Virginia Hale - Echo Point

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Sinopsis Bron nunca tuvo la intención de volver a Australia. Atormentada por la culpa sobre la muerte de Libby, ha pasado tres meses tratando de manejar su dolor mientras se ocupa de la pequeña hija de Libby, Annie. La mejor amiga de su hermana, Ally, nunca tuvo la oportunidad de despedirse de su querida amiga. Cuando por fin regresa a casa, Ally encuentra a la familia de Libby dándole una acogedora bienvenida... todo el mundo, excepto, Bron. Por su parte, Bron no puede entender por qué su familia está tan encantada con Ally, incluso ofreciéndole un trabajo y un lugar para vivir, pero de mala gana admira la forma en que Ally y Annie se llevan bien juntas. Mientras Bron piensa en la idea de trasladar a Annie a Boston, lejos del único hogar que la niña ha conocido, los incendios forestales arrasan con furia las montañas cercanas, y Bron empieza a notar que está subestimando a la amiga de su hermana. Pronto el pasado de Ally y el futuro de Bron colisionaran con una fuerza que ninguna de ellas esperaba.

Capítulo Uno Bronwyn Lee es una mujer con una misión. Apretó la mejilla contra el frio suelo de madera y escudriñó el oscuro lugar debajo de la cómoda de su hermana, rogando a Dios tener un poco de luz. La aplicación de la linterna del iPhone me habría venido muy bien en este instante, pensó Bron, antes de recordar que su sobrina de seis años, Annie, dejó caer a propósito su teléfono la noche anterior. El millón de fragmentos de la pantalla del teléfono en el suelo de la cocina no valían ni una sola de las lágrimas culpables de Annie. En cualquier caso, Annie había derramado suficientes como para mantener a flote un buque de guerra. Bron resopló y se acercó más. Probablemente había una linterna en el cobertizo exterior, pero pedirle la llave a su madrastra Jackie daría lugar a insistentes preguntas como: ¿Por qué necesitas una linterna? o ¿Qué es lo que estás buscando? Y no tenía el valor para decirle a su santa madrastra que había perdido el anillo de Libby. Tal vez “perdido” era una palabra fuerte. Pero no podía estar completamente segura, quizá había visto el anillo en la caja de joyas de Libby, tres meses antes de la primera vez que vino a casa para el funeral de su hermana. Había tropezado con el anillo y lo puso a un lado egoístamente para guardarlo, a sabiendas que a su hermana le hubiera gustado ser enterrada con él en su dedo. ¿Había imaginado que había visto el anillo? ¿Lo imaginó por la culpa? ¿Lo había soñado en una de esas noches solitarias, y tristes después del accidente? El borde de las gafas de lectura golpeó el suelo frío. Frustrada, deslizó los marcos de color negro hasta la coronilla de su cabeza. Era de Ripley ¡Aunque usted no lo crea! No podía ver nada más al á de las horquillas llenas de polvo, las cintas para el pelo, y los bálsamos labiales medio utilizados y sin tapa que estaba segura que Libby había acumulado sin saberlo, desde sus años de adolescencia. El reloj del abuelo sonó media hora después. Bron se levantó y echó sus gafas en la cama recién hecha de Libby. Pasó una mano temblorosa por la cara. Todos volverían pronto con Ally y Bron ya no tendría la oportunidad de hurgar en el dormitorio de su hermana en busca del anillo. Sopló hacia atrás unos mechones rubios que se habían soltado de su cola de caballo, su mirada se posó en una de las fotografías en el tocador. El marco barato mostraba una imagen de Libby, de no más de catorce años, y Ally, con el brazo alrededor de su hermana. Bron frotó con su pulgar hacia atrás y hacia adelante sobre la manchada parte inferior del marco, tratando de pulir las primeras letras grabadas: Dos guisantes en una vaina. Se quedó mirando la sonrisa adolescente de su hermana y se imaginó lo que pensaría de su búsqueda para encontrar el anillo. ¿Cómo te atreves a desconfiar de mi mejor amiga?, Libby le recriminaría. Pero Bron nunca había confiado en Ally, y Ally nunca le había dado razón para hacerlo. Bron no se sentía avergonzada por juzgar a la mujer más joven. La triste verdad era que Bron no dudaba ni por un segundo que Al y empeñaría el anillo de Libby en cuanto pusiera los ojos en él. Ally era imprudente, salvaje, descuidada e incontrolable. Su historial reciente lo decía todo. O, mejor dicho, su acuerdo de libertad condicional. Sólo la idea que ese precioso anillo, aunque bastante barato, esté en la vitrina de una casa de empeños en el centro de Katoomba, hizo a Bron sentir mucha rabia. Recordaba claramente el día que le había dado a Libby el anillo en su vigésimo primer cumpleaños. Un día, podría dárselo a Annie cuando cumpliera veintiún años, suponiendo que pueda encontrar el maldito anillo de platino en primer lugar.

Ya había revisado los cajones, debajo del colchón, y los bolsillos de la ropa de Libby, que Bron había cambiado a su propio armario esa mañana para darle a Ally su propio espacio, aunque la habitación olía, y se sentía como Libby. Seguramente Al y lo sentiría también. Casualmente había preguntado a Jackie sobre el anillo la noche anterior. ―Mamá, ¿Sabes algo sobre ese anillo que le obsequié a Libby? ¿Lo usaba mucho? ―Bron hizo una pausa―. No lo llevaba puesto el día del accidente. En su trayecto a la cama, Jackie apoyó su delgado y cansado cuerpo contra el marco de la puerta de la habitación de Libby, mirando como Bron vaciaba el cajón superior de la mesilla de noche de su hermana. Con un bostezo, Jackie dijo que a menudo, por las tardes, veía el anillo sobre el fregadero, cada mañana llamaba su atención cuando el sol entraba por la ventana de la cocina, y el pequeño diamante brillaba junto a los platos del desayuno que Libby había lavado antes de salir a trabajar. ―Cuando no estaba en el dedo de tu hermana, lo podías encontrar por aquí en algún lugar, generalmente cerca del desagüe. ―Jackie se quejó con una sonrisa y señaló con la cabeza la caja de joyas―. ¿Lo buscaste allí? Bron se mordió el lado de su mejilla con tanta fuerza que casi sangró. ―Sí. ―No era una mentira. Lo había visto. Posiblemente. Hace tres meses. Y eso fue todo. Suponiendo que el anillo estaba a salvo en su caja de joyas, Jackie le deseó a Bron una buena noche y se retiró a su habitación al final del pasillo. Bron se quedó allí, maldiciéndose por no haberlo colocado en un lugar seguro la primera vez que lo vio. Bueno, la primera vez que pudo haberlo visto. Sin la ayuda de Jackie, no tenía opciones. No esperaba que Daniel, su hermanastro de veintitrés años, recordara un detalle tan pequeño como el anillo en el dedo de su hermana. Quería preguntarle a Annie. Por supuesto, estaría en problemas si lo hubiera tomado, pero Bron sabía que era poco probable. No había visto a la niña acercarse a la habitación de Libby en meses. Bron miró a su alrededor desesperada. Si no pudo encontrarlo volviendo la habitación de Libby al revés, había pocas posibilidades que Ally lo hiciera. Mejor dejarlo así, decidió, que no preocuparía a su madre o su hermano por algo tan materialista. Esa era la inquietud que pesaba en su mente cada vez que pensaba en el anillo, que fuera insignificante para su familia. Acababa de perder a su hermosa hermana pequeña en un accidente de coche, ¿Y estaba preocupada por un viejo anillo con un diamante apenas más grande que un grano de arena? Tal vez esta era la manera del universo de obligarla a reajustar sus prioridades. Tal vez la perspectiva, no los diamantes, eran el mejor amigo de una chica. Los vio antes de oírlos. A través de las delgadas cortinas de la ventana de la habitación de Libby, mientras observaba al Toyota rojo, tan viejo que había servido como su primer coche, parado en la puerta. Al final del camino de entrada, más al á de los árboles de goma azul, pudo distinguir la alta figura de su hermano abriendo la puerta principal, espantando a Tammy que ladraba desde el camino de grava. El familiar, y pesado golpe de la puerta del conductor llegó a los oídos de Bron a través de la ventana abierta.

Se dirigieron hacia la casa, mientras que la Golden Retriever los seguía detrás. Bron observó a Jackie girarse en el asiento delantero y tirar la cabeza hacia atrás por la risa, probablemente por algo que Annie había pedido con esa manera dolorosamente seria que los niños pequeños usan para salirse con la suya. O, posiblemente, Jackie se estaba riendo con Ally. Jackie siempre fue dulce e indulgente con Ally, la había querido tanto como a sus propios hijos e hijastras. Nunca hizo que Bron o Libby se sintieran menos que su hijo. Daniel, era producto del segundo matrimonio del padre de Bron con Jackie, apenas caminaba cuando Libby comenzó el quinto grado. En ese momento, Bron, dos años después de graduarse en la escuela secundaria, había pensado inicialmente que fue una bendición cuando Libby empezó a llevar a Ally Shepherd a cenar, dormir, o a nadar en el pantano infectado de serpientes, lo cual provocaba el terror de Jackie y la indiferencia de su padre. Bron en ese entonces no tenía muchas horas libres; un trabajo a tiempo parcial en la panadería, ayudando a Jackie con Daniel, y tratando de terminar la escuela con calificaciones lo suficientemente buenas como para llevarla a todos esos lugares a los que quería ir. Encontrar tiempo para entretener a su hermana de diez años, ya no era una prioridad. Pero Jackie adoraba a la nueva amiga de Libby, y eso había despertado los celos de Bron, a pesar de tener diecisiete años. Después de sólo unos meses de amistad entre Libby y Ally, esta última se presentó sin ser invitada en su puerta después de la cena, como si Jackie no tuviera suficiente con un niño, dos adolescentes y su impaciente, y terco padre, que había llamado a Al y una de “las niñas perdidas”, por la inclinación de Ally de fugarse constantemente de la casa juvenil. En retrospectiva, Bron pudo ver que había estado celosa de Ally. Después de perder a su madre de un ataque al corazón cuando Bron tenía catorce años y Libby apenas siete. Dios, sólo un año más que Annie. La necesidad de Bron por la atención de Jackie se había incrementado. Y luego, llega Al y simplemente preguntando a Jackie algo con amabilidad o pidiendo pasar la noche, a los diez años, esto logró tocar una fibra muy sensible en Bron a pesar de tener diecisiete años. El Toyota se detuvo en su lugar habitual junto a la calzada circular y frente a la casa colonial, estilo Queenlander, de dos pisos. Annie fue la primera en salir del coche, saltando los escalones en la entrada de la terraza y quedando fuera de la visión de Bron. Un segundo más tarde, la voz aguda de Annie se escuchó desde abajo. ― ¡Tía Bron, estamos en casa! —Bron saltó cuando la puerta golpeó de manera espectacular contra el voluminoso tabique de hierro―. ¡Ah, demonios! ―Oyó maldecir a la niña de seis años en voz baja. Todavía enfocada en el coche, Bron puso los ojos en blanco. Había reprendido a Annie por maldecir más veces de lo que Jackie le había reprochado por abrir la puerta con demasiada fuerza. Era como un ciclo interminable; La puerta golpeándose, la abuela gritando, Annie maldiciendo, y la tía Bron volviéndose loca. Cada vez que esto ocurría, crecía la preocupación en Bron sobre su nuevo papel como tutora de Annie. Se apartó de la ventana abierta y observó a su hermano, madre y Ally enfrascados en una conversación. Ally tenía la cabeza girada y era difícil verla con claridad desde la posición ventajosa que tenía Bron, especialmente porque la sombra del techo de la terraza se filtraba sobre el parabrisas. Bron se trasladó a la siguiente ventana, donde pudo ver claramente a Jackie, inclinándose hacia delante desde el asiento trasero. El a dijo algo, lo que llevó a Ally a asentir lentamente, y luego a Jackie tomar su hombro para tranquilizarla. Jackie a menudo había apretado el hombro de Bron de manera confortable en los últimos meses que, de pie en la ventana de la habitación de

Libby, Bron la sintió como una caricia fantasma. Las chanclas de goma de Annie se oyeron por las escaleras―. ¿Has oído eso? ―preguntó Annie desde la puerta. ― ¿He oído qué? ―Centrada en el coche, Bron alzó una ceja. —En el reflejo del espejo del tocador de Libby, vio a Annie morderse el labio en un intento de contener la risa. Con una última mirada hacia el coche, cruzó la habitación y deslizó sus dedos debajo de las axilas de Annie. Alzó su pequeña figura en la cadera. Mientas que Annie luchaba contra ella, riendo―. Si te escucho maldecir una vez más hoy, voy a vaciar el agua que queda en la piscina para niños en el huerto de lechugas de la abuela y no podrás nadar durante una semana. ― ¡Bien, bien! ¡Por favor, bájame! ―Annie gimió cuando Bron bajó por las escaleras, ignorando su petición―. ¡Tía Bron, por favor! ―rogó, presionando las palmas de sus manos en las mejillas de Bron, sus pómulos estaban más prominentes que hace meses atrás―. ¡Tú “esta” tan huesuda y muy caliente! ―Tú estás, no “tú esta” ―corrigió Bron. Suspiró profundamente, sabiendo que sus esfuerzos eran posiblemente en vano. Cuando regresó a Boston, sólo para finalizar algunos asuntos, Annie se quedó al cuidado de Daniel y Jackie, y bajo su influencia la pequeña niña empezó a hablar cada vez más el dialecto rural australiano. Una voz familiar y ronca fue llevada por la brisa sofocante que entraba por la puerta abierta. Una puerta del coche se cerró y luego otra. Bron podía distinguir débilmente la insistencia de Daniel para llevar los bolsos de Ally al interior y luego el chirrido al abrir el maletero del coche. Con la mano que no estaba sosteniendo a Annie, Bron sacó de entre sus pechos el delgado, y humedecido algodón e ignoró el rubor que se expandió sobre su piel. Ally entró primero por la puerta principal y se detuvo bruscamente cuando vio a Bron al pie de la escalera. Pareció luchar por un segundo, como si quisiera empezar con algo simple, como un saludo o un ¿Cómo estás? Por un instante, una fracción de segundo en realidad, Bron casi sintió lástima por ella, hasta que su expresión apenada cambió a esa familiar sonrisa de Al y, con una ceja levantada y un hoyuelo, malditamente presumido. Annie se retorció contra el costado de Bron. ―Ew, tienes sudor en el labio ―Se quejó. Una sonrisa de suficiencia apareció en el rostro de Al y. Bron, recordaba que sus facciones, que eran un tanto angulares, ahora estaban mucho más agudas. Los pómulos de Al y estaban más definidos que los de Bron, y la mandíbula más pronunciada. Bron esperaba verla... más fuerte. Al y estaba muy delgada, como si no hubiera comido bien en semanas. Pero había algo en esos ojos castaños tan extrañamente parecidos a la brillante mirada de Libby, que eliminaba cualquier atisbo de fragilidad en Ally. Si alguna vez, Bron, pensó que la presencia de esta chica era intensa, la mujer de pie frente a ella ahora era... otra cosa, era algo más, algo totalmente nuevo con lo que lidiar. A los treinta y tres años, Al y Shepherd era una adulta. Bron bajó a Annie de sus brazos, y se fijó en el tatuaje verde desteñido que decoraba el brazo derecho de Al y desde el hombro hasta el codo. Típico, Bron pensó para sí misma.

No había visto a Ally desde antes de irse a América. Entonces, Ally tenía apenas... veintidós años, ¿Tal vez? Sólo habían pasado tres meses, cuando Libby había llamado llorando, contándole a Bron sobre el asalto a una tienda de vídeos, y que, por supuesto, al igual que la vez anterior, Ally era inocente. Libby le recitó una serie de excusas a continuación: Ally estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, Ally acababa de perder a su padre, el negocio del motel de la familia de Ally iba a la baja, y la madre de Ally seguía negándose a siquiera considerar la idea de que fuera lesbiana. Pero esta vez Libby debió haber conocido la verdad. En su pequeño apartamento de Back Bay, en espera de la petición inevitable de Libby de transferir el dinero para la fianza de Ally, Bron sujetaba la línea fija con tanta fuerza en su oído que tenía la mano adolorida. Sin embargo, la solicitud no llegó. Al parecer, Bron no era la única hermana Lee a quien Ally había colmado su paciencia. Ahora, de pie en el pasillo, diez centímetros más alta que Bron, Ally era mayor y en gran medida una mujer adulta. Bron se preguntó si estaba agradecida por otra oportunidad, o si simplemente lo esperaba. Permanecieron en silencio, escuchando como las voces de Jackie y Dan se oían en la parte trasera de la casa, respondiendo con voces de niños pequeños a los ladridos de decepción de Tammy por la repentina desaparición de Ally en el interior. ― ¿Dónde se ha ido, Tam? ―Daniel preguntó al perro―. ¿Dónde está, Al? Bron miró a su sobrina. ―Ve a abrir la puerta de atrás para la abuela, por favor. Cuando Annie salió corriendo, la mirada de Al y descaradamente cayó sobre las piernas desnudas de Bron, y su corto pantaloncillo de mezclilla. ―Estoy celosa. ―Al y sonrió juguetonamente. Bron se lamió los labios y rápidamente metió su mano izquierda en el bolsillo de sus pantalones cortos. ― ¿Perdón? ―preguntó de manera cortante, con la esperanza que la forma en que se apoyó en la barandilla, pareciera tan casual como pretendía. Ally hizo un gesto a sus propios vaqueros, ajustados y oscuros. ―La próxima vez que decida pasar unas vacaciones de cinco años tras las rejas, voy a asegurarme de cometer un crimen que me lleve allí el tiempo suficiente para salir en la misma temporada que ingreso. Es un baño de puto sudor aquí abajo. ―Bron trató de no estremecerse ante el lenguaje vulgar, observando atentamente como Ally pasaba una mano por el pelo corto, y negro. Pellizcó el material en su muslo―. Pensé en cortarlos hasta la rodilla. Bron frunció los labios. ―Hace mucho calor. Estamos esperando los incendios forestales en cualquier momento. Al y jadeó dramáticamente y sus ojos se abrieron de esa manera sarcástica que siempre había sido tan propio de ella. ―Bueno, que bien que estoy aquí ahora. Yo era bombero. ―Señalándose a sí misma de forma petulante―. Y bastante buena, seguro que lo recuerdas Bron.

Lo fue. El pasado de Ally como bombero voluntario había sido tal vez su único punto favorable. ―Sí, bueno... los incendios forestales no son algo para bromear ―le amonestó Bron. La expresión de Ally se nubló de nuevo. ― ¿Crees que necesitas darme una lección sobre los incendios forestales? Tragó saliva ante un repentino recuerdo. Su rostro se ruborizó por la metedura de pata y la parte posterior de su cuello ardió, incómodamente. Sí, Ally sabía todo sobre el fuego. Notó esa sonrisa arrogante de nuevo, que se abría paso a través de la cara de Ally. ―Quizá un día, si tienes suerte. ―Ally dijo con voz ronca―. Te mostraré las cicatrices. ―Veo que no has perdido el sentido del humor que a Libby tanto le gustaba. ―Veo que no has perdido tu acento australiano. Me preocupaba que fueras a sonar como una yanqui. La puerta de la parte posterior de la casa hizo un chirrido. ― ¡Bron! ¡Ally está aquí! ―La voz de Jackie sonó antes que entrara en el vestíbulo―. ¡Oh! La encontraste. ―Hizo un gesto hacia la cocina―. Ven aquí, a tomar una bebida fría. Ally mantuvo la mirada de Bron por un momento antes de seguir a Jackie. Daniel levantó una pequeña bolsa. ― ¿Quieres esto arriba, Al? ―Ally dudó y miró a Jackie. ―Te hemos puesto en la antigua habitación de Lib ―dijo Jackie junto la nevera―. ¿No te importa? Metiendo la mano en el armario de los vasos, Bron observó la expresión de Ally en el reflejo del microondas a través del cuarto. ―No ―respondió Ally humilde―. La habitación de Lib está muy bien. ―Se aclaró la garganta mientras tomaba asiento en la mesa de la cocina. Daniel balanceó la pequeña bolsa de deporte, llena de las pertenencias de Ally, por encima del hombro. Evidentemente estaba medio vacía, el vinilo se notaba hundido en sus costados. Desordenándole el pelo, se inclinó para besar la parte superior de su cabeza―. Basta. ―Al y rio, dándole un empujón mientras se alejaba por el pasillo. Bron colocó los vasos para Jackie, contemplando el intercambio con cautela, tratando de recordar la última vez que su hermano había estado lo suficientemente cómodo para bromear con ella. Sacó una sil a al final de la mesa y se sentó de nuevo. Al y sonrió y Bron cruzó las piernas. ― ¿Un poco de limonada? ―preguntó Jackie a Al y, vertiendo en un vaso el líquido de una botella de plástico Schweppes. Deslizó la bebida burbujeante frente a Ally. ―Gracias, Jacs. —Bron tomó nota. La actitud voluntariosa de Al y era... cautivadora. La forma en que se estiraba en la sil a de la cocina, relajada y cómoda, llamando la atención de todo el mundo en la sala. Al menos, la atención de Bron. Jackie estaba preocupada, gritando

instrucciones por la puerta trasera para que Annie se lavara para la cena. Observó, irritada, como Ally giraba el vaso de limonada, dejando un anillo de condensación sobre la mesa de madera. Estaba completamente relajada ante las incomodidades que había causado a esta familia, una familia que no era ni siquiera la suya. Bron observó las piernas de Al y, separadas, con la impropiedad de una adolescente. Podía recordar la forma en que las rodil as de Ally solían tocar las de ella, en la cena, cuando eran niñas...—. Dios. ―La áspera voz de Ally comenzó a decir―. No te he visto desde antes del nacimiento de Annie. ¿Debe haber sido la Navidad de que... 2006? Bron alzó la vista, y se dio cuenta que la pregunta de Ally iba dirigida a ella. ―Antes de eso, creo. ―Apuesto a que Boston te echa de menos. Bron forzó una sonrisa, sorprendida que a Ally pareciera preocuparle lo suficiente como para recordar dónde vivía ahora. ―Mmm. No iba a darle a Ally nada más que eso, no cuando su libertad condicional era la razón principal por la que Bron todavía se encontraba en las montañas, tres meses después del funeral de Libby y bien entrado en el caluroso verano de Australia. Bron odiaba el verano australiano. La semana anterior, las temperaturas se dispararon a cuarenta grados centígrados, y había soñado con un Boston cubierto de nieve. Se había despertado bañada en sudor, las viejas cintas arcoíris que, recién cumplidos sus orgullosos veinte años, había atado a las barras de su ventilador, ondeaban débilmente gracias a la patética, y oscilante briza. Pero la noche siguiente fue aún más insoportable. Annie se había metido en su cama a media noche, y Bron, ajena a la naturaleza desinhibida de un niño dormido, se despertó sofocada, su sobrina inconscientemente la tenía abrazada como si fuera un muñeco de trapo poseído. Cuando Bron finalmente se durmió alrededor de las cuatro de la mañana, tuvo otra pesadilla; ella misma, flotando desnuda en la muy poco profunda y pública fuente Copley Square de Boston a plena luz del día. Claramente incómoda bajo el escrutinio de Bron, Ally vio a Jackie perseguir a Annie en la lavandería para que lavara sus manos para el almuerzo. Cuando Jackie desapareció, Al y estiró el cuello hacia atrás, mirando hacia la escalera a Dan. Incluso con un muro entre ellos, Bron sabía que Jackie abrió el grifo de la tina para Annie. Las tuberías viejas se estremecieron violentamente en la pared entre la cocina y el lavadero, tanto así que Ally se encogió, hasta sumar dos más dos. Bron Tendría que llamar a un fontanero para mirar el problema antes de irse a Boston. Con apenas una exigua pensión, Jackie había estado luchando para llegar a fin de mes desde su jubilación. Cuando Bron llegó por primera vez a casa, había atrapado a Jackie agregando agua a su pote de crema anti-envejecimiento para hacerla durar más. Esa semana, mientras compraba en el supermercado, inducida por la tristeza, Bron compró en la tienda la crema para la cara de la marca favorita de Jackie. Al y volvió a mirar a Bron de nuevo. ― ¿Por cuánto tiempo estarás aquí?

―Depende. ― Del tiempo que me lleve confiar en que no vas a hacer nada estúpido cuando te deje aquí con mi familia. Ally hizo un gesto al ventilador que sonaba en la parte superior de la nevera. ―El ventilador no está haciendo mucho por nosotros. ―Mis disculpas si el sistema de aire acondicionado del Centro Correccional de Mujeres Oberon es más de tu gusto que nuestros aparatos antiguos. ―No tenía intención de ser tan mordaz, por eso Bron añadió una sonrisa para suavizar el golpe. Ally puso sus manos detrás de su cabeza, se echó hacia atrás aún más en la sil a, y chasqueó la lengua juguetonamente. Bron trató de acomodarse en su asiento también, pero por el calor, las partes posteriores de sus muslos ya se habían pegado a la base de vinilo. ― ¡Hey! Al y ―Annie le llamó, llevada a la cocina por la abuela Jackie frotando vigorosamente los antebrazos empapados de Annie con una toalla de mano―. ¿Sabes lo que descubrí mientras me lavaba las manos? Tu nombre es igual que el mío, pero tiene dos L y yo tengo dos enes. Y además tiene IE, y tú una Y. Pero no importa porque en su mayoría suenan igual, ¿Verdad? ¡Somos como gemelas! —Ally tiró hacia abajo la banda derecha de su camiseta sin mangas, dejando al descubierto el tirante del sujetador negro. Bron alzó una ceja hacia la flagrante falta de modestia de Ally, apartó la mirada, no dando a Ally la satisfacción de parecer sorprendida. Hasta que lo vio. Una roncha roja hecha con tinta fresca―. Ese es mi nombre ―dijo Annie con asombro, sus pequeños dedos tocaron las pequeñas letras tatuadas al menos cuatro centímetros a través del costado derecho de Ally. Bron contuvo el impulso de voltear los ojos. Nunca había visto algo tan ridículo en su vida. Siempre pensó que los padres que tenían el nombre de sus hijos tatuados en sus cuerpos eran algo estúpidos, pero esto era otra cosa. Y entonces cayó en la cuenta. ¿Cuál era la mejor manera para Ally de acercarse a esta familia? Sí, metió la pata, hizo un giro equivocado, pero Bron sabía que Ally jugaba a la carta de Annie para volver a tener la buena voluntad de Jackie. El contrato fue firmado en su piel. El tatuaje parecía estar sanando, no tenía más de una semana como máximo, pero todo el asunto gritaba infección. Annie estaba inmersa en una lista interminable de preguntas; ¿Te hiciste daño? ¿Lloraste? ¿Te duele todavía? ¿No? ¿Quién lo hizo? ¿Lo hiciste tú misma? Eres tan valiente. Parecía que Annie había encontrado un nuevo juguete para jugar. El aburrido libro de ilustraciones para niños de la tía Bron, palidecía en comparación con el extravagante decorado de Ally. »Tío Dan, mira. ―Annie ordenó mientras Daniel buscaba en la nevera y sacaba una cerveza. ―Guau. ―Daniel comentó, sorprendido―. Eso es muy agradable. ―Lo hizo ella misma. ―Annie le informó. Sacando una de las sillas de la cocina, Daniel se encogió visiblemente ante la enrojecida piel de Ally. ―Yo no haría eso, ni siquiera por ti, Ann.

Bron tomó un sorbo de limonada con los dientes apretados mientras escuchaba a Ally y su hermano hablar de sus planes de trabajo para la próxima semana: Cuantos propietarios de viviendas habían reservado a Daniel para labores de pintura, cuántos puestos de trabajo y cuantas citas realizarían antes del fin de semana. Semanas antes, Ally había aceptado la oferta de Daniel para trabajar en su negocio y así satisfacer las necesidades de su acuerdo de libertad condicional. Bron rogaba a Dios que Ally no hiciera nada para poner en peligro la reputación de Daniel como uno de los mejores pintores de casas en Katoomba. Con una rápida mirada alrededor de la habitación para ver si alguien la estaba observando, Annie se puso de pie en su sil a, se volvió hacia el ventilador, y lo atrajo hacia su cabeza, claramente aburrida de la conversación como lo estaba Bron. El vinilo chirrió cuando sus pequeños pies se retorcieron en la superficie húmeda. ― ¡Está tan caluroso, Ally! ―Annie suspiró profundamente, sacándose la camiseta y tirándola al suelo. ―Ten cuidado ―instruyó Bron. ― ¿Te recuerda a alguien? ―Jackie movió las cejas hacia Ally. Ella sonrió. ―Sí. ― ¿Tenías una piscina en la cárcel? ―preguntó Annie, los mechones rubios dorados de su pelo largo volaban sobre su cara de muñeca. Bron dejó escapar una risita. Ally disparó a Bron una mirada reprobadora. ―No, nena ―respondió, con la mirada fija en Bron―. Pero me daba un montón de buenas y largas duchas frías. ―Bueno, suerte, para ti entonces ―suspiró Annie―. ¡Tío Dan solamente nos permite tener duchas de dos minutos porque no hay nada de agua por causa de la sequía! ¡Mejor vuelve a la cárcel! ― ¡Annie! ―reprendió Jackie. ― ¿Qué? ― ¡Eso fue grosero! ― ¡Sólo estaba bromeando! Bron se aclaró la garganta. ―Annie, ¿Puedes hacerme un favor e ir por un poco de hielo a la nevera de atrás y echarlo en el cubo de Tammy? Annie suspiró. ―”Kay”, pero no me pondré mi camiseta de nuevo. Hace demasiado calor. Bron sonrió suavemente.

―De acuerdo. ―Ha estado un poco bocazas desde el accidente. ―Jackie susurró cuando escucharon el ruido de la nevera―. Sólo regáñala si se pone insolente contigo. ―Ella está bien ―dijo a Ally, dejando la grosería de Annie de lado. Jackie sacudió la cabeza. ―Tiene que ser puesta en su lugar, y dejar de hacer algunas cosas. ―Annie no puede evitar orinarse ―dijo Bron―. Su psicólogo dice que es completamente normal. Era de esperar, incluso. Tuvo un accidente de coche y perdió a su madre. Dale un descanso, mamá. Jackie se sentó a la mesa. ― ¿Y qué pensaría Lib sobre su falta de decoro al hablar? ―Libby tenía una boca como ella. ―Ally intervino―. Y resultó muy bien. ―Annie no tiene una boca como ella ―insistió Bron. ―Recuerdo cuando Libby vino a rescatarme... la primera vez. ―Sonrió Ally. Dan debió haber pateado a Ally por debajo de la mesa, porque de pronto los dos estaban riendo y Jackie les había dicho que se comportaran. De pronto Bron sentía que no tenía un lugar en esta dinámica familiar, demasiado confortable y relajada―. De todos modos ―Ally continuó―. Como decía antes de que fuera groseramente interrumpida ―dijo con un guiño a Dan―. Lib le dijo tanta mierda al guardia que el hijo de puta decidió dejarme allí tres horas más, después de haber entregado el dinero de la fianza. La oía desde la parte de atrás. Todavía puedo oírla: “Recorrí todo el maldito camino a la ciudad para tomar dos mil de los grandes ¿Y todavía me estás dando mierda?”. Jackie y Dan rieron cortésmente, pero la habitación lentamente se quedó en silencio. Todos escucharon la voz lejana de Annie instruyendo a Tammy. ―Bebe agua ya, amiga. ―Nunca le pagué a Lib el dinero de la fianza ―susurró Ally, con los ojos fijos en el fondo de la copa. Jackie buscó la mano de Ally y le apretó los dedos. ―Amor, lo hecho, hecho está. A ella no le hubiera importado... no lo habría pensado dos veces. ―No le preocupaba ―interrumpió Bron―. No era su dinero. Ally alzó la vista. ― ¿Eh? Bron había esperado veintitrés años para este momento. ―Era mi dinero el que solía sacarte de allí. ―Dejó que sus palabras se asentaran un momento antes que añadiera―. La primera vez.

Ally se giró y se sentó un poco más derecha. ― ¿Era tuyo? ―Así es. Y no fueron dos mil dólares. Fueron tres mil los que me pidió prestados. La llevé a la ciudad, y sacó el dinero de mi tarjeta de crédito. Durante un largo momento, nadie dijo nada. ―Estabas pagando tus cosas. ¿Cómo demonios hiciste para conseguir tres de los grandes? ―preguntó Jackie, con las cejas canosas levantadas por la preocupación. ―Era el dinero que estaba ahorrando para ir a Nueva York. Además de algo más que saqué a crédito. —En el otro extremo de la mesa, los tendones en el cuello de Ally se tensaron―. No importa ―murmuró Bron―. Un año más tarde, los tuve de vuelta. La mirada de Ally se disparó de nuevo. ― ¿Así que te los pagó de vuelta? ―preguntó, aliviada. Qué conveniente, consideró Bron, que Al y pensara que su deuda murió con la leal, y trabajadora Libby. Bron se inclinó hacia delante en su silla y pasó el dedo por el borde de la copa. ―No. Después de que Libby trabajara aproximadamente doscientos cuatro turnos de mañana en la panadería, no lo acepte. Se encontró con la mirada de Ally. Las patas de madera de la sil a de Ally chirriaron mientras se levantaba. La empujó hacia adelante debajo de la mesa. En un segundo, se había ido de la habitación. ― ¿Por qué no puedes simplemente dejarlo ir? ―Dan resopló. Se encogió de hombros y miró a Jackie. El dolor y la decepción que observó en los ojos azul grisáceo, la hicieron apartar la mirada rápidamente. Las pesadas botas volvieron a bajar por las escaleras. Bron saltó cuando Ally golpeó con la palma de la mano y depositó un pequeño fajo de billetes sobre la mesa de la cocina delante de ella. ―Hay trescientos para empezar y te traeré el resto la próxima semana ―murmuró Ally. Bron tragó saliva, nerviosa, y fuera de juego. Ally tiró la silla hacia atrás y se deslizó hacia abajo en ella, con los brazos cruzados firmemente sobre sus pechos llenos―. Sólo dime cuánto interés has calculado a lo largo de los años, Bron ―escupió Ally―. Porque claramente, lo has pensado mucho.

Capítulo Dos Los faros del coche de un vecino que volvía a casa, arrojaron un débil resplandor a lo largo del camino de la calzada de tono negro. Con Tammy a su lado, los dedos de Bron agarraron la correa más fuerte mientras tenía cuidado al bajar por la parte más empinada de la calzada. ¿Cómo demonios habían acelerado, hacia abajo, en sus bicicletas cuando niños, sin salir eyectados por encima del manillar? Levantó el celular de Daniel hacia arriba, sabiendo que probablemente no sería capaz de obtener una señal decente hasta llegar a la puerta. Dos barras de recepción, lo suficiente para llamar a una ambulancia, pero no lo suficiente para comprobar los mensajes dejados en su teléfono en la casa de Boston. Gimió, imaginando su teléfono roto de nuevo. Sonrió a la pantalla de inicio del teléfono de Daniel, ahí estaba su novia Carly, radiante, en su graduación universitaria el mes pasado. El brazo de Daniel estaba alrededor de sus hombros vestidos con la túnica, fingiendo morder la borla de oro de la gorra de su graduación. A pesar de su chiquillada en la imagen, el hombre en la fotografía era cualquier cosa, menos inmaduro. La última vez que Bron estuvo en casa, Daniel estudiaba para conseguir el Certificado de la Escuela Superior. Ahora tenía veintitrés años, tenía su propio negocio de pintura y se marchaba cada noche con Carly. Parecía algo serio, pero Jackie tenía una impresión diferente, que había expresado a Bron en confianza. Carly ya estaba empezando su posgrado en la universidad de la ciudad, mientras que Daniel era un pintor con un plan de respaldo para salir más al oeste costero, si alguna vez había escasez de trabajo en las montañas. No durarían, Jackie creía. Pero para Bron parecían estar contentos, enamorados, y tan deprimentemente maduros como para hacer sacrificios el uno por el otro. No se sorprendería si se comprometían antes de Navidad. Hay una diferencia de dieciocho años entre nosotros, pensó Bron, y, sin embargo, nunca he tenido una relación basada en un compromiso mutuo. Bron dudaba que los cuarenta fueran su año de suerte en el departamento de romances, porque había sido miserable en todos los demás aspectos. Desde la pérdida de Libby, las cosas habían estado en una espiral descendente. El primer desafío fue controlar el dolor y la ansiedad de Annie: Los controles con el médico, las citas de consejería, pasar las primeras horas de cada lunes por la mañana en la clase de kindergarten de Annie hasta que se ajustara lo suficiente para dejar salir a Bron sin tener un colapso. El compromiso de Bron con su familia significaba no solo que se había visto obligada a posponer el inicio de su nuevo proyecto con Yellowstone Libros, sino que también había tenido que pedirle al MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) más tiempo para reflexionar sobre su oferta de trabajo docente. Y justo cuando las cosas finalmente se estaban poniendo de nuevo en marcha, Rae había decidido suspender las cosas con ella, a un mes de su primer aniversario. Y ahora estaba Ally. Mientras cerraba la pantalla de inicio, tomó nota de la hora. Tres minutos para las once y Ally todavía no estaba en casa. Bron había sido estúpida al pensar que existía una remota posibilidad que Ally respetara su toque de queda.

Ally había lavado y limpiado después de la cena, presumiendo todo el tiempo acerca de la autonomía que los agentes le habían otorgado en la cocina de la prisión. Después de recibir las excesivas gracias por parte de Jackie por negarse a permitir que alguien más limpiara, Ally sacó la primera carta de reembolso de la inversión. ―Voy a dar un paseo. Los tres adultos en la habitación dieron la vuelta para mirar el reloj. 09:36. Exactamente veinticuatro minutos hasta el toque de queda. La regla estaba escrita en la segunda página de su acuerdo de libertad condicional. ― ¿Puedo ir? ―Annie rogó, con el corazón destrozado cuando Bron le dijo que ya había pasado la hora de acostarse, y luego le ordenó que se pusiera el pijama y cepillara sus dientes. ―Bueno, no te demores. ―Jackie instó a Ally. Cuando Bron colocó a Annie en la cama y le dio el besó de buenas noches, observó desde la ventana del dormitorio de la pequeña como Ally cerraba la puerta principal al final de la calzada, dejando a Tammy gimiendo dentro, y dirigiéndose al centro de la ciudad de Katoomba. Una hora y media más tarde, aún no estaba en casa. Bron estaba ansiosa. Jackie había sido la que firmó la carta de compromiso para ayudar a Al y en su reinserción a la sociedad. Junto con su dirección, el nombre de Jackie y la carta firmada estaban en el plan de libertad condicional. Como Jackie no era capaz de conducir por las calles oscuras en busca de la Ally, ¿Era responsabilidad de Bron? ¿Podría tener problemas si el oficial a cargo de Ally de alguna manera descubría que había violado la libertad condicional? Dio una patada a una piedra en el camino y Tammy la persiguió. Trató de imaginar donde Ally podría haber ido a pie. Echo Point, el popular mirador turístico, estaba lejos al final de la calle principal de Katoomba. Aunque la noche cubriera el valle verde en completa oscuridad, la vista desde la plataforma al borde del acantilado era nada menos que mágica. Las rocas marrones de “Las tres hermanas”, frente a la negrura del cielo nocturno, e iluminadas desde abajo por las luces de gran potencia, se volvían casi doradas. Eran impresionantes por la noche, pero Bron prefería la formación rocosa a la luz del día. Si se aventuraba allí mañana, justo al amanecer antes que el calor y los turistas llegaran, podría ver la niebla de plata que los árboles de eucalipto exhalaban al otro lado del cañón, dando a las Montañas Azules su colorido nombre. Había algo tranquilo en la vista desde la parte superior. El día después del funeral de Libby, Bron había llevado a Annie hasta el punto de observación, las dos llevaban gorros y bufandas. Le entregó a su sobrina dos dólares para mantenerla ocupada con uno de los telescopios, y luego se apoyó en la barandilla, mirando a las tres hermanas pensando que una vez fueron siete, y cómo el paso del tiempo las fue erosionando. Al llegar a la puerta, Bron vio como otra barra de recepción se iluminaba. Tres barras. No iba a tener nada mejor que eso. No se sorprendió al escuchar la monótona grabación informándole que tenía tres nuevos mensajes, ya que no se había tomado la molestia de marcar por lo menos durante una semana. Borró los dos primeros mensajes de trabajo que ya había recibido por correo electrónico. La tercera era de una obra de caridad

para la que había donado meses atrás y, sin duda, escucharía de ella por el resto de su vida. Al igual que la semana pasada, no había nada de Rae. Bron no sabía cómo sentirse al respecto. ― ¿Llamas a la policía por mí? Se volvió en el acto. Ally cerró la puerta detrás de ella y se agachó para acariciar a Tammy. La mirada de Bron cayó sobre los muslos de Ally. El músculo magro se tensó contra la línea sin dobladillo y deshilachado de sus pantalones cortos, que dos horas antes habían sido los pantalones vaqueros. Bron puso los ojos en blanco y colgó el servicio de mensajes. ― ¿Disfrutaste de tu paseo? ―preguntó con sarcasmo. ―Sí. ―Ally jugó―. ¿Esperándome?, pero no era necesario que vinieras hasta aquí. ―Mira, recuerda tu toque de queda la próxima vez. ¿No estás agradecida de poder servir los dos últimos años de tu sentencia en relativa libertad? Tirándola a la basura como lo has hecho esta noche... No es justo para nosotros cuando estamos exponiendo nuestros cuellos por ti, ¿De acuerdo? No me gustan los juegos. Ally se enderezó. ―Bueno. Lo siento ―agregó a regañadientes―. No estoy jugando. Bron no se molestó en iniciar otra discusión, por lo que empezó a caminar cuesta arriba de nuevo hacia la casa, Ally caminaba a su lado. Teniendo en cuenta que Ally pensaba que había estado en la puerta esperando por ella, Bron dijo: ―No hay recepción en la casa. Tenía que comprobar mis mensajes en el celular de Daniel ya que el mío está roto. ―Sí, me dijo Daniel. ¿Necesitas llamar al novio? Redujo la velocidad. ― ¿Perdón? ―preguntó con total confusión, su mirada buscó la cara de Ally por cualquier indicio de broma. Ally la miró con la cara en blanco. ― ¿Qué? Bron sacudió la cabeza. ¿Cómo demonios en la tierra se habían cruzado las señales de forma tan espectacular? Repentinamente, un profundo malestar estalló dentro de ella. ¿Toda su familia logró omitir convenientemente el pequeño detalle que había estado saliendo con mujeres desde... siempre? ―Yo... no tengo un novio. Una sonrisa lenta surgió en la cara de Ally. ―Estoy bromeando contigo, Bron. Libby me dijo que eres lesbiana hace mucho tiempo, desde la Edad de Piedra. —Bron no sabía lo que la enloquecía más: si la habilidad de Ally para cogerla con la guardia baja, o Ally reviviendo la horrible tristeza, invocada por la resistencia de la familia de Bron a su identidad sexual. Apretó los labios y aligeró el paso―. Sin embargo, lo supe mucho antes que Lib me lo dijera. ―Ally continuó―.

Observé que alquilabas Desert Hearts en la tienda de videos cada fin de semana. ―Dos veces. Sólo la alquilé dos veces. Ally rio. ―Bueno, creo que el cartel de Michelle Pfeiffer en Catwoman de tu habitación me dio una pista también. Pensé que era, o narcisismo o lesbianismo. ― ¿Narcisismo? ―Siempre he pensado que te pareces a ella. Los ojos azules, pelo rubio. Un poco más pequeña de estatura, pero muy parecida a ella. ―Oh. Bueno, gracias. Cuando el silencio entre ellas comenzó a ser incómodo, Ally habló. ―Entonces, la calle principal sigue siendo más o menos la misma― murmuró su desacuerdo―. Cada vez que vuelvo a casa, algo siempre es diferente. ― ¿Con qué frecuencia haces eso? ― ¿Hasta ahora? Cada tres años más o menos. ―He estado fuera cuatro. Todavía se ve igual para mí. No digas nada, no digas nada… ―Estoy sorprendida de ver todavía a las tres hermanas. Sentí como si hubiera estado tanto tiempo ahí, que sólo quedaría una para cuando saliera. —Así que estuvo en el puesto de observación, no en la ciudad, no en la casa de su madre―. Mira. ―Ally comenzó, levantando un poco la parte inferior de su camiseta en una invitación a la brisa fresca―. Sobre el dinero. Bron suspiro. ―Podemos hablarlo más tarde, Ally. Ella levantó una ceja. ― ¿Segura? Pasando una mano por su pelo, Bron asintió. ―Tu pelo está más largo ―comentó Ally―. No lo he visto en mucho tiempo. Con la certeza de que la mirada de Al y estaba en ella, la aprehensión se introdujo a través de la piel de Bron, caliente y sin justificación. Cuando llegaron a los escalones de la entrada, Ally extendió la mano y agarró la parte posterior del codo de Bron. Su agarre era firme, con los ojos vidriosos. Se humedeció los labios―. ¿Puedo preguntarte algo? ― ¿Sí? Ally se detuvo por el permiso otorgado. La mirada de Bron bajó a los tendones de su cuello que estaban tensos. ― ¿Dónde está Libby? ―En el cementerio anglicano en Leura ―dijo Bron, en voz baja.

