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PEDRO SAAD

Antes del Amanecer Antecedentes de la Independencia

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Gobierno del Ec. Rafael Correa Delgado - 2007 COMISIÓN NACIONAL PERMANENTE DE CONMEMORACIONES CÍVICAS

Doctor Wankar Ariruma Kowii Maldonado, Presidente de la CNPCC. Embajador, Alejandro Suárez Pasquel, Vicepresidente Ejecutivo de la CNPCC. Doctor Fernando Tinajero, Miembro, Representante de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Coronel E.M.C. Arturo Cadena Merlo, Miembro, Representante de las Fuerzas Armadas. Doctor Guillermo Bustos, Miembro, Representante del Ministerio de Educación. Doctor Carlos Joaquín Córdova, Miembro Asesor, Representante de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Economista Fabiola Cuvi Ortiz, Miembro Asesor, Representante del Instituto Ecuatoriano de Capacitación e Investigación de la Mujer. Doctor Manuel de Guzmán Polanco, Miembro Asesor, Representante de la Academia Nacional de Historia. Soc. Fabián Bedón Samaniego, Secretario (e), Lic. Lucila Lema Otavalo, Comunicadora Social, Jimmy Chung, Asistente. Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas Av. Amazonas 477 y Roca, Telfax: 2 502 770 - 2 231 596 [email protected] Biblioteca electrónica de la CNPCC: www.conmemoracionescivicas.gov.ec Libros: ww w. c o n m e m o r a ci o n e s c i v i c a s . g o v.e c /lib ro s .html Cuadernos: w w w. c o n m e m o r a ci o n e s c i v i c a s . go v.e c /c c .html © Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas

Antes del Amanecer

Antecedentes de la Independencia

PEDRO SAAD

ISBN- 978-9978-92-5430 Diseño, diagramación, impresión CREAR GRÁFICA - EDITORES - 097793525 Quito, diciembre de 2007

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Unas palabras previas…… La verdad es que no sé cómo vine a parar dedicado al estudio de la Historia. Y no lo sé, porque las clases formales que recibía en el colegio eran de un aburrimiento absoluto… Un montón de nombres, una sucesión de fechas, una acumulación de datos que no me explicaban nada…

Y lo peor es que todo este trágico panorama no era culpa de los profesores, que se esforzaban porque sus lecciones resultaran amenas y atractivas. Pero, si esto era así – y yo así lo comprendía – la “culpa” debía entonces ser de los planes de estudio…

Más tarde comprendí que no era así y que los tales “planes de estudio” estaban elaborados por otros profesores, que eran tan trabajadores y “buenas gentes” como los que a mí me habían tocado en clase. ¿De quién era entonces la culpa de que la asignatura de Historia fuera sólo una seguidilla de nombres y fechas?

Y un buen día se me aclaró el panorama… Lo que ocurría era que a alguien le interesaba que nosotros no nos interesáramos por la Historia; que a alguien le convenía que nosotros no comprendiéramos la importancia de entender el pasado y las verdadera fuerzas que movían los hilos detrás de esos personajes cuyos nombres debíamos recordar y de aquellas fechas que teníamos que memorizar. Por eso no figuraban los indios (o sólo aparecían cuando eran sumisos y resignados). Por eso casi no aparecían las mujeres (o sólo http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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asomaban cuando acompañaban a un hombre – por lo común su marido – que era el que en realidad hacía las cosas). Por eso no estaban los obreros. Ni los artesanos. Ni los campesinos. Y por eso no estaban los negros. Y no estaba yo. Ni los que eran como yo: sencillos, buenos, honrados… Así que fue entonces cuando decidí dedicarme a estudiar de verdad verdadera la Historia. Porque la Historia no es sólo el pasado; tal vez ni siquiera sea fundamentalmente el pasado. Y hacía falta estudiarla para saber. Para entender.

Para que no me vieran la cara de?… bobo.

Y para tratar de que a mis hijos y a toda la gente más joven no les hicieran aburrirse y detestar esa retahíla de fechas y de nombres, sino que les contaran el pasado de su propia tierra como algo vivo e interesante. Algo de lo que ellos mismos deben ser responsables, porque ellos mismos deben ser dueños.

Así que a eso me dedico, a volver a contar la Historia, y a ése concepto está consagrado el librito que tienen en las manos. Si lo he conseguido o no, sólo ustedes podrán decirlo. Si lo he logrado, les agradezco de todo corazón.

Si no he alcanzado esa meta, sólo espero que ustedes mismos se propongan continuar este esfuerzo de volver a contar el Cuento de la Patria (como lo llamaba Benjamín Carrión), para que esa Patria de verdad verdadera sea finalmente de todos. Pedro Saad

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Antecedentes de la Independencia Todos los fenómenos, y muy especialmente los fenómenos sociales, tienen unos antecedentes que los provocan y explican.

Para referirnos a los primeros signos de libertad del yugo español en nuestro país, tenemos que remontarnos hacia atrás y tratar de retroceder con la imaginación. Porque las cosas cambian con el tiempo. Los que eran poderosos pueblos o naciones caen de su pedestal, y otros que no parecían destacarse los reemplazan. Los clásicos solían decir: Sic transit gloria mundis (así pasa la gloria terrenal), y tenían razón.

El mundo no fue siempre como lo vemos hoy: con una superpotencia como los Estados Unidos y con una Europa unificada; con China en pleno desarrollo y con una América Latina en fase de transformación; con poblaciones indígenas que cada día son más conscientes y organizadas y – quizá debía figurar en primer lugar de la lista – con una mujeres que logran, elección a elección, ocupar más y mejores lugares en el poder público. Es que el tiempo cambia todas las cosas, aunque habitualmente esos cambios se producen luego de procesos que los preparan – procesos que a veces duran décadas o incluso siglos – y que sólo al final concluyen en un acto que violentamente resume los procesos preparatorios y anuncia el futuro. Por lo común, ese “acto” que resume los procesos es una guerra, o al menos una batalla; pero también hay fenómenos que empiezan con un http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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descubrimiento científico, una muerte individual, una manifestación del pueblo o… un documento.

Nuestro relato de hoy, que va a concluir con la emancipación política de nuestra Patria, comienza precisamente con uno de esos documentos… 3 de octubre de 1700.– Aunque el Rey de España, Carlos II, no fallecería sino el 1 de noviembre, éste es el día cuando suscribió su testamento. La cláusula 13 de ese documento decía… “Conforme a las leyes de estos Reinos, subsiste el derecho de la sucesión en el pariente más inmediato, y que hoy se verifica este caso en el hijo segundo del Delfín (en Francia se denomina así al heredero del trono) de Francia: por tanto, arreglándome a dichas leyes, declaro ser mi sucesor, en caso de que Dios me lleve sin dejar hijos, el Duque de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de ninguna parte de ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que en el caso referido de que Dios me lleve sin sucesión legítima le tengan y reconozcan por su rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la menor dilación, la posesión actual, precediendo el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos y señoríos.”

Razón tenía Carlos en apresurarse en dictar su testamento, pues, aunque sólo tenía 38 años de edad, había sido toda la vida enclenque y debilucho. Tanto que, violando toda la cortesía diplomática, el enviado papal a España (hoy lo llamaríamos “Nuncio”) lo describía del siguiente modo… “El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austria; ojos no muy grandes, de color azul turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al

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descubierto. No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia.” Y no se trataba, como pudiese pensarse, de que ese “Nuncio” le tuviera ojeriza o malquerencia, pues el propio médico del Rey, cuando le hizo la autopsia encontró que “el cadáver no tenía ni una sola gota de sangre; el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones, corroídos; los intestinos, putrefactos y gangrenados; tenía un solo testículo, negro como el carbón, y la cabeza llena de agua”. Parece evidente que el forense sí exageraba, pues es obvio que nadie puede vivir con un corazón “del tamaño de un grano de pimienta” ni con la cabeza “llena de agua”. Por lo visto el doctorcito se preparaba para quedar bien frente a los herederos del trono, por aquello que dicen de que “a Rey muerto, Rey puesto”.

Lo cierto es que pronto circuló la noticia de la muerte por todos los extensos dominios de España a la época, y que el pueblo llano no se preocupó excesivamente y más bien respiró tranquilizado, porque, aparte de todos sus achaques físicos y psicológicos, Carlos tenía una reputación espiritual extraña, y lo habían tratado por todos los medios: santos y no tan santos. Uno de sus biógrafos más detallistas, Mar Rey Bueno, nos lo dice del siguiente modo… “Tradicionalmente, los más conocidos han sido los exorcistas que intentaron conjurar el supuesto maleficio que impedía al monarca una sucesión normal. Los exorcismos aplicados al rey calaron tan hondo en la sociedad española de la época, que fueron el motivo del sobrenombre con que, hasta la actualidad, ha sido conocido Carlos II: el Hechizado.”

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Total, y aun descontando el porcentaje de malevolencia de los testigos: Su Majestad moría sin hijos (y quizá incluso virgen) y en el aire quedaban todos los largos títulos que, como Monarca, le habían correspondido… “Rey de León, de Castilla y de Aragón (con el apelativo de Carlos II); de Nápoles, de Sicilia, de Jerusalén y de Navarra (como Carlos V); de Granada, de Valencia, de Toledo, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de las islas Canarias, de las Indias, de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Conde de Barcelona (como Carlos II); Señor de Vizcaya y de Molina, Duque de Atenas y de Neopatria, Conde del Rosellón y de Cerdaña, Marqués de Oristán y de Gociano, Duque de Borgoña (como Carlos III), de Brabante, de Milán, Conde de Flandes y del Tirol, entre otros títulos.”

Pero, por curiosas y reveladoras que sean, todas éstas no son más que anécdotas.

El núcleo de la importancia del testamento de don Carlos II era la designación de su heredero, tanto más que el mismo legado establecía que, en su último acto de vida, el Rey disponía “a todos mis súbditos y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que… le tengan y reconozcan por su rey y señor natural”. Esto convertía al joven Duque de Anjou, que aún no había cumplido los 17 años de edad, en amo y señor de toda España (incluyendo, que es la parte que nos afectaría a nosotros, “las islas Canarias, las Indias – es decir, toda América – y las islas y Tierra Firme del mas océano”. Por aquel entonces, todos los países –excepto Suiza que tenía un régimen diferente – eran monarquías y tenían reyes y reinas que mantenían un poder absoluto sobre sus súbditos.

Pero, como los países aún no estaban consolidados, se consideraba que la población de todos los territorios sujetos a la voluntad de un monarca eran integrantes de la misma nación, aunque tuviesen historias diferentes y hablaran distintos idiomas. Por eso, la relación http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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familiar entre los reyes era muy importante y, como veremos más adelante, las relaciones entre los países eran entonces simplemente “pactos de familia”, de modo que las relaciones familiares (por nacimiento o por matrimonio) de unos reyes con otros equivalían a lo que hoy llamamos “acuerdos” o “tratados”. “De modo que al morir Carlos II no tenía hijos, y sólo tenía unos sobrinos (“los parientes más inmediatos”) que no podían heredar el trono por razones políticas, pues eran hijos de sus hermanas: María Teresa, quien estaba casada con el Rey de Francia (Luis XIV), y de Leeonor, casada con Leopoldo I, de Alemania”.

Por eso es que, cuando Carlos II nombraba heredero del trono al duque de Anjou, esta transferencia venía a romper el equilibrio de las potencias europeas, en el cual se basaba toda la política internacional de Europa, pues esas poencias se habían mantenido relativamente en paz desde la llamada “Guerra de los treinta años”, que había concluido en 1648, más de medio siglo antes del fallecimiento de Carlos. Ahora, con la alianza previsible de España y Francia (porque el rey de España era nada menos que nieto del rey de Francia), la hegemonía de esa alianza, que nadie dudaba que estaría encabezada por Luis XIV, quien había sido monarca francés desde 1643 (¡57 años antes de la muerte de Carlos!)

Luis XIV, a quien se llamaba “el Rey Sol”, era un monarca tan absoluto que nunca separó sus problemas (ni sus finanzas) personales del Estado. De hecho, a él se debe la frase que define el absolutismo: “El Estado soy yo”. Francia y España unidas representaban una realidad que rompía el equilibrio de los últimos 50 años y la reacción de las otras naciones no se hizo esperar, de modo que provocó de inmediato la coalición de Inglaterra – que se sentía la más afectada – con Austria, Holanda, Dinamarca, Saboya y Portugal.

Para oponerse a la alianza franco-española, esta alianza multinacional proclamó como nuevo rey de España al archiduque Carlos que, como se verá en el cuadro 1, era también sobrino del difunto.

A nadie parecía importarle que el un pretendiente (el duque de

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Anjou) tuviese 17 años y que el otro (el archiduque Carlos) acabase de cumplir los 15. Al fin y al cabo lo que estaba en juego no era la supuesta felicidad del pueblo español, que todas las partes decían buscar, sino el poder político en el continente.

Lo cierto es que a fines de 1701 se inició la “guerra de sucesión española”, que duró 12 años seguidos y provocó una terrible devastación en Europa, pues la coalición formada por Inglaterra (llamada “Gran Alianza de La Haya”) declaró la guerra a Francia, a lo que Luis XIV respondió con una ofensiva sobre territorio alemán (los franceses llegaron hasta cerca de Viena), a lo que los ingleses respondieron ocupando Gibraltar y llevaron a su patrocinado, el archiduque Carlos, a Barcelona, donde fue proclamado “rey” por algunos catalanes, adoptando el nombre de “Carlos III”. El duque de Anjou, también coronado rey de España (como “Felipe V”), contraataca y consigue desalojar a los “aliados” (es decir, a los ingleses) del propio Madrid, que había sido ocupado temporalmente.

Para 1713, todas las fuerzas de ambos bandos estaban agotadas. Había quedado en claro que ninguno podría imponerse sobre el otro. Comenzaron las negociaciones secretas y, desde abril de ese año, se suscribieron varios tratados que se conocen con el nombre genérico de “Paz de Utrecht” (por el nombre de la pequeña población holandesa de ese nombre.

Entre los acuerdos de Utrecht y Rastatt (otra pequeña población: de Alemania esta vez) se volvió al equilibrio europeo. Aunque al final se reconoció a Felipe V como rey de España, ello resultó aceptable para las potencias enemigas del fortalecimiento de Francia, debido a que España perdía el Peñón de Gibraltar y unas islas (que fueron cedidas a Inglaterra); mientras Sicilia se entregó a Saboya; y Milán, Nápoles y Cerdeña se traspasaron a Austria.

Pero, como lo dijo años después el tratadista J.F. Bielfeld, “las guerras provocan los tratados, y los tratados son el origen de todas las guerras”.

Y así sería esta vez también: la guerra generalizada en Europa provocó el tratado de Utrecht; pero éste engendraría una nueva guerra: una guerra mundial.

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Para nosotros – acá, en América Latina – lo más importante de la “Paz de Utrecht” fue que Inglaterra obtuvo el derecho de introducir esclavos y mercancías en “las indias”. Esto iba a cambiar totalmente la situación americana. Esa extraña suerte de guerra mundial que había sacudido a Europa ahora iba a extenderse a América. Había comenzado el siglo XVIII. Absolutismo y “democracia”

La monarquía absoluta es una forma de gobierno que se basa en el principio de que el monarca (llámese Rey, Emperador, Zar, etc.) tiene el poder absoluto y total en términos políticos. Esto quiere decir que no existe una división de poderes – sobre todo ejecutivo y legislativo – ya que la fuente de ellos (o sea quién los nombra: a los ministros o los diputados) es el mismo monarca o soberano. “Soberano” se define como “autoridad suprema, no superada en cualquier orden”.

Tampoco existen mecanismos por los cuales ese soberano deba responder por sus actos. Si bien la administración de la justicia tiene una autonomía relativa en relación al rey, éste puede cambiar las decisiones o dictámenes de los tribunales en última instancia o reformar las leyes a su necesidad o antojo.

Históricamente la monarquía absoluta se desarrolla en la Edad Media tardía a partir del feudalismo y el predominio que adquiere el rey en relación a los nobles que lo consideraban como un igual, pasando a ser vasallos del rey.

El estudio del Derecho Romano en las Universidades a partir del siglo XIII reforzó la posición de los reyes en cuanto pudieron desprenderse de la prelación teórica de emperador y Papa.

La teoría de que el rey es emperador en su reino y que por tanto tiene todos los poderes que pudieran atribuirse a los emperadores antiguos (el princeps legibus solutus) fue apoyada por los letrados (la intelectualidad), que tenían un origen social de no muy alta alcurnia, o incluso no privilegiado, que sólo podrían aspirar a ascender socialmente sirviendo a los intereses de un rey fuerte.

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Esto ocurría en los países que tenían un sistema monárquico (es decir con rey o emperador); pero, ¿qué pasaba en las repúblicas? A la época no había muchas en Europa.

En la actual Italia quedaban como repúblicas las ciudades/Estado de Génova y Venecia. Y aun éstas con muchos matices.

Génova vivía entre grandes divisiones de sus clases dominantes, y con mucha frecuencia tuvo que enfrentar conspiraciones internas para favorecer a invasores extranjeros, de modo que la “república” genovesa, si bien era gobernada por un dux que sólo duraba dos años en el poder, tenía que equilibrar su política, oscilando entre Francia, España y Austria. La isla de Córcega era un buen ejemplo de los límites de la “soberanía” genovesa. En medio de grandes sublevaciones internas y conspiraciones políticas, Génova tuvo que vender Córcega a los franceses en 1768, precisamente un año antes de que allí naciera Napoleón Bonaparte, que sólo pudo ser Emperador de los Franceses gracias a ese acto de comercio político.

Por su parte, Venecia era una república de nombre, pero no era democrática en el sentido que damos hoy a esta palabra, pues su gobierno era una pirámide, que tenía en la base a los comerciantes ricos, sobre los cuales existía un Senado, que respondía a las instrucciones de un llamado Consejo de los Diez. Todo esto coronado por un dux que era vitalicio. A más de estas poblaciones italianas, pueden considerarse “repúblicas” la Confederación Suiza y las Provincias Unidas de los Países Bajos.

La Confederación Suiza era (y hasta nuestros días sigue siendo) la más antigua democracia europea, con una serie de aspectos muy especiales, que aún hoy son dignos de estudio y reflexión.

Por ejemplo, su Constitución, que fue adoptada (como pacto entre cantones) el año 1291 (hace más de 700 años) y cuyos principios siguen vigentes hoy, siendo la más antigua del mundo.

La Confederación Suiza está hoy compuesta por 26 cantones, que gozan de gran autonomía y que mantienen entre sí relaciones muy buenas, pese a que en ellos se hablan por lo menos 3 idiomas diferentes (francés, alemán e italiano), a más de una lengua autóctona, llamada welche. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Muy pequeña en tamaño (todo el país tiene apenas 41,290 kilómetros cuadrados: menos de la sexta parte de Ecuador) y ubicada en el centro de Europa, la Confederación Suiza ha logrado mantener su independencia nacional gracias a su invariable política de neutralidad en todos los conflictos europeos (inclusive durante las dos guerra mundiales), para garantizar la cual se ha establecido un aspecto que durante muchos siglos fue único en el mundo: formalmente, Suiza no tiene ejército; pero durante mucho tiempo consiguió buena parte de sus ingresos federales por el “alquiler” de unos 70,000 soldados mercenarios, que estuvieron al servicio de potencias extranjeras (unas veces de España y otras ocasiones de Francia). Todavía hoy se conserva el recuerdo de esos “servicios militares suizos”, pues el Estado Vaticano (la sede del Papa católico) tiene como única fuerza armada una Guardia Suiza.

A primera vista, pues, Suiza es una sociedad perfecta y una democracia absoluta, y muchas veces se la pone de ejemplo universal. Pero esa “perfección” es sólo a primera vista. En Suiza las mujeres sólo tienen derecho al voto desde 1971, y sólo en 1991 se permitió el voto desde los 18 años de edad. En el listado de los países europeos no monárquicos tenemos el caso de las Provincias Unidas de los Países Bajos, la mayor de las cuales era Holanda, que más tarde sería usado como nombre de todo el país.

También en este caso se trataba de una confederación de provincias con mucha autonomía (hasta el punto que cada una de ellas podía tener su propia flota). Pero, también en este caso, esa “república” distaba mucho de ser una “democracia” como las consideramos hoy, pues el poder real estaba en manos de una clase media alta, que dominaba los concejos de las ciudades, servían en los directorios de las grandes empresas, se vestían y comportaban de un modo diferente a los demás, y controlaban las elecciones a los “Estados Generales” que formalmente eran quienes detentaban el poder, mientras el pueblo llano (campesinos y pequeños artesanos) añoraba la monarquía que les parecía sinónimo de “democracia”. O sea que no se puede decir que automáticamente cualquier sistema republicano sea mejor que cualquier monarquía, porque todo dependerá de los hombres que estén a cargo de uno u otro sistema y de la situación histórica en que se desenvuelva ese sistema. Como ya lo dijo el genial http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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poeta norteamericano Ezra Pound en sus “Cantos”?...1

“Es que el despotismo o poder absoluto… Soberanía ilimitada es igual en una mayoría de una asamblea popular, o un consejo aristocrático, o una junta oligárquica que en un solo emperador, si es igualmente arbitrario”

Finalmente esa limitada concepción “republicana” terminó en 1815, cuando Holanda retornó a la monarquía, consagrando en las leyes (“de iure”, como se dice en jurisprudencia) lo que ya era un hecho en la práctica (“de facto”): la hegemonía de la “casa de Orleans”, de la cual descienden todos los reyes de los Países Bajos, incluyendo la actual reina (Beatriz), quien está en el trono desde 1980. El siglo de las luces

El siglo XVIII constituye, en general, una época de progreso de los conocimientos racionales y de perfeccionamiento de las técnicas de la ciencia.

Fue una época de enriquecimiento generalizado, que potenció a la nueva burguesía, si bien se mantuvieron los derechos tradicionales de los órdenes privilegiados dentro del sistema monárquico absolutista.

Generalizando un tanto, podríamos decir que la historia del siglo XVIII consta de dos etapas diferenciadas: la primera supone una continuidad del Antiguo Régimen (hasta la década de 1770), y la segunda, de cambios profundos, culmina con la Revolución Estadounidense, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial en Inglaterra.

Por todos estos cambios, el siglo XVIII es habitualmente conocido como El siglo de las luces o período de la Ilustración.

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Estos versos están en el “Canto XXXIII”. La traducción es del gran poeta nicaragüüense Ernesto Cardenal. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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El término Ilustración se refiere específicamente a un movimiento intelectual de amplio alcance. Esta corriente abogaba por la razón como la forma de establecer un sistema autoritario ético, estético y de conocimientos, y surgió en contraposición al Absolutismo y al Antiguo Régimen. Todo cambiaba, y cambiaba a una velocidad vertiginosa. Casi no había mes en el cual no se produjera una transformación importante, ya fuese en la ciencia, la tecnología o las artes, al mismo tiempo que se modificaban muchas leyes, para favorecer el desarrollo y surgían nuevos hábitos y costumbres, incluso en el diario vivir, porque los hombres trataban de amoldarse a este período de innovaciones.

Un breve recuento de los avances fundamentales del período nos aclarará la importancia del final del siglo XVII y comienzos del XVIII. La filosofía tiene un salto enorme, pues se vincula con la ciencia. Por un lado, a fines del XVII el gran Isaac Newton: científico, físico, filósofo, alquimista y matemático inglés, autor de los Philosophiae naturalis principia mathematica, más conocidos como los Principia, donde describió la ley de gravitación universal y estableció las bases de la Mecánica Clásica mediante las leyes que llevan su nombre. Entre sus otros descubrimientos científicos destacan los trabajos sobre la naturaleza de la luz y la óptica, y el desarrollo del cálculo matemático, de modo casi simultáneo con el alemán Leibniz. Newton fue el primero en demostrar que las leyes naturales que gobiernan el movimiento en la Tierra y las que gobiernan el movimiento de los cuerpos celestes son las mismas. Este concepto, que hoy nos parece obvio era a la época de una trascendencia filosófica muy grande.

En general, La Ilustración se nutrirá filosóficamente de varios movimientos y corrientes del pensamiento. Entre ellos, cabe destacar el Antropocentrismo, el Racionalismo, principalmente representado por Descartes, el ya mencionado Leibniz y sobre todo por Baruch Spinoza y muy particularmente el Empirismo, que es una teoría del conocimiento que enfatiza el rol de la experiencia, especialmente de la percepción sensorial, en la formación de ideas, al margen de las convicciones religiosas o teológicas, como se había afirmado antes. En el arte, el mundo está viviendo uno de sus mejores momentos después del renacimiento. En 1656, el gran pintor español Diego

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Velásquez había pintado Las Meninas2, un enorme cuadro (3.10 m. por 2.76 m.) que muchos estudiosos consideran la mayor obra pictórica del mundo. Para nuestro análisis quizá es más importante otra pintura monumental (3.67 m. por 3.07 m.) del mismo autor, La rendición de Breda, también conocida como Las lanzas, que recoge un momento especial de la guerra que sostuvieron en territorio holandés las fuerzas conquistadoras españolas (que finalmente vencieron en el combate) y las tropas de los Países Bajos, que buscaban preservar su independencia. Las crónicas de la época cuentan que la defensa holandesa llegó a ser heroica, pero la guarnición tuvo que rendirse y levantar la bandera. El general Justino de Nassau capituló el día 5 de junio de 1625. Fue una capitulación honrosa que el ejército español reconoció como tal, admirando en su enemigo la valentía de los asediados. Por estas razones permitió que la guarnición saliera formada en orden militar, con sus banderas al frente. Éste es el momento histórico que eligió Velázquez para pintar su cuadro, y es una clara alusión a que el gran artista – pese a ser español – simpatizaba con la resistencia y estaba contra la guerra (¡incluso cuando se la ganaba!). Pero son otros dos pintores los que nos ayudarán a comprender las diferencias entre sus respectivos países. En Holanda, país de comerciantes burgueses, el gran pintor Jan Vermeer está pintando, con maestría pocas veces igualada, escenas de la vida familiar y laboral de esos burgueses; mientras el francés Antoine Watteau (se pronuncia “Vató”) da inicio al movimiento estético denominado “Rococó”. Watteau es el representante más antiguo y más exquisito de este estilo. Realizó escenas galantes y costumbristas. Con él comienza un género nuevo: las "fêêtes galantes" ("fiestas galantes"), reflejo de la vida cortesana que busca artificialmente un contacto con la naturaleza. Como vemos, el primero es el mejor pintor de la burguesía en ascenso, mientras el segundo dedicó su corta vida (Watteau murió a los

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La palabra “menina” es de origen portugués y es el equivalente a “paje” en femenino. Llamaban así en España a las hijas de personajes de la nobleza que entraban en Palacio como doncellas de honor de las Infantas y las acompañaban en su séquito a todas horas. Sólo recibían este apelativo hasta que les llegaba el momento de la “puesta de largo”, así pues eran siempre damas muy jóvenes.

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37 años de edad) a exaltar las supuestas virtudes estéticas de la aristocracia.

Pero, si en la pintura estaba clara la disputa entre dos clases sociales y dos conceptos del mundo, en la tecnología es donde vemos con más claridad el avance de las ciencias y el anuncio del mundo que vendrá. Los inventos o sus aplicaciones productivas se suceden casi año por año?… Primer paréntesis:

Avances culturales en el siglo XVIII Desde 1700 se comienzan a utilizar métodos técnicos en la agricultura inglesa, incluyendo la rotación de cultivos y la cosechadora mecánica que ha inventado Jethro Tull. En 1707 se inaugura el túnel “San Gotardo” en Suiza, facilitando las relaciones comerciales entre la Europa central y el occidente.

En 1708 el también inglés Abraham Darby adapta un alto horno (instrumento básico para el trabajo de los metales) para que emplee carbón mineral, un elemento abundante en Europa, para la producción de hierro fundido. Es un cambio que tendrá gran trascendencia. En 1709 el inventor portugués De Gusmao le presenta al rey su modelo de globo aerostático. Es la primera ocasión que un producto humano vuela libremente.

En 1710 se desarrollan los tornos de precisión. Son máquinasherramientas indispensables para la industria pesada, la producción de relojes y los instrumentos científicos. En 1712 se construye el prototipo de la que va a ser la máquina más influyente en el siglo: la máquina de vapor. Los trabajos se habían iniciado en 1705, pero es este año cuando Thomas Newcomen ha logrado elaborar un modelo que es comercialmente viable. El prototipo será luego desarrollado por el también inglés James Watt.

Para 1720, el empleo de máquinas de diverso tipo se difunde rápidamente por toda Europa. Incluso en la lejana y atrasada Rusia, el Zar Pedro I promueve la modernización de su país con estos métodos. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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En 1733 se introduce en el mercado la otra máquina esencial para la industria: John Kay construye el primer telar mecánico, con lo cual la producción de telas y confecciones se abarata y acelera.

En 1769 el inventor Richard Arkwright patenta una máquina rotatoria, movida por la fuerza del vapor, que permite el cardado del algodón y se anticipa a la máquina desmotadora. Otra máquina que tendrá mucha repercusión. En 1775 se comienza a utilizar la máquina de vapor en la minería y otras operaciones industriales.

Como es lógico, frente a estos cambios trascendentales para la producción, la vida diaria y sus conceptos cambian muy rápidamente…

En 1717 se funda la Gran Logia Madre de Inglaterra. El movimiento de los francmasones, que defienden el empleo de la razón por encima de la fe y que tienen por lema Libertad, Igualdad, Fraternidad, que luego será adoptado por la Revolución Francesa.

En 1720 se introduce la moda de la “falda de campana”, que permite a las damas elegantes lucir los magníficos tejidos que ahora han comenzado a producirse industrialmente en los telares mecánicos.

En 1739 se inaugura el sistema de alumbrado de Londres (a gas), que pronto será adoptado en todas las capitales europeas y norteamericanas. Comienza a nacer la noche, antes propiedad de las tinieblas y del miedo, proceso de nacimiento que se completará más tarde con el alumbrado eléctrico.

Para 1740 estos procesos, que ya comienzan a llamarse “Revolución Industrial” se extienden por toda Europa, influyen en Norteamérica y en el Oriente; promueven el crecimiento de las ciudades, el sistema de fábricas y una miríada de cambios en la vida cotidiana.

Esto se reflejaba también en el aparecimiento de las metrópolis, grandes concentraciones urbanas, como el mundo no había visto desde el apogeo del Imperio Romano. Londres, que en 1700 tenía unos 250,000 habitantes, llegó al millón para 1800, una cifra que París alcanzaría unas décadas más tarde. Y, naturalmente, la literatura no podía quedar al margen de todo este proceso de transformaciones.

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En 1719 el novelista Daniel Defoe publica sus relatos de aventuras con el título abreviado de Robinson Crusoe, aunque el título original contenía 68 palabras. Traducido al castellano sería algo más o menos así?… “La vida y extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, marinero, quien vivió veintiocho años en una isla deshabitada en las costas de América, cerca de la desembocadura del gran río Oroonoque; habiendo sido arrojado a la orilla por el naufragio de un navío que mató a todos los otros tripulantes, excepto a él. Con un relato de cómo fue finalmente rescatado por piratas. Escrito por él mismo”.

Es comprensible que sus lectores lo recordaran simplemente con el nombre del personaje y supuesto autor del libro, que agotó cuatro ediciones sólo en el año de su aparición, y que pronto se convertiría en el libro más leído de los publicados en idioma inglés, aunque no contiene ninguna trama o peripecia amorosa, como se consideraba (y aún se considera) indispensable en una novela.

Tal vez fue el éxito de Robinson Crusoe el que impulsó la magnífica acogida que, a partir de 1726, recibió la novela de Jonathan Swift, también titulada de modo extenso (aunque sólo con 24 palabras): “Viajes a varias y remotas naciones del mundo efectuados por Lemuel Gulliver, primero médico y luego capitán de algunos barcos, narrados en cuatro partes”.

También en este caso los lectores abreviaron el título, recordando la novela únicamente como “Los viajes de Gulliver”, o simplemente “Gulliver”.

Aunque muchas veces se ha considerado equivocadamente que éste es un libro para niños (como es el caso también de Robinson Crusoe), se trata en realidad de una gran sátira sobre los tiempos que le tocó vivir al autor. Considerado en general como una visión satírica del Iluminismo (que es el término que se aplica a muchos de los productos intelectuales del “siglo de las luces”), el libro de Swift trata de desinflar el orgullo humano, que el autor consideraba excesivamente presuntuoso en su tiempo. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Aparte de escritor, Jonathan Swift era un politico activo. Militaba en el partido llamado Tory, opuesto y confrontado con los Whig.3

Lo cierto es que los “Tory” le confiaron a Swift la dirección del influyente periódico “Examiner” cuando llegaron al poder en 1710. Al año siguiente el gobierno Tory mantuvo negociaciones secretas con Francia, que resultaron en el “Tratado de Utrecht” que terminó con la guerra sucesoria en España, al cual ya nos hemos referido.

