3- Take Me - Oc

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Foro Bookzinga

Sinopsis Traducido por Simoriah

Ella es la única mujer que él nunca debería tocar… El enigmático vocalista de Sole Regret, Jacob “Shade” Silverton, es un mujeriego consumado, pero incluso él sabe que no debe involucrarse con una mujer especial de su pasado. Mezclar la amistad con el placer sólo puede llevar a un corazón roto, y él ha sufrido suficiente para jurar renunciar a las relaciones por el resto de su vida. Él es el único hombre que ella siempre ha deseado… Amanda Lange sabe todo sobre la traviesa reputación de Shade, pero eso no evita que quiera lanzarse a los brazos y la cama del apuesto rock star. Se convence a sí misma de que una noche de pasión no complicará su amistad pero, ¿puede convencerlo de eso? Ambos están jugando con fuego.

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Ninguno se dio cuenta de qué tan lejos un beso podría llevarlos. Mientras las llamas de su pasión se encienden con la intensidad de un infierno, ¿alguno de ellos escapará de la experiencia sin ser quemado, o ambos serán ambos lo suficientemente tontos para darle una oportunidad a una relación que estaba marcada para la ruina antes de que siquiera comenzara?

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ÍNDICE Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Sobre la autora – Olivia Cunning “Touch Me”, sinopsis y portada

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Staff

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Capítulo 1 Traducido por Clau12345 y SOS por otravaga Corregido por Simoriah

El día de Shade acababa de pasar de ser de porquería a ser de mierda. Una vacía sensación de incredulidad se extendía desde su garganta hasta su pecho y luego la ira se arrastraba por la parte de atrás de su cuello. Se quedó mirando el lugar de estacionamiento vacío entre el Firebird de Kellen y el Jeep de Owen, tratando de entender la ausencia de la tonelada de acero que había dejado allí. Shade miró alrededor del estacionamiento. Quizás su memoria estaba borrosa. Quizás no había estacionado en su espacio habitual. Dos semi remolques que contenían el equipo de Sole Regret y la instalación del escenario ya habían retrocedido en el estacionamiento cercado para que estuvieran listos para partir hacia San Antonio al día siguiente. El bus de gira estaba en el lado opuesto del estacionamiento. El baterista de la banda, Gabe, estaba sacando su bolso de viaje del compartimiento de equipaje debajo del bus. Todos los demás, tanto la banda y como su equipo, ya estaban rumbo a sus vehículos. El único lugar claramente vacío en el estacionamiento era aquel en el que Shade había estacionado su juguete favorito. —De acuerdo —gritó—. Esto no es gracioso. ¿Quién escondió mi auto? —No soy un científico espacial o algo así —dijo Kellen—. Pero diría que ha sido robado. —Lanzó su bolso de viaje en su camioneta Firebird. —Eso es lo que te pasa por ser un cretino y comprarte un vehículo de ciento cincuenta mil dólares —dijo Owen con una sonrisa. —Deberías llamar a la policía y reportarlo —dijo Kellen. Aseguró su largo cabello en la nuca con una correa de cuero que había sacado de su bolso. Luego abrió la puerta del auto y dijo—. Me gustaría quedarme y revolcarme en tu miseria, pero llego tarde a una cita.

—No tengo tiempo para esto ahora mismo —dijo—. Hay lugares en los que necesito estar. Ya perdí la oportunidad de llegar a la fiesta de Julie, pero no quiero

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Shade conocía el sentimiento.

que piense que olvidé su cumpleaños por completo. —Lanzó su bolso de viaje en la tierra donde debería haber estado el maletero de su auto—. ¡Mierda! —¿Dónde está tu auto? —Adam se detuvo entre Owen y Shade. Adam era el guitarrista principal de la banda y estaba en el segundo lugar en la lista negra de Shade, justo detrás de quien fuera que le hubiese robado el auto. Los tres músicos se quedaron mirando el lugar de estacionamiento vacío, como si esperaran que repentinamente el auto se revelara a sí mismo y saliera de su escondite. Shade ya estaba enojado con Adam por hacerlos llegar a casa horas tarde. Adam había pasado más de la mitad del día descansando en un hotel con su consejera de abuso de drogas; quien, evidentemente, no era muy buena en lo que hacía, porque Shade había atrapado a Adam usando drogas tras el escenario justo dos noches antes. A Adam le hubiera venido bien que la banda y su equipo lo abandonaran para que encontrara su camino de Dallas a Austin. Quizás eso le hubiera enseñado una lección al cerdo egoísta. Todos los demás habían estado esperando este día de descanso en su ciudad natal, pero la única persona que le importaba a Adam era Adam. —Juro que si me pierdo el cumpleaños de Julie, vas a necesitar un muy buen dentista —le dijo Shade a Adam. —¿Por qué? Yo no robé tu auto —dijo Adam—. Pero te daré un aventón. Shade se sorprendió de su ofrecimiento, pero Adam montaba una motocicleta y Shade no creía que fuera prudente estar tan cerca a velocidad de autopistas. Tan furioso como Shade estaba, probablemente lo estrangularía hasta la muerte desde atrás. Owen golpeó a Adam en el centro del pecho. —Oye, no te preocupes por eso. Ya dije que lo llevaría. La casa de Julie no está lejos de la mía. Y técnicamente, Adam estaba aún más cerca, pero Owen sabía cuán molesto estaba Shade, y si la banda perdía a su vocalista y guitarrista principal en un accidente de motocicleta, se les acabaría la suerte. Adam se encogió de hombros.

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—De acuerdo. Pero, Shade, una vez que te calmes un poco, tenemos que hablar.

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Shade no quería hablar con él. Su presión arterial ya estaba lo suficientemente alta como para causarle un infarto masivo. Nada de lo que Adam pudiera decir le haría ganarse el perdón de Shade. Adam se volvió y caminó hacia su motocicleta, la cabeza baja y los hombros encorvados. Kellen ya había retrocedido su Firebird y salía del estacionamiento con un chirrido de caucho quemado. Owen recuperó el bolso de viaje de Shade del asfalto y la tiró en el asiento trasero del Jeep. Después de lanzar su propio equipaje dentro, se subió detrás del volante y esperó. Shade echó un último vistazo al lugar de estacionamiento vacío, pensando que quizás de alguna manera había pasado por alto la tonelada de metal brillante negro que debía estar detenida allí, y se deslizó en el asiento del pasajero junto a Owen. —¿Tina se va enojar porque te perdiste la fiesta de Julie? —A Tina le enoja que respire —dijo Shade. En realidad, su ex esposa no lo había invitado a la fiesta. No que sus deseos fueran a evitar que se apareciera. Owen rio entre dientes. —¿No es esa la verdad? —Puso en marcha el Jeep, lo puso en reversa y salió de su lugar. Owen saludó a Gabe, que estaba subiendo a su camioneta obscenamente grande, agachando la cabeza para evitar que su mohawk rojo y negro de treinta centímetros de altura raspara el techo de la cabina. Gabe saludó a Owen con dos dedos antes de cerrar la puerta. Owen encendió la radio y una canción dura y pesada sonó por los altavoces. —Entonces, ¿qué le compraste a Julie para su cumpleaños? —gritó por encima del ruido de la carretera y la música. El corazón de Shade se hundió. —Mierda. Me olvidé por completo de buscarle un regalo. —Ella estaría esperando un regalo. Shade ni siquiera estaba seguro de qué le gustaría. Pero a todas las mujeres del planeta les gustaban las cosas brillantes, ¿no?—. No me puedo aparecer con las manos vacías. Encuentra la joyería más cercana.

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Owen suspiró pesadamente.

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—Seguro. ¿Por qué no? Obviamente no tengo nada mejor que hacer con mi noche libre que servirte de taxi. Ninguna familia que ver. Ningún problema en el cual meterme. —Owen sonrió. Shade sabía exactamente en qué tipo de problemas se quería meter Owen. Era el mayor mujeriego que Shade había conocido. Incluso más que el hombre que Shade veía frente al espejo. Shade respiró profundamente para calmar sus nervios deshechos. —Lo siento —dijo después de un momento—. No tuve la intención de mandonearte. —Atribuyó su actitud de mierda a Adam, quien era cien por ciento culpable, como siempre. El auto de Shade podría ser reemplazado, pero su tiempo limitado con Julie, no—. Estoy un poco agitado en este momento. Owen rio entre dientes. —Sólo un poco. —¿Te importaría parar en el centro comercial de camino a la casa? —Respiró profundamente una vez más—. ¿Por favor? —No por ti —dijo Owen, mirando por encima del hombro mientras se incorporaba a la autopista. —¿En serio? Hijo de... Debí haber llamado un maldito taxi. —Hagamos que este día apeste un poco más, ¿de acuerdo? —Sin embargo, sí me detendré en el centro comercial por Julie. —Owen sonrió, la tortuosidad detrás de ese gesto francamente preocupante—. Qué pequeña rompecorazones. Voy a casarme con ella algún día. Shade lo empujó contra la puerta. —Ni se te ocurra tocarla. Owen le dio un codazo en las costillas.

Owen tenía razón. Y Shade sabía que Owen jamás se involucraría románticamente con su Julie. Pero Shade había perdido el resto de su agotado sentido del humor cuando se había visto obligado a hacer que una camarera de hotel le permitiera entrar en la habitación de Adam para poder sacar su lamentable

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—¿En serio, hombre? ¿Qué mierda te sucede esta noche? Será mejor que te calmes antes de verla. Has perdido completamente la calma.

culo de la cama a la una en punto de la tarde. Dios, ¿por qué el tipo siempre tenía que cagar sus planes? ¿Y hacerlo irritar tanto que se sacaba la frustración con personas que no lo merecían? —Mierda. Owen tomó la siguiente salida de la interestatal. Condujeron alrededor de la zona del centro comercial hasta que vieron una joyería. Una vez dentro, no le tomó a Shade mucho tiempo encontrar algo que pensó que a Julie le encantaría. Salió de la tienda con tanto su billetera como su estado de ánimo más ligeros que cuando había llegado. No podía esperar a sostener a su ángel en brazos y ver su rostro cuando abriera su regalo. Sonrió por sus pensamientos. —¿Te sientes mejor? —preguntó Owen. —Sí. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que la vi. La extraño tanto. Volvieron al Jeep, y Owen le llevó a ver a la única chica que alguna vez se adueñaría de su corazón. Varios autos estaban estacionados en el largo camino de entrada de la casa que una vez había sido la residencia de Shade. Su ex esposa había recibido la mayor parte de sus posesiones materiales conjuntas en el acuerdo de divorcio. No había peleado con ella por eso; sabía que le había hecho daño. Era fácil para una estrella de rock desviarse estando de gira. Demasiado fácil. Había intentado no engañarla y lo había logrado durante más de un año, pero ella se había vuelto amargada respecto a su carrera y él había perdido interés en su propia esposa. En lugar de intentar demostrar que no la engañaba, algo de lo que ella lo acusaba falsamente cada vez que él salía de gira, había cumplido con sus expectativas y se había convertido en un idiota infiel. Lo sabía. Lo reconocía. No cometería el error de casarse de nuevo. No era el tipo de hombre que pudiera hacer feliz a una mujer fuera de la habitación y también lo sabía. —¿Quieres que te espere? —preguntó Owen mientras Shade abría la puerta.

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Shade vaciló. No estaba seguro de lo que haría si Tina no lo dejaba entrar a la casa. Ella no lo quería allí. Si lo hubiese querido allí, lo habría invitado a la fiesta. Estaba seguro de que ella había pensado que estaría fuera de la ciudad y que no podría asistir. Si su hermana, Amanda, no le hubiese enviado un mensaje de texto sobre la fiesta, Shade nunca lo habría sabido.

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—No. Encontraré mi camino a casa. No tienes que ser mi taxi toda la noche. Ve a divertirte. —No me importa. Sé que esta mierda te agobia. Shade le sonrió a Owen. —Aprecio que me apoyes, pero te mereces una noche libre. Vete a casa. —Si estás seguro. —Sí. —A Shade no le importaba si Tina se negaba. Vería a Julie en su cumpleaños y le daría el regalo que acababa de comprarle. No aceptaría un no por respuesta—. Gracias por traerme. ¿Te importa pasar por casa a recogerme mañana? —En cierta forma, estaba sin auto. —No hay problema. Estaré allí alrededor del mediodía. —Gracias. —No tenía ningún deseo de lidiar con la policía y la compañía de seguros esta noche. Quizás podría convencer a uno de los ayudantes de la banda para que denunciara el robo del auto por él. ¿Acaso no les pagaban para lidiar con este tipo de mierda? Shade se colgó el bolso de viaje al hombro y cerró la puerta del Jeep detrás de él. Se dirigió por el ancho camino hacia la puerta principal con la bolsa rosada más ridícula que existía colgando de una mano. Fugazmente se preguntó si a Julie le gustaría lo que había escogido. A todas las chicas les gustan los diamantes, ¿verdad? De pie en el escalón de la entrada tratando de encontrar su valentía, Shade oyó risa desde el interior de la casa. No había habido mucho de eso cuando él vivía ahí. Pelear había sido la norma. Acusaciones. Insultos. Y un montón de sexo furioso. Shade presionó el timbre y esperó. Después de un momento se abrió la puerta, y los fríos ojos azules de Tina se estrecharon en el instante en que lo reconoció. Una belleza rubia de ojos azules, la mujer era sin lugar a dudas preciosa como una modelo de página central. Al menos hasta que abría la boca. —¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—¿De una joyería? —Tina puso los ojos en blanco—. Tan estúpido como siempre. Tiene cuatro años, Shade. Es demasiado joven para usar joyas.

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—Vine a desearle un feliz cumpleaños a Julie. —Levantó la bolsa de color rosa brillante—. Le traje un regalo.

El corazón le falló. Odiaba cuando Tina lo llamaba estúpido y ella lo sabía. Aun si era cierto, no le gustaba oírlo. Y ahora estaba aun más preocupado de que a Julie no le gustara su regalo. Cuando lo vio, había pensado que era perfecto para ella. Pero ahora no estaba tan seguro. —¿Puedo verla? —No es tu fin de semana. —Tina intentó cerrarle la puerta en la cara, pero él levantó un brazo para bloquearlo. —No la he visto en semanas. —¿De quién es la culpa? Nunca estás en casa. Siempre estás de gira con tu banda, metiendo tu polla en cualquier cosa con agujeros. —Mami. —La dulce voz de Julie flotó desde el vestíbulo detrás de Tina—. Quiero más helado, pod favod. Sólo de fdesa. Shade sonrió ante sus palabras un poco confusas. Su niñita hablaba mucho mejor que la última vez que Shade la había visto. Se preguntó cuánto había crecido en cinco semanas. —En un minuto, cariño —le contestó Tina. —Sólo déjame hablar con ella —dijo Shade—. No tomará mucho tiempo. Quiero desearle un feliz cumpleaños. —Verte la confunde, Shade. Apenas te conoce. Todos estaríamos mejor si sólo enviaras el dinero y te perdieras para siempre. Probablemente, pero él era un bastardo egoísta y quería ver a su hija en su cumpleaños. No se iría hasta que lo hiciera. —¿Mami? ¿Quién es? —Julie apareció al lado de su madre. Se detuvo cuando vio a su padre parado a medio camino de la puerta. Sus ojos azul hielo se abrieron y deslizó su mano en la de su madre. Tenía glaseado rosa por todo el rostro y vestía alas de hada con un vestido de princesa rosa. Shade se derritió. Cada vez que la miraba, se volvía papilla. Su hija se parecía a él. Tenía el cabello rubio de su madre, pero los brillantes ojos azules, la nariz recta y el mentón terco, eran todos de él. —Feliz cumpleaños, bebé —dijo.

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—Hola, Papi. ¿Vas a cantar canciones en el lugar ruidoso hoy?

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Él sonrió. Ella no había disfrutado el concierto de Sole Regret al que había asistido ya que el volumen de la música le molestaba. Pero sí le gustaba su música cuando no estaba demasiado alta. Su bebé rockeaba. Asumía que era genético. —No esta noche, princesa. Pero te traje un regalo de cumpleaños. —Levantó la bolsa de color rosa en su dirección. Inhalando excitadamente con estrecho pecho, Julie sonrió ampliamente y soltó la mano de Tina para tomar la bolsa. Tina la tomó por la muñeca. —No. Ve a buscar a tu abuela, ella te dará más helado. —Quiedo mi degalo —dijo. —Julie, dije que no. Ve a buscar a tu abuela. —No puedes decirle que no puede tener su regalo de cumpleaños —dijo Shade. Esa vieja ira que sentía hacia su ex esposa se precipitó a la superficie. Como Adam, Tina sabía exactamente cómo presionar sus botones. —No puedes venir aquí cuando se te da la gana, Shade. La orden de custodia… —Sólo vine a darle un regalo —la interrumpió—. ¿Por qué siempre tienes que ser tan p…? —se detuvo justo a tiempo. Julie se echó a llorar. Él sabía que no debía gritar frente a ella. Maldita sea. Le costaba tanto controlar su temperamento en lo que a Tina concernía. —Si no te vas, voy a llamar a la policía —dijo Tina y levantó a Julie en brazos, acunando la parte posterior de su cabeza para mantenerle la cara en su hombro. —¿Por qué? —Ya se me ocurrirá algo. —Sólo quiero ver a mi hija en su cumpleaños… Tina le cubrió las orejas a Julie con las manos. —¿Qué hay de los otros trescientos sesenta y cuatro días del año cuando estás demasiado ocupado follando putas como para siquiera llamarla?

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—Intento llamarla, pero no me dejas hablar con ella.

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—Está acostada. Las niñas de tres años no se van de fiesta hasta las dos de la mañana. —Una vez llamé a esa hora. No me di cuenta de lo tarde que era porque estábamos en California. —Ella tampoco se va de fiesta hasta la medianoche. —No grites —exclamó Julie, alejando las manos de su madre de sus oídos—. No grites. ¡No grites! —Lo siento, cariño —dijo Shade. —¿Ves cuánto la disgustas? —Tina limpió la nariz mocosa de Julie con una servilleta rosa que sacó de su bolsillo y luego restregó el glaseado en la mejilla de Julie con una esquina sin usar. —¿Yo? Sólo vine a verla por unos minutos, y tú actúas como si fuera una especie de criminal. —No un criminal —dijo Tina con frialdad—. Sólo un idiota. Vete. ¡Ahora! Lo digo en serio, Shade. —Quiero a mi papi —chilló Julie. Llorando incontrolablemente, extendió los brazos en su dirección. Tina lanzó un profundo suspiro de exasperación. —¿Estás contento, Shade? Has arruinado su cumpleaños. Se estaba divirtiendo tanto hasta que llegaste. Shade estaba demasiado aturdido para defenderse. No había hecho nada malo. Sabía que a Tina le gustaba hacerlo sentir miserable, y a veces sentía que se lo merecía, pero era una buena madre para Julie. Había sido Tina quien había disgustado a Julie esta vez. Era ella quien se había negado a que tuviera su regalo. Era ella quien no había invitado a Shade a la fiesta de su propia hija. Él no tenía la culpa aquí. ¿O se estaba perdiendo algo? —¿Puedo sentarme en el escalón con ella por un minuto? —Preguntó Shade—. Ni siquiera entraré.

No estaba seguro de ser capaz de calmar a Julie en este punto, pero no podía soportar verla tan angustiada. Quizás sería mejor si se mantuviera alejado. Quizás

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—¡Papi! —gritó Julie.

todos estarían mejor sin él. Pero la sola idea de perder estos pocos momentos robados con su princesa hacía que sus ojos se aguaran y su pecho doliera. —Bien. Diez minutos, Shade. Y luego te vas. Él asintió, dispuesto a acceder a cualquier concesión. Una pequeña niña sollozante fue lanzada en su dirección. Shade sostuvo a Julie apoyada en el hueco de un brazo. Los brazos de ella se apretaron alrededor de su cuello y hundió su pequeño rostro mojado contra su hombro. Julie jadeó y sorbió por la nariz durante varios minutos, pero había dejado de llorar inmediatamente. Shade sólo la abrazó, meciéndola ligeramente y acariciando su cabello rubio y sedoso. Oyó cerrarse la puerta y se sorprendió de que Tina no pensara que tenía que supervisarlos. —Mami dijo que habías olvidado mi cumpleaños —dijo Julie. —Por supuesto que no me olvidé de tu cumpleaños, princesa. Intenté llegar aquí tan pronto como pude. —Dijo que hoy tenías que cantar en el lugar duidoso, así que no ibas a venir. —No, no tengo un concierto esta noche, pero sí tengo que cantar. Tengo que cantarle a la chica del cumpleaños. Julie se echó atrás y lo miró a los ojos. Frunciendo el ceño, tomó sus gafas de sol por la unión sobre la nariz y se las quitó. —Quítate estos. No puedo verte. Con los ojos expuestos, él la miró fijamente, el corazón lleno de amor y pérdida, alegría y tristeza a la vez. —¿Puedes verme ahora? —susurró. Ella asintió y le aplastó el rostro entre sus manos pegajosas. Él hizo labios de pescado hasta que ella soltó una risita. —¿Qué quieres que cante?

Él rio entre dientes.

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—¡La canción de Cenicienta!

—Creo que no me la sé. —Te la enseñare. —De acuerdo. —Un zueño es un deseo cuando aún eztáz dormido —cantó, usando los brazos y las manos expresivamente para enfatizar sus sinceras palabras. Él hubiera pagado por asientos de primera fila para verla actuar. Shade abrió la boca para cantar después de ella, y ella se la cubrió con la mano. —Espera. Metí la pata. —Lo sé —dijo él cuando ella movió la mano—. ¿Qué tal un poco de Aerosmith? Ella inhaló profunda y excitadamente, los ojos encendidos de entusiasmo. —Sí, Papi. Canta la canción del ángel 1. Mira mis alas. —Ella pasó una mano sobre el hombro y tiró de una de sus endebles, brillantes alas—. Yo soy un ángel. —Seguro que lo eres —dijo—. Un ángel princesa. Se aclaró la garganta y le cantó, apoyando la letra, como siempre, con todo su corazón y alma. —Estoy solo, sí... —Para cuando él estaba cantando a todo pulmón el final de la segunda línea, ella se retorcía con anticipación. Sabía lo que quería. A ella simplemente le gustaba el estribillo, así se saltó la mayor parte de la primera estrofa y fue derecho a su parte favorita. Julie sonrió mientras le cantaba. Lo miraba con tal adoración absoluta que su garganta se cerró y se atragantó con las siguientes palabras. Ella rebotaba con entusiasmo, y él levantó la mano libre para sujetar su espalda de manera de que no se saliera de sus brazos y cayera a los escalones de ladrillo bajo sus pies. Ella lo abrazó cuando terminó y cerró el puño de su pequeña mano alrededor de la cruz que colgaba de la cadena en su cuello. —Ahora canta la canción de la nena —pidió.

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N. de T.: se refiere a la canción “Angel”, del año 1987. N. de T.: de la banda de sonido de la película “Armaggedon” de 1998.

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Él sonrió. No pudo evitarlo. Ella siempre llamaba a la canción de Aerosmith "I Don’t Want to Miss a Thing"2, la canción de la nena.

—¿No quieres abrir tu regalo? —preguntó. Ella se hizo hacia atrás y le sonrió ampliamente. Asintió, retorciéndose para bajarse. Él la dejó en el suelo y se puso en cuclillas delante de ella para entregarle la bolsa rosa. Deseó que su regalo estuviese mejor envuelto, algo que Julie pudiera romper en la forma en que se suponía que un niño pequeño abriera un regalo de cumpleaños. Ella tiró el papel de seda y se esforzó por sacar la gran caja cuadrada encajada dentro de la bolsa de regalo. Shade la ayudó. Cuando él abrió la tapa, la boca de ella se abrió. —¡Oh, Papi! —gritó con entusiasmo. —¿Te gusta? No parecía capaz de formar palabras. Pero podía correr en su sitio con entusiasmo, todo su cuerpo temblando de alegría. Shade sacó la tiara de diamantes y zafiros rosa de la caja y se la colocó en la cabeza. Sus manos volaron hacia arriba para tocar la pequeña corona. —Ahora realmente, realmente soy una princesa. —Ella asintió y lo miró con grandes ojos expectantes. —La princesa más hermosa que jamás haya existido. Su sonrisa deslumbrante le hacía cosas a su corazón que harían temblar a un cardiólogo. —¡Quiero ver mi corona de princesa en el espejo! —Se volteó y comenzó a correr hacia la puerta principal, pero él la atrapó y una vez más la levantó en brazos. Sabía que si ella entraba a la casa, su tiempo con ella habría terminado. Aún no estaba listo para decirle adiós. —¿Puedo cantar la canción de la nena primero? Ella se aferró a la tiara con una mano y asintió. —Sí, sí. Amo la canción de la nena. —Lo abrazó con un brazo—. Y amo mi corona de princesa. Y te amo, Papi.

—También te amo, bebé.

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Deseó tener puestas sus malditas gafas. ¿Qué tipo de dura estrella de rock estaba frente a la casa de su ex esposa, aferrándose a una niñita, con lágrimas nadando en los ojos?

—Mami dice que ya no puedo ser un bebé. Ahora soy una niña grande. —Eres una niña grande —le susurró. Y no estaba seguro de cuándo había ocurrido. Se había perdido muchos de sus hitos—. Pero puedes ser un bebé cuando estás conmigo, si quieres. —Canta. Él cantó "I Don’t Want to Miss a Thing” como si estuviera presentándose ante una multitud de doce mil personas. Cuando llegó al estribillo, Julie actuó la letra ofreciéndole una sonrisa y un beso en la mejilla. En los momentos apropiados, lo abrazó. Sintió el latido de su corazón con una mano diminuta y su propio latido con la otra. Él experimentaba esta canción a nivel emocional cada vez que se la cantaba. Se la había cantado en la mitad de la noche cuando ella era un bebé; nunca fallaba en calmarla. A medida que la última línea del estribillo sonaba entre sus labios entreabiertos, se dio cuenta de que sí la echaba de menos. A pesar de que la estaba abrazando, la echaba de menos. Terriblemente. Y ya se había perdido tanto gran de su corta vida. Demasiado. Esos momentos se habían perdido para siempre. Tenía que encontrar una manera de estar en casa más menudo. Su bebé estaba creciendo sin él. No había manera de poner su infancia en espera hasta que él pudiera encontrar el tiempo para disfrutarla. La puerta principal se abrió, y los brazos de Shade automáticamente se apretaron alrededor de la pequeña dulzura en sus brazos. —Cantas bien —dijo Julie—. Quiero cantar cuando crezca. Yo quiero ser como tú, Papi. ¿Cuándo todo el oxígeno había abandonado la atmósfera? Shade luchó por aspirar aire en sus pulmones que de repente no funcionaban. De pie en el umbral, Tina resopló con fastidio. —¿Quieres ser una tramposa, buena para nada, que abandona la escuela? No lo creo, Jules. Irás a la universidad.

—Es hora de entrar, Julie —dijo Tina.

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Shade no sabía por qué ella tenía que seguir rompiéndole las pelotas. Era lo suficientemente hiriente cuando lo hacía a solas, pero cuando lo hacía delante de Julie, no podía soportarlo. Se preguntó qué clase de mierda la mujer decía de él cuando él no estaba ahí. Era un milagro que tuviera algún tipo de relación con su hija.

—¿Quieres ver mi nueva casa de muñecas, Papi? Se parece a un palacio. Y tiene una muñeca princesa. Y tiene una cama para que pueda dormir. —Ella bostezó ante la mención del sueño. —Papi tiene que irse ahora —dijo Tina. —¿Vas a regresar mañana? —preguntó Julie. —Mañana tengo que cantar en el lugar ruidoso —dijo él. —¿Vas a regresar en dos sueños más? —preguntó. Él sacudió la cabeza. —¿Tres sueños más? —regateó ella, levantando tres dedos. —Seis sueños más. Sus delgadas cejas se arrugaron en confusión. Levantó cinco dedos, y él agregó uno de los suyos. Ella le dio una mirada horrorizada. —Esos son demasiados sueños, Papi. —¿Esta cosa es real? —farfulló Tina, arrancando la tiara de la cabeza de Julie y mirándola boquiabierta. —Por supuesto, es real. No voy a darle porquería. —No puede usar esto. —Dámela —insistió Julie, tratando de agarrarla. —Simplemente genial, Jacob. Vienes aquí, alteras todo, le das algo que ella no puede conservar, y ahora tengo que ser la mala de la película y quitársela. —¿Por qué tienes que quitársela? No es tuya. Es de ella. —¿Y si la pierde? ¿O si las piedras se caen? ¿O alguien se la quita? ¿O si es secuestrada por esto? Jesús, Shade, esta cosa debe haberte costado diez mil. Si supiera lo que él había gastado, no tenía ninguna duda de que la empeñaría y se compraría otro centenar de pares de zapatos que nunca usaba.

