La Metamorfosis De La Cuestión Social. Una Crónica Del Salariado - Robert Castel

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Las metamorfosis

de la cuestión social

de la integración y a la generalización de las protecciones sociales, ya creíamos curada: una vez más, la existencia de "inútiles para el mundo", sujetos y grupos que se han vuelto supernumerarios ante la actualización en curso de las competencias económicas y sociales. Este estatuto es, en efecto, totalmente distinto del que tenían incluso los más desfavorecidos en la versión precedente de la cuestión social. El trabajo del peón o del obrero especializado, el obrero especializado de las últimas grandes luchas obreras, explotados sin duda, no por ello era menos indispensable. En otras palabras, seguía ligado al conjunto de los intercambios sociales. Aunque ocupando el último rango, formaba parte de la sociedad, entendida -según el modelo de Durkheim- como un conjunto de elementos interdependientes. De ello resultaba que su subordinación podía pensarse en el marco de una problemática de integración, es decir en su versión "reformista", en términos de reducción de las desigualdades, de política de ingresos, de promoción de las oportunidades sociales y de medios de participación cultural o, en su versión "revolucionaria", como transformación total de la estructura social para asegurar a todos condiciones reales de igualdad. Pero los "supernumerarios" no son siquiera explotados: para serIo hay que tener pericias convertibles en valores sociales. Son superfetatorios. No se advierte cómo podrían representar una fuerza de presión, un potencial de lucha, puesto que no gravitan en ningún sector neurálgico de la vida social. Sin duda, de este modo se inaugura una problemática teórica y práctica. Si ya no son "actores" en el sentido propio del término, porque no hacen nada socialmente útil, ¿cómo podrían existir socialmente? Desde luego, por "existir socialmente" entendemos ocupar un lugar en la sociedad. Pues, al mismo tiempo, están muy presentes, y éste es todo el problema, ya que están de más. Hay allí una profunda "metamorfosis" de la cuestión precedente, que consistía en encontrar el modo de que un actor social subordinado y dependiente pudiera convertirse en un sujeto social pleno. Ahora se trata más bien de atenuar esa presencia, hacerla discreta al punto de borrarla (según se verá, éste es todo el esfuerzo de las políticas de inserción, que hay que pensar en el espacio de un reflujo de las políticas de integración). Una problemática nueva, entonces, pero no otra prooiematizacion. En efecto, no se puede autonomizar la situación de estas poblaciones marginales, sin confirmar el corte que se denuncia al pretender luchar contra la exclusión. El rodeo histórico propuesto mostrará que lo que cristaliza en la periferia de la estructura social (en los vagabundos antes de la revolución industrial, en los "miserables" del siglo XIX, en los "excluidos" de hoy) se inscribe en una dinámica social global. Hay allí un dato fundamental gu se ha impuesto, en el curso de la investigación, a través del análisis qu propongo de la situación de IOHvagabundos, y 18 tccción vote pnrn el dL