El tercer autor inglés del período es el poeta y dramaturgo John Gay, quien estrenó en 1728 “La ópera de los mendigos”, que fue el más grande éxito teatral del siglo XVIII y que, en el siglo XX, sirvió de base para la gran obra del alemán Bertold Brecha “La ópera de tres centavos” (o “de cuatro reales” como la habríamos llamado en Ecuador cuando todavía existían el Sucre, las “pesetas” y los “reales”). Pero, indudablemente, la palma literaria de los siglos XVII y XVIII le pertenece a Francia. Comenzando porque su idioma se convirtió en la lingua franca, literaria y diplomática de toda Europa, incluida Rusia, donde la aristocracia hablaba más frecuentemente francés que ruso.

Pero no era sólo el idioma. Las letras francesas han tenido un profundo impacto en todas las tradiciones literarias europeas y norteamericanas mientras que, al mismo tiempo, han resultado muy influidas por otras tradiciones nacionales (por ejemplo, el romanticismo británico y alemán a comienzos del siglo XIX). Saltándonos un poco en el tiempo pero sin salirnos del siglo XVIII, la “Enciclopedia” (La Encyclopédie de Diderot, y D’Alembert se publicó entre 1751 y 1780) fue el instrumento forjador de la nueva mentalidad abierta y generalista4. Las nuevas ideas de la Ilustración se difundieron a través de los salones y tertulias, en las que la aristocracia recibía a literatos e intelectuales.

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Es imposible hallar un parangón actual para estos dos partidos. Los “Whig”, una palabra del gaélico escocés, originalmente significaba “abigeo” o “ladrón de ganado”, pero se extendió el significado a algo como “los inconformes y rebeldes”. “Tory” por su parte es una palabra irlandesa que se aplicaba a los defensores del derecho del rey Jaime a la corona, a despecho de su religión católica. Tal vez por ello mismo se llamaba “Diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios”. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Dominan el pensamiento francés de la época Montesquieu, Voltaire y Rousseau (se pronuncia “Russó”). Aunque se les llama “filósofos”, lo cierto es que en el siglo XVIII francés se cultivó poca filosofía, en el sentido que esta palabra tiene en Alemania, por ejemplo. Se trataba más bien de intelectuales que reflexionaban sobre la reforma social mediante medidas prácticas, y no sobre la metafísica. Utilizaban los diversos géneros literarios para expresar estas ideas de reforma social. Así, Montesquieu usó la sátira en sus “Cartas Persas”, obra de aguda crítica social. Voltaire (se pronuncia “Volter”), en cambio, recurrió más al teatro, exponiendo sus ideas a través de tragedias clásicas. No obstante, también cultivó la poesía neoclásica y las novelas, de entre las que destaca “Cándido”. Fue un excelente escritor, agudo e ingenioso, que gozó en su época de fama extraordinaria, tratando con personajes como Federico el Grande, de Alemania, o Catalina II, de Rusia.

La obra del ginebrino Jean-Jacques Rousseau5 es de orientación diversa. Frente a la idea de la razón como reguladora de la sociedad, en él predomina el sentimiento sobre la razón, no creyendo en la eficacia de las leyes. Sus tesis las mostró en “Emilio”, obra basada en la libertad y el naturalismo que anticipaba el sentimentalismo romántico.

Pero es el conjunto de su obra, y sobre todo, a más de “Emilio, o de la educación”,“El Contrato Social” y el “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres” la que conforma la base de la cultura de los grandes próceres de nuestra emancipación en América, y muy especialmente en el Libertador Simón Bolívar, que recibió sus enseñanzas a través de su maestro Simón Rodríguez.

Rousseau fue admirado y perseguido en Francia. En 1762, la publicación de “El contrato social” fue causa de su expulsión de Francia6. Los planteamientos que hacía Jean-Jacques Rousseau en esta obra fueron la semilla de la Revolución Francesa, de la Revolución Norteamericana y de la emancipación de América Latina?…

5 6

Como hemos dicho ya, en Suiza se hablan varios idiomas. Habitualmente a los escritores de los cantones de habla francesa, como Rousseau en este caso, se los incluye – un tanto injustamente – en los análisis de literatura francesa. Las autoridades francesas, que habían recibido los elogios y halagos al escritor como cosa propia, súbitamente “recordaron” que Rousseau era técnicamente un extranjero… y lo expulsaron.

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Es que hablaba de la “soberanía de la voluntad del pueblo”, de los “soberanos” exclusivamente como mandatarios de ese pueblo, y de la República como la forma más perfecta de gobierno. Para Rousseau, la ley o “derecho de naturaleza” exige, como condición previa, ser conocida por todos y aceptada por las conciencias y estar redactada de una forma asequible para las personas con instrucción media.

En general, aunque quizá sea una simplificación, es posible decir que – al menos durante este siglo – Inglaterra (luego de su fusión con Escocia es mejor decir “Gran Bretaña”) es el país con mayores avances tecnológicos y de instrumentos económicos; pero que Francia es el país con mayores progresos en el campo artístico y de las ideas.

No obstante, un rasgo muy importante es similar para todos los países durante este período: los avances tecnológicos y su difusión aumentaron enormemente la productividad del trabajo humano, y surgieron formas de producción con muchas personas vinculadas a cada empresa, de las cuales el mejor ejemplo eran las fábricas industriales.7 Junto con estos procesos, aparecieron dos nuevas clases sociales, que hasta entonces sólo habían existido en forma embrionaria: la “burguesía capitalista” (propietaria de las maquinarias y las fábricas) y los obreros de aquellas fábricas, que únicamente percibían un salario por su trabajo. Pronto se comenzó a llamar a esta clase social “proletariado”; la contraposición de ambas marcó lo que luego se llamaría “lucha de clases”. Pero, como los hombres adecuamos nuestra manera de pensar a nuestra manera de vivir, esos cambios en la “base” demandaban que las formas de gobierno, la legislación y la enseñanza se amoldaran a esas

necesidades.8

Gobernantes de las potencias

Naturalmente que no son las personalidades de los gobernantes las que determinan las orientaciones principales de una nación; pero es 7 8

Estos elementos – maquinaria y conocimientos para operarlas – se suelen llamar “fuerzas de producción (o productivas)” y se consideran la “base” de una formación económico-social. Estos rasgos son los que suelen denominarse “superestructuras” o “relaciones de producción”´´; es decir la relación entre las clases sociales. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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indudable que las personalidades de los reyes, los emperadores e incluso los presidentes en los países republicanos y democráticos, condicionan el ritmo del desarrollo y varios aspectos de la vida en sus territorios. Comencemos por Inglaterra.

Prestemos atención a este relato, pues aquí se esconden algunos conceptos que trascienden la época en que nacieron?… T

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A fines del siglo XVII, y luego de dos guerras civiles, se estableció en Inglaterra una República parlamentaria (1649-1653), cuyo poder supremo se confió luego a Oliver Cromwell con el título de Lord Protector (16591660). Sin embargo, muy pronto entró en serias pugnas con el parlamento, y lo disolvió en dos ocasiones, generando el resentimiento de los grupos políticos, que comenzaron entonces su proceso de organización. Cromwell falleció de paludismo y sus restos fueron depositados en la Abadía de Westminster, junto a sus predecesores en el gobierno inglés; pero, una vez restaurada la monarquía y coronado Carlos II, los despojos de Cromwell fueron ahorcados en el lugar de castigo para los criminales, y su cabeza fue puesta en una picota y dejada en la plaza pública. La dinastía de los Estuardos, iniciada en 1603, fue instaurada una vez más en el trono de Londres.

Los desdichados gobiernos de Carlos II (1660-1685), quien fue bien conocido tanto por su proverbial ociosidad cuanto por su disipada vida privada (dejó al menos 14 hijos ilegítimos y con varias damas, incluso de alta alcurnia) y de James II (1685-1689), hermano de Carlos II, y un rey de corta duración, pues su acendrado catolicismo (a despecho de la religión anglicana, imperante en el reino desde el siglo XVI) le acarreó la oposición del parlamento que, como hemos visto, había logrado imponerse desde los tiempos de Cromwell. La población protestante, especialmente aquella que conformaba los municipios y ayuntamientos, temerosa de una sucesión igualmente católica, estableció contactos y relaciones políticas con Guillermo de Orange, noble holandés, a la sazón campeón de la Europa protestante y esposo de María Estuardo, princesa inglesa que “legitimaba” su pretensión del trono británico. Estalló la http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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guerra, y James pidió la ayuda a la católica Francia, que le envió un ejército completo, que se unió con las fuerzas que James había reclutado en la también católica Irlanda. Los protestantes triunfaron, permitieron escapar a James y convocaron al parlamento, que ungió como soberano a la pareja de Guillermo de Orange y María Estuardo.

Mientras Guillermo de Orange se dedicaba a la guerra (en Irlanda y en el continente), María reinaba en Inglaterra y fue bajo su gobierno cuando Inglaterra y Escocia conformaron, en 1701, una alianza que aún perdura en nuestros días. Cuando María falleció a los 32 años de edad, los “derechos” de Guillermo se consideraron extinguidos, y el parlamento coronó como nueva soberana a la princesa Ana, también de la casa de los Estuardos, quien mantuvo la corona entre 1702 y 1714.

Pese a todo, la sucesión real de Ana era un problema. Aunque la reina estuvo oficialmente embarazada nada menos que 18 veces, sólo cinco de sus hijos nacieron vivos y, de ellos, sólo uno rebasó la infancia. Cuando este último vástago murió (1700), Ana debió acogerse a lo establecido en una “Acta de Compromiso”, que designó como herederos al trono a los descendientes de James I, quien había sido rey de Inglaterra a comienzos del siglo XVII. Estos descendientes eran de la casa de Hanover; es decir, alemanes. El primero de esos germanos en ascender al trono inglés fue Georg Ludwig, quien discretamente tradujo su nombre por George (Jorge) Louis I cuando fue coronado en 1714.

Desde el principio el reinado de Jorge I fue diferente a todos sus predecesores. Primero, como el rey no hablaba inglés (no debemos asombrarnos demasiado de que el rey de Inglaterra no hablara inglés, pues Carlos I de España tampoco hablaba castellano cuando lo coronaron rey de España), se comunicaba con sus ministros en francés (idioma que era la lengua natal de sus enemigos principales en todas las guerras de la “sucesión española”) y poco tiempo después, como esto era incómodo, el rey decidió que no tendría reuniones de lo que hoy llamaríamos “gabinete ministerial”. Esto hizo que Jorge nunca se orientara del todo bien en la complicada política inglesa de su tiempo, cuando los “whigs”, primero, y los “tory”, después, lo sedujeron a su bando y lo traicionaron sucesivamente, hasta que el rey murió de un ataque al corazón en 1724.

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Jorge I dejó dos hijos. El uno ascendió al trono británico como Jorge II, mientras su hija, Sophia Dorothea, se casaba con el rey de Prusia, Federico Guillermo I y el hijo de ella ascendería al trono germano como Federico el Grande.

De su heredero en el trono británico, Jorge II (nacido como Georg August, pues vio la luz en Alemania) lo más destacable es haber contado con la compañía (en calidad de ministro) de Robert Walpole, indudablemente uno de los mayores talentos políticos de toda la historia universal, y un maestro de la sutileza y la capacidad de predicción de las acciones de sus opositores, hasta el punto que muchos lo consideran como “el primer Primer Ministro de Gran Bretaña”. Ejerció su poderosa influencia desde antes del reinado de Georg August, mediante el “sencillo” procedimiento de vincularse (nadie sabe si en calidad de amigo simplemente o también de otras maneras) con su esposa, Carolina de Ansbach, (nacida Karoline von Brandenburgansbach), princesa de Gales (el mismo cargo que – unos siglos después – ocuparía la Princesa Ana. Ya nos volveremos a encontrar con sir Robert Walpole cuando hablemos de la intervención británica en América.

En este relato, lleno de ardides, intrigas y traiciones, hemos visto a la monarquía de cuerpo entero: unos gobiernos unipersonales, que advienen únicamente por el “derecho divino” de ser descendientes de otros que llegaron al poder del mismo modo; que no dudan en preferir sus propias conveniencias personales (o las conveniencias de su grupo, su familia o?… sus concubinas) a los intereses de la nación, porque no la conocen (en ocasiones ni siquiera hablan su idioma), ignoran las necesidades o deseos de su pueblo y no se detienen a la hora de imponerles yugos o sacrificios (incluso, cuando hay guerras, el sacrificio de la propia vida). T

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Esto era lo que ocurría en el trono inglés. Crucemos ahora el Canal de la Mancha y vayamos a París?… La historia del trono francés es bastante más aburrida que la inglesa, pero en el fondo imparten la misma lección: las monarquías absolutas sólo http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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se sirven a sí mismas y a los poderosos de su tiempo, pero jamás a los pueblos, a los que desprecian y llaman con nombres peyorativos: “chusma”, “plebe”, “vulgo”, “turba”, “horda” o “mala hierba”.

Pero lo cierto es que en Francia, durante todo el siglo XVI, todo el XVII y una gran parte del XVIII, reinó una sola dinastía: la de Borbón, que luego se extendió a España, donde todavía se mantiene, bajo el reinado de Juan Carlos I.

Además, para agravar el “aburrimiento”, cada uno de los reyes duró largos años, e incluso hubo uno, Luis XIV, que imperó durante la bicoca de 72 años, porque recibió la corona cuando sólo tenía 5 años de edad. En el período que nos ocupa, Luis XIV se mantuvo en el poder desde 1643 hasta 1715, y tan largo reinado lo dejó sin hijos que pudiesen heredarlo, e incluso sin nietos, de modo que fue sucedido por su biznieto, coronado como Luis XV.

Este nuevo Luis se mantuvo en el trono hasta 1774, cuando entregó la corona a otro Luis, el decimosexto de ese nombre, que estaba todavía en su sitio cuando llegó la Revolución Francesa, que terminó no sólo con su reinado, sino con todos, pues instituyó la república. Pero bueno será que aclaremos algunos puntos sobre el absolutismo en Francia?…

El poder de los reyes y ministros había crecido enormemente en Francia desde el siglo XVI, cuando el ministro de Enrique IV (15891610), el duque de Sully, Maximilien de Bethune, promovió la agricultura y las obras públicas, particularmente la red vial, que pronto convirtió a Francia en la potencia europea con mejores medios de intercomunicación entre sus regiones y ciudades. Cuando el capitalismo se desarrolló más intensamente, estos medios de comunicación (que en Francia incluyeron un excelente sistema fluvial, que sigue en operación en nuestros días) se volvieron un enorme factor de progreso.

Lo sucedió en el trono Luis XIII, cuyo ministro (y virtual gobernante) fue un señor que se llamaba Armand Jean du Plessis, pero que es mucho más conocido por su remoquete eclesiástico: Cardenal Richelieu, que sería quien más tarde fuera utilizado por el novelista Alejandro Dumas como símbolo del poder y sus maldades en sus “Tres Mosqueteros” y en “Veinte años después”.

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Si hubiera que elegir a un individuo que incrementara el poder personal más que ningún otro, Richelieu (pronunciado “Richelié”) sería el mejor candidato.

Pero fue el hijo de este Luis, que llegó al trono como Luis XIV (16431715) quien se convirtió en el arquetipo delk monarca absolutista; tanto que llegó a decir en una ocasión “el Estado soy yo”, frase que usamos incluso hoy cuando queremos significar que un gobernante asume o pretende todos los poderes. El ministro de Luis XIV fue otro cardenal de la iglesia católica, Jules Mazarin, que acumuló tanto poder que, cuando murió en 1661 (luego de 18 años de ejercicio del poder), el propio rey debió proclamar que, de allí en más, él sería su propio ministro.9

Naturalmente, junto con estos personajes ministeriales, creció también el poder de la burocracia, que se encargó de un ejército regular, del cobro de los impuestos y del ejercicio de justicia, en calidad de jueces y abogados, cargos por los que debían pagar ingentes sumas al monarca. Había nacido el Estado, con todas sus características (las buenas y… las malas). A todo esto… en España

Como ya sabemos, luego de la muerte de Carlos II, un grupo importante de españoles consideraba rey al heredero seleccionado por Carlos: el duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y miembro de la dinastía francesa de Borbón.

Luego de las guerras que precisamente esa designación desató, llegó la paz suscrita en Utrecht y refrendada en Rastatt. Ahora España estaba unida a Francia, porque sus monarcas respectivos eran de la misma familia y tenían entre sí los lazos consanguíneos que unen a un abuelo con su nieto. 9

Por supuesto que cuando decimos “ministro” queremos en realidad decir “primer ministro”, ya que habían otros ministros por temas específicos. Pero en Francia, estos personajes que hemos nombrado parecían pertenecer a la cultura musulmana, donde los “visires” eran quienes gobernaban, mientras los “califas” solo de nombre ostentaban el poder. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Recordemos: los reyes eran llamados “soberanos” y se consideraban a sí mismos propietarios del país, cuyos bienes administraban como cosa propia, cuyos recursos eran estimados como “bienes de familia” y los habitantes no eran más que “vasallos”, palabra cuya raíz latina significaba “mozo servidor de su amo”. Felipe V, como decidió llamarse el duque de Anjou al ser coronado, no era mucho más capaz que el último de los Asturias, Carlos II, de modo que el gobierno fue entregado y conducido por ministros franceses – y ya sabemos que los ministros en Francia eran quienes de verdad ejercían el poder – y la política fue dirigida desde París.

Así que es a los “consejeros” franceses Orry y Amelot a quienes debemos atribuir la paternidad de las primeras medidas que se tomaron durante el primer reinado de Felipe V.

Y decimos “el primer reinado”, porque Felipe, que había caído bajo el influjo de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, decidió abdicar en enero de 1724 a favor de su hijo Luis, que apenas tenía 16 años, pero éste murió en agosto del mismo año, de modo que Felipe tuvo que “sacrificarse” una vez más por España y volver a ceñir la corona.

Doña Isabel, inclinada por nacimiento hacia Italia (a la época potencia de segundo orden), tuvo que presenciar cómo, en las cuestiones realmente importantes, la última palabra la tenía París.

Para consolidar esa alianza, que podría convertirse en uno de los ejes centrales de la política europea, el abuelo (Luis XIV) y su nieto (Felipe V) firmaron unos acuerdos de alianza que pronto se conocieron con el justo nombre de “Pactos de Familia”, del cual suscribieron el primero en 1735 y otro complementario en 1743. No debemos mirar esta alianza con excesivo rencor, pues Francia/España se enfrentaban a la alianza Inglaterra/Alemania, potencias unidas debido a que, como hemos visto, el rey de Inglaterra era… alemán.

Sin embargo, por mucha repugnancia que nos provoquen estos enredos familiares, lo importante era que, en esos “Pactos de Familia”, España llevaba la peor parte, porque se comprometía – sin retribución ninguna – a apoyar a Francia siempre que ésta lo necesitara o pidiera; y así ocurrió cuando Francia (es decir Luis XIV) le declaró la guerra primero a Polonia, y luego a Austria.

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Pero peor fue la suerte de su sucesor en el trono que, ya que Felipe no había tenido hijos, vino a caer en su hermano, que se coronó como Carlos III, que hasta entonces había sido rey de Nápoles.

Este Carlos tenía una ventaja: era viudo. Y, como era viudo, España se vio libre de las maniobras e intrigas que, hasta entonces, habían sido la “especialidad” de las reinas.

Para renovar los “Pactos de Familia” se firmó uno nuevo en 1761; pero la situación de Europa había cambiado en los veinte años transcurridos desde el anterior.

El primer gran cambio era el surgimiento de Prusia como una gran potencia, con el agravante (para los Borbones) que esta nueva potencia rompió sus vínculos con Francia y los estableció con Inglaterra (no olvidemos que, al fin y al cabo, el rey inglés era alemán). Aunque Francia respondió estableciendo alianza con Austria, los austríacos habían decaído y no podían competir con los prusianos en poderío militar. A la subsiguiente guerra se la llamó “de los siete años”.

Finalmente, y esto es quizá lo más importante (por lo menos desde nuestro punto de vista) la guerra entre Inglaterra y Francia, que ya cubría prácticamente a todo el viejo mundo, se extendió, a partir de 1755, también al continente americano, y las fuerzas británicas y francesas comenzaron a enfrentarse, primero en el actual estado norteamericano de Ohio, donde capturaron – sin previo aviso – nada menos que 300 barcos franceses y luego – hacia 1758 – también en territorio del actual Canadá. Inglaterra se había consolidado como la primera potencia naval del mundo. Españoles y franceses les iban muy a la zaga. Esta superioridad británica en el mar tendría enormes consecuencias para América, como veremos un poco más adelante.

Aquí debemos resaltar la existencia del primero de los ministros ingleses que podían competir con el poder alcanzado por sus colegas parisinos. William Pitt (el viejo) fue ministro de 1756 a 1761 y más tarde entre 1766 y 1768. A más de su indudable talento y su enorme capacidad de maniobra, Pitt poseía una envidiable seguridad en sí mismo, al punto que en 1756 – antes de asumir el ministerio, pero ya iniciada la “guerra de los siete años” – dijo “de dos cosas estoy seguro: de que yo puedo salvar a este país… Y de que nadie más puede hacerlo”.

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Lo demostraría en la práctica.

Empero, todavía más importante para nosotros fueron las acciones inglesas luego que ascendiera al trono londinense Jorge III (1760). Prescindió de los servicios de William Pitt (el viejo) y se orientó aun más claramente contra Francia y España. En 1762, sus fuerzas ocuparon Manila en las islas Filipinas (a la época posesión de España) y, otra vez en América, ocuparon la Florida y un lugar tan estratégico como La Habana, en Cuba. Era la primera vez que el conflicto entre las potencias europeas se extendía al otro lado del Atlántico. Desgraciadamente no sería la última.

No obstante, debemos tener claro que, en cualquier época; pero quizá más que en ninguna otra en ésta, como lo dice el historiador Josep Fontana, al que habremos de volver: “no son los soberanos quienes configuran las realidades sociales de su tiempo; sino que, mirando las cosas en sentido inverso, sería más correcto decir que son estas realidades sociales las que hacen de los soberanos lo que son o lo que fueron”.10

¿Reformas Borbónicas?

Durante el reinado de los tres primeros Borbones11 (Felipe V, Fernando VI y Carlos III) entraron en vigencia una serie de reformas administrativas, territoriales, económicas y militares que, en conjunto se suelen llamar “Reformas Borbónicas”, y que alteraron muy profundamente la vida en las Américas, aunque algunos especialistas españoles nieguen su importancia para la península.12

10 En general, para no entorpecer la lectura, hemos evitado las citas “eruditas”. Pero ésta es indispensable. Las expresiones de Fontana constan en el volumen IV de la “Nueva Historia del Ecuador”. Pág. 173. 11 No consideramos aquí ni al llamado “Carlos III” que era, como hemos visto, sólo el pretendiente de la Casa de Austria, ni a Luis I, de tan fugaz reinado. 12 Por ejemplo, Josep Fontana se pregunta “¿Reformas de los Borbones? Y ¿qué reformaron las tales reformas? De ellas salió el imperio cuarteado y España empobrecida y convertida en potencia de tercer orden. Parece difícil hacerlo peor”. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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1. REFORMAS ADMINISTRATIVAS

Antes, las funciones administrativas se resolvían por parte de un Consejo. Ahora (a partir de 1705) sus funciones y privilegios fueron transferidos a unas Secretarías, que eran ejercidas por una sola persona. En 1705 se crearon dos; el año 14, dos más y sumaron 7 en 1787.

Un cambio muy “francés”, que seguía la línea de Luis XIV de concentrar el poder, supuestamente en nombre de la eficacia del ejercicio. El poder se concentró; lo de la eficacia?… lo seguimos esperando.

En 1716 se dictó el decreto llamado de “Nueva Planta”, que también era de inspiración francesa. Se suprimieron los fueros locales, que hasta entonces habían sacralizado las leyes regionales, las costumbres y los privilegios locales. De este modo prácticamente se anularon las autoridades y las autonomías provinciales y municipales.

Esto vino acompañado de un cambio muy profundo en la concepción de las Cortes (parlamento), que antes limitaban un tanto el poder real, y que ahora quedaron reducidas a reunirse muy de vez en cuando y casi exclusivamente para actos protocolarios, como el juramento de un nuevo rey y cosas de ese tipo.

Como vemos – y en nuestra terminología del siglo XXI – una enorme concentración del poder en manos del soberano, que carecía de este modo del contrapeso de un poder legislativo autónomo y de gobiernos seccionales con capacidad de acción propia. En otras palabras: la concentración propia del absolutismo. 2. REFORMAS ADMINISTRATIVAS EN AMÉRICA

Estas reformas, que tuvieron un éxito sólo parcial en la península, repercutieron de un modo extremadamente fuerte en América. Comenzando por los Virreyes.

Si bien nunca fueron “casi reyes”, como su nombre parecía indicarlo, de todas maneras habían sido representantes personales del Rey de España, y en ese sentido habían sido una extraña suerte de garantía frente

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a los abusos de los encomenderos, primero, y después de los hacendados.13

Ahora, a partir de las “reformas borbónicas”, esos mismos Virreyes pasaron a ser simplemente directores del aparato burocrático de las colonias, que administraban sus respectivos territorios respondiendo a los intereses directos de las clases dominantes en tales regiones.

Los mejores ejemplos de este cambio los tenemos en Perú (Virreinato de Lima), donde el virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa fue absolutamente despiadado en la represión al movimiento indígena encabezado por José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru.14 Igual – y casi simultánea – fue la brutal respuesta que dio el Virrey de Nueva Granada (Santafé de Bogotá) cuando el levantamiento de los comuneros del Socorro.

Otro sistema de concentración del poder ( también copiado de Francia) fue el de las llamadas Intendencias, que manejarían los ramos principales del gobierno local, y que comenzó a aplicarse en la península a partir de 1718, pero que no llegaría a América hasta 1764, cuando se creó la primera en La Habana.

Como se comprende fácilmente, las Intendencias disminuían aun más la autonomía de las autoridades civiles y sobre todo de los cabildos. 3. REDISTRIBUCIÓN DEL ESPACIO

Desde el siglo XVI, cuando se comenzó a institucionalizar la colonia, en América habían existido solamente dos Virreinatos: el de 13 No es éste el lugar para analizar a fondo la actitud “benévola y generosa” de la corona española para con los indios y mestizos; pero sí debemos comentar que, por cuanto el rey no percibía beneficios personales directamente del trabajo de los indígenas, sino únicamente de las minas o los recursos estatales, podía ser más consciente con ellos que los conquistadores y sus descendientes, que adquirían la mayor parte de sus ingresos directamente de la explotación de los indios. 14 La historia de Túpac Amaru debería ser de estudio obligatorio en toda América, tanto por el valor de los indígenas sublevados cuanto por la ferocidad de los “cristianos” que mataron primero a todos sus hijos, luego a todos sus amigos y finalmente a su esposa, Micaela Bastidas, antes de ordenar que fuera descuartizado por cuatro caballos que halaban en distintas direcciones. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Nueva España, con capital en México, creado en 1535, y el de Lima, con sede en esa ciudad, creado en 1542.

Es cierto que los trámites, juicios e inscripciones se volvían tremendamente difíciles, largos y engorrosos, porque en ocasiones había que llevar una causa incoada en la península de Santa Elena, por ejemplo, primero a Guayaquil, luego a Cuenca (de la que dependía Guayaquil); de allí a Quito y de Quito a Lima; dándose el caso, que coronaba el absurdo, de que, para ir de Quito a Lima, los papeles debían pasar de regreso por Guayaquil y, en muchas ocasiones, retornar a la península de Santa Elena (porque de ahí partía el navío hacia la capital virreinal). Las “reformas borbónicas” cambiaron esto.

En 1717 se erigió el Virreinato de Nueva Granada, con capital en Santafé de Bogotá, al que se adscribieron las actuales repúblicas de Ecuador, Colombia, y Venezuela, que fue segregada (para fines judiciales) de la Audiencia de Santo Domingo, a la que había estado adscrita Caracas. El primer virrey de este territorio, Jorge de Villalonga, solicitó él mismo que se extinguiera el virreinato, que fue restablecido en 1739, añadiéndole en esa fecha la Audiencia de Panamá.

Este territorio fue luego cercenado en sus atribuciones al crearse una Presidencia en Quito y la relativamente autónoma Capitanía General de Venezuela, en 1777.

Ese mismo año, a instancias del gobernador de Buenos Aires (el mexicano Juan José Vertiz) se creó el Virreinato del Río de la Plata, creado con el objeto de gobernar y defender mejor las posesiones españolas en el Atlántico Sur. El virreinato comprendía los territorios de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas (Alto Perú) y Cuyo, constituyendo una vastísima área ocupada en la actualidad por los estados de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, el sur de Brasil y una franja en la costa tropical de Chile.

Pero aquí no terminaba la complicación del sistema “borbónico”?… Dentro del virreinato de México se creó la Capitanía General de Guatemala, con atribuciones sobre toda Centroamérica (exceptuado Panamá) y la Capitanía General de Chile. Finalmente se creó también una Capitanía General en La Habana con jurisdicción sobre la Florida y la

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Luisiana, según cambiaban de dueño esos territorios. Cuando España recuperó la Florida (1783), se le anexó la Luisiana y se creó con estos dos territorios (hoy parte de los Estados Unidos) otra capitanía que, al perderse la Luisiana (1800) se extinguió. Debemos separar claramente los conceptos y las atribuciones de las Capitanías Generales de aquellos que correspondían a las Audiencias.

Las capitanías tenían atribuciones políticas y militares; las audiencias eran fundamentalmente instancias judiciales; pero, cuando no estaban adscritas a una entidad mayor, o en caso de hallarse lejos de ellas, se creaba una Presidencia que, sin bien formalmente era parte de la Audiencia, podía disponer en otras materias igualmente.15

La ubicación y extensión de las Audiencias cobró particular importancia luego de la emancipación política de América Latina, porque los límites territoriales de ellas fueron la base para marcar las fronteras de los países que estaban por nacer. 4. CABILDOS Y AUTONOMíAS

Quizá no haya mejor medida para conocer el buen gobierno de una nación que constatar cuánto respeta el gobierno central a los gobiernos locales, y muy particularmente a los cabildos municipales.

En España, la pugna entre ambas instancias venía arrastrándose de antiguo, y en su momento provocó enfrentamientos armados, que confrontaron al poder central de Carlos I con los comuneros de varias localidades vallesoletanas, en la decisiva batalla de Villalar.16

15 Esto es importante para nosotros, porque ubica el papel y la importancia de Quito a fines del siglo XVIII, y porque nos permitirá comprender los alcances de la disposición real de julio de 1803, cuando Guayaquil fue segregada, para fines de la competencia en lo militar, de la Presidencia de Quito. Ya llegaremos a ello. 16 La Batalla de Villalar es también conocida como la “Batalla de la Guerra de las Comunidades” entre las fuerzas imperiales de Carlos I y las de la Junta Comunera capitaneadas por Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, ocurrida el 23 de abril de 1521 en la localidad de “Villalar de los Comuneros”, provincia de Valladolid, España. La batalla fue ganada por las fuerzas imperiales y puso fin a la Guerra de las Comunidades en el norte de Castilla, donde fueron decapitados el día 24 de abril los tres capitanes comuneros. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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La autonomía e independencia de los ayuntamientos era exactamente lo contrario de lo que buscaban los borbones, cuyo objetivo era centralizar el poder, aunque se hablase de un “despotismo ilustrado”, que venía a ser algo así como “un gobierno popular?… pero sin el pueblo”. Esa contradicción se puso en evidencia, con claridad esquizofrénica,

cuando Carlos III17 dictó un decreto instituyendo unos “diputados del común”, que habrían de posesionarse en los cabildos. Un evidente absurdo, pues en los municipios, todos los integrantes (que ya entonces se llamaban “concejales”, como se sigue haciendo hasta hoy) se consideran “representantes del pueblo; es decir, del común”. Pero, por importantes que estas reformas hayan sido, más trascendentes fueron otras, en los campos económico y militar. 5. ECONOMíA Y COMERCIO

La organización mercantil de España, y especialmente su relación comercial con las colonias, dejó de funcionar muy pronto, a partir de fines del siglo XVII. Las brutales desigualdades en la distribución económica interna en las colonias había creado una gran masa de desposeídos que carecían de recursos para adquirir productos industriales locales, y una elite económica y social, que prefería los productos extranjeros, que eran de mejor calidad y menor precio que los peninsulares. La gran masa de los excedentes coloniales fue a para a Inglaterra, Francia, Holanda y otro países, no sólo (y quizá no tanto) por el contrabando y la piratería, sino por las sencillas leyes económicas de la oferta y la demanda.

En 1691, por ejemplo, salieron de Cádiz rumbo a América unos 53 millones de mercaderías. Ellas provenían de?… Francia 13 ó 14 millones Inglaterra 6 ó 7 millones

17 Carlos III de Borbón. No confundirlo con el pretendiente a la corona que inició la “guerra de sucesión”, pues aquel pretendía ser Carlos III, y provenía de la casa de Austria. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Holanda 10 millones Génova 11 ó 12 millones18 Flandes 6 millones

La industrialización que, como hemos visto, cambió el panorama de la economía mundial de un modo muy acelerado, hizo cambiar esa especie monstruosa de “ranking” de las potencias, que se evidenciaba a través de las guerras y sus resultados.

