Atlas Electoral Latinoamericano

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Atlas electoral latinoamericano

Atlas Electoral Latinoamericano

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Atlas electoral latinoamericano

Atlas Electoral Latinoamericano Salvador Romero Ballivián Compilador Yann Basset, Salvador Romero Ballivián, Cesar Romero Jacob, Dora Rodrigues Hees, Philippe Waniez, Violette Brustlein, Stéphanie Alenda, Alexis Gutiérrez, Rodrigo Losada, Patricia Muñoz, Adriana Castro, Hugo Picado León, Simón Pachano, Willibald Sonnleitner, Carlos Vargas León, Georges Couffignal

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Corte Nacional Electoral

Primera edición, mayo de 2007 Depósito legal: 4-1-108-07 P.O. I.S.B.N.: 978-99905-928-0-1 (c) Corte Nacional Electoral Av. Sánchez Lima Nº 2482 y 2440 Sopocachi Teléfono: (591-2) 241-0330, Fax: (591-2) 242-5133 [email protected] www.cne.org.bo La Paz, Bolivia

Editado por: Unidad de Análisis e Investigación del Área de Educación Ciudadana de la Corte Nacional Electoral de Bolivia Cuidado de edición: Unidad de Información Pública Diseño gráfico: Ernesto Azcuy Domínguez Diagramación: Juan Carlos Gonzales Impresión: Artes Gráficas Sagitario s.r.l. Impreso en Bolivia Tiraje de 2.000 ejemplares

Las opiniones expresadas en este Cuaderno de Análisis e Investigación son de responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la autonomía, independencia e imparcialidad de la Corte Nacional Electoral.

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Atlas electoral latinoamericano

Índice Presentación: un manifiesto por la geografía electoral latinoamericana ................................................................ 7 Salvador Romero Ballivián La extraña victoria de Néstor Kirchner .......................................................................................................... 13 Yann Basset La elección presidencial del 18 de diciembre de 2005 en Bolivia...................................................................... 37 Salvador Romero Ballivián La elección presidencial de 2006 en Brasil...................................................................................................... 73 Cesar Romero Jacon, Dora Rodrigues Hees, Philippe Waniez y Violette Brustlein Sociogeografía de la elección presidencioal 2005 en Chile ................................................................................. 95 Stéphanie Alenda y Alexis Gutiérrez Las elecciones presidenciales de 2006 en Colombia .......................................................................................133 Rodrigo Losada, Patricia Muñoz y Adriana Castro Las elecciones presidenciales costarricenses de 2006: Análisis de resultados y de geografía electoral......................157 Hugo Picado León El rey ha muerto, viva el rey. La renovación del sistema de partidos de Ecuador ...........................................179 Simón Pachano Las elecciones en México y Centroamérica ....................................................................................................195 Willibald Sonnleitner Perú: Elección Presidencial 2006. 9 de abril y 4 de junio .............................................................................221 Carlos Vargas León Balance de once elecciones nacionales .............................................................................................................241 Georges Couffignal Sobre los autores .....................................................................................................................................253 5

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Atlas electoral latinoamericano

Presentación: un manifiesto por la geografía electoral latinoamericana

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fines de noviembre de 2006, a orillas del lago Titicaca, a pocas horas de La Paz, se realizó el seminario internacional Atlas electoral latinoamericano, que permitió analizar la mayoría de los comicios presidenciales celebrados en América Latina a lo largo de 2006, un año de intensa actividad electoral. Fue un encuentro de alto nivel académico, cuya prolongación más conveniente era la edición de un libro que reuniese todas las conferencias y las pusiera a disposición de un público amplio, tanto en Bolivia como fuera de ella. Este libro tiene un origen que puede rastrearse cuatro o cinco años atrás. Allá, por 2002, a iniciativa del Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL), dependiente de la Universidad de París III, y de la Universidad Javeriana, se reunieron en Bogotá especialistas en asuntos de geografía electoral para estudiar las elecciones presidenciales que ese año se dieron en el Continente y preparar un Atlas electoral. Se

Salvador Romero Ballivián volvían a unir la escuela de geografía electoral francesa y el estudio de América Latina, dos grandes pasiones de André Siegfried, el fundador a principios del siglo XX de los análisis electorales con un enfoque territorial. El proyecto no avanzó tanto como se hubiese deseado aunque quedó, como testimonio importante, un dossier sobre esas elecciones, publicado por Alceu, la revista de la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro. 1 Fue decisivo el aporte de Jean Michel Blanquer, en ese momento director del IHEAL, así como de Cesar Romero Jacob, Dora Rodrigues Hees, Philippe Waniez y Violette Brustlein, que impulsaron la edición de Alceu. El año siguiente, en Lima, bajo el auspicio de la Oficina Nacional de Procesos Electorales del Perú (ONPE), por entonces dirigida por Fernando Tuesta, se organizó una segunda reunión. A pesar de la buena voluntad de los participantes, no se consiguió editar un libro que mostrase los avances de

investigación de unos y de otros, los progresos de la disciplina y, peor aún, al poco tiempo el mismo proyecto pareció diluirse. El año 2006, la sucesión de elecciones presidenciales en América Latina, constituyó una excelente oportunidad para demostrar que el grupo impulsor se había llamado a una tregua, pero que conservaba vivo el entusiasmo del inicio. Esta vez la posta la asumió la Corte Nacional Electoral de Bolivia, que se fijó un doble objetivo: por un lado, celebrar el tercer encuentro, por otro lado, editar el primer Atlas electoral latinoamericano, con todas las ponencias. La meta era ambiciosa y para alcanzarla se requerían recursos a la altura del desafío. Ellos provinieron de la generosa colaboración del Reino de los Países Bajos y de Canadá en el marco de un convenio de cooperación destinado a apoyar la organización de las elecciones, fortalecer el Registro Civil y 1

Se publicaron 11 artículos, cubriendo las elecciones de Bolivia, Brasil, Colombia, México y Venezuela. Alceu, (6), enero - junio 2003.

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Corte Nacional Electoral promover actividades de educación cívica, todas tareas que cumple el organismo electoral boliviano. Un libro como el aquí presentado corresponde a estas tareas de educación ciudadana, que incluyen además de las campañas de información, de capacitación y de promoción de los valores democráticos, labores de investigación sobre procesos electorales, democracia y ciudadanía. El Atlas electoral latinoamericano es relevante por al menos dos grandes motivos. Por un lado, ofrece al lector penetrantes análisis de los casos nacionales y la posibilidad de obtener una perspectiva de conjunto pues los resultados electorales se analizaron cruzando tres grandes líneas explicativas: los factores geográficos, que suelen dar cuenta de una historia larga, que prueban que detrás de la novedad de las cifras hay culturas políticas profundamente ancladas en territorios con personalidad propia, los motivos sociales, que permiten considerar la desigual distribución del voto según las categorías sociales, y las razones políticas, sin las cuales sería imposible comprender la coyuntura de una elección, la dinámica de la campaña y el sentido de las evoluciones con respecto a comicios previos. Se trata, sin duda, de la obra más importante publi8

cada hasta el momento sobre el ciclo electoral americano 2005 - 2006. Por otro lado, el Atlas electoral latinoamericano pretende constituirse en la demostración clara de la utilidad del estudio de los comicios a partir de la geografía electoral, que asocia el territorio y el voto. Hoy existen condiciones muy favorables para el desarrollo de esta disciplina en América Latina. Si bien podría intentarse una geografía electoral basada en datos fraudulentos -una empresa intelectual con un marcado gusto de aventura y creatividad- resulta evidente que la geografía electoral requiere una información confiable, cuyas cifras tengan correspondencia con la voluntad del electorado. Este requisito de base no existió en una parte extensa de la historia republicana boliviana y latinoamericana. Los progresos hechos en la región para garantizar el respeto al sufragio popular han sido relevantes en los últimos años, incluyendo, en el caso boliviano, mejoras a la ley electoral - en particular el principio de preclusión que impide a las Cortes Electorales modificar el resultado de una mesa electoral y sobre todo la constitución de organismos electorales auténticamente independientes de los partidos y de los poderes del Estado.

Sin embargo, incluso cuando los resultados son aceptados por el conjunto de los partidos como sucede desde hace un cuarto de siglo, la información no se encuentra siempre accesible. En muchas oportunidades faltan los resultados oficiales y detallados, ya sea porque los organismos electorales no tuvieron la previsión de publicarlos o porque una coyuntura política difícil impidió que se produzca la difusión: es el caso, lamentablemente no excepcional, de escrutinios seguidos en corto plazo por golpes de Estado, como en 1979 y 1980. En esos casos, queda sólo la ruta de la construcción de un enorme rompecabezas a partir de las noticias de los periódicos, a menudo fragmentarias e incompletas. Con el afianzamiento de la democracia y la institucionalización de las Cortes Electorales, la entrega de resultados ha conocido un avance notable en toda América Latina. Es cada vez más frecuente que ellas publiquen informes oficiales sobre cada uno de los comicios o los difundan a través de sus portales informáticos. Empero, este útil paso se encuentra a veces desmerecido por la falta de sistematización de las estadísticas electorales. Los informes no siempre siguen un patrón uniforme: los hay que

Atlas electoral latinoamericano dan datos en el nivel provincial, otros que descienden a la escala municipal y los últimos que privilegian la información por circunscripciones. Las facilidades que brinda la informática han ayudado a superar parte de estos inconvenientes, por lo menos para los procesos electorales más recientes. En segundo lugar, la geografía electoral necesita estadísticas sociodemográficas confiables para conseguir una aproximación segura a las relaciones entre la estructura de un territorio y su comportamiento político. Para este propósito, es indispensable conocer, al menos, las tasas de educación (analfabetismo y otras), de prácticas lingüísticas (difusión del español, permanencia de las lenguas originarias, etc.), de estructura agraria, de mortalidad infantil, de pobreza o de pertenencia religiosa para citar sólo algunos factores importantes, capaces de influir sobre las preferencias políticas. La calidad de las estadísticas latinoamericanas no ha sido siempre alta, pero ciertamente existen progresos que se deben tanto a la institucionalización de los organismos encargados de elaborar las estadísticas, como a los movimientos de descentralización estatal, además de los adelantos tecnológicos de la informática

que encima permiten disponer de los datos en plazos más breves. La institucionalización contribuye a definir políticas de largo aliento y a efectuar programaciones sobre tiempos amplios, dando regularidad a los trabajos emprendidos. Así, los censos, fundamentales para respaldar los estudios de geografía política, se realizan con una periodicidad antes desconocida en Bolivia. Medio siglo separó los censos de 1900 y de 1951, en tanto que el ritmo se aceleró en los últimos años: 1976, 1992 y 2001. La información numérica permite afinar los análisis y avanzar hipótesis entre la distribución del voto y las variables sociales, económicas y culturales. A menudo, la institucionalización va de la mano de una mayor apertura de los centros públicos que comprenden que el asentamiento de la democracia exige también la entrega oportuna a cualquier ciudadano de la información recopilada por el Estado. En cuanto a los procesos de descentralización, ellos han volcado la atención del Estado hacia unidades geográficas pequeñas, con la consiguiente generación de estadísticas e informaciones en ese nivel. Para ofrecer un ejemplo, si el censo de 1976 presentó sus datos desagregados para una

centena de provincias, desde 1992 los datos se encuentran también disponibles para los más de 300 municipios. Queda claro que la geografía electoral no puede contentarse con reducir el universo político y electoral a simples lazos entre cifras de comicios y datos sociodemográficos. Una de sus principales razones de ser se encuentra en la posibilidad de integrar los aportes de la historia, la ciencia política, la antropología, la economía o la geografía humana, disciplinas que son, a veces, más difíciles de incorporar a preguntas de encuesta. Esa densidad histórica, que hace un territorio distinto de otro, pesa sobre las culturas políticas regionales, las tradiciones partidarias e incluso sobre la concepción del hombre y la sociedad como lo demostró el ensayo provocador de Emmanuel Todd sobre Europa occidental o la renovada escuela francesa de geografía electoral, dirigida por Pascal Perrineau. Contar con sólidos estudios regionales constituye una necesidad para pensar con mayor riqueza los resultados electorales. Tal vez representa una situación común en América Latina la ausencia de estas monografías para todo el territorio, reflejo de las limitaciones del Estado para alcanzar 9

Corte Nacional Electoral los rincones más distantes de las principales ciudades. En el caso de Bolivia, existen grandes extensiones, en especial aquellas que viven sin llamar la atención del Estado, que nunca han sido exploradas por los investigadores, auténticas terrae incongitae del saber. Sus formas de organización social, sus maneras de vivir la política, sus estructuras económicas, son conocidas de manera superficial, lo que también diminuye la posibilidad de dar interpretaciones firmes sobre su comportamiento electoral. En otras palabras, el progreso de la geografía electoral no es ajeno al avance de las otras disciplinas de las ciencias humanas y sociales. Una mención aparte requiere el papel crucial de la informática. Los progresos de la computación permiten abordar en instantes dos etapas que antes demoraban mucho tiempo: por un lado, el tratamiento conjunto de las estadísticas electorales y sociodemográficas y por el otro la realización cartográfica. Hoy, programas relativamente sencillos ayudan a lidiar con una gran masa de información, a unir las estadísticas con la cartografía y a emprender trabajos comparativos entre países. Las perspectivas vertiginosas de los sistemas informáticos tienen el riesgo, la oportunidad dirán algunos, de terminar en la 10

creación de modelos incomprensibles para lectores informados, pero no especializados. Ese es un escollo que se buscó evitar tanto en el seminario como en el libro. Estos cambios estructurales en América Latina constituyeron el telón de fondo del seminario que abordó el mismo tipo de elecciones, las presidenciales que son, por definición, las más nacionales que puede tener un sistema político, recurrió al uso de las mismas variables de estudio y apuntó a la uniformidad cartográfica para dar coherencia a esta obra colectiva, el primer Atlas electoral latinoamericano. El libro reúne textos sobre las elecciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, América central y México, además de una mirada de conjunto sobre estos procesos electorales. El primer artículo corresponde al investigador francés Yann Basset, candidato a doctor en el IHEAL, afincado en Colombia, donde dicta cátedra, y especialista en Argentina. Es el único texto que no corresponde al ciclo electoral 2005-2006 pero trata de la última elección presidencial argentina, ganada por Néstor Kirchner, en una competencia en la cual el radicalismo se hundió dejando la vía libre a las distintas corrientes del justicialismo,

representado por tres candidatos, lo que dejó una escena política y geográficamente fragmentada. A continuación, Salvador Romero Ballivián, doctor en sociología política, profesor universitario y presidente de la Corte Nacional Electoral de Bolivia, estudia la elección presidencial de 2005. Si bien la distribución del voto siguió líneas geográficas, sociales y políticas establecidas hace décadas, los resultados supusieron un profundo cambio por el triunfo con mayoría absoluta conseguido por Evo Morales, un resultado sin precedentes en el cuarto de siglo de la democracia boliviana. Luego, Cesar Romero Jacob, Dora Rodrigues Hees, Philippe Waniez y Violette Brustlein, catedráticos en universidades de Brasil y de Francia, especialistas de geografía electoral, abordan la reelección de Lula en Brasil. Casi conseguida en la primera vuelta, fue lograda en la segunda y tuvo como uno de los datos centrales el desplazamiento de las tierras que más apoyaron al Partido de los Trabajadores, de las regiones prósperas en 2002 a las áreas deprimidas en 2006. Por su parte, Stéphanie Alenda, doctora francesa en sociología y profesora en varias universidades chilenas, junto con el ingeniero Alexis Gutiérrez, consideran la victoria de Michelle Bachelet en la presidencial de Chile. Prestan una atención espe-

Atlas electoral latinoamericano cial a las líneas que dividen el sistema político en dos bloques de peso parecido aunque con una ventaja desde el retorno a la democracia para la Concertación, un caso sin equivalentes en el resto de América Latina. La presidencial colombiana es estudiada por Rodrigo Losada, Patricia Muñoz y Adriana Castro, profesores en la Universidad Javeriana con una vasta experiencia en estudios electorales. El enfoque resalta las razones que permitieron la reelección de Alvaro Uribe y la extensión de su electorado, a partir de las tierras conservadoras, hacia los antiguos territorios del Partido liberal, el gran vencido de los comicios. Hugo Picado, investigador costarricense, candidato al doctorado en la universidad de Salamanca, analiza la dinámica de la elección conquistada por Oscar Arias, una de las primeras en la región marcada por la estrechez de la diferencia entre los dos candidatos más votados. A continuación, Simón Pachano, uno de los profesores más destacados de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en la sede de Quito, investiga la presidencial ecuatoriana, ganada por Rafael Correa en la segunda vuelta, y su impacto sobre el sistema de partidos de esa nación. Carlos Vargas, sociólogo y funcionario de la ONPE, se dedica a las dos vueltas de la elección presidencial peruana,

finalmente ganada por Alan García. El autor subraya la oposición nítida en el comportamiento de las regiones y observa también las transferencias de sufragios que se produjeron entre la primera y la segunda vuelta. Termina el análisis de elecciones presidenciales el artículo de Willibald Sonnleitner, investigador francés que radica actualmente en Guatemala, donde trabaja para el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. El texto ofrece una mirada comparativa a los procesos electorales centroamericanos y presta una atención especial a los reñidos comicios mexicanos; si se ponen en evidencia dinámicas comunes también resaltan las especificidades de cada país. Cierra el libro el texto del director del IHEAL y conocido investigador francés sobre asuntos latinoamericanos, Georges Couffignal, que brinda una amplia perspectiva sobre las tendencias de fondo que dejan las más de diez elecciones presidenciales estudiadas previamente y establece puentes con la evolución política europea, en especial sobre la atracción que ejercen las formas más participativas de democracia. Con toda seguridad, el libro permite conocer los resortes de cada uno de los procesos nacionales y al mismo tiempo vislumbrar tendencias comunes en América Latina:

la reelección de candidatos o de organizaciones, en contraste con los años 1990, marcados por difíciles elecciones de salida para el oficialismo; el predominio de liderazgos críticos con el liberalismo económico y con el sistema de partidos, en especial en la zona andina; el desencanto con los candidatos ajenos al sistema partidario; una participación elevada o el desempeño correcto de los árbitros electorales. La edición del Atlas electoral latinoamericano ocupa un lugar singular en la bibliografía publicada por la Corte Nacional Electoral de Bolivia, confirma su convicción que la evolución política de cada uno de los países de la región no puede comprenderse sin referirse a un contexto más amplio, constituye un paso importante en la investigación comparada de las elecciones y en particular marca el inicio de una geografía electoral latinoamericana, cuyos frutos y alcances serán aún mayores con el transcurso del tiempo. Aquí queda colocado el primer eslabón.

La Paz, 23 de abril de 2007.

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Atlas electoral latinoamericano

La extraña victoria de Néstor Kirchner Yann Basset

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ste trabajo se propone dos objetivos. En primer lugar, realizaremos un análisis de las elecciones presidenciales argentinas de 2003. Aunque ya antiguos, estos comicios son particularmente interesantes dentro del contexto político-electoral argentino, en la medida en que el escenario bipartidista tradicional, que estructuró la escena política desde el principio de la época democrática, se desdibujó para dar paso a una escena mucho más fragmentada. De hecho, el candidato que llegó en primer lugar no alcanzó el cuarto de los votos válidos 1. Estos se repartieron entre cinco principales candidatos, de los cuales el último obtuvo apenas diez puntos porcentuales de retraso con respecto al primero. En esta perspectiva, esta ponencia intentará dar cuenta de la lógica de este proceso de fragmentación. En segundo lugar, buscaremos con este análisis ilustrar con un ejemplo las potencialidades del análisis cartográfico en materia electoral.

El contexto político Tal como lo advertíamos, la escena política argentina estuvo estructurada por un bipartidismo entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Justicialista (PJ) 2 desde la primera elección de Juan Domingo Perón a la presidencia de la República en 1946. A partir de 1983, fecha en la que se realizan las primeras elecciones presidenciales de la era de la transición democrática, y hasta 2003, este bipartidismo siempre se mantuvo en los tres cuartos del electorado para las elecciones presidenciales, con la única excepción de 1995. En esta oportunidad, se estrenó una tercera fuerza llamada Frente País Solidario (Frepaso), que agrupaba a disidentes de ambos partidos, aunque en mayor medida del PJ. Este último empezaba, en efecto, a conocer profundas divisiones internas en torno a las políticas económicas aplicadas por el presidente Carlos Menem desde su elección en 1989. Para resolver la crisis de hiperinflación

que azotaba en ese entonces al país, Menem no dudó en adoptar las recetas monetaristas restrictivas del recién estrenado “Consenso de Washington” e, incluso, en ir más allá de las recomendaciones de los organismos internacionales con la famosa ley de convertibilidad que limitaba la capacidad de emisión del Banco Central al crecimiento de las reservas en divisas 3. Las privatizaciones, la austeridad salarial, el recorte al gasto social público fueron interpretados por una parte del PJ como una traición a la herencia peronista. Estas

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Salvo indicaciones contrarias, los porcentajes que se mencionan en este texto fueron calculados en base a los votos válidos. Los datos son los resultados oficiales según el Ministerio del Interior de la República Argentina.

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Aclaremos que en este artículo, cuando hablamos de la UCR y del PJ, nos referimos a las organizaciones partidarias respectivas. Cuando utilizamos las nociones de radicalismo y peronismo (o justicialismo), nos referimos en cambio a nociones deducidas del puro análisis electoral como lo veremos a continuación. Esta precisión es muy importante para subrayar que no pretendemos definir estas últimas etiquetas en términos ideológicos o de organización partidarias (razón por la cual nos permitimos, por ejemplo, hablar de radicalismo para el voto a favor de Ricardo López Murphy o Elisa Carrió que se presentaban como “independientes”). El análisis cartográfico justificará esta elección metodológica a continuación.

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Este severo mecanismo se acuñó para mantener una paridad fija de un peso argentino por un dólar americano.

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discrepancias internas, junto con la personalidad controvertida del presidente Menem y su estilo de gobierno “decisionista”, poco afín a la utilización de los canales institucionales, provocaron muchas tensiones en el PJ que persistieron hasta 2003. La búsqueda de una segunda reelección por parte de Menem en 1999 provocó la reacción de los principales referentes del partido que le cerraron el paso para imponer la candidatura del ex Vicepresidente Eduardo Duhalde, más cercano a la línea tradicional del PJ. 14

Pero entre tanto, la UCR había logrado acercarse al Frepaso para formar la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, después de unas elecciones de 1995 particularmente desastrosas para el radicalismo. Esta Alianza, como sugiere su nombre, enfatizaba la necesidad de volver a dar la prioridad a la política social para atender los altos costos sociales que la Argentina había soportado a raíz del ajuste neoliberal. Sin embargo, su plataforma aparecía muy prudente en la medida en que no ponía en cuestión la

vigencia del llamado “modelo económico” implantado durante las administraciones de Carlos Menem. En particular, se comprometió en no tocar la ley de convertibilidad. Este perfil moderado fue confirmado por las elecciones internas de la coalición en vista a las presidenciales de 1999. El candidato de la UCR Fernando De la Rúa venció en esta ocasión a la candidata del Frepaso, Graciela Fernández Meijide, percibida generalmente como más progresista que su adversario. Muchos electores se inclinaron por la primera opción de manera estratégica con la idea de que De la Rúa tenía más oportunidades para alcanzar la victoria que su colega. Efectivamente, Fernando De la Rúa llegó a la presidencia de la República derrotando a Eduardo Duhalde en 1999. Sin embargo, la victoria de la Alianza tiene que ser matizada por el buen desempeño del PJ al nivel local, lo que tendrá una gran importancia para el curso de los acontecimientos futuros, tal como lo veremos. En particular, el PJ conservó la gobernación de la estratégica provincia de Buenos Aires. La llegada al poder de la Alianza generó muchas expectativas 4. Si la nueva mayoría 4

Para una síntesis del panorama político-electoral argentino de 1999 a 2001, véase Isidoro Cheresky y Jean-Michel Blanquer, 2003.

Atlas electoral latinoamericano se había guardado cuidadosamente de hacer grandes promesas sobre el plano económico y social, era interpretada por lo menos como un importante cambio en la forma de gobierno. Una década de “decisionismo” y estilo personal menemista había terminado en varios escándalos que empañaron la imagen de la dirigencia política. La demanda por una mayor participación política y a favor de que los gobernantes asumieran una responsabilidad más clara frente a sus electorados había sido determinante en el voto aliancista. Desgraciadamente, esta esperanza de un cambio de estilo se frustró rápidamente. La Alianza decepcionó en primer lugar sobre lo que había sido su principal tema de campaña. La promesa de moralización de la vida política y de mayor concertación y responsabilidad política se quedó en el limbo después del llamado escándalo de las “coimas del Senado”, durante el cual varios congresistas fueron acusados de vender sus votos a favor del gobierno. Este episodio desembocó en la espectacular renuncia del Vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez en el año 2000. Este último cuestionó duramente la inacción cómplice del Presidente sobre este tema. Siendo Álvarez el principal representante del Frepaso en el gobierno, su salida significó el

principio del desangre de la coalición gubernamental que se limitó rápidamente a un puñado de fieles del presidente, lo que implicó la vuelta a unas practicas de gobierno más personales que institucionales. Por otra parte, el gobierno aliancista se reveló incapaz de enfrentar la ola de crisis financieras que cayó sobre la región latinoamericana al final de los años 1990. Esto fue el detonante que demostró que la Alianza no tenía ningún programa claro en materia de política económica. El gobierno se aferró a la preservación del sistema de convertibilidad, negociando préstamos de “blindaje” con el Fondo Monetario Internacional, recortando todo lo que se podía recortar del gasto público, hasta llamar finalmente al Ministerio de Economía a Domingo Cavallo, antiguo ministro de Menem y padre de la ley de convertibilidad. Sin embargo, nada pudo detener la crisis financiera y el gobierno se encontró cada vez más aturdido frente a la evolución del índice de “riesgo país” calculado por las agencias internacionales de análisis financiero, y que jugó en esta época un papel de termómetro enloquecido que aterrorizaba la opinión pública. Así que muy rápidamente la crisis se trasladó al terreno político entre octubre y diciembre de 2001 (Cheresky, 2002).

La tremenda crisis de representación política que sufre Argentina, y que se tradujo en 2003 en la aparente desaparición del bipartidismo, ya se había hecho manifiesta durante las últimas elecciones nacionales, las legislativas de octubre de 2001, que fueron acompañadas de varias renovaciones de gobernaciones de provincias, y que señalaron también el principio de la crisis política. En esta oportunidad, los electores mandaron a la dirigencia política un claro mensaje de disconformidad, lo que se conoció como el “voto bronca” 5. Los dirigentes de la moribunda Alianza se presentaron en forma dispersa, buscando distanciarse de la imagen del gobierno. A pesar de esto, sufrieron una derrota asombrosa, perdiendo más de la mitad de los votos obtenidos en 1999, y la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Por su parte, el PJ se benefició escasamente del derrumbe de la coalición gubernamental. Si logró hacerse de una clara mayoría en el Congreso, lo hizo

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En esta ocasión, el voto blanco y el voto anulado (que consistió en transformar la papeleta en medio de expresión de rechazo o de burlas rabiosas al conjunto de los candidatos) llegaron a representar un cuarto de los votos emitidos, mientras que la abstención llegaba al nivel también inédito de un cuarto del electorado inscrito. Nivel particularmente alto en un país donde se supone que el voto es obligatorio. Sobre el tema del “voto bronca” de 2001, nos permitimos remitir a Basset, 2002.

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Corte Nacional Electoral con un nivel absoluto de votos muy bajo visto desde una perspectiva histórica. A pesar de la estrepitosa caída de las fuerzas de la ex Alianza en las urnas, el Presidente De la Rúa no se dio por aludido. Algunas voces provenientes tanto de la UCR como del PJ preconizaron un gobierno de unión para enfrentar la crisis financiera cada vez más apremiante, solución que fue rechazada por el primer mandatario, quien argumentó que el gobierno no había participado en los comicios de octubre ya que muy pocos candidatos se habían identificado con él. Dos meses más tarde, la decisión del gobierno de congelar los depósitos bancarios provocó una violenta reacción popular en Buenos Aires y la consiguiente renuncia del presidente radical Fernando De La Rúa en medio de saqueos. La Argentina entró entonces en un período de profunda inestabilidad. El Congreso, mayoritariamente peronista desde octubre, intentó sucesivamente el nombramiento de varios dirigentes suyos para ocupar la presidencia, pero que no lograron el respaldo necesario para mantenerse. Finalmente, la presidencia fue asumida por el jefe del peronismo de la provincia de Buenos Aires Eduardo Duhalde, a raíz de un acuerdo entre el PJ y la UCR de esta provincia. 16

Las candidaturas Duhalde asumió el mandato con un doble desafío, estabilizar el país hundido en una crisis generalizada y organizar las elecciones presidenciales de 2003. Obtuvo finalmente un relativo éxito en lo primero, pero lo último resultó mucho más complicado de lo esperado. Una de las grandes controversias que agitó la escena política argentina a lo largo del año 2002 se dio acerca del modo de organización de estas elecciones 6. La dificultad para llegar a un acuerdo sobre este tema evidenció el quiebre del sistema partidario tradicional y las luchas para controlar las condiciones de su reconstrucción en vista de las elecciones. La Alianza entre la UCR y el Frepaso que había permitido la victoria de Fernando De La Rúa en 1999, se había desmoronada incluso antes del estallido de diciembre de 2001. Los partidos que la conformaban fueron responsabilizados de la crisis por los electores o, por lo menos, de la incapacidad que manifestaron para enfrentarla. En este contexto, y en la perspectiva de las presidenciales de 2003, estos partidos estaban amenazados de una pura y llana desaparición que dejaba sólo en juego al otro miembro del bipartidismo argentino, el Partido Justicialista.

Pero éste también, a pesar de haber ganado las legislativas de 2001, había sufrido los estragos de la crisis. El hecho de encontrarse como la casi única organización política importante en pie alentó la antigua tendencia “movimientista” del PJ a funcionar como un sistema partidario por sí solo, y favoreció las divisiones. Al antiguo conflicto entre los dos máximos referentes del partido, el ex Presidente Carlos Menem, y el mandatario de entonces Eduardo Duhalde, se sumaron varias disidencias como las del gobernador de la provincia de San Luis, Adolfo Rodríguez Sáa, quien ocupó durante una semana la presidencia en diciembre de 2001, y la del gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner. En este juego interno al PJ, el presidente Duhalde asumió un papel decisivo, en la medida en que poseía los recursos institucionales para influir sobre las condiciones en las cuales se realizaron las elecciones. Su objetivo se enfocó en cerrarle el paso a su rival Carlos Menem. Este último pretendía aprovechar la situación de crisis para presentarse como el único salvador posible, recordando cómo du6

Entre los temas debatidos y que no podemos desarrollar suficientemente en el espacio de este artículo, mencionamos: el modo de escrutinio, la fecha de los comicios, la oportunidad de organizar internas partidarias, la forma de las mismas, etc. Para un análisis más detallado del contexto en el cuál se dan las elecciones de 2003, véase Cheresky, 2004.

Atlas electoral latinoamericano rante su primer mandato había logrado dominar la crisis de hiperinflación que aquejaba el país gracias a una gestión enérgica. La candidatura de Menem cobró fuerzas a lo largo del año 2002. Fue bien acogida en los sectores financieros que recordaban la “edad de oro” de su primer gobierno, pero también por sectores populares peronistas que le fueron siempre fieles, y a los cuales prometía ahora una mayor atención para compensar los efectos sociales de la crisis. No obstante, Menem era también el candidato que generaba mayor rechazo en las encuestas de opinión pública. Muchos lo responsabilizaban por el “modelo” de la convertibilidad que había llevado finalmente el país al abismo. En este contexto, la estrategia de Menem se enfocó en la conquista de la investidura del PJ en el cual el ex Presidente esperaba encontrar el apoyo de una buena parte de la maquinaria. La realización de elecciones internas fue por lo tanto objeto de un pulso entre Duhalde y Menem. El primero pretendía imponer internas abiertas, contando sobre la gran resistencia que generaba la figura de Menem en el electorado independiente. Este último, en cambio, quiso limitar las internas a los militantes, confiando en su capacidad de controlar la mayoría de las bases del partido.

Finalmente, la idea de organizar elecciones primarias fue abandonada por el Presidente Duhalde que hizo cambiar la ley que imponía las internas partidarias. Por otra parte, fijó la fecha de las elecciones presidenciales para el primer semestre de 2003, trastornando así el calendario tradicional que fijaba las elecciones locales antes de la presidencial. Esta maniobra dejaba abierta la posibilidad de una reunificación del PJ después de las presidenciales, detrás del candidato presidencial vencedor. Con este cambio, Duhalde transformaba de hecho los comicios presidenciales en una suerte de internas encubiertas del justicialismo. Así determinado el calendario, Duhalde se dedicó a suscitar la candidatura de un adversario capaz de derrotar a Menem en el electorado peronista. Él mismo había anunciado poco después de su investidura que no competiría en las elecciones presidenciales. Su preferencia se fijó sucesivamente sobre Carlos Reuteman, gobernador de la provincia de Santa Fe, y José Manuel de la Sota, gobernador de Córdoba. Sin embargo, el primero rechazó la candidatura, y el segundo apareció rápidamente rezagado en las encuestas. Finalmente, Duhalde decidió apoyar a Néstor Kirchner, gobernador de

la provincia sureña de Santa Cruz. Este último se había presentado como outsider en una eventual interna peronista, buscando hacerse el vocero de los movimientos sociales y del inconformismo frente al “modelo” económico. Aunque no figuraba dentro de los favoritos, Kirchner había registrado una subida modesta pero significativa en las encuestas que decidieron el Presidente. El apoyo de Duhalde permitió que la candidatura de Kirchner apareciera del día a la mañana como una de las mejores opciones. Se tradujo, en efecto, en el aporte de recursos del Estado, en el apoyo del poderoso aparato del PJ de la provincia de Buenos Aires, y finalmente, en una credibilidad que la catapultaba como la principal alternativa a Menem. La tercera candidatura peronista fue la de Rodríguez Sáa, que se presentó desde el principio por fuera de las estructuras partidistas, arguyendo la falta de garantía para concurrir en las eventuales internas. La verdad es que el ex gobernador de la provincia de San Luis, y fugazmente presidente de la República durante el mes de diciembre de 2001, carecía de apoyos en las estructuras del PJ. La candidatura de Rodríguez Sáa obedecía sobre todo a la popularidad que le había traído el hecho de declarar la moratoria de la deuda externa del 17

Corte Nacional Electoral país durante su paso por la Casa Rosada. Su estrategia consistía en la construcción de un movimiento “nacional y popular”, fórmula clásica para designar las tentativas de armar movimientos de unión entre peronismo y radicalismo. De hecho, Rodríguez Sáa adoptó a un dirigente de la UCR disidente como compañero de formula. Un tiempo favorecido por las encuestas, Rodríguez Sáa fue relegado al final de la campaña en la cola del pelotón. Por fuera de los dos partidos tradicionales, se armaron dos alternativas. La más antiguamente constituida era Alternativa para una República de Iguales (ARI), partido fundado por la Diputada Elisa Carrió, quien se había separado tempranamente de la Alianza, denunciando varios casos de corrupción y el rumbo político cada vez más conservador del gobierno De La Rúa. Esta trayectoria le ofreció una buena posibilidad de canalizar el voto protesta. La otra fue la organización rápida en la víspera de las elecciones del Movimiento Recrear, de Ricardo López Murphy. Este último había sido brevemente Ministro de Economía del gobierno de la Alianza, pero había tenido que renunciar frente a las protestas que generaron su ortodoxo plan de rigor que incluía fuertes recortes salariales 18

en la función pública. López Murphy había, no obstante, dejado la imagen de un funcionario serio y riguroso, decidido a luchar contra la corrupción y los intereses corporativos incrustados en las estructuras del Estado. A pocas semanas del escrutinio, la candidatura de López creció de manera sustancial en las encuestas, a tal punto que parecía por un momento en condiciones de mantenerse para la segunda vuelta. Así, ambas personalidades se presentaron con la idea de ocupar el vacío dejado por la Alianza frente al PJ. Es decir que al nivel electoral, estas dos propuestas intentaban ubicarse como herederas del radicalismo, pero marcando distancia sobre el plano ideológico con el gobierno de De la Rúa. La escena política se fragmentaba entonces entre varias opciones justicialistas y dos alternativas más que buscaban representar la centro derecha (López Murphy) y la centro izquierda (Carrió). Hasta las últimas semanas, las encuestas mostraron que cada uno de estos candidatos podía ganar, las intenciones de votos llegaron a niveles comparables para todos. Frente a ellos, el candidato de la UCR, Leopoldo Moreau, apareció claramente distanciado, perjudicado por la herencia de la experiencia de

la Alianza, y además, por un proceso laborioso de selección en elecciones primarias que dejó en claro las divisiones del viejo partido. Las otras formulas propuestas corresponden a pequeñas agrupaciones tradicionales o a nuevas organizaciones que se habían articulado al calor de la protesta popular de los años 2001 y 2002. La incertidumbre complicó considerablemente las estrategias de los candidatos, particularmente las de los candidatos justicialistas que buscaron ganarse el apoyo de las personalidades del partido. Así, aunque el PJ haya aparecido como el único partido importante sobreviviente, esta misma postura terminó debilitándole ya que la división entre varios candidatos se volvió irremediable, a falta de un adversario que representase una real amenaza para su hegemonía. La batalla de los candidatos de este partido para atribuirse una exclusiva legitimidad peronista frente a los otros dominó la escena política del año previo a las elecciones, y consistió en una verdadera cacería de los apoyos de gobernadores e intendentes (jefes de gobiernos municipales). En este contexto, el PJ se dividió entre sus candidatos quienes representaban sensibilidades diferentes, y en muchos aspectos

Atlas electoral latinoamericano opuestas. Menem fue percibido como el retorno al modelo neoliberal y monetarista que había asegurado la estabilidad económica del país en los años 1990, aunque su discurso de campaña haya buscado en un momento suavizar esta imagen. Frente a él, Kirchner intentó desarrollar la línea del Presidente Duhalde, que pretendía articular una alianza más heterodoxa entre “fuerzas productivas” para lograr ubicar el mercado interno en el centro de las preocupaciones y abandonar la alianza con el sector financiero de los años Menem. Finalmente, Adolfo Rodríguez Sáa intentó posicionarse en la más pura tradición peronista, buscando formar un nuevo “Movimiento Nacional y Popular” incluyente, y con contornos inciertos. Así, una mirada superficial podría llevarnos a analizar la fragmentación de los dos bandos tradicionales en tres partes según una línea ideológica. Menem y López Murphy representarían la derecha, respectivamente del peronismo y del radicalismo, Kirchner y Carrió la izquierda, y finalmente Rodríguez Sáa y Moreau buscarían revivir la identidad tradicional de ambos. Veremos que el análisis cartográfico de los resultados nos lleva a conclusiones muy distintas, sobre todo en el caso del peronismo.

Resultados generales de la primera vuelta Finalmente, de esta compleja mezcla de primera vuelta y de interna peronista encubierta salió el resultado que sintetizamos en el Cuadro 1. Lo primero que cabe destacar es una cierta vuelta a la normalidad en cuanto a la par-

ticipación y al voto blanco y nulo. Aunque varias organizaciones pretendieron impulsar una reedición del voto bronca de 2001, este afán fue claramente frustrado 7. Aunque la taza de abstención no haya bajado al nivel de 7

Fue particularmente el caso del Diputado Luis Zamora, líder de la organización Autodeterminación y Libertad, que en las legislativas de 2001 había obtenido un interesante resultado de 7,17% a nivel nacional.

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Corte Nacional Electoral las últimas elecciones presidenciales (17,72% en 1999), pierde casi tres puntos con respecto a las legislativas de 2001 para ubicarse a menos de 22%. Sobre todo el voto blanco y nulo volvió a ser una expresión marginal. Los resultados destacaron a Menem y Kirchner, quienes se distanciaron de sus adversarios en más de cinco puntos; siendo la diferencia entre ellos de sólo dos puntos. Los dos candidatos justicialistas hubieran tenido entonces que disputar la segunda vuelta. Para Menem esta victoria con el 23,79% aparece paradójicamente como un resultado muy decepcionante, ya que el candidato, a pesar de las encuestas, insistió hasta muy poco antes del escrutinio en proclamar que ganaría en la primera vuelta. Finalmente, la realidad resultó muy diferente a este pronóstico. Como si eso fuera poco, la fuerte polarización que generaba la figura del ex Presidente permitía pronosticar ya antes de la primera encuesta sobre la segunda vuelta que Menem no podría atraer muchos más electores de los que ya habían votado por él en la primera vuelta. Por eso, el segundo lugar de Néstor Kirchner con 21,64% lo ubicaba en condiciones mucho más favorables en la perspectiva de la segunda vuelta. Una semana antes del comicio, las encuestas toda20

vía vacilaban entre él y López Murphy para determinar quién disputaría el ballotage contra Menem. Desde este punto de vista, Kirchner logró sobrepasar claramente a su adversario del Movimiento Recrear, e incluso acercarse bastante a Menem. Así, por las razones anteriormente evocadas y por las anticipaciones sobre el pronunciamiento de los otros candidatos a su favor para la segunda vuelta, Kirchner aparecía en la noche del 27 de abril como el verdadero vencedor del escrutinio. Aunque López Murphy no hubiera logrado imponerse en la segunda vuelta como anunciaron algunas encuestas en la última etapa de la campaña, su tercer puesto impuso su Movimiento Recrear como la mayor fuerza de oposición al PJ. Teniendo en cuenta la aparición tardía de este partido, esto no dejaba de ser un claro éxito. Además, su neta victoria en la capital federal (25,33%, contra 19,46% a Carrió, quien llegó segunda), y su buen desempeño en varios distritos tradicionalmente radicales (Córdoba por ejemplo), le permitió posicionarse en el lugar anteriormente ocupado por la Alianza, y tal vez pensar en reagrupar algunos referentes del radicalismo alrededor de su movimiento. Sin embargo, tuvo que compartir esta perspectiva con el ARI de Elisa Carrió.

Aunque Rodríguez Sáa y Carrió obtuvieron resultados muy parejos 8, las consecuencias inmediatas eran distintas para ambos. Para Carrió, este 13,67% consolidaba el ARI como una organización política que contaría en el nuevo mapa político argentino, mientras que para Rodríguez Sáa, un resultado apenas superior indicaba que no había sido capaz de terciar de manera convincente en la interna justicialista encubierta, cuando algunos meses antes del escrutinio, las encuestas le daban una buena posibilidad de llegar al primer puesto. Esto debilitaba el movimiento heterogéneo que había armado Rodríguez Sáa y lo obligaba a acercarse de nuevo al aparato del partido justicialista, del cual apareció cada vez más distante y crítico en su campaña. Finalmente, Leopoldo Moreau no pudo hacer mucho para limitar la derrota histórica de la UCR, llegando solamente a 2,27% de los votos. Con este resultado, el porvenir del partido más antiguo de Argentina se veía muy sombrío. Aunque la UCR conservaba algún peso en varias provincias, las elecciones presidenciales pusieron en evi8

En un primer momento, los resultados provisionales del Ministerio del Interior dieron a Elisa Carrió por delante de Rodríguez Sáa. En los resultados definitivos el último sobrepasa finalmente a su adversaria por poco más de 12.000 votos.

Atlas electoral latinoamericano dencia su carencia de referentes nacionales después de la experiencia de la Alianza.

Mapa 1 Distribución del electorado

Cartografía electoral de la primera vuelta Para una buena comprensión del análisis cartográfico, conviene recordar algunos elementos sobre la geografía humana argentina. El mapa del electorado (Mapa 1)* refleja una distribución muy desigual de la población argentina. Más de un tercio de los 25 millones de electores argentinos se concentra en una sola provincia, la de Buenos Aires. Si se les añade los electores de la Capital Federal (que constituye un distrito aparte), llegamos casi a la mitad del electorado. El resto se reparte entre las 22 otras provincias, algunas de las cuales tienen un peso demográfico francamente marginal, particularmente en el sur del país. En el mapa, los círculos representan el tamaño del electorado por municipios. Para una mejor legibilidad del mapa, hemos vaciado los círculos que representan más de 500.000 electores que corresponden a las tres mayores ciudades: la capital, Córdoba y Rosario, en la provincia de Santa Fe. Esto permite evidenciar también una fuerte concentración de población alrededor de la ciudad de Buenos Aires, electorado que perte-

nece administrativamente a la provincia del mismo nombre, y no a la Capital Federal. La población con necesidades básicas insatisfechas, según el censo de 2001, nos da una idea de las diferencias territoriales al nivel de desarrollo. Constatamos que la parte menos desarrollada del país corresponde a las pequeñas provincias norteñas, y en menor medida, a las zonas rurales de

las provincias sureñas de Neuquén, Chubut, y Río Negro. La comparación con el mapa anterior nos sugiere cierta correlación inversa entre el nivel de urbanización y las necesidades básicas insatisfechas. Así, las zonas más desarrolladas corresponden *

Nota de los editores: Por razones de espacio no ha sido posible insertar todos los mapas contenidos en el original de este estudio. Se han seleccionado aquellos relacionados de manera más directa con los resultados electorales.

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Mapa 2 La abstención en las elecciones presidenciales de 2003

a las provincias más pobladas del centro del país (Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba), aunque podemos observar niveles relativamente altos de NBI en el conurbano de Buenos Aires. En primer lugar, una mirada al mapa de la abstención (Mapa 2) nos permite observar que las zonas más desarrolladas y pobladas son las que más participaron en el 22

escrutinio de 2003, mientras que las mayores tasas de abstención se concentran en las provincias norteñas menos desarrolladas, particularmente en sus partes rurales. Esta distribución es conforme a la tradición del país, y de hecho, de muchos países. Sin embargo, es importante observar que desde este punto de vista, las elecciones de 2003 significan una cierta “vuelta a la norma-

lidad” con respecto a 2001. En esta ocasión, el alza de la abstención se había registrado principalmente en las grandes provincias centrales, más desarrolladas e integradas a la vida política nacional, lo que demostraba el sentido político de inconformidad que manifestaba esta abstención atípica. Así, los comicios de 2003 fueron la ocasión de cierta removilización electoral 9. El voto blanco (Mapa 3) y el voto nulo también vuelven a un patrón más tradicional después del “voto bronca” de 2001, tanto por sus niveles nacionales como por sus reparticiones geográficas. La única cosa que cabe destacar es el nivel alto de voto blanco en la provincia de La Rioja. Una explicación posible al respecto es la fuerte hegemonía del menemismo en la provincia de origen del ex Presidente, que podría haber empujado sus opositores a votar en blanco por no percibir alternativas claras desde el ambiente político de la provincia. En general, el voto positivo volvió a ser masivamente mayoritario, particularmente en las provincias del norte y el sur, lo que nos confirma que el voto negativo (blanco o 9

Hay que precisar sin embargo que las elecciones de 2001 eran legislativas y locales, dos tipos de escrutinios que tradicionalmente movilizan un poco menos que la presidencial.

Atlas electoral latinoamericano nulo) es en general una forma de expresión más típica de las grandes provincias centrales, salvo fenómenos locales particulares. Una primera mirada a los resultados muestra la amplitud territorial de la victoria de los tres candidatos peronistas. Una primera mirada a los resultados muestra la amplitud territorial de la victoria de los tres candidatos peronistas (Mapa 4). Ellos se reparten la victoria en todos los municipios del país salvo en las cuatro provincias más pobladas. Estas últimas aparecen disputadas entre los cinco mayores candidatos. Sin embargo, este tipo de mapa es muy engañoso, ya que si López Murphy y Carrió ganan en muy pocos municipios, lo hacen en distritos muy poblados. El primero gana en la ciudad de Buenos Aires y la segunda en Rosario. En cuanto a la repartición entre los tres peronistas, el país se divide según una clara lógica norte-sur. El riojano Menem gana en la gran mayoría de los municipios del norte y el patagón Kirchner en los del sur. Pero una mirada más atenta nos muestra que Kirchner también gana en el conurbano de Buenos Aires, donde contribuyó el aporte del aparato duhaldista. Esta fue la clave que le permitió alcanzar un nivel de voto cercano a su rival. En cuanto a Rodríguez Sáa, triunfa en los municipios de

Mapa 3 El voto blanco en las presidenciales de 2003

su provincia de San Luis con buena proyección en las provincias vecinas de Mendoza, Córdoba, y La Pampa. Este mapa nos muestra entonces una línea de repartición de los votos según una lógica claramente identificable geográficamente entre los tres candidatos peronistas, lo que parece ir en contra de la lógica de fragmentación según líneas ideológicas que evocábamos más arriba.

Esto tiene que ser precisado. Una mirada más atenta a la cartografía electoral de esta primera vuelta hace aparecer más nítidamente la división geográfica en el peronismo. Si comparamos la distribución geográfica del voto de los tres candidatos de 2003 con la del partido en las dos elecciones presidenciales anteriores, encontramos que tradicionalmente, si los votos justicialistas 23

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Mapa 4 Candidato vencedor por municipio en las presidenciales de 2003

son obviamente más fuertes en términos absolutos en las grandes provincias centrales, son más fuertes en términos relativos en las provincias norteñas. En 2003, Menem es el único en mantener un patrón geográfico cercano a esta tradición electoral del peronismo. Sin embargo, el Mapa 5 nos muestra que tal como lo señalábamos, en el conurbano de Buenos 24

Aires, no consiguió alcanzar el nivel votación esperable de un candidato peronista. Kirchner en cambio arrasó en el sur pero esto le aporta pocos votos en términos absolutos. El buen desempeño de Kirchner se debe a la votación alcanzada en el gran Buenos Aires esencialmente. En el norte, la candidatura de Kirchner es muy débil relativamente a lo que se podría es-

perar de un candidato peronista (Mapa 6). Sin embargo, existen tres excepciones que destaca el mapa del porcentaje alcanzado por el candidato, y que el mapa de ganadores por municipio no nos permitía apreciar correctamente. Las provincias de Formosa, Jujuy, y Santiago del Estero otorgaron un voto importante al candidato sureño. Este elemento sorprendente matiza la división norte-sur que evocábamos más arriba. Rodríguez Sáa en fin, ostenta una curiosa distribución de sus votos según un eje central que atraviesa el país de Mendoza a Buenos Aires. Sus votos son casi inexistentes en el resto del país. El mapa porcentual nos precisa que se concentran de manera muy fuerte en su provincia de San Luis, a partir de la cual su candidatura irradia en las provincias vecinas hasta la provincia de Buenos Aires. Así, la candidatura de Rodríguez Sáa aparece claramente como un fenómeno localizado (Mapa 7). El panorama es muy distinto para la vertiente radical del antiguo bipartidismo. El radicalismo ha tenido una implantación territorial menos clara que el peronismo. Aparece más fluctuante, y más vinculado a los grandes centros urbanos de las provincias centrales, aunque algunas provincias como

Atlas electoral latinoamericano el Chaco, Chubut, Entre Ríos, o Río Negro suelen ofrecer buenos resultados para el radicalismo. Es precisamente este espacio más volátil el que se disputaron López Murphy y Carrió. Las votaciones de ambos se concentran sobre las provincias centrales, y muy particularmente sobre Buenos Aires, Córdoba (sobre todo para López Murphy) y Rosario (sobre todo para Carrió). Aparecen bastante débiles en el resto del país, salvo Entre Ríos, Neuquén y Mendoza (Mapas 8 y 9). Al contrario, la candidatura de Moreau resiste mejor en las provincias pequeñas con alguna afinidad histórica con el radicalismo. Así, Moreau obtiene más votos en la capital del Chaco que en la ciudad de Buenos Aires. El electorado de las grandes ciudades desertó en masa de la UCR para reportarse sobre López o Carrió. Por lo tanto, la candidatura de Moreau puede ser interpretada como una candidatura de aparato (aunque de un aparato muy golpeado). En cambio, López y Carrió captaron un voto urbano más volátil probablemente más sensible a las variaciones de la opinión pública y más integrado a la vida política. De hecho, existe una correlación inversa significativa entre el voto por estos dos candidatos y el nivel de NBI municipal (-0.57 y

Mapa 5 El voto Menem en las presidenciales de 2003 (porcentaje)

-0.58 respectivamente). Esto tiende a verificar nuestra hipótesis de un reparto del voto según líneas ideológicas en el caso del radicalismo, o más precisamente, de López y Carrió, aunque necesitaríamos caracterizar más detalladamente sus electorados respectivos y sobre todo, diferenciarlos el uno del otro para llegar a conclusiones más sólidas sobre este punto.

Antes de volver al caso del peronismo, concluyamos el análisis cartográfico retomando el postulado que habíamos anunciado al principio de este trabajo en el sentido de que podíamos agrupar las seis candidaturas en dos bloques (peronismo y radicalismo) correspondiente a dos nociones con sentido en el ámbito puramente electoral. Si adicionamos los votos de 25

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Mapa 6 El voto Kirchner en las presidenciales de 2003 (porcentaje)

Menem, Kirchner y Rodríguez Sáa por un lado, y López Murphy, Carrió y Moreau por el otro volvemos a observar un patrón de implantación geográfico bastante cercano al peronismo y el radicalismo de las elecciones anteriores (Mapas 10 y 11). Esta persistencia se corrobora con los coeficientes de correlación como se aprecia en las tablas 1 y 2: 26

Queda así demostrado que radicalismo y peronismo siguen siendo nociones pertinentes sobre el plano del análisis electoral en estas elecciones a pesar de la fragmentación de los dos bloques. Esto matiza la idea de un derrumbe del bipartidismo. Sin embargo, no basta para confirmarla del todo. Estos valores electorales sólo se materializan en la medida en que existe un aparato nacional que los movilicen en las urnas. En esta perspectiva es fundamental entender la lógica de fragmentación de ambos bloques en 2003 para evaluar la posibilidad de sus rearticulaciones o desapariciones. Interpretación del fraccionamiento del bipartidismo Como vimos, la tendencia ideológica no fue la única línea de división en el caso del pe-

Atlas electoral latinoamericano ronismo, tuvo también un papel decisivo la lógica territorial. La explicación radica en el peso que adquirió la estructura del PJ y, particularmente, los gobernadores de provincias a raíz de la crisis de 2001. El empobrecimiento súbito de la población argentina hizo que en el momento de la elección, un 20% de la población dependiera de la ayuda social para sobrevivir, contra solamente 1% al principio de la crisis 10. Así, se generaron o ampliaron redes clientelistas manejadas en gran parte al nivel provincial o local. El PJ estuvo en posición de controlar esas redes por su fuerte implantación local y provincial, y también por la tradición que tiene este partido en la materia 11. Más allá de este aspecto clientelista, la crisis de confianza de la cual fueron víctimas los dirigentes políticos nacionales permitió a la elite política provincial y local sustituirlos en varios casos como referentes políticos centrales de una parte de la población. Este proceso de provincialización que afectó los grandes partidos tradicionales es una de las grandes claves de estas elecciones, y explica que el PJ particularmente (que controla la mayor parte de las provincias) no se comportó como un partido, sino como una especie de federación de partidos provinciales. Los dirigentes provin-

Mapa 7 El voto Rodríguez Sáa en las presidenciales de 2003 (porcentaje)

ciales y locales del justicialismo adquirieron un peso estratégico muy importante para dirimir la interna peronista que se disimulaba en la primera vuelta 12. Como ya lo hemos notado, los tres candidatos justicialistas se empeñaron a lo largo del año 2002 en ganar el apoyo de los gobernadores de provincia y de los intendentes de municipios de importancia como en

la provincia de Buenos Aires. Los resultados se visualizan en los mapas. En este juego, 10 Véase la nota de análisis de Rosendo Fraga, “La persistencia del peronismo” (30 de abril de 2003), en el sitio http:// www.nuevamayoria.com 11 Para un estudio muy ilustrativo del clientelismo del PJ en el Gran Buenos Aires, véase Javier Auyero, 1999. 12 Este resultado viene a amplificar bajo el efecto de la crisis la tendencia, destacable desde el principio de los años 1990, a un mayor protagonismo del nivel provincial en el sistema político-electoral argentino en detrimento del nivel nacional, bajo el efecto conjugado de las reformas neoliberales y de descentralización. El federalismo argentino ha evolucionado en una dirección centrífuga. Véase Cherny y Vommaro, 2004.

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Mapa 8 El voto López Murphy en las presidenciales de 2003 (porcentaje)

Menem contaba con el apoyo antiguo de varios gobernadores, particularmente de las provincias del norte del país, y Kirchner podía apoyarse en algunos colegas de las provincias de Patagonia, y sobre todo, sobre los gobernadores e intendentes cercanos al duhalismo, que controlaba el aparato de la importante provincia de Buenos Aires. Rodríguez Saá por su parte quedaba desfavo28

recido en este juego, ya que sólo controlaba su pequeña provincia de San Luis, y no tenía la influencia suficiente dentro de las estructuras partidarias para obtener apoyos. Tuvo entonces que buscar alianzas por fuera del PJ. Así, en el caso de los justicialistas, los tres mapas aparecen como complementarios y muestran grandes disparidades. Una mirada rápida haría resaltar que los votos de Menem

se concentran en el norte, los de Kirchner en el sur, y los de Rodríguez Sáa en el centro-oeste del país, en coherencia con el origen de los candidatos. Sin embargo, como lo hemos anotado, existen excepciones muy significativas. Así Menem logra sus mejores resultados dentro de las provincias del sur en Neuquén y La Pampa, precisamente las dos provincias sureñas cuyos gobernadores apoyaron a Menem. Al contrario, Kirchner gana en el norte en Jujuy y Formosa, cuyos gobernadores lo apoyaron, mientras que realiza una elección generalmente pobre en las otras provincias norteñas. La adecuación entre el apoyo del gobernador y el voto de la provincia para tal o cual candidato aparece con pocas excepciones en el Cuadro 2, por lo menos en los casos en que los gobernadores son peronistas (y por lo tanto susceptibles de hacer valer su opinión en el marco de la interna encubierta del justicialismo). En el Cuadro 2, las líneas subrayadas en gris claro corresponden a las provincias en las cuales existe adecuación entre la preferencia manifestada por el gobernador peronista en cuanto a la elección presidencial y el candidato presidencial peronista que finalmente resultó vencedor en la provincia. Las líneas en gris oscuro corresponden al contrario a

Atlas electoral latinoamericano provincias en las cuales los electores no siguieron las consignas de voto del gobernador peronista en las presidenciales. Finalmente las líneas en blanco corresponden a provincias en las cuales el gobernador no jugó un papel claro en la interna peronista encubierta en la primera vuelta de la presidencial, sea porque no era peronista, sea porque siendo peronista, no expresó una preferencia por algún candidato presidencial. Si resumimos la información de este cuadro, constatamos que sobre 24 provincias, 14 son gobernadas por el PJ. Sobre estos 14 gobernadores, ocho apoyaron a Kirchner, tres a Menem, y uno a Rodríguez Saá, mientras que dos se quedaron “prescindentes”. Ahora, si miramos la coherencia de los resultados con estos apoyos, constatamos que Rodríguez Sáa resultó ganador en la provincia de la única gobernadora del PJ quien lo apoyó (de la cual él mismo fue gobernador durante mucho tiempo), que Menem ganó también en las tres provincias cuyos gobernadores justicialistas lo apoyaron, y que Kirchner ganó en cinco de las ocho provincias en que el gobernador lo apoyó. Existen entonces solamente tres excepciones en las cuales un gobernador peronista no fue seguido por los electores

Mapa 9 El voto Carrió en las presidenciales de 2003 (porcentaje)

en su apoyo 13. Se trata de las provincias norteñas de Misiones, Santiago del Estero y Tucumán. La renuencia del electorado a seguir las preferencias del gobernador en estos casos se explica por el hecho de que las provincias del norte han sido particularmente adversas al patagón Kirchner, quien aparecía ahí como un casi desconocido. Al contrario, la formula Menem-Romero (am-

bos ex gobernadores de provincias norteñas) “jugaba en casa”. Aun así, la jugada del gobernador y del PJ local a favor de Kirchner pudo revertir esta desventaja en las provincias norteñas 13 Podríamos añadir también el caso de Neuquén, donde el gobernador del Movimiento Popular Neuquino apoyó a Carlos Menem, y donde Kirchner resultó ganador en la primera vuelta. Sin embargo, el apoyo de Jorge Sobisch a Menem era “a título personal” y venía de otro partido diferente al PJ (el PJ local siendo más afín a Kirchner).

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Mapa 10 Los candidatos peronistas sumados en 2003 (porcentaje)

de Formosa y Jujuy. En nuestras tres excepciones, el aparato justicialista pareció demasiado dividido para lograrlo. Así, en Tucumán por ejemplo, si el gobernador apoyó a Kirchner, el vicegobernador apoyó a Menem; en Misiones, el sorpresivo apoyo del gobernador Miranda, considerado como menemista, a Kirchner fue bastante contestado, y por fin, el fracaso de los espo30

sos Juárez en forzar la victoria de Kirchner en Santiago del Estero se explica por las tensiones en el PJ local y la confrontación de los dos viejos caudillos 14. Así el juego de alianzas territoriales dentro del PJ resultó muy importante para diseñar mapas mucho más heterogéneos que en el caso de López Murphy y Carrió. En efecto, en los mapas de los tres candidatos justicia-

listas, la lógica provincial aparece claramente. Los tres mapas se parecen a tres piezas de un mismo rompecabezas, o más precisamente, a un rompecabezas de 24 piezas (las provincias) que se hubieran repartido los tres candidatos peronistas. En otras palabras, la lógica provincial en la repartición de los votos entre los tres candidatos justicialistas aparece de manera muy fuerte. Por ejemplo, si tomamos el caso de dos provincias norteñas vecinas y sociológicamente bastante parecidas, Salta y Jujuy, uno constata que en la primera, Menem gana con muy amplio margen (43,69% contra 18,95% para López Murphy, su competidor más votado, y 12,87% para Kirchner, su competidor justicialista más votado). En cambio, Kirchner obtuvo una contundente victoria en Jujuy (41,14% frente a 18,03% para Menem quien llegó segundo). La lógica provincial aparece también en el caso de Moreau, el candidato de la UCR, quien obtuvo sus escasos votos esencialmente en las provincias controladas por la UCR (Chaco, Chubut, Catamarca y Río Negro), y generalmente, en los municipios más rurales. 14 Carlos Juárez y su esposa Mercedes “Nina” Aragonés gobiernan celosamente la provincia desde hace 50 años, pero últimamente, la destitución del gobernador por orden del caudillo para instalar a “Nina” en la gobernación generó muchos revueltos en el PJ santiagueño.

Atlas electoral latinoamericano

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Mapa 11 Los candidatos “radicales” sumados en 2003 (porcentaje)

Así las cartas no se distribuyeron al azar. Todo esto demuestra el peso que tuvo la estructura partidaria provincial en estas elecciones. Existió un claro proceso de ajuste entre la posición del gobernador y el de “sus” electores a favor de algún candidato. Esto no significa, sin embargo, que los gobernadores estuvieran en posición de apoyar a cualquiera de los candidatos y conse32

guir así que los electores de sus provincias les siguieran en su elección. Tuvieron también que fijar una posición tomando en cuenta las encuestas para la primera vuelta, y tal vez, para los más osados los pronósticos sobre la segunda. La dificultad de este cálculo explica que muchas personalidades, entre las cuales se encuentran los gobernadores de las importantes provincias de

Córdoba y Santa Fe, se hayan mantenido “prescindentes” en la controversia. Las tres excepciones mencionadas más arriba muestran que el apoyo del gobernador provincial no bastó para cambiar totalmente las tendencias del electorado de su provincia, pero resulta claro que este elemento tuvo un peso importante. Esta movilización pasó por las redes clientelares del PJ local (en menor proporción de la UCR en el caso de Moreau) y por el apoyo propio al gobernador. En definitiva, lo atípico de estas elecciones se resume a una movilización “desde abajo” que contrasta con la lógica de movilización “desde arriba” de las elecciones presidenciales pasadas. El escenario nacional se desdibujó y dejó paso a un juego de alianzas entre aparatos y personalidades de provincia. En la medida en que la Argentina sale de la crisis, podemos pensar que entró en un período de reconstrucción de la escena política nacional cuya primera etapa se jugó con las elecciones provinciales del fin de 2003, y que entrará en su paroxismo con las próximas elecciones presidenciales. La baja de Menem Teniendo en mente estos elementos, podemos volver a los resultados inmediatos

Atlas electoral latinoamericano de las elecciones de 2003. Muchos analistas especularon sobre las razones de la baja de Menem. A pesar de las perspectivas claramente adversas para la segunda vuelta, la renuncia del ex presidente desconcertó bastante. Además del miedo a una derrota anunciada, cabe destacar otro elemento importante para explicar el abandono de Menem: las presiones de los gobernadores menemistas. Asumiendo que las posibilidades de su candidato para la segunda vuelta eran casi nulas, ellos se encontraron en una posición difícil en víspera a las elecciones a gobernadores que venían. Para asegurar su reelección, ellos necesitaban acercarse lo más antes posible al nuevo poder central, y sobre todo, no aparecer en el campo de los vencidos a pocos meses de los comicios que pondrían en juego sus propios futuros. Ahí aparecieron todas las contradicciones de un partido con dos candidatos propios a la segunda vuelta de una elección presidencial. Quien fuera el vencedor, el PJ iba a tener que reagruparse detrás de él. La asimetría entre las posibilidades de ambos candidatos no hizo más que acelerar este proceso. Así no valía la pena pelear para una derrota segura si uno podía aparecer en el campo de los vencedores.

Esto fue la idea que presidió a la actitud de Rubén Marín, gobernador de La Pampa; Angel Maza, gobernador de La Rioja, y Juan Carlos Romero, candidato a la Vicepresidencia con Menem que buscaba ocupar de nuevo la Gobernación de Salta tras las presidenciales 15. Mientras sus colaboradores más cercanos lo instaban a pelear hasta el final, los barones del PJ amenazaron con soltar a Menem. Finalmente, el miércoles 14 de mayo, tras varios días de rumores, Menem anunció oficialmente su decisión de retirarse de la contienda. Las acusaciones de manipulación del escrutinio por parte del gobierno de Eduardo Duhalde no engañaron sino a los seguidores incondicionales del ex Presidente, quien recibió una avalancha de críticas, por lo que Duhalde interpretó como una “irresponsabilidad histórica” 16. Así, el hecho de que los gobernadores forzaran la renuncia de Menem muestra una vez más hasta qué punto crecieron sus pesos en la escena política a raíz de la crisis. Con la renuncia de Carlos Menem a competir en la segunda vuelta, Néstor Kirchner fue oficialmente proclamado por la Junta Nacional Electoral como Presidente electo de la República Argentina. De esta insólita manera, Kirchner

se encontró catapultado del status de outsider marginal en las estructuras del PJ a la presidencia de la República, electo por defecto en un imbricado concurso de circunstancias. La difícil recomposición del escenario nacional La extraña victoria de Néstor Kirchner le auguraba un mandato difícil. La negativa de Menem a disputar la segunda vuelta frustraba al nuevo presidente de una victoria en las urnas, e inauguraba un mandato que se preveía complicado por un claro déficit de legitimidad. Además, el análisis anterior dejaba claro todo lo que Kirchner debía a Duhalde que aparecía como el actor que había impuesto el resultado. En este contexto, con Menem eliminado de la escena, una guerra encubierta apareció rápidamente entre el nuevo presidente y su predecesor, aunque ambos no rompieron de manera oficial. Contrariamente a los pronósticos inmediatos, Kirchner se construyó rápidamente una gran popularidad personal sobre el trasfondo de la reactivación económica. Su actitud dura en las negociaciones con los acreedores del país le valió el favor 15 Véase Clarín, edición del 14/05/2003. 16 Véase Clarín, edición del 13/05/2003.

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Corte Nacional Electoral de las encuestas, así como su empeño en reabrir los juicios a los funcionarios de la dictadura militar. En este contexto, el nuevo presidente intentó hacer de las elecciones provinciales un plebiscito a favor de su persona. Mientras Duhalde buscaba unificar el PJ alrededor suyo, Kirchner diseñó una estrategia más transversal, repartiendo sus apoyos oficiales a candidatos del aparato como en el caso de Felipe Solá para la gobernación de Buenos Aires, y a personalidades externas de origen aliancista como Aníbal Ibarra en la Capital Federal. En este último caso, el empuje presidencial se dio en contra del PJ capitalino que apoyaba la coalición de Mauricio Macri. Al final de la ronda electoral local de 2003, la lucha entre Kirchner y Duhalde pareció haber girado a favor del primero. La ingerencia presidencial tuvo un éxito claro en la medida en que el oficialismo ganó de manera abrumadora tanto las elecciones legislativas como las elecciones a las gobernaciones. En muchos casos, el apoyo del presidente resultó decisivo para que ganaran candidatos afines en contra de las estructuras del PJ 17. Sin embargo, Duhalde mantuvo el control sobre el PJ bonaeren34

se y constituyó las listas para las elecciones legislativas evitando la intervención presidencial. Frente a esta nueva etapa de las luchas internas dentro del PJ, la UCR demostró una resistencia mayor que durante las elecciones presidenciales. Logró conservar casi cincuenta diputados a la Cámara, así como las gobernaciones de cuatro provincias además de la Capital Federal, donde aparece como la principal fuerza de la coalición de Aníbal Ibarra. Conquistó además la gobernación de la provincia de Tierra de Fuego. Al contrario, el Movimiento Recrear de Ricardo López Murphy y ARI de Elisa Carrió perdieron protagonismo en estas elecciones con respecto a la presidencial. Así la UCR volvió a progresar con base en el radicalismo electoral demostrando que sus estructuras locales no habían desaparecido, y que al contrario, los candidatos “de opinión”, que les habían arrebatado el voto radical durante la presidencial, eran más frágiles a mediano plazo. En este escenario, resulta obviamente demasiado temprano para pretender emitir juicios definitivos en cuanto a la recomposición del escenario nacional, incluso a tres años de las presidenciales de 2003. Sólo podemos ubicarla en un contexto de tensión y de ne-

gociaciones entre los aparatos locales, que demostraron su persistencia a partir de la resistencia de la dicotomía en el nivel puramente electoral, y los liderazgos nacionales asentados sobre los favores de la opinión pública. Ninguno de los dos elementos puede pretender reconstruir el escenario por sí solo. Los candidatos con acogida en la opinión como López Murphy, Carrió y Rodríguez Sáa lograron resultados interesantes en la presidencial, pero insuficientes. Además, perdieron mucho terreno en las elecciones provinciales. En cambio los aparatos solos demostraron su limitación en la elección presidencial como en el caso de Moreau, o de la candidatura fallida de José Manuel de la Sota. Bibliografía Auyero, Javier. La política de los pobres. Buenos Aires: Manantial, 2001. Basset, Yann. “Abstención y voto negativo. De la interpretación sociológica a la lógica política”. En: Blanquer, Jean-Michel y Cheresky, Isidoro. De la ilusión reformista al descontento ciudadano. Rosario: Homo Sapiens, 2002.

17 En la Capital Federal, Catamarca, y Misiones, candidatos a la gobernación kirchneristas lograron derrotar a los candidatos del aparato justicialista, algunos de los cuales eran apoyados por Duhalde.

Atlas electoral latinoamericano Cheresky, Isidoro. “Elecciones fuera de lo común. Las presidenciales y legislativas nacionales del año 2003”. En: Blanquer, Jean-Michel y Cheresky, Isidoro. ¿Qué cambió en la política argentina?. Rosario: Homo Sapiens, 2004. —. “Las elecciones nacionales de 1999 y 2001. Fluctuación del voto, debilitamiento de la cohesión partidaria y crisis de la representación”. En: Blanquer, Jean-Michel y Cheresky, Isidoro. De la ilusión reformista al descontento ciudadano. Rosario: Homo Sapiens, 2002. Cherny, Nicolás, y Vommaro, Gabriel. “Territorios, liderazgos, partidos. La política argentina a nivel subnacional”. En: Blanquer, Jean-Michel y Cheresky, Isidoro. ¿Qué cambió en la política argentina?. Rosario: Homo Sapiens, 2004. Fraga, Rosendo. La persistencia del peronismo. En: http://www.nuevamayoria.com, 30 abril 2003. Waniez, Philippe. La cartographie des données économiques et sociales. Paris: L’Harmattan, 1999.

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Corte Nacional Electoral

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Atlas electoral latinoamericano

La elección presidencial del 18 de diciembre de 2005 en Bolivia

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revista para 2007, la elección general se anticipó para fines de 2005. Adelanto que puso de manifiesto la grave crisis política que atravesó Bolivia a partir de principios del siglo XXI. Tras la elección de 2002, Gonzalo Sánchez de Lozada asumió el Gobierno en condiciones difíciles y en octubre de 2003 renunció luego de una grave convulsión social. Su sucesor, el vicepresidente Carlos Mesa, alentó una agenda de cambios que retomó las exigencias de los actores movilizados en ese momento: Asamblea Constituyente, participación en la definición del destino del gas, crítica al sistema de partidos, etc. En 2004 organizó el primer referéndum en democracia cuyo objeto fue definir la política energética. Sin embargo, menos de un año después de su éxito en la consulta, también debió renunciar en medio de movilizaciones que exigían nacionalizar la industria petrolera. Ese ambiente tenso impidió que los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados asumiesen la Presi-

Salvador Romero Ballivián dencia de la República respetando el orden de sucesión constitucional. Sus renuncias permitieron que Eduardo Rodríguez, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, ejerza la primera magistratura del país y prepare la elección general anticipada. Los comicios de 2005 tuvieron, por lo tanto, un carácter inesperado para las fuerzas políticas. Se inició una campaña corta, intensa y marcada por la incertidumbre. Al cabo de ella, surgieron resultados impensados sólo unos años atrás: el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales consiguió la mayoría absoluta de los sufragios, Poder Democrático y Social (Podemos) de Jorge Quiroga ocupó un distante segundo lugar y varios de los partidos relevantes del período previo ni siquiera presentaron candidatos. Se instauró así el primer gobierno monocolor de la democracia boliviana de los últimos veinte años, dirigido por Morales. El objetivo del artículo es explicar los principales resultados de la elección pre-

sidencial 1. Para cumplir con ese propósito, es necesario ofrecer el contexto general que antecedió la precipitada convocatoria a elecciones, luego presentar las candidaturas que compitieron y explicar el desarrollo de la campaña. Sólo con esos elementos es posible comprender los resultados, analizados tanto en sus líneas generales como en su distribución regional, sociológica y política. I.