Prólogo

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de hoy: la cuestión social se plantea explícitamente en los márgenes de la vida social, pero "pone en cuestión" al conjunto de la sociedad. Se produce una especie de efecto bumerán, en virtud del cual los problemas planteados por las poblaciones que encallan en los bordes de una formación social retornan hacia su centro. Entonces, que hayamos entrado en la sociedad "posindustrial". incluso "pos moderna" , o como se la quiera llamar, no impide que la condición impuesta a quienes están "out" dependa iempre de la condición de quienes están "in". Siempre son las orientaciones determinadas en los centros de decisión (en materia de política económica y social, del gerenciamiento de las empresas, de las reconversiones industriales, de la búsqueda de competitividad, etcétera) lo que repercute como una onda de choque en las diferentes zonas de la vida soial. Pero la recíproca también es cierta: los poderosos y los estables no están en un Olimpo desde donde podrían contemplar con impavidez la miseria del mundo. Integrados, vulnerables y des afiliados pertenecen a un mismo conjunto, aunque de unidad problemática. Son las condiciones de .onstitución y mantenimiento de esta unidad problemática lo que habrá lue examinar. Si la redefinición de la eficacia económica y de la pericia social tiene que pagarse poniendo fuera de juego a un 10, un 20, un 30 por ciento o más de la población, ¿se puede seguir hablando de pertenenI'jo a un mismo conjunto social? ¿Cuál es el umbral de tolerancia de una sociedad democrática a lo que yo llamaría, más que exclusión, invalidadón social? Ésta es a mi juicio la nueva cuestión social. ¿Qué es posible hacer para reintroducir en el juego social a estas poblaciones invalidadas por la coyuntura, y poner fin a una hemorragia de des afiliación que amen.iza con dejar exangüe a todo el cuerpo social? La cuestión así planteada es también la cuestión del Estado, del papel '1IIl' el Estado puede ser llamado a desempeñar en esta coyuntura. El EsII)do social (diré por qué evito hablar de "Estado providencia") se constiI11y() en la intersección del mercado y el trabajo. Ha sido tanto más fuerte 111,1 nio que eran fuertes los dinamismos que regulaba: el crecimiento eco1I11111i('O y la estructuración de la condición salarial. Si la economía se 1i '11111 onorniza y la condición salarial se desmorona, el Estado social pier.11'1111 poder integrador. Pero también en este caso puede tratarse de una 11I1'1¡I('Of'n, más bien que de una desaparición. Si uno se toma el trabajo de 1I'I'oll:-;lnlir las peripecias que ha atravesado, resulta claro que en el cielo 111'I¡\Hideas no hay una forma única de Estado social. La coyuntura ulte11111' ¡\ l.) Scgu nda Guerra Mundial pudo dar una versión de la articula11111) dI' lo económico y lo social, elaborada entonces, lo bastante satisfac1111'1" l'OI))()pnrn que se intentara considerarla casi definitiva. Todos saben 111"'IlIly 1'11drn no estamos y
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Las metamorfosis de la cuestión social

mas en una encrucijada: aceptar una sociedad sometida enteramente a las exigencias de la economía, o construir una figura del Estado social a la medida de los nuevos desafíos. No se puede excluir el consentimiento a la primera alternativa. Pero se correría el riesgo de que el precio sea el derrumbe de la sociedad salarial, es decir de este montaje inédito de trabajo y protecciones que ha costado tanto imponer. Émile Durkheim y los republicanos de fines del siglo XIX llamaron "solidaridad" a este vínculo problemático que asegura la complementariedad de los componentes de una sociedad, a pesar de la complejidad creciente de su organización. Éste es el fundamento del pacto social. Durkheim lo reformuló en estos términos cuando el desarrollo de la industrialización amenazaba solidaridades más antiguas que todavía debían mucho a la reproducción de un orden fundado sobre la tradición y la costumbre. A principios del siglo XX,la solidaridad debía convertirse en la asistencia voluntaria a la sociedad por ella misma, y el Estado social sería el garante. En los albores del siglo XXI, cuando las regulaciones puestas en obra en el marco de la sociedad industrial se ven a su vez profundamente quebrantadas, es sin duda ese mismo contrato social lo que hay que redefinir, recomenzando desde el principio. Pacto de solidaridad, pacto de trabajo, pacto de ciudadanía: pensar las condiciones de la inclusión de todos para que ellos puedan tener comercio juntos, como se decía en los tiempos de la Ilustración, es decir "hacer sociedad".