― ¿El que está en el camino de regreso? ―Sí. Está al lado de mamá y papá. ― ¿Puedes tú...? ¿Crees que podrías llevarme allí en algún momento esta semana? Su ansiedad picaba por la petición. Aunque Jackie había llevado a Annie cada fin de semana desde el funeral, Bron no había estado en la tumba de Libby desde que vio a su hermano y tíos introduciendo a Libby en la tierra. ―La tumba... Está un poco desordenada. Tuvimos dos semanas de lluvia. Se está hundiendo. Hemos estado añadiendo bolsas de mezclas para macetas cada semana, pero es cuestión de... esperar a que el césped crezca. Mamá pidió a los jardineros que echaran un vistazo y vieran lo que podían hacer, pero los imbéciles se fueron y arrojaron enormes terrones de arcilla en la parte superior. Que sólo lo hizo peor. La lápida todavía no está. ―Hizo una pausa―. Tal vez deberías esperar un poco. ―No me importa. ―Ally le aseguró―. Me gustaría ir más pronto que tarde. Bron asintió. ―Te llevaré el domingo. ―Yo realmente aprecio eso. ―La mirada desenfocada de Ally bajó donde sus dedos se habían envuelto ligeramente en torno a la muñeca de Bron―. Lo siento ―dijo, señalando con la mano. En silencio, caminaron al interior. En la penumbra al final de la sala, Bron cerró la puerta detrás de ellas. Mientras Ally estaba a su lado, dobló su cintura y alzándose de puntillas, Bron inhaló su aroma. No era perfume, por supuesto. Era quizás manteca de cacao o vainilla. Otra cosa también. No podía ubicarlo, o recordarlo. Bron supuso que Ally recientemente se había cortado el cabello, a juzgar por el corto y limpio pelo en la parte posterior de su cuello. Su mirada recorrió la musculosa espalda de Ally, admirando las prominentes vértebras, una, dos, tres, hasta que desaparecieron bajo la camiseta. Su piel era firme. El súbito impulso de extender la mano y tocarla, hizo que los pelos se le erizaran en la parte posterior de su cuello, y rápidamente desvió la mirada―. Podría tomar una ducha ―Ally susurró mientras dejaba caer sus botas en la alfombra junto a la puerta de hierro. ―Sí ―dijo Bron de forma breve―. Buenas noches. La luz de la cocina atravesó la casa. Con los pies descalzos, Bron recorrió el pasil o, las tablas del suelo bajo sus pies estaban frías. Jackie estaba sentada en la mesa de la cocina con su camisón, estudiando un crucigrama apenas empezado. Había movido el ventilador de la nevera, y lo colocó en la mesa delante de ella, las esquinas de la revista aleteaban mientras el ventilador oscilaba. Bron se apoyó en el marco de la puerta fría y se cruzó de brazos. ― ¿Has podido recibir? ―preguntó Jackie. Su pluma tocó el papel con fuerza mientras escribía cada letra en los cuadros de una columna vertical. Una oleada de culpabilidad se derramó sobre Bron. Alterar a su madre no le trajo ningún placer. ―Mejor que la última noche. ― ¿Quieres una taza de té? ―preguntó Jackie, todavía negándose a levantar la vista de la revista.

―No, me voy a la cama. Sólo quería decir buenas noches. ―Buenas noches, entonces. —Esperó un momento, y cuando era obvio que Jackie no iba a comentar el fiasco sobre el dinero, dio la vuelta para marcharse―. ¿Qué palabra de doce letras se usa para juzgar? ―murmuró Jackie―. Empieza con a. Dio unos golpecitos con los dedos delgados contra el marco de la puerta, pensando. ― ¿Arrogante? —Jackie echó un vistazo por encima del borde encima de sus gafas. Puso los ojos en blanco, sintiéndose ridícula―. Bueno. Bueno. Te escucho. Estoy agotada. ―Bron… ― ¿Qué? ― ¿Vas a disculparte con Ally? Pasó la lengua a lo largo de la parte frontal de sus dientes y evaluó a su madrastra. ―Tal vez. ―Jackie volvió a mirar la página, obviamente desconcertada―. ¿Mamá? ― ¿Sí, querida? Tragó saliva por el nudo en la garganta. ―No puedo encontrar el anillo de Libby. Estoy casi segura que estaba en su caja de joyas, pero no está allí. Jackie dejó la pluma en la mesa y empujó sus gafas de lectura sobre su cabeza. ― ¿El que le diste? —Bron asintió―. ¿Piensas que Annie lo tiene? ―No tengo idea. No lo creo. ―Ya aparecerá, Bron. ―Sí. Buenas noches, mamá. ―Buenas noches, cariño. Estaba lo suficientemente despierta para ver los dígitos rojos de su reloj de cabecera marcando las tres y media de la mañana. Se dio la vuelta en su cama por enésima vez y se percató que podía oír diminutos pasos por el pasil o. Alisó con su mano la sábana superior y esperó a que la puerta se abriera. Era curiosa la forma en que su corazón había aprendido a hincharse ante la anticipación de Annie. La enérgica Annie después de la escuela en el patio de recreo, Annie con sueño en la mesa del desayuno, o Annie frustrada, agotada en las primeras horas de la mañana. Pero la puerta no se abrió. Los pasos continuaron hasta el final del pasillo, a la antigua habitación de Libby. ― ¿Annie? ―Al y susurró a través de la pared, con la voz ronca por el sueño. ―Mi habitación está caliente de verdad. ―Annie se quejó en voz alta y Al y la hizo callar. ― ¿Puedo dormir en la habitación de mamá contigo?

Bron levantó una ceja ante la pregunta de su sobrina, esperando la respuesta antes de que las voces apagadas guardaran silencio. Bron se sentó, exhalando un suspiro de alivio cuando una briza de la fresca mañana cayó sobre su piel fría y húmeda. Un alboroto en su escritorio le llamó la atención. Con la ventana abierta, las páginas de su proyecto estaban cogiendo vuelo. Apartó las sábanas y recogió la página dos de la alfombra. Bajó la mirada hacia el proyecto. No estaba contenta con él, en absoluto. ¿Qué demonios había estado pensando el departamento de historia del arte en el MIT cuando habían seleccionado su aplicación de enseñanza? Ella dibujaba con más imaginación y precisión en su primer año de universidad. Aún quedaba mucho trabajo por hacer antes de que pudiera publicar los primeros borradores de fotocopias en la ciudad el viernes por la tarde. Cubrió las páginas con una de las bolas de cristal navideña que había tomado de la habitación de Libby cuando la limpió para Ally. El ornamento era tan viejo que el agua había marcado una mancha circular de color marrón pútrido en la parte superior de la bola. Recordó haberla comprado en su primer viaje a Nueva York. La envolvió en tres pares de calcetines, depositando esos calcetines en el centro de su enorme maleta, con la esperanza que el regalo no se rompiera antes de llegar a casa de su hermana pequeña. La sacudió. Las escamas, una vez blancas, estaban atrapadas en la miniatura del Radio City Music Hall. Mientras la brisa se retiraba, oyó risas en la habitación de Libby. Suspiró, irritada por la forma en que su cuerpo la traicionó permitiendo que el dolor del rechazo le oprimiera el pecho. Al presionar una mano contra la mosquitera para asegurarse que no se cerrara abruptamente, caminó hacia el porche, recogió el pelo hacia un lado y se hundió en el colchón viejo. Todo seguía igual que ayer, y al mismo tiempo, todo era tan diferente. La casa envejecida todavía crujía al hincharse con el calor, y esas espantosas cintas arco iris todavía flotaba con el aire húmedo. Sin embargo, con la llegada de Al y, todo estaba fuera de balance, y Bron no estaba segura de poder encontrar el camino de vuelta a la tranquila rutina que había logrado conseguir en los últimos meses. La intuición y su fea gemela, la experiencia, perturbaban su mente, temiendo que la historia volviera a repetirse. La hora de dormir y el toque de queda serían la menor de sus preocupaciones.

Capítulo Tres Cuando Bron finalmente se levantó de la cama justo después de las siete, la casa estaba más animada de lo habitual. Podía oír a Daniel cargando latas de pintura en el camión utilitario. En la cocina, directamente debajo de su dormitorio, alguien estaba hablando con Annie, pero la voz era demasiado baja para que supiera a ciencia cierta si pertenecía a Al y o Jackie. Se permitió un momento más en la cama, con la esperanza de que sesenta segundos de indulgencia la sostuvieran durante las próximas dieciséis horas. Su mirada quedó atrapada en el armario de ropa en un rincón de su dormitorio. Una cantidad de faldas y vestidos de Libby colgaban allí, amontonados para que cupieran en el carril. Bron recordó algunos. Estaba el vestido de terciopelo plateado que Libby había llevado a su escuela secundaria, conservado en su cubierta de plástico. En el otro extremo del mueble estaba la falda de cuero blanca y pegajosa por la cual Libby había pagado una fortuna en Sydney cuando tenía quince años, sólo para guardarla en casa ya que su padre le dijo que era demasiado indecente para ser usada en público. La falda probablemente aún tenía su etiqueta original. Bron sonrió para sí misma y se estiró sobre el colchón en un intento por desperezarse. Tirando de su pelo en un moño, caminó hasta el armario. Tal cual como pensó, la falda todavía tenía su etiqueta. $167. Rodó los ojos dejando la falda a un lado y tomó uno de los vestidos de verano, acercando el algodón fino a la cara. Paralizada por el aroma del perfume de Libby, sus ojos se humedecieron. En la planta baja, había risas, fuertes, y descaradas; Ally sin lugar a dudas. Tammy ladró desde fuera, emocionada por tanta conmoción a una hora tan temprana. La delgada etiqueta de cartón de otro vestido le hizo una herida en el nudillo del dedo meñique. Llevó el corte a los labios e hizo una mueca ante el sabor metálico. Buscó a través del armario el culpable al que pertenecía la etiqueta: Era un vestido de color verde oscuro. Sin estrenar. Lo sacó y lo evaluó. De vez en cuando llevaba vestido. Era bastante sencillo y aún mejor que las cosas que había echado en su maleta. No podía usar pantalones cortos de mezclilla en su reunión de esa tarde, y comprar en las tiendas, excepto de comestibles, era lo último que quería hacer. Suspiró, sacando el vestido de su percha acolchada. Bajo el chorro de la ducha, se preguntó cómo seleccionaría toda la ropa de Libby para darla a la caridad. Aparte del armario al final de su cama, todavía existía otro en el cuarto de Libby que no se había molestado en limpiar, y había una caja llena de ropa de invierno en el cuarto de Bron. Maldijo silenciosamente a su hermana por ser una compradora compulsiva, el champú se filtró en su corte. Touché, Libby, pensó Bron, sosteniendo su meñique directamente debajo de la ducha para enjuagar el ardor. El vestido se habría adaptado mejor si fuera de un tamaño más pequeño. Los hombros de Libby siempre fueron más amplios que los de ella, pero Bron pensó que podía usarlo de todos modos. Sin querer desencadenar nada en Annie, se roció suficiente de su

perfume para disimular el olor de su hermana, que se había filtrado en el material debido a su proximidad con la otra ropa en el armario. Cuando bajó las escaleras, Annie estaba sentada en la mesa de la cocina. Curiosamente, su mochila de gran tamaño ya estaba en su espalda, acercándola aún más a su plato de tostadas frente a ella. Bron se agachó para besar la parte superior de la trenza perfecta de Annie. ―Tu cabello se ve adorable, cariño. ¿La abuela hizo eso por ti? ―Annie asintió, con la boca llena de pan. Al otro lado de la mesa, Ally levantó la vista de sus propias tostadas con mantequilla. ―Buenos días ―dijo, la sonrisa que le ofreció a Bron fue brillante. Si fuera mi primera mañana fuera de la cárcel, probablemente sería una persona madrugadora también, pensó Bron. Cortésmente, le devolvió la sonrisa. ― ¿Dormiste bien? ―preguntó Jackie desde el otro extremo de la mesa. Bron encendió la tetera. ―Bien. ―Date prisa, Annie. ―Daniel llamó desde el porche de atrás―. Voy a estar en el UTE1 esperando por ustedes dos. Ally se puso de pie con una tostada a medio terminar entre sus perfectos dientes. ―Vamos ricitos de oro ―dijo Ally. Tomó el plato de Annie y lo dejó en el fregadero. Copiando a Ally, Annie tuvo problemas para agarrar sus tostadas entre los dientes, la rebanada era casi tan ancha como su cara. ―Por primera vez, estás ansiosa por llegar a la escuela. ―Bron rio, limpiándole unas migajas de la mejilla con el pulgar. ― ¡Ally me va a llevar! ―murmuró Annie. Exhalando un adiós a Annie, Jackie sonrió desconcertada a través de la cocina a Bron mientras seguía a su sobrina al exterior. ― ¿Tienes tu libro de tarea? ―gritó tras ella, mirando como Ally le abría la puerta trasera a Annie. ―Creo que sí ―respondió Annie, lanzando el resto de su tostada a Tammy, que la engulló en un instante. 1 Coupé utilitario en Australia

― ¿Qué pasa con tu libro de ortografía? ―Creo que sí. Se apoyó en una viga de madera y cruzó los brazos. ― ¿Eso crees o lo sabes?

Al y cerró de golpe la puerta del coche detrás de la niña y la respuesta de Annie se perdió. Antes que se metiera en el asiento del pasajero, Ally asintió con la cabeza hacia Bron. ―Nos vemos. Estaba a mitad de camino cuando se detuvo. Ally ya estaba en ello. Su parte superior estaba inclinada sobre la consola mientras se agachaba hacia atrás, tirando de la correa negra en el pecho de Annie para asegurarse de que estuviera abrochado, para que la niña de Libby estuviera segura. ― ¡Que tengas un buen día, Daniel! ―Bron gritó al ver a su hermano cerrar la bandeja del UTE. Echó una mirada hacia el coche, observando que Ally tenía el aire acondicionado encendido en lugar de las ventanas abiertas. En voz baja, dijo sólo para los oídos de Daniel―. Mantén un ojo en todo, Daniel. ¿Vale? Entendiendo exactamente lo que quería decirle, él frunció el ceño. ― ¡Ve a trabajar de una vez, Bron! Esperó hasta que la UTE giró en la esquina al final de la calzada y en la calle antes de regresar al interior. Jackie tenía una taza de té esperando por ella. ―Ese es un vestido bonito, amor. ―Gracias. ―Bron recogió las migas de pan tostado de Annie en su mano y las arrojó en el fregadero―. Era de Libby. Todavía tenía sus etiquetas ―añadió. ―Se ve muy bonito en ti, mi niña. —Bron tomó un sorbo de té y suspiró. Jackie siempre lo hacía a la perfección―. ¿No es esta una hermosa mañana? Tarareó su acuerdo cuando se sentó en la mesa. ―Especialmente hermosa porque no tuve a una inquieta niña de seis años, sudando en la cama junto a mí. ―Sí ―rio Jackie―. He oído que ha encontrado una nueva mejor amiga. Se cansará de Ally muy pronto. Ella se burló. ―Dudo que ni siquiera se dé cuenta si me fui y volví a casa. ―Bron ―se quejó Jackie. Embadurnó su tostada con una gruesa capa de mantequilla libre de calorías―. Ahora que Ally está fuera de prisión, cambia la dinámica. Debes entender que Al es familiar. Ha sido una constante en la vida de Annie desde que nació. ― ¿Una constante? ―Bron se habría indignado por lo que estaba escuchando si no fuera tan ridículo―. ¿Cómo puede alguien ser una constante desde la cárcel? ―Te diré exactamente cómo. Annie ha pasado cada sábado por la mañana en la guardería de esa horrible prisión desde que era así de alta. ―Jackie extendió su mano a sesenta centímetros por encima del suelo de la cocina―. Iba por ahí y visitaba a Ally cada vez que Libby lo hacía.

Y, déjame decirte, Al y ha adorado a esa chica desde el día en que Libby puso el cuerpo pequeñito de Annie en sus brazos. Por amor de Dios, tenemos fotos de Annie simulando que está soplando las velas de su pastel de cumpleaños en la sala de visitantes, ya que, por razones obvias, no se permiten encender velas allí. Bron sacudió la cabeza. ―La cárcel no es lugar para un niño. Incluso si es sólo como visita. ―Hizo una pausa―. ¿No hizo preguntas? ―Muchas preguntas. Y Annie probablemente aprendió más sobre el perdón y lo que significa ser una buena persona de sus visitas con Ally, de lo que jamás podría hacerlo en una iglesia. Bron alzó una ceja y se levantó de su asiento. ―Bueno, yo nunca hubiera pensado que una afirmación como esa podría provenir de la mismísima Madre Teresa. Jackie frunció el ceño en broma. ―Eso me recuerda que tengo que visitar St. Stephens después de comer para regar los lirios. Van a estar mustios con este calor. ¿Puedes dejarme allí antes de tu reunión? Asintió. Sus labios se torcieron en una sonrisa mientras llenaba el fregadero para lavar los platos del desayuno. El hecho de que la iglesia tuviera un sistema de aire acondicionado de última generación, recién instalado, no se le había escapado. Sí, su madrastra sería igual que la Madre Teresa, sí ésta hubiera fundado una misión en los Hamptons. Después que Bron dejara fuera de la iglesia a su madrastra y que Jackie le asegurara que el padre Jeff la llevaría a casa, Bron condujo al corazón de Katoomba. Con la ventana baja, la brisa cálida capturó su cola de caballo, los pelos suaves azotaban la parte superior de su brazo. Incluso para un martes por la tarde, las calles estaban relativamente vacías. Había unos pocos mochileros fumando fuera del albergue juvenil en la calle principal, pero sólo contó a cinco personas en la plataforma de la estación de Katoomba esperando el tren de las 16:00. El sábado sería una historia diferente, cuando todos los turistas llegaran para ver “Las Tres Hermanas” al pie de la colina. Aparcó en el terreno baldío al lado de Carnes Dougall, se inclinó para tomar la manilla y rodar manualmente la ventana. Esperaba que el aire acondicionado en el café estuviera funcionando. Lo último que tenía ganas de hacer era beber un capuchino humeante dentro de una sauna; sin embargo, iría de la mano con la incomodidad de pasar su tarde charlando ociosamente con Alice Wood. Después de recoger su teléfono de la tienda de reparación, se dirigió hacia el sur por la calle principal. A tres tiendas de distancia, vio la forma espigada de Alice sentada en una pequeña mesa cerca a la ventana de la cafetería. Convenientemente, Alice había tomado el único asiento en la mesa que estaba sombreada, lejos del sol. Un escalofrío golpeó a Bron al momento de entrar, y suspiró ante la fría acogida del aire acondicionado. Alice levantó la vista de la gran carpeta que tenía delante. ― ¡Bron! Mírate. ¡Sigues tan pequeña como la en la uni!

Mientras abrazaba torpemente a su vieja amiga, miró por encima del hombro de Alice la gran cantidad de mesas vacías. Cuando se alejaban una de la otra, Alice hizo un gesto hacia el asiento de enfrente, y volvió a sentarse de nuevo. ― ¿Podríamos tal vez sentarnos en la parte de atrás? ―preguntó Bron, señalando a un par de sillas en un rincón de la habitación, directamente debajo del aparato de aire acondicionado―. El sol me está cegando aquí. ―Oh. ―Alice jadeó, mirando a su alrededor, como si la habitación estuviera completamente ocupada y buscara un asiento libre―. Es sólo que ya estamos aquí. ¿Has olvidado tus gafas de sol? ¿Te gustaría tomar prestadas las mías? Agitó la mano con desdén y sacó una silla, sintiendo de inmediato el calor que irradiaba el vidrio sobre su hombro desnudo. Debió haberse escuchado a sí misma la semana pasada antes de enviarle los bocetos a Alice, cuando había estado casi convencida de que involucrarse profesionalmente con Alice de nuevo, era una idea estúpida. ― ¿Cómo están tus hijos? ―le preguntó diligentemente. ―Ellos están bien. Skye está en la universidad de Melbourne estudiando ingeniería, y Nate el próximo año acaba la escuela secundaria. ―Guau, tienes un chico en la universidad. ―Sacudió la cabeza―. Eso es una locura. Alice sonrió ampliamente, pero sus rasgos se suavizaron después de un momento. ―Siento mucho lo de tu hermana. Bron tragó saliva. ―Gracias. ―Bajo la mirada intensa y comprensiva de Alice, se mordió el interior del labio―. ¿Cómo te ha tratado la ciudad? ―Muy caliente hasta aquí. ―Alice juntó las manos sobre la carpeta de Bron―. Bron, estos bocetos son fantásticos. No son como lo que hacías antes o como lo que he visto que has hecho recientemente. ― ¿Has estado siguiendo mi trabajo? ―Bueno, es difícil no hacerlo cuando ilustras básicamente cada pieza de literatura infantil bajo el sol. ―Sonrió Alice―. Estoy feliz por ti. Sonrió ante el cumplido. ―Gracias, Alice. No sucedió de la noche a la mañana, pero… ―Honestamente. ―Alice interrumpió―. Creo que debes renunciar a Yellowstone y venir a trabajar para mí. Era lo que Bron había temido. Estaba dispuesta a trabajar con Alice en un proyecto, sólo para mantenerla en su libreta de contactos si alguna vez necesitaba un trabajo en el futuro. Pero dudaba que pudiera manejar más de ella en un proyecto específico, era demasiado... franca. Si Bron renunciaba a Yellowstone por algo, iba a ser por el MIT. No pudo dejar de preguntarse cómo reaccionaría Alice ante la noticia de que un puesto estaba esperando a Bron en el departamento de historia del arte en una de las universidades más prestigiosas del mundo. La enseñanza era un cambio en la carrera de Bron que había soñado durante años.

Durante los últimos seis años, había enviado una solicitud para la Ivy Leagues, y cada solicitud recibió la misma respuesta: Su trabajo que ha sido publicado es excelente, sus estudios de postgrado muy impresionantes, pero no hay ninguna posición disponible. Hasta ahora. Bron había querido desesperadamente compartir la noticia con alguien desde que había recibido la llamada el día antes de que Ally llegara a su casa, pero fue consciente de que su abrumadora alegría sólo serviría para alterar a su familia. Ahora su felicidad era un pequeño y sucio secreto que pesaba sobre su mente cada noche cuando se acostaba a dormir. Sólo tenía hasta enero para decidir qué demonios iba a hacer. ¿Podía verse a sí misma cogiendo el teléfono y rechazando a su alma mater dentro de unos meses, cuando llegara enero? ¿Destruiría la esperanza que una parte de ella apenas comenzaba a tener? Observó a Alice. Estaba claro que ella no había cambiado mucho desde la universidad. Todavía era impulsiva, y tan ambiciosa como siempre. Mientras Bron había partido a los Estados para terminar la escuela de post-grado en historia del arte en el MIT, Alice decidió no postular a la escuela de post-grado y de inmediato comenzó a trabajar como pasante en una de las principales editoriales de Australia. Había estado escalando en la editorial desde entonces. Para cuando Bron se había graduado y estaba en los primeros días adaptándose a una carrera independiente, Alice estaba casada y con un bebé recién nacido. Se había convertido en un reconocimiento tácito, y mutuo que su amistad se había desvanecido a nada más que a un contacto profesional. ―Bueno, no puedo tirar exactamente la bolsa con Yellowstone ―comentó―. Pero mi contrato estipula que puedo trabajar en un máximo de cuatro proyectos independientes anualmente con otros editores. Alice hizo un gesto hacia el barman, ignorando descaradamente las palabras de Bron, que se retorció en su asiento y miró hacia la barra. Por lo que sabía, el café nunca había ofrecido el servicio de mesa. Eso se desprendía de la ardiente mirada en los ojos oscuro del barman mientras cruzaba la habitación hacia ellas. ―Un café grande, descafeinado con leche. ―Pidió Alice. Él asintió bruscamente y miró a Bron. ― ¿Podría por favor traerme un capuchino pequeño? ―agregó con una amplia sonrisa, esperando suavizar la rudeza de Alice. Cuando se fue, Alice bajó la mirada hacia los bocetos. ―Bron, soy la editora en jefe, y eso me otorga autoridad en la selección de los ilustradores para que coincidan con nuestros autores. ―Hizo una pausa, para ofrecerle una mirada seria―. Estoy dispuesta a subir lo que Yellowstone te está pagando. Bron forzó una sonrisa, odiando la forma en que sus manos temblaban debajo de la mesa, odiando que esta mujer, que no era más que su igual, pudiera intimidarla. ―A decir verdad, Alice, no sé si trabajaríamos bien juntas. ―Cuando los ojos de Alice se agrandaron, Bron se aplacó―. No sé si somos un buen equipo. Las dos tenemos temperamentos

fuertes. ¿No te acuerdas cómo nos enfrentábamos trabajando en esos proyectos en la universidad? ―Mira. ―Alice interrumpió, agitando sus preocupaciones lejos con una mano cuidada―. No puedes decirme que no. Ya tengo un autor para ti. —Se sintió agradecida cuando el barman trajo sus cafés y tuvo un segundo para conseguir pensar. ¿Cómo a los veinte años de edad, había logrado pasar cinco tardes a la semana, viajando todo el camino hacia y desde Sydney sola en un tren con esta mujer? ―. ¿Cuándo regresas a Boston? ―Alice le preguntó, su tono insinuaba que ya tenía todo planeado. Bron se movió y sus muslos se despegaron del asiento de madera. ―En un mes más o menos. ―Entonces, ¿Qué tal si te envío la narración y elaboraras algunos bosquejos para mí antes de esa fecha? La imperiosa pregunta la puso inmediatamente fuera de juego, pero la promesa de un avance mayor era tentadora. Podía vivir más que confortablemente con su actual salario, pero tenía que pensar en las cuotas escolares de Annie, el seguro de salud, el fondo universitario, y el costo de criar a un niño. Con la muerte de Libby, la responsabilidad recaía en Bron, y estaba más que feliz de asumirla. ―Tengo otra idea. Alice levantó una ceja. ― ¿Cuál es? ―Doy a este autor lo que necesita una vez que empiece a trabajar para ti cuando regrese a Australia, si no decido continuar con Yellowstone. ― ¿Te mudaras de nuevo aquí? ―preguntó Alice. ―Quizá. Tengo la custodia exclusiva de Annie. ―Respiró, alejándose poco a poco de la ventana―. Arreglaré algunas cosas con Yellowstone, pero cuando vuelva... ¿Quién sabe? De lo único que estoy segura es que necesito estar donde esté Annie o ella necesite estar conmigo. Y eso podría ser en Boston conmigo. ― ¿Qué pasa con el padre de la chica? ―Está en Queensland. ―Decidió que era mejor no entrar en detalles sobre los problemas paternos de Annie con Alice―. Ella no lo conoce. Los labios pintados de rojo brillante de Alice se retorcieron. ―Volver tiene sentido. Además, no es como si tuvieras a tu propia familia para cuidar allí. ―Bron parpadeó dos veces, ofendida por la brusquedad de Alice―. Oye, a mí me funciona si vuelves ―continuó Alice―. ¿Estás absolutamente segura que no puedes comenzar con este autor? A medida que el sol de la tarde caía, Bron rechazó la oferta de Alice tres veces más. Rechazar a su persistente amiga era más agotador que tener que soportar una presentación de fotografías de lo que parecía ser toda la niñez de los niños de Alice. Sin duda, la memoria del teléfono alcanzaría su capacidad en algún momento, Bron pensó mientras las imágenes se desplazaban en la pequeña pantalla.

Después de que Alice se abstuvo de sacar su cartera cuando se levantaron para irse, Bron pagó la cuenta y se dirigió hacia al estacionamiento justo cuando sonó su teléfono. Miró hacia abajo en el identificador de llamadas y sonrió. ― ¿Tía Bron, donde estás? ―preguntó Annie. Encajó su teléfono entre la oreja y el hombro mientras arrancaba el coche. ―Estoy en el pueblo. Me voy a casa ahora. ―La abuela dice que si puedes traer algunos bollos de pan. Miró su reloj. ―Cariño, la panadería cerrará dentro de cinco minutos. ¿Está Ally en casa? ¿Tal vez pueda ir hasta el final de la calle contigo y comprarlos? ―No, aún no ha llegado a casa ―dijo Annie distraídamente. La voz de Jackie se escuchaba lejana―. La abuela dice que si puedes intentarlo. La panadería al final de su calle estaba casi cerrada al momento en que Bron se detuvo delante de la pequeña tienda de ladrillos rojos. Mientras abría la puerta de cristal de la panadería, el olor nostálgico de pan recién horneado asaltó sus sentidos. ―Hola, Lars ―saludó a su primer empleador. Dejó de limpiar los estantes con un cepillo de mano, del mismo modo que Bron lo hacía cuando era adolescente, y se volvió hacia la puerta―. Mucho tiempo sin verte. ― ¡Bronwyn Lee! ―Él cruzó los brazos sobre la rejilla metálica―. ¿Cómo has estado? Realmente siento lo que pasó con tu hermana. Era una persona encantadora. Sonrió suavemente. ―Gracias, Lars. ―Miró las bandejas de panecillos, sabía que Lars pronto las contaría como desperdicio―. Vi a tu Jan hace unas semanas. Se veía bien. ―Lo mencionó, querida. ¿Qué tal te va en los Estados Unidos? ¿Te hiciste de un amigo allá para obtener la residencia? Aquí vamos de nuevo, pensó Bron. ―No hay marido. Soy homosexual. Pero no soy de las que se casan por una tarjeta de residencia de todos modos, así que tuve que sacar una visa de trabajo. El anciano Lars estaba claramente perdido por sus palabras, pero rápidamente se recuperó de la conmoción de su revelación. ―Bueno, cada uno sabe lo que hace en el amor. ¡No hay nada malo en ello! Conocí a un homosexual en la escuela y era un tipo superior, superior de verdad... Gracias por tu aprobación, pensó con sarcasmo, pero Lars era viejo, así que lo dejó pasar. ― ¿Han dejado algunos panes para hot dog? ―preguntó. Con una bolsa llena de bollos de hot dog y un regalo especial para Annie, condujo hasta la colina, sorprendiéndose al encontrar las puertas de entrada abiertas. Una breve ola de pánico

la invadió por la posibilidad de que Tammy se hubiera salido, pero a medida que se acercaba a la casa, vio el UTE de Daniel y su ritmo cardíaco disminuyó. ―Estoy en casa ―dijo mientras abría la puerta principal. ―Estamos aquí ―respondió Daniel. Se podía oler el aroma de las salchichas por alrededor de toda la casa. ― ¿Tams está con ustedes? ―preguntó mientras dejaba caer sus l aves sobre la mesa de la cocina. ―Sí. Se dirigió hacia la parte posterior a través de la lavandería, pero se detuvo cuando se encontró con Ally y Annie inclinadas sobre la tina. Ally estaba de pie en un charco de agua con sus sucias botas de trabajo. Los viejos pantalones cortos de trabajo que llevaba parecían decentes en Libby, pero eran casi demasiado cortos para las largas piernas de Ally. Unas piernas sucias y tonificadas. Cuando se obligó a mirar hacia arriba, la mirada de Ally estaba en ella, observando su mirada apreciativa. Ally sonrió y Bron desvió la mirada. Ally ajustó su agarre sobre Annie, levantándola para introducirla en la pileta. Apoyada en su cadera, Annie rio cuando la inclinó sobre la bañera y le enjabonó sus manos. Frotó todos sus brazos y creó un lío jabonoso, que le valió la risa fuerte de Annie cuando el agua corrió por sus codos, mojando el piso recién lavado de Jackie. ―Dios, Annie, ¿Te están enseñando a hacer pasteles de lodo en la escuela o qué? ―murmuró Ally. ―La tierra no viene de mis manos. ¡Es tu tierra! ―Annie argumentó. La risa de Ally era sincera y profunda. Cuando Bron se acercó con una toalla de manos, colocándose en la línea de visión de su sobrina, las cejas de Annie se dispararon. ― ¡Estás en casa, tía Bron! ¿Vas a lavarte también? ―Los ojos de Annie cayeron sobre el bollo envuelto en su mano. Gritó y se movió de las manos de Ally―. ¡Glaseado rosa! ¡Sí! ―Levantó su puño en el aire, corriendo hacia delante y agarrando la bolsa de pan. Bron se retiró y dejó la bolsa plástica sobre la tapa de la lavadora. ―No habrá bollo hasta después de la cena, señorita. Seca tus manos y luego lleva los bollos de pan a la abuela. ¿Cómo estuvo la escuela? Annie tomó la toalla de manos de Bron. ―Estuvo bien. Ally y Dan me recogieron. Cuando Annie se escapó rápidamente, sonrió a Ally, que estaba fregando con vigor sus antebrazos. Ally le devolvió la sonrisa. Bron tomó la botella de jabón de sus manos y roció una cantidad del tamaño de una moneda en su palma. Las palabras que Ally murmuró eran demasiado suaves sobre el agua corriente. ― ¿Me perdí de algo? ―dijo Bron.

Ally se aclaró la garganta. ―Dije: bonito vestido. Casi en el momento justo, el jabón que Bron frotaba en su piel se introdujo en el corte, reabriendo la herida. El condenado vestido estaba maldito. Bron se humedeció los labios. ―Gracias. ―Trató de ignorar el dolor de la herida―. Debe haber sido un día caluroso ahí afuera para ti y Daniel ―dijo―. No estaba exactamente haciendo trabajos forzados y aun así sudé. Los labios de Ally se torcieron en una sonrisa. Miró a Bron arriba y hacia abajo. ―No lo parece. De repente, Ally se inclinó hacia delante y metió toda su cabeza bajo el grifo, humedeciendo su pelo corto. El agua corrió por la curva de su cuello, empapando el borde de su camiseta azul marino. Bron se obligó a quitar la mirada de los firmes y bronceados pechos de Ally, los cuales se derramaban sobre el borde de su camiseta. No podía dejar de notar que la piel alrededor del tatuaje, muy roja el día antes, ahora sólo estaba irritada. Ally se retiró de la bañera. Deslizó una mano por el pelo, y buscó una toalla. Bron le ofreció la toalla de manos para que limpiara el agua que caía por la barbilla, pero Ally extendió la mano detrás de ella hacia la cesta de lavado, que estaba llena de ropa de cama. Cogió la toalla azul pálido con una B bordada en ella. ―Oh… ―Déjame adivinar. ¿Ésta no está bien? ―suspiró Ally. Bron alzó la vista y se encontró con la mirada de Ally. No, no había imaginado la molestia en su tono. Ally arqueó una ceja. Bron la miró... completamente agotada. No valía la pena discutir. ―No, yo... Está bien. Totalmente bien. Ally se apoyó contra el armario, frotándose el pelo mojado, la mandíbula, los brazos, todo con la toalla de Bron. Hizo un gesto hacia el grifo abierto. ― ¿Vas a lavar esas manos en algún momento del día? ―le preguntó, con voz grave. Correcto, las manos. Agua jabonosa. ―Disculpa ―murmuró, abriendo sus piernas sobre el charco en la base de la pileta. Ally tiró la toalla sobre su cuello y desapareció por la puerta trasera. Cinco segundos fue todo lo que se necesitó. ―Hey, ¡Esa es una toalla de la tía Bron! ―Annie reprendió inmediatamente. Bron cerró los ojos y se encogió―. ¡No deja que nadie use su toalla! ―continuó Annie―. Es mejor que la dejes antes de que la vea. ―Ally sabía que Bron estaba escuchando. Tenía que decir algo.

― ¡Esta bien! No te preocupes por eso ―gritó, pero Ally ya estaba subiendo por la escalera de atrás. Bron se lamió los labios y cerró el grifo cuando la puerta de atrás se abrió―. En realidad, no importa ―comenzó a decir Bron. ―Creo que esto te pertenece. ―Ally depositó la toalla en las manos mojadas de Bron―. No me gustaría estar en tu lista negra de nuevo ―dijo, dirigiéndose a la puerta. Bron se apoyó contra la bañera. ― ¿Qué te hace pensar que estás en mi lista negra? ―preguntó. Incluso la forma en que Ally lo dijo sonaba demasiado educada, demasiado artificial. Cuando Ally se encontró con su mirada, era obvio que creyera que nunca le había agradado a Bron. Ally vaciló en la puerta por un momento antes de cruzar la habitación y caminar directamente frente a Bron, tan cerca que podía sentir su calor corporal. Insegura de la reacción de Ally, se quedó inmóvil. Bajó la vista al suelo, y miró por el rabil o del ojo mientras los dedos de Ally se cerraron firmemente alrededor del borde de la bañera. Ally estiró el cuello ligeramente para que sus palabras fueran sólo escuchadas por los oídos de Bron. ―Así están las cosas: no me importa si me quieres, Bron ―susurró―. No tengo que agradarte, y no tienes que confiar en mí. Sé que piensas que no soy buena para nada porque te debo un montón de dinero y que jodí la vida de Libby. Pero esta familia es todo lo que tengo, y sé que les gustaría que nos lleváramos bien. —Bron alzó la mirada de la pileta. Por el cansancio, los ojos de Ally, por lo general del color de un buen coñac, ahora estaban más claros. Era la puesta de sol que entraba por la ventana, se dio cuenta Bron, que hacía que los rayos dorados se reflejaran en los iris de Ally. Un profundo suspiro salió de los labios de Ally―. Entonces, ¿Qué tal si terminamos con esto? Buscó en su cara cualquier indicio de falta de sinceridad, pero sólo encontró la frustración en su expresión. ―No me mires así ―afirmó Bron. Ally estaba exasperantemente calmada. ― ¿Así cómo? ―Así. De la misma forma en que miramos a Annie cuando va demasiado lejos. Como si yo fuera la culpable. ―Esto ―dijo Ally, agitando una mano entre ellas―. Es exactamente de lo que estoy hablando. Estoy lista para terminar con esto. ¿Lo estás tú? —Bron estaba lista para terminar con la conversación. Dejando caer la toalla encima de la carga en la lavadora, asintió—. ¿Eso es un sí? ―Ally animó, buscando el rostro de Bron para su confirmación. ―Sí. ―Está bien. ―Al y chasqueó la lengua e hizo una pausa―. ¿Hay algo que quieras decirme? ―No. ―La intensidad de la mirada de Ally se clavó con vehemencia en el costado de la mejilla de Bron mientras giraba los selectores de la máquina. ―Bien ―dijo Ally, empujando la bañera y yendo al exterior.

Bron respiró profundamente. Podía perdonar por amor a Annie, por el bien de su familia. Pero no iba a olvidar.

Capítulo Cuatro Sosteniendo la manguera de jardín con una mano, Bron vio a Daniel raspar el carbón de la parrilla de la barbacoa. A sus pies, Annie chapoteaba en la piscina para niños que Bron estaba llenando de agua fría, murmurando sin pensar mientras construía un mundo de selva imaginaria con el tarro del agua de Jackie y la vieja muñeca Barbie Safari de Libby. Bron evaluó a su hermano, tan encantador en su sofisticada camisa abotonada y sus elegantes pantalones cortos grises. Pensó en cómo sería su relación con Carly Jamieson en realidad. Los padres de Carly habían programado su crucero al extranjero para llegar temprano al puerto de Sydney, la mañana del vigésimo primer cumpleaños de Carly. Sin embargo, Carly había llegado a su puerta la noche anterior, después de que sus padres la llamaran con la desafortunada noticia de que, debido a las malas condiciones meteorológicas de ese día, el barco se retrasaría. Los Jamieson no estarían de vuelta en Katoomba hasta las primeras horas de la mañana del sábado. Daniel sugirió a Carly reprogramar la cena de la familia hasta el sábado por la noche, cuando sus padres estuvieran de vuelta en las montañas. En la noche de su cumpleaños, él cocinaría para ella. Desde el salón en el cuarto de enfrente, Bron había observado la expresión alicaída de Carly transformarse en euforia. Observó cómo Daniel contaba los filetes marinados y colocaba una bolsa de lechuga envasada en una de ensaladeras de Jackie, que había existido desde la década de los ochenta. Tenía que darle crédito por el esfuerzo. Aunque se sentía mal vestida con sus pantalones cortos y camiseta, se imaginó que, si se otorgaba un premio al peor vestido en la cena del vigésimo primer cumpleaños de Carly Jamieson, probablemente no sería ella por su atuendo. Mientras Daniel se agachaba y comprobaba el cilindro de gas, Bron alzó sus gafas de sol a la parte superior de su cabeza. ― ¿Sabes que han convocado a una prohibición total de fuegos? Se burló, de su capacidad para encender la barbacoa. ―Sí, Bronwyn, estoy familiarizado con las reglas y regulaciones del Servicio de Bomberos Rurales de NSW2. Ella entrecerró los ojos bajo el sol. ―Bueno, ¿No es mejor idea cocinar dentro? ―Disculpe, señorita Arrogante y Poderosa, es de gas. Además, ¿Lo estoy encendiendo para cocinar, o para calentarnos? Se secó la frente sudorosa. ―Definitivamente no es para calentarnos. ―Incluso después de las cinco y media, parecía que el sol ardiente no tenía intención de decaer jamás. Así, la piscina infantil era más como una bañera de hidromasaje. Se sorprendió que el plástico barato no se hubiera derretido en la hierba debajo de ella. Annie se retorció en la alfombra de plástico de la piscina ligeramente salpicando los pantalones cortos de Bron y la piel donde su ombligo estaba expuesto. ― ¿Por qué te quejas? ―Jugó― ¿No quieres pulpo a la parrilla?

―Como todos sabemos, esta familia no tiene la mejor reputación cuando se trata de seguir las leyes RFS ―dijo casualmente moviendo la muñeca y permitiendo que un fino chorro de agua tibia rociara el cabello de 2 Nueva Gales del Sur Annie―. Especialmente ex bomberas. —Él abrió un paquete de salchichas con un cuchillo afilado. ― ¿Puedes dejarlo ir? ―Lo he dejado ir ―replicó. ― ¿Cuándo volverán la abuela y Al y con los moriscos? ―Interrumpió Annie. ―Mariscos ―corrigió él―. Pronto. Ann, ¿Qué tal si vas a secarte y te pones el vestido que Carly te dio para tu cumpleaños? Annie inclinada en la piscina, sacudió la cabeza. ―Pica. ―Bueno ―continuó―. Estoy seguro de que a Carly le gustaría realmente verte en él. Annie suspiró profundamente. ―Bueno. Cuando Annie desapareció de su vista, se volvió a Bron. ―Sabes por qué Ally incendió su garaje, ¿Verdad? Bron alzó una ceja y asintió. Sabía que se refería al padre de Annie y ex pareja de Libby. Asintió con la cabeza. ―Entonces no entiendo por qué no puedes ser un poco más simpática. No era un buen tipo, Bron. No era bueno para Libby o para Annie. Dejó caer la manguera y la cerró. ―Yo sé que es así, pero Ally podría haberlo matado. Y sabes cómo se ponía cuando no tenía toda la atención de Libby. ―No fue así. ―Tú apenas tenías diecisiete años, Dan. No sabes ni la mitad de eso… ―Yo sé todo de ello. No estaba tratando de matarlo. El garaje estaba a veinte metros de la casa. Además. ―Él levantó una mano, sabiendo exactamente que Bron iba a protestar―. Sabía que él no estaba en casa. La única vida que pretendía tomar esa noche era la de su Mercedes, e hizo un maldito buen trabajo, déjame decirte. Bron parpadeó dos veces. ― ¿Cómo lo sabes? Se encogió de hombros.

―Mi amigo Matty y yo fuimos allí a la noche siguiente. ― ¡Eres un idiota! ―Relájate. Ni siquiera estaba en casa. Sólo entramos al garaje, vimos el coche y nos fuimos. Bron tenía curiosidad. ― ¿Qué tan quemado estaba? ―Bueno, llamó a los RFS como dos minutos después de prenderle fuego, por lo que no fue tan malo. No debió haber mucho combustible en el coche o tal vez lo vació en primer lugar. No lo sé. Pero el techo se había derrumbado, y el coche se quemó como si hubiese estado en el infierno y regresado. Simplemente no se pudo hacer nada por esa mierda. Ella sopló un mechón de pelo suelto. ―Eso es ridículo. Lo que no puedo superar, ni siquiera podía creerlo cuando me lo dijo Lib, era que llamara a los RFS. ¿Por qué hacerlo en primer lugar si sólo te vas a delatar? ―Estaba siendo responsable. Bron no pudo evitar reírse. ― ¿Responsable? Daniel no pudo encontrar el humor en ello. La asombró como Ally tenía completamente envuelta a su familia alrededor de su dedo meñique. ―Mira, di lo que quieras, pero sabía cómo jugar con fuego, Bron. Sabía cómo empezarlo, mantenerlo, y cuando llegara la hora, apagarlo antes que se extendiera. Y antes de ir y poner tu pie en ella, como lo hiciste con el dinero que te debe, no estaba llamando a la RFS para delatarse; fue su madre. Bron no pudo ocultar su sorpresa. No lo sabía. ― ¿La madre de Ally le dijo a la policía? Él asintió. ―Les dijo que Al no había estado en casa y que la había visto salir alrededor de las once de la noche, con lo que parecía un bidón de combustible. La declaración de la maldita vieja se ajustaba con las huellas de las botas de Al fuera de su casa y la cinta de seguridad donde estaba llenando un recipiente de combustible fuera de Leura unos días antes. ―Sí ―dijo en voz baja Bron―. Yo sabía acerca de las huellas y el depósito de combustible. Pero no sabía nada de su madre. Miró hacia la casa y luego hacia abajo a su hermana. ―Creo que él solía golpear a Libby ―dijo, con la voz cargada de seriedad. El pensamiento la asfixió con fuerza. ― ¿Qué? Con la mandíbula apretada, continuó.

―Quiero decir que nunca la vi con un ojo negro o cualquier cosa, pero estoy bastante seguro de que algo le hacía. Creo que Ally lo descubrió después de que Libby lo dejara para venir a vivir con nosotros. Es por eso que fue allí y le prendió fuego por el culo. Ella sacudió su cabeza. ―No. Libby me lo habría dicho. Se encogió de hombros. ―Tal vez se lo dijo a Ally en su lugar. —No era como si los pensamientos oscuros del ex de Libby no hubieran pasado por su cabeza antes. Después del nacimiento de Annie, se había convertido en un completo idiota. Pero estaba segura de que, si hubiera existido violencia doméstica, Libby habría confiado en ella. ¿No? Incluso si los océanos las separaban, las hermanas habían sido siempre cercanas. Sin embargo, la sugerencia de Daniel no estaba fuera de discusión. Miró hacia abajo los bistecs crudos nadando en salsa de soja y se sintió como si fuera a vomitar. Se aclaró la garganta―. Si yo lo hubiera sabido entonces, juro que habría hecho algo por mí mismo. ―Levantó la vista hacia su rostro, su expresión denotaba demasiada severidad y frustración para un joven de veintitrés años―. Pero no me di cuenta hasta mucho más tarde. Ella llevó la mano entre los omóplatos y le frotó la espalda. ―Bueno, me alegro que no lo hicieras, porque eres malditamente guapo para estar en prisión. Él rio entre dientes como siempre lo hacía cuando su humor se ponía demasiado serio. ―No trates de camelarme ―dijo, pero Bron estaba demasiado consumida por la idea de lo afortunadas que eran por tener a Daniel, y especialmente a Annie―. Tu acento americano está saliendo ―agregó. Estaba a punto de bromear antes que un destello rojo, su viejo coche, se detuviera al final de la entrada y le llamara la atención. Frente al coche, el cartero pasó por delante en su moto, levantando una mano para agradecer a Ally y Jackie por detenerse. El pánico se apoderó instantáneamente de Bron, haciéndola sudar en el mismo instante en que recordó la fecha límite de su próxima entrega. Descalza, se levantó de un salto corriendo hacia los escalones de atrás, la puerta mosquitera se balanceó detrás de ella. Subió por las escaleras, escuchó la voz de Daniel llamándola después de atravesar la casa. ― ¡El cartero! ―gritó. En una loca carrera, recogió los borradores del escritorio en su dormitorio. ¿Dónde estaba el maldito sobre del correo? Su corazón se aceleró, rápidamente levantó la vista del montón de papeles esparcidos a través de la mesa y por la ventana. A través de los árboles y arbustos, pudo ver el buzón de correos fuera de la panadería en la parte inferior de la calle y el chaleco fluorescente naranja del cartero mientras se detenía―. Mierda, mierda, mierda ―murmuró, explorando el cuarto hasta que encontró el sobre amarillo de plástico debajo de su cama. Bajó las escaleras de dos en dos. Jackie tenía el maletero del coche abierto y estaba en el proceso de descargar los víveres cuando Bron salió corriendo por la puerta principal―. Rápido, dame las llaves. ¡Voy a perderlo!

