Von_balthasar,_h_u_tratado_sobre(1).pdf

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HANSURSVONBALTHASAR

TRATADO SOBRE ELINFIERNO COMPENDIO

EDICEP~

Pr¯mera

ed¯c¯Ìn:

Segunda

ed¯c¯Ìn:

C¿lecc¯Ìn:

diciembre 1999 noviembre 2000

COMPENDIOS n. 12 EDICEP

F¿t¿c¿m¡¿ s¯c¯n:Ì

© Johannes Verlag, Einsiedeln. Freiburg, 199710. ¤ ¯¿™ É

origin±l:

HDlle ¥

Apok±t±st±sis.

Vers¯nÌ

esp±f¹ol±:

W±s

dilrfen wir hoffen?; Kleiner Diskurs ilber die

Salvador CasteUote Cubells

PRINTED ™ SPAIN I.S.B.N.: 84-7050-569-6 De¡Ìs¯t¿ Legal: V-3886-1999 © by EDICEP C.B.

Almirante Cadarso, 11 • 46005 - VALENCIA (Espana) Tfno.: (34) 963952045 • 9639572 93 • FAX: 963952297 E-mail: [email protected] • www.edicep.com IMPRIME: GUADA

Litogr±fi±

S.L. VALENCIA (Espana)

¯D™C•

i,QuE PODEMOS ESPERAR? ™.

EL PUNTO DE D¹scus¹Ì

™.

EL NUEvO TESTAMENTO

¹ v.

ORIGENES ¥ AGUSTIN TOMAs DE AQUINO

.™

7 ¥ LA CUS ‘ CI ‘ Ì

9 23 37 57 67

½¹¹

EL CARAcTER PERSONAL TESTIMONIOS EL DILEMA DE BLONDEL

½ ¹ ¹ ¹ .

LAETERNIDADDELINFIERNO

101

§™

¹ LUT ‘ DŸ STRUCCI • DÌ L• AL? œ

109

§ .

SATANAs JUSllCIA ¥ MISERICORDIA

117 121

V. ½  ¹

§ ™

UN PEQUENO DISCURSO SOBRE EL INFIERNO..... ESTADO DE LA CUEsÌ À

Fe cristiana de ±™ Escritura ™• infiemo para los otros egr ™‘ ¯± por ™± condena «5er ¥ Ÿ mismo amatema de Cristo por mis herm±nos» l.a ¿b™¯g±c¯Ìn de esper±r por todos l.a

s±b¯dur¯±

APOATASTASI š S. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Posibles posturas ..

77

91

129

131 137 141 150

157 162 167 177

187

iQUE PODEMOS ESPERAR?

Dedicado ± ™ Inst¯tuto Estudios intem¹ed¯os con ± gradecimiento

p±r±

ISTRA

¤ Ä¿ Á

souvent nous concevons l'esperance d'une maniere trop comm seulement notre salut personnel. Or ™' esperance porte essentialment sur les grandes actions de Dieu concemant ™± creation entiere. Elle porte sur le destin de ['hum±nite entiere. C'est le salut du monde que nous attendons. En realite l'esperance porte sur le salut de tous les hommes --et c'est seulement dans ™± mesure OU je suis englobe en eux qu'elle porte sur moi. individu±list

Jean Cardenal Danielou, S.J. Essai sur le mystere de ['histoire (1953) 340

en ±™ Sagrada Escritura ni en ±™ tr±d¯c¯nÌ de ™± /glesia se dice nada con certeza sobre si ±™ž±À homb"e est¬ ¿ À¿ en el infiemo. •™ infiemo es, m¬s bien, considerado como una posib¯lid±d real, unida a™ ofrecimiento de conversi6n ¥ de vida.

 ¯

Katholischer Erwachsenen-Katechismus Das Glaubensbekenntnis der š¯rche Editado por la Conferencia Episcopal Ale¹nana

(1985) 423

™. EL PUNTO DE D¹scus¹Ì ¥ LA CUS ‘ CI ‘ Ì

Nosotros, 10s que ½i½imos la fe cristiana, ¥, en la medida en que su canlcter misterico nos 10 permite quisieramos tambien comprenderla, nos encontramos bajo juieio. Bajo ¥ ·¿ en absoluto Á¿Ä encima, en el sentido de que supiesemos de antemano su resultado ¥ pudiesemos, a. par™À de este saber, seguir especulando sobre el mismo. •™ apÌstol, que ·¿ se sabe consciente de ninguna culpa, · ¿ se siente, por ell0, justificado: «œ¯ juez es el SefioD> (1 Co 4, 4). Pero esto ·¿ quiere decir que nos encontremos ante ese juicio descorazonados ¥ sin saber que hacer, sino que tenemos confianza (parrhesia) ¥ esperanza, como el mismo a¡Ì st¿ l nos dice con firmeza, pues nuestro Juez es aquel que -segÍ· nos dice el dogma-lle½a sobre s¯ nuestros pecados. ~Estamos,pues. ciertos de · uestrasa½™ ac¯·Ì ? Ciertamente, ·¿,. pues l,que hombre sabe si ha couespondido en su existencia al infinito amor que Dios quiso di¹rle?iNo tendr¯amos, m.asbien, que afirmar 10 contra,- ,ÌÀ si hemos de ser sinceros ¥ ·¿ caer en el fa®se¯sm¿? l,Hemos dejado, en nuestro intento de responder a la gracia, que Dios actÍe sobre nosotros segÍ· su bene½olencia, \

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10

TRATADO SOBRE

• ™

INFIERNO

¿ mas bien hemos pensado que 10 sab¯am¿s todo mejor que Dios ¥ que hemos actuado a nuestro antojo? ¹ La pregunta acerca de la forma ¥ de la eÇte·s¯·Ì que se nos presenta porque pueda tener la esperanza c®st¯a·a tenemos una actitud respetuosa ante ese estar b±jo juicio. ¥ amenazador Pues el juicio puede ser «¯·mise®c¿rde» (St 2, para aquellos que en su ½ida han sido ¯·mise®c¿rdes (pues el juez es el sal½ador) 13), pero sen¯ mise®c¿rdi¿s¿ para aquellos que han intentado responder en su propia ½ida a la mise® c¿ rdia de Dios: «La mise®c¿rdia t®unfa sobre eljuicio». Ambas posibilidades nos estan patentes, como bien nos 10 dice el procedimiento que Dios ha seguido en el pacto con nosotros: «Mira; hoy pongo ante ti la ½ida con el bien, la muerte con el mal» (Dt 30, 15). «Mira; ¥Ÿ pongo ante ½osotros el camino hacia la ½ida ¥ el cami·¿ hacia la muerte» (Jr 21,8); « •  · el camino de lajusticia esta la ½ida; el camino to¹:tuoso lle½ a a la muerte» (Pr 12, del Nue½o Testamento (Mt 7, 13s.; 2 ¡ 2,15) 28). ‘ tra½es  ½ a discur ® endo esta altemati½a hasta llegar a la ¡®mit¯½a literatura c®stiana (Didache 1, 1; Ba 18-20).):;:1 hombre

1. ·• Filipenses 2, 12-13 dice Pablo: «‘s¯, pues, amados m¯os, vosotros que siempre me habeis obedecido ... esforzaos con temor ¥ temblor en lograr Que es Dios quien, mas alla de vuestra buena d¯S¡¿s¯c¯Ì·, vuestra salvac¯Ì·. realiza en vosotros el querer ¥ el actuar». «Temor ¥ temblor» es una forma de aceptada en el Nuevo Testamento, para designar la hablar veterotestarnenta®a, postura del esclavo ante el sefior. Inmediatamente antes se hab¯a hablado de la f¹gura de esclavo de Cristo, de manera que aqu¯ se trata de una «ut¯l¯–ac¯Ì· parenetica del salmo c®st¯a·¿» (Lohmeyer, ÁÉl. 103). La «obediencia» ¥ el «sometimiento» estan muy motivados por el hecho de que es Dios mismo el que todo 10 hace en nosotros «segÍn su parecer», tanto el querer como el obrar. qu ‘ ¯ se habla de Å· respeto profundo ¥ de ninguna manera de temor, como nos Ì en los vers¯cul¿s siguientes: «Hacedlo todo sin murmurecomienda el apstol sereis hijos de Dios raciones ·¯ discusiones. ‘s¯ sereis limpios e ¯Àe¡r¿chables; sin mancha... » (2,14-15).

1 iQUE PODEMOS ESPERAR?

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tiene que elegir estando b±jo juiC,!9. La cuestiÌ· es si Dios quieredepender de la e™eCClÌÀ'de™ hombre en su plan de sa™vac¯Ì·, ¿ si su libertad, que es absoluta ¥ que sÌ™0 quiere su savac™ ¯·Ì , · ¿ queda supeditada a la libertad humana, creatural ¥, por e110, relativizada. Pod®amos acercarnos mas al tema de otra manera ¥ ve® am¿ s que Anselmo as¯ 10 hace: si a 10s hombres se les puede dividir en justos e injustos, ¯,¡¿d®am¿s, por el1o, dividir tambien 10s atributos divinos de tal manera que en una parte este la mise® c¿ rdia  ¥ en otra la justicia (vindicativa)? ¥ como ambas ·¿ pueden enfrentarse en una noble competencia, como ¿cuÀe en el teatro de Ca1derÌ· , ·¿ podra ocur®r mas que 10 que dice una dogmatica espafiola: «Å· castigo saludable proviene de la pura mise®­ cordia» (se esta pensando en el ¡urgat¿®¿). «Å· castigo vindicativo (poena vindicativa) proviene de la pura justicia, ¥ c¿eSÀ ¡¿ · de, con todo ®g¿r, a la culpa» (aqu¯ se esta refi®e·d¿ al infiemo) 2. Es decir, que al1¯ donde la mise® c¿ rdia de Dios (que aqu¯ se considera finita) ya ·¿ resiste mas, sÌ™0 queda la «pura justicia». Pero como a 10s at®but¿s divinos ·¿ les c¿ÀeS¡¿·de una ta™ ¯ mitac¯Ì · , surge la controversia de si, estando b±jo juicio, podemos esperar por todos 10s hombres. ¥¿ me he atrevido a afirmar esto ¥, por eso, se me ha l1amado al orden por parte del redactor de la revista «Der Fels» (G. Hermes) 3; en la revista «Theologisches» han

2. GERHARD HERMES, «1st die Holle leer?», en Der Fels ai'¯o 15, Sept. 1984, 250-256; Idem, «Hoffnung auf das Heil aller?» •À «H.u. v. Balthasar nichts neues», en Der Fels, Nov. 1984,316-320. Citamos las columnas de las paginas con a. b, c. 3. SG‘ ËES, De novissimis, en S±cr±e Theologi± e Summ± , ™ V (Mad® d 1953) 930.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

participado en esta disputa —e®bert Schauf ¥ Johannes Bokmann 4; e1 objetivo de estos dos Íltimos 10 tendremos ca¡¯ tu10. ¥ ¿ ya haen cuenta sobre todo en e1 pen¯iltimo b¯a dado a conocer mi ¿Á¯ niÌ· en Rorna, en una conferencia de prensa, en 1a que me agobiaron preguntandome sobre e1 infiemo, 10 que condujo a graves distorsiones de1 tema en 10s ¡ e®dicÌ ¿s (<
iQUE PODEMOS ESPERAR?

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Bokmann tlene ra–Ì· cuando dice: «5¯ tuvleramos la ceitezadealcan:zar Sln mas el fin Í ltimo, deja®a de haber "iln motlvo muy esencial para la c¿nvers¯Ì· ¥ para la inc'Ìhd¯'c¯¿naldec¯s¯Ìn cristiana» 6. Pero ¥Ÿ jamas he habladO de certeza, slno de esperanza. Una certeza la tlenen mas bien esos tres, ¥ G. Henes À 10 expresa esto con una fuerza insuperable: «Una esperanza de este tipo À¿ existe, porque À¿ se puede esperar contra Å· s±ber cierto ¥ la clara voluntad de Dios» (318b). Es imposible que «nosotros podamos esperar algo de 10 que con toda certe–± s±bemos que ·¿ sucedera» (/bid.). ¡¿Ä ello, as¯ reza la frase final del art¯culo: «¿ hay esperanza de que todos se salven» (320a). 5¯ ¥Ÿ habl0 «·¿ menos de cinco veces» de la posibilidad real, ante la que cada ÅÀ ¿ se encuentra, de perder la sa™vac¯ÌÀ, se me responde que À¿ trato el asunto «con seriedad, haclendo muecas amargas, Slno diclendo la verdad. ¥ ¿À se dice toda la verdad sobre el infiemo hablando sÌ™0 de su posibilid±d ... ¥ ¿À de su re±­ lid±d». ¥ ahora vlene la primera paradoja: «Concedaseme esto: Sl es real ¥ serlamente posible -incluso teniendo en cuenta todos 10s contraargumentos- que 10s hombres se condenan, entonces ·¿ hay ninguna razÌÀ plausible , para declr que 10s hombres re±lmente À ¿ se condenan» (320a). ¿ entlendo nada: Sl Dios le presenta a Israel10s «dos caminos», ise sigue acaso necesariamente de ello que Israel ha 'escogido el camino de la perdic¯Ì·? ¥ en la ¡reseÀtac¯ÌÀ de 10s dos caminos ha habido mucha serledad, Pero G. Hermes s±be que la posibilidad es realidad; ¥ À¿ es, como diremos en seguida, con mucho el unlco que 10 sabe. ¯CÌm¿? Lo veremos a c¿·t¯·uac¯ÌÀ. 6. Theologisches, .™ c. 6394 b.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

Pero antes algo muy lamentable. ™‘ · ¿ compartir ese s±ber seguro -¥ · ¿ 10 hace as¯ R. Schnackenburg cuando el, Á ¿ Ä ejempl0, dice de Judas que «no esta claro que se haya condenado para siempre»_7 se me coloca entre 10s «cat¯™ Ì c¿s vulgares» (256a), que encubren el mas alla con «nieblas rosadas» e «imaginaciones» (252a) con su «opti(625b), que participan ¯ eSÀ ¡¿ nsable ¥ mismo sav™ ¯fic¿» terriblemente en la ¿ perac¯·Ì de desm¿t¯vac¯n,Ì recurriendo al parloteo insustancial ¥ desc¿0™ ®d¿ del actual «estilo eclesiastico» (253a), que hacen «te¿l0g¯a modernista» (250b) ¥ que aconsejan una «desmedida confianza en la mise®c¿rdia de Dios» (253a). Esta bien. Si se me rebaja por parte del ala izquierda a puro conservador sin remedio, Á ¿ Ä parte de la derecha me encuentro sobre un m¿· tnÌ de basura. Pero, volvamos a nuestro tema. ¿ se puede esperar Á ¿ Ä todos 10s hombres. Quizas s¯ Á ¿ Ä algunos, ¥ si esto es as¯, ¡™ ¿ Ä cuales? ¥ ahora viene la segunda paradoja de G. Hermes: «S¯ que podemos esperar ¥ rezar por cada uno (j) de 10s hombres para que alcance la savac ™ ¯·Ì , porque (?) · ¿ sabemos cmÌ ¿ 10 juzgara Dios. Pero · ¿ podemos esperar que todos 10s hombres entren en el ciel0, porque eso esta excluido expresamente Á ¿ Ä la reveac™ ¯·Ì » (318b). Pero dejemos a un lado esta afmnac¯·Ì ¡ aradjÌ ¯ca ¥ observemos la c¿· clus¯nÌ de la frase, que nos descubre finalmente, de dnde Ì le viene a el ese «saber cierto». Naturalmente, de 10s textos neotestamenta® ¿ s, donde se habla ¥ con bastante ¡ r¿fus¯·Ì de la gehenna de fuego (Mt 5, 22.29s.; 10,28; 23, 33), de las «tinieblas eÇte®¿ res» (Mt 8, 12; 22, l1ss.; 25, 30), del castigo etemo (Mt 25, 46), del fuego inextinguible (Mc 9, 42), ¥ 7. LThK2, V,™

662.

i,QÅ­

PODEMOS ESPERAR?

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del estanque de fuego, en el Apocalipsis (21, 8). ¿ s0™Ì hay amenazas por parte de Jesus -por ejempl0, contra la ciudades impenitentes (Mt 11, 20ss.), contra 10s que pecan contra el Espfutu Santo (Mt 12,31), contra el siervo inmise®c¿rde, 10s malos vifiadores ¥ contra el siervo perezoso (Mt 18, 21ss.; 21, 33ss.; 25, 30)-, sino, por 10 que parece, una realistica desc®¡c¯Ì· de 10 que pasara en el juicio final, donde el juez con gestos rniguelangelianos (en la capilla sixtina) arroja de s¯ a 10s malvados: «Apartaos de m¯ , al fuego etemo... a la pena etema» (Mt 25, 41.46). Es a1go definitivo: «¿ os conozco» (œ¹ 7,23; 25,12). ¯ ¿ es esto suficiente para conseguir ese «seguro sabeD> ? Ahora bien, tambien hay en el Nuevo Testamento una se® e de expresiones -sobre las que trataremos mas tarde ¥ que parecen tener a la vista una rede· c¯Ì · universal. Con toda la cla®dad deseable se dice que la voluntad sal½¯fica de Dios se di®ge a todos 10s hombres, por 10 que la Iglesia debe orar por todos 10s hombres, sobretodo, sabiendo que C® st¿ se ha entregado como rescate por todos (1 Tm 2, 1-6); que el Jesus joanico, que «tiene poder sobre toda came» (17, 1), levantado en la cruz, «atraeni a todos hacia s¯» (12, 32); que la gracia de C®st¿ sobrepasa a toda la culpa de Adan (Rm 5, 12-21); que «Dios nos enceÀÌ a todos en la desobediencia para tener de todos rnise®c¿rdia» (Rm 11, 32), etc. Volveremos sobre estos pasajes. Por de pronto, dos cosas. ³¿ he puesto de manifiesto . (como todo lector puede apreciar) que las palabras amenazadoras fueron pronunciadas ¡®·c¯¡a™me·te por el Jeslis prepascual, rnientras que las Ån¯ versalisticas (sobre l todo en Pabl0 ¥ Juan) 10 fueron teniendo presente la rede·c¯Ì· rea1izada en la cruz. (Que hay expresiones ame-

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

nazadoras postpascuales, por ejempl0 en 2 Ts 1, 6s.; Hch 4, 5ss.; 1Ÿ, 26ss, etc. · ¿ es de extrafiar: siempre hay dos caminos ante el hombre). Estamos, pues, ante dos se®es de expresiones, que nosotros, estando b±jo juicio, À¯ podemos À¯ debemos tratar de sintetizar. Se me echa en cara, por ello, que hable de una «reve™ac¯Ì· continuada incluso dentro del Nuevo Testamento» (317b), encontrando esta «aÁoyatura» inutil e inexacta por el puro hecho de que las palabras del Jesus prepascual se han reflejado postpascual, teniendo, Áor ello, la tambien en el ¡e®¿d¿ misma dignidad inspirada que las expresiones paulinas ¿ joanicas. Negar estas Ultimas, · ¿ se me ha ocur®do ni sino de la sofiando. Pero ·¿ se trata aqu¯ de ¯·S¡¯rac¯Ì·, simple ¯Àtu¯c¯ÌÀ de que el Jesus prepascual vive de cara a una «hora», en la que el fracaso teÀe·a™ se transforma en sobre el mundo» ÷ 16,33); una «hora» la total «v¯ct¿®a en la que el Padre sÌ™0 a traves de la ¡as¯ÌÀ ¥ resuÀecc¯ÌÀ del Hijo ha acabado de decir tod± su palabra, la cual sÌ™0 entonces pudo ser comprendida por 10s disc¯¡ u0S™ ¥ en su seguimiento por toda la Iglesia creyente. Por esto, a las palabras ¥ acciones del Jesus prepascual À¿ les quitamos valor alguno, sino que las colocamos en su lugar adecuado dentro de la totalidad ¥ unidad de la palabra de Dios. ¥ esto nos lleva a la segunda cuest¯Ì·. ¥¿ he hablado de que hay que dejar abierto el hiato entre las dos se®es de expresiones. •™ hombre. que esta b±jo juicio, À¿ puede hacer de ellas una s¯·tes¯s, sobre todo si se trata de una s¯·tes¯s que subsume una se®e en la otra, desva™0®–a·d¿ practicamente las universal¯sticas, por el puro hecho de que se cree tener ÅÀ «saber seguro» de la potencialidad de Si se actua as¯, es cuando aparecen las hor®­ las ¡ ® meras. bles especulaciones te¿lÌg¯cas, de las que G. Hermes nos

38

TRATADO SOBRE •™

INFIERNO

del de Florencia (1439-1445, DS 1306). Todas estas fr­Ì mulas · ¿ son otra cosa que formuIaciones abreviadas de la ¡an¯b¿la sobre eI juicio de œ¹ 25, con la se¡arac¯Ì· de ovejas ¥ carneros, siendo las ¡ ® meras recibidas en el reino de 10s cielos ¥ Ios otros enviados al fuego etemo. Ninguna c¿·fes¯Ì· c®st¯ana de fe puede tener otro lugar que el de teniendo, por tanto, que conestar bajo juicio de C®st¿, frontar a 10s creyentes con «arnbos carninos», 10s dos posibIes resuItados de su destino. La liturgia, · ¿ s0™Ì la de 10s ¡ ® mer¿s siglos, sino la de todo el c®st¯anism¿, s0™Ì puede, desde este su Iugar bajo juicio, que repetir Ia ¿ rac¯·Ì supIicante para ser salvado de la c¿·denac¯Ì· ¥ ser llevado al ciel0 por la gracia de Dios. ¥ es aqu¯ donde importa tener en c¿ns¯derac¯Ì· que la paIabra «infemum» pudo designar durante mucho tiempo el «mundo ¯nfe®¿r», eI «reino de 10s muertos» (sheoI) con su ¡ erd¯c¯·Ì , aunque tambien el «infiemo» c®st¯a·¿ en sentido est®cto. Los textos litfugicos se di®­ gen sin eÇce¡c¯·Ì a Dios con la ¡et¯c¯Ì· de ser trasIadaa la sa™vac¯Ì· ¥ a la dos desde el mundo de la ¡erd¯c¯Ì· bienaventuranza, tanto cuando 10 piden por Ios vivos como por 10s muertos. Piden «ab aetema damnatione e®­ Á¯» (Gelasianum 111 ¯ 7, 1247); «libera (animarn) de Iocis poenarum» (/bid. 91, 1621), «ut temporaIiter potius maceremur, quam suppIiciis deputemur aetemis» (Greg¿®a·um 71, 1), «ut, quod denuntiatum est ¯· u™te®¿rem, transeat ¯· salutem» (vet. GeIasianum) 43, 440=, «quod perpetuae mortis e®¡u¯st¯ casibus» (Oelasianum ™ 57), «(Deus) qui utrumque sexum de ¯·te®tu perpetuae mortis redernisti» (Oe. ad Cagin 1850), «qui nerninem vis perire» (Oe1. 141, 413), «animas farnulorum tuorum ab aestuantis ignis ard¿® bus eruas» (Mozarabicus Liber ordi-

lQuE PODEMOS ESPERAR?

39

num 427), etc. 17 lCmÌ ¿ ¡ ¿ d®a orar 1a Ig1esia de ¿™Ä¿ modo, estando bajo juicio? ec1esial a las Si pasamos de esta fe ¥ de esta ¿ rac¯Ì · especulaciones te¿lÌg¯cas, se nos m¿straÀ¹ una s¯ tuac¯Ì · mas bien caÌt¯ca, pero de ninguna manera (como dice G. Hermes, 251 a) una que «ha sido mantenida sin titubeos a traves de 10s siglos». Seg¹in desde 10s Padres ¥ teÌ™0g0S œ ¹ 25, que sigue siendo el texto directivo, hay una clara afirmac¯Ì · de la realidad de1 infiemo 18; empezando por de san Policarpo (en el afio 156), desde lustiel mart¯®¿ ·¿ ¥ TertuIiano (que como es sabido «se reira cuando vea "se asan" todos 10s reyes endiosadesde el cie10 cmÌ ¿ dos, todos 10s poderes perseguidores de c®st¯a·¿s, todos 10s sabios ¥ f¯™Ìs¿f¿s con sus disc¯¡ul¿s», De spect. 30), hasta san Agust¯n ¥ sus sucesores. (•™ sadismo del ‘f®­ cano ·¿ 10 ¯ mitÌ ni su disc¯¡ UŸ™ Ci¡® a·¿ · ¯ ning¹in ¿ ¹ Ä ¿ ). ™• interes se ¿®e·ta, en ¡® mer 1ugar, a la configurac¯Ì· de 10s castigos etemos, manteniendose en Ias imagenes deI fuego, deI gusano que ·¿ muere, de 1as «tinieb1as eÇte®¿ res», en una palabra, en 10s s¯mbo10s emp1eados en el Evangelio. Lo admirable es que hay que esperar a Ios dos mas importantes predicadores del infiemo, C®sÌst¿­ mo ¥ gust ‘ ¯· , antes de que aparezca en 1a conciencia cristiana la esencia propia de la «poena damni», la perdida de la g10®a ¥ de la v¯s¯·Ì de Dios. «¥¿ s6> -dice el :primero- que «muchos tiemblan con sÌ™0 ¿¯Ä hablar de la es mas Gehenna, pero para m¯ 1a perdida de 1a g10®a precisa ¥ otros textos en: ALBERT BLAISE ¥ DOM DUMAS OSB, Le voc±bulaire l±¹ ¯ · des principaux themes lirurgiques ,(Brepols, s.a. [1966] §§ 314-319). Los textos oficiales aducidos bas¹an; ·¿ hace ~ta ampliarlos mas (¿· concilios provinciales modemos (Bordeaux 1956) ni con \hquemas conciliares rechazados como hace —e®bert Schauf a.c. 6253, 6256). i, ¹ 18. Textos en Rouet de Joumel, Enchir. Pat®sticum (1911), Index 869-870. 17.

» ¤ IŸ •

rgume ‘ ·taci·Ì

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TRATADO SOBRE

• ™

INFIERNO

teÀible

que 10s tonentos À del infiemo. Miles de infiemos ·¿ se®a· nada en c¿m¡arac¯Ì· con la perdida de esta g10®a que nos tendra que hacer felices Á ¿ Ä toda la etemidad: ¯ Que mart¯®¿ ser uno de 10s que C®st¿ se aparta ¥ oye de su boca: ¿ os conozco; sentirse acusado de ·¿ haberle dado de comer cuando estaba hamb®e·to» 19. ¥ ·¿ de otra manera procede san Agust¯n: «Quien en alguna medida haya comenzado a saborear la dulzura de la sabidUa‰ ¥ de la verdad, comprendera que clase de castigo es el verse apartado del rostro de Dios». Los demas que tengan miedo al fuego 20. Pero ¯·t¯mame·te relacionada con esta hay otra pregunta, que ha preocupado mucho a 10s Padres: (,Es el confuego del que habla Jesus un fuego «es¡¯®tua™», sistente en 10s remordimientos de la conciencia del alma pecadora, que sabe haber sido auojada definitivamente del orden de Dios? Ya Minutius Felix hab¯a hablado de el ¡ ® mer¿ que un «sapiens ignis» 21, pero fue O®genes am¡™¯Ì claramente este pensamiento. «Caminad a la luz de vuestro fuego ¥ con la llama que vosotros mismos habeis encendido» (ls 50, 11). Estas palabras parecen decir que todo pecador ha encendido las llamas de su propio fuego etemo ¥ que ·¿ ha sido aÀojado a un fuego antes que e1. Alimenencendido por otro ¥ que ya exist¯a ¹¿ ¥ mate®a de este fuego son nuestros pecados, que el a¡stÌ ¿l Pabl0 llama «madera, paja ¥ heno» (l Co 3, 12). s‘ ¯ como una a¹ime·tac¯·Ì preca®a produce fiebre en un cuerpo, «as¯ se enciende en el alma, que ha amontonado

19. ln M± ttt. hom. 23, 7-8. 20. En. in S±l. 49, 7 (¡™ 36, 569). 2 ™. Oct±½ius 35, 3 (Edic¯Ì· latina ¥ aIemana de .’

Yš ZLER, Š

Kose11965) 192.

r l.Qu­

PODEMOS ESPERAR?

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sobre s¯ enoÀnes cantidades de malas acciones ¥ peca<1os, en un momento determinado, todo este m¿· tÌ· ¥ comienza a arder para castigo del alma. Si el eS¡¯®tu ha de tener ante sus ojos por el poder de Dios la h¯ sto® a de rodos 10s vergonzosos delitos cometidos por el en su increencia, la conciencia sera atravesada por sus propios punzones: ella misma sera su acusadora ¥ su testigo. ‘s¯ ,como la violenta se¡arac¯Ì· de nuestros miembros ¥ el anquilosamiento de nuestras articulaciones causan treel alma -que mendos dolores a nuestro cuerpo, as¯ suf®ra se encuentra fuera de la aÀn¿·¯a ¥ del orden, que Dios hab¯ a creado para el1a- el dolor ¥ 10s castigos por sus faltas ¥ desmesuras» 22. Este pensarniento tuvo muchas repercusiones ¥ fue ampliamente imitado. ‘s¯, sobre todo, por san son las tinieblas eÇte®¿res? "Hay acaso Ambrosio: «¹Que alli una carcel, subteaaneos en 10s que el culpable tenga que ser enceaado?  ¿ , sino que aquellos que se obstinan en mantenerse fuera del orden ¥ de las promesas de Dios son 10s que estan en esas tinieblas eÇte®¿res.  ¿ hay, de dientes ·¯ ningun pues, en realidad ningun chir®ar ·¿ hay fuego, que sea alimentado por llamas mate®a™es; con ningun gusano real» 23. Ahora sigue la c¿m¡arac¯Ì· las comidas indigestas, que hacen que el cuerpo tenga a 10s pecados del alma, «hace que fiebre, ¥ su a¡™¯cac¯Ì· 10s siempre nuevos pecados junto con 10s antiguos se consuman ¥, quemados en su propio fuego, sean devorados por su propio gusano» 24. San JerÌ nim¿ habla sÌ™0 de un fuego espi®tual, ya que el alma espi®tual ·¿ puede ser

22. Peri Archon  , 10,4-5 (un poco reducido). 23. Expos. Evang. sec. Lucam ½  ,À 204. 24. À™ Epist. ad Ephes. ,™  5, 6 (pL 26, 522).

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25 . Por esto se explica que afectada por ÅÀ fuego mate®a1 À ¿ se pueda decir que Dios «ha creado el infierno» 26, Nadie mas que el hombre puede ser el culpable de su existencia. Pero tambien se aprecia que la idea de una aut¿acusac¯ÌÀ del hombre --que para G. Hermes es algo c¿Àtrad¯ct¿®¿ (<<¹ Quien se acusara a s¯ mismo, si el mis-

25. Por ej. en el discurso 30 de la f¹esta de Pascua (¡Ÿ 46, 680). 26. «Es seguro que Dios, omnisciente, ¿À ha creado un inf¹emo as¯, si ¿À hubiera de estar lleno». .Ÿ Hermes 252 a. Por el contrario, .œ SCHMAUS: «™• inf¹emo ha sido creado por la creatura, ¿À por Dios. Todo condenado crea el inf¹emo que le c¿eSÀ ¡¿ de». À KD IV/2 449. Vald®a la pena ¿ ¯ “ aqu¯ un poco de 10 que dice MARTELET, S.1.: «Si Dios es amor, como nos ensefia el Nuevo Testamento, el infiemo debe®a ser algo imposible. Por 10 menos constituye una gran anomal¯a. Ser c®st¯a¿À ¿À signif¹ ­ ca en modo alguno creer mas en el inf¹emo que en C®st¿. Ser c®st¯an¿ es, Á ® ­ mero que nada, creer en C®st¿, ¥ , si se pregunta, esperar que sera imposible que haya Å À infiemo para los hombres, porque el amor, con el que somos amados, sera, al f¹nal, el ½ ¯ ct¿® ¿ s¿. ¥ , con todo, este amor ¿À ha elirninado nuestra libertad, pues Å À amor regalado siempre tendra que ser tambien Å À amor aceptado. ¯ C®st¿, ¯À el S• ¡¯ ® tu ¯À el Padre, nadie podra nada contra la libertad, que se c¯eaÀ de tal manera en s¯ rnisma que cuanto mas se manif¹esta el amor regalado tanto mas se hace su rechazo algo absoluto. Pero Å À rechazo as¯, como ¯ fÀ ¹· ¯ ¹ o, que es algo absurdo, ¿À puede ser la Í t™ ¯ma palabra sobre las "͹ timas cosas". Nunca nos habla el Evangelio de Å À rechazo tal como de una posibilidad plausible, con la 1esÍs se pudiese quedar satisfecho. Pues el inf¹emo es el absurdo rnismo. ¿ es la parte de Å À todo, en el que tuviese su sitio apropiado, sino que es Å À verdadero escandalo, imposible de confesarlo. Es una acc¯ÀÌ violenta, que la libertad se puede at®bu¯r a s¯ misma, pero que ¿À puede ser querida por Dios ¥ jamas 10 sera. Pero este absurdo existe, por 10 menos, en Å À caso: para aquel que nos esconde a 1esÍs mostrandonoslo como el mentiroso absoluto ¥ el absoluto destructor del hombre (1À 8, 44). Prescindiendo de este caso, el inf¹emo, esa cosa absurda e impensable, mantiene en el Evangelio el caracter de algo posible. Pero esto hay que comprenderlo bien: s¯ que se habla de Å À rechaŸ– del amor, pero nunca de Å · Dios que negase ese amor. Nunca habra seres ¿À queridos por Dios, pues Dios es el amor por antonomasia. Si ¿ cu¯À ese esto, Dios rnismo se debe®a sentir culpable -¥ aunque s¿™Ì hubiera Å À solo caso- de ¿À haber amado verdaderamente. Por esto hab®a que leer ¥ releer el Nuevo Testamento a la luz del amor divi¿À , aunque es cierto que en el se habla del fuego, del gusano ¥ de la segunda muerte, que excluyen del reino. Cristo ¿À conoce a los malvados, los aleja de s¯.

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mo es mal0?») 27_ es 10 mas claro a™¯ donde el desamor arraigado del hombre se encuentra con el amor absoluto de Dios. i,Por que eso de «todos 10 veran, incluso quienes 10 traspasaron?» (‘Á 1,7). Dejemos por ahora la pat®sti­ ca. Cuando el sefior Hermes desprecia el testimonio que ¥Ÿ aduzco de Karl Rahner 28, muy bien le pod®a ser mate® a de refleǯ̷ el de C. S. Lewis, que el, por cierto, cita 29 casualmente, ¥ que es el tema ¡®·c¯¡a™ de su obra

Pero el infiemo, como rechazo del amor d¯v¯· o, s¿™Ì existe unilateralmente, de 1a parte de1 que se 10 crea para sf rnismo. Pero es, con todo, imposib1e, que Dios rnismo ac¹Í e 10 mas mfnimo en este caos, sobre todo para vo1ver a restaurar 1a gl¿® a de su amor rechazado por medio de 1a v¯c¹¿ ® a de su justicia, como desgraciadamente tantas veces se afirma. Si hay en Dios una especie de reacc¯·Ì contra e1 infiemo -¯,¥ cmÌ ¿ · ¿ iba a haber1a?-, sera una reacc¯·Ì do1orosa · ¿ de sa¯™ sfacc¯·Ì : Dios encontra®a grabada en su rnisma came una se¯ial de fuego: se descubre que ha de ser en forma de cruz. Nuestro dolor ante el infiemo se®a Í · ¯ came·¹ e un eco de su ¡ ¿“ Á ¯ ¿ dolor. ™• sentido de los textos neotes '¯Œ d 10 que os va a suceder", sino, mas bien, este otro: 'fdŒ 10 que en ni·gÍ· caso os va a suceder". Si C®st¿ habla en el Evangelio de una posible perd¯c¯·Ì del hompara que esto bre, porque este rechaza el amor, · ¿ 10 hara con toda segu®dad ¡ od®a C®sto soportar suceda, sino precisamente para que · ¿ suceda. ¯ ,CmÌ ¿ esta perdida, el que se ha sometido a la muerte ¥ al pecado? Pero · ¯ siquiera pod®a estar de acuerdo con ello, el que 10 ha hecho todo para evitar10. Pero si e1 amor de Dios fuese rechazado de manera absoluta, este rechazo significa®a un esfuerzo sin sentido de construir Å · mundo en contr±, que se®a 10 opuesto a 1a vida, una especie de des-creac¯·Ì (de-cre±tion) radica1 de sI rnismo». L'au-de1a retrouve, Ch®sto10gie des fins demieres (Desc1ee 1974) 181191 (texto abreviado). Cfr. tambien e1 gran art¯cu10 de GASTON FESSARD, esc®¹¿ con mucha ¡ recauc¯·Ì , «Enfer eteme1 ¿ Å salut universe1?», en «Le Mythe de la Peine», Colloque Castelli (Aubier, Pa®s 1967) 223-255, donde, a1 fina1 (254), se dice: «11 ne m'est pas interdit cependant de supposer, ne ffit-ce que soi comcomme un exercice de reflexion, qu'a 1a fin des temps mon esÁerance blee et que tous 1es hommes soint effectivament sauves». Sobre 1a med¯¹ ac¯·Ì ignaciana sobre e1 infiemo, /bid., 238. 27. 318 c.

28. /bid. 29. /bid. 318 b. «la teo10gfa s10Ì puede hab1ar 1egftimamente del infiemo si tiene c1aro que Dios · ¿ 10 quiere, sino que quiere 1a felicidad de1 hombre». W. RECK, š Die Zukunftdes Gekommenen (Miinchen 1961) 147.

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maestra, «La gran dec¯s¯Ìn», ¿ el testimonio del cardenal Ratzinger: «C®st¿ ·¿ reparte ¡erdic¯Ì·, •¹ mismo es La condena ·¿ es obra suya, sino que pura sa™vac¯Ìn. consiste en que el hombre se ha separado de ¹• ; surge de nuestro permanente eg¿¯sm¿. La palabra de C®st¿, como anuncio de sa™vac¯Ì·, nos hara ver que es el condenado separandose de la mismo el que pone sus propios l¯mites, savac ™ ¯·Ì » 30. Bemanos, en la famosa escena del cura infiemo, rural con la condesa, hace decir a aquel: «™• muy Sra. rn¯a, es el desamor». Luise Rinser dice en una de sus novelas: «³¿ tengo una imagen de1 infiemo muy concreta: Å · ¿ se encuentra sentado abandonado de Dios, ¥ siente que ya ·¿ puede seguir amando mas, nunca mas, ¥ que nunca se encontrara con ningun hombre, jamas, por toda 1a etemidad» 31. ³ C. S. Lewis dice: «La ceua– Ì· en s¯ mismo de cua1quier creatura en 1a mazmoua de su propio c¿ra–Ìn, eso es, en definitiva, e1 infiemo» 32. ³ de forma admirab1e nos hab1a Dostojewski en su parabo1a «1a cebollita» (en 10s hermanos Karamassof): 1a vieja mujeruca es sacada de1 estanque de1 infiemo por e1 ange1, junto con su cebollita -que ella hab¯a rega1ado en cierta ¿cas¯Ì· a Å· pobre, su tinica buena obra en toda su vida-; 10s otros pecadores que 10 advierten, se pegan a ella «para que tambien a ellos se 1es saque de a™ ¯ con ella. Pero la mujeruca hab¯a sido ma1a, muy ma1a, ¥ 10s apartÌ de s¯ con una patada, chillando: "SÌ10 a rn¯ me pueden sacar de aqu¯ ¥ ·¿ a vosotros; es mi cebollita que ·¿ 1a 30. Esch±tologie (Pustet 1977) 169. 31. T±gebuch eines L±ndpf±rrers (M¯inchen 1949) 171.- Mitte des Lebens (Frankfurt 1959) 140. Ambas citas en Ÿ. Betz, Die Esch±tologie in der Glaubensunterweisung (Echter, WËrzburg 1965) 230. 32. Die grofie Scheidung, 74.

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vuestra". Apenas habia dicho esto, cuando la plantita se rasgÌ en dos ¥ dejÌ caer de nuevo a la vieja en el rnar de fuego ¥ a11i sigue quemandose hasta el d¯a de hoy» 33.  ¥ en las desc®¡ c¯¿ · es de Starez Sossima: «Sobre el infier  Ÿ ¥ el fuego infemal»: «Tambien en el infiemo estan 10s que siguen siendo orgu11osos ¥ crueles, independientemente de su dudoso saber ¥ de la iueplicable verdad que esta ante e11os. Para estos el infiemo es ya algo volunta®¿ e insaciable; se han hecho e110s mismos m¯¯rtires por propia ¥ libre voluntad. E110s mismos se han condenado, al condenar a Dios ¥ a la vida. Se quedan insatisfechos por toda la etemidad ¥ rechazan el ¡erdÌ·, blasfeman contra Dios que 10s 11ama» 34. Coincide todo esto con la carta del papa Pelagio ™ al rey Chi1debert, en la que se dice: «iniquos autem arb¯t®¿ voluntatis ¡rŸ¡®ae "vasa irae apta ad ¯· te® tum" permanentes», han sido entregados al infiemo (DS 443). Todos estos (facilmente ampliables) testimonios son como un comenta®o a las palabras del Senor: «¥¿ ·¿ he venido parajuzgar al mundo, sino para salvarlo. Quien a m¯ me desprecia ¥ ·¿ recibe mis palabras, tiene ya su propio juez: la palabra que ¥Ÿ he anunciado (¥ que el ·¿ quiere oIr), esta le juzgara en el Í ltimo d¯ a» (Jn 12, 47s.). Naturalmente, este autojuicio del pecador se produce ante el amor etemo ¥ ·¿ sin la voluntad ¥ el consentimiento del juez del mundo, como ya 10 he explicado suficientemente en otro lugar 35 •

33. (Darmstadt 1968) 576. 34. /bid. 530-53 ™. 35. Theodr±n¹atik ¹ ½  (1938) 267ss. ‘qu¯ rnismo, en 264ss., otros testimonios sobre el autojuicio. Cfr. Lc 19,22: «Con tus mismas pa1abras de juzgo, sier½ o ma1vado».

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Pero volvamos, despues de este excurso, a 10s Padres de la Iglesia. Existe entre ellos la idea de que ningun c®st¯a·¿, incluso si ha pecado gravemente, ¯n¯ al infier·¿ . C¯¡®a·¿ 10 insinua 36, Hila® o tambien 37, Ambrosio se expresa en esta ¿cas¯Ì· muy formalmente, 38 ¥ Jer­Ì nimo ·¿ menos: «Quien de todo c¿ra–Ì· se entrega a C®sto, ½¯ ve etemamente, aunque haya muerto en su de su fe» 39. Pero esta esperanza ·¿ pecado, por ra–Ì · tiene por que ocupamos mas por ahora. Mucho mas importante es la cuest¯Ì· central acerca de la existencia de un infiemo etemo. Ÿ®ge·es es considerado, como que niega un infiemo etemo, sabemos, como el p®mero por 10 que fue condenado como hereje, mucho tiempo despues de su muerte, por el emperador Justiniano. Pero las cosas ·¿ est::¯n tan claras. Unas veces habla de forma hipotetica en la obra mas significativa para este tema, pensamiento el de 10s griegos: que siendo su ¡®·c¯¡a™ fin de las cosas debe c¿ÀeS¡¿·der a su p®mer inicio. •¹ quiere afrontar el tema «con d¯screc¯Ì·», incluso «con «mas con la ¯·te·c¯Ì· de investitemor ¥ ¡recauc¯Ì·», garl0 ¥ de comentarl0, que de definirl0 de alguna manera ¥ de fijarlo» 40. Es ahora cuando ciertamente siguen devolvera al expresiones nada cuidadas de que C®sto presentandole al lector la prePadre toda la creac¯Ì·, convertir en gunta de si tambien 10s diablos «se podr::¯n 10s eones venideros por razÌ· de su libre voluntad, ¿ de

36. EpisI. 55,20. 37. /À S±l. 57,7. 38. /À S±l. 36, 26; /À S±/118, senno 20. 39. EpisI. 119,7; igualmente, Di±l. ±dv. 40. Peri ‘ÀllOÀ ™, 6, 1-2.

Pe/±gi±nos

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Si su maldad, ya casi ·atural ¥ fija e· ellos, por la larga costumbre que ya tie·e de ella, 10 impedinl. ‘ ti, lector, te compete juzgar sobre esto... » 41 ™• mismo Ÿ®ge·es parece i·cli·ado a dar u·a respuesta afumativa. Dura·­ te toda su vida fue atacado por esta ¿Á¯·¯Ì·, pero el rechaza haber eliminado 10s castigos del infiemo 42. Pero muchos pasajes de sus obras dejan e·trever la esperanza para todos 10s hombres, casi siempre apoyandose en las pa1abras de la Sagrada •sc®tura 43. La  ¿  Á  ¯ ­ ·¯Ì · exacta del maestro ha sido descubierta co· gran agudeza por el cardenal De Lubac 44. Su ¯· vest¯ gac¯Ì · confuma la de —. Crouzels, otro conocido investigador de O®genes: «La ¿Á¯·¯Ì· de que Ÿ®ge·es e·sefiase con su apocatastasis el ¡erdÌ· del diabl0 ¥ de 10s condenados esta tan extendida que nadie se atreve a preguntar 10 que hay detras. Sin embargo, Å· estudio exacto ¥ suficiente de la cuest¯Ì· nos mostra®a que ·¿ esta suficientemente fundada» 45. • · el centro de la med¯tac¯Ì· de Ÿ®ge·es hay dos textos paulinos: 1 Co 3, 12s.: que todos tienen que pasar a traves del fuego temporal (que es Dios mismo: Hch 12,29) ¥ dependiendo de si se ha edificado sobre C®sto ¿ ·¿ , su obra resistira ¿ ·¿, mien41. lbid. 1,6. 42. Cfr. Comm. in loh. 19,3. 43. Cfr. mi seecci ™ ·Ì de O®genes Ge¯st ¹md Feuer (Salzburg 21952) 466492. 44. Tu m' as trompe, Seigneur (ahora en: Recherches sur la Foi, Beauchesne 1979). Tr. alemana: Du h±st mich betrogen, Herr (Johannesverlag, Einsiedeln 1984). Citamos el texto aleman. 45. lbid. 84-85. Otros testigos con la misma idea: PICO ‘™ • Ÿ MIRAN,‘™ Ÿ •  Ÿ Ÿ  5.J. (1774), J. DUPUIS, ¡ . NEMESHEGI, S. LEAUCHLI" «®Ÿ ge·'s Interpretation of Judas Isca®ot», en: ChItrch History 22 (1953) 253-268, as¯ como la insobornable MARGUERITE HARL, «La mort salutaire du Pharaon selon Ÿ ® ge· e», en: Studi e materiali di Storia delle religioni (1967) 260-268.