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1

NOTA SOBRE EL COMPARATIVISMO

La problematización que se desplegará en la primera parte cubre en principio una gran zona de Europa al oeste del Elba: el área geográfica de la "cristiandad Int-ina", convertida en "la Europa de todos los éxitos", para retomar expresiones de Pierre Chaunu,' cuna de la doble revolución, industrial y política, cuya herencia ha dominado a la civilización occidental. Por esta misma razón, el fenómeno Sil pone especificidades nacionales irreduciibles. Dos motivos al menos hacían imI/osible abordar este conjunto: la amplitud de los materiales a elaborar, y la incapacidad para plegarse a las exigencias de un enfoque seriamente comparativo en esa escala. Por lo tanto, se ha privilegiado el análisis de la situación francesa, pero la investigación no se limita a ella. Por un lado, porque se han subrayado correspondencias con otras situaciones (paradójicamente en apariencia, éstas son lilas visibles cuando uno se remonta en el tiempo, hasta antes de la consolidación 111' los Estados-nación: a mediados del siglo XIV y principios del XVI, por ejem¡11o, encontramos sorprendentes analogías en cuanto a las estructuras de asistenriu y a las formas de organización del trabajo en todo este espacio europeo). Por 01 m parte, porque me he remitido constantemente a las transformaciones corres/ltlllllientes de la sociedad británica, y a menudo las documento (esta puesta en /NI/'ti/elo no pretende ser un verdadero análisis comparativo; apunta sólo a suge1'11' 1111 juego entre las semejanzas y las diferencias, para ayudar a aislar constanit'::).2 Finalmente, y sobre todo, un análisis de este tipo supone, en cuanto a su /JOsi/Jilidadmisma, que existen constantes en el tiempo y el espacio, a pesar de las d¡ll('rsidades culturales e históricas, o gracias a ellas. "Constante" no significa "nuructura perenne" sino homologia de configuración en las situaciones y en los /1/'()(,l'SOS de cambios. Pero en este estadio se trata de una petición de principio, 1/11/' uliom tiene que enfrentar la tarea de organizar la diversidad histórica.

1, l ', Ch(lLlI1U,

I-lis/"oire, science

sociale:

la

durée,

l'espace et l'homme

a

l'épooue moderne,

1IIIdll, SI';I(S, 1974.

lo demuestra E. J. Hobsbawrn (L'ere des réuolutions, trad. franco París, FaIn puesto en paralelo de las situaciones en Francia e Inglaterra es particu111IHi'I"\'111 ('; [111(1 fue el cptccntro de In revol ución política, y otra el epicentro

'J, ('01110

1111111, 11)7()), 1111111/'1111'

tll.IIIII'Villil('li"lIlllldIIHII'I¡11.

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Las metamorfosis de la cuestión social

Esquemáticamente, se podría decir que mi análisis es muy "europeo" hasta el Renacimiento. Hace frecuente referencia a la situación inglesa hasta fines del siglo XVIII. Más allá, era imposible hacerse cargo del problema de la diversidad de los Estados sociales y de la especificidad de las situaciones actuales en los diferentes países de Europa occidental (por otro lado, habría sido necesario incluir en el análisis a Estados Unidos). Para expresar en una sola palabra la posición subyacente en mi propósito (que podría invocar en su favor a Karl Polanyi),3 los Estados sociales de los países occidentales han respondido a un desafío común -la industrialización y los factores de disociación social que ella eniraña-, pero lo han hecho con distintos ritmos, movilizando sus tradiciones nacionales y teniendo en cuenta las diferentes fuerzas sociales presentes en cada contexto. No obstante, el debate sigue siendo en este plano un tanto metafísico, y requeriría análisis comparativos precisos de los diferentes contextos nacionales, análisis éstos que en gran medida falta promooer+

3. K. Polanyi, La Grande Transiormation. Aux origines économiques et politiques de notre temps, trad. franco París, Gallimard, 1983. 4. Este debate se realiza actualmente sobre todo a partir de las posiciones llamadas "neoinstitucionalistas" (State-central approaclú, que ponen el acento en la heterogeneidad de las situaciones nacionales y en el papel específico de los Estados y de los agentes del Estado; cf. P. B. Evans, D. Rueschemeyer, T. Skocpol, Bringing ihe State back in, Nueva York, Cambridge University Press, 1985. Véanse exposiciones de las diferentes posiciones enfrentadas en F.-x. Merrien, "État et politiques sociales: contribution a une théorie «néo-institutionnaliste»", Sociologie du travail, n? 3/90,1990. Para una comparación de los factores que gobiernan el nacimiento y el desarrollo de los Estados sociales, cf. P. Flora, A. J. Heidenheimer (comps.), The Deoelopment of Welfare States ;1/ el/rape nut! America, New Brunswick y Londres, Transactions Books, 1979.