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—Sólo déjala que la use en casa —dijo Shade—. Está asegurada si se daña o se pierde. Ella estará bien.

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—Dámela —lloró Julie—. Soy una princesa. Una princesa realmente real. Mi Papi lo dijo. —Ahora la has hecho llorar otra vez —refunfuñó Tina y le arrancó a Julie de los brazos. —¿Yo? —¿Por qué tienes que ser tan estúpido, Shade? Es como si hubieras nacido sin cerebro. —No me llames estúpido frente a Julie, Tina. —La verdad duele, ¿no es así? —¡Papi! —gritó Julie cuando Tina la llevó dentro de la casa y cerró la puerta en la cara de Shade—. Quiero mi corona de princesa. ¡La quiero! —Podía oír el berrinche de Julie a través de la puerta. No había querido que su regalo fuese un problema. Sólo había pensado que a Julie le gustaría. El costo no había sido una consideración. Quizás debería haberle comprado alguna pieza de diamantes de imitación de porquería en su lugar. Julie nunca habría notado la diferencia. Tenía tres años. Cuatro, se recordó. Mierda. Realmente era estúpido. Maldiciéndose a sí mismo por lo bajo, levantó la caja vacía, la metió en la bolsa de color rosa con el papel de seda arrugado y la colgó en el pomo de la puerta. Julie estaba más lejos de la puerta ahora, así que no podía oír lo que estaba gritando, pero no había duda de que todavía estaba disgustada. Quizás debería hacerles un favor a todos y perderse para siempre. Shade arrebató las gafas de sol de su bolsillo y se las puso de nuevo. No estaba seguro de cómo iba a llegar a casa. Supuso que podría llamar un taxi. Se volteó para comenzar a recorrer el camino de entrada; lo averiguaría una vez que estuviera lo suficientemente lejos para no oír el llanto de Julie. Porque Dios, ese sonido era como un cuchillo apuñalando y retorciéndose en su pecho, y sabía que Tina no le permitiría hacer nada al respecto. Se sentía tan condenadamente impotente. La puerta se abrió detrás de él.

Él se detuvo y se volteó lentamente. Probablemente debería haber esperado que ella estuviera aquí, pero no estaba en absoluto preparado para la reacción de su

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—¿Jacob? —dijo una suave voz detrás de él.

cuerpo a ella. Su corazón dio un salto, su vientre se contrajo, sus bolas se apretaron. Su cabello castaño hasta los hombros se balanceaba suavemente en una brisa cálida. Sus ojos color avellana brillaron cuando una sonrisa genuina se dibujó en su hermoso rostro. El tiempo se detuvo cuando él permitió que su mirada viajara por su delgado cuerpo. Esas largas piernas bronceadas podrían ser su muerte. Había pasado mucho tiempo desde que la había visto.

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—Amanda.

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Capítulo 2 Traducido por Akanet Corregido por Curitiba

Amanda probablemente no debería haber observado el momento privado de Jacob con su hija por la ventana, pero no pudo evitarlo. Había querido abrir la ventana y oír su hermosa voz, pero Tina había estado caminando por la habitación, llamándolo por cada nombre insultante que se le podía ocurrir, y él no necesitaba oírlo. Amanda entendía por qué Tina odiaba a Jacob. La había herido al engañarla con otra mujer. Bueno, varias mujeres. Amanda no esperaba que Tina lo perdonara pero, ¿tratar de mantenerlo alejado de su hija? Eso no estaba bien. Especialmente cuando era tan obvio que se adoraban mutuamente. Él necesitaba a esa pequeñita en su vida. Y a pesar de lo que Tina pensaba, Julie necesitaba a su padre. Amanda salió al escalón del frente y cerró la puerta detrás de ella. Esperaba que su mamá convenciera a su hermana para que dejara que Julie usara su tiara. Jacob había hecho un trabajo maravilloso escogiendo algo que a Julie le encantaría. Obviamente, conocía bien a su hija y había pensado bastante para elegir el regalo. —Una vez que Tina se calme, dejará que Julie la use —dijo Amanda. Desearía que él no se hubiera puesto de nuevo sus gafas de sol. Tenía los ojos azules más hermosos. Y su cabello negro corto, tez bronceada y gruesas pestañas negras lo hacían aún más apuesto. Ella tenía cada centímetro de su hermoso rostro memorizado; labios sexy, nariz recta, frente alta, mandíbula fuerte, mentón tenaz. Había deseado a Jacob "Shade" Silverton por tanto tiempo, que no podía recordar una época en que los pensamientos acerca de él no habían revoloteado por su cabeza constantemente. —Yo no estaría tan seguro —dijo.

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—¿Cómo va la gira? —preguntó ella. Charla sin importancia para mantenerlo cerca por tanto tiempo como fuera posible. Si Tina se enteraba de que Amanda estaba aquí afuera hablando con él, tendría un infarto. Ése era el problema de estar enamorada del ex-marido de su hermana menor. No había manera de hacer que funcionara sin que alguien saliera lastimado o se volviera loco.

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Jacob sonrió ligeramente. —Va muy bien. La música es lo único que va bien para mí. Él levantó la vista hacia la gran casa de ladrillo de estilo georgiano. Ya no se podía oír gritar a Julie. Quizás Tina ya había cedido. —¿No tienes un concierto esta noche? —Ella sabía perfectamente bien que no lo tenían. Compraba entradas cada vez que Sole Regret tocaba en Austin. Se mantenía al tanto del calendario de gira de la banda, ya que la segunda mejor cosa después de pasar el rato con Shade Silverton era verlo actuar en el escenario. Si Amanda no se hubiera dado cuenta de que él iba a estar en la ciudad hoy, no se habría molestado en tener una enorme pelea con Tina por no haberlo invitado a la fiesta de Julie. En lugar de hacer lo que Amanda le había sugerido, Tina convenientemente había olvidado decirle algo. Así que en aras de la felicidad de su sobrina, Amanda se había entrometido. No le contó a Tina que le había enviado a Jacob un mensaje de texto sobre la fiesta. Aunque a veces se sentía obligada a meter la nariz en los asuntos de los demás, no tenía deseos de morir. Jacob sacudió la cabeza. —Estaremos en San Antonio mañana, así que decidimos pasar la noche en casa. El viaje entre aquí y allá no es malo. Ella asintió en comprensión y miró hacia el camino de entrada en busca de su auto deportivo eléctrico y sexy como el pecado. No había un Tesla Roadster a la vista. —¿Dónde está tu auto? —Alguien lo robó. Ella lo miró boquiabierta ante su indiferencia. —¿Alguien se lo robó? —Sí. —Él se encogió de hombros—. Puede ser reemplazado. —Entonces, ¿cómo llegaste hasta aquí?

—Yo te llevaré —se ofreció ella con demasiado entusiasmo. Tenía que ser cuidadosa, o él se daría cuenta de lo mucho que lo deseaba. No quería que las cosas

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—Owen me dejó aquí. Sólo iba a llamar a un taxi para que me llevara a casa. Saldré de aquí en unos minutos.

fueran incómodas entre ellos. A él tenía que serle imposible olvidar que ella era la hermana de la mujer que hacía de su vida un infierno. —No es necesario. Deberías volver a la fiesta. —Se acabó. Todos los niños se han ido. Sólo estaba ayudando a limpiar. —Oh. —Eso me dará una gran excusa para salvarme de lavar glaseado rosa de las paredes. Él sonrió, y ella se derritió. Era como si el hombre tuviera alguna habilidad mágica para quitarle los huesos. —Está bien —dijo él—. Siempre que te ayude. —Iré a buscar mi bolso y llaves. —Entró rápidamente a la casa y encontró a su madre en la mecedora sosteniendo a Julie. La princesita del cumpleaños estaba usando su nueva tiara y estaba profundamente dormida con el pulgar en la boca. Amanda se derritió. Julie debía haber heredado esa magia de su padre. Dios, amaba a la niña. —Tengo que irme —susurró Amanda a su madre. Ella asintió con la cabeza. —Se lo haré saber a Tina. De nuevo está molesta con Jacob. —Siempre está molesta con Jacob. —Amanda se inclinó para besar la mejilla de su madre y luego la sien de su sobrina antes de tomar su bolso y salir corriendo de nuevo hacia el exterior. Encontró a Jacob donde lo había dejado. Estaba mirando la casa como si estuviera en trance. Se preguntó en qué estaba pensando detrás de esas oscuras gafas de sol. —Julie ya se ha dormido —le dijo—. Y usando su tiara. Jacob dejó salir un profundo suspiro.

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—No me gusta cuando Tina me salta encima de esa manera, pero realmente odio cuando lo hace frente a Julie. Tú hermana probablemente habla mal de mí todo el tiempo.

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Amanda no quería confirmar sus sospechas. Aunque nunca habían sido exactamente cercanas, Tina era su hermana menor. Pero aun así, Jacob tenía razón. Tina sí hablaba mal de él todo el tiempo. Ésa era la razón principal por la que Julie estaba confundida sobre el papel que su padre jugaba en su vida. Jacob podía hacer el esfuerzo de ver a su hija más a menudo, pero la cantidad de basura que tenía que recibir de Tina cada vez que aparecía habría alejado a la mayoría de los hombres. —Julie te ama —dijo Amanda, destrabando las puertas de su auto con el botón de su llavero—. Eso es todo lo que importa. —Sólo espero que no cambie de opinión. —No tienes que preocuparte por eso. Amanda abrió el maletero, y él se inclinó hacia ella para poner su bolso en el interior. Cuando ella sintió el aroma picante de la colonia de él, sus rodillas se debilitaron. Le tomó cada pizca de su fuerza de voluntad no enterrar el rostro en su cuello e inhalar. Deseó no estar tan atraída por él. Su total masculinidad le hacía tan difícil comportarse. Cuando Jacob no se apartó inmediatamente, Amanda arrastró su mirada por su cuerpo. Su metro ochenta y tres de músculos duros y sus anchos hombros abrumaban completamente sus sentidos. Por un momento, pensó que él estaba inclinándose hacia ella con la intención de besarla, pero como no podía ver sus ojos a través de las gafas oscuras, no podía saber a ciencia cierta si siquiera la estaba mirando. Le arrancó las desconcertantes gafas de su nariz. —No sé por qué siempre llevas estas malditas cosas —dijo, doblándolas y metiéndolas en el cuello de la camiseta blanca de él. Obligó a sus manos a no explorar los definidos músculos de su pecho cortados de manera distractora bajo su camiseta. El hombre era precioso. Perfecto. Y a ella le gustaba. Siempre lo había hecho. No podía evitarlo.

Ella apartó la mirada apreciativa del cuerpo de Jacob y lo miró a los ojos. Sí sabía por qué él siempre usaba gafas de sol. Tenía ojos expresivos que rápidamente hacían que una persona se diera cuenta de que no era el hijo de puta cruel y narcisista que pretendía ser. Y por eso lo quería. No porque fuera el hombre más extremadamente hermoso que jamás había caminado sobre la tierra, sino porque sentía. Profundamente. Y esos bonitos ojos azules suyos revelaban todo lo que él trataba de ocultar.

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—Porque sí.

—¿Has comido? —preguntó ella—. Te llevaré. Yo invito. —Estaba pensando en simplemente quedarme en casa. Quizás pedir una pizza. Comer frente al televisor. Tomar una cerveza. Hacer un buen entrenamiento seguido de natación. Luego me voy sentar en el jacuzzi y vegetaré. Sonaba como si fuera a estar ocupado sudando, mojándose y estando potencialmente desnudo por la mayor parte de la noche. Qué calentura. De repente, Amanda necesitaba un cambio de ropa interior. —Oh. —Sin embargo, no me importaría un poco de compañía. —Antes de que él pudiera alejarse, ella había captado su expresión triste. Ah Dios, se sentía solo. No estaba segura de cómo un hombre que estaba rodeado por una multitud perpetua podía jamás sentirse solo, pero a pesar de que esos labios besables podían mentir, esos expresivos ojos azules no. Amanda cerró el maletero. —¿Yo cuento como compañía? —preguntó. —¿No puedes captar una indirecta? —dijo él con una sonrisa. Se subió al auto y cerró la puerta. ¿Una indirecta? ¿Qué quiso decir? ¿Que quería pasar más tiempo con ella? Ojalá. Amanda era la hermana inteligente, extravagante. Tina era la hermana ardiente que todos los chicos deseaban. Jacob incluido. Amanda había asumido el atractivo de Tina, y su propia falta del mismo, después de la cuarta vez que había sido botada para que su novio pudiera perseguir a Tina. No les importaba que Tina no estuviera interesada en alguien que no tuviera una gorda billetera. Amanda se puso al volante de su Toyota de precio razonable, cerró la puerta y se abrochó el cinturón de seguridad. —¿Necesitabas detenerte en algún lugar antes de que te deje en casa? — preguntó ella. —Realmente no puedes captar una indirecta.

—Digamos, Amanda, ¿quieres pasar el rato conmigo y comer un poco de pizza y beber una cerveza? ¿Ver una película?

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Él se echó a reír, y el sonido rico y profundo hizo temblar el vientre de Amanda.

—¿Qué tipo de película? —No me importa. —Sus ojos se abrieron como si fuera golpeado por una horrible revelación—. Sólo que no películas de chicas. Él corazón de ella golpeaba como un martillo neumático, pero de alguna manera se las arregló para parecer relajada y arrancar el auto. —No lo sé, Jacob. Soy bastante quisquillosa con las películas que veo. Tengo una política de sólo películas de chicas. —Supongo que tendremos que mirar golf en su lugar. No miro películas de chicas. ¿Golf? Festival de ronquidos. Aunque si estaba con Jacob, no podía imaginar que siquiera el golf televisado fuera aburrido. —Bueno, en ese caso... supongo que puedo tolerar un poco de testosterona. Yo, sin embargo, trazo la línea en películas con efectos de sonido de pelea y puñetazos. Él sonrió, y la temperatura ambiente dentro del auto aumentó al menos diez grados. —Película de terror sangrienta será. Ella rio con inquietud. Era una cobarde certificada cuando se trataba de películas de terror. —Por supuesto. Siempre que no te importe que me aferre a ti con terror y oculte mi rostro en tu pecho. —No pudo evitar que su mirada vagara a ese pecho grande y musculoso. Sí, lucía perfecto para ocultar el rostro de una. También perfecto para acariciar. Y lamer. Besar. Acariciar. Chupar. Masajear. Mordis… —Eso no me importaría en absoluto —dijo él. Sus ojos se alzaron para encontrarse con los de él. Espera sólo un segundo. —¿Estás coqueteando conmigo, Jacob? —Pensé que eso era obvio.

—No estoy segura de si debería estar a solas contigo. Podrías intentar seducirme.

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Oh diablos, sí.

Él rio entre dientes. —Podría ser. Sabía que le estaba tomando el pelo, pero eso no impidió que partes en sus pantalones se prepararan a sí mismas para una invasión bienvenida. —Supongo que tendré que correr el riesgo —dijo ella, como si su corazón no estuviera a punto de salir de su pecho de un golpe—. Me has provocado un poderoso antojo de pizza. Y una cerveza fría. Ella arrancó el coche y lo puso en movimiento. —Y de enterrar mi rostro en tu pecho —añadió. Él rio. —Te puedo conectar con los tres. Sus nudillos rozaron el costado de su pierna, y ella casi saltó fuera de su piel. Alabó su sabia decisión de vestir shorts esa mañana. —Oye, gracias por hacerme saber de la fiesta de Julie. —¡No hay problema! —chilló ella. El pulgar de Jacob frotó un pequeño parche de piel justo por encima de la rodilla. La ropa interior de Amanda iba a necesitar un equipo de buceo si se mojaba más. —Desearía haber llegado antes —dijo él—. Adam parece pensar que es el único de la banda que tiene una vida. Realmente me canso de hacer que vea más allá de sí mismo. Amanda se arriesgó a darle una mirada. Él estaba mirando el lugar donde su pulgar estaba encendiendo las terminaciones nerviosas de su piel, pero no parecía estar viendo lo que estaba haciendo. —No te perdiste mucho. Diez niños odiosos gritando, manos pegajosas cubiertas de glaseado rosa, unos pocos berrinches, y un dolor de estómago que terminó mal en la piscina para niños.

Amanda sonrió, luchando contra el impulso de acariciar su cabello oscuro. Adoraba que la mayor debilidad del hombre fuera una niña de catorce kilos que amaba el helado de fresa.

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—¿Julie pidió un deseo y sopló sus velas?

—Sí. Las apagó todas en un solo intento. Es ventosa como su padre. Él se echó a reír y quitó su mano de su rodilla de un tirón como si acabara de darse cuenta de que seguía tocándola. —Ése probablemente no sea un buen rasgo para heredar. —Claro que lo es. Es parte de lo que te hace un cantante increíble. —Ella apartó la vista de la carretera y lo encontró mirando fijamente el tablero de instrumentos. La agitación en sus bonitos ojos azules le rompió el corazón—. Sabes, grabé a Julie soplando las velas con mi teléfono celular. Él se enderezó, y una sonrisa suavizó sus duras facciones. —¿En serio? —Saca el teléfono de mi bolso y puedes verlo. Él le frunció el ceño a su bolso, que estaba aplastado entre los asientos delanteros. —Hay pocas cosas que no tocaré. El bolso de una mujer es una de ellas. —¿Por qué? —preguntó ella—. ¿Temes encontrar un tampón allí o algo así? —Desde que vi la película Mary Poppins de niño, he sido cauteloso con los bolsos de las mujeres. No sé si tienen un perchero allí, un cocodrilo o una motosierra. —No —dijo ella—. No hay motosierras. Tampoco hay tampones. —Sólo para dejar perfectamente en claro que no era su momento del mes. En caso de que él quisiera echarle un vistazo a toda la humedad caliente y palpitante que estaba teniendo lugar en sus shorts. Él rio entre dientes y metió una mano vacilante en su bolso. Su grito sobresaltado hizo que Amanda pisara el freno. La bocina del auto detrás de ellos resonó. —Oh, es sólo tu billetera —dijo él—. Pensé que era un cocodrilo. Ella le dio repetidas palmadas en el brazo.

Él le dio un empujón en el costado, y ella se retorció, la fricción contra el asiento atrayendo su atención ante cuán inadecuadamente excitada estaba. Otra bocina sonó mientras ella se desviaba hacia el carril contrario. Le sorprendía que aún no hubiera golpeado un poste de teléfono. Era extremadamente difícil concentrarse en

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—Me asustaste completamente.

la carretera con Jacob Silverton sentado junto a ella, oliendo tan increíblemente como lucía. Sólo podía imaginar lo bien que se sentía. Maldita sea, estaba caliente. Tenía que encontrar el tiempo para tener citas con más frecuencia. Jacob ubicó su teléfono celular y movió su dedo sobre la pantalla. —Hmmmm —murmuró—. ¿Qué es esto? ¿Una cinta de sexo protagonizada por Amanda Lange? —¿Qué? —Ella intentó agarrar su teléfono, sabiendo perfectamente bien que no había ningún video sexual de ella guardado en él—. Pensé que lo había borrado. —Oooh —dijo él, sosteniendo el teléfono acunado en ambas manos—. Quiero ver esto. Una interpretación desafinada de "Feliz Cumpleaños Julie" salió de los pequeños altavoces de su teléfono. Jacob miró la pantalla completamente hipnotizado y si Amanda no estaba equivocada, con los ojos levemente nublados. Sonrió. Puro cuento. El hombre era puro cuento. —Pide un deseo, Julie —dijo la voz de Tina desde el altavoz del teléfono. —¿Cómo Aladino? —preguntó Julie. —Date prisa, las velas están goteando. —Desearía ser una princesa. Una verdadera princesa de verdad. —Hubo una pausa y luego todos aplaudieron. —Ves, hiciste su deseo realidad sin siquiera saberlo —dijo Amanda. —Esta niña va a ser mi muerte —dijo Jacob. Repitió el vídeo. Dos veces. La mano de ella se cernía sobre el muslo de él. Quería tocarlo con tantas ganas pero finalmente no pudo encontrar el coraje para hacerlo y así que, en su lugar, jugueteó con el aire acondicionado. Se preguntó fugazmente si necesitaba reparación. Estaba extrañamente sobrecalentada aunque las rejillas de ventilación estaban dirigidas hacia ella y soplaban aire a toda potencia.

Tomó el camino que conducía hacia la casa de Jacob, pensando que debería haber conducido como su abuelo; como si tratara de hacer una carrera con un caracol. El viaje había sido demasiado corto. Redujo la velocidad hasta que su pie dejó el acelerador y literalmente rodaron la longitud de la última cuadra.

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—Podría enviarte videos de ella, si quieres.

—Soy su niñera a menudo, sabes. Ella piensa que su tía Mander es bastante genial. —Y alguien tenía que cuidar de la niña cuando Tina iba de compras. Tina amaba gastar el dinero de Jacob. Abordaba la tarea como si compitiera en un evento olímpico. —¿Harías eso por mí? —dijo Jacob, girando en su asiento e inclinándose en su campo de visión para poder mirarla a los ojos. —Sí, por supuesto que lo haría. Debería haberlo pensado antes. —Gracias, Amanda. Eres un verdadero amor. Ella controló una mueca. No quería que él pensara en ella como una chica agradable y olvidable. Aquella en la que los tipos siempre parecían pensar como su amiga. Su camarada. No quería ser llamada un verdadero amor. No después de que Jacob había coqueteado con ella tan brevemente momentos antes y la había hecho creer que su deseo más querido podía hacerse realidad. Amanda se volvió hacia el camino de entrada de Jacob y se deslizó hasta detenerse detrás de su auto. —Um, ¿Jacob? —dijo—. ¿No es ése tu auto? Él no le respondió, sólo abrió la puerta rápidamente y saltó del auto. Estaba abrazando el brillante capot negro del roadster antes de que ella pudiera soltar el cinturón de seguridad. Salió y fue a pararse junto a él. —Pensé que habías dicho que había sido robado. —Pensé que sí. —Entonces, ¿cómo llegó hasta aquí? —No tengo idea.

—Shade, sé que no te importará que haya tomado prestado tu auto para llegar antes que tú a la casa. Estaré en el jacuzzi esperando para agitar tu mundo, semental. Está firmado por Veronica. Y puntuó la i con un corazón. Qué bonito. —Amanda fingió no estar afectada por la nota, pero realmente había estado esperando con ansias pasar la noche con él. Desafortunadamente, otra mujer le había ganado. Y a diferencia de Amanda, Veronica probablemente tenía la confianza en sí misma, el bello rostro y el cuerpo sexy que usualmente atraía a alguien como Jacob.

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Amanda notó el trozo de papel rosado pegado debajo de un limpiaparabrisas. Lo liberó y leyó la nota en voz alta.

—Maldita Veronica —gritó Jacob—. Me preguntaba dónde había dejado mi juego de llaves de repuesto. Probablemente en su falda la última vez que ella había estado en su jacuzzi. —Supongo que me iré a casa —dijo Amanda—. Me alegra que recuperaras tu auto. Fue bueno ver… Jacob se movió para pararse en el camino de Amanda. No estaba segura de cómo se las había arreglado para atraparla tan fácilmente entre un precioso trozo de metal y un precioso cantante de metal, pero llamó su atención. Con la espalda apoyada contra el costado del auto, intentó recuperar la cordura. No era bueno. Su corazón tronaba fuera de control mientras lentamente levantaba la vista para mirarlo a los ojos. —Tú te quedas —dijo él—. Yo te invité. Ella se va. Nadie la invitó. —Quizás no quiero… Jacob le tocó la mejilla, y el aliento quedó atascado en su garganta. —Te quedas. Ella no podía apartar la mirada de sus intensos ojos azules. —Me quedo —dijo obedientemente. Él sonrió torcidamente, sacó las gafas de sol del cuello de su camiseta y se las puso. Ella se quedó mirando la cruz alrededor de su cuello. —¿Quieres esperar aquí afuera mientras le llamo un taxi o prefieres esperar en la casa? —preguntó él—. Seguramente causará una escena. —Um. —Podrías ir a la sala de estar y escoger una película para ver o buscar comida en la cocina. No me tomará mucho tiempo deshacerme de ella. —Bueno, está bien. ¿Tienes la película Magnolias de acero? —Ella mantuvo su cara de póquer firmemente en su lugar mientras parpadeaba en dirección a él—. Ha pasado mucho tiempo desde que la vi.

—Pensé que habíamos acordado que nada de películas de chicas.

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Él se echó a reír.

Amanda resopló como si estuviera muy molesta por sus demandas, cuando en realidad sólo quería molestarlo. No podía culpar a Veronica por invitarse a una noche en un jacuzzi con este hombre, pero Amanda estaba tan contenta de que Jacob estuviera haciendo que la mujer se fuera. —Supongo que lo hicimos. Él metió el dedo índice bajo la barbilla de ella y acarició la piel justo debajo de sus labios con el pulgar. —Te besaría —dijo—. Pero no quiero que Verónica piense que estoy luciendo una erección por ella. ¿Qué? ¿Realmente acababa de decir eso? No era posible que lo dijera de verdad. Demasiado estupefacta para formar una respuesta, Amanda lo miró boquiabierta. Él se echó a reír. —Qué expresión tan invaluable. Le apretó el hombro, y sus piernas comenzaron a temblar incontrolablemente. —Te veré adentro. —Uh huh. —Puede que ella dijera eso con la boca llena de babas. Jacob se volvió y corrió hacia la puerta, abriéndola y dejándola así para que ella pudiera entrar. Luego se dirigió a grandes pasos hacia el camino por el lado de la casa que llevaba a la piscina y al jacuzzi en la parte trasera.

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Fue todo lo que Amanda podía hacer para evitar deslizarse hasta el suelo en un charco de lujuria.

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Capítulo 3 Traducido por carmen170796 y Vannia Corregido por La BoHeMiK

Shade cubrió la distancia hacia su patio trasero en largas y enojadas zancadas. No podía creer que Veronica hubiese tenido la audacia de “tomar prestado” su auto sin preguntarle. ¿Y luego pensaba que él estaría lo suficiente feliz con eso para follarla? No esta noche. Quizás nunca más. Por supuesto, si ella no hubiera tomado su auto, entonces Amanda no lo habría traído a casa y él no estaría anticipando una noche con una de las pocas personas que le permitían bajar la guardia. Un rastro de prendas descartadas comenzaba en la esquina trasera de la casa y continuaba hacia el jacuzzi, el cual estaba rodeado en tres lados por una valla de cedro que proporcionaba privacidad. Mientras continuaba alrededor de la casa, recogió las ropas, una sexy prenda a la vez. Medias con encaje aquí. Una tanga negra de satén allí. Shade dejó caer toda la ropa sobre la cerámica del patio al pie de las escaleras del jacuzzi. Veronica estaba justo donde había dicho que estaría. Tenía una copa de vino en una mano, su cabello color ébano apilado en la parte superior de la cabeza, los ojos cerrados y los hermosos pechos desnudos flotando sobre la superficie del agua. Tenía un fantástico par de tetas. Sí, él lo notaba. No había un hombre heterosexual vivo que no la encontrara sexualmente tentadora. Y si Amanda no hubiera accedido a quedarse, Shade sin duda se habría sacado la ropa para unirse a Veronica. Pero Amanda estaba aquí y por extraño que pareciera, él prefería pasar la noche provocándola que follando a la diosa del sexo del jacuzzi hasta que no pudiera moverse.