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TRATADO SOBRE

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tras que ellos mismos «se sa1½anm como quien pasa por  Å  · incendio». ¥ despues, sobre todo, 1 Co 2, 9: que «·¯ al hombre se le ¿ curriÌ pensar 10 que Dios te·¯a preparado para 10s que le aman». Pero si la recompensa de Dios sobrepasa todas las imaginaciones teuenas, ¹·¿ tendnl. que ocurrir 10 mismo con 10s castigos di½inos, cuyo houor nadie en la tieua se puede imaginar, ¥ precisamente ·¿ se 10 pueden imaginar aquellos que ahora «·¿ tienen sentimientos de desasosiego»? 46 Nosotros aun ½i½imos en el teueno de 10s s¯mb¿l0S, seamos eS¡¯®tua­ les ¿ teuenales, «perfectos» ¿ «Á®·c¯¡¯a·tes»; en este teueno nuestra s¯tuac¯Ì· es la misma: el Í ltimo fundamento del miste®¿ nos es a todos infranqueable, ya 10 ½  eamos desde la fe sencilla, ya 10 estudien e in½estiguen 10s entendidos. Ÿ®ge·es se guarda muy mucho de atre½erse a dar una ¿Á¯·¯Ì·. • · ninguno de 10s textos que se refieren a nuestras homil¯as se hace Å· estudio tematico sobre el infiemo etemo ¿ sobre la sa1½ac¯·Ì uni½ersal» 47. Podr¯ amos, finalmente, decir sobre el alejand®no, con Gusta½e Bardy: «™‘ comienzo del Peri Archon nos recuerda las regula fidei, destacando que art¯culos deben ser nece46. [11 Jr hom. 21, 5. 47. De Lubac, l.c. 96-97. Hen® Crouzel, hoy por hoy el mejor conocedor de Ÿ ® ge· es, muestra que la a· trŸ¡¿™ 0g¯ a del aleja·d®·¿ fue esencialmente ±/­ c¿ tÌ mica: Cuerpo-Alma-Pneuma; 10 Í ltimo es el elemento humano que tiende a Dios. Pero -dice Crouzel- «el condenado ·¿ tiene ya ningun pneuma. Ÿ®ge­ nes parece, pues, quitarle por eso toda posibilidad de aÀ epe· t¯ m¯ e· to, 10 que se ® a  Å  · fuerte argumento contra la ¯· terpretac¯Ì · de su ''Apokatastasis'', como una c¿·½ ers¯Ì · de demonios ¥ de hombres condenados a la gracia de Dios. •· Ireneo podemos encontrar la misma idea». Re±llexiko1lf Antike und Christentum, t. V (1970) AÀt. Geist, Á. 521. Ciertas ref1exiones de Cullman, en: /mmor(±l¯M de ['±me ou Ressurrectio1l des Morts? (NeuchiiteI1956) ¡¿ d® am¿ s muy bien traerlas aqu¯ en c¿· s¯ derac¯Ì · , a la ™ Ź de 10 que de Lubac siempre ha dicho sobre e! caracter dinamico de !a ± /c¿ tÌ mica antro¡¿ !¿ g¯ a.

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sariamente guardados ¥ que aspectos pueden ser discutidos. Sobre estos Í ltimos se expresa el, pero sÌ™0 hipotese muestra ticamente, sin querer imponer su ¿Á¯·¯Ì·; dispuesto a renunciar a ellos, si se le pide. Nadie ha demostrado en el tema que nos ocupa una mayor valent¯a, pero nadie tampoco ha recibido la doctrina eclesial con mas simplicidad. Despues de su muerte se le acusÌ de muchos euores, que el, a veces, se hab¯a imaginado, pero sin aceptarlos, ¿ de tales de 10s que ·¿ se encuentra ninguna huella en su obra» 48.  Ÿ ® ge · es fue condenado, porque d¯sc¯¡ul¿s tard¯¿s expandieron sin d¯screc¯·Ì su d¿ct®·a sobre la «reinstaurac¯Ì· de todas las cosas». Otros de 10s mas importantes Padres de la Iglesia ·¿ 10 fueron, a pesar de que defendieron claramente la apoca¹astasis: as¯ Clemente de Alejand®a 49. Greg¿® ¿ de Nisa 50, ¥ D¯ dim¿ el ciego 51, tambien JerÌ·¯m¿, antes de su querella con Rufino 52; otros 10 hicieron mas discretamente, predicandola como

48. Les peres de l'Egl¯se en face des problemes poses par l'enfer; en: (Samme1band), Foi Vi½ante, Ed. de 1a re½ue des jeunes (Paris 1950) 145-239. 49. Para e] todos los castigos del mas a]]a son «mejorables». Strom. ½  ,À 16, 102; Cfr. ½ ¹ , 6, 46. 50. Por ej. ¹Ÿ : c±teh. 26, 7-9; 35, 14, 15. La busqueda exacta de1 cardenal DANIELOU «
Lnfer ˆ

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asequible para 10s c®st¯a·¿ s maduros: Greg¿®¿ 53 54 Naciancen0 ¥ Maximo Confesor . Por otra parte, ·¿ faltaron «predicaciones populares» que «calentaron el infiemo»; el que 10 hizo mas espantoso fue, sin duda, Basilio 55, ¥ , un poco mas suave, C®sÌst¿m¿ 56; ellos sÌ™0 hicieron que popula®zar una doct®na que, desde el comienzo de la h¯st¿®a de la Iglesia, fue comprendida ™Ì tanto por 10s fieles sencillos, como por 10s te0g0S -eomo despues veremos-, como la ¯·terpretac¯Ì· literal del «doble juicio» de Mt 25 ¥ de otras expresiones neosÌ™0

testamenta®as.

Si tenemos esto en cuenta, · ¿ nos sorprenderci ya mas interes que Agust¯n É ½¿ sobre la realidad ·¿ sÌ™0 del infiemo, sino de sus numerosos ocupantes. Con en la h¯st¿®a de la todo, hay aqu¯ un cambio de d¯recc¯Ì·

el

enone À

53. «Hay otro fuego, que ·¿ limpia, sino que castiga etemamente los c®­ menes cometidos. ‘ ·¿ ser que aIguien quisiese haber comprendido esto dltimo de manera mas digna para el hombre ¥ para Dios». Or. 40, 36. «Dios, que nos ha creado cuando eramos nada ¥ que nos has vuelto a crear cuando despues nos disolvimos (en la muerte), nosotros heredaremos ¿ el fuego ¿ a ¤¯, Dios, Creador de la luz; pero si heredamos a Dios, ¯,IŸ heredaran todos? Esto que 10 decida otro» (Poemata de seipso; PL 37, 1010). Cfr. CHARLES BIGG, The christi±n Pl±tonists à ™ Alex±ndri± (Oxford 1886) 293. 54. Cfr. nuestra e§¡¿sic¯Ì· en «š¿sÀ®sche Liturgie» (Johannesverlag •¯·­ siedeln 21961) 356-359. œ¯ ¯·terpretac¯Ì· fue cuestionada por BRIAN .• ³• ™‘ Ÿ S.J. {Apokatastasis and «Honorable Silence», en The Eschatology of Maximus the Confessor, en: M.C., Actes du Symposion sur Maxime le Confes1982) 309-339, pero su forma de argumentar ·¿ seur, Paradosis 29 (F®b¿urg c¿· s¯ gu¯Ì convencerme. Ademas, esta cuidadosa ¯· vest¯ gac¯Ì · de ¡. Oaley aporta otros textos (ÁÁ. 321s.) en favor de À ® postura. NaturaImente, Maximo es (como ya 10 he dicho) a·t¯¿®genista en puntos esenciaIes ¥ en el punto que nos interesa es «very careful». Ciertamente, reparte Oios premio ¥ castigo justamente, pero el «amor a los e·eÀ®g¿s» de Dios queda iguaImente destacado. •™ texto mas fuerte sobre la se¡ arac¯Ì · definitiva es Ambig ¡Ÿ 91, 1392 -‘ .Ÿ 55. À™ S±l38 4, 8 (¡Ÿ 29. 36Os). 56. §• II. ± d Theodorum ™, 10; In M±tt. I1I. Ÿ 43, 4.

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Iglesia, cuando Agust¯n interpreta 10s textos discutidos de una manera tal que nos da a entender que 61 sabe el resultado del juicio divino. ¥ todos 10s que se inclinan ante su aut¿® dad seran sabedores en el mismo sentido que 61: desde Greg¿®¿ el Grande, hasta la ¡®mera ¥ alta Edad Media, Anselmo, Buenaventura, sin exceptuar a santo Tomas, hasta 10s reformadores ¥ jansenistas. Todos ellos completaron su obra, partiendo de este saber, cual base completamente asegurada, desde sus ute™ ®¿ res especulaciones hasta la doble ¡redest¯·ac¯Ì· de Dios. ·• la Ciudad de Dios se dedica todo Å· libro (21) a 10s castigos del infiemo, tapando cuidadosamente cualquier posible agujero que permitiese a 10s «c¿-suf®d¿­ res» negar el hecho de Å· infiemo habitado por hombres ¥ ·¿ sÌ™0 por 10s diablos. Pero su «c¿m¡as¯n»Ì es s0™Ì Å · «mero sentimiento humano», «a 10 mas piensan en su propio provecho, ya que se prometen equivocadamente, por la inmensa mise®c¿rdia de Dios para con el g6nero humano, estar libre de castigos por sus propias malas costumbres» 57. •™ argumento ¡®nc¯¡a™ contra esta «com¡ as¯n» Ì es que si ellos tienen c¿m¡as¯Ì· por hombres teniendo que como ellos, ·¿ podran ponerle l¯mites, extenderlo hasta 10s angeles castigados, «pues ¯,¡¿r qu6 se extiende ese caudal de simpatia sobre todo el g6nero humano, si se seca cuando l1ega a 10s angeles?» 58 Se considera injusto el que «alguien sea condenado a castigos etemos por haber cometido pecados quizas graves, pero a corto plazo». «Pero ¯,habra que retener a 6ste en Á ® s¯·Ì s0™Ì durante el tiempo que durÌ su acc¯ÀÌ para 57. De C½Š DeiXXI, 18. 58. /bid. 17.

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que se haga merecedor de este castigo?» ¹¿ hay acaso cadena perpetua? ¹¿ hay pena de muerte en la t¯eÀa que justamente se aplica? «¹¡¿r que, pues, ·¿ es 10 mismo con el castigo de la segunda muerte?» 59 «Los platÌnic¿s quieren claramente que cada pecado tenga su castigo -impuesto por leyes humanas ¿ divinas-, pero que sirva para el mejoramiento de la vida, produciendose en esta vida... ¿ despues de la muerte». ‘ c¿·t¯·uac¯Ì· sigue una larga diat®ba, que, por la ca¯da de Adan, presenta toda la vida sobre la t¯eaÀ como pecado ¥ plaga, sin excluir «el impresionante dolor de 10s niiios». De esta manera, vuelve la respuesta a la ¿ bjec¯·Ì a ser la misma que la de antes: aqu¯, castigos de por vida, alla, etemos 60. Pero ¹·¿ hay acaso esc®tores que conceden una salvac¯·Ì universal, como la e§¡res¯Ì· paulina: «Dios ha permitido que tOOos seamos rebeldes, para tener mise®c¿rdia de todos?» (Rm 11,32). ¥ ¹acas¿ ·¿ tiene ningun resultado el ruego de 10s santos al juez divino? 61 La respuesta que ·¿ ruegan nos remite, de nuevo, al diablo: «¹¡ ¿ r ellos -totalmente felices como son-, con sus puras oraciones llenas de c¿m¡as¯·Ì , por 10s angeles, para quienes esta preparado el fuego etemo?» 62 ‘ las expresiones Å·¯­ versal¯sticas se les opone sencillamente el hecho que el Seiior condena al fuego etemo... donde seran castigados si Dios en por 10s siglos de 10s siglos 63. Pero, ¹cÌm¿, Timoteo 2, 4 manifiesta su voluntad de que todos 10s hombres se salven ¥ encarga a la Iglesia orar por todos 59. 60. 61. 62. 63.

De CŠ½. Dei §§™, 11. /bid. 13-16. /bid. 18. /bid. 24. /bid. 23. Se cita a œ¹ 25, 41, Á‘

20, 10.

i.QUE PODEMOS ESPERAR?

53

10s hombres? Hagamos una dist¯· c¯·Ì , que a alguien le quitanI el aliento: «Ahora sl que ora la Iglesia por 10s hombres, que le son hostiles, porque aÍ· tienen tiempo de Å· aÀe¡e·t¯mie·t¿ fruct¯fero. Pero si supiese de algunos que toda½la ½i½en, que con total segu®dad estan predestinados con el diabl0 al fuego eterno, ·¿ debe®a rogar ni por ellos ni por el diablo. Pero como ·¿ sabe con segu®dad de ninguno, ruega por todos 10s que de alguna manera le son hostiles ¥ que aÍ· se encuentran en sus cuerpos, aunque sabe que ·¿ por todos sera escuchada». Pero ella, por 10 demas, tampoco ruega por aquellos «que durante su ½ ida han tenido un c¿razÌ· impenitente». La Iglesia ·¿ ora por el diabl0, «¥ la misma ra–Ì· hay para impedirle rogar por 10s increyentes e impios muertos, aunque se trate de hombres» 64. Recibir 10s sacramentos sin cambiar de ½ida intemamente 65, obras de mise®c¿r­ dia ¥ otras buenas obras, ·¿ sir½en de nada si el hombre ·¿ tiene c¿m¡as¯Ì· consigo mismo 66. CÌm¿ sea posible que el administrador injusto sea recibido por 10s santos en 10s «eternos tabernaculos», por cuya c¿·ces¯Ì· 61 ha pedido, «esto es muy dif¯ cil de esclarecer ¥ muy peligroso determinarl0 mas. ¥ ¿ , por 10 menos, ·¿ 10 he podido descubrir mientras discurr¯a sobre ello». Esto es asi, porque «la comodidad humana se mece®a en el sentimiento de la segu® dad», si pensase que «Í·¯came·te se pod®a sal½ar por el m6®t¿ de otros» 67. Pero ipor qu6 · ¿ deben ser las palabras de Dios simplemente amenazas, ya que 61 ¡ r¿fet¯Ì– la incondicional caida de Nini½ e, sin que se 64. 65. 66. 67.

De CŠ½. Dei §§™, 24. /bid. 25. /bid.27. /bid. 27, haciael f¹naI.

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TRATADO SOBRE

• ™

INFIERNO

cumpliera 10 dicho, cuando 10s ninivitas se convirsu ¿ Á ¯ · ¯ ·Ì , verdadera, tieron? «La amenaza es, segÍn 10 que ellos realmente mereclan, porque Dios ¡r¿fet¯–Ì aunque ·¿ quisiera llevarl0 a termino». ™ ¥ ·¿ hay pasajes en la Escritura que nos permiten adivinar una com¡as¯Ìn asl por parte de Dios, aunque «·¿ esten claramente expresados para que muchos se arrepientan por temor a 10s largos e incluso etemos castigos?» 68 Pero Agust¯n ·¿ se deja des¿®e·tar ante tales pasajes b¯blicos, presuntamente <Æ¿c¿ claros», ya que para el son 10s «claros» 10s que le dan absoluta segu®dad, pues la «sentencia del juicio divino · ¿ puede quedar sin contenido ·¯ disminuida» 69. La puerta se ha ceÀad¿ de golpe ¥ ha sido cuidadosa¥ para la teologIa mente asegurada con muchos ceÀ¿j¿s; del futuro va a quedar por mucho tiempo tambien ceÀa­ da. S¿™Ì unos pocos aventureros, que ·¿ hab¯an sabido nada de la ciencia escolastica, se atrevieron a hablar un lenguaje distinto. Los escucharemos. Pero estas voces · ¿ son suficientes. Lo realmente importante es la pregunta de si · ¿ hay ninguna c¿m¡re·s¯Ì· de un infiemo duro que supere la altemativa aqui manifestada, de manera que se pueda decir: «La verdad ·¿ es un simple o-esto-o10-otro: ¿ hay alguien en el infiemo ¿ nadie. Ambas parcial de la verdad total. Por cosas son una e§¡ res¯·Ì eso tiene Ignacio ra–Ì· al hacer ¥ hacemosla hacer una med¯tac¯Ì· sobre el infiemo... La verdad consiste en una suma de verdades parciales ¥ cada una de estas verdades parciales debe ser expresada en su totalidad, debe ser

68. De CŠ½. Dei §§™, 69. /bid. 23.

18.

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i,QUE PODEMOS ESPERAR?

repensada ¥ vivida. ¿ se consigue la verdad manifestando una parte ¥ ocultando otra. ·• cada perspectIva debe ser expresada la totalidad» 70. Esta ¿bservac¯Ì· nos da ¿cas¯Ì· para ceuar el presencon una ¿bservac¯Ì· que afecta a la te¿™0g¯a te ca¡¯tu™0 ¡at®st¯ca. • · todo 10 dicho ·¿ te·¯am¿s en absoluto la ¯·te·c¯Ì· de colocar las d¿ct®· as de ®Ÿ ge·es (Á¿ Ä cierentre s¯) ¥ de gust ‘ ¯· to, ampliamente c¿·trad¯ct¿®as sobre el infiemo en el centro de su pensamiento te¿lÌg¯­ co. Para Ÿ®ge·es esto esta muy claro, despues de 10s analisis de De Lubac; su enorme obra exegetica hizo fructificar enormemente a toda la ¡ ¿ ste®dad hasta la Edad Media (pensemos sÌ™0 en Erasmo). Pero ·¿ se®a menos insensato fijar en este solo punto la inconcebiblemente ®ca ¥ va®ada te¿™0g¯a de ‘gust¯·. Aunque sus innumerables estimulaciones d¿ct®·ales ·¿ se puedan unificar en Å· sistema bien Integrado, estan, con todo, vitalmente, unidas entre s¯ ¥ hacen conjuntamente refereninflamado cia a Å· centro que ·¿ es otro que Å· c¿razÌ· de amor, con el cual en la mano siempre se representa al siempre ha visto as¯ santo. 5¯ esto es verdad -¥ la tradic¯·Ì al gran «padre de occidente»-, entonces · ¿ debemos comprender sus exposiciones escat¿lÌg¯cas, duras en s¯ ¥ en su edad madura aÍ· mas, como 8i con ellas se apartase de su objeti ½¿ rru¯s profundo. Fue una parte de su preocupaciÌ· Á¿Ä las almas el pensar que ten¯a que conformar sus amonestaciones ante la posibilidad de perderse de esta manera tan extremista. ¥ su lucha ·¿ se di®g¯Ì sÌ™0 contra ellaxismo, sino, ¥ , con toda ra–Ì·, tambien contra la

70. ADRIENNE VŸ siedeln 1972) 85-86.

SPEYR, Kreuz und HGlle,

¹ . ™

(Johannes½erlag,

¯• · ­

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esperanza temera®a de 10s grandes Padres de la Iglesia tener ni·gÍ· miedo a antes citados, de que ·¿ se debe®a definitiva, por graves que fueran 10s una c¿·de·ac¯Ì· pecados. Esto hab¯a que censurarl0. SÌ™0 hay que lamentar que este gran hombre, al que el mundo tanto le debe, ·¿ puso 10s l¯mites previstos en el Evangeli0 71 .

71. Sin embargo, citemos, finalmente, a dos maestros franceses de la teo«‘gus™¯À ™ransf¿rmÌ en contraposiciones h¯s™Ì®cas 10 que en Pablo era dialectica. •™ ¹eÌl¿g¿ de la gracia fue vencido por el te¿™ Ì g¿ una c¿·tra¡¿sic¯ÌÀ del pecado original. SÌ™¿ en nuestros d¯as ha conseguido la ¹e¿l¿g¯a ca¹̙¯ca salir de este ca™ ejÌÀ sin salida». Hen® Rondet en Lˆ S¡ r¯ t Saint et Iˆ g™¯ se (Fayard. Pa®s 1969). «Incluso el gran Agustin traspuso, sin quererlo, la omnila gracia potencia divina, comprendida al estilo pagan, a su amor, desc®b¯edÀ ¿ como ÅÀ placer irresistible, en clara Ÿ¡¿s¯c¯Ì· a la sensualidad pecadora. Por que Cristo hubiese muerto por todos los hombres, ell0, en realidad, ·¿ ace¡tÌ incluso por los pecadores, pues en este caso la libertad humana hubiese tenido omnipotente. ¥ como a esta ·¿ se le puede ¿Á¿­ que oponerse a la mise®c¿rd¯a ner nadie, se sigue necesa®amente que la gracia À¿ se le concede a 10s condenaa la salvac¯ÌÀ queda por tanto limitada. en contra de las dos. La ¡ redes¹¯· ac¯Ì · palabras paulinas (1 Tm 2, 4). Pero Dios ·¿ predestina a nadie al infiemo. Los I¯ mites del gran Agust{n se encuentran precisamente a™¯ donde el desequilibra de la salvac¯Ì·, centrandola en Adan ¥ en vez de en C® st¿ . • ™ juicio la h¯st¿®a pecado, con ausencia del Salvador que ha de venir ¥ a procede segun el ¡®mer sabe ‘gust¯· que hay quien el Padre le ha encomendado todo juicio. ¯, CÌm¿ lista de condenados. Dios ·¿ nos condenados? Dios ·¿ nos ha entregado ningÍn ha reveIado nada por el estilo. Es Jesus el unico que clara, fuerte ¥ constantemente nos enseiia que la condena es posible, que hemos de temerla, sobre todo nosotros, sus arnigos, que estamos en pe]igro de negar]o. Pero ‘gust¯· ha condenado a todo el mundo en Adan. ¿ esta mejor enterado sobre e] infiemo que ]0 sabe?» Andre ManaranOrigenes, que ·¿ arroja a nadie en el. Pero, ¯,cÌm¿ che, Le monotl7eisme chretien (Cerf. Paris 1985) 238. l¿g¯a:

IV. TOMAS DE AQUINO

Sobre la doct®na de ‘gust¯· sobre la esperanza, tal ¥ como nos la ha desaÀ ollado en su 1ibrito «De la fe, la esperanza ¥ el amor», se han hecho, ya en la alta Edad Media, casi innumerables recensiones, tanto editadas como ·¿, ¥ todas ellas se ocupan de cuestiones mas ¿ menos importantes: Si fe sin esperanza, ¥ esperanza sin amor son posibles; si esperanza, como Hch 11, 1 parece insinuar, es una actitud envuelta en la fe, ¥ otras por el estil0. Pero en el apartado 80 de la obra citada de gust ‘ ¯· hay una frase que, aunque esta formulada fugazmente, tiene que causar À· profundo espanto a cualquiera que medite sobre ella. La fe -dice el autor- «se refiere a cuestiones propias ¿ ajenas», pero, ademas, se puede referir al bien ¥ al mal, mientras que la esperanza sÌ™0 vale ante el bien, ¥ precisamente al que ha de venir, ¥ s0™Ì ante aquellos bienes que importan al que 10s espera» 72. Pues, i,quien ¡ ¿ d®a esperar Á¿¹ otro, si ¿À puede saber si el esta ¿ ·¿ predestinado? jQue ™imitac¯Ì· tan Con todo, nadie antes houenda de la esperanza c®st¯ana! 72. PL 40,235.

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de Tomas de Aquino, «se ha atrevido a dudar de esta afmnac¯Ì · » 73. Como si ·¿ hubiera existido. Tomas propuso en su Sum± la siguiente pregunta: «¹¡uede alguien esperar la vida etema Á¿Ä otro?, Ź¯™¯­ zando la frase comentada de Agustin como argumento contra su afirmac¯·Ì . Su respuesta es cautelosa, pero rasga, al mismo tiempo, el velo que cub®a siglos ¥ siglos la esperanza c®st¯a·a. Si consideramos la esperanza "absolutamente" (es decir, sin su referencia a otras virtudes), la frase de AgustIn tend®a sentido. Pero si, Á ¿ Ä el contrario, se antepone el amor que une al que espera con 10s otros hombres, ·¿ tiene sentido. ‘ ¹, donde reina el amor, que se refiere de manera inmediata a 10s otros, ¥ 10s valora como a Å·¿ mismo», se puede desear para el ¿™Ä¿ 10 mismo que para sl, ¥ esperar para tll0 mismo que se desea ¥ espera para S1. ¥ como es la misma virtud del amor con 73. «Apres lu¯ (St. Augustin) aucun n'a ose mettre en doute cette proposiJACQUES-GUY BOUGEROL, «La tMologie de ™ˆS¡era·ce au XIIe et XIIIe siecles», t. ,™ Etudes, 287. Etudes Augustiniennes, 3, Rue de ™ † bba¥ e, Pa® s 1985 (el t.   contiene l0s textos). Como el Lombardo rec¿g¯Ì en sus sentencias ( ™, d. 26) el texto de san ‘gust¯·, todos l0s comentadores 10 vieron en seguida. AIgunos se apropian sencillamente de la frase agustiniana, por ejemÁ™ ¿ , ±À ± RIGALDUS, que, sin embargo, ya hab¯ a preparado la s¿luc¯Ì· tomis· ¿ · tantum est ¯· diligendo se, sed etiam ¯· diligendo Deum et prota: «ca®tas ximum, et ita ad a1ienum bonum se extendit; sed extendere se ¯ · a1iquid quasi habendum, hoc est Å™ habeat illud, hoc implicat ¯À se rationem boni ¡rŸ¡®¯» (Bougerol, t. ,  texto 39, ½¹, Á. 567). San Buenaventura contrapone a la expres¯ÌÀ agustiniana otra que hab¯ a sido expuesta con frecuencia por este: «quod de nemine desperandum est, dum est ¯À via», pero la reducc¯Ì À final (<
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la que se ama Å·¿ a s¯ rnismo, a Dios ¥ al ¡ rjÌ ¯m¿, as¯ es tambi6n la rnisma virtud de la esperanza con la que se espera para Å·¿ rnismo ¥ para el otro. La edic¯Ìn Mariet¹¯ (1948) afiade una nota: «Esto es imposible que suceda mediante Å· amor natural ¿ cualquier otra ¯nc™¯nac¯Ìn benevolente». Da gusto ¿¯“ que el «Compendium Theologiae» del Aquinate -posiblemente su Íltima, ¥, por ello, incompleta obra- nos da ideas mas concretas para saber qui6n es ese «otro», a quien el amor, ¥ sigui6ndole, la esperanza, aprecia «como al ¡ ¿“ Á ¯ ¿ ¥ ».Ÿ Tomas presenta el pasaje de la carta a 10s Efesios (5, 1s.): «Sed irnitadores de Dios como sus hijos mas que®d¿s ¥ carninad en el amor», ¥ sigue diciendo: «•™ amor de Dios ·¿ esta lirnitado, sino que se extiende sin lirnitaciones a todos, "61 ama todo 10 que es", como dice Sb 11, 24, ¥ especialmente a 10s hombres, segun Dt 33,3: "•¹ amÌ a 10s pueblos"». Refi®6nd¿se a œ¹ 18, 10, ¥ a la ace¡tac¯nÌ segura por parte de Dios de las peticiones hechas por dos reunidos de comun acuerdo, dice Tomas: «Que 10s ruegos de muchos · ¿ consigan su fin, es imposible» 74. Pasando a la ½  irtud de la esperanza, precisa 61 que «se puede creer que aquello que esperamos podra alcanzarse; esto es 10 que afiade la esperanza al mero deseo. ™• hombre puede desear tambi6n cosas en las que ·¿ cree poder alcanzarlas; pero la esperanza ·¿ puede consistir en esto» 75. Sobre el contenido de nuestra esperanza nos informa la ¡ ® mera ¡ et¯c¯·Ì del Padre Nuestro: se puede ¥ se nos perrnite desear que Dios «sea ensalzado como el grande segun la forma de pensar ¥ el respeto de muchos (ornnium), 61,

74. Comp. Theo.™ 75. /bid. c. 7.

2 Á., c. 5.

60

TRATADO SOBRE • ™

INFIERNO

que en s¯ mismo siempre es grande. ¥, consiguientemente, · ¿ podemos considerarl0 como imposible, ya que precisamente se hizo hombre, para que el hombre reconozca la grandeza de Dios. Pedimos, pues, para que 10 que el ha comenzado llegue a su culmi· ac¯Ì · » 76. Tomas cita a Ci¡®a·¿, quien, al comienzo de su e§¡1icac¯Ì· del Padre Nuestro, insiste diciendo que C®st¿. «el maestro de la unidad, · ¿ quiso que la ¿rac¯Ì· se rezase ¡®½adame·te Á¿Ä cada uno, de manera que uno sÌ™0 rezase por s¯ mismo. ¿ decimos: "mi Padre del ciel0", ¥ mucho menos "dame mi pan de cada d¯a"; nadie pide que le sean perdonados 10s pecados sÌ™0 a el, ni pide ¡®½ adame· te ·¿ caer en la te· tac¯Ì · ¿ ser liberado del ma1. Oramos p¹iblicamente ¥ en comunidad, ·¿ sÌ™0 por uno solo, sino por todo el puebl0, pues como ta1 somos uno» 77. Lo no½ edoso en este pasaje de la Summa consiste en que la uni½ersalidad de la esperanza pro½iene de la del amor (todo 10 contra®o que en ‘ gust¯· , en Lombardo ¥ en sus ¡ ® mer¿s comentadores). La cuestiÌ· que subyace, sin aparecer, es esta: ihasta dÌ· de llega el amor? Pod®a­ mos objetar -si creyesemos en la doble ¡redest¯·ac¯Ì· agustiniana ¥ nos mantu½iesemos f¹rme en mantener la c¿·de·ac¯Ì· segura de un n¹imero determinado de hombres- que el amor debe® a detenerse ante estas barreras.

76. /bid c. 8. 77. De dominic± oratione (CSEL 3, 271). La Iglesia ora as¯ , por ejemplo, al final del Canon IV. Pero tambien santo Tomas en e! oficio de Corpus: «Offertur (sac®ficiurn) ¯· Ecclesia pro vivis et mortuis, Å™ omnibus possit quod est pro salute omnium institutum» (Mandonnet, Opuscula omnia ¹½ [1927] 466. •™ texto se lee tambien en el oficio de las horas). La obra ya citada del cardenal de Lubac Catho!icisme (tr. alemana Glaube aus der L¯ebe, Johannesver!ag, Einsiedeln 21970) puede ser½imos como la ¯·terpretac¯Ì· de estas palabras que abarca toda la tradiciÌ· . Cfr., sobre todo, los textos representativos en el anexo.

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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Pero la •sc®tura À ¿ nos obliga a tomar esta dec¯s¯Ì·. Donde, a 10 mas, podr¯a levantarse una tal barrera se®a a™¯ donde un pecador rechaza definitivamente el amor incondicional de Dios. ¯ ,¿ debe®a extenderse, pues, nuestro amor como la ca®dad de Dios? HansjË rgen Verweyen ¡rese·tÌ en su ensayo «Das Leben als auBerster ¿— ® ¿– nt der Ch®stologie» 78,  Á  ¿  Ä 10 menos, este tema, con la siguiente tesis: «Quien cuente con la posibilidad de que alguno, fuera de uno mismo, se pierda etemamente, ese ·¿ ¡¿dn¯ amar nunca sin reserva». ³ subraya, sobre todo, «los efectos de esta idea en mi vida practica. Me parece que la mas ligera ¯·s¯nuac¯Ì· sobre la existencia de un infiemo para 10s demas, en momentos en que la conviven, cia entre 10s hombres es especialmente diffcil, nos condu, ce a abandonar a 10s demas a su suerte. Si hubiera alguna vez alguien absolutamente incapaz de aprender, ¯,Á¿Ä que ·¿ debe® an aquellos que hacen de mi vida un infiemo, pertenecer a esos?» Pero, ¯ ,·¿ esta®amos obligados, como c®st¯an¿s, «a reconocer 10s valores propios de cada uno ¥ a buscar nuestra propia aleg®a en este reconocimiento de 10s demas?» «Ante la mise®c¿rdia inmensa de Dios, que ·¿ excluye a nadie de su Reino, esta se®a la adm¿nic¯nÌ mas exigente que se puede pensar: la decisi6n por una paciencia que nunca acaba, sino que esta dispuesta a espe, rar Á¿Ä toda la eternidad». Esto es, seg¯in dice con ra–Ìn Verweyen, «tomado en sentido estricto, s610 un juicio de ™¹¹ raz6ll practica», esto es, · ¿ una foÀnulaci6n, que «pudiera acabar en te¿®a», sobre todo, en te¿®as «fuera de toda c¿nfro·tac¯·Ì con la palabra de la cruz» 79.

78. La ½ ¯ da como hor¯zonte nuis extremo de l± CrŠStolog¯a (. de\ ¤ .). 79. Christologische Brennpunkte (Ludgerus. Essen \977) 117-\33.

62

TRATADO SOBRE EL INFIERNO

Karl Rahner ha insistido tenazmente en la imposibilidad de traducir la exigencia pnictica en una te¿®a sobre el resultado del juicio de Dios para todos 10s hombres. •¹ ha indicado -como despues veremos- que «nosotros debemos dejar estar, como "misterio de iniquidad", la posibilidad de Å· "¿" radical, subjetivo ¥ definitivo a Dios» 80. Pero afiade tres anotaciones. La primera, que la doctrina cristiana ·¿ dice «nada sobre cÌm¿ ¥ en que medida esa posibilidad concreta del individuo se hace realidad en la humanidad como tal». La segunda: se puede decir (¥ otros 10 dicen con e1), de cara a la e¯™ mi·ac¯·Ì del equilibro de Rm 5, que «la accesibilidad» a dos posibles salidas de mi vida ·¿ significa «necesariamente en el cristianismo la doctrina de dos resultados de igual rango, disponibles para Å· hombre en la encrucijada, sino que esta accesibilidad aparece junto a la doctrina de que el mundo ¥ su historia en su totalidad realmente desemboca en el etemo amor de Dios» 81.

80. Grundkurs des Gl±ubens (1977) 109. 81. lbid. 426. RAHNER apoya esta e§¡res¯ÌÀ mediante su d¿ct®Àa de la «desigualdad» del S¯ ¿ del ¿ ; el ¿ de la creatura À¿ estajunto a1 S¯ de Dios «con el mismo derecho ¥ con ™± mism± fuerz±, pues todo el ¿ de aquella vida, que 10 tiene prestado siempre del S¯ ... slÌ ¿ puede ser comprendido desde el S¯, ¥ ¿À al reves».lbid. 108-109. Por ello, la libertad humana À ¿ pone I¯ mites «naturalmente a la s¿ beraÀ¯ a de Dios ante esta libertad» (lbid. 111). «Hablar del cielo ¥ del infierno À¿ se hace desde el mismo plano». LThK2, 1. 3, 1096, Cfr. SPEYR, Johannes ™ (1949): «Nuestra tiniebla ante la luz de Dios À ¿ esta como ÅÀ absoluto frente a otro absoluto. La tiniebla del pecado tampoco esta fuera del poder de Dios. Por ello es posible que Dios envuelva con su gracia nuestras oscuras tinieblas con la a¹in mas grande tiniebla (de la cruz)>> (61). «ÅÀ homme peut'il se perdre, si Å À autre homme, ancre en Dieu est lie alů? Pour se perdre, iI faudrait qu'il s'opposa si fort aI'amour qu'il ne soit plus possible de rester attache alů. Mais le refus d' aimer sera-t-il jamais i1imite de ™ '• sÁ® t?»  • - § DURRWELL: LSˆ ¡r¯t S±int plus fort que la cha®te le Dieu (Cerf 1982) 96.

¹QU•

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De donde se deduce -¥ esta es su tercera a·¿tac¯Ì·, en la que vamos a reflexionar un poco mas ¥ que ¥Ÿ he tenido que ¿¯r, di®g¯da existencialmente a m¯-la amenaza de una posible c¿·de·ac¯Ì·. Las palabras de la •sc®­ tura son «indicaciones sobre la se®edad absoluta de la dec¯s¯Ì·, ... una absoluta se®edad de muerte». •™ mensaje c®st¯a·¿ «nos dice a cada uno de nosotros, ·¿ a 10s otros, sino a m¯: ¤Í puedes por ti mismo -por aquel que tÍ eres en tu mas profunda intimidad ¥ que 10 seguiras siendo definitivamente- ser aquel que se c¯eÀa, en la soledad definitiva de su ¿ a Dios» 82. Lo mismo anuncia el mas grande f¯™Ìs¿f¿ catÌ™¯c¿ de la modernidad, œau®ce ’™0·­ del, en su obra sefiera «L' Action» (1893), como mostraremos a c¿·t¯·uac¯Ì·. Podemos ya ceÀar este ca¡¯tu™0 refi®e·d¿·¿s al fi­Ì™ sofo de la esperanza de nuestro sigl0. ¿ estoy pensando en Bloch, sino en Gab®e™ Marcel, quien nos retrotrae exactamente al punto en que Tomas de Aquino hab¯a abierto las puertas de la esperanza para 10s otros. Marcel nos dira, con razÌ·, apoyado en sus anaIisis que podemos esperar por todos 10s otros. «Pues · ¿ puede haber ningun particula®smo de la esperanza; la esperanza pierde todo su sentido ¥ toda su fuerza cuando ·¿ dice "todos nosotros", "todosjuntos". Ahora bien, esta unidad, evidente ¥ fundamentalmente, sÌ™0 se puede apoyar en la llamada de un llnico Dios» 83. Para comprender esta Íltima frase, hay que partir de la ·egac¯Ì· que hace Marcel de un ¥ Ÿ autocomprendido ¥ ceÀad¿ en s¯ mismo; pues un ¥ Ÿ concreto ·¿ hay sino 82. /bid. 110. 83. G. MARCEL, Structure de 1951) 80.

™ˆS¡erance,

en Dieu

V¹½ant

19 (Seui1, Pa®s

64

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desde un tÍ ¥ hacia un tÍ ¥ un nosotros; de 10 c¿· tra®¿ , sen¯ el mismo un infiem0 84 . •™ paso desde la ceaÀ ·Ì – del ¥ Ÿ en s¯ mismo hasta el tÍ constituye la rea¹iaci– ·Ì de la persona, fundada en el amor, con el que juntamente crece la esperanza (<<el amor 10 espera todo» -dice Pabl0 1 Co 13, 7). ³ , en ¡ ® mer lugar, la esperanza para ¹ ¯ ; despues tambien para nosotros ¥ , finalmente, para m¯. «¿ hay amor sin esperanza. Pero ¥ Ÿ siempre espero por nosotros, siempre pienso que la c¿muni·Ì es indestructible... ·• esto consiste la esperanza: Creo en tu amOD>. La disti·c¯·Ì entre fe, esperanza ¥ amor s0™Ì puede ser accidental ¥ superficial. «³¿ espero por ti ¥ por nosotros: esta es la e§¡ res¯·Ì adecuada ¥ mas perfecta del acto que la palabra "esperar" expresa todav¯a confusa ¥ entreabiertamente» 85. Pero Marcel nos advierte sobre el peligro de una ceazÀ ·Ì de un amor tÍ-yo, que · ¿ se ab®ese hacia la existencia de todos, incluso del ser infinito de Dios, pues s0™Ì as¯ se podr¯a realizar verdaderamente. ³ es as¯ cmÌ ¿ llega el a la definic¯·Ì : «La esperanza es, esencialmente, la ¥ disponibilidad abierta de un alma, que se entrega ¯ · tima suficientemente a la eÇpe®e·c¯a de c¿muni·Ì , para realizar el acto -por encima de un mero querer ¥ conocer- en el que afmna la perennidad (perennite) vital, que confiere a esta eÇpe®e·c¯a la segUdad ‰ ¥ la gara·t¯a» 86. Esperar por uno ¥ un orgullo insoportables; pero mismo se®a un eg¿¯ sm¿ 84. «Una conciencia centrada en s¯ misma... vive e! t¯empo ceaado de!a desesperanza (des-espoir), que como una contra-etemidad, se®a una etemidad vue!ta contra Å·¿ m¯smo: la etemidad de! inf¯emo. DeseS¡erac¯·Ì es inf¯emo ¥ , por tanto, so!edad. Existe !a re!ac¯Ì· entre tiempo ceaado ¥ ruptura de toda c¿ mu·¯ cac¯Ì · con !os demas»./bid. 76. 85. R. TROISFONTAINES, De ™ˆÇ¯stence ± ™ˆtre; ™± philosophie de G±br¯el M±rcel (NamurlPa®s, s.a.) 11, 199-201. Cfr. Marcel, Homo VŠ±tÃÄ (Aubier, Pa®s 1944) 89-91. 86. HomoV±Š tÃr9y90-91.

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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Marcel muestra siempre de nuevo que la esperanza comu·¯ta®a, que, como ha puesto de manifiesto Tomas, se funda en el amor, es inseparable de la humildad ¥ de la ¿ rac¯Ì · , refi® e· d¿ se con ello al «inolvidable» libro sobre la esperanza de Charles Peguy: «La puerta hacia el miste®¿ de la esperanza». ‘™ afirmar Marcel que la esperanza comunita®a sÌ™0 puede consistir en la humildad ¥ la ¿ rac¯Ì · (¥, por 10 tanto, sÌ™0 como metaf¯s¯ca c®st¯a·a 87, mas aÍ·, catÌ™¯ca), nos da a entender que ella es totalmente 10 opuesto a todo tipo de «¡resu·c¯Ì·» 88. «De la humildad ·¿ se puede separar una cierta paciencia» 89, 10 que nos recuerda la e§¡res¯Ì· de H.-J. Verweyen. Para Marcel esta esperanza, inseparable de la fe ¥ del amor, esta mas alla de la dialectica entre «deseo» (desir) ¥ «miedo»; debe®a situarse, como inseparable del amor, mas aÍ· , como su testimonio, dentro de la e§¡res¯Ì· joanica de que el amor perfecto excluye el temor (1 Jn 4, 18). Todo 10 que hemos dicho en este ca¡¯tu™0 se ha refe®­ do, como podemos ver, al concepto de esperanza c®stia­ na (en manera alguna de forma exhaustiva), pero sin confrontarla directamente con las palabras amenazantes del Nuevo Testamento, aunque s¯ indirectamente, de manera que este concepto se desarrollara en dimensiones c®st¯a­ nas, que ·¿ permitiran su cuestionamiento por un presunto «saber seguro», ¥ mucho menos su a·u™ac¯Ì·. Todos tenemos claro que con esto sÌ™0 se ha abierto un camino ¥ que la meta aÍ· ·¿ ha sido alcanzada.

87. Structure delSˆ ¡er±nce, l.c. 78. 88. «Sa certitude ne saurait etre presomptueuse». TROISFONTAINES, I.c.194. «La seule espperance authentiques est celle qui va ace qui ne deppend 195. pas de nous, celle dont le ressort est l'hu¹nilite,>.lbid. 89. Structure, l.c. 80.