Los ojos de Jackie se posaron en los papeles, la pluma, y el sobre que sostenía Bron. Comprendiendo la situación. ―Ally está adentro. Tiene las llaves. Amor, él ya estará en la caja... Una brisa caliente, levantó la hoja superior de sus brazos y la llevó a través del jardín, Ally salió, haciendo sonar las llaves del coche en sus dedos. ― ¡Necesito las llaves! ―exclamó Bron, agachándose para perseguir la página. Ally se las dio. ―Vamos, te llevo. ―Antes que pudiera protestar por la licencia expirada de Ally, ella añadió―. Todavía necesitas dejar el sobre y está justo al final de la calle. Cuando Ally dio la vuelta al coche, Bron empujó los borradores en el sobre y garabateó la dirección del editor. Lo selló, con el corazón acelerado. ―No puedo creer que lo olvidé. Ally miró el sobre. ― ¿Trabajo? ―Borradores para un nuevo libro. Tienen que estar en Sydney para el lunes. ― ¿No puedes escanearlos y enviarlos por correo electrónico? Negó con la cabeza, concentrándose más en conseguir abrir la puerta que en las preguntas de Ally. ―Los escáneres no recogen los detalles finos. ―Bueno, tengo toda la noche para conducir a la ciudad, si lo perdemos. ―Tienes hasta las diez en punto. Ally detuvo el auto bruscamente. ―Voy a la puerta ―dijo y señaló el sobre―. Has olvidado rellenar la dirección del remitente. Bron gruñó y cogió la pluma de nuevo. En el momento en que salieron a la calle, Bron pudo ver que el cartero había desaparecido. Suspiró profundamente. ― ¿Por dónde crees que fue? Al y giró a la izquierda en la calle Eveleigh. Su mirada se posó en la rodilla desnuda de Bron. ―Relájate, lo alcanzaremos. Bron miró por la ventana de atrás y contempló las calles transversales buscando al cartero. Cuando volvieron a la calle principal de Katoomba y pasaron la cafetería en la que había tenido su reunión a principios de esa semana, le dijo a Ally que se detuviera. ―Vamos, ¿Cuáles son las posibilidades de que lo alcancemos? Además, ni siquiera tienes tu licencia contigo ―resopló, profundamente irritada. Era peor que discutir con Annie―. Sólo detente, ¿De acuerdo? —De mala gana Ally gimió y movió el intermitente para entrar en

un espacio. Su mandíbula parecía tensarse por la frustración de que le dijeran qué hacer. Bron nunca había visto una mueca tan atractiva. Casi podría sentirse atraída por esta mujer, puramente a un nivel físico, por supuesto, si Ally no se comportara como una niña petulante el noventa por ciento de las veces. En ese preciso momento, Ally apagó el motor por completo sólo para obtener un efecto adicional, pero Bron se negó a caer en su juego. Se bajaron y cambiaron lados, sus brazos se rozaron cuando pasaron frente al capó. Encendió el motor, escuchando con desesperación, mientras pateó dos veces y finalmente arrancó. No dudaba por un segundo que si el coche no hubiera arrancado le habría dado a Ally gran placer, pero no le daría tal satisfacción. Ally se adelantó y subió el volumen de la radio. Bron apenas permitió escuchar una línea de “El hombre del piano” antes de alcanzar y girar el dial para silenciarlo―. ¡Por favor, Ally! Estoy tratando de imaginar donde hay un buzón de correos exprés, y me estás haciendo muy difícil pensar. Ally se burló y se deslizó hacia abajo en el asiento del pasajero. Miró por la ventana mientras Bron cruzaba por la ciudad acechando al cartero. Lo encontraron vaciando un buzón de correos en un callejón detrás de la estación de tren. No era consciente de lo ridícula que se veía, desviándose en la calzada por un desconocido, saltó fuera del coche descalza y, sin aliento, le explicó cómo había conducido hasta el final de la calle Maple para atraparlo. Apenas logró sacarle una sonrisa cuando terminó su historia, pero cuando dio la vuelta al coche, pudo ver la expresión divertida de Ally. Bron se dejó caer en el asiento del conductor, y sopló un profundo suspiro de alivio. Sus pies descalzos ardían por el calor abrasador del pavimento. Tiró del lazo de pelo y recogió su largo cabello en un moño más ordenado. ―Eso estuvo muy cerca ―murmuró―. Incluso tienes audiencia ―señaló Ally. Bron alzó la vista. Una pareja de ancianos estaba de pie con su puerta abierta, observando quien se había estacionado en su camino de entrada. Cada uno tenía una mano en la cadera, mientras que la otra servía como una visera contra el candente sol. Entrecerraron los ojos mientras veían ponerse en marcha el coche a través de su jardín delantero. Bron sonrió. ―Entrometidos. ―Condujo en silencio hasta que recordó su estado de ánimo minutos antes―. Lo siento por la radio. Estaba estresada de verdad. ―No hay problema ―dijo Ally. Estaba sorprendida, incluso impresionada, cuando pasaron unos segundos y Ally no había emitido nada parecido a un comentario sarcástico. Bron se aclaró la garganta. ―Gracias, Al. ―Está bien. Además ―dijo, mirando por la ventanilla del pasajero―. Siempre has sido la reina del drama. Cuando regresaron, el coche de Carly estaba en la entrada. La familia se encontraba sentada alrededor de la mesa. en el patio trasero, que Jackie había dispuesto con la vajilla de porcelana. La barbacoa chisporroteaba con el marisco fresco que Jackie y Al y habían recogido antes, y si no fuera por los rollos de langosta que faltaban, Bron casi podía fingir que estaba de vuelta en Boston.

Fue la primera en abrazar a Carly y desearle un feliz cumpleaños. Ally dio un paso atrás y sonrió torpemente mientras Bron se disculpaba por su tardanza y por la de Ally. ― ¿Lo atraparon? ―preguntó Jackie mientras bajaba los escalones con una ración de queso en la mano. ― ¿Atraparon a quién? ―Carly preguntó mientras servía a Bron y Ally bebidas. ―Al cartero, que deseaba con lujuria Bron. ―Ally dijo en serio. Annie metió un cubo de queso en su boca. ― ¿Qué significa lujuria? Bron se sonrojó y sacudió la cabeza. ―No importa. Carly parecía confundida. ―Ally, ¿Bebes Moscato? ―Le ofreció, el borde de la botella estaba sobre un vaso limpio. Bron alzó la vista, preguntándose hasta qué punto Al y podría resistir. ―Puedo beber ―dijo. Bron no se perdió la mirada de Ally cuando brevemente parpadeó hacia ella―. Pero, por desgracia, voy a tener que decir que no. Ya sabes, por todo ese asunto de la libertad condicional. ―Agitó la mano, lanzando su extenso historial criminal a un lado como si fueran las noticias de ayer. ―Oh ―dijo Carly, sus mejillas se enrojecieron―. No sabía que estabas en libertad condicional. Pensé… Ally mordió una galleta con queso. ―Hey, no me importa. Pero es agradable que alguien me dé un descanso de vez en cuando ―dijo significativamente, y Bron sabía que lo decía por ella. Cuando la cena estuvo lista y la charla sobre las bebidas terminó, Bron se encontró sentada en la mesa de atrás junto a una Annie, vestida elegantemente, que ansiosamente animó a Ally para que se sentara a su otro lado. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Annie suspirara porque estaba satisfecha y fue excusada de la mesa. ¿Bron se había imaginado la forma en que Ally se acercó cuando Annie se levantó para jugar con Tammy?―. Así que... la facultad de derecho ―Ally dijo mientras cortaba su carne. Bron observó la forma en que los tendones en el antebrazo de Ally se tensaron mientras cortaba la carne cocida―. Eso suena como un montón de trabajo. Carly tragó saliva y se limpió los labios con una servilleta. ―Bueno, el semestre casi ha terminado, pero espero comenzar la pasantía antes de fin de año. ― ¿En serio? ―preguntó Ally―. ¿Dónde? ―Hay un gran programa que se realiza a través de la oficina de asistencia legal. Uno de mis profesores tiene un contacto ahí, así que espero que todo salga bien. ―Va a lograrlo. ―Daniel lo garantizó―. Va a ser una buena abogada muy pronto.

Ally roció aceite balsámico sobre su ensalada. ―La asistencia jurídica está bien, cuando los abogados son buenos. Carly levantó una ceja. ― ¿Tuviste un abogado de oficio? ―Tres ―dijo Ally―. Me deshice de los dos primeros por incompetentes― añadió. La cabeza de Bron se disparó, dispuesta a reírse ante la idea de que Ally hubiera tenido el pellejo para ser exigente, pero parecía que todos los demás no habían notado el chiste. Ally pareció haberlo notado, porque añadió―. Puede que haya incendiado un coche, pero todavía tenía mis derechos. ―¿Así que estás pensando trabajar con Daniel el próximo año? ―preguntó Carly―. Yo sé que él quiere tenerte cerca. Llega cada noche más relajado. ¿Verdad? ―le preguntó a Daniel, jugando con el pelo en la nuca de su cuello. Bron levantó su pierna sobre el asiento para conseguir otro kebab de gambas de la barbacoa. Ally se movió hacia ella, sus muslos todavía se rozaban. Por muy fugaz que fuera el toque, sus miradas se cerraron torpemente por un segundo hasta que Bron se separó completamente del asiento. ―Bueno, Carly, me ha dicho que tengo el toque de una mujer ―bromeó Ally―. Pero no tienes nada de qué preocuparte. Cuando Bron escuchó a Carly reír, sabía que la cara de Ally estaba iluminada con una sonrisa arrogante. Un pensamiento vino a ella, e instantáneamente, le hizo sentirse incómoda. Ally seguro que era muy popular en la cárcel. Durante toda la noche, Bron quiso quedarse a solas con Ally. Tenía que saber acerca de Libby. Encontró a Al y en la terraza, mordiendo un kebab de gambas sobrante de la cena. ― ¿Tuviste una buena noche? ―preguntó Bron, apoyada contra un poste de la terraza. Ally le sonrió desde el balancín. ―Sí, fue agradable ser recompensada con una comida decente después de una semana de trabajo duro por primera vez en cinco años.... Ella sonrió. ― ¿Te gusta trabajar con Daniel? ― ¿Trabajar con? ―Ally levantó una ceja―. Tú no trabajas con Daniel. Trabajas para él. ―Bron rio, animándola a decir más―. Es muy bueno. Me deja trabajar a mi gusto, escucha y paga bien también. ―Se calló, su sonrisa se ensanchó cuando vio el rostro de Bron―. Es linda ―dijo Ally, señalando a Carly. Bron se volvió y miró el camino de entrada donde Daniel y Carly estaban besando a Jackie diciéndole adiós, listos para dirigirse a la casa de Carly a pasar la noche. Ally presionó—. ¿No crees que es linda? Se encogió de hombros. ―Creo que es la novia de Daniel.

―Eso no significa que no puedas encontrar hermosa a la novia de tu hermano. ―rio Ally―. Él sabe que eres lesbiana. Cruzó el porche y se sentó junto a ella. ―Sí, pero tal vez no le gusta que se lo recuerden. Cuando se echó hacia atrás, el columpio comenzó a mecerse ligeramente, y Ally levantó un pie hacia la mesa auxiliar frente a ellas para detener el movimiento. ―No les importa que seas gay, Bron. No les preocupa que ninguna de nosotras lo sea. Suspiró. ―Puede ser fácil confundir la tolerancia con el apoyo. Ally empujó contra la mesa, el columpio se balanceó sutilmente. ―Eres bastante pesimista ―dijo suavemente. No sabía si la tranquilidad que sentía era debido al olor de la buganvilla que se filtraba desde el costado hasta la terraza frontal, era por el balanceo controlado del columpio, o si eran por ambas cosas. ― ¿Puedo preguntarte algo? ―Ally lanzó el palillo de madera del kebab sobre la mesa y asintió. Bron se enfrentó a ella―. ¿Por qué incendiaste su garaje? Ally detuvo su pie sobre la mesa, el columpio cesó su movimiento. ―Debido a que era un bastardo. Bron la miró fijamente. ― ¿Qué pasó? ― ¿Qué es lo que deseas saber? ― ¿Alguna vez golpeó a Libby? La expresión de Ally se llenó de tristeza. ―La verdad... no lo sé. ― ¿Así que lo hiciste porque estabas enojada? Ally hizo una mueca. ―Él no se dio cuenta de lo que tenía con Libby. ―Estaba claro para Bron que Ally estaba considerando cuidadosamente sus siguientes palabras―. Ella era diferente después de casarse con él. No estabas aquí para verlo, pero estaba... estaba tan triste. Bron sintió la embestida de las lágrimas, fuertes y rápidas. De repente pareció importante que Ally no la viera llorar. Se puso de pie abruptamente. Ally se inclinó hacia delante, con el brazo suspendido en el aire, como una marioneta sin su titiritero. ― ¿Estás bien?

―Sí, sí ―le aseguró Bron, pero no quería encontrarse con la mirada preocupada de Ally―. Creo que me voy a la cama ―susurró con una voz que no era la suya. ―Hey. ―Ally la llamó. Bron se detuvo en la puerta principal― ¿Te importa si vamos a verla el domingo?

Capítulo Cinco Bron observó a Ally en el espejo retrovisor. Estaba de pie en el puesto de flores al borde de la carretera frente a las puertas del cementerio, balanceándose de un pie a otro contemplando sus opciones. Se inclinó sobre lo que Bron supuso era un ramillete de claveles. Se agachó. Luego se puso de pie, colocó una mano en la cadera y se frotó la barbilla en señal de frustración. Sus labios se movieron a modo de disculpa mientras se hizo a un lado para que dos mujeres de edad avanzada recogieran los ramos de rosas. Era domingo por la mañana después de misa, y había más clientes en el puesto de lo habitual. Una parte de Bron quería salir y ayudar a Ally, para guiarla hacia las gerberas o lirios, o incluso hacia un modesto ramo de flores silvestres para Libby. Ally no sabría diferenciar una rosa de una mala hierba. Pero Ally Shepherd había dicho que compraría las flores ella misma, y Bron quería que tuviera al menos eso. En el corto trayecto hasta el cementerio del barrio, fue imposible evitar la calle Gibson, que conectaba a la carretera. Sin que Ally se diera por enterada, habían pasado el poste de telégrafo donde el coche de Libby se había incrustado en un abrazo mortal. Bron se animaba en silencio para concentrarse en las líneas dobles en medio de la carretera. Pero segundos después que habían pasado, miró por el espejo retrovisor, las flores marchitas atadas al poste en el otro lado de la carretera, el envoltorio de plástico amarillo era tan brillante como el uniforme escolar de Annie. Se concentró en su conducción y empujó el pensamiento de una Annie inconsciente atrapándolo en el fondo de su mente, permitiendo que esa inquietante visión la dejara tranquila por el momento. Ally se trasladó, los brazos los tenía llenos con al menos tres ramos. Qué bonito, pensó Bron. Sabía que Ally ganaba sólo diez centavos por hora en la cocina de la cárcel y tenía pocos ahorros. Sólo había estado trabajando con Daniel durante una semana. Era admirable que gastara tanto en las flores para Libby. Caminó de regreso hacia el coche, con las manos tan llenas que Bron se acercó y abrió la puerta del acompañante. Cuando subió Ally, hizo un ruido ininteligible. ―Son preciosas. ―Bron se inclinó y puso su nariz en el ramo de rosas blancas. Sonrió para Ally―. Elegiste sabiamente. ―Realmente no sé qué es esto. ―Ally murmuró entre dientes, moviendo la cabeza hacia las flores aliento de bebe en su regazo―. Pero pensé que iría bien con el blanco. No es raro comprar rosas para una tumba, ¿verdad? Sé que le gustan las rosas... ―Ally divagaba, la utilización del tiempo presente no se le escapó a Bron. Bron se aclaró la garganta y encendió el coche. ―Las rosas blancas normalmente significan reverencia o pureza. —Satisfecha, Ally asintió. Se acomodó en silencio, los tallos agarrados firmemente en su mano. Bron se dirigió a la parte trasera del cementerio. Pasaron por delante de las lapidas de los soldados, no las había visto tan deterioradas desde la última vez que estuvo aquí para el entierro de Libby. De hecho, no las había notado en absoluto. Algunas tenían una inclinación de casi sesenta grados sobre la siguiente, cual fichas de dominó, como si incluso en la muerte, todavía compartieran un sentido de camaradería. Se detuvo cuando llegaron a las tumbas más nuevas, donde la hierba crecía más

verde y más salvaje. Cuando Bron se bajó del coche, sus pies estaban tan pesados que podría haber jurado que llevaba botas de plomo en lugar de delicadas sandalias. Condujo a Ally hasta la mitad de la tercera fila donde estaba la cruz blanca que Daniel había hecho con madera contrachapada y pintada con spray. Garabateadas con letras mayúsculas estaban escritas las palabras: ELIZABETH LEE. No tenía fechas. Se tendrían que colocar una vez que el cantero trajera la lápida definitiva. Al y dio un paso atrás, mirando la cruz, luego hacia el cielo, para volver su atención al marcador de contrachapado blanco. Durante un largo momento, ambas se quedaron en silencio―. Se ha hundido otra vez. ―Bron dijo finalmente. ―Sí. Tenías razón. No parece estar demasiado bien. Ally observó todo alrededor y dejó a un lado los ramos de rosas. ― ¿Quieres ayuda? ―preguntó Bron cuando Ally desenvolvió los ramos. Al y saco el jarrón que estaba puesto en su base, en la losa de hormigón detrás de la cruz. Se puso de pie y miró a su alrededor. — ¿Hay un grifo donde pueda limpiar esto? —Bron hizo un gesto al final de la fila. Ally se alejó y Bron admiró su bronceado, que estaba más oscuro que la primera vez que llegó. Sus pantalones cortos de trabajo le habían dado una línea de bronceado adicional también. Una línea distintiva entre la piel aceitunada y la piel teñida de café en la parte posterior de sus tonificadas piernas, era especialmente evidente por los pantalones mucho más cortos que había elegido esa mañana. Bron miró al otro lado de la carretera hacia la tienda de botas UGG, que funcionaba desde que podía recordar. Su primer par de UGG rosas procedieron de ahí, allá por los años noventa cuando llevarlas en público era socialmente aceptable. Se encogió cuando vio las grandes pieles de vaca que colgaban con orgullo alrededor de la tienda, marcando su perímetro. Era tan desagradable ver a los turistas ir y venir desde Sydney siempre deteniéndose para conseguir un buen negocio, sin encontrar ningún reparo en la crueldad hacia los animales en exhibición o por estacionar sus vehículos de alquiler en el cementerio. Hay un tiempo para todo, pensó. Un tiempo para nacer o morir, un tiempo de luto, y uno para conseguir unas UGG australianas a la mitad del precio real. Cuando Al y regresó con el jarrón lleno de agua fresca, organizó las rosas con tanto cuidado y reverencia, que Bron no habría pensado que tenía. Ally dio un paso atrás para admirar su obra. »Se ve bien, ¿Verdad? —Sabiendo que su voz podría fallar, Bron simplemente asintió con aprobación. Debió haber dejado que Jackie trajera a Ally. Ally no trató de hablar con la cruz de madera, como si se tratara de Libby, como Annie dijo que lo hacía Jackie. Tal vez, al igual que Bron, Ally sentía que no tenía ningún sentido. No había ninguna motivación real debido al escepticismo de Bron. Trató de ponerse en el lugar de Ally. Había estado encarcelada durante cinco años por proteger a su mejor amiga, ¿Sólo para que Libby muriera unos pocos meses antes de que se le concediera la libertad condicional? Si había un poder superior, sin duda le había jugado una broma muy cruel. Ally recogió el envoltorio de plástico y el papel de las flores, y con nerviosismo los moldeó en una pelota en sus manos—. Entonces... ¿Has dicho que tus padres están aquí? Bron señaló la tumba junto a Libby: Margaret Lee. ―Esa es la madre de mi padre. ―Era una lápida derruida mucho más antigua. Su padre había tratado de restaurarla años antes de morir, pero ahora las letras se habían descamado de

nuevo. Las tres primeras letras eran apenas legibles. Si alguien buscara al difunto Garet Lee de Leura, tendrían menos problemas al encontrarlo que alguien buscando a la abuela Maggie. Bron indicó más arriba una tumba más reciente―. Y ahí están mamá y papá. Están juntos. Ally levantó una ceja. ― ¿Jackie está bien con que tu padre esté enterrado junto a tu madre? ―Supongo ―comentó Bron. Realmente no había pensado en el o―. Papá ya había pagado por una tumba doble cuando mamá murió, y cuando llegó el momento de enterrarlo, no era como si dispusiéramos de un dinero extra por ahí. Además, mi madre está al lado de la mamá de papá, así que supongo que pensó que todos estarían juntos. Ally parecía estar analizando todo en su mente. ―Recuerdo a Maggie ―dijo suavemente―. Yo no le gustaba. Bron rio, levantando una mano en su hombro desnudo para protegerse de la picadura del sol caliente. ―No le gustaba la mayoría de la gente, así que no pierdas el sueño… El rugido inesperado de una moto a través del camino principal la interrumpió. Iba rápido, no más de veinte kilómetros, pero lo suficientemente rápido como para ser peligroso. Su mente giró tal como lo hizo cuando vio o escuchó algo similar en los últimos tres meses. Eso era lo que pasaba con los factores desencadenantes. Eran fáciles de salir una vez que el arma sea disparada por primera vez. Libby había muerto y de repente Bron estaba viendo accidentes de tráfico en todas partes: repeticiones nocturnas de procedimientos médicos, las noticias y Facebook. ― ¿Crees que tu padre pensó que no volvería a casarse cuando compró la tumba doble? ―Ally le preguntó, haciendo que Bron volviera a la conversación. ―No lo sé. ―Y ¿Qué pasa con Jackie? ¿Dónde será enterrada? La idea de enterrar a su segunda madre hizo que Bron se mareara. ―Yo realmente no quiero pensar en eso ahora ―respondió con voz ronca. ―Por supuesto ―dijo Ally, dándose cuenta que había cometido un error―. Lo siento, por preguntar. ―Se quedaron en un cómodo silencio hasta que Ally dijo―: La próxima vez también deberíamos traer flores para tus padres. Y la abuela Maggie. Jackie ya lo hace, Pensó Bron, pero la intención de Ally era dulce, así que Bron susurró. ―Sí. —Había algo en detenerse en la tumba de Libby con Ally que era más perturbador de lo que Bron podría haber imaginado. ¿Era porque su hermana quiso tanto a Ally como había amado a Bron? Tenían que salir. Los hombros de Bron ardían, su boca estaba reseca, y sus pies eran de un color rojizo por la suciedad del suelo seco que se había endurecido en sus sandalias cuando salió del coche. Pero no era ninguna de esas cosas lo que hizo que su visión se nublara. Fue la intensa, y horrible, ola de reconocimiento que la inundó. Ahí estaba toda su familia, en la que había nacido, todos ellos se habían ido. Allí, bajo sus pies, pero... ya no estaban. Supo esto durante meses. Era

uno de esos pensamientos terribles que habían viajado con ella en ese vuelo de Virgin Australia desde Boston a Sydney horas después que se enterara del accidente. En algún lugar sobre el Norte del Océano Pacífico, había buscado una bolsa para vomitar, culpando al cóctel embriagador, la turbulencia y al profundo dolor que sentía. Pero, de nuevo, esa sensación retorció su estómago―. ¿Podemos irnos? ―preguntó, la pregunta raspó contra su garganta. Ally trató de mirarla a los ojos, pero ya había dejado caer sus gafas de nuevo sobre el puente de la nariz. ―Sí ―dijo Ally―. Por supuesto. Bron cerró la puerta del conductor detrás de ella, agradecida por haber dejado la ventana abierta. Al segundo de dejarse caer en el asiento, la picadura de un violento aguijón tomó su brazo. ― ¡Mierda! ―gritó, retorciéndose para encontrarse con la resplandeciente hebilla de su cinturón de seguridad. Ally la estaba mirando, obviamente sorprendida por el estallido. Las náuseas se apoderaron de Bron. Era amenazante y abrumador. Se agarró la parte posterior de su brazo donde había sido quemada―. Cuidado con la hebilla del cinturón de seguridad. Está en llamas ―murmuró, una lágrima se le escapó por el rabil o del ojo. Ally chasqueó la lengua. ―En llamas, ¿Eh? ―bromeó―. ¿Pensé que habíamos superado la etapa de Ally la incendiaria? —La correa negra del cinturón de seguridad de Bron no estaba ajustando. Tiró de nuevo, con más firmeza. Estaba bloqueado y gruñó―. Sólo sé más suave ―rio Ally―. Tira lentamente. —Bron soltó el cinturón de seguridad y se echó hacia atrás. Cerró los ojos. Un sollozo escapó. Silenciosas lágrimas fluyeron en busca de una liberación. Caían calientes por las mejillas encendidas. Estaban en todas partes. Ally se removió en su asiento, metiendo una pierna por debajo de ella, volviéndose hacia Bron. Se sentaron así por un largo rato, hasta que las lágrimas de Bron cesaron. Levantó sus gafas de sol y se limpió las mejillas, la barbilla y la mandíbula. Hizo un sonido de disgusto, menospreciando su estallido—. Sólo respira despacio ―sugirió Ally. Bron golpeó la parte superior del volante con frustración. Un dolor se disparó desde la palma de la mano a su muñeca. La dejó caer pesadamente en su regazo. Más lágrimas cayeron, más suaves, esta vez fue una respuesta menos impresionante―. ¿Estás bien? Bron se humedeció los labios. ―Esta es la primera vez que he estado aquí desde el funeral. ―Oh, Bron. Debiste decirlo. ―Ally extendió la mano, y Bron giró su mano sobre el regazo, esperando que la mano de Ally encontrara la suya. Pero de repente la mano, firme y suave de Ally, se presionó contra el mentón de Bron. El latido de su corazón se aceleró y su rostro se sonrojó. Una lágrima cayó desde la punta de la nariz. Antes que pudiera saborearla al caer a su labio inferior, Ally la atrapó con su dedo pulgar. Una brisa fresca aplacó la parte posterior de su cuello, provocando que su piel se erizara. Ally se inclinó sobre la consola y apoyó su frente sobre la de Bron. Liberó un suspiro, preocupada. Inmóvil, Bron sintió que rozaba su mejilla. ¿Qué estaba pasando? La mano de Ally presionó más firmemente contra su mentón, y el aliento de Bron se detuvo. Cuando sus labios se encontraron, Bron cedió.

La boca de Ally estaba ansiosa, pero mucho menos dominante de lo que Bron habría pensado. No estaba pensando en absoluto, no cuando Ally se acercó más de lo que nunca había estado. Demasiado cerca. La otra mano de Ally se deslizó hacia la nuca de Bron, controlando el suave beso. Bron cayó inmediatamente en el nuevo ritmo y se oyó gemir. Luego la lengua de Ally se deslizó por el labio inferior de Bron, hambrienta e implacable. El gemido de Ally, gutural y salvaje, se derramó en la boca de Bron. Ally se movió, para arrodillarse en su asiento. De repente se dio cuenta de las intenciones de Ally, Bron rápidamente se echó hacia atrás, con los ojos abiertos e inyectados en sangre. Los párpados de Ally se cerraron con fuerza, como si el beso terminado abruptamente le hubiera dolido. ―Lo siento. ―Bron dijo con voz ronca, todo su cuerpo temblaba. Bajó la mirada, sólo para posarla en el pecho lleno y jadeante de Ally. ―Yo no. ―Ally susurró, abriendo los ojos―. He querido hacer esto desde que tenía quince años... ―No puedo ―dijo simplemente. La mano de Ally en su mentón retrocedió, pero la que estaba en la parte de atrás de su cuello se mantuvo ahí. Sus dedos se extendieron contra su cuero cabelludo. ―No estoy buscando nada serio ―dijo Ally. Sus dedos se arrastraron hacia el pelo suelto de Bron―. Creo que ya lo sabes. Pero podemos hacer que esto... sea algo divertido. Si lo deseas ―terminó Ally. Lo que Ally le proponía era simple en teoría. Cuando Bron no respondió, Ally asintió―. Sí, está bien entonces. No es como si fuera la primera vez que me has dicho que no. El recuerdo de una Al y de diecisiete años, era confuso, pero recordaba exactamente cómo había terminado la conversación. Bron buscó algo que decir para llenar el silencio incómodo. ―Libby te adoraba ―intentó. La cabeza de Ally giró bruscamente, toda su disposición cambió. ― ¿Qué tiene que ver Libby con lo que acaba de pasar? ―Sus ojos eran un remolino negro de dolor e ira. Era mucho más compleja e inteligente de lo que permitía que otros percibieran. La idea era tan desconcertante como fascinante. Las reacciones de Ally se estaban intensificando con el paso de cada día, empujándolas aún más a un territorio peligroso, donde la culpa creaba fallas, fracturando la superficie de la amistad. Bron tiró del cinturón de seguridad, con suavidad, y arrancó el coche. Habían pasado el poste de telégrafo un kilómetro atrás, cuando en la calle Gibson Ally habló―. No tenemos que fingir, ya sabes. Puedes decir algo. ― ¿Decir algo acerca de qué? ―Sé lo que significa ese poste. Dan y yo pasamos por ahí dos veces la semana pasada. ―Oh. ―Me dijo que son las flores de Jackie. Bron tragó. ―Correcto. ―Por supuesto que lo sabía.

Ally suspiro. ―Todavía recuerdo cuando Jackie vino a decirme lo de Libby. ―Hizo una pausa―. Quiero decir, he perdido a mi padre, pero Libby era una pérdida completamente diferente. Esperas que las personas de edad mueran, pero alguien como Libby... Es como si toda la alegría del mundo acabara. Y lo peor de todo, es que no pude decir adiós. Sé que ninguno de nosotros lo hizo. El impacto la mató y murió al instante. Pero yo estuve tan cerca, Bron. Tres meses. ¿Qué clase de broma de mierda es esa? Te pasas toda la vida amando a alguien y luego pasan cosas como esas y la vida te jode de la peor manera posible. Te pasas toda la vida amando a alguien. El agarre de Bron se tensó sobre el volante, un conocimiento completo y total surgió en ella. ¿Ally amaba a Libby?

Capítulo Seis Bron se sorprendió al escuchar suaves golpes contra la puerta abierta de su habitación. Pensaba que todos se habían ido a la cama hace una hora. ―Hey. ―Ally sonrió desde la puerta―. Lo siento por el día de hoy. Bron se volvió en su sil a de escritorio. Colocó suavemente su lápiz contra el papel de dibujo. ―De verdad, Ally ―susurró―. Está bien. Pero no estaba bien. Había empujado el recuerdo de Ally tendiéndole la mano sobre la consola de su viejo Toyota hasta lo más recóndito de su mente. Ally se apoyó en el dintel de la puerta y hurgó en la pintura descascarada. ―Me preguntaba si planeas estar aquí, ya sabes, trabajar desde casa, ¿pasado mañana? Bron apartó la mirada de los evidentes pezones oscuros de Ally que estaba vestida tan solo con una camiseta blanca de canalé y volvió su vista al proyecto parcialmente terminado en el que había estado trabajando durante todo el día. ―Creo que sí ―murmuró― ¿Por qué? ―Bueno, Jackie irá a Blackheath para ver el carnaval de natación de Annie el martes, y yo oí decir que estás pensando reunirte con ella en la tarde. Sólo necesitaba a alguien para... ―dudó―. Mi oficial de libertad condicional estará llegando alrededor de las once de la mañana el martes. Tengo que tomar el día libre para estar aquí, y me... no sé. Me gustaría que alguien más estuviera aquí. Bron se movió y pasó un brazo por la parte posterior de la silla del escritorio. ―Eso es pronto. Sólo has estado aquí una semana. ―Es algo quincenal a partir de ahora. ― ¿Y te visitaran los azules, también? ―Sí. ―Sonrió Ally―. Esos también. Bron asintió. ―Correcto. Bueno, tengo una reunión por Skype en las primeras horas de la mañana del martes, así que estaré cerca, trabajando... ―Sonrió cortésmente y se volvió a su escritorio. En su visión periférica, Bron observó a Ally cambiar de un pie a otro, y luego entrar a la habitación. Los viejos resortes de su cama chirriaron bajo el peso de Ally. Levantó la mirada. El cielo de tono negro le recordó que ya era tarde, lo que la llevó a preguntarse por qué Ally no se había ido a dormir cuando todos los demás ya estaban en la cama. El silencio no era tan extraño como lo había sido hace una semana, antes que Ally la enfrentara, antes de la salida al cementerio. Justo por encima de las copas de los gomeros, la Estrella del Norte brillaba. En Boston nunca vio el cielo nocturno tan limpio y claro. Tenía que conducir hasta Salem, o incluso más lejos a Ipswich, si quería ver el cielo nítido cubierto de estrellas. Pero rara vez salía de la ciudad.

Ally rompió el silencio. ―Eres muy trabajadora, Bron. ―Inclinada sobre su mesa de dibujo, se encogió de hombros―. Siempre estás aquí, dibujando. ¿En qué estás trabajando? ―Sólo otro libro ilustrado para niños. ― ¿De qué se trata? Se volvió hacia Ally dando unos golpecitos con el lápiz en el respaldo de la silla. ―Se trata de una niña que resuelve misterios en la escuela. ― ¿Cómo es ella? ―Bron se inclinó sobre su escritorio y cogió el cuaderno lleno de bocetos sólo para referencia. Ally los hojeó durante unos momentos―. Son realmente geniales. Recuerdo que dibujabas así. Bron levantó una ceja. ― ¿Tú lo recuerdas? ―Sí. Cuando nació Annie, Lib tenía uno de tus libros. Solía leer a Annie todo el tiempo. Al y le entregó el cuaderno de bocetos, y Bron lo colocó de nuevo en la pila de block de dibujos. ―Tú trabajas duro también, Al. Ally se movió de donde estaba sentada al borde de la cama. ―He estado pensando en construir una casa de juegos para Annie. ― ¿Oh? ―Nada sofisticado. No soy muy buena construyendo, pero puedo intentarlo. ―Estoy segura de que le encantaría. ―No se lo he dicho ―agregó Ally―. Pero iremos a la ferretería el fin de semana. La dejaré elegir el color de la pintura y esas cosas. Podía imaginarse a Annie, ansiosa con tantas opciones en la ferretería. No iba a ser una casa barata si Ally dejaba que Annie se saliera con la suya y Bron sabía que Ally lo haría. Chasqueó la lengua. ―Los materiales serán caros. Deja que te ayude con el costo. Ally sacudió la cabeza, inflexible. ―Es sólo una casa de juego. Además, te debo suficiente ya. —Un incómodo silencio cayó sobre ellas, el aire de la habitación se volvió rancio. Decidió que era mejor no presionar con el tema del dinero, pero no podía dejar de preocuparse por Ally, estaba siendo demasiado generosa con fondos que en realidad no tenía. Para empezar, las flores del cementerio y ahora una casa. Bron no podía negar que Al y era imprudente con el poco dinero que tenía, sin embargo, aun así, sus intenciones eran buenas. Sus ojos se posaron en el tatuaje con el nombre de Annie decorando el pecho de Ally. Tal vez se había equivocado al suponer que el tatuaje era una tarjeta de cambio para jugar cada vez que Ally tuviera una mala mano. Ally se levantó de la cama y se detuvo en la puerta―. Siento por todo lo que te hice pasar hoy.

―Ally… ―Si yo hubiera sabido, no te habría pedido que me llevaras. Sé que todavía lo estás pasando mal. ―Hizo una pausa, y ese dolor terrible, salvaje, agarró el corazón de Bron―. Todos estamos hechos un desastre en este momento, pero saldremos de esto pronto. Estoy segura de ello. Había oído la misma seguridad muchas veces antes; de Jackie, del psicólogo de Annie, de los extraños que habían conocido a Libby. Pero había algo real y creíble sobre la manera en que lo dijo Ally. Tal vez porque, al final del día, las dos eran un desastre porque compartían una cosa en común: ambas habían sido separadas de su amiga más cercana. Océanos, barras de prisión, realmente no importaba. Fronteras eran fronteras, y las habían mantenido a ambas alejadas de Libby en sus últimos años y días. Su dolor provenía del mismo lugar oscuro. Así que, si Al y podía al menos pretender estar un paso más cerca de seguir adelante, no había ninguna razón por la que Bron no podía hacer lo mismo.

*** A las nueve en punto de la mañana del martes, Bron iba a trompicones por el pasillo en piloto automático. Las puertas de las habitaciones estaban abiertas, pero nadie estaba arriba. ¿Por qué estaba tan húmedo tan temprano? ¿Por qué Jackie y Annie se habían marchado sin despertarla? ¿Por qué se había quedado despierta y continuó trabajando dos horas después de la reunión en Skype con su editor en Yellowstone? En el futuro trataría de no tener videoconferencias hasta las tres de la madrugada. Además, ¿La compañía podría en realidad llamarlo una conferencia cuando su editor ni siquiera tuvo la cortesía de conectarse a Skype desde la oficina? Todavía estaba irritada por ello. Si Yellowstone considera que un editor puede revisar los diseños del ilustrador a través de un vídeo chat en línea, mientras está en Starbucks, realmente tendría que considerar su definición del código “formal” para la fiesta Navideña de la compañía el próximo año. No más reuniones a mitad de la noche. Necesitaba dejar de poner primero a otras personas. Había sido su única resolución de Año Nuevo, pero cualquier rastro de eso se fue por la ventana en agosto después del accidente. Una carga de trabajo más ligero con Yellowstone era un pensamiento celestial, y podría permitírselo con el pago que el MIT le estaba ofreciendo por sólo cuatro conferencias de dos horas a la semana y un par de seminarios. Las clases en la mañana significaban que podría recoger a Annie de la escuela cada día, pasar los fines de semana con ella en el campo o en uno de los muchos museos de Boston. Tal vez incluso dejaría de trabajar en Yellowstone por un tiempo una vez que se instalara en el MIT. Así los de Yellowstone dejarían de dar todo por sentado, pensó… Aun con sueño, entró en el baño y cerró la puerta detrás. ― ¡Jesús! ―chilló, con las mejillas en llamas al instante. Ally estaba de pie ante el espejo, completamente desnuda, excepto por la toalla de algodón negro que abrazaba sus caderas y la expresión de sorpresa en su rostro. Su pelo corto estaba mojado, peinado hacia atrás, con los pechos al descubierto y los pezones oscuros, tal cual Bron la había imaginado. Pero fue la cicatriz de la quemadura, la parte moteada y tensa de la piel hasta el ombligo de Ally, lo que l amó la atención de Bron. Todo lo que Bron sabía era que Ally se había quemado durante el tiempo que fue bombero voluntario. La cicatriz era mucho más grande de lo que pensaba, y desteñía contra la piel

perfecta de Ally. Al sentir la mirada de Ally, Bron inmediatamente se obligó a sí misma a salir de su estupor―. Yo... La puerta no estaba cerrada... Ally presionó la cadera contra el fregadero. Arqueando una ceja. ―Así que, ¿No llamaste? —Bron salió rápidamente, sus orejas zumbaban. Cerró la puerta del dormitorio y se sentó en su cama, frotando su cara en un vigoroso intento de despertarse a sí misma. La vergüenza subió a través de ella en una segunda ola. Su cuello estaba caliente y tenía las manos húmedas. Oyó abrirse la puerta del baño y luego el clic de la puerta del dormitorio de Libby. Se sentó, inmóvil. Tranquila. Todo el mundo se había ido. Estaban sólo ellas dos. La casa estaba tan vacía, carente de los gritos de Annie y los silbidos de Jackie, que Bron pudo oírla crujir. Durante el día. Mientras hubiera luz del sol. Era un fenómeno raro. Caminó rápidamente hacia el baño, esperando desesperadamente que Ally permaneciera en su habitación. Giró la cerradura del baño, el pesado chasquido del metal se escuchó más fuerte de lo habitual. Sin lugar a dudas, Ally lo habría escuchado y asumido que Bron estaba entrando. Cuando apagó el secador de pelo veinte minutos más tarde, su pelo recién lavado estaba suficientemente seco para no humedecer la parte trasera de su camiseta, pudo oír una voz masculina apagada, respondiendo a las preguntas de Ally. Se dirigió a la cocina. Cuando se detuvo en la puerta, la mirada de Ally se apartó del hombre corpulento sentado en el lugar que Jackie ocupaba en la mesa de la cocina―. Bron, este es mi oficial de libertad condicional, Barry. Se movió a través de la habitación para estrechar la mano de Barry y presentarse. Barry sonrió cálidamente. ―Leí su carta de apoyo a la libertad condicional de Ally, y la que su madre escribió también. Realmente nos ayudó bastante. —Podía sentir su cara calentarse de nuevo. Se dio cuenta que Ally apartaba la mirada ante la mención de la carta. Barry hizo un gesto hacia Ally―. Apuesto que estás lamentando ahora que estás atrapada con ella. ―Ally se encogió hacia abajo en su sil a, completamente relajada y confiada. La chica insegura que permaneció en su puerta del dormitorio dos noches antes, había desaparecido completamente. ―Sin arrepentimientos. A ella le encanta. ―Ally saltó―. ¿Quieres una taza de té, Baz? Bron se ocupó de poner la tetera. Saludó con la mano a Tammy, que estaba sentada junto a la puerta mosquitera, moviendo la cola, desesperada por la atención del nuevo visitante. Barry y Ally tenían una pequeña charla mientras Bron escuchaba con atención. Este no era el primer encuentro. Al parecer, él había sido el impulsor de la libertad condicional de Ally, pero después de que hubiera presentado la solicitud, se le había asignado un oficial diferente mientras esperaba la resolución final. ― ¿Ha sido un poco difícil de manejar? ―él preguntó. Bron sonrió. Manejar. Había encontrado la descripción perfecta para este papel que Jackie y Bron habían asumido voluntariamente, un papel que exigía que se aseguraran que Ally cumpliera con el toque de queda y no tratara de quemar cualquier cosa que no fuera mayor que un filete.

―No ―se rio―. No más de lo habitual. Ally sonrió y se levantó, moviéndose para sacar la leche de la nevera. A medida que la tetera silbó, Tammy ladró fuerte, su hocico negro se veía a través de la puerta mosquitera de la lavandería. Bron la hizo callar, a sabiendas que no tenía sentido. Barry se rio mientras abría la puerta mosquitera. Bron observó desde la esquina de la cocina mientras calmaba a Tammy acariciándola detrás de las orejas. Ella sonrió, mirando a Tammy antes de volver a preparar el té. La potente sensación de ser observada inmediatamente alejó su atención del hervidor. Ally estaba apoyada en el mostrador opuesto, mirando a Bron, con ojos intensos. La piel de Bron picaba―. ¿Qué pasa? La voz de Ally era baja. ―Nada ―continuó mirando―. Estás muy guapa. ―Cohibida por el cumplido, Bron apartó la mirada. ― ¿Cuánta agua tienen en el tanque? ―Barry gritó. No era que Ally se acercara lo que la ponía nerviosa. Era la forma en que la miraba, mientras colocaba la leche delante de Bron, Ally se asomó para ver si Barry podía verlas desde donde estaba parado, como si supiera algo que Bron no sabía. ―Oh, el tanque es viejo. Estamos con el agua de la ciudad en estos momentos ―explicó Bron, tratando desesperadamente de ignorar la cercanía de Ally, pero podía sentir el calor que irradiaba de su cuerpo. Y olía maravilloso. Barry seguía hablando. Bron sólo escucho la parte final cuando dijo: ―...Mi viejo tiene un tanque de agua en el sur de Australia. Son un dolor en el culo, esas cosas. En búsqueda de tres tazas, los dedos de Bron se envolvieron alrededor de la manija del armario superior. Ally cubrió la mano de Bron y abrió el armario. Bron se acercó más al mostrador, lejos de Ally, luchando por no dejar que se acercara. Cuando Ally agarró las tazas, Bron dejó caer una bolsa de té en cada una, apenas se escuchaba a Barry murmurar sobre la casa de adobe que su padre había construido. La respiración de Ally calentó la oreja de Bron cuando le dio una respuesta a su visitante. Las manos de Bron temblaron cuando levantó el hervidor y torpemente vertió agua en las tazas. Juró en voz baja mientras la lengüeta de papel de una bolsita de té se deslizó sobre el borde de una de las tazas. Cuando Bron se acercó al fregadero por una cucharita para recoger la etiqueta flotante, Ally presionó más. ―No ―murmuró Bron, moviendo sus hombros. La cálida mano de Ally en un instante se detuvo justo por encima de la cadera de Bron, tan suave y tímida, dio un salto y se enfrentó a ella. Hacía tanto tiempo que su cuerpo no había sido tan sensible al tacto de otra mujer―. Ally ―susurró―. No lo hagas. Ally la miró con una expresión confusa. ― ¿Qué? ―dijo. El dolor en su voz era palpable. ¿Por qué me está mirando como si yo lo hubiese propiciado? Bron pensó que había sido clara—. Vamos ―dijo Al y, sus ojos estaban en los labios de Bron―. Sé cómo me miraste arriba. Se ruborizó con vehemencia, recordando el cuerpo desnudo de Ally.