La elección anticipada de 2005 como respuesta a la grave crisis boliviana Después de la grave crisis económica, social y política que sacudió a Bolivia a principios de los años 1980, la elección de 1985 marcó un momento de inflexión. Se trató de una elección de realineamiento 2 que redefinió las 1

De manera simultánea, los electores sufragaron por los diputados uninominales y, por primera vez, por prefectos departamentales. No se realiza un análisis de ninguno de los dos escrutinios salvo para ayudar a una mejor comprensión de la dinámica política de la elección general.

2

Pierre Martin, Comprendre les évolutions électorales. Paris: Presses de Sciences Po., 2000.

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Corte Nacional Electoral políticas públicas y reconstruyó el sistema partidario por dos décadas. En efecto, por un lado, el Gobierno de Víctor Paz impulsó una política a contramano de la lanzada por la Revolución de 1952: promovió la iniciativa privada, redujo el papel del Estado y apuntó a consolidar las instituciones representativas. Estas líneas, junto con el multiculturalismo, constituyeron la base de un consenso entre los principales actores políticos y sociales durante veinte años. 3 Los gobiernos sucesivos se mantuvieron en esa orientación, por supuesto con matices distintos. Por otro lado, los resultados de 1985 estructuraron un sistema de partidos que se articuló alrededor de tres actores: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), cuyo liderazgo fue asumido por Gonzalo Sánchez de Lozada, que triunfó en tres elecciones (1989, 1993, 2002) y ejerció dos veces la Presidencia (1993-1997; 20022003); Acción Democrática Nacionalista (ADN), fundada por Hugo Banzer, ganadora de los comicios de 1985 y 1997, gobernante entre 1997-2002; y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) que si bien no ganó ninguna elección, desempeñó la Presidencia con Jaime Paz (19891993). Esos partidos tuvieron un papel 38

dominante, aunque debieron compartir la votación con Conciencia de Patria (Condepa) y Unión Cívica Solidaridad (UCS), que a partir de 1989 recibieron el voto de los sectores insatisfechos con los resultados de la política económica liberal. Las elecciones que siguieron a la de 1985 se desarrollaron en tiempos de “política normal”, confirmando la tendencia dejada por los comicios de 1985. Así, en 1997, Banzer mantuvo las políticas dejadas por sus predecesores: respeto a la economía de mercado en un contexto de crecimiento, proceso gradual de afianzamiento y reforma de las instituciones. No obstante, esa superficie lisa se resquebrajó a partir del año 2000. Bolivia sintió el impacto de la crisis económica regional que contrajo los niveles de crecimiento, aumentó el desempleo, acentuó la insatisfacción de grupos que figuraron entre los perdedores del viraje liberal. La legitimidad de la economía de mercado, sustentada en sus rendimientos, quedó cuestionada a raíz de unos años de crecimiento bajo e incluso de retroceso en el ingreso per cápita del PIB 4. Además, el Gobierno confrontó problemas sociales. Abril de 2000 constituyó un momento de inflexión: Banzer capituló ante la conver-

gencia de bloqueos campesinos en el altiplano dirigidos por Felipe Quispe, una revuelta popular en Cochabamba exigiendo la expulsión de una empresa transnacional encargada del aprovisionamiento de agua potable y una huelga policial que determinó el fracaso del Estado de sitio decretado para frenar los dos primeros movimientos. 5 A partir de ese momento, y durante por lo menos un lustro, el Estado se encontró a la defensiva frente a conflictos cada vez más numerosos y violentos. 6 Los movimientos sociales, sin tener una dirección unificada, varias veces hicieron coincidir sus protestas para arrancar mayores concesiones. Por último, el armazón político se debilitó. El Gobierno de Banzer coincidió con un incremento de críticas al sistema partidario percibido como básicamente privilegiado y excluyente. La sucesión de pactos entre distintos partidos y la multiplicación de escándalos de corrupción restaron legitimidad a los partidos que debieron resignarse a perder el monopolio

3

Salvador Romero Ballivián, “Los tres ejes del consenso”, en: Opiniones y Análisis (23), 2005.

4

George Gray Molina, “La economía más allá del gas”, en: Pulso, 16 de septiembre de 2005.

5

Álvaro García, Raquel Gutiérrez, Raúl Prada, Luis Tapia, Tiempos de rebelión. La Paz: Muela del Diablo, 2001.

6

Roberto Laserna, La democracia en el ch’enko. La Paz: Milenio, 2004.

Atlas electoral latinoamericano de la representación y aceptar mecanismos de democracia directa. Además, las críticas lanzadas contra el modelo económico y sus resultados sociales golpearon al Estado y a los líderes encargados de su manejo. La renuncia de Banzer, obligada por razones de salud, abrió un paréntesis con la llegada al gobierno de su vicepresidente, Jorge Quiroga (2001-2002). Un cambio en el estilo político, una elevada popularidad y el inicio de la campaña electoral de 2002, generaron un clima social y político más apaciguado. Con estos ingredientes se celebró la elección presidencial de 2002 que incluyó elementos de continuidad así como rupturas significativas. 7 Entre los primeros se destaca el triunfo ajustado del MNR, otra vez encabezado por el ex presidente Sánchez de Lozada (20,8%). Acompañado por el periodista Carlos Mesa, el jefe del MNR defendió el balance de su primera administración; si bien guardó un perfil bajo con respecto a la capitalización de las empresas públicas, propuso superar la crisis económica en el marco del libre mercado, recuperar la autoridad del Estado y atacar la corrupción. Igualmente, el MIR, dirigido por Paz Zamora, conservó el cuarto puesto de la presidencial precedente (15,1%).

A la vez, el escenario se halló modificado con el derrumbe de Condepa y UCS, los partidos críticos con el neoliberalismo en los años 1990 8, el revés de la gobernante ADN (3,1%) y el ascenso de partidos que canalizaron el descontento con el estancamiento económico, las dificultades sociales y la crisis política de los años previos. El MAS, dirigido por el líder de los cocaleros Evo Morales, ocupó el segundo lugar (19,4%), un resultado inesperado para un movimiento que comenzó la campaña con ambiciones modestas. Su jefe tuvo un discurso beligerante de defensa de la hoja de coca, de denuncia de la capitalización y del imperialismo norteamericano. El MAS pasó apenas por delante de Reyes Villa de NFR (19,4%), que pretendió agrupar a los insatisfechos con un mensaje de renovación de líderes antes que de políticas. Por último, con un mensaje aguerrido y de tintes étnicos, el Movimiento Indio Pachakuti (MIP) de Quispe registró un nivel histórico para el katarismo (5,9%), reflejo del rechazo del altiplano al liberalismo. El resultado indicó que los votantes tendieron a dividirse en dos segmentos de peso más o menos equivalente: los relativamente satisfechos con el balance de las políticas públicas de los 15 años previos,

agrupados detrás del MNR, del MIR, de ADN e incluyendo ciertos segmentos de NFR, y los descontentos, que votaron por el MAS, el MIP, en parte por NFR, además de organizaciones pequeñas. Mientras que los primeros tuvieron relativamente bien definidas sus opciones desde el inicio de la campaña, los otros pasaron de la indecisión a la búsqueda del mejor candidato. Primero se inclinaron por Alberto Costa Obregón de Libertad y Justicia, luego por Reyes Villa de NFR y en la recta final se dividieron entre el jefe de NFR y Morales del MAS. Los comicios echaron por tierra los consensos dominantes desde 1985: legitimidad indiscutida de la democracia representativa y primacía de la economía de mercado, aunque los enfoques multiculturales se fortalecieron en variantes que resaltaron la cuestión étnica. 9 Lejos de ser una singularidad boliviana, la política latinoamericana se ha caracterizado en los últimos años del siglo XX por un reforzamiento de las corrientes críticas con el liberalismo económico, a

7

Fundemos, Elección presidencial 2002, en: Opiniones y Análisis (57), 2002, 222 p.; Carlos Börth, Silvia Chávez, Elecciones 2002. La Paz: Fundemos, 2003.

8

Fernando Mayorga, Neopopulismo y democracia. La Paz: UMSS-Plural, 2002.

9

Rafael Loayza, Halajtayata. La Paz: Fundemos, 2004.

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Corte Nacional Electoral veces también escépticas con las instituciones de la democracia representativa, y por el descrédito de los partidos gobernantes (también denominados “tradicionales”). Así, si la década de 1990 favoreció a los defensores de la apertura económica, a principios del siglo XXI los comicios fueron ganados por los adversarios de esas ideas. En Bolivia, la elección de 2002 pareció ir a contramano de ese movimiento pero aún a pesar del triunfo de Sánchez de Lozada, la confianza en la economía liberal continuó declinando, el sistema partidario de alianzas se descompuso y dio paso a un sistema de tendencias centrífugas y polarizadas, con visiones antagónicas sobre la economía, la sociedad, la cultura y la política. 10 Sánchez de Lozada organizó un gobierno de coalición que incluyó al MIR y a la UCS. Su segunda administración enfrentó problemas desde el inicio. Si en 1993 llegó con un porcentaje alto, una amplia legitimidad, una alianza social y geográfica de envergadura, en 2002 triunfó con un marcador bajo a pesar de la férrea oposición de los principales centros del conflicto social y político de los años precedentes, vale decir de las áreas de pequeña propiedad agrícola, las regiones cocaleras, los barrios populares 40

de las capitales del occidente y centro del país. Su éxito tuvo un sabor paradójico pues era uno de los políticos más resistidos a raíz del proceso de capitalización, el proceso de privatización parcial de las principales empresas públicas: no gozó del estado de gracia en ningún momento de su segundo período. La primera vez, recibió un país que vivía tiempos de “política normal” y con crecimiento económico; su segunda presidencia empezó en un estancamiento económico y dificultades políticas y sociales. Luego, mientras que en 1993 el MNR era la cabeza del gobierno y sus aliados tenían escasos medios para presionarlo, la segunda vez el MNR compartió el gobierno con el MIR, un partido cuya talla no difería significativamente de la suya. Su capacidad de dirección disminuyó y la legitimidad de la alianza en la sociedad fue baja. Finalmente, en su primer gobierno, Sánchez de Lozada contó con un programa ambicioso y una cómoda mayoría parlamentaria para ejecutarlo; en el segundo, propuso un plan de reacción ante una crisis social, económica y política y su bancada no representaba ni un tercio del total del Congreso. El perfil de ambas gestiones también difirió por causas externas. Ocho años antes,

el MNR tuvo como oposición al MIR y a la ADN, golpeados por la derrota y con una visión del país que compartía numerosos aspectos con la del MNR. En cambio, el MAS vivió su segundo lugar como una victoria, buscó federar a otras organizaciones políticas y sociales detrás suyo, no concibió su acción limitada al Congreso y en casi todos los temas tomó concepciones opuestas a las del MNR. Después de un comienzo lento, en febrero de 2003, para encarar el déficit fiscal, Sánchez de Lozada aplicó un impuesto sobre los salarios que provocó un estallido de violencia: fuerzas policiales amotinadas chocaron con militares, oficinas públicas y comercios fueron asaltados. El saldo de víctimas superó la treintena y dejó desarmado al Gobierno, impotente para aprobar sus instrumentos económicos o satisfacer las demandas sociales, desprovisto de una agenda política. La situación no mejoró con el ingreso de NFR al Gobierno: la vasta mayoría parlamentaria no se tradujo en puntos adicionales de legitimidad o en un acercamiento con los sectores más movi10 René A. Mayorga, “La crisis del sistema de partidos políticos: causas y consecuencias”, en: IDEA, Partidos políticos en la región andina: entre la crisis y el cambio. Lima: IDEA, 2004.

Atlas electoral latinoamericano lizados; incluso se reforzó la vinculación establecida entre pactos partidarios y “cuoteo” de cargos públicos. 11 En septiembre de 2003 se encadenó una serie de conflictos que derivaron el mes siguiente, en la renuncia de Sánchez de Lozada a la Presidencia. En el altiplano se repitieron bloqueos; la intervención de las fuerzas del orden provocó la muerte de campesinos, lo que exacerbó los ánimos en la ciudad de El Alto donde se produjeron las primeras manifestaciones y huelgas urbanas en las que se mezclaron el repudio a la muerte de civiles, protestas contra las medidas municipales de El Alto y la oposición a la venta del gas a Estados Unidos a través de un puerto chileno, un plan que dirigentes sindicales y de izquierda acusaban a Sánchez de Lozada de querer ejecutar. La situación empeoró cuando al bloqueo de caminos se sumó la ruptura del aprovisionamiento de gasolina en El Alto y La Paz por la acción de los manifestantes alteños. La represión para restablecer el aprovisionamiento dejó un balance trágico, con la muerte de decenas de personas en El Alto. El rechazo al Gobierno aumentó y la movilización que se organizó de manera consistente en los barrios de El Alto se

reprodujo en otras ciudades así como en distritos mineros. El conflicto desplazó la consigna de la protesta de la oposición a la venta del gas a través de Chile a la exigencia de la renuncia de Sánchez de Lozada. La movilización encontró eco en sectores de clase media y frente a la envergadura de la represión, el vicepresidente Mesa rompió con el gobierno. Acorralado, debilitado y abandonado por sus socios políticos, Sánchez de Lozada renunció. Su vicepresidente Carlos Mesa fue proclamado presidente. El desenlace redujo la tensión: las medidas de presión fueron levantadas y la calma retornó al país. Sin embargo, las jornadas marcaron un profundo cambio de rumbo en la política. La caída de Sánchez de Lozada resquebrajó el modelo que encarnó: supremacía de la economía de mercado con presencia del capital extranjero, democracia representativa con un papel central de los partidos y participación activa de los tecnócratas en las políticas públicas. En cambio, ganaron legitimidad las tesis que exigían un papel activo del Estado en la economía, el final del monopolio partidario para la representación y se exaltaron modos de participación y de acción alejados de la democracia liberal re-

presentativa. Este conjunto heterogéneo de ideas, algunas de las cuales como el nacionalismo económico se enraízan en una historia larga, 12 no plasmó de manera íntegra en la administración del nuevo gobierno, pero influyó en su conducta y en el comportamiento de otros actores. En efecto, Mesa se comprometió a organizar un referéndum sobre la política energética, una Asamblea Constituyente y replantear la Ley de Hidrocarburos. Además, señaló que gobernaría sin partidos, disolviendo de hecho la coalición que sustentó a su antecesor. Mesa se apoyó en una elevada popularidad que provino de la ruptura con Sánchez de Lozada, de una apertura a las demandas que se cristalizaron en octubre de 2003, de la habilidad para transmitir su mensaje y de su decisión de gobernar sin partidos, desgastados ante la opinión pública. Sólo el MAS, opositor a los gobiernos liberales, salió intacto de los aprietos que sufrió el sistema de partidos tras los sucesos de octubre de 2003. Decidido a asentar su legitimidad, Mesa convocó a una consulta popular para de11 Jimena Costa, Gonzalo Rojas, Informe de Milenio sobre el acontecer político en Bolivia (7). La Paz: Milenio, 2004. 12 Roberto Laserna, La democracia en el ch’enko, op. cit.

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Corte Nacional Electoral finir la política energética. 13 Era el primer referéndum en Bolivia en más de 70 años, ponía a prueba uno de los mecanismos de la democracia directa recientemente adoptados y abordaba uno de los asuntos más polémicos de los años precedentes. Pese a ello, los partidos se mostraron desinteresados –con excepción del MAS que militó por el “sí” en las tres primeras preguntas y por el “no” en las dos últimas, dejando una huella sobre la geografía del referéndum. El Gobierno se encontró casi sin contendores al frente y obtuvo el “sí” en las cinco preguntas. Sin embargo, en pocas semanas, el Parlamento rechazó los proyectos de ley gubernamentales, pretextando una interpretación correcta de las respuestas afirmativas. El Congreso elaboró una norma propia, bajo la dirección del MAS, incrementando los impuestos y obligando a las empresas transnacionales a adecuarse a la nueva ley. La pérdida de control de la agenda política por parte del Gobierno y de la definición de los ejes de la Ley de Hidrocarburos se produjo como consecuencia de la popularidad de la propuesta de nacionalización en la opinión pública. Los parlamentarios, aunque representaban a partidos en crisis, desbordaron 42

al Gobierno pues sintonizaban la aspiración popular. Así, la victoria en las urnas ni afianzó de manera durable la legitimidad del Gobierno ni le permitió diseñar la política energética del país, lo que debilitó al Presidente. Las elecciones municipales de diciembre de 2004 constituyeron un breve paréntesis en un ambiente tenso. 14 Ellas se distinguieron por la novedosa participación de más de 450 agrupaciones ciudadanas, que en la práctica funcionaron como partidos políticos locales (la Municipal de 1999 fue disputada por menos de 20 partidos). Aunque con menos de 20% del voto, el MAS se impuso, avanzó de manera considerable con respecto a 1999 y apareció como la única fuerza de alcance nacional mientras que los partidos “tradicionales” (MNR, MIR, ADN, UCS) retrocedieron y perdieron a muchas de sus figuras que prefirieron concursar con una agrupación ciudadana propia. Quedó la impresión de un paisaje político nacional fragmentado si bien localmente la concentración del voto fue el rasgo dominante. En el primer semestre de 2005 el Gobierno fracasó en su intento por recuperar la iniciativa pues encontró resistencia en el Parlamento, en los sectores sindicales y en

los movimientos sociales que presionaban para satisfacer sus demandas aprovechando el debilitamiento del Estado. Estos grupos reforzaron su poder pero esa influencia no fue de la mano de una unificación de organizaciones dispares en su estructura, sus fines y tácticas. Por último, a medida que el juego partidario perdía consistencia, la cuestión regional, siempre presente, 15 generó nuevas y profundas líneas de conflicto. Molestas con el activo papel del MAS en la definición de la política energética, con la actitud ambigua del Gobierno frente a las empresas petroleras y con la desatención a sus demandas, las instituciones de Santa Cruz enarbolaron la bandera de la autonomía departamental. Presionado por este movimiento, Mesa anunció a inicios de 2005 la convocatoria a una inédita elección de Prefectos.

13 Sobre las distintas facetas del referéndum, se puede consultar: Corte Nacional Electoral, El referéndum 2004 en Bolivia. La Paz: Corte Nacional Electoral, 2004.; Luis Tapia, Por el sí, por el no. La Paz: Corte Nacional Electoral, 2004.; Fundemos, El referéndum en Bolivia, en: Opiniones y Análisis (68), 2004.; Fundemos, Referéndum: resultados y alcances, en: Opiniones y Análisis (70), 2004. 14 Un análisis de la elección puede encontrarse en: Fundemos, en: Opiniones y Análisis (73); Salvador Romero Ballivián, En la bifurcación del camino: análisis de la Elección Municipal 2004. La Paz: Corte Nacional Electoral, 2005.; Hugo Carvajal, Miguel Ángel Pérez, ¿Una nueva realidad política? La Paz: Fundemos, 2005. 15 José Luis Roca, Fisonomía del regionalismo boliviano. La Paz: Plural, 1999.; Fernando Calderón, Roberto Laserna (coord.), El poder de las regiones. La Paz: CERES-CLACSO, 1985.

Atlas electoral latinoamericano La situación se complicó cuando la discusión sobre la Ley de Hidrocarburos ingresó en su fase final: los parlamentarios insistieron en aprobar una versión que disgustaba al Gobierno mientras que la movilización popular exigía la nacionalización pero sin respaldar al Congreso. La posición gubernamental se debilitó cuando Mesa anunció su renuncia. Los bloqueos en La Paz, los cortes en el suministro de gas, las amenazas de varios sectores sociales generaron otra vez una situación tensa: el Congreso, reunido en Sucre, decidió dar curso a la sucesión constitucional. Sin embargo, ni el presidente del Senado Hormando Vaca Díez ni el de la Cámara de Diputados Mario Cossío, asumieron la Presidencia. Ambos debieron renunciar a su derecho pues la ciudad de Sucre se encontró bloqueada por mineros y campesinos decididos a impedir que miembros de la antigua coalición de Gobierno ejerzan la Presidencia. Así se allanó el camino para que Eduardo Rodríguez, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, suceda a Mesa (junio de 2005). Rodríguez organizó su gabinete sin figuras partidarias para asegurar la neutralidad de su administración en la tarea que le fijaba la Constitución: organizar nuevos comicios presidenciales y dirigir un gobierno de transi-

ción. Sin embargo, existía un amplio consenso en el país en torno a que la elección no podía limitarse a elegir un presidente únicamente para completar el período constitucional y que más bien se necesitaban comicios generales que permitiesen conocer las expectativas de la ciudadanía y establecer nuevas correlaciones de fuerza política. El Parlamento modificó la Constitución en ese sentido y sólo después Rodríguez convocó a la Elección General para diciembre de 2005. II. Los partidos y las candidaturas Si bien la elección de 2005 llegó de manera precipitada, los principales candidatos eran conocidos de antemano. Morales, Quiroga o Doria Medina, que comenzaron con los puntajes más altos en las encuestas, habían tenido un papel relevante en la política de los últimos años. En efecto, la presencia de Morales era aguardada. Nacido en 1959 en una pequeña y pobre comunidad campesina, Morales emigró a inicios de los años 1980 al Chapare, nueva área de cultivos de coca. Escaló todas las posiciones en el sindicalismo cocalero, convertido en un referente clave del movimiento popular y en la base de

una nueva organización política, el MAS. En 1997 salió elegido diputado y en 2002 consiguió el segundo lugar en la Presidencial. Su partido se desempeñó como principal fuerza opositora a Sánchez de Lozada y jugó un papel activo durante la gestión de Mesa, alternando una línea conciliadora y crítica. Morales eligió como acompañante de fórmula a Álvaro García Linera, un intelectual de izquierda que comenzó en las filas del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK) y luego adquirió notoriedad gracias a sus intervenciones como destacado analista político y social en la televisión. Tampoco llamó la atención la candidatura de Quiroga, proveniente de una familia acomodada (1960). Luego de sus estudios universitarios en Estados Unidos, hizo una rápida carrera que lo llevó al Ministerio de Finanzas, a la Vicepresidencia con Banzer (1997) y finalmente a la Presidencia (2001-2002). Aunque al finalizar su Gobierno, se instaló en Estados Unidos y conservó un perfil bajo, había concluido su gestión gubernamental con popularidad y su figura era respetada por los defensores de la economía de mercado. Su ingreso a la campaña no se hizo de la mano de ADN, partido del cual era jefe; optó por defender los colores de Podemos, una alianza 43

Corte Nacional Electoral de agrupaciones ciudadanas. Lo acompañó María René Duchén, una de las presentadoras de noticias más conocidas del país. Samuel Doria Medina (1958) alternó actividades privadas y públicas. Construyó una de las fortunas más importantes del país como propietario de la Sociedad Boliviana de Cemento (Soboce) y, al mismo tiempo, contaba con una amplia trayectoria: fue ministro de Planeamiento (19911993) y acompañante de fórmula de Jaime Paz en 1997, antes de preparar un proyecto propio, el partido UN. Intervino con frecuencia en los principales debates alternando un mensaje de apoyo y otro de crítica frente al Gobierno de Mesa. Para acompañarlo, eligió a Carlos Dabdoub, ex ministro y ex parlamentario, convertido en uno de los portavoces del movimiento regionalista en Santa Cruz. En una situación distinta se encontraron los poderosos partidos de 2002: el MNR, NFR y el MIR. Para el MNR, la elección se presentó en condiciones difíciles pues atravesaba una aguda crisis y sus figuras no estaban en condiciones de competir. La designación de Michiaki Nagatani constituyó una sorpresa. Descendiente de una familia japonesa instalada en una colonia agrícola 44

de Santa Cruz (1959), el candidato no militaba en el MNR, tenía escasa experiencia política y su designación fue cuestionada en la misma organización. Como vicepresidente se incluyó a una de las figuras históricas del partido, Guillermo Bedregal. El MIR y NFR, conscientes de sus limitadas posibilidades en la Elección General, escogieron un camino novedoso: sus jefes apostaron a la Elección Prefectural. Paz se presentó como candidato en Tarija y se opuso a una candidatura presidencial del MIR, consiguiendo que Vaca Díez retire su postulación. Promovió un acercamiento con Podemos que permitió que las listas parlamentarias de esa organización incluyese a líderes del MIR. Por su parte, Reyes Villa aceptó que NFR participe en la contienda presidencial con la candidatura de Gildo Angulo, un militar nacionalista, sin militancia en el partido y que desarrolló una retórica propia. Al postular como prefecto de Cochabamba, Reyes Villa selló la suerte de NFR en la Elección General: concentró los recursos económicos y logísticos del partido en la lucha regional y se desinteresó de la actuación de Angulo, candidato del cual se alejó durante la campaña. De los restantes partidos, sólo el MIP tenía experiencia electoral. Volvió a postular

a la Presidencia a su jefe, Quispe, dirigente campesino con una extensa carrera política, fundador del grupo guerrillero EGTK y máximo dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia. El candidato no entraba en las mismas condiciones que en 2002, pues su liderazgo en el altiplano se había erosionado y su poder de convocatoria había declinado. De la presentación de los candidatos, se pueden extraer varias conclusiones. La primera es el debilitamiento del entramado de partidos que definió uno de los rasgos del sistema político durante dos décadas. El MIR se presentó sólo en la Elección Prefectural, ADN fue excluida de Podemos aunque le prestó numerosos cuadros, UCS se mantuvo al margen de las dos contiendas, apenas el MNR decidió defender sus colores en la Presidencial y en las Prefecturas. El debilitamiento fue más allá de ese dato, a diferencia de comicios pasados, a la elección llegaron los partidos poco armados, con excepción del MAS. Antes que un mecanismo bien articulado, Podemos constituyó una galaxia laxa de grupos y personalidades provenientes de ADN, del MIR, del MNR y de hombres próximos a Quiroga. UN tampoco logró

Atlas electoral latinoamericano dotarse en su corta existencia de un aparato sólido. Por ello se puede hablar de una cierta renovación de candidaturas: por un lado, sólo Morales había competido en una Presidencial, por otro lado, ninguno de los cuatro primeros candidatos había cumplido 50 años. La diferencia con los comicios previos es evidente, pues estaban ausentes las figuras más conocidas del período precedente. Este cambio generacional se extendió a las listas parlamentarias: con excepción de Podemos que incorporó a numerosos dirigentes de las viejas tiendas políticas, los partidos buscaron en general rostros nuevos y el Congreso elegido tuvo uno de los promedios de edad más bajos de la historia democrática. En esa renovación generacional convergió tanto el final de un ciclo como la voluntad de ofrecer figuras novedosas a un electorado que pedía cambios. Por último, se mantuvo la influencia de los medios de comunicación en la proyección de liderazgos: a pesar de sus disímiles características, García y Duchén debían en buena medida su presencia en las candidaturas vicepresidenciales a su larga trayectoria en la televisión. Este rasgo también resaltó en las listas parlamentarias.

III. Una campaña electoral corta y accidentada Normalmente, la elección general da lugar a una larga e intensa campaña pero la de 2005 tuvo rasgos poco habituales: su convocatoria anticipada impidió a los partidos una larga planificación y los obligó a intervenir rápidamente, lo que favoreció a los mejor estructurados. Se trató de una campaña corta y, además, accidentada: durante más de un mes estuvo dominada por la disputa sobre la asignación de escaños que le correspondía a cada departamento. Recién en la recta final, una vez zanjada la disputa por los escaños, en la que los principales partidos y candidatos tuvieron un papel secundario, toda la atención se concentró en la campaña. La campaña electoral tuvo dos temas centrales alrededor de los cuales se organizó la estrategia de las organizaciones: uno fue la continuación del modelo de desarrollo; el otro, la renovación política. Después de veinte años de aplicación de los principios económicos liberales y del éxito político de sus defensores, la Elección de 2005 constituyó el momento de un nuevo balance que ocurría en un ambiente marcado por la renuncia de Sánchez de Lozada y por una fuerte corriente de nacionalismo

económico. La nacionalización de los hidrocarburos era respaldada por 77,7% de los encuestados: en esas condiciones, ningún candidato hizo una defensa abierta del neoliberalismo y, salvo el MNR, nadie quiso prescindir del término “nacionalización”. 16 Sin embargo, detrás de esa fachada aparentemente uniforme, se puede distinguir por lo menos dos campos. En el primero, se alinearon los defensores del trabajo efectuado por el Estado desde hacía dos décadas, de la necesidad de incentivar la inversión extranjera, de proteger los contratos firmados con las compañías petroleras, de suscribir el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. En el segundo, se agruparon los críticos de las medidas públicas adoptadas desde 1985, exigiendo un papel activo del Estado en asuntos socioeconómicos, desconfiados de la apertura comercial y proponiendo la nacionalización del petróleo. Se trataba de un enfrentamiento de visiones sobre el destino que debía seguir el país por un largo período.

16 A la pregunta, “¿Debe nacionalizarse la industria del sector petrolero?”, el MAS respondió: “Sí, debe nacionalizarse”, UN planteó “la nacionalización progresiva” y Podemos propuso: “Nacionalizaremos los beneficios del gas”. Fundación Boliviana para la Democracia Multipartidaria, Foro con la ciudadanía: Elecciones 2005. La Paz: Fundación Boliviana para la Democracia Multipartidaria, 2006.

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Corte Nacional Electoral El modelo político, basado en coaliciones gubernamentales, pareció agotarse en 2003, siguiendo las pautas de un proceso que se observó también en otros países latinoamericanos. La renovación política constituyó un elemento común, cada candidatura trató de representar ese cambio. Los matices se dieron por el grado de ruptura ofrecido por los partidos: unos mostrándose como un cambio completo, otros insistiendo en la posibilidad de conjugar renovación con el rescate de las prácticas positivas del ayer. El MAS se colocó como el abanderado del cambio. Por un lado, criticó los resultados de las medidas liberales, acusadas de debilitar al Estado, de generar pobreza y corrupción, de favorecer a los intereses extranjeros y a las elites. Además de señalar las deficiencias de las políticas recientes, insistió que su propuesta dejaría atrás males crónicos del país: la discriminación, la desigualdad, la exclusión, cuyos orígenes debían encontrarse en épocas anteriores a la ejecución de políticas liberales. Acompañó ese discurso con la promesa de renovar de forma completa la política: sus principales dirigentes nunca habían administrado el Estado, al cual más bien combatieron y 46

prometieron llevar adelante la Asamblea Constituyente para rediseñar las bases del país. Al mismo tiempo, se presentó como el partido que permitiría que por primera vez gobiernen los sectores populares, definidos menos en términos de clase que étnicos (al asumir la candidatura vicepresidencial, García señaló que su objetivo era “apuntalar al primer Presidente indígena de Bolivia y del continente” 17). Morales, venido de una aislada comunidad campesina del altiplano, sin estudios universitarios, forjado en la lucha sindical, constituyó el símbolo de ese cambio. Al frente, Podemos ofreció continuar el trabajo realizado por el Estado aunque prometió mejoras sociales y una mejor distribución de los ingresos del gas. Decidió polarizar la contienda con el MAS, acusando a este partido de copiar el modelo venezolano. Repitió un ejercicio similar en el tema de la renovación política: Quiroga había ejercido como Presidente, por lo que procuró subrayar que sus prácticas políticas eran distintas de las tradicionales y que gobernaría sin los aparatos partidarios. También se comprometió a organizar una Asamblea Constituyente e incluso presentó un proyecto de Constitución con reformas de corte político

(segunda vuelta, elección directa de concejales, autonomías departamentales). Entre ambos, intentó ubicarse UN. Propuso un modelo de desarrollo económico distinto y optó por una vía ligada a la trayectoria profesional de su candidato. En varias oportunidades, Doria Medina atacó a las compañías petroleras extranjeras pero a la vez defendió a la empresa boliviana y destacó su importancia como generador de empleos. Asimismo, buscó presentar un proyecto renovador, al amparo de una sigla nueva, capaz de ocupar un lugar en el centro de la política, intentando empujar a los extremos al MAS y a Podemos. Durante la campaña intentó mostrar que ocupaba un tercer lugar cercano al de los dos favoritos. El desafío era más difícil para el MNR o para NFR, organizaciones identificadas con lo que se percibía como “política tradicional”. Eligieron estrategias distintas. Si bien la ambición del MNR era modesta, conservar su personalidad jurídica y lograr una bancada parlamentaria pequeña, tenía a favor suyo una presencia nacional de más de medio siglo. No rompió con el

17 “Evo y García Linera se unen por la Constituyente y la nacionalización”, en: La Razón, 17 de agosto de 2005.

Atlas electoral latinoamericano legado liberal que contribuyó a construir pero Nagatani mostró una de las caras nuevas de la elección y eludió los debates de la campaña, insistiendo en la necesidad de preservar el Bonosol y el Seguro Universal Materno Infantil, medidas sociales de los gobiernos del MNR. Al revés, NFR escogió como candidato a Gildo Angulo, un ex militar que criticó el liberalismo y defendió posturas nacionalistas, a contramano de la participación de NFR en la última gestión de Sánchez de Lozada. El verdadero punto de partida de la campaña electoral se dio con la inscripción de las candidaturas. La carrera empezó de manera desfavorable para Podemos, cuyas listas parlamentarias incluían a dirigentes del MIR, del MNR o de NFR. Esa decisión, motivada probablemente por el deseo de contar con un armazón político que la agrupación no poseía por sí misma, se reveló costosa en términos de opinión pública. La prensa criticó el transfugio y las listas contradijeron la voluntad de Quiroga de encarnar la renovación política: Podemos pareció el refugio de un sistema partidario cuestionado. Esa imagen no se revirtió ni siquiera cuando Podemos consiguió que muchos de los candidatos provenientes del MIR y del MNR dejasen sus

Mapa 1 División política de Bolivia

postulaciones. El impacto de las renuncias fue menor al generado por la presentación de las nóminas y al mismo tiempo el alejamiento de esos políticos experimentados dejó aún más endeble la estructura de Podemos, pues sus reemplazantes llegaron para la recta final de la campaña y a menudo con corta expe-

riencia en las competencias electorales. UN fue afectada en menor medida por el mismo tema. En cambio, las listas del MAS pasaron desapercibidas pues casi no incluían dirigentes provenientes de otros partidos e incluso las postulaciones para la reelección de sus parlamentarios fueron escasas. 47

Corte Nacional Electoral

Mapa 2 Ganador por municipio

La ventaja inicial que mostraban las encuestas a favor de Quiroga desapareció tras la presentación de listas. A partir de ese momento, los estudios de opinión coincidieron en señalar a Morales como favorito y a Doria Medina con una tendencia declinante. 48

La campaña se interrumpió al poco tiempo por una sentencia del Tribunal Constitucional solicitada por la brigada de Santa Cruz que rechazó que la elección se realice con la asignación de escaños resultante del Censo de 1992. El Tribunal ordenó un nuevo reparto de acuerdo a los datos del Censo

2001. Ese fallo colocó el centro de la discusión en el Parlamento, donde chocó la brigada de Santa Cruz, que exigía incrementar su representación, con las de los departamentos del occidente que se resistían a perder diputaciones. Las negociaciones fracasaron generando un ambiente tenso e incierto, más aun porque se percibía en los congresistas un intento para suspender los comicios. Los principales partidos asumieron un perfil discreto, deseosos de no perder apoyos regionales, aunque coincidieron en exigir una rápida decisión congresal. Ante la falta de soluciones en el Parlamento, la Corte Electoral indicó que no podía proseguir con la organización de los comicios pues necesitaba conocer la cantidad de diputados por región para sus tareas logísticas. Rodríguez intervino y aprobó un decreto que aumentaba los escaños para Santa Cruz (3) y Cochabamba (1), restando a La Paz (2), Oruro (1) y Potosí (1). Al mismo tiempo fijó la elección para el 18 de diciembre, dos semanas después de la fecha inicialmente prevista. La decisión gubernamental fue saludada como una adecuada respuesta al problema. Después de la resolución de la crisis se reencausó la atención ciudadana hacia la campaña electoral que se intensificó en los me-

Atlas electoral latinoamericano dios de comunicación. La radio y la televisión continuaron siendo elementos centrales en las ciudades. En las zonas rurales, su importancia fue menor y las campañas siguieron pautas más tradicionales, exigiendo un compromiso mayor de las estructuras partidarias. El debate fue más bien escaso: no sólo porque Morales, Quiroga y Doria Medina no coincidieron en ningún encuentro sino porque la contraposición de argumentos fue limitada. Los partidos apostaron a los modelos que encarnaban y que los electores sintieron distintos: 50% de los encuestados pensaban que las ideas de Morales y de Quiroga sobre el país eran “muy diferentes”. Esa táctica perjudicó a UN que tenía una identidad menos nítida que el MAS o Podemos. Ello también explica que parte del interés de los medios se centrase en la “guerra sucia” (ataques entre candidatos a través de spots), dejando de lado cuestiones ligadas al debate.

Mapa 3

IV. Resultados La elección ofreció cinco grandes resultados: un repunte de la participación; una victoria de proporciones históricas por parte del MAS, ganador en los departamentos de La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, con un significativo progreso con

respecto a los comicios de 2002; un segundo lugar incómodo para Podemos, triunfador en Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija; el discreto nacimiento de UN, el fracaso de los partidos “tradicionales” que sufrieron pérdidas con respecto a la elección precedente y el papel marginal de los otros partidos, des-

Cantidad de Inscritos por municipio 2005

provistos de apoyos significativos (Mapa 2). El Mapa 2 muestra la existencia de dos bloques territoriales de tallas próximas en tanto que las estadísticas exhiben una considerable ventaja para el MAS: esa diferencia se explica con el Mapa 3, en el cual se observa que la mayor concentración de 49

Corte Nacional Electoral

inscritos se encuentra en las ciudades y en las zonas occidentales y centrales del país, donde Morales triunfó con holgura. Los principales resultados se encuentran en el Cuadro 1. El análisis de la elección tendrá dos fuentes centrales de información: por un lado, las estadísticas oficiales de la Corte Nacional Electoral y, por otro, los datos de la encuesta que Mori ejecutó para esa institución en las semanas precedentes a los comicios a nivel nacional. 50

La participación, el Padrón electoral y la depuración Desde el punto de vista de la participación, la elección de 2005 multiplica las paradojas: por primera vez votaron más de tres millones de personas, el porcentaje de 84,5% fue el más elevado de los últimos 25 años pero el asunto de las “depuraciones” del Padrón Nacional Electoral desbordó el ámbito técnico para ingresar al político cuando el MAS se refirió a ellas para atacar con dureza al Organismo Electoral. 19

El padrón informatizado, creado en 1991, constituyó uno de los avances significativos en la organización de elecciones en el país. Su punto débil fue, sin embargo, la falta de un adecuado mecanismo de depuración de fallecidos y emigrantes lo que creó una base de registros cada vez más ampulosa y 18 Los porcentajes que se citan a continuación están calculados sobre los votos emitidos que reflejan de forma más exacta que los votos válidos las preferencias e inclinaciones del conjunto del electorado. 19 Los distintos aspectos de esa controversia se encuentran analizados en: Salvador Romero Ballivián, El tablero reordenado: análisis de la elección presidencial de 2005. La Paz: Corte Nacional Electoral, 2007.

Atlas electoral latinoamericano menos exacta, que se traducía en una abstención “artificial” más pesada de elección en elección. 20 En 2004, sin desacuerdos, el Parlamento reformó el Código Electoral y dispuso que los ciudadanos que no voten en una elección sean depurados, lo que suprimían de los registros a los cientos de miles de muertos y cientos de miles de emigrantes definitivos, admitiendo que quienes no sufragaron estando en el país pudiesen reinscribirse para el próximo proceso electoral sin ningún tipo de penalización. Esa disposición se ejecutó luego de la Elección Municipal de 2004 y fue seguida de dos procesos de inscripción ciudadana –uno para la elección de prefectos, otro para la elección general– en los cuales se registraron cerca de un millón de personas. El padrón quedó conformado por 3.671.152 inscritos. La modificación del método de depuración estableció una base más confiable. Sin embargo, esta ventaja tropezó con la dificultad de que cientos o tal vez miles de ciudadanos –ninguna estimación tendría una base seria– no acudieron a reinscribirse, por lo tanto no pudieron sufragar y a menudo protestaron cuando en las mesas electorales les informaron ese impedimento.

La depuración de las personas que no votaron en los comicios previos explica, en buena medida, el muy elevado nivel de participación observado en los comicios de 2005. En efecto, al eliminar del Padrón a cientos de miles de fallecidos y emigrantes, reflejó de una manera precisa la asistencia de los inscritos que viven en el país, sin desconocer el impacto específico de la coyuntura para el récord de participación. La ciudadanía atribuyó a la Presidencial un valor especial pues el país había atravesado años de tensión, administrado por gobiernos que tuvieron duraciones cortas: los comicios generales fueron vistos como útiles y como la oportunidad para definir el nuevo rumbo de Bolivia. Para retomar una expresión de André Siegfried, se trató de una “elección de combate”, en la cual se eligen orientaciones fuertes y las organizaciones se comprometen activamente con las metas programáticas, lo que suele establecer picos de participación frente a las “elecciones de apaciguamiento”. La participación electoral se distribuyó siguiendo una lógica social y sobre todo política. En la primera, jugaron los factores estructurales que la favorecen, vale decir la existencia de mejores condiciones de vida, de amplia difusión del castellano, de acceso

a la información política y de mayor densidad de los medios de comunicación. Así, las ciudades se mantuvieron como los lugares con menor abstención. La participación electoral puede ser estudiada de una manera precisa gracias a los “listados índice” que se utilizan en cada una de las mesas electorales. El primer dato relevante es la participación femenina, ligeramente superior a la masculina. No se trata de una situación habitual pues en la mayoría de los países los hombres participan más; sin embargo, corresponde con un cambio de fondo que se ha producido en los procesos electorales recientes: en la fase de inscripción, las mujeres se registran más que los varones y la brecha favorable al sexo masculino se ha reducido: en 1997 constituía el 54,2% de los inscritos, en 2005 los hombres representaron el 51,4%. Empero, no se trata de un comportamiento homogéneo en todo el país. Las capitales y ciudades se singularizaron por la mayor votación femenina. Los centros urbanos se han convertido en los espacios de mayores oportunidades para las mujeres,

20 Salvador Romero Ballivián, Geografía electoral de Bolivia. La Paz: Fundemos, 2003, p. 419.

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Corte Nacional Electoral brindándoles posibilidades de continuar sus estudios, ocupar puestos en el aparato público o en el sector moderno de la economía, con importantes campañas para la igualdad de géneros. Estas características han repercutido en la participación electoral femenina. En las zonas rurales, donde perviven tradiciones que restringen el acceso a la escuela o al trabajo asalariado, las mujeres acuden menos a sufragar. Por rangos de edad, la participación mostró un rostro más típico, con jóvenes menos participativos, con un pico entre adultos y un descenso entre los ancianos aunque en todos los grupos la abstención fue inferior al 20%. Es una distribución acostumbrada en otros países y también comprobada en Bolivia. 21 Si bien los jóvenes recién inscritos se mostraron entusiastas (84% de participación entre los inscritos de 18 a 21 años), la participación tuvo su punto menor entre los registrados de 22 a 30 años (83,7%). Desde ese nivel, la concurrencia a las mesas de votación subió de manera paralela a la edad, partiendo de 86,5% (31 a 40 años) hasta alcanzar 89,9% (de 66 a 70 años) para luego descender entre los mayores de 70 años (84,4%). Aquí, la abstención siguió un patrón clásico. Los grupos con mejores niveles 52

de integración en la vida económica, social, política votan más: es el caso de los adultos, económicamente activos, miembros de organizaciones sociales, con ejercicio de responsabilidades en muchas áreas. La participación electoral no se explica sólo por razones sociológicas, influyen asimismo los resortes políticos. Hubo una división del país: las regiones occidentales y centrales acudieron a las urnas en una proporción mayor que el este y el sur (Mapa 4). En los últimos años, la iniciativa política se concentró en las tierras altas: allí se produjeron las movilizaciones que forzaron las renuncias de dos presidentes, los sectores populares organizados exhibieron su poder logrando concesiones y definiendo la agenda política (Asamblea Constituyente, nacionalización de los hidrocarburos, redefinición del modelo económico, etc.). La politización y el sentimiento de fuerza que generaron esos procesos favorecieron la participación, más todavía cuando Morales, el candidato preferido de la región, tenía perspectivas serias para imponerse. Se trataba de una situación novedosa pues a partir de 1985 los movimientos de izquierda, influyentes en el occidente, no habían conseguido rivalizar con el MNR y ADN. Los centros de mayor

actividad política del país registraron niveles de participación muy elevados; incluso se superó el 88% en municipios altiplánicos o en los distritos mineros. A la inversa, en las regiones inclinadas por los partidos tradicionales, la asistencia se situó por debajo de la media nacional. El ambiente político, social y económico se encontraba influido por ideas poco implantadas en la región: hubo un retraimiento frente a la evolución política nacional no siempre aceptada o compartida, agravado por los problemas de liderazgo en los partidos que ejercieron el Gobierno y que tenían una posición dominante en la zona, y por los ataques al modelo de desarrollo local basado en la iniciativa privada y la inversión extranjera. En los baluartes del MNR o de ADN fue frecuente que la participación, si bien alta, quedase por debajo de 80%. Los votantes ratificaron las preferencias anteriores pero las dudas se expresaron a través de una participación menor a la media nacional y a través de un incremento de los sufragios blancos.

21 Cf. Raúl España, “La participación política y electoral en Bolivia”, en: Corte Nacional Electoral, Democracia en Bolivia: cinco análisis temáticos del Segundo estudio nacional sobre democracia y valores democráticos. La Paz: Corte Nacional Electoral, 2005, p. 82.

Atlas electoral latinoamericano Exceptuando cuatro municipios, entre las presidenciales de 2002 y de 2005, la participación aumentó en todo el país pero los desiguales niveles de evolución tuvieron un impacto político que benefició al MAS. De los 25 municipios en los cuales más creció la asistencia electoral, 19 fueron ganados por Morales. En la otra punta, más de la mitad de los municipios de Beni, bastión de Podemos, registró una mejoría de la participación inferior al promedio nacional, en tanto que en el área rural de Cochabamba, corazón político del MAS, se combinaron con frecuencia porcentajes mayores a 70% para Morales y ganancias en la participación de más de 15 puntos. En una medida modesta, esta evolución ayuda a explicar el amplio triunfo del MAS. La histórica victoria del MAS El MAS obtuvo una victoria de características inéditas: por primera vez en cuarenta años, un candidato obtuvo la mayoría absoluta de los sufragios válidos, superó con casi 15 puntos el mejor desempeño electoral desde el retorno a la democracia, aumentó su caudal electoral en más de 30 puntos con respecto a su votación precedente, un progreso sin equivalentes en el último cuarto de siglo.

Mapa 4 Participación Electoral sobre inscritos en el padrón

El triunfo del MAS se nutrió de una lógica política y una lógica socioeconómica que se reforzaron mutuamente (Mapa 5). En política, el MAS encarnó la renovación. Si bien se notaba una erosión de la legitimidad de los partidos, los años previos a los

comicios llevaron a un descrédito profundo de los políticos que ejercieron el gobierno. La caída de Sánchez de Lozada fue interpretada como el final de una “democracia pactada”, percibida como pervertida por pactos guiados por intereses particulares; la 53

Corte Nacional Electoral

Mapa 5

la democracia y de escepticismo con las virtudes de la libre empresa. 22 El MAS se presentó como una opción renovadora. Nunca dirigió un gobierno ni participó en una coalición, no controló el Parlamento, sus líderes tampoco tuvieron cargos ejecutivos en el Estado y más bien se presentaron como víctimas del sistema político. Incluso Morales consiguió limar los aspectos más conflictivos de su trayectoria, que lo asociaban con momentos de tensión, para proyectar la imagen de “un líder con todos los atributos de un rebelde, pero ninguno de sus defectos”. 23 Además, fue el único candidato que sacó provecho de la campaña pues logró que la opinión que los votantes tenían de él mejorase (+15,5 puntos), 24 en tanto que Quiroga, Doria Medina y Nagatani retrocedieron. De forma paralela, la reducción de las tasas de crecimiento y el ambiente social deteriorado minaron la confianza en la economía

Votación presidencial del MAS 2005

gestión de Mesa cristalizó el rechazo a los partidos tradicionales; por último, durante el gobierno de Rodríguez, las acciones tendentes a postergar las elecciones acentuaron el malestar con el Parlamento, dominado por figuras del MNR, MIR y NFR. El análisis no puede excluir la consideración 54

del contexto andino: en Bolivia también se notó el impulso favorable para los actores que cuestionaron el funcionamiento del sistema político y el desempeño estatal que permitió el triunfo de candidatos forjados lejos de los partidos tradicionales en un contexto de insatisfacción creciente con

22 Daniel Zovatto, “Valores, percepciones y actitudes hacia la democracia. Una visión comparada en la región andina, 1996-2004”, en: IDEA, Transparencia, Democracia en la región andina, los telones de fondo. Lima: IDEA, 2005, p. 13-29. 23 Fernando Molina, “El triunfo de la cultura populista”, en:Opiniones y Análisis (77), p. 75. 24 Resultado obtenido de la pregunta: “En términos generales, ¿su opinión sobre Evo Morales ha mejorado, ha empeorado o se ha mantenido igual con el desarrollo de la campaña electoral?”.

Atlas electoral latinoamericano de mercado a la vez que alentaron el resurgimiento del nacionalismo económico. El referéndum sobre la política energética convocado por Mesa ayudó a dar cuerpo a esas tendencias, hasta ese momento difusas, y consolidó el deseo de reconstruir un Estado interventor. Todos los partidos que tuvieron un papel fundamental en el Estado en el período 1985-2005 contribuyeron a las políticas económicas liberales, lo que dejaba a Morales la vía libre para encarnar un proyecto alternativo. El jefe del MAS había sido un crítico del neoliberalismo y un defensor de la nacionalización de los hidrocarburos. Contaba asimismo con una historia de enfrentamientos con los Estados Unidos, que si bien tenían una raíz en la defensa de la coca, le daban credenciales antiimperialistas, valiosas para respaldar su nacionalismo económico. De manera más general, se jugó con la posibilidad de introducir amplios cambios, reducir las desigualdades y la marginalidad de sectores habitualmente relegados, en especial de las zonas rurales. Además en estas regiones, Morales se convirtió en el primer dirigente sindical con posibilidades reales de acceder a la Presidencia, lo que acrecentaba las expectativas, alentadas por

las promesas de favorecer a los campesinos y promover una democracia participativa. La fuerza y la habilidad del MAS estuvieron en la capacidad de monopolizar la idea de transformación política, económica, cultural y social en un contexto de demandas de cambio. Si bien es difícil separar el impacto de cada una de las propuestas, ellas tuvieron influencias diferentes según las categorías del electorado: en los grupos medios el interés se dirigió más hacia las cuestiones políticas, en los sectores empobrecidos hacia las promesas socioeconómicas. La primera característica de la votación del MAS es su asentamiento rural. Sus mejores actuaciones se dieron en los municipios que constituían la columna vertebral del MAS desde sus inicios, vale decir el área rural de Cochabamba y las zonas próximas a esa región. La continuidad se puso de manifiesto en el coeficiente de correlación que unió las votaciones de 2002 y 2005 en el nivel municipal, 0,79. Así, consiguió excelentes resultados en el trópico de Cochabamba y, en medida algo menor, en los Yungas paceños, otra área dedicada al cultivo de la coca. Logró rendimientos igualmente altos en el norte de Potosí, el sudeste de La Paz, el este y sur

de Oruro (a veces con resultados superiores al 75%). El MAS ocupa una posición dominante en la vida sindical y asociativa de esas zonas mientras que la audiencia de los partidos de orientación liberal ha caído progresivamente. En esos bastiones, la actividad y la votación de otros frentes se redujeron hasta pasar desapercibidas. El MAS extendió su influencia a todas las áreas rurales del occidente y centro. Salió victorioso en las regiones habitadas por un campesinado pobre, de lengua aymara o quechua, con un nivel de vida bajo; un cuadro similar se presentó en las colonias agrícolas de Santa Cruz donde la presencia de agricultores llegados de tierras altas es fundamental; por último, consiguió el voto de los mineros. Así, consiguió la mayoría absoluta de los votos en el norte y centro de Chuquisaca, el centro y oeste de Potosí, el occidente cruceño, el este de Oruro. Morales prometió atacar problemas estructurales, en especial la desigualdad, la falta de oportunidades laborales, la exclusión. Las perspectivas favorables de acceso al poder dieron una resonancia singular a su discurso de izquierda. Su candidatura contó con ventajas suplementarias. Cosechó los frutos del esfuerzo por extender su presencia sindical 55

Corte Nacional Electoral en áreas ajenas a su bastión inicial y aprovechó la desaparición de la competencia de otras formaciones de izquierda que habían jugado un papel destacado: la ausencia del MIR o del MBL en la Presidencial facilitó la transferencia de votos al MAS en municipios chuquisaqueños y en regiones del Chaco. Una mención aparte requiere el altiplano paceño que en 2002 apoyó a Quispe. Tres años después, el MIP se mantuvo como un partido importante, ocupando habitualmente el segundo lugar en las provincias de esa región, pero el MAS hizo un esfuerzo por ganar adhesiones sindicales en el altiplano y erosionar el liderazgo de Quispe, que sufrió asimismo la repetición de un fenómeno político acostumbrado en esa región: la dificultad para conservar la lealtad del electorado por dos comicios consecutivos. El MAS ha sido el último beneficiado de un acelerado movimiento de rotación que antes favoreció al MIP (2002), a Condepa (1997), al MNR (1993), al MIR (1989), al MNRV (1985) y a la UDP (1979/1980). Fue en el altiplano donde Morales más avanzó con respecto a los comicios previos pero pese a ganar con la mayoría absoluta, de todas las áreas rurales del occidente, el altiplano paceño fue la única en la cual encontró un 56

cierto contrapeso partidario a su dominio. A pesar del carácter eminentemente rural de la votación recibida por el MAS, su triunfo no hubiese tenido la contundencia que tuvo sin los resultados de las capitales. Se trató de una ruptura con las tendencias previas que vieron a la izquierda durante dos décadas replegarse hacia las áreas rurales y perder la capacidad de convencimiento en las ciudades. Otras novedades fueron el respaldo importante en los estratos medios y el apoyo en las ciudades del este y del sur. La votación por el MAS se acentuó en los barrios pobres, habitados sobre todo por inmigrantes rurales, confrontados a una difícil inserción en la economía y la sociedad citadinas. El partido canalizó una aspiración por mejorar las condiciones de vida: en esos distritos, las elecciones previas mostraban un descenso de los partidos gubernamentales y un respaldo a quienes los criticaban. En 2005, esa opción se concentró detrás de Morales que superó los dos tercios de los sufragios. En las elecciones anteriores, el voto de protesta tendió a dividirse: en 2002, fue disputado por el MAS y NFR –hasta terciaban en la lucha partidos asociados al ejercicio del poder pero con un mensaje social, como el MIR o UCS–, o en 1997 por Con-

depa y UCS. En 2005, el MAS se encontró casi sin rivales en ese terreno pues los otros partidos o bien sufrieron de su participación conocida en la gestión pública o bien tenían una notoriedad reducida. La votación declinó a medida que subía el nivel de vida de los barrios pero se trató de un continuum antes que de una polarización. Morales capturó una parte significativa del voto de la clase media e incluso alta. En estos casos, el voto respondió a una lógica política antes que social, reflejo de un anhelo de cambio en las prácticas políticas. El MAS lo encarnó pues nunca dirigió el Estado y su dirigencia permaneció libre de denuncias de corrupción. También influyó la candidatura vicepresidencial de García Linera, activo durante la campaña en las ciudades, buscando promover una imagen moderada del MAS. El sufragio urbano constituyó un respaldo al candidato presidencial antes que a la organización partidaria que tuvo dificultades para que ese voto se prolongase hacia los candidatos uninominales o hacia los prefectos. Mientras que en las zonas rurales la distancia entre la votación presidencial y prefectural o uninominal tendió a ser reducida, en las ciudades la brecha se amplió. Un último rasgo de la votación urbana

Atlas electoral latinoamericano del MAS debe destacarse: la implantación en ciudades de Santa Cruz y Tarija. Morales logró el concurso de los distritos más nuevos, poblados en su mayoría por personas nacidas en el occidente y centro del país, confrontados a la discriminación y al trabajo precario en lugares que aparecen como tierras de futuro. Sin duda, no es en 2005 que recién aparece un voto crítico con las elites tradicionales de esos departamentos: antes benefició a partidos que habían desarrollado liderazgos locales fuertes, como UCS en Santa Cruz y el MIR en Tarija. La sorpresa provino quizá del serio enfrentamiento entre los grupos de poder tradicional de esos departamentos y el MAS durante los meses previos, interpretado por muchos como un rechazo militante hacia ese partido. Es probable que el apoyo a Morales indicase tanto un deseo de mejorías socioeconómicas como una afirmación de identidad ante la actitud a veces teñida de desprecio de los sectores acomodados de esas regiones. Como ocurrió en 2002, la votación del MAS se asentó entre los hombres antes que entre las mujeres. La diferencia marcada dio un sesgo femenino al resto de las candidaturas. El discurso de cambio aguerrido del MAS caló mejor entre los varones que

entre las mujeres, que suelen distanciarse de los lenguajes combativos y prefieren los candidatos con un perfil más consensual. Sin olvidar la composición por género de las áreas de colonización agrícola, las tradicionales o las del Chapare, donde suele haber una mayor población masculina. El avance del MAS dejó pocas regiones indiferentes: la Amazonía, Beni y la Chiquitania. Allí, los promedios no fueron tan bajos como en 2002 pero en muchos municipios el MAS no llegó al 15%. El MAS careció de un aparato capaz de enfrentar la campaña en áreas controladas por fuertes elites tradicionales, dedicadas a la ganadería o la explotación maderera, con escasa inmigración proveniente de tierras altas. En una visión de conjunto, la progresión del MAS entre 2002 y 2005 se dio sobre todo en las tierras que en la primera elección apoyaron las candidaturas de Reyes Villa (NFR), de Quispe (MIP), Costa Obregón (L y J) y de Fernández (UCS). La correlación entre la progresión de Morales y la votación acumulada de los cuatro partidos llega a un significativo 0,63 en el nivel municipal. La elección de 2002 había mostrado una división del electorado entre un grupo relativamente satisfecho con la situación del país, y

el sector más bien crítico, ganado a partidos que no dirigieron el Gobierno, como el MIP, NFR, L y J, además del propio MAS. La votación dispersa en 2002 se reagrupó en 2005 alrededor de una sola candidatura, la de Morales. Esta transferencia de votos consolidó el control rural del MAS y le abrió paso en las ciudades, incluyendo los estratos medios. Mientras que en las áreas rurales y en muchos barrios populares urbanos predominó una orientación hacia cambios fuertes, en las categorías medias se afianzó la voluntad de renovar los actores políticos, una tendencia que en 2002 fue canalizada por Reyes Villa y Costa. De esta manera, se completó un proceso que quedó a medio camino en los comicios precedentes, cuando en la campaña los electores menos satisfechos abandonaron primero a L y J para adherirse a NFR y en la recta final del proceso respaldar al MAS. El incómodo segundo lugar de Podemos Con el porcentaje obtenido, aunque fue sólo el segundo de la campaña de 2005, Podemos habría obtenido una primera mayoría relativa en 1989, 1997 y 1989, dada la dispersión del voto en esas elecciones. Además, en 2005, reunió la bancada más numerosa en 57

Corte Nacional Electoral

Mapa 6 Votación presidencial de Podemos 2005

el Senado. Esos resultados que en cualquier otro contexto hubiesen sido considerados favorables quedaron opacados por la histórica victoria del MAS y por la amplia diferencia que estableció con respecto a Podemos. Quiroga ocupó entonces un incómodo segundo lugar que además no reflejaba la 58

polarización anunciada entre dos bloques de tamaños equivalentes. Como en el caso del MAS, la votación de Podemos tuvo explicaciones políticas y sociales (Mapa 6). Quiroga defendió el balance de su gestión gubernamental y los principios de la política estatal aplicada desde hacía dos

décadas: necesidad de contar con inversiones extranjeras y asegurarles un marco de respeto, importancia del mercado para el desarrollo nacional, descentralización del Estado, etc. Buscó, entonces, consolidar el núcleo de un voto más bien conservador, deseoso de ver restablecida la autoridad del Estado frente a las presiones de los movimientos sociales, preocupado por las consecuencias de un eventual gobierno del MAS. La polarización con Morales apuntó en esa dirección. Al mismo tiempo, pretendió dar un mensaje de reforma política que le ayudase a atraer a un electorado con expectativas de cambio. Los resultados probaron que su estrategia funcionó relativamente bien en su primer componente y con poco éxito en el segundo. En efecto, Quiroga recibió el voto de los grupos acomodados y de quienes creían en el modelo liberal. En esos sectores, el desencanto con las últimas gestiones de Banzer o de Sánchez de Lozada no disminuía la confianza en Quiroga que había impreso en su año de gobierno un estilo considerado modernizador y no había confrontado los problemas que desestabilizaron a sus predecesores. Consideraban que los problemas confrontados por el país se debían más a la impericia o la debilidad de las autoridades

Atlas electoral latinoamericano que a defectos intrínsecos del modelo de desarrollo, por lo que aguardaban del liderazgo de Quiroga la habilidad para dirigir el Estado. Así, en la encuesta, el apoyo a Podemos provino de los grupos que tienen el español como lengua habitual en el hogar, mientras que el nivel de apoyo declinó en los hogares con lengua quechua y aymara. A la vez, tuvo menor aceptación entre los trabajadores por cuenta propia, a menudo gremiales, pequeños artesanos, confrontados a precarias condiciones de vida y mejoró entre los funcionarios públicos y los empleados del sector privado, convencidos de las virtudes de la libre empresa. La geografía electoral de Podemos puso en evidencia dos grandes regiones de apoyo: la media luna que va desde Pando hasta Tarija, pasando por Beni y Santa Cruz, y las ciudades. En uno y otro caso se trata del electorado que apostó en los comicios precedentes por el MNR y ADN. Las raíces de este voto no se encuentran en los comicios de 2005 sino que se hunden en una larga historia. Si el MAS posee un importante voto rural, también Podemos penetra en las regiones no urbanizadas del norte y del este, con características muy distintas a las inclinadas por el MAS. En efecto, Quiroga

reunió el voto de las provincias conservadoras, a menudo aisladas de los grandes ejes camineros, con poca población, donde las elites todavía ejercen un dominio amplio sobre las distintas actividades de la vida pública, donde el contacto entre distintas clases es fácil gracias al uso compartido del español, a una socialización más abierta aunque no borre las distancias entre grupos, donde las pautas de vida no han sido alteradas por la llegada de inmigrantes de tierras altas y donde el nivel de vida, medido por el Índice de Desarrollo Humano, muestra que se trata de las áreas favorecidas del país. Asimismo, las regiones orientales y sureñas han contado con vigorosos movimientos regionales, a menudo encabezados por las elites locales, que alientan procesos de descentralización favorecidos por partidos como Podemos o el MNR. A estas causas estructurales, se sumaron factores políticos. La sigla “Podemos” podía ser nueva pero en la práctica ella articuló a los políticos destacados de ADN en la Amazonía, Beni y la Chiquitanía, que contaban con un sólido arraigo y que, a diferencia de lo que sucedió en otras zonas de Bolivia, se mantuvieron activos en la Presidencial de 2002 y en la Municipal de 2004. Al mismo tiempo, Quiroga se benefició de

la alianza implícita con el MIR. La mayoría de las regiones donde Paz logró buenos porcentajes en 2002 se plegó a Quiroga. En esas áreas, el acercamiento entre Podemos y el MIR consolidó a Quiroga y afianzó liderazgos locales como ilustraron los triunfos en las circunscripciones uninominales de diputados salientes del MIR. Fuera de esos lugares, Podemos sintió la falta de una base sólida y de su constitución como una constelación de grupos y personalidades. Mientras que en el caso del MAS, existió una solidaridad entre los candidatos a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Prefectural, facilitada por las alentadoras posibilidades de triunfo y por el dominio de Morales que dejaba escaso margen a las individualidades, en Podemos, estos tres niveles no siempre se articularon de forma armoniosa pues muchos candidatos tenían una trayectoria propia previa, importante e independiente del liderazgo de Quiroga, por lo que en más de una ocasión desarrollaron campañas personalizadas que ayudaron poco al postulante a la Presidencia. Ese rasgo explica que, salvo en un caso, el candidato presidencial tuvo menos sufragios que los prefectos, con una diferencia notoria en La Paz (Morales aventajó a sus 59

Corte Nacional Electoral prefectos en los nueve departamentos). La excepción correspondió a Pando y Beni, donde el apoyo a los candidatos a presidente, prefectos y diputados uninominales estuvo cerca, lo que reflejaba una estructura preparada, de funcionamiento más orgánico y candidatos populares, capaces de generar una dinámica positiva de conjunto. Las capitales constituyeron otro espacio bien predispuesto hacia Quiroga, que superó su promedio nacional en todas ellas y consiguió un respaldo significativo en las del este y del sur. En las ciudades se presentan los niveles de vida más altos, positivamente asociados con el voto por Podemos. En las urbes, los porcentajes se incrementaron en los barrios de clase media y alcanzaron su cima en los distritos ricos que juzgaron positivamente la experiencia y la formación de Quiroga para conducir el Estado, el equipo ya fogueado en la administración pública y una visión de país considerada moderna, abierta al exterior. De tendencia “adeno-gonista”, no necesitaron la campaña para definirse por el líder de Podemos pues su inclinación ya se encontraba bastante definida desde los años previos. 25 En cambio, la agrupación tropezó con dificultades en los barrios populares pues su propuesta no satisfacía las expectativas de 60

cambio y Quiroga sufrió del nexo que se estableció entre él y el modelo liberal, incluso con Sánchez de Lozada a pesar de que nunca se aliaron. Tampoco logró encarnar el cambio político pues sus listas parlamentarias lo asociaron con el sistema partidario tradicional. Estas percepciones se acentuaron en las ciudades occidentales, donde el rechazo a esos partidos exhibía sus niveles más altos. Las dificultades en La Paz (27,3%) y El Alto (13,2%) merecen una mención. Ambas ciudades se caracterizan por un voto de censura contra los gobiernos que provoca constantes cambios de mayoría. En 2005 no había un gobierno saliente que buscase defender su balance por lo que la sanción se dirigió contra los líderes o los partidos que administraron el poder en las últimas décadas: la visibilidad de los ex dirigentes del MIR y del MNR en las listas parlamentarias facilitó esa identificación. Los resultados cayeron a los últimos peldaños en las zonas rurales de los valles y del altiplano, en las cuales llegó incluso a quedar por debajo de 5%. En ellas, los partidos que ejercieron el gobierno quedaron en una posición frágil. El campesinado pobre se sintió posiblemente dejado por el avance socioeconómico conseguido en las dos décadas de

democracia, evaluado asimismo como lento y prefirió apostar por organizaciones que nunca dirigieron el Estado. En otras zonas, como el Chapare o el altiplano, la oposición a la candidatura de Quiroga era más activa pues en su gestión como vicepresidente o como presidente se produjeron enfrentamientos entre campesinos y fuerzas de seguridad: a veces el proselitismo en esas provincias se desarrolló en un ambiente tenso. A esas debilidades con rasgos estructurales, Podemos añadió una organización precaria: la agrupación heredó la ausencia de cuadros políticos de ADN en el altiplano o en los valles pobres y no tuvo el tiempo suficiente para prepararse. La Presidencial de 2002 ya ofreció la imagen de un partido poco implantado en esas áreas y la Municipal de 2004 confirmó esa característica. Los pactos establecidos por Podemos tampoco paliaron las deficiencias pues el MIR no estuvo en condiciones de revertir la mala imagen del partido en el altiplano o en Cochabamba. Para terminar, se puede indicar que Podemos emergió, desde el punto de vista electoral, como el principal heredero del sistema 25 Salvador Romero Ballivián, Razón y sentimiento: la socialización política y las trayectorias electorales en la elite. La Paz: Fundemos-PIEB, 2003.