V. EL CARcTER ›

PERSONAL

De 10 que acabamos de decir resulta que la «persona» -esto es, el ¥Ÿ, que salta hacia el tll ¥ hacia todos- sÌ™0 en cuanto se encuentra en este salto -dicho de otra manera, amando al ¡ rjÌ ¯m¿ de la misma manera que Dios le ama, quien «hace salir el sol sobre buenos ¥ malos»- se ve entroncado en la esperanza, en el fondo, como el Í ltimo. Pero tambien como tal, que siempre se pregunta si ha realizado este salto real ¿ aparentemente, decidida ¿ pusilanimemente, definitiva ¿ sÌ™0 por ÅÀ tiempo. ¥ aunque alguien se pudiera saber dentro de esa «segu®dad» inherente a la esperanza c®st¯aÀa, este tal aun ·¿ sabnl. si el pecara contra el amor, haciendose con ello merecedor de poder perder la segu®dad de la esperanza. Por ello es inevitable decir que cada Å·¿ de 10s c®st¯a¿À s esta muy se® ame· te ante la posibilidad de su ¡ erdic¯.ÀÌ Pues, por una parte, hab®a estado ciertamente perdido, si la redenc¯ÌÀ por la cruz À¿ le hubiese redimido de esta ¡erdic¯Ì·. «Todo el mundo es culpable ante Dios,... pues todos han pecado ¥ todos estan ¡ ® vad¿s de la g10®a de Dios» (Rm 3, 19.23). Por otra parte, nadie, segun la fe Cstiana, ‰ puede estar tan seguro de su estado de gracia que ·¿ pueda equivocarse (DS 1534, 1563). Por ello pide Ignacio de Loyola que se haga, al final de la ¡®mera semana de ejercicios, una se®a, implacable ¥ profunda med¯tac¯Ì· sobre el

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infiemo, con la que apercibirse intemamente de 10 que es el castigo que sufren 10s condenados, para que ¥Ÿ, si me olvidase del amor de mi etemo Sefi.or, por 10 menos el miedo a 10s castigos me ™ ¯ bra® a de caer en pecado (·. 65). Pero el que as¯ medita que ·¿ 10 haga en una soledad ceÀada como en el infiemo, sino (como se hacen las meditaciones de la ¡®mera semana) en «dialogo con nuestro Sefi.or Jesuc®st¿», que, «continuamente me ha manifestado hasta ahora tan grandes favores ¥ mise®c¿r­ dia que ·¿ me ha dejado caer en el estado de 10s condenados por 10s pecados de mi vida pasada» (·. 71) 90. Este amor mise®c¿rdi¿s¿ ·¿ puede ser 1imitado (a·tr¡Ÿ ¿ mrfi­ Ì camente), como tal, por un individuo de manera que 10 hiciese consistir en el fracaso de este amor paciente, como un hombre que se arroja a s¯ mismo en la ¡erdic¯Ì· por haber despreciado este amor. ¥ nuestro propio amor tiene que ¿®e·tarse de acuerdo con el ejempl0 del amor de Dios, como 10 ha mostrado perfectamente Ve¹weyden. •™ sermÌ· de la montafi.a nos 10 exige expresamente, en re™ac¯Ì· precisa con el amor a 10s enemigos (œ¹ 5, 48; Lc 6, 36). ‘ partir de esta personal referencia, resulta que ¥Ÿ puedo entregar la ¡ reŸ CU¡ ac¯Ì · por la sa™vac¯Ì· de 10s 90. Sobre la meditaci6n del infiemo de los ejercicios, cfr. el c¿meÀta®¿ de (Herold, Wien 21964): «Hundido en ese nuestro Sef¯or. ¥ esto sÌ™¿ puede infiemo, mantengo ¥Ÿ Å· dialogo con C® sto, justicia que ¥Ÿ he eÇ pe® me· tad¿ ; no ser el reconocimiento total de la lÌ g¯ ca co/no si cu± lquier honzbre (tampoco ¥Ÿ, ni ¥ Ÿ en re™ ac¯Ì À conmigo ¹nismo) tuviera en su mano ±segurar la condenac¯nÌ de n±die, porque la libre decisiÌ· de Dios tiene la ¯iltima palabra». 200. Observemos la coincidencia de estas palabras con las del otro gran (jtres tomos!) comentador de los ejercicios, Gaston Fessard, L± dialectique des Exercices spirituals (1956, 1966, 1984). •· el ¹. 2, (en el texto de la Vulgata) de Å· «quizas», en el Tex99-100, aparece el af¯adido ¹¿ del .À 52, 3; ibid. 102s, sobre el atrevi¹niento del gran amor divino, pero, despues, la c¿· frotac À ¯·Ì orante ante la cruz. • .

PRYZWARA, Deus semper M± jor

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iQUE PODEMOS ESPERAR?

otros a la misericordia de Dios, concentnindome en mi propia s¯tuac¯Ì· ante Dios. Hay, con todo, en la Escolastica Å· teorema que dice que la virtud de la esperanza lleva consigo su propia certeza (certitudo). «Pero es dificil de definir de que clase de certeza se trata» -afirma san Buenaventura 91; e intenta dar una respuesta, diciendo que sÌ™ 0 es esa certeza cuando la voluntad se apoya, ·¿ en su propia veleidosidad, sino en Dios, 10 que sÌ™0 puede hacer con una fe viva ¥ Å· autentico amor, pero, incluso entonces, sÌ™0 se conseguira la «segu® dad de una promesa se® a», ¥ ·¿ la de Å· «saber evidente» 92. «Aunque ¥Ÿ ·¿ sepa si ¥ Ÿ tendre el amor hasta el final, una cosa se: que el amor ¥ 10s me®t¿s que presumo tener, me conduciran con toda segu®dad a la vida eterna» 93. Partiendo de aqui se comprende la hermosa e§¡res¯Ì· de š ierkegaard: «¥¿ ·¿ he llegado en toda rni vida tan lejos, ·¯ llegare mas alla que hasta el "ÁÅ·™Ÿ de temor ¥ temblor" en el que ¥Ÿ estoy completamente seguro de que cualquier Ÿ™“ facilmente se salvara... s0™Ì ¥ Ÿ · ¿ . Decir a 10s otros: estais perdidos por toda la eternidad, esto ·¿ 10 puedo decir. Para mi sÌ™ 0 permanece inva®able esto: todos 10s demas se salvaran, esto es 10 bastante seguro, sÌ™0 en mi caso tengo incertidumbre» 94. • · una larga med¯tac¯Ì· sobre «las Íltimas cosas» 95 toca Guardini el hecho de que el «nuevo Testamento realiza el paso de 10 general a 10 personal 96; ¥ nos ofrece una just¯ficac¯Ì· de la frase de Kierkegaard. i,Por que 91. 92. 93. 94. 95. 96.

3, d. 26, a. 1, q. 5. 3, d. 26, q. 2, a. 4, ad 4. lbid. ad 5. Citado en Theodr± m± tik Wtirzburg 19492lbid. 23.

™ V

(1983) 266.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

«sÌ™ 0

en rni caso tengo incertidumbre» ? Porque segÍ· la doctrina c®st¯a·a el ¡erdÌ· de Dios siempre espera una respuesta del hombre. «La justicia ·¿ sÌ™0 se le debe hacer al hombre, sino darsela como propia; ·¿ sÌ™0 debe estar colgada sobre su cabeza, sino dentro de el, identificandose con el dentro de su mas intima voluntad». «jPero que tarea esta la de hacer buena a la voluntad hasta sus raices!» «Ser bueno con autenticidad se®a realizar en cada momento 10 que ella nos exige para que asi la vida vaya ascendiendo hasta la plenitud de su obra, exigida Lo que ahora ·¿ se hace, · ¿ por Dios, ¥ de su ¡ erfecc¯·Ì . se podra ya nunca recuperar, porque cada hora sÌ™0 se da una vez ¥ la ¡ rÇÌ ¯ ma ya exigira 10 suyo. ™ Que ocur®ra con 10s vacios ¥ las lagunas de esta vida tan pasajera? ™ ¥ que pasara con 10 que se ha hecho mal? .. Lo que se hace queda asentado en su ser. ™ Que sera de ello?» ¹•· aquel momento, «cuando el tiempo haya pasado ¥ el hombre ya ·¿ pueda hacer nada mas?» 97 Quizas este pensando que 10s vacios ¥ las lagunas ·¿ tienen importancia. Pero, si las compara el con el c®te®¿ sef¯alado por C®st¿ que ·¿ mete su dedo sino en 10s vacios ¥ deficiencias: «¥¿ tuve hambre, ¥ ·¿ me disteis de comer; tuve sed, ¥ · ¿ me disteis de beber...», y"si se hace hincapie en que 10 que ·¿ se hizo con Å·¿ de estos pequef¯uelos, ·¿ se le hizo a el, "que clase de importancia reciben entonces esos vacios ¥ lagunas? Su importancia nos extraf¯a, pues «10 extraf¯o consiste en 10 concreto, mas aÍ·, en 10 personal de1 proornisiones reciben ceso» 98. Mis aparentemente pequef¯as una tal importancia que ·¿ tengo tiempo de rnirar ni a derecha ni a izquierda para ver que talles va a 10s otros. 97. /bid.31-38. 98. /bid. 71.

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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Mis bagatelas se convierten, de pronto, en cosas absolutas. «Esto me 10 habeis hecho vosotros». Ninguno, que hubiera estado en esa escena como interlocutor, se hubiera dado cuenta de este corrimiento de importancia. «¹ Cuando te hemos...» (Mt 25,37.44). Partiendo de aqui, comprenderemos con mas profundidad las palabras de Pablo: «¥¿ ·¿ me juzgo a m¯ mismo. Cierto. que de nada me arguye la conciencia, mas ·¿ por eso me creo justificado; quien me juzga es el Sefior» (l Co 4,3-4). Muy bien pod®a acercarse a 10s de la otra parte, que en pensar que debe estar situado en aquel juicio entre 10s de la derecha. Lo que quiere decir: Ante la medida definitiva hay un autojuicio. «•™ individuo reconoce de una vez 10 que el realmente es. Se puede calificar este conocimiento de la propia persona con sus culpas ¥ pecaminosidad como un autojuicio, pero este autojuicio tiene algo que ver con el gran juicio que todo 10 abarcara» 99. Este autojuicio resulde la verdad, tal ¥ ta ciertamente por el descub®mient¿ como se manifestara al final, es decir, ante el descub®­ miento de la cruz, como la verdad de aquello que el mundo ha cometido contra Dios ¥ de 10 que Dios ha hecho para con el mundo: «Los ojos de todos 10s que le atravesaron 10 contemplaran ¥ se lamentaran por su causa todos 10s hijos de la t¯eÀa» (‘Á 1, 17). Basta con que la verdad se manifieste para que se realice el juicio. Este sera el sentido de la palabra de Jesus: «¥¿ ·¿ he venido para juzgar al mundo, sino para salvarl0. Quien me desprecia 99. Ÿ  ,–Š•’ Die Eschatologie in der Glaubensunterweisung (Echter, Wtirzburg 1965) 212. Tenemos que refe® m¿ s insistentemente a esta obra tan bien documentada ¥ tan equilibrada. •· el mismo contexto cita a œ. Schmaus: «•™ hombre se ve como es... ³ como el tiene que verse ¥ juzgarse como es, sin encub®mient¿s ¥ disculpas, sera su propio juez en la muerte» (Kath. Dogmatik IV/2, <
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a mi ¥ ·¿ escucha mis palabras, ya tiene su juez: la palabra que ¥Ÿ le he dado, esa le juzganl en el Ultimo d¯a» (Jn 12, 47s.). J. Ratzinger habla al respecto de una «Ultima limpieza de la C®st¿¿™ g¯a ¥ del concepto de Dios: C®st¿ · ¿ reparte ¡erdic¯Ì·; el mismo es pura sa™vac¯Ì·, ¥ quien esta con el, esta dentro del campo de la sa™vac¯Ì· ¥ de la salud. La desgracia ·¿ la da el, sino que esta ah¯ donde el hombre se ha apartado de el; surge del eg¿¯sm¿ recalcitrante» 100. C. S. Lewis, en su genial novela «The Great Divorce» 101, ha desc® t¿ cuan ¥ de que mUltiples maneras contra®o puede aparecer este eg¿¯sm¿ a la medida celeste. ‘qu¯ desc®be el autor, con cada vez nuevos dialogos fingidos, las diferentes situaciones con las que el amor celeste se encuentra ante el eg¿¯sm¿ infemal; las mas de las veces, todo acaba sin resultados, pero, a veces, acaba siendo el eg¿¯sm¿ como el punto de enganche con el que se coge el amor, desc®b¯e·d¿ a c¿·t¯·uac¯Ì· el cael ¡urgato®¿. «¥¿ sÌ™¿ quiero mino de la ¡ u®f¯cac¯·Ì : -dice el que viene del infiemo- « ¥ ¿ ·¿ tener mi ra–Ì·» he pedido mise®c¿rd¯a de ningun condenado a la cruz». «Entonces, hazlo» -dice el que esta en el cielo-. «Hazlo en seguida» Pide la mise®c¿rd¯a del condenado a la cruz... ¤ Í · ¿ fuiste un hombre justo ¥ nunca has hecho 10 que te·¯as que hacer de bueno. Ninguno de nosotros ha -g®tÌ la sombra-, hecho 10 mas que pod¯a hacer». «¤Í» ¯ Tienes tÍ la insensatez de decirme que ·¿ soy Å· tipo bueno?» 102 ·• el dialogo pueden intercalarse todas las (pustet, Regensburg 1977) 169. aleman: Die Grofte Scheidung (4 ™ 985, Johannesverlag, Einsiedeln). 102. /bid. 39. «SlÌ ¿ necesitamos la pequef¯a semiIla de Å · deseo de Dios para iniciar el proceso», 98. «Con ¹ al que arda la mas pequef¯a chispa bajo tOOa esta ceniza, soplaremos para que ¹ ooo el m¿· ¹ ·Ì se tome rojo ¥ claro. Pero si · ¿ queda mas que ceniza, · ¿ tardaremos mucho en soplarla hasta los ojos. Debe ser baida», À 80. 100.

EschatÃlogie

101.

·•

iQuE PODEMOS ESPERAR?

clases de Å À

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saber mejor que el otro ¥ de una autojustificac¯ÌÀ. «¥¿ À¿ quiero ayuda. ¥ ¿ 10 que quiero es que me en la dejen solo» -dice uno 103; «Enceuarse la c®atura mazmoua de su propio c¿ra–ÌÀ - eso es, en el fondo, el infiemo» 104. «Todos 10s que estan en el infiemo, 10 han escogido. Sin esta autoe™ecc¯Ì·, À ¿ pod®an estar en el infiemo» 105. Este informe acaba con una e§¡res¯Ì· doble, imposible de unificar en una sola: l CÌm¿ se puede estar en el ciel0 sin tener piedad de 10s condenados? La piedad lllega hasta 10s mas bajos? La respuesta es: «S0™Ì el mas grande se puede empequefiecer hasta entrar uno ha bajado al infiemo». Pero ¹·¿ en el infiemo. SÌ™0 esta®an entonces todos redimidos? ‘ esto, la segunda e§¡res¯Ì·: «Sobre el fin de las cosas, À¿ puedes sabe nada, ¿, por 10 menos, nada que se pueda expresar en tales conceptos... Suena grandioso decir que vosotros ·¿ quereis la savac™ ¯·Ì , que ·¿ deja À¯ siquiera a una sola eÇte®¿r. Pero l¯brate de estos creatura en la ¿scu®dad sofismas». Pues vosotros sÌ™0 podeis hablar dentro del tiempo, en el que À¿ teneis ante vosotros otra cosa que la eecc ™ ¯.ÀÌ La libertad, que es la que mas os hace semejantes al creador. Pero «cualquier intento de ver la imagen de la eternidad de otra manera que a traves de la lente del tiempo, destruye vuestro saber sobre la libertad. Tomad, que (con como ejempl0, la frase sobre la ¡redest¯·ac¯ÌÀ, la suficiente verdad) dice que la verdad etema ·¿ espera al futuro para poder realizarse, pero muestra, al precio de de la mas profunda de las dos verdaperder la l¯bertad, des. ™ ¥ ¿À ha®a 10 mismo el universal¯smo? Vosotros · ¿ 103. /bid. 66. 104. /bid. 74. 105. /bid. 78.

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SOBRE •™

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pod®ais

conocer la realidad eterna Á¿Ä medio de una defi·¯c¯Ì·. • ™ tiempo mismo ¥ todas las acciones ¥ acontecimientos que llenan el tiempo son la defi·¯ c¯·Ì ¥ debe ser vivida» 1<X:i. Con esta verdad de George MacDonald -a quien C. S. Lewis le ha agradecido su c¿·vers¯Ì· en la tieua, ¥ a quien se 10 encuentra en su novela, como Dante a su gu¯a Virgilio- pierden toda su fuerza todas las luces de la apocatastasis, con las que algunos poetas, sobre todo rusos ¥ algunos personajes de Dostojewski, intentaron deslumbrarnos; ¥ con las que algunos teÌ™0g0S (especialmente protestantes) juegan con las cartas sobre el tapete ¿ a central de Karl Barth es escondidas 107. La c¿· strucc¯Ì · sistematica: Jesuc®sto, el elegido, fue condenado Á¿Ä 10s pecadores, para que todos 10s culpables se transformasen en salvados ¥ redimidos. Todos 10s esfuerzos en asegurar que el con esto ·¿ ¡rete·d¯a hablar de una «apokatastasis ¡a·tÌ·», «pues la gracia, que al final tuviese automat¯ca­ mente que abarcar ¥ alcanzar a todos ¥ a cada uno, · ¿ se®a una gracia divina» 108, se quedan en pura «retÌ®ca», como dice W. reck š 109. Nosotros pod®amos dar por teÀninado este aspecto personal del juicio -considerado como un autojuiciovolviendo la mirada hacia el Nuevo Testamento. Se trata a™¯ ampliamente la d¿ct®· a de que el amor infinito de Dios ¥ que ensefia a 10s pecadores, debe ser aceptado por 106. /bid. 128-133. 107. Cfr., junto a šARL BARTH, la e§¡¿ siciÌ· resumen de ERNST STRAE,œ™ — Die Verkundigung des Reiclles Gottes, 1. 1- ¥ — (Basel 1951-1967) ¥ toda de Gotthold M¯iller sobre la cuestiÌ· de la apocatastasis en el la bibliograf¯a apendice: Identitat und Immanenz (EZV, ¯– i®ch 1968) 32 ™ -337. 108. .š BARTH, Die Botschafi ½Ã¹¹ derfreien Gnade Gottes (Zollikon 1947) 8. 109 Die Zukun.ft des Gekonlmenen (M¯inchen 1961) 144.

iQHIž.

PODEMOS ESPERAR?

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estos. ¥ ace¡tac¯ÀÌ significa À¿ sÌ™0 considerarl0 como verdadero, sino comportarse de acuerdo con e1. Esto es ÅÀ tema tan central que debe ser incluido en el Padre Nuestro como la unica c¿Àd¯c¯ÌÀ: «como nosotros perdonamos a 10s que nos ofenden». Ya en las bienaventu«Bienaventurados 10s ranzas aparece esta e§¡res¯ÌÀ: mise®c¿rd¯¿ s¿s, porque ellos alcanzaran mise®c¿rd¯a» (Mt 5, 7), ¥ el afiadido al Padre Nuestro resalta otra vez con fuerza: «Porque si vosotros perdonais a otros sus faltas, tambien os perdonara a vosotros vuestro Padre celestia1. Pero si ¿À perdonais a 10s hombres, tampoco vuestro Padre perdonara vuestras faltas» (Mt 6, 14s.). La parabola del siervo mal0 nos 10 pone bien claro: su ¡ et¯c¯ÀÌ de clemencia es escuchada ¡®mer¿ por su sefior, al que le debe mucho (Mt 18, 26s.) ¥ sÌ™0 despues, cuando el sier½± À ¿ coaesponde a la bondad del sefior, este airado 10 castiga; ¥, partiendo de este caso, se repite otra vez la d± ct®À a para todos: «‘s¯ hara con vosotros mi Padre celestial, si ¿À perdonare cada uno a su hermano de todo c¿ra–ÌÀ» (lbid. 34s.). •À este contexto esta la ¯Àdicac¯ÌÀ de buscar la rec¿Àcil¯ac¯ÌÀ con el hermano «mientras vas con el por el camino» (Mt 5, 25; cfr. Lc 12, 58). ¥ por que ¥Ÿ soY eso la respuesta al siervo perezoso: «Sab¯as hombre severo que tomo donde À¿ deposite ¥ siego donde ¿À sembre, ¯,¡Ÿ“ que, pues, À¿ diste mi dinero al banquero...» (œ! 19, 22s.). La f¿ rmulac¯Ì À mas fuerte de esta verdad fundamental se encuentra en Santiago, que en le vers¯cu™0 ante®¿ r hab¯ a hablado de la «ley de la verdad»: «Porque sin mise®c¿rd¯a sera juzgado el que À¿ hace rnise®c¿rd¯a. La mise® c¿ rdia se g10®a como SU¡e®¿r al juicio» (2, 13): aqu¯ parece que el hombre mise®c¿rdi¿s¿ c::>mo si debilitase la justicia de Dios; pero en el fondo se

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TRATADO SOBRE •™

INFIERNO

repite precisamente 10 mismo que se hab¯a dicho en el encuentro del sefior con el siervo malo: que Dios es el ¡®mero en ser mise®c¿rd¯¿s¿ ¥ que sÌ™0 reacciona airado ante la falta de mise® c¿ rd¯ a del hombre. Pero À¿ podemos decir que la c¹¯rcel en la que es arrojado el que À¿ tiene mise®c¿rdia sea el «infiemo», pues aqu¯, como en el pasaje del juicio de Mt 5, 26, se trata de una deuda que durani hasta que se pague el «Ítim ™ ¿ centa½¿». La c¹¯ rcel  À ¿ es, pues, otra cosa que la imagen de la pura justicia, que en la panibola ha sido provocada por el mismo hombre, que hace surgir desnuda una airadajusticia, que estaba sÌ™0 latente en el Sefior (se le suplica) 110,

110. Los exegetas subrayan, con razÌ· , que la exigencia de Jesus (tarnbien en la escena del juicio: œ! 25) conecta con la c¿ m¡ re· siÌ· veterotestarnenta® a (Cfr. ¡ Ä 17,5; Sir 28,4; Tob 4, 9-11; Test Zab 8, 4); para 10s textos rab¯·ic¿s, Cfr. .— WINDISCH, Die k±tholischen Briefe (T¯ibingen 31951, a St 2, 13). Cfr. (Berlin 1968), para œ ! 25,35-36. tarnbien W. GRUNDMANN, M±thiius

lliSTIMONIOS

Vald®a

la pena seguir alguna vez la h¯sto®a de la c¿m¡re·s¯·Ì de la escatologia paso a paso, que confirma en el centro de la Iglesia, a pesar de aquel saber-demasiado agustiniano sobre el infiemo, las exposiciones hechas hasta ahora. ·• esta l¯nea encontra®amos sobre todo dos motivos: Å · ¿ consistir¯a en una c¿·tem¡lac¯Ì· ¥ meditac¯Ì· que surge del amor de Dios en C®st¿: que este amor es mas fuerte que cualquier impedimento que se le ¿Á¿·­ ga, ¥ que, Á¿Ä ello, nos esta c®st¯a·ame·te permitido tener una esperanza para todos 10s hombres. •™ segundo motivo se apoya en las palabras de san Pablo de que «le produce una tan gran t®ste–a ¥ Å· dolor tan continuo» la dureza de sus hermanos ¥ deudos, segun la came, 10s judios, que «desea®a ser anatema de C®st¿» Á¿Ä ellos que le son tan que®d¿s (Rm 9,3). Con frecuencia ambos motivos se encuentran mutuamente entrelazados. ‘ cont¯·uac¯Ì· tendremos que reducimos a unos cuantos pocos pero importantes testimonios. Mechtthild ½¿· Hackerbom (t) escuchÌ estas palabras del Sefior: «Te digo la verdad: me gusta mucho que 10s hombres esperen de m¯ grandes cosas, pues quienquiera que crea que ¥Ÿ le compensare despues de esta vida Á¿Ä encima de sus me®t¿s, ¥ que me couesponda en esta vida alabandome ¥ dandome gracias, ese sera bien reci-

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bido ¥ ¥Ÿ le recompensare mucho mas, infinitamente mas de 10 que el cree ¥ de 10 que su atrevida esperanza le dice. Pues es imposible que alguien deje de conseguir aquello en 10 que ha crefdo ¥ ha esperado... Con esperanza cierta debes creer que ¥Ÿ, despues de esta vida te recibire como un padre recibe a su mas que®d¿ hijo... ¥ ¿ , que soy la misma fidelidad, soy incapaz de engaiiar a mis amigos con cualquier tipo de excusas» 111. Santa Teresita de Lisieux conocfa este texto, aunque ·¿ fue ella quien 10 reseiiÌ en su —¯st¿®a de un alma, pero fue incorporado, quizas dictado por ella misma, en esta su obra por haber10 ella apreciado tanto 112. • · el caso de Mechthild, ese «mucho mas» de 10 que se puede creer ¿ esperar, ·¿ se le promete ¥ se le concede a ella personalmente, sino que expresamente se le da para que 10 comunique a 10s demas 113. ™• nombre de Jesus, el mas grande de todos, es «Salvator ornnium saecu10rum», Redentor de todos los tiempos. «Pues ¥Ÿ soy redentor ¥ salvador de todo aquello que fue ¥ sera». ¥ esto expresamente para el «cie10 ¥ la t¯ eÀ a ¥ el infierno, pues ¥Ÿ abarco ¥ mantengo todas las creaturas. ¥ cuando me presento ante el Padre para alabarle ¥ darle gracias, ·¿ puede ocur®r otra cosa que las faltas de todas la creaturas sean reparadas por mf ¥ en mf de la manera mas digna» 114. ‘ 10s que «se encuentran enredados entre graves pecados 10s miro ¥Ÿ en el amor con e1 que 10s e1egf ¥ en la c™a®dad a 1a que tienen que llegar»; por ello, «hay que recordar frecuentemente cuan saludable, 111. Revelationes Gertrudianae ac Mechthildianae, t. 2 (SolesmesJPa®s 1887) 201-202. 112. Geschichte einer Seele (1ohannesverlag, Einsiedeln 1947) 22 ™ -222. 113. Revelationes, l.c. 34-36. 114. /bid.48-49.

¯,Qu­

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aunque ocultamente, juzgo a 10s que se encuentran en pecado como si fueran hombres justos, ¥ cuan amablemente, pensando en ellos, cambio en bien incluso 10 mas malo» 115. Como ejempl0 nos puede ser½ir el beso de Judas, sobre el mi c¿ra–Ì· tal que dice el Sefior: «Con este beso s¯·t¯Ì amor, que, si se hubiese arrepentido, ¥Ÿ, gracias a ese beso, 10 hubiese ganado como el esposo a la esposa» 116. (Adrienne v¿· Speyr nos dira mas cosas sobre el arrepentimiento de Judas) 117. Mechthild puede tomar la mano del Sefior ¥ hacer con ella un signo de la cruz tan grande que el ciel0 ¥ la tiecra parecieran estar llenos de ella 118. Cosas parecidas a 10 que ella dice sobre el juicio de JesÍ s, hay en 10s testimonios de la «Magistra theologorum» (como la ha llamado Bordoni) 119, Angela de Folig·¿ : «Nada me da un conocimiento mas completo de Dios de1 juicio que Dios hace continuamenque 1a e§¡ e®e·c¯a te. ¥ cuando, por la mafiana ¿ por la tarde, oro diciendo: "Por tu e·carnac¯Ì·, por tu nacimiento ¥ por tu ¡as¯Ì· red¯meme, Sefior", afiado con una aleg®a mas grande de oh la que jamas siento: "Por tu santo juicio, jred¯ meme, Sefior!" ¥ digo esto porque ¥Ÿ la bondad de Dios À ¿ la reconozco mejor en un hombre bueno ¥ santo que en un condenado. Este miste®¿ sÌ™ 0 se me reve™Ì una vez, pero jamas caera de mi mem¿® a, ni jamas olvidare la aleg®a que me ¡ rŸ¡¿ rc¯¿·Ì ... Todo 10 cambia en favor de 10s buenos» 120. La v¯ s¯Ì · mas profunda de Angela se refiere al 115. lbid. 281. 116. lbid. 196. 117. Johannes, t. ™ 

(1948) 447; š reuz und Ho!le 1(1966) 48. 118. L.c. 182-183. 119. T¯tuJo de su obra, Fo1igno 1909. 120. ¡ . DONCOEUR, Le livre de l± Bienheureuse Angele de Foligno (paris 1926) 88-89.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

Í ltimo

anonadamiento de Dios, su altisima libertad dentro de su rruixima obediencia, de su pobreza franciscana, de su ~~dolor mas profundo ¥ fuerte por su gran mise®c¿rdia para con el g6nero humano. •¹ tomÌ sobre s¯, con el mas profundo dolor, el dolor de todos, en c¿ÀeS¡¿·de·c¯a con la culpa ¥ el castigo que a cada Å·¿ le c¿eSÀ ¡¿ · d¯a»121. ·• la Edad Media nadie se atre½¯ Ì mas que la gran m¯stica inglesa, Lady Julian of Norwich, que nos refleja sencillamente las palabras que el Sefior le di®g¯Ì: «Dios es el sumo bien, ¥ Dios ama todo 10 que ha hecho. Si, pues, alguno, hombre ¿ mujer, niega su amor a Å·¿ de 6ste · ¿ ama en absoluto, porque ·¿ ama a sus ¡rÌj¯m¿s, todos; ·¿ se sal½ara, pues ·¿ hay paz en 61. Quien ama a c®st¯a·¿s, 6ste ama todo 10 que hay. todos sus heÀnanos ·• la humanidad que sera sal½ada esta escondido todo 10 que es, todo 10 que ha sido creado, ¥ el Creador, sobre todo, pues en 10s hombres esta Dios ¥ as¯ en 10s hombres esta todo incluido... ³ ¿ soy, ciertamente, una mujer, sin estudios, d6bil e insegura, pero s6 muy bien 10 que digo, pues 10 he recibido de •¹, el gran maestro» 122. Juliana sabe muy bien del pecado que ·¿ puede ser amado, pero que sera lle½ado ¥ perdonado por la ¡as¯Ì· de C® st¿ (su lecho estaba lleno de sangre). «Como ¥Ÿ he sanado la -le dijo- por eso quiero que tU reconozcas gran mise®a» que ¥Ÿ har6 bueno todo 10 que es def¹ciente» 123. 121. /bid. 104. 122. Eine Offenbarung der gottl¯chen Liebe, d• ¯c¯·Ì abreviada (Herder, Freiburg 1959) 78-79. 123. /bid. 105-106. Los ca¡¯ tu10S de 1a ½ ers¯·Ì mas 1arga tarnbien tienen «One time ¿ Å “ good Lord said: ™ ‘ tl¹ ing sha11 be well; todos ellos e1 rnismo ¿™ · ¿ : and another tirne he said: Thou sha1t see thyse1f that a11 manner (¿¯ ) thing shall be well» (Revelations ojDivine Love, ed. Grace Warrack, London 131949, 64) «But when God shewed for sin, then said He: ™ ‘ SHALL be well» (/bid. 70).

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™•

tema de la esperanza se abre ampliamente en el caso de santa Teresita de Lisieux 124. Ella es consciente de que algo nue½o esta pasando, cuando ella ·¿ se entrega a Dios como una «½¯ct¯ma sac®ficada por la justicia», «para apartar ¥ cargar sobre s¯ 10s castigos que se cern¯an sobre 10s pecados» -para esto ·¿ se·t¯a ninguna ¯·c™¯·ac¯Ì·­ sino como una «½¯ct¯ma de la mise®c¿rdia». ¹‘ cas¿ ·¿ necesita tu amor mise®c¿rd¯¿s¿ igualmente de una ½¯ct¯­ ma as¯? .. Por todas partes se la malinterpreta ¥ se la rechaza. ³ ahora confronta la eficacia de la justicia di½ina con la del amor: «Si el peso de tu justicia tiende a caer, siendo as¯ que sÌ™0 se extiende sobre la tieua 125, cuanto mas tendera tu amor mise®c¿rdi¿s¿ a inflamar las almas, pues tu mise®c¿rdia se levanta hasta el cielo» (cfr. Sa136, 6). Con peÀniso de su ¡®¿ra, hara ella, a partir de ahora, su festivo acto de entrega a la mise® c¿ rdia divina. Lo que esto pretende es aplicar a la eficacia del amor de Dios la SU¡remac¯a paulina sobre la justicia (entendido, ·¿ en sentido ½eterotestamenta®o, sino como justicia vindicati½a). ³ esto por Å· acto de confianza ilimitada en Dios, al que ella considera como «la esperanza ciega en su mise®­ cordia». «³ Ÿ creo» -dice ella de Dios ¥ de 10s santos«que ellos estan a la espera a ver 10 lejos que llego con mi confianza, pero la palabra de Job ·¿ ha penetrado en ½ano en mi c¿ra–Ì·: ''Aunque me mates, quiero esperar en ti"». «Crean en la verdad de 10 que ¥Ÿ ahora les digo: nunca se puede tener demasiada confianza en el buen Dios, que tan poderoso ¥ mise®c¿rdi¿s¿ es. Recibimos de el tanto 124. Para los textos siguientes, Cfr. mi libro: Schwestem im Geist, Therese u¹td Elisabeth von D¯jon (1ohannesverlag, Einsiedeln 1970) 316von LisietÅo: 320. ¯™‘ , los datos de las citas. 125. La cursiva es de la misma Teresa.

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cuanto esperamos». ¥ es ahora cuando cita ella aquellas palabras antes mencionadas del Sef¯or a Mechthild. ¥ af¯ade: «Nunca esperaremos demasiado de Dios;... ¥ 10 mismo pedimos de el, cuando a el nos confiamos». Pre½iendo su mis¯Ì· di½ina, puede ella decir: «Todas mis esperanzas senin cumplidas en abundancia, ¥ el Sef¯or hara tantas mara½illas conmigo, que incluso superaran mis ilimitados deseos». Santa Teresita tu½o una conciencia tan ½i½a de esta «SU¡erac¯Ì·» de la mise®c¿rdia di½i­ na que, durante una re¡rese·tac¯Ì· na½idef¯a hecha para edificac¯Ì· de la comunidad, hizo aparecer en escena a ½arios angeles alrededor del pesebre. •™ «angel del À¯f¯o Jesus» ¥ el «angel de la santa faz» (de la ¡as¯Ì·) cantan al amor infinito del Hijo, hecho hombre, en ¡ re½¯ s¯Ì À de su futura ¡as¯Ì·, pero tambien de su resurrecc¯·Ì ¥ de su ½  ¯ ct¿® a. ·• seguida, aparece el «angel del Íltimo juicio, con Å· espada ¥ una balanza». Reproducimos algunos de sus ½ ersos: «Pronto llega el d¯a de la ½enganza; este sucio mundo tendra que pasar por el fuego. Nosotros ½eremos el esplendor de su gl0®a, ya ·¿ mas oculta bajo 10s rasgos de ÅÀ À¯f¯o; nosotros cantaremos su ½ ¯ ct¿® a ¥ 10 reconoceremos como el omnipotente. Vosotros, habitantes de la t¯eÀa, temblareis ¥ ya ·¿ podreis soportar la ira de este N¯f¯o, que es hoy el Dios del amor. ¹• ha escogido el dolor ¥ pide a cambio sÌ™0 ½uestro debil c¿ra–Ì·. • À el juicio reconocereis su poder ¥ temblareis ante Å· Dios ½enga­ dOD>. ¥ ahora, el «angel de la santa faz» toma la palabra ¥ pide al N¯f¯o la prometida mise®c¿rdia por 10s pecados, cuyo arrepentimiento depara a Dios una aleg®a mas grande que la de 10s no½enta ¥ nue½e justos que ·¿ necesitan arrepentirse. Sigue la ½ –Ÿ del N¯f¯o: «¥¿ quiero escuchar tu suplica: todas las almas encontraran su ¡ erdn». Ì ™• angel

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de 1a venganza expone de nuevo sus exigencias: «¿ ¿lv¯­ des, JesÍs, que e1 pecador debe ser castigado; ™ vas a olvidar en tu amor tan grande que e1 · Í mer¿ de 10s ¯ m¡¯ ¿ s es innumerable?» •· e1juicio quiero ¥Ÿ castigar 10s cr¯menes ¥ destruir a todos 10s desagradecidos; la espada esta preparada; jVoy a vengarte! ‘ 10 que JesÍs responde: «Hermoso angel, esconde tu espada. ¤Å oficio ·¿ es juzgar a la naturaleza que ¥Ÿ que®a levantar ¥ redimir. ™• juez del mundo soy ¥Ÿ mismo ¥ mi nombre es JesÍs». • ™ angel del juicio cae de rodillas ¥ «se asombra, fuera de s¯ (eperdu), de tu amor inefable». ‘™ final, todos 10s angeles juntos: «jQue grande es la dicha de la humilde creatura! Los serafines quer®an, a pesar de su embeleso, dejar su naturaleza de angeles ¥ volver a ser contigo como nifios» 126. ™• segundo motivo, que mencione al comienzo de este ca¡¯tu™0, era el deseo que Pabl0 formula en Rm 9,3: ser tenido como «anatema», en lugar de sus hermanos jud¯os. La medida del amor aqu¯ expresada -que va hasta la ident¯f¯cac¯Ì· con el destino teuenal ¿ del mas alla de Å n¿ so10 ¿ de Å· ·Í mero de hombres- puede manifestarse de distinta manera, precisamente cuando se trata de una condena definitiva. Puede manifestarse como una pet¯c¯Ì·, 126. Ste. Therese, ThNitre au Canel À (Cerf, DDB, Pa®s 1985) 91-109. 302-316. Sobre Las relaciones de Teresa con el infiemo. ADRIEN• VŸ SPEYR: Para ella, «e] infiemo ha sido superado por e] do]or ¥ el descenso deJ Sefior, ¥ nosotros, fie]es, tambien ]0 superaremos junto con ,™• si sufrimos con .™• Para Teresa este cosufrimiento C’ cosa de los quc quieren servir a] Sefior seriamente para que la 19lesia se realice. ™• infiemo es para ellos, por tanto, un estar "fuera" de la Iglesia... La pregunta de su propio infiemo · ¿ les preocupa. Esta es quizas la ·ÌÀ“ por la que su noche nunca es de] todo oscura: ella sabe que · ¿ ha pecado, pues el confesor se 10 ha dicho ... ³ asf ya · ¿ podra desde ahora ¯ “ a] infiemo, con el que nada tiene que ver. Pero como ella esti acostumbrada a ponerse de ejemplo, ¥ · ¿ pudiendo tener nada que ver con el, cesa de poner ejemp]os sobre el infiemo ¥ cesa el mismo infiemo». Allerheiligenbuch 11 (1977) 74. Comenta®o

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di®g¯da

a Dios, de cargar sobre s¯ la condena de 10s otros. Si esto sucede con plena conciencia del que quiere asumir la re¡rese·tac¯Ì·, esta acc¯Ì· debe®a estar prohibida, ¥ con ra–Ì·, por un juez eS¡¯®tual. Pero en la ma¥¿®a de 10s casos, la ¡et¯c¯Ì· se produce desde un inmenso amor, que se manifiesta con una espontaneidad incontenible hacia el Sefior, cuya ¡as¯Ì· ha sido de alguna manera comprendida. Pero es tambien posible que el Sefior recocon •¹ esta nozca la disponibilidad de un alma de suf®r re¡rese·tac¯Ì·, haciendo que el alma e§¡e®me·te como respuesta a esto, algo del infiemo etemo, que es 10 que, --como sin saberlo del todo, anhela. ·• estas e§¡ e®e·c¯as muestran 10s ejemplos que hemos aducido- se aprecia algo de 10 que es la condena, como despues veremos. Dejamos aparte el caso tan complicado de santa C®st¯­ na v¿· Stommeln 127, siempre suf®e·d¿ como si estuviera en el infiemo, ¥ mencionemos para el ¡®mer caso a la Pazzi, que se m¿strÌ santa carmelita Ma®a-Magdalena dispuesta a entregar su vida «mil veces al d¯a», de prescindir del ciel0, si con ello se pudiese salvar una sola alma, ¥ que dec¯a de s¯ misma que le gusta®a «transformarse en agua para lavar todos 10s corazones» 128. Enormemente expresivo se manifiesta todo esto en la consejera de san Juan Eudes, Ma®e des Vallees, que ya muy pronto ma·¯festÌ su deseo «de suf®r la ira de Dios»; desatendiendo a la re¡®me·da del Sefior: «¿ sabes 10 que pides», dijo ingenuamente: «Oh, si t¯ ¯ supieses 10 mucho 127. Cfr., con re™ ac¯Ì · a esto, la extensa descripc¯Ì · de THEODOR woLLENSHEIM, D±s Leben der ekst± tischen und stigm± tisierten Jungfr ± u Christine ½±¹¹ Stommeln (K´ l· 1859) ¥ la mas tardia, en Dicctiona¯ re de Spiritualite 11 (1953) 875; literatura utilizada (œ. Viller). 128. Tutte le Opere di S. .-œ .œ de ¡±– ¯ (7 ½ ¿ l., Florencia 1960-1966), ¹  , 543, 547, 560, 630; 1. ,™  86 etc.

iQuE PODEMOS ESPERAR?

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que deseo suf®r, ·¿ me di® as eso»; ¥ se le c¿·ced¯Ì ½¯ vir Å· par de dias en el infiemo 129. Mas tarde, seran af¯os 130. Para e1 segundo caso, 10 mejor que hay es 1a eÇpe®e·c¯a de santa Teresa de ‘ vila, cuya tacita disponibilidad es aCi.Ètada por Dios: «Me ½¯ de pronto, sin saber cÌ m¿ , aÀ ojada en e1 infiemo». Esta corta e§¡e®e·c¯a -nos dicefue tal que ·¿ pod® a desc® b¯ r™ a, tanto se diferenciaba de las otras, que se pueden tener en el mundo. «Mientras esc® b¿ estas l¯neas, se me conge1a la sangre en mis venas ¥ siempre que, durante mi trabajo ¿ mis preocupaciones, me viene a la mem¿®a este recuerdo, todos 10s suf®mie·­ 08™ teuenos aparecen ante mis ojos como nada; en cierta para lamentamos por ellos». manera, ·¿ tenemos ra–Ì· La entrada en el infiemo le ¡arec¯Ì muy estrecha; conduc¯a a traves de Å· pasadizo bajo, oscuro ¥ estrecho. Lo que estaba debajo le ¡arec¯a como agua muy sucia ¥ llena de bao,À que despedia Å· gran mal olor ¥ estaba infectada de gusanos. «Detras hab¯a una cavidad, hecha en el muro, en 1a que me ½¯ enceuada». A1l¯ sufre ella estos tormentos tan «insoportab1es» que n¯ 10s puede desc® b¯ r. Todo 10 que se sufre por el diabl0 «es nada, comparado con 10 que ¥Ÿ suf® en esa caÄce1. Ademas, ½¯ que este tormento iba a durar etemamente ¥ sin ¯·terru¡c¯Ìn». La palabra «deses¡erac¯Ì·» la esc® be varias veces. «•· este lugar infesto, 129. .• DERMENGHEM, La vie adnIirable et les n!velations de Marie des Vallees (plon-Nou¹Ä it, Paris 1926)26.

130. «Elle fait £ ¹ haute ½ ¿ Ê Ç d'etre darnnee eternellment pour les pecheurs et poor tous les hommes, si telle est la ½ olonte de Dieuo>. lbid. 791, ¥ todo el ca¡¯ ­ /É ¿ «Facta peccaUm»: ™ 60-80. Expongamos una rara e§¡ resi·Ì de arœ ¯a: «™• amor de Dios es mas teible À ¥ se comprende mejor que nos haga padecer- que su justicia. Todo 10 que su justicia me hizo padecer en el infiemo · ¿ es comparable con 10 que en los Í ltimos doce afios me ha afectado el amor di½ino. ³ ¿ amo la justicia di½ina ¥ la encuentro henosa, À suave ¥ agradable, pero el amor es de manera hoible À implacable ¥ ternible».lbid. 73.

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en el que desaparece para siempre la mas minima esperanza de consuel0, ·¿ se puede uno ·¯ sentar ·¯ acostar; ·¿ hay sitio para ello. Estaba e· ceÀ ada como en un agujero hecho en la pared; ¥ las mismas paredes, horribles a la vista, me presionaban con todo su peso; uno se ahoga; · ¿ hay luz; sÌ™0 tinieblas oscuras». «¹DÌ·de hab¯a estado?» -se pregunta Teresa, despues- ¥ rompe en ¿ rac¯Ì · de acc¯Ì · de gracias, viendo que el Seiior la hab¯ a salvado, mas veces de 10 que ella sab¯a, de esta terrible caÄcel, «a la que v¿ lv¯ contra tu voluntad» 131, Vemos aqu¯ 10 cerca que se encuentra Teresa de Jesus de las eÇpe®e·c¯as de san de su «noche Juan de la Cruz, quien, en las desc®¡ci¿·es del infiemo: Dios «agososcura», habla de las e§¡ e®e·c¯as del alma ¥ la arroja en ta ¥ destruye la sustancia eS¡¯®tual unas tinieblas tan profundas ¥ oscuras que se siente, ante su mise®a, como nada ¥ arrojada sin fuerzas a una muerte espi®tual. Es como si Å · animal se la hubiese tragado en su donde ella se siente como dige® da». • ™ oscuro estÌmag¿, santo cita aqu¯ 10s salmos 18,3-7 ¥ 88, 6.8, donde «David» se siente arrojado de la mano de Dios, que ya ·¿ se acuerda tu ira sobre de 10s que han sido arrojados a la «fosa»; <Æesa mi ¥ has desencadenado sobre mi todos tus furores, pues el alma siente profundamente la ¿ scu® dad de la muerte, suspirando ante la muerte ¥ 10s espantos del infiemo; se siente apartada de Dios, castigada por Dios ¥ arrojada lejos de el; ella es el objeto de su ira ¥ de su ab¿mi·ac¯Ì·. Mas aun: todo le parece como si este estado fuese a ser etemo» 132.

™ 3 ™. La e§¡ e®e·c¯a ¿ cuiÀ Ì en ™ 539 ¥ esta desc®ta en su autob¯¿ graf¯a, cap. 32. ·• ce·d¯Ì su celo por la salvaci·Ì de las almas ¥ es una de las razones para la fu·dac¯Ì· de la orden. 132. S±mtl. Werke, ¹ . 2: Die dunkle Nacht und Gedichte (JohannesverIag, Einsiedeln 1978) 84-85.

¹.Qu­

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PODEMOS ESPERAR?