―Fue un accidente ―susurró, mirando la puerta de atrás. Ally se lamió los labios. ―Lo sé, pero aún… —Al abrirse la puerta de atrás, Ally cambió, poniendo espacio entre ella y Bron―. ¿Negro o blanco, Baz? ―Sólo un chorrito de leche, gracias. Ally colocó el té de Barry y un cartón de leche sin abrir sobre la mesa frente a él. ―Aquí tienes ―se sentó en su silla y abrió las piernas ampliamente por debajo de la mesa. Bron tomó la leche. ―Puedo abrir eso ―insistió amablemente. Al y se inclinó sobre la mesa y aparto sus manos. ―Él puede ser de sexo masculino, pero no es un inválido. ―Ally juguetonamente la reprendió―. Él puede abrir un cartón de leche. Cuando se sentó, Bron miró a Barry, moviendo la cabeza con una sonrisa mientras abría el cartón de leche. Bron se preguntó si Ally se daba cuenta de lo afortunada que era, para que su oficial de libertad condicional tuviera estómago para digerir su sentido del humor. A Bron le resultaba incómodo ver hasta qué punto Ally lo presionaba. Le incomodaba ver hasta qué punto Ally presionaba en todo. Sacó un archivo y garabateó algunas notas sobre la semana de Ally trabajando con Daniel. Mientras explicaba sobre su trabajo temporal, por debajo de la mesa su pie golpeó contra Bron, una vez, dos veces, y una tercera vez. Bron alzó la vista, pero estaba concentrada en los gestos aprobatorios de Barry mientras él anotaba las palabras en su informe. Esperó a que Ally volviera a molestarla otra vez, pero nunca llegó. ― ¿Y tus planes para el futuro? ―él preguntó. Ally sonrió. ―Vamos a pasar la Navidad primero, ¿Verdad, jefe? Él sonrió, moviendo la pluma hacia ella. ―No es suficiente. Te daré hasta el Año Nuevo para encontrar algo más permanente y orientado a los objetivos, pero siempre y cuando el Sr. Lee obtenga su licencia de pintor, Creo que trabajar con la familia es una buena manera de ayudarte a salir de allí. Cuando hubo terminado, las mujeres lo acompañaron a su coche. Bron se detuvo en la terraza para despedirse, mientras que Ally seguía por las escaleras. ― ¿Ha estado respetando el toque de queda? ―le preguntó a Bron. Ally volvió la vista hacia la terraza. Metió las manos en los bolsillos, y por primera vez esa mañana, sus ojos se desviaron con un atisbo de pánico mientras miraba a Bron, esperando su respuesta.

Bron se detuvo, permitiendo a Ally perderse en la ansiedad por un momento más. Era una cosa rara tener control sobre Ally. Y le gustó. ―Bueno, estuvo hasta las dos de la mañana viendo las repeticiones de la Ley y el Orden. ¿Eso cuenta como romper el toque de queda? Ally se relajó visiblemente y se sintió... poderosa. Barry agitó la mano despidiéndose. ―Siempre y cuando no esté haciendo ninguna locura, no la enviaré de nuevo a Oberón. Bron volvió a entrar, y no pasó mucho tiempo antes de que Barry desapareciera y escuchara las botas de Ally golpeando por las escaleras traseras. La mosquitera se abrió, y Ally se quedó en la puerta, su comportamiento era inusualmente pensativo. ―Voy a la ciudad ―dijo escuetamente. En la mesa de la cocina, Bron dejó de escribir. Colocó la rebanada de pan tostado que estaba comiendo en el plato, y cerró su portátil. ―Al, yo no tuve la intención de empujarte, pero él estaba afuera... Ally gimió dramáticamente. ― ¡Por el amor de Dios, Bron! Acabo de hacerte un cumplido, ¿De acuerdo? Eres hermosa, eso es todo. Jesucristo, no tenemos que tener una puta discusión por todo. Ofendida, Bron se echó hacia atrás en su sil a y se cruzó de brazos. ― ¿Por qué estabas de repente actuando así conmigo? ¡Me pusiste en una posición incómoda! ―Ally exhaló un suspiro frustrado. Bron presionó más―. No sé lo que he hecho mal, Ally. No quise que pasara lo de esta mañana, y lo que ocurrió en el cementerio, el otro día fue... ―balbuceó―. Las dos sabemos que fue sólo una de esas cosas. La expresión de Ally se tensó. Señaló a Bron, agitando su dedo. ―Me frustras muchísimo ―dijo con decisión. Bron ladeó la cabeza, con los ojos muy abiertos. ― ¿Te frustro? ¿Por qué haces algo así cuando tu oficial de libertad condicional está aquí? ―exclamó―. ¿Para hacerme sentir incómoda? ¿Para intimidarme? —Ally la miró con el ceño fruncido. Bron sintió como si se hubiera perdido de algo―. ¿Qué, Ally? ―exigió Bron, exasperada―. ¿Qué es lo que hago que te frustra tanto? Ally negó con la cabeza. ―Olvídalo. Bron se encogió de hombros. ―Bien. La puerta mosquitera se cerró detrás de Ally. ― ¡Bien! ―gritó.

Bron no pudo concentrarse después de la discusión. Cada pocos momentos se sorprendía levantando la vista de su escritorio, para mirar por la ventana hacia el camino de entrada, preguntándose dónde había ido Ally. Una vez finalizada esta página, puedes conducir a las piscinas en Blackheath, se comprometió consigo misma. Necesitaba un descanso. Mientras detallaba el paisaje urbano en la página diecisiete con ventanas de oficinas y chapiteles en la azotea, pensó en Ally, y en la obvia atracción entre el as. No tenía ningún sentido negarlo. Estaba allí y no iba a desaparecer. Pero Ally era como Jekyll y Hyde. Podía pasar de una persona amable a una irritable en un abrir y cerrar de ojos. Su estado de ánimo era vertiginoso. Había un denominador común que parecía predominar en Ally cada vez que tenía un rechazo. Ciertamente no tomaba a la ligera el rechazo. Entonces, ¿Por qué si Bron ya la había rechazado una vez, Ally lo había intentado nuevamente esa mañana en la cocina? ¿Era simplemente porque ambas eran lesbianas y Bron era... conveniente? ¿Pensaba que si jugaba duro lo conseguiría? ¿Estaría enviándole un mensaje a Ally? Necesitaba dejarle claro que no iba a pasar, por muy bueno que eso fuera. Antes de que no estuviera ni cerca de terminar la página diecisiete, Annie estaba de vuelta con Jackie justo después de la hora del almuerzo llevando con orgullo tres cintas naranjas clavadas en su traje de baño de lycra. ― ¡Le gané a dos chicos de tercer año! ―Annie se jactó mientras se quitaba sus cintas con gran reverencia. Las dejó en la nevera con los imanes de vidrio especiales que Bron había enviado desde Chicago años antes. ―Eso es simplemente maravilloso ―exclamó Bron, presionando sus labios con fuerza en el cabello de Annie cuando la niña se puso delante de la nevera, admirando sus cintas. Los olores insoportables de cloro y protector solar permanecían aún en el cabello y sobre su piel. Bron cortó el sándwich y ofreció a Annie la parte más grande―. ¡Regresaron pronto! ―comentó. Jackie la miró disculpándose. ―El resto de la tarde eran relevos para los niños más grandes. Se dijo que los padres podrían firmar por los pequeños, y ella se moría por enseñarte sus cintas. ―Está bien ―dijo Bron―. Estaba a punto de irme de todos modos. ―Siento no haberte despertado antes de salir esta mañana ―agregó Jackie―. Fui al baño alrededor de las cuatro y vi que tu luz seguía encendida. Quería dejarte dormir un poco. ―Jackie señaló con la cabeza hacia Annie―. Sé que es difícil con el... trabajo. ―Me las estoy arreglando ―mintió Bron, preguntándose si alguna vez aprendería a equilibrar las exigencias de una carrera y una niña independiente. Libby fue una profesora de secundaria a tiempo completo y lo había logrado. Miles de padres solteros lo hacían a diario. Pero Bron fue arrojada al abismo sin haber aprendido lo básico. Todo lo que podía hacer era esperar a mantener la cabeza fuera del agua, aun cuando llegara a la meta en último lugar. No tenía otra opción. Era lo que le habían dado, y lo iba a aceptar.

Pero que se le otorgara la custodia exclusiva de Annie no había sido nada como sacar la tarjeta de la cárcel en un juego de mesa. Annie era mejor que lanzar un doble seis o sacar un Cuatro de la parte superior de la baraja del juego Uno. Mientras su sobrina describía la aterradora inclinación del trampolín del que había saltado ese mismo día, comió todo su almuerzo por primera vez desde el accidente. Bron estaba encantada. ― ¿Puedes venir a verme mientras practico en la piscina? ―suplicó Annie. Estuvo de acuerdo preguntándose cuánto tiempo le tomaría a Annie darse cuenta de que no podía nadar grandes distancias en su piscina para niños de dos por tres metros. ―Ve y llénala, pero no te metas hasta que yo llegue, ¿De acuerdo? — Cuando Annie estuvo fuera de su alcance, Bron dijo—: Acaba de comer la mitad de un BLT3 en menos de tres minutos. ―Es por Ally ―dijo Jackie con asombro―. Ha hecho que mi niña coma bien de nuevo. —Permitió que las palabras de Jackie se asimilaran. Mientras que había mantenido a Annie viva y funcionando después del accidente, la promesa del regreso de Ally, y luego su intervención divina, había sido lo que puso nuevamente color en las mejillas de Annie. Tuvo 3 Variedad de sándwich que admitir que Ally era buena para la niña―. Estoy hecha polvo ―suspiró Jackie―. Teníamos tanta prisa esta mañana que olvidé mi sombrilla. Si hubiera olvidado mi sombrero para el sol también, estoy segura de que me habría desmayado por un golpe de calor. ―Lo siento ―dijo―. Debí habértela llevado. Sé que no te llevas bien con el calor. ―Tonterías. ―Jackie agitó la mano tanto para enfriarse a sí misma como para dejar de lado la disculpa de Bron―. Tienes mucho trabajo con tus bocetos, especialmente ahora que has decidido quedarte hasta después de Navidad. Blanqueó los ojos. No había hecho tal promesa. ― ¿Cómo haces eso? Jackie sonrió. ― ¿Hacer qué, querida? ―Hacer que permanezca más tiempo mientras estoy en medio de una disculpa. ― ¿Harías algo así? ―dijo Jackie con una sonrisa, pero sus ojos estaban vidriosos. Siempre había sido tan fácil de leer, a diferencia de su padre. Lastimaría profundamente a Jackie si se llevaba a Annie a Boston para siempre, y Bron odiaba eso―. Ve a ver a tu sobrina. Yo voy a tomar una siesta. Bron se levantó de la mesa y tomó un poco de agua. Afuera podía ver a Annie parada pacientemente junto a la piscina para niños, arrojando sus juguetes en el agua. Una vieja botella de Coca-Cola, la Barbie Safari y una pelota de tenis. La manguera serpenteaba violentamente en la estera de la piscina ya que Annie había elevado demasiado la presión del agua. ―Annie ―llamó por la ventana―. Puedes entrar, estoy mirando. Miró hacia el vaso. El grifo estaba liberando agua a una velocidad de cuatro gotas por minuto aproximadamente. Pensó en la presión del agua en Boston, la ducha perfecta y la abundancia

de agua. Con un ojo en Annie, metió la mano en el congelador para el hielo, llenando el vaso hasta el borde de cubos antes de dirigirse afuera. Annie luchó con la torsión que poseía la manguera de jardín, mientras que Tammy ladraba frenéticamente por su actuación. Bron bajó los escalones del porche y cerró el grifo. Annie levantó el puño mientras la manguera gradualmente caía inerte. ―Yo reclamo la victoria ―le gritó a la manguera sin vida y la dejó caer, el nivel de agua subió hasta justo debajo de los hombros. Bron dejó el vaso en el pequeño punto de sombra en el borde de la terraza mientras Annie trataba de flotar, el protector solar que Jackie le había puesto ese mismo día formaba un halo de aceite alrededor de su pequeño cuerpo―. ¿Dónde está Ally? ―preguntó Annie. ―Ally fue a dar un paseo hace unas horas. Annie se sentó. ― ¿Cuándo va a estar de vuelta? Cuando Bron se sentó en el borde de la terraza, la cabeza roma de un clavo en uno de los paneles, le quemó la parte posterior de su muslo. Se movió. ―No lo sé, Annie. ―Quiero mostrarle mis cintas. ―Y estoy segura que le encantarán cuando las vea. Annie contempló esto por un momento. ― ¿Alguna vez has ganado alguna medalla? ―Sí. He ganado algunas con mis dibujos. Annie la miró, completamente impresionada. ―No, me refiero a cosas reales, como nadar o correr. ―Oh... ―Bron rio―. Pues no, no en cosas reales. No que yo recuerde. ―Pensó por un momento―. Tu madre lo hizo, sin embargo. Ante la mención de su madre, Annie se pellizcó la nariz y de inmediato cayó hacia atrás en el agua, sumergiéndose en las veinticinco pulgadas de agua. Bron suspiro. No debería esperar algo diferente, pero no podía dejar de preguntarse cuánto tiempo pasaría hasta que pudiera hablar de Libby sin que Annie saliera corriendo de la habitación. Pasó un momento. Annie no salió a flote. El pánico repentino estalló en Bron. Dio un salto hacia delante, el borde áspero, astillado de la terraza, le raspó la parte posterior de sus muslos desnudos. El vaso de hielo se inclinó sobre el borde de la terraza, y lo oyó estrellarse sobre el suelo. En un segundo, cayó de rodil as, metió la mano en la piscina, y levantó a Annie por sus axilas con tal fuerza que la niña se paró en ambos pies. Los ojos sorprendidos de Annie se clavaron en los asustados de Bron.

― ¿Por qué hiciste eso? ―exigió Bron, al borde del llanto. Tammy se movió más cerca, en silencio observando a Annie y Bron mirarse la una a otra, sin aliento. Los asustados ojos de Annie se humedecieron―. Yo... ―Dibujó un sollozo―. Yo sólo estaba tratando de superar mi récord. Bron tragó, el latido de su corazón se ralentizó. ―No más de eso, ¿De acuerdo? ―Le dijo con voz ronca―. No más, Annie. —Annie lanzó una profunda respiración. En su férreo control, Bron podía sentir su cuerpo tembloroso. Desvió la mirada intensa de Bron y miró a Tammy. Dos lágrimas cayeron en solitario, pero su cara estaba pálida, no tenía idea de por qué estaba llorando. Como si percibiera la intensidad del momento, Tammy se sentó junto a Bron, su mirada se movió con curiosidad entre las dos. Por primera vez desde que había llegado a casa, Bron no estaba segura de cómo leer a Annie. Deslizó una mano por el pelo mojado de Annie, y pasó sus pulgares sobre sus mejillas. Era tan hermosa, tan delicada. Pero estaba angustiada también―. ¿Estás bien? ―susurró Bron. Inclinó la cabeza más bajo para l amar su atención―. Lamento haber mencionado a tu mamá. Annie cerró los ojos con fuerza. Bron esperó pacientemente, aflojando su agarre en las caderas diminutas de Annie. Cuando la niña abrió los ojos, se veía... mejor. ―Está bien ―dijo suavemente. Bron se relajó. ― ¿Estás segura, cariño? ―Sí. Bron la sacudió suavemente, como siempre hacía cuando estaba tratando de conseguir una risa de la niña de seis años. Las comisuras de los labios de Annie se torcieron. ―Annie, algún día cuando pienses en mamá te sentirás mejor. ―Annie simplemente asintió y se alejó del cuerpo de Bron. ―Voy a jugar a los juegos olímpicos ahora ―dijo y recogió a la Barbie Safari. Bron se detuvo un momento, mirando hacia abajo a Annie. La niña estaba enfrascada en una conversación con Tammy, informando a su perra las reglas del estilo libre en los cincuenta metros. Annie ya estaba en otra cosa, pero no Bron. La cabeza le bullía. Le diría al psicólogo de Annie sobre el incidente. Lo describiría, pero ¿Cómo podría lograr transmitir el terror absoluto del momento? ― ¡Hey, Ally! —La mirada de Bron se disparó. Annie estaba fuera de la piscina en un instante, su carácter revivió completamente. Alcanzó su toalla―. Chica, ¡Tengo algo que enseñarte! ―exclamó, a medio camino de la casa―. ¡Tengo cintas! Ally se apoyó en la barandilla de la terraza, riendo mientras Annie corría. Se detuvo cuando su mirada se posó en el suelo de tierra. ― ¿Y ese vaso? ―dijo, con sus ojos enfocados en el pequeño charco brillante en la base de la terraza.

―Oh, mierda ―maldijo Bron―. Me distraje y lo golpeé ―dijo, absteniéndose de explicar más. Ambas se agacharon, para recoger las piezas más grandes en primer lugar. ―Cuidado ―dijo Ally entre dientes, señalando con un movimiento de muñeca para que Bron se alejara―. Permíteme. Ve a buscar una pala antes que Tammy decida venir aquí. ―No todo es vidrio. Parte de ello es hielo ―dijo Bron. ―Puedo ver eso. ―Ally escogió un bloque de hielo recubierto de polvo, y lo lanzó al césped. Mientras se movía hacia la casa bajo la instrucción de Ally, Bron miró hacia atrás. Porque en su vida, no podía recordar la última vez que había roto un vaso y que alguien más se ofreciera a limpiar el desorden.

Capítulo Siete La psicóloga de Annie, Diana Thompsett, tenía una oficina brillante. Las paredes eran un país de las maravillas desordenado con ilustraciones de niños y carteles de imágenes divertidas. Sin embargo, la oficina también era brillante en el sentido de que inspiró a Bron de una manera que el aula decorada de Annie no había logrado en las entrevistas de padres y maestros el mes anterior. Como ilustradora para niños, Bron sabía cuán profundamente las imágenes y colores cuidadosamente seleccionados podrían impactar a los niños; especialmente a los niños con problemas. La oficina de Diana estaba libre de reglas y completamente sin pretensiones, sólo era un espacio seguro, cálido y acogedor. Esta era su primera sesión, solo para discutir el progreso de Annie, y Bron estaba ansiosa. Aunque Diana tenía que ser al menos quince años más joven que Bron y una novata en la profesión, compensaba su falta de experiencia con un tipo de confianza que, en sus cuarenta años, Bron sólo había visto en algunas personas. Cuando se conocieron, Bron se había sorprendido al encontrar que, para una psicóloga infantil, la actitud de Diana era inequívocamente abrupta. Bron dudaba que Annie se abriera a la pelirroja, pero estuvo gratamente sorprendida después de ver a las dos interactuar antes de una sesión o cuando Annie regresó a la sala de espera después de concluir la hora. Annie parecía mucho más cómoda y relajada con Diana que con ella. Al quedarse a solas en la oficina de Diana mientras terminaba afuera con una consulta anterior, la mirada de Bron vagó a través de la estantería. Aunque las dos filas inferiores estaban protegidas por un puf verde de gran tamaño, la mayoría de los libros ilustrados en los estantes más altos, estaban relacionados con la ansiedad y el bulling. Había algunos otros temas que destacaban en los títulos. Familia. Pérdida. Al menos cinco de los libros tenían alguna referencia a la geriatría en el título. No podía luchar contra el impulso narcisista de mirar los títulos de uno de sus propios libros ilustrados. Evidentemente, Diana no percibió que su más célebre serie de libros ilustrados sobre una niña rica privilegiada en Manhattan, tuvo un gran impacto en la vida de un niño en duelo. Era irónico. Incluso si los libros ilustrados de Bron podían consolar a otro niño angustiado, las regalías que ganó de esa serie en particular pagaban las sesiones de Annie con Diana. El ciclo de la vida, Bron, reflexionó. La puerta se abrió y Diana sonrió con calidez hacia Bron, su expresión reflejaba sorpresa. ― ¿Pasa algo? ―preguntó Bron. ―No, no. ―Diana le aseguró, cerrando la puerta detrás de ella y tomando asiento frente a Bron―. Annie mencionó que regresaría a los EE.UU. en un futuro próximo, por lo que no esperaba verla. No sabía que asistiría a la consulta. Así que vamos directo al punto. Forzó una sonrisa. ―No estoy muy segura de que entienda el concepto de otro país, pero…

―Creo que entiende el concepto. ―Diana inclinó la cabeza, evaluando a Bron. Miró las notas delante de ella, pasando páginas, que Bron supuso eran sobre Annie―. No quiero poner en peligro el progreso que Annie ha hecho conmigo estas últimas semanas, así que me gustaría mantener todo lo que hablemos hoy en estricta confidencialidad. Esto es muy importante para que Annie y yo podamos seguir avanzando cada semana. Avanzando. De repente al darse cuenta que Diana estaba esperando su respuesta, Bron rápidamente respondió: ―Oh, por supuesto. Diana se echó hacia atrás en su silla. ―Annie está bastante angustiada porque se va. Bron alzó una ceja y sonrió con incredulidad. ― ¿Angustiada? ― ¿Es tan sorprendente? ―Si lo es. Para ser honesta, realmente no hemos sacado el tema frente a ella. Cuando vuelva a Boston, sólo será por un corto tiempo, un mes o algo así. Volé tan pronto como me enteré del accidente y hay cosas de las que tengo que ocuparme en el trabajo. Diana parecía aliviada. ― ¿Así que ha decidido regresar a Australia? ―Oh, voy a volver aquí. Pero no estoy segura de cuánto tiempo me quedaré. ―Vaciló Bron―. De hecho, me han ofrecido un puesto de docente en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, y es demasiado bueno para rechazarlo. Por lo tanto, tengo dos opciones: me quedo aquí de forma permanente, o me mudo a Boston llevando a Annie conmigo. ―¿Usted está considerando alejarla de su vida aquí para llevarla a los Estados Unidos? Bron asintió, observando la agria expresión de Diana que claramente no estaba de acuerdo con la opción número dos. Diana chasqueó la lengua. ―Me gustaría preguntarle acerca de Ally. Bron se recordó a sí misma mantener todos los rastros de juicio en su voz. ―Ally era la mejor amiga de mi hermana. Acaba de ser puesta en libertad condicional y se queda con nosotros. Diana sonrió. ―Annie la adora. Asintió, y su mirada se posó en la alfombra mullida junto al escritorio de Diana. ―Son muy cercanas. Diana respiró profundamente.

―Simplemente estoy preocupada de que, si regresa a los Estados Unidos, aunque sea por un corto tiempo, y la presencia de Ally no se mantuviera constante, Annie se retraerá. Parece que usted y Ally son una gran influencia en su desarrollo y en su felicidad también. —Bron se tragó el nudo en su garganta. A modo de culpa―. ¿Usted tiene la custodia exclusiva de Annie? ―preguntó Diana. ―Sí. ―Entonces, ¿Qué sucederá cuando regrese a los Estados Unidos? La postura condescendiente de Diana estaba empezando a irritarla. Bron dudó un momento antes de hablar. ―Creo que es mejor para Annie que se quede aquí con su abuela, mi hermano, y Ally ―continuó con sequedad en la boca―. Como dije, tengo que evaluar mis opciones. Voy a hacer un balance de las escuelas para Annie y decidir si mi apartamento es lo suficientemente grande para las dos. Diana tarareó su reconocimiento y la habitación quedó en silencio mientras le echaba un vistazo a sus notas. ―He abierto un diálogo con Annie sobre el accidente. En su mayor parte parece estar desarrollando una respuesta saludable al trauma, los recuerdos... Bron cruzó las piernas, deslizando su mano temblorosa entre sus muslos. ― ¿Ha hablado de Libby? Diana asintió. ―Abordó el tema el mes pasado. ―Disculpe, ¿Usted dijo el mes pasado? ―Parece sorprendida. ―Lo estoy. ―Hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras―. Hubo un incidente el otro día. ― ¿Mmm? ―Annie estaba nadando… ―Me habló de la feria. ―Esto fue después de la feria. Tenemos una piscina de niños para ella. Yo estaba mirándola, de pie allí mismo, junto a la piscina. Mencioné a Libby y solo… ― ¿Habló? Bron tragó. ―No. Se sumergió bajo el agua y se mantuvo allí por mucho tiempo. Me entró el pánico y la arrinconé. Dijo que estaba tratando de superar su propio récord, pero no era nada de eso. Diana se inclinó hacia delante. ― ¿Cuánto tiempo estuvo bajo?

Bron se apretó el puente de la nariz. ―El tiempo suficiente. ― ¿El tiempo suficiente para qué? ¿Por qué los psicólogos siempre tenían tanto miedo de poner palabras en la boca de la gente? Resistió el fuerte impulso de blanquear los ojos. ―El tiempo suficiente para ahogar cualquier pensamiento sobre su madre. El tiempo suficiente para conseguir que me calle sobre Libby. Diana estuvo en silencio durante un largo momento. ―Annie nunca me ha parecido muy dependiente. Bron suspiro. ―A mí tampoco. Pero no puedo dejar de pensar en ello. Y ahora cada pequeña cosa que hace... la observo como un halcón. Diana juntó las manos y apoyó los codos en las rodillas. ―Mire, Bron, lo que sucedió en la piscina... Este tipo de cosas no son siempre lo que parecen. Cualquier niño que ha experimentado lo que Annie, va a tener momentos que nos parecen, como adultos, más peligrosos de lo que en realmente son. Está pensando que tenía la intención de hacerse daño, pero Annie sabía que estaba allí, observándola, que podría alcanzarla. Sé que no puede ver esto como una persona ajena lo haría, pero lo que este incidente me dice, es que Annie confía mucho en usted. Si algo similar ocurre de nuevo, lo veremos más de cerca. Pero lo que creo que pasó es que, sin darse cuenta, desencadenó con el tema de su pérdida más profunda, su más profundo trauma, en un día que había sido divertido para ella. Mi opinión es que Annie estaba rechazando el diálogo que estaba proponiendo en lugar de tratar de hacerse daño a sí misma. Había ganado cintas en una carrera, había sido elogiada por hacer las cosas bien, y se había agotado nadando durante todo el día. Lo último que probablemente quería era hablar de Libby. Ella sólo quería tener un día para sí misma. Bron miró por la ventana del segundo piso. ―Y yo le quité eso. ―No. ―Diana declaró firmemente―. Ella ya pasó de lo que sucedió ese día. Se ha olvidado. No estoy preocupada, por lo que debería dejar ese rozamiento. Pero voy a ser franca con usted, Bron. Lo que me preocupa es lo que sucederá el próximo año. Será un gran perjuicio para Annie si se traslada a los Estados Unidos, aunque sea en un año. Es necesario pensar en esto con mucho cuidado. ―Todavía estoy pensando en cómo puedo hacer que esto funcione. Después de un momento, Diana asintió. ―Bien. El resto de lo que dijo cayó en oídos sordos. Mientras que la tranquilidad de Diana sobre el episodio de la piscina trajo a Bron un gran alivio, Diana tenía opiniones claras sobre la perspectiva de que Annie dejara Australia.

¿Alguna vez volvería a llamar a Boston su casa? Como en piloto automático, caminó por la calle arbolada después de la reunión, con su mente en conflicto. Abrió la puerta del conductor y buscó refugio en el asiento delantero, inmediatamente abrió la ventanilla. Una brisa fresca se extendió sobre su sudoroso cuello: un pequeño consuelo. ¿Qué voy a hacer? Acunó la cabeza entre las manos. Trató de imaginar un futuro en este lugar, y luego trató de imaginar un futuro en Boston con... Annie contra los deseos de todo el mundo. Esta última era la opción más egoísta, pero si se quedaba en las montañas, ¿Qué costo tendría? Había trabajado tan duro para construir una vida en el extranjero. ¿Iba a arruinar todo ese trabajo duro sólo para hacer feliz a todos los demás: su madre, su hermano, Diana…? ¿Y Annie? Su conciencia presionaba contra sus deseos. Los niños son resistentes, pensó Bron. Sin duda, Annie se adaptaría después de un tiempo. Eran más de las cinco cuando se detuvo en el camino de entrada. Tammy esperaba pacientemente en el otro lado, probablemente por Daniel, o por Jackie quien salió para el bingo del viernes por la noche llevándose a Annie. Miró hacia el camino. En la parte superior de la colina, pudo ver de nuevo la carrocería de la UTE de Daniel. Y entonces cayó en la cuenta. ― ¿Está esperando por mí, señorita Tammy? ¡Es la primera vez! —Su corazón no pudo evitar hincharse un poco ante la inesperada atención. Alentó a Tammy a subir en el asiento del pasajero para el corto trayecto hasta la colina. Cerró la puerta detrás de ella, y cuando volvió a subir al coche, al instante se arrepintió de la invitación cuando vio pelo rubio cubriendo cada pulgada del asiento negro―. Temporada de pelecho, ¿Eh? —Tammy jadeó su respuesta―. Mira ―dijo a Tammy mientras el coche subía la colina. Annie y Ally estaban en medio del patio, corriendo en círculos. Bron las saludó cuando miraron―. ¿Qué es eso, Tammy? ¿Qué están haciendo? En el centro del patio delantero, un aspersor giratorio lanzaba agua tan alto en el cielo que las gotas de lluvia caían sobre la cabeza de Ally. Annie estaba tan cerca del rociador, que la fuerza del agua la empapó completamente mientras se acercaba. Ally se rio cuando Annie acercó sus pequeñas manos contra el aspersor rotatorio y las retiró un segundo más tarde, la presión del agua era tan fuerte que le estalló en la cara. Al tener empapado su uniforme escolar, reía salvajemente. Confió a Ally el cuidado de Annie y dejaba que corriera debajo de un aspersor con su uniforme escolar. Gracias a Dios que no tenía escuela mañana. Sin embargo, Bron podía hacer frente al lavado de la prenda cada día de la semana si eso significaba que el episodio de la piscina permanecería en el olvido durante toda la eternidad. Ally había encontrado una solución sin saber que existía un problema. ― ¡Tía Bron, Ally nos consiguió un aspersor! Apretó la cola de caballo, tirando de ella más alto en la parte superior de su cabeza.

― ¡Puedo ver eso! ―Contuvo el impulso de ser una aguafiestas, señalando, junto con el problema del uniforme escolar, la cantidad de agua que se estaba desperdiciando. No sabía si la capacidad de mantener sus labios sellados provenía de un deseo de ver a Annie feliz o de un deseo de impresionar a Ally por su actitud relajada. Annie se arrastró hacia adelante a través de la hierba mojada. ¡Oh!, ¡Dios, el uniforme se manchará con la hierba! La niña llevó sus manos alrededor de la llave de nuevo. Al y la alcanzó y la agarró por las axilas, balanceando su pequeño cuerpo sobre la parte superior de la fuente un par de veces. Mientras Annie chillaba, Ally miró a Bron, con una expresión vibrante. Bron le devolvió la sonrisa. Al y era una buena persona. Siempre fue amable con Annie. Amaba a la niña. Y estaba igual de empapada. Su camiseta negra, que era de un tamaño demasiado grande, se aferraba a su abdomen. Mientras balanceaba a Annie sobre el potente chorro del aspersor de nuevo, la definición de los músculos en sus antebrazos era prominente. Bron se permitió un momento para preguntarse cómo se sentiría el cuerpo de Ally debajo de ella. Caliente. Enérgico. Dominante… Ensimismada, apretó las llaves del coche más fuerte en su puño. Al y la miró de nuevo, y sus miradas se encontraron. La sonrisa de Al y vaciló. Atrapada. Se dirigió hacia la casa, sintiendo la mirada oscura de Ally en ella, atenta y curiosa. ― ¿Quieres mojarte? ―Ally bromeó mientras Bron daba un paso alrededor del perímetro de la hierba saturada de agua. Sacudió la cabeza y entró.

*** ― ¿Te importa si me uno? Vengo con regalos. Bron inclinó su cabeza desde la mecedora del porche y encontró Ally de pie contemplativamente en la puerta de la casa. Levantó su brazo, en broma agitando una de las botellas de agua de vidrio que Jackie mantenía llena con agua de limón en la nevera. En la otra mano, tenía una copa para cada una de ellas atrapadas entre dos dedos. Daniel estaba fuera con Carly, y Jackie había llevado a Annie con ella al bingo en el club de bolos. ―Me lo perdí la semana pasada. ―Había dicho su madre, realmente preocupada―. ¡Estarán preguntándose lo que me ha pasado! Y así Bron y Ally se habían quedado solas para cenar. Bron se sorprendió de lo fácil que fue rellenar una hora hablando de trivialidades sin sentido con Ally mientras comían y luego limpiaban los platos. Después, Ally se había excusado para ducharse. Bron se volvió de modo que su espalda estaba presionada contra el reposabrazos del columpio y cruzó las piernas por debajo de sí misma para hacer espacio para Ally, quien debió haber confundido la inquietud en la expresión de Bron por incomodidad. ―Si quieres estar sola, puedo volver a entrar ―ofreció, con la botella helada colgando de su mano.

―Por supuesto que no ―dijo Bron, viendo como Ally dejaba la botella sobre la mesita delante de ellas. El columpio del porche se balanceó, acostumbrándose al peso añadido. Mientras Al y se inclinaba hacia delante para llenar sus vasos, los ojos de Bron se fijaron qué tan alto se levantaba el dobladillo de la vieja camiseta de Ally. Se permitió tres segundos para admirar los muslos desnudos de Ally, la curva donde la pierna se reunía con la ropa interior oscura. Bron intentó recordar la última vez que se había sentido lo suficientemente segura como para caminar por la casa sin nada más que la camisa de dormir y los pantaloncillos cortos. Probablemente allá por mil novecientos noventa, y nunca más. Al sonido de las voces, Tammy dobló la esquina de la terraza, con los ojos de color chocolate fijos en ellas. ―Hola, Tammy, muchacha ―Ally cantó. Ante el estímulo, Tammy se pavoneó por las escaleras. Ally sonrió radiante a Tammy, y una sensación de hormigueo se disparó por el cuerpo de Bron. Se mordió el labio. Moviendo la cola, Tammy se recostó―. Jackie dijo que tu cita con la psicóloga de Annie fue bien. ―Sí. Está feliz con el progreso de Annie. ―Dios ―dijo Ally arrastrando las palabras―. Esas cigarras están ensordecedoras esta noche. Bron miró hacia la oscuridad. ―No me había dado cuenta hasta que lo dijiste. ―Supongo que ahora te va a molestar muchísimo. Bron rodó los ojos. ―Pues sí. Ally se echó hacia atrás y cerró los ojos. Después de pasar un largo momento, susurró ―No sé si sentirme aliviada. ― ¿A qué te refieres? ―Al estar fuera. Ser feliz. ― ¿Qué es lo que más extrañabas? ¿Filete? ¿Alcohol? Ally se encogió de hombros. ―Todavía no estoy segura. La normalidad, supongo. ―Debió haber sido bueno tener la visita de Libby tan a menudo. —Ally asintió, hurgando en la tinta descascarada de su camiseta. El silencio cayó sobre ellas. Bron preguntó―. ¿Estabas enamorada de mi hermana? La mirada de Ally se disparó. ―No ―exhaló fuertemente y añadió―. Yo estaba enamorada de ti.

Desconcertada por la confesión de Ally, Bron tomó su vaso de agua de limón. ― ¿En serio? ―preguntó a la ligera―. ¿Enamorada? ―Sí... ―Ally dijo con voz ronca―. A los quince años estaba locamente enamorada de una chica de veintidós, que ni siquiera me daba la hora del día. ―Agitó una mano―. Sé que todos lo sabían. Bron se echó a reír, finalmente la miró a los ojos. ―Creo que parece tan tonto ahora. La mirada de Ally era tumultuosa. ― ¿Lo es? ―Bueno ―dijo lentamente, tratando de aliviar la tensión entre ellas―. Todos tenemos esos enamoramientos por una mujer mayor. Me enamoré de mi profesora de arte en la secundaria. Ally estuvo en silencio durante tanto tiempo que Bron pensó que la había ofendido. Eventualmente Ally habló. ― ¿La Sra. Wrangler? Era treinta años mayor que tú, estaba casada y con ocho niños. Bron sonrió. ―No pude evitarlo. Ally se burló. ―Si vas a fijar tu mirada en las mujeres heterosexuales, al menos establece una diferencia de edad de no más de diez años. Las probabilidades serían mejores. ―Suena como si estuvieras hablando por experiencia. ―Ally se encogió de hombros. Bron tomó otro sorbo de agua―. Fue probablemente lo mejor. No estoy lista para establecerme con una esposa de setenta años. ―Al y no dijo nada sobre eso. Comprobó su teléfono. 09:22. Tendría que salir pronto a recoger a Jackie y Annie―. Escuché que tuviste un visitante sorpresa cuando estuve fuera anoche. Ally murmuró la confirmación de que su oficial de libertad condicional había venido. ―Están tratando de atraparme. Pero ellos no ganaran. Estoy haciendo todo en regla. Bron levantó una ceja. ― ¿Todo? —Ally hizo un guiño en broma, pero parecía herida por la conversación de antes. ¿Acaso su rápido rechazo al enamoramiento de Ally fue grosero? ―. ¿Es la cárcel tan mala como lo hacen ver en la televisión? ―preguntó, en busca de cualquier cosa para hacer conversación. Ally rio. ―Cuando es malo, es jodidamente horrible. Cuando no es tan malo, yo supongo que es sólo... no es ideal. ―Hizo una pausa―. Haces familia allí. Gente cercana. Cuando termine mi libertad condicional, volveré a visitarlas.

―Eso es agradable. Estoy segura que las otras mujeres estarán encantadas de verte. ―Bron observó la forma en que Al y sonrió, y supo lo que significaba―. Me imagino que fuiste popular ―presionó. Ally arqueó una ceja. ― ¿Y qué te hace pensar eso? ―Eres encantadora. Áspera alrededor de los bordes, pero… Ally lo sintió hasta su estómago. ― ¿Quieres decir áspero alrededor de la cicatriz? Bron tragó la tensión que inmediatamente se apoderó de su garganta. ―Lo siento. Ally hizo girar la pulgada de agua en el fondo de su vaso como si fuera vodka. ―Lo que sea. ― ¿Puedo hacerte una pregunta personal? ―Por supuesto. ― ¿Por qué dejaste de ser voluntaria? ¿Fue después de que te quemaras? ―Tenía que hacerlo ―dijo Ally―. No podía moverme lo suficientemente rápido. ¿Sabes qué pasa cuando te cortas en una articulación del dedo? ¿Y de repente no puedes mover todo el dedo, porque no quieres empeorarlo? ―Excepto que el dedo era todo tu cuerpo ―supuso Bron. Ally le sonrió a través del columpio. ―Algo así. ― ¿Volverías a ser voluntaria? Ya sabes, ¿Si no tuvieras antecedentes penales por incendio? ―No creo que pueda después de quemarme de la manera que lo hice ―dijo Ally―. No soy tan valiente como solía ser. —Bron encontró la honestidad de Ally y el abandono de su orgullo, profundamente atractivo―. Hay maneras más seguras de ser un héroe ―agregó Ally. Bron se removió en el asiento. ― ¿Y eso es lo que quieres? ¿Ser un héroe? La mirada de Ally bajó a sus labios. Se quedó evidentemente vacilante. Bron tragó por la repentina sequedad en su boca. ―Quiero... follarte ―suspiró Ally. Poco a poco, Bron sacudió la cabeza. ―No podemos. ―Su garganta se sentía como si se estuviera cerrando otra vez. ― ¿No quieres? ―Al y preguntó en voz baja, la necesidad en su voz era completamente extraña.

Bron se mordió la lengua, tratando de ordenar sus pensamientos. ―Tengo que recoger a mamá y Annie. ―Podría ir contigo. ―Ally sugirió, de pie cuando Bron lo hizo. ―No, debo ir sola ―dijo rápidamente―. Son casi las nueve y media, y después de recogerlas normalmente nos detenemos por un helado para Annie, mamá y yo nos tomamos una taza de café, y... No estarías de vuelta antes de tu toque de queda. ―Oh. ―Buscando algo que hacer, Ally torpemente puso las manos en las caderas. Su camiseta subió, exponiendo completamente el borde negro de su ropa interior. Bron apartó bruscamente la mirada. ―Sólo voy a agarrar mis llaves… ― ¿Bron, estamos bien? ―Sí, sí ―asintió, retrocediendo―. No te preocupe por eso ―dijo. ― ¿Estás segura? No era mi intención que esto sea una repetición de lo de antes... Simplemente salió. Estar cerca de ti todo el tiempo sólo me hace… ―Está bien ―dijo, interrumpiendo a Ally―. Realmente tengo que irme.

Capítulo Ocho Bron detuvo la puerta de la habitación de Annie antes de que pudiera chirriar, y despertar el ligero sueño de su sobrina. Sus ojos se tomaron un momento para adaptarse a la penumbra. La tenue luz nocturna no era de mucha ayuda. Dio unos pasos en la habitación, maldiciéndose por haber olvidado lavar el uniforme escolar de Annie ese mismo día. Su mirada se precipitó por el suelo en busca del vestido. Al lado de la mesita de noche estaba la ropa que Annie había estado usando cuando fue a la ferretería con Daniel y Ally en la mañana. Bron frunció el ceño ante el recuerdo de Annie pavoneándose en la cocina vestida exactamente como había estado Ally ese día: pantalones cortos de mezclilla, una camiseta azul marino, botas de goma en lugar de botas de trabajo con tachas de acero, y su largo cabello rubio fijado arriba. Annie tenía todo el asunto arreglado. Buscándose entre sí, los cuatro adultos se habían divertido en gran medida. Una tabla del suelo crujió bajo su paso. Se detuvo y escuchó el suave susurro de Annie cuando se dio la vuelta en su sueño. Bron miró hacia el armario, recordando que había visto un uniforme de repuesto allí hace meses. Era de un tamaño demasiado grande. Libby probablemente lo había comprado en la tienda de segunda mano, pero Bron estaba bastante segura que podría hacer maravillas con una aguja, hilo y cinta adhesiva. Mientras se acercaba al armario, vio el vestido de la escuela en un montón al lado de la cama doble. Frunció el ceño mientras cogía el uniforme, y el par de pantalones cortos empapados que le dijo a Annie iban directamente al lavado después de correr debajo del aspersor esa mañana. Un destello bajo la patas de la estructura de la cama le llamó la atención. Miró hacia el final de la cama, segura de lo que encontraría, por la forma en que atrapó el resplandor de la luz nocturna, antes de que pudiera examinarlo con el tacto. Era el anillo, colocado deliberadamente bajo la pata de la cama, fuera de la vista. Escuchando la respiración suave de Annie mientras sostenía el anillo de Libby entre sus dedos, algo cambió dentro de ella. Con las ropas sucias bajo el brazo, cerró la puerta de la habitación. Volvió a su dormitorio y escondió el anillo debajo del papel de dibujo en la parte posterior de la gaveta de su ropa interior. Bien. Ahí tienes. Misterio resuelto. Después de recoger las toallas de baño para el lavado, bajó por las escaleras, cegada por la enorme pila en sus brazos. El sonido de una repetición de la Ley y el Orden se escuchó en la sala de estar antes que los tonos verdes y azules brillantes de la televisión, bailaran a través de la pared del pasil o. Ally seguía despierta. En el otro extremo de la casa, descargó la pila de toallas y ropa sucia de Annie en el piso de la lavandería. La tapa de la máquina ya estaba abierta. Dejó caer distraídamente el uniforme en primer lugar, su cerebro apenas registró el destello marrón brillante y escamoso en la parte inferior del barril, y como si estuviera poseído, el uniforme se levantó de nuevo, más y más alto... Su cuerpo entero se paralizó.

La serpiente siseó con rabia, sacudiendo la cabeza para librarse del uniforme de Annie. El tintineo de los botones del uniforme al caer al fondo de la tina de metal, envió un temblor profundo a través de ella. De pie inmóvil, sostuvo la mirada de la serpiente. ―Hey, Bron, si estás colocando una carga ¿Te importa si yo echo mí…? Ally se detuvo en la puerta, abriendo los ojos de par en par al ver la serpiente que estaba en el tambor de la lavadora. ― ¿Qué debo hacer? ―Está bien ―dijo Ally. Dejó caer el mono de sus manos y las hebillas golpearon el suelo de baldosas. Ante el sonido, la serpiente enroscó su cuello de inmediato para evaluar a Ally―. No te muevas ―susurró―. Es una serpiente marrón. ―Se supone que no son agresivas ―argumentó Bron. ―Bien… La serpiente se enroscó más en forma de S, lista para atacar. ―No te muevas. ―Al y repitió con firmeza―. Es joven, por lo que es mucho peor. Cuando se volvió de nuevo hacia Bron, no pudo detener el quejumbroso sonido que se escapó desesperadamente de su garganta. ―Va a morderme. ―Todo su cuerpo estalló en sudor―. Oh Jesús. ¿Qué hago? ―dijo con voz ronca. ―Nada ―ordenó Ally ―. Voy a golpear la tapa hacia abajo mientras te está mirando a ti, ¿De acuerdo? Va a caer hacia atrás en la lavadora. ―Lentamente, se acercó un poco más―. A continuación, l amaremos a WIRES. La serpiente siseó de nuevo. Estaba echando humo. Se atragantó con un gemido. ―Ally, no golpees la tapa. Va a saltar sobre mí. Ally se acercó a la tapa. ―No va a ser así. ―Si lo hará. ―La serpiente levantó la cabeza, sus brillantes colmillos eran evidentes. ―Ally, por favor, no… ―Cállate ―espetó Ally―. Cierra la boca. —En el mismo momento en que Ally se inclinó hacia delante para alcanzar la tapa, la serpiente se dispuso a saltar. Pero Ally fue más rápida, metiendo al reptil de nuevo en su reciente casa y fuera de la vista. Apretando fuertemente las manos contra la tapa de la máquina―. ¿Ves? ―Dijo con conocimiento, pero el ligero temblor en su voz llegó a los oídos de Bron. Dentro de la máquina, la serpiente se retorcía. Las dos mujeres estaban escuchando el golpe metálico, pum, pum, tratando de regular su respiración. El latido del corazón de Bron se desaceleró. Llevó una mano a los labios y lanzó un profundo y tembloroso suspiro.

―Gracias ―dijo con voz ronca. Tragando, Ally asintió. ―Vamos a llamar a WIRES en la mañana. ―No, tenemos que llamarlos ahora. Se puede salir a través de la manguera de drenaje o por el cuerpo de la máquina. ―Cariño, los de WIRES no vendrán hasta aquí a medianoche sólo porque tenemos una serpiente en la lava... ― ¡Pero es una serpiente marrón! ― ¿Crees que eres la primera persona en las montañas que ha tenido una serpiente marrón en la casa? Frunció el ceño, pero Ally tenía razón. ―Vamos a cerrar la puerta de la lavandería. Si se sale de la máquina de alguna manera, no será capaz de entrar en la cocina. Simplemente va a ir por la parte trasera. Bron suspiró. ―Bueno. ― ¿Bueno? ―Bien. Pero Annie no puede enterarse.

