos de enfermedades muestran lo que nosotros llamamos, aunque en forma algo imprecisa, signos de regresión narcisística severa. En pacientes con enfermedades psico-

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ETAP.A.S INFANTIL, TEMPRANA, PREED1PICA Y EDfPICA

somáticas, de acuerdo con mi proposición anterior, podríamos hablar de una retransformación patológica parcial de expresiones fisiológicas, ideacionales y emocionales, en somáticas, que son entonces percibidas solamente corno sensaciones corporales dolorosas. (Schur, 1955.) En la psicosis, los estados depresivos o catatónicos estuporosos parecieran ser la versión patológica del estado de adormecimiento del infante. Existen, por cierto, diferencias significativas entre la economía y las cualidades pulsionales en tales estados patológicos regresivos, y las condiciones originales a las que se parecen. Estos trastornos muestran la existencia convincente de procesos destructivos, y autodestructivos, no sólo psicológicos sino también fisiológicos, signos que no son encontrados en el estado normal de sueño ni en los tempranos estadios de la niñez. Por el contrario, psicológica y fisiológicamente, el dormir tiene una función reparadora, y el estadio fetal prepara el crecimiento psicofisiológico _qel organismo. Estas diferencias acentúan el malentendido que pudiera existir con el uso del término "regresión narcisística" para esos procesos patológicos de naturaleza tan destructiva. No debemos olvidar que el concepto de narcisismo precedió a la introducción por Freud de una teoría dual de impulsos. Este concepto y el término "regresión narcisística" se hicieron valer a pesar de no hacer referencia a los impulsos agresivos. 4 Por razones que pronto entenderemos, los intentos de Freud de modificar el concepto de narcisismo y relacionarlo a su nueva proposición, no aclaró el problema en forma satisfactoria. Pero antes de discutir de qué manera se puede adaptar este concepto a una teoría dual de impulsos y-a los conceptos estructurales, deberíamos encarar el problema de si mis consideraciones psicoeconómicas, que mencioné anteriormente, podrían adherirse al concepto de masoquismo primario, v. g., del instinto de muerte. La suposición de que estos procesos de 4 Por esto, Ahraham (1924), en su discusión sobre la depresión psicótica habló de "un narcisismo positivo y negativo" (pág. 456), en su descripción del amor al self y odio al self que presentan los melancólicos.

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NARCISISMO, MASOQUISMO - CONCEPTOS DEL SELF

descarga psicofisiológica interna, no posibles de observación, que se presentan en el infante dormido o adormecido, puedan garantizar una descarga difusa, pero innocua, de pequeñas cantidades de energía agresiva, nos pone ante un problema ciertamente difícil. Freud trata de resolverlo asumiendo ~que, en los estados de narcisismo y masoquismo primarios, la presencia del instinto de vida preserva la autodestrucción. Pero, ¿cómo puede ocurrir esto? Entendernos que la fusión entre la libido y la agresión hacen innocuos a los impulsos destructivos. Este proceso, sin embargo, aparece en un estadio infantil posterior; está relacionado con la neutralización parcial de los impulsos. Podríamos preguntarnos, en consecuencia, si estos hechos no se podrían explicar mejor asumiendo que, al comienzo de> la vida, la energía instintiva está todavía en un estado indiferenciado; y que desde el nacimiento se transforma en dos tipos distintos de impulsos, con cualidades diferentes bajo lp influencia de estímulos externos, del desarrollo psíquico y de la apertura y maduración progresiva de las vías para la descarga hacia el exterior. 5 Buscando la confirmación de esta hipótesis, me parece importante hacer notar que no es fácil discernir las características libidinales y agresivas de las manifestaciones emocionales e instintuales del niño durante la infancia y la niñez temprana, y que fenómenos afectivos tales como ansiedad e ira están íntimamente relacion&dos. Mientras que este concepto puede asemejarse a la teoría de frustración-agresión, se debe destacar que la transformación de la energía psicofisiológica indiferenciada en dos clases de impulsos psíquicos, cualitativamente diferentes, se consideran aquí psicobiológicamente predeterminadas y como promovidas tanto por factores de maduración internos como por estímulos externos. Esta idea nos hace también recordar las interesantes acota5 Fenichel (1945, pág. 58). Esta idea no implicaría, sin embargo, que las cualidades del impulso estarían solo determinadas por las vías específicas de descarga.

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ciones de Freud en "El Y o y el Ello" ( 1923), por el hecho de que "una cantidad de energía desplazable neutral ( indiferente)" es capaz de unir sus fuerzas tanto con la libido como con la agresión. La importante afirmación de Freud de energía desexualizada, que se supone "sea igualmente activa en el yo y en el ello" pudiera ser aún más convincente si se refiriera no a energía desexualizada sino a energía de impulsos indiferenciados originalmente en el self primario psicofisiológico total. Si aceptamos esta hipótesis, debemos adaptar nuestro pensamiento a los siguientes conceptos: Resumiendo una vez más, podemos ver un estado psicoeconómico inicial, caracterizado por un bajo nivel de tensión y por una dispersión difusa general de la energía psicofisiológica todavía indiferenciada dentro de un self primario estructuralmente indiferenciado. Bajo la influencia de factores intrínsecos y de estímulos externos, las fuerzas indifereú.ciadas comenzarían entonces a transformarse en impulsos psíquicos agresivos y libidinales, de los que está dotado el ello. Durante el estadio fetal y también, predominantemente, durante los más tempranos estadios infantiles, la mayor parte de esta energía indiferenciada del self primario se descarga en forma difusa en pequeñas cantidades hacia el interior al comienzo, exclusivamente, a través de canales fisiológicos. Pero después del nacimiento las zonas erógenas pregenitales, y, en grado creciente, la totalidad de los sistemas motor y sensorial, núcleo central "autónomo primario" del futuro yo, se sobrecargan periódicamente y comienzan a desarrollarse los procesos de descarga hacia el exterior, pasibles de observación en la actividad pregenital (sexual y agresiva) y en reacciones motoras reflejas instintivas y afectomotoras primitivas, biológicamente premodeladas, fácilmente reconocibles como los precursores del sentimiento, pensamiento, y de las funciones motoras del yo, entre otras. En el curso de la diferenciación estructural, los impulsos agresivos y libidinales sufrirían procesos de fusión y de neutralización parcial. Estos impulsos neutralizados, junto con parte de los impulsos libidinales y agresivos, se incluirían en los nuevos sistemas, el yo 28

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y el superyó, y podrían ser utilizados para la formación de los procesos emocionales y del pensamiento y las funciones correspondientes del yo y el superyó. ~ - Si estas proposiciones son valederas nos obligarían a dejar de lado el concepto de masoquismo primario, v. g., la teoría del instinto de muerte de Freud. Siendo especulativos, esta última teoría tuvo menos aceptación que la más simple teoría dual de los impulsos, que se refiere a dos impulsos básicos, libido y agresión. De acuerdo con mi afirmación de que los impulsos agresivos y libidinales se desarrollan de una energía de impulsos indiferenciada, en mi publicación anterior sobre "El self y el mundo objetal" ( l 954a), sugería que también podríamos prescindir del concepto de narcisismo primario. En la actualidad, sin embargo, me parece todavía un término muy útil para el más temprano período infantil, que precede al desarrollo del self y las imágenes objetales, período durante el cual el infante es todavía ajeno a todo aquello que no sea sus propias experiencias de tensión y alivio, de frustración y gratificación. Pero debemos tener en cuenta que este término no hace referencia a la diferenciación de energía estructural así como tampoco al establecimiento y carga correspondientes del self y las representaciones objetales. Vamos a considerar las diferencias entre las condiciones durante los estadios del desarrollo más temprano y los de re~resión ( narcisística) patológica severa, de acuerdo con mi hipótesis. Tendríamos que distinguir, entonces, los procesos de regresión "estructural" de aquellos de regresión de "energía". Esto lle. varía no sólo a la desneutralización de la energía psíquica del yo sino también a una retransformación regresiva parcial de las fuerzas instintivas en una energía indiferenciada primaria. 8 Mi proposición también explicaría el misterio por el cual la teoría de la fusión y aefusión de los impulsos no debería 8 Posiblemente este proceso regresivo posterior sería el resultado transitorio o duradero del tratamiento con electroshock o quirúrgico de psicóticos y puede ser responsable de sus efectos terapéuticos. Luego de tales tratamientos uno puede observar un periodo de completa ausencia de manifestaciones de impulsos tanto libidinales como agresivos.

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tenerse en cuenta: el hecho de que la fusión de los impulsos da como resultado una prevalencia absoluta de los impulsos libidinales, mientras que la aefusión de los mismos trae un empo· brecimiento libidinal y la predominancia absoluta de los impul· sos agresivos. 7 El .cambio de proporciones entre libido y agresión, que en procesos regresivos tan severos como la psicosis pueden dejar exhaustas las fuentes libidinales del self (o posiblemente ser su consecuencia), se entendería mucho mejor si pensáramos en ténninos de estadios intermedios de retransformación de energía de impulsos diferenciada en energía de impulsos indiferenciada primordial. . El concepto citado anteriormente nos permitiría incluir, además, tensiones fisiológicas, como el hambre, dentro del esquema de la teoría psicoanalítica. Esto no tiene lugar, en el presente, en nue~tra concepción de solo dos impulsos -libidinal y agresivo--. El hambre, descripto en un momento por Freud como un impulso del yo, sería entonces otra expresión de tensiones de impulsos psicofisiológicos primitivos indiferenciados. Si especuláramos, este concepto explicaría aún algunas de las proposiciones que Freud mencionó al describir su teoría del instinto de muerte y de vida. Lo que dije al referirme a las enfermedades psicmiomáticas y psicóticas se puede extender a procesos de envejecin:iiento y de involución física. Todos es· tos procesos podrían involucrar una disminución en las catexias periféricas, de las funciones perceptivas y motoras, resultando en un aumento de las catexias de los órganos corporales, con una concomitante aefusión regresiva de impulsos hasta un punto tal en que prevalece la energía de impulsos destructivos, que deben ser nuevamente descargados a través de canales fisiológicos en el cuerpo. 8 7 En una discusión personal, hace años, llamé la atención a Fenichel sobre este punto. 8 Sería también interesante comparar, desde este punto de vista, los dife. xentes grados de regresión que se presentan en enfermedades psicosomáticas y en la histeria. En .contraste con la primera, en las que existe una profunda hipercatexia regresiva de los órganos internos del cuerpo, en la histeria no se mantendrían las catexias en la periferia sino que llegarían aún a una hipercate· :xia de los órganos motores y sensoriales en el sitio de la afección, con una

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Estarnos listos para empezar a estudiar los conceptos de narcisismo y masoquismo secundarios. Dije anteriormente que desde un punto de vista "práctico" conocernos el significado de narcisismo y masoquismo como aparecen en estadios más avanzados de la organización psíquica. A pesar de ello debo aceptar que en este caso también nuestra terminología y conceptos teóricos están lejos de ser precisos y acordes a las tendencias modernas. De las consideraciones anteriores entendemos que el desarrollo del "narcisismo secundario" y "masoquismo secundario" comienza con el primer estadio del desarrollo del yo. En este período se han desarrollado los impulsos libidinales y agresivos por un lado, y toman lugar todos sus grados de fusión, por otro. Los objetos comienzan a ser distinguidos uno de otro y del self, y sus diferentes representaciones en el nuevo sistema, el yo, se dotan gradualmente de una duradera carga libidinal y agresiva. Como punto de partida para la discusión de este' período podría repetir parte de la cita de "El Y o y el Ello" ( 1923), donde Freud afirma: "El ello emplea una parte de esta libido en cargas eróticas de objeto, después de la cual el yo, robustecido ya, intenta apoderarse de esta libido del objeto e intenta imponerse al ello como objeto erótico. El narcisismo del yo es, de este modo, un narcisismo secundario sustraído a los objetos." (Pág. 65.) Este concepto de Freud enfatiza el hecho de que el desarrollo del narcisismo secundario es un complejo proceso íntimamente relacionado con la diferenciación estructural y la constitución del sistema del yo. Sin embargo, si repasamos las formulaciones de Freud nos quedamos per- . ple jos; ellos sugieren que el yo se construye y robustece sólo al revestido por la libido narcisística. Nuestra terminología habitual confirma esta ~idea. Estamos acostumbrados a pensar'' en el narcisismo secundario en términos de una carga del yo retransformación parcial de una normal descarga motora, afectiva e ideacional, en proceS-Os de descarga fisiológicos y afectomotores primitivos que encuentran expresión en los síntomas de conversión histérica.

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con libido narcisística, y en general describimos las gratificaciones obtenidas por las actividades del yo, simplemente como "gratificaciones narcisísticas". Es sin duda el ello la fuente de donde emergen todos los impulsos libidinales y agresivos dirigidos al objeto. Uno de los logros más importantes del desarrollo infantil, es sin duda también, la formación de representaciones objetales estables y el establecimiento de cargas libidinales objetales duraderas en el sistema yoico. 9 Veremos que el dilema es eminentemente el resultado de una confusión en la terminología. · Se refieren al ambiguo uso del término yo; v. g., la falta de distinción entre el yo, que representa un sistema mental estructural, el self, que definí anteriormente, y las representaciones del self. Hartmann ( 1950), llamó la atención sobre este punto y sugirió el uso del último término (análogo a las representaciones objetales) para las representaciones endopsíquicas conscientes, preconscientes e inconscientes del self mental y corporal en el sistema yoico. Yo trabajé sobre este concepto por muchos años, porque me pareció indispensable para el estudio de los tras· tornos que presentan los psicóticos. El significado de los conceptos de self y representaciones del self, como distintos del concepto de yo, se aclara cuando recordamos que el establecimiento del sistema yoico se realiza con el descubrimiento del mundo objetal y la creciente distinción entre éste y el propio self mental y físico. De los crecientes recuerdos de experiencias placenteras y displacenteras instintuales, funcionales, emocionales e ideacionales junto con las percepciones con las que están asociadas, emergen las imágenes de los objetos de amor, así como también aquellas del self psíquico y físico. Vagas y variables al comienzo, gradualmente se expanden y desarrollan hacia representaciones endopsíquicas, más o menos reales, y consistentes, del mundo objetal y del self. 9 En concordancia, en "Inhibición, Síntoma y Angustia" (1926), Freud mismo se refiere a la impotencia sexual como .la .inhibición de una función del yo.

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Podemos entender ahora por qué el intento de Freud, de asociar el concepto de narcisismo a su nuevo concepto estructural no tuvo mucho éxito. El narcisismo y masoquismo secundarios no son idénticos a la dotación libidinal y agresiva del sistema yoico; es la representación mental del self, constituida en el curso de la formación del yo, la que se carga con libido y agresión y se transforma en objetos de amor y odio. 10 Definamos ahora el concepto de representaciones del self en forma más precisa y describamos el desarrollo genético de estas formaciones psíquicas. Como lo dice Fenichel (1945), en "La Teoría Psicoanalítica de la Neurosis" la imagen de nuestro self se establece desde dos fuentes: primero, de una percepción directa de nuestras experiencias internas, de sensaciones, de procesos mentales y emocionales, de actividad funcional; y segundo, de una autopercepción e introspección indirecta; por ejemplo de la percepción de nuestro self mental y corporal coino un objeto. Desde que por razones obvias, nuestra capacidad para separarnos de nuestro propio self es sumamente limitada, nuestras funciones autocognitivas contribuyen sólo moderadamente a la concepción del mismo: Por lo tanto, las representaciones del self no serán nunca estrictamente "conceptuales". Como veremos, se mantienen bajo la influencia de nuestras experiencias emocionales subjetivas aún más que las representaciones objetales.11 Como dijimos anteriormente, el núcleo de las imágenes del self en la temprana infancia son los recuerdos ·de sensaciones placenteras y displacenteras, que bajo la influencia del autoerotismo y el comienzo de la actividad funcional, y de la inves10 En cuanto a las diferencias terminológicas entre el yo, el "self", y las "representaciones del self", sería de importancia recalcar que las cargas de impulsos de estas últimas en el sistema.. yoico llevarían a una descarga agresiva o libidinal sobre .;:el 'Self físico.o :mental. 11 Los conceptos de Federn de sentimiento del yo y experiencia del yo reafinnan este punto. Pero por razones que no se entienden él separa enteramente este sentimiento de los componentes conceptuales de las representaciones del self.

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tigación traviesa que el niño realiza de su cuerpo, permiten su asociación a las imágenes corporales. En un principio, nuestra imagen del self, como la imagen objetal primitiva, no constituye una unidad firme. Emergiendo de sensaciones que son difícilmente distinguibles de las percepciones de la parte gratificante del objeto, es al comienzo fusionada y confundida con las imágenes del objeto, y está compuesta de series constantemente cambiantes de imágenes del self que reflejan principalmente las fluctuaciones incesantes del estado mental primitivo. 12 Ampliaremos. más tarde la discusión del desarrollo preedípico de las imágenes del self e imágenes objetales en conexión con los problemas de identidad e identificaciones. En este momento sería suficiente puntualizar la enorme, aunque perturbadora, influencia que los procesos de represión y negación infantiles ejercen sobre la formación de nuestras imágenes del self y el mundo objetal. Desde que estas imágenes se originan de los recuerdos de experiencias placentras y displacenteras, y están sólo gradualmente entrelazadas entre sí y corregidas por los recuerdos perceptivos que reflejan la realidad, la eliminación de un considerable sector de recuerdos displacenteros por la represión infantil aparta una gran cantidad de aspectos inaceptables tanto del self como del mundo exterior. Los defectos causados por la represión podrían rellenarse por elementos de pantalla, por distorsiones o embellecimientos que pueden fabricar los elaborados mecanismos defensivos del yo. Además, a medida que estas fantasías reprimidas que han quedado cargadas en el inconsciente, encuentran su camino hacia la superficie, le darán un colorido de imágenes infantiles pasadas a las representaciones objetales y

del self.

La insistencia universal de la fantasía inconsciente, en 12 La proposición de Federo de un sentimiento del yo originalmente uní· fonne no contradice lo que yo he expuesto anteriormente. Tan pronto como la experiencia del "yo" aparece, puede existir el sentimiento consciente dd self como un todo, a pesar de la fluidez y variedad de las imágenes del self.

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NARCISISMO, :MASOQUISMO - Cf'NCEPTOS DEL SELF

Ja mujer, de que su órgano genital está castrado, frecuente· mente con simultánea negación y el desarrollo de la fantasía ilusoria de posesión de un pene, sería el mejor ejemplo para demostrar hasta dónde el impacto de experiencias emocionales infantiles nos impiden la formación de imágenes corporales correctas. Esto es por demás cierto _cuando nos referimos a la imagen de nuestro self mental, que surge sólo con la creciente capacidad para la concienciación del self e introspección, como por ejemplo, con la capacidad de percepción, discriminación y evaluación de nuestros propios sentimientos, pensamientos y actos. Éstas son funciones que se desarrollan más tarde que la percepción del self corporal y, a pesar de estar reforzadas por la formación del superyó, en mucha gente su desarrollo es moderado. Pero la fijación inconsciente, también presente en hombres, de la fantasía de castración femenina, muestra nuestra limitada capacidad para la formación de representaciones objetales reales. Ellas ""50n influenciadas por nuestras emociones y conflictos emocionales pasados, más de lo que quisiéramos admitir. Nuevamente, esto es especialmente cierto para nuestros conceptos de las características mentales de otros. Debemos considerar que nuestra visión del mundo, en especial del animado, Un.pedida por la insuficiente percepción humana, permite f áciJes distorsiones por transferencia de imágenes infantiles hacia otras personas o cosas; esto es determinado parcialmente, por reacciones emocionales subjetivas ante la conducta de otros, por un entendimiento empático basado en identificaciones afectivas primitivas, y muy frecuentemente por proyecciones. De este modo, podemos fácilmente entender la razón por la que surgen tal multiplicidad de errores y falsificaciones. De todas maneras, las imágenes se unifican, organizan e integran hacia una concepción más o menos real del mundo objetal y del self, con el desarrollo progresivo psicosexual y del yo, con la maduración de las habilidades físicas y men· tales de los procesos emocionales e ideacionales y de testificación de la realidad, y también con la progresiva capacidad 35

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para la percepción y autopércepción, para el juicio y la in~ trospección. Definimos por imagen real del self, aquella que refleje correctamente el estado y las características, las potenciali· dades y habilidades, las posibilidades y los límites de nuestro self mental y corporal: por un lado, de nuestra apariencia, anatomía y fisiología; por otro, de nu&>tro yo, nuestros senti· mientos y pensamientos conscientes y preconscientes, deseos, impulsos, y aetitudes, de nuestras funciones físicas y men· tales y de nuestra conducta. Desde que el ideal del yo y del superyó son parte de nuestro self mental, tal imagen debe también representar correctamente nuestros ideales conscien· tes, preconscientes y nuestra escala de valores, y la efectivi· dad -o inefectividad- de nuestras funciones autocríticas. Depende del grado conque el ello, a cualquier nivel, se comunique con el yo, o encuentre acceso a él, que esté naturalmente representado en la imagen del self. Considerando que todos estos aspectos específicos tendrán su correspondiente representación psíquica, se desarrollará simultáneamente un concepto de su suma total, por ejemplo, la concienciación del self como uni:t entidad diferenciada pero ro, organizada que "es distinta y separada del ambiente" (Kramer, 1955, pág. 47), una entidad que tiene continuidad y dirección, y, citando a Lichtenstein (1961), tiene "la capacidad de mantenerse igual en medio del cambio". (Pág. 193.) Esta concienciación encontrará una expresión .emocional en la experiencia de identidad personal (sentimiento del self), cuyo origen y desarrollo discutiremos en relación con las vicisitudes de las relaciones objetales e identificaciones.

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2 Reseña de la reciente literatura sobre el problema de identidad

El capítulo precedente, en el que nos referimos a los oríge· nes del seU y las representaciones objetales y de la concien· ciación del self, implica y demuestra que estoy de acuerdo con las definiciones dadas por Greenacre (1958) y Mahler (1957), cuando describieron el desarrollo del sentido o sentimiento de identidad (concienciación del self, ~entimiento del self) en conexión con la constitución en el niño de las imá· genes del self corporales y mentales. Eissler (1957), por otra parte, toma al self como una estructura independiente comparable al yo, pero que se desarrolla solo en la adolescencia. Por esa razón cree que las experiencias de identidad tienen orígenes similares en ese momento. .Si bien no puedo estar de acuerdo con sus hipótesis, las observaciones en las que se fundan son ciertamente válidas, como veremos al tratar la adolescencia. Erikson (1956), si bien habla de la formación de la identidad como "un proceso que dura toda la vida", usa el término "identidad del yo" similarmente para "algu· nas de las adquisiciones lógicas que el individuo debe haber adquirido, al término de su adolescencia, de todas sus experiencias .preadultas, estando así preparado para la adultez". (Pág. 101.) Bajo la influencia de los estudios de Erikson, se han escrito recientemente dos libros sobre este tópico: "The Que:-t for Identity", de \\Theelis ( 1958), y "On Shame and the Search for Identity'', de Lynd ( 1958). Estos autores, corno

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Erikson, tienen una orientación sociológica, pero la llevan hasta el ext emo. Mientras que Erikson describe tra:::tornos comunes de la identidad en la adolescencia, ellos hablan de la búsqueda de la identidad como un problema general de toda la presente generación, causado por los cambios sociológicos de nuestro tiempo. Por lo tanto, la pérdida o graves trastornos de la identidad, son considerados desde un punto de vista menos individual y psiquiátrico y más desde un punto de vista sociológico, en términos de un fenómeno grupal generalizado. Lynd, que se apoya. en forma excesiva en los trabajos de Erikson y Sullivan, simplifica considerablemente la situación sosteniendo que las perturbaciones en el sentimiento de identidad aparecen cuando una persona no puede "encontrar en su situación social aspectos con los cuales identificarse claramente"·. (Pág. 215.) Wheelis describe igualmente que las perturbaciones en el sentimiento de identidad son causadas por la ruptura de los sistemas de valores del pasado y la resultante confusión y los problemas de superyó que padece la generación actual. Probablemente como resultado de su orientación sociológica, estos autores, que afirman la aparición de disturbios en la formación de la identidad y en el sentimiento de identidad durante y después de-la adolescencia, desconocen la presencia de tales problemas en niños o en psicóticos, e ignoran el desarrollo infantil y los factores ontogenéticos. Originalmente Erikson no pasó por alto el enfoque genético, 1 pero parece abandonarlo progresivamente. Sus estudios sobre identidad son localizados principalmente en los períodos preadolescente y adolescente. Esto se refleja en su uso de los términos formación de la identidad e identidad del yo. Comparando sus definiciones que figuran en "Ego Development and Historical Change" (1946) y en "The Problem of Ego Identity" (1956), comparto su opinión de que el término identidad del yo, como él lo emplea, "tiene todavía cierta 1 Desde el punto de vista psicoanalítico, encuentro su diagrama de crisis psicosociales (1956, pág. 120) no demasiado infonnativo y al;;o confuso.

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ambigüedad". En el primero de los escritos mencionados, él lo equipara con "una más real autoestima" que "crece hasta convertirse en una convicción de que el yo está aprendiendo los pasos efectivos hacia un futuro colectivo tangible, que se está transformando en un yo definido dentro de una realidad social". (Pág. 23.) Identidad del yo definida como "la concienciación de que existe una mismidad y continuidad de los métodos de síntesis del yo", está aquí explícitamente diferenciado del sentimiento de "identidad personal'', al intentar conducir no sólo "el mero hecho de la existencia" sino "la cualidad yoica de esta existencia". (Pág. 23.) Sin duda el término identidad del yo en este sentido se presta a un estudio psicosociológico que relacione "identidad individual" con "identidad grupal". Pero me resulta muy difícil distinguir entre identidad personal e identidad del yo, más aún desde que Erikson relaciona esta última con la "autoestima real" y el superyó individual a los sistemas de valores de,. la sociedad en la que el individuo se forma. Erikson parece utilizar el término identidad del yo en un sentido muy amplio, demasiado amplio; lo deja "hablar por sí mismo en varias connotaciones (1956: pág. 102f', como refiriéndose a "nn sentido consciente de identidad individual" o a "una disputa inconsciente por una continuidad de carácter personal" o a "un criterio para el hacer silencioso de síntesis del yo" o a "el mantenimiento de una solidaridad interna con los ideales e identidad grupales". En sn trabajo sobre el desarrollo del sentimiento de identidad, Greenacre (1958) también puntualiza "que es un término flexible y funcional más que un significado absoluto". (Pág. 613.) Ella primero describe en hermosa manera qué queremos significar por identidad de un objeto, tal como una casa, y más tarde define el ·sentido de identidad o concienciación de ide:dtidad como "un contraste y comparación enfatizando los parecidos básicos pero llamando especialmente la atención sobre las diferencias obvias". Desafortunadamente Erikson no hace una distinción definida entre estas dos pers39

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pectivas: la identidad personal y la forma en que se desarrolla y puede ser objetivamente descripta, y la experiencia subjetiva de identidad o el esfuerzo por lograrla que sería el reflejo de la formación objetiva de la identidad. Esta ambigüedad está expresada en el párrafo de Erikson en el que trata el yo y el self (sus representaciones), concluyendo que "la formación de la identidad, por lo tanto, se puede decir que tiene aspectos del yo y aspectos del self". (1956, pág. 149.) Y o le doy valor a la introducción de Erikson del término "formación de la identidad" -refiriéndose a un proceso objetivo-- siempre que no se aplique solamente al yo y a sus fuerzas sintéticas. Preferiría entender por formación de la identidad a un proceso que construya la habilidad de preservar la organización psíquica total -a pesar de su complejidad, diferenciación y creciente estructuralización- como una entidad altamente individualizada pero coherente, que tiene una dirección y continuidad en cualquier período del desarrollo humano. Una normal formación de la identidad depende, indudablemente, de la efectividad de las funciones organizadoras y de síntesis del yo; pero creo que estos procesos de organización son operativos en la formación de todas las estructuras del aparato psíquico, incluyendo: el superyó. Además, una normal formación de la identidad parece depender de la habilidad con la cual la organización psíquica desarrolla y alcanza una autonomía secundaria óptima del yo y superyó en su manejo de la realidad y de los impulsos, de los conflictos intersistémicos. y de las tensiones existentes entre todos estos sistemas. El proceso objetivo de una formación de la identidad normal está reflejado, en cualquier período del desarrollo, en un normal sentimiento subjetivo de la identidad. Mientras que el concepto de formación de la identidad se localiza en la autorrealización del individuo, en la ejecución de sus posibilidades y su papel en la sociedad, llama especialmente la atención sobre las relaciones de identidad con las identificaciones del yo y superyó y sus vicisitudes finales durante y después de la adolescencia. La mayoría de los autores 40

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que tratan este problema puntualizan la íntima relación existente entre identidad e identificaciones pero desde diferentes ángulos. Mahler (1957), los expone describiendo trastornos o pérdida del sentimiento de identidad en los tipos "como sí', y en niños psicóticos. Greenacre (1958), afirma que "la identidad está íntimamente ligada a la identificación, ya sea un proceso interno del desarrollo psíquico o un acto de reconocimiento por el ser humano de un objeto exterior, animado o inanimado". (Pág. 613.) Spiegel ( 1959), se concentra "sobre el marco referencial en cuanto a estados internos" y sobre el "pooling" (pág. 99) de las representaciones aisladas del self, problema éste definidamente relacionado con los aspectos sintéticos de la formación de la identidad que fueron puestos en relieve por Erikson. Spiegel describe trastornos en el sentimiento del self y los sentimientos de realidad relacionados, como emergiendo de los rápidos cambios en la proporción entre las representaciones del self únicas en el seií total como marco de referencia, o de oscilaciones entre cargas objetales y narcisísticas, o por oscilaciones en este mismo marco. En relación con este último punto se refiere a las relaciones entre el sentimiento del self o identificaciones, sin mayores comentarios. Volviendo nuevamente a Erikson, cree que: "La identi· dad final. . . es más que cualquier identificación aislada con individuos del pasado" (1956, pág. 112) y que "La forma· ción de la identidad. . . comienza cuando la utilidad de la identificación termina". (Pág. 113.) Esta drástica afirmación merece una cuidadosa aclaración y examen. Por cierto, desvía el énfasis puesto anteriormente en el período infantil hacia el período adolescente o postadolescente . En contraste con Erikson, Lichtenstein ( 1961 )., en una fascinante publicación sobre identidad y sexualidad, coloca el origen de la formación de la identidad en las relaciones materno-infantiles más tempranas. Debo mencionar al menos, algunas de las desafiantes ideas expresadas en su estudio. Como Eissler y Erikson, Lichtenstein enfatiza las expc:rien41

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cías de continuidad en el sentimiento de identidad normal. Por otra parte su concepto de identidad "caracteriza la capacidad de mantenerse igual en medio del cambio", mientras que el sentimiento de identidad es la "concienciación de tal continuidad de mismidad". (Pág. 193.) Sus definiciones muestran que comparte mis críticas al ambiguo concepto de Erikson de identidad del yo, que no hace distinción entre la formación de identidad objetiva y su correspondiente experiencia, y que además, restringe la formación de la identidad solamente al yo. Sin embargo Lichtenstein considera que los conceptos de identidad y formación de identidad objetiva son fundamentales para el entendimiento del desarrollo de la personalidad ·humana. De acuerdo con él, los animales tienen una identidad adaptativa preformada, garantizada por sus automatismos instintivos heredados. El hombre; sin embargo, por ser un ente a la vez histórico y biológico, tiene una existencia histórica, por ejemplo, una existencia con una identidad autocreada y autodefinida por cuyo mantenimiento debe luchar por siempre. Ésta es la razón por la cual Lichtenstein introduce la idea de un principio de identidad que controla todo el desarrollo humano y tiene prioridad sobre cualquier otro prin· cipio o necesidad, incluyendo la necesidad de subsistir. En mi opinión, la idea de Lichtenstein, de que el hombre "está siempre amenazado por la pérdida o destrucción de su identidad" (pág. 184), no se puede confirmar por la observación clínica. Si esto fuera válido los problemas de identidad serían ciertamente predominantes en todos los neuróticos, Esto no es así. Serios problemas de identidad parecen acontecer solamente en neuróticos con conflictos narcisísticos específicos y en pacientes borderlines y psicóticos. La convicción de Lichtenstein del importante papel que en el hombre tiene la lucha por la identidad se basa en sus objeciones a nuestra forma cartesiana de pensar en términos de sujeto y objeto. Él cree en una "forma simbiótica fundamental de existencia del hombre" -idea ésta relacionada con los conceptos de Eissler. De aquí que, "el hombre debe defi-

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nir su identidad" y "se define a sí mismo como un instrumento, un órgano que sirve a una función". (Pág. 203.) Lichtenstein en consecuencia asume que la función esencial de la sexualidad humana no procreativa es el establecimiento de "los más tempranos y básicos esbozos" de identidad. Considera la relación simbiótica materno-infantil como el comienzo de la formación de la identidad humana. Creo que esto es acep- · table, a pesar que la separación del niño de la madre, y el resultante proceso de individuación parece tan esencial en la formación de la identidad. Tampoco objeto la afirmación de que "La madre imprime al niño no una identidad sino un tema de identidad". (Pág. 208.) Pero las fallas latentes de. los conceptos de Lichtenstein se hacen obvias cuando define "un apareamiento sensual" como una interacción "en la que cada participante se experimenta a sí mismo como el único capaz de servir de instrumento para la gratificación sensorial del otro". (Pág. 207.) Tal concepto lleva lógicamente a negar el papel de la agresión en las relaciones del hombre con su Umwelt y en el proceso de la formación de la identidad. En consecuencia, aquí surgen las contradicciones y se hacen evidentes en t
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confusión; este término excluye la lucha por la subsistencia para la cual el hombre y el animal deben estar equipados. En efecto, los organismos vivientes no sólo se necesitan, alimentan, y gratifican unos a otros; también luchan unos con otros hasta llegar a extinguir la especie. Esta interrelación a doble vía entre las criaturas vivientes y su Umwelt, no puede ser comparada con la relación que tiene un órgano con el resto del organismo o con la relación verdaderamente simbiótica materno-infantil, que no involucra normalmente una lucha destructiva. He discutido las ideas de Lichtenstein con alguna extensión debido a que en los capítulos siguientes quiero mostrar lo que ya he indicado aquí; por ejemplo, cómo, comenzando con la individuación del niño, el establecimiento de la identidad del hombre y los correspondientes sentimientos de identidad, reflejan el hecho de que en cualquier período necesita y adquiere un equipamiento doble. Este equipamiento doble lo incapacita, por otra parte, para vivir con su Umwelt en un estado de interrelación social y personal, adaptación, gratificación y cumplimiento de las necesidades mutuas. También lo inhabilita para afirmarse -si fuera necesario luchando-en servicio de su libertad y sobrevida individual, y en el de sir grupo o especie, dentro de este Umwe'lt. Más aún, los seres humanos alcanzan madurez mental y física totales, autonomía del yo y superyó, dominio emo· cional e instintual y libertad sólo después de la adolescencia. Hasta ese momento aprenden a relacionarse con su Umwelt, a funcionar y a afirmarse en él, a través y bajo la influencia de sus padres u otros guías o maestros, quienes le transmiten las reglas y,,normas de su sociedad y la realidad de su Umwelt. Diciéndolo de otra manera: la simbiosis inicial materno-infantil continúa parcialmente a través de la infancia en la interrelación del niño con sus padres. Es una situación que lleva sólo gradualmente a una posición de autonomía e independencia mutua, y que es abandonada a desgano tanto por los padres como por el niño. durante o después de la adolescen44

RECIENTE LITERATURA SOBRE IDENTIDAD

cia. 2 La precedente situación y la lenta maduración sexual bifásica del joven es consecuencia de las cualidades específicas de su interrelación e identificación con los padres, y del sobresaliente papel que ambos deben dejar en el proceso gradual de individuación. Creo que solamente siguiendo la pista de este proceso a través de todas las etapas del desarrollo de la infancia y de la adolescencia podríamos adquirir un criterio definido de los prerrequisitos para una normal formación de identidad o para establecer las causas de la patología en este terreno, respectivamente. Pero ya es evidente que la formación de la identidad debe, en cualquier etapa, ser el reflejo del complicado desarrollo instintual del hombre, de la lenta madura· ción de su yo, la desigual formación del superyó, y las intrin· cadas vicisitudes de aquellas relaciones objetales e identificaciones con su familia y su medio social, sobre las que se basa su vida adulta personal cultural y social en y con su ambiente.

2 Los padres frecuentemente, y en especial las madres, desarrollan estados depresivos cuando sus niños abandonan el hogar.

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3 Las fusiones entre el self y las imágenes objetales y los tipos primarios de identificaciones

En años recientes, los estudios del sutil interjuego entre la madre y el niño, y de los efectos deletéreos que la temprana separación º· pérdida de la madre producen, han llamado progresivamente la atención a la psicología de la maternidad sobre la influencia que el cuidado materno tiene sobre el desarrollo del yo infantil temprano. En vista del creciente conocimiento en este campo y de la controversia originada por las contribuciones de Bowlby (1958, 1960), quisiera comenzar mi discusión sobre los precursores de las relaciones objetales e identificaciones con algunos comentarios sobre los conceptos actuales de oralidad infantil. Debiéramos aclarar hasta dónde se ha ampliado este concepto a través de los años. Las experiencias .infantiles en el estadio oral primario no están sólo limitadas al acto de comer, y al erotismo "oral", en el estricto sentido de este término. Ellas se extienden a una amplia variedad de experiencias estimulantes, gratificantes y frustrantes, a las que el infante reacciona con respuestas psicobiológicamente premodeladas ( instintivas), como las de chupar, sonreír, llorar, etc., seguido más tarde por lo que Bowlby ha puesto tanto énfasis. 1 1 Schur (1960 a), en una excelente discusión de la errónea concepción de Bowlby de lu relaciones instintivas del niño, se basa tanto en el punto de vista psicoanalítico como en el de la et;iología moderna. La mayor parte de los malentendidos de Bowlby resultan del hecho de que considera erróneamente la teoría de impulsos como una teoría de "impulsos secundarios". Al confundir los términos "instintivo" e "instintual" (1960), ine;itahlemente termina abandonan-

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Por muchos años hemos sabido de la existencia no sólo del erotismo de las membranas mucosas y de la piel en general (tacto, temperatura y dolor), sino también del importante papel del erotismo motor, de los estímulos acústicos y visuales, y de las estimulantes sensaciones quinestésicas y propioceptivas en el niño ( Sadger, 1911; Fenichel, 1945). Es probable que la mayor parte de estas experiencias se originen en los estadios más tempranos de la interrelación madre-hijo. Si bien es cierto que no sabemos en qué momento preciso el aparato psíquico es capaz de retener recuerdos de experiencias placenteras o displacenteras, no existe duda de que mucho antes de que el infante tome conciencia de la madre como persona y de su propio self, existen ya engramas de experiencias que reflejan sus respuestas al cuidado materno ~n su self total, mental y corporal. En efecto, los modelos de descarga de impulso, del niño y de la madre, se adaptan unos a otros durante los primeros meses de la vida. Creo que esto es lo que Lichtenstein quiso significar al referirse a que en la situación simbiótica más temprana la madre imprime al niño "un tema de identidad". Por esta razón, trastornos del equilibrio psicofisiológico que tienen su expresión en ansiedad, pueden originarse por la do completamente la teoría psicoanalítica de impulsos. Para aclarar, podría re· petir que por conducta instintiva nos referimos a respuestas afectomotoras y motoras, psicobiológicamente premodeladas, innatas, que están al servicio de la sobrevida individual y de las especies, y que abastecen la energía de impulsos psíquicos ("instintual"). Estas respuestas, reguladas por el principio placerdisplacer, son la expresión de la "necesidad de búsqueda" y de la "necesidad de evitación". En· otras palabras, sirven en parte a la gratificación de los im· pulsos instintuales (hambre, impulsos agresivos y libidinales), y en parte para evitar el dolor o sustraerse a éL Ellas se desarrollan en reacción a ciertas percepciones, tales como aquellas de necesidades instintuales y peligros ins· tintuales, de estímulos y peligros externos. Podría hacer referencia aquí a la publicación de Schur: "Phylogenesis and Ontogenesis of Affect· and StructureFormation and the Phenomenon of Repetition Compulsion" (1960 b, pág. 284). Como resultado de su confusión conceptual y terminológica, Bowlby sólo habla de las necesidades instintuales y "fisiológicas" del infante, pero no hace men· ción alguna sobre sus necesidades instintuales libidinales, gratificaciones y frustraciones, y las correspondientes experiencias de placer-displacer, en las que se enraízan los laws emocionales del niño con la madre.

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separación del niño no sólo del pecho materno sino de "toda la madre", antes de que sea capaz de discriminar entre ella y otras personas. Esto implica que el tomar conciencia del objeto y del selí no se origina simplemente de fuentes orales, pero no confirma la tesis de Bowlhy sobre la insignificancia de las experiencias de alimentación y destete. Indudaplemente, el hambre, las tensiones libidinales orales y sus gratificaciones, llevan a experiencias placenteras-displacenteras determinadas, que constituyen el primer y más importante puente hacia la madre. Como también puntualizó Schur, nuestro material clínico nos ofrece amplia evidencia de los perjudiciales efectos que son producidos por experiencias de destete desafortunado. Además, Bowlby deja de lado el importante hecho de que las primeras impresiones que el niño tiene de la madre están conectadas con el acto de comer. Ésta es la experiencia oralvisual combinada del pecho materno -o cavidad primaria (Spitz, 1955 ) - por la que no sólo se iguala p.cl pecho con la madre sino que también lo torna en la primera imagen de la madre gratificante. Posteriormente, los recuerdos dejados por cualquier tipo de gratificación y estimulación libidinal pueden agruparse alrededor de esta primera imagen visual materna primitiva (pecho, cavidad primaria) .2 Lo mismo ocurre en la formación de las imágenes del self: las imágenes del self oralmente gratificado o deprivado tenderán a absorber los engramas de todo estímulo físico o emocional, satisfacciones o deprivaciones experimentadas en cualquier área del self total. Por lo tanto, en las asociaciones de un paciente, las fantasías y recuerdos que se refieren a deprivaciones orales pueden ser la expresión de despojos durante la infancia, no simplemente orales, en el estricto sentido de la palabra, sino que pudieron haber sido experimentados en la totalidad de la relación materno-infantil. Frecuentemente, manifestaciones psicosomáticas asociadas con tal material de 2 Como lo dijo Schur, la importancia de la imagen visual ya fue mencio- nada por Freud en su libro sobre sueños (1900).

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recuerdos orales, nos ofrece la huella hacia el pasado infantil temprano. ·La ampliación del concepto de oralidad infantil es de es· pecial importancia en vista de la influencia del cuidado materno en el ofrecimiento del yo infantil. El singular papel de los estrechos vínculos libidinales que se desarrollan entre la madre y el niño, es verdaderamente compendiado por la multiplicidad de sus funciones. Las actitudes y actos maternales que proveen al niño de estímulos libidinales, gratificaciones y restricciones, y que por lo tanto facilitan sus vínculos emocionales, transforman concomitan· temente a la madre en su yo externo y la seguridad para su sobrevida. Pero, asimismo, estos actos y actitudes estimulan y promueven el crecimiento físico y mental de su yo, dándole al niño el principio de realidad y las primeras normas morales. La influencia directa que el cuidado materno tiene sobre el desarrollo físico y mental del niño requiere especial aten· ción (Fenichel, 1945). Sabemos que la boca y las manos son los principales instrumentos infantiles para el descubrimiento del mundo objetal y de su propio self corporal (Hoffer, 1949); pero desde el punto de vista del crecimiento general de su yo y del desarrollo de la actividad funcional, estimulación motora, ex· periencias propioceptivas, quinestésicas, táctiles y térmicas, acústicas y visuales placenteras, pueden tener aún mayor significación. er En efecto, cuando la madre vuelve al niño sobre el vientre, , lo saca de la cuna, le coloca los pañales, lo sienta en sus brazos o sobre su regazo, lo acuna, lo acaricia, lo besa, lo alimenta, le sonríe, le habla y le canta, le ofrece de esta manera no sólo todo tipo de gratificación libidinal sino que simultáneamente lo prepara para sentarse, pararse, gatear, caminar, hablar y demás, y por ejemplo, para el desarrollo de la actividad funcional del yo. En mi opinión, estas consi· deraciones muestran convincentemente la influencia materna sobre el crecimiento del yo infantil y no puede ser mejor 50

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conceptualizada que en términos de nuestra teoría de impulsos. ~ ··· Hasta ahora me concentré especialmente en la introducción, esclarecimiento y discusión de aquellos conceptos y conceptualizaciones en las que descansarán mis futuras investigaciones. Pero antes deberíamos volver a la formación del yo, que es el resultado de la influéncia de la diferenciación de energía y estructuras del self mental primario -o más bien psicofisiológico-; debemos mencionar entonces a los precursores de las relaciones objetales y de las identificaciones que tan importante papel desempeñan en la formación del yo infantil y de los rasgos individuales de personalidad. Freud ( 1923), describió el establecimiento de las identificaciones del yo y del superyó en el capítulo sobre "El yo y el superyó (Ideal del yo)" del volumen "El Yo y el Ello". Toma como punto de partida las identificaciones narcisísticas del melancólico: "Explicamos el doloroso sufrimiento de la melancolía estableciendo la hipótesis de una reconstrucción en el yo del objeto perdido; esto es, la sustitución de una carga de objetos por una identificación." (Ver "Aflicción y Melancolía".)

Continúa diciendo:

. .;:¡:.

"Ulteriormente, hemos comprendido que tal sustitución participa considerablemente en la es1'ructuración del yo y contribuye, sobre todo, a la formación de aquello que denominamos 8U e carácter>.· ·"Originariamente, en la fase primitiva oral del individuo no es posible diferenciar la carga de objeto de la identificación ... Cuando tal objeto sexual ha de ser abandonado, surge frecuentemente en su lugar aquella modificación del yo que hemos hallado ·en la melancolía y descripto como una reconstrucción del objeto en el yo. Ignoramos aún las circunstancias detalladas de esta sustitución. Es muy posible que el yo facilite o haga po~hle,. por medio de esta introyección --que es una especie de

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regresión al mecanismo de la fase oral- el abandono del objeto. O quizás, constituya esta identificación la condición precisa para que el ello abandone sus objetos. De todos modos, es éste un proceso muy frecuente en las primeras fases del desarrollo, y puede llevarnos a la concepción de que el carácter del yo es un residuo de las cargas de objeto abandonadas y contiene la historia de tales elecciones de objeto. . . También puede existir una simultaneidad de la carga de objeto y la identificación, o sea una modificación del carácter antes del abandono del objeto. En este caso, la modificación del caTácter puede sobrevivir a la relación con el objeto y conservarla en cierto sentido." (Págs. 35-37.)

En estas observaciones Freud esquematiza los problemas a los que nos abocaremos ahora: el desarrollo infantil de las identificaciones' primitivas del yo y superyó, llamadas narcisísticas, y sus diferencias. La unidad madre-niño representa el período infantil más temprano. Por supuesto esta situación no puede ser definida todavía en términos de identificación, ya que es un proceso o el resultado de un proceso. Repetidamente he dicho que el infante, en un comienzo, no puede discriminar fácilmente entre sus propias sensaciones placenteras y los objetos de los cuales ellas derivan. Sólo cuando las funciones perceptivas han madurado suficientemente, las gratificaciones o frustraciones pueden ser asociadas con el objeto. En el próximo capítulo expondré en forma más detallada sobre la influencia constructiva de las experiencias frustrantes que se suscitan durante el descubrimiento y distinción entre el self y el objeto amoroso. Inducidas por esas experiencias desagradables de frustración y separación del objeto amoroso, comienzan a surgir fantasías de incorporación (total) del objeto gratificante como expresión del deseo de restablecer la unidad perdida. Este deseo, probablemente, nunca deja de tomar parte en nuestra vida emocional. Aún normalmente la experiencia del contacto físico y de una "iden-

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tidad" de placer durante el acto sexual, puede albergar elementos de felicidad derivados del sentimiento de retorno a la ya perdida unión original con la madre. La intensidad y original subsistencia de tales deseos justifican el énfasis puesto por Bowlby en el importante papel que desempeña la ansiedad de separación que aparece alrededor del sexto o séptimo mes. Estas tempranas fantasías de deseo de contacto y unión con la madre (pecho), son ciertamente las bases sobre las que se construyen todos los tipos de relaciones objetales, como también todos los tipos de identificaciones futuras. 3 Veamos estas fantasías más de cerca, en conexión con las actividades instintuales del niño de alrededor de tres meses (Spitz, 1957, pág. 119), cuando ya es capaz de percibir el objeto de amor, o al menos objetos parciales, como algo diferente a él mismo. Cada vez que es alimentado por la madre o está físicamente cerca de su cuerpo, sus fantasías de deseo de completa unión con la madre por,,.medio de la incorporación (oral y visual, respiratoria y cutánea) será gratificada. En consecuencia, por esta gratificación, sus imágenes del self y del objeto de amor se fusionarán sólo para ser separadas nuevamente con el incremento progresivo de las necesidades instintuales y las experiencias de hambre, frustración y separación real, aptas para excitar 19s deseos agresivos y libidinales. Por esto el infante con hambre, y deseoso de comida, gratificación libidinal, y contacto físico con la madre, que es el precursor de las futuras relaciones objetales, es también el origen del primer tipo de identificación primitiva, identificación ésta que se alcanza por una refusión del self y las imágenes objetales. Esta refusión está acompañada por un debilitamiento temporario de las funciones perceptivas y, en 3 He evitado mencionar deliberadamente el término "identificación primaria" de Freud. Es algo ambiguo en cuanto se refiere al estado primario de unión con la madre, que antecede al descubrimiento y catexias del mundo objeta! y a los tipos de identificaciones preedípicas que mencionaremos luego.