Pod®amos

citar aun a Marie de l'Incamation, que ha franciscasido considerada Á¿¹ Bremond como 1a m¯stica na mas grande. •· su obra «Gewissenrechenschaft» ]33 (1654) desc®be ella sus mas profundas humillaciones, suf®das durante su ininterrumpido trabajo apostÌlico en Quebec: «Ca¯ desde una profunda sima de 1uz ¥ amor en ¥ negrura 1acerante; me ½¯ hundida otra de ¿ scu® dad ¥ de amaIgura, que como en Ź:¹ infiemo, llena de t®steza aumentaban hasta 1a deseS¡erac¯·Ì , surgiendo de estas ¿scu®dades sin que ¥Ÿ supieIa Á¿¹ que». Ella se ve¯a situada como a1 margen de esta sima, a 1a que gustosamente se hab® a arrojado para satisfacer, Á¿¹ e1 castigo etemo, a 1a divina justicia. «¥ ¿ ve¯a que era merecedora de1 infiemo ¥ que 1a justicia de Dios ·¿ me hubiera hecho a m¯ ninguna injusticia, ´ ¯ me hubiese arrojado a esa sima, pues 10 hubiese aceptado, con ta1 de ·¿ perder Á¿¹ ello 1a amistad de Dios» 134. Todas estas e§¡e®e·c¯as -que se pod®an aumentar aun mas- ·¿ tienen nada que ver con 1a presunta indiferencia de 10s quietistas; todas ellas nacen mas bien de un amor ardiente a 1a cruz, a1 deseo de suf® r con C® st¿ por 1a rede·c¯·Ì de 1a humanidad, ¥ poder asf participar de forma agradab1e a Dios de1 abandono de Jesus por parte de1 Padre. Este es verdaderamente e1 m¿¹ ¯ ½ ¿ que mueve a 1a Juana de Arco de Peguy (en ambas redacciones de su ¡ ¿ es¯a: e1 drarna socia1ista de su juventud ¥ e1 «Mystere» c®st¯a·¿ ¡¿ste®¿r) a entregarse a 1a ¡ erd¯c¯·Ì etema Á¿Ä todos sus herrnanos. Pero 1as desc®¡ c¯¿ · es de 10s santos nos ofrecen c1aves importantes para descifrar 10 que se

½ ± .™ ,

133. Ex±men de col1cienci± (. del ¤ ) L34. Ecrits spirituels et l¹¯s¹or¯ques, publies p±r Pa®s-Quebec, ½ ± .™ 2 (1930) 376-378.

Donz

Cl±ude

±œ ¯À ·

etc. (4

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

llama «etemidad» de1 infiemo. Pero sobre esto en e1 caÁ¯É10

¥ !.

Podemos deducir de todo esto que L. Locher ha e1egido bien el t¯Élo de su libro «•™ infiemo pertenece a la Buena Nueva» 135. Despues de la bajada del Redentor a 10s infiemos, podemos decir: «•™ infiemo es desde ahora una parte del universo recibido por C® st¿ ; se convierte, por ello, en un miste®¿ de sa™vac¯Ì·. C® st¿ 10 toma todo sobre s¯ ... ¥ asi todo se transfoÀna» 136. «La solida® dad es la que nos redime» 137. Esta solida®dad del amor de Jesus para con 10s pecadores sobrepasa todo 10 que nos podemos imaginar, todo 10 que podamos pensar ¥ sentir. ·• Jesus esta todo el do10r de 10s pecadores, distinto ¥ mucho mas. ™• c¿ra·̖ del pecador ·¿ conoce 10 suficientemente a Dios, para comprender el ter®ble eaor ¥ la mise®a de 10s pecadores: la se¡arac¯Ì· de Dios. Jesus sol0, el Hijo de Dios, el Hijo amada del Padre, sufre el mismo rnal que 10s hombres, la misma maldad de todos 10s pecadores del mundo a la luz de Dios ¥ con la plenitud del amoD> 138. «•™ sabado santo meditamos sobre el cumplimiento del miste®¿ de sa™vac¯Ì·: el infiemo pertenece desde ahora a C®st¿». Se cita a Tomas de Aquino, a Proclo de Constantinopla ¥, finalmente, a Greg¿®¿ el Grande: «C®st¿ ha bajado a 10 mas profundo de la tieaa, cuando bajÌ a 10s infiemos, para buscar las almas de 10s escogidos. Asi Dios tra·sf¿ÀnÌ este abismo en camino» 139. Lochet ter-

135. Hero1d, Wien-M¯inchen enfers (Cerf, Pa®s 1979). 136. lbid.77. 137. lbid. 81. 138. lbid. 78. 139. /bid. 89-90.

1981 (original frances:

JeSllS

descendu

a¹¹Ç

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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mina valorando couectamente las expresiones neotestame·ta®as: ‘ la pregunta: «Sefior, (,senin pocos 10s que se salvan?» (Lc 13, 23), responde Jesus advirtiendonos a entrar Á¿Ä la puerta estrecha. Pero esta tambi6n su promesa de atraer a todos desde la cruz. (, C¿· trad¯cc¯·Ì ? «™• lenguaje de Jesus es el de 10s profetas. La aparente contradicc¯Ì· es la misma que la de 10s profetas». «‘ quien nos pregunte: "(,se salvaran todos?", le responderemos segun tengo ninguna segu®dad. Lo el Evangelio: "¿ 10 s6". ¿ que significa, igualmente, que ¥Ÿ ·¿ tengo segu®dad de esta llena de proque ·¿ todos se salven. Toda la EsC‰tura mesas de una sa™vac¯Ì·, que une a todos 10s hombres, de un Redentor, que reune en s¯ al universo, redimiendolo. Esto basta para esperar la savac ™ ¯·Ì para todos ¥ ·¿ entrar en c¿·tradicc¯Ì· con la palabra de Dios» 140.

140. /bid. 127-128 (Texto comparado con el or¯gina1).

½À.

EL DILEMA DE BLONDEL

Maurice Blondel ha luchado como pocos con el problema del infiemo etemo en su obra «L' Action» (1893), Å· nuevo con la que ha prestado al pensamiento catÌ™¯c¿ comienzo. Es consciente, claro, de que «el autentico cristianismo habla de el como si hablara de una justa ¥ posible consecuencia, pero que la Iglesia ·¿ 10 ha relacionado nunca oficialmente con Å· hombre determinado» 141. Sin embargo, en sus primeras disquisiciones 142, e incluso en su obra tard¯a, piensa que el infiemo es Å· problema, que debe ser discutido con seriedad fi¹¿sÌfica ¥ te¿lÌg¯came·­ te. Antes de entrar en d¯scus¯Ì· con su Í ltima Á ¿ s¯c¯·Ì , expongamos su gran objetivo: liberar a Dios de la responsabilidad de Å· castigo etemo para 10s empedemidos. Con ra–Ì· se refiere a san ‘gust¯·, quien, apoyado en las palabras de Jeslls de que ·¿ ha venido ajuzgar, sino a salvar al mundo, dice: «¯¿ quieres que el te salve? Pues tÍ mismo te juzgas» 143. «Precisamente porque la gracia de Dios ·¿ se le niega a ningun hombre con voluntad libre, ·¿ se puede quitar peso a la ¿Á¿s¯c¯Ì· volunta®a contra ese escondido est¯mulo de la providencia redentora. •™ culpable se odia ¥ se inculpa a s¯ mismo». Blondel recha141. La Philosophie et ™ 'Esprit chretien 11 (p.u.F. 1946) 553 (cit. PhE). 142. Cartes intimes (Cerf, Paris 1961); tr. alemaa:À Tagebuch ½Ÿ“ Gott (Johannesverlag, EiÀsiedelÀ 1964), citado seguÀ esta: Ä ¿ . 143. Comm. ¯ À Joh. tr 12, 12 (pL 35, 1490).

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TRATADO SOBRE

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INFIERNO

za la frase del Dante sobre la puerta del infiemo. «Decir que esta caÄcel Con sus castigos es "la obra del amor Á® ­ mero ¥ mas alto" es decir que a Dios hay que responsabilizarl0 de 10 que sÌ™0 10s impenitentes 10 son». Con repugnancia rechaza el gesto c¿·de·at¿®¿ del C®st¿ de Miguel Angel, poniendo en su lugar a Fra Angelico, cuyo C® st¿ juez sÌ™ 0 muestra sus he®das: «¥ de este espectacul0 se apartan 10s pecadores impenitentes ¥ se dan golpes de pecho, inculpandose a s¯ rnismos. •™ ½iejo Blondel insiste en su punto de partida: en la «e™ecc¯Ì· libre» del hombre, que, como e™ecc¯Ì· ¡® ma® a, alberga algo de «supratemporal», una «ilirnitada responsabilidad», «Los desagradecidos, orgullosos, impenitentes tienen que reconocer as¯ la ½erdad ¥ el amor, ante el que ellos han ceÀad¿ su pensar, • ™ concepto c®stia·¿ de castigo su querer ¥ su c¿ra–Ì·. ·¿ c¿Àe el peligro de hacemos pensar en una ½ enganza di½ ina. Para la ½ieja ley del temor s¯ que pod® a ser adeque se le½anta cuado hablar de la ira de Å· Dios ½engador contra los sediciosos e ¯dÌ™atras. La ½erdad del Nue½o Tesconoce Å· castigo, el que hace que 10s tamento tan sÌ™¿ que definiti½amente endurecen sus corazones se destruyan a s¯ rnismos en el fuego. •™ acusador ¥ el ½erdugo ·¿ son puede at®buir la culpa otro que el rnismo rebelde que sÌ™¿ a s¯ rnismo. ‘ la condena se unen 108 culpables cuando se hacen conscientes de su ¡er½ers¯Ì·. • ™ infiemo ·¿ ha sido, pues, creado por Dios. Es la consecuencia ™Ìg¯ca ¥ moral del pecado de los culpables». Visto as¯, «el rnismo infiemo, creado por 10s pecadores, aun puede ser una glo®ficac¯Ì·, con inmenso dolor, dada a la magnanirnidad infinita del Creador ¥ Redentor» 144. 144. PhE 353-363.

i,QvE PODEMOS ESPERAR?

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Que esto llOS sirva s¿™Ì de ¡rÌ™¿g¿. Para poder acercarpropiamente dicha, volvamos a la ¡®me­ nos a la cuest¯Ì· ra obra cumbre de Blondel, «L†ct¯¿·» (1893) ¥ a 10s estadios previos que la motivaron en «Dia® o ante Dios» en una ¿rac¯Ì· (1883-1894), en 10s que e1 autor reÍ·e, incansable, 10s pensamientos que conclu¯ran en su «tesis» ante Dios, por la que ™uchÌ denodadamente. Pero precisamente aquf es donde aparece el problema fundamental: la tesis, que ha de presentar en la Sorbona, debe ser un estuque, segÍ· la voluntad del autor, dio puramente fi™¿sÌfic¿, como la realidad fundamenha de manifestar a la «acc¯Ì· c®stia·a, elevandola a traves de va® os tal de la eXŠstencia estadios previos hasta la Í™t¯ma dec¯s¯Ì·: iPuede el hombre, por su acc¯Ì· (a la que tambien pueden pertenecer la renuncia ¥ el dolor), completarse definitivamente, ¿ necesita de una ayuda (divina), que el ·¿ se puede procurar, ni siquiera exigirla como debida? 145 •· su finitud, es incapaz de igualarse con el ser infinito, al que esencialmente tiende (aquI se refiere Blondel a «una especie de argu146, aunque tambien podrfa haberse mento ¿· t¿ lÌ g¯ co» refe® d¿ a san Agust¯n ¿ a santo Tomas 147 -eomo ha mostrado de Lubac-). Pero si, a pesar de todo, 10 hace, comete Å· fallo en su «mas alta dec¯s¯Ìn»; se condena a sl mismo desgarradora. iPod®a haber formulaa una co·tradicc¯Ì· do Blondel esta tesis, si, desde Å· Á®·c¯Á¯¿, ·¿ hubiese construido su tesis f¯0s™ fica Ì desde la ¿rac¯Ì· c®stia·a ¥ con la permanente c¿·v¯cc¯Ì· de que el hombre sÌ™0 con 145 «Dieu n'a de raison d'etre, dans notre pensee et notre action qu'autant que, inaccesible et inviolable en son mystere, il demeure hors de nos prises»: L†ct¯Ãn (1893) 357 (=‘). «Iniciative absolument gratuite de Dieu»: L†ct¯Ã¹¹ (1949) ™, 377. 146. ‘ 334. 147. .— •Ÿ LUBAC, Sumaturel (1946).

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TRATADO SOBRE

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INFIERNO

la gracia de Dios puede llegar a la ¡eIfecc¯Ì·? Despues se vera obligado a trazar exactamente 10s l¯mites entre filosof¯a ¥ te¿0g ™ ¯a ¯ · abstracto (mientras que ¯· concreto jamas ¡ erdiÌ de vista la ¯·teracc¯Ì· de ambas esferas en la concreta existencia), pero, de vez en cuando, ambas esferas insoschocan (en «L' Action»), apareciendo esa e§¡res¯Ì· pechada ¥ ¹inica para nuestra pregunta: «jPeligroso poder el del hombre! Si el quiere que Dios ya · ¿ exista para el, Dios ya · ¿ existe para el. Pero como siempre conserva el fundamento de su voluntad creadora, se cierra tanto en ella que se convierte totalmente en su ¡¿ses¯Ì·. Su ser permanece sin el SER. ¥ la ¡erdic¯Ì· es cuando Dios hace valer su voluntad (de e1). Fiat voluntas tua, homo, ¯· aetemum. Abusar ¥ echar a perder el mundo ·¿ es nada, comparado con la ¡ erdic¯·Ì , que la voluntad pervertida carga sobre s¯: abusar de Dios ¥ matarlo en el hombre, matarlo hasta el punto de que el hombre sea capaz de darle Å· golpe divino. Lo que ·¿ podemos consdestruir con nuestras truir solos, parece que 10 Á odemos de la culpa humana propias fuerzas. Pero ·¿; si el Á ® · c¯Á ¯ ¿ m¿rt¯fera se encuentra en la voluntad culpable, su ef¹.cacia · ¿ esta limitada al hombre sÌ™0. La acc¯Ì · es una s¯·tes¯s de hombre ¥ Dios: ni so10 Dios ni so10 el hombre pueden cambiarla, ni producirla, ni destruirla. ¥ para mantenerla ·¿ basta ningun decreto de la omnipotencia divina 148. Har¯a falta algo mas. ¥ si se me permite, 10 dir¯ a as¯: Dios tuvo necesariamente que morir, si el crimen humano ten¯a que ser destruido; Dios tuvo que m¿® r libremente para que el c®men del hombre pudiera ser perdonado ¥ destruido. ™• hombre ·¿ 10 puede hacer Áor s¯ mismo» 149. 148. ­ sta es una c¿·cepc¯Ì· 149. ‘ 371-372.

fundamenta1 de Anselmo en «Cur Deus homo».

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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·• este pasaje encontramos e1 resu1tado de 1a 1ucha que e1 joven B1onde1 mantuvo con sus ideas durante diez afios. La iremos mostrando a c¿·t¯·uac¯Ì·, uti1izando a1gunas paginas de su diario. Fue una 1ucha amarga, ¥ , a1 parecer, con empate. ³ esto por dos motivos: ¡ ® mer¿, porque 1a «option supreme», a 1a que tiende toda 1a obra inte1ectua1 de B10nde1, se rea1iza para e1 ante e1 Dios de1 amor eterno, por 10 que, si es negati½a, se convierte en e1 pecado contra e1 S• ¡¯ ® tu Santo, imperdonab1e inc1uso en 1a otra vida. ·• segundo 1ugar, porque 1a doctrina de 1a eterna c¿· de·ac¯·Ì (por ra·̖ de 1a tradic¯·Ì secu1arizada de san Agust¯n ¥ de 1a Edad Media) 1e ¡ arec¯Ì siempre una realidad intocab1e. Por 10 que es admirab1e que 10’ ·­ de1 --en e1 sentido de 1a e§¡ res¯·Ì antes mencionada de «L' Action»-llegue a concepciones que se acercan mucho a 1a epoche propuesta aqu¯ por nosotrOS. Proponemos a1gunos pasajes, en 10s que 1a «autocondena» de determinadas a1mas parece evidente, precisamente ante e1 do10r de1 Crucificado: «Lo que cruc¯ficÌ definitivamente tu santa alma fue e1 ma1 de 105 pecadores, que se pierden eternamente. Te fa1taron -sitio- ¥ te ofreal ½ er 1a autocieron hiel. ³ nosotros tenemos que suf®r condena de 1as a1mas; son nuestros m¯embros 10s que se nos han arrancado. ¥‘ , tenemos que esforzarnos para curar10s (j)>> 150. Esta ¹ iltima f¿rmu1ac¯·Ì es significativa. «¯, Cm Ì ¿ puede ¥ Ÿ creer en 1a ma1dad i1im¯tada de1 condenado, de un hombre a quien he conocido ¥ amado? Pero, por 10s que sobre todo: jCuanto hay que rezar ¥ suf®r ¥ eaÀ ·!» 15] •™ di1ema se hace patente: «Gran dificu1tad es

150. TG 123. 151. TG 191. Cfr. ibid. 259.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

querer justificar la fuerza del amor divino ¥, al mismo tiempo, mostrar, con la gÌ™ ¯ca del pecado, su apaIente rest®cc¯·Ì ¥ su oculta maldad. Muchos se revelan contra el castigo etemo ¥ À ¿ quieren justificar a un juez tan duro, pero, al mismo tiempo, muestran, con la ™Ìg¯ca del pecado, su aparente rest®cc¯ÌÀ ¥ su oculta maldad. Muchos se revelan contra el castigo etemo ¥ se niegan a servir a un juez tan duro, pero, precisamente por ser tan duro e iuevocable, ·¿ teneis excusa vosotros de ·¿ haberlo desarmado con vuestro sometimiento» 152. «¤Í 10 has realizado todo, incluso el poder de producir una especie de manique¯sm¿ por medio de la voluntad levantisca, productora del mal, un infiemo, que ·¯ siquiera tu bondad puede hacer desapareceD> 153. ‘ c¿· t¯· uac¯,ÀÌ en una profunda meditac¯ÌÀ sobre 10s dolores de la ¡as¯Ì·, aparecen nuevas formas de expres¯ÌÀ. • ™ dolor de Jeslls es «absoluto», es decir, mas profundo que el que pudiera suf®r cualquier hombre, incluso un condenado, ¥, sin embargo, hay condenados. Escuchemos: «Oh, Redentor m¯o, nadie ha suf® d¿ como ¤Í . ¥ en el sentido profundo de la palabra sÌ™0 ¤Í has suf®d¿ absolutamente. Tu ¡ as¯ÀÌ · ¿ es un dolor como otros dolores humanos, el es el dolor, la ¡ as¯.ÀÌ ¤ Í 10 has soportado todo ¥ has conocido 10 que 10s hombres han suf®d¿, ¥, sobre todo, todo aquello que injustamente ·¿ han suf®d¿, hasta la condena que 10s auanca de tu abraŸ– cuando ellos mismos se apartan de tu felicidad. ‘ ti te del dolor divino» 154. Lo hemos matado ¥ suplico, varÌ· por su sac®f¯c¯¿ nos hemos peÀnitido escapar de la 152. 153. 154.

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322. 374. Cfr. 343-344, en el sentido de la e§¡ res¯·Ì 568-569.

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382-383.

iQuE PODEMOS ESPERAR?

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segunda muerte, la muerte del alma. Hemos creado el infiemo ¥ •¹ se ha hecho a s¯ mismo pecado ¥ conocido 10 que es estar abandonado ¥ deshecho hasta el final. ¿ ha hecho desaparecer ·¯ el infiemo, ·¯ el pecado, ·¯ la muerte, pero s¯ ha renovado ¥ puesto en nuestras manos la savac™ ¯·Ì , la vida ¥ el cielo» 155. ¥ de nuevo esa t¯¡¯ca va® ac¯Ì·, como en 10s ¡ ® mer¿s textos: «"¹¡¿r que me has abandonado7" j ¥ precisamente en el momento de tu muerte! La muerte del alma: esto es el tormento infemal de la ¡ as¯·Ì : ¥ hay que sentirla en s¯ mismo para conocer todo el houor de la impiedad, para compadecerse de la t® bu™ ac¯Ì · de las almas que se condenan a s¯ mismas ¥ para poder entregarse totalmente por su sa™vac¯Ì· (j), ir hacia ¤¯, Dios m¯o, con el temor ¥ el ardor de Pedro; "¹‘ quien iremos?"» 156 ¹ ¿ hay ya en estas expresiones una esperanza de que un entregarse tal a Dios ·¿ sen¯ ¯·Í¹¯17 Tend®amos que introducir aqu¯ 10s textos sobre Ma®a como «la omnipotente intercesora» 157. Finalmente, vienen 10s textos, en 10s que la c¿m¡arac¯·Ì entre la e§¡e®e·c¯a del crucificado ¥ la del condenado ya ·¿ aparece como compensada, sino a favor del ¡®mero: «¿ (padecer) sÌ™0 por 10s propios pecados, sino por 10s pecados de 10s otros; transformarse «en pecado», como C® st¿ en Getsema·¯ ¥ en el Calva®o. La verdadera ¡as¯Ì· es la ¯·Í™¯™; jtanta sangre deuamada, tanto dolor en vano, tanta mise®a hurnana culpable! Ante esto, 10s mas hor® bles tormentos pueden 155. TG222. 156. TG 209. La e§¡ res¯Ì · TG 193 queda ambigua: «La ¡as¯Ì· ·¿ es slÌ ¿ rescate; es la misma e§¡ e® e· c¯ a de C®st¿ en los infiemos. ¡¿Ä esta eÇpe®enc¯a el infiemo se hace real ¥ el hombre se condena. C®st¿ es el realizador universal». 157. Cfr. TG 488, 382, 543.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

parecer dichosos con tal que sirvan para la savac ™ ¯·Ì . ³ , con todo, ¤Í sacas del mal mas grande el mas grande bien por tu mas grande mise®c¿rdia. ³¿ te suplico, Padre, que realices esta tra·substa·c¯ac¯·Ì moral por tanta amargura...» 158 ³ la esperanza aÍ· puede aumentar: «Esta ¡as¯Ì· es ter®ble, pues quita todo pecado, rodea el infiemo, abarca toda posible culpa ¥ su esencia es adelantarse a todo. Aunque sÌ™0 hubiese un Ínic¿ condenado, el c¿ra·̖ del Redentor se·t¯®a lastima, con todo el ardor de su amor, por el aÍ· tan pequefio rebafio de 10s elegidos: el buen Pastor piensa sÌ™0 en la oveja perdida. • ™ Padre es est®cto ¥ amenaza antes para ·¿ tener que soportar todas castigar tanto despues» 159. «¤Í has que®d¿ estas muertes ¥, resucitando, les has abierto a todos ellos el carnino de la vida» 160. «¤Í quisiste suf®r la vergËe·–a, el desprecio, agotar 10s tormentos, ¥ todo esto fue tu verdad, ¥ s0™Ì la sobreabundancia tenia que g10®ficarte ante tu Padre» 161. ‘ s¯ lucha Blondel. Unos cuantos pasajes ensombrecen 10 que aclararemos en nuestro Íltimo ca¡¯tu™0. ‘ Blondel le gusta hablar de que el hombre ·¿ debe juzgar, sino compadecerse de todos 10s pecadores. ³ 10 fundamenta esto diciendo que Dios se reserva para s¯ la justicia ¥ nos entrega la mise®c¿rdia. Pero sus formulaciones son unilaterales: «¤Í has concedido (al hombre) el servicio de la mise®c¿rdia, le has dado tu vida, tu fruto, tu poder omnipotente ¥ todo por tu bondad» 162. «Pues as¯ tenemos 158. ¤ Ÿ 219. 159. ¤ Ÿ 263. 160. ¤ Ÿ 486. 161. ¤ Ÿ 377. Cfr. 485: «¤¹ ¯ te has condenado a ¹¯ mismo, para que ya tuviesen e]]os la culpa de haberte condenado». /bid. 510. 162. ¤ Ÿ 278. Cfr.217.

¿À

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nosotros que amar a ios pecadores, pues la mise®c¿rdia se ha encamado en nosotrÃs ¥ para nosotros para separarse aÍ· mas de lajusticia ½indicati½a» 163 «Nosotros tenemos que buscar la justicia menos que a Dios» 164. Pero pronto se aclaran las ideas: «Sin embargo, la mise® cà rd¯ a crece en la est®cta justicia. Ã hay que temer ampliar las perfecciones di½inas. Cada una multiplica las demas» 165.

163. 164. 165.

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301. 313. 354.

½À!.

LA ETERNIDAD DEL INFIERNO

Que significa el termino «etemo» refe®d¿ a1 infier·±? ¡¿d®am¿s poner en su frontispicio la frase lapida®a de santo Tomas: «·• el infiemo ·¿ hay ½erdadera etemidad, sino mas bien tiempo» 166. Lo que quiere decir que pongamos en claro, antes de u™te®¿res aclaraciones, la ¿Á¿s¯c¯Ì· que hay entre la etemidad cabe Dios en el ciel0 ¥ la as¯ llamada etemidad del infiemo. Todas las otras explicaciones del Aquinate estan totalmente determinadas temporalmente. Mantiene el concepto de «infinitud» en el sentido de que admite Å· cambio de castigos: desde el fuego mas abrasador hasta el f®¿ mas intenso 167. Ya sabemos cÌm¿ Å™¯l¯zÌ Dante estos elementos tradicionales. Otro momento de la tradic¯·Ì nos lle½a et¯m¿lÌg¯came·te a san Agust¯n (del que pronto hablaremos), aunque en este sobresalen las influencias ¡™atÌ·¯cas: Cuando el mundo se acabe, se paralizara el mo½imiento de 10s cielos, ¥ ya ·¿ habra ¹

166. S. Th. ,™ 10, 3, ad 2: «À™ infemo À ¿À est vera aetemitas, sed magis tempus». Ya el Pseudo (?) Dfdimo habfa comprendido que sÌ l¿ Dios es etemo, mientras que las creaturas estan sometidas necesariamente a\ cambio (De ¤¯“ ¯À ­ tate 11, 6, 4). 167 S. Th.lbid. ¥ 1-11 67 ¥ ad 2. Aquf se subraya que este cambio de casti(evasio). gos ¿À permite a l0s condenados ningun tipo de esperanza de evas¯Ì À

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TRATADO SOBRE

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mas posibles cambios en 10s cuerpos que 10s que se rea168. Tomas acostumlizan «secundum esse S¡¯®tua™e» bra, apoyado en Boecio ¥ mas alln en ‘®stÌte™es 169 (aunque aceptando]a ™ ¯ mitac¯Ì · de que esta es la llnica manera que tenemos de pensar sobre el tiempo), a denominar la etemidad celeste como «nunc stans» ¿ como «tota simul possesio». esta muy influido por ¡¿rfi®¿, de quien San Agust¯n posiblemente hab¯a tenido noticia por el tercer libro de Jamblico «De m¥ste®¯ s» 170, cuando habla sobre el infier·¿ en «De Genesi ad litteram, §™». Del idealismo ¡™atÌ­ nico procede la t®¡™e div¯s¯Ì· del hombre en eS¡¯®tu, ¯mag¯·ac¯Ì· (denorninada por la termi·¿l¿g¯a fi™¿sÌfica como pneuma, sÁ¯®tus) ¥ corporalidad. •· resumen, la v¯s¯Ì· celestial mas alta es la eS¡¯®tua™, mientras que la e§¡e®e·c¯a del infiemo es propia de la ¯mag¯·ac¯Ì·, en la que se graban hor®bles «imagenes corporales» (<<similitudines corpOfUm»). «Hay, pues, una realidad infemal, · ¿ corporal» 171. Esto pero supongo que es imagina®a, 168. Quodl. 8. q. 8 c. ¯ n contrar., Suppl. 86, 3 c: «S¡¯ ® tua¯™ ter per modum intentionis», «per modum ammae»; Suppl. 97, 1, ad 3: «per actionem S¡¯®tua­ lem, ... imprimendo formas ... secundum esse spiri¹uale ¯· animam». Para una e§¡™ ¯ cac¯Ì · ¡ s¯ c¿ lÌ g¯ ca: De ver. 26, 3, ad 11. 169. Boethius. Cfr. S. Th. ,™ 10, 10bj 1: «interminabilis vitae tota simul et /V Phys. c.ll: 219 b1. perfecta possesio»; ‘®stÌte™es: 170. Traducido por Th. Hopfner (1922) Nota Á. 206. 171. De Genesi ± d litt. § l,™ 32, 61 (¡™ 34, 481). ScheJling ha manifestado razonable que hombres, que en la mueren su «Clara» algo semejante: «Ser¯a te han ca¯ d¿ completamente en la pura naturaleza, les mantenga una especie de ...  ¥ si la sueiio en el que se ven¯· envueltos por una tormenta de ideas ¿·¯r¯cas ¯mag¯·ac¯Ì· es instrumento con el que han pecado las mas de las veces, ¯,·¿ deber¯a ser esta tambien aquello por la que son mas castigados? ¥ el tormento consistir ¡®·c¯¡a™me·te que esperan los pecadores en la otra vida ¯,·¿ deber¯a en tormentos de la fantas¯a, cuyo objeto fue especialmente el mundo corporal?» (WW 1, 9, 80-81).

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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condiciona el hecho de que el infiemo sea comprendido como estado ¥ ·¿ como lugar 172. Otra cosa hay en las especulaciones agustinianas que nos sorprende. Del pasaje de la Vulgata, en el que se dice que Dios resuc¯tÌ a C®st¿ «rotas las ataduras del infiemo» (Hch 2, 24) deduce el «que tambien el alma de C® st¿ hab¯ a estado sumergida en las regiones donde 10s pecadores son castigados, para que liberase as¯ de 10s tormentos a tantos cuantos el tuviese por conveniente liberar segun su para nosotros miste®¿sajust¯c¯a». Estas regiones las diferencia claramente de las otras que nosotros l1amamos antesala del infiemo, que es como el denomina al seno de Abrahan, donde ·¿ hay ningun tormento. «Infiemo (i·fe®) ·¿ se puede l1amar a estos lugares de descanso; como tal ·¿ tiene lugar en el mundo subte À ane ¿

173.

Pero estas especulaciones nos amenazan con apartarnos de nuestro tema ¡®·c¯¡al: la diferencia entre la etemidad celeste ¥ la infemal. Si comparamos la e§¡res¯Ì· a®sto172. «Nos preguntamos, ¥ con razÌ·, por que el infiemo (¯·fe®) est:i considerado como algo de debajo, siendo asf que ·¿ se trata de un lugar corporal, ¿ por que se habla de1 mundo subteÀ:i·e¿, si ·¿ est:i bajo la t¯eÀa» (De gen. ± d litt. § ,™ 62). ™• viejo ‘gust¯· pe·sÌ en sus Retr±ct±tiones que te·d®a que (2, 24, 2). ³ a en la CŠ ud± d de Dios (21, 10) se sinrechazar estas afiÀnaciones ¹¯Ì el obispo obligado a rechazar la d¿ ct®· a de un fuego ¯nmate®al, que sÌ™0 act¹ia a traves de im:igenes fant:isticas, ¥ de un demonio sin cuerpo, que, «a sometido a l1amas mate®aes», ™ 10 que sÌ™0 pesar de su incorporeidad segu¯a ¡¿ d¯ a suceder «de manera admirable e incomprensib1e», ¥ para e1 hombre «tota1mente ina1canzab1e». La inimaginibilidad de1 cie10 ¥ de1 infiemo en la antigua imagen de1 mundo sÌ10 se atrevieron a seguir1a defendiendo 10s m:is osados pensadores medievales (•®¹ige·a, Cusano). ¿ hay manera de saber por que se sigue discutiendo sobre e11ugar donde est:i e1 infiemo hasta en e1 Dicction±ire deTheologie C±tholique (artfcu10: Enfer). 173. De gen. ± d litt. § ,™ 33, 63-64. Sobre todo este tema, Cfr. Augustinus, Psychologie und Mystik (De gen. ad 1¯¹¹. 12), traducido ¥ pro10gado por • . KORGER ¥ HANS URS VŸ BALIASAR   (1ohannesver1ag, Einsiede1n 1960).

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telica «nunc stans» (que santo Tomas -eomo ya hemos dicho- ·¿ la entiende como def¯·¯c¯Ì·, sino como apro§¯mac¯Ì·) con las e§¡e®e·c¯as dadas a conocer en el ca¡¯tu™0 a·te®¿r, nos parecera que este «nunc stans» se puede aplicar mas bien a estas, pues las consideramos ajenas a cualquier dime·s¯Ì· temporal ¥ definidas por un estrecho, ½ac¯¿ ¥ ceÀad¿ «ahora», ¥ esto en ellugar mas terrible de todos (<
174. .š FROLICH, Die letzen Dinge (M¯¯ nchen 1959) 37. 175. .‘ WINELHOFER, š Vo¹n Kommen seines Reiches (Frankfurt 1959) 95.

¯,QU•

PODEMOS ESPERAR?

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cae en una s¯ tuac¯Ì · inamovible, que ·¿ quiere ningun ¹¯¡¿ de c¿·vers¯Ì· ·¯ desea ningun perdÌ·» 176. Para comprender mejor este ¹¯Á¿ de ser, que participa de la etemidad de Dios, di®jam¿·¿s a 10s Padres g®eg¿s mejor que a otro sitio. La «supratemporalidad» de Dios es, con respecto a toda temporalidad, algo tan positivo que se le concede 10 mejor del tiempo: su apertura tanto al futuro como al pasado, en todo momento del presente. Por eso se ha impuesto hoy la ¿Á¯·¯Ì· de que Pabl0 en 1 Co 13, 13 habla de fe, amor ¥ esperanza como de la tema que pennanece etemamente, aunque sigue siendo cierto que las dos virtudes «ciegas»: la fe ¥ la esperanza se transformaran en la v¯ s¯Ì · de Dios. La d¿ ct®· a tomista de que nosotros nunca podremos comprender a Dios quedÌ concretizada por san Ireneo: «Dios debe ser siempre el m.ayor de todos ¥ ,esto ·¿ sÌ™0 en este mundo, sino tambien en el futuro, par:a que • ¹ sea siempre el maestro ¥ el hombre aprenda siempre de Dios, como disc¯¡u™0. ¯ ,¿ dice acaso el ¡‘ stÌ ¿l que, cuando todo 10 demas desaparezca, permaneceran s610 estas tres: fe, esperanza ¥ amor? Nuestra fe en el Sei¯or siempre permanecera imperturbable, pues nos da la segu®dad de que •¹ es el unico Dios, de que nosotros si.empre le amaremos, pues es nuestro Padre, ¥ de que tanabien esperaremos poder recibir algo mas de Dios ¥ aprender de El, porque •¹ es la bondad ¥ posee Å· reino inagotable ¥ Å· reino sin fin ¥ una ensefianza ilimitada» 177. Es bien sabido, ¥ muchos textos nos 10 ensefian, que esta v¯:s¯Ì· te¿lÌg¯ca ha sido desarrollada por Grego®¿ de Nisa., al identificar este el descanso infinito en Dios 176. Die E.JSch±tologie in der Gl± ubensunterweisung Cfr. DTC V/I ((1913) 921. 177. Adv. h/±er. ,™ 28, 3.

(Wtirzburg 1965) 223.

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TRATADO SOBRE •™

INFlERNO

con el movimiento infinito hacia •¹ 178. Con esta expres¯Ì· te¿lÌg¯ca -que se deduce de la etema vida divina- ·¿ debemos dar ·¯ una respuesta a 10s «eones» g·Ìst¯c¿s, como ya hemos dicho, ·¯ se debe «comprender la eternidad como contrapuesta al tiempo»; ¥ si la sc• ®tu¹a habla de que «un d¯a con el Sefior es como mil afios ¥ mil afios como un d¯a» (Sal 91, 4; 2 ¡ 3, 8), por eso mismo, se puede afinnar «·¿ Ia infinitud de Dios», sino la infinitud del imagenes rodean esta realidad, tiempo de Dios» 179. ¯œ ™ t6rmino, «ningun ojo ha visto, ningun pOIque, en Í ltimo ¿¯ d¿ ha ¿¯ d¿ , ·¯ ha penetrado en el c¿ra–Ì· del hombre 10 que Dios ten¯a preparado a 10s que le aman» (l Co 2, 9). ³ si Jeslls habIa de las «muchas estancias» que hay en la casa deI Padre ¥ que 61 va a prepararnos un lugar (Jn 14, que 10 que se quiere es 2), · ¿ , Á ¿ Ä eso se olvida la te¿™ 0g¯ a ordenar la multiplicidad en una unidad comprensible. Se habIa de la Jerusa16n celeste, de la herencia celestial, de reinar con Dios, de la luz como la del sol, del etemo sabado, del gran banquete ¥ de las bodas del Cordero: en todas estas imagenes estan incorporados los que han sido acepbuscar un sitio dentro del tados. ‘ nadie se Ie ocur®ra cosmos para el cielo (ya Scoto • ®Í ge· a consideraba apoyandose en «Ioco» al que tal hiciese). San ‘ gust¯· , Pabl0, que «prefe® I¯ a ser disuelto en la muerte con taI de estar junto a C®sto» (Flp 1,23), puede damos esta sencipod® a estar situado el lla respuesta a la pregunta de dÌ·de sera nuestro sitio despu6s de la cielo: «¹• mismo (C®sto) 178. Textos importantes, en nuestra traducc¯Ì· de] Comentario allibro del Cantar de ]os Cantares «Der versiege]te Quell» (lohannesverlag, Einsiedeln 31984), asi como en nuestro ]ibro: Presence et pensee, ess±i sur l± philosophie religieuse de Gregoire de Nyse (Beauchesne, Pa®s 194]). und die Zeit (Zollikon 21948) 23 ¥ 60. 179. .Ÿ CULLMANN, Chr¯stus

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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muerte» 180. ¥ en C®st¿ esta todo el etemo proceso t®ni­ ™a®o, que abarca a todo el mundo ¥ 10 cubre. De esta manera -¥ mas ·¿ que®am¿s nosotros demosmas grantrar aqu¯- ·¿ se puede pensar una c¿·tradicc¯Ì· como etemidad de que la que hay entre 10 que se cal¯fica es el en la vida etema ¥ en la muerte «etema». La ¡® mera desaÀollo mas grande posible de cualquier durac¯Ì· dentro de la vida absoluta de Dios; la otra, la total reducc¯Ì·, hasta 10 ¯ · ½ er¿s¯m¯l, a Å· ahora inamovible ¥ desconsolador. ¥ en la ¡® mera se presenta cualquier ¿cas¯Ì· para el desaÀollo perfecto del hombre -·¿ sÌ™¿ de su contemplar, que en el infiemo ·¿ sino tambien de su hacer-, m¯ entras se puede ni ver ·¯ hacer nada.

180.

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S±l.

30.

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‘U¤ŸD•STRUCCI̝

DEL MAL?

Ya tendremos ¿cas¯Ì· de ½ol½er sobre la pregunta --<}ue a mas de Å·¿ ha intranquilizado- de si se puede hablar de una aut¿destrucc¯Ì· del ma1. Se la considera como una «te¿®a que ¥Ÿ propuse» en el Osser½atore Romano, ¥ que ·¿ es sino una «te¿®a eÀÌ · ea e indemostrada» 181. Se trata de aquel10s pasajes dellibro del ‘Á¿­ calipsis, en 10s que se aÀoja al «estanque de fuego» todo 10 que es negativo en la hist¿®a del mundo e ¯Àec¿·c¯l¯a­ ble con el nuevo mundo de Dios. Son cosas muy distintas entre s¯, que nosotros sÌ™0 podremos tratar si las ½  amos escogiendo una a una. Lo que quizas nos depara menor dificultad es la destrucc¯Ì· de la «muerte» ¥ del «abismo» (Hades), a 10s que se le asigna una «segunda muerte» (‘Á 20, 14), que es como decir «La muerte de la muerte». La imagen ya era conocida por Pabl0, quien, citando a Isa¯as (Is 25, 8), habla de que'la muerte «ha sido ½encida» (l Co 15,54), ¿ bien: «10 mortal ha sido absorbido Á¿Ä la vida» (2 Co 5, 4). La palabra «katapinein» significa literalmente «tragar» ¥ , en sentido figurado, «absorber, consumir, en el sentido de una total destrucc¯·Ì » 182. Esta c¿· su· c¯Ì · ·¿ 181. .— SCHAUF, l.c. 6395. 182. WaIter Baue:, Wb.z. . ¤.

en esta palabra.

110

¤ RA¤ADO

SOBRE EL INFIERNO

puede significar, en el caso presente, una «v¯cto®a» ¿ una existencia continuada en la «vida», sino una superac¯Ì· tal que -para expresarl0 10 mas positivamente posible- transforma todo 10 negativo que hay en la muerte ¥ en el infiemo en la pura positividad del vencedor. Pabl0 se da por satisfecho en 1 Co 15 alabando esta v¯ct¿®a de 10 «incorruptible» sobre 10 «corruptible» (½. 42), retando a la muerte v¯ct¿®¿sa: «¹ DÌ· de esta, casi irÌ·¯came·te muerte, ™Å v¯ct¿®a?» (½. 55). Aquel gran poder en la hist¿®a del mundo, que el Apocalipsis l1ama el cuarto jinete: «se l1amaba muerte ¥ el abismo 10 segu¯a»; aquel sheol veterotestamentario que se engulle a todo viviente, sea bueno ¿ mal0, pero que es, a su vez, tragado por la de C® st¿ . « ¥  ¿ vida que cornienza con la resuÀ ecc¯Ì · soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora ½¯½¿ para siempre ¥ tengo en rni poder las llaves de la muerte ¥ del 1, 18). abismo» (‘Á Pero tambien son anojados al lago de fuego otros lugar, Babilonia, la gran ramera, que ha seres. ·• ¡ ® mer seducido a todos 10s pueblos con el ½¯·¿ ardiente de su Á rost¯tuc¯·Ì (en el Antiguo Testamento: ¯ d¿lat®a) ¥ de la 18, 4), ¥ que, que se pide que salga el pueblo de D¯os (‘Á finalmente, «senl abrasada por el fuego» (/bid. 8), de manera que se vera «desde lejos» subir «el humo de su incendio» (Ibid. 7), de 10 que se alegra el cielo: «jAleluya! ™• humo de su incendio sigue subiendo por 10s sig10s de 10s sig10s» (Á‘ 19, 3; segÍn Is 34, 10). Ya nadie podra afirmar que esta Babilonia es una persona, pues tanto en e1 Antiguo como en e1 Nuevo Testamento (1 ¡ 5, 13) es e1 s¯mb010 de1 poder enemigo contra JerusaIen, que el Á‘ ¿ ­ ca1ipsis identifica (quizas secundariamente) con 1a ciudad de Roma (17, 9). Babilonia es una rea1idad que manifies-

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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ta su poder a traves de 1a h¯st¿® a de1 mundo, pero que es declarada como «cafda» (14, 8), incluso antes de que se le aparezca a1 ½ idente (17, 1ss.). Despues de ella son vencidos 10s tres anima1es apocal¯pticos ¥ arrojados a1lago de fuego. ·• ¡ ® mer 1ugar, «e1 anima1 ¥ el falso profeta» (19, 20); al final tambien el ¿ ® ­ gen de1 ma1, «e1 gran drag·Ì , 1a antigua serpiente, l1amados Diablo ¥ Satanas» (12, 9). «... donde seran atormentados noche ¥ dfa por 10s siglos de 10s siglos» (20, 10). De esta «t®nidad» de animales impfos tampoco se podra decir, de forma indiferenciada, que son personas. Estos poc1eres ma1e½olos son, mas bien, comparab1es a 10s «¡® ­À ~ipados ¥ potestades», que Pab10 tantas ½ eces cita. ¹• ¿À los desc®be como ma10s, sino mas bien como neutra1es, aunque tambien ellos han sido «despojados» ¥ «expuestos a publica ½ ergtienza» Á ¿ Ä C®st¿ (Co1 2, 15); estos son de este mundo» que ¿À han conocido aquellos «¡® cÀ ¯¡ es a C®st¿, por 10 que 10s «han cla½ado en 1a cruz» (1 Co 2, 8). À• el Apocalipsis, que siempre pinta en blanco ¥ negro, representan claramente 10s poderes atÀ ¯c®st¯a·¿ s (aparecen en el mundo s0™Ì despues de la ascesÀ ¯ÀÌ del 10s ½ e ¥ desCbe‰ como Meslas, cap. 13), ¥ , como el ½ idente personificaciones, podemos decir de ellos que sen¯I¹ «arrojados» a1 estanque de la muerte Á ¿ Ä toda la eternidad. La forma de desc®b¯r su realidad es dif¯ cil, pues 10s rnismos hombres, seducidos por estos poderes, les prestan algo de su propia realidad, pues, aunque el mal seductor del mundo s0™Ì tiene la forma de una «humareda (negra) de Å · homo gigantesco», ¥ «el sol ¥ el aire se entenebrecieron» (9, 2). Los pecados cometidos Á ¿ Ä el hombre son algo rea1, que alimentan ¥ concretizan a 10s p±ieres seductores, de manera que esta realidad producida de alguna manera

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¤ RA¤ADO

SOBRE EL lNFIERNO

por 10s hombres, es anojada a 1a aut¿destrucc¯·Ì junto con estos poderes seductores, a1l¯ donde Dios ha creado e1 nuevo mundo ¥ 1a ciudad santa Jerusa1en. Observemos que hasta ahora hemos hab1ado de1 ma1 como ta1, de1 pecado, ¥ ·¿ de 10s pecadores. La imagen, que hace arrojar de 1a creac¯·Ì defia 10s poderes ma1evo10s, ¡ ® ½ a·d¿10S nitiva, puede ser interpretada como 1a de su destrucc¯Ì·. Pero como esto ·¿ es Å · proceso que ocuna dentro de1 tiempo tenenal, muy bien puede e1 vidente trasportar10 a 1a etemidad. en imagenes en e1 Todo este conjunto esta desc® t¿ Apoca1ipsis, que ·¿ es Å · 1ibro hist®Ì c¿, sino Å· 1ibro de sentido e1 proyectar en visiones. ¿ tiene, pues, ·¯·gÍ· 61 acontecimientos de1 mundo: «iHabra que decir que e1 ma1 sera destrozado en e1 pecador ¥ que este, ya sin pecado, se salvara a1 fina1 de su vida tenena? ¯Ÿ se hab1a aqu¯ de1 hombre despu6s de su muerte tenena?» 183 Ninguna se hab1a de ·¯· gÍ· hombre de 1as dos cosas. ‘qu¯ ·¿ ½¯½¿ . Otra pregunta: «iSe consume e1 ma1 de ta1 manera que deja de existir, ¿ queda a1go que se va autoconsumiendo etemamente, como una especie de humo?» 184 qu ‘ ¯ se contraponen mutuamente tiempo ¥ etemidad, 10 que ·¿ es conecto. Sobre esto, vease 10 dicho en e1 ca¡¯ ­ tu10 a·te®¿ r. Como excursus sobre esta parte, podr¯amos decir este 1ibro de visiones exp1ica sus imagenes fuera de 10s acontecimientos rea1es de1 Evange1io: por ello, jamas se hab1a en 61 de un ¡erdÌ· de 108 pecad08 (aunque podr¯ am08, por ello, seguir preguntandonos: ¯dÌ·de va a parar 1a rea1idad de1 pecado cometido?). La mera contra-

183. .— Schauf, ¹.c. 184. /bid. 6396.