En Inglaterra, para 1677, había unas 700,000 personas que dependían de la producción de la lana y sus confecciones (los aún mundialmente célebres “casimires ingleses”), y esos productos representaban entre un 20 y un 25 por ciento de las exportaciones del país. Pocos años más tarde, entre 1699 y 1701, esas exportaciones de productos de lana equivalían a dos tercios del total del comercio británico. Era aproximadamente el mismo fenómeno que ocurría en Francia u Holanda. Comparada con esas naciones, la España del siglo XVIII estaba en la ruina. Después de haber sido la primera potencia mundial y haber controlado el imperio más extenso de la historia de la humanidad, fue decayendo hasta transformarse primero en una más de las potencias europeas y, ya hacia mediados del Siglo de las Luces, francamente en una potencia de tercer orden.

Y, por paradójico que pueda sonar, buena parte de esa decadencia se debía a la existencia de las colonias americanas y especialmente de los metales preciosos que llegaban a la metrópoli desde el otro lado del Atlántico.19

En el siglo XVI, y casi de modo simultáneo, hacia 1548, se descubrieron enormes minas de plata: en Zacatecas al norte y en Potosí en la actual Bolivia.

Esos ingentes recursos, que pudieron haberse invertido en la industria o el mejoramiento de la agricultura, fueron derrochados irresponsablemente, y generaron dos fenómenos coincidentes: 18 Bajo el genérico de “Génova” están todos los productos italianos, ya que la unidad de Italia no se lograría sino en el siglo XIX. 19 Por supuesto que los habitantes de América fuimos totalmente inocentes del mal uso que hicieron de los recursos de los que nos expoliaban. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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La falta de espíritu productivo, como resultado de la convicción de que “si la plata y el oro – que son los metales con los que es posible adquirir todos los otros bienes – llegan de América, nosotros mismos no tenemos por qué ni para qué trabajar”. Y así lo hicieron. Para 1800, la población total de España no excedía de los 7 millones de habitantes, y de ellos: 1. 125,000 eran religiosos de conventos; 2. 478,000 eran nobles e hidalgos ociosos, que ocupaban para su servicio a… 2. 3. 276,000 criados, pajes, etc.

Un especialista en historia económica del período, el Dr. Manuel Rodríguez la Puente, constata que “la producción industrial se había hecho absolutamente incosteable, y no podía en modo alguno competir en precios con las manufacturas producidas en otros países de Europa”.

Con esas características económicas no se podía competir con unos países en los cuales el capital industrial, basado y extraído de la explotación de los asalariados de esas mismas industrias. En consecuencia, van a producirse cambios muy importantes en las relaciones entre el centro metropolitano y la periferia colonial. Pero había un segundo elemento que distorsionaba la economía española basada en las colonias: la inflación.

En la Europa de los siglos anteriores, la “inflación”20 había sido prácticamente inexistente; pero, con la llegada de los metales preciosos de nuestro continente, los precios, que ya se duplicaron en el siglo XVI, mantuvieron desde entonces un alza constante. Veamos un ejemplo dramático de inflación en el siglo XVI?…

El Inca Atahualpa fue capturado en Cajamarca el 15 de noviembre de 1532. Se le exigió – para supuestamente perdonarle la vida – que pagara el célebre “rescate” consistente en un cuarto lleno de oro y otro de plata. 20 La inflación se define como “una elevación del nivel general de los precios, motivada habitualmente por el desajuste entre la demanda y la oferta, con depreciación monetaria”. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Unos meses más tarde, el 17 de junio de 1533, Alonso Riquelme, el tesorero real que acompañaba a Francisco Pizarro, hizo finalmente las cuentas del oro y de la plata y encontró que sumaban 4’605,670 ducados, equivalentes a 1,700 millones de maravedíes. La cifra es tan grande que vale ponerla con todos sus ceros?… 1,700’000,000 de maravedíes.

Para formarnos una idea de lo que este valor representa, bueno será recordar que la fastuosa Corte del Emperador Carlos V, que ya es criticada en Europa por el boato con que vive en compañía de sus 600 criados y sus continuas y jugosas “Mercedes” a los hijodalgos, incluso secundones, sólo representa un gasto anual total de apenas 150,000 ducados. Pero eso era antes de América. Luego de la conquista, sólo el rescate de Atahualpa le hubiese durado al emperador para?… más de 30 años.

Allí mismo, en Cajamarca, se dio quizá el peor caso de inflación de la historia?… Es que, cuando se hubieron repartido el rescate del Inca, todos los españoles tenían una enorme cantidad de oro?… pero no tenían en qué gastarlo.

Por eso, cuando a Hernando de Soto le pidieron nada menos que una barra de oro por una hoja de papel para escribir a su madre, sin dudarlo un segundo, desenvainó la espada y dio muerte al español codicioso.

Pero eso había sido 200 años atrás, cuando las tareas de conquista y colonia habían sido esencialmente privadas, y cada capitán o almirante tenía que cubrir de su propio peculio la movilización, las vituallas y la paga de sus tropas.

Ahora, en el siglo XVIII, cuando esas labores se habían vuelto monopolios “estatales”21 y fue sólo hacia mediados del siglo – y muy paso a paso – como la Corona, y más concretamente la Casa de Contratación de Sevilla, fue desmonopolizando y liberando de cargas e imposiciones el comercio con las colonias. Lo primera señal del cambio de los tiempos fue que aquella “Casa de Contratación” tuvo que trasladarse de Sevilla (que es un puerto fluvial,

21 “Estatales” en el sentido de que eran financiadas por la Corona.

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sobre el Guadalquivir) a Cádiz, porque los nuevos navíos de diseño británico tenían un calado que ya no les permitía navegar por los ríos. Pero tampoco el monopolio gaditano duró mucho. Al principio lentamente y luego más y más rápidamente, se fueron permitiendo actividades comerciales a otros puertos y, para 1778, ya estaban facultados para negociar entre sí 13 puertos peninsulares y 24 americanos. Como veremos un poco más adelante, la excepción era Guayaquil, pero ese impedimento no era impuesto por Madrid, sino por Lima: una capital virreinal que cada vez más subsistía de su expoliación a otras ciudades de su dependencia.22

También su autorizado el comercio de algunos puertos coloniales entre sí, cosa que antes estuvo terminantemente prohibida. Por ejemplo, en 1631 se prohibió explícitamente que Guayaquil pudiese comercial con Acapulco de un modo directo, y nuestros productos tenían que efectuar un costoso “viaje” imaginario de Guayaquil al Callao (es decir, de norte a sur), para de ahí volver a zarpar hacia Acapulco (es decir, de sur a norte).23

Pero, para las colonias en su conjunto, más importante fue la concesión que se hizo en el Tratado de Utrecht (1713) a los ingleses para disponer de un “asiento comercial” (que los autorizaba para introducir 4,300 negros esclavos cada año) y el derecho a traer hasta 500 toneladas de mercaderías británicas. Esta era sólo la cobertura legal de los muchos miles de toneladas que nos llegaban de Inglaterra a través de sus colonias en las Antillas.

Muy prontamente, hacia mediados del siglo, el comercio provocó una contradicción entre la Corona y los empresarios privados, por un

22 Esta marginación de Guayaquil, que había tenido un explosivo crecimiento durante el siglo XVIII fue la motivación para que sus clases capitalistas aceptaran luchar contra la dependencia internacional; que, para 1820, era más de Lima que de Madrid o Quito. 23 Una vez más se trataba de una imposición limeña y de la metrópoli (aunque los poderes limeños tuvieron que conseguir esa prohibición en Madrid). La ventaja para Lima – y lo que encarecía nuestros productos – era que ellos cobraban en Callao los almojarifazgos (aranceles aduaneros) comerciales.

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fenómeno paradójico: la Corona necesitaba más comercio; los mercaderes querían menos: la primera, porque la mayor parte de sus ingresos provenía precisamente de ese intercambio; los otros, para mantener un cierto nivel de escasez, que elevaba los precios.

Pero lo principal en cuanto a la crisis general del imperio, al un lado y otro del Atlántico, era un modelo económico que hoy llamaríamos de “maquiladora”. Hagamos un paréntesis para explicar en qué consistía?… Segundo paréntesis:

Las maquiladoras en el siglo XVIII Una “maquiladora” en México, país en el que resurgió el término a fines del siglo XX, es una empresa que importa materiales sin pagar aranceles, siendo su producto uno que no se va a comercializar en el país.

La palabra “maquila” se originó en el medioevo español para describir un sistema de procesar trigo en molino ajeno, pagando al molinero con parte de la harina obtenida. Tal fue también la forma tradicional de producción de azúcar en los ingenios de las Antillas, que en el siglo XIX obtenían su caña de cultivadores llamados “colonos”; éstos cobraban en azúcar el valor de la caña entregada, de acuerdo con las normas establecidas por los mismos ingenios.24

El lector tendrá todo el derecho a preguntarse (y preguntarnos) ¿y qué tiene que ver un sistema medieval, precisamente cuando estaba usted hablando de la economía “moderna”? Pues esto de “maquiladora” fue exactamente el papel que desempeñó España a mediados del siglo XVIII y comienzos del XIX.

Para 1804 se había iniciado un modesto pero sostenido intento de industrialización en México, que buscaba desarrollar un modelo que hoy llamaríamos de “sustitución de importaciones”. La metrópoli peninsular, 24 Lo anterior está tomado de la Página correspondiente a “maquiladora” en la “Wikipedia”: un moderno e interesantísimo sistema de intercambio de informaciones, que el lector podrá visitar en… http://es.wikipedia.org/wiki/Portada.

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única fuente legal de aquellas “importaciones” que la incipiente burguesía mexicana buscaba sustituir, reaccionó rápidamente y – como aún mantenía todo el poder político sobre las colonias – prohibió totalmente la instalación de industrias en México. El propio monarca (a la sazón Carlos IV) se dirigió a la “Junta de Comercio de Cataluña” (por lo visto Su Majestad consideró que dirigirse directamente a los mexicanos era rebajar su autoridad), diciendo?… “El bien de la Península, como de sus colonias, imperiosamente exige que se fomenten en ellas los consumos de los artefactos de la metrópoli y su trueque por los frutos y los metales suyos (es decir “de las colonias”)?… No disminuyendo el contrabando en América, y no suprimiéndose las fábricas de esta clase que acaban de establecerse en el reyno (sic) de México, caerán indefectiblemente las nuestras y, al fin, podrá ir perdiendo la Península el consumo en América de las producciones de su industria”. Traduciendo, el soberano lo que decía era: “si esos ‘indios’ y ‘sudacas’ arman fábricas propias, lo que ellos mismos produzcan les resultará más barato y el abastecimiento será más eficiente, de modo que dejarán de comprar nuestros productos, y nuestras propias fábricas estarán en peligro de quiebra”. Lo interesante era que esas “fábricas propias”, que elaboraban aquellos “artefactos” que el rey decía querer proteger?… Ni eran “propias” ni los “artefactos” eran españoles.

Lo cierto es que la ociosa burguesía española (más dada al jolgorio y a los rezos que al trabajo y las finanzas), sabía bien que no estaba en condiciones de competir – ni en calidad, ni en cantidad, ni en precio – con los productos ingleses, franceses u holandeses, de modo que?… importaban a la península aquellos productos industriales de los países más desarrollados, les añadían uno que otro estampado o simplemente una etiqueta y, ya convertidos en productos “españoles”, los enviaban legalmente a América.

Eso fue todo. La suerte del comercio entre la metrópoli y las colonias estaba echada?… El tráfico se multiplicó por cinco veces en menos de diez años, y los ingresos fiscales se multiplicaron correspondientemente?… Crecieron los impuestos, los almojarifazgos y prebendas y?… Y nada más. Si aumentó el empleo, eso ocurrió en París o Lyon; si florecieron las inversiones, aquello aconteció en Londres o Southampton?… Nunca en México o en Buenos Aires?… Ni en Madrid o Barcelona?…

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Para cerrar este paréntesis, digamos que esa es la verdadera esencia del sistema de “maquila”, que ahora hay unos economistas neo-liberales que tratan de “reinventar”, cuando lo conocemos desde el siglo XVIII; que fue cuando lo “reinventaron”, copiándolo a su vez de la Edad Media. ¡Muy creativos los neo-liberales! El retraso español es generalizado y se expresa en varias áreas?…

• Un mercado interior reducido y fragmentado. La razón fundamental de compartimentación del mercado es la ausencia de medios de transporte que conecten adecuadamente los distintos mercados. El bajo nivel de la demanda venía motivado por una baja densidad de población en comparación con los países vecinos y además con un nivel de renta de la población que se encontraba también muy por debajo de otros países europeos como Francia e Inglaterra.

• Una agricultura tradicional de subsistencia, con un fuerte componente de autoconsumo, que intercambiaba escasos excedentes por productos de la pequeña industrial artesanal local.

• La situación general del Estado, con déficit presupuestarios sistemáticos, que condicionan la política económica; masiva emisión de deuda pública y un sistema tributario incapaz de generar ingresos suficientes.

• Se puede hablar de un efecto “expulsión de la economía privada” y estrangulamiento de la misma, por parte del Estado, que se apropia de los pocos capitales disponibles e impide el nacimiento de nuevos proyectos privados necesitados de recursos.

• Instituciones financieras no adecuadas para impulsar el proceso de industrialización. • Unas realizaciones industriales muy limitadas.

La excepción a toda esta situación es Cataluña. Solo allí se pueden encontrar indicios de un proceso similar al de Inglaterra, al menos en parte.

En el caso catalán, la producción agrícola desde principios del siglo XVII se va encauzando hacia la comercialización a través de una mayor intensificación y especialización de los cultivos, reforzado por la existencia de una fuerte demanda exterior.

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Otros factores de trascendencia en el retraso del proceso de industrialización en España son: • El escaso espíritu de empresa en España, sobre todo en comparación con otros países como Inglaterra y Holanda.

• El nivel de la tecnología y la educación en España eran muy bajos, incluso al compararlos con los niveles de algunas de las ciudades de las colonias. Por ejemplo, tan tarde como en 1874, el nivel de analfabetos era un 54,2 por ciento en los hombres y un 74,4 por ciento en mujeres.

Ya en 1631, el conde-duque de Olivares había dicho que “más le hubiera valido a la corona española no haber nunca descubierto el nuevo mundo”. Entonces – a mediados del siglo XVII – era una conclusión falsa. Un siglo más tarde quizá era cierta.

Hasta cierto punto es posible identificar con el caso catalán a algunas “compañías mercantiles” establecidas en América según el modelo inglés u holandés. Sin embargo, no tuvieron una vida excesivamente larga?… La “Real Compañía de Comercio” de La Habana sólo operó de 1740 a 1765; según su modelo se creó la “Real Compañía de Barcelona”, que inspiró a la de Burgos, la de Filipinas y algunas otras. Pero la más significativa – y quizá simbólica – de todas fue la exitosa “Compañía Guipuzcoana de Caracas”, que disfrutó del monopolio absoluto del comercio de la metrópoli con Venezuela, que se creó en 1729, tuvo un resonante éxito en el desarrollo de la Capitanía General, y únicamente se extinguió en 1783.

Es más que una coincidencia que este último año (1783) viera el nacimiento en Caracas, en una familia que había disfrutado de los beneficios de la “Guipuzcoana”, de un niño al que bautizaron como Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de Bolívar y Palacios, que estaba llamado a ser el Libertador de América. 6. EJÉRCITO

En América es difícil hablar de “la defensa” o de “las fuerzas armadas” durante el período colonial. Todo el continente, con la http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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excepción de Brasil, era español por “obsequio” del Papa Alejandro VI (que era de origen español), quien en 1494 decidió que todo el “Nuevo Mundo” (incluyendo lo que todavía no se conocía) se repartiría entre las dos potencias ibéricas. Los únicos “enemigos extranjeros” que se atrevieron a incursionar en este hemisferio fueron los piratas. En cambio, hubo profusión de éstos: piratas propiamente dichos, corsarios, bucaneros?… y toda una gama de nombres específicos para identificar a los distintos tipos de atracadores. Y nadie más.

De modo que la corona española y sus representantes de este lado del Atlántico podían estar tranquilos. Y lo estaban. De hecho, cada vez que asomaban los piratas cerca de las costas había que reclutar a la población civil para que concurriera a la defensa y crear apresuradamente unos impuestos especiales para reunir el dinero necesario para las vituallas de aquellos “soldados” improvisados. El historiador Josep Fontana, especialista en el período, ha constatado que “hacia 1781 no había en toda la Nueva Granada, si exceptuamos la guarnición del puerto de Cartagena, más allá de 75 soldados regulares. No era un ejército de ocupación”. Nos perdonará el lector que aquí hagamos un paréntesis para narrar una historia que parecería mentira si no estuviera refrendada por centenares de documentos?… Tercer paréntesis: La increíble (pero verdadera) Historia de don Blas de Lezo y Olavarrieta

El historiador Fontana tiene plena razón al excluir a Cartagena de la contabilidad de las fuerzas armadas en América. La ciudad era el centro del comercio entre América del Sur y el resto del mundo, gracias a su posición en el Caribe y a su bahía de aguas profundas. Pero no eran sólo los españoles los que estaban al tanto de estos atractivos de Cartagena, y los piratas ingleses y franceses habían asaltado y saqueado la ciudad en varias ocasiones: Robert Baal en 1544, Martin Cote en 1569, y Sir Francis http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Drake en 1586. Cada una de estas veces se destruyeron edificios, se robaron joyas, se violentaron mujeres?… Hasta que el gobernador local, que no recibía ni un centavo de Madrid, decidió reunir un poco de dinero de los comerciantes locales y levantar una fortificación: el Castillo de San Felipe de Barajas, que se terminó de construir en 1654, lo que no impidió que la ciudad volviese a ser asaltada por los franceses de Pointis y Ducasse en 1697.

Mas todavía faltaba lo peor. Como hemos visto, desde el inicio del siglo XVIII las fricciones entre Inglaterra y la “alianza de familia” de Francia y España se habían incrementado enormemente. Cuando en la Florida ocurrió un incidente, que en otras condiciones no habría tenido mayor gravedad: el oficial español Juan León Fandiño capturó al barco corsario inglés “Rebecca”, bajo el mando del capitán Robert Jenkins y, como escarmiento, le cortó una oreja, diciéndole “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. Por este incidente, el conflicto que siguió era llamado en los corrillos londinenses medio burlonamente “la guerra de la oreja de Jenkins”. Lo cierto es que, al conocer la historia del altercado, Sir Edward Vernon, miembro del parlamento británico y aspirante a ministro, convenció al congreso para declarar la guerra a España en 1739. Parecerá extraño; pero el suceso con Jenkins enardeció a la opinión pública inglesa y dió lugar a que su Gobierno, presidido por su Primer Ministro, el ya mencionado Mr. Walpole, declarara la guerra a España, presionado por comerciantes de la City que apetecían la conquista de nuevos mercados. El rey inglés (Jorge II) nombró rápidamente Almirante a Vernon, lo puso al mando de unos cuantos navíos y se le dio instrucciones de atacar los dominios españoles, al mismo tiempo que otro inglés, el comodoro George Anson, merodeaba las costas de Chile y Perú. Después de un rápido y exitoso ataque a Portobelo (en el actual Panamá), Vernon afirmó que estaba listo para asaltar Cartagena y apropiarse de sus tesoros.

Vernon se volvió célebre de la noche a la mañana y, cuando regresó a Londres, encontró que muchísimos comerciantes estaban dispuestos a invertir sus dineros en las empresas piratas, si él iba a comandar la flota. Vernon accedió. Armó una flota como el mundo no había visto nunca: 2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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buques de transporte y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia, bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington. Era una escuadra mayor incluso que la célebre “Armada Invencible” que Felipe II organizó en el siglo XVI para atacar Inglaterra (esa “Armada” totalizaba 126 buques). El mundo jamás había visto una cosa igual, y no la vería otra vez hasta 203 años más tarde, en junio de 1944, cuando, durante la II Guerra Mundial, las fuerzas combinadas de los aliados desembarcaron en las playas de Normandía en el llamado Día D.

Vernon estaba confiado, y tenía razón para estarlo. Al fin y al cabo los piratas franceses habían tomado Cartagena apenas con 1,000 hombres a su mando. El almirante inglés sonrió complacido cuando le informaron cuántas eran las tropas de Cartagena a las que debería enfrentarse: no pasaban de 3,000 hombres, incluyendo algunos “nativos” y esclavos negros. Para enfrentarse a sus 180 barcos, los cartagineses sólo tenían 6 navíos. Uno por cada 30 de los ingleses. La población total de la ciudad era de sólo 20,000 habitantes (menos que los soldados de la flota británica), y eso incluyendo ancianos, mujeres, niños e inválidos.

Sólo un pequeño detalle faltaba en la contabilidad de Vernon… Entre esos “inválidos” estaba un hombre llamado Blas de Lezo y Olavarrieta. Y tal vez Vernon no lo consideró un enemigo de peligro porque sus propios conciudadanos lo llamaban “Patapalo” o incluso “Mediohombre”. No importaba que ostentara el título de teniente general: al fin y al cabo el inglés lucía el aun más sonoro cargo de “almirante” que le fue otorgado de la noche a la mañana y sin ascensos intermedios. Pero nada más lejos de la verdad. Don Blas se había ganado sus galones uno a uno. Y miembro a miembro.

Nació el 3 de febrero de 1689 en la población marinera de Pasajes, en la provincia de Guipúzcoa, parte del País Vasco. Acababa de cumplir 12 años cuando se enroló en la armada francesa (la española era a la sazón prácticamente inexistente). Y entonces estalló la Guerra de Sucesión Española, y Blas participó en ella del lado de los Borbones. Fue frente a Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, cuando se produce la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra francohttp://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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españolas (51 navíos de línea) y 68 navíos de línea anglo-holandeses, con 1.500 y 2.700 bajas respectivamente.

Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera ejemplar hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar, sin anestesia naturalmente, por debajo de la rodilla. Cuentan las crónicas que el muchacho (a la sazón de 15 años de edad) no profirió un lamento durante la operación. Se le puso una prótesis de madera y se ganó el remoquete de “Patapalo”. Debido al valor demostrado en aquel trance y en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte de Felipe V. Dijo que no, pues ambicionaba conocer la artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1706 se le destina a abastecer Barcelona, ciudad sitiada por el enemigo inglés. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En está acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su ojo izquierdo que explota en el acto, perdiendo así para siempre la vista del mismo. Ya era cojo; ahora, además, es tuerto. Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort donde es ascendido a Teniente de Guardacostas.

En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la flota de Andrés del Pez. Este afamado almirante quedó maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año más tarde.

En 1714, durante el segundo sitio de Barcelona, Blas de Lezo perdió un brazo; pero, al mando de una fragata, apresó 11 buques británicos, entre ellos el emblemático “Stanhope”, buque muy bien armado y pertrechado.

Ahora era ya cojo, tuerto y manco. A sus espaldas comenzaron a llamarlo “Mediohombre”. En 1715 al mando del “Nuestra Señora de Begoña”, y ya repuesto de sus heridas, se dirige en una extensa flota a reconquistar Mallorca, que se le rinde sin un solo fogonazo. Vino a Perú, y allí contrajo matrimonio en 1725.

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En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo. En 1731, en reconocimiento de sus servicios al Rey, éste le concede como estandarte para su capitana la bandera morada con el escudo de armas de Felipe V, las ordenes del Espíritu Santo y el Toison de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos, una distinción muy codiciada a la época.

En 1734 el rey le ascendió a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos “Fuerte” y “Conquistador” y se establece en las costas americanas. Desde 1737 es comandante general de Cartagena de Indias, donde lo encontramos en 1741, encargado de resistir el asedio del “almirante” Vernon, quien estaba tan seguro de la victoria británica, que mandó acuñar unas monedas conmemorativas que decían en el anverso ««Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741»» y en el reverso ««La arrogancia española, humillada por el almirante Vernon»». En ellas el supuestamente vencido Blas de Lezo aparece con dos piernas, dos ojos y dos brazos, para obviar que es un hombre lisiado. Estas medallas, de las que se conservan algunas todavía, fueron motivo de burla durante mucho tiempo por parte de los enemigos de Inglaterra.

Pero el resultado del ataque a Cartagena fue muy distinto al que esperaban los ingleses, y Blas de Lezo – cojo, manco y tuerto – los derrotó, pese a la abrumadora superioridad numérica de los asaltantes. La de Cartagena de Indias ha sido la peor derrota naval de la historia para la orgullosa armada británica, y el mayor suceso de la española. Pero no fue fácil.

Vernon despliega la flota bloqueando la entrada al puerto y, tras silenciar las baterías de tres buques desembarca tropas y artillería. Es tan impresionante el despliegue de barcos en el horizonte que algunos vecinos consideran la situación perdida y procuran ponerse a salvo. Vernon ordena un cañoneo incesante, que durará 16 días y 16 noches al castillo de San Luis de Bocachica con un promedio de "62 grandes disparos por hora". Lezo coloca cuatro de sus navíos del lado interior de la bahía y en las proximidades del Castillo para apoyarlo con sus cañones.

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Aunque la defensa de Bocachica fue heroica con Lezo peleando en primera fila, los defensores han de evacuarlo ante la abrumadora superioridad enemiga.

Finalmente, Lezo hace barrenar e incendiar sus propios buques para obstruir el canal navegable de Bocachica, cosa que consigue sólo parcialmente, ya que uno de los barcos no cogió fuego a tiempo. Sin embargo, se ha logrado retrasar el avance inglés de forma considerable y ello favorecerá el desarrollo de epidemias entre los asaltantes.

Los defensores optaron por replegarse totalmente a la Fortaleza de San Felipe de Barajas, motivo por el cual ni siquiera intentaron la resistencia en el Castillo de Bocagrande.

Y muy contra la voluntad de Lezo, que trató de evitarlo hasta el fin pero se vio obligado por disciplina, se hundieron los dos únicos navíos que quedaban, el “Dragón” y el “Conquistador”, con el ilusorio objeto de impedir la navegación por el canal de Bocagrande.

Pero, al igual que en Bocachica, el sacrificio resultó en vano pues los ingleses remolcaron el casco de uno de ellos para restablecer el paso y desembarcaron en las islas de Manga y Gracia dejando a un lado el Fuerte de Manzanillo, hecho lo cual, el regimiento de colonos norteamericanos al mando de Lawrence Washington tomó la colina de la Popa próxima ya a San Felipe de Barajas, que había sido abandonada por los defensores.

Vernon entró entonces temporalmente triunfante en la bahía con su buque insignia con las banderas desplegadas y el estandarte de General en Jefe, escoltado por dos fragatas y un paquebote y, dando la batalla por ganada, despachó un correo a Jamaica e Inglaterra con tan fausta noticia.

Tras ello ordena el desembarco masivo de artillería y cañonear el Castillo de San Felipe desde mar y tierra con el fin de ablandar la resistencia final. La defensa está formada por sólo 600 hombres bajo el mando personal de Lezo. La defensa fue a vida o muerte y la batalla violenta. Al fin Vernon resuelve que la infantería tomará fácilmente la fortaleza pues se encuentra con daños considerables.

La noche del 19 al 20 de abril se dan los hechos decisivos. Los atacantes, al mando del General Woork, avanzan entre sombras en tres http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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columnas de granaderos y varías compañías de soldados, además de los esclavos macheteros jamaiquinos que van en vanguardia.

Su progresión es lenta por el pesado equipo de guerra que transportan y por el fuego de fusilería desde las trincheras y lo alto de la fortaleza. El avance se frena ante las murallas ya que, por imprevisión de sus generales las escalas para salvar el foso resultan cortas y los atacantes quedan aturdidos al no disponer de fajinas y materiales para facilitar la aproximación al fuerte. Los defensores arrecian en su fuego nutrido y certero desde lo alto, lo que les causa una mortalidad espantosa. Al alba, un macabro espectáculo de muertos, mutilados y heridos vagando como espectros aparece alrededor de San Felipe haciendo evidente la hecatombe inglesa. La salida de los españoles que cargan a bayoneta calada provoca la huida desordenada de los asaltantes, que pierden cientos de hombres y todos sus pertrechos.

El bombardeó inglés prosiguió desde el mar 30 días más, pero ya sin un objetivo claro, mientras el cólera y el escorbuto comienzan a provocar decenas de muertos que flotan en la bahía. La situación es desesperada. Vernon, altivo y malgeniado, recrimina al parsimonioso General Wentworth, Jefe Supremo de las tropas de desembarco, por el ignominioso fracaso y las desavenencias llegan a un punto insostenible.

Al fin el Alto Mando inglés ordena la retirada, lo que se realiza de forma lenta y sin cesar de cañonear la ciudad hasta que, según el parte "no quedó ninguna vela inglesa en el horizonte". Los últimos veleros parten el 20 de Mayo, pero los ingleses han de incendiar cinco de ellos por falta de tripulación. En el regreso a Jamaica hunden otro, y cada barco parece un hospital. Los defensores de Cartagena habían triunfado.

Esa victoria histórica fue el combate número 23 en la larga carrera marinera del obstinado comandante vasco, y fue casi una ironía que no muriera en ninguno de ellos, sino de la peste que cayó sobre

Cartagena por los cadáveres insepultos de la batalla. Era el 7 de septiembre de 1741, a los 54 años de edad.

Su memoria es honrada por la Armada Española, donde su nombre se recuerda (y se recordará a perpetuidad según Decreto Real) con el

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mayor honor que puede rendirse a un marino, siendo costumbre que exista siempre un navío de la Armada bautizado con su nombre. Actualmente lo luce la fragata de registro F-103, que orgullosamente luce en su proa el nombre del almirante Blas de Lezo. Pero?… dejemos esta historia, por grande y noble que ella sea, y vayamos al núcleo de la cuestión: en América, aparte de Cartagena, y antes de que se inicien las luchas libertarias, no hay tropas regulares. Esto no quiere decir que no haya tropas. Ya lo veremos cuando lleguemos al 10 de agosto de 1809, que, para reprimir a los patriotas, como en Quito no existían fuerzas militares, tuvieron que traer tropas de Lima. Y que, incluso aquellas, fueron irregulares.

A primera vista uno diría que eso favorecía a los eventuales insurgentes; pero la realidad es inversa: unas fuerzas regulares seguramente son más peligrosas para un enemigo extranjero, porque tendrá que vérselas con profesionales de la guerra; pero, para las luchas internas, uno puede suponer que esos profesionales tienen cautela y medida, precisamente por ser profesionales, mientras que aquellos “irregulares” son más fácilmente dados a que un sargento cualquiera, conque se le revuelva el hígado, pueda conducirlos a excesos atroces y desalmados, como lo hicieron en agosto de 1810 el fiscal Arechaga y el comandante Arredondo. 7. LA IGLESIA

¡Pobre Iglesia! En el siglo XVIII quedó hecha un “sandwich”: por un lado, todas las corrientes filosóficas “de moda” eran ateas, o decididamente agnósticas o tan racionalistas, que los pobres sacerdotes no atinaban con las respuestas necesarias para aquello que enseñaban la ciencia, el descreimiento, y la permisividad de un siglo más mundano que los anteriores. La Iglesia queda asediada: por un lado por el flanco absolutista y por otro lado por los liberales, que crean una “Orden” tan laica y anticlerical como la de los Francmasones, que se expanden velozmente, ya no únicamente por los países protestantes, sino incluso por aquellos más tradicionalmente católicos, y no sólo en las metrópolis, sino hasta en las colonias, a las que fueron con el supuesto encargo de “catequizarlas”.

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Cuarto paréntesis (teológico):

“La sabia moderación” de San Alfonso de Ligorio

Tampoco en el orden teológico encontraron reposo, ya que su gran “campeón", el italiano Alfonso de Ligorio, sólo tenía como respuesta unos mecanismos personales que hoy suenan completamente ridículos; pero que fueron presentados como “Teología Moral” o “La sabia moderación”.

Esta “Teología Moral” se desarrolló “a su propio ritmo” como se solía decir por aquel entonces. El teólogo Antonino Diana resolvió, en solitario, veinte mil ««casos de conciencia»». Y el siglo XVIII deparó a la Iglesia un teólogo moral clásico, si no el clásico por antonomasia: San Alfonso de Ligorio, premiado con el título más elevado de la Iglesia y, además, con el de la “sabia moderación”. Su “Theologia Moralis”, que apareció entre 1753 y 1755 y alcanzó más de setenta ediciones, sería hoy considerada más un libro “pícaro y picante” que una obra pía.