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consecuencia, por el retorno a un estado menos diferenciado desde un yo que ha comenzado su formación. Este tipo de identificación desempeña un papel predominante en la vida mental del bebé en toda la fase preedípica y edípica temprana, y en cierto grado, aun más tarde. En efecto, esto también tiene lugar dentro de una organización psíquica madura. Me he referido anteriormente a la experiencia sexual en la cual la totalidad del self parece fusionarse con la pareja. Quisiera agregar ahora que el yo adulto hará uso también de los mecanismos de introyección y pro· yección, basado en las funciones entre el self y las imágenes objetales, con el propósito especial de establecer identificaciones de sentimiento y fantasía a cualquier nivel, no sólo con nuestros objetos de amor sino con el ambiente en su totalidad. Nuestro entendimiento sutil y empático con otros, en especial con aquellos que amamos, depende de tales identificaciones, ya sean de corta vida o más duraderas. Sin embargo, tales fusiones temporarias, al servicio del yo, normalmente no debilitan los límites entre las imágenes del self y los objetos, por cuanto en la etapa infantil temprana tal firme límite no ha sido todavía establecido. Y, tanto como que aquellas· identificaciones de sentimientos y fantasías coexisten y colaboran con relaciones personales maduras e identificaciones del yo y superyó firmemente establecidas, no afectarán en ningún sentido los sentimientos de identidad de una persona. 4 Los analistas de niños parecen estar de acuerdo en que por encima de los tres años, las fantasías conscientes de fusión con los objetos de amor están dentro del límite del desarrollo normal. Pero he afirmado que aun más . allá del período preedípico las imágenes inconscientes del self y los objetos 4 Debo mencionar que individuos o grupos que están bajo cualquier tipo de terror (catástrofes, regímenes autoritarios) pueden regresar rápidamente a las experiencias mágicas de fusión, ya entre ellos o con el líder dictatorial o el torturador. Creo que este mecanismo responde, parcialmente, a la fatal reac· ción de los grupos en situación de pánico, o debido a ciertas reacciones de la gente que cree y sigue ciegamente a un líder; o dando falsas confesiones cuando son torturados.

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tienden rápidamente a diversificarse, separarse, y unirse nuevamente. Aun cuando el niño ha progresado a una total concienciación de sí mismo y de sus objetos de amor como entidades individuales, su dependencia de la madre, para la satisfacción de la mayoría de sus necesidades instintuales y la realización de sus funciones yoicas, aún continúa previniendo así la completa separación de las imágenes del self y de la madre. Gratificaciones instintuales, el contacto estrecho físico y emocional, el apoyo, protección, y la guía ofrecida por la madre, todo tiende a unirlos más y más; por lo tanto, en general, la imagen materna (y paterna) continúa por algunos años siendo solo una extensión de la imagen del self del niño, o viceversa. Esto es lo que da a la relación del niño con su madre tales cualidades "narcisísticas". La unión con su ·madre tiene una intensidad dramática. Pero aun cuando ella ya no es más un objeto exclusivamente gratificante y se ha convertido en un dador de afecto, el bebé, todavía incapaz de amar en el sentido de tener real interés por otros, está aún principalmente preocupado por su tan preciado self. A pesar de que él debe adecuarse, y lo hace, a las actitudes de los padres, no puede entender ni respetar las necesidades paternas a menos que conc~erden o le sirvan a las suyas. · Mientras que las fantasías de función con.el objeto amoroso, descritas anteriormente, tienen origen en la interrelación simbiótica del niño con la madre, un tipo más activo de identificación primitiva se origina de sus crecientes esfuerzos por imitar los objetos amorosos. En "La Teoría Psicoanalítica de la Neurosis" ( 1945), Fenichel describió las íntimas conexiones e interrelaciones entre las fantasías infantiles de este período, todavía predominantemente receptivas, y las imitaciones de los objetos amorosos que comienzan en el primer año de vidl}, pero que ya requieren la participación del aparato motor. Desde que estas imitaciones se originan del estrecho vínculo empático existente entre la madre y el niño, emergen probablemente de lo que podríamos llamar, identifi55

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caciones afectivas primitivas. El hecho que la madre es capaz de inducir directamente afectos en el bebé por medio de su propia expresión afectiva -hecho sobre el que se basa la teoría de la ansiedad, de Sullivan- es bien conocido, pero difícil de explicar. Las observaciones realizadas en infantes dejan poca duda de que el niño comienza muy tempranamente a percibir, responder y a imitar los gestos, las inflexiones de voz y otras manifestaciones audibles y visibles de la madre. Y a me he referido al mutuo ajuste de los modelos de descarga entre el niño y la madre, y también he mencionado, cómo el mutuo interjuego entre la madre y el niño estimula y prepara su naciente vida emocional y funciones yoicas. Podríamos suponer que las imitaciones que el niño realiza de las expresiones emocionales parentales surgen de estas bases, y que ]as primeras identificaciones afectomotoras entre el niño y la madre, preceden y acompañan las imitaciones del niño de las actividades funcionales de los padres. La creciente actividad motora del niño, al aprender a hablar, a caminar y a comportarse como los padres, a controlar sus esfínteres, que es la expresión del comienzo del control instintual, marcan ciertamente el progreso de la formación del yo. Estas imitaciünes son, al comienzo, sólo precursoras de verdaderas identificaciones del yo, tal como sus incipientes formaciones reactivas son las precursoras de la formación del superyó. En efecto, no debemos hablar de identificaciones del yo antes de que el niño comience a desarrollar actitudes yoicas y rasgos ·de carácter tomados de sus padres, y antes de que manifieste verdadero interés y practique funciones yoicas significativas, guiado por el ejemplo y las demandas parentales. Al principio, las imitaciones que el bebé realiza de los gestos, conducta y actos de la madre, son indudablemente sólo actividades formales "como sí", sin tener conciencia de su significado, y basadas simplemente en los estrechos vínculos empáticos existentes con la madre. No es todavía su meta esencial el llegar a parecerse al objeto amoroso. En esta eta56

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pa, el niño todavía puede creer que imitando a la madre, "jugando a ser madre", significa ser o convertirse en la madre. Tales fantasías ilusorias, mágicas, indican hasta qué punto desea el niño mantener a la madre como una parte de sí mismo, y unirse con ella, cual fue su propósito primitivo, sin distinción ni consideración de la realidad externa y de su propia realidad interna. El progreso principal lo manifiesta en el creciente deseo del niño de lograr esta meta no sólo a través de gratificaciones sensuales y acercamiento físico con el objeto amoroso, sino también a través de su propia actividad. Sin embargo, su insuficiente capacidad para percibir la realidad, le permite todavía unir y ampliar las imágenes de los objetos y del self de acuerdo con sus deseos y fantasías mágicas, sin tomar en cuenta sus limitaciones y las del objeto amoroso. Éste es el período de constante traslación y cambio de catexias al cual ya me he referido. La libido,.y la agresión son continuamente trasladadas del objeto amoroso al self y viceversa, o también desde un objeto a otro, mientras que las imágenes del self y del objeto, como también las imágenes de diferentes objetos, son temporariamente fusionadas y separadas para volver a unirse nuevamente. Simultáneamente existe la tendencia a cargar solo con la libido una de tales unidades de imágenes compuestas, mientras que toda la agresión es dirigida hacia otra, hasta que esta ambivalencia puede ser tolerada. Estos procesos de carga se reflejan en los mecanismos introyectivos y proyectivos basados en las fantasías inconscientes del niño de incorporación y eyección del objeto de amor. En esta etapa el niño exhibe actitudes o conductas sumisas y de dependencia, que alternan con ideas temporarias de grandiosidad, mostrando así su "participación mágica" en la omnipotencia de los padres. Existen vacilaciones erráticas entre actitudes de pasividad, dependencia irremediable frente a la omnipotencia materna, y esfuerzos agresivos activos para la expansión del self y un poderoso control sobre los objetos de amor. I

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En sus interesantes estudios sobre elación, Lewin (1950) determinó el origen genético de estas actitudes opuestas, activo-agresiva y pasivo-sumisa, a diferentes fases en las experiencias infantiles tempranas de gratificación oral. Los deseos de convertir a la madre en parte de sí mismo o de convertirse en parte de ella, provienen, verdaderamente, de las fantasías de devorar el objeto amoroso o de ser devorado por él. De acuerdo con Lewin, provienen de las dos fases de la gratificación oral: la primera, en la que el niño agresivamente se prende y toma el pecho; la segunda, en la que se relaja, se vuelve pasivo, y finalmente (llegando a la tercera fase) se duerme. La conducta progresivamente contradictoria, pasivo-sumisa y activo-agresiva del niño durante el período preedípico y edípico temprano, se puede correlacionar, por supuesto, con sus ambivalentes fluctuaciones emocionales entre el sentimiento de amor, admiración y confianza por sus omnipotentes padres, y la frustrante desvalorización y desconfianza por sus objetos amorosos. El mundo mágico de fantasía del niño, en el período preedípico, es abandonado sólo en forma gradual. Sus restos perduran en el período edípico. Recordamos de nuestra acotación, tal como la expusimos en el Capítulo 1, que Freud (1914), en "Introducción al Narcisismo" describió las actitudes megalomaníacas en los niños, primitivos, y esquizofrénicos, sus creencias en la omnipotencia del pensamiento y en la magia de las palabras, como evidencia del "narcisismo primario". Actualmente, sin embargo, estas actitudes parecen ser las manifestaciones de comienzo del "narcisismo secundario" o, como deberíamos llamarlo, de etapas preedípicas de la formación del yo y de un establecimiento inicial y carga de imágenes del self y del objeto, que todavía mantienen una débil unión entre sí. El yo psicótico parece _ regresar a estas etapas._ Vemos, por otro lado, que Freud a pesar de reconocer las "identificaciones narcisísticas" de los melancólicos como mecanismos genéticos tempranos, en "El Y o y el Ello" los relaciona a las identificaciones del yo y 58

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superyó sin hacer comentarios sobre las diferencias características y muy significativas entre estos dos mecanismos. Las observaciones realizadas de psicóticos esquizofrénicos y maníaco-depresivos, que son altamente informativas en relación a los estadios tempranos de la formación del yo, confirman sin duda, las conexiones genéticas entre tales identificaciones primitivas y verdaderas _del yo y superyó, pero también hacen relevantes sus conspicuas diferencias. En cuanto a los tipos más tempranos de identificaciones repito que, siendo mágicas por naturaleza, se basan en mecanismos primitivos de introyección o proyección que corresponden a fusiones de imágenes del self y del objeto sin tomar en cuenta sus diferencias reales. Ellas se expresarán en fantasías ilusorias del niño en las que él forma parte del objeto o puede convertirse en el objeto al pretender serlo o comportándose como si fuera el objeto. Tales ideas, temporarias y reversibles en niños pequeños, pueden convertirse en convicciones delusorias fijadas en psicóticos. Sin tomar en cuenta la realidad, el melancólico se odia y acusa a sí mismo como si fuera el objeto de amor, mientras que el esquizofrénico puede estar aún conscientemente convencido que él es otra persona ( Jacobson, l 954b). Mencionaré aquí algunas acotaciones sobre los mecanismos de introyección y proyección sobre lo&, que se fundan todas las formas de identificaciones, haciendo especial referencia a las ideas de Melanie Klein sobre imagen objetal y la formación del superyó. La impresición teórica existente se debe a nuestras fallas en hacer claras diferencias entre los objetos externos y sus representaciones endopsíquicas. Pero Melanie Klein (1934) agravó esta confusión al no hacer distinción entre las representaciones endopsíquicas y lo que ella y sus continuadores llamaron objetos "internalizados" o "introyectados", o simplemente "introyectos", al no definir estos términos en forma precisa. Todos sus conceptos son de lo más engañosos, desde que iguala los "introyectos" al superyó infantil. /

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Para comenzar, los términos introyección y proyección se refieren a procesos psíquicos como resultado de los cuales las imágenes del sélf asumen características de imágenes objetales y viceversa. Los mecanismos de introyección y proyección se originan en las tempranas fantasías infantiles de incorporación y eyección y deben ser distinguidas de ellas. Deben pasar procesos de elaboración, pueden ser empleadas al servicio de la defensa y, en psicóticos, son usadas con propósitos de restitución. Durante la etapa narcisística preedípica, mecanismos proyectivos e introyectivos primitivos groseros, unidos a experiencias perceptivas y placenteras-displacenteras, participan en la constitución de las imágenes objetales y del self y, por esto, en las relaciones objetales. La limitada capacidad del niño pequeño .para distinguir entre el mundo externo e interno, que es responsable de los débiles límites entre las imágenes objetales y del self y de los drásticos cambios de carga entre ellos, promueve los continuos procesos de introyección y proyección. Por lo tanto es real que durante los primeros años de vida, las imágenes objetales y del self del niño, tienen tódavía cualidades más o menos introyectivas y proyectivas, Pero el establecimiento de representaciones reales del objeto y del self se debería a la maduración progresiva de las funéiones perceptivas externas e internas, por ejemplo, probando la realidad a expensas de los mecanismos introyectivos y proyectivos. Sin embargo estos últimos, a medida que se van tornando más refinados y sutiles, continúan desempeñando un papel esencial en los procesos de identificación y en el avance desde fusiones primitivas, hasta aquellas identificaciones selectivas en las que se basan el desarrollo del yo y superyó infantil. Por ello, en pacientes adultos, no debemos confundir procesos de transferencia basados en el desplazamiento de una imagen objetal a otra, tal como de la madre al analista, con proyecciones. Naturalmente, los mecanismos de proyección pueden involucrarse en fenómenos de transferencia, por ejem60

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plo, cuando el analista se vuelve la representación del superyó del paciente y también de los esfuerzos de su ello. Es igualmente erróneo describir las imágenes objetales y del self de adultos normales o neuróticos, simplemente como "introyectos". La introyección de imágenes objetales en imágenes del self o proyecciones de imágenes del self en imágenes objetales, son características de las identificaciones psicóticas. Además, pacientes psicóticos, pueden desarrollar imágenes objetales proyectivas delusionales que nunca podrían adjudicarlas a personas externas definidas. Pueden también desarrollar imágenes del self delusionales, por la introyección de imágenes objetales infantiles tempranas, que difícilmente se asemejan a objetos externos reales, presentes o pasados. Las ideas de Melanie Klein sobre objetos "intemalizados" o "incorporados" ( 1934, pág. 287), parecen ser inferencias de las observaciones realizadas en niños muy pequeños y en pacientes psicóticos o borderlines que muestran interesantes estadios intermedios en la constitución de representaciones del objeto y del self reales. Tales pacientes algunas veces pueden experimentar sus funciones mentales o sus órganos corporales como perteneciendo a su propio self y, otras veces, como objetos, por ejemplo, como cuerpos extraños que desean expeler. O pueden en un momento unir pé.rtes de su propio self mental o corporal a objetos exte¡nos, y en otro momento atribuir cualidades reales del objeto a su propio self. En niños pequeños, sus "objetos transicionales'', que Winnicott (1953) ha descrito en forma magnífica, son una expresión característica de tales estadios intermedios en el avance desde relaciones narcisísticas a verdaderas relaciones de objeto. Las observaciones de esta clase son ciertamente muy instructivas y útiles para un estudio detallado del período del desarrollo que he estado tratando. Por ellas nos preguntamos también si el establecimiento de imágenes objetales no pudieran representar una solución de compromiso entre las tendencias ambivalentes del niño pequeño de hacer al objeto de /

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amor "bueno" parte de su self y de eliminar al objeto "malo" de él. Siendo las imágenes objetales formaciones endopsíquicas forman parte, ciertamente, del mundo interior, por ejemplo, del self; pero siendo distinguidos como objetos de la imagen del self, son separados y se mantienen aparte de él. En conclusión debiera enfatizar que las observaciones de Melanie Klein han sido probadamente valiosas. Pero sus conclusiones teóricas son insostenibles, y su terminología extremadamente confusa.

4 El descubrimiento del niño, de su identidad y su avance hacia relaciones objetales e identificaciones selectivas

A medida que el niño entra en su segundo año de vida, se establecen cambios en la naturaleza de sus relaciones con el mundo objeta!, que son índice de su transición gradual desde la fase simbiótica infantil temprana hacia la etapa de individuación e iniciación de la autonomía secundaria del yo. Marcan la introducción en la organización psíqmca de una nueva categoría temporal, el concepto de futuro. Además, presupone la habilidad para distinguir rasgos particulares, físicos y mentales, de los objetos de amor, para comparar y percibir diferencias entre objetos -animados e inanimados-, como también entre los objetos y el self. Cuando el niño ha alcanzado este punto, sus esfuerzos narcisísticos comienzan a tomar un nuevo cariz: sus metas cambian. Como expresión del rápido crecimiento corporal y de su yo, se-·desarrollan esfuerzos ambiciosos que ya no se circunscriben a controlar exclusivamente los objetos amorosos de los que él depende. En su lugar, se pueden observar esfuerzos ambiciosos por logros reales, que parecen ser en parte independientes de sus necesidades instintuales. Pero bajo la influencia de sus conflictos instintuales estos esfuerzos se cargan rápidamente de energía agresiva y encuentran creciente expresión en las luchas competitivas con objetos amorosos poderosos y admirados, en particular con sus rivales. A medida que se desarrollan estas tendencias, los deseos del niño de permane63

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cer siendo parte de sus objetos de amor o de hacerlos parte de su propio self retrocederán lentamente para dar lugar a los deseos de asemejarse reaLnente a ellos. Esta meta es alcanzada en virtud de identificaciones selectivas, basadas en mecanismos de "introyección parcial". Evidentemente este nuevo y avanzado tipo de identificaciones representa un compromiso entre la necesidad del niño de retener la situación simbiótica, de depender y apoyarse en bs objetos amorosos gratificantes y protectores, y tendencias opuestas de romper tales ligaduras simbióticas por medio de la expansión narcisística agresiva y el funcionamiento independiente del yo. Bajo la influencia de la rivalidad edípica, este conflicto alcanzará su primer clima al final del período edípico y se resolverá entonces por la formación del superyó. Pero será intensamente revivido durante la adolescencia, y llegará a su cúspide final, encontrando la solución definitiva, en la ruptura que el adolescente realiza de sus ligaduras edípicas y en el establecimiento de la autonomía del yo y del superyó. Volviendo al niño preedípico, pareciera que sus identificaciones con la madre, tanto como el agresor o como la persona que impone las restricciones instintuales (A. Freud 1936, 1949), pavimentarían el camino de estos nuevos procesos de identificación. En contraste con sus fantasías mágicas de fusión, sus identificaciones afectivas primitivas e imitaciones meramente formales, tienen un contenido significativo y un propósito real. Tal propósito puede ser alcanzado por medio de profundas modificaciones del yo, que ahora, realmente, asume ciertas características del objeto admirado. Esto presupone una nueva etapa en el desarrollo de las imágenes del self: la distinción entre las imágenes reales del self y las deseadas. En efecto, el yo no puede adquirir una semejanza real con el objeto amoroso, a menos que los rasgos admirados de este objeto sean pacientemente introyectados en la imagen del self deseada por el niño. Estas imágenes del self deseadas serían, de esta manera, la expresión de las

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propias ambiciones del niño, de sus esfuerzos por la expansi6n narcisística y crecimiento del yo, y de las características admiradas de los objetos de amor. A medida que las representa· ciones reales del self se tornan un espejo del yo, comienzan a reflejar los rasgos tomados del objeto de identificación, de manera que ahora puede experimentarse un parecido entre el objeto y las imágenes del self con bases reales. Este nuevo paso en el desarrollo de las imágenes del self y la creciente distinción entre las imágenes del self reales y las deseadas, es muy significativo debido a que son un prerrequisito para el establecimiento del yo ideal y de sus metas, por ejemplo, metas reales en cuanto al futuro. Esto será tratado más adelante. Pero aebería recalcar aquí que la creciente distinción entre las representaciones del self reales y las imágenes deseadas del self tienen implicaciones muy significativas en cuanto al desarrollo del sentimiento de identidad. Mientras que las imágenes deseadas del self dirigen al niño progresivamente, indicándole los cambios potenciales en el futuro, sus representaciones del self actual puntualizan su estado presente y las etapas anteriores en su desarrollo. De este modo, su diferend.ación debe fortalecer el sentimiento de mismidad a pesar de los continuos cambios. Por supuesto, el niño será protegido de recaer al mundo de fantasías de fusión y tipos infantiles tempranos de identificaciones, hasta un grado tal en el que es exitoso, en la construcción de relaciones objetales verdaderas, que ya no exhiben las cualidades narcisísticas descritas. Esto presupone nuevamente la constitución de representaciones del self bien definidas, separadas por límites firmes y definidos de las representaciones reales de sus objetos amorosos. - - Sin embargo, no podemos continuar con el fascinante interjuego entre estos procesos de desarrollo sin antes tratar de obtener alguna orientación de un estudio esquemático preliminar. Esto sólo tiene el propósito de correlacionar los variados períodos de diferenciación de energía estructural con

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la constitución y carga de las representaciones del self y del objeto, y con el correspondiente desarrollo ideacional, afectivo y funcional. Podemos visualizar el procedimiento de diferenciación de energía estructural como pasando a través de los siguientes períodos infantiles: l. El estado original (embrional) de dispersión difusa de energía pulsional indiferenciada en el self psicofisiológico "primario" no estructurado; las descargas se realizan predominantemente, a través de procesos fisiológicos silenciosos. 2. Con el nacimiento se establecen cargas crecientes de los sistemas perceptivos y mnésicos, del aparato motor y de las zonas erógenas pregenitales; sensaciones placenteras y displacenteras comienzan a ser percibidas y se unen a las aún confusas percepciones externas de comienzo. Se produce la diferenciación de energía; cargas libidinales y agresivas agrupadas en polos se reúnen alrededor de un núcleo de huellas mnémicas todavía desorganizadas y desconectadas. La descarga al exterior comienza por medio de reacciones primitivas, biológicamente predeterminadas (instintivas), como respuesta a estímulos internos y externos. Se desarrolla el lenguaje órgano-afectivo. 3a. La etapa del comienzo de la diferenciación estructural y de la formación del yo. Prevalecen al principio del placer y el "proceso primario". A pesar de que el lenguaje órgano-afectivo es todavía predominante, comienzan a desarrollarse vida de fantasía inconsciente (preedípica temprana) y actividad sexual pregenital y afectomotora. Se forman imágenes parciales de objetos amorosos y del cuerpo, rápidamente cambiantes, múltiples, y todavía no claramente distinguidas y están unidas a recuerdos de experiencias placenteras o displacenteras pasadas y son recubiertas por fuerzas libidinales y agresivas. Se originan componentes afectivos correspondientes; reacciones afectomotoras impulsivas y estímulos externos e internos cambian en rápida secuencia, reflejando la variabilidad de las imágenes inconscientes, la

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fluidez catexial, y la tendencia a una inmediata descarga de impulsos. Signos de efectividad comienzan a hacerse ~, evidentes. 3b. Cuando el niño aprende a caminar y a hablar, y adquiere control de esfínteres, se establece un estadio más organizado. La concienciación del self y del objeto crece, la percepc:ión y la organización de los récuerdos se expande.;} Las imágenes objetales se extienden gradualmente al mundo animado e inanimado circundante. Los símbolos del lengua-.¡ je, la actividad motora funcional y la testificación de la reali· · dad se desarrollan. Pero la vida de fantasía animística má· gica, al principio preverbal, predomina y está concentrada en la madre hasta que toma forma la configuración triangular . preedípica y luego edípica. Se desarrolla la constancia obje· tal. Aparecen las cualidades de afecto específicas y estados emocionales más sostenidos influenciados por una creciente ., formación de contracatexias. 4. La sexualidad infantil llega a su clímax; se establece la fusión y neutralización de impulsos agresivos y sexuales. r Los procesos del pensamiento se organizan, la actividad motora funcional y las relaciones objetales se desarrollan rápi·, damente. Afectos individuales se transforman en fusiones compuestas. Se comienza a afirmar un control emocional e instintual; aumenta la tolerancia a la tensión. s~ desarrollar la preponderancia de la libido y el revestimiento libidinal permanente de los objetos. A medida que los afectos se unen a las funciones del yo, la concienciación del self comienza a extenderse a la concienciación de los procesos emocionales y,, del pensamiento, y a las actitudes y funciones del yo. Se forma entonces un concepto del self como una entidad que tiene dirección y continuidad. El principio de realidad y el proceso "secundario" se tornan más dominantes. Signos de ansiedad (temor de castración) ejercen una influencia drástica sobre la formación de represión y contracatexias. 5. La neutralización de los impulsos se acrecienta por la formación del superyó; comienza el período de latencia. 67

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Las actividades físicas y mentales efectúan un rápido progreso; el pensamiento conceptual se desarrolla y expande; la maduración y organización estructural de los procesos emocionales e ideacionales avanzan con la creciente capacidad del yo de transformar la energía psíquica en catexias permanentes. Se forman crecientemente representaciones reales preconscientes del mundo objetal abstracto y concreto, animado e inanimado, y pueden ser estabilizadas por sus firmes y duraderas cargas de fuerzas agresivas, libidinales y neutras. El superyó establece un control dominante y duradero sobre las catexias de las representaciones del self. El miedo superyoico se toma el signo afectivo predominante. En el proceso final de remodelación, modificación y organización de los afectos, bajo la influencia del superyó, se desarrollan sentimientos duraderos en gran escala como la expresión del estado y reactividad del yo. La sutil diferenciación de las cualidades emocionales se realiza paralelamente a la creciente concienciación de la cualidad de experiencias emocionales. Estos cambios y el establecimiento de modelos morales, físicos e intelectuales realzan la experiencia de un inconsistente self que mantiene su continuidad a pesar de los cambios. Sabemos, por supuesto, que el factor de mayor influencia en el desarrollo del niño es la relación existente entre él y sus pa- ' dres, cuya participación en la construcción del yo resumiremos seguidamente. Las influencias parentales estimulan el ; crecimiento del yo y apoyan el control, la inhibición parcial, fusión parcial, neutralización y utilización de los impulsos agresivos y sexuales al servicio del funcionamiento del yo y del proceso "secundario". De este modo contribuyen grandemente al desarrollo psicosexual y maduración de los sentimientos, pensamientos, actos, y del sentido de la realidad, y promueven el establecimiento de las relaciones sociales y personales inhibidas, y de sólidas identificaciones con los objetos .~ amorosos en el yo y superyó. En general promueven la gradual individuación del niño y su avance desde una situación de dependencia psicobiológicamente determinada a una acti68

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vidad del yo independiente que se expande a prácticas sociales y culturales y eventualmente sexuales egosintónicas. A pesar de estar suficientemente familiarizados con la influencia parental en el desarrollo infantil, debemos al menos hacer incapié sobre algunos de sus aspectos. La meta de la educación, como dije anteriormente, puede sólo ser alcanzada en una atmósfera de amor y cuidado parentales, con suficiente estimulación y gratificación libidinal. Desde que esto promueve el establecimiento de cargas libidinales permanentes y estables, tanto de los objetos como del self, el amor parental es la mejor garantía para el desarrollo de una constancia objetal y del self, de relaciones amorosas y sociales saludables, y de identificaciones duraderas, y en consecuencia para una normal formación del yo y superyó. Sin embargo, las prohibiciones y frustraciones emocionales e instintuales, combinadas con las demandas parentales y la estimulación de prácticas culturales y sociales, también hacen una importante contribución en el desarrollo de un yo confiado en "SÍ mismo, efectivo e independiente. Ellos enseñan al niño a abandonar no sólo sus impulsos sexuales preedípicos y edípicos, sino también su primera expectativa infantil mágica de apoyo, protección y realización desde el exterior. En su camino a esta meta el niño pasa a través de experienciks de deprivaciones continuas, dolor, frustración, y descreimiento de sus padres, que hacen surgir intensos sentimientos de ambivalencia. A pesar de ser peligrosos, los conflictos de ambivalencia del niño pueden ser utilizados por el yo con propósitos constructivos. Recordemos que, al principio, el niño quiere tomar lo que le gusta y dejar lo que le disgusta; adscribir a su self lo que es placentero y el objeto exterior "extraño" lo que le resulta displacentero. En otras palabras, tiende a volcar la agresión hacia objetos frustrantes y la libido hacia el self. De este modo, frustraciones, demandas y restricciones, dentro de límites normales, refuerzan en principio el proceso del descubrimiento y distinción entre los objetos y el self. Ellas regresan al niño a sus recursos anteriores y estimulan las formas

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progresivas de identificación con los padres, que abren el camino a logros reales e independientes. Al realzar las dotes narcisísticas de su yo promueven el establecimiento eventual de la autonomía secundaria del yo y superyó. Las sobregratificaciones, tanto como las frustraciones severas, tienden todavía a inducir fantasías regresivas de reunión entre el self y el objeto de amor. La sobregratificación constante o la frustración excesiva pueden retrasar, por lo tanto, el establecimiento en el niño de una firme unión entre los objetos y el self, y, en consecuencia, interferir támbién en la formación del yo y superyó, así como en el normal proceso de individuación. Sin embargo, existen otras actitudes parentales, aún más peligrosas, capaces de coartar este proceso. Están conectadas a la prolongada y retrogradante simbiosis del niño .con sus padres, que debemos ahora considerar cuidadosamente desde el punto de vista de ellos. La relación madre-niño más temprana es de naturaleza verdaderamente simbiótica, no sólo debido a que el desvalido infante necesita y se alimenta de su madre, sino que ella también necesita y hasta se alimenta "emocionalmente" del niño. Esto ha sido maravillosamente descripto por Benedek (1959), quien mostró cómo, en cualquier etapa del desarrollo, los padres se identifican con las necesidades de sus hijos, reviviendo sus propias experiencias en dichas etapas. La importancia de estas mutuas identificaciones entre padres e hijos en el desarrollo del sentido de identidad ha sido enfatizada por Greenacre (1958). Pero Benedek puntualizó que estos recuerdos infantiles que los hijos hacen revivir en sus padres, no inducen sólo a identificaciones con ellos, sino que también refuerzan las identificaciones con sus propios padres ( abuelos). En cuanto a la individuación del niño, es importante destacar, sin duda, el interjuego entre esta doble identificación en la actitud parental, y considerar sus diferentes papeles y naturaleza. Las identificaciones de los padres con sus propios padres tienen una larga historia. Ellas modelaron su yo y superyó y mantienen la fortaleza de la posición paren70

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tal, aun cuando sus diferentes aspectos son revividos y hechos conscientes a través de los cambiantes estadios del niño. Las identificaciones parentales con el niño son de diferente orden. Nacen del recuerdo del pasado infantil, y están limitadas solamente al paso y cambio de identificaciones de fantasía y sentimiento que sirven para el entendimiento empático del niño, y deben mantenerse confinados de manera de no minar o debilitar la posición parental. Al tratar el desarrollo de la empatía, Olden (1953, 1958) demostró cómo un entendimiento empático de la madre con el niño se daña cuando ella baja hasta el nivel infantil, o viceversa, cuando ella espera que el niño reaccione o actúe a su propio nivel. En cualquiera de estos casos, la madre es incapaz de distinguir entre sus propias necesidades y las del niño, y de subordinar sus identificaciones con el niño a acep· tarlo con amor como un individuo separado. Aún en el estadio simbiótico más temprano de la relación madFe-niño, el mejor clima emocional, sin duda, es aquel en el cual la madre prepara el proceso de la individuación del niño con ese amor maternal que es consciente de las diferencias entre sus propias necesidades y papeles y los del hijo, y trata de gratificar ambos. En efecto, las actitudes parentales dejando ver la tendencia a mantener una simbiosis con el niño "uniéndose" a él, son perjudiciales en muchos sentidos. En años recientes tales casos patológicos de simbiosis prolongada entre la madre y el niño han sido tema de varios estudios, especialmente en niños psicóticos (Mahler y Elkisch, 1953; Mahler, 195 7; Elkisch y Mahler, 1959). Sería aquí suficiente mencionar que tales fantasías de unión con el niño pueden ser observadas en casos en los cuales los padres sacrifican sus propias necesidades a las del niño hasta el punto de extinguirse, y en situaciones donde lo dominan o sobreprotejen manteniéndolo así pasivo y dependiente, o lo tratan como una extensión de sí mismos, ignorando sus necesidades individuales y sacrificándolas a sus propios requerimientos narcisísticos. Todas estas actitudes 71

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acrecientan el peligro potencial del yo preedípico y los pre~ cursores del superyó, peligros éstos que nacen de la naturaleza simbiótica de la relación madre-niño y de la indistinta línea de demarcación entre las imágenes maternas y del self en el niño. Su temor por la separación y su anhelo de mantener o retomar esa unidad madre-niño es tan poderoso, aun normalmente, que se resiste a aceptar límites claramente definidos entre su self y la madre. Es oportuno ahora recalcar una vez más que las fantasías de fusión que el niño pequeño tiene con sus objetos de amor son la expresión de la situación infantil temprana en la cual él debe realmente apropiarse del yo materno para la realización de sus propias necesidades. Si esta situación se mantiene por un largo tiell_lpo, las relaciones objetales del niño se pueden fijar por siempre en este nivel narcisístico primitivo. Esto se puede deber a actitudes parentales desfavorables, ya sean narcisísticas, masoquísticas, hostiles; negligentes sobregratificantes o sobreprotectoras. Pero puede ser también el resultado de un retardo en la maduración, debilidad constitucional o deficiencia del yo infantil, que puede obligar al niño a apoyarse sobre el yo materno para conseguir gratificación, control y apoyo. El niño normal parece tomar conciencia de los primeros signos del "no yo" (Spitz, 1957) alrededor de los tres meses de edad. No se conoce precisamente cómo continúa el desarrollo de las imágenes del self y de su concienciación, y éste es un problema de difícil respuesta, al menos durante el primer año de vida. De todas maneras, a medida que el niño comienza a cargar y a emplear los órganos ejecutivos de su propio cuerpo y a adquirir las funciones físicas y mentales que lo tornarán en un ser humano autónomo e independiente, estará entonces preparado para desarrollar los esbozos de su futura identidad y, concomitantemente, para construir formas avanzadas de interrelaciones e identificaciones personales. En general, alrededor de los dos o dos años y medio de edad la maduración del yo del niño, su habilidad para cami72

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nar y hablar, la ampliación de su perspectiva en las funciones perceptivas y motoras, sus crecientes logros manuales, el destete y el aprendizaje de los hábitos de higiente, etcétera, han avanzado lo suficiente como para brindarle el asombroso descubrimiento de su propia identidad, la experiencia del "yo soy yo". Debe entenderse que este descubrimiento no implica que el niño ha adquirido ya un duradero y consistente concepto de su self como una entidad. Este concepto sufre muchos cambios, e induce un creciente sentimiento de dirección y continuidad a medida que se desarrolla la organización psíquica, se toma diferenciada, estructurada, organizada y reorganizada, hasta que se alcanza la madurez. El descubrimiento de su propia identidad ocurre con el despertar de importantes cambios en su relación con los primeros objetos amorosos, cambios éstos que contribuyen en gran medida a su individuación y a su incipiente sentido de identidad. Por la observación de las fantasías que presentan los psicóticos y niños en la temprana infancia, pod0mos inferir que en las primeras imágenes objetales -además de sus características proyectivas- las percepciones de diferentes objetos se unen probablemente en una variante imagen compuesta. Pero, significativamente, el niño de alrededor de :ocho meses de edad, a veces aún antes, comienza a distinguir objetos diferentes: a la madre de su padre, de la nurse, de extraños, etcétera. 1 La distinción entre los diferentes objetos puede producirse más rápida y consistentemente que la distinción entre el self y los objetos, porque la percepción del mundo externo es más fácil que la auto percepción, y además, debido a que normalmente el niño tiene menos motivación instintual para una fusión entre difertntes objetos que para una reunión con su madre. En efecto, los apetitos instintuales insaciables del niño estimulan su habilidad para la discriminación entre las personas que pueden ofrecerle una gratificación suplementaria, de aquellas que le impiden la realiza1 Alrededor de los quince meses de edad comienza a usar el "no". (Spitz, 1957.)

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-ción de sus necesidades. En todo caso, la incipiente formación de límites entre las imágenes de distintos objetos anuncia el desarrollo de las relaciones diferentes y específicas con sus objetos de amor. Concomitantemente toman fonna los primeros conflictos de envidia y rivalidad que tienen una decisiva influencia en los procesos que estamos estudiando. En este momento el concepto de Greenacre sobre identidad, que se refiere al parecido y sus diferencias con otros, comienza a tomar validez. Por supuesto las experiencias de semejanza nacen de la íntima relación del niño con la madre y, como afirma Greenacre, están favorecidas por sus identificaciones afectivas mutuas, lí las que me he referido anteriormente. Pero, ¿qué sucede con la experiencia de diferenciación que son el prerrequisito para el desarrollo de los sentimientos de identidad? Sabemos que al final del primer año de vida el pequeño, niño o niña, comienza a mostrar definidos rasgos de envidia, posesividad y adquisividad. Estos deseos de adquisividad ambivalentes y la envidia oral del niño) que pronto inducen intensos sentimientos de rivalidad para con el padre, hermanos y otros objetos, son los incentivos más potentes para sus primeras comparaciones. Le enseñan primero a distinguir entre sus necesidades, sus gratificaciones y sus frustraciones; luego entre sus gratificaciones y las de los otros y entre sus pertenencias y las de los otros. Pasando a través de frustraciones, decepciones, fallas y experiencias hostiles y concomitantes de rivalidad, envidia y competencia, el niño aprende eventualmente a diferenciar entre las imágenes deseadas del self y los objetos y las más o menos reales. De este modo, no sólo los componentes amorosos sino también los hostiles dirigidos hacia el self y los objetos infantiles proporcionan el combustible que habilita al niño para el desarrollo de su sentimiento de identidad y para testificar la realidad e:xierna e interna, y, por esta misma causa, para construir sus identificaciones y relaciones objetales. Esto 11ama nuevamente nuestra atención sobre el importante papel

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de la agresión en el desarrollo de estos procesos, que ya ha sido refirmado por Freud y otros autores. En un comienzo, estos esfuerzos adquisitivos están por supuesto dirigidos hacia su madre. Pero tan pronto como descubre que tiene rivales, comienza a desplazar hacia éstos los impulsos hostiles de envidia provocados por sus frustraciones. Por proyecciones de sus propios deseos instintuales en ellos, el niño quiere ahora adquirir lo que ellos poseen y, aparentemente recibieron de la madre. Al querer las mismas gratificaciones de su rival, existe sólo un corto pero decisivo paso en la búsqueda de la semejanza con él. El creciente amor y admiración por el superior y gratificante rival reforzará su búsqueda. Sin embargo, estas frustraciones, hostilidad y envidia obligarán al niño a tomar conciencia de tales diferencias como responsables de sus frustraciones y defectos. Hemos hecho notar anteriormente que la necesidad del niño de mantener al objeto amoroso "bueno" y gratificante como parte de sí mismo, y de eliminar de sí al objeto "malo" y frustrante, tiende a aumentar las dotes narcisísticas de su yo, y a estimular su ambición de una expansión narcisística e independiente. Podríamos agregar que el sentimiento de envidia y rivalidad, mientras eleva el deseo de semejanza, demarca más fuertemente los límites con su rival, que los que existen con él y su objeto amoroso principal, la madre. Además, estos sentimientos promoverán su discriminación entre . ,taJes objetos rivales.,"; La relación madre-niño debe ciertamente considerarse como la matriz de la formación de la identidad, pero la indivi·. duaéi6n del niño, que tanto depende de la separación del objeto y del descubrimiento de las diferencias, toma pronto más· impulso de la ambivalente relación con su rival que de la íntima relación con la madre.2 Por supuesto esto simplifica . 2 Creo que esto se confirma observando niños en el segundo año. En ese momento ya ~on suficientemente capaces para percibir que la gente difiere de ·ellos, especialmente si esas personas les provocan envidia o rivalidad.

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el problema considerablemente, desde que el niño exhibe también sentimientos de envidia y rivalidad hacia la madre hasta el grado en el cual el niño desarrolla intimidad con el padre u otros rivales. Hasta aquí hemos descrito cómo el descubrimiento de la identidad, a pesar de depender de la maduración del yo, obtiene un tremendo apoyo de las primeras relaciones emocionales con los objetos amorosos y, especialmente, de los conflictos de envidia y rivalidad preedípicos. Nos concentraremos - ahora sobre la influencia que el descubrimiento de la identidad ejerce sobre las identificaciones y relaciones objetales. Estarnos de acuerdo en que el descubrimiento de la identidad por el niño, tan promovida por fuerzas agresivas, es un prerrequisito para su gradual transición desde la etapa de fu. siones e identificaciones primitivas con los objetos de amor, hasta un nivel de relaciones objetales verdaderas y de identificaciones sólo parciales y selectivas con ellos. En efecto, el niño no puede establecer relaciones emocionales con otras personas corno objetos diferentes a su propio self hasta ser capaz de experimentar su propia identidad; y desde que activos esfuerzos por parecerse a otros son también motivados por el descubrimiento de las diferencias ~ntre ellos, no pueden desarrollarse hasta que el niño tenga clara noción de estas diferencias. Considerando las condiciones de catectizació.n infantil, comprenderemos, más aún, que procesos de identificación selectivos permanentes, que siguen una dirección y surso firmes y modifican consistentemente la estructura del yo, no pueden establecerse antes de que la oposición entre la libido objetal y narcisística haya alcanzado un cierto nivel. Las continuas vacilaciones iniciales entre catexias dirigidas al self ~ al oh~ jeto, y entre las diferentes catexias de objetos, deben haberse atenuado suficientemente corno para permitir comparativamente en ambos una duradera investidura emocional: en los objetos y en el self. Tales estables investiduras pueden sólo desarrollarse con el despertar de procesos de unificación y

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consolidación de las imágenes del self y del objeto. Estos pro· cesos solicitan los recursos libidinales del niño, que son los fermentos indispensables necesarios para forjar conceptos "totales" de las opuestas imágenes de los objetos de amor buenos y malos y de un buen y mal self. Y a he mencionado la inclinación del niño para desplazar la hostilidad sentida hacia la madre a otros rivales. Facilitando la gradual fusión de imágenes maternas buenas y malas hacia una unificada madre "buena" pero algunas veces también "mala", estos cambios ciertamente ayudan al desarrollo de tolerancia de la tensión y de aquellos sentimientos de agradable anticipación que introduce la categoría del tiempo y afianza el establecimiento de perdurables relaciones emocionales con la madre, por ejemplo, de constancia objeta!. Esto implica que el desarrollo de relaciones personales con la madre precede a la aceptación de figuras rivales como personas totales ("buenas" y también "malas"). ('Este segundo paso no es un logro fácil para el niño. Debe esperar hasta que la intensa ambivalencia hacia el rival se atenúe gradualmente bajo la influencia de los esfuerzos libidinales reactivos, y su amor prevalezca sobre los sentimientos de hostilidad, envidia y celos. La creciente prevalencia de las investiduras libidinales sobre las agresivas construyen cc;mcomitantemente la dotación libidinal de las imágenes del selí, que es una condición previa para el logro de la autoestima y para la formación de un concepto unificado del self. Desde que esto representa un paso decisivo en el desarrollo de los sentimientos de identidad, esto nuevamente subraya el tan importante papel de las fuerzas libidinales en estos procesos, y por lo tanto, el del amor materno que ayuda a su generación. Enfaticé la tempram. delineación del niño de sus odiados rivales, que rápidamente fomenta el desenvolvimiento de su sentido de identidad más que el estrechamiento con su madre. Considerando las identificaciones, en contraste con las relaciones de objeto, parece que este factor también tiende a in· ducir con mayor facilidad las identificaciones parciales con 'J

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los .rivales más que con el objeto de amor principal. Desde una temprana edad, uno puede también observar identificaciones que parecen ser inducidas primaria y predominantemente por deseos libidinales de mantener, si bien no una unión, al menos la mayor estrechez con el objeto de amor, volviéndose como él. Tales identificaciones parecen emerger directamente de las más tempranas fantasías y sentimientos identificatorios con la madre más que de conflictos instintuales. Por esta razón ellas difícilmente llevan la marca de las pugnas sexuales y de ambivalencia del niño, y no constituyen un importante instrumento para sus
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objetales del niño evolucionan en forma paralela y se ejercen una mutua influencia. Como ya he dicho, las identificaciones parecieran servir para neutralizar y absorber agresión, que puede ser revestida con contracatexias y ser descargada en · funciones del yo. En cuanto a la beneficiosa influencia que las relaciones ~bjetales ejercen sobre las_ identificaciones diremos que estas últimas son exitosas a medida que las fuerzas libidinales del niño se tornan predominantes y su yo, ganando ,fuerza, es capaz de tolerar frustraciones y de construir sublimaciones. Por esta razón, los precursores preedípicos del superyó reflejan todavía, en parte, la crueldad ilimitada del niño pequeño que no puede ser suavizada por las identificaciones. Por la misma razón, identificaciones selectivas y duraderas con ·el rival predominante, el padre, no pueden establecerse antes que los sentimientos de amor del niño hacia él sean lo suficientemente poderosos como para que le permita una relación, con una persona "buena y mala".,total. En efecto, cuanto mejor se experimente la totalidad de otras personas y del self, tanto mejor se puede soportar la distinción, la percepción de las diferencias entre el propio self y "10&otros, y el ~do no sólo será descubierto, sino aceptado, .,. deeeado y adquirido.·· Esto implica que el establecimiento de una constancia del se1f y del objeto debe considerarse como un prerrequisito muy importante tanto para un saludable proceso de identificación como :para una normal formación superyoica. Inversamente, ehdesarrollo de. patrones morales apoyan la unión entre el objeto·""malo" y ~'bueno" con la imagen del self en conceptos de totalida~ personas "buenas pero también malas", y un self "bueno pero también malo". Mientras que esto reafirma 'el•'papel del amor en el establecimiento de identificaciones sólidas, 'ellas reflej~rán por siempre la ambivalencia inherente .a la. que les debe su existencia. En realidad, cualquier · ti_l)O de identificación implica: "no te necesito; si no quieres l:,1cer10. por mí, lo puedo hacer solo; y si no me lo quieres ' r, m1! lo puedo dar a mí mismo". Mientras que las iden79

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tificaciones muestran la dependencia que el niño tiene con sus padres, lo acercan paso a paso al estado de independencia y al momento en el cual los padres no son indispensables. Además, la selectividad de las identificaciones expresan la rebelde lucha del niño por el desarrollo y mantenimiento de su propia identidad independiente, desde que esto significa: "en algunas cosas me gustas y quiero ser como tú; pero en otras no me gustas y no quiero ser como tú; quiero ser diferente, quiero ser yo mismo". El proceso de consolidación del self y las representaciones objetales avanza en forma conjunta con procesos de impulso de fusión y neutralización bajo la influencia de la formación del yo. Como la discriminación entre los objetos externos precede a la distinción entre ellos y el propio self, la experiencia de personas totales se desarrolla antes que el concepto de un self unificado. En efecto, la formación de· este concepto depende no sólo de la investidura libidinal del niño en sí mismo, sino del desarrollo general del yo que lleva a una organización y coordinación, correlación e interacción de experiencias emocionales, instintuales y sensoriales con procesos ideacionales y con las funciones ejecutivas y perceptivas. En relación con esto es interesante mencionar que niños 'con formación precoz del yo parecen establecer su identidad en un estadio muy temprano y ya entonces muestran algunos signos de relaciones objetales discriminatorias. Mostrando orgullo por sus diferencias con los otros, pueden aún tener éxito muy tempranamente en invertir papeles con hermanos mayores, no sólo por percibir y explotar agresivamente sus ventajas, sino también por logros realmente mayores. 8 3 Recientemente tuve oportunidad de observar un precoz niño de un año de edad, más bien agresivo, que ya era capaz de eclipsar al hermano mayor de tres años desempeñando el "papel" de "hijo preferido". Cuando codicia, ya sean juguetes o comida de otros, trata de arrebatárselos al niño mayor, gritando "¡nene, nene!". Su madre interpreta correctamente esto como si hubiera querido decir: "Debo obtenerlo; después de todo, yo soy el nene".· Al mismo tiempo, comienza a identificarse y a competir activamente, algunas veces con éxito, con su pasivo hermano mayor. Consideraría esta conducta como evidencia del naciente senti· miento de identidad y de su especial papel en el grupo familiar. Él actúa, y

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DE.SCUBRIMIENTO DEL Nffi'O. Y DE SU IDENTIDAD

Por supuesto, el interjuego e interdependencia de estos procesos del desarrollo hacen difícil decidir hasta dónde la maduración precoz del yo es la responsable del comienzo temprano de relaciones objetales discriminativas, identificaciones, y la formación de la identidad en el niño, o por el contrario: en qué medida su rápido desarrollo libidinal objetal pudiera influenciar y promover la formación d~ su yo. Esto ya estaba implícito cuando mencioné los procesos
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libido y agresión. En caso de que las relaciones objetales colapsen debido a conflictos hostiles muy serios, como se puede observar en pacientes psicóticos, encontramos verdaderamente que sus identificaciones se trastornan simultáneamente. Ambas pueden, eventualmente, ser reemplazadas por fusiones con los objetos, las que, implicando fantasías de destrucción de ellos o de ser destruidos por ellos, pueden llevar a experi. mentar el Weltuntergang y pérdida de la identidad. Encontramos en tales pacientes temores de aceptar y adquirir semejanza con otros, juntamente cori la incapacidad de percibir y tolerar las diferencias existentes con ellos, y de relacionarse como individuos distintos y separados. Semejanza y diferencia son igualmente temibles, ya que la primera amenaza con destruir al self, y la segunda, al objeto. El papel de la libido, en contraposición con el de la agresión, en tales. fusiones regresivas entre el self y los objetos~ se evidencia comparando las experiencias de éxtasis en personas normales y las de fusión en psicóticos. Experiencias nor· males de éxtasis no intentan una destrucción, pero se basan en una fantasía de unión libidinal entre el self y el mundo objetal, que resulta en un transitorio sentido de autoexpansión, · y en el sentimiento de enriquecimiento del self y el l!lundo. Tales experiencias de unión, que pueden retransformar brevemente las imágenes del self y del mundo objeta! en una unidad de fantasía revestida de fuerzas libidinales, permiten un restablecimiento inmediato de los límites entre ellos. En contraste, fusiones regresivas patológicas debidas a una agresión severa pueden resultar en una irreparable ruptura de estos límites, y de este modo, de las representaciones del self y los objetos.