*** ― ¿Qué hace ese hombre aquí? Bron alzó la vista de la nevera. Annie estaba junto a la puerta mosquitera con su uniforme sin lavar, recuperado de la bañera sólo veinte minutos antes. Afuera, el voluntario de WIRES estaba parado junto a su camioneta hablando con Daniel. ―Estaba mirando la lavadora ―dijo casualmente. Annie tomó el plato de cereal que Bron había preparado para ella. ― ¿Por qué está aquí tan temprano? Con preocupación, Jackie miró por encima de la parte superior del periódico. ―Es un reparador de lavadoras. Necesitamos una nueva pieza ―mintió Bron. ―Oh ―dijo Annie― ¿Son necesarios los cables? ― ¿Qué quieres decir? ―preguntó Bron. ¿Cómo lo supo? ―Su furgoneta dice cables en el costado. ¿Nos traerá cables?4 Miró por la ventana, captando la idea. Uf.

4 Las siglas WIRES se escriben igual que cables en inglés

―No, no, él estaba arreglando los cables de la lavadora ―dijo, aliviada que Annie no tuviera ni idea de lo que hacía el Servicio de Información, Rescate y Educación sobre la vida silvestre―. ¿Por qué no vas a comer tus copos de maíz mientras ves los dibujos animados? —Annie alzó la vista. ― ¿En serio? ¿Puedo tomar mi desayuno en el salón? ―No lo derrames. ―Prometido ―murmuró Annie, su atención se centró por completo en no salpicar la leche sobre el borde de la taza mientras salía de la habitación. ―Hey, bebé. ―Al y murmuró mientras pasaba Annie por la puerta. ―Cuidado, Al ―dijo Annie, su lengua asomaba entre los labios debido a la concentración―. No se puede derramar... Cuando Annie se había ido, Ally se volvió hacia Bron y Jackie. ― ¿Está todo en orden? Bron asintió. ―Se quedó allí toda la noche, gracias a Dios. Acompañada del uniforme. Jackie sacudió la cabeza. ―Enviar a la pobre niña a la escuela con un uniforme sin lavar. Deberías obligarla a ponerse ese otro que está colgado en su armario. O mejor aún, deberías haberme dejado lavarlo cuando me ofrecí la noche del viernes. ―Bien, mamá, si hubiera recordado que había tirado el uniforme con la serpiente antes de despertar esta mañana, habría tenido tiempo para ajustar el uniforme de repuesto, ¿No? Tenía cosas peores en que pensar, como, no sé, serpientes marrones haciéndome perder el sueño la noche pasada. El uniforme era el menor de mis problemas. Además, ni siquiera está sucio. El uso de un uniforme sin lavar durante un día no va a matarla. ―No sé, Bron. Está bastante desastroso. ―Ally se movió―. Realmente va a parecer Annie la huerfanita. —Bron levantó una ceja. No era divertido―. Es una broma ―Ally dijo arrastrando las palabras, riéndose mientras sumergía una bolsa de té en su taza―. Relájate. Jackie elevó la voz. ―Hablando de ropa. ―Miró a Bron―. Tienes que revisar las cosas de Libby y ver lo que le gustaría mantener a Annie. Puedo llamar a los SALVOS para recoger el resto. Bron sacudió la cabeza, estremeciéndose ante la idea de que la ropa de Libby colgara en un estante de alguna desordenada tienda del Ejército de Salvación. ―No estoy lista, mamá. Lo haré cuando vuelva de Boston.

Jackie suspiró. ―Bron… ―Mamá. Todavía no, ¿De acuerdo? Cuando regrese a casa.

*** La tarde del lunes trajo un calor sofocante y caliente a las Montañas Azules. El sol quemaba tanto, que Bron lo consideró demasiado fuerte para que Annie estuviera fuera corriendo debajo de la regadera. Prefería tener al torbellino de seis años en sus manos, que pasar la noche frotando el gel de aloe vera en la roja piel de alabastro de Annie, mientras se quejaba de un golpe de calor. ―Estoy tan aburrida, ¿Sabes? ―Annie suspiró varias veces durante toda la cena, empujando los guisantes por el plato y excavando pequeños orificios en su puré de patatas. Cuando Al y sugirió dar un paseo hasta Echo Point para tomar un helado, Bron estuvo de acuerdo rápidamente. Sólo eran las tres. Jackie había ido al club de bowling a cenar con amigos para escapar de la ola de calor y Daniel se había quedado dormido en la sala inmediatamente después de la comida. Bron estaba sorprendida por su ética de trabajo. El mercurio del termómetro se había levantado más de cuarenta grados Celsius, y Daniel había pasado la parte más caliente del día, colgado en lo alto de una escalera bajo el sol ardiente pintando el alero de una casa de dos pisos, estirando el cuello hacia atrás como Miguel Ángel. ―Ni una sola vez se quejó. ―Ally dijo a Bron cuando llegaron a la plataforma con vistas a las tres hermanas. Tal vez fuera porque tenía el pelo todavía húmedo de la ducha que se había dado después de la cena, Bron pensó que parecía más fresco en el mirador. Sólo unos pocos turistas estaban en la plataforma, sus cámaras y mochilas de viaje los delataban. Asumió que pertenecían al grupo que estaba cerca del autobús estacionado fuera de la zona turística. La heladería y cafetería en el interior del centro, estaría más concurrido que de costumbre. Ally apoyó los codos en la barandilla. Demasiado baja para hacer lo mismo, Annie miraba entre las barras anchas. Las tres caras de la roca dorada en la oscuridad, eran una vista impresionante―. ¿Sabes que todas tienen nombres, Annie? ―preguntó Ally―. Annie alzó la vista. ― ¿Cuáles son sus nombres? ―Al lado de Annie, Bron se apoyó en la barandilla, el hierro todavía estaba caliente una hora después de la puesta del sol. Al y señaló a la roca izquierda. ―Bueno, esa es Meehni, la de en medio es Wimlah, y la que está en el otro lado es Gunnedoo. Son todas hermanas. ― ¿Por qué tienen nombres extraños? ―dijo Annie―. Bron estaba a punto de interferir, pero Ally habló. ―Bueno, pertenecen a una leyenda aborigen, por eso es que sus nombres son tan bonitos. ―Oh ―dijo Annie―. ¿Qué es una leyenda? ―Una leyenda es como una historia inventada y la historia inventada es que estas rocas solían ser personas. ―Annie levantó una ceja. ― ¿Al igual que los seres humanos?

―Sí. Las tres hermanas eran de Katoomba… ―Soy de Katoomba ―interrumpió Annie. ―Sé que lo eres. De todos modos, las hermanas querían casarse con tres hermanos de otra tribu, una tribu es otro grupo de personas, pero no se les permitió el matrimonio. Annie se quedó perpleja. ― ¿Por qué no? ―Debido a que era la regla. Las chicas no podían casarse fuera de su tribu. De todos modos, los hermanos se pusieron locos y secuestraron a las chicas. Hubo una gran pelea entre los dos grupos. Mientras que la pelea estaba ocurriendo, un médico brujo volvió a las niñas piedra…sólo por un tiempo para su protección. Sin embargo, el médico brujo fue herido en la batalla y murió. Y nadie más podía convertir a las niñas. Así que se quedaron así para siempre. Annie chasqueó la lengua. ―Eso no es real, ¿Verdad? ―preguntó, sonando tan parecida a Libby. ―No es real ―agregó Bron. Ni siquiera era del todo correcto, pero decidió no decirle a Annie y Al y que la historia había sido inventada como una leyenda aborigen por un local blanco para atraer a los turistas. Annie se volvió hacia Ally. ―Tú, la tía Bron y mi madre eran como hermanas ―dijo con gran certeza. Ally se mordió el labio inferior por un momento antes de contestar. ―Sí, un poco. ―Al igual que las tres hermanas ―confirmó Annie. Bron y Ally se miraron entre sí. ―Vosotras deberíais casaros con dos hermanos de otra tribu y luego podrá ser igual que la historia. La mirada de Bron se precipitó a la parte superior de la cabeza de Annie, y luego en Ally, que estaba mirando a Bron, torciendo los labios con diversión. ―No, Annie. ―Bron dijo suavemente―. ¿Recuerdas cuando llegué a casa y tuvimos una charla sobre cómo me gustan las chicas, y no los chicos? ―Oh, sí ―dijo Annie vagamente―. Se me olvidó. ―Hizo una pausa―. Entonces debes casarte con una dama de otra tribu. O podrías casarte con Ally si no puedes encontrar una dama diferente, porque a Ally le gustan las chicas también. —Ally volvió lentamente la cabeza y miró a través de la barandilla a Bron. Sus ojos eran brillantes y vivaces, pero Bron vio algo más en esa mirada. Algo más. Sus ojos se posaron en los labios llenos de Ally. Quiero follarte. Bron tragó. La admisión había jugado una y otra vez en su mente durante toda la semana, distrayéndola, aterrándola, emocionándola…―. Auch. ―Annie murmuró, golpeando la parte superior del brazo―. ¡Me ha picado un mosquito! ¿Podemos ir a tomar un helado, por favor?

Bron tenía razón. La línea fuera de la heladería tenía al menos cinco personas en tres filas separadas. ― ¿Por qué no vais las dos a buscar una mesa, mientras voy a hacer la fila? ―Ally se ofreció. Después de dar instrucciones detalladas a Ally sobre qué cono y tipo de helado quería, Annie cruzó la heladería en la cafetería contigua y se sentó junto a Bron. ―Es agradable y fresco aquí, ¿Verdad? ―preguntó Bron. Annie asintió, alcanzando el final de su trenza. ― ¿Cuándo lleguemos a casa, me puedes hacer una cola de pez en el pelo como el tuyo? Bron apretó un rizo de oro detrás de la oreja de Annie. ―Por supuesto. Hey, Ann... ―dijo en voz baja. ― ¿Sí? ―Tomó una servilleta y comenzó a doblarla en un avión de papel. ―He encontrado el anillo de tu madre en tu habitación, la noche anterior, cuando yo estaba buscando tú uniforme. ―Oh. Bron vaciló, sus dedos se detuvieron en el cabello de Annie. ―Estoy un poco preocupada de que la abuela pudiera ir y pasar la aspiradora por ahí. Entonces, ¿Qué tal si lo mantengo seguro hasta que seas mayor? ―Está bien ―dijo Annie, descartando el plano medio a terminar y mirando a través de la cafetería a Ally. ―Cada vez que desees verlo, en cualquier momento, me preguntas, ¿De acuerdo? Annie, ¿Estás escuchando? Annie reorientó su atención en Bron. ―Lamento mucho haberlo sacado de tu joyero ―dijo simplemente. Sonrió. ―Está bien, cariño. ―Recogió la delicada mano de Annie y ligeramente sacudió su dedo medio―. Cuando seas una niña grande, ese anillo va a ir aquí en este pequeño dedo. Annie parecía escéptica. ― ¿De verdad crees que me va a encajar un día? ―Estoy absolutamente segura de ello.

Capítulo Nueve ― ¿Puedo tomar prestado algo? —Bron bajó los calcetines de la escuela que estaba doblando en el primer cajón de la cómoda de Annie y levantó una ceja hacia Ally. Al pasar por la puerta de la habitación de Annie, Ally chasqueó la lengua―. Necesito algo para cubrir esto. ―Se pasó una mano por encima de su bíceps tatuado, y cubierto tan sólo por una camiseta. Bron sonrió, empujando y cerrando el pesado cajón. ―Bueno, debo decir que nunca pensé que llegaría el día... ―Sí, está bien, Bron. Restriégamelo. ¿Así que tienes algo que pueda llevar o no? —Era difícil pasar por alto lo tensa que Ally parecía estar ante la perspectiva de visitar a su propia madre. Había sido sugerencia de Jackie programar la visita a la casa de reposo antes de la hora del almuerzo ese sábado por la mañana. Por lo general, Jackie decía que las personas con demencia eran más coherentes a principio del día. Y mientras que las horas de la mañana podían ser mejores para Kerrie, iban en menoscabo de Ally. Los círculos oscuros bajo los ojos revelaban que había tenido un sueño inquieto o no había dormido nada. Bron no podía evitar preguntarse por qué estaba tan ansiosa. Kerrie Shepherd siempre había sido nada más que una caricatura del ignorante sureño australiano. Por supuesto, para Ally, su única hija, Kerrie tenía múltiples facetas. Ally siguió a Bron en su dormitorio. Abrió las puertas de los armarios, revisó las camisas que colgaban en busca de una que se ajustara al alto cuerpo de Ally. Podía sentir el calor del cuerpo de Ally justo detrás―. Caray, Bron, para alguien que vive en otro país, y ser lesbiana, tienes un montón de ropa. Bron rodó los ojos en broma, sacando una estampada gris a cuadros y entregándosela a Ally. ―Esto podría funcionar. Vas a tener que enrollar las mangas, son demasiado cortas. ―Cerró las puertas de los armarios―. ¿Vas a estar demasiado acalorada en esto? Ally hizo un guiño. Se encogió de hombros con la camisa encima de su camiseta negra. ―No lo sé ―bromeó. Bron rio y Ally se miró en el espejo de cuerpo entero. ―Bien ―murmuró. Bron se encargó de traducir su aprobación en un “gracias”―. ¿Estás segura que quieres venir? ―preguntó Ally―. Puedo ir con Jacks. ― ¿Qué voy a hacer aquí? Daniel y Annie no estarán de vuelta del Futbol durante algunas horas, y no tengo ningún trabajo inmediato que hacer. Además, vamos a almorzar después, ¿Verdad? Ally asintió tensa. ―Correcto. Bueno gracias. Sonrió suavemente. ―De nada.

Jackie se sentó en el asiento delantero del coche para darle instrucciones a Bron de cómo llegar a la residencia de ancianos. Bron echó una mirada rápida hacia el espejo retrovisor mientras giraba fuera del camino de entrada, vio a Ally ensimismada. Tuvieron la suerte de encontrar aparcamiento en la calle a pocas cuadras de la casa de reposo. Cuando las tres mujeres comenzaron la caminata por la colina, Ally preguntó: ― ¿En qué ala está? —Bron sacó su billetera. En la parte más apretada de su cartera. Estaba la pequeña pieza de papel doblado que había encontrado en la cartera de Libby. Con la letra de Libby estaba escrito el nombre de la casa de reposo y, presumiblemente, el número de la habitación de la madre de Al y en el Ala Adelfa. Mientras caminaban, Ally se inclinó sobre el hombro de Bron. Leyó la nota y asintió. Bron metió el trozo de papel dentro su cartera. A principios de esa semana, había copiado los datos con su letra desordenada y se lo había dado a Ally. No por primera vez, se le ocurrió que podía haber dado la nota de Libby a Ally, pero no podía deshacerse de cualquier trozo de papel escrito de puño y letra por su hermana: listas de lectura, y, sobre todo, listas de compras. Las palabras de Libby, en la lista de leche, cebollas, calabacín y salsa de tomate, eran más poética que Wordsworth. Ally interrumpió sus pensamientos―. ¿No es la adelfa venenosa? ―preguntó, y luego, después de un momento, susurró―. Obvio. Bron recordaba vagamente a Kerrie Shepherd. En una de las primeras visitas a su domicilio, meses después que el padre de Ally muriera, Bron había estado conduciendo desde algún lugar y pasó por el motel. Kerrie había salido al balcón del segundo piso del motel, fumando un cigarrillo. Bron disminuyó la velocidad, casi deteniéndose y saludó. No había forma de que Kerrie no la hubiera visto. Aun así, no devolvió el saludo, y el puñado de veces que Bron la vio en persona de nuevo en los años noventa, nunca fue especialmente sociable. ―A la madre de Ally le deben faltar algunos tornillos. ―Libby había dicho cada vez que llegaba a casa de una fiesta de pijamas en el motel que Kerrie Shepherd poseía y administraba. ―Bueno, ha tenido que soportar una gran cantidad de basura, Libby ―Jackie siempre la había excusado, sin querer hablar mal de la madre de Ally frente a una Libby pre-adolescente. Mayor que Libby, Bron sabía entonces que Jackie pensaba lo mismo. Kerrie había conocido a Jackie lo suficientemente bien como para reconocerla en la calle, pero sólo saludaba secamente a Jackie, quien prácticamente cuidaba a Ally cada fin de semana, lo que hizo que Kerrie no sólo fuera una forastera en su familia, sino también una extraña. Jackie firmó en la recepción y consiguió las indicaciones para llegar al Ala Adelfa. Cuando pasaron por el segundo conjunto de puertas de vidrio, Ally exhaló con nerviosismo. Algo dentro de Bron la instó a tomar la mano de Ally o pasarle una mano sobre la espalda, o al menos apretar suavemente la parte superior del brazo de Ally. Bron sabía que era lo que Libby habría hecho por Ally, tranquilizar a su mejor amiga. Pero Bron no era sentimental como Libby lo había sido. Ese tipo de afecto amistoso simplemente no era natural en ella, así que se cruzó de brazos y giró a la derecha en la sala de recreo después de Jackie y Ally. El Ala Adelfa olía claramente a desinfectante, pero era amable a los sentidos, como si el personal de la residencia estuviese limpiando para la cena de los invitados en lugar de

desinfectar las bandejas y limpiar los derrames de jugo. La puerta de la habitación 43 estaba abierta de par en par. Jackie entró primero y Bron la siguió, Ally lo hizo tras ellas. Una mujer, que era inequívocamente Kerrie Shepherd, estaba sentada en una silla acolchada en la esquina, con los ojos fijos en un programa de televisión. Bron miró alrededor de la habitación. Lo único que sugería que era una suite hogar de ancianos y no una habitación normal del hospital, eran las pesadas cortinas blancas y los botones en las paredes. La cama estaba cubierta con una manta de ganchillo de cuadrados en colores pastel. El pequeño televisor estaba en una vitrina llena de adornos. Sobre una mesa baja junto a la ventana, había un jarrón de rosas de imitación, y un par de fotos enmarcadas: una del padre de Ally y la otra de tres niños, los primos de Ally, supuso Bron. Cuando Kerrie finalmente sacó los ojos de la TV y miró hacia las tres mujeres de pie en la puerta, su lucha para recordar esas caras fue muy descriptiva. ―Buen día ―dijo. Cuando forzó una sonrisa, su rostro parecía concentrado. Jackie fue la primera en avanzar. ―Hola, soy Jackie. ―Sonrió y señaló la ventana―. Hermoso día hoy, ¿No es así? Kerrie apartó la vista de la televisión y de la puerta corrediza de cristal que daba a una pequeña rotonda bajo el sol. ―En este momento ―murmuró―. Va a llover más tarde. Jackie tarareó su desacuerdo. ―No sé nada de eso, pero podríamos soportar un poco de lluvia, ¿No? Desinteresada en Jackie, Kerrie miró a Bron, quien sonrió cálidamente y se acercó más. ―Soy Bron. ―Después de colocar un beso en el hueco de la mejilla arrugada de Kerrie, Bron se volvió, invitando a Ally a hacer lo mismo. Pero Ally dio un paso atrás, sus manos todavía estaban dentro de los bolsillos. No importaba. De todos modos, la atención de Kerrie se centró en Bron y sólo en Bron. Miró a Jackie. ― ¿No es bonita? ―le susurró a Jackie. Jackie sonrió, pero observó a Ally, instándola a seguir. Ally se acercó más. ―Hola Kerrie. Dándose cuenta que había tres personas en la habitación en vez de dos, Kerrie se fijó en Ally. Le sonrió por un momento, pero su mirada cambió, perdida e insegura. Cuando volvió a mirar a Jackie, el súbito reconocimiento se apoderó de los rasgos de Kerrie. ―Eres la madre de Libby. ―Sí. ―Los ojos de Jackie se abrieron―. Lo soy. ― ¿Dónde está Libby? ―le preguntó Kerrie. Sin mirar a Bron y Ally, Jackie explicó

―Libby está en casa. ―Me gustaría que hubiera venido con ustedes ―se quejó Kerrie. Miró las rosas de tela sobre la mesa―. La semana pasada me compró esas flores. Jackie se sentó en el borde de la cama. Pasó una mano sobre la manta. ―Eso es adorable. Bron sostuvo la mirada preocupada de Ally. Trató de imaginar los pensamientos de Ally. Sería devastador ver a Jackie así, tan ambivalente y vacía. Por cruel y distante que Kerrie hubiera sido en el pasado, todavía era la madre de Ally. Un anciano residente pasó por la puerta con una enfermera, los dos conversando mientras el paciente hacía resonar su andador sobre el linóleo. Ellos no miraron al cuarto de Kerrie, pero Kerrie miró más al á de Al y, examinando al paciente y la enfermera. Asintió con la cabeza en dirección de la puerta abierta. Una mueca cruzó su cara. ―Ella no me dejará en paz. ¡No sé lo que está tramando! ―Su visión fue bloqueada, dándose cuenta que Ally estaba obstaculizando su visión del pasillo―. ¿Cuál dijiste que era tu nombre? ―Ally se presentó, pero Kerrie sólo entrecerró los ojos―. Es una preciosa camisa ―dijo. La voz de Ally era ronca cuando respondió. ―Gracias. —Kerrie volvió a mirar la TV, repentinamente inmersa en un infocomercial para una aspiradora―. Podemos irnos. ―Ally dijo en voz baja. Bron estaba a punto de argumentar que apenas habían estado allí tres minutos, cuando la enfermera desde el pasillo llamó a la puerta abierta. ―Parece que tienes algunos visitantes, Kez ―dijo con las manos en sus caderas. Bron supuso que la enfermera se preguntaba quiénes eran y que relación tenían con Kerrie, pero Bron no creía que fuera el momento indicado para decir quién era Ally. La enfermera les ofreció una sonrisa, pero Kerrie no levantó la vista del televisor―. Bueno ―dijo la enfermera―. Sólo les hago saber que todas son bienvenidas a unirse a la sala de recreo para el té de la mañana. ―Gracias. ―Jackie y Bron dijeron al unísono. La enfermera se apoyó en el marco de la puerta. ―Tu sobrina debería estar aquí pronto, Kerrie. Inmediatamente, Kerrie tomó el mando de la televisión. Como se puso de pie, Jackie y Bron se hicieron hacia atrás para darle paso. ―No hay muchos asientos en la sala de recreo, por lo que no creo que debería venir a tomar el té por la mañana ―dijo enfáticamente. La enfermera hizo un sonido de objeción. ―Hay un montón de asientos, Kerrie. —Pero Kerrie ya había recogido sus gafas de lectura y una novela de Mills y Boon y salía por la puerta sin siquiera despedirse―. Kez. ―La enfermera le reprendió, chasqueando su lengua mientras observaba a Kerrie alejarse―. Tal vez podrías esperar hasta que tu sobrina llegue aquí ―sugirió―. Está mucho mejor cuando los niños están aquí. Es una distracción sana en sus días malos.

Bron miró a Ally, sabiendo cuál sería su respuesta. ―Creo que nos marcharemos ― dijo Ally a la enfermera―. Gracias de todos modos. Resignada al hecho que no iba a ser capaz de convencer a Ally para que esperara a su prima, Jackie se excusó para ir al baño antes de salir para ir a comer. Bron se encontró extrañamente aliviada de tener un momento a solas con Ally, fuera de la residencia de ancianos mientras esperaban a Jackie. ― ¿Estás bien? ―preguntó Bron. Ally se encogió de hombros. Miró a Bron. ―Pudo haber sido mucho peor. ―Bron cambió su bolso en el hombro, el cuero ya se pegaba a su piel por el calor―. Lamento que hayamos venido hasta aquí por tan poco tiempo. ―No puedes evitarlo. Es sólo una de esas cosas que pasan ―Bron le aseguró. ―Supongo. Me quedaría, pero... Es que mi prima realmente me sobrepasa. Es bastante amarga, actúa como si fuera ella quien cuida a mamá y yo no le enviara un centavo. La cosa es que sé que el dinero que mamá recaudó con la venta del motel, es lo que está pagando todo esto, no es mi prima. Las ganancias probablemente también estén pagando el alquiler del tío Rob en este lugar. ― ¿Tu tío vive aquí también? Ally asintió. ―Nunca me gustó. Ninguno de ellos en realidad. ―Arrastró la punta de la bota de trabajo contra el sendero del jardín―. De todos modos, no me importa. Pueden tener el dinero, y pueden pensar lo que quieran de mí. Bron suspiro. ―Lamento que tu situación familiar sea una mierda, Al. La sonrisa de Ally era con los labios apretados. ―Es lo que es. Mamá y yo nunca fuimos cercanas. Pero me hace sentir bien cuando pienso que Libby vino a verla. Incluso si sólo fue una o dos veces. Bron asintió. ―Era una buena chica, nuestra Libby. ―Ally miró a Bron―. ¿Qué? ―Bron arqueó una ceja. ―A veces. ―Ally comenzó con una risita―. Tú y Annie son muy parecidas a ella.

*** La computadora que Jackie poseía en la pequeña oficina de la planta baja casi nunca se tocaba, ya que Bron y Daniel tenían ordenadores portátiles. Annie usaba la obsoleta computadora de escritorio una vez por semana bajo sufrimiento, para acceder a su tarea de matemáticas en línea, pero en su mayor parte se mantenía relativamente sin usar hasta que llegó a Ally. Desde la primera vez que había llegado a casa de Oberon, Ally utilizaba regularmente el equipo para enviar un correo electrónico a su oficial de libertad condicional, y aunque nunca lo

mencionó, Bron se imaginó que iniciaba la sesión para tener acceso a sus registros y pagos de Centrelink también. Una semana antes, buscando un archivo borrado accidentalmente por Annie en la carpeta de la papelera de reciclaje, Bron había tropezado con un icono de Centrelink. Supuso que, después de haber estado en prisión sin acceso a Internet durante tantos años, Ally había descargado inadvertidamente el atajo de Centrelink y luego lo había borrado, demasiado avergonzada como para dejarlo en el escritorio para que todos pudieran verlo. Pero, ¿Qué otra opción tenía Ally sino tomar los cheques del gobierno durante los siguientes meses hasta que volviera a ponerse de pie? Ally no tenía nada de qué avergonzarse, pero estaba claro que lo estaba. ―No habrá más cartas, o cheques, de Centrelink ―declaró Ally en el desayuno el día después de que Bron encontró el icono en la papelera de reciclaje―. Así que no te preocupes si no ves que lleguen por correo ―agregó, como si todos esperaran ansiosamente las cartas. Daniel y Bron se habían mirado el uno al otro en la mesa. Jackie fue la primera en hablar. ― ¿Fuiste y los detuviste? ―le había preguntado deliberadamente. ―Sí. ―Ally dijo con suficiencia―. Se acabaron los cheques para Ally Sheppard. Así que cuando Bron encontró a Ally en la computadora de la oficina después de que todo el mundo se había ido a la cama, se preguntó qué estaba haciendo. ―Lo siento ―dijo Bron―. Annie va a recibir su vacuna contra la varicela en la escuela mañana y solo necesito completar su historial de vacunación. ―Agitó el formulario en su mano―. Mamá dijo que Libby guardó la libreta de bebé de Annie en algún lugar de aquí. ―No, está bien. ―Ally hizo clic en el mouse de la computadora un par de veces, obviamente cerrando lo que había estado investigando―. He terminado de todos modos. Bron abrió uno de los cajones del escritorio, hojeando papeles y archivos en busca de la libreta de bebé. ― ¿Trabajo de internet? ―Supongo. ―Ally murmuró distraídamente, de pie―. Yo no estaba usando la red. ―Oh. ―En realidad, me preguntaba si puedes leerme algo ―preguntó con timidez Ally―. He escrito una carta de solicitud. ¡Ah, allí estás! Bron sacó la libreta azul del segundo cajón. ― ¿Qué estás solicitando? Ally se apoyó contra la estantería llena de álbumes de fotos. ―Hay un curso de negocios en la Universidad de Nueva Gales del Sur... ―Nueva Gales... ―Bron se apagó―. Eso es lejos. Estás trabajando en la ciudad todos los días ¿Estarás bien? ―Es prácticamente en línea ―explicó Ally. Mirando sus pies desnudos contra el piso, se humedeció los labios―. Mi tutora en Oberon dijo que sería realmente buena para eso. Reconoce que podría entrar si escribiera una buena carta de solicitud. Además, puedo diferir el costo de la asistencia de estudios hasta que pueda pagarlo ―agregó.

Bron sonrió. ―No sabía que estabas interesada en los negocios. ―Lo estoy ―dijo Ally con confianza―. Tengo algunas ideas, solo cosas con las que he estado metiéndome. Ya sabes, cómo hacer amigos y hacer que tu mierda se junte. —Bron rio suavemente―. Entonces, ¿Podrías leer la carta? ―Oh, sí, por supuesto ―dijo Bron, esperando que su sonrisa pudiera aliviar algo del recién descubierto nerviosismo de Ally. ―No hay prisa. La fecha de cierre es en unas pocas semanas. Sé que estás ocupada con el trabajo ―divagaba―. De todos modos, está en la computadora... Bron sonrió. ―Lo haré tan pronto como pueda ―dijo a una Ally agradecida. Pero su curiosidad fue tan fuerte, que la leyó tan pronto como Ally salió de la oficina. No era una página completa. Ally había detallado su experiencia educativa, su tiempo en Oberon, y describió su posición a tiempo completo trabajando con Daniel como una persona reformada. La carta era elocuente y bien redactada. Después de cerrar la planta baja y comprobar que su sobrina dormía, ella llamó suavemente a la puerta del dormitorio de Ally. ―Adelante ―oyó débilmente. Abrió lentamente la puerta del dormitorio, sorprendida de encontrar a Ally sentada en la cama con una novela. Miró brevemente alrededor de la antigua habitación de Libby. Un nuevo juego de ropa de trabajo se extendía sobre la silla en la esquina, y una cómoda de Libby, estaba escasamente decorada con cosas de Ally: un bote de desodorante, un cepillo para el cabello y su bolsa de aseo. Bron se centró en Ally. ―Acabo de leer tu carta. ― ¿Estaba bien? ―susurró Ally. ―Es muy buena, Al. Sus ojos se iluminaron. Cerró su libro y se inclinó hacia delante. ― ¿De verdad? ―Sí. Eres buena con las palabras. ― ¿Alguna crítica? Lo pensó. ― ¿Tal vez podrías incluir algunas de tus ideas de negocio? Asintió lentamente. Una sonrisa burlona se extendió lentamente en los labios.

― ¿Como una tarjeta de un prisionero reformado? —Se encogió de hombros, con una sonrisa a juego tirando de sus labios―. ¿Porque diablos no?

Capítulo Diez Bron no se había dado cuenta de la cantidad de esfuerzo que había puesto en la cena de cumpleaños de Ally, hasta que Jackie se lo señaló a las cinco en punto del quinto día de diciembre. ― ¿Necesitas una bolsa refrigerante para llevar la torta al restaurante esta noche, amor? ―preguntó Jackie desde el otro lado del patio trasero donde estaba de rodil as, volteando la tierra del jardín con una pala. Bron sacó el último calcetín para el tendedero. ―No, ya lo dejé en el restaurante de Lucido antes de llevar a Annie a la escuela. ¿Te dije que colocaron el nombre de Al con ”ie” en la torta? Llegué a casa esta mañana, abrí la caja para echar un vistazo, y luego tuve que conducir todo el camino de vuelta. Jackie clavó la pala en la tierra seca de las lechugas. Se apartó el sombrero para el sol de la cara y se limpió la frente. ―Te has tomado muchas molestias por Al y. No habrías hecho todo esto hace dos meses, ¿Verdad? ¿Y en el Lucido? Ese lugar es caro. Pensé que íbamos a ir a China. Bron podía sentir lo que venía, y no quería tener la conversación con su madre. Levantó la cesta de lavado vacía contra su cadera. ―No es tan caro. Fuimos a Lucido para tu cumpleaños ―resopló. Sacó una toalla limpia del tendedero, la tiró por encima del hombro y desapareció escaleras arriba para tomar una ducha antes de la cena. Apagó el secador de pelo, decidiendo dejar el pelo suelto por una vez. El día había estado más fresco, y se pronosticaba que la temperatura descendería alrededor de las nueve. Se colocó el perfume en sus muñecas, recordando como Rae era alérgica a él. Si había un consuelo para su separación y, en retrospectiva, hubo muchos, al menos ahora podía usar tanto perfume como quisiera. Enrolló el cable alrededor del mango del secador de pelo, Bron examinó su reflejo. Debería hidratarme más. Y empezar a llevar protector solar todos los días. Libby lo llevaba siempre, y su piel era preciosa. Adivinando que Annie estaba más preocupada con los juguetes que había insistido en llevar a la ducha en lugar de realmente lavarse el pelo, Bron salió de su habitación para restablecer su regla de los siete minutos de ducha. Cuando abrió la puerta del dormitorio, Ally subía las escaleras. Se detuvo en el escalón más alto. Parecía cansada y sudorosa, y sus piernas estaban manchadas con pintura. Pero alzó la vista hacia Bron y sonrió, sincera y cálida, como si volver a casa con ella hubiera compensado un día largo y tedioso. ―No te escuché llegar ―dijo Bron, apartándose el pelo detrás de las orejas―. ¿Cómo te fue en el trabajo? Ally rio y pasó una mano por la cabeza.

―Agotador. ―Lamento no haberte visto esta mañana. No pude desearte un feliz cumpleaños. Ally se encogió de hombros. ―Annie me hizo cereales de cumpleaños, así que eso lo compensó. ―Hizo un guiño―. Para cuando bajé, estaban blandos y humedecidos. Bron sonrió. ―Bueno, feliz cumpleaños... ―Gracias. Ally la estaba mirando con tanta atención, que sintió un aumento de color en su cuello. ―Tenemos reservas para siete ―dijo. Ally apoyó la mano en la barandilla, mirándola de arriba abajo. ― ¿Siete personas, o a las siete? ―preguntó con timidez. Justo cuando Bron estaba a punto de aclarar, Ally dijo―: Te ves bien. Miró hacia abajo, como si se hubiera olvidado que había elegido el vestido de tirantes verde, se sentó en su cama y abrochó los zapatos de tacones antes de salir de su habitación. ―Gracias ―dijo―. Y a las siete. ―Voy a tomar una ducha rápida y luego estaré abajo ―dijo Ally, dirigiéndose al final del pasillo. ―Annie está ahí ―dijo Bron―. El agua ha estado funcionando durante más de diez minutos, por lo que no sé qué está haciendo. Ally golpeó con fuerza, sonriéndole a Bron. ― ¿Annie? El suministro de agua se apagó. Un momento después, la puerta del baño se abrió y Annie salió, con una de las gruesas toallas de color burdeos envuelta alrededor de su cuerpo, tan grande que caía hasta los tobillos. ― ¡Siempre tienes que golpear o de lo contrario es posible que me veas desnuda! ―exclamó Annie. Ally lanzó una mirada a Bron, sonriendo. Sus mejillas se calentaron ante el recuerdo de haber visto desnuda a Ally unas semanas antes. ―Vamos. ―Bron sacó a Annie fuera de la puerta del baño―. Vamos a vestirte y a secar tu cabello, Missy moo. Annie estaba en la puerta, inmóvil. ― ¿Estás usando perfume? ―preguntó a Bron. Mientras Ally pasaba junto a Annie y se dirigía al cuarto de baño, Bron sintió los ojos de Ally en ella. Una pequeña arruga surcó la frente de Ally mientras su mirada se detenía en la curva de la

cintura de Bron. Su mirada era visceral y electrizante. Bron era consciente, demasiado consciente, de que su reacción ante la atención de Ally era igual de poderosa, porque también deseaba a Ally. Tal vez casi tanto como ella dice desearme. ―Ann, sal fuera para que Ally pueda ducharse. ―No estás usando una cola de caballo esta noche. ―Annie insistió, casi tropezando con la toalla mientras Bron la llevaba por el pasillo. ―No hay cola de caballo. No fue hasta que llegaron a la habitación de Annie, cuando Bron oyó la puerta del baño cerrarse.

*** ―Te va a encantar estar aquí ―le dijo Annie a Ally mientras las dos caminaban cogidas de la mano hacia el restaurante. Bron pensó que Ally se veía hermosa con sus ajustados y oscuros jeans y una nueva camisa blanca abotonada, pero era la visión de su cercanía con Annie lo que la hacía más hermosa―. Ponen masa en tu mesa ―explicó Annie―, y puedes hacer cualquier forma que desees. Monstruo, princesa. Eso depende de ti. Eso sí, no comas la masa después de que la preparen, porque has estado jugando con ella y es simplemente asqueroso. ¿Te gustan los globos? ―Annie preguntó ansiosa cuando la camarera los llevó a su mesa―. Fue mi idea. La tía Bron y yo los obtuvimos de Big W antes de ir a la escuela hoy. ¡A que no lo sabías! Hice que la tía Bron comprara azules porque sé que es tu color favorito igual que el mío. Cuando todos estuvieron sentados, la joven camarera colocó una copa de vino frente a Jackie, Bron, Ally, Daniel y Carly. ―Necesitaremos sólo cuatro ―Ally dijo fríamente, devolviéndole la suya. Miró a Bron por encima de la mesa―. Incluso por una bebida de cumpleaños no vale la pena violar la libertad condicional ―bromeó. Bron había decidido anteriormente que, por ser un día de fiesta, permitiría que Annie bebiera una gaseosa de limón. Era la única cosa sobre la que Libby había sido siempre rigurosa. Pero cuando llegó el agua a la mesa, Ally llenó un vaso para ella y luego otro para Annie. Escuchando el relato de Carly sobre un viaje infernal en tren, en su visión periférica, Ally deslizó el vaso sobre la mesa hasta dejarlo en frente de Annie. Las pequeñas manos de Annie se detuvieron en su pequeña bola de masa, pensando claramente si aceptar el vaso de agua, o probar suerte pidiendo a Bron una limonada. Sabiendo que Bron estaba escuchando a Carly, y sin querer interrumpir, Annie volvió su atención a su creación harinosa. Buen movimiento, Al. Era cada vez más evidente para ella que Ally no sólo era una buena influencia para Annie, sino también una buena madre. Después que llegó la pizza, la pequeña mano de Annie tomó la oreja de Bron. ― ¿Puedo dar a Ally mi regalo ahora? ―El suave toque de la mano en la oreja de Bron, junto con el calor de su aliento, produjo un profundo afecto materno en Bron. Al otro lado de la mesa, Ally levantó la vista de su plato. ―Hey, es grosero susurrar en la comida.

Bron sonrió a Annie y le dio un beso en la sien. ―Está en mi bolsa. Con timidez, Annie se inclinó debajo de la mesa. Cuando se puso de pie de nuevo, sus manos estaban ocultas detrás de su espalda. ―Cierra los ojos ―le dijo a Ally. Ally hizo lo que le dijo. Los adultos observaban con gran atención mientras Annie colocaba una caja hecha de palitos de paleta en las manos ahuecadas de Ally. En la parte superior de la caja, Annie puso su tarjeta de cumpleaños―. Abre los ojos ―dijo con timidez. Bron pasó una mano sobre la espalda de Annie mientras observaba a Ally leer la tarjeta: una hoja A4 de papel blanco doblado por la mitad y decorado con la caligrafía grande de Annie. El enfoque que Ally le dio a la tarjeta, su expresión carente de cualquier rastro de condescendencia mientras la leía silenciosamente, conmovió profundamente a Bron. ―Esto está muy bien hecho, Annie ―dijo Ally, sosteniendo la caja―. ¡Muchas gracias! Puedo poner mis cintas para el pelo en ella para que no se pierdan. Ven aquí ―dijo. Annie se bajó de su sil a junto a Bron y se movió alrededor de la mesa para recoger un beso agradecido de Ally. Carly y Daniel eligieron ese momento para entregar sus regalos: un conjunto de vales de cine. ―Hablando de películas ―dijo Jackie después que Ally había dado las gracias a Carly y Daniel, levantó el regalo que había escogido con Bron a principios de esa semana sobre la mesa y lo colocó delante de Ally. ―No debiste haberte molestado ―dijo Ally―. No me lo merezco. ―La sonrisa de Ally y el guiño correspondiente a Jackie eran lúdicos, pero sus palabras fueron mesuradas. Jackie se burló. ―Tonterías. ―Hizo un gesto a Ally para que mirara dentro de la bolsa―. Eso es de parte de Bron y mía. —Ally metió la mano en la bolsa de regalo y sacó la pequeña caja negra―. Es una cámara. ―Es sólo una básica ―dijo Bron―. No sé mucho acerca de fotografía por lo que la chica de la tienda nos ayudó a elegir una, pero puedes obtener una mejor después. Ally leyó la descripción en la caja. Miró hacia arriba, primero a Jackie y luego a Bron. Su mirada se detuvo en ella. ―Muchas gracias. Esto es muy bueno. Demasiado, pero... gracias. Bron quiso disipar el calor subiendo a sus mejillas. Buscó en su bolso por un momento, y luego empujó la tarjeta de cumpleaños de Ally encima de la mesa. ―Feliz cumpleaños. Con una gran sonrisa, Ally la recogió. Aunque la tarjeta solo contenía un mensaje genérico dentro, y todo lo que Bron había agregado era: ¡Los mejores deseos en tu día especial!

Y firmó su nombre, Ally lo metió en la bolsa con las tarjetas abiertas, guardándolas para después. El gesto de recibir una tarjeta separada de Bron, significaba mucho más. Después de decidir que había consumido suficiente pizza para complementar su sorprendente ingesta de vino, Bron se disculpó. Sintió que le latía la cabeza cuando encendió la luz en el pequeño baño y cerró la puerta de uno de los tres cubículos detrás de ella. Un momento después, la puerta de entrada al baño se abrió. ―Sólo vengo a lavar mis manos. — Ally. Cuando Bron abrió la puerta de la cabina, Ally levantó la vista del lavabo y encontró su mirada en el espejo―. Las manos se sentían un poco grasientas ―murmuró Ally. ―Sí ―dijo Bron sin pensar, tratando de procesar el hecho de que en realidad Ally la había seguido allí. Tropezó y abrió el grifo al lado Ally. A medida que el agua caía en cascada sobre sus propias manos, se concentró en Ally. Sus dedos eran largos y ágiles. Manos para el piano, Bron reflexionó. Ally cerró el grifo y se secó las manos con una toalla de papel. ―Gracias por hacer todo esto de la cena y esas cosas. ―Dejó caer la toalla de papel en el cubo debajo del fregadero―. Es mucho más bonito de lo que la pobre Carly consiguió para su vigésimo primer cumpleaños. —Bron rio, cerrando el grifo y aceptando una toalla de papel de Ally, quien se apoyó en el lavabo. Se acercó más, y su cadera rozó a Bron. Su tono adquirió una seriedad inesperada cuando dijo―: Nadie ha hecho nada tan agradable por mí en mucho tiempo. Bron echó la toalla de papel en el cubo. Muy consciente de lo que estaba haciendo, presionó firmemente los labios en la mejilla cálida de Ally. Cuando se apartó ligeramente para calibrar su reacción, los ojos de Ally estaban oscuros, con los labios separados. Bron podía sentir su aliento caliente contra su pómulo. Tragó con dureza. La pobre y temblorosa frecuencia de una radio en el alféizar de la ventana se escuchaba al interior del baño, haciendo eco de una canción country. Sin vergüenza, Ally se alejó del lavabo, deslizando sus manos por los costados de Bron hasta que agarraron sus caderas. El férreo control reveló su intención. Aunque la cabeza de Bron le daba vueltas, observó la dilatación en las pupilas de Ally. Sintió una fuerte presión en el abdomen. Alentada por el alcohol que fluía por sus venas, cerró los ojos y se lanzó hacia delante. Los labios de Ally accedieron rápidamente a su beso. Cuando tomó las mejillas de Ally, inclinando la cabeza para profundizar el beso, Ally dejó que se deleitara con su nueva posición dominante por un momento prolongado, hasta que la creciente necesidad de Ally tomó el control. Pasó una mano firme por la piel desnuda entre los omoplatos de Bron y tiró suavemente del cabello en la base del cuello de Bron. Cuando la lengua de Bron se deslizó entre los labios de Ally, la mandíbula de Ally se puso rígida bajo sus dedos. Bron dejó caer las manos, agarrándose a los lados de Ally. Oh, Dios mío, ella sabe tan bien.

Ally retiró su agarre de la nuca de Bron y extendió su mano contra el esternón de Bron. Las yemas de sus dedos rozaron la base de la garganta de Bron y su palma era firme, casi presionando. ¿Está tratando de alejarme? Su boca, hambrienta y caliente, decía lo contrario.

El aroma de Ally estaba a su alrededor. Un sonido desesperado escapó de los labios de Bron. En respuesta, Ally la presionó con más fuerza contra el lavabo. Si bien el beso había sido cálido y reconfortante, aunque excitante, en el Toyota de Bron junto al estacionamiento del cementerio, este era necesitado y desesperado. Sus pechos se apretaron juntos, y se sintió temblar cuando el dolor entre sus piernas palpitó por la presión. Trató de tirar de ella aún más cerca, sorprendida por el inesperado, y frenético deseo de su cuerpo para racionalizar cada cosa que sentía por el beso de Ally. La mano que no estaba en la base del cuello de Bron, le arañó la espalda, la cadera, hasta que tomó un descenso salvaje y corrió por la parte delantera del muslo de Bron, recogiendo su vestido a medida que viajaba más alto. Inhaló bruscamente al tacto. Estoy mojada, pensó, su lengua se sacudió por el contacto de Ally por un segundo. Pero sus caderas presionaron hacia adelante sin permiso. Sí, Sí. Bron podía oír su propia respiración, la forma en que inhaló bruscamente en el momento preciso en que Ally la agarró entre sus piernas, masajeando ese implacable pulso a través del material arrugado de su vestido. Con los ojos fuertemente cerrados y las cejas fruncidas, luchó por mantener los dos pies en el suelo mientras la mano de Ally se movía de forma excitante. ―Al-ly ―gimió, rompiendo el beso. Su cabeza se desplomó contra el hombro de Ally, sus caderas presionaban contra el agarre implacable. Durante un largo momento, continuó, y Bron sintió que estaba volando. Pero entonces Ally retrocedió, y su mano gradualmente se deslizó. Aunque el pecho de Ally estaba agitado y sus pezones rígidos eran evidentes en su fina camisa, dijo con voz áspera. ―Aquí no. ―Sin embargo, su mirada penetrante decía lo contrario. Encajada entre el lavabo y el cuerpo tembloroso e inmóvil de Ally, Bron luchó por regular su respiración, para calmar el dolor insatisfecho entre sus piernas. Estaba peligrosamente mareada, como cuando era pequeña y agachaba la cabeza en el respaldo de un columpio. Ally la había levantado demasiado rápido, y le iba a tomar unos segundos sacudirse la adrenalina―. No le digas a Annie ―pidió Ally. Sus dedos se clavaron en el costado de Bron―. Pero este ha sido mi regalo de cumpleaños favorito. Bron se lamió los labios hinchados y pasó una mano por el pecho de Ally. Asintió suavemente. Ally la besó en la frente y luego se fue. Cuando Bron salió al pasillo del restaurante, la mesera estaba saliendo de la cocina ― ¿Está bien sacar el pastel ahora? ―preguntó. Bron asintió y regresó a la mesa. No fue hasta después que llegó el pastel, cantaran el “Feliz cumpleaños”, y Ally hubiera apagado sus velas, que Ally finalmente se encontró con su mirada por un momento mientras hablaba con Annie.