Atlas electoral latinoamericano de partidos que marcó la “democracia pactada” (ADN - MNR - MIR). La candidatura de Quiroga se nutrió de la base electoral de ADN aunque sintió en la Amazonía la disidencia de Miguel Becerra, importante líder en el norte boliviano (correlación de 0,52 con la votación de MacLean en el plano municipal pero de 0,64 con la de Banzer en 1997, más típica de la distribución de ADN). También aprovechó la caída del MNR, lo que explica simultáneamente la correlación negativa de su votación con la evolución del MNR entre 2002 y 2005 (-0,41) y la positiva con el voto de Sánchez de Lozada en 2002 (0,74). Finalmente, recuperó una fracción del electorado del MIR, si bien se notó la ausencia de los estratos más populares (correlación de 0,54 entre la votación de Quiroga y de Paz en 2002). Con todo, Quiroga no concentró la totalidad de los sufragios que respaldaron a ADN, al MNR y al MIR en 2002, en parte por la competencia de UN. El discreto nacimiento de UN UN llegó a las elecciones con pretensiones e importantes recursos, decidido a romper con la polarización entre el MAS y Podemos, a los que combatió, y ocupar la casilla

Mapa 7 Votación presidencial de UN 2005

central del escenario político. El resultado fue, al final de cuentas, modesto. Mantuvo el tercer lugar con el que inició la campaña pero con un porcentaje reducido, el más débil obtenido por un partido que logró ese puesto desde el retorno a la democracia. Si la geografía del MAS o de Podemos

proviene de una historia larga, en la cual confluyen elementos históricos, culturales, socioeconómicos y políticos estructurales, lo que en parte da cuenta de los amplios espacios homogéneos de respaldo, el Mapa 7 muestra la dispersión del voto de UN. Ofrece una distribución espacial de votos 61

Corte Nacional Electoral poco frecuente. UN no emergió como heredero del MIR (la correlación en la escala municipal con la votación presidencial de Paz en 2002 es baja, 0,2), tampoco presenta afinidades notables con otros partidos, aunque sí hay un parentesco con la votación de ADN en 2002 (0,48). Este rasgo se explica porque el respaldo conseguido en Pando y Santa Cruz no respondió tanto a los méritos del armazón de UN, poco consistente en ambas regiones, como mostraron los resultados de la Municipal de 2004, como a su política de alianzas. Por un lado, en Pando, Doria Medina suscribió un acuerdo con Miguel Becerra, ex dirigente de ADN, fundador de la agrupación MAR que contaba con un importante apoyo en la Amazonía. Si la movilización de MAR le sirvió sobre todo a Becerra en su campaña para Prefecto, también benefició a la candidatura presidencial de Doria Medina que superó 20% en muchas alcaldías del norte de Bolivia. En el mismo sentido jugó la incorporación de Carlos Dabdoub como acompañante de fórmula: el dirigente aportó a la votación de UN en la capital departamental de Santa Cruz (14,2%) y en sus áreas de influencia. La menor notoriedad de ese líder en las zonas rurales o alejadas de la capital atenuó la con62

tribución. Una observación próxima corresponde al aporte de Roberto Fernández, ganador de la Municipal de 2004 en la ciudad de Santa Cruz, e incluido como candidato a senador. Los resultados de las encuestas indican un declive progresivo de UN en Santa Cruz. La dupla partidaria no logró contrarrestar la campaña de Podemos en ese departamento que señalaba que votar por UN favorecía al MAS al debilitar a Quiroga. La segunda característica del voto por UN fue su concentración urbana. En la mayoría de las capitales y de las principales ciudades, Doria Medina superó su promedio nacional. La estratificación del voto mostró una mayor preferencia en los sectores altos y un declive progresivo a medida que los barrios aumentaban su composición popular. El candidato fue mejor acogido en los grupos aventajados que reconocieron su formación, su trayectoria empresarial y su propuesta, que si bien buscaba diferenciarse de la de Podemos y del MAS, fue juzgada compatible con los fundamentos socioeconómicos vigentes. Sin embargo, en ese segmento no pudo competir con Quiroga, percibido como el principal antagonista de Morales y con mayor experiencia en la administración pública. En los distritos pobres, la votación declinó: ante el MAS, UN

no parecía ser una propuesta convincente de cambio. A pesar del discurso contra las compañías petroleras, Doria Medina era conocido como empresario y tenía tras suyo una extensa carrera en el MIR. El desempeño de UN bajó en las zonas rurales, exceptuadas las de la Amazonía por las razones ya anotadas. Partido de creación reciente, UN careció de un enraizamiento campesino, difícil de conseguir en poco tiempo pues exige un trabajo de terreno sostenido para ingresar en las redes sindicales, comunales y asociativas. Además, Doria Medina no tenía una trayectoria que lo asociase a las inquietudes agrarias y su discurso hizo poco énfasis en ese tema. Al igual que NFR en 2002, UN se apoyó en las ciudades donde desplegó una intensa campaña a través de medios masivos de comunicación; la difusión de la propuesta, de la sigla y de la candidatura se entrabó en las áreas rurales con baja cobertura de medios y todavía influidas por las opiniones formadas a través de relaciones personalizadas. Así, los porcentajes quedaron por debajo de 2% en las áreas aisladas, con menor proporción de hispanohablantes, con pocos medios de comunicación. Finalmente, la geografía de UN reflejó la

Atlas electoral latinoamericano implantación de las empresas de Doria Medina, reproduciendo una situación observada en la Municipal de 2004. Los municipios de Viacha, Warnes, El Puente se destacaron en su entorno por los elevados porcentajes de UN. En ellos, y en las zonas aledañas, la acción económica y social del empresario es conocida y las fábricas de cemento suelen ser la principal fuente de empleos directos o indirectos de la región. Doria Medina aprovechó esa presencia de larga data para captar un importante apoyo político. El derrumbe del MNR El MNR obtuvo en la Elección de 2005 un resultado paradójico: ocupó el cuarto sitio con 5,9% de los votos y su actuación fue considerada satisfactoria para las condiciones en las cuales se presentaba, es decir después de la renuncia de Sánchez de Lozada, la desarticulación de su dirección y el desaliento de su militancia. Sin embargo, en una perspectiva histórica, el resultado es el peor conseguido por el MNR y nunca antes había quedado relegado al cuarto lugar. Se trató del derrumbe del partido dominante en la política boliviana y en todos los municipios su votación decayó con respecto a 2002. Al mismo tiempo, el resultado demostró

Mapa 8 Votación presidencial de MNR 2005

la conservación de un núcleo duro de apoyo, ya presente en la Municipal de 2004 cuando arrancó un porcentaje equivalente al de la Presidencial. Además, el carácter partidista de esta votación se desprende de la cercanía de la votación recibida por Nagatani y los diputados uninominales en casi todos los departa-

mentos, hecho que sugiere que hubo un escaso voto cruzado: el análisis puede prolongarse hasta los prefectos, también beneficiados por ese apoyo cerrado de los militantes. El achicamiento se produjo sin alteraciones significativas de la geografía partidaria, lo que ilustró la elevada correlación entre 63

Corte Nacional Electoral la votación de 2005 y de 2002 en el nivel municipal (0,79) y el Mapa 8. En efecto, El MNR se mantuvo en las tierras tradicionales de la organización: en la Amazonía, en Beni –donde consiguió su único senador–, la Chiquitanía, en el sur de Chuquisaca y en el Chaco. Logró incluso votaciones superiores al 30%. El contraste con UN es esclarecedor: ambos partidos obtuvieron porcentajes próximos pero mientras que Doria Medina tendió a recibir una votación distribuida con una cierta homogeneidad territorial, Nagatani tuvo puntos muy sólidos de apoyo que reflejaban la larga implantación partidaria. En efecto, si bien en un nivel distinto del registrado por Durán en 1997, la dinámica de 2005 fue similar: un repliegue hacia los baluartes y un desvanecimiento de las innovaciones introducidas por Sánchez de Lozada a la sociología electoral del partido. El MNR se asentó en tierras que comparten rasgos culturales y socioeconómicos, que van desde el predominio del español, condiciones de vida relativamente altas a pesar del carácter rural de las poblaciones, poco inmigración, hasta el dominio de elites ganaderas o forestales que influyen sobre las preferencias políticas. En esas áreas, el MNR ha establecido un aparato bien estructurado, 64

apenas afectado por las convulsiones de 2003. Esa solidez se ilustró con el triunfo de dos diputados uninominales (en Beni), una cifra mayor a la lograda por UN. A pesar de lo expuesto, conviene recordar que el MNR apenas obtuvo la victoria en tres municipios, una cifra escasa para un partido acostumbrado a dominar amplias regiones, aun en épocas consideradas difíciles. Nagatani no retuvo a todo el electorado en los bastiones y sufrió pérdidas en beneficio de Podemos, convertida en la opción conservadora mejor ubicada en la elección. Fuera de esas regiones, el MNR confrontó una situación espinosa. En las zonas rurales del occidente, el partido confirmó el declive sufrido después de la cúspide alcanzada en 1993, cuando Sánchez de Lozada convenció al campesinado del altiplano y valles. La caída no puede ser atribuida a los candidatos sino al desgaste de un partido visto como el portaestandarte del modelo neoliberal, juzgado contrario a los intereses nacionales y a las clases populares. La segunda gestión de Sánchez de Lozada chocó violentamente con los campesinos y mineros, por lo que en 2005 el partido carecía de propuestas creíbles para las zonas más pobres. En un sentido próximo puede inter-

pretarse la baja actuación en los barrios populares urbanos. En ellos, el MNR cargaba con la pesada herencia de la gestión gubernamental inconclusa que tuvo en 2003 un momento dramático considerado como el final de una forma de hacer política y de conducir la economía. La votación fue mínima en las ciudades donde los conflictos alcanzaron la mayor gravedad. La resistencia partidaria mejoró en los lugares alejados de los problemas y donde más bien se juzgó con ojos críticos la movilización social y política del occidente (en Santa Cruz, Tarija o Trinidad, Nagatani superó su promedio nacional). La elección de 2005 marcó el alejamiento de las clases medias y altas, uno de los puntales del MNR bajo el liderazgo de Sánchez de Lozada. Ciertamente los resultados en las ciudades mostraron mejores resultados en los barrios favorecidos pero el nivel se encontró muy por debajo de los conseguidos en 2002, cuando el ex Presidente fue considerado como un garante de la restauración de la autoridad del Estado. El partido, sumido en una grave crisis y con un balance gubernamental poco halagüeño, vio alejarse ese electorado hacia Podemos y UN. Las pérdidas más severas se dieron en

Atlas electoral latinoamericano las provincias de Chuquisaca que apoyaron a Sánchez de Lozada gracias al pacto suscrito con el MBL así como los municipios donde operan las compañías mineras del ex Presidente. La mayoría de esas áreas se inclinó por el MAS en 2005. Se trata de regiones pobres cuyo apoyo al MNR en 2002 se explicaba más por factores políticos o por vínculos económicos especiales que por sus características socioeconómicas: desaparecidos esos elementos singulares, la votación de esos municipios se alineó sobre el comportamiento dominante en la región. Los otros municipios donde el MNR registró pérdidas superiores al promedio eligieron organizaciones contrapuestas al MAS, ya sea Podemos o UN. Fueron las alcaldías amazónicas, tarijeñas, chaqueñas, además de las principales ciudades. A pesar del retroceso, muchas de esas zonas dibujaron todavía los espacios de influencia movimientista. Asimismo, el MNR perdió los pocos puntos que le restaban en el altiplano paceño, en las provincias de Cochabamba, en el oeste de Oruro y en las colonias agrícolas; los guarismos finales señalaron que el partido quedó reducido en esas zonas a una existencia marginal. Pocos fueron los bastiones donde se registraron reducciones pequeñas: la mención más im-

portante corresponde a Beni. Los comicios de 2005 quedan para el MNR como aquellos en los cuales se transformó de una organización de alcance nacional en un partido regional, prolongando la tendencia percibida en la Municipal de 2004. El partido pasó de una organización que tenía zonas de fortaleza y debilidad relativa pero con una presencia nacional, con la cual pocos rivalizaban, a un movimiento regionalizado, sólido en el norte y el este, donde preserva una estructura firme, con amplias redes de militantes y cuadros, con legitimidad política y social. Al lado, hay áreas donde la organización partidaria casi ha desaparecido, como en el altiplano, en muchos valles y en barrios populares de las ciudades occidentales. En paralelo a esa evolución, la dirección nacional vio diluirse su poder en beneficio de algunas jefaturas departamentales con un amplio radio de acción. Para concluir, hay que indicar que los tres partidos que dirigieron el Gobierno desde 1985 (MNR, MIR, ADN) perdieron progresivamente su capacidad para conservar tras suyo a la mayoría del electorado. Reunieron 63,7% de los sufragios en 1985, en 1993 descendieron a 53,7%, en la Presidencial de 2002 cayeron a 39,1% y en

los comicios de 2005, Podemos, el MNR y UN mantuvieron ese nivel (39,5%). Detrás de la estabilidad de esa cifra, se observan importantes evoluciones regionales. Hubo lugares donde los porcentajes acumulados de Quiroga, Nagatani y Doria Medina superan la suma de los resultados obtenidos por Sánchez de Lozada, Paz Zamora y MacLean. Entre ellos destacan municipios de Beni, Santa Cruz, Cochabamba, además de capitales departamentales. Normalmente se trata de áreas prósperas, económicamente dinámicas y en las cuales las organizaciones conservadoras son influyentes. Al contrario, en más de un centenar de municipios donde se produjeron pérdidas mayores a 10 puntos, se encuentran sobre todo alcaldías de Chuquisaca, del altiplano, del oeste tarijeño y de las colonias agrícolas de Santa Cruz. De esta manera se confirma una tendencia fuerte de la sociología electoral boliviana: los partidos que administraron el Gobierno a partir de 1985 enfrentaron dificultades crecientes para seducir al electorado popular y su audiencia en las zonas rurales de pequeño campesinado se contrajo de forma progresiva desde principios de la década de 1990. La Elección de 2005 se enmarcó en esa línea y el problema del 65

Corte Nacional Electoral

Mapa 9 Votación presidencial de MIP 2005

MNR debe ser comprendido en ese panorama amplio. El MIP sale del escenario En los comicios de 2002, el MIP estableció el récord electoral del katarismo y se impuso en el altiplano paceño. Cuando volvió 66

a presentarse ante los votantes, Quispe no consiguió reeditar esa actuación. Su organización perdió la personalidad jurídica al quedar por debajo de la barrera mínima de 3%. El MIP se retiró del escenario político como uno de los derrotados de los comicios de 2005.

La distribución de la votación conseguida, visible en el Mapa 9, repitió el patrón observado en 2002, lo que también ratifica la correlación de ambas votaciones en el plano municipal (0,90). Los asentamientos partidarios siguieron en el altiplano paceño aunque en un proceso de debilitamiento. A menudo consiguió el segundo lugar, detrás de Morales, con cifras superiores a 15%, gracias al impulso de las localidades rurales antes que de las cabeceras municipales; y cuanto más urbanas éstas, más grande fue la brecha con el voto de las comunidades. La candidatura de Quispe guardó su atracción para los votantes del altiplano de lengua aymara, dedicados a la agricultura, que en los años previos habían mostrado una actitud desafiante hacia el Estado. Fuera de esa región, porcentajes superiores al 10% aparecieron de manera excepcional. Dos tipos de razones estrechamente ligadas explican la disminución en la meseta andina. Por un lado, el liderazgo de Quispe perdió fuerza. A los comicios de 2002, llegó en condiciones favorables, después de organizar importantes bloqueos en el altiplano, con los cuales consiguió concesiones para el campesinado de la región y logró doblegar al Estado; esa movilización facilitó la crea-

Atlas electoral latinoamericano ción del MIP y el proselitismo en la campaña presidencial. En los años siguientes, su convocatoria declinó: luego de 2003 ya no pudo movilizar a las bases sindicales, atraídas por el MAS que ofrecía mejores perspectivas al articular el respaldo en otras zonas del país. Al mismo tiempo, la Municipal de 2004 mostró que el partido había perdido audiencia (con 2,2% de los votos, anticipó el resultado de la Presidencial de 2005) y que en vez de afianzarse se disgregaba: la bancada parlamentaria se dispersó y hasta Quispe prefirió renunciar a su cargo de diputado, perdiendo de paso protagonismo. Por si fuera poco, el interés de los medios por el jefe del MIP disminuyó de manera notoria con respecto a 2002 pues su poder había declinado de forma evidente. Por otro lado, cuando el MAS encabezaba las encuestas dejaba con pocas opciones al MIP. La mayoría de las banderas enarboladas por Quispe, la lucha contra la discriminación, la necesidad de mejorar las condiciones de vida de los campesinos, el rechazo al liberalismo, se encontraba en los discursos del MAS, a menudo con tintes étnicos menos marcados, con una apertura a otras categorías. El voto útil en los sectores campesinos jugó contra el jefe del

MIP que, conciente de esa tendencia, lanzó la mayoría de sus dardos contra Morales y García Linera. Una evolución similar se produjo en los barrios populares de La Paz y El Alto en los cuales Quispe había conseguido apoyo en la Presidencial anterior. Colocado a la defensiva en sus bastiones, el MIP no tuvo la energía para ganar nuevos espacios: las áreas indiferentes frente a Quispe en 2002 no tuvieron razones para acercarse cuando los vientos no le eran propicios. El partido ni siquiera contaba con una mínima estructura, hecho que se evidenció en la ausencia de candidatos a senadores o diputados en Beni y Pando, así como en la falta de difusión de propaganda en esas regiones. Así, resultó frecuente que el partido no alcanzase ni 0,5% en las tierras ajenas al discurso de reivindicación de la identidad indígena, en especial aymara: además de los citados departamentos del norte, puede mencionarse la Chiquitanía y el Chaco. Los votos blancos: novedades en el frente Este Los votos blancos llegaron a 4%, un poco por debajo del promedio histórico 19792002 (4,4%) y en ligero retroceso con respecto a los comicios de 2002. Las grandes

líneas de distribución geográfica y social no se vieron modificadas: la proporción de votos blancos se hizo fuerte en las áreas pobres, aisladas, con menores niveles educativos, poca práctica del castellano y escasos vínculos con la política nacional (Mapa 10). Con porcentajes superiores al 12% figuraron municipios del centro de Chuquisaca, del noroeste paceño y del norte de Potosí. A la inversa, esos sufragios quedaron por debajo del promedio nacional en las capitales departamentales y en las principales ciudades, cuyas características se contraponen en gran medida a las del grupo anterior. Estos datos, muy próximos a los de comicios pasados, sugieren que el voto blanco reflejó un problema social estructural antes que una opinión política sobre las candidaturas o los debates de la contienda de 2005. No obstante, la explicación sociológica no agota la distribución del voto blanco, que también se alimentó de una lógica política. En efecto, áreas que habitualmente cuentan con porcentajes muy reducidos de sufragios blancos los aumentaron. Así sucedió en municipios de Beni o de Pando, donde se registraron niveles mayores a 7% cuando en la Presidencial de 2002 en ninguna alcaldía beniana se superó el 5%; 67

Corte Nacional Electoral un comportamiento parecido se produjo en Tarija o en el Chaco, que contradijeron la evolución nacional marcada por una disminución de los votos blancos. En las áreas conservadoras hubo un movimiento de duda en ciertas franjas del electorado: por un lado, los acontecimientos nacionales de los años precedentes debilitaron y desprestigiaron a los partidos dominantes de la región; por otro lado, la iniciativa política se concentró en las tierras altas, colocó en la agenda política propuestas fuertes de reforma, ajenas a la cultura política de las tierras bajas. Esas tendencias, poco propicias para las tiendas políticas como el MNR, provocaron el retraimiento del electorado, que acudió a votar en proporción algo menor a los de otros departamentos o dejó las papeletas en blanco en un número desacostumbrado para la zona. Se trató de un alejamiento antes que de una ruptura, pues tales grupos no se plegaron a las fuerzas críticas con el liberalismo. Esta línea de análisis se confirma cuando se nota que los votos blancos en la elección prefectural fueron considerablemente menores que los de la Presidencial en Pando, Beni, Santa Cruz, Tarija o en provincias chaqueñas (siendo equivalentes en los departamentos occiden68

Mapa 10 Porcentaje de votos blancos en la elección presidencial 2005

tales). En la contienda regional, los votantes se sintieron más cómodos, escogiendo entre figuras conocidas y definiendo entre políticas de desarrollo local: la duda se produjo cuando tuvieron que pronunciarse sobre el sentido de la evolución nacional. A la inversa, en las zonas de votación para

el MAS, que son también en parte las zonas de los sufragios blancos, bajó el porcentaje de éstos con respecto a 2002. Las razones que impulsaron a los votantes de provincias conservadoras a replegarse incitaron a los de áreas con tradición de apoyo a la izquierda, el indigenismo o las organizaciones de protesta

Atlas electoral latinoamericano a dejar el voto blanco y sumarse al MAS. Aunque, como se indicó, al final, siguieron siendo las regiones del país con mayores porcentajes de voto blanco pero de manera atenuada con respecto a comicios anteriores. Conclusiones La elección de 2005 fue una “elección de combate”, sentida como decisiva para el futuro del país, por el electorado y las organizaciones políticas. La participación electoral marcó un doble récord, por la cantidad de votantes y por el porcentaje logrado, el más alto del último cuarto de siglo. A ese título, fue también una elección con una densa carga política: desde que se crearon las diputaciones uninominales, nunca hubo una cantidad tan pequeña de votos cruzados. En apenas ocho circunscripciones, el triunfo del candidato presidencial y del diputado uninominal no correspondió a la misma organización contra 19 en 1997 y 27 en 2002. 26 Los ciudadanos optaron por no dispersar su voto, por entregar al candidato presidencial de su preferencia los instrumentos de gobernabilidad, por pasar por alto las individualidades y favorecer al partido. El voto cruzado se dio sobre todo en circunscripciones urbanas con buenos

niveles de vida y de formación, en las cuales el ingreso de Morales se dio en la recta final de la campaña y donde la presencia del MAS es más endeble; una observación similar vale para los resultados de la prefectural en La Paz y Cochabamba. Asimismo, los comicios estuvieron marcados por la contundente victoria lograda por el MAS. Resulta pertinente la comparación con el triunfo de la UDP en 1980, el segundo más amplio obtenido desde el retorno a la democracia (34%). Hay una diferencia de más de 15 puntos entre el porcentaje de Morales y el de Siles a pesar de que en ambos casos, el triunfo de la izquierda se basó en la votación de campesinos de pequeña propiedad, mineros, habitantes de barrios populares y sectores de clase media. La primera diferencia se dio en la concentración del voto de los agricultores del altiplano y de los valles. La UDP reunió, al igual que el MAS, la mayoría absoluta de los sufragios en el altiplano paceño, pero en las otras zonas rurales su triunfo, cuando se produjo, no fue tan holgado pues tuvo la competencia del MNR, una organización con un fuerte anclaje rural. En cambio, el MAS no dejó mayor espacio a sus rivales. Luego Morales logró un respaldo urbano de envergadura,

superior incluso al de Siles. Los dos candidatos tuvieron ciertas dificultades en los grupos medios y la confianza de los sectores populares, nuevamente Morales alcanzó un nivel mayor pues no tuvo la competencia que sufrió la UDP con el MNR o el Partido Socialista-1. Más novedosa fue la penetración del MAS en las colonias agrícolas de Santa Cruz, a las cuales la UDP llegó poco, tanto por la fuerza del MNR como por la presencia todavía minoritaria de los inmigrantes de los valles. Morales consiguió una mayor votación en varias ciudades del este y del sur, atrayendo los sufragios de los citadinos recientes, campesinos que dejaron la zona rural para buscar mejores oportunidades u hombres llegados desde las tierras altas con el mismo propósito. En los dos casos, estos grupos, antes menos importantes numéricamente, apostaron por la izquierda. El triunfo de Morales se distingue, sin embargo, de los obtenidos, también con mayoría absoluta o con porcentajes muy altos, por otros mandatarios de América del Sur, como Lula en Brasil o Uribe en Colombia. Los éxitos electorales de mandatarios que

26 Salvador Romero Ballivián, “Las elecciones uninominales de 1997 a 2002”, en: Opiniones y Análisis (58), p. 233 - 234.

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Corte Nacional Electoral logran ese tipo de victorias tienden a atenuar los antagonismos en la sociedad pues se consiguen con el apoyo de la mayoría de las regiones y clases sociales. En cambio, la contundente victoria del MAS no se construyó sobre un respaldo distribuido de manera relativamente homogénea sobre el territorio 27. Aquí, los contrastes regionales adquirieron significados políticos fuertes. La desigual distribución del voto influyó de forma decisiva sobre la política nacional –algo que no sucedía en Bolivia en las décadas previas. La diferencia en los niveles de votación desbordó el marco del interés estrictamente académico para pesar en la evolución del país. Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija no sólo apoyaron menos que en promedio al MAS. Concentraron su voto en los partidos opositores, fortalecieron movimientos de base regional como los Comités cívicos –que desbordan los cuadros estrictamente partidarios– contrapuestos a Morales y albergaron a grupos sociales, como los grandes propietarios de tierras, que el gobierno identificó como adversarios a su política. Ello produjo una acumulación de oposiciones, políticas, regionales, sociales, que polarizaron al país: las líneas de conflicto tendieron a sumarse antes que a cruzarse, creando 70

dos bloques claramente diferenciados. Este rasgo singulariza la victoria de Morales. La elección presidencial de 2002 marcó el final del ciclo político abierto con los comicios de 1985 pero no abrió una nueva fase, tarea que le correspondió a la consulta de 2005. En efecto, la Presidencial de ese año es seguramente una elección de realineamiento, como lo fue la de 1985, cambiando por un tiempo previsiblemente largo las preferencias políticas, modificando las correlaciones de fuerza en el sistema partidario y dando un nuevo rumbo a las políticas públicas. En efecto, en primer lugar, la presidencial de 2005 inauguró nuevas tendencias en el comportamiento electoral aunque sobre un antiguo fondo, que divide a las regiones occidentales y centrales, inclinadas por la izquierda, y el Norte, el Este y el Sur, de orientación más conservadora. Los votantes de las primeras zonas expresaron un apego al MAS, en tanto que los electores de los otros departamentos privilegiaron a Podemos sin descuidar a UN y al MNR. Los resultados de la Asamblea Constituyente y del referéndum sobre las autonomías departamentales, procesos organizados en 2006, confirmaron la impronta de la elección general de 2005. 28 Los datos de

la elección de la Asamblea se aproximaron a los de la presidencial y los del referéndum tuvieron una elevada dependencia de la posición asumida por el gobierno a favor del “no” y de los movimientos opositores por el “sí”. Por otra parte, la presidencial relegó a un lugar secundario a las organizaciones que desempeñaron un papel fundamental en las dos décadas previas. El MNR, el MIR y ADN parecen tener opciones reducidas de recuperar los espacios electorales perdidos, lo que agrava los problemas de conducción, debilita la cohesión interna y favorece el alejamiento de los dirigentes con mayor popularidad. Las perspectivas de renovación de liderazgos disminuyen en la medida que las nuevas generaciones prefieren iniciar sus carreras políticas en las organizaciones fuertes del nuevo ciclo que se abre. En la elección de la Asamblea Constituyente, ADN no obtuvo ni 0,5% de los votos y el MIR perdió su personalidad jurídica. La Presidencial de 2005 dejó más bien un escenario bipolar, e incluso bipartidista, con dos organizaciones

27 Es excepcional que un partido obtenga un apoyo uniforme en todo el territorio; la situación normal es la existencia de regiones de mayor y menor apoyo a los candidatos. 28 Salvador Romero Ballivián, “Análisis de la elección de la Asamblea Constituyente y del referéndum sobre las autonomías departamentales”, en: Opiniones y Análisis (80).

Atlas electoral latinoamericano que acumularon tres cuartos de los votos, un porcentaje sin precedentes en el cuarto de siglo anterior. Un duelo bipolar puede prolongarse en el tiempo, con un campo controlado exclusivamente por el MAS, y otro con varios actores disputándose el lugar central pero compartiendo una postura crítica frente al gobierno de Morales. Sin duda, la dispersión y la fragmentación del voto que marcaron el tiempo de la “democracia pactada” no van a desaparecer pero pueden atenuarse en los próximos comicios. Finalmente, los resultados de 2005 concluyen un ciclo de políticas públicas dominadas por la economía de mercado, la prioridad concedida al estilo técnico para definir la gestión estatal y la confianza en las organizaciones internacionales. La victoria de Morales le permite llevar adelante un programa con orientaciones distintas a las definidas a partir de 1985 e incluso, en algunos campos, tal vez anteriores a ese año.

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Corte Nacional Electoral

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Atlas electoral latinoamericano

La elección presidencial de 2006 en Brasil

L

1. Introducción a disputa presidencial de 2006 planteaba a los dos candidatos principales, Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), que buscaba la reelección, y Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), algunos importantes desafíos para poder alcanzar la victoria en esas elecciones. Para Lula, era fundamental mantener el amplio abanico de apoyo que había conseguido en la elección presidencial de 2002, en la que obtuvo una victoria consagradora. En cuanto a Alckmin, su principal desafío consistía en recomponer las exitosas alianzas con las fuerzas conservadoras que habían posibilitado las victorias electorales de su correligionario político, Fernando Henrique Cardoso (PSDB), en 1994 y 1998. Además de tratar de analizar los desafíos que se presentaban para Lula y Alckmin, procuraremos también examinar las posibles variaciones en la geografía electoral

Cesar Romero Jacob Dora Rodrigues Hees

Philippe Waniez Violette Brustlein

brasileña en 2006. Los estudios realizados por nuestro equipo, en base al mapeo de los resultados de las elecciones presidenciales de 1989, 1994, 1998 y 2002 demostraron que determinadas áreas del país presentaron comportamientos electorales que se mantuvieron regulares en esas cuatro elecciones consecutivas 1. De hecho, la identificación de estructuras territoriales que se correspondían con determinados patrones de comportamiento político a lo largo del tiempo fue relevante para poner de manifiesto tendencias ideológicas en el electorado A partir de que los candidatos Fernando Collor de Mello, del Partido de la Reconstrucción Nacional (PRN), en 1989, Fernando Henrique, en 1994 y 1998, y José Serra (PSDB), en 2002, fueron apoyados por fuerzas de derecha y que Lula (en 1989, 1994, 1998 y 2002) fue apoyado por fuerzas de izquierda, es posible percibir que, en ciertas regiones, el electorado tiende a emitir un voto más conservador mientras que en otras, la tenden-

cia es más progresista. Es por esto que Collor, Fernando Henrique y Serra alcanzaron sus porcentajes más elevados sobre todo en el vasto espacio interior del país, mientras que Lula obtuvo sus mejores votaciones principalmente en un gran número de capitales de los estados federales. En este artículo, nos dedicaremos a investigar la distribución espacial de los votos, no sólo de los candidatos del PT 2 y el 1

A este propósito, ver: JACOB, Cesar Romero et alii. A eleição presidencial de 1994 no Brasil: uma contribuição à geografia eleitoral. En : Comunicação & Política, Rio de Janeiro, vol. IV, nº. 3, 1997, pp. 17-86; WANIEZ, Philippe et alii. La géographie électorale du Brésil: l’élection présidentielle de 1994. En: Cahiers des Amériques Latines, Paris, Nº. 24, 1997, pp. 131-154; JACOB, Cesar Romero et alii. As eleições presidenciais no Brasil pós-ditadura militar: continuidade e mudança na geografia eleitoral. En: ALCEU. Rio de Janeiro, vol.1, nº. 1, 2000, pp. 102-151; WANIEZ, Philippe et alii. Une lecture du nouvel Atlas électoral du Brésil. In: Lusotopie, Paris, 2000, pp. 537-577; WANIEZ, Philippe et alii. Après l’élection de Lula, une nouvelle géographie électorale du Brésil? En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, Nº. 46/47, 2002, pp. 157-177; JACOB, Cesar Romero et alii. Eleições Presidenciais de 2002 no Brasil: uma nova geografia eleitoral? En: ALCEU. Rio de Janeiro, vol. 3, Nº 6, 2003, pp. 287-327.

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El Partido de los Trabajadores (PT) fue fundado en 1980 en el Colegio Sion, en São Paulo, por un grupo de militantes políticos compuesto por dirigentes sindicales, intelectuales de izquierda y católicos ligados a la Teología de la Liberación. Por lo tanto, el partido es el resultado de la aproximación de los movimientos sindicales, que resurgieron

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Corte Nacional Electoral PSDB 3, sino también de los dos candidatos que les siguieron en orden de importancia, Heloísa Helena, del Partido Socialismo y Libertad 4 y Cristovam Buarque, del Partido Democrático Laborista 5, procurando demostrar, a través de la elaboración de mapas con los resultados electorales 6, si hubo o no cambios en la geografía electoral brasileña en 2006, en relación con los patrones ya identificados en las anteriores contiendas presidenciales. Para cada uno de los candidatos en la primera vuelta se elaboró un mapa de su porcentaje con relación a los votos válidos. Respecto a la segunda vuelta, se elaboraron mapas del porcentaje de votos para Lula y Alckmin, así como mapas con la diferencia en puntos porcentuales entre la primera y la segunda vuelta de 2006, para cada uno de los dos candidatos enfrentados. El nivel de observación adoptado para los mapas de Brasil es el de las microrregiones geográficas. Éstas, en número de 558, fueron delimitadas por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, IBGE con el objeto de constituirlas como niveles territoriales intermedios entre los 26 Estados de la Federación, demasiado grandes para permitir un análisis detallado del territorio 74

nacional, y los 5.550 municipios, difíciles de ser representados gráficamente en el conjunto del país (Mapa 1)*. 2. El sistema electoral brasileño Durante los años del régimen militar (1964 a 1985), el sistema electoral existente en el país era alterado a través de una legislación casuística, cuyo objetivo era garantizar la victoria del partido que había sido creado para dar sustento político a los gobiernos militares y disputar el triunfo en las elecciones que se celebraron durante esos 21 años. Así, la legislación electoral era frecuentemente cambiada, siempre que se presentaba el riesgo de que el partido del gobierno perdiera la elección que se aproximaba. Con la redemocratización del país, la nueva Constitución, promulgada en 1988, adoptó una legislación democrática que se caracteriza, entre otros aspectos, por disponer elecciones periódicas para las diferentes esferas de poder: • Elección para Presidente de la República, Senador de la República, Diputado Federal, Gobernador de Estado y Diputado Estadual, cada cuatro años, como ha sucedido en 1994, 1998, 2002 y 2006;

• Elección para Prefecto Municipal y Vereador, cada cuatro años, como ha sucedido en 1992, 1996, 2000 y 2004; a fines de la década de los 70, con sectores de la izquierda brasileña, que eran críticos del socialismo real existente en la Unión Soviética, y con segmentos de la izquierda católica influenciados por las resoluciones de la Conferencia del Episcopado Latino-Americano (CELAM) de Medellín (1968) y de Puebla (1979). El PT se presentó en todas las elecciones para Presidente de la República realizadas desde el fin del régimen militar, llevando a Lula como candidato (1989, 1994, 1998, 2002 y 2006). De las cinco elecciones en que se presentó, el PT logró la elección del Presidente Lula para dos mandatos consecutivos (2002 y 2006). 3

El Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) fue fundado en 1988 por un grupo de políticos disidentes del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), insatisfechos con los rumbos tomados por el gobierno del Presidente José Sarney (1985-1990), periodo de transición del régimen militar a la democracia. El PSDB presentó candidato en todas las elecciones para Presidente de la República celebradas después de la redemocratización del país: Mario Covas (1989), Fernando Henrique Cardoso (1994 e 1998), José Serra (2002) y Geraldo Alckmin (2006). De las cinco elecciones en que participó, el PSDB logró la elección del Presidente Fernando Henrique para dos mandatos consecutivos.

4

El Partido Socialismo y Libertad (PSOL) fue fundado en 2004, por un grupo de parlamentarios disidentes del PT, insatisfechos con los cambios ocurridos en ese partido, que habría abandonado el socialismo como meta estratégica. En 2006 el PSOL presentó candidato, por primera vez, a la Presidencia de la República, postulando a la senadora Heloísa Helena.

5

El Partido Democrático Laborista (PDL) fue fundado en 1980 por un grupo de políticos e intelectuales de izquierda liderados por Leonel Brizola, principal figura del partido hasta su muerte ocurrida en 2004. Es el único partido brasileño afiliado a la Interncional Socialista. El PDL presentó a Leonel Brizola como candidato en las elecciones para Presidente de la República celebradas en 1989 y 1994; no tuvo candidato propio en 1998 y 2002; y en 2006 concurrió a las urnas postulando a Cristovam Buarque, disidente del PT.

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Los mapas presentados en este artículo fueron realizados a través de Philcarto, software de cartografía de datos estadísticos concebido y programado por Philippe Waniez. Los datos electorales tuvieron por base los resultados oficiales de los dos turnos de la elección presidencial de 2006, que el Tribunal Superior Electoral (TSE) puso rápidamente en disponibilidad a través de su site en Internet.

*

Nota de los editores: Por razones de espacio no ha sido posible insertar todos los mapas contenidos en el original de este estudio. Se han seleccionado aquellos relacionados de manera mas directa con los resultados electorales, adecuando la numeración y las referencias en el texto.

Atlas electoral latinoamericano • Para los cargos del Poder Ejecutivo (Presidente de la República, Gobernador de Estado y Prefecto Municipal) un candidato es considerado electo en caso de obtener el 50% de los votos más uno; cuando esto no sucede se realiza una segunda vuelta, un mes después de la primera, entre los dos candidatos más votados. Como se puede observar, las elecciones para cada esfera de poder están intercaladas, de modo tal que cada dos años se celebran elecciones en el país, ya sea de carácter general (federal/estadual), o de carácter local (municipios). Las elecciones celebradas en 1989, exclusivamente para la elección del Presidente de la República, y en 1990 para Senador, Diputado Federal, Gobernador de Estado y Diputado Estadual, representaron una fase de transición en la implantación definitiva de la nueva legislación y, por lo tanto, no fueron simultáneas, lo que recién comenzó a suceder a partir de 1994. Los candidatos a los cargos deben pertenecer a un partido político cuyo funcionamiento está debidamente autorizado por el Tribunal Superior Electoral. No está permitida la existencia de candidatos indepen-

Mapa 1 División territorial de Brasil, regiones, estados y microregiones

dientes, sin filiación partidaria. Sin embargo, los candidatos que deseen disputar una elección, pueden cambiar de partido hasta un año antes de la celebración de las mismas e incluso después de ser electos. Los que ocupen cargos ejecutivos (Presidente, Gobernador y Prefecto) pueden ser

candidatos a la reelección por un mandato más, continuando en el ejercicio de su función. Sin embargo, si el que ocupa un cargo ejecutivo se presenta como candidato para cumplir otra función, debe abandonar el cargo que ejerce seis meses antes de disputar la nueva elección. Estas restricciones no 75

Corte Nacional Electoral se aplican, como es lógico, a aquellos que desempeñan cargos legislativos (Senador, Diputado Federal, Diputado Estadual y Vereador), quienes pueden disputar elecciones cuantas veces lo deseen continuando en el ejercicio de su mandato parlamentario. 2.1. Electorado Cuando se estudian las elecciones presidenciales en Brasil, llama la atención la dimensión del electorado, que viene expandiéndose de modo acentuado desde 1985, momento en que se produjo la redemocratización del país: 82 millones en 1989, 95 millones en 1994, 106 millones en 1998, 115 millones en 2002 y 125 millones en 2006, lo que significa un aumento de cerca de 43 millones en la cifra de electores, en un período de apenas 17 años. Más allá del crecimiento natural de la población, esta expansión es producto del derecho a voto concedido por la Constitución de 1988 a los jóvenes entre 16 y 17 años y a los electores analfabetos. Conviene recordar que en Brasil el voto es obligatorio para las personas entre los 18 y los 69 años, pero es opcional para las de 16 y 17 años, de 70 años y más y para los analfabetos. En este contexto de expansión del número de electores, el análisis de las eleccio76

nes presidenciales debe estar precedido por un examen de la distribución del electorado en el país, en las unidades de la Federación y también en los municipios, dado que la desigualdad entre los estados y los municipios, en lo que hace a la dimensión del electorado, es grande. Esto hace que un candidato que haya logrado, por ejemplo, buenas votaciones en el Estado de São Paulo donde se concentra el 22% del electorado nacional, asuma una importancia mucho mayor, en la disputa electoral, que otro que presente su mejor resultado en Roraima, estado que apenas concentra el 0,2% de los electores del país. De hecho, São Paulo es, de lejos, el estado brasileño más importante en términos electorales, seguido por Minas Gerais con 11% y por Rio de Janeiro con 9% de los electores, porcentajes ambos que, sumados, no llegan a alcanzar el porcentaje de São Paulo. Esa enorme desigualdad entre los distintos estados hace que las nueve unidades de la Federación con mayores porcentajes de electores, como puede verse en la Tabla 1, concentren el 75% del electorado nacional. Otra forma de analizar la distribución del electorado en el país, además de considerar

el peso del electorado en los distintos estados, es a través de la categorización de los municipios sobre la base del número de electores que poseen. Este abordaje muestra también una enorme disparidad entre los municipios brasileños. Llama la atención, en primer lugar, el hecho de que la gran mayoría de los municipios se ubica en las categorías con reducido número de electores, como muestra la Tabla 2. Tenemos así, 3.497 municipios en el rango de hasta 10.000 electores, y 1.100 en el rango de 10.000 a 20.000. Si consideramos el grupo que reúne hasta 100.000 electores, vemos que éste engloba 5.367 municipios que corresponden al 56% del electorado nacional. Por su parte, los 137 municipios que cuentan con más de 100.000 electores, concentran el 44% de los electores brasileños. Este análisis revela, por lo tanto, una característica importante de la distribución del electorado en el país, que es la superioridad del número de electores concentrados en los municipios pequeños y medianos (56%) con relación al de los concentrados en las grandes ciudades (44%). Así, en una campaña electoral por la Presidencia de la República, los candidatos necesitan, no sólo lograr un

Atlas electoral latinoamericano

buen desempeño en las ciudades mayores, sino obtener también buenas votaciones en los municipios pequeños y medianos distribuidos en el interior del país. 2.2. Abstención, votos en blanco, nulos y válidos Además de la importancia electoral de los municipios pequeños y medianos, existe otro

aspecto que debe ser destacado al analizar los resultados de las elecciones presidenciales de 2006, y es la reducción experimentada en la tasa de abstención al compararla con la de 2002 (Tabla 3). De hecho, la abstención, que mostraba una tendencia creciente en el país a lo largo de las tres primeras elecciones presidenciales del período post-dictadura militar (11,9% en 1989; 17,8% en 1994 y

21,5% en 1998) ha comenzado a presentar una tendencia declinante en sus porcentajes, situándose en un 17,7% en 2002 y en un 16,7% en 2006. De al misma forma que la abstención, los votos en blanco y nulos presentaron una reducción en sus porcentajes entre 2002 y 2006. Es así que los porcentajes de votos en blanco en el país que, en 2002, re77

Corte Nacional Electoral presentaban el 3,0% del total de los votos, pasaron, en 2006, al 2,7% al mismo tiempo que las tasas de votos nulos caían del 7,4% al 5,7%. Otro aspecto positivo observado en los resultados electorales de 2006, además de la declinación de las tasas de abstención y de votos en blanco y nulos, es el aumento de los índices de votos válidos con relación a la elección presidencial de 2002. En realidad, el porcentaje de votos válidos que había disminuido entre 1989 y 1994, al pasar del 93,5% al 81,2%, se mantuvo inalterado en 1998. Pero en 2002, presentó un acentuado crecimiento al alcanzar el 89,6%, aumentando nuevamente en 2006, ocasión en la que llegó al 91,6%. Existen algunas razones que podrían explicar esta mejoría en los porcentajes de votos válidos en las dos últimas elecciones: la urna electrónica, de fácil utilización incluso para electores con bajo nivel de escolaridad; la campaña electoral, muy disputada entre los dos principales candidatos y el papel de los medios, sobre todo de la televisión, que promovió un amplio debate acerca de las elecciones presidenciales de 2002 y 2006. Tales factores pueden haber reforzado la motivación de los electores, reproduciendo 78

Atlas electoral latinoamericano una situación semejante a la de 1989, cuando el porcentaje de votos válidos alcanzó su más elevado nivel. 3. Factores de la geografía electoral El análisis de los mapas de las variables socioeconómicas, que contemplan aspectos relativos a la demografía, la urbanización, las actividades económicas, los niveles educativos y de ingresos, revela patrones muy diversificados cuando se considera el país como un todo. A pesar de ello, la observación de ese conjunto de mapas permite distinguir dos importantes clivajes en la organización del territorio brasileño: uno con orientación Este-Oeste, que diferencia áreas de ocupación más antigua (regiones Nordeste, Sudeste y Sur), de otras de ocupación más reciente (Norte y Centro-Oeste); y otro con sentido Norte-Sur, que distingue las regiones menos desarrolladas (Norte y Nordeste) de las más dinámicas en términos económicos (Sudeste, Sur y Centro-Oeste). Dado que en Brasil la ocupación del territorio se realizó a partir del litoral, las mayores concentraciones demográficas se ubican, incluso hoy, en una extensa faja próxima a la costa marítima que se extiende del Nordeste al Sur del país, en oposición a

Mapa 2 Brasil, población total 2000

la menor ocupación territorial registrada en el interior de las regiones Norte y CentroOeste (Mapa 2). Además de las diferencias interregionales se verifican, también, acentuados contrastes intraregionales, como por ejemplo en el Nordeste, entre el interior de los estados de Maranhão, Piauí y Bahia, con

menores contingentes de población, y la faja litoraleña de los mismos, con una alta densidad demográfica. Aunque continúa presentando grandes contrastes a lo largo del territorio brasileño, la urbanización está sufriendo profundas transformaciones en función del proceso 79

Corte Nacional Electoral de industrialización y modernización de la agricultura en el país. Esta transformación se acentuó a partir de la década de 1960, cuando el total de habitantes de las ciudades sobrepasó al de la población rural, llegando a representar, en el 2000, el 81% de la población brasileña. Los más altos índices de urbanización se concentran en el Sudeste, porción del territorio nacional donde se localizan las áreas más industrializadas y más desarrolladas del país. La consideración de la población por sexo revela también acentuadas diferencias ligadas, en este caso, a las migraciones internas. El mapa de la tasa de masculinidad, que representa el número de hombres por cada 100 mujeres, muestra que los hombres predominan en las regiones de ocupación más reciente, hacia donde han afluido significativos contingentes poblacionales. Como es sabido, la migración es efectuada, en un primer momento, por los hombres, que dejan a sus familias en sus lugares de origen. Por este motivo, las tasas de masculinidad que se registran en las regiones Norte y Centro-Oeste son elevadas, en función de las políticas gubernamentales que, desde los años 1970, dirigen hacia esas áreas de frontera agrícola, considerables flujos migratorios. 80

Por el contrario, las mujeres prevalecen en una gran faja que se extiende del Nordeste al Sur del país. En realidad, predominan en todas las grandes ciudades brasileñas, lo que puede ser explicado por las mayores oportunidades de empleo existentes para el sexo femenino en los centros urbanos. Hay, sin embargo, algunas excepciones a esta regla, como sucede, por ejemplo, en el interior del Nordeste donde, a pesar de que la urbanización es muy reducida, puede observarse la presencia de un mayor número de mujeres que de hombres. Esto se debe a la situación de pobreza imperante en esa región que provoca, desde hace décadas, flujos migratorios, sobre todo del sexo masculino, hacia las áreas de frontera agrícola del Norte y Centro-Oeste. La distribución espacial de las variables relativas a la evaluación de la población por faja etárea también presenta patrones marcados por acentuados contrastes que se relacionan con los niveles de desarrollo de las diferentes regiones brasileñas. En este sentido, la mayor incidencia de jóvenes se produce en el Norte y el Nordeste, áreas que se caracterizan por poseer niveles más bajos de desarrollo. En este caso, el alto nivel de analfabetismo que conduce a un

menor control de la natalidad podría explicar la mayor presencia de jóvenes en esas regiones. Además, en el Nordeste los elevados porcentajes de jóvenes se relacionan, también, con la salida de los adultos en busca de trabajo en otras zonas del país. Al contrario que en el patrón de distribución de jóvenes, la presencia más acentuada de adultos se observa en las regiones Sudeste, Sur y Centro-Oeste, lo que se puede explicar, en parte, por las oportunidades de empleo existentes en esas regiones que presentan la mayor concentración urbanoindustrial del país y una agricultura con características empresariales modernas. Además, las menores tasas de natalidad de esas regiones contribuyen a que se registren porcentajes más elevados de adultos en el total de su población. La distribución de los porcentajes de ancianos, especialmente relevante en áreas de ocupación antigua (regiones Nordeste, Sudeste y Sur), expresa, sin embargo, situaciones diferentes. Mientras que en el Sudeste y el Sur, con mayor grado de desarrollo, la concentración de ancianos responde a la existencia de una mayor expectativa de vida, en el Nordeste la presencia de personas mayores es consecuencia de la migra-

Atlas electoral latinoamericano ción de adultos que dejan, en sus lugares de origen, a los ancianos y a los niños. La distribución de la población por el color de piel se basa en una pregunta del Censo Demográfico sobre color o raza, a la que los informantes deben responder escogiendo su color de piel entre los siguientes tipos predefinidos: blanco, negro, pardo, indio y amarillo. El mapa que expresa el porcentaje de personas no blancas en la población total, revela, en líneas generales, una gran oposición entre São Paulo, Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul, donde se ubican los menores porcentajes de población no blanca del país, y el resto del territorio nacional. Esta diferenciación espacial se debe al proceso de ocupación ocurrido en esa zona de Brasil, que recibió en el siglo XIX fuertes contingentes migratorios de origen europeo, especialmente italianos y alemanes. En cuanto a la región Nordeste y parte de la Sudeste, donde predomina la población no blanca, este hecho se relaciona con las plantaciones y la explotación minera, realizadas en el país entre los siglos XVI y XIX, en base a mano de obra esclava de origen africano. En lo que se refiere a la región Norte, puede verificarse que los acentuados por-

centajes de no blancos están directamente ligados a la fuerte presencia de población de origen indígena. El Centro-Oeste muestra una situación intermedia entre esos dois brasis, que se debe, por un lado, a la influencia de los migrantes sureños que se afincaron allí en los últimos años, y por el otro, a la presencia de poblaciones de origen indígena que habitan esa región. Acompañando ese patrón de población no blanca, la distribución de las desigualdades educativas presenta también una fuerte oposición entre las regiones Norte y Nordeste y el centro-sur del país. Para calcular tales desigualdades, se estableció una relación entre el número de habitantes con nivel educativo básico por cada habitante con nivel educativo superior. El mapa así obtenido revela que la mitad norte del país presenta los más altos niveles de desigualdad educativa, al contrario que la mitad sur, que se destaca por la mejor situación educacional de sus habitantes. Sin embargo, al interior de esas dos grandes zonas en que se divide el país, surgen diferencias significativas. Se observa, así, que en la mitad norte todas las capitales estaduales presentan una situación más favorable que el resto de sus respectivos

estados, lo que es comprensible ya que en las capitales se concentran las principales instituciones educacionales, las universidades, los empleos calificados, etc. De la misma forma, en la mitad sur, vemos que el norte de Minas Gerais y la parte central de Paraná, con altos grados de diferencias educativas, se distancian del resto de la región, que presenta los menores desniveles educacionales del Brasil. Para dar prueba de las desigualdades de ingresos en el país, se estableció una relación entre el número de personas económicamente activas que perciben, como máximo, un salario mínimo por mes, por cada persona que percibe más de diez. Este indicador es similar al de los desniveles educativos y revela la misma oposición entre la mitad norte y la mitad sur del país. Así como sucede con la educación, las capitales estaduales de la mitad norte presentan menores discrepancias de ingresos que las que presentan las demás microregiones de sus respectivos estados. Es posible observar que aunque los desniveles de ingresos están presentes en todo el territorio nacional, es en la región Nordeste donde la desigualdad alcanza los niveles más dramáticos y se presenta en forma más concentrada. En lo que hace a 81

Corte Nacional Electoral las regiones Sudeste y Sur, se verifican allí las menores disparidades en los ingresos, excluyendo el norte de Minas Gerais y la parte central de Paraná, que presentan acentuadas discrepancias en los mismos. El mapa de la tasa de actividad, que representa el número de personas que ejercía algún tipo de trabajo remunerado en la semana de referencia del Censo, revela también una nítida oposición Norte-Sur, con una gran superioridad de las regiones Sudeste, Sur y Centro-Oeste en lo que se refiere a los niveles de trabajo remunerado de la población, en contraste con los bajos índices del Norte y Nordeste. En realidad, el CentroSur del país es donde se ubican las áreas más dinámicas económicamente, lo que puede ser corroborado por el cuadro de empleo en la actividad industrial, al contrario que en la mitad Norte, donde el trabajo en la agricultura tiene un papel preponderante. En este contexto de acentuadas desigualdades, la cartografía de los indicadores demográficos, económicos y sociales puede contribuir a una mejor comprensión de los resultados de las urnas, al producir una imagen bien estructurada de las múltiples relaciones de fuerzas que actúan sobre el territorio. 82

4.

Las elecciones presidenciales de 2006 Las elecciones presidenciales de 2006 fueron disputadas por ocho candidatos, simultáneamente con las elecciones para el Senado Federal, la Cámara de Diputados, las Gobernaciones Estaduales y las Asambleas Legislativas. El análisis de esas elecciones presidenciales tomará en cuenta sólo los cuatro candidatos más votados en el país: Luiz Inácio Lula da Silva, Geraldo Alckmin, Heloísa Helena y Cristovam Buarque. No se considerará, por lo tanto, debido al reducido porcentaje de votos obtenidos, a los siguientes candidatos: Ana Maria Rangel (Partido Republicano Progresista), José Maria Eymael (Partido Socialdemócrata Cristiano), Luciano Bivar (Partido Social Liberal) y Rui Costa Pimenta (Partido de la Causa Obrera). 4.1. Luiz Inácio Lula da Silva El desempeño de Lula 7, que obtuvo el 48% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2006, revela, de inmediato, que el candidato demostró tener bases de sustentación en todo el territorio nacional. A pesar de ello, al analizar sus porcentajes de votos, se verifica la exis-

tencia de acentuados contrastes regionales, con votaciones que varían desde el 19% al 86% (Mapa 3). Las más elevadas están concentradas en las regiones Nordeste y Norte, en oposición al Sur y Centro-Oeste. En realidad, es en la región Nordeste donde el candidato alcanzó su más espectacular desempeño, especialmente en Pernambuco, Ceará, Piauí y Maranhão. En cuanto al Sudeste, éste se presentó dividido, toda vez que São Paulo votó mayoritariamente por Alckmin, mientras que Minas Gerais, Rio de Janeiro y Espírito Santo contribuyeron al éxito electoral de Lula. Las elevadas votaciones en el Nordeste y el Norte se deben, en gran medida, a los programas sociales del Gobierno de Lula, como la Bolsa Familia (cantidad otorgada mensualmente a los más pobres bajo el compromiso de que sus hijos concurran a

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Luiz Inácio Lula da Silva, natural del estado de Pernambuco, migró a São Paulo a los siete años con su familia, que buscaba mejores condiciones de vida. En la capital paulista, se convirtió en metalúrgico y se destacó como un importante líder del movimiento sindical. Esta actuación lo llevó a participar en la política partidaria, siendo, en 1980, uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores (PT). Después de ser elegido Diputado Federal, se postuló a presidente en 1989 (derrotado por Fernando Collor de Melo), en 1994 (derrotado por Fernando Henrique Cardoso), en 1998 (nuevamente derrotado por Fernando Henrique Cardoso) y en 2002, cuando por fin, ganó las elecciones venciendo a José Serra. Fue reelecto en 2006, aventajando a su competidor, Geraldo Alckmin, en 58 millones de votos, o sea, batiendo su propio record de votación para Presidente del Brasil.

Atlas electoral latinoamericano la escuela), el Pronaf (programa de apoyo a la agricultura familiar) y el Luz para Todos (programa de electrificación rural) que beneficia a las capas bajas de la población que, en su mayor parte, habitan en el Nordeste y el Norte. En realidad, es en esas regiones del país donde los niveles de desigualdad social son más elevados, como muestran los mapas de indicadores socioeconómicos. En cuanto a las votaciones más bajas en el Sur y en el Centro-Oeste, parecen estar ligadas a la cotización de la moneda brasileña, que viene afectando directamente a la actividad agrícola, especialmente a las grandes explotaciones ligadas a la exportación. Así, el agronegocio del Sur y del CentroOeste está sufriendo pérdidas financieras con la valorización del real frente al dólar. Aun siendo de naturaleza diferente, tanto en el caso de Nordeste y el Norte como en el del Sur y Centro-Oeste, los factores que contribuyeron a las altas y bajas votaciones de Lula fueron de índole económica. O sea, ya sea para un lado o para el otro, el bolsillo influyó en la decisión de los electores en la primera vuelta. Sin embargo, no hubo en esta elección una división simplista entre la mitad Norte y la mitad Sur del país, entre un Brasil pobre y un Brasil rico, como po-

Mapa 3 Luiz Inácio Lula da Silva

dría parecer, sino entre intereses específicos de los diferentes grupos de electores. Al analizar las diferencias en las votaciones por Lula entre el primer turno de 2006 y el primer turno de 2002, se puede constatar que se produjo una inversión en la geografía electoral del candidato: del buen

desempeño alcanzado en las regiones Sur y Sudeste en la elección anterior, el foco de sus votaciones, en la elección actual, pasó a localizarse en el Nordeste y el Norte. En consecuencia, la nueva geografía electoral del candidato a la reelección parecería indicar que, mientras los electores de las re83

Corte Nacional Electoral giones Nordeste y Norte tendrían de Lula la imagen de un presidente que gobierna para los habitantes pobres de las regiones más pobres del país, los electores de las regiones Sur y Centro-Oeste pensarían que el presidente Lula no presta la debida atención a los efectos negativos que está ocasionando en la economía regional la valorización de la moneda brasileña frente a la estadounidense. 4.2. Geraldo Alckmin La distribución de los votos de Alckmin 8, en el primer turno, en el que obtuvo el 42% de los votos válidos, revela que el principal adversario de Lula demostró tener también, en estas elecciones, bases de sustentación en todo el territorio nacional. Sin embargo, cuando se analizan sus porcentajes de votos, se observan acentuados contrastes regionales, dado que presentan una varia-ción que va del 10% al 75% (Mapa 4). El candidato del PSDB alcanzó sus mayores votaciones en las regiones Sur y Centro-Oeste. En la región Sudeste, sólo logró un excelente desempeño en São Paulo, estado en que estuvo en la dirección del gobierno durante seis años. Además, obtuvo buenas votaciones en la región Norte, sobre todo en Pará y 84

Mapa 4 Geraldo Alckmin

en Roraima, estados en los que su partido conduce el gobierno estadual. Al contrario que Lula, Alckmin fue beneficiado electoralmente en São Paulo y en las regiones Sur y Centro-Oeste precisamente por los problemas derivados del tipo de cambio que vienen afectando a la agricultura

en esas regiones. Como es sabido, en esas áreas, donde el agronegocio volcado a la 8

Geraldo Alckmin, natural del estado de São Paulo, posee título de médico y desde joven se dedicó a hacer carrera en la política: primero fue vereador, luego prefecto, diputado estadual, diputado federal y, más tarde, vicegobernador del estado de São Paulo en la gestión de Mario Covas (19941998). Se convirtió en uno de los principales articuladores políticos de Covas en el interior paulista, lo que le garantizó la continuidad en la posición de vicegobernador cuando

Atlas electoral latinoamericano exportación es muy fuerte, éste está siendo perjudicado por la valorización del real frente al dólar. En este sentido, es llamativo el hecho de que incluso en una zona del Sur del país, que abarca el norte de Rio Grande do Sul, el oeste de Santa Catarina y el suroeste de Paraná, área donde tradicionalmente Lula obtiene elevadas votaciones, Alckmin haya logrado un buen desempeño. Al contrario de los beneficiados por el programa de agricultura familiar del Nordeste y el Norte, los pequeños productores rurales de esas áreas del Sur, que integran el complejo del agronegocio de exportación, fueron también perjudicados por el tipo de cambio, lo que condujo a un crecimiento en las votaciones por el candidato del PSDB y a una reducción del apoyo a Lula. Las diferencias de votaciones entre Alckmin y José Serra, candidato del PSDB en 2006 y 2002, respectivamente, revelan importantes cambios en la geografía electoral de un candidato con respecto al otro. Así, Alckmin creció hasta 41 puntos porcentuales en áreas de la región Sur al tiempo que, en la región Nordeste, registró caídas de hasta 66 puntos porcentuales. Estos cambios en el desempeño de Alckmin con respecto al de Serra pueden atribuirse, en un

Mapa 5 Heloísa Helena

caso, a los problemas derivados del tipo de cambio en el Centro-Sur del país, y en el otro, a los programas sociales del gobierno de Lula aplicados en el Nordeste y Norte. 4.3. Heloísa Helena La candidata Heloísa Helena 9, que obtuvo el 6% de los votos nacionales, situándose

Mario Covas fue reelecto, en 1998. En 2001, cuando aquel presentó serios problemas de salud, Alckmin asumió interinamente el gobierno de São Paulo, y con el fallecimiento de Covas pasó a ejercer, en forma permanente, el cargo de gobernador de dicho estado. En las elecciones para el gobierno estadual, en 2002, fue reelecto. En los comienzos de su carrera política, estuvo afiliado del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) y luego, en 1998, fue uno de los fundadores del PSDB, partido por el cual fue candidato a la Presidencia de la República en 2006. 9

Heloísa Helena, natural del estado de Alagoas, fue electa Senadora de la República en 1998, por el Partido de los Trabajadores. Después de expresar públicamente sus divergencias con la orientación de la política económica del Gobierno de Lula, fue expulsada del PT en diciembre de 2003 y

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Corte Nacional Electoral

Mapa 6

dentes hacia los desvíos éticos ocurridos en el gobierno de Lula. Como es sabido, Heloísa Helena, que había sido electa senadora por el PT en 1998, por Alagoas, fue expulsada del partido en 2003 por votar en contra de importantes propuestas de reformas enviadas por Lula al Congreso Nacional. Obviamente, ese tipo de discurso de oposición tiene más eco entre la clase media escolarizada de los grandes centros urbanos. En lo que hace al interior de las regiones Nordeste y Norte, Heloísa Helena presentó un magro desempeño, lo que se debió a la fuerte adhesión de los electores de esas regiones pobres a la candidatura del Presidente Lula.

Cristovam Buarque

en tercer lugar en estas elecciones, presentó votaciones significativas sólo en Brasilia y en las capitales estaduales, revelando de ese modo la falta de apoyo a su candidatura en el interior del país. En términos de porcentajes, se percibe un mejor desempeño de la candidata en los estados de Rio de Janeiro y 86

Alagoas, donde recibió votaciones de entre el 13% y el 22%, muy superiores a su media nacional (Mapa 5). Es posible pensar que la buena performance de Heloísa Helena en las capitales se deba al fuerte contenido moral de su discurso de campaña, con críticas contun-

4.4. Cristovam Buarque El candidato del PDT, Cristovam Buarque 10, que recibió el 3% de los votos en esta elección presidencial situándose en el cuarto lugar, presentó, en términos absolutos, votaciones significativas en Brasília y en un reducido participó, junto con otros parlamentarios, de la fundación de un nuevo partido, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Se postuló a la Presidencia de la República en 2006, por un frente de izquierda constituido por el PSOL, por el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), y por el Partido Comunista Brasileño (PCB), consiguiendo cerca del 6% de los votos válidos, lo que la situó en el tercer lugar. 10 Cristovam Buarque, nacido en Pernambuco, es un político con una fuerte trayectoria académica. Fue Rector de la Universidad de Brasilia (1985-1989), Gobernador del Distrito

Atlas electoral latinoamericano número de capitales estaduales, revelando, así, la falta de sustentación de su candidatura en la mayor parte del territorio nacional. Al analizar sus porcentajes se observa una distribución de votos concentrada en los estados de Rio de Janeiro y de Rio Grande do Sul donde, en un gran número de microregiones (Mapa 6), obtuvo votaciones superiores a su media nacional. Los porcentajes más altos obtenidos por el candidato del PDT en Rio de Janeiro y en Rio Grande do Sul, se deben al hecho de que allí se encuentran las bases políticas remanentes de Leonel Brizola, fundador de ese partido. Cabe recordar que Cristovam Buarque, que fue electo senador por el PT en el Distrito Federal en 2002 y nombrado por Lula Mi-nistro de Educación, abandonó el partido en 2004 con críticas a lo que él consideraba escasa inversión del gobierno federal en la educación básica. En su campaña en la TV tuvo, en consecuencia, como bandera política, la mejoría de la enseñanza básica en el país. 4.5. La segunda vuelta Luiz Inácio Lula da Silva fue electo de forma espectacular, en ocasión de la segunda vuelta, con 58 millones de votos, que corresponden al 61% del total de votos váli-

Mapa 7 Luiz Inácio Lula da Silva

dos, con una cómoda diferencia de 22 puntos porcentuales respecto a Alckmin, que recibió el 39%. Por lo tanto, Lula presentó un enorme crecimiento entre el primero y el segundo turno consistente en 11,5 millones de votos, lo que significó 13 puntos porcentuales de aumento.

Federal (1995-1998) y electo Senador de la República en 2002, por el Partido de los Trabajadores (PT). Fue nombrado Ministro de Educación por el Presidente Lula pero, en 2005, a raíz de sus divergencias con la orientación de la política educacional del gobierno del PT, dejó su antigua agrupación para afiliarse al Partido Demócratico Laborista (PDT). Cuando desempeñaba el cargo de Senador por el Distrito Federal, se presentó como candidato a la Presidencia de la República por el PDT, obteniendo el 3% de los votos válidos lo que le valió la cuarta colocación en el primer turno. Su principal bandera política fue la lucha por el mejoramiento de la enseñanza básica en el país, siendo el autor del proyecto bolsa-escola, programa social creado durante su gobierno en el Distrito Federal, que prevé el otorgamiento de una cantidad de dinero a

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Corte Nacional Electoral

Mapa 8 Luiz Inácio Lula da Silva

Los números absolutos de votos por Lula en el segundo turno son similares a la distribución de la población brasileña, destacándose especialmente las dos capitales más importantes del país, São Paulo y Rio de Janeiro, y la mitad este de Brasil, que es su parte más densamente poblada. 88

La distribución de sus porcentajes de votos en el segundo turno se asemeja, naturalmente, a la del primero, observándose un aumento de sus votaciones en todo el territorio nacional, con una variación que va del 28% al 92% (Mapa 7). De hecho, al analizar el mapa de la diferencia de sus porcentajes entre el

primero y el segundo turno, se constata que Lula creció en todas las 558 microregiones brasileñas, con aumentos más acentuados, sin embargo, en Rio de Janeiro, Minas Gerais, Goiás, Alagoas y Roraima (Mapa 8). Al contrario del caso de Lula, la distribución de los números absolutos de los votos por Alckmin en el segundo turno, se presenta muy concentrada en la regiones Sudeste y Sur, especialmente en el estado de São Paulo. La distribución de los porcentajes de votos por Alckmin, en el segundo turno, se muestra muy similar a la del primero, observándose, sin embargo, una reducción de sus porcentajes en casi la totalidad del territorio nacional, con una variación que va del 8% al 72% (Mapa 9). Así, al analizar el mapa de la diferencia entre los porcentajes del primero y del segundo turno, se constata que Alckmin sufrió pérdidas en 535 de las 558 microregiones brasileñas, con el acento colocado principalmente en Minas Gerais, Goiás, Tocantins y Ceará (Mapa 10). Así, sólo registró crecimiento en 23 microregiones 11,

las familias necesitadas, bajo el compromiso de mantener a todos sus hijos de entre 7 y 14 años, en la escuela. 11 Las microregiones en las que Alckmin creció en el segundo turno de las elecciones de 2006, son las siguientes: Boa

Atlas electoral latinoamericano de las cuales 10 son capitales estaduales, como por ejemplo, São Paulo, Rio de Janeiro y Porto Alegre. En términos generales, el candidato del PSDB, que recibió en el segundo turno 37 millones de votos, perdió, con relación al primero, cerca de 2,4 millones de votos lo que significó tres puntos porcentuales menos. 5. Conclusión El análisis del desempeño de los principales candidatos a la Presidencia de la República en 2006 reveló profundos cambios en la geografía electoral brasileña. Los mapas de las elecciones presidenciales anteriores mostraron la recurrencia de ciertos comportamientos políticos del electorado que votó en forma más conservadora, en determinadas regiones del país, y en forma más progresista, en otras. Es así que, al considerar un clivaje basado en los grados de urbanización de la población, se constataba que el desempeño de los principales candidatos a la Presidencia se diferenciaba, en gran parte, en función de ese factor. En ese sentido, cabe recordar que Fernando Collor (1989), Fernando Henrique (1994 y 1998) y José Serra (2002), apoyados por fuerzas políticas de derecha,

Mapa 9 Geraldo Alckmin

obtuvieron sus mejores resultados en los municipios menos urbanizados que presentaban, frecuentemente, menores niveles de alfabetización y mayores contrastes en los ingresos. Lula, por su parte, sustentado por sectores de izquierda, alcanzaba sus mejores

votaciones en los municipios más urbanizados, donde también se registraban niveles de alfabetización más altos y menores Vista (RR), Manaus e Rio Preto da Eva (AM), Belém e Tucuruí (PA), Natal e Macau (RN), Catolé do Rocha (PB), Recife (PE), Maceió (AL), Rio de Janeiro, Serrana, Lagos e Campos (RJ), São Paulo (SP), Londrina (PR), Florianópolis e Blumenau (SC), Porto Alegre, Caxias do Sul, Santa Maria, Pelotas e Litoral Lagunar (RS).

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Corte Nacional Electoral

Mapa 10 Geraldo Alckmin

contrastes en los ingresos. Tal situación se debe, probablemente, al hecho de que el electorado de los grandes centros urbanos tiene, normalmente, un comportamiento político más independiente, en tanto que los electores de los pequeños municipios se encuentran, con frecuencia, sometidos al 90

poder de los grandes propietarios de tierras del interior de Brasil. En 2006, al contrario que en las elecciones anteriores, se observó un nuevo clivaje en el comportamiento electoral, con orientación Norte-Sur, basado en el grado de desarrollo regional, en el cual se diferencian

las regiones Norte y Nordeste, más pobres, de las regiones Sudeste, Sur y Centro-Oeste, más dinámicas en términos económicos. Así, en las regiones que presentan mayores desigualdades en cuanto a niveles de educación e ingresos, mayores proporciones de población no blanca y de trabajadores ocupados en la agricultura familiar, es donde Lula alcanzó su mejor desempeño. En realidad, existe una gran semejanza entre los mapas de esos indicadores sociales y los de la votación por Lula, tanto en el primero como en el segundo turno. En este sentido, el voto por Lula en las regiones más pobres se constituyó en una novedad en la geografía electoral brasileña. Este hecho se debe, naturalmente, a los programas sociales del gobierno de Lula, especialmente la Bolsa Familia, dado que la mayor parte de sus beneficiarios se encuentran en el Norte y el Nordeste. Un cambio tal en el comportamiento electoral en esas regiones del país despierta, como es lógico, muchas preguntas. ¿Será posible que se haya producido una liberación de las masas, especialmente las nordestinas, del dominio político secular de las oligarquías regionales? ¿Se habrá verificado una adhesión de dichas oligarquías al candidato del PT?

Atlas electoral latinoamericano ¿O aun las oligarquías regionales se habrán debilitado durante el gobierno de Lula? Se puede pensar que el excelente desempeño del candidato del PT en el Nordeste en 2006 es el resultado de la conjunción de diversos factores, en dosis que varían de un estado a otro. A título de ejemplo, vale la pena observar lo acontecido con las oligarquías de Maranhão y de Bahia. Como es sabido, esos dos estados están dominados, desde hace cuarenta años, por los senadores José Sarney y Antonio Carlos Magalhães, respectivamente. Aun cuando dichos senadores han seguido caminos diferentes en las elecciones de 2006, con Sarney apoyando a Lula y Antonio Carlos oponiéndosele, ambos vieron, por igual, a sus candidatos a los gobiernos estaduales derrotados por postulantes sustentados por partidos políticos que eran sus rivales tradicionales. Es así que, en estas elecciones, se asistió a la victoria de candidatos de partidos de izquierda en siete de los nueve estados nordestinos, con el PT eligiendo a los gobernadores de Piauí, Sergipe y Bahia; el Partido Socialista Brasileiro (PSB), a los de Ceará, Rio Grande do Norte y Pernambuco; y el PDT al de Maranhão. Por lo tanto, los pro-

gramas sociales de Lula, que beneficiaron al Nordeste, acabaron debilitando el poder de las oligarquías y convirtiendo en más competitivos a los partidos de izquierda en la región. De la misma forma que en el caso del candidato del PT, la geografía electoral de Alckmin se alteró profundamente en estas elecciones con relación al patrón presentado por los candidatos del PSDB en anteriores disputas, desplazándose de las áreas más pobres del Norte y el Nordeste hacia las áreas más desarrolladas del Centro-Sur del país, cuya economía regional es perjudicada por la valorización del real frente al dólar. Así, si bien por un lado, los exitosos programas sociales del gobierno de Lula quebrantaron el poder de la maquinaria oligárquica en las regiones más pobres del país, que en las elecciones anteriores actuaba a favor de los candidatos del PSDB, por el otro, el éxito de la política de recuperación de la moneda brasileña frente a las extranjeras redundó en un perjuicio electoral para el candidato petista. Además del análisis de los cambios en la geografía de voto de los candidatos del PT y del PSDB, otro aspecto que debe ser tenido en consideración es el desempeño electoral de los postulantes de esos dos

partidos a la Presidencia de la República en las elecciones celebradas entre 1989 y 2006, dado que esos dos partidos tuvieron un importante papel en esa disputa. Así, al examinar la performance de Lula en las cinco elecciones del período post-dictadura militar, se observa que el candidato del PT presentó en ellas un crecimiento sucesivo de sus porcentajes. Tomando en cuenta sólo los números correspondientes al primer turno, el candidato obtuvo los siguientes resultados: 1989 (17%), 1994 (27%), 1998 (32%), 2002 (46%) y 2006 (48%). Esta trayectoria ascendente tiene diversas explicaciones. Hasta 1998, el crecimiento de Lula se cumplía, básicamente, en el campo de la propia izquierda, electorado que compartía con Leonel Brizola del PDT. En 1989, Brizola se quedó con el 16% de los votos, en 1994 con el 3% y en 1998 fue candidato a vicepresidente en la fórmula encabezada por Lula. De hecho, las votaciones de Lula, sumadas a las de Brizola, totalizaban siempre un tercio del electorado, que es el tamaño de la izquierda en el país. En ese período, en tanto Lula crecía en cada elección en que participaba, Brizola se debilitaba. Cuando Lula se afirma como el principal líder de la izquierda en el país, compren91

Corte Nacional Electoral de que para llegar a la Presidencia iba a precisar mucho más que esa tercera parte de votos de las fuerzas progresistas. Para cumplir ese objetivo tendría que desplazarse hacia el centro, disputándole ese electorado al PSDB. El movimiento de la candidatura de Lula en dirección al centro se dio a través de una nueva estrategia electoral que incluyó, entre otras cosas, una Carta al Pueblo Brasileño garantizando que no se producirían cambios radicales en la economía; una mudanza en el perfil del candidato que dejó de tener la imagen de un líder sindical radical para transformarse en un socialista moderno, de tipo europeo; y la concertación de alianzas con sectores de las oligarquías regionales que dominaban vastas áreas del interior del país y que habían roto con Fernando Henrique durante su segundo mandato (1999-2002). Esta nueva estrategia fue victoriosa y Lula venció en el segundo turno de 2002 con el 61% de los votos. En las elecciones de 2006, el éxito electoral de Lula parece estar asociado a nuevos factores: la recuperación del Plan Real, con la economía que presenta buenos indicadores, como una inflación de 3% al año, un dólar barato, un aumento del salario mínimo por arriba de la inflación, la caída del 92

riesgo país, el pago de la deuda con el FMI, etc.; la ampliación y racionalización de los programas sociales creados por Fernando Henrique a través de la reunión del Auxilio Gas, la Bolsa Escolar y el Vale Alimentación en un solo programa, la Bolsa Familia, que atiende a 11 millones de familias; el establecimiento de un amplio abanico de alianzas políticas que incluyó desde partidos políticos de izquierda, políticos populistas y pastores evangélicos pentecostales, hasta oligarquías regionales; y por fin, la adopción de un discurso antiprivatizaciones destinado a conquistar al sector de clase media insatisfecho con el aumento de las tarifas de los servicios públicos después de la privatización de los mismos realizada por el gobierno de Fernando Henrique. Al contrario del candidato petista, los postulantes del PSDB, considerando los resultados del primer turno de las elecciones, presentaron una trayectoria irregular. Vemos a Mario Covas con un 11% en 1989, a Fernando Henrique con un 54% en 1994 y un 53% en 1998, a José Serra con un 23% en 2002 y a Alckmin con un 42% en 2006. Tal trayectoria se debe, naturalmente, a diversos factores, entre los cuales se puede destacar la performance de los candidatos

durante la campaña, la capacidad de unir a su partido y de establecer alianzas con otras fuerzas políticas, el marketing electoral, etc. En estas elecciones, Alckmin presentó un desempeño muy superior al de Serra, al registrar un crecimiento de 19 puntos porcentuales entre 2002 y 2006. Sin embargo, su estrategia electoral, que incluia la defensa de un choque de gestão en la administración pública y críticas a la corrupción detectada en el gobierno de Lula, no consiguió sensibilizar a los electores al punto de revertir la ventaja del candidato petista. A despecho del amplio arco de alianzas políticas establecidas que incluía desde un partido de derecha, como el Partido del Frente Liberal (PFL), hasta un partido de izquierda, como el Partido Popular Socialista (PPS), pasando por agrupaciones de centro, como el PSDB, el esfuerzo no fue suficiente para vencer al candidato Lula. Pero, si bien perder una elección es un hecho natural en disputas políticas, lo que sorprende es que no haya habido crecimiento en la votación por Alckmin entre el primero y el segundo turno. Al contrario, llama la atención que se haya verificado una pérdida acentuada de votos. Este hecho causa extrañeza considerando que no hubo ningún acontecimiento negativo en su

Atlas electoral latinoamericano campaña, entre los dos turnos, que pudiese justificar tamaña reducción. Para concluir, podemos decir que Lula se valió, en esta elección, de la misma fórmula política utilizada por Fernando Collor en 1989 y por Fernando Henrique en 1994 y 1998. Para ganar las elecciones presidenciales en un país de dimensiones continentales y tan diversificado como Brasil, es preciso tener en cuenta las estructuras de poder existentes en el territorio. Por esto, es necesario hacer alianzas con las oligarquías locales y regionales que dominan los grotões, pequeños municipios pobres del interior del país, donde se concentra el 46% del electorado; conquistar el apoyo de políticos populistas y pastores evangélicos pentecostales que tienen una fuerte presencia en las periferias metropolitanas pobres; y, por fin, tener un discurso atrayente para la clase media urbana escolarizada, en el seno de la cual existe una mayor diversidad de opinión, el voto es más volátil y se traba la verdadera batalla entre las diferentes propuestas de gobierno. Así, se puede decir que para vencer en los grotões y en las periferias metropolitanas pobres es fundamental tener el apoyo de las maquinarias partidarias y religiosas que están muy presentes allí. Y para ganar en los gran-

des centros urbanos es esencial conquis-tar el voto de opinión de electores que son más independientes de dichas maquinarias. Esto es posible a través de la realización de investigaciones cualitativas que orienten a los candidatos para decir aquello que el elector medio desea oir de parte de los postulantes a la Presidencia de la República. Por este motivo, Alckmin explotó lo que las investigaciones indicaban como el costado débil del gobierno de Lula, o sea, los desvíos éticos practicados por algunos miembros del PT. Para Lula, los sondeos de opinión aconsejaban que replicase con críticas a las privatizaciones realizadas en el gobierno de Fernando Henrique. Esto explicaría el hecho de que Lula, en el primer turno, haya hecho una campaña moderada, más volcada hacia los electores de centro y, en el segundo, se haya inclinado más hacia la izquierda, con críticas a las privatizaciones, a fin de conquistar el voto de los adeptos de Heloísa Helena y Cristovam Buarque que habían hecho campañas dirigidas a los sectores progresistas de la sociedad. Por lo tanto, desde el punto de vista de las estrategias para llegar al poder, no hay mucha diferencia entre Lula y Alckmin. Es la victoria del pragmatismo en la política

brasileña, un reconocimiento de que no se gobierna el país sin algún tipo de compromiso con el Brasil de los grotões, de las periferias metropolitanas pobres y de los centros urbanos modernos. En las elecciones de 2006 los dos principales candidatos, Lula y Alckmin, utilizaron la misma fórmula política y por eso fueron los candidatos más competitivos en la disputa presidencial. Lula fue el que consiguió, sin duda, articular mejor esas variables necesarias para la victoria en las urnas. Bibliografía JACOB, C. R., HEES, D. R., WANIEZ, P., BRUSTLEIN, V. As eleições presidenciais no Brasil pós-ditadura militar: continuidade e mudança na geografia eleitoral. In: ALCEU. Rio de Janeiro, v.1, n. 1, 2000, pp. 102-151. JACOB, C. R., HEES, D. R., WANIEZ, P., BRUSTLEIN, V. Eleições Presidenciais de 2002 no Brasil: uma nova geografia eleitoral? In: ALCEU. Rio de Janeiro, vol.3, nº. 6, 2003, pp. 287-327. LOSADA, R., GIRALDO, F., MUÑOZ, P. Atlas sobre las elecciones presidenciales de Colombia, 1974-2002. Bogotá: JavegrafADAC, 2004. 93

Corte Nacional Electoral ROMERO BALLIVIÁN, Salvador. Geografía electoral de Bolivia. 3ª ed. La Paz: Fundemos, 2003. SIEGFRIED, André. Tableau politique de la France de l’Ouest. Paris: Imprimerie Nationale, 1995. SONNLEITNER, Willibald. Territorios y fronteras del voto en Centroamérica: hacia una agenda de geografía electoral para el istmo. En: Trace. Guatemala, Nº 48, 2005, pp. 90-108. WANIEZ, P., BRUSTLEIN, V., JACOB, C. R., HEES, D. R. Une lecture du nouvel Atlas électoral du Brésil. En: Lusotopie. Paris, 2000, pp. 537-577. WANIEZ, P., BRUSTLEIN, V., JACOB, C. R., HEES, D. R. Après l’élection de Lula, une nouvelle géographie électorale du Brésil? En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, Nº. 46/47, 2002, pp. 157-177.