―Ahí estás, amante ―dijo―. Estaba comenzando a lamentar no haberte esperado en el estacionamiento, pero llevabas horas retrasado y estaba toda acalorada y sudorosa. ―Hizo un puchero―. No porque tú me pusieras así. ―Tomó

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Se aclaró la garganta, y los sensuales ojos marrones de Veronica se abrieron. Una sonrisa invitante se extendió en sus exuberantes labios.

un sorbo de su vino. La botella verde estaba asentada en un enfriador de poliestireno detrás de ella―. ¿Te gustaría un trago? ―Tengo compañía, Veronica. Tienes que vestirte e irte. ―¿Compañía? ¿Qué clase de compañía? Él se esforzó para encontrar la mejor manera de describir a Amanda. ¿Amiga? ¿Familia? ¿Antiguo enamoramiento? ―Compañía femenina. ―¿Y? No tengo problema con que se nos una, Shade. ¿Es sexy? ―Veronica emitió una risita ronca―. Sabes cuánto me gustan las mujeres. Mientras que normalmente hubiera pensado que era una genial idea, no creía que Amanda estuviese interesada en un trío con una mujer que no conocía. Shade amaba flirtear con Amanda, bromear, pero ella estaba fuera de los límites. No tenía intención de dormir con ella alguna vez. Lo cual le hacía preguntarse por qué prefería pasar la noche con ella en lugar de disfrutar de las tetas y el culo en su jacuzzi. Probablemente porque todavía estaba recuperándose de esa loca chica en Tulsa. ¿Cuál había sido su nombre? Nikki. Maldita sea, la mujer había tratado de desgastar su pene hasta un muñón. ―No, Veronica, vine aquí a decirte que te vayas. No puedes simplemente tomar mi auto sin pedir permiso. Tienes suerte de que no llame a la policía y haga que te arresten por robar un auto. ―¿Esperabas que te esperara en el estacionamientos por horas? ―¿Por qué me estabas esperando en primer lugar? No te lo pedí. ―Ahora estás siendo simplemente un idiota Le habían dicho cosas peores. ―¿Cómo conseguiste mis llaves? ―Las dejaste en mi casa. ¿Recuerdas?

―Estabas demasiado ebrio para conducir, así que Selene te llevó a casa y al día siguiente viniste y recogiste tu auto. Yo no estaba en casa, así que debes haber usado tu set de repuesto.

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―No.

Mientras que recordaba poco de su noche ebria con Veronica y Selene, sí recordaba despertar con Selene en su cama y después recoger su auto la mañana siguiente. Había olvidado completamente pedirle sus llaves extras a Veronica. Sole Regret había regresado a la gira el día siguiente, y recuperar sus llaves no había sido una prioridad. ―Eso fue hace más de un mes. ¿Las has tenido todo este tiempo? Ella sonrió. ―Y no creas que la idea de tomar tu auto para dar un paseo cada noche no cruzó por mi mente. Sin embargo, no lo hice. Hasta esta noche. Y no lo habría hecho esta noche si no te hubieras demorado tanto Y él no se hubiera demorado tanto si el guitarrista principal de su banda no fuera semejante imbécil desconsiderado. El cumpleaños de Julie no había sido el único evento importante que él se había perdido por culpa de Adam. Se había perdido el nacimiento de Julie porque había estado acompañando el inconsciente culo de Adam al hospital. En aquellos días Adam había tenido una tendencia a las sobredosis de heroína. Mientras que esperaba en la sala de emergencia que Adam fuera revivido, se había perdido la llamada de que Tina había entrado en trabajo de parto prematuro. Para cuando recibió el mensaje, Julie ya había nacido en un hospital diferente, en otro estado, tres semanas antes, pero sana. Nunca perdonaría a Adam por hacerle perder el primer aliento de su hija. Nunca. Especialmente dado a que el idiota ni siquiera entendía por qué Shade estaba tan enojado con él. Quizás algún día Shade renunciaría a Adam y le permitiría destruirse solo, pero el tipo era un desastre caminante y Shade se sentía responsable por él. Si alguien no vigilaba a Adam, muy probablemente terminara muerto. Tanto como el tipo lo molestaba, Shade no quería eso. Habían pasado por mucho juntos. Y no todo había sido malo. De hecho, Adam había sido el que le había dado a Shade un sueño que perseguir. Antes de que Adam convenciese a Shade de que podía cantar, Shade había estado en el camino rápido a trabajar en alguna fabrica… de haber tenido suerte.

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―¿Por qué no le preguntas a tu compañía femenina si le gustaría unírsenos? ―dijo Veronica―. Estoy tan cómoda y de humor. Parece una pena desperdiciar un coño tan caliente y jugoso por ti. ―Sus dedos se movieron para acariciar su pezón―. Podemos llamar a Selene si tu compañía es demasiado tímida para hacerlo con nosotros.

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Veronica y Selene lo mantendrían despierto y funcionando toda la noche. No podía decir que no estuviera tentado. Pero no aceptó. ―Te llamare un taxi mientras te vistes ―dijo. Se volvió para entrar a la casa, y una copa de vino pasó junto a él, estrellándose en las baldosas a sus pies. ―¡Maldito idiota! ―Asegúrate de limpiar los vidrios rotos antes de irte. Tendré al taxi esperándote en la entrada. ―Él empezó a subir los escalones para entrar a la casa a través de una puerta en la cocina. ―Espera, Shade. Lo siento ―exclamó Veronica. El agua salpicó cuando salió del jacuzzi. Húmedos pies aterrizaron en el entablado de cedro. Shade no cometió el error de volverse. Entró en la casa. Amanda estaba espiando por la ventana de la cocina. ―Sé que no es de mi incumbencia ―dijo—. Pero tu caliente y desnuda amiga parece un poco preocupada. Él rio. ―Heredé el gen de enojar a las mujeres de mi padre. ―Debes ser un homocigoto dominante por ese rasgo. ―¿Eh? Ella rio y alisó su sedoso cabello castaño con una mano. ―Lo siento. Broma de profesora de biología. A Shade nunca le había gustado la escuela, pero respetaba a los profesores. Las chicas listas lo intimidaban un poco. No que lo admitiría frente a una chica lista. Especialmente no una chica lista inteligente y sexy como Amanda Lange. ―¿Qué tal el trabajo? ―preguntó, cerrando la puerta detrás de él y poniéndole el cerrojo. ―Oh, es genial. Especialmente en junio, julio y agosto.

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Él rio entre dientes.

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―Todas esas vacaciones serían una ventaja. Sabes, esos son los meses en los que trabajo más. ―Como si pavonearse una hora al día sobre un escenario fuera trabajo. Por favoooor. ―Ella puso los ojos en blanco. Él se enderezó y frunció el ceño. ―No me pavoneo. ―Sí. Lo haces ―Sonrió―. Pero es increíblemente sexy, así que nunca pares. Él rio. Era refrescante flirtear con una mujer que no pensaba que se suponía que tenía que caer sobre su polla como una vagina busca misiles. —Déjame llamar un taxi para Veronica, y después ordenaré pizza. Amanda asintió hacia la ventana que daba para el patio trasero. —Creo que ya se fue. El corazón de Shade se hundió. —¡Mierda! Todavía tiene mis llaves. Corrió a través de la casa y abrió de un tirón la puerta delantera. Parada junto a la puerta del conductor de su auto, Veronica le tiró uno de sus tacones. —¡Imbécil! Él fácilmente esquivó su proyectil y corrió por la entrada. Veronica abrió la puerta y estaba entrando al auto antes de que él la alcanzara. Tiró de ella contra él y cerró la puerta con el pie. Un desastre evitado. Otro iniciado. Veronica lo golpeó en el pecho con fuerza sorprendente. —No me toques. No me toques. Él soltó su asidero en un brazo, y ella colapsó contra su pecho, sollozando incontrolablemente. Mierda. Hoy estaba de suerte haciendo llorar a las mujeres, y tenía una debilidad patológica con las lágrimas. Doble mierda. Envolvió a Veronica en un abrazo flojo y le acarició la espalda.

—T…tú, tú…tú piensas que soy fea —chillón ella.

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—No llores.

—¿Qué? No. No creo que seas fea en absoluto. Eres hermosa. Perfecta. —¿Entonces p…por…por…por qué no te acostarás conmigo? Él se mordió el labio para no reír. Sonaba absolutamente ridícula. —Te lo dije: tengo otros planes. —¿Vas… vas… vas a acostarte con ellaaaaa? No tenía intenciones de acostarse con Amanda. Le gustaba demasiado como para follarla. —Eso no es de tu incumbencia Veronica se aferró a él. —No me pidas que me vaya. Por favor. Necesito estar contigo —No va a suceder esta noche. Veronica. Quizás en otro momento. Ella se alejó y levantó la mirada hacia él. Su nariz estaba roja, y rayas negras corrían por cada mejilla. —¿Es porque tomé tu auto? ¿Estás enojado conmigo? Era mucho más complicado que eso, pero tomó la salida fácil. —Sí. Y si no te vas ahora, me enojaré tanto que no te volveré a llamar. Ella lloriqueó. Él buscó su rostro. —No estás molesta porque tienes sentimientos por mí, ¿verdad? —Porque él ya no iba por los sentimientos. No desde su estropeado matrimonio. Y Veronica lo sabía. Por eso que se acostaba con ella regularmente. El sexo casual era la única manera en que funcionaba, y él había pensado que Veronica estaba de acuerdo. Veronica se secó las lágrimas con el dorso de sus muñecas y dijo. —Por supuesto que no. Solo quería tener sexo. He estado cachonda todo el día pensando en tu polla grande y gruesa.

—Eso es lo que dices, pero estás actuando celosa.

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De alguna manera, él se las arregló para no poner los ojos en blanco.

Veronica retrocedió un paso, enderezó la espalda y volvió a ser la mujer segura de sí misma que él conocía muy bien. —No celosa, Shade. Envidiosa. Realmente estaba esperando ser follada hasta perder el sentido esta noche. Nadie tiene tu resistencia, nene. Bueno, su polla estaba esperando una noche de descanso. —¿Al menos me llevarías a casa? —preguntó—. Selene todavía no salió del trabajo. Me dejó en el estacionamiento para que te esperara. Por eso tomé tu auto. Él echó un vistazo hacia la casa sobre el hombro. Llevar a Veronica disminuiría su tiempo con Amanda, pero sólo era un viaje de diez minutos y le tomaría más tiempo conseguir un taxi. —Sí, de acuerdo. Sólo dame un minuto. Shade recogió el descartado zapato de Veronica en su camino a la casa. Amanda estaba parada en el vestíbulo con los brazos cruzados sobre su pecho y luciendo muy incómoda. —Debería irme —dijo. —Por favor, no. Sólo voy a darle un aventón a su casa. Puedes venir si quieres. —Tu auto sólo tiene dos asientos, Shade. ¿Shade? Ella era una de las pocas personas que lo llamaban por su verdadero nombre, así que el hecho de que usara su nombre escénico activó todo tipo alarmas. Shade masajeó su frente. Realmente estaba jodiendo las cosas. —Cierto. —Pensé que ibas a llamarle un taxi. —Tomará más tiempo conseguir un taxi que yo la lleve a casa. No vive lejos. Amanda se encogió de hombros. —Como sea. Entiendo. Quizás haremos esto en otra ocasión. Shade se quitó las gafas de sol y la miró a los ojos, esperando que ella pudiera ver la sinceridad en su expresión.

Lo sorprendió al sonrojarse y bajar la mirada.

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—No quiero que te vayas, Amanda. Quiero que ella se vaya.

—De acuerdo. —Respiró profundo y luego le sonrió—. Ordenaré pizza mientras vas. Espero que te gusten las anchoas y la piña. —Me gustan casi tanto como Magnolias de Acero3. Ella se rio y le palmeó el pecho. Su corazón saltó, y su polla decidió que ya no quería una noche libre. Abajo, chico. Sexy o no, Amanda estaba fuera de los límites. —Anda, lleva a la “Nena Desnuda” a casa. Yo te cubro. Él luchó contra la urgencia de besar sus labios que sonreían suavemente y, en su lugar, se volvió a poner las gafas. —Me apresuraré. —Había beneficios en tener un auto que pasaba de cero a cien en menos de cuatro segundos. Para cuando cerró la puerta delantera detrás de él, Veronica ya estaba esperando en el auto. Él entró y dejó caer el zapato sobre su regazo. —Lo lamento si te disgusté —dijo ella. Se inclinó y le besó el cuello. Su mano se deslizó sobre su muslo y hacia su entrepierna—. ¿Me perdonas? —Sí. Lo que sea. Encendió el auto y su motor silencioso y eléctrico motor ronroneó. Había tenido autos más grandes y ruidosos en el pasado, pero de hecho le gustaba el calmado poder de su Tesla. Era rápido, como cualquier otro auto deportivo, pero el motor era casi silencioso y se desplazaba perfectamente, tomando el manejo de sus manos y poniéndolo en el control del auto. Principalmente amaba este auto porque le hacía sentir que estaba conduciendo un vehículo del futuro y porque nunca tenía que llenarlo con gasolina. Sin embargo, tendría que cargarlo cuando llegase a casa. La batería estaba baja. —Te lo compensaré. —La mano de Veronica se deslizó hasta su entrepierna—. ¿Preferirías que te la chupe o que lo haga con la mano? —Ahora mismo no me interesa —dijo él, pero su polla ya hinchada lo convertía en un mentiroso. Algunas veces su libido era una desventaja. —Ya veo —dijo ella y lanzó una risa ronca—. Yo me ocuparé de ti. Ojos Grandes no tiene por qué enterarse.

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“Magnolias de Acero”: película estadounidense del año 1989.

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—¿Ojos Grandes?

—La cosita bonita que tienes esperado en casa. —¿La viste? —Tiene una tendencia a mirar cosas, a través de las ventanas, que no son de su incumbencia. —Bueno. Estoy seguro de que te agradecerá por ponerme duro. Sigue haciendo lo que estás haciendo y estaré listo para follarla tan pronto como entre por la puerta. —Se imaginó que eso sería más efectivo para hacer que Veronica dejara de acariciarlo que si se le pedía que se detuviera. Ella apartó la mano de su entrepierna de un tirón y puso distancia entre ellos en el reducido espacio del auto apoyándose contra la puerta del pasajero y cruzando los brazos sobre su amplio busto. —Realmente eres un imbécil. —Intentó perforar un agujero en el tablero con la mirada. —Y tú no sabes cómo aceptar un no por respuesta. —No comprendo por qué debería. Siempre la pasamos bien en la cama. Y eso era lo único que tenían en común. Los neumáticos chirriaron cuando entró al camino de entrada. Se detuvo frente a la puerta del garaje de ella. Cuando ella continuó fulminando su tablero con la mirada y no hizo ningún movimiento para salir del coche, él se inclinó sobre ella y abrió la puerta. —¿Ni siquiera vas a salir del auto? —No, tengo una tremenda erección en este momento y estoy ansioso por volver junto a Ojos Grandes. —Lo cual era verdad, pero las dos afirmaciones no estaban conectadas. No que Amanda y tremendas erecciones no fueran de la mano. Él simplemente quería estar con ella por razones distintas a las que estaban pasando en sus pantalones. —Espero que tu polla se caiga —dijo Veronica y salió trastabillando del auto con un zapato en el pie y otro en la mano. Él rio entre dientes.

Ella le gruñó y luego cerró la puerta de un golpe. Sonriendo, él la saludó con la mano, sacó el auto del camino de la entrada y se dirigió a casa. Otra cosa buena de tener un rápido coche deportivo era que cuando una mujer rencorosa le lanzaba un zapato, no le atinaba.

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—No, no lo esperas. En ese caso no serías capaz de follarlo.

Shade se sintió aliviado al ver el auto de Amanda todavía en su camino de entrada cuando regresó. Había esperado que ella se hubiera ido. Podía entender por qué se sentiría lo suficientemente incómoda para marcharse. ¿Qué mujer quería pasar el rato con un tipo que llegaba a casa para encontrarse mujeres desnudas que no había invitado metidas en su jacuzzi? Amanda probablemente pensaba que era el hombre más fácil sobre el planeta. Y quizás sí era un contendiente para el top diez de cazadores de coños de todos los tiempos, pero no pensaba con la polla. Él sólo quería mantenerla feliz dándole lo que quería. Era una decisión completamente consciente de su parte. No tenía problemas diciéndole que no a una mujer. Al igual que una mujer jamás debería tener problemas en decirle que no. Fácil llegan, fácil se van. Pero mayormente, fáciles acabadas. Shade se detuvo en su garaje y conectó el coche al cargador antes de entrar a la casa a través del vestidor. Podía oír a Amanda cantando en la cocina tan pronto como entró. Estaba chillando la canción de los ochenta “Walking on Sunshine” completamente desafinada. Sonrió y siguió su voz hasta la cocina. La observó desde la puerta. Ella tenía auriculares en sus oídos y como no era consciente de su presencia, le regaló un pequeño baile antes de sacar la fruta fresca del refrigerador. Hizo unos pasos de baile de lado hacia el fregadero y lavó uvas, fresas y manzanas antes de arrojarlas en un recipiente y abrir varios cajones hasta encontrar un cuchillo. Mientras cantaba el animado coro, su lindo culito se movió de lado a lado. Era mucho mejor bailando de lo que era cantando. —Whoa-o. —Shade no pudo evitar unírsele. Amanda se volvió de repente, el cuchillo en la mano. Su rostro enrojeció al instante, y se arrancó los auriculares. —¿Cuándo regresaste? —preguntó. —Baje el cuchillo, señorita, y hablaremos. Ella miró su mano, que sostenía el cuchillo como un arma, y luego lo dejó caer sobre el oscuro granito de la isla de la cocina. —Oh Dios, ¿cuánto has estado parado ahí?

—No se suponía que escucharas eso. Imaginé que pasaría al menos una hora antes de que regresaras.

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—Lo suficiente como para saber que cantas agudo. Muy agudo.

Su ceño se arrugó. —Te dije que me apresuraría. —Sí, pero no pensaba en ti como un hombre de un minuto. —¿Qué? —Oh, vamos, Jacob, sé por qué querías llevarla a casa. No soy tonta. —¿Crees que quería estar a solas con ella? —Bueno, ¿no es así? —No. Quería estar a solas contigo. Ella lo miró con los ojos bien abiertos y el puño sobre el corazón, aparentemente sin habla. Shade rodeó la mesada de la isla y sacó una toalla para secar la fruta que estaba en el recipiente del fregadero. La señora de la limpieza siempre llenaba su refrigerador con fruta fresca porque sabía cuánto la deseaba cuando fuera que estuviera en casa. Se metió una uva a la boca y le lanzó a Amanda una deliciosa manzana dorada. Él cantó la primera línea del estribillo de “Walking on Sunshine”. —Whoa-oh —cantó Amanda. Él repitió su línea. —Whoa-oh-oh —coreo ella incluso con más entusiasmo. Entonaron la siguiente línea juntos, sonriéndose el uno al otro como un par de hienas dementes. Shade arrancó uvas de sus tallos y las arrojó dentro del recipiente mientras Amanda cortaba los corazones de diversas variedades de manzanas, rojas, amarillas, verdes, y las cortaba en rodajas. Ella se contentó con cantar la voz acompañante mientras trabajaban.

A continuación, Amanda comenzó con un par de naranjas, mientras él le quitaba las hojas a las fresas. Tenían suficiente fruta en el recipiente para diez personas para

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Él se preguntó qué dirían sus fans si lo escucharan cantando una canción pop de chicas. Su banda era conocida por crear metal que derretía rostros, pero lo estaba pasando tan bien tonteando con Amanda, que arriesgaría cualquier protesta pública.

cuando terminaron y habían cantado el estribillo de la misma canción al menos veinte veces, pero Shade se resistía a terminar con la camaradería entre ellos y revisó el refrigerador buscando fruta que pudieran haber pasado por alto. No tenía oportunidad de hacer este tipo de cosas a menudo. Especialmente no con una mujer. Tenía una reputación que defender, pero con Amanda, podía dejarse llevar y simplemente ser él mismo sin preocuparse por lo que ella pensara sobre él. Siempre había sido así entre ellos. Incluso cuando había estado comprometido y casado con su hermana, si él había querido divertirse un rato, había buscado la despreocupada compañía de Amanda. Algo helado lo golpeó en la nuca. Gritó y giró rápidamente sólo para ser golpeado en el rostro por un chorro de agua. Blandiendo el rociador de agua del fregadero de la isla, Amanda se rio a carcajadas y lo roció en el oído. —Mierda, está frío —protestó él, cubriéndose el oído con una mano y sacándose el líquido. Ella puso cara de cachorrito triste, su labio inferior sobresaliendo en un mohín. —Oh, pobre bebé —dijo, y luego lo roció la base del cuello. —Tú —gruñó él, aunque no podía borrar la sonrisa de su rostro. Riendo alegremente, Amanda corrió alrededor de la isla y cuando la mesada estuvo entre ellos, se volvió y lo roció de nuevo. Él rodeó la mesada en una carrera. Ella chilló y se deslizó lejos de su alcance, lanzando agua en todas direcciones. El líquido helado le dio en el brazo. A pesar de quedar empapado, él no dio marcha atrás, ni siquiera cuando la tuvo atrapada contra sí mismo y ella dirigió un continuo chorro de agua hacia abajo por los vientres de ambos. —Está frío —chilló ella y soltó la boquilla. Shade le arrebató el rociador de la mano. —Tienes toda la maldita razón de que está frío. —Él la sostuvo apretadamente con un brazo y le roció agua sobre la camiseta. Lo cual atrajo su atención hacia sus pechos ahora empapados, la transparente camiseta rosa pálido y los duros pezones. La reacción de su cuerpo fue instantánea. Su cerebro estaba unos segundos detrás.

—Frío, frío, frío. ¡Jacob! ¡Detente!

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Ella gritó.

Él dejó caer la manguera y ahuecó la invitante suculencia de un pecho en la mano. Su pulgar rozó el pezón endurecido, y ella se estremeció. No había suficiente agua fría en el océano Ártico para enfriar la ardiente lujuria que inundaba su ingle. Amanda necesitaba abofetearlo, y pronto, o él iba a hacer algo de lo que se arrepentirían. Levantó la mano y en lugar de darle una fuerte palmada en la mejilla, le quitó las gafas de sol y las arrojó sobre la mesada. Sus ojos se encontraron. Él no podía apartar la mirada. Ella se acercó más. O él se acercó más. No estaba seguro de quién de los dos lo había hecho. No importaba. Todo lo que sabía era que tenía que probar sus labios. Había soñado con besarla tantas veces… Se preguntó si sabría tan dulce como parecía. Su corazón golpeó con más y más fuerza mientras se inclinaba hacia adelante. No se había sentido tan aturdido desde su primer beso en la secundaria. Sus labios estaban a un cabello de distancia cuando el timbre de la puerta sonó y les regresó sus sentidos. —Lo siento —dijo él y se apartó. Sin importar lo mucho que la deseara, Amanda Lange no estaba a su alcance.

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Sí, había que decirle eso a su polla.

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Capítulo 4 Traducción SOS por Otravaga Corregido por Vannia

Amanda nunca antes había deseado lastimar a un repartidor de pizza, pero cuando Jacob se apartó y la privó del calor de su duro cuerpo y del aroma de su deliciosa carne, comenzó a compilar una lista de torturas. Jacob casi la había besado. Casi. Y todavía podía sentir el peso de su mano sobre su pecho. Oh Dios, deseaba a ese hombre. Y durante unos treinta segundos, había pensado que realmente podría tener su deseo cumplido. Inclinándose contra la isla de la cocina en busca de apoyo, lo vio salir de la habitación para abrir la puerta. ¿Por qué no había sido más agresiva? Simplemente debería haberlo agarrado y besado. Haber dejado perfectamente en claro que lo deseaba. Como de costumbre, su tendencia a dudar y a analizar las cosas la dejó sin el premio que tanto ansiaba. Necesitaba relajarse. Volverse agresiva. Atacar al hombre como una leona hambrienta de sexo. Sí, claro. Incluso si pudiera encontrar el coraje para lanzar la prudencia a un lado, ese tipo de tácticas no funcionaban con Jacob de todos modos.

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Con un suspiro, Amanda tomó una toalla y comenzó a secar el agua que cubría la cocina. Le mantenía las manos ocupadas para que no comenzara a quitarse la ropa para que pudiera esperarlo, desnuda, al igual que la mujer que él había despachado antes. No se pondría en una posición de ser rechazada por él. Amanda se había sentido mal por Veronica (no que hubiese querido que Grandes Tetas Maloney se quedara, ni que no estuviera agradecida de que Jacob la hubiese rechazado y la hubiese llevado a casa), pero Amanda estaba lo suficientemente desesperada por el hombre para hacer algo como esperarlo desnuda en un jacuzzi, así que se solidarizaba con la mujer.

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El aroma de la pizza acompañó a Jacob de vuelta a la cocina. Amanda tiró el paño de cocina húmedo en el lavaplatos y se volvió para mirarlo, fingiendo que no se sentía incómoda al forzar una sonrisa. —Huele genial. Evitando sus ojos, él miró fijamente por encima de su cabeza mientras deslizaba la caja de pizza en la mesada todavía húmeda de la isla. No era muy bueno para ocultar su propia incomodidad. —Supongo que te decidiste en contra de la piña y las anchoas. —Sí, tuve eso un par de noches atrás. Se me ocurrió mezclar un poco. Él se estiró para tomar sus gafas, pero ella las agarró antes de que pudiera poner la mano sobre ellas. De ninguna manera iba a permitirle ocultarse detrás de ellas. No le importaba si lo incomodaba mirarla después de que casi la había besado. —No hay gafas para ti esta noche —dijo ella, metiéndolas en la parte delantera de su camiseta. La mirada de él cayó sobre su pecho y su camiseta húmeda. Esta vez cuando sus pezones se endurecieron, no fue por el frío. Fue por el calor en sus ojos. —Uhm. —Él levantó la cabeza de golpe y dio un paso atrás—. Te conseguiré algo seco para que te pongas. Huyó de la habitación antes de que ella pudiera decirle que estaba más que feliz de vestir una camiseta mojada si eso lo hacía mirarla así. Suspiró, escondió las gafas en un cajón al azar y luego buscó unos platos en los gabinetes. Unos minutos más tarde él regresó con una toalla de baño y una camisa de hombre de franela. —Pensé que probablemente tendrías frío. Oh, por supuesto. ¿Así que se suponía que vistiera una gran camisa de franela que la cubría desde el cuello hasta las rodillas mientras se veía obligada a verlo en su ceñida camiseta que se estiraba sobre sus bien definidos músculos cada vez que se movía? ¿Y él esperaba que ella no lo derribara al suelo y pasara las manos por cada centímetro abultado de él? Sus ojos cayeron hasta su entrepierna. Sí, sobre todo quería poner sus manos en ese bulto en particular. —Gracias —se las arregló para decir.

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Se sacó la camiseta por la cabeza y se estiró para tomar la camisa que él sujetaba en su dirección. Él la miró boquiabierto, como si nunca antes hubiese visto a una

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chica en sujetador. Tan pronto como ella tuvo su camisa en su poder, él se dio la vuelta y miró en la dirección opuesta. —Amanda —dijo sin aliento—. ¿Qué estás haciendo? Ella sonrió, feliz de que al menos estuviera un poco nervioso. —Poniéndome tu camisa, así no pesco un resfriado. —Se la abrochó hasta el centro de su pecho y luego se deslizó fuera de sus mojados shorts. Se los arrojó, y lo golpearon en la espalda antes de caer al suelo—. ¿Debería quitarme la ropa interior? Está positivamente empapada. —¡No! Se mordió el labio para contener la risa. ¿Por qué actuaba tan avergonzado? Amanda imaginaba que las mujeres le lanzaban ropa interior todo el tiempo. —Estoy decente —le dijo. No que quisiera estarlo. Él respiró hondo y se volvió hacia ella, como si temiera una caminata a la guillotina. Su mirada se deslizó desde sus pies y por sus piernas desnudas hasta la camisa grande y sin forma que le quedaba como un muumuu 4. —Piedad —dijo él por lo bajo. Cerró con fuerza los ojos y se inclinó para recoger sus shorts y camiseta mojados—. Pondré esto en la secadora por ti. —Una vez más huyó de la habitación. Perpleja, Amanda se rascó la cabeza. ¿Cuál demonios era su problema? Ella no era tan poco atractiva, ¿o sí? Durante unos minutos, de hecho había creído que se sentía atraído por ella. Ahora la trataba como si tuviese una enfermedad contagiosa. Oh, bueno. No iba a permitir que su falta de interés le arruinara la noche. Incluso si él no la deseaba de forma sexual, todavía podrían reírse un rato. Buscó un par de cervezas en el refrigerador, arrojó varias rebanadas de pizza en un plato y tomó el tazón de fruta antes de llevar todo a la sala de estar a la salida de la cocina. Puso todo sobre la mesa de café y se arrodilló delante de los estantes de discos Blu-ray, examinando los títulos en busca de algo que le diera una excusa para enterrar el rostro en el pecho de él. Sólo porque no se sintiera atraído por ella no significaba que ella no pudiera disfrutar de estar cerca de él. ¿Verdad?