6395.

iQUE PODEMOS ESPERAR?

¡ 08¯c¯·Ì

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entre Di08 ¥ el anti-di08, entre 108 8antos ¥ 108 «penos» (12, 15), entre 108 «sellad08 por Di08» (7, 3) ¥ 108 «marcad08 con el 8ello del animal» (13, 16) se queda en una constante asce·s¯Ì·: «•™ que es injusto, c¿·t¯·Íe aÍ· en sus injusticias,... eljusto practique aÍ· lajusticia» visionario del Apocalipsis, (22, 11). Este puro can¯cter nos impide sacar conseque deja a un 1ado 10 h¯st®Ì c¿, cuencias refe®das a acontecimientos h¯stÌ®c¿-teÀe·ales, ¥ mucho menos a 10s evangelicos. Es ahora cuando, finalmente, una determinada catego® a de hombres ma10s es arrojada al estanque de fuego «Los cobardes, 10s infiejunto con sus figuras a™egÌ®cas. les, 10s abominables, 10s homicidas, 10s fornicadore8, 10s hechiceros, 10s ¯ datras ™Ì ¥ todos 10s embusteros te· dn¯· su parte en el estanque de fuego, que arde con fuego ¥ azufre» (21, 8; par. 22, 15). ·• otro lenguaje: «¥ todo el en ellibro de la vida fue arrojaque ·¿ fue hallado esc®t¿ do al estanque de fuego» (20, 15). La desc®¡ c¯Ì · de las categ¿®as de pecado nos recuerda a Pablo: «¯ 10s forni™Ì ni 10s adÍlteros, ni 108 afeminados, carios, ni 10s ¯ datras, ·¯ 10s sodomitas, ·¯ 10s ladrones, ·¯ 10s avaros, ·¯ 10s eb®¿ s, ni 10s maldicientes, ·¯ 10s rapaces ¡¿seen¯· el rei·¿ de Dios» (1 Co 6,9-10). Pabl0 habla amonestando ¥ advirtiendo a seres que viven en la h¯sto®a a que se conviertan ¥ que ·¿ piensen que se puede entrar en el cielo automaticamente; Juan, en el Apocalipsis, tiene visiones de distintas situaciones ante e1 juicio. Oigamos el comentario de Ad® enne ½¿· Speyr sobre el v. 20, 15: «El1ibro de la vida aboga porque 1a vida temporal sea integrada en la etema. Pero para esta ¯·tegrac¯Ì· ·¿ basta con la a¡¿ rtac¯Ì · de una hoja vac¯a dellibro de la vida. Hace falta una cualificac¯Ì· ... Hace falta una medi-

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da m¯nima

TRATADO SOBRE •™

INFIERNO

... Sobre la forma de llevar este libro reina insegu®dad hasta el d¯a del juicio. ¥ si alguien presentase una hoja totalmente en blanco, ·¿ se le admit¯® a en el juicio por parte del que juzga, sino que se®a excluido de 61 ¥ arrojado sin piedad al estanque de fuego». Cada Å·¿ se representa a s¯ mismo, pero ·¿ resulta tranquilizante para 10s asistentes el que Å· par haya pasado antes por el juicio, pues «cuando se echa mano dellibro de la vida para el enjuiciamiento, desaparece toda c¿m¡arac¯Ì·; en ese momento todo depende de la gracia que Dios ha ofrecido a cada Å·¿: de la gracia dispuesta sÌ™0 para 61 ¥ para 61 reservada... ™• libro de la vida adquiere la forma de Å· libro de absoluciones, mientras que el otro libro, es el libro de 10s pecados... La gracia recibe entonces toda su claridad al compararse con ellibro de 10s pecados. Dios ·¿ tiene necesidad de una tal c¿m¡arac¯Ì·: le basta con mirar al libro del bien ¥ del mal para descub®rl0 todo, tambi6n la gracia. Pero para 10s hombres esta comparac¯Ì· es necesaria para que vean cÌm¿ han ut¯lizado la gracia de Dios... Ahora parece como si en el libro de la vida hubiese tambi6n paginas vac¯as. ¥ ya · ¿ sabemos si 10 que esta vac¯¿ para el hombre tambi6n 10 esta para Dios. Si se da 10 ¡ ® mero, la c¿· ces¯·Ì de la gracia al pecador le parece®a tan extrafia (61jamas ha respondido a la gracia) que ·¿ la ve®a ·¯ rec¿·oce®a como gracia, ¥ , lleno del mas granque dejarse de temor ¥ de la angustia mas grande, tend®a arrojar en el estanque de fuego, que realmente existe ¥ de cuya existencia t¯ene ̙, por la justicia de Dios, Å· conocimiento pleno. Juan ve a 10s acusados en su movimiento de ser arrojados, pues 61 tiene que dar testimonio de esta posibilidad. Este testimonio es parte de su tarea como

~QUE

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enviado; el tiene que poder infoÀnar de que ello ha visto, pues esto pertenece, como posibilidad, a la esencia del tiene que haberlo visto. n• juicio, ¥ para poder infoÀnar este pasaje todo esta claro: la esperanza, que el tiene para todos, · ¿ esta caracte®–ada por excluir el honor de una posible c¿ndenac¯Ìn» 185.

185. Apoc±/ypse (Johannesverlag, Einsiedeln 21976) 687-690. Cfr. tambien el Comentario en 21, 8: Quien contraponga a «Ia verdad de Dios» su «·¿ defi·¯¹¯½¿». «un ·¿ inexorabJe, que pronuncia cada vez que se Je presenta alguna exigencia» ese es Å· perfecto mentjroso. •· el estanque de fuego, como «"Ja segunda muerte", la mentira como tal desaparece. Ya · ¿ tiene la posibilidad de construirse un mundo de fantas¯a, le falta eI mate®al para ello, ¥ nada puede ya tergiversar. Pero esta muerte de la mentira À¿ conlleva la posibilidad de una c¿·½ ers¯Ì · a la verdad, sino mas bien la necesidad de endurecerse en la muerte de la mentira... Quien sea mentiroso hasta eJ final, sabra, s¯, que hay una verdad, pero ... esta le parecera algo completamente extrafio, inaJcanzable, aJgo que À¿ le puede lIenar en manera aJguna. ³ como el rechazo es una mentira sin esperanza, seguiÄa estando sin esperanza». Ibid. 716-717. •· la e§¡¹icac¯ÌÀ de ‘ Á 22, 11 se dice: «De nuevo aparece la especial re™ac¯Ì· del Apocalipsis con el tiempo. À• el tiempo del Sefior, en el Evangelio, ·¿ podr¯a estar esta frase. ·• el tiempo superior del ApocaJipsis, el tiempo tenenaJ ya À ¿ juega ningun papel. malo: Pero aun sigue existiendo en el una amenaza, como si se dijese al ¯À · ¿ "Sigue as¯, sigue", ¥, mientras, se busca el azote. Para el n¯·¿ es mucho mas teÀible esta frase que si se le dijese: ''Escucha, ·¿ llagas eso". •™ castigo es considerado de una manera totalmente distinta. •À el Evangelio es la posibilidad amenazante para el caso en que uno À¿ se convierta. •À el Apocalipsis, el castigo es para toda]a etemidad». Ibid. 804.

X.SATANAS

Por ellibro del Apocalipsis hemos sabido que el mal es mas que una realidad nacida del hombre ¿ de su histo®a; mas bien busca poner de tal forma a su diS¡¿ s¯c¯·Ì ¥ absorber ambas cosas, persona e h¯st¿®a, que se con½ier­ te en Å· poder mas que humano, que actua contra Dios, ¥ que, finalmente, sÌ™0 puede ser absorbido (kataphagein) por Å· fuego del ciel0, ya que puede cercar «el campamento de 10s santos ¥ la ciudad amada» (‘Á 20, 9). Con esto coincide, si dejamos el campo del Apocalipsis, el testimonio paulino de que «nuestra lucha ·¿ ½a contra la carne ¥ la sangre, sino... contra 10s malos eS¡¯®tus bajo el cielo», que sÌ™0 pueden ser resistidos ¥ ½encidos con la armadura de Dios» (Ef 6, 12ss.). Estamos, pues, tambien ante 10s poderes satanicos del E½angelio, que sÌ™0 surgen dentro de la h¯st¿®a de la sa™½ac¯Ì·, cuando «el Santo de Dios» hace su a¡a®c¯·Ì en la tiecra, a quien ellos ½en ¥ conocen como el ½ erdadero ·‘ t¯c®sto (Mc 1, 4). Este «Santo» se hace ·ecesa®¿ para que irrumpa como «mas fuerte» en la casa del fuerte ¥ pueda aÀebatarle 10s enseres (Mt 12, 29). ¥ si Jesus concede a sus disc¯¡ u0S™ «poder para expulsar demonios» (Mc 3, 15), s0™Ì 10 hace si ellos oran con una ¿rac¯Ì· de la que se han manifestado, a ½eces, incapaces (Mc 9,29; Mt 17,21).

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

Nos enfrentamos as¯ con la cuest¯Ì· de Å · poder misterioso -para 10s hombres, superpoder- que de a1guna rasgos que se manimanera tiene rasgos <Æers¿·ales», fiestan precisamente ante 1a presencia de Jesus. Diga·¿ tiene mos ya desde ahora que 1a esperanza te¿lÌg¯ca con este poder. ™• teueno sobre el que ninguna re™ac¯Ì· actÍ a la rede·c¯Ì· de1 Hijo de Dios encarnado es, con Karl toda evidencia, 1a humanidad. Tiene, pues, razÌ· Barth cuando dice que algunas manifestaciones sobre el destino de 10s poderes satanicos estan tan al margen del Nuevo Testamento que con ellos es imposib1e construir ningun tipo de dem¿n¿™0g¯a -el rayo de luz de la revelac¯Ì· cae centralmente sobre el hombre, a quien le basta con saber que 10 satanico se encuentra realmente en la  ¡ e ® fe ® a que ya ·¿ esta completamente iluminada- ¥ que tampoco se debe, pues e1 hombre ·¿ esta llamado a mirar, cu®¿ s¿, en la oscuridad del infiemo, sino, lleno de agradecimiento, hacia el Dios misericordioso (šD 111/3, 608-623). Sin embargo, como ya 10 hemos dicho en otro 1ugar (TD 11/2, 449ss.), ·¿ podemos estar de acuerdo con la afirmac¯Ì· de Barth que dice que 10s angeles ·¿ habr¯a· tenido libertad de e™ecc¯Ì·, por 10 que hay que rechazar sin mas el mito de 1a «ca¯da de 10s angeles». ‘ esta te¿r¯a hay que oponer la ¿Á¯·¯Ì· de de Lubac de que Dios · ¿ puede crear una creatura libre ¥ , a1 mismo tiempo, «constituida en el bien»; a la esencia de una libertad regalada pertenece, mas bien, el poder elegir su valor mas alto ¥ rea1izarse, 10 ¡ ® mer¿ que todo, a s¯ misma 186. 186. Sumaturel (Aubier, ¡a®s 1946) Parte 2: Esprit et Liberte (187-321). •™ pasaje que n¿ se vuelve a considerar es quizas 10 mas agudo que tenemos de —. deLubac.

¯,Qu­

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PODEMOS ESPERAR?

Incluso si fuese creado el angel perfecto en su naturaleza ¥ conocedor de todos 10s ½ alores, siempre hubiese mantenido su libertad de e™ ecc¯Ì · ante el Dios sobrenatural. Partiendo de esto, la doctrina de la ca¯da de 10s angeles, profundamente enraizada en toda la tradic¯Ì·, ·¿ sÌ™0 resulta plausible, sino ine½itable, si reconocemos 10 satanico como existente. Otra cuest¯Ì· es saber hasta que punto el concepto «persona» puede ser aplicado al ser satanico, pues persona supone siempre una re™ac¯Ì· positi½ a con otra persona, una especie de s¯ m¡ at¯ a ¿ , por 10 menos, una ¯·cli·ac¯Ì· natural ¥ ¡artic¯¡ac¯Ì·. Esto es precisamente 10 que ·¿ se puede decir de un ser que, como tal, hubiese decidido le½antarse radicalmente contra Dios, el amor por antonomasia. Habra que hablar, pues, con J. Ratzinger, de una ¥ deshecho del ser «Ur-person», de la «desc¿m¡¿ s¯c¯·Ì persona», por 10 que es ¡ ¿“ Á ¯ ¿ deI demonio «Ie½antarse sin rostro, siendo su irreconocibilidad su propia fuerza» 187. •. Brunner dice al respecto: «•¹ act¯ia de una forma impersonaI, mas a¯in, de una forma que deshace Ia persona» 188. Karl Lehmann ha seguido 189 toda esta prob1ematica hasta los mas pequefios pormenores, llegando a una c¿·clus¯Ì· parecida: despues de haber rechazado una dem¿·¿™ ¿ g¯ a sistematica, concede «que el problema ·¿ puede ser resuelto con juegos ilustrados, ¥ que Ia gran tradic¯Ì· f¹lo­ sÌf¹c¿-te¿lÌg¯ca sobre eI tema ·¿ es ·¯ mucho menos tan ingenua como se la supone» 190. ¥ tiene ra–Ì· cuando ter187. Abschied ™'Ÿ  TeuJeZ?, en: Dogma und Verk¯lndigung chen-Freiburg 1973) 233-234. 188. Dog¹n±tik 1,™ 158, 189. Der Teufel-e¯n person±les Wessen?, en: W. ASPER š fel, D±nwnen, Bessesellheit. Zur Wirklichkeit des Bosen (GrËnwald 190. lbid.97-98.

(Weidel,

¥ .š

Ëœ · ­

LEHMANN, Teu1978) 71-98.

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TRATADO SOBRE • ™

INFIERNO

mina, atacando a las te¿l¿g¯as que le quitan h¯ eÀ¿ al asunto, COn las mordaces palabras de Kolakowski en su «Gesprach mit dem Teufel» 191. Lo mismo hubiera podido hacer con las de ™ van Karamasoff. Podemos terminar reteniendo la idea de «autodestrucc¯Ì·», como «aut¿ destrucc¯Ì · en la eternidad», en el sentido de — . Schauf, pues la c¿· vers¯Ì · de una persona, creada como buena, contra el mismo bien puede ser objetivamente caracte®–ada, en cuanto c¿·vers¯Ì· que es del en absoluto. ser contra s¯ mismo, como la ¡ ervers¯Ì · Cuando el salmo 18 (½. 27) dice de Dios: «cum perverso ¡ erverte® s», este «cum» puede muy bien ser traducido por «¯· »: el que rechaza en absoluto el fuego del amor de Dios, sÌ™¿ puede sentir este fuego como devorador. H.-J. šraus comenta el vers¯cu™¿ diciendo: «Quien vive en la ley del testamento de Dios, existe por ello en un campo de fuerzas que trae la sa™vac¯Ì·. Pero quien desprecia a Yahve, se aparta a s¯ mismo de esta esfera de sa™vac¯Ì·» 192. ¥ ‘ . Weiser: «‘ quien obra mal, rompiendo el orden del testamento, le parece que tambien Dios obra mal, al intentar imponer su orden contra la desobediencia ¥ enjuiciar al pecador, dejandole a ella maldad de su ser» 193.

191. «DiaJogo con el demonio» (. del ¤.). 192. Psalnlen ™ (Neukirchner Verlag 21961) 147. 193. Die Psalmen (Das Alte Testament Deutsch. Gottingen 71966) 130.

ǹ

mSTICIA ¥ MISERICORDIA

Ya ad½ertimos al Á ® · c¯Á ¯ ¿ 10 incapaz de una dogmatica para contraponer 10s at®butos di½inos entre s¯, de manera que pudiera hab1arse de una justicia sin re™ac¯Ì· con la mise®c¿rdia. Esto significa®a 1imitar la mise®c¿r­ dia -contra 10 que energicamente se 1e½a·tÌ ¡ ® mer¿ que nadie, para extraf¯eza nuestra, e1 mismo san Agust¯n. Ambos ½ers¯cu10S deben ser ½erdaderos: «Todos 10s caminos son mise®c¿rdia ¥ ½erdad» (Sal 25, 10) ¥ «Justo es el Sefior en todos sus caminos» (Sa1145, 17). «Mirad -dice san Agust¯na 1a mise®c¿rdia ¥ a la justicia.  ¿ imagineis que ambas pueden estar separadas la una de la otra. ‘ ¡ ® mera ½  ista parece que son opuestas de manera que quien sea mise®c¿rdi¿s¿ ·¿ tenga justicia, ¥ quien se afeaÀ incondiciona1mente a 1a mise®c¿rdia se Ÿ™ vide de 1a justicia. Pero Dios es omnipotente: ·¿ deja que la justicia desaparezca bajo 1a mise®c¿rdia, ni que en un juicio justo deje de estar la mise®c¿rd¯a» 194. Bemardo pudo as¯ llamar, siguiendo a san ‘gust¯·, 10s dos pies de Dios a la justicia ¥ a la mise®c¿rd¯a: «Tened cuidado de ·¿ abandonar la huella de ninguna de las dos. Si e1 dolor de 10s pecados ¥ el miedo ante el juicio te agobian, has tocado 194.

En±rr.

in S±l.

32, en el ½ . 5.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

con tus labios la huella de la verdad ¥ de la justicia. Si tu miedo ¥ tu dolor se suavizan mirando a la bondad divina ¥ con la esperanza de alcanzar el ¡erdÌ·, sabe que tÍ has abrazado el pie de tu Redentor. Pues ·¿ se puede besar Å·¿ sin el otro: pensar en la pura justicia nos arroja en la sima de la deseS¡erac¯Ì·, ¥ arrebujarse engafiosamente en la mise®c¿rdia produce una segu®dad perniciosa» 195. Sin embargo, en estas imagenes de san Bemardo 10s at®butos divinos estan mas bien yuxtapuestos que integrados. Esta ¯·tegrac¯Ì· constituye el objetivo de san Anselmo, que es muy consciente de la dificultad de su ¡ r¡Ÿ sÌ ¯­ to. Ya en el Monologion 196 sabe el que Dios esta mas alla de todo 10 pensable, llegando en su Proslogion a la fÌrmu­ la «quo nihil majus c¿g¯ta® possit» (cap. 1), donde Dios sigue siendo «quiddam majus quam cogita® possit» (cap. 15). Se encuentra Å· ¡®mer camino en las conclusiones acerca de la salvac¯Ì·, capaz de unificar 10s at®butos divinos aparentemente separables, permitiendo que estos surjan de la «fuente profunda ¥ miste®¿sa de tu bondad» (cap. 9) ¿ de tu <<justicia». «Si eres mise®c¿rdi¿s¿, porque eres muy bueno, ¥ muy bueno, sÌ™0 porque eres muy justo, entonces eres tÍ verdaderamente mise®c¿rdi¿s¿ porque eres muy justo. Ayudame, oh Dios justo ¥ mise® c¿ r­ dioso, para que ¥Ÿ tambien comprenda 10 que digo. (,Es verdad que tu mise®c¿rdia nace de tu justicia?» Pero en este moniento su pensamiento desva®a, debido a que la piedra del infiemo agustiniano se le cruza en el camino. Para la justicia deben permanecer abiertas las dos posibilidades: el ¡ erd·Ì ¥ el castigo (vindicativo). Si castigas a 195. lÀ C±nt. seno À 6. 196. Quizas estimulado por unas paIabras de las Confesiones: «Nunca podra pensar ·¯·gÍ· alma algo mejor que a ¤¯ mismo» (VII, 4, 6).

iQUE PODEMOS ESPERAR?

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10s malos, eres justo, porque as¯ cocresponde a sus acciones; pero si perdonas a 10s malos, tambi6n eres justo, ·¿ porque 10 merezcan sus acciones, sino porque as¯ 10 quiere tu bondad (cap. 10). De esta manera la voluntad divina se eleva a concepto ge·6®c¿ (<
½¿À

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TRATADO SOBRE EL ]NF]ERNO

tura, como Imago ¤®·¯tat¯s, en e1 Hijo de Dios, en e1 que ha sido creada, vive supenindose a s¯ misma de cara a Dios. 5¯ ·¿ 10 hace, aparece en 1a creac¯·Ì «Å· 1ugar oscuro», que, aparentemente, nada podn! i1uminar. Pero hay si Dios, como bondad inf¹nita, hace su una esca¡ at¿® a: a¡a®c¯Ì· desde su infinita 1ibertad, ¥ ofrece ·¿ sÌ10 su vida ¥ su muerte debidas a Dios, sino que muere de una muerte que mira, i1uminand010, aque1 1ugar siniestro, ¥ devora «por este p1us de muerte toda nuestra muerte». «Esta muerte es e1 llnico camino por e1 que 1a mise®c¿r­ dia de Dios puede restab1ecer 1a justicia, que fue dafiada por 1a 1ibertad finita». Miche1 Corbin 5.J. va mas alla, pero siguiendo e1 mismo camino 198. Pone 1as expresiones anselmianas bajo e1 Á ® · c¯Á ¯ ¿ formu1ado esquematicamente por santo Tomas: «Hoc fuit abu·da·ti¿®s mise®c¿rdiae (quando Deus satisfactorem dedit Filium suum) quam si peccata sine satisfactione dimisisset» 199. Pero ahora tenemos que demostrar que Dios ·¿ puede sa1var a 1a humanidad con su s01a mise®c¿rdia sin referencia a su justicia. «Una sa1vac¯Ì· as¯ se®a menos grande que 10 que nos ofrece una 1ectura comprensial pensamiento de va de 1a Bib1ia» ¥ · ¿ c¿eSÀ ¡¿ · de®a Dios: «id quo majus cogita® nequit». Pero ante 1a cruz comprendemos que «10 que afecta a 1a mise®c¿rdia de Dios ¥ que parece que se te ha pasado por alto a1 contemplar su justicia ¥ e1 pecado del hombre, 10 hemos encontrado tan inmenso ¥ tan concorde (concors) con 1ajusticia que ·¿ puede ser pensado ni mas grande ·¯ mas justo» 200. La identidad entre justicia ¥ mise®c¿rdia ·¿ se consigue senci198. Enarr. ¯ À Sal. 32, a1 V. 5. 199. S. Th. ],À 46, 2, ad 3. 200. Cur Deus 1101110 ,  20 (Schmitt

  ,

]31).

¯,Qu­

PODEMOS ESPERAR?

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l1amente por la muerte de C® st¿ como tal (aunque para 10s hombres À¿ hay «nada tan amargo ¥ d¯f¯c¯™» 201 como la muerte), sino por el don del Padre «al pecador destinado a etemos castigos»: «Toma a mi Í nic¿ hijo ¥ de½u61½emelo en ½ez del tuyo». ³ el Hijo d¯ce: «¤Ìmame a m¯ ¥ red¯me­ te» 202. Lo que conlle½a que el Hijo muere abandonado Áor Dios, ¿, segÍÀ Pablo, «es hecho pecado» (2 Co 5, 21). À• su širchliche Dogmatik ™ /1 (1940), desarrolla Barth ampliamente el argumento iniciado por san Anselmo 203. ¥ tiene razÌ·, pues tambi6n san Anselmo, intentando pensar metÌ dicame· te «ex rationibus necesa®is», recibe todo el mate® a™ de la fe, pues ¹de dÌ·de sabe 61 que todos 10s caminos de Dios son mise®c¿rd¯a ¥ justicia, si · ¿ es del salmo citado? Barth l1ega al centro de su preoCU¡ac¯Ì· te¿lÌg¯ca guiado por esta identidad de la mise®­ cord¯a di½ina ¥ de la justicia di½ ina. Pero le hace falta -eomo ya hemos dicho- un pequefio giro (C®st¿, condenado Áor todos para que todos 10s condenados alcancen la sa™½ac¯Ì·) para ·¿ caer en peligrosa cercan¯a de la aÁoka­ tastasis ¡a·tÌ·, donde ·¿ queremos seguirle. Seguiremos mejor el camino del Aquinate, quien en su quaestio «Sobre la justicia ¥ la rnise® c¿ rdia de Dios» (S. Th. ,™ 27) medita sobre la frase anselrniana: «Si castigas a 201. /bid. 11, 11 (Schmitt ,™ 111). 202. /bid. 11, 10 (Schmitt ,™ 131-132). 203. Dš lV2: Gottes Banherzigkeit À und Gerechtigkeit: 413-457. Si hay que mantener esta identidad ¥ si Dios es l1amado «un fuego que consume» (Dt 4,24; Is 33, 14; Hb 12, 29), entonces · ¿ hay necesidad de otro fuego que el ardiente justicia-amor de Dios para consum.ir al pecador, que se opone con odio def¹nitivo, ¥ mientras as¯ 10 haga, a este fuego. Con esto queda justif¹cada la d¿ct®na --que san Agust¯n expuso claramente en su Confesiones ¥ de donde proviene- de que la cu1pa ya contiene en s¯ m.isma su propio castigo -10 que, como hemos dicho (¤¹ e– ¿dr±¹ nat¯k V,™ 267ss.), · ¿ excluye que esto suceda dentro del juicio divino.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

10s malos, eres justo, pues 6ste es su desgraciado m6®t¿; pero si perdonas a 10s malos, tambi6n eres tÍ justo, pora tu bondad» (Prosl. 10). Pero entre el que as¯ c¿À eS¡¿· de desgraciado m6®t¿ de la creatura ¥ la bondad de Dios ·¿ hay equ¯¹ib®¿, pues la justicia, con respecto a 10 ¡ ® mero que hemos dicho, esta subordinada a la mise® c¿ rdia divi• ™ na; debe ser, mas bien, un modo de esta mise®c¿rdia. que exista algo as¯ como hombres ¥ mundo ·¿ se 10 debemos en absoluto a la justicia, sino unicamente a la bondad cuando la generosidad grandiosa de Dios de Dios, ¥ sÌ™0 se complace en crear algo extradivino, aparecen enjuego puntos de vista como <<justicia, generosidad ¥ mise®c¿r­ dia». •· la medida en que Dios concede a las creaturas 10 que les c¿ÀeS¡¿·de, es justo, pero, en la medida en que se 10 concede, ·¿ para su propio provecho, sino por puro amor, obra generosamente, ¥ en la medida en que las perfecciones concedidas por Dios a las creaturas superan (a. 3). Esto 10 todo defecto, obra 61 con mise® c¿ rdia podemos considerar con mas pormenor: Lo que a uno le pertenece, eso es 10 que se le debe, por ra–Ì · de su necesidad interna. •· la creatura esta deuda se puede extender hacia dos partes: una hacia 10 creado (as¯ la parte esta ¿® e· tada al todo ¥ cada cosa a su fin); otra, por la que a Dios. Por esto, se puede todo 10 creado esta ¿®e·tad¿ hablar aqu¯ de un doble caracter del pecado: Dios le debe a la creatura 10 que esta de acuerdo con su voluntad ¥ con su saber, ¥ 10 que su bondad quiera revelarle; en este sentido, la justicia de Dios es e§¡ res¯·Ì de su «decentia» 204, por 10 que se concede a s¯ mismo 10 que a s¯ mismo se debe. Por otra parte, 61 debe a la creatura 10 que a 6sta le 204. «Decentia» en el sentido de «10 que le c¿ÀeS¡¿nde»

(.

de! ¤.).

iQuE PODEMOS ESPERAR?

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es «decente», por ejempl0, al hombre el que tenga manos, ¿ que someta a 10s animales. Pero esta segunda forma de pecado depende de la ¡®mera. Pues, si Dios da a una creatura 10 debido, ·¿ por eso se convierte 61 en co-deudor, ya que 61 · ¿ esta ordenado a las creaturas, sino que son 6stas las que estan mas bien ordenadas a 61. ™• que sean, ¥ que sean as¯ como son, · ¿ se 10 deben a la justicia, sino Í·¯­ camente a la bondad ¥ a la magnanimidad de Dios (a. 1, ad 3), de manera que tenemos que ver su justicia -tanto ante s¯ misma como ante las creaturas- como un modo de su bondad. «La acc¯Ì· de la justicia divina supone siempre la acc¯Ì· de su mise®c¿rd¯a ¥ se funda en ella». ‘ un ser sÌ™0 se le puede deber aquello a 10 que esta ordenado: al hombre, las manos, porque tiene un alma racional, pero la tiene, porque es hombre, ¥ como esta se®e ·¿ se puede alargar hasta el infinito, hay que llegar a un Íltimo es™abÌ·: el hombre, como tal, se debe unicamente a la bondad divina. «Por eso, en toda obra de Dios aparece su mise®c¿rd¯a como la ra¯– ¡®mera», ¥ como las ¡®meras causas son las que con mas fuerza aparecen en las obras, por eso «dota Dios a la creatura, por la abundancia de su bondad, mas generosarnente de 10 que su equ¯™¯b®¿ interno exige. Pues para salvaguardar el orden de la justicia ha® an falta menos cosas de las que la bondad divina otorga, la cual supera toda re™ac¯Ì· creatural» (a. 4). Pod®amos terminar este ensayo con un texto de Josef Pipper, quien reduce toda la problem¹¯tica de este Íltimo ca¡¯tu™0 al tema del t¯tu0:™ «La "ant¯tesis" de la justicia divina ¥ la bondad divina ha sido, por as¯ decirlo, "superada" por la esperanza te¿lÌg¯ca, ¥ ·¿ sÌ™0 "teor6ticarnente", sino mas bien "existencialmente": la esperanza sobre-

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

natural es la adecuada respuesta del hombre al hecho de este at®buto en Dios, que, existencialmente considerada, es a·ti·Ìmica. Si alguien contempla sÌ™¿ la justicia de Dios, podra esperar tan poco como quien sÌ™¿ contempla su mise®c¿rdia: ambos caen en la desesperanza, uno por deseS¡ erac¯Ì · , otro, por teme® dad. La sola esperanza es la que hace justicia a la realidad de Dios, que supera toda antinomia, ¥ cuya mise®c¿rdia es su justicia ¥ cuya justicia es su mise®c¿rdia» 205.

205. Ë ber

die Hoffnung (Hegner, Leipzig 1035) 73.

UN PEQUENO DISCURSO SOBRE EL INFIERNO

nuestra verd±d debe pertenecer ± ±™ de Dios, tiene que mantenerse jund±mentalmente abierta ± ella. Quien excluya ±™ esperanza de sufe, toda sufe se convert¯r¬ en un saber cerr±do. Qu¯¬– s ¿™ m¬s decisivo se encuentre en ¿™ oculto, teniendo que deSlnembrar todos nuestros juicios Á±Ä± empezar de nuevo ± componerlos desde ¿™ oculto. Todo parece ser como si ±™ fe tuviera sus r±¯ ces m¬s projundas en ±™ esperanza ¥ como si ±™ luz de cada d¯± terren±l recibiese todo su esplendor de las projundid±des del d¯± de ±™ reve±™ c¯·Ì ». «5¯

d‘ ®enne

v¿n

Speyr

ESTADO DE LA CUEsĹ Ì

Te ad½ierto, que®d¿ 1ector, que 10 que aqu¯ ½ amos a tratar es una discus¯Ì· entre teÌ10g0S. Pero una discus¯Ì· que a ·¯·gÍ· c®st¯a·¿ 1e deja indiferente. œ¯ pequef¯o libro: i., Que podemos esperar? 1 ha sido desmenuzado hasta 10 indecib1e en 1a re½ista «Theo10gisches» 2, en 10 que 1a re½ista «Der Fe1s» 3 ha tenido mucho que ½er. Tengo encima de mi mesa una se®e de cartas ¯·ju®¿sas ¥ conjuraciones que piden ½o1½er a 1a ½ erdadera fe, etc. l,De que se trata?  ada menos que de 1a ¿ bl¯gac¯·Ì que todos 10s hombres tienen de esperar. Pero tambien se puede decir, por e1 contra®o, que nuestra esperanza en una sa1vac¯Ì· definiti½a esta 1imitada, pues sabemos -mas aÍ· , es Å· dogma de fe- que Å· ÀÍmero de hombres sufre en e1 infiemo etemo. Consecuentemente, ¥Ÿ, que me niego a aceptar ÅÀ dogma de fe, tendre que ser Å· heretico. Digamos, por de pronto, que hay que tomar en se®¿ 1a ¿ bjec¯,ÀÌ que siempre se aduce, de que con una «confianza tan osada en Dios» se esta fomentando «ÅÀ optimismo 4 1. Johannes Verlag, Einsiedeln 1981. Tenemos que presuponer aqu¯ el conocimiento de su contenido. Aquellos lectores que quieran saber mas sobre el tema, debe®a· leerlo. 2. Ocho numeros: desde septiembre hasta abril de 1987. «Theologisches», en adelante Th. 3. Marzo 1987, co· referencias a 1984, 250ss., 316s5. 4. Th 1986, 7255.

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sa™v¯f¯c¿ f®v¿l¿, que va prevaleciendo cada vez mas ¥ que conduce a la deS¡reŸCU¡ac¯Ì·». Todo acabara bien, pues Dios es amor. Pero tengo que decir que mi obra entera (para quien de verdad la conozca) ·¿ tiene nada que ver en absoluto con esta f®v¿l¯dad. ³¿ pienso que 10 mas se®¿ que existe ·¿ es lajusticia ½¯·­ dicativa de Dios, sino su amor. Ya volveremos a hablar sobre ello. Seg¹in mis oponentes, sÌ™¿ podemos hablar sobre el infiemo se® ame· te si afirmamos con toda segu®dad que hay en el hombres condenados por toda la eternidad. Me niegan con toda su empef¯o que ¥Ÿ pueda darle una forma personal ¥ existencial a la idea de que ¥Ÿ , precisamente ¥Ÿ, deba preguntarme siempre si pod®a resistir ante el t®­ bunal de Jesuc®st¿. ³ me responden: ¿. SÌ™¿ habra verdadera se®edad en ello si se que el infiemo esta lleno. para Vuelvo a citar, frase pro frase, el «Catecismo catÌ™¯c¿ adultos» que fue discutido en Roma (editado por Walter Kasper): «¯ en la Sagrada •sc®tura ni en la tradic¯Ì· se dice nada acerca de si algun hombre se encuentra realmente en el infiemo. Mas bien se presenta el infiemo como una posibilidad real, unida al ofrecirniento de arrepentirse ¥ de ViViD> 5. ³¿ mismo he citado del gran Padre de la Iglesia, el paso de una «posibilidad real» a una «sesan Agust¯n, gu®dad objetiva», cuya ¿Á¯niÌÀ (dejo en suspenso si proha arrojado viene ¿ À¿ de sus diez af¯os de manique¯sm¿) sobre la h¯st¿® a de la te¿l¿g¯a occidental unas ter®bles sombras, hasta el punto de que las exhortaciones b¯blicas a À¿ tomar en broma nuestro destino final se han transformado -realmente se les ha quitado toda su fuerza- en

5. Editado por la Conferencia Episcopal Alemana 1985,423.

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informaciones sobre el resultado del juicio divino que nos espera. ·• ellibro antes citado presente algunas importantes cuestiones te¿lgÌ ¯cas. Por ejempl0, sobre la separabilidad ¿ inseparabilidad de 10s at®but¿s de Dios: justicia ¥ mise®c¿rd¯a 6. i,Puede el amor de Dios perder en algun momento la paciencia de manera que ·¿ tenga mas remedio que proceder con la mas pura justicia vindicativa? Mi respuesta fue: S¯, ciertamente 7. La s¿luc¯Ì· que ¥ Ÿ ¡ r¡Ÿ ¿ · ¯ a de que Dios ·¿ castiga a nadie, sino que es el hombre el que, ceaÀ ·d¿se definitivamente al amor, se juzga a s¯ mismo, · ¿ fue tenida en cuenta. Ya intente entonces hacer la ¿ bservac¯·Ì de que la Sagrada •sc®tura contiene junto con las palabras amenazantes muchas otras de esperanza para todos, ¥ que si nosotros transformamos en hechos objetivos las ¡ ® meras, las segundas pierden todo su sentido ¥ su fuerza. Tampoco esto se tuvo en cuenta en la polemica suscitada. Por el contra®o, mis palabras han sido siempre mal interpretadas como si dijeran que quien c¿·f¯a en que todos sus hermanos ¥ hermanas se salven, «c¿·f¯a en un infiemo vac¯¿» (j Vaya e§¡res¯Ì· !). Ÿ bien en el sentido de que quien expresa esta esperanza 10 que hace es ensefiar la doct® na de la «apokatastasis» (salvac¯Ì· universal), condenada por la Iglesia, cosa que ¥Ÿ he rechazado expresamente: todos estamos ante el t®bu·al de Dios ¥ ·¿ tenemos ·¯ derecho alguno ·¯ posibilidad de verle previamente sus cartas al juez. i, CmÌ ¿ es posible 6. iQue podemos esper±r? 120ss. 7. «Dios (que es) inape\ab\emente justo a\ castigar. al premiar, es, a] mismo tiempo, la p\eniUd™ de\ amor para aquellos que \0 merecen» É (Th \986,733\).

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identificar esperanza con saber? ¥¿ espero que mi amigo se cure de su grave enfeÀ nedad ... , mas Gacaso 10 puedo saber? Pero si hoy espero por ti, por otros, por todos, · ¿ tengo por que excluiÀne a m¯ (10 contra®o · ¿ ocuue: ¥Ÿ espero por m¯; pero ·¿ se con segu®dad si t¹ i estas entre 10s escogidos). ™• cardenal Danielou ha expresado esto de fonaÀ maravillosa: «Con excesiva frecuencia tenemos una idea demasiado individualista de la esperanza, como si se tratase sÌ™0 de nuestra sa™vac¯Ì·. • · realidad, la esperanza se refiere fundamentalmente a las obras grandiosas de Dios que abarcan la creac¯·Ì entera. Se refiere al destino de la humanidad toda, cuya sa™vac¯Ì· esperamos. La esperanza se refiere en realidad a la savac ™ ¯·Ì de todos 10s hombres ¥ sÌ™0 en la medida en que ¥Ÿ soy parte de ellos, tambien se refiere a m¯» 8. ¥¿ pod® a afiadir a esto que realice con Danielou estudios te¿lÌg¯c¿s, profundizando en el estudio de 10s padres g®eg¿s: Ÿ®ge·es ¥, sobre todo, Greg¿®¿ de Nisa ¥ Maximo Confesor. Pero Danielou c¿·t¯·uÌ mas tarde desaÀollando sus trabajos con mas profundidad que ¥ .Ÿ Esto ocuffia mucho antes de rni encuentro con Ad®en­ ne v¿· Speyr, cuya te¿™0g¯a del viernes santo (descenso de C® st¿ a 10s infiernos) ha sido condenada por mis c®­ ticos de foÀna radica1. Segun ’ okmann, es «por 10 menos cuestionable» 9; Besler le encuentra «numerosas contradicciones» 10, concluyendo que «su doct®na esta en

8. Essai sur le mystere de I¹Š ¯ st¿¯ re (Paris 1953) 340. 9. Th 1986,7255. •™ que ¥Ÿ haya rechazado en Roma su comentario a ¥Ÿ ya 10 tuve en cuenta una vez. Juan es pura ¯n½enc¯Ìn; 10. /bid. 7260: Las objeciones 7261 son totalmente absurdas.

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c¿· trad¯cc¯·Ì

con la re½e™ac¯Ì· c®st¯a·a ¥ con el magisde la Iglesia» 11. jQue lastima que el Santo Padre piense de manera totalmente distinta, segIin se deduce de la al¿cuc¯Ì· pronunciada en el Simposio sobre Ad®en­ ne Speyr 12, que, segIin su deseo, se ce™ebrÌ en Roma. jArrojemos a las brujas al fuego 10 antes posible antes de que se las declare santas! Desgraciadamente, en el caso de Edith Stein, a quien le dejo el ep¯logo en este libro, llega®an demasiado tarde. Mis c®t¯c¿s actÍan como si ¥ Ÿ estuviera solo en ellimbo al que me dest¯eÀa·. Pero mira por dÌ· de que ¥Ÿ me ‘qu¯ estan encuentro rodeado de muy buena compafi¯a. -como ya 10 dije antes- mis dos grandes maestros •®ch Pryzwara ¥ Hen® Cardenal de Lubac, mi antiguo maestro Rondet, mi amigo Fessad, su eminencia el cardenal arzobispo de Pa®s 13, el gran Blondel, el en otro tiempo socialista Peguy, que sÌ™0 quiere ser catÌ™¯c¿ si se le penite À esperar por todos, Claudel en su famoso Cantique de Palmyre (Prose, Pleiade 730s.), Gab®e™ Marcel, el agresi½  ¿ Le·Ì ¥Ÿ™’ (<
11. /bid. 7263. «•™ que Adrienne es una autentica m¯stica ... hay que negarl0 con toda seguridad» (Th 1987,3/44) 12. Adrienne von Speyr und ihre kirchliche Sendung. Actas del Simposio romano (1986) 181s. 13. Cfr. su e§¡res¯Ìn sobre el final de Judas: «La ¡et¯c¯Ì· de ¡erdÌ· de Jesus, que la hizo para todos 10s que fueron instrumentos de su ¡ as¯·Ì ... , es una palabra de misericordia ¥ ·¿ una ligera e irresponsabJe amnistla. La misericordia es la otra cara de la autentica justicia», en «Wagt den Glauben» (Johannes-Velag, Einsiedeln 1987) 97-98. 14. ·• Meditations d'un Solitaire en /9/6 (Obras ™§, Mercure de France) 240.

 ¤ RA ¤ ADO

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SOBRE

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de fo¹ ma evidente el cardenal Ratzinger, Lauter, Walter Kasper, Gisbert Greshake ¥ — a· sjË rge· Verweyen. ¥ quien quiera leer atentamente contra rn¯, se el texto 15 que Reinhold Schneider di® ge dara cuenta de que piensa 10 mismo que todos. ¯ siquiera falta a esta cita Romano Guardini 16, ·¯ tampoco -last not least- Karl Rahner, que ha dicho muchas cosas inteligentes sobre este tema 17. •· suma, que me encuentro muy a gusto en esta compailia. La Í ltima palabra, tambien aqui, la tienen 10s santos.  ¿ importa 10 que piensen sobre si en el infiemo hay ¿ ·¿ hay gente; el so10 pensamiento sobre su posibilidad les resulta inaguantable: «Cuando vemos a alguien, sobre todo si es Å· amigo, que se encuentra en dificultades ¿ que sufre mucho, es natural que nos sintamos llenos de c¿ m¡ as¯Ì · por el; ¥ si sus dolores son fuertes tanto mas 10s sentimos llOSOtros. Ahora bien, ver Å· alma condenada etemamente al castigo de todos 10s castigos... iquien 10 podria soportar? (Teresa de Avila) 18. Por eso decimos con la Iglesia esta ¿rac¯Ì· de esperanza: «Sefior Jesuc®st¿, tU que extendiste tus brazos en la cruz para salvar a todos 108 pero tambien



He¹mann-Josef

15. Th 1987,41-49. Schneider toma, como sfmbo]o de nuestro tiempo ateo, segÍn su ½is¯Ì· tnigica, a] descaiadÀ ¿ Schacher. «La ClouZ del perdido» es e] «h¿ib]e À signo, que quiere dominar este tiempo». ³ el otro le dice: «Nosotros sufrimos con ra–Ì À ». «Es una palabra en ]a cruz, pues À¿ podremos 1ibramos de 1a cruz. Pero tambien es una pa]abra de1 poder si]encioso, ... pues esta c]aro que Ia ]uz ilumina desde aÀiba a] que pronuncia esta palabra, ¥ que 1a ]uz se manifiesta a1rededor de ]a cruz junto a ]a que se hab]a, ¥ los hombres se hacen heÀ nanos. • ] "·¿ " À ¿ puede seguir dominando». Cristo tambien sufre Á¿Ä e] que «·¿ ha sido agraciado». 16. Su obra Die letzten Dinge (21949) -que, por cier¹ o, cita a œ¹ 25, pero que deja sin comentar ]as pa]abras decisivas- tiene Å· caracter personal. 17. Cfr. Grundkurs, 107-]10. 18. Lebeflsbeschreibung, cap. 32.