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5 El encuentro del niño, de su identidad sexual y la construcción de su yo

Al comienzo de la fase preedípica, la formación de la identidad toma un fuerte ímpetu por el creciente interés genital que el niño desarrolla, que centraliza las catexias dirigidas al objeto y al self en las imágenes de su propio órgano sexual y el de los otros. Todas estas preocupaciones lo llevan al descubrimiento de su identidad sexual, un muy impprtante componente de la identidad personal. Greenacre (1958) concentrándose especialmente en la contribución que el desarrollo de las imágenes corporales aportan al sentido de identidad, ha descripto cómo este desarrollo es guiado por las investigaciones oral, visual y manual, particularmente de la superficie externa del cuerpo, que el niño realiza. Subraya, también, "el continuo refuerzo del propio self al <
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c10n de imágenes genitales reales. Estos conflictos resultan en la frecuente sobrevida de las fantasías de castración en adultos, tanto hombres como m"!ljeres, que se resisten a aceptar la existencia de un órgano genital femenino como intacto. Además, la prohibición del juego genital manual es ciertamente responsable de la formación de catexias acentuadas de la _percepción visual en cuanto a mirar los genitales de otros y el suyo propio. Como otro resultado de esta prohibición el interés sexual se desplaza del "feo" genital al "hermoso" cuerpo, y especialmente a la apariencia facial. Esto lleva comúnmente en las mujeres a un narcisístico cuidado de sus caras y figuras. Pero también observamos en actitudes de los varones hacia las chicas un cambio en el interés por el genital "castrado" hacia la hermosa apariencia facial y corporal, tomando esto a ·veces formas exageradas. En algunos pacientes varones, quienes de niños tuvieron oportunidad de tocar y estimular los genitales de niñas pequeñas, el temor de la exploración manual de las partes "invisibles" los lleva a concentrarse intensamente en las respuestas "visibles" de excitación, especialmente faciales. Esto ayuda a negar la castración femenina sosteniendo la firme convicción de que las niñas deben tener y tienen un pene invisible. Además, el niño establece su posición fálica, y por lo tanto su identidad sexual, mucho más rápida y fácilmente que la niña, ya que ella necesita más tiempo para formarse una imagen real de sus genitales, para aceptarlo y, de este modo, para la formación de su identidad femenina. Greenacre ha descripto diferentes tipos de trastornos, menos visibles, del sentido de identidad en mujeres, debido a la invisibilidad de su órgano genital. Pero en vista del complicado desarrollo sexual de la niña, y especialmente del conflicto de castración, nos preguntamos por qué razón entonces las mujeres en general no tienen problemas de identidad más serios y frecuentes que los hombres. En busca de una explicación, debemos hacer '"notar que la experiencia de la identidad s~xual del niño no se basa solamente en las companv::io84

-ENCUENTRO DEL-NINO Y DE SU IDENTIDAD SEXUAL--

nes genitales. Desde que el incentivo más poderoso para el desarrollo de las funciones perceptivas son las tendencias instintuales y emocionales del niño, su curiosidad sexual no se limita a los órganos genitales propios _y los de los otros, sino que también se extiende a las actividades sexuales propias y ajenas. Las fantasías infantiles .de la escena primaria reflejan su preocupación por las experiencias psicosexuales propias y de los otros. Además, como se dijo anteriormente, los tabúes y el temor a la castración hacen que el niño desvíe sus exploraciones y comparaciones a otras áreas del cuerpo. Esto es apoyado por el énfasis que los adultos ponen sobre las características físicas generales y mentales masculinas y femeninas, más que sobre las diferencias anatómicas y particularmente genitales entre niños y niñas. Bajo estas influencias, la experiencia de la identidad sexual propia y la de los otros se expande pronto a la totalidad de la persona, tanto en lo corporal como en lo mental. En consecuencia, podemos observar que las niñas pueden establecer su identidad femenina mucho antes de la aparición de sus problemas de castración, o aun si no son éstos nunca resueltos. Pero esto no explica suficientemente por qu~ mujeres con actitudes "fálicas" u hombres "maternales", y aun ciertos tipos de homosexuales manifiestos, masculinos o femeninos, no siempr.e desarrollan trastornos muy manifiestos en sus sentimientos de identidad personal. En algunos de los homosexuales, masculinos o femeninos de este tipo, encuentro que su desarrollo sexual y del yo ha sido determinado principalmente por identificaciones con una madre "fálica" activa, amante pero dominante. A pesar de que su identificación con esta imagen maternal ficticia lo ha llevado a una homosexualidad manifiesta, le ha permitido al yo desarrollar suficiente estabilidad, habilidad f uncional, y autonomía secundaria para aceptar, y eventualmente integrar, su desviación sexual como para construir un concepto de su self coherente y comparativamente consistente. De igual manera, mujeres y hombres heterosexuales que inconscientemente continúan con la idea de un pene femenino 85

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ilusorio, pueden algunas veces integrar los rasgos masculinos (o femeninos) "deseables" en el concepto de su identidad personal en forma más bien exitosa, cuando estas características se derivan de identificaciones con una aceptable "madre fálica". Enfatizaré aquí también que las imágenes intermedias de un pene interno invisible pueden desempeñar potencialmente un importante papel en el desarrollo de la niña pequeña. La prepararía para una normal formación y aceptación de una imagen genital real (la vagina) y, en este caso, condicionarían la respuesta genital futura y el establecimiento de una identidad y posición femenina en la adultez. Por el contrario he observado profundos problemas de identidad en pacientes con conflictos homosexuales manifiestos o latentes, cuyas actitudes "femeninas" y "fantasías" de tener su "genital castrado" se basan en identificaciones masoquistas graves con una madre que desempeñó el papel de sufriente mujer "castrada". En tales pacientes, la lucha contra estas identificaciones ha interferido seriamente en el desarrollo de su yo y en la formación de la identidad. Esto muestra que la formación de la ident~dad y los sentimientos de identidad personal no dependen tánto de la posición heterosexual, como uno pudiera imaginarse: son fuertemente influenciados hasta el grado en el que pueden establecerse identificaciones duraderas y consistentes que llevan a una autonomía secundaria e independencia del yo, aun cuando éstos lleven a una patología sexual. Sin embargo, la importancia que tiene para el niño el descubrimiento de su identi~ad sexual e::¡ evidente. Teniendo en cuenta las interrelaciones entre este paso y las vicisitudes· de las identificaciones y relaciones objetales, durante el período edípico, recordamos que el descubrimiento de la identidad del niño en la etapa preedípica es un prerrequisito para el comienzo de identificaciones parciales y relaciones objetales verdaderas con sus padres. Con el establecimiento de su identidad sexual nace un nuevo factor de influencia. El niño preedípico, vacilando er:.tre las tendencias heterosexuales y 86

ENCUENTRO DEL

Nll~O

Y DE SU IDENTIDAD SEXUAL

homosexuales activas y pasivas, goza aún la libertad de asumir, desempeñando varios papeles: en fantasía, en actitudes o actos, a un nivel yoico más o menos primitivo, puede identificarse alternativamente en un momento con el padre, en otro con la madre, con el hermano mayor, o con un bebé rival. He mencionado también que las fantasías de unión con la madre son consideradas como un fenómeno normal hasta los tres años de edad; pero el descubrimiento y establecimiento de su identidad sexual, que refleja el avance instintual al nivel genital, le reduce considerablemente la libertad de desempeñar varios papeles. El descubrimiento y áceptación de las diferencias sexuales hace que el niño o la niña renuncie gradualmente a los deseos de formar parte de la madre y, por lo tanto, de seguir siendo "un bebé". Sabemos que las vicisitudes sexuales de la pequeña niña son complicadas, ya que su relación edípica con el padre se basa en el rechazo del genital femenino. Pero finalmente la madre será el modelo principal, y ~u identificación sexual con ella ayudará a la pequeña niña a aceptar eventualmente la anatomía femenina. Creo que normalmente, la aceptación a desgano que la pequeña niña hace de su papel femenino, puede recibir un fuerte apoyo no sólo de las actitudes seductoras de su padre, sino también -sorpresivamente-- de las actitó.des derogatorias que encuentra en los niños, Ellos "la ponen en su lugar" y, por lo tanto, le muestran adónde pertenece: al sexo femenino. En esta etapa la amistad entre niños y niñas puede resquebrajarse repentinamente debido a que el niño temeroso de ser visto como "afeminado" si le gusta jugar con niñas, se aleja de ellas. Su temor a la castración le prohíbe en forma progresiva a buscar la compañía de las niñas, y a la vez le nacen ardientes sentimientos de formar parte del grupo masculino. En esta etapa aún la dependencia práctica que posee con la madre, a pesar de ser fuerte, tiende a ser negada más y más. Su creciente seguridad de ser superior al otro sexo, combinada

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ETAPAS INFANTIL, TEMPRANA, PREEDlPICA Y EDíPICA

con. las tendencias heterosexuales, promueven actitudes mas· culinas fálicas hacia la madre u otras mujeres. El reconocimiento del parecido anatómico con el padre, el celo edípico, la competición, y la concomitante admiración que por él desarrolla, hace que su identificación se concentre definitivamente alrededor del padre. Al predominar los impulsos y metas heterosexuales, las fantasías edípicas deseadas inducen, por lo tanto -en el niño más tempranamente que en la niña- crecientemente, identificaciones consistentes y predominantes con el rival edípico, mientras que aquellas con 61 objeto amoroso del sexo opuesto asumen un papel subordinado en la medida que este último se torna en el objeto amoroso definitivamente preferido. De este modo, las tendencias edípicas competitivas y sexuales y el descubrimiento de la identidad sexual, no sólo estimulan el desarrollo de las relaciones objetales e identificaciones en general del niño, sino que influyen decisivamente en su dirección. Subsecuentemente se desarrolla una creciente diferenciación y organización jerárquica de las relaciones personales del niño, sus intereses yoicos, e identificaciones con objetos de ambos sexos y diferentes edades, procesos éstos que finalizan sólo en el curso de la adolescencia. Como veremos en el próximo capítulo, tales procesos de organización desempeñan, por un lado, un enorme papel en la formación del superyó, y por otro, toman fuerza de él. Consideremos ahora la redistribución catéctica originada por los tabúes edípicos, y estudiemos, en particular, las interrelaciones entre el creciente establecimiento de representaciones objetales y del self y el desarrollo de intereses yoicos y sublimaciones. Hacia el final de la fase edípica la influencia de las prohibiciones sexuales y el temor a la castración refuerzan las ata· duras afectivas y la neutralización de impulsos en general. A medida que progresa el desarrollo emocional, ideacional y físico, las imágenes de los órganos ejecutivos serán cargadas 88

ENCUENTRO DEL NI¡ll-0 Y DE SU IDENTIDAD SEXUAL

paulativamente de fuerzas libidinales y agresivas más o menos neutralizadas a expensas de zonas erógenas genitales y pregenitales. Pensamientos desexualizados y procesos de sentimientos triunfan gradualmente por sobre los impulsos y fantasías sexuales. Paralelamente con la gradual maduración de las funciones del yo autónomo, la construcción de las identi· ficaciones del yo y relaciones objetales; representaciones del self y objetales, avanzan en forma creciente. En ese momento, podemos observar transformaciones de energía y cam· bios catécticos muy significativos y complicados, que estimulan fuertemente el desarrollo de sublimaciones y, en general, la actividad del yo autónomo. . En "El Yo y el Ello", Freud (1925) describe el desarrollo de la sublimac,ión de la siguiente manera: "La transformación de la libido objetiva en libido narcisística, que aquí tiene efecto, trae consigo un abandono de los fines sexuales, una desexualización, o sea una espeyie de sublimación, e incluso nos plantea la cuestión digna de un penetrante estudio, de si no será acaso éste el camino general conducente a la sublimación, realizándose siempre en todo proceso de este género por la mediación del yo, que transforma primero la libido objetiva sexual en libido narcisística, para proponerle luego un nuevo fin." (Págs. 37-38.)

Creo que Freud se refiere en este párrafo a dos procesos íntimamente relacionados y conectados, pero diferentes. La prosecución de actividades del yo independiente y las sublimaciones basándose en las identificaciones del yo y superyó con los objetos de amor aparentemente lleva aparejado los siguientes cambios catécticos: parte de la libido que reviste a los objetos de amor, luego de sufrir una neutralización parcial, se vuelca a otros objetos, especialmente en el área de los intereses yoicos. Esto promueve la constitución de representaciones objetales nuevas, animadas e inanimadas, y los procesos emocionales e ideacionales correspondientes y actividades del yo., 89

ETAPAS INFANTIL, TEMPRANA, PREEDfPICA Y ED1PICA

Simultáneamente, con la transición desde el yo con dependencia infantil con los objetos de amor hasta una actividad yoica independiente, la libido es desviada de estas imágenes objetales hacia imágenes del self. De este modo, parte de la libido objetal es transformada en una libido narcisística dirigida hacia el self que, uniendo fuerzas con la extraída de las zonas erógenas, es ahora usada para las cargas en aumento de los órganos ejecutivos y las funciones del yo, y en consecuencia para la construcción posterior de las representaciones del self. Pero deberíamos recordar .nuevamente que las catáias de las representaciones del seÍf, a pesar de derivar de la libido objetal, se fundan en el reservorio de la energía psÍ· quica original con la cual la totalidad del self mental ha sido revestida, incluyendo las imágenes corporales y sus funciones que constituyen el núcleo del sistema yoico futuro. Esta premisa es apoyada por la observación realizada de niños esqui· zofrénicos, como las publicadas por Mahler (1952, 1958). El esquizofrénico autista, del tipo Kanner, que ella describe, pa· reciera evitar todo tipo de estímulo externo que lo pondría en· contacto con el mundo exterior. Incapaz de catectizar objetos, este tipo desarrolla, evidentemente, imágenes del self defectuosas y primitivas que son primariamente hipercatectizadas a expensas del mundo objetal. Esto sugiere ciertamente que aun en un proceso normal de desarrollo las cargas centrales de las imágenes del self están constituidas por la energía psíquica originariamente revestidas en el self psicofisiológico primario. Además, no sólo las representaciones del self sacan provecho de la transformación de la libido objetiva en libido narcisística, sino que las representaciones objetales también toman fuerza de este proceso. Particularmente, durante los estadios tempranos del desarrollo la libido es continuamente retirada de los objetos de amor e invertidos en el self, y nuevamente devueltos del self al objeto (o sus imágenes, respectivamente). Volveré a considerar estas fluctuaciones catécticas al discutir el desarrollo de las identificaciones del superyó. 90

ENCUENTRO DEL Nrno y DE su IDENTIDAD SEXUAL

Hasta ahora no hemos considerado las vicisitudes de la agresión en el desarrollo de los intereses del yo. En efecto, los cambios de energía antes mencionados, a pesar de estar reforzados por el conflicto de ambivalencia con los objetos amorosos, también facilitan su solución. El desarrollo de los intereses del yo~ 2 retira de los objetos de_amor no sólo parte de la libido, sino también parte de la agresión la cual, después de fusionarse con la libido, y de esta manera neutralizarse, puede revestir nuevos objetos personales e inanimados. Al mismo tiempo, la experiencia de aprender cómo funcionar independientemente aleja inevitable y crecientemente a las fuerzas agresivas de los objetos amorosos dirigiéndolas hacia el self, desde que el niño en sus incipientes actividades independientes se encuentra constantemente con dificultades. Lo que él en un momento experimentó como frustraciones y desilusiones, de las que culpaba solamente a los padres, él ahora comienza a mirarlas parcialmente como daños que se .ha inferido a sí mismo. Esta actitud está apoyada por los esfuerzos que realiza para dominar su agresión y para construir relaciones libidinales duraderas con sus objetos amorosos. De este modo es capaz de sufrir experiencias de daño mental y físico real, acompañado de sentimientos de "inferioridad" y autocrítica. Ellos manifiestan claramente una carga creciente de las representaciones del self con agresión tomada de las representaciones de los objetos amorosos. Ellas indican el comienzo de una duradera agresión dirigida hacia el self y potencialmente de un "masoquismo secundario", que en casos patológicos puede invadir la vida psicosexual, influir en muchas de las funciones y actitudes yoicas, y puede desarrollarse en la dirección del masoquismo moral. Este último es la expresión de la influencia decisiva y profunda que la internalización de las demandas y críticas 2 Es útil &eguir la sugestión del señor Kanzer (1962) para distinguir inte· reses yoicos, por lo que queremos decir logros dirigidos hacia el objeto, de los intereses del self. Con este último término nos referiríamos a los logros y tendencias egoístas-narcisísticas del yo, centralizadas en el self.

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pat~rnales, comenzando con el establecimiento de formaciones reactivas y culminando en la constitución del superyó, ejercen sobre las catexias de las representaciones del self, con fuerzas tanto libidinales como agresivas. Esto será extensamente explicado más adelante. ~Pero hay un paso en este desarrollo sobre el cual debemos hablar ahora. Hablando de las comparaciones competitivas que el niño realiza con sus rivales, he puntualizado que ellas promueven la prueba que él realiza de los objetos externos y de su propio self, y de este modo le enseñan a distinguir las fantasías omnipotentes con sus objetos amorosos y con sí mismo de los objetos reales y de su self real (potencial y verdadero). Como veremos, una completa concienciación de estas diferencias no se establecerá antes de la madurez, y en algunos casos podría no alcanzarse nunca. El papel de esta distinción en la constitución de las identificaciones del yo y superyó serán discutidas más adelante. Debo subrayar aquí el hecho de que un normal ejercicio de los intereses del yo presupone una suficiente concienciación de las diferencias entre tendencias narcisísticas de grandiosidad y las correspondientes imágenes del self deseadas por un lado, y las reales metas del yo, basadas en las sólidas Rociones de los potenciales del propio self, por ejemplo, las habilidades de uno, por el otro. La capacidad para tal distinción se desarrolla bajo la influencia tanto de fracasos como de éxitos, de daños narcisísticos y de expansión, de críticas y autocríticas como de aliento, aprobación, lo que es decir tanto de libido como de agresión. Mi investigación del proceso de sublimación ha tenido como meta el describir las relaciones entre la actividad del yo y los correspondientes procesos catécticos que envuelven al self y a las representaciones objetales. Podría agregar que con el propósito de establecer concepciones metapsicológicas precisas es aconsejable hacer una distinción más cuidadosa de la que comúnmente hacemos, no sólo entre el self y los objetos reales, y sus correspondientes representaciones mentales, sino también entre las actitudes y actos del yo en el mundo exterior

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ENCUENTRO DEL NffiO Y DE SU IDENTIDAD SEXUAL

y los cambios en las catexias de las representaciones objetales y del self .3 De la discusión anterior, debemos ante todo concluir que no podemos definir las actividades (exitosas) del yo simplemente como gratificaciones narcisísticas. Aun no perteneciendo ellas a objetos personales, su propósito central y esencial es normalmente la obtención de gratificaciones libidinales objetales. 4 3 Ya en 1942, Sterba puntualizó la diferencia entre los procesos catécticos y la conducta en el mundo de objetos reales, y habló sobre "la representación de la personalidad individual que es el yo'', pág. 61. 4 En este momento quisiera referirme a los escritos de Ernest Kris, y a algunas de sus citas personales adicionales sobre sublimaciones. Kris, 1952, describió magníficamente la habilidad de las personas creativas para dejar a su yo sumergirse tlentro del ello, emergiendo nuevamente, y de este modo, osci· lando entre acercamiento y distanciamiento del ello, usarlo al servicio del yo. En posteriores comentarios sobre este problema Kris mencionó su teoría de que la capacidad para la sublimación está conectada con una particular habilidad que estas personas creativas tienen para atraer y absorber energía psíquica a través de numerosos y variados caminos desde el flujo energético más profundo del ello, y de dirigirlo luego por canales de actividad creativa. Yo creo que esta habilidad presupone una fluidez y elasticidad energética particular en tales personas que permitan rápidos procesos de transformación, fusión y neutralización de impulsos. Esta elasticidad de los impulsos sería Ja responsable de la capacidad para tales fluctuaciones continuas entre el acercamiento y el aleja· miento del ello durante el proceso creativo. Supondría, además, que tal elasticidad de energía en estas personas pudiera combinarse con una vicisitud favorable de su oralidad que ,las capacitan para disminuir las cate:rias de otros objetos temporariamente hasta un asombroso grado, y de sobrecargar aquél sobre el que trabajan consistentemente con gran cantidad de energía, haciéndonos recordar de alguna manera la centralización oral exclusiva del niño en su objeto de amor. Pero luego del alcance de sus .metas, tales personas parecen ser capaces de restablecer su balance de catexias previo, hasta que aparece un nuevo acceso creativo. Creo que esta asombrosa habilidad se torna manifiesta en el "devora· dor" interés por su trabajo, que hace que olviden al resto del mundo durante el acceso creativo, y en su retorno a las formas comunes de vida después de completarlo, calmándose así de la tremenda tensión creativa. Observaciones sobre la creatividad de los adolescentes, sobre las que retornaré en el capítu· lo 11, sugieren que esta elasticidad y fluidez de las personas creadoras pueden también implicar las defensas de su yo. Tengo la impresión de que estas personas tienen un sistema de defensa menos rígido y son capaces de intercambiar distintos tipos de defensa dejando caer algunas temporariamente, o de emplear defensas más arcaicas, una forma particular de fluidez que les permite mante· nerse en más íntimo contacto con su inconsciente que otros.

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Describiré lo que quiero decir con la ayuda de un ejemplo práctico de una función creativa del yo tal como. el escribir un libro. Ante todo, la intención se origina normalmente de un interés previo y preocupación por el terna sobre el cual el autor desea escribir. Este tema es el objeto que debe volverse duraderamente revestido primero con energía psíquica libidinal, agresiva y neutralizada hasta un punto en el cual el plan de escribir al respecto se transforma en acción. Por supuesto, la escritura no progresará si el escritor no tiene suficiente seguridad en sí misn:10. la que se basa en una concienciación y evaluación reai de sus habilidades, y en una suficiente y sólida carga de la función de escribir. A pesar de que su ideal del yo y sus fantasías ambiciosas en general pu· dieran ser un estímulo efectivo, su trabajo no tendrá éxito si el incentivo principal para su escritura son fantasías de gran· diosidad que sobrepasan sus posibilidades. Cuando el autor comienza a escribir, puede "enamorarse" de su libro. Desde que el libro le representa su propia creación, su manera de expresarse, este "amor" puede ser más bien de tipo narcisístico. Además, la función como tal -el acto de pensar y es· cribir- puede ser una forma altamente revestida, forma preferida de autosatisfacción. Luego de la publicación de su trabajo el elogio del público, la magnífica venta del libro, el ganar plata de él, todas estas gratificaciones podrían ser recompensas narcisísticas adicionales para el escritor. Pero todos estos numerosos elementos narcisísticos implicados en una actividad creativa del yo interferirían con la función de pensar y escribir, si la meta principal del libro no ma:otiene el verdadero interés del escritor en el terreno seleccionado, en el material especial que él maneja, en los descubrimientos que ha realizado, o las ideas que él quiere desarrollar: para abreviar, un interés "objetivo". La nah1raleza de su interés dirigida hacia el objeto encontrará expresión en la devoción por su trabajo, hasta el punto de olvidarse de sí mismo y aun del propio sacrificio. Al comparar las relaciones personales de objeto con la práctica cultural y social debemos, por supues94

ENCUENTRO DEL NffiO Y DE SU IDENTIDAD SEXUAL

to, admitir que estas últimas actividades yoicas son menos "libidinal-objetivas", primero, porque ellas pueden ser más "imparciales", por ejemplo cargadas con impulsos más neutralizados; pero también porque permiten y atraen al individuo a mayores gratificaciones narcisísticas que las que comúnmente dan las relaciones amorosas maduras. Desde que todas las funciones del -yo tienen como meta la gratificación del self sobre el objeto exterior (personal o inanimado), representan al mismo tiempo prácticas narcisísticas y relativas al objeto que deben incluir cambios temporarios en las cargas de las representaciones objetales y del self y en los procesos de descargas de energía psíquica (libidinal, agresiva y neutralizada), tanto dirigidos hacia el self como a los objetos. Un normal funcionamiento del yo presupone una carga· libidinal suficiente, igualmente distribuida y duradera de las representaciones de los objetos y del self. La acción se originará de una hipercatexia inicial del objeto o función específica con energía libidinal, agresiva ~ neutralizada. Por otro lado, los actos del yo requieren el estímulo de una concomitante hipercatexia de las representaciones del self, que darán aliento y garantizarán el éxito del acto emprendido. : Estas catexias libidinales se extienden a las representaciones, por un lado, de la función elegida y de las partes u órganos del cuerpo que serán utilizados para ello, y, por otro, de la totalidad del self como una entidad. El aumento de las catexias de este último se manifestará por un sentimiento general de autoconfianza que precede y estimula primero las catexias de los órganos ejecutivos, y luego, el acto mismo. El aumento de las catexias objetales pone al impulso en movimiento, determina su dirección, y lleva, por medio de los procesos de descarga de impulsos a terminar el acto. En el transcurso de una serie de actos exitosos se experimentan frecuentemente ricos e intensos sentimientos de identidad. Luego del acto exitoso, lo que resta de libido es sustraída de la imagen objetal y devuelta a otros objetos y a las representaciones del self. El aumento de estas cargas se expresa por 95

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. sentimientos de satisfacción en las partes del cuerpo (y mente) usados para el acto, y en un aumento general de la autoestima. Podría agregar que Ja hipercatexia libidinal de las representaciones del self, junto a una hipercatexia agresiva de las representaciones objetales, es característica de la actitud sádica, agresiva, o narcisística hacia el objeto, además, una insuficiente catexia libidinal del objeto o una insuficiente catexia narcisística inicial puede resultar en una inhibición parcial de las funciones del yo. Sin embargo, una hipercatexia libidinal del objeto con una hipercatexia agresiva de las representaciones del self es capaz de producir fracasos y corresponde a una conducta masoquista y autodestructiva. Pero una gran sustracción o cambio de catexias desde las representaciones objetales a las del self, como ocurre especialmente en formas normales o patológicas de regresión, llevan eventualmente a la inactivación o inhibición general de la actividad del yo. Concluiré la descripción de los procesos catécticos y de descarga necesarios para la actividad funcional e ideacional del yo mencionando también la relación que tienen con la concomitante expresión emocional. Los afectos e ideas, como dije anteriormente, se originan en procesos fisiológicos de descarga, en el interior los cuales, al abrírseles los respectivos caminos, se combinan en procesos de descarga hacia el exterior. Ambos tipos de descarga llevan, en un comienzo, sólo a sensaciones y a concomitantes reacciones motoras primitivas y premodeladas; iuego, llevan a manifestaciones afectomotoras completas asociadas a fantasías; eventualmente llevan también a experiencias emocionales que se adhieren ·a fantasías y a procesos del pensamiento. Todo esto resulta en una actividad motora adecuada relacionada -ª-- objetos y a otras funciones autónomas del yo. Además diría que toda la actividad yoica, al ser satisfecho el self con un objeto, debe combinar los procesos catécticos dirigidos al self y al objeto (libidinales, agresivos y neutralizados) y los procesos de descarga de impulsos, y debe ser válida también para una expenencia emocional. Siendo la 96

ENCUENTRO DEL NffiO Y DE SU IDENTIDAD SEXUAL

expresión del. self, tanto la respuesta a estímulos externos, afectos y sentimientos, aparentan estar especialmente inducidos y compuestos por descargas internas dirigidas hacia el self y descargas externas dirigidas al objeto. En cuanto a la vuelta de los impulsos hacia el self quisiera afirmar que 1as vicisitudes de estos impulsos toman un des· arrollo decisivo a medida que se establecen las representaciones del self. Desde entonces la energía de impulsos con las que están cargadas se puede descargar hacia el exterior por medio de pensamientos, sentimientos y actos motores, que tratan al self como si fuera un objeto. Este desarrollo está por supuesto estimulado por la constitución del superyó que, como en el caso de los estados depresivos, puede efectuar la descarga de la energía destructiva hacia el self en un acto suicida. por esto, fenómenos fisiológicos de destrucción del self deben ser considerados como regresivos más que como actos, pensamientos o sentimientos destructivos del self. Las relaciones y proporciones entre los procesos de descarga dirigidos hacia el self y al objeto son de gran importancia para la cualidad emocional en general. Además de la influencia de los impulsos específicos implicados, pareciera que estas cualidades estuvieran determinadas por la relación: entre las descargas hacia el interior en contraposición con el papel que desempeñan las descargas hacia el exterior en la inducción del afecto. Necesito sólo referirme a los cambios característicos de la calidad emocional en el transcurso del desarrollo afectivo, cuando el niño progresa desde la etapa narcisística preedípica temprana hacia el período en el cual se desarrollan verdaderas relaciones libidinales de objeto. Sin duda estos cambios afectivos son el resultado de numerosas influencias. Pero además de todos estos otros factores el lenguaje organo-afectivo preedípico temprano refleja la preponderancia que los procesos fisiológicos de descarga tienen en ese período. El color, y los rápidos cambios del afecto durante el período preedípico tardío y el edípico temprano, cuando la actividad afectomotora del niño, esencialmente expresiva del

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ETAPAS INFANTIL, TEMPRANA, PREED1PICA Y ED1PICA

self, alterna con la expresión de los sentimientos referidos al objeto, reflejan sus constantes fluctuaciones entre las actitudes hacia los objetos, ya sea narcisística autista y dependiente. Finalmente, la calurosa y afectiva cualidad de sentimientos y sus ricos matices, que se desarrollan después del establecimiento de representaciones objetales y del self estables y de verdaderas relaciones objetales y actividades yoicas, revelan claramente su naturaleza objeta! y las cambiantes proporciones entre las descargas de impulsos dirigidas hacia el self y hacia el objeto y entre los componentes agresivos, libidinales y neutralizados, en el proceso. emocional. Estas proporciones parecieran encontrar especial reverberación en las diferencias cualitativas entre los aspectos del tipo de personalidad autistaesquizoide y los de aquellos que tienen buena relación con el mundo objetal. Esta amplia y rica escala afectiva, los numerosos y sutiles ·matices de sentimientos, la cálida y vívida cualidad emocional de estos últimos, son consecuencia del predominio de la libido objetal y de la variedad de sus fusiones con la energía más o menos neutralizada. En contraste, en los primeros, los rangos de sentimientos están limitados principalmente a ciertos afectos, tales como los sentimientos de fría hostilidad, ansiedad, daño, humillación, vergüenza u orgullo, seguridad o inseguridad, de elevada o disn:Ünuida autoestima, de grandiosidad o inferioridad y de culpa. Esto, y la frialdad afectiva, con la rigidez de una personalidad autista·esquizoide, parecieran puntualizar sobre el importante papel de la agresión inhibida pero no amalgamada y la prevalencia de los procesos de descarga emocional dirigidos hacia.el self.

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SEGUNDA PARTE

,

,

FORMACION DEL SUPERYO Y EL ,

PERIODO DE LATENCIA

6_ Estadios preliminares en -el desarrollo del superyó

La intensidad de los conflictos instituales y la creciente diferenciación estructural, presente en el período edípico, se refleja en la complejidad en aumento de los procesos de identificación que, bajo la influencia de los tabúes edípicos, sufren drásticas modificaciones. Y a hacia el final de esta etapa, llevan al establecimiento de un nuevo sistema fm;1cional, el superyó, que da un enorme ímpetu a todos los procesos de desarrollo. Gran cantidad de energía psíquica puede entonces ser liberada y utilizada. Desde entonces, el desarrollo de actividades físicas no sexuales, sociaies culturales e intelectuales experimentan un rápido progreso. Se inicia así el período de lat~cia. Sería conveniente comenzar a tratar las identificaciones especiales a las que el superyó debe su existencia puntualizando, al menos, algunos factores esenciales que determinan las diferentes cualidades de las identificaciones infantiles. Estas cualidades dependen de:

1) 2)

3)

Las limitaciones de la organización psíquica propia del niño. (Spitz, 1957, pág. 49.) El sexo, la personalidad, las actitudes y la conducta de los objetos y las cualidades de los rasgos objetales que se eligen para la identificación; Las vicisitudes de las representaciones obj etales y del self y el grado en el cual el niño descubre y dis101

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cierne la realidad de los objetos de amor y de su propio self; Por lo tanto, el grado en el cual las imágenes paren· tales y otras útiles para identificación son semejantes a los modelos reales; El grado en el cual estas identificaciones permiten una independencia de los objetos (Hartmann y Loewenstein, 1962); Las cualidades y metas de los impulsos y fantasías, y las experiencias y percepciones que inducen las • identificaciones; La calidad y vicisitudes de los mecanismos de intro· yección .Y proyección subyacentes; El grado en que las identificaciones sirven propósitos defensivos (o aun restitutivos), o se desarrollan como el resultado patológico de un conflicto neurótico o psicótico.

En vista de estos últimos factores, he mencionado ya que no todas las identificaciones infantiles emergen bajo la influencia de los conflictos sexuales y de ambivalencia del niño; podemos también observar identificaciones que, desarrollán· dose directamente de la cercana intimidad del niño con su objeto de amor, permanecen centradas en él y adquieren difícilmente cualidades reactivas o defensivas. Una muy diferente variedad de identificaciones se originan en el indómito apremio competitivo del niño por gratificación sexual y ex· pansión narcisística. Inducen fantasías deseadas de identificación sexual con las imágenes engrandecidas de sus objetos de amor, predominantemente de sus admirados rivales edípicos y preedípicos. Tales fa!ltasías familiares adquieren crecientemente cualidades agresivas, hasta el punto en el que el niño se rebela contra la frustración instintual y las injurias narcisísticas y quiere romper los lazos simbióticos con sus padres. Las prohibiciones y miedos instintuales permiten estas fanta· 102

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sías de identificación sexual y agresiva sólo limitada expresión en la conducta del niño. Los deseos sexuales sucumben bajo la represión y retroceden, sólo para ser reavivados, intensificados y actuados durante el período de expansión instintual y narcisística en la adolescencia. Pero durante la niñez, a raíz de la represión y la maduración del yo, las identificaciones instintuales con los objetos de amor parentales cambian su calidad, finalidad, y dirección. Neutralizando y desplazando las prohibidas tendencias sexuales agresivas y narcisísticas del niño a objetivos aceptables adquieren cualidades defensivas nuevas, en parte reactivas, y producen importantes modificaciones de las estructuras psíquicas. Desde entonces sirven para la construcción del yo y superyó y para la obtención de metas inhibidas. El timón para las identificaciones del yo que originan las actitudes, rasgos de carácter y conducta del niño, y promueven sus intereses, logros y alcances, son tipos especiales de identificaciones que llevan al establecimiento de metas internas y estándar. , Debemos considerar que en el transcurso del período edípico, estas identificaciones específicas comienzan a moverse en dos direcciones diferentes que están determinadas por las distintas vicisitudes de las imágenes objetales y del self deseadas del niño. Y a he recalcado que durante la ÍB;se edípica la prueba de realidad toma mayor impulso y promueve la distinción que el niño realiza entre sus imágenes deseadas y las representaciones del mundo objetal, más o menos reales y de su propio self potencial y verdadero. Por eso los procesos se desarrollan y avanzan bajo la influencia del incipiente superyó, pero sobre todo de la maduración del yo, de una mejor concienciación del self y prueba de realidad, y de las crecientes actividades funcionales del yo. Gradualmente equilibrando t las imágenes del niño a un nivel mucho más real, modifican las agrandadas imágenes del self deseadas y las transforman en metas, ambiciosas pero reales, dirigidas al objeto, al combinarlas con las correspondientes metas del yo parental. Dependiendo de la personalidad de los padres, pueden e:xten· 103

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derse a toda clase de actitudes e intereses parentales, sus anibiciones y expectaciones referidas al futuro del niño. Por lo tanto, pueden implicar tanto objetivos narcisísticos como buena apariencia física, intelectual, vocacional, financiera y éxito social. Freud, en sus "Nuevas Aportaciones al Psicoanálisis" (continuación de "Introducción al Psicoanálisis") refiere que las identificaciones del yo con imágenes parentales reales contribuyen, en forma importante, a la formación del carácter y ya no tienen influencia sobre el superyó, que ha sido determinado por las imágenes parentales más tempranas. Desde que las identificaciones del yo presuponen una evolución real de los padres, Freud las considera como formaciones que se originan en un estadio más tardío del desarrollo que las identificaciones. del superyó. Yo creo que tales identificaciones del yo con las imágenes parentales reales comienzan a desarn.llarse verdaderamente en interacción con identificaciones del superyó. Pero después del período infantil de la formación del superyó se tornan importantes, especialmente al final de la adolescencia, por las modificaciones y equilibrio que el superyó sufre durante este período. En esta etapa, ellas parecieran ejercer una fuerte influencia sobre el superyó. Las metas del yo, y el logro de estándares en el niño, que se establecen apoyándose sobre tales identificaciones parentales son un poderoso y útil timón para el posterior desarrollo del yo, mientras éstas impliquen intereses yoicos verdaderos dirigidos al objeto y, además, estén a disposición de los estándares morales del superyó. Sin embargo, como veremos, en muchas personas tienden a mantenerse independientes, y frecuentemente, albergan las consecuencias de una intensa tendencia narcisística agresiva. Volveremos sobre este tema al discutir los conflictos de inferioridad y vergüenza. Sería suficiente establecer aquí que podemos observar procesos de diferente naturaleza, íntimamente relacionados con las identificaciones que ayudan a establecer metas reales y los logros de estándares del yo que men-

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cionamos antes, que darían primariamente la solución de los conflictos instintuales del niño, transforman las imágenes del self y objetos amorosos primitivos y deseados en un ideal del yo unificado y, por la internalización 1 de las prohibiciones y demandas morales parentales establecen, usando los términos de Hartmann y Loewenstein, las funciones superyoicas ' . ,, , d e " re f uerzo " y de "dºirecc10n .' ". d e " autocntica Hartmann y Loewenstein (1962) enfatizan "el hecho de que muchos aparatos congénitos que sirven al yo tienen un verdadero carácter inhibitorio" (pág. 43). Pero puntualizan que, en cuanto al superyó como tal, es mejor no usar el término maduración, y que la "autonomía" se refiere a su independencia de los objetos y de los impulsos. Podría agregar que, en mi opinión, la formación del superyó está también determinada por factores innatos y que su autonomía implica, en particular, estar libre de las presiones causadas por sus tempranos precursores. {jartmann y Loewenstein dicen que "la teoría de Freud nos permite incluir, entre los determinantes genéticos de la conciencia, la historia de las vicisitudes preedípicas de la agresión" (página 70). Mencionan, además, que no sería raro que la función de dirección del superyó trabaje con un más alto grado de neutralización que las funciones de refuerzo. Quisiera ampliar estos conceptos. Creo v~rdaderamente que en el desarrollo del superyó las vicisitudes preedípicas, edípicas y adolescentes, de la libido y la agresión, desempeñan un papel de gran influencia. Además, tengo la impresión de que las funciones de dirección trabajan con un grado más alto de libido más o menos neutralizada que las de refuerzo, que como su nombre indica, parecen operar con una mayor cantidad de agresión. Lo que quiero decir es que, como en cualquier tipo de función psíquica, ·la cualidad de las diferentes funciones del superyó dependen no sólo del grado de 1 Hartmann y Loewenstein (1962) hablan de "internalización" si las regulaciones que han teuido lugar en la interacción con el mundo exterior son sustituidas por regulaciones internas.

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neutralización, sino aún más de las proporciones existentes entre libido y agresión. De acuerdo con Hartmann y Loewenstein, la crueldad del superyó se expresa por una falla en la capacidad de neu· tralización del yo, por ejemplo, por la falla de una función del yo. Sin embargo, me parece que esta capacidad yoica depende de la preponderancia de las fuerzas libidinales sobre las agresivas. Mientras que he subrayado repetidamente el significado de este punto para la construcción de relaciones objetales personales y de funciones yoicas (no sexuales), quisiera enfatizar aquí su importancia para el establecimiento de sólidas funciones del superyó. A pesar de esto, en contraste con el yo, el superyó, esta adquisición humana exclusiva, es el área de la organización psíquica donde, eri virtud de metas reactivas contrarias, las fantasías deseadas de grandiosidad del niño encuentran seguro refugio y pueden ser mantenidas por siempre al servicio del yo. Y a he mencionado que Melanie Klein no hace una distinción entre la constiiución de las representaciones objetales y del self, y de las relaciones objetales e identificaciones del yo, y la formación del superyó. Esto condicionaría algunos de sus conceptos que yo creo son erróneos. Ella no hace una clara distinción entre el establecimiento de relaciones objetales, que son seguidas por la construcción de representaciones objetales y del self en el yo, y los procesos de identificación parcial con los objetos de amor. Éstos construyen el yo y eventualmente llevan a la formación del sup~ryó. En consecuencia ella ubica el comienzo de la formación del superyó en los primeros meses de vida. En cuanto a que estas imágenes objetales y del self desea· das mágicas e infantiles comienzan a formar el núcleo primitivo para un ideal del yo, aun antes de que estén completamente separadas, Melanie Klein está acertada. Es también· verdad que en este temprano estadio, amor e identificación son poco diferenciados; desde que las relaciones objetales primitivas establecen continuos mecanismos de introyección y 106

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proyecc1on, estos procesos están en un comienzo entremezcla· dos. Además, debemos ciertamente considerar las primeras formaciones de reacción pregenital que ya comienzan a constituir la internalización de prohibiciones y demandas paren· tales, como precursores del superyó. Sin embargo, a pesar de que los fundamentos del ideal del yo y superyó se originan en los primeros años de vida, el superyó pareciera formar un sistema psíquico definido sólo después de pasar los conflictos edípicos. Evidentemente, su establecimiento presupone que el desarrollo psicosexual y la maduración del yo han avanzado hasta un cierto nivel. Volveré sobre este punto. Considere· mos primero los orígenes preedípicos del ideal del yo y los precursores del superyó. La insuficiente distinción que existe entre el self y el objeto durante la constitución de un ideal del yo, o más bien de sus precursores, explica por qué podemos encontrar en su profundo núcleo inconsciente imágenes infantiles tempranas del self y del objeto de amor, y por qué el superyó y el ideal del yo albergan los deseos de grandiosidad del niño preedípico, como su creencia en la omnipotencia de los padres. En efecto, las demandas y prohibiciones parentales se internalizan probablemente sólo uniendo sus fuerzas con las tendencias ambiciosas y narcisísticas del niño a las que, sin embargo, les dan una dirección totalmente nueva. En "Introducción al Narcisismo", Freud (1914), afirma que los orígenes del ideal del yo se encuentran en tempranas tendencias narcisísticas cuando dice: "Eso que él proyecta como su ideal es meramente el susti· tuto del perdido narcisismo de su infancia, cuando él era su propio ideal." (Pág. 51.) ; ;.J ) , ,·(¡.

Esta doble fase del ideal del yo, fraguada de los concep· tos ideales del self y de características idealizadas de los oh· jetos de amor, gratifica, sin duda, la esperanza infantil de unificarse con el objeto de amor, deseo éste que nunca abandona 107

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completamente. Aún nuestra lucha sin fin por la unificación entre el yo y el ideal del yo reflejan la persistencia de este deseo. Ya he mencionado que la formación de un sistema super· yoico se prepara durante el período preedípico, con el desarrollo de las primeras formaciones reactivas. En efecto, los drásticos cambios en las catexias de las representaciones objetales y del self ocurren primero, por el freno de las tendencias pregenitales y sádicas, luego por temor a la castración y, finalmente, por la formación del superyó. Siguiendo los diversos estadios de la formación del superyó, tendremos la oportunidad de considerar al menos, las influencias más importantes que las vicisitudes instintuales ejercen sobre el desarrollo del yo y superyó. Las formacione_s reactivas anales, basadas en procesos de contracatexias, hacen que por primera vez el niño vuelque su agresión drásticamente de su objeto de amor a su self. En forma opuesta a los procesos de sublimación, que ya hemos discutido, las formaciones reactivas como tales no desplazan la libido o agresión de intereses prohibidos a metas inhibidas. A pesar de que ellos, ciertamente, inducen y refuerzan la construcción de tales intereses, representan esencialmente cambios en las actitudes del niño hacia sus propias tendencias instintuales y, en general, hacia sí mismo 1 y en consecuencia también hacia el mundo objetal. Por supuesto, estos cambios no se alcanzan sólo mediante formaciones reactivas. Todas las formas de identificaciones del yo llevan al desarrollo de actitudes yoicas individuales y características. Permítanme esclarecer ahora qué es fo que quiero significar por actitudes, o actitudes del yo. Hemos considerado brevemente hasta ahora su desarrollo, a pesar de que desempeñan tan importante papel en la formación del carácter, de la personalidad individual, o sea de la identidad. Por actitudes entendemos rasgos característicos que se toman manifiestos en general en todas las áreas mentales: En los ideales o ideas de una persona, sus sentimientos, y su conducta. Cuando dije que las 108

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formaciones reactivas ocasionan cambios en la actitud, quise decir que en alguna área comienza a ser efectivo un nuevo principio en el niño, que se manifiesta en los diferentes sentimientos ideas y actos de esta área. De este modo las formaciones reactivas adquiridas durante el aprendizaje del hábito de defecación se mostrarán primero, por ideas de que las heces son sucias y relacionadas al baño, y que aquellos niños que se hacen encima son malos; segundo, el sentimiento de desagrado hacia el intestino, de vergüenza de perder el control intestinal, de orgullo al alcanzar limpieza y de placer por cosas limpias ordenadas y hermosas y, tercero, en nuevas metas y esfuerzos activos de defecar puntualmente en el baño, permanecer limpio y aceptar el significado del tiempo, la. rutina de la vida y horarios en general. Además, pueden desarrollarse intereses estéticos y la necesidad de una creación artística, indicando el comienzo de la sublimación de los impulsos anales. No me es imprescindible mencionar que las formaciones reactivas descritas anteriormente se originan sólo en relación al aprendizaje del hábito de defecación, sino que tienen otras funciones y raíces. Aún las respuestas de lástima y compasión, aparentemente se vinculan solo a sentimientos reactivos o a predisposiciones por tales reacciones, implican algo más que puros "sentimientos". Incluyen no sólo un entendimiento empático-de convicciones sufrientes y éticas, tal como que la gente que sufre debe ser ayudada, sino el estar activamente preparado para aliviar su sufrimiento. ., De este modo podemos tener un buen criterio de éxito o fracaso de las formaciones reactivas si las actitudes de una persona se han cambiado en forma consistente. En la lástima neurótica pudiera haber abrumadores sentimientos de lástima, pero no acción, o ideas exageradas de obligación o ayuda por aquellos que sufren, pero no verdaderos sentimientos, etc. (Jekels, 1930, 1936.) , Las formaciones reactivas infantiles establecen el sentido de los valores humanos en el niño en áreas limitadas, y cam1

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bian la escala de valores de la temprana infancia, desarrollo éste que alcanza su máxima expresión en el curso de la formación del superyó, con la constitución de un sistema de valores morales estable. Las primeras nociones infantiles de lo que es o no es valioso surge con la distinción entre experiencias orales de placer o displacer (en el amplio sentido de este término). De este modo, el sistema de valores de la temprana infancia se refiere solamente a placer versus displacer. Podemos observar su reaparición en los estados de tristeza· o felicidad. Como la deprivación oral alterna con estados de gratificación, y estas experiencias se asocian con el objeto de amor, surgen las imágenes de madre buena y madre mala, de una madre que puede cambiar de mala a buena como la frustración puede can;ibiar a gratificación. Cuando las reacciones agresivas del niño a la frustración comienzan a originar temor a la retaliación, la "madre mala" se convertirá en una madre mala y punitiva con la cual se podrá reconciliar siendo "bueno nuevamente". Como sabemos, esta lógica emocional, no sólo de castigo por maldad moral, sino también de premio placentero, inevitablemente unido a la bondad, nunca deja de ser efectivo en la mente humana e influencia fuertemente la relación intrapsíquica yo-superyó. La convicción que el niño tiene de la interrelación entre su conducta y la de la madre es, por supuesto, reforzada por su aprendizaje de los hábitos de higiene. Desde que el aprendizaje del control intestinal influye y aun promueve el erotismo anal y la preocupación infantil con las heces como parte de su cuerpo, contribuye a la catexia libidinal y a la concienciación de su self corporal. Al mismo tiempo, intensifican sus relaciones con la madre y ayudan a enseñar al niño que el amor implica no sólo recibir sino también dar. •· En vista de estas múltiples influencias sobre el yo del niño, el logro del control intestinal debe por lo tanto considerarse un paso muy importante para Ja experiencia de su independencia yoica y de interrelaciones mutuas con su madre y, 110

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por lo tanto, para el desarrollo de su sentimiento de identidad. Pero para el establecimiento de las funciones de autocrítica, el cese de la agresión, y de una forma muy particular de agresión, hacia el self tiene el significado más importante. He hecho referencia a un tipo de agresión que tiene como meta la desvalorización del objeto y se expresa por actitudes derogatorias y despreciativas hacia él. Esta forma de agresión que cuando se vuelve hacia el self, como sabemos, ocurre en los estados depresivos predominantemente, desempeña tam· bién un papel predominante en el desarrollo normal. Se desarrolla como la respuesta ubicua a las experiencias infantiles de frustración, daño y decepción, y se originan en las respuestas infantiles de escupir o vomitar la comida que no desea o no quiere .. Esta respuesta primitiva, simplemente fisiológica al comienzo, es la precursora del sentimiento de disgusto, una formación reactiva que mantiene por siempre una relación directa con las experiencias pregenitales, orales y anales. Observamos frecuentemente que, algunas veces, luego del destete, el niño comienza a responder al pecho y a la leche materna, o a la leche en general, con intenso disgusto. · t;} En el curso del ap~dizaje de los hábitos de higiene tales reacciones -Oerogatorias y agresivas son desplazadas de la zona oral a la genital; mala comida, vómitos, heces, son asociados unos con otros. Desde ese momento, la agresión anal y sus derivados serán siempre usados como expresiones de profunda desvalorización. Pero el disgusto, originariamente una reac. ción derogatoria hacia el pecho frustrante, por ejemplo, hacia un objeto externo, se torna ahora una respuesta a las partes de su propio cuerpo, las heces, y a su mala conducta. Actitudes ambivalentes hacia el ano y las heces se desarrollan, y lo que fue su más preciado regalo a la madre se vuelve más y más un objeto de disgusto y derogación. Los sentimientos de disgusto y vergüenza, una formación reactiva a deseos exhibicionistas, desde ahora asisten al niño en su lucha contra los deseos pregenitales prohibidos y, más tarde, contra los deseos genitales prohibidos. La reacción a

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su propia conducta anal "buena" o "mala", el orgullo que siente por el éxito obtenido en el control intestinal, su placer en dar el regalo anal a su madre, su vergüenza y disgusto por la pérdida del control de esfínteres, todas estas reacciones indican cambios importantes en las actitudes del niño y en sus conceptos de lo que tiene o no valor. En las modificaciones de las escalas de valores infantiles uno puede distinguir claramente aquellas que están ha jo la influencia de estándares educacionales y se supone que lograrán el control e inhibición instintual, de aquellas otras que se relacionan con el desarrollo de las tendencias narcisísticas del niño y las funciones autónomas de su yo. Las influencias educacionales en el desarrollo de las escalas de valores infantiles encuentran principalmente expresiói;i en el aumento de la tolerancia a la tensión y a la aceptación primero, del esfínter moral, luego de los estándares de conducta social, y eventualmente, de códigos de ética general cuyo centro es el tabú al incesto y la ley contra el parricidio. Las modificaciones de las concepciones infantiles de los valores producidas por las cambiantes vicisitudes del narcisismo infantil y creciente desarrollo del yo, se anuncian durante los períodos preedípico y sádico-anal en el predominio de ideas y sentimientos mágicos, como los discutidos anteriormente. Están centralizados alrededor de los altos valores de la omnipotencia. Por supuesto, la vida de fantasía mágica del niño en el período preedípico encuentra un gran campo en las áreas oral y anal. Se manifiestan en las ideas omnipotentes del niño sobre el pecho materno y sus propias heces, en su intento por afirmar su poder ya sea reteniendo o expulsando las heces. Su continua tendencia de ver a la madre como parte de sí mismo se evidenciará en la fantasía de que sus heces pertenecen y son parte de su madre, de la misma forma que el pecho le pertenece a él. La intensa preocupación del niño con tales ideas omnipo· tentes y tendencias durante este período, indican sin duda que, 112

