Credo - E625, Samuel Pagan, Alex Samped

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CREDO, 12 LECCIONES PARA AYUDAR A LOS JÓVENES A PROFUNDIZAR EN LOS FUNDAMENTOS DE NUESTRA FE e625 - 2018 Dallas, Texas e625 ©2018 por Samuel Pagán y Alex Sampedro Todas las citas Bíblicas son de la Nueva Traducción Viviente (NTV) a menos que se indique lo contrario. Editado por: Virginia Altare Diseño interior y portada: JuanShimabukuroDesign RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. ISBN: 978-1-946707-12-3

CONTENIDO INTRODUCCIÓN ¿CÓMO SE ESTRUCTURA "CREDO"Y CÓMO USARLO? EL CREDO DE LOS APÓSTOLES 1. JESÚS, EL CRISTO: HUMANIDAD Y DIVINIDAD 2. DIOS PADRE 3. ESPÍRITU SANTO. LA TRINIDAD 4. IGLESIA: COMUNIDAD Y MISIÓN 5. INSPIRACIÓN Y REVELACIÓN BÍBLICA 6. SALVACIÓN Y LIBERACIÓN 7. SALUD FÍSICA, MENTAL Y ESPIRITUAL 8. JUSTICIA Y PAZ: REINO DE DIOS 9. BAUTISMO Y CENA DEL SEÑOR 10. SER HUMANO. IMAGO DEI 11. RESURRECCIÓN 12. FIN DEL MUNDO Y ETERNIDAD

INTRODUCCIÓN Un credo no es meramente una lista de lo que a rmamos desde la perspectiva de la fe. Si empezáramos a hacer una lista de lo que creemos, muy posiblemente llegaríamos a ser como los fariseos o los saduceos de la Biblia. El Credo es, en efecto, la esencia de lo que vivimos y el corazón de lo que a rmamos fundamentados en la fe. A través de los siglos ha habido un sinfín de controversias teológicas que culminaron en divisiones en el cristianismo. Muchas de esas controversias se fundamentan en la naturaleza de las convicciones teológicas y las creencias de los creyentes y las iglesias. Hasta del día de hoy, encontramos múltiples ramas o tendencias en el pensamiento teológico en las iglesias, los creyentes y las denominaciones. El Credo sirve al propósito de unirnos en aquello que podemos creer para establecer nuestra «unidad en la fe». Las a rmaciones teológicas que se incluyen ponen claramente de mani esto el fundamento básico de la fe, las bases mismas de nuestras creencias, y la naturaleza de las convicciones que pasamos de generación en generación. El Dios al que servimos es un solo Dios. El judaísmo y el cristianismo, tanto como el islam, son religiones monoteístas, en contraste con el hinduismo y muchas otras religiones y prácticas animistas que incorporan muchas divinidades en sus creencias. Pero solo el cristianismo, entre todas estas tradiciones religiosas, tiene la llamada doctrina de la Trinidad. En el contexto universitario necesitamos presentar una fe razonable y razonada, y un ancla rme en la que podamos con ar en medio de estas aguas turbulentas en las que se mueve la universidad, el modernismo y el postmodernismo. Esperamos que estas lecciones motiven a los jóvenes a indagar en la fe y en sus creencias, y a estar «... siempre listos para

responder a todo el que les pida explicaciones sobre la esperanza que ustedes tienen». (1 P 3:15). Queremos que uses este material para que, como comunidad cristiana en medio de la universidad y el mundo académico, podamos sentarnos alrededor de la Palabra para madurar en la fe, a n de estar enteramente

preparados para toda buena obra. Junto al Credo, re exionaremos en varios temas fundamentales de la teología. Porque si queremos tener una buena praxis cristiana, es imposible conseguirla sin una buena teoría y teología. Lo ideal sería reunirse una vez por semana. Que vivamos lo aprendido, (la fe sin obras está muerta), y que no seamos oidores olvidadizos de temas teológicos desconectados de la realidad, sino que seamos hacedores de la Palabra. Cada una de las secciones que trabajaremos del Credo, tiene aplicaciones e implicaciones que nos ayudarán a seguir a Jesús de manera práctica en el contexto joven. Alex Sampedro / Dr. Samuel Pagán