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Muumuu: Vestido de mujer estilo hawaiano, holgado y sin forma definida que asemeja una bata entera.

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¿Muy desesperada, Amanda? Dejó escapar un profundo suspiro.

Sobre sus codos y rodillas, se balanceó hacia atrás y hacia adelante con energía nerviosa mientras leía los títulos. No habría sabido que él había entrado en la habitación si no hubiese murmurado “hijo de puta”, en voz baja. ¿Cuál era su problema ahora? Sacó un estuche de la estantería y lo arrojó sobre la mesa de café. —¿Qué tal esa? —Bien —dijo él, sin mirarla. Cruzó la habitación hacia la gran otomana al pie de una silla azul de gran tamaño. La abrió y sacó una manta—. Toma asiento. Cuando ella se sentó en el sofá frente al televisor, él desdobló la manta sobre su regazo y luego llegó incluso a meterla alrededor de sus piernas. —Eso está mejor —dijo él. —¿Qué está mejor? Él hizo una pausa. —Pensé que tenías frío. —¿En una camisa de franela? —Tus piernas, quiero decir. —Estamos en junio. —El aire acondicionado está encendido. —Está bien, lo entiendo. Me mantendré toda cubierta —dijo ella con irritación—. Siéntate y come. Rascándose la parte posterior del cuello, él miró la silla en el lado opuesto de la sala. Si se sentaba ahí, ella iba a darle un puñetazo en la nariz. —Pon la película —dijo ella y se aflojó la manta para poder alcanzar una rebanada de pizza.

Jacob puso en marcha la película y luego se instaló en el extremo opuesto del sofá de donde Amanda estaba envuelta como frijoles en un burrito.

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Él obedeció. Ella frunció el ceño. Ni siquiera se habían besado, pero toda la fácil amistad entre ellos se había desvanecido como si él acabara de descubrir que había estado besuqueándose con su prima hermana. Ella hizo una pausa con la pizza colgando de su boca. Oh Dios. Quizás pensaba en ella como una hermana. Repentinamente sintió deseos de echar una rabieta del tamaño de Julie.

—Uh, no —dijo ella—. Si me estás haciendo mirar una película de terror, entonces te vas a sentar a una distancia en que pueda agarrarte. Él se acercó un poco más pero no lució muy feliz al respecto. Ella masticó su pizza y bebió un sorbo de cerveza mientras fingía que no se sentía como un patito feo. La sala se oscurecía a medida que el sol se deslizaba por debajo del horizonte. El sonido envolvente y el suspenso pronto tuvieron a Amanda tan absorta en la película que no podía apartar la mirada de la pantalla panorámica. Ella era la mujer perdida en el bosque. Ella era la mujer que no dejaba de mirar por encima del hombro. El sonido de las hojas crujiendo se hizo más fuerte detrás de ella. Más cerca. Más fuerte. Algo tomó el hombro de Amanda. Ella gritó. Jacob estalló a carcajadas. Ella lo golpeó en el brazo. —Me diste un susto de muerte. —Su corazón latía fuera de control. —Oye, tú eras la que quería sentarse a distancia de agarre. —Para que así pudiera aferrarme a ti cuando tuviera miedo, no para que pudieras asustarme. La luz azul del televisor lanzaba un misterioso resplandor sobre su sonriente rostro. —Lo siento. —No, no es así. —Tomó otro sorbo de su cerveza sólo para descubrir que estaba vacía. Su pizza también había desaparecido en su estómago mientras había estado absorta en la película. Notó que Jacob se había terminado todas las rebanadas que había traído de la cocina y ella no quería moverse de su lugar.

La desafortunada mujer en la pantalla del televisor estaba siendo brutalmente asesinada, pero Amanda no lo encontró tan aterrador como el aumento de la

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Amanda tomó el tazón de fruta, colocándolo entre ella y Jacob en el sofá. Ambos metieron la mano en el tazón al mismo tiempo, y la parte posterior de la mano de él rozó la de ella. Todo el cuerpo de ella se tensó en respuesta. Él sacó la mano del tazón de un tirón y tomó su cerveza. Cristo, ¿hacía calor aquí o era sólo él? Muy probablemente fuera la maldita manta bajo la que ella estaba sofocándose. Ella la pateó y metió las piernas debajo de su cuerpo, lo cual la acercó más a Jacob. Él no pareció darse cuenta, pero su olor la envolvió, mezclándose con el apetecible aroma de las fresas y las naranjas flotando desde el tazón.

tensión. La sangre y las tripas no molestaban a los profesores de biología. Sin embargo, la parte de ser perseguida en la oscuridad sí la aterrorizaba. Así que cuando la siguiente mujer desafortunada se encontró siendo perseguida por callejones oscuros en la parte equivocada de la ciudad, Amanda se inclinó hacia Jacob hasta que su sien se apoyó en su hombro. Él se puso tenso, pero no la apartó. —Dios, ¿estas mujeres nunca llevan un maldito teléfono celular? —dijo Amanda. A la mujer en la pantalla que estaba entrando a un almacén abandonado, le gritó—. No entres ahí, idiota.

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Jacob sacó el tazón de fruta de entre sus caderas y lo puso sobre la mesa. Luego hizo una cosa totalmente desconcertante. Pasó un brazo alrededor de ella y la acunó contra su costado. Ahora el corazón de ella definitivamente le golpeteaba. La sangre corría a través de sus oídos, ahogando los gritos de la mujer en la película. ¿Película? ¿Qué película? La conciencia de Amanda se centraba exclusivamente en el duro cuerpo masculino presionado contra ella. No tuvo intención de voltear la cabeza y besarle el cuello, pero una vez que hubo cruzado la línea, no hubo vuelta atrás.

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Capítulo 5 Traducido por nanami27 Corregido por Clau12345

Cada terminación nerviosa del cuerpo de Shade ya estaba en sintonía con la mujer a su lado, así que cuando sus suaves labios rozaron su cuello, el último vestigio de autocontrol se quebró como una banda de goma tensada al límite. Había pensado que cubrirla con una gran camisa de franela sin forma mantendría bajo control a sus hormonas en ebullición, pero verla luciendo tan pequeña y femenina en su camisa había desatado una segunda batería de hormonas. La manta que había usado para ocultar sus sexy piernas desnudas no había ayudado a sofocar la lujuria en su ingle. ¿Y ahora? Ahora no había una maldita manera de que fuera capaz de pasar otro momento sin probarla. Cada centímetro de ella. No le importaba si estaba fuera de los límites… él estaba en llamas. Ella jadeó cuando él hábilmente la puso sobre su espalda y cubrió su tentador cuerpecito con el suyo. Él hundió las manos en su cabello y le echó la cabeza hacia atrás. Ella lo miró con sus suaves ojos verdes muy abiertos por la conmoción. —No deberías haber hecho eso, Amanda —dijo—. Solo tengo una cierta cantidad de autocontrol. —Reclamó su boca en un beso profundo y hambriento, sin saber si quería castigarla por ser irresistiblemente inalcanzable, o devorarla entera. Gimió cuando la boca de ella se abrió a la suya. Mierda, era incluso más dulce de lo que imaginaba. Él arrancó su boca de la de ella y besó y succionó su garganta. —Jacob —susurró ella sin aliento.

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La mayoría de las mujeres con las que se acostaba lo llamaban Shade porque pensaban que ése era su nombre. Oír su verdadero nombre lo hacía sentirse vulnerable y desequilibrado. Sin embargo, no hizo una maldita cosa para calmar su excitación. En todo caso, alimentó el infierno que ya ardía en su interior. Los dedos de él se enroscaron en la suave franela sobre los hombros de ella. Besarla no había sido suficiente, pero besuqueare, besuquearse era suficiente. Él podía parar allí. No

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llevarlo más lejos. Podía detenerse antes de destruir su preciada amistad con folladas sin sentido. Podía detenerse. Sus dedos buscaron a tientas los botones de la camisa. Sólo tenía que sentir sus suaves pechos contra sus palmas. Eso era todo. Sostendría sus exuberantes pechos en las manos por un momento y luego se detendría. Shade abrió la camiseta y apoyó el peso en sus codos para poder tomar sus pechos. La espalda de ella se arqueó, presionando los suaves globos más firmemente en sus manos. —Jacob —gimió. Oh, Dios. No podía permitirle que lo llamara por su nombre así de nuevo, o las endurecidas protuberancias de sus pezones que estaban quemando agujeros a través del sostén y en sus palmas tendrían que ser chupados, lamidos y mordisqueados. Él no iba a llevarlo tan lejos. Tenía que detenerse antes… Ella apartó la espalda del sofá y se desabrochó el sujetador. —Amanda —murmuró él. Había querido que sonara como una reprimenda, pero sonó como la caricia de un amante. Mierda. De acuerdo, masajearía sus pechos desnudos con las manos y luego no iría más allá. Empujó el sujetador flojo para liberar sus pechos. Oh Dios, eran perfectos. Los cubrió con las manos para que la vista de ellos no lo tentara a chuparlos por horas. Ocupó su boca con la de ella, aunque sus pulgares desobedientes insistían en acariciar los tensos capullos hasta que ella comenzó a retorcerse debajo de él, frotando su montículo contra lo que tenía que ser la erección más dura que jamás había experimentado. Las piernas de ella se abrieron, y él se hundió entre sus muslos. Podía sentir el calor fundido de su sexo y no pudo evitar frotar su polla contra su suave carne. Maldita sea. No puedes llevar esto más lejos, Silverton. Tienes que detenerte. Detente ahora. Detente antes de que vayas demasiado lejos. —Tómame, Jacob —gimió ella en su boca. Su mente decía no, no, no, pero su cuerpo ya se había rendido. Apartó su boca, poniendo fin a su beso caliente y apoyó su mejilla contra la de ella, tratando de recuperar el aliento. —No podemos hacer esto, Amanda.

—Porque… porque complicará las cosas.

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—¿Por qué no?

—No tiene por qué. Es sólo sexo. Eso era a lo que él estaba acostumbrado, sólo sexo. Sólo-sexo. Pero no con mujeres que le importaban, con la que disfrutaba fuera del dormitorio y de la que había estado inapropiadamente enamorado por años. No, nunca tendría sólo-sexo con alguien como Amanda. Sólo tenía sólo-sexo con mujeres como Veronica. Lo prefería así. Entonces, ¿por qué estaba tan excitado que esperaba hacer estallar su carga en su muslo en cualquier momento? —Jacob, por favor no me dejes así. Estoy a punto de explotar. Sí, conocía el sentimiento. De acuerdo, le daría su alivio al hacerla acabar y luego se detendría. Eso era factible. Seguro. —Tranquila —le susurró al oído—. Te tengo. Besó un sendero lento desde la oreja hasta su clavícula. Masajeó ambos pechos en tranquilos círculos, decidiendo que se permitiría el placer de probar sus pezones. Chuparlos. Estaban tan duros. En tanta necesidad de la atención adecuada. Y darles placer la ayudaría a alcanzar el orgasmo. Y entonces, por Dios, pondría un alto a esta locura. Cuando sus labios atrajeron un capullo apretado a su boca, ella se estremeció y se aferró a la parte posterior de su cabeza con ambas manos. —Jacob —susurró—. Sí. Al oír su nombre, su polla se sacudió y sintió la humedad de su líquido pre-seminal contra su muslo. Meció las caderas, frotándose contra los almohadones del sofá, porque sin importar cuánto quisiera hundir su polla palpitante en su calor húmedo, no iba a llevarlo tan lejos. Necesitaba hacerla acabar rápidamente para que pudiera ir a meneársela en el baño. No podía recordar la última vez que se había masturbado, pero estaba seguro de que recordaba cómo hacerlo. Él llevó una mano a su montículo y la frotó contra ella, masajeando suavemente su clítoris a través de la ropa interior de satén.

Tenía que dejar de decir su nombre de esa manera. Iba a perder todo el control. Su polla dolía, en protesta por su incómoda posición atrapada dentro de sus jeans. Él movió la mano para bajarse la bragueta. Suspiró de alivio cuando su polla se

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—¡Jacob!

liberó. Mucho mejor. Con su polla de una manera menos dolorosa y distractora, podía recuperar una apariencia de control. Todavía chupando su pezón, pasó la lengua por la carne sensibilizada en su boca y ella se estremeció. Amanda se aferró a su cuero cabelludo, con las yemas de sus dedos sosteniéndolo contra su pecho, mientras él movía las manos para bajar lentamente su ropa interior. Ella se zafó de ellas con entusiasmo y él levantó las caderas para que pudiera liberar la prenda de sus piernas. Rápidamente presionó su polla una vez más contra los cojines del sofá para no hacer algo realmente estúpido y embestir dentro de ella. Dios, podía oler el almizcle de su excitación, sentir el calor de su coño contra su vientre. Si se movía sólo treinta centímetros hacia arriba, podría sumergirse en ese calor acogedor. Y sumergirse en él una y otra vez. Más duro y más rápido. Mierda, tenía que dejar de pensar en el coño cálido y resbaladizo a su disposición. En lugar de hacer lo que su cuerpo exigía y sumergirse en ella, Shade bajó. Le dio un pellizco agudo a su pezón con los dientes antes de chupar un rastro de besos con la boca abierta por su vientre. Si no probaba su sexo pronto, simplemente podría volverse loco. O tal vez ya había perdido la maldita cordura. Amanda abrió las piernas para él, y él gimió ante la vista de su posición sumisa en la penumbra de la luz de la televisión. Extendió sus labios húmedos con dos dedos y luego frotó la lengua contra su clítoris hinchado. Ella gritó y sacudió las caderas mientras todo su cuerpo se tensaba con la liberación. —Oh Dios, Jacob. Voy a acabar. Voy a acabar. Está bien, la haría acabar. Se había prometido que se detendría después de que ella hubiera terminado, pero mierda, eso había sido tan rápido. ¿Qué, cinco segundos? Eso no contaba como un orgasmo real. La haría acabar de nuevo, con más fuerza esta vez, y luego se encargaría de sí mismo en el baño. —Tómame, Jacob —dijo ella, meciendo las caderas mientras espasmos involuntarios la sacudían—. Por favor. Tómame. Él deslizó dos dedos dentro de ella y su calor resbaladizo los envolvió, apretándose, tirando de ellos, tratando de llevarlos más profundo. Su polla palpitaba de envidia. Ella se relajó. Su respiración salía en jadeos trabajosos.

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—¿Tienes un condón? Si no, tengo en mi bolso.

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Él no respondió. No iba a llevar esto tan lejos. Besar. Besuquear. Chupar sus tetas. Meterle los dedos. Saborear sus jugos. Bien. ¿Meter su polla en ella hasta que estallara con una liberación tan necesaria? No iba a suceder. Usó los dedos en la forma que deseaba usar la polla, empujándolos en el túnel de seda con fuerza y rítmicamente. Succionó y lamió su clítoris al mismo tiempo, hasta que sus músculos se tensaron de nuevo y ella comenzó a mecerse contra su rostro. —Jacob —exclamó ella—. Oh Dios. Estoy cerca de nuevo. Tómame ahora. Por favor. Su polla estaba preparada y lista para bombear. Se movió a su costado, atrayéndola con él mientras se volvía. Continuó hasta ponerse de espaldas, levantándola y poniéndola encima de manera que estuvo de rodillas sobre su rostro. La posicionó de modo que pudiera succionar su clítoris y deslizar sus dedos dentro y fuera de ella sin tener que usar su otra mano para sostenerla, porque, maldita sea, necesitaba su otra mano en ese momento. Introdujo su crispante polla en el puño, envolviéndose flojamente con la mano y acariciando con el mismo ritmo que estaba usando en su coño dulce y resbaladizo. Se permitió fantasear que no estaba empujando en su mano, sino dentro del cuerpo de ella. Estaba bien pensar en ello, con tal de que no lo hiciera de verdad. ¿Cierto? Sí, estaba bien. Oh Dios, iba a acabar con tanta fuerza. Amanda. Amanda. Su coño se apretó alrededor de sus dedos y ella gritó desde algún lugar por encima de su cabeza mientras otro orgasmo estallaba a través de ella. Se acarició a sí mismo más rápido, queriendo unírsele, pero no estaba completamente listo aún. Arrancó su boca de su clítoris, tratando de recuperar el aliento, tratando de encontrar la liberación, dándose cuenta al mismo tiempo de que su mano no era sustituto para su apretado coño. Y entonces ella hizo algo que nunca esperó. Volvió su rostro hacia el extremo opuesto del sofá y le chupó la cabeza de la polla en su boca.

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Está bien. Estaba bien. Él le había dado placer oral. Ella podía hacer lo mismo por él y no sería una violación absoluta de su promesa a sí mismo de no tener sólo-sexo con ella. Oh Dios, su caliente boca tiraba de él a la perfección. Estaba tan excitado que no podía dejar de acariciarse a sí mismo con la mano, así que ella cubrió su mano con las suyas y lo bombeó con fuerza hasta que explotó, su semilla disparándose dentro de su boca mientras encontraba por fin la liberación. No podía ver lo que ella estaba haciendo por tener los ojos en blanco en la parte posterior de su cabeza, y su cabeza echada hacia atrás en éxtasis cegador, pero estaba muy

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seguro de que estaba tragando lo que tenían que ser cuarenta y cinco litros de semen bombeando fuera de él. —Oh Dios, Amanda —dijo, su voz un jadeo sin aliento—. Amanda.

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Cuando los palpitantes espasmos de placer disminuyeron por fin, él se relajó en el sofá con una exhalación de aire. La exuberante boca de Amanda liberó su polla y se volvió para acurrucarse junto a él en el gran sofá. Ella recostó la cabeza sobre su hombro y la mano sobre su vientre. Él no tenía la energía para poner cualquier distancia apropiada entre ellos. Ah mierda, estaba en problemas.

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Capítulo 6 Traducido por Vanehz Corregido por Vannia

Amanda necesitaba sacar los condones de su bolso, porque no iba a quedar satisfecha con un par de dedos después de poner sus ojos, manos y labios en el monstruo en los pantalones de Jacob. —Oh, mierda —dijo él—. No debería haber hecho eso. Amanda se tensó y luego levantó la cabeza para mirarlo. Él se negó a encontrar sus ojos. ¿Era hacer esas cosas con ella en el sofá tan incomodo? —¿No deberías haber hecho qué? —dijo ella, su voz teñida con la rabia que comenzaba a sentir. —No tenía intención de lanzarme sobre ti, Amanda, lo juro. Me disculpo. ¿Jacob “Shade” Silverton se estaba disculpando por un contacto sexual? ¿El mundo había acabado sin que ella lo supiera? ¿O realmente estaba disgustado porque fuera ella la que hubiera tenido dos orgasmos alucinantes bajo sus atenciones y no esa Lujuriosa Pechugona McGillicutty que indudablemente sabía qué hacer con un pene? —¿Por qué no te lanzarías sobre mí? —dijo ella, mentalmente maldiciendo el tono emocional en su voz—. ¿Me encuentras tan desagradable sexualmente? —¿Qué? No —dijo, y la apretó contra su costado—. Apenas puedo mantenerme a raya cuando estás en el mismo condado. Es sólo que… Me gustas, Amanda. No debería haberte tocado. —¿Te gusto, y entonces no deberías tocarme? Jacob, eso no tiene absolutamente el menor sentido. —No duermo con las mujeres que me gustan.

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—¿Por qué no?

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—Porque… Éste era un lado de él que ella nunca había visto antes, y no estaba segura de cómo manejar a este tipo. ¿El idiota engreído? Sí, lo entendía. Pero nunca había imaginado que había un corazón bajo la pompa y esplendor de Shade Silverton. Bueno, eso no era exactamente verdad. Había visto su corazón. Lo llevaba como un enorme blanco en el pecho cuando estaba con su niñita. Pero, ¿podría él cuidar de una mujer con el nivel de devoción que le mostraba a Julie? —¿Porque qué? —insistió. —Porque no quiero herir a una mujer que me gusta. No de la forma en que herí a Tina. Y lo haría. Destrozaría su corazón. No pude evitarlo. Soy esa clase de idiota. Ella rio entre dientes y se relajó contra él. —¿Qué tal si prometo que no me herirías, Jacob? Porque aun cuando tú también me gustas, nunca en un millón de años pensaría que una relación seria funcionaría contigo. Sólo quiero estar contigo. Divertirme contigo. —¿Tener sexo conmigo? —Sí, eso también. —¿Estás segura? —¿Por qué no lo estaría? Es sólo sexo. No tiene que significar nada. Su cuerpo tenso se relajó. —Sólo sexo. —Sí, nada más. —Bien, entonces estamos exactamente en la misma página. —Mejor dejas de actuar todo cuidadoso y sensible. No quieres que me enamore de ti, ¿o sí? —No —dijo él rápidamente—. Ésa sería una mala idea. —Concuerdo. —¿Estás segura de que sólo-sexo no herirá tus sentimientos?

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—Segura.

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—Todo bien, entonces. —Se sentó y se sacó la camiseta por la cabeza—. Entonces esta ropa necesita irse. Oh Dios, el hombre era un genio. Sin mencionar hermoso. Luego se arrancó los pantalones y se acomodó en el sofá con ella metida a su lado. Deslizó la camisa prestada de los hombros de ella. —No necesitarás esto por el resto de la noche. —¿Y si tengo frío? —dijo ella con una sonrisa. —No es una opción. Ella se sacó el resto de la ropa y se acurrucó contra él con su brazo alrededor de ella. Con la mano libre, él tomó el tazón de frutas, lo puso en su estómago esculpido y comenzó a alimentarla con bocados. Ella permitió que su mano vagara por su cuerpo, preguntándose si estaba soñando, o si realmente estaba desnuda en los brazos de Jacob Silverton, supuestamente mirando una película y haciendo su mejor esfuerzo para hacer que esa magnífica polla suya se elevara otra vez. Cuando tomó el coraje suficiente para pasar la punta de un dedo por el largo de su lánguida polla, él dijo. —Estoy tratando de mirar una película aquí. Ella sonrió cuando recibió la respuesta apropiada de su quinto miembro y éste comenzó a endurecerse y ensancharse. —Oh, lo siento —dijo—. ¿Te molesto? —Estás siendo un poco distractora, Srta. Lange. —¿Sólo un poco? —Envolvió su mano alrededor de su longitud que se ensanchaba—. Esto luce bastante grande desde mi perspectiva. Él rio entre dientes, alisó su cabello y la besó en la cabeza. —Tenemos toda la noche para eso. Quiero decir, si quieres quedarte. Mierda que sí, quería quedarse. —¿Me estás invitando?

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—Ya establecimos que no puedes captar las indirectas.

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Ella apartó la mirada de la belleza que era su ahora completamente erecta polla y dobló la cabeza para mirarlo a los ojos. —¿Bien? —¿Pasarás la noche conmigo, Amanda? —Eso depende —dijo ella. Él frunció el ceño. —¿De qué? Ella le sonrió. —De cuantas erecciones puedas tener en una noche. Él devolvió la sonrisa. —¿Una no será suficiente? Le llevaría años satisfacer todas las fantasías que había tenido con él. —No para lo que tengo en mente. —¿Y asumo que se supone que tengo que averiguar qué tienes en mente mediante el ensayo y error? Y estaba segura de que él iba a atender las fantasías que ella nunca había soñado. —Normalmente no me gusta que la gente ponga ideas en mi cabeza, pero eso suena como un plan. —Tres. Supuso que podía vivir con eso. —Supongo que me quedaré. Él besó su frente con ternura.

Supuso que era verdad, pero lo había deseado por tantos años, que ahora que estaba literalmente en sus garras, no quería malgastar el tiempo. Quizás si pensara que tendrían algo más que una noche juntos, no se sentiría tan desesperada por pasar todo el tiempo con él entre sus muslos.

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—Entonces puedes relajarte. No necesitas apresurarte.

Jacob masticó la fruta y miró las aventuras de un asesino psicópata en serie mientras Amanda gentilmente masajeaba la longitud de su polla. Se sorprendió cuando el continuó endureciéndose bajo su contacto persistente. Había asumido incorrectamente que estaba tan duro como podía. Su piel era tan suave. Venas tensas marcaban tortuosos patrones justo bajo la superficie. Hubiera creído que él estaba mayormente poco afectado por su contacto si no fuera por los pequeños golpes en su respiración cada vez que descubría nuevas formas de tocarlo. Cuando ella encerró la cabeza de su polla en un puño relajado y lo acarició rápidamente, su vientre se apretó y su respiración quedó atascada en su garganta. Ella miró hacia arriba a su rostro y encontró sus ojos cerrados, los labios separados, su expresión tensa. Santo Dios, nunca había visto a un hombre más sexy en su vida. El coño de Amanda se hinchó y se humedeció instantáneamente y comenzó a palpitar en protesta por su negligencia. Él inhaló repentina y profundamente y forzó sus ojos a abrirse. La mirada depredadora en esos ojos hizo temblar su vientre. Él puso el tazón de fruta sobre el piso y luego, en un movimiento repentino, la volteó sobre su espalda y cubrió su cuerpo con el suyo. —De acuerdo, Amanda. Lo entiendo. A diferencia de ti, yo puedo captar una indirecta. Ella le sonrió. —¿Oh? ¿Y qué indirecta era? —Que quieres ser follada sin sentido. —Quizás —dijo—. O quizás sólo me gusta la sensación de tu polla en mi mano. Descendió sobre ella. Vientre contra vientre, pecho contra pecho. Su duro cuerpo la hizo sentir suave, femenina. Los gruesos vellos de sus piernas hacían que las suyas se sintieran lisas, sensuales. La piel de él se sentía fresca donde la tocaba. Probablemente porque ella estaba en llamas.

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—Creo que preferirías la sensación de mi polla enterrada profundamente dentro de ti —le susurró él al oído. Le mordisqueó el lóbulo de la oreja y luego dejó caer suaves y succionantes besos a lo largo de un costado de su cuello. Ella gimió y envolvió su cuerpo con los brazos, abriendo las manos sobre su espala baja. Las

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manos de él descansaron a cada lado de su caja torácica, cada pulgar acariciando la curva externa de un pecho. La sangre corría a través de su cuerpo mientras su corazón palpitaba cada vez más y más rápido. Su carne se calentó. Quería que cada centímetro del cuerpo de él conociera cada centímetro del suyo. La boca de él se movió hacia el otro lado de su cuello, arrancando un gemido de tormento desde la parte trasera de su garganta. Sólo esa cantidad de contacto hizo que sus pezones se endurecieran contra su pecho musculoso y que su centro doliera y se calentara como lava fundida. Abrió las piernas, abriéndose para él, queriendo justo lo que él acababa de decir que ella buscaba: la sensación de su polla enterrada profundamente dentro de ella. —Jacob —susurró—. Estoy lista para ti. —Eso está bien —murmuró él, deslizándose hacia abajo. Arrastró su boca sobre cada centímetro de sus hombros, sus clavículas y la depresión entre ellas donde su pulso corría fuera de control. Bajo sus besos, su carne volvía a la vida, cada terminación nerviosa en sintonía con el placer y la necesidad. Los pulgares que aún acariciaban los lados de sus pechos estaban comenzando a volverla loca. Necesitaba esas rítmicas caricias contra sus pezones palpitantes, no los menos sensibles costados de sus pechos. Jacob se movió hacia abajo para frotar sus sensuales labios succionantes contra la parte alta de sus pechos. Sus pulgares se acercaron a los pezones, todavía acariciando hacia atrás y adelante, todavía haciéndola extremadamente consciente de cuán duros estaban sus pezones. Probablemente podría cortar diamantes con esas cosas. —Jacob, por favor. —¿Por favor, qué? —dijo él contra su esternón. —Mis pezones. —Son hermosos —dijo.

Todavía sosteniendo sus pechos juntos, ahora masajeando justo bajo sus pezones tirantes con ambos pulgares, Jacob movió su boca a su vientre. Ella gimió en protesta.