PRIMERA PARTE DE LA TUTELA AL CONTRATO

La "cuestión social" puede caracterizarse por la inquietud acerca de la ('11pacidad para mantener la cohesión de una sociedad. Amenazan con la ruptura ciertos grupos cuya existencia hace vacilar la cohesión del con[unto. ¿Cuáles son? El problema se complica en este punto, debido al desd Ibujamiento del término "social". Progresivamente iremos explicitando us diferentes acepciones. Pero hay que partir de una distinción global, run la reserva de que a continuación será matizada. Las poblaciones que 011 objeto de intervenciones sociales difieren fundamentalmente según 1I'[\n o no capaces de trabajar, y en función de este criterio se las trata de mnneras totalmente distintas. n primer perfil de estas poblaciones remite a lo que podría llamarse lmndicapoiogia, en el sentido amplio del término. Ancianos indigente s, ,¡I11os sin padres, lisiados de todo tipo, ciegos, paralíticos, escrufulosos, Id lotos: el conjunto es tan heteróclito como un cuadro de Jerónimo Bosch, 111'1'0Iodos estos individuos tienen en común el no poder subvenir a sus 1I1"'l'Hidades básicas porque no están en condiciones de trabajar. Por tal 1'111.0nse los desliga de la obligación del trabajo. Se puede plantear el inte11I11',.1nte(y se plantea a cada instante) de por dónde pasa exactamente la 11111'1\ divisoria entre capacidad e incapacidad para trabajar. Este anciano dl"'I'('pito, ¿no podría sin embargo arreglárselas para sobrevivir por sus 111111,losmedios? Siempre se sospechará que los desdichados quieren viI' fI costillas de los ricos. Pero hay un núcleo de situaciones de depen1II'IIl'I(I reconocidas, constituido en torno de la incapacidad para entrar en 1.1'11\lcn del trabajo, por deficiencias físicas o psíquicas manifiestas, debídnH ¡¡ In edad (niños y ancianos), a la enfermedad, a los defectos corpora11'11, y que pueden incluso extenderse a ciertas situaciones familiares o soI IltI"H desastrosas, como la de la "viuda con hijos", para retomar una 1'\¡iI'I'Hi()n que se encuentra con frecuencia en las reglamentaciones de la IWIHII'lwin social. La "handicapología" debe entonces entenderse en sentido 111I,t,lr()l'icO: la categoría es heterogénea en cuanto a sus condiciones origiurna mente coherente el criterio definitorio: esa pe-

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on el trabajo. 1':flli1Hpohlacioncs exentas de la obligación de trabajar son los clientes 111111'1\1'11\1('14 dl' lo Rociol-osist·ellcial. Tornarlas a cargo puede plantear pro111''1111111 ('('O¡)6111IcoH,inHLilucionnlcs y técnicos complicados, pero ningún 1"" ¡\ 111'11111 (h' ¡id 11\'1plo/l, ('01) In I'ond ici()ll ti" q (1('('1 ind igl'nll' lIeguc [1 h(l-

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Las metamorfosis de la cuestión social