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Atlas electoral latinoamericano

Sociogeografía de la elección presidencial 2005 en Chile Stéphanie Alenda Alexis Gutiérrez

E

Introducción l 15 de enero de 2006, en la segunda vuelta de los comicios presidenciales chilenos, triunfó Michelle Bachelet, militante del Partido Socialista (PS), la abanderada de la Concertación de Partidos por la Democracia. En esta coalición, nacida con el nombre de Concertación de Partidos por el No a principios de 1988 1, confluyen actualmente socialdemócratas y democratacristianos organizados en cuatro fuerzas políticas: el PS, el partido por la Democracia (PPD), el partido Radical Social Demócrata (PRSD) y el partido Demócrata Cristiano (PDC). A ellos se sumaban en 1988 otros partidos y movimientos civiles hoy en día desaparecidos, o fusionados en los socios actuales de la coalición. Frente a ésta, se formó un pacto de centro-derecha, integrado por dos partidos, la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), organización que agrupa tanto a sectores conservadores como liberales.

En la primera vuelta de la elección presidencial, el 11 de diciembre de 2005, la candidata socialista logró el primer lugar con el 45,95% de la votación, seguida por el candidato de RN, Sebastián Piñera (25,41%), y su socio de coalición de la UDI, Joaquín Lavín (23,22%). Por su parte, el candidato del pacto de izquierda extraparlamentaria Juntos Podemos Más, Tomás Hirsch, militante del Partido Humanista, consiguió el 5,4% de los sufragios 2. Como ninguno de los cuatro candidatos obtuvo la mayoría absoluta, las dos primeras mayorías se enfrentaron en la segunda vuelta, que ungió a la candidata de la Concertación con un 53,49% de los sufragios frente al 46,51% de Piñera. Michelle Bachelet se convirtió así en la primera presidenta de Chile, mientras Sebastián Piñera se perfiló como posible líder de la derecha, poniendo fin a la hegemonía política ejercida por la UDI desde la elección parlamentaria de 2001. Una peculiaridad de la primera vuelta es que tuvo lugar simultáneamente con la

elección parlamentaria, a raíz de las reformas constitucionales aprobadas durante el gobierno de Ricardo Lagos. Esto repercutió en la campaña, puesto que los partidos debieron invertir recursos para movilizar los apoyos a sus postulantes en ambos niveles. Definió también nuevas condiciones para el equilibrio de fuerzas en el parlamento, dato fundamental si se quiere pensar el presente y futuro del gobierno de Bachelet. Al respecto, el análisis contrastado de los resultados en ambos comicios confirma el éxito, por cuarta vez consecutiva, de la agrupación de partidos que integran la Concertación.

1

La coalición agrupaba inicialmente a 17 fuerzas políticas y grupos de derecha moderada, centro e izquierda que se oponían al régimen militar (1973-1990). Logró su primera victoria al vencer al “Sí” en el Plebiscito Nacional del 5 de octubre de 1988 (fijado en la Constitución de 1980) por un 54,71% contra un 43,01% (la pregunta del plebiscito era si se estaba de acuerdo con la extensión del período presidencial de Pinochet por ocho años más). Producto de este triunfo, Pinochet convocó elecciones para elegir un presidente y un Congreso Nacional. La coalición presentó como candidato único a la elección presidencial de 1989 al líder democratacristiano Patricio Aylwin.

2

Para el detalle de los partidos políticos chilenos, ver el Recuadro 3.

95

Corte Nacional Electoral En este artículo, pretendemos explicar el resultado de esta elección presidencial bajo el ángulo sociogeográfico 3 y ateniéndonos a cinco ejes. En la sección 1, se contextualiza la elección presidencial y se exponen las variaciones territoriales del voto por los candidatos en primera y segunda vuelta. En la sección 2, se analizan los efectos de la campaña en el cambio que se produjo entre ambas vueltas de la elección, mientras en la sección 3 se examina específicamente la incidencia del género, enfocado como issue, en los resultados de ambas vueltas. En la sección 4 se evalúa el peso de determinantes socioeconómicos de largo plazo sobre el voto. Por último, en la sección 5 se explora la relación entre el voto por Michelle

Bachelet y la estabilidad de las prefe-rencias ciudadanas por la Concertación y los partidos de centro y centro-izquierda que la conforman. También se estudia la relación entre el voto por Sebastián Piñera y la fortaleza o debilidad que a lo largo del país presentan los socios de la Alianza. 1.

La elección presidencial de 2005: contexto, resultados generales y distribución geográfica del voto Contexto y resultados El contexto de la elección de 2005 fue muy distinto a las condiciones políticas y económicas que habían caracterizado la elección presidencial anterior. En efecto, la elección de 2000, en que el candidato de la Concer-

tación, Ricardo Lagos (PPD-PS), derrotó al de la Alianza por Chile, Joaquín Lavín, se realizó en el marco de la crisis asiática que golpeó a Chile entre 1998 y 1999. Mientras en las dos elecciones anteriores triunfaron en primera vuelta los candidatos democratacristianos de la Concertación Patricio Aylwin (1990-1994), con el 55,2% de los votos y Eduardo Frei Ruiz-Tagle (19942000), con un holgado 58%, la victoria de Lagos sobre Lavín requirió de una segunda vuelta y se dio por un estrecho margen (51,3% contra 48,7%). La campaña electoral de Michelle Bachelet se inició en un contexto de recuperación política del Gobierno de Lagos y de la Concertación en general, que se debió en gran parte a los contundentes éxitos del primero en el terreno macroeconómico. Por un lado, la actividad económica se recuperó en 2004, con un aumento al 6,1% del PGB, augurando niveles de crecimiento semejantes a los que hicieron hablar de Chile como del “jaguar latinoamericano” en la década de 3

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En Chile, los estudios de geografía electoral no sólo son escasos sino que se deben principalmente a los geógrafos, a diferencia de otros países. Como estudios de referencia en la materia, podemos citar el trabajo pionero del médico Ricardo Cruz-Coke, influido por la escuela francesa que inaugura André Siegfried (Cruz-Coke, 1952); el libro del geógrafo César Caviedes (1979) y el trabajo del geógrafo José Ignacio González Leiva (1992).

Atlas electoral latinoamericano los noventa. Por otro lado, el proceso de inserción internacional iniciado por el gobierno militar con la apertura a la economía mundial en los setenta, tuvo su máxima expresión gracias a la firma de tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea, Corea del Sur y el EFTA 4. Este despegue significativo de la economía contribuye sin duda a explicar el aumento en el nivel de aprobación del presidente Lagos, del 47% en 2003 al 61% en 2004 5. Por otra parte, la emergente candidatura de Michelle Bachelet, quien no tenía figuración pública antes de que en 2000 asumiera como ministra de Salud, fue una sorpresa incluso para la Concertación, que hasta entonces tenía como carta a Soledad Alvear (DC), ministra de diversas carteras desde el gobierno de Patricio Aylwin. Como reflejaron las encuestas de opinión pública del Centro de Estudios Públicos (CEP), una de las encuestadoras más reconocidas en Chile, durante 2004 Bachelet superó primero a Alvear, y finalmente al que se perfilaba como el abanderado de la Alianza, Joaquín Lavín (Figura 1). La buena salud de la coalición de gobierno fue ratificada por los resultados electorales de la Concertación en las elecciones

Figura 1 Intención de voto presidencial, 2001-2004 6

municipales de 2004, en las que consiguió el doble de los alcaldes electos y 240 concejales más que la Alianza 7. Estas cifras contrastaron con las de las elecciones parlamentarias de 2001, las peores desde 1989 8. Las elecciones municipales de 2004 evidenciaron inversamente un debilitamiento de la Alianza, el cual podría estar relacionado con el cli-

4

European Free Trade Association, acuerdo de libre comercio que agrupa a cuatro países de alto ingreso per cápita que no forman parte de la Unión Europea: Suiza, Islandia, Noruega y Liechtenstein.

5

Para el detalle de los principales indicadores económicos y aprobación presidencial, 1999-2005 véase Tabla 2 del artículo Gamboa y Segovia (2006).

6

Tomado de Carolina Segovia (2005), http://www.cepchile. cl, p.3.

7

Esto coincidió con la reforma electoral de las autoridades municipales en Chile, que dio origen a la elección separada de alcaldes y de concejales (ver Recuadro 1).

8

Resultado que se puede en parte explicar por los casos de corrupción (caso MOP-Gate y caso “Coimas”) que salieron a la luz pública a poco de iniciado el gobierno de Ricardo Lagos.

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Corte Nacional Electoral ma conflictivo entre RN y la UDI a raíz del “caso Spiniak” 9. Sin embargo, aunque el contexto de las últimas elecciones fue más auspicioso para la Concertación que el de las anteriores presidenciales, Bachelet obtuvo un 45,96% de los votos, dos puntos menos que el presidente Ricardo Lagos en 1999 (ver Cuadro 2). Si bien los 20 puntos que distanciaron a Michelle Bachelet de Sebastián Piñera fueron de buen augurio para la segunda vuelta, la Concertación, por primera vez desde el retorno de la democracia, perdía una elección contra la Alianza si consideramos que la suma de ambos candidatos de la derecha (3.376.302 votos) superó el total obtenido por Michelle Bachelet. Esta última no confirmó el apoyo ciudadano que obtuvo la lista parlamentaria de la coalición de gobierno, consiguiendo 6% menos que ésta (la Concertación obtuvo en la elección parlamentaria el 51,76% de los votos). Distribución geográfica del voto La elección presidencial que tuvo lugar en diciembre de 2005 puede ser considerada como la suma de 346 elecciones, al disponer del resultado de la contienda presidencial a nivel comunal para ambas vueltas 10. 98

El Mapa 1* muestra al ganador de la elección presidencial, en la segunda vuelta, de acuerdo al porcentaje obtenido sobre el total de votos válidamente emitidos en las mesas de cada municipio. La candidata de la Con9

Proceso judicial iniciado durante 2004 contra el empresario Claudio Spiniak, por su participación en redes de pedofilia. Este caso cobró una importancia nacional cuando una diputada de RN acusó a dos senadores de la UDI y uno de la Concertación de participar en las fiestas del empresario.

10 Ver Figura 2 para el mapa de la división político-administrativa de Chile. De las 346 comunas en que actualmente

se divide Chile, se consideraron sólo 338 para el análisis cartográfico y estadístico porque el mapa base con que se trabajó no contiene las comunas insulares de Isla de Pascua y Juan Fernández, y tampoco incluye las últimas comunas creadas en el país: Alto Hospicio, San Rafael, Hualpén, Alto Bío-Bío y Cholchol. Los datos de estos municipios fueron fusionados con los de las comunas de las cuales surgieron como subdivisiones: Iquique, Pelarco, Talcahuano, Santa Bárbara y Nueva Imperial, respectivamente. Además, los datos electorales de la comuna de Antártica se sumaron a los de Cabo de Hornos, por los requerimientos del mapa y porque la primera no tiene un alcalde propio, sino que participa en la elección del alcalde de la segunda. *

Nota de los editores: Por razones de espacio no ha sido posible insertar todos los mapas que contiene el original de este estudio. Se han seleccionado aquellos relacionados de modo más directo con los resultados de la elección presidencial 2005-2006, adecuando la numeración y las referencias a los mapas en el texto.

Atlas electoral latinoamericano certación ganó en la mayoría de las comunas chilenas, lo que significa que su votación total no se concentró en unas pocas plazas fuertes con resultados abrumadores, sino que tuvo una presencia territorialmente amplia. Los resultados revelan también la permanencia en el tiempo de un patrón espacial de comportamiento electoral mencionado en distintos trabajos 11: la Concertación es más exitosa en la zona norte que en el resto del país, a diferencia de la Alianza, más fuerte en el sur que en el resto del país. En efecto, Bachelet ganó en todos los municipios de las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, en la zona norte, mientras que entre la región de la Araucanía y la de Aisén, en el sur, logró triunfos en una menor cantidad de comunas. Bachelet obtuvo también bastantes victorias en la zona central, sobre todo en las regiones agrícolas de O’Higgins y Maule, favorables a la DC desde que ésta irrumpió con fuerza en el escenario político, entre 1963 y 1969 12. En estas zonas, la supremacía de la derecha se vio carcomida por el activismo de los partidos de izquierda y centro y una mayor independencia de los campesinos sindicalizados 13 a raíz de la reforma agraria de 1967. Se observa, desde luego, que el apoyo a los candidatos es más uniforme en unas zo-

Figura 2 Chile: división político-administrativa

nas que en otras. Por ejemplo, el norte del país, salvo las regiones de Arica y Parinacota y de Tarapacá, se pronunció en bloque por la candidata oficialista. En cambio, las regiones de Valparaíso y Metropolitana de Santiago presentan un aspecto más heterogéneo, con victorias de Piñera en algunos

municipios de la costa y en las comunas del sector oriente de la capital (donde se 11 Entre ellos destaca el de César Caviedes (1979: 275-299). 12 César Caviedes, (1979: 287). 13 En 1964 sólo existían 22 organizaciones campesinas con un total de 1.800 afiliados. En 1969, el número de campesinos sindicalizados alcanzaba en cambio los 76.356. Véanse en otras referencias a Lechner (1970: 129) y A. D. Lehmann (1970).

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Corte Nacional Electoral

Recuadro 1 Sistema político, administrativo y electoral chileno Chile es un país dividido administrativamente en 15 Regiones, 52 Provincias y 341 Comunas. Cada Región está compuesta por un número variable de Provincias y a su vez cada Provincia contiene un número variable de municipios o Comunas. De acuerdo al orden en que fueron creadas, las regiones reciben un número que va desde la I Región hasta la XV Región. Al igual que las provincias, no eligen a su máxima autoridad sino que ésta es designada por el Presidente de la República. Las comunas, en cambio, eligen por votación popular a su alcalde y los integrantes del Concejo Municipal. La división territorial-electoral chilena consta de 60 Distritos (donde se eligen Diputados que integran la Cámara Baja del Poder Legislativo), conformados por un número variado de comunas dentro de una misma región, y de 19 Circunscripciones (donde se eligen Senadores, que integran la Cámara Alta), las cuales agrupan un número variado de distritos. Generalmente corresponden a una Región, salvo las regiones más pobladas (V, VII, VIII, IX, X y Metropolitana), que albergan dos circunscripciones. A su vez, existen dos circunscripciones (la 1 y la 16) que comprenden dos regiones, puesto que las regiones XIV (de Los Ríos) y XV (Arica y Parinacota) fueron creadas recientemente como subdivisiones de la X región (de Los

Lagos) y de la I Región (de Tarapacá), respectivamente. Esta nomenclatura electoral fue fijada sobre la base de los resultados del plebiscito de 1988. Gracias al manejo de la distribución del voto en cada recinto electoral por parte del régimen militar, los ingenieros electorales asumieron que los chilenos que habían apoyado a Pinochet en 1988, votarían también muy probablemente por la derecha en la elección parlamentaria de 1989 y fijaron en función de esos resultados las fronteras de los distritos y circunscripciones electorales. De esta manera se introdujeron distorsiones, por las cuales las regiones con alto apoyo para el “SÍ” fueron subdivididas en más circunscripciones electorales y más distritos que aquellas con un alto apoyo para el “NO” 14. No existe una homogeneidad en cuanto a la densidad poblacional de los distritos, aunque elijan el mismo número de diputados. El sistema electoral que se utiliza en Chile para conformar el Poder Legislativo, conocido como Sistema Binominal, está basado en la elección de representantes para cada distrito y circunscripción electoral, sin importar el resultado de las agrupaciones políticas a nivel nacional. De los sistemas de representación proporcional, es el que admite un menor número (dos)

de representantes por unidad electoral. Puede haber tantos candidatos como dos veces el número de listas que se presenten (usualmente pactos o coaliciones de partidos, pero también se han presentado listas independientes de las dos principales coaliciones), resultando electos en el distrito los dos candidatos que obtienen la mayor votación en cada una de las dos listas más votadas. No obstante, pueden ser electos dos candidatos de una misma lista, siempre y cuando la suma de votos de ésta sea igual o superior al doble de la segunda lista con más votos. Esto es lo que los analistas políticos chilenos denominan los “doblajes” en circunscripciones o distritos, que suelen ser claves para desequilibrar el peso relativo de las dos coaliciones principales en el Congreso, en el contexto de un sistema como el descrito que favorece el empate en cuanto a la representación política. Para las elecciones presidenciales, se utiliza un sistema mayoritario, en que la segunda vuelta se aplica cuando ningún candidato obtiene más del 50% de los votos. Para las elecciones municipales se aplica un sistema híbrido: los alcaldes se eligen por mayoría simple de votos, y los concejales por un sistema de representación proporcional que admite listas, subpactos y candidaturas independientes. 14 Cantillano y Navia (2005).

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Atlas electoral latinoamericano concentran habitantes de ingresos altos). Ya antes de 1973, esta zona presentaba un comportamiento electoral variable en el tiempo y por lo tanto con mayor propensión a la volatilidad 15. En el sur del país, donde el candidato de la coalición de derecha obtiene la mayor cantidad de sus triunfos, los resultados varían mucho en el nivel subregional. Piñera tuvo sus mejores logros en las provincias de Ñuble, Bío Bío, Cautín, Llanquihue y Palena, mientras que Bachelet se impuso preferentemente en las provincias de Concepción y Arauco (tradicionales bastiones de la izquierda), Malleco, Valdivia, Osorno y Chiloé (última provincia que el partido Radical había logrado disputar al partido Conservador, implantado en el sur 16). En la zona austral, de menor cantidad de municipios y menos poblada, Piñera ganó predominantemente en la región de Aysén y Bachelet en la región de Magallanes. Los Mapas 2 al 4 permiten apreciar los grados en que se manifiestan las fortalezas o debilidades electorales, al mostrar los resultados de los tres candidatos en la primera vuelta. En el caso de Bachelet, el Mapa 2 confirma en el norte victorias, holgadas en su mayoría (sobre el 51% de los votos, y muchas sobre el 58%), lo cual también sucede

en las comunas precordilleranas de la región de Valparaíso (geográfica y productivamente similares a las del sur de la Cuarta Región). En el centro y sur del país, en cambio, predominan los triunfos ajustados y derrotas con una votación muy baja. La excepción es el sur de la región de la Araucanía, donde Bachelet obtuvo votaciones muy bajas (inferiores al 35% en muchos casos), destacando la comuna de Teodoro Schmidt, donde recibió sólo un 28% en la primera vuelta. El Mapa 3 muestra que Piñera, en toda la zona norte, consiguió bajos resultados en la primera vuelta presidencial (en muchos casos, por debajo del 22%). En las zonas centro, sur y austral, en cambio, predominan los porcentajes medios (entre 22 y 28%), destacando algunas provincias en las que el apoyo es más alto (entre 28 y 34%): la costa de la región de Valparaíso, el sector oriente de Santiago y la región de Aysén. La única zona en que los triunfos son notoriamente altos (sobre el 34% y en algunas comunas sobre el 40%) es la provincia de Cautín, en el sur de la región de la Araucanía (representada en el Senado por un militante RN, José García Ruminot). Los resultados de Joaquín Lavín (ver Mapa 4), en sus grandes líneas, aparecen

distribuidos territorialmente de forma similar a los de Piñera: bajos en el norte, medios en el centro y mayores en el sur. Sin embargo, también se observa que en ciertos lugares, el candidato de la UDI tiene una presencia notoriamente más fuerte que Piñera, alcanzando una cifra superior al 34% en varias comunas: el sector norte de Santiago, las provincias de Cauquenes (VII Región) y Ñuble (VIII Región), y en el extremo norte del país (todas las comunas de las regiones de Arica y Parinacota y de Iquique, salvo las capitales regionales). Por último, Tomás Hirsch (ver Mapa 5) se situó por debajo del 4% en la mayor parte de los municipios del país, por lo cual su resultado final de un 5,4% debe mucho a su votación relativamente buena en Santiago (sobre un 6% en la mayoría de las comunas), a la cual se agrega la comuna de Valparaíso y la región de Atacama. Los Mapas 6 y 7 muestran el porcentaje de votos recibido en cada comuna por los candidatos en la segunda vuelta de enero de 2006. Lo primero que se puede advertir en el caso de Bachelet (Mapa 6) es que sus

15 González Leiva (1992: 127). 16 González Leiva (1992: 126).

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Corte Nacional Electoral

Mapa 1 Chile: ganadores por municipio, elección presidencial 2005 (segunda vuelta)

Mapa 2 Votación por Michelle Bachelet, elección presidencial 2005 (primera vuelta)

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Atlas electoral latinoamericano

Mapa 3 Votación por Sebastián Piñera, elección presidencial 2005 (primera vuelta)

Mapa 4 Votación por Joaquín Lavín, elección presidencial 2005 (primera vuelta)

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Corte Nacional Electoral

Mapa 5 Votación por Tomás Hirsch, elección presidencial 2005 (primera vuelta)

Mapa 6 Votación por Michelle Bachelet (relativa), elección presidencial 2005 (segunda vuelta)

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Atlas electoral latinoamericano

Mapa 7 Votación por Sebastián Piñera, (relativa) elección presidencial 2005 (segunda vuelta)

resultados aumentaron en todo el país. En algunas zonas, la candidata de la Concertación obtuvo incluso porcentajes tan altos como los del norte (es decir, sobre el 58% de los votos). Estas áreas son principalmente algunas comunas de la costa de las regiones Sexta y Séptima, económicamente deprimidas (dedicadas a lo que se conoce como agricultura de secano costero); la mayor parte de las comunas de las provincias de Concepción y Arauco; en la zona austral, Punta Arenas y dos municipios de la isla de Tierra del Fuego y, finalmente, varias comunas de la periferia urbana de Santiago,

principalmente en el poniente (Pudahuel, Cerro Navia, Lo Prado y Estación Central), norte (Renca, Quilicura y Huechuraba) y sur (San Joaquín, Lo Espejo, La Granja y La Pintana). Como se verá en la sección 4, estos éxitos tienen estrecha relación con las características sociales de estas comunas. Por su parte, Sebastián Piñera (Mapa 7) consiguió resultados por sobre el 44% en la gran mayoría de los municipios de la zona sur, mientras que fue derrotado en la mayor parte de la zona norte. También Piñera alcanzó porcentajes superiores al 51% en tres áreas bien delimitadas de la zona central: la

provincia de Quillota, más las comunas de Viña del Mar, Concón y Villa Alemana en la Quinta Región; el sector oriente de Santiago (Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes, Providencia y La Reina); y el sur de la región del Maule. En esta última zona, más la provincia de Ñuble y las regiones de Arica y Parinacota y de Tarapacá en el norte, es probable que el buen desempeño de Piñera en segunda vuelta se deba al traspaso de los votos de Lavín en primera vuelta. La distribución geográfica del caudal de votos de Bachelet y Piñera en segunda vuelta, vale decir su votación en términos absolutos, 105

Corte Nacional Electoral refleja con bastante fidelidad la distribución de los votantes inscritos en los registros electorales por comuna, al momento de cerrarse las inscripciones para votar en las elecciones para el Ejecutivo y el Legislativo de diciembre de 2005. Se puede apreciar que los votantes se concentran principalmente, al igual que la población total del país, en las capitales provinciales y en el Valle Central entre Santiago y Valdivia, más las conurbaciones de Valparaíso y Concepción. Esto indica que la elección presidencial se juega a nivel nacional, lo cual refleja el carácter unitario y centralista del Estado chileno, con escasas tensiones interregionales, a diferencia de otros países latinoamericanos. Se manifiesta también a través de estos resultados la implantación electoral nacional de los partidos políticos chilenos, que explica en gran parte su cristalización desde el órgano legislativo durante la República parlamentaria (1891-1924) 17. La distribución geográfica de los sufragios, presentada en esta sección, refleja en sus grandes líneas la continuidad de ciertos patrones territoriales de comportamiento electoral. Antes de explorar nuevos factores explicativos de esta continuidad, se examinará la incidencia de factores de corto plazo en las urnas: la campaña y las variaciones de 106

la participación electoral entre ambas vueltas (sección 2); y el efecto del género sobre los resultados de la elección (sección 3). 2.

Campaña y segunda vuelta Primera vuelta (diciembre de 2005) En la estrategia de campaña de Michelle Bachelet, jugaron un rol importante las fluctuaciones de ésta en los sondeos de opinión. En un primer momento, las encuestas alimentaron la certeza de que no era necesario hacer campaña dado el respaldo popular del que gozaba la candidata de la Concertación, atribuido al reconocimiento por parte de la ciudadanía de sus atributos personales. Esto convenció a su comando de la inutilidad de desarrollar una organización territorial que respaldara la candidatura y contara con la coordinación de los partidos. Estos presupuestos dieron lugar a dos principales lineamientos que se desprenden de la estrategia de campaña 18. En primera instancia, el “ser para hacer”: la vida de la candidata habla por sí misma, siendo la propia candidata el “mensaje”. De allí la centralidad de sus atributos biográficos (ver Recuadro 2), ilustrados en el diálogo sostenido sin rencor con los militares cuando fue ministra de Defensa 19, como también en el

tono no confrontacional y no revanchista (en lo referido a posturas izquierdistas o feministas) que usó con sus adversarios, en un país “en proceso de cura del conflicto” 20. En segunda instancia, se habló de un “estilo ciudadano” 21, plasmado en un conjunto de conceptos acuñados durante la campaña (“candidata surgida de la ciudadanía”, “campaña ciudadana”) para dirigir el foco sobre el hecho de que la candidatura de Bachelet no surgía de las decisiones cupulares de los partidos sino de fenómenos de adhesión pública. Los partidos pasaron así a segundo plano detrás de una candidata que, se suponía, estaba haciendo la elección, y la estrategia comunicacional puso énfasis en la confianza y la credibilidad que emana-ban de ella (ver Figura 3). Por último, se hizo 17 Arturo Valenzuela (1994: 107). 18 Para un examen exhaustivo, ver el trabajo de Gerber (2005). 19 Un ejemplo de esta ausencia de rencor lo da esta frase pronunciada por la Presidenta desde el balcón de La Moneda: “Finalmente, hay un homenaje que no puedo dejar de hacer. Un día 12 de marzo, hace 32 años, a los 50 años de edad, falleció mi padre, Alberto Bachelet Martínez (...) En el recuerdo de mi padre, general Bachelet, quiero saludar a las Fuerzas armadas, de Orden y Seguridad de Chile, que son parte importante de nuestra historia, y que hoy día son patrimonio de todos los chilenos”, Primer Discurso Oficial de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, 11 de marzo de 2006. 20 Marta Lagos citada por Elisabeth Gerber (2005: 40). 21 Este estilo se encuentra ilustrado en el primer discurso oficial de la Presidenta: “Será el gobierno de los ciudadanos, desde los postergados hasta los emprendedores, esa infinita gama de colores, de percepciones y miradas que dan tanta riqueza a nuestra sociedad”, Primer Discurso Oficial de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, desde el balcón del Palacio de La Moneda, 11 de marzo de 2006.

Atlas electoral latinoamericano hincapié en una temática de continuidad con la política de la Concertación, pero al mismo tiempo de cambio hacia un estilo de liderazgo de mayor proximidad 22: el ser mujer, ofrecer una renovación, con un énfasis puesto en el género y el recambio generacional del personal político. Por su parte, Piñera centró su campaña en intentar conquistar parte del electorado tradicional de la derecha y, además, en obtener apoyos entre los sectores más conservadores de la Concertación, pues sabía que Lavín iba a captar la mayor parte del electorado tradicional de derecha sin poder salir del 20% aproximadamente de voto duro que recibe la derecha radical en Chile. Para ello, intentó mostrarse como la mejor carta de la Alianza para enfrentar a la Concertación, subrayando que el liderazgo de Lavín estaba agotado. Se apropió así de algunos temas, en particular, el de la delincuencia, que hasta el momento había sido el caballo de batalla del abanderado de la UDI.

22 La imagen más difundida por medio de gigantografías o folletos reproducía un primer plano de Michelle Bachelet acompañada del slogan “ESTOY CONTIGO”. Para la segunda vuelta, éste fue reemplazado como slogan “principal” por “Bachelet Presidente, por Chile, por la gente”, Elisabeth Gerber (2005: 53).

Recuadro 2 Biografía de los candidatos Michelle Bachelet Médica pediatra y epidemióloga, separada, tres hijos. Se declara agnóstica. Desde su juventud es militante del Partido Socialista de Chile, integrando la llamada “ala dura” del partido. Hija de un militar leal al presidente Allende, muerto accidentalmente a raíz de las torturas durante el régimen militar, Michelle Bachelet y su madre también fueron detenidas y torturadas. Estuvo exiliada en Alemania Oriental. Mientras se desempeñaba como asesora del gobierno, recibió una beca para realizar en 1997-1998 el selectivo curso superior de Defensa Continental en el Colegio Interamericano de Defensa (IADC). Posteriormente, fue Ministra de Salud (2000-2002) y de Defensa (2002-2004) en el Gobierno de Ricardo Lagos. La candidatura de Michelle Bachelet terminó imponiéndose tanto dentro de su subpacto (ver Recuadro 3) como al PDC, cuya precandidata Soledad Alvear abandonó su postulación a las elecciones primarias de la Concertación en el primer semestre de 2005, debido al notable ascenso de la entonces Ministra de Defensa en las preferencias de la ciudadanía a partir de 2003.

Sebastián Piñera Economista, doctor de la Universidad de Harvard, casado, cuatro hijos, católico. En el plebiscito de 1988 votó por el NO (posición que subrayó en la campaña presidencial 2005-2006), y luego fue jefe de campaña del candidato de la coalición de derecha Hernán Büchi en las presidenciales de 1989. Milita en Renovación Nacional desde que fue electo senador por la VIII Circunscripción (Santiago Oriente) en 1990, cargo que desempeñó hasta 1998. Es uno de los principales accionistas de Lan Chile y otras 17 empresas con un patrimonio estimado en US$1.000 millones. El 14 de mayo de 2005, en el Consejo Nacional de su partido, fue proclamado candidato presidencial de RN. Se presenta a sí mismo como el candidato de la derecha liberal en contraposición con las facciones conservadoras pro-Pinochet. Joaquín Lavín Economista, master de la Universidad de Chicago, casado, siete hijos, católico y supernumerario del Opus Dei. Militante de la Unión Demócrata Independiente. Colaboró con la dictadura de Augusto Pinochet y fue alcalde de las comunas de Las Condes y Santiago entre 1992 y 2004. Se postuló a

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Corte Nacional Electoral Viene de la anterior página

la presidencia de Chile en 1999, perdiendo frente a Ricardo Lagos. Para las siguientes presidenciales, fue considerado como la carta segura de la Alianza. Fue ratificado en marzo de 2005 por RN como su candidato presidencial (con Piñera votando posi-tivamente), sin embargo, en junio de 2005, viendo que Lavín no lograba volver a superar a Bachelet en las encuestas, Piñera lanzó sorpresivamente su candidatura. Tomás Hirsch Ingeniero, casado, dos hijos, agnóstico. Militante del Partido Humanista, fue emba-

Segunda vuelta (enero de 2006) En el mes que separó la primera de la segunda vuelta, Piñera desplegó una agresiva estrategia destinada a captar al votante del PDC, usando como argumento principal el que estos sectores estarían mejor representados en un gobierno suyo que en uno de Bachelet, según sus declaraciones, hegemo-nizado por la izquierda. Al mismo tiempo, subrayó constantemente que su gobierno se basaría en una “nueva coalición”, la cual estaría compuesta no sólo por los actuales integrantes de la Alianza por Chile, sino también por sectores de centro, y tendría como principio inspirador 108

jador de Patricio Aylwin en Nueva Zelandia entre 1990 y 1992, cuando su partido formaba parte de la Concertación. Posteriormente, fue candidato presidencial del PH en 1999 (obtuvo el 0,5% de los votos). El 5 de julio de 2005 el pacto Juntos Podemos, conglomerado de partidos que agrupó a los partidos Comunista y Humanista, y a diversos movimientos de izquierda sin representación parlamentaria, lo declaró su candidato presidencial. Fue el único que mostró una crítica abierta tanto al sistema político de participación/representación, como al modelo económico vigente.

al “humanismo cristiano”. La estrategia también incluyó la presentación en público de un puñado de militantes DC que apoyaban su candidatura, los cuales fueron expulsados de su partido. El mismo proceso ocurrió con Bachelet quien, a diferencia de Lagos cuando enfrentó la segunda vuelta en 2000, buscó el apoyo explícito del PC a fines de diciembre del 2005, a cambio del compromiso de abordar una serie de peticiones entre las que destacaban el cambio del sistema binominal y una reforma previsional. Luego de negociar una declaración pública al respecto, el PC llamó a votar por

Bachelet, a diferencia del ex candidato humanista del pacto Juntos Podemos Más, Tomás Hirsch, que emplazó a votar nulo en la segunda vuelta. La inminente segunda vuelta también obligó a introducir cambios en la campaña personalizada del comando de Bachelet. Después del repunte de Piñera en las encuestas (octubre del 2005) 23, se observó la activación de la máquina organizacional de la Concertación. Esta se desplegó en plenitud después de la baja votación obtenida en la primera vuelta, incorporándose al equipo de campaña hombres claves de la coalición: Sergio Bitar, entonces Ministro de Educación y actual presidente del PPD y Andrés Zaldivar, uno de los líderes históricos de la DC, recientemente derrotado en su circuns-cripción senatorial. Por su parte, el Presidente Lagos, aprovechando su gran popularidad en las encuestas de opinión, efectuó declaraciones públicas en el sentido de que un triunfo de Bachelet permitiría dar continuidad a los logros de su gobierno 24. En suma, esta segunda fase de la campaña de23 El detalle de repunte de Piñera en diferentes encuestas se puede apreciar en la tabla 4 del artículo de Gamboa y Segovia (2006: 97). 24 El ex-Presidente Lagos envió también un proyecto de ley de reforma laboral –solicitado públicamente por Sebastián Piñera– pensando que la Alianza lo rechazaría y que ese rechazo tendría un costo político para el candidato de la coalición de derecha.

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Figura 3 Credibilidad de los candidatos presidenciales

mostró tanto una coalición unida y movilizada detrás de su candidata como una mayor “ideologización” de la competencia planteada en términos de lucha entre dos coaliciones. Los resultados generales de la segunda vuelta (ver Cuadro 2 en la sección 1) mostraron que, respecto a la primera vuelta, Bachelet aumentó su caudal de votos en 532.328, llegando a 3.723.019 votos. La diferencia de Bachelet de siete puntos en relación a Piñera (53,5% v/s 46,5%) se pue-de explicar por su capacidad de captar gran parte del voto pro-

veniente de la candidatura de Tomás Hirsch, sumando al mismo tiempo a su proyecto nuevos electores. Por su parte, Piñera creció en 1.472.430 sufragios, alcanzando los 3.236.394, sin lograr conquistar la totalidad de los 1.612.608 votos que obtuvo Lavín en diciembre. Entre la primera y segunda vuelta subió también la abstención: concurrieron a votar 13.955 electores menos que en diciembre de 2005. Por otra parte, disminuyeron los votos nulos, lo que permite comprobar que el llamado de Hirsch no surtió efecto entre sus adhe-

rentes. También se observa una reducción de los votos blancos, que de 83.859 en diciembre bajaron a casi la mitad (47.710) en enero. Distribución geográfica de las variaciones entre primera y segunda vuelta Desde una perspectiva cartográfica, el cambio que se produjo entre la primera y la segunda vuelta presidenciales puede ser enfocado, primero, en función de las variaciones de la participación electoral entre ambas y, segundo, examinando los posibles traspasos de votación entre los candidatos de la primera y segunda vuelta. Una mirada al Mapa 8 permite apreciar de inmediato la enorme disparidad geográfica del fenómeno de la abstención. Existen dos grandes tendencias: una, la presencia de tasas muy altas de abstención, superiores al 16% de los inscritos, en las regiones extremas del país (I, II, III, XI y XII). La otra, tasas de abstención muy bajas (inferiores al 8%) en la zona del Valle Central (comunas situadas entre la cordillera de los Andes y la de la Costa). La abstención de las zonas extremas resulta, muy probablemente, de la lejanía geográfica respecto a las regiones más pobladas, la cual vuelve difícil para quienes emigraron a ellas des109

Corte Nacional Electoral pués de inscribirse en los registros electorales, viajar a votar a la comuna en que se inscribieron 25. En las comunas de la zona central, en cambio, la alta concurrencia a las urnas puede explicarse porque los centros urbanos están cerca unos de otros, y comunicados gracias a una densa red de carreteras. En el análisis de la diferencia en los votos obtenidos por Michelle Bachelet entre la primera y la segunda vuelta presidencial, se observa que la votación de la candidata subió entre un 4 y un 8% en la mayoría de los municipios chilenos. Las comunas en que el aumento fue superior a un 8% se ubican principalmente en el Gran Santiago, el Gran Concepción (Lota, Coronel, Penco y Talcahuano, entre otras) más la comuna de Valparaíso. Debido a su volumen poblacional, el conjunto de estas comunas fue determinante para el triunfo final. Todas estas comunas comparten dos características: son zonas urbanas y en ellas Tomás Hirsch obtuvo más de un 6% en la primera vuelta. De esto se puede inferir que la mayor parte de los aumentos de votación de Bachelet provino de los votos de Hirsch. Sin embargo, si consideramos que Bachelet obtuvo al menos dos puntos porcentuales más que Hirsch en cada una de esas comu110

nas, este traspaso de votos no basta para explicar el resultado final de la candidata. Si comparamos ahora el aumento de votación de Bachelet con los Mapas 8 y 9, constatamos que algunas comunas donde se produjo un mayor crecimiento de la candidata y que tienen además una gran cantidad de electores, como Valparaíso, Santiago y Coronel, se caracterizan también por una fuerte abstención en primera vuelta, la cual no puede ser atribuible a la lejanía geográfica. En varias otras comunas de menor densidad poblacional donde Bachelet tuvo grandes aumentos de votación, en la primera vuelta se observa también un porcentaje de votos nulos y blancos superior a la media (ver Mapa 9). Esto implica que Bachelet, además de los votos de Hirsch, logró también captar una cantidad no despreciable de electores que no había expresado un voto válido en primera vuelta. Como era de esperar, el cambio en la votación de Sebastián Piñera entre la primera y la segunda vuelta presidencial, fue proporcional al resultado de Lavín en primera vuelta. En efecto, las comunas donde este último consiguió más votos (ver Mapa 4) figuraron entre los mejores resultados de Piñera en segunda vuelta: el sector oriente

de Santiago, el sur de la región del Maule, el norte de la región del Bío Bío y las regiones de Arica y Parinacota y de Tarapacá. Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con Bachelet y Hirsch, el aumento de votación de Piñera es generalmente menor que la votación de Lavín. Es por lo tanto probable que una parte de los electores de Lavín o de Piñera decidió votar por Bachelet 26 o abstenerse en segunda vuelta. En esta sección se pudo ver que, sobre los efectos de la campaña en el resultado de la segunda vuelta, prima la fortaleza de las lealtades políticas, tanto dentro de una coalición (el apoyo de los votantes de Lavín a Piñera en segunda vuelta) como entre coaliciones con proximidad ideológica (el apoyo de los votantes de Hirsch a Bachelet).

25 Los votantes tienen la posibilidad de justificar la no concurrencia a las urnas por encontrarse a más de 200 Km de distancia del lugar de inscripción el día de los comicios. 26 El análisis cartográfico no permite precisar en qué medida pudo existir un traspaso de votantes de alguno de los candidatos de la Alianza a Bachelet en segunda vuelta. En efecto, el problema de inferir comportamientos individuales sobre la base de variaciones agregadas puede ser ilustrado con un ejemplo simple: si se comprueba que, en una comuna determinada en segunda vuelta, Bachelet ganó un voto con respecto a la suma de Bachelet y Hirsch en primera vuelta y que, al revés, Piñera perdió un voto respecto a la suma de Piñera y Lavín, eso puede deberse tanto a que un votante de algún candidato de la Alianza se traspasó directamente a Bachelet como a que un votante de la Alianza decidió abstenerse en segunda vuelta y, simultáneamente, otro elector que previamente se había abstenido o votado nulo, en segunda vuelta apoyó a Bachelet.

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Mapa 8 Chile: Abstención electoral. Porcentaje de inscritos que no votaron, presidenciales 2005 (primera vuelta)

Mapa 9 Chile: Votos nulos y en blanco, presidenciales 2005 (primera vuelta)

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Corte Nacional Electoral El resultado de la segunda vuelta es principalmente atribuible a este efecto y sólo en menor medida al hecho de que Bachelet, más que Piñera, supo captar a quienes se abstuvieron o votaron nulo (o blanco). En la sección siguiente, se busca indagar la incidencia en las urnas del “factor candidata”, precisando el status del género, y viendo lo que este factor logró sumar o restar a la Concertación. 3. El género como issue Si bien la campaña parece haber tenido un impacto limitado en la decisión final de los electores, el hecho de que por primera vez una mujer tenía grandes posibilidades de ganar una elección presidencial pudo haber surtido mayores efectos sobre el voto, más aún considerando que el enfoque de género inspiró el programa de gobierno 27 de Michelle Bachelet. Entre las medidas propuestas en éste destacaron la igualdad salarial entre varones y mujeres; la creación de guarderías para las trabajadoras; la prevención y atención de la violencia contra las mujeres; la reforma de los sistemas de seguridad social y previsional aplicando un enfoque de género; la sanción de la ley de cupos para cargos electivos; modificaciones 112

a la ley de acoso sexual (ampliación al ámbito escolar, público y laboral) y la aprobación de una ley marco sobre derechos sexuales y reproductivos. Antes de la primera vuelta electoral, este discurso logró incluso arrastrar a los otros candidatos presidenciales, quienes súbitamente dieron prioridad a temas vinculados con la igualdad de oportunidades entre mujeres y varones. En las encuestas de opinión efectuadas entre 2001 y 2004, una mayoría de ambos sexos declaraba preferir a Joaquín Lavín como próximo presidente de Chile. Esta tendencia se revirtió en diciembre del 2004 en la encuesta CEP, cuando una mayoría de mujeres (40%) escogió a Michelle Bachelet, mientras que las preferencias de los hombres se repartían de igual forma entre Bachelet y Joaquín Lavín (31% para cada candidato) 28. La condición de mujer de Michelle Bachelet fue un tema recurrente en la campaña presidencial, recibió especial atención de los medios de comunicación y tuvo incidencia en las urnas. Como se mencionó en la sección 1, la cantidad de votos de Bachelet en primera vuelta fue inferior a la de la lista de la Concertación en la elección de diputados celebrada el mismo día. El Cuadro 3 permi-

te precisar que esta diferencia fue mucho mayor en las mesas de varones que en las mesas de mujeres 29; es decir, la debilidad de Bachelet con respecto a la Concertación fue comparativamente menor entre ellas. Por su parte, el porcentaje de votos obtenido por Bachelet (45,96%) fue superior entre las mujeres (47,0%) al obtenido entre los hombres (44,77%), mientras que el porcentaje que obtuvo la Concertación en la elección de diputados (51,76%) fue levemente mayor entre los hombres (51,92%) que entre las mujeres (51,62%) 30. También, Bachelet conquistó una mayor cantidad de votos en las mesas de mujeres que Ricardo Lagos en 1999, y bastante menos que éste en las mesas de varones. Otros efectos del género se desprenden del mismo cuadro. Sebastián Piñera obtuvo una votación mucho mayor que su partido, Renovación Nacional, en 1999, diferencia que fue aún más notoria en las mesas de varones. Joaquín Lavín también

27 Programa de Gobierno Michelle Bachelet 2006-2010, 18 de octubre de 2005. 28 Ver el cuadro 1 de Carolina Segovia, (2005: 7). 29 En Chile, los locales de votación están organizados en mesas separadas para hombres y mujeres. Esto permite que, cuando se contabilizan los votos en cada elección se tenga, para cada comuna del país, resultados desagregados por sexo. 30 http://elecciones.gov.cl.

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consiguió una votación superior a la de su partido, la UDI, pero, al contrario de Piñera, la diferencia fue mayor entre las mujeres. La suma de Piñera y Lavín reci-

bió más votos que la candidatura de este último en 1999 en las mesas de hombres, pero en las mesas de mujeres la cantidad de sufragios fue menor. Por último, To-

más Hirsch sacó menos votos que el pacto Juntos Podemos Más, diferencia que fue mayor entre las mujeres. Se deduce de lo anterior que existieron 113

Corte Nacional Electoral dos candidaturas comparativamente más exitosas entre los varones (Piñera y Hirsch), y dos con mayores dividendos entre las mujeres (Bachelet y Lavín), lo que sugiere un efecto asociado al género en esta elección presidencial. ¿Existió un componente de solidaridad de género en la conducta electoral de las chilenas (e, inversamente, de rechazo a una candidatura femenina de parte de los hombres)? Un estudio referido a las elecciones municipales y legislativas de 2000 y 2001 31 entrega evidencia en ese sentido, pues concluye que las mujeres tienden a preferir a las candidatas de su sexo por sobre los candidatos masculinos, además de optar preferentemente por los candidatos de la Alianza, no de la Concertación. El Mapa 10 muestra la diferencia porcentual entre la votación de Michelle Bachelet en las mesas de mujeres y la que obtuvo en las mesas de varones en cada comuna, en la primera vuelta presidencial de 2005. De manera análoga, el Mapa 11 permite apreciar la diferencia porcentual entre la votación masculina y la femenina de Sebastián Piñera en cada municipio. Se ratifica que en la mayor parte del territorio nacional el porcentaje de votos por Bachelet resultó ser mayor entre las mujeres que 114

entre los hombres, mientras Piñera convenció predominantemente a los hombres. Veamos ahora cómo varía territorialmente la intensidad del fenómeno. Las diferencias de género tendieron a ser más marcadas (superiores a 3%), en el caso de Bachelet, en zonas como las regiones de Arica y Parinacota y de Tarapacá, la provincia de Valparaíso, la región Metropolitana, las provincias de Concepción y Arauco en la región del Bío-Bío; en la zona austral y en Chiloé. Las comunas que pertenecen a estas zonas comparten tres características: primero, por lo general también existe una diferencia apreciable entre hombres y mujeres para Piñera. Segundo, al menos en tres de ellas (las áreas metropolitanas de Valparaíso, Santiago y Concepción) fue fuerte el voto por Hirsch. Tercero, entre ellas figuran una gran cantidad de ciudades populosas y capitales regionales tales como Arica, Iquique, Antofagasta, Valparaíso, Viña del Mar, Santiago y Concepción. En otras palabras, en la primera vuelta, el voto de género se expresó predominantemente en las grandes ciudades, y estuvo probablemente asociado a un castigo a Bachelet por parte de los hombres, ya sea de izquierda (prefirieron a Hirsch) o independientes y

de centro (optaron por Piñera). Se puede deducir de aquello que el voto masculino que Bachelet perdió en primera vuelta en relación a lo logrado por Lagos (ver Cuadro 3) fue en su mayor parte recuperado en la segunda vuelta. Por otra parte, estas diferencias de género indican que Bachelet supo también atraer una gran cantidad de nuevas votantes, aparte de las que la habían apoyado en primera vuelta, que no necesariamente eran partidarias del conglomerado oficialista o del PS, sino más bien de Lavín o Piñera, y que residían en grandes centros urbanos como los mencionados. Es altamente probable que los hombres que no habían apoyado a Bachelet en primera vuelta lo hicieran en la segunda para respaldar a la Concertación. En cambio, las mujeres en la misma situación habrían expresado una solidaridad de género. Del análisis presentado en esta sección se desprende que, en la primera vuelta presidencial, ciertas consideraciones ligadas al género influyeron probablemente en la elección entre candidatos con proximidad ideológica (Bachelet o Hirsch, por un lado; Piñera o Lavín, por el otro), 31 Altman (2004: 49-66).

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Mapa 10 Chile: Diferencia de género en votación presidencial de M. Bachelet (primera vuelta 2005)

Mapa 11 Chile: Diferencia de género en votación presidencial de S. Piñera (Primera vuelta 2005)

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Corte Nacional Electoral dato que concuerda con los resultados totales a nivel nacional (ver Cuadro 3). Sin embargo, en la segunda vuelta se advierte que la solidaridad de género otorgó un plus a Bachelet que le permitió un triunfo por una diferencia más allá de los traspasos esperables de votos. Sin minimizar el posible efecto sobre las votantes tanto de la campaña como del desempeño de la candidata, el género en sí operó probablemente como un issue 32, con una dimensión más coyuntural que estructural, al generar cierta identificación con una aspirante a la Presidencia que comparte, además, los rasgos biográficos (ver Recuadro 2) de muchas mujeres chilenas 33. En las secciones que siguen, evaluaremos el peso de factores de más largo plazo en los resultados de la última contienda presidencial. 4.

Los determinantes socioeconómicos del voto En un artículo sobre la incidencia de factores socioeconómicos y género en las urnas, Altman 34 encontró una relación curvilínea entre el valor del IDH y los resultados de la Concertación y de la Alianza en las elecciones municipales de 116

2000 y las legislativas de 2001. Esto significaría que el voto por la Concertación tiende a aumentar, ceteris paribus, en aquellas comunas donde el desarrollo humano es más alto, pero a tasas decrecientes en las comunas de mayor IDH. En palabras del autor, existiría una relación con forma de U invertida entre el IDH y el voto por la Concertación. La Alianza, en cambio, tendería a lograr resultados más altos en las comunas de más bajos ingresos, decreciendo su apoyo en las comunas de ingresos medios y, eventualmente, volviendo a ascender en las comunas de más altos ingresos. Esto es, una relación con forma de U. Si esta relación se mantuviera para la última elección presidencial, implicaría la vigencia de patrones de comportamiento electoral propios de algunas democracias avanzadas, los cuales presuponen el declive de las lealtades sociales y políticas tradicionales, sustituidas por una mayor sensibilidad a los issues o a los candidatos 35. Para examinar la relevancia de un posible clivaje de clase tradicional 36 en los comicios de 2005, tomamos en cuenta dos indicadores socioeconómicos, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) desarrollado por el PNUD 37, y el índice de Necesidades

Básicas Insatisfechas (NBI-3) 38, producido por MIDEPLAN en base a los datos del Censo 2002.

32 Cabe sin embargo precisar que no estamos ante la canalización de un tipo nuevo de conflicto “post-materialista” que reflejaría un cambio de largo plazo en las prioridades valóricas de las votantes chilenas, en particular. Como se señaló en la sección 2, el discurso de Michelle Bachelet no fue feminista y aún menos la expresión de un movimiento feminista. Respecto al planteamiento “post-materialista”, véase Inglehart (1984: 25-69). Sobre la noción de “issues centrados en el candidato” y sus implicancias teóricas, véase el capítulo “The impact of Candidate-Centered Politics”, en Wattenberg (1991: 157-165). 33 Michelle Bachelet, al igual que muchas mujeres chilenas, es separada con hijos en una sociedad que conoció cambios socioculturales durante los últimos años sin que éstos se acompañaran de una mayor igualdad de oportunidades para las mujeres. Según las cifras que proporciona una encuesta realizada en 2006 a mujeres mayores de 18 años inscritas en el registro electoral, el 81% de la muestra considera que las mujeres son discriminadas en Chile, en particular en el ámbito laboral y el 94% opina que Chile es un país machista. El 47,3% aporta, sin embargo, con el producto de su trabajo a los gastos de su hogar, en más de la mitad (18,4%), menos de la mitad (14,6%) o la mitad (14,3%). Por último, el 64% tiene expectativas de que en marzo de 2010 la Presidenta Bachelet entregue un país donde las mujeres tengan más derechos de los que tienen hoy. Encuesta mujer y política 2006, Corporación Humanas, Instituto de Asuntos Públicos - Universidad de Chile, diciembre de 2006. http://www.humanas.cl/ 34 Altman (2004). 35 Según este planteamiento, el aumento de los niveles educacionales y un mayor acceso a la información habría llevado a un proceso de movilización cognitiva, en el que los electores se sentirían menos pendientes de las señales (cues) externas de los partidos o de sus grupos de pertenencia para tomar decisiones políticas. Véase Inglehart (1990). 36 En su trabajo pionero, Lipset y Rokkan explican que las divisiones ideológicas y partidarias brotaron de los clivajes sociales, figurando la clase social entre los factores más poderosos de clivaje político (Lipset y Rokkan, 1967). 37 MIDEPLAN-PNUD (2000). El Índice de Desarrollo Humano es una forma de medir la calidad de vida, para lo cual se ponderan por igual tres componentes: un índice que mide ingresos, uno sobre educación y uno acerca de logros en salud. 38 El índice de Necesidades Básicas Insatisfechas NBI-3 es una medición de la pobreza basada en datos censales. Este indicador pondera ciertas características de vulnerabilidad social en los hogares de cada comuna, de la siguiente forma:

Atlas electoral latinoamericano Variables socioeconómicas y voto por Michelle Bachelet La votación de Michelle Bachelet no presenta una relación evidente con el IDH. De las cuatro áreas geográficas con mayores índices de desarrollo humano, dos (la región de Antofagasta en el norte y la región de Magallanes en la zona austral) presentan altos porcentajes de votación (superiores al 51%) por Bachelet en la presidencial 2005. En las otras dos (la provincia de Valparaíso y el sector oriente de Santiago), en cambio, Bachelet obtuvo un bajo rendimiento (menos de 44%). Una mirada por separado a las cuatro zonas en que se divide al país permite identificar ciertos patrones de comportamiento electoral, aunque territorialmente dispares. En el norte y en la zona austral, la candidatura de Bachelet logra mejores resultados en las comunas con niveles medios y altos de desarrollo humano que en aquellas de niveles bajos. En la zona sur, donde predominan las comunas con bajos niveles de desarrollo humano, Bachelet obtuvo preferentemente cifras por debajo del 44%, y sus peores resultados (inferiores a 37%) coinciden con niveles muy reducidos de desarrollo humano, en comunas situadas mayoritariamente en la región de la Arau-

canía. En otras palabras, el norte, la zona austral y el sur parecen confirmar que a mayor desarrollo humano, mayor votación por Bachelet. Sin embargo, en la región de Coquimbo y en toda la zona central del país ocurre lo contrario. Las comunas con menores grados de desarrollo humano tienden a presentar niveles de apoyo muy fuertes a la candidatura de Bachelet, mientras que su votación disminuye en las comunas con mejores condiciones de vida. Bachelet logró la mayoría absoluta en primera vuelta en comunas de IDH bajo y muy bajo (inferior a 0.7), ubicadas en la región de Coquimbo, el interior de la región de Valparaíso, y la costa e interior de las regiones de O’Higgins y Maule. En cambio, en las comunas con niveles medios y altos (superiores a 0.7) de IDH, concentradas en la costa de la región de Valparaíso y en la Región Metropolitana, Bachelet consiguió en su mayoría resultados por debajo del 50%. Como se puede apreciar en los cuadros 4 y 5, en el país en su conjunto, no existe una correlación estadísticamente significativa entre el IDH y el voto por la candidata, mientras que al considerar las comunas de la zona central, se encuentran coeficientes de -0.490 para

la primera vuelta y -0.409 para la segunda, estadísticamente significativos ambos. Las variaciones del índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI-3) tienen un patrón similar al referido al IDH y reflejan con mayor nitidez las diferencias en calidad de vida de la zona central, que confirman una relación positiva entre vulnerabilidad social y voto por Michelle Bachelet. Se observa claramente que, en el norte hasta la región de Atacama, y desde el sur del Maule hasta la zona austral, la votación de Bachelet crece de forma inversamente proporcional al NBI-3 (a mayores necesidades básicas insatisfechas, menor votación por Bachelet), mientras que entre la región de Coquimbo y la provincia de Linares, su resultado es directamente proporcional a este indicador de pobreza (a mayores carencias, mayor votación por Bachelet). Esto se ve expresado en los coeficientes de correlación, que son de -0.150 y -0.183 para la primera y segunda vuelta, respectivamente, y de 0.241 y 0.134 (este último no es estadísticamente significativo) en la zona central. NBI3 = ((Índice Dependencia Simple * 0,20) + (Índice de Analfabetismo * 0,30) + ((Índice Agua Potable + Índice de Alcantarillado) / 2) * 0,15 + ((Índice de Cañería + Índice de Electricidad) / 2) * 0,05 + ((Índice de Pared + Índice de Piso + Índice Techo) / 3) * 0,05 + (Índice tipo de vivienda de Vivienda * 0,25))

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Corte Nacional Electoral Al analizar por separado los componentes del IDH, se advierte que los niveles educativos y de salud de las comunas tampoco presentan relación con el voto por Bachelet para el total del país. Esto sí ocurre con el componente de ingresos del IDH: a mayor nivel de desarrollo humano medido a través de los ingresos, menor votación por Bachelet en la primera y segunda vueltas (coeficientes de correlación de 0.218 y -0.225, respectivamente). La magnitud de éstos es mayor en la zona central, donde alcanzan un valor de -0.415 para la primera vuelta y -0.431 para la segunda. Este resultado sugiere que los indicadores que miden directamente los ingresos, arrojarán con mayor probabilidad una relación cercana a un clivaje de clase tradicional (a menores ingresos, mayor votación por la izquierda; a mayores ingresos, mayor votación por la derecha), que aquellos indicadores que miden otras dimensiones de la calidad de vida. Variables socioeconómicas y voto por los demás candidatos El efecto del desarrollo humano en la votación por Piñera permite deducir relaciones opuestas a las encontradas para Bachelet: el IDH no tiene una correlación estadísticamente significativa en el total del país, 120

pero los mejores resultados de Piñera en la zona central (porcentajes sobre 28% en la primera vuelta) se producen en zonas de IDH medio o alto, lo cual se expresa en una correlación positiva (coeficientes de 0.402 y 0.409 para la primera y la segunda vuelta, respectivamente). En cambio, en el sur, sus mejores porcentajes se concentran en comunas con desarrollo humano bajo –o muy bajo– en la región de la Araucanía. Al mirar los componentes del IDH por separado, se encuentra una correlación positiva entre ingresos y voto por Piñera en el total nacional, más fuerte en la zona central, donde además existe una correlación positiva y estadísticamente significativa entre educación y salud y la votación por Piñera. En cuanto al índice NBI-3, aunque la fuerza de la relación sea menor, se observa un cambio de signo entre el país en su conjunto y la zona central. En esta última, la correlación es negativa (es decir, a mayores carencias, menor votación de Piñera) mientras que en el primero es de signo positivo. En el caso de los candidatos que no fueron seleccionados para la segunda vuelta, la relación entre el voto y el IDH aparece más débil. Lavín logró una penetración electoral muy alta en zonas donde el IDH es bajo,

como las regiones de Arica y Parinacota e Iquique, el sur de la región del Maule y el norte de la región del Bío-Bío, mientras que en la zona central destacan más bien las bajas votaciones en comunas de IDH bajo y buenos resultados en comunas de IDH alto. El voto por Lavín está correlacionado positivamente con el nivel de ingresos de las comunas (0.152), pero negativamente con el nivel educativo (-0.171). Como se muestra en el Cuadro 4, Lavín presenta correlaciones positivas y estadísticamente significativas con el índice NBI-3, lo cual sólo se verifica para el país en su conjunto, pero no para la zona central. Finalmente, en el caso de Tomás Hirsch, existe una correlación negativa con el índice de Necesidades Básicas Insatisfechas. Los indicadores de desarrollo humano están correlacionados positivamente con su votación, exceptuando el de ingresos 39. En síntesis, el análisis cartográfico y estadístico arroja la existencia en el centro del país de una relación negativa entre el voto por la candidata de la Concertación y el nivel socioeconómico (el tradicional cli39 Otros datos censales de los que disponíamos permitieron encontrar una correlación positiva entre el porcentaje de población urbana y el voto por Hirsch (variable que hemos dejado de lado en este trabajo).

Atlas electoral latinoamericano vaje de clase determina en cierta medida el voto por Michelle Bachelet). En cambio, en el norte y el sur se daría la relación inversa (la izquierda recibe el apoyo de quienes presentan los niveles de ingresos más altos y la derecha de los más desposeídos). En suma, el factor territorial afecta de alguna forma la relación entre los determinantes socioeconómicos, medidos a nivel agregado, y los resultados electorales. Además, estos últimos aparecen altamente sensibles a los indicadores utilizados para medir el nivel de desarrollo socioeconómico. Estos dos patrones opuestos de correlación invitan a indagar con mayor profundidad en las características geográficas, sociales e históricas de las unidades territoriales estudiadas. En el norte y en la zona austral, por ejemplo, la aparente inversión del sentido de los determinantes socioeconómicos no esconde necesariamente un declive del tradicional clivaje de clase, de acuerdo con las tendencias observadas en algunas democracias avanzadas, que presuponen un debilitamiento de las lealtades partidarias 40. Por el contrario, estas últimas han sido fundadas, en el caso de los partidos socialista y comunista, gracias a una división en torno a la clase social en zonas de cultura mine-

ra u obrera arraigada como Antofagasta, Atacama o Magallanes y perduran, probablemente, a pesar del progreso económico experimentado por estas regiones. En otros lugares donde, en cambio, el progreso económico se dio manteniendo una gran desigualdad territorial de ingresos 41, como es el caso de las regiones de la zona central, el voto aparece determinado por el clivaje de clase tradicional, que tiene probablemente mayor incidencia en un contexto en el que las comunas pobres son colindantes con las comunas de un alto nivel de vida. Este clivaje tiende, inversamente, a perder relevancia como factor explicativo en aquellas zonas que han conocido un progreso económico acelerado en los últimos 20 años 42, el cual no entra en contradicción con la transmisión de identidades políticas mediante procesos de socialización primaria y secundaria. En suma, las lealtades partidistas pueden operar en determinados territorios independientemente de las condiciones socioeconómicas objetivas. Sin duda, estas diferencias espaciales merecerían ser aprehendidas mediante una sociohistoria de los territorios y con técnicas de encuesta que toman como sustrato al indi-

viduo –lo que excede las metas de este artículo– para lograr entender las distintas modalidades regionales de crista-lización del conflicto de clase 43. La fuerza de estas lealtades políticas es el objeto de la siguiente sección, con un especial interés en examinar en qué medida prevalece, sobre la lealtad partidista, una lealtad a la coalición, que contribuiría fundamentalmente a explicar la victoria de Michelle Bachelet en la última elección presidencial.

40 Sobre el declive de las lealtades partidarias, se puede consultar entre otras referencias, Nie, Verba y Petrocik (1976); Dalton et. al. (1984); Dalton y Wattenberg (2001). 41 Mientras la Región Metropolitana está entre las que exhiben un crecimiento más dinámico del PIB per cápita, entre 1985 y 1997 (8,2% promedio anual), las regiones de Valparaíso y O’Higgins están entre las más rezagadas (2,8% y 3,4% promedio anual, respectivamente). Ver Díaz, Pardo y Meller (2002). 42 Las regiones de Antofagasta y Atacama son la segunda y tercera regiones más dinámicas en el período 1985-1997, con un 8% y 10,3%, respectivamente, de crecimiento promedio anual del PIB per cápita. En efecto, mientras que en 1960 tenían un PIB per cápita equivalente al de las regiones Metropolitana y de O’Higgins, respectivamente, en 1997 su PIB per cápita prácticamente duplicaba al de estas dos últimas regiones. Ver Díaz, Pardo y Meller (art. cit.). 43 Por ejemplo, y hablando a grandes rasgos, existen diferencias notorias entre un norte donde se asienta una cultura política de izquierda gracias al activismo de poderosas organizaciones de trabajadores y la zona central donde el tradicionalismo coexiste con el progresismo y en el que el conflicto de clase se define principalmente en torno a la reforma agraria (ver sección 1). Véase también a C. Caviedes, op. cit., pp.282-288. Sobre la noción de culturas políticas, véase entre otras referencias a Berstein (2003).

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Identificación partidaria y continuidad de la Concertación Aunque varios autores advirtieron sobre el carácter discutible de la exportación de la noción de “identificación partidaria” 44 a otros contextos que el norteamericano, la pertinencia de su aplicación al caso chileno encuentra sus principales argumentos en el funcionamiento bipolar del sistema de partidos chileno (la polarización política y hasta cierto punto ideológica es en efecto favorable a un proceso de identificación 45) y en la dimensión psicológica 46 de la adhesión a una u otra coalición. Es al menos lo que sugieren los resultados de una encuesta MORI realizada en septiembre de 2005, donde queda evidenciado el impacto de temas muy presentes en la agenda de “fin de la transición” 47 que caracterizó el gobierno Lagos 48. Ante la pregunta “¿qué es lo más importante que le ha sucedido a Chile en los últimos 15 años?”, la respuesta “vuelta a la democracia” concentró el 27% de las opiniones, seguida por “juicio/arresto a Pinochet”, con un 11%. Lo llamativo de estos resultados es que cuatro de cada diez potenciales votantes de Bachelet consideraron como lo más importante la vuelta a la democracia, frente a sólo aproximadamen122

te dos de cada diez partidarios de Lavín o Piñera (ver Cuadro 6). Las tres respuestas que hacen referencia a la superación del legado de la dictadura de Pinochet (“vuelta a la democracia”, “juicios/arrestos a Pinochet” y “respeto a los derechos humanos/libertad de expresión”) congregaron al 54% de los votantes de Bachelet, al 52% de los de Hirsch; en cambio sólo al 33% de los potenciales votantes de Piñera y el 23% de los de Lavín. Estos resultados parecen abogar en el sentido de la tesis de Tironi y Agüero 49, quienes recuerdan que gran parte de los chilenos construyó sus marcos de referencia política en el contexto de la polaridad autoritarismo/ democracia, cristalizándose esta división en los resultados del plebiscito de 1988. El planteamiento de estos autores invita a examinar si efectivamente hubo un traspaso de las lealtades partidistas hacia coaliciones más amplias, lo que se realizará a través de un análisis espacial de las elecciones presidenciales de 2000 y 2006; mediante una comparación entre la distribución electoral de los resultados de Michelle Bachelet y de la Concertación; y finalmente tomando como posible medición del voto por los partidos los resultados de la primera elección de concejales en 2004.

La comparación entre los mapas que presentan al ganador por municipio en las segundas vueltas de 2000 y 2006, revela que esta contienda presidencial fue en amplia medida una repetición de la elección de 1999-2000, en la que triunfó también el candidato de la Concertación (Ricardo Lagos), en cuanto a los patrones electorales espaciales. La continuidad prevalece sobre el cambio ya que, en la mayoría de los municipios chilenos, la coalición que impuso su candidato en 2000 vuelve a ganar en 2006. Sin embargo, Lavín ganó en 2000 en más comunas que Piñera en 2006, en especial en el sur del país, por 44 Remitimos principalmente al libro de Campbell et. al. (1960). 45 Schmitt y Holmberg (1995). 46 En un número especial de la Revista de Ciencia Política de la Universidad Católica dedicado a los 30 años del Golpe, un artículo de sicólogos sociales sobre la memoria colectiva del golpe de Estado muestra cómo este acontecimiento define claramente un antes y un después en la vida de muchas personas comprobando la resonancia subjetiva del golpe cualquiera sea la generación considerada. Ver Manzi et. al. (2003: 177-214). 47 “Pasos pendientes para cerrar la transición”, La Tercera, 21/09/2004. 48 Durante el mandato de Lagos se dieron, en efecto, avances fundamentales en materia de DDHH y reformas constitucionales. La Comisión Valech, creada para investigar la aplicación de la tortura en el régimen de Pinochet, culminó su trabajo con un informe que conmovió a la opinión pública y que dio lugar a nuevas iniciativas de carácter reparatorio para las víctimas. Por otro lado, las reformas constitucionales, aprobadas con el acuerdo de la Alianza, eliminaron algunos de los aspectos más retrógrados de la Constitución de 1980 tales como los senadores vitalicios y designados que dejaron de existir el 11 de marzo de 2006, en virtud de la reforma constitucional de 2005. La eliminación de este “enclave autoritario” permitió a la Concertación obtener la mayoría absoluta en el Senado, luego de tenerla en la Cámara Baja desde 1989. Ver “El balance del nuevo Congreso”, La Tercera, 12/12/2005. 49 Tironi y Agüero (1999).

Atlas electoral latinoamericano

lo cual el mapa de 2000 muestra un sur más homogéneamente de derecha. Bachelet, por su parte, venció en comunas del interior de las regiones O’Higgins y Metropolitana, profundizando una división entre municipios ricos y pobres (abordada en la sección anterior) que con Lagos no se había presentado tan nítidamente. A pesar de estos cambios de una elección a otra, el coeficiente de correlación entre ambas candidaturas (0.918, ver Cuadro 7), indica que existió una relación muy alta entre Bachelet en 2006 y Lagos en 2000. Por tratarse de porcenta-

jes de segun-da vuelta que suman 100%, el mismo coeficiente de correlación se obtuvo para Lavín en 2000 con Piñera en 2006. Los resultados de la Concertación en la elección de diputados de 2005 ofrecen también una imagen muy parecida a la de la votación de Bachelet en segunda vuelta (Mapa 6). En las áreas donde la Concertación obtuvo los triunfos más holgados, la candidata alcanza sus porcentajes más altos. Las áreas donde ésta es más débil coinciden con las áreas de menor rendimiento de la coalición. De acuerdo a la

evidencia cartográfica, el hecho de que la Concertación obtenga un 6% más que su candidata es en parte atribuible al peso de los candidatos presentados en algunos distritos, sobre todo en el sur: es el caso, por ejemplo, del distrito 51 donde, a pesar de las derrotas de Bachelet en varias comunas, la Concertación obtuvo un doblaje (ver Recuadro 1, sección 1) en la elección de diputados, al llevar como independiente en el cupo del PDC al renunciado diputado UDI Eduardo Díaz, y gracias también a la muy alta votación del PPD 123

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Atlas electoral latinoamericano Eugenio Tuma 50. Lo que dicen los mapas de ambos comicios es confirmado por la alta correlación existente entre la votación de Bachelet en primera vuelta y la del pacto Concertación en la elección concurrente de diputados (0.649), valor que se mantiene casi intacto para la segunda vuelta (0.639). En el caso de la Alianza, la relación entre el voto por esta coalición en la elección de diputados y el resultado de Sebastián Piñera no aparece tan netamente como en el caso Bachelet-Concertación. Existe una zona en que la fortaleza electoral de Piñera y la de su coalición son coincidentes, la cual, como ya se mencionó, comprende la Región Metropolitana (exceptuando las comunas de la periferia urbana de Santiago) más la costa de la Región de Valparaíso. En el resto del país, salvo en la región de Aysén, los resultados no se dejan superponer fácilmente. Sin embargo, el coeficiente de correlación entre la votación de Piñera y la de la Alianza en la elección de diputados de 2005 es de 0.720, es decir positivo y de una magnitud superior al de Bachelet con la Concertación. Esta diferencia se puede explicar porque las correlaciones comparan las variaciones del valor de dos variables y, en ese sentido, cuando la votación de Piñera es más alta en una co-

muna que en otra, la votación de la Alianza tiende a serlo también. En cambio, el análisis cartográfico compara votaciones en términos absolutos y por ello refleja el hecho de que el candidato presidencial de la Alianza no es sólo el mero reflejo de su coalición. Esto es cierto, especialmente, para la región de Tarapacá y varios lugares del sur del país, donde Piñera sobrepasa ampliamente los resultados de la Alianza 51. Tanto la elección de 1999-2000 como la elección parlamentaria de 2005 sugieren, entonces, una estabilidad de la identificación del elector chileno con una de las dos grandes coaliciones, lo que aparece aún con mayor nitidez en el caso de la Concertación. Esto refleja probablemente la capacidad que tuvo la “criatura política más exitosa que dejó la experiencia autoritaria” 52 de forjar una identidad política propia en base a un proyecto de recuperación/profundización de la democracia, que constituye el principio cohesionador fundacional de la coalición, siendo de hecho movilizado en momentos de crisis 53. Para terminar de precisar qué tipo de identificación entra en juego para explicar los resultados de la última contienda presidencial, hemos recurrido a la votación obtenida en la elección de concejales de 2004,

la cual permite estimar con mayor exactitud el peso de los partidos que las elecciones parlamentarias, debido a los efectos del sistema binominal 54. Antes de observar lo que ocurre con los partidos, sin embargo, es útil dar una mirada a algunos coeficientes de correlación entre los candidatos de la primera y la segunda vuelta presidencial (ver Cuadro 7), que refuerzan la idea del peso de las coaliciones en la actualidad. Se confirma en ellos la importancia del traspaso de votos por proximidad ideológica, punto tratado en la sección 2: la votación de Hirsch en primera vuelta tiene una correlación de 0.441 con la

50 Es posible que, una vez electos, ambos hayan contribuido a mejorar la votación de Bachelet en segunda vuelta en las comunas del distrito. 51 Este fenómeno se observa también en el caso de Lavín quien obtuvo, en la primera vuelta presidencial de 1999, 11 puntos porcentuales más que la Alianza en la elección de diputados de 1997 (y alrededor de 1 millón 250 mil votos más), y 3 puntos porcentuales más que la misma en la elección de diputados de 2001 (cerca de 600 mil votos más). Esto implica que la diferencia entre Piñera y su coalición no se debe sólo al efecto coyuntural de una Alianza dividida en 2005, o a la débil implantación territorial de RN. 52 Tironi y Agüero, art. cit., p.160. 53 Lo que se ilustró una vez más en diciembre de 2005, cuando, ante los hechos de corrupción que salieron a la luz pública en distintos organismos estatales, el ex Presidente Ricardo Lagos salió en defensa de una coalición “arraigada en el alma nacional”, La Tercera, 22/11/2006. 54 Dado que el binominal (ver Recuadro 1) permite llevar como máximo dos candidatos en cada distrito, muchas veces el votante identificado con un partido de la Concertación termina eligiendo entre candidaturas que pertenecen a otros partidos del pacto. Además, en los distritos más reñidos, suelen surgir duplas con candidatos de distinto peso. En estas condiciones, los votantes tienden a inclinarse por el más fuerte de la coalición, independientemente de su partido, anticipando que sólo uno ganará un escaño.