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Las manos de él se movieron bajo sus pechos, levantándolos, presionándolos juntos. Sus pulgares acariciaron las curvas interiores e inferiores de sus montículos demasiado sensibilizados, y su lengua se metió y salió de entre ellos. Imposiblemente, sus pezones se pusieron incluso más duros. Su útero se apretó. Oh Dios, si él tan sólo frotaba un pico en ese momento, explotaría.

—Por favor, Jacob. —¿Por favor, qué? —Mis pezones están volviéndome loca. —Eso está bien. —Él frotó los labios sobre cada centímetro de su estómago entre sus costillas y su ombligo. Cuando él comenzó a mordisquear justo debajo de su ombligo, ella gimió. Los dedos de ella se enterraron en el cuero cabelludo de él, y presionó hacia abajo. Baja, Jacob. Abajo. Los pulgares de él rozaron los picos de ambos pechos y su espalda se arqueó. Trató de tirar de su cabeza hacia arriba. Sube, Jacob. Arriba. Arriba o abajo, no le importaba, siempre que dejara de enloquecerla con necesidad y que le diera a sus adoloridas y palpitantes partes algo de alivio. Él continuó bajando, y sus manos se deslizaron de su cabeza. Ella se aferró a los cojines del sofá para evitar tirar desesperadamente de sus pezones. Jacob le abrió las piernas ampliamente y le succionó el interior de los muslos. Comenzó a delirar, sus caderas moviéndose involuntariamente, su cabeza lanzándose hacia atrás y adelante, un fluido constante de gemidos y jadeos saliendo de sus labios. La lengua de Jacob trazó caóticos patrones a centímetros de su inflamado coño. Dulce, tortuosa agonía. Nunca había necesitado tan desesperadamente ser follada en su vida. Su lengua rozó su clítoris. Ella se sacudió, su culo elevándose del sofá para colocarse para una fácil penetración. Él lamió el centro de su abertura empapada. Un largo y continuo roce de su lengua. Oh Dios, finalmente, sí. Amanda tembló con fuerza, buscando el orgasmo, tan, tan cerca. Si él simplemente… su boca se movió al área depilada de su montículo, justo al lado de la estrecha franja de vello en el medio. Él succionó y mordisqueó cada lado, atrayendo su atención al húmedo y dolorido centro de su cuerpo. —Jacob, por favor. —¿Tus pezones aún te vuelven loca? —No, sí. Por favor, sólo… Su lengua rozó su clítoris, y su coño se apretó fuertemente. —Sí, eso. No pares.

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—Oh. Creí que estabas lista para mí.

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Ella pudo oír la broma en su voz y quiso abofetearlo de frustración. Desafortunadamente, su mente parecía incapaz de controlar su cuerpo en ese momento. —Seguiré adelante, entonces —dijo él. Jacob succionó uno de sus labios exteriores en su boca. Dándole placer con mordiscos y lamidas y succiones hasta que el coño de Amanda estuvo contrayéndose rítmicamente con la promesa de un orgasmo que simplemente no venía. La mano de Jacob se alejó de su pecho; ella oyó el deslizar de un cajón de madera. Sus dos manos estaban fuera de ella ahora. El crujido de una envoltura alcanzó sus oídos. Él apartó la boca para tomar aire entre los dientes. —Mierda, estoy duro para ti. Se movió hacia adelante en el sofá, colocando las caderas entre las piernas de ella. Su rodilla se deslizó debajo de un lado de su culo, levantándola en ángulo. Tenía el otro pie en el piso buscando equilibrio. Fascinada, ella lo miró mientras él tomaba su polla en una mano, abría su coño ampliamente con la otra y luego se deslizaba dentro de ella. Ella explotó instantáneamente, su cuerpo sacudiéndose con duros espasmos de vertiginosa liberación. Gritó su nombre, las manos estirándose hacia él desesperadamente pero incapaces de encontrarlo. —Realmente estabas lista para mí —dijo él, sacando la pierna de debajo de ella para poder embestir en ella más fácilmente. Todas las cosas que él le había negado antes, se las dio. Se inclinó sobre ella para succionar sus pezones, la llenó profundamente, frotó contra su clítoris con cada profunda embestida. Ella sollozó mientras su cuerpo peleaba para encontrar una segunda liberación. Una no había sido suficiente para romper toda la tensión que él había creado en su cuerpo.

Se levantó y se echó hacia atrás, sus pelotas chocando contra su culo con cada profunda embestida. Movió su mano a su clítoris y lo golpeteó con dos dedos, antes de frotarlo en círculos profundos y masajeantes y luego golpeteando una vez más. Estaba tocando su cuerpo como un instrumento, y sabía exactamente cómo sacar el mejor sonido de ella. Cuando ella una vez más alcanzó su pico, él apretó su pezón con un duro tirón, sumando a las duras y rítmicas pulsaciones que aferraban su útero, haciendo que su coño apretara su palpitante polla como si tratara de

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—Shh —susurró Jacob. Su lengua lamió un pezón—. No te dejaré así.

succionarlo hasta dejarlo seco. El placer, a diferencia de cualquier otra cosa en su experiencia, la desgarró. —Mierda sí, Jacob. ¡Sí! —Eso es, Amanda. Acaba con fuerza. Acaba con tanta maldita fuerza. Ella no tuvo más elección que obedecer y cuando su cuerpo decidió que había sido suficiente, colapsó en una masa temblorosa de carne sin huesos sobre el sofá. —Santo Dios, santo Dios —dijo entre jadeos. Su cuerpo, cada parte, temblaba. Trató de abrir los ojos para mirar al hombre responsable de su éxtasis absoluto, pero no podía hacer que sus párpados funcionaran apropiadamente. No había sabido que fuera posible acabar con tanta fuerza. Él salió de ella y se sentó en el lado opuesto al final del sofá. ¿Qué? —¿No vas a terminar? —dijo ella. Su voz sonaba arrastrada, como si hubiera bebido demasiadas margaritas. —Creo que estoy listo para sumergirme en el jacuzzi. ¿Te importaría unirte? —¿El orgasmo de un cerdo dura treinta minutos? —Estaba bastante segura de que él había superado eso. Él frunció el ceño. —Uhm, ¿sí? Ella sonrió.

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—Sí.

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Capítulo 7 Traducido por flochi Corregido por Simoriah

¿Cómo había sucedido esto? Shade estaba sentado en el agua vaporosa de su jacuzzi, su encantada polla enterrada profundamente en el calor de Amanda. Enfrentándolo, el cuerpo agotado de ella descansaba contra su pecho, la cabeza contra su hombro. Él todavía no había acabado; no por falta de placer. Shade todavía no estaba listo para que esto terminara, así que disfrutó al retrasar su placer. Eso significaba que tenía la oportunidad de disfrutar estar dentro de Amanda por mucho más tiempo. Pero estaba comenzando a preocuparse de que ella fuera a entrar en coma. Había estado montándolo con la determinación de un caballo de carreras en segundo lugar por más de quince minutos. —¿Por qué aún no has acabado? —susurró ella—. Ya no puedo moverme. —Siempre es así para mí. Mi primer orgasmo llega con facilidad. El siguiente demora una eternidad. Es por eso que estaba intentando terminar de ver esa película. Pensé que necesitarías conservar tu energía. —Bueno, me alegra haber interrumpido tus planes. —Él no podía verle el rostro, pero pudo oír la sonrisa en su voz—. Dios, me hiciste acabar con tanta fuerza. —No hay necesidad de llamarme Dios —bromeó. Sacó una mano del agua para acariciarle el cabello, el cual estaba húmedo en las puntas y se adhería a sus hombros desnudos. —Mi cuerpo no está de acuerdo. —No te desgastes. Relájate por un minuto. —Le besó la cabeza, confundido por los tiernos sentimientos que ella le evocaba. No era que nunca hubiera tenido sentimientos por una mujer. Sólo que la ternura generalmente no era una de ellos.

—Sí. En San Antonio.

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—¿No tienes un concierto mañana por la noche? —preguntó ella.

—Entonces eres tú el que tiene que conservar la energía. —No requiere mucha energía… ¿qué fue lo que dijiste que hacía? Pavonearme sobre el escenario por una hora. Ella rio. —Solamente te estaba molestando. Él movió las caderas para entrar más profundo en su sedoso calor. —Y ahora yo te estoy molestando. Ella rio otra vez y lo abrazó. —Puede molestarme todo lo que quiera, Sr. Silverton. —Entonces es bueno que tengas los veranos libres. Ella se apartó para mirarlo con los ojos abiertos de par en par, y él se dio cuenta de que se había permitido sentirse demasiado cómodo. Luego de esta noche no se metería con ella para nada. ¿Por qué había mencionado el verano? —Uh… —¿Cómo demonios iba encubrir ese desliz? Ella se desplomó contra él. —No es agradable bromear con cosas como esas, Sr. Silverton. Mi vagina acaba de encontrar una nueva mejor amiga. No le des falsas esperanzas de que va a poder pasar todo el verano con él cuando sabes perfectamente bien que estará sola. Shade rio entre dientes y le dio un apretón. Lo había librado de culpa con tanta facilidad, lo cual él apreció, pero parte de él quería que ella le exigiera pasar todo el verano con ella incluso si se guardaba la vagina sólo para sí. —Nunca he conocido una mujer como tú, Amanda Lange. —No lo creo. Estoy segura de que muchas vaginas consideran a tu polla su mejor amiga. —Quizás, pero no harían chistes cursis al respecto.

—Ésta no es una buena charla de almohada, ¿verdad? Muy poco sexy. Lo lamento.

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Ella se movió hacia atrás para sentarse sobre los muslos de él y lo miró a los ojos.

—No hay ninguna almohada a la vista —dijo él—. E incluso si no fueras la mujer más sexy que jamás ha estado en mi jacuzzi, aun así disfrutaría de tu compañía. —Pooooor favor —dijo ella, poniendo los ojos en blanco—. Vi a la mujer que te estaba esperando cuando llegamos. Era hermosa. Y tenía unas tetas enormes. — Amanda sostuvo ambas manos frente a su pecho, aproximadamente del tamaño doble D de Verónica. Él le tomó el trasero con ambas manos y la bajó sobre su polla. —Y sin embargo tú estás aquí, y ella no. —Lo que me hace pensar que para ti se trata de la conquista. Él rio hasta que estuvo pestañeando para apartar las lágrimas de sus ojos y resistiendo la punzada en su costado. —Si yo soy el perseguido, entonces supongo que ése es el caso. Él no tenía que perseguir a las mujeres, ellas siempre lo perseguían a él. Y no le importaba en lo más mínimo. —Quizás debería haber representado un mayor desafío y haberme hecho la difícil. Considerando que en ese momento estaba sentada desnuda en un jacuzzi con él, empalada por su polla, era demasiado tarde para eso. Y él no necesitaba el juego, pero tenía que admitir que la había deseado por tanto tiempo que tenerla era mucho más emocionante que sus habituales ligues. Shade se movió hacia adelante para poder robarle un beso. —Te esperé por bastante tiempo. —¿Cinco minutos? ¿O fueron diez? Debe ser un nuevo récord para ti. ¿Preferirías una medalla o un trofeo por tu logro… la Seducción más Larga de Jacob? Él rio entre dientes nuevamente. —Deja de hacerme reír tanto. Voy a tener dolor de estómago.

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—Si tuviera la fuerza, me encontraría ocupada, pero mis piernas se niegan a moverse. Mi boca parece funcionar bien, sin embargo. Si tuviera branquias, podría darte una mamada.

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Si ella no se ponía seria, él iba a reír hasta que le doliera algo. Momento de tomar el asunto en sus propias manos. La envolvió con sus brazos y rodó para que ella fuera quien estuviera sentada y él estuviera entre sus piernas, arrodillado en el suelo del jacuzzi. —Sí te esperé por mucho tiempo —dijo, comenzando a empujar y a retirarse lentamente de su cuerpo—. Te he deseado desde la primera vez que me hiciste lanzar té helado por la nariz. Ella le lanzó una mirada que ponía en dudas su tontería: ojos mirando hacia el cielo, labios fruncidos, cabeza sacudiéndose. —Como sea. Lo último que tenías en mente esa noche era yo. Tina no estaba demasiado feliz contigo porque le lanzaste té sobre su vestido de novia. Pasaste la siguiente hora prometiéndole que la compensarías en la luna de miel. —Eso es porque ella carece de lo que tú tienes. Amanda lo miró perpleja. Sus cejas se fruncieron como si estuviera intentando resolver un problema complejo. Shade se había casado con la que la mayoría de la gente consideraba la hermana más bonita, más a la moda, la hermana trofeo. Tina lucía bien, no podía negarlo, pero tenía la personalidad de un cactus. —¿Un trabajo? —dijo finalmente Amanda. Él rio entre dientes. Sentía los derechos de Tina en su billetera cada mes. —Bueno, está eso. Pero me refería al sentido del humor. —Oh. —Ella levantó una ceja cautelosa—. Sí, eso tiene a los sujetos derribando mi puerta. Él se imaginó que era así. Quería derribar su puerta. Dado que no podía decírselo, tendría que demostrárselo con atención física.

Sabía que Amanda estaba exhausta, así que intentó apresurarse. Observando su expresión gozosa mientras sus caderas bombeando en ella la llevaban más y más

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Shade la tomó lentamente, perdido en sus bonitos ojos verdes mientras ella lo recibía. Y no sólo con su cuerpo. Aceptó todo de él. Incluso las partes que él intentaba ocultar. Las partes que no compartía con nadie mientras follaba. Probablemente debería ser más cuidadoso, no quería que ninguno tuviera una idea equivocada, pero por unos cuantos momentos, se permitió sentir más que su cuerpo. Se permitió sentirla a un nivel mucho más profundo.

cerca del orgasmo ayudada por su propia búsqueda de liberación. Las manos de ella recorrieron su espalda, pecho, hombros y brazos como si estuviera aprendiéndose su cuerpo de memoria. Cuando le apretó el culo con ambas manos, urgiéndolo a tomarla con más rapidez, él cumplió, permitiéndole manejar el ritmo. No podía apartar la vista de sus ojos a la vez que la urgencia lo abrumaba y buscaba la liberación con embistes rápidos y poco profundos. El ángulo de las caderas de ella estimulaba la cabeza de su polla dentro de ella con tanta perfección que no pudo concentrarse en otra cosa que no fuera en acabar. Acabar dentro de ella mientras se miraban fijamente. Su orgasmo lo tomó por sorpresa. Intentó empujar profundamente y permanecer quito para poder recuperar el control, pero era demasiado tarde. Duros espasmos de placer pulsaron a través de la base de su polla, llevándolo más allá del borde de la contención. Apretó las caderas contra ella, esperando que se uniera a su gozo. Había estado tan envuelto en su mirada que había ignorado su cuerpo. Se frotó contra ella una vez más, sin estar seguro de que siquiera estuviera estimulando su clítoris. Vamos, nena. Déjate ir, ahora. Como si hubiera oído su instrucción, su espalda se arqueó, golpeando su vientre contra el de él mientras gritaba. Por un segundo pensó que estaba fingiendo un orgasmo, lo cual era el insulto más grande que podía hacerle, pero sintió su coño apretarse alrededor de él con duros espasmos, prologando su orgasmo mientras ella tomaba el suyo. Agotado y contento, Shade se derrumbó contra la parte trasera del jacuzzi, todavía respirando con fuerza. Se sacó el condón de la polla y lo lanzó por encima del costado del jacuzzi. Luego de un momento, divisó el vino en el hielo derretido del balde de poliestireno y tomó la botella para beber un trago. Amanda estaba desplomada contra el costado del jacuzzi, apenas manteniendo la cabeza por encima del agua agitada. —¿Estás bien? —preguntó él. —Caliente. —Está bastante caliente aquí —coincidió.

Él extendió la mano y tiró de ella alrededor del asiento resbaladizo hasta que estuvo junto a él. Bien podría ser que sólo pudieran tener esta intimidad por una noche, así que iba a aprovechar al máximo el tiempo que estuvieran juntos desnudos.

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—Tú. Tú eres caliente.

—Bebe un poco de vino. Su brazo temblaba cuando se estiró para tomar la botella. —¿Segura de que estás bien? —preguntó él—. Estás temblando. —Sólo exhausta. Debería haber comenzado a entrenar para esto hace meses. Él rio entre dientes y la ayudó a levantar la botella hasta sus labios. Ella bebió un largo trago antes de apartar la botella y desplomarse contra la parte trasera del jacuzzi con los ojos cerrados. Él puso el vino en la plataforma detrás del jacuzzi y la envolvió con un brazo. Sus labios rozaron su frente. —¿Quieres tomar una pequeña siesta? —Mmm hmm —murmuró ella, recostándose contra él. —Necesitas recobrar algo de fuerza. Duro incluso más la tercera vez. Sus ojos se abrieron de golpe. —¿Tercera vez? Y ella había actuado como si tres erecciones no fueran suficientes para ella. Él sonrió. —La noche es joven. Podría ser capaz de llegar a cuatro si tienes suerte. —Santo Dios. Si no disfrutara completamente de cada minuto contigo, pondría mi coño en huelga. Él rio. La mayoría de las mujeres no podían seguirle el paso a su libido, pero eso no significaba que fuera a tomárselo con calma con ella. Era suya por esa noche. La noche entera. Amanda estuvo callada por tanto tiempo que él pensó que se había quedado dormida. —¿Cómo se les ocurrió a la banda el nombre Sole Regret? —preguntó—. ¿Hay algún significado detrás de eso?

—Sí, pero es un secreto. Todos prometimos llevárnoslo a la tumba.

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Él se preguntó de dónde había venido esa pregunta.

—Suena extremo. Él sonrió ante los recuerdos de lo apasionados que habían sido una vez. —Éramos jóvenes. Todo era extremo. —¿A ti se te ocurrió el nombre? —Fue Kellen, en realidad. Estaba pasando por uno de sus momentos filosóficos. Dijo que había solamente una cosa en su vida que lamentaba de verdad, todo el resto de la mierda era secundaria. —Su único pesar.5 —Exactamente. Todos habíamos bebido demasiadas cervezas esa noche. Cada uno de nosotros compartió su pesar más grande y luego hicimos un pacto de nunca contárselos a nadie. Llamamos a la banda Sole Regret para recordarnos esa promesa. —Entonces, ¿cuál es tu único pesar, Jacob? —No voy a decirlo. —¿Por qué no? Puedo guardar un secreto. —Porque es personal. —¿Más personal que el sexo? Él asintió. —Mucho más personal que el sexo. —¿Tiene algo que ver con tu divorcio? —No, sucedió antes de que siquiera conociera a tu hermana. —Tenías como veintidós años cuando la conociste. Así que debe ser algo que te sucedió en la secundaria. Él tenía la sensación de que ella no cedería hasta que lo descubriera. —Dije que no lo diré.

5

N. de T.: traducción del nombre de la banda, Sole Regret.

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—¿Golpeaste a alguien? ¿Robaste algo? ¿Pasaste tiempo en el reclusorio juvenil?

—¿Qué? —dijo—. No. ¿Por qué piensas que fue algo malo? Ella se encogió de hombros. —Porque no me lo dices. Me hace asumir lo peor. Él respiró profundo. —Lamento no haber terminado la secundaria —dijo—. Eso es todo. Ni siquiera es un secreto. La mayoría de la gente no se da cuenta de lo mucho que lamento haberla abandonado. —No estaba seguro de por qué le había contado. Probablemente porque la verdad era mucho menos criminal que lo que ella estaba imaginando. —Entonces termínala. Él había esperado desprecio o lástima, no una solución. —Estoy demasiado viejo para terminar. —Estás bromeando, ¿cierto? Podrías conseguir tu certificado. Eres lo suficientemente inteligente. Probablemente sólo necesites un curso de actualización. —No soy lo bastante inteligente. Estaba reprobando la escuela secundaria. Por eso abandoné. Iba a tener que repetir el último año entero, y en ese momento, abandonar parecía mejor que fallar. Ella se movió en el agua para poder mirarlo a los ojos. —Eres lo suficientemente inteligente. Perdido sin sus gafas, miró fijamente por encima de la cabeza de ella. —No. —Jacob, soy profesora; sé de qué estoy hablando. Eres lo suficientemente inteligente. Él conocía sus limitaciones personales. El que ella insistiera en cosas que no eran verdad sólo lograba enfurecerlo. Había terminado con esta charla.

—Una de mis mejores amigas enseña un curso acelerado de preparación para el diploma —insistió—. Deberías tomarlo. Realmente es una estupenda maestra.

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—No.

—No voy a tomarlo, Amanda, no me voy a molestar en hacer una prueba que sé que fallaré. Déjalo. —No deberías ir por la vida con remordimientos, Jacob. Especialmente no aquellos que puedes arreglar. —Amanda. —La miró de manera severa, y ella la igualó con una mirada mortal que indudablemente hacía que el estudiante más rebelde prestara atención y obedeciera. —Sólo piénsalo —le dijo—. Si decides que quieres intentarlo, conseguiré inscribirte en la clase de Leah. Por lo general tiene lista de espera, pero estoy segura de que te haría entrar si se lo pido como favor. —¿Por qué te importa tanto? ¿Estás avergonzada de ser follada por un desertor de la escuela secundaria? —Su hermana ciertamente lo utilizaba en su contra. —No me importa en lo más mínimo. Obviamente lo haces bien tú sólo. Estoy siendo una perra metiche e insistente porque es importante para ti. —No eres una perra —dijo. Se había encontrado con muchas en sus viajes. —Sólo metiche e insistente. Ella lo miró expectante y si él hubiera estado usando sus gafas o si ella hubiera sido menos perceptiva, podría haber tenido una oportunidad de engañarla haciéndole creer que todo esto le importaba una mierda. Odiaba que le dijeran qué hacer más que nada, pero tenía que admitir que su idea era buena. No sabía por qué no había pensado en eso hace años. Conseguir su diploma le daría a Tina menos munición para utilizar en su contra y tal vez dejaría de recordarle a Julie que él era estúpido. —Si digo que lo pensaré, ¿me dejarás en paz? Ella sonrió. —Llamaré a Leah mañana. —No dije que lo vaya a hacer con certeza.

Él le apretó un brazo con una mano y luego suavemente fue acariciando hacia arriba y abajo mientras su mente le daba vueltas a las posibilidades. Abandonar la

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—Por si acaso. —Lo besó y luego se movió para apoyarse contra él con su cabeza sobre su hombre nuevamente.

escuela secundaria era su único pesar, y no necesitaba su diploma para ganarse la vida, pero lo quería. Un pedazo de papel podría probar que no era tan estúpido como todos pensaban. No tenía tiempo de estudiar mientras estaban de gira pero quizás en unos cuantos meses cuando la banda se tomara un descanso, podría meter un curso de actualización en su agenda. Sole Regret estaría en el estudio editando un nuevo álbum en otoño, pero durante el próximo invierno podría encontrar el tiempo. Esperaba que esta mujer Leah fuera paciente y que hiciera milagros porque sería necesarios los dos para hacer que el cerebro metido dentro en su duro cráneo retuviera información. Nunca había sido bueno en las cosas de la escuela. Durante años apenas había pasado. Sus maestros le habían tenido lástima y lo habían dejado pasar a través del sistema un frustrante año a la vez. Se preguntó qué clase de profesora era Amanda. Imaginó que su clase sería un reto y muy divertida. Incluso así, él no la habría aprobado. Especialmente porque habría pasado todo el período fantaseando con su atractivo cuerpo. —¿Te gusta ser profesora? —preguntó. —Sí, me gusta. Bueno, me gusta casi todo. Me gustan los estudiantes y encontrar nuevas maneras de emocionarlos por la ciencia, pero toda esa mierda administrativa se vuelve agotadora. —Tuve unos cuantos enamoramientos con mis profesoras. —Él sonrió. —¿Por qué es eso? ¿Le gustan las mujeres con autoridad, Sr. Silverton? —No. Me gustan los grandes cerebros. —La besó en la cabeza—. Sexy. —Oh, ¿en serio? Pensé que te gustaban las tetas grandes. —Oye, puede gustarme más de una parte a la vez. Ella rio. —También puedes complacer más de una parte a la vez. —Un hombre tiene que llamar la atención hacia sus talentos. —Definitivamente tienes mi atención.

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—Oh, bueno —dijo una profunda voz desde las sombras junto a la casa—. Tienes compañía. Tengo que preguntarle algo.

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Capítulo 8 Traducido por Nanami27 Corregido por Nanis

Ante el sonido de la voz de un hombre, Amanda se enderezó con un chapoteo. Se quedó sin aliento cuando el aire frío golpeó sus pechos desnudos, y se hundió profundamente bajo el agua humeante para ocultarse. —Podrías llamar antes de pasar —dijo Jacob—. Tengo mejores cosas que hacer que pasar el rato contigo en mi noche libre. El baterista de la banda de Shade, Gabe, dio un paso hacia la tenue luz emitida por varias luces solares. Amanda no había notado cuán oscuro Jacob mantenía el área alrededor de su jacuzzi hasta que su huésped no invitado entró ahí furtivamente. Estaba segura de que la mala iluminación era intencional. Probablemente evitaba que los vecinos vieran lo que Jacob hacía en su patio trasero. —A mí me parece un intermedio —dijo Gabe. Gabe era alto y delgado, con un mohawk rojo y negro que hubiera hecho que fuera expulsado de la clase de Amanda por ser perjudicial para el proceso educativo. No lo conocía muy bien, solo lo había visto un par de veces cuando Jacob había sido anfitrión de fiestas lo suficientemente calmadas para la familia extendida; que una vez la había incluido. Su banda se había comportado sorprendentemente bien. La madre de Amanda había disfrutado especialmente al bajista, Owen, que podía ser muy encantador. Eso había sido antes de que Jacob y Tina se separaran, por supuesto. Cada vez que Amanda se había encontrado con Gabe en el pasado, él había usado una gorra de béisbol sobre su cabello, pero esta noche lo había alzado. Se acercó al jacuzzi y se sentó en el borde, sacándose un par de sandalias y metiendo los pies en el agua. Estaba usando un par de pantalones cortos, así que hundió las piernas en el agua hasta la rodilla.

—Necesitas perderte —dijo Jacob.

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—Necesito uno de estos —dijo él.

—Tú sabes mucho de mujeres —le dijo Gabe a Jacob. Su mirada cayó sobre Amanda, que estaba usando el brazo de Jacob para ocultar tanto de su cuerpo como fuera posible. La mandíbula de Gabe cayó y la señaló con el dedo—. Espera. ¿No eres la hermana de Tina? —No la viste —dijo Jacob en voz baja. —Mierda, Jacob —dijo Gabe, su cabeza girando en la dirección de Jacob—. ¿Eres un completo idiota? —No es de tu incumbencia. —Él frunció el ceño—. Y no me llames idiota. Los dedos de Amanda se cerraron en el vientre de él, y le dio un abrazo débil. Estaba demasiado exhausta y relajada para darle el apoyo adecuado. Odiaba que él creyera que era estúpido y se preguntaba cuánta gente lo había hecho sentir así a lo largo de su vida para que fuera tan sensible al respecto. Especialmente porque ella sabía que no era cierto. Gabe se pasó un dedo por el margen del cabello. —Vine aquí para pedirte un consejo sobre una mujer, pero creo que iré a preguntarle a unos de los roadies. Tú, obviamente, no tienes una pizca de sentido común cuando se trata de mujeres. Con el interés despertado, Amanda se enderezó. ―¿Qué tipo de consejo sobre una mujer? Gabe miró el agua y luego levantó la mirada para encontrarse con la de ella. Él tenía los ojos verdes más impresionante que jamás había conocido. Quizás era el contraste de los tatuajes negros y rojos en su cuero cabelludo y su mohawk igualmente brillante lo que hacía que sus ojos parecieran tan verdes, pero fue absorbida en su mirada y no pudo apartarse. —Quizás sería mejor pedirle consejo a una mujer en lugar de a un tipo —dijo él— . Estoy saliendo con esta mujer de Wichita. —Con salir, quiere decir que tuvo una aventura de una noche con ella. —Jacob se rio entre dientes.

—¿Sexo? —dejó escapar ella. Porque eso es lo que ella buscaba.