cer reconocer esa incapacidad, puede ser socorrido, aunque en los hechos este tratamiento se revele a menudo insuficiente, inadecuado, altanero e incluso humillante. Si bien la existencia de este tipo de población es siempre una fuente de inquietud, ella no cuestiona fundamentalmente la organización social. Lo documentaremos en el capítulo 1, sobre todo para disaciar su suerte de la de otro perfil de indigentes, que plantea "la cuestión social" en su forma aguda. Esta distinción de una problemática de/ socorro y una problemática del trabajo es uno de los puntos en los que mi "relato" se distancia un tanto del de la mayor parte de los historiadores de la asistencia, pero espero demostrar que no es contradictorio con el de ellos. Totalmente distinta de la condición de los asistidos es en efecto la situación de quienes, siendo capaces de trabajar, no lo hacen. Aparecen en primer lugar con la figura del "indigente válido". Éste, desprovisto de medios, y por lo tanto también dependiente de un auxilio, no puede sin embargo beneficiarse directamente con los dispositivos concernientes a los eximidos de la obligación de bastarse a sí mismos. En falta con relación al imperativo del trabajo, es también el más a menudo rechazado de la zona de asistencia. Y durante mucho tiempo será colocado en una situación contradictoria. Si es además un "extranjero" en el sentido antiguo de la palabra, un "extraño" o "ajeno" sin vínculos, no existen para él las redes de protección cercana que a los autóctonos les aseguran hasta cierto punto que alguien se haga cargo mínimamente de sus necesidades elementales. La situación de estas personas será entonces literalmente invivible. Ésa era la situación del vagabundo, el desafiliado por excelencia. Se podía pensar (y ésa fue mi primera intención) en analizar lo esencial de las cuestiones planteadas por esta relación aporética con el trabajo en la sociedad preindustrial.! a partir del tratamiento reservado a esta franja más estigmatizada. Pues es así como el problema se presenta en su forma más manifiesta, y los esfuerzos encarnizados tendientes a erradicar el vagabundeo demuestran bien la importancia decisiva que tuvo esta cuestión durante varios siglos.

1. Llamaremos aquí "sociedad preindustrial" al período histórico que, en el Occidente cristiano, va desde mediados del siglo XIV hasta las profundas transformaciones introducidas a fines del siglo XVIII. Su unidad relativa se captará principalmente desde el ángulo de las formas de organización del trabajo que se desplegaron en ese período antes de la "revolución industrial". No se trata de que esta secuencia de más de cuatro siglos no haya conocido transformaciones económicas y sociales importantes. Pero ellas chocaron con sistemas de coacciones que por su parte conservan una gran permanencia. Es esta tensión entre las coacciones de una "sociedad catastrada", sociedad de órdenes y estatutos, y los factores de cambio, la que servirá de hilo cond uctor en los análisis de los cuatro primeros capítulos.

De la tutela al contrato

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No obstante, la cuestión se complica si se restituye la realidad sociológica que recubre el rótulo de vagabundo. Este rótulo casi siempre condena la errancia de un trabajador precario en busca de una ocupación que no encuentra. Este tipo de personaje revela una grieta irreparable en la forma dominante de organización del trabajo. Es la incapacidad de esta organización para hacer lugar a la movilidad lo que alimenta y dramatiza lo cuestión del vagabundeo. Ésta no es entonces más que la forma parostica del conflicto que recorre grandes sectores de la organización so·ial. En efecto, es la cuestión del salariado lo que de este modo se plantea, \'S decir, la necesidad creciente de recurrir a la salarización, y al mismo Ilempo la imposibilidad de regular una condición salarial, por la persistencia de tutelas tradicionales que encorsetan el trabajo en las redes rígirlns de obligaciones sociales, y no económicas. De las tutelas al contrato: éste es el largo camino que, a fines del siglo