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Corte Nacional Electoral de Bachelet en segunda vuelta, mientras en primera vuelta la correlación entre ambos candidatos era de 0.353. Del mismo modo, la correlación entre el voto por el PC en la elección de concejales 2004 y la votación de Bachelet en segunda vuelta es superior a la que se encuentra entre este partido y Bachelet en primera vuelta. Por su parte, la votación de Piñera en segunda vuelta tiene una correlación de 0.718 con la de Lavín en primera vuelta, mientras que los resultados de ambos candidatos en primera vuelta no están correlacionados. Lo que indica también la existencia de un “efecto coalición” en las urnas es que la candidatura de Piñera no logró imponerse mayormente en las comunas donde el PDC tiene cierto arraigo electoral. En efecto, el coeficiente de correlación es de -0.183 entre la votación de la DC en la elección de diputados y la de Piñera en la primera vuelta presidencial, que asciende a -0.285 para la segunda vuelta. Estas cifras contrastan con las correlaciones de 0.313 y 0.285 que se encontraron entre el voto por la DC y el voto por Bachelet en las primera y segunda vueltas presidenciales, respectivamente. La evidencia a favor de la prevalencia de las coaliciones por sobre los partidos 126

como elemento relevante para entender los porcentajes alcanzados por los candidatos presidenciales, se desprende también del análisis de los resultados de los cuatro subpactos (ver Recuadro 3) en que se dividen las dos principales coaliciones chilenas (la UDI y RN en el caso de la Alianza; el PDC y el bloque PS-PPD-PRSD en el caso de la Concertación). En el caso de la Concertación, se advierte que ésta es más que la suma de sus partes. El PDC tiene una fortaleza electoral muy irregular a lo largo del territorio, y el voto DC en la elección de concejales de 2004 sólo tiene un coeficiente de correlación de 0.132 con el voto por Bachelet en la segunda vuelta presidencial (en la primera, la correlación no es estadísticamente significativa). En cuanto al bloque PS-PPDPRSD, aunque se observa una relación más fuerte con el voto por Bachelet, no se puede decir que Bachelet dependa de la fortaleza electoral de su subpacto dentro de la Concertación. En efecto, la correlación entre el voto del “bloque progresista” en la elección de concejales 2004 y Bachelet en primera vuelta es de 0.321. Mientras que en todas las comunas donde el bloque tuvo un buen desempeño en la elección

municipal (entre ellas, la mayoría de las comunas de las regiones II, III y IV, como también comunas del sur de Santiago, de las provincias de Concepción y Arauco, de Chiloé y de Magallanes), Bachelet cosechó grandes triunfos, lo contrario no ocurre. La candidata de la Concertación ganó cómodamente en muchas comunas del norte y centro del país donde no sólo el PDC, sino también el PS-PPD-PRSD, tenían por sí solos una baja votación. En el caso de los partidos de la Alianza, se observan vínculos más bien débiles con la votación de sus candidatos. Para la UDI, salvo las regiones de Valparaíso y Metropolitana, no hay una correspondencia entre los lugares donde el partido obtuvo sus mejores resultados en la elección de concejales y las comunas donde Lavín tuvo sus mejores logros. De hecho, el coeficiente de correlación entre el voto UDI en la elección de concejales de 2004 y el voto Lavín en 2005 es sólo de 0.181. Lavín, además, consiguió una buena votación en comunas donde RN había superado a la UDI en número de concejales 55. Por su parte, a pesar de que la correlación entre 55 La correlación de Lavín con el voto por RN es de 0.177, estadísticamente significativa.

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Recuadro 3 Principales pactos y partidos en competencia CONCERTACIÓN POR LA DEMOCRACIA Partido Demócrata Cristiano (PDC) Nace en 1957, de la fusión de la Falange Nacional (ala juvenil-progresista del Partido Conservador), el Partido Nacional Cristiano y un grupo proveniente del laborismo agrario. Se inspira en el pensamiento social de la Iglesia Católica. En él militan los dos primeros presidentes electos tras el período autoritario de Augusto Pinochet: Patricio Aylwin y Eduardo Frei Montalva. Su actual presidenta es Soledad Alvear, ex ministra de los gobiernos de Eduardo Fei (Justicia) y Ricardo Lagos (Relaciones Exteriores) y ex candidata por su partido a la presidencia de la República para las últimas elecciones. Partido Radical (PR) Nace en 1863 como partido de centro liberal con importantes facciones de izquierda y derecha. En el siglo XX formó coaliciones de gobierno de distintos signos políticos y apoyó el gobierno de la Unidad Popular, lo que significó la escisión de su ala derecha. En 1994 se fusiona con el Partido Social Democracia de Chile, de centro izquierda (creado por un grupo de militantes del PR) formando el Partido Radical Social Demó-

crata (PRSD). Está afiliado a la Internacional Socialista. Partido por la Democracia (PPD) Nace en 1987, durante los últimos años de dictadura militar en Chile, como una agrupación instrumental, no ideológica, con el objetivo de agrupar a las fuerzas opositoras al régimen dictatorial para recuperar la democracia a través de medios políticos pacíficos. Su fundador y primer militante es el ex presidente Ricardo Lagos, quien también milita en el Partido Socialista. Partido Socialista (PS) Fue creado en 1933, asumiendo como el fundamento filosófico de su programa los principios del socialismo. Partido de los ex presidentes Salvador Allende y Ricardo Lagos Escobar y de la actual presidenta Michelle Bachelet, se define a sí mismo como un partido de izquierda, aunque en la actualidad se encuentra ideológicamente distante del ideario planteado por el derro-cado presidente Allende, con posturas cercanas a la socialdemocracia europea. Los cuatro partidos de la Concertación han dado origen a dos sub-pactos, creados con el fin de cumplir con el máximo de dos can-

didaturas por distrito y circunscripción en las elecciones parlamentarias. Hasta 2001 los dos subpactos estaban integrados por la DC y el PRSD, por un lado, y el PS junto al PPD, por el otro. El PRSD abandonó el subpacto con la DC en 2001 –después de apoyar la precandidatura presidencial de Lagos– dando origen al actualmente llamado “bloque progresista” PS-PPD-PRSD dentro de la Concertación, en contraposición con el socialcristiano PDC. ALIANZA POR CHILE Unión Demócrata Independiente (UDI) Nació bajo el liderazgo de Jaime Guzmán, ex ministro de Augusto Pinochet y redactor de la Constitución de 1980, quien fue asesinado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1991. Nació como movimiento gremial de la Universidad Católica de Santiago durante los 60 y se transformó en partido político en 1983. En lo ideológico, promueve una derecha política vinculada a la Iglesia y promotora del sistema de libre mercado. Durante las dos últimas elecciones, su candidato político ha sido Joaquín Lavín, quien logró una gran adhesión en los comicios que lo enfrentaron a Ricardo Lagos, pero que bajó fuertemente en popularidad para Continúa en la siguiente página

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Corte Nacional Electoral Viene de la anterior página las elecciones que dieron como ganadora a Michelle Bachelet. Actualmente es el partido con más adhesión en el país y con mayor representación en el Congreso. Desde 2006, su presidente es Hernán Larraín. Renovación Nacional (RN) Fundado en 1987 bajo el liderazgo de Andrés Allamand, con el objetivo de unir a las fuerzas políticas de derecha que entonces

el voto por RN en la elección de concejales de 2004 y la votación de Sebastián Piñera en la primera vuelta presidencial sea de 0.430, la comparación sólo arroja vínculos evidentes en el caso del sector oriente de Santiago y el sur de la región de la Araucanía. Se aprecia cierta independencia entre la candidatura de Piñera y la fortaleza de RN en las elecciones locales, ya que en varios municipios en que Piñera obtuvo un buen resultado, la UDI sobrepasó a RN. En síntesis, la fuerza de las coaliciones como determinantes de la contienda presidencial es superior a la de los partidos por sí solos, lo cual sugiere que la identificación con una de las dos coaliciones constituye una variable explicativa del voto en 128

se congregaban en torno al movimiento Unión Nacional (dirigido por el mismo Allamand), al Frente Nacional del Trabajo (dirigido por Sergio O. Jarpa) y al gremialista Unión Demócrata Independiente (liderado por Jaime Guzmán). Pronto, la UDI se independizó y formó su propio partido, ante lo cual Renovación Nacional quedó como el representante de la derecha liberal chilena. Desde 2006 es liderado por Carlos Larraín.

cierta medida independiente de la lealtad partidista 56. Si bien esta observación entrega un argumento adicional a favor de la impor-tación de la noción de identificación partidaria 57, no cabe duda que para comprobar plenamente nuestra hipótesis, tendríamos que disponer de resultados de encuestas de opinión y utilizar técnicas de análisis que están fuera del alcance de este trabajo 58. La sociogeografía electoral confirma, no obs-tante, que tanto la votación de Lagos en la elección presidencial anterior, como la de la Concertación en la elección de diputados concurrente constituyen buenos predictores del voto por Michelle Bachelet en la elección presidencial de 2005-2006.

Conclusión La lectura de la elección presidencial de 2005-2006 a la luz de la sociogeografía permitió corroborar la continuidad de ciertos patrones espaciales, sociales y políticos de comportamiento electoral y, desde luego, la preeminencia de factores de largo plazo en la explicación del voto. Se comprobó, entre otras cosas, que la Concertación es más fuerte que la Alianza en la zona norte del país, mientras la Alianza tiene sus principales baluartes en el sur (sección 1); que el tradicional clivaje de clase sigue teniendo influencia en las urnas, al menos en zonas del país en que comparamos comunas de muy distinta situación y evolución económica y social (sección 4); que los comicios de 2005-2006 fueron, en amplia medida, una repetición de la elección de 1999-2000, en la que triunfó también un candidato de

56 Respecto de esta última, se observa que la implantación local de los partidos chilenos es relativamente discontinua. En efecto, no existen áreas donde un partido esté fuertemente y homogéneamente arraigado en varias comunas contiguas (lo que en los mapas se ilustraría por una mancha monocolor), sino que la fortaleza electoral de éstos es más bien irregular. 57 En Estados Unidos, las lealtades partidistas desarrollan a menudo una existencia independiente de sus raíces. Se mostró también por ejemplo que uno podía identificarse a determinado partido y votar por otro, lo que plantea una independencia entre el voto y la identificación a un partido. Ver Angus Campbell et al., op. cit. y Dalton et al., op. cit. p.12. 58 Para el debate en torno a cómo debería ser medida la identificación partidaria, remitimos entre otros a Millar y Klobucar (2000: 667-686).

Atlas electoral latinoamericano la Concertación, mientras que los resultados de esta coalición en la elección parlamentaria de 2005 ofrecían una distribución muy parecida a la de la votación por Michelle Bachelet en segunda vuelta (sección 5). El análisis cartográfico y estadístico invitó, así, a relativizar el impacto sobre el elector chileno de la “política centrada en el candidato” (secciones 2 y 3) y de sus corolarios (aumento potencial del “issue vote”, mayor volatilidad del elector, erosión de los compromisos partidarios, declive de la identificación partidaria). Más bien, se encontró evidencia a favor de la continuidad de lealtades partidistas tempranamente implantadas en diferentes territorios, lo cual pone de relieve la necesidad de explorar los procesos de formación (y transformación) de las culturas políticas locales (sección 4). Por último, la idea de una personalización de la política de corte neopopulista en Chile parece tener alcances muy limitados, ya que la sección 5 reafirmó que los variables resultados de los candidatos a lo largo del territorio nacional no son independientes de los de sus partidos. Existe, sin duda, un margen dentro del cual sí lo son, pero en esos casos el voto se explicaría fundamentalmente por la identificación con uno de

los dos principales pactos. El caso de Lavín, Piñera y la Alianza en las elecciones de diciembre de 2005 muestra que las características del candidato son relevantes para la decisión de los votantes dentro de un espacio ideológico delimitado. Se encuentra sustento, entonces, para la hipótesis de que la elección presidencial de 2005-2006 reflejó más que todo la buena salud de la Concertación. Se debe aclarar, sin embargo, que esta hipótesis no nos apareció contrapuesta a la permanencia de la vieja lealtad a los partidos, la cual pudo conocer mutaciones bajo el efecto de diferentes acontecimientos, sin detenerse por ello la transmisión de identidades políticas (expresiones de determinados sistemas de representación y valores que definen las culturas políticas) mediante procesos de socialización primaria y secundaria, enmarcados en diferentes espacios. Es justamente lo que contribuye a explicar la relativa permanencia de patrones territoriales de comportamiento electoral. En segundo lugar, esta transmisión no se realizó aisladamente de los partidos 59, ni menos implicó una realineación 60 electoral que pudo haber sido el fruto del acontecimiento decisivo que fue el golpe de Estado. En este sentido, las rup-

turas institucionales, sin alterar fundamentalmente el sistema de partidos, definieron nuevas condiciones para los electores. Éstos superpusieron a sus lealtades políticas iniciales la identificación con una coalición, cuya dimensión no propiamente racional (psicológica) quisimos subrayar. Distintos elementos de nuestro análisis confirman, en efecto, la relevancia de la adscripción a uno de los dos polos valóricos (autoritarismo/democracia) del sistema político chileno al momento de sufragar, desde los traspasos de votos de Hirsch a Bachelet (secciones 2 y 3) hasta la comprobación de que Sebastián Piñera no logró extender su convocatoria más allá de los electores de Joaquín Lavín (sección 5). Esta relevancia de las coaliciones se refleja también en la irregularidad de la fortaleza electoral de los partidos a nivel nacional (sección 5) y en la alta correspondencia geográfica que exhiben Bachelet y la Concertación. Esta disciplina “coalicional” no es tan nítida en el 59 J. Samuel Valenzuela recuerda al respecto que este ‘receso’ forzado de los partidos durante el régimen militar no impidió que sus militantes trasladaran su activismo a las organizaciones sociales y la red de contactos entre dirigentes no se extinguió. Podemos deducir de esta actividad subterránea de los partidos durante el régimen militar que el sistema de partidos en Chile no sufrió la alteración fundamental que plantean Tironi y Agüero. Véase Valenzuela (1999: 276). 60 Para mayores luces sobre la teoría de la realineación, remitimos al libro de Rosenof (2003).

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Corte Nacional Electoral caso de la Alianza, lo que contribuiría a explicar el éxito, por cuarta vez consecutiva, de la agrupación de partidos que integran la actual coalición de gobierno. Bibliografía Altman, David (2004): “Redibujando el mapa electoral chileno: incidencia de factores socioeconómicos y género en las urnas”, Revista de Ciencia Política, Volumen XXIV, N° 2, pp. 49-66. Berstein, Serge, dir. (2004) : Les Cultures politiques en France, Editions du Seuil, París, enero. Campbell, Angus; Converse, Philip; Miller, Warren y Stokes, Donald (1960): The American Voter, Survey Research Center, University of Michigan. Cantillano, Priscilla y Navia, Patricio (2005): “Representación y tamaño de los distritos electorales en Chile, 1988-2004”, Documentos de Trabajo ICSO, Universidad Diego Portales, año 1, Nº 1, julio. Caviedes, César (1979): The Politics of Chile: a sociogeographical assessment, Westview Press. Cruz-Coke, Ricardo (1952): Geografía Electoral de Chile, Editorial del Pacífico, Santiago. Dalton, Russell y Wattenberg, Martin, eds. (2001): Parties without partisans: Political 130

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Atlas electoral latinoamericano

Las elecciones presidenciales de 2006 en Colombia

E

l 2006 los colombianos fueron convocados a participar en marzo en los comicios legislativos, y en mayo en los presidenciales, pero éstos se desarrollaron bajo nuevas reglas de juego que es necesario explicar. De ahí que la primera parte de este capítulo esté dedicada a comentar las novedades institucionales que caracterizaron dicho evento, pero a la vez se presenta una visión global de los factores de índole política, económica y social, dentro de los cuales aquél tuvo lugar. Más adelante se habla de los candidatos presidenciales y sus propuestas, y se definen algunos rasgos destacados de la época de campaña electoral. En la cuarta parte, se comentan los resultados de la votación para elegir el Presidente de la República y se concluye con unas previsiones tentativas sobre el nuevo período presidencial. I. Contexto Sin duda, lo que mejor caracteriza las elecciones presidenciales colombianas de 2006 se

Rodrigo Losada Patricia Muñoz Adriana Castro encuentra en la novedosa reelección del presidente para un nuevo período presidencial sin interrupción con el primero. 1 Esa reelección inmediata estaba prohibida en la Constitución del país desde 1910 2; sin embargo, durante la mayor parte del siglo XX quedó abierta la posibilidad de reelección bajo la condición de que hubiese transcurrido al menos un período presidencial entre el primer período de un presidente y su reelección. De hecho, a lo largo del siglo XX sólo un presidente, Alfonso López Pumarejo, después de ocupar la presidencia entre 1934 y 1938, fue reelegido en 1942. Pero la nueva Constitución Política pactada en 1991 canceló toda posibilidad de reelección presidencial. ¿Por qué, y cómo, se cambiaron las reglas del juego? Como parte de la novedad mencionada, y como elemento fundamental del contexto político que precedió la elección presidencial de 2006 y del que la ha continuado, debe señalarse que la iniciativa de la reelección inmediata surgió en 2003 desde el

entorno mismo del presidente en ejercicio. Desde entonces, los grupos opositores al Presidente Álvaro Uribe Vélez han estado agitando el temor de que el gobernante reelegido pueda instaurar un régimen autoritario. Sin embargo, el sector mayoritario de la opinión pública que respalda a Uribe no le abandonó en virtud de esta iniciativa y, a lo largo del período 2002-2006, permaneció constante en niveles de aprobación de su desempeño que rondaban el 70%. 3 Mucho se ha hablado sobre el porqué de un nivel de respaldo al presidente Uribe, tan fuerte y sostenido a lo largo del tiempo, pero varios ingredientes ayudan a entenderlo. Por un lado, por su carácter y trayectoria política, 1

Reforma constitucional aprobada mediante el Acto Legislativo 02 de 2004. La Ley 996 de 2005 reglamentó una serie de garantías a favor de los candidatos de oposición frente al Presidente-candidato (facilidades de financiación, acceso a los medios de comunicación masiva, y restricciones a las actividades de campaña de este último).

2

La prohibió el Acto Legislativo Número Tres de 1910, art. 28.

3

En cinco mediciones de opinión sobre muestras de cobertura nacional, entre septiembre de 2005 y abril de 2006, 70% o más de la población manifestó una imagen “favorable” de Uribe. Ver Semana (Bogotá), mayo 8, 2006, p. 52.

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Corte Nacional Electoral este presidente parece responder a un clima de opinión preocupado por las continuas y destructivas acciones de los grupos guerrilleros, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Ejército de Liberación Nacional (ELN). Por otro, por su dedicación intensa a las tareas de gobierno, su dominio de las mismas, y su repetida presencia en las diversas regiones del país, en contacto con diversos sectores de la población, le hace sentir a mucha gente que en él hay un gobernante comprometido. Pero, sin duda, a estas cualidades personales le ha ayudado no poco una situación económica del país que, después de una grave recesión en 1999, ha ido mejorando hasta mostrar un crecimiento del PIB en 2005 del 5,1%, y en 2006 uno superior al 7%. Ese buen ritmo ha venido acompañado de un notorio incremento en la inversión tanto extranjera como doméstica y de un nivel decreciente de inflación que en el año mencionado se aproximó a un 4%. 4 Sin embargo, la tasa de desempleo alcanzaba un 13% a finales de 2005, apenas un poco inferior a la que se registró en 2002, a saber, 15,6%. Conviene indicar que, en general, los sectores empresariales grandes apoyan con vigor a Uribe, en tanto que la mayor parte de los sectores sindicales, 134

debilitados y con escaso respaldo a nivel de la opinión pública, se le oponen. 5 Simultáneo con lo anterior está el hecho de que la principal bandera de Uribe en 2002, la de someter a los alzados en armas y devolver la paz al país, sólo se ha logrado parcialmente. Es cierto que bajo su primer mandato las Fuerzas Armadas, respaldadas sólidamente por la opinión pública, obligaron a los grupos guerrilleros a replegarse hacia zonas selváticas, lo cual ha permitido que los colombianos vuelvan a circular con relativa tranquilidad por las principales carreteras del país, y además ha disminuido considerablemente el número de secuestros y el pillaje por parte de los alzados en armas. 6 Pero, si bien puede afirmarse que el ELN ha perdido considerablemente su capacidad de acción, las FARC conservan su músculo militar casi intacto, alimentado en gran parte por su vinculación al negocio de la droga. Lo cual le ha permitido a este grupo adelantar acciones armadas, de escasa relevancia militar pero, en ocasiones, de impacto importante sobre la opinión pública. En estrecha relación con lo recién dicho se encuentra la política de Uribe frente a las autodefensas, o grupos armados ilegales organizados en diversas partes del país para suplir la incapacidad estatal en la tarea

de proteger a la población, sobre todo rural, frente a los guerrilleros. Los grupos de autodefensa, nacidos en los años 80, tuvieron un doble origen: por un lado, propietarios rurales perseguidos por la guerrilla, y por otro, narcotraficantes, igualmente acechados por ella. Pero con el correr de los años, todos los grupos de autodefensa terminaron vinculados al narcotráfico como fuente principal de recursos económicos; además, han cometido horrendos crímenes de lesa humanidad, han sometido a su voluntad a muchas autoridades locales y regionales, y se han apropiado de extensos predios agrícolas. Cuando fue gobernador del departamento de Antioquia, en el período 1995-1997, Uribe propició la organización de grupos de ciudadanos rurales para que apoyaran a las Fuerzas Armadas en su lucha contra los alzados en armas. Aun cuando la ley colom-

4

Cabe anotar que esta próspera situación se encuentra influida quizás más por condiciones externas favorables que por la acción misma del gobierno, dado que éste no ha logrado reducir el déficit del sector público a niveles inferiores del 5,0 del PIB.

5

A partir de una muestra tomada en las cinco principales ciudades del país, entre el 19 y el 30 de diciembre de 2003, N = 1.000, tiene imagen favorable de “los sindicatos” un 36% de la población encuestada. Fuente: El Tiempo (Bogotá), enero 17, 2004.

6

Las Fuerzas Armadas son la institución pública que cuenta con más alto nivel de imagen favorable, del orden de 80%. Datos tomados de una encuesta con cobertura nacional, realizada entre el 15 y el 16 de marzo de 2006, N = 1.049. Fuente: Revista Semana (Bogotá), marzo 20 de 2006, p. 36.

Atlas electoral latinoamericano biana contemplaba este recurso y, mientras Uribe fue gobernador, la mayor parte de esos grupos se mantuvo dentro de la ley, los opositores suyos siempre le han atribuido una cercanía sospechosa al conjunto de las autodefensas. Iniciado su primer período presidencial y tras haber contribuido a mejorar la capacidad militar de las Fuerzas Armadas, Uribe lanzó la iniciativa de propiciar una desmovilización de las cerca de 36.000 personas que conformaban los grupos de autodefensa, a cambio de un trato generoso frente a la ley. Poco a poco casi todos estos grupos se fueron desmovilizando, lo que ha representado una disminución sustancial de incidentes de violencia homicida, pero algunos de los desmovilizados se han dedicado a la extorsión y, a su lado, han surgido nuevos grupos ilegales, todavía con limitada capacidad de acción. Como contraparte del proceso de desmovilización, tras arduos debates el Congreso aprobó una ley que busca establecer el difícil equilibrio entre justicia, paz, verdad y reparación. 7 Sin embargo, la lentitud con que se ha estado aplicando esta ley, y el forcejeo por interpretarla unos en forma más generosa, y otros más restrictiva, ha ocupado buena parte del debate político de los últimos dos años.

Desde la época del presidente Andrés Pastrana, 1998-2002, y luego bajo Uribe, Colombia ha buscado el estrecho apoyo de los Estados Unidos para la lucha contra el narcotráfico, apoyo que tomó forma en el llamado Plan Colombia, el cual ha representado un importante respaldo no sólo a la lucha contra el narcotráfico, sino también un apoyo significativo frente a los alzados en armas. Sin embargo, Colombia continúa portando el triste título de mayor productor mundial de cocaína, y aun cuando se han registrado notables logros en la destrucción de cultivos ilícitos y en la persecución de los narcotraficantes, el problema del narcotráfico parece continuar intacto en el país. Como consecuencia de la lucha común contra el narcotráfico, de políticas económicas colombianas aceptables a la banca internacional, y de una tradicional cercanía entre las dos naciones, Colombia se ha convertido en un aliado de los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y el llamado terrorismo, y ha buscado además un mayor intercambio económico mediante un tratado de libre comercio, cuya negociación entre los dos países se inició en el tercer año del gobierno de Uribe. Desde la misma campaña electoral de 2002 por la presidencia, la relación de Uri-

be con los partidos políticos, en cuanto forma política de organización, ha sido distante. Aun cuando había ocupado cargos público electivos repetidas veces a nombre del Partido Liberal Colombiano, para su primer período presidencial Uribe se presentó a nombre de Colombia Primero, un partido constituido durante la misma campaña presidencial mediante la recolección de las firmas exigida por ley para este efecto. Por tanto, el presidente elegido en 2002 no contó en el Congreso de la República con parlamentarios propios, en el sentido de que fuesen de su mismo partido político, sino con el respaldo del Partido Conservador Colombiano, bastante debilitado en comparación con épocas anteriores, y de diversos parlamentarios, liberales y de otros partidos, quienes a título personal decidieron apoyarlo. Como resultado de lo anterior, el gobierno de Uribe contó durante su primer período con una modesta pero dispersa mayoría en el Congreso, con la cual, en busca de su apoyo, él mismo estuvo interactuando parlamentario por parlamentario más que partido por partido. Probablemente porque no le preveía sufi7

Ley 975 de 2005, denominada Ley de Justicia y Paz.

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Corte Nacional Electoral ciente acogida política a la idea, aun con las perspectivas de su reelección, Uribe se resistió a conformar un partido político, al frente del cual se encontrase él. Sólo propició en 2004 que un líder político, destacado liberal, Juan Manuel Santos, organizara un nuevo partido, llamado el Partido Social de Unidad Nacional, partido que ha usado desde el principio como expresión abreviada de su nombre el giro “Partido de la U”, donde la U conlleva un doble significado, Unión Nacional y Uribe. 8 Varios dirigentes políticos, que hacen parte de la coalición que respalda a Uribe en el gobierno, se han resistido a ingresar a este partido y han preferido conservar sus propias organizaciones políticas. El caso más destacado es el del senador Germán Vargas Lleras. De ahí que en 2006, como fórmula para conciliar intereses encontrados, Uribe haya vuelto a candidatizarse a nombre del mismo Colombia Primero, tal como lo había hecho en 2002. 9 Por consiguiente, tampoco en 2006, Uribe cuenta con un partido que él presida, o al cual haya fundado, o del cual haya surgido como candidato. Su frialdad frente a los partidos se ha manifestado asimismo en el escaso interés que a lo largo de su mandato ha mostrado frente a iniciativas 136

de diverso origen que buscan fortalecer y consolidar los desarticulados partidos políticos colombianos. 10 Para concluir este contexto conviene indicar, por un lado, que los datos de la Encuesta Mundial de Valores, los cuales permiten comparar un país con otros, muestran que las actitudes políticas de los colombianos sobre temas como el aborto, la homosexualidad, el divorcio, y otros, revelan una clara tendencia a ser de tipo tradicional, y que las mismas, distribuidas a lo largo de la dimensión izquierda/derecha, tienden a caer mayoritariamente en la zona centro-derecha. Asimismo, dicha encuesta pone en evidencia un bajo nivel de capital social en el país en cuanto a que una amplia mayoría de colombianos tiende a desconfiar de sus conciudadanos. 11 Por otro lado, importa anotar que el régimen institucional colombiano se caracteriza por una fuerte dispersión de recursos de poder, lo cual hace que un presidente difícilmente logre sacar adelante sus preferencias originales: con frecuencia tiene que transar, y en más de una ocasión aceptar el fracaso. Esta característica institucional hace importante distinguir entre un régimen presidencial autoritario y un estilo presidencial autoritario. 12 Así, en virtud de

un régimen que limita considerablemente las posibilidades de acción del presidente, Uribe ha tenido que aceptar repetidas derrotas en sus iniciativas, o si estas han salido adelante, repetidas veces lo han logrado con notables recortes. Pero en cuanto a su estilo de gobierno, el de Uribe puede catalogarse como autoritario, en la medida en que delega poco en sus ministros, toma posiciones combativas de cara a sus contradictores políticos más radicales, y ha optado por una política de lucha sin cuartel frente a los dos grupos guerrilleros, FARC y ELN. II. Candidatos y partidos Aún no había terminado su trámite legislativo la reforma constitucional que autorizaba la reelección inmediata, cuando fueron 8

Ver, entre otros, Semana (Bogotá), septiembre 5 de 2005, p. 44.

9

Como organización política, durante el primer gobierno de Uribe Colombia Primero sólo existió en el papel. Durante el segundo, todo sugiere que sucederá lo mismo.

10 Sin embargo, el proyecto gubernamental de reforma constitucional por la vía del referendo, sometido en enero de 2003 por el Presidente al Congreso (Diario oficial No. 45.071 de 2003) para su revisión antes de ser presentado al juicio de los votantes, incluía dos medidas entre otras para fortalecer los partidos, a saber, un umbral y el uso de la fórmula electoral denominada “cifra repartidora”. Este referendo, celebrado el 25 de octubre del mismo año, no tuvo éxito por escasa participación ciudadana. Sobre la situación de los partidos políticos colombianos en los últimos quince años puede consultarse Archer (1995), Pizarro (2001), Dávila y Botero (2002), Gutiérrez (2002 y 2007), Roll (2002), Muñoz (2003) y Guzmán (2005). 11 Ver Castro y Losada (2006). 12 Ver, entre otros, Archer y Shugart (1997) y Medellín (2006).

Atlas electoral latinoamericano apareciendo como candidatos presidenciales Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá (1998-2000), quien se presentó como independiente, 13 Antanas Mockus, dos veces alcalde en Bogotá (1995-1997 y 2001-2003), asimismo independiente 14, y Carlos Gaviria, profesor universitario y antiguo presidente de la Corte Constitucional, en ese momento senador por Alternativa Democrática, un movimiento político de izquierda. 15 En la misma época, segundo semestre de 2004, entre los miembros del Partido Liberal Colombiano (PLC) manifiestan su interés por la candidatura oficial del partido a la presidencia, y recorren el país dando conferencias y haciendo contactos políticos, Cecilia Montaño y Rodrigo Rivera, entre otros, y más tarde, Horacio Serpa, los dos primeros con escasas posibilidades, pues Serpa es quien, entre los liberales, claramente sobresale en las encuestas. Meses más tarde entran también en la lid interna liberal Andrés González, un ex senador, y Rafael Pardo, importante ex senador uribista que regresó al PLC de donde había surgido como político. El mismo Peñalosa, un antiguo liberal, se acercó a los dirigentes del PLC para explorar la viabilidad de su candidatura a nombre de este partido, pero

finalmente se marginó ante la solidez que mostraba la figura de Serpa, respaldado por numerosos dirigentes regionales. Cabe anotar que este último, candidato presidencial derrotado por Andrés Pastrana en 1998 y por Uribe en 2002, había asumido la dirección del PLC y había decretado una “colaboración constructiva con independencia crítica” de cara al nuevo gobierno. Quizás por agradecimiento hacia esta actitud moderada y para alejarlo del escenario político, el presidente Uribe le nombró embajador ante la OEA, cargo que Serpa ocupó hasta diciembre de 2004 cuando renunció para regresar al país en plan de explorar la viabilidad de su tercera candidatura. Parece que, ante un sector importante del propio liberalismo, a Serpa le perjudicó su falta de coherencia entre la actitud inicial de colaboración con Uribe y la crítica implacable que desplegó siendo ya pre-candidato y con mayor razón cuando actuaba como candidato oficial del PLC. A mediados de 2005 tiene lugar un Congreso del PLC, en el cual se proclama la jefatura única de César Gaviria, quien fuera presidente entre 1990 y 1994, y luego ocupara la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA) por 10 años.

Meses atrás, Gaviria había regresado al país en plan de buscar la consolidación de su partido, el cual parecía golpeado por la relativa indiferencia de las nuevas generaciones y por numerosas deserciones hacia las filas uribistas. Gaviria finalmente convocó a una consulta interna para definir, en marzo de 2006, quién sería el candidato oficial del PLC a la presidencia. A propósito del otro Gaviria, esta vez Carlos, arriba mencionado, conviene comentar cómo entre 2002 y 2006 tuvo lugar un notable proceso de integración de las fuerzas políticas de izquierda. Varias veces antes se había intentado esta unión pero había sido en vano. Un punto inicial del proceso estuvo constituido por la elección de Carlos Gaviria como senador en marzo de 2002 a nombre del Movimiento Frente Social y Político, una débil agrupación política conformada, entre otros, por dirigentes sindicales y por antiguos miembros del Partido Comunista. Aun cuando Gaviria fue el único elegido por este movimiento, clasificó como el quinto senador con más alta votación individual en 13 El Tiempo, septiembre 17 de 2004, p. 1-5. Se alude al Acto Legislativo 02 de 2004. 14 El Tiempo, noviembre 28 de 2004, p. 1-6. 15 Ver El Tiempo, diciembre 2 de 2004, p. 1-2 y Vote.bien.com (2006).

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Corte Nacional Electoral esos comicios (116.000 votos). Otros cinco senadores, con diversos tonos de izquierda, fueron elegidos en la misma oportunidad por cuatro agrupaciones diferentes. 16 Existía pues en la izquierda una clara fragmentación de fuerzas políticas. Otro punto de arranque del proceso yace, en el mismo 2002, en la candidatura presidencial de Luis Eduardo Garzón, un reconocido líder sindical de centro-izquierda, respaldado por el Frente Social y Político y por otra tenue alianza de izquierda denominada Vía Alterna, dos fuerzas que se cobijaron bajo el nombre de Polo Democrático. Lo importante es que, a nombre del Polo Democrático (ahora recién denominado) Independiente (PDI), Garzón alcanzó la tercera votación en la elección presidencial, con 680.000 votos (el 6,2% del total nacional de los votos), un logro nada despreciable para la izquierda colombiana. Este hecho animó a Garzón a lanzarse en 2003 como candidato a la alcaldía de Bogota, la cual en forma sorprendente obtuvo, con casi 800.000 sufragios. Una cifra como ésta, conquistada en una sola ciudad, la principal del país, unida al hecho de que otro candidato de izquierda, Angelino Garzón, había alcanzado en la misma fecha la 138

gobernación de uno de los principales departamentos, el del Valle del Cauca, sugería que los vientos favorables para la izquierda soplaban ahora con mayor fuerza. Sin embargo, la división interna de la izquierda persistía. En 2003, Carlos Gaviria y otros dirigentes conformaron una alianza, de orientación más radical, denominada Alternativa Democrática, la cual rivalizaba con el PDI por obtener la unión de la izquierda en su rededor. De todos modos, apoyado en la buena imagen que de sí presentaban las encuestas pre-electorales, Gaviria lanza su candidatura presidencial en el segundo semestre de 2004 y empieza a buscar aproximaciones con el PDI. Pero uno de los fundadores del PDI, Antonio Navarro, manifiesta igualmente su disposición a representar la izquierda en las elecciones presidenciales de 2006. Después de muchas idas y venidas, las dos agrupaciones finalmente acuerdan someter a una consulta popular la decisión de quién será el candidato presidencial de la izquierda unida, si Gaviria o Navarro. Pactan, además, que quien gane esta consulta llevaría la candidatura bajo la etiqueta Polo Democrático Alternativo, término que integra los del Polo Democrático Independiente (PDI) y de Alternativa Democrática.

Esta consulta, así como la del PLC, atrás aludida, fueron enteramente abiertas a todo el que quisiera participar en ellas y tuvieron lugar en forma simultánea con los comicios legislativos de marzo de 2006. Los resultados tanto de las dos consultas como de los comicios mencionados dejaron en claro que Colombia está viviendo un cambio profundo en su sistema de partidos. En medio de una notoria apatía liberal, la consulta interna del PLC fue ganada por Horacio Serpa, quien quedó debilitado por no haber podido alcanzar la candidatura de su partido por mayoría absoluta. La del PDA quedó sin ambigüedades en poder de Carlos Gaviria. Unos hallazgos sugestivos de lo que estaba por venir surgieron cuando se comparó el desempeño electoral del PLC con el del PDA. A nivel del Senado, la votación por el primero llegó a un millón cuatrocientos mil votos, muy por debajo de los dos millones setecientos mil alcanzados por el PLC en la votación para Senado del 2002. Aun cuando el PLC obtuvo en 2006 el mismo número de senadores, 15, que el Partido Conservador Colombiano 16 Se trata de Fuerza Independiente (dos senadores), Alianza Nacional Popular (ANAPO, un senador), el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR, un senador) y el Partido Socialdemócrata Colombiano (un senador).

Atlas electoral latinoamericano (PCC), por primera vez en más de 70 años, el PLC conquistó menos votos que su rival tradicional. Por su parte, la votación por el PDA le permitió quedarse con 10 escaños en el Senado, un ligero avance con respecto a lo alcanzado por las fragmentadas fuerzas de la izquierda en 2002. 17 En cuanto a las cinco agrupaciones políticas que respaldaban al Presidente Uribe, a saber, los partidos Social de Unidad Nacional, Conservador Colombiano, Cambio Radical y Colombia Democrática, y el Movimiento Alas Equipo Colombia, conquistaron entre todas 61 escaños en el Senado, y una cifra análoga en la Cámara de Representantes, una mayoría aceptable si perteneciera a un solo partido, pero endeble si se tiene en cuenta que está repartida entre agrupaciones con intereses políticos antagonistas. El retroceso del PLC y el relativo progreso del PDA, con respecto a eventos electorales anteriores, parecen haber generado en muchos simpatizantes de la izquierda la sensación de que las probabilidades de enfrentar con éxito a Uribe en 2006, en una posible segundo vuelta, habían mejorado considerablemente. Tanto más cuanto que Carlos Gaviria gozaba de relativa buena imagen ante la opinión pública y que el candidato liberal,

Serpa, se encontraba a la cabeza de un partido claramente debilitado. De todos modos y con mucha lógica, tanto el PDA como el PLC concentraron sus esfuerzos en impedir que Uribe ganase en la primera vuelta. Cabe indicar finalmente que el PCC no presentó candidato presidencial, el suyo era Uribe, y que en 2006 surgieron cuatro candidaturas presidenciales adicionales, pero ninguna con fuerza significativa. 18 El perfil de los tres candidatos presidenciales con mayores opciones, Álvaro Uribe, Horacio Serpa y Carlos Gaviria, y sus propuestas de campaña, se presentan a continuación en las Tablas 1 y 2. 19 III. Desarrollo de la campaña La campaña presidencial comenzó a fondo cuando, el mismo día de los comicios legislativos, 12 de marzo de 2006, se conocieron los ganadores de las consultas liberal y del PDA. Pero fue una campaña acre y a la vez sosa. Acre porque los principales candidatos y sus aliados se lanzaron unos a otros duros, injustos y cortantes ataques. Sosa porque, no importando lo que se dijese en contra del presidente-candidato, la intención de voto a favor de Uribe permanecía imbatible y constante. Véase el Gráfico 1.

Además, la campaña resultó aburrida porque el presidente-candidato se rehusó a participar en debate televisivo alguno. Los opositores de Uribe le atribuyeron repetidas veces, y en diversas formas, una cercanía a las autodefensas, generalmente denominadas en el debate político como paramilitares, y exacerbaron el temor de que éstas, como había sucedido en ocasiones anteriores, recurrieran al fraude y a la intimidación en contra de los opositores de Uribe y a favor de éste. Asimismo, Serpa y Gaviria competían en censurar a Uribe por lo que consideraban un remiso gasto social, pero al hacerlo sus respectivas campañas perdían identidad dado que sus mensajes se traslapaban entre sí, con el agravante de que Uribe había tomado como nueva bandera precisamente la de incrementar el gasto social. Por su parte,

17 Recuérdese que el Senado colombiano tiene 102 escaños. Cien de estos se deciden en circunscripción nacional, y dos en la circunscripción especial para la población indígena. 18 Se trata de Antanas Mockus, Enrique Parejo, un ex ministro de Justicia, Carlos Arturo Rincón, una figura poco conocida, y Álvaro Leyva, un conservador que ha jugado un papel importante en varios procesos anteriores de interlocución entre autoridades públicas y las FARC, quien pocos días antes de los comicios desistió de su candidatura. 19 Tal como lo exige la ley, los principales candidatos presidenciales se presentaron cada uno con su respectivo candidato a la Vicepresidencia: Álvaro Uribe, con Francisco Santos, miembro de la familia Santos, propietaria de El Tiempo, principal diario del país; Horacio Serpa, con Iván Marulanda, político y embajador; Carlos Gaviria, con Patricia Lara, escritora; y Antanas Mockus, con María Isabel Patiño, antigua funcionaria pública de perfil técnico.

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Atlas electoral latinoamericano Uribe optó por pasar por alto las críticas de sus opositores, aun cuando en algunas pocas ocasiones aludió en detalle a las realizaciones de su administración en el área social. Por otro lado, tanto Serpa como Gaviria se mostraron partidarios de la negociación con la guerrilla, pero insistieron en preservar firmemente la seguridad ciudadana contra todo ataque de los alzados en armas. A su vez, Uribe destacó sus logros en materia de seguridad y prometió continuar la lucha contra las FARC y el ELN, hasta el momento en que entrasen en una negociación política sincera. Tanto Serpa como Gaviria cuestionaron el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos que se estaba negociando en la época. Pero Gaviria, en particular, puso énfasis en los derechos de los homosexuales, en la lucha contra todo tipo de discriminación por género, religión o raza, se mostró a favor del aborto, e insistió en la separación de Iglesia y Estado, temas todos más propios de una izquierda posmoderna que de aquella de tipo marxista. Por su parte, Serpa presentó una amplia gama de programas específicos en materia de educación, vivienda, tierra para los campesinos, salud y seguridad social. Una queja constante, y no gratuita, de los opositores de Uribe giró en torno a las

condiciones desiguales en que se desarrollaba la campaña, en cuanto consideraban que el presidente-candidato prolongaba su campaña a través de los actos oficiales suyos y de sus colaboradores. Si bien la ley de garantías que buscaba equilibrar la contienda establecía claras restricciones a Uribe como candidato, sin embargo no se puede negar que cualquier presidente que busca reelección juega en condiciones de ventaja frente a sus opositores.

IV. Análisis de los resultados electorales El domingo 28 de mayo de 2006, la votación para Presidente tuvo lugar en un ambiente tenso por el temor a algún atentado por parte de las FARC, pero exento de traumatismos graves de orden público. Como es tradicional en los comicios colombianos, el nivel de la participación ciudadana en la votación fue bajo, como que llegó al 45%, calculado sobre el censo electoral, ligeramente 143

Corte Nacional Electoral inferior al que se había registrado cuatro años antes cuando alcanzó un 46,5%. Uribe consiguió el triunfo amplio que se esperaba, pero lo hizo con un margen de ventaja sobre sus contradictores aun mayor que en 2002. Si en 2002 Uribe ganó la presidencia con el 53% de los votos válidos, esta vez lo hizo con el 62,3%. También se incrementó el volumen total de votos a favor de Uribe: fue del orden de 5,9 millones en 2002, en tanto que en

2006 alcanzó los 7,4 millones. Dos notables sorpresas se vieron en los resultados electorales de 2006: por un lado, el hecho de que un candidato de la izquierda democrática, Carlos Gaviria, llegase a ocupar el segundo lugar en la votación del país, con el 22% del total de los votos válidos. Nunca antes en la historia del país la izquierda había logrado una votación de esa magnitud. Cabe anotar que el candidato de la izquierda en 2002,

Tabla 3

Nombre del candidato

Partido

ÁLVARO URIBE VÉLEZ CARLOS GAVIRIA DIAZ HORACIO SERPA URIBE ANTANAS MOCKUS SIVICKAS

PRIMERO COLOMBIA POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO MOVIMIENTO ALIANZA SOCIAL INDÍGENA MOVIMIENTO RECONSTRUCCIÓN DEMOCRÁTICA NACIONAL MOVIMIENTO NACIONAL DE RECONCILIACIÓN MOVIMIENTO COMUNAL Y COMUNITARIO DE COLOMBIA

ENRIQUE PAREJO GONZÁLEZ ÁLVARO LEYVA DURÁN CARLOS ARTURO RINCON BARRETO

Fuente: Colombia. Registraduría Nacional del Estado Civil Boletín Escrutínios 21/06/2006

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%Participación N° Votos (votos candidato/ Obtenidos votos válidos) 7.397.835 2.613.157 1.404.235

62,35% 22,02% 11,83%

146.583

1,23%

42.652

0,35%

18.263

0,15%

15.388

0,12%

Luis Eduardo Garzón, cosechó 680 mil votos; Gaviria recibió 2,6 millones. Como segunda sorpresa figuró el pobre resultado para Horacio Serpa, y en su persona, para el Partido Liberal Colombiano, el partido ampliamente mayoritario en otras épocas: un 11,8% a su favor. Ver la Tabla 3. La acogida al candidato-presidente fue generalizada en todo el territorio colombiano, tanto que Uribe ganó en 31 de los 33 departamentos o divisiones políticoadministrativas de primer nivel en que se divide el país. Las dos excepciones se encuentran en el extremo nor-oriental, La Guajira, y en el extremo sur-occidental, Nariño, las cuales quedaron en manos de Gaviria. Las dos excepciones son regiones limítrofes, donde la insatisfacción con el gobierno de Uribe parece estar relacionada con la menor prioridad que éste les ha dado a los problemas de aquéllas. Aparte de estos dos casos, en todos y cada uno de los 33 departamentos la votación por Uribe se incrementó en comparación con la que él mismo había obtenido en 2002. Ver la Tabla 4. Sigue a continuación un ejercicio de cartografía electoral para el cual conviene

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Corte Nacional Electoral tener presente de antemano la distribución territorial de la población colombiana, dónde ella se concentra y dónde escasea. Para ello se presenta a un mapa de la distribución del Censo Electoral entre los municipios del país (ver el mapa Colombia Censo Electoral 2006). Ahora bien, si se examina la distribución geográfica del voto por Uribe en 2006 tomando como unidad de observación ya no los departamentos sino los municipios, o divisiones político-administrativas de segundo nivel, se aprecian diferencias significativas. Ver el Mapa 1, en el cual la intensidad de los colores indica un mayor menor porcentaje de votación municipal a favor de Uribe. 20 Tal como lo muestra el Mapa 1, el voto a favor de Uribe es débil, ante todo, en algunas zonas donde la presencia de las FARC es fuerte (sur amazónico del país, por ejemplo, o región sur-occidental sobre el océano Pacífico) o donde algunos jefes políticos locales prefirieron mantener firmes sus lealtades hacia el PLC. En cambio, es fuerte en buena parte de los municipios del área andina central, de la Costa Atlántica y de los Llanos del Casanare. 20 Este mapa amerita comentarios más amplios pero no es ésta la ocasión apropiada para hacerlos.

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Atlas electoral latinoamericano Un análisis sugestivo sobre la evolución del apoyo por Uribe consiste en comparar el Mapa 1 con el Mapa 2, elaborados uno y otro con exactamente los mismos rangos de porcentaje. Véanse los dos mapas, empezando por el segundo. La comparación sugerida documenta cómo el apoyo a Uribe se extiende sobre la dimensión espacial en forma bastante uniforme. Cabe asumir que en este proceso influyen de modo particular la televisión y la radio, porque se trata de dos medios de comunicación masiva de amplio cubrimiento sobre la superficie colombiana. La Tabla 4, atrás mencionada, revela asimismo que la votación por la izquierda democrática aumentó significativamente entre 2002 y 2006 en todos los departamentos del país, sin excepción, aun cuando con diferencias significativas de un departamento al otro: tuvo lugar en forma notable en algunos departamentos de la Costa Caribe y en regiones poco pobladas donde tienen presencia importante las FARC. Permítase una hipótesis: es posible que una parte menor, pero no despreciable, del incremento del voto por Gaviria se deba a una jugada estratégica de liberales críticos de Uribe: al percibir que su candidato, Serpa, iba en retroceso, pudieron haber preferido sufragar por 147

Corte Nacional Electoral Gaviria con la expectativa de que este pudiese obligar a Uribe a ir a una segunda vuelta. Es igualmente revelador parangonar los Mapas 3 y 4, pues ilustran un progreso de las fuerzas de izquierda, desde el punto de vista geográfico relativamente homogéneo. No se trata, por lo tanto, de un proceso que tiene lugar en zonas urbanas, consideradas como más modernas y más influidas por actores sindicales, intelectuales y estudiantiles, con mentalidad de izquierda. Es un proceso que penetra también por entre las zonas rurales, no importando su tipo de explotación agropecuaria, minifundio o latifundio, agricultura moderna o tradicional. Si de fenómenos de cobertura literalmente nacional se trata, habría que señalar que, en el caso de Serpa, el descenso en su votación entre 2002 y 2006 se registró en cada uno de los territorios político-administrativos de primer nivel recién aludido. Este hecho se aprecia por igual sea que se mire la anterior Tabla 4 en las columnas correspondientes, sea que se yuxtapongan los Mapas 5 y 6, que muestran el notorio y generalizado retroceso de las fuerzas liberales en cabeza de Horacio Serpa. Cabe destacar, sin embargo, que de todos modos se conserva un patrón tradicional en el voto li148

Atlas electoral latinoamericano beral, a saber, ese voto es porcentualmente más alto en muchos municipios de la zona Caribe y a lo largo de la Costa Pacífica. Ver la Tabla 4 y los Mapas 5 y 6. El ejercicio recién realizado, de analizar la votación de los tres candidatos desde una perspectiva espacial y desde otra históricoespacial, 2002 vs. 2006, sugiere que el clima de la opinión pública colombiana tiende a evolucionar de manera bastante homogénea territorialmente hablando, un hecho que sugiere un alto grado de integración política pese a las enormes diferencias socio-económicas y culturales de una región a la otra. De todos modos, aparecen diferencias regionales significativas, en particular, cabe destacar la presencia del regionalismo. Ella se observa en la votación tanto por Horacio Serpa como por Uribe. En el caso del primero, un buen número de municipios del departamento de Santander, de donde este candidato es oriundo, sobresale por su respaldo al mismo. De modo similar, el área denominaba paisa, compuesta por Antioquia, Caldas, Quindío y Risaralda, brinda un apoyo más robusto a Uribe, nacido en Antioquia y, como se dijo anteriormente, gobernador del mismo departamento. En relación con este factor regional conviene resaltar la aparente 149

Corte Nacional Electoral importancia de la comunicación interpersonal en el mundo político, en cuanto hace viable el desarrollo de identidades regionales y contribuye a identificar los actores políticos que las representan. V. Perspectivas del nuevo gobierno A fin de apreciar lo que le espera al nuevo gobierno conviene empezar por aludir a las fuerzas políticas que lo respaldan, fuerzas que como se dijo atrás, se encuentran fragmentadas. Se mencionó allí que fueron cinco las agrupaciones políticas las cuales se presentaron a las elecciones de Congreso respaldando al Presidente Uribe y siendo reconocidas por éste como tales. Esas fuerzas aparecen en la Tabla 5 destacadas en gris y suman 61 senadores sobre un total de 102. Pero cuando se iniciaron las sesiones ordinarias del nuevo Congreso, a partir del 20 de julio de 2006, otras dos agrupaciones empezaron a votar los proyectos de ley a la par que la alianza uribista recién aludida. Se trata de los Movimientos Colombia Viva y Convergencia Ciudadana. La oposición, por tanto, quedó en principio constituida sólo por el PLC y el Polo Democrático Alternativo, o sea, por 28 senadores en total. Los dos movimientos indígenas presentes en el Senado y el Movimiento Mira apoyan o no 150

Atlas electoral latinoamericano al gobierno en cada circunstancia específica, según les convenga. Los datos anteriores no necesariamente indican que Uribe cuenta con un sólido respaldo en el Congreso, representado aquí por el Senado, pues los partidos colombianos no se han caracterizado por la unidad de pareceres de sus miembros y menos por su disciplina interna. Respaldo ha tenido el Gobierno, pero a medias, tal como se pudo apreciar a comienzos de la nueva legislatura, durante el trámite de una ley tributaria presentada por el Gobierno como una de sus principales iniciativas, la cual fue finalmente aprobada pero con un número notable de concesiones, hechas aun a los mismos socios de la coalición de Gobierno. En realidad, tanto en su primer período de gobierno como en lo que va del actual, el Presidente, a base de persuasión, de concesiones y de favores burocráticos para los congresistas individualmente considerados, ha logrado sacar adelante buena parte de sus principales proyectos legislativos. Pero hay una circunstancia especial que es necesario comentar. Se trata de la reforma constitucional aprobada en 2003, la cual fue presentada inicialmente por iniciativa del PLC y respaldada más tarde también por parte de los congresis-

tas del bloque uribista y por algunos independientes, la cual incluía el establecimiento de un régimen de bancadas o de comportamiento unificado obligatorio de los miembros de cada partido político frente a las decisiones que se tomen en el Congreso. 21 Dicha reforma constitucional fue reglamentada por la Ley 974 de 2005, la cual entró progresivamente en vigencia durante el segundo semestre de

2006. En la medida en que se trató de implantar la ley mencionada, se le encontraron incoherencias que fueron aprovechadas por los dirigentes de los partidos que no querían implantar entre sus filas dicho régimen, así como por los miembros de algunos partidos

21 Se trata del Acto Legislativo No. 01 de 2003, generalmente denominada Reforma Política. Sobre el trámite legislativo de esta reforma ver Vélez, Ossa y Montes (2006).

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Corte Nacional Electoral quienes no querían someterse a las orientaciones de sus máximos dirigentes, para restarle fuerza sustancial a la nueva disposición. Sin embargo, al igual que cualquier otra ley de la República, la ley reglamentaria de bancadas, recién aludida, debió ser sometida a revisión de constitucionalidad por parte de la Corte Constitucional y ésta aprovechó la oportunidad no sólo para eliminar las incoherencias sino para hacer aún más exigente el régimen de bancadas. Las decisiones de la Corte en esta materia fueron dándose a conocer a lo largo asimismo del segundo mencionado. De modo que cuando se escribe este artículo no se sabe aún hasta dónde la ley va a producir, o no, un vuelco radical en las relaciones entre el Presidente y los partidos. En el año 2007 el gobierno de Uribe enfrenta seis grandes retos: primero, rediseñar la estrategia de lucha contra las FARC porque hasta el momento no ha logrado un debilitamiento militar suyo de tal magnitud que constituya una presión fuerte para que esta organización entre en un proceso de diálogo, inicialmente, y luego de negociación. Segundo, lidiar con las repercusiones políticas provenientes de la confesión de sus delitos, y de sus cómplices, que habrá de hacer cada uno de los máximos dirigentes de las autodefen152

Atlas electoral latinoamericano sas que se haya acogido a la Ley de Justicia y Paz. La principal repercusión tiene que ver con los vínculos entre varios congresistas de la coalición uribista al igual que algunos funcionarios del alto gobierno, por un lado, y las autodefensas, por el otro, vínculos que tienen diversas modalidades, pero que en algunos casos implican graves delitos penales. La Ley de Justicia y Paz exige que, quienes de las autodefensas se quieran beneficiar de menores penas por sus delitos, los tienen que confesar públicamente y hacer reparación a las víctimas con sus bienes. Pero, qué tanta verdad, justicia y reparación se vaya a derivar de este proceso es todavía incierto. El tercer reto tiene que ver con la ratificación en el Congreso colombiano del Tratado de Libre Comercio ya firmado entre Colombia y los Estados Unidos. Este tratado tiene opositores duros tanto al interior de Colombia como en los Estados Unidos, sobre todo a raíz del éxito alcanzado por los demócratas en los comicios legislativos de este país. Un cuarto reto tiene que ver con dos iniciativas gubernamentales que Uribe valora de modo particular, las cuales tienen que ver, una, con el nuevo Plan de Desarrollo a cuatro años, que encarna las prioridades del Presidente, y la otra, con la 153

Corte Nacional Electoral reforma del régimen de transferencias de recursos de la nación a los municipios y departamentos, que busca corregir numerosos casos de despilfarro y corrupción. El quinto reto atañe al manejo de la política exterior latinoamericana de Colombia en un contexto caracterizado por la elección de varios presidentes provenientes de partidos de izquierda que han manifestado guardar distancias frente a las posiciones del gobierno de Estados Unidos. El sexto y último reto guarda relación con la celebración limpia y pacífica de las elecciones locales y regionales que tendrán lugar en octubre de 2007. La fuente de preocupación en este caso proviene de los intentos previsibles de algunos grupos de autodefensa, que o continúan activos o se han constituido a raíz de la desmovilización de la mayor parte de las autodefensas, los cuales van a buscar conservar o incrementar parcelas de poder local o regional que hasta el momento en buena parte han manejado según su voluntad. Bibliografía citada ARCHER, Ronald P. 1995, “Party strength and weakness in Colombia’s besieged democracy”, en S. Mainwaring y T. Scully (eds.), Building democratic institutions: Party 154

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Atlas electoral latinoamericano

Las elecciones presidenciales costarricences de 2006: Análisis de resultados y de geografía electoral

Hugo Picado León

L

I. Introducción as elecciones presidenciales costarricenses del 5 de febrero de 2006 fueron de las más cerradas en la historia del país. En el conteo provisional de votos del Tribunal Supremo de Elecciones, con un 80% de mesas escrutadas, la ventaja de Óscar Arias sobre Ottón Solís era de menos de un punto porcentual (40,7% frente a 40,0%). En tercera posición se ubicaba Otto Guevara con cerca de un 8,3%. Respecto a la distribución de la Asamblea Legislativa, la proyección era de 25 escaños para el Partido Liberación Nacional (PLN), 17 para el Partido Acción Ciudadana (PAC), seis para el Movimiento Libertario (ML), cinco para el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y los cuatro restantes para distintos partidos minoritarios. El abstencionismo, por su parte, ascendía a 34%, el más alto desde las elecciones de 1958. En la medida en que se iban publicando los cortes en la votación, la inquietud crecía especialmen-

te entre los dos partidos mayoritarios. Para sorpresa general, los datos indicaban un virtual empate entre Arias y Solís, con levísimas diferencias de hasta menos de medio punto porcentual, así como una tendencia a la baja de Arias que lo colocaba al límite del 40% necesario para evitar la segunda ronda. En consecuencia, a falta de recibir un 10% de las actas, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) decidió suspender el procesamiento del conteo provisional de votos e iniciar de inmediato el escrutinio definitivo. Finalmente, después de un mes de trabajo y tensión, fueron divulgados los resultados definitivos que dieron el triunfo a Arias por un 1,1% de los votos. Entre las características inmediatas de las elecciones de febrero de 2006, se destacan las siguientes 1: • Campaña polarizada. La campaña tuvo como telón de fondo las tensiones ocasionadas por la divergencia

respecto a la ratificación legislativa del Tratado de Libre Comercio de Centroamérica y República Dominicana con los Estados Unidos (TLC). • Elección cerrada. En las elecciones presidenciales se presentó el segundo margen más estrecho en la historia electoral costarricense. • Realineamiento electoral. Además de la estrepitosa caída del Partido Unidad Social Cristiana, el Partido Acción Ciudadana se consolida como segunda fuerza política. El propósito fundamental de este artículo es analizar los resultados de las elecciones presidenciales costarricenses de 2006, tomando en consideración los datos de comportamiento electoral y su influencia sobre

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Estas características ya han sido resaltadas en algunos de los trabajos que analizan diversos aspectos de las citadas elecciones, tales como Rojas Bolaños (2006), Raventós Vorst y Ramírez Moreira (2006).

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Corte Nacional Electoral el sistema de partidos. Dado que se utilizarán básicamente datos agregados (resultados oficiales), el objetivo es esencialmente descriptivo e incorpora la comparación diacrónica en el contexto costarricense, así como consideraciones de geografía electoral 2. Por ende, se incluyen datos sobre la orientación, la fragmentación y la concentración del voto, los cambios entre elecciones y los niveles de competitividad. Un segundo objetivo consiste en determinar –a partir de esa perspectiva diacrónica– los rasgos de cambio/continuidad que presentan las últimas elecciones, que se resumen al final del trabajo. Debido a que en Costa Rica las elecciones presidenciales y legislativas se realizan de manera simultánea, se incluye de manera accesoria el análisis de estas últimas, pues permiten observar, de manera más precisa, los niveles de aceptación y arrastre logrados por los distintos candidatos. II. Contexto Desde que la Constitución Política de 1949 sentó las bases de la actual estructura institucional costarricense, se han realizado catorce elecciones presidenciales y legislativas, bajo la conducción del Tribunal Supremo de Elecciones. El sistema de elec158

ción presidencial es mayoritario y establece la necesidad de obtener al menos un 40% de los votos válidos emitidos en primera vuelta, mientras que los 57 diputados de la Asamblea Legislativa son electos en siete distritos aplicando la fórmula Hare modificada (Ver Tabla 2). Durante toda la segunda mitad del siglo XX la contienda electoral estuvo dominada por el bipartidismo fundamentado en el clivaje político derivado de la Guerra Civil de 1948, que agrupó al electorado en dos bloques: el liberacionista o socialdemócrata, en torno a la figura de José Figueres Ferrer, y el antiliberacionista o socialcristiano, de Rafael Ángel Calderón Guardia 3 (Ver Tabla 1). Durante las décadas de los ochentas y noventas, el relevo generacional en las dos agrupaciones políticas principales llevó al poder a los hijos de los líderes del ‘48, de manera que Rafael Ángel Calderón Fournier (1990-1994), por el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), y José María Figueres Olsen (1994-1998), por el Partido Liberación Nacional (PLN), se sucedieron en el ejercicio de la Presidencia de la República. Sin embargo, en las últimas elecciones de la pasada centuria, fueron notorios algunos síntomas de desgaste en el bipartidismo

tradicional, que hacía previsible la aparición de otras alternativas políticas reales. Así, en las elecciones de 2002 el PAC logró ubicarse como tercera fuerza política, con tal caudal de votos que, por primera vez en la historia costarricense, obligó a una segunda ronda electoral de la que resultó vencedor el candidato del PUSC, Abel Pacheco de la Espriella. Durante su cuatrienio, sendos escándalos de corrupción (caso Fischel-CCSS y caso Alcatel-ICE) ocasionaron el encarcelamiento preventivo de los ex presidentes Calderón Fournier y Rodríguez Echeverría, ambos del PUSC, así como el cuestionamiento en medios de comunicación al ex presidente Figueres Olsen del PLN 4. El panorama electoral, por ende, parecería bastante sombrío para los dos partidos tradicionales de cara al 2006. Sin embargo, la Sala Constitucional anuló una reforma

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Se agradece a Ciska Raventós Vorst y a Olman Ramírez Moreira, de la Universidad de Costa Rica, la autorización para utilizar los mapas contenidos en este trabajo.

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Respecto al clivaje de 1948 y su consolidación, el liberacionismo y el antiliberacionismo, ver Alcántara (1999) en su capítulo referido a Costa Rica, Alcántara y Freidenberg (2001) y Alcántara (2004). Respecto a los acuerdos de elites que dieron origen al equilibrio bipartidista en la política costarricense ver Molina y Lehoucq (1999), Booth (1989), Booth y Seligson (1993), Chalker (1995), Dabène (1998).

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Sobre los referidos escándalos de corrupción y sus consecuencias en la política nacional, se pueden revisar los artículos de Lehoucq (2005) y (2006), Rodríguez Echeverría (2006) y Rojas Bolaños (2006).

Atlas electoral latinoamericano constitucional de la década de los sesenta, de manera que se restauró la posibilidad de que ex presidentes optaran a un segundo mandato pasados ocho años de su período en el poder. Eso permitió al ex presidente Óscar Arias Sánchez (1986-1990), Premio Nobel de la Paz y poseedor de una sólida imagen pública, aglutinar a buena parte del liberacionismo y presentar su candidatura a las elecciones del 2006. Entre los partidos que se perfilaban como amenazas al bipartidismo tradicional, destacaban el referido PAC y el ML. El primero, a pesar de haber obtenido un excelente resultado en las elecciones de 2002, pronto sufrió una significativa deserción en su bancada legislativa, lo que debilitó la imagen de liderazgo hasta entonces proyectada por Ottón Solís. Además, el PAC se vio afectado por posteriores cuestionamientos al propio Solís, en relación con actuaciones profesionales de su hermano Alex, quien de manera efímera ocupó el cargo de Contralor General de la República. El ML, por su parte, procuró consolidarse y ganar protagonismo en la política nacional a partir del desempeño de su líder, Otto Guevara, como diputado de la Asamblea Legislativa.

Otro suceso del gobierno Pacheco de la Espriella que tuvo gran relevancia en la campaña política de 2006, fue la negociación del TLC. La fuerte oposición de sindicatos y otros grupos sociales a la firma de ese Tratado motivó el estancamiento de su trámite y propició un encendido debate

nacional. La oposición del PAC a su ratificación le permitió distinguirse de las alternativas del bipartidismo tradicional (PLN y PUSC) favorables a ello. Esto le permitió al PAC, a su vez, posicionarse como alternativa viable frente al PLN, que encabezaba los sondeos, y aglutinar el voto útil, tanto del 159

Corte Nacional Electoral sus principales promesas de campaña fue la de llevar la economía del país a un crecimiento del 6% anual. La campaña electoral del PAC fue muchísimo menos onerosa que la del PLN, pero resultó muy eficaz al posicionar a Ottón Solís como único candidato con oportunidades de derrotar a Arias 6. III. Candidaturas Para las elecciones presidenciales fueron inscritos 14 candidatos, entre los cuales sólo Óscar Arias, del PLN, Ottón Solís, del PAC, y Otto Guevara, del ML, aparecían en las encuestas como posibles ganadores. El PUSC, partido fundado en la década de los ochentas, había sido el más exitoso desde 1990, ganando tres de cinco elecciones, pero el desgaste natural al haber gobernado los últimos dos períodos y, sobre todo, el peso de los escándalos de corrupción, debilitaron notablemente su base electoral, lo cual se vio reflejado en las encuestas previas. El PLN, por su parte, es el partido de más amplia sector tradicionalmente antiliberacionista, como de los opositores al TLC 5. Además, Solís, Guevara y varios otros contendientes, atacaron a Arias por el flanco de la corrupción atribuida al bipartidismo tradicional. Por su parte, Arias evitó, en lo 160

posible, entrar en confrontaciones directas con sus adversarios, sobre todo en lo referente al TLC, y concentró parte de su campaña a convencer al electorado acerca de la conveniencia de votar en bloque para así procurarse una mayoría legislativa. Una de

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Sobre las motivaciones de los votantes en las elecciones de febrero de 2006, es muy útil el trabajo realizado por Raventós Vorst y Ramírez Moreira (2006). Por su parte, Rojas Bolaños (2006) refiere cómo, durante la campaña electoral, el PAC procuró entrar en debate abierto sobre el tema TLC, ante lo cual el PLN se mostró evasivo.

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Para profundizar sobre los detalles y el contexto social en que se desarrolló la campaña, ver Rojas Bolaños (2006).

Atlas electoral latinoamericano trayectoria electoral, pues ha participado en todas las elecciones desde 1953, habiendo ganado la presidencia un total de ocho veces hasta 2006. El PAC asistió a elecciones por segunda vez, después de constituir la gran sorpresa en 2002, cuando hizo tambalear los cimientos del bipartidismo histórico (PLN y PUSC) y obligó a una segunda ronda electoral por vez primera en la trayectoria democrática costarricense. En esta ocasión el PAC se presentó como un grupo más cohesionado que en 2002, en torno a la figura de su candidato y con una posición abiertamente contraria al TLC. El ML también había obtenido resultados positivos en las elecciones de 2002, sobre todo a nivel legislativo donde ocupó seis escaños; sus posibilidades en las presidenciales del 2006 reposaban, en buena medida, sobre su capacidad para atraer al electorado de derecha que abandonara las filas del PUSC y en ganarle al PAC el posicionamiento como alternativa real frente al PLN. Otro partido con trayectoria relevante en la política nacional es el Partido Fuerza Democrática (PFD), que nuevamente postuló como candidato a su líder histórico. El Partido Integración Nacional (PIN) y el Partido Renovación Costarricense (PRC) aspiraban a sacar provecho del voto arrastre

que les permitió obtener escaños legislativos en ocasiones recientes. Los demás partidos (PADN, PIN, PIU, PPP, PRN, PUN, PUC, PUP) constituían opciones de muy diferente posicionamiento ideológico en el eje izquierda-derecha y postularon algunos candidatos de reconocida trayectoria en la política nacional, que habían desempeñado cargos legislativos e, inclusive, ministeriales, con otros partidos 7. El número de partidos que han competido en elecciones presidenciales y parlamenta-

rias desde 1953 creció lentamente hasta 1994. Pero ya para las elecciones de 1998 se observa un cambio significativo, pues mientras la 7

El voto arrastre es posible cuando sistemas electorales como el costarricense optan por la simultaneidad de las elecciones, lo cual permite que las elecciones principales (en este caso, las presidenciales) influencien directamente a las secundarias (distribución legislativa y municipal). Los efectos del ciclo electoral, como elemento del sistema electoral, ha sido ampliamente analizado en la literatura: Lijphart (1994), Nohlen (2004), Sartori (1994), Molina (2001), entre otros. En el caso costarricense, Sánchez Campos (2001: 140) lo considera un incentivo al bipartidismo. Pero además, cuando se combina la simultaneidad con la posibilidad de nominación a dos niveles (como candidato a presidente y a diputado), se genera cierto incentivo para que partidos minoritarios participen en la elección principal a fin de obtener notoriedad, aprovechar el voto arrastre y, de esa manera, fortalecer sus opciones de alcanzar escaños legislativos.

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Corte Nacional Electoral

Gráfico 1 Número de partidos políticos 1953-2006

Gráfico 2 Encuestas de UNIMER y resultado de elecciones

media del período 1953-1994 en candidatos presidenciales es de 5,2, en 1998-2006 subió a 13,3. Por su parte, el número de partidos en elecciones legislativas durante 1953-1994 es de 10,8 y en 1998-2006 es de 22,6. Estos cambios podrían estar vinculados al proceso de desalineamiento partidario, así como a la influencia que pudo haber tenido la reforma del Código Electoral de 1996, que modificó la mitad de su articulado 8. IV. Encuestas preelectorales Las encuestas preelectorales marcaron amplias ventajas a favor de Arias muchos meses antes de las elecciones, con hasta cincuenta puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor. Sin embargo, el porcentaje de entrevistados que no contestaban o se manifestaban indecisos era tan alto que los datos debían analizarse con cautela (Raventós Vorst y Ramírez Moreira, 2006). Después de las elecciones, se desató cierta polémica en torno a la fiabilidad de las encuestas preelectorales. Lo que queda en claro es que la 8

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El proceso de desalineamiento partidario en Costa Rica ha sido analizado en Sánchez Machado (1985), Booth (2000), Rovira Mas (2001), Sánchez Campos (2003) y (2004). Sin embargo, se echa de menos un estudio serio sobre los impactos de las reformas electorales de 1996 sobre el sistema de partidos y sobre el comportamiento electoral. Sobre los impactos de los procesos de reforma electoral en Centroamérica, ver García Díez (2001a, 1001b y 2005).

Atlas electoral latinoamericano interpretación de encuestas exige tomar en cuenta los límites de las proyecciones electorales y los tipos de error en los que se puede incurrir. Una encuesta electoral no puede ni pretende predecir con exactitud los resultados de unas elecciones pues, a diferencia de los resultados electorales que incluyen al conjunto de los electores, ellas se realizan sobre muestras diseñadas a partir de un universo. El objetivo de la encuesta, por ende, no es más que ofrecer una “foto fija algo borrosa” de los electores en un momento determinado, dentro de unos márgenes de error que impiden la certeza absoluta (Anduiza y Bosch, 2004: 81). Tampoco se debe ignorar que las propias encuestas influyen sobre el comportamiento de los electores 9. No obstante la incertidumbre producida por la magnitud de la “caja negra” de indecisos, las encuestas preelectorales de empresas como UNIMER y DEMOSCOPÍA permiten observar una clara tendencia al alza por parte de Ottón Solís, quien paulatinamente 9

Gráfico 3 Encuestas de DEMOSCOPÍA y resultado de las elecciones

Gráfico 4 Participación en elecciones 2006

Los efectos más conocidos son los de wandagon y underdog. El wandagon hace que los electores refuercen el voto por el partido o candidato que las encuestas dan como ganador, mientras que el efecto underdog hace que los electores se movilicen por el candidato que las encuestas consideran perdedor. Debido a tales efectos, las encuestas suelen ser utilizadas por los partidos durante la campaña electoral. Sobre las posibilidades y límites de las encuestas electorales, ver Anduiza y Bosch (2004: 81); respecto a los efectos de la campaña en la decisión del elector, ver Crespo y Moreno (2004) y Crespo, Martínez y Oñate (2004).