En ella, Ligorio investigó la pecaminosidad y la punibilidad de los besos conyugales y extraconyugales, ya fueran “con o sin eyaculación”; de mirar las “partes deshonrosas del cuerpo”(partium inhonestarum) de otra persona, ya fuera de cerca o desde muy lejos; o de las poluciones involuntarias de los médicos que tienen que tocar órganos genitales femeninos. Establece “la posición más adecuada para que el esperma derramado por el hombre sea acogido en el órgano sexual femenino”; trata de diferentes clases de coito: sentados, de pie, de costado o por detrás, al estilo de los animales, o con el hombre abajo y la mujer arriba, o del coito en el que el hombre se vacía “fuera del recipiente natural de la mujer” (extra vas naturale). Discute sobre la fornicación con un cadáver de mujer (coire cum foemina mortua); examina si es pecado mortal negarse a un cuarto coito en una sola noche o rechazar a quien lo intenta por quinta vez en un mes. Nacido en 1696 en el palacio de Marianella, junto a Nápoles, Alfonso de Ligorio interrumpió una carrera de abogado muy brillante después de haber perdido un proceso importante. Renunció decidido al vil mundo y fundó la Congregación del Santísimo Redentor, la Orden de los Redentoristas. Vestía un simple sayal de pelo de caballo, dormía directamente sobre el suelo, incluso en las noches más frías; tenía unas cadenas cortantes para manos y pies, una cruz cubierta de clavos para el pecho y la espalda y, durante una larga temporada, se pasaba las horas en http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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una gruta medio derruida, azotándose con una fusta de púas hasta quedar ensangrentado, momento en el cual Santa María, virginalmente hermosa, solía aparecérsele.

Y es que este hombre, cuyo “sentido de la realidad” siguen elogiando algunos, aun cuando investigó todas las posibles variantes de la relación sexual con las mujeres desde un punto de vista puramente teórico... guardaba in praxi la distancia con el sexo femenino o, al menos, evitaba quedarse a solas con ninguna mujer. “Cuando era obispo”, informa la biografía oficial de la orden, “daba audiencia a las mujeres únicamente en presencia de un sirviente, salvo en cierta ocasión en que recibió a una anciana, sentándola a un extremo de un largo banco y colocándose él de espaldas en el otro extremo. Cuando confirmaba a mujeres y tenía que dar el beso en la mejilla prescrito por la Iglesia, nunca tocaba el rostro desnudo de la confirmada, sino solamente su tocado”.

A los ochenta y ocho años sufrió un trastorno mental. Como escribe su biógrafo: “escrúpulos de conciencia, unas profundas tinieblas en el alma, dudas y un sufrimiento espiritual más grande que todos los dolores corporales que había padecido, asaltaban su alma con gran ímpetu y le tenían paralizado en el suelo”. Su entendimiento, en otras ocasiones tan agudo y penetrante, quedaba de repente envuelto en tal oscuridad que ya no sabía distinguir el bien del mal. Todo lo que quería hacer le parecía que estaba prohibido; veía el pecado o el peligro de pecado en todas partes y no dejaba de atormentarle la duda de si aún se encontraba en estado de gracia. Además le asaltaban algunas otras tentaciones de entre las más peligrosas. Dudas de fe, orgullo, desesperación, temeridad, todos los pecados luchaban entre ellos en la imaginación y en los sentidos del santo. Incluso llegó a sentir el aguijón de la carne de tal modo que exclamaba sollozando: “¡ay, cuento ya ochenta y ocho años, y todavía no se ha apagado el fuego de mi juventud!”.

En 1803, un decreto vaticano anunciaba que, “después de una madura investigación, no se ha encontrado en el conjunto de las obras del venerable obispo nada que pueda ir de algún modo en detrimento espiritual de los creyentes»»; Pío VII lo beatificó en 1816; Gregorio XVI lo canonizó en 1839; Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia en 1871; y en 1950 Pío XII lo convirtió en “patrón de los confesores y los moralistas”. ¡Aleluya!

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Dejemos a la Iglesia con sus extremos y aberraciones morales, y volvamos al análisis social?…

Una doctrina como el “Absolutismo”, que no reconocía ninguna otra autoridad fuera del rey, tenía por lógica que oponerse a cualquier pretensión por detentar cualquier tipo de poder: incluso uno que se desenvuelva en otro ámbito de cosas, como lo pretende y proclama la Iglesia.

Pero el caso de España es particular. Desde que Alejandro VI le otorgó, en 1494, la hegemonía compartida con Portugal sobre las Américas, España ha mantenido, a veces de modo explícito y formal, y en otras oportunidades de formas más discretas, un tipo sui géneris de control sobre los nombramientos eclesiásticos, que se conoce como “regalismo”, por los derechos o “regalías” que le garantizaba el Patronato reconocido por Roma.

No eran sólo los nombramientos los que eran manejados por el poder eclesiástico. También era el poder secular quien cobraba el “diezmo eclesiástico”, que le daba a la Iglesia el 10% de toda la producción agrícola de las colonias.

Pero la oposición no fue homogénea a todos los estamentos eclesiásticos. Los que llevaron la peor parte fueron, indudablemente, los jesuitas.

La “Compañía de Jesús” generaba – y todavía hoy produce – sentimientos muy fuertes, de adhesión o repudio. En general puede decirse que esos sentimientos provienen de tres fuentes: 1.

2. 3.

Los jesuitas se reclutan entre los sacerdotes más inteligentes y mejor cultivados intelectualmente;

En general, la “Compañía de Jesús” ha sido de las órdenes más ricas, poderosas e influyentes de casi todas las sociedades en las que ha actuado; y

La gente del común estima que los jesuitas “guardan muchas cosas en secreto”, y que esa reserva es también ante las autoridades eclesiásticas.

Ciertos o no, estos criterios se agudizaron hacia mediados del siglo XVIII, y los jesuitas fueron literalmente perseguidos en muchos sitios.

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De donde primero los echaron fue de Portugal, donde el rey José I,a instancias de su poderoso ministro, el marqués de Pombal, los expulsó en 1759. El marqués los acusó (probablemente sin pruebas) de un complot contra la vida del monarca. En España era más difícil lograr esto; pero las fuerzas mancomunadas de muchos de los “grandes” más poderosos del reino incoaron una intriga contra la “Compañía”, llegando a falsificar documentos ofensivos contra el rey y supuestamente firmados por el “general” de la Orden, el padre Ricci. Finalmente consiguieron (abril de 1766) que se los expulsara de España.

La influencia de los jesuitas era muy grande en América, donde habían abierto universidades y construido hermosos templos y por sus magníficas “misiones” de colonización, catequización y desarrollo, de modo que la orden de expulsión fue casi secreta, y se llevó a cabo de modos muy discretos, para evitar que el pueblo saliera a defenderlos.

De Quito, por ejemplo, se los expulsó recién en agosto de 1767. Todo el país lo esperaba desde antes. Luego que Carlos III dictara la Pragmática que establecía su extrañamiento de todos los territorios de la Corona, y cuando el Virrey de Santafé se dirigió a la Audiencia en tal sentido (la carta fue recibida el 7 de julio), la salida de los jesuitas no era sino cuestión de tiempo.

El tiempo se acabó el jueves, 20 de agosto de 1767, cuando el Presidente de la Audiencia, don José Diguja y Villagómez, se presentó muy temprano en la mañana a las puertas del Colegio Máximo y, habiéndolo hecho rodear por los soldados, leyó a los 96 jesuitas presentes la sentencia final. Quienes estuvieron presentes han asegurado que al Presidente “le tembló la voz y se desató en sollozos”. Los jesuitas ecuatorianos fueron despachados hacia Faenza, una pequeña población italiana. Allá partieron algunas de las mentes más lúcidas del país: entre ellas el padre Juan de Velasco, quien fue el autor de la primera Historia de nuestra patria. Del conjunto de Iberoamérica se expulsaron a unos 3,000 jesuitas.

Y de este modo – divididas en estos siete capítulos – fueron todas las “reformas borbónicas”.

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Mientras tanto… Acá, en Ecuador.

Entre nosotros, el siglo XVIII comenzó antes de 1701.

En realidad, primero habría que establecer cuándo terminó la conquista y cuándo comenzó la colonia.

Es un tema que parece puramente académico, pues es bien claro que, cuando se habla de la dominación española, se trata de un solo proceso y que las divisiones internas que se pongan en su interior sólo tienen importancia académica.

No es así. Es evidente que el descubrimiento, la conquista y la posterior colonia – que son las partes que podríamos considerar – forman parte de un mismo fenómeno económico, social y cultural; pero sus rasgos esenciales son completamente diferentes…

El descubrimiento es un hecho fundamentalmente geográfico; es decir, científico, aunque Cristóbal Colón haya intentado establecer una “factoría” en La Española?… Por su parte, la conquista es un hecho básicamente militar, pese a que durante ese proceso hayan continuado los descubrimientos y comenzaran a ocurrir la puesta en explotación de unas minas o la instalación de unos obrajes?… Finalmente la colonia, como el período de organización de los nuevos territorios “españoles”, es evidentemente un hecho económico, jurídico y político. .¿Pero, cuándo cada uno?

Las opiniones pueden variar sustancialmente. Si usted es apegado al derecho, es posible que considere que la colonia comenzó hacia 1592, cuando el Dr. Encinas reunió todas las anteriormente dispersas “cédulas” y “ordenanzas” dictadas en la metrópoli para regir en América, porque aquella recopilación evidenciaba que ya no estábamos en guerras, como durante la conquista, sino que habíamos entrado en un “estado de derecho”, con leyes e incluso códigos.

Otros pueden entender como fin de la conquista las llamadas “guerras civiles” entre los conquistadores (proceso que culminó hacia 1548), pues ese conflicto puso en claro que todavía no se trataba de conformar haciendas y organizar la producción, sino que aún había temas de “reparto del botín” por resolver.

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Si usted prefiere el empleo de categorías eclesiásticas, es posible que usted encuentre que la división tiene lugar no cuando se inicia la catequización y bautismo de los indios (porque eso podía darse – y se dio – a la fuerza y bajo amenaza), sino que la colonia comienza cuando en América surgen los primeros Santos de la iglesia católica romana (y los primeros fueron San Martín de Porres, nacido en Lima en 1579, y doña Isabel Flores de Oliva, más conocida como Santa Rosa de Lima, nacida en 1586), pues ello significaba que ya no éramos sólo pedazos de tierras sometidas, sino parte integrante de una realidad eclesiástica española, tan asentada entre nosotros que podíamos engendrar Santos y Doctores de la Iglesia. O, si usted es (como el autor de este folleto) un hombre de convicciones socialistas y populares, puede considerar que un período histórico sólo se inicia en realidad cuando hay una rebelión popular que le da arranque, en cuyo caso la “colonia” habría comenzado en julio de 1592 cuando el pueblo de Quito inició su lucha contra las alcabalas.

En fin… Que, cuando se trata de la Historia, cada uno se transparenta en los conceptos que sostiene. De modo que a continuación le ofrecemos unos cuantos hechos de la historia ecuatoriana del siglo XVII, para que usted mismo decida cuáles de ellos pueden ser considerados “antecedentes” del siglo XVIII?… Quinto paréntesis: Sucesos ecuatorianos del siglo XVII que anticipan el XVIII • 1605

—25 enero.— Los jesuitas firman el contrato de compra del terreno anexo a la casa que permutaron con la casa en que estaban establecidos, por la que ocupa el Templo actual. A fines de este año se comienza la construcción de la Iglesia de la Compañía de Jesús. • 1610

—8 enero.— El Cabildo de Quito ordena construir pilas para el servicio de agua al público.

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• 1612

—3 julio.— En el Actual Palacio de Gobierno de esta capital, se instala la Real Audiencia de Quito, siendo Presidente, Gobernador y Capital General, el Doctor Juan Fernández de Recalde. • 1618

—31 octubre.— Nace, en la ciudad de Quito, Santa Mariana de Jesús. Fueron sus padres doña Mariana Grenobles Jaramillo y el Capitán Jerónimo Flores Zenel de Paredes. La madre era quiteña y el padre natural de Toledo, España. Murió, a los 26 años de edad, en Quito, el 26 de mayo de 1645. • 1620

—2 febrero.— Venden sus haciendas a los frailes mercedarios, los vecinos "Diego Parrales y Francisco Vergara, en cincuenta patacones; las ovejas, a seis reales, chicas y grandes; las vacas, a cinco patacones, las yeguas, a cuatro reales. Estos frailes llegaron a formar uno de los mayores latifundios de la Presidencia de Quito: la Hacienda Pesillo. • 1621

—1 febrero.— Según un retrato que existe en la Biblioteca del Convento de los Padres de Santo Domingo, en la ciudad de Quito, el benemérito Padre, Fray Pedro Bedón, primer artista quiteño cuyo nombre se preserva, falleció en esta fecha. • 1622

—15 septiembre.— Se inaugura la nueva Real Pontificia Universidad de San Gregorio Magno, de los padres Jesuitas de Quito. Duró hasta el año 1767, cuando se clausuró por la expulsión de sus creadores. • 1624

—26 agosto.— Es atacada persistentemente la plaza de Guayaquil por el pirata holandés Jacobo L’Hermite Cleck, quedando asolada la ciudad, escapando su población. • 1625

—En este año nace el gran pintor quiteño Miguel de Santiago. Hijo de doña Juana Ruíz y de don Luis Vizuete. Fue adoptado por http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Hernando de Santiago, de quien llevó su apellido. Murió en Quito, el 14 de enero de 1706. • 1627

—En este año muere la primera escritora ecuatoriana, doña Teresa de Cepeda y Puentes. Había nacido en 1566. • 1631

—En este año se prohíbe que las mercaderías que zarpen de Guayaquil puedan arribar a Acapulco. • 1635

—22 enero.— Desde la ciudad de Lima, el Virrey del Perú, Conde de Chinchón, oficia al Presidente y a la Audiencia de Quito, comunicándole que ha recibido la Real Cédula por la cual su Majestad ordena que por ese Virreinato sean expedidos los títulos y nombramientos de todos los oficios vendibles y renunciables, según la relación y orden que se dio al Presidente, Dr. Antonio de Morga, por intermedio del Secretario del Gobierno de Lima, Don José de Cáceres. • 1640

—Por efecto de un cataclismo, se hunde el pueblo de Cacha, en la provincia actual del Chimborazo. • 1641

—21 diciembre.— El Rey de España, Felipe IV, expide, en Madrid, una Real Cédula, prohibiendo a todos los Gobernadores de Indias, autoricen la impresión de libros de historia. Dice que un rubro de esta materia, sólo puede publicarse con la aprobación real del Consejo de Indias. • 1643

—1 febrero.— La Real Audiencia de Quito dirige una carta al Virrey del Perú, informándole que se continuará la fabricación de la pólvora en Latacunga, porque es un artículo muy importante en esta época. • 1645

—26 mayo.— Muere a los 26 años de edad, en Quito, Mariana de Jesús Paredes, la Azucena Quiteña. Nació en esta misma ciudad, el 31 de octubre de 1618. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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• 1660

—22 enero.— El Rey Felipe IV, expide en Madrid, una Real Cédula dirigida al Presidente de la Audiencia de Quito, ordenándole que tenga mucho cuidado en que se apliquen los “quintos” a todos el oro y plata que se extraen de las minas, porque el Real Consejo de Indias conoce que varios mineros sacan estos metates sin quintar, y los hacen circular como moneda en forma de pifias y barretones para su comercio.

—2 febrero.— El Rey de España, Felipe IV, expide, en Madrid una Real Cédula dirigida al Presidente de Quito, doctor Pedro Vázquez de Velasco, comunicándole que ha prohibido las fundaciones de obrajes en el distrito de la Audiencia de Quito, porque estos obrajes causan perjuicios a los indios, pues sus dueños les obligan a trabajar forzosamente sin casi pagarles sus jornales respectivos. •1665

—í2 octubre.— Muere el escritor quiteño, Fray Gaspar de Villarroel, nacido en el año 1587.

—En este año nace Nicolás Javier de Goribar, famoso pintor quiteño. Fueron sus padres doña Agustina Martínez Díaz y don José Valentín Goribar. • 1680

—En este año es fundada la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, por San Juan Bautista de la Salle. • 1684

—En este año, los piratas Eduardo David y Swan, cometen atropellos y robos en las costas del Océano Pacífico, especialmente en los puertos de Manta y de Santa Elena. • 1687

—24 mayo.— Las Cédulas Reales de 1641 y 1689 ratificaron la jurisdicción territorial de Quito sobre la región del Marañón. En esta fecha, el Virrey Duque de la Plata, confiere la jurisdicción territorial sobre el río Ucayali, desde su nacimiento, sirviéndoles de límite el Yavari y al Este la confluencia de los ríos Caquetá y Amazonas; territorios mantenidos toda la época colonial por la Real Audiencia o Presidencia de

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Quito, Tribunal y Organización propios hasta la independencia, el 10 de agosto de 1809.

—21 abril.— Invaden y saquean la ciudad de Guayaquil, los piratas D’Hout, Piccard y Groignet.

—En este año los jesuitas adquieren, en Italia, una colección de libros valuados en seis mil escudos. Al ser estos expulsados del país, se designó Primer Bibliotecario Público, al Dr. Eugenio de Santa Cruz y Espejo. • 1688

—En este año se abre, en la ciudad de Quito, un plantel para la enseñanza gratuita de pobres, sean blancos, indios o mestizos. Se llamó Escuela de la Caridad y fue fundada por los frailes dominicos, estando inicialmente a cargo del lego Fray Pablo Pardo. Este colegio reemplazó al antiguo “Estudentado”. • 1698

—20 junio.— Se hunde el monte Carihuairazo y tres grandes circunscripciones, correspondientes a las actuales provincias de Bolívar, Tungurahua y Chimborazo, con sus aldeas y haciendas, son destruidas. Ambato desapareció completamente, rehaciéndose en otro lugar. De lo anterior nos interesa resaltar:

1. El crecimiento de la orden de la Compañía de Jesús

2. La prohibición (1631) de comerciar directamente con Acapulco. 3. La prohibición (1660) de los obrajes. Sexto paréntesis: Los jesuitas

Fue en julio de 1590 cuando por primera vez llegaron al territorio del actual Ecuador unos sacerdotes de la Compañía de Jesús. Traían como propósito instalar su primera residencia, y se les otorgó para esa finalidad la parroquia de Santa Bárbara. Llegaron con tardanza con respecto a otras órdenes, pues los primeros Franciscanos, por ejemplo, estuvieron en Quito al año de http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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fundada la ciudad; y esos franciscanos (entre quienes figuraba fray Jodoco Ricke) no eran castellanos, sino flamencos, que venían con otra visión cultural: la prueba de ello es que muy pronto sembraron las primeras espigas de trigo y trazaron los planos del fastuoso templo de su orden (ambas obras, fruto del talento de fray Jodoco), y abrieron la primera escuela de arte (labor ésta de otro flamenco, fray Pedro Gocial), de la que luego saldrían los afamados creadores quiteños.

Como ya mencionamos, el 25 de enero de 1605, los jesuitas firmaron el contrato de compra del terreno anexo a la casa en que estaban establecidos. A fines de este año se comienza la construcción de la Iglesia de la Compañía de Jesús. En 1621, los jesuitas fueron autorizados para conferir títulos académicos en las Indias y Filipinas. Es significativo que este derecho no es otorgado por la corona española, sino por el Papa Gregorio XV.

Para 1625 los jesuitas se estaban extendiendo con tanta agresividad que provocaron la envidia y el rencor de otras órdenes. El 20 de agosto de este año, por ejemplo, los franciscanos solicitan a la Audiencia que se les niegue a los de la Compañía el derecho a abrir una escuela en Latacunga, ciudad que los franciscanos consideraban fundo propio; pero en 1629 ya los encontramos abriendo una “casa de hospedería” en Ibarra. En 1638 ocuparon un gran solar en Cuenca, en el que luego establecieron un colegio.

En 1643 se puso en evidencia que los franciscanos no tenían intenciones de abrir ninguna escuela en Latacunga, de modo que los jesuitas insistieron en su petición de 1625, y esta vez consiguieron el permiso del Presidente Juan de Lizarazu.

Ya hemos mencionado que, en 1687, adquirieron aquella colección de libros (valuados en nada menos que 6,000 escudos) que más tarde confiaron al cuidado del primer bibliotecario, don Eugenio Espejo. En 1703, la escuela de Latacunga se convierte en colegio.

En octubre de 1727, es el propio rey quien los autoriza a abrir un colegio en Loja.

En 1755 llega la primera imprenta al país. Los jesuitas la instalan en Ambato, y la confían al tipógrafo alemán Adán Shwartz.

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Y finalmente, en 1766, Carlos III dicta la “Pragmática” por la cual se los expulsa de todos los territorios de la Corona. Como vemos, su asentamiento y expansión son muy rápidos y su voracidad – mercantil y cultural – es enorme.

Tomemos el caso de las Universidades quiteñas?…

El martes 13 de agosto de 1776 se cerró la última de las universidades ecuatorianas que aún permanecía abierta: la jesuítica de “San Gregorio Magno, creada en 1622.

Todo el mundo esperaba esta clausura, pues no era imaginable que siguiera subsistiendo un Universidad creada por la Compañía de Jesús, luego que sus sacerdotes fueran expulsados el 20 de agosto de 1767. Más bien el hecho de que se mantuviera abierta durante casi exactamente 9 años posteriores prueba la excelencia de los estudios que allí se impartieron, aunque es notorio el descenso que su nivel académico ha sufrido con posterioridad a la partida de los jesuitas que la regentaban.

Toda la historia de las universidades quiteñas es asombrosa. En 1586, cincuenta años antes de la creación de las primeras universidades norteamericanas (Harvard es de 1636; Yale, de 1701), en Quito los agustinos crearon la Universidad de San Fulgencio. Un poco más tarde, en 1622, los jesuitas constituyeron la Universidad de San Gregorio, y finalmente, en 1688, los dominicos también crearon su propia Universidad, la de Santo Tomás de Aquino, con lo cual Quito tenía la bicoca de tres universidades, cantidad mucho mayor que en ciudades con población más numerosa.

Esta consideración llevó al cierre de las universidades de los agustinos, primero, y de los dominicos después. Con eso, los jesuitas quedaron como monopolistas de la enseñanza a nivel superior, hasta que han seguido el mismo camino. Extremistas como en todo, pasamos de tener 3 universidades (que quizá fuesen excesivas para una ciudad de unos 10,000 habitantes) a no tener ninguna, generando un vacío cultural inmenso.

Pero, miremos las fechas… Entre la Pragmática que ordena expulsarlos y la expulsión efectiva, medió casi un año… Las fechas son importantes. Pese a que los correos eran malos y los plazos largos, esta http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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curiosa tardanza de más de un año da a entender a las claras que, aun acatando la disposición Real, todos los funcionarios encargados de cumplirla le dieron dilaciones y excusas, con el secreto anhelo de que Su Majestad revisara su criterio o, al menos, para ayudar a los jesuitas a prepararse para la partida. En cuanto a las causas, las razones esgrimidas oficialmente eran varias.

Los jesuitas eran acusados de haberse enriquecido enormemente y de haber abandonado sus deberes espirituales. Aquí había mitos… y realidades.

Que eran ricos no lo dudaba nadie. Tenían al menos 63 haciendas propias, y una sola de ellas, la de Chillo, les había reportado una renta libre, luego de todos los impuestos, de 8,997 pesos, aunque ellos presentaron unas cuentas en las que establecían que la comunidad contrajo deudas por 303 pesos (ver cuadro), pero esto ocurría luego de descontar 5,000 pesos en “limosnas” y otros 5,000 de gastos en ropa y zapatos, cifras indemostrables y que lucen claramente infladas para los precios de la época. Se los criticaba también porque, según se decía: “han cerrado el ingreso de los criollos a la Orden”. Esto no parece muy exacto. De los 656 jesuitas que existían a la sazón en la Provincia de Quito, 406 eran americanos. Un total del 62%, que era bastante más alto que la proporción de criollos entre los Franciscanos, aunque ligeramente inferior a la que existía entre los Dominicos. En cuanto a la tercera acusación, “acaparamiento de tierras”, las opiniones estaban divididas. Por un lado, ya en 1635 se prohibió que los religiosos adquirieran más propiedades agrícolas, pues se estimaba que para entonces ya estaba en sus manos nada menos que la mitad del total de la tierra cultivable y, aunque esta descomunal proporción hubo de reducirse luego, es indudable que varias órdenes religiosas, y principalmente los jesuitas, se transformaron durante el siglo XVIII en fuertes latifundistas, especialmente en la Sierra. No obstante, esta acusación era imputable a todas las Ordenes religiosas. ¿Por qué, entonces, la expulsión de los jesuitas?

El éxito empresarial de la Compañía no se originaba sólo en la cantidad de tierras propias, sino en la forma de administración de esos bienes.

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El sistema de explotación durante la Colonia se había basado en métodos casi feudales de explotación de una mano de obra barata y de un abastecimiento casi infinito de materias primas, que había llegado a su límite absurdo para mediados del siglo XVIII.

Los jesuitas, tanto en Ecuador cuanto en muchos otros sitios de América (y notablemente en Paraguay) establecieron un sistema diferente, que llegó a incluir ciertos beneficios para los peones de las haciendas o los trabajadores de los obrajes. Por otro lado, el sistema de comercialización utilizó por vez primera en el Nuevo Mundo un sistema de precios ajustado a los costos de producción y a los requerimientos del mercado. Un método capitalista, en suma. Los resultados no se hicieron esperar: las haciendas y obrajes de la Compañía lograron producir hasta seis veces más que otros de la misma extensión o número de asalariados.

Finalmente, la cuarta acusación contra ellos fue la de “boato indebido” en sus templos y colegios.

También esto es relativo. Si uno ve la iglesia de la Compañía de Jesús en la capital, con sus recubrimientos de oro y sus lujosas ornamentaciones, es cierto que este templo está muy lejos del ideal de pobreza apostólica pregonada por los fraticelli medievales; pero no es menos cierto que otros templos, incluido el de los propios franciscanos, distan mucho de los ideales del santo de Asís.

Así pues, la expulsión fue una mezcla de resentimientos sociales y desleal competencia mercantil por parte de quienes esperaban apropiarse en remate de las extensas y bien mantenidas propiedades de la Compañía.

Lo grave fue que perdimos, junto con las 63 haciendas de su propiedad, las 9 que tenían en administración; las 13 casas y otras innumerables propiedades muebles e inmuebles de los jesuitas; a los mejores intelectuales de la Audiencia, que habían regentado, a nivel casi europeo, 14 escuelas, la Universidad de San Gregorio y el colegio de San Ignacio; y a los más abnegados misioneros de la región amazónica, quienes, como el padre Samuel Fritz, llegaron a defender denodadamente el patrimonio territorial de la Audiencia y la Corona frente a las pretensiones de los portugueses del Brasil. Pero los jesuitas no han sido nunca un hueso fácil de roer. Y tampoco lo fueron en 1767. Astutamente aprovecharon el tiempo transcurrido entre

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la Pragmática Real y su aplicación efectiva (16 meses) para una jugada típicamente capitalista y muy “moderna”: traspasaron sus propiedades a nombre de terceros, quienes las conservaron hasta el retorno de la Orden, pese a que ese regreso no se produciría hasta los tiempos de Gabriel García Moreno. Cuentas del Colegio Mayor

ítem Gastos ordinarios de la Orden, incluidos sirvientes Gastos de enfermería Gastos de iglesia y sacristía Viajes de unos colegios a otros Salarios de sacristanes, cocineros, sastres, etc. Limosnas en las dos porterías Interés de la deuda (45,100 ps.) Tributos de los indios y pago a la Real Caja Diezmo de las haciendas Por pago de abogado, procurador de pleitos y cirujano Otros varios

TOTAL DE GASTOS (SEGUN ESTAS CUENTAS) INGRESOS "deuda" anual

pesos 12,000 4,000 3,000 600 1,000 5,000 1,553 2,500 1,050 600 5,000

36,303 36,000 303

Séptimo paréntesis: Guayaquil25

El siglo XVIII fue el primer gran siglo de Guayaquil. Su provincia, que llegó a abarcar las actuales de Guayas, Los Ríos, un trozo de Manabí, un pedazo de El Oro y Esmeraldas (llamada a la época “partido de La Canoa”) pasó de ser bien poco más que una región malsana y casi despoblada, a convertirse en el centro económico y social de todo un sistema que estaba imponiéndose en el mundo. 25 La bibliografía sobre el Guayaquil colonial ha crecido enormemente en el último tiempo. Sin embargo, hay cuatro textos que el autor considera indispensables para un estudioso serio: 1. María Luisa Laviana Cuetos: Guayaquil en el siglo XVIII. 2. Abel Romeo Castillo: Los gobernadores de Guayaquil del siglo XVIII. 3. Michael Hamerly: Historia social y económica de la antigua provincia de Guayaquil 1763-1842 y 4. Julio Estrada Ycaza: El puerto de Guayaquil (particularmente el segundo tomo)

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Su población llegó a casi cuadruplicarse en unos 70 años, pasando de unos más bien modestos 22,445 habitantes en 1765 a unos muy respetables 86,206 para 1839. En cuanto a la ciudad de Guayaquil, su crecimiento fue aun más impetuoso durante el mismo período, pues en 1765 sólo tenía 4,914 personas, que se convirtieron en unos considerables 20,000 hacia 1839. Este crecimiento se debía esencialmente a un solo producto: el cacao, cuya cosecha media pasó de 18,000 cargas (una medida casi exactamente equivalente a “quintales” de 100 libras) en 1719 a 180,000 un siglo más tarde.

Por otro lado, la actividad industrial tuvo igualmente un desarrollo muy grande, debido a que los astilleros de la ciudad pasaron de ser una actividad complementaria a generar buena parte de los ingresos locales, y sus artesanos principales, los carpinteros, llegaron a ser 241, ocupando el primer lugar en “artes y oficios”, muy por encima de los “agricultores, chacareros y labradores” que no eran más de 59 para 1832. Pero lo más importante era que en Guayaquil se había desarrollado enormemente el comercio, generando una primacía de la producción capitalista, muy por encima de la agricultura de consumo local.

El cacao era la exportación principal, pues su valor ascendió a 616,967 pesos y 7 reales26, mientras que la exportación de todos los otros productos fue de sólo 301,803 pesos y 4 reales.

En general, aunque sea un simplificación, puede decirse que en Guayaquil se desarrolló un enclave de agro-exportación y monocultivo, volviendo a la ciudad más abierta y predispuesta para la cultura capitalista, mientras en el resto de la nación la colonia mantenía otro tipo de formación económico-social.

En lo político, los cambios fueron igualmente dramáticos, pues Guayaquil pasó de ser un simple corregimiento (hasta 1763), no alcanzando el rango de “gobernación” sino ese año.

No menos trascendente fue que, para julio de 1803, Guayaquil fue distraída de su pertenencia a la Presidencia de Quito y trasladadas sus 26 El “peso” estaba dividido en 8 reales.

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competencias (en lo militar fundamentalmente) del virreinato de Santafé al de Lima, a solicitud de la Junta de Fortificaciones de América.

Ya veremos la enorme importancia que esto tendrá cuando se produce el pronunciamento del 10 de agosto de 1809, al que Guayaquil no adhiere (ni podía adherir) precisamente porque a la sazón no era parte de la Presidencia de Quito. Octavo paréntesis: los obrajes.

El lunes 2 de febrero de 1660 se expidió Cédula Real que prohibía la instalación de obrajes en todo el territorio de la Audiencia de Quito.

Para algunos, la medida era un paso adelante en la protección de los indios, explotados inmisericordemente en esos establecimientos manufactureros, tanto o más que en las encomiendas o las mitas mineras.

Para otros, en cambio, la Cédula era vista como un freno al impetuoso desarrollo manufacturero que estábamos alcanzando en la Audiencia, con la introducción (lenta, pero constante) de elementos maquinistas de producción, que podrían aumentar la productividad, sin que ello representara necesariamente un grado mayor de explotación.

En realidad, Felipe IV no hacía más que seguir una antigua tradición, iniciada desde los primeros años de la presencia castellana en América, pues ya Cristóbal Colón intentó montar lo que entonces se denominó una “factoría” en la isla Española, sin conseguir apoyo efectivo de la Corona.27

El actual Monarca, en su Instrucción para Virreyes (cap. 40 de aquellas instrucciones, pero codificada como Ley I del título 26 del Libro 4 de las Leyes de Indias) establecía en 1628 que “los excesos cometidos en los obrajes de paños y otros tejidos y labores han llegado a tanto extremo, por los impedimentos que resultan contra la libertad de los

27 Colón fracasó rotundamente. De modo ingenuo había trasladado desde la metrópoli a unos labriegos, otros pastores y unos cuantos artesanos, en la errónea convicción de que mantendrían esos oficios al llegar a las Indias. Al analizar este fracaso, Carlos Marx comentó con punzante ironía que “lo único que Colón se olvidó de llevar a las Indias fueron… las relaciones de producción imperantes en Europa.” http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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indios, y otras justas consideraciones, que nos obligan a reparar el daño y procurar el mejor remedio”. Muy loables consideraciones que, sin embargo, debieron dictar medidas precautorias de los derechos de los indios y no la conclusión paralizante que consta allí mismo: “Ordenamos y mandamos a los Virreyes y Presidentes de las Audiencias de las Indias, que no den licencia para fabricar, hacer ni fundar ningunos obrajes; y si algunos se las pidieren (las licencias), nos avisen y consulten ante todas cosas, expresando las causas y fundamentos que para concederlos o negarlos concurrieren”.

En otras palabras, la creación de obrajes y manufacturas de todo tipo quedaba prohibida. En su tiempo, Felipe II fue considerablemente más amplio, pues estableció (27 de septiembre de 1565; Ley 3 del mismo título) “Que en las fábricas de paños se guarden en las Indias las Leyes y Pragmáticas de estos Reinos de Castilla”.