VJII, desembocó en el umbral de la modernidad liberal. Si uno se decide 11rccorrerlo, tiene que penetrar en las formas complejas de organización 111'1trabajo de la sociedad preindustrial: trabajo regulado, trabajo forzado, lIt'sarrollo de núcleos sólo bosquejados y fragmentarios, pero siempre cir1"1nscriptos y contenidos, de asalariados "libres". Surge entonces que la rundición de la mayoría de quienes vivían del trabajo de sus manos no l'lilnba protegida por las disposiciones vinculadas al trabajo regulado. Se ruracterizaba por una vulnerabilidad de las masas, engendrada por el hecho di' que el trabajo no se puede regular según el modelo del mercado. Pinalmente me decidí a emprender esas prolongadas trayectorias. Era 111'l'(.~sario hacerla para reconstruir la lenta emergencia de una nueva for1IIIIIndón de la cuestión social: e/libre acceso al trabajo, que se impuso en el ¡,¡lo XVIII y tuvo entonces un impacto propiamente revolucionario. La IIftlitución del libre acceso al trabajo fue una revolución jurídica sin duda 11111 Importante como la revolución industrial, de la que por otra parte era 111rontracara. Tiene una importancia fundamental con relación a todo lo 11111' la precede. Rompe con las formas seculares de organización de los )'¡1I'tniosy hace del trabajo forzado una supervivencia bárbara. La promoI 1111l del libre acceso al trabajo cierra así un largo ciclo de transformacioIII'rIronflictivas, al poner fin a los bloqueos que obstaculizaban el adveniIltll'1l10 de una condición salarial. Pero esta revolución fue también dl'I'IHlvo con relación a lo que la siguió. Relanzó la cuestión social sobre Ilillll'lIlolnlmente nuevas a principios del siglo XIX. Bajo el reino de las tu11011111, vi asalariado se ahogaba. Bajo elrégiInen del contrato se expandió, IH'I'(I,pnrndójicarncntc.Ta condición obrera se debilitaba en el momento Ildllll\O de HIIlibernclón. Se descubre entonces que la libertad sin protec11111\ jllll'dl' llevnr (1 In IW()i"de Inl-! scrvtdurnbrcs, lo servidumbre de la Il"I 1'l1ldlltl.

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Las metamorfosis de la cuestión social

El trayecto reconstruido en esta primera parte puede resumirse como sigue. En el comienzo estaban las tutelas y la coacciones que el Estado absolutista y la organización tradicional de los gremios conspiraban para mantener. Al final-a fines del siglo XVIII-llegan los contratos y la libertad de empresa que el principio de la gubernamentalidad liberal elaborado por la Ilustración impone en los hechos a través de la revolución política. De modo que el encadenamiento de estos episodios servirá de base para comprender las peripecias de la parte siguiente. En efecto, la tarea de la política social consistirá, a partir del siglo XIX,en apuntalar esta estructura demasiado frágil del libre contrato de trabajo. La libertad que favorecía a las empresas era demasiado fuerte, demasiado salvaje, para quienes sólo podían sufrirla. La libertad y el individualismo triunfantes llevaban consigo un rostro de sombra, la individualidad negativa de quienes se encontraban sin vínculos y sin apoyo, privados de toda protección y de todo reconocimiento. El Estado social se construyó como respuesta a esta situación. Creyó poder conjurar sus riesgos tejiendo sólidos sistemas de garantías en torno a la relación de trabajo. De modo que la sucesión ordenada de estos encadenamientos, o más bien de estas rupturas y sus recomposiciones, representa, si no la vía más corta, por lo menos la más rigurosa para llegar a la problemática contemporánea, en cuanto ésta se refiere principalmente al hecho de que tales regulaciones tejidas en torno al trabajo han perdido su poder integrador. Desde la sociedad preindustrial hasta la sociedad posindustrial se ha producido una inversión total. Antes la vulnerabilidad se originaba en el exceso de coacciones, mientras que ahora aparece suscitada por el debilitamiento de las protecciones. Lo que habrá que exponer es el conjunto de las condiciones de esta inversión. Ellas circunscriben la cuestión social en el marco de una misma problematización que comienza a tomar forma a mediados del siglo XIV.