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hombres, haz que nuestras obras te sean gratas ver que t¹i has redimido al mundo» 19.



haznos

F e cr¯st¯±n± ¿

esta®a

de mas que, para esclarecer Å· poco la cuest¯Ì·, echaramos Å· vistazo sobre 10 que es esencial en la Su esencia se descubre de forma evidente en fe c®st¯a·a. c®st¯anism¿, que, segun la forma del bautismo del ¡®mer nos muestra con cla®dad la te¿™0g¯a de 10s Padres, consiste en Å· «apartarniento de 10s ¯ d¿l0S, para consagrarse Á¿¹ C®st¿ al Dios etemo» (Justino, 1. Á‘ ¿ 1., cap. 49) 20. Esto podr¯a haberse realizado de la siguiente manera: el bautizando, mirando al poniente, renuncia al demonio ¥ a sus tentaciones; despues, volviendose al ¿ ® e·te, responpregunta del obispo: ™ Crees de con Å· t®ple s¯ a la t®¡™ e en Dios Padre, en Dios Hijo, en Dios •S¡¯®tu Santo?, para despues, ¿ entretanto, ser sumergido en la pila bautisma1. Precisamente de estas fÌrmu™as t®nita®as bautisfÌrmu™as del Cremales surgieron despues las ¡®mit¯vas do, que contienen esta t®ple estructura 21. Creer significa este cambio corporal de postura; convers¯Ì· quiere decir «volverse hacia aquel en el que aun 19. racŸ ¯ÀÌ de las Horas, Tiempo ordinario, 4.' semana, miercoles, Quisiera aii.adir aqu¯ que ¡.’. De MARGERIE, que en Francia es Å· tradicionalista, apenas conocido como francotirador, ¥ que en Alemania ha sido descubierto por la gente del derecho como una luz te¿lÌg¯ca, citado con frecuencia en la polemica, ·¿ representa para m¯ ninguna autoridad. 20. Cfr. para 10 que sigue, sobre todo: HENRI Ÿ• LUBAC, Credo, Gestalt und Lebendigkeit unseres Glaubenbekenntnisses (Johannesverlag, Einsiedeln 1975). 21. Con respecto a 10s pormenores, Cfr. . NELLY, Altchristliche Glaubensbekellntnisse. Geschichte und Theologie (Vandenkoeck & Ruprecht, G6ttingen 1972). Con respeto a las formulaciones de juramento, cfr. Á Á . 37-45; 49, 79, 392s.  ¿À .

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·¿

hemos cre¯d¿» (Clemente Alex., Strom. 11, 1,2). Este «volverse-hacia» es el que realiza toda nuestra persona hacia el Dios, en el que se c¿·f¯a (·¿ en vano fe significa en ™at¯· tanto creer como confiar). Los creyentes, 10s «fideles», son 10s que conf¯an en Dios, porque ese Dios se nos revela como la verdad ¥ la fidelidad, como el verdadero ¥ permanente sentido de nuestra existencia. «Creer para un c®st¯an¿ significa comprender nuestra vida como respuesta a la palabra, a™Ìg¿s, que sostiene ¥ mantiene en su ser a todas las cosas. Significa afirmar que el sentido de la vida ·¿ 10 ponemos nosotros, sino que 10 recibimos, ¥ que ya nos ha sido dado». «La eÇÁres¯Ì· "creo" pod® amos, pues, traducirla c¿Àectame·te con un "¥Ÿ me entrego"» (1. Ratzinger) 22. De aqu¯ la di v¯s¯·Ì en tres partes del acto de fe, que ya se encuentra en 10s Padres ¥ que es reretida continuamente hasta la Edad Media, segun la cual sÌ™0 la tercera de ellas expresa en toda su plenitud la fe: Credere Deum (creer que Dios existe), credere Deo (creer 10 que Dios nos dice), credere ¯· Deum (entrega creyente a Dios) 23. Esta tercera eÇÁres¯Ì· incluye las dos Á®meras, pero de manera que «la fe sea por esencia una respuesta de todo el hombre» 24. «‘s¯ como Dios llama al hombre, con una llamada personal, as¯ eXŠge la reve™ac¯Ì· que el hombre le responda tambien personalmente» 25. 22. EinfUhrung ¯ À das Christelltunl (KOsel. Mtinchen 1968) 47,59. 23. .— de Lubac, l.c.• 191s. 24. /bid. 195. Cfr. 225: La fe cristiana sÌ™¿ superficia1mente es comparable con la «fe» de otras religiones: «Fe · ¿ es una especie de termino gene® c¿. sino el nombre para algo que s¿™Ì se da una vez: la respuesta del hombre al Dios que viene por Cristo». (Guardini. Vom Lebell des Glaubells, 1935,33). 25. /bid. 228.

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Que significa, pues, creer en Dios? Entrar por la fe en Dios (san ‘gust¯·, l· 10. ½ • . Tract. 29, 6). ¥ que esto se realiza en comunidad es algo evidente para 10s Padres, pero bien que evitan ellos expresamente (como igualmente ocuae en las frmu Ì asde ™ ™ Credo) decir: «Creo en la Iglesia (¯· ecclesiam)>>; mas bien dicen: «Creo que la Iglesia existe (credo ecclesiam)>>; con la Iglesia ¥ en ella creo ¥ me conf¯ o a Dios 26. Esta incondicional confianza en la verdad de Dios incluye una ·¿ menos perfecta esperanza en Dios ¥ un amor hacia e¹ «La fe en C® st¿ es esperar en Dios ¥ amar10» (san ‘gust¯·, Sermo 144,2). Una fe viva es inseparable de la esperanza ¥ del amor» (cfr. 1 ¡ 1,3-9). Partiendode esta fe as¯ comprendida, que en la praxis significa un total ¥ «ciego» arrojarse-en-los-brazos-deDios, podemos deducir claramente que en las confesiones de fe eclesiales sÌ™0 pueden manifestarse hechos sa™½¯fi­ cos (el demonio, del que el creyente se ha apartado, ·¿ aparece de ninguna manera en esas confesiones ¥ hablar de una «fe en el diablo» se®a como un escarnio a todo 10 dicho). Lo que aparece coaespondiendo centralmente al Evangelio es que C®st¿ sera el juez de todos nosotros, «de 10s vivos ¥ de 10s muertos». Pero aqu¯ se trata,juntaparte del Credo, de un mente con la segunda ¥ ampl¯sima momento de la econom¯a divina de la sa™½ac¯Ì· en su conjunto, que desde la creac¯Ì· (Padre) procede hasta la Rede·c¯Ì· (Hijo) ¥ la sa™½ac¯Ì· (•S¡¯®tu). • ™ creyente se aaoja tambien en 10s brazos de este juicio de C®st¿: «¥ ¿ ·¿ me juzgo a m¯ mismo; mi juez es el Sefiof» (l Co 4, 3s.), pues «ninguno de nosotros vive para 26. /bid. 132-156.

140 s¯

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mismo, ¥ ninguno muere para s¯ mismo; si v¯ vimos, vivimos para el Sefior; si m¿® m¿s, m¿® mos para el Sefiof». Por eso proh¯ be Pabl0 que se adelante por parte ha muerto ¥ ha resucide 10s hombres este juicio: «C®sto tado para reinar sobre vivos ¥ muertos. ¯,¡¿r que juzgas tu, pues, a tu hermano? Ÿ ¯,¡¿r que desprecias a tu herma·¿ ...? Cada uno tiene que dar cuentas por s¯ mismo ante Dios» (Rm 14, 7ss.). ¯, Tienes tu el derecho de negar a tu hermano la esperanza que tu para ¹¯ mismo has depositado en la fe viva en tujuez? Siendo as¯ que toda nuestra sa™vac¯Ì· la hemos puesto en las manos de nuestro juez, estamos hablando de cosas C® st¿ , «como administrador de 10 que se 1e muy se® as: ha confiado, tiene que dar cuentas de ello. Nada ni nadie nos permite quitar1e importancia a la inmensa se®edad que se cieme sobre este ¹¯Á¿ de saber... Es una ultima ape1ac¯Ì·, que e1 derecho nos confirma, a poder poner en ÁÀ ¯ ct¯ ca e1 amor. Å · amor que destru¯® a e1 derecho, si cometiera injusticia. •™ amor verdadero es e1 que sobrepapero nunca destruyendo10. sa e1 derecho, SU¡en¯·d¿l0,  ¿ Evidentemente, hemos de evitar el extremo contra®o. es discutib1e que e1 art¯cu10 sobre e1 juicio se ha desarrollado en 1a conciencia cristiana de ta1 manera que necesa®ame·te ha tenido que conducir a 1a destrucc¯·Ì de toda la fe en 1a rede·c¯·Ì ¥ de 1a d¿· ac¯·Ì de 1a gracia»: contra el «Maranatha» (jVen, Sefior!) aparece e1 «Dies irae». Pero 1a c¿· fes¯·Ì de fe de 10s ¡ ® mer¿s c®st¯an¿s · ¿ pensaba as¯: «•n 10s ambitos comunita®os, en 10s que el muy arraigado, esta muy Symbo1um esta eS¡¯®tua™me·te presente la antigua tradic¯Ì· c®st¯a·a; 1a palabra sobre el juicio es recibida en c1ara u·¯ ·Ì con la promesa de 1a gracia. Cuando se dice que es Jesus el que nos juzga, eljuicio

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aparece al mismo tiempo bajo el aspecto de esperanza» (1. Ratzinger) 27. Aduce e1 cardenal, como argumento en defensa de su ¡ r¡Ÿ ¿ s¯c¯·Ì , Å · pasaje de 1a segunda carta de Clemente: «Hermanos, tenemos que pensar sobre Jesuc®st¿ 10 mismo que sobre Dios, sobre aquel que juzgaÀ¹ a vivos ¥ muertos. ¿ seamos pusilfu®mes en la manera de pensar sobre nuestra salvac¯·Ì , pues, si asl 10 hacemos, 10 mismo 10 haremos sobre nuestra esperanza» (2 Clem 1, 1s.). La se® edad ante 1a que nos encontramos es la se®edad de un amor que supera todo derecho. •™ amor de Dios a cada hombre es absoluto ¥ inefable. ™ Quien podnI «por derecho» resistirle? Ningun santo se atreve®a a decir: «¥,Ÿ S1». Nadie ha amado todavla a Dios con todo su cora– Ì · , con toda su alma, con todas sus fuerzas. Todos sin eÇce¡c¯Ì· tenemos que decir: «Sefior, · ¿ soy digno». Todos tendremos que entrar un d¯a en su presencia, entonces «todo ojo 10 venl ¥ cuantos 10 traspasaron ¥ por el se 1amentaran todas las t®bus de 1a t¯ea.À Si, amen» (‘Á 1, 7). ¿ hay nada mas se®¿ que e1 amor, precisamente porque el es «SU¡erac¯Ì· de todo derecho». ‘ el hay que entregarse para bien ¿ para mal. La s± b¯ dur¯ a

de la Escr¯iur±

Lo que hemos expuesto hace poco en la ¡®mera parte l Que podefflos esperar? ·¿ es otra cosa que decir que Jesuc®st¿ ni puede ·¯ quiere darnos a1go asi como un «reportaje» sobre nuestra vida despues de la muerte a nosotros, que nos encontramos en pe1igro constante de pecar e incluso de hacerlo gravemente, sino darnos luz 27. L.c. (nota 3) 270-271.

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suficiente para que Á odamos esperar en Dios ¥ suficientes ¥ se®as advertencias de que tenemos que contar con 1a posibilidad rea1 de echar por t¯ eÀ a nuestra sa1½ac¯Ì·. Pero en e1 Nuevo Testamento hay dos se®es de exprec1ara. La Á® ­ siones que ·¿ podemos unir en una s¯·tes¯s mera abre a nuestra esperanza un panorama casi sin l¯mi­ tes; pero ·¿ podemos separar esta se®e de 1a otra, que ·¿ nos permite ·¯· gÍ· tipo de c¿· c1us¯Ì · t®½¯ a1 (<
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Hay dos posibles respuestas a esta pregunta: la ¡®mera dice sencillamente que s¯o Es la respuesta de 10s «infemalistas». La segunda dice: ¿ 10 se, pero pienso (apoyandome en la ¡® mera se® e de expresiones b¯blicas) que puedo esperar a que la luz del amor divino pueda penetrar a traves de cualquier ¿scu®dad ¿ apartamiento humano. Se puede mostrar con algunos ejemplos cÌm¿ la ¡®mera forma de la lectura entrelee, partiendo de las advertencias mas extremadas, la existencia factica de Å· infiemo lleno, ¥ que es 10 que ¿cuÀe con la ¡®mera se®e de 10s textos. Pod®amos incluso aducir pruebas por las que el transito de una am¿·estac¯Ì· a una realidad factica es Å · «paso» que, al quitarle fuerza a la ¡®mera se®e, resulta problematico. Todo cornienza con la incuestionable e™ecc¯Ì· de Yahve al aceptar graciosamente a Israel. «¥Ÿ— pongo ante tus ojos vida ¥ dicha, muerte ¥ desgracia, be·dic¯Ì· ¿ maldic¯·Ì . jEscoge la vida!» (Dt 30, 15.19). ‘ c¿·t¯·uac¯Ì· sigue una larga se®e de bendiciones ¥ una aÍ· mas larga de maldiciones. ¿ nos importa aqu¯ ver cÌm¿ el Antiguo Testamento ha ido cambiando estas motivaciones Á®·c¯­ pales. Sabemos que la desgracia se e§¡ e® me· ta ¥ se ¯ · teÆreta en Á®·c¯Á¯¿ como castigo teÀe·a™ por la transgres¯Ì· de la alianza, rnientras que la muerte ¥ el Hades aparecen como el destino c¿mÍ· para todos 10s mortales, aunque ya muy pronto la muerte como castigo se un¯a a la imagen del fuego (Unterg±ng der Rote Kor±ch, Num. 20. Vease el simbolismo de la ira divina como fuego junto a otras representaciones: Dt 32, 22-26). •· 10s profetas aparece tambien e1 tema de 1a eecc™ ¯·Ì , pero apenas se dice algo sobre Å· castigo en el mas alla, si exceptuamos el Í l¯™ mo vers¯cu0™ de ™sa¯as (el fuego que ·¿ se apaga ¥ e1 gusano que ·¿ muere de 10s cadaveres en el valle —¯·-

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nom, que reaparece en Si 7, 17 LXX ¥ en el Nuevo Testavez aparece en Daniel12, 21a expremento). Por ¡® mera s¯Ì· de una resuÀ ecc¯Ì · para unos para la vida eterna, ¥ eterno h¿À¿r, que encuentra para otros para verg¯ ienza su eco en 2 œ 7,9.  ¥ tambien aquf aparece por vez Á®­ mera la ¿ rac¯Ì · ¥ la ofrenda por 10s soldados caidos (en cuyos vestidos se habian encontrado idolos prohibidos estar presentes ¥ sin manpor la ley), para que pud¯eran cha el d¯a de la resuÀecc¯Ì· (/bid., 12, 39-46). Mientras que (sobre todo en ellibro de Job) el mundo de abajo esta representado, sobre todo, por la ¿scu®dad mas intensa, ¥ en ellibro de Henoch ¥ otros esc®t¿s intertestamenta®os en el lugar del castigo (gehenna) hay hielo, ¿scu®dad ¥ fuego, el destino ¹Htimo se va desplazando cada vez mas, ya en 10s ¹ Htimos tiempos del c®stianism¿ Á®mit¯v¿, desLos Ultimos salmos d¯stinguen de el puebl0 al ind¯viduo. en Israel entre el justo perseguido ¥ que implora a Dios del «malvado» ¥ descrefdo. ¯ el Bautista, que anuncia el juicio de Dios ¥ habla del fuego inextinguible para 10s malos, ni Jesus, que utilidel fuego eterno ¥ za las imagenes veterotestamenta®as del gusano que ·¿ muere, ninguno de 10s dos temfa ·¿ ser comprend¯ do.  ¯ siquiera en la parabola del •¡u™Ì·, hundido en un Sheol ardiente (Hades: Lc 16,23), nada dice Jesus a sus d¯scfpulos que estos ·¿ pudieran comprender. ¯ siquiera en œ ¹ 25, donde 10s malos son aÀojados al ¥ la carta fuego etemo, que (como 10 dicen 10s a¡cÌ ®f¿s de Judas nos 10 repite) esta preparado para el demonio ¥ sus secuaces. La responsabilidad individual de cada uno ante el t®­ buna1 de Dios (que aparece ya muy clara en Ezequie1) queda resaltada en el Nuevo Testamento, sobre tooo en las

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cartas paulinas ¥ en las cartas cat̹icas. Se habla aqul, aÍ· en foÀ na veterotestamentaria, del dla de la ira (Rm 2,5, 1 Ts 1, 10), de una posible ¡ erd¯ c¯Ì · (l Co 9, l1s.), de una doble ret®buc¯Ì· (2 Ts 1, 5-10): «Para que reciba cada uno segÍ· 10 que hubiere hecho, bueno ¿ ma1o» (2 Co 5, 10). Lo que verdaderamente es novedad en el Nuevo Testamento es que la justicia de la alianza antigua se concretiza de la definitiva Palabra de Dios: Jesuc®s­ en la c¿·fes¯Ì· to: «™• que ·¿ esta conmigo esta contra m¯ » (Lc 11,23). «Porque si alguien se avergonzare de rn¯ ¥ de mis palabras... tambi6n el Hijo del hombre se avergonzara de 61 cuando venga (ajuicio) en la g10®a del Padre con 10s sanjoanicos estan tos angeles» (Mc 8, 38). Todos 10s esc®tos impregnados de la «c®s¯s» (di v¯s¯·Ì , juicio) entre C®st¿, luz, ¥ su ·egac¯Ì·, tinieblas. ¥ este «S1» ¿ este «·¿» sobrepasan 10s l¯mites de la vida teÀ e· a™ , pues hay una resuÀ ecc¯Ì · para la vida ¥ otra para el juicio (Ju 5, 29). Esta misma estructura dual rec¿Àe toda la carta de Juan. ·¿ cuenta la muerte del cuerpo; quien cree en Para JesÍ s 61 «tendra vida, aunque muera» ÷ 11,26); tendra la vida eterna; quien 10 niegue ·¿ vera la vida, sino que la ira de absoluta tiene que Dios esta sobre 61 (3, 35). La dec¯ s¯Ì · tomarse durante la vida aquf en la t¯ eÀ a, si · à , es demasiado tarde: «Si ·à cre6is que ¥à soy, morir6is en vuestros (la pecados» (8, 24). ¡¿¹ eso, el pecado contra el eS¡¯® tu ·egac¯Ì· de una evidencia que Dios nos envla) tampoco en la otra vida puede ser perdonado (Mt 12, 32). Se®a ¯·Íti¹ aducir mas textos acerca de la dec¯s¯Ì· absoluta exigida ante C®st¿ ¥ su testimonio divino. SÌ™0 una cosa mas: Es la exigencia absoluta que JesÍs establece de que hay que amar a1 ¡ rjÌ ¯m¿ ¥ a 10s enemipara recibir el ¡erdÌ· de Dios. Si ·¿ gos, como c¿· dic¯Ì ·

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perdonais a 10s hombres, tampoco Dios os perdonani (Mt 6,14). Ÿ bien: si habeis recibido ¡erdÌ· ¥ trat¹¯is a vuestro ¡rÌj¯m¿ con excesiva justicia, con la misrna ¯nmise®c¿r­ dia os tendnl que tratar Dios a vosotros (Mt 18,33; St 2, 13); sereis anojados a la caÄcel hasta que pagueis toda la culpa (Mt 5,26; 18,34): esta caÄcel es dura, pero ·¿ eterna. ¥ cuando JesÍs anuncia a 10s que se justificaban a s¯ mismos que 10s pecadores entranln antes que ellos en el Reino de Dios (Mt 21,31); ·¿ les anuncia Å· castigo eter·¿ , como tampoco condena a Israel, que ·¿ 10 ha recibido, cuando le anuncia su destrucc¯·Ì (Lc 13,35). ¥ cuando les dice a las ciudades impenitentes que «senln aÀojadas al infiemo» ¥ que en el juicio se sentanln en el Í ltimo lugar (Mt 11, 23s.), esta hablando el mismo lenguaje que Ezequiel (16) sobre Jerusalen. Ante 10s incontables textos amenazantes del Nue½o Testamento, que llegan incluso a ser mas gra½es que las amenazas realmente tan ter®bles contra Å· Israel ¯dÌ™atra (Lev 26, 14-43; Dt 28, 15-68), ya que las perspecti½as de castigo se abren al mas alla, nos podemos hacer una pregunta, que en definitiva nunca podremos contestar: Estas amenazas de Dios, que «se ha reconciliado con el mundo por C® st¿ », i.,se cumpliran ta1 ¥ como nos las presenta? •™ desengafio de Jonas, al ½ er que Dios ·¿ cumple las amenazas de destrucc¯Ì· contra ¯ni½e, ¡reŸCU¡Ì much¯simo a 10s escolasticos. i.,Es · ecesa®¿ que se de el «paso» desde la mera amenaza al «saber» que se realizara'? Esto parece tanto mas ™Ìg¯c¿ cuanto que estamos con½encidos de que Dios, con su gracia redentora, ·¿ quiere obligar a nadie a la sa™½ac¯ÌÀ; À¿ es el, sino el hombre el culpable cuando se opone al amor de Dios ¥ se pierde (cfr. Conci™¯¿ de Quiercy: DS 621ss.).

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Pero i,que ¿ cueÀ COll las frases de la segunda se®e, en las que la obra redentora del mundo pecador, emprendida por Dios en C®st¿, se manifiesta como la v¯ct¿®a total sobre 10s enemigos de Dios? ¿ saldremos bien parados Si · ¿ hacemos a™gÍ· «distingo»: Dios tiene buena v¿lÅ·­ tad, pero permite que esta «fracase» ante la maldad de 10s hombres. «Dios quiere que todos 10s hombres se salven ¥ lleguen al conocimiento de la verdad. Pues sÌ™0 hay Ull Dios ¥ Ull Mediador entre Dios ¥ 10s hombres, el hombre Jesuc®st¿, que se e·tregÌ a s¯ mismo como rede· c¯Ì · de todos» (l Tm 2, 4s.). PenÀ ¯teme, Sefior, que hagamos algunas distinciones en tu voluntad: «Dios quiere con voluntad antecedente (voluntate antecedente) que todos 10s hombres obtengan la sa™vac¯Ì·, pero consecuentemente (consequenter) tambien quiere el que algunos se condenen, segÍ· las exigencias de su justicia» (Tomas de Aquino, S.Th. 1, 19,6, ad 1; De ver. 23,2). Pod® amos incluso hablar de una voluntad de Dios «absoluta» ¥ otra «condicionada» (™ Sent. 46, 1.1, ad 2). Digamos, ademas, que C®st¿ es llamado «el salvador de todos 10s hombres, sobre todo de 10s creyentes» (l Tm 4, 10): i,No se apercibe ya en esta f¿rmulac¯Ì· una ™¯mitac¯Ì·? Pero i,que decir de la palabra v¯ct¿®¿sa de JesÍs, con la que el predice el efecto de ¡as¯Ì·: «Ahora el ¡®·c¯¡e de este mundo sera aÀojado fuera, ¥ ¥ ,Ÿ si fuere levantado de la t¯eÀa, atraere a todos hacia m¯» (™· 12, 31s.)? Bien; el procurara quizas atraerlos, pero ·¿ 10grara mantenerlos. «Estad tranquilos, ¥Ÿ he vencido al mundo» (™· 16,33). Desgraciadamente, sÌ™0 a la mitad, Sefior, a pesar de todos tus esfuerzos. «Se ha manifestado la gracia de Dios que trae la sa™vac¯Ì· a todos 10s hombres» (Tt 2, 11). Digamos con mas precis¯Ì·: ha ofrecido la gracia, pero ·¿ sabemos cuantos la

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han recibido. Dios «·¿ quiere que nadie se pierda, slno que todos vengan a penitencia» (2 ¡ 3, 9). Le gusta®a eso, pero, por desgracia, · ¿ 10 consigue. «C®sto se ¿ frec¯Ì una vez para soportar 10s pecados de todos» (Hb 9, 28). Quizas sea verdad, pero la cuest¯·Ì es saber sl todos quieren que se 10s quiten. «Dios nos e·ceÌÀ a todos en la desobediencla para tener de todos mise®c¿rdia» (Rm 11, 32). Que el se compadezca de todos, puede ser que S1, pero · ¿ por eso pOOemos decir que todos admitan esta c¿m¡as¯·Ì , es declr, que permitan que se extlenda a todos. ¥ Sl en toda esta cuest¯·Ì afirmamos que llegara el momento en que «todo Israel se salvara» (Rm 11, 26), con esta explicac¯·Ì generalizada · ¿ necesa®amente incluimos a cada lndividuo. Las cartas de la cautividad parecen hablar con una ge·era¯™ ac– ¯·Ì parecida cuando dicen de Dios que «ha reconciliado todas las cosas en el clel0 ¥ en la t¯ea»À (Col1, 20). «Ha recapitulado tOOas las cosas en C®st¿, las del clel0 ¥ las de la t¯ea»À (Ef 1, 10). Unas expresiones de · ¿ este tipo de caracter mas bien himnlco ¥ «d¿Ç ¿ lgÌ ¯c¿» hay porque interpretarlas literalmente. Lo mismo hay que decir, naturalmente, del himno de la carta a 10s Filipenses, en el cual «tOOa rodilla se dobla en el clel0 ¥ en la tieaÀ ¥ en las regiones subteaÀ ·eas, ¥ toda lengua confiesa que JesuCsto ‰ es Sef¯or para g10®a de Dios Padre» (Flp 2, 1Os.). ¥ cuando Jesus ora al Padre diclendo: «¤Í le has dado poder sobre toda carne, para que a tOOos 10s que ¤ Í le diste les de ¹• vida etema» (Jn 17, 2), 10 mejor que pod®arnos hacer es diferenciar la p®mera e§¡ res¯·Ì : «toda carne», que puede ser universal, de la segunda: «todos», que se refiere s0™Ì a una ¡ ¿ rc¯·Ì de elegidos. Pero (,podemos interpretar el impresionante pasaje de 2 Co 5, 20s., limitandol0 de esta manera?: «Dios, a quien · ¿ c¿· ¿ ciÌ el pecado, 10 hizo

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pecado por nosotros para que en •¹ fueramos justicia de cuando Dios». i., ¥ · ¿ nos da casi una lastimosa ¯m¡res¯Ì· el mismo Pablo en Rm 5 nos insiste diciendo que «en Adan (¿®ge· de la humanidad natural) todos han sucumbido a la por la gracia de Å· muerte», «pero el don gratuito c¿nfe®d¿ so10 hombre, IesuC‰sto, ha abundado mucho mas en beneficio de todos». ¥ esto mismo se repite hasta siete veces, de ampliandol0 incluso hasta decir que «por la tra·sgres¯Ì· todos (pues todos son culpables de la condena de C®st¿) ... llega a tOOos la just¯ficac¯Ì· ¥ la vida». La insistencia en decir «mucho mas» ¥ «abundado» ·¿ se puede pasar por alto (Rm 5, 15-21). (,Acaso nos encontramos ante una se®e de piadosas exageraciones? Pod®amos seguir aduciendo mas pasajes. Nosotros ·¿ negamos en absoluto que la se®e de amenazas pierdan su que la se®e de amenazas quite fuerza; negamos tan sÌ™0 su fuerza a las citadas expresiones de caracter universal. ¥ ·¿ afirmamos mas que esto: que las expresiones nos dan derecho a esperar a favor de todos 10s hombres, que es como decir que nosotros ·¿ nos vemos constrefiidos a dar el paso desde las amenazas a la Á¿s¯c¯Ì· de Å· infier·¿ lleno de nuestros hermanos ¥ hermanas, con 10 que destru¯® am¿ s nuestra esperanza. ·¿ pueda ser feliz mas que Quien, como c® st¯ a·¿ , negandonos la ge·era™¯–ac¯Ì· de la esperanza, para estar seguro de su infiemo bien repleto de gente, a ese ·¿ quede Å· gran ·Íme­ remos contradecirle. Esa fue la ¿Á¯·¯Ì· ro de importantes teÌ™0g0S, sobre todo, 10s seguidores de san AgustIn. Pero roga®amos, como contrapartida, que se deje a la esperanza toda su vigencia ¥ que la obra redentoLa certeza ·¿ es facil conra de Dios llegue a su creac¯Ì·. seguirla, pero la esperanza se puede fundamentar.

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esta senlla ra–Ì · por la que la Iglesia, que ha declarado santos a tantos hombres, nunca se ha manifestado sobre la c¿· denac¯·Ì de uno solo 28. ¯ siquiera sobre la en el expode Judas, que de alguna manera se c¿nv¯rt¯Ì nente de que todos 10s pecadores son conjuntamente culpables. ™ Quien puede saber la clase de aÀ e¡ ent¯ mie· to que hubiera podido tener Judas cuando v¯¿ que JesÍs era condenado? (Mt 27,3). • ™

infierno p±r±

los otros

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Evangelio de Jesuc®st¿ es la reveac™ ¯·Ì del amor mas alto ¥ Á ¿ Ä nada sustituible de Dios hacia nosotros, que ·¿ nos preocupabamos ni  Å  · apice Á¿Ä ese amor, ni ten¯a­ mos idea de sus dimensiones, pero nos sent1amos muy contentos de que alguien nos quitase el1astre de nuestras culpas ante Dios ¥ se las cargase sobre S1 mismo. «C®st¿ mu®Ì Á¿Ä nosotros, cuando aÍÀ eramos pecadores... enemigos» (Rm 5,8.10), es decir, olvidados de Dios, 10s que «vuelven la espalda ¥ À¿ la cara a Dios» (Jr 2, 27). hombre capaz de ver cara a cara al Pero Ghabnl ag™ ÍÀ absoluto ¥ eterno amor de Dios, ¥ de estar «a su altura» ? ™ ¥ ·¿ tendr¯a que reflexionar, en ¡® mer lugar, existendistancia que 10 separa de ese cialmente, sobre la enoÀne amor ¥ sobre su propia tibieza e indiferencia, quien quisiera, desde la fe ¥ con s¯nce®dad, acercarse a ese amor, para À¿ sucumbir a la 10cura de que podr¯a, desde S1 mismo, aojarse À en 10s brazos de Dios ¥ ser capaz, de pronto, de vivir su amor en Å· «fuego abrasador»? 28. «La Igiesia nunca ha dicho sobre un hombre concreto que se haya condenado». JOHANN AUER, «Siehe, ic/z mache alles neu» Der Glaube ±ll die Vollelldllllg der Welt (pustet, Regensburg 1984) 71.

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Para damos a conocer esta distancia insuperable, nos ofrece san Ignacio de Loyola, al final de su meditac¯·Ì sobre el pecado, que nos introduce en sus «Ejercicios eS¡¯®tua™es», una Ultima c¿· s¯derac¯·Ì sobre el infiemo. Cada uno tiene que valerse con toda se®edad por s¯ mismo; verse arrojado con tooos sus sentidos en las «llamas», en el «humo», en el «mal olor», en la «amargura», en el ¥ en las bIasfemias contra C® sto «llanto», en 10s «g®tos» ¥ 10s suyos; pero ·¿ como forzando Ia fa·tas¯a, sino teniendo bien claro en su conciencia que todos aquellos que ·¿ guardaron, a pesar de su fe, sus mandamientos (el amor, naturalmente) estaran para siempre condenados a ·¿ tener ese amor etemo que eIlos rechazaron. ¥ esto tiene que hacerse teniendo presente eI amor de C® st¿ crucificado, Ilenos de admirac¯Ì· ante eI hecho de que, gracias hasta ahora ·¿ me ha ocur®do a rn¯ tal a su mise®c¿rdia, de forma incomprensible por mis cosa, porque • ¹ mu®Ì pecados. •™ damos cuenta deI «contra®o» (·. 59) entre «su sabidU‰a ¥ mi ignorancia, su justicia ¥ mi injusticia» para ser admitido en el es para Ignacio la c¿· dic¯Ì · humilde ser½icio (·. 114) de C® sto. «Infiemo» significa aqu¯ 10 que me toca a m¯ personalmente, ·¿ de forma hipotetica, sino con todo derecho, ¥ al que ¥Ÿ, sin mirar de reojo a 10s demas, tengo que enfren¥ ·¿ hay ra–Ì · de que -como le tarme con toda se®edad. ¿cur®Ì al caballero Schwab sobre el lago Constanza-, despues de haberme sabido destronado, me muera ahogado, sino que me esta permitido vivir, lleno de agradecimiento, hacia aquel que me ha llevado, a traves del hiel0 de mi abandono de Dios. otros, Pero, ¯ ay de m¯ si mirando hacia atras veo cÌm¿ que ·¿ han tenido tanta suerte como ¥Ÿ , se hunden entre

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las 0las! Si objetivizo de tal guisa el infiemo ¥ hago de el10 Å · «objeto» te¿lÌg¯c¿-c¯e·t¯fic¿ ¥ empiezo a reflexionar sobre cuantos van a ese infiemo ¥ cuantos escapan de el, en ese mismo momento todo empieza a ser distinto: el infiemo ya ·¿ es mas 10 m10, sino aquello que toca «a 10s demas», mientras que ¥Ÿ , a Dios gracias, he escapado de el. ¥ me puedo refe® r con toda piedad e interes a la «Los cobardes, 10s incredulos, 10s aboSagrada •sc®tura: minables, 10s homicidas, 10s fomicadores, 10s hechiceros, 10s ¯ datras ™Ì ¥ todos 10s embusteros tendran su parte en el estanque que arde con fuego ¥ azufre» (‘Á 21,8). ¹ ¿ os ™Ì ni 10s adÍlte­ engafieis: ni 10s fornicarios, ·¯ 10s ¯ datras, ros, ·¯ 10s avaros, ·¯ 10s eb®¿ s, ni 10s rnald¯cientes, ni 10s rapaces poseeran el Reino de Dios» (1 Co 6, 9s.). Pero se d¯ ce el Monsefior que empieza a hacer te¿ l0g¯ a: me pare¥ de ce que ¥Ÿ ·¿ estoy bajo ninguna de esas categ¿®as. repente le viene esta ¿rac¯Ì· a 10s labios: «Dios m¯o, te doy gracias de que ·¿ soy como 10s demas hombres, rapaces, injustos, adÍlteros, ·¯ como ese publ¯ cano» (Lc 18, 11). Cada uno llena el infiemo a su gusto con toda clase de personajes h¿Àend¿s: Ivan el ter®ble, Stalin el c®mi­ nal, Hitler elloco ¥ todos sus secuaces, 10 que ciertamenque Å·¿ ·¿ quisiera encontrarte constituye Å· c¿m¡afi¯a se en el cielo. Podemos dar por valido Å· argumento que aparece en de la teolog¯a: siempre que alguien ha que®­ toda la histo®a do llenar el infiemo con una << 1assa damnata» de pecadores, el mismo se situa entre 10s que ·¿ estan a™¯, mediante una componenda mas ¿ menos consciente (quizas precavida, pero siempre llena de consuelo). el maestro de la graPreguntese si ·¿ al gran ‘gust¯·, cia ¥ del amor, que deja a la rnayor parte de la hurnanidad

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caer en el infiemo, si el, poniendo su mano en el c¿ra,À̖ se ¡reŸCU¡Ì alguna vez de su sa™vac¯Ì· etema, despues de su c¿· vers¯·Ì . «Grande es 10 que el Sef¯or nos promete para el futuro, pero es mucho mayor aun aquello que celebramos recordando 10 que ya ha hecho por nosotros. ¹ D·Ì de estaban ¿ quienes eran 10s impIos, cuando por ellos mu®Ì C®sto? ¹Qu¯e· dudara que a 10s santos pueda dejar el Sef¯or de darles su vida, si el mismo les e·tregÌ su muerte? .. ¹• hizo, pues, con nosotros este admirable intercambio: t¿mÌ de nuestra naturaleza la c¿·dic¯Ì· mortal, ¥ nos dio de la suya la posibilidad de vivir... ¹• , que promete con verdad, ¹cÌm¿ ·¿ va a damos 10s premios de 10s santos...?» 29 «Toda la masa (de la humanidad) es digna de castigo, ¥ si a algunos se les castigara con la c¿·de·ac¯Ì· merecida, esto ·¿ se®a ciertamente injusto. Los que han sido liberados del castigo por la gracia, À¿ se llaman vasos de sus propios me®t¿s, sino «vasos de su mise®c¿rdia» (Rm 9,23). Mise® c¿ rd¯ a, ¹ de quien? De aquel que eÀv¯Ì a Jesuc®sto al mundo para salvar a 10s pecadores (l Tm 1,15); de aquel que los c¿¿À c¯Ì desde antes ¥ 10s ¡ redest¯ÌÀ (praedestinavit) ¥ 10s am™ Ì ¥ 10s just¯ficÌ ¥ 10s g10®ficÌ (Rm 8, 29s.). ¹ Qu¯e· esta®a tan 10co de · ¿ dar infinitas gracias por la mise® c¿ rdia de aquel que ™¯brÌ a 10s que quiso ¥ a quien en ningun caso pod®a la justicia hacerle culpable de haber condenados a todos sin eÇce¡c¯Ìn?» 30 Se ® a inutil seguir citando; in¹itil tambien endosarle al gran maestro la herejia de la «certeza de la fe». Pero jque pena da ver 10 que se ha armado en la hist¿®a hasta despues de la Refonna, por culpa de la idea de que · ¿

29. Augustinus, Sernzo 30. /bid.

Guelferbit±l1o:

PL. Supl.

,™

545s.

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pnIcticamente sloÌ unos pocos estan «predestinados» para el ciel0! ·• el fondo, 10 rnismo da si son pocos que muchos. Pod®amos recordar el «libro cuarto de Esdras», de origen jud¯o, ¥ compuesto despues de la destrucc¯Ì· de Jerusalen, donde el «profeta», durante su viaje por 10s infiemos, descubre el inmenso numero de condenados ¥, desorientado, pregunta a Dios que clase de mundo es este. La respuesta de Dios es: «Me a1egro por 10s pocos que encuentran la salvac¯·Ì ; · ¿ quiero ent®stecerme por 10s que se pierden». Naturalmente, Esdra se c¿· s¯derÌ entre 10s que se salvan 31.  ¿ tend® a sentido exponer ahora las cuantiosas especulaciones enoÀnemente complicadas, que desde san ‘ gust¯· atraviesan toda la Edad Media, ¥ que intentan de rnil maneras, a partir de la certeza de Å· infiemo mas ¿ menos poblado, exculpar a Dios de el1o. Lo unico que a nosotros nos interesa es saber que este infiemo, en la ma¥¿®a de 10s casos, esta sÌ™0 «para 10s demas», para aquellos a 10s que, por sus pecados, ¯ «el infiemo les angustia?», sin temerl0 seriamente para Å·¿ rnismo. Cuando aquel pobre diabl0, como Gottschalk -que en cuestiones de ¡redest¯·ac¯Ì· apenas hab¯a superado Å· consecuente agustinismo- fue condenado, azotado ¥ encarcelado de por vida, el rnismo te·¯a, en sus rnismas oraciones, la certeza de estar entre 10s elegidos 32. Es cierto que cuando 10s refonadores À pusieron en su haber la certeza de fe de estar entre 10s elegidos, esta doctrina ·¿ surg¯Ì de la nada ¥ sin ¡ re¡arac¯·Ì , pues ya entonces estaba vigente -baste con citar Å· ejemplosegun san Buenaventura, la esperanza sobrenatural de

31. De natura et gr±tia 32. RIESSLER. Altj¯idisches

5; PL 44,250. Sc/Ir¯jum Š

± ujerlwlb

der Bibel (1928) 274, 276.

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conseguir de forma infalible la sa™vac¯ÌÀ. Sabemos cÌ m¿ Lutero tuvo que luchaI con su conciencia pa¹-a apartaIse de1 pensamiento de c¿·de·ac¯Ì· ¥ refugia¹-se en Dios desde la sola fe. ¹• siente ·¿ podeI compIender de maneIa alguna el mandamiento divino de que Dios 10 castiganl justamente por sus pecados. ¯Ÿ es que Dios que® a que tuviese esta e§¡e®e·c¯a paIa que el pecador se le entIegase para bien ¿ pa¹-a mal, reconociendo que el À¿ es nada Á¿¹ s¯ mismo ¥ que debe esta¹pIepa¹-ado para ¯¹ al infieIÀ¿ si esto va en beneficio de la g10® a ¥ justicia divinas? Por eso la «pregunta crucial que se le presenta a Lutero es saber si hay posibilidad de conseguir la conciencia de 1a unidad con Dios, partiendo de la incondicionalidad de la autocondena» 33. iPod® amos aprender a «pensar a Å· tiempo, ap1icandol0 a nosotros mismos, en la simple condena ¥ en el igualmente incondicionado ¥ gratuito perdÌ·?» 34 «Pa ¹ -a Lutero 1a cuest¯·Ì tiene una ama¹-ga imporconsidera 1a posibi1idad de la tancia, a pesa¹- de que e1 s¿™Ì condena» 35. • À sus lecciones sobre la carta a 10s Romanos (1515-1516) considera que una certeza de fe incuestionable es ÅÀ gran consuelo, que se puede conceder a 10s debiles, mientras que el c®stian¿ fuerte tiene que soporta¹­ 1a tens¯ÀÌ ¥ coloca¹-se «se®amente ante la posibilidad de pertenecer el mismo a 10s condenados. ‘qu¯ es precisamente donde se manifiesta el amor de Dios en su mas plena pureza, aceptando la voluntad de Dios, incluso cuando mas ta¹-de, se destroza mi propia dicha» 36. LÌ g¯ came· te, 33. LAMBOT, Oellvres... de Godesc±lc 183 etc. 34. KARL HOLL, Gesal1Imelte Alifs±tze

35. /bid. 144. 36. /bid. [51.

drbŒ ±¯ s ,™

(Lovaina [945) 73,

Luther (¤Ëbingen

71948) 68.

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¤ RA¤ADO

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la idea de la certeza de fe le agobia tanto a Lutero que acepta paIa todos la postura que 61 antes hab¯a sostenido sÌ™0 para 10s d6biles 37. La Á¿ s¯ c¯Ì · de Calvino ¥ del calvinismo clasico es muy conocida, de manera que ·¿ necesita de mayor explicac¯Ì·: la div¯s¯Ì· de la humanidad en elegidos (61us) ¥ condenados (reprouves) es tan clara que, por la existencia de una falta ¿ de una debilidad de fe se puede comprobar em¡¯® camente que se pertenece a la clase de 10s Í ltimos. ·™ Institutio 111,2 desc®be Calvino el «puro ¥ claro conocimiento» que nuestra fe en la obra redentora de C®sto ha Santo, generado en nuestros corazones por el •S¡¯®tu dando las sefiales de reconocimiento que separan esta autentica fe de la «casual ¥ pasajera» de 10s condenados. Estos «·¿ llegan hasta esa miste®¿sa e ¯·t¯ma reve™ac¯Ìn de su sa™vac¯Ì·, que la sc• ®tura s0™Ì concede a 10s elegidos» (·. 12). s‘ ¯, para 10s seguidores de Calvino, «la cer™ ¯·Ì ¥ la segu® dad del estado de gracia es teza de la savac la sefial esencial de la fe ¥ el efecto mas inmediato, que 61 rnismo produce en la conciencia de 10s elegidos..., una certitudo absoluta inmediatamente dada por la fe» 38. Ten37. WA ,™ 215, 8ss.: «~³± he deseado ser anatema de Cristo» (Rm 9, 3). «Estas palabras les parecer.in extranas, e incluso absurdas, a 10s que se creen aman a Dios con el amor de Å· santos... Pero para aquellos que de ½ erdad ·¯À ¿ ¿ de Å· amigo, que À ¿ ½ iene de la natura\eza, sino sÌ\¿ de\ Espfritu San¥ testimonio de Å· ejemp\o de ¡erfecc¯Ì·. to, estas paJabras son mara½illosas Estos ta\es se entregan libremente a cualquier forma de la ½o\untad de Dios, a\ infiemo ¥ a \a muerte etema, si es que Dios incluso a \a que \os aÀ¿jara se cump\iera completamente de esta manera, ¥ asf ·¿ quisiera que su ½o\untad buscan nada de \0 que es suyo. Pero asf como se identifican sin condiciones de Dios, de \a misma manera es imposib\e que permanezcan con la ½ oluntad 31957] 302). en el infiemo» (Romerbrief Vorlesung 1515-1516 [M¯inchen Reformierte DogIl1atik (re½isada nue½amente por 38. HEINRICH ¡• — ¡ ,• • . BIZER, Neukirchen 1935) 410-411. Citas de la dogmatica clasica sobre e\ tema en 4\ ™ -43 ™.

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d®amos

realmente que preguntarnos cÌm¿ puede ser posible, en sentido c®st¯a·¿, Å· simple amor al ¡ rjÌ ¯m¿, mas aÍ· , a 10s enemigos, dada esta duplicidad en la naturaleza humana, que tiene vigencia hasta la eternidad. Pero ·¿ podemos dejar de decir que algunos tardios esc¿l¯'¯s­ ticos catÌ™¯c¿s se calentaban la cabeza pensando sobre la manera cÌm¿ se te·d®a que tratar a Å· hombre condenado en el infiemo (cosa que se sab®a por re½e™ac¯Ì· particular de Dios): ¹c¿· amor c®st¯a·¿ ¿ simplemente con educac¯Ì · ?