Mucha era el agua que había corrido entre septiembre de 1565 y febrero de 1660. Para esta segunda fecha, el desarrollo industrial era muy fuerte en el territorio de la Audiencia, y el número de los obrajes, así como la concentración de operarios en ellos, es muy grande. A continuación ofrecemos un listado previo, que no pretende ser completo, de los obrajes instalados en el territorio del país hasta 1635?… Lugar

Latacunga Quito Quito Latacunga Latacunga Otavalo Chimbo Licto Ambato Guachalá Sigchos Peguche San Andrés

Actividad

Paños Sombreros Paños Pólvora Sombreros Tejidos Paños Tejidos Calzado Bayetas Mantas Tejidos Paños

Año

1564 1576 (2 obrajes) 1576 (4 obrajes) 1580 1585 1593 1595 1596 1596 (2 obrajes) 1599 1600 1603 1635

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En 1635 se abrieron, además, los obrajes de Otavalo, Chambo, Penipe, Puni, Latacunga, Mulaló y Calpi. Todos éstos son los denominados “Obrajes de Comunidad”, a los que deben sumarse unos 70 “particulares” en 30 poblaciones diferentes, resaltando que hay algunos centros poblados que se han convertido en auténticas ciudades industriales, pues la actividad principal en ellas es la manufactura.

Así, por ejemplo, en el obraje de paños de Chimbo laboran 200 obreros: en el de tejidos de Peguche, 223 y en la cercana Otavalo, sólo en uno de los obrajes de tejidos y alpargatas, se contabilizaron 530 trabajadores. A estas actividades manufactureras hay que añadir, naturalmente, las explotaciones mineras, que contabilizan al momento unos 10 lavaderos de oro, al menos 2 minas de plata y otras 15 minas de oro “primario”, que utilizan gran cantidad de mano de obra y producen enorme riqueza.

Sumemos a esta ya impresionante cifra los astilleros de Guayaquil que, si bien no pueden ser considerados “obrajes” (y por tanto no estaban comprendidos en la prohibición Real de 1660), tenían el mismo carácter económico que los anteriores. En otras palabras, el territorio de la Audiencia de Quito era, desde el punto de vista económico un país eminentemente industrial, minero y agrícola. Para el análisis de la Economía Política, algo muchísimo más desarrollado que la metrópoli.

Por supuesto que, en nuestro caso como en casi cualquier otro, ese progreso no era igual en todos los sectores de la economía ni en todas las regiones del país, pues coexistían con estos centros industriales otras formas de producción que incluían relaciones tan atrasadas como la esclavitud (tanto productiva cuanto patriarcal y “estatal” en el caso de las mitas), las relaciones feudales de servidumbre, zonas donde se había preservado la propiedad comunal, y otros fenómenos que vuelven muy compleja la apreciación de un desarrollo “desigual y combinado” que provocó largos debates teóricos hasta fines del siglo XX, cuando se trató de indentificar el “modo de producción” imperante en la colonia latinoamericana, olvidando que casi nunca hay un solo “modo de producción” en ninguna formación económico social.

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Los sucesos locales del siglo XVIII

Todavía no había comenzado el siglo28 cuando los nuevos vientos se dieron a conocer, pero chocando contra los viejos?…

Don Francisco de Quevedo fue de los primeros que percibió la esencia de los tiempos “modernos”. Él escribió alguna vez (aparte de aquello de que “poderoso caballero es don dinero”) unas jocosas “Alabanzas de la Moneda”, en las que afirmaba que “el dinero tiene tres nombres: el uno por fuerte, el otro por útil, el otro por perfecto. Por fuerte se le llama moneda, que quiere decir ‘munición’ y ‘fortaleza’; por útil se llama pecunia, que quiere decir ‘pegujal’ o ‘granjería gananciosa’; y por perfecto se llama dinero, tomando su apellido del número deceno, que es el más perfecto”.

Sólo se le olvidó decir que es tan perfecto que limpia hasta la sangre, pues que se compran y venden los títulos nobiliarios, que supuestamente acreditan aquella pureza. Si para muestra hiciese falta algún botón, el día 21 de marzo del año del Señor de un mil y setecientos, el Rey, don Carlos II, nombró, primero “Vizconde de Santa Cruz” y luego “Marqués de Solanda” a don Antonio Sánchez de Orellana, vecino de la Audiencia de Quito. Noveno paréntesis:

del Incario a los patriotas (pasando por los españoles)

Don Antonio quien, como buen hijo de su tiempo, no tiene pretensiones de noble antiguo sino de nuevo rico, nunca hizo un secreto del precio que ha debido pagar a las arcas Reales por el título: 30,000 pesos de oro. No sabemos si fue un solo pago, porque el título de Vizconde quedó anulado al momento mismo de otorgarle el marquesado.29

28 Contrario a la convicción de que los siglos comienzan en los años que terminan en 00, en realidad se inician con los años que principian con 01 (al fin y al cabo, Cristo no nació el año 0, sino el año 1). 29 En el “escalafón” de la nobleza, primero están los duques, luego los marqueses y sólo después los condes (y, por supuesto, aun más atrás los vizcondes). Es lógico, pues, que Orellana prefiriera el marquesado.

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Lo cierto es que este criollo de 49 años de edad llegó a la nobleza no por alcurnia de cuna ni por méritos guerreros o servicios personales, sino?… de chiripa y suerte; lo que los franceses llaman “coup de foudre”30 Don Antonio era “criollo”: nació en Zaruma, en junio de 1651, y allí mismo lo bautizaron el 13 de ese mes sus padres Clemente Sánchez de Orellana y Jacinta Ramírez de Arellano.

Poco sabemos de su infancia, y su primera aparición en cargo público es del año 77, cuando lo nombraron Alcalde Ordinario de Zaruma. Pero, de ahí en más, su ascenso fue muy rápido. Trasladado a Loja, sirvió como Alcalde Ordinario, Tesorero de la Santa Cruzada, Teniente General y Maestre del Batallón.

En 1684 lo hallamos ya de Teniente de Corregidor de don Juan Bautista Bardaxi y Ascón, y siguió como segundo de a bordo cuando Bardaxi fue sucedido por Diego de Riofrío y Peralta. Desde 1678, el hoy marqués ya era Maestre de Campo por nombramiento (también pagado) del Virrey Conde de Castelar.

Pero en aquel entonces, antes de su “golpe de suerte”, don Antonio sólo había pagado 275 pesos por ese cargo. Allí se quedó nada menos que 16 años, desempeñándose, según sus amigos (que han aumentado muchísimo desde que la suerte lo acompaña) “con toda entereza, tino y acierto”.

Imposible saber si fue por buen servicio o por cálculo político que marchó a Paita cuando aquel puerto estaba amenazado por los piratas; pero lo cierto es que poco después, en octubre de 1693, el Conde de Monclova lo nombró Gobernador y Capitán General de la ciudad de San Francisco de Borja, Río Marañón, Mainas y Jíbaros, y le despachó su título el 24 de marzo de 1694.

Su Gobernación fue brillante. Apersonado en su residencia, Sánchez de Orellana abrió caminos, aplicó justicia, buscó poblar las regiones a él

30 “Coup de foudre” se utiliza en francés en un doble sentido: como “amor a primera vista” o como “golpe de suerte”. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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encomendadas, y mucho más hubiese hecho (inclusive dejó planificado un camino hacia la selva partiendo de Cuenca) si por una vez la suerte no le hubiese sido adversa, cuando el padre Viva no llegó a tiempo a la reunión que debían tener a la mitad del camino, por lo que no pudo volver a fundar la villa de Logroño. A mediados de 1699 se disponía a fundar la ciudad de San Miguel de Yapara, a orillas del Ucayali, cuando la suerte se interpuso en su camino?… Para entenderlo, tenemos que hacer un poco de memoria?…

Cuando Francisco Pizarro capturó al Inca Atahualpa en los baños de Cajamarca, el monarca preso le ofreció como rescate un cuarto lleno de oro y otro de plata, hasta la altura de un hombre con el brazo levantado. Aunque los españoles no creyeron posible reunir un tesoro semejante, el prisionero cumplió su palabra, y el rescate estuvo completo mucho antes del 29 de agosto de 1533, cuando mataron al Inca.

Pero, aunque el tesoro ofrecido ya se había completado, las cargas de oro y plata seguían llegando a Cajamarca, y el tesorero Real, Alonso de Riquelme, tuvo al parecer buen cuidado de que estas cifras no ingresaran a la contabilidad total, pues de ella había que sacar una quinta parte para darla al Rey. Pero, sobre todo del Norte, la riqueza seguía fluyendo, y pasaba por Loja, que era su camino natural.

Luego de la muerte de Atahualpa, los indios portadores de los tesoros se cruzaron con los últimos chasquis, que traían las noticias de la muerte del Inca, y fue un problema para los hombres que llevaban el dinero de un rescate que ya no era necesario.

¿Qué podían hacer con el oro y la plata que traían? ¿Llevarlo a los españoles? Era absurdo. ¿Volver con él a su lugar de origen? Correrían el peligro de ser asaltados o de que, al no creerles, los castigaran por haber incumplido el mandato que les dieron. ¿Qué hacer? Por lo visto, decidieron enterrar allí mismo el oro.

Y fue allí donde lo encontró, parece que casualmente, el criollo don Antonio Sánchez de Orellana, quien dejó su Gobernación, se ausentó de http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Loja, abandonó la Audiencia, zarpó de Guayaquil y fue a España?…

Una vez en la península, pidió audiencia al Rey, le explicó a los secretarios para qué deseaba esa audiencia, pagó los 30,000 pesos?… y recibió el 21 de marzo de 1700 el título de marqués que desde entonces ostentó.31 Un período de conmociones

Todo el siglo XVIII y los comienzos del XIX vieron en Ecuador a un país agitado por una sucesión de conmociones sociales de todo tipo.

Los indígenas, que durante casi todo el siglo XVII habían guardado una quietud muy parecida a la resignación, parecieron volver a la vida y a la rebeldía frente a la continuidad de la opresión. Los levantamientos y sublevaciones de multiplicaron?…

1764 Sublevación en Riobamba 1767 Alzamiento en Otavalo 1768 Levantamiento en el obraje de San Idelfonso 1770 Sublevación en Patate 1771 Alzamiento de los obrajes de Tilipulo y La Calera 1777 Sublevación en Cotacachi, Tabacundo, Caranqui y Atuntaqui 1778 Levantamiento en Guano 1790 Sublevación en Guamote 1803 Alzamiento de los indígenas de Guamote y Columbe Y el tono y la agresividad de estas sublevaciones o levantamientos adquirió una agresividad como no se veía desde los tiempos de la resistencia a la conquista.

Sólo a título de ejemplo, veamos más o menos al detalle el alzamiento de Guamote y Columbe?…

31 Como la historia tiene designios curiosos, Mariana, la hija de Sánchez de Orellana, ya con el título de “marquesa de Solanda”, se casó con el mariscal Antonio José de Sucre, haciendo que – de modo indirecto – los próceres resultaran beneficiados con los dineros del incario.

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Aunque el derecho a los “diezmos” eclesiásticos (10% de la producción agropecuaria total) ha sido cedido por la Santa Sede a la Corona española, a cambio de correr con los gastos del culto y de los templos, las autoridades de la Audiencia –para facilidad en el cobro– encargan esa función a varios particulares –los llamados “diezmeros”– que, como es fácil imaginar, siempre abusan de los indios. Estos diezmeros cobran bastante más que el 10% previsto por la Corona, y son de los personajes más odiados por los indígenas, quizá sólo superados en mala imagen por los denominados “aduaneros”, que son quienes realizan el “censo” para cobrar otra clase de tributos, y se reparten los niños (para las mitas) y las niñas (para ejercer sobre ellas el miserable “derecho de pernada”). Pero, por lo visto el “diezmero” que llegó el 27 de febrero de 1803 a la plaza de Columbe, en el Corregimiento de Riobamba, se pasó de la raya. Los indios, que han sufrido dos años seguidos de malas cosechas, habían llegado al límite de lo que podían soportar y, al no ser escuchados en sus reclamos, se abalanzaron contra los españoles y dieron muerte al diezmero, a un juez y a algunos otros. El mestizo que leyó el monto de los diezmos logró escapar y buscó refugio en Guamote, sin sospechar que los indígenas de esa población ya estaban en antecedentes, y que reaccionaron incluso con peor saña que los de Columbe.

Precisamente así comenzaron las cosas en Guamote, cuando confundieron a un “diezmero” con un “aduanero”, y los indígenas arremetieron contra él. Exaltados los ánimos y excitada la violencia, los muertos ascendieron a seis, inclusive con crueldad y a palos, mientras no faltaron algunas indígenas, entre ellas Lorenza Avamañay, Jacinta Juárez y Lorenza Peña, que arrancaron los ojos a los mestizos y blancos muertos. Muy pronto la sublevación retornó a Columbe, donde los hechos de sangre se reprodujeron de forma casi idéntica, causando siete muertos esta vez, y una ocasión más se destacaron las mujeres indígenas, sobre todo Manuela Juárez, María Bocón, Agustina Aysalla, Manuela Perugache, Asecia Buñay, Francisca Delgado y Mónica Ayabaca.

Rápidamente los mestizos tomaron las precauciones debidas, unificando las acciones de las llamadas “milicias” de Riobamba (que fueron a “pacificar” la zona), de Ambato (que se trasladaron a Riobamba,

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para reemplazar a los locales en la labores de policía) y de Latacunga. Un total estimado de unos 400 hombres, bajo el mando directo de don Xavier Montúfar (hijo de don Juan Pío, el marqués de Selva Alegre), quien pidió refuerzos al Presidente de Quito, Luis Francisco Héctor, barón de Carondelet. Tanto se temió por la extensión de los sucesos, que se llegó a pedir a don Juan de Mata y Urbina, Gobernador de Guayaquil, que alistara no menos de 200 hombres bien armados.

A más de lo anterior, las instrucciones que se recibieron de Santafé fueron claras, e incluían varias medidas cautelares, inclusive la eventualidad de incendiar el obraje de pólvora de Latacunga, por temor de que éste cayese en manos de los indios.

En total, los muertos fueron 13, y quedaron a la vera del camino, mientras los sublevados indígenas, que ya habían encontrado sus líderes en Julián Quito y en la “huarmi” Lorenza Avemañay, se replegaban a las montañas. La consigna y el “programa de gobierno” de los indios fueron sencillos, pero claros: reparto de las tierras y lucha contra los blancos?…

Julián Quito comenzó a recorrer las comunidades vecinas, y cuentan quienes lo vieron que se presentaba de improviso en una aldea, saltando continuamente y con las palmas de las manos vueltas hacia el sol, como es fama que hacían los antiguos Puruhaes, señores ancestrales de esas tierras. Pero tampoco los blancos se quedaron quietos y, temerosos de que el espíritu insurreccional se extendiera, pidieron refuerzos a la capital y, con ellos y tropas de milicias, tomaron la región de Columbe, forzando un combate franco en la llanura de Tanquis, donde resultaron claramente vencedores, logrando capturar a los cabecillas de la revuelta, con excepción del propio Quito, que consiguió escapar. Los testigos cuestan de él que, al asumir la conducción rebelde en Columbe, desplegó toda una doctrina militar que incluía “nunca combatir en el llano, sino siempre en los cerros”, instrucciones que daba mientras saltaba de un lugar a otro, siempre con las palmas de las manos vueltas hacia el Sol, como es fama que hacían los sinches del Incario.

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Las fuerzas gubernamentales cobraron tal temor de la conducción de este Quito, que ordenaron que se apresara a todos los indios que llevaran ese apellido o que se llamaran Tandaso, Sigchay o Puma, que son los otros apellidos que se le atribuían. Lo cierto es que Julián Quito nunca pudo ser capturado, y circularon rumores que decían haberlo visto tan al norte como Pasto o tan al sur como Cuenca, aunque se sospechaba que, siendo tan grande el influjo de su nombre, podían ser varios los indígenas que lo adoptan.

La otra figura con ribetes personales muy destacados es Teresa Logroño, vecina de Punín, a quien se acusa de ser la autora de un escrito “contra los caballeros de la villa de Riobamba”.

El texto de ese panfleto demandaba de los caballeros “que bayen a bivir en sus tierras en España y no en nuestra tierra, hasiendo tantos daños al prójimo” (sic); y afirmando que “si no ban (sic) buenamente los caballeros fuera de aquí, los acabaremos una noche con pegar fuego a las casas”. El escrito se refiere concretamente a algunos “caballeros” con nombre y apellido, entre los cuales menciona a un Ramón Poyol (seguramente Puyol) y un Mariano Dábalos.

El documento termina imprecando “Mueran los caballeros quemados. Muera el mal gobierno. Viba Dios. Viba el Rey de España que no sabe nada”, pero antes del final el panfleto emite una amenaza que puede ser todo un proyecto de rebelión. “Ellos nos matarán de día -dice el pasquín atribuido a Teresa Logroño-. Nosotros, de noche”.

A los capturados se les organizó un juicio prolongado, como un intento por acallar la ola de pelea que esta sublevación generó.

En su calidad de Corregidor de Riobamba, don Xavier Montúfar se constituyó juez de la causa; pero, necesitando un asesor letrado, el Presidente de la Audiencia, Barón de Carondelet, designó al bien conocido José Fernández Salvador, quien, pese a tener reputación de liberal entre los criollos, no por eso es menos feroz contra los indios.

El 7 de julio se elaboró la sentencia, que fue enviada a la capital, para su refrendación, y el texto final se pronunció el 17 de octubre de 1803?…

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Cinco indígenas fueron condenados a la horca,; entre ellos tres mujeres, proporción que habla bien a las claras de la presencia femenina en esta acción. Se trató de Lorenza Avemañay, Lorenza Peña, Jacinta Juárez, Francisco Curillo y Mariano Gualpa.

El resto fue monstruoso… Un testigo criollo y enemigo de los indios narra los hechos del siguiente modo… “El 31 de octubre se los llevó a rastras de una bestia; fueron colgados en la plaza de Riobamba, donde se los dejó más de tres horas, tras lo cual fueron bajados, descuartizados por caballos y se repartieron sus cabezas y miembros en distintos lugares del Corregimiento, excepto los troncos, que, como prueba de piedad cristiana, se entregaron a los religiosos de San Francisco y Santo Domingo para que les dieran católica sepultura.

“Otra prueba de conmiseración dieron los jueces, pues la condena de Lorenza Peña le fue aplazada, en vista de su estado de preñez, y sólo se la ahorcó y descuartizó después de dar a luz, el 12 de mayo de 1804. “Fueron condenados a 200 azotes y ocho años de prisión otros seis indios. A 200 azotes y 6 años, 7 indios más. Y a destierro, para que jamás vuelvan a sus pueblos, nueve mujeres indígenas, pues de ellas se ha dicho que fueron aun más bravas que sus hombres.

“Lo único malo es que ese tal Julián Quito sigue suelto, y que han comenzado a correr rumores de que se presenta por distintos sitios, aunque no hay que darle mucho crédito a los cuentos, porque un día dicen haberlo visto en Loja y a la mañana siguiente en Otavalo; otra en Maynas y después en Portoviejo, y siempre con la misma manía de andar predicando la lucha como un evangelio, mientras mantiene las palmas de las manos hacia el sol.” T

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Pero no fueron únicamente los indígenas los que provocaron los disturbios de todo el período que reseñamos.

Incluso un grupo humano de los que hoy llamaríamos “aniñados” o “pelucones” organizaron su protesta. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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El caso curioso, con ribetes de picaresca, ocurrió en la capital, donde, en 1725, estalló una huelga de estudiantes?…

Los testigos de los hechos no los cuentan del mismo modo. Para unos, la culpa fue de la “fiesta de los toros”, que atrae tanto a la juventud que hace que se olviden por ella los deberes sociales. Para otros, el único responsable fue el padre Pedro Campos, Rector del Colegio-Seminario de San Luis de Quito, que no permitió que los alumnos asistieran a las corridas. Para unos terceros, finalmente, son los manejos políticos de terceras personas (unas apoyando a los alumnos revoltosos y otros al Rector) los que han llevado a estas semanas de algazara en Quito, provocadas por la primera huelga estudiantil de nuestra historia. El escándalo duró hasta el 25 de abril de 1725, pero comenzó mucho antes.

En agosto del año anterior, con motivo de los festejos por la coronación del Príncipe de Asturias como Luis Fernando I32, el Cabildo y el Presidente de la Audiencia, Santiago de Larraín, decidieron realizar las fiestas de costumbre que constan de: corridas de toros, luminarias, fuegos de pólvora, maniobras militares y representación de comedias al aire libre. Los estudiantes del Colegio de San Luis se prepararon para asistir a las conmemoraciones, en grupo y uniformados como lo habían hecho siempre, y de pronto se encontraron con la nueva de que el Rector Campos había decidido que no era decoroso que asistieran los alumnos al jolgorio, y canceló la partida, cuando todos estaban ya listos y prestos para dirigirse a la plaza a presenciar las corridas de los toros.

Nadie sabe cómo, pero los alumnos se encontraron una manera de dirigirse al Obispo, Mons. Luis Francisco de Romero, para que éste intercediera ante el padre Rector, haciéndole ver que su conducta era excesivamente rigurosa, y el Obispo así lo hizo; pero, al toparse con la tozudez del jesuita Rector, y no encontrando que la causa fuese suficiente para insistirle, lo dejó estar. Dos de los alumnos de mayor edad, los jóvenes Agustín Miñano y Cayetano Iglesias, atraídos quizá por alguna ternera o vacona descarriada y no sólo por los toros, decidieron escapar secretamente del internado y asistir de todos modos a las fiestas. 32 Éste fue el hijo de Felipe V, que duró muy poco tiempo con la corona, como ya lo hemos narrado.

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Así lo hicieron; pero su presencia se dio a ver en la plaza; su falta se dio a notar en el colegio, y el padre Campos ordenó cerrar con triple llave todas las puertas, y él mismo se quedó de guardia toda la noche, para impedir que los dos estudiantes (panameños por más señas) retornaran tan subrepticiamente cuanto habían salido. Nadie sabe si los dos descarriados intentaron volver o no; pero a la mañana siguiente no estaban en su sitio. Se corrió lista, se apuntó la falta, el padre Campos dio un severísimo sermón y?… decretó la expulsión de los fugados. Miñano e Iglesias, que se habían hecho querer por la sociedad civil, donde se apreciaba la manera de tañer la vigüüela y de bailar de los istmeños, movieron a todos sus conocidos, y desde el día siguiente comenzaron a llover las súplicas al padre Campos.

Primero lo llamaron del Cabildo y, entre sonrisas cómplices y peticiones formales, le pidieron que dejara insubsistente la expulsión?… y dijo que no.

Luego los muchachos consiguieron el apoyo de algunos miembros del clero secular (que de otras órdenes no se atrevió ninguno a hablar con el jesuita), quienes expusieron su concepto de que, si los jóvenes estaban arrepentidos de la falta cometida, disculparla era ser fiel a la virtud teológica del perdón?… y Campos dijo nones. Finalmente los chicos llegaron donde el propio Obispo, a suplicarle que intercediera por ellos, y no una sino dos veces llamó Monseñor Romero al Rector, quien se mantuvo en sus trece.

Cinco meses habían pasado en estas rogativas, cuando el 17 de enero de 1725 se presentaron los dos muchachos ante el Rector y, como lo cuenta un testigo presencial “echáronse a sus pies y, de rodillas, en términos humildes, le rogaron que los volviera a admitir en el colegio. Despidiolos el padre tercamente. Ellos perseveraron de rodillas, suplicándole: rechazados, no se levantaron; antes protestaban que estaban dispuestos a recibir cualesquiera castigos que se les dieran. “Mientras los dos cuitados panameños estaban rogando al Rector, todos los demás colegiales, agrupados fuera, observaban lo que pasaba y, viendo que sus compañeros eran desairados, se precipitaron en tropel a la

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celda del Rector y, tirándose de rodillas todos, comenzaron a una a implorar gracia para los expulsos. Montó en cólera el padre Campos, y rechazó con aspereza a los colegiales, diciéndoles con desprecio: ‘¡He desairado a tantas personas de autoridad! ¿Habría de condescender con muchachos nalgas sucias?’”.

Enfurecidos por estas palabras, los jóvenes se llevaron a sus compañeros, los vistieron de uniforme y los llevaron a cenar en el refectorio como si nada hubiese acontecido. A la mañana siguiente comenzaron a acumular armas en el Colegio y, tan pronto salió el Rector que no sospechaba nada, cerraron las puertas, se atrincheraron en el interior, y aseguraron que el padre Campos no regresaría sino sobre sus cadáveres.

La ciudad, que hasta entonces había mirado las cosas con una cierta sonrisa de picardía y complicidad, se conmovió. Todos trataron de mediar. Hubo ruegos, instancias, porfías… Y las dos posiciones seguían irreductibles. Los estudiantes: que Campos no habría de regresar, y los jesuitas: que sólo dialogarían cuando el Rector hubiese vuelto.

El padre Campos quiso acudir ante el Obispo, pero éste se negó a recibirlo, considerando que lo ocurrido era fruto de su terquedad. Entonces Campos recurrió al brazo secular, y pidió a la Audiencia que el Colegio fuera allanado y los revoltosos sometidos a la fuerza.

Toda la ciudad se agitó. Los seminaristas eran hijos de las mejores familias de Quito, y un hecho de sangre podría ser irreparable. Mientras Campos recurrió al Oidor Simón de Ribera para que comandase las tropas, los estudiantes tomaron como rehenes a los profesores, amenazando con usarlos como escudos. Felizmente llegó entonces a Quito el Provincial de los jesuitas, padre Juan Bautista Mújica, que tiene sede en Riobamba, y destituyó al Rector como primera medida, para tratar de calmar los ánimos.

Frente a ello, y habiendo logrado sus propósitos, los alumnos han depuesto la medida de hecho, aunque el despechado Campos afirmaba que se dirigiría al propio Rey demandando la expulsión de los estudiantes sublevados. T

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Todo estaba agitado y convulso. Hasta la tierra. Mire esta lista de desgracias telúricas?…

1698 Terremoto en Ambato, Riobamba y Latacunga. 1704 Terremoto en Quito. 1742 Erupción del Cotopaxi. 1744 Nueva erupción del Cotopaxi 1746 Otra erupción del Cotopaxi 1749 Terremoto en Loja. 1755 Terremoto en Quito. 1757 Terremoto en Latacunga. 1760 Erupción del Cotopaxi. 1768 Erupción del Cotopaxi. 1772 Erupción del Tungurahua. 1773 Erupción del Tungurahua. 1778 Terremoto en Riobamba. 1786 Terremoto en Riobamba. 1797 Terremoto en Riobamba.

Y no fueron sismos de esos suaves y benévolos que hemos tenido en este siglo XXI, ni las erupciones volcánicas fueron tan alegres y espectaculares como las de fines del siglo XX.

Miremos una de esas desgracias. Digamos?… el terremoto de 1755?…

El sábado 26 de abril de 1755, un violento movimiento sísmico tomó por sorpresa incluso a los ya curtidos habitantes de la capital. Una buena parte de la ciudad ha sido destruida, incluso varios de los templos católicos, tradicionalmente construidos en piedra y de modo sólido.

Durante los años anteriores, la Audiencia fue el pasto de una desgracia natural tras otra, pues en 1698 una violenta erupción volcánica, acompañada de feroces movimientos telúricos destruyó casi completamente las villas de Riobamba, Ambato y Latacunga. Posteriormente, el 15 de junio de 1742, volvió a ponerse en actividad el Cotopaxi (que había estado silencioso más de dos siglos), y arrasó una vez más con la recientemente reconstruida Latacunga. Al poco tiempo de posesionado el nuevo Presidente de la Audiencia, don Juan Pío Montúfar y Fraso, Marqués de Selva Alegre, quien asumió el cargo a partir de su llegada a Quito el 21 de septiembre de 1753, la tierra ha vuelto a temblar, provocando la muerte, la miseria y la ruina de muchos de sus vecinos.

Desde 1740 se habían venido sintiendo permanentes movimientos de la tierra, aunque sin producir destrozos irreparables; pero aquello, lejos de provocar el temor y generar cuidados, lo que ha engendrado es una suerte de anómala tranquilidad en una ciudad que se acostumbró a vivir sobre un volcán. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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De pronto, a la madrugada de ese sábado, la tierra lanzó un rugido y, en cuestión de poquísimos segundos, se derrumbaron los edificios. Un testigo presencial de los hechos los narró del siguiente modo?… “Las torres de los templos parecía que casi tocaban el suelo con la vehemencia del sacudimiento. Todas las iglesias quedaron arruinadas. Las casas de los particulares, amenazando con venirse a tierra a impulsos de los estremecimientos que continuaban, se pusieron inhabitables; sus moradores huyeron, dejándolas abandonadas, y en las llanuras y colinas improvisaban chozas para guarecerse, porque a los terremotos han seguido copiosas lluvias, que amenazan con inundar lo poco que ha quedado en pie”.

El padre Juan de Velasco, testigo presencial de los hechos los ha narrado del siguiente modo?… “Es extrema la consternación de todos, e inenarrable lo que nos tocará padecer en todas las líneas, pues a miles de personas nos tocará vivir en la inclemencia, y no es dable pensar que todos puedan armar sus tiendas de campaña”.

Fueron miles los habitantes que huyeron despavoridos de la ciudad, aunque el número de víctimas fatales (apenas 7) no transmite el sufrimiento que se padeció en la capital. A más de la pérdida de muchísimas casas de particulares y de varias paredes de los templos, hay que lamentar la pérdida de la más hermosa torre de los agustinianos y del convento completo de las Catalinas. “En medio del auxilio que intentan prestar los curas, particular dolor produce el de las monjas del claustro, que se han visto obligadas a emigrar de sus paredes protectoras, y carecen por completo de los hábitos mundanos que podrían ayudarlas a sobrevivir.”

Para colmo de males, poco tiempo después, en 1759, Quito fue víctima de una peste que cobró nada menos que 10,000 víctimas. Si recordamos que la ciudad tenía a la época unos 40,000 habitantes, eso es equivalente a que una epidemia del día de hoy produjera un cuarto de millón de muertos. En 1783 la nueva epidemia fue de sarampión. T

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En Guayaquil, ciudad que, por estar un tanto alejada de la cordillera, ha sido menos golpeada por los sismos y que se ve libre de las erupciones volcánicas, los flagelos han sido otros?… Por un lado, los ataques de piratas y corsarios que no han dejado de asolar la ciudad. En 1708 fue el pirata Rogers, que saqueó el puerto y exigió (y obtuvo) un rescate de 50,000 pesos. En 1741 fue Anson quien amagó un ataque. Los marinos españoles Juan y Ulloa, que estaban en el puerto, comentaron entonces: “Parece muy peligroso que un puerto de tanta consecuencia como el de Guayaquil esté en un abandono tal que pueda ser del primero que lo solicite”. Un poco más tarde tocó el turno a los filibusteros holandeses, que casi inmediatamente después cayeron sobre Portoviejo.

Pero había otro peligro que no venía de fuera: los incendios, que arrasaban una ciudad íntegramente construida con madera. Un mini-paréntesis:

El “Fuego Grande” de 1764.

El peor de esos incendios (al que los guayaquileños bautizaron como “Fuego Grande”) ocurrió la noche del 10 de noviembre de 1764.

El flagelo destruyó completamente unas 135 casas, afectando seriamente a otras 16, para un gran total de 151, que conformaban buena parte de todo el centro de la ciudad, que para entonces no contaba con más de 300 edificaciones. ¡La mitad de la ciudad ardió en una sola noche! Y debemos aclarar que, para aquel entonces, no disponíamos de ningún cuerpo de bomberos con experiencia?… ¡Y ni siquiera teníamos agua corriente para combatir el fuego! Pero, tropicales como somos, el trágico recuerdo de aquel día no nos impide esbozar al menos una sonrisa al rememorar el origen de ese Fuego Grande?…

En efecto, el pavoroso incendio se inició con una disputa doméstica: cuando Nicolasa Reyes se peleó con su marido. Ella evidenció sus celos, porque lo había pillado metiéndole mano a una vecina. Él, fiel a la secular norma masculina, lo negó todo. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Ella vociferó. Él gritó más fuerte.

Entonces ella le arrojó una raja de leña y, como erró el golpe, él la respondió echándole una paila de manteca, que cayó sobre el fogón?… Y se prendió la casa.

Para fines de la tarde, la ciudad entera era una bola de fuego. Fue entonces cuando acudió en auxilio de la ciudad, como en otras ocasiones, un providencial aguacero tropical, “catarático” como lo bautizaron unos testigos, que impidió la destrucción de lo poco que quedaba. Si fue un “milagro”, como dijeron algunos, hubiese sido bueno que se presentara un poco antes. Y “un poco más suavemente”, podríamos añadir, ya que el agua terminó por arruinar los enseres que se habían sacado a las calles.