Capítulo 1 LA PROTECCIÓN CERCANA De las dos vertientes de la cuestión social cuyas transformaciones vamos a seguir, la social-asistencial es la que menos depende de una historia específica. Ella se organiza en torno a características formales de las que sin duda se encontrarían equivalentes en todas las sociedades históricas. El término "asistencia" recubre un conjunto extraordinariamente IIi versificado de prácticas que se inscriben no obstante en una estructura I'omún, determinada por la existencia de ciertas categorías de poblacioIH'H earecientes y por la necesidad de hacerse cargo de ellas. Comencemos 1'I\IOl'\cestratando de identificar estas características que constituyen la Illl'.icade la asistencia. in embargo, no es posible atenerse a un organigrama puramente forrunl: esta constelación de la asistencia ha tomado formas particulares en 111/1 ti istintas formaciones sociales. La que ha revestido en el Occidente I 1'1111 iano debe retener particularmente nuestra atención, por dos razones. l'i lmcro porque forma parte de nuestra herencia: los móviles contempo11'1WOS de la asistencia se constituyen aún en torno de líneas de fuerzas I 11 yo sentido sólo se puede captar relacionándolas con las situaciones hisIllrlcosmedievales en cuyo seno se originaron. La segunda razón se refie11'1\ que esta configuración asistencial ha interferido y continúa interfi111'11\10 (en parte para hacerse cargo de él, y también para ocultarlo) en el 1111'11 gran aspecto de la cuestión social, que deriva principalmente de la 1IIIIIllcmáticadel trabajo, y cuya emergencia fue más tardía (a mediados ,11.1 HlgloXIV).Para caracterizar la originalidad de este acontecimiento (d. llll'lIpfLulo2), es necesario situarlo contra el telón de fondo de una confif',III'IIl'i6n asistencial ya constituida en ese momento en sus grandes líneas.

1" 1llli'ill/Jilir/nd

primaria

1,1\Ho('inl-osistencialpuede caracterizarse formalmente por oposición a 111/1 tlllHloHd(\ orgnnización colectiva que evitan este tipo de recursos. Pues

34

Las metamorfosis

de la cuestión social

La protección

hay sociedades sin lo social. En efecto, lo social no debe entenderse aquí como el conjunto de las relaciones propias de la humanidad en tanto que especie se distingue por vivir en sociedad. Por cierto, "el hombre es un animal social", y también lo es la abeja. Pero, para que no nos cree problemas una simple cuestión de vocabulario, convendremos en llamar "societal" a esta característica general de las relaciones humanas como formas de existencia colectiva. Lo "social", en cambio, será una configuración específica de prácticas que no se encuentran en todas las colectividades humanas. Por empezar, veremos en qué condiciones surge. Una sociedad sin lo social sería totalmente regida por las regulaciones de la sociabilidad primaria.' Entiendo por esto los sistemas de reglas qu~ vinculan directamente a los miembros de un grupo, sobre la base de su pertenencia familiar, de vecindario, de trabajo, y tejen redes de interdependencias sin la mediación de instituciones específicas. Se trata en primer lugar de sociedades de permanencia, en cuyo seno el individuo, insertado desde su nacimiento en una red estrecha de coacciones, reproduce en lo esencial los mandatos de la tradición y la costumbre. En estas formaciones no hay "lo social", "lo económico", "lo político" o "lo científico" como dominios identificables de práctica. Los individuos obedecen reglas atávicas que les son impuestas de un modo sintético y directamente normativo. Formas estables de relación acompañan al desempeño de los principales roles sociales en la familia, el vecindario, el grupo de edad y de sexo, en el lugar ocupado en la división del trabajo, y permiten la transmisión de aprendizajes y la reproducción de la existencia social. Por lo general, este modelo (aquí muy simplificado) de formaciones sociales que se reproducen, idénticas a sí mismas, imponiendo una programación estricta a las prestaciones de los individuos, se aplica a las sociedades llamadas "sin historia". De hecho, en las sociedades de las que se ocupó la etnología en sus orígenes, el cambio es percibido como proveniente de afuera, en virtud de la conquista o la colonización, y las hace explotar al imponerles un modelo de transformación que ellas no pueden integrar a partir de su propia dinámica. Pero se pueden encontrar estructuras de este tipo en todas las áreas culturales, incluso la del Occidente