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concilio de Trento puso definitivamente el punto final a toda esta doct®na de la «certeza de fe» en la elecc¯Ì· 39. Karl Barth recha–Ì, por su parte, esta doctrina calvinista explicando que Jesuc®st¿, como el Í nic¿ despreciado por Dios, ha muerto por nosotros, pecadores, para hacemos elegidos en • ¹ : doct® na esta que, como ya hemos dicho en otra parte, se encuentra muy cerca de la apokatastasis. Lo que para nosotros era Å· objeto de esperanza, se transforma, en su caso, practicamente, en certeza. Lutero e§¡resÌ este mismo pensamiento: «Tambien C®st¿ ha sido condenado ¥ abandonado como todos 10s santos. •¹ ·¿ sÌ™0 ha suf® d¿ , como algunos dicen, sino que real ¥ verdaderamente se e·tregÌ a Dios Padre, por nosotros, en etema c¿· de· ac¯Ì · » 40. Alegr¯ a

por la conden±

Esta claro que la parabola del ®c¿ •Ář̷ U¯–ar¿ ·¿ significa otra cosa que una adm¿ nic¯Ì ·

39. DS 1534, 1564, 1565. 40. Romerbrief- Vorlesu¹Ig, l.c. 302-303.



el pobre a 10s

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que ½ i½ en en la tieITa para que tengan mise®c¿rd¯a del pobre que tienen delante de su puerta. Por muy dnlsticacÌm¿ el condenado en las l1amas de mente que se desc®ba la gehenna pide que Lazaro, que se encuentra en el «seno de Abraham, que le de en la punta de su dedo una gota de agua, ·¿ podemos pedir de la parabola una respuesta sobre el estado de animo de Abraham ¥ de Lazaro a la ½ista del c¿m¡as¯Ìn, indiferencia...? Hacer atormentado: ¯,s¯enten esta pregunta resulta absurdo, teniendo en cuenta todo el se refiere a la contexto de la parabola, pues «su propÌsito sa™½ac¯Ìn de 10s hombres ¥ ·¿ a una mera ¯·f¿rmac¯Ì· objeti½ a como tal»; la parabola «nos dice algo, de forma que®gmat¯ca, sobre la ½ida de ahora ¥ que nos concieme aqu¯ ¥ ahora». Cualquier afirmac¯Ì · te¿ lÌ g¯ ca ¥ neotestamenta®a sobre el infiemo sÌ™0 tiene Å· sentido: «lle½ar al hombre a gobemar su ½ida a la ½ista de la posibilidad real de una condena etema, dandole a comprender la re½e™ac¯Ì· como una exigencia de decisi½a se® edad. Esta fundamental re™ac¯Ì· con el sentido sal½¯fico del dogma tiene que poner la piedra fr¿·te®–a ¥ establecer, en este campo, el hilo con(1. Ratzinger)41. ductor de toda especu™ac¯Ì·» Pero, suponiendo que hubiese realmente una ½¯s¯Ì· sobre el abismo entre el cielo ¥ el infierno, ·¿ tendr¯a, por consciente de su trabajo, que proponerse ello, Å· teÌ™0g0, la cuesti·Ì de cÌ m¿ se sienten 10s santos, ½iendo que algu41. .‘ AUER dice sobre esto, aunque ·¿ con mucho convencimiento: «Todos los hombres se salvaran etemamente, porque Dios es amor. Se suele que nosotros ·¿ ¡¿dr¯am¿s ser felices cabe Dios, si observar con sat¯sfacc¯·Ì vieramos "entre nosotros" a nuestros hermanos ¥ hermanas condenados para se esconde una c¿m¡rens¯Ì· humana demasiado ingenua sosiempre. ‘qu¯ catÌl¯­ bre la felicidad etema, que ·¿ puede hacer justicia a nuestro concep¹o co del Dios ¹ ® · ¿ . ¹ ¿ estara quizas en juego en todo esto una falsa interpretac¯Ì· (marxista) de la sociedad?»

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nOS de sus hennanos ¥ hennanas se abrasan en el infiemo. s0™Ì se propond®a naturalmente, cuando, en Tal cuest¯·Ì ¡®mer lugar, hubiera de verdad alguien a™¯, ¥, en segundo lugar, caso de que se viera la cosa desde el cielo, cuando se la echase en falta. ‘ ™ final dellibro de Isa¯ as se desC‰be cÌm¿ 10s que han sido salvados en la Jerusalen escat¿lÌg¯ca ¥ gl¿®¿sa (teÀe­ na1) salen por las puertas de la ciudad ¥ «ven all¯ 10s cadaveres de 10s hombres que se han alzado contra œ ¯ . Su nunca ¥ su fuego ·¿ se apagara; ellos gusano ·¿ m¿® ra seran e1 h¿¿À r para toda came» (Is 66, 24). ·• 1ugar de «hŸ  Ÿ D> 10s Suptuaginta ponen «vista» ¥ la traducc¯Ì· 1atina de san JerÌ·¯ m¿ 10 fonnu1a as¯: «et erunt usque ad satietatem visionis omni carni» (PL 28, 848), 10 que traducido literalmente dar¯a: «¥ ellos seran para toda came hasta que se les sacie 1a vista». Una cita muy oscura, por cierto. De cua1quier manera, en e1 Antiguo Testamento hay pasajes parecidos, por ejemp10 e1 Sa1mo 58, 7.11: «Rm­ Ì pe1es, oh Dios, 10s dientes en la boca... Gozara el justo al ver el castigo, bai¯ara sus pies en la sangre del ¯m¡¯¿». Ahora bien, el autor del manual te¿ lÌ g¯ c¿ medieval, Pedro Lombardo, acaba su obra preguntando si 10s habitantes de la Jerusalen celestial «contemplaran» alg¯in d¯ a a 10s que sufren en e1 fuego ante las puertas de la ciudad ¥ que ¯ m¡ res¯Ì · les causaÀ¯ esa «v¯ s¯Ì · l1ena de satisfacc¯Ì·» (el autor se esta refi® e· d¿ propiamente a la traducciÌ· de san JerÌnim¿). «Por ¯iltimo, preguntamos» -as¯ acadel castigo de 10s condenados ba Lombardo- «si la v¯s¯Ì· empai¯a (decoloret) la g10® a de 10s bienaventurados ¿ mas bien la aumenta». Basandose en Greg¿®¿ el Grande, afI a que en el ciel0 <<À¿ habnl ya mas c¿m¡as¯Ì· de 1a mise®a», de manera que la aleg® a de 10s bienaventurados en el ciel0

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ya · ¿ podra ser empafiada. «Pero, aunque esten satisfechos el ver el castigo de 10s rnalos, de cuya comcon su aleg®a, pafiia ellos se han liberado Á¿Ä la gracia, les servira para «Ellos dan gracias por su sa1vac¯·Ì , a1 aumentar su gI0®a». ver la indecible rnise®a de 10s ¯ m¡¯ ¿ s. "Pues el justo se alegra al ver la venganza" (Sa158, 11)>> (4 Sent. 50). ™• maestro serafico Buenaventura, que sÌ™ 0 puede hablar sobre el infiemo con mucha dureza, se asusta al afirmac¯Ì· del Lombardo. Se limita comentar esta Íltima de nuevo al Sal 58) diciendo que a comentar (recur®endo 10s bienaventurados ven el infiemo, rnientras que 10s condenados ·¿ 10 ven; por 10 menos, ya ·¿ 10 ven mas despues del juicio final, puesto que esto les distrae®a de su que la c¿ m¡ as¯Ì · es dolor. ¥ opina, con san Greg¿®¿, ¥ que ·¿ «pertenece a la naturaalgo de aquende la tieÀa leza en genera1» (4. d. 50, Á. 2, a. 1, q. 3). ·¿ se aÀ edra ante ninguna Tomas, por el contra®o, cuestiÌ· por espinosa que parezca. Se arguye a s¯ mismo es Å· modo de amor ¥ que este al ver que la c¿m¡asiÌ· esta perfecto en 10s bienaventurados. Incluso el rnismo de nuestra rnise®a, 10 rnismo que Dios tiene c¿m¡as¯Ì· 10s angeles. Ahora bien: «Quien se compadece de otro, participa de alguna manera de su dolor; pero 10s bienaventurados ·¿ pueden participar del dolor de nadie». Pero ¹es verdad que se alegran de 10s castigos de 10s condenados? Si fuere as¯, tend®amos que hablar de odio ¿ de aleg®a por el rnal ajeno. ‘ esto se oponen de nuevo 10s pasajes b¯ blicos ya citados. ™ Que hacer? Dios, 10s angeles ¥ 10s hombres pueden tener c¿m¡as¯Ì· de 10s pecadores, mientras estan aqu¯ en el mundo, por el hecho de querer ayudarles a sa1varse. «Pero en el mundo futuro su mise®a ya ·¿ podra ser cambiada, por 10 que ya ·¿ tiene sentido

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e1 que haya entonces c¿ m¡ as¯Ì · ». Pero ™ ¥ a1eg® a? «Per se», ·¿; «per accidens», S1, pues 10s justos, a 1a vista de 1a justicia divina, se alegran de su propia sa™ vac¯Ì · ¥ sÌ™ 0 «accidentalmente sobre 10s castigos de 10s condenados» (4, d. 50, q. 2, aa. 3 ¥ 4). Dejemos a seres mas inteligentes que ¥Ÿ que busquen 10s centenares ¥ centenares de comentarios, impresos ¿ ·¿ , a11ibro de las Sentencias, ¥ que analicen 1as opiniones de innumerables teÌ™ 0g0S acerca de este penoso -¥Ÿ di® a mas bien vergonzoso- prob1ema. Mas Gse puede ocultar totalmente este problema teniendo en cuenta que hablamos de Å· infiemo, que esta, con toda segu® dad, rep1eto? ™ Tambien si ocur®ese que ¥Ÿ estuviera mirando desde e1 cielo cÌ m¿ mi madre ¿ mi mejor amigo sufren bajo 10s h¿¿À res etemos?  ¿ se trata de reunir de forma patetica situaciones tales; se trata unicamente de ·¿ tener mas remedio que hacerse, de forma totalmente aseptica, 1a siguiente pregunta: GDe verdad que en estos casos hipoteticos queda roto todo v1nculo humano ¥ c®st¯an¿ -que llamamos «communio sanctofUw>-? Profundicemos mas, viend010 todo desde Dios: ¯ Ya · ¿ ama mas Dios a 10s condenados, por 10s que su propio hi¡Ì te­ Hijo ha muerto? Ÿ es que -v01viendo a mi ¡® mera sis- 10s que niegan a Dios abs01utamente arden en e1 fuego de1 abs01uto ¥ di v¯· ¿ amor que a ellos mismos envue1ve? 42 de los muchos l¯st¯llos que me escriben caJ1as vejatolas,“ se 10 siguiente: «LAcaso pucdc Å·¿ en e! cie!o echar de menos a fami!iares ¿ amigos condenados? Jesus dice que en el cielo los hombres sen¯· como angeles; el parentesco de la sangre ya · ¿ tiene nada que decir. Lo ¹¯·¯­ co que nos une es tener el mismo pensamiento: ''Es mi madre, mi hermano, mi hermana que esta cumpliendo la voluntad del Padre". Si ¥ Ÿ durante mi ½  ida en la t¯eÀa hubiera conocido a mi madre como una meretriz cualquiera, À ¿ tendrfa en el cielo ninguna gana de ½ erJa». LEs esto seguro para Å·¿ que ama en Dios? ™ ³ si ¿À hubiese sido esa meretriz cualquiera? 42.

¯ mag¯ÌÀ

Å · ¿

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«Ser ¥ Ÿ mismo ± n±tem±

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de Cr¯sto

por mŠS

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herm±nos»

Pablo, que acaba de afmnar (Rm 8, 39) que nada le podni separar del arnor de Dios en C®st¿ nuestro Sefior, manifiesta Santo», su dolor en el verslculo siguiente, «en el S• ¡¯ ® tu continuoporsus«hermanos»,porsus«deudossegunlacarser anatema de C®st¿ si con ello pudiera ne» ¥ que desea®a atraerlos a C®st¿. Pronto veremos cmÌ ¿ los exegetas se las tan extrafia. arreglan para interpretar esta afirmac¯Ì· Pero, en ¡® mer lugar, tengamos presente el hecho sorprendente de que Pablo tuvo ya en Moises Å· predecesor. de oro. Moises, al Dios esta lleno de ira ante el beceÀ¿ bajar de la montafia con las tablas de la ley ¥ ver al pueblo danzando, se llena de la misma ira ¥ rompe las tablas conse destruye, pero al d¯a siguiente tra el suelo. •™ beceÀ¿ les anuncia Moises que el procurara amainar la ira de Dios. Sube a la montafia ¥ se ofrece a sl mismo como Vlctima por los pecados del pueblo. «¡erdÌ·ales su pecado ¿ bÌÀ ame dellibro (de la vida)>> (Ç• 32, 32). de Moises ha sido celebrada siempre en el Esta acc¯Ì · Antiguo Testamento: «Dios hubiera ya decretado exterminarlos, si Moises, su elegido, ·¿ se hubiera puesto en la brecha para desviar su ¯· d¯ gnac¯Ì · del exterminio» (Sal 106, 23). Jerem¯as 10 imita: «Acuerdate cÌ m¿ me presente ante ti para hablarte a favor suyo, para apartar de ellos tu ¯·dignac¯Ì·» (Jr 18, 20). ¥ de forma parecida habla.Ezequiel (13,5; 22, 30). ·• ellibro del Deuteronomio, el autoofrecimiento de Moises a Dios se desc®be como una ¡¿ strac¯Ì · ante Dios durante cuarenta dlas ¥ cuarenta noches para pedirle clemencia (Dt 9,25). Pero tambien bastantes Padres de la Iglesia han defendido este acto de amor heroico en Moises, sobre todo des-

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de el C®sÌstom¿, hasta Bemardo ¥ Ruperto ½¿· Deutz 43. Este dice: «¿ queremos t®v¯a™¯–ar 10 que Moises dijo con toda se®edad, porque ·¿ somos capaces de comprender, al ser tan debiles ¥ f®¿s, la ®que–a del eS¡¯®tu de Moises que ard¯a en amor. Ninguna ¿bjec¯Ì·: Que quererse apartar de Dios es un pecado (sucede por amor); que es algo imposible (Moises ·¿ 10 considera); que es algo desordenado ¥ poco inteligente (sucede por amor hacia el pueblo: conviene que uno muera si as¯ muchos se salvan). ™• autoofrecimiento de Pablo a Dios por sus hermanos segÍ· la came tampoco le quita importancia a la acc¯Ì· de Moises. Ÿ®ge·es ha comparado Rm 9,3 con •Ç 32, 32, e incluso 10 ha hecho entre el ofrecimiento de Pabl0 de ser anatema de C®st¿ con la e§¡res¯Ì· de Ga13, 13, donde C®st¿ se hace ma™dic¯Ì· por nosotros 44. Greg¿®¿ Nacianceno (Or 2,55) dice 10 mismo: Pablo imita aqu¯ a C®st¿. Todos 10s Padres de la Iglesia alaban su inmenso amor a 10s enemigos 45 . ¿ tiene sentido esperar aqu¯ interpretaciones minimalistas 46. «•· cualquier caso el ofrecimiento de Pabl0 hay que tomarl0 en se®¿ » 47. «Estar dispuesto a ello es para el c®st¯an¿ el mejor argumento de su 43. Pasajes citados por CORNELIO ‘ ¡,‘•™Ÿ Exoduskommentar (Vives 1895) 729-732. Comelio cita, al final, ejemplos de autoofreci¹ niento de paganos por la ¡at®a, pero hace notar que estos sÌ™¿ hubiesen tenido que ofrecer que Moises ¿frec¯Ì tambien su misma alma. Cfr. tamsu cuerpo, mie·tras bie· las citas del C®sstÌ ¿m¿, que Tomas de Aquino aduce en este pasaje de su come·tario a la carta de los Roma·os. 44. Romerkommentar PG 14, 1138s. e· š . — . SCHELKLE, Paulus, Lehrer der Vi¯ter 45. Mas ¯·f¿Ànac¯Ì· (Dtisseldorf 1956) 327-330. ¡ ,– ‘ De ½ ¯ a™ spirituali (Lugduni 1608). «¹• 46. Por ej., ALVAREZ •Ÿ quiere apartarse por alg¹in tiempo del consolador sentimiento de la presencia de Cristo» (632a). Otras explicaciones mas suaves en R. Comely, Romer (1896) 473s. 47. Ÿ  MICHEL, Der Briefan die Romer (41966) 225.

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amor a Israel» 48. Tambien Lutero t¿mÌ en se®¿ este deseo paulino, viendo en ella manifestac¯Ì · de Å · amor perfecto (Carta a 10s Romanos, en esta cita). ¯,•sta· solos ¥ sin ¯mitac¯Ì· estos dos ejemplos de Å· amor extremo? ¿. Hay en la h¯sto®a de 10s santos va®a­ das imitaciones en el deseo, incluso el voto, de ofrecer la propia sa™vac¯Ì· por 10s demas. ‘Í· ·¿ ha sido esc®ta la h¯st¿® a de estas audacias ·¿ del todo inocuas, ¥ ni se nos pasa por la cabeza a nosotros hacerl0 ahora aqu¯o Pero jhay que ver 10 mucho que se encuentra en 10s escond®jos mas profundos de la h¯st¿®a c®st¯a·a!; jhasta dÌ·de llepor gan las oraciones ¥ juramentos de madres c®st¯a·as sus hijos e hijas descar®ados! jHasta el mismo ofrecimiento de 10s martires ¿ de sencillos sacerdotes por sus enemigos ¿ por 10s que, habiendoles sido confiados, ya ·¿ tienen reCU¡erac¯Ì·! SÌ™0 Dios pod®a revelarnos todo esto, uniendol0 indisolublemente al g®t¿ angustioso de su Hijo: «Dios mio, ¯ ,¡“Ÿ que me has abandonado?» •· este g®t¿ -pues el Hijo de Dios se ha hecho por nosotros «ma™dic¯Ì·» ¥ <Æecad¿»se encuentran escondidos ¥ superados todos 10s ofrecimientos que desde Moises hasta Pabl0 se nos presentan como algo alocados. Entramos en agua~ profundas, en las que ningun espilltu humano hace ya pie. ¯ ,s• posible que el orgullo humano pueda hacer frente definitivamente al que como hombre48. ERNST KAsEMANN, An die Rorner (1973). Tambien Ulrich WiIckens, Der Brie! ±À die Romer (•š 1980) presenta los pasajes paralelos de Rm 9, 3 ¥ •Ç 32, 32, ¥ aprecia que Pablo «en cierta manera imita la acc¯Ì· de Cristo»: «‘s¯ como C®st¿ tomÌ sobre s¯ la ma™d¯c¯Ì· de la ley para salvar a los pecadores, que estaban perdidos, as¯ tambien quiere ahora Pablo salvar a sus hermanos perdidos por su falta de fe, convirtiendose en anatema condeNaturalmente, ·¿ deja de reconocer que «sÌ™¿ la cruz nado a la ¡ erd¯ c¯Ì · ». es ellugar del pecado escat¿lÌg¯c¿ creado por la justicia de Dios» (  187).

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Dios ha asumido la re¡rese·tac¯Ì· de sus pecados? Digamos con confianza ¥ sin mas: 5¯, es posible. ¥ si llenamos asl el infiemo con estos negadores de Dios, 10s te0g0S ™Ì · ¿ tienen mas remedio que inventarse raros «distingos» en la voluntad con la que Dios nos concede la gracia. Hay una gracia suficiente (gratia sufficiens), que se distingue Á¿Ä que, vista desde Dios, debe®a «bastar» para que 10s pecadores se arrepintiesen, pero que estos la rechazan de ¥ una manera que ·¿ basta para alcanzar su ÁroÁÌs¯t¿. gracia eficaz (gratia efficax), que consigue alcanzarl0. ¿ pretendemos, Á¿Ä otra parte, decir que esta Ultima se imponga a la voluntad del pecador, pues su ace¡tac¯·Ì debe ser libre. i,Estamos perdidos en medio de una oscu®dad? La representativa ace¡tac¯Ì· de nuestros pecados Á¿Ä parte de C® st¿ ·¿ se puede comprender en absoluto como un cambio magico-mecanico: prescindiendo de la cruz, soy un pecador merecedor del infiemo, pero, Á¿Ä la cruz, se me han quitado 10s pecados ¥ me he transformado en un candidato del ciel0. Asl, desde luego, ·¿ van las cosas. 5¯· mi consentimiento nadie puede disponer de m¯ como persona libre que soy. i, CmÌ ¿, pues, se puede comprender segun esto la gracia concedida Á¿Ä la obra repre(¥ escondida en ella la de Moises, sentativa de C®st¿ Pabl0 ¥ otros que se han ofrecido Á¿Ä 10s demas)? Pod®amos intentar dar una respuesta diciendo que el •S¡¯®tu 5anto, el eS¡¯®tu de la libertad absoluta, nos permite ver, dentro de nuestro eS¡¯®tu libre, 10 que se® a nuestra propia ¥ autentica libertad, al confrontamos con nosotros mismos, con nuestra propia ¥ mas alta posibilidad: nosotros pod®amos afirmamos ·¿ sÌ™0 a nosotros mismos (esto es 10 que realiza la acc¯Ì · representativa), sino que se nos propone, mejor, se nos inculca tambien el

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gran sentido que tiene una tal af¯rmac¯Ì· ¥ el gozo por ello. GQuieres t¹ i vivir realmente en continua contradicc¯Ì· contigo mismo? Hasta aqu1 puede llegar la gracia. ¥ en el caso de que queramos seguir manteniendo 10s «distingos» citados, te·d®am¿s que decir: la gracia es «eficaz», cuando presenta a mi libertad una imagen tan evidente de S1 misma que esta ·¿ puede hacer mas que aceptarla libremente; ¥ se®a tan sÌ™0 «suficiente» si esta imagen ·¿ mueve realmente a mi libertad a aceptarse a S1 misma, permaneciendo mas bien en su propia c¿·tradicc¯Ì·.  ¿ podemos ahondar mas en estas profundas aguas. Tenemos que detenemos aqu1 ¥ constatar que depende del poder de Dios el hacer que la gracia deaamada en el mundo por el ofrecimiento victimal de su Hijo (2 Co 5, 19) sea 10 suficientemente poderosa para transformarse para todos 10s pecadores en gracia «eficaz». Pero esto sÌ™0 10 podemos esperar. ™‘ rnirar retrospectivamente hacia Moises ¥ Pablo, se nos muestra algo que da valor a esta esperanza. La «diferencia» que ambos se desean ante Dios para S1 mismos ha bastado para conseguir el «comienzo» de aquello por 10 que ellos mismos se ofrecieron. La voluntad de Dios se ha suavizado ¥ Yahve enviara a su angel para que preceda al puebl0 que camina por el desierto ¥ 10 conduzca a la tieaa prometida. ¥ aqu1 pod®a muy bien haber afiadido e1 a¡stÌ ¿l: «Todo Israel se salvara». Los ocasos son 10s que se transforman en la gracia de Å· libre amanecer. Esto es 10 que tend®amos que decir a esas miles de madres que se ofrecen por sus hijos descarriados.

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La ¿bl¯gac¯Ìn

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de esperar por todos

Si las amenazas de ÅÀ juicio ¥ las ter®bles ¥ hor®bles imagenes de la dureza de 10s castigos que amenazan a 10s pecadores, tal ¥ como las encontramos en la •sc®tura ¥ en la ¤radic¯ÌÀ, tlenen algun sentido, este À¿ es ¿™Ä¿ que el de poner ante mis ojos 10 se®a que es la responsabilidad que Á¿Ä mi libertad me toca. Pero ¯,me obligan tanto la •sc®tura como la ¤ radic¯,ÀÌ par¹iendo de estas amenazas de juicio, a aceptar, mas alla de m¯ mismo, que ¿™Ä¿ ademas de m¯ haya ca¯d¿ en el infiemo ¿ este predestinado a ello? Me parece que, Á ¿ Ä el contra®o ¥ en Á®Àc¯Á¯¿ (claro que sÌ™0 desde la perspectiva de una ra–Ì· practica ¥ fomentadora, que À¿ desde una eS¡ecu™at¯½a-c¯eÀt¯f¯ca), sÌ™0 se puede defender la tesls siguiente: Quien cuenta con la posibilidad de que haya Å· so10 condenado Á¿Ä toda la etemidad, fuera de ÅÀ¿ mismo, ese À¿ sabe 10 que es el amor deslnteresado... ™• mas m¯nlmo pensamiento sobre la exlstencla de ÅÀ infiemo etemo para 10s demas, nos tlenta a declr -precisamente en momentos en que la c¿ municac¯Ì À humana es mas dif¯cilque cada cual se las arregle Á¿Ä s¯ mismo. Mas bien tend®amos que «decidirnos real e incondicionalmente a aceptar a cada hombre del otro encontrar con todo su valor, ¥ en esta ace¡tac¯ÌÀ nuestra propia ¥ definiti½a a™eg®a. Mirando las cosas as¯, declr que hay ÅÀ "cielo para todos" ·¿ significa fomentar la pereza en el compromiso etlco, Slno mas bien exigirles a todos 10s que ÅÀ¿ pueda que piensen en decidirse en fa½or de una paciencia, que fundamentalmente nunca acaba, Slno que esta dispuesta siempre a esperar a 10s demas. Si ¥ ,Ÿ apoyado en la uni½ersal bondad de Dios, ¿À puede ¡r¿sc®b¯r a nadie para siempre, esta claro que mi etema

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desdicha consistini en que ¥Ÿ mismo ·¿ tengo la suficiente paciencia para esperar indefinidamente la "c¿·vers¯Ì· del otro"» 49. ¿ digamos, Á¿Ä favor, al buen Dios: «(,Acaso soy ¥Ÿ el guardian de mi hermano»? (,Puede un c®st¯a­ · ¿ pronunciar estas palabras asesinas? (,Que hombre ·¿ es mi hermano? Karl Rahner tiene ra–Ì· cuando dice: «Tenemos que mantener juntas ¥ con toda su fuerza aquellas frases que hablan sobre el poder de la voluntad universal de Dios Á¿Ä la sa™vac¯Ì·, sobre la rede·c¯·Ì de todos Á¿Ä C®sto, sobre la ¿bligac¯Ì· de esperar la sa™vac¯Ì· de todos, ¥ aquellas otras que 10 hacen sobre la verdadera posibilidad de una ¡ erdic¯Ì · etema». ¥ en 10 que se refiere a la evangelizac¯Ì·, «un deseo animoso de entregarse con confianza ¥ esperanza a la infinita mise®c¿rdia de Dios, debe estar junto, ¥ con la misma vigencia, con la clara insistencia en un infiemo, como posibilidad del aÍ· existente endurecimiento» 50. La certeza de que un ·Ímer¿ determinado de hombres, sobre todo incredulos, caen en el infiemo etemo dejemosla al islamismo; nosotros tenemos, en cualquier caso, que oponer la c®st¯a·a «universalidad de la redenc¯Ì· al particula®smo judio de la salvac¯Ì·» 51. HermannJosef Lauter nos propone la comprometida pregunta: «(,Se dejaran reconciliar verdaderamente todos? Esta pregunta ·¿ hay teÌ™0g0 ·¯ profeta que la pueda contestar. Pero el amor 10 espera todo (l Co 13, 7). ¿ puede menos que esperar en la rec¿· c¯l¯ac¯·Ì de todos 10s hombres en 49. —‘SJËRG• VERWEYEN, C1lrist%gische Brelll¹pllIlkte (Ludgerus, Essen 1977) 119-122. 50. Sacra¹nel1tum mundi (Freiburg, ™ 1968). ‘®. Holle [lnfiemo ( . del ¤.)] 737-738. 51. /bid. (Freiburg, ™ ™ 967) Art. Er™Osung 1Ÿ™.

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C®st¿.

Una esperanza tan ¯limitada ·¿ sÌ™0 se nOS peni­À te a 10s c®st¯a·¿ s, SinO que se nOS manda» 52. «¿ puedo dejar de pensar -dice el exegeta Joachim Gnilka- en que Pablo tuvo, por 10 menos alguna vez, la ard¯e·te esperanza de que todos 10s hombres c¿·segu¯®a· la sa™vac¯Ì·, doct® na esta que, despues, se fue eÇte·d¯e·d¿ bajo el ¥ que, como doct® na, fue condenombre de a¡¿katastas¯s nada. Pero hoy tambien se nos peÀnite mantener v¯ va esa esperanza, bajo la c¿·dic¯Ì· de que la s¿ l¯ da® dad entre todos 10s hombres, que queda expresada en ella, sea puesta en practica por 10s c®st¯a·¿ s, se luche por ella ¥ por ella se sufra, como as¯ fue el caso en la vida del a¡Ìsto™» 53. G. Greshake: «¥ s¯· embargo, esperanza Åni versal» 54. «Å·¿ puede esperar por el otro la vida eterna, siempre que se mantenga con el en la unidad del amof» -as¯ nos 10 ensefiaba Tomas de Aquino- 55. ¥ l,a que herrnano nuestro le negaremos este amor? l, Tendremos realmente que creer al Dante cuando esc®be sobre su puerta del infierno, dic¯e·­ do: «™• d¯v¯· ¿ poder me ha creado, la sab¯ du® a mas ele(Inf IIl), para tener despues que vada ¥ el amor ¡® mer¿ » en su infiemo? mirar a su aIrededor ¥ ver 10 que ¿cuÀe Har¯ amos mejor s¯gu¯e·d¿ a la doctora de la Iglesia, santa Catalina de Siena, cuando manifestaba a su confesor, el beato Raimundo de Capua: «Aunque estuviera ard¯endo en med¯o de las llamas del amor divino, ·± dejar¯a ¥Ÿ de pedir con todo el ardor de mi c¿ra–Ì· a m¯ Creador, ®c¿ 52. Hoja pastora!

(·™Ÿš

1982) 101.

53. Die bib/ische Botsch±ft ½¿l1™ Hinll1lel Ilnd Holle-Befreiung oder Versk/averung?, en: Ungewisses Jenseits? (ed. por G. Greshake, Patmos Pa-

perback 1986) 30. 54. /bid. 83-88.

55. S. ¤l¹ . ™ ,™ 17,3. La exegesis de este pasaje hecha por BESLER es sencillamente insuficiente (Th 1986,7332).

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TRATADO SOBRE

• ™

INFIERNO

en mise®c¿rd¯a, que manifestase su mise®c¿rdia a todos mis hermanos». Ella hablaba -nos cuenta Raimundo- con voz tenue a su amado ¥ le dec¯a: i., CmÌ ¿ pod®a ¥ ,Ÿ Sefior, comprender que Å·¿ so10 de 10s que t¹1 has creado, como a m¯, a tu imagen ¥ semejanza, se pierda ¥ se escape de tus rnanos? ¿ . ¿ quiero de ninguna manera que se pierda ·¯ siquiera Å·¿ solo de mis hermanos, ni Å·¿ so10 de los que estan unidos a m¯ por un nacimiento igual en la naturaleza ¥ en la gracia. ¥ ¿ quiero que todos ellos le sean aebatados À al antiguo enemigo, ¥ que t¹1 10s ganes para honor ¥ mayor g10®a de tu nombre. ¥ el Sefior -como ella confesaba a Raimundo en secreto-le contestaba: «™• amor ·¿ puede permanecer en el infiemo; 10 destru¯® a totalmente; se®a ¡refe®b™e eliminarlo antes que permitir que en el reine el amor». «Si tu verdad ¥ tu justicia se que ya ¿À hubiese revelasen -replicaba la santa- desea® a ningun infiemo ¿ por 10 menos que ningun alma cayese en el. Si ¥Ÿ permaneciese unida a ti por el amor ¥ me pusiesen a las puertas del infiemo ¥ pud¯era ceÀar™as de tal manera que nadie pudiese entrar, esta se®a la mas grande de mis a™eg®as, pues ve®a como se salvan todos 10s que ¥Ÿ amo» 56. Pero es ahora cuando nos atosigan con 10s innumerables textos que nos demuestran que la misma Catalina, as¯ como otros muchos misticos -que han e§¡e®me·tad¿ en su seguimiento de C®st¿ una condena sentida como eterna ¥ Å· abandono de Dios (Besler nos ha proporcionado de va®as paginas de estas e§¡e®e·c¯as)de una re™ac¯Ì· hecho, ¥ a pesar de todo, estaban convencidos de que 56. VeŠ de S±inte (00. Hugueny ¿ .¡.,

pot«! VŸ

SCHONDORF, ¿ .¡.

C±tfIerine Pa®s

de Sienne Á ± “ Ie bienhereux R±yrrwnd de s.f.) 479, 481. Agradezco esta cita a ¡. CHR1STŒPH

C±­

ŝ

PEQUENO DISCURSO SOBRE EL INFIERNO

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muchos se condenaban. ¥ es precisamente ahora cuando nos encontramos ante la absoluta paradoja del amor cris· ¿ produce tiano. ™• infiemo, que se les ofrece a su ½ ista, en ellos ningun tipo de res¯ g· ac¯Ì · , sino que es precisamente ahora cuando se enardecen oponi6ndose a 61. Pero de espiritendremos que realizar una autentica discrec¯Ì· tus. Hay casos en 10s que el santo ½e cÌm¿ una gran cantidad de hombres marcha (como si fueran «copos de nie½e» u «hojas que caen») hacia el infiemo, ¥ al ½  er su «marcha hacia el infiemo», se a¿À ja en la brecha. Hay otros casos en 10s que tienen, como Å· don, una ½¯ ½encia personal del infiemo, sin ½er a ningun condenado. Es una gracia di½ina la que despierta en ellos el cel0 de ponerse en su lugar (asi en Juan de la Cruz ¥ Teresa de Jesus): «De 10s fuertes impulsos de ayudar a las almas, aqui pro½ienen de manera que me parece que ¡referi®a con la mas grande de mis a™eg®as morir mil ½eces para que se sal½ara de tortura siquiera sea una sola alma» (Teresa). esta ter®ble De santa Teresita dice con razÌ· Besler: «¿ hay duda de de la Iglesia que ella tomaba muy en serio la doct®na sobre la posibilidad de un etemo castigo». Aunque hubo casos en que ·¿ sÌ™0 se aparecian imagenes del infiemo (que, segun pienso, es 10 que sucediÌ con las imagenes sino que algunos escodel infiemo a 10s nifios de —¯tima), gidos tu½ieron la certeza subjeti½a de que Å· nllmero de personas ya estaba condenado, sin embargo (¥ esto es 10 que pretende la re½eac™ ¯·Ì ) pre½alecia en ellos el deseo de oponerse a 10 que se les aparecia, el querer darl0 todo casi Á¿Ä ¯Àea™, sobre todo la idea de que ya nada se pudiese hacer por 10s que se daban Á¿¹ perdidos. Este es, con toda e½idencia, el caso de la «½¯s¯Ì· del infiemo» --en el1ibro de 10s ejercicios- que debe proponerse uno ante 10s que se

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

pierden, ¥ en cua1quier caso -eomo siempre 10 propone Ignacio- en dia10go con nuestro Sefior Jesuc®st¿. De hecho, en todos estos casos, se trata de una gracia Á¿Ä 1a que se nos permite tener c¿m¡as¯Ì· junto con e1 Sef¯or, como ocucre con tota1 cla®dad en Ma®e des ValIees: «Sus do10res fueron como e1 Sefior 1e asegur-Ì una partici¡ac¯Ì· en 10s suyos, una re·¿½ac¯Ì· de 10 que e1 ten¯a que sobre s¯ 10s pecados de1 mundo ¥ se padecer cuando ™ e½Ì hizo a s¯ mismo pecado. Era un infiemo tota1mente nue½¿ ... e1 que e1 amor divino creÌ para m¯ ¥ que en su crudeza, en su fuerza ¥ en sus tormentos sobrepasaba e1 infier·¿ de 10s condenados» (Bes1er, Th. 1986, 7458s.), con 10 que llegamos a las e§¡ e®enc¯as ¥ manifestaciones de Ad® enne ½¿· Speyr. Precisamente 10s pasajes (que, segun se dice, he pasado Á¿Ä a1to) de Mechthi1d ½¿· Hackerbom, Angela de Foligno, Julian of Norwich (Ibid. 7359) muestran que 1a santa, incluso ante su creencia en Å· infiemo, tanto mas se esfuerza Á¿Ä Å· amor que boue todo 10 que antes que ella se hab¯a esc®to. La idea, muchas veces aducida, de aminorar, Á¿Ä 10 menos, sus tormentos, es una idea, que se apoya en especu1aciones esco1asticas, ¥ que hay que considerarla como Å· intento aproximati ½¿ de reconciliar 10 que aparentemente es c¿·tradict¿®¿. Pero nosotros queremos, como hemos prometido, terminar con Å· precioso pasaje tomado de 1a obra de la nueva expresa santa Edith Stein, pues es e1 que con mas ¡rec¯s¯Ì· 10 que hemos intentado desarrollar en estos cortos ca¡¯ tu10S. «Intentabamos comprender que ¡¿ rc¯Ì · de 1ibertad hab¯a en la obra redentora. Para ello ·¿ basta una considerac¯Ì· de la libertad sin mas. Hay que examinar tambien cua1 es el poder de la gracia ¥ si existe a1gun l¯rnite absoluto para ella. ¥ vimos en seguida que 1a gracia te·¯a que

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llegar al hombIe. Desde s¯ misma 10 que puede es, en el mejor de 10s casos, llegaI hasta la puerta, pero nunca forza¹- la entIada. ¥ seguimos vlendo que ella puede llegaI a el sln que este la busque, sln que la quieIa. La pIegunta es si ella puede completar su obra sln la c¿lab¿rac¯·Ì de este. Nos ¡ a¹-ec¯Ì que tendr¯amos que responder que ·¿ a esta pregunta. Es una cosa muy se®a, que claramente se funda en que la libertad de Dios, a la que llamamos omnlpotencia, encuentra un lfrnite en la libertad del hombre. La gracia es el eS¡¯ ® tu de Dios que se anonada hasta el alma del hombre. Pero À¿ puede mora¹- en el1a Sl · ¿ se la admite libremente. Es esta una verdad muy dura. Afirma -prescindiendo del l¯mite aludido de la omnipotencia divlna- la posibilidad fundamental de sepa¹-a¹-se de la redeÀc¯ÌÀ ¥ del reino de la gracia. Pero À¿ pone un l¯mite a la rnise®c¿rd¯a divlna. Pues sl nosotros ·¿ nos podemos ceÀar al hecho de que la muerte temporal vlene para muchos, sln que ellos hayanjamas vlsto la etemidad ¥ sln que ellos hayan jamas sentido la sa™vac¯ÌÀ como problema; ¯À al hecho de que muchos se esfuerzan durante toda su vida por la sa™vac¯Ì·, sln tener parte en la gracia, tampoco sabemos sl acaso llega¹-a en el mas al1a pa¹-a todos el10s la hora declslva ¥ que la fe nos diga que as¯ es. ™• amor mise®c¿rd¯¿s¯s¯m¿ puede anonadarse hacla cada ÅÀ¿ de nosotros. ¥ nosotros creemos que as¯ es. (, ¥ Sl hubiera almas que se cease À · contlnuamente a el? Como posibilidad en s¯ À¿ se puede rechazaI'. De hecho puede ser infinitamente Improbable, precIsamente por 10 que la gracia ¡re¡arat¿®a puede operar en el alma. SÌ™0 puede llamaI a la puerta, ¥ hay almas que, ante esta tenue llamada, le abren, mientras que otras ¿À la oyen. Despues se ¯ · s¯· Í a por las almas ¥ se extlende por todas ellas mas

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

¥ mas. Cuanto mas grande sea el espacio que 61 ocupa de forma tan ¯™eg¯t¯ma, tanto mas improbable se hace que el a 61. ¹• ve el mundo a la luz de la gracia. •¹ alma se c¯eÀe reconoce 10 santo cuando se 10 encuentra ¥ se siente atra¯­ do por 61; igualmente reconoce 10 mal0 ¥ 10 rechaza. Todo 10 demas queda en penumbra ante estas cualidades. ‘ todo esto c¿ÀeS¡¿·de en su ¯·te®¿r un impulso a comsu propia razÌ· ¥ portarse en el sentido de la gracia segÍ· ·¿ segÍ· una ra–Ì · natural ¿ segÍ· la ra–Ì· del ma1. Si impl¯ citamente, se somete al sigue este impulso ¯·te®¿r, hacerl0 al reinado de la gracia. Pero es posible que ·¿ 10 haga. Para ello es necesa®o que se d6 una actividad procontra el influjo de la gracia. ¥ esta acc¯Ì· de pia di®g¯da la libertad produce una enorme te·s¯Ì·, tanto mas cuanto mas se haya extendido la gracia enel alma. Esta actividad oponente se apoya -como todos 10s actos libres- en un fundamento de otras caracte®sticas, a saber en impulsos naturales, que, junto con la gracia, siguen estando presentes en el alma. Cuanto mas espacio consiga ganar la gracia a 10 que antes la contentaba, tanto mas se puede zafar de 10s actos d¯®g¯d¿s contra ella. ¿ hay l¯mites en s¯ para esto. Si se apartan del alma todos 10s impulsos que se oponen al espilltu de la luz, se toma infinitamente improbable que se d6 una dec¯s¯Ì· libre contra este espilltu. Despu6s, la fe en el ilimitado amor ¥ gracia de Dios justifica la esperanza en una universalidad de la rede·c¯Ì·, aunque siga manteni6ndose tambi6n la posibilidad de una condenac¯Ì· etema, debido a la en s¯ abierta posibilidad de una resistencia a la gracia. Visto as¯, se vuelven a levantar las baÀeras antes aludidas a la omnipotencia divina. SÌ™0 se mantienen mientras se contrapongan la libertad divina ¥

ŝ

PEQUENO DISCURSO SOBRE ™•

INFIERNO

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la humana, ¥ se deja fuera de c¿ns¯derac¯·Ì el ambito que constltuye el fundamento de la libertad humana. La libertad humana · ¿ puede ser · ¯ rota · ¯ excluida por la divina, pero s¯ algo «engafiada». ™• descenso de la gracia al alma humana es la acc¯·Ì libre del amor divlno. ¥ · ¿ hay l¯mi­ tes a su e§¡ a·s¯·Ì . Saber 10s caminos que ella elige para su acc¯·Ì , saber por que se preocupa por Å· alma ¥ deja a ¥ cuando es otra que sea ella la que 10 haga, saber si, cmÌ ¿ eficaz a¯™ donde nuestros ojos · ¿ perciben su presencia... todo esto son preguntas que escapan a una e§¡ ¹ icac¯·Ì raclonal. Hay s0™Ì Å · conocimiento de las posibilidades ¡ ® · c¯¡ aes™ ¥ , gracias a esas posibilidades ¡ ® · c¯¡ aes, ™ una c¿m¡re·s¯·Ì de 10s hechos que nos son accesibles» 57.

57. EDITH STEIN, Welt und Person. Beitrag zum christlichen Wahrheitsstreben. ed. por L. Gelber ¥ Romaeus Leuven OCD (Freiburg 1962) 158ss. ‘ GEORG ‘’ ± ™ –Š tengo que agradecerle su ¯· d¯ cac¯Ì · sobre esta cita.

ApOšATA.STASIS

1

1. Lecc¯·Ì pronunciada como profesoI" invitado en la Facultad de Teode ¤rie“, abril 1988. ™• autoI" fue n¿mb“ad¿ cardenal ¡Ÿ“ el papa Juan dos d¯as antes de su solemne ¯n­ Pablo ™ el 29 de mayo de 1988, pero mur¯Ì greso en el colegio ca“dena™¯c¯¿.

!¿g¯a

La palabra ±¡¿k±t¬st±s¯s aparece sÌ™ 0 una vez en la Biblia, Hb 3, 21, cuando Pedro esta predicando en el templ0 ¥ dice a 10s judios: «•™ ciel0 debe retenerlo hasta que l1eguen 10s tiempos en que todo sea restaurado (±Á¿­ k± t¬ st± s¯ s ¡± ntÌ n), como a· u· c¯Ì Dios por boca de 10s santos profetas en el pasado». Dos traducciones son posibles: «hasta que l1eguen 10s tiempos de la restaurac¯Ì· de todo de 10 que Dios ha hablado...» ¿ bien: «hasta que l1egue la restaurac¯Ì · de todo 10 que Dios ha hablado por sus profetas» 2. La ¡® mera traducc¯Ì · coincide con el sentido funda• · el mental de la palabra, que significa «restaurac¯Ì·». g® eg¿ profano se utiliza: 1. en medicina: restaurac¯Ì· de la salud, 2. en derecho: dev¿luc¯Ì· de 10s rehenes a sus ciudades de ¿®ge·, 3. en politica: re·¿vac¯Ì· del ordena4. en astronom¯ a: nueva l1egada miento estatal Á®mit¯v¿, de ¯·tersecc¯Ì· planeta® a, que significa la l1egaal Á Å · to da del «gran ano», ¥, partiendo de aqu¯, 5. en c¿ sm¿ 10g¯ a fi¹ 0sÌ fica: vue1ta de Å· ¡ e®¿ d¿ anual, establecido sobre todo por 1a Stoa: al conseguirse una identica Á¿s¯c¯Ì· pla·eta®a tiene 1ugar e1 incendio del mundo ¥ la re·¿vac¯Ì· de1 mismo, cuyo cicl0 comienza identicamente de nuevo (<
.‘

Oepke, Art. ¡‘ ¿ k±t¬st±s¯s,

ThWNT, ™ 390.