Incolaza y su marido vivían en una de las pequeñas covachas de la ribera, y los carpinteros (que eran los encargados de combatir el fuego) tardaron en destruir la choza, porque confundieron sus restos de paja y madera con pólvora de la fina, razón por la cual temieron un estallido y aplazaron su intervención. Cuando finalmente reaccionaron, ya era tarde. Las llamas se habían comunicado a las casas de los vecinos que, desobedeciendo la voz de la experiencia, e incluso las disposiciones y ordenanzas del Cabildo, seguían levantando sus casas de madera y techándolas con paja, lo que las vuelve particularmente propensas a incendiarse.

Para fines de la tarde, la ciudad entera estaba en llamas, con la sola excepción de la Real Contaduría y Hacienda, el convento de San Francisco, el hospital San Juan de Dios y el colegio de la Compañía de Jesús, cuya salvación permitió evitar que el incendio se propagara a las casas ubicadas detrás del colegio. La ciudad tenía por primera vez gobernador desde el 11 de octubre del año anterior, cuando se posesionó el teniente coronel don Juan Antonio Zelaya y Vergara, reemplazando como autoridad máxima al antiguo corregidor, don José de Cortázar.

El flamante gobernador tuvo ese día su literal “bautizo de fuego” y salió de él con honor, pues la ciudadanía lo vio no sólo impartir las órdenes más oportunas, escuchando para ello a personas de experiencia http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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en estos trances, sino que en lo personal, fungiendo de bombero y no dudando en lanzarse a las llamas a rescatar heridos, mujeres o niños, ha tenido un comportamiento heroico.

El caso extremo de coraje personal del funcionario ocurrió frente a la casa de don Damián de Arteta, que fue pasto completo de las llamas, lo que no arredró al gobernador, quien se lanzó al inmueble para ayudar a los heridos, debiendo luego quitarse la chaqueta y la camisa, porque ambas prendas ardían en llama viva. Posteriormente, obligado casi a la fuerza a retirarse un tanto, ofreció su casa, que por hallarse alejada del centro pudo salvarse del flagelo, para acoger en ella a muchos de los damnificados. T

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Un grato paréntesis:

Algunos personajes ilustres33

No todas las conmociones fueron malas. Ni mucho menos.

En la cultura, por ejemplo, la “escuela quiteña” de artes plásticas alcanzó sus más altas cimas, particularmente en la imaginería de Bernardo de Legarda, cuya virgen alada es casi una herejía. Es que desde sus inicios los artistas ecuatorianos del período colonial tuvieron una visión distinta de la peninsular aun en cuanto a las representaciones litúrgicas. Esto se debió a que la formación inicial de los conceptos estéticos quiteños se debieron a la presencia de los intelectuales flamencos, que llegaron – cuando Flandes era todavía parte de España – con una visión mucho menos monástica y más “capitalista” si se quiere. La Virgen Alada de Bernardo de Legarda, que es la obra más conocida y auténticamente original de la Escuela Quiteña no hace más

33 Los más acuciosos de los lectores echarán a faltar en lo que sigue a varios personajes destacadísimos nacidos en el siglo XVIII (encabezados por dos guayaquileños: Olmedo y Rocafuerte), pero hemos considerado que sus acciones estuvieron más vinculadas con el siglo XIX. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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que completar este proceso, pues en la mentalidad natural indígena o mestiza de la época, si la virgen no era parte de la trinidad deificada (si no era parte de Dios), ¿cómo pudo ascender a los cielos? El “hombre natural” que pedía José Martí como realización de Nuestra América sólo podía darse una explicación "natural": a la virgen le crecieron alas. Esta preciosa imagen (que se conserva en el convento de El Carmen en Quito) fue muy criticada en su tiempo (se llegó a insinuar un carácter blasfemo y herético en la obra de Legarda), pero hoy es reconocida como la mejor muestra de una devoción especial, hasta el punto que una monstruosa ampliación de ella se encuentra ahora sobre el Panecillo que domina la capital ecuatoriana.

Si cupiera hablar de un "espíritu del Renacimiento" y si él fuese trasladable de Europa a Quito, es claro que el epítome de ese "espíritu" sería don Bernardo de Legarda.

Ignoramos la fecha exacta de su nacimiento; pero, ya que hizo de prioste de la fiesta de San Lucas (patrono de escultores y pintores) en 1731, podemos inferir que habrá nacido entre 1700 y 1710.

No hubo actividad humana que le fuera ajena, y en todas ellas destacó. El padre Juan de Velasco dijo de él que era una persona "de monstruosos talentos y habilidad para todo".

Tenía razón. Legarda fue escultor y pintor, maestro de música y de danza, forjador de hierro e industrial en el ramo, dirigente de gremios laborales y guía de cofradías religiosas. Aunque al momento de morir pidió que constara que "era soltero", la verdad es que se había casado (y muy joven) con Alejandra Velásquez, de quien se separó bastante pronto. De ahí en más, su vida transcurrió a saltos, entre la taberna, la iglesia, los salones cortesanos y... las alcobas de sus múltiples discípulas (de baile, música o pintura).

La gracia y ritmo de sus figuras (ya patentes en la Virgen Alada) están presentes en todas sus obras, donde un concepto renacentista de la alegría de vivir es notorio. Se diría que sus personajes bailan, y ese mismo movimiento "coreográfico" evidencia igualmente su apego a la vida callejera y su adoración por el bello sexo.

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Su vida de "empresario" fue múltiple. En su esbozo biográfico, el padre José María Vargas nos dice que "en sus oficinas de trabajo se construían órganos, se labraban retablos, se hacían marcos, se tallaban imágenes, se pintaban cuadros, se imprimían estampas, se modelaban frontales y mariolas y se armaban cureñas". En otras palabras: un hombre de la Ilustración y de la Enciclopedia. Las naves de los templos que lo contrataron se convirtieron bien pronto en galerías de arte, y se lo llegó a criticar por esto, ya que los buenos frailes no estaban seguros si los feligreses llegaban a las iglesias por devoción o por puro placer estético.

Por si su propia obra no fuese motivo suficiente para garantizarle el imperecedero recuerdo de su país, Legarda fue, además, maestro de maestros y aceptaba en sus talleres aprendices de todos los órdenes sociales (pudieran o no pagar el estipendio), y un buen día aceptó entre sus discípulos a un indígena que dijo llamarse Manuel Chili, pero a quien la posteridad recordaría como Caspicara.

Don Bernardo de Legarda, hombre de su tiempo y por ello para todos los tiempos, no es únicamente uno de los mayores artistas de la Escuela Quiteña, sino uno de los más grandes artistas americanos de cualquier época.

El indígena quiteño Manuel Chili, a quien la posteridad ha inmortalizado como Caspicara estudió en el taller de Bernardo de Legarda. Que el arte ecuatoriano ha sido (y sigue siendo) uno de los motivos de más legítimo orgullo para todos nosotros es algo que no duda nadie… Pero, resulta que en el siglo XVIII tenía igualmente una enorme importancia económica?… Tenemos al respecto el testimonio nada menos que de don Eugenio Espejo...

"Podemos decir (escribió en 1791) que hoy mismo veis cuánto afina, pule y se acerca a la perfecta imitación el famoso Caspicara sobre el mármol y la madera, como Cortez sobre la tabla y el lienzo. Estos son acreedores a vuestra celebridad, a vuestros premios, a vuestros elogios y protección. Diremos mejor: nosotros todos estamos interesados en su alivio, prosperidad y conservación. Nuestra utilidad va a decir en la vida de estos artistas; porque, decidme, señores, ¿cuál en este tiempo

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calamitoso es el único, más conocido recurso que ha tenido nuestra capital para atraerse los dineros de las otras provincias vecinas? Sin duda que no otro que el ramo de las felices producciones de las dos artes más expresivas y elocuentes: la escultura y la pintura".

Pareciésemos estar escuchando a Benjamín Carrión cuando hablaba sobre el destino artístico del país, y al recordar estos y otros momentos de nuestra historia, uno no puede sino darles crédito a los dos grandes compatriotas.

El arte quiteño había pasado del amedrentamiento y el estupor frente a la Conquista, a la rabia del oprimido y, finalmente, a la apropiación orgánica de la vertiente externa de nuestras cultura e identidad. Había ya un mestizaje profundo, que no tardaría en expresarse también en otros géneros de la cultura y, políticamente, en los movimientos emancipadores. T

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Esto mismo pasó en la literatura?…

En su magnífica "Historia de la Literatura Ecuatoriana", don Isaac J. Barrera nos dice: "El siglo XVIII es para el Ecuador el más generoso en hombres notables. El Siglo se escalona gloriosamente: Maldonado, en 1709; Aguirre, en 1725; Velasco, en 1727; y, Espejo, en 1747. Todavía nacerá en las postrimerías de esta época fecunda, el orador Mejía. ¡Rica enumeración de hombres capaces de enriquecer a cualquier nación! ".

Juan Bautista de Aguirre, nació en Daule el 11 de abril de 1725. El mismo día que cumplía 15 años de edad ingresó a la compañía de Jesús donde profesó a los 33 años, el 15 de agosto de 1785.

Como catedrático de Filosofía y Teología Moral en la Universidad de San Gregorio Magno se convirtió en uno de los innovadores de los métodos de enseñanza y en uno de los más puros valores intelectuales del Reino de Quito durante el siglo XVIII. Es raro – incluso hoy – que un poeta connotado se dedique a las ciencias, ya sean exactas o de la naturaleza; pero tal fue el caso de Aguirre, fiel reflejo del humanismo renacentista de la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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El padre Aguirre se inclinó un poco más a las cuestiones de física pura y, tan sólo por curiosidad y gusto, estudió “algo de Medicina”, no obstante lo cual, según se dice, el mismo médico de Clemente XIII lo consultaba muy a menudo, luego de la expulsión de los jesuitas y su traslado a Italia. El propio Espejo, en su "Nuevo Luciano" se declara discípulo del padre Aguirre.

Luego de la expulsión de los jesuitas, fue a dar en Italia, y se estableció en un colegio de la Compañía de Jesús en Ferrara. Poco tiempo después lo encontramos como rector de ese colegio y a continuación como examinador sinodal, y es fama que se convirtió en consultor de gran renombre, buscado afanosamente por personas doctas para disipar sus dudas, llegando el mismo médico de su Santidad a preguntarse: "¿Cuál habría sido la suerte de los mortales si todos los médicos hubieran sido provistos del tino curativo del padre Aguirre?". Se lo ha llegado a considerar como precursor de Pasteur y Koch (y perdonemos la demasía de patriotismo que va aquí, pues en esto del amor a la Patria vale más pecar por exceso que por falta) pues, en su texto de física afirma que "toda enfermedad y peste tienen como causa única los malignos vernículos, es decir los malignos gusanillos que se ven por el microscopio". Este concepto del padre Aguirre fue repetido años más tarde por Espejo, a quien se suele erróneamente atribuir la paternidad única de estos conceptos.

Durante su exilio, se retiró al convento de San Gregorio, en las inmediaciones de Tívoli, donde fue designado teólogo por el obispo de la diócesis, quien afirmaba que "aprendía más discutiendo una hora con el padre Aguirre que estudiando un mes". José Ignacio Gómez Iturralde, actual director del Archivo Histórico del Guayas, dice de nuestro poeta?…

“Juan Bautista Aguirre dictó en latín un curso completo de Filosofía en la Universidad jesuítica de "San Gregorio" en Quito, entre 1756 y 1759, y que según la costumbre de la época, los alumnos no tenían texto fijo y el profesor debía distribuir y ordenar su propio curso dictando la materia para que los alumnos la copien; con este motivo estructuró su "Cursus Philosoficus", que se componía de tres partes: lógica, física y metafísica, del que se conservaba íntegro un ejemplar en Quito hasta el siglo pasado. Actualmente se desconoce el paradero de la Lógica y la Metafísica y se conserva solamente la Física, en un ejemplar manuscrito que reposa en el archivo "Aurelio Espinosa Pólit" de Cotocollao. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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“El libro de la referencia, que hemos tenido en nuestras manos, cuyo título original es "De Phisica", no es un tratado de tal ciencia como muchos lo han creído, sino, como hemos dicho, parte de uno de Filosofía al cual expresamente se refiere Aguirre al iniciar su enseñanza de notable maestro enamorado de su ciencia, se dirige a sus alumnos con las siguientes bellas palabras: "Vencidas las asperezas de la Lógica, meritísimos jóvenes, hemos llegado por fin, con la ayuda de Dios a los amenísimos campos de la Física o Ciencias Naturales: aquí no brotan cardos, no amagan espinas, no nacen abrojos, antes una lúcida miel, engalanada de flores, abundante en frutos y llena de innumerables maravillas, se ofrece ahora a nuestras miradas y se abre a nuestras investigaciones".

Sobre la obra poética del padre Aguirre, don Juan León Mera, uno de nuestros mejores críticos literarios e iniciador del movimiento nacionalista en la literatura, condena muy fuertemente por “culterana” la musa del padre Aguirre, a pesar de reconocerlo como una persona destacada, sobresaliente en varias materias, aunque sospechamos que sus críticas van más bien dirigidas al regionalismo que Aguirre manifiesta en algunos de sus poemas (y especialmente en los que dedicó a Guayaquil y Quito). T

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El 6 de enero de 1727 nació en Riobamba Juan de Velasco, que sería uno de los primeros en considerar que esto que tenemos era una Patria y que debíamos forjar para ella una identidad nacional.

Comenzó sus estudios (Letras, Gramática, Humanidades y Retórica) en el colegio de la Compañía de Jesús, y allí estaba cuando llegaron a Riobamba los Académicos Franceses, que alteraron para bien toda la vida de la ciudad. Estaba en Latacunga, ya como “novicio” jesuita, cuando ocurrieron dos grandes erupciones del Cotopaxi, las de noviembre de 1744 y febrero de 1746. Durante esta última – que destruyó casi por completo Latacunga –, los jesuitas partieron hacia Quito, donde Velasco estudió en el Colégio Máximo, siendo compañero de Juan Bautista Aguirre. En 1753 logró su Doctorado y recibió su ordenación sacerdotal. Tenía 26 años.

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En su boceto biográfico, Rodolfo Pérez Pimentel nos dice que “Sus primeras labores docentes fueron desempeñadas en el Colegio que la Compañía regentada en Cuenca, donde también predicó y catequizó indígenas, ‘examinando sus antiguos monumentos, haciendo observaciones geográficas y de Historia Natural, leyendo manuscritos y oyendo las tradiciones de los indios’” porque ya para entonces el padre Juan de Velasco hablaba muy fluidamente la lengua quichua.

Igual que todos los espíritus inquietos de su tiempo, Juan de Velasco cultivó varias vocaciones, entre ellas las de ciencias naturales (luego escribiría una “Historia Natural del Reino de Quito”) y se dice que “en su habitación instaló más de mil especies de orugas, observando diariamente la naturaleza y propiedades diversas en la propagación de esta especie, para conocer la forma en que se produce la metamorfosis de estos insectos”. Nos parece hoy sumamente simbólico que el hombre que va a afirmar el mestizaje en Ecuador – una extraña, pero hermosa forma de metamorfosis – haya comenzado por estudiarla en otras especies. En 1763, Juan de Velasco recibió del padre general Lorenzo Ricci su “Cuarto Voto” que lo ligaba definitivamente a la Compañía de Jesús. Cuando los expulsaron en 1767, Velasco se fue llevando todos sus libros y papeles. Al llegar a Faenza, pensaron que sería apenas algo temporal; pero, al prolongarse su estancia, los “quiteños” como se los llamaba, se distribuyeron diversas tareas intelectuales. El Superior, Joaquín ÁÁlvarez, le encomendó realizar una "Historia del Reino de Quito y Crónica de la Compañía de Jesús del mismo reino" que Velasco aceptó escribir con gusto, porque se había preparado varios años para ello, “formando los convenientes estractos, averiguando con varios sujetos no menos doctos que prácticos de aquellos países, especialmente misioneros”. Así llegó el 24 de agosto de 1.773, cuando el Papa expidió el Breve de Extinción de la Compañía de Jesús. Tal hecho puso fin a todas sus esperanzas de regresar a América.

Pero tal vez Juan de Velasco no sufrió excesivamente por ello, pues da la impresión de que nunca había partido, pues seguía trabajando con los datos de su tierra natal.

Entre 1.785 y el 87 pudo terminar un "Vocabulario de la lengua peruana quítense llamada del Inca" que había comenzado todavía en América.

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Fue en 1.787 cuando culminó su obra cumbre: "Historia del reino de Quito en la América Meridional", que fue el primer volumen en donde se habla de un “Reino” (es decir una nación) autónomo y soberano.

Juan de Velasco decía que él se sentía “quiteño por nacionalidad” y, en realidad, al historiar su tierra de origen, y al poner especial acento en todo el período que antecede a la llegada de los europeos, Juan de Velasco engendró el concepto de Ecuador (“Quito” en su versión) y marcó allí mismo la pauta del verdadero patriotismo, que se lleva a la Patria en el corazón, como un mitimae.

La Academia de Historia de Madrid formó una Comisión para su estudio, que informó de la siguiente manera: “Esta obra, por la admirable división de épocas, por multitud de conocimientos y curiosas investigaciones, por la juiciosa crítica que reina en ella, por la solidez conque trata las materias y por la inteligencia de la lengua quichua, la constituyen una de las mejores y quizá la más completa que se ha escrito en América”. Era más que eso: era el acta de nacimiento de nuestro país. Gracias, don Juan.

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El domingo 17 de noviembre de 1748, muy poco antes de cumplir los 44 años de edad y apenas cinco meses después de haber sido aceptado en las mundialmente afamadas Academia de París y en la Royal Society británica, falleció en Londres el eminente científico Pedro Vicente Maldonado, nacido en Riobamba.

Aunque de antigua prosapia castellana (su padre fue Caballero de la Orden de Alcántara, y su abuelo materno de la Orden de Santiago), los Maldonado ya llevaban tiempo en el nuevo mundo, y su padre, don Pedro Atanasio Maldonado Sotomayor, nació en Arequipa (Perú), habiéndose casado hacia 1690 con doña María Isidora Palomino Flores, quien provenía de familias distinguidas de México y Quito.

Siguiendo la tradición, la familia prestó más cuidado a la formación intelectual del primogénito, José Antonio, y fue sólo gracias a que su http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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hermano optó por la carrera eclesiástica por lo que nuestro Pedro Vicente pudo avanzar en sus estudios, aunque permaneciera siempre como un autodidacta, que jamás cursó la Universidad.34

Se graduó de Bachiller hacia 1720, ya en Quito, pero habiendo asistido fundamentalmente a los cursos de arte que por aquel entonces dictaba don Esteban Ferriol.

Como su hermano mayor había optado por la carrera de sacerdote jesuita, Pedro Vicente tuvo siempre acceso a la biblioteca de esta Orden, y constan en sus meticulosos archivos las solicitudes que presentó innumerables veces en ella. De allí sabemos también que su predilección fueron las ciencias, y especialmente la matemática.

Cuando vuelve a Riobamba, gobierna la ciudad el general Francisco Xavier de Larrea y Surbano, muy amigo de su familia, quien consiente en que el joven Bachiller pueda recorrer libremente el corregimiento, trazando planos y estudiando la naturaleza. Pedro Vicente tuvo ocasión de probar su carácter enérgico combatiendo a la delincuencia que se había enseñoreado en Riobamba, sobretodo por la acción de la gavilla de un tal Agustín Argullo, que tenía aterrorizada a toda la provincia, y que llegó a dar muerte al cuñado de Pedro Vicente, don Juan Esteban Villavicencio, casado con su hermana.

Consagrado a la cartografía, trazó varios caminos menores, entre ellos el que va de Baños a Canelos, y recorrió buena parte de la Amazonía, recopilando datos y efectuando experimentos, entre los cuales se destaca el haber sido el primero en cortar el árbol de látex para la producción del caucho.

Pero su obsesión permanente fue, desde 1724, la construcción de un camino que uniera Quito con el mar.

34 José Antonio Maldonado, cuya figura histórica ha sido opacada por la de su hermano menor, fue sacerdote, ocupó el Curato de El Quinche, donde le conoció La Condamine leyendo libros franceses. Finalmente ascendió a Canónigo de la catedral en Quito. ''Geómetra y astrónomo no vulgar, además de sacerdote virtuoso y perito en lenguas indígenas", aparte de inspirador y maestro de su hermano menor, Pedro Vicente, en artes y en ciencias. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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En 1734 fue electo Alcalde de Riobamba, y pronto consiguió que se lo nombrara Gobernador de Atacames, pues había decidido construir el camino entre esa provincia y la capital.

Y lo inició literalmente a pulso, pues machete en mano fue avanzando paso a paso, erigiendo una villa cada cinco leguas, y solucionando en el camino los problemas que encontraba en regiones donde nunca había llegado una autoridad. Así fundó las villas de Limones, Palma Real, la Tola y el Embarcadero, abriendo el comercio con los ríos Guayllabamba, Blanco y Esmeraldas. Fue entonces cuando arribaron los académicos franceses a las costas de nuestro país, y Maldonado, con quien rápidamente La Condamine encontró muchos puntos en común, los acompañó en varias de sus expediciones, notoriamente en las efectuadas hacia la Amazonía, que el sabio riobambeño conocía de primera mano. Aquella relación marcó la definitiva orientación de Pedro Vicente hacia la ciencia.

En enero de 1742 delegó el poder en Esmeraldas y, luego de casarse por segunda vez (con doña María Ventura Martínez), emprendió el viaje hacia el Amazonas. En agosto de 1743 abandonó los territorios de la Corona española, pasando al Brasil, y embarcándose hacia Lisboa.

1744 y 45 son los años en que recorre España, pasando luego (1747) a París, donde deslumbra a la Corte, al extremo de permanecer cerca del Rey durante la batalla de Lawfeld, quedando impresionado por la crueldad de las batallas europeas, comparada con "la profunda paz de la provincia de Quito, donde la vista del desangre es capaz de hacer desmayar".

En marzo de ese año es propuesto y aceptado como miembro de la Academia de París, pero no se detiene a disfrutar de los honores que se le deben, sino que parte a Londres, donde es invitado a formar parte de la Royal Society, distinción que no pudo concretarse, pues, como resultado de "una grave fiebre y fluxión del pecho", falleció el 17 de noviembre de 1748. Don Pedro Vicente Maldonado dejó como herencia científica "dos cajas repletas de dibujos y modelos de máquinas, así como herramientas de diferentes oficios, que esperaba llevar a su Patria". http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Tal vez el mejor resumen de su existencia lo hiciera don CharlesMarie de La Condamine, quien dijo de él (en palabras que le son aplicables; pero también a su tiempo y a su país) que "su pasión por instruirse abarcaba todos los generos, y su facilidad de concepción suplía a la imposibilidad en que se había visto de cultivarlos todos desde su temprana juventud". Gracias, don Pedro.

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Cuando murió, el 6 de enero de 1786, el guayaquileño Pedro Franco Dávila era casi un desconocido para sus coterráneos. No obstante, faltaban apenas 3 días para la reapertura de su “Real Gabinete de Historia Natural” en Madrid. A la mañana de su muerte, presintiendo quizá el fatal desenlace, don Pedro hizo concurrir a su domicilio en Madrid (calle de Alcalá Nºº 16) al Notario Manuel Antonio Ochoíta y le hizo entrega, en sobre cerrado y lacrado, de su Testamento, comprometiéndose a ratificarlo en otro momento, pues se hallaba imposibilitado de hacerlo.

Nunca pudo completar ese deseo. Cerca de las 10 de la noche, el sabio, de 75 años de edad, exhaló su último suspiro en brazos de su fiel amigo y compañero Nicolás de Vargas, quien convocó de inmediato al ya mencionado Notario, para dar lectura al Testamento, por la eventualidad de que en el mismo se establecieran deseos para sus funerales.

Y así era. Dando una vez más prueba de una humildad que muchos consideran excesiva, el sabio guayaquileño pedía que se lo vistiese con el tosco sayal de los hermanos de San Francisco; que se le pusiera “de cuerpo presente en el suelo, con cuatro luces, y se le enterrase en secreto en la vecina iglesia parroquial de San Luis”. Pedía igualmente que dicho entierro se llevase a cabo “sin pompa y con la mayor moderación”. Así concluyó la vida de alguien que no sólo dio lustre y renombre a su ciudad y su país natales, sino que fue de las pocas figuras que han

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podido representar con dignidad a España en el Siglo de la Razón, pues el atraso ibérico es enorme con relación a los progresos logrados por franceses, ingleses o alemanes.

Nació don Pedro en Guayaquil, el 21 de marzo de 1711, siendo bautizado en la iglesia del Sagrario.

Su padre, el capitán don Fernando Franco de ÁÁvila (otros escriben “Dávila” y al final de su vida don Pedro lo prefería así) había nacido en la provincia de Sevilla, y gozaba de una cómoda situación económica. En el orden administrativo fue Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, dando muestras de piedad (y fortuna) al donar un hermoso frontal para la Orden de Predicadores, que los más conservadores han tasado en unos mil pesos, una gran suma a la época. Su madre, doña María Magdalena Ruiz de Eguino era guayaquileña de nacimiento.

Aunque las fuentes documentales que tenemos de su vida son muy escasas, se guardan tradiciones de la fortuna cacaotera de su padre, quien habría enviado a Franco a Europa hacia 1735, naufragando su barco quizá en las costas del Chocó, donde conoció a quien sería posteriormente su esposa, doña María Merenciana de Reina, de la cual se separó muy poco tiempo después de la boda, sin dejar descendencia.

Parece (aunque los datos al respecto son contradictorios) que partió hacia España con su padre, quien murió en su Sevilla natal, dejando al futuro sabio dueño de una enorme fortuna.

Sin embargo, al intentar un retorno a Guayaquil, fue capturado por unos piratas ingleses, que sólo lo canjearon por un buen rescate.

Como quiera que fuese, lo real es que don Pedro ya no regresó nunca y que se volvió a Europa, donde lo encontramos en 1745, y de donde ya no regresaría jamás. Quizá escarmentó con un naufragio y un abordaje de corsarios, y decidió que él era un animal de tierra y no de mar.

Difícil es establecer cuál de sus colecciones fue la primera en iniciarse: la de arte, la de piezas arqueológicas, la de ejemplares de las ciencias naturales o su enorme biblioteca. Lo cierto es que parece haber gastado su fortuna (otros han llegado a decir que “la fortuna propia y la de sus siete hermanos”) en adquirir

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aquellas obras, que se evaluaron en la casi mitológica cantidad de un millón de pesos, pues su colección era “la más rica que ningún particular haya reunido nunca”, según palabras del célebre naturalista francés Romé de Lisle.

Unos años más tarde, don Pedro, dispuesto a regresar a su tierra, e imposibilitado de traer consigo sus voluminosas colecciones, las ofreció en venta al Monarca español, quien comisionó al Marqués de Grimaldi (su Ministro), y este se dirigió al padre Enrique Flórez, pidiéndole su opinión, que emitió muy favorable.

Sin embargo, o las razones económicas fueron más poderosas que el interés por la ciencia, o el atraso español era tan grande que nadie consideró la importancia de la adquisición, lo cierto es que la colección o “El Gabinete” (como él prefería llamarlo) siguió en manos de don Pedro, quien no quería venderlo fuera de España, aunque se vio obligado a subastar algunas de sus piezas duplicadas. Finalmente, en 1771, el Rey, don Carlos III, decidió adquirir el Gabinete, con la condición (aceptada) de que el propio Franco Dávila fuese director del Museo, y comenzó el traslado de los miles de piezas con su respectivo catálogo.

El 19 de diciembre de 1772, el guayaquileño don Pedro Franco Dávila se convirtió en el primer americano que fue miembro de la Real Academia de Historia de España, y se resolvió (en un gesto de insólita modernidad de pensamiento) que el Gabinete estuviese en el mismo edificio que la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Finalmente, el 4 de noviembre de 1776 se abrió al público el Real Museo y Gabinete de Ciencias Naturales, lo que no hacía más que refrendar en España la celebridad mundial de don Pedro, quien ya había sido nombrado Académico en Berlín, el 9 de septiembre de 1767, y que el 6 de junio de ese año ya había sido recibido como “Fellow” por la Royal Society de Londres. Gracias, don Pedro.

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Aunque se ignora la fecha precisa de su nacimiento, sabemos que fue bautizado el 17 de noviembre de 1768, en Popayán, como hijo legítimo del Alférez bogotano José de Caldas y de la señora Vicenta Tenorio.

Su vida fue siempre una sucesión de concesiones, que se iniciaron con los estudios, pues ingresó a muy temprana edad a seguir la carrera de abogado, “sólo para complacer a su familia”, como lo diría más tarde.

Lo cierto es que Francisco José de Caldas fue claramente el continuador de Espejo. De hecho, la noticia de la muerte del quiteño (cuando él mismo tenía 29 años de edad), lo condujo a un estado de depresión que lo forzó a abandonar sus negocios privados y encaminarse a Santafé, donde hizo la amistad más importante de su vida: José Celestino Mutis, quien lo invitó a sumarse a la expedición que vendría a Quito (para entonces parte del Virreinato de Nueva Granda) en 1801.

Seguramente fue el período más feliz de su vida. Recorrió todo el sur del Virreinato, desde su nativa Popayán35 hasta Loja, recogiendo especímenes, dibujando descripciones y analizando parentescos botánicos. En Quito se conoció con dos sabios europeos, que marcarían toda la vida intelectual de los primeros años del siglo: el alemán universal Alexander von Humboldt y el francés Aimé Bompland. El entusiasmo de Caldas fue desbordante y, en largas parrafadas tropicales, expresó siempre su admiración y felicidad al encontrar “almas gemelas” en la vocación científica.

El reconocimiento fue mutuo. Cuando Humboldt conoció unas mediciones realizadas por Caldas sobre los satélites de Júpiter, no pudo dejar de constatar, con profundo asombro, que sus propias mediciones se diferenciaban en sólo 3 segundos.

En su diario, Humboldt ha dejado expresa constancia de esta admiración, y dice que le fue “soprendente que este joven americano se 35 Hemos incluido a Caldas en este listado de personajes ilustres de Ecuador porque su nativa Popayán era, al momento de su nacimiento, parte de la jurisdicción de la Audiencia de Quito.

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haya elevado hasta las más delicadas observaciones astronómicas por sí mismo, y con unos instrumentos hechos de sus manos”.

Pero los tiempos habían cambiado. Ya no era posible estar dentro de la ciencia y fuera de la política. Francisco José había estado cerca de los revolucionarios, pero lejos de la revolución. Les había facilitado las instalaciones del Observatorio para que allí se reunieran Camilo Torres, Antonio Nariño, Antonio Ricaurte y otros patriotas neogranadinos, pero él mismo se había conservado sin participar de un modo directo. Pero, una vez producidos los estallidos de agosto de 1809 (en Quito) y del 20 de julio de 1810 (en Bogotá), ya no era posible mantenerse al margen por más tiempo.

Aceptó la dirección del primer periódico rebelde de la sede Virreinal, adecuadamente bautizado “Diario Político”, y una buena mitad de los artículos allí aparecidos se debieron a su pluma. Al mismo tiempo que mantenía la publicación del periódico, y siguiendo el ejemplo de lo que había hecho Benjamín Franklin en el Norte, preparó la aparición de un Almanaque, destinado no sólo a ilustrar a los lectores en el campo de las ciencias, sino a vincular éstas con la actividad política.

No fue suficiente. La administración de Nariño tuvo que hacer frente a una suma de disensiones internas y agresiones exteriores, y Caldas pasó a integrarse al ejército, como capitán de ingenieros, y significativamente iba cargando a todas las batallas?… un telescopio que había encargado a su casa.

En mayo de 1816 hubo el reflujo revolucionario; los Realistas reasumieron la administración y Francisco José de Caldas, quien había completado el camino de Eugenio Espejo, fue fusilado (por la espalda como traidor) el 29 de octubre de ese año.

Humboldt, Bompland, Caldas y Espejo son cuatro hombres. Cuatro sabios que, en tiempos normales, habrían podido consagrarse exclusivamente a la ciencia, pero que vieron su vida tocada por los vientos de la agitada época que les tocó vivir y que supieron responder al desafío de su realidad. Los padres de la Patria.

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CÁÁDIZ, 13 DE MARZO DE 1811. URGENTE.– Las Cortes de Cádiz escucharon hoy el final de la prolongada (3 días) intervención del diputado quiteño José Mejía Lequerica, que había comenzado su extenso discurso el día 10 de los corrientes. El tema de la discusión amerita tanto esta prórroga cuanto el evidente cuidado que Mejía ha puesto en su preparación.

Se trata del debate sobre la continuidad o abolición del tribunal de la Santa Inquisición. Antecedentes

La Inquisición o “Tribunal del Santo Oficio” fue creado en España hace exactamente 341 años, el 17 de septiembre de 1480, cuando una Real Cédula de los Reyes Católicos instituyó la Inquisición en sus dominios (que aún no comprendían América) y dos años más tarde delegaron sus facultades en el odioso Fray Tomás de Torquemada. En un primer momento, el Tribunal surgió como un mecanismo de lucha contra las herejías y, en el caso de España, como medio coercitivo para comprobar la profundidad de las conversiones de moros y judíos que, como resultado de la Reconquista, tenían lugar por miles en todo el territorio peninsular, y especialmente en Andalucía.