― ¿Cómo vas a llamarla, Ann? ―preguntó Ally, con los ojos puestos en la masa cocida de Annie y luego en Bron. Parecía tan complicada y atormentada como se sentía Bron. A sabiendas, levantó la botella de agua de la mesa hasta la copa de vino de Bron y la llenó casi hasta el borde. La respuesta extensa de Annie cayó en oídos sordos. La lujuria se arremolinaba ferozmente dentro de ella, exigiendo una atención que no estaba segura de poder dar. Inmediatamente se bebió el vaso de agua. Eran más de las once cuando finalmente dejaron el restaurante. Bron se dio cuenta de lo ebria que estaba cuando se levantó para ocuparse de la factura, los dígitos en la pantalla de la máquina de tarjetas de crédito nadaban mientras marcaba su contraseña. En el camino a casa, cuando Annie se quedó dormida en el asiento trasero del auto con la cabeza en el regazo de Bron, luchó por no hacer lo mismo. Desabrochó el cinturón de su sobrina, lista para llevarla adentro, pero Ally susurró ante su insistencia—. Estás borracha, Bronwyn Lee, déjame. Dejarás caer a la pobre niña. Haciendo lo posible para no despertar a Annie, Ally se la llevó arriba. Bron la siguió todo el camino, con su mirada centrada en el perfecto y firme ajuste de los pantalones vaqueros de Ally, la forma en que su camisa apretaba fuertemente su espalda mientras subía las escaleras con Annie en sus brazos. Ally era poderosa, peligrosa y... exquisita. Quiero tocarla. Quiero sentir todas sus partes. Jackie se había retirado y ya estaba en la cama. La casa estaba a punto de estar en un profundo silencio. El cuerpo de Bron vibró con anticipación ante el recuerdo de la voz ronca y torturada de Ally. No aquí, ella había dicho. ¿Entonces, dónde? ¿Cuándo? ― ¿Puedo dormir en tu cama esta noche? ―Annie preguntó de repente a través de un bostezo―. ¿Por tu cumpleaños? La esperanza de Bron se desplomó. Ally nunca, nunca podría negarle algo a Annie. ― ¿Por qué necesitas dormir en mi cama? Es mi cumpleaños, no el tuyo. Las orejas de Bron se pincharon ante la objeción en la voz de Ally. Tan juguetona como sonaba Al y, sabía que había seriedad en sus palabras. Tenía una clara sensación de que Ally esperaba lo mismo, incluso si no estaba completamente segura de qué era eso. ―Está bien ―suspiró Annie cansada―. Cuando sea mi cumpleaños, puedo volver otra vez. Incluso te haré un cupón. Con Annie en sus brazos, Ally se detuvo en la puerta del dormitorio de Libby. Encontró la mirada de Bron, y por un largo momento, se miraron entre sí, sin saber qué hacer. No tenían mucha opción. Una vez que Ally le negara a Annie, iría a la cama de Bron o pasaría la siguiente hora hablando. No iba a suceder. Asintiendo con la cabeza, Ally suspiró en derrota. Bron se lamió los labios. ― ¿Puedes ponerle el pijama sola? ―Sí ―susurró Ally―. Déjala conmigo. ―OK. Gracias. Feliz cumpleaños de nuevo.

Cerrando la puerta de su habitación, Bron, aun borracha, se desnudó dejando su vestido, el sujetador y los zapatos, en una pila en el suelo. Bajo la cubierta de la delgada sabana superior, Bron deslizó una mano por debajo de la cintura de sus bragas, sus dedos encontraron rápidamente el familiar y casi olvidado latido. Cerró los ojos y pensó sin vergüenza en Ally Shepherd.

Capítulo Once ―Algo está ardiendo. Bron alzó la cabeza de donde estaba descansando, con sus brazos cruzados sobre la mesa de la cocina. Annie estaba de pie en la puerta en pijama, frotándose los ojos somnolientos, mientras luchaba por adaptarse a la luz del sol que se derramaba a través de la ventana de la cocina. Parecía como si el cumpleaños de Ally hubiera tomado uno de sus seis años también. Jackie estaba estrujando dos gruesas toallas de playa sobre el fregadero de la cocina. ―Los incendios forestales han comenzado, cariño ―le dijo a Annie. Ally colocó una taza llena de agua sobre la mesa frente a Bron y arrojó un Berocca al interior. La tableta de vitaminas se esfumó hasta la base, coloreando el agua de naranja y prometiendo alivio. Bron miró a Ally con agradecimiento y rápidamente se llevó el vaso a los labios. El humo no estaba ayudando a su dolor de cabeza provocado por el vino, especialmente cuando Bron sabía que no era un simple incendio de rutina. Annie se sentó en el extremo de la mesa. Lanzó un profundo suspiro y hundió la barbilla en la mano. ― ¿Vamos a Sydney de nuevo? ―preguntó con aprensión. Annie era demasiado joven para recordar cuán horrible habían sido los incendios forestales del 2011, pero las historias de Jackie y Libby claramente le habían infundido una profunda renuencia a ir a Sydney para evitar el humo, o para evacuar. Bron había vuelto a Boston apenas una semana después de pasar la Navidad en Australia cuando Libby llamó para contarle sobre la evacuación y que se quedarían con la hermana de Jackie, Carol, en Sydney durante una semana más o menos―. Realmente no quiero ir a Sydney ―dijo Annie, colocando sus piernas debajo de ella en la silla de la cocina―. Porque el capítulo de Scream Street lo emiten el lunes a las seis en punto y la última vez que la tía Carol se quedó aquí no me dejó ver el canal infantil ABC, solo las noticias. Entre sus dedos, Bron observó a Ally negar con la cabeza, sonriendo. ―Nadie va a Sydney en esta etapa. Los incendios no son tan malos. Jackie estrujó las dos toallas mojadas por última vez, y desapareció en la lavandería. Annie se echó hacia atrás para mirar a su abuela. ― ¿Qué haces, abuela? ―preguntó en voz alta, y luego explicó a Bron y Ally en un suave susurro―. Está sentada en el suelo. ―La voz de Jackie sonó de nuevo en la cocina. ―Estoy poniendo toallas húmedas en la parte inferior de las puertas para que el humo no pueda entrar. El exterior puede oler como un antro, pero no dejaré que nuestra casa huela a eso también. ― ¿Qué es un antro? ―preguntó Annie. Bron gruñó ante la idea de cualquier bar―. ¿Estás enferma, tía Bron? Al otro lado de la mesa, Ally sonrió. Bron parpadeó dos veces. ―Me duele la cabeza. La expresión de Annie cayó compasivamente.

― ¿Quieres que le dé a tu cabeza un masaje de nuevo? Bron forzó una sonrisa ante la oferta de un masaje de Annie. ―No, gracias, bebé. ―La única vez que le había permitido a Annie masajear un dolor de cabeza, sus diminutos dedos se habían clavado con tanta fuerza en el cráneo de Bron que le preocupó tener que ver a un neurocirujano después, para asegurarse de que Annie no hubiera movido nada fuera de lugar. La radio en la parte superior de la nevera cambió al noticiario de media hora. Los incendios forestales de Blue Mountains fueron el primer informe. ― ¿Crees que se acercarán a la casa? ―preguntó a Ally. ―Podrían. Dios sabe que lo han hecho antes. ―Jackie arrojó unos platos en el fregadero y se estrellaron ruidosamente. Se volvió y su mirada se posó en Bron―. Quiero que hagas algo por mí. —Bron levantó una ceja. Jackie se pasó el paño de cocina por las manos―. Quiero que empaques todos los álbumes hoy. ―Mamá, los incendios aún no están cerca. Y es sábado ―se quejó infantilmente―. Y tengo un... dolor de cabeza. ―Ally se rio entre dientes y Bron luchó contra una sonrisa mientras sorbía su Berocca. ―No me importa si es sábado ―exclamó Jackie rotundamente. Sacudió un dedo en dirección a Bron―. Tú no estás tomando esto en serio porque no has estado aquí durante la temporada de incendios forestales en más de una década. Si de repente empeora, podemos irnos a la ciudad y quedarnos con Carol y Bill, pero no podemos incluir todos los álbumes en el auto, no con todo lo demás. Al menos quita los negativos de la parte posterior de los álbumes para que podamos obtener reimpresiones. Bron dejó escapar un fuerte suspiro. ―Preferiría pagar por un hotel que quedarme con Carol y Bill. ―No había visto a sus tíos en años, y no tenía ganas de hacerlo en el corto plazo―. Además, Daniel no saldría de la casa para dejar que... ―Se interrumpió, notando que Annie la estaba mirando, escuchando atentamente. La niña tenía un don especial para hacer de un grano una montaña de arena. Ten cuidado con lo que dices―. Él querría quedarse ―terminó―. Y luchar. ―Si se trata de ser evacuado, Daniel no se quedará ―dijo Jackie con firmeza―. Ninguno de nosotros lo hará. Si las cosas empeoran, quizás tenga que ir donde Carol incluso si no nos evacuan. Si me quedo aquí con mi asma como está, pasaré un mal día por ese maldito humo. ―Bueno. ―Bron decidió―. Puedes ir con Carol, pero me quedo aquí hasta que nos evacuen. ―Um ―comenzó Ally―. No puedo irme de aquí exactamente a menos que en realidad nos evacuen. Bron miró a Ally. La idea del acuerdo de libertad bajo palabra, ni siquiera se le había pasado por la cabeza. ―Bueno, querida, lo resolveremos cuando llegue el momento ―decidió Jackie. Se volvió hacia Bron―. ¿Puedes hacerte cargo de los álbumes por mí? No quiero que las cosas vuelvan a tener un giro catastrófico. La última vez que tuvimos que irnos... ―titubeó, comenzando a llorar―. Hay tantas fotos. Por no mencionar las enmarcadas.

Bron tragó por el creciente nudo en la garganta. No se había dado cuenta de que Jackie estaba tan estresada por los álbumes. ―Hoy lo haré, ¿De acuerdo? Tengo una nueva página que hacer para el libro, pero tan pronto como esté bien encaminada, subiré por las fotos. ―De pie, colocó su vaso en el fregadero y le dio un beso a su madre―. No te preocupes tanto. Todo va a salir bien.

*** ―Cuarenta años de edad y todavía haces lo que te pide tu madre. Al sonido de la voz de Ally, Bron levantó la vista del álbum de fotos abierto en su regazo. Ally metió las manos en los bolsillos y la miró. Se movió, dándose cuenta de que había estado sentada en el piso de la oficina por tanto tiempo, que casi había perdido la sensibilidad en sus piernas. Probó su mejor cara de póker. ―No tengo cuarenta. Tengo treinta y ocho años. ―Ally chasqueó la lengua con incredulidad. ―No, no los tienes ―bromeó―. Tienes cuarenta. ―Bron rodó los ojos. Suspiró, su mirada recorrió el piso, enfocándose en los seis, no, ocho montones de álbumes de fotos que la rodeaban. Más de la mitad irían con Jackie en el Nissan si el humo no sacaba lo mejor de su asma. Si se tratara de una evacuación, Bron tomaría tantos álbumes como pudiera con ella, pero había tantas otras posesiones que exigirían rescate también, y solo cabía una parte en su Toyota. Tal vez no le quedaría más remedio que tomar los negativos y dejar los álbumes. Bron parpadeó ante la luz del sol que entraba por la ventana de la oficina. ― ¿Cómo fue tu caminata hasta el mirador? Ally suspiro. ―Larga ―se rio entre dientes, y Bron levantó una ceja interrogante―. Decidimos bajar por la Gran Escalera a las Hermanas, y Annie se asustó en los escalones y no se movió. Cuando finalmente consiguió que sus piernas funcionaran nuevamente, estaba dando un paso por minuto. ―Son empinadas ―dijo Bron―. Solía asustarme con ellas también. Vértigo ―explicó. ―Claro ―bromeó Ally. La habitación quedó en silencio, salvo por el sonido distante de la charla de Annie en algún lugar del pasillo. Ally se demoró, mirando alrededor de la habitación. ― ¿Necesitas usar la computadora? —Ally sacudió la cabeza. Cruzó la habitación y se deslizó por la pared fría para sentarse al lado de Bron. Estiró las piernas al lado de ella. Aunque sin duda Bron había conseguido un poco de color en las últimas semanas, el contraste entre sus tonos de piel todavía era notorio, como la nieve contra la arena del desierto. Ally miró las fotos de la reunión familiar de Jackie que Carol había

organizado a mediados de los noventa. Bron recordó el viaje vívidamente. Tenía diecinueve años y estaba en su segundo año de universidad. Libby tenía doce años y le suplicó a Jackie y a su padre, que Ally fuera con ellos. Y así las tres, Libby, Ally y Bron, se habían aplastado en el asiento trasero del viejo camión de su padre, Daniel, de dos años, balbuceaba en su asiento de coche al lado de ellos―. ¿Recuerdas haber venido a Sydney con nosotros? ―preguntó Bron. Sus hombros se rozaron cuando Ally miró más de cerca el álbum. ―Sí, lo recuerdo. —Bron estiró su cuello, siguiendo la brisa del ventilador que oscilaba. No ayudaba mucho. La oficina era la habitación más caliente de la casa. Podía ver ligeramente la transpiración a través de su propio pecho pecoso―. ¿Encontraste algo interesante? ―preguntó Ally. Bron asintió con la cabeza hacia una pequeña pila de álbumes con una carpeta de A3 en la parte superior. ―Algunas carpetas de mis primeros años de universidad. Pensé que las había arrojado durante mi fase “No tengo ningún talento”. La vergüenza ya pasó. No son tan malos. Ally le dio un codazo ligeramente. ―Probablemente sean Picassos. ―Odio decepcionarte, pero Picasso no es realmente mi estilo de ilustración ―dijo humildemente―. Ni mi rango de talento. Ally sonrió. ―Entonces, ¿Cuántos te quedan por pasar? —Hizo un gesto hacia la pila junto a Ally, distraídamente volteó otra página del álbum e intentó no pensar en cuán caliente se sentía la piel de Ally contra la suya. Ally recogió otro álbum―. Puedo pasar esto para ti. La parte controladora de Bron la instó a rechazar la ayuda de Ally. No entendería la relevancia de la mitad de las fotos, y Bron terminaría haciéndolo ella misma de todos modos. Pero incluso, si tuviera que volver a hacerlo, ¿Cuál era el daño en incluir a Ally o aceptar su oferta de ayuda? ―Solo si tienes ganas. Ally recogió el siguiente álbum. ―Tengo ganas. El álbum que Ally abrió fue el álbum del nacimiento de Annie. Bueno, eso es obviamente una ayuda, así no tendré que pasar por eso más tarde. Las primeras fotos eran de Annie en el lavabo de su hospital y luego algunas de Libby y Annie. Ally pasó la página. Más fotos de Annie, una de Libby, y luego Ally. ― ¿Fuiste tú la primera en abrazarla después de Libby? Ally se encogió de hombros. ―Supongo. Estuve allí cuando nació.

Su corazón dio un vuelco. ― ¿Estuviste allí para el parto? ―preguntó, algo tiró de su pecho por razones que no entendía. ―Sí ―dijo Ally en voz baja―. La mejor y más extraña experiencia que jamás haya visto. Y la más larga. No comí durante doce horas. Ella rio. ―Mi corazón está contigo. Una pequeña parte de ella estaba enojada con Libby por nunca decirle que Ally había estado en el nacimiento. Sabiendo que Bron vendría a casa para apoyarla, Libby había jurado mantener en secreto a la familia, la noticia que el padre de Annie la había abandonado dos meses antes que Annie naciera. Solo al regresar, cuando Annie tenía tres semanas de vida, a Bron le dijeron que él había dejado a Libby sin decirle nada. Aparentemente, otro secreto que se había ocultado. Bron quería estar molesta, pero lo único que sentía era alivio; de que alguien que había amado y querido tanto a Libby, hubiera estado presente cuando nació Annie. Además, si le hubiesen dicho que Libby planeaba tener a Ally presente en el nacimiento, Bron probablemente habría hablado con Libby para que Jackie estuviera allí en su lugar. Examinó las fotos de Ally sosteniendo a Annie. Parecía muy orgullosa, como si la recién nacida fuera su propia hija. ―Era tan perfecta ―dijo Al y abruptamente―. La mayoría de los bebés parecen viejos, pero ella estaba muy lozana. Y linda. ―Después de un momento, agregó―. Se parecía a ti. Bron giró la cabeza para tener plenamente la imagen de una Annie dormida. ― ¿Lo crees? ―Sí, incluso más de lo que se parecía a Lib ―rio Ally―. No te preocupes. Nunca le dije eso a Libby. Sonriendo, Bron suspiro. ―Se parece a Libby ahora. Bron continuó hojeando el álbum, esperando encontrar la imagen de su primer encuentro con Annie. Pero el álbum terminaba con Annie, de cuatro días, durmiendo en el asiento del automóvil en su primer viaje a casa, y Bron no había volado a su casa hasta un mes después. Ally cerró el álbum. ―Entonces, ¿Deberíamos poner esto en el montón para dejar atrás? ―preguntó con sarcasmo. Bron se echó a reír. ―Definitivamente. ―Lo colocó en la parte superior de las tres pilas para enviar lejos con Jackie. Ally cogió un álbum más pequeño, cuadrado.

―Hice este ―dijo. Bron miró por encima del antebrazo de Al y mientras lo abría. El bloc de notas fue cuidadosamente elaborado con fotos de márgenes blancos sobre un fondo negro liso, una sola foto en cada página. Las fotos dentro del álbum de Ally eran más artísticas que las que estaban debajo de las tiras de plástico de los otros álbumes. Alguien que sabía exactamente cómo usar una cámara, obviamente, había tomado las fotos. Ally pasó la página y el silencio se instaló sobre ellas. ―Me veo tan joven ―dijo Bron suavemente. La foto en blanco y negro fue tomada en la terraza de su casa, antes de que las vigas hubieran sido pintadas de color blanco. Ally la había capturado de medio perfil. Estaba sentada en la baranda, mucho más delgada de lo que recordaba haber sido. Sus ojos eran salvajes, su mandíbula prominente. Apenas tenía veintitrés años―. Mírate ―bromeó Bron― Tomando fotos furtivas de mí. Ally se rascó la parte posterior de su cuello. ―Eso fue justo antes de que te fueras. Levantó la vista y miró a Ally. Sus ojos estaban teñidos de oscuro mientras miraba con reverencia la imagen. Algo en el vientre de Bron se retorció y quemó. Ally miró la foto por un momento antes de que sus dedos voltearan la página. No pudo evitar notar la diferencia entre la forma en que Ally miraba la siguiente imagen de Libby a los quince años y cómo había visto la imagen de Bron. Ally miraba la sonrisa juvenil de Libby con la misma expresión que revoloteaba en su rostro cuando Annie se dormía en la mesa de la cocina o cuando Jackie le daba una palmadita en el hombro y le decía algo maternal, como si estuviera viendo su casa y su familia. Con la foto de Bron, era diferente. Con la foto de Bron, había rastros de anhelo y lujuria flagrante en la mirada de Ally. Cuando Ally llegó al final del álbum, Bron le dijo: ―Tengo una regla; que cualquier cosa hecha en casa va con mamá. ―Puso el álbum en la pila para guardar. ―Se puede dejar atrás. ―Ally ofreció. Bron eligió un nuevo álbum para ella y otro para Ally. ―No ―dijo simplemente, sonriendo cálidamente a Ally, sentada contra la pared. Un cómodo silencio cayó sobre ellas mientras volvían las páginas. ― ¿Deberíamos hablar de lo que pasó anoche? ―preguntó Ally en voz baja. Cuando Bron alzó la vista, Ally se negó a mirarla a los ojos, parecía profundamente interesada en un álbum de fotos de los días de escuela de Jackie―. Es decir, claramente lo disfrutaste ―continuó Ally―. Pero sé que bebiste un poco y no estabas pensando claramente. ―Parpadeó dos veces y Bron lo reconoció como un tic nervioso al que nunca le había prestado demasiada atención hasta ese momento―. Así que ―dijo Ally de forma redundante. Dejó caer el álbum al lado y encogió sus piernas, apoyando los antebrazos en las rodillas―. No sé a dónde voy con esto. Bron se lamió los labios. ―No fue sólo porque estaba borracha. Yo lo quería.

Estaba esperando una sonrisa engreída, una mirada llena de lujuria, algo. Pero en cambio, Ally se movió ligeramente para que sus brazos ya no se tocaran. Enfocó su mirada en arrastrar su dedo gordo de un lado a otro a través de la línea recta donde dos tablas del piso se encontraban. ―Sé lo que dije en el auto ese día en el cementerio, pero... Las cosas han cambiado. No voy a tener una aventura contigo, si eso es lo que buscas. El pecho de Bron se tensó ante la implicación. Ally quería más que sólo sexo. ―No busco nada ―dijo Bron. Anheló decirle a Ally que tampoco estaba buscando una aventura, que tal vez esto era algo más, pero las palabras se le trabaron en la lengua. No podía engañar a Ally, no cuando cada fantasía atormentada y lasciva de Ally se deslizaba en sus pensamientos cada noche como un ladrón furtivo, seguida de cerca por vívidos sueños de una nueva vida con Annie al otro lado del mundo. Se sentaron en silencio mientras Bron hojeaba el resto del álbum en su regazo, en piloto automático. Ally señaló una foto en el álbum abierto en sus muslos. Libby estaba vestida muy abrigada, parada junto a una pequeña Annie, en posición vertical sobre la nieve. ―Se puso esa mierda de jersey ―dijo Ally, su voz aún se escuchaba ronca. Bron frunció sus labios. ―No lo recuerdo. ― ¿Estás bromeando? —Miró a Ally, cuyas cejas se levantaron con incredulidad―. ¿Realmente no puedes recordarlo? ―Bron instantáneamente se sintió mareada por la culpa―. Vamos, Bron. ―Ally se rio, sus palabras mordieron―. Era como si no tuviera otra ropa, y Dios sabe que no era verdad. No lo habría tirado. Probablemente todavía esté entre sus cosas. ―Los ojos de Bron se humedecieron. ―Oh, creo que lo recuerdo ahora. ―Se las arregló para decir, pero no podía recordarlo. Cerró el álbum en su regazo y se puso de pie―. Volveré en un segundo ―dijo con voz áspera. Subió las escaleras de dos en dos y fue directamente a su habitación, al estante de la ropa de Libby. Allí estaba. Fue instantáneamente cegada por las horribles rayas amarillas y anaranjadas. Lo descolgó de su colgador acolchado y enterró su cara en él, la lana arañaba sus suaves mejillas. Se dejó caer en la cama, el aroma de Libby la abrumó. Sus lágrimas humedecieron la lana del jersey de su hermana muerta. La puerta de su habitación se cerró. Un sollozo salió de su garganta mientras el colchón cambiaba de peso. Ally le quitó el jersey y tomó a Bron en sus brazos. ―No debí haberte hecho sentir mal por no recordar. ―Ally murmuró contra la parte superior de la cabeza de Bron―. Lo siento. La frente de Bron presionó contra los tendones en el cuello de Ally. ―La extraño tanto ―sollozó―. Si hubiera sabido que iba a morir tan joven, nunca la habría dejado. Nunca me hubiera ido.

Ally envolvió sus brazos alrededor de Bron y la abrazó más fuerte. ―Lo sé. Yo lo sé. ―La tranquilizó, apoyando la barbilla en la parte superior de la cabeza de Bron. Bron cerró los ojos ante la sensación reconfortante de los dedos de Ally rastrillando su cabello en la base de su moño. ―Me siento... ―Bron se apagó. Se sintió segura. Amada, Comprendida. Como si no fuera la única que la echaba de menos. Se retiró con un profundo suspiro y se encontró con la mirada de Ally. El abrazo de Ally aflojó. Frotó las mejillas manchadas de lágrimas de Bron en un intento de secarlas. Examinó la expresión de Bron con mucho cuidado, y atentamente. De repente, el único brazo de Ally que la rodeaba, no se sintió tan reconfortante, sino excitante. ― ¿Estás bien? ―dijo en voz baja Ally. Desde la base de la escalera, Jackie las llamó a cenar. Inmóvil, exhaló. ― ¿Al? La mirada de Ally cayó a los labios de Bron mientras le frotaba la espalda. ― ¿Sí? ―Jackie llamó por segunda vez. ― ¿Podemos terminar esto más tarde? ―susurró a Ally.

Capítulo Doce ― ¿No puedes venir también? ―gimió Annie. ―No. ―Bron empujó la última bolsa de la ropa de Libby, con el jersey horrible en su interior, contra la ventana trasera del Nissan compacto de Jackie―. Solo serán unos días. Tres a lo sumo. A pesar de que no habían recibido una advertencia oficial de evacuación, los incendios forestales habían estallado durante la noche, y el asma de Jackie empeoró como consecuencia del humo, una sucia manta gris atravesaba el verde valle. En cuanto a Annie, tenía más sentido para ella ir con Jackie que quedarse. Si de repente los evacuaban, Bron no quería que Annie viviera el horror de despedirse de la única casa que había conocido, desapareciendo al ser tragada por las llamas. Annie ya había experimentado suficientes traumas en su vida. En un último intento, Annie decidió retirar el título de “tía”. ―Bron, por favor ―intentó, presionando su cuerpo contra el coche al lado de Jackie―. ¿No podemos esperar al menos hasta que Ally Dan lleguen a casa del trabajo? No creo que les dijera adiós adecuadamente. Bron suspiro, con el corazón dolorido por Annie. ―Has dicho adiós adecuadamente, lo prometo. Y puedes llamar y hablar con ellos esta noche, bebé. Tardaran mucho aún. Jackie bajó los escalones de la entrada, con las llaves en la mano. ―Ahora, no lo olvides, he lavado tus sábanas junto con las de Ally ―dijo a Bron―. Están en la secadora, por lo que es posible que tengas que revisarlas. Además, déjale saber a Ally que su primera factura de teléfono vence el día de mañana y que tendrá que pagarla antes de recibir una multa. Le dije que conseguir ese móvil no valía la pena. ¡Apenas lo toca! ¿Pero ella escucha? Bron asintió. ―Está bien, mamá querida, ¿Vas a entrar antes que la pequeña señorita tenga un ataque de histeria? ―Arrastró a su renuente sobrina al otro lado del automóvil y al asiento trasero―. Te divertirás mucho en la ciudad. ―Annie hizo una mueca de desacuerdo―. Lo harás ―insistió―. La abuela te llevará al zoológico mañana, y pasarás todo el día con las jirafas y los monos... ―replicó, haciendo clic en el cinturón de seguridad de Annie―. Verás el árbol de Navidad en Martin Place y los escaparates de Navidad en Myer. ―Annie miró los dedos de Bron tirando del cinturón sobre su regazo, asegurándose de que estuviera ajustado. ―Por favor, ven con nosotros ―dijo Annie en voz baja. Bron tomó la cara en forma de corazón entre sus manos. ―Tengo que quedarme aquí con Ally, Tammy y Dan para asegurarme de que no se pongan traviesos. Te amo, Annie. Sé una buena chica con la abuela.

Los pequeños brazos de Annie se envolvieron fuertemente alrededor de su cuello. Presionó sus labios contra la mejilla de Bron. ―Te amo. Y ya no estás tan huesuda ―susurró―. Te sientes como mamá. El corazón de Bron se arrugó en el pecho. Pasó una mano por la parte posterior de la cabeza de Annie, con los ojos llorosos. ―Adiós bebé. —Bron estiró su cuello a través de la ventana abierta del conductor para besar la mejilla de Jackie―. Llámame cuando llegues al McDonald a mitad de camino, ¿Está bien? ―Lo haré, amor ―dijo Jackie―. ¿Lista para una aventura, Annie? A medida que observaba alejarse el auto, las palabras de Annie hicieron eco en la mente de Bron. Te sientes como mamá. Bron recordó cuando Libby había dejado a una Annie de dos meses con ella para salir por una noche, su primera noche lejos de la recién nacida. Pensaba que Libby exageró cuando llegó a casa una hora y media después, llena de culpa. Ahora, la entendía. Como era de esperar, Ally y Daniel volvieron justo después del almuerzo. Bron estaba en la mesa de la cocina con su computadora portátil cuando Ally entró por la puerta de atrás, con los ojos vidriosos e hinchados, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Estaba pálida. Bron se quedó sin aliento. ― ¿Qué pasó? ―En veinticinco años, nunca la había visto llorar. Una feroz sonrisa estalló lentamente sobre la cara de Ally. Completamente confundida, Bron llevó una mano a su corazón. Las lágrimas de Ally continuaron rodando libremente. ―Estoy teniendo una reacción al humo. Los latidos del corazón de Bron se ralentizaron con alivio patente. ― ¿Estás teniendo una reacción al humo? ―preguntó. Ally se pasó las manos por las mejillas. ―El lugar en el que estábamos trabajando era muy malo. Fue un trabajo en el exterior, y el humo llegó a mis ojos. Ahora creo que se me van a caer ―dijo sonriendo. Bron se acercó para examinar sus ojos inyectados en sangre. Ally no estaba exagerando. El olor del humo en su ropa era abrumador, Bron se sorprendió que los ojos de Ally no se hubieran secado por completo. Se encogió. ―También has estado frotándolos. ―Ally puso los ojos en blanco ante el tono de bronca de Bron, pero el gesto no tuvo tanto peso cuando sus ojos se llenaron de lágrimas―. Tenemos baño para los ojos arriba ―dijo Bron―. Está en el primer cajón. ―Ally cerró los ojos con fuerza, con absoluta incomodidad arrugando el resto de sus afiladas facciones―.

Vamos ―dijo―. Te ayudaré. Condujo a Ally escaleras arriba y le indicó que se sentara en el borde de la bañera mientras hurgaba en el cajón superior, sacando el vaso. Puso una pequeña cantidad de sales en él y encendió el grifo caliente, llenándolo hasta el borde con agua tibia. ― ¿Quién habría pensado que solía ser bombero? ―se rió Ally. ―Ha pasado mucho tiempo. Tus ojos no están acostumbrados a tratar con el humo en este momento. Vuélvete. ―Apoyó suavemente el borde del vaso en la base del párpado izquierdo de Ally―. No lo cierres ―ordenó. El ojo de Ally estaba abierto de par en par, tenso por la concentración. Resopló, su aliento caliente rozó la muñeca interna de Bron. ―No puedo prometer nada. Bron inclinó el vaso sobre el ojo de Ally. Por lo que podía decir, el párpado superior de Ally había permanecido abierto. Pero a pesar del sellado hermético que Bron había intentado, el agua salada aún goteaba sobre su mejilla, corriendo hacia su mandíbula y cayendo a la alfombra de baño. Bajó el vaso, y Ally inmediatamente retrocedió, parpadeando enérgicamente. Bron se inclinó para mirar a los ojos de Ally. ― ¿Mejor? Ally intentó enfocar con su ojo izquierdo. ―Sí, mucho. ―Respiró después de un momento―. Todavía apretado, pero con menos comezón. Gracias. ―Bron volvió al fregadero para limpiar el vaso. ―Probablemente pueda hacer el otro ojo yo misma ―ofreció Ally. ―No, no, te ayudaré. ―Colocó la misma cantidad de sal en el vaso de nuevo. El viejo baño crujió cuando Ally se movió en el borde. ―Hay tanto silencio. No sé quién es más ruidosa, Annie o Jackie. Cerrando el grifo, Bron sonrió. ―Mamá, probablemente. Lentamente se giró hacia Ally, con cuidado de no derramar agua salada sobre el borde del vaso. ― ¿Lista? Repitió el tratamiento. Esta vez, más agua escapó del borde del recipiente. Mientras intentaba inclinar el vaso hacia arriba, la piel de su muñeca interior rozó la cálida mejilla de Ally. Debió haber movido el vaso a una posición incómoda, porque Ally rápidamente se echó hacia atrás, riendo. ―Caray, se supone que debes lavarme el ojo, no prepararme para una lobotomía. ―Apretó los ojos con fuerza y se frotó la parte superior del ojo con los dedos.

Con una amplia sonrisa, Bron pasó la yema del pulgar por el pómulo mojado de Ally. Sus pestañas húmedas estaban agrupadas, y pequeñas gotas colgaban de los extremos como cristales en miniatura. Hasta entonces, Bron nunca se había dado cuenta de cuánto tiempo llevaban ahí. Ally miró a Bron afectuosamente, con sus ojos rojos y vidriosos. Sus dedos se enroscaron alrededor de la muñeca de Bron, manteniendo el toque de Bron en su pómulo. Ally inclinó su cabeza y castamente besó el interior de la muñeca de Bron. Luchó contra el impulso de cerrar los ojos, y en su lugar observó los labios de Ally fijamente. Hasta entonces Bron nunca se había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado. Cuando la intensidad de la adoración se volvió más apasionada, retiró la mano. ―Daniel está abajo ―susurró, volviendo al fregadero para desinfectar el vaso con Dettol. En el reflejo del espejo del baño, vio a Ally pasar una mano por su pelo corto, su mirada oscura y preocupada estaba fija en el suelo. ―Bueno, gracias por la ayuda, enfermera Bron. Bron se aclaró la garganta. ―De nada. ―Voy a salir de estas ropas ahumadas antes de comer ―murmuró Ally. Cuando Ally pasó rozando, su cuerpo entero se emocionó ante el contacto. En la planta baja, la forma alta de Daniel estaba apoyada contra el mostrador de la cocina, con una expresión omnisciente en la cara. ―Me preguntaba dónde estaban ustedes dos. Bron se estiró en el armario por un vaso. ―Estaba ayudando a Al con el lavado de los ojos. ―Daniel levantó una gruesa ceja―. No digas nada, Daniel. ― ¿Qué está pasando contigo y Al? ―preguntó. ― ¿Cómo? ―Sabes que tiene sentimientos por ti ¿Verdad? ―No, no los tiene. ―Los tiene. Te mira como si hubieras colgado la luna, y lo sabes. ―Bueno, eres muy joven para recordar ―comenzó suavemente―. Al estaba un poco enamorada de mí, pero cuando éramos más jóvenes. ―Sí, mamá y Lib me lo dijeron. ―Daniel miró en dirección a la puerta. Él bajó la voz―. Creo que es más que un enamoramiento, sin embargo. Ella se tensó. ― ¿Qué te hace decir eso?

¿Ha dicho algo Ally a Daniel? Una oleada de vergüenza la invadió de inmediato, y odió no poder identificar de dónde venía. Daniel se encogió de hombros. ―Habla mucho de ti en el trabajo, y a veces la veo mirándote. Cosas como esas. Todo lo que digo es que no te metas con sus sentimientos. Puede ser un poco salvaje, pero cuando quiere algo, Ally se pone muy intensa al respecto. Sólo sé cuidadosa. Ella se tragó la sequedad en la boca. ―Está bien, mamá. ―Se las arregló para bromear, ambos se levantaron cuando a Ally abrió la puerta de atrás. Daniel se aclaró la garganta. ―Creo que podría ir donde Carly esta noche. ―Ella es bienvenida a quedarse aquí ―dijo Bron sintiendo la mirada de Ally sobre ella, y observando la mirada fija de Daniel en las dos mujeres. Luchó contra el sonrojo que comenzó a emerger al darse cuenta que su hermano había sido testigo de la tensión entre ella y Ally. Daniel se burló. ―Sí, nah. ―Se puso de pie y colocó su vaso en el fregadero―. Sus padres no están en casa. ―Ally movió las cejas hacia él―. No digas nada ―respondió―. Está sola allí con los incendios. ―Oh, por favor ―rio Bron―. ¡Ni siquiera está en la zona de peligro! Daniel no le hizo caso. ―Si hay una evacuación, puedes darme un aviso, volveré y cargaré. Y tal vez, si tienen suerte, las lleve a las dos. ― ¿Seguro que puedes con Tammy y conmigo? ―bromeó Ally, guiñándole un ojo a Bron. Daniel se echó a reír, ya a medio camino de la puerta. ― ¿Puedo confiar en que ustedes dos no se maten entre sí esta noche? Bron sonrió a Ally, pero sus características se tornaron serias, como si estuviera perdida en sus pensamientos. Cuando su hermano se había ido, se volvió hacia Ally. ―Tengo otra página que terminar, así que voy arriba. De pie en el medio de la cocina, Ally metió las manos en los bolsillos, como si tuviera miedo de acercarse a Bron sin permiso. Su mirada cayó sobre el cuerpo de Bron. ―Bueno. ―Oh, tus sabanas están en la secadora ―dijo Bron―. Hubiera hecho tu cama, pero no quería invadir tu privacidad.

La expresión de Ally puede que fuera distraída, angustiada, pero su voz era clara y profunda cuando dijo: ―Puedes invadir cuando quieras mi privacidad. ― ¿Estás segura que tus ojos están bien para comer aquí? ―le preguntó Bron―. Sé que afuera está más fresco, pero todavía hay bastante humo. Ally levantó la vista del columpio del porche. ―En realidad no está tan mal. Parece que hay más humo dentro. ―Gracias a un frasco de gotas para los ojos que Bron había encontrado en la despensa, los ojos de Ally, que habían estado inyectado en sangre unas horas antes, estaban casi curados. Bron entregó a Ally un plato de ensalada con pollo caliente. ―El tomate no está muy fresco. Ally se encogió de hombros y clavó el tenedor con avidez. ―No importa. Mientras se servía un vaso de agua, Bron observó el cielo. Los cálidos vientos del oeste habían calmado su asalto a los incendios, pero el humo aún persistía, cubriendo el sol poniente. ―Está mucho mejor que la última noche. ―Mejor que el día anterior también. ―Estuvo de acuerdo Ally―. Con suerte, esto es lo peor del año. La radio dijo que los helitanques estarán volando esta noche para apagar el último de los incendios en el norte. ― ¿Quieres caminar hasta el mirador para verlos sobrevolar? ―le preguntó Bron. ―Hay cuarenta y dos grados ―se rio Ally―. No quiero hacer nada. —Cuando terminaron sus ensaladas, Ally se recostó contra el columpio del porche y suspiró―. Quería tener la casa terminada para Annie en Navidad, pero apenas comencé. Bron miró por el camino circular hacia el andamio de madera de una casa en miniatura. ―Has estado ocupada con el trabajo. ¿Por qué Navidad? Ally se encogió de hombros. ―Pensé que sería lindo si Santa deja sus regalos ahí para ella. ―Eso habría sido lindo. Tal vez Santa puede hacerlo el próximo año. La mirada castaña de Ally dio de lleno en Bron. ―Eso, si Annie está aquí la próxima Navidad. ¿Quién sabe? Su tía Yankee puede cogerla y llevársela a algún país extranjero. Bron desvió la mirada al oír el tono mordaz de Ally. Permanecieron en silencio durante un largo rato antes que Bron tomara la palabra. ―Oye ―dijo―. ¿Recuerdas la Navidad que llegué a casa cuando tenías diecisiete años? ―Ally asintió.

―Sí. ―Estaba sentada aquí… ―Sí, está bien ―dijo Ally―. Sé lo que vas a decir, así que no necesitamos repasarlo. ―Los labios de Bron se curvaron en una sonrisa. ―Ya sabes ―dijo humildemente, imitando a Ally―. Tengo diecisiete años ahora y sé lo que quiero. ―Ally se defendió. ―Yo no lo dije de esa manera. Bron sonrió. Recordaba vívidamente la inflexión de Ally, así como la forma en que la había mirado. ―Tengo un muy buen recuerdo de cómo sucedió. ―Sí, bueno, al final del día, nadie cayó, ¿Verdad? Riendo, Bron estiró sus piernas en el asiento. La mirada de Ally sin vergüenza viajó a la línea de sus pantalones cortos. ―No estés tan avergonzada ―dijo Bron―. No es como si lo hubieras dejado ir después de eso. ―Pensé que habías cambiado de opinión ―murmuró Ally, tomando un sorbo de su vaso―. ¿Por qué te ofreciste a llevarme de regreso al motel esa noche? ―Tal vez porque técnicamente aún eras una niña y yo era la única sobria que podía llevarte de vuelta. Ally resopló. ―Bueno, pensé que era un código para “cambié de opinión, hagámoslo en el asiento trasero de mi Toyota”. —El recuerdo de Bron sobre el viaje nocturno que atravesó la ciudad, quince años atrás, fue vago, pero recordó algunas partes, la forma en que la mano segura de Ally había llegado a través de la consola y descansaba sobre su muslo desnudo. Segundos más tarde, Bron había quitado los dedos de Ally de su piel. No hubo palabras entre ellas, pero el aguijón del rechazo fue tan amargo como siempre―. Fui bastante arrogante ―admitió Ally. ―Sí. Lo fuiste. Ally se aclaró la garganta. ―Bueno, valía la pena intentarlo. —Bron se soltó el pelo en un intento de ocultar el rubor subiendo por su cuello―. Pude haber parecido confiada ―dijo Ally en voz baja―. Pero me preparé para eso por mucho, mucho tiempo. Bron se lamió los labios. ―Lo siento. Sabía que tenías un enamoramiento conmigo. Pude haber sido más amable contigo... Ally dejó su vaso sobre la pequeña mesa frente a ellos.

―No fue un enamoramiento ―aseveró. Todo su cuerpo parecía endurecido por la frustración. Pasó las manos sobre los muslos por un momento, visiblemente tratando de calmarse. Una bandada de cacatúas de plumas blancas se apiñó para unirse al pandemónium de sonidos en los gomeros sobre el camino de entrada, sus graznidos eran fuertes y ásperos. ―Es gracioso ―comenzó Bron―. Realmente nunca nos llevamos bien cuando Libby estaba cerca. Ally se encogió de hombros. ―Porque estabas celosa de mí. Bron se levantó, moviéndose para extender sus brazos contra la barandilla de la galería. ―Sí ―confesó Bron, saltando para sentarse en la barandilla―. Creo que estaba celosa. Sé que lo estaba. —Bron miró a Ally, su mirada era calculadora. Cuando Ally se encontró con sus ojos, fue esquiva y breve. La mandíbula de Bron se tensó―. ¿No quieres estar conmigo de repente? ―dijo Bron algo alterada―. ¿Es por eso que estás tan distante? ―Te dije que no quiero una aventura. ―No estoy hablando de una aventura y lo sabes. Entonces, ¿No quieres estar conmigo? ¿Es eso? La mirada de Ally, melancólica e intensa, reveló su deseo de mucho más que sexo. Lentamente, se levantó, recogió su vaso y bebió un largo trago de agua. Se movió mucho más cerca y colocó el vaso sobre la barandilla de madera junto al muslo de Bron. Al y plantó sus manos a cada lado de las piernas de Bron. ― ¿Estar contigo? ―Ally aclaró, su cálido aliento abanicó la barbilla de Bron―. ¿Follar contigo? La mirada de Bron parpadeó sobre las líneas del rostro de Ally antes de concentrarse en su mirada angustiada. Sus ojos suplicantes preguntaron si significaría más. Bron asintió solemnemente. Ally levantó sus manos, tomando la cara de Bron. Juntó sus bocas, y el dolor tenso en el pecho de Bron, inmediatamente se calmó mientras separaba los labios voraces. Tanteando, Bron deslizó una mano detrás del cuello de Ally y arqueó la espalda. Cuando Ally se apartó, sus labios encontraron la parte inferior de la mandíbula de Bron, decidida a dejar una marca. Las piernas de Bron se tensaron alrededor de la cintura de Ally, el sonido de su propio corazón vibraba en sus oídos. —Tócame. Ally gimió.