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más allá del establecimiento del esfínter moral y la tolerancia a la frustración, la ecuación original de valores con placerdisplacer pierde importancia en favor de un nuevo sistema, el de fuerza versus debilidad. En efecto, durante el períodc preedípico y crecientemente durante el edípico, el niño comienza a desarrollar nociones más reales del valor del poder y la fue:rza. Centradas alrededor de sus deseos de control instintual (anal, oral y urinario) y poder físico (fálico) y habilidad, estas nociones se origi· nan en conexión con los crecientes logros de su yo independiente y reemplazan gradualmente sus fantasías mágicas de omnipotencia. Estas nuevas nociones del valor del poder y la fuerza encuentran expresión en experiencias visibles de orgu· llo y superioridad en reacción a logros verdaderos, o en expe· riencias de vergüenza, disgusto, y sentimiento de inadecuación en respuesta a fracasos. Es mi impresión que la manifestación de orgullo por los nuevos logros pueden ser observados aún antes que la reacción de vergüenza, y se desarrollá en parte, independientemente de los conflictos instintuales del niño y de las actitudes y reacciones maternas. Por supuesto, la reali· zación del verdadero valor del poder y la fuerza también cam· bia las actitudes del niño para con sus objetos de amor. Mientras las primeras imágenes de Una madre "buena" o "mala" eran solamente referidas a una madre .gratificante o frustrante, asumen ahora un significado diferente. Su noción de padres digr.os expresará su creciente necesidad por una madre o un padre consistentemente fuertes. Esta transformación es un índice de la expansión narcisística del niño y de su creciente formación del yo: del aumento de cargas de las representaciones del self y de sus funciones mentales y corporales, y de la concienciación del self como una entidad, por ejemplo, de su identidad. Pero es aún más la repercusión de una clara realización por el niño de su dependencia psicobiológica con sus padres. Esto evidencia su necesidad para su posterior apoyo en la construcción de su yo, su necesidad de imágenes parentales poderosas con las _113

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que puede identificarse. Esto explica por qué el niño p1Íede tolerar frustración, deprivación, y aún una seria agresión y un profundo daño narcisístico. producido por la madre más que su debilitamiento o pérdida. :~ · Esto es de particular importancia en el desarrollo de individuos masoquistas y con problemas de identidad. Por tales casos, aprendimos que un niño desvalid0 con una madre hostil, rechazante, o sofocante hará lo posible para aceptarla y someterse a su poder, objeto de amor agresivo, y aun abandonará su propio self antes que abandonar su objeto de amor completamente. Pero aún normalmente, la desaparición de la creencia en la propia omnipotencia le enseñará al niño a preferir seguridad antes que placer y, por lo tanto, a aceptar un objeto de amor fuerte y poderoso que le brinde seguridad y guía, aunque frustre su placer y libertad. Mientras que las nociones pregenitales de fuerza giran todavía alrededor del poder y de la seguridad maternal representada por la propiedad oral-anal (pecho-heces), durante el período edípico, esas ideas se asocian al pene como un precioso símbolo de fuerza fálica. Encuentran expresión en la admiración que el niño tiene por el poder genital de su padre, porque pareciera ser el motivo de la preferencia que la madre tiene por el padre. El renunciamiento final de las tendencias genitales infantiles y la aceptación del tabú del incesto y de la ley contra el parricidio puede ser lograda porque los deseos del niño de integridad fálica derrotan eventualmente sus intensos deseos genitales. De esta manera se puede encontrar una solución para el conflicto edípico. Los prevalentes temores y nociones de peligro durante varios de los períodos infantiles hacen resurgir los cambios en las escalas de valores infantiles descriptas anteriormente. En el curso del período preedípico, los primeros temores de separación y pérdida de placer cambian, por un lado, a temores de pérdida del poderoso, y protector objeto de amor o de su 114

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amor, respectivamente, y por otra parte, el temor a perder su poderosa, propiedad inapreciable, los intestinos. Alrededor de estos miedos centrales se agrupan los miedos derivados de sus primeras formaciones reactivas: miedo a estar desprotegido o desgraciado, de ser despreciado o rechazado. Durante el período edípico el miedo se centr.a sobre el preciado órgano genital, el temor a la castración. Como veremos, los derivados de estos temores edípicos y preedípicos y la escala de valores sobre los que descansan sobreviven parcialmente en el yo adulto, y se expresan en sus metas del yo y en los conflictos narcisísticos correspondientes. Pero con la formación del superyó, con la internalización de los estándares y mandatos éticos y morales generales, el temor a la castración se transforma, en parte, en temor del superyó de no poder alcanzar los estándares del ideal del yo. Antes de que enfoquemos los procesos de identificación, que son los que en definitiva llevan al establecimiento de un nuevo sistema psíquico, debemos dilucidar una vez más la influencia de la frustración y el desengaño, en el daño y constricción narcisística sobre el desarrollo de este sistema, y en la autoestima y sentimientos del niño. He subrayado la gran contribución que tales experiencias pueden tener en la construcción del sistema. yoico y en las relaciones ohjetales del niño, teniendo en cuenta que éste se hallaba en una atmósfera general de amor y seguridad. Pero si estas frustrantes experiencias son muy grandes, y comien· zan en el desarrollo temprano, y no son suficientemente compensadas por el amor y la empatía parental, pueden crear peligrosos conflictos de ambivalencia. Sus efectos sobre la constitución de relaciones objetales e identificaciones ya fue expuesto. En el comienzo, el niño pasa por fugaces experiencias de frustraciones, aunque repetidas, que no son asociadas todavía con el objeto de amor. Sólo con el establecimiento de relaciones de objeto pasa por las experiencias de ser herido o desengañado por los padres como entidades humanas. 115

FORMACIÓN DEL SUPERYO Y EL PER10DO DE LATENCIA

Quiero volver a mencionar aquí las reacciones del niño frente a la desvalorización. Fugaz al comienzo, como la frustración que ellas provocan, tales reacciones no pueden encontrar expresión en sentimientos o pensamientos antes que se desarrollen vagas nociones sobre valores. Comenzando por vez primera durante el período sádico-anal, tales sentimientos e impulsos, pensamientos derogatorios y desdeñosos, conscientes e inconscientes, que conciernen a los padres, aumentan y se expanden bajo el impacto de los conflictos edípicos y con el descubrimiento de la diferencia de sexos, sobre todo si el niño adquiere información sobre las actividades sexuales de sus padres. Se combinan las formas de desvalorización agresiva oral, anal y genital, y el niño puede experienciar a sus degradados objetos de amor c9mo débiles o vacíos, sucios y repugnantes, o como destruidos o castrados. El efecto de estas descorazonantes experiencias es una "desilusión" (Enttiiuschung, el término del alemán para expresar desengaño), que normalmente tiene una influencia doblemente beneficiosa. Promoviendo la prueba de realidad externa y su propia realidad interna, como ya previamente lo recalqué, lo ayuda para un abandono gradual de sus ilusiones, por ejemplo, sus fantasías mágicas sobre sus objetos de amor de sí mismo. Sin embargo, en la misma forma, es el principal incentivo para la creciente idealización que el niño hace de sus padres, porque estimula el desarrollo de tendencias libidinales reactivas y fuertes. Sin embargo, cuando la desilusión es experimentada antes que el niño esté listo para combatir la hostil desvalorización de los padres basados en la idealización, puede impedir el avance de las relaciones objetales e interferir con la formación normal del ideal del yo y del superyó, que dependen de la admiración y respeto del niño por sus padres. Puede transformar al niño en un "cínico" con metas infantiles-"egoístas" del yo predominantemente y un superyó defectuoso que no tiene control sohre ellos. Más aún, tanto como que los víncu-

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los entre el self y los objetos son todavía indistintos, y las fuerzas libidinales y agresivas van y vienen libremente desde las imágenes del self a las del objeto, la desvalorización y el desengsño de los objetos lo impartirán inmediatamente al self y causarán autodesvalorización y daño narcisístico, e inversamente, las injurias narcisísticas induci_rán una desvalorización de los objetos de amor y desengaño de ellos. Las reacciones de niños normales al shock de la castra· ción, sin duda una de las más traumáticas experiencias inf antiles, realzan esta combinación y la interrelación entre el desengaño infantil y el daño narcisístico. Además, demuestran claramente los efectos favorables y desfavorables de las experiencias infantiles de desilución. Como lo puntualizara Freud (1931), el conflicto de castración femenino es inducido durante el período preedípico por el desengaño que la pequeña niña sufre al ver que su madre no le provee un pene. En el niño pequeño, .el efecto del descubrimiento del genital materno, supuestamente castrado, parece depender en gran manera de la severidad de los desengaños preedípicos con la madre. Esto es cierto también para la pequeña niña. En un niño normal al darse cuenta de las diferencias entre los sexos origina la curiosidad y espíritu de investigación, promueve la detección inquisitoria del mundo erterno, y lo ayudan a desplazar las tendencias libidinales y agresivas hacia el sentido de la percepción y hacia la actividad intelectual crítica. En general, si la hostilidad liberada por tales experiencias pueden ser suficientemente absorbidas y utilizadas por el yo, la función de testificación de la realidad saca un gran provecho. Se estimulan las funciones críticas y autocríticas, las percepciones reales del mundo y del self se expanden y afinan, y la habilidad del yo para modificar los conceptos ilusorios y las expectaciones se refuerzan. En este proceso la niña fracasa por supuesto más fácilmente. Desde que para ambos sexos la fuerza fálica permanece por largo tiempo corno el símbolo más importante de 117

FORMACIÓN DEL SUPERYÓ Y EL PERtoDO DE LATENCIA

poder y valor, sus sentimientos de injuria narcisística indu·cen la fantasía de haber sido castrado por la madre a causa de la masturbación. Esto se agudiza con el desengaño y la supuesta deprivación resulta no sólo del sentimiento de ser rechazado por la madre debido a su deficiencia, sino también en una profunda desvalorización de la castrada madre y de la misma niña. De estas reacciones la pequeña niña se reco· bra muy lentamente. En efecto, el conflicto de castración complica el desarrollo de las relaciones objetales de la pequeña niñá tan profundamente como las vicisitudes tle su narcisismo. Finalmente, sin embargo, la mujer puede tener más conflictos pero no nece· sariamente tiene más conflictos narcisísticos y trastornos en las relaciones objetales que el hombre. El pequeño· niño es usualmente menos afectado por el descubrimiento de la supuesta castración femenina. A pesar de que ello confirma y refuerza su propio temor a la castra· ción, sus vínculos edípicos apoyan su restablecimiento del trauma ocasionado por el shock de castración. He afirmado anteriormente que el descubrimiento de las diferencias sexuales es un importante pilar para el desarrollo masculino, desde que significa el comienzo de identificaciones consistentes con el padre, basadas en la igualdad masculina. El shock de castración le causará al pequeño niño, sin duda, una vuelta definitiva de la admiración y la envidia que sentía por la madre a su glorioso padre fálico, y a hacer de él el protector, punto de apoyo, modelo, y poderosa extensión de su self. La reacción común del pequeño niño frente a su "castrada" madre -su afirmación como un ser masculino superior como su padre en relación a la débil madre- es útil que sea nuevamente mencionada, debido a que este mecanismo es un modelo general bien conocido para el establecí· miento de la superioridad sobre un objeto desilusionante. Por otro lado, el niño puede reaccionar como la pequeña niña lo hace normalmente, pero sólo por un período limitado. Podemos observar esto sólo cuando él ha sido previamente 118

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expuesto a serias desilusiones con la madre y sufrido lllJU· rías narcisísticas. En este caso él puede devaluar a su madre a tal punto de abandonarla completamente como un objeto de amor, identificarse con la mujer castrada, y seleccionar al padre como su objeto de amor más importante, con el propósito de obtener su gran pene. Todos estos casos, como las vicisitudes del conflicto de castración femenina, demuestran claramente la fatal influencia que los desengaños o injurias narcisísticas tempranas pueden tener sobre la autoestima y los sentimientos de identidad. Sin embargo, esto puede ser estudiado mejor aún en pacientes prepsicóticos, precisamente porque su patología puede poner los puntos esenciales en relieve. No puedo tratar este tema antes de discutir los conflictos de culpa y vergüenza. Estableceré aquí el importante y nuevo sistema psíquico que otorga una solución para los conflictos infantiles agresivos y sexuales, y sirve para prevenir el desarrollo de tales procesos internos que pudieran llevar a una perjudicial desvalorización o a una pérdida "interna" de los objetos de amor edípicos y del self.

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7 La idealización de los objétos de amor, la formación del ideal del yo y el desarrollo de las identificaciones del superyó

Los esfuerzos que el nmo realiza para vencer sus peligrosas tendencias sexuales y agresivas hacia sus padres son contrarrestadas por tendencias intensificadas reactiv~s opuestas: su admiración y sobrestimación por los padres, y su creencia mágica del alto valor y omnipotencia de ellos. Tiene importancia que este agrandamiento de las imágenes parentales, durante el período preedípico y edípico temprano, es todavía provocado por la necesidad del niño dependiente de tener padres poderosos. Esto es la expresión
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FOIUJACióN DEL SUPERYÓ Y EL PER10DO DE LATENCIA

formará en una tendencia hacia una idealización verdadera de los objetos de amor parentales. En su publicación sobre narcisismo, Freud (1914) aconsejó a los analistas a hacer una distinción entre tales idealizaciones que implican objetos y los procesos de sublimación, los que influencian la dirección de las propias tendencias del niño. Y o podría agregar una puntualización sobre esta distinción y las interrelaciones entre estos procesos y las formaciones reactivas. Las formaciones reactivas acarrean cambios en las actitudes del niño hacia sí mismo y hacia las tendencias instintuales en general. Las sublimaciones realzadas por formaciones reactivas, desplazan la energía psíquica de metas instintuales hacia otros intereses. Ambos procesos están entrelazados con la glorificación e idealización de los objetos de amor parentales y ·están influenciados por éstos. Cuando se establece la formación del superyó, esta idealización comienza a extenderse desde personas idealizadas hacia valores abstractos en general, hacia ideas e ideales. Los débiles límites de comienzo y vacilaciones catécticas entre las imágenes del self y del objeto, en el pequeño niño tienden a dirigir la idealización y glorificación desde el objeto de amor hacia el self. Como el establecimiento de imágenes parentales idealizadas protege al niño de la desvalorización agresiva de los padres, la constitución de imágenes del self, en un comienzo agrandadas y luego idealizadas, se oponen a la tendencia infantil de una rápida desvalorización del self. De este modo los procesos de idealización no sólo sirven para proteger las relaciones objetales infantiles, que son amenazadas por los deseos sexuales y la ambivalencia del niño, sino que también ayudan a curar las heridas narcisísticas. El ideal del yo cercano a imágenes mágicas y todavía indispensables para el yo, es moldeado eventualmente, por tales imágenes del self y del objeto idealizado. La separada, pero concomitante construcción de un ideal del yo, compuesta por idealizadas imágenes del self y parentales, y tanto de metas yoicas reales como de representaciones objetales y del self reales, 122

IDEALIZACIÓN, IDEAL DEL YO ¡1r

parecen reflejar la simultánea aceptación por el niño del principio de realidad y su resistencia a él. El yo, parte de sí mis·· mo, y en continuo contacto con la realidad, aminora gradualmente las ilusiones y acepta la realidad; otra parte del self que no cesa de creer en magia, es separada. Sin embargo, esto sólo puede promover la sobrevida de imágenes y concepciones mágicas en el ello, más que su transformación en ideales internalizados, códigos morales, y estándares éticos para el yo. Esto es alcanzado en virtud de identificaciones especiales, las identificaciones del superyó. Y a he mencionado anteriormente el papel que la testificación de la realidad tiene en el establecimiento de las metas yoicas dirigidas hacia la realidad. Debo reenfatizar .el hecho de que la habilidad de construir identificaciones del superyó, por ejemplo, aceptar e internalizar los estándares morales, los derivados morales y las críticas morales dadas por los padres, depende también de la creciente maduración del yo. Esto último promueve no <sólo la distinción entre los padres reales y sus imágenes idealizadas sino también la gradual transformación de tales imágenes en un ideal abstracto del yo. Este proceso, que se discutirá con mayor extensión en el :próximo capítulo contrae un comp10miso entre los deseos irracionales y las demandas de realidad. Permite la sobrevida de imágenes objetales y del relf idealizadas y mágicas como una concepción abstracta del ser humano a quien quisiéramos parecernos, a pesar de que nunca podamos alcanzar tal meta. La cualidad del ideal del yo, distinta, prominente y deseada, es su irrealidad y su distancia del self real. A pesar de que somos en general perfectamente conscientes de esto, el ideal del yo ejerce una tremenda influencia sobre nuestra conducta real. Las vicisitudes del ideal del yo reflejan, por supuesto, el desarrollo de las medidas de valores infantiles. Su profundo núcleo inconsciente alberga los derivados de las tempranas nociones de valores, como la idea de felicidad eterna, de encanto y riqueza, o de poder y fuerza mental y física; nociones éstas que no tienen todavía la cualidad de ideales 123

FORMACIÓN DEL SUPERYÓ Y EL PERtoDO DE LATENCIA

mórales pero, persistiendo en parte en nuestras metas yoicas, pueden desempeñar un papel importantísimo en pacientes cuyo superyó no ha madurado nunca." Pero la construcción del superyó descansa no sólo sobre el proceso de la formación del ideal del yo. Entrelazadas con él, se desarrollan identificaciones que, usando caminos especialmente acústicos (Isakower, 1939), internalizan las diarias demandas y prohibiciones patronales, los "haz y no hagas", las aprobaciones y desaprobaciones expresadas por los padres u otras figuras parentales quienes, como lo puntualiza Freud, pasan sus propios códigos superyoicos al niño. Estos procesos desarrollan las funciones de autocrític~ y las cualidades de "refuerzo" de las demandas morales del superyó. Posteriormente, la construcción del yo, en general, avanza bajo el control tanto de los padres como del superyó. Desde entonces, las identificaciones del yo no sólo intentan meramente parecerse a los objetos externos sino también asemejarse con los estándares internalizados. Freud se ha referido repetidamente al defectuoso desarrollo del superyó en mujeres, a su falta de independencia y estabilidad, Es verdad que muchas mujeres, como lo ha demoi;trado magníficamente Sachs (1928), tienden a unir sus ideales yoicos con los de sus compañeros y a aceptar sus puntos de vista e ideas como propios. Sin embargo, en general, la opinión de Freud sobre este asunto parece algo parcial por su convicción de que a las mujeres, sintiéndose ya castradas, les falta el incentivo más importante para la formación del superyó: el miedo a la castración. De mi experiencia clínica con pacientes mujeres, tanto adultas como niñas, tengo la definida impresión que el superyó femenino no es defectuoso sino de naturaleza diferente al masculino. Yo verdaderamente creo que, debido a que el comienzo de su conflicto de castración es más temprano, la pequeña niña desarrolla el núcleo de un ideal del yo verdadero aún antes que el niño (Jacobson, 1937). Desde que la idea de su castración es bastante i~accptable, la pequeña niña

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IDEALIZACióN, IDEAL DEL YO

responde primero al descubrimiento de las diferencias sexuales con persistentes intentos de negar su supuesta deficiencia. Durante este prolongado período ella sufre un intenso miedo a la castración que sólo da gradualmente paso a la descorazonante convicción de que ha sido realmente castrada y a impulsos agresivos para recobrar et falo perdido. Cuanto más fuerzas toman estas ideas, mayor es la depreciación que la pequeña niña tiene por su madre y por ella misma. Eventualmente, su desilusión y desvalorización preedípica de la deficiencia genital propia y materna lleva al rechazo de la madre como un objeto de amor sexual, en favor del fálico padre. En forma bastante común, esto resulta en un abandono prematuro de las actividades genitales con sustracción y cambio de la lihido narcisística de los genitales hacia todo el cuerpo. Mi material de casos no me ha dejado dudas de que estos serios conflictos, y en particular los peligros originados por la desvalorización de la niña y de su madre esfán dominados por el temprano establecimeinto de un ideal yoico materno, muy inmaduro todavía: el ideal de una pequeña niña prolija, limpia, no agresiva, que está determinada a renunciar a actividades sexuales. La formación de este ideal del yo tan temprano está comúnmente combinada con el establecimiento de una meta narcisística femenina, que tomará gran importancia en el futuro de la niña: el logro del atractivo físico. Podemos observar frecuentemente que el ideal del yo femenino absorbe y reemplaza, definitivamente, a la fantasía del "pene ilusorio". Mujeres de este tipo niegan generalmente tendencias masculinas o la envidia del pene, pero muestran en cambio un orgullo narcisístico poco frecuente por sus "valores internos", su integridad moral, el alto nivel de sus estándares y la inexorable fuerza de sus ideales, valores éstos que son la representación inconsciente de su "pene interno". Pero la posterior maduración del ideal del yo y el establecimiento de estándares superyoicos más avanzados en la pequeña niña se desvanecen a m
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FORMACIÓN DEL SUPERYÓ Y EL PERfODO DE LATENCIA

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deseos por recobrar su pene son dirigidos hacia el padre. Debido a este origen de su conflicto de castración sus ligaduras edípicas con el padre parecen activar procesos regresivos. Ellos retransforman, en cierto grado, aquellos mecanismos introyectivos que constituían el preciado ideal del yo, en fantasías de incorporación genital y oral centralizadas alrededor del falo paterno. Tales reacciones regresivas inhiben y retrasan el establecimiento de un yo independiénte, y su posterior internalización, despersonificación y abstracción de códigos éticos· la llevan a unir nuevamente su imagen deseada del self a una persona exterior: a la encantadora figura de su padre fálico. Freud tenía razón al decir que en la mujer el principal temor no era el temor a la castración sino a la pérdida de amor; sin embargo durante esta fase del conflicto edípico, la pérdida del amor paterno representa también una injuria narcisística: la pérdida de. su pene (p. e. el de su padre). La experiencia de amor y desilusión edípicas, asociada al biológico aumento de las tendencias heterosexuales y de la rivalidad sexual con la madre, influye nuevamente en el desarrollo de las identificaciones con dirección femenina, en la pequeña niña. El resultado final de su conflicto depende, en 'gran manera, de la actitud paterna y de la personalidad y amor de la madre. En forma global, creo que la eventual constitución de un yo autosuficiente, de un ideal del yo maduro y de un superyó autónomo en la mujer se consigue con éxito cuanto mejor aprende la niña a aceptar su femineidad y, de este modo, encontrar su camino hacia las identificaciones del yo y superyó maternos. En "El Yo y el Ello", Freud (1923) comienza la discusión sobre las identificacíones del yo y superyó con una referencia a las identificaciones depresivas, sin aclarar posteriormente las diferencias entre ellas. Al estudiar el capítulo de Freud sobre las identificaciones del yo y superyó podemos notar ciertas discrepancias. Por un lado Freud hace ref eren cía a la probable simultaneidad de las identificaciones y relaciones objetales con el objeto de amor. Por otro lado, afirma que la relación del :r:rno con su padre se origina en .

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IDEALIZACióN, IDEAL DEL YO

sus identificaciones con él. Y al mismo tiempo encuentra llamativo que las identificaciones del yo y superyó están centradas alrededor de la figura del padre más que en la de la madre. Desde que Freud creyó que las identificaciones, como en la melancolía emergen usualmente del renunciamiento del objeto de amor, que en -el niño pequeño es principalmente la madre, concluyó que deberíamos esperar que se identifique en primer lugar con ésta. Resolvió este problema puntualizando la bisexualidad del niño, de la necesidad de vencer ambos esfuerzos homosexuales y heterosexuales, y por otro lado, de la influencia en el niño de la preponderancia constitucional masculina en sus identificaciones. Creo que no necesitamos ni siquiera recurrir a la bisexualidad del niño para el ·entendimiento de su fuerte identificación con su rival ed:ípico, si bien esta identificación es ciertamente apta para resolver su problema homosexual. .. La referencia de Freud sobre las identificaciones en la melancolía fue muy significativa, puesto que llamó la atención sobre el papel del renunciamiento edípico del niño en la constitución de las identificaciones del superyó. Pero debemos tener en cuenta que el niño no pierde realmente su objeto de amor edípico. Él debe renunciar a sus deseos incestuosos y parricidas en favor de la unión cariñosa c~n sus padres. Y la analogía más llamativa entre el niño y el melancólico es que el incentivo más importante que tiene el niño para la idealización y las identificaciones del superyó es el peligro frente a la pérdida objetal "interna". Este peligro se origina más en su gran ambivalencia hacia su rival edípico y en su gran dependencia narcisística hacia esta reverenciada figura, que en la relación amorosa con el objeto incestuoso. Teniendo en cuenta que Freud enfatizó las relaciones del niño con su madre como que principalmente eran de tipo analítico, lo debemos admitir como cierto en la medida que en la temprana infancia la relación simbiótica con la madre, tanto para la niña como para el niño, ella es el primer objeto de amor, así como también de identificaciones primitivas. He

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mostrado que esto comienza a alterarse con la emergencia de los conflictos de rivalidad y que cambia definitivamente cuando son descubiertas las diferencias sexuales. Desde ese momento los genitales del padre son codiciados y admirados tanto por la niña como por el niño. Recordamos las complicaciones de la pequeña niña: sus identificaciones con la madre pueden ser valederas sólo en la medida en que su rivalidad e identificación fálica con el padre otorgan una verdadera relación amorosa con él. Evidentemente su daño narcisístico, la supuesta castración y la tremenda admiración y envidia de la potencia fálica, algunas veces tienen mayor peso que su heterosexualidad constitucional. Debemos concluir por lo tanto que las tendencias narcisísticas-dependientes y competitivas-agresivas ejercen desde un comienzo una influencia decisiva, o quizás la más importante, en la dirección y elección de las identificaciones del yo y superyó; además, en ambos sexos, estas tendencias, centradas al comienzo en derredor de la omnipotente madre (pecho-falo), se unen rápidamente al poderoso padre fálico, pero eventualmente en la pequeña niña se vuelven nuevamente hacia la madre. Más aún, mi relato previo da especial énfasis a la solución del conflicto de ambivalencia por la formación del ideal del yo y del superyó, conflicto que es también la fuerza que subyace en las identificaciones del superyó patológicas en melancólicos. Desde que la hostilidad en un niño normal, es mayor hacia su padre que hacia su madre, la imagen paterna tiende reactivamente a ser más idealizada que la de la madre. En efecto, la idealización extrema de la mujer, que Freud considera una actitud masculina característica, puede, en mi experiencia, ser observada más frecuentemente en hombres que tienen fuertes identificaciones femeninas inconscientes. Estas consideraciones explican por qué el superyó masculino sufre principalmente el impacto de las influencias paternas, y el superyó femenino parcialmente las paternas y eventualmente las influencias maternas en forma predominante. Tanto las identificaciones normales como las patológicas 128

IDEALIZACIÓN, IDEAL DELYO

pueden ser inducidas por el temor a perder el objeto de amor que sirve como fuente de provisión narcisística, y pueden aspirar a preservar este objeto por procesos de introyección. Sin embargo la influencia de identificaciones psicóticas en las catexias de las representaciones del self y del objeto es justamente lo opuesto de las identificacio!J.es normales del yo .y superyó. En el curso de las•-tíltimas, las relaciones de objeto con los padres ganan fuerza y estabilidad por la disminución de los componentes sexuales y agresivos, con un crecimiento concomitante de la habilidad para mantener un nivel constante de autoestima, independientemente de un abastecimiento narcisístico externo. Las catexias libidinales de las representaciones del objeto de amor son reducidas, en especial en su cualidad. Además del amor parental~ que es sin duda la mayor garantía para un desarrollo sano de relaciones de objeto y autoestima, la última encuentra un particular apoyo en los procesos de identificaciones del superyó. Por up lado en los procesos de idealización y formación del ideal del yo, que estimulan el desarrollo del yo y resisten y contrarrestan con eficacia la propia desvalorización y la de los padres, y por otro lado, en la vuelta hacia el self de libido y agresión más o menos neutralizada por el desarrollo de la "dar-dirigido", "el esforzar", y las funciones de autocrítica del superyó que son .. utilizadas por el yo. Las identificaciones psicóticas, causadas por la furia de los conflictos de ambivalencia, emergen del derrumbamiento de las funciones del yo y relaciones de objeto y el reemplazo de estas relaciones (J acobson, l 954b). Idealizaciones normales, formación del ideal del yo, identificaciones del yo y superyó se basan en un fortalecimiento reactivo satisfactorio de las fuerzas libidinales. Puedo ahora completar mis afirmaciones anteriores referentes a los cambios catécticos relacionados con el desarrollo de· metas-inhibidas de interés para el yo. Debo agregar que simultáneamente, e interrelacionadas con estos procesos, el ideal del yo se vuelve existente al ser dotado con libido que 129

FORMACIÓN DEL SUPERYó Y EL PERtODO DE LATENCIA

originalmente revistió las imágenes objetales y del self deseadas del niño. Viendo al superyó como un sistema, no sería preciso decir que él se carga con fuerzas libidinales y agresivas. La mejor manera para definir las condiciones catécticas . podría ser diciendo que con el desarrollo de las funciones del superyó, las representaciones del self se cargan con energías libidinales, agresivas y neutralizadas, que siendo precedentemente una parte del yo, están ahora a disposición del superyó. Emergiendo con ~l renunciamiepto de tendencias libidinales y agresivas hacia los objetos de amor edípicos, las iden· tificaciones del superyó permiten que un gran monto de libido y agresión, que estuvo tan exclusivamente centrada en dichos objetos, puedan ser. absorbidas por el yo y superyó y sus funciones, y por el sistema defensivo del yo.

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8 Organización e integración de los diferentes componentes del superyó en un sistema funcional consolidado

Sabemos que el desarrollo de una organización defensiva efectiva del yo depende de la aceptación e internalización de los códigos y estándares morales dados por los padres. Éste es un lento proceso. Comienza con la aceptación del "esfínter de moralidad". Pero sólo al final de la fase edípica la construcción, integración y organización de las identificaciones del superyó han avanzado lo suficiente como para crear firmes códigos morales. Centradas alrededor del tabú al incesto y al parricidio, comienzan en esta etapa a tornarse independientes de los padres y a desplazar los conflictos entre padres e hijos hacia el interior, como un proceso mental. Entonces, sólo podemos observar una gradual despersonalización y abstracción del ideal del yo combinado con el desarrollo de funciones superyoicas prohibitivas, directivas y de autocrítica. Ésta es la etapa en la que nace el superyó como un nuevo sistema funcional específico que reemplaza, al menos parcialmente, el temor a la castración con una nueva señal de peligro: el temor al superyó. Mientras se establece, el renunciamiento que el niño hace de la se:x11alidad infantil y de su competencia sexual con el rival parental se expresa en forma especial en la remoción gradual de códigos, temores y críticas del superyó de los padres como personas. Este proceso toma un tremendo ímpetu de la intensificación de los lazos afectivos con los padres y de la creciente neutralización de impulsos que indican el avance del desarrollo del yo dándole a éste, a su vez, un fuerte apoyo. Los pacientes que fueron

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FORMACióN DEL SUPERYÓ Y EL PERlODO DE LATENCIA

incapaces de resguardar sus deseos infantiles agresivos e incestuosos con defensas estables, sufren una invasión de impulsos agresivos y sexuales, no atenuados, sobre su yo y superyó, que es la evidencia de una insuficiente neutralización de impulsos. Tales pacientes muestran también regularmente una personificación del superyó que puede difícilmente ser distinguida de las imágenes del self y objetales mágicas deseadas y, por lo tanto, tienden a ser reproyectadas sobre personas externas. En tales casos, la relación yo-superyó se mantiene a un nivel sadomasoquista personificado. Esto afirma nuevamente el papel que la maduración del yo desempeña en el desarrollo del superyó, y nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿cuáles son los factores verdaderamente responsables para la formación de un sistema especial en este momento? Por supuesto nuestras respuestas recurren a los conceptos de Freud que se refieren a los incentivos para la formación del superyó. Éste es el período en el cual los conflictos instintuales del niño llegan a un peligroso clímax y cuando sus temores tienen una fuerza e intensidad nunca alcanzados previamente, debido a que ellos se refieren a la amenaza de castración; por lo tanto cuando el renunciamiento sexual al objeto de amor incestuoso se refuerza con finalidad absoluta sobrepasa por lejos las restricciones que habían sido impuestas sobre los componentes pregenitales impulsivos del niño. Sin embargo ¿puede el enorme impacto del temor a la castración considerarse como el principal incentivo para la formación del superyó? Es verdad; no podemos imaginarnos un instrumento más poderoso para dar vigor a la aceptación de los estándares parentales que la amenaza de castración. Pero yo quisiera desempeñar el papel de defensor del diablo por un momento. Recordemos que los conflictos entre el yo y el superyó pueden tornarse tan intolerables que causen una reexternalización del superyó y el retorno a la ligazón con el mundo exterior. ¿Por qué entonces un intenso temor de castración causaría el sufrimiento de la organización psíquica

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INTEGRACIÓN DE LOS COMPONENTES DEL SUPERYÓ

infantil, con· la construcción de un sistema que sustituye el temor a la crítica, amenaza y castigo desde afuera con un aún mayor tipo doloroso endopsíquico de tensión ansiosa? Esta objeción tiene valor al menos porque llama la atención sobre la diferente naturaleza de los temores de castración y los sentimientos de culpa. Para comenzar, los temores de castración, a pesar de ser la señal de un peligro externo, no son inducidos primariamente por amenazas desde afuera. Se originan en los pro~ píos deseos sádicos de castración del niño, que son atribuidos a las imágenes parentales y luego imputados, y posiblemente confirmados, por los objetos reales. Por lo tanto, siendo los temores de castración, temores de retaliación mágicos de amenazantes imágenes parentales, se originan igualmente de tensiones endopsíquicas. La diferencia estriba en que el temor de castración se desarrolla en el yo como un resultado de los conflictos entre el yo 'y el ello, mientras que el temor del superyó es la expresión de los conflictos entre éste y el yo. El yo normal puede, probablemente, manejarse mejor con este conflicto intersistémico; aún más desde que el superyó se desarrolla hacia un sistema funcional complejo, y sus presiones se tornan manifiestas no sólo por ansiedad, por ejemplo, en temor al superyó,. sino en un nuevo tipo especial de experiencia dolorosa al que llamamos sentimiento de culpa. Comparando estas dos respuestas afectivas, vemos que los sentimientos de culpa difieren de los temores de castración en su naturaleza, cualidad, contenido y función. En los últimos, la brutal cualidad de las imágenes infantiles más tempranas parecen sobrevivir, a pesar de que su contenido está determinado por la naturaleza genital de las tendencias edípicas. En general, las imágenes parentales en la etapa edípica evidencian cambios y revisiones cuando se comparan con las imágenes infantiles tempranas. El niño a los 4 ó 5 años de edad ya ha encontrado su camino hacia una noción más real de la guía, amor, resguardo, pero también mira, demanda, y castigo que ofrecen los padres. Pero los 133

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temores de castración son, sin duda, temores irracionales de la amenazante imagen parental; como expresión de la ilimitada crueldad del pequeño niño, pertenecen a un tipo de imágenes que está verdaderamente a un nivel infantil mucho más temprano que las imágenes objetales del niño en esta fase en general. Al atenuarse, se transforman, sin embargo, en señales de advertencia efectivas que vigorizan estrictamente el tabú al incesto, en virtud de la represión y otros mecanismos de auxiliares defensas. Pero, siendo lo que son, hablan un lenguaje moral singularmente primitivo. No dan una dirección especial, y no están unidos a aquellas imágenes parentales orientadoras y a las formaciones de reacción que ya he discutido, y que durante la etapa preedípica tienen influencia sobre el yo y fomentan la conducta social, actividades yoicas funcionales y la sublimación. Sin embargo, como el "heredero del complejo de Edipo", el superyó parece surgir como un sistema que toma posesión de la señal de alarma del temor de castración, combinándolo, en forma efectiva, con las funciones de autocrítica y de guía que son salvaguarda de la castración, ya que ofrecen directivas definidas de cómo prevenir el castigo. ¿Cuáles son las circunstancias por las que sucede esto? ¿Son el renunciamiento a los deseos incestuosos y los deseos de castración y muerte del rival edípico los factores decisivos? Probablemente este renunciamiento tenga éxito sólo con el apoyo de aquellas identificaciones que resultan en la formación del superyó. He afirmado que esto no puede ser alcanzado sin la creciente idealización reactiva de los padres que son, ciertamente, la causa de los intensificados procesos de identificación con las imágenes parentales idealizadas durante el período edípico. Pero ¿por qué no llevaría esto simplemente a especiales procesos de identificación con el yo? ¿Por qué causa originaría la formación de una nueva unidad funcional, que forma parte del yo pero está separada de él? Podríamos preguntarnos si la decisión de delinear esta área particular del yo, y que llamamos superyó, no es arbitra134

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ria. Por varias razones no puedo compartir esta opinión. Antes que nada, las distinciones sistémicas finales de Freud están basadas en importantes experiencias internas. No es accidental que en momentos de conflicto podríamos escuchar la voz de la tentación, el ello; la voz de la razón, el yo; y la voz de la conciencia, el superyó. Evidentemente, experimen· tamos el superyó como una institucion interna separada, distinta, porque representa una unidad funcional definida. Ya he descripto los procesos que ocurren durante la etapa preedípica, especialmente en la pequeña niña, que resultan en la constitución de un ideal del yo primitivo, sin la creación todavía de una agencia moral interna, funcionalmente eficiente. Esto ha sido especialmente considerado por A. Reich (1954) y ta!fl-bién Piers y Singer ( 1953) quienes consideran el ideal del yo, en general, como una formación más temprana. Yo comparto la opinión de que las identificaciones, primero con imágenes parentales engrandecidas y luego idealizadas, son sólo una parte del desarrollo del ;uperyó pero que no llevan a la formación del sistema. Fue afirmado que la formación del superyó es un proceso complejo y gradual que tiene precursores preedípicos; y que el ideal del yo preedípico no es más que uno de los muchos precursores superyoicos. Como éstos, es en un comienzo de naturaleza primitiva; a medida que pasa a través de varias etapas de desarrollo madura, y uniéndose a otros componentes del superyó, se torna, eventualmente, una pa1te importante de todo el sistema. Considerando que el temor al superyó preserva el temor de castración, nos damos cuenta que las amenazantes imágenes parentales que inducen a este último, deben también considerarse como precursores superyoicos que se desarrollan, cambian su contenido y cualidad, y se integran en este sistema. Los precursores preedípicos del superyó toman referencia sin duda, en una variada gama de imágenes del self y parentales que debemos tener presentes. Por un lado, existen las imágenes arcaicas de las que acabamos de hablar en referencia a los temores de castración;

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imágenes éstas derivadas de las propias tendencias instintuales del niño que inducen el irracional temor a la retaliación física ·(de ser mordido o devorado, de que le roben su contenido corporal y luego, de ser castrado). Existen por otro lado, imágenes más íntimamente relacionadas con la realidad, y con prohibiciones y demandas parentales expresadas verbalmente; estas imágenes originan temores y expectaciones, primero, a un nivel primitivo, y luego a un más avanzado nivel emocional (temores de separación y pérdida del objeto, de abandono y de pérdida de amor, temores de desaprobación, de estar expuesto, de ser rechazado o criticado; expectación de amor, aprobación y recompensa). Estas nociones reflejan los variantes sentimientos ambivalentes del niño y las respuestas emocionales y actitudes educacionales de los padres. Ellas no sólo provocan temores, sino que ya ofrecen incentivos y positivas directivas para la formación de reacción y sublimaciones pregenitales, y llevan a la internalización de ciertos estándares de conducta. Y, finalmente, existen las imágenes derivadas de las tendencias 0mnipotentes, narcisísticas, y eventualmente perfeccionistas morales del niño: las idealizadas imágenes objetales y del self sobre las que se forja el ideal del yo, su guía moral. He resumido estos tres tipos de irr{ágenes y la distinción entre ellos en forma intencionalmente esquemática y simplificada. He querido enfatizar que el superyó, en sus precursores preedípicos, consiste todavía sólo de componentes inconexos que originan imágenes objetales y del self de diferentes etapas y niveles yoicos e instintuales. Se relacionan y colaboran parcialmente uno con otro. Ellos tienen, en parte, el carác-. ter de imágenes objetales de aprobación o desaprobación, amenaza o guía, y, en parte, el de las imágenes deseadas del self. Y a comienzan a unirse y a asumir el carácter de estándares internos dominantes. Sin embargo, les falta madurez, uniformidad, coherencia. No forman todavía una unidad funcional organizada, un sistema con derecho propio. Evidentemente la organización psíquica no está preparada 136

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para la construcción del superyó, como un sistema funcional, antes de la maduración del yo y de que las relaciones objetales hayan progresado hasta un cierto nivel.1 Me refiero al desarrollo de los procesos de sentimiento y pensamiento, de percepción y prueba de realidad, del pensamiento abstracto y lógico, del sentido del tiempo, del juicio crítico y discrimina· ción y, finalmente, del desarrollo de representaciones objetales y del self, de relaciones afectivas, de objeto, de identificaciones del yo y de sus funcione:; ejecutivas. Yo creo que lo que capacita a la organización psíquica hacia el final de la fase edípica para la constitución del superyó como un sistema, es el rápido avance del desarrollo del yo, con sus modificaciones estructurales y cambios en la naturaleza de las relaciones objetales e identificaciones que se logran por la lucha edípica de defensa. De este modo podemos decir que el superyó se convierte en un sistema sólo después, y debido a que el temor de castración ha apoyado al yo en la consecución de al menos un parcial liderazgo de los conflictos edípicos. Propulsa el desarrollo del yo, de relaciones objetales afectivas, de la constancia del self y del objeto, y el de la neutralización general de impulsos, cuando un tipo específico de procesos de identificación toma lugar constituyendo un sistema superyoico funcional efectivo. El superyó alcanzará, entonces, la solución final d~ los problemas incestuosos, y promoverá, además, el proceso de maduración del yo, el desarrollo y organización de identificaciones y relaciones personales y el establecimiento de un sólido sistema de defensa. El desarrollo, a un cierto nivel, de las facultades yoicas antes mencionadas es verdaderamente necesario, debido a que 1 En su publicación sobre "Vicissitudes of Superego Functions and Su· perego Precursors in Chlldhood", Beres (1958), pone énfasis de la misma manera sobre la influencia de la maduración del yo en la formación del superyó. El mismo punto fue cuidadosamente examinado y ampliado por el Dr. Stanley A. Leary en un traba.io aún no publicado, sobre "Speech, Acting Out, and Superego Formation", que fue presentado en un grupo de discusión clínica hace varios años.

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la formación del superyó pareciera presuponer un avance del yo desde la etapa de imágenes concretas del self y los objetos hasta un entendimiento más conceptual, abstracto y discriminativo de las personalidades parentales; un entendimiento de sus características mentales, de sus estándares superyoicos, sus ideas y opiniones, sus actitudes y deseos, sus expectaciones y demandas, tanto como de sus prohibiciones, y de la consistencia de los códigos morales que ellas implican. En la medida en que se desarrolla este entendimiento conceptual y emocional, los componentes imaginarios sobre ·los que se ori, gina el superyó madurarán y cambiarán su contenido, asumiendo cualidades abstractas. Sólo en esta etapa las enseñanzas paternas, sus rasgos y actitudes de aprobación y desaprobación, prohibición y dirección, pueden tornarse constructivamente correlaCionadas y gradualmente unidas entre sí para formar un organizado y consistente conjunto de ideas. Este proceso de desarrollo se extiende hasta el final de la adolescencia y aún más allá. En su curso, los mecanismos introyectivos sobre los que se apoya la formación del superyó avanzan, de la misma manera, desde groseros mecanismos de introyección de imágenes objetales buenas o malas hasta una internalización selectiva de tales estándares conceptualizados, relacionados con la conducta humana deseable. Sólo entonces pueden estos procesos de identificación parcial, a los que el superyó debe su existencia, tornarse suficientemente coordinados como para integrar los diferentes componentes superyoicos en una organización psíquica como una nueva estructura funcional. Durante la latencia y adolescencia, el superyó sufre nor- . malmente una posterior maduración que sigue esencialmente la lfnea de construcción de un sistema coherente, cuyos variados componentes funcionales están relacionados tanto entre sí como con el yo. El núcleo superyoico está formado por la prohibición del parricidio y rnarricidio y el tabú al incesto; la observación de que los temores superyo1cos continúan y reemplazan al 138

INTEGRACIÓN DE LOS COMPONENTES DEL SUPERYú

temor de castración puede fácilmente notarse en los pacientes que, inconscientemente, pueden todavía equiparar al superyó con el amenazante falo paterno, o el suyo propio. Ya he mencionado esta similitud cuando hablamos del desarrollo del superyó femenino. Pero existe un tremendo paso desde la simple lógica moral del temor de castración, del temor al castigo y esperanza de recompensa, hasta el nivel moral abstracto de un superyó que se ha expandido desde el tabú al incesto y asesinato, hasta un conjunto de regulaciones y principios éticos impersonales de conducta humana. El superyó, puede, en verdad, distribuir una amplia variedad de experiencias, desde el sentido de responsabilidad hasta fuertes sentimientos de convicción moral y obligación, desde sutiles ansia_s de la conciencia hasta importantes sentimientos de culpa y remordimiento, desde leves sentimientos de virtuosidad hasta la auto· satisfacción moral, profundamente gratificante. Esto se relaciona con el problema de si podemos.,experimentar la existencia del superyó solamente en casos de conflicto. Yo dudo de que esto sea así. Por supuesto, podríamos olvidarnos de nuestra conciencia. Puede ser silencioso. Pero tener una "buena conciencia'', un sentimiento de autosatisfacción moral, ptlede implicar experiencias placenteras intensamente positivas. La armonía entre el yo y el id~al del yo puede producir un estado afectivo de elación muy satisfac· torio. Esta relación entre el yo y el superyó no es evidente· mente análoga a la que existe entre el yo y el ello, cuya existencia la experimentamos principalmente en casos de conflicto. La razón de estas diferencias estriba en la persistencia de las relaciones del niño con sus padres en la relación entre el superyó y el yo. Esto también se expresa en las diferentes cualidades del temor de castración y sentimiento de culpa a los que me he referido anteriormente. El temor de castración no tiene ninguna conexión con las relaciones amorosas del niño con sus padres; pero los sentimientos de culpa tienen su raíz tanto en las hostiles y ansiosas como en las amorosas relaciones del niño con ellos. Clí-

FORMACIÓN DEL SUPERYÓ Y EL PERíODO DE LATENCIA

nicarriente sabemos que aquellas personas cuyo superyó no se ha desarrollado bajo la influencia de amantes y bondadosos padres, tiene temores de castración y otros temores infantiles, pero no son capaces de experimentar sentimientos reales de culpa. Hasta aquí me he esforzado en enfatizar la naturaleza abstracta y despersonificada del superyó, pero ahora volveremos a aquellas relaciones personales que generalmente mantenemos, en cierto grado. con nuestra conciencia. Por supuesto, el superyó está profundamente enraizado en el inconsciente; y no tenemos control . sobre las poderosas necesidades inconscientes .de castigo quE determinan tantos actos infortu-\ nados. Pero es importante, desde el punto de vista funcional, que el superyó autónomo maduro tiene representaciones preconscientes y conscientes muy definidas en nuestros principios o ideales éticos, y en lo que comúnmente llamamos nuestra conciencia. Ellos se desarrollan en el curso de la adolescencia y serán discutidos en este contexto. De cualquier manera, podríamos decir que el superyó puede no sólo manejarse con el self y con el objeto, sino también lo contrario: tanto como podemos conscientemente experimentar la mayor o menor disparidad entre el yo y el ideal del yo y ser conscientes de nuestros conflictos, podemos confrontarlos y manejarlos efectivamente. Considerando estos variados aspectos, no podemos dudar que la constitución del superyó, si es exitosa, provée funciones mucho más complejas y valiosas para el yo y el ello que los simples temores y la mera autocrítica. Reflejando la transición del niño desde su estado temprano de dependencia a una posición independiente más activa, se desarrolla en una _estructura que tiene varias facetas y múltiples funciones. Por la unión de funciones autogratificantes, de autocrítica, y de temores señales con los principios y demandas internas de refuerzo, inspiración y guía, puede el superyó combinar señales de límite con direcciones positivas hacia el yo. Además es un sistema que no sólo puede activar las defensas yoicas con140

INTEGRACióN DE LOS COMPONENTES DEL SUPERYÓ

tra impulsos instintuales específicos inaceptables, sino que también toman influencia de la totalidad del yo por la modificación de sus condiciones catécticas y de los procesos de descarga en general. De este modo, el superyó debe considerarse como una formación estructural general y. momentánea que se desarrolla en reacción a los impulsos edípicos y -narcisísticos del niño, a sus deseos sexuales prohibidos, así como también, a sus impulsos destructivos. El superyó, entonces, representa un compromiso en cualquier dirección. El conflicto edípico ha sido resuelto, la lucha ambivalente ha finalizado, pero sus vestigios reaparecen y continúan en los conflictos internos en· tre el yo y el superyó. Las ilimitadas tendencias narcisísticas del niño han s~do refrenadas y modific.adas, pero sobreviven en el ideal del yo y en los incesantes esfuerzos del yo para alcanzar sus .estándares. Con el tremendo incremento de las tensiones endopsíquicas, el superyó se desarrolla hacia un sistema central autónomo para la regulación de las catexias libidinales y agresivas de las representaciones del self, independientemente del mundo exterior. Adquiere así un papel importante en la totalidad de la economía psíquica. Al adquirir el control del curso y modalidad de los procesos de descarga, ejerce una enorme influencia sobre nuestros procesos emocionales y del pensamiento y sobre nuestros actos. SiP.. embargo, el desarrollo de nuestra escala de valores no finaliza con el establecimiento del superyó, a pesar de que nuestra propia valoración moral permanece predominantemente como una función del superyó. La maduración del yo y del juicio crítico modifica considerablemente nuestra escala de valores y nuestros actos. Llevando a la aceptación de lo que es real y razonable, alcanza, al menos, una victoria parcial del principio de realidad, no sólo sobre el principio de placer sino también sobre el "idealismo" exagerado, y, de esta manera, sobre el superyó. Sólo en ese momento las funciones del superyó trabajan con energía más neutralizada. En efecto, la maduración final tanto del 141