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Corte Nacional Electoral

Gráfico 5 Abstencionismo relativo en elecciones presidenciales 1953-2006

Gráfico 6 Abstencionismo relativo por circunscripción en 2006

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fue acercándose a Arias y separándose de los demás candidatos. Otto Guevara, quien en cierto momento estuvo igualado con Solís, no consiguió despegar de la manera en que lo hizo el candidato del PAC. Por su parte, Arias mostró un ligero pero continuo descenso en intención de voto. El candidato del PUSC, por su parte, siempre mantuvo niveles muy bajos de apoyo, lo cual avisaba a los demás candidatos acerca de la posibilidad de hacerse con un botín electoral considerable, constituido por los votantes históricos de la agrupación social cristiana. V. Participación Electoral Los datos de participación electoral de 2006 muestran que del total de 2.548.577 electores inscritos, 1.663.248 (65,25%) acudieron a las urnas, 8.834 (0,34%) votaron en blanco, 30.422 (1,19%) de los votos fueron nulos, mientras la abstención electoral alcanzó la cifra de 887.365 (34,81%). La tasa de abstención electoral de 2006 consolida una tendencia iniciada en las elecciones de 1998, cuando se pasó de porcentajes cercanos al 20% de abstencionismo, característico de las cuatro décadas precedentes y los nueve anteriores comicios, a un porcentaje superior al 30% que siguió creciendo levemente

Atlas electoral latinoamericano en 2002 y en 2006 10. La distribución provincial del abstencionismo en 2006 alcanza sus porcentajes máximos en las provincias más rurales y pobres del país (Guanacaste, Puntarenas y Limón). Por su parte, San José, Alajuela, Cartago y Heredia se ubican por debajo de la media nacional. Las explicaciones a esas diferencias deben buscarse no sólo en variables socioeconómicas y políticas, sino también en aspectos de diseño institucional, tales como la baja magnitud electoral en los distritos de mayor abstención, la accesibilidad a los centros de votación y las dificultades para empadronarse, entre otros 11. En términos agregados, los niveles más altos de abstencionismo tienden a ubicarse en las periferias, mientras que el centro del país tiende a ser más participativo. Los porcentajes de votos inválidos (nulos y en blanco) mantienen niveles relativamente estables en el tiempo. Sobre todo los votos en blanco se mantienen en una media muy cercana al 0,5 en todo el período 1982-2006. Los

Gráfico 7 Votos inválidos en período 1982-2006

10 Respecto a los determinantes del abstencionismo y las metodologías utilizadas para su estudio, ver los trabajos de Pérez Liñán (2001), Anduiza (1999), Riba y Cuxart (2003), Lehoucq y Wall (2003) y Lehoucq (2004b). Sobre el caso costarricense hay un importante estudio copatrocinado por el Tribunal Supremo de Elecciones y la Universidad de Costa Rica, cuyos resultados fueron publicados en Raventós Vorst (2005). 11 Para una defensa teórica de las variables institucionales que influyen sobre el abstencionismo, ver Pérez Liñán (2001), Lehoucq y Wall (2003), Lehoucq (2004b).

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Corte Nacional Electoral votos nulos sí reflejan cierto cambio, pues la media entre 1982-1998 fue de 2,16 mientras que en 2002 bajó a 1,4 y en 2006 llegó a 1,8. Los estudios existentes sobre voto inválido en Europa, Estados Unidos y Australia apuntan a que se trata de un fenómeno multicausal, atribuible a factores socio-demográficos (tales como la tasa de alfabetización, la educación o los ingresos), factores institucionales (sistema electoral y estructura de los comicios) y factores políticos (alineación y protesta) 12. En el caso costarricense, se podría plantear la hipótesis de que la disminución del voto nulo en las dos últimas elecciones puede deberse a una simple disposición de la administración electoral que simplificó el procedimiento de votación al sustituir por bolígrafos el anterior sistema, que implicaba la manipulación de las papeletas con el dedo entintado. Ello debido a que entre los demás factores que la teoría señala como potencialmente explicativos de dicha disminución, a simple vista no se observan variaciones notables entre 1998 y 2002. Sin embargo, la verificación de esa hipótesis exigiría trabajar con algo más que los datos agregados. VI. Orientación del voto El total de votos válidos emitidos en las elecciones presidenciales, excluyendo los 166

Gráfico 8 Distribución de votos en elecciones presidenciales 2006

blancos y nulos, fue de 1.623.248. El candidato del PLN ganó las elecciones con 664.551 votos, frente a los 646.382 del PAC, o sea, la diferencia final fue de tan sólo 18.169 votos, lo que representa un 0,71% del padrón nacional electoral y un 1,12% de los votos válidos emitidos. El porcentaje de votos válidos indica el peso que tiene cada partido respecto a los demás. El PLN y el PAC, en este sentido, lograron una distancia muy considerable en relación con los otros contendientes. El ML es el partido que más se les acercó, pero treinta puntos porcentuales por debajo, mientras el PUSC obtuvo la votación más baja en toda su

historia electoral. Los restantes diez partidos se repartieron un 7,25% de los votos válidos emitidos. Estos porcentajes son de especial relevancia, pues por menos de un punto porcentual (0,92%) el PLN evitó el ballotage 13. El PLN obtuvo importantes ventajas en las periferias, mientras que los rendimientos electorales del PAC tienden a ser mejores en el centro del país. Esto puede deberse, sobre todo, a factores socio-demográficos, 12 Para una exposición de la teoría y los determinantes del voto inválido en América Latina, ver Power y Garand (2006). 13 El sistema electoral costarricense exige un mínimo del 40% de los votos válidos emitidos para que un candidato se convierta en presidente en la primera ronda. Respecto a los motivos históricos de ese porcentaje y sus efectos sobre el sistema político, ver Lehoucq (2004).

Atlas electoral latinoamericano ya que el votante del PAC tiene un marcado perfil de clase media urbana con altos niveles educativos 14. Por su parte, en las elecciones legislativas, de un total de veintisiete partidos políticos con candidaturas inscritas a diputados, solamente ocho obtuvieron escaños. En este caso el PLN sí pudo sacar una ventaja considerable al PAC, segundo partido más votado, de más de 180.000 votos. El ML fue el tercero en números absolutos, con 147.934 votos, superando en más de 21.000 al PUSC. En aplicación de la fórmula Hare modificada, propia del sistema electoral legislativo costarricense, el PLN obtuvo 25 escaños, frente a los 17 del PAC, seis del PML, cinco del PUSC. Los otros cuatro escaños fueron para el PRN, PASE, PFA y PUN. De ellos repite el PRC, agrupación confesional evangélica separada del PRC, logró un diputado. El PASE alcanzó su escaño presentando una alternativa política para los discapacitados. Por su parte, el PUN y el PFA lograron colocar en la Asamblea Legislativa a un ex Defensor de los Habitantes y a un ex diputado de trayectoria en la izquierda, respectivamente. Visto en perspectiva diacrónica, desde 1982, el PLN y el PUSC son los partidos que aglutinan la mayor cantidad de escaños

durante el período. Sin embargo, la última elección legislativa marca una diferencia muy importante, pues por primera vez la segunda mayor bancada legislativa recae sobre otro partido. El PAC, de esa manera, se consolida como el tercer partido con mejor desempeño electoral en la historia reciente de Costa Rica, pues en tan solo dos elecciones ya suma un total de 31 diputados electos. Por su parte, el ML logró mantener el mismo número de escaños que en las elecciones de 2002. Tal y como ocurriera en las elecciones presidenciales, el PUSC es el partido que presenta una caída más dramática en 2006. En el centro del país se tendió a quebrar el voto con mayor frecuencia que en las regio-

nes periféricas. Siendo que uno de los temas centrales de la campaña de Óscar Arias fue la insistencia en que sus electores votaran en bloque apoyando su papeleta legislativa, es de suponer que su mensaje tuvo mayor eco precisamente en las regiones donde obtuvo mayores ventajas sobre el PAC. Otro aspecto relevante en las elecciones legislativas es el número de diputadas. A pesar de haber aumentado de las 20 de 2002 a 21 en 2006, aún se está lejos de la paridad de género entre los 57 diputados. No obstante, el imperativo legal que obliga como mínimo a un 40% de representación fe14 Entre otras, a esa conclusión arriban Raventós Vorst y Ramírez Moreira (2006).

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Corte Nacional Electoral menina se encuentra cada vez más cerca de traducirse en ese mismo porcentaje de escaños legislativos, al llegar en 2006 a un 37% 15. VII. Concentración La concentración y la fragmentación del voto indican en qué medida los votos de los electores se concentran en pocas opciones políticas o, por el contrario, se distribuyen en muchas. Son especialmente útiles para comparar elecciones celebradas en distintos momentos o distritos, pues resumen de manera precisa la distribución del voto. El número efectivo de partidos, por su parte, es un índice muy utilizado para resumir el nivel de cohesión / fragmentación del sistema de partidos y, consecuentemente, sirve también para visualizar la distribución del voto en términos sencillos. La concentración del voto es el porcentaje del total de votos que suman los dos partidos más votados. Cuando los dos partidos más votados concentran todos los votos, el nivel de concentración alcanza el máximo (100%). Cuando el voto se distri15 Para profundizar sobre el tema de las cuotas de participación femenina en Costa Rica, ver Bolaños Barquero (2006).

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Gráfico 9 Porcentaje de representación femenina en parlamento 1953-2006

Atlas electoral latinoamericano buye entre muchos partidos (por ejemplo 100) que consiguen todos aproximadamente el mismo apoyo (un 1%), el nivel de concentración alcanzaría un mínimo (un 2%). Aunque es un indicador sencillo e intuitivo, la concentración sólo tiene en cuenta los dos partidos más votados y por lo tanto no permite diferenciar entre situaciones donde los demás partidos presenten distintos niveles de concentración. Concentración = (% voto A) + (% voto B) siendo A y B los dos partidos más votados De manera muy gráfica, la concentración del voto permite seguir la pista a los dos partidos más votados entre 1953 y 2006, que podrían denominarse “liberacionismo” y “antiliberacionismo predominante”, como manera de distinguirlos de las demás opciones políticas o partidos “minoritarios”. Los momentos más bajos para el bipartidismo histórico se presentaron en las elecciones de 1974, cuando los partidos minoritarios se hicieron con más de un 26% de los votos y, por supuesto, en 2002, cuando un 30% de los electores buscó alternativas fuera del PLN y del PUSC. Hasta hace poco más de una década el 97,3% de los electores votó por alguno de los dos partidos mayoritarios, dejando muy poco espacio a terceros can-

Gráfico 10 Índice de concentración del voto 1953-2006

didatos. Después de la inflexión de 2002, los dos partidos mayoritarios (ahora PLN y PAC) concentraron el 80,7% de los votos para presidente. En general, desde 1953 el sistema de partidos costarricense ha oscilado entre cotas de bipartidismo perfecto (con su máxima expresión en 1953 y 1966) y niveles de bipartidismo mucho más moderado (1974 y 2002). Sin embargo, aunque ahora el PAC haya sustituido al PUSC, sobresale una clara tendencia del elector costarricense a concentrar el voto en dos candidatos. VIII. Fragmentación El índice de fragmentación o fraccionalización elaborado por Douglas Rae (1971)

tiene en cuenta tanto el número como el tamaño de los partidos. Representa la probabilidad de que, eligiendo a dos votantes al azar, éstos se decanten por partidos diferentes. Al ser una probabilidad, el índice oscila entre 0 y 1. El valor mínimo (0) supone la imposibilidad de que dos electores voten a distintos partidos, lo que sólo podría darse en una situación de partido único. El valor máximo (1) refleja la situación imaginaria en la que cada elector vota por un partido diferente. En la realidad, por lo tanto, el índice de fragmentación oscila entre 0,5 –situación de bipartidismo perfecto– y 0,9 aproximadamente. Al tomar en cuenta a todos los partidos, la fragmenta169

Corte Nacional Electoral

Gráfico 11 Fragmentación presidencial y legislativa 1998-2006

ción refleja mejor el grado de distribución del voto que el índice de concentración. Fragmentación = F =1 - suma (vi)2 siendo vi la proporción de votos de cada partido, sobre un total = 1 Al analizar los datos legislativos se suele distinguir entre la fragmentación electoral 170

(Fe), calculada con base en el porcentaje de votos de cada partido, y la fragmentación parlamentaria (Fp), que se calcula a partir del porcentaje de escaños de cada partido. La comparación entre Fe y Fp arroja una diferencia que es consecuencia del efecto reductor que ejerce el sistema

electoral sobre los resultados electorales. Dicho efecto reductor normalmente tiende a bajar en el tiempo, debido a la desaparición de partidos pequeños y a la práctica del voto útil por parte del electorado. En el caso costarricense, los datos sobre Fe y Fp de las últimas tres elecciones muestran una clara tendencia a distribuir más el voto entre los diferentes partidos. El índice de fragmentación electoral en las presidenciales (Fpres) fue de un 0,66% en 2006, frente al Fe que llegó al 0,78%. La diferencia de 0,12 entre ambos índices, muestra una ligera tendencia a fragmentar más el voto para las elecciones legislativas. O sea, evidencia los límites del referido “voto arrastre”, frente a la tendencia del electorado a “quebrar” su voto. Comparando el dato del 2006 con las dos elecciones anteriores, se observa una tendencia sostenida al aumento de la fragmentación en las elecciones legislativas, aunque su tasa de crecimiento disminuyó en 2006 respecto al período anterior. En cambio, la fragmentación en las elecciones presidenciales bajó dos puntos en 2006, debido a que cuatro de cada cinco votos se concentraron en sólo dos partidos políticos.

Atlas electoral latinoamericano IX. Número efectivo de partidos El número efectivo de partidos (NEP) es otro conocido indicador del grado de fragmentación del voto, inicialmente propuesto por Laasko y Taagepera (1979). Se calcula de manera muy similar al índice de fragmentación, pero se interpreta de una manera más intuitiva, como el número de partidos imaginarios de igual tamaño que darían lugar al mismo grado de fragmentación. El NEP permite diferenciar claramente entre casos en los que el voto se concentra entre pocos partidos, frente a casos en los que se dispersa entre más opciones 16. Número efectivo de partidos (NEP) = 1/ suma (vi)2 =1/(1-F) siendo vi la proporción de votos de cada partido (sobre un total =1) y el F el índice de fragmentación En perspectiva diacrónica, el NEP parlamentarios (NEPp) en Costa Rica subió de una media de 2,31 en el período 1982-1998 a 3,67 en 2002. En 2006 el NEPp bajó levemente a 3,31. La tendencia en las últimas dos elecciones es a apartarse de un modelo de fuerte bipartidismo parlamentario, dando cabida a más agrupaciones políticas dentro de la Asamblea Legislativa. Si al NEP electorales (NEPe) se le

Gráfico 12 NEPe y NEPp 1953-2006

resta el NEPp se obtiene como resultado un claro indicador del efecto reductor del sistema electoral, es decir, se puede observar el nivel de desproporcionalidad que producen en la práctica los elementos del sistema electoral 17. X. Competitividad electoral La competitividad electoral se mide al revés que la concentración del voto. Se trata de determinar el margen entre los dos partidos más votados. Cuanto más estrecha es la diferencia entre ambos, más competitiva se considera la elección. Los comicios presidenciales de 2006 se decidieron por el segundo margen más estrecho en la historia

reciente del país, detrás de las elecciones de 1966. En términos generales, en las 14 elec16 Tanto el índice de fragmentación como el número efectivo de partidos se pueden calcular con referencia a los resultados electorales (proporción de votos) o con referencia a la composición del parlamento que resulta de los mismos (proporción de escaños). La diferencia entre la fragmentación electoral (calculada a partir de proporciones de voto) y la parlamentaria (calculada a partir de proporciones de escaños), o entre el número efectivo de partidos electorales y parlamentarios es consecuencia del sistema electoral. Cuanto más proporcional sea éste, menos diferencia habrá entre los valores de una y otra. Sobre el particular, ver Anduiza y Bosch (2004: 91) y, aplicado a Centroamérica, García Díez (2005: 54). 17 Los elementos básicos del sistema electoral son la magnitud del distrito, la fórmula electoral, el tamaño de la asamblea y el umbral electoral, mientras que entre los elementos adicionales se incluye la estructura del voto, el ciclo electoral, la desigualdad del voto (malapportionment) y las coaliciones. Los efectos de los primeros cuatro son mecánicos, es decir, operan directamente sobre la representación, independientemente del comportamiento de los actores. Entre los elementos adicionales suelen aparecer también efectos psicológicos, que afectan las estrategias tanto de los partidos como de los electores. Dichos efectos psicológicos influyen sobre la decisión de voto, por lo que su influencia sobre la representación es tan solo indirecta. Sobre el particular se puede consultar el trabajo seminal de Lijphart (1994: 10-56), así como Nohlen (2004: 51-91) y García Díez (2005: 19-43).

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Corte Nacional Electoral ciones presidenciales llevadas a cabo desde 1953 predominan los márgenes estrechos. Solamente en cinco ocasiones la diferencia fue mayor a diez puntos porcentuales, lo cual denota una amplia trayectoria de elecciones competitivas. En las seis últimas elecciones tienden a desaparecer las grandes diferencias, siendo la media del período 1986-2006 un margen de apenas 3,95%. XI. Volatilidad electoral El índice de volatilidad electoral es un indicador del grado de cambio que supone el resultado de una elección respecto a la anterior, pues refleja los cambios mínimos que se han debido producir entre dos elecciones para que se verifique el resultado de la segunda con respecto a la primera. En el caso de una estabilidad perfecta entre dos elecciones la volatilidad total sería 0, pero esto no quiere decir que no haya habido cambios, ya que éstos pueden producirse de unos partidos a otros, y viceversa, de manera que no se reflejen esos movimientos en los porcentajes de voto global. Por lo tanto el índice de volatilidad únicamente sirve para analizar cambios netos en los resultados de los partidos, pero no para estimar cambios en su base electoral (es decir, 172

Gráfico 13 Efecto reductor del sistema electoral 1953-2006

Gráfico 14 Márgenes entre los dos candidatos más votados 1953-2006

Atlas electoral latinoamericano cambios en el tipo de electores que los votan) 18. Volatilidad total VT=suma [(Vi2-Vi1)] /2 siendo Vi1 el porcentaje de votos del partido I en la elección 1 y Vi2 el porcentaje de votos del mismo partido en la siguiente elección El grado de volatilidad total entre elecciones responde a varios factores como el sistema electoral, el formato del sistema de partidos, la distancia ideológica y política entre partidos o el grado de encapsulamiento de los clivajes políticos. En sistemas electorales proporcionales, con muchos partidos políticos poco diferenciados y clivajes poco definidos, es más probable que se produzcan cambios en la opción de voto de los electores entre una elección y otra. Pero en el caso costarricense, donde el electorado tiende a distribuir sus votos entre dos partidos, la volatilidad no alcanza cotas muy altas. Sin embargo, visto diacrónicamente, es apreciable el cambio ocurrido en las elecciones de 2002, cuando un tercer partido aglutinó un porcentaje importante de la votación. Para 2006, sin embargo, el cambio respecto a 2002 no fue tan significativo, a excepción de la caída experimentada por el PUSC.

Gráfico 15 Volatilidad total agregada 1986-2006

XII. Conclusiones Las elecciones costarricenses de febrero de 2006, analizadas en perspectiva diacrónica, constituyen una mezcla de continuidades y cambios. Hay continuidad, en primer término, por haber ganado el candidato del PLN, partido que también se hizo con la mayor bancada parlamentaria. Ello no puede considerarse nada extraño en la trayectoria electoral costarricense. Aunque hubo incertidumbre y sorpresa por lo cerrado de las votaciones, al final ganó el candidato que las encuestas daban por favorito. Por otra parte, denota continuidad el que nuevamente los electores concentraran su voto en dos partidos políticos, y valga decir, ambos cercanos

al centro ideológico del espectro político. Los índices de fragmentación, volatilidad y el NEP también mantienen niveles acordes con datos históricos, aunque de unos años para acá persiste cierta tendencia a atenuar el bipartidismo. La participación electoral y el abstencionismo siguen en porcentajes cercanos a los de las elecciones de 1998. Sin embargo, también se debe tomar en consideración la significativa cantidad de cambios ocurridos en los comicios de febrero 18 El índice de volatilidad subestima el cambio total que se produce entre dos convocatorias porque no tiene en cuenta la abstención, los nuevos votantes, ni los traslados multidireccionales de votantes entre partidos que se cancelan entre sí. Ver Anduiza y Bosch (2004: 96). Para suplir esa limitación es necesario acudir a datos de encuesta que permitan analizar transferencias entre partidos de una elección a otra, como la utilizada por Raventós Vorst y Ramírez Moreira (2006).

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Corte Nacional Electoral

Gráfico 16 Volatilidad electoral por partido 2006

de 2006. Entre ellos, la consolidación del PAC como segunda fuerza política y el derrumbe electoral del PUSC, representan un quiebre muy significativo en la relación de fuerzas de las élites parlamentarias, al menos como hasta el momento se habían articulado. Pero más allá de esas novedades evidentes, existe un creciente consenso entre los investigadores en que el sistema sociopolítico costarricense viene transitando, desde hace algunos años, por una etapa de transformaciones de hondo calado, con necesarias resonancias en el comportamiento electoral. 174

Esto salta a la vista cuando se observan las tendencias de mediano y largo plazo en sucesivos procesos electorales. Hay transformaciones en las bases sociales del voto, aparejadas al desalineamiento partidario. Además, se percibe un reacomodo ideológico de los partidos políticos, susceptible de generar mayores niveles de polarización. En general, se subrayan significativas alteraciones del sistema de partidos: agotamiento del modelo figuerismo-calderonismo, redefinición de clivajes, aparición de nuevos alineamientos. También hay transformaciones

en las actitudes políticas del costarricense. La renegociación, por parte de los centros de poder, de los paradigmas económicos y sociales acerca de un modelo de desarrollo acorde con las exigencias contemporáneas ha generado en la ciudadanía una sensación de crisis e incertidumbre. Ante este panorama, surgen muchas preguntas de relevancia teórica y práctica. ¿Hasta dónde llegarán los juegos de renegociación del poder? ¿Se podrán encausar siempre por medios institucionales? ¿Debemos hablar de continuidad, en vez de estabilidades precarias o de inercias del anterior orden? Óscar Arias tendrá que gobernar sin mayoría parlamentaria, por lo cual se verá obligado a negociar con distintos partidos el apoyo necesario para aprobar sus principales proyectos (entre ellos el Plan Fiscal y el TLC). Más importante aún, el nuevo presidente deberá generar consensos políticos y sociales respecto a la estrategia de desarrollo que requiere el país. Por otra parte, cabe preguntarse si estas elecciones constituyen el réquiem del PUSC. Calderón Fournier no reniega a la posibilidad de buscar la reelección una vez superados sus problemas judiciales. Está por verse si puede reunir los recursos necesarios para volver a colocar al PUSC en el sitial que ha ocupado en las úl-

Atlas electoral latinoamericano timas décadas. ¿Cómo afectaría a los demás partidos un resurgimiento del PUSC? En todo caso, vistos los resultados obtenidos por el PAC, también cabe preguntarse si acaso estamos presenciando el nacimiento de un nuevo bipartidismo. Bibliografía Alcántara, Manuel 1999, Sistemas Políticos de América Latina, Vol.2, Madrid: Tecnos. Alcántara, Manuel 2004, ¿Instituciones o máquinas ideológicas? Origen, programa y organización de los partidos latinoamericanos, Barcelona: ICPS. Alcántara, Manuel y Flavia Freidenberg (eds.) 2001, Partidos políticos de América Latina, 3 vol., Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca. Anduiza, Eva 1999, ¿Individuos o sistemas? Las razones de la abstención en Europa Occidental, Madrid: CIS y Siglo XXI. Anduiza, Eva y Agustí Bosch 2004, Comportamiento político y electoral, Barcelona: Ariel. Bolaños Barquero, Arlette 2006, “Las cuotas de participación política de la mujer en Costa Rica. 1996-2005”, en: Revista de Derecho Electoral, Nº 1, Primer Semestre, 2006, San José: Tribunal Supremo de Elecciones.

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Atlas electoral latinoamericano

El rey ha muerto, viva el rey

La renovacion del sistema de partidos de Ecuador Simón Pachano

D

Introducción esde una perspectiva estrictamente institucional, los resultados de las elecciones presidenciales y legislativas realizadas en octubre y noviembre de 2006 en Ecuador pueden sintetizarse en cuatro hechos. En primer lugar, como ha venido ocurriendo sin excepción desde el retorno a la democracia, se ha conformado un gobierno de minoría, con el agravante de que en esta ocasión no existirá un partido gubernamental en el Congreso. En segundo lugar, el declive de los partidos llamados tradicionales y su reemplazo por organizaciones relativamente nuevas generará el cambio más significativo de los últimos veinte años en el sistema de partidos. En tercer lugar, a pesar de esos cambios internos, o precisamente por ellos, el sistema no ha colapsado y más bien parece que está asegurada la permanencia de un sistema de partidos. Finalmente, aunque todos los partidos han mejorado significativamente la distribución

de su votación en el territorio nacional –un tema de enorme importancia en el caso ecuatoriano–, ellos mantienen su carácter de estructuras fuertemente ancladas en una provincia o en una región, lo que fortalece la tendencia a la conformación de sistemas subnacionales de partidos. En el presente texto pretendo buscar las causas de esos resultados. En la primera sección abordo la elección presidencial, con énfasis en las características de la votación de cada uno de los candidatos y en los elementos determinantes de la conformación de gobiernos de minoría. En la segunda sección, por medio del análisis de las elecciones legislativas paso revista a los cambios ocurridos en el sistema de partidos, especialmente al reemplazo de los partidos tradicionales y a la renovación del sistema por medio de la cohabitación de estos últimos con las organizaciones surgidas en años recientes. Asimismo, en esta sección me interesa destacar las diferencias,

en términos de orientación del electorado, entre la elección presidencial y la legislativa, lo que me lleva a formular algunos supuestos acerca de la votación por partidos y por personas. En la tercera sección analizo la distribución territorial y la conformación de sistemas subnacionales de partidos, que constituye uno de los aspectos básicos del sistema ecuatoriano. 1. El inevitable gobierno de minoría La formación de gobiernos de minoría es una constante y ha sido destacada como una de las características centrales del sistema político ecuatoriano (Conaghan, 1995; Barczak, 2001; Mejía, 2002; Pachano, 2007). Desde 1979, cuando se inició el actual período constitucional, ningún partido ha obtenido la mayoría de los asientos en el Congreso y solamente tres de los diez presidentes que han surgido de elecciones han contado con la primera bancada legislativa. Además, la fragmentación de la representación legislativa ha sido una cons179

Corte Nacional Electoral

Cuadro No. 1 Votación en primera vuelta

tante, como lo demuestra el alto número de listas que han obtenido escaños en cada una de las elecciones. Por la importancia que tiene para la conformación de coaliciones legislativas –tanto de apoyo al gobierno como de oposición–, el análisis se ha concentrado en las elecciones de diputados y en la conformación del Congreso, en tanto que han recibido menor atención los aspectos ligados a 180

la elección presidencial y a la conformación del Ejecutivo. Mi interés en esta sección es entrar en ese campo escasamente estudiado con el fin de indagar si algunos elementos de la elección presidencial –independiente o conjuntamente con otros factores– pueden explicar la conformación de gobiernos de minoría. Para ello considero conveniente comenzar por la evidencia de la dispersión que se produce reiteradamente en las elecciones presidenciales y que en la última contienda alcanzó el punto más alto del período, con 13 candidatos –con un número efectivo de partidos de 5,3– en la primera vuelta 1. Adicionalmente, la elección presidencial muestra niveles de alta fragmentación, con candidatos que obtienen porcentajes de votación muy bajos y con distancias relativamente pequeñas entre ellos 2. Así, quienes ocuparon los dos primeros lugares y pasaron a la segunda vuelta lo hicieron con apenas algo más de la cuarta y la quinta parte del total de votos válidos, respectivamente, de manera que, como se puede ver en el Cuadro No. 1, en conjunto no lograron captar la mitad de los votos válidos. La fragmentación y el alto número efectivo de partidos pueden encontrar explicaciones en dos causas, una de carácter estruc-

tural-institucional y otra relacionada con las condiciones en que se desarrolló la elección. En primer lugar, como han sostenido varios autores (Mejía, 2002; Conaghan, 1995), es muy difícil que bajo las condiciones institucionales del sistema político ecuatoriano se pueda llegar a otros resultados. En sí misma, la utilización del ballotage es un incentivo para la multiplicación de candidatos, ya que al existir dos ganadores de la primera vuelta automáticamente se incrementan las probabilidades para todos los competidores (Jones, 1999; Pérez Liñán, 2002). Lo es mucho más cuando los partidos son débiles y no tienen sólidas raíces en la sociedad y cuando el sistema no cuenta con efectivas barreras de entrada. En segundo lugar, estas elecciones tuvieron lugar en un contexto de deterioro de los partidos políticos y de una tendencia creciente de las actitudes hostiles hacia ellos. En consecuencia, los partidos debieron enfrentar una fuerte arre1

El número pudo ser mayor, pero tres candidatos fueron eliminados de la contienda por no presentar todas las firmas de respaldo requeridas (el 1% del padrón electoral, esto es, 90.218 de un total de 9.021.773 electores inscritos). El número más alto de candidatos hasta el momento fue de doce (en la elección del año 1992) y el más bajo de seis (en 1978 y 1998), con una media de nueve candidatos para todo el período. El número efectivo de partidos (medido por el índice de Laakso y Taagepera) se mantuvo prácticamente en el mismo nivel que las elecciones pasadas, cuando llegó a 5,2.

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La fragmentación, medida con el índice de Douglas y Rae que corre desde 0 a 1, fue de 0,80 en la elección del año 2002 y 0,81 en la última.

Atlas electoral latinoamericano metida sin contar para ello con la protección de instituciones diseñadas para ese efecto. Los efectos de la utilización de la doble vuelta se comprenden adecuadamente cuando se los analiza dentro del marco general del sistema electoral ecuatoriano y a la luz de algunas características del sistema político. En primer lugar, como he señalado antes, las condiciones de entrada son extremadamente laxas, ya que se reducen a la presentación de las firmas de respaldo. Por tanto la participación electoral depende de un pequeño esfuerzo que puede ser realizado por un grupo conformado exclusivamente para ese fin, sin necesidad de contar con el respaldo de una organización establecida. Por ello no llama la atención que muchos de los candidatos sean personas sin trayectoria y que hacen su debut en la política con la participación en la contienda presidencial. El resultado es que el incentivo multiplicador de candidaturas del ballotage se incrementa por las facilidades de entrada. En segundo lugar, en la medida en que el sistema electoral no establece diferencias entre el nivel nacional y el subnacional se hace muy difícil que los partidos, dentro de la contienda presidencial, tomen distancia de sus lazos, relaciones y motivaciones locales y provinciales. De esta manera, los

cálculos estratégicos para la elección presidencial pueden depender de las condiciones de implantación territorial de los partidos en mayor o en igual medida que de los objetivos propios de ese tipo de elección. En tercer lugar y en estrecha relación este último punto, entre las elecciones presidenciales y las legislativas se producen interacciones que conducen a la fragmentación en ambas. La principal de éstas es el efecto de arrastre de las primeras a las últimas, lo que induce a la presentación de candidatos presidenciales como una manera de obtener puestos en el Congreso 3. En el marco de esas condiciones estructurales, es poco probable que se pueda contar con un menor número de candidatos y que se reduzca la fragmentación. Mucho menos en el caso de las últimas elecciones, que se realizaron en un ambiente claramente hostil hacia los partidos, especialmente hacia los denominados tradicionales, esto es, hacia a los que han ocupado los primeros lugares durante los últimos veinte años. Sus propios errores en la conducción de las principales instituciones democráticas (Presidencia de la República, Congreso Nacional), la manipulación política de organismos básicos del ordenamiento jurídico (Tribunal Cons-

titucional, Tribunal Supremo Electoral), así como su intervención en las instancias judiciales (Corte Suprema de Justicia, Fiscalía General del Estado) fueron la materia prima con la que se construyó una imagen negativa de los partidos. A esto se añadieron las reiteradas denuncias de corrupción –utilizadas generalmente como arma para atacarse entre los propios políticos–, que fueron recogidas por los medios de comunicación y asimiladas por la ciudadanía sin ningún tipo de discriminación. El resultado inevitable fue la erosión del apoyo electoral, que se hizo evidente desde algunos años atrás, especialmente desde las elecciones del año 2002 cuando los partidos tradicionales ya tuvieron problemas en la selección de sus candidatos y apenas lograron situarse en lugares de segunda importancia en la contienda presidencial 4. A pesar de ello, y como expresión de la diferencia entre la elección presidencial y la legislativa, en aque3

Esto puede parecer hasta cierto punto contradictorio con la elección provincial de los diputados y sobre todo con la conformación de sistemas de partidos subnacionales. Sin embargo, como se verá más adelante, existe mutua dependencia entre el nivel nacional y los subnacionales, de manera que aún para contar con fuerza local un partido debe acudir a la estrategia presidencialista.

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Izquierda Democrática, con el cuarto puesto y el 13,9%, fue el mejor ubicado de los partidos tradicionales en el año 2002. El Partido Social Cristiano alcanzó el quinto puesto de las presidenciales con el 12,1% y el Partido Roldosista Ecuatoriano se situó inmediatamente debajo de éste con el 11,9%.

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Corte Nacional Electoral lla ocasión ellos consiguieron los primeros lugares en el Congreso. En ese momento se podía interpretar esto como un indicador de ciertas probabilidades de recuperación hacia el futuro. Sin embargo, los resultados de la última elección son contundentes en términos de la erosión del caudal electoral de esos partidos 5. La diferencia sustancial con las elecciones anteriores es que en esta ocasión el desplome en las presidenciales afectó a todos los partidos tradicionales y no solamente a uno o a algunos de ellos. Aunque en el año 2002 ya se perfiló esa tendencia, la votación de algunos de ellos (especialmente la ID, que venía en una curva ascendente) podía alentar esperanzas de una futura recuperación. La situación actual es muy diferente, especialmente si se considera que la caída en las presidenciales estuvo acompañada de un desempeño similar en las de diputados. El descenso de los partidos tradicionales ha encontrado su contraparte en el ascenso de dos partidos nuevos, que también son los triunfadores en las legislativas. El PRIAN y el PSP son dos formaciones relativamente nuevas que ocuparon el primero y el tercer lugar, respectivamente, en la contienda presidencial y el primero y segundo en la legislativa 6. Por tanto, a diferencia de lo ocurrido en 182

diversos momentos en Perú, Venezuela y Bolivia, no se produjo el colapso del sistema de partidos. Esto, que será objeto de la siguiente sección, tiene importancia en términos de la conformación del gobierno de minoría, ya que marca una situación bastante similar a la que se ha venido produciendo a lo largo de la historia reciente, en que el partido gubernamental es minoritario en el congreso 7. La diferencia con ocasiones anteriores es que ahora no solamente es minoritario, sino que no existe un partido de gobierno, ya que por primera vez en la historia del país un candidato presidencial no presentó listas para la elección de diputados. Es decir, a más de las determinaciones institucional-estructurales y del ambiente hostil que encontraron los partidos, pesó significativamente la decisión del candidato triunfador de no presentar listas de diputados 8. De modo que desde el inicio de la campaña no quedaban dudas de lo que ocurriría en caso de que se produjera su triunfo, como en efecto ocurrió. Se puede suponer, por simple lógica aritmética, que si hubiera presentado candidatos se habrían producido cambios en la conformación del Congreso y en la distribución de la votación dentro de la elección presidencial 9. Pero, nada podía evitar que el resultado final fuera

un gobierno de minoría. Aun si el triunfador de la segunda vuelta hubiera sido Álvaro Noboa, se habría llegado a la misma situación, aunque obviamente con una diferencia sustancial en términos numéricos 10. 5

En realidad, los problemas de los partidos tradicionales en las elecciones presidenciales pueden remontarse a años previos. A manera de ejemplo, a pesar de ocupar invariablemente el primer lugar en las legislativas, el PSC no ha podido ganar una elección presidencial desde 1984, e incluso no presentó candidato en el año 1998. Asimismo, el candidato presidencial de la Izquierda Democrática apenas obtuvo el 8,5% en 1992 y en 1996 no presentó candidato presidencial (tampoco lo hizo en la presente, cuando completó la fórmula de un independiente con un candidato a la vicepresidencia). Algo similar ocurrió con el PRE, que presentó un candidato de fuera de sus filas en las elecciones de 1998 y, como se vio antes, obtuvo una votación extremadamente baja en 2002.

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El candidato del PRIAN, Álvaro Noboa, fue el triunfador de la primera vuelta, con el 26,8% de los votos y Gilmar Gutiérrez, del PSP ocupó el tercer lugar con el 17,6%. Ambos partidos participaron por primera vez en las elecciones del año 2002, en las que el PRIAN, con el mismo candidato, obtuvo el segundo con el 17,4%, mientras que el PSP triunfó en la elección dentro de una alianza en la que era el socio minoritario (con una bancada de 5% de los diputados).

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Solamente en tres ocasiones (1979, 1988 y 1968) el partido de gobierno ha obtenido la primera bancada en el Congreso. Pero ningún partido, de gobierno o de oposición ha podido conseguir la mayoría de los escaños.

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En este caso decisión no es sinónimo de estrategia, ya que al parecer Rafael Correa no presentó candidatos a la diputación por la dificultad para estructurarlas y no por un cálculo al respecto. Si es así, se fortalecería la condición de outsider del triunfador y sería una muestra más del carácter flexible y laxo del sistema político ecuatoriano.

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Incluso es altamente probable que partidos como el PSP no hubieran podido exhibir ese incremento vertiginoso en su votación (debido a que buena parte de su electorado, que parece compartir las características del que apoyó a Rafael Correa, se habría desplazado hacia este último).

10 Álvaro Noboa obtuvo 27 diputados de un total de 100, lo que obviamente le ofrecía mejores condiciones que las que se le presentan a Rafael Correa, pero no por ello fuera del campo que podría considerarse crítico. Cabe tomar en cuenta que el tamaño de la bancada gubernamental es un factor que interactúa con la cantidad de bancadas, con la orientación de cada una de éstas, con las distancias ideológicas y con la conformación regional del Congreso, entre otros. En esas condiciones, el tamaño es importante pero insuficiente para asegurar condiciones de estabilidad al presidente y de gobernabilidad al sistema.

Atlas electoral latinoamericano En síntesis, el principal resultado de la elección ha sido la agudización de la tendencia largamente conocida de gobiernos con escaso o nulo apoyo en el Congreso. Sus causas se encuentran en la conjugación de los determinantes institucionales, que hacen casi imposible evadir esa situación, con las condiciones específicas que rodearon a la elección. De manera especial, entre estas últimas se destacan la erosión de los partidos políticos tradicionales, la creación de un ambiente hostil hacia ellos, la sustitución de los partidos tradicionales y la decisión del candidato ganador de no presentar listas de diputados. 2.

La renovación del sistema de partidos Hacia el final de la década de los ochenta se perfiló con claridad un sistema de partidos que mantuvo cierta estabilidad a lo largo del tiempo. Estaba conformado por cuatro partidos que captaban altas proporciones de la votación, pero conviviendo siempre con un amplio conjunto de organizaciones pequeñas que lograban representación en el Congreso y en los organismos subnacionales. Se trataba, por tanto, de un sistema altamente fragmentado, que de acuerdo a

la clasificación propuesta por Sartori, podía incluirse en la categoría de pluralismo extremo (Sartori, 1992). En conjunto, los cuatro partidos centrales (PSC, ID, PRE y DP) incrementaron su votación desde el 63,3% en 1992 al 69,4% en 1994, al 75,6% en 1996, para situarse en su punto más alto en 2002 con el 84,6% 11. El 53,0% obtenido por los cuatro en las elecciones de 2002 marcó el inicio de la tendencia decreciente de su votación y significó el retorno a los niveles de una década atrás cuando ellos no lograban aún desprenderse del resto. Sin embargo, en las municipales y provinciales de 2004 recuperaron su caudal electoral y lograron la reelección de los alcaldes de las ciudades más pobladas (Quito, Guayaquil, Machala, Portoviejo), captaron alcaldías y prefecturas en algunas ciudades y provincias que estaban controladas por otros partidos o movimientos (Azuay, Cuenca, Loja) y sobre todo eligieron a un alto número de consejeros provinciales y concejales municipales. Por tanto, se podía sostener que al contrario de lo que había sucedido en las últimas elecciones nacionales, mantenían intacta su fuerza y no habían cedido sus espacios a las nuevas agrupaciones 12. Pero, dos años más

tarde, en las elecciones legislativas de 2006, aquella afirmación ya no tenía asidero debido a que nuevamente se dibujó la tendencia a la baja cuando su votación descendió al 32,7%, el nivel más bajo desde 1984 (cuando obtuvieron en conjunto el 43,8%). Esas oscilaciones de la votación de los partidos tradicionales pueden atribuirse a la alta volatilidad de la votación. Pero, cuando se consideran las características que ésta ha tenido a lo largo de todo el período, se puede ver que es una explicación insuficiente ya que no permite comprender el cambio radical de la tendencia. La volatilidad se ha expresado fundamentalmente como el desplazamiento de la votación entre esos cuatro partidos, independientemente de su posición en el espectro ideológico o de la distancia que se establece entre ellos en torno a aspectos básicos de la política nacional (issues). La permanencia de los cuatro partidos centrales del sistema, esto es, 11 La media de votación de los cuatro partidos entre 1979 y 2002 fue de 14,3% y varió desde el 10,3% de la DP hasta el 19,1% del PSC. En una posición intermedia se situaron el PRE, con el 14,3% y la ID con el 13,5. La media de los otros partidos que estuvieron presentes a lo largo del período (CFP, MPD, FADI, PSE, FRA y PK) fue de 4,4%. 12 La excepción estuvo dada por el triunfo del PRIAN en los bastiones del PRE, lo que configuraba una tendencia al reemplazo del segundo por el primero. Pero, fue el único caso, ya que los otros partidos nuevos apenas lograron superar el umbral mínimo para mantener su registro legal (como el PSP que se encontraba en el gobierno y que apenas obtuvo el 7% de los votos provinciales y municipales).

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Corte Nacional Electoral su capacidad de supervivencia a pesar de los cambios en las preferencias electorales, se explica entonces por la transferencia de votos entre ellos. De esta manera se limitaron las posibilidades de ingreso de nuevas fuerzas, lo que le daba ese umbral mínimo de estabilidad al sistema 13. Fue una estabilidad lograda a pesar de –o precisamente por– importantes variaciones de votación de algunos de sus integrantes 14. Por tanto, cabe retomar aquí lo señalado con respecto a las elecciones presidenciales, en el sentido de que en la elección de 2006 se quebró la tendencia que se había mantenido a lo largo del período, ya que en lugar de transferirse entre esos partidos, los votos se desplazaron hacia nuevas fuerzas. Como se puede ver en el Cuadro 2, el desplome afectó a los cuatro partidos centrales y paralelamente, de una manera desconocida hasta ese momento, dos partidos ajenos a estos lograron votaciones significativas. Por consiguiente, los resultados de esta elección no se restringen a la pérdida de votación de los partidos centrales del sistema, sino que incluyen también la entrada de dos nuevos partidos. La conjunción de ambos hechos establece una característica particular no sólo en la historia electoral reciente del país, 184

Cuadro 2 Votación de los partidos tradicionales, 1979-2006

sino dentro del contexto latinoamericano y sobre todo de los países andinos. Si se hubiera producido solamente el primer hecho se habría asistido al colapso del sistema de partidos, como ocurrió en Perú, Venezuela y hasta cierto punto en Bolivia. Por el contrario, al estar acompañado del segundo se establece una diferencia sustancial con aquellos casos y demuestra que lo ocurrido no es el colapso del sistema sino su reestructuración. Ciertamente, cabe reconocer que si se considera que uno de los

elementos básicos de la consolidación de un sistema es la permanencia de sus com13 La entrada de Pachakutik (PK) es una excepción y se hizo en gran medida a costa de la votación de los partidos de izquierda (PSE y FADI), que tuvieron un claro descenso de su votación, mas no por transferencia de proporciones significativas de la votación de los partidos centrales del sistema. Es probable que en sus años iniciales PK se haya beneficiado de una pequeña parte de los votos de ID, pero la posterior recuperación de este último demostraría que la cantera de los votos de aquel se encontraba en otro lugar. 14 ID y DP tuvieron votaciones muy irregulares a lo largo del período, en tanto que PSC y PRE mantuvieron una tendencia creciente hasta 1996, cuando iniciaron un camino errático. Es interesante destacar que incluso en 2002, cuando la votación de los cuatro cayó al nivel más bajo en diez años, (53,3%), con una media de 13,3%, esta última se eleva a 16,7% cuando se deja de lado a la DP, que es el partido que muestra el descenso más pronunciado (de 24,1% a 3,1%). Por tanto, aun en esas condiciones se hacía evidente en alguna medida la estabilidad del sistema.

Atlas electoral latinoamericano ponentes o, lo que es lo mismo, bajos niveles de volatilidad (Mainwaring y Scully, 1995), entonces este ha sido un sistema incipiente (inchoate) o no consolidado. Pero a la vez se debe tomar en cuenta que se ha mantenido a lo largo del tiempo, es decir, que ha tenido estabilidad aun con altos grados de irregularidad interna. Es esta característica la que puede explicar la ausencia de colapso y el fin del sistema por medio de su reestructuración. El nuevo sistema se ha ido conformando por reacomodos entre sus componentes, lo que finalmente ha abierto espacio a otras fuerzas, que es lo que ha ocurrido en las elecciones de 2006. Por ello, a pesar de que aún están presentes los partidos que predominaron a lo largo del período, es innegable que se trata de un nuevo sistema ya que la votación de estos se ha reducido sustancialmente y dos partidos nuevos han ocupado los primeros lugares. Un aspecto importante de este nuevo sistema es la votación relativamente alta que logran los dos partidos que ocupan los primeros lugares y que pasan a convertirse en sus pilares. PRIAN y PSP suman el 45,5% de la votación, una cifra superada solamente en 1996 cuando los dos primeros (PSC y PRE) obtuvieron el 49,2%. Por tanto, hay un gra-

do de concentración levemente más alto en los primeros lugares. Pero esto no elimina la condición de sistema altamente fragmentado, ya que los partidos tradicionales aún captan algo más de un tercio de los votos y las otras fuerzas logran una quinta parte. Las explicaciones de estos cambios pueden encontrarse en tres niveles diferentes pero complementarios. En primer lugar, es posible suponer que se han erosionado las bases sobre las que se asentaba la capacidad de permanencia de los partidos que predominaron a lo largo del período, esto es, que han perdido –o han reducido significativamente– el control de las redes clientelares sobre las que se asentaba su acción política. Dado que estas redes son operadas por intermediarios que cuentan con cierto grado de autonomía, es probable que se haya producido un desplazamiento hacia los nuevos partidos como resultado de cálculos estratégicos en términos de costos y beneficios. La causa última se encontraría en los bajos rendimientos económicos y sociales del desempeño de los partidos en las instancias de gobierno. Sus prácticas en el Congreso Nacional parecen influir decisivamente en este aspecto. 15 Sin embargo, en este punto es necesario diferenciar claramente entre los ni-

veles subnacionales y el nivel nacional. Es en este último en donde se produce el cambio del sistema de partidos, en tanto que en las elecciones municipales y provinciales ellos tuvieron excelente desempeño, incluso en las de 2004 cuando ya se habían presentado los primeros síntomas de los problemas que se agudizarían dos años más tarde. En la siguiente sección me detendré en este aspecto, pero cabe destacar esta diferencia que con seguridad será uno de los elementos que definirán el futuro del sistema de partidos. En segundo lugar, es probable que haya incidido significativamente la lógica de plazos extremadamente cortos generalizada 15 El ejercicio del gobierno ha sido causa de desgaste para unos partidos, mientras que otros se han fortalecido en esa condición. Los que perdieron votación fueron ID a partir de su ejercicio de gobierno con Rodrigo Borja (19881992), PRE que comenzó su declinación inmediatamente después del abrupto fin del gobierno de Abdalá Bucaram (1996-1997) y DP que experimentó la caída más pronunciada del período cuando concluyó la presidencia de Jamil Mahuad (1998-2000). Por el contrario, PSC y PSP lograron incrementar su votación después de los gobiernos de León Febres Cordero (1984-1988) y Lucio Gutiérrez (2003-2005), respectivamente. Al contrario de lo que se podría suponer, los resultados económicos de los gobiernos no pueden ser tomados como una variable explicativa en este aspecto, ya que no son éstos los que marcan las diferencias entre los dos grupos. Así, los indicadores económicos de los gobiernos de ID y PRE, que están entre los que perdieron votación, fueron mejores que los de PSC, que logró ampliar su apoyo después de haber gobernado. El único partido que se podría haber beneficiado de los resultados económicos de su gobierno es el de PSP, que incrementó su votación, pero a la vez cabría recordar que fue derrocado antes de que concluyera su período. De cualquier manera, la explicación debe encontrarse en la conjunción de varios factores, entre ellos el de las prácticas clientelares que se pueden desarrollar desde el gobierno (y que explicarían claramente los casos de PSC y PSP).

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Corte Nacional Electoral en la política ecuatoriana. En gran medida ésta se deriva del predominio del clientelismo como forma de relación política (Menéndez, 1986), pero va más allá de esa práctica y tiene también como origen a factores propios del diseño institucional (como el calendario electoral, la forma de votación, entre otros). Como quiera que sea, es un juego político de resultados inmediatos, concretos y tangibles en el que se somete a evaluación permanente a los partidos y a los políticos. No se rige por políticas de largo o mediano plazo, de modo que los partidos pierden –si alguna vez la tuvieron– la capacidad de formular políticas de alcance general. Inicialmente y mientras cuenten con acceso a recursos, ellos pueden beneficiarse del apoyo conseguido de esta manera, pero la necesidad de mostrar resultados inmediatos y la necesidad de controlar recursos llevan a un rápido desgaste. En tercer lugar, se puede suponer que ha tenido algún impacto el discurso reiterado en contra de los partidos y en general en contra de la política 16. Por lo menos desde las elecciones de 1996 han ganado terreno las posiciones antipolíticas, tanto en la contienda presidencial como en la legislativa. Desde aquel año se constata el avance de 186

personajes sin trayectoria política y que hacen de la crítica a los partidos el eje de sus propuestas 17. La repercusión que esto ha tenido en los medios de comunicación, así como los errores de los partidos y su equivocada reacción al respecto han alimentado esta tendencia hasta llevarla a niveles que habrían sido inconcebibles pocos años antes. Obviamente, los partidos han aportado mucha materia para que esto se materialice fácilmente (al estructurarse como organizaciones cerradas, con escasa o inexistente democracia interna, sin raíces en la sociedad y sin renovación de dirigentes), pero la explicación no se encuentra exclusivamente en ese campo. Más bien, hay una convergencia de elementos que alimentan a la antipolítica, entre los que no faltan algunos aspectos del diseño institucional como la votación por personas. La implantación de la modalidad de listas abiertas (panachage) en 1997 ha tenido mucha incidencia en este sentido, pero cobró verdadera fuerza en las elecciones de 2006 cuando se introdujo un mecanismo de asignación de puestos que privilegia el voto por personas 18. Asimismo, las amplias facilidades para la presentación de candidaturas –sin los requisitos mínimos que deben cumplir los partidos– han

contribuido al debilitamiento de éstos 19. En síntesis, el resultado más visible de la elección legislativa de 2006 es el cambio de los integrantes del sistema de partidos, que es precisamente lo que asegura su permanencia. No se ha producido el colapso, pero tampoco mantiene la misma estructura que se había ido construyendo durante los últimos veinte

16 La expresión más clara de esto se encuentra en el incremento de los votos nulos en las elecciones legislativas, que ascendió de 16,1% en 2002 a 26,3 en 2006 y que en buena medida se lo puede atribuir al rechazo a los partidos tradicionales y a las diversas campañas realizadas en contra de ellos. Una de éstas, quizás la más importante y de mayor trascendencia, fue la realizada por Rafael Correa, que convocó a votar nulo como una forma de rechazo a la que él identificaba como partidocracia, pero también como una manera de socavar la legitimidad de un Congreso que inevitablemente estaría controlado por la oposición y que se opondría a la instalación de una asamblea constituyente, que a su vez constituía el núcleo de su plan de gobierno. 17 Un indicador de esto se encuentra en el éxito alcanzado por los candidatos independientes a diversas dignidades, incluida la presidencia de la República. En 2002 ya llegaron a la segunda vuelta dos candidatos que no provenían de los partidos tradicionales y cuyo discurso consistía básicamente en la crítica a éstos. En 2006 la tendencia fue mucho más clara en tanto los cuatro primeros lugares de la primera vuelta estuvieron ocupados por personajes de esas características. La utilización del término partidocracia –en un medio en el que los partidos han sido extremadamente débiles– como algo despectivo, fue el núcleo de la campaña de cada uno de ellos. 18 Después de sucesivos cambios en la fórmula de asignación de puestos, en 2006 el Congreso introdujo una modalidad de conteo que diferencia los votos emitidos por partidos y por personas. A estos últimos se les aplica el denominado ponderador exacto, sin que se sumen a los votos del partido. En la práctica se convierte en un sistema mixto y constituye un incentivo para el voto por personas. 19 La inscripción de una lista para la diputación requiere solamente del respaldo de un número de firmas equivalente al 1% del padrón provincial, lo que en algunas provincias representa una cifra irrisoria (en 7 provincias equivale a menos de 850 firmas, en 6 son necesarias menos de 3.000, en otras 6 menos de 5.000 y solamente en 3 se requiere más de esa cifra). Estas organizaciones no necesitan contar con una organización nacional.

Atlas electoral latinoamericano años. Los límites a las prácticas clientelares en el nivel nacional, la generalización de una lógica de plazos cortos y resultados inmediatos, así como los incentivos a la personalización de la política son factores que han contribuido decisivamente en este sentido. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que los partidos que predominarán en esta nueva fase no se asienten en prácticas clientelares y en redes de intercambio de votos por favores. Por el contrario, son partidos conformados única y exclusivamente sobre prácticas y relaciones de clientelismo. Mi observación apunta al agotamiento de estas prácticas en manos de los partidos tradicionales a causa de los bajos rendimientos de su gestión pública. En ese sentido, la renovación del sistema se produciría dentro de las mismas condiciones que han predominado hasta ahora. 3. La distribución territorial Los resultados de las elecciones de 2006 se manifiestan también la dimensión territorial, esto es, en la distribución de la votación de los partidos y en la conformación de sistemas de partidos en los niveles subnacionales. Como se ha destacado en estudios recientes, éste es un tema de suma importancia para el análisis del sistema po-

lítico ecuatoriano, hasta el punto de que es imposible comprender sus especificidades si no se acude a esta perspectiva (Freidenberg y Alcántara, 2001; Ibarra, 1996; Pachano, 2004) 20. Por lo general, los estudios se han orientado a la distribución de la votación de cada uno de los partidos en las regiones naturales del país (Costa, Sierra y Amazonía-Galápagos) o en las veintidós provincias definidas por la división político-administrativa. Pero, ya que ha predominado la visión nacional de estos temas y no se ha tomado como ámbito de estudio a los niveles subnacionales, es poco lo que se ha avanzado en el análisis de lo que sucede en estos últimos. En la presente sección intento dar un paso hacia adentro de los niveles subnacionales, tanto por la importancia que tiene para la comprensión de los cambios en el sistema de partidos como por la información que aporta para interpretar los resultados de las elecciones de 2006. Para comenzar, cabe reiterar que, como ha ocurrido a lo largo del período, las diferencias regionales han condicionado fuertemente la orientación de los electores en estas elecciones. La manifestación más clara de esto se encuentra en la proporción de votos que obtienen los candidatos

presidenciales en cada una de las regiones. Como se puede observar en el Gráfico 1, la mayoría de postulantes obtuvo su apoyo fundamentalmente en una de las regiones o, en general, su electorado no se distribuyó armónicamente en el territorio nacional 21. Siete de ellos obtuvieron la mayor parte de su votación en la Sierra, en tanto la votación de los otros seis provino fundamentalmente de la Costa (en ambos casos con proporciones que exceden al peso de cada región en el total nacional). Los extremos se presentaron con los cinco candidatos que obtuvieron entre las dos terceras y las cuatro quintas partes de su votación en una sola región (tres en la Costa y dos en la Sierra). Por tanto, las candidaturas presidenciales mantienen el sesgo regional que 20 Cada vez es más significativo el avance de esta perspectiva en la ciencia política contemporánea. Se puede afirmar que la dimensión espacial se ha incorporado como un elemento que no puede ser dejado de lado en el estudio de los partidos, los sistemas de partidos y las preferencias electorales. Fundamentalmente, los estudios recientes han puesto énfasis en la distribución territorial de la votación (Mainwaring y Jones, 2003) y en la desproporción de la votación como efecto de la utilización de circunscripciones electorales de diversas magnitudes (Snyder y Samuels, 2001; Taagepera y Shugart, 1989). 21 Una distribución armónica de la votación sería la que reflejara aproximadamente la distribución regional (o provincial) de la votación nacional. Esto quiere decir que cada candidato debería obtener aproximadamente el 46,0% de sus votos en la Sierra, el 49,9% en la Costa y el 4,1% en la Amazonía y Galápagos (o el peso de cada provincia dentro del total nacional cuando se trata del análisis provincial). Este criterio constituye la base del índice de distribución territorial (IDT) que utilizaré más adelante.

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Corte Nacional Electoral han tenido tradicionalmente en el Ecuador y que incluso se manifiesta en la conformación de la fórmula presidencial 22. Sin embargo, ésta es una distribución más armónica que la obtenida en las elecciones del año 2002, en las que el sesgo regional de la votación fue mucho más fuerte. En aquella ocasión, todos los candidatos, con excepción de uno, obtuvieron la mayoría de sus votos en una de las dos regiones más pobladas y con distorsiones mucho más amplias que las observadas en la última elección. Esto se demuestra con la aplicación del índice de distribución territorial (IDT), que mide la brecha entre la votación de cada partido y la distribución territorial de los electores (el padrón electoral) 23. La media del IDT por regiones para esta elección fue de 16,3, mientras en las elecciones de 2002 fue de 21,5. Asimismo, el IDT por provincias fue de 21,3, frente al 26,4 de las elecciones de 2002 24. Se podría suponer que esta mejor distribución de la votación en la elección presidencial de 2006 tiene alguna relación con la crisis de los partidos tradicionales, lo que en efecto parece ocurrir pero de una manera indirecta. Como se ha señalado reiteradamente, los partidos ecuatorianos han ido 188

Gráfico 1 Proporción de votación según regiones. Elección presidencial, 2006

concentrando crecientemente su votación en bastiones regionales y provinciales, lo que ha dado lugar a altos grados de desproporción en la distribución (que se manifiestan en altos niveles del IDT). Por tanto, se podría esperar que al entrar los partidos en una fase de descenso tuvieran menos incidencia en el índice medio y, sobre todo, que las nuevas organizaciones o las candidaturas ajenas a ellos no estuvieran condicionadas por esa estrecha relación con electorados delimitados territorialmente. Pero no es exactamente así, ya que en esta ocasión se ha reducido también el IDT de esos partidos. Más bien, es probable que la

explicación se encuentre en el predominio de temas de alcance nacional en la campaña de 2006, lo que por cierto tiene alguna relación con la menor incidencia de los partidos en 22 Tanto los partidos como las organizaciones independientes estructuran la fórmula para presidente y vicepresidente con candidatos de las dos regiones más pobladas (Costa o Sierra). Hacerlo con dos personas de la misma región tendría un alto costo en votos, ya que encontraría muchas dificultades para captar la votación de la otra región. Asimismo, incluir a una persona de la Amazonía o Galápagos podría considerarse un error estratégico debido al escaso peso electoral de esas provincias. 23 Una explicación del IDT se encuentra en Pachano, 2004. Se expresa como IDT = (_ ( Pn - Vpn ()/2, donde Pn es el peso de la provincia en el padrón electoral y Vpn es el peso de la votación provincial sobre la votación nacional del partido. Sus valores van de 0 a 100, siendo 0 la mejor distribución y 100 la brecha más amplia. 24 El IDT por regiones calcula la desviación de la votación de cada partido con respecto al padrón de cada región, en tanto que el IDT provincial calcula la desviación con respecto al padrón de cada provincia. Este último tiende siempre a ser más alto por el mayor nivel de desagregación de la información.

Atlas electoral latinoamericano la construcción de la agenda política, pero no exactamente con su votación. Es más, el mejoramiento en los índices de distribución territorial de los partidos tradicionales se explicaría por la adscripción a esos temas y por el abandono de las propuestas de alcance provincial o regional que caracterizaron siempre a sus candidaturas, pero obviamente a costa de sacrificar esa gran parte de su votación que se aseguraba por medio de las relaciones clientelares 25. Los resultados de las elecciones legislativas muestran con mayor fuerza las distorsiones regionales en la votación. La media del IDT provincial se situó en 80,6, una cifra que supera en casi cuatro veces a la obtenida en las presidenciales y que se explica por tres causas. En primer lugar, por la tendencia ya mencionada de los partidos a encerrarse en bastiones provinciales en los que obtienen una alta proporción de su votación total, y que se manifiesta sobre todo en las elecciones legislativas que son las que expresan claramente la fuerza de cada partido. En segundo lugar, por las amplias facilidades de entrada en la competencia política, que constituye un incentivo para la presentación de listas uniprovinciales, lo que lleva a que existan muchas candidaturas que inevitable-

mente obtienen la totalidad de su votación en una sola provincia 26. En tercer lugar, por la posibilidad de conformar alianzas electorales en provincias, independientemente de las decisiones tomadas por los partidos en el nivel nacional, lo que significa que un mismo partido puede presentarse bajo diversas etiquetas en las diversas provincias 27. Pero, a pesar de la elevada cifra a la que llegó el IDT en esta elección, es levemente menor a la que tuvo en 2002, cuando fue de 83,6 (aunque la reducción de la brecha es tan pequeña que no se puede decir que esa diferencia exprese un mejoramiento de la distribución territorial media). Si se considera que la verdadera fuerza de los partidos se expresa fundamentalmente en las elecciones legislativas –debido al menor peso de los liderazgos personales–, entonces a la luz de estas cifras se puede asegurar que es un sistema de partidos fuertemente determinado por los condicionantes territoriales. Su estructura, las prácticas que desarrollan sus integrantes y las conductas de los electores se definen en buena medida por esos factores. Así, a pesar de los avances observados en la contienda presidencial y de la mejor distribución de la mayor parte de los partidos en las legislati-

vas, éstos siguen siendo elementos determinantes para la definición de estrategias por parte de los actores políticos, de manera que no pueden estar ausentes en el análisis 28. En este punto cabe volver sobre la diferencia entre las elecciones presidenciales y las legislativas. Como se vio, la distancia en25 La elección de 2006 giró fundamentalmente en torno al tema de la reforma política y al modelo económico. La fuerza que tomaron estos issues hizo imposible que alguno de los candidatos dejara de pronunciarse sobre ellos y, al mismo tiempo, dejó poco espacio para los temas que podían reforzar los lazos con los electorados delimitados territorialmente. En un análisis sobre las causas de la derrota de los candidatos auspiciados por los partidos políticos tradicionales debería considerarse este aspecto, ya que constituye una evidencia de pérdida del control de la agenda política. 26 En la última elección hubo 42 listas que se presentaron en una sola provincia (67,7% del total de listas presentadas a nivel nacional). En las elecciones de 2002 fueron 45 listas uniprovinciales, equivalentes al 62,2% del total. Por tanto, aunque se redujo el número total de listas, se incrementó la proporción de las que se presentaron en una sola provincia. 27 Las alianzas así conformadas no pueden contabilizarse como listas de un partido determinado ya que, en primer lugar, en ellas pueden participar varios partidos por lo que no se podrían adjudicar los votos a uno solo de ellos. En segundo lugar, aunque incluyan la etiqueta de un partido no siempre están conformadas por afiliados a éstos (el partido aporta con su nombre para fines legales y de procedimiento de inscripción), de modo que los diputados elegidos de esa manera no siempre se mantienen en el partido, y son los más proclives a romper la disciplina dentro del Congreso (Mejía, 2002). En tercer lugar, cuando llegan al Congreso pueden no integrarse en la bancada del partido. Por tanto, la disposición que permite las alianzas provinciales es un incentivo para el incremento del número de listas en la contienda electoral. 28 Es importante reiterar que varios partidos tradicionales mejoraron la distribución territorial de su votación en estas elecciones legislativas. Así, en 2002 el PSC obtuvo el 78,5% de sus votos en su bastión provincial, la provincia de Guayas, mientras en 2006 esa provincia representó el 53,7% de su total. La ID, que 2002 obtuvo el 66,0% de sus votos en su bastión, la provincia de Pichincha, en 2006 lo redujo al 51,5%. Lo mismo puede decirse del PRE, que en 2002 concentró el 60,0% de sus votos en Guayas (también su bastión) y en 2006 el peso de esa provincia fue del 49,9%.

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Corte Nacional Electoral tre los respectivos índices de distribución es muy amplia, lo que expresa sin duda la existencia de condiciones radicalmente distintas en ellos, que a la vez dan lugar a lógicas de acción totalmente diferentes. Una primera explicación puede encontrase en los issues que constituyen la agenda en uno y otro caso. En la elección legislativa los partidos privilegian los temas locales, provinciales y regionales, lo que lleva al fortalecimiento o por lo menos a la preservación de los bastiones, mientras que en la presidencial tenderían a predominar los temas de alcance nacional. Por tanto, sería prácticamente inevitable la coexistencia de una agenda centrada en temas nacionales

en la elección presidencial con una agenda de temas subnacionales en las legislativas. Esto significa que los partidos deben hacer propuestas y desarrollar estrategias de acción adecuadas a cada uno de esos dos niveles. De esa manera –y dado que no existen restricciones para el voto cruzado– un mismo elector puede combinar sus preferencias y seleccionar un partido para la presidencia y otro u otros partidos para el Congreso 29. Sin embargo, en esta elección se han moderado esas diferencias ya que, como se observa en el Cuadro 3, las brechas entre la votación del candidato presidencial y la del partido respectivo son relativamente bajas.

Cuadro 3 Votación por candidato presidencial y por diputados, 2006

Esto quiere decir que en esta elección entraron en juego algunos factores que redujeron la importancia de lo subnacional en la elección legislativa o que ésta estuvo sobredeterminada por la presidencial. Entre esos factores se debe destacar necesariamente la importancia que tomaron algunos temas nacionales (como la reforma política) en la conformación de la agenda de campaña, a lo que me referí antes. Finalmente, las diferencias regionales en la votación inciden sobre los sistemas de partidos subnacionales que se han ido conformando a lo largo de los últimos años 30. Es inevitable que la diversidad económica, social, cultural y política constituya estructuras de competencia política propias de cada una de las diversas unidades regionales, provinciales y locales, aun por encima de las limitaciones que pueden establecer los arreglos institucionales. En efecto, aunque desde el inicio del período constitucional se estableció un sistema electoral único para todos 29 En realidad, son mucho más amplias las posibilidades de combinación de preferencias ya que para las elecciones legislativas se utiliza el método de votación personalizada en listas abiertas (panachage), que le da a cada elector la facultad de votar por tantos candidatos cuantos puestos se encuentran en juego, seleccionándolos de las diversas listas. 30 A pesar de su importancia, éste es un tema que no ha sido estudiado y que demanda esfuerzos más detenidos y de mayor alcance que puedo desarrollar en estas páginas, de manera que lo que sigue es solamente un primer acercamiento.

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Atlas electoral latinoamericano los ámbitos –sin atender a las especificidades propias de cada uno de ellos–, esto no llevó a la conformación de un único sistema de partidos. A pesar de lo que se pudo suponer en su momento, y del objetivo con el que se hizo el diseño del sistema político, éste resultó más bien un incentivo para la conformación de sistemas propios de esos ámbitos. Son sistemas que están sometidos a cambios pero que en general se han mantenido a lo largo del tiempo y que, a la luz de los resultados de la última elección, se los ve como un tema central dentro del análisis. El acercamiento a estos sistemas –o subsistemas– debe contar con un instrumento de clasificación que será necesario desarrollarlo en el futuro. Provisionalmente se

puede acudir a la tipología propuesta por Sartori, que identifica sistemas de partido predominante, bipartidistas, de pluralismo limitado, de pluralismo extremo y de atomización (Sartori, 1992). Como una manera de hacer operativa esta tipología, se pueden aplicar los criterios contenidos en el Cuadro 4, en el que cada criterio es excluyente de los que caracterizan a los otros tipos, esto es, que debe cumplirse exclusivamente ese criterio 31. Se trata de un criterio estrictamente numérico, que no alude a la posición de los partidos en torno a los issues políticos y, siguiendo lo señalado acerca de la elección legislativa como indicador de la fuerza de los partidos, toma como referencia exclusivamente en ese tipo de elección.

Cuadro N° 4 Criterios de clasificación de los sistemas de partidos

La aplicación de estos criterios al nivel provincial permite constatar la gran diversidad de sistemas que coexiste en el país, que se sintetizan en el Cuadro 5. En cinco provincias se han constituido sistemas de partido predominante (Bolívar, Manabí, Los Ríos, Orellana, Napo). En cuatro provincias se encuentran sistemas bipartidistas (Tungurahua, Guayas, Sucumbíos, Pastaza). En otras cuatro se identifican sistemas de pluralismo limitado (Esmeraldas, El Oro, Morona y Zamora). En ocho provincias existen sistemas de pluralismo extremo (Carchi, Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Chimborazo, Cañar, Azuay, Pastaza). Solamente en una provincia hay un sistema atomizado (Loja). En consecuencia, en más de la mitad de las provincias ecuatorianas (54,6%) se ha conformado uno de los tipos de pluralismo, con predominio del pluralismo extremo que se encuentra en algo más de un tercio del total de provincias (36,4%). Aún más, en dos provincias (El Oro y Zamora) sus sistemas se encuentran en el límite entre el pluralismo 31 A manera de ejemplo, si los dos primeros partidos suman más del 50% de los votos pero el primer partido obtiene más del 40%, no será un sistema bipartidista, será de partido predominante. De igual manera, si entre tres partidos se reparten el 66% de los votos, pero el primero de ellos tiene más del 50%, no será de pluralismo limitado (puede ser de bipartidista o de partido predominante, de acuerdo a la suma de los dos primeros).

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Corte Nacional Electoral limitado y el extremo. Por tanto, el conjunto nacional está constituido por sistemas que cuentan con múltiples ganadores y que expresan las facilidades no sólo para el ingreso a la competencia sino para la obtención de puestos. Cabe destacar que el tipo de sistema no guarda relación directa con la magnitud de la circunscripción, esto es, con el número de escaños que se elige en cada una de ellas ni con el número de electores. Los sistemas de partido predominante se encuentran en provincias pequeñas (Bolívar, Orellana, Napo), intermedias (Los Ríos) y grandes (Manabí). Los sistemas de pluralismo limitado se han constituido en provincias inter-

Cuadro N° 5 Sistemas de partidos según región

medias (Imbabura, Cotopaxi, Chimborazo, Azuay), pero también pequeñas (Carchi, Cañar, Pastaza) y en una grande (Pichincha). Los bipartidistas se encuentran en una intermedia (Tungurahua), una grande (Guayas) y dos pequeñas (Sucumbíos, Galápagos) 32. Hay apenas una débil relación con la región, ya que en la Sierra se concentran los sistemas de pluralismo extremo (que se encuentra en siete de sus diez provincias) y la Costa acoge por igual a las de partido predominante y a las de pluralismo limitado. Por tanto, el tipo de sistema provincial debe derivarse de otros factores, entre los que seguramente tendrán un lugar de importancia los procesos políticos desa-

rrollados previamente, los tipos de liderazgos, las fuentes y procedimientos de legitimación y las prácticas políticas específicas de cada caso 33. No es este el lugar para indagar en las causas de la conformación de estos sistemas subnacionales, pero sí es pertinente señalar que a pesar de que estas elecciones los han consolidado, hay dos hechos que marcan una diferencia con ocasiones anteriores y que pueden tener incidencia en el futuro. En primer lugar, la mejor distribución territorial de todos los partidos (tradicionales y nuevos), a la que me he referido reiteradamente. Por la confluencia de los motivos señalados antes (agotamiento de los partidos, predominio de temas nacionales, entre otros), la presente elección legislativa ha arrojado una de las distribuciones territoriales más armónicas de las dos décadas recientes. En segundo lugar, los dos partidos que han alcanzado los primeros lugares y que aparentemente constituirán el eje de la nueva fase 32 Durante por lo menos quince años, hasta las elecciones de 2002, Guayas contaba con un sistema de partido predominante, pero los resultados de la presente elección demuestran que ha llegado a su fin no sólo por la instauración del bipartidismo, sino por la inédita apertura a terceras fuerzas. 33 Desde la perspectiva nacional, la coexistencia de estos diversos sistemas provinciales de partidos se manifiesta en el multipartidismo de la Sierra y bipartidismo de la Costa, que han sido las tendencias dominantes a lo largo del período democrático.

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Atlas electoral latinoamericano del sistema de partidos lograron distribuir su votación de manera bastante armónica, en niveles desconocidos hasta ahora. No se puede sostener que esta tendencia será perdurable y que mantendrá en el mediano o en el largo plazo, o que incluso no cambiará radicalmente en las siguientes elecciones, ya que depende de muchos factores y sigue siendo una votación asentada en redes clientelares que pueden desplazarse a otros partidos en cualquier momento. Sin embargo, es un cambio de importancia que debe ser consignado como uno de los principales resultados de esta contienda. Bibliografía Barczak, Mónica. 2001. Squaring Off: Executives and Legislatures in Ecuador. En Elgie, Robert: Divided Government in Comparative Perspective. New York, Oxford University Press. (40-62) Conaghan, Catherine. 1995. Politician Against Parties: Discord and Disconnection in Ecuador´s Party System. En Maiwaring, Scott & Timothy Scully (Ed): Building Democratic Institutions. Party Systems in Latin America. Stanford, Stanford University Press. (434-458). Freidenberg, Flavia & Manuel Alcántara.

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Corte Nacional Electoral

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Atlas electoral latinoamericano

Las elecciones en México y Centroamérica: ¿polarización o fragmentación?

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stos últimos años, un fantasma recorre la política latinoamericana: elecciones cada vez más reñidas, con resultados cada vez más controvertidos, cuya confiabilidad se pone en duda, con lo cual se genera incertidumbre sobre la calidad de los procesos electorales, y de las democracias mismas. Este fenómeno se produce en un contexto de polarización creciente, que llevó a algunos observadores a hablar de una “ola hacia la izquierda” de América Latina. Con la reelección de Alvaro Uribe en Colombia, y los fracasos de Ollanta Humala en Perú y Andrés Manuel López Obrador en México, esta hipótesis se agotó. Pero incluso en los países donde las fuerzas “de izquierda” tienen el viento en popa, es difícil identificar proyectos, programas o electorados diferenciados en términos ideológicos. Detrás de los excesos retóricos de las campañas electorales, es más bien la erosión de los partidos políticos tradicionales y el incremento de la abstención que permiten la afirmación de

Willibald Sonnleitner líderes carismáticos, que dicen encarnar las aspiraciones de un “pueblo” cada vez más desilusionado con las élites gobernantes. En este contexto de fragmentación de las lealtades políticas tradicionales, de escasa participación ciudadana y de polarización creciente del espectro electoral, la movilización puntual de sectores minoritarios puede bastar para ganar contiendas muy personalizadas. Y el carácter reñido de las elecciones revela, entonces, la fragmentación de las fuerzas partidistas y los límites de las democratizaciones, tanto por lo que se refiere a la calidad técnica y la credibilidad de los procesos electorales ante los ciudadanos, como por los efectos concretos del voto en términos de legitimación, de representación y de gobernabilidad políticas (tendiendo como consecuencia la multiplicación de gobiernos débiles y divididos). En vistas a explorar los factores explicativos de este fenómeno transversal, la presente contribución parte de un análisis

comparado de las últimas elecciones en Honduras, Costa Rica, El Salvador, México y Nicaragua, caracterizadas todas por resultados demasiado cerrados, controvertidos e inciertos para generar la legitimidad esperada, pero con desarrollos y desenlaces diferenciados. En una segunda instancia, se presenta un panorama de las principales fuerzas en competición, esbozando una geografía sintética de su arraigo electoral, de su implantación territorial y de su reciente evolución histórica. Ello permite profundizar en las raíces y en los significados concretos de la polarización política que, más que reflejar la existencia de sociedades divididas en dos polos opuestos, resulta de una creciente fragmentación partidista. I.

Elecciones polarizadas con resultados controvertidos Como bien lo destacó Adam Przeworski, la incertidumbre electoral es un elemento constitutivo y fundamental de la democra195

Corte Nacional Electoral cia. Pero dicha incertidumbre concierne a los resultados de las contiendas electorales que, en un régimen democrático, no pueden estar predeterminados, para ofrecer verdaderas opciones a los ciudadanos. Asimismo, la incertidumbre sobre los resultados debe acompañarse de una total certeza sobre las reglas del juego. Solamente así, los perdedores que desean conservar posibilidades de ganar futuras contiendas, también aceptarán las derrotas del presente. He aquí el desafío que plantearon los resultados inciertos de los últimos comicios en Honduras, Costa Rica, San Salvador,

México y Nicaragua. Porque si bien es cierto que, en teoría, las elecciones democráticas pueden ganarse por un solo voto, en la práctica ello implica que todos los contendientes confíen efectivamente en los organismos encargados de garantizar el conteo exacto de los sufragios, así como en las condiciones en las que éstos fueron solicitados y emitidos. Dicha confianza fue fragilizada por un conjunto de elementos estructurales y contextuales, que adquirieron significados peculiares en unas sociedades cada vez más divididas y polarizadas. Pero, ¿qué sucedió concretamente durante los últimos comi-

Gráfico 1 Márgenes de ventaja sumamente cerrados

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cios mexicanos y centroamericanos, y cómo fueron procesadas las diversas situaciones de incertidumbre electoral? A) Elecciones reñidas con resultados inciertos Más allá de sus especificidades, las últimas elecciones en Honduras (noviembre de 2005), Costa Rica (febrero de 2006), El Salvador (marzo de 2006), México (julio de 2006) y Nicaragua (noviembre de 2006) tienen un importante rasgo en común: sus resultados fueron singularmente reñidos, y fueron públicamente cuestionados. En contextos de fuerte polarización, los candidatos vencedores fueron electos con márgenes de entre 0,04 % y 3,7 % de los votos válidos (Gráfico 1), alimentando las dudas sobre la calidad técnica de los procesos electorales y las especulaciones sobre los efectos supuestamente decisivos de errores de escrutinio, e incluso sobre prácticas deliberadamente fraudulentas. Lo cierto es que, en todos los casos, los márgenes de victoria son muy inferiores a los porcentajes de boletas anuladas, lo que contribuyó a alimentar los rumores y la incertidumbre, particularmente en Honduras, donde la parte de éstas registró un incremento excepcional (Gráfico 2).

Atlas electoral latinoamericano Esta polarización exacerbada se acompañó de una confusión más o menos acentuada: sobre la oferta política, los proyectos y programas de los candidatos contendientes; sobre las razones e implicaciones de las alianzas y los acuerdos establecidos; sobre el papel y la neutralidad de los organismos electorales; así como sobre los resultados y el significado mismo de las elecciones. En Honduras, los comicios generales (presidenciales, legislativos y municipales) del 27 de noviembre de 2005 opusieron, principalmente, a los candidatos de los dos partidos que se alternaron en el poder desde 1981: Manuel Zelaya, del Partido Liberal (PL, centro liberal), y Porfirio Lobo, del Partido Nacional (PN, derecha conservadora), dirigentes de ambas fuerzas históricamente dominantes. El segundo cargaba con la imagen deteriorada del gobierno saliente. A pesar de gozar de una coyuntura económica bastante favorable, el país apenas progresó en términos sociales, y cuenta hoy entre los más pobres de toda América Latina. Asimismo, diversos escándalos de corrupción (concesiones de aeropuertos, venta de pasaportes, tráfico ilegal de madera y de carburantes) implicaban a sus colaboradores cercanos. La campaña de Lobo fue más bien

Gráfico 2 Márgenes inferiores a los votos anulados

defensiva, y lo llevó a replegarse sobre los valores tradicionales de su partido, con bases rurales y conservadoras. Zelaya, por su parte, se esforzó por proyectar una imagen modernizadora, con el fin de recuperar los electores urbanos y educados que su partido había perdido, y que conforman en las encuestas la parte más volátil de los llamados “indecisos”. Carentes de divergencias programáticas significativas entre dos partidos de centro-derecha, que comparten más valores de los que los separan, y habiendo ya ratificado el Tratado de Libre Comercio (TLC) en marzo de 2005, las campañas se

enfocaron en la inseguridad, plaga principal que revela la falta de empleos y las fallas de un modelo económico que sobrevive solamente gracias a las remesas enviadas por los emigrantes. Pero, tras una larga campaña que “disgustó” al 54% de los hondureños, 1 éstos tuvieron que esperar diez días a que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) diera a conocer al vencedor de las elecciones presidenciales.

1

Cálix, Alvaro, Percepción sobre el proceso eleccionario en Honduras: una aproximación a la cultura política y a la evaluación de la reforma electoral, Tegucigalpa, Federación de Organizaciones para el Desarrollo de Honduras (FOPRIDEH), 2006.

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Corte Nacional Electoral Desde la restauración democrática de 1980, es la primera vez que la votación fue tan cerrada, provocando una crisis de credibilidad en el TSE. Aunque este último es, en principio, independiente, los tres magistrados que lo componen son nombrados directamente por los principales partidos con representación parlamentaria. Y cuando su presidente, designado por el PL, se apoyó en un conteo rápido y en encuestas de salida de las urnas para declarar vencedor al candidato liberal, sin la presencia de los magistrados nacional y demócrata-cristiano, el PN y su candidato se negaron a reconocer los resultados y exigieron esperar el conteo del conjunto de las urnas. Dicha espera se transformó rápidamente en impaciencia e incertidumbre, cuando la prensa reveló que los funcionarios del TSE no trabajaban al día siguiente de la elección, y que todavía no se había comenzado a contabilizar las actas electorales. Las elecciones del 5 de febrero de 2006 en Costa Rica se anunciaban mucho menos cerradas, ya que las encuestas le otorgaban una amplia ventaja al ex presidente (19861990) y premio Nobel de la paz (1987), Oscar Arias, candidato del Partido Liberación Nacional (PLN, centro). Éste articuló su campaña alrededor de un aumento del gasto 198

público en materia de infraestructuras y educación, y se declaró favorable al TLC. Además de él, trece candidatos más compitieron por la magistratura suprema, entre los cuales tres tenían posibilidades de éxito: Ricardo Toledo, de la Unidad Social Cristiana (PUSC, de centro-derecha), partido asociado con varios y ampliamente publicitados escándalos de corrupción; Otto Guevara, del Partido Libertario (PL, derecha neopopulista), opuesto frontalmente a los partidos tradicionales y partidario de una política de “mano dura” contra la delincuencia; y Ottón Solís, del Partido Acción Cívica (PAC, de centro-izquierda), ya presente en 2002. Antiguo ministro de Arias y disidente del PLN, campéon de la austeridad y de la transparencia, este último fue –sobre todo– el único que hizo campaña en contra de las privatizaciones y del TLC. Ambos temas se revelaron acertados, focalizaron los debates y suscitaron movi-lizaciones importantes, en una sociedad cada vez más polarizada. Tras una campaña desequilibrada –con un claro sesgo financiero, mediático y de opinión pública a favor de Arias–, la derrota del PUSC se confirmó el 5 de febrero, pero Ottón Solís dio la sorpresa. Al día siguiente de la votación, solamente 2.450 votos (el 0,17% de los válidos) lo se-

paraban de Oscar Arias, llevando al Tribunal Supremo Electoral (TSE) a postergar la publicación de los resultados hasta después del contéo oficial de las 6.163 urnas. Durante los 32 días que duró este procedimiento, voces de desconfianza se expresaron en la prensa, y manifestantes frente al TSE. Aunque las últimas elecciones presidenciales de 2004 en El Salvador resultaron en una victoria abrumadora del partido gobernante, la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha), conviene integrar al análisis los últimos comicios legislativos y municipales de marzo de 2006, en la medida en la que éstos también desembocaron en un conflicto postelectoral muy delicado en la capital de este país. Si el presidente Tony Saca gozaba de una relativa popularidad y si su gobierno no estaba en juego, las apuestas no eran nada despreciables. Para el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN, izquierda heredera de la antigua guerrilla del mismo nombre), debilitado por la escisión de siete de sus 31 diputados, se trataba de constituir un grupo de 43 parlamentarios, para bloquear las políticas del gobierno. En el poder desde 1989, ARENA hizo de El Salvador el mejor alumno y un aliado incondicional de los Estados Unidos:

Atlas electoral latinoamericano primer país en firmar y ratificar el TLC en Centroamérica (diciembre 2004), El Salvador no dudó en enviar tropas a Iraq y ha do-larizado su economía. Los tres temas tienen una fuerte carga simbólica, y le sirvieron a los antiguos guerrilleros para denunciar la sumisión y la falta de patriotismo del gobierno, en una sociedad muy desigualitaria y fuertemente polarizada, que también sobrevive solamente gracias al dinero enviado por los emigrantes. 2 Ejemplo revelador de esta polarización: el espectro del difunto Comandante Shafik Handal (secretario general sempiterno del Partido Comunista desde los años 1970), representado en afiches, camisetas y banderas junto con Karl Marx, el Che Guevara y Hugo Chávez, emblematizó la campaña del FMLN, que sigue resistiéndose a la renovación de su imagen, de sus cuadros y de sus candidatos, desde el fin de la guerra civil en 1992. Y el domingo 12 de marzo, tres horas y media después del cierre de los centros de votación, los dos candidatos más votados a la alcaldía de San Salvador proclamaron sus victorias respectivas, pese a que los conteos rápidos no permitían establecer una tendencia, y que los resultados preliminares le daban una ventaja inferior a 100 votos a Violeta Menjívar Escalante, del

FMLN. Mientras que los militantes celebraban su triunfo, ésta se apresuró a denunciar un fraude, su partido retiró al magistrado que lo representaba en el Tribunal Supremo Electoral (TSE), y la dirección hizo un llamado público a defender la voluntad popular, si necesario “en la calle y por la fuerza”. Este contexto de alta tensión desembocó en enfrentamientos violentos entre los manifestantes y la policía, con varios heridos. En cuanto a las elecciones generales del 2 de julio en México, éstas se celebraron en un contexto inusualmente tenso, enrarecido y polarizado. Después de la alternancia histórica del 2000, parecía haber sonado la hora del Partido de la Revolución Democrática (PRD, izquierda) y de su candidato, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Hombre experimentado, formado en el legendario Partido Revolucionario Institucional (PRI, centro) y en los movimientos populares de los ochenta y noventa, éste inició su campaña hace cinco años, cuando recién había sido electo Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Gracias a un hábil manejo de las encuestas y los medios de comunicación, logró impo-nerse sobre Cuauhtémoc Cárdenas como el candidato con mayores posibilidades de ganar la presidencia. Asi-

mismo, estableció una alianza con el Partido del Trabajo y con Convergencia (la Coalición por el Bien de Todos). Por su parte, el Partido Acción Nacional (PAN) cargaba con el desgaste del gobierno de Vicente Fox, cuyo sexenio fue marcado por una relativa parálisis institucional. El presidente saliente ni siquiera logró la postulación de su antiguo secretario de gobernación, y el partido designó a un líder de la corriente tradicional, conservadora y católica, Felipe Calderón. Éste logró diferenciarse del presidente, centró su campaña sobre la creación de empleos y se presentó como el candidato de las “manos limpias”, denunciando la corrupción y la irresponsabilidad de un gasto público de corte “populista”. A su vez, el PRI se dividió como resultado de pugnas internas, particularmente entre su presidente y futuro candidato, Roberto Madrazo, y la entonces secretaria del partido, Elba Esther Gordillo. Derrotada, ésta fundó, junto con sus seguidores del sindi2

Como lo señala un informe reciente del PNUD, estos envíos de divisas constituían, en 2004, el 16% del PIB de El Salvador, es decir el 133% de las exportaciones y el 140% de los ingresos fiscales del país. Este dinero es enviado principalmente desde los Estados Unidos, por más de dos millones de Salvadoreños que debieron emigrar por falta de opciones económicas, y entre los que cerca de la mitad no tiene estatuto legal. PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano. El Salvador 2005. Una mirada al nuevo nosotros. El impacto de las migraciones, San Salvador, PNUD, 2005.

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Corte Nacional Electoral cato magisterial, su propio partido, Nueva Alianza (PANAL). En cuanto a Madrazo, el ex gobernador de Tabasco resultó ser un candidato poco carismático, asociado con los vicios del antiguo régimen revolucionario. En “Alianza por México” (junto con el Partido Verde Ecologista, PVEM, centro), su campaña se focalizó sobre la estabilidad y el orden del pasado, así como sobre la propuesta de “mano dura” contra la inseguridad. Pero fue la campaña altamente personalizada y beligerante de López Obrador la que marcó el tono y el ritmo de la contienda. Líder carismático y gran orador, bromista y combativo, AMLO prometió un “cambio radical” en beneficio de los pobres y se posicionó como el candidato de “los de abajo”, denunciando los abusos cometidos por diversos empresarios y banqueros. Desde el intento fallido de impedir su candidatura mediante su desafuero en 2004, el PAN y el PRI (que AMLO asimila en su discurso, refiriéndose al “PRIAN”) también adoptaron el registro de la confrontación personal, satanizando a su adversario y acusándolo de actuar bajo la influencia de Hugo Chávez. Así, las campañas se pola-rizaron de una manera caricatu200

ral, y las encuestas empezaron a anunciar una contienda cada vez más reñida, con López Obrador y Felipe Calderón alternándose en el primer lugar. El 2 de julio por la noche, la noticia fue fulminante: “too close to call”, empato técnico entre AMLO y Calderón. Se acababa de producir el peor escenario, de máxima incertidumbre y tensión. Las elecciones generales de noviembre de 2006 en Nicaragua también se celebraron en un contexto usualmente polarizado. Después de haber gobernado el país durante el período de la Revolución y de la guerra civil (1979-1990), el Comandante Daniel Ortega, candidato sempiterno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, izquierda heredera de la antigua guerrilla del mismo nombre), había perdido la presidencia en tres ocasiones. Pero su poder real no dejó de ampliarse, gracias a un curioso pacto con su principal enemigo del Partido Liberal Constitutionalista (PLC, derecha liberal), el ex presidente Arnoldo Alemán (19962001). A primera vista, la campaña electoral se desarrolló bajo el signo de un regreso a la guerra fría, peligro denunciado por todos los adversarios de Ortega, incluyendo la Embajada de los Estados Unidos en Managua. Pero en realidad, la verdadera incognita

se relacionaba con dos escisiones decisivas, que dividieron a ambos grupos de poder. Por primera vez desde 1990, el PLC no logró reunir la derecha alrededor del candidato de Alemán, el ex vicepresidente José Rizo. Y el banquero Eduardo Montealegre rompió las filas para presentarse bajo las siglas de la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN, derecha liberal anti-Alemán). Por su parte, el FSLN se escindió con la expulsión de Herty Lewittes, quien se presentó por el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS, izquierda anti-Ortega), junto con Edmundo Jarquín y el cantante Carlos Mejía Godoy. Desde la izquierda y la derecha, los disidentes denunciaron la corrupción y el autoritarismo del pacto Ortega-Alemán. En ese contexto, el FSLN optó por una campaña más bien discreta y moderada, en color rosa y bajo los temas de la paz y la reconciliación (cantados al sonido de “Give peace a chance” de John Lennon). Con vistas a limitar los estragos de la división interna, acercarse a la Iglesia y darle garantías a los empresarios, Ortega alternó promesas demagógicas con un hábil pragmatismo. Finalmente, el 5 de noviembre las elecciones resultaron, a su vez, inusitadamente cerradas. Desde el primer reporte del Consejo Su-

Atlas electoral latinoamericano premo Electoral (CSE), Daniel Ortega tenía un avance confortable sobre su principal contrincante, Eduardo Montealegre de la ALN. Sin embargo, la lentitud de la transmisión de los datos y el voto cruzado entre las presidenciales y las legislativas en beneficio del PLC, alimentaron la incertidumbre. Después de haber conocido los resultados preliminares del 14,7% y del 61,9% de las actas escrutadas el lunes, los ciudadanos debieron contentarse con los resultados del 91,6% el martes a 18:18 horas, y tuvieron que esperar hasta el 14 de noviembre antes de que el CSE difundiera los resultados del 100% de las actas, sin publicar hasta la fecha los datos completos de todas las juntas receptoras. B)

¿ Quién ganó? Una gestión diferenciada de la incertidumbre electoral Estos últimos comicios también se caracterizaron por una espera inusualmente prolongada de los resultados electorales, que desembocó en las especulaciones y sospechas más diversas, alimentadas por los candidatos presuntamente perdedores. Pero si la incertidumbre se instaló en todos los países analizados, ésta última fue administrada de una manera diferenciada, y no desembocó siempre en la contestación de las

Gráficos 3 y 4 Honduras: Resultados sobre válidos e inscritos

elecciones en su conjunto. Después de diez días de suspenso en Honduras, Porfirio Lobo y el Partido Nacional acabaron por reconocer la victoria de Manuel Zelaya, del Partido Liberal. A pesar de las fallas técnicas efectivas de la votación (entre ellas un déficit notorio de representantes de partidos en numerosos centros electorales), el candidato perdedor finalmente renunció a un recuento de los votos, aceptando los resultados del TSE. Según estos últimos, Zelaya ganó la presidencia con un margen de 73.763 sufragios más que Lobo (el 3,7 % de los válidos). Sin embargo, 200.310 boletas fueron anuladas (10%), es decir dos veces más que el pro-

medio registrado entre 1981 y 2001, y tres veces más que la ventaja obtenida por el vencedor. 3 Además, el fuerte incremento del abstencionismo (que pasó del 33% en 2001 al 44,6% en 2005) contribuyó a erosionar la legitimidad del nuevo presidente, electo por apenas el 25,1% de la población inscrita en las listas electorales (Gráficos 3 y 4). Pero sobre todo, las encuestas postelectorales registraron una caída notable de

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Ciertamente, dicho incremento de las boletas anuladas tiene que ser relacionado con la introducción, por primera vez, de un sistema electoral de listas abiertas con posibilidad de panachage, tras las últimas reformas de 2004. Pero curiosamente dicho fenómeno también se produce en las elecciones municipales y presidenciales, situándose en 44 de os 298 municipios entre el 15% y el 30% de sufragios. Una cuestión delicada, que merecería un análisis más detallado en el futuro.

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Corte Nacional Electoral

Gráficos 5 y 6 Costa Rica: Resultados sobre válidos e inscritos

la credibilidad del TSE, ya que 35% de los entrevistados declararon el los comicios del 2005 habían sido fraudulentos. 4 De la misma manera, después de 32 días de espera todos los candidatos y partidos reconocieron la victoria de Oscar Arias en Costa Rica, que reconquistó la presidencia con una ventaja de solamente 18.169 votos (el 1,1% de los válidos) sobre su principal adversario del PAC, Ottón Solís. Si la proporción de boletas anuladas (2,4%) rebasó ampliamente este margen, y si algunos siguieron criticando el carácter desequilibrado del proceso electoral a favor de Arias (cuya reelección había sido autorizada 202

por el Tribunal Constitucional en abril de 2003, tras dos decisiones anteriores en el sentido contrario), el apego a las reglas y a los procedimientos democráticos acabó imponiéndose sobre las dudas. Aun así, el ex presidente solamente fue reelecto con el 41% de los votos válidos (es decir con el apoyo del 25,4% de la población inscrita), y su partido controla apenas el 43,9% de los escaños en el parlamento (Gráficos 5 y 6). En contraste, la mediación de la misión electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA) se reveló crucial en la gestión del conflicto post-electoral en San Salvador. Después de tres días de alta ten-

sión, de manifestaciones violentas y de la amenaza de las 74 municipalidades gobernadas por el FMLN de entrar en huelga, el TSE decidió el recuento manual de los votos en la capital. Tras haber rechazado la impugnación de 84 sufragios, los magistrados declararon la victoria de Violeta Menjívar, con 64.881 contra 64.822 votos a favor de Rodrigo Samayoa de ARENA, es decir una distancia ínfima de 59 sufragios (el 0,04% de los válidos, véase Gráficos 7 y 8). Pero cabe interrogarse si unos resultados contrarios hubiesen podido ser administrados de la misma manera, sobre todo en la hipótesis, totalmente factible, que una situación similar se reproduzca en futuras elecciones presidenciales, con consecuencias mucho más importantes. Una pregunta que bien pudiera plantearse en 2009, cuando las elecciones municipales y legislativas coincidirán de nuevo con las presidenciales, como solamente ocurre cada quince años. 5 En México, la intensidad del conflicto 4

Cálix, Alvaro, Op.Cit.

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Para un análisis más extenso de los procesos electorales desde 1994 en El Salvador, véase Garibay, David “Diez años de participación política en El Salvador: Del conflicto interno a la polarización electoral (1994-2004)”, TRACE, Travaux et Recherches dans les Amériques du Centre, No. 48, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Instituto de Altos Estudios de América latina, Banco Interamericano de Desarrollo, diciembre de 2005.

Atlas electoral latinoamericano post-electoral desbordó los ánimos y los cauces institucionales, hasta desembocar en una situación verdaderamente insólita. Según el conteo rápido realizado por el Instituto Federal Electoral (IFE), desde el 2 de julio se registraba una pequeña ventaja a favor de Felipe Calderón. Pero por ser ésta inferior al margen de error (0,6 puntos) de la muestra utilizada (7.636 casillas), estos datos no se hicieron públicos. Mientras tanto, millones de ciudadanos seguían, via internet, la evolución en tiempo real del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), que concluyó el día siguiente con el 98,45% de las actas “computadas”. 6 Según éste, Calderón obtuvo el 36,38% contra el 35,34% a favor de AMLO, de un total de 38.549.351 sufragios emitidos. Pero se había cometido un pequeño error de comunicación. Con enormes consecuencias. El PREP procesó 128.771 de un total de 130.788 actas (98,45%) en las presidenciales. Sin embargo, se había acordado con los partidos que, para evitar cualquier distorsión, se descartarían del agregado preliminar las actas con algun tipo de “inconsistencia”. Esas 11.184 actas (el 8,55% del total) también se podían consultar de manera separada en internet (todos los partidos las con-

Gráficos 7 y 8 El Salvador: Resultados sobre válidos e inscritos

sultaron en repetidas ocasiones), pero las tendencias solamente se calcularon con el 89,91% de las actas procesadas. A raíz de la discrepancia entre los 38,5 millones de votos contabilizados de las actas consistentes del PREP, y los 41,6 millones de votos que correspondían a la participación registrada, se difundió el rumor que “tres millones de votos habían desaparecido”, alimentando especulaciones sobre un “algoritmo secreto” que altera-ba los resultados del PREP, y sobre un “fraude cibernetico” operado a favor del PAN. Finalmente, el 6 de julio el cómputo distrital del conjunto de las actas oficiales, realizado bajo el control de todos

los partidos contendientes, confirmó las tendencias registradas por el conteo rápido, el PREP y la mayoría de las encuestas de sali-da disponibles 7: 35,89% a favor de 6

El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) es un dispositivo instrumentado por el IFE para dar a conocer la evolución de las tendencias electorales en tiempo real. Consiste en la sistematización de unas copias especiales de las actas de escrutunio, pegadas al exterior de los paquetes electorales y captadas por un equipo específico en cuanto dichos paquetes son entregados en las 300 juntas distritales del país. Como no obedece a los mismos procedimientos que los computos distritales oficiales, que se realizan bajo el estrecho control de los representantes de los partidos contendientes, es muy rápido pero inevitablemente menos confiable, por lo que no tiene ninguna validez oficial. En otras palabras, su manipulación sería posible, pero carecería de sentido, ya que los únicos resultados que cuentan son los de los computos distritales (que se realizan a partir del miércoles que sigue el domingo de la elección).

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De las nueve encuestas consultadas, tan sólo una dio por ganador a Andrés Manuel López Obrador. Para un comparativo sintético, véase Ulises Beltrán, “Encuestas de salida y conteos rápidos”, Nexos, No. 344, p.18.

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Corte Nacional Electoral Felipe Calderón, contra 35,31% a favor de López Obrador, 22,62% para Roberto Madrazo, 2,7% para Patricia Mercado y 0,96% para Roberto Campa, con una participación del 58,6% de los 71 millones de mexicanos inscritos en el padrón electoral (Gráficos 9 y 10). Pero, para entonces, la confusión ya se había transformado en desconfianza. La negativa de AMLO de aceptar su derro-ta, sus ataques frontales contra el IFE y su célebre exigencia de recontar “voto por voto, casilla por casilla”, atizó las pasiones y desencadenó un intenso, costoso e interminable conflicto post-electoral. 8

La gestión de la incertidumbre electoral en Nicaragua tampoco satisfizo al conjunto de los ciudadanos. Porque, más allá de la presidencia, la cuestión crucial de esta votación era la de la continuación o de la ruptura con el “pacto” negociado entre el jefe del FSLN y el ex presidente liberal, Arnoldo Alemán (1997-2001). Dicho acuerdo había desembocado en la repartición y bi-partidización de los puestos clave en las ins-tituciones del país, así como en la reforma electoral que acaba de permitir la reelección del primero, a cambio del arraigo domiciliar del segundo. Fue este pacto el que, al bajar el umbral

Gráficos 9 y 10 México: Resultados sobre válidos e inscritos

para poder ganar la presidencia en primera vuelta del 45% al 40%, e incluso al “35% más cinco puntos de ventaja”, posibilitó el triunfo de Daniel Ortega, con 36,9% de los votos emitidos (es decir, con el 27,6 % de los inscritos y con el 25,9% de la población en edad de votar, véase Gráficos 11 y 12).). Pero si miles de observadores nacionales e internacionales (misiones de la Unión Europea, la OEA, el Centro Carter, Ética y Transparencia, etc.) ratificaron la calidad técnica de la votación, la existencia del pacto y la politización notoria del organismo electoral favorecieron las especulaciones sobre presuntas negociaciones de escaños parlamentarios en circunscripciones bajo el control exclusivo del FSLN y del PLC. En efecto, hubo que esperar nueve largos días antes de conocer los resultados oficiales del 100% de las actas. Durante todo ese tiempo, la distancia entre la ALN y el PLC no dejó de disminuir con la integración de las urnas rurales, hasta invertirse en las legislativas en beneficio de los candidatos de Arnoldo Alemán. Ciertamen8

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No es este el espacio apropiado para abordar el desarrollo y desenlace de este conflicto. Tras dos meses de movilizaciones y protestas -y un “mega-plantón” que paralizó durante semanas el centro de la Ciudad de México-, el 5 de septiembre el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) confirmó, en un fallo de 349 cuartillas, la validez de la elección de Felipe Calderón, quien asumió la presidencia en diciembre de 2006. No obstante, AMLO tampoco reconoció esta decisión.

Atlas electoral latinoamericano te, las urnas rurales en cuestión se sitúan en bastiones tradicionales del Liberal Constitucionalista. Sin embargo, muchas de ellas no pudieron ser cubiertas, ni por representantes de los disidentes liberales de la ALN, ni por los disidentes del Movi-miento de Renovación Sandinista. En resumidas cuentas, las últimas eleccio-nes en Honduras, Costa Rica, El Salvador, México y Nicaragua no solamente produjeron resultados singularmente reñidos, sino que se celebraron en contextos políticos más o menos confusos. Por encima de las promesas y la retórica de las campañas electorales, el declive de las identidades políticas tradicionales y de la disciplina partidaria es el factor que mejor explica la personali-zación de la política, el pragmatismo y el éxito de hombres carismáticos y “providenciales” que prefieren el monólogo con las multitudes a la discusión de ideas: tanto Oscar Arias como Daniel Ortega y Andrés Manuel López Obrador se negaron a debatir públicamente con sus adversarios. En este contexto, la polarización rebasa y afecta al conjunto de las instituciones. Desemboca en la politización y en la pérdida de credibilidad de los organismos electorales. Entonces, problemas técnicos de escruti-

Gráficos 11 y 12 Nicaragua: Resultados sobre válidos e inscritos

nio, generalmente anodinos, alimentan los rumores y las sospechas, así como el cuestionamiento de la calidad de las elecciones, y de las democratizaciones en su conjunto. II. ¿Sociedades divididas, o partidos fragmentados? Para comprender la gestión y los efectos diferenciados de estas situaciones electorales contestadas, resulta útil analizar algunos factores transversales, situándolos en la especificidad de los sistemas políticos nacionales, de su geografías electorales y de su evolución histórica reciente. Además del grado de estabilidad, estructuración e institucionalización de los partidos políticos, la intensidad y las

características de su polarización –ideológica y territorial– desempeñan un papel decisivo en la naturaleza y en el desenlace de los conflictos. En una perspectiva macrosociológica y comparativa, podemos clasificar los sistemas de partidos consi-derados en tres tipos: Honduras y Costa Rica (hasta 1998) se caracterizan por bipartidismos moderados, relativamente estables y estructurados; El Salvador y Nicaragua conocen multipartidismos bipolares, legados de las guerras internas de los años 1980; y México se distingue por un sistema tripartidista, con una creciente fragmentación. Los siguientes indicadores confirman esta distinción, y permiten situar los resultados electorales recientes en 205

Corte Nacional Electoral una perspectiva territorial y temporal más amplia, especificando los rasgos particulares de su polarización. A.) ¿ Polarización o fragmentación? Ya subrayamos el carácter singularmente reñido de estas últimas elecciones, en contextos de fuerte polarización. Ahora, conviene profundizar el análisis de los rasgos específicos de dicha polarización. Como lo muestran los dos gráficos siguientes, la concentración de los votos obtenidos por las dos principales

fuerzas solamente fue excepcionalmente elevada en Honduras (96,2%), mientras que fue menor en Costa Rica (80,8%) y El Salvador (78,6%), y mucho más moderada en México (72,8%) y Nicaragua (66,3%). La intensidad de la polarización se reduce aún más cuando se integra al análisis la proporción de ciudadanos que no participaron en las elecciones. Éstos son mayoritarios en El Salvador, rebasan la parte de ciudadanos movilizados por las dos primeras fuerzas en Honduras y en México, así como de la primera y segunda

Gráfico 13 Concentración del voto (válidos e inscritos)

fuerza en Costa Rica, siendo tan sólo minoritarios en Nicaragua –dónde se registran sin embargo problemas de inscripción en las listas electorales– 9 (Gráficos 13 y 14). En otros términos, la exacerbada polarización en Nicaragua, El Salvador y México se acompañó de una notable fragmentación de las preferencias electorales, mientras que la concentración más fuerte de votos se produjo en los contextos más moderados, donde la bipolarización no recubre divergencias programáticas o ideológicas significativas. Este curioso desfase entre la polarización retórica de la oferta política, y la fragmentación moderadora de los comportamientos electorales, merece ser analizado de manera más detenida, relacionándolo con las dinámicas del desarrollo “humano” de las sociedades mexicana y centroamericanas. ¿Las fronteras políticas de estos últimos comicios realmente recubren las divisiones socioeconómicas que estructuran los distintos países? Para responder a dicho interrogante, los

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La organización no gubernamental “Ética y Transparencia” y la Universidad Centroamericana (UCA) realizaron un estudio sobre este tema, y estiman que el 18% de la población en edad de votar no está inscrita en las listas electorales (entre ellos, un 3% habrían solicitado un documento de identidad, pero no lo hubieran recibido a tiempo. Véase Etica y Transparencia, Estudio del Proceso de Cedulación. Elecciones Nacionales 2006, Managua, Ed. Etica y Transparencia, 2006.

Atlas electoral latinoamericano siguientes mapas ilustran la distribución territorial de los resultados electorales, reagrupándolos en función de las cuatro principales opciones: apoyo a la primera o la segunda fuerza política, voto alternativo o abstención. Con el fin de reducir la complejidad, optamos por mapas sintéticos, elabo-rados mediante análisis multifactoriales de clasificación jerárquica. 10 Éstos nos permitirán identificar las configuraciones más características del voto a escala local, al maxi-mizar la coherencia y homogeneidad internas de las categorías y las diferencias entre ellas. Además, agregamos pequeños mapas de la distribución geográfica de los Índices de Desarrollo Humano (IDH), para poder visualizar las relaciones territoriales entre las dinámicas electorales y socioeconómicas. Para comenzar, observamos una fuerte superposición de los clivajes políticos y sociales en Costa Rica, donde los votos contestatarios a favor de Ottón Solís se concentran claramente en la zona metropolitana y en el Valle central del país, en las provincias más desarrolladas de San José, Cartago y Alajuela. Esto confirma los hallazgos de las encuestas de opinión pública, que le atribuyen al PAC un electorado urbano y educado, crítico y desencantado con ambos partidos de gobier-

Gráfico 14 Concentración del voto (válidos e inscritos)

no. Más precisamente, podemos distinguir dos situaciones: en los 16 cantones en rojo (Alajuela), Solís registra sus mejores resultados (movilizando en promedio al 33% de los inscritos), con los índices más elevados de participación del país, mientras que en los 24 cantones en rosa, el voto contestatario se divide y beneficia también a otros partidos (15% de los inscritos). Al contrario, Arias se afirma en las provincias rurales y marginadas, movilizando fuertemente en 13 canto-

nes (en verde oscuro) de la Costa Pacífica, San José y Cartago (35% en promedio), pero beneficiándose, sobre todo, indirectamente de la abstención y de la debilidad estructural 10 Para una descripción sintética de la metodología, véase Minvielle, Erwann & Sid-Ahmed Souiah (2003), L’analyse statistique et spatiale. Statistiques, cartographie, télédétection, SIG, Nantes, Editions du temps. Para una aplicación práctica al análisis electoral, véase Sonnleitner, Willibald, “La cartografía como instrumento para el análisis espacial del voto en Centroamérica: Posibilidades y trampas de los mapas electorales”, in Sonnleitner, Willibald (bajo la dir. de), Explorando los territorios del voto: Hacia un atlas electoral de Centroamérica, Guatemala, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Instituto de Altos Estudios de América latina, Banco Interamericano de Desarrollo, 2006, pp. 13-19.

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Corte Nacional Electoral

Mapa 1 Geografía sintética de las elecciones presidenciales en Costa Rica

del PAC en los cantones periféricos (en verde y verde claro), particularmente en Puntarenas y Limón (Mapa 1). La polarización electoral recubre, así, una dimensión socioeconómica y territorial real, que opone los cantones más desarrollados, educados y contestatarios, a las regiones más aisladas y rurales, pobres y abstencionistas, donde el PLN conserva sus antiguas redes clientelistas y logra recuperar una parte importante 208

de los electores que abandonan el PUSC (particularmente en Guanacaste). Un fenómeno similar se observa en Nicaragua y, en menor medida, en El Salvador. En el primer país, la participación electoral y los votos contestatarios se concentran en las zonas más desarrolladas de la Costa y en algunas capitales departamentales del país, dónde los disidentes de la Alianza Liberal Nicaragüense y del Movimiento de Renovación Sandinista

obtienen sus mejores resultados (29 municipios en anaranjado y 37 municipios en rosa). En contraste, el PLC conserva un electorado eminentemente pobre y rural, que se sitúa en la frontera agrícola y en las antiguas zonas controladas por la Contra, ya sea en contextos de elevada participación (33 municipios en azul), ya sea en contextos de fuerte abstencionismo (14 municipios en celeste). Tan sólo en siete municipios de esta región (en morado), la ALN logra desplazar al PLC. En cuanto al FSLN, su composición es más compleja. Como el FMLN en El Salvador, esta antigua guerrilla convertida en partido político tiene una buena implantación en las grandes ciudades y en varios municipios prósperos del país, donde compite sobre todo con la ALN. Pero los sandinistas también conservan 31 bastiones rurales (en rojo oscuro), donde la distribución de tierras durante la llamada “piñata” de 1990 les permitió construirse bases incondicionales (Mapa 2). De ahí la corre-lación positiva pero modesta entre el voto del FSLN y el IDH (+0.180), casi idéntica a la que se puede medir en El Salvador entre el desarrollo humano y el FMLN (+0.185). En efecto, el voto contestatario de los salvadoreños también tiende a concentrarse en la zona metropolitana y en algunas otras capi-

Atlas electoral latinoamericano tales de provincia, pero las correlaciones con el IDH son mucho más débiles que en Costa Rica, y la polarización geográfica mucho más diluida que en Nicaragua. Así, en las últimas legislativas de 2006 los mejores resultados de la antigua guerrilla (42 municipios en rojo y tres en rojo oscuro) se dispersaron sobre el conjunto del territorio, y no recubrieron ni los clivajes socioeconómicos, ni la antigua zona de conflicto. De manera análoga, los mejores resultados de ARENA (29 municipios en azul) no se concentraron en ninguna región en particular, como tampoco lo hicieron los 48 municipios en los que las terceras fuerzas obtuvieron buenos resultados (en verde claro). Predominaron, así, situaciones más bien fragmentadas y competitivas: ya sea en contextos muy abstencionistas donde el FMLN enfrentó principalmente a ARENA (36 municipios en rosa); ya sea en contextos de participación intermedia donde la fragmentación de la oposición benefició a la Alianza Republicana Nacionalista (63 municipios en celeste); ya sea en contextos más participacionistas donde ésta última compitió con alguno de los pequeños partidos de oposición (41 municipios en verde-azul). Se observa, finalmente, un declive notable del FMLN en la zona metropolitana, donde ARENA registra un fuer-

Mapa 2 Geografía sintética de las elecciones presidenciales en Nicaragua

te avance, particularmente en las legislativas (Mapa 3). 11 Por el contrario, las dinámicas territoriales del voto en 2006 no recubren las divisiones económicas y sociales en Honduras, por lo menos no en el sentido esperado. Aquí, se observa más bien un comportamiento muy curioso y paradójico, que ya habíamos analizado en el pasado: son las regiones más pobres y marginadas las que registran los índices más elevados de participación electoral. 12 Ciertamente, el Partido Liberal consigue re-

sultados ligeramente mejores en los centros urbanos y en las zonas más desarrolladas, por lo general más abstencionistas (en color morado y amarillo), en oposición con el Partido Nacional que se repliega sobre sus bastiones rurales y marginados (31 municipios en azul). Pero las correlaciones entre sus votos y el 11 Para un análisis de la geografía electoral del país entre 1994 y 2004, véase Garibay, David & Sonnleitner, Willibald, “La geografía del poder político en El Salvador: El voto revolucionario del FMLN y los castillos de ARENA”, in Explorando los territorios del voto..., Ibid., pp. 42-53. 12 Alvaro Cálix & Sonnleitner, Willibald, “La paradoja hondureña: ¿Por qué los marginados votan tanto en Honduras?”, in Explorando los territorios del voto..., Ibid., pp. 20-29.

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Corte Nacional Electoral

Mapa 3 Geografía sintética de las elecciones legislativas intermedias en El Salvador

IDH (+0.146 y 0.162, respectivamente) son bastante débiles, y es más bien el avance de Manuel Zelaya en las regiones pobres y muy participativas del Suroeste (83 municipios en rojo) –donde la presencia de los liberales es tradicionalmente minoritaria–, el que le permite conquistar la presidencia. En efecto, el PL solamente arrasa en los 14 municipios en rojo oscuro, todos ellos bastiones históricos de este partido, mientras que en el resto del país su ventaja es más bien modesta, similar 210

al promedio nacional (Mapa 4). Para terminar, las dinámicas locales de las elecciones en México revelan el carácter superficial de una polarización que oculta, en realidad, una enorme diversidad de comportamientos electorales. Ciertamente, el PAN es un partido predominantemente urbano cuyo electorado se concentra en los municipios más desarrollados del Bajío y del Norte del país, en claro contraste con las bases eminentemente rurales y marginadas que aún conserva

el PRI. Sin embargo, el PRD rompe con este patrón, al movilizar tanto en la próspera zona metropolitana, como en las regiones más pobres del territorio mexicano. Pero lo que más llama la atención es la debil concentración del voto. Exceptuando los 201 municipios del Centro y Sureste en los que AMLO obtiene una ventaja arrasadora y constituye una clara mayoría (en color anaranjado), en el resto del país se registra una fuerte fragmentación electoral. Ni en los otros 586 municipios en los que se impone el PRD (en color amarillo), ni en los 503 municipios en los que se impone el PAN (en color azul), dicho partidos cuentan con un apoyo mayoritario, siendo la contienda particularmente reñida en los 442 municipios en color celeste, donde las preferencias se dividen prácticamente en tres partes iguales, con una muy pequeña ventaja a favor de Felipe Calderón. Aunque Madrazo es relegado al tercer lugar, el PRI conserva una presencia mayoritaria en 295 municipios (en verde oscuro) y le disputa a López Obrador 414 municipios más en el Sureste pobre e indígena (en verde claro). Finalmente, cabe señalar que la abstención –cuyo elevado nivel también matiza el carácter reñido y polarizado de la contienda– tiende a concentrarse en los bastiones del PRD (en color anaranjado),

Atlas electoral latinoamericano mientras que los principales bastiones del PAN tienden a ser más participacionistas (Mapa 5).

Mapa 4 Geografía sintética de las elecciones presidenciales en Honduras

B)

Tendencias históricas y variables “pesadas” del voto (1980-2006) Finalmente, conviene situar los resultados de estas últimas elecciones en una perspectiva diacrónica e histórica. Para visualizar las grandes tendencias del voto y las mutaciones de la oferta política a lo largo de los 25 últimos años, analizaremos una serie de gráficos sintéticos de la evolución de la fuerza relativa de los principales partidos, y de su arraigo estructural con respecto a la población en edad de votar (PEV). Como lo veremos, la polari-zación que se manifiesta constantemente durante las contiendas presidenciales en El Salvador y en Nicaragua, contrasta con las elecciones mucho más moderadas en Honduras y en Costa Rica, siendo México un caso intermedio, de fuerte polarización reciente pero de mayor fragmentación partidista. Para empezar, la moderación que caracterizó la gestión de las últimas elecciones en Honduras se explica por la estabilidad excepcional de su sistema de partidos, así como por la debilidad estructural de las terceras fuerzas y de una izquierda organizada. Los gráficos siguientes dan cuenta de la fuerte y

constante concentración del voto sobre los dos partidos que han venido gobernando el país, cuya fundación remonta a finales del siglo XIX. Desde 1980, observamos una competición regular y cuatro alternancias presidenciales entre el Partido Liberal (PL) –que obtiene sus mejores resultados en las zonas urbanas y desarrolladas– y el Partido Nacional (PN) –cuyas bases se sitúan más

bien en las regiones rurales y marginadas del país–. El primero obtiene de entrada más del 50% de los sufragios en 1981, 1985, 1993 y 1997, antes de reconquistar la presidencia con el 49,9% en 2005. El segundo capta más de la mitad de los votos en 1989 y 2001, y gobierna dos veces el país. En contraste, las terceras fuerzas partidistas registran siempre porcentajes muy bajos, movilizando en su 211

Corte Nacional Electoral

Mapa 5 Geografía sintética de las elecciones presidenciales en México

conjunto entre el 3,5% y el 4,6% del voto en las presidenciales. Sin embargo, el incremento paulatino de la abstención revela la erosión de las bases electorales de ambos partidos. Asimismo, la afirmación de un voto cruzado cada vez más importante en las elecciones legislativas y municipales, como consecuencia de las reformas que introducen boletas 212

separadas a partir de 1997, deja los nuevos presidentes sin mayorías parlamentarias y los obliga a concertarse con cámaras legislativas cada vez más fragmentadas. Con todo, el PL y el PN cuentan, hoy en día, entre los partidos que resisten mejor a la crisis de la representación que afecta toda América Latina (Gráficos 15 y 16).

El caso de Costa Rica es más matizado. Conocido antaño como un pequeño “paraíso democrático”, este país pierde cada vez más su carácter excepcional. Desde la fundación del Partido Unidad Social Cristiana en 1983, Costa Rica también había conocido un bipartidismo moderado, con cuatro alternancias presidenciales en 1990, 1994, 1998 y 2006. Pero el sistema entró en crisis desde 1998, como consecuencia de un aumento sensible del abstencionismo y de la fragmentación del PUSC y de Liberación Nacional. En los comicios generales de 2002, el juego bipolar fue cuestionado por el candidato de Acción Ciudadana, Ottón Solís, cuyo éxito electoral se confirmó en 2006, paralelamente a la derrota especta-cular de la Unidad Social Cristiana. Varios factores explican la crisis de la democracia más antigua del istmo: los escándalos de corrupción, que desembocaron en la acusación de los ex presidentes Rafael Ángel Calderón (1990-1994), José Figueres (1994-1998) y Miguel Ángel Rodríguez (1998-2002), de ambos partidos de gobierno; el ya mencionado incremento de la abstención, que revela el desencanto de los ciudadanos con la clase política; así como la crisis del bipartidismo que estructuró el

Atlas electoral latinoamericano juego político entre 1986 y 1998, y que acaba de ser sancionada por el impresionante declive del PUSC (Gráficos 17 y 18). 13 En El Salvador, la fragmentación electoral es todavía más acentuada. Pero si ésta se mantiene a lo largo del período en los comicios municipales y legislativos, se reduce cada vez más en las presidenciales (Gráfico 19). En efecto, la competición entre el Partido Demócrata Cristiano (PDC, centro-derecha) y la Alianza Republicana Nacionalista –que marca la década de la guerra civil y de la transición democrática– cede el paso a una nueva bipolarización, que opone a los dos protagonistas del conflicto armado: el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional y ARENA. Éstos prácticamente monopolizan los votos en las presidenciales de 2004, al grado de ocultar las otras fuerzas políticas. ARENA conserva, así, la presidencia desde la victoria de Alfredo Cristiani en 1989, postergando en tres ocasiones una segunda alternancia democrática. No obstante, más

Gráficos 15 y 16 Honduras: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

13 Véase los articulos sintéticos de Lehoucq, Fabrice “Trouble in the Tropics: Two-Party System Collapse and Institutional Shortcomings in Costa Rica”, Journal of Democracy, julio 2005 ; así como Seligson, Mitchell “¿Problemas en el paraíso? La erosión en el apoyo al sistema político y la centroamericanización de Costa Rica, 1978-1999 », en Rovira Mas, Jorge (ed.), La democracia de Costa Rica ante el siglo XXI, San José, Universidad de Costa Rica, Friedrich Ebert Stiftung, 2001, pp. 87-120.

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Gráficos 17 y 18 Costa Rica: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

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allá de la polarización creciente del voto en las presidenciales, observamos una estructuración territorial gradual del FMLN a partir de sus bastiones municipales de 1994. Ésta le confiere, hoy en día, un electorado más estable y leal que el de ARENA. Y como lo demuestran las últimas elecciones legislativas y municipales de marzo de 2006, los terceros partidos también siguen siendo actores imprescindibles del juego político salvadoreño (Gráfico 20). El conflicto post-electoral por la alcaldía de la capital revela, así, una correlación de fuerzas cada vez más apretada, que bien podría reproducirse durante las presidenciales, legislativas y municipales de 2009, particularmente si el FMLN logra renovar sus cuadros y postular a un candidato menos controvertido y más consensual. A su vez, el juego electoral nicaragüense se caracteriza por una sorprendente estabilidad. Pero ésta no se debe a la coherencia de la oferta partidaria, sino a su bi-polarización en torno a un poderoso antogonimso heredado de la Revolución de 1979, y que opone desde entonces el FSLN a los sectores anti-sandinistas. Dicho clivaje se cristalizó durante la guerra interna de los ochenta y marcó toda la política a lo largo de los noventa. Sin embargo, solamente explica

Atlas electoral latinoamericano en parte la reelección de Daniel Ortega en 2006. Desde 1990, el anti-sandinismo había logrado aglutinar una derecha fuertemente fragmentada, pero que se unía siempre en un frente común contra el FSLN. Dicha unión le otorgó la presidencia en tres ocasiones sucesivas: con Violeta Barrios de Chamo-rro y la Unión Nacional de Oposición (UNO) en 1990; bajo las siglas de la Alianza Liberal (AL) de Arnoldo Alemán en 1996; y con el Partido Liberal Constitutionalista (PLC) y Enrique Bolaños en 2001. Pero a pesar de sus reiteradas derrotas electorales, los sandinistas lograron consolidarse a lo largo y ancho del país, movilizando en promedio alrededor del 40% de los sufragios válidos. Este voto duro y fuertemente territorializado, entre los más estructurados de toda América Latina, los situaba claramente como la primera fuerza política, pero no alcanzaba para ganar la presidencia en primera vuelta. Hasta la última reforma electoral de 1999, negociada y concebida a la medida de Daniel Ortega. Y, gracias a la división de la derecha, éste reconquistó efectivamente la magistratura suprema del país, pese a la disidencia de los renovadores sandinistas y con su resultado más mediocre desde 1996 (Gráficos 21 y 22).

Gráficos 19 y 20 El Salvador: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

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Gráficos 21 y 22 Nicaragua: Resultados sobre válidos e inscritos (1980-2006)

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Por ello, la calma relativa con la que fue procesada la incertidumbre electoral no resulta demasiado sorprendente, con todo y la polarización de la política nicaragüense. Se explica por la ventaja de Daniel Ortega sobre Eduardo Montealegre. Si un margen de incertidumbre similar al que se produjo en las legislativas entre la ALN y el PLC hubiese concernido a los dos candidatos más votados en la presidencial, o si Ortega se hubiese situado más cerca del fatídico umbral del 35%, la situación hubiera sido, sin lugar a dudas, mucho más explosiva y difícil de administrar. Esto fue, precisamente, lo que sucedió en México, donde los resultados extremadamente cerrados de los comicios presidenciales (a diferencia de los legislativos) activaron la carga explosiva acumulada por unas campañas inusualmente polarizadas y agresivas. Ello sorprende en una sociedad tradicionalmente moderada, con una capacidad considerable de mediación. Como bien lo ilustran los siguientes gráficos, la transición mexicana no solamente fue la más tardía de América Latina: fue, también, singularmente prolongada y pacífica. Tras un lento pero inexorable declive, que se percibe desde la década de los setenta, el PRI fue cediendo terreno de una

Atlas electoral latinoamericano manera ordenada y negociada, mediante una larga serie de reformas y procesos electorales. En éstos, el PAN jugó un papel primordial, al afirmarse desde el ámbito municipal y al encabezar por mucho tiempo las luchas cívicas que prepararon el terreno para la democratización. Hasta que, en 1988, la escisión del antiguo gobernador priísta de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas, produjo una ruptura decisiva dentro del partido hegemónico, que se consumó con la fundación del PRD. Pero incluso en 1994, cuando la rebelión neo-zapatista en Chiapas hizo tambalear el sistema, la división de la oposición siguió jugando en beneficio del PRI. Tan sólo en el 2000, una alianza entre el PAN y el PVEM logró derrotar al otrora partido hegemónico. Como bien se observa en el Gráfico 23, se produjeron entonces un efecto de arrastre y un voto cruzado en beneficio de Vicente Fox, que rebasaron el electorado tradicional del PAN. En 2006, la candidatura de AMLO también produjo dos efectos de sentido y amplitud similar. Pero en esta ocasión, tanto López Obrador como Calderón se beneficiaron de la caída del PRI, y del voto cruzado de sus electores que no sufragaron por Roberto Madrazo. Finalmente, cabe destacar que Patricia Mercado y Alternativa Socialdemócrata

Gráficos 23 y 24 México: Resultados sobre válidos e inscritos (1961-2006)

217

Corte Nacional Electoral y Campesina (PASDC, izquierda) captaron 2,70% de los sufragios en las presidenciales, contra 2,05% en las legislativas. Entre otros elementos, estos 1.128.850 votos de izquierda bien hubie-ran podido otorgarle la presidencia a AMLO. Así, lejos de reflejar la polarización de una sociedad dividida en dos partes antagónicas, las tendencias del voto en México dan cuenta de una sociedad cada vez más diversa y plural, con un electorado cada vez más fragmentado, volatil y selectivo (Gráfico 24). Los desafíos de la incertidumbre democrática en contextos de fuerte polarización A 25 años del inicio de las transiciones, el carácter cerrado y la incertidumbre excepcional de los últimos comicios revelaron los límites de las democratizaciones mexicana y centroamericanas. Éstas sufren de una fragmentación creciente de las sociedades, heredada en parte de los conflictos armados de la década de 1980. Si la polarización tiende a perder los contenidos ideológicos del pasado, ésta se manifiesta en todos los campos de la vida cotidiana, mediante las desigualdades económicas y la exclusión social, el acceso restrictivo a los servicios públicos y a la se218

Gráfico 25 Porcentaje de escaños legislativos controlados por los partidos gobernantes

guridad, la afirmación de proyectos e identidades políticas cada vez menos incluyentes, y la afirmación de una ciudadanía selectiva, de “geometría variable”. Estas tendencias no deben ser exageradas, pero contribuyen a vaciar las democracias de sus dimensiones más populares, y a restarles legitimidad. Asimismo, los regímenes representativos enfrentan una crisis de gobernabilidad, que compromete su eficacia inmediata y su consolidación en el largo plazo. En términos propiamente electorales, la polarización le confiere al voto connotacio-

nes ambivalentes y contradictorias, que no son siempre democráticas. En Nicaragua y El Salvador, ésta forja la esencia misma de los sistemas de partidos y de los comportamientos electorales, manifestándose mediante antagonismos centrífugos que oponen el FSLN a los sectores “anti-sandinistas”, y el FMLN a la ARENA. En este contexto, el pluralismo y la división de poderes se transforman fácilmente en crisis de gobernabilidad. En efecto, ninguno de los presidentes recién electos dispondrá de una mayoría parlamentaria para impulsar sus proyectos,

Atlas electoral latinoamericano lo que desemboca en la generalización de gobiernos divididos con sistemas de partidos relativamente fragmentados y débilmente institucionalizados (Gráfico 25). En Nicaragua, el ex presidente Enrique Bolaños se enfrentó en 2004 al ya mencionado pacto entre su predecesor, Arnoldo Alemán, y el líder histórico del FSLN, cuyos diputados respectivos adoptaron una reforma constitucional para bloquear toda iniciativa del gobierno. Tras un enfrentamiento abierto entre el Ejecutivo y el Legislativo, y amenazas de destitución del presidente en 2005, el conflicto se resolvió mediante nuevas componendas personales, al margen de las instituciones. Hoy en día, el presidente Ortega gobierna con un congreso todavía más fragmentado. Pese a la cooptación inmediata de dos diputados tránsfugas, electos bajo las siglas de la Alianza Liberal y del Movimiento de Renovación Sandinista, el FSLN controla solamente 40 de los 92 escaños legislativos. En otras palabras, Daniel Ortega deberá negociar sus políticas, ya sea con sus antiguos enemigos y aliados del PLC (25), ya sea con sus nuevos adversarios de la ALN (23) y del MRS (4), cuyos campañas se articularon precisamente sobre la denuncia del pacto Ortega-Alemán.

En El Salvador, las elecciones intermedias de 2006 vinieron a recordar que el presidente Tony Saca (y su partido, ARENA) también debe cohabitar con su principal adversario, así como con tres pequeños partidos más. Después de haber conquistado la presidencia con el 57,7% de los sufragios en 2004, sus candidatos sólo ganaron 34 de las 84 diputaciones, contra 32 para el FMLN, 10 para el Partido de Conciliación Nacional (PCN, antiguo partido de los militares) y ocho para las otras formaciones de centro-iquierda y centro-derecha. La disputa por la alcaldía de San Salvador distaba mucho de ser anodina. Si el FMLN no obtuvo los 42 diputados que le hubieran permitido paralizar la actividad legislativa, sus legisladores sí pueden oponerse a cualquier reforma constitucional (que exige una mayoría calificada de 56 votos). Y sus alcaldes también gobiernan 57 ayuntamientos urbanos y densamente poblados, es decir el 34% de la población total, constituyendo una fuerza política de peso en el país. En México, el elevadísimo costo (financiero pero sobre todo político) de las campañas y del conflicto postelectoral tampoco se tradujo en cambios sustantivos, ni en términos de representación, ni en términos

de gobernabilidad. El presidente electo, Felipe Calderón, tomó posesión en diciembre de 2006, pero Andrés Manuel López Obrador continúa desconociéndolo y hasta se autonombró “presidente legítimo” algunos días antes, en un magno mitín en el Zócalo de la Ciudad de México. En compañía de personalidades, legisladores y gobernadores del PRD, también nombró a un “gabinete” paralelo, presentó su “programa de gobierno” y empezó a recorrer, desde entonces, el territorio nacional. Más allá de este desafío simbólico a la legitimidad del nuevo presidente, éste tampoco cuenta con una mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. Si bien el PAN incrementó ligeramente el número de sus legisladores y controla 206 escaños en la Cámara de Diputados (41,2% del total) y 52 escaños en la Cámara de Senadores (40,6%), Calderón tendrá que gobernar negociando alianzas, ya sea con las bancadas del PRI (20,6% de los diputados y 25,7% de los senadores), del PVEM (3,8% y 4,6%), del PANAL (1,8% y 0,78%) y/o del PASDC (0,8% y 0%), ya sea con las bancadas del PRD (24,8% y 22,6%), del PT (3,6% y 1,5%) y/o de Convergencia (3,4% y 3,9%). Asimismo, Acción Nacional cuenta con un número mayor de gobernadores 219

Corte Nacional Electoral (25%) y presidentes municipales (18%) que en el pasado, pero no podrá impulsar reformas legales (ni mucho menos constitucionales) sin la cooperación de alguno(s) de los partido(s) de la oposición. Pero incluso en los países más estables y moderados del Centro de las Américas, la democracia encara desafíos importantes. A la erosión del bipartidismo y de las identidades políticas tradicionales se agrega la ausencia de programas consistentes, el regreso de la política carismática y la corrupción. La última campaña electoral en Honduras fue dominada por los ataques personales entre los candidatos y por un debate simplista sobre la inseguridad. Y la corta victoria del liberal Manuel Zelaya, cuyo partido obtuvo solamente 62 de los 128 escaños legisltativos, también lo obligará a negociar, ya sea con el PN (55 diputados), ya sea con los pequeños partidos (que, beneficiando del voto cruzado entre las presidenciales y las legislativas, obtuvieron 11 diputados). Sin hablar de la crisis costarricense, que estremeció fuertemente la democracia más antigua del istmo. En 2004, los tres ex presidentes que gobernaron el país entre 1990 y 2002 fueron acusados de corrupción y malversación de fondos. Las elecciones de 220

febrero de 2006, que se celebraron en un contexto de crisis de ambos partidos de gobierno, sancionaron la caída de la Unidad Social Cristiana y la fragmentación territorial del PLN, que sólo dispone de 25 de los 57 escaños en el parlamento. El presidente Arias deberá, pues, negociar a su vez con los diputados de los siete otros partidos representados (entre ellos los cinco legisladores del PUSC y quizás incluso los 17 diputados del PAC), en una sociedad cada vez más desencantada, desmovilizada y fragmentada. Para concluir, cabe resaltar que la ciudadanía sigue siendo un concepto ambivalente en toda la región, y un proceso muy frágil y reciente. Si bien se puede registrar últimamente un progreso notable en sus dimensiones electorales y políticas, sus dimensiones civiles y sociales no cesaron de estancarse, cuando no retrocedieron. Tras unas campañas electorales excesivamente largas, costosas y polarizadas, marcadas por la fragmentación y descomposición de los partidos tradicionales, Centroamérica y México necesitan, más que nunca, transparencia, gobernabilidad y certeza institucionales, imprescindibles para procesar por vías democráticas una creciente incertidumbre electoral.

Atlas electoral latinoamericano

Perú: Elección Presidencial 2006 9 de abril y 4 de junio

E

ste documento presenta un primer análisis del contexto y del desarrollo de las elecciones presidenciales peruanas desarrolladas en dos vueltas electorales, el 9 de abril y el 4 de junio del 2006. Presta atención a las estrategias de campaña y a los puntos débiles de los candidatos, teniendo en cuenta la evolución en su aprobación reflejado en las encuestas de opinión. Se hace una lectura política y social de los resultados prestando atención a los votos obtenidos por los principales candidatos a nivel provincial y distrital. Finalmente, se brinda apreciaciones sobre los primeros 6 meses del actual gobierno.

1.

Elecciones a la salida de un gobierno con alta aprobación La elección presidencial del 2006 se desarrolló en un contexto particular por el alto nivel de aprobación del gobierno saliente. Usualmente, en la historia política democrática de los últimos años, los procesos

Carlos Vargas León electorales de cambio presidencial se daban a la salida de un gobierno desgastado. Ello se dio al final del segundo gobierno de Fernando Belaunde en 1985, del primer gobierno de Alan García en 1990 y del segundo gobierno de Alberto Fujimori en el 2000. Alejandro Toledo dejó su gobierno con aproximadamente un 45% de aprobación en Lima y 33% a nivel nacional 1. Alejandro Toledo llegó al gobierno cosechando la popularidad de la cual gozó en sus enfrentamientos con el saliente gobernante Alberto Fujimori. A decir de los críticos a esa gestión, encabezó la movilización en contra de un régimen autoritario que pretendía gobernar por tercera vez consecutiva el país. Esta, entre otras razones más, nos ayuda a entender la victoria de Toledo en las contiendas del 2001, frente a Lourdes Flores y Alan García. En aquella oportunidad, Toledo ganó las elecciones con el respaldo de todos los sectores sociales. Al final de su gobierno,

se quedó solo con el respaldo mayoritario de los niveles socioeconómicos A y B (más no así del C, D y E). El gobierno de Toledo se desarrolló en un escenario de desaprobación absoluta a lo largo de su gobierno. Solamente en los tres primeros meses el nivel de aprobación a su gestión estuvo por encima del de desaprobación. Más aún, su gobierno llegó a alcanzar el 91% de desaprobación, pero ello no derivó en inestabilidad política. Al respecto persistieron dos lógicas que explican la continuidad del gobierno en un escenario adverso: habilidad para mantener la estabilidad económica pero falta de iniciativa para definir la agenda pública. En efecto, a lo largo del gobierno de Toledo la inflación acumulada no superó el 10% y la tasa de crecimiento se mantuvo alrededor del 4,3%, pero estos óptimos indicadores macroeconómicos no se reflejaron en el bienestar de la población 1

Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 6, N°. 77. Junio de 2006.

221

Corte Nacional Electoral puesto que más de la mitad se mantuvo por debajo de la línea de pobreza 2. A ello hay que agregar el control de la oposición y de los medios de la agenda pública, vinculadas siempre a denuncias de corrupción y de malos manejos de los recursos públicos por parte del entorno gubernamental que fueron permanentes en los últimos cinco años. De las encuestas se desprende que el mayor reconocimiento al gobierno de Toledo se observa en los campos donde la promoción de la inversión privada estuvo dirigida a la atención de una necesidad so-

cial, como por ejemplo, el programa Mi Vivienda. Así también en lo avanzado en pro de la integración del país al mercado mundial: el inicio de la carretera transoceánica, la firma del Tratado de Libre Comercio con los EEUU, el fomento del turismo y de las exportaciones. En cambio, la población señalaba como lo peor del gobierno saliente a los problemas que involucraron a diversos familiares del Presidente; las actitudes y declaraciones de su esposa (que se fue con apenas el 12% de aprobación); la corrupción, las promesas incumplidas y la insuficiente generación de empleo 3. Así

Gráfico N° 1 Evolución de la aprobación de Alejandro Toledo como Presidente de la República

Fuente y Elaboración: Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 6, N°. 77. Junio de 2006.

222

se podría decir que el gobierno de Toledo transcurrió bajo un escenario adverso, más que por sus políticas de gobierno por su forma de gobernar. Este contexto marcó la campaña electoral. Los candidatos tuvieron que lidiar no sólo con el nivel de aprobación de sus competidores sino también con el conseguido por el gobierno saliente. Además marcó el inicio de la gestión del gobierno de García, puesto que pareciera tener en cuenta cuáles fueron los factores que debilitaron al gobierno anterior y cuáles le creó réditos políticos al final de su gestión. 2. Las campañas y los resultados En la elección presidencial del 2006, se presentaron 20 fórmulas de candidatos (compuestas cada una de ellas por un candidato a la Presidencia y dos candidatos a las Vicepresidencias de la República), las cuales surgieron como resultado de los procesos electorales desarrollados al interior de los partidos políticos 4. Estos procesos electo-

2

Cuba, Elmer. “¿Divorcio entre macroeconomía y política? Un análisis del gobierno de Toledo”. En, Análisis de Políticas. Boletín del Consorcio de Investigación Económica y Social, N° 15. Lima, marzo de 2006.

3

Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 6, N°. 78. Julio de 2006.

Atlas electoral latinoamericano rales partidarios se desarrollaron entre el 11 de octubre y el 19 de diciembre de 2005, es decir, aproximadamente entre seis y cuatro meses antes del día de la elección 5. En ese sentido, entre octubre y diciembre de 2005 se despejaron las dudas respecto a las candidaturas a la Presidencia de la República. Los candidatos Tres fueron los candidatos que concentraron las preferencias electorales: Alan García Pérez, ex Presidente de la República de 1985 a 1990, postuló a un segundo mandato y por segunda vez consecutiva con el Partido Aprista Peruano. Uno de los aspectos criticables de su candidatura fue su mal desempeño en su anterior gestión y llevar como candidato a la Vicepresidencia a Luis Giampietri, Almirante retirado que participó en la debelación de un motín durante el primer gobierno de García y que culminó con la muerte de un centenar de presos. Lourdes Flores Nano postuló también por segunda vez consecutiva con la Alianza Electoral Unidad Nacional. Tanto en el 2001 como en esta ocasión se asoció su candidatura al sector empresarial, más aún cuando en esta oportunidad llevó como

candidato a la Vicepresidencia al ingeniero Arturo Woodman, vinculado al mayor grupo empresarial en el Perú, el Grupo Romero. Ello dio pie a que Flores fuera tildada como “la candidata de los banqueros”. Ollanta Humala Tasso, postuló por primera vez como candidato del partido Unión por el Perú. Humala a diferencia de García y Flores no es un político de formación, sino un militar retirado, acusado de haber cometido abusos en Tingo María (Huánuco) combatiendo los remanentes de Sendero Luminoso. Fue protagonista junto con su hermano Antauro de un asalto a la instalación minera de Toquepala (Tacna) para exigir la renuncia del ex Presidente Alberto Fujimori. Además de su pasado, fue cuestionado por llevar en su lista al Congreso a personas vinculadas al régimen de Fujimori y por sus acercamientos con el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Las estrategias Al inicio de la campaña Lourdes Flores logró tener adhesión popular, lo que la llevó a encabezar las preferencias electorales en Lima y en las principales ciudades del país. A decir de Tanaka, “ser una candidata de derecha no es un obstáculo para un elec-

torado poco ideológico, que pudo ver en Flores una opción de cambio y renovación, que respondió a su prédica por darle prioridad a la inversión social” 6. El problema con Flores es que asumió sola la campaña, su entorno fue duramente criticado (sector empresarial o vinculado al Opus Dei) o no se involucró demasiado (fue la crítica que recibió Luis Castañeda, actual Alcalde de Lima). García no dejó de estar en campaña desde el 2001. A lo largo de estos años estuvo dedicado a consolidar su partido y reconstruir su liderazgo. Ser el líder de la oposición a Toledo terminó agotando su imagen pública. Por ello tenía que llegar a la campaña con un discurso nuevo. En la primera vuelta estuvo más cercano a Humala en su defensa de los derechos sociales. Al respecto, proponía la eliminación de los services, el respeto a las ocho horas de trabajo y al pago de las horas extras. 4

De acuerdo a la Ley N° 28094, Ley de Partidos Políticos, los partidos son las únicas agrupaciones facultadas para presentar candidatos en Elecciones Generales. Es obligatoria la elección de los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencias de la República al interior de los partidos políticos.

5

El 23 de octubre fue elegida Lourdes Flores Nano como candidata por la Alianza Electoral Unidad Nacional, el 20 de noviembre fue elegido Alan García Pérez por el Partido Aprista y el 18 de diciembre fue elegido Ollanta Humala Tasso por Unión por el Perú.

6

“¿Qué podemos aprender sobre el Perú en esta campaña electoral”. En, Argumentos N° 2. Lima: IEP, abril 2006.

223

Corte Nacional Electoral En cambio Humala surge en los espacios dejados por los demás competidores. A lo largo de su campaña no se percibe un discurso articulado sino críticas al modelo económico y a los partidos políticos (curiosamente similar al utilizado por Fujimori para llegar al poder en 1990). Su discurso tuvo elementos étnicos, clasistas y regionales, que se explican por la ausencia de un discurso político. Su campaña estuvo sostenida en el interior del país por la actividad proselitista de los “reservistas”, personas que hicieron el servicio militar pero que no se encuentran en el servicio activo. Estos provienen principalmente de familias pobres del interior del país.

En la segunda vuelta electoral, García, a diferencia de Humala, se volvió más moderado en su discurso, con la finalidad de ganar los votos de las personas que en la primera vuelta electoral apoyaron a Flores. Sin embargo, este reacomodo en los discursos no fue claramente percibido por la población, la que estuvo más atenta de los ofrecimientos cercanos a sus necesidades, en los gestos de los candidatos y en los miedos que infundían 7. Ello se expresó en las encuestas. La primera vuelta electoral Definidas las candidaturas, Lourdes Flores aparecía como favorita para ganar las elec-

Gráfico N° 2 Evolución de la intención de voto en primera vuelta (% de votos válidos)

ciones. En octubre y noviembre llevaba a sus contendores más de 10 puntos de ventaja en la intención de voto. En octubre el liderazgo de Lourdes Flores en la intención de voto fue claro tanto en Lima como en el interior del país, más favorable en los sectores A, B y C. García por su parte tenía mayor adhesión en la costa norte y Humala en la sierra centro y sur de país, en ambos casos, principalmente en los sectores D y E. El arribo del ex Presidente Alberto Fujimori a Chile en noviembre también jugó un papel importante en la campaña. Su intención de ser candidato no prosperó por estar inhabilitado por el Congreso desde el 2000. Sin embargo, afectó el hecho de que Flores y García no marquen distancia del prófugo ex Presidente. Humala, por su parte, no sólo propuso juzgar severamente a Fujimori sino también criticó a Chile por no agilizar la extradición. En ese sentido, Humala aparecía 7

Dic

Ene 13 Ene 27 Feb 16 Feb 24 Mar 10 Mar 17 Mar 24 Mar 31

Fuente y Elaboración: Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 6, N°. 72. Abril de 2006.

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Tanaka señala al respecto que “los sectores populares, después de una década de fujimorismo y despolitización, no votan ahora por programas o ideologías contrarios al neoliberalismo, sino por las personas que se muestran sensibles a sus necesidades e intereses y que proyectan de manera muy primaria identidades contrarias a las políticas imperantes”. En, Argumentos N° 2. Lima: IEP, abril 2006. Para ser sensibles a esos intereses hay que saber comunicar y ese fue el problema de Flores. A decir de Vich, el canal privilegiado por Lourdes fue el “letrado” y no el “rumor”, que viene a ser el medio de comunicación de los subalternos. En, Argumentos N° 3. Lima: IEP, abril 2006.

Atlas electoral latinoamericano ante los encuestados como el más calificado para combatir la corrupción 8. Para enero de 2006, la campaña se polarizó entre Flores y Humala. A tres semanas de la elección, todos los analistas de opinión coincidían en afirmar que ambos pasarían a la segunda vuelta electoral teniendo en cuenta no sólo la adhesión sino también el rechazo por las candidaturas. Así, para entonces, el 62% de los encuestados declaraba que definitivamente no votaría por el candidato aprista. La campaña de García estuvo dirigida a atacar la candidatura de Flores y tener un discurso más cercano a Humala, en la primera vuelta. Entre García y Flores, el primero tenía un discurso más creíble para los sectores populares 9. Así, el avance de Alan García se dio al inicio con mayor intensidad en Lima, la sierra central y el norte del país, y en los sectores D y E. Los medios de comunicación se encargaron de lapidar la candidatura de Humala. Algunos identificaban a Humala como el “Capitan Carlos” que abusó de la población de Tingo María durante la guerra interna contra la subversión. Asimismo, denunciaban el comportamiento y la opinión de las personas que lo rodeaban, sean familiares, asesores o integrantes de su lista congresal,

8

Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 5, N°. 64. Diciembre de 2005.

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Pasada la primera vuelta electoral, las encuestas confirmaron que la principal causa de la derrota de Lourdes Flores fue la percepción de que era “la candidata de los ricos”. Casi

la mitad de quienes en algún momento pensaron votar por ella y luego desistieron de hacerlo afirmaron que cambiaron de opinión porque “se dieron cuenta de que era la candidata de los ricos”. La segunda respuesta fue “porque no me gustó su entorno”, lo cual puede referirse tanto a los candidatos a las Vicepresidencias como al Congreso de la República.