Empero, muy pronto se puso en evidencia que las miras teológicas (o pseudoteológicas) de Torquemada iban para mucho más, pues en sus instructivos a los inquisidores explicaba claramente que se trataba de luchar contra la base misma de las herejías, y definía lo herético como “la falsa y anticristiana convicción de que el hombre es libre de elegir”. Con esas instrucciones llegó la Inquisición a América. El 25 de enero de 1569, Felipe II decidió que la Inquisición funcionara también en las Indias. El 7 de febrero de ese mismo año expidió una Cédula estableciendo el Tribunal en Lima, donde se recibió tal orden el 9 de enero de 1570, apenas 3 días antes que en México. A Quito llegó, con fecha 15 de enero de 1575, don Rodrigo Paz, llamado “Familiar del Santo Oficio”, cuyo papel era oficialmente el de “escudriñador, investigador y delator” de los “herejes”, cuyos casos pasaban a Lima.

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Es útil recordar que la denominada Rebelión de los Encomenderos (la que encabezó Gonzalo Pizarro) había tenido lugar poco tiempo antes, de modo que Felipe II esperaba que el feroz Tribunal del Santo Oficio, célebre por sus métodos violentos y de torturas terribles para arrancar confesiones, sirviera como un instrumento “político” en su lucha por mantener a raya a los no menos feroces conquistadores.

El 8 de marzo de 1610, Felipe II decidió que un Tribunal de la Inquisición se instituyera en Cartagena de Indias, y con ello la expansión quedó completa. T

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Así llegamos al día de hoy, cuando el tema de la Inquisición se ha debatido en las Cortes de Cádiz.

Don José Mejía Lequerica, que actuaba conjuntamente con don José Joaquín de Olmedo en las Cortes de Cádiz, en las reuniones de liberales y en las logias masónicas, participó en el debate de sobre la abolición de la tortura, como medio para obtener confesiones. “El testigo ha de ser libre al declarar expresó Mejía, cuya voz es considerada la mejor guía jurídica de las Cortes-, y esta libertad es tanto más necesaria, cuanto que la coacción, aunque físicamente hablando no quita la libertad natural, frustra todos los efectos legales y, por lo mismo, así como esa coacción anularía la validez de un contrato, una renuncia o un testamento, también destruiría el valor de la prueba de un testimonio”. Los liberales ganaron esa batalla, y otra vez ha sido Mejía Lequerica quien encabeza la lucha parlamentaria para abolir del todo el Tribunal de la Inquisición.

“La Iglesia se halla en el Estado, y no el Estado en la Iglesia”, sentenció el diputado, generando una trifulca en las tribunas. Luego argumentó con menciones de autoridades eclesiásticas de varios siglos, citándolas en latín y en español. Hizo un largo recuento de casos y más casos de injusticias cometidas por el Tribunal, y afirmó que la Inquisición fue siempre un juego de “tira y afloja” entre España y Roma, por lo que la calificó de “pura política”.

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Finalmente, como el ideólogo liberal que es, planteó las bases fundamentales de la separación de la Iglesia y el Estado. “La autoridad civil es libre e independiente -dijo Mejía-, sea cual fuere su forma de gobierno. Y lo que es de la potestad temporal no tiene nada que ver con el Pontífice Romano, el cual es cabeza de la Iglesia y no es Señor del señorío de los Reyes”. Hubo un momento extraordinario en la intervención, cuando el quiteño se refirió a la presunta revolución de que se habla. “Se habla de revolución -dijo-, y se dice que aquello se debe desechar. Señor, yo siento no el que haya de haber revolución, sino el que no la haya habido todavía. Las palabras ‘revolución’, ‘filosofía’, ‘libertad’ e ‘independencia’ son de un mismo carácter… Yo digo que es un dolor que no haya en España revolución. La revolución se reduce……” El acta de la sesión de las Cortes constata: “quiso definirla, hubo desorden y el diputado Mejía Lequerica se sentó”. T

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CADIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1813. URGENTE?…. Alrededor de las ocho de la noche de este miércoles, ha fallecido, víctima de la terrible epidemia de fiebre amarilla que azota a la ciudad de las Cortes, el diputado quiteño José Mejía Lequerica.

Al morir tenía 38 años de edad, pues había nacido en Quito el 24 de mayo de 1775, hijo de un funcionario español, el Dr. José Mejía del Valle y Loreto (quien sirvió largos años en Guayaquil, como Teniente de Gobernador de Yaguachi, primero, y Asesor de Gobierno y Juez de Difuntos de Guayaquil, más tarde) y de la señora Manuela de Lequerica y Barrioleta, quien se hallaba separada largos años de su esposo legal, Antonio Cerragería.

Esta última situación, que lo colocaba dentro de la clasificación técnica de "hijo adulterino", dificultó sus primeros estudios, pero logró formarse en la escuela de don Luis de Saa, quien se maravilló ante la inteligencia y la portentosa memoria de su discípulo, que podía repetir un discurso completo con sólo escucharlo una vez.

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Con posterioridad ingresó al Colegio de San Fernando, estudiando gramática latina, Filosofía y Matemática. Antes de graduarse en el San Fernando (a los 17 años de edad), ya había hecho la amistad que más influiría en toda su existencia: la de Eugenio Espejo.

En 1794, apenas dos años después de recibirse como bachiller, Mejía egresó de la Universidad de Santo Tomás como Maestro en Artes, y logró obtener una beca, que le permitió ingresar al Seminario de San Luis a estudiar Teología, aunque sin intenciones de ordenarse sacerdote. Desde los primeros tiempos universitarios surgió entre Espejo y Mejía una corriente de simpatía, que trascendía con mucho todas las diferencias, que eran muy notables.

Espejo nació en 1747, y era por tanto 28 años mayor que Mejía, lo que habla muy a las claras de cuán notorio habrá sido el talento del joven para que el Dr. Espejo lo tuviera en su círculo íntimo, pese a la diferencia de años.

Mejía era pobre. Aunque su padre reconoció siempre a este hijo como propio, nunca le asignó un solo centavo. Debió financiar sus estudios gracias a su talento y a los sacrificios de su madre. Espejo, en cambio, era reputado como uno de los hombres más ricos de la Audiencia. Además, puso a Mejía en buenas relaciones con el Marqués de Selva Alegre y los otros distinguidos miembros de la Sociedad de Amigos del País. Todo parecía ir por un buen camino.

Cambió de golpe. La "ilustración" se había buscado difundir con la publicación del primer periódico local: "Primicias de la Cultura de Quito" hasta que, a fines de enero de 1795, Espejo fue apresado, precisamente por las opiniones vertidas en su círculo y difundidas por ese medio. Murió en prisión en diciembre de ese mismo año, y el repliegue de sus seguidores fue inmediato.

Muchos de los jovenzuelos nobles que acudían a reunirse con Espejo lo hacían por una simple y quizá superficial rebelión juvenil, y ahora, cuando su mentor y guía había muerto en la cárcel, adquirieron súbita conciencia de que la cultura y la condición de librepensador han sido siempre subversivas y mal vistas por cualquier régimen. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Amedrentados y no dispuestos a arriesgar demasiado, se retiraron.

El grupo se deshacía a ojos vista, y Mejía (de 20 años de edad) no tenía en esos momentos ni el peso intelectual ni los arrestos políticos para reemplazar al líder y reorganizar el grupo.

Se casó con la hermana de Eugenio, doña Manuela Espejo, mucho mayor que él, y no faltaron algunos que murmuraron que se trataba de un matrimonio por conveniencia (Manuela había heredado el dinero y – quizá más importante para Mejía – la biblioteca de su hermano).

Si fue así o de otra manera, son cosas que sólo competen al ámbito privado. Lo cierto es que Eugenio Espejo habría estado orgulloso de su discípulo. Es que, de pronto, como si la muerte de su padre intelectual fuese una dolorosa forma de liberación, Mejía se irguió en toda su estatura.

Y, al confrontarla con otros, en Guayaquil y en Lima primero, y en la propia España después,36 fue adquiriendo la seguridad y el aplomo que lo hicieron distinguirse en las Cortes, a las que fue elegido por los propios peninsulares, como reconocimiento a su lucha – con las armas en la mano – en contra del invasor napoleónico.

Su celebridad se ha cimentado sobre todo en su capacidad oratoria, pero se trata de cosas mucho más que formales, pues su voz y su voto estuvieron siempre a favor del desvalido y en defensa de los pobres. Al morir, ha escrito su epitafio su mejor amigo en España y su hermano masón, José Joaquín de Olmedo, con quien han compartido infinidad de batallas parlamentarias y multitud de sueños. Las palabras del poeta de Guayaquil resumen la condición de enciclopedista, tribuno y luchador del quiteño "Amó y cultivó todas las ciencias. Pero sobre todo amó a su Patria y defendió los derechos del pueblo español con la firmeza de la virtud, con las armas del ingenio y de la elocuencia y con toda la libertad de un representante del pueblo".

36 Mejía se sumó a la resistencia del pueblo español, y combatió contra las fuerzas invasoras de Bonaparte. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Desdichadamente no podremos brindar a sus despojos físicos el homenaje que rendimos a su herencia intelectual, porque el Cabildo de Cádiz ha resuelto echar sus restos a la fosa común, por temor al contagio. Ha fallecido tal vez el último de los precursores; el postrero de aquellos que pensaron que podía promoverse la felicidad de los pueblos de América únicamente mediante la palabra, la prensa y el ejemplo.

Es la hora de los libertadores, que empuñen las armas para hacer valer esas ideas. T

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Los Barrios de Quito

Todas las agitaciones que hemos narrado, de los indígenas, los artistas, los estudiantes y los pensadores, prendieron en el pueblo llano, que sólo esperaba su momento. El momento llegó en mayo de 1765?…

Joseph de Herrera se llamaba el administrador del Estanco de Aguardientes que nombró el Virrey, y que se posesionó a comienzos de 1765, y pronto se rodeó de chapetones (españoles nacidos en España) y nombró a varios “vigilantes” del mismo origen.

Como era de esperarse, esos “vigilantes” se dedicaron a los más grandes abusos y, como Herrera hiciera caso omiso de las quejas, el pueblo se amotinó el 22 de mayo.

Unos 60 hombres, sobre todo del gremio de carniceros, asaltaron los Estancos, destruyeron las barricas, las cubas y los odres, haciendo correr el aguardiente por las calles, mientras Herrera salía a espetaperro hacia Santafé y su segundón se largaba a Lima.

Allí se dio la primera muestra de la grandeza del pueblo quiteño, porque todas las joyas y absolutamente todos los bienes de los funcionarios fueron resguardados y se los entregó a los jueces, en presencia de unos tres o cuatro mil vecinos que habían acudido al oír el escándalo y que se solidarizaron con los atacantes.

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Cautamente, los jueces no dijeron nada, no hicieron nada, y se marcharon a sus casas. Todo parecía estar en paz: el pueblo, satisfecho por haber terminado con sus explotadores; las autoridades, porque el tumulto no hubiera pasado a mayores. Pero la prepotencia es mala consejera. Antes que pasara un mes de esta lección, ya volvieron por más. La noche del 21 de junio, unos 300 españoles se propusieron “hacer un escarmiento con la insubordinada plebe” y formaron patrullas para recorrer las calles.

Era viernes, así que encontraron algunos borrachitos, y en un grupo de 4 ladinos hallaron a una mujer blanca que departía con ellos. Lo tomaron a afrenta los godos, y cobardemente azotaron a la doña en media calle. Protestaron los criollos, como es lógico, y los españoles abrieron fuego, matando a los cuatro. Era la gota que iba a derramar el vaso.

Se corrió la voz, creció la ira, y el lunes siguiente, 24 de junio, salieron los hombres de los barrios, sin armas de fuego y provistos únicamente de piedras y de palos, a buscar a los agresores. Fue espontáneo y sin concierto; pero, al verse reunido y junto todo el pueblo en las mismas calles y con las mismas ganas, comenzaron a surgir los gritos. A un ¡Viva el Rey! siguió un ¡Y mueran los chapetones!, mientras la gente se dirigía a buscar a los culpables de la matanza del 21.

No los encontraron. Ni a ellos ni a ningunos otros, porque todos se escondieron; pero a la mañana siguiente, ya soliviantado el pueblo, se refugiaron los chapetones en Palacio y sacaron a la calle su artillería, que eran unas pocas piezas de balas de hierro y rocas, entre ellas una que denominaban El Pedrero.

Una vez y otra fue el pueblo al asalto del Palacio, y una y otra vez parecieron rechazarlo, causando unos 30 muertos. Pero al final, en un asalto de todas las fuerzas, se desplazó a los peninsulares, y toda la ciudad quedó en poder de los barrios el 29 de junio. Sólo hubo dos hombres que se atrevieron a tratar de contener los ánimos, porque son amigos de la gente sencilla y porque el pueblo los conoce como tales: los jesuitas Pedro Milanesio y el también sacerdote y poeta guayaquileño (de Daule, por más señas) Juan Bautista Aguirre. Ellos consiguieron medio calmar a las masas, asegurando que el

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estanco sería vuelto a su condición primitiva, y que no habría represalias contra nadie. Pero para esa fecha (día de San Pedro y San Pablo, por más señas) el pueblo ya había capturado al temido “Pedrero”, y ahora se dieron el lujo (porque la celebración es siempre un lujo para el pueblo) de llevarlo a devolver, pero adornado con cintas y pintarrajeado con leyendas.

En realidad, ese 29 de junio de 1765 debería celebrarse como fiesta nacional, pues fue el primero de los triunfos del pueblo sobre los Realistas y, aunque no se plantearon todavía la independencia política, dieron pruebas de un asombroso nivel de organización?… Los de San Roque se turnaban con los de San Sebastián para hacer las guardias, mientras los de San Blas reemplazaban a los de San Marcos en la custodia de las calles. No ocurrió ningún crimen ni desaguisado en los tres meses que duró la autogestión popular. La situación era clara, pero insostenible: el pueblo había tomado el poder y se había organizado. El Virrey de Santafé se inventó un brillante artificio político para solucionar el problema: resolvió “perdonar” a los vencedores y “olvidar” el incidente.

Claro que no todo terminó allí. El sabor de la victoria, y de una administración local sin chapetones, levantó el ánimo a muchos, que ya no se contentarían con volver a ser esclavos, y uno de los jóvenes que lucharon en junio, mozo de unos 18 años, del Barrio del Hospital por más señas, quien anduvo por las calles poniendo unas banderitas coloradas que decían “A las Alcabalas, balas. A la Libertad, lealtad”. Por estudioso y trasnochador llamaban a este muchachón Chúzig, que en quichua es “lechuza” o “búho”, y la policía nunca logró establecer su nombre completo. Se trataba del joven Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo. T

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Deliberadamente hemos dejado para el final de estas pequeñas reseñas de hombres ilustres del siglo XVIII al mayor de todos ellos. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Francisco Eugenio Javier de Santa Cruz y Espejo nació en Quito y fue bautizado el 21 de febrero de 1747.

Su padre fue el indígena Luis Chúsig (“lechuza” o “búho” en quichua)37 nacido en la ciudad peruana de Cajamarca, “hijo de picapedreros” dice Rodolfo Pérez Pimentel, y añade “cambió su apellido por Benítez y luego por ‘Santa Cruz y Espejo’”. Fue su madre doña María Catalina Aldaz y Gordillo; pero su primer libro “El Nuevo Luciano”, lo firmó como “Xavier de Cia. Apéstegui y Perochena”38; pero luego publicó un supuesto ataque a su propio libro que firmó como “Moisés Blancardo” y, cuando atacó también este libro (burlándose de la que llamó “ciencia blancardina”), y hacia el final de su vida pretendió reclamar “pureza de sangre castellana” y exhibir aun otros apellidos que le endilgaba a sus antepasados maternos. Pero en el fondo su apelativo “legal” carece de importancia, pues él mismo prefirió siempre ocultarse a las miradas de la sociedad y, desde las sombras, lanzar sus palabras siempre agudas y certeras. Por esto lo llamaban (y él no se molestaba por ello) “Duende”. El nombre con el que entró en la historia es el de Eugenio Espejo, y eso nos basta. Como quiera que fuese, lo indudable es que esos padres tuvieron 7 hijos, de los cuales el mayor fue Eugenio, el preferido del padre, quien lo llevó consigo al Hospital, donde, según las propias palabras del escritor, "mi mérito está en haber, desde muy niño, estudiado en el conocimiento de los hombres, en no haber dejado el libro de las manos y, aun cuando lo había dejado, estudiar en el vastísimo libro de la naturaleza con la observación".

Cuando esto dice, ya está completo el hombre. Espejo, a quien se le reconocen grandes méritos políticos, los tiene en igual o mayor medida culturales, pues es el primer hombre de la Ilustración en nuestro medio, y uno de los primeros de toda América.

37 Tenemos al Diccionario Quichua/Castellano/Quichua de don Luis Cordero como “Biblia” del tema. Él da bajo “lechuza” la voz “Chúshig”; pero, bajo “búho” pone “Cuscungu”. Quizá se trate de dos especies diferentes. 38 Estos dos apellidos, a los que luego sumó los de “Aldaz y Larraincar” fueron su intento por demostrar una supuesta “pureza de sangre castellana”, aunque de su señora madre se ha dicho que fue “mulata, hija de liberto”.

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Su educación como médico se dio en el Colegio dominico de San Fernando, de donde egresó el 10 de julio de 1767, recibiendo el título de doctor 12 días más tarde.

Sin embargo, como él mismo lo denunciaría en el curso de sus escritos, las Universidades quiteñas eran extremadamente malas, pese a haber sido de las más antiguas.

Como sólo los blancos podían asistir a la Universidad, y como esos blancos no pasarían de los 10,000, incluso a la dispendiosa administración de la Audiencia le pareció que tres universidades eran excesivas, de modo que en julio de 1769 (2 años después de la expulsión de los jesuitas) se clausuraron las tres, y permanecieron cerradas nada menos que 19 años, hasta que, en abril de 1788, se fusionaron en una sola, la secularizada de Santo Tomás, que funcionaba en el antiguo colegio jesuita de San Luis. Fácil es de suponer, pues, que la formación "académica" era muy mala y, si a esto sumamos los privilegios y exoneraciones de los nobles (que llegaron al extremo de plantear que no debía tomárseles exámenes ni lecciones), es sencillo comprender que Espejo fue básicamente un autodidacta y que a esta formación – siempre interesada e interesante, pero carente de rigor y sistema – se deben tanto su rebeldía cuanto sus incoherencias en muchos campos.

No menores fueron sus vaivenes en el campo político, pues sus escritos (muy abundantes según se ha dicho, aunque muchos firmados con seudónimos) han pasado de la exaltación emancipadora al desprecio a los ciudadanos del país, y ya desde su primera obra, “El Nuevo Luciano”, decía que se encontraba "en el centro de la barbarie, en un país como Quito, tan distante del influjo literario europeo", y que había logrado componer su obrilla "a pesar del infinito número de necios que componen esta ciudad". ¿Quería Espejo integrarse a la sociedad caduca de su tiempo? ¿Era su lucha únicamente un desesperado esfuerzo por ser aceptado? Finalmente, ¿era un rebelde al ciento por ciento, o únicamente un arribista frustrado?

Nada es nunca unívoco en la vida de los hombres, y mucho menos en la de aquellos individuos obligados por la historia a vivir en un tiempo de transición y angustias.

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Todo esto incidió en la vida del joven Espejo: primero, fue educado por los jesuitas, quienes serían las primeras víctimas de la reorganización del gobierno, pues son claramente los más ricos de todos los colonos; segundo, es indudable que las reformas de “reconquista” por parte de la metrópoli no se darán sin fuertes resistencias por parte de los criollos, y el joven Espejo parece de las personas más decididas a impulsar los conceptos de la ilustración; tanto, que se ha hablado insistentemente, aunque sin demostración policial, que fue uno de los impulsores de la Rebelión de los Barrios Quiteños, y que fue él quien creó aquellas célebres banderas que se colocaron en el centro de la ciudad con la leyenda “A las alcabales, balas. A la libertad, lealtad”. En 1779 comienza una brillante carrera literaria, que nos dará el Nuevo Luciano y, al año siguiente, en rápida sucesión, Carta al padre La Graña, Sermón de San Pedro, La Ciencia Blancardina y el Marco Porcio Catón.

Espejo es considerado para entonces un peligro para la estabilidad de la colonia, y las persecuciones contra él comienzan con un intento de exilio en 1782, la negativa a aceptar sus opiniones, y finalmente la prisión de 1787, originada por la publicación de un panfleto satírico, Retrato de un Golilla, escrito, como tantos otros, bajo seudónimo, pues, como él mismo lo dijo en tercera persona “el vulgo lo despreció, por lo que se ocultó lo más que pudo, y así ha conseguido el arte de esconderse”.

Espejo fue apresado injustamente; pues como luego se supo, la sátira había sido escrita en España contra Carlos III y su Ministro Gálvez. Desde su prisión elevó varias solicitudes al nuevo monarca, Carlos IV, y en junio de 1.788 el Ministro General Antonio Porlier dispuso que el asunto se conociera en Bogotá, para lo cual le liberaron y viajó a esa capital, donde tuvo ocasión de ponerse en contacto con diversos personajes como José María Lozano, Antonio Nariño y Francisco Antonio Zea, llamados a fundar la Logia masónica “Arcano Sublime de la Filantropía” y a preparar el movimiento emancipador en Nueva Granada. Nuestro ya maduro Espejo (tiene al momento 42 años) aprovecha bien el viaje a Bogotá. Hace nuevos amigos y, en general, se diría que el ambiente en la sede virreinal amplía sus horizontes. De entonces es su trascendental Discurso, en el que promovía la creación de una sociedad que él denominaba un poco francófilamente Escuela de la Concordia.

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Cuando su proceso fue sobreseído, el 2 de octubre de 1789, Espejo retornó a Quito y, en otro vaivén del péndulo de su vida, llegó transformado una vez más de proscrito en héroe, pues el concepto mismo de “concordia” fue visto como una renuncia a las acciones y opiniones políticas, en nombre de un progreso social y cultural “concordado” entre todas las fuerzas de la Audiencia. El 30 de noviembre de 1791, se creó la “Sociedad Patriótica de Amigos del País”, que tenía como cabeza pública y formal al marqués de Selva Alegre, pero nadie dudaba de que el verdadero motor tras el aristócrata era el mestizo Espejo, el panorama cultural de la Audiencia pareció cambiar de raíz.

En realidad, para buscar antecedentes a la conformación de este tipo de sociedades, tenemos que remontarnos, en el territorio de la Audiencia, a la casi desconocida Academia Pichinchense, que existió durante un breve período, para consagrarse al estudio de las ciencias y fundamentalmente de la cosmología.

Luego de la visita de los Académicos franceses (1735-43), el mundo cultural de la Real Audiencia se vio modificado de raíz, muy especialmente por los cambios radicales que tuvieron lugar en la elite del pensamiento colonial y en su centro superior de enseñanza y reflexión, la Universidad de San Gregorio, regentada y mantenida por los jesuitas. La apertura espiritual que se produjo en Quito fue mayúscula. Súbitamente, las “herejías” del día anterior se convirtieron en los “conceptos científicos” de moda en las universidades, y las aulas se abrieron para recibir a personas que antes no hubieran podido soñar siquiera con ingresar a ellas. Empero, en uno de los múltiples virajes que ha dado la administración en la Audiencia (como reflejo de los cambios producidos en la metrópoli), la situación de apertura intelectual varió radicalmente en 1767, cuando se produjo la expulsión de los jesuitas, y el consiguiente cierre de la San Gregorio. Felizmente, para entonces la formación básica de Espejo, a la sazón de 20 años, ya estaba casi completa.

Lo cierto es que el jueves, 5 de enero de 1792, Quito vio circular el primer papel periódico de nuestra Real Audiencia. De tono arisco y

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fuertemente crítico frente al retraso intelectual en que vivimos, el papel periódico, titulado adecuadamente “Primicias de la Cultura de Quito” conservaba, no obstante el tono irónico y la profundidad satírica, un rasgo de optimismo con respecto a los cambios que deberían producirse en la sociedad. El retardo que el periódico tenía con relación al resto del continente es, en sí mismo, prueba del atraso que él señala. Un paréntesis dentro del paréntesis: Los periódicos.

El primer “periódico” digno de tal nombre en el mundo fue el Niewe Tydingen, publicado en Amberes (Bélgica) desde 1605, que siguió siendo el único hasta el surgimiento (1610) del Ordinari Wochenzeitung de Basilea (Suiza), y hubo que esperar otros cinco años para que, en 1615, apareciera finalmente el Frankfurter Journal en Alemania.

Fue como si un dique se hubiera roto. El crecimiento de las ciudades, la expansión del alfabeto y el poderío creciente de una nueva clase social, la burguesía, provocaron el surgimiento impetuoso de varios periódicos, inclusive algunos que establecían competencia en las mismas ciudades.

Sólo España (con su vida monacal y la presencia de la Inquisición retardataria) se mantenía al margen de esta forma de cultura, y fue sólo en 1661 cuando comenzó a circular la Gaceta de Madrid.

Es significativo que, en esta materia como en tantas otras, la tardanza de Madrid con respecto a Europa es mayor que el atraso de América con relación a España.

Si la Gaceta española tenía 56 años de demora con relación al Tydingen belga, ya para 1693 (32 años luego de Madrid) apareció en México El Mercurio Volante, que se adelantó inclusive al Boston Newsletter (1704) de las colonias inglesas de Norteamérica.

Pero, quizá como demostración de que “una sola golondrina no hace un verano”, y como prueba de que el siglo XVIII ha sido el del rezago, aquel tempranero Mercurio mexicano se quedó solo durante el corto tiempo de su existencia, pues los siguientes papeles periódicos del continente fueron todos en lengua inglesa: http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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-Weekly Jamaica Courant (1718) -Boston Gazette (1719) -New England Courant (1721) Sólo después reaparecieron los nuestros, en la siguiente sucesión?… -Gaceta de México (1722) -Gaceta (Guatemala, 1729) -Gaceta de Lima (1744) -Mercurio (La Habana, 1764) -La Gaceta (Santafé de Bogotá, 1785) -Diario de Lima (1790) -Papel periódico de La Habana (1790) -Papel Periódico de Bogotá (1791) -El Mercurio Peruano (1791) Y fue sólo en 1792, 187 años después que en Bélgica; 131 años luego que en Madrid y 99 años más tarde que en México cuando aparecieron finalmente estas Primicias de la Cultura de Quito. Unos párrafos del primer número del primer periódico…

“A la primera vista que demos sobre la naturaleza del hombre, hallaremos que él es dotado del talento de observación y que las necesidades que le cercan le obligan en todo momento a ponerlo en ejercicio (……)

“A la doctrina de los tiempos sigue indispensablemente la historia de los progresos humanos. Querríamos observar siempre en esta al hombre vuelto un héroe en la conquista de los conocimientos. Desearíamos verle siempre superando los obstáculos que le opone la universal y misteriosa naturaleza, y penetrando los arcanos más recónditos, que hacen inaccesibles todos los entes que la componen. Pero a pesar nuestro, la historia de los siglos y de las naciones nos descubre al hombre embarazado con su ignorancia, unas veces insensible a los encantos de la sabiduría y rendido al sueño de la inacción; otras veces nimiamente celoso de mantener nociones superficiales, más perniciosas que la misma ignorancia (……)

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“Parece que ha llegado el momento en que Quito participe del beneficio de la luz; o en el que al menos haya llegado a tal grado de luz por el que se persuada y crea que lo necesita, y que pondrá medios para adquirirle. Pero desde estos crepúsculos de su racionalidad; desde esta infancia de su ilustración, es que Quito quiere dar a conocer a la República literaria los esfuerzos que hace y los pasos que da hacia el Templo de la Sabiduría. Sean en hora buena borrones los primeros ensayos que va a dar a luz (……)

“A semejanza de las demás naciones de Europa, y a imitación de nuestras provincias vecinas del continente americano, del Norte y Sur, dará Quito sus papeles periódicos que, a la verdad, no serán más que unos rigurosos misceláneos (……) “Feliz Quito bajo de un gobierno tan ilustrado, y más feliz si corresponden estas Primicias a su celo”.

“Primicias” sólo vivió unos pocos números, y dejó de circular el 29 de marzo del mismo año de su nacimiento. T

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El ya citado Rodolfo Pérez Pimentel narra del siguiente modo sus últimos meses?… “En 1.794 extendió un Poder al abogado Luis Prieto de San Martín para que le tramite en Madrid un a plaza de Oidor en cualquier parte de América, pero ciertos rumores de levantamientos populares ocurridos en Bogotá le motivaron a hacer colocar el 21 de octubre unas banderitas de tafetán rojo con inscripciones en papel blanco superpuesto y que decían en el anverso "Liberi esto felicitatem et gloria consecuto" y al revés y sobre una cruz blanca la leyenda "Salve Croce", lo que en español significa "Libres seremos bajo la cruz salvadora, después de haber alcanzado el propósito santo de gloria y felicidad".

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“Las autoridades realizaron numerosas pesquisas sin poder precisar quiénes habían sido los responsables, pero el ‘95 una infidencia imprudente de su hermano lo puso en evidencia, y se inició un sumario eclesiástico contra Juan Pablo Espejo; y de allí pasó el asunto a la justicia civil que encontró complicado a Eugenio Espejo. Todo el proceso había sido llevado en el más absoluto secreto y nunca llegó a sentenciarse.

“El 30 de julio fue sacado a la fuerza de la dirección de la Biblioteca Pública y llevado nuevamente a la cárcel donde le calzaron grillos en las piernas y, aunque escribió quejándose del maltrato al Virrey de Bogotá, José de Ezpeleta, a quien denunció que la mazmorra era húmeda, fría y maloliente, pidiendo la libertad, no lo consiguió.

“Así pasaron varios meses, un año, sin libros ni papeles, defendido por el Dr. Juan de Dios Morales. De vez en cuando se le abrían las puertas a que saliera a atender a algún enfermo distinguido que requería sus servicios, pero era tan malsano el ambiente que enfermó de gravedad, posiblemente de Amebiasis; se puso tan grave que el 20 de diciembre le dejaron salir a la casa en el Mesón donde vivía con su hermana, el 26 otorgó testamento ante el Escribano Mariano Mestanza y falleció el día 27 de diciembre de 1795, de solamente 48 años de edad, siendo enterrado al día siguiente en la ermita de San José de la recolección mercedaria del Tejar. Solo acompañaron el sepelio su hermana Manuela, su discípulo el joven José Mejía Lequerica y el Padre La Graña.”

Toda su vida fue un continuo deambular en medio de ambigüüedades y medios entendidos.

En tales circunstancias, las únicas reglas claras son las exteriores, y la pertenencia real, de clase y casta, de Eugenio Espejo quedó clara únicamente ese 27 de diciembre, cuando su muerte se inscribió en el libro de defunciones correspondiente a los indios, negros y mulatos. Correspondiente al pueblo.

Correspondiente a Eugenio Espejo. Al Precursor. Al “Duende”.

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Nuevo paréntesis:

Breves apuntes para una Teoría del Mestizo

Eugenio Espejo es “el adelantado”, “el precursor”, “el hombre de la Ilustración”, uno de los primeros científicos americanos, y es generalmente reputado como el propulsor de la independencia nacional. Se lo exalta igualmente como indio y no son pocas las ocasiones en que se lo menciona incluso como demostración y arquetipo del talento y la creatividad de los americanos autóctonos. Pero no fue indígena al 100%, y él mismo buscó ardorosamente durante su vida el reconocimiento de la otra vertiente étnica de su ser. Y no lo hizo solamente para lograr acceder a los derechos y beneficios que los criollos gozaban en aquel entonces, ni para demostrar, por prurito oligárquico o resentimiento social, la “pureza de su sangre”, o, como se decía por aquel entonces “sin rastros de inga o de mandinga”. Espejo es un mestizo. Sus cualidades y tribulaciones provienen de ese hecho, y el análisis profundo de su personalidad histórica no puede eludir aquel aspecto. Pero, ¿qué es un mestizo, a más de ser un híbrido evidente?

El Libertador Simón Bolívar afirmó en su Carta de Jamaica que “no somos indios ni españoles, sino de una especie mixta”, pero ni él penetró nunca en el carácter de aquella “mezcla” que representamos.

La Conquista no fue sólo un hecho geopolítico que estableció la dominación de un hemisferio sobre otro, sino un descomunal enfrentamiento cultural entre dos vertientes del espíritu humano: la racionalista cartesiana imperante en la Europa del insurgente Renacimiento y la animista natural, hegemónica en casi todo el mundo prehispánico de alta cultura en América.

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La resultante no fue fruto de una negociación o de un acuerdo entre ambas ni resultado de una integración armónica y pacífica: fue la traslación forzada y forzosa del racionalismo al Nuevo Mundo; el imperio de una cultura sobre otra. Una dominante y otra dominada. Pero la cultura dominada no murió. De hecho, paralela a la hegemónica, ha seguido fortaleciéndose y puliendo sus conceptos de base.