FORMACióN DEL SUPERYó Y EL PERíODO DE LATENCIA

·yo co.mo del superyó se establece sólo después de que la tempestad de los conflictos instintuales de la adolescencia han finalizado. Entonces podemos observar una moderación gra· dual del idealismo e ilusión juveniles que llevan al establecimiento de metas más razonables y a un desarrollo ulterior del juicio moral: a la habilidad de la correcta evaluación y prueba de la realidad externa e interna, en forma razonable y con una mayor tolerancia moral, y la de actuar concordantemente con tal juicio. De este modo, mientras que la autopercepcióp representa siempre una función del yo, la autovaloración de una persona adulta no es exclusivamente una función del superyó. Basadas en experiencias internas subjetivas y en percepciones objeti- _ vas realizadas por el yo del self mental y físico, es, parcialmente o a veces predominantemente, ejercida por el superyó; pero es también, en parte, una función crítica del yo cuya maduración debilita el poder que el superyó tiene sobre el yo. La autoestima es la expresión ideacional, especialmente emocional, de autoevaluación y de las correspondientes cate· xias libidinales agresivas y neutralizadas de las representaciones del self. '" Estas consideraciones llevan a la conclusión de que la autoestima no refleja necesariamente el conflicto entre el yo y el superyó. El nivel de la autoestima, ampliamente definido, es la expresión de la armonía o discrepancia entre las representaciones del self y el concepto deseado del self, que de ninguna manera es siempre igual al ideal del yo, consciente e inconsciente. En consecuencia, perturbaciones de la auto/ estima pueden originarse de distintas fuentes y representar una muy compleja patología: por un lado, la patología del ideal del yo, o de los logros de estándares y metas del yo, y, por lo tanto, de las funciones de autocrítica del yo y superyó, por otro lado, la patología de las funciones del yo y de las representaciones del self. El aumento o la disminución de la descarga libidinal o agresiva, la inhibición o estimulación de las funciones del yo, el empobrecimiento o enriquecimiento 142

INTEGRACióN DE LOS COMPONENTES DEL SUPERYó

libidinal del self causado por factores externos e internos, desde fuentes somáticas, psicosomáticas o psicológicas, pueden reducir o aumentar las catexias agresivas o libidinales de las representaciones del self y llevar a fluctuaciones de la autoestima. La influencia de la formación del superyó en el desarrollo afectivo se destaca por sobre todas las demás en la introducción de una nueva experiencia afectiva: el sentimiento de culpa. Los sentimientos de culpa comparativamente independientes del mundo exterior y, probablemente, las más insufribles de todas las experiencias displacenteras, son una señal afectiva que establecen un aún más severo y más universal y continuo poder sobre el yo que el temor de castración. Por lo tanto, ellos constituyen la fuerza que motiva la formación de nuevos mecanismos defensivos. En general, la contribución d~l superyó en la organización y estructuralización de los procesos emocionales e ideacionales pueden difícilmente ser sobreestimadas. Volvamos a mis previas acotaciones sobre la proporción existente entre la energía de impulso, libidinal, agresiva, neutralizada, en la organización psíquica, entre las catexias del self y los objetos con estos diferentes impulsos, y entre las correspondientes descargas de impulsos dirigidas hacia el self y los objetos. Enfaticé entonces la influencia de estas proporciones en los modelos de descarga y, en consecuencia, en todas las manifestaciones del yo en, el área de los sentimientos, pensamientos y actos. Fundamentalmente, el superyó pareciera apuntar a un balance más estable y mejorado de estas proporciones. Ya he dicho que las catexias narcisísticas guían toda exitosa actividad yoica y, además, estimulan su despertar. En el curso de la formación del superyó, sin embargo, esta mutua dependencia entre la autoestima y la expresión del yo dirigida al objeto sufre cambios importantes. El superyó se preocupa menos del éxito o fracaso externo que del grado de armonía o discordancia interna entre sus códigos morales y las manifestaciones del yo. Por un lado, toma control sobre el curso general

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FORMACIÓN DEL SUPERYó Y EL PER10DO DE LATENCIA

. de los procesos de descarga dirigidos al objeto. Frenándolos y modificándolos, sujetos a estándares morales internos de manera uniforme, sin respetar los objetos específicos de derredor en los que están centrados, estos procesos se tornan mucho más resistentes a las peligrosas influencias instintuales internas y externas. Este control universal ejerce una regulación endopsíquica de las catexias de las representaciones del self y de las descargas dirigidas hacia él. En consecuencia se establece una carga libidinal más estable y duradera de este último que no puede, como antes, ser fácilmente afectada por experiencias de rechazo, frustración, fracaso, etc. Esta estabilidad catéctica encuentra normalmente expresión en el mantenimiento de un nivel de autoestima suficientemente alto, con un limitado margen para sus vacilaciones, apta para soportar hasta cierto grado injurias psíquicas y aún físicas del self. Por lo tanto, el superyó, logra en general una regulación central de las catexias objetales y narcisísticas que promueve la estabilidad de ambas. En resumen, el superyó introduce un mecanismo de seguridad de alto nivel que protege al self de peligrosos estímulos instintuales internos, externos, y de esta manera, del daño narcisístico. Spiegel (1959) ha demostrado en qué grado la experiencia de coherencia y continuidad interna del self depende de la gradual estabilización y mantenimiento de una bien balanceada situación catéctica. Y a he dicho que la fuerza reguladora y centralizante del superyó puede modificar el curso de los procesos de descarga dirigidos hacia el objeto y hacia el self en forma general. Pero esta modificación de todos los patrones de descarga le da a nuestros pensamientos, actos, y sobre todo, a nuestros sentimientos, un tinte característico que encuentra su expresión en lo que llamamos nuestro humor. Por lo tanto, el superyó es también la fuerza que gobierna nuestro humor y lo mantiene a un nivel comparativamente uniforme. Ésta es la razón por la que cualquier deficiencia y patología de las

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INTEGRACIÓN DE LOS COMPONENTES DEL SUPERYO

funciones del superyó se manifestarán en trastornos conspicuos del nivel del humor. En la medida en que la respuesta crítica del superyó no se limita a aprobar o desaprobar impulsos o actos específicos, sino que podría condenar o elogiar el self total, aumenta o disminuye el nivel general de la au!oestima. Esto afecta a todas las funciones yoicas y tiene influencia sobre todo nuestro estado emocional creando variaciones del humor. Éstas son manifestaciones de procesos que son definidamente útiles desde un punto de vista económico. Desde que el superyó es un guía para nuestra autoestima y determina, aunque no exclusivamente, las elevaciones y caídas del nivel de humor, podría denominarse como indicador o regulador del estado del yo, lo cual serviría una importante función económica. Sin embargo, el superyó abandona temporariamente sus funciones de refuerzo y directrices específicas en favor de una importante pero más primitiva función económica.,,En la medida en que los sentimientos de culpa se refieren a tendencias específicas inaceptables, ellos pueden aconsejarnos, precisamente, lo que debemos y no debemos hacer. Pero estados de depresión o de elación no tienen este efecto sobre el yo; ellos se relacionan con e-l self en primitivos términos de castigo y premio, y son, funcionalmente al menos, de ventaja económica para el yo. Normalmente estos dos tipos de funciones tienen su propio lugar y se suplementan uno con otro. Aun en una persona con un superyó perfectamente estable y efectivo, una intensa presión superyoica ejercida sobre ella y causada por un fracaso moral, puede diseminarse e inducir un estado temporario de depresión. Pero en pacientes con una estructura superyoica patológicamente arcaica podemos observar que el superyó es sólo capaz de provocar una conducta autopunitiva o de crear recurrentes desviaciones depresivas del humor que no inspiran al yo para guardar o sublimar las tendencias prohibidas. En este caso, la colaboración constructiva entre las facultades de autocrítica y de guía parecieran perderse temporaria t

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FORMACIÓN DEL SUPERYÓ Y EL PER!ODO DE LATENCIA

·ó permanentemente. Recordemos el caso de aquellos pacientes que actúan constantemente en forma impulsiva y luego pagan por sus pecados con estados depresivos y con los resultados destructivos de sus actuaciones, personas que tienen un superyó punitivo pero que a pesar de esto, nunca funciona como una prevención o incentivo moral. Fundamentalmente el conflicto moral de estas personas parece sobrevivir y mantenerse invariable desde un acto depresivo o impulsivo hasta el siguiente. En el curso de la transformación estructural ~ · consolioo· ción del sistema durante la~ adolescencia, el superyó puede funcionar de esta manera por las razones que discutiré más adelante. Concluiremos con una mención a las vicisitudes de las representaciones· del self y del objeto luego de la solución final del conflicto edípico. La formación del superyó y el comienzo de la latencia significan la terminación del período de represión infantil, con la consolidación en integración de todas las formaciones contracatécticas preedípicas y edípicas en una unidad organizada. Este resultado demuestra la importante influencia que los procesos de identificación en el yo y el sup¿ryó ejercen en el desarrollo de una coherente y consistente organización de defensa. Pero durante este período, las representaciones del self y el mundo objetal toman también una configuración definida y duradera. He señalado anteriormente que el período de represión infantil excluye un considerable grupo de recuerdos conscientes y preconscientes. En consecuencia, las representaciones del self y del objeto que emergen con el remanente de los conflictos psicosexuales in' fantile~\ llevan la marca de esta exclusión como las de las formaciones yoicas contracatécticas que salvaguardan los resultados de la represión infantil. La reactivación adolescente de conflictos infantiles tempranos se expresa por la confusión que el joven tiene sobre sí mismo y del mundo, y de las tormentosas vacilaciones de su autoestima que estudiaremos en los capítulos finales.

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9 Etapas del desarrollo del nzno en el período de latencia y. la relación entre los conflictos de culpa, vergüenza e "inferioridad" 1

La influencia de un sistema moral sobre el establecimiento de defensas consolidadas y actividades sublimadas, y el desarrollo concomitante de metas yoicas reales da una dirección específica a los procesos de identificaciów durante el período de latencia. Juntamente con la posterior maduración del yo y las relaciones objetales, estos procesos aumentan enormemente la visión de los intereses yoicos y de las investiduras personales y sociales. Ya he demostrado cómo, con el desarrollo de notas intelectuales, emocionales y físicas inhibidas, las catexias narcisísticas sustraídas de las zonas erógenas del cuerpo se diseminan en las representaciones corporales y mentales del self. Estas continuas redistribuciones catécticas y desplazamientos a representaciones de todos los órganos ejecutivos y funciones del yo, y el correspondiente aumento y variedad de las actividades coordinadas, fortifican las experiencias que el niño tiene de su self como una identidad compuesta y coherente. Además el desarrollo de sentimientos de identidad saca provecho especialmente del sentido del tiempo dado por el superyó. l He puesto Ja palabra ".inferioridad" entre comillas debido a que pertenece a la terminología de Alfred Adler y su escuela. Pero es mi consciente intención el hacer un examen del significado de este de&criptivo término, tan comúnmente usado, desde el punto de vista analítico de Ja psicología del yo.

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tes, estimulan concomitantemente el proceso de organización al que me he referido anteriormente. En efecto, debemos tener en cuenta que el crecimiento y la estructuralización creciente de1 aparato psíquico requiere constantemente nuevas demandas sobre las fuerzas de organización e integración, que creo son operativas en todas las estruc· turas psíquicas; por ejemplo, no sólo en el yo sino también dentro del superyó donde garantizan la coherencia y consistencia de nuestra escala de valores morales y de las funciones del superyó. Con la· formación de los sistemas psíquicos comienzan a aparecer dificultades para hacer frente a los conflictos tanto intersistémicos como intrasistémicos sobre los que Hartmann ( 1950) ha prestado especial atención. Este conflicto intrasistémico podría toma! ímpetu con la creciente cantidad y variedad de investiduras objetales y de las diferentes, posiblemente contradictorias, identificaciones del yo y el superyó, que deben ser ajustadas, combinadas y organizadas, para permitir un coherente y bien dirigido desarrollo de la personalidad que pueda promover la formación de una identidad normal y reforzar el sentimiento de continuidad interna. 2 La madurez y consistencia de los estándares del superyó y metas del yo, y la consistente influencia del sistema moral sobre estos últimos, son un prerrequisito indispensable para que el yo pueda construir no sólo una estructura defensiva coherente y efectiva, sino también una organización jerárquica de las diferentes relaciones personales, identificaciones del yo, intereses del yo y funciones del yo. Desde que las escalas de valores seriamente conflictuales se reflejan inevitablemente en peligrosas discordancias dentro del yo, el superyó y el yo pueden anular entre sí sus propósitos por contra2 En relación con esto, recordamos lo que dice Freud en "El Yo y el Ello" (1923), sobre el l:resultado patológico", si las identificaciones objetales del yo "se toman demasiado numerosas, indebidamente intensas e incompatibles una con otra,,, Se puede llegar a una desorganización del yo", como consecuencia de que las identificaciones individuales se interceptan unas a otras, por resistencia.

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CONFLICTOS DE CULPA, VERGÜENZA E "INFERIORIDAD'~

dicciones irreconciliables, que interfieren con el desarrollo de sus autonomías, con el dominio de la realidad del yo, con su control sobre el ello y con su adaptación al mundo objeta!. Quisiera enfatizar nuevamente que estos sistemas de organización y reorganización en los sistemas psíquicos no terminan hasta el final de la adolescenc~a. Creo que éste es el fundamento para la afirmación de Erikson (1956) de que la identidad final está "superordinada a cualquier identificación con individuos del pasado" (pág. 112). Sus formulaciones, lamentablemente, no aclaran la íntima y continua interrelación entre los procesos de identificación infantil (incluyendo el adolescente y preadolescente) y el concomitante proceso de la formación de la identidad. Su afirmación de que la identificación, como un mecanismo, es de utilidad limitada (pág. 112) es cuestionable, ya que las identificaciones no pueden ser consideradas como mecanismos, y su utilidad para el desarrollo del yo es casi ilimitada. Tanto éstas como sus posteriores acotaciones (en la misma página), muestran un lamentable malentendido de estos procesos, de las vicisitudes de las identificaciones y de su contribución a la formación del yo y superyó y a la autonomía de estos sistemas. Espero que mi objeción a las formulaciones de Erikson serán aún más claras en los capítulos siguientes, cuando tratergos los períodos adolescentes y postadolescentes, donde enfocaremos una vez más estos procesos de organización a los que me estoy: refiriendo. Mi breve aclaración y la discusión que sigue, haJ cen referencia a ciertos problemas del desarrollo que deberán'' ser más cuidadosamente examinados cuando hablemos de ado·! lescencia. Sin embargo, la aclaración precedente era necesaria para el entendimiento de los procesos que serán estudia-·, dos en este capítulo, ya que aparecen tempranamente en la infancia. En verdad, algunas complicaciones específicas en el desarrollo del yo y superyó pueden causar, posteriormente, problemas de identidad. Esto puede, con frecuencia, ser rastreado en la etapa preedípica temprana, cuando las actitudes

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parentales conflictuales comienzan a ejercer su influencia sobre la débil organización psíquica infantil. En el último capítulo de este volumen daré algunos breves ejemplos de tales casos. Con frecuencia, los trastornos que se originan de estas actitudes contradictorias se tornan manifiestas cuando el niño, al entrar en el jardín de infantes o en la escuela, comienza a construir rápidamente relaciones personales, y está sujeto a nuevas influencias éticas, sociales, intelectuales y educacionales diferentes de aquellas aprendidas en su hogar. He hecho hincapié sobre el hecho de que comúnmente la formación del yo y superyó es mantenida y estimulada por los contactos iniciales del niño con el mundo escolar que le ofrece nuevas sublimaciones, nuevos y diferentes tipos de relaciones, y nuevas identificaciones con los maestros y compañeros. Pero niños que han crecido en un clima hogareño emocional y educacionalmente confuso, dolorosa y repentinamente pueden tomar conciencia en este momento de las contradicciones entre el mundo escolar y el de la casa, o dentro de la familia en cuanto a actitudes, metas y estándares intelectuales, sexuales, humanos, sociales y éticos. Estas experiencias lo dejan en un temporario estado de confusa soledad frente a lo que está bien o mal, correcto o incorrecto, es verdadero o falso, valioso o sin valor. Algunos de mis pacientes adultos con problemas de identidad recuerdan los estados de soledad al comienzo de la latencia, tanto en su casa como en la escuela, o en ambas. Las primeras dudas en cuanto a la identidad sexual de los padres, sus conflictivas actitudes o personalidades, y su papel en la familia, fueron entonces traspoladas a la e_sfera g~ne­ ral de valores. La historia de tales pacientes revela que la internalización de confusas actitudes parentales en una etapa infantil tem· prana puede resultar en una duradera contradicción en la escala de valores conscientes o inconscientes; esto, no sólo afecta el establecimiento de relaciones personales estables con suficiente constancia objetal, y por lo tanto de consistentes identificaciones yoicas y supery01cas, smo que también pre152

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dispone al niño a problemas de identidad que pueden tomar peligroso ímpetu durante la adolescencia y extenderse a la vida adulta.ª El temprano desarrollo de identificaciones contradictorias que predisponen al niño a problemas de identidad, trae aparejado algunos aspectos de la formación del yo y superyó íntimamente relacionados. Su discusión servirá a modo de preparación para el estudio y formación de la identidad en la adolescencia y postadolescencia. Las reacciones de vergüenza y su relación con los sentimientos de culpa es un tema sobre el cual Erikson ( 1956) ha llamado especial atención en relación con el conocimiento de sí mismo del adolescente y su problema de identidad (páginas 120 y 142). Unido a esto están los problemas de relación entre el superyó y la culpa y vergüenza, y entre la autoestima y los sentimientos. En vista de la ubicuidad de las reacciones de vergüenza y de su importancia en personas con problemas de 1.dentidad, Piers y Singer (1953) y Lynd (1958) están justificados por sus críticas a los autores psicoanalíticos diciendo que han abandonado, comparativamente, este tema._:,:-· Hartmann y Loewenstein ( 1962) son _de h opinión de que la vergüenza puede sólo descriptivamente ser distinguida de la culpa, y no en términos de psicología analítica (pág. 66). Yo no estoy completamente de acuerdo con esto, a pesar de que es, verdad que los conflictos de vergüenza forman parte de los conflictos superyoicos. Sin embargo, la distinción entre los conflictos de culpa y vergüenza parecen justificarse sobre bases teóricas y clínicas, ya que los conflictos de vergüenza desempeñan un particular papel en el normal desarrollo adolescente; además hacen una aparición conspicua y regular en 3 En este contexto, uno debería pensar también en los cambios en los sistemas de valores de una sociedad. Diferentes factores ideológicos y económicos influyen, acarreando confusión, sobre el superyó y las actitudes educacionales del medio adulto. Las contradictorias escalas de valores resultantes son entonces trasmitidas de la sociedad al niño por vía de la familia, el jardín de infantes y la escuela.

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pacientes con conflíctós de identidad y en estos casos, son la expresión característica de la patología del yo y superyó y de los conflictos narcisísticoE> específicos. Por esta razón, he decidido hacer una referencia sobre la naturaleza de los conflictos de inferioridad y vergüenza, de examinar sus diferencias, como también la relación e interjuego de los sentimientos de culpa, vergüenza e inferioridad desde el punto de vista teórico y clínico. Por necesidad debo restringir mi comentario sobre la reacción de vergüenza al presente marco de referencia. En cuanto a su desarrollo, debo remitirlos a mis comentarios previos en la 2~ Parte, y al valioso libro de Piers y Singer sobre este tema (1953). Recordemos que la vergüenza se origina tempranamente en reacción a las tendencias pregenitales (bucal y especialmente anal) y exhibicionista fálica, y que está reforzada en las niñas, por su conflicto de castración. En relación a esto quisiera mencionar nuevamente que el alcanzar un control de esfínteres y el descubrimiento de las diferenciaS, ,,., sexuales desempeña un importante papel en el desarrollo de los sentimientos de identidad. Las reacciones de vergüenza son provocadas, originariamente, cuando la pérdida del control instintual, los defectos físicos (castración), y los fracasos son expuestos a otros. Además son, normalmente, la manifestación temprana de un con-,,,~, flicto internalizado.4 Independientemente de estar expuesto a otros, pueden aparecer también cuando tomamos conciencia de algo oprobioso de nosotros mismos. Lynd (1958) mantiene ~' que la vergüenza, en contraposición con la culpa, siempre im~ plica al "self total". Esta afirmación no es suficientemente válida, al menos en tanto como las reacciones de vergüenza moral, al igual que los sentimientos de culpa, están común4 Un niño de 3 años fue escuchado por su madre, después de descubrir que ha tenido un percance en la cama, expresar su conflicto de vergüenza con el siguiente monólogo: "¡Oh l i Oh l ¿Qué pasó? ¡Es terrible l ¡Debo avergonzarme de mí mismo! ¡No! ¡No! ¡No lo haré! ¡No me avergonzaré!"

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mente r"elacionados con tendencias muy específicas, y pueden diseminarse a todo el self, sólo si son muy intensas. Es verdad, sin embargo, que las reacciones de vergüenza tienen bases mucho más amplias que los sentimientos de cul~ pa y, debido a su temprano origen infantil narcisístico-pregenital, puede emerger de muchas fuentes y conflictos, que implican todos los atributos de una persona y no simplemente los morales. A este respecto es importante comprobar que la vergüenza se refiere a la exposición visual; en cambio la culpa predominantemente a órdenes, prohibiciones y críticas verbales. Su base amplia, y el arcaico tipo de ansiedades que pueden inducir las reacciones de vergüenza son ciertamente la razón de tales abrumadores efectos de autoaniquilamiento. 11 Pueden, en ciertas circunstancias, desarrollarse en conexión con problemas morales tanto como de tacto, manera, aparien· cia física y conducta formal; y en un gran número de personas en respuesta a defectos visibles, concretamente externos, más que aquellos de tipo personal, y especialmente moral. Por lo tanto, la gente puede sentirse avergonzada no sólo de una debilidad tal como deformidades, o de una enfermedad física o mental, sino también de un bajo status financiero, social, racial o similares. Por supuesto, la tendencia a reacciones de vergüenza puede ser reemplazada por logros intelectuales. Cuando estudiamos tales personas, detectamos, sin embargo, que su miedo::· a ser expuestos gira no sólo en derredor al contenido del pensamiento sino, esencialmente, alrededor de la actuación a los., aspectos formales de la expresión ideacional que son, incons""·i, cientemente, equiparados con la producción anal. Estas personas pueden, de esta manera, sufrir dolorosas experiencias de vergüenza y humillación, especialmente cuando sus "for-rc; mulaciones" no alcanzan a sus expectaciones perfeccionistas. 5 El Dr. Jay Shorr no con~idera la vergüenza como una verdadera forma· ción reacciona!. Cree que ciertos sentimientos de vergüenza pudieran, debido a las ansiedades infantiles tempranas que ellos inducen, provocar las formaciones reaccionales como una defensa. La opinión de Shorr merece tomarse en cuenta.

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Generalmente encontramos en tales personas profundos conflictos de culpa, debajo o apareados a sus conflictos de vergüenza. Estos conflictos de culpa se originan en las serias catexias agresivas -principalmente anales-·- de sus procesos del pensamiento que sirven, de esta manera, propósitos narcisísticos competitivos. Esto puntualiza las diferencias entre-los conflictos de inferioridad y vergüenza. A pesar de estar frecuentemente unidos a las reacciones de vergüenza, los sentimientos de inferioridad no nacen como una reacción a tendencias instintuales específicas. Siendo la expresión de la frustración narcisística en cualquier área de los logros yoicos, incluyendo las relaciones objetales, sus orígenes infantiles pueden ser rastreados a todo tipo de injurias o fracasos narcisísticos tempranos, por ejemplo, a experiencias que preceden aún al conflicto de castración. De esta manera, sería erróneo decir que los conflictos de inferioridad se "basan" en el conflicto de castración, a pesar de que sabemos, por nuestra experiencia clínica, que movilizan inevitablemente conflictos de culpa y castración inconscientes. En las New lntroductory Lectures, Freud (1932) se refiere a las raíces eróticas de los sentimientos de inferioridad. En su opinión, se originan de la reyección parental y reflejan, sobre todo, conflictos entre el superyó y el yo. Por lo tanto Freud, a pesar de encontrar difícil la distinción entre sentimientos de culpa e inferioridad, sugiere que consideremos al primero como el suplemento erótico de sentimientos de inferioridad moral. Pero esta misma sugestión entrevé las diferencias. Volveremos sobre este punto. En este momento sólo estableceré que tanto los sentimientos de vergüenza como los de inferioridad manifiestan los conflictos de una persona con los estándares que regulan la autoestima en términos de orgullo e inferioridad, más que de conducta moral en relación con los otros. Sin embargo, desde que la vergüenza uace como una formación reacci,,onal a tendencias instintuales prohibí156

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das, es, al menos parcialmente, integrada a la compleja respuesta del yo y el superyó. Sentimientos de vergüenza moral aparecerán generalmente en el adulto maduro al tomar conciencia de impulsos bajos, viles y moralmente inferiores; esto es, de tendencias infantiles despreciables, "degradantes", especialmente pregenitales. De esta forma, podemos decir que las reacciones de vergüenza fluctúan entre los sentimientos de inferioridad y culpa, y pueden aparearse a cualquiera de ellos o a ambos. En cuanto a la distinción entre sentimientos de inferioridad y vergüenza de los sentimientos de culpa es de impor. tancia que los conflictos de culpa --como lo dijo Freudparecen tener una particular referencia a la hostilidad y al daño hecho a otros, y en general a la calidad de nuestras relaciones objetales. En contraste, la vergüenza y de la misma manera los sentimientos de inferioridad y humillación, tienen una mayor elemental implicación exhibicionistanarcisística. Mientras que tales sentimientos se desarrollan de las deficiencias o fracasos que revelan debilidad y merecen desagrado y desdén, se refieren esencialmente al self como tal sólo en cuanto a su poder, apariencia e integridad, y aun a su perfección moral, pero no en términos de nuestros itnpul-~ sos amorosos hostiles y nuestra conducta hacia otros. Es inte· resante, sin duda, que hasta cierto grado, aun nu;stro orgullo moral, y en forma opuesta, las reacciones de vergüenza mo· ral, tienen esta conspicua calidad narcisista, a la que ya me . he referido en el Capítulo 6. Esto es de gran importancia desde que explica los extraños sentimientos de desvalidez que tan frecuentemente acom: pañan a las reacciones de vergüenza. En efecto, en contraste con los fracasos morales a los que podemos sobreponemos, muchas de estas deficiencias que producen sentimientos de inferioridad y vergüenza no pueden ser remediadas: la fealdad, los defectos físicos, la estupidez, la incompetencia, el bajo status social, racial o económico, están a menudo más allá de la reparación. Ésta es la razón por la cual los sentíw

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mientos de vergüenza e inferioridad pueden secundariamente originar.sentimientos de culpa y ser enmascarados por ellos. Si U:na persona incompetente falla en su trabajo será menos propenso a aceptar su irreparable ineptitud que a culpar los inadecuados esfuerzos realizados, ya que esto deja la puerta abierta para futuros éxitos. Pero, por supuesto, sabemos también por nuestra experiencia clínica, con qué frecuencia los sentimientos de vergüenza e inferioridad pueden encubrir sentimientos de culpa. Volviendo a las diferencias entre culpa y vergüenza, podemos observar que no sólo en el área de lo sexual y del amor sino también en el de las relaciones personales, la causa de la culpa y la vergüenza pueden, en general, ser diametralmente opuestas una de otra. Por ejemplo, una persona puede sentir culpa a causa de su agresión sexual pero puede avergonzarse de su impotencia. Puede sentir culpa por haber atacado en forma sádica, frustrado o explotado a otra ,,, , o dhb persona, pero se avergonzara'd e ser un " mamon e a er sufrido una frustración "humillante". En general, los impulsos sádicos son capaces de inducir culpa, mientras que inclinaciones de tipo masoquista, dependientes, pasivas, que pueden causar inhibiciones en el trabajo y por lo tanto ineptitud, originan sentimientos de culpa e inferioridad. Por ejemplo, un paciente que se encuentra esclavo de su despreciable pareja experimenta terribles sentimientos de vergüenza e inferioridad en la medida en que es incapaz de liberarse de ella, pero tan pronto como toma conciencia de los impulsos sádicos hacia su mujer y se acerca a la decisión de dejarla, siente intolerable6 sentimientos de culpa. Éste es el típico ejemplo del interjuego entre todos estos sentimientos que vemos constantemente en nuestros pacientes y aun en personas normales. ..,,, Este interjuego se manifiesta en los conflictos de mastur· bación de la adolescencia. Un paciente que en esta etapa, sufría de masturbación compulsiva, podría desarrollar intensos sentimientos de culpa por sus fantasías de "violar" a una niña. Él evitaría regularmente estos impulsos sádicos entre158

CONFLICTOS DE CULPA, VERGÜENZA E "INFERIORIDAD"

gándose a la masturbación con fantasías pasivo-regresivas de ser acariciado y sexualmente gratificado por hermosas muchachas que tienen gran placer en tomar la iniciativa sexual. Sin embargo, esta masturbación que lleva rápidamente al orgasmo, lo deja con dolorosos sentimientos de culpa e inferioridad, ya que considera sus fantasías --correctamente-como la manifestación de su pasividad, su falta de masculinidad e impotencia, por ejemplo, de su castrada imagen del self y sus inconscientes deseos homosexuales pasivos (oral y anal). Estos sentimientos resultarían inmediatamente en nuevos impulsos para probar su masculinidad "violando" muchachas; induciendo otro acceso de sentimiento de culpa, tales impulsos serán reprimidos nuevamente por fantasías de pasividad. 6 Dependiendo de la situación interna individual, las mismas provocativas experiencias pueden, por supuesto, inducir sentimientos de vergüenza mezclados con culpa. Pa:i;a dar un ejemplo simple: cuando un hombre, en un acceso ae ira, se siente tentado a golpear a su esposa e hijos, se sentirá culpable y avergonzado de sí mismo, lo primero por la severidad de su enojo, y lo segundo, por la pérdida de control. Las diferencias, relaciones, e interjuego entre reacciones de vergüenza y culpa originan inmediatamente ciertos problemas en cuanto al ideal del yo y el superyó, y su-papel en el desarrollo de estos conflictos. Piers y Singers ( 1953) y Lynd (1958) afirman que las reacciones de vergüenza se originan cuando no podemos alcanzar nuestro ideal del yo. Considerando el ideal del yo como una estructura primaria, Piers lo separa del superyó en un nivel de desarrollo que induce sen6 Posteriormente las tendencias pasivas de este paciente tomaron suficiente fuerza como para protegerlo de la agresión abierta y por ende de los conflictos conscientes de culpa. Lo que quedó fueron rasgos y síntomas obsesivos y estados depresivos acompañados por conflictos de inferioridad y vergüenza, continuos y conscientes, con temor a la exposición de su ineptitud en los negocios y en lo sexual, miedo a la pérdida económica, y en especial, temores de pérdida del status social y financiero. Luego de un considerable periodo de trabajo analítico sus ocultos conflictos de culpa pudieron ser traídos a la superficie y la patología de su superyó pudo ser encarada exitosamente.

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FORMACIÓN DEL SUPERYó Y .EL PERfODO DE LATENCIA .

timientos de culpa. En xJ.sta de que la vergüenza, sin embargo, puede ser causada, por ejemplo, por impotencia sexual, creo que esta separación conduce ·a conclusiones erróneas, a menos que ampliemos el concepto del ideal del yo hasta un punto en el que pierde su significado. Desde que el ideal del yo, como una formación madura, está tan íntimamente relacionado con las demandas morales y prohibiciones del superyó y con sus funciones específicas de autocrítica, de refuerzo y _directrices, creo que estaremos más acertados considerándolo de acuerdo con Freud, como parte del sistema superyoico. Volveré sobre este tema cuando hablemos de adolescencia. Sin embargo, recordando los precursores infantiles del ideal del yo, que hemos discutido en el capítulo 6, podemos entender fácilmente el concepto de Piers. En tanto el niño pequeño no ha alcanzado todavía la etapa de la idealización verdadera de sus objetos de amor y no ha desarrollado nociones avanzadas de los valores morales, los precursores infantiles del ideal del yo son todavía principalmente la expresión de la regulación de impulsos pregenitales y de ambiciones preedípicas y edípicas tempranas (fálicas), por ejemplo, de valores tales como logros y fuerza física, poder, control sobre los objetos e impulsos instintuales, posesiones, etc. En el capítulo 6 he descripto el avance de tales metas narcisistas primitivas e imágenes dese.:.das del self, por un lado hacia el establecimiento de metas yoicas reales dirigidas al objeto y, por otro, hacia la constitución del ideal del yo maduro y de los estándares morales del superyó. He afirmado que con la creciente maduración del yo estas formaciones se desarrollan con el apoyo de procesos de identificación diferentes y específicos: el primero, de identificación con los intereses parentales reales y metas parentales; y el segundo, de identificación con imágenes parentales idealizadas y la internalización de demandas parentales reales, prohibiciones y críticas. Desde que el ideal del yo y nuestros estándares éticos se originan de las luchas instir.tu&les :lnfan-

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CONFLICTOS DE CULPA, VERGÜENZA E "INFERIORIDAD"

tiles y se fundan en el tabú al incesto, parricidio y marricidio, son los que regulan en particular - nuestras relaciones sexuales, personales y sociales con el mundo objetal animado. Nuestras metas yoicas, sin embargo, dirigen en particular nuestros intereses yoicos y sirven a nuestro dominio de la realidad en general y a nuestra adaptación a ella. Ya he mencionado que con el desarrollo del superyó, se tornan sujetas a sus códigos morales y podríamos decir, se entrelazan con ellos. En el curso del período edípico los logros del yo son verdaderamente una expresión de los deseos del niño de desplazar sus tendencias instintuales dirigidos hacia el self y al objeto hacia metas coartadas en sus fines. No obstante, debemos tener presente que las identificaciones del yo y la formación del yo en el niño siguen un curso que es dirigido por dos maestros, por un lado, por la moral y los estándares éticos, parentales o aquellos del superyó, respectivamente, y por otro, por aspectos y metas yoicas parentales y las correspondientes del niño, con las limitaciones dadas por la realidad y principio de realidad y por los potenciales y dotes del yo. Una efectiva supervisión del yo por el superyó y un suave interjuego entre ~stándares superyoicos y las metas y estándares del yo capacitarán al niño para combinar la solución de sus conflictos incestuosos y el desarrollo de la conducta social con la construcción de funciones e intereses ·de~ yo y las sublimaciones. Como veremos, el trastorno instintual presente durante el período adolescente hará ceder nuevamente la garra que el superyó cierne sobre el yo y de este modo del yo sobre el ello. Bajo la influencia de las identificaciones del yo con imágenes parentales reales, y como un resultado de la maduración instintual y del yo, los sistemas psíquicos se modifican progresivamente. Esta modificación creará finalmente un legítimo amplio espacio en las maduras metas del yo para tendencias y logros sexuales y ambicioso:,. Sin embargo, para que el restablecimiento final de un control superyoico consistente y de sólidas defensas en el yo tenga éxito, depende del 161

FORMACióN DEL SUPERYÓ Y EL PER10DO DE LATENCIA

grado en el cual la lucha adolescente puede ser dominada. Esto será estudiado en los capítulos finales de este volumen. Sería suficiente enfatizar una vez más que los derivados de la temprana escala de valores se mantienen vivos en las metas yoicas aún del adulto, y en algunas personas pueden desempeñar un papel importante. Por cierto, los valores de la perfección intelectual, mental y física, de la salud y la belleza, del éxito y poderío económico, vocacional y social, del prestigio nacional, racial y social, ocupan un alto rango en nuestras sociedades modernas. Tales valores, y ambiciones elementales podrían fácilmetne antagonizar con los códigos éticos y morales establecidos por estas mismas sociedadades, son trasmitidos por los padres y educadores e internalizados en el superyó individual. En efecto, aunque los logros vocacionales y sociales de una persona aparenten ser perfectamente "razonables" desde el punto de vista de sus potenciales yoicos y de su potencial realización futura, pueden ser todavía la expresión de ambiciosas tendencias agresivas y excesivamente voraces de poder y posesión, que puede no ser aceptado por su propia conciencia. 7 Podemos decir, por lo tanto, que las metas del yo son más bien vulnerables. Si bien son dirigidas hacia el objeto y "racionales", pueden ser fácilmente empleadas al servicio de tendencias primitivas agresivo-narcisistas, a menos que sean mantenidas bajo la firme supervisión del superyó. Estas consideracione~ son de gra~ significación ·ya qu_e explican la ubicuidad de los conflictos de vergüenza e inferioridad del adulto y su interjuego con los de culpa. Evidentemente, los sentimientos de inferioridad y vergüenza, aun de vergüenza moral, están referidos a las nociones de valores premorales, preedípicos y edípicos. Por esta razón, ellos tienen un importante papel dmante el período de la adolescen-

f Recordamos aquí que Alfred Adler, tomando en cuenta el importante papel de tales tendencias en la psicología de algunos pacientes, construyó su teoría de la neurosis basándose exclusivamente sobre la "fuerza de los impulsos". 7

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CONFLICTOS DE CULPA, VERGÜENZA E "INFERIORIDAD''

cia, que revive tales tempranas tendencias y metas. A pesar de estar presentes aun en adultos normales, la prevalencia de los conflictos de vergüenza e inferioridad sobre los de culpa después de la adolescencia, indican principalmente el tipo de trastorno narcisístico que causa problemas de identidad. En el último capítulo volveré sobre este punto. En este momento quisiera recalcar qÚe los sentimientos de vergüenza moral, una formación reacciona! frente a tendencias pregenitales, puede desarrollarse en los adultos juntamente con los sentimientos de culpa. Son, por lo tanto, indicativos de los conflictos del superyó. Pero los sentimientos de vergüenza tienen una aún mayor relación con los tipos de conflictos narcisistas más primitivos, que inducen sentimientos de inferioridad· y humillación. Estos conflictos reflejan el poder de las tendencias infantiles narcisistas libidinales y agresivas que pueden fundamentar los logros sociales, vocacionales, sexuales e intelectuales. Estas distinciones tienen importancia tanto teórica como clínica, ya que aclaran aún más los diferentes mecanismos que regulan la autoestima y que pueden colaborar o incidir entre ellos. Extrañamente, desde el momento en que Freud abandona la idea de los "impulsos del yo" e introduce los conceptos estructurales, nos hemos preocupado más de las funciones de autocrítica del superyó que de aquellas del yo, éuya evaluación del self ocupa un campo mucho más amplio. Lo que hemos aprendido de nuestros estudios comparativos fue que, antes que nada, el superyó, juzgado en términos morales de malo o bueno, bien o mal, regula principalmente nuestras relaciones y conducta personales y sociales y aún evalúan nuestros logros yoicos desde este punto de vista. Además el yo maduro, con autocrítica, a pesar de participar en esta evaluación moral del self, también juzga nuestras funciones yoicas y nuestras relaciones prácticas con la realidad, incluyendo aquellas con el mundo objetal inanimado. ·Finalmente, este yo maduro, evalúa la conducta no sólo en térmi"' nos de correcto o incorrecto, verdadero o falso, apropiado o

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, . FORMACióN DEL SUPERYÓ Y EL PER10DO DE LATENCIA

inapropiado, racional o irracional, sino también desde el punto de vista de las metas yoicas "mundanas" utilitarias y ambiciosas. ("intereses del self") en cuanto a su efectividad y éxito. ' Desafortunadamente, la colaboración final entre las fon· ciones de autocrítica del yo y superyó no es, a menudo, lo su· ficientemente uniforme como para impedir choques entre los códigos morales del superyó y estas metas ambicioso-utilitarias del yo. El éxito obtenido con la ayuda de poderosas tendencias agresivonarcisistas p~ede aumentar la autoestima al inducir sentimientos de orgullo y superioridad, a pesar de poder ser inconscientemente o aún consciente y profundamente condenada por su conciencia. Como ejemplo práctico muy común diremos: una carrera altamente exitosa, brillante pero cruel, que lleva a la adquisición de una posición de poder, riqueza y un alto status social, bien puede inducir serios conflictos morales que llegan finalmente a arruinarla. Por otro lado, los altos logros morales que son desfavorables y opuestos a las metas de "poder" del yo, pueden frecuentemente ser considerados como signos de debilidad por el ojo autocrítico del yo. Por ejemplo, una persona que sacrifica su carrera a sus estrictos principios éticos puede estar inclinada a menospreciarse por su falta de agresividad. Sin embargo, tal descripción de las potenciales colisiones entre estándares morales (superyó y yo) y las ambiciosas metas del yo simplifican el problema considerablemente ya que procesos regresivos en estos sistemas pueden ocasionar choques entre las metas y estándares conscientes e inconscientes y las correspondientes funciones de autocrítica. Sería aconsejable describir estas complicaciones desde el punto de vista estructural. Para comenzar, la disminución de la autoestima moral que evoca la culpa o vergüenza moral, es provocada por conflictos entre el yo y superyó y refleja una disarmonía entre los componentes del ideal del yo ( conscientes e inconscientes) y las representaciones del self. Sin embarg0, ya he hablado de los peligros inherentes en las con-

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CONFLICTOS DE CULPA, VERGÜENZA E "INFERIORIDAD"

tradicciones entre el ideal del yo y superyó. Desde que aún normalmente, nuestros ideales conscientes pueden diferir de aquellos profundamente engranados en nuestro inconsciente, una consciente autoevaluación moral podría aprobar los actos que son seriamente condenados y castigados por los componentes infantiles inconscientes del superyó. Como ya he dicho, los conflictos narcisísticos conscientes e inconscientes que nacen en el yo y llevan a la pérdida de la autoestima cubren un área aún mayor. Estos conflictos se desarrollan en la discrepancia entre las imágenes deseadas del self, que incluyen las metas narcisistas del yo y un self que parece fracasar, ser defectuoso, inferior, débil o despreciable, en comparación. Estos conflictQs narcisísticos son aptos para evocar sentimientos de inferioridad y vergüenza. En la medida en que las funciones de autocrítica del yo, conscientes o inconscientes, evalúen las actitudes, logros y actividades del yo desde el punto de vista de metas yoicas consistentes y maduras, y en la medida que operen en íntimo contacto con el superyó y la realidad, son el más útil instrumento del yo. Sin embargo, puede existir cualquier tipo de complicaciones causadas por conflictos, por un lado, entre metas del yo contradictorias, conscientes o preconscientes, y, por otro entre metas yoicas reales y razonables y la pÓtencial multitud de metas instintuales narcisistas inconscientes más o menos primitivas. Sólo bajo la regulable influencia de un superyó estable, el yo será capaz de hacer frente a tales discordancias. En el capítulo final estudiaremos cómo en el caso de inmadurez en los sistemas psíquicos, o de una fragilidad de su estructura que causa serios procesos regresivos, la intrusión peligrosa de metas infantiles, narcisísticas e instintuales en los códigos del superyó y en los fines del yo. Ello puede traer una desintegración de las identificaciones y relaciones objetales, y por lo tanto de las funciones del yo y superyó, que llevan a experiencias de pérdida de objeto y "pérdida del self", y, posibler:r.ente, a manifestaciones psicóticas. 165

TERCERA PARTE

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LA PUBERTAD Y EL PERIODO DE . LA ADOLESCENCIA

10 Cambios puberales y su influencia sobre la experiencia de identidad y las relaciones con el sexo opuesto

En su reciente publicación sobre "Adolescencia", Anna Freud ( 1958} trató de explicar por qué razón, en la opinión de todos los expertos analistas en este tema, nuestro "insight" de la confusa sintomatología y manifestaciones emocionales de este período del desarrollo, está lejos de S((r completo. Puntualiza que los adolescentes son generalmente resistentes al análisis, y los pacientes adultos, a pesar de producir suficiente material mnémico adolescente, no reviven en general las reacciones emocionales correspondientes a este período. Es mi impresión que en el análisis de adultos podríamos tender, además, a preocuparno'!- con mayor intensidad en la reconstrucción de su historia infantil que en la completa exploración de su desarrollo adolescente. Focalizándonos en esta etapa, descubrimos frecuentemente que fue el momento en el cual la neurosis del paciente tomó una configuración característica. Es ciertamente valedero que los pacientes adultos raramente reviven las reacciones emocionales de su adolescencia; aun en esto podemos encontrar excepciones. Aquellos pacientes que sufren una problemática adolescente prolongada, pueden todavía, a los treinta años, mostrar la fluidez en su humor y en la formación de síntomas o corrientes de la adolescencia, con manifestaciones clínicas cambiantes desde neurótico hasta delincuente, perverso o psicótico borderline. En ese traba jo, Anna Freud comparó la resistencia de los adolescentes al tra169

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PUBERTAD Y ADOLESCENCIA

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tamiento analítico con las dificultades encontradas en pacientes durante períodos de aflicción o durante infelices episodios amorosos; puso énfasis sobre la gran similitud que la situación emocional del adolescente tiene en común con estos dos estados. Berta Bornstein y Nathan Root (1957) llamaron la atención sobre el importante papel que la aflicción cumple en la lucha del adolescente, quien debe desprenderse de sus padres y embarcarse en la búsquda de nuevos objetos. Pero, ¿,por qué el adolescente pasa por tan violenta y peculiar crisis afectiva? ¿Por qué muestra esa tendencia a los rápidos y repentinos cambios del humor? ¿Cuál es la naturaleza y el origen de este cambiante humor? Y ¿por qué razón tantos adolescentes padecen recurrentes estados dolorosos de depresión y desesperanza, que implican no solo serios con· flictos de culpa smo también enojosos sentimientos de ver· güenza y de propia desconfianza hasta el punto de convertirse en preocupaciones hipocondríacas y miedos paranoides? Además, ¿por qué encontramos implicados en las conspi· cuas y exclusivas manifestaciones emocionales del adolescente tales características y perturbantes fluctuaciones en sus sentimientos por otros y por sí mismo, su sentimiento de identidad? ¿Por qué muestra por momentos una íntima relación con el mundo, con la gente, con la naturaleza, con el arte, con Dios, junto a experiencias de "Y o soy yo, yo vivo, y el mundo es y será mío", mientras que en otros, tiene dolorosas dudas en lo referente al significado de la vida y el mundo, de sí mismo y de su papel en el mundo, y sufre aún desesperados sentimientos de soledad y aislamiento, y .está convencido de la sln razón de su existencia, de la vida, de su propia vida y futuro? En el capítulo anterior he dado la base para el estudio de los procesos psíquicos que causan estos turbulentos fenómenos emocionales. Pero antes de embarcarnos en ello debemos visualizar la situación interna del adolescente que tan bien ha sido descripta por Anna Freud (1936-1958) y Helene Deutsch (1944) entre otros autores.