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—Vete a la mierda —dijo Gabe—. Por eso es que ninguno de nosotros sale con alguien regularmente —le dijo a Amanda—. Desde el divorcio de Jacob, todos en la banda parecen pensar que las mujeres sólo buscan una cosa.

Los ojos de Gabe se abrieron, y luego rio. —Me refería al dinero. El rostro de Amanda se calentó y no pudo echarle la culpa al calor del agua. —Oh. —Ahora nos cuidamos las espaldas —dijo Jacob. —Excepto que cuando encontramos a alguien con quien sí queremos tener algo serio, el resto de la banda intenta arruinarlo tan pronto como sea posible —dijo Gabe—. De todos modos, estoy saliendo con esta chica que vive cerca de Wichita. —Hizo una pausa y miró a Jacob como si estuviera desafiándolo a que negara su afirmación—. Llamada Melanie. —Hizo una pausa de nuevo. Cuando Jacob no se burló de él, Gabe desvió su mirada hacia Amanda—. Está molesta porque no la invité a venir en mi única noche libre de esta semana. —Estoy segura de que sólo quiere pasar tiempo contigo —dijo Amanda. —Cree que estoy jugando con ella. —Bueno, estás en un jacuzzi con una mujer desnuda —señaló Jacob. Gabe sacó los pies del agua de un tirón y los extendió sobre la cubierta. Amanda reprimió una risa. Obviamente, esto lo molestaba. —¿Cuándo la conociste? —preguntó Amanda. —Hace dos noches. Sorprendida, Amanda parpadeó. ¿Por qué estaba tan preocupado por una mujer que acababa de conocer? Pero le preocupaba si estaba aquí pidiendo consejo. La mayoría de los chicos intentaría salir del paso y luego arruinarían las cosas antes de comenzar. —Quizás está preocupada de que sólo estés haciéndole perder el tiempo. ¿Tienes planes de verla de nuevo pronto?

Jacob se puso rígido al lado de Amanda, y ella lo miró para encontrarlo ofreciéndole a Gabe una mirada que decía cállate. ¿Así que no quería que ella supiera que estaría en casa el próximo fin de semana? No que ella esperara que este ligue

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—Sí, la banda tiene un descanso de tres días el próximo fin de semana y ella está planeando visitarme aquí en Austin mientras dure.

llevara a algo siquiera remotamente permanente, pero si era lo suficientemente buena para follar, debería ser lo suficientemente buena para conocer esa pieza de información. No iba a acosarlo ni nada. O a intentar atraparlo. Iban a tener que tener una conversación tan pronto como Gabe se fuera para que él se diera cuenta de que ella no era como su hermana. No era una caza fortunas. No quería nada de él excepto pasarlo bien. —Esta noche estaba trabajando en una sorpresa para Mel —dijo Gabe—. Ésa es la razón principal por la que no la quería aquí. Además, es un largo viaje para pasar sólo un par de horas juntos. —¿Le dijiste que estabas trabajando en una sorpresa para ella? —preguntó Amanda. Jacob ahogó una risa. Ahora Gabe le enviaba miradas significativas para que se callara. —No sería una sorpresa si se lo dijera —dijo Gabe. —No tienes que decirle qué es —señaló Amanda. —Cierto. —Él se rascó detrás de la oreja—. Um, digamos, Amanda —dijo—. ¿Qué es lo que las mujeres encuentran más agradable? ¿Longitud o grosor? Jacob se echó a reír. —¿Tienes carencias en ambos departamentos, Force? —preguntó él, usando el nombre de escenario de Gabe. Gabe pateó el agua hacia él. —No. Sólo preguntaba. —Un poco de ambos —dijo Amanda—. Demasiado largo y puede golpearte el cérvix con fuerza. Después de un rato comienza a doler. Demasiado grueso… bueno, nunca he tenido uno que fuera demasiado grueso. Jacob la miró con asombro, y luego rio aún más fuerte. Su brazo se apretó alrededor de ella para presionarla a su lado. —Mujer, nunca sé qué esperar de ti.

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Gabe parecía estar tomando notas mentales.

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—Es lo que pensaba. Así que en lo que respecta al movimiento cuando está dentro de la vagina, ¿qué es mejor? ¿Embestidas repetitivas y con iguales intervalos entre ellas o más variedad en el ritmo? ¿Superficial o profundo? ¿Rápido o lento? ¿Y es mejor conducirlo en línea recta, en un ángulo determinado, o moverlo en círculos? —Él imitó varios ritmos eróticos con dos dedos. Amanda no tenía idea de por qué estaba pidiéndole su consejo sobre cómo complacer una vagina, pero la suya estaba comenzando a hincharse de nuevo ante todos los pensamientos que él repentinamente había agitado en su mente. —Um, ¿por qué no le preguntas a ella qué le gusta? —Sí —dijo él—. Pero esto es para su sorpresa. —¿Qué, vas a saltarle encima en el momento en que entre por tu puerta? — preguntó Jacob. Debajo del agua, su mano rozó la cadera de Amanda. ¿La batería de preguntas de Gabe estaba excitándolo tanto como la estaban excitando a ella? Ella nunca había conocido a un hombre que fuera tan abiertamente inquisitivo sobre esas cosas. Al menos, no con una mujer a la que apenas conocía. Gabe ignoró a Jacob y miró a Amanda mientras esperaba por su respuesta. —Lo mejor es mezclarlo un poco —dijo ella finalmente. —¿Por qué estás preguntándole estas cosas a Amanda? —preguntó Jacob—. Llama a tu chica y pregúntale. —Ya te dije que quiero sorprenderla. —¿Sorprenderla a ella? ¿O a su vagina? —preguntó Amanda. Gabe se echó a reír. —Bueno, mayormente su vagina, pero otras partes también. Sin embargo, tengo que programar una cosa a la vez. —Él levantó ambas cejas—. ¿Qué piensas sobre que la circunferencia siga aumentado? Mientras está adentro, quiero decir. Más grueso y más grueso y más grueso. La mandíbula de Amanda cayó. —Eso es lo que pensaba —dijo Gabe y se mordió el labio inferior mientras reflexionaba sobre su idea.

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Jacob rio.

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—Suenas como si estuvieras trabajando en una especie de máquina del sexo. —Le va a volar la mente. —Gabe sonrió maliciosamente—. Gracias por la información. —Se puso de pie y bajó las escaleras conectadas a la cubierta del jacuzzi. —Eres un pervertido de mierda —dijo Jacob. —¿Así que ahora yo soy un pervertido? —dijo Gabe, localizando sus sandalias y deslizando sus pies en ellas—. ¿Amanda ya ha visto tu dormitorio? La cabeza de Amanda se giró en dirección a Jacob.

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—Todavía no —dijo Jacob—. Pero está a punto.

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Capítulo 9 Traducido por Dai y LizC Corregido por Clau12345

Amanda no estaba segura de cómo esperaba que luciera el cuarto de Jacob, pero no habría apostado su dinero por lo que descubrió. Se había imaginado que tendría una gran cama, la cual tenía, pero faltaban todos los juguetes pervertidos que había previsto. Había televisores de varios tamaños alrededor de la periferia del pesado dosel de madera sobre la cama. Incluso había una pantalla sobre las almohadas para que pudieras mirar la pantalla mientras estabas acostado de espaldas. Lucía más como un bar deportivo que como una habitación. —No tenía idea de que fueras tan fanático de la televisión —dijo Amanda. —Sólo cuando es en vivo. —¿Cómo el golf o algo así? —O algo así. —Él atrajo su cuerpo húmedo contra el suyo, una mano grande abriéndose sobre la parte baja de su espalda y la otra entre sus omóplatos—. Si te incomoda mirar, dímelo y lo apagaré. —Le besó la sien. —¿Mirar televisión en la cama? —No, cariño —dijo él—. Mirar cómo te follo hasta dejarte sin sentido. Él estiró la mano y presionó un botón en un panel junto a la puerta. Los televisores se encendieron. Ella apenas oyó el sonido de las cámaras enfocándose automáticamente. Cuando se dio cuenta de que la cama que aparecía en todas las pantallas era la de Jacob, se quedó sin respiración. —¿Vas a grabarnos teniendo sexo? —chilló. Podría ser despedida por algo como eso.

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—No, nunca lo grabo. Demasiado riesgo.

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Él tomó la parte de atrás de su cabeza y ella levantó la vista hacia él. ¿Por qué su corazón latía fuera de control? Él la besó, sus labios acariciando los de ella de una forma sensual y succionante hasta que todo su cuerpo cosquilleaba de placer y sus rodillas temblaban. Santo Dios, el hombre podía besar. Ella renunciaría a la comida y a la bebida hasta que muriera sólo para poder seguir besándolo por el resto de su vida. ¿El resto de su vida? ¿De dónde había venido ese pensamiento? Eso nunca funcionaría, sin importar cuán bien él besara o cuánto a ella le gustara estar con él. Sólo esta noche. Sólo lo quería por esta noche. Sus brazos lo envolvieron y lo acercaron. Sólo esta noche. Eso es todo lo que necesitaba y después podría rendirse. Se había prometido que no se apegaría porque él le rompería el corazón. Amanda cerró los ojos con fuerza contra el repentino ardor detrás de ellos. Oh, seguro, su camino se cruzaría eventualmente con el de Jacob, no había otra forma, pero no podrían ser íntimos de nuevo. No podría involucrarse emocionalmente. No. Podría. Amanda besó a Jacob con más pasión, más desesperación. Sus manos comenzaron a vagar por los duros contornos de su cuerpo. Su culo firme se apretó bajo sus palmas exploradoras. Él liberó sus labios y le sonrió. Ella captó movimiento en la pantalla más grande que colgaba sobre la cabecera de la cama. Se veía un fantástico culo masculino y un par de manos conocidas masajeando las firmes nalgas. Ella deslizó sus manos hacia la espalda baja de Jacob y la imagen cambió con el movimiento. —¿Qué diablos? —Las cámaras tienen sensores de movimiento. Ella rio. —Muy de ciencia ficción. —Al jefe de seguridad de Sole Regret le gustan las cosas de alta tecnología. Él lo instaló.

—¿Estás bien con esto? —preguntó él.

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Ella observó la pantalla, la cual sería mucho más fácil de ver cuando estuviera tumbada de espaldas en la cama. Había algo innegablemente sexy en sentir su piel fresca bajo sus manos y mirarse tocarlo en la pantalla. Se preguntó cuánto sería capaz de ver cuando se pusieran a trabajar.

Ella no podía apartar la atención de la imagen de sus manos acariciando su culo. —¿Amanda? Se sacudió ante el sonido de su nombre y obligó a su mirada a encontrar la de él. —Sí, siempre y cuando no se grabe. —Sin grabar —prometió él. —Entonces estoy más que de acuerdo con esto. Tu culo luce sorprendente en mis manos. —Le dio una palmada a una nalga y el músculo se tensó. Esa visión le hizo todo tipo de cosas a la carne palpitante, hinchada y caliente entre sus muslos. Jacob la liberó, se giró hacia el panel de control cerca de la puerta y comenzó a apretar botones. Las luces alrededor de la periferia de la habitación se atenuaron, lanzando sombras sobre las sábanas de satén negro de la cama. El dosel de madera encima de la cama se abrió y un tipo de artefacto bajó del techo. Negras correas acolchadas quedaron colgadas sobre el centro de la cama, balanceándose bajo pesadas cadenas que adherían la colección de aros a un gran muelle. Amanda arqueó una ceja ante el artilugio. —Oh, por supuesto, haces que esté de acuerdo con una cosa pervertida y luego piensas que está bien sacar los instrumentos de tortura. —No es de tortura. Es un columpio sexual. Imaginé que estabas cansada. Esto hará que tu cuerpo acepte más fácilmente mis increíbles habilidades sexuales. Ella se echó a reír. —¿Increíbles habilidades sexuales? —Aunque no negaba que él tuviera increíbles habilidades sexuales, no podía dejar de encontrar divertido que se refiriera a ellas de esa manera. Siempre había imaginado que Jacob sería fino en la cama. Impersonal. Se sintió realmente aliviada de que fuera tan divertido dentro de la habitación como fuera de ella. —¿Te estás riendo de mí, Amanda Lange? —La comisura de su boca se torció. Sus propios intentos de mantener una cara seria no estaban funcionando tan bien. —Por supuesto que no.

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—Nadie se ríe de Shade Silverton. —Él la cogió en sus brazos y la llevó a la cama.

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—¿Se ríen de Jacob Silverton? Porque es condenadamente gracioso. Increíbles habilidades sexuales. Oh, Dios. —Amanda enredó ambos brazos alrededor de su cuello y hundió la nariz contra su garganta. Inhaló profundamente y sus párpados se agitaron de dicha. Incluso con el rastro de cloro del jacuzzi en su piel, no se cansaba del aroma del hombre. Quería bañarse en eso. —Se ríen del tipo todo el tiempo —dijo—. Pero he retirado a Jacob por esta noche. Ahora es momento de que Shade salga a jugar. —Prefiero a Jacob. Es divertido. —Pero él no tiene increíbles habilidades sexuales. Es un poco idiota. —Shade la bajó al colchón y la besó suavemente antes de que ella pudiera discutir que Jacob de hecho sí tenía increíbles habilidades sexuales y que no era idiota. Shade abrió una mesa de noche y sacó un par de gafas de sol. Ella hizo un mohín cuando se las puso. Una de las cámaras de detección, captó el movimiento de su mano e hizo zoom en su rostro. En la pantalla sobre ella, él sonrió. No la sonrisa despreocupada de Jacob. Era la de mueca de Shade que decía no tienes idea de lo que voy a hacerte. El vientre de Amanda se tensó y ella se estremeció. Shade abrió un cajón de debajo de la cama y sacó un cojín en forma de cuña. Lo colocó en el centro de la cama junto a Amanda. La atención de ella estaba dividida entre la vista de la parte delantera del cuerpo de él mientras se inclinaba sobre ella y la de su espalda, que estaba en el monitor sobre su cabeza. Le gustaba tener los dos puntos de vista de él al mismo tiempo. Sólo deseaba tener más ojos, para no perderse nada. El monitor en el pie de la cama mostraba un ángulo interesante de su trasero. Podía ver su paquete colgando libremente entre las piernas mientras él se desplazaba. Aunque ella también estaba en la mayoría de las tomas de las cámaras, no podría haberse preocupado menos por mirarse. Quería mirarlo desde todos los ángulos imaginables. La anticipación de ver cómo lucía cuando la follaba estaba haciendo que se retorciera.

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Shade cubrió la cuña con una sábana de seda roja y luego la levantó en brazos. La movió de modos que sus caderas estuvieran en la cima de la cuña y la espalda inclinada hacia abajo, hacia el colchón. Las rodillas flexionadas, ella mantuvo los pies presionando contra la cama para mantener la espalda en el cojín. Se ajustaba a su cuerpo y habría sido increíblemente cómoda si la parte superior de sus muslos no hubiera estado protestando por su posición demasiado estirada.

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—¿Cómo está tu cuello? —preguntó Shade. Él acomodó su cabello como un abanico alrededor de su cabeza. —Mi cuello está bien. Mis muslos no serán capaces de sostener esto por mucho tiempo. —Nos encargaremos de eso. —Él sonrió y ella se vio reflejada en sus gafas de sol. Quería tanto mirarlo a los ojos, pero tenía que admitir que había algo sexy en no saber lo que pasaba por su mente pervertida. Shade extendió la mano y agarró una de las correas acolchadas del columpio. Sus ojos se centraron en los tensos músculos de su fantástica región abdominal hasta que el borde marcado del hueso de su cadera llevó su atención más bajo, hacia su polla, que estaba mostrando signos de renovado entusiasmo. Dios, el hombre era exquisito. Él deslizó el pie de ella a través de un estribo y luego tomó el otro para sostener el otro pie. Agachándose bajo el columpio, se movió para arrodillarse entre las piernas de ella. Ella se quedó mirando sus gafas de sol, sintiendo su mirada en los ojos aunque no podía verla. Él deslizó ambos estribos por sus pantorrillas hasta poco antes de la parte posterior de sus rodillas. Sus pies se separaron de la cama. El columpio se llevó toda la presión de sus caderas y muslos. Probablemente podría mantener esta posición durante horas. ¿Y no sonaba eso prometedor? —¿Mejor? —Sí. Él sonrió. —Bien. Se metió debajo de las correas que suspendían sus piernas del techo y se bajó de la cama. Hizo un gesto con la mano hacia la cámara principal al final de la cama y ésta siguió su movimiento. Lentamente bajó las manos hasta las piernas separadas de Amanda. Ella miró todo en la pantalla directamente encima de ella. Se quedó sin aliento cuando sus dedos rozaron su clítoris y luego separaron sus labios hinchados para mostrar su mojado coño. —Así que esto es lo que mi ginecólogo ve debajo de esa hoja de papel —dijo.

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—Hombre afortunado.

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—Mujer —dijo ella, perdiendo el hilo de sus pensamientos a la vez que sus dedos contra su sensible clítoris la abrumaban por la visión de él tocándola. Ella gimió cuando él retiró la mano. —Has que tu coño se moje para mí, Amanda. Quiero jugos goteando por tu culo antes de que yo me moleste en chuparte. —¿Qué? Se tendió de espaldas a su lado y cruzó los brazos detrás de la cabeza. Miró el monitor de arriba, que todavía estaba enfocado en su coño hinchado y dolorido. —Estoy esperando —dijo él después de un largo momento en que ella lo miró con la boca abierta de incredulidad. Nunca antes se había masturbado delante de alguien. Y seguro no quería verse haciéndolo en una gran pantalla de televisión. Pero sí quería que él la chupara y quería ver cómo lucía desde un ángulo diferente. Cerró los ojos y deslizó una mano por su vientre. Sus dedos encontraron su clítoris y lo frotaron, fuerte y rápido. Sus muslos temblaron cuando su orgasmo se acercó rápidamente. No se había dado cuán excitada estaba. —No te hagas acabar —dijo Shade—. Sólo mójate. Respirando con dificultad, a segundos de pasar el límite del placer, se detuvo. Giró las caderas con necesidad insatisfecha, queriendo que algo grande y duro llenara su vacío. —Más mojada —dijo Shade junto a ella. Después de que su entusiasmo se desvaneciera un poco, volvió a frotarse el clítoris. Toqueteó su apertura. Frotó su clítoris. Podía escuchar lo mojada que estaba mientras sus dedos trabajaban en su carne sensible más fuerte y más rápido y más fuerte y… Gimió cuando detuvo sus movimientos en el instante antes del orgasmo.

Los ojos de Amanda se abrieron y se concentraron en el monitor sobre su cabeza. Se mordió el labio ante la imagen de su propia carne roja, húmeda e hinchada. Su manicura francesa lucía increíblemente erótica enterrada entre sus pliegues. Esta vez, se miró a sí misma trabajando en su coño, con la esperanza de que esto calentara tanto a Shade como lo hacía con ella. Una cámara al lado de la cama captó movimiento y mostró la polla de Shade que crecía rápidamente. Ella se lamió los

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—Deberías abrir los ojos —dijo Shade en voz baja.

labios. Él envolvió con una mano su impresionante longitud y comenzó a acariciarse lentamente. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Ahora eso era lo que ella quería ver. Estaba tan absorta tocándose y mirándolo a él, que casi no se detuvo a tiempo para evitar acabar. Cuando su cuerpo entero tembló al borde del orgasmo, trató de juntar sus muslos para detenerlo, pero las correas en sus rodillas la mantenían muy abierta. —Oh, mierda —jadeó cuando el placer subió por su columna y su centro de apretó. Cerró los ojos con fuerza contra las imágenes intensamente eróticas que la abrumaban. —No acabes, Amanda —exigió Shade—. Sólo mójate. —No puedo mojarme más —se quejó cuando el dolor palpitante en su interior se hizo insoportable—. Por favor, Shade. —Está bien, pero sólo si me prometes mantener los ojos abiertos. —Te lo prometo. —Le habría prometido cualquier cosa por alivio. —Aparta tu mano. Ella apartó la mano. —Abre los ojos. Se obligó a abrir los ojos. Él se movió para inclinarse sobre su cuerpo. Su lengua lamió la humedad entre los labios de su coño. —Sabe aún mejor de lo que luce —dijo.

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Amanda luchó para mantener los ojos abiertos mientras Shade devoraba su coño. De vez en cuando la cabeza se interponía en el camino de la cámara, pero podía ver la mayor parte… su lengua acariciando febrilmente cada centímetro de carne. Cuando sus jadeos se convirtieron en gritos de éxtasis, él tomó su clítoris succionando fuerte y hundió dos dedos profundamente en su cuerpo. Ella lo sintió. Lo vio. Y la estimulación de ambos sentidos la hizo perder el control. Él la folló con los dedos mientras ella acababa. Intentó mantener los ojos abiertos, para ver esos dedos deslizándose dentro y fuera de su coño apretado, pero el placer era tan exquisito que perdió la capacidad de controlar a su cuerpo, incluyendo su capacidad para respirar. Cuando regresó lentamente a la Tierra, Shade liberó sus dedos y lamió su sensible apertura hasta que ella gimió protestando.

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—Ahora está lo suficientemente húmedo —dijo él, recogiendo el jugo que fluía libremente en su lengua. Después de un momento, ella recuperó la capacidad de abrir los ojos, pero no miró a la pantalla. Se concentró en la gruesa y dura polla que se balanceaba ligeramente cada vez que Shade se movía. Alargó la mano hacia él, rodeando su longitud en un puño suelto. Él meció sus caderas, empujando en su mano suavemente. Quería verlo empujando dentro de ella. —¿Jacob? —No respondo a ese nombre en este momento. Hombre exasperante. —¿Shade? —¿Hmm? —Tómame. —En el bis —dijo—. ¿Estás mareada? —Un poco —admitió ella, pero no creía que fuera por su posición. El hombre era simplemente abrumadoramente viril. Shade se alejó y sacó un control remoto del cajón de la mesa de noche. Apretó un botón y la introducción de la familiar "Elévate" de Sole Regret fluyó desde los parlantes ocultos. Otro botón hizo que las luces de la habitación se oscurecieran y luces multicolores brillaran alrededor de la parte superior del marco de la cama. Como un espectáculo de luces teatral, se alternaron entre el rojo y el azul al ritmo de la batería. Con los ojos muy abiertos, Amanda estudió el montaje de Shade. ¿Qué diablos? —¿Es el sexo una especie de actuación para ti? Él rio entre dientes y sacó el estribo de una de sus piernas. Masajeó la longitud desde el tobillo hasta el muslo mientras decía.

Ella no se estaba quejando, sólo se preguntaba por su razonamiento. Por esto debía ser que insistió en que lo llamara Shade cuando habían entrado a su habitación. Tenía algún tipo de lazo en su mente entre su actuación en el escenario y

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—No he oído ninguna queja al respecto todavía.

su actuación en el dormitorio. ¿Era ésta su manera de evitar las conexiones emocionales fuera del sexo? —A las mujeres les gusta que les recuerden que una estrella de rock las está follando —dijo él. Ella no podía interpretar cómo eso lo hacía sentir porque tenía sus estúpidas gafas de sol y ella no tenía las fuerzas para levantar una mano y sacárselas. —No necesito el recordatorio —dijo—. Prefiero el verdadero tú. —Creo que estoy a punto de hacer que cambies de opinión. Él sacó la otra pierna del estribo del columpio sexual y la masajeó antes de levantarla del cojín en forma de cuña y bajarla al colchón. Sacó el cojín de la cama y acomodó su cuerpo grande y musculoso sobre ella. Su peso hizo que se sintiera atrapada. Protegida. Pequeña. Lo miró fijamente, con el corazón latiendo fuera de control. Este hombre, Shade, era un extraño para ella, y tan excitante como era, quería mirarlo a los ojos. Quería a Jacob. Cuando se estiró para tomar las gafas de sol, él atrapó sus muñecas y las presionó contra el colchón a ambos lados de su cabeza. La larga introducción de "Elévate" desembocó en la primera estrofa y empezó a cantar. Amanda se quedó sin aliento. La voz baja y sensual se apoderó de ella, haciendo que cada centímetro de su piel cosquilleara del placer. Las luces centellantes, la música palpitante añadían a su inmersión en su serenata privada. Oh Dios, su voz era tan suave y rica como la mantequilla. El sonido acarició su columna. Sus músculos se tensaron. Sus pezones se tensaron contra su pecho desnudo. Su coño palpitaba al tiempo del sonido profundo y sofisticado del bajo. Cuando Amanda lo miró, se dio cuenta de que ya no quería a Jacob. Quería a Shade. Quería a la estrella de rock. Quería que la follara duro.

Él succionó uno de sus senos en su boca, acariciando el pezón con su lengua retorciéndose a lo largo de la siguiente pieza de guitarra. Maldición, toda su banda era fenomenal.

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En la pausa después de la primera estrofa, la besó profundamente antes de tomar aire profundamente. Con el coro, él soltó sus muñecas y se deslizó hacia abajo por su cuerpo. Tomó sus pechos con ambas manos, cantando el coro cada vez más alto hasta que estaba gritando, “Elévate desde la profundidad. Elévate desde la oscuridad. Elévate. Elévate.” El profundo gemido que profundo al final del estribillo hizo que ella se estremeciera.

Su atención estaba fija en la pantalla de arriba, donde tenía una vista espectacular de la boca de Shade haciendo cosas increíbles a su sensible seno. Otra cámara captaba el movimiento de su dedo pulgar en el otro pezón. Pero su toma favorita entre todas era la de su fantástico culo y la extensión de la carne bronceada de su espalda. Las luces parpadeantes se reflejaban en su piel, resaltando los contornos de sus músculos, manteniendo la atención de ella en su cuerpo magnífico. Shade alzó la cabeza, respiró hondo y cantó el estribillo siguiente. Amanda sintió que estaba en un video musical muy erótico. Se sorprendió por lo excitada que esto la hacía sentir. Su música nunca había sido la atracción, pero no podía negar que se añadía ahora a su inmenso atractivo. Siempre había amado su voz, pero nunca antes había pensado en ella de forma sexual. Estaba segura de que cada vez que escuchara esta canción en el futuro, mojaría su ropa interior. Y planeaba tener esta canción en repetición continua en su sistema estéreo. Él movió la lengua sobre su pezón a tiempo con el ritmo, haciendo que la música cobrara vida, haciéndola sentirse parte de ella. Sus manos se movieron a la parte posterior de la cabeza de él, sosteniéndola contra su pecho, alentando más placer. ―Shade.

Ella inhaló temblorosamente cuando la siguiente canción comenzó. “Darker” era incluso más rápida que la anterior canción; la voz prominente y filosa. Se imaginó que él había elegido un determinado orden de las canciones por una razón. Para excitar a su público de una sola mujer. ¿Había sido diseñado como una lista de canciones para un concierto? ¿Para subir y subir hasta el clímax de la actuación? Había dicho algo sobre un bis. Todos los intentos de formar una corriente de pensamiento lógico se desvanecieron cuando él hizo de su cuerpo parte de su música una vez más. Sus pulgares acariciaron sus pezones mientras sus labios, dientes y lengua se concentraron en la parte inferior de sus pechos y sus costillas. Se trasladó hasta su vientre en la siguiente canción. Después al interior de sus muslos. No la tomó, incluso cuando le rogó. Esperaba que él complaciera su hinchado y dolorido centro en la canción siguiente, pero él la volvió boca abajo y

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Él mordisqueó la carne tierna y luego calmó el destello de dolor con el dorso de su lengua. Su respiración se agitó sobre el pezón excitado y sensible de ella mientras cantaba el estribillo final. El corazón de ella había tomado el ritmo de la música. Cada centímetro de su cuerpo estaba en sintonía con el ritmo y el hombre. Cuando la canción terminó, Amanda respiró profundamente, casi aliviada de que todo había terminado para que pudiera recoger sus sentidos dispersos.

acarició y mordisqueó su culo hasta que ella comenzó a retorcerse, sus pezones doloridos y su montículo sensibilizado balanceándose contra las sábanas de satén. La canción terminó y la habitación quedó en silencio. El único sonido era su propia respiración entrecortada. Las luces se apagaron. Shade se alejó. Amanda alzó la cabeza para localizarlo, pero no estaba a su lado. Había dejado la cama. Ella parpadeó tratando de conseguir ajustarse a la repentina falta de luz, pero todo estaba borroso, desconcertante. Se sentía intoxicada. ¿Había terminado? Seguramente él no planeaba dejarla tan excitada sin ofrecerle su alivio. Rodó sobre un costado, buscándolo en la dirección en la que pensó que se había movido. ―¿Shade? Un toque de tambor sonó y una luz blanca pulsó una vez con el ritmo. Vislumbró a Shade de pie junto a la cama, desenrollando un condón por la longitud de su polla. Se alzaba dura, gruesa y orgullosa, en ángulo ligeramente hacia arriba. El coño de Amanda se apretó ante la vista. Un instante después, la habitación quedó a oscuras de nuevo. Otro toque de tambor. Una luz azul pulsó. Shade tenía una rodilla sobre la cama. Una vez más, oscuridad. Otro toque de tambor. Una luz verde pulsó. Él estaba más cerca ahora. Oscuridad. El corazón de Amanda golpeó sin control. Se sentía expuesta. Cazada. Atrápame, Shade. Devórame. Otro toque de tambor. Una luz blanca. Él la lanzó sobre su espalda y le abrió las piernas de un tirón. Oscuridad. Fóllame.