―Déjame llevarte arriba ―dijo con voz ronca, depositando besos en el hueco de la garganta de Bron. Mareada por el fuerte agarre de Ally en su cintura, Bron otorgó ansiosamente su consentimiento. Ally la levantó de la barandilla, la tomó de la mano y la llevó por las escaleras. Cuando llegaron arriba, Bron unió sus manos, presionando su cuerpo contra el de Ally. Al encontrarse sus labios de nuevo, Ally agarró la parte inferior de la camiseta de Bron, tirándola por encima de su cabeza y desechándola contra la pared del pasillo. Las cálidas manos de Ally se extendieron por la cintura de Bron, la piel de gallina apareció sobre la pálida piel de Bron. Bron la guio a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella mientras Ally se acercaba y le desabrochaba el sujetador. Cuando las delgadas correas negras se deslizaron hasta los codos de Bron, las palmas de Ally viajaron sobre la extensión de la espalda, su abdomen, y finalmente ahuecando sus pechos. Ally gimió, amasando suavemente la carne apretada. Cuando llegó sobre los pezones de Bron, se estremeció en sus brazos. La parte posterior de las rodillas de Bron golpeó el colchón, y el crujido familiar de sus resortes llegó a sus oídos cuando Ally empujó una mano firme contra su hombro, instándola a recostarse. Inmediatamente, Ally se sentó a horcajadas sobre Bron, sus labios eran confiados, su lengua vigorosa y caliente cuando encontró los pezones de Bron. La boca del Ally era implacable. Cuando mordió contra la caja torácica de Bron, las caderas de Bron se presionaron por sí mismas. Los dedos de Ally buscaron a tientas el botón y el cierre de los pantalones vaqueros. Sus manos temblaban mientras deslizaba los pantalones cortos sobre las caderas, junto con la ropa interior que se iba con ellos. Ally arrastró un dedo desde la carne húmeda y rosada entre sus piernas hasta los senos suaves y pálidos. Su desnudez fue repentinamente más que aparente. Y Ally todavía estaba completamente vestida. Bron extendió la mano en un intento de liberar a Ally de su camiseta, pero Ally le apartó las manos. Una oleada de excitación se enroscó en el vientre de Bron cuando los besos calientes de Ally cruzaron su cintura, cada vez más y más abajo, hasta que las llamas le lamieron la parte interna de los muslos a raíz de la lengua ardiente de Ally. El cabello de Ally le hizo cosquillas en el interior de las piernas, y las abrió aún más, desesperada por la anticipación. Los labios de Ally se encontraron con el centro de Bron, sus caderas se movieron espasmódicamente, arqueándose ante el beso de Ally. Ally gimió, profunda y guturalmente, mientras su lengua trabajaba. Las caderas de Bron se levantaron de la cama, electrificadas por la íntima caricia de Ally. Ally envolvió sus brazos alrededor de los muslos de Bron y presionó una mano en su vientre, sosteniéndola contra el colchón. Bron apresó con la otra mano el cabello de Ally, abrió los ojos para mirarla, con los labios hinchados y persistentes. Bron gimió al verla. La mirada encapuchada de Ally se encontró con la de Bron, y en una rápida transición, dos dedos reemplazaron la boca de Ally. Se arrastró junto a Bron, apartó su cabello rubio y la besó. Bron agarró con fuerza el brazo tatuado de Ally, su necesidad aumentaba cada vez que Ally doblaba los dedos dentro. Sin inmutarse deslizó una mano dentro de los pantalones cortos de la mujer más alta. Ally se estremeció cuando los dedos de Bron encontraron sus rizos húmedos. Pero Bron no podía concentrarse lo suficiente para complacer a Ally correctamente, no cuando el pulgar de Ally estaba de repente más arriba, dibujando círculos contra su carne dura, e hinchada. Abrumada, Bron rompió el beso. Jadeó, sus párpados se cerraron. Ally se levantó con una mano sobre Bron, mirándola atentamente. Curvó sus dedos una y otra vez, haciendo que el abdomen de Bron se contrajera. Sus muslos se apretaron alrededor de la mano de Ally y sus labios se separaron―. Mírame ―exigió Ally, e inmediatamente obedeció.

La palma de Ally se aplastó contra su núcleo, firme y cálido. Bron gritó, su cuerpo palpitaba ante la liberación mientras pulsaba alrededor de los dedos de Ally, el latido de su corazón chocaba contra sus costillas. Cayó contra el colchón, extenuada. Cuando Ally retiró suavemente su mano, se estremeció ante el repentino vacío. Lentamente, su respiración trabajosa se calmó. Apoyada en un codo, Ally bajó la vista hacia el a, con una mirada de admiración y paciencia. Bron deslizó el pulgar a través de la mejilla morena de Ally. ―Eres preciosa. ―Su mano recorrió la mandíbula de Al y hasta el escote de su camiseta―. Quítate esto ―murmuró. Ally se incorporó y se quitó la camiseta azul marino, la arrojó sobre la cama donde aterrizó sobre una almohada. El sol se había puesto casi por completo, y no había ningún tipo de luz artificial en la habitación, Bron se esforzó por apreciar por completo los finos detalles de la piel y el magnífico cuerpo de Ally. Sus manos buscaron los costados de Ally, se deslizaron hasta su pecho, y descubrieron que, como había imaginado, los pechos de Ally estaban tensos y firmes. Incluso en la tenue luz, pudo ver que el tatuaje con el nombre de Annie había sanado completamente. La mirada de Bron bajó mucho más. La cicatriz de la quemadura era una medalla de honor que Ally usaría para el resto de su vida. ¿Cuántas amantes la habían visto o tocado? Quería saber los detalles, pero Ally ya se había desabrochado el sujetador, y sus pezones oscuros estaban pidiendo atención. Bron presionó hacia abajo a Ally. Sus labios encontraron su seno derecho. Ally gimió, sus dedos tocaron el cabello de Bron. Bron besó el pecho de Ally. Cuando bajó completamente, la sensación de sus vientres y pechos presionando juntos, fue devastadoramente buena y correcta. Cuando los labios de Bron se encontraron con los de Ally, su rodilla presionó el centro de Ally contra la costura de sus pantalones cortos. Ally suspiró, sus manos se posaron en los hombros de la chica rubia. ―Eres todo en lo que pienso ―dijo Ally en un suspiro. Bron examinó su mirada. Se humedeció los labios, ruborizándose mientras probaba su sabor―. No me lo estoy imaginando, ¿Verdad? ―dijo Ally. Bron se quedó en silencio mientras Ally le apretó la cintura. ―No ―respiró Bron―. No lo creo. Las yemas de los dedos de Ally se clavaron en la parte superior de la espalda de Bron, y se presionó contra su rodil a. Apoyó una mejilla contra el colchón, mirando hacia la cabecera. ―Oh mi dios, Bron. Esto se siente tan bueno, tan jodidamente caliente... ―susurró, con voz baja y enronquecida. Bron tenía que poseerla. Ally gimió cuando Bron se echó hacia atrás, su propia humedad se deslizó sobre su piel desnuda justo encima de la rodilla de Ally, dejando un rastro.

Lo ignoró, junto con la presión ardiente que ardía una vez más entre sus piernas y el sudor que le atravesaba la piel. Con los ojos muy abiertos, se apresuró a bajar los pantalones cortos y la ropa interior de Ally por sus largas y suaves piernas. Los rizos mojados en la unión de los muslos de Ally estaban tan oscuros como Bron esperaba. Desnuda contra las sábanas color crema de Bron, Ally estaba deslumbrante. Su cuerpo era delgado, su piel suave e impecable. Los tatuajes, la cicatriz... Todo era tan perfecto en Ally. Nunca había estado con una mujer como ella. Nadie tan joven, nadie tan atlética, nadie que la hiciera llegar como Ally. Ally respiraba con dificultad al ver a Bron besar sus abdominales, la cicatriz, y más abajo, más al á de esos cortos rizos negros. Enganchó sus piernas sobre los hombros de Bron. La excitación quemó en el vientre de Bron ante la vista y el aroma de Ally. Inclinó su cabeza y tímidamente tocó a Ally con su lengua. Un suspiro escapó de sus labios. En respuesta, los muslos de Ally se tensaron contra sus orejas. Dios mío, pensó Bron. Está temblando. Bron miró hacia la morena y encontró las manos de Ally en las sábanas, y su mirada en los labios de Bron. Parecía positivamente desesperada.

Capítulo Trece Bron se estiró sobre el colchón, los dedos de los pies se curvaron en la sábana mientras observaba a Ally, que estaba de pie junto al escritorio de Bron, solo con ropa interior, inspeccionando sus ilustraciones más recientes. ―No están terminadas ―dijo en voz baja. Ally no se giró, permitiendo que Bron admirara su espalda perfectamente esculpida un momento más. ―Eres muy talentosa. ―Mucha práctica. Ally murmuró su desacuerdo. Miró por la ventana que había sobre la mesa de dibujo y fijó su mirada en el valle a lo lejos. ―Parece que empacamos para nada. ― ¿Puedes abrir la ventana? ―preguntó Bron, de repente se sintió abrumada por el calor sofocante de la habitación. El ventilador continuaba girando en la esquina. Tenía un vago recuerdo de Ally tratando de encenderlo después de que habían hecho el amor por última vez, alrededor de las 4 a.m. Ally levantó la ventana y la sostuvo con la delgada vara de madera. La brisa de la mañana inundó el dormitorio de Bron, con un suave olor a goma quemada. Las cacatúas habían vuelto, ruidosas y locuaces. Ally cruzó la habitación y se sentó en el borde de la cama. Entrelazó sus dedos. La mirada de Bron viajó por el cuerpo de Ally. Admiraba sus pechos desnudos, los pezones oscuros que había adorado con su boca horas antes. Ally levantó la vista de sus manos unidas y sonrió con esperanza a Bron―. Daniel estará en casa pronto ―dijo en voz baja Bron. La mirada de Ally vagó a través del cuerpo desnudo de Bron. Presionó una mano contra su costado, el pulgar trazó la cadera que sobresalía de Bron. Se inclinó y le dio un suave beso en la clavícula antes que se echara hacia atrás. ―Voy a darme una ducha. —Bron se quedó allí por un rato, el aire fresco de la mañana refrescaba su piel caliente. El humo seguía picando, pero sin duda se había desviado hacia el norte durante la noche, concediendo a Katoomba un respiro. Escuchó el agua de la ducha, su mente se aceleró mientras pensaba en Ally, Annie, su madrastra y Daniel. Recordaría para siempre la expresión grave que su hermano tenía cuando la recogió en el aeropuerto de Sydney después del accidente, cómo se encogió visiblemente cuando vio a Bron pasar por la aduana. La había llevado directamente a la funeraria para ver a Libby, donde Bron se había sentado con su hermana, sosteniendo su mano rígida y fría durante casi una hora antes de besar la frente de Libby y decir adiós. Bron suspiró, escuchando cómo las viejas tuberías dejaban de zumbar en el momento en que la ducha de Ally se apagó. La puerta del baño se abrió con un chirrido, y un momento después Ally estaba parada en la puerta de Bron con una toalla, el cabello mojado y pegado a los lados de la cara. Ally sonrió, pasando su mirada por la desnudez de Bron―. Eres una exhibicionista,

¿Verdad? ―Bron se echó a reír―. Si quieres tomar una ducha, voy a preparar el desayuno ―se ofreció Ally. Cuando Bron bajó las escaleras después de su baño, el desayuno estaba medio hecho. Tammy estaba afuera de la puerta de la lavandería, comiendo su plato de croquetas en la terraza. Ally estaba mirando la tostadora ensimismada. Levantó la vista cuando Bron entró en su línea de visión. ― ¿Está todo bien? ―Bron pasó una mano sobre el antebrazo de Ally. Cuatro rebanadas de tostadas casi quemadas saltaron de la tostadora. Ally asintió, pellizcando el pan carbonizado de las parrillas y tirándolo en un plato. ―Sí, por supuesto. Solo estaba en trance. Bron pudo escuchar la ansiedad en su voz. Y su té todavía estaba negro, después que agregó leche, solo bastó tomar un pequeño sorbo de la humeante bebida para saber que también estaba sin azúcar. Cuando Ally levantó la vista para untar mantequilla en las tostadas, notó que Bron se encogía ante el sabor amargo, y murmuró una disculpa. Bron se inclinó sobre el mostrador en busca del azucarero. ― ¿Demasiado distraída pensando en mi ducha para hacer el desayuno correctamente? Ally hizo un gesto a Bron para que tomara una rebanada del plato de pan tostado entre ellas. ―Entre otras cosas. El reconocimiento tácito entre ellas se manifestó en un largo silencio. Bron dio un sorbo a su té y se recostó contra el mostrador. ― ¿Podemos mantener esto entre nosotras un poco más? Ally hizo una pausa en la mordida, su tostada crujió. ―No tienes que entrar en pánico ―dijo Ally después de haber tragado―. No llamare a U-Haul5 para mudarme. ―Pensé que era solo una broma estadounidense. Ally se limpió las migas de pan de un lado de la boca. ―Las bromas de lesbianas son universales. Una sonrisa se dibujó en los labios de Bron mientras miraba su té con leche. ―No diré nada ―dijo Ally―. No tienes nada de qué preocuparte. ―Bron se llevó la taza a los labios, pero antes de que pudiera tomar un sorbo, Ally susurró―: Creo que tal vez estoy más interesada en ti que tú en mí. Inmediatamente negó con la cabeza. ―Al… 5 Compañía de alquiler de camiones, remolques, autos, almacenamiento etc.

―No me importa. ―Ally afirmó con una expresión de aceptación fingida. Se inclinó sobre la mesa y agarró la muñeca de Ally. ―Eso no es cierto. Ally frunció el ceño. ― ¿De Verdad? Mareada, Bron asintió. ―Sabes, sigo pensando que quiero contarle esto a Libby. Sobre nosotras. ―Bron se lamió los labios―. Quiero decir, el a probablemente no hubiera estado realmente contenta con la idea ―agregó en un intento por aligerar el estado de ánimo. Al y envolvió sus manos alrededor de su taza de té. ― ¿Importa lo que habría pensado Libby? ―preguntó seria―. Bron pensó en la pregunta. Supuso que no importaría―. ¿Podemos no hablar de Libby? ―preguntó Ally en voz baja―. ¿Sólo por hoy? ―Bueno.

*** Por lo que parecía, era la primera vez en la vida, a plena luz del día, el mirador Echo Point estaba completamente desprovisto de turistas. El boletín de la radio local había dicho que las visitas de Sídney a las Montañas Azules fueron canceladas y que se reanudarían temprano al día siguiente para los autobuses llenos de visitantes que admirarían el Gran Cañón esmeralda de Australia. Por ahora, solo eran Ally, Tammy, Bron y algunos lugareños. El cielo estaba nublado, sombrío con nubes de lluvia, sin humo por primera vez en mucho tiempo. Aunque los incendios no habían llegado a la escarpadura norte del rico valle verde de Jamison, donde se alzaban las Tres Hermanas, el humo seguía descendiendo desde el norte, echando a perder la neblina de los eucaliptos. La promesa de lluvia era un regalo del cielo. La cola de Tammy pasó a través de las zapatillas de deporte de Bron, su piel peluda le hizo cosquillas en los tobillos. Afortunadamente, con la promesa de lluvia, el clima y el asfalto se habían enfriado lo suficiente como para que el pobre animal caminara. Bron apoyó los antebrazos en la baranda y miró hacia el valle. ―Aquí es hermoso. Ally asintió, agachándose para darle a Tammy un trago de agua de la botella de plástico. ―No te das cuenta de cuánto te has perdido hasta que lo ves. Ella consideró las palabras de Ally. Díselo. Bron inhaló profundamente. ―Después de llegar a casa en mi próximo viaje, no sé si regresaré de Boston nuevamente, con Annie Ally lentamente se levantó. Volvió a tapar la botella de agua, evitando sus ojos.

―No puedes alejarla de su familia ―recalcó firmemente. La afirmación hizo que Bron se pusiera rígida. ―He... Me han ofrecido un puesto de profesor en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. ―Hizo una pausa―. No creo que pueda rechazarlo. Una línea apareció entre las cejas de Ally. ― ¿No crees que puedes rechazarlo? ¿Qué significa eso? El corazón de Bron golpeó contra su caja torácica. ―No sé si quiero rechazarlo. Ally se pellizcó el puente de la nariz y sus ojos se cerraron. ―Espera un segundo. ¿Cuándo te ofrecieron el trabajo? El barco se encontró con el iceberg. ―Hace meses. ― ¿Hace meses? ¿Por qué diablos solo estoy escuchando sobre esto ahora? ―espetó Ally. ―No lo sé ―dijo Bron a la defensiva―. Tengo que darle una respuesta al MIT para enero ―agregó. Ally levantó la mirada y la miró a los ojos con una mirada ardiente. ―Si realmente estás pensando en eso ―continuó―, no tienes mi bendición. No puedes hacer eso, Bron. Libby no querría eso. ― ¿Qué hay de lo que yo quiero? Ally parpadeó dos veces, con los ojos llenos de desdén debido a las palabras que peleaban por salir de los labios de Bron. ―Es solo un trabajo, Bron. Ya tienes tus libros, tu editor. Una pequeña fortuna. ¿Por qué no puede ser suficiente? Bron apartó la vista de la mirada contrariada de Ally. ―He querido estar en el MIT por más tiempo del que puedo recordar. Y tengo amigos en Boston, un hogar. Hice una vida allí. ― ¿De Verdad? Para alguien con tantos amigos allí, has conversado un total de tres veces en los últimos meses con ellos. ―Mi casa no está aquí ―replicó Bron. Ally se apoderó de su antebrazo, y Bron sintió su tacto. De repente, había tanto dolor en la mirada enojada de Ally. ―A veces solo tienes que quedarte con lo que la vida te arroja ―dijo sin rodeos―. Ya no puedes decidir lo que quieres. Si quieres a Annie en tu vida, no tienes otra opción. Quédate aquí. Haz el sacrificio o renuncia a la custodia y regresa a Boston. Esas son tus opciones. Bron se enfrentó a ella.

―Contrariamente a la forma en que te gusta convertirte en un mártir, algunos de nosotros poseemos la capacidad de hacer compromisos. ―Di lo que quieras, pero no voy a caer ―declaró Ally, su era voz ronca―. ¿Cuál es el punto de hablar? Ya sabes lo que quieres hacer. ―Sí, ¿Y qué es? La intensidad de la mirada de Ally la atravesó. ― ¿Qué estás tratando de hacer aquí? ¿Quieres que pelee por Annie? Puedes tener la custodia exclusiva, pero ahora Annie me pertenece tanto como a ti. ―Los ojos de Al y buscaron en su rostro una respuesta―. ¿Estás tratando de comenzar una discusión conmigo porque no puedes olvidar lo bueno que fue anoche? ¿Lo bien que lo pasamos juntas? ―No ―dijo Bron―. Por supuesto que no. ―Apartó la vista de la mirada escrutadora de Ally. ― ¿En serio? ―se burló Ally―. Sé que toda esta cosa de Boston tuvo que pasar en algún momento, pero creo que lo estás planteando ahora porque estás abrumada. Estás actuando. Es lo que haces. —Una pequeña lagartija corrió por el borde del mirador y Tammy ladró, volteando las cabezas de los pocos lugareños que estaban cerca―. ¿Qué quieres? ―dijo Ally humildemente―. ¿Quieres que te suplique que te quedes? Enfurecida por la precisión de las suposiciones de Ally, Bron negó con la cabeza y tiró suavemente de la correa de Tammy. ―Me voy a casa. La caminata cuesta arriba fue silenciosa y tensa. Se sorprendió al encontrar un automóvil desconocido estacionado en el camino de entrada y una extraña morena en su puerta. Cuando se acercaron, la mujer se volvió. ―Ally, hola ―dijo, sonriendo ampliamente. No tendría más de veinticinco años. ― ¡Hablando sobre momentos...! ―Es Gabby ―explicó Ally―. Ayer hicimos un trabajo en la casa de su padre. Bron sonrió cortésmente. ―Hola. ― ¿Cómo están tus ojos? ―Gabby le preguntó a Ally. Ally sonrió. ―Perfecto ahora. Gabby se movió en el lugar. ―Tú y Daniel se fueron antes de que yo estuviera de vuelta de la ciudad. ―Extendió la mano, entregándole un sobre a Ally―. Aquí está el resto de lo que papá te debe. ―No tenías que haberte molestado ―dijo Ally.

Gabby negó con la cabeza. ―Oh, no es ninguna molestia. —Bron tomó nota de la forma en que la mirada de Gabby seguía a Ally. Era obvio. Gabby estaba encaprichada—. ¿Tal vez me encuentre contigo en la ciudad? ―dijo Gabby, retrocediendo hacia su auto. Ally asintió. ―Estoy segura. Gracias de nuevo, Gabby. Al abrir la puerta, Bron se despidió de Gabby y tiró de la correa de Tammy. Cuando comenzó a caminar por el camino de entrada, oyó que el automóvil de Gabby daba marcha atrás. Segundos después, Ally estaba a su lado. ― ¿Así que te la tiraste también? Ally se burló. ―No caeré en tu juego, Bron. Ya he terminado de discutir contigo. Bron se detuvo para desabrochar la correa de Tammy y el perro corrió en busca de su cubo de agua. ― ¿Es necesario que me haga el análisis? ―preguntó sin rodeos. Más adelante, Ally giró. Sus ojos se abrieron. ― ¿Qué? ― ¿Te has hecho los exámenes recientemente? ―Me hicieron las pruebas hace un año. ―Ally dijo simplemente. Los ojos de Bron se abrieron, su sangre estaba hirviendo. ― ¿Hace un año? ¿Estás bromeando? Ally chasqueó la lengua. ―No he estado con nadie durante dos años, antes de ayer por la noche. Bron se detuvo, el peso de la confesión la tomó por sorpresa. ¿Era por eso que Ally había sido tan sensible a su toque? ¿Dos años? ―No te creo ―dijo Bron. La mirada de Ally penetró a Bron. Se encogió de hombros y se alejó de la conversación hacia la casa. ―Cree lo que quieras, Bron. ¿Pero realmente crees que soy tan egoísta que te pondría en riesgo si no estuviera segura de que estaba limpia?

*** Justo cuando Bron estaba empezando a preparar la cena, Jackie l amó desde el McDonald al lado de la carretera, a mitad de camino entre Sydney y las montañas. Aunque su madrastra siempre había sido una gran conductora en grandes distancias, podía escuchar el cansancio en su voz.

―Estuve tan contenta de recibir la llamada de Daniel esta mañana, te lo digo. Gracias a Dios que los incendios han sido contenidos. Carol ya estaba empezando a volverme loca. ― ¿Lo estaba haciendo? ―preguntó Bron distraídamente, mirando por la ventana de la cocina. Daniel había regresado y estaba en la terraza con Ally, revisando la lista de trabajos para la próxima semana. ―Quería ir a todas partes con nosotras ―continuó Jackie―. Y no me importó al principio, pero luego llegamos al zoológico, y se quejaba sobre el precio del boleto, la comida, todo. Se rio entre dientes. ―Esa es Carol. ―No podía soportar otra noche allí, Bron. Es mi hermana y la amo con todo mi corazón, pero es una loca. Con Annie y Jackie comiendo en la parada de descanso de la autopista, Bron comenzó a cortar suficiente brócoli, zanahorias y patatas, para acompañar el pollo para ella, Ally y Daniel. En la parte superior de la nevera, la radio estaba sintonizada en el canal local. Por una vez, Bron no detestó las exageradas melodías navideñas. Aunque por lo general hacía lo mismo en cada Navidad, sólo podía pensar en lo excitada que estaría Annie en la mañana de Navidad, cuando se diera cuenta que sí había estado Santa Claus. Miró por la ventana cuando Ally desapareció por la terraza. Momentos después, sus pies recorrieron el pasillo, y cuando entró en la cocina, pudo sentir la mirada oscura de Ally sobre su espalda. Apretó una mano suave contra la espalda de Bron y un temblor de emoción recorrió su espina dorsal, los pelos de la base de su cuello se erizaron por sí solos. ―Lo siento ―dijo Bron suavemente. Ally asintió. ―Yo también. Annie estaba en la luna por estar en casa, y Bron estaba en la luna por reunirse con su sobrina. Annie charló sin parar sobre sus aventuras en Sydney, y cuando finalmente tomó aliento, Bron preguntó ―Entonces, no fue tan malo, ¿Verdad? Después de vaciar el automóvil, trayendo carga tras carga de álbumes de fotos, bolsas y contenedores de almacenamiento de vuelta a la casa, Jackie se mostró inflexible acerca de hacer el lavado esa noche. Llevaba menos de un minuto en la lavandería cuando entró en la cocina. La había dejado sola para que limpiara, Bron la miró. ― ¿Qué pasa? ―preguntó. ―Las sábanas de Ally todavía estaban en la secadora. En el fregadero, las manos de Bron se apretaron en el borde de un plato.

El calor subió a sus mejillas. Colocó el plato jabonoso en la rejilla de secado con especial precaución. ― ¿Son de ella? ―Mmm ―murmuró Jackie―. Deberías dárselas. No quisiera que vuelva a dormir en un colchón desnudo. De espaldas a Jackie, Bron puso los ojos en blanco sobre un puñado de cubiertos sucios, sabiendo que su madre sabía muy bien que Ally no había dormido en su cama. Dejó caer los cuchillos y tenedores en el fregadero y cogió el paño de cocina para secar las manos. ―Lo haré. ―Evitando la mirada de su madre, tomó las sabanas de los brazos de Jackie. Maldiciendo en silencio la ropa de cama, Bron subió los escalones de dos en dos. En el momento en que llegó al rellano superior, la ducha se había apagado. En un esfuerzo para no hacer ruido, Bron tomó el picaporte del baño y entró. De pie frente a ella, completamente desnuda, Ally sonrió. ―Oye… Hizo un gesto violento con las sabanas en sus brazos. ― ¡Dejaste las sábanas en la secadora! ―Gracias ―dijo Ally distraídamente. ¿Puedes ponerlas en mi cama? ―No ―siseó Bron―. ¡Mamá lo sabe! Ally parpadeó dos veces. ― ¿Qué? ― ¡Mamá sabe que no dormiste en tu cama! —Cuando cayó en la cuenta, Ally se rio. Se movió más cerca, su forma desnuda humedeció las sábanas. Agarró la cara de Bron con sus cálidas y húmedas manos y presionó sus labios. Le tomó un momento a Bron alcanzar los labios de Ally para ponerse al día, y aun cuando lo hizo, todavía no podía relajarse. Bron estaba muy consciente del pezón rígido de Ally presionando contra el dorso de su mano que se enroscaba alrededor de las sábanas. Ally sintió rápidamente su rigidez, y sin romper el beso, tomó las sábanas de sus brazos y las dejó caer sobre la tapa del inodoro. Esta vez, sus manos necesitadas encontraron su hogar en las caderas de Bron, sus dedos se flexionaron mientras acercaba a Bron. De repente, las manos de Bron tenían voluntad propia, extendiéndose para agarrar la delgada curva de la cintura de Ally, presionándose entre sí. La boca de Ally llegó a la unión de su cuello y hombro, y Bron jadeó suavemente―. Tengo que acostar a Annie. Ally no se apartó. ―Te sientes tan bien. ―Sus labios se separaron y su lengua rozó la piel pecosa de Bron. Los ojos de Bron se cerraron. Parecía derretirse al tacto. ¿Alguien la había deseado tanto?—. Bron ― murmuró Ally, cerrando su boca sobre la clavícula de Bron. Con una mano en la mandíbula de Ally, Bron llevó los labios de la mujer más alta a los

de ella. Por un momento más, los complació antes de retirarse lentamente. Los ojos de Ally estaban muriendo de hambre―. ¿Puedo ir a ti esta noche? Los pasos de Annie al pie de la escalera sonaron ruidosos y de inmediato escuchó su nombre. Rápidamente salió del baño y cerró la puerta detrás de ella. Dio unos rápidos pasos por el pasillo justo cuando Annie rodeaba la parte superior de la escalera. Annie se retorció en el acto. ―La abuela dice que es hora de irse a la cama. Eugh. ―Sip, ya es la hora. Has tenido un gran día. ― ¿Puedo dormir contigo esta noche? ―preguntó Annie suavemente. Annie estuvo con Bron desde que había llegado a casa, gateando sobre su regazo, acribillándola a besos. Se había quedado durante una hora en el baño mientras se deleitaba con toda la atención de Bron. Bron se sentó en la tapa del inodoro, mirando con cansancio mientras la botella de champú y Safari Barbie luchaban por la última mesa en un restaurante concurrido. Por supuesto, el soporte del jabón era la mesa del restaurante. ¿Qué demonios había estado mirando en casa de Carol? —. ¿Por favor? ―se quejó Annie. Estaba dividida entre su instinto maternal y la solicitud de Ally. Sabía que cuando se trataba de Annie, finalmente tendría que calmarse. Tan dulce como era su hermana, Libby nunca había consentido lo suficiente a Annie como para permitir que la pequeña tuviera un fuerte control sobre ella. ―No. ―Bron dijo con firmeza―. No hay ninguna razón por la qué no puedas dormir en tu propia cama esta noche. ―Pero, tía Bron... ―Annie gimió. ―Al está en el baño. ―Bron cambió de tema. Ve, toca y deséale una buena noche. Luego, a la cama.

*** Cuando el final de una competencia culinaria tocaba a su fin en la televisión, Bron y Ally intercambiaron miradas en la sala. Junto a ella, Jackie volvió la cabeza. Bron se enfocó rápidamente en el televisor. Se movió en el salón, presionando sus muslos en un esfuerzo por aliviar la presión que aumentaba, hasta que le deseó buenas noches a su familia. Mientras se cepillaba los dientes, Bron oyó los pasos de Ally en las escaleras. El cepillo de dientes se detuvo en la parte posterior de su boca, y se miró al espejo por un momento hasta que oyó el sonido de la puerta de la habitación de Libby cerrarse. Cuando regresó al pasil o, la casa estaba a oscuras. Todos se habían ido a dormir. Bron permaneció despierta, escuchando el repiqueteo de las gotas de lluvia mientras mojaban la lona que cubría la UTE de Daniel. Apenas había estado en la cama quince minutos cuando la puerta de su dormitorio se abrió y se cerró detrás de Ally, seguido del suave chasquido de la cerradura. Sin decir una palabra, Ally se metió en su cama y se presionó contra Bron. Su respiración se desplegó sobre los labios de Bron ― ¿Estás bien? ―susurró Ally.

―Sí. Su palma siguió el abdomen de Ally a través del fino algodón de su camiseta acanalada hasta su espalda. Sus piernas desnudas se enredaron cuando Bron se quitó su propia camiseta y luego la de Ally, tirándolas al final del colchón. Ally estaba sonriendo. Podía sentirlo. Ally retrocedió, sus labios viajaron más abajo, sobre la mandíbula de Bron, hasta la base de su garganta y su esternón. Esos labios encontraron uno de los pezones de Bron, y su cuerpo se arqueó ante el toque, su mente se quedó completamente en blanco. Cuando Ally abandonó el pezón que había mamado con amor, para consentir al otro, la brisa fresca había endurecido aún más la punta. Bron miró hacia abajo, deseando, necesitando ver los labios de Ally contra su pecho otra vez. Había poca luz en la habitación, pero podía distinguir la línea perfecta de la nariz de Ally, la oscuridad de sus cejas. Oh Dios. Cerró los ojos y se relajó contra las almohadas cuando la boca voraz de Ally se trasladó al sur. Nunca me he sentido tan bien, pensó Bron. Se humedeció los labios cuando una anticipación feroz e indomable se disparó en su pecho. Pero ese sentimiento fue seguido inmediatamente por una percepción que era mucho más grande, casi demasiado devastadora de aceptar cuando los cálidos labios de Ally ya estaban allí, trabajando contra ella tan suavemente. Estoy enamorada de ella.

Capítulo Catorce Bron estaba en la terraza pasando el final de una tarde de trabajo completa e ininterrumpida, cuando Annie llegó saltando por el camino de entrada, sin su mochila de gran tamaño. Bron dejó el lápiz sobre el boceto y suspiró, porque sus pocas horas de soledad habían llegado a su fin. Al obtener un permiso por parte de Daniel, Ally había dicho que buscaría a Annie para darle a Bron un poco de tiempo para dibujar. Cuando le agradeció por teléfono, Ally había bromeado. ―Estoy esperando algo además de eso, ¿Sabes? Con Jackie en la habitación, buscó una salida para responder, finalmente se conformó con un: ―No lo dudo. Habían pasado casi dos semanas desde el incendio y desde que habían dormido juntas por primera vez. Parecía como si Ally todavía estuviera muy dentro de ella. Solo habían tenido unas pocas noches en las que no durmieron juntas. Cuando Annie no había monopolizado el espacio vacío en su cama, Ally estaba allí, deslizándose en el lado de Bron después que la casa se quedaba en silencio y retirándose del calor corporal de Bron justo antes de salir el sol. Entrecerró los ojos ante el sol brillante, preguntándose qué tan lejos estaba Ally de su sobrina. ― ¿Cómo fue tu último día de escuela, señorita? ―preguntó Bron. ―Estuvo bien ―dijo Annie mientras giraba por el camino de entrada―. Casi nadie fue a la escuela, así que tuvimos una fiesta de pizza y vimos películas todo el día. Tammy cruzó el patio delantero a toda velocidad, dando la impresión de que casi golpearía a Annie, pero se detuvo frente a ella, anticipando el momento en que los delgados brazos de Annie la envolvieran. ―Ally tiene una sorpresa para ti... ― cantó Annie. Bron cerró la cubierta de su bloc de dibujo, viendo a Annie que se encogía y reía, mientras Tammy le lamía todo el cuello y la cara. ― ¿Una sorpresa para mí? Annie abrió la puerta mosquitera de enfrente, llevando su mano a la cremallera de su uniforme escolar por detrás del cuello. ― ¡No puedo decirte, no lo diré! Por un breve instante, Bron estuvo perpleja. ¿Una sorpresa? Ally no hizo algo tan estúpido como comprar un automóvil, ¿O sí? ¿Había encontrado un trabajo diferente? Oh dios, por favor no dejes que sea un animal callejero.

Tan pronto como vio a Ally con un montón de cartas, algo hizo clic en el a. Bron sonrió, hinchándose su pecho de orgullo. ―Tienes el correo ―observó. Era fácil de adivinar por la sonrisa brillante de Ally y la forma reverente en que miraba un sobre abierto en sus manos, que estaba tratando de controlar su emoción. Dejó caer la mochila de Annie en el último escalón y se apoyó en el poste de la terraza, sonriendo a Bron―. Felicidades, Al ―dijo Bron con gusto―. Entrar a la universidad es un gran logro. Ally se encogió de hombros modestamente, pero su orgullo era demasiado puro, demasiado bueno para ser enmascarado. ―Empiezo en febrero. Solo tendré que ir una vez a la semana para un seminario, pero el resto está completamente en línea. Es un préstamo estudiantil, así que no es totalmente gratis, pero ya sabes... ―Se detuvo, las comisuras de sus labios se curvaron en una brillante sonrisa―. Además, tengo una computadora portátil gratis. —El primer impulso de Bron fue ofrecerle comprar un portátil para Ally, pero se detuvo. Por mucho que quisiera ayudar a hacerle las cosas más fáciles, sabía que Ally era ferozmente independiente. Para ella era tan importante construir una vida para sí misma. Bron respetaba profundamente eso. Bajó los escalones del porche y se detuvo en el último para estar a la altura de Ally―. ¿Crees que soy un pez gordo ahora? ―Ally preguntó coqueta. Chasqueó la lengua, con una sonrisa divertida tirando de las comisuras de su boca. Los ojos de Ally brillaban mientras observaba a Bron de cerca, tratando de leerla. Un peso en el abdomen de Bron se sintió agradable. Nunca había visto una adoración tan sincera reflejada en la mirada de otra mujer. Bron se lamió los labios. ―Sí. Creo que eres un pez bastante gordo y caliente.

*** ―Podré comenzar a pagar por el alojamiento muy pronto. Dan, ¿Puedes pasarme la mantequilla? Y luego, con mi nuevo y elegante diploma, puedo conseguir mi propio lugar y sacar provecho de... Ante la abrupta parada de Ally, Bron levantó la vista de su bistec. Siguió la dirección de la mirada atónita de Ally hasta Annie, que estaba sentada a su lado. Annie sostenía una mazorca de maíz por los soportes, mirándola con incredulidad. Los granos del color del sol estaban manchados de rojo sangre. ―Oh no ―dijo Annie temblorosa, separando los labios y revelando la brecha frontal donde, hasta ese momento, había estado un diente levemente tambaleante. Su primer diente flojo ahora colgaba de un hilo sobre su labio inferior. Sus pequeños dedos llegaron hasta tocar el diente sobresaliente. Los ojos de Annie se abrieron. La cocina se quedó completamente en silencio. Cada adulto observaba a Annie con gran atención, esperando con cierto recelo el estallido de Annie al ver la sangre en las yemas de sus dedos. Afortunadamente, Ally dejó caer su tenedor para aplaudir con entusiasmo. ― ¡Esto es tan emocionante, Ann!

Por un breve momento, Annie sopesó la posibilidad de que la emoción entrara en la ecuación. Rápidamente, su rostro se iluminó. ― ¡El hada de los dientes vendrá esta noche! ―informó a la mesa. Los cinco subieron al baño. Los cuatro adultos se miraron entre sí, en silencio argumentando quien haría los honores. Jackie, Bron y Daniel miraron a Ally. La morena suspiró derrotada. ―No puedo mirar ―murmuró Jackie dramáticamente y desapareció. Bron se puso de pie al lado de su hermano, viendo como Ally se arrodillaba sobre la alfombra de baño frente a Annie. Inspeccionó el diente colgando por un momento antes de encontrar un pañuelo de papel para absorber el poco de sangre. Bron sintió sus propias cejas levantarse mientras miraba a Ally agarrar el diente colgante. ―Solo ten cuidado, Al ―dijo sin censurarse. El miedo se proyectó sobre el rostro de Annie ante el descuido de Bron. Annie miró a Bron a los ojos y luego a los de Ally. ―Bron ―le reprendió Ally, centrada por completo en Annie―. Está todo bien. Todo estará bien ―le dijo Ally a Annie. Probablemente estaba sonriendo con esa sonrisa que reservaba sólo para Annie porque los hombros de la niña se elevaron para luego caer en un profundo suspiro, y su expresión se relajó―. Está bien, Annie ―dijo Ally―. Dime cómo deseas hacerlo. ¿Quieres contar hasta tres, cinco, o diez? ―Antes de que Annie pudiera decidir sobre la duración de su cuenta regresiva, Ally había cubierto el diente flojo con el tejido y rápidamente tiró de él. Daniel rio y Bron lanzó una mirada de reprimenda en su dirección―. Mira ―dijo Ally, sosteniendo el diente en el tejido con sangre. En estado de shock, Annie comenzó a llorar. ―Me engañaste ―susurró, metiendo la lengua por el espacio vacío en la fila inferior de sus dientes. Por más que tuviera derecho a detestar a Ally en ese momento, en lugar de eso cayó en los brazos de ella, permitiendo que Ally se riera con sus besos. ― ¿Pero no fue mejor que te engañara? ¡Mira lo maravillosa que eres! ¡Tan valiente! ―Cuando Ally levantó una mano para sostener la parte posterior de la cabeza llorosa de Annie, algo dentro de Bron se hinchó al verla tan tierna. Cuando Annie retrocedió, Ally mantuvo el diente a la altura de los ojos de Annie―. ¿A dónde va esto, cariño?

*** En el espacio de veinticuatro horas, Bron se encontró jugando el papel de Hada de los Dientes, tía, hermana, hija, amante, y Santa Claus. En una lluviosa tarde de sábado, el día después del episodio del diente, Bron y Ally hicieron la media hora de viaje hasta el gran complejo comercial de los suburbios para terminar sus compras navideñas. Mientras rodeaba el primer nivel del aparcamiento, se dio cuenta de que todo el mundo, en un radio de cuarenta kilómetros, había decidido lo mismo. Era veintitrés de diciembre, y las últimas treinta y seis horas de compras de Navidad habían comenzado, entonces, ¿Por qué esperaba algo menos? Se metió en la larga fila hasta el segundo nivel y bajó la crepitante radio.

― ¿Por qué no le damos a Annie algo de parte de las dos? ―sugirió. La preocupación se había apoderado de Bron cuarenta horas antes. Ally estaría raspando el fondo del barril para comprar algo bueno para Annie, así como regalos para el resto de ellos. Bron no quería eso. La expresión de Ally estuvo en blanco por un momento antes que se llenara de orgullo. ―Podemos pagarlo a la mitad ―dijo con firmeza―. Si juntamos nuestro dinero, podríamos conseguirle un regalo mayor de Papá Noel. —Bron frunció el ceño. Eso no era lo que quiso decir. Ally suspiró―. Sé lo que estás haciendo. A menos que estés pensando en comprarle una de esas cosas del iPad, puedo comprar una bicicleta para niños. ― ¿Por qué tienes que ser tan orgullosa? ―preguntó Bron, aliviada de que la fila finalmente se moviera. ―Sé que eres una pequeña dama rica, pero puedo pagar la mitad de la bicicleta de Annie. O al menos una rueda ―bromeó Ally. Bron se rio. ―No soy rica. Soy afortunada. Ally alcanzó la consola y apoyó una mano justo encima de la rodilla de Bron. ―Yo también. Diez minutos más tarde, después de seguir a una madre en un coche con la habilidad acechante de un paparazzi, Bron encontró estacionamiento. La mano de Ally encontró la de ella mientras cruzaban el estacionamiento. ― ¿Al? ―Bron preguntó cuándo llegaron a las puertas corredizas de vidrio de la entrada. ― ¿Sí? ―No necesito nada, ¿De acuerdo? Ally sonrió, apretando los dedos de Bron antes de dejarlos ir. ― ¿Te veo afuera de Toys “R” Us a las tres y media? Bron seguía sintiendo curiosidad sobre los destinos de Ally. No se cruzaron en la tienda de discos o en la joyería donde Bron compró dos de los regalos de Jackie, o en la sección de entretenimiento doméstico de Target, donde Bron cogió los altavoces portátiles para Daniel. Mientras se dirigía al centro, Bron se animó a no buscar a Ally. Se esforzó tanto por no espiar, que no pudo culparse a sí misma cuando, a mitad de camino de la escalera mecánica del Nivel Tres, miró hacia abajo para ver a Ally fuera de la joyería Regan, la misma tienda que Bron había visitado media hora antes. Ally estaba metiendo una pequeña bolsa azul oscuro, una bolsa de Regan, en otra de papel más grande. ¿Le había comprado Ally joyas? Rápidamente desvió su mirada, pero el daño ya estaba hecho. Ya había visto demasiado. Elegir un regalo para Ally resultó más difícil de lo que había previsto. Quería dar a Ally algo significativo, pero al mismo tiempo, no quería arriesgarse a eclipsarla. ¿Y si Ally no hubiera estado en la joyería comprándole un regalo? ¿Y si solo le hubiera

comprado a Jackie un collar sencillo, y en la mañana de Navidad, Bron abría el regalo de Ally para encontrar un libro o un DVD? Sí, se volvería y su orgullo quedaría irrevocablemente dañado. El asunto del dinero era un punto delicado. La realidad era que, con las regalías de sus libros, había estado más que cómoda durante mucho tiempo. Su soleado y espacioso apartamento Back Bay de una habitación, puede no haber estado en Beacon Hill, pero todavía era relativamente exclusivo. La única razón por la que alguna vez tuvo facturas de electricidad o agua vencidas fue simplemente porque olvidó pagarlas, no porque no pudiera. Incluso durante el período de un año había enviado grandes cheques a casa para ayudar a Libby cuando Annie era pequeña, Bron apenas había extrañado el dinero extra. En los últimos cuatro meses, se había dado cuenta de que, aunque no estaban limitados por el dinero, el resto de su familia y Ally vivían de manera diferente. Dentro de la librería, se dirigió directamente a la sección infantil. Si había una cosa que podía criticar a Libby, era que no estuvo proporcionándole suficientes libros a Annie. Iba a arreglar eso. Recorrió las estanterías en busca de un título que le interesara a Annie, su mirada era atrapada de vez en cuando por el dorso de un libro ilustrado o un libro de capítulos que había ilustrado. Seleccionó algunos libros para lectores jóvenes, esperando que no fueran demasiado difíciles para Annie. Era una inteligente niña de seis años, pero a la primera señal de lucha, su interés siempre decaía. Bron sonrió, preguntándose qué tan bien iba a recibir un regalo de ese tipo. Sin entusiasmo, lo asumió. Tal vez Santa pueda jugar al poli malo con los libros, pensó Bron. De camino al mostrador, vagó más allá de la mesa de regalos y se detuvo. Entre una copia de Mujercitas de Louisa May Alcott y algunos títulos de Austen, se encontraba una hermosa cartera marrón que inmediatamente llamó su atención. Cuando la tomó, descubrió que era de un cuero suave. La imagen de verla colgando del hombro de Ally cuando saliera a la universidad fue vívida. El hecho que no tuviera una etiqueta de diseñador la hizo aún más perfecta. Después de hacer su compra, se fue directamente de regreso al aparcamiento y ocultó la bolsa debajo de su asiento. Pensó en dejar los regalos que había comprado para Annie, Daniel y Jackie en el coche también, pero sabiendo que Ally la descubriría rápidamente, los llevó de vuelta al centro con ella. Cuando dobló la esquina para llegar a Toys “R” Us, Al y estaba de pie pacientemente en la parte delantera de la tienda. ―Perdón por hacerte esperar ―dijo―. Acabo de revisar mi teléfono y no me di cuenta de la hora. Ally alzó las cejas. ―Está bien ―sonrió―. Te quedaste sin aliento. No lo sé, Bron. Puede que tengas que llevar esas carreras tuyas de media hora hasta la hora completa. Tienes un buen siete conmigo y vas a necesitar poder mantenerme el ritmo. —Blanqueó los ojos ante la broma y dejó que Ally le tomara la mano de nuevo. Mientras se dirigían hacia la sección de deportes en la parte posterior, una joven madre se detuvo parara observar sus manos juntas y rápidamente desviar la mirada en desaprobación. Gimió para sus adentros. Después de vivir tanto tiempo en Boston, había olvidado que todavía había gente homofóbica en este lugar. Al

parecer, no fue la única que captó la mirada de desprecio―. Creo que estamos asustando a los niños. ―Ally bromeó, agarrando firmemente la mano de Bron. ―Dios no lo quiera. En la sección de deportes, Ally estaba como un niño grande, levantando de inmediato una bicicleta de exhibición hasta donde la cadena de seguridad le permitía sacarla de su soporte. ―Esta es genial. Bron inspeccionó la parte de atrás. ―Va a necesitar ruedas de entrenamiento. ¿Podrán ir en ese tapacubos? Ally se burló. ―No, no habrá ruedas de entrenamiento. Olvídalo. Eso está fuera de discusión. ―Buena suerte con eso, Al. Es la niña más descoordinada que he visto nunca. No necesito un brazo roto. ―No tendrás uno. Annie será capaz de hacerlo. ―Sí, y no necesito llevarla cada cuarenta minutos al hospital más cercano. ―No tendrás que hacerlo. No va a romperse nada. Le enseñaré a montarla. Bron se sentó en el asiento de la bicicleta. ― ¿Cuánto cuesta? Ally levantó la etiqueta que colgaba por encima del manillar. ―Uno noventa. Inspeccionó la brillante pintura verde. ―Va a rasparse. ― ¿Oh? ―Ally fingió sorpresa―. Bueno, si lo hubiera sabido, hubiera sugerido que trajéramos a un consejero local. Bron se rio entre dientes. Si alguien le hubiera dicho hace seis meses que lo más importante para Navidad sería decidir sobre la bicicleta adecuada para una niña de seis años con Al y Shepherd, los habría llamado tontos. Ally pasó una pierna por encima de la bicicleta y se sentó en el asiento. Pedaleó todo lo que la cadena le permitió y apretó los frenos, las ruedas chirriaron sobre el suelo de linóleo blanco. Bron arqueó las cejas. ―Ally ―dijo entre dientes―. Te meterás en problemas. ―Eres linda cuando te comportas como una Goody Two-shoes6. ―No soy una Goody Two-shoes. Robé algo una vez. 6 Mojigata, santurrona

Ally se burló. ― ¿Que has robado? ¿Un paquete de azúcar de un patio de comidas? ―Tenía catorce años y me robé un par de auriculares de la antigua tienda de Grace Brothers en la ciudad. ―Suenas orgullosa. Bron frunció el ceño. ―Mamá acababa de morir. Estaba muy mal. Ally asintió. Se mordió el labio, claramente pensando. ―Nunca he robado nada ―dijo después de un momento. ― ¿En serio? ―dijo Bron, tratando de ocultar la sorpresa en su voz. Ally pensó por un momento. ―No. Nunca. El respeto por Ally se encendió dentro de ella, alimentando una profunda atracción. Estaba aprendiendo rápidamente que le gustaba la moralidad de Ally. Se preguntó si estaba sonrojada. ―Iré a buscar a alguien que nos ayude. Simplemente no toques nada más. ―Sí, cariño. Cuando Bron llegó al final del pasil o, Ally pulsó el timbre de la bicicleta y su sonido resonó con fuerza. Bron se giró, apretando con fuerza las manijas de su bolso. Ally sonrió cuando Bron juguetonamente negó con la cabeza y fue a buscar a un asistente de ventas. Para deleite de Ally, compraron la brillante bicicleta verde con su campana y canasta. Ally fue inflexible sobre las ruedas de entrenamiento, rechazando la oferta del asistente de ventas de agregar algo más que un casco verde a juego. Suspirando, Bron dejó que Ally finalizara la transacción, disfrutando del orgulloso espectáculo de Ally al rechazar la ayuda del joven musculoso para llevar la bicicleta al auto, sus antebrazos se flexionaron mientras hábilmente maniobraba la pesada caja en un carrito y la empujaba por el centro. Una vez que tuvieron la caja en el maletero del coche la cubrieron con una vieja manta de picnic para el caso de que Annie corriera a recibirlas cuando llegaran a casa. Ally se volvió hacia Bron. ― ¿Puedo invitarte un café? ¿O un Frappuccino? ¿Qué bebida láctea caliente beben los yanquis? ―Envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Bron para acercarla más, y se apoyó en el coche―. No quiero irme a casa todavía. Te quiero por un poco más de tiempo. Bron sintió que el calor subía a sus mejillas. ―Puedes. Encontraron una mesa dentro de una cafetería con aire acondicionado.