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IDENTIDAD Y RELACIONES CON EL SEXO OPUESTO

En efecto, la adolescencia es el período entre la triste despedida de la infancia -por ejemplo del self y los objetos del pasado- y un gradual, ansioso y esperanzado pasaje de barreras a través del camino que permite la entrada al todavía desconocido país de la adultez. Comenzando con sus objetos de amor infantiles, el adolescente no solo debe liberarse de las ataduras que fueron tan importantes durante la infancia; debe también renunciar a sus anteriores metas y placeres más rápidamente que en cualquier otro período del desarrollo. Preparándose para dejar el hogar, tarde o temprano, debe llegar a la responsabilidad, amor y sexo adultos, adquirir nuevos y diferentes tipos de relaciones sociales y personales, nuevos intereses y sublimaciones, y nuevos valores, estándares y metas que pueden ofrecerle dirección para su vida futura como un adulto. Esto requiere una completa reorientación, que lleva a transformaciones enérgicas y estructurales, a una redistribución catéctico-económica, y a una drástica recomposición de toda la organización psíquica. No intentaré tocar todos los aspectrn, de este proceso. Lo que discutiré especialmente es la remodelación del yo y superyó adolescentes y su interrelación con el desarrollo del sentimiento de identidad, de las relaciones objetales, e identificaciones, cuyas vicisitudes encuentran expresión ~n sus estados de humor. En su publicación sobre identidad, Erikson ( 1956), trata las relaciones objetales del adolescente en forma más bien informal, en términos de " 'Intimidad vs. Aislamiento' (como) el núcleo conflictivo que sigue al de 'Identidad vs. Difusión de identidad'" (pág. 124). Pero el desarrollo de la intimidad del adolescente con otros -con sus compañeros, sus mayores, el sexo opuesto-- es un complejo y conflictivo proceso que sigue e interactúa con conflictos de identidad, y produce tales problemas. No puedo dejar de sentir que de alguna manera Erikson desconecta a la identidad de las identificaciones, y a ambas de las relaciones objetales, y a las relaciones objetales 171

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PUBERTAD Y ADOLESCENCIA

de aquellos conflictos alrededor de los cuales están centrados las turbulencias y disturbios emocionales de este período. Estos conflictos se originan por los cambios psicobiológicos del adolescente, que se siente en la garra de los abrumadores impulsos instintuales que debe rápidamente aprender a dirigir, ya que en poco tiempo él tendrá que tomar las decisiones más importantes de su vida: la elección vocacional, que determinará su trabajo y su futura situación económica y social, y la elección de un objeto de amor, finalmente de una pareja matrimonial. Por lo tanto, quisiera, primero, remarcar algunos puntos importantes en el desarrollo · instintual del adolescente y en el establecimiento de sus relaciones con el sexo opuesto. Por supuesto, no puedo entrar en la descripción de la complejidad de los conflictos instintuales que se originan con el comien· zo de la pubertad. ·Quedémonos satisfechos, antes que nada, con la puntualización de la importante influencia que sobre los sentimientos de identidad y formación de la identidad del niño tienen los cambios anatómicos y fisiológicos puberales. Las primeras eyaculaciones del niño y la menarca en la niña, son las experiencias más incisivas y desconcertantes. Nosotros conocemos las reacciones ambivalentes del niño a estos importantes eventos. Desde que las primeras eyaculaciones llevan al niño comúnmente a la masturbación, ellos reviven sus temores de castración y evocan los conflictos de culpa con tal intensidad que, frecuentemente el placer de transformarse en un hombre es ensombrecido o asfixiado por duraderos temores de este paso. El comienzo de la menstruación en la niña origina diferentes conflictos, pero potencialmente, conflictos aún más peligrosos, ya que la hemorragia genital está unida a la reviviscencia de su creencia infantil de castración. A pesar de sus bien conocidas respuestas negativas y ansiosas a este evento, podemos observar que sin embargo, actualmente, las niñas generalmente se muestran mucho más orgullosas de tener su período que los niños en cuanto a sus eyaculaciones y poluciones nocturnas. Por supuesto, 172

IDENTIDAD Y RELACIONES CON EL SEXO OPUESTO

muchas niñas, se niegan a aceptar la hemorragia mensual: la odian, tratan de negarla y Je ocultarla, y realizan enérgicas actividades físicas durante la menstruación, pero muchas y entre ellas se jactan abiertamente de sus menstruaciones, y aún con los adultos, mientras que los niños tratan de ocultar frenéticamente a los adultos las manifestaciones fisiológicas de su pubertad y sólo la discuten secretamente uno con otro, esto es, simplemente, porque en contraste con la menstruación, sus eyaculaciones son generalmente acompañadas de experiencias orgásticas y pueden llevarlos a la masturbación, y no, infrecuentemente, a transitorios juegos homosexuales hasta que la actividad heterosexual se pueda afirmar. A pesar que la mujer adulta es, con frecuencia, sexualmente más excitable durante sus períodos menstruales que en otros momentos, ·el dolor, las molestias, y el temor de tocar los genitales sangrantes, impide comúnmente a la niña su masturbación, al menos durante este período. En niñas adolescentes, por lo tanto, raramente encontramos conflictos conscientes de masturbación de la intensidad con que se la encuentra en los niños. Los aspectos punitivos de su hemorragia menstrual tienden en cualquier momento a absorber sus sentimientos de culpa. En electo, sabe:tJ?.OS que el comienzo de la . menstruación trae un rápido y visible cambio en la niña que, de traviesa asume la posición femenina masoquísticamente coloreada. Algunas veces este decisivo paso es precedido por vacilaciones prepuberales entre una conducta provocativamente varonil y femenina algo forzada, con los concomitantes conflictos de identidad sexual. Posteriormente, la experiencia de la menstruación, junto a los cambios corporales generales puede fortificar los sentimientos de identidad femenina ya al comienzo de la pubertad, mientras que la posición masculina del niño y su sentimiento de identidad sexual no son necesariamente reforzados al comienzo de su nueva y culpógena experiencia sexual. De cualquier manera, las ambivalentes y ansiosas reacciones a las manifestaciones fisiológicas de la pubertad causa,

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PUBERTAD Y ADOLESCENCIA

·en ambos sexos, desplazamientos catécticos hacia los cambios intelectuales, corporales y mentales, que son el resultado de los procesos de maduración adolescente. Como veremos, estos cambios ejercen una importante influencia sobre la modificación del yo y superyó en la adolescencia y, en consecuencia, sobre los sentimientos y formación de la identidad. Si el niño se siente culpable y avergonzado de· sus eyacu- 1 laciones, se siente ciertamente orgulloso algunas veces del remarcable rápido crecimiento de su cuerpo y pene. Él espera ansioso la aparición de los caracteres sexuales secundarios, del vello pubiano, del bigote, del cambio de la voz, que generalmente aparecen algunos años después del comienzo de las eyaculaciones. Pero, cuando estos cambios llegan, pueden nuevamente provocar vergüenza más que sentimiento de orgu· llo. En las niñas, la vanidad del crecimiento de sus pechos, ,r de su vello pubiano y axilar, y el der,arrollo de las curvasl: femeninas está por años asociado frecuentemente a sentimientos de vergüenza. Aparentemente, tales 5entimientos son par-, ticularmente causados por el "erotismo del pezón", cuya im-J portancia fue remarcada recientemente por Sarlin ( 1963). Además, la aparición del acné, que tan a menudo persigue a los adolescentes de ambos sexos, puede reforzar la tendencia ó a reacciones de vergüenza. Nuevamente, tales reacciones de vergüenza pueden encubrir conflictos de culpa, debido a quei las erupciones cutáneas pueden ser com,ideradas como resul-f tado de la masturbación. Los notables cambios en la apariencia general transforman, en pocos años, un tosco,_des(!liñado y torpe niño, en.un fuerte y esbelto joven, y a una niña "patito feo", casi de un día para el otro en una atractiva, aplomada y encantadora. joven mujer. Pero unido a los signos fisiológicos de maduración sexual, estos continuos cambios corporales, confundirán o confirmarán, alternativa y periódicamente, los sentimientos de identidad del adolescente. Ellos serán lentamente aceptados hasta el grado en el cual los problemas narcisistas e ins· tintuales de este período encuentran una solución. Esto nos 174

IDENTIDAD Y RELACIONES CON EL SEXO OPUESTO

lleva a las relaciones entre los sexos. Ustedes recordarán mis acotaciones sobre las actitudes "antiniña" que presentan los varones durante los años de latencia, actitudes éstas que pueden tornarse aún más pronunciadas durante la prepuber· tad. Se pueden demostrar muy bien con el ejemplo de un niño llamado Kenneth. En la prepubertad fundó un "Club contra las niñas" para varones, quienes, abandonando la compañía de ellas, estaban ocupados en inventar bromas que las enojarían o atemorizarían. Cuando uno de los miembros era visto en compañía de una niña, era castigado o expulsado del club. Una característica de Kenneth en este período era el rechazo completo que experimentaba por su hermana menor, quien lo quería, admiraba y galanteaba constantemente sin éxito. Recién cuando, al final casi de su adolescencia se enamora de una muchacha," comienza gradualmente a aceptar a su hermana y a desarrollar una buena relación con ella. Sin embargo, s la pobre niña rechazada se le hace difícil ahora vencer sus inhibiciones y sus actitudes masoquistas trhacia los muchachos. A pesar de que la pubertad y adolescencia de Kenneth presentó problemas poco usuales, la transición, especialmente en niños, entre la agresividad y comparativa indiferencia hacia el sexo opuesto durante la latencia y prepubertad, y el momento en el que comienza el interés erótico es siempre difícil. Todo el período de la adolescencia abunda con conflictos de ambivalencia y sexuales, con ansiedades y luchas . narcisistas que se expresan por el "acting out" sexual y agresivo del joven y en su vacilante conducta hacia el propio sexo y ·el opuesto. Ampliaremos los comentarios sobre estas dificultades cuando hablemos del superyó y su modificación en la adolescencia. En este momento sólo quiero hacer notar las diferencias entre la conducta y el "acting out" sexual de los adolescentes de ambos sexos. He hecho referencia anteriormente a la frecuencia con que se encuentra el juego homosexual en los varones. En las niñas, las fantasías masturbatorias y los "choques" hornose-

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xuale~ son más comunes que esas actividades en sí, hasta el ,momento en el que las relaciones psicosexuales entre los sexos se establecen. En esta etapa, los peligros tales como el embarazo ilegal, la promiscuidad y enfermedades venéreas pueden rápidamente ser resguardados por un escape hacia fantasías incestuosas regresivas. En cuanto a los deseos incestuosos, encontramos, nuevamente, más "acting out" en varones que en mujeres. Mientras que pacientes mujeres recuerdan generalmente fugaces fantasías y sueños incestuosos durante la adolescencia, muchos de mis pacientes hombres atentaron, cuando adolescentes, seducir a sus hermanas mayores o menores con la exhibición de sus penes. Es interesante recalcar que en todos estos casos las hermanas ignoraron la seducción; pero algunas de ellas respondieron inmediatamente haciendo ostentosos llamados telefónicos a sus novios. De observaciones como éstas o similares uno puede inferir que muchos adolescentes varones tienden a protegerse de la amenaza de una relación heterosexual real, por un vuelo regresivo hacia formas más o menos infantiles de conducta incestuosa, mientras que las mujeres, en contraste, se resguardan de estas tentaciones incestuosas escapando en coqueteos y conquistas de otros muchachos. En estas relaciones, las niñas se sienten mejor protegidas que los varones por el miedo a la desfloración, enibarazo y a convertirse en una mala mujer. En general, el reavivamiento de su conflicto de castración infantil al comenzar la menstruación y la frecuente sustracción de las catexias narcisistas de los genitales causada originalmente por este conflicto, fortifica las defensas sexuales de las niñas, pero tienen un progreso más rápido en sus relaciones emocionales con el otro sexo, en comparación con los varones. Su posición femenina, que prohíbe los avances sexuales agresivos y directos, refuerza aún más su control instintual. Por lo tanto es generalmente la mujer quien establece los definidos límites para la agresión sexual del varón. Esto, ' eventualmente, obliga a muchos adolescentes varones de la clase media a ejercer el campo de la experimentación sexual 176

IDENTIDAD Y RELACIONES CON EL SEXO OPUESTO

-en forma más o menos indeseada- con prostitutas o con muchachas fácilmente asequibles para tal papel. Una relación sexual completa con mujeres del mismo nivel social se desarrolla, en una cierta parte de la población, sólo al final de la adolescencia. Hasta ese momento las relaciones entre ambos sexos quedan generalmente limitadas a las "caricias" y "besuqueos'', y en ambos, tanto las relaciones emocionales como físicas sirven más a las metas narcisistas de agresión sexual y a la autoafirmación emocional, que ar logro de un placer genital completo, y al desarrollo de relaciones amorosas más profundas. Como veremos, esta prolongada fase de aumentado narcisismo desempeña un papel importante en la construcción del yo y en el remodelamiento del superyó en la adolescencia. Y a he afirmado que las niñas maduran emocionalmente en forma más rápida que los varones. También he hecho mención al rápido cambio hacia la posición femenina que aparece frecuentemente en la pubertad. Posteriormente, se establece en ellas a menudo una rápida transición emocional qesde los objetos de amor incestuosos hacia los exogámicos. Ansiosas de establecer una relación más emocional que sexual con los varones en la temprana adolescencia, ellas pueden sentirse preparadas para el matrimonio y para tener hijos ya a los 18 años. Pero si se casan a esa edad pueden elegir figuras parentales (o de hermanos mayores) más frecuentemente de lo que lo hacen los varones. Algunas veces, el rápidÓ avance de la maduración psicosexual en las niñas puede deberse a las enormes inhibiciones o limitaciones en cuanto a sus intereses intelectuales y elecciones vocacionales. Pero el factor más importante sería la tremenda necesidad que ellas tienen de un abastecimiento narcisista por los hombres, originada por las injurias narcisistas del pasado. Además, la tempestuosidad del deseo por un hijo, que torna impulso del pasado conflicto de castración, se combina con las previsiones y temores de las relaciones sexuales extramaritales para propulsarla hacia un casamiento prematuro. El casamiento aparenta ser con-

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.veniente desde que promete seguridad tanto emocional como material. Consideraciones opuestas hacen que el adolescente varón se aleje de la idea de un casamiento prematuro ya que las cargas financieras que esto implica pesarían principalmente sobre sus hombros, posiblemente a expensas de su desarrollo \ ocacional, intelectual y cultural y de su carrera. Especialmente por esta razón, los matrimonios contraídos antes del final de la adolescencia no son en general demasiado duraderos. En la mayoría de tales casos son los jóvenes maridos quienes se quejan de haherse comprometido en forma demasiado prematura a las responsabilidades maritales, y son ellos quienes quieren escapar de ellas. Esto concluye mis muy esquemáticos comentarios sobre aquellas experiencias y eventos sexuales presentes en la adolescencia que son _pertinentes a los problemas que estamos discutiendo. Lo que el desarrollo instintual del adolescente demuestra en forma tan evidente es el punto sobre el cual quise llamar especialmente la atención. Muestra cómo, al escalar la tortuosa escalera hacia la adultez, pareciera experimentar en cada nuevo paso ansiedad, confusión, desorganización, y un retorno a posiciones infantiles seguidas por una propulsión y reorganización hacia niveles más avanzados y más adultos. Tal es procesos pueden ser observados en cualquier etapa del desarrollo. Pero durante el dramático período de la adolescencia podemos ver lo que Hele Deutsch ( 1944) describió como un "choque" entre fuerzas progresivas y regresivas. Este choque lleva a una amplia disolución temporaria de las~. viejas estructuras y organizaciones, juntamente con la formación de nuevas estructuras y el establecimiento de nuevos órdenes jerárquicos en los que las formaciones psíquicas tempranas asumen definidamente un papel subordinado, mientras que las nuevas adquieren y mantienen predominancia. La propensión del adolescente a rápidas regresiones temporarias recurrentes en todas las áreas y sistemas, son obviamente el resultado del asalto de su yo por fuerzas instintuales omnipo-

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IDENTIDAD Y RELACIONES CON EL SEXO OPUESTO



tentes. Estando él mismo comprometido a continuos cambios y crecimientos, el yo está ciertamente sujeto a la reinstalación de posiciones pasadas antes de que pueda hacer frente a la formidable tarea de encontrar nuevos caminos para el control instintual, y para las descargas, que ayudan al adolescente no sólo a abandonar sus ataduras infantiles, sino también a ganar el grado óptimo y socialmente permisible de libertad emocional e instintual necesario para la construcción de relaciones personales y sexuales adultas.

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11 Los conflictos instintuales y· emocionale~ del adolescente y el TemÓdelamiento y crecimiento de sus estructuras psíquicas

Sabemos que durante la lucha adolescente las defensas establecidas en la latencia, son tan golpeadas que se pueden quebrar parcialmente bajo el efecto de los impulsos instintuales. ¿Cómo se maneja el adolescente para reconstruir, reorganizar y resolidificar su sistema de defensa? En este momento sería beneficioso comparar la situación en' la adolescencia con el período de la infancia cuando pasa a través del conflicto edípico. El niño edípico tiene que reprimir sus impulsos hostiles y sexuales en favor de las ataduras afectivas con sus padres y, en la adolescencia, el proceso de maduración sexual lleva a un reavivamiento temporario de las tendencias instintuales preedípicas y edípicas, reviViendo de esta manera la lucha infantil. Pero ahora, los deseos hostiles y sexuales incestuosos deben ser finalmente abandonados. Además, las ligaduras afectivas que el adolescente tiene con sus padres deben también haber cedido lo suficiente como para garantizar su futura libertad para la elección de objeto y para permitirle una sólida reorientación hacia su propia generación y una normal adaptación a la adulta realidad social. Ésta es la causa de sus reacciones de pesar, que no tienen paralelo en la infancia. Lo que hace esta tarea emocional aún más difícil es el hecho de que implica, además, un definido y final abandono de la dependencia práctica y emocional con 181

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sus padres. Freud ( 1905), consideró esta separación de la autoridad paterna como uno de los más significativos, pero también uno de los más dolorosos logros psíquicos. En efecto, el adolescente pronto "se hará mayor" alcanzando, por lo tanto, el punto del cual no puede regresar e indica que la sociedad lo considera capaz de ser su propio dueño. A pesar de que la dependencia práctica puede extenderse hasta la segunda década, y aún más, este paso significa que la última fase en la solución de los conflictos edípicos debe también traerle una liberación final de los lazos simbióticos con la familia. Su liberación es necesaria para el final establecimiento de la autonomía e independencia de su yo y superyó, y es característica de este período tan importante de la formación de la identidad. La lucha del adolescente puede complicarse aún más, por discrepancias en el concomitante y rápido crecimiento del yo que no siempre está aparejado con el desarrollo instintual. Volveré sobre este problema más adelante. La formación del superyó asiste al niño para la solución de sus conflictos edípicos y de ambivalencia, y lo capacita para alcanzar una cierta independencia de las influencias culturales y sociales externas, aun en esa temprana etapa. En el adolescente no se originan nuevos sistemas psíquicos de sus esfuerzos para separarse de sus objeto::; infantiles de amor; sin embargo, sus luchas por la madurez y liberación de los lazos familiares se apoyan ciertamente sobre las modificacio- :1X nes y las nuevas f,ormaciones estructurales que se desarrollan,. ,· en su yo y superyo. Por supuesto, ya sabemos que, durante la adolescencia, el superyó se reajusta y consolida, pero ¿qué es lo que implica precisamente este proceso de consolidación? La necesidad del restablecimiento del sistema de defensa ya ha sido mencionado. Sin embargo, tal reorganización de las defensas presupone y depende, ciertamente, del amplio remodelamiento del sistema superyoico. Desde que el superyó se construye en virtud de identificaciones parciales con imágenes parentales idealizadas, con estándares, demandas y prohibiciones parentales, 182

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esta pregunta nos lleva nuevamente al problema de las identificaciones. He puntualizado que, en la medida en que las identificaciones adquieren funciones defensivas, permiten al niño tolerar y aceptar las frustraciones instintuales, la deprivación emocional, y aun la pérdida objetal, y que ·se originan, al menos parcialmente, en re1cción a tales experiencias. De este modo, podemos fácilmente inferir que el adolescente, que ahora debe abandonar definitivamente sus objetos de amor edípicos, alcanzaría esto principalmente por medio de identificaciones con ellos aún más poderosas en su superyó. Pero lo que en verdad sucede es mucho más complicado. En este momento debemos recordar que las identificaciones se originan en la firme dependencia psicobiológica que tiene el niño con sus padres, y que la formación de su yo infantil descansa sobre estas identificaciones. "Cuantp más débil es el yo del niño", dice Helene Deutsch ( 1944), "más -1 recurre a las identificaciones con los adultos para su adaptación al mundo adulto" (pág. 7). Pero hasta su adolescencia, aún el niño con fuerza yoica normal, aprende a adaptarse a la sociedad -y a la realidad en general- más por medio de su íntima relación e identificaciones con los pad!es y fi- · guras parentales que por el contacto directo e inmediato con;;;,,· ella. Estas identificaciones, hasta que el yo ha madurado Y'"'j ha establecido su independencia y autonomía secundaria, deben sin embargo perder una parte esencial de su función. Por esto, deben originarse contradicciones entre la necesidad del adolescente de hacer frente a la pérdida de sus objetos de amor infantiles fortificando las identificaciones con ellos, y . el hecho de que estas identificaciones se tornan cada vez más dispensables. En cuanto al superyó, debemos tener en cuenta que, en comparación con la situación existente durante la etapa edípica, sus metas y funciones dt:ben sufrir importantes cambios, al menos en cuanto al sexo. Durante el período infantil de 183

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la fon~ación del superyó, el niño generalmente resuelve su conflicto edípico con la ayuda de defensas que lo capacitan para reprimir e inhibir sus prohibidos impulsos instintuales hasta el punto de un cierto renunciamiento a las actividades sexuales en general. En la adolescencia, el superyó debe una vez más, reforzar el tabú al incesto, y al mismo tiempo debe abrir las barreras de la represión y levantar la carga de las contracatexias; debe harerlo en forma suficiente como para guiar al adolescente en su camino hacia la libertad sexual del adulto y hacia la madurez de las relaciones personales y amorosas. Estas metas contradictorias están reflejadas en las vicisitudes y reorganización de sus relaciones objetales e identificaciones, y en consecuencia en los cambios que el superyó, el yo y el ello sufren en el curso de la adolescencia. Sin embargo, antes de examinarlos debo primero subrayar ciertas reservas en cuanto a mis afirmaciones anteriores. Cuando observamos que las identificaciones del adolescente con sus padres pierden algo de su importancia, o cuando hablamos de su pesar por la pérdida del objeto de amor incestuoso, debemos agregar inmediatamente que la ruptura final de los lazos edípicos, el establecimiento de nuevas relaciones objetales, y los procesos de formación de nuevas estructuras y la reorganización durante la adolescencia tienen éxito sólo si no disminuyen las investiduras libidinales o no erradican las identificaciones del pasado. Ellos sólo las reducen y desplazan hacia nuevos objetos, cambian sus cualidades, y las subordinan a nuevas ataduras, y parcialmente a nuevas identificaciones (A. Katan, 1937). Enfocando este problema desde el punto de vista estructural, el superyó no puede ser remodelado, reorganizado y consolidado, y no pueden construirse o integrarse nuevas relaciones personales y sexuales, nuevas estructuras y funciones yoicas, a menos que se les permita a estas nuevas formaciones crecer orgánicamente sobre aquellas del pasado. En efecto, la :;,obrevida en los adultos de relaciones no ambivalentes y de ciertas identificaciones fundamentales con sus padres, pueden ser usadas casi como 184

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evidencia de que en su adolescencia estos individuos han podido renunciar a sus deseos infantiles, y romper los lazos simbióticos con la familia. En la publicación a la que he aludido previamente, Anna Freud ( 1958), describe varios medios empleados por el adolescente en su tentativa para romper sus ataduras familiares, puntualizando, además, las serias implicaciones de una "pérdida interna" de sus objetos de amor infantiles en esta etapa. En el capítulo 12 discutiré brevemente la seria patología que se desarrolla cuando el adolescente sustrae permanente· mente catexias de sus objetos de amor infantiles debido a que no puede, de otra manera, dominar sus excesivamente poderosos conflictos con ellos. Aquí yo quiero simplemente poner de reli~ve que en este caso pueden ocurrir procesos de regre· sión profunda en todos los sistemas en forma persistente o aún irreversible. Estos procesos resisten los frenéticos esfuerzos del adolescente para reemplazar los objetos de amor infantiles por nuevas personas, y de construir relaciones y tipos reactivos de identificaciones con estas últimas. Posterformen· te el desarrollo del adolescente puede ser detenido. Tanto las funciones del superyó como las funciones del yo pueden desintegrarse y provocar una seria y confusa sintomatología. Si el cuadro clínico sugiere una psicosis, puede presentar dificultades para el diagnóstico diferencial: en jóvenes constitu· cional y ontogenéticamente predispuestos a la psicosis, la inestabilidad psicofisiológica de este período y la proclividad adolescente para la recurrencia de proíundas regresiones son, en verdad, aptas para el establecimiento de procesos psicóticos verdaderos. De cualquier manera en adolescentes con disturbios tan groseros podemos encontrar profundos problemas de identi· dad objetivos y subjetivos que sobrepasan los límites de los que observamos comúnmente en la adolescencia. Sin embargo, es de importancia que, aún dentro del margen de un desarrollo normal, los adolescentes pueden pasar a través de períodos transitorios de retra:miento narcisista hasta el punto 185

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de una real pérdida de objeto "interna" y pérdida de la identidad. Lo decisivo es más la reversibilidad de 'tales estados que su breve duración. Normalmente son seguidos por el re· torno al mundo objetal y por una renovada progresión. Enfocando ahora las vicisitudes específicas de las identificaciones del yo y superyó del adolescente, nos damos cuenta que, antes que nada, el paso probablemente más incisivo y difícil es el gradual establecimiento de firmes y nuevas identificaciones con los padres como personas sexualmente activas, que le darán finalmente, también, el derecho de participar en actividades sexuales y adultas de otro orden. No es sorprendente que est¡i.s identificaciones, que eran inaceptables en el pasado, se tornen sintónicas con el yo en forma completa y adquieran dominancia sólo en grado en el cual el yo y superyó se hayan reconstruido y consolidado, y alcancen un nuevo nivel de fuerza, autonomía y madurez. En efecto, estas identificaciones, que abren las puertas para la libertad sexual adulta, solo gradualmente forman parte integral de las identificaciones con los mayores, siempre en aumento del adolescente, en todas las áreas del yo que se desarrollan bajo la influencia de nuevas o modificadas identificaciones del superyó. Esto lleva a los cambios que los códigos morales del superyó sufren en el curso de la addlescencia. Simplificando el problema en forma considerable, yo definiría estos cambios de la siguiente manera. Mientras que en la infancia la voz del superyó decía: "Si te identificas con los estándares morales, demandas, y prohibiciones parentales, te será otorgado el placer sexual en el futuro adulto", debe ahora trasmitir: "Te es permitido gozar de la libertad emocional y sexual adulta y de la libertad de pensamientos y actos hasta el grado en el cual renuncies a tus deseos instintuales infantiles, cedan tus ligaduras infantiles y aceptes las responsabilidades y estándares étic:os adultos". El adolescente es de esta manera confrontado con la compleja y confusa labor de atenuar las idealizadas imágenes parentales sexualmente prohibitivas, de reconciliadas con los conceptos reales de 186

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padres sexualmente activos y permisivos, y al mismo tiempo, a construir un nuevo conjunto de estándares éticos y morales basados en un firme restablecimiento del tabú al incesto. Nos damos cuenta que esto presupone cambios importantes en el contenido y cualidad del ideal del yo y del superyó, cambios éstos que no sólo son el resultado de procesos de identificación, sino que, como lo mostraré luego, eventualmente toman fuerte apoyo en las nuevas formaciones estructurales del yo en vías de madurez y autonomía. En la discusión precedente sobre la formación del superyó, en la Parte II de este volumen, ya he puntualizado que las contradicciones en los estándares y actitudes parentales, o entre la atmósfera educacional de la casa y de la escuela, puede interferir con el establecimiento de consistentes identificaciones del yo y superyó y crear tempranos problemas de identidad, que pueden adquirir un peligroso ímpetu durante la adolescencia. Estos peligros se pueden conectar con los cambios que el superyó debe sufrir durante este período. Desde que los procesos que fomentan estas transformaciones implican una reconsideración e integración de metas y direcciones muy opuestas y de identificaciones muy contradictorias, deben debilitar temporariamente tanto al superyó como al yo, aún en el adolescente normal cuyas estructuras psíquicas descansan sobre una sólida base. El fracaso en la resolución de esta contradicción se torna evidente en mtlchos de nuestro::; pacientes, cuyos absurdos conceptos de volverse adultos pueden variar desde la fantasía de que crecer significa lograr una completa libertad instintual, hasta la idea de que significa un completo renunciamiento instintual. De este modo, no me sorprende que, por un corto o largo período, estos procesos de transformación causarán serias fluctuaciones en las funciones del superyó y en la conducta del adolescente, y trastornan no sólo la relación con sus padres sino también la que tiene con sus objetos en general. Luchando por una liberación parcial de sus represiones, el adolescente sufrirá de serios conflictos sexuales, narcisistas y de ambivalencia 187

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que se tornarán manifiestos en sus actitudes ha.cia las personas de ·ambos sexos. Durante esta lucha, a la que me he referido en el capítulo 10, su yo experimentará crecientes presiones del superyó y del ello y puede, alternativamente, someterse al superyó o rebelarse activamente en contra de él y, derribándolo, unir sus fuerzas con el ello. Períodos más o menos tormentosos de "acting out" agresivo y sexual y de aumento narcisista pueden alternar con períodos de arrepentimiento, de ideales ascéticos, de conducta moral estrictamente abstinente, y a menudo de sentimientos de inferioridad, vergüenza y culpa. De este "acting out", tenemos la impresión que el desarrollo sexual psicofisiológico, que se acompaña de rápidos y visibles cambios corporales y un concomitante crecimiento mental del yo, crean una tremenda cantidad de energía psíquica excedente: esta energía tiende a alimentar y a liberar no sólo los "impulsos hostiles y sexuales, sino también las ilimitadas tendencias narcisistas que han sido alguna vez absorbidas por la constitución del superyó. En efecto, en la medida en que se sustrae de sus objetos de amor infantiles, el adolescente pasa a través de un prolongado estadio de gran envolvimiento con metas narcisísticas y preocupaciones a expensas, temporariamente, de las verdaderas metas dirigidas al objeto. Anna Freud (1936) y Helene Deutsch (1944), han comentado sobre esta intensificación del narcisismo en la adolescencia. Como veremos, sin embargo, en el desarrollo normal, esto finalmente toma un importante territorio para el yo y las relaciones objetales. Lo que le da un colorido especial a las vacilaciones y "acting out" del adolescente es el drástico restablecimiento de las defensas originadas por la necesidad de controlar las crecientes demandas de las fuerzas instintuales. Sería interesante estudiar en forma precisa qué cambios sufre la organización defensiva bajo estas circunstancias. Pero este problema tiene sólo una relación periférica con mi tópico y nos desviaría demasiado de lo que estamos tratando. Sería suficiente aquí hacer mención de las características 188

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regresivas de las operaciones defensivas causadas por el colapso parcial y tran&itorio del superyó y las barreras represivas. Al tratar de proteger sus tan poderosas tendencias instintuales, el adolescente puede nuevamente recurrir a sus · defensas primitivas, tales como la negación, y a aquellos mecanismos infantiles de introyección y proyección. O puede intentar resguardar sus impulsos sexuales mediante la agresión, o escapar de lo genital a lo pregenital,--de m.;tas agresivomasculinas ·a las pasivo-femeninas, y de actividades o ligaduras heterosexuales a homosexuales narcisistas, volviendo nuevamente de objetos de su edad a personas mayores, y aún a objetos incestuosos, y a la situación inversa. Por esta razón, el adolescente puede desarrollar alguna:; formas de conducta que pudieran sugerir una psicopatía o aun una psicosis. En rn lucha por la reconciliación entre las metas contrarias del superyó y del ello, el adolescente puede encontrar ayuda de personas fuera de su familia (o también de grupos religiosos, políticos o sociales), quienes en esta fase se prestan más que los padres para las repersonificaciones reproyecciones tanto del superyó como del ello. Mujeres y hombres puros y santos, o seductores y crueles, pueden de esta manera, ser alternativamente admirados o emulados, despreciados u odiados, por representar 1as propias tentaciones y ambiciones sexuales del adolescentes, o la virtud, humildad y castidad que él busca. Pero esto no es todo. Cuando observamos aquellas personas a las que los adolescentes glorifican, :veneran y emulan, o sólo imitan por cortos o largos períodos, también nos damos cuenta que los esfuerzos para remodelar el ideal del yo y el superyó llevan a un intenso revivir de los precursores superyoicos infantiles y de los valores que expresan placeres egoístas y metas de poder pregenitales y fálico-narcisistas, más que metas morales. En efecto, los héroes o heroínas del adolescente pueden atraer su atención debido a su fuerza física o atractivo, o debido a sus éxitos sexuales o su encanto social, riqueza, carrera, e importancia en el campo del deporte, arte o ciencia, de los negocios, e incluso de la política

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Ó el crimen. No es raro que el adolescente glorifique a prostitutas o a gangsters y, algunas veces, desafortunadamente, siga sus líneas. 1 Además, su admiración por tales personas o grupos, o los valores que ellos representan, pueden expresarse por transitorios pero intensos "choques" homosexuales o heterosexuales, que tienen frecuentemente un tinte sadomasoquista.

Estos fenómenos revelan que la relación entre el yo y el superyó puede tornarse, temporariamente, desinstintualizada· y repersonificada y que el ideal del yo puede ser parcialmente reemplazado por imágenes deseadas del self y del objeto, seu- .. doidealizadas, que pueden desempeñar un papel principal en las ensoñaciones diurnas del adolescente y son la representación de sus crecientes tendencias agresivas y narcisistas sexuales. A menudo, la conducta y actitudes egocéntricas del adolescente, y su gran preocupación por los valores, intereses y placeres que sirven más a las metas instintuales narcisistas (intereses del self), que a aquellas dirigidas verdaderamente al objeto o metas del superyó, aparentarán ser superficiales, irresponsables y peligrosas a los ojos del espectador adulto, quien no tien~ suficiente conciencia de su significado en la reconstrucción del superyó y del yo adolescente. Es verdad, por supuesto, que la fascinación que el adolescente tiene por estos seudoideales y sus "actings out" pueden, frecuentemente, tener muy tristes resultados. Pero mientras se mantengan dentro de los límites normale8, la temporaria eflorescencia de tales ambiciones e intereses "mundanos". indican el progreso del proceso de maduración instintual, físico, mental e intelectual. Esto tiene en verdad un efecto muy estimulante sobre el desarrollo del yo. El resultado final es una modificación gradual del superyó, con un parcial desplazamiento hacia el 1 Desde que la guerra moviliza tanto tendencias sádicas como narcisísticas, las permite y aun glorifica mientras sirvan a la idea nacional, no es sorprendente que las guerras sean seguidas regularmente por un aumento en la delincuencia juvenil.

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yo de las funciones superyoicas. Esto se manifiesta en la lucha adolescente con su problema de autoestima, que su gran preocupación por los valores de estas nuevas metas, agranda y extiende desde la esfera moral a todos los campos de logros físicos, intelectuales, sexuales y sociales -.-una lucha que puede ganar o perder. Para entender estos problemas, debemos tener en cuenta que el rápido crecimiento y cambio del adolescente necesita un continuo reajuste de sus representaciones del self. Esto hace extremadamente difícil la prueba de su momentánea" realidad corporal y psíquica, y aún la de sus potenciales mentales y físicos. Por esta razón, no nos sorprende que los conflictos de ; inferioridad y v~rgüenza hagan su aparición en esta etapa, . · unidos a los dolorosos conflictos de culpa, dejando ver así la cualidad sádica que el superyó adquiere temporariamente. Los conflictos de inferioridad y vergüenza del adolescente revelan que sus vacilaciones en la autoestima se originan no sólo de conflictos morales, sino también de conflictos narcisistas más primitivos: discordancias entre las imágenes de la poderosa, encantadora, brillante, sofisticada o "crecida" persona que él quiere ser y, algunas veces cree que es, y el innegable aspecto físico y mental de inmadurez, inestable entre dos mundos, que realmente es. La mezcla entre los conflictos morale3 con aquellos de vergüenza e inferioridad es la responsable de las fluctuaciones en su sentimiento de identidad. Desde c:ue estos conflictos narcisistas más primitivos, inducidos por las temporarias regresiones y la resultante desorganización de las estructuras psíquicas, causan no sólo la pérdida de la estima moral sino la pérdida total de la autoestima, pudiendo también expandir sus temores de castración y mora· les a temores regresivos de pérdida total del self. Los conflictos de inferioridad y vergüenza del adolescente pueden, frecuentemente, oscurecer o enmascarar sus conflictos de culpa, pero también podemos observar lo contrario. En otros casos, como en el que hemos hecho referencia en el Capítulo

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9, los. conflictos de culpa pueden alternar e interactuar con los de inferioridad y vergüenza. Todos ellos pueden atenuarse en la medida en que el creciente yo del adolescente pue~a dominarlos. · Es característico, que varones o niñas, en el final de la adolescencia, se preocupan, simultánea o alternativamente, . 1es" y " metas mun danas " gran depor p l aceres " superf.icia mente valoradas, por interrogantes en cuanto a apariencia, maneras y conducta formal, y por muy serios problemas éti~os e intelectuales. En todo esto pueden, de reperente, tomar un apasionado interés y una franca posición, que luego de algún tiempo es dejada de lado y reemplazada por otra. Anna Freud (1936), ha descrito muy bien estos problemas. Los esfuerzos realizados por los adolescentes para formar y formular opiniones, ideas e ideales propios, llevan gradualmente al desarrollo de lo que nosotros llamamos un W eltanschaurmg. Es importante destacar que este término se refiere simplemente a la forma en que "vimos el mundo", que ciertamente concierne al yo. En efecto, nuestro W eltanschauung abarca un campo mucho más amplio que nuestros principios morales. Ello incluye y determina nuestros valores, ideas y ! estándares éticos, pero también se extiende a nuestras opiniones sobre la naturaleza y cultura y sobre problemas sexuales, sociales, raciales, nacionales, religiosos, políticos e intelectuales en general. El desarrollo de un W eltanschauung en la adolescencia in- 7 dica, en verdad, que el yo y su proceso de pensamiento preconsciente y consciente pueden comenzar gradualmente a ejercer una considerable influencia tanto sobre el superyó como sobre el ello. Esto nos retrotrae brevemente a las identificaciones del superyó. La evolución de un W eltanschauung se basa en el establecimiento de identificaciones con las figuras parentales reales, quienes dentro de ciertos límites, no sólo otorgan libertar instintual y emocional, sino también libertad de acción. Pero esta libertad de pensamiento tiene un curioso

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efecto dual sobre la posterior remodelación de los sistemas psíquicos. Y a he hablado de la inclinación que tiene el adolescente a adorar, idealizar y a identificarse con personas nuevas, que son mucho más adecuadas para tales propósitos que sus padres. Sin embargo, en la medida en que sus procesos de pensamiento maduran y se liberan él irá progresivamente buscando la compañía de personas y uniéndose a grupos sociales, deportivos, políticos, culturales y religiosos que estimularán sus propios pensamientos y compartirán, o le proveerán de nuevas ideas, puntos de vista e ideales, que reflejarán la tendencia ideacional de "la nueva generación". Cualesquiera sean estas tendencias. aún las extremistas u opuestas a las opiniones de los padre~ y a las aprendidas en la escuela, desarrollarán, sobre estas avanzadas bases, nuevas y potencialmente· valiosas identificaciones personales y de grupo. Ellas serán las que finalmente darán punto de apoyo para la reintegración del superyó y de aquellas defensas del "' yo que restringen y limitan las libertades adquiridas en el curso de la adolescencia. Por otra parte, sin embargo," la liberación y maduración del pensamiento traen una reducción aún mayor del papel de las identificaciones en la medida en que favorecen y reflejan- el establecimiento final de la autonomía del yo y superyó del adolescente. Esto último, eventualmente otorga un mayor grado de libertad, no sólo de las influencias externas (parentales, personales, sociáles y culturales) , sino también de las presiones internas ( instintuales t y del superyó). ~Durante muchos años encontraremos también una inequívoca evidencia de la situación inversa: que tanto el ello como el superyó, a su vez, encuentran las puertas abiertas entre sí: y con el yo, y toman, de esta manera, un fuerte basamento en los procesos del pensamiento. En efecto, el superyó y el ello pueden infiltrar el yo de tal manera que el W eltanschauung represente no más que una racionalización de cada uno de ellos o de ambos. Quisiera hacer referencia nuevamente a los puntos de vista de Anna Freud (1936) y también

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a la conferencia de Heinz Hartmann con motiv'o del Aniversario de Freud ( 1960), que son altamente pertinentes a los problemas que estamos tratando. De este modo, la filosofía de la vida de un adolescente puede vacilar por largos períodos en forma casi absurda entre tendencias opuestas, que dependen de la influencia predominante del superyó o del ello sobre su pensamiento. En un momento es capaz de sorprender a sus liberales padres y maestros con opiniones conser· vaderas, puritanas o reaccionarias sobre asuntos políticos, sociales o morales; algunos meses después, los sacudirá con convicciones revolucionarias y hedonísticas, mostrando así la necesidad de racionalización," justificación, y glorificación de sus irrepresibles instintos y e§!OÍsta conducta y deseos. Al tratar el ascetisismo adolescente. Anna Freud ( 1936) puntualizó que su alejamiento de la familia parece extenderse a las actitudes del yo hacia el superyó, que es tratado como si fuera el prohibido objeto de amor incestuoso. Esto es cierto, pero nosotros podemos ampliar nuestro entendimien· to tomando, además, en consideración que si estas actitudes defensivas del yo hacia el superyó son parte de la desespe· rada lucha del adolescente por su libertad e individualidad, y de este modo la expresión de la rebelión del yo a someterse a cualquier tipo de autoridad o influencia, ya sea desde fuera o desde dentro. En efecto, durante los períodos de ascetismo como en las etapas en que el adolescente profesa filosofía hedonística, repersonifica y trata a cualquier parte del self --esto es, no sólo el superyó sino también el ello--, como si fueran poderosos objetos de amor infantiles, de cuyas influencias seductoras y prohibitivas el yo debe escapar, y desembarazarse. Obviamente, durante tales períodos, el yo retoma las tempranas defensas infantiles, tales como aislamiento, negación y proyecciones groseras, más que la represión, para protegerse de las avasallantes presiones del ello y del superyó, Jacobson (1957). Así puede suceder que las opiniones del adolescente, cualesquiera ellas sean en ese momento, se tornen extraña-

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mente inconexas, de sus conflictos de culpa imtintuales y de su conducta, que puede en verdad revelar ya sea la irresistible fuerza de su ello o el sádico poder del superyó, cuyas influencias sobre el yo no pueden ser toleradas. Duranteesta etapa de transición el adolescente es naturalmente apto para emplear representantes externos cuya filosofía puede aceptar, copiar u oponerse temporariament~; puede asimismo, insistir en que sus opiniones no tienen ninguna influencia externa y reflejan su propio pensamiento independiente. En verdad, por mucho tiempo, puede no ¡,er capaz de aceptar más que la pretensión de independencia, que se mantiene por la ayuda de tales mecanismos de aislamiento y negación. En un medio adulto estas actitudes son, por momentos, especialmente exasperantes cuando el adolescente expone sus problemas a una abierta discusión con sus compañeros y algunas veces a violentas peleas con sus padres, maestros y algunas personas de autoridad. Es característico que en tales controversias, él siempre defenderá sus nuevas convicciones con el mayor vigor y, a menudo> con una actitud de superioridad y aún arrogancia hacia su oponente adulto. Esta conducta revela, en verdad, su latente inseguridad, sugestionabilidad y labilidad. No es sorprendente que concomitantemente con estos violentos comienzos de un W eltanschauung observemos, en tantos adolescentes, un florecimiento de sublimaciones y necesidad de actividades creativas que pueden desaparecer nuevamente luego de alcanzar la madurez. Anna Freud (1936), ha puntualizado que ese peligro instintual asegura el crecimiento de la inteligencia del adolescente como en el niño pequeño. Pero tengo la impresión que durante esta particular fase de la adolescencia, cuando el yo, el ello y el superyó se comunican tan libremente unos con otros se origina una similar situación dinámica, económica y estructural, que nos recuerda de muchas maneras algunos estados que encontramos en adultos creativos.

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Por supuesto, durante toda la adolescencia la organización p·síquica está en un estado de fluidez como nunca estuvo antes ni estará luego. Sin embargo, en este período de tremenda inflación narcisista e instinhial, cuando las defensas y las contracatexias no se han restablecido todavía, pero cuando los heroicos esfuerzos del yo por el liderazgo comienza a tener éxito, podemos ser testigos del desarrollo de un fluido interjuego del funcionamiento entre el proceso primario y el proceso secundario. Este interjuego parece favorecer especialmente una actividad creativa, intelectual o artística. El desarrollo de un consciente y efectivo Weltaschauung, provocado en un comienzo por el trastorno instintual de este período y por la necesidad de orientación y guía que el adolescente tiene en el amenazante mundo de los adultos, es por supuesto un proceso que ccmtinúa después de la adolescencia -verdaderamente durante toda la vida. No sería necesario puntualizar hasta qué grado el superyó y el yo ejercen su influencia sobre la filosofía de los adultos, y dan color aún, a sus convicciones científicas. Sin embargo, al final de la dolescencia, ocurre un lento pero inequívoco cambio de poder que es asumido por el yo, cuya nueva fuerza se :manifiesta por la creciente influencia sobre el ello y el superyó, causando así, una parcial reversión de la situación. El yo desempeña ahora el papel de un mediador activo. Emplea las tendencias mundanas del adolescente y sus identificaciones con las imágenes reales de los padres u otros "mayores" como una ayuda para el reajuste del superyó y sus códigos morales, pero contrariamente, le pide asistencia para la restricción del ello, para el desarrollo de metas yoicas maduras y para el logro de estándares adultos. La contribución del yo en la restauración del ideal del yo y el superyó, y para el concomitante freno de las excesivas expectaciones narcisistas e instintuales, tiende a unir lentamente las contradicciones entre sus tendencias morales y mundanas. En progresiva colaboración, el superyó y el yo, comienzan gradualmente a construir nuevos grupos de valores 196

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que les proveen de metas reales y consistentes directivas morales para el futuro. Este progreso se expresa, por su contenido, solidez de posición, punto de vista y juicio que los adolescentes exponen en variados temas intelectuales o del mundo en general y en la madurez, estabilidad y creciente efectividad de sus ideales, sus principios morales, y convicciones éti~s. En vista del papel del yo en el desarrollo de las escalas adultas de valores, podríamos preguntamos si no sería más correcto considerar el ideal del yo como una formación del yo, más que como una parte del sistema superyoico. Esto fue sugerido por Bing, McLaughlin, y Marburg (1959, pág. 26). Probablemente por iguales razones, Erikson (1956) también delimita al superyó del ideal del yo, al que considera como una formación más madura, mientras que no toma suficientemente en cuenta la alteración funcional y estructural, y el de todo el sistema superyoico durante la adolescencia. En mi discusión de los conflictos de culpa he puesto en evidencia que desde un punto de vista genético y funcional, la idea de separar el ideal del yo del superyó crítico y moralmente prohibitivo, no es en verdad factible desde que ellos representan una innegable unidad funcional que se origina y desarrolla como tal. Sin embargo, el razonamiento de Bing, McLaughlin y Marburg (1959) tiene algún mérito .. A pesar de que el ideal del yo se origina en las identificaciones del niño con las idealizadas imágenes parentales, no puede ser disociado de los cada vez más individualizados y conscientes conceptos de valores e ideales que se construyen durante y después de la adolescencia bajo la creciente influencia del yo autónomo. Creo que este dilema puede ser teóricamente resuelto si entendemos que, debido a la interacción entre el superyó y el yo, producido por el aumento de las identificaciones del yo con imágenes reales de los adultos y por el concomitante retroceso de las primeras en favor de procesos de pensamiento autónomo en general, el ideal del yo, en esta fase, une gra-

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PUBERTAD Y ADOLESCENCIA

dualmente los ·dos sistemas y puede finalmente. ser reclamado por ambos. En efecto, los estadios finales en el desarrollo del ideal del yo demuestran, claramente, la reorganización jerárquica e integración final de diferentes conceptos de valores, que se originan de ambos sistemas, en una nueva y coherente unidad funcional y estructural. Al mismo tiempo reconocemos que esta reconstrucción del ideal del yo puede proseguir solo actuando conjuntamente y en íntima relación con la remodelación de todo el sistema superyoico y de sus funciones críticas, directivas y de refuerzo, y con un correspondiente aumento de la capacidad del yo pai:a un. juicio crítico y para la autocrítica moral e intelectual. Evidentemente, la evolución final del ideal del yo como una coherente estructura de unión que conecta y pertenece a ambos sistemas, le permite gradualmente al yo apoyar, suplantar y suplementar las funciones del superyó. Subsecuentemente, bajo la influencia de su asistente, el yo, los métodos operativos del superyó se enriquecen y dotan de nuevas características individuales y de una variedad y flexibilidad que faltan en el superyó infantil. En la medida que el superyó regula todas las adaptaciones humanas y conductas sociales, y el yo autocrítico asisten a nuestra adaptación práctica de realidad y al dominio de realidad, la creciente armonía entre los estándares éticos y morales del superyó y las metas yoicas dirigidai;, a la realidad facilitarán, eventualmente, una deseada, suave e íntima colaboración entre el superyó y las correspondientes funciones yoicas a las que ya me he referido. Concomitantemente con este desarrollo, los temores del superyó y aquellos inducidos por los conflictos de inferioridad y vergüenza, son aminorados. se tornan menos sadicoarcaicos en cualidad y contenido, y serán reemplazados, al menos en parte, por una anticipación más real de peligro, como lo ha descrito Schur (1953-1958) en varios escritos. En el caso de un normal desarrollo, esto resulta en una mucho mayor habilidad del yo para hacer frente a los conflictos intrasistémicos e intersistémicos. 198

REMODELAMIENTO DE LAS ESTRUCTURAS PSiQUICAS

De este modo vemos que estas modificaciones de las estructuras y funciones del yo llevan, finalmente, a un notable reforzamiento de ambos sistemas. Esto capacita al yo para restablecer y solidificar su organización defensiva, a pesar de, y precisamente debido al hecho de que estas modificacio: nes resultan en el logro de la libertad instintual, la libertad de elección de objeto, de pensamiento, sentimiento y acción, y de una mayor libertad a las influencias externas y a las presiones infantiles del superyó v del ello. En efecto, todas estas libertades pueden ser alcanzadas sólo en la medida en que el superyó y el yo adquieren suficiente autonomía y fuerza para someterlas a las necesarias limitaciones y para establecer y mantener un estable y duradero sistema de control que esté de acuerdo con la realidad adulta. El tinte especial de los fenómenos emocionales y del humor del adolescente refleja los procesos que hemos estado tratando Evidentemente, las vacilaciones erráticas emocionales del adolescente son la expresión de su oscilación entre la temporaria desorganización, desneutralización y regresión de impulsos, que cauean una parcial disolución de las viejas estructuras psíquicas, y a la dramática progresión mental que lleva a la preponderancia de las fuerzas libidinosas y reneutralización de impulsos, y a una restructuración y -reorganización de los sistemas psíquicos. En el curso de estos vaivenes mentales, el adolescente estará repetidamente forzado a realizar paradas en varios y cambiantes niveles infantiles y a restablecer los primitivos tipos narcisistas de relaciones objetales e identificaciones, que pueden reanimar sus fantasías de fusión con los objetos (Gelerd, 1961). Cuando consideramos estos procesos con especial atención, entendemos que los estados de depresión y ela- · ción del adolescente pueden tener múltiples significados y causas muy variadas, implicando de esta manera una gran cantidad de conflictos y mecanismos. La infelicidad del adolescente puede expresar su pesar por el abandono que debe realizar de sus objetos y logros infantiles. Su tristeza puede teñirse de dolorosos anhelos debido a que no puede volver a &

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ellos ni alcanzar todavía los nuevos niveles de logros, investiduras personales y placeres. Puede deprimirse al no poder conseguir el arnor de la muchacha a la que galantea o por haber fracasado en su trabajo o en otros logros y se siente personal y físicamente inadecuado, intelectual y mentalmente inferior e inmaduro. Pero en otros momentos su depresión puede ser causada por conflictos de culpa, ya sea de origen sexual o debido a su desproporcionada y severa hostilidad. Su depresivo humor puede, en un momento, estar desprovisto de características regresivas, y en otros implicar un regreso a las posiciones homosexual o sadomasoquista, o ser la expresión aún de una profunda y hostil sustracción narcisista del mundo. Además, en favor de su crecimiento mental, el adolescente necesita períodos de tranquilo retraimiento e introspección, aun sin sentirse deprimido o solo; pero desea gratificarse en la. soledad y pensar en él mismo. La misma variedad de causas puede ser observada en los estados de felicidad y elación del adolescente. Ellas pueden ser originadas por simples acercamientos a nuevos intereses, al sexo opuesto, o hacia otras personas nuevas. Pero ello también puede ser la consecuencia del éxito, de la conquista agresivo narcisü.ta, del triunfo en la esfera del trabajo, del amor y del sexo, logros éstos que demuestran que ya ha alcanzado definitivamente un nuevo nivel de desarrollo. Desde el punto de vista económico, debemos tener en cuenta la tendencia que el adolescente tiene de sufrir tanto esporádicos accesos de agresión como de una tempestad libidinal. Un día se puede sentir capaz de vivir en absúnencia sexual, mientras que al día siguiente se siente consumido por el odio hacia los demás y hacia sí mismo, y luego nuevamente derramar amor. Se siente bulliciosamente contento cuando es capaz de descargar el remanente de libido en compañía de gente dt> vida "liviana" o e'1 galanteos y juegos sexuales con jóvenes; algunas veces estas fiestas pueden llevarlo a actividades alocadas, como carreras de autos o lanchas, que le ofrecen una salida para el exceso de agresión. Mas normalmente, 200