cercana

cristiano. Ellas corresponden a lo que la antropología histórica ha denominado "sociedades campesinas". Así, hasta una época muy reciente, las omunidades rurales vivían en una cuasi autarquía, no solamente económica, sino también relacional, como enclaves en el seno de conjuntos generados por el movimiento de la modernidad.I Además, en el Occidente ristiano, esta estructura cerrada ha sido la organización social dominante de la época feudal, marcada por la sacralización del pasado, la preponderancia del linaje y de los lazos de sangre, el apego a relaciones permanentes de dependencia e interdependencia enraizadas en comunidades lerritoriales restringidas. Por el modo de sociabilidad que orquesta, la soiedad feudal conjuga incluso dos vectores principales de interdependenia que conspiran para su estabilidad: las relaciones horizontales en el seno de la comunidad rural, y las relaciones verticales de la sujeción al señor. Su unidad de base es en efecto la comunidad de habitantes atávicamente compuesta por familias del mismo linaje, agrupadas frente a las -xigencias militares y económicas del señorío que la domina.é Cada individuo se encuentra así apresado en una red compleja de intercambios deHigualesque lo someten a obligaciones y le procuran protecciones en fun\'16n de este organigrama de doble entrada: la dependencia respecto del r eclesiástico o laico, la inscripción en el sistema de solidaridades y ruacciones del linaje y la vecindad. Como lo ha dicho de una manera feliz 1111 historiador de la antigua escuela, cuya prolijidad suele ser menos 1')(l1cta, "ninguna época se esforzó más en crear entre los individuos rela.'lnnes inmutables; ninguna ha sido después más inquietada por su obra, 111 ha sufrido más para anularla=.! Pero incluso en las sociedades más reguladas por las interdependen1I[lH tradicionales, en estos procesos de integración primaria pueden sur",11' problemas. Por ejemplo, la situación del huérfano rompe la trama de 111 nsistencia familiar; el defecto físico o el accidente pueden convertir al urllviduo en provisional o definitivamente incapaz de conservar su lugar 1'1\ ('1 sistema regulado de intercambios que asegura el equilibrio de perte11\ -ncia, o incluso la ind igencia total puede llevarlo a una situación de de-

'l" Cf, W, 1.Thomas, E, Znaniecki, ~~III'VIl York, 1918. Para

The Polisli Peasant in Europe and America, 1" ed.,

uno conceptualización

general,

véase

T. Shanin,

"Peasant

"Socialité primaire et société secondaire", en Splendeurs et miséres des sciences sociales, Ginebra-París, Droz. 1986, págs. 363-375.

uumy", 1 Y 11, [ourna! o{ Peas« 11l' St udies, octubre de 1973 y enero de 1974. 1. eL J. P. Gutton, La $IJcil!I'é villageoise dans I'ancienne France, París, Hachette,

Caillé

11111t1'1'1 I;ossicr habla de "cncclulnrniento" para describir 11 11\'11111 del hábitat rural en comunidades de habitantes

1. Tomo

truida

esta expresión

opone

la socialidad

a partir

actividades ción formal

de Alain

Caillé,

o la sociabilidad

de la participación

primaria

en grupos

a la socialidad

que suponen

y de las mediaciones institucionales. y abstracta, pero que se puede aplicar

una

Desde luego, en situaciones

aquí como modelo para caracterizar la aparición de la asistencia de una falla en los socorros no especializados, o "primarios",

"secundaria", especialización

consde las

Eco-

1979.

el proceso medieval de cristade denominan te autárquico

se trata de una oposiprecisas. Yo la utilizo

IIlhl/ol/'1' ,.ioi'ÍO/¡' de I'Orcir/l'lIllIlI!ti;¡1val, París, A. Collin, 1970), ,1, (;, d' A vcucl, fluyslIlIlll'l 111111/,;1'1'8 rll'l)IIis 700 nI/S, I'n dA, A, Collin,

cspccializnda,

tll'

a partir

35

1907, pág, ~, Ucs-

111I't',O,ostn (01'11111 dl'lll't',llld:t,lwiÓn Hoclnl ~l' p¡I(,\II' l'll\'onll·nl' en OI.-nH ~1\'nA cultura11'. y 1l1i'IIHi'¡lIIl'I1H IIIIII¡'II'II'IIII, 111111' I'M1'1111111.111'111111' 1,11'111111 dI' 111"1(\11111M,,¡1I1l jll¡llllll'll.I/I,

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