¿CÓMO SE ESTRUCTURA "CREDO" Y CÓMO USARLO? Las doce lecciones que se incluyen en este libro, están estructuradas en diferentes secciones. Cada una de ellas tiene un objetivo concreto, y te invitamos a que te acerques a ellas y las trabajes como indicamos: EL CREDO El Credo de los Apóstoles es un mani esto importantísimo de la iglesia que expresa la base de las doctrinas centrales de lo que creemos. Al principio de cada lección siempre aparecerá la parte que tiene que ver con la lección. INTRODUCCIÓN Un breve texto que nos ayudará a actualizar en el tema y animará al grupo a explorar la lección. LECCIÓN TEOLÓGICA Es el desarrollo en profundidad del tema. Te invitamos a que leas esta sección, y la subrayes mientras te preparas y re exionas. Extrae las ideas y los párrafos más importantes. Fíjate en las preguntas sugeridas que puedes hacer. Dependiendo del grupo, decide qué aspectos debes exponer y cuáles no. Hemos querido que tengas una perspectiva amplia, bíblica, teológica e histórica, pero no necesariamente explicarlo todo en una sesión. Pensamos que puede enriquecerte de manera personal y si hay jóvenes con inquietudes puedes compartirlo fuera de la sesión. Te recomendamos que las sesiones no duren más de una hora u hora y media. ¡Es mejor dejar con ganas de más que resultar tedioso! ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO? En este apartado resaltamos la importancia del tema, porqué debemos tratarlo, cómo nos puede afectar una mala comprensión de él, y que bene cios obtenemos de conocerlo y estudiarlo. Puedes hacer esta

pregunta al grupo antes de comentar lo que hemos escrito para escuchar a qué conclusiones están llegando. EL ESCÉPTICO

Planteamos algunas preguntas que podrían servir para hablar con aquellos que todavía no conocen a Jesús, o están en el proceso de conocerle. El contexto universitario es extraordinario para compartir las buenas nuevas, pero entendemos que debemos hacerlo de forma comprensible, dialogada y respetuosa. Estos ejemplos de preguntas y respuestas nos ayudarán a exponer mejor una fe razonada. RESUMEN

Una sección más que está esquematizada con las ideas centrales planteadas en la lección. Se pueden presentar como tuits, ideas clave que nos ayuden a anclar el tema. DIÁLOGOS

Preguntas abiertas para el grupo. Recuerda que el valor añadido de los grupos es la participación. Es, probablemente, uno de los objetivos más importantes, y que generará más re exión. Esta sección es imprescindible para la buena consecución de la lección. Estructúrala para llegar a ella sin prisas. PROFUNDIZA EN TU CREDO

Una corta bibliografía para que puedas compartir con aquellos que siguen con inquietudes sobre el tema. Queremos que estas doce lecciones motiven a los estudiantes a seguir conociendo su fe, enfrentándose a sus preguntas y anclando su vida en un seguimiento el a Jesús. SÍMBOLOS EN LAS LECCIONES

Este símbolo indicará preguntas para realizar en el grupo y estarán empapando toda la lección. Puedes plantearlas si lo consideras oportuno. Notas y consejos exclusivamente para ti. Para dinamizar las sesiones.

Que junto a los jóvenes puedas descubrir la verdades eternas de Dios que han bendecido a la iglesia y al mundo a través de la historia para que afecten a nuestro presente y a nuestro entorno.

EL CREDO DE LOS APÓSTOLES «Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible; y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la virgen y se hizo hombre; por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras y subió al cielo; y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas; y en una Iglesia santa, universal y apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén».

1. JESÚS, EL CRISTO: HUMANIDAD Y DIVINIDAD «…y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo hombre; por nuestra causa fue cruci cado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día…» INTRODUCCIÓN

En el centro de la fe cristiana no se encuentra una serie de dogmas, ni leyes, ni siquiera una moralidad impuesta, o un libro sagrado caído del cielo. Tampoco una causa que seguir por encima de todo, ni una comunidad contracultural o un núcleo de gente buena. Mucho menos una institución. Todo eso está bien, pero no es la esencia del cristianismo. Su razón de ser, su raíz, su esencia, lo que se encuentra en el centro de todo y da sentido a todo es Jesús, el Cristo. Él cambió la historia para siempre. Y lo sigue haciendo. Su vida, su muerte y su resurrección son las cartas que presentamos al mundo. Ser cristiano es seguirle. Su persona sigue generando interrogantes, pues sigue vigente, actual, y cada año se escriben cientos de libros sobre Él. No deja indiferente a nadie. Creemos que lo que pienses acerca de Él, determina quién eres y quién serás. Si es verdad lo que a rmó y lo que hizo, Jesús es el tema de conversación más importante que podemos tener. No hay manera de evadirlo, si Él no es quien dijo ser, si Él no resucitó, vana es nuestