Antología Poética De Escritoras De Los Siglos Xvi Y Xvii

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE ESCRITORAS DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

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NSTITUTO DE LA MUJER

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BIBLIOTECA DE ESCRITORAS

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ANTOLOGÍA POÉTICA DE ESCRITORAS DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

BIBLIOTECA DE ESCRITORAS

CONSEJO EDITOR Elena Catana Marina Mayoral Amparo Soler Matilde Vázquez Secretaría: Cristina Enríquez de Salamanca

ANTOLOGÍA POÉTICA DE ESCRITORAS DE LOS SIGLOS XVI Y XVII Edición de ANA NAVARRO

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INSTITUTO DE LA MUJER

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Copyright © Editorial Castalia. S.A. 1989 Zurbano, 39 - 28010 Madrid - Tels. 419 89 40 - 419 58 57 Cubierta de Víctor Sanz Impreso en España. Printed in Spain por Unigraf. S.A. (Móstoles) Madrid I.S.B.N. 84-7039-534-3 Dep<>sito Legal: M. 17.466 - 1989

Queda prohibida ¡a reproducción total o parcial de este libro, su inclusión en un sistema injormático. su transmisión en cual¬ quier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

SUMARIO

INTRODUCCIÓN. BIBLIOGRAFÍA

7

.

61

CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN.

64

ANTOLOGÍA Florencia Pinar .

69

Santa Teresa de Jesús

.

73

Isabel de Castro y Andrade. Isabel de Vega .

79 81

Luisa Sigea.

87

Catalina de Zúñiga . Leonor de Iciz .

91 95

Sor Ana de San Bartolomé . Sor Jerónima de la Asunción

97

.

101

Anónima. Sor Luisa de la Ascensión.

105 109

Luisa de Carvajal . Sor María de la Antigua .

117 121

Clara de Barrionuevo y Carrión .

125

Hipólita de Narváez .

129

Cristobalina Fernández de Alarcón . Cristobalina Enríquez .

133 143

Feliciana Enríquez de Guzmán

.

147

Inarda de Arteaga.

151

Mariana de Vargas y Valderrama

.

153

Clara María de Castro y Andrade . Elena de Paz .

155 159

Antonia de Nevares . Bernarda Ferreira de Lacerda.

163 167

Ana Caro Mallén de Soto.

177

Justa Sánchez del Castillo.

183

Leonor de la Cueva y Silva . «Marcia Belisarda» .

187 197

María de Zayas y Sotomayor

205

.

5

SUMARIO Violante do Ceo.

213

Beatriz Jiménez Cerdán.

217

Sor Marcela de San Félix

221

.

Catalina Clara Ramírez de Guzmán.

239

Sor Isabel de Jesús. Mariana de Carvajal y Saavedra .

245 249

Ana Abarca de Bolea. Antonia Jacinta de Barrera .

253 261

Isabel Correa . Sor Juana Inés de la Cruz .

263 265

Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa.

279

ÍNDICE DE LÁMINAS.

285

6

«La libertad intelectual depende de las co¬ sas materiales. La poesía depende de la li¬ bertad intelectual. Y las mujeres han sido pobres [...] desde siempre.»

Virginia Woolf

H

a sido preciso alcanzar las últimas décadas del si¬ glo XX para que, con la inflexión de las nuevas ten¬ dencias historiográficas, se contemplen las manifestacio¬ nes intelectuales de la mujer, un sector de la sociedad tra¬ dicionalmente silenciado a pesar de su elevado peso demográfico. La mujer es la «protagonista ausente»^ de la 1. Joan Connelly de Ullman, “La protagonista ausente. La mujer como objeto y sujeto de la historia de España”, en La mujer en el mundo contem¬ poráneo, Madrid, Universidad Autónoma, [s.a.], pp. 12-44. El tema de la mujer en la Historia está captando la atención de un elevado número de intelectuales y originando la aparición de abundantes estudios en nuestra década; L. Gómez Morán, La mujer en la Historia y en la legislación, Ma¬ drid, Edit. Reus, [s.a.]; R. Mandrou, “Les femmes dans l’histoire”, en Revue historique, París, 1969, pp. 339-464; E. Ander-Egg, La mujer irrumpe en la Historia, Madrid, Masierga, 1980; S. Rowbotham, La mujer ignorada por la Historia, Madrid, Debate, 1980; 1. Morant, “La mujer en la Histo¬ ria”, en Debats, n.'’ 7 (marzo 1984), pp. 57-59; Seminario de Estudios de la Mujer, La mujer en la historia de España (siglos xvt-xx) [Jornadas de Inves¬ tigación Interdisciplinaria, 11, 1982], Madrid, Universidad Autónoma, 1984; M. Nash, Presencia y protagonismo. Aspectos de la historia de la mujer, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1984; Seminario de Estudios de la Mujer, Ordenamiento jurídico y realidad social de las mujeres (siglos xvt al xx)

[Actas de las IV Jornadas de Investigación Interdisciplinaria], Madrid, Uni¬ versidad Autónoma, 1986; C. Dauphin et al., “Culture et pouvoir des femmes”.

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w

INTRODUCCIÓN

historia del mundo occidental. Su presencia en la escena histórica ha supuesto durante siglos un hecho excepcional protagonizado, generalmente, por un arquetipo de mujer que, en la línea del viragoísmo clásico, ha asomado tími¬ damente al proscenio. La inexistencia de singularidades femeninas en nuestros manuales de Literatura o de Historia induce a dudar de la existencia de manifestaciones literarias o artísticas de la mujer en determinadas épocas, e incluso de su potenciali¬ dad intelectual y creadora. Si atendemos a las antologías de nuestros Siglos de Oro (es decir, a aquellas colecciones que con criterios cualitativos seleccionan lo mejor de un período histórico, en este caso la época de mayor esplen¬ dor de nuestra literatura) y vemos como única supervi¬ viente del parnaso femenino la figura de Santa Teresa, sin duda la más representativa pero que, significativamente, simboliza los valores del cristianismo, sobre nuestro hori¬ zonte mental se abre un interrogante cuyas respuestas exi¬ girían un detenido análisis, que obviamente no correspon¬ de hacer en estas páginas. Es posible que las manifestaciones poéticas femeninas de determinados períodos no sean equiparables a las de inspiración masculina, pero hay que tener en cuenta que la creatividad de la mujer de todas las épocas ha encontra¬ do difíciles cauces de realización; es un hecho histórico que su libertad intelectual ha sido secularmente cercena¬ da. Ello ha dado lugar a su bajo índice de representación en la literatura de todos los tiempos y, por tanto, el núme¬ ro de figuras destacadas debe guardar la misma propor¬ ción. Pero ésta no es de uno a cien como se viene regis-

Essais d'historiographie, París, Librairie Arnaud Colin, 1986, pp. 271-293; y La mujer en la historia de Esparta, Madrid, Instituto de la Mujer, 1988, entre otros.

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INTRODUCCIÓN

trando, por ejemplo, en las antologías. A pesar del intenso esfuerzo de nuestras escritoras del siglo xix —Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Concepción Arenal, Pardo Bazán...— y la efervescencia femenina de nuestro siglo, la representación literaria de nuestras autoras no se ha visto notablemente incrementa¬ da en aquéllas^, así como tampoco ha emergido un mayor 2. De los, aproximadamente, 1300 nombres femeninos catalogados por Manuel Serrano y Sanz en Apuntes para una biblioteca de escritoras espa¬ ñolas desde el año 1401 al 1833, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1903-1905, alrededor de cien formaron parte de la Antología de poetisas líricas, publicada por la RAE en la Biblioteca Selecta de Clásicos Españoles, Madrid, 1915. Bajo el título de Poesía femenina encontramos un cuadernillo de doce páginas, publicado en Madrid por Nuevas Gráficas en 1967, en el que se incluye a Sor Juana Inés de la Cruz entre once poetisas, la mayoría del siglo XX. La antología de José Luis Martín Redondo, con el mismo título que la anterior, Madrid, Edit. Ensayos, 1953, reúne una muestra folklórica del regionalismo poético del siglo xx. La de Carmen Conde, Poesía femeni¬ na española, Barcelona, Bruguera, 1967, se centra en el siglo xx. María Antonia Vidal, en Cien años de poesía femenina española e hispano¬ americana, Barcelona, Edit. Olimpo, 1943, inicia su selección en el siglo xix; Ramón Buenaventura en Las Diosas Blancas. Antología de la joven poesía española escrita por mujeres, Madrid, Hiperión, 1985, ofrece una selección de veintidós poetas, algunas inéditas, nacidas entre 1950 y 1966, ampliando los límites cronológicos establecidos por Carmen Conde en Poesía femenina espa¬ ñola viviente, Madrid, Ediciones Arquero, 1954. Al margen de la edición de Serrano Sanz, anteriormente citada, las únicas ediciones que recogen una par¬ ticular selección de textos desde la Edad Media hasta la actualidad son: Poesía feminista del mundo hispánico, publicada por Angel y Kate Flores, México, 1984. En ella se incluyen solamente a Florencia Pinar, Sor Juana Inés de la Cruz, “Marcia Belisarda” y la Monja de Alcalá como representantes de los Siglos de Oro; la de Clara Janés, Las primeras poetisas en lengua castellana, Madrid, Ed. Ayuso, 1986, que ofrece textos de 41 poetisas de los siglos xvi y XVII; y la de Luz María Jiménez Faro, Panorama antológico de poetisas españo¬ las (siglo XV al xx), Madrid, Ed. Torremozas, 1987, que ofrece una muestra testimonial de cuatro autoras de los Siglos de Oro —Santa Teresa, Luisa Sigea, Catalina Clara de Guzmán y Cristobalina Fernández de Alarcón— entre un total de 44, la mayoría del siglo xx. Todo ello demuestra que el interés por las autoras de los siglos xix y xx es creciente; sin embargo, todavía no ha despertado la curiosidad por nuestras autoras clásicas. Hemos visto que son

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INTRODUCCIÓN

número de nombres femeninos a capas más visibles de nuestra Historia de la Literatura. Tal vez, una de las causas que explique la penumbra en que se encuentra sumergida esta parte de nuestra literatu¬ ra debamos encontrarla en esa falta de libertad intelec¬ tual, en las dificultades que hemos encontrado las mujeres para acceder a los niveles educativos, reclamados desde el Renacimiento, y que para la gran mayoría no han sido una sólida realidad hasta nuestros días. Esto justificaría, en parte, la escasa proporción de firmas femeninas a que aludíamos antes frente a una gran mayoría de escritores en todas las épocas; a ello habría que añadir el rigor de los conceptos morales férreamente inculcados y que han pri¬ vado secularmente de libertad de expresión y de esponta¬ neidad a las manifestaciones literarias de su mundo emo¬ cional. Aproximarse a la trayectoria histórica de la tradición poética femenina en suelo peninsular significa remontarse a las últimas épocas del Imperio romano, cuando el gran desarrollo cultural alcanzado por aquella sociedad propi¬ ció la participación de la mujer en la literatura. Se conoce

apenas inexistentes las antologías femeninas que acoten cronológicamente el período áureo y la representación de las poetisas del mismo es escasísima en las antologías de carácter divulgativo, con la excepción de Santa Teresa de Jesús y Sor Juan Inés de la Cruz. La de A, de Castro, Poetas líricos de los siglos XVIy XVII, Madrid, BAE, 1923, incluye en el apartado "Floresta de varia poesía", “De varias poetisas" una muestra representada por: Hipólita de Narváez, Leonor de Iciz, Mariana de Valdera y Santander, María Horozco Zúñiga y Vargas, Feliciana Fnríquez de Guzmán, Jacinta María de Morales, Laura elementa, Isabel de Figueroa, Silvia Monteser, Sor Juana Inés de la Cruz y Bernarda María. Y la del profesor José Manuel Blecua, Poesía de la Edad de Oro, Madrid, Castalia, 1985 y 1987, incluye una representación también razo¬ nable compuesta por seis autoras: Isabel Vega, Santa Teresa de Jesús, Luisa de Carvajal, Bernarda Ferreira de la Cerda, Sor Juana Inés de la Cruz, Catalina Ramírez de Guzmán, María de Zayas y Leonor de la Cueva y Silva.

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INTRODUCCIÓN

la existencia de mujeres que cultivaron la poesía en la Es¬ paña romana, y cuyos nombres, como el de Pola Argenta¬ rla o Teófila, han llegado hasta nosotros. Y así, cada vez que la cultura ha alcanzado elevados grados de esplendor —y de libertad intelectual— la mujer ha tomado parte activa en la creación literaria, siendo la lírica el género que mejor se ha adaptado a la idiosincrasia femenina has¬ ta los albores del siglo XX. El apogeo de la cultura hispano-musulmana favoreció el acceso de la mujer al mundo científico y literario: fue¬ ron célebres las mujeres que practicaron la medicina en la Córdoba del siglo IX, así como las poetisas de al-Ándalus que vertían con gran liberalidad sus sentimientos en di¬ versos géneros literarios. Entre las poetisas musulma¬ nas, los nombres de al-Abbadiyya, Hafsa al-RumayKiyya y Butayna son, por sí solos, representativos del es¬ pléndido desarrollo alcanzado por la lírica árabe en este período'^. En los reinos cristianos, donde las mujeres no gozaban del privilegio de la libertad de aquéllas, el cultivo de este género no apareció hasta los siglos Xll y xiil con el flore¬ cimiento de la literatura trovadoresca y el ejemplo de algunas «trobairitzs» provenzales —Ermengarda de Narbona, Azalais de Marsella, Condesa de Dia...—, que cundió con mayor fuerza en las zonas más próximas lingüísticamente a Occitania. No obstante, es preciso lle¬ gar a finales del siglo XV para encontrar la primera poeti3. Sobre las poetisas hispano-árabes y sus textos, véase Luis Gonzalvo, “Avance para un estudio de las poetisas musulmanas en España”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, XIII (1905), pp. 83-96, 2(X)-214, 374-382; Emilio García Gómez, Poemas arábigo-andaluces, Madrid, Espasa Calpe, 1946; Sobh Mahmud, Poetisas arábigo-andaluzas, Granada, Diputación Pro¬ vincial, 1985; T, Garulo, Diwan de las poetisas de al-Andalus, Madrid, Hiperión, 1986; y Henri Peres, Esplendor de al-Andalus, Madrid, Hiperión, 1983.

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INTRODUCCIÓN

sa en lengua castellana de nombre conocido, Florencia Pinar. Esta larga tradición lírica en suelo peninsular, la pree¬ minencia adquirida por el castellano y el impulso conferi¬ do a las letras y al Humanismo por los Reyes Católicos cristalizaron en el siglo xvi provocando la irrupción de la mujer en el mundo científico y literario y concediéndole una dignidad intelectual de la que no había gozado ante¬ riormente. Gracias a la humanización^ de la mujer en el Renaci¬ miento, ésta dejó de encarnar un ideal caballeresco, dejó de ser un objeto para convertirse en un sujeto capaz de sobresalir en la sociedad por su propia personalidad. Ello se debió, en gran medida, a la “voluntad”^. Y la voluntad 4. El revivido interés por todo lo humano implicó, también, una mayor atención hacia el universo femenino, iniciándose un período en el que la mujer se vio dignificada y enaltecida, confiriéndosele un lugar de excepción en la nueva sociedad renacentista. No obstante, frente al concepto simbólico de mu¬ jer de gran virtud moral que, como veremos, siguió vigente en el siglo xvi, especialmente en España, el de cortesana, alejado de los cánones morales de la Edad Media, se desarrolló en la sociedad renacentista vinculado al renovado paganismo y a la concepción epicúrea de la vida. Las adherencias peyorativas que el término cortesana adquirió hicieron que su concepto se asociara al de hetaira griega, mujer que hacía del sexo su modas vivendi y que sintetizaba en su persona el arte y el saber con la feminidad. La cortesana procedía de un estrato social distinguido y su círculo de relaciones se circunscribía a las clases elevadas. Sin embargo, este nuevo modelo de mujer difería del ideal expresado por Castiglione en El Cortesano. Las cortegiane oneste, las gentildonne eran enaltecidas y reverenciadas por su virtud, por sus dotes intelectuales, su gran cultura y feminidad, y ejercieron una notable influencia en el ámbito político y en el círculo social de la vida cortesana. Sobre estos aspectos puede verse: Lud wig Pfandl, Cultura y costumbres del pueblo español de los siglos XVi y xvii. Introducción al estudio del Siglo de Oro, Barcelona, Araluce, 1959; también: Víctor Alba, Historia social de la mujer, Barcelona, Plaza Janés, 1974; Luis Bonilla García, La mujer a través de los siglos, Madrid, Aguilar, 1959; Amaury de Riencourt, La mujer y el poder en la Historia, Caracas, Monte Ávila, 1974; y Romeo de Maio, Mujer y Renacimiento, Madrid, Mondadori, 1988. 5. Víctor Alba, op. cit., p. 123.

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INTRODUCCIÓN

de la mujer se sometió, en el siglo XVI, a los cánones fe¬ meninos expuestos por Castiglione en El Cortesano. Jun¬ to al modelo de perfecto «hombre de corte», los esquemas de donna di palazzo o gentildonna configuraron a la “per¬ fecta dama”, ideal paradigmático, sincrético, modelo de virtudes y cuyo concepto se vinculaba al arquetipo de la literatura amorosa del siglo XVI. Castiglione perfiló, pues, las virtudes éticas y sociales de la mujer europea de las cortes renacentistas. En términos generales, las “mismas reglas que son para el cortesano son también para la dama”^. Nobleza de lina¬ je, elegancia y naturalidad son virtudes compartidas. Sin embargo, “en ella parece bien una delicadeza tierna y blanda, con una dulzura mujeril en su gesto que la haga en el andar, en el estar y en el hablar, siempre parecer mujer”^. Los atributos intrínsecamente femeninos se sin¬ tetizan con virtudes adquiridas por una educación esme¬ rada. La belleza, que, en coincidencia con el neoplatonis¬ mo, se consideraba un reflejo de la divina, era requisito indispensable que se unía a la cultura, la inteligencia, la gracia y la naturalidad en la conversación, la prudencia, el dominio de la danza, del canto, de la música... Los esquemas amorosos a los que se sometía, así como su función sublimadora en el pensamiento masculino, que ennoblecido por su influencia se elevaba a esferas supe¬ riores, enlazan el nuevo concepto femenino con tas teo¬ rías trovadorescas del amor cortés. Castiglione rememo¬ raba las teorías de los trovadores; “¿Quién puede ignorar que sin las mujeres esta vida sería grosera, privada de toda dulzura; quién puede ignorar que sólo las mujeres ahuyentan de nuestros corazones los pensamientos bajos 6. Baltasar de Castiglione, El Cortesano, Espasa Calpe, 1984, p. 230. 7. Ibídem, p. 232.

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INTRODUCCIÓN

y viles? Sin mujeres no hay nada posible, ni arte, ni poe¬ sía, ni música, ni valor militar, ni aun religión, no se ve a Dios sino a través de ellas”®. En consonancia con el ideal de plenitud humana esta¬ blecido por el Humanismo, renace el concepto de virago, mujer que destaca por su brillante personalidad, por su virtud y fortaleza, y que se distingue por la hegemonía que ejerce sobre sus contemporáneos. El término se aplicó por primera vez a Catalina Sforza y los ejemplos más genuinos que encontramos en nuestro Renacimiento son los de Isabel la Católica, ensalzada por Castiglione como perfecta dama, “enxemplo de verdadera bondad, de grandeza de ánimo, de prudencia, de temor de Dios, de honestidad, de liberalidad y de toda virtud”^; y Santa Teresa de Jesús que inculcó a sus discípulas la idea de mujer fuerte, varonil, perfectamente reflejado en el capí¬ tulo VII de su Camino de perfección: “... no querría yo, hijas mías, lo fuéseis en nada, ni lo pareciéseis, sino varo¬ nes fuertes; que si ellas hacen lo que es en sí, el Señor las hará tan varoniles que espanten a los hombres”La vi¬ rago es la consecuencia del desarrollo histórico y cultural de una época en que el acceso, aunque minoritario, de la mujer a los niveles educativos estaba regido en círculos elevados por criterios igualitarios. Frente al concepto peyorativo de cortesana, el arqueti¬ po femenino aceptado por las damas españolas fue el de la cortesana honesta perfilado por Castiglione y que se refle¬ ja, precisamente, en el elogio que Boscán y Garcilaso hi¬ cieron de doña Jerónima de Palova de Almogávar en la traducción al castellano de El Cortesano: “vuestro enten-

8. Ibíd. 9. //j/U, p. 256. 10. Obras completas, Madrid, Santullano, 1963, p. 312.

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INTRODUCCIÓN

dimiento y juicio es tal que vos no os habéis de encerrar en las estrechezas ordinarias de otras mujeres, sino que toda cosa de saber os ha de convenir totalmente”*'. Acor¬ de con estos presupuestos, la promoción intelectual feme¬ nina fue una realidad, aunque constituyó un privilegio de la minoría. El acceso de la mujer a los grados universita¬ rios fue posible en el siglo xvi desde que la Universidad de Salamanca abrió sus puertas a las hijas de los nobles, de los letrados o de los burgueses acomodados; de este privilegio dependió su distinción social y su realización como individuo en la España renacentista. El interés de Isabel la Católica por los libros —de su rica biblioteca quedan restos en la de El Escorial— y por el estudio, heredado de su padre Juan II; y la protección a la instrucción pública que se desprende de la ley que dictó en 1480, favorecieron, sin duda, el prestigio de letra im¬ presa*^. Pero la afición generalizada a la lectura entre las clases elevadas, y la creación de un ambiente proclive al nacimiento del lectorado femenino se debe, en parte, al ejemplo del Duque de Calabria y sus hermanas —las in¬ fantas doña Isabel y doña Catalina— que trajeron de Ita¬ lia una nutrida biblioteca en la que los libros de devoción alternaban con los científicos y de creación. Entre éstos, la poesía clásica y las novelas de gran difusión en la época como El Caballero de la Rosa, el Amadís, Palmerín, Don Leonís de Grecia, Orlando Furioso, etc. constituían la co¬ lección de las damas y su lectura servía de ejemplo a las señoras para el perfeccionamiento de los modales cortesa¬ nos. La entrada de libros en las casas acomodadas y la posesión de una biblioteca particular se consideró signo

11. Baltasar de Castiglione, El Cortesano, ed. cit., p. 65. 12. Véase Conde de Casa-Valencia, Discursos leídos ante la Real Academia Española, Madrid, Fortanet, 1879, pp. 12-13.

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externo de bienestar y prestigio social. La mujer se aficio¬ nó, pues, a la lectura y empezó tímidamente a ensayar composiciones poéticas. Un elevado número de ellas se sintieron atraídas por el Humanismo —favorecido desde la corte por la política cultural y el ejemplo personal de la reina Isabel y de sus hijas— y se dedicaron al estudio de tas lenguas clásicas, llegando algunas a convertirse en prestigiosas humanistas de merecido reconocimiento en toda Europa. Las “lati¬ nas”, nombre con el que comúnmente se conocía a las mujeres que dominaban dicha lengua, formaron en el Re¬ nacimiento un nutrido grupo que propició el florecimien¬ to de la literatura femenina en latín. Esta costumbre de mujeres entregadas al estudio de las humanidades y dedi¬ cadas al ejercicio literario, tanto en latín como en castella¬ no, desde la época de los Reyes Católicos, inició una larga tradición, ininterrumpida hasta nuestros días. Sin embar¬ go, su consideración en esferas sociales más amplias se podría resumir en el célebre dicho popular “ni moza adi¬ vina, ni mujer latina” que, junto con la ridiculización de la mujer erudita en el teatro barroco, perfila el concepto despectivo que de ellas tenía la sociedad de la época. Dentro del grupo de las “latinas”, son dos mujeres de formación humanista depurada, Francisca de Nebrija y Lu¬ cía Medrano, las que representan ese momento, tan estelar como fugaz, en la emancipación intelectual de la mujer del siglo XVI español. El que algunas tuvieran acceso a los estu¬ dios superiores en la Universidad de Salamanca en el perío¬ do renacentista no deja de sorprendernos, sobre todo si tenemos en cuenta que la incorporación de la mujer a los niveles educativos superiores se puede considerar una de tas grandes conquistas femeninas del siglo XX. Se tiene constancia de que Clara Chitera estaba inscrita en la Universidad de Salamanca en 1546. También es co¬ ló

INTRODUCCIÓN

nocido el prestigio de Francisca de Nebrija que sustituyó a su padre, el gramático Antonio de Nebrija, en la Universi¬ dad de Alcalá'^, y de otras mujeres cultas de la época entre las que se encuentra Lucía Medrano, que ocupó un sillón en la Universidad de Salamanca donde explicaba los autores clásicos. Lucio Marineo Sículo, con el que aquélla mantuvo una interesante correspondencia, ha dejado un revelador testimonio de ésta y otras mujeres cultas: Vimos los días pasados en la villa de Alcalá de Henares a la doncella Isabel de Vergara, dottísima en letras latinas y grie¬ gas. La qual en toda disciplina seguía la manera y orden de estudiar de sus hermanos, que son dottísimos como en otra parte decimos. En Salamanca conocimos a Luisa Medrana (de Medrano), doncella eloqüentísima. A la que oymos, no sola¬ mente hablando como un orador, más bien leyendo y decla¬ rando en el estudio de Salamanca libros latinos públicamente. Assí mismo, en Segovia, vimos a Juana Contreras, nuestra discípula, de muy claro ingenio y singular erudición. La qual después me escribió cartas en latín elegante y muy dottas'^'.

Sin embargo, las dos mujeres de mayor autoridad e in¬ fluencia en el círculo intelectual de su época fueron Bea¬ triz Galindo y Luisa Sigea. La primera, que nació en Sala13. J. Pérez de Guzmán y Gallo afirma en Bajo los Austrías. La mujer espa¬ ñola en la Minerva castellana, Madrid, Esc. Tipográfica Salesiana, 1923, p. 50,

que "la Universidad de Alcalá de Henares [le] consagró más tarde cátedra pública de retórica en sus estudios”. 14. Recogemos la cita de J. Pérez de Guzmán y Gallo, op. cit., p. 48, que también utiliza en parte Otis H. Green, en España y la tradición occidental. El espíritu castellano en la literatura desde "El Cid" hasta Calderón, t, III, Madrid, Gredos, 1969, pp. 159-60; en el breve apartado que éste dedica a la humanista ofrece un testimonio de Pedro de Torres, rector entonces de la Universidad de Salamanca, que confirma su vinculación como docente a la mencionada Universidad. Véase también Thérése Oettel, “Una catedráti¬ ca en el siglo de Isabel la Católica: Luisa (Lucía) Medrano”, en Boletín de la Academia de la Historia, 107 (1935), p. 312.

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INTRODUCCIÓN

manca hacia 1475, tuvo un profundo conocimiento de la lengua latina y de la cultura clásica que le valió, por antonomasia, el sobrenombre de “La Latina”. La histo¬ ria de su juventud es la de tantas jóvenes que en los siglos XVI y XVII se veían destinadas por su familia a la vida religiosa. No obstante, en el caso de Beatriz Galindo, las aspiraciones paternas no se vieron realizadas. Por su fama de mujer virtuosa fue nombrada camarera de Isabel la Católica, a la que enseñó latín y aconsejó en cuestiones de Estado. Dedicó su vida al estudio y difusión de las ciencias, psicología, filosofía y, sobre todo, la cultura clᬠsica. Dirigió una academia filosófica que reunió a un se¬ lecto círculo intelectual, en el que se leyeron y sometieron a debate unos Comentarios sobre Aristóteles y Anotacio¬ nes sobre escritores clásicos antiguos^^. También, sobre el panorama humanista se perfila níti¬ damente la figura de Luisa Sigea, que, desde su infancia, manifestó una gran precocidad en el estudio de las len¬ guas clásicas. Es célebre la carta que, en 1546, a los dieci¬ séis años, escribió al Papa Pablo III en latín, griego, árabe y sirio; y la elegancia de sus versos le merecieron un lugar destacado entre los poetas latinos de su tiempo. Su padre, Diego Sigeo, fue un hombre versado en lenguas y literatu¬ ra clásicas que influyó, no poco, en la formación humanis¬ ta de sus hijas. En 1546 trasladó la residencia familiar a Lisboa, donde desempeñó el cargo de preceptor de don Teodosio y del príncipe don Juan, y Luisa Sigea entró al servicio de la infanta doña María, hija del rey don Manuel y de doña Leonor de Austria. A imitación de las cortes italianas, doña María procuró crear en la corte portuguesa 15. Véase Cristina de Arteaga, Beatriz Galindo “La Latina’’, Madrid, Espasa Calpe, 1975; Llanos y Torriglia, Una consejera de Estado: doña Beatriz Galindo, la “Latina”, Madrid, [1925]; y F. Ximénez de Sandoval, Varia histo¬ ria de ilustres mujeres, Madrid. Epesa, 1949.

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INTRODUCCIÓN

w

un brillante centro humanista. En los trece años que esta autora vivió en palacio, se dedicó con intensidad al estu¬ dio. El recuerdo del saudossísimo retiro de Cintra inspiró más tarde el poema bucólico latino así titulado, en el que la nostalgia y la melancolía se traducen en bellísimos y emotivos versos. También describió la vida campestre en el erudito Diálogo entre dos doncellas sobre la vida corte¬ sana y privada, que se inserta en una larguísima tradición clásica. Su fama trascendió pronto a toda la Europa hu¬ manista. Sin embargo, el desengaño de sus últimos años, sus servicios no reconocidos, la atribución de unas impú¬ dicas poesías que aparecieron en una colección de Meursius'^, la penuria económica y el desamparo en que se vio sumida, ocasionaron, al decir de sus contemporáneos, su muerte “de sentimiento”'^. A pesar de que no todas tas mujeres cultas de los siglos XVI y XVII escribieron, algunas ejercieron notable in¬ fluencia sobre la literatura de la época. Tal es el caso, por citar un ejemplo, de doña Ana Castro Egas"^, quien en

16. Aloisiae Sigeae Toletanae satyra sotadica de arcanis amorís: el venerís: Atoysia hispanice scripsit; lalinitate donavil J. Meursius, [s.l], [s.a].

17. Sobre Luisa Sigea puede verse: Dialogue de deux jeunes füles sur la vie de la cour el la vie de retraite (1552), (Ed. y notas de Odette Sauvage), París,

Presses Universitaires de France, 1970; García Ramila, Noticias histórico-familiares, basadas en fe documental, pertenecientes a la célebre humanista Luisa Sigea, la “Minerva" de los renacentistas. Burgos, Publicaciones de la Institución

Fernán González, 1959; M. P. Allut, Aloysia Sigea el Nicolás Chorier, Lyon, 1862; C. Coronado, La Sigea, 2 t., Madrid, 1854; y Péricaud, L. Labéet Louise Sigée, Lyon, 1862. 18. Estuvo estrechamente relacionada con el ambiente literario del si¬ glo XVII del que recibió considerables elogios en inspiradas composiciones. Destacaron las de sus contemporáneas Clara María de Castro, Justa Sánchez del Castillo, Juana de Luna y Toledo y Victoria Delaibe que la elogiaron en Eternidades del rey don Felipe ///, nuestro Señor, el Piadoso, Discurso de su vida y santas costumbres. Al serenísimo señor el Cardenal Infante su hijo, doña Ana de Castro y Egas, Madrid, 1629.

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1629 publicó “un peregrino libro histórico”, La eternidad de Felipe III, que levantó una oleada de composiciones encomiásticas de los nombres más preclaros de la poesía y la nobleza de su tiempo. Otra mujer singular, digna de ser mencionada, es Ana Girón de Rebolledo, de exquisita for¬ mación humanista y que jugó un papel importantísimo en la evolución literaria del Renacimiento al publicar, en 1543, una de las obras más trascendentales y revoluciona¬ rias de la literatura española: Las obras de Boscán y algu¬ nas de Garcilaso de la Vega repartidas en cuatro libros. Junto a ellas. Sor María Téllez y Francisca de los Ríos son mujeres notables que destacaron como traductoras por sus versiones, ya clásicas, de la Pasión de Nuestro Señor Jesu¬ cristo de Ludolfo de Chartreux, realizada por la primera, y la de Vida de la bienaventurada Angela de Fulgino, por la segunda cuando sólo contaba doce años de edad. También Juliana Morell destacó por la defensa que hizo de tesis filosóficas a los trece años y el dominio de catorce lenguas, además de diversas materias humanísticas y musicales, cuando todavía no había cumplido los quince. Tampoco hay que olvidar a Isabel Rebeca Correa, una de las numerosas escritoras y eruditas judías de los Siglos de Oro que escribió en castellano'*^. Esta portuguesa fijó su residencia en Amsterdam donde inició su labor poética junto a Manuel Belmente y Miguel Barrios. Su dominio del latín, griego, italiano y francés, su afán investigador, su creación poética y la fidelísima traducción del poema italiano de Bautista Gaurino “El pastor Fido”^" elevaron 19. Sobre la tradición de la literatura femenina judía en lengua castellana puede verse: José Parada y Santín, “Mujeres judías escritoras castellanas”, en La Ilustración Española y Americana, LXXX (1905), pp. 54-58; y José Ama¬ dor de los Ríos, “Doña Isabel de Correa”, en Estudio histórico, político y literario sobre los judíos de España, Madrid, 1848, p. 637. 20. Amsterdam, Juan Ravenstein, 1694.

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el prestigio de su figura en la que se sintetizan los aspectos erudito y creativo de la mujer ilustrada de la época. Esta constelación intelectual, formada por una minoría femenina aristocrática, no debe hacernos olvidar que la situación de la inmensa mayoría de las mujeres era otra. Sujetos pasivos, su escasa participación en la vida cultural que obedecía a una situación social regida por esquemas ancestralmente mantenidos que han perdurado hasta el siglo XX, impidió su vinculación al movimiento libera¬ dor de origen italiano iniciado en la primera mitad del si¬ glo XVI. Dentro de la organización social española de los Siglos de Oro, la mundanalidad de la mujer rica, que ejercía su forma de señorío controlando la vida social y cultural de la urbe, contrastaba fuertemente con la mujer de la baja burguesía, del artesanado y del campesinado. Los precep¬ tos de El Cortesano, conforme a los cuales se organizaba la vida de la corte, y la libertad social de la mujer privile¬ giada, que la situaban en igualdad con el hombre, son ajenos a la evolución de los grupos sociales mencionados. Si acaso, su repercusión en ellos se advierte en una mayor dignificación de la condición femenina. No obstante, el fre¬ no de este espíritu emancipador lo ofrecía, a menudo, la propia mujer, reacia a desasirse de los esquemas impuestos durante muchos siglos por las instituciones de la Iglesia uni¬ dos a las influencias orientales heredadas de la Edad Media. La virtu, la mujer virtuosa, encarnaba el ideal de esposa y madre; su vida transcurría en el seno familiar y sus dis¬ tracciones, frente a las de la mujer emancipada, que go¬ zaba de gran libertad, se limitaban a los espectáculos religiosos y taurinos. Su educación consistía, si acaso, en el aprendizaje de las cuatro reglas aritméticas, la lectura y escritura, pero era su formación religiosa lo que más aten¬ ción merecía. Su vida transcurría entre la iglesia y los que21

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haceras domésticos. Este arquetipo de mujer recatada, protegida por una sociedad conser\'adora, la de los siglos XVI y xvii, encarnaba el ideal de la “perfecta casada” ex¬ puesto por Fray Luis de León y vigente hasta nuestros días. La realizaeión afectiva, social y humana de este tipo de mujeres se producía lejos de inquietudes intelectuales, en el acomodo material que le proporcionaba la vida reli¬ giosa o la matrimonial, únicas salidas a su existencia. Por otra parte, debemos recordar que la institución familiar en los Siglos de Oro se vio robustecida a pesar de las con¬ tradicciones planteadas por los movimientos culturales y religiosos de la época: Humanismo, Reforma y Contra¬ rreforma. Frente a las teorías igualitarias y dignificadoras de Erasmo, según las cuales la inteligencia de la humanidad no tiene sexo, y sus esfuerzos para que la mujer fuera educada, amplios sectores de la sociedad española consi¬ deraban que la educación femenina era perjudicial"*. Casi todos los intelectuales se ocuparon en estos siglos del asunto, una de las aportaciones temáticas del Renaci¬ miento que desencadenó la controversia “feminista” del Siglo de Oro. Humanismo, Reforma y Contrarreforma son los tres grandes movimientos ideológicos que plantea¬ ron el tema clásico de la “querella sobre la mujer”, perpe¬ tuado por la Edad Media en la discusión sobre su condi¬ ción moral, que también heredó el siglo XVI. Frente a la postura antifemenina de Cristóbal de Casti¬ llejo en el Diálogo que habla de las condiciones de las 21. Sobre este tema véase: R. del Arco, La sociedad española en las obras dramáticas de Lope de Vega. Madrid, [s.i.], 1941; ídem. La sociedad española en las obras de Cerxantes. Madrid, Patronato IV Centenario de Cervantes, 1951; M. Bataillon, Erasmo y España. México, F.C.E., 1966; A. Castro, “Algunas observaciones acerca del concepto del honor en los si¬ glos XVI y xvii”, en Revista de Filología Española. 111 (1916), pp. 382-84.

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mujeres y en el Sermón de amores del maestro Buen-talante Fray Fidel de la Orden del Tristel, que tratan el tema desde el punto de vista medieval, Juan de Espinosa en su Diálogo en laude de las mujeres intitulado Ginaecepaenos y Cristóbal de Acosta en el Tractato en loor de las mujeres y de la Castidad, Honestidad, Constancia, Silencio y Justi¬ cia, hacen un apasionado encomio del sexo femenino^. La obra de Luis Vives, De institutione foeminae christianae (1514), traducido en 1555 al castellano, recoge el ideario del humanista, en la línea de las teorías erasmistas en cuanto al tema de la inteligencia y la educación de la mujer. El pedagogo y filósofo español reconocía sus apti¬ tudes intelectuales y reclamaba su derecho a la instruc¬ ción, que, eso sí. discretamente, debía compaginar con las actividades femeninas; “Hay algunas doncellas que no son hábiles para aprender letras; así también hay de los hombres; otras tienen tan buen ingenio que parecen ha¬ ber nacido para las letras o, a lo menos, que no se les hacen dificultosas. Las primeras no se deben apremiar a que aprendan; las otras no se han de vedar, antes se de¬ ben halagar y atraer a ello y darles ánimo a la virtud a que se inclinan”“^. Con la respuesta de España ante la Reforma luterana"^, el mundo emancipador y cosmopolita del Renacimiento 22. Véase Pilar Oñate. El feminismo en la literatura española. Madrid. Espasa Calf>e. 1938, estudio que sigue siendo fundamental para aproximarse a las polémicas feministas y su reflejo literario. 23. Luis V'ives, Instrucción de la mujer cristiana. Obras completas (Libro I. cap. IV), Madrid, Aguilar, 1949. p. 995. 24. La situación de la mujer casada presentó un retroceso a causa de la postura “bíblico-teutónica” de la Reforma. El retrato de mujer trazado por Lulero distaba considerablemente del de Castiglione. reflejo del mundo contra el que se alzaba aquélla. Véase Monique A. Piettre. La condición femenina a través de los tiempos. .Madrid, Rialp. 1977, p. 213. Para Lulero las ideas de Luis Vives suponían una amenaza a los ideales reformistas defensores del pa-

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pereció en el de la Contrarreforma, ofreciendo un duro contraste e iniciando el desarrollo de nuestro peculiar Si¬ glo de Oro. La mujer, de acuerdo con las doctrinas de Fray Luis de León, comenzó su reclusión dando lugar a una cultura autóctona, simbolizada en la celosía del con¬ vento o en la reja^^ del hogar español, que supuso una regresión de las libertades conseguidas en la primera mi¬ tad del siglo XVI que se prolongó hasta el siglo XVlll: “Han cambiado los tiempos —dirá Cervantes—, los gri¬ lletes se cierran sobre los cuerpos, pero el deseo es libre, nada puede encerrarlo.” El ideal de mujer virtuosa a que aspiraba la clase media española, expuesto por Fray Luis de León en la Perfecta casada, concordaba con la idea generalizada de que la ins¬ trucción de las jóvenes era perniciosa: ... así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó el entender, y, por consiguiente, les tasó las palabras y las razones... [...]

triarcalismo bíblico. La vida de la mujer casada de la Reforma transcurría recluida en el hogar, obediente y sumisa, dedicada por entero a las tareas domésticas y cuya única distracción consistía en la asistencia a ceremonias reli¬ giosas. Para Amaury de Riencourt, en op. cit., p. 472, “la Hausfrau teutónica se convirtió, más que nunca, en un ser encadenado por las tres «K» tradicionales; Kinder, Küche und Kirche (niños, cocina e Iglesia), mientras que una buen aparte del servicio religioso se realizaba en el hogar bajo la supervisión del marido, señor y amo, sin la intervención del clero”. 25. Julio Monreal, “Costumbres del siglo xvii. Votos y rejas”, en La Ilustra¬ ción Española y Americana, t. II, 27 (1880), pp. 43-46, y 28 (1880), p. 58. 26. Fray Luis de León, La perfecta casada. Poesías, Barcelona, 1940, p. 106.

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INTRODUCCIÓN Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de su suerte, [y entiendan en su casa, y anden en ella] pues las hizo Dios para ella sola^^.

Aunque el principio de la tradición reivindicativa feme¬ nina se remonta a Cristina de Pisan (1363-1431) en La Ciudad de las Damas, la voz de la mujer en España, a pesar de su notable participación en la literatura, no se dejó oir hasta el siglo XVI y con mayor intensidad en el XVII, periodo en el que las reclamaciones de la mujer supu¬ sieron un factor polémico. Si bien Santa Teresa de Jesús consideró justo el deseo de aquélla a ser instruida, sus palabras pueden dar lugar a interpretaciones de su doctri¬ na favorables o no a lo que hoy entendemos por feminis¬ mo^*. Sor Teresa de Cartagena en el siglo xv, y Luisa de Padilla, Isabel de Liaño y Sor María de Santa Isabel en los Siglos de Oro fueron algunas de nuestras escritoras que elevaron su voz para exigir la igualdad de la mujer con el hombre. Esta última, conforme al concepto cristiano de igualdad espiritual diría que “... quien dio el alma a la mujer la dio al hombre, y que no es de otra calidad que éste aquélla, y que a muchas concedió lo que negó a muchos”^*^, convirtiéndose así en un claro antecedente de Sor Juana Inés de la Cruz y de María de Zayas. Pero fue¬ ron estas dos mujeres singulares las que repercutieron di¬ rectamente en la pausada mutación del concepto sobre la

27. Ibídem. p. 111. 28. Véanse las últimas posturas de la crítica en torno al feminismo de Santa Teresa en Oliva Blanco, “Teresa de Ávila frente a Sor Juan Inés de la Cruz”, en Desde el feminismo, 0, Madrid, 1985, pp. 61-62. 29. Mss. 7469, f. 2, de la BNM. Véase esta idea recogida, también, en el texto de María de Zayas citado a continuación.

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mujer. La Respuesta a Sor Pilotea (1693), de Sor Juana Inés, ha sido considerada en nuestro siglo el primer mani¬ fiesto feminista; y sus redondillas donde “Arguye de in¬ consecuentes el gusto y la censura de los hombres que en las mujeres acusan lo que causan”, en la misma línea, de¬ notan una inteligente interpretación de la conducta huma¬ na en la secular controversia sobre los sexos. La postura de María de Zayas, considerada la gran fe¬ minista del siglo XVII y una de las autoras del período áureo que más atención crítica ha recibido en las últimas décadas, está siendo revisada en los últimos años. Para Diez Borque^^’ el feminismo de la novelista radica en el reiterado tratamiento de temas como el de la educación femenina, también presente en Sor Juana, y el de la liber¬ tad de las jóvenes en la elección matrimonial, la nueva aportación del siglo XVII a la “querella sobre las muje¬ res”, que son un constante leit motiv en la obra de María de Zayas: ... Las almas ni son hombres, ni mujeres; ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo? Esto no tiene a mi parecer más respuesta que su impie¬ dad o tiranía en encerrarnos, y no darnos maestros; y así, la verdadera causa de no ser mujeres doctas, no es defecto del caudal, sino falta de la aplicación, porque si en nuestra crianza como nos ponen el Cambray en las almohadillas y los dibuxos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres, y quizá más agudas...^' 30. Véase J. M. Diez Borque, “El feminismo de doña María de Zayas” y M. C. Beling de Benassy, “A manera de apéndice: Sor Juana y el problema del derecho de las mujeres a la enseñanza”, ambos en La mujer en el teatro y la novela del siglo xvtt, Toulouse, Université Le Mirail, 1978, pp. 63-87 y 91-93, respectivamente. 31. María de Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, Madrid, RAE, 1948, pp. 21-22.

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Sin embargo, el substrato ideológico manifestado en sus obras, en contradicción con su insistencia en los te¬ mas, ha provocado que se ponga últimamente en tela de juicio su feminismo, hasta ahora unánimemente reconoci¬ do por la crítica. El tema de la elección matrimonial tuvo un tratamiento favorable en la comedia áurea, no obstante no se recono¬ ció el derecho de la mujer a la igualdad cultural. Las doc¬ trinas de Fray Luis de León siguieron difundiéndose en el siglo XVII a través del Espejo de la perfecta casada de Fray Alonso de Herrera y, por tanto, alimentando el analfabe¬ tismo entre las mujeres que veían con desprecio a la mi¬ noría cultiparlante y aplaudían con regocijo su caricatura teatral. Este tipo de mujer con raíces en el Humanismo y producto del culteranismo barroco inspiró la célebre sáti¬ ra de Quevedo La culta latiniparla, donde se atacan los excesos culteranos a que llegaron algunas de nuestras mu¬ jeres, y fue insistentemente satirizada por Lope y Calde¬ rón como lo fueron las “preciosas” en Les Précieuses Ridicules de Moliere en Francia. Nise en la Dama boba de Lope de Vega y Beatriz en la eomedia calderoniana No hay burlas con el amor, encarnan el arquetipo de mujer cultivada cuyo lenguaje hace exclamar a don Pedro en esta obra de Calderón:

32. Véanse sobre este aspecto: Deleito y Piñuela, La mujer, la casa y la moda en la España del Rey Poeta, Madrid, Espasa Calpe, 1966; A. Castro Rossi, Discurso acerca de las costumbres públicas y privadas de los españoles en el siglo XVII, fundado en el estudio de las comedias de Calderón, Madrid, 1881; P. W. Womli, La femme dans l'Espagne du Siécle d’Or, La Haya, Martinns Nijhoff, 1950; y Pilar Oñate, op. cit.

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[ I mas remédielo yo aquí el estudio acabó, aquí dio fin la poesía, libro en casa no ha de haber de latín, que yo no alcance. Unas horas en romance le bastan a una mujer, bordar, labrar y coser sepa sólo, deja al hombre esto, que te he de matar si algo te escucho nombrar que no sea por su nombre'^^^.

A finales del siglo xvi el acceso de la mujer a la ense¬ ñanza universitaria dejó de ser un hecho. Las Universida¬ des nos cerraron sus puertas durante más de tres siglos. Es famoso el caso de una joven sevillana, Feliciana —fre¬ cuentemente relacionada con Feliciana Enríquez de Guzmán^"^—, relatado por Lope en la Silva III del Laurel de Apolo, que disfrazada de hombre siguió estudios en la Universidad de Salamanca^^. Su actitud, lo mismo que la de otras jóvenes, representa una desviación de la conducta

33. No ay burlas con el amor, J. II, p. 18. Citamos por un ejemplar sin fecha en B. N. sig. T.4611. 34. Autora de la tragicomedia Los jardines y campos sabeos, Coimbra, lacome Caravaio, 1624 y Lisboa, 1627. Cfs. F. Rodríguez Marín, “Nuevos datos sobre Cristobalina Fernández de Alarcón”, en Boletín de la RAE, VII (1920), p. 393, y F. C. Sáinz de Robles, Ensayo de un diccionario de mujeres célebres, Madrid, Aguilar, 1959, pp. 403-404. 35. Sobre la importancia de la mujer vestida de hombre en los siglos xvi y XVII, véase el trabajo de Carmen Bravo Villasante, La mujer vestida de hombre en el teatro español, Madrid, SGEL, 1976; y el más reciente de Melvenna Me. Kendrick, Woman and Society in the Spanish Drama of the Golden Age: A Study of the Mujer Varonil, Cambridge, 1974.

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que no deja de ser un intento de autoafirmación en la línea del viragoísmo del Siglo de Oro. El recato y el cumplimiento de los deberes familiares y religiosos recluyeron, como ya hemos visto, a la mayo¬ ría de mujeres de clase media en el hogar. El influjo del Humanismo renacentista, que había entreabierto a la mu¬ jer el camino hacia el saber, sufrió un revés en la segunda mitad del siglo XVI que la arrastró hacia la incomuni¬ cación y sumisión a una sociedad cuyo sistema de valores le ofrecía solamente dos alternativas dignas para su rea¬ lización emocional: el matrimonio y el convento. Los padres eran los que decidían el “esposo/Esposo” de las hijas^^. En la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII el espíritu de la Reforma católica impregnó el corazón de muchas jóvenes cuya auténtica vocación las encauzó a la vida religiosa. Sin embargo, otras se vieron obliga¬ das a aceptar una vida no deseada. Las hijas ilegítimas de la realeza y la aristocracia o las hijas menores de cier¬ tas familias eran llevadas al claustro, lo que permitía, en muchos casos, aliviar la economía doméstica o mejorar la de los otros hijos, ya que la dote civil era cuantitativa¬ mente más elevada que la religiosa. Por otra parte “el confinamiento de estas vírgenes brindaba también a la sociedad un cómodo freno malthusiano y una ocupación ‘digna’ a las hembras ‘sobrantes’^^”. En la poesía tradi¬ cional encontramos bellas muestras del reflejo de esta triste realidad social:

36. Cfr. Helena Sánchez Ortega, “La mujer, el amor y la religión en el Antiguo Régimen”, en La mujer en la historia de España (siglos xvi-xx), op. cit., p. 46. 37. Ibídem, p. 39.

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INTRODUCCIÓN ¿Agora que sé d’amor me metéis monja? ¡Ay, Dios, qué grave cosa! Agora que sé d’amor de caballero, agora me metéis monja en el monasterio. ¡Ay, Dios, qué grave cosa!^*^

Así mismo, es frecuente el caso contrario, es decir, el de la joven que sentía con fervor la llamada de Dios pero que se veía destinada al matrimonio por intereses familia¬ res, cediendo a la presión paterna en contra de su volun¬ tad como en el caso de alguna de nuestras escritoras: Sor María Teresa de Jesús, Luisa Manrique, Catalina de Mendoza... La solución conventual ofrecía a la mujer la realización emotiva y, para algunas, significaba la inde¬ pendencia intelectual que a veces no le era posible alcan¬ zar en otras esferas sociales, como en el caso de Sor Juana Inés de la Cruz. Para profesar en religión era indispensable la aporta¬ ción de dote. Y sólo podían llegar a ser monjas de velo negro o madres y acceder a ciertos cargos dentro de la comunidad las que procedían de condición social eleva¬ da. Las monjas de velo blanco, procedentes de clases hu¬ mildes, también llamadas legas o tercianas, eran las en¬ cargadas de las tareas domésticas y despreciadas por las religiosas procedentes de las clases sociales superio¬ res que disponían en el convento de su propia servidum¬ bre^^. Dentro de la vida conventual de los siglos XVI y XVII el ejercicio de la lectura y escritura elevó el nivel cultural de

38. Juan Vásquez, Recopilación de sonetos y villancicos a cuatro y cinco (Sevilla, 1560), Barcelona, CSIC, 1946, p. 30. 39. Véase A. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régimen, Madrid, Istmo, 1973.

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las religiosas por encima del resto de las mujeres. Junto a estas ocupaciones, las manualidades y la composición lite¬ raria, aunque a veces obligada por superioras o confeso¬ res—lo que limitaba considerablemente la libertad expre¬ siva—, permitía ocupar gran parte del tiempo y evitar la ociosidad “enemiga del alma, la cual es camino por donde entran los vicios y pecados y llevan el alma a perdición”^*^. Ciertas comunidades gozaban de una gran tradición lite¬ raria que se explica, como en el caso de las Trinitarias, por la procedencia social de sus religiosas: ... todas tenían obligación de hacer versos en este día [el de la Cruz de Mayo] [...] hemos hallado más de 200 composiciones. ¿Cómo explicar estas aficiones literarias de la Comunidad en su origen y que aún duran hoy? Si tenemos en cuenta que casi todas las religiosas eran hijas, hermanas o parientes cercanas de escritores y poetas, que habían recibido una instrucción no vulgar, fácil es adivinar el porqué de las aficiones literarias de nuestras madres"*'.

La idea de conquista que impregnaba la sociedad espa¬ ñola de los Siglos de Oro anidó también en el alma feme¬ nina, y la retirada del mundo y el camino místico se vivían eomo una vietoria. Esta sublimación se materializó en el desarrollo de una originalísima creación literaria: la místi¬ ca. La elocuencia silenciosa del misticismo femenino tras-

40. Gil Ambrona, “Entre la oración y el trabajo: las ocupaciones de las otras esposas. Siglos xvi-xvn”, en El trabajo de las mujeres: siglos xvt-xx, Madrid, Universidad Autónoma, 1987. La cita procede de la Regla de la Orden de la Concepción de Nuestra Señora de la Ciudad de Toledo dada por Julio II, Roma, 1511, f. 8. 41. Anotación de la Comunidad de Trinitarias incluida en la transcrip¬ ción de las obras de Sor Marcela de San Félix, depositada con la sig. 24 en la R.A.E. ff. 22-23.

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pasó los gruesos muros conventuales en una proyección a veces inusitada, como la de Santa Teresa de Jesús o Sor María de Agreda. La Contrarreforma supuso el triunfo del tradiciona¬ lismo frente a la tolerancia y la libertad del período erasmista, y el diseño de nuevos esquemas morales que afectaron profundamente a la sociedad hispana. El considerable incremento de publicaciones religiosas que se observa bajo el reinado de Felipe II es un claro indicio del éxito del espíritu trentino sobre la libertad espiritual y la influencia pagana del período precedente. La reforma interna de las órdenes religiosas, ya iniciada por el Carde¬ nal Cisneros en 1494, favoreció, también, el florecimien¬ to de la mística española. Éste fue un peculiar fenómeno de tardía aparición respecto al resto de Europa y de la religiosidad peninsular, ya que la musulmana y judía se desarrollaron en la España medieval. La renuncia al “mundanal ruido” y la búsqueda de goces supremos supu¬ sieron en la sociedad cristiana del siglo XVI la inmarcesi¬ ble presencia de rasgos medievales que cristalizaron con el Renacimiento dando lugar a un misticismo genuinamente español. La pontífice literaria de este movimiento fue, sin duda, Santa Teresa de Jesús. Sus conquistas, tanto en lo litera¬ rio como en la reforma del Carmelo, supusieron el triunfo de la tradición española frente al cosmopolitismo rena¬ centista. Los escritos en que la Santa llevó a la cima la literatura mística son los que reflejan su propia experien¬ cia extática y vital; la expresión del deliquio amoroso y su reflejo literario ofrecen un resultado difícilmente supera¬ do por sus contemporáneos, siendo la abstracción intelec¬ tual del mismo la que la aproxima al misticismo dominico, y la aleja del franciscanismo del resto de la mística feme¬ nina, más emotiva. 32

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Se le atribuyen, aproximadamente, cuarenta poesías, aunque su autoría es dudosa en buena parte de ellas. Sin embargo, comparada su obra poética con su producción en prosa, resulta aquélla menos vigorosa. El arrobo místi¬ co se hace, no obstante, patente en sus poesías amorosas como la célebre “Vivo sin vivir en mí”, que destaca sobre la mediocridad global de su producción poética. Junto a Santa Teresa de Jesús, y dentro de la mística pura, encontramos el ejemplo de otra escritora. Sor María de la Antigua (1566-1617), una monja de velo blanco que sin saber escribir expresó al dictado su inspiración divina. Dejó, según el testimonio del Padre Pedro de San Cecilio, “más de 1300 cuadernos de alta y sustancial doctrina”"^^. Sus poesías, algunas de las cuales alcanzaron notable fama como la canción que empieza “Alma que estando muerta / y en horrores de vicios sepultada...”, fueron recogidas y ordena¬ das por el predicador y definidor de la Orden Fray Pedro de Valbuena, y se publicaron, junto con su prosa, bajo el título de Desengaños de religiosos y de almas que tratan de virtud^^ en 1678. Su poesía, dentro de la corriente ascética, presen¬ ta, a veces, una acertada imaginación en la creación metafó¬ rica y en la expresión conceptual. El espíritu de conquista al que nos hemos referido al¬ canza una elevada cima en doña Luisa de Carvajal y Men¬ doza (1566-1614), contemporánea de Santa Teresa de Je¬ sús, que, como ésta, llevó el activismo religioso hasta sus últimas consecuencias. Su espíritu independiente y su 42. Serrano Sanz. Apuntes..., op. cit., p. 42. 43. Desengaño de religiosos y de almas que tratan de virtud. Escrito por la V. Madre Sor María de la Antigua, Religiosa profesa de velo blanco de la esclarecida Orden de Santa Clara, en el convento de la villa de Marchena de la santa provincia de Andaluzía, Sácale a la luz /.../ el P. Fray Pedro de Valvuena. Sevilla, 1678. Véase Carlos Murciano, Una monja poeta del si¬ glo XVI, la R. M. María de la Antigua. Estudio de su obra y antología [ed. de A. de Caffarena], Málaga, 1967.

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gran personalidad la indujeron a rechazar tanto el matri¬ monio como el ingreso en la vida conventual. Huérfana desde su infancia, su vida transcurrió junto a su tía doña María Chacón, camarera de las infantas con las que habi¬ taba en Palacio. A la hora de tomar estado no se decidió por ninguna de las alternativas institucionalizadas, trans¬ curriendo su vida entre la pobreza, la soledad y la castidad de la que había hecho voto. Imbuida de profundos senti¬ mientos religiosos y dotada de un carácter apasionado, se lanzó ardientemente a la propagación de la fe y a la bús¬ queda de martirio. Su gran caridad la llevó a donar sus bienes para fundar un noviciado de misioneros que propa¬ gara el catolicismo en Inglaterra, a donde viajó en 1605, cuando el hostigamiento contra los católicos se recrude¬ cía. A pesar de haber sido encarcelada, no disminuyó su ímpetu predicador llegando a fundar en sus últimos años una comunidad religiosa femenina en Londres. Se la con¬ sidera una de las mejores poetisas del siglo xvii, y algunas de sus composiciones, en las que casi siempre vuelca su pasión divina, muestran una inspiración nada común que las convierte en piezas literarias de primerísimo orden"^. En la línea de Santa Teresa de Jesús y de doña Luisa de Carvajal se encuentra la producción de otra religiosa que. 44. Sobre doña Luisa de Carvajal, una de las autoras de los Siglos de Oro que dispone ya de mayor número de estudios, puede verse: Carta de Fran¬ cisco de Peralta al Padre Rodrigo de Cabredo, Provincial de Nueva España, en que da quenta de la dichosa muerte que tuvo en Londres la Señora Luisa de Carvajal. Sevilla, 1614; Exequias de la Venerable Doña Luisa Carvajal por el P. Juan de Pineda, Sevilla, 1614; Pompa fúnebre con la que la ciudad de Sevilla solemnizó la muerte de la Venerable Madre Doña Luisa de Carva¬ jal, por Don Francisco Peralta, Sevilla, 1614; Licenciado Luis Muñoz, Vida y virtudes de la venerable virgen Doña Luisa de Carvajal y Mendoza. Su jornada a Inglaterra y sucesos en aquel reino. Van al fin algunas poesías espirituales suyas, parto de su devoción e ingenio, Madrid, 1632; Lady Geor¬ giana Fullerton, The Ufe of Luisa de Carvajal, Leipzig, 1881; Camilo María Abad, “La venerable doña Luisa de Carvajal y Mendoza”, en Manresa,

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como ellas, consagró su vida al activismo evangelizador. Sor Jerónima de la Asunción (1555-1630), que profesó como clarisa en el convento de Santa Isabel de Toledo y fundó en su senectud otro de la misma orden en Manila. Como sus dos contemporáneas viajó —encarnando el ideal de cruzada tan propio de la religiosidad española—, y escribió, desarrollando la potencialidad creadora que la libertad intelectual del claustro le proporcionaba, en la época de estrecha delimitación de los horizontales menta¬ les femeninos con que se prolonga la frontera de los siglos XVI y XVII. Muchas de sus obras desaparecieron como re¬ liquias. Es famoso el Soliloquio, por algunos atribuido a Santa Teresa de Jesús, y que ha inmortalizado su nombre en la literatura religiosa del Siglo de Oro'^^. En el siglo xvii, el fervor místico se atempera dando lugar a una literatura en la que el reflejo de la experien-

XXXV (1963), pp. 315-32 y Una misionera española en la Inglaterra del si¬ glo XVII, doña Luisa de Carvajal y Mendoza (1566-1614), Santander, Uni¬ versidad Pontificia, 1966; C. Rosell, “Doña Luisa de Carvajal y Mendoza”, en Revista literaria de El Español, 2.'' época, 1 (1847), pp. 116-20; R. de Courson, Quatre portraits de femmes, París, Lib. Didot, 1895, pp. 197-280; A. Rodríguez Moñino y María Brey Marino, “Luisa de Carvajal (poetisa y mártir). Apuntes bibliográficos seguidos de tres cartas inéditas de la vene¬ rable madre”, en Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo, X (1933), pp. 321-43; véase también. Serrano Sanz, Apuntes..., op. cit., pp. 233-36. La obra de esta autora puede leerse en las siguientes ediciones modernas; Epistolario y poesías, Madrid, Atlas, 1965 (B AE, CLXXIX) y Escritos auto¬ biográficos, Barcelona, Ed. Científico-médica, 1966, e ídem. Salamanca, Universidad Pontificia, 1966. 45. Véase Perfecta religión. Contiene tres libros. Libro 1, De la vida de la Madre Gerónima de la Asunción, Libro 11. De su oración y exercicios. Libro III. De la regla y constituciones que con exemplo y doctrina enseñó. Por Fray Bartholomé de Letona, Puebla, 1662; Ginés de Ouesada, Ejemplo de todas las virtudes y vida milagrosa de la V. M. Jerónima de la Asunción, Abadesa y fundadora del convento de Santa Clara de la ciudad de Manila, Méjico, 1713; ídem, Madrid, 1717.

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da contemplativa se atenúa. La exaltación mística del si¬ glo XVI decrece y produce frutos menos importantes en el XVII, desarrollándose con mayor intensidad en este siglo lo que podríamos denominar literatura piadosa o de devo¬ ción. En este período, en que se inicia la decadencia de la mística, es más difícil deslindar la autenticidad de los arreba¬ tos místicos del fingimiento que acompañó a este fenómeno religioso desde su gestación. El número de “falsas místicas”, místicas dudosas, sospechosas de herejía, ilusas o endemo¬ niadas, fue elevado. Si atendemos a las interpretaciones psicoanalítieas, tanto la mística como la brujería, que parale¬ lamente intensificaron su desarrollo, son dos formas de reac¬ ción neurótica frente al integrismo religioso de la sociedad. La naturaleza no racional de este fenómeno, fuertemente cargado de emotividad, lo hace proclive a separarse del ri¬ gor dogmático, rozar la herejía o caer abiertamente en ella; por eso la Inquisición vigiló estrechamente la ortodoxia de los místicos. Así sucedió con la controvertida figura de Sor Luisa de la Ascensión (1565-1684), nieta del compositor Antonio de Cabezón y supuesta autora de poemas de eleva¬ da espiritualidad. Sus defensores y detractores la han con¬ vertido en una de las escritoras religiosas más polémicas. Consejera de Felipe III y de otros importantes personajes de la época, sus arrebatos extáticos la han rodeado de una aureola de leyenda para unos, siendo para otros una histéri¬ ca, embaucadora e intrigante. El Santo Oficio la procesó en 1634 por alumbrada ilusa. Sus arrobos místicos fueron des¬ critos por don Juan Valladares de Valdelomar en la novela autobiográfica Cavatiero venturoso:

Hablando con personas graves, si le trataban de curiosas pre¬ guntas o temporales deseos luego se quedaba arrobada por más de media hora. Puesta (como dicho es) de rodillas, las manos puestas y enclavijadas, tiesa como si fuera de bronce.

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INTRODUCCIÓN los ojos abiertos, sin pestañear ni resollar; unas veces con semblante doloroso, echando lágrimas como perlas; y otras veces alegre, con rostro risueño, según los objetos en que es¬ taba meditando cuando le cogía el éxtasis. Tenía su rostro hu¬ milde, flaco y descolorido; y aunque no era blanca y de her¬ mosas facciones, en los éxtasis alegres parecía un ángel. Alzándole la toca la Abadesa, y en el cuello traía una argolla de hierro, de dos dedos de anchura, clavada, con un letrero esculpido en el hierro que decía: Esclava de mi Señor lesa Xpo.^-'

Dejando aparte su personalidad neurótica, tan frecuen¬ te entre místicos y artistas, el “Romance de la Soledad del alma”, que, aunque atribuido a varios autores —entre ellos a Sor María de la Antigua—, se cree verdaderamen¬ te suyo, merece conocerse por la elevada expresión místi¬ ca y la belleza formal que sus versos encierran. El resto de las poesías que han circulado como de la “Monja de Carrión” parecen ser plagios, imitaciones y atribuciones en los que no merece la pena detenerse dado el carácter de esta introducción'^^. 46. Cavaltero Venturoso con sus estrañas aventuras y prodigiosos trances, adversos y prósperos; historia verdadera, verso y prosa admirable y gustosa. Por luán Valladares de Valdelomar (Aventura 35), citamos por la edición de Madrid. B. Rodríguez Serra, 1902, pp. 237-238. En las pp. 245-250 se inclu¬ ye el romance “Entra con sol soledad". 47. Teniendo en cuenta el yermo bibliográfico en este terreno, con la excepción de Santa Teresa de Jesús y Luisa de Carvajal, Sor Luisa de la Ascensión es una de las poetisas de los siglos xvi y xvii a quien la crítica, tal vez por su excéntrica personalidad, ha dedicado mayor atención. Dos volú¬ menes de Fray Domingo de Axpe de la “Vida de la Madre Luisa de la Ascensión...” se custodian en Madrid, en el Archivo Histórico Nacional (Inquisición, leg. 37091, n." 1, piezas 1 y 2); la Relación breue de la admira¬ ble vida de la Madre Luysa de la Ascensión de Fray Antonio de Colmenares y la Vida y otras cosas de la Madre Luisa de la Ascensión tan admirables como verdaderas de Fray Antonio Daza se encuentran en el legajo 3704’. Se tiene noticia de que en 1636 se publicó la Vida de ¡a Madre Luisa y satisfac¬ ciones que dio a los cargos que le han dado, recogido por el Santo Oficio. En cuanto a los trabajos más modernos pueden verse: Padre José María de

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A pesar de atribuirse, como la anterior, frecuentemen¬ te composiciones de otros autores, las Poesías espirituales de Sor Isabel de Jesús, otra monja visionaria e ilusa, pre¬ sentan una naturalidad y elegancia que permiten situarla en un lugar destacado entre los poetas líricos religiosos de su época. Sus añoranzas amorosas juveniles y sus visiones posteriores, no exentas de erotismo, que parecen infil¬ trarse en sus composiciones poéticas, son relatadas en el Tesoro del Carmelo, publicado a su muerte por su confe¬ sor Fray Manuel de Paredes"^^. Dentro de la literatura religiosa del siglo XVii, no se puede pasar por alto la figura de Sor Marcela de San Félix

Elizondo, “Dos cartas inéditas de la Madre Luisa de la Ascensión, la Monja de Carrión (1565-1636) y otros documentos referentes a ella. Continuación", Estu¬ dios franciscanos, t. XV, 99 (1915), pp. 120-30; Manuel Fraile Miguélez, Un proceso inquisitorial de alumbrados de Valladolid, Imprenta de Luis N. de Gaviría, 1890; Patrocinio García Barriúso, “El milagrismo. Sor Luisa de la Ascensión, la Monja de Carrión, Fr. Froilán Díaz y el Inquisidor Mendoza”, en Historia de la Inquisición en España y América, t. I, Madrid, BAC, 1985, pp. 1089-1113; P. Andrés Ivars, “Una carta autógrafa de la Madre Sor Luisa de la Ascensión”, en Archivo Ibero-Americano, 8 (1915), pp. 297-98. Véase la tesis doctoral (inédita) de María Isabel Barbeito Carneiro, Escritoras madrileñas del siglo xvti. Estudio bibliográfico-crítico, reseñada en el apartado Bibliografía. Ahora bien, el trabajo más interesante, serio y rigurosamente documentado sobre la autora lo ofrece la obra de Patrocinio García Barriúso, La monja de Carrión, Sor Luisa de la Ascensión Colmenares Cabezón (Aportación documen¬ tal para una biografía), Madrid [Imp. de la Ed. Monte Casino], 1986, en laque la aportación de datos y documentos biográficos es copiosa. El análisis de la poesía que ha circulado secularmente como suya es desmitificador y a él se dedican los capítulos IX, donde trata de los apócrifos e imitados, y X, donde analiza la autenticidad y atribución del romance “Entra con sol soledad” en comparación con otras versiones. 48. Tesoro del Carmelo, escondido en el campo de la Iglesia, hallado, y descubierto en la muerte y vida que de sí dexó escrita, por orden de su con¬ fesor, la venerable Madre Isabel de Jesús. Beata Profesa, y Madre que fue de la Tercera Orden de mugeres, del Orden de Nuestra Señora del Car¬ men de antigua observancia de la ciudad de Toledo. Sácale a la luz su confe¬ sor R. P. Fr. Manuel de Paredes, Predicador de dicha Orden, Madrid, 1685.

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(1605-1688), que tuvo la fortuna biológica de heredar el ingenio, el encanto y las dotes literarias del Fénix. Nacida de los amores de Lope de Vega y Camila Lucinda, Marce¬ la ingresó en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid en 1622, a la edad de dieciséis años, tal vez impul¬ sada por el deseo de acogerse a un hogar seguro. La pro¬ fesión de Marcela en presencia de su padre inspiró una de las composiciones más estremecedoras de Lope, la epísto¬ la a don Francisco de Herrera: Sale Marcela, y perdonad, os ruego, si el amor se adelanta, que quien ama juzga de las colores como ciego. No vi en mi vida tan hermosa dama, tal cara, tal cabello y gallardía; mayor pareció a todos que su fama. Ayuda a la hermosura la alegría, al talle el brío, al cuerpo que estrenaba los primeros chapines aquel día. Marcela, las mejillas encendidas y bañada la boca en risa honesta, miróme a mí para apartar dos vidas; y el alma a tanta vocación dispuesta con una reverencia dio la espalda a cuanto el mundo llama aplauso y fiesta; y ofreciéndole al Niño la guirnalda de casta virgen, abrazó su Esposo, besándole los ojos de esmeralda. Cerró la puerta el cielo a mi piadoso pecho, y llevóme el alma que tenía... de que no fueron mil estoy quejoso. Bañóme un tierno llanto de alegría, que mis pocas palabras y turbadas con sentimiento natural rompía''^. 49. Lope de Vega, «Epístola a don Francisco de Herrera», citamos por la edición facsímil de La Circe, con otras Rimas y Prosa, Madrid, Alonso Mar¬ tín, 1624, pp. 170-171.

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Según la nota que encabeza el manuscrito conservado por las Trinitarias, la obra de Sor Marcela se componía de cinco tomos. De ellos solamente se conserva el de las poe¬ sías, ya que, a instancias de su confesor, quemó los escri¬ tos autobiográficos, hecho lamentable, especialmente en este caso por tratarse de la hija de Lope de Vega y del interés que suscita por sí misma, pero también en el de muchas otras cuyas biografías podrían haber sido revela¬ dores documentos históricos y humanos. Su poesía ofrece variados temas, y es un fiel reflejo de la vida conventual y de sus costumbres. La serenidad del jardín del convento, bellamente evocado, la soledad del claustro y los afectos y ansias amorosas de carácter divino se alternan y contras¬ tan con los coloquios espirituales que escribió para las grandes solemnidades y [que] se celebraban en la Comunidad, ya con motivo de las fiestas anuales de la Iglesia, ya de las que son propias de la Orden Trinitaria, o solamente conventuales, y es de advertir que estos coloquios, verdaderas comedias sagradas, eran representadas en aquel tiempo por nuestras reverendas y amadas madres [...] Las Poesías y figuras tienen por objeto sucesos propios de la vida conventual como procesiones, entradas, elecciones, porque desde muy antiguo tuvo costumbre la Comunidad de Trinita¬ rias de celebrar con versos casi todas las festividades y suce-

50. Las obras de Sor Marcela se conservan en el convento de las Trinita¬ rias de Madrid; una copia de las mismas con el título de Poesías místicas fue cedido por aquellas a la RAE donde se encuentra bajo la signatura 24; de ella tomamos la cita, f. 63 [nota de la Comunidad]. Sin embargo esta trans¬ cripción no presenta la fidelidad que sería deseable; faltan fragmentos de algunas composiciones e incluso composiciones íntegras. Un catálogo com¬ pleto lo ofrece el trabajo de Isabel Barbeito “La ingeniosa provisora Sor Marcela de Vega”, en Cuadernos bibliográficos del CSIC, Madrid, 1982, pp. 50-70. Sobre la autora puede consultarse, además de los estudios biogrᬠficos de Lope de Vega, la siguiente bibliografía: Emilio Cotarelo y Mori,

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Estos coloquios espirituales —De la muerte, del apeti¬ to, del Nacimiento, del Santísimo Sacramento...— evo¬ can los autos sacramentales de Lope de Vega por la agilidad teatral, la viveza del diálogo y el misticismo hu¬ mano que de ellos se desprende. Siguiendo la moda de la época, van precedidos de una Loa que Sor Marcela solía recitar haciéndose pasar por un estudiante discípulo de Lope de Vega^’. La capacidad de Sor Marcela para enaltecer y elevar a esferas superiores lo común, su inteligencia y la suavidad de sus imágenes, en alternancia con la sátira benévola, su gran sentido del humor, y su talante mordaz, alegre y co¬ municativo, hacen que su poesía se eleve por encima de la de sus contemporáneas y llegue hasta nosotros con una frescura y viveza de la que carecen los versos de otras autoras de su época. El manejo magistral del romance y el colorismo de sus versos, su vitalidad y apasionamiento lle¬ vados a la esfera de lo religioso evocan el nombre de Lope, bajo el cual la magnitud de la obra de Sor Marcela aparece desleída. Pero el máximo protagonismo de la lírica femenina de la Edad de Oro lo tiene una poetisa de Nueva España,

“La descendencia de Lope de Vega”, en Boletín de la RAE, 2 (1915), pp. 137-172; Carlos E. Mesa, “Marcela Lope de Vega (1605-1688)”, en Arco, 205 (1978), pp. 47-57; F. Rodríguez Marín, Lope de Vega y Camila Lucinda, Madrid, RAE, 1914; F. C. Sáinz de Robles, Lope de Vega, su vida y su época, Madrid, 1946; F. Ximénez de Sandoval, “Por los pecados del Fénix”, en Escorial, 1949; F. C. Sáinz de Robles, Ensayo... op. cit., pp. 764-65; y Ramírez Ñuño, Sor Marcela de San Félix Lope de Vega y Lujan, Madrid, Confederación Española de Cajas de Ahorros, 1986. Tenemos noticia de la preparación de una edición crítica de sus obras, de próxima aparición. 51. F. Ximénes de Sandoval, Varia historia de Ilustres mujeres, Madrid, 1949, pp. 217-224.

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Juana Ramírez de Asbaje, Sor Juana Inés de la Cruz, hija de padre español y madre criolla. Desde su infancia el interés por el saber supuso para ella una obsesión. Dotada de una naturaleza privilegiada, para Menéndez Pelayo lo más atractivo de la décima musa mexicana “es el rarísimo fenómeno que ofrece la persona de su autora [...] el ejemplo de curiosidad científica, universal y ava¬ salladora que desde sus primeros años dominó a Sor Jua¬ na, y la hizo atropellar y vencer hasta el fin de sus días cuantos obstáculos le puso delante la preocupación o la costumbre^^”. Sus biógrafos afirman que a la edad de ocho años compuso una loa eucarística y que adquirió un maduro conocimiento del latín en veinte clases. Cuando oyó hablar de la Universidad de Méjico pretendió asistir a las clases vestida de hombre, como la joven sevillana a la que hemos aludido anteriormente. Su fama de niña prodigio trascendió pronto a la corte mejicana donde fue nombrada dama de la Virreina y asombró por su erudi¬ ción y facilidad para la versificación. De gran belleza y carácter afectuoso se ha especulado mucho sobre las razones que impulsaron a Juana a ingresar en el claus¬ tro en 1667. Allí gozó del privilegio de recibir a sus pa¬ rientes y amigos, lo que favoreció sus contactos —al con¬ trario de lo que sucedió con otras muchas religiosas dedi¬ cadas a la literatura— con las corrientes poéticas del mo¬ mento. De la estrecha amistad que mantuvo con los marqueses de la Laguna surgió la publicación, a cargo de la Condesa de Paredes, de la primera colección de poesías de Sor Jua¬ na, que hasta entonces habían circulado manuscritas. Se

52. M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas hispano-americanos, t. I, Madrid, RAE, 1927, p. LXVII.

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publicó en 1689 en Madrid bajo el extraño título de Inun¬ dación Castálida^^. Su vida transcurrió dedicada, por entero, a satisfacer la “curiosidad científica” de la que habla Menéndez Pelayo. Su penetrante inteligencia y su extraordinaria imagina¬ ción, puestas al servicio de la literatura, la convirtieron pronto en la afamada poetisa admirada por muchos y en¬ vidiada por los más. La coacción espiritual ejercida por su confesor, el padre Núñez de Miranda, para que no se de¬ dicase, después de la publicación de Inundación Castálida, a la literatura profana, supuso un dique para su inspi¬ ración poética que la sumergió en una crisis de identidad y la llevó al conformismo y a la ruptura definitiva con el mundo. En sus últimos años vendió lo que había sido su gran tesoro, su biblioteca, y donó el beneficio a los pobres. Durante mucho tiempo la jerarquía eclesiástica silenció la voz de Sor Juana Inés de la Cruz, pero su “enigma”, que, según Octavio Paz, “es muchos enigmas” ha despertado la apasionada curiosidad de la crítica y del público en los últimos cincuenta años, y ha originado la publicación de numerosos estudios sobre su vida y su obra^"*. Con Sor Juana Inés, otras dos religiosas. Sor Gregoria

53. Inundación Castálida de la única poetisa. Musa Décima, Soror Juana Inés de la Cruz, Religiosa profesa en el Monasterio de San Gerónimo de la Imperial ciudad de México. Que en varios metros, idiomas y estilos, fertiliza varios assumptos; con elegantes, sutiles, claros, ingeniosos, útiles versos: para enseñanza, recreo y admiración. Dedícalos a la Excelentísima Señora Doña María de Gonqaga Manrique de Lara, condesa de Paredes, Marquesa de la Laguna, y los saca a la luz Don Juan Camacho Gayna, cavallero del Orden de Santiago, Madrid, 1689. Existe una edición crítica actual prepara¬ da por Georgina Sabat de Rivers basada en “lo mejor y más significativo" de aquella edición. Inundación Castálida, Madrid, Castalia, 1983, en la que se ofrece una selecta bibliografía sobre la autora y su poesía. 54. Véase la notable y sugerente monografía de Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, Barcelona, Seix Barral, 1982.

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de Santa Teresa y Sor María do Ceo, ponen el broche de oro a la poesía religiosa del siglo xvii. Las dos comparten con la “Décima Musa mejicana” la elevación espiritual y su expresión lírica las sitúa dentro de la más genuina tra¬ dición literaria del género en el siglo xvi. Especialmente Sor Gregoria, escasamente influida por el prosaísmo del siglo XVIII (muere en 1736) o las técnicas conceptistas del siglo XVII, heredó la sencillez expresiva con que sus ante¬ cesoras del siglo XVI reflejaban sus anhelos y exaltación mística. Su ingenuidad expresiva consigue intensos efec¬ tos líricos y el ansia candorosa de gozar de la experiencia extática concede una naturalidad a su poesía ya descono¬ cida en los escritos de este género. En los romances octo¬ sílabos es donde su expresión llega a elevadas cimas de perfección formal. De “diáfanas, serenas, transparentes como fanal claro que deja ver su corazón”, calificó San¬ tiago Montoto^^ las poesías de Sor Gregoria. Su inspira¬ ción hace de ella una rezagada de la mística áurea en un período en que la devoción poco sincera hace de la litera¬ tura religiosa un yermo de superficialidad. Sus versos sen¬ cillos parecen elevarse empujados por una única fuerza, la del amor^^. Paralelamente al desarrollo de la literatura mística, la poesía culta del siglo xvi se manifestó en dos tendencias, la lírica cortesana, heredera de la tradición del siglo XV, y que, paulatinamente, fue desapareciendo; y la lírica italia-

55. En Discursos leídos ante la R. A. Sevillana de Buenas Letras, Sevilla, Tipografía de Gironés, 1913. 56. Su poesía fue publicada por A. Delatour; Poesías de la Venerable Madre Gregoria Francisca de Santa Teresa, Carmelina Descalza en el con¬ vento de Sevilla, en el siglo Doña Gregoria Francisca de la Parra Queinogue, París, 1865; y su biografía por Diego de Torres de Villarroel, Vida exemplar, virtudes heroicas, y singulares recibos de la Venerable Madre Gregoria Fran¬ cisca de Santa Theresa, Salamanca, [1738].

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nizante, de amplio cultivo a partir de 1526. Los Cancione¬ ros ofrecen composiciones de las dos tendencias en alter¬ nancia con la lírica popular, también presente en las com¬ posiciones cortesanas. Entre los autores del Cancionero General figura la primera poetisa conocida en lengua cas¬ tellana, Florencia Pinar. Aunque sus composiciones no sean “monumentos literarios” sus poesías no están exen¬ tas de cierta magia formal y velado erotismo que denotan una espontaneidad nada convencional en las manifesta¬ ciones literarias femeninas del Siglo de Oro, y se pueden considerar un antecedente del Barroco por las imágenes afortunadas y el alambicamiento conceptual que ofre¬ cen^’. También las canciones de Isabel de Vega, poetisa 57. Aunque Kate y Ángel Flores, en la Antología..., ed. cit., p. 53, afir¬ man que “su Juego trabado [sic] logró tanta popularidad en la corte”, no nos atrevemos a considerar el Juego trabado que hizo a la reina doña Ysabel... {Cancionero General de 1511, pp. clxxxiij-clxxxv) de la autora, ya que en el Cancionero solamente queda clara su autoría en aquellas cancio¬ nes que expresamente así lo especifican: “Canción de una dama que se dice Florencia Pinar” (“Ay que ay quien mas no vive...”) (p. cxxv), “Otra can¬ ción de la misma señora a unas perdices que le enviaron vivas” (“Destas aves su nación...”) (p. cxxv) y la “Canción de Florencia Pinar” (“Eli amor ha tales mañas...”) (p. clxxxv) seguida de una glosa “del dicho Pinar” entre cuyas composiciones se encuentra. Ello hace pensar que este grupo de com¬ posiciones no correspondan a Florencia Pinar, a la que por regla general se atribuyen. Como de Pinar o “del dicho Pinar” se registran las siguientes: “Como los que van perdidos” (p. clxxxvij), “Después de seros ausente...” (p. clxxxvj), “Hago de lo flaco fuerte...” (p. clxxxviij), “No sé por donde sentró...” (p. clxxxvj), “Guando con baxa escalera...” (p. clxxxviij), “Guando vos ell alma mía...” (p. clxxxv), “Guien encendió mis querellas...” (p. clxxxvij), “Sola mi fe consintió...” (p. clxxxvij), “Guando mas embevescida...” (p. cxxxvj), “Guando yos quise querida...” (p. cxxxij), “Es la voz de mi canción...” (p. cxxvj) y el “Juego trobado que hizo a la Reina Doña Ysabel con el que se puede jugar como con dados y naypes... De Florencia, posiblemente en este caso, Florencia Pinar, figura una “Glosa de Florencia” al mote “Mi dicha lo desconcierta” (“Será perderos pedi¬ ros...”) (p. cxliiij). Sobre esta autora véase “Reflexiones sobre la poesía de Pinar”, en Mester, 1 (1978), pp. 3-8.

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w de la que apenas nada se sabe, alcanzaron celebridad en la transición de los reinados de Carlos V y Felipe II. La poesía profana femenina del siglo XVI, sobre todo en la primera mitad, en comparación con la mística contrarreformista y la lírica barroca, no ofrece un elevado número de poetisas. Sin embargo, la mujer participó del estro literario desencadenado en el siglo xvii y consiguió renombre en una sociedad que le brindaba ocasiones para lucir su habilidad en un género cultivado con entusiasmo por todas las clases sociales^^. Así, el número de mujeres cultas dedicado al ensayo poético se incrementó notable¬ mente en España en la segunda mitad del siglo xvi y fue muy elevado en la primera del siglo xvil. “Poetas eran a la sazón —como afirma Juan Pérez de Guzmán y Gallo— [...] todas las mujeres que tenían cultura en España”^^. La moda italiana de las academias renacentistas cundió en la península a finales del siglo xvi —La imitatoria se creó en Madrid en 1585— produciendo una considerable meta¬ morfosis en la sociedad. Algunos de los salones femeninos se convirtieron en pequeñas academias literarias donde, bajo moldes artificiales procedentes de los movimientos líri¬ cos de moda, se ejercitaba el ingenio de las damas de la aristocracia. La Pítima contra la ociosidad, por ejemplo, fue fundada en Zaragoza por la condesa de Eril y María de Ara¬ gón y Cardona en 1608, y aglutinó un importante número de poetisas aragonesas que rivalizaban en las justas poéticas con composiciones academicistas; también es conocido el caso de Marta de Nevares, a la que Lope conoció en un certamen poético y que reunía en su casa, junto con su her¬ mana, un interesante círculo intelectual. 58. Véase M. Defourneaux, La vida cotidiana en la España del Siglo de Oro, Barcelona, Argos Vergara, 1983, p. 178. 59. Op. cit., p. 92. Véase también p. 106.

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La participación de todas las clases sociales en la eufo¬ ria colectiva de la sociedad de los Austrias, que encontra¬ ba pretexto para la diversión todos los días del año, lle¬ gando en ocasiones a superar los festivos a los de labor, estableció un dinamismo social de intensa participación emocional colectiva en los acontecimientos de la corte y en las solemnidades religiosas. Los natalicios reales, ma¬ trimonios, desplazamiento de los reyes, fallecimientos, etc., eran vividos como propios y dieron lugar a la litera¬ tura de “devoción al trono”^*^, que, a imitación de la cos¬ tumbre italiana, se puso de moda en España en la segunda mitad del siglo XVI, a la muerte de Carlos V. El nacimien¬ to de Felipe IV originó una oleada de concursos literarios en los que Lucinda Serrana, Isabel de Figueroa y Clara de Barrionuevo, entre otras, abrieron los certámenes públi¬ cos al concurso femenino. El género elegiaco gozó de la preferencia del dilettantismo poético de la mujer del Barroco. A la muerte de un personaje célebre de la corte, de la Iglesia, del gobierno o del Parnaso literario, los poderes públicos, civiles, religio¬ sos o universitarios, organizaban las pompas fúnebres. La oleada de poesías necrológicas, que eran publicadas en obeliscos o en coronas fúnebres, ofrece considerable inte¬ rés para nuestro estudio por el elevado índice de partici¬ pación de mujeres y las posibilidades que brindaba a éstas para hacer públicas sus composiciones, aunque sólo fuera dentro del género que aquellas ocasiones requerían. Era, generalmente, una literatura de circunstancias, de limita¬ da inspiración personal y vacía de emociones sinceras, que daba lugar al juego lingüístico y al retorcimiento con¬ ceptual y academicista. Fueron especialmente sentidas las 60. Véase M. Neiken. Las escritoras españolas, Barcelona, Labor, 1930, p. 131.

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muertes de Felipe IV, Juan Pérez de Montalbán y la del príncipe Baltasar en Zaragoza que motivó justas en toda España para inmortalizar su memoria, durante mucho tiempo asociada a la de su madre Isabel de Borbón^^ No sólo los acontecimientos de la corte eran fuente de inspiración literaria. Las grandes solemnidades religiosas —canonizaciones, beatificaciones, traslados de reli¬ quias...— así como la celebración de fiesta en honor de los santos regionales, dieron lugar a concursos literarios que permitieron el exhibicionismo lírico de poetas y afi¬ cionados entre los que abundaban los nombres femeni¬ nos^^. Algunas de ellas como la beatificación de Santa Te¬ resa, que se celebró en 1615 en toda España, aglutinó a un 61. Entre la abundancia de publicaciones de este tipo fueron célebres: la Pompa funeral, Honras y Exequias de Isabel de Bortón..., Honras y obse¬ quias que hizo al cathólico y Christianíssimo Rey D. Filipe Tercero la ciudad de Murcia, Relación de los funerales y obsequias que hizo el Santo y Apostó¬ lico Tribunal de la Inquisición de los Reyes del Perú a Baltasar Carlos de Austria... y especialmente interesantes por el alto grado de participación femenina el Obelisco histórico i honorario que la Imperial ciudad de Zarago¬ za erigió a la inmortal memoria de Baltasar Carlos de Austria, que reunió diez composiciones femeninas (de Jerónima de Viv, Sor Jerónima Maycas, Josefa Arañón, Tomasina Francés, Sor Gracia Antonia Vagués, Ana de Bolea, Beatriz Jiménez, Francisca Lanaja y Francés e Isabel Sanz); y las Lágrimas panegíricas a la temprana muerte del gran poeta y teólogo insigne Doctor Juan Pérez de Montalbán que incorporó veinticinco poemas escritos por mujeres (María de Zayas, María de Aguirre y Pacheco, María de Salazar Mardonés y Aguirre, Inés de Sotomayor, Brígida de Orduña, Angela de Mendoza, Antonia Jacinta de la Barreda, Bernarda María, Juana de Aldana, Petronila de Ávila y Luna, Lorenza de Aguirre Pacheco, Melchora de Garibay, Magdalena de Planeta, Bernarda Ferreira de Lacerda, María de Baraona, Ángela de Sotomayor y María de Aguilera...). 62. Los compendios o relaciones de fiestas también son una buena fuente para el conocimiento de las manifestaciones poéticas femeninas, así son dig¬ nas de mención: el “Soneto a la Comunión de San Ramón Nonato por mano de Cristo”, de Francisca Abarca, presentado en el certamen poético organi¬ zado con motivo de las fiestas de traslación de la reliquia de San Ramón Nonato; la “Canción a San Luis Bertrán” de Sor Ángela Sánchez, recogida

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elevado número de poetisas que dedicaron a la santa sus ofrendas Kricas; las de San Ignacio de Loyola y San Francis¬ co Javier también tuvieron una especial significación litera¬ ria y social y paralizaron la vida de Madrid en junio de 1622. La costumbre de los autores de la época, heredada de los humanistas, de incorporar en los preliminares de sus publicaciones composiciones encomiásticas, enaltecedo¬ ras de su genio y personalidad, es otra de las vías principa¬ les de acceso de la mujer a la literatura de su tiempo, a la vez que una de las fuentes más importantes para el cono¬ cimiento de sus textos. Estas manifestaciones literarias ofrecen no pocas dificultades de autoría, ya que, al ele¬ varse el prestigio del elogio femenino, muchos autores atribuyeron a escritoras apócrifas sus composiciones apo¬ logéticas. A esta extendida costumbre alude Cervantes, irónicamente, en el prólogo del Quijote También la moda de ocultar las mujeres sus nombres bajo seudónimos, de procedencia generalmente clásica, dificulta una atribución rigurosa de sus textos. Se sabe

en Los sermones y fiestas que la ciudad de Valencia hizo por la Beatificación del glorioso Padre San Luys Bertrán; el “Soneto en alabanza de Felipe H” de Cita Canerol, en Compendio de las fiestas que ha celebrado la imperial ciudad de Qaragoqa en honor de Fray Luy Aliaga; la “Silva” de Vicencia de Mendoza y el “Soneto a la Virgen de Cogullada” de doña Petronia de Artabia y Bolea en el Certamen poético de Nuestra Señora de Cogullada..., por citar algunos. 63. —También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos [...] —Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personas graves y de título, se puede remediar en que vos mesmo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bauti¬ zar y poner el nombre que quisiéredes, ahijándolos al Preste Juan de las Indias o al Emperador de Trapisonda, de quien yo sé que hay noticia que fueron buenos poetas. M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Ed. Juventud, 1971, pp. 21-22.

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que Celina, Una Dama, Divina Atandra, Amarilis o Clori identificaban a Francisca de Briviescas Arellano, duquesa de Gandía (que también firmaba con los seudónimos Ar¬ temisa, Doria, Arsinda...), Antonia de Mendoza, María de Córdova y Catalina Clara de Guzmán, respectivamen¬ te; sin embargo, se ignoran los verdaderos nombres que se ocultan tras Felisarda, Leonora, Arminda, Silvia... Una muestra de este género de dificultades en la determi¬ nación de autoría es el curioso y fascinante caso de doña Oliva Sabuco de Nantes, “musa décima” de Lope de Vega en la Representación moral del viaje del alma y hasta nuestro siglo supuesta autora de la obra de su padre, Mi¬ guel Sabuco, Nueva Filosofía de la Naturaleza del hombre (1587). Su erudición y arrogancia, aparentemente demos¬ trada en la carta en que dedicaba la obra a Felipe II, con¬ movió a la sociedad de su tiempo^. La mayoría de los poetas de los Siglos de Oro encontra¬ ban grandes dificultades para la publicación de sus obras, que raramente veían impresas^^. Recordemos, por ejem¬ plo, que de la mayoría de los autores importantes de la época—Cervantes, Góngora, Espinel, Argensola...— no existen impresos de su poesía. Junto con los pliegos suel¬ tos y manuscritos, las únicas posibilidades que tuvieron estos autores, aparte de las ya mencionadas, son las colec¬ ciones como cancioneros, antologías, florilegios, etc., que también admitían firmas femeninas, y que son, además de los preliminares de las obras de autores consagrados o con posibilidades económicas de financiación de obra impre¬ sa, los que nos ofrecen muestras, aunque desgraciada64. Véase sobre este punto el riguroso estudio de Fernando Rodríguez de la Torre, “El autor y la autoría en la obra de Sabuco” en Al-Basit, XIII, n.° 22 (1987) pp. 191-213. 65. Véase A. Rodríguez Moñino, Construcción crítica y realidad histórica en la poesía española de los siglos xvi y xvii, Madrid, Castalia, 1965.

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mente muy parciales, de la lírica de nuestras mujeres. Por otra parte, existía la creencia generalizada de que éstas no debían publicar —recuérdese, por ejemplo, el caso de Fernán Caballero, en el siglo XIX—, y cuando María de Zayas dio a la imprenta sus Novelas amorosas afir¬ maba en “Al que leyere”: “habrá muchos que atribuyan a locura esta virtuosa osadía de sacar a la luz mis borrones, siendo mujer, que, en opinión de algunos necios, es lo mismo que una cosa incapaz”^^. Esta cita, por sí sola, da idea de lo excepcional que era la edición de la obra de nuestras autoras. En este sentido, podemos considerar verdaderamente afortunadas a las escritoras místicas, ya que su obra, en algunos casos a título póstumo, vio la luz pública en la vorágine de la prensa religiosa impulsada por las exigencias de difusión de la doctrina. Frente a és¬ tas, las autoras profanas carecieron del privilegio de ver sus obras reunidas y publicadas. El reducido margen de libertad que los esquemas edu¬ cativos concedían a la libre expresión de la emotividad femenina, en teoría siempre sujeta al recato, y la escasa flexibilidad de los moldes literarios restaron espontanei¬ dad a su expresión literaria. Es difícil encontrar entre las poetisas de la Edad de Oro manifestaciones de la inti¬ midad emocional como la expresaran las musulmanas de la Edad Media. El pundonor exigido por la sociedad a la mujer española la obligaba al fingimiento de una exa¬ gerada virtud, que, sin duda, no siempre tenía. Sería interesante hacer una valoración de la literatura anó¬ nima de carácter culto que, al margen de las limitacio¬ nes impuestas por los convencionalismos sociales, per¬ mitiría la libre expresión de lo amoroso, desde lo pura¬ mente sentimental o afectivo hasta la sensualidad y el ero66. María de Zayas, Novelas... ed. cit., p. 21.

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tismo^^. Al hablar de Luisa Sigea hemos aludido a unos diálogos obscenos que circularon como suyos; al hacerlo de Florencia Pinar, nos hemos referido al erotismo que encierran algunas de sus imágenes poéticas; también es conocida la licencia de las novelas de María de Zayas, y es ocioso recordar el erotismo de la lírica tradicional, lo que indica que, a pesar de las limitaciones sociales y morales, la sensualidad femenina se manifestó, ya sutilmente en los casos mencionados o con la libertad que la licencia del anonimato confería a la expresión del erotismo subterrᬠneo. ¿Cabría, pues, preguntarse por la existencia de una literatura culta de carácter amoroso escrita por mujeres que, cristalizada en el caudal general de la poesía de este género, se incorporaría a los cancioneros? Al margen de los convencionalismos de la época, sólo un reducido número de autoras nos desvelan, muy sutil¬ mente, sus secretos anhelos. Los poemas melancólicos de Luisa Sigea, el platonismo sentimental que emana de la “Canción amorosa” de Cristobalina Fernández de Alarcón, o las nostalgias amorosas que inspiran los versos de dos religiosas. Sor María de Santa Isabel y Sor Juana Inés de la Cruz, elevan su lírica sobre la mediocridad y el con¬ vencionalismo de la de sus contemporáneas y las aproxi-

67. El hecho de que tos textos de este tipo, en los que la mujer parece manifestar libremente sus afectos más íntimos, se presenten siempre de for¬ ma anónima, podría ser una clara muestra de las inhibiciones morales a que la sometía el orden social establecido. Sin contar con ejemplos como el soneto “No me parió mi madre celinpuj...” que, aparentemente escrito por una mujer, podría deber su paternidad, dado su carácter burlesco, a cual¬ quier poeta de la época, recogemos otro ejemplo, también tomado al azar, del Cancionero Antequerano, Madrid, CSIC, 1950: Aflige el pensa¬ miento / el recordar que estuve entre tus brazos, / y de nuevo lo siento / y invidio a la que goza tus abrazos; / dichosa la que fuere, / sin más tiempo que yo te mereciere. / [...] / Concedí a tu ruego, / que no quise ser esquiva; / abrasóme tu fuego, / y en él me abrasaré mientras que viva...

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man, por encima de modas literarias y gustos personales, a la sensibilidad de todos los tiempos. Dentro del grupo de poetas antequerano-granadino, la figura de Pedro de Espinosa aglutinó a un interesante nú¬ mero de ellos en la primera parte de las Flores de poetas ilustres de España (1605), entre los que se encuentran Lu¬ ciana e Hipólita de Narváez junto a la famosa “musa antequerana”, Cristobalina Fernández de Alarcón^®. De de¬ purada formación humanista, en el brillante ambiente de Antequera, centro de la mejor tradición clásica, la “sibila de Antequera”, como llamó Lope de Vega en la “Silva III” del Laurel de Apolo a Cristobalina Fernández de Alarcón, gozaba de una prodigiosa facilidad para la versificación. Sus versos delatan secretos y profundos sentimientos que asoman en sus composiciones amenazando el recato exi¬ gido a la mujer por el estado conyugal. Es conocida la re¬ lación platónica entre la poetisa y Pedro de Espinosa; si bien, tras el fallecimiento de su marido, las esperanzas del poeta se vieron truncadas al contraer, aquélla, nuevas nupcias con un estudiante. Ello entristeció tan profunda¬ mente a Pedro de Espinosa que, en un gesto de desespera¬ ción, se apartó del siglo iniciando, así, vida de ermitaño^^. 68. En la Primera parte de las flores de poetas ilustres de España (1605), se incluyen cuatro composiciones de doña Hipólita de Narváez, de las cuales tres forman parte de nuestra antología (“Atended que menguadas las espa¬ das”, p. 59; “Fuese mi sol y viene la tormenta”, p. 77; “Engañó el navegan¬ te a la sirena”, p. 105 y “Leandro rompe con gallardo intento”, p. 140), dos de doña Cristobalina [sic] (“Cansados ojos míos”, p. 137 y “Reina del cielo que con bellas plantas”, p. 200) y una de doña Luciana de Narváez (“Donde está el oro ilustre Magdalena”, p. 176). 69. Véase F. Rodríguez Marín, Pedro Espinosa, estudio biográfico, bi¬ bliográfico y crítico, Madrid, Tip. Revista Archivos Bibliotecas y Museos (1907), pp. 69-79 y 196-98; y “Nuevos datos... op. cit., pp. 368-423. En Cancionero Antequerano, 1627-1628, recogido por Ignacio de Toledo y Godoy y publicado por Dámaso Alonso y Rafael Ferreres, Madrid, CSIC, 1950, se incluye un breve compendio de su vida en las pp. 467-469.

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Las composiciones de doña Cristobalina, vinculadas por la luminosidad y brillantez a la escuela antequerana, han sobrevivido por la frescura de la forma y la belleza de sus imágenes barrocas, convirtiéndola en una figura de pri¬ mera magnitud dentro de la lírica del Siglo de Oro. Son numerosas las poetisas que presentan en su obra fuertes resabios gongoristas, como Ana Ataide, Sor Ma¬ ría Sallent, Gregoria Francisca de Salazar, etc. El sello culterano también se hace visible en la obra de la extre¬ meña Catalina Clara de Guzmán que continuó, con gran acierto, la tradición del retrato cultivado por Góngora, Jacinto Polo, Trillo y Figueroa, Salazar y Torres o Sor Juana Inés de la Cruz, que lo utiliza frecuentemente como vehículo de expresión de lo filosófico, amoroso, satíri¬ co...En la obra de Catalina Clara de Guzmán es un tema insistentemente desarrollado en múltiples composiciones^^ algunas de gran ingenio como el “Retrato suyo” que incluimos en nuestra antología. Pero donde la emotividad, el sentimiento y la sensación de nostalgia se manifestaron con mayor sinceridad fue en la poesía de inspiración profana de una religiosa. Sor Ma¬ ría de Santa Isabel, que firmó sus obras con el pseudóni¬ mo de “Marcia Belisarda”, y de la que apenas se conoce

70. Véase el trabajo de Georgina Sabat de Rivers, “Sor Juana. La Tradi¬ ción clásica del retrato poético”, Actas del XX Congreso del Instituto de la Revista Iberoamericana, Austin (Tejas), 1981. 71. “Retrato de un dama en chanza”, “Otro retrato de la misma autora, hecho a imitación de uno que hizo un galán”, “Retrato de una hermana de la Autora, llamada Doña Beatriz”, “Otro retrato en seguidillas de otra her¬ mana llamada Doña Ana”, “Retrato de una viuda en seguidillas”, “Retrato de una hermana de la Autora llamada Doña Antonia”, “Soneto a un retra¬ to”, “Retrato de una dama”... Existe una edición de Joaquín Entrambasaguas de las Poesías de esta autora, Badajoz, 1930. Puede verse también A. Carrasco García, La plaza Mayor de Llerena y otros estudios, [s. 1.], Tuero, 1985.

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más dato que la toma de velo en el Real Convento de la Concepción de Toledo. La variedad temática de sus poe¬ sías ofrece un amplio abanico que va desde los temas reli¬ giosos a los sentimentales, mucho más inspirados, que alientan en su “pluma osada y atrevida” —según el juicio de doña Juana de Bayllo, monja de Santa Isabel en el Real de Toledo— en nostálgicas composiciones como el romance que empieza “Procurad memorias tristes...” o el “Romance melancólico”. Su producción poética se compone de 138 poesías —algunas, como el soneto de tendencia gongorista “Dándome por asumpto cortarse un dedo llegando a cortar un jazmín”, de gran belleza— de diversidad estrófica; romances, villancicos, octavas, décimas, ensaladas, glosas, décimas estrambotadas, etc. La diferencia de inspiración entre los poemas reli¬ giosos y los profanos, en favor de estos últimos, permite suponer que, libre de las limitaciones impuestas a este tipo de obras por el claustro, al que posiblemente no llegó por vocación, “Marcia Belisarda” hubiera sido una de las poetisas más vehementes e interesantes de nuestro siglo XVII. También la lírica de Ana Abarca de Bolea, abadesa del convento de Casbas, muestra una tendencia áulica poco común en la literatura de las religiosas del siglo XVII. En su poesía, las tendencias culta y popular se funden dando lugar a un barroquismo que recuerda al grupo de Salinas y Lastanosa con el que estuvo relacionada. Los versos que se incluyen en Vigilia y Octavario de San Juan Bautista (1679) ofrecen para Manuel Alvar, “todas las exquisiteces del género”; rotundidad conseguida a base de versos fina¬ les plurimembres, versos con diseminación recolectada en un endecasílabo final, etc. En los procedimientos técnicos y en la estructura de sus poemas tampoco se observan diferencias entre estas composiciones y las de cualquier 55

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otro autor del siglo XVII. La temática es variada; alterna la de carácter culto (“Liras al sepulcro de Santa Hildegunda”, “Décimas en loor de los Santos”...) y popular, ya sean romances, villancicos y seguidillas en castellano o ro¬ mances dialectales de temática religiosa^^; composiciones mitológicas (“Décima a Orfeo”) o históricas; laudatorias o funerarias, que se insertan en la mejor tradición del si¬ glo XVII; poemas descriptivos (“Romance a una fuente”, “Romance a Guara”...) entre los que se encuentran los más logrados de su producción, y festivos alternan con los de temas variados (“Liras a unas viruelas”, “A un jazmín”, “A unos ojos de sierpe de piedra”...)^^. En todas las épocas de decadencia, como el reinado de Enrique IV o el período barroco, la sátira, que denota una voluntad de cambio en la expresión del desengaño, ejerce una función catártica que libera tanto al escritor, que derrama con ella su acritud, como a los lectores. En el barroco cualquier motivo fue objeto de burla. Dentro de este género la “Sátira en ovillejo” de doña Francisca Páez de Colindres, en ocasión de querer quitar el uso de los guardainfantes en tiempos de Felipe IV, es una muestra representativa de este género. El espíritu satírico, pun¬ zante, también anima la producción de Justa Sánchez del Castillo. El desenfado y el ingenio que animan sus versos son considerados el nexo con la novela de María de Zayas o de Mariana de Carvajal por su liberalidad moral, análo¬ ga a la de las prosistas. La naturaleza, que por sí misma constituye pretexto para la creación artística, sobre todo en el siglo xvii, ofre72. Existe una edición actual de su Obra en aragonés; Altada al Naci¬ miento. Bayle pastoril al nacimiento. Romance a la procesión del Corpus, Huesca, Consello d’a Pabla Aragonesa, 1980. 73. Véase M. Alvar, Estudios sobre el “Octavario” de Doña Ana Abarca de Bolea, Zaragoza, Archivo de Filología Aragonesa, 1945, pp. 5-10.

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ce bellas muestras descriptivas en las afortunadas compo¬ siciones de Bernarda Ferreira de la Cerda inspiradas en las “Soledades de Busaco” y que han sido consideradas prole sine mater creata’'^. La gran inteligencia y esmerada formación de la poetisa portuguesa la rodearon de una aureola de prestigio a la que contribuyó la dedicatoria de la égloga Filis de Lope de Vega y El Orfeo en lengua cas¬ tellana de Pérez de Montalbán. Se le han atribuido las novelas de caballería Palmerín de Oliva y Primaleón. Un tratamiento poco afortunado del tema histórico lo ofrece su poema épico La España libertada donde narra en for¬ ma rimada la invasión árabe y la Reconquista. Cultivó, como la casi totalidad de las poetisas españolas, el género adulatorio y elegiaco y escribió un volumen de Comedias que incluye Cazador del cielo y La buena y mala amistad. Gran éxito en vida tuvo, también, la autora de la come¬ dia La firmeza en el ausencia, doña Leonor de la Cueva y Silva. Esta poetisa de Medina del Campo, seguramente nacida a finales del siglo XVI, demostró una gran facilidad para la poesía patente en la inspirada enumeración botᬠnica “Liras a la hermosura y variedad de las flores de la primavera” que presenta un donaire muy del gusto- del siglo XVII y que, junto al tratamiento de los celos, tópico dentro del tema amoroso, y la poesía elegiaca, la vinculan plenamente al Barroco. Y no podemos concluir este somero repaso de las mani¬ festaciones líricas femeninas sin citar a Mariana de Carva¬ jal y detenernos en dos figuras destacadas dentro del pa¬ norama de la literatura femenina de los Siglos de Oro: la dramaturga Ana Caro Mallén de Soto y la novelista María de Zayas. Las tres sobresalieron por otros géneros, pero su inspiración poética se pone de manifiesto en las com74. Serrano Sanz, Antología..., op. cit., p. XXVI.

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posiciones intercaladas en sus novelas y en la versificación dramática. Ana Caro Mallén, la “décima musa” sevillana, como la llamó Vélez de Guevara en El diablo cojuelo, se dedicó al género dramático en el que obtuvo gran celebridad en vida. El conde Partinuplés se publicó en el Laurel de Co¬ medias de diferentes autores de 1653^^. Menor fortuna tuvo Valor, agravio y mujer, que no llegó a publicarse en vida de la autora y de la que tomamos los fragmentos líri¬ cos que la representan en nuestra antología^^. Entre su producción poética destaca la Loa sacramental compuesta para las fiestas del Corpus de 1639, que se sitúa en la línea del Segundo coloquio de Lope de Vega entre un Portu¬ gués, y un Viscayno, un estudiante, y un mogo de muías, publicado en 1615. Los interlocutores de la Loa de Ana Caro son un portugués, un francés, un morisco y un negro que dialogan en sus correspondientes jergas. El resto de su producción poética es de tono panegírico^^. Son céle¬ bres las décimas que dedicó a María de Zayas, con quien, al parecer, mantuvo una entrañable amistad, y que figu¬ ran al frente de las Novelas amorosas y exemplares de ésta, publicadas en 1638.

75. Existe una edición en la BAE, en el volumen de Dramáticos posterio¬ res a Lope de Vega (T. XLIX), Madrid 1859, pp. 125-138. 76. Inédita hasta que Serrano Sanz la publicó en Apuntes... op cit., pp. 179-212. 77. Sobre Ana Caro puede verse: A. Lasso de la Vega, Historia de la escuela poética sevillana, 1871, pp. 205-6; J. Sánchez Arjona, “Ana Caro de Mallén”, en El teatro en Sevilla en los siglos xvi y xvii. Madrid, Alonso, 1887; C. Pérez Pastor, “Noticias y Documentos”, en Memorias de la Real Academia Española, X (1911), p. 97; F. López Estrada, “La relación de las Fiestas por los Mártires del Japón, de Doña Ana Caro Mallén de Soto (Sevi¬ lla), 1628”, Cieza, 1978 (tirada aparte del Libro-Homenaje a Antonio Pérez Gómez, pp. 51-69) y “Loa al Stmo. Sacramento de Doña Ana Caro”, Revis¬ ta de Dialectología y Tradiciones populares, 32 (1976), pp. 263-74.

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De la “Nueva Safo”, “Nueva Pola Argentarla” o “Gran Sibila mantuana” como Ana Caro llamó a María de Zayas^^, la más famosa novelista del siglo, son bien pocos los datos biográficos que han llegado hasta noso¬ tros. Se barajan múltiples hipótesis sobre su vida sin que ninguna pueda darse por cierta. En torno a su nacimiento, la crítica se muestra casi unánime en afirmar que era ma¬ drileña y, por la cronología de sus novelas, sabemos que su vida transcurrió en la primera mitad del siglo xvii. Además de las dos colecciones de novelas breves que la hicieron famosa —las Novelas amorosas y ejemplares y la Parte segunda del Sarao y entretenimiento honesto— es¬ cribió la obra teatral Traición en la amistad que no llegó a ver publicada^^. A juzgar por el testimonio de sus con¬ temporáneos, participó con éxito en certámenes poéticos. Sus composiciones líricas salpican sus novelas, y en ellas prueba, junto con la habilidad para la versificación de¬ mostrada en su obra dramática, que también era una ex¬ celente poetisa. En la línea de las novelas de María Zayas, las de Maria¬ na de Carvajal también ofrecen una buena muestra poéti¬ ca. Sus Navidades de Madrid y noches entretenidas se edi¬ taron en Madrid en 1663 y 1668**^. Su desenfadado estilo

78. En las décimas “A Doña María de Zayas Sotomayor”, Novelas amo¬ rosas y ejemplares, ed. cit., pp. 10-11. 79. Serrano y Sanz, en Apuntes..., op. cit., t, II, pp. 590-620, la publicó según un manuscrito del siglo xvii custodiado en la Biblioteca Nacional. 80. En el prólogo, Mariana de Carvajal afirma haber escrito también doce comedias hoy desconocidas. El costumbrismo de su obra supone una buena fuente para el conocimiento de la vida cotidiana. Ha sido estudiado por C. B. Bourlan en “Aspectos de la vida del hogar en el siglo xvii según las novelas de doña Mariana de Carabajal y Saavedra”, en Homenaje a Menéndez Pidal, II (1925), pp. 331-368. Serrano Sanz, en Apuntes... ofrece algunos documentos inéditos sobre la autora. Puede verse, también, L. P. Pfandl, Historia de la literatura española en la Edad de Oro, Barcelona, 1933.

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trasciende, a veces, a las poesías intercaladas en sus nove¬ las, como en la fábula “Apolo y Dafne”, incluida en La industria vence desdenes. El tipo de novelas y el estilo de Mariana de Carvajal recuerdan a los de María de Zayas. Y después de esta breve aproximación a lo que fue la vida de la mujer en los Siglos de Oro y sus manifestaeiones líricas, dejaremos que sea el lector quien, tras el encuentro con los textos que aquí ofrecemos, valore la importancia o el interés que en él suscitan. Por nuestra parte, nos limi¬ taremos a concluir recordando que en la actualidad, en uno de los momentos en que cualquier cosa es pretex¬ to de publicación, tareas más urgentes están todavía por hacer; la de rescatar los nombres más preclaros de nuestra historia literaria femenina del velado anonimato, del olvi¬ do secular en que han perecido sus obras, y la de recons¬ truir arquitectónicamente una parte importante y tan poco explorada de nuestro patrimonio literario. Faltan biografías, trabajos monográficos, eruditos o divulgativos; valoraciones de conjunto; una historia de la lite¬ ratura femenina que permita incorporar a nuestras es¬ critoras de relieve a la categoría de clásicos; desenterrar, reunir y difundir sus textos que yacen, la mayoría inéditos, sepultados en archivos y bibliotecas; estudiar sus docu¬ mentos, analizar su vinculación a las corrientes literarias de la época y un larguísimo etcétera donde todo cabe, porque nada, o casi nada, hay hecho. Es preciso iluminar una zona todavía oscura de un período en el que el desarrollo litera¬ rio llegó a su cénit; bajar el puente levadizo que nos permi¬ ta cruzar, por encima del olvido hasta la Edad de Oro e iniciar una bellísima aventura, la de restituir a nuestras literatas, honestamente, la individualidad que humana y artísticamente les corresponda. ANA NAVARRO

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Bibliografía

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sí como las escritoras del siglo XIX cuentan con una nutrida bibliografía, y de ellas existen ya varios catálogos, el yermo bibliográfico de nuestras autoras clásicas es de una penuria lamen¬ table. Desde principios del presente siglo, cuando Serrano Sanz pu¬ blicó los Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, poco más se ha hecho. Una bibliografía general sobre el tema ofrece el tomo II, Reper¬ torio por profesiones y otras características personales, a cargo de Miguel Rodríguez San Vicente en la Biblioteca Bibliográfica Hispᬠnica, dirigida por Pedro Sáinz Rodríguez, Madrid, FUE, 1976, bajo el epígrafe “Mujeres” (cap. XXIV). A esta obra y al “Estudio pre¬ liminar” de los Apuntes... —donde se hace un análisis crítico selec¬ tivo de la bibliografía publicada desde el De Academiis et Claris Hispaniae scriptoribus de García Matamoros hasta 1898, fecha de publicación de La mujer española en la Minerva castellana de Pérez de Guzmán— remitimos al lector interesado en la bibliografía ante¬ rior a este último trabajo. Ocioso resulta recordar la utilidad de la Bibliografía de la Literatura Hispánica, Madrid, CSIC, 1972, de José Simón Díaz; y el Ensayo de un Diccionario de mujeres célebres de F. C. Sáinz de Robles, así como el trabajo de Margarita Nelken, Las escritoras españolas, ofrecen también un interesante apéndice bibliográfico. A través de las notas a pie de página de nuestra introducción hemos procurado ofrecer una pequeña guía bibliográfica sobre los

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BIBLIOGRAFÍA

temas y las autoras tratados, con excepción de Santa Teresa de Je¬ sús, Sor Juana Inés de la Cruz o María de Zayas que cuentan ya con una importante bibliografía al alcance de todos. Aquí reseñaremos únicamente los trabajos de conjunto más accesibles que conside¬ ramos básicos para un primer acercamiento a las autoras de los si¬ glos XVI y XVII y a su literatura; Alcalá Galiano, Emilio: Escritoras españolas de mayor mérito y ce¬ lebridad. Madrid, Fortanet, 1879. Discurso académico leído en la RAE. Trabajo de carácter compendioso y superficial. Barbeito Carneiro, M.^ Isabel: Escritoras madrileñas del siglo XVII. Tesis doctoral. Departamento de Bibliografía. Facultad de Fi¬ lología. Universidad Complutense de Madrid. Editada en ti¬ rada muy corta por la Sección de Reprografía de esta Univer¬ sidad. Estudio biográfico crítico sobre las autoras madrileñas del siglo XVII. Contiene información biográfica, descripción de sus obras, fuentes documentales y estudios de numerosas escritoras, mu¬ chas de ellas desconocidas. Conde, Carmen: Al encuentro de Santa Teresa. Murcia, [la autora], 1978. Análisis muy personal de la mística femenina española. En la primera parte, “Antes y después de Santa Teresa”, previo al anᬠlisis de esta figura, la autora se detiene en Sor María de San José, Sor Ana de San Bartolomé, Sor María de la Antigua, doña Luisa de Carvajal y Mendoza, Sor Luisa de la Ascensión y Sor Juana Inés de la Cruz, entre otras. Ofrece una selección de textos re¬ presentativos de las autoras tratadas. Nelken, Margarita: Las escritoras españolas. Barcelona, Labor, 1930. Ofrece una visión de conjunto, una síntesis de la Historia de la literatura femenina desde la España romana hasta nuestros días. Atendiendo a criterios cualitativos selecciona los nombres de ma¬ yor significación, ya sea por su interés literario, histórico o su incidencia en la evolución del género cultivado. El capítulo más importante del Siglo de Oro es el dedicado a Santa Teresa de Jesús. Repertorio bibliográfico.

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BIBLIOGRAFÍA

Pérez de Guzmán y Gallo, Juan: Bajo los Austrias. La mujer espa¬ ñola en la Minerva literaria castellana. Madrid, Escuela Tipogrᬠfica Salesiana, 1923. Aunque presenta algunas inexactitudes, es interesante por el gran acopio de noticias y acontecimientos literarios, así como de autoras, seleccionadas con criterios más cuantitativos que cuali¬ tativos. Este trabajo parece ser el punto de partida de los Apun¬ tes de Serrano Sanz. Sáinz de Robles, Federico Carlos: Ensayo de un Diccionario de mu¬ jeres célebres. Madrid, Aguilar, 1959. Diccionario bio-bibliográfico universal con referencias breves so¬ bre gran número de escritoras y mujeres célebres españolas de los siglos XVI y XVII. Contiene breve bibliografía sobre cada una de ellas y un completo catálogo general en las pp. 1230-1270. Serrano y Sanz, Manuel: Antología de poetisas líricas. Madrid, Tip. de la “Revista de Arch., Bibl. y Museos”, 1915. Obra divulgativa que incluye una abundante representación de poetisas. En la introducción se hacen consideraciones sobre la literatura femenina, las autoras y textos seleccionados. Los lími¬ tes cronológicos abarcan desde el siglo XV al XIX. Los textos, de los que indica siempre la procedencia, se publican precedidos de una biografía sobre las poetisas, basadas, salvo en contadas ocasiones, en las publicadas en los Apuntes... Véase nota 2 de la introducción. —Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas desde el año 1401 al 1833. Madrid, Establecimiento Tip. “Sucesores de Rivadeneyra”, 1903-1905. Reed. Madrid, Atlas, 1975. Es el trabajo bio-bibliográfico más erudito, interesante y comple¬ to, y punto de partida obligado para iniciar cualquier aproxima¬ ción a las autoras de los siglos xv a XIX. En el prólogo se analizan críticamente los trabajos sobre el tema publicados con anteriori¬ dad a 1905. Ofrece abundante documentación de gran interés sobre las escritoras y textos inéditos hasta ese momento. Com¬ pleto catálogo descriptivo de manuscritos e impresos.

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Criterios de esta edición

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a preparación de una antología es para el editor de textos una tarea ingrata. Cualquiera que sea el criterio de selección de obras y autores, siempre encontrará un lector insatisfecho, antólogo en potencia con una imagen apriorística de lo que debe ser tal selección, que descubra “imperdonables lagunas”. Lo asumimos. No obstante, expondremos brevemente cuáles han sido los criterios que interrelacionados, aunque sujetos a un orden de prioridades, han regido la presente edición. En primer lugar, atendiendo al concepto tradicional y generaliza¬ do de lo que es una antología, hemos procurado escoger aquellos textos cuya calidad literaria los hace inexcusables en una publica¬ ción de este tipo. Así, tanto en una antología específica como la nuestra, como en otras más generales, no se pueden omitir, bajo ningún concepto, nombres tan significativos dentro del período acotado cronológicamente como el de Santa Teresa de Jesús o Sor Juana Inés de la Cruz. Aunque en principio nos inclinábamos a prescindir de las autoras místicas, que, como ya hemos visto, pudie¬ ron ver sus obras reunidas y publicadas, consideramos que sin ellas nuestra antología no sería suficientemente representativa de lo que fue la lírica escrita por mujeres en el Siglo de Oro. Sin embargo, en el caso de la primera hemos restringido el número de composi¬ ciones que la representan, dada la difusión que tienen sus obras, reservando así ese espacio a otras autoras desconocidas para la ma¬ yoría.

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CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN En segundo lugar, preparar una antología también supone re¬ sucitar y reconstruir histórica y literariamente una época. En este sentido hemos dado cabida a aquellos textos que cumplen esta doble función, los que por un lado mejor representan lo que fue la poesía femenina en sus múltiples aspectos y, por otro, los que, a través de su engarce cronológico, nos permiten acceder a un conocimiento, aunque indirecto, de su momento histórico. La poesía de cancionero, así como las tendencias conceptista y culte¬ rana y ciertos núcleos como el antequerano, aragonés, etc., están representados en géneros muy cultivados como la poesía apologé¬ tica o laudatoria, ya inspiradas por la publicación de obras de evi¬ dente incidencia literaria como la Araucana de Ercilla, La Angélica de Lope... o, dentro del género de “devoción al trono”, por aconte¬ cimientos importantes para la vida política del país como la muerte de Isabel de Borbón o el nacimiento de Felipe IV. También los grandes acontecimientos de la vida religiosa están presentes en este volumen. Así mismo hemos incluido una muestra testimonial de autoras portuguesas —Bernarda Ferreira de la Cerda, Violante do Ceo—, hispanoamericanas o judías que escribieron en castellano, siguien¬ do los criterios de La Barrera y Menéndez Pelayo, y consideran¬ do que es la lengua y no la geografía ni el origen los que marcan las fronteras de la literatura. Las novelistas —María de ¿ayas y Maria¬ na de Carvajal—, como también la dramaturga Ana Caro, que des¬ tacaron como poetisas, ocupan, igualmente, su lugar en nuestra edición. Finalmente creemos innecesario recordar que esta antología, como todas las antologías, también obedece a criterios mucho más subjetivos que los anteriores. En definitiva, el antólogo se identifica con determinados textos, luego es seducido por ellos, y su elección no deja de ser, por tanto, un acto de amor. En este sentido nos hemos dejado seducir por composiciones en las que vibra el senti¬ miento humano como la “Canción” de Luisa Sigea, la “Canción amorosa” de Cristobalina Fernández de Alarcón, el “Romance me¬ lancólico” de “Marcia Belisarda”, la poesía amorosa de Sor Juana Inés de la Cruz, algunas poesías místicas, el delicioso “Romance morisco” de Cristobalina Enríquez, etc., quizá más imperfectas for¬ malmente que otras muchas de las incluidas, pero, sin duda, atem¬ porales por su sinceridad emocional.

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CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN

Dado el carácter divulgativo de esta edición no damos variantes textuales, pero indicamos en nota la fuente de donde procede el texto que publicamos. Hemos procurado ser escrupulosos en la lec¬ tura y tratamiento de los mismos. Siempre que ello ha sido posible, hemos leído la fuente original, ya sea manuscrita o impresa, y así lo especificamos en cada caso. Cuando lo tomamos a través de una fuente indirecta también lo hacemos constar, citando, además, el' texto de procedencia si se conoce. Nos ha parecido oportuno, dada la forma en que está concebida esta antología, prescindir de notas de interpretación filológica o erudita, anotando, solamente, aque¬ llas palabras o referencias históricas que permitan una mejor com¬ prensión del texto o del período histórico en el que éste se inserta. Han sido corregidas erratas evidentes y actualizada la puntuación. Y no podemos terminar sin reconocer la deuda contraída con la bibliografía manejada y expresar nuestro agradecimiento a don Alonso Zamora Vicente por las facilidades obtenidas en la investi¬ gación realizada en la RAE. A don José Simón Díaz, que tan ama¬ blemente ha atendido nuestras consultas bibliográficas. A doña Paloma Gracia, don Antonio del Campo, Sor Amada —abadesa del Real Convento de Santa Clara de Carrión de los Condes—, y, una vez más, y muy especialmente, a don Manuel Sánchez Mariana y a don José Fernández Sánchez por su generosa e inestimable cola¬ boración en la presente edición. A todos, gracias. A. N.

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ANTOLOGÍA

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Florencia Pinar

Oe dice de esta autora que fue dama de la corte de Isabel lJ la Católica y que se hizo famosa por su “Juego trota¬ do” (véase nota 57 de la Introducción). Participó en certᬠmenes literarios y juegos florales. Los escasos datos que se repiten sobre ella parecen haber sido deducidos de las com¬ posiciones del Cancionero General que, como indicamos en la introducción y en la nota a los poemas que siguen, consideramos de atribución dudosa a pesar de que en pos¬ teriores reimpresiones figuren como suyas.

FLORENCIA PINAR

CANCIÓN DE UNA DAMA QUE SE DICE FLORENCIA PINAR

¡Ay!, que hay quien más no vive porque no hay quien d’ay se duele, y si hay, ¡ay! que recele, hay un ay con que s’esquive quien sin ay vivir no suele. Hay placeres, hay pesares, hay glorias, hay mil dolores, hay, donde hay penas de amores, muy gran bien si dél gozares. Aunque vida se cative si hay quien tal ay consuele no hay razón por que se cele, aunque hay con que s’esquive quien sin ay vivir no suele.

ANTOLOGÍA

CANCIÓN DE FLORENCIA PINAR

El amor ha tales mañas que quien no se guarda dellas, si se l’entra en las entrañas, no puede salir sin ellas. El amor es un gusano bien mirada su figura, es un cáncer de natura que come todo lo sano. Por sus burlas, por sus sañas, dél se dan tales querellas que si s’entra en las entrañas, no puede salir sin ellas. (*)

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(*) Generalmente, las antologías que incluyen a Florencia Pinar, siguiendo a Serrano Sanz, reproducen solamente la primera estrofa de esta canción y parte de la glosa. En nuestro caso preferimos la transcripción íntegra de la canción y omitimos la glosa ya que no nos parece suficientemente clara, como hemos indicado, la atribución de esta última a la autora. En cambio nos atrevemos a ofrecer como suya la glosa al mote “Mi dicha lo desconcier¬ ta” ya que, aun en el caso de que no fuera de Florencia Pinar, su inclusión estaría justificada dentro de los límites de esta antología. Recogemos los textos de la edición facsímile, preparada por Antonio Rodríguez Moñino, del Cancionero General recopilado por Hernando del Castillo (Valencia, 1511), Madrid, RAE, 1958, pp. cxxv y clxxxv, respectivamente.

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FLORENCIA PINAR

MOTE

“Mi dicha lo desconcierta”

GLOSA DE FLORENCIA

Será perderos pediros esperanza qu’es incierta, pues cuanto gano en serviros mi dicha lo desconcierta. Cresce cuando va más un quereros que me hace consentir, pues qu’a vos place mis bienes queden atrás. Mas verés con mis suspiros la pena más descubierta, pues cuanto gano en serviros mi dicha lo desconcierta. (*)

(*) Del citado Cancionero... p. cxliiij.

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Santa Teresa de Jesús (1515-1582)

eresa de Cepeda y Ahumada nació en Ávila en 1515. X. Profesó en el convento de las Carmelitas de la En¬ carnación de dicha ciudad en 1537. Fundó diez y siete con¬ ventos de la Orden del Carmelo. Intercambió abundante correspondencia con algunos de sus contemporáneos más insignes y se dedicó con fervor a la literatura religiosa. Su producción poética, de menor volumen y categoría que su obra en prosa —Libro de su vida, Las Moradas y Camino de Perfección—, está compuesta en versos cortos siguien¬ do la tradición castellana. Murió en Alba de Formes en 1582.

SANTA TERESA DE JESÚS

UNOS VERSOS DE LA SANTA MADRE TERESA DE JESÚS, NACIDOS AL FUEGO DEL AMOR DE DIOS OUE EN SÍ TENÍA

Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.

GLOSA

Aquesta divina unión del amor con que yo vivo, hace a Dios ser mi cautivo y libre mi corazón. Mas causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. ¡Ay! ¡Qué larga es esta vida, qué duros estos destierros, esta cárcel y estos hierros, en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa un dolor tan fiero.

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ANTOLOGÍA

que muero porque no muero. ¡Ay! ¡Qué vida tan amarga do no se goza el Señor! Y si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga; quíteme Dios esta carga, más pesada que de acero, que muero porque no muero. Sólo con la confianza vivo de que he de morir; porque muriendo, el vivir me asegura mi esperanza; muerte, do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero. Mira que el amor es fuerte; vida, no me seas molesta; mira que sólo te resta, para ganarte, perderte; venga ya la dulce muerte, venga el morir muy ligero, que muero porque no muero. Aquella vida de arriba es la vida verdadera; hasta que esta vida muera no se goza estando viva; muerte, no me seas esquiva; vivo muriendo primero, que muero porque no muero. Vida ¿qué puedo darle a mi Dios, que vive en mí, si no es perderte a ti para mejor a Él gozarle? Quiero muriendo alcanzarle.

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SANTA TERESA DE JESÚS

pues a Él sólo es el que quiero, que muero porque no muero. Estando ausente de ti ¿qué vida puedo tener, sino muerte padecer la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí, por ser mi mal tan entero, que muero porque no muero. El pez que del agua sale aún de alivio no carece; a quien la muerte padece, al fin la muerte le vale. ¿Qué muerte habrá que se iguale a mi vivir lastimero? que muero porque no muero. Cuando me empiezo a aliviar viéndote en el Sacramento, me hace más sentimiento el no poderte gozar; todo es para más penar por no verte como quiero, que muero porque no muero. Cuando me gozo. Señor, con esperanza de verte, viendo que puedo perderte, se me dobla mi dolor; viviendo en tanto pavor y esperando como espero, que muero porque no muero. Sácame de aquesta muerte, mi Dios, y dame la vida; no me tengas impedida en este lazo tan fuerte;

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LAS OBRAS DE LA S. MADRE

TERESA DE lESVS FVNDADORA DE LA REFORMACION DE LAS DESCAL^SY DESCALZOS DE N. SEÑORA DEL CARMEN

ELdicion Segunda

PRIMERA PARTE QVX CONTIENE

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Las obras de la S. Madre Teresa de Jesús. Portada facsímil de la edición de

1630 de la famosa imprenta Plantiniana de Amberes.

SANTA TERESA DE JESÚS

mira que muero por verte, y vivir sin ti no puedo, que muero porque no muero. Lloraré mi muerte ya, y lamentaré mi vida, en tanto que detenida por mis pecados está. ¡Oh mi Dios! ¿Cuándo será cuando yo diga de vero que muero porque no muero?

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OCTAVA

Dichoso el corazón enamorado que en sólo Dios ha puesto el pensamiento, por Él renuncia todo lo criado, y en Él halla su gloria y su contento. Aun de sí mismo vive descuidado, porque en su Dios está todo su intento, y así alegre pasa y muy gozoso las ondas de este mar tempestuoso.(*)

(*)

DeMss. 5492delaBNM, ff. 39a41.

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Isabel de Castro y Andrade (Condesa de Altamira)

(15167-1595)

9 se puede asegurar la fecha de su nacimiento que se 1 V sitúa hacia 1516 en Puentedeume o Monforte, en el seno de una ilustre familia, la del Conde de Lemos. Su vocación literaria fue precoz. Perteneció a la Academia de Isabel Clara Eugenia en Madrid. Aunque son muy pocas las composiciones que se conocen de esta autora, se sabe que fue una poetisa fecunda.

ISABEL DE CASTRO Y ANDRADE

COMPETENCIA ENTRE LA ROSA Y EL SOL

Púrpura ostenta, disimula nieve, entre malezas peregrina rosa, que mil afectos suspendió frondosa, que mil donaires ofendió por breve. Madre de olores a quien ambas debe lisonjas, no por prenda de la diosa, mas porque a los aromas deliciosa lo más sutil de los alientos bebe. En prevenir al sol tomó licencia: sintiólo él, que, desde un alto risco, sol de las flores halla que le incita;

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miróla al fin ardiente basilisco, y, ofendido de tanta competencia, fulminando veneno la marchita. (*)

(*) Publicado por Juan Pérez de Guzmán en el Cancionero de la rosa, 1.1, p. 37. Lo tomamos de la Antología de poetisas líricas, Madrid, RAE, 1915, t. II, p. 3.

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Isabel de Vega (Mediados del siglo XVl)

^on escasos los datos biográficos de esta autora. Vivió kJ mucho tiempo en Madrid en relación con un cargo en Palacio de ella o de un pariente próximo; posiblemente era madrileña. Se dio a conocer como poetisa en los últimos años del reinado de Carlos V con las glosas que publica¬ mos a continuación.

ISABEL DE VEGA ni

CANCIONCILLA CON GLOSA

Tanto puede la afición cuando con fe persevera, que donde premio no espera de allí saca galardón.

GLOSA

De una herida mortal que sólo amor pudo dalla quedó mi sentido tal, que ni vive con el mal ni bien con el bien se halla, y cuando más sin remedio, más contento en su pasión, entonces de compasión el mismo amor le dio medio; tanto puede la afición. Tanto puede el afición que en justo lugar se emplea.

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ANTOLOGÍA

que con muy justa razón palma sin contradicción llevará el que así pelea; mas guárdese de mudanza el que tal victoria espera; susténtese en su esperanza, que cualquiera bien se alcanza, cuando con fe persevera. Cuando con fe persevera el que en bien amar se gasta, finge contento aunque muera, y al fin hace de manera que poco favor le basta, y es tan acepto este amar, que aunque sin pena pudiera, quiere mucho más penar que tal victoria alcanzar donde premio no se espera. Donde premio no se espera de los servicios y amor, un corazón de una fiera no pienso que resistiera el sentimiento y dolor; mas no desmaye el penado ni le venza la pasión, que si tal es el cuidado, de sólo haber bien amado de allí saca galardón.

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ISABEL DE VEGA

GLOSA DE LA MISMA A ESTE VILLANCICO

Nunca más verán mis ojos cosas que les den placer hasta tornaros a ver.

GLOSA

Si pudiese con la vida recobrarse el bien perdido, yo la doy por bien perdida, que el morir no es a medida del dolor que he padecido; y pues veros apartar fue causa de mis enojos, pues no queda que mirar ni lágrimas que llorar, nunca más verán mis ojos. ¿Qué puedo ya ver, señora, habiéndote visto en mí? y el que te vido y te adora

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ANTOLOGÍA

no puede vivir un hora más de cuanto vive en ti; mas pues que con mis gemidos no puedo ya detener, no se acabe el padecer, ni suenen a mis oídos cosas que les den placer. Cuando me atormenta amor con temor ausencia y muerte, tengo yo por buena suerte vivir con tanto dolor a trueque de esperar verte; pero porque de sufrir no se canse el padecer, finge mi mal un placer qu’es imposible sentir hasta tornaros a ver.(*)

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{*) Del códice que, con el título de Poesías varias, se conserva en la Biblioteca de Palacio bajo la signatura 617, ff. 328v-329.

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Luisa Sigea

(15307-1560?)

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a Toledana, como también se conoce a esta autora, estuvo al servicio de la Infanta doña María hasta 1555, año en el que contrajo matrimonio con Francisco de las Cuevas. El nombre de Luisa Sigea fue muy conocido en toda la Europa humanista, especialmente por su dominio del latín, griego, hebreo y caldeo, y sus conocimientos de filosofía, literatura e historia. Entre sus obras, las más céle¬ bres son el poema latino Cintra, del que existe una bella traducción al castellano de Menéndez Pelayo, y el Diálogus de differentia vitae rusticae et urbanae, Colloquium habitum apud villam ínter Flamminia Romanam et Blesillam Senensem... Murió hacia 1560.

LUISA SIGEA

UN FIN, UNA ESPERANZA, UN COMO, UN CUANDO

Octavas de la señora Luisa Sigea de Velaseo, declarando: Habui menses vacuos et noeles laboriosas, el numeravi mihi (Job). (*)

Un fin, una esperanza, un como o cuando; tras sí traen mi derecho verdadero; los meses y los años voy pasando en vano, y paso yo tras lo que espero; estoy fuera de mí, y estoy mirando si excede la natura lo que quiero; y así las tristes noches velo y cuento, mas no puedo contar lo que más siento. En vano se me pasa cualquier punto, mas no pierdo yo punto en el sentillo; con mi sentido hablo y le pregunto si puede haber razón para sufrido; respóndeme: sí puede, aunque difunto;

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(*) “Mi herencia son meses baldíos, me tocan en suerte noches de fatiga” (Job, 7,3), según L. Alonso Schokel, Nueva Biblia Española, Madrid, Ed. Cristiandad, 1975.

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Luisa Sigea, retrato de la época.

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LUISA SIGEA

lo que entiendo de aquél no sé decillo, pues no falta razón ni buena suerte, pero falta en el mundo conocerte. En esto no hay respuesta, ni se alcanza razón para dejar de fatigarme, y pues tan mal responde mi esperanza justo es que yo responda con callarme; fortuna contra mí enristró la lanza y el medio me fuyó para estorbarme el poder llegar yo al fin que espero, y así me hace seguir lo que no quiero. Por sola esta ocasión atrás me quedo, y estando tan propincuo el descontento, las tristes noches cuento, y nunca puedo hallar cuento en el mal que en ella cuento; ya de mí propia en esto tengo miedo por lo que me amenaza el pensamiento; mas pase así la vida, y pase presto, pues no puede haber fin mi presupuesto. (*)

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(*) De un ms. del siglo xvii, en castellano, de la Biblioteca del Excmo. Sr. Marqués de Laurencín. Lo tomamos de la citada Antología de poeti¬ sas líricas, pp. 25-26.

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Catalina de Zúñiga (Condesa de Andrade)

T^ue nieta del Duque de Gandía y dama de Isabel de JT Valois, esposa de Felipe II. Contrajo matrimonio con Fernando de Castro, Conde de Aranda.

CATALINA DE ZÚÑIGA

RESPUESTA (*)

El diligente deseo podría ser de placer por el dulce devaneo; mas la fineza dél, creo que está puesta en padecer, porque aunque poder cumplille en servicio del amado es el bien más estimado, lo que cuesta el diferille hace el mérito doblado.

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Mayor deudo con lo feo no siendo el negro color, sin saber si es lo mejor yo diría a ley de creo que de azul el resplandor.

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(*) Respuesta a la pregunta de don Juan de Borja, pariente de la autora. Recuérdese que el juego de preguntas y respuestas constituyó un pasatiem¬ po poético en los salones hasta bien entrado el siglo xvi.

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ANTOLOGÍA Subir un hombre vencido podrá, cuando la Vitoria guste de echar en olvido al que ayer favorecido hoy borre de la memoria. Mas pensar que ser amado con el que ama tiene igual, eso estése averiguado por ser caso reservado para gente de caudal. Para amado, ¿quién no basta? Para amar, ¿hay bueno alguno? A no llamarme inoportuno jurara que desta casta no ha quedado ya ninguno. (*)

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(*) Del Cancionero de Pedro de Rojas (ed. de José J. Labrador Herráiz, Ralph A. Di Franco, María T. Cacho), Cleveland, State University, 1988, pp. 83-84.

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Leonor de Iciz

péñora de la Baronía de Rafales, se sabe que su vida kJ transcurrió en la segunda mitad del siglo XVI, la mayor parte, seguramente, en Nápoles. Los únicos testimonios es¬ critos que de ella conocemos se reducen a dos cartas dirigi¬ das a Jerónimo de Zurita y este soneto en elogio a don Alonso de Ercilla que figura al frente de la Araucana.

LEONOR DE ICIZ

SONETO A DON ALONSO DE ERCILLA

Mil bronces para estatuas ya forjados, mil lauros, de tus obras premio honroso, te ofrece España, Ercilla generoso, por tu pluma y tu lanza tan ganados. Hónrese tu valor entre soldados, envidie tu nobleza el valeroso, y busque en ti el poeta más famoso lima para sus versos más limados. Derrame por el mundo tus loores la fama, y eternice tu memoria, porque jamás el tiempo la consuma.

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Gocen ya, sin temor de que hay mayores, tus hechos y tus libros de igual gloria, pues la han ganado igual la espada y pluma. (*) (*)

Primera, y Segunda, y Tercera Partes de la Araucana de don Alonso de Ercilla y Zúñiga, Madrid, Pedro Madrigal, 1590. Lo tomamos de Poetas líricos de los siglos xvi y xvii (ed. de Adolfo de Castro), Madrid, Suc. de

Hernando, 1923, p. 544.

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Sor Ana de San Bartolomé (1549-1626)

'K Yació en El Almendral (Ávila) en 1549. Debido a la pobreza en que vivió tras la muerte de sus padres, que se produjo cuando aún era muy niña, se vio obligada por exigencias familiares a realizar duros trabajos en el cam¬ po. Entró en religión en el convento de San José de Avila y fue discípula y gran amiga de Santa Teresa. En 1603 llegó a París donde fundó un monasterio al que siguieron los de Pontoise, Dijon y Tours. Falleció en Amberes en 1626. Algunas de sus poesías, así como fragmentos de su obra en prosa, se publicaron en Historia de la vida, virtudes y mi¬

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lagros de la Venerable Madre Ana de San Bartolomé

(1632).

SOR ANA DE SAN BARTOLOMÉ

LETRILLA

Si ves mi pastor, háblate, Llórente; dile mi dolor, mira si lo siente. Dile con cuidado, y bien dicho, pastor, que por qué ha cerrado ansí mi corazón, y siendo el Señor ansí se me ausente. Dile mi dolor, mira si lo siente. Vuélveme la luz, caro y buen amigo, y venga la cruz como seáis servido, que ese es el camino que pide el amor. Dile mi dolor, mira si lo siente. La noche es oscura 98

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ANTOLOGÍA

y da mil temores, y los robadores que no se conduran; ¿y entonces te escondes, mi buen fiador? Dile mi dolor, mira si lo siente. No os mostréis tan duro, buena está la prueba y basta la hecha, pues veis no es seguro en tan flaca tierra y tan sin vigor. Dile mi dolor, mira si lo siente. ¿Cómo me has metido en tan fuerte breña, y te has escondido dejándome en ella y en estrecha senda sin saber dó voy? Dile mi dolor, mira si lo siente. Si me has entendido, ¿cómo no respondes a un triste suspiro que es cierto que le oyes? Y eso más me pone triste y con temor. Dile mi dolor, mira si lo siente.

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breña: tierra quebrada cubierta de maleza.

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SOR ANA DE SAN BARTOLOMÉ

Dile cuál estoy y todas mis penas, y con gran dolor de ver sus ausencias, y en tierras ajenas que es más el temor. Dile mi dolor, mira si lo siente. Dile que no tarde, porque yo me muero y no hallo nadie que me dé consuelo si yo no le veo en mi corazón. Dile mi dolor, mira si lo siente. Dile que a qué hora quiere que le aguarde, que él mismo la escoja y que me lo mande, y que yo le halle como a mi pastor. Dile mi dolor, mira si lo siente.{*)

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(*) De Historia de la vida, virtudes y milagros de la Venerable Madre Ana de San Bartolomé, Bruselas, 1632, pero lo tomamos de Serrano Sanz, Anto¬ logía..., ed. cit. pp. 157-160.

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Sor Jerónima de la Asunción (1555-1630)

ació en Toledo en 1555. Ingresó en el convento de 1 Santa Isabel de esta ciudad a temprana edad. El pa¬ dre Diego de Soria, Provincial de Santo Domingo en Fili¬ pinas, le propuso fundar un convento en Manila, el de la Concepción, empresa que llevó a cabo en 1621. Sus escri¬ tos fueron publicados por Fray Bartolomé de Tetona en 1622 con el título de Perfecta Religión.

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SOR JERÓNIMA DE LA ASUNCIÓN in

SOLILOQUIO

Vuestra soy, para vos nací; ¿qué mandáis hacer de mí? Inaccesible grandeza, eterna Sabiduría y bondad del alma mía. Dios, un ser, poder y alteza, mirad la suma pobreza de ésta que se ofrece aquí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma, mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas, mi afición; luz, esposo y Redención, pues por vuestra me ofrecí, ¿qué mandáis hacer de mí? Dadme muerte o dadme vida, salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz cumplida, que, medrosa o atrevida.

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ANTOLOGÍA

a todo diré que sí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme riqueza o pobreza, dadme gusto o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo; vida dulce, sol sin velo, pues del todo me vendí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Si queréis que me esté holgando por amor, quiérome holgar; si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando; decí dónde, cómo y cuando, decí, dulce amor, decí, ¿qué mandáis hacer de mí? Si queréis, dadme oración; si no, dadme sequedad; si abundancia o devoción, o si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme, pues, sabiduría, o por amor ignorancia, dadme años de abundancia o de hambre y carestía, tinieblas o claro día, revolvedme aquí o allí; ¿qué mandáis hacer de mí?

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52 Tabón monte en el que según la tradición se produjo la Transfiguración de Jesucristo.

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SOR JERÓNIMA DE LA ASUNCIÓN

Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra lodosa; sea Job en el dolor o Juan que al pecho reposa, sea viña fructuosa o estéril, si cumple así; ¿qué mandáis hacer de mí? sea Joseph en cadenas o de Egipto Adelantado; sea David sufriendo penas o el mesmo ya coronado; sea Jonás anegado o libertado de allí; ¿qué mandáis hacer de mí? Esté callando o hablando, haga fruto o no le haga, la ley me esté preguntando, la gracia sane mi llaga; crezca o se mengüe mi paga, sólo vos vivid en mí. ¿Qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, para vos nací; ¿qué mandáis hacer de mí? (*)

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54 Job en el dolor, se refiere a su resignación ante la pérdida de sus hijos y bienes. 55 Juan-, San Juan Evangelista que aparece normalmente en las represen¬ taciones de la última Cena reclinado sobre el pecho de Cristo. 59 Joseph: José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos como esclavo. En Egipto llegó a ser virrey y proveyó e hizo ir a su casa a toda su familia en los siete años de escasez. (Génesis, 37 a 47.) (*) De la citada Antología de poetisas líricas, pp. 181-183. Serrano Sanz anota: “los versos que reproducimos han sido atribuidos por algunos a Santa Teresa, y como tales los publicó don Vicente de la Fuente en el segundo tomo II de Autores españoles, p. 157. Yo creo lo más probable que no son de la Reformadora del Carmen, y, quizá, tampoco de sor Jerónima de la Ascensión, entre cuyos papeles se halló un traslado” (op. cit. p. 183).

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Anónima (Fines del siglo XVl)

T^sta composición, indebidamente atribuida y publicada íj como de don Juan de Palafox y Mendoza en 1762, podría deber su autoría a doña Constanza de Osorio, a Sor María de la Antigua, o, más probablemente, a una mon¬ ja anónima que la escribiría obligada por sus superiores. El manuscrito que ha llegado hasta nosotros es una copia de 1603.

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ANÓNIMA

CANCIONES DE LA UNIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ALMA EN DIOS POR LA TINIEBLA DIVINA DE PURA CONTEMPLACIÓN

Aquella tiniebla oscura es una luz divina fuer de hermosa, inaccesible y pura, íntima, deleitosa, un ver a Dios sin vista de otra cosa. La cual a gozar llega el alma que de amor está inflamada, y viene a quedar ciega, quedando, sin ver nada, la ciencia trascendida y alcanzada. Y cuando la conquista del reino de sí misma es acabada, se sale sin ser vista de nadie, ni notada, a buscar a su Dios dél inflamada. Y en aquesta salida que sale de sí el alma, dando un vuelo en busca de su vida, sube al empíreo cielo, y a su secreto siempre quita el velo. Y aunque busca al amado

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ANTOLOGÍA

con la fuerza de amor toda encendida, en sí le tiene hallado, pues está entretenida en gozar de su bien con él unida. Está puesta en sosiego, ya todas las imágenes perdidas y su entender ya ciego, las pasiones rendidas, con fuerza las potencias suspendidas. A tal gloria y ventura subir por la escalera la convino para venir segura, que por modo divino los misterios de Cristo fue el camino. Y habiendo ya llegado al deseado fin, que fue su intento, tiene quieta en su amado contino movimiento, estando sosegada y muy de asiento. Y cuando de contino del Verbo eterno el alma está gozando, su espíritu divino mueve un aire muy blando, que todo lo interior va regalando. En la noche serena en que goza de Dios, su vida y templo, sin darla nada pena, le busca bien adentro con deseos, saliéndole al encuentro. El amor la encamina metida entre tiniebla tan oscura, y sin otra doctrina camina muy segura adonde Dios la muestra su hermosura.

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ANÓNIMA

Y yendo sin camino, sin que haya entendimiento ni memoria, la muestra el Rey divino su virtud y su gloria como se puede en vida transitoria. ¡Oh noche cristalina, que juntaste con esa luz hermosa en una unión divina al esposo y la esposa, haciendo de ambos una misma cosa! Gozando dél a solas y puesto un muro en este prado ameno, vienen las blandas olas de aqueste aire sereno y todo lo de afuera lo hace ajeno. Aquel rey en quien vive la tiene con gran fuerza ya robada, y como le recibe de asiento en su morada la deja de sí toda enajenada. Como es tan poderosa la fuerza de aquel bien con que está unida y ella tan poca cosa, con darse por vencida pierde su ser y en él es convertida. No porque jamás pueda ser que su esencia pierda la criatura, sino que como exceda tanto en Dios su hechura, toda en él se convierte y transfigura.(*)

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(*) De Mss. 3766 de la BNM, de la Madre Cecilia del Nacimiento (1570-1646), ff. 3-4.

Sor Luisa de la Ascensión, “La Monja de Carrión” (1565-1648)

unque se la conoce como la Monja de Carrión, Sor Luisa de la Ascensión nació en Madrid en 1565. In¬ gresó a los 18 años en el convento de Santa Clara de Ca¬ rrión de los Condes, donde fue abadesa. Los múltiples “carismas” que tuvo —penetración de espíritus, don de profecía, bilocación, éxtasis, milagros, conversiones...— hicieron de ella una figura polémica. Fue consejera de Feli¬ pe III y mantuvo correspondencia con el Papa Gregorio, don Rodrigo Calderón y otros personajes encumbrados de su época que nada pudieron hacer ante la Inquisición que la procesó en 1634 por “alumbrada ilusa”. Los últimos meses de su vida transcurrieron en el convento de las Agus¬ tinas Recoletas de Valladolid, donde falleció a los 71 años de edad. Con excepción del romance que de ella ofrece¬ mos, la mayoría de sus poesías parecen ser apropiaciones o imitaciones que atribuía al dictado o inspiración divinas en sus extravíos místicos.

SOR LUISA DE LA ASCENCIÓN

A LA SOLEDAD INTERIOR CON MI DULCÍSIMO JESÚS Y DIVINO ESPOSO

Entra con sol soledad, que aunque el sensible la daña, otro mejor sol la baña que es Sol de la eternidad. Sol y Edad que con su lumbre Edad tiene, sube y crece quien dél alcanzar merece que le bañe y que le alumbre. Sol es que con su luz divina puede tanto en nuestro suelo, que al alma le vuelve cielo, que el sol por cielo camina. De aqueste sol alumbrada pido soledad y sola la pido por no estar sola, sino bien acompañada.

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Que, mi bien, fuera de vos cualquiera otra compañía soledad la llamaría; pues algo impide de Dios.

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Y teniendo el mar en calma tres personas y una esencia, siempre están en su presencia con tres potencias y un alma. ¿Es soledad? No lo es. Soledad no hay alguna, pues hay una para una y se hallan tres para tres. Entre sí en la soledad se dan estrechos abrazos; y allí son los fuertes lazos que atando den libertad. Allí es toda el desasirse de todo lo que es humano, y sólo a lo soberano sola en soledad unirse. Que cuanto hay más de criatura tanto hay menos de Criador, y tanto dura este amor cuanto aquel desamor dura. Allí el amor unitivo junta la parte a su todo, y el cuerpo por cierto modo anda sin el alma vivo.

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SOR LUISA DE LA ASCENCIÓN

Y si alma y Dios, siendo dos, son por amor una cosa, digamos que el alma es diosa si es una cosa con Dios. Si en soledad la amada con solo Dios tiene trato, será en su celda un retrato de una bienaventurada. Ansí la celda en latín la prestó su nombre el cielo porque hace cielo del suelo, y casi del medio fin. Nunca está oscura jamás cuando sola está y se cierra; porque en sola el sol se encierra y fuera del sol hay más.

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Mas fuera de esta exterior soledad, razón sería, hacerle a Dios, alma mía, otra celdica interior. Un retrete inmaterial sin yeso, sin piedra y lodo, siendo de espíritu todo, que es Dios espiritual.

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retrete: habitación destinada al retiro.

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Donde esté siempre metida con Dios el alma y su fuego, andar la haga sin sosiego, sosegada y encendida. A donde vea no mirando, a donde no mire viendo; donde goza padeciendo y a do padezca gozando. Donde sin saber, se halle enseñada del Amor donde un silencio hablador hable siempre y siempre calle.

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Donde se escoja y se extienda y sin turbación se ataje; donde haya un cierto lenguaje que le entienda y no le entienda. Donde coma y quede hambrienta, donde de sed se traspase y cuando más de agua pase la deje sin sed sedienta. Donde un grande sentimiento no la deja sentir cosa; donde estando siempre ociosa no falte entretenimiento. Donde siendo piedra viva, esté a Dios cual blanda cera; donde bien viviendo se muera y bien muriendo a Dios viva.

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SOR LUISA DE LA ASCENCIÓN

Donde está loca y sea cuerda, donde baja esté subida, donde de amores perdida más se gane y no se pierda. Donde guste sin sabor maná de todos sabores, donde huela sin olores lo que huele a todo olor. Donde sin colores vea lo que es sin color hermoso, y sin aire luminoso se descubre y colorea. Donde lo que no es sensible lo sienta insensiblemente, y reciba oscuramente una luz inteligible. Donde el amor unitivo al espíritu inflamado le suba de grado en grado al grado superlativo. A donde enferma, sanando, y así sana esté y enferma; donde vele y donde duerma y este dormir sea velando. Donde viéndose sumida en aquel profundo mar, encallada con callar toda se dé por vencida.

ANTOLOGÍA

Donde una gran devoción, con una vista sencilla, tenga poder de subilla a mirar sin reflexión. Donde sin hallarse mío esté el espíritu en mí, más lleno de Dios en sí cuando de sí más vacío. Soledad que si de Dios la esposa es sellada fuente, mi bien no ha de estar patente sino sola a solo vos. Soledad porque si es huerta por todas partes cerrada, no ha de estar aportillada, sino sólo al solo abierta.

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Soledad que si en desierto hablamos al corazón, en el desierto es razón que esté solo muy desierto. Soledad que si queremos ver a Dios cual nuestro Elias, es bien que noches y días en cuevas y montes gastemos. Soledad que si esperando se está el esposo divino, Él no tiene en torbellino sino en aire y silbo blando. (*)

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(*) Del manuscrito autógrafo conservado en el Archivo Histórico Nacio¬ nal, Inq., leg. 3704, caja 3, ff. 108-110, pero lo tomamos de Patrocinio Gar¬ cía Barriúso, La Monja de Carrión. Sor Luisa de la Ascensión Colmenares Cabezón (Aportación documental para una biografía), Madrid [Imp. de la Ed. Monte Casino], 1986, pp. 227-233.

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Luisa de Carvajal (1566-1614)

ució en Jaraicejo, aunque su infancia transcurrió en ly León. Hizo voto de castidad y su vida fue solitaria, sumida en la penuria económica. Viajó a Inglaterra para predicar la fe católica con la esperanza de encontrar el martirio y la muerte. Donó todos sus bienes para la funda¬ ción de un noviciado que difundiese la religión católica en las Islas Británicas, donde falleció en 1614. Su vida y su poesía fueron publicadas en 1632 por Luis Muñoz. Se la considera uno de los mejores poetas del siglo XVII.

LUISA DE CARVAJAL

A LA AUSENCIA DE SU DULCÍSIMO SEÑOR EN LA SAGRADA COMUNIÓN

¡Ay, soledad amarga y enojosa, causada de mi ausente y dulce Amado! ¡Dardo eres en el alma atravesado, dolencia penosísima y furiosa! Prueba de amor terrible y rigurosa, y cifra del pesar más apurado, cuidado que no sufre otro cuidado, tormento intolerable y sed ansiosa. Fragua, que en vivo fuego me convierte, de los soplos de amor tan avivada, que aviva mi dolor hasta la muerte. Bravo mar, en el cual mi alma engolfada, con tormenta camina dura y fuerte hasta el puerto y ribera deseada.

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ANTOLOGÍA

SONETO ESPIRITUAL DE SILVA

En el siniestro brazo recostada de su amado Pastor, Silva dormía, y con la diestra mano la tenía con un estrecho abrazo a sí allegada. Y de aquel dulce sueño recordada, le dijo: “El corazón del alma mía vela, y yo duermo; ¡ay, suma alegría, cuál me tiene tu amor tan traspasada! Ninfas del Paraíso soberanas, sabed que estoy enferma y muy herida de unos abrasadísimos amores. Cercadme de odoríferas manzanas, pues me veis como fénix encendida; y cercadme también de amenas flores.”

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LUISA DE CARVAJAL

AL SANTÍSIMO SACRAMENTO EN OUE HABLA EL DIVINO VERBO INMENSO CON EL ALMA OUE LE ESTÁ RECIBIENDO DE LAS MANOS DEL SACERDOTE

De inmenso amor aqueste abrazo estrecho recibe, Silva, de tu dulce Amado, y por la puerta deste diestro lado éntrate, palomilla, acá en mi pecho. Reposa en el florido y sacro lecho, y abrásate en amor tan abrasado, que hasta que el fuerte nudo haya apretado, no sea posible quede satisfecho. Mira cómo te entrego, amiga mía, todo mi ser y alteza sublimada; estima aqueste don que amor te ofrece;

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tendrás en mí gloriosa compañía, y entre mis mismos brazos regalada gozarás lo que nadie no merece.(*) (*) De Vida y Virtudes de la Venerable Virgen doña Luisa de Carvajal y Mendoza. Su jornada en Inglaterra y sucesos de aquel Reino. Van al fin algunas poesías espirituales suyas, parto de su devoción e ingenio, por el licenciado Luis Muñoz, Madrid, Imprenta Real, 1632, p. 215.

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Sor María de la Antigua (1566-1617)

Jacio en Cazalla de la Sierra. Procedía de una familia 1 muy humilde que trabajaba al servicio del convento de Nuestra Señora de la Antigua de Utrera, donde se crió bajo la protección de la priora. Allí tomó el hábito a los trece años. Posteriormente se trasladó al convento de las Mercedarias Descalzas de Lora. Sus manuscritos, de los que se conserva una copia en el Archivo de Simancas, fue¬ ron examinados por la Inquisición. Los escritos de esta monja visionaria vieron la luz después de su muerte en De¬ sengaños de religiosos y de almas que tratan de virtud (1678), publicados por Fray Pedro de Valbuena.

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SOR MARIA DE LA ANTIGUA

CANCIÓN Alma, que estando muerta y en horrores de vicios sepultada, Dios te llama y despierta con una voz tan dulce y regalada, ¿qué haces, que no escuchas sus amorosos ecos? ¿Con quién luchas? ¿Qué miedos te combaten? ¿Qué temores te impiden? ¿Qué recelos hay en ti que dilaten el logro de tus ansias y desvelos? Responde a quien te llama y no te hieles cuando Dios te inflama. Concede al ocio justo la piadosa atención que está pidiendo, y con intenso gusto escucharás a un cisne que muriendo entre las ansias suyas se acuerda así de las miserias tuyas. —¡Pobre ovejuela! —dice—: ¿qué quieres, ignorante de tu daño, malograrte, infelice? 122

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ANTOLOGÍA

¿No ves que vas huyendo del rebaño de mis mansos corderos, a ser manjar de lobos carniceros? De ti te compadece; ten lástima de ti, que vas perdida, y si no te parece que es muy grande tu culpa y tu caída, mira, fiel, con cuidado, verás lo que me cuesta tu pecado. Mira estas nobles sienes coronadas de espinas rigurosas, y si en tu pecho tienes piedad, mira estas puntas dolo rosas que el cerebro me pasan y el corazón y el alma me traspasan. Mira estos ojos bellos, por tu culpa sangrientos y eclipsados, y estos rubios cabellos, en mi sangre teñidos y bañados; verás al sol ponerse y al oro entre la púrpura esconderse. Mira aquestas mejillas que a esmaltes de carmín fondo de nieve daban, ya amarillas, sin su beldad hermosa cuanto breve; mira, y verás mis labios cárdenos lirios de sufrirte agravios. Mira estas manos santas que ocupadas en tales ejercicios, misericordias tantas obraron, por hacerte beneficios, y para tu remedio las verás taladradas por el medio. Mira ésta de rubíes

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SOR MARIA DE LA ANTIGUA

puerta, que en mi costado generoso con pompas carmesíes abrió un golpe de lanza impetuoso, verás con este hierro pagar mi amor lo que debió tu yerro. Mira estos pies divinos que, descalzos, por una y otra parte tan diversos caminos anduvieron gustosos a buscarte, y en ellos castigada verás tu liviandad desenfrenada. Mira, si acaso puedes mirar sin compasión, todo llagado mi cuerpo, y si no excedes en fiereza al león y al tigre airado, viendo no lo merezco, te dolerá lo que por ti padezco. Mira que si en el verde leño se hace tan cruel castigo, es para que se acuerde cuál será aquel que se hará contigo, que, dada a tus placeres, seca de gracia y de virtudes eres. Pero si estás tan dura que no te mortifican mis dolores, y tu vana locura los oídos le niega a mis clamores, alma, repara y mira que cuanta es mi piedad, tanta es mi ira. (*)

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De Mss. 6674, ff. 364v-366, de la BNM. 124

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Clara de Barrionuevo y Carrión

C^egún Lope de Vega, por el que fue ensalzada en el Laureí de Apolo, era natural de Toledo. Las escasas poe¬ sías que conocemos de esta autora se publicaron en 1604 y 1605 en Relación de las fiestas que la Imperial ciudad de Toledo hizo al nacimiento del Príncipe N. S. Felipe IV y en Vida, excelencias, y muerte del glorioso Patriarca, y esposo de N. Señora S. loseph, del maestro Valdivieso.

CLARA DE BARRIONUEVO Y CARRIÓN

EN NOMBRE DE ESPAÑA A LA MAJESTAD DE LA REINA (*)

Deje el mar inquieto el navegante, de congojas la cárcel y el archivo, los temores del viento fugitivo, el mirar a poniente y a levante; que al pobre, al rico, al sabio, al ignorante que hay ya en mí, nuevas Indias apercibo; que del nácar de Austria las recibo, do el sol Felipe me crió un diamante. Vos, Margarita, habéis mi Arabia sido, pues cambiáis en riqueza mi pobreza, vos soys la oliva que mi paz promete

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(*) Margarita de Austria, mujer de Felipe III. El nacimiento de su hijo, el futuro Felipe IV, originó importantes justas poéticas. 11 o/íva: símbolo de paz. 126

ANTOLOGÍA

con el Fénix de España que ha nacido: que espero en su valor y su grandeza que no habrá libertad que no sujete. (*)

(*) De Relación de las fiestas que la Imperial ciudad de Toledo hizo al nacimiento de Príncipe Nuestro Señor Felipe lili deste nombre, Madrid, Luis Sánchez, 1605, p. 46. 127

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Hipólita de Narváez

Seguramente, hermana de Luciana de Narváez, poetisa LJ antequerana que vivió en la primera mitad del siglo XVII. Así como de ésta Rodríguez Marín ha publicado al¬ gunos documentos, de doña Hipólita solamente conoce¬ mos los cuatro sonetos recogidos por Pedro de Espinosa en la Primera parte de las flores de poetas ilustres de España.

HIPÓLITA DE NARVÁEZ

I

Engañó el navegante a la sirena, el dulce canto en blanda cera roto; y ayudado del santo, su devoto, el cautivo huyó de la cadena. De la serpiente que en la selva suena, la virgen se libró con alboroto, y de las ondas se escapó el piloto haciendo remo el brazo, nao la entena. Yo, fuerte, presa tímida, constante, venzo sirenas, sierpes, ondas, hierro, y sola muero a manos de mi daño. Virgen, piloto, esclavo, navegante, ven, libres, que no importa a mi destierro voto, temor, necesidad, engaño.

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Fuése mi sol y vino la tormenta, que yo no espero de su ausencia menos, y el cielo turquesado sus serenos ojos cubrió, obligado de la afrenta. Un acento tristísimo revienta entre los vientos de tinieblas llenos; tiemblan las nubes con los roncos truenos, arden los campos, el temor se aumenta. Salió mi sol y de dorados jaspes vistió su oriente, y de esmeraldas finas los altos montes y las llanas tierras;

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bordó las vagas nubes de giraspes, sudaron rubias mieles las encinas y blanca leche las azules tierras.

12 giraspes: gruesos cordones de seda o de oro que utilizaban los árabes como adorno.

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HIPÓLITA DE NARVÁEZ

III

Leandro rompe, eon gallardo intento, el mar confuso, que soberbio brama; y el cielo, entre relámpagos, derrama espesa lluvia con furor violento. Sopla con fuerza el animoso viento, triste de aquél que es desdichado y ama, al fin al agua ríndese la llama, y a la inclemente furia el sufrimiento. Mas, ¡oh felice amante! pues al puerto llegaste deseado de ti tanto, aunque con cuerpo muerto y gloria incierta.

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Y desdichada yo, quien mar incierto, muriendo entre las aguas de mi llanto, aún no espero tal bien después de muerta. (*)

(*) De Primera parte de las Flores de poetas ilustres de España, ordenada por Pedro de Espinosa, Valladolid, Luis Sánchez, 1605, pp. 10, 77 y 140, respectivamente.

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Cristobalina Fernández de Alarcón (15767-1646)

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oetisa antequerana nacida hacia 1576. Tuvo una cuida¬ da formación humanista; aprendió latín y leía e inter¬ pretaba a los autores clásicos de los que hay reminiscencias en sus obras. A los dieciséis años contrajo matrimonio con el mercader malagueño Agustín de los Ríos y, a la muerte de éste, con el estudiante Juan Francisco Correa. La rela¬ ción platónica que se cree que mantuvo con Pedro de Espi¬ nosa parece inspirar la única canción amorosa que conoce¬ mos de ella. Participó en numerosas justas poéticas y sus obras, la mayoría de temática religiosa, se publicaron en diversas recopilaciones.

CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

CANCIÓN AMOROSA

Cansados ojos míos, ayudadme a llorar el mal que siento; hechos corrientes ríos, daréis algún alivio a mi tormento, y al triste pensamiento que tanto me atormenta, anegaréis con vuestra gran tormenta. Llora el perdido gusto que ya tuvo otro tiempo el alma mía, y el eterno disgusto en que vive muriendo noche y día; que estando mi alegría de vosotros ausente, es justo que lloréis eternamente. i Que viva yo, penando, por quien tanto de amarme se desdeña! ¡Que cuando estoy llorando haga tierna señal la dura peña, y que a su zahareña 19 zahareña: arisca.

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ANTOLOGÍA

condición no la mueven las tiernas lluvias que mis ojos llueven! ¡Sombras que en noche oscura habitáis de la tierra el hondo centro, decidme, ¿por ventura iguala con mi mal el de allá dentro? Mas ¡ay! que nunca encuentro, ni aun en el mismo infierno, tormento igual a mi tormento eterno. ¿Cuándo tendrá, alma mía, la tenebrosa noche de tu ausencia fin, y en dichoso día saldrá el alegre sol de tu presencia? Mas ¿quién tendrá paciencia? que es la esperanza amarga cuando el mal es prolijo y ella es larga. ¡Oh tú, sagrado Apolo, que del alegre oriente al triste ocaso el uno y otro polo del cielo vas midiendo paso a paso, ¿has descubierto acaso desde tu sacra cumbre el hemisferio a quien mi sol da lumbre? Dirásle, si lo esconde en sus dichosas faldas el aurora, lo mal que corresponde a aquesta alma cautiva que le adora, y cómo siempre mora dentro del pecho mío, tan abrasado cuanto el frío es frío. Infierno de mis penas, fiero verdugo de mis tiernos años, que con fuertes cadenas tienes el alma presa en tus engaños.

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CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

donde los desengaños, aunque se ven tan ciertos, cuando llegan al alma llegan muertos. Yo viviré sin verte penando, si tú gustas que así viva, o me daré la muerte, si muerte pide tu crueldad esquiva; bien puedes esa altiva frente ceñir de gloria, que amor te ofrece cierta la Vitoria. Tuyos son mis despojos, adorna las paredes de tu templo, que tus divinos ojos vencedores del mundo los contemplo; ellos serán ejemplo de ingratitud interna, como los míos de firmeza eterna. ¡Ay ojos! ¡quién os viera! que no hubiera pasión tan inhumana que no se suspendiera con vista tan divina y soberana. Quedara tan ufana, que el pensamiento mío cobrara nuevas fuerzas, nuevo brío. Si amor, que me transforma, quitándome el pesado y triste velo, me diera nueva forma, volara, cual espíritu, a mi cielo, y no abatiera el vuelo, que yo rompiera entonces de cualquier imposible duros bronces. No estuviera seguro el monte más excelso y levantado, ni el más soberbio muro

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de ser por mis ardides escalado, y a despecho del hado descendiera, por verte, al reino escuro de la escura muerte. Mil veces me imagino gozando tu presencia en dulce gloria, y con gozo divino renueva el alma su pasada historia; que con esta memoria se engaña el pensamiento y en parte se suspende el mal que siento. Mas, como luego veo que es falsa imagen que cual sombra huye, auméntase el deseo, y ansias mortales en mi pecho influye con que el vivir destruye; que amor en mil maneras me da burlando el bien, y el mal de veras. Canción, de aquí no pases; cese tu triste canto, que se deshace el alma en triste llanto.

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CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

A LA VIRGEN

Reina del cielo, que con bellas plantas sobre tapetes y alcatifas bellas, cantando himnos y pisando estrellas, los coros guías de doncellas santas, de cuyas gracias tantas se admiran de tu corte los galanes, los que, en vez de brocado y tafetanes, visten púrpura ardiente y blancas luces: escucha mi lamento, si mis piadosas lágrimas pueden subir al reino del contento.(*)

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(*) De Primera parte de las Flores de poetas ilustres de España, ed. cit., pp. 137-139 y 200-201, respectivamente.

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ANTOLOGÍA

A SANTA TERESA DE JESÚS, EN SU BEATIFICACIÓN

Engastada en rizos de oro la bella nevada frente, descubriendo más tesoro que cuando sale de Oriente Febo con mayor decoro; en su rostro celestial mezclando el carmín de Tiro con alabastro y cristal, en sus ojos el zafiro y en sus labios el coral; el cuerpo de nieve pura, que excede toda blancura, vestido del sol los rayos, vertiendo abriles y mayos de la blanca vestidura;

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7 carmín de Tiro: Tiro, ninfa fenicia, tenía un perro que comió una púrpu¬ ra (molusco que en contacto con el aire se vuelve rojo oscuro) y con el hocico manchado se acercó a ella. Fascinada por el color rojo de la concha amenazó a Heracles con dejar de amarlo si no le conseguía un vestido del mismo color. Heracles, que la amaba profundamente, buscó, incansable, el tinte purpúreo, gloria de Tiro.

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CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

en la diestra refulgente, que mil aromas derrama, un dardo resplandeciente, que lo remata la llama de un globo de fuego ardiente; batiendo en ligero vuelo la pluma que al oro afrenta, bajó un serafín del cielo, y a los ojos se presenta del serafín del Carmelo. Y puesto ante la doncella, mirando el extremo della, dudara cualquier sentido si él la excede en lo encendido o ella le excede en ser bella. Mas viendo tanta excelencia como en ella puso Dios, pudiera dar por sentencia que en el amor de los dos es poca la diferencia. Y por dar mas perfección a tan angélico intento, el que bajó de Sion, con el ardiente instrumento la atrevesó el corazón. Dejóla el dolor profundo de aquel fuego sin segundo con que el corazón le inflama, y la fuerza de su llama, viva a Dios y muerta al mundo. Que para mostrar mejor

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el que bajó de Sión: el serafín bajó de la Jerusalén celestial.

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ANTOLOGÍA

cuánto esta prenda le agrada, el universal Señor la quiera tener sellada con el sello de su amor. Y que es a Francisco igual de tan gran favor se arguya, pues el Pastor celestial, para que entiendan que es suya, la marca con su señal. Y así, desde allí adelante al serafín semejante quedó de Teresa el pecho, y unido con lazo estrecho al de Dios, si amada ante.(*)

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(*) De Relación de las fiestas de Córdoba a la beatificación de Santa Tere¬ sa..., por el licenciado Pérez de Valenzuela, Córdoba, Vda. de A. Barrera, 1615; pero lo tomamos del tomo XXXV de la BAE, Romancero y Cancio¬ nero Sagrados, Colección de poesías cristianas, morales y divinas sacadas de las obras de los mejores ingenios españoles, [ed. de Justo de Sancha], Ma¬ drid, Atlas, 1950, p. 339.

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Cristobalina Enríquez

A Jo se conocen los datos biográficos y literarios de esta 1 V poetisa, cuya única composición llegada hasta noso¬ tros es el “Romance morisco” que a continuación ofrece¬ mos y que fue publicado, sin especificar la fuente de proce¬ dencia, por Pérez de Guzmán y Gallo.

CRISTOBALINA ENRÍQUEZ

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ROMANCE MORISCO

Las claras ondas del Tajo el pie llegan a besar, ya que no de Jazmelina, de la torre donde está. Tiénenla depositada en el palacio real, esperanzas de ser reina y razones de ser más. Púsose entre las almenas la mañana de San Juan, porque amaneciese al Tajo dos horas antes que al mar. Riéndose sale el alba de ver escaramuzar treinta moros de Toledo en su adorado arenal. Brocatel son las marlotas.

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Brocatel'. Tejido adamascado de cáñamo y seda. marlotas'. vestiduras moriscas ajustadas que cubrían todo el cuerpo.

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SABBA

Elogios de mujeres insignes del Viejo Testamento. Portada facsímil de la edición de Pedro Blusón, Huesca, 1627.

CRISTOBALINA ENRÍQUEZ

de su color cada cual; cual viste albornoz de seda; cual bordado capellar. Plumas ciñen sus bonetes, dándole cada galán con plumas y pensamientos qué hacer al vendaval. Caballos briosos montan que Guadalquivir les da, que al viento que los engendra se dejan volando atrás. Y en torcidos caracoles miden el campo a compás, que es de la orilla del río el caracol natural. Y la hermosa Jazmelina mira y se deja mirar de las moras, con envidia, de los moros, con afán.(*)

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20 capellar: manto morisco propio de la indumentaria española. (*) J. Pérez de Guzmán Bajo los Austrias. La mujer española en la Miner¬ va literaria castellana, op. cit., pp. 108-9.

Feliciana Enríquez de Guzmán

Oe desconoce la fecha de su nacimiento, aunque éste se kJ sitúa en el último tercio del siglo XVI en Sevilla. Gene¬ ralmente se la identifica con la joven Feliciana de la leyenda de Lope en el Laurel de Apolo (Silva III) que asistió a la Universidad de Salamanca disfrazada de hombre siguiendo a su enamorado. De su producción literaria se conservan varias composiciones poéticas y la Tragicomedia de los campos Sa¬ beos, impresa en Coimbra y Lisboa en 1624 y 1627. La obra parece evocar la relación sentimental de su juventud; en ella, como en el soneto que aquí ofrecemos, Maya es Feliciana, y Clarisel Francisco de León Garavito, abogado prestigioso con el que se casó en segundas nupcias. En el prólogo hace una curiosa defensa de la preceptiva dramática clásica frente a las técnicas de sus contemporáneos.

FELICIANA ENRÍQUEZ DE GUZMÁN

MADRIGAL

Dijo el Amor, sentado a las orillas de un arroyuelo puro, manso y lento: “Silencio, florecillas, no retocéis con el lascivo viento; que duerme Calatea, y si despierta, tened por cosa cierta que no habéis de ser flores en viendo sus colores, ni yo de hoy más Amor, si ella me mira.” ¡Tan dulces flechas de sus ojos tira!

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5 Calatea encarna, dentro de la mitología griega, la dulzura y la delicade¬ za. Su amor por el pastor Acis desencadenó la ira de Polifemo que, al no verse correspondido, aplastó a su rival con una roca. Calatea convirtió a su amado en río. '

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ANTOLOGÍA

SONETO A LAS BODAS DE MAYA Y CLARISEL

En los campos elisios Himeneo, Juno y Venus las bodas celebraban de dos esposos, y las coronaban de arrayán y del árbol de Timbreo. Caliope y Euterpe al son que Orfeo, Elio y Talía en arpas acordaban, sus tálamos felices festajaban de uno y otro llegados al deseo;

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1 campos elisios: parte de los infiernos donde los hombres virtuosos y los héroes vivían felices después de la muerte. Himeneo: dios que preside el cortejo nupcial. 2 Juno: diosa romana protectora de las mujeres, especialmente de las ca¬ sadas. 4 Timbreo: Sobrenombre de Apolo que deriva de la ciudad de Timbrea. 5 Caliope y Euterpe: musas. Orfeo: Hijo del rey tracio Bagro y de Caliope. Inventó la cítara o le añadió, en honor de las musas, dos cuerdas más a las siete que ya tenía. Fue rey de Tracia y famoso músico y poeta. 6 Elio: Helio. Talía: una de las nueve musas, la que presidía la comedia y la poesía festiva.

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FELICIANA ENRÍQUEZ DE GUZMÁN

“De descanso, diciendo, largos años les dé el divino amor, y la discordia de su puerta no pase los umbrales;

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entre brocados y purpúreos paños Maya y su Clarisel, siempre leales, gocen de felicísima concordia.” (*)

(*) Incluidos por Adolfo de Castro en “Floresta de varia poesía” de Poetas líricos de los siglos xvi y xvii, Madrid, 1923, pp. 544 y 545 respectivamente, de donde los tomamos. Desconocemos la fuente original de estas composi¬ ciones; el madrigal fue atribuido por Lope de Vega a la autora.

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Inarda de Arteaga

T^esconocemos los datos biográficos de esta autora. De la “Décima en elogio de Agustín de Rojas”, que figu¬ ró al frente de El viaje entretenido (1704), se deduce que vivió a finales del siglo XVI y principios del XVII. Solamen¬ te conocemos de ella la referida composición y el soneto que incluimos en esta antología.

INARDA DE ARTEAGA

SONETO

Alegres horas de memorias tristes que, por un breve punto que durastes, a eterna soledad me condenastes en pago de un contento que me distes. Decid: ¿por qué de mí, sin mí, os partistes sabiendo vos, sin vos, cuál me dejastes? Y si por do venistes os tornastes, ¿por qué no al mismo punto que vinistes? ¡Cuanto fue esta venida deseada y cuán arrebatada esta venida! Que, en fin, la mejor hora fue menguada. No me costastes menos que una vida la media en desear vuestra llegada y la media en llorar vuestra partida. (*)

(*)

DeMss. 3890, déla B,N.M.,f. 120.

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Mariana de Vargas y Valderrama

A Jo disponemos de ningún dato que permita reconstruir ly su biografía ni lo que fue la creación literaria de esta poetisa de la que, únicamente, nos ha llegado este soneto a Diego Hurtado de Mendoza.

MARIANA DE VARGAS Y VALDERRAMA

A DON DIEGO HURTADO DE MENDOZA

Al tronco ilustre de donde ha salido vuelves el bello fruto de una rama, dándole eterno nombre y nueva fama por tronco, rama y fruto merecido. Digno lauro en el mundo has adquirido y justamente con amor te llama cuidadosa Amaltea, que derrama las flores que del tiempo ha recogido. ¿Quién al gran Alejandro retratara sino el famoso Apeles, ni le hubiera otro que a su primor le aventajara?

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¿Quién lo que emprendes intentar pudiera ni al insigne don Diego nos cantara, único cisne, si cual tú no fuera? (*) 7 Amaltea-, Nodriza de Zeus. Véase la misma referencia en el “Soneto a don Francisco de Borja y Aragón” de Elena de Paz. 10 Apeles: pintor griego, retratista de Filipo y Alejandro. Véase el “Re¬ trato” de Catalina Clara Ramírez de Guzmán. (*) De Juan Díaz Hidalgo, Obras del insigne Don Diego de Mendoza, Embaxador del Emperador Carlos V en Roma, Madrid, 1610, [p. 5v].

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Clara María de Castro y Andrade

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omo en el caso de la poetisa anterior, de Clara María de Castro tampoco nos ha llegado noticia alguna, salvo este madrigal que dedica a doña Ana de Castro y Egas, prima suya.

CLARA MARIA DE CASTRO Y ANDRADE

MADRIGAL A SU PRIMA DOÑA ANA DE CASTRO Y EGAS

Anarda, con tu aliento, el consagrado coro de las nueve, en sonoro concento, por tu decoro, por tu honor se mueve. Hoy triunfa Manzanares, hoy por ti le veneran el Tajo, el Tormes, el Genil y Henares. Hoy cuantos beneméritos esperan los laureles de Apolo, en postrado, aunque honroso rendimiento, el suyo no, tu plectro invocan sólo. Hoy la más digna, la que osada intenta, generosa ambición, silla en tu coro, que, preferida, el número engrandeces, de emulación exenta opuesta a tu decoro bien tu valor en su ignominia creces, décimo, a su pesar, tu nombre cuenta.

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concento: canto acordado de diversas voces.

ANTOLOGÍA

¿Qué deidad, pues, qué culto no mereces? ¡Vive ¡oh musa gallarda! tu propia eternidad, divina Anarda! (*)

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(*) De Eternidad del Rey Don Felipe tercero Nuestro Señor, el Piadoso. Discurso de su vida y santas costumbres. Al serenísimo Señor el Cardenal Infante su hijo, Doña Ana Castro Egas, Madrid, Vda. de Alonso Martín, 1629, [pp. 23V-24].

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Elena de Paz

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os escasos datos que se conocen de esta autora permi¬ ten afirmar que profesó como clarisa y que su vida, o parte de ella, transcurrió en Salamanca. Parece ser que su formación humanista fue notable, lo que le permitió expre¬ sarse tanto en latín como en castellano en una producción que, aunque desconocida, se cree que fue fecunda.

ELENA DE PAZ

SONETO A DON FRANCISCO DE BORJA Y ARAGÓN

Rizo el pelo, la vista procelosa, con siete estrellas la cerviz luciente, agudo el corvo alfanje de la frente, la boca rayos fulminó espantosa. El ceño torvo, la nariz fogosa, el grueso labio espuma, acero el diente, la copia de Amaltea floreciente, vierte el cretense Toro rosa a rosa.

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1 Francisco de Borja y Aragón fue virrey del Perú entre 1614 y 1621, A su regreso a España desarrolló la mayor parte de su labor literaria y publicó su obra poética. Estuvo estrechamente relacionado, durante toda su vida, con intelectuales y artistas. 7 copia: ‘abundancia’, pero también retrato. Nótese la ironía. Sobre la leyenda de Zeus y Amaltea existen dos versiones. Para unos auto¬ res Amaltea es la ninfa que amamantó a Zeus con leche de una cabra. Para otros es, precisamente, el nombre de la cabra que vivía en el monte Ida de la isla de Creta. Se la relaciona con el cuerno de la abundancia o cornucopia. Obsérvese el juego conceptual creado por copia, Amaltea y floreciente. 8 Se refiere al Toro de Creta, animal sagrado surgido de las aguas del mar de Creta que devastó la isla y anduvo errante hasta que Teseo lo capturó y sacrificó.

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ANTOLOGÍA

Otro de luces tantas despojado, heroico a Borja ilustre fue trofeo, por quien florece Apolo mejorado.

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Si éste da lustre a Apolo en su museo y Apolo a aquél de fuego ha coronado, ¿a cuál las plantas deben más su aseo? (*)

(*) De Aplauso gratulatorio de la insigne escuela de Salamanca al Ilustrísimo Señor Don Francisco de Borja y Aragón, por la restauración de los votos de los estudiantes, recogido por Manuel de Acevedo, Barcelona, [s.a.] Sebas¬ tián de Cormellas, p. 9.

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Antonia de Nevares

hermana de Marta de Nevares, la última amante de ± Lope de Vega. Apenas nada se sabe de ella. Participó en la justa poética celebrada en 1620 con motivo de la ca¬ nonización de San Isidro Labrador, en cuyas fiestas fue animador Lope de Vega y en las que fue premiada con Inés de Zayas, el propio Lope, Calderón, Guillén de Castro y otros autores célebres.

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ANTONIA DE NEVARES

A LA EXCELENTÍSIMA SEÑORA CONDESA DE OLIVARES (*)

SONETO

Símbolo de la paz te cupo en suerte, ave de Venus celestial, no humana, que el verde ramo entre la viva grana sol muestra, nubes limpias flores vierte. En la gloria mortal templanza advierte que a la vida inmortal el paso allana, que a la virtud, que no a la pompa vana, respeta el mármol, reino de la muerte. Tú, pues, escucha en cítara sonante triunfos del Pan, que vencedor derriba, nuevo David, al Calidón gigante.

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(*) Isabel de Velasco, dama de honor de la reina Margarita, que contrajo matrimonio con el Conde Duque de Olivares. 3 verde ramo: el ramo de olivo que simboliza la paz. 10 Pan: dios de los pastores y rebaños, mitad hombre y mitad macho ca¬ brío. Se le representaba con la siringe, la corona de pino y el cayado de pastor, y a veces con jabalina como cazador. 11 Calidón: jabalí de prodigioso tamaño liberado por Artemisa, encoleri¬ zada porque el rey no la había invocado en los sacrificios de la recolección. Según las leyendas más conocidas no fue Pan quien lo mató sino Meleagro.

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ANTOLOGÍA

Debidas glorias a tu ilustre oliva, que con el manto militar delante dos reyes sirve y con entrambos priva. (*)

14 Obsérvese la alusión al gran poder del Conde Duque de Olivares. (*) De Lope de Vega, Triunfos divinos, Madrid, Vda. de Alonso Martín, 1625, [p. 6],

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Bernarda Ferreira de Lacerda

(1595-?)

TJ'scritora portuguesa nacida en Oporto en 1595. Su 1—j esmerada formación literaria le valió el elogio de sus contemporáneos, entre los cuales Lope de Vega y Pérez de Moltalbán le dedicaron la égloga Filis y el Orfeo en Len¬ gua castellana, respectivamente. Dedicó su poema España libertada a Felipe ///, cuyo deseo de que sus hijos Carlos y Fernando hubieran sido educados por la poetisa no llegó a verse realizado. Su obra más interesante, las Soledades de Bugaco, que contie¬ ne inspirados romances descriptivos, se publicó en Lisboa en 1634.

BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

SONETO AL DESIERTO DE BUgACO

Jardín cerrado, inundación de olores, fuente sellada, cristalina y pura; inexpugnable torre, do segura de asaltos, goza el alma sus amores. Intactas guardas tus hermosas flores, matas la sed, destierras la secura, ostentas majestad, y desa altura penden trofeos siempre vencedores. El verdor tuyo nunca el lustre pierde, ni se enturbia el candor de tu corriente; firme está tu invencible fortaleza. Que es el jardín cerrado siempre verde, es siempre clara la guardada fuente, y es propia de la torre la firmeza.

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ANTOLOGÍA

ROMANCES A LAS SOLEDADES DE BURACO (*) [111]

Dentro, en la cerca dichosa de los felices descalzos que transforman en Carmelo la montaña de Buraco, entre sus ásperas peñas, yacen valles matizados de alegre verde, que al tiempo no suele ser tributario. Exento de sus rigores, ofrece por todo el año al sol alfombras diversas, a la tierra, hermoso manto. A partes, las arboledas muestran bosques tan cerrados.

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(*) En el siglo xvi, los carmelitas, que buscaban un lugar de retiro, eligie¬ ron los frondosos bosques de Bugaco, célebres por la belleza y variedad de su flora; allí edificaron un convento y numerosas ermitas y fuentes, así como una muralla que los aislara del exterior. El bosque fue convertido en un lugar paradisíaco por los monjes, que plantaron gran variedad de árboles y plantas traídos de diversos lugares, incluso de ultramar.

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BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

que no los traspasa Febo con sus rutilantes rayos. Desde la entrada al convento, se camina por debajo de pabellones de plantas, cuyos ramos forman lazos. Allí se mezclan las hojas de los plátanos copados con los enebros y fresnos, los robles y álamos altos. Allí el funesto ciprés, con el vitorioso lauro, de las hayas y saúcos están recibiendo abrazos. Allí el árbol que, galán, se ve primero adornado de la flor que de las hojas, crece dulce y crece amargo. Dríades son destos bosques virtudes que, acompañando su soledad, enamoran angélicos solitarios. Con los codos que en la sierra a partes van levantados, dos veces pierde la vista aquel monasterio santo. Junto dél por un recuesto, blandamente murmurando, arroyo corre de plata sobre guijas de alabastro.

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33 Dríades: Ninfa de los bosques, la duración de cuya vida era igual a la de su árbol.

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ANTOLOGÍA

a quien sirven de cortinas crecidos robles que, ufanos, matizándole de sombras, en él se están retratando. Es de innumerables fuentes todo aquel sitio regado, que liberales se muestran en las sierras y en los campos. Cuál de la más alta peña se viene haciendo pedazos, por sembrar en las pizarras de aljófar hermosos granos. Cuál sale por los resquicios de los más duros peñascos; cuál d’ entre juncos agudos, para poder murmurarlos; cuál entre la blanca arena brota y brinca dando saltos, por hacer danzas y juegos con chinillas y guijarros; cuál cercada de espadañas, con travieso y leve paso, al verde berro y poleo, las cabezas va mojando; cuál calza de tersa plata al roble y alcornoque alto, a trueco de que la vistan con sus intrincados ramos; cuál en brazos de la zarza, que muestra estarla sangrando con sus agudos espinos, tiende cristalinos brazos; 56

aljófar: perla pequeña e irregular, aquí gotas de agua.

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BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

cuál riega rosales bellos por vestirse de encarnado cuando el travieso Favonio les da de súbito asalto. Es princesa destas fuentes la de Elias, en regalo y salubridad del agua, a quien cubre roble opaco. Hija de pizarra fría, su cualidad tomó tanto, que siendo plata a la vista, es nieve al gusto y al tacto. Muchos álamos la cercan por gozar de espejo claro, y su corriente graciosa para en un estanque largo. También la de San Silvestre nace entre fríos peñascos, tan cubiertos de arboleda como de gracia labrados. En el pecho de la sierra, donde el divino palacio tiene su asiento, otra fuente baja en curso apresurado. Parece que de oprimido el monte con peso tanto, revienta y se desentraña en arroyos dilatados. La frente fría es aquesta que, con su corriente helando todo lo que toca, deja de plata un valle bordado. 79

Favonio: Céfiro.

ANTOLOGÍA

Por entre juncias y trébol también los arroyos claros, con su murmuro apacible, del viento se van quejando. De flores y de boninas todo el suelo está sembrado, tapiz de varios colores, telar de tapices varios. Aquí florece el clavel sobre los musgosos cantos; allí las violetas blandas, junto de espárragos bravos; clavellinas con coscoja, los alhelíes variados y las cándidas mosquetas entre los agrestes cardos; la albahaca y majorana, entre el heno y los carrascos; los hongos y las ortigas, con maravillas mezclados. Los resquicios de las piedras, en bien partidos espacios, para servir de pensiles alegres se están mostrando. Dentro dellos los jazmines, junto de los musgos pardos, ostentan mayor belleza al desdén, libres de ornato. Unos a las altas rocas enlazan con tiernos brazos;

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juncias: hierbas silvestres. ¿)on/nas: manzanillas locas. coscoja: hojas secas de encina.

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BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

otros, de sauces y alisos adornan troncos y garfios. La clicie, por entre abrojos, venera al planeta caro; ciñen tas selvas al lirio y al narciso enamorado; las coloquíntidas suben por los rústicos castaños, por igualarse a su fruto, aunque de espinos armado. De la graciosa retama lustra el amarillo claro por encima de los montes, entre el espinoso acanto. Allí se mira el cerezo, que en sus ramas, engastados, muestra cientos de rubíes cuando sopla el viento manso. La coronada granada descubre el pecho sangrado, y colgado de los riscos mil pomos de oro el naranjo. La toronja, entre las cidras, se cuelga de los collados; de los olmos, los parrales; de las rocas, los manzanos. Entre bellotas y agallas, dulces racimos colgados.

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alisos: álamos. clicie: girasol. coloquíntidas: plantas de frutos con propiedades medicinales. cidras: fruto parecido al limón. agallas: escrecencias que se forman en algunos árboles.

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ANTOLOGÍA

parecen sartas lucidas de vidrios negros y blancos. Las fresas de hermoso nácar adornan los valles bajos, y corónanse las cumbres de los cidonios dorados (*).

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(*) De Soledades del Bugaco, Lisboa, Matías Rodríguez, 1634, pp. 111 y 14-19, respectivamente. 172 cidonios: ‘cidonias’, membrilleros.

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Ana Caro Mallén de Soto

cree que nació en Granada o en Sevilla. Su vida translJ currió en esta última ciudad y en Madrid. Asistió a la Academia Literaria del conde de la Torre, presidida por Antonio Ortiz Melgarejo. Mantuvo gran amistad con la novelista María de Zayas, en cuya compañía, según pare¬ ce, vivió algún tiempo. Se desconoce la fecha de su muerte, aunque se sabe que en 1645 todavía vivía. Escribió las obras dramáticas El conde de Partinuplés, que formó par¬ te del Laurel de comedias de diferentes autores (1653), y Valor, agravio y mujer; una Loa sacramental, descripción de las fiestas del convento de San Miguel, de las de San Francisco de Sevilla por los mártires del Japón, y varias composiciones en elogio de don Francisco Salgado, María de Zayas, Inés Jacinta Manrique de Lara, etc.

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ANA CARO MALLÉN DE SOTO

DON JUAN

Como el que ve de la aurora la estrella o claro lucero, de su lumbre mensajero, cuando el horizonte dora, que se admira y se enamora de su brillante arrebol; pero saliendo el farol del cielo, luciente y puro, el lucero llama obscuro viendo tan hermoso el sol... así yo, que a Leonor vi, o de lucero o estrella, adoré su lumbre bella y su mariposa fui; mas luego, mirando en ti del sol lucientes ensayos, hallé sombras y desmayos en la vista de mi amor, que es poca estrella Leonor y eres sol con muchos rayos.

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ANTOLOGÍA

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ESTELA

Como el que en la selva umbrosa o jardín, ve de colores una provincia de flores, pura, fragante y hermosa, que se aficiona a la rosa por su belleza, y al fin halla en la selva o jardín un jazmín, y porque sabe que es el jazmín más suave, la deja y coge el jazmín... así yo, que vi a don Juan, rosa que a la vista agrada, de su valor obligada, pude admitirle galán. Mas, siendo tu vista imán de mi sentido, escogí lo que más hermoso vi; pues aunque la rosa admiro, eres el jazmín, y miro más fragante gala en ti.

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LEONOR

El que en la Aniebla obscura de alguna noche camina, adora por peregrina del lucero la luz pura; sólo en su lumbre asegura de su guía la esperanza, y aunque ya del sol le alcanza

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ANA CARO MALLÉN DE SOTO

el rayo, está agradecido al lucero, porque ha sido de su tormenta bonanza. Tú, en el obscuro contraste de la noche de tu amor, el lucero de Leonor, norte a tus penas, miraste; guióte, mas olvidaste, como ingrato, la centella de su lumbre clara y bella antes de amar mi arrebol. ¿Ves cómo sin ver el sol aborreciste la estrella?

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LUDOVICO

El que eligió en el jardín el jazmín, no fue discreto, que no tiene olor perfeto si se marchita el jazmín. La rosa hasta su fin, porque aun su morir le alabe, tiene olor muy dulce y grave, fragancia más olorosa... luego es mejor flor la rosa, y el jazmín menos süave. Tú, que rosa y jazmín ves, admites la pompa breve del jazmín, fragante nieve, que un soplo al céfiro es; mas conociendo después la altiva lisonja hermosa

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ANTOLOGÍA

de la rosa codiciosa, la antepondrás a mi amor, que es el jazmín poca flor, mucha fragancia la rosa. (*)

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(*) Del diálogo entre don Juan, Estela, Leonor y Ludovico en la jorna¬ da II de la comedia Valor, agravio y mujer. De ella se conservan dos manus¬ critos en la BNM: el Mss. 16620, de finales del siglo xvii y el 17377 del siglo xviii, que no presentan diferencias textuales entre sí. Los fragmentos trans¬ critos se encuentran en los ff. 31 y 32 del primero y 20 y 21 del segundo. José Manuel Blecua en Poesía de la Edad de Oro, Madrid, Castalia, 1987, p. 36, publica esta última composición, con ligeras variantes, como de Juan de Salinas (1555-1643), según la edición de sus Poesías, Sevilla, 1869.

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Justa Sánchez del Castillo

'KTo se conocen los puntos cardinales de su biografía. 1 y Parece que tuvo una intensa vida amorosa, aunque tal vez su fama de mujer libertina sea debida tanto a su ingenio mordaz y satírico como a un epigrama del conde de Villamediana. En él se vengaba de la poetisa por haber¬ le abandonado y conceder sus favores a don Diego de To¬ bar y Valderrama. Solamente conocemos de esta autora el romance que transcribimos a continuación y un soneto a Doña Ana de Castro y Egas incluido en la Eternidad del Rey Don Felipe tercero...

JUSTA SÁNCHEZ DEL CASTILLO

ROMANCE A UNA DAMA QUE PEDÍA TREINTA ESCUDOS POR UN BESO

Tratar del beso de Judas y de los treinta dineros ni es decente, ni del caso; pasemos a otro conecto. Di, serafín mercader, que hiciste en besos tu empleo, si tan caros los despachas ¿cuándo esperas salir dellos? La boca de la Bocina que reside allá en el cielo, es más fácil de besar, o más barata a lo menos. Las premáticas me valgan en tan excesivo precio, que no tiene hacienda el Fúcar para una noche de invierno.

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Bocina: Osa Mayor. premáticas: ‘pragmáticas’, ciertas leyes.

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ANTOLOGÍA

Lástima tengo a tus labios, que, por interés grosero, no sabrán lo más del año lo que son labios ajenos. De tu boca me parece que besara en el infierno, por justo castigo, siempre a la del rico avariento. Con temor hablo de ti; no me ejecutes por ello, pues el tomarte en mi boca querrás que pase por beso. Esto cantaba un pastor sin los escudos propuestos en la orilla de su boca por no atreverse a entrar dentro. (*)

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(*) De un manuscrito del siglo xvii de la Biblioteca Nacional, Mss. 3773, f. 21.

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Leonor de la Cueva y Silva (t d. 1650)

A Jacio a principios del siglo XVII en Medina del Campo, 1 donde se cree que transcurrió su vida. Fue sobrina del poeta y astrólogo Francisco de la Cueva y Silva. Escribió la obra dramática La firmeza en la ausencia y numerosas poesías líricas cuya edición se encuentra actualmente en preparación. Estas últimas se recogen con otras de Juan Salinas, Góngora, Lope y otros poetas, en un cancionero manuscrito de los siglos XVI y XVII.

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LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

SONETO

Ya ha salido el invierno: ¡albricias, flores, árboles, fuentes, prados y arroyuelos, que de el rigor de sus helados velos os saca el mayo derramando amores! Ya os cantan dulcemente ruiseñores llenos de gusto y libres de desvelos, y liberales los impíreos cielos os dan la variedad de mil colores. Ya compone los bellos cuadros Flora, desafiando el arte a la natura, a quien vence la hermosa jardinera que por la vista alegra y enamora, el alma suspendiendo en la hermosura de la verde y galante primavera.

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ANTOLOGÍA

SONETO

Ni sé si muero ni si tengo vida, ni estoy en mí, ni fuera puedo hallarme, ni en tanto olvido cuido de buscarme, que estoy de pena y de dolor vestida. Dame pesar el verme aborrecida y si me quieren, doy en disgustarme; ninguna cosa puede contentarme, todo me enfada y deja desabrida; ni aborrezco, ni quiero, ni desamo; ni desamo, ni quiero ni aborrezco, ni vivo confiada ni celosa; lo que desprecio a un tiempo adoro y amo; vario portento en condición parezco, pues que me cansa toda humana cosa.

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LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

SONETO A FLORIS

Ausente estoy de tus divinos ojos; en fin, ausente y lleno de desvelos; si al ausencia cruel siguen los celos, confieso, Floris, que me dan enojos. ¡Ay! ¡Quién gozara de tus rayos rojos sin tantos sobresaltos ni desvelos, pues mientras duran los nublosos velos he de tener la rienda a mis antojos! ¿Cuándo se ha de acabar, Floris divina, la rigurosa pena de no verte y el cobarde temor de tu mudanza? Que aunque eres en firmeza peregrina, vive mi amor dudoso de perderte, aunque más le sustenta la esperanza.

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ANTOLOGÍA

LIRAS A LA HERMOSURA Y VARIEDAD DE FLORES DE LA PRIMAVERA

Plantas bellas y hermosas resucitadas de el abril ufano que anuncia vuestras rosas, sacándoos del rigor tan inhumano de el cano invierno helado a ser gallarda ostentación de el prado; jacintos que primicias sois, y violetas, de las otras flores, que parece que albricias pedís al mundo, provocando amores de que ya el mayo hermoso se le acerca con paso presuroso; dorados alhelíes bellos, blancos narcisos y mosquetas, rosas, sí, carmesíes, de la purpúrea sangre más perfetas de la Ericina diosa.

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17 Se refiere a Afrodita que, en este caso, toma el nombre de la montaña de Erix, en Sicilia, donde existió un templo dedicado a la diosa. Sus plantas eran la rosa y el mirto.

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LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

que su color os dio su planta undosa; olorosos junquillos, poblada madreselva, jazmín blanco, de los montes tomillos, fragante azahar, en quien el cielo franco mostró con mil primores más divino poder en tus olores; campanillas moradas, casta azucena y trébol oloroso, manutisas rosadas, azul espuela, toronjil hojoso, encarnados claveles, menuda albahaca y verdes mirabeles; rajadas clavellinas, lirio que haces gallardos tornasoles, gigantas que divinas os mostráis, pues seguís los arreboles de Cintio celestiales, que su rosa os llamamos los mortales; árboles de mil nombres, que viste abril de flor y mayo de hoja, regalo de los hombres, a quien noviembre robador despoja el galano vestido, de verdes esmeraldas guarnecido;

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18 undosa: ondosa. 27 manutisas: ‘minutisas’, plantas de pequeñas flores de variados colores del blanco al rojo. 28 espuela: ‘espuela de caballero’, planta de flores en espiga blancas, azu¬ les o rosadas. toronjil: ‘melisa’. 30 mirabeles: planta de adorno de hojas muy pequeñas. 33 gigantas.- ‘girasoles’. 35 Cintio.- el sol.

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ANTOLOGÍA

arroyuelos helados que el rubio sol los grillos os desata, adorno de los prados, risa de el monte, bulliciosa plata, y de las aves lira por cuyo aliento cada flor respira; puras fuentes hermosas, espejos claros de la blanca Aurora; vida, sí, de las rosas, gloria de el campo, espíritu de Flora, de la vista recreo, satisfacción suave de el deseo; jardines deleitosos donde se cifran máquinas tan bellas, amenos y espaciosos, morada hermosa de quien son estrellas las siempre refulgentes hermanadas cabrillas más lucientes; plantas, flores y fuentes, invierno, abriles, mayos y arroyuelos, árboles diferentes, jardín ameno, estrellas de los cielos y campos dilatados [sol, aurora cándida y verdes prados,] todos sois de el verano y primavera galas excelentes, librea de su mano, que os da y reparte en tiempos diferentes en mil varias colores con que suspende el alma en sus primores.

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Verso tachado en manuscrito.

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LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

LIRAS EN LA MUERTE DE MI QUERIDO PADRE Y SEÑOR

Dejad, cansados ojos, el justo llanto que os convierte en fuentes, detened los enojos y enjugad vuestras líquidas corrientes, que al mal que oprime el pecho el alma y el corazón le viene estrecho. En tan terrible pena, ni hallo descanso, gusto ni alegría; de todo estoy ajena, y sólo tengo la desdicha mía por alivio y consuelo, que de todo lo más me priva el cielo. Quitóme en breves días, airado y riguroso, un bien amado, a las fortunas mías añadiendo este golpe desdichado. ¡Oh suerte fiera y dura! ¡Llorad, ojos, llorad mi desventura! Contenta el alma estaba en sus trabajos, penas y dolores con el bien que gozaba; 194

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LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

mas la Parca cruel, con mil rigores, fiera y embravecida, cortó el hilo al estambre de su vida. Musa, detente un poco, que si de tantos males hago suma y en él presente toco, no es suficiente mi grosera pluma, que pues estoy penando, cuanto puedo decir digo callando.(*)

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(*) De Mss. 4127 de la Biblioteca Nacional de Madrid, ff. 233, 229, 233-36, 188 y 189-190, respectivamente.

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Sor María de Santa Isabel “Marcia Belisarda” (t d. 1646)

J^ecunda poetisa nacida en Toledo a principios del siglo ± xva. Firmó sus composiciones con el pseudónimo de “Marcia Belisarda’’. De su vida se sabe poco. Fue religiosa del convento toledano de la Concepción, pero sus versos profanos, infinitamente más inspirados que los religiosos, delatan que en su corazón guardaba secretos afectos mun¬ danos. Sus Poesías suman un total de 138 composiciones, algunas de gran belleza. Desconocemos la fecha de su fa¬ llecimiento, aunque se sabe que todavía vivía en 1646. La edición de sus obras se encuentra, en preparación.

SOR MARÍA DE SANTA ISABEL

ROMANCE MELANCÓLICO

Pensamiento, si pensáis en dar a mi mal remedio, mal pensáis, porque es un mal causado de pensamientos. Pienso con ajenos gustos engañar propios deseos, y es engaño donde el alma, penando más se halla menos. Si en dormir busco descanso, por ser de el morir diseño, más me canso, porque lidio con enemigos desvelos. Siempre intento hallar alivio y siempre queda el intento con el logro en esperanza y con la esperanza a riesgo. O apenas alivio hallo cuando apenas ya le pierdo, el intento examinando convertido en escarmiento. En mi dolor no hay templanza.

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ANTOLOGÍA

y si a la memoria apelo, para el que tengo presente me da pasados remedios. En fin, peno, siento y callo por no decir lo que siento, que solo puedo quejarme de que quejarme no puedo. Nacer amable es estrella, suerte nacer con ingenio; pero si falta ventura nada es gloria y todo infierno. (*)

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(*) De Mss. 7469 de la BN, f. 31/26, aunque omitimos los siguientes ver¬ sos: “Nuestra derrota sigamos/triste corazón sin miedo/por el golfo de des¬ dichas/rumbo más seguro y cierto/ Ay de mí triste/ socorro cielos / que me anego sin agua/ en sentimientos./ Socorro cielos, socorro os pido/ dad en llanto a mis penas/ algún alivio.”

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SOR MARÍA DE SANTA ISABEL

ROMANCE

Procurad, memorias tristes, divertir mi pensamiento con penas que siempre son, y no con gustos que fueron. Representadme pesares, dejad pasados contentos, que son figuras de humo en el teatro de el viento. Muy bien entiendo las voces de nuestro mudo silencio, que mal concertadas suenan, que acordes fueron un tiempo. De mis muertas esperanzas clamor parecen sus ecos, o que se cantan endechas a mi perdido sosiego. Si con inciertos favores olvidáis agravios ciertos, guerra armáis al corazón, no menos que a sangre y fuego. No me déis en vaso de oro 200

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ANTOLOGÍA

disimulado veneno, creyendo así lo que dice quien no cree lo que siento. Memorias, dejadme ya, o acabad mi vida luego, que no hay fuerzas en el alma para tan crueles tormentos.

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SOR MARÍA DE SANTA ISABEL

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DÁNDOME POR ASUNTO CORTARSE UN DEDO LLEGANDO A CORTAR UN JAZMÍN

Filis, de amor hechizo soberano, cortar quiso un jazmín desvanecido, y de cinco mirándose excedido quedó de el vencimiento más ufano. No bien corta el jazmín, cuando tirano acero, en rojo humor otro ha teñido, mintiendo ramillete entretejido de jazmín y clavel la hermosa mano. Átropos bella a la tijera cede piadosa ejecución si, inadvertida, a su mano dolor ocasionando. Que si alma con su sangre dar no puede, en vez de muerte, dio al jazmín la vida, de amor el dulce imperio dilatando.

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Atropos: Parca encargada de cortar el hilo de la vida del hombre.

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ANTOLOGÍA

SONETO

Cuando borda de perlas el aurora tapetes que matizan bellas flores, en lisonjas retornan los favores con que las enriquece y enamora. Luego la sigue el sol, que a rayos dora la variedad vistosa de colores, a quien las aves repitiendo amores hacen salva con música sonora. Así yo cuando vi la aurora hermosa del sol que desterró la niebla oscura de una ausencia, si ya no sol ni ave

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racional, la belleza milagrosa venero con verdad sencilla y pura, y el premio fue un desdén severo y grave. (*)

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Del Libro de poesías, mss. citados, ff. 8v., 88 y 23v, respectivamente.

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María de Zayas y Sotomayor (t d. 1660)

Jk Jacio en Madrid, tal vez en el seno de una familia noble. Su vida transcurrió en la primera mitad del siglo XVII. Como novelista se dio a conocer con dos colecciones de novelas cortas, Novelas ejemplares y Parte segunda del sarao y entretenimiento honesto, publicadas en Zaragoza en 1637 y 1647, respectivamente. Su poesía aparece inter¬ calada en sus novelas y en su obra dramática Traición en la amistad. También escribió poemas encomiásticos a Miguel Botello, Juan Pérez de Montalbán, Francisco de las Cue¬ vas... y panegíricos fúnebres a Lope de Vega y Montalbán. Se sitúa su muerte después de 1660.

1V

MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR

En el claro cristal del desengaño se miraba Jacinta descuidada, contenta de no amar, ni ser amada, viendo su bien en el ajeno daño. Mira de los amantes el engaño, la voluntad, por firme, despreciada, y de haberla tenido escarmentada, huye de amor el proceder extraño. Celio, sol desta edad, casi envidioso, de ver la libertad con que vivía, exenta de ofrecer a amor despojos, galán, discreto, amante y dadivoso, reflejos que animaron su osadía, dio en el espejo, y deslumbró sus ojos. Sintió dulces enojos, y apartando el cristal, dijo piadosa: “Por no haber visto a Celio, fui animosa, y aunque llegue a abrasarme, no pienso de sus rayos apartarme.”

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ANTOLOGÍA

Que muera yo, Liseo, por tus ojos, y que gusten tus ojos de matarme; que quiera eon tus ojos alegrarme, y tus ojos me den cien mil enojos. Que rinda yo a tus ojos por despojos mis ojos, y ellos en lugar de amarme pudiendo con sus rayos alumbrarme, las flores me convierten en abrojos. Que me maten tus ojos con desdenes, con rigores, con celos, con tibieza, cuando mis ojos por tus ojos mueren.

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¡Ay, dulce ingrato! que en los ojos tienes tan grande deslealtad como belleza, para unos ojos que a tus ojos quieren. (*)

(*) De Traición en la amistad (edición de Alessandra Melloni), Universitá degli Studi de Verana, Verana, 1983, p. 51.

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MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR

Amar el día, aborrecer el día, llamar la noche y despreciarla luego, temer el fuego y acercarse al fuego, tener a un tiempo pena y alegría. Estar juntos valor y cobardía, el desprecio cruel y el blando ruego, tener valiente entendimiento ciego, atada la razón, libre osadía. Buscar lugar en qué aliviar los males y no querer del mal hacer mudanza, desear sin saber qué se desea.

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Tener el gusto y el disgusto iguales, y todo el bien librado en la esperanza, si aquesto no es amor, no sé qué sea.(*) (*) De la novela Aventurarse perdiendo, primera de las Novelas amorosas y ejemplares, Zaragoza, Hospital Real, 1637, p. 13, de donde procede tam¬ bién el primer texto, p. 33. Esta composición también se incluye en su obra dramática Traición en la amistad (J. II). La lectura de este texto en la edición de Alessandra Melloni (p. 53) ofrece ligeras variantes con respecto al texto de la misma publicado por Serrano Sanz en Apuntes... op. cit. pp. 590-620 y no contempla las diferencias textuales del poema tal como se publicó en la novela.

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ANTOLOGÍA

Claras fuentecillas, pues que murmuráis, murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad, que vive libre y descuidado, y que mi cuidado en el agua escribe, que pena recibe, si sabe mi pena; que es dulce cadena de mi libertad. Murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad que tiene el pecho de hielo, y que por consuelo, penas me previene; responde, que pene, si favor le pido, y se hace dormido.

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MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR

si pido piedad. Murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad que llama cielos, otros ojos; mas por darme enojos que porque los ama, que mi ardiente llama paga con desdén, y quererle bien, con quererme mal. Murmurad a Narciso, que no sabe amar; y si en cortesía responde a mi amor, nunca su favor duró más de un día. De la pena mía, ríe lisonjero, y aunque ve que muero, no tiene piedad. Murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad, que ha días tiene la firmeza, y que con tibiezas paga mis porfías. Mis melancolías le causan contento, y si mudo intento, muestra voluntad. Murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad que he sido

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ANTOLOGÍA

Eco desdichada, aunque despreciada, siempre le he seguido, y que si le pido que escuche mi quexa, desdeñoso dexa, mis ojos llorar. Murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad que altivo, libre y desdeñoso vive, y sin reposo por amarle, vivo; que no da recibo a mi eterno amor, antes con rigor me intenta matar. Murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad sus ojos graves y severos, aunque bien ligeros para darme enojos; que rinden despojos a su gentileza, cuya altiva alteza no halla su igual. Murmurad a Narciso, que no sabe amar.

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56 Eco: Ninfa de los bosques enamorada de Narciso por el que no fue correspondida. Al morir se transformó en eco.

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MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR

Murmurad que ha dado con alegre risa, la gloria a Belisa, que a mí me ha quitado; no de enamorado, sino de traidor, que aunque finge amor, miente en la mitad. Murmurad a Narciso, que no sabe amar. Murmurad mis celos y penas rabiosas, ¡ay fuentes hermosas a mis ojos cielos!, y mis desconsuelos, penas y disgustos, mis perdidos gustos fuentes murmurad, y también a Narciso, que no sabe amar. (*)

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(*) De El castigo en la miseria. Lo tomamos de la edición de Agustín de Amezúa de las Novelas amorosas y ejemplares. Madrid, Aldus, 1948, pp. 130-33.

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Violante do Ceo (1601-1693)

T^eligiosa portuguesa que nació en Lisboa en 1601. Manifestó una gran afición a los estudios lingüísticos, li¬ terarios y científicos, a los que se dedicó con interés. Se retiró del siglo, aunque sin excesiva vocación religiosa, profesando en el convento de la Rosa de Lisboa en 1630. Desde el claustro siguió sus estudios y mantuvo la relación social con parientes y amigos. Su fecunda labor poética se compone de sonetos, canciones, glosas, romances... escri¬ tos en castellano y en portugués, entre los que alternan los temas amorosos y religiosos. El desengaño, la pasión y los celos animan su poesía de tema profano.

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VIOLANTE DO CEO

SONETO

Sobre el sicut spina rosam, genuit Judaa Mariam(*) No por ser entre espinas producida de la rosa feliz, la pompa hermosa, deja de ser la coronada rosa reina de la república florida. Así vos, que a la rosa parecida, nacistes de una planta rigorosa, no dejastes de ser. Virgen gloriosa, reina de la región esclarecida.

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Y pues para quedar de gracia llena, tal flor de tal espina se levanta, 10 ¿quién duda, aunque cual vos no hay flor amena, que no suele la idea sacrosanta en terreno vergel, selva terrena, para escoger la flor, mirar la planta?(**) (*) Como del espino nace la rosa, así de Judá nació María. (**) Soneto IX del Parnaso lusitano de divinos e humanos versos compostos pela Madre Soror Violante do Ceo, Lisboa, Miguel Rodríguez, 1732, pp. 7-8.

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ANTOLOGÍA

ROMANCE

¡Oh! Cesen ya los remedios que para vivir me aplican, que quien de celos se muere no es bien que muriendo viva. Dejen ya de importunarme cansadas filosofías, que nunca males del alma de Esculapio necesitan. Deponga las diligencias quien mi vida solicita, que apresurarme la muerte es sólo darme la vida. Con la muerte rigurosa las desdichas se terminan, que si no es dicha la muerte es la postrera desdicha.

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Esculapio: dios romano de la Medicina.

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VIOLANTE DO CEO

Vivir con celos y penas mal se puede llamar vida, que vida con que se muere es sólo una muerte viva. Muera quien amando tanto mereeió tan poea dieha, que en vez de eorrespondencias exprimenta tiranías. Muera quien idolatrando la eausa más peregrina, adquirió sólo desdenes con firmes idolatrías. Muera quien, siendo eonstante, fue tan mal eorrespondida, que tributando verdades adquirió sólo mentiras. (*)

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(*) De Rimas varias de la madre soror Violante del Cielo, Roan, 1646, p. 127.

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Beatriz Jiménez Cerdán

esta poetisa sólo se sabe que vivió en la primera miLy tad del siglo XVII. La única composición que ha lle¬ gado hasta nosotros es este soneto a la muerte de doña Isa¬ bel de Borbón, recogido en el obelisco dedicado al príncipe Baltasar.

BEATRIZ JIMÉNEZ CERDÁN

SONETO A LA MUERTE DE DOÑA ISABEL DE BORBÓN (*)

De Francia marchitó la flor más bella, del rigor más común el golpe fiero; desdicha grande, si funesto agüero, que a España le dejó tanta querella. Si alfombras de cristal triunfante huella, túmulo de dolor grave y austero renueva sus memorias, tan severo que anocheció la más lucida estrella que atenta celebra las memorias del sol, a quien debió luces tan claras, llorando que le falten sus reflejos.

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(*) Hija del rey Enrique IV de Francia y María de Médicis. Nació en Fontainebleau en 1603. Contrajo matrimonio con Felipe IV en 1615 y reinó en España entre 1621 y 1644. Tuvo dos hijos, Baltasar Carlos y la infanta María Teresa, esposa de Luis XIV de Francia. Su influencia en la vida artística y su participación en la vida cortesana dejaron una profunda huella entre sus contemporáneos. Su muerte, acaecida en 1644, y la del príncipe don Balta¬ sar Carlos que falleció en 1646 en Zaragoza, a los 17 años, fueron muy sentidas y lloradas poéticamente.

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ANTOLOGÍA

Perdió su luz mi sol, perdí mis glorias; aquí, vida veloz, tu curso paras; quiebren a un mismo tiempo dos espejos. (*)

(*) Incluido por Juan Francisco Andrés en el Obelisco histórico y honora¬ rio que la Imperial ciudad de Zaragoza erigió a la inmortal memoria del Serenísimo Señor Don Baltasar Carlos de Austria Príncipe de las Espadas, Zaragoza, Hospital de Nuestra Señora de Gracia, 1646, p. 53.

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Sor Marcela de San Félix (1605-1688)

T Tija de la actriz Micaela Luján y Lope de Vega. Nació in. en Madrid en 1605. Aunque su educación no fue esmerada, era una de las hijas predilectas de Lope, a quien admiró y emuló como escritora. Desde los diez años mani¬ festó una precoz vocación literaria. A los dieciséis, ingresó en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, do¬ tada por el duque de Sessa. A la muerte de Lope, Marcela suplicó que el cortejo fúnebre desfilase ante las rejas del convento para darle su último adiós. El resto de su vida transcurrió dedicada por entero a la vida religiosa, en la que desempeñó en dos ocasiones el cargo de ministra, y a la poesía, en la que hizo honor a la herencia paterna. Se conservan solamente sus obras en verso, entre las que des¬ tacan varios Coloquios representables, loas, endechas, se¬ guidillas, liras, etc. Falleció en 1688, a los 83 años de edad.

SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

ROMANCE A UNA SOLEDAD

En ti, soledad amada, hallaba mi compañía; en ti los días son glorias, en ti las noches son días. En ti cogí de mi amor con abundancia excesiva, fértil cosecha del alma dulce agosto de mi vida. En ti gocé de mi Esposo las pretendidas caricias, los halagos sin estorbos, los regalos sin medida. En ti vi de su belleza, aunque en tiniebla, divina. ¡Con cuánta razón me prende, con cuánta causa cautiva! En ti me vi alguna vez anegada y sumergida, en el mar de dulces aguas, y riquezas infinitas. En ti con tos imposibles

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ANTOLOGÍA

satisface mi codicia; que con lo posible, amor nunca llena su medida. En ti me vi felizmente muy negada y muy vacía de criaturas y afectos, y muy lejos de mí misma. En ti gocé libertad de tanto precio y estima, que darlo todo por ella no será paga cumplida. En ti celebro, mi Esposo, en aquel dichoso día, en amoroso himeneo las bodas de mi alegría. En ti estuve tan gozosa, contenta y entretenida, que no podré encarecer lo menos que en ti sentía. En ti, con dichas tan grandes las horas, noches y días dulcemente se pasaban, instantes me parecían. En ti ¡qué corto mi sueño y qué larga mi vigilia! ¡Qué penoso fue el descanso! ¡Qué gustosa la fatiga! En ti le dije a mi amante lo tierna que le quería, lo mucho que me obligaba lo poco que le servía. En ti le solicitaba con finezas y caricias a que me diese su amor, 223

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SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

pues el mío conocía. En ti pudo conocer cómo le estaba rendida mi alma, que está colgada de su voluntad divina. En ti le pedí su unión con ansias de amor tan vivas, c|ue no sé si le obligaron; El lo sabe y Él lo diga. En ti procuré entregarle tan por suya el alma mía, los sentidos y potencias, que Él los mande y Él los rija. En ti también le ofrecí serle fiel y agradecida, correspondiente a su amor y por todo extremo fina. En fin, en ti le ofrecí todo cuanto yo tenía, a todo lo que anhelaba, todo cuanto apetecía. En ti le di de mi amor la posesión tan cumplida, que ninguno me ha quedado para nadie en esta vida. En ti conocí del suyo la gran fuerza y valentía, lo ardiente con que me enciende, lo activo con que me anima. En ti le vi, liberal, intentar hacerme rica; que derramando sus dones pudo saciar mi codicia. Mas no me doy por contenta. 224

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ANTOLOGÍA

que mi afecto a más aspira, y sólo Él mismo podrá dar satisfacción cumplida. Así, soledad amada, causa de todas mis dichas, después que tú me faltaste me ha faltado el alegría. Cercóme la confusión, el afán y las fatigas; todo me aflige y congoja y causa melancolía. Las criaturas me estorban, los apetitos me irritan, los afectos me atormentan, y las pasiones se avivan. Tempestades se levantan, brama el mar, y la barquilla grande tormenta padece, de las olas combatida. ¡Ay, soledad, deseada de mi alma y pretendida! cada vez que te exprimento, tengo de ti más estima. ¡Oh, si gozara de ti lo que durara mi vida, a quien triste muerte llamo sin tu presencia querida! ¡Quién hablará dignamente, con lengua humana y tardía, de tus grandes perfecciones, agrado y soberanía! ¡Qué de santos engendraste! En ti con vida divina en frágil barro vivieron 225

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SOR MARCELA DE SAN FÉLIX innumerables cuadrillas. La pureza, la oración, la contemplación divina tus hijas son, soledad; de ti nacen, tú las crías. ¿Qué virtud no se alimenta con tus pechos y caricias? ¿Quién deja de estar contento si te busca y te codicia? Tú causas los desengaños, y a la verdad solicitas, para que, usando su fuerza, atropelle a la mentira. Haces del destierro patria, y sacas con valentía a las almas que te aman de la opresión de sí mismas. Y por no ofenderte más con ignorancias tan mías, no diré en tus alabanzas lo mucho que se ofrecía.

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ANTOLOGÍA

ROMANCE DE UN ALMA QUE TEMÍA DISTRAERSE AL SALIR DE UN RETIRO

Dulce querido mío, hechizo de mi alma, si enamorarme intentas ya estoy enamorada. Si pretendes, mi Bien, con amorosas trazas, con cautelas divinas, probar mi fe y constancia, excesiva es la prueba, más parece amenaza, pues dice que mi amor admitirá mudanza. Aunque te niegues luego, tu presencia a mi alma estará firme en todo con la misma constancia. Aunque por tus desdenes, desvíos y amenazas, crezcan las aflicciones sin término ni pausa; aunque no quede en mí 227

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SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

señal de que me amas, me tendrás, vida mía, guardando tus espaldas. Aunque me diga todo que me tienes dejada y que dejar la empresa puedo por olvidada, tierna te buscaré desde la noche al alba, desde el alba a la noche, sin dar fin a mis ansias. Es muy grande el incendio en que yace mi alma para que se consuma aunque le cerquen aguas. Tú, que en mi corazón vives como en tu casa, sabes de mis amores los efectos y causas. Sabes que es ya tan tuyo que en Ti sólo descansa, en Ti sólo se alegra, y lo demás le cansa. Sabes que por tenerte mil suspiros exhala, mil congojas padece con infinitas ansias. Pues hallado una vez el bien que deseaba, ¿cómo le ha de olvidar por más que le combatan? Si con dulces violencias tus amores me enlazan, tus caricias me obligan. 228

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tu hermosura me mata; si sabes que me tienes cautiva y hechizada, y de amor por tus ojos ardiendo en vivas llamas, y, que dejando yo tu soledad sagrada, y en volviendo a la aldea mitigaré mis ansias; que, el confuso tropel de criaturas tantas, con las ocupaciones apagarán la llama, y si Tú te retiras y haces ausencias largas, faltará la memoria de finezas pasadas, y sin ella, el afecto es fuerza tenga pausa, y todo el bien se acabe en voluntad templada; si yo de presumida, con loca confianza esperara en mis fuerzas, sin duda me faltaran; pero si pongo en Ti todas mis esperanzas, ¿por qué ha de persuadirme que se han de ver frustradas? ¿Tengo yo de pensar que de burlas me amas? ¿que por juego acaricias? ¿por donaire regalas? Y después. Dueño mío. 229

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que con veras tan claras, con finezas tan tuyas, me obligas y dilatas, no puedo yo creer que amistad tan fundada acabe un accidente, en fin, tan leve causa, pues en Ti presumida y en tu amor alentada, prometo a tu belleza que no ha de haber mudanza. Tu esposa fiel seré, mi Bien, aunque te vayas, y ausentes tantas veces cuantas te doy el alma. Y aunque tu sierva inútil, tu puntual esclava, estaré ejecutando tu voluntad sin falta. ¿Ha de faltar tan presto tanto amor, sin más causa que volver a la aldea a servir en tu casa? Bien sé yo. Señor mío, que ha de sentir el alma el que breves instantes has de comunicarla. Y es fuerza que eche menos las horas regaladas que en tan dulces coloquios en tus brazos pasaba. Bien sé que he de decir ¡ay, soledad amada! donde con tanta gloria 230

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de mi Esposo gozaba, y que con tierno llanto, en memorias pasadas pasaré de tu ausencia noches tristes y largas; pero aun quererlo Tú toda fatiga para, todo afecto se niega y toda queja es vana. No sé si a fuer de necia estoy tan confiada, que te he de amar ahora, mi Bien, con más ventajas, y que no ha de ser parte toda la astucia humana del que afecta oponerse para entibiarme el alma. Afile su agudeza y primorosas trazas, que armada con la fe hollaré su arrogancia. Con esto. Dueño mío, no haya más amenazas, no mates con temores a quien de amores matas.

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SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

EL JARDÍN DEL CONVENTO

En estas verdes hojas que aquesta fuente riega con agua de mis ojos, que suya no la lleva, contemplo. Amado mío tu grande providencia, tu beldad soberana, y tu hermosura inmensa. También, por el contrario, conozco mi vileza, mi imperfección sin par, mi descuido y tibieza, pues las hojas y flores que crecen tan apriesa, con sus calladas voces significan mis menguas, y siempre que las miro parece que me enseñan que yo sola en el mundo soy la que nunca medra. 232

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ANTOLOGÍA

Miro del cinamomo aquella copia inmensa de su olorosa flor que tanto nos deleita. Parece que a porfía su multitud afecta llevarse de las flores la palma de belleza. En las guardadas rosas a quien espinas cercan, de tus hermosas llagas la memoria refrescan. Los vistosos jazmines en su candor ostentan lo lindo de tus manos y liberal franqueza, porque sin aguardar que los cojan por fuerza, ellos se dan al suelo sin hacer resistencia. Acuérdame tu olor la fragante mosqueta, tan noble entre las flores y tan linda en sí mesma. El clavel estimado tu sangre representa, y por esto merece le traten con decencia.

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21 cinamomo: árbol de flores olorosas de color violeta, cuyas cápsulas sir¬ ven para hacer cuentas de rosario. 42 mosqueta: rosal muy espinoso de flores pequeñas y blancas.

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SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

De tus hermosos labios, del coral dulce afrenta, su cárdeno color me muestran las violetas. Majestuosa siempre la cándida azucena, tu bellísimo cuello venturoso semeja. La fecunda retama, tan rubia como bella, de tus cabellos de oro me da memorias tiernas Muestra por abrazar la siempre verde yedra; a que busque tu unión provoca mi tibieza. Procurando ascender, si presumida trepa, humilde se aprisiona, que de amante se precia. Misericordia y paz este olivo me enseña que siempre las procure por costosas que sean. Las rojas clavellinas y minutisas bellas, de imitar tu color parece que se precian. Pero el bizarro lirio, con gravedad modesta, porque a él te comparas.

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minutisa: véase 27 de Leonor de la Cueva y Silva

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ANTOLOGÍA

más ufano campea. Y la suave albahaca, símbolo de pureza, su verdor apacible nuestra esperanza alienta. Clavelones, adorno de las últimas fiestas, enseñan que la muerte, como terrible, es cierta. Recuerdo de humildad es la hierba doncella, aunque vistosa y grave no sale de la tierra. Los amargos ajenjos me enseñan a que tenga mortificado el gusto y al apetito venza. El robusto alhelí que el invierno no seca, me fuerza que haga rostro a toda la aspereza. El funesto ciprés, aunque árbol de tristeza, provoca a devoción y soledad enseña; y la del nombre dulce, felicísima hierba que de Santa María nos acuerda y recrea.

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90 hierba doncella: planta de flores azules un poco mayores que las violetas. 107 hierba de Santa María: ‘atanasia’, planta olorosa con propiedades me¬ dicinales cultivada en jardines.

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SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

Las ásperas ortigas intratables y fieras, en igualar mi agrado presumen competencia. Entre todas las flores, puede la gigantea pretender por amante que alaben tus finezas. Del sol enamorada siempre mirarle intenta, y por vueltas que da de seguirle no cesa. ¡Oh cómo reprehende el descuido y tibieza con que busco. Dios mío, a tu amable presencia! Los árboles copados alegres manifiestan los sazonados frutos que el justo le presenta. Las abundantes parras, alegres manifiestan que a tu sangre Real accidentes le prestan. Mis años mal gastados me acuerda aquesta higuera, pues ha crecido tanto, y yo estoy tan pequeña. Y habiéndonos plantado en esta santa tierra, casi en un mismo tiempo mil ventajas me lleva. 114

gigantea:'girasoV.

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ANTOLOGÍA

El riguroso invierno con su mucha aspereza, os quita los vestidos y deja en gran probreza; tolerando rigores, y sufriendo inclemencias, me enseñáis, apacibles, a que tenga paciencia. Con suave agasajo la alegre primavera siempre os sirve gustosa de madre y camarera. De la Resurrección parece nos da nuevas, cuando sin menoscabo nos tornen nuestra tierra. Los árboles y plantas, las flores y las hierbas, publican tu hermosura y dicen tu grandeza. Todas, Señor, me animan, me enseñan y me fuerzan a que te sirva y ame, te alabe y te engrandezca. (*)

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(*) Del manuscrito autógrafo de Sor Marcela conservado por las Trinita¬ rias Descalzas de Madrid, ff. 321-327, 386-392 y 371-377, respectivamente. Hemos consultado el microfilm n." 32 de la Biblioteca Nacional.

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Catalina Clara Ramírez de Guzmán (1611-d. 1670?)

jrpecunda poetisa que nació a finales del siglo XVI en Llerena (Badajoz), donde posiblemente transcurrió su vida. Algunas de sus poesías, como el autorretrato humo¬ rístico que intercambió con otro de Atanasio Pantaleón de Rivera, ofrecen rasgos conceptistas que recuerdan la poesía de Quevedo.

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CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN

RETRATO DE LA [AUTORA] HABIÉNDOSELE PEDIDO UN GALÁN SUYO (*)

Un retrato me has pedido, y aunque es alhaja costosa a mi recato, por lograrte agradecido, si he dicho que soy hermosa, me retrato. El carecer de belleza con paciencia lo he llevado; mas repara en que ya a cansarme empieza y aunque lo niegue mi agrado, me da en cara.

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(*) En el manuscrito, 'autora' y ‘hermano’ aparecen tachados del título. ‘Hermano’ es sustituido por ‘galán’. Rodríguez Marín en su edición de Poe¬ sías de la autora, Badajoz, Centro de Estudios Extremeños, 1930, p. 251, corrige ‘galán’ por ‘hermano’ y aduce que este error es patente existiendo la poesía LlI (“Habiendo enviado un retrato en verso a su hermano, que le escribió se le enviase’’). 6 Nótese el doble sentido de ‘retrato’ y ‘retracto’.

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ANTOLOGÍA

Pero, pues precepto ha sido, va a un retrato reducida mi figura, y porque sea parecido ha de ser cosa perdida la pintura. No siendo largo ni rizo, a todos parece bien mi cabello, porque tiene tal hechizo, que dicen cuantos lo ven que es rebello. Si es de azucena o de rosa mi frente, no comprehendo, ni el color, y será dificultosa de imitar, pues no le entiendo yo, la flor. Y aunque las cejas en frente viven de quien las mormura sin recelo, andan en traje indecente, pues siempre está su hermosura de mal pelo. Los ojos se me han hundido, y callar sus maravillas me da enojos. Pero tengo dos neguillas cuyo agrado me ha servido muy de ojos.

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40 neguillas: manchas negras de la dentadura de las caballerías que permi¬ ten determinar su edad.

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CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN

Mis mejillas desmayadas, nunca se ve su candor, y esto ha sido porque están tan espantadas las tales, que hasta el color han perdido. De mi nariz he pensado que algún azar ha tenido, o son antojos; pero a ello me persuado porque siempre la he traído entre los ojos. Viéndola siempre a caballo, mi malicia me previene que lo doma, y en buena sazón lo hallo, pues aunque lengua no tiene se va a Roma. No hallaré falta a mi boca aunque modesto el desdén me lo mande, porque el creerlo me toca, y dicen cuantos la ven cosa es grande. Pero aunque es tan acabada, confieso que le hace agravio un azar, pues a el que mejor le agrada dije que tiene en el labio un lunar. Mi garganta es pasadera, y aunque no es larga, no estoy disgustada, pues en viéndome cualquiera

ANTOLOGÍA

ha de confesar que soy descollada. Tiene el que llega a mi mano, aunque ella misma lo niega, gran ventura, pues llegue tarde o temprano a sus dedos, siempre llega a coyuntura. Con todo, tan poco valen aunque alegan con querellas no ser mancas, que cuando mejores salen nunca hallo quien sobre ellas dé dos blancas. Porque nada desperdicia dicen que es corto mi talle, y he observado que no es talle de codicia, pues nadie puede negalle que es delgado. Que el mundo le viene estrecho su vanidad ha llegado a presumir, y viendo su mal deshecho más de cuatro le han cortado de vestir. Pues no merece mi brío quedarse para después, ni el donaire, no encaresco por ser mío; sólo digo que no es cosa de aire. A ser célebres sospecho que caminan mis pinceles 243

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CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN

cuando copio, pues el retrato que he hecho sé que no lo hiciera Apeles tan al propio. Sin haberte obedecido, el trabajo a mi despecho ha sido vano, pues tú cabal lo has pedido, y todo el retrato he hecho de mi mano. Y que tiene, es infalible, ^ algún misterio escondido, y yo peno por saber cómo es posible que estando tan parecido, no esté bueno. Tal cual allá va esa copia, y si me deseas ver, yo bien creo según ha salido propia que te ha de hacer perder el deseo. Y si aqueste efecto hace, temo que pareceré confiada, que aunque no me satisface mi trabajo, quedaré muy pagada. (*)

113 Apeles: Pintor griego, retratista de Filipo y Alejandro. (*) Mss. 3884, f. 231, de la BNM.

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Sor Isabel de Jesús

(1611-1681)

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onja ilusa nacida en Toledo en 1611. Sus numerosas visiones, así como sus recuerdos juveniles, los relata ella misma en el Tesoro del Carmelo. Ingresó en el con¬ vento de la Tercera Orden del Carmen. Se atribuyó poesías ajenas.

SOR ISABEL DE JESÚS

DEL ALMA ENAMORADA A SU ESPOSO

Hermosos ojos serenos, laberintos del amor en cuyas luces dichosa se pierde el que los miró. En la guerra de la ausencia prisionera vuestra soy, adonde vivo contenta, dichosa con mi dolor. Vuestra divina hermosura es la causa de mi amor, que amar lo perfecto es dicha y amar lo imperfecto no.

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ANTOLOGÍA

[LETRA DEL ALMA A SU DIOS] PORQUE SE RETIRA DE ELLA

Entre los cándidos velos de aquel incendio de nieve donde amor disfraza al alma entre lo blanco lo ardiente, un amante se me esconde, y por ciertos accidentes yo sé que se ha escondido por más de lo que parece. Por mí dice que se esconde, y amor por satisfacerle ardientes suspiros lanza y tiernas lágrimas vierte. Con lágrimas y suspiros saber el alma pretende de estos retiros la causa si la causa lo consiente. Mi amor ha dado en buscarle, él ha dado en esconderse; yo le busco porque quiero y él se esconde porque quiere. Escóndase o no se esconda

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SOR ISABEL DE JESÚS

yo tengo de amarle siempre y con el alma y la vida buscarle para tenerle. De no ofenderle en mi vida yo propongo firmemente, que buscarle así es hallarle, no buscarle así es perderle. (*)

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(*) Tesoro del Carmelo, Madrid, Julián de Paredes, 1685, pp. 631 y 632-33, respectivamente.

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Mariana de Carvajal y Saavedra

tienen escasas noticias biográficas de esta novelista, LJ última representante, según Pfandl, de la novela ro¬ mántica del siglo XVII. De la portada de sus novelas se deduce que era natural de Granada, aunque al parecer na¬ ció en Jaén a principios del siglo XVII. Siendo niña se tras¬ ladó a aquella ciudad donde contrajo matrimonio con Bal¬ tasar Velázquez en 1636 y, posteriormente, al ser éste nombrado del Consejo de Hacienda, fijó su residencia en la corte. Sus novelas se publicaron en Madrid en 1663 con el título de Navidades de Madrid y noches entretenidas. Desconocemos la fecha de su muerte.

MARIANA DE CARVAJAL Y SAAVEDRA

AL INVIERNO

En la parte del año más helada, cuando la sombra en el Imperio excede al claro sol, y en nieblas sepultada, la menos luz al aire se concede, hace tan corta el día su jornada y tan presto la noche le sucede, que, en la estación ya lóbrega y sombría, primero acaba que comienza el día. El pastor, temeroso y encogido, a estrecho albergue sus ovejas llama, porque no las sepulte en el ejido de helada nieve la reciente eama; y el aire a voces, eon igual ruido, gime en las selvas y en los montes brama; y con ellos, cuando enero empieza, cristal los pies, y plata la cabeza. Las aves no despiertan el aurora, como acostumbran dulces y süaves, que en tiempos tales, cuando el campo llora, comer, y no cantar quieren las aves; y cuando la inclemencia vencedora retira al puerto las soberbias naves, resisten en árboles más altos, del viento en paja, y pluma los asaltos. 250

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ANTOLOGÍA

Cuanto se mira son montes de nieve que los traslada el viento por instantes; como otras veces con violencia mueve de Lybia las arenas inconstantes: ya el pasajero a caminar se atreve, ya parecen los árboles gigantes; no ve la industria de librarse modo, si es todo nieves y peligros todo. En techos de cristal viven los ríos, quejosos, aunque callan, del invierno, moviendo por los cóncavos sombríos, el lento paso de su curso eterno. La furia temen de los meses fríos, mas con industria, y natural gobierno, ahora callan, para dar con ella al tribunal de mayo su querella. Los tristes campos, que vistieron flores, y escarcha y nieve temerosos visten, si de julio sufrieron los ardores, al frío enero en vano se resisten. Si el aire, el sol, los hielos y calores, en deslucirlos sin piedad insisten, padezca alegre, quien lograr espera venganzas de la fértil primavera. El sol se templa, ablándanse los hielos, las flores vuelve el mismo que las lleva, risueños muestran su piedad los cielos, nace en octubre una esperanza nueva; desátanse los muchos arroyuelos, todo lo muda el tiempo, y lo renueva; y para sí, con su poder alcanza, que siendo el mismo, es otra la mudanza. (*)

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(*) De Amar sin saber a quién, novela octava de Navidades de Madrid y noches entretenidas, Madrid, Domingo García Morras, 1663, pp. 170-72.

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Ana Abarca de Bolea (¿1623/1624?-fines XVII)

A Jacio en Casbas, en el seno de una noble familia, en 1623 ó 1624. A los 3 años ingresó en el monasterio de su lugar, donde profesó como religiosa bernarda y del que fue abadesa entre 1672 y 1676. Desde su retiro mantuvo relación amistosa y literaria con personas de su rango como don Andrés de Ustarroz —comentarista de la obra de Góngora—, con el que intercambió una interesante co¬ rrespondencia literaria, o Vicencio Lastanosa. Su novela religioso-pastoril Vigilia y Octavario de San Juan Bautista es su obra más conocida. En ella se intercalan composicio¬ nes poéticas, un apólogo de La ventura en la desdicha y la novela Fin bueno en el mal principio. Otras obras suyas son Vida de la gloriosa Santa Susana, Vidas de algunas Santas del Orden del Císter, Historia del aparecimiento y milagros de Nuestra Señora de Gloria y algunas composi¬ ciones sueltas.

1V

ANA ABARCA DE BOLEA

LIRAS A UNAS VIRUELAS

Su nombre perdió el mal, Clorinda hermosa, pues se muestra con vos tan cortesano que a vuestra blanca mano no se atreve a llegar, y es justa cosa que, de su mano aleve, la vuestra no se manche, que es de nieve. Mostróse a los principios atrevido, probó a rendiros con mostrarse fuerte, amenazó con muerte, mas quedó, conociéndoos, tan rendido, que en ver vuestra belleza huye, teme, y olvida su fiereza. Vuestros dos, descansando, hermosos soles, sin duda de matar cuantos miraron, el calor retiraron; y sus bellos y alegres arreboles, en flechas convertidos, hieren su mismo dueño inadvertidos. Del humor que se exhala de la tierra se hace la nube condensada y, luego, con arrogancia, el fuego 254

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ANTOLOGÍA

al contrario elemento le hace guerra y en vez de darle abrazos, con rayos a la nube hace pedazos. Esas que en vos, Clarinda, eran centellas, si olvido por pasados sus rigores, ocultos resplandores entre celajes muestran ya de estrellas, y aunque lo oculta el velo, en vuestro cuerpo están como en su cielo. A vuestro cuerpo de marfil nevado de lisonja le sirve y hermosea, si bien a otros afea, pues es marfil de mármol taraceado que el rosicler vistoso de las viruelas le hace más hermoso. No se atrevieron aunque tan osadas a vuestro rostro por no darle enojos, que de esos bellos ojos temieron con rigor ser castigadas, y porque a esa hermosura pretendella afear, fuera locura.

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Clarinda: Sic en Octavario rosicler: color rosado suave de la aurora.

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ANA ABARCA DE BOLEA

ROMANCE A UNA FUENTE

Fuente que en círculo breve presumes de gran raudal, si tus principios observas no te precipitarás. Considera que mendiga en diverso mineral, con anhelos de grandiosa te nos quieres ostentar. Rica de bienes ajenos todos nos dicen que estás, que usurpas, cual poderoso, a los pobres el caudal. De ambiciosa te calumnian, mas tú te puedes quejar, pues ves, no te agradecemos el gran susto que nos das. Recién nacida se ofrece a clausura tu humildad, no son acciones de niña, aunque sean en agraz. 20

en agraz: precozmente.

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ANTOLOGÍA

Parecímonos las dos, mas en proseguir está la fineza, fuente amiga, no des pasos hada atrás. Dicen que envidias te quieren de esta huerta desterrar, que hasta en raudales ofende lo claro de la verdad. Que eres en todo sabrosa no hay quien lo pueda dudar, que fuente en huerta de monjas quién duda que tendrá sal. Aunque estás puesta en la pila no te quieren bautizar con nombre, mas, desde hoy eres fuente del peral. Uno guarda tus espaldas, pero aunque te haga amistad, es imposible que tú le dejes de mormurar. Mas de cosario a cosario muy poco perdido habrá, que te la juran sus hojas con desquite general. En mí has visto, claramente, que te trato la verdad, siendo más clara que tú, que no es poco ponderar. Quédate, adiós que ya es tiempo de comer y de almorzar, donde probaré tus aguas brindando a todo zagal. 41

cosario: murmurador, chismoso.

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ANA ABARCA DE BOLEA

DÉCIMA A UN JAZMÍN

Estrella entre verdes hojas naciste radiante y bella, errante en tu misma estrella pues te ocasiona congojas. De los alientos que arrojas por ese candor nevado, a presumir he llegado que hurtó tu mano sutil si la blancura al marfil, la fragancia a todo el prado. (*)

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(*) De Vigilia y Octavario de San Juan Bautista... Doña Ana Francisca Abarca de Bolea Mur y Castro, Zaragoza, Pascual Bueno, 1679, pp. 103-105, 75-76 y 123, respectivamente.

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ANTOLOGÍA

SONETO A LA MUERTE DEL PRÍNCIPE DON BALTASAR

Lapidario sagaz, duro diamante labra, resiste firme al golpe fiero, tíñelo en sangre y pierde aquel primero rigor a la labor menos constante. Contra Carlos el mal no era bastante, que queda al golpe cual diamante entero, tíñelo en sangre amor, y el mal severo, sujeta con amor a un hijo amante. El mal lo agrava y el amor lo aflige, aquél pide remedio, éste no tiene, y quien conoce aquél a éste no alcanza.

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No rige el mal, que amor de madre rige, y Carlos por amor a perder viene la vida en flor, y España la esperanza. (*)

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Del citado Obelisco histórico, i honorario que la Imperial ciudad de Zaragoza erigió a la inmortal memoria del Sereníssimo Señor Don Balthasar... p. 53.

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Antonia Jacinta de Barreda

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as dos únicas composiciones conocidas de esta autora, unas décimas a Juan Pérez de Montalbán y este sone¬ to a su padre, don Alonso, con motivo de la muerte del poeta, fueron recogidas y publicadas por Pedro Grande de Tena en 1639.

ANTONIA JACINTA DE BARREDA

A ALONSO PÉREZ DE MONTALBÁN, EN LA MUERTE DEL DOCTOR JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN, SU HIJO

No cubra el rostro, venerable anciano, el diluvio de lágrimas que viertes, que serán con tu lástima dos muertes que enternezcan el pecho más tirano. Ya no te obliga sentimiento humano si a tanto extremo prodigioso adviertes, porque llorando el mundo de mil suertes tu llanto suple el cielo soberano. Mas ¡ay! que no es consuelo suficiente al dolor que te oprime, tan proUjo, aunque a la piedad mía más le cuadre.

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Porque, aunque llore el mundo amargamente, no hay quien a un padre llore como un hijo ni quien a un hijo llore como un padre. (*)

(*) Pedro Grande de Tena, Lágrimas panegíricas a la temprana muerte del gran poeta, y teólogo insigne Doctor Juan Pérez de Montalbán... Madrid, Impr. del Reino, 1639, p. 75.

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Isabel Correa

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oetisa judía nacida, probablemente, en Lisboa. Fue muy elogiada en su época por su gran erudición, sus conocimientos de filosofía, arte y literatura, y el dominio del latín, italiano, inglés, francés, alemán y griego. Tradu¬ jo magistralmente el drama pastoral de Guarino El pastor Pido publicado en 1694 en Amsterdam, donde transcurrió la mayor parte de su vida. Perteneció a la academia poética de Manuel Belmonte. Al Coro de las Musas (1672) de Mi¬ guel de Barros, dedica la composición que aquí incluimos.

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ISABEL CORREA

No sólo un vital aliento te exalta, sublima y dora; divino influjo mejora tu cándido entendimiento. Con el alto lucimiento de tu ingenio superior, das al Pindó más verdor, cualquiera musa es más bella, cada renglón una estrella, y cada letra, una flor. Sale, con gracias difusas, de tu método profundo, al gran teatro del mundo todo el Coro de las Musas. Por las líneas que andar usas, igualándose a ti sólo, vuelas al ursario polo desde el hispánico nido, entre las Gracias, Cupido, y entre las Musas, Apolo.(*)

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7 Pindó: Montaña de Grecia consagrada, en la Antigüedad, a Apolo, las musas y la poesía. 17 ursario polo: polo norte, señalado por la Osa Menor. (*) De Miguel Barros, Coro de las Musas, Bruselas, Baltasar Vivien, 1672, [p. 7).

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Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)

^or Juana Inés de la Cruz, en el siglo Juana de Asbaje y k3 Ramírez de Cantillana, nació en San Miguel de Nepanthla, localidad cercana a Méjico, en 1651. A los doce años ya componía versos y a los quince gozaba de gran prestigio por su cultura. Desde temprana edad vivió en el palacio del marqués de Mancera, Virrey de Méjico, y, pos¬ teriormente, se retiró al claustro como monja jerónima por causas que nos son desconocidas. Su primer libro dentro de este género. Inundación Castálida (1689), presenta en el título el mismo barroquismo que anima las décimas, sone¬ tos, silvas, etc. que en él se incluyen. Aunque también des¬ tacó por su obra en prosa —Carta atenagórica y la Res¬ puesta a sor Pilotea de la Cruz—, su obra poética la sitúa por la belleza, musicalidad y delicadeza de sus versos como la “Primera poetisa de Méjico” y una de las mejores en lengua castellana de todos los tiempos.

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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

PROCURA DESMENTIR LOS ELOGIOS OUE A UN RETRATO DE LA POETISA INSCRIBIÓ LA VERDAD, OUE LLAMA PASIÓN

Éste que ves, engaño que del arte ostentando con falsos silogismos de es cauteloso engaño del

colorido, los primores, colores sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores, y venciendo del tiempo los rigores triunfar de la vejez y del olvido, es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada, es un resguardo inútil para el hado,

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es una necia diligencia errada, es un afán caduco y, bien mirado, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

14 Recuérdese el último verso del soneto de Góngora “Mientras por com¬ petir con tu cabello”: “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada...”

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ANTOLOGÍA

EN QUE DA MORAL CENSURA A UNA ROSA, Y EN ELLA A SUS SEMEJANTES

Rosa divina que en gentil cultura eres, con tu fragante sutileza, magisterio purpúreo en la belleza, enseñanza nevada a la hermosura. Amago de la humana arquitectura, ejemplo de la vana gentileza, en cuyo ser unió naturaleza la cuna alegre y triste sepultura. ¡Cuán altiva en tu pompa, presumida, soberbia, el riesgo de morir desdeñas, y luego desmayada y encogida de tu caduco ser das mustias señas, con que con docta muerte y necia vida, viviendo engañas y muriendo enseñas!

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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

EN QUE SATISFACE UN RECELO CON LA RETÓRICA DEL LLANTO

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y tus acciones vía que con palabras no te persuadía, que el corazón me vieses deseaba; y Amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía, pues entre el llanto, que el dolor vertía, el corazón deshecho destilaba. Baste ya de rigores, mi bien, baste; no te atormenten más celos tiranos, ni el vil recelo tu quietud contraste con sombras necias, con indicios vanos, pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos.

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vía: veía.

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ANTOLOGÍA

OUE CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE

Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo. Si al imán de tus gracias, atractivo, sirve mi pecho de obediente acero, ¿para qué me enamoras lisonjero si has de burlarme luego fugitivo? Mas blasonar no puedes, satisfecho, de que triunfa de mí tu tiranía que aunque dejas burlado el lazo estrecho que tu forma fantástica ceñía, poco importa burlar brazos y pecho si te labra prisión mi fantasía.

lazo estrecho: brazos y pecho.

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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

PROSIGUE EL MISMO ASUNTO, (*) Y DETERMINA QUE PREVALEZCA LA RAZÓN CONTRA EL GUSTO

Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue, dejo ingrata; constante adoro a quien mi amor maltrata; maltrato a quien mi amor busca constante. Al que trato de amor, hallo diamante, y soy diamante al que de amor me trata; triunfante quiero ver al que me mata, y mato al que me quiere ver triunfante. Si a éste pago, padece mi deseo; si ruego a aquél, mi pundonor enojo: de entrambos modos infeliz me veo.

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Pero yo por mejor partido escojo, de quien no quiero, ser violento empleo, que de quien no me quiere, vil despojo.

(*) Trata el mismo asunto que el soneto donde “Resuelve la cuestión de cuál sea pesar más molesto en encontradas correspondencias, amar o abo¬ rrecer” (166 según el orden de Méndez Planearte). Desarrolla el tema de las “encontradas correspondencias”. 5-6 diamante: durísimo. 9 reconvengo: convenzo.

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ANTOLOGÍA

LIRAS QUE EXPRESAN SENTIMIENTOS DE AUSENTE

Amado dueño mío, escucha un rato mis cansadas quejas, pues del viento las fío, que breve las conduzca a tus orejas, si no se desvanece el triste acento como mis esperanzas en el viento. Óyeme con los ojos, ya que están distantes los oídos, y de ausentes enojos en ecos, de mi pluma mis gemidos; y ya que a ti no llega mi voz ruda, óyeme sordo, pues me quejo muda. Si del campo te agradas, goza de sus frescuras venturosas, sin que aquestas cansadas lágrimas te detengan, enfadosas; que en él verás, si atento te entretienes, ejemplos de mis males y mis bienes. Si al arroyo parlero ves, galán de las flores en el prado, que, amante y lisonjero.

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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

a cuantas mira intima su cuidado, en su corriente mi dolor te avisa que a costa de mi llanto tiene risa. Si ves que triste llora su esperanza marchita, en ramo verde, tórtola gemidora, en él y en ella mi dolor te acuerde, que imitan, con verdor y con lamento, él mi esperanza y ella mi tormento. Si la flor delicada, si la peña, que altiva no consiste del tiempo ser hollada, ambas me imitan, aunque variamente, ya con fragilidad, ya con dureza, mi dicha aquélla y ésta mi firmeza. Si ves el ciervo herido que baja por el monte, acelerado, buscando, dolorido alivio al mal en un arroyo helado, y sediento al cristal se precipita, no en el alivio, en el dolor me imita. Si la liebre encogida huye medrosa de los galgos fieros, y por salvar la vida no deja estampa de los pies ligeros, tal mi esperanza, en dudas y recelos, se ve acosada de villanos celos. Si ves el cielo claro, tal es la sencillez del alma mía; y si, de luz avaro, de tinieblas se emboza el claro día.

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Elipsis de la estrofa anterior; “si

ves

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la flor delicada / si

ves

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la peña.

ANTOLOGÍA

es con su obscuridad y su inclemencia, imagen de mi vida en esta ausencia. Así que, Fabio amado, saber puedes mis males sin costarte la noticia cuidado, pues puedes de los campos informarte; y pues yo a todo mi dolor ajusto, saber mi pena sin dejar tu gusto. Mas ¿cuándo, ¡ay gloria mía!, mereceré gozar tu luz serena? ¿Cuándo llegará el día que pongas dulce fin a tanta pena? ¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto, y de los míos quitarás el llanto? ¿Cuándo tu voz sonora herirá mis oídos, delicada, y el alma que te adora, de inundación de gozos anegada, a recibirte con amante prisa saldrá a los ojos desatada en risa? ¿Cuándo tu luz hermosa revestirá de gloria mis sentidos? ¿Y cuándo yo, dichosa, mis suspiros daré por bien perdidos, teniendo en poco el precio de mi llanto, que tanto ha de penar quien goza tanto? ¿Cuándo de tu apacible rostro alegre veré el semblante afable, y aquel bien indecible a toda humana pluma inexplicable, que mal se ceñirá a lo definido lo que no cabe en todo lo sentido? Ven, pues, mi prenda amada: que ya fallece mi cansada vida 273

tíJ 55

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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ de esta ausencia pesada; ven, pues: que mientras tarda tu venida, aunque me cueste su verdor enojos, regaré mi esperanza con mis ojos.

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ANTOLOGÍA

ARGUYE DE INCONSECUENTES EL GUSTO Y LA CENSURA DE LOS HOMBRES QUE EN LAS MUJERES ACUSAN LO QUE CAUSAN

Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia y luego,con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco y luego le tiene miedo.

7 por qué: cómo. 13 Parecer: Parecerse.

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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo, y siente que no esté claro? Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien. Qpinión ninguna gana, pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por crüel y a otra por fácil culpáis. ¿Pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata, ofende, y la que es fácil, enfada? Más, entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere.

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19 Thais: Célebre cortesana griega de gran belleza, amiga de Alejandro Magno, Menandro y Ptolomeo. 20 Lucrecia. Esposa de Colatino (510 a. C.) que simboliza la fidelidad conyugal. Deshonrada por Sexto, hijo de Tarquino el Soberbio, en el que había despertado una gran pasión, se suicidó en presencia de su padre y de su esposo. Su muerte originó la sublevación del pueblo contra los Tarquinos y el establecimiento de la República de Roma.

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Sor Juana Inés de la Cruz. Museo de América, Madrid.

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena. Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas. ¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada, la que cae de rogada, o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga, la que peca por la paga, o el que paga por pecar? Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis. Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo. (*)

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(*) De la ed. de A. Méndez Planearte, Obras Completas, T. I, México, Fondo de Cultura Económica, 1957, pp. 277, 278, 286, 286-87, 289, 313-15 y 228-29, respectivamente.

Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa (1653-1736)

G

regaria Francisca de la Parra Queinoge nació en Sevi¬ lla en 1653. Entró en religión a los 15 años en el con¬ vento de las Madres Carmelitas Descalzas, fundado por Santa Teresa de Jesús, donde fue Priora y maestra de novi¬ cias. En 1706 fundó un monasterio de su orden en la Puen¬ te de Don Gonzalo. Torres Villarroel publicó su biografía en 1738 donde se encuentran intercaladas sus poesías.

SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA

EL PAJARILLO

Celos me da un pajarillo, que remontándose al cielo, tanto en sí mismo se excede, que deja burlado el viento. Enamorado del sol, sus plumas bate ligero, y escalando el aire bajo, toca la región del fuego. ¡Oh, quién imitar pudiera, juguete hermoso del viento, de tu natural impulso el acelerado vuelo! Mi amor ansioso te sigue con impacientes afectos, que es dura prisión del alma la cárcel triste del cuerpo.

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ANTOLOGÍA

Del Sol más supremo soy mariposa, en cuyo incendio deseo abrasarme cuando sus luces, amante, bebo.

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Avecilla soy en jaula, que al ver del sol los reflejos, son sus gorjeos endechas, son sus trinados lamentos. Envidio tu libertad, y abrasándome tus celos, quisiera ser salamandra, para vivir en su fuego. Los rayos del Sol Divino hieren en mi amante pecho, siendo halago en la prisión lo que en la prisión tormento. Vuelas feliz, parajillo, cuando yo presa me quedo; y viendo que al cielo subes, me llevas el alma al cielo. Por amante, y por cautiva, dos veces presa, padezco. ¡Oh, quién quebrantar pudiera de las cadenas el hierro! ¡Quién de aqueste lazo débil deshiciera el nudo estrecho, y con más ardiente impulso te excediera en el empeño! 281

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SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA

Ese luminar celeste, es de tu amor el objeto, que simplemente te eleva, negado el conocimiento. Mas yo, que conozco y amo sol de mayor hemisferio, formo de mis ansias plumas, y de mis suspiros, vuelos. En lo inmenso de sus luces, cuanto más miro, me anego, que en golfos de claridad se absorbe el entendimiento. Sus lucientes resplandores me excitan rápido vuelo; y detiéneme la liga del vital unido aliento.

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¡Oh tú, que con blandas plumas, giras el vago elemento! Sube más alto, si puedes, y serás mi mensajero. Darás de mis tristes penas un amoroso recuerdo a la luz inaccesible de Sol de Justicia Eterno. Dile que sus resplandores me tienen de amor muriendo, porque a la luz de mi fe descubro sus rayos bellos. 282

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ANTOLOGÍA

Que en ellos me engolfo tanto cuanto en ellos más me ciego; que es gloria quedar vencida del imposible a que anhelo. Dile que de mí se duela, que rompa el vital aliento, que desate las prisiones de tan dilatado tiempo.

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Que el mirarle por resquicios es del amor más tormento, pues al herirme sus rayos, más me abraso, y más me quemo. Que del todo los descubra, corriendo el cándido velo, para que le goce el alma del todo, y al descubierto. Pajarillo, si de amor has gustado los efectos, lastímate de mis ansias, duélete de mis tormentos. Mi libertad solicita con mi dulce Amante Dueño; y de tus alas me presta plumas, que vuelen al centro. Salga de esta dura cárcel, de este largo cautiverio, donde triste gimo, y lloro mi prolongado destierro.

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SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA

Donde, advirtiendo tu dicha, tan infeliz me contemplo cuanto es mi amor impaciente, y más divino mi objeto.(*)

(*) De Poesías de la Venerable Madre Gregoria Francisca de Santa Teresa, Carmelita Descalza en el Convento de Sevilla, en el siglo Doña Gregoria Francisca de la Parra Queinogue, París, Librería de Garnier Hermanos, 1865, pp. 21-27.

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índice de ilustraciones

Portada facsímil de las obras de Santa Teresa (Amberes, 1630)

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Retrato de Luisa Sigea.

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Portada facsímil de Elogios de Mujeres insignes (1627) . Autógrafo de doña Leonor de la Cueva .

145 195

Sor Juana Inés de la Cruz

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“Es preciso iluminar una zona todavía oscura de un período en el que el desarrollo literario llegó a su cénit; bajar el puente levadizo que nos permita cruzar, por encima del olvido hasta la Edad de Oro e iniciar una bellísima aventura, la de restituir a nuestras literatas, honestamente, la individualidad c|tie humana y artísticamente les corresponda.” | De la Introducción de Ana Navarro

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Ana Navarro, Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Es Profesora Agregada de Lengua y Literatura en el I.B. Maragall de Barcelona. Ha publicado ediciones de obras clásicas antiguas y modernas y es habitual colaboradora en revistas especializadas. SBN 84-7039-55A-3 /

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