―¿Te importa si soy grosera por un momento y envió un correo electrónico? ―preguntó Bron―. No he sido capaz de obtener una señal Wi-Fi decente en casa desde los incendios. ―Seguro. ―Ally se inclinó sobre la mesa― ¿Qué te gustaría? ―Coqueteaba. Bron sonrió, consciente que Ally estaba esperando oír su propio nombre. ―Un café con leche ―pidió tímidamente Bron. Movió las cejas en un efecto adicional. Ally sonrió ampliamente. ―”Okay”. ―Sus labios se abrieron como si estuviera a punto de decir algo más, pero se detuvo―. Vuelvo enseguida. Bron observó a Ally unirse a la corta fila en el mostrador. Era increíblemente hermosa, pero Bron lo sabía desde hacía años. No obstante, sin lugar a dudas, lo más sorprendente de Al y, era su bondad. Justo cuando meditaba en la idea, Ally gentilmente hizo un gesto a la anciana detrás de ella para que ordenara en su lugar. ¿Cómo había pasado tanto tiempo ajena a lo que Libby veía en Ally? Había sospechado tanto de Ally cuando llegó a casa por primera vez. ¿Y ahora? Dios, qué equivocada había estado. Abrió la carpeta de borradores en su cuenta de correo electrónico y localizó lo que había debatido enviar durante la última semana. Lo revisó una vez más. Alice, Actualmente estoy terminando un proyecto con Yellowstone Books, pero me gustaría dibujar para tu editorial cuando este proyecto esté completo, si aún lo quieres. En este momento, planeo mudarme a Australia para

estar con mi sobrina. Como sabes, mi contrato actual con Yellowstone me permite trabajar en otros libros entre proyectos, pero cuando me mude formalmente, supongo que disminuirá mi carga de trabajo debido a las barreras comunicacionales. Planeo informarles sobre mis planes la próxima semana. Si deseas contactarme con un autor, me complacería comenzar después del Año Nuevo. Espero que, como lo propusiste, esto se convierta en una asociación permanente. Te deseo lo mejor,

Bronwyn.

Su pulgar se movió sobre el icono de Enviar. Una vez que se enviara el correo electrónico, su decisión sería definitiva. Volvería a casa para siempre. Hasta luego, Boston. Hasta luego, MIT. Un intercambio entre Ally y la anciana en el mostrador llamó su atención. Se esforzó por escuchar lo que se decía, mientras Ally señalaba el cartel de “NO PUNTOS DE VENTA” y le decía algo a la dama. Cuando Ally le entregó un billete de cinco dólares y generosamente le dijo a la anciana que lo tomara, Bron pensó que la mujer no tenía suficiente dinero en efectivo, y Ally se había acercado para ayudarla. El pecho de Bron se tensó cuando Ally ordenó y tomó el número de su mesa. Mientras se dirigía hacia Bron, la anciana extendió la mano desde su mesa solitaria y tocó el bíceps tatuado de Ally, dándole las gracias profusamente. Bron no creía en las señales del más allá, pero si Libby enviaba una, ver el continuo intercambio de Ally con la anciana parecía ser suficiente. Bron presionó enviar y vio el correo electrónico para Alice desaparecer. Estaba claro que Ally estaba esperando algo más que citas de café y sexo casual, y Bron quería asegurarse de que obtuviera lo que quería.

Capítulo Quince ―¿Así que dime otra vez qué te gustaría que te trajera Santa? ―le preguntó Ally a Annie, que saltaba delante de ellas por el sendero en la oscuridad. Limpiándose la delgada película de sudor en el labio superior, Bron se quejó. ―¿Por qué le preguntas eso en la víspera de Navidad? ―murmuró suavemente. ― ¿Cualquier cosa? ―le preguntó Annie. ―Totalmente, cualquier cosa ―dijo Ally, haciendo un guiño a la expresión ceñuda de Bron. Bron se preparó para agregar o eliminar inesperadas peticiones a la lista de deseos de Annie. Annie cambiaba constantemente de opinión. ¿Sería un scooter en lugar de una bicicleta? ¿Un nuevo grupo de paletas en lugar del Slip-N-Slide? Bron lo había recogido de Kmart la noche anterior. Le preocupaba que estuviera echando a perder a Annie, que todos lo estuvieran, pero esta era la primera Navidad de Annie sin su madre. No era la crianza perfecta, lo sabía, pero si podía llenar parte de esa enorme brecha con el consumismo, eso era exactamente lo que iba a hacer. Afortunadamente, la solicitud de Annie era una que podía cumplir Bron. ―Desearía que la tía Bron nunca regresara a Estados Unidos y viviera aquí con nosotros para siempre. Cuando Annie se adelantó, Bron y Ally cayeron en un incómodo silencio. Su mente se tambaleó con emociones contradictorias, sentía una absoluta alegría de ser tan necesitada, tan deseada, por Annie, y por la ansiedad de Ally. Quería nada más que confiar en Ally, decirle que no iría a ningún lado, pero algo la había estado frenando en las veinticuatro horas, no, treinta horas, desde que envió el correo electrónico y recibió el de Alice. Con una respuesta positiva. Si bien sabía que Ally merecía saberlo, no sabía si decirle en privado, o por separado del resto de la familia, era la mejor manera de hacerlo. ¿Sería poner demasiada presión en su relación? ¿Estaba siendo demasiado presuntuosa? Lo último que quería era que Ally pensara que de repente había tomado la decisión únicamente porque quería un futuro para ellas dos, incluso si había algo de verdad en ello. Mientras que el bienestar de Annie era una parte importante de la decisión, sabía que estaría mintiéndose a sí misma si decía que no era porque quería a Ally en su vida también. Ally había dejado en claro que quería que Bron y Annie se quedaran en Australia, pero ¿Qué pasaría si eso cambiara una vez que Ally tuviera su propia casa? Una vez que pusieran algo de distancia entre ellas, ¿Ally estaría menos interesada en Bron? ¿En Annie? El último pensamiento la hizo sentir náuseas. ―Annie. ―Bron la llamó―. Detente en la puerta, por favor. Cuando Bron y Ally alcanzaron a Annie en la parte inferior de la colina, se encontraron entre una gran multitud reunida en la zona rural que obviamente compartieron su idea de cómo pasar las últimas horas de Nochebuena. La casa de Queensland al final de la calle tenía una vista increíble.

El año anterior, la casa fue presentada en el evento navideño de Sydney Morning Herald como una de las veinte mejores casas decoradas en la Gran Sydney. Annie miró a Bron con admiración por la casa brillantemente decorada, como si no hubiera pasado por ahí varias veces durante la noche en los últimos treinta días y la hubieran visto en toda su gloria iluminada. Jackie incluso había acompañado a Annie allí a principios de la semana para ver la máquina de nieve y el camión de comida que los propietarios contrataron para impresionar al equipo de noticias del Canal Nueve. ― ¿Podemos entrar? ―Annie rogó, su cabello rubio estaba bañado de oro extra por las luces blancas―. Ambas lo amarán. ¡Lo prometo! Bron dejó caer una moneda dorada en el cubo de donación cuando entraron, contentas de leer la pegatina en el costado del cubo y saber que los ingresos irían al Servicio de Bomberos Rural. En el garaje abierto de la casa, Santa Claus estaba sentado en una silla de jardín de plástico con un par de pantalones cortos con estampado tropical y su clásica chaqueta roja. Bron se preguntó si alguna vez había visto algo tan australiano. Las tres se unieron a la pequeña fila de niños pequeños y sus padres para una foto y charlar con Surfer Santa. Cuando fueron las siguientes en la fila, Ally le preguntó a Annie. ―¿Estás lista para decirle a Papá Noel lo que quieres? ―Lamiéndose nerviosamente los labios, Annie asintió―. No olvides pedir y dar las gracias. ―Ah, señorita Annie ―dijo Papá―. ¡Estoy muy contento de verte de nuevo! Annie sonrió ampliamente ante el sonido de su nombre. Bron estaba impresionada por la memoria de la persona que se hacía pasar por Papá Noel, pero, por otra parte, Annie era una niña preciosa por dentro y por fuera. No era fácil de olvidar. Cuando Annie se subió al regazo de Santa Claus, comenzó una conversación profunda y significativa acerca de los males de los viajes en trineo, Ally encendió su cámara y se movió por la habitación para obtener una mejor toma. Aunque Bron y Jackie ya habían llevado a Annie para tener su foto anual de Santa en el centro comercial semanas atrás, Ally había insistido en traer su cámara para tomar algunas fotos. Las fotos profesionales de Annie en su vestido, su cabello perfectamente cepillado y angelical eran perfectas. Pero incluso antes que Bron viera los disparos de Ally sobre Annie en su vestido, con el pelo recogido en dos trenzas, el diente delantero perdido, sentada en el regazo de Surfer Santa en el garaje de un vecino calle abajo, Bron sabía que estas serían mucho más valiosas. Santa hizo un gesto a Ally. ― ¿Es esta tu tía, la que quieres que se quede un poco más? Ally bajó la cámara y forzó una sonrisa. Hizo un gesto con el pulgar hacia Bron. ―Es ella, Santa. ―Bueno, Annie ―dijo―. Te he estado mirando con mi cámara desde el Polo Norte, y puedo ver que eres muy afortunada de tener una tía como la tuya. Bron pudo sentir sus ojos llorosos por el cumplido. Aunque nunca había conocido al hombre, imaginaba que él sabía sobre el accidente de Libby, la ciudad entera lo sabía. Obviamente ponía cara al nombre de la tía que había regresado a casa para ser la madre de su sobrina.

En su visión periférica, Bron podía sentir a Ally observándola. Ally solo permitió que sus miradas se encontraran por un momento antes de salir del garaje y dirigirse hacia los escaparates. Con una mirada hacia atrás a Annie, quien estaba inmersa en una conversación profunda con Santa, Bron la siguió. Cruzó el césped del frente y se paró al lado de Ally. Silenciosamente, admiraron la intrincada exhibición detrás del vidrio, las notas débiles de “The Little Drummer Boy” se escuchaban desde un altavoz instalado en algún lugar encima de ellas en el techo. El pueblo cubierto de nieve le recordaba a Boston. Un carrusel intrincadamente decorado giraba en el centro de la ventana junto al árbol de Navidad de la ciudad. Era tan parecido al que permanecería en Boston Common hasta principios de enero, un regalo anual de la Nueva Escocia por su ayuda durante la Explosión de Halifax un siglo antes. En la parte posterior del escaparate, Santa bajaba por una chimenea de ladrillos rojos. Las chimeneas se encendieron dentro de las casas en miniatura, y en primer plano, los cantantes de villancicos entretenían a la gente del pueblo. Suspiró ante la simplicidad del mundo en miniatura frente a ella. ―Siempre me han gustado los detalles como este, pero imagino sacar todo esto en diciembre y luego tener que empacar todo. Quiero decir, vale la pena, pero no envidio... ―Estoy enamorada de ti, Bron ―dijo Ally, su voz era tan baja y rota que Bron instantáneamente se sintió débil―. Te he amado desde siempre Y sé que soy una persona bastante complicada. Intento realmente adaptarme a estar fuera de Oberon, y sé que podría parecer que tengo mi mierda junta, pero... no es así. ―El agradable dolor en el vientre bajo de Bron se encendió una vez más cuando Ally buscó en las facciones de Bron una reacción. El suave resplandor blanco del escaparate arrojaba sombras sobre las líneas definidas de la cara de Ally, su mandíbula cuadrada y su nariz perfecta. Ella es tan bella―. Soy demasiado imprudente ―afirmó Ally, con voz ronca―. Pero por mucho que sepa que no soy buena para ti, sé de otras cosas que lo compensan, creo, tal vez… ―Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos de mezclilla―. Sé que todavía tienes mucho dolor ―dijo en voz baja―, dolor por haber perdido a Libby, por tratar de hacer lo que es mejor para Annie. Pero creo que puedo hacerte sentir mejor. ―Su voz bajó una octava cuando continuó―. No quiero decir que puedo arreglarte, porque no estás rota, pero nunca he querido a nadie de la manera en que te quiero a ti. La forma en que quiero estar contigo. Me haces sentir como una buena persona, y quiero ser buena. ―Bron la vio tragar visiblemente―. Solo creo que eres tan... ―Se interrumpió―. Solo necesito que sepas que te amo. ―Bron se lamió los labios. Dile a ella. Ally se aclaró la garganta―. No tienes que decir nada ―susurró. Antes que pudiera encontrar las palabras, Annie corría por la hierba y se acercaba a ellas. ―Se ve diferente al otro Santa de las tiendas ―dijo sin pensar―. Pero me gusta más porque siempre sabe mi nombre. Dice que tengo que irme a la cama muy pronto porque nuestra casa es su próxima parada y no vivimos muy lejos. —Bron miró a Al y que estaba concentrada en el carrusel del escaparate, con su mandíbula tensa, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas. Oh, Ally. El corazón de Bron palpitaba al ver su agitación―. ¡Vamos! ―gimió Annie, tirando de la muñeca de Bron. ― ¿Podemos terminar esto en casa? ―le susurró a Ally.

Ally asintió. ―Solo necesito un minuto ―dijo, su voz era gruesa―. Pero estaré justo detrás de ti.

*** Después de que Bron pasó la media hora preparando leche y galletas para Santa, y bajo las instrucciones de Annie, dejar algunas zanahorias para los renos, finalmente pudo llevar a la niña a la cama. ―¡Ahora no bajes al salón para echar un vistazo, porque Santa sabe cuándo estás durmiendo, y definitivamente sabe cuándo estás despierta! ―le cantó, tirando de la sábana superior sobre los hombros de Annie. Además, tengo que pasar las próximas dos horas armando tu bicicleta, y preferiría hacerlo en la habitación más fresca de la casa, que resulta ser la sala de estar. En la planta baja, Bron encontró a Ally en el fregadero de la cocina cortando papas para la ensalada del almuerzo de Navidad. A pesar de la suave corriente que fluía del grifo, no había forma en que Ally no la hubiera oído bajar las escaleras y entrar a la cocina, pero, aun así, no se dio la vuelta. Bron sacudió las llaves de su auto contra su muslo. ―Tengo que ir a recoger a mamá de la iglesia. Quiero terminar nuestra conversación, créeme que sí, pero ya llego tarde. Estaré de vuelta en diez minutos. Cuando Ally se giró, su mirada estaba ida. ―Bueno. ―Hablaremos cuando regrese. ―Su mirada fija se lo prometió. Ally miró hacia otro lado. Condujo por las calles y encontró a Jackie esperando en los escalones fuera de la iglesia. ―Hey, mamá. ¿Disfrutando del aire acondicionado gratis? ―Descarada ―le amonestó Jackie mientras se abrochaba el cinturón de seguridad. ― ¿Disfrutando? ―asintió. ―Estás callada ―dijo Jackie cuando se detuvieron en la intersección de Main Street. ― ¿Lo estoy? ―Lo estás. ¿Tiene algo que ver con la señorita Ally? ― ¿Por qué tendría algo que ver con Ally? ―Dímelo tú. ― ¿Podemos no hacer esto ahora? ―suplicó―. Puede ser tu regalo de Navidad para mí. ―Bien, porque aún no he tenido la oportunidad de comprarte nada ―bromeó Jackie. Se rio entre dientes. ―Perfecto.

Para cuando llegó a casa con Jackie, Daniel había vuelto de ver a Carly. Siguió a Jackie a la cocina donde Ally todavía estaba cortando patatas. ―Ah, ¡No directamente en mi fregadero! ―Jackie regañó a Ally―. Saca una tabla para cortar. ―Lo siento, Jacks ―dijo Ally, pero no se pudo encontrar nada de la alegría habitual en su tono. ―Haznos una taza de té, ¿Quieres? ―le preguntó Jackie a Bron―. Todavía tengo unos regalitos para envolver en el piso de arriba. ― ¿Puedes decirle a Daniel que apague la tele? ―Bron llamó a Jackie―. No necesito que Annie despierte ahora. —Abrió la tapa del hervidor y lo llenó debajo del grifo. Ally se acercó para colocar una olla sucia en el fregadero. El detergente líquido se espumó cuando Al y llenó el fregadero para lavar la olla. Solo estar más cerca de el a dibujó una ola de paz sobre Bron. Esta cosa entre ellas solo se estaba haciendo más fuerte. Miró a Ally―. No te irás a la cama aún, ¿O sí? Cuando Ally la miró, la intensidad de su mirada mostró una adoración, pura y sincera. El corazón de Bron se aceleró. ―Aún no. Todavía tengo que armar la maldita bicicleta... ―Te ayudare. Tomaré una ducha, y con suerte para entonces todos los demás estarán dormidos. ―Colocó una mano en la parte inferior de la espalda de Ally. Ally se tensó bajo su ligero toque―. Y podremos hablar. Ally se pasó la lengua por los labios y volvió a fregar la olla. ―Ve a bañarte. Bron pasó por la sala de estar para ir arriba. ―Voy a tomar una ducha ―le dijo a Daniel―. Te daré las buenas noches ahora porque probablemente estarás dormido cuando baje. Bron observó a Daniel encogerse de hombros indiferente, su atención se centró en la televisión. ―Tal vez. Bron suspiró. ―Bueno, buenas noches entonces. Daniel apartó su mirada de la televisión y miró a su hermana de arriba abajo. ―Buenas noches, bicho raro. Gimió internamente. ¿Alguna vez conseguiría estar a solas con Ally? Regresó a la sala de estar. ―Oh, Al y yo tenemos que armar la bicicleta, y realmente podríamos necesitar una mano extra. Eso lo levantó en el acto. ―No. Tu regalo, tu problema Me voy a la cama.

Ella sonrió. Demasiado fácil. Subió las escaleras, su mente se disparó mientras trataba de pensar en lo que Al y necesitaba de ella. ¿Con qué deberíamos comenzar? Tienes razón, Annie es nuestra ahora. ¿Fue demasiada presión desde el principio? Me quedaré. ¿Quizás? te quiero. Ante el último pensamiento, su cuerpo entero al instante zumbó con anticipación. Un susurro llegó desde el dormitorio principal. ― ¿Bron, eres tú? —Bron asomó la cabeza en el cuarto de Jackie. Unos regalos estaban envueltos en la parte superior de la colcha, y su madre estaba jugando con una cinta adhesiva―. Dios, es agradable tenerte en casa en Nochebuena ―dijo Jackie suavemente―. Me daba miedo que no estuvieras esta Navidad... pero estás aquí. Ally está aquí ―sonrió―. Estoy feliz de que todos estemos aquí juntos. Creo que Libby está aquí también ―murmuró Jackie suavemente―. Siempre estará con nosotros. El corazón de Bron pareció alojarse en su garganta. Mientras miraba a su madre doblar los bordes de la envoltura de regalos, su corazón y su mente estaban en desacuerdo con la forma de responder. No creía en la otra vida. Jackie lo sabía. Pero las palabras de Jackie eran innegablemente ciertas. Libby siempre estaría cerca. En la deslumbrante cortina de ducha floral que alguna vez le había regalado a Jackie, en la vieja abolladura en el parachoques delantero que Libby había hecho durante su segunda lección de manejo a los dieciséis. Pero, sobre todo, Libby siempre estaría presente en cada pequeña cosa que Annie dijera, cada gesto que hiciera. Ahogada por las palabras, asintió suavemente. ―Te quiero mamá. ―Yo también te amo, querida. Tomó una ducha rápida. Cuando salió del baño, las puertas de la habitación de Jackie y Daniel estaban cerradas. Perfecto. Con la toalla secando su cabello, bajó las escaleras. En el piso de madera frente al árbol de Navidad de colores brillantes, Ally estaba sentada ante lo que parecía montones de piezas de bicicleta mal organizadas. La vieja caja de herramientas de aluminio del padre de Bron estaba abierta a su lado, iluminada por la luz de la televisión. Las pocas páginas de instrucciones que había obviado tercamente, revoloteaban por el suelo de la sala de estar cada vez que el gran ventilador oscilaba en la esquina de la habitación. Bron tragó saliva. Parecía que iba a tener que empezar. Era lo justo. Ally había sido lo suficientemente valiente como para comenzar todo lo demás entre ellas. ―Te amo ―susurró Bron. Ally levantó la vista. Bron apretó su sien contra la fría madera del marco de la puerta―. Debí habértelo dicho antes. Lo siento. Ally dejó caer suavemente una llave y se sentó sobre sus talones. ―Ven aquí ―susurró, su voz era más baja y más ronca de lo que Bron había escuchado. —Soltó una risa nerviosa, evitando la mirada de Ally mientras cruzaba la habitación y se sentaba, tirando de sus piernas debajo. La mirada de Ally se centró en ella, intensa y vibrante. Inclinó el mentón de Bron y la besó castamente. Después de un momento, se echó hacia atrás. Cogió la llave de nuevo, volviendo a concentrarse en el manillar que había ensamblado mientras Bron se duchaba. Pero había una sonrisa en su rostro que, según Bron, no era a causa de haber colocado un reflector naranja en los manubrios. Ally le tendió el asiento

de la bicicleta y una varilla verde brillante―. ¿Qué tal si engrasas el extremo de la barra, rubia? ―Bron sonrió, tomó el asiento de las manos de Ally y se puso a trabajar Después de dos repeticiones de Friends y una buena hora dedicada a escuchar al Dr. Oz despotricar acerca de la salud del corazón, la bicicleta finalmente estaba en pie en todo su esplendor. Bron pasó sus dedos por los pequeños pelos de la nuca de Ally mientras sujetaba el cesto de caña al manubrio. Cubrió de besos la columna vertebral de Ally, y sintió el cuerpo de Ally temblar bajo sus labios. ―Son las dos de la mañana. Ven a la cama. Ally retrocedió, inspeccionando su trabajo. ― ¿Qué pasa si Annie se sienta y se desarma? Cansada, Bron empujó las instrucciones y las cubiertas plásticas de vuelta a la caja. ―Entonces se dará cuenta de que Santa no es muy competente. ―Empujó la caja entre el salón y la pared, asegurándose de que estuviera completamente fuera de la vista―. Solo piensa en lo maravilloso que se sentirá cuando piense que tú serás quien corrija los errores de Papá Noel. Apagó las luces de colores en el árbol, la habitación al instante se oscureció quedando sólo con la luz de los infomerciales en la televisión. Sostuvo el enorme saco de Santa abierto a medida que Ally metía la bicicleta. Mientras era completamente absorbida por el satén rojo, Ally ató el lazo blanco del saco alrededor de la banderilla de la bicicleta. Después de verificar dos veces que todo estaba listo para la mañana, Bron apagó la televisión. Agotadas, llegaron a lo alto de la escalera. Cuando Bron tomó la mano de Ally y tiró de ella, una de las cejas de Ally se elevó ante la audaz sugerencia de Bron. ―Annie vendrá tan pronto salga el sol ―advirtió. Bron se encogió de hombros, enganchando dos dedos en las presillas de los pantalones de Ally para acercarla más. ―No me importa. ―Besó a Ally con firmeza, y movió sus pulgares debajo del dobladillo de la camiseta de Ally―. No me importa. ―Repitió en el beso, desesperada por que Ally le devolviera la caricia con igual vigor. Bron sintió el momento en que Ally entendió realmente la seriedad de sus palabras. El cuerpo de Ally cedió ante el beso con una ferocidad ardiente, sus manos se deslizaron sobre el trasero de Bron, levantándola contra ella. Enganchó sus piernas alrededor de la cintura de Ally y se agarró a sus hombros, su corazón se estremeció ardientemente ante la posesividad de Ally, y su prometedor beso. Un profundo anhelo dolía en su pecho, y Bron dudaba que alguna vez se calmara. Al principio, Bron pensó que había estado tan envuelta en su beso, que el trayecto a su propia habitación, al final del pasil o, había sucedido demasiado rápido.

Pero luego escuchó el crujido de la puerta de Libby. Extendió una mano y se agarró al marco de la puerta, deteniendo el paso de Ally. Rompió el beso, sus labios se deslizaron por la mejilla caliente de Ally hasta su oreja. El pecho de Ally se agitó, su respiración se volvió inestable―. Oye, oye ―murmuró Bron. Ally apartó una mano del trasero de Bron y se la clavó en el pelo mientras chupaba los tendones de su cuello. Bron se estremeció―. No, es el cuarto de Libby. ―Ally asintió contra ella y rápidamente la llevó al final del pasillo. ―Libby habría tenido un ataque de furia si estuviera cerca para ver esto ―murmuró Ally, su risa silenciosa vibró contra Bron. Bron soltó una risita, y una paz la invadió. Había tantas cosas que Bron quería contarle desesperadamente a su hermanita a medida que pasaban los días. Un día, si alguna vez llegara a ver a Libby otra vez, su amor desenfrenado por Ally Shepherd estaría en la parte superior de la lista.

Capítulo Dieciséis No fue Annie quien despertó a Bron la mañana de Navidad, sino un golpe fuerte. El palo de madera que sostenía la ventana entreabierta, se agrietó bajo la presión. El ruido de la ventana que se cerró despertó a Bron en la cama. Ally se sentó junto a ella, el ligero sudor de sus cuerpos se enfrió con la brisa de la mañana. La mano de Bron agarró el antebrazo de Ally. ―La vara de la ventana se rompió ―susurró en voz baja, sorprendida que el cristal no se hubiera roto. Pasándose la mano por la cara, Ally trató de orientarse en la semioscuridad. ― ¿Qué hora es? ―arrastró las palabras. El sol ya había comenzado su ascenso sobre la colina. Bron miró el reloj digital en su mesita de noche. ―La seis menos veinte. Por un momento prolongado, escucharon por cualquier sonido que indicara que el ruido había despertado a Annie. Cuando la casa permaneció en silencio, Ally besó el hombro desnudo de Bron y se deslizó hacia abajo en la cama. Con el cuerpo todavía zumbando por el repentino despertar, Bron se sentó contra la cabecera y pasó una mano por el pelo. Buscó la camiseta con la que siempre dormía y, finalmente, la encontró a medio camino debajo de la almohada de Ally. Se sentó en silencio por un momento, mirando a Ally, desnuda en su cama. Se quedó sin aliento cuando se dio cuenta de que Ally estaba completamente despierta, con los ojos abiertos y mirándola. Sonrió suavemente, extendiendo la mano para pasar sus dedos por la línea del cabello de Ally. Su corazón estaba completo. Disfrutaron del tranquilo momento hasta que Ally cambió de posición. Dejó un beso en los labios de Bron, se levantó para sentarse en el borde de la cama y comenzó a vestirse. ―Pensé que lo había dejado claro anoche ―susurró. Después de ponerse su camiseta, Ally apoyó una mano en el colchón y se centró en Bron. ―Lo hiciste. No volveré a mi habitación ―susurró―. Solo necesito ir a por algo. ―Oh. ―Bron abrazó sus rodillas contra su pecho―. Bueno Esperó pacientemente a que Ally volviera a la habitación. Su cuerpo vibraba con los sueños que había tenido en los últimos días, pero latía con una emoción infantil también. Hoy iba a ser un buen día. Cuando Ally atravesó de puntillas por la pesada y vieja puerta y regresó a la habitación, se arrodilló en el colchón junto a Bron. Nerviosamente buscó a tientas una pequeña caja envuelta en su mano. La certeza de que era una joya, fue tan aterradora como tremenda. ―No quería darte esto delante de todos. ―Ally no la miró, sino que la fijó en la sábana―. No quería avergonzarte ni nada.

―Ally… Ally colocó el regalo en su regazo. Lentamente lo desenvolvió, notando que Ally había comprado su propio papel de regalo, optando por no usar los pocos rollos que toda la familia usó en los regalos de todos. Después de dejar el papel a un lado, Bron tuvo una caja azul marino con adornos plateados en sus manos. Su corazón martilleaba mientras levantaba la tapa. Rae le había dado perlas y zafiros, que estaban escondidos en el fondo de un cajón de su departamento en Boston, pero nunca una joya había hecho que su corazón se hinchara como lo hacía el simple brazalete de plata en la caja. ―Puedes devolverlo si no te gusta ―dijo Ally mientras Bron cuidadosamente sacaba la delicada cadena de la caja con su dedo medio y pulgar. ―Al ―suspiró―. Es hermoso. Me encanta. Gracias. ―Hizo un gesto para que Ally se lo abrochara en la muñeca. ―Cuando lo compré, la chica me preguntó para quién era ―susurró Ally, sus dedos se movían en la muñeca interna de Bron. Bron sonrió ante el brazalete mientras Ally cerraba el broche―. Le dije que era para mi novia. Leyó la lealtad y la satisfacción en la vulnerable mirada de Ally. Bron no pudo evitar la forma en que sus ojos se posaron en los labios de Ally. Pasó su pulgar por el mentón y acercó sus labios a los suyos. Sintió que Ally sonreía en el beso. ―Me quedaré. Me mudaré acá. Un momento de silencio pasó entre ellas. ― ¿En serio? ―respiró Ally. Bron pasó los dedos por la prominente clavícula de Ally. ―Sí. ―Presionó suavemente el esternón de Ally―. Ya he notificado a mi editorial, y tengo un nuevo trabajo en Sydney. Los ojos de Ally se clavaron en ella. ― ¿Y el trabajo? —Bron tragó saliva. Negó con la cabeza y se obligó a no llorar ante la idea que el MIT ya no tuviera un lugar en su futuro. La expresión de Ally era tentativa―. ¿Estás segura? Asintió. ―Tengo que empacar todo en Boston. Tomará un par de semanas. ¿Pensé que podría llevarme a Annie conmigo? ―Lo formuló como una pregunta, respetuosa de la opinión de Ally―. Tal vez podamos hacer escala en Los Ángeles para que pueda pasar unos días en Disneyland. Regresará a la escuela a fines de enero, así que quiero tenerla a tiempo para su primer día. Ally sonrió. ―Creo que es una muy buena idea. ―Hizo una pausa―. ¿Entonces te irás pronto? Asintió.

―Después de Año Nuevo. Pero cuando vuelva a casa... será para siempre. Creo que también quiero buscar mi propio lugar en la ciudad. Por mucho que a mamá le guste tenernos aquí por compañía, está envejeciendo y necesita su propio espacio. —Ally la besó con firmeza―. Me gustaría que pudieras venir con nosotras a los Estados Unidos ―dijo Bron―. La libertad condicional es una mierda. Ally se reclinó contra la cabecera, con su rostro a centímetros de Bron. ―Lo sé. Voy a extrañar tú... supervisión. Bron rio suavemente. Pasó la yema del pulgar sobre los labios de Ally. Ally lo besó, su mirada castaña se oscureció. La puerta de su habitación se abrió con un crujido. Annie asomó la cabeza por la habitación. Era la cosa más bella y angelical que Bron había visto, con los pelos desordenados, los ojos entrecerrados por el sueño, en su pequeño camisón. Incluso demasiado distraída para darse cuenta sobre la rareza que era encontrar a su tía y Ally en la misma cama, el a gritó. ― ¡Hay una banderita en mi saco de Santa! ―Estaba visiblemente emocionada, gesticulando con las manos. ― ¿Una banderita en tu saco de Santa? ―Ally fingió con curiosidad―. ¿Alguna vez Santa te trajo un campo de golf? ―No, no ―dijo Annie, luchando por manejar la euforia que burbujeaba a través de ella―. Es, está saliendo por arriba ―balbuceó― ¡Creo que es una bicicleta! ― ¡Oh, Dios mío! ―Bron jadeó―. ¡Eres una chica con suerte! ― ¿Puedes por favor, por favor, apurarte? ―suplicó Annie. ― ¿Puedes por favor, por favor, ir y despertar la abuela y al tío Dan antes de tocar cualquier regalo? ―Se burló Bron―. Y despierta gentilmente a la abuela. Annie había salido por la puerta antes que la última instrucción saliera por completo de los labios de Bron. Las dos se quedaron quietas por un momento, escuchando mientras Annie le decía a su abuela que ya había despertado a Ally, porque la tía Bron y Ally estaban de pijamada. Ally hizo un movimiento de barrido sobre la coronilla de su cabeza para indicar el descuido de Annie. Bron rio y Ally la cortó con un beso casto. ―Feliz Navidad, Santa ―murmuró Ally. Justo cuando Ally balanceaba sus piernas sobre el borde de la cama, Jackie se detuvo en la entrada. Se apoyó en el marco de la puerta. ―Feliz Navidad, queridas. Sintiéndose enrojecer bajo el perceptivo escrutinio de Jackie, Bron desvió la mirada, buscando un lazo para el pelo sobre la mesita de noche. ―Feliz Navidad, mamá ―dijo, tirando de su pelo en una cola de caballo.

―Escuché que tuvimos una pijamada ―bromeó Jackie. Ally sonrió. ―La tuvimos ―declaró, con un indicio de adolescente rebelde en su tono. El silencio cayó sobre las tres mujeres, pero la sonrisa persistente de Ally fue más fuerte que las palabras. Jackie apretó el cinturón de su bata, las comisuras de su boca temblaban por una sonrisa mal contenida. ―Voy a poner el hervidor de agua antes que Missy moo se desmaye de emoción. Cuando Jackie estuvo fuera del alcance del oído, Ally se rio entre dientes. ―Vamos, tía Bron. ―Extendió la mano sobre la cama y apretó la rodilla de Bron―. Quiero mis regalos de Navidad.

*** Bron tomó su té de la mesa de café y se sentó con las piernas cruzadas al lado del árbol. Cuando Annie abrió la puerta del lavadero para dejar entrar a Tammy, la perra estaba completamente confundida por la ajetreada mañana. Su cola se agitó ansiosamente mientras seguía a su pequeña jefa por el salón, evaluando a Annie mientras le informaba a Tammy qué saco de Santa pertenecía a cada miembro de la familia. Sorpresivamente, la bicicleta fue la primera en ser desenvuelta del saco de Santa. Annie chilló de placer, pasando sus pequeñas manos sobre la pintura brillante del guardabarros. ― ¡Papá Noel es el mejor! ―susurró Annie con asombro―. ¿Puedo montarla ahora? Bron sonrió a Ally. ― ¿Qué tal si abrimos el resto de tus regalos primero? En lados opuestos del árbol, Bron y Ally leyeron las etiquetas de los regalos y se los pasaron a Daniel y Jackie. Bron se maravilló de la canasta de materiales de arte que le duraría un año. ―Mamá ―replicó Bron―. Esto es demasiado. ―Tonterías ―respondió Jackie, volviéndose hacia Ally, que acababa de desenvolver el regalo de Jackie, un par de botas UGG―. ¿Te quedan bien? ―le preguntó Jackie a Ally mientras atravesaba la habitación. ―Están un poco apretadas, Jacs ―dijo Ally. ―Se supone que debe ser así. Ven aquí y déjame sentir dónde está tu dedo gordo ―ordenó, como si Ally no fuera mayor que Annie y no pudiera determinar si los zapatos encajaban o no. Después de que Jackie afirmara que las UGGS no necesitaban cambiarse, Ally estaba muy ocupada dándole atención a Annie cada vez que abría un regalo, hablando y admirando cada juguete, hasta que solo quedó un puñado de regalos debajo del árbol, Bron sabía de más, que de alguno ellos tenían que ser para Ally. En la parte posterior del árbol, miró la caja de regalo con dibujos de carámbanos que contenía la cartera de cuero.

La mirada de Bron recorrió la habitación. Jackie estaba concentrada en cortar un lazo intrincadamente apretado del presente que Annie había hecho para ella. Daniel se reclinó en el salón, con la cabeza enterrada en el manual de instrucciones de los altavoces Bluetooth portátiles que Bron le había dado. Sacó la caja debajo del árbol y la empujó en dirección a Ally hasta que la esquina de cartón presionó ligeramente el muslo de la chica. ― ¿Para mí? Bron asintió. Ally se estiró sobre la mesa de café para tomar un par de tijeras adicionales. Cortó la cinta blanca brillante y levantó la tapa. Mientras levantaba la bolsa, las comisuras de sus labios se crisparon. ― ¿Te gusta? ―preguntó Bron. ―Sí ―dijo Ally con voz ronca, pasando la mano por el cuero liso―. Es realmente genial. ―Presionó su nariz contra ella e inhaló―. Sabía que debía ser de cuero real ―admitió con un guiño―. Esto es mucho. ―Como esto ―dijo Bron suavemente, sus dedos acariciaron la fina cadena de plata del brazalete que Al y le había obsequiado. Ally sostuvo su mirada por un largo momento. Y murmuró: ―Te lo agradeceré apropiadamente más tarde. ―Bron sintió que el calor subía a su cuello. La base del árbol quedó vacía, excepto por unas latas de galletas envueltas para el padre Jeff y los vecinos. Jackie se levantó del suelo. ― ¿Quién quiere desayunar? Desde el suelo, Bron miró el desastre. La Tercera Guerra Mundial había estallado en su salón sin que ninguno se diera cuenta. Las cajas de juguetes abiertas lanzadas por el piso entre pequeñas montañas de papel de regalo y tiras de cintas. Los sacos de Papá Noel, vacíos y sin vida, estaban desparramados sobre el salón y la base del árbol, la mesa de café donde sus tazas vacías estaban olvidadas, con una pulgada de té frío y sobrante en cada una. Bron nunca había visto un desorden tan impresionante. Sin que nadie se lo pidiera, Annie rodeó la habitación y le dio besos de agradecimiento en las mejillas a todos, abrazó a su tío, a su abuela y a Ally. Cuando llegó el turno de Bron, Annie se dejó caer entre las piernas de Bron. ―Gracias por todos mis regalos, tía Bron. Los amo a todos. Bron presionó un beso en la sien de Annie. ―De nada bebé. ―Annie ―dijo Ally. Levantó un saco de Santa más pequeño―. Todavía tienes un regalo de Papá Noel. Annie se levantó y caminó apresuradamente hacia Ally. Echó un vistazo adentro. ―Oh ―dijo, su tono desesperado era obvio―. Santa tonto, me trajo libros

***

Bron estaba llevando la ensalada de papas a la mesa del patio trasero para el padre Jeff cuando Annie chilló a todo pulmón. Bron levantó la vista y, por lo que pareció la centésima vez ese día, vio a Annie detenerse al final de la estera Slip N Slide. Annie se levantó rápidamente. ― ¡Oye, padre Jeff, mira esto! ―Annie trotó sobre la hierba hasta el comienzo del plástico y se arrojó de nuevo, con la boca abierta mientras pisoteaba la hierba sobre su vientre. ―Ann, el padre Jeff, está tratando de disfrutar el almuerzo de Navidad ―gritó Ally mientras cocinaba una gamba―. ¿Qué tal si le damos un descanso? ―Bueno. ¡Hey, Tammy, mira esto! ―Es una niña notable ―dijo el padre de Jeff―. Todos ustedes deben estar muy orgullosos. Ally sonrió. ―Lo estamos. A Bron le gustaba el Padre Jeff. Había sido bueno con su familia, desde el hermoso servicio funerario de Libby hasta consolar a una dolida Jackie. Cuando Jackie sugirió la semana anterior que lo invitaran a almorzar para Navidad, Bron se deleitó con la idea. Con Daniel yendo a pasar el almuerzo de Navidad con Carly, era agradable tener otro adulto cerca. ―Ha estado muy caluroso, ¿No? ―preguntó Jackie. ―Sí, sí, muy caluroso ―estuvo de acuerdo el padre Jeff. Bron lo observó mirar a Ally, que estaba sentada a su lado, concentrada en pinchar una gamba. Su mirada recorrió la manga tatuada de Ally―. ¿Y cómo ha sido tu vida en el exterior, Ally? ―se aventuró a decir. Ally se inclinó sobre la mesa para tomar el aderezo Thousand Island. ―Bastante caliente, padre, especialmente cuando tenemos un trabajo de pintura exterior. Olvidé cuánto quema el sol. El padre Jeff se rio entre dientes. ―De hecho, me refiero a salir de la cárcel. ―Oh ―dijo Ally―. Pensé que quería decir el exterior como en el exterior. ―Mojó un langostino en la salsa rosa y lo mordió―. Sí, ha sido bueno ―dijo. Juguetonamente apretó el muslo de Bron debajo de la mesa, y Bron ordenó a su cuerpo que no se exaltara por su toque―. Bron ha estado ayudándome mucho. Realmente voy a extrañarla cuando vuelva a Estados Unidos. Bron no se perdió la forma en que las facciones de Jackie cayeron ante la sola mención de su regreso a los Estados Unidos. Jackie sabía que Bron regresaría a Boston en algún momento en un futuro cercano, pero aún no se acostumbraba a la idea de que sería la última vez. Ella se sentirá muy feliz, pensó Bron, y decidió contarle a su madre las buenas noticias cuando Daniel volviera de la cena de Navidad. ― ¿Te quedas más tiempo después de Navidad, Bron? ―preguntó el padre Jeff. Debajo de la mesa, Bron unió sus dedos con los de Ally.

―No tengo prisa en irme. Al anochecer, Bron estaba de pie detrás de la puerta mosquitera, observando en silencio mientras Ally intentaba enseñarle a Annie cómo frenar la rueda trasera. No le había tomado mucho tiempo a Annie acostumbrarse a andar en bicicleta. Solo necesitaba un empujón cada tres veces, y estaba frenando mejor cada vez que se detenía frente al camino de entrada, justo antes de la colina. Bron pensó en las ruedas de entrenamiento que había comprado en secreto, con la esperanza de haber guardado la boleta en algún lugar seguro para que le devolvieran el dinero. Vio a Annie pedalear lejos, la falda de su nuevo vestido rosa pálido revoloteaba detrás de ella mientras Tammy la perseguía junto a la bicicleta. Ally tomó un trago de su cerveza de jengibre sin alcohol. Cuando se volvió, vio a Bron en la entrada. ―Estaba ayudando a mamá con el último de los platos ―dijo, saliendo al exterior―. Se fue a acostar antes que Daniel llegue aquí con Carly para cenar y tener que cocinar de nuevo. Ally asintió. ―No estoy segura de que pueda conciliar el sueño con este bullicio. Bron se sentó en el primer escalón. ―No te preocupes. Mamá podría dormir durante una estampida. Ally se sentó junto a ella y Bron le besó el hombro desnudo. ― ¿Cómo era la Navidad en prisión? Ally se encogió de hombros. ―No se hacía mucho. ―Justo cuando Bron pensó que no iba a sacar más de Al y sobre el tema, dijo―: Nos permitían visitas durante dos horas en la mañana del día de Navidad. Libby vino dos veces, dos Navidades consecutivas, pero no quería que lo hiciera. ―Suspiró―. Había algo de cena en el comedor. Era una mierda. La comida en un día normal era uno en una escala de diez. El almuerzo de Navidad era quizás de dos y medio en el mejor de los casos. Bron sonrió comprensiva. ―No hablas de la prisión muy a menudo. ―Bueno, no fue exactamente una experiencia agradable, cariño. Quiero decir, seguro, podría haber sido mucho peor. Pero solo quería volver a casa. ―Acarició la etiqueta de su botella de vidrio―. Últimamente he estado pensando que tal vez la vida me dio un mal golpe por un tiempo, para así poder tener todo esto. ―Inclinó su cabeza en dirección a Annie antes de enfocar su mirada en Bron―. Para que yo pueda ser realmente feliz, ¿Sabes? Bron se detuvo. ― ¿Te hago feliz? ―Sí. ―Ally dijo con voz ronca―. Me haces muy feliz. ―Bueno. ― ¿Y yo qué? ―preguntó tentativamente Ally.

Bron se abrazó, frotándose la parte superior de los brazos. Se estaba enfriando. ― ¿Qué pasa contigo? Ally puso los ojos en blanco. ― ¿Te hago feliz? Bron se inclinó hacia adelante y presionó un suave beso en la mejilla de Ally. ―Me haces muy feliz. Al otro lado de la entrada circular, Annie estaba en camino hacia ellas. Bron se acercó y tomó la cerveza de jengibre de las manos de Ally. Sonrió mientras tomaba un trago. Ally se burló. ― ¿Estamos compartiendo ahora? ―le preguntó, golpeando ligeramente a Bron con el codo. Bron miró por el camino de entrada, a Annie, a Tammy, y a su destartalado Toyota. Sonrió. ―Supongo que lo estamos.

Fin

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