La polla de Shade encontró su apertura. Él empujó hacia delante, llenándola finalmente. Se hundió en ella con el ritmo rápido y furioso de la canción. Era demasiado intenso, estaba demasiado sin aliento para cantar. Sólo la folló, rudo, y ella se deshizo en un orgasmo que se apoderó de ella por tanto tiempo y con tanta fuerza, que gritó.

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Un riff de bajo comenzó; las luces se encendieron al ritmo con la compleja línea de notas.

―Eso es, nena ―dijo Shade en un gruñido áspero en algún lugar por encima de ella―. Acaba más fuerte de lo que jamás has acabado en tu vida. No tenía que animarla, ella estaba allí. ¡Mierda! Ella se aferró a los hombros de él con ambas manos, arqueó la espalda de la cama, todo su centro apretando la polla dura como una piedra que golpeaba en ella. Incluso después de que la intensidad disminuyó, su cuerpo se estremeció de forma intermitente mientras quedaba inerte. Sus ojos se abrieron y miró a Shade, con las gafas en su lugar, el sudor chorreando por el rostro, cuello y pecho. Aquí en su resplandor post coital quería a su Jacob de vuelta, aunque Shade todavía la follara como una bestia. Ella estiró la mano y le arrebató las gafas de sol y las arrojó al otro lado de la habitación. Él perdió su ritmo y luego se quedó completamente quieto, mirándola fijamente con los ojos muy abiertos con una expresión de shock. ―¿Por qué hiciste eso? ―Quiero mirarte a los ojos. ―¿Por qué? Porque sigo prefiriendo al hombre sobre la estrella de rock, pero no podía decirlo. ―Porque son de un azul tan hermoso. Él bajó su cuerpo sobre el de ella, sus embistes más lentos. Rotó las caderas para entrar más profundamente y luego enterró el rostro en su garganta mientras continuaba. Así que incluso sin las gafas de sol, él no la miraría a los ojos mientras tenía relaciones sexuales con ella en su cama. Su escenario. ¿Alguna vez permitía que alguien conectara con su corazón? La garganta de Amanda se apretó, robándole el aire. Envolvió a Jacob con ambos brazos para mantenerlo lo más cerca posible. Después de un momento, abrió los ojos y miró el monitor que se centraba en su trasero apretado, bombeando mientras empujaba y agitaba sus caderas. La canción terminó, las luces de se apagaron.

Su cuerpo, tan pesado.

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Él se derrumbó encima de ella.

Su respiración entrecortada, tan fuerte. ―Por lo general sincronizo mi orgasmo con ese toque de tambor final ―dijo. Ella se preguntó cuántas actuaciones había tenido en esta cama. ―No me importa que te tomes el tiempo que sea necesario ―dijo ella. No, no le importaba lo más mínimo. ―Te vas a arrepentir de decir eso. ―Él se salió de ella y se levantó para alcanzar el columpio sexual por encima de él―. Vamos a levantarte de la cama. Amanda no se resistió a ser enganchada en las correas y arneses. No tenía ni la fuerza ni el deseo de protestar. Cuando él terminó, ella se encontró suspendida boca abajo sobre la cama. Amanda extendió sus brazos delante de ella. ―Soy como Superman. Él rio entre dientes. ―Te garantizo que pronto estarás volando. ¿Quieres que las cámaras estén encendidas? Ella estiró el cuello para mirar el monitor. La gravedad no era amable con sus tetas en esta posición. ―Um, quizás deberíamos apagarlas por ahora. ―Tienden a romper mi concentración después de un tiempo ―dijo él―. Sin embargo, la música ayuda. ―Me gusta la música. Él utilizó su control remoto para apagar las cámaras y los monitores. Las luces se atenuaron por encima del dosel apenas suministrado alguna luz. Si ella no hubiera estado atada al techo por algo parecido a una loca pieza de equipo de ejercicio, podría haber pensado que el ambiente era romántico. Cuando la música inundó la habitación con el sonido y su mente confusa registró la melodía, Amanda apenas pudo dar crédito a sus oídos.

―¿No te gusta la música clásica? ―preguntó él.

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―¿Clásica?

―Me gusta. Estoy sorprendida de que a ti te guste. ―Tiene una gran construcción y crescendos. Como el buen sexo. Ella se echó a reír. ―Nunca lo pensé de esa manera. ―¿Alguna vez alguien te dijo que hablas demasiado? ―preguntó él. En la espalda de ella, él tomó la correa que estaba envuelta alrededor de su cintura y la inclinó en un ángulo de cuarenta y cinco grados. Sus rodillas estaban todavía varios centímetros fuera de la cama. Se sorprendió de cuán ingrávida se sentía. ―Sí ―dijo ella―. Todo el tiempo. ―Me gustaría darte un beso para callarte, pero voy a estar aquí atrás por un tiempo. Mantén tus preguntas hasta el final. Ella se echó a reír. ―Voy a intentarlo. Se colocó de rodillas detrás de ella, la levantó por las caderas y la bajó lentamente hasta que la punta de su polla estuvo presionando contra su apertura. Moviendo las caderas para encontrar un mejor ángulo, colocó sus dos grandes manos en sus pechos y tiró de ella hacia abajo sobre su vara. Aprovechó el impulso del peso de ella y el retroceso de los resortes del columpio para encontrar un ritmo. El ángulo de la penetración se sentía increíble. La facilidad del movimiento evitaba que los músculos de ella se cansaran. Y la maldita cosa era muy divertida. De hecho, ella no sabía si debía gemir de placer o reír de alegría mientras su cuerpo rebotaba con la acción del resorte. Le tomó menos de un minuto decidir que gemir era la mejor respuesta. Una vez que Shade tuvo su ritmo en sintonía con la música, continuó utilizando una mano para unir sus cuerpos. La otra comenzó a vagar por su carne caliente: pechos, vientre, muslos, caderas. Suspendida como estaba, no tenía más remedio que entregarse al placer. No había forma de negarse a la experta entrega de Shade. Cuando la música avanzó hacia el crescendo, los dedos de él buscaron su clítoris y la hicieron volar. Su cuerpo se esforzó para encontrar asidero mientras se disparaba en el nirvana. La única cosa sólida a la que se sintió conectada fue él.

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―¡Oh!

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Cuando ella hubo recuperado el aliento, él cambió su posición de modo que ella todavía quedó suspendida, pero ahora de costado. Sorprendida por la pérdida de su centro de gravedad, ella se aferró a él para mantener el equilibrio. ―Tranquila, nena ―dijo―. Confía en que el columpio te sostiene. Confía en mí para guiarte. No vas a caer. Su respiración se hizo más lenta, y quitó el asidero mortal que tenía en el antebrazo de Shade. Sí confiaba en él. Simplemente no estaba tan segura de la colección de amarres envuelta alrededor de su cuerpo. Él la tomó de costado en una posición que habría sido imposible de mantener por más de unos pocos segundos sin la asistencia del columpio. Ella amaba esta posición porque podía ver parte de él. Ver la mezcla de concentración y placer en su rostro fuerte y guapo. Ver el sudor goteando de su frente. Ver la flexión de sus bíceps abultados mientras tiraba de su cuerpo hacia él y empujaba al ritmo con la música. Ella flotaba en el aire. Se preguntó cuánto tiempo podría él seguir con esto. Si bien era fácil en su cuerpo, él tenía que estar cansado. Amanda pronto descubrió que un hombre con un columpio sexual, resistencia, y una fantástica fuerza en la parte superior del cuerpo podía follar a una mujer hasta un estado de delirio. Especialmente un hombre que conocía por lo menos cuarenta y cinco posiciones. Perdió la cuenta de las veces que la llevó al orgasmo. Cuando finalmente consiguió su propia liberación, ella se tensó contra él mientras la llevaba a la cima una vez más. ―Jacob. Después de que su respiración temblorosa se calmara, él la liberó del columpio y suavemente la depositó en la cama. Ella intentó levantar los brazos temblorosos para abrazarlo. Tenía tantas ganas de abrazarlo. ―No me puedo mover ―susurró. Él acunó su cuerpo contra el suyo resbaladizo del sudor, su cabeza descansando en uno de sus brazos, y luego plegó la sábana sobre sus cuerpos entrelazados. ―Duerme ahora ―le susurró.

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Sus párpados se le adelantaron por minutos.

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Capítulo 10 Traducido por Simoriah (SOS) y LizC Corregido por La BoHeMiK

Alguien se acurrucó contra el costado de Shade, y sus ojos se abrieron. La luz de sol entraba a raudales por entre las persianas de la ventana y sobre las enredadas sábanas negras y rojas de su cama. De acuerdo, iba a mirar el tibio y suave cuerpo que presionaba contra su costado, y no iba a ser Amanda. Porque si era ella, la noche anterior realmente había sucedido y no había sido sólo el más increíble sueño mojado de su vida, había arruinado las cosas de manera terrible. Inclinó el mentón, rezando que fuera una groupie cualquiera que estuviera usando su hombro como almohada. No tuvo suerte. Su corazón dio un salto cuando el hermoso rostro de Amanda, pacífico en su sueño, enalteció su visión. Su corazón dio un segundo salto cuando la enormidad de su situación se asentó en sus pensamientos. Mierda. Mierda. Mierda. ¿Qué habían hecho? ¿Qué había hecho él? Había tocado lo intocable. ¿Tocado? Demonios, la había follado hasta el punto de la inconsciencia. Y ahora él sentía cuánto se había deleitado con el contacto físico en cada dolorido y cansado músculo de su cuerpo. Pero sólo lo había disfrutado, simplemente porque estar con ella había sobrepasado todas sus expectativas; sin embargo no había hecho lo correcto. ¿Qué tenía la luz de sol que lo traía de vuelta a la cordura? Haciendo que una de las mejores noches de su vida pareciera un error.

Mierda. Mierda. Mierda. ¿Por qué no había pensado en esas cosas anoche antes de actuar en un impulso?

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Se quedó ahí por un largo rato, mirando el techo y acariciando distraídamente el brazo de Amanda, intentado entender el desastre que había hecho. Sabía que tenían que ocultar esto de todos, especialmente Tina. Esa mujer usaría su indiscreción en contra de él. Lo sabía. Lo utilizaría como excusa para alejarlo de Julie y tanto como adoraba a Amanda, no podía hacer nada que pusiera en peligro su ya limitada relación con su hija.

Amanda murmuró en sueños. —Los perros no tienen dinero para la renta. Él sonrió, preguntándose qué estaba soñando. No con él, aparentemente. Lo cual era mejor. Tanto como odiaba la idea de nunca pasar otra noche envuelto por su calor y corazón, esto no podía seguir. Y no podían volver a hacer esto. Nunca. Tenía que dejárselo en claro. Dios, esperaba que no llorara cuando dejara en claro su falta de intenciones. No estaba seguro de poder soportar sus lágrimas. Presionó el puente de su nariz entre el pulgar y el índice, respirando profundamente. Si se quedaba con ella más tiempo en la cama, su decisión se derrumbaría. La tendría sobre la espalda y sus manos se llenarían con sus suaves curvas antes de que ella pudiera pestañear. Shade salió de debajo de su cuerpo, apoyó la cabeza de ella en una almohada, y salió de la cama. —No le des un baño para pulgas en queso cottage a ese schnauzer —dijo ella y abrazó la almohada. Shade se mordió el labio para ahogar la risa. Incluso en sueños ella lo hacía sonreír. Y calentaba su corazón. Haciendo que una parte de él deseara poder despertar junto a ella cada mañana. No era bueno. La observó por un largo momento, toda despeinada, sexy e inalcanzable. Incluso después de que habían pasado la noche juntos, él todavía pensaba que ella estaba fuera de su alcance. Y debería haber permanecido fuera de su alcance. Dios, realmente era un idiota. ¿En qué demonios había estado pensando? No lo había hecho. Había estado sintiendo. Mierda, ¿cuándo aprendería a dejar de hacer eso? ¿Cuándo entendería que los sentimientos, cualquier sentimiento, siempre llevaban a complicaciones con las que él no estaba preparado para lidiar? Se puso un traje de baño y se dirigió a la piscina. No había nada como una hora de ejercicio vigoroso para sacarse a una mujer de la piel. Pero ni siquiera había hecho medio largo de la piscina cuando se dio cuenta que ocupar su cuerpo había liberado a su mente para dar vueltas. imágenes del cuerpo de Amanda mientras la tomaba, el rostro de Amanda mientras la hacía acabar, los ojos de Amanda mientras miraba su alma.

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Mierda. Mierda. Mierda.

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¿Qué iba a hacer? Podía soportar ser usado para el sexo, las mujeres solían acostarse con él para subirse el ego en forma regular, pero ésta era Amanda. Amanda. Incluso cuando ella había dicho que estaba de acuerdo con el sexo por el sexo, él realmente no lo creía porque por una vez, él no estaba de acuerdo con eso. No podía alejarla y olvidar que existía, debido a que ya estaba demasiado cerca. Había estado demasiado cerca incluso antes de que sus suaves labios rozaran su garganta y cada parte de sentido común entre ellos hubiera hecho combustión espontánea. Después de varias vueltas, se detuvo en la parte menos profunda de la piscina con la mirada perdida en el azul del agua. Quizás podrían pretender que anoche nunca había sucedido y regresar a ser sólo amigos. Quizás podían fingir que todo lo que habían compartido era intimidad física. No, él lo sabía. No había sido sólo sexo. No para él. Para él, su tiempo con ella había sido más. No temía que ella resultara herida por una noche de pasión desatada. Estaba preocupado por sí mismo. Tendría que lidiar con esos sentimientos en privado. Debía de ser cuidadoso de no herirla. No le gustaba lastimar a las mujeres por las que se importaba, y sí, ella le importaba. No lo negaría, no consigo mismo. Le había importado por un tiempo. Incluso antes de que comenzar a sentir lujuria, había sabido que ella era especial. Le gustó primero como persona y luego como mujer. Y ése era todo el problema. No sabía si ella sentía algo por él además de amistad o era un temporal encaprichamiento sexual, pero si se enamoraba de él, eventualmente terminaría haciendo algo para lastimarla. Algo de lo que se arrepentiría. Porque cuando se trataba de mujeres, podía jugar con ellas, pero no tenía idea de cómo forjar una relación seria y duradera. Él se distraía con demasiada facilidad. Por eso, había renunciado a las relaciones. Y había sido una maniobra inteligente de su parte. Entonces, ¿por qué estaba sentado ahí temblando en el borde de la piscina con una cabeza llena y un corazón vacío? Simplemente trataría a Amanda de la forma en que trataba a todas sus amantes: como diversiones temporales e intercambiables.

Shade regresó a la casa y fue a la cocina a preparar el desayuno. Si comenzaba a actuar diferente a lo usual, ella se daría cuenta de que ocultaba algo. Era una mujer

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Y esperaba que ella creyera su engaño, porque si se daba cuenta de que mentía, no sería capaz de negar que pensaba en ella como más que una compañera de cama. Y eso, ser honesto con ella sobre sus sentimientos, era una propuesta verdaderamente terrorífica.

inteligente y por alguna razón, lo leía como un libro. La mayoría de la gente creía su actitud desinteresada, pero Amanda no. Justo había terminado de freír la salchicha de pavo y estaba agregando masa de panqueques a una plancha cuando ella entró a la habitación. Había tomado prestada una de sus camisas blancas, pero sus piernas estaban desnudas. Para no intensificar la incomodad de la mañana siguiente mirándola, él fingió que no era la cosa más sexy que había visto nunca. Y así no la perseguiría por la cocina, presionándola contra la mesa y follarla hasta que perdiera el sentido. ―Buenos días ―él le dijo ―. Espero que tengas hambre. ―Buenos días. Y sí, estoy famélica. El vientre de Shade se apretó cuando las manos de Amanda se deslizaron alrededor de su cintura desde atrás. ―No sabía que sabías cocinar ―dijo ella en una voz adormilada. Sus manos vagaron por su abdomen―. ¿Tus talentos no conocen límites? ―Estoy seguro de que hay algo en lo que apesto ―dijo con una sonrisa. ―Podría pensar en algo que puedes chupar6. Le sorprendió que ella todavía fuera capaz de una charla juguetona; había esperado que estuviera avergonzada. Pero debería haber sabido que sería así. Amanda siempre iba con la corriente. Si sentía alguna incomodidad esa mañana, la ocultaba bien. ―Si no dejas de insinuarte ―dijo él―. Voy a pensar que te sientes atraída por mí o algo así. ―Una voz increíble, hermoso cuerpo, genial en la cama, talentoso cocinero y listo. ¿Quién no se sentiría atraída? Shade frunció el ceño. ¿Listo? Para nada. Tomaría el crédito por esos otros rasgos, eran verdad, pero él no era listo. Apenas podía leer. ―¿Qué dije? ―dijo Amanda.

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NT: Es un juego de palabras: “suck” tiene dos significados en este caso, “apestar” y “chupar”.

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Dios, seguía olvidando que no llevaba sus malditas gafas.

―Nada ―Puso varios panqueques en una bandeja y agregó más manteca a la sartén. ―Dije algo. De repente estás todo melancólico. ―Tus panqueques están listos. Ella suspiró. ―No tienes que ser reservado conmigo, Jacob. No voy a hacer agujeros en tu hipersensible ego. Él rio por lo bajo. Nunca nadie lo había acusado de ser demasiado sensible. Exactamente lo opuesto. Frío. Egoísta. Duro. Por eso las gafas eran tan útiles. ―Ven a comer a panqueques. ―Quiero comer contigo. Esperaré ―Ella presionó la frente contra el hombro de él mientras le daba vuelta los panqueques en la sartén. ―No se supones que nos quedemos pegados, Amanda ―Ni tampoco él. Maldición. ¿Qué había comenzado ahí? Algo que él no podía terminar. Un estúpido movimiento, Silverton. ―No lo hago ―Las manos se movieron sobre su abdomen―. Mis manos simplemente se niegan a cambiar la sensación de este lujo por algo tan ordinario como un tenedor. Él sonrió. ¿Cómo lo hacía? ¿Hacerlo sentir tan bien consigo mismo? Sólo estar con ella lo hacía feliz. Y ya lo tenía contemplando formas de verla nuevamente. ¿Ves? Para nada listo. Apagó la hornilla y puso panqueques en una segunda bandeja. ―Supongo que esto significa que ahora tengo que dejarte ir ―Las manos de ella vagaron hacia su pecho. ―Sí, ya que me tome la molestia de prepararte el desayuno ―Lo cual iba contra todas sus reglas sobre las rutinas de la mañana después. Haz que se levanten y dejen la casa tan pronto como sea posible. O mejor aún, irse en el bus de gira mientras el sol se levantaba en el horizonte.

Él se sentó frente a ella en la pequeña mesa redonda en el rincón para desayunar. Tenía vista a la piscina, así que él miró afuera en lugar de encontrar su mirada.

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―Aprecio eso. Definitivamente junté mi apetito anoche ―Ella se alejó y le dio una nalgada.

―Te arrepientes ―dijo ella después de un largo momento de incómodo silencio. Ninguno de ellos había tocado su comida. Él apartó la mirada de la piscina y se concentró en su desayuno. Sí se arrepentía. No el rato increíble que habían pasado juntos, sino las complicaciones que trajo. No estaba seguro de cómo proceder, porque todo apuntaba a sacarla de su vida tan pronto como fuera posible, pero su tonto corazón se rompía ante la idea. Podía soportar no tener sexo con ella, pero, ¿nunca más verla sonreír, oír su risa o tenerla bromeando con él en una forma en que nadie más se animaba? Ésas eran las cosas de Amanda sin las que él no podía estar. Y al hacer cosas físicas entre ellos, estaba seguro que tendría que renunciar a todo lo demás que adoraba de ella. ―¿Cuál demonios es tu problema esta mañana, Jacob? Él no la miró. No quería ver su justificada ira. ―Ningún problema ―Le dio un mordisco a su panqueque. Le costó mucho masticar y obligarse a tragar. ―¿Qué? ¿Crees que voy a obligarte a un compromiso? Sé que no lo tienes en ti. Lo supe desde el principio. Sus palabras deberían haber calmado sus miedos. En cambio, abrieron heridas en su alma. Pero tenía razón. No tenía la habilidad de comprometerse, entonces, ¿por qué el que ella lo dijera dolía? Debería estar aliviado. Tenía una poderosa necesidad de ponerse sus gafas. Ella tenía que ser capaz de ver la confusión en sus ojos. Suponía que debería estar agradecido de que ella lo hubiera interpretado mal por una vez. ―Eso es un alivio ―dijo y forzó una sonrisa que esperaba no sonara tan falsa a los oídos de ella como lo hacía en los de él. ―No luces aliviado. Ahí iban sus intentos de engañarla. ―Amanda, yo no quise llegar a intimar contigo. Simplemente sucedió.

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―Bueno, yo sí quise tener intimidad contigo ―ella le expresó―. He querido follarte por años.

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Le sonrió, y el corazón de él dio su primer latido sin restricciones desde que había abierto los ojos esa mañana. Intentó sonreír. Se sintió ligeramente más natural. Sin embargo, sus hombros y espalda estaban tensos. ―Entonces, ¿cuándo se te ocurrió la idea de hacer de tu cama un escenario? Él se ruborizó. Dios, nunca nadie lo hacía ruborizarse. ―Eh, Adam y yo solíamos frecuentar este club de sexo en Nueva Orleans. Está basado en la actuación. Hay un escenario y un director que te dice cómo follar a tu compañera. La gente observa. Es muy estimulante. Me gusta la parte de la actuación, pero no tener un director. ―Eso es porque necesitas estar a cargo ―Le sonrió. La tensión continúo saliendo lentamente de su cuerpo. Él descubrió que podía masticar naturalmente e incluso tragar sin activar su reflejo del vómito. ―Sí, no tomo las instrucciones muy bien. Me dijeron que si no podía seguir las instrucciones del director, entonces no debería regresar. No volví desde ese momento. Creo que Adam todavía va. Le gusta ser observado. A mí simplemente me gusta actuar sobre el escenario; no necesito el público para excitarme. Una mujer me dijo que su mayor fantasía era que la follara en el escenario durante un concierto, cantándole, y tener cada movimiento exhibido en las grandes pantallas del estadio para que todos pudieran verlo. Ahí fue cuando decidí convertir mi habitación en un estadio privado. Me gusta complacer a las damas ―Le guiñó el ojo. ―Y te lo agradecemos. ―¿Disfrutó su tiempo en el escenario, Señorita Lange? ―Entregas una actuación increíble. Complacido por su cumplido, sonrió ampliamente y le dio otro mordisco a sus panqueques. ―No me importaría otra repetición ―dijo ella. Él se ahogó. ―¿A qué hora tienes que reunirte con el bus de gira? ―preguntó ella.

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―Alrededor del mediodía. Ella sonrió.

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―No estoy segura de sí dos horas nos dé suficiente tiempo. Nunca he conocido un hombre que pudiera aguantar tanto como tú. ―La práctica hace la perfección ―Él hizo una pausa. ¿Por qué había dicho eso? Esperando el contraataque, hizo una mueca y se obligó a encontrar su mirada iracunda. Ella le estaba sonriendo. ―Estoy dispuesta a ofrecerme como voluntaria para ayudarte a perfeccionar tus habilidades. Una vez más, él se relajó. Siempre lo calmaba. ―Pensé que ya las había perfeccionado. ―Definitivamente te daría una A ―dijo ella. Él rio por lo bajo. Ella podía acariciarle el ego todo el día; nunca se cansaba. ―Pero con un poco de crédito extra, podrías obtener una A +. ―Crédito extra, ¿eh? ¿De cuánto trabajo estamos hablando? Me conformo con una A. ―Él inclinó la cabeza hacia ella y le lamió el jarabe para panqueques de su pulgar. ―No me gustaría decirle qué hacer y reprimir su creatividad, Sr. Silverton, pero considerando que no me molesté en ponerme ropa interior esta mañana, no necesitaría mucho esfuerzo de su parte meterse dentro. Él sonrió, completamente a gusto ahora. ¿Cómo lo hacía ella? ―Entonces, ¿cuánto crédito extra ganaría si te inclino sobre esta mesa y te follo desde atrás? ―No podría decirlo hasta que vea la calidad de su trabajo.

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Él se movió con rapidez. Su acto de maestra traviesa ya tenía su polla presionando contra su traje de baño. La sacó de la silla y la empujó boca abajo sobre la mesa. Le levantó la camisa por encima del trasero y buscó el calor entre sus piernas con los dedos. Ella estaba tan excitada como él. Él se bajó el traje de baño hasta las rodillas de un tirón y frotó la punta de su polla contra su apertura.

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Mierda, necesitaba conseguir un condón de su dormitorio. No podía simplemente sumergirse en ella sin protección, sin importar lo mucho que quisiera hacerlo. ―Espera un momento ―dijo. Ella le tomó la muñeca antes de que él pudiera alejarse y le metió un preservativo en la mano. La pequeña descarada había planeado todo esto desde el principio. A diferencia de él, ella pensaba por adelantado. Y le encantaba que supiera cómo conseguir lo que quería. Rápidamente se colocó el condón y luego la llenó con una embestida profunda. Ella se echó hacia atrás para recibir sus embestidas. ―Tómame, Jacob. Sus pelotas se apretaron ante el sonido de su nombre en sus labios. ―Jacob. El timbre de la puerta sonó. Amanda se tensó. ―¿Quién podría ser? Shade empujó más fuerte, tratando de recuperar su atención. ―No lo sé, no me importa ―Giró las caderas. Amanda gimió y se relajó contra la mesa. El timbre volvió a sonar y entonces alguien golpeó la puerta. ―Jacob, abre la puerta ―rogó Amanda. ―Estoy en medio de algo. ―Sí, de mí. Ahora ve a abrir la puerta. ―Maldita mujer mandona ―gruñó él y salió de ella con una mueca de protesta. El timbre sonó varias veces en rápida sucesión.

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―Más vale que sea condenadamente importante ―gruñó mientras se quitaba el condón, se subía el traje de baño y metía su polla dura como una tabla dentro de él.

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―Si no es así, voy a patear el culo de alguien ―dijo Amanda mientras se bajaba la camisa para cubrir su seductor trasero. Maldición, se veía bien con esa camisa. Más golpes. Shade avanzó con fuertes pasos para ver quién se atrevía interrumpir sus intentos de obtener crédito extra con Amanda contra la mesa de la cocina. Shade abrió la puerta para encontrar a Adam. Debería haber sabido que él sería el responsable de la incomodidad de Shade. ―Más vale que sea una emergencia ―dijo Shade. ―Necesito hablar contigo. Shade se tomó un momento para mirar a Adam con más cuidado. Vestía la misma ropa del día anterior, y parecía como si hubiera dormido con ellas. O como si no hubiera dormido en absoluto. ―Te ves como la mierda ―dijo Shade. Se hizo a un lado y permitió que Adam entrara en la casa. ―Sí, eso ocurre a veces cuando estás despierto toda la noche. ―Déjame adivinar: condujiste de vuelta a Dallas para follar a tu consejera de nuevo. ―En realidad, estuve en la sala de emergencias, pero no es por eso que estoy aquí. ―La mirada de Adam se movió a un punto detrás de Shade, y abrió los ojos de par en par―. ¿Amanda? ―Hola, Adam ―dijo ella―. ¿Te oí decir que estuviste en la sala de emergencias? ¿Qué sucedió? ¿Estás herido? ―No, mi padre está en el hospital. ―Oh ―dijo Amanda―. ¿Está bien? ―Más o menos.