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TRATADO SOBRE

• ™

INFIERNO

uno divino, hasta el punto en que COn®enza la vuelta ¥ el ascenso renovado hacia Dios 3. SegÍ· esta s¯g·¯f¯cac¯Ì· fundamental de la palabra, se aprecia claramente una conce¡c¯·Ì c¯c¯™ ca: la meta es la restaurac¯·Ì del con®enzo: ®Ÿ gees À expresa esta idea en una frase: «semper sin®lis est finis initiis» 4. Pero la segunda traducc¯Ì· de la cita de 10s Hechos de 10s ¡‘ stoÌ es™ parece mas adecuada, ya que expresa mucho mejor el sentido del discurso: «Dios cum¡¹iÌ as¯ 10 que hab¯a anunciado por 10s profetas: que su esœ ¯as te·¯ a que padecer» (18), por tanto «arre¡e·t¯¿s» (19). «Llega“ ¹¯· as¯ tiempos de consuel0 de parte del Sefior, que os enviara de nuevo a JesÍs, el œes¯as, que os estaba destinado» (20). «™• ciel0 debe retenerlo hasta que lleguen 10s tiempos en que todo sea restaurado, como a·u·c¯Ì Dios por boca de 10s santos profetas» (21). ‘ c¿· t¯uac À ¯·Ì sigue, en ¡®mer lugar, el gran anuncio del œes¯as por Moises (22-23), despues, por todos 10s profetas hasta Samuel (24), ¥, finalmente, se habla del pacto con Abraham (25). ·• todo esto se aprecia una idea line±r: la l¯nea temporal desde el Á ® · c¯Á ¯ ¿ hasta Abraham, Moises, Samuel ¥ todos 10s profetas hasta JesÍs, con el que se da la esperanza cierta del reino mesianico como cu™n®·ac¯Ì· ¥ la llegada de «los tiempos de consuelo» ¥ el cumplin®en­ to de todo 10 prometido. Pero rnirandol0 bien, esta ¯·terpretac¯Ì· ™¯·ear-hist̹ica À¿ puede diferenciarse sin solapamientos de la plimera, la c¯c¹ica. La ¡ a™ abra-acc¯Ì · ± pok± thistemi, que se encuentra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, nos indica una «re¯·staurac¯Ì·» de Israel en su ter®t¿® ¿ , sobre 3. Citas tomadas de CHR. ,– • ™

4. Peri Arcllon 16, 2.

.À‘

¡‘ Ã k±t¬st±s¯s,

RAC, ™ 510-516.

APOšATASTASIS

181

todo desde su destielTo a Babilonia, con cada ½ez mas claras referencias mesianicas ¥ bajo la c¿·dic¯Ì· de un aÀe­ pentimiento del pueblo. ‘qu¯ cobra importancia la figura que es quien tiene que preparar ¥ di®g¯r esta de Isa¯as, re¯·staurac¯Ì· (œ™ 3, 24; Si 48, 10, donde se habla de la rec¿· c¯liac¯·Ì entre padres e hijos, pero, sobre todo, de la re¯· staurac¯·Ì del pueblo de las siete t®bus), siendo JesÍs el que at®buye esta figura a Juan el Bautista (œ™ 11, 14)5. La ¯· terpretac¯Ì · c¯ clica resuena tambien en la pregunta de los disc¯¡ U¿™ s al Resucitado: «i, Vas a establecer (±pok±thist±­ neis) ahora el reino de Israel?» (Hch 1,6). Si echamos una mirada a toda la h¯st¿®a de la te¿l¿g¯a en su conjunto, nos daremos cuenta de que hay ciertamente un desaÀ¿ l™¿ linear intratemporal, desde el relato de la creac¯·Ì hasta el pacto con Noe ¥ Abraham, Da½id ¥ 10s profetas, hasta Jesus, e1 tiempo de la ig1esia ¥ e1 escat¿lÌg¯c¿, que, segÍ· Oskar Bu1tmann (Christus und die Zeit 1946)6 es el concepto decisi½o del tiempo en 1a ¯’ ­ b1ia, en ¿Á¿s¯c¯Ì· a la c¿m¡re·s¯Ì· c¯c™¯ca ¥ ·¿ c®st¯a·a del mundo, pero teniendo en cuenta que el esquema linear ha sido recubierto ¥ conformado cada ½ez mas por una refleÇ¯Ì · sobre la ½uelta, la re¯· staurac¯·Ì ¥ la bÍ squeda de los ¿®ge·es. • · el Antiguo Testamento, como ya hemos dicho, esto se manifiesta en una espera creciente tanto pol¯tica como mora1 de 1a ¯ · teg®­ en 1a ¯ · staurac¯·Ì dad ¿® g¯· al ¥ de la pureza del pacto 7, siempre en rela5. Una descr¯¡c¯Ì· poÀnenorizada del papel atribuido a Isafas (realizade la apokatastasis, sumo sacerdote de l0s Íltimos tiempos, apoyo en las necesidades [vease œ¹ 24, 47.49], quizas tambien el del suf®m¯e·t¿ por l0s pecados) en J. JEREMIAS, Art. •l¯±s, ThWNT ™ 930-943. 6. Hay una c®t¯ca en W. KRECK. Die ZukunJt des GekOnlIl1enen (M¯i·­ chen 21966) 25-39. 7. .• L. DIETRICH, Sub sebU1. Die leZ™ e™ WiederherstellIIIlg bei den ProplIeten (Giel3en 1925).

c¯Ì·

182

TRATADO SOBRE EL INFIERNO

c¯Ì · ,

como 10 demuestra Hein®ch GroB, con la esperanza antigua, siempre a la espera de una paz mundial uni½ersal ¥ etema 8. ¥ cuanto mas a½anza la reflexiÌ· teogÌ™ ¯ca sobre el acontecirniento c®st¯a·¿, tanto mas queda comprendida la l¯nea promesa-cumplirniento dentro del momento c¯c™¯c¿. • ™ «mo½irniento» del Jes¯Is joanico es un c¯rcu™0 perfecto. «Sal¯ del Padre ¥ ½ine al mundo; ahora dejo el mundo para ½ol½er al Padre» (Jn 16, 28). ¥ cuanto mas se comprenda de forma etema ¥ atemporalla salida del Padre, ¥ cuanto el etemo plan sobre el mundo de Dios mas graciosamente incluya a la humanidad creada (Ef 1, 4-6) en este etemo nacirniento desde Dios, tanto mas couespondera a esta Alpha en el plan de Dios la Omega de su rea¯™ ac– ¯·Ì total. ¥ esto hay que comprenderl0 ·¿ al estilo de Escoto como pura idealidad, sino a tra½es del paso por la rede·c¯Ì· del mundo en la sangre redentora de C® st¿ (Ef 1, 7; Col1, 20; Hb 9, 11-14). «™• cordero sin defecto ¥ sin mancha, ya conocido antes de la creac¯Ì· del mundo ¥ manifestado al fin de 10s tiempos por amor ½uestro» (1 ¡ 1, 19-20). ™• c¯rcu0™ se cieua perfectamente en Romanos 8, 30: ¡ redest¯· ac¯·Ì , llamarnie·to,just¯ficac¯Ì·, gl0®ficac¯Ì·, sin que nos sea peÀni­ tido pensar aqu¯ en una doble ¡redest¯·ac¯Ì·. ¿®e·tal

Vol½amos ahora la ½ista hacia la pat®stica ¥ consideremos la re™ac¯Ì· que aparece en ella entre la c¿m¡re·s¯Ì· c¯c¹ica ¥ linear de la apocatastasis. Son totalmente c¯c™¯c¿s 10s sistemas de la gnosis: al Á ® · c¯Á ¯ ¿ la totalidad de todo ser en la plenitud de Dios; despues, la ca¯da del mundo, con la a¡a®c¯·Ì de la mate8. Die /dee des ewigen und ±llgemeinen (Trier 1956). und im Alten Test±ment

Welfriedens im

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Orient

‘¡Ÿš‘¤

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ASTASIS

183

a c¿·t¯·uac¯Ì·, la a¡a®c¯Ì· del Redentor, que reconduce 10 ca¯d¿ a la plenitud d¯vina, aunque en todo ello se aprecia una gradac¯Ì·: 10s hombres eS¡¯®tua™es ¥ 10s verdaderos g·Ìst¯c¿s retoman a la mas alta reg¯Ì·, m¯entras que 10s lulicos, esto es, 10s que dependen de la mate®a, ¥ el dem¯urgo, el creador de la mate®a, 10 hacen a una esfera subord¯ nada. LÌ g¯ came· te, se rompe en todo esto la Å·¯Ì · entre el Antiguo Testamento -eon una supuesta forma mate® a™ de pensar- ¥ el Nuevo (œarc¯Ì·), es dec¯r, se n¯ega la suces¯Ì· rustÌ® ca. Contra esto reacciona fuertemente san Ireneo: La carne ha sido creada por Dios ¥ es buena; la antigua al¯anza es la ¡reh¯sto®a de la e· camac¯Ì · del Verbo en la nueva alianza. La suces¯Ì· linear dom¯na claramente, aunque la rust¿®a de la sa™½ac¯Ì· es comprend¯da como recapitulac¯Ì·, pero es el com¯enzo frustrado en Adan ¥ Eva el que se «reconstituye» en C®st¿ ¥ en Mar¯a. •™ hombre creado es aun incapaz de soportar todo el peso g10®¿s¿ del amor de Dios; tiene que pasar por la «e§¡e®e·c¯a» (peir±) del mal, para llegar a la madurez, a una existencia encamada siguiendo a C®sto ¥, por med¯ o de la uca • ®st¯a ¥ la resuÀecc¯Ì·, llegar a la ¡erfecc¯Ì·. Tengamos en cuenta que en esta c¿·s¯derac¯Ì· l¯near el pecado es comprend¯do como Å· sistema ¡edagÌg¯c¿. Pero san Ireneo, ·¿ obstante, habla tambien de una reca¡¯tu™ac¯Ì· (±n±keph±l±iosis) de todo 10 malo en el ·‘ t¯c®st¿ al final de 10s tiempos, para que «todo el poder del mal reun¯do pueda ser arrojado en ellago de fuego» (Adv. H±er. V 29,2).  ‘ part¯ r de aqu¯ surge la pregunta -sobre todo cuando en Alejand®a se intenta recuperar 10 cr¯st¯ano, en la imagen de Å · mundo c¯c¹¯c¿, como una autentica te¿0g™ ¯a neotestame·ta®aen Clemente ¥ Ÿ®ge·es de que 10 que de

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TRATADO SOBRE • ™

INFIERNO

malo residual queda despues de la vuelta del mundo a Dios, eso, precisamente por haber estado ausente en el punto Alpha, ·¿ puede estarlo en el Omega. Es una pregunta que ha preocupado mucho a 10s Padres hasta san ‘gust¯·. • · la segunda parte de este trabajo volveremos a ocuparnos de ella. Pero preguntemonos nosotros ahora cÌm¿ pod®amos superar te¿lÌg¯ca ¥ especulativamente el esquema c¯c™¯c¿ veterotestamentario, que el linear veter¿testame·ta®¿ e ireneico incluye. De forrna esquematica se manifiestan tres intentos de s¿luc¯Ì·. • ™ ¡® mer¿ es el organico, que, sin renunciar al creacionismo, se apropia del esquerna ¡™atÌnic¿-g·Ìst¯c¿. Ÿ®ge·es habla expresamente ¥ como haciendo pruebas (g¥mn±st¯kÌs) de que sus aportaciones ·¿ deben tomarse burdamente. •™ hombre ha sido creado por Dios, pero ·¿ sin cueÆ¿ (como tantas veces se dice), sino con un cuer9 , como im± gen Á¿ [¯·¿ ¥ eS¡¯®tual de Dios, que debe desaÀ¿l™arse a traves de su libertad hacia esa senzej±nz± divina 10, en Á®·c¯Á¯¿ asexualmente, pues cuando se dice hombre ¥ mujer ¥ 10s bendijo: creced ¥ que «los creÌ multiplicaos», esto ¿cuÀe como un preludio de 10 venidero (pr±e½eniens quod futurum er±t) 11. S0™Ì cuando el hombre se aparta de Dios ¥ se acerca hacia 10 mate®a,™ su cueÆ¿ se hizo mas denso ¥ dio comienzo la re¡r¿ducc¯·Ì sexual animal. Å·¿ de 10s angeles ¡®·c¯¡ad¿s hab¯a ca¯­ do antes que el hombre ¥ se tra·sf¿rmÌ en seƯ e· te tentadora. Pero el fin del hombre es -as¯ 10 dice Ÿ®ge·es Á® ­ mero que nadie ¥ ·¿ ‘gust¯· ¿ Bemardo- ocupar ellugar 9. Peri Archon ™ 6, 4; 10. /bid. ™  6. ;™ De ±“Ÿ ¹ . 11. Gen. ho¹n. ,™ 14.

  ™

6, 9. 27,2; C. Ce/so 4,30; • – .

hom. 13,2.

APOšATASTASIS

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de 10s angeles caldos, capacitado a ello Á¿Ä medio de la obra de la rede·c¯·Ì del Logos 12. Es decir, una apokatastasis comprendida fundamentalmente desde su aspecto clclico: calda venical desde Dios ¥ vuelta hacia •1 13 . Con la tra·sf¿rmac¯Ì· de la burda mate® a™¯ dad en un cuerpo gl¿®¿s¿ desaparece tambien todo el mal. • ™ segundo esquema, que desc® be Greg¿®¿ de Nisa, sÌ™¿ se diferencia muy poco del ¡®mer¿. Pero impide hacer una d¯fere·c¯ac¯Ì· entre las dos formas de mate®a­ lidad, puesto que nuestros ¡®mer¿s padres ya tenlan en el paralso el rnismo cuerpo que nosotros. Con todo, para Greg¿®¿ la forma animal de re¡r¿ducc¯Ì· cornienza sÌ™0 despues de la e§¡uls¯Ì· del para¯so, aunque Dios les concediÌ desde el Á®·c¯Á¯¿, en ¡rev¯s¯Ì· del pecado ¿®g¯·al, las caracte®st¯cas sexuales, que, sin embargo (como ocuue en Ÿ ® ge· es), ·¿ hab® a· sido utilizadas en la forma 14. paradisIaca ¥ para nosotros desconocida de ¡r¿creac¯Ì· •™ genero humano sacado de 10s lomos de Adan es temporal ¥ , por ello, lirnitado, pero esta destinado a volver a1 estaNos encontramos ante do paradisIaco por la resuÀecc¯Ì·. mezcla de apokatastasis linear ¥ clclica: como una extraf¯a si Ireneo hubiese construido sobre O®genes, pero la cuenta ·¿ resulta clara, porque 10s resucitados ya ·¿ tienen necesidad de las caracte®st¯cas sexuales 15. Pod®amos adivinar 12. .–• honz. 13,2. 13. La ¡ rese· taciÌ· exacta en G. Ë’ R,•š «Des Origenes Lehre vom Urstand», en ZkathTl1 72 (1950) 1-39. 14. De homil1is opif¹cio. cap. 22. 15. Con mas pormenoJ' en mi Presenlce et Pel1see. Ess±i sur l± plzilosopl1ie religieuse de Gregoire de Nysse (Beauchesne 1942) 29-60. Gregorio es consciente de \0 ¡ aradÌ j¯ c¿ de su pcnsamiento: «ALlnque ]0 que aparece en e\ hombre parezca ¹¹· estado contradictorio... debe ser, · ¿ obstante, colocado en llna serie ordenada ¥ necesaria, apoyandonos tanto en la doctrina de la Escritura como en conclllsiones racionales», De hoIninis opif¹cio, prooemium.

186 cÌ m¿

TRATADO SOBRE EL INFIERNO

Greg¿®¿

soluciona el problema de la desa¡a®c¯Ìn de 10 malo: asl como tOOo el desaollo À mate®a™ e histÌ®c¿ es finito, asl tambien 10 ma10, en c¿ntra¡¿s¯c¯Ìn a 10 bueno. Un tercer esquema, que intenta obviar 10s peligros del ¿®gen¯sm¿ ¥ mantener, al mismo tiempo, sus geniales intuiciones, se encuentra en Maximo el Confesor. Su pensamiento es claramente clclico, pero el Alpha, de donde procede, ·¿ es Å· estado preformacionista del hombre en Dios (cosa que rechaza energicamente), sino la idea que Dios tiene de todo ser ¥, por tanto, de todo hombre que iba a crear. Desaparece practicamente el estado paradisIaco, porque el hombre, tan pronto como fue creado, se aparta de Dios. Asf tenemos una hist¿®a del mundo linear de ¹¯Á¿ ireneico, pero C®sto, el hombre-Dios, nos muestra la idea ¿®g¯nal ¥ nos la concede en el nacimiento divino desde el agua ¥ el eS¡¯®tu, de manera que el cami·¿ de la ¡erfecc¯Ì· es, desde entonces, la bÍsqueda de nuestra idea presente en Dios, el «ascenso» (±nodos) ¥ la «re¯· staurac¯n» Ì (±¡ ¿ k±t¬st±s¯s) se apoyan en «la palabra de Dios (lÌg¿s) , por la que hemos sido creados» 16. De esta manera se presenta Å· endios±miento de1 hombre por C® sto, que, como dice Maximo, es 10 mismo que cuando Dios se humaniza. Se®a atractivo proseguir con la hist¿®a de estos tres esquemas. Desde el Í ltimo ega ™ ®am¿s, a traves de Scoto •®uge·a, hasta Eckhart, para quien la verdadera realidad del hombre es identica con la idea divina (que esencialmente es Dios), ¥, mas alla, hasta el c®st¿m¿nism¿ de Blondel ¥ Teilhard de Chardin. Pero la pregunta clave, que trataremos en la segunda parte, es mas urgente. 16.

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liber? (PG 91, 1080C).

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AS¤ASrS

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Posibles postur±s ™•

Nue½o

Testamento contiene expresiones, que refuerzan el doble resultado que tienen 10s juicios ½ eterotesta­ mentarios: · ¿ se trata s0™Ì de reprobaciones, e¯™ rni·ac¯ÀÌ de 10s enernigos ¥ mal½ados, sino expresamente «del fuego etemo, preparado para el demonio ¥ sus angeles» (Mt 25,41); se trata del pecado contra el eS¡¯ ® tu, que «·¿ se perdonara n¯ en esta ½ ida n¯ en 1a otra» (¹œ 12,32), de Å À definiti½o «·¿ os conozco» (¹œ 25, 12), s¯, inc1uso de aquel <<jamas os he conocido» (¹œ 7,23). Junto a estas ¥ otras pa1abras, que «con toda claridad hab1an de Å À dob1e resultado: sa1½ac¯ÀÌ ¿ re¡robac¯·Ì , hay otras numerosas expresiones que hablan de que 1a gracia sobreabunda para con sobre a1 pecado (Rm 5, 17), de 1a rnise®c¿rdia todos, paganos, jud¯os ¥ c®st¯a·¿ s (Rm 11, 32), de 1a reca¡ ¯ tu1ac¯·Ì (anakephalaiosis) de todos en C®sto (Ef 1, 10). Nuestra tarea · ¿ debe consistir en e1 intento de meter, aquellos pasajes forzando10s, en Å · sistema especu1ati½o b¯b1icos que ¿À son reconciliab1es entre s¯, sino en desc®­ bir 1as posturas que se han adoptado en la h¯st¿® a de la te¿10g¯a ¥ en la reflexiÀÌ sobre e1 hecho neotestamenta® ¿ . Ninguno de estos intentos ¡ rocediÌ con 1igereza; en todos ellos, inc1uso en 10s que · ¿ aprobamos, se barrunta Å · respeto ante e1 rniste®¿ . Pero todos ellos deben encarar el concepto de una apokatastasis comprendida de forma ¡ ® maria como c¯c1¯ca, aunque reflexionando ¥ · ¿ dejandose apartar ligeramente del ter®ble pensarniento de que 10s hermanos ¥ 1as hermanas de C®st¿, que el Padre creÌ para e1 ¥ Á ¿ Ä ellas redirniendo1as mu®,Ì pod®an perderse etemamente ¥ caer · ¿ s10Ì en puros castigos sin fin, sino de sa1½ac¯·Ì de Dios, en hacer fracasar e1 plan uni½ersa1

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TRATADO SOBRE

• ™

INFIERNO

vez de conseguir en Dios el fin previsto. Todo creyente serio, que escucha 1a pa1abra de Dios, tiene que e·fre·ta“­ se ante estas ter®bles amenazas, aunque ·à le gusten en absoluto. Ã puede apartar la vista de ellas, ·¿ puede pasarlas ÁÃÄ a1to · ¯ para s¯ rnismo ·¯ para 10s hÃmbes“ COn 10s que se siente solidario en CristO. Los primeros siglos ofrecieron motivos para la primera dec¯s¯Ì·. •™ plan de Dios debe realizarse Á¿Ä encima de todos las resistencias que se le opongan. Junto a Clemente, ®Ÿ ge·es, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Evag®us Ponticus se encuentran, ademas, 10s anti<XJ.uenos Diodoro de Tarssis, Teodoro de Mopsvestia, 10s sirios Bar Sudaile e Isaac de ¯·¯ve 17, tambien, segun creo, MaxiÉ ¿ el Confesor ¥, con toda seguridad, Scoto Eriugena. De 10s mas tard¯os hasta hoy vamos a prescindir. Esta primera Á¿s¯c¯Ì· la podemos comprender muy bien desde las palabras de Juan:. «La ¡erfecc¯Ì· del amor en nosotros se muestra en que tenemos confianza en el d¯a del juicio... ·• el amor ·à hay temor, pues el amor perfecto arroja fuera el temor; porque el temor supone castigo, ¥ el que teme no es perfecto en el amor» (1 Jn 4, 17-18). qu‘ ¯ precisamente es donde se sitÍa la diferencia que hace Clemente de Alejand®a entre el gnostikos, como aquel que es perfecto en el amor de Dios, ¥ el que aun · à es as¯ de perfecto. ®Ÿ ge·es llama haplousteroi a 10s que ·à estan firmes ni moral ni espiritualmente. •™ gnostikos sabe, segun Clemente, que «todas las cosas en general ¥ en particular est¯'¯· orientadas Á¿Ä el Sefior a la savac ™ ¯·Ì de 1a tota1idad», rnientras que «10s que son duros de cÃra–Ì· seran 17. Vease el estudio sobre la Gehenna

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Bodl. syr e 7).

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ASTASIS

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obligados a hace!" penitencia ¡Ÿ“ medio de 10s castigos Àecesa®¿s ... De 10 demas quie“O calla¹-» 18. Este silencio ·¿ 10 ½ É ¿ en cuenta Ÿ ® genes en su ¿b“a juvenil, pe“ O s¯ que dice que eI habla s¿b“e el tema como haciendo pruebas (gymn±stikos); en ¿ b“ as ¡¿ ste®Ÿ “ es trata de la doct® ­ na de la apokatastasis ceaada, haciendo sÌ™0 algunas indiella, ya que À ¿ la considera adecuada en la caciones s¿b“e ¡“edicac¯Ì· oficial pa¹-a 10s debiles»19. Su ¡¿stu“a ·¿ se la puede de® va¹ tanto del «silencio rn¯stico» sobre altas ½e“­ dades de 10s fisÌ™ ¿f¿s g®eg¿s (Casel) 20, cuanto de la palabra de Pablo transportado al tercer ciel0, que «escucha palabras inefables que a ning¹in hombre le es permitido pronunciar» ·¯ tampoco puede. Ambas traducciones del g®eg¿ «ouk exon» son posibles; el p“ Oblema a™ can– aÀ¯ mas ta¹-de su importancia, cuando Dionisio Areopagita se la imposibiIidad de expresa¹10 divino empefia en afirma¹ dornicon conceptos humanos. Pero entre 10s alejand®nos la traducc¯Ì· «À¿ le esta perrnitido» 21. ®Ÿ ­ na cla¹-amente genes dice que ·¿ pod® a confiar a 10s que son demasiado inefables, ·¯ responderlas con tinhumanos esas ¡a™ab“as ta ¥ papel, pues quizas tambien Pabl0 «sÌ™ ¿ las c¿·fiÌ a 12,2 hasta 13, ™ (BDK Clemens, t. V 18-19. 19. .• R. REDEPPENING, Origel1es (1841) ™ 339s; ™ 244. 20. .Ÿ CASEL, De plJilosoplJoru¹ l1 gr± ecorI¹ II1 sileIltio I1JySfico (GieBen ™ 9 ™ 9). Este silencio es considerado expresamente por Casel como ÅÀ es¹ adio previo del si!encio cristiano sobre los misterios (vease el ¡ r¿™Ì g¿). Para los Padres pudo habeI" sido importante la e§¡res¯ÌÀ de F¯™ ÌÀ (/bid. 72-86). Su idea fundamental es, seg¹in CASEL, el hecho de que la verdad divina À¿ necesita de un revestimiento extemo ¥ artificial, «sino que se defiende a s¯ rnisma ante los ojos de !os ¡™Œfan¿s ¥ sÌ!¿ pueden gozaI" de su he“mŸSU“a los dignos» (lbid. 83). Resulta muy poco probabJe el que para CIemente eJ siJencio fue“a una cita del Ag±l11el1ol1 36 de EsquiIo (e! guad“ ¯aÀ saluda a! rey a su egres “ ¿ a casa, pe“O silencia e! estado en que se encuentra esta). 21. C¿ÀeS¡¿Àd¯eÀte a œ! 12,4; Hch 2, 29; Cf“. ™ Co 6, 12: «Todo me esta pe“mitido, pe“ O À à todo conviene». 18. Strol1Jata ¥™

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TRATADO SOBRE • ™

INFIERNO

aquellos que ·¿ andaban tras las cosas humanas, esto es a Timoteo ¥ a Lucas» 22. • ™ mismo Timoteo podn! ¯“ despu6s a Ias mismas fuentes que Pablo 23. Pero nos equivoca®am¿s totaImente si quisi6ramos comprender a Ÿ®ge­ nes en eI sentido de que Ios perfectos pod®an saber que todo iba a saIir bien, mientras que los c®st¯a·¿ s normaIes tend®an que continuar con su miedo al infiemo. Hay que tener en cuenta que para 10s apologetas sÌ™0 Dios es inmortaI ¥ totalmente supratemporal, ¥ que por la gracia tenemos que hacemos ¡art¯c¯¡es de 61 para llegar a ser 10 que 61 es. Con esto esta claro que cuando Ÿ ® genes habla de 10s «castigos eÌn¯c¿s», estos, como ·¿ son divinos, pueden tener un fin al cabo de largos eones. •™ silencio sobre la Apokatastasis tiene, pues, en 61 otra m¿t¯vac¯Ì·, que nos lleva a habIar sobre la segunda postura. 2. La segunda postura, defendida tambien por Ÿ ® ge­ nes ¥ puesta de manifiesto por — . de Lubac 24, proviene de 1 Co 2, 9. Si jamas v¯ n¿ a la mente del hombre 10 que Dios ha preparado a 10s que le aman, ¯ Ÿ  habnl que decir 10 rnismo de los castigos que se esperan en el mas alla? ¥ si, seg¹in 1 Co 3, 12-15, todos tienen que llegar a Dios pasando por eI fuego, ¥ todo 10 que es «madera, heno ¿ paja» se consumin'i por el fuego, para que ellos rnismos

22. l¹ ¹ Jos. hom. 23,4 (¥  447, 3) 23. «Fragm. –Å ™ Kor 11» (JTS, ™§ [1907-1908] 440): —. CROUZEL, Origene et la Connaisance nzystique (DDB 1959) 116. 24. Du hast mich betrogen, Herr (Johannes½ erlag 1984). Cfr. para 10 que sigue mis dos trabajos: Was durjen wir hoffen? (Johannesverlag Einsiedelnf“rier 1986) ¥ Kleiner DiskIlrs uber die HDlle (Schwaben½erlag, Ostfildem 1987), son la primera ¥ segunda parte de este l¯bro. Aiiadimos aqu¯ ¿™ro texto del cardena1 J. Danielou: «Dieu ne mettra personne en enfer, mais certains s'y precipiterons d'eux-memes, Á™ Å™ ´™ que de devoir quelque chose Dieu» (Bulletin des Amis du Card. Danielou 14 abril 1988,49).

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ASTASIS

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«se salven» pasando por este fuego, iquien podni medir 10 terrible de este «Ordal?» «•™ misterio de este pasa.ie debe quedar oculto, para que la gente ·¿ pierda el val0r. .. ,Ÿ ¹ d·Ì de encontra®amos a un Pablo que pudiese decir: ³¿, por 10 menos, "es mejor m¿® r para estar con C®st¿"? ·¿ puede hablar asf, pues se que cuando ¥Ÿ muera, mi madera m¿®À ¯ conmigo. ³¿ tengo la madera de las malas palabras, la madera de la incontinencia, de la deslealtad ¥ otras muchas maderas que he utilizado en la c¿ nstrucc¯Ì · de mi vida. ¤ Í ves que todo esto esta escondido a la multitud de creyentes, ¥ asI debe ser, ¥ cada uno de nosotros n¯ pecado -j ojaIa piensa que ̙ ·¿ ha cometido ¯d¿™at®a estuviesemos limpios de todo esto!- ¥ que aI partir de esta vida ya esta salvado» 25. Ÿ®ge·es insiste en que eI princiÁ¯¿ ¥ el fin de las cosas estan escondidos para nosotros ¥ que sÌ™¿ conocemos un cierto medi0 26 . •™ fuego que nos segun Clemente, como «saespera 10 denomina Ÿ®genes, bio», espiritual, es el bautismo en espiritu ¥ fuego, seg¹in Ias palabras deI Bautista, que bautiza en agua. •™ espfritu 10 recibimos en Pentecostes, pero el fuego nos espera despues de la muerte; el Sefior «se manifestara en la cor®en­ te de fuego ¥ llevara consigo la espada llameante», À¿ pudiendo ½¿l ver al parafso sin pasar por ella 27. ³ como ningun alma esta completamente limpia ¥ «todas necesitan 25. /· Jr. /™ ùÀ .. § § (19) 3; cfr. GespriicIl I¯— ¹ Her±kleides (ed. Scherer SC 142) 3-16. 26. /· /s. ham. 4, .™ '27. /· Luc. hQIn. 24 (™§ 158). Dos homil¯ as despues, vuelve Ÿr¯genes sobre el tema: Bautismo en eS¡¯® tu ¥ fuego hace referencia a Dios, que es eS¡¯riÉ, pero tambien fuego: /· Luc. hanJ. 26 (™§ 164). ™• «fuego sabio» es e§¡ resi·Ì de Clemente (StrQln. ¥   34, 4; P±ed. ™  44, 2); Ÿr¯genes utiliza 29, 16; Minutius Felix im Octavius «<saeste concepto tambien en De ±“Ÿ ¹ . piens ignis»). Cfr. H.-J Hom, «Ignis aetemus: une interpretation morale du feu eteme\ chez Origene», en REG, 82 (1969) 76-88.

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TRATADO SOBRE EL 1NF1ERNO

de limpieza», de una limpieza «miste®¿sa e inefable» 28, puede Jos. .‘ Fischer decir con razÌ·: el creyente sencillo todo su «lleva su ignorancia mas facilmente que Ÿ®ge·es saber» 29. Por ello puede este decir en su Contr± Celsum: «Lo que se pudiera decir acerca de esta pregunta ·¿ se puede explicar a todos ¥ ·¿ tiene aqu¯ su lugar adecuado. estas cosas; a la ma¥¿®a les Incluso es peligroso esc®b¯r basta con saber que 10s pecadores seran castigados. Ir mas alla de esto ·¿ es lltil para aquellos, a quienes apenas se les puede alejar algun tiempo del mal ¥ de 10s pecados que de aqu¯ proceden, por el miedo a 10s castigos eÌ·¯­ cos» 30. Es por 10 que el cirujano esconde su cuchillo ante el paciente 31 . Ahora bien, hay que limpiarl0 ¥ ponerl0 al fuego, ¿ i.,es que crees que puedes entrar en el sa·tua®¿ con tu madera, heno ¥ paja, ensuciando as¯ el reino de Dios?» Acuerdate «de que nuestro Dios es llamado fuego que consume»; ·¿ consume «10 que ha sido creado a su sino irnagen ¥ semejanza, ·¿ consume su propia creac¯Ì·, 10 que hemos construido nosotros mal sobre ella» 32. 3. Mientras que Ÿ®ge·es nos presenta con sumo cui¥ rechaza, por ejempl0, energicamente en dado su ¿ Á ¯ · ¯ ·Ì su carta 33, esc® ta en Alejand® a a sus arnigos, el haber del diabl0 (<<·¯ siquiera Å· 10co enseiiado la sa™vac¯Ì· pod®a decir algo semejante»), intenta Greg¿®¿ de Nisa para demostrar aportar argumentos f¯™0sÌfic¿-te¿lÌg¯c¿s 28. ¹™ ¹ NUI11. h0111. 25, 6; Cfr. ¹™ ¹ Ç• . l¹om. 6, 4. 29. Studien zum Todesged±nken ¯¹¹ der±lten Kirche (M¯inchen 1954) 301. 30. Contr± Celsum ½¹ 26 (SC, t. ™  242-244). 31. l¹ ¹ Jr. h0111. § § (19) 3. Ante 1a escato10g¯a de Ÿr¯genes ·¿ tiene sentido a1guno el diferenciar entre purgatorio ¥ fuego escatolÌg¯c¿. 32. l¹ ¹ Jr. h0111. Ç ½  ¹ 5. 33. Pormenores sobre el tema en — . CROUZEL, Origene (Lethillieux, Paris 1985) 38ss.; 331ss.

APOKATAsTASIS

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que 10s castigos del infiemo ·¿ pueden ser igual de eternos que Dios. Su ¡®nc¯¡a™ argumento es el de la esencial SU¡e®¿®dad de 10 bueno sobre 10 malo, que esencial e intemamente tiene que ser lirnitado. •™ pecador alcanza unos l¯rnites en 10s que ha hecho todo el mal que pod¯a hacer ¥ ya ·¿ puede hacer mas, as¯ como la noche, cuando ha alcanzado su punto culrninante, se transforrna en d¯a 34. Este pensarniento queda completado por otro: el medico deja crecer Å· absceso hasta que pueda ser operado, de la rnisma manera la encamac¯Ì· entrÌ cuando el mal hab¯a alcanzado su punto culrninante 35. La d¿ ct®· a de Greg¿®¿ (que nunca ha sido condenada) es comprensible si se tienen en cuenta dos cosas: una, la fuerte influencia de Plotino, para quien cualquier salida de 10 Å · ¿ di v¯· ¿ necesa®amente tiene Å· l¯rnite, de 10 que se sigue una c¿nvers¯Ì· (epistrofe) Ì·t¯ca ¥ moral, determinando la anoranza de 10 Å · ¿ ese retomo ascendente, a 10 que sigue la v¯s¯Ì· t¯¡¯ came· te nisena de que la etema felicidad consiste en Å· infinito movirniento en Dios, ya que a Dios ·¿ se le puede alcanzar nunca. Despues de que el Cesar Justiniano hubo condenado el ¿®ge·¯sm¿, ·¿ Év¿ Maximo mas remedio que refoÀnu­ lar con mas cuidado su doct®na de la ±¡¿kat¬st±s¯s; ¯·¯c¯Ì as¯ Å· intento de defender a Greg¿®¿ de Nisa mediante una disti·c¯Ì·. •™ que este pensase en ¡® mer lugar, como todos 10s capadocios 36, de forma c¯c¹ica, condiciona el

34. Or. ¯ À Nativ. (¡Ÿ 44, 1129 CD; 1132 ).‘ 35. Todos los textos mas imponantes se encuentran en J. DANIELOU, L'Etre et le Temps chez Gregoire de Nysse (’®™, Leyden 1970), en los ca¡¯­ tulos «Comble» ¥ «Apocatastase» 186-226. 36. l. ESCRIBANO-ALBERCA, Zum zyklischen Zeitbegriff der alexandrinischen und kapadokischen Theologie (= TU) 108, Berlin 1972,42-51.

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

regreso final a Dios, incluso del mal, pero -¥ as¯ deja hablar Maximo al Niseno- sÌ™ 0 para ver a Dios, ·¿ para disfrutar de sus bienes (es decir, de la etema felicidad) 37. • ™ mismo Maximo pudo haberse ah¿Àad¿, de manera semejante a como 10 hizo Ÿ®ge·es, la doct®na de la ± Á ¿ ­ k±tSt† ±sis ¡ ± ntnÌ para 105 perfectos en el amor. La doct® na ya vulga®zada del inf¹emo la anuncia como una admonic¯Ì· ascetica. Son frecuentes las expresiones universal¯sti­ cas como en Rm 5.

37. ™• texto completo dice: «La tercera c¿m¡re·s¯Ì· (de la ±¡Ãk±t¬st±­ sis) la necesita Oregorio sobre todo a™¯ donde las fuerzas a·¯m¯cas, que quepues daron sometidas al pecado, deben ser recuperadas a su estado Á®mit¯½¿, las potencias del alma necesitan perder -despues de pasar por va®os eones, ¥ de haber sido aÀastrada a 10 largo de mucho tiempo, donde ·¿ encuentran en ellas, de la misma madescanso (stasis)-Ias sefiales que la maldad gra½Ì nera que toda la naturaleza recupera en el tiempo esperado la incontaminac¯Ì· en la came (en la resuÀ ecc¯Ì · ), para llegar as¯ definitivamente a Dios, que ·¿ posee ningun ¹¯¡¿ de Iimitac¯·Ì (peras); ¥ as¯ recuperan (apok±taste­ n±¯), por el conocimiento (de Dios) ¥ À¿ por la ¡art¯c¯¡ac¯ÌÀ en sus bienes, el estado primitivo, mostrandose as¯ que el creador ·¿ tiene ninguna culpa de 90, 796AC). ¿ es sus pecados». MAXIMUS, Quaestiones µ! Dubia 13 (¡Ÿ necesario traducir k±tekechretai por «abusan>. Maximo jamas s¿ specha® a de que Ÿreg¿®¿ hubiese abusado de algo. .’ D. DALEY, SJ cuestiona esta traducc¯·Ì (en contra de Sherwood ¥ Orumel, ambos buenos conocedores de Maximo) en: Apok±tastasis and «hà norable s¯ lence» in the eschatology ofM±ximus the Confessor (en: MAXIMU5 CONFESSOR, Actes du Symposium, etc. ed. e— ¯· er– Sch ™ ´bom, À Fribourg 1982) 309-339, aqu¯ en nota 63 - pero creo que À¿ tiene ra·̖ en ello. .• MICHAUD, «Maxime le Confesseur et I'apocatasta¹ ¿ [1902J 257-272 es el que hab®a afiÀnado ¡®mero que se» (Re½. int. Th­o¹. nadie que Maximo hab¯a ensefiado la rec¿·c¯l¯ac¯Ì· total. Los pasajes en los que nos advierte del infiemo ser¯a· mas bien admoniciones que te¿l¿g¯a. V. GRUMEL le s¯gu¯Ì en esto (en: DTC 10,2, 1928,457); œ . Viller (RAM 11, 1930, 259s) hab¯a rechazado la idea por razÌ· de la polemica a·t¯¿®genista del Confesor. ³ ¿ pense (en: Kosmische Liturgie 1961) poder mantener la ¿Á¯niÌ· de Michaud, ya que Maximo, por 10 menos en tres pasajes, que hab¯a· pasado universal como una doctrina sistedesapercibidos, defiende la rec¿·c¯l¯ac¯Ì· de mativa. ·• dos de los tres pasajes hay referencias claras a la ¯Àterpretac¯Ì· rŸ ¯geesÀ sobre el arbol del ¡ ara¯s¿ (¡Ÿ 90, 257C-260A; 412‘-413’), a saber, el Hijo de Dios, sino tambien el diablo ¥ sus seque en la cruz mueren À¿ sÌ™¿

APOšATASTASIS

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Pod®amos, fonulando À otra vez la ¯ · tu¯c¯·Ì fundarefe®m¿s a la advertencia hecha mental de Greg¿® ¿ , repetidas veces por Karl Rahner de que la posibilidad de 38 d~ la creatura ante el creador «nunca la autŸ-Ÿ¡¿s¯c¯Ì· debe ser comprendida como una posibilidad existencial¿·t¿lÌg¯ca de la libertad con la misma fuerza que el S¯ a s0™Ì es comprensible desde el S¯» 39. Dios, porque el ¿ Pero aun hay otra postura acerca de la d¿ct®· a de la ± ¡ ¿ k±t¬st±s¯s, que se puede comprender desde esta e§¡res¯Ì· ¿®genista: • ™ cuerpo m¯stico de C®st¿ habra conseguido su completa felicidad sÌ™¿ cuando el, el Ílti­ mo ¥ peor de 10s pecadores, se convierta 40, Desde este

cuaces; el tercer pasaje sobre Co12, 15 (superac¯ÀÌ de los malos eS¡f®tus en la cruz) afiade que Maximo <Æod®a haber dado otra ¯ nterpretac¯ÀÌ mds m¯ste®¿ ­ sa ¥ alta», pero que la dej,Ì <Æ¿ rque, como ya sabes, · ¿ hay que exponer en los libros la escondida verdad divina; debe bastar con 10 dicho... Pero si Dios quiere revelamosla a nuestras miradas, investigaremos mds exactamente apoyandonos en las ideas del Apstol». Ì (¡Ÿ 90, 316D). Aquf ¿À se trata, como cree ¡ Daley, de una teologfa negativa areopagfstica (el no-poder-decir), sino claramente de un no-est±r pem¹itido-decir, · ¿ «out simple modesty» (Daley 318). La intempora1 referencia a Ÿ®genes (muy frecuente en Mdximo. Cfr. nuestro trabajo sobre las centurias gstÌÀ ¯cas,l.c. 488·643) ¿À es ¯À mucho me· nos «more than a Iitle far-fetched» (Daley 320). Daley aduce adem's dos textos que son claramente universalCsticos (321-322), prescindiendo de otros pasajes analogos de caracter mas bien bfblico (328). Es cierto que Maximo acostumbra a designar a los redi¹nidos (sozomenous) ²l fin de los tiempos como los dignos (±Ç ¯ ¿ us) de eIlo, ¥ a hablar en muchos pasajes (Daley 334) del castigo etemo. ¿ se podfa hablar de otra manera despues de Justiniano ¥ del ™ Concilio de Constafitil1opla. Si 110S fijamos en Scoto ®• ugena, que defiende la ± ¡ ¿ !tÉ ¬st±s¯s cOl1la ¹ nisma cla®dad que regŸ ¿® ¿ de Nisa, su referente, Maximo, forma el eslabl1Ì que 10 Ul1e con 105 capadoci05. 38. DALEY, I.c. 328. Gregorio conoce el pensamiento ireneico de que el hombre, ensefiado por la «experiencia» del mal, se vuelve hacia el bien» (De hominis op¯.ficio 21; ¡ Ÿ 44, 20IBC). 39. Grundkurs (Herder 1976) 109. 40. «Quando cosumerat (Christus) hoc opus (redemptionis)?» «Quando me, qui sum u1timus et nequior oml1ium peccatorum, consummatum fece®t et perfectum, tul1C consummat opus ejus; nunc autem adhuc imperfectum est opus ejus, donec ego maneo imperfectus». /n Lev. hom. 7,2 (¥™ 376).

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TRATADO SOBRE EL INFIERNO

g¯ a actual del «dolor de Dios» con mas fuerza que antes; mientras que las posturasSOBREantes.5c7045031. Tc 2.917 0u0584

A¡OšATAsTASIS

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nua amando a 10s condenados etemamente, 10 que precisamente constituye su tormento. Ÿ que e110s ama, S1, pero con ellos ¥ que impide inc1uso a que · ¿ tiene c¿m¡as¯·Ì 10s que cabe e1 son felices de tener una ta1 c¿m¡as¯·Ì . ,Ÿ con santo Tomas de Aquino, que en e1 cie10 es imposib1e 1a c¿m¡as¯·Ì , porque 1a c¿m¡as¯·Ì supone una ¡ art¯c¯¡ ac¯ÀÌ en e1 do10r de1 aquejado, 10 que dismiuÀ ¯® a 1a fe1icidad. Dejemos, pues, estos pensamientos imposib1es de pensar ¥ 1imitemonos a estar bajo e1 juicio de Dios. «¥¿ · ¿ me juzgo a rn¯ mismo» -dice Pab1o- «quien me juzga es e1 Sefior. Tampoco, pues, juzgueis vosotros antes de tiemÁ ¿ , mientras ¿À venga e1 Sefior, que i1uminara 10s esconde drijos de 1as tinieb1as ¥ hara manifiestos 10s ¡ r¡Ÿ sÌ ¯t¿s 10s corazones» (l Co 4, 3s.). ¥ Juan afiade: «La perfecc¯·Ì de1 amor en nosotros se manifiesta en que tengamos confianza en e1 d1a de1juicio» (l ™ À 4, 17).

¯ND™C•

Ÿ•

Abraham,103.  ‘ d ® e ·  · e  ½  ¿  · Speyr, 55, 79, 83, 113,130,134,135,172. ‘ gust¯· , san, 37, 39,40,51,54, 55, 56, 57, 58, 60, 91, 93, 95, 101, 102, 103, 106, 121, 125, 132, 139, 149, 152, 154, 184. Alvarez de Paz, 163. Ambrosio, san, 41, 46. Ange1a de Fo1igno, 79, 172. Anse1Ino, san, 11,94,122,125. Antonio e! Grande, san, 196. Aquinate, vease Tomas de Aquino, santo. Ar¯stÌte1es, 102. Bar Sudaile, 188. Bardy, G., 48. Barth, š, 34, 74, 118, 125, 157, 197. Basi1io, san, 50. Bauer, W., 109. Bemardo, san, 121, 163, 184. Bes1er, 134,169,170,172. Betz, 0., 44, 71, 104. Bigg, Ch., 50. B1aise, .,‘ 39.

AUTORES

B1och, .,• 63. Blonde1, .,œ 63, 91, 93, 95, 98, 135, 186. 10 ’ ¥, .,™ 135. Boecio, 102. Bokmann, J., 12, 134. Bordoni,79. Bremond,87. Brunner, •., 197. Buenaventura, san, 51, 58, 69, 154, 160. B¯irke, G., 185. Ca1vino, J., 156. Case1, 0., 189. Cata1ina de Siena, santa, 169, 170. Cesareo de Ar1es, 35. Chi1debert, rey, 45. Cipriano, san, 39, 46, 60. Clemente de ‘1ejand®a, san, 49, 138,141,183,188,189,191. Come1io a Lapide, 163. C®sÌstom¿, vease Juan C®sÌs­ tomo, san. C®st¯· a ½  ¿ · Stomme1n, santa, 84. Crouze1, .,— 47, 48, 190, 192.

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