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Corte Nacional Electoral así como el acercamiento que tenía con el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez. A dos meses de la elección, el 42% de los encuestados manifestaba no haber decidido aún su voto y a una semana el 26% señalaba tener dudas sobre su voto. Finalmente se repitió el escenario vivido en 2001, en el sentido de que a dos semanas de la elección, García superó a Lourdes Flores y pasó a la segunda vuelta electoral (García superó a Flores en 62.578 votos, que equivale al 0,5% del total de votos válidos). Cabe señalar que las elecciones presidenciales se realizan simultáneamente con las elecciones congresales. El porcentaje obtenido por los partidos en ambas elecciones no es significativamente diferente. En las elecciones congresales, Unión por el Perú, el Partido Aprista y Unidad Nacional llegaron obtener el mayor número de escaños, seguidos de Alianza por el Futuro, Frente de Centro, Restauración Nacional y Perú Posible, este último partido del gobierno saliente que no presentó candidato a las elecciones presidenciales. La segunda vuelta electoral Las dos agrupaciones que pasaron a la segunda vuelta electoral en conjunto no ob226

tuvieron más del 50% de los votos. En ese sentido, buscaron reforzar y ganar la preferencia electoral. A un mes de las elecciones, García le llevaba una cómoda ventaja de 10 puntos porcentuales a Humala. De acuerdo a las encuestas, García tenía el respaldo del electorado en toda la costa –incluida la capital– y la sierra norte, mientras Humala era apoyado por los peruanos residentes en la sierra centro y sur, así como en la selva. Gracias al apoyo mayoritario de quienes resultaron derrotados en la primera vuelta, el candidato aprista superaba al candidato de Unión por el Perú en todos los sectores sociales excepto en el NSE E 10. En esta segunda vuelta electoral, la estrategia de García fue ganar los votos de las personas que apoyaron a Flores. Las duras críticas formuladas por García a Flores en la primera vuelta electoral dieron como resultado un incremento del rechazo hacia su candidatura en los lugares donde ganó Flores. En la segunda vuelta, se produjo un cambio de actitud del candidato García, quien se presentó con un discurso más moderado y conservador. Ello llevó a que los medios de comunicación apoyaran abiertamente su candidatura.

Ollanta Humala continuó con un discurso confrontacionista y con una imagen desestabilizadora por su acercamiento al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez. La intervención de Chávez en el proceso fue altamente perjudicial para Humala. Sus comentarios criticando al candidato García fueron rechazados por el 75% de los encuestados 11. Las preferencias terminaron de definirse luego del debate electoral protagonizado por ambos candidatos el 21 de mayo, a dos semanas de la segunda vuelta electoral. Para el 57% del electorado de Lima Metropolitana, el ganador del tercer debate presidencial de la historia política peruana fue Alan García, contra 22% que creyó que Ollanta Humala estuvo mejor 12. Ello significó un aumento en la intención del voto de García en 11 puntos y la disminución en el caso de Humala en cuatro puntos porcentuales. 10 Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 6, N°. 73. Mayo de 2006. 11 Apoyo Opinión y Mercado. Op. Cit. 12 “Para la opinión pública, el candidato aprista destacó especialmente por hablar mejor y ser más respetuoso. Es probable que haya caído mal en la ciudadanía que el candidato nacionalista llegara tarde e intentara poner una bandera en su podio. En el campo de las propuestas, si bien García superó a Humala en todos los temas evaluados, cabe destacar que logró sobresalir en el campo de seguridad ciudadana, un área donde la percepción popular, recogida en encuestas previas, favorecía a Humala. En cambio, las opiniones estuvieron bastante más divididas en cuanto a políticas sociales y anticorrupción, donde Humala alcanzó sus mejores resultados”. Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 6, N°. 75. Mayo de 2006.

Atlas electoral latinoamericano En este escenario quedaba poco espacio para las dudas. A una semana de la segunda vuelta electoral sólo un 13% de los encuestados pensó votar en blanco y un 7% estuvo indeciso. Alan García ganó las elecciones con el 52,63% de los votos válidos. Para ello, su agrupación obtuvo más del doble de los votos obtenidos en la primera vuelta electoral (la diferencia de votos entre García y Humala fue de 694.937 que equivale al 4,8% del total de votos válidos). Resultados a nivel provincial: una lectura desde la cartografía electoral En la primera vuelta electoral, el Partido Aprista obtuvo la mayoría de los votos en 40 provincias y Unión por el Perú en 146 provincias. Las demás agrupaciones fueron apoyadas mayoritariamente en nueve provincias, de las cuales sólo en cinco ganó la candidata de Unidad Nacional. Ello dio muestras de la fragilidad de la candidatura de Flores en el interior del país. Los votos mayoritarios obtenidos por Unión por el Perú fueron más contundentes que los obtenidos por el Partido Aprista. Unión por el Perú obtuvo un respaldo superior al 40% de los votos válidos en

Gráfico N° 3 Evolución de la intención de voto en 2da vuelta (% de votos totales)

3.

Fuente y Elaboración: Apoyo Opinión y Mercado. “Opinión Data. Resumen de Encuestas de Opinión Pública”. Año 6, N°. 76. Mayo de 2006.

100 provincias, mientras que el Partido Aprista tuvo similar votación sólo en 13 provincias. En el Mapa 1 se puede observar que el voto por el Partido Aprista fue mayoritario en la costa centro y norte del país, mientras que el de Humala fue significativamente mayor en la sierra centro y sur 13. De los resultados de la segunda vuelta electoral se desprende que de las nueve provincias que votaron por otras agrupa-

ciones en la primera vuelta, sólo dos apoyaron mayoritariamente a Unión por el Perú y las demás al Partido Aprista, entre ellas, las provincias en las cuales ganó Unidad Nacional. Se observa además que sólo en una provincia se revirtió el voto obtenido por el Partido Aprista a favor de Unión por el Perú. 13 Más aun, Humala llegó a tener una preferencia electoral mayoritaria en las zonas afectadas por la violencia política, en una de las cuales se le acusaba de haber cometido abusos.

227

Corte Nacional Electoral los electores por el candidato García, así como la necesidad de cambio en el comportamiento de los gobernantes, que de alguna manera representaron los candidatos Toledo y Humala.

Por el contrario, Unión por el Perú perdió siete provincias, en las cuales los electores apoyaron por mayoría al Partido Aprista. En la segunda vuelta electoral la tendencia de votos por cada partido se mantuvo. Es decir, en aquellos lugares donde obtuvieron más del 40% de los votos les siguieron siendo favorables en la segunda vuelta. El Partido Aprista ganó en 32 provincias con menos del 60% de los votos válidos y en 21 provincias con más del 60% de los votos. Por su parte, UPP ganó en 40 provincias con menos del 60% de los votos y en 102 provincias con más del 60% de votos. En general, en ambas vueltas electorales, Unión por el Perú obtuvo la mayoría de los votos en la mayoría de las provincias. 228

Sin embargo, el Partido Aprista ganó en las provincias con mayor población electoral, ubicadas en la costa del país. Los resultados de la segunda vuelta electoral recuerdan mucho los de 2001. En ese año la competición electoral fue igual de reñida, sin embargo Toledo logró imponerse conquistando el voto de Lima. Comparando los Mapas 2 y 3, se observa que el Partido Aprista obtuvo la mayoría de los votos en 42 provincias, principalmente en la costa norte del país, tanto en el 2001 y el 2006. En 119 provincias, ubicadas principalmente en la sierra sur del país, los electores le dieron la mayoría de sus votos a Toledo en el 2001 y a Humala en el 2006. Eso refleja, por un lado, la desconfianza de

Resultados a nivel distrital y mapa de la pobreza 14 A nivel distrital, más partidos llegaron a tener la mayoría de las preferencias electorales. Así, Unidad Nacional obtuvo la mayoría de votos en 77 distritos, Alianza para el Progreso en 66, Restauración Nacional en 11, Frente de Centro en cinco y Justicia Nacional en un distrito. Por su parte, el Partido Aprista obtuvo la mayoría de votos en 316 distritos y Unión por el Perú en 1.355 distritos. Teniendo en cuenta los niveles de pobreza en los cuales vive la población a nivel distrital, podemos hacer una lectura de los resultados obtenidos por el Partido Aprista (PAP), Unión por el Perú (UPP) y Unidad Nacional (UN) en las dos vueltas electorales. 14 Esta parte del documento toma en cuenta el reciente Mapa de la Pobreza elaborado por el Fondo de Cooperación para el Desarrollo Social - FONCODES, que tiene en cuenta el gobierno para la distribución de fondos a los gobiernos locales. Para la construcción de este mapa de pobreza se utilizó dos tipos de indicadores, el primero que refleja una situación de carencia de la población en el acceso a servicios básicos (% de la población por viviendas que carecen de agua potable, desagüe o letrinas y de electricidad) y el segundo que muestra una situación de vulnerabilidad (% mujeres analfabetas de 15 años y más, % de niños de 0 a 12 años de edad y % de niños desnutridos de 6 a 9 años).

Atlas electoral latinoamericano De los Cuadros 3, 4 y 5 se desprende que la candidatura de Humala (Unión por el Perú) tuvo un amplio respaldo en los distritos del quintil 1 de pobreza (más pobres). De ahí provienen sus mayores niveles de adhesión electoral a lo largo de la primera y segunda vuelta electoral. Lamentablemente no son los distritos con mayor población electoral. La candidatura de García (Partido Aprista) tuvo mayor respaldo en los distritos ubicados en el quintil 2 y 3 (pobres), principalmente en la primera vuelta electoral. Estos son distritos capitales de provincia que concentran un importante caudal electoral. Finalmente, la candidatura de Flores (Unidad Nacional) tuvo mayor adhesión en el quintil 5 (menos pobres), que son los distritos mesocráticos ubicados en Lima y en algunas de las principales ciudades del país. Esos distritos pasaron a apoyar mayoritariamente la candidatura de García en la segunda vuelta electoral. Teniendo en cuenta estos datos de pobreza nos atreveríamos a señalar que hubo un voto clasista en esta contienda electoral, aun cuando los candidatos no desarrollaron un discurso similar a lo largo de la campaña.

Mapa 1 Resultados de la elección presidencial del 2006 a nivel provincial - primera vuelta (% de votos válidos)

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Corte Nacional Electoral

Mapa 2 Resultados de la elección presidencial del 2006 a nivel provincial - segunda vuelta (% de votos válidos)

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4. Perspectivas del nuevo gobierno Alan García asumió la Presidencia de la República teniendo varios factores en cuenta: que la población que realmente lo apoya es la que votó por él en la primera vuelta electoral y quienes lo apoyaron en la segunda vuelta prestaron su voto en contra de la candidatura de Humala; que va a gobernar sin mayoría en el Congreso; y que va a tener que integrar a la población ubicada en la sierra centro y sur del país que nunca le dio su confianza, con la finalidad de evitar protestas sociales que desestabilicen su gestión. Ello se desprende de los resultados, de sus declaraciones y de su Mensaje a la Nación pronunciado al asumir su mandato el 28 de julio de 2006. En su mensaje ofreció una política de austeridad en el sector público (menos gastos en Palacio de Gobierno, reducción de honorarios del Presidente y los Congresistas, cerrar embajadas, limitar los viajes y las contrataciones de nuevos funcionarios, entre otros), un shock de inversiones y el relanzamiento de su programa Sierra Exportadora. Por otro lado, garantizó la estabilidad económica y de la moneda, no hizo mención a una reforma tributaria ni a una revisión de los contratos, salvo en el caso de la explotación del gas

Atlas electoral latinoamericano de Camisea. Tampoco no hizo mención al proceso de extradición de Fujimori y al castigo ejemplar de los actos de corrupción durante ese gobierno. En conclusión, anunció políticas efectistas dirigidas a los sectores populares, empresariales y a los fujimoristas, estos dos últimos representados políticamente en el Congreso, que no se articulan a una propuesta de reforma del Estado pero sí a una clara intención de formar coaliciones de gobierno. Para llevar adelante estos ofrecimientos, conformó un gabinete integrado por seis militantes apristas encargados de las áreas sociales (Agricultura, Educación, Vivienda, Salud) y nueve técnicos independientes encargados de la gestión económica (Economía, Producción, Comercio Exterior). Además, ubicó a dos civiles en los sectores encargados de la seguridad (Interior y Defensa), los cuales tuvieron cargos en la gestión de Toledo. Este gabinete está siendo dirigido por Jorge del Castillo, ex Secretario General del Partido Aprista. Junto con Mercedes Cabanillas, Presidenta del Congreso, y Mauricio Mulder, actual Secretario General del Partido Aprista, conforman el equipo de soporte político a la gestión de García.

Teniendo en cuenta estos factores, García inició su gestión con un auspicioso 63% de aprobación en todos los segmentos socioeconómicos de la población. Esta cifra es mayor

a la votación que recibió en la segunda vuelta electoral, lo que implica que ha despertado una expectativa favorable incluso en un sector de la población que votó por Humala. 231

Corte Nacional Electoral

Mapa 3 Resultados de la elección presidencial del 2001 a nivel provincial - segunda vuelta (% de votos válidos)

Desde el inicio de su gestión, el gobierno de García ha tenido iniciativa respecto al posicionamiento de la agenda política y social, pero con medidas efectistas más que claras intenciones de reforma estructural 15. “Parece que el Presidente se hubiera empeñado en cubrir el vacío dejado por la falta de iniciativas sociales significativas con reiteradas ‘cortinas de humo’, propuestas llamativas y polémicas, pero de escasa viabilidad y sin resultados prácticos: empezando por la rebaja de sueldos a los funcionarios públicos, pasando por la propuesta de reestablecer la pena de muerte a los violadores de menores y a los terroristas, siguiendo por la propuesta del retorno a la bicameralidad, entre muchas otras”, señala Tanaka 16. Para Carlos Reyna, “Alan García gobierna bajo una obsesión: borrar la desastrosa imagen que dejó su primer gobierno. Sus actos están gobernados por los traumas de su pasado, no por una visión clara de lo que nuestro país puede ser. En lo económico, García no quiere nada de su pasado. Ha visto que Fujimori aún recibe reconocimientos por la economía que 15 Sobre las medidas implementadas por el gobierno en sus primeros 100 días puede encontrarse un registro en: http:// www.larepublica.com.pe/content/view/129448/ 16 Martín Tanaka, “Los 100 primeros días del segundo gobierno de Alan García”. En, Argumentos N° 7. Lima: IEP, noviembre 2006.

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Atlas electoral latinoamericano instaló, y que Toledo terminó entre aplausos con solo continuar el guión. Entonces para qué arriesgarse. La ruta hacia el prestigio está clara: adaptarse a los que mandan en el mundo del libre mercado: TLC (Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos), óbolo minero, mínimas reformas laborales, pocas molestias para Telefónica y las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones)” 17. En efecto, García lo que ha hecho en los últimos meses ha sido continuar con la política económica del gobierno anterior: dejar que la economía siga creciendo sin intervenir en la misma. Pero a diferencia de Toledo, tiene la ventaja de no tener una oposición política y social fuerte. Con la política económica de estabilidad fiscal y poca intromisión del Estado ha recibido el apoyo de los partidos de la centro-derecha (Unidad Nacional, Frente de Centro y Alianza por el Futuro) con representación en el Congreso. Además, las políticas efectistas, como la pena de muerte, han merecido la aprobación de estos sectores. La oposición liderada por Humala sufrió un revés al el día siguiente de su derrota en la segunda vuelta electoral, cuando el Secretario General de Unión por el Perú y su candidato a la Vicepresi-

dencia marcaron distancia, una vez electos como congresistas. La oposición a García podría surgir ahora desde el interior del país. Con la finalidad de debilitar esa amenaza, el gobierno buscó en un inicio regular el funcionamiento de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), al conside-

rarlas como operadores políticos de protestas sociales, principalmente contra la inversión extranjera. Una última medida en ese sentido fue eliminar el Consejo Nacional de Descentralización, conformado entre otros, por los representantes de los 17 Carlos Reyna, “Para entender mejor a García”. En, La República, 29/20/2006.

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Corte Nacional Electoral oposición articulado sino protestas focalizadas que podrían ser levantadas mediante concesiones y otras medidas populistas. Hasta que no se vislumbre una oposición mayor al gobierno, éste seguirá gobernando tal y como lo ha hecho hasta la fecha. Información adicional

Gobiernos Regionales, Municipales Provinciales y Municipales Distritales. Esta reacción surgió luego de la derrota del Partido Aprista en las Elecciones Regionales y Municipales de noviembre de 2006, el cual en el 2002 obtuvo la presidencia en 22 regiones y ahora sólo en dos. En varias 234

regiones han resultado ganadores políticos independientes que anteriormente enfrentaron al gobierno central por la política social desarrollada. Esta fragmentación de la representación política en el interior del país nos lleva a pensar que el gobierno no tendrá un bloque de

1. Distribución político-administrativa El país se divide administrativamente en 25 regiones, 195 provincias y 1.831 distritos. En todos estos ámbitos se eligen autoridades. La máxima autoridad es el Presidente de la República, el cual es elegido junto con dos Vicepresidentes, en distrito electoral único. De forma simultánea se eligen a los Congresistas de la República en distrito electoral múltiple (un número determinado por región). En cada una de las 25 regiones, se elige a un Presidente y Vicepresidente Regional, variando el número de Consejeros Regionales de acuerdo al número de provincias que conforma la región, con un mínimo de siete. A nivel provincial y distrital se eligen Alcaldes y Regidores, estos últimos en un número que varía de acuerdo a la población de la provincia o el distrito, según el tipo de elección.

Atlas electoral latinoamericano

* **

24 de las cuales están inscritas en un ámbito departamental más la Provincia Constitucional del Callao. La Provincia de Lima, no forma parte de ningún ámbito regional. El tamaño del cuerpo legislativo varía, en el caso de las regiones por el número de provincias que contiene, y en el caso de las provincias y distritos por el número de pobladores.

2. Voto obligatorio u opcional El artículo 31° de la Constitución Política del Perú señala que el voto es personal, igual, libre, secreto y obligatorio hasta los setenta años. Es facultativo después de esa edad. En caso de que no se asista a votar se restringían algunos derechos civiles hasta el pago de una multa. Respecto a la restricción de derechos civiles, en las Elecciones Generales del 2006 estuvo vigente el artículo 89° del Reglamento de Inscripciones del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil, el cual señala que “para poder realizar los actos señalado en el artículo 84°, el DNI deberá contener o estar acompañado de la constancia de sufragio, en las últimas elecciones en las que se encuentre obligada a votar la persona o, en su defecto, la correspondiente dispensa de no haber sufragado”. De no ser así, el elector debe pagar una multa para poder proceder con lo señalado

en el artículo 84°, entre otros, para solicitar la inscripción de cualquier acto relativo al estado civil u obtener certificaciones de los mismos, intervenir en procesos judiciales o administrativos, realizar cualquier acto notarial, celebrar cualquier tipo de contrato, ser nombrado funcionario público, obtener pasaporte, inscribirse en cualquier sistema de seguridad o previsión social, obtener o renovar la licencia de conductor de vehículo, entre otros. El 3 de agosto de 2006 entró en vigencia la Ley 28859 que suprime las restricciones civiles, comerciales, administrativas y judiciales a los omisos al sufragio. Finalmente, es importante anotar que mediante reforma constitucional aprobada por la Ley N° 28480, publicada el 30 de marzo de 2005, se otorgó el derecho al voto a los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. El artículo 34° de la Constitución Política señala que “los miembros de las Fuerzas Armadas y de la

Policía Nacional tienen derecho al voto y a la participación ciudadana, regulados por ley. No pueden postular a cargos de elección popular, participar en actividades partidarias o manifestaciones, ni realizar actos de proselitismo, mientras no hayan pasado a la situación de retiro, de acuerdo a ley.” En ese sentido, participaron en las Elecciones Generales de 2006 138.156 policías y militares. 3. Breve biografía de los candidatos 18 Tres fueron los candidatos que concentraron las preferencias electorales en las Elecciones Generales de 2006: Alan García Pérez, ex Presidente de la República de 1985 a 1990, postuló a un segundo mandato y por segunda vez consecutiva con el Partido Aprista Peruano. García, limeño de 56 años, es abogado de profesión (1971). Tiene un Doctorado en Derecho otorgado por la Universidad Complutense de Madrid (1974). Ha sido director y profesor del Instituto de Gobierno de la Universidad San Martín de Porres en Lima (2001). Sin embargo, es más reconocido por 18 Elaborado en base a las Declaraciones Juradas de Vida presentadas por los candidatos en las Elecciones Generales del 2006.

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Corte Nacional Electoral su actividad política que académica. Ha sido Secretario de Organización (1977-1982), Secretario General (1982-1985) y Presidente del Partido Aprista Peruano (desde 1985). Se ha desempeñado como Constituyente (1978-1980), Diputado (1980-1985) y Presidente de la República (1985-1990). Lourdes Flores Nano postuló también por segunda vez consecutiva con la Alianza Electoral Unidad Nacional. Flores, limeña de 56 años, es abogada de profesión (1982) con estudios superiores de derecho en la Universidad Complutense de Madrid (1983-1984). Ha sido docente en la Universidad de Lima y en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Al igual que García, Flores es reconocida por su trayectoria política. Ha sido Subsecretaria Nacional de Campaña (1984-1986), Secretaria Nacional de Asuntos Profesionales (1986-1989), Secretaria Nacional de Política (1989-1993), Secretaria General Colegiada (1993-1995) y Presidenta (desde 2003) del Partido Popular Cristiano (agrupación integrante de la Alianza Electoral Unidad Nacional). Se ha desempeñado como regidora de la Municipalidad Metropolitana de Lima (19871990), Diputada (1990-1992) y Congresista de la República (1993-2000). 236

Ollanta Humala Tasso postuló por primera vez como candidato del partido Unión por el Perú. A diferencia de García y Flores no es un político de formación. Humala, limeño de 43 años, es oficial del Ejército en situación de retiro. Estudió en la Escuela Militar de Chorrillos (1980-1983), siguió estudios de Maestría en Ciencia Política en la Pontificia Universidad Católica (2001-2002) y de Doctorado en Ciencia Política en el Instituto de Altos Estudios para América Latina (INEAL) en Francia (2004). Se desempeñó como Adjunto a la Agregaduría Militar del Perú en Francia (2003-2004) y como Agregado Militar del Perú en Corea del Sur (2004). Finalmente pasó al retiro como Teniente Coronel del Ejército Peruano en 2005. En ese mismo año fundó el Partido Nacionalista Peruano, pero no se pudo presentar a las elecciones, por su tardía inscripción. 4. Breve historia de los principales partidos 19 El Partido Aprista Peruano, denominado inicialmente como Acción Popular Revolucionaria Americana - APRA, fue fundado en 1930 por Víctor Raúl Haya de la Torre. Es el partido que ha participado en más procesos electorales: constituyentes y presidenciales de 1931 (a partir del cual fue declarado ilegal

hasta 1961), constituyente de 1978, generales de 1962, 1963, 1980, 1985, 1990, 1995, 2000 y 2001; municipales en 1963 y 1966 (en alianza con la Unión Nacional Odriísta), 1980, 1983, 1986, 1989, 1993, 1995, 1998 y 2002. Ha sido partido gobernante con Alan García Pérez entre 1985 y 1990. Unidad Nacional es una alianza electoral, conformada para las Elecciones Generales del 2006, por el Partido Popular Cristiano, Solidaridad Nacional y Renovación. El principal integrante de esta alianza es el Partido Popular Cristiano, formado por un sector del Partido Demócrata Cristiano y fundado en 1967 por Luis Bedoya Reyes. Participó en las elecciones constituyente de 1978, generales de 1980, 1985, 1990 (como parte del FREDEMO, alianza constituida con Acción Popular y el Movimiento Libertad) y 2001 (como parte de Unidad Nacional); municipales en 1980, 1983, 1986 y 1989 (como parte del FREDEMO), 1993, 1995, 1998 y 2002. Renovación es una agrupación fundada en 1992 para participar en las elecciones al Congreso Constituyente Democrático de ese año y reúne a independientes y

19 Elaborado en base al libro de Fernando Tuesta Soldevilla, Perú Político en Cifras 1821-2001. Lima: F. Ebert, 2001.

Atlas electoral latinoamericano militantes del movimiento Libertad, bajo el liderazgo de Rafael Rey Rey. Finalmente, Solidaridad Nacional es una agrupación conformada en 1999 por Luis Castañeda Lossio, actual Alcalde de Lima, para postular como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones generales del 2000. Unión por el Perú, es un partido fundado en 1994 por el ex Secretario General de la ONU, Javier Pérez de Cuellar. Participó en las elecciones generales de 1995, convirtiéndose en la primera fuerza de oposición. Al final del período parlamentario la mayoría de sus integrantes abandonó la agrupación, incluyendo a Pérez de Cuellar. En las elecciones generales del 2000 lanzó la candidatura presidencial del ex Vicepresidente Máximo San Román. En las elecciones del 2001 solamente presentó lista congresal. En 2006 adquirió fuerza política al promover la candidatura de una invitado: Ollanta Humala Tasso. 5. Sistema electoral Para elegir candidatos a la Presidencia de la República: El Presidente de la República es el Jefe del Estado y personifica a la Nación. Para ser elegido como tal se requiere ser peruano de nacimiento, tener más de treinta y cinco

años de edad al momento de la postulación y gozar del derecho de sufragio. El Presidente se elige por sufragio directo, secreto y obligatorio en Distrito Electoral Único. Es elegido el candidato que obtiene más de la mitad de los votos válidos. Si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta, se procede a una segunda elección, dentro de los treinta días siguientes a la proclamación de los cómputos oficiales, entre los candidatos que han obtenido las dos más altas mayorías relativas. Junto con el Presidente son elegidos, de la misma manera, con los mismos requisitos y por igual término, dos Vicepresidentes. El mandato presidencial es de cinco años, no hay reelección inmediata. Transcurrido otro período constitucional, como mínimo, el ex presidente puede volver a postular, sujeto a las mismas condiciones La Presidencia queda vacante por: muerte del Presidente de la República; su permanente incapacidad moral o física, declarada por el Congreso; aceptación de su renuncia por el Congreso; salir del territorio nacional sin permiso del Congreso o no regresar a él dentro del plazo fijado; y, destitución, tras haber sido sancionado por traición a la patria, impedir las elecciones o disolver el Congreso.

Para elegir candidatos al Congreso de la República: El Poder Legislativo reside en el Congreso, el cual es unicameral y está compuesto por ciento veinte congresistas, los cuales son elegidos por un período de cinco años mediante sufragio directo, secreto y obligatorio. Para ser elegido congresista se requiere ser peruano de nacimiento, haber cumplido veinticinco años y gozar del derecho de sufragio. Las elecciones al Congreso se realizan simultáneamente con las elecciones presidenciales. Los candidatos a la Presidencia no pueden ser simultáneamente candidatos a congresistas, mas sí los candidatos a vicepresidentes. La elección de congresistas se realiza mediante el sistema del Distrito Electoral Múltiple aplicando el método de la cifra repartidora, con doble voto preferencial opcional, excepto en los distritos electorales donde se elige menos de dos congresistas, en cuyo caso hay un solo voto preferencial opcional. El territorio de la República se divide en veinticinco distritos electorales, uno por cada departamento y la Provincia Constitucional del Callao. Los electores residentes en el extranjero son considerados dentro del Distrito Electoral de Lima. 237

Corte Nacional Electoral El Jurado Nacional de Elecciones asigna a cada Distrito Electoral un escaño, distribuyendo los demás escaños en forma proporcional al número de electores que existe en cada distrito. Mediante Resolución N° 303-2005-JNE del 13 de octubre de 2005, el Jurado Nacional de Elecciones estableció el número de escaños parlamentarios que corresponde a cada Distrito Electoral, de acuerdo a la actualización del padrón realizada por el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC).

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6. Sistema político El Perú tiene un sistema de gobierno semipresidencialista. En teoría sustituye la estructura monocéntrica de autoridad con una autoridad dual: el presidente (Jefe de Estado) “comparte” el poder con un Presidente del Consejo de Ministros (Jefe de Gobierno), el cual debe conseguir un apoyo parlamentario continuo. El Presidente designa al primer ministro y su gabinete los cuales están sujetos al voto de confianza y al voto de censura de la mayoría parlamentaria. Sin embargo, el Presidente de la República está

facultado para disolver el Congreso si éste ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros. Este sistema de gobierno semipresidencialista necesita para su funcionamiento obtener mayoría parlamentaria. La ausencia de mayoría parlamentaria puede generar impases que no necesariamente se resuelven con el cambio del Presidente del Consejo de Ministros. El problema de las mayorías se encuentra por el lado del abuso en la delegación de facultades legislativas por parte del Congreso al Ejecutivo. El sistema de partidos políticos en el Perú se caracteriza por un pluralismo moderado. En las elecciones presidenciales del 2006, 36 partidos fueron habilitados para presentar candidatos, de los cuales 20 agrupaciones presentaron candidatos a la Presidencia de la República (15 partidos de manera individual y 11 partidos como parte de cinco alianzas electorales). De ellos, tres obtuvieron más del 10% de los votos y 14 menos del 1% de votos. En las elecciones congresales, 24 agrupaciones (19 partidos de manera individual y 11 partidos como parte de cinco alianzas electorales) presentaron listas de candidatos en las diferentes circunscripciones del

Atlas electoral latinoamericano país. De ellos, sólo siete agrupaciones (cuatro partidos de manera individual y ocho partidos como parte de tres alianzas electorales) llegaron a ubicar congresistas.

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Corte Nacional Electoral

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Atlas electoral latinoamericano

Balance de once elecciones nacionales Georges Couffignal

E

l final de 2005 y todo el año 2006 fueron bastante excepcionales, desde un punto de vista electoral, en América Latina. En catorce meses, 85% de la población latinoamericana fue convocada a votar. Once elecciones presidenciales se llevaron a cabo (Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, México y Costa Rica). En casi todos los casos, al mismo tiempo, se celebraron elecciones legislativas. Rara vez la prensa internacional había comentado tanto los comicios de esa parte del mundo. Es cierto que, por varias razones, la sorpresa ha sido importante. Con Michelle Bachelet en Chile, una mujer se convierte en una de las primeras presidentas en América del Sur. Con Evo Morales en Bolivia, un indio accede al puesto supremo (Toledo, en Perú, era mestizo). En los otros casos, lo que llama la atención es el sorprendente retorno de presidentes que no habían dejado muy buen recuerdo de su primer mandato, como

Alan García en el Perú o Daniel Ortega en Nicaragua. En México, la elección de Felipe Calderón ha sido ampliamente contestada por Andrés Manuel López Obrador. En otros países, era previsible, los presidentes que terminaban su mandato han sido reelegidos: Lula en Brasil, Uribe en Colombia y Chávez en Venezuela. Todos los resultados han sido muy comentados. Numerosos analistas se han interrogado para saber si América Latina estaría girando a la izquierda. Otros han subrayado las diferencias considerables que hay entre todos ellos, independientemente de su pertenencia a una misma familia de opinión. En efecto, ¿qué hay de común entre Hugo Chávez, que se tiene por el promotor de un “socialismo del siglo XXI”, que insulta al Presidente George W. Bush en la tribuna de Naciones Unidas, y Lula o Michelle Bachelet, que, ambos, se consideran, sobre todo, pragmáticos en su manera de enfocar los problemas nacionales o el lugar de su país

en el concierto internacional? La mayoría de las personalidades elegidas, incluso cuando son de izquierda, se cuidan mucho de toda fraseología hacia Estados Unidos. De la misma manera, la cuestión del papel del Estado transciende, en la mayoría de los casos, a las divergencias tradicionales. Sin embargo, a pesar de la gran diversidad de la situación nacional en cada uno de esos países y de las respuestas aportadas por los electores, se pueden sacar de estos comicios varias lecciones si se buscan las tendencias fuertes. Ello sin dejar de ser consciente del riesgo de simplificación que existe siempre que se trata de hacer análisis transversales o de partir de realidades nacionales extremadamente complejas. I. El arraigo de la democracia La primera lección de este año electoral es la del arraigo de la democracia. A pesar de los análisis del PNUD que, en 2004, publicó un informe extremadamente crítico en lo que respecta al apoyo a la democracia y a pesar 241

Corte Nacional Electoral también de las encuestas anuales a menudo muy negativas de Latinobarómetro, estas elecciones marcan sin duda la voluntad de los pueblos de utilizar los procedimientos democráticos para elegir a sus gobernantes. Los outsiders, los líderes antisistema que habían surgido en el decenio anterior (Fujimori en Perú, Collor de Mello en Brasil, Menem en Argentina, Buccaram en Ecuador, Alemán en Nicaragua, etc.) ya no son taquilleros. El elector ha votado por la continuidad de las fuerzas políticas (PAN en México, Concertación en Chile) o de las personas (Uribe, Lula o Chávez) que conocía. En tres países (Costa Rica, Perú y Nicaragua) ha reelegido a un antiguo presidente después de más de diez años de ausencia. Finalmente, sólo Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador son recién llegados. Aunque en el caso de Evo Morales, era la tercera vez que se presentaba a las elecciones, y su partido, el MAS, ya había ganado numerosas municipalidades. De manera evidente, el elector de hoy desconfía de los outsiders. El fracaso de Ollanta Humala en Perú, después de diez años de Fujimori y cinco de Toledo en el poder, es la mejor ilustración. Por otra parte, en varios países, estas elecciones muestran una sorprendente re242

aparición de partidos políticos que se creía que estaban obsoletos en el nuevo cauce de la democracia: APRA (Perú), FSLN (Nicaragua), trilogía PRI-PAN-PRD (México), Concertación (Chile), PT-PSDB (Brasil) o MAS (Bolivia). Por supuesto que algunos movimientos exclusivamente fundados para apoyar a un candidato continúan. Es el caso, en particular, de Venezuela y Colombia. Pero los partidos que reaparecen con fuerza en la escena electoral latinoamericana han cambiado de función radicalmente. Portadores ayer, ante todo, de programas e ideologías, en realidad ejercían una función de control de la población siguiendo una lógica puramente clientelista. Hoy en día son cada vez más proclives, como en las viejas democracias, a transformarse en máquinas electorales y en mediadores para establecer una relación de confianza entre el elector y el candidato o la persona elegida. Otro signo del arraigo de la democracia: en todos los países, las elecciones se han desarrollado en calma, en presencia de observadores internacionales, y sin contestación importante, salvo en el caso de México sobre el cual nos detendremos más tarde. La participación ha sido buena en general, salvo en México y en Colombia.

La mayoría de los países de América Latina disponen del voto obligatorio, el voto función, según modalidades diversas de sanción en caso de no cumplir con la obligación de cada ciudadano de votar. En Costa Rica, por ejemplo, la sanción es prácticamente inexistente mientras que en Perú la multa puede llegar a ser tres meses de salario mínimo. Las modalidades de inscripción (automática o voluntaria) en las listas electorales difieren de un país a otro. No se puede reflexionar correctamente sobre el fenómeno ausentista si no se tienen en cuenta estos elementos. Sólo cuatro países disponen del voto derecho: México, Venezuela, Colombia y Nicaragua. Los altos índices de abstención en estos países se analizan, a menudo, como una marca de la debilidad del apoyo a la democracia, olvidando cuán complejo es el fenómeno de la abstención. Estados Unidos, por ejemplo, cuenta raramente con más de 50% de participación electoral en las elecciones presidenciales. ¿Significa eso que los norteamericanos no están apegados a su modelo político? Hay que tener cuidado con las simplificaciones fáciles. Otro elemento interesante: las instituciones electorales independientes del ejecutivo e instauradas en la mayoría de los

Atlas electoral latinoamericano países para organizar y controlar las elecciones han funcionado bien. En el caso mexicano, el Tribunal Federal Electoral ha aceptado recontar los votos de los centros o mesas electorales en los que los escrutadores habían emitido reservas escritas al final del recuento de votos y Andrés Manuel López Obrador no ha podido probar los fraudes que denunciaba. Pero el caso mexicano ha servido para destacar un hecho observable en otros países (Bolivia, Ecuador y Venezuela): la enorme polarización del debate político. ¿Es esto preocupante desde el punto de vista del funcionamiento democrático? En Europa, varios países conocen polarizaciones similares (España, Italia o Austria). En realidad, todo depende de dos cosas. Por una parte, del grado de institucionalización de la democracia, es decir, de la existencia de instituciones sólidas que puedan manejar los conflictos, con fuerte independencia respecto a lo político. Por otra parte, de la manera como los mismos actores políticos manejan esta polarización. ¿Respetan o no las instituciones, más allá de los enfrentamientos verbales? Los actores, en este sentido, están en interacción constante con los mandatarios. Últimamente asistimos a cambios significativos en el comportamiento electoral.

II. Transformaciones en el comportamiento electoral Es importante recordar que si la democracia está volviendo en América Latina, se debe en buena medida al fracaso económico de los regímenes militares. Todos, salvo la excepción notable de Chile, habían fracasado en este aspecto. En Brasil, Argentina, Uruguay, Perú o Ecuador, los militares habían dejado los países arruinados. El fenómeno fue similar en Europa del Este: los regímenes comunistas cayeron, en gran parte, por el fracaso económico. Cuando la democracia regresa, la población de esos países la espera con un exceso de expectativas. Tiene que encontrar empleo, dar seguridad y salud, garantizar la educación y la vivienda... Y los nuevos dirigentes deben resolver una difícil ecuación con dos incógnitas: instaurar un nuevo modelo político y cambiar de modelo de desarrollo económico. A partir de finales de los años 80 y principios de los 90, todas las economías latinoamericanas abandonan el modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), promovido por la CEPAL. Es decir, dejan de promover el desarrollo económico centrado en el mercado interior protegido por barreras aduaneras

fuertes, en beneficio de un modelo totalmente abierto, teniendo que fomentar el crecimiento por la conquista de mercados externos. Ahora bien, este cambio de modelo se realiza en un contexto de economías extremadamente endeudadas, en lucha con dramáticas tasas de inflación. El resultado es conocido. Los equipos elegidos nada más recuperada la democracia fueron todos, una vez más, con la excepción de Chile, barridos en la convocatoria siguiente. En aquella época, numerosos analistas hablaron de inestabilidad política, que sería una de las características del comportamiento político en América Latina. Sin embargo, ¿no es natural, en democracia, querer cambiar los equipos gobernantes? Sabido es que la democracia permite la alternancia sin necesitar recurrir a las armas. El primer poder del voto, antes de elegir a aquel o aquella que nos va a gobernar, es poder “despedir” al gobernante. Por supuesto, la población de todos esos países había votado siempre. Pero en la mayoría de los casos el voto no era libre, estaba controlado por diversos mecanismos de tipo clientelista. Que los electores cambien los equipos dirigentes es, sin duda, un punto a favor de la lógica de arraigo de la democracia. La alternancia 243

Corte Nacional Electoral es el primer paso hacia la conquista de un poder del voto real. Y, por cierto, cuando los nuevos equipos consiguieron estabilizar la economía, fueron reelegidos (a menudo, después de haber modificado la Constitución): ese fue el caso de Cardoso en Brasil, de Fujimori en Perú o de Menem en Argentina. Las elecciones que se han celebrado entre 2005 y 2006 se inscriben en un nuevo registro. Además del hecho de desconfiar de los outsiders de la década anterior, es importante subrayar hasta qué punto el comportamiento electoral se ha transformado profundamente. Coincide con la evolución que se observa en las viejas democracias europeas. En lo sucesivo, los programas políticos no serán más el factor determinante de la elección. Cuando se analizan los programas de los candidatos en Chile, Brasil, México o Colombia, las diferencias entre los principales candidatos son, a menudo, mínimas, lo que no tiene nada de particular a la hora del ocaso de las ideologías y de la reducción del margen político del que disponen los gobernantes como consecuencia de los fenómenos de globalización, que incrementan la interdependencia entre las naciones. En economías cada vez más abiertas, con monedas frágiles, las posibilidades 244

de acción de los gobernantes dentro de sus fronteras disminuyen. Si los programas se parecen cada vez más, si el voto ya no está controlado, ¿cómo puede escoger el elector? Lo que últimamente es determinante en una elección es el factor confianza. El elector vota por alguien en quien confía, que le inspira confianza. ¿En qué se basa esa confianza? Es extremadamente difícil responder a esta cuestión en vista de la diversidad y la complejidad de los factores creadores de empatía. No hay duda de que la imagen, en la era de la mediatización del dirigente, es esencial, juega un gran papel. Desde hace mucho tiempo, a ambos lados del Atlántico, los candidatos acuden a especialistas en comunicación, a forjadores de imagen, que aconsejan al candidato, independientemente del contenido de su mensaje. El gobernante solicita a la opinión pública sin cesar, analiza y desmenuza los sondeos para sacar lecciones de lo que debe o no debe hacer. Pero también los partidos y los candidatos están a la escucha de la evolución de la opinión pública. Entramos en la era de lo que Bernard Manin ha llamado democracia de opinión o democracia del público. La opinión pública es hoy en día esencial, incluso desde la fase de selección de candidatos. Miche-

lle Bachelet (PS) y Soledad Alvear (DC) en Chile se impusieron al aparato de sus partidos respectivos, gracias a la opinión pública. Ségolène Royal (PS) ha hecho lo mismo en Francia. Han sido elegidas porque una fuerte corriente de confianza se manifestaba a su favor. ¿Cual es la alquimia que hace que el elector confíe o no en una persona? Uno de los motores importantes reside en los procesos de identificación, que son extremadamente complejos. El factor género jugó probablemente a favor de Michelle Bachelet, como el factor étnico jugó, sin duda, a favor de Evo Morales. Pero una de las características esenciales de las recientes elecciones en América Latina ha sido, sin duda, la identificación del elector con el origen social pobre o modesto de los candidatos. López Obrador, Lula, Chávez, Bachelet, Morales, Ortega o Correa no salen de clases acomodadas. Lo mismo pasó con Fujimori o Toledo. ¿Cual es la importancia de este tipo de identificación, que no está tan presente en otras partes del mundo? La transformación del modelo de desarrollo llevada a cabo en los años 80 ha multiplicado los espacios de pobreza y ha diluido el tejido social tradicional de la mayoría de los países. Los mecanismos de solidaridad, la familia en particular, ya no

Atlas electoral latinoamericano funcionan, la inseguridad aumenta, las mafias de todo tipo prosperan. Sin embargo, el Panorama social 2006 de la CEPAL hace hincapié en que, por tercer año consecutivo, la pobreza se reduce en la región. Los pobres, que representaban 40,5% de la población de América Latina en 1980, en 2006 son el 38,5%. Pero durante el mismo período, en números absolutos, se ha pasado de 136 millones de habitantes en 1981 a 205 millones en 2006, es decir, hay 69 millones más de pobres. ¿Cómo asombrarse, vista la situación, de que se vote ante todo por aquel que se cree estará más atento a los problemas de pobreza, puesto que los ha conocido? Lo que no significa que se le conceda confianza absoluta, más bien al contrario. La mejor prueba de esta confianza limitada reside en el hecho de que, en todos los países, los electores han elegido congresos que no dan la mayoría, o dan una mayoría muy corta, al presidente, lo que se explica, a menudo, por el modo de escrutinio adoptado por las nuevas Constituciones, que pretendían ser muy progresistas. Así, la mayoría de los países cuentan con un escrutinio de tipo proporcional para las elecciones legislativas, o, como en México, una combinación de escrutinio mayoritario (300

diputados) y escrutinio proporcional (200). El presidente se elige en elección uninominal mayoritaria a una o dos vueltas, con diversas modalidades para poder ser elegido desde la primera vuelta (por ejemplo, en Nicaragua, 45% de sufragios bastan, o 35% si cinco puntos separan al primero del segundo), y, a veces –como en Bolivia– con la intervención del Parlamento para la segunda vuelta. Sabemos desde que Maurice Duverger lo estudió, que el escrutinio proporcional no está pensado para facilitar la constitución de mayorías. Pero sabemos también que eso no es un obstáculo dirimente: el ejemplo español lo prueba desde hace más de treinta años. De hecho, reducir el análisis de atribuir la ausencia de mayorías parlamentarias para los presidentes recién elegidos a las leyes electorales en vigor sería cometer un grave error. Es más que probable que nos encontremos en presencia de un comportamiento del elector que desea limitar los poderes del Presidente. Estamos lejos de las preocupaciones de principios de los años 90, cuando, como consecuencia de los escritos de Juan J. Linz y Samuel Valenzuela, algunos países se planteaban la cuestión de la oportunidad de remplazar el régimen pre-

sidencial por uno parlamentario, más apto, según dichos autores, para garantizar una buena gobernabilidad democrática. Estamos más bien en presencia de lo que otros autores (cf. la obra de Jorge Lanzaro) han calificado como evolución parlamentarista de los regímenes presidenciales latinoamericanos, en particular cuando hay que contar con electores que tratan de favorecer la constitución de coaliciones, es decir, que diversas fuerzas políticas se agrupen, que reflejen diversidad de opiniones pero estén obligadas a unirse para gobernar o legislar. De los once países que han celebrado elecciones generales (parlamentarias), sólo cuatro han dado mayoría parlamentaria en el Parlamento: Venezuela, Chile, Bolivia y Colombia. Pero en el caso chileno, es una coalición de partidos, y en el boliviano las minorías regionales son muy poderosas: tendrán que contar con ellas. Es otra manera de dirigirse hacia una coalición. Sin duda sería conveniente reflexionar para reformar los modos de escrutinio con el fin de que permitan favorecer la aparición o la formación de alianzas. Como ocurre con frecuencia, América Latina explora y amplifica fenómenos que se observan en las democracias europeas. Los ejemplos son 245

Corte Nacional Electoral numerosos (Alemania, España, Italia, Francia) en los que no es posible gobernar si no se entra en esta lógica de la coalición. III. Principio de confianza y exigencia de rendir cuentas (accountability) Mas allá del principio de confianza, en el hecho de tener parlamentos que no están sometidos a la voluntad del presidente, aparece la exigencia de control. La reaparición de los partidos en las elecciones va en la misma dirección. El elector se identifica con un candidato o una candidata tanto más fácilmente cuanto más conocida es la familia política a la que pertenece, de la que se sabe cómo actúan los militantes y los políticos ya elegidos. Ya no estamos ante el cheque en blanco que se firmaba a los outsiders la década anterior. El elector vota por alguien del que se sabe que será más o menos controlado por el partido al que pertenece aunque, normalmente, sea el mismo que está a la cabeza de dicho partido. Los mecanismos de transmisión de demandas son mucho más seguros y fluidos a través de los canales partidistas, siempre y cuando los partidos se adhieran decididamente al funcionamiento democrático, que a través de los mecanismos sociales tradicionales. Y esto es aún más evidente cuando el 246

partido cuenta con personas elegidas a nivel local: en ese caso, el poder dispone de un doble vector de transmisión de demandas: las instituciones locales y los miembros elegidos del partido. Numerosos países (Bolivia, Brasil, México, Argentina, Uruguay, Perú o Colombia) han efectuado, durante los últimos quince años, reformas descentralizadoras importantes. A menudo los partidos han sabido utilizar estas nuevas instancias para conquistar o asentar esferas de poder. Con frecuencia, es a nivel local donde aparece con fuerza la exigencia de responsabilidad, la demanda que se hace al político elegido para que rinda cuentas de su gestión. En este aspecto, el Perú, por ejemplo, es emblemático: el número de personas elegidas localmente a quienes se ha exigido que dimitan de sus funciones ha crecido de manera exponencial estos últimos años. Las razones evocadas son, en general, incompetencia o corrupción. Las numerosas destituciones de presidentes en los últimos quince años (Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela) tienen su origen, en casi todos los casos, en denuncias por casos de corrupción. Es interesante observar, en 2006, que partidos como el PT en Brasil han podido ser denunciados ante la justicia por corrupción sin que ello afecte a

la imagen, muy positiva, del candidato Lula. Quizá nos encontremos en estos casos con las secuelas de prácticas muy antiguas en América Latina. La corrupción ha existido siempre y era uno de los mecanismos aceptados por la opinión pública. No era un problema político mientras el Estado podía redistribuir. Se ha convertido en uno cuando el Estado, o el partido en el poder, o el cacique, ya no tienen nada para repartir. Lula, como todos sus homólogos reelegidos, ha puesto en práctica políticas sociales ambiciosas, dirigidas a las categorías más desfavorecidas (la bolsa familia brasileña llega a once millones de personas). Con esas medidas distribuye de manera eficiente y consigue hacer pasar los escándalos de corrupción. Para terminar, en ese mismo registro hay que explicar la importancia que cobra la exigencia de democracia participativa en América Latina. Recordemos que esta idea nació a principios de los años 90 en ese continente, con el presupuesto participativo de Porto Alegre; las leyes de participación popular adoptadas en Bolivia bajo el primer mandato de Sánchez de Lozada; la adopción de ese calificativo en varias de las nuevas Constituciones. La idea, por cierto, ha sido retomada en Europa y el proyecto

Atlas electoral latinoamericano de Constitución europea, que fue rechazado por los franceses y los holandeses en 2005, contenía un capítulo dedicado a la democracia participativa. ¿De qué se trata? Ante todo de permitir, mediante la introducción en el proceso de elaboración de la decisión política, mecanismos de democracia directa o semidirecta, que están de hecho en contradicción con los cánones de la democracia representativa. Con esto podríamos afirmar que la exigencia de ciudadanía, garantizada por el voto, se hace más intensa. En el origen, el voto es un mecanismo para tomar decisiones políticas (el ágora en Atenas) o para designar titulares temporales de los cargos públicos (Atenas, Roma). Hoy en día, el voto se ha introducido en gran número de instancias colectivas en el ámbito económico (consejos de administración) o social (sindicatos). En este sentido, Olivier Ihl (Le vote, p. 16) ha hecho ver que hoy no hay una movilización colectiva que no proceda o que no utilice el voto (huelga, manifestación, boicot, etc.). Democracia participativa quiere decir introducir mecanismos de deliberación y votación fuera de los períodos electorales. Y, en esos casos, pedir cuentas al responsable político sobre su acción. Cuando Ségolène Royal, candidata del

Partido Socialista a las elecciones presidenciales francesas de mayo de 2007, responde a ciertas preguntas que su opinión será la de los franceses, no hace nada más que decir cómo piensa tratar dichos temas a partir del momento en que ha puesto la democracia participativa como un elemento esencial de su proyecto. En el caso de América Latina, esta exigencia de participación contradice los análisis pesimistas del PNUD o de Latinobarómetro más arriba señalados. Ahora bien, es cierto que la encuesta de 2006, sirviéndonos de la trilogía ya clásica, elaborada por Juan J. Linz, para medir el grado de aceptación de los nuevos regímenes en el sur de Europa en la época de la primera ola de transición democrática (preferencia de los ciudadanos por la democracia; por el autoritarismo; indiferencia), muestra una progresión significativa del apoyo a la democracia (Latinobarómetro, 2006, 70). Pasa de 53% en 2005 a 58% en 2006, con una progresión a veces sorprendente al compararla con el grado de popularidad de los dirigentes en ejercicio en el momento de la encuesta (por ejemplo, progresión de 15% en Perú en un momento en que Francisco Toledo tenía menos de 10% de opiniones

favorables sobre su acción). Los resultados muestran que el apoyo a la democracia no es sólo el resultado del período electoral. Una vez más se observa un arraigo progresivo de la democracia, a pesar de la multiplicación de los problemas que han aparecido en los últimos quince años. IV. Izquierda, derecha y neopopulismo De los once presidentes elegidos este año, dos se dicen de derecha, Felipe Calderón (México) y Alvaro Uribe (Colombia); uno de centro, Manuel Zelaya (Honduras); los otros ocho se sitúan a la izquierda, desde el centro izquierda, como Oscar Arias (Costa Rica), hasta una izquierda que se quiere radical, como Hugo Chávez (Venezuela). ¿Qué tienen en común todos ellos? ¿Qué distingue a los de izquierda, más allá del hecho de haber ganado frente a candidatos de derecha? Ninguno pone verdaderamente en duda el funcionamiento neoliberal de la economía globalizada. La nacionalización de los hidrocarburos llevada a cabo por Evo Morales o la decisión de redistribuir millones de hectáreas de tierras improductivas, indican más bien un modo de gestión estatal que en Europa calificaríamos de socialdemócrata. Bolivia era el único país de América Latina donde 247

Corte Nacional Electoral los hidrocarburos no eran propiedad del Estado. La nacionalización se ha realizado garantizando a las compañías extranjeras la seguridad jurídica de contratos de exploración y explotación, una vez que estos se hubieran renegociado. Ninguna compañía ha dudado: todas han aceptado la renegociación y ninguna se ha ido de Bolivia. Hugo Chávez no cesa de denunciar el neoliberalismo y Venezuela le queda pequeña. Ha intervenido abiertamente en varios procesos electorales (Perú, México y Nicaragua). Salvo en este último país, su intervención ha contribuido, probablemente, a que su candidato pierda la elección (Humala y López Obrador, respectivamente). Practica una diplomacia del petróleo extremadamente activa, abasteciendo de crudo a bajo precio a Cuba o a Nicaragua en la época sandinista. Proyecta la construcción de un oleoducto que atraviese todo el continente sur, hasta Argentina. Todo ello será posible gracias a los ingresos que saca de la venta de petróleo a Estados Unidos y al mercado mundial, respetando escrupulosamente las reglas de la economía de mercado. Ha anunciado a principios de este año 2007 nuevas nacionalizaciones en el sector energético y su elección triunfal parece traducirse en una reactivación de su proyecto 248

de construir un socialismo del siglo XXI del que nadie sabe muy bien de qué se trata, excepto que es el único que lo puede llevar a cabo. De ahí viene su proyecto de reforma de la Constitución para permitirle ser reelegido indefinidamente. Es también la afirmación de una aversión profunda hacia George W. Bush y un arte consumado para provocarlo. En cualquier caso, hoy en día el criterio privado-público no es dirimente para juzgar si una política es de izquierdas o de derechas. La propiedad pública o privada de los recursos naturales, o de algunos servicios, ya no depende de criterios ideológicos, sino más bien del análisis de la mejor manera de administrar un país en un contexto determinado. La actual reflexión sobre los bienes públicos mundiales (agua, medio ambiente, salud, educación, investigación, etc.), por ejemplo, pone énfasis en la necesaria cooperación internacional para preservarlos y corresponde a cada país determinar, en cada caso, si es preferible dejar jugar los mecanismos de mercado, regulándolos, o confiar al Estado su conservación o su desarrollo. Desde que empezó el siglo y de lo que parece ser un movimiento profundo de elección de presidentes de izquierda (Lula, Kirchner, Chávez, Tabaré Vásquez), se

menciona a menudo otra noción, la de populismo. Bajo la pluma de analistas europeos o norteamericanos, ese calificativo es incontestablemente peyorativo. Ha habido muchos escritos sobre dicho concepto (cf. en particular, recientemente, los de Ernesto Laclau) para tratar de comprender el fenómeno en América Latina. Para empezar digamos que los populistas latinoamericanos son fundamentalmente distintos de los populistas europeos. Estos, que generalmente se sitúan a la extrema derecha, (Bossi, Le Pen, Haider, Pim Fortuyn) vehiculan un discurso antisistema y excluyente. Todos los problemas de la sociedad provienen de la emigración y de la pérdida de identidad nacional, del peso del extranjero (Europa, Estados Unidos) que dicta sus leyes, y de una clase política que es preciso denunciar (“todos corruptos”). El populismo en América Latina tiene otro significado y otra larga historia. En los años 1930 (Cárdenas en México, Getúlio Vargas en Brasil) y 1950 (Perón en Argentina) surgieron regímenes populistas de esencia autoritaria, que se proponían, al desarrollar un mercado interior protegido con barreras aduaneras elevadas, incorporar al sistema a las víctimas de la sociedad (los descamisados en Argentina). Eran pues regímenes con un

Atlas electoral latinoamericano proyecto incluyente. Por supuesto, el discurso que denunciaba a las élites es similar en ambos casos. Las élites nacionales son las primeras responsables de los males de la sociedad. Pero el objetivo de los regímenes populistas no era la exclusión de ciertas categorías de la población sino, al contrario, incluir a los que estaban al margen. Estos regímenes populistas se desarrollaron por toda América Latina a partir de los años 50, en particular con el modelo de desarrollo de industrialización por sustitución de importaciones promovido por la CEPAL. Evidentemente ya no pueden existir en la época de la apertura de las economías y de la reducción del poder del Estado. En cambio, el discurso populista persiste. Es el discurso que halaga al pueblo, dirigido a los más desfavorecidos provocando la emoción, despertando los sentimientos primitivos del individuo, prometiendo el oro y el moro. La mayoría de las veces es claramente un discurso demagógico (se promete más de lo que se podrá realizar) y está destinado a una categoría social para la que, se dice, se quiere trabajar. En la década pasada los populistas eran los outsiders. ¿Siguen estando presentes? Es interesante constatar que en las elecciones que se acaban de celebrar, el populismo en

cuanto oferta política ha disminuido de manera considerable. Y cuando estuvo presente, no era un atributo ni de la derecha ni de la izquierda. En Ecuador por ejemplo, el candidato de derecha que perdió por mucha diferencia en la segunda vuelta, Álvaro Novoa, utilizaba mucho más los tópicos del discurso populista que su adversario vencedor Rafael Correa (Novoa utilizó su inmensa fortuna y prometió la creación de millones de puestos de trabajo). Es cierto que Hugo Chávez sigue jugando constantemente con sus atributos carismáticos y con la relación emocional que mantiene con las multitudes. Pero ese repertorio sólo perdura gracias a políticas sociales (las misiones) financiadas con los ingresos que saca del petróleo y del sistema de trueque que ha puesto en práctica con Cuba (petróleo contra maestros y médicos). Si el régimen populista ya no puede existir más, si el discurso populista pierde terreno, la práctica populista, en cambio, progresa por todas partes. ¿Qué es eso? Es la práctica que valora los intercambios directos entre el dirigente y la población, sin intermediario, ignorando los cauces de mediación tradicionales, como son las instituciones, las personas elegidas a nivel local, los partidos, los sindicatos, las aso-

ciaciones. Esta relación directa se establece, en primer lugar, utilizando los medios modernos de comunicación, en particular los medios audiovisuales, como el programa dominical “Aló Presidente” de Hugo Chávez. Se establece multiplicando los encuentros con la población con ocasión de los desplazamientos del gobernante. Fujimori, por ejemplo, se había convertido en el especialista de la más insignificante inauguración, por ejemplo, la más pequeña traída de aguas a un barrio o un pueblo que carecía de ella, y cada vez, por supuesto, movilizando los medios de comunicación. A Álvaro Uribe le gusta asistir a las asambleas de barrio o de pueblo acompañado por algunos de sus ministros y responder en el momento a las interpelaciones de las que son objeto él o su gobierno. Esta práctica que busca el contacto con la población se observa tanto en las democracias del Viejo mundo como en las del Nuevo. Es preciso inscribirla en una búsqueda de nuevas modalidades de ejercer la democracia articulando mecanismos de la democracia que podríamos llamar tradicional con los de la llamada participativa. La novedad en la hora actual es que, probablemente, hay menos riesgos que hace unos años de que el populismo bascule ha249

Corte Nacional Electoral cia autoritarismo. Puesto que el populismo magnifica al pueblo como sujeto político por excelencia, postula que éste no puede equivocarse. El dirigente que cuenta con la confianza del pueblo, pueblo que se identifica con él, tampoco puede equivocarse. Toda oposición al líder será interpretada como oposición a la voluntad del pueblo. De ahí el riesgo permanente de autoritarismo. Por esta razón, los regímenes populistas de los años 30 y 50, de los que hablábamos más arriba, negaban el pluralismo. Y Hugo Chávez hoy, como Fujimori ayer, tienen (o han tenido) la tentación permanente de controlar los medios de comunicación escrita o audiovisual. También Berlusconi en Italia había intentado (y conseguido) controlar las cadenas de TV. El carácter abierto de las sociedades y el entorno continental profundamente anclado en los principios de base de la democracia, hacen que sea difícil ceder a esa tentación. ¿Qué lecciones podemos sacar de todos estas experiencias electorales? Como ya hemos visto, los programas ya no son un elemento pertinente de diferenciación para calificar la política, o las políticas, de los nuevos dirigentes. El papel del Estado tampoco lo es, puesto que todos, sean de derechas o de izquierdas, aplican políticas sociales destinadas 250

a las categorías más pobres de la población. La actitud respecto a Estados Unidos, tampoco, puesto que ninguno de los gobernantes de esta parte del mundo sigue el discurso antinorteamericano de Hugo Chávez. Lo que aparece claramente es, en resumidas cuentas, el gran pragmatismo del que hacen gala la mayoría de ellos. Pragmatismo y prudencia a la hora de tomar decisiones económicas y políticas. Argentina y Brasil han pagado con anticipación la deuda que tenían con el Banco Mundial, el FMI y el Club de París. Hace menos de diez años, el discurso de izquierdas era que había que anular la deuda que asfixiaba a los pueblos. Lula y Kirchner, ambos de izquierdas, se han beneficiado políticamente de este pago anticipado. Chile y Perú se cuidan mucho de dilapidar los ingresos inesperados que produce el curso mundial de materias primas e invierten ese excedente de divisas en vez de reinyectarlo en la economía, en actividades no productivas. Y, finalmente, al observar la tensión entre Argentina y Uruguay a propósito de la construcción de una papelera a orillas del río de la Plata, la tensión entre Bolivia y Brasil en el momento de la nacionalización de los hidrocarburos, el estancamiento de MERCOSUR, el bloqueo de la Comunidad Andina

de Naciones (CAN) después de la retirada de Venezuela o el incierto futuro del proyecto brasileño de Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), podemos constatar que la consecuencia de alejarse de las doctrinas de antaño es que la idea de nación y la preeminencia del interés nacional reaparecen con vigor. Lo que no deja de ser una paradoja en los tiempos que corren. Referencias bibiográficas Braud, Philippe, Le suffrage universel contre le démocratie, Paris, PUF, 1980. Couffignal, Georges (comp.), Réinventer la démocratie. Le défi latino-américain, Paris, Presses de la FNSP, 1992. Couffignal, Georges, “L’Amérique latine vire-t-elle à gauche?” , Politique Internationale, N° 111, 2006, 51-80. Dabène, Olivier, Amérique latine, la démocratie dégradée, Bruxelles, Editions Complexe, 1997. Dabène, Olivier, (comp.), Amérique latine, les élections contre la démocratie?, Paris, Presses de la FNSP, 2007. CEPAL, Panorama social 2006, Santiago, CEPAL, 2007. Gaxie, Daniel, La démocratie représentative, Paris, Montchrestien, 1993.

Atlas electoral latinoamericano Ihl, Olivier, Le vote, Paris, Montchrestien, 1996. Laclau, Ernesto, La razón populista, Buenos Aires, FCE 2004. Lanzaro, Jorge (comp.), Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina, Buenos Aires, Clacso/Asdi, 2001. Latinobarómetro 2006 , Santiago de Chile, www// latinobarometro.org Linz, Juan / Valenzuela, Samuel (comps.), La crisis del presidencialismo. Perspectivas comparadas, Madrid, Alianza Universidad, 1997. Manin, Bernard, Principes du gouvernement représentatif, Paris, Calmann-Levy, 1995. O’Donnell, Guillermo, Delegative Democracy (Working Paper), The Kellogg’s Institute, 1991. PNUD, La democracia en América Latina, PNUD, Buenos Aires, 2004. Rosanvallon, Pierre, La contre-démocratie, Paris, Seuil, 2006.

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Atlas electoral latinoamericano

Sobre los autores

E

Yann Basset s politólogo, candidato a doctorado por el Instituto de Altos Estudios de América Latina (Universidad de París III-Sorbona Nueva). Actualmente es coordinador pedagógico del Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo y profesor de la Universidad Externado de Colombia (Bogotá).

Salvador Romero Ballivián Obtuvo la licenciatura, la maestría y el doctorado en sociología política en el Instituto de Estudios Políticos de París. Catedrático desde 1995, enseña principalmente en la Universidad Católica Boliviana y en la Universidad Mayor de San Andrés. Vocal de la Corte Departamental Electoral de La Paz (1995-1998), fue nombrado vocal de la Corte Nacional Electoral en 2004. Desempeñó la vicepresidencia de esa institución antes de ser elegido presidente (2006). Ha publicado los siguientes libros: El tablero

reordenado: análisis de la elección presidencial de 2005 (2007, una edición previa); En la bifurcación del camino: análisis de los resultados de la municipal 2004 (2005), Geografía electoral de Bolivia (2003, dos ediciones previas), Razón y sentimiento: la socialización política y las trayectorias electorales de la elite boliviana (2003), Participación y abstención electoral en Bolivia (2003, coautor), Reformas, conflictos y consensos (1999), Electores en época de transición (1995). Artículos suyos sobre asuntos políticos han sido publicados en periódicos, revistas y libros de América y Europa. Cesar Romero Jacob Es cientista político, profesor en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro y co-autor de los siguientes trabajos: As eleições presidenciais no Brasil pós-ditadura militar - continuidade e mudança na geografia eleitoral. En: ALCEU. Rio de Janeiro, nº. 1, 2000; Une lecture du nouvel Atlas électoral du Brésil. En: Lusotopie, Paris, 2000; As eleições municipais e sua influência

nas disputas presidenciais. En: ALCEU. Rio de Janeiro, nº. 5, 2002; Après l’élection de Lula, une nouvelle géographie électorale du Brésil? En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, nº. 46/47, 2002; Du local au national, la consolidation démocratique au Brésil. En: Espace, populations, sociétés. Lille, nº. 3, 2003; Forces politiques et territoires électoraux à Rio de Janeiro et São Paulo (1996-2004). En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, nº. 55, 2005. Dora Rodrigues Hees Es geógrafa, profesora en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro y coautora de los siguientes trabajos: As eleições presidenciais no Brasil pós-ditadura militar - continuidade e mudança na geografia eleitoral. En: ALCEU. Rio de Janeiro, nº. 1, 2000; Une lecture du nouvel Atlas électoral du Brésil. En: Lusotopie, Paris, 2000; Après l’élection de Lula, une nouvelle géographie électorale du Brésil? En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, nº. 46/47, 2002; Du local au national, la consolidation dé253

Corte Nacional Electoral mocratique au Brésil. En: Espace, populations, sociétés. Lille, nº. 3, 2003; Forces politiques et territoires électoraux à Rio de Janeiro et São Paulo (1996-2004). En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, nº. 55, 2005. Philippe Waniez Es geógrafo, profesor en la Université Bordeaux 2, miembro de la Unidad Mixta de Pesquisa CNRS 5185 ADES y co-autor de los siguientes trabajos: As eleições presidenciais no Brasil pós-ditadura militar - continuidade e mudança na geografia eleitoral. En: ALCEU. Rio de Janeiro, nº. 1, 2000; Une lecture du nouvel Atlas électoral du Brésil. En: Lusotopie, Paris, 2000; Après l’élection de Lula, une nouvelle géographie électorale du Brésil? En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, nº. 46/47, 2002; O voto nas cidades do Rio de Janeiro e São Paulo entre o municipal e o presidencial. En: ALCEU. Rio de Janeiro, nº. 9, 2004; Forces politiques et territoires électoraux à Rio de Janeiro et São Paulo (1996-2004). En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, nº. 55, 2005. Violette Brustlein Es ingeniera cartógrafa y co-autora de los siguientes trabajos: As eleições presidenciais no Brasil pós-ditadura militar - continuidade e mudança 254

na geografia eleitoral. En: ALCEU. Rio de Janeiro, nº. 1, 2000; O voto nas cidades do Rio de Janeiro e São Paulo - entre o municipal e o presidencial. En: ALCEU. Rio de Janeiro, nº. 9, 2004; Forces politiques et territoires électoraux à Rio de Janeiro et São Paulo (1996-2004). En: Problèmes d’Amérique Latine. Paris, nº. 55, 2005. Stéphanie Alenda Es doctora en sociología política de la Universidad de Lille 1, profesora asistente del departamento de Ciencia Política del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile y editora de la revista POLÍTICA. Sus áreas de interés dentro de la ciencia política son los partidos políticos, el comportamiento electoral y los métodos cualitativos. Desde 2006 se desempeña como investigadora responsable del proyecto FONDECYT Nº 1061034 titulado “Formas (nuevas) del militantismo en Chile: para una sociología del compromiso político” y del proyecto Ecos-Conicyt C05H01 titulado “Permanencias y cambios del compromiso político en las democracias representativas”. Alexis Gutiérrez S. Es ingeniero comercial, con mención en Economía, de la Universidad de Chile (2004)

y egresado del magíster en Ciencia Política de la misma universidad. Sus áreas de interés dentro de la ciencia política son el comportamiento electoral y los métodos cuantitativos. Actualmente se desempeña como investigador en la división de Comercio Internacional e Integración de CEPAL y como co-investigador del proyecto FONDECYT titulado “Formas (nuevas) del militantismo en Chile: para una sociología del compromiso político”. Rodrigo Losada Obtuvo el Ph.D. en ciencia política en la Universidad de Georgetown (USA) en 1977 y actualmente se desempeña como Director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Ha publicado, entre otros, los libros Atlas sobre las elecciones presidenciales de Colombia 1974-2002 (2005, conjuntamente con P. Muñoz y F. Giraldo), Colombia: Elecciones 2000 (2001, co-editado con Fernando Giraldo y Patricia Muñoz), Niños y jóvenes frente al voto (1988, conjuntamente con Marco Muñoz) y Clientelismo y elecciones (1984). Lidera el Grupo de Investigación en Participación Política y Ciudadana de la Universidad Javeriana.

Atlas electoral latinoamericano Patricia Muñoz Yi Es abogada de la Universidad del Atlántico, especialista en Derecho Administrativo de la Universidad Externado de Colombia y Magistra en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana. Docente-investigadora de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Actualmente se desempeña como Directora de la Carrera de Ciencia Política, desde el año 2000 y Directora de la Especialización en Opinión Pública y Mercadeo Político desde 1998, programas académicos de la Facultad de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Javeriana. Forma parte de un Grupo de Investigación en Participación Política y Ciudadana. Su última publicación es el Atlas Electoral de las Elecciones Presidenciales en Colombia 19742002. Durante el 2004 dirigió una investigación sobre Mujeres y Partidos Políticos, en el marco del convenio BID-IDEA-Transparencia (Lima) y Pontificia Universidad Javeriana. Tiene una experiencia docente e investigativa de más de diez años en temas electorales. Otras publicaciones: Traspasando fronteras partidistas (1997). La investigación cuantitativa y su utilidad en el mercadeo de políticas gubernamentales (1998). Crisis de la representación política y papel de los partidos (1999).

Incidencia de los sentimientos partidistas en la decisión de los electores en Santa Fe de Bogotá (2001). Colombia Elecciones 2000 (2001). Adriana Castro Profesora Instructora de la Pontificia Universidad Javeriana, en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Bogotá. Hugo Picado León Abogado y politólogo costarricense, candidato a Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Salamanca, España. Tiene una Maestría en Estudios Latinoamericanos por el Instituto de Estudios de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca y es Licenciado en Derecho y Notario Público por la Universidad de Costa Rica. Ha ejercido la docencia en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Latina de Costa Rica. Además, se ha desempeñado como funcionario del Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica desde 1993. Ha participado en varios seminarios y congresos sobre elecciones, tanto en Europa como en América Latina. Tiene varias publicaciones sobre elecciones, democracia, estado de derecho y derechos humanos.

Simón Pachano Es licenciado en Sociología y Ciencias Políticas, Universidad Central, Quito, Ecuador y master en Sociología CLACSO-PUCE, Quito, Ecuador. Profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, Quito, Ecuador. Es autor, entre otros, de Ciudadanía e identidad (coordinador). FLACSO, Quito, 2003; “Politische Parteien un Klientelismus in Ecuador”. In Hofmeister, Wilhelm (editor): Politische Führung in Lateinamerika. Vervuert Verlag, Berlín 2002; “Representación actores y bloqueos políticos en Ecuador”. Memoria del Congreso Latinoamericano de Ciencia Política. Salamanca 2002 y “Partidos políticos y clientelismo en Ecuador”, Revista Quórum, Universidad de Alcalá de Henares, Madrid, 2001. Willibald Sonnleitner Es profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, y coordinador de la antena del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) en Guatemala. Investigador asociado del Centro de Investigación y Documentación de América Latina (CREDAL) y del Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL-Universidad de la Sorbona). 255

Corte Nacional Electoral Graduado del Instituto de Estudios Políticos de París, con una Maestría y un Doctorado en Sociología por la Universidad de la Sorbona (París III). Especialista de los procesos de cambio democrático y político-electoral en México y Centroamérica, ha publicado varios libros y artículos científicos sobre esos temas. Actualmente, desarrolla un análisis territorial y comparativo sobre las mutaciones del voto y la participación democrática en México y Centroamérica, en el marco de una investigación colectiva sobre la geografía electoral de América Latina. Carlos Vargas León Es licenciado en Sociología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y egresado de la Maestría en Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Ha sido docente en la cáte-dra de Sistema Político y Sistema Electoral en el Perú y América Latina, dictado como parte de la Diplomatura en Gestión de Procesos Electorales en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Entre sus publicaciones se encuentran: El retorno de los partidos a la democracia. Las elecciones peruanas del 2001, (Osaka: JCAS Occasional Paper, 2005), Liderazgos 256

en transición: trayectorias de liderazgo político en el Perú (Lima: PUCP, 2004), Las organizaciones políticas en las elecciones municipales de 1998 y 2002: un análisis comparativo (Lima: ONPE, 2002), entre otros. Actualmente se desempeña como Jefe de Área de Asistencia Técnica de la Gerencia de Supervisión de Fondos Partidarios de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE). Couffignal Georges Catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de la Sorbonne Nouvelle París III, Director del Instituto de Altos Estudios sobre América Latina (IHEAL) de París. Ha sido Profesor invitado en numerosas universidades extranjeras. Fue Director del Instituto Francés de América Latina (IFAL) y Agregado cultural de la Embajada de Francia en México (1982-1986), Consejero cultural y de cooperación científica de la Embajada de Francia en Chile y Director del Instituto franco-chileno de cultura (20012005). Ha publicado más de cuarenta artículos y diez libros, entre los cuales destacan: Amérique latine 2007, (dir.), París; La Documentation francaise, 2007; Amérique latine, tournant de siècle (dir.), París; La Découvere, 1997; Los procesos de integración en América La-

tina. Enfoques y perspectivas, Stokholm, (dir), Universidad de Stokholm, 1996; Le régime politique de l’Espagne, París, Monchrestien (colección Clés), 1993; Democracias posibles, el desafío latinoamericano, (dir.) Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993.

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