Los hijos resultantes del choque cultural – mestizos en el sentido étnico del término – no fuimos hijos legítimos, vástagos de la aquiescencia de ambos padres, sino el fruto de un estupro; los herederos de una violación: bastardos. El “padre” (el racionalismo-cartesiano) se había impuesto y sojuzgado, de modo violento y brutal además, a la “madre” (la cultura animista ancestral).

Era una reproducción en el orden cultural de lo ocurrido en el campo fisiológico, donde el abuso constante fue la norma sexual de la conquista, que sumaba la dominación patriarcal del “machismo” al sometimiento étnico de las castas.

En más de un sentido es posible afirmar que el ser humano más desdichado es la mujer del grupo oprimido, porque debe cargar con una segregación fuera de casa y con otra intra-familiar.

Pero hay una excepción. Cuando el padre fisiológico es indígena y la madre biológica es la “blanca”, los términos de la dominación parecen equilibrarse, porque el machismo imperante sirve de contrapeso a los factores culturológicos. Ese es el verdadero mestizo: aquel en quien los valores de las dos vertientes de la opresión (la de género y la de clase/casta) pueden armonizarse y engendrar verdaderamente aquella “especie mixta” que pedía el Libertador.

No han sido muchos en el curso de nuestra historia, porque no fueron muchos los hombres indígenas que casaron con europeas o con sus descendientas. Pero sus nombres serán para siempre inmortales.

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Son personajes como el mestizo mexicano Benito Juárez, como el héroe rebelde peruano Túpac Amaru, o los mestizos ecuatorianos Eugenio Espejo u Oswaldo Guayasamín, por ejemplo:

El nuevo crisol de una Nueva América, la Nuestra, como quería Martí: por fin libre de dominación externa o de complejos internos. T

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Hemos pasado revista, aunque de modo rápido e inevitablemente superficial, a todas las conmociones (incluso las telúricas) que sacudieron durante la segunda mitad del siglo XVIII a esta tierra que hoy llamamos Ecuador. Pero no fuimos los únicos que la sentimos y sufrimos de ese modo.

Quizá la única virtud – o por lo menos la mayor – que haya que reconocerle al período colonial fue que nos unificó a todos los pueblos latinoamericanos, aunque haya sido con el rasero de oprimir y aplastar. Durante el lapso que estudiamos hubo varios otros movimientos rebeldes y de sublevaciones en distintos lugares de América.

A Eugenio Espejo le tocó vivir la segunda mitad del siglo XVIII, cuando tienen lugar los acontecimientos fundamentales de la etapa pre-terminal de la colonia española.

América representó enormes riquezas para España, especialmente por los gigantescos millones de maravedises mineros que llegaban de México o Potosí; pero con el tiempo aquella fácil fuente de recursos se convirtió en fuente de molicie, tranquilidad y somnolencia para España, que pasó de ser uno de los países de vanguardia tecnológica en Europa a convertirse en un pueblo atrasado y sin iniciativas.

Mientras España caía, ingleses y franceses aprovechaban el tiempo para recuperar las primeras líneas, y pronto se hicieron presentes no sólo en los mercados del viejo mundo, sino en las planicies y playas del nuevo.

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Como hemos visto, las “reformas borbónicas” fueron insuficientes y tardías. Lentamente, pero con la seguridad de los acontecimientos históricos, el descontento se fue filtrando en América, y la metrópoli perdió su carácter monopólico, no sólo en el ámbito de la cultura, sino en el comercio, que se veía asediado por el continuo contrabando de productos de los competidores de Madrid. En mayo de 1736 llegaron a la Audiencia de Quito los académicos franceses y, si bien es cierto que aquello ocurrió 11 años antes del nacimiento de Eugenio, los vientos de renovación que los galos impusieron en la enclaustrada vida casi monacal de Quito todavía soplaban durante su infancia. Junto con aquellos científicos vinieron dos enviados españoles, Jorge Juan de Santacilia y Antonio de Ulloa, específicamente encomendados por la Corona para supervisar las gestiones de los franceses y, de modo privado, informar a Madrid de la realidad de la existencia en sus dominios de ultramar. El resultado de esta segunda tarea, las llamadas “Noticias Secretas de América”, que sólo se publicaron en 1825, narran un panorama de disolución moral y económica que es como el telón de fondo delante del que se desenvolvió la vida de Espejo y sus contemporáneos.

Pero, los sucesos que de forma más directa afectaron la vida del precursor fueron indudablemente tres: la rebelión de los barrios de Quito (mal llamada “sublevación de los Estancos”), la casi inmediata expulsión de los jesuitas (con el consiguiente cierre de las universidades y la clausura de la mejor parte de la incipiente vida cultural) y las rebeliones casi simultáneas de Túpac Amaru, en el sur, y de los Comuneros, en el norte. Ya hemos hablado sobre la primera, señalemos algunos puntos de las otras dos?… T

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De modo casi simultáneo, toda América sintió el impacto del deterioro español y la falta de adecuación de un sistema colonial que hacía agua por todas partes.

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Esto se reflejaba en los hechos culturales, en la desazón generalizada de las elites criollas, en el incremento del contrabando y, naturalmente, en el pueblo llano.

La rebelión de los barrios de Quito, que no pudo ser aplacada con medios políticos ni con la represión armada, no fue sino el inicio de las agitaciones que sacudirían toda esta región del mundo.

En el territorio de la actual Colombia, el movimiento de los Comuneros significó el aparecimiento de formas de lucha popular muy avanzadas y el surgimiento de un sentimiento americanista muy fuerte, ya que los seguidores de aquellos rebeldes colombianos rescataban como propias tanto la insurrección de Quito cuanto un movimiento sureño de restablecimiento del imperio incaico, dirigido por un hombre que se había proclamado heredero de los Incas y que, aunque había nacido como José Gabriel Condorcanqui, se hacía llamar Túpac Amaru, por un lejano parentesco con los Incas de la última ciudad en rendirse, la casi mítica Vilcabamba, en la sierra peruana.

José Gabriel Condorcanqui Noguera nació en la región de Cuzco hacia 1738 (otros dicen que en 1743), hijo de un cacique indígena y de una mujer blanca. Y era relativamente rico.

Como buen mestizo acomodado de su tiempo, José Gabriel tuvo una educación casi integralmente española. Hacia 1760, a la muerte de su padre, pasó a ser considerado Curaca de su región natal, y ese mismo año contrajo matrimonio con Micaela Bastidas, quien le dio tres hijos. Su situación económica era bastante holgada, y llegó a poseer nada menos que 350 mulas, que a la época era una pequeña fortuna.

Mestizo, descendiente de los Incas y adinerado, Condorcanqui era la persona más idónea para encabezar la rebelión que estalló en noviembre del año 1780, contra el corregidor de Tinta, Antonio de Arriaga. Cuando Condorcanqui decidió iniciar la sublevación, un grito de júbilo rebelde sacudió la serranía, y muy pronto hubo unos 6,000 hombres que se agruparon en torno a su líder, que pasó a llamarse Túpac Amaru desde entonces.

Los españoles despreciaron en un primer momento aquella insurrección, pero despacharon a 1,500 soldados bajo el mando de Tiburcio Landa. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Les pareció suficiente. Pero no lo fueron.

Desde el primer enfrentamiento, el triunfo favoreció a los hombres de Túpac Amaru, y esa victoria fue la señal para la insurrección generalizada.

Al paso de Túpac Amaru por los pueblos se le iban sumando hombres y mujeres de todas las razas y condiciones, y el caudillo fue elaborando un proyecto político que unificaba a todos los explotados, pues igualmente otorgaba la libertad a todos los esclavos negros que encontraba en el curso de su avance hacia Cuzco. El ejército de Túpac Amaru llegó a contabilizar unos 50,000 hombres, pero su armamento era extremadamente rudimentario, y sufrieron una primera derrota el 8 de enero de 1781, cuando las fuerzas del coronel Gabriel de Avilés recibieron 8,000 hombres de refuerzo, que enviaba el Virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa. El combate definitivo fue el 6 de abril en el pueblo de Checacupe, y Túpac Amaru fue capturado en compañía de su mujer cuando se replegaba al pueblo de Langui.

Llevado prisionero al Cuzco, inició la causa el Visitador José Antonio de Areche, quien no podía convencerse de que este mestizo aindiado fuese el único caudillo, e insistió en preguntar quién era el responsable de la sublevación. La respuesta de Túpac Amaru no se hizo esperar. “Aquí sólo hay dos culpables -le dijo-: tú, por opresor; y yo, por libertador”. Areche lo miró a los ojos y lo condenó a la más atroz de las muertes.

Al amanecer del 18 de mayo de 1781, llevaron a Túpac Amaru a la plaza central del Cuzco y primero fueron matando a cada uno de sus hijos y compañeros de armas. Y el caudillo no dijo una sola palabra.

Le tocó entonces el turno a Micaela Bastidas, a la que se amarró al llamado “garrote”, para que la estrangularan; pero, como tenía el cuello muy fino, las cuerdas no alcanzaron a matarla, así que trajeron unas sogas y entre dos hombres la apretaron por el cuello, mientras otros dos le daban de puntapiés en el vientre, porque se decía que estaba embarazada. Y el Inca no pronunció ni un sonido. Entonces lo pusieron en el tablado en medio de la plaza, y la muchedumbre calló cuando le arrancaron la lengua con una tenaza, sin http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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que él profiriera ni un quejido. Lo tumbaron a tierra y le ataron los brazos y las piernas a cuatro cabalgaduras que debían descuartizarlo, pero no tuvieron la fuerza para hacerlo, aunque sus jinetes se cansaron de espuelearles los ijares. Ni siquiera Areche pudo soportar el espectáculo, y ordenó que desengancharan los caballos y que finalmente se acercara un verdugo y lo decapitara de un hachazo. De vuelta a Europa

Entre 1789 y 1799, es decir a finales del siglo XVIII, el mundo cambió. Y ese cambio, si bien cronológicamente se había iniciado de este lado del Atlántico, con la independencia norteamericana, ha quedado para siempre signado con el nombre de Revolución Francesa. Como el proceso es bien conocido, podemos abreviar su narración…

La Revolución francesa fue un proceso social y político cuyas principales consecuencias fueron la abolición de la monarquía absoluta y la proclamación de la República, eliminando las bases económicas y sociales del Antiguo Régimen.

Si bien, tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía durante 75 años después de que la Primera República cayera, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un nuevo régimen, donde la burguesía, y en algunas ocasiones directamente las masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país.

Si se nos pidiera detallar las causas puntuales de la Revolución, deberíamos incluir el auge de la burguesía, con un poder económico cada vez más grande y fundamental en la economía de la época y el odio contra el absolutismo monárquico. Este rencor popular se alimentaba con el resentimiento contra el sistema feudal por parte de la emergente clase burguesa y de las clases populares. Desde el punto de vista político, tuvo enorme importancia la extensión de nuevas ideas en este periodo de Ilustración, tales como las expuestas por Voltaire, Rousseau o Montesquieu (como por ejemplo,

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los conceptos de libertad política, de fraternidad y de igualdad; de rechazo a una sociedad dividida, o las nuevas teorías políticas sobre la separación de poderes del Estado). Todo ello fue rompiendo el ya endeble prestigio de las instituciones del Antiguo Régimen y contribuyeron a su derrumbe. Pero el régimen que surgió de este proceso no fue de larga duración. Por una lado las disensiones surgidas en el seno de la fuerzas originalmente vinculadas con la revolución produjo gigantescas brechas entre estos grupos, y las disputas entre ellos generaron una inestabilidad casi permanente, que generó un período de persecuciones e intolerancia.

En 1793 se redactó una nueva Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, y una nueva constitución de tipo democrático, que reconocía el sufragio universal. El poder ejecutivo real quedó en manos del llamado Comité de Salud Pública, bajo el mando de Maximilien Robespierre, y fue entonces cuando los jacobinos desataron lo que se denominó el Reinado del Terror (1793-1794).

No menos de 1.200 personas fueron guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones que eventualmente la llevarían al cadalso.

La nueva Constitución encontró la oposición simultánea de grupos monárquicos y de los jacobinos. Hubo diferentes revueltas que fueron reprimidas por el ejército, todo lo cual motivó que el general Napoleón Bonaparte, retornado de su exitosa campaña militar en Egipto, diera el 9 de noviembre de 1799 un golpe de estado (18 de Brumario)39 instalando el Consulado, que le daba de forma efectiva poderes dictatoriales y cerraba con esto el capítulo histórico de la Revolución Francesa para dar paso al Primer Imperio Francés, que se inició con la coronación del propio Bonaparte el 18 de mayo de 1804.

39 En su afán por renovarlo todo, la Revolución cambió también los nombres de los meses, ajustándolos a las condiciones meteorológicas de Francia. Así, noviembre, mes colocado entre fines del otoño y comienzos del invierno, se llamó “brumario” por las nieblas imperantes. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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El nuevo gobierno instaurado, a pesar de ser una monarquía, mejoraba las condiciones de vida del pueblo llano (llamado a la época “tercer estado”), otorgándoles derechos y obligaciones morales y cívicas iguales a los otros dos estamentos (el clero y los nobles); por lo que Napoleón recibió un gran apoyo popular. Pero, aunque todos estos hechos tuvieron una gran trascendencia ideológica entre nosotros, lo que desató la crisis política que culminó con el “grito” del 10 de agosto de 1809 fue la intervención napoleónica en España.

Ella comenzó en realidad en marzo de 1808, y bien vale que la narremos como hechos periodísticos, pues los cambios se sucedían en cuestión de horas?… T

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Madrid, 19. URGENTE.-Su Majestad Carlos IV abdicó este sábado, 19 de marzo de 1808 a la corona, y de inmediato asumió la soberanía su hijo, el hasta ayer Príncipe de Asturias, quien será coronado como Fernando VII.

Sus Majestades se encuentran en la población de Aranjuez, donde ha ocurrido en estos días una grave agitación popular; pero su retorno a esta capital se espera en cualquier momento.

Quizá nunca se conozcan los detalles íntimos del proceso que se ha llevado a cabo en estas últimas semanas, y que han producido fenómenos incluso grotescos, como ver al Príncipe de Asturias pagar de su propio peculio la propaganda y divulgación pública de las infidelidades de su madre, S.M. la Reina, con el favorito Godoy, cuya soberbia y prepotencia se pone de manifiesto incluso en el empleo de su altisonante nombre completo: Manuel de Godoy Alvarez de Faría Ríos Sánchez Zarzosa, Príncipe de la Paz y de Basano, Duque de Alcudia y de Succa. Pero, se trata de anécdotas. En el fondo, el complot contra Carlos IV, a quien se califica muy irreverentemente de “imbécil”, proviene de una oligarquía asustada por las leves reformas que ha impulsado Godoy, que http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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resultaron claramente excesivas para la elite del poder, aunque insuficientes para el pueblo.

De modo que el favorito de la Reina quedó desprovisto completamente de poder de maniobra y de base política en que asentarse.

Afrancesado de cultura y estirpe, Godoy accedió a firmar un tratado secreto con los franceses el 27 de octubre de 1807. Recordamos a nuestros lectores las noticias de aquel día?…

“Fontainebleau, 27.-Se ha suscrito aquí un acuerdo secreto entre la Francia napoleónica y la España de Godoy. Según la letra del convenio, las tropas galas atravesarán pacíficamente España para invadir Portugal, país que deberá ser repartido entre las dos potencias que suscriben el documento. Sin embargo, nuestros siempre atentos observadores consideran que Napoleón se aprovechará de las ambiciones del favorito Godoy, y tratará de someter no sólo Portugal, sino también España”.

Así parece que será el resultado, pues las tropas francesas comenzaron a entrar a España a comienzos de enero de 1808.

El 2 de febrero, Napoleón ocupó Roma. El 16, los franceses tomaron por sorpresa, y sin previa aquiescencia española, la población de Pamplona, y el 28 del mismo mes se adueñaron de las fortalezas de Barcelona. Aquello fue la gota que desbordó la paciencia popular, y durante la noche entre el 17 y 18 de marzo, según lo comenta un testigo presencial que se hallaba en Aranjuez, “a eso de la una de la noche se dispara una pistola dentro del Palacio Real. Al punto salió el Príncipe de Asturias con una luz de su cuarto y, acompañado de algunos guardias, gritó ‘¡Traición. Traición!’. Le siguen otros muchos. Toma todas las puertas de Palacio y, dejándolas bien custodiadas para no dejar salir persona alguna, se vuelve a su cuarto. Los paisanos y tropa que estaban de la parte de fuera, al oír el tiro acuden prestamente, cercaron el Palacio y duplicaron las guardias de sus puertas”.

El hermano menor de Manuel Godoy, entendiendo que se trataba de un movimiento contra el favorito, quiso hacer frente a las tropas de Fernando, pero los soldados no le obedecieron, recibió dos culatazos, cayó por tierra y fue tomado preso.

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Todo el día 18 se buscó inútilmente al “Príncipe de la Paz”, que parecía haberse esfumado en el espacio, hasta que se lo halló a la madrugada de hoy, envuelto en una alfombra del desván. Los guardias que lo encontraron saciaron en él la venganza que siente todo el pueblo por los cuernos que le ha puesto al rey don Carlos, y así, sangrando y casi a rastras lo llevaron a la presencia de Fernando. El propio Godoy ha relatado del siguiente modo su encuentro:

“Aquella rara escena comenzó con un silencio indefinible. Suspensos, atendiendo y alargando el cuello los que llenaban agolpados la escalera y las entradas. “Después, el Príncipe rompió el silencio y me dijo “-Yo te perdono la vida. “Yo le hice esta pregunta: “-Vuestra Alteza, ¿es ya Rey? “-Todavía no, me respondió. Pero lo seré muy pronto”.

Y así, de este modo subrepticio y a escondidas, como si se tratara de una reyerta familiar entre gamberros, se resolvieron los graves problemas de Estado que estaban (y siguen estando) en juego.

Claramente el pueblo de toda España ha recibido con regocijo el cambio de gobierno, no sólo por la desaparición de la odiada figura del favorito, sino porque se espera que Fernando pueda hacer frente de mejor modo a la voracidad de los franceses, que cada día demuestran más claramente que son invasores y no aliados.

En cuanto a nosotros, es indudable que las conmociones en la Madre Patria tendrán reflejos muy graves en América, generando movimientos políticos que al momento resultan imposibles de prever.

¿Será propicia la ocasión para los extremistas que, siguiendo los dictados de gente como Eugenio Espejo, han venido hablando constantemente de independencia de España? No hay que descartar ninguna posibilidad al momento. Y así fue?…

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Quito, 25. URGENTE.– En la hacienda “Chillo-Compañía”, propiedad de don Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, se reunieron el domingo, 25 de diciembre de 1808 un grupo de complotados, dispuestos a no cejar en su intento de conseguir la emancipación total de América. A la reunión, convocada con el pretexto de celebrar la navidad, acudieron varios cercanos amigos del marqués, casi todos discípulos del extinto Eugenio Espejo, quien los agrupara en distintas sociedades, públicas y secretas, hasta su fallecimiento el año 1795.

Allí estuvo lo más granado de la intelectualidad quiteña: el marqués anfitrión, don Juan de Salinas y Zenitagoya, el coronel de milicias Nicolás de la Peña Maldonado (nieto del célebre geógrafo Pedro Vicente Maldonado), el Vicerrector de la Universidad, don Manuel Rodríguez de Quiroga, el párroco de Píntag, doctor Riofrío y otro profesor universitario (de Derecho Civil), el doctor Juan de Dios Morales, quien ya se había destacado como abogado defensor del propio Espejo.

Según han llegado a saber nuestros corresponsales destacados en la cercana población de Sangolquí, fue don Juan Salinas quien expuso el plan de rebelión, que consiste en unos pocos puntos: las autoridades españolas serán depuestas y, en nombre de Fernando VII, actualmente en manos de Napoleón Bonaparte, se instalaría un gobierno provisorio, que de inmediato se dirigirá a Cuenca, Guayaquil, Pasto y Popayán (partes de la Audiencia de Quito), y solicitará el apoyo de Cali, Cartagena, Santafé, Caracas, Lima y Chuquisaca.

Al despedirse, entrelazando sus manos del modo que los francmasones llaman cadena de la unión, los complotados han jurado reserva absoluta, lo que muchos atribuyen al carácter masónico de la asamblea, pues en Quito funciona ya la Logia denominada Ley Natural, cuyo “Venerable Maestro” (una especie de Presidente de las Logias) es actualmente el Marqués de Selva Alegre, como se puso en evidencia con el juicio incoado hace unos años contra el francmasón guayaquileño José Pérez. Aunque los movimientos independentistas se han sentido desde hace mucho tiempo, y particularmente en los últimos años, es indudable que las tensiones se agravaron con la muerte de don Luis Francisco Héctor, Barón de Carondelet, bajo cuya Presidencia la Real Audiencia de Quito sintió gran tranquilidad y progreso, especialmente en la capital, donde se http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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llevaron a cabo varias obras públicas de importancia, incluyendo la reconstrucción del propio Palacio Presidencial. Algunas voces, generalmente bien informadas, opinan que el propio barón era miembro destacado de la Masonería.

A su muerte, asumió interinamente el gobierno Diego Antonio Nieto, quien cometió una serie muy grande de pequeños abusos, que soliviantaron los ánimos y enardecieron los espíritus. el fantasma de Espejo se sentía rondar nuevamente.

El 1 de Agosto de este año de 1808 se posesionó del cargo de Presidente de la Audiencia don Manuel de Urriez, Conde Ruiz de Castilla, quien llegó trasladado del Cuzco y cuya avanzada edad (unos 83 años) le resulta prácticamente paralizante para comprender las agitaciones modernas.

Aunque muchos de sus conocidos afirman que el Conde es una persona suave y fina en su trato personal, la vida lo ha puesto en trance de ser o un monigote o una especie de verdugo de los republicanos. Quito no es la única ciudad de América donde se viven estas conmociones, pues ya se han visto antecedentes emancipadores en Cuzco, en 1805, cuando los señores Manuel Ubalde y Gabriel Aguilar, viejos amigos de su época de estudios, quienes hicieron circular (bajo forma de una extraña profecía que supuestamnte tuvieron en sueños) de que “la América iba a alzarse contra España”. De las interpretaciones oníricas pasaron a la organización, y reclutaron a varios amigos, uno de apellido Ugarte, y otro, Ampuero, que se sumaron a la conspiración; pero un quinto asociado, un tal Mariano Lechuga, denunció a los patriotas, y fueron sometidos a juicio.

Se desempeñaba a la sazón como Presidente de la Audiencia de Cuzco un funcionario bien conocido por su ferocidad, pues había sido el encargado de reprimir la rebelión de Túpac-Amaru, quien, como se recordará, fue descuartizado miembro a miembro en la plaza pública del Cuzco, pero antes se le obligó a que presenciara la muerte de su mujer y su hijo.

De modo que Ubalde y Aguilar sabían que no cabía esperar clemencia de este hombre. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Y no la tuvieron, ya que fueron ahorcados en el mismo sitio que Túpac-Amaru.

El nombre del Presidente no era otro que Manuel de Urriez, Conde Ruiz de Castilla. Pero tampoco ese movimiento cuzqueño fue el primer anuncio de los nuevos vientos de emancipación de la América…

Don Francisco de Miranda, a quien muchos llaman con sobrada razón El Precursor, volvió a América, luego de un largo periplo por Europa, a fines de 1805, y pocos meses más tarde organizó una expedición naval para liberar su nativa Venezuela, como preámbulo para la emancipación general del continente.

En agosto del año 1806 liberó las primeras ciudades autónomas de América del Sur y, aunque Miranda fue derrotado por las fuerzas realistas, su germen prendió en los espíritus libertarios, que comenzaron a agruparse a través de las Logias Masónicas (también llamadas Lautarinas) fundadas por don Francisco. Aunque no podamos afirmar totalmente que la Sociedad de Amigos del País o la originaria Escuela de la Concordia fueran propiamente Logias Masónicas en el sentido completo del término, es evidente que en otras latitudes, y muy particularmente en La Paz y Chuquisaca, sí funcionan Logias que tienen entre sus iniciados a muchos líderes dispuestos a entregar la vida en aras del ideal de emancipación, como el intelectual mestizo don Pedro Domingo Murillo, quien parece una réplica casi perfecta de nuestro Espejo, tanto por su origen étnico cuanto por su inteligencia y carácter. T

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Poco después recibiríamos el siguiente despacho desde la tierra de Murillo?…

La Paz (Alto Perú). URGENTE.-Un movimiento independentista se ha desatado en esta capital, reclamando la total autonomía con relación a España y una mejor atención a los problemas económicos y sociales de los indios y mestizos. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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De hecho, la resolución, adoptada a las 8 pm. de este día, establece que los infrascritos “a nombre del pueblo, declaran y juran defender con su sangre y fortuna la independencia de la Patria”. El carácter radical de la transformación se evidencia en la conformación de una denominada Junta Tuitiva, que se proclama “defensora de los derechos del pueblo”, estipulando que estará conformada por “un indio principal de cada partido”.

Esa Junta, y al parecer todo el movimiento, está presidida por el intelectual mestizo Pedro Domingo Murillo.

Por lo visto, a juzgar por el grado de elaboración y cuidado que sus documentos manifiestan, el movimiento se ha preparado en el curso de varios meses (y acaso años), ya que se presentan al público con expresiones de profundidad filosófica, que no podrían justificarse sin un alto grado de preparación previa, como se verá en los fragmentos que extraemos de la Proclama de la Junta… “Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra Patria… Hemos visto con indiferencia, por más de tres siglos, sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y a la tiranía de un usurpador injusto que, degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como a esclavos… “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez que se nos atribuye, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de humillación y ruina…

“Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad… Ya es tiempo de organizar un sistema nuevo de gobierno, fundado en los intereses de nuestra Patria, altamente deprimida por la política de Madrid… “Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el

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menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía”.

Ésta parece ser la intención oculta de los reunidos en la hacienda del marqués.

Y así llegamos al momento en que se produce el desenlace de todo este período, aunque no sería de las transformaciones y combates, que no hacían sino comenzar. Pero la semilla de ese amanecer ya estaba sembrada?…

¡ Revolución en Quito !

Este jueves 10 de agosto de 1809, en Quito se proclamó una Junta Soberana, presidida por don Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, que virtualmente ha separado al país de las autoridades peninsulares. El hasta hoy Presidente de la Audiencia, conde Ruiz de Castilla, se encuentra detenido. Quito ha sido de esta manera la primera capital en sumarse a la actitud tomada por Sevilla, donde ya existe una Junta Central de defensa de los derechos de Fernando VII.

Más que agobiar al lector con nuestros comentarios, creemos que los documentos expedidos ayer, un Acta y un Manifiesto, hablan por sí mismos. En ambos reconocerá el lector aguzado el rastro de la Declaración de Independencia norteamericana, especialmente en la insistencia de exponer las razones y enumerar los derechos, así como de la Declaración de la Junta Tuitiva que se manifestara en La Paz, Alto Perú, hace pocas semanas. No se trata de copias. Quizá ni siquiera de influencias, pues las noticias de Bolivia aún no habían llegado a Quito, sino de las normales coincidencias de criterios vigentes entre pueblos que buscan su lugar autónomo en el concierto de las naciones.

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Del Acta de la Independencia

“Nos, los infrascritos diputados del pueblo, atendidas las presentes críticas circunstancias de la nación, declaramos solemnemente que han cesado en sus funciones los magistrados actuales de esta capital y sus provincias. (sigue una enumeración de los representantes)

Declaramos que los antedichos individuos, unidos con los representantes de los cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación, y los que se unieren voluntariamente a ella en lo sucesivo, como son Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, que ahora dependen de los virreinatos de Lima y Santa Fe, los cuales se procurará atraer, compondrán un Junta Suprema, que gobierne interinamente, nombre y como representante de nuestro legítimo soberano, don Fernando VII, mientras Su Majestad recupere la península o viene a imperar entre nosotros”. Del Manifiesto de la Junta

“Un pueblo que conoce sus derechos; que para defender la libertad e independencia ha separado del mando a los intrusos y está con las armas en la mano, resuelto a morir o vencer, no reconoce más juez que a Dios; a nadie satisface por obligación, pero lo debe hacer por honor. En esta inteligencia, el de Quito da razón al mundo entero de su conducta, tocante a los acontecimientos del día.

“No se nos ha tenido por hombres, sino por bestias de carga, destinadas a soportar el yugo que se quería imponer (...) lo que se ha observado con el mayor dolor es que se ha hecho por los españoles europeos la más ultrajante desconfianza de los americanos. Nada se les ha comunicado; todo se les ha reservado con el más particular estudio, de suerte que ninguno de los acontecimientos funestos, por pequeño que haya sido, lo ha participado el gobierno (...).

“De estos hechos nacen dos consecuencias evidentes: primera, que el mismo derecho que tiene ahora Sevilla para formar interinamente una Junta Suprema de Gobierno tiene para lo mismo cualquiera de los reinos de la América (...); y, segunda, que habiendo cesado el aprobante de los magistrados, han cesado también éstos en sus funciones, quedando por necesidad la soberanía en el pueblo”. http://www.vbook.pub.com/users/Barricadas/document_collections

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Como se ve, el tono revolucionario y la carga de valores conceptuales es muy grande. Desfortunadamente, la experiencia – política y militar – no corre pareja con esas buenas intenciones. El pueblo canta

Desde que se conoció el alcance de la transformación de ayer, el pueblo se ha lanzado a las calles y, ocurrido y saleroso como ha sido siempre el quiteño, prontamente han surgido coplas y cánticos alusivos a la política. Reproducimos algunos de ellos, que tienen más de pasión libertaria que de rigor métrico?… ¡Abajo, malditos godos! ¡Viva la Junta! Libertad queremos todos, independientes vivir; con ellos de todos modos este vivir es morir. Que nos manden no queremos autoridades de fuera. Ya no las toleramos y el que contradiga, muera. Si libres no hemos de ser, más vale, como los Incas, sepultados perecer y no de España ser fincas.

Y – por ahora – eso es todo sobre este tema. Pero ya volveremos…

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Para Saber más…

Si usted desea –como se lo insistimos– estudiar más a fondo estos procesos y personajes, le recomendamos algunas lecturas… NUEVA HISTORIA DEL ECUADOR: Volumen IV. Editorial CEN Quito, 1989. Especialmente los artículos?… Manuel Miño Grijalva: “La economía de la Real Audiencia de Quito”

Christiana Borchart de Moreno: “Origen y conformación de la hacienda colonial” Carlos Marchán R.: “Economía y sociedad durante el siglo XVIII”. Además?…

M. Rodríguez Lapuente: “Historia de Iberoamárica”. Editorial Sopena. Barcelona, 1974.

Josep Fontana: “La crisis del Antiguo Régimen”. Editorial Grijalbo. Barcelona, 1979. Abel Romeo Castillo: “Los gobernadores de Guayaquil del siglo XVIII”. Editorial AHG. Guayaquil, 1978.

Michael T. Hamerly: “Historia social y económica de la antigua provincia de Guayaquil”. Edit. AHG. Guayaquil, 1973. María Luisa Laviana Cuetos: “Guayaquil en el siglo XVIII”. Editorial EEHA. Sevilla, 1987.

Julio Estrada Ycaza: “El puerto de Guayaquil”. Editorial BCE. Guayaquil, 1990. David Ogg: “La Europa del Antiguo Régimen”. Editorial Siglo XXI. México, 1976.

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CONTIENE Unas palabras previas……

Antes del Amanecer Antecedentes de la Independencia Absolutismo y “democracia”

7 9

15

El siglo de las luces

18

Gobernantes de las potencias

26

Primer paréntesis: Avances culturales en el siglo XVIII

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A todo esto… en España

31

1. REFORMAS ADMINISTRATIVAS

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¿Reformas Borbónicas?

2. REFORMAS ADMINISTRATIVAS EN AMÉRICA 3. REDISTRIBUCIÓN DEL ESPACIO 4. CABILDOS Y AUTONOMÍAS 5. ECONOMÍA Y COMERCIO

33

35 36 38 39

Segundo paréntesis: Las maquiladoras en el siglo XVIII

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Tercer paréntesis: La increíble (pero verdadera) Historia de don Blas de Lezo y Olavarrieta

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6. EJÉRCITO

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7. LA IGLESIA

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Cuarto paréntesis (teológico): “La sabia moderación” de San Alfonso de Ligorio

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Quinto paréntesis: Sucesos ecuatorianos del siglo XVII que anticipan el XVIII

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Mientras tanto… Acá, en Ecuador.

Sexto paréntesis: Los jesuitas

Séptimo paréntesis: Guayaquil

60

65 70

Octavo paréntesis: los obrajes.

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Noveno paréntesis: del Incario a los patriotas (pasando por los españoles)

75

Los sucesos locales del siglo XVIII

75

Un período de conmociones

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Un grato paréntesis: Algunos personajes ilustres

90

Un mini-paréntesis: El “Fuego Grande” de 1764. Antecedentes

Los Barrios de Quito

Un paréntesis dentro del paréntesis: Los periódicos.

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117

Nuevo paréntesis: Breves apuntes para una Teoría del Mestizo

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¡ Revolución en Quito !

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De vuelta a Europa

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Del Acta de la Independencia

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El pueblo canta

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Del Manifiesto de la Junta

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