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―Mierda, hombre. ¿Por qué no me llamaste anoche? ¿Necesitas unos días de descanso? ―preguntó Shade.

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―No, no es por eso que estoy aquí. Me aseguran que estará bien. He venido aquí para hablar contigo. Tenemos que aclarar las cosas, Shade. Ya no puedo soportar más esta ira entre nosotros. ―¿Aclarar las cosas? ―Necesito saber qué piensas que hice que estuvo tan mal. La columna vertebral de Shade se enderezó. No tenía ni idea de por qué Adam elegiría este momento de entre todos para buscar pelea. ―¿Lo que yo pienso que hiciste mal? Adam cerró los ojos y respiró profundo. ―Al parecer, crees que he hecho algo verdaderamente horrible, pero ni siquiera sé qué es. Así que puedes decirme qué es y lo podemos solucionar aquí mismo. O, si lo prefieres, podemos seguir molestándonos por razones que no entiendo. Shade se quedó atónito. Todo este tiempo había pensado que Adam era un desconsiderado hijo de puta, egoísta e insensible por robarle uno de los acontecimientos más significativos de la vida de Shade, ¿y ahora estaba diciendo que no sabía por qué Shade había estado enfurecido con él durante años? ―¿Realmente no sabes lo que hiciste? ―Estoy bastante seguro de que tiene algo que ver con mi consumo de drogas. Estuve perdido la mayor parte del tiempo, pero no, no me acuerdo. ―¿No te acuerdas de que metí el dedo en la garganta en Nashville para que purgaras cualquier cóctel de pastillas que hubieses ingerido esa noche? Adam dio una sacudida apenas perceptible de su cabeza. ―¿No te acuerdas de que vomitaste sobre mí, mientras yo te arrastraba fuera del bus de la gira porque los paramédicos no podían meter la camilla por la puerta? ―No, no lo recuerdo. ―¿No recuerdas haberme llamado un imbécil entrometido y haberme dicho que me metiera en mis propios asuntos y que podías drogarte si querías hacerlo?

―Eso sí lo recuerdo.

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Adam sonrió.

Shade le frunció el ceño. ―¿No recuerdas morir en la ambulancia? ¿No recuerdas que te aplicaron el desfibrilador hasta que volviste a la vida? La mandíbula de Adam se abrió. Su aliento quedó atascado. Palideció. ―¿Morí? ―Sí, Adam, moriste y mientras yo estaba viendo tu propia estupidez egoísta matarte, mi bebé estaba dando su primer aliento en otro hospital. Me perdí el nacimiento de Julie porque fuiste tan insistente en autodestruirte a ti mismo. Adam se pasó una mano temblorosa por el espeso cabello negro. ―Shade, no recuerdo casi nada de aquellos días. Estaba en un mal lugar en aquel momento. ―¿Ahora es diferente? Las manos de Adam se apretaron en puños. ―¡Sí, ahora es totalmente diferente! Ya no estoy tomando drogas. Estás demasiado ocupado para darte cuenta. O para preocuparte. Shade cerró los ojos y sacudió la cabeza. Deseó estar demasiado ocupado para preocuparse. Simplemente estaba tan cansado de esto. Tan cansado de la negación de Adam. De sus mentiras. ―Todavía estás tomando drogas, Adam. Te atrapé fumando marihuana hace dos noches. Tan pronto se te olvida. Adam se frotó el rostro demacrado con las dos manos y luego cruzó los brazos sobre el pecho. ―Fue sólo un poco. Y sólo fue marihuana. Quiero decir... ―Él frunció el ceño, obviamente todavía en negación―. Tú la fumas. ―No he fumado marihuana en años, Adam. No desde que Julie nació. Crecí mientras estabas drogado y fuera de ti. Simplemente no te diste cuenta. Adam soltó un profundo suspiro.

Shade alzó una ceja.

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―Ya no voy a tomar drogas, Shade.

Adam se quedó allí, abriendo y cerrando las manos. Todo su cuerpo estaba tenso. Shade había visto este comportamiento antes. Adam se ponía de esta manera justo antes de comenzar a lanzar golpes. Shade esperó a que estallara. Le daría una paliza si tenía que hacerlo. No sería la primera vez. Los intensos ojos grises de Adam se clavaron en los de Shade, pero en lugar de arremeter contra él, dijo. ―Mierda, Shade. ¿Por qué no me puedes dar una segunda oportunidad? Adam seguía culpando a todos los demás de sus problemas, excepto a sí mismo. ¿El tipo era incapaz de ver la realidad? ―¿Una segunda oportunidad? ―gritó Shade, incapaz de mantener su temperamento bajo control por más tiempo―. Ya te he dado una segunda oportunidad, Adam. Y una tercera. Y una centésima. ―Shade lo empujó en el hombro, obligando a Adam a dar un paso atrás―. ¿Cuántas malditas oportunidades crees que mereces? Las facciones de Adam se endurecieron. ―No crees que haya cambiado. No crees que esté tomando el control de mi vida. La única persona que ve mi verdadero yo es Madison. Shade lanzó un bufido burlón. ―¿Tu consejera? ¿La que te estás follando? ―Shade le sacudió la cabeza―. Ella va a ver lo que quiera ver. Se ha convertido en tu principal facilitadora. Hay algunas mujeres que nunca deberías follar. Adam inclinó la cabeza hacia la puerta que Amanda había agraciado sólo unos momentos antes. ―¿Tal como la hermana de tu ex-esposa? Touché. ―Vete a la mierda, Adam. No sabes nada de mi vida.

Shade entrecerró los ojos. Realmente deseaba poder darle al hombre el beneficio de la duda, pero sólo podía tratar de poner un tren roto de nuevo en el carril una cierta cantidad de veces antes de creer que el único curso de la locomotora era descarrilarse. Y tanto como a Adam le gustara pensar que su vida se estaba desarrollando sin problemas ahora, Shade podía ver el desastre viniendo a un

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―Y tú no sabes nada acerca de la mía.

kilómetro de distancia. Él ya no iba a ser quien intentara salvar a Adam. Había estado allí, había hecho eso y había comprado la camiseta. Pero ya no le quedaba. ―¿Por qué está tu papá en el hospital? ―Shade realmente no necesitaba preguntar. Sabía la respuesta. Adam bajó la mirada, yendo de enojado a derrotado en el lapso de una respiración. ―Consiguió algunas malas drogas y tuvo una reacción adversa. Me culpa por no haberlo conectado con mi distribuidor. ―Maravilloso. ―Shade soltó un bufido―. ¿Por qué no accediste? Adam frunció el ceño. ―No tengo un maldito distribuidor, Shade. ¿Cuándo te convertiste en semejante idiota? ―Cuando me quitaste muchas cosas que nunca puedo recuperar. ―Shade apretó el puente de su nariz. No iba a golpear a Adam hoy, sin importar cuánto lo quisiera―. ¿Has dicho lo que venías a decir? Adam asintió. ―Sí. Lamento haber muerto y hacerte perder el nacimiento de Julie. Habría esperado hasta el día siguiente para terminar con todo si hubiera sabido que Tina iba a tener a tu bebé tres semanas antes. Por lo menos ahora entiendo por qué me odias. Yo también me odiaría. Esa fue la observación más madura que Adam había hecho en años. ¿Y una disculpa real en vez de una defensiva evasión? Quizás Adam estaba haciendo progresos. Quizás sí estaba rehaciendo su vida. Quizás Shade podía permitirse preocuparse por el tipo de nuevo. Tenía que estar seguro de que Adam estaba en el camino de la recuperación antes de confiar en su progreso, porque Adam había arrancado el corazón de Shade un millón de malditas veces en el pasado, y no podía dejar que lo hiciera de nuevo. ―No te odio ―dijo Shade. Nunca lo había hecho. Adam cerró los ojos e inspiró profundamente.

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―Yo tampoco.

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Incómodo por el intercambio de sentimientos con un tipo, Shade miró al suelo y se quedó en silencio durante varios minutos. ―Yo, eh, te veré en el bus ―dijo Adam. Él también parecía encontrar el piso de madera a sus pies completamente fascinante. ―Sí, bien. Espero que tu papá se recupere pronto. ―Gracias. Debería dejarlo en alguna parte y esperar que no encontrara el camino de regreso, pero simplemente no puedo hacerlo. Ni siquiera después de toda la mierda que me ha hecho pasar. Shade sabía más que nadie la mierda que el padre de Adam le había hecho pasar. Cuando estaban en la escuela secundaria, Shade no tenía idea de cuántas veces Adam se había escondido en su casa sólo para sentir un poco de seguridad. La familia de Shade le había dado la bienvenida a Adam. La madre de Shade era una especie de imán para lo perdido, fueran personas abandonadas o animales perdidos. Shade había estado decepcionado y sí, herido, cuando Adam había elegido seguir los pasos de su padre. Shade no había querido eso para Adam y no había sabido qué hacer. Cómo ayudar. Había tratado de forzar a Adam a que viera la luz, pero no había funcionado. Adam siempre había dicho que quería construir una vida mejor para sí mismo, que no quería ser como su padre, y aun así había seguido la fallada vida del hombre que más resentía casi al pie de la letra. Lo único que había evitado que Adam se enviara a sí mismo a una muerte temprana era que sus compañeros de banda se preocupaban por él, ya fuera que él lo viera de esa manera o no. ―Realmente deberías sacar a ese hombre de tu vida ―dijo Shade―. Nunca va a cambiar. ―No necesito que sea perfecto ―dijo Adam en voz baja―. Sólo quiero que sea mi papá. Después de tanto tiempo, todavía quiero eso. Shade se inclinó hacia delante y apretó el hombro de Adam. Deseó poder decirle que entendía por lo que estaba pasando, pero no lo hizo. Sin embargo, podía apoyarlo. O intentarlo. ―Si necesitas algo, puedes llamarme.

―No lo dices en serio.

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Adam levantó la cabeza y encontró la mirada de Shade. Él se rio a medias.

―Sí, lo hago. Sé lo difícil que es lidiar con un adicto que no ve que se está destruyendo a sí mismo. Adam sonrió torcidamente. ―Son un total del dolor en el culo. ―Pero puedes mejorar. ―Eso esperaba Shade. Por favor, permite que se mejore. ―Sí. ―Adam respiró hondo y miró hacia la puerta delantera―. Me voy a ir ahora. Y no es de mi incumbencia con quien pasas el tiempo pero, ¿Amanda? ―Adam sacudió la cabeza―. ¿No aprendiste la lección con la hermana menor de las Lange? ―Creo que elegí a la equivocada. ―Shade suspiró. Sabía que no podía estar con Amanda bajo ningún título serio, pero la mujer le daba alegría, la cual era razón suficiente para mantener sus manos fuera de ella. Sabía que arruinaría las cosas de forma espectacular, y que ella se llevaría esas buenas sensaciones con ella cuando se fuera. ―Sólo no hagas nada estúpido. Demasiado tarde. ―Te veré después ―dijo Shade. Estaba dispuesto a seguir siendo estúpido con la hermosa mujer en cuestión. Por lo menos hasta que tuviera que irse para reunirse con el bus de la gira. Shade y Adam intercambiaron un torpe abrazo de hermanos, palmeándose la espalda con la fuerza suficiente para sacarle el aire a un elefante, y luego Adam salió de la casa.

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Sonriendo, Shade se fue en busca de problemas. La encontró en su ducha.

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Capítulo 11 Traducido por Otravaga Corregido por Nanis

Amanda no sabía por qué se había sentido tan incómoda cuando Adam la reconoció. Seguro, sin duda se había dado cuenta de por qué ella estaba en casa de Jacob usando su camisa, pero ambos eran adultos solteros en edad para consentir. No era asunto de Adam lo que hicieron en la semi privacidad del rincón de desayuno de Jacob. No la había molestado tanto cuando Gabe se había presentado la noche anterior. ¿Por qué no? Se quedó inmóvil, con las manos enredadas en cabello y champú. Probablemente porque había estado tan perdida en la neblina de la lujuria que no había estado pensando con claridad. Se frotó el cuero cabelludo. Con los ojos cerrados, enjuagó su cabello bajo el agua vaporosa. Tenía que ir a casa y recoger sus pensamientos dispersos. Algo en Jacob enviaba a su lógica en un vuelo corto al país de ninguna parte. Cuando él se metió en la ducha detrás de ella, sus sentidos abordaron el avión. Se dio vuelta para que el chorro golpeara sus hombros y envolvió su cuello con los brazos, poniéndose de puntillas para presionar sus senos contra su pecho. —¿Todo bien con Adam? —preguntó. —Una conversación no puede resolver años de conflicto —dijo él. Sus manos se deslizaron por su espalda y la atrajo más cerca—. Pero es un comienzo. —Él no le diría a Tina que yo estaba aquí, ¿verdad? —Nah. No la soporta. Es por eso que se negó a ser el padrino de nuestra boda. Dijo que estaba cometiendo el mayor error de mi vida.

—No. No me arrepiento de eso. Si no me hubiese casado con Tina, no tendría a Julie. Y ella es mi corazón.

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—En retrospectiva, ¿estás de acuerdo?

Amanda besó el centro de su pecho, justo en la orgullosa nariz de su tatuaje de león. —Qué forma de disolverme en un charco de papilla, Silverton —dijo ella. —Tampoco podría haberte conocido. Ella le sonrió. —¿Estás tratando de obtener crédito extra con palabras en lugar de acciones? —En realidad, tenía la esperanza de terminar lo que comenzamos en la cocina. — Sus manos se deslizaron hacia abajo sobre su trasero, y la haló más cerca. —Tengo un problema con eso. —¿Cuál es? —Él bajó la cabeza para mordisquear su oreja, y ella casi se olvidó de su observación burlona. —No hay una mesa aquí —dijo sin aliento. —No, pero hay una pared perfectamente buena. Resultó que las paredes no eran tan divertidas como los columpios, pero que las duchas desmontables daban lugar a una experiencia agradable. El sexo era divertido con Jacob, y ella no necesitaba más que pasarla bien en ese momento. Sí, sigue diciéndote eso, Amanda, y quizás comenzarás a creerlo. Mientras él estuviera en sus brazos, iba a permitirse disfrutar estar con él. Resolvería cualquier sentimiento en desarrollo más tarde… él no necesitaba saber eso. El hombre se sentía lo suficientemente culpable por tener relaciones sexuales con ella en primer lugar. Además, quería que él recordara su tiempo juntos como una bendición, no como una carga. Podía ocultar lo que sentía, mantenerlo creyendo que sólo quería sexo. No había razón para complicar las cosas al hablar de relaciones y el futuro. Ninguno de los dos quería eso… mucha gente saldría lastimada si alguna vez trataban de estar juntos en forma seria.

Para cuando estuvo satisfecha sexualmente y vestida con la ropa que encontró en la secadora (se había negado a ponerse su ropa interior sucia, así que estaba un

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Amanda siguió hablándose, convenciéndose a sí misma de que tenía razón, porque sus pensamientos eran el único obstáculo evitando que revelara su corazón.

poco ligera en el extremo inferior) era hora de que él se reuniera en el bus y se fuera de gira de nuevo. No estaba segura de qué decir. ¿Debería decir algo? No adiós. Eso era demasiado definitivo. Estaba sentada sola en la sala mientras él empacaba su bolso de viaje en el dormitorio. ¿Se atrevería a pedirle salir el siguiente fin de semana? Sabía que él estaría en la ciudad. También recordaba claramente su reacción hacia Gabe cuando había contado eso. Él no querrá volver a verte, tonta. No te prestes para esa clase de dolor. Así que no, no pediría volver a verlo. No lo pondría en una situación incómoda. Cumpliría su palabra y no trataría de hacer algo de su única noche juntos. Simplemente había sido una increíble noche, y una mañana, de sexo casual, y eso sería el final. Cuando Jacob entró en la sala, dejó caer el bolso en el suelo y se quedó parado en el umbral. Llevaba sus gafas de sol de nuevo, así que no podía estar segura, pero parecía incómodo que ella estuviera allí. —Supongo que me iré —dijo, poniéndose en pie—. No tendré que ir al gimnasio durante un mes después de ese entrenamiento. Él sonrió secamente. Debería haberse ido mientras él empacaba. Recogió su bolso de la mesita auxiliar, donde lo había colocado la noche anterior y pasó junto a él con la columna rígida y el corazón dolorido. —¿Amanda? —dijo él. Su corazón dio un vuelco, y se detuvo en medio del vestíbulo. Por favor, pide verme de nuevo. Por favor. —Fue bueno verte. Sus esperanzas se desplomaron. —Sí.

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Abrió la puerta justo cuando un Jeep aceleró al final de la acera, saltó la cuneta con dos ruedas y se detuvo justo delante del auto de Amanda. El conductor, Owen, hizo sonar con fuerza la bocina.

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Amanda corrió a su auto. Podía sentir los ojos de Owen sobre ella mientras rezaba por la invisibilidad y se metía detrás del volante. Él la había bloqueado en su descuidado trabajo al estacionar, así que se quedó mirando el tablero, tratando de no mirar a Jacob caminar confiadamente por el sendero hacia el Jeep de Owen. Apenas pudo escuchar sus palabras a través de las ventanas cerradas. —Debería haberte llamado y hacerte saber que encontré mi auto —dijo Jacob—. Se me olvidó. Owen dijo algo que ella no pudo oír. Girando la llave, pero sin encender su atormentado y golpeado motor, bajó un poco la ventanilla del lado del pasajero. —Iré contigo ya que estás aquí —dijo Jacob. Dejó caer el bolso en la parte trasera abierta del Jeep y luego abrió la puerta para subir al vehículo. No miró en su dirección. Éste realmente era el final de su tiempo juntos. Amanda observó al Jeep de Owen arrancar. Su corazón se hundió hasta la mitad de su vientre. No estaba segura de qué había esperado de Jacob. Sabía que él no estaba interesado en nada sustancial, y ella tampoco. Entonces, ¿por qué dolía tanto pensar que todo lo que ella tendría con él sería una sola noche? ¿Por qué estaba paralizada por el dolor de su corazón? Recobra la compostura, Amanda. Ésta no es la primera vez que no has conseguido al tipo que querías. No será la última. Respiró hondo y encendió el auto. Antes de que pudiera ponerlo en marcha, las luces traseras de Owen se iluminaron, la puerta del acompañante se abrió de golpe y entonces Jacob estaba fuera del auto y corriendo hacia ella. Su corazón se saltó un latido. Probablemente sólo había olvidado decirle algo, pero no podía dejar de tener esperanzas. Él se detuvo junto a su puerta y dio unos golpecitos en el vidrio. Ella manejó torpemente el botón que bajaba la ventanilla. Lo miró expectante. —Para que lo sepas, en realidad soy estúpido —dijo, y antes de que ella pudiera protestar, él se inclinó hacia la ventana abierta y la besó. ¿Qué? ¿Qué quiso decir? Ella perdió su tren de pensamiento cuando él profundizó el beso y su cuerpo se fundió.

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Jacob.

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Él liberó su boca de la de ella y la miró a los ojos. Al menos pensó que estaba mirándola a los ojos. Una vez más estaba escondido detrás de sus malditas gafas de sol. —Tengo a Julie el próximo fin de semana —dijo él—. Pensé que quizás le gustaría ir al zoológico. ¿Qué te parece? —Um… —¿Entonces él había salido corriendo del auto para preguntarle si a Julie le gustaría ir al zoológico? No era exactamente lo que había esperado, pero sonrió por el bien de Julie, porque apreciaba a esa niña más que a su propia vida y sabía que a Julie le encantaría pasar el día en el zoológico con su padre—. Le encantaría eso. A ella realmente le gustan los animales y siempre está llena de preguntas. Él sonrió. —Las cuales yo nunca sería capaz de responder. ¿Quieres venir con nosotros? El aire salió de los pulmones de Amanda. —Um… no querría entrometerme en tu tiempo con ella. —Nah, estarías ayudándome. Te gustan los animales y esas cosas, ¿cierto, profesora de biología? —¿Estás seguro de que ésta no es una excusa para verme otra vez? —preguntó ella. —Realmente no puedes captar una indirecta, ¿no? ¿Indirecta? —No sé lo que quieres decir. Él apoyó los antebrazos en el marco de la puerta y suavemente le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja. —Es muy estúpido de mi parte hacer esto, pero simplemente no podía soportar la idea de no pasar más tiempo contigo. Incluso aunque sé que permanecer alejado es lo mejor, me importa un bledo.

—No creo que seas estúpido en absoluto, Jacob Silverton. Creo que la cosa más inteligente que has hecho alguna vez es salir de ese Jeep y besarme.

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Ella sonrió, con el pecho a punto de explotar de la alegría que florecía en su corazón.

Él sonrió. —¿Entonces te unirás a nosotros? —Me encantaría. Siempre lo paso bien con Julie en el zoológico. —¿Y conmigo? Ella sonrió. —Sí, supongo que estás bien. —No tenemos que tener relaciones sexuales —dijo él. —Uh, pero podríamos. Si nos provoca. —Ella iba a comenzar a entrenar para aumentar su resistencia inmediatamente. Ahí se iba lo de saltarse un mes de ejercicio. Él rio y la besó de nuevo. —Me tengo que ir.

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Esta vez, cuando Amanda observó el Jeep alejarse con Jacob Silverton en el interior, tenía una sonrisa en el rostro y esperanza en el corazón. Sólo tenía que asegurarse de que su hermana nunca se enterara de que estaba viendo a Jacob, incluso a un nivel superficial. El hombre no necesitaba otra razón para que su exesposa lo odiara.

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Capítulo 12 Traducido por Xhessii SOS Corregido por V!an*

—Eres el idiota más grande del planeta —le dijo Owen a Shade mientras salían de su camino de entrada—. No sé lo que tienes flotando en esa enorme cabeza tuya, pero estoy seguro como el infierno que no es un cerebro. ¿Por qué tonteas con Amanda Lange? Shade de encogió de hombros. Estaba de un humor demasiado bueno como para que dejara que las palabras de Owen lo molestaran. Iba a volver a ver a Amanda en menos de una semana. Pasaría el día con sus dos mujeres favoritas en el planeta. Nada que nadie le dijera podría oscurecer su humor. Y antes de que Owen pudiera intentarlo, Shade cambió de tema. —Adam pasó esta mañana. Luce como la mierda. No durmió nada anoche. Su papá está en el hospital. —Bueno, mierda, ¿por qué no nos llamó? Podríamos haber estado ahí para apoyarlo. —Ya sabes que se avergüenza de su padre. —No sé cuál de ustedes es el idiota más grande —dijo Owen. —Él —aseguró Shade. Owen rio.

—También hablamos un poco de eso esta mañana. Creo que las cosas entre nosotros comenzarán a tranquilizarse un poco. —Shade dudaba que alguna vez fueran tan cercanos como lo habían sido, pero ya no quería pelear con Adam. Shade trabajaría bastante en no perder el control. Encontraría maneras de lidiar con el comportamiento desconsiderado de Adam para hacer su vida más fácil. Y ya no tomaría como su tarea el ganarse la cooperación de Adam; no era su trabajo

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—Realmente necesitan dejar de atacarse constantemente. Nos estresa a todos.

enseñarle responsabilidad. Quizás Adam reconocería cómo echaba a perder todo si Shade mantenía la calma en lugar de agregar más problemas al siempre confrontar a Adam. Mierda, nada de esto sería fácil, pero Owen tenía razón: todos se estresaban por el constante enfrentamiento entre Shade y Adam. Shade se prometió a sí mismo no explotar la próxima vez que Adam hiciera algo egoísta y desconsiderado. Estaban en un interminable bucle de animosidad, y uno de ellos tenía que dar un paso al frente y romper el círculo. Ya no discutiría con Adam; no podía controlar las acciones de otro hombre. Shade se preguntó por cuánto tiempo sería capaz de recordar eso. —Espero que estés descansado para esta noche —dijo Owen —Tengo mucha energía para el concierto. —Pero no una onza extra. Amanda había sido asombrosa. Había tomado todo lo que él estaba dispuesto a dar. La mayoría de sus amantes lo hacían detenerse antes de que él estuviera verdaderamente satisfecho porque las agotaba. —Y después el club del sexo. No lo olvides. La nariz de Shade se arrugó. No había forma de que estuviera de humor para ligar con una extraña esa noche. No después de haberlo pasado tan bien con alguien que le importaba. —No voy a ir —dijo Shade—. No estoy de humor. —¿Qué? ¿Estás bromeando? ¿Primero Gabe, después Adam y ahora tú te estás alejando de un coño perfectamente bueno? ¿Qué les sucede? —No sé ellos, pero mi polla necesita unos cuantos días para recuperarse. —¿Desde cuándo? —Olvídalo, Owen. No voy a ir. —Al menos todavía tengo a Kellen —gruñó Owen.

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—Ustedes dos se divertirán más sin mí. Saben que soy el más grande imán de coños en el grupo. Quizás ustedes dos terminen ligando con alguien medianamente atractiva si no estoy ahí para robarme a todas las ardientes. —De alguna manera, Shade se las arregló para no reír mientras se mofaba de Owen.

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Owen lo golpeó en el brazo y golpeó la acera con la llanta delantera del lado del pasajero. Regresó el Jeep a su carril, tratando no golpear a ningún peatón en el proceso. —Mierda, Silverton. Yo soy el más grande imán de coños del grupo. —Sí —dijo Shade con una risita voraz—. Si te gustan las pumas7. —Sí me gustan las pumas —dijo Owen con una sonrisa retorcida—. No temen afilar sus garras en mi espalda. —A cada quien, su cada cual —dijo. Shade tenía una fuerte atracción anormal por las chicas inteligentes. Bueno, una en particular. Estaba contento de haber hecho la cosa equivocada, de haber ido contra su sentido común, y haberle pedido a Amanda si podía verla de nuevo. Ahora tenía algo que anticipar durante toda la semana. —Tu sonrisa de “follé” luce condenadamente ridícula —dijo Owen, mirando el cielo. —Sólo estás celoso. —Y tenía razón para estarlo. Shade tendría que tocar esto con Amanda de oído, un día, una noche, a la vez, pero por primera vez en una eternidad, tenía la esperanza de que quizás fuera capaz de hacer que una relación funcionara. Asumiendo que la mujer en cuestión lo quisiera tanto como él la quería a ella. —Maldición, dejarías de sonreír así —dijo Owen—. Me estás empezando a preocupar. Shade probablemente debería preocuparse por cómo su decisión de perseguir a Amanda complicaría su vida, pero estaba demasiado feliz para que le importara. —Cállate y conduce, Owen. Tenemos un concierto al que ir. Todo lo demás se arreglaría con el tiempo. No tenía que ser un genio para saber eso.

7

Pumas: en inglés “cougars”, mujeres que se involucran sexualmente con hombres considerablemente más jóvenes.

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FIN

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Sobre la autora

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Combinando su amor por la ficción romántica y el rock ‘n roll, Olivia Cunning escribe romance erótico centrado en músicos de rock. Criada con música de hard rock desde la cuna, fue a su primero concierto de Styx a los seis años y se enamoró instantáneamente de la música en vivo. Se la conoce por viajar miles de kilómetros sólo para ver a su banda favorita en concierto. De adolescente, descubrió su segundo amor, la ficción romántica ― primero leyendo vorazmente apasionadas novelas románticas y luego escribiendo las propias. Recientemente vendió su pala de nieve y se mudó de Nebraska a Galveston, Texas. Puedes encontrarla en la playa con los pies en la orilla, escribiendo sobre traviesas estrellas de rock.

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Touch me

Owen “Tags” Mitchell, bajista de Sole Regret, le da a una mujer recientemente divorciada una noche que ella nunca olvidará.

Fecha de publicación: mayo de 2013.

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Cuarto libro de la serie Sole Regret

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Staff Moderadora Simoriah

Traducción clau12345 Dai vanehz Simoriah

carmen170796 nanami27 Xhessii Vannia Akanet LizC

flochi otravaga

Corrección Curitiba Nanis La Bohemik Vannia

V!an* clau12345 Simoriah

Recopilación y revisión Simoriah

Diseño

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Simoriah

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Visitanos en

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http://www.bookzingaforo.com/

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