REMODELAMIENTO DE LAS ESTRUCTURAS PStQUICAS

se fatiga hasta quedar exhausto con deportes de temporada, juegos y actividades similares. En la etapa en la cual una gran cantidad de hostilidad remanente ha sido movilizada, su ilimitada agresión hacia el mundo o hacia sí mismo puede amenazar al adolescente con una pérdida objeta! interna y una pérdida del self, mientras que la influencia de las tormentas libidinales puede tener como resultado el que experimente al mundo y a sí mismo como si fuera enormemente rico. Debido a esta intensidad emocional, algunos jovencitos pueden estar tan absorbidos por una sola cosa, que por muchas semanas concentran, terca y exclusivamente, sus mentes sobre un problema, actividad o preocupación. La madre de una atractiva e inteligente muchacha de 17 años me dijo: "D.urante el verano pasado, solamente la poesía parecía existir para June. Durante el invierno lo único que le interesaba era bailar, coquetear y los muchachos. Este verano, ella puede estar sentada sobre las rocas contemplando pensativamente el océano ... ". Es característico que ésta es una muchacha que se graduó a la edad de 16 años en la escuela secundaria, siendo una excelente y seria estudiante. Durante las etapas en la que se siente fortalecido por los" deseos libidinales, pero asimismo temeroso de sus li;gaduras homosexuales y heterosexuales, el adolescente puede preferir asociarse con el amor a la humanidad y sus mu
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adolescente estos estados de éxtasis abrevian ciertamente la intensi.ficación de su narcisismo, pero ellos expanden su self con amor hacia el mundo objetal y los dotan con aquella libido que ha sido liberada y no puede todavía ser ligada a los nuevos objetos individuales. Además, en contraste con tales ex·periencias en psicóticos, estos estados pueden pasar rápidamente, para ser seguidos de un sobrio retorno a la realidad y a las actividades cotidianas. Evidentemente, los estadios de éxtasis en los adultos no psicóticos son de la misma naturaleza y se desarrollan por razones similares. Sin duda, el largo período de sobreexpansión narcisística, de pre'.)cupación por metas ambiciosas y valores altamente narcisísticos tiene un peligroso potencial y es el responsable de la propensión que el adolescente tiene para los estados de elección y depresión. En la profundidad de sus regresiones narcisísticas que puede, aún en adolescentes que no tienen trastornos groseros, causar estados depresivos transitorios con rasgos paranoides e hipocondríacos, con sentimientos de total soledad y aislamiento, v con problemas de identidad que nos recuerdan los tipos psicóticos de depresión. Sin embargo, para nuestro asombro, vemos algunas veces que pequeños hechos y experiencias que parecen irrelevantes en ]a superficie, pueClen rápida y repentinamente arrasar no sólo con la depresión sino con todos estos alarmantes síntomas. Ellos pueden ser recurrentes, pero son capaces de desaparecer, finalmente, sin dejar rastros. En la medida que el adolescente tiene éxitü · en su búsqueda de nuevos objetos de amor y de un nuevo y "crecido" self, las fluctuaciones entre períodos de expansión narcisista, de tormentas sexuales y agresivas, y las fases opuestas de restricción y constricción narsicista e instintual se atenúan notablemente. Subsecuentemente, el adolescente podrá afirmarse como una persona autónoma, crecida y sexualmente madura, y crear y aceptar nna consü:tente y durable representación del self correspondiente. En la medida en que mejoran sus conflictos de ambivalencia, narcisista y sexual, las 202

REMODELAMIENTO DE LAS ESTRUCTURAS PS1QU!C.AS

vacilaciones de su autoestima y sus problemas de identidad, alcanzará metas y posiciones nuevas más dirigidas hacia el objeto. Luego de comenzar a permitirse actividades genitales heterosexuales, se sentirá preparado para embarcarse en relaciones amorosas más profundas y duraderas, y de abocarse al problema de su vocación futura en una forma más real. Cuando el adolescente ha alcanzado este nivél, hacia el final de la adolescencia, podemos decir que se encontró a sí mismo. Con la total maduración y el logro del dominio instintual, las representaciones del self y del mundo objetal en general, adquieren una configuración característica y definitiva. Cuando comparamos y confrontamos estas formaciones enlre sí, encontramos que en una persona "normal" tiene lo que llamamos cualidades "complementarias" que caracterizan un prominente aspecto de su personalidad. Cuando catalogamos a alguien, por ejemplo, como un "optimista" (A. Katan, 1934), queremos significar que él se considera a s,í mismo como una persona de suerte, que siempre espera tener éxito y obtener gratificación fácilmente, y que mira al mundo como algo bueno, placentero y destinado a tratarlo bien. Asociando estos conceptos, será una persona esperanzada, alegre y de buen humor. En contraste, el "pesimista" experimentará al mundo como una constante fuente de daño, enojo y fracaso, y a sí mismo como a un pobre diablo siempre apto para ser herido y despojado. En consecuencia, el nivel de su humor será preponderantemente bajo. Estos ejemplos muestran que, en un individuo maduro, las cualidades complementarias de sus representaciones objetales y del self reflejan y definen tanto su propia identidad como su W eltbild; p. e., su fundamental posición en relación a sí mismo v hacia el mundo. El hecho de que en el curso de la vida esta posición puede sufrir posteriores cambios radicales, indica que aún luego de la maduración y estabilización de nuestros conceptos del mundo objeta! y de nuestro propio self puede ser profundamente influenciado y alterado por las experiencias vitales y los estadios biológicos a través de los que pasamos. 203

12 La injlu~ntia de la solución normal y anormal del conflicto adolescente sobre-la formación de la identidad postadolescente y el posterior desarrollo de la personalidad

Lue~o de la adolescencia, el desarrollo del yo no sigue progresivamente las líneas de las identificaciones y otorga mayor }ug1tr al juicio crítico independiente y autocrítico, y a las tendenc:ias individuales y autónomas del yo y su .anlage. Creo que es a esto a lo que Erikson (1956), aludió cuando dijo que "la / ormación de la identidad . .. comienza cuando la utilidad de las identificaciones termina" (pág. 113). Es ciertament~ verdq_d que en la etapa en que el adolescente comienza a elegír la dirección que desea tomar, puede pasar a través de ~xperiencias de identidad que tienen UD!! cualidad significii.tivamente nueva y convincente (Eissler, 1957). Estas experiencias indican que el proceso de la formación de la identidad. está tomando una nueva forma. Sin embargo, a pesar del hetho de que un adulto joven normal se desarrolla lejos de la familia y, tarde o temprano) encontrará su propia familia, Slis fel&ciones e identificaciones con personas del pasado de ninguha manera "terminan". Verdaderamente, la formación de la identidad durante la etapa postadolescente del desttrr\:lllo y la autorrealización futura de una persona, dependen :no ~óhi de su liberación de los lazos incestuosos y de depend~ncia Qon el pasado. Sin duda, esta liberación y la concorníta11te disminución de las influencias que ejercen las

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identificaciones constituyen precondiciones para el futuro avance de la autonomía y maduración del yo y superyó, y de esta manera, para su final formación de identidad. Pero esto último también depende de una posterior y exitosa modificación, estabilización e integración de las relaciones e identificaciones con personas del pasado, y de la resultante capacidad para establecer nuevas, sólidas y selectivas relaciones e identificaciones personales y de grupo. Ambos factores fa. vorecen un flexible y libre, pero consistente y bien dirigido desarrollo emocional y sexual, vocacional y social en el futuro. Esto enfatiza el hecho de que no debemos subestimar el papel que los procesos de identificación, aún normalmente, continúan jugando en el futuro desarrollo de la personalidad· humana. Las identificaciones fundamentales y directrices de' un muchacho adolescente· con su padre como hombre, se extiende luego naturalmente a su papel como marido y padre,~ y puede o no determinar la elec~ión vocacional del joven.: Por supuesto, esta elección es frecuentemente influenciada por las ambiciones paternas, por sus estándares y sus .identificaciones narcisistas con el hijo. Tales actitudes pueden ser la expresión del renunciamiento de los padres a abandonar sus propios lazos simbióticos con los hijos. Esto puede· originar considerables conflictos en la infancia si las inclinaciones naturales del niño se dirigen hacia algo aparentemente , indeseable por los padres, ya que son diferentes a las expecta-t ciones de estos últimos. En la niña, de la misma manera, lasl~ identificaciones con la madre toman considerable fuerza des- t pués del matrimonio, especialmente durante el embarazo y en el comienzo de la maternidad. Aquí recordamos nuevamente las identificaciones continuamente cambiantes de los padres·. con sus niños y con sus propios padres, cuyo importante papel ha sido también descrito por Benedek ( 1959). Tampoco debemos olvidar las identificaciones que la pareja puede establecer entre sí durante largos años de matrimonio, hasta el punto en el que aún pueden parecerse físicamente. Estas mutuas identificaciones maritales pueden in-

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fluir no sólo en la formación de los mismos hábitos cotidianos, la misma vida rutinaria, sino también de los mismos idea· les y del mismo conjunto de estándares -en otras palabras del mismo W eltanschauung-, tema éste de particular im· portancia para la crianza de sus niños. Pero el papel que desempeñan los procesos de identificación en la vida adulta no están limitados~a su pasada y futura familia. En relación con la lucha del adolescente por un Weltanschauung, recalqué su necesidad, en esta etapa de gran inseguridad, de derivar fuerzas narcisistas estimular sus propios procesos de pensamiento a expensas de las identificaciones con los grupos culturales y sociales que representan las tendencias de su generación. Durante el período postadolescente estas activ.idades de grupo disminuirán su importancia hasta el grado en el cual la vida familiar, personal y voca· cional de un individuo tome forma y absorba sus intereses. Las relaciones e identificaciones de grupo de.,-ninguna manera cesan de ejercer, en este momento, una significativa influencia en el desarrollo del adulto. A medida que se establecen los procesos de organización jerárquica final, en los variados campos de la psiquis, éstos cambiarán parcialmente otra vez a nuevos grupos y se desarrollarán aún más. De este modo el adulto tiene relaciones e ideqtificaciones específicas, no sólo con los de su clase y con los grupos nacionales y raciales a los que pertenece, sino también con los grupos vocacionales y sociales, políticos, científicos o religiosos los que él decida unirse. Es innecesario decir que tales identificaciones de grupo pueden servirle en mayor o menor grado como un efectivo marco de referencia para su vida y, frecuentemente, encuentran remarcable expresión en su ideología e ideales y en su forma de vida. Estas diferentes relaciones, identificaciones y adherencias de grupo influencian los puntos de vista, ideales y estándares del individuo, su conducta y el papel a desempeñar en la sociedad en que vive (su "identidad del yo"). En algunos

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PUBERTAD Y ADOLESCENCIA de nuestros pacientes, sin embargo, estas relaciones e identificaciones pueden estar en conflicto entre sí de manera que su reconciliación e integración pueden presentar extraordinarios problemas. Tales personas manifiestan generalmente conspicuos conflictos de identidad. Sus actitudes y conductas narcisistas, rápida vacilación emocional, inconsistencia y variabilidad de sus escalas de valores, y la dependencia de sus opiniones al medio corriente, o su oposición con este último, muestra, a primera vista, que estas personas sufren un prolongado conflicto adolescente. Esto nos lleva a una consideración de los fracasos en la solución de los conflictos adolescentes y a los factores responsables de ellos. Por supuesto, mi breve discusión de las tendencias patológicas características que se originan de conflictos adolescentes no resueltos serán otra vez restringidos al área de las relaciones e identificaciones objetales y de la formación de la identidad. Se sobreentiende que los conflictos postadolescentes en estas áreas tienen sus orígenes en conflictos infantiles; debido al particular peligro inherente en la lucha adolescente, los factores de influencia sobre los que he hecho repetidamente hincapié, adquieren especial importanc;ia en cuanto a su solución final. Antes de discutir la patología que puede originarse de estas fuentes, sin embargo, debo hacer algunos comentarios sobre las relaciones entre la autoestima y el sentimiento del self, tema éste cuya discusión he pospuesto deliberadamente para cuando hablemos de los conflictos de culpa, vergüenza e inferioridad. Las observaciones clínicas confirman que los conflictos narcisistas intersistémicos, por ejemplo, entre yo y superyó, o conflictos instintuales, como por ejemplo, conflictos entre el yo y el ello, no inducen comúnmente a serios conflictos de identidad. Siendo más cautelosos, no tienden a originar trastornos en la experiencia de identidad, hasta el punto de sentir la pérdida del self. La validez de esta afirmación surge no sólo por la ausencia de serios conflictos de identidad en los psidJr,em6ticos (a menos que tengan una conspicua es2.ü8

FORMACiúN DE LA IDENTIDAD POSTADOLESCENTE

tructura narcisista de la personalidad) sino especialmente por la sintomatología presente en los estados depresivos melancólicos. A pesar de que tales pacientes pueden sufrir serios conflictos de ambivalencia y culpa que los lleven a una sustracción del mundo objetal, y, aún a ideas delusorias de ser moralmente despreciables, no desarrollan comúnmente trastornos en sus sentimientos de identidad más allá de experiencias de despersonalización. En los psiconeuróticos, los conflictos de identidad están generalmente limitados a problemas de identidad sexual. En contraste con esto, la pérdida de la autoestima causada por aquellos conflictos narcisistas primi· tivos que encuentran expresión en conspicuos sentimientos de vergüenza e inf t:'.rioridad, tienden a afectar los sentimientos de identidad en un grado mucho más peligroso. En efecto, los pacientes que manifiestan patológicas reacciones de vergüenza y temor a ser expuestos, unido a la autoconciencia no sólo sufren comúnmente problemas de identidad; su' superyó muestra, frecuentemente, una ·rigidez infantil y una falta de autonomía que indican la inmadurez y fragilidad de su .sistema moral. Esta fragilidad puede hacerlo pasible de rápidos procesos de deterioro regresivo, que tendrán profundo efecto desorganizante sobre el yo y las relaciones objetales. Esto es nuevamente epitomizado por psicóticos, por el tipb de esqui· zofrénicos en cuyos estados de depresión los conflictos de culpa pueden estar ausentes o disminuir en favor de un paranoide temor a la exposición, mientras que sentimientos de vergüenza e inferioridad, de autoconciencia y temores o sentimientos de pérdida de identidad aparecen frecuentemente como una triada sintomatológica característica. A pesar de que el superyó del melancólico, con su insaciable necesidad de amor y aporte narcisistas de sus objetos de amor, tiene rasgos infantiles y es sumamente cruel, y pareciera trabajar a un nivel de desarrollo estructural y funcional lo suficientemente avanzado como para prevenir el tipo de conflicto narcisista que, basado en una desintegración y disoluc.!ón regresiva de los estándares superyoicos y metas~del yo 209

PUBERTAD Y ADOLESCENCIA

de identificaciones del yo y relaciones objetales, pueden inducir experiencias de pérdida de identidad. Este peligro potencial aumenta no sólo hasta un grado en el cual falla la capacidad del yo para la prueba de realidad, sino también en un . grado en el que el sistema moral y, asimismo, las defensas "t se requiebran y dejan paso a tendencias y metas narcisistas infantiles de grandiosidad e instintuales destructivas. De esta manera, no es suficiente decir que el establecimiento de estables relaciones libidinales de objeto, de consistentes y bien organizadas identificaciones del yo, de maduras metas yoicas y autonomía del yo, son las premisas sobre las que descansa una normal formación de la identidad postadolescente. Debemos tener en cuenta la exitosa modificación y estabilización que sufre el superyó en la adolescencia y la resultante regulación efectiva de las funciones del yo y rela- ., ciones objetales como una protección del peligro de un colapso total de las representaciones del self (y del objeto). Por el contrario, podríamos aún decir que, en virtud de su influencia..i sobre el yo y sus metas, la existencia y formación de un intac·+ to autónomo y eficaz superyó salvaguarda el mantenimiento de normales sentimientos de identidad en el adulto. Podemos encontrar ocasionalmente personas que, habiendo perdido su salud, su trabajo, su dinero, su posición, su status social y su prestigio, no sufren este colapso por tales ataques narcisistas, debido a que encuentran apoyo en sus intactos códigos éticos y morales. En contraste con tales raros casos, podemos observar en aquellos que no son guiados por un firme y coherente conjunto de estándares éticos maduros~ una marcada predisposición a problemas de la identidad. En efecto son personas dotadas, muy capaces, con una devoradora ambición y sorprendentes carreras, que dan la impresión de poseer una fuerte personalidad y un "fuerte yo", pero quienes, en verdad, tienen profundos problemas de identidad debido al particular defecto de su superyó y a la fragilidad y estructura narcisista de su yo. Comentemos ahora los problemas postadolescentes que re210

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velan el fracaso en la solución de las luchas adolescentes en las áreas a que me he referido: las relaciones objetales, las identificaciones y el proceso de la formación de la identidad: Comenzaré con los problemas ocasionados por discrepancias entre los procesos adolescentes de la maduración instintual y del yo. Desde que ambos pueden ser irregulares y, además, progresar a un diferente ritmo, los cónflictos que se desarrollan de tales fuentes pueden crear serias dificultades y ejercer una desafortunada influencia sobre la restructuración del yo y superyó. Una precocidad sexual que acompaña a una comparativamente lenta maduración del yo, pueden provocar tantos problemas como un lento desarrollo sexual concomitantemente con una prematura maduración del yo. En el primer caso, observamos frecuentemente problemas del superyó que pueden manifestarse por tendencias delincuentes; tales jóvenes construyen y mantienen un conjunto reactivo de falsos valores, un seudoideal que no les ofrece una guía ,.ética y los lleva por el mal camino. En el segundo caso, podemos encontrar una no menos peligrosa tendencia hacia la sobreintelectualización o preocupaciones obsesivas, frecuentemente unidas al ascetisismo y a un excesivo moralismo. Posteriormente, cuando la naturaleza clama puede repentinamente dejar paso a actitudes opuestas, y de esta manera, a una incontrolable conducta. • En muchos casos, sin embargo, el lento o irregular ritmo del desarrollo del yo y superyó es debido no a un retraso en la maduración sino a las actitudes paternas que se resisten a los esfuerzos que el adolescente realiza para debilitar los lazos con su familia y obtener la libertad instintual y de sentimientos, pensamientos y actos a los que ya me he referido. En este caso él puede rebelarse violentamente contra sus padres; pero, siendo incapaz de sep~rarse de ellos, permanece por siempre regresivamente fijado al nivel adolescente de conflictos insolubles, vacilando entre las tendencias agresivonarcisistas y -dependientes-narcisi~tas. Discutiremos brevemente algunos tipos diferentes de personalidad que pertene211

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cen a esta categoría. En algunos de estos casos, las relaciones objetales narcisistas y las primitivas identificaciones con objetos glorificados continúan determinando la dirección del desarrollo del yo y superyó después de la adolescencia, hasta el punto de interferir con la maduración final de estos sistemas y con una genuina formación de la identidad individual. Luchando contra sus tendencias de independencia, tales personas pueden derogar a sus padres y alejarse de ellos en la adolescencia, pero cuando adultos continúan emulándolos o apoyándose sobre otras personas y grupos y admirándolos indebidamente hasta que se vuelven a rebelar, abandonándolos con desilusión y rabia, y comienzan a buscar el futuro objeto a ser glorificado y emulado. Cuanto más erotizadas son tales relaciones dependiente-narcisistas, más conflictos homosexuales agresiyos y pasivos estarán implicados en estos vínculos. Durante los años adolescentes de liberación de la familia observamos comúnmente conflictos de esta clase que pasan rápidamente. Pero cuando los padres se niegan a aceptar la inminente separación final de sus hijos en la adolescencia se puede desarrollar una patología crónica. Tales pacientes son capaces de sufrir cuando adultos una tendencia a devast:adoras reacciones de vergüenza desde fuentes infantiles; estas reacciones pueden llevarlo a estados depresivos con ocasionales cavilaciones sobre inerradicables recuerdos de situaciones humillantes y vergonzosas. Algunos de estos pacientes manifiestan una fuerte preponderancia a las reacciones de vergüenza más que a las de culpa y más a temores sociales que a los del superyó. Esto puede indicar una insuficiente internalización o una reexternalización regresiva tanto de conflictos de culpa como de vergüenza y de la final fijación o regresión de estos pacientes a escalas de valores infantiles durante el período adolescente. Sus temores sociales comúnmente se manifiestan en una conducta torpe, combinada con aquellos dolorosos sentimientos de autoconciencia que hacen una regular aparición temporaria en la adolescencia; pero si estos sentimientos ocurren cuando son e

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adultos son la expresión característica de la persistencia de problemas de identidad. Vamos a dar un breve ejemplo. Una paciente desarrolló alrededor de los veinte años un prolongado estado depresivo en el cual los sentimientos de culpa desempeñaban sólo un papel menor. Pero ella sufría severos sentimientos de vergüenza tanto en relación a cualquier impulso agresivo o sexual que pudiera experimentar hacia uno u otro sexo, como también por su tendencia a trastornos gastrointestinales agudos. También sufría atormentantes sentimientos de autocon· ciencia y vergüenza en cuanto a su apariencia exterior y conducta, su manera de caminar y de hablar y su habilidad manual. En otras palabras, su miedo a ser expuesta, su autoconciencia y sus reacciones de vergüenza estaban principalmente centralizadas en Tas áreas en las que el niño a la edad de dos o tres años experimenta sus primeros sentimientos de independencia de su madre y desi;.rrolla sus primeras ambiciones y sentimientos de orgullo. He enfatizado el hecho de que éste es el período en el que el niño tiene su primera experiencia de YO. Esta hermosa muchacha, que no tenía una vocación regular y vivía principalmente sobre fantasías -de grandiosidad de ser una atractiva actriz, se quejaba :amargamente de no saber lo que realmente quería, de que no tenía incentivos, o verdadero interés, no tenía continuidad, metas o dirección y de que era diferente de todos los demás, pero no tenía una individualidad propia. El desarrollo de la personalidad de esta paciente ha sido verdaderamente interrumpido a un muy prematuro nivel narcisista preedípico. Al volver de una serie de escuelas y colegios (variando desde católicos parroquiales a otros muy propresistas), donde ella pasó casi toda su infancia, desde los seis años de edad, se volvió esclava de su madre y sus abuelos. Ellos la malcriaron y al mismo tiempo coartaron todos sus intentos de establecer una vida adulta independiente. Desempeñando el papel de "jóvenes bohemios en sus veinte" no pudieron, bajo ninguna circunstancia admitir la existencia de 213

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una crecida hija y nieta. La razón para el prematuro abandono de esta niña había sido el inminente divorcio de sus padres quienes eran extremadamente narcisistas, egoístas, y totalmente confusos, y quienes no habían desarrollado jamás ninguna escala de valores éticos, consistentes y maduros, ni prestaron jamás atención a las necesidades de su hija. .La madre se volvió a casar dos veces, y su padre cuatro. Este caso nos ejemplifica algunos puntos de importancia. Muestra la combinación de razgos de carácter y conflictos predominantemente narcisistas preedípicos y una patología· del yo y superyó caracterizada por la falta de autonomía y defecto en sus funciones, por la deficiencia de códigos morales y por la superficialidad, inmadurez e inconsistencia en las metas del yo. Subraya, además, las relaciones entre esta patología y la preponderancia de experiencias de vergüenza, autoconciencia y problemas de identidad. Pacientes que han actuado con talento, con tal narcisista estructura de personalidad, si están familiarizados con la terminología psicoanalítica tratarán frecuentemente de referir sus agonizantes experiencias de ansiedad, vergüenza e inferioridad a su "alto ideal del yo". Esto es frecuentemente engañoso. Estudiando estos conflictos encontramos que ellos no se refieren en verdad al ideal del yo o a ningún "ideal" verdadero, pero, por el contrario, lo relacionan a imágenes deseadas y agrandadas del self. Estos pacientes expresarán deseos narcisistas primitivos, tales como el ser más extraordinario· y potente amante, el más hermoso y creativo de las personas en el mundo, el más grande conocedor de arte, el adquirir gran fortuna, el estar exquisitamente vestido, el alcanzar el más" alto nivel social, etc. Éstos son los casos en los que tendencias exhibicionistas narcisistas, grandiosas sexuales y agresivas (fálico pregenitales) han sobrevivido ya sea sin control desde la infancia, o se reavivan e intensifican en la adolescencia, de manera de poder entrar y afirmarse exitosa y duraderamente en el superyó y en las metas del yo bajo el disfraz de un ideal. Este "ideal" se vuelve a unir fácilmente a prominentes y encantadoras per214

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sonas, cuya compañía es deseada debido a que su grandeza se imparte inmediatamente al self. (A. Reich, 1960.) En el pasado de tales pacientes, encontramos actitudes parentales narcisistas que no permiten la normal maduración del niño y la liberación del adolescente, y que pudieron haber interferido en el desarrollo y organización de las identificaciones del yo y superyó y de la fo_rmación de la identidad. Además, actitudes parentales educacionales y emocionales contradictorias que crearon confusiones en el área de los valores, pueden haber causado problemas en el desarrollo e integración de las relaciones e identificaciones personales y de grupo de estos pacientes. Y a he dicho que al comienzo de la latencia tales problemas pueden llevar a experiencias de confusión, soledad, aislamiento así como a prematuros conflictos de identidad. Durante la adolescencia estos conflictos son capaces de removilizarse e intensificarse grandemente. Ellos entonces trastornarán la restructuración del yo y superyó, y prevendrán la reconciliación final ..entre las opuestas tendencias del superyó y del ello. En consecuencia, esto interferirá no sólo con el establecimiento final de un ideal del yo maduro, de estables metas yoicas, y de las funciones autónomas del yo y superyó, sino también, con el desarrollo adulto posterior de sólidas identificaciones y relaciones selectivas personales y de grupo. Tales pe:r;sonas serán incapaces de aceptar y compartir por algún tiempo los estándares y actitudes culturales, sociales y éticas de los grupos en los que viven. Ellos se jactan de que les gusta vivir alejados de los demás y en forma individualista, mientras que en verdad lo que sienten es que "no pertenteen" y están en una continua búsqueda de la identidad. En algunos pacientes de esta clase la ambición puede adquirir una obsesiva y dolorosa cualidad superyoica y estar tan estructuralmente entrelazados con el perfeccionismo moral, que sufren tanto miedos superyoicos como sociales; y no sólo fracasos morales, también fracasos en cualquier esfera que provocarán en ellos una acosante mezcla de sentimientos de

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culpa e inferioridad y reacciones de vergüenza. Esto es frecuentemente originado por una· precoz internalización de poderosos estándares y demandas parentales en toda área durante los tempranos estadios del desarrollo del ideal del yo y metas del yo, identificaciones que no pudieron ser eliminadas o modificadas durante la adolescencia y que permanecen duraderamente efectivas. Tales pacientes muestran comúnmente serias tendencias dependiente-masoquistas y una predisposición a estados depresivos que pueden alternar con una conducta narcisista agresiva o recubrirse con ella. Dos pacientes de este tipo se prestaron especialmente para un estudio del importante papel que la constancia del self y del objeto desempeñan en el establecimiento de una estable estructura superyoica que puede resguardar la formación de la identidad. Ambos pacientes eran obsesivo-compulsivos, quienes desde la adolescencia sufrían recurrentes estados de depresión paranoide, con dolorosos temores a ser expuestos y a la humillación. Ambos tenían una marcada tendencia "al fracaso". Estos dos pacientes estaban siempre insatisfechos de la elección de sus esposas o de sus actividades en las que eran verdaderamente sobresalientes. ·Estaban siempre arrepentidos de su pasado y de la situación presente. Estaban preocupados en forma obsesiva con ideas de un drástico cambio en su vida futura. Ambos expresaron el deseo de ser geniales debido a que esto les permitiría adquirir la completa "libertad" que anhelaban. Por cualquier desilusión o fracaso reaccionarían con enojoso y depresivo humor, culpando tanto a sus esposas, su tra· bajo o al miedo de arruinarles la vida. Posteriormente des· arrollaron fantasías ya sea respecto de una interesante mujer que habían conocido recientemente o en relación a un fascinante trabajo que podría cambiar por el que ya tenían .. Ellos no sólo soñarían constantemente con dejar sus trabajos y familia; muchas veces ellos han cambiado en verdad a un campo de traba jo diferente y tuvieron relaciones extramaritales. 216

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Sin embargo, cuando estos deseables nuevos objetos de interé!Ji:'' se tornan accesibles, el cuadro se invertiría rápidamente. La; nueva situación parecería ser una peligrosa trampa de la que' querrían escapar retornando a los viejos objetos que repentinamente adquieren ,el atractivo que habían perdido por un tiempo. ~• Este cuadro sintomático, la subya~ente ambivalencia y conflictos de dependencia, y 'las vacilaciones entre objetos de amor heterosexuales y homosexuales que motivaron la conducta del paciente nos son familiares. Lo que fue in"usual, sin embargo, era el trastorno en el sentimiento de identidad con los que estos pacientes reaccionaron a las alteraciones o inversiones de su estado emocional. Habiendo retornado a un viejo objeto, interés o útuación, por ejemplo, ellos no pudieron fácilmente ·"recordar" sus pasados sentimientos ni tampoco simpatizar con el reciente entusiasmo por el nuevo objeto y con su anterior ·enojosa reyección paranoide por el viejo. Se sentían igualmente desconectados o alejados d~ todo un período de su vida pasada cuando habían sido profundamen· te envueltos con personas y actividades que abandonaron posteriormente. Ellos recordaban tales períodos como si hubieran tenido experiencia T>or una persona diferente con la ·que ellos no tenían nada en común. Ambos padentes habían sido criados en familias que vivian en constante estaqo de guerra. Uno de ellos perdió a su padre en la temprana 'infancia, el otro en la adolescencia como resultado de un ·divorcio. Desde _la infancia cada uno había desertado periódicamente de su madre por el padre o por la figura del mismo, para retomar arrepentidos a ella hasta que, tardíamente en la adolescencia, ambos se sustrajeron casi completamente de sus familias y desplazaron su "acting out" hacia otras personas. Ninguno de ellos pudo establecer una verdadera constancia de objeto en términos de la construcción de duraderas representaciones de padres "buenos pero también malos". De esta manera, nunca desarrollaron relaciones amorosas estables con una mujer, o duraderas identificaciones con sus padre:,. o figuras paternas.

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Estuvieron en constante búsqueda de un objeto "sólo bueno'? cuya amante imagen no colapsaría, pero los ayudaría a establecer duraderas representaciones del self mediante la constrncción de sólidas y consistentes identificaciones. Por supuesto, ningún objeto podría llegar a sus expectaciones. Cuando se desilucionaban con el objeto actual de su elección, estos pacientes tendían a abandonarlo y a separar completamente la imagen "mala" de la "buena" deseada, que sería ahora proyectada sobre una nueva persona o interés. Debido a sus regresivas identificacione~ narcisistas (introyec~ tivas y proyectivas) con estos objetos~. la disociación entre imágenes "sólo malas" (castradas, sin pecho) y "sólo buenas" (bisexuales) la impartirán a la imagen de su propio self. De este modo, cada cambio en sentimientos. fantasías o actos de un objeto mal~ a uno bueno, se asociaría a la adquisición de nuevas entidades diferentes y completamente desconectadas de aquellas pasadas que no podrían ser aún "recordadas" como propias. En estos dos casos, relacionados con los estudios de pacientes paranoides realizados por M. Klein (1934), uno puede observar hasta qué punto la incapacidad de establecer una constancia de self y de objet9 estaban reflejadas en la patología del yo y superyó: en los cambios que se operaron entre los períodos de "acting out" impulsivos y de una conducta obsesivo-compulsiva; en la alternancia de objetos de amor (heterosexuales y homosexuales) y de los intereses del yo; en la búsqueda sin fin por perdurables relaciones e identificaciones, y por un duradero self; y de este modo en la experiencia de discontinuidad y cambios en su propia identidad personal. Pacientes con este tipo de conflictos pueden tener personalidades neuróticas de tipo narcisista como a los que nos hemos referido anteriormente, A. Reich (1953, 1954, 1960) ha estudiado y descrito en espléndida forma a tales pacientes en varias publicaciones. Dependiendo del grado en el cual están alteradas sus funciones superyoicas, pueden mostrar rasgos delincuentes y sufrir principalmente de temores de ser apre218

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hendidos pero cuando no sólo encontramos una preponderancia de los sentimientos de inferioridad y vergüenza sobre las reacciones de culpa, sino también una conspicua ausencia de verdaderos conflictos de eulpa, reemplazados por conflictos de inferioridad y vergüenza y temores paranoides a ser expuestos, estamos justificados para sospechar procesos regresivos del superyó y del yo, que sugieren estados borderlines o esquizofrenias paranoides. Cualquiera sea- el papel patogénico de factores constitucionales o del pasado infantil, las psicosis comienzan tan frecuentemente en la adolescencia debido a los peligrosos procesos regresivos que ocurren en ese período por la búsqueda de nuevos objetos y de un nuevo self, así como también, por la severidad de sus conflictos instintuales de ambivalencia. Su dominio requiere una fuerza potencial del yo y superyó, aun cuando estos conflictos permanecen dentro de los límites normales. Cuando tempranas experiencias de abandono y gran desilusión impiden o previenen la formación de relaciones objetales no ambivalentes y qe identificaciones estables en la infancia, y debilitan la autoestima del niño y su esperanza de encontrar amor en un futuro, los primeros intentos infructuosos del adole:>cente en volcarse hacia nuevos objetos de amor, dan como resultado serios conflictos de ambivalencia y ocasionan estados depresivos. En el caso de una predisposición psicótica constitucional, estos conflictos pueden entonces precipitarse periódicamente a recurrentes estados depresivos psicóticos con una sustracción del mundo objetal. Pero cuando los niños crecen en una atmósfera de pobreza espiritual y emocional, ya sea debido a que los padres fueron patológicamente narcisistas, inestables, confusos incapaces de amar, y no soportaron el proceso de individuación y el desarrollo de consistentes escalas de valores y de perdurables identificaciones y relaciones objetales: los conflictos del adolescente pueden provocar la esquizofrenia --dependiendo esto, por supuesto, de la naturaleza de la predisposición constitucional. 219

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En tales casos de regresión y desintegración esquizofré· nica de los sistemas psíquicos, observamos que el sistema mo· ral puede desintegrarse, las relaciones objetales y las identificaciones del yo se disuelven y regresan a patológicas fantasías destructivas de fusión de objeto. Estos procesos pueden llevar a un irreversible colapso de las representaciones objetales y del self. El superyó puede consistir entonces de fragmentados e inconexos componentes imaginarios que pueden estar en conflicto entre sí. Tanto el superyó como las funciones del yo, que controlan la autoestima, se desequilibran y permanecen en conflicto. En estas circunstancias pueden desarrollarse profundos conflictos de identidad. Algunos pacientes delincuentes o ciertos psicóticos paranoides con tendencia a la actuación desarrollan tanto un seudoideal sádico-criminal como un seudoideal de grandiosidad como un resultado de h desintegración de los códigos superyoicos y de las metas del yo, que está generalmente aislada de los tempranos componentes infantiles inconscientes altamente punitivos del superyó, y se oponen a ellos. Esto será a su vez inconsistente y tendrá la calidad de atemorizantes, sádica y poderosamente personificada de las imágenes del self y del objeto que pueden. de la misma manera, oponerse entre sí. Las conflictivas y narcisistas actitudes parentales pueden reflejarse fielmente en estas contradicciones. · La seria patología de estos pacientes solo caricaturiza lo que observamos ocasionalmente en los niños en latencia (Jacobson, 1930) y, comúnmente, en adolescentes que, en su lucha por la liberación de un muy restrictivo superyó, glorifican la libertad instintual que quieren obtener. Concluiré mi comentario sobre este tema con algunos breves casos ejemplificadores, que demuestran tal patología psicótica. La falta de conexión entre los crueles y amenazantes componentes del superyó y el consciente, sexualizado, perverso y agresivo ideal del pistolero, y la manera en que trabajan con 220

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propósitos opuestos, fueron especialmente observados en un paciente con esquizofrenia paranoide, homosexual, que ha estado en una situación prepsicótica desde el comienzo de su infancia. Pero sólo durante la adolescencia su incapacidad para resolver sus conflictos de ambivalencia y homosexualidad con su padre precipitó manifiestos síntomas psicóticos por vez primera. Se tornó en una persona activa, perversamente polimorfa, confusa, padeciendo intermitentes estados paranoides depresivos y de agitación, con leves ideas delusorias y de persecución e impulsos severamente destructivos y autodestructivos, que lo llevaron al temor de la destrucción del mundo y a experiencias de pérdida del self. Durante la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de un conflicto con un oficial superior en la Armada que lo llevó a un ataque de 'ira paranoide, ocasionó finalmente una explosión en la que se quedó ciego, ahorcándose luego. Los antecedentes infantiles de este trágico caso, evidenciaron los trastornos en el desarrollo del yo y superyó, y en la formación de la identidad que se origina cuando las identificaciones, con actitudes parentales desfavorables, se establecen demasiado firilles y prematuramente en los precursores infantiles del yo y superyó, antes que el yo pueda alcanzar una cierta fuerza de autonomía. Este paciente tuvo-una madre crónicamente enferma que haHía estado ausente durante casi toda su infancia. Desde ese entonces fue criado por un padre confuso y muy narcisista, que no solo mostraba un completo desinterés por.las necesidades del niño tratándolo como una extensión de sí mismo, sino que alternaba entre actitudes maternales seductoras y sobreprotectoras, y seriamente prohibitivas. Debido a la prolongada e íntima simbiosis del paciente con su padre, las inconsistentes actitudes de este último se introdujeron prematura e inerradicablemente en ~1 niño. En tal caso, estas actitudes se afirmaron en el yo infantil bajo la forma de imágenes objetales y del self controladoras, amenazantes, prohibitivas y seductoras. Se experimentaban como un destructivo y parasitario cuerpo extraño del cual el niño trató en vano de des221

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prenderse, debido a que sentía que se había tornado en una indeleble parte de su propio self. Del estudio de tales pacientes tenemos la impresión de que en su infancia los precursores preedípicos superyoicos ya han sido disociados de una inusual y patológica manera. Puede existir un componente que relaje las estrictas demandas maternas - - 0 paternas- y otro opuesto, que se desarrolle de los intentos reactivos de deshacerse de la parasitaria y sádicamente controladora imagen parental introyectada. Esta contraposición, que en mi paciente ha sido promovida por las contradictorias actitudes paternales, lo llevarán al desarrollo de tales conscientes, omnipotentes y sádicos "ideales" de los pistoleros, a los que me he referido antes. La naturaleza de tales peligros, tempranos e irreversibles procesos de introyección han sido suficientemente discutidos en la literatura. Menos se ha dicho de su influencia sobre el yo y sus identificaciones que se desarrollan en tales circunstancias. En general, las actitudes maternales se imponen más fácil y drásticamente sobre la totalidad del yo durante los primeros años de la infancia. Cuanto más prolongada es esta situación de de2_endencia, y más profundas y poderosas las huellas de las actitudes maternas sobre los precursores preedípicos del superyó e ideal del yo, aún más las influencias parentales interferirán, detendrán y aun asfixiarán su desarrollo autónomo, en lugar de modificar gradual y selectivamente al yo. Este yo se caracterizará por la predominancia de características parasitarias y narcisistas, de impulsos pregenitales y sadomasoquistas de sus derivados yoicqs y, frecuentemente, de rígidas pero inestables formaciones reaccionales que se establecen contra ellas. Cuanto más el niño trata de rebelarse en contra de la intrusión paternal, más frágiles e irregulares serán las estructuras del yo y superyó. Por supuesto, tal niño será incapaz de establecer normales relaciones de objeto, discriminar identificaciones y, por lo tanto, defensas normales y firmes, v consistentes formaciones contracatécticas. En la adolescencia estas frágiles estructuras del yo y superyó pueden 222

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quebrarse ha jo la presión de potentes fuerzas instintuales agresivas y sexuales. Es interesante que en casos en los que la imagen sádica materna ha sido prematuramente introyectada, las identificaciones del yo se desarrollan frecuentemente siguiendo las lí· neas de una imagen materna masoquista. En una de mis pacientes, una niña gravemente sadomasoquista depresiva pa· ranoide, que tenía una madre extremadamente sádica y sobre· protectora, sus fantasías de la escena primaria imaginaban a esta sádica madre como una víctima del cruel padre. Este concepto masoquista, que se fundaba en las continuas quejas de la madre respecto del padre, fue la base sobre la que se fundaron las identificaciones masoquistas y la formación del carácter de esta paciente. Con respe-cto al superyó, tales prematras introyecciones de poderosas imágenes parentales en imágenes del self, inhi· birán durante la infancia, en forma considerable, la madura· ción de aquellas funciones que son un prerrequi&ito para la formación de un coherente, maduro y autónomo sistema mo· ral. En consecuencia el superyó, prematuramente dotado de cualidades sádicas y pregenitales, no tiene la oportunidad de avanzar hacia un más alto nivel durante la infancia y la adolescencia. Su estructura permanecerá arcaica y defectuosa. Por esta razón nunca desarrollará funciones, señales de refuerzo y directrices adecuadas como para pr~mover el desarrollo de metas yoicas maduras y de defensas estables, permitiendo una normal relación personal y una libre actividad funcional del yo. Los resultados patológicos de tales sobreprotectoras influencias maternas o parentales sobre el desarrollo del yo y superyó y la formación de la identidad pueden ser, por cierto, mejor observadas en pacientes psicóticos cuyos antecedentes infantiles muestran que la unión simbiótica con la madre o con ambos padres ha sido obstinadamente mantenida por estos últimos desde el nacimiento hasta la adultez. En tales pacientes las imágenes parentales introyectadas pueden dominar el

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yó en forma dictatorial, como lo fue una vez la poderosa y omnipotente madre. Los pacientes pueden decir francamente que sienten como si la madre (o los padres) vivieron en ellos como parásitos -por un lado como peligrosos objetos amenazantes, demandantes prohibitivos o también protectores, seductores, incitantes, pero, por otro lado, como un yo parasitario que ahogando y remplazando el suyo propio, siente, piensa o actúa en su lugar. Podemos darnos cuenta de sus antecedentes infantiles que durante los primeros años el yo había renunciado a su propio desarrollo independiente en- favor de una penetrante emulación de los padres, que dominaba completamente su vida sexual, sentimientos. pensamientos y actos. Finalizaré con la breve descripción del caso de un brillante muchacho que padeció su primer acceso de psicosis paranoide a los· 15 años de edad. Su caso refleja los procesos patológicos a los que me he referido. El primer episodio .agudo se desencadenó luego de un fracasado intento amoroso con una hermosa muchacha que lo rechazó por otro. Es característico que él nunca trató seriamente de conquistarla. Sus padres no notaron nada anormal hasta que encontraron un revólver en su cama. Padeció un nuevo acceso al entrar al colegio y tuvo que abandonarlo por un año. A pesar que nunca. se recuperó totalmente, fue capaz de reiniciar sus estudios finalizándolos a los 23 años, para trabajar luego con su padre. Desde entonces pareció haberse adaptado adecuadamente, pero a un bajo nivel. Yo observé y traté a este muchacho entre sus 18 y 23 años de edad. Durante. este período era incapaz de mantener relaciones, ya sea con muchachos o chicas, y vacilaba entre una ira paranoide hacia sus padres u otras autoridades, y una extrema sumisión y dependencia a ellos. Por años mantuvo la paranoide convicción de que todas las esposas, incluyendo su madre y la celadora del colegio, trataban de matar a sus maridos. Sus relaciones con el mundo objetal durante estos años estaban limitadas a fantasías sadomasoquistas homosexuelas o heterosexuales en las que se identificaría alternativamente con sádicos dictadores o 224

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con sus víctimas. Frecuentemente sentía el impulso de violar o estrangular mujeres en la calle o de castrarse. Exteriormente era sumamente amable y formal, a pesar de que trataba de imitar la conducta de sus admirados compañeros, especialmente de los bravucones. Era muy poco natural, se sentía continuamente observado y tenía miedo de encontrarse expuesto como un homosexual o un asesino. En consecuencia evitaba todo tipo de actividad social. Sus patológicas seudorelaciones con el mundo objetal interactuaban con serios conflictos de identidad. Se quejaba amargamente de que no sabía quién era y qué quería, de que no tenía metas, direcciones, creencias o ideales; que no era nadie y a su vez diferente del resto, que no sentía lo mismo de un dfa a otro. Los conflictos de identidad de este muchacho reflejaban aquellas actitudes parentales características a las qu.e me he referido repetidamente. Los padres eran personas mayores que se casaron frizando los 40 años. Fue el único hijo. Ambos padres eran sumamente narcisistas, dedicados pero poco "áfectuosos y totalmente ajenos a las necesidades del niño, y excepcionalmente contradictorios en su actitud educacional hacia él. Para dar un ejemplo: los padres me contaron que cuando lo encontraron masturbándose a la edad de 9 años lo amenazaron con futura insania y lloraron frente a él por la precocidad sexual del pobre niño. Desde entonces lo cont.colaban constantemente acompañándolo al baño, al mismo tiempo la madre untaba todas las noches con pomadas su "llagado" pene, causando por lo tanto erecciones que lo llevaban a la masturbación obsesiva con fantasías incestuosas. La madre admitía que nunca le permitió jugar con otros niños fuera de su casa. Pero al decirle otra madre que ella era "sobreprotectora'', al día siguiente lo dejó ir solo desde Westchester a Nueva York; se perdió, estuvo totalmente atemorizado y casi fue arrollado por un automóvil. Estos padres me relataron con gran satisfae;ción cómo, en el comienzo de su infancia, él era "precisamente de la forma que nosotros queríamos que fuera, precisamente de la forma que somos 225

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nosotros mismos". Esto era verdad.' Considerando que nunca construyó consistentes y selectivas identificaciones del yo y superyó con sus padres, él los había imitado y emulado tan eompletamente a ellos y luego a sus maestros, que nunca conoció el placer de una espontánea y libre actividad yoica. Hasta los 15 años, cuando tuvo el primer acceso, había sido una mezcla entre un infante muy dependiente y un individuo altamente inteligente pero con un rígido carácter compulsivodepresivo. La razón para esta inestabilidad y fragilidad de sus estructuras yoica y superyoica, que provocaron su psicosis, fue la poderosa hostilidad provocada, en los primeros años de su infancia, por el prematuro sofocamiento de la autonomía de su yo y la completa interferencia del normal proceso de formación de la identidad. Este muchacho recordaba fantasías de cuando tenía 7 años, en las que se veía atado al pecho de su madre volando hacia el infierno. "La odiaba tanto que quería que se fuera al infierno --decíapero estando encadenado a ella tenía que ir al infierno con ella." Esto sonaba como una premonición. Su episodio psicótico en la adolescencia provocado por los frenéticos esfuerzos para rebelarse y liberarse de la intolerable carga de su esclavitud, de sus inhibiciones, de sus rígidas formaciones reaccionales y compulsiones, así como también por mandar al superyó-yo-madre al infierno. El resultado· fue caótico, y su ps1cos1s llevó a la madre a la desesperación.

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235

Indice de autores • i

F

A

Federo, P., 33, 34, 229 Fenichel, O., 27, 30, 33, 48-50, 229 Fisher, C., 22, 229 Freud, A., 64, 169, 170, 185, 188, 195, 229 Freud, S., 17-33, 51, 53, 75; 105, 122, 128, 132, 135, 156, 157. 163, 182, 229, 230 Fries, M. E., 230

Abraham, K., 26, 2'1:1 Adler, A., 147, 162 Alexander, F., 227 Axelrad, S., 227 B

Bak, R., 227 Balint, A., 227 Balint, M., 227 Bender, L., 227 Benedek, T., 70, 206, 227 Beres, D., 137, 2Z7, 228 Bergmann, P., 228 Bernfeld, S., 228 Bing, J., 197, 228 Blos, P., 228 Bomstein, B., 170, 228 Bowlby, J., 12, 47-49, 53, 228 Boyer, L. B., 228

55, 192, 117, 160,

G

Geleerd, E. R., 199, 230 Glover, E., 230 Greenacre, P., 37, 39-41, 70, 74, 83, 84, 194, 230 Greenson, R. R., 230 Grinker, R., 231

D

H

Deutsch, H., 170, 178, 183, 188, 228

E Eidelberg, L., 228 Eissler, K. R., 37, 41, 42, 205, 228 Elkisch, P., 71, 228 Erikson, E. H., 37-41, 151, 153, 171, 197, 205, 228 Escalona, S., 229

Hartmann, H., 11, 20, 32, 78, 102, 105, 106, 150, 153, 194, 231 Hendrick, !., 231 Hermann, I., 231 Hoffer, W., 50, 231

I Isakower, O., 124, 231

237

lNDICE DE AUTORES

/

1

Piaget, J., 233 Piers, G., 135, 153, 154, 159, 233 Provence, S., 233

Jacobson, E., 7, 59, 83, 124, 129, 194, 231, 232 J ekels, L., 109, 232 Josselyn, l., 232

Rapaport, D., 20, 234 Reicb, A., 135, 215, 218, 234 Ritvo, S., 234 Rochlin, G., 234 Root, N., 170, 234

Kanner, L., 90 Kanzer, M., 91, 232 Katan, A., 184, 203, 232 Klein, M., 58-61, 106, 218, 232 Knight, R. P., 232 Kramer, P., 36, 232 Kris, E., 19, 93, 232

s

L Lampl-de Groot, J., 232 Leavy, S. L., 137 Lewin, B. D., 58, 232 Lichtenstein, H., 36, 41-44, 48, 233 Loewald, H., 233 Loewenstein, R. M., 19, 78, 102, 105, 106, 153 Lynd, H. M., 37, 38, 153, 154, 159, 233

M McLaughlin, F., 197 Mahler, M. S., 37, 41, 71, 90, 233 Marburg, R., 197 Maury, L. M., 227 Muensterberger, W., 228

o '1·

R

Sachs, H., 124, 234 Sadger, J., 48, 234 Sandler, J., 234 Sarlin, C. N., 175, 234 Saul, L. J., 234 Schafer, R., 234 Schilder, P., 23i Schur, M., 25, 26, 47-49, 198, 234 Senn, M. J. E., 219 Shorr, J., 155 Singer, M., 135, 153, 154, 159 Solnit, A. J., 233 Spiegel, L. A., 41, 144, 235 Spitz, R. A., 49, 53, 72, 73, 101, 235 Sterha, R., 93, 235 Sullivan, H. S., 38, 56

Tausk, V., 11, 235

Obers, S. J., 228 · Olden, C., 71, 233

w

p Paul, J. H., 229 Pavenstedt, E., 233

Wheelis, A. B., '37, 38, 235 Wilbur, G. B., 227 Winnicott, D. W., 61, 235

238

Indice analítico de materias

A Actividad, 56-58, 87 · (ver también: Pasividad) Acting out, en la adolescencia, 188-190 sexual, 175-176 Adaptación, 42, 43, 151, 161, 183, 198 Adolescencia, 149-153, 162, 181-203 y el desarrollo del superyó, 137-141, 145-146 comparada con el período edípico, 181-182 conflictos de culpa, 152-153 (ver también: Conflictos) consolidación de la personalidad, 88 creatividad en la, 94, 195 diferencia en la conducta sexual de niños y niñas en la, 175-178 fracaso de la solnción conflictual en la, 208, 211-226 formación de la identidad, 12-13, 38, 44, 45, 151, 170 procesos regresivos en la búsqueda de nuevos objetos, 219, 220 reactivación de conflictos infantiles, 146 reavivarniento del conflicto edípico en la, 64, 181-184

Adolescencia ( coot.) papel de las identificaciones del yo y superyó, 104 trastornos de la identidad en, 37, 38, 41 Afectividad, desarrollo de la, 66-69, 88, 137 en la adolescencia, 169.179 inhibición de la, en el sueño, 24 precursores, 25 precursores psicofisiológicos de la, 24, 25 primitiva, 21 resomatización, 25 signos de, 67, 68 unida a las funciones del yo, 67 y procesos de descarga, 22-25, 96·98 y procesos catécticos, 96-98, 143-146 y relación madre-niño, 55 y superyó, 141, 142 Aflicción, en la adolescencia, 181-199 Agresión, alterando con amor, 57, 58 anal, 110, 111 como mecanismo de defensa contra el sexo, 188 desplazamiento desde la madre hacia los rivales, 75, 77

239

1NDICE ANALÍTICO DE MATERIAS Agresión (cont.) diferenciación, 28 dirigida hacia el self, 91, 111 (ver también: Destrucción del self Suicidio) e idealización, 121, 129 e identificación, 78, 104, 105 e intereses del yo, 91 en la adolescencia, 188, 200, 202 invadiendo el yo y superyó, 132 liberada en la adolescencia, 187, 188

Ambivalencia (con.t.) en la adolescencia, 172, 175, 182, 184, 187, 202 Amistad, entre niños y niñas, Amor, 31, 32, 170, 177, 184, 202 papel en el establecimiento de la identidad, 79 Anal, fase, 109, 112, 116 Animal, "identidad adoptiva del", 42, 44

teoría de la frustración, 27 vicisitudes, 69, 73, 74, 105 y cualidades afectivas negativas, 98 y depresión, 97, in, 199 y desintegración del superyó, 209, 210

Ansiedad, comparada con la culpa, 133, 139 en la adolescencia, 172, 177 en la infancia, 27, 48 estados de, 25 signos de, 67, 141 teoría de, y afecto, 55 y vergüenza, 154 Ver también: Afectividad, conflicto de castración; temor; superyó; ansiedad

desvalorización del objeto, 116, 119 y formación del superyó, 121, 129, 132, 134 y narcisismo, 25, 26 y representaciones del self, 20, 31, 32, 142, 146 Ver también: Procesos de descarga; Fusión; Depreciación del objeto Aislamiento, 194 Ambición, 63, 94, 103, 107, 160, 164, 190, 206, 210, 215 Ambivalencia, 57, 58, 61, 209, 217, 221 conflictos de, en el niño, 57, 58, 69, 70, 75, 77, 122, 127, 128, 136, 141 e identificación, 102 e identificación psicótica, 129 e intereses del yo, 91

Autocrítica, 91, 92, 117, 140 (ver también: Superyó, funciones del; Yo, funciones del) Autoestima, co~trol del yo y superyó sobre la, 145, 220 e idealización del objeto, 121 e identificación del yo y superyó, 128, 129 en la adolescencia, 146, 191 pérdida de la, 165 ,¡ realista, 39 trastorno de la, 142 y agresión, 98 y conflic:o yo-superyó, 142 y culpa, 154-165 y desilusión temprana, 219 y evaluación del self, 142 y relaciones del objeto, 128, 129 y sentimiento de self, 208

negación del papel de la, 43 papel en la imagen real del ,¡¡elf, 92

y

240

1NDICE ANALtTICO DE MATERIAS B Borderline, paciente, 42, 61, 169, 219

e Carácter, e iden'.ificaciones, 56, 104 masoquista, 213 narcisista-preedípico, 213, 215 rasgos de, 56, 103, 213-215 y actitudes del yo, 108, llO y formaciones reaccionales, 108, 109 Castración, conflicto de, 67, 83, 85, 108, 115, 131 como incentivo para la formación del superyó, -131, 139 efecto inhibitorio sobre la imagen real del self, 34, 35, 83, 84 en niños, 87, 117, 119 fantasía, sobrevida de, 34, 35, 84, 86 femenina, 35, 84, 117, 119, 124, 154, 172 reavivamiento en la adolescencia, 172, 176 Ver también: Esquizofrenia Catexias agresivas, de los procesos del pen· samiento, 155 cambios en la fase edípica, 88, 92 cambios en, 57, 66, 67, 76, 91, 93, 108, 122 establecimiento de duraderas, 32, 91, 85, 86 modificadas por el superyó, 141, 144 narsicísticas vs. libidino-objetales, 41, 86 redistribución en la adolescencia, 171

Catexias (cont.) redistribución en la latencia, 147, 148 de los aparatos yoicos, 28, 29, 66 de las funciones autónomas del yo con energía neutralizada, 89, 95, 96 de los genitales, 83, 176 de órganos corporales, 22, 30, 95 de las zonas pregenitales, 28, 29, 66 del self y las representaciones objetales, 29, 66, 68, 77, 88, 96, 108, 113, 122, 129, 141, 146 sustracción de, 20, 89, 90, 95, 96, 185, 200, 209 (ver también: Objeto) Ver también: Memoria; Representaciones objetales; Representaciones del self

Cinismo, 116 "' "Como si", tipos, 41 Conducta, autodestructiva, 96, 97 "instintiva", 47, 48 Compasión, 109 Confianza, 94, 95 Conflictos, de masturbación, Í58, 172-174 en la adolescencia, 169, 203 entre el yo y el ello, 133, 139, 208 entre el yo y el superyó, 132, 139142, 156, 164, 208 infantiles y adolescentes, 208 instin'uales, 63, 64, 132, 181-203, 208 in ternalizado, 144 intersistémicos, 40, 133, 150, 198, 208 intrasistémicos, 40, 150, 198 morales, 146, 165, 191, 192

241

/

INDICE ANAL1TICO DE MATERIAS Defensas ( cont.) en la adolescencia, 176, 177, 189 estables, 132, 146, 150, 161 fantasías al servicio de las, 60 inestables, 146 influencia del superyó sobre las, 147, 222, 223 regresivas, transitorias, 189 su consolidación, 147, 193 su reconstrucción en la adolescencia, 181, 184, 188, 198

Conflictos ( cont.) narcisísticos, 115, 118, 154-158, 162165, 174, 191, 192, 208, 209, 214 y experiencias superyoicas, 139-140 Ver uzmbién: Ambivalencia; Cas· tración; Culpa; Rivalidad; Vergüenza Conciencia, ver Superyó, Valores Conversión, 31 Creatividad, 93, 94, 109, 195 Crisis, psicosocial, 38

Delincuencia, 169, 190, 211, 218-220

Cuerpo, imagen del, 33

Delusión, 59-01, 209, 221

Culpa, 98, 139 como señal afectiva, 143 e inferioridad, 153-165 (ver también: Inferioridad) Jttitc en la adolescencia, 170-174 catexias de la, 90 impacto de las experiencias infantiles sobre la, 34, 35 y conflicto de castración, 133, 139 y depresión, 188, 191-192, 199, 209, 213 y sentido de identidad, 83 y vergüenza, 153-165, 208-209, 211213, 216

D Defensas, 34, 196 activadas por el superyó, 140-142 basadas en identificaciones estables, 90 contra la heterosexualidad, 176-177, 189 contra ligaduras objetales, 185, 194 disminución de las, 210-226 e identificaciones, 102 elasticidad de las, 93

Dependencia, 113, 121, 127, 140, 158, 181, 182, 205, 212, 217, 222, 224 e independencia, del niño, 44, 55, 57, 63, 64, 80, 140 (ver también: Familia, debilitamiento de vínculos) Depresión, 45, 158 conflicto de vergüenza en la, 212213 en la adolescencia, 170, 199-202 paranoide, 216-218, 223 psicótica, 25, 202, 219 (ver tam· bién: Psicosis; Esquizofrenia) sintomatología de la, 209-210 (ver también: Melancolía; Psicosis; Esquizofrenia) tendencias masoquistas-dependientes en la, 216 y acting out, 145 y agresión, 97, 111 y energía autodestructiva, 97 y estructura psíquica, 145 Desarrollo, de las relaciones objetales, estructuras psíquicas, identificaciones, e identidad (self), interdcpendiente, 12, 17, 45, 65-68, '12-76, 80, 31, 86-33, 105, 129, 136, 137,

242

1NDICE ANALfTICO DE MATERIAS Desarrollo ( cont.) 146, 150-153, 160-165, 171, 174, 184, 210, 214-216 del adulto, 205-226 normal, 13, 4D-42, 45, 54, 79, 117, 133, 150, 185, 188, 191, 198 Descarga, procesos de, a través de canales fisiológicos, 22· 26, 30, 66, 96 afectomotores, 22, 28, 30, 66, 96 corporales, 23, 30, 97, 98 de energía agresiva, 27, 98 dirigida al objeto, precursores de, 23, 66 dirigidas al self y al objeto, 23, 66, 97, 98, 143-144 en la infancia, 21, . 31, 47-48 fisiológicos "silenciosos", 22-24, 66 hacia adentro vs. hacia afuera, 22, 24 hacia afuera, 27, 28, 66, 96 modificados por el superyó, 141, 142 subyaciendo a funciones ideaciona· les, 96 visuales alucinatorios, en sueños, 24 y autoestima, 142, 143 y desarrollo afectivo, 96-98 y síntomas de conversión, 31 Desplazamiento, 103, 108, 117, 147149 del interés sexual de los genitales hacia el cuerpo, 84, 85, 125 Destete, 49, 111 Desilusión, 69, 70, 75, 91, 111, 115119, 125, 126, 219 Diferenciación, entre libido y agresión, 28 entre relaciones objetales e intereses yoicos, 88 estructural, 20, 29, 31

Diferenciación ( cont.) estructural y de energía, 28, 29, 65-68 y organización, 139 Dormir, comparado con estados patológicos, 24-26 en la infancia, 21-27 inhibición del afecto en el, 24 y oralidad, 53

E Edipo; complejo de, 64, 76 e identificación (ver: Identificación) efecto inhibitorio sobre las imáge· nes reales del self, 83, 84 en el niño, 126-128 en la niña, 125-128 .. reanimación en la adolescencia del, 181-184 redistribución catéctica ocasionada por el, 88, 89 solución del, 114, 131-141, 146, 161, 182-184 su impacto sobre iqentificaciones, relaciones objetales e identidad sexual, 88 Edípica, fase, 54, 58, 83-89, 101-103, 131, 133-139, 148, 161 ,, , desarrollo afectivo en la, 97 desarrollo de valores, 112-116, 121 y desarrollo del superyó, 124-125 Educación, 69, 153 Elación, 58, 139, 145, 199, 200 Electroshock, 29 Ello, 135 energía del, 28 libido y agresión del, 31

243

1NDICE ANALfTICO DE MATERIAS Ello (cont.) no diferenciado del yo, 19 su relación con el superyó, 188, 189, 195-197 su relación con el yo, 188, 195-197 su representación en imágenes del self, 3ó sobrevivencia de imágenes mágicas en el, 123 usado al servicio del yo, 93 y procesos del pensamiento, 192, 193 Embriológico, desarrollo, 27, 65, 66 Empatía, 54-57, 71, 109 Energía, psíquica, descarga de, ver: Procesos de des· carga desexualizada, 28 (ver también: Neutralización; Sublimación) elasticidad, 93, 94 dirigidas al objeto, 94 originariamente indiferenciada, 20, 27-30, 66 preponderancia de libido y agresión, 30, 31 progresiva neutralización, 29 (ver también: Regresión) su remanente en la adolescencia, 187 usada para logros inhibidos, 101103 y creatividad, 93-95 y metas inhibidas, 122 Ver también: Agresión; Catexias; Impulsos . instintuales; Libido; Procesos de descarga

Erotismo (cont.) cutáneo, 48 mo:or, 48 tipos primitivos de, 47, 48 Escritura, 94 Esquizofrenia, afectividad en la, 97, 98 autista, 90, 97, 98 comienzo, y conflictos adolescentes, 219-224 depresión en la, 209 (ver ta1nbién: Depresión; Melancolía) desintegración del superyó en la, 220-226 en el niño, 41, 63, 99 ideas de grandeza en la, 201 megalomanía en la, 17, 18 paciente convencido de que es otra persona, 59 paranoide homosexual, 221 y castración del self, 221, 222 y narcisismo, 17, 58 y temprano desarrollo del yo, 5859 Estadios, anal, 109-112, 116, 154 fálico, 113-117, 154, 160, 190 oral, 47, 58, 61, 110-113, 154 Estructura psíquica, cambios en la adolescencia, 161,

171, 178 desarrollo de la, y el establecimiento de la identidad (ver: Desarrollo)

Envidia, 74-78, 118, 128

interdependencia en la psicosis, 219 modificación de la, en el período edípico, 103 organización estimulante del super· yó, 150

Erotismo, del pezón, 174

procesos de organización que operan en todas las, 40, 150

Embarazo, 206 Envejecimiento, 30

244

se

1NDICE ANALÍTICO DE MATERIAS Estructura psíquica (cont.) proporción de energía libidinal, agresiva y neutralizada, 143-145 remodelación en la adolescencia de la, 181, 203 su diferenciación (ver: Diferenciación) su fluidez en la adolescencia, 181196, 199 y manifestación de impulsos, 20,29 Ver también: Ello; Superyó; Yo Etiología, 47 Exhibicionismo, 111, 154 Eyaculación, primera, 172-174

F Falo, 125-128, Pene)

139

(ver

también:

Fantasía (cont.) de unión con el objeto (ver: Fantasía, de fusión) de un pene ilusorio, sobrevida de la, 35, 84, 86, 125 de violación de una niña, 158, 224 del niño preedípico, 53-62, 112 de Weltuntergang, 82 edípica, 88 e identificaciones, 102 homosexual, 224-225 incestuosa, 176, 225 introyectiva y proyectiva, 59-62 mágica, 57-62, 67, 112, 113, 116 oral, 58 regresiva, 176 reprimida, 34 y reacciones afectivo-motoras, 96

-~,¡

Femineidad, 126, 173-174 Fijación,

Familia, debilitamiento de los vínculos en la adolescencia, 181-186, 193196, 205, 206, 210-211 establecimiento de la propia, 205, 206 Fantasía, 25 ambiciosa, 94 comienzo de la, 66 de abandonar a la esposa y al trabajo, 216 de castración, 118 (ver también: Conflicto de castración) de fusión, 52, 53, 64, 72, 78, 87, 199. 220 de incorporar un pene, 126 de incorporar el objeto de amor, 52, 57 de la escena primaria, 85, 223 de masturbación, 158, 224-225 de omnipotencia, 112, 113

a nivel adolescente, 211. a nivel preedípico, 222 de valores infantiles, 212 en la fantasía de castración femenina, 34-36 Ver también: Regresión Formación reacciona! (reactiva), 134136 contra impulsos sadomasoquistas, 223 e idealización, 122 temores derivados de, 114-115 y carácter, 113 y conflictos de inferioridad, 156157 y formación del superyó, 56, 92, 106-111, 143 y sublimación, 108, 122 y vergüenza, 154, 162

Frmtración, 69, 91, 102, 111, 144

245

/

1ND1CE ANAL1TICO DE MATERIAS Frustración ( cont.) balance entre gratificación y, 70-72, 74, 110 impacto sobre la autoestim~ ll5· 121 influencia constructiva de la, 52, 69, 115 tolerancia a la, 79, 112, 183 y sobregratiíicación, 70

Grupo (cont.) significado del, en la latencia, 141149 valores de, 148, 149 Guerra, y delincuencia, 189, 190

Fusión,

Hábitos higiénicos, 67, 72, 109-111, 154, 157 Hambre, 30, 48, 49, 53 Heces, 109-112 (ver también: Ecuación simbólica) Hermanos, identificación con, 87 relación del menor con el mayor, 80 sus relaciones en la latencia y adolescencia, 175 Hipocondriasis, 170, 202 Histeria, 30

de imágenes objetales y del self, 33, 47-61, 82, 106 de impulsos, 80, 93 de libido y agresión, 27-31, 67, 91 diversos tipos de, y cualidades afectivas, 98 entre imágenes genitales, 83 entre objetos, 73 y aefusión, 29, 30 Ver también: Fantasía Futuro, concepto de, 63, 148-150

Hombre fijación a la fantasía de castración femenina, 34, 35, 84-86 maternal, 85: Ver también: Niños

~i,•.

G Genitales, su invisibilidad en la mujer, 83-86 temores centralizados en los, 115, 175, 176 ver vs. tocar, 84 Ver también: Pene; Vagina

Homosexualidad, 159, 212, 221 femenin~ 85 latente, 173, 176 _,,,, masculina, 85, 127

:~;(

Gratificaciones· narcisista, 32 narcisista vs. libidino-objetal, 92-98 Grupo identificación con el (ver: Identifi· cación) identidad de, 39 reacciones de pánico en, 54 relaciones de, 206, 215

H

Humor, 144-145 del adolescente, 169-171, 187, 188· 203

I Idealismo, 141 Idealización, 78, 102, 107-109, 116, 160 e identificación superyoica, 121, 129 en la adolescencia, 188-189

246

1NDICE ANALfTICO DE MATERIAS Idealización ( cont.) Ver también: Objeto de amor, Objeto Identificación afectivo primitiva, 55-56, 64 con el agresor, 64 con el grupo, 193, 206, 207, 215, 216 con el objeto de amor, 78 con figuras autoritarias, 149-152 con imágenes reales e idealizadas, l9í (ver también: Imagen objetal) con la madre "fálica", 85 con la "víctima", madre masoquista, 86 con los compañeros (en la latencia), 152 con los padres, ·dependencia e independencia de la, 80 con los rivales, vs. objeto de amor, 77, 78, 126, 127 contradictorias (incompatible), 150, 152. 187, 206, 226 del hi.io con el padre, 88, ll8, 126· 128, 206

Identificación (cont.) en la fase edípica, 86-98, 102-103, 134, 183 (ver también: Complejo de Edipo, Madre, Niña, Niño, Padre) entre la pareja conyugal, 206, 207 fálica, 127 femenina, en hombres, 128 infantil, factores que determinan su cualidad, 101-102 jerarquía de la, 150 masoquista, 223 mutua, de padres e hijos, 69-70 narcisista, 51-52, 58, 78, 199, 206, 217, 218 naturaleza regresiva de la, 78, 79 normal, 128-129, 206-207 parcial (ver: Identificación selectiva) preedípica, 52, 53 primaria, 53 primitiva, y desarrollo del yo y superyó, 212 psicótica, 60-62, 78, 81, 82, 128-129 reactiva, 185 selectiva, 63, 81, 87, 88, 138, 183, 222

del hijo con la desvalorizada madre,

l18 del niño preedípico, 64-81, 86 de la hija con la madre, 87, 127, 206. 207

sobrevida de las pasadas, en el adulto, 184, 185

de los padres con el hijo, 70-74 depresiva, 126, 127 desarrollo de la, en el período infantil temprano, 48-51 desintegración, 205, 217, 218 !\ después de la adolescencia. 205, 206 durante la latencia, 147-165 egosintónicas, 186 e identidad, 12, 41, 69-70, 79, 150, 171, 205-226 en fantasía, 53-54, 70, 71 en la adolescencia, 171, 182-194, 196

247

temporaria, 53, 54 tipos más tempranos de, 47-62, 65 y agresión, 78 y catexias objetales, 51, 52 y conflictos adolescentes no resueltos, 210-226 y desilusión temprana, 219 y empatía, 35, 53, 54, 70, 71 y homosexualidad, 85 y patología sexual, 85, 86 y procesos del pensamiento, 192-193 Ver también: Desarrollo, interdepen-

/

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS

Identificación (cont.) diente; Desarrollo del superyó; Identificación del superyó; !den· tificación del yo

Identidad (cont.) (ver también: Desarrollo, interdependiente) protegida por el superyó, 210-215 que promueve identificación y rela· ciones objetales, 75-81 (ver también: Desarrollo, interdependien· te)

Identidad conflictos tempranos, 215 cualidades complementarias, 203 definiciones, 37 -39 dependiendo más del desarrollo del yo que de la posición sexual, 86 desarrollo en la adolescencia, 151, 152, 169-179, 185, 186, 191, 192 desarrollo de la,· fuera de la ad~­ lescencia, 38, 44, 45, 151 desarrollo normal de la, 40-42, 45, 209, 210

revisión de la literatura sobre la, 37-45 sexual, 83-98, 148, 149, 171, 172, 208 tema de, 43, 48 trastornos de la, 38, 41, 42, 82, 86, 108, 151, 152, 185, 18ó, 202, 208226 y conflictos adolescentes no resuel· tos, 208-226

desarrollo postadolescente, 151, 152, 203-226

y conflictos de culpa, 208, 209, 212 y conflictos de vergüenza, 152-165, 208, 209, 212, 213 y desarrollo de un yo precoz, 80-81 y formación de grupo, 147, 148, 207, 208

descubrimiento de la propia, 11, 63-92 difusión de la, 171 e identificación (ver: Identificación del yo, Identificación, Identifica· ción del superyó)

y

enfoque psicosocial de la, 38. 39 femenina, establecimien•o de la. 83· 86, 172-178 formación de la, 38-45, 113, 205 impacto del conflicto de castración - sobre la, 119 masculina, establecimiento de la, 172- 209 pérdida de la, 186, 208, 209 predisposición a problemas de. 210211 problemas de la: en hombres y mujeres, 84-86; en homosexuales, 86; en la psicosis, 42, 82. 208-226 promovida por identificaciones y relaciones objetales, 73, 74, 150-152

fusión temporaria,. 54

y hábitos higiénicos, 110, 111, 154 y redistribuciones catécticas en la

adolescencia, 147, 148

Ver también: Desarrollo interdependien'.e; Identidad del yo; Self Ideología, 208 anschauung)

(ver también: Welt-

Imaginación (conjunto de imágenes) de deprivación oral, 49 deseada, 103 inconsciente, 66 infantil, 72, 133 mágica, 122, 123 psicótica, 72. 73 tipos de, y formación del superyó, 136

248

1NDICE ANALtTICO DE MATERIAS Imaginación ( cont.) Ver también: Imagen objetal, Ima· gen del self Imitación, 55-56-64 Impotencia, 31, 157, 158 Incesto, tabú al, 112, 113, 131, 134, 138, 161, 184, 187 Incorporación, 42, 53, 57-59 (ver también: Identificación, Internalización, Introyección) Individuación, 45, 63, 70, 219 (ver también: Dependencia e interdepen· dencia; familia) Infante, infancia comparados con estados patológiCDs, 22-26 desarrollo del, 17-36, 47-62 estado psicoeconómico, 2-35 manifestaciones de impulsos en el, 20-36 necesidades libidinales e instintivas del, 48 respuestas premodeladas, 47, 48 tipos de estirnulación además del oral en el, 48 Ver también: Relación madre-hijo "Inferioridad" conflicto de, 198, 208, 209, 214-219 en la adolescencia, 188-192 sentimientos de, 91, 98, 105 y culpa, 154-165 Inhibición, de función, 95-96, 142-158 Instintual, impulsos diferenciación de los, 27-32 en la infancia, 20-36 fusión y aefmión de, 29 indiferenciados (ver: Energía psíquica) intensificados en la pubertad, 169179 teoría dual de los, 26-29

Instintual, impulsos ( cont.) teoría de los, que conceptualiza mejor la influencia de la madre sobre el yo, 50 vs. "instintivos", 48 Ver también: Agresión, Energía psíquica, Fusión, Libido, Neutraliza. ción InternaÜzación, ll5, 152-154, 160 prematura, 221-226 y funciones del superyó, 103, 126, 136, 138, 139 Intimidad, 171, 172 lntroyección, 54, 57-62, 103, 106, 126, 138, 189, 213, 221, 222 parcial, 64 "Introyectos'', 59 Introspección, 33-36

L

...

Llstima, 109 Latencia, 6i, 101, 138, 146, 175, 215, 220 conflictos de identidad en la, 152, 215 tendencia al desarrollo en la, 147165 Libido definida, 18, 19 e idealización, 121-130 e identificación adolescente, 184 e intereses yoicos, 88-91 en la adolescencia, 184, 188, 200-203 in·rncliendo el yo y superyó, 132 liberada en la adolescencia, 188 objetal y yoica, 17-19, 31 preponderancia de la, sobre la agresión, 30, 67, 105, 112-144 su papel en la imagen real del self, 92

249

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS

.Libido ( cont.) sustracción de, 17, 18, 31 (ver también: Catexias, Objeto, Self) su transformación de objeta! en narcisista, 89-91 Ver también: Fusión, Neutralización, Sublimación

M Madre cariñosa, 50, 55, 71 como agresor y restringiendo las demandas instintuales, 64 como objeto de rivalidad, 74, 75 el niño en el papel de, 56 impresiones visuales de la, 49 introyección prematura de imágenes infantiles de la, 212-226 reacción de la niña a la "castrada'', 117, 124, 125 reacción del niño a la "castrada", 117 Ver. también: Identificación, Objeto, Objeto de amor, Padres. Madre-niño, relación cualidades "narcisísticas" de la, 55. e identidad, 43-48, 55 en el estadio oral, 47, 61, 62 infantil temprana, 47, 61, 62 preedípica, 63-82 simbiótica, 43-48, 55, 63, 70, 71, 127; 223 Ver también: Identificación, Infante, Madre, Niño Maduración, 27-29, 35, 68, 72, 105, 132, 136, 142, 206 discrepancias entre la, instintual y yoica, 211 sexual bifásica, 4.S

Madurez, 92, 195-203 Magia, 18, 54 (ver también: Fantasía) Marcha, 67-73 Masculinidad, 127 Masoquismo, 95, 158, 223 concepto de, 17-33 desarrollo del, 113, 114 erotogénico, 19 moral, 91, 92 primario, crítica del, 17-29 secundario, 31-33, 91 l\f asturbación, 118 en la adolescencia, 158, 172-176 obsesiva, 225 Ver tambi.én: Fantasía

Maternidad, 205-206 :Matrimonio, 177, 178 Melancolía (melancólico), 26, 51, 52, 59, 117, 127 necesidad de amor del, 209, 210 se trata a sí mismo como un objeto, 59 y renunciamiento edípico, 127-129 Ver también: Depresión. Psicosis Menstruación, menarca, 172-176 Mnémicas, huellas ( catexias de las), 32-35, 48, 49, 66, 67 Moralidad, esfínter de, 113, 131 Ver también: Superyó, V al ores Motilidad funcional, 67 y descarga de impulsos, 22, 25, 28, 96 Motor, aparato, 22, 28, 55, 56, 66 Muerte, instinto de, 18, 19, 26, 30 Mujer, asigna el ideal del yo a su pareja, 124 fálica, 85, 86

250

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS Mujer (ccmt.) idealización de la, por el hombre, 129

Neurosis ( cont.) teoría de la "potencia de impulsos" en la, 162 y el desarrollo adolescente, 169 Neutralización, 26-28, 67, 68, 80 e identificación, 78, 79 e intere~es del yo, 89, 92 parcial, 27 perturbación de la, 132 y creatividad, 93, 94 y cualidades afectivas, 98 y desneutralización en la adolescencia, 199 y formación estructural, 103 y funciones del yo, 92-96 y representaciones del self, 142-145 y resolución del complejo de Edipo, 132-138

persistencia de la fantasía de castración, en la, 34, 35, 84, 86 temor dominante en la, 126

Ver también: Femineidad, Niña, Sexo, Diferencias de

N Narcisismo concepto de, 17-33 e ideal del yo, 107 intensificado en la adolescencia, 188190, 201 primario, 17-20, 28, 29, 58 secundario, 31-33, 58 y agresión, 26, 27 y desarrollo de relaciones objetales, 117

y superyó, 102, 105, 141

Niña,

•'

"choque" homosexual, 175 desarrollo sexual de la, 83-87, 117, ll8, 148, 149, 153, 171-178

y desarrollo del yo y superyó, 177 y vergüenza, 153, 154 Ver también: Conflictos, Identifica· ción

desarrollo superyoico en la, 124-128 deseo por el otro sexo, 178 ideal del yo de la, ~esarrollo (ver: Yo, ideal)

Narcisístico, daño, 92, 102, 103, 113122, 126-128, 156-178

rechazo del otro sexo, 87, 88, 148, 149, 175

Negación, 188-195 de la castración femenina, 84 de la dependencia materna, 87, 88 de tendencias masculinas, 125, 126

Ver también: Identificación, Madre, Padre, Sexo, Diferencias de Niño, actitud "antiniña", 87, 88, 148 control sobre las funciones corpora· les, 67-72

I\ euro sis, 102, 129, 130 ausencia de serios conflictos de identidad en la, 209

desarrollo afectivo, 97, 98 desarrollo del (ver: Estadios específicos) desarrollo en el segundo año, 63-82, 213

masoquismo en la, 19 narcisista, 12, 42 (ver también: Personalidad) obsesiva, 159, 211, 215-218

251

/

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS

Niño (cont.) desarrollo sexual del, 87, 88, 117119, 147-149, 172-178 descubrimiento del mundo objetal por el, 50, 51 descubrimiento de su identidad, 6382, 213 esquizofrénico (ver: Esquizofrenia infantil) fantasía del, 42-57, 59 identificación con el padre vs. identificación con la madre, 126, 127 juego homosexual del, 173, 176 jugando a ser madre, 57 negligencia sobre los problemas de identidad en el, 38, 44 procesos del pensamiento en el, 17, 18, 58, 59

elección de, 51, 172, 181, 216-218 en la esquizofrenia, 59, 60 fantaseado vs. el real, 92 gratificante necesario, 55 idealizado, 121-130 (ver también: Idealización) imagen '·buena" y "mala" y representación objeta!, definida, 20 inanimada, 41, 63, 67, 68, 90, 163 "incorporado'', 59-62 independencia del, 102-105 (ver también: Dependencia)

psicosis del (ver: Esquizofrenia infantil)

libido objetivada, 17, 18, 31-33 pérdida del, 183, 200 (ver también: Temores)

relación anaclítica con la madre, 127, 128 role playing, en fantasía y en actos, 87

preedípico, 102 "transcicional", 61, 62 sustracción del, 185, 209, 219 (ver: también: Catexias)

sus deseos, 177, 178 uso del "NO", 73 Ver también: Desarrollo, Infante, Madre, Objeto de amor, Padre, Relación madre-niño

Objeto, imágenes de "buenos y malos", 62, 75-80, 109, 110, 113, 137-139, 217-219 cambios de las (ver: Padres) componentes, 135, 136 desvalorizadas, 116, 117 idealizados, deseados, 102-107, 136, 190 (ver también: Objeto de amor)

o Objeto, ambivalencia (ver: Ambivalencia) constancia de, 67, 77, 79, 152 depreciado, 111, 115-119 descubrimiento del, 11, 32 deseo de constante cambio de, 216218

r

Objeto ( cont.) discriminación en·re (ver: Percepción) distinción entre, 72, 73 distinguido del self, 29, 30, 31, 32, 52, 54, 58, 59 (ver también: Fer· cepción)

infantiles, 33, 34, 47, 61, 106, 107 mágicas, 132 personificadas, 220-221 reales, M, 65, 74, 75, 92, 123 Objeto, relaciones de,

252

1NDICE ANALiTICO DE MATERIAS Dbj eto, relaciones de ( cont.) con compañeros en la latencia, 148, 149 desarrollo de las, en el período preedípico, 63-82 desintegración regresiva, 210 desplazadas de los padres, 148-152 e identidad, 88, 172, 215-219 (ver también: Desarrollo, interdependiente) e identificación, 50-52, 78-79, 126 e identificación parcial, 105-107 en el período edípico, 86-98 (ver tamb~ér.: Estadio edípico, Complejo de Edipo) en la adolescencia, _170, 203 en la latencia, 147-165 en la melancolía, 50-52 en la psicosis, 12, 54, 55, 59-62 entre los sexos en la adolescencia, 174-179 fases transicionales, 61, 62 inconstante, e identidad, 215-219 influencias sobre el desarrollo del superyó, 136, 137, 163-165, 212 jerarquía de las, 150 maduras, 54, 90-92, 210 narcisista, 199, 211 precursores de las, 47, 50-62 sadomasoquista, 190 social, 69, 171 y conflictos adolescentes no resueltos, 208, 211-226 y conflictos de castración, 117-119 y desarrollo afectivo, llí-119 y desilusiones tempranas, 218, 219 y logros culturales, 94 Ver también: Desarrollo. Objeto, representación de, 31-34, 64, 65, 89-93, 137, 133 catexias de (ver: Catexias)

Objeto, representación de (cont.) colapso de, 219 cualidades complementarias, 203 hipercatexia agresiva de, e hipercatexias libidinales de represen' ación del self, 95, % influencia de las identificaciones psicóticas sobre, 128-130 limitada capacidad para formar reales, 36, 37 sobrevida de idealizadas, 123 y formación del ideal del yo, 106, 107 Ver: Objeto, imagen de Obsesiva, neurosis (fenómeno) (ver Neurosis) Omnipotencia, 57, 107, 112-113, 136 del pensamiento, 18, 59 participación del niño en el de los padres, 57, 58 Optimismo, 203 Oral, tríada, 58 Oralidad, infantil, concepto de, 47-50 y creatividad, 93, 94 Órgano-afectivo, lenguaje, 25, 66, 97 Orgullo, 113, 156, 164, 172-174, 213 Orina, control de la, fl, 72, 73 (ver también: Hábitos de higiene)

p Pánico, 54 Paranoia, 218-220, 224-226 (ver también: Depresión) Padres aversión a romper los lazos con el hijo, 44, 45, 206, 210-215, 219 (ver también: Individuación) dependencia del niño de los (ver: Dependencia)

253

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS Padres ( cont.) desilusión prematura por el niño de los, 58, ll5, 119 doble identificación de los, 71, 72 idealización de los, 121-130, 134, 135, 183, 187 imagen cambiante de los, 133, 134, 182-187, 192-197 imagen real de los, 104, 187, 196-198 influencia sobre el desarrollo del SU· peryó del niño, 103-108, 206-226 influencia sobre el desarrollo del yo del niño, 67-72, 101, 102 influencia sobre la solución de los conflictos patológicos, 206-226 reales e idealizados, 122, 187, 197 Pasividad, 21, 57-59, 87, 157-159, 212 Peligro, estimulación de la inteligencia por el, 195 evaluación real del, 198 situación de, 114, 115, 127, 131 Pene, 119, 174-176, 225 envidia y valores del, 125 ilusorio, 34, 35, 84-86 (ver también: Fantasía) Pensamiento, procesos del catexias agresivas de los, 156 desarrollo del, 66-69, 80, 89, 137 e ideal del yo, 198 en la adolescencia, 191-194 precursores psicofisiológicos, 22, 25 28, 29 procesos catécticos subyacentes, 92· 98, 143-145 vergüenza desplazando a los, 155 y superyó, 142, 143 Percepción, 32, 48. 60, 63, 137 de diferencias entre objeto y self, 63, 73, 80, 81 de diferencias y envidia, 75-80

Percepción ( cont.) del self, limitaciones, 33-36 (ver también: Self, percepción) de objeto gratificante, 34 e identificación, 102 en la infancia, 22-24, 33, 48, 52-56, 60-66 interna, 24 visual, 49, 84 y curiosidad sexual Personalidad, narcisista, 209-215, 219 Perversión, 169 (ver también: Homosexualidad) Pesimismo, 203 Placentero-displacentero, experiencias, 32, 34, 48, 60, 66, 67, 110 Placer, principio del, 48, 66, 141 Pregenital, etapa (ver: Preedípica, etapa) Pregenital, zonas, 28, 29 catexias de, 66 sustracción de catexias de, 89, 90 Preedípica, etapa, 47-62, 86, 87, 133· 135, 153, 154, 160 desarrollo afectivo en la, 97, 98 regresión a la, 213, 214 situación de peligro en la, 114 y desarrollo de valores, 108-115 y formación del ideal del yo, 106108 Primitivos, 18, 58 Proceso primario, 66, 196 Proceso secundario, 67, 196 Proyección, 35, 54, 61, 62, 75, 102, 107108, 189, 194, 218 Psicosis, 12, 32, 102 ausencia de conflicto de culpa en la, 203, 218 características obsesiyas en la, 225226

254

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS Psicosis ( cont.) conflictos de hostilidad en la, 78, 81, 82 depresión en la, 219-222 en el niño (ver: Esquizofrenia infantil) en la adolescencia, 185, 219-221, 224 maníaco depresiva, 58 (ver también: Depresión, Melancolía) masoquismo en la, 19 negligencia de los problemas de identidad en la, 28 paranoide, 224-226 perturbación de la identidad en la (ver: Identidad) regresión en la, 58, 185, 219 tratamiento quirúrgico de la, 29 y adolescencia, 189, 201, 202 y desarrollo infantil temprano, 25, 26, 29, 58-62, 221-226 y desarrollo temprano del yo, 58, 59, 221-226 y superyó (ver: Superyó) Ver también: Esquizofrenia, Infancia, Paranoia, Sueño Psicoanalítica, terapia y técnica ampliación del campo de la, 12 y el período adolescente, 169-170 Ver también: Recuerdo, de deprivación oral Psicosomática, enfermedad, 25, 30, 49 Pubertad, cambios en la, 169-179, 188 (ver también: Adolescencia)

R Realidad interna y externa, prueba de, 142149 relación con la, 163 sentido de, 68

Realidad, principio de, 50, 07, 123, 142, 161 Realidad, prueba de, 35, 60, 137, 142, 149 en la fase edípica, 103, 117 fracasos en la, 210 papel de la agresión en la, 74, 75 y frustración, 116 y metas yoicas, 116, 123 Recuerdos, 32, 33, 66 de deprivación oral, 49 su ausencia en la adolescencia, 169 Regresión, 12, 78, 82, 164, 212-213, 218 en la adolescencia, 178-179, 185, 200 en la esquizofrenia (psicosis) , 58, 185, 219 estructural vs. de energía, 30 grados de, en la enfermedad psicosomática e histeria, 30 hacia la posición homosexual, 200 ' . hacia la posición sadomasoqmsta,

200 hacia la unión con el objeto, 54-59 hacia valores infantiles, 212 narcisista, 23, 25-30, 202 y actos, sentimientos y pensamientos autodestructivos, 97 y progresión en la aaolescencia, 178, 179, 199 y sustracción de catexias de las re~ presentaciones del self, 95-97 Represión, 134 de fantasías, 34 de necesidades sexuales, 103 infantil, 34 su levantamfrnto en la adolescencia, 188 y complejo de castración, 68 y complejo de Edipo, 146, 181-184 y otras defensas, 194, 195 Resistencia, en la adolescencia, 170

255

INDICE ANALíTICO DE MATERIAS

Restitri'~ión, 59, 102 Rivalidad, conflictos de, 63, 64, 74-80, 92, 102, 126, 131 (ver también: Complejo de Edipo)

s Sadismo, 18, 19 (ver también: Agresión) Self agotamiento de las reservas libidinales del, 30 catexias del, 30 (ver también: Ca· texias) como algo distinto del yo, 32, 106, 107 concepto del, 11, 20, 32, 33 descubrimiento del, 21, 63, 82 físico y mental, 20,"33, 36, 48, 141147 impulsos contra el, 97 pérdida del, 165, 190, 191, 200, 209, 220 psicofisiológico primario, 20, 22, 28, 85, 90 .Ver también : Agresión, Libido Self, destrucción del, 27, 95, 96 Self, evaluación moral del, 141, 142, 163-164 Self, imagen del, 33-36 abstracta, 138 componentes de la, 136, 137 concreta, 138 consolidación de, 76-80 construcción de, 49, 72-82 deseada, 64-67, 74, 91, 92, 160-165, 190, 213-215 en el período preedípico, 33-36, 7482, 116, 117 en la fase edípica, 83-98 fusión con imágenes objetales, 47-62

Self ( cont.) homosexualidad integrada en la, 85, 86 idealizada, 123, 136 integración de las características ·"masculinas y femeninas", 86 mágica, 132 personificada, 220-221 real, 35, 36, 64-67, 74, 117, 123 real y deseada, 64-67, 74, 102, 107, 160 sobrevida de la idealizada, 123

Ver también: Self, representación del Self, intereses del, distintos de los intereses yoicos, 91, 190 Self, percepción del, 33-36, 73, 141, 142 Self, r_epresentación del, 31-33, 65, 66, 89, 93, 128, 129, 136-138 cambios en la adolescencia, 180 catexias libidinales, 143, 144 colapso de las, 209, 220 concepto de, 11, 20, 22, 33 cualidades complementarias, 203 desarmonía con el ideal del yo, 164 desarrollo de, 33, 38, 137 e identificación (ver: Desarrollo, interdependiente) fuentes de las, 33, 36 hipercatexias agresivas de, e hipercatexias libidinales de la representación de objetos, 95 influencia de identificaciones psicÓ' ticas sobre, 128, 129 patología de, 142 (ver también: Identidad, identificación, autoestima) y el yo (ver: Desarrollo, interdependiente; Metas del yo; Intereses del yo)

2.56

1NDICE ANAUTICO DE MATERIAS Self, representación (cvnt.) y falta de constancia de objeto, 205208 y formación del ideal del yo, 106, 107 y superyó, 35, 36, 68, 139-141 Separación conflicto de, 72, 114, 136 (ver también: Obje:o, pérdida del) efecto de una temprana, 47-49, 52, 53 -Sexuales, relaciones primeras, 176-179, 205-206 unión en la pareja, 43, 52-54 Sexualidad clímax de, infantil, 67, 68 desarrollo de, el niño en comparación con la niña, 84-88, 124-130 desarrollo precoz de, y lento desarrollo del yo, 211 e identidad, 41, 44, 86, 87, 154 (ver también: Identidad) en la adolescencia, 172-179, 187, 200-202 ego-sintónica, 69 infantil, renunciamiento de la (ver: Complejo de Edipo) patología de la, 86 Simbiosis, normal y patológica, 43-45 (ver también: Madre-niño, relación simbiótica)

Sueño diurnos del adolescente, 190 imagen visual durante el, 49 Sublimación, 79, 108, 109, 134-136, 171 desarrollo de la, 89, 92 e idealización, 122 en la adolescencia, 195, 196 y cambios en las catexias de las represen!aciones mentales, 93 y escolaridad, 152 y formación reaccional, 122 Ver también: Intereses culturales, Intereses del yo, Logros yoicos, Neutralización Suicidio, 96, 97, 221 Superyó autonomía del, 40, 44, 64, 70, 139141, 149, 151, 182, 193, 198, 206 consolidación, 131-146, 182-203 control sobre las representaciones del self, 68 defectos ocasionados po~ .discrepan· cias entre la maduración instintual y del yo, 211 defectuoso, 209-226 del melancólico, 209, 210 desorganizando las relaciones de objeto y del yo, 209-211 despersonificado, 131, 141 e ideal del yo, 12f:l24, 181, 135, 164. 196-198

Simbiótica, ecuación pecho-heces, 114 pecho-pene, 128 pene-superyó, 139

experiencia del, 135-139 factores innatos, 105 factores que contribuyen en su or· ganización, 40, 150 falo igualado al, 139 influencia sobre identificaciones, 147, 210-226 (ver también: Identificación) influencia sobre los logros del yo, 150, 161, 165, 210, 215, 216, 223

Sociedad, cambios en los sistemas de valores de, 152 e identidad, 40-45 y familia, diferentes valores, 162 Soledad, 152, 170, 200, 202, 215

257

íNDICE ANALÍTICO DE MATERIAS Superyó (wnt.) Superyó, desarrollo del (cont.) integración de los diferentes compofemenino, 124-128, 135 nentes del, 131-146, 164 masculino, 127-130 modificando los procesos de descary conflicto de Edipo, 64, 131, 132 ga y catécticos, 141 Ver: Superyó, precursores personificación del, 132, 189, 190 Superyó, funciones del, precursores del, 56, 72, 79, 101, 121, de autocrítica, 105, 106, 129-134, 135, 136, 164, 189 140, 145, 146, 160, 163, 164, 197 raíces inconscientes, 140 de refuerzo, 105, 106, 129, 132, 145, reexternalización del, 133, 189 160, 197 regresión del, 218 de evaluación del self, 142, 163-164 regulación central de catexias, 143, directriz, 105, 106, 129, 131, 140, 144 145, 160, 198 remodelación en la adolescencia, 171, 4' múltiple, 140 176-178, 181-203, 210 parcialmente delegadas al yo, 141, representación en el self, 35-37 sobrevida de la relación amorosa 190 con los padres en el, 139 Superyó, identificaciones del, sobrevida de los componentes predesarrollo de las, 121, 131 edipicos en el, 220-226 e identidad, 41, 54, 150, 151, 215 temor del, 68, 115, 131, 139, 198, e identificación narcisista, 58 e intereses yoicos, 89 212, 215 en la adolescencia, 183-186, 192, un aparato de seguridad, 144, 210 210 y afectividad, 142, 143 y agresión dirigida hacia el self, 91 y el ello (ver: Ello)

influenciadas por las identificaciones del yo, 104 influencia sobre el sistema de defensa, 146 normales, 78

y humor, 144 y procesos del pensamiento, 192-194

y sobrevida de tempranos valores, 124

Ver también: Identificación

y trastornos de identidad, 38, 45, 152-165, 208-226 y vergüenza y culpa, 159-165 (ver , también: Culpa, Vergüenza) Superyó, desarrollo del e identidad sexual, 88 e identificación, 59, 64, 78, 101-106, 121-130, 132, 133, 182, 194 en la latencia, 147-165 factores que interfieren con el, 116119, 215-226

T Tensión, tolerancia a la, 67, 112 (ver también: Frustración, tolerancia a la) Tiempo, sentido del, 147 Trabajo, inhibición para el, 60 Transferencia, y proyección, 60

258

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS

u

y

Umwelt, relación a doble fase con el, 43, 44

Yo, aparato congénito, 105 asumiendo las características del obje:o admirado, 64-65 autonomía (secundaria) del, 4ü, 44, 63, 64, 70, 81, 85-86, l12, 149151, 182,~186, 193, 197, 198, 206, 210 defectuoso, 214-226 desorganizado por identificaciones incompatibles, 150 dotes del, 161 e ideal del yo, 196-199 e instinto de muerte, 19 energía del, 28 en la creatividad, 92-95 estado del, indicador superyoico del, 14.>-145 experiencia del, 33 impulso del, 163 libido del, 17 metas del (ver: Yo, logros del; Yo, intereses del) narcisismo del, 18, 31 primario autónomo, 28 regresión del, 219 relación con el ello ( #er: Ello) relación mutua con el superyó, 132, 135, 139-145, 161-165, 187, 194199

V Vagina, imagen real de la, preparada por imágenes intermediarias, 86 Valores, 139-143 contribución del yo a los, 196-199 consistentes, 149, 152 con!radictorios, 150-152, 162, 208 contribución del yo a los, 196-198 depersonificación de, 126 desarrollo de, 550, 108-116, 121, 129, 161-163 en la adolescencia, "171, 186, 192 preedípicos, 190, 213 y actitudes conflictivas parentales, 152 (ver también: Padres) y problemas de identidad, 153 Ver también: Logros yoicos : Ideal del yo; Superyó Vida ideacional (ver: Procesos del pensamiento, Identificación) Vergüenza, 98, 104, 109, 113 conflictos de, 197, 198, 208-219 en la adolescencia, 170, 174, 188, 191, 192 y conflictos adolescentes no resueltos, 208-216 y culpa (ver: Culpa) Vocación, 162, 172, 177, 217 Vocacional, elección, 206

w Weltanschanung, formación en la adolescencia, 192195, 203

remodelado en la adolescencia, 171, 175-177, 181, 203 sentimiento del, 33 su diferenciación del self, 31-33 Yo, actividades del, cubriendo procesos catécticos, 9198, 143, 145 el ello, 56, 161-165 y gratificaciones, 32, 49, 50, 55

y

259

1NDICE ANALfTICO DE MATERIAS Yo,' actitudes del, y la formación reacciona!, 108 y las cambiantes catexias de las representaciones del self y del objeto, 92, 130 Yo, desarrollo del, del homosexual, 85 e identificación, 60, 150, 151, 160, 183 en la fase edípica, 83-98 (ver también: Complejo de Edipo; Fase edípica) en la fase preedípica, 58, 66, 81 en la latencia, 147-165 .J' factores qne interfieren con el, 215, 216 influencias de los padres sobre el, 68, 71, 222-226 influencia sobre ·el desarrollo del superyó, 25, 131, 137, 138 (ver también: Superyó) papel de las experiencias no orales, 49-51 precoz, 80, 81 ·· ;"., ' y desarrollo sexual retardado, 211 y cuidado materno, 47-62 y frustración (ver: Frustración) y patología sexual, 85, 86 Ver también: Desarrollo ; Interdependiente

Yo, funciones del ( cont.) inhibición de las, 31, 95-97, 142 jerarquía de las, 150 organizadoras (de integración), 40, 80, 150 y homoy, 144, 145 y neutralización de la agresión, 79 Yo, ideal del, 94, 105 cambios en la adolescencia, 187, 189-192, 196-199 defectuoso, 116 depersonificación, 131 desarrollo del, 65, 106-109, 115, 121129, 134-136, 160-165 distancia con el self real, 123 e identificación, 196 e imagen deseada de! self, 214, 215 factores que interfieren con su desarrollo, 215, 216 (ver también: Superyó) inconsciente y consciente, 142, 164165 influencia sobre una conducta realista, 123 jerarquía de las, 198 relación con el yo, del, 139, 142 representación en el self, del, 35 sobrevida de tendencias narcisis~as en el, 141 una formación del yo o superyó, 196-199 y conflicto de castración en la niña, 124-125 y precoz internalización, 216 y superyó (ver: Superyó) y vergüenza y culpa, 159-165

Yo, funciones del, creativas, 93-97 dependiendo de la imagen materna, 55 de

autocrítica, 163-165, 198, 199 (ver también: Autocrítica; Funciones del superyó)

de autopercepción, 33-36, 142 de síntesis (organizadoras), 40, 80, 150 ejecutivas, 80

Yo, identidad del, 12, 37-42, 208 Yo, identificación del, e identidad. 41, 54, 150, 151, 215 (ver también: Identidad) e identificación, narcisista, 58

260

1NDICE ANALíTICO DE MATERIAS Yo, identificación del, (cont,) e identificación superyoica, 104 e intereses yoicos, 89, 103, 108, 161 en la adolescencia, 183-186, 210 establecimiento de, 51, 52, 92, 135137 influencia sobre los sistemas de defensa de las, 146 normal, 78 precursores, 56 prematura, 222 Ver también: Identificación Yo, intereses del, 56, 103-105, 223 alternancia entre los, 216-219 desarrollo de los, 8$-93, 129, 134 e identificación (ver: Identifica· ción) en la latencia, 147-165 jerarquía de los, 151

Yo, intereses del, ( cont.) Ver también: Yo, metas del Yo, metas del, 104, 105, ll5, 142 conscientes e inconscientes, 164-175 desarrollo en la latencia de las, 147-165 desintegración de las, 209, 215, 216, 220 e identidad del yo, 89, 103, 108, 161 factores que interfieren con el desarrollo de las, 215, 216 inconsistentes, 214-226 maduras, 196, 210 reales, 65, 160 sobrevida de los valores tempranos en las, 162 y prueba de realidad, 103, 104, 123 y sendoideal, 214, 215, 220 Ver también: Yo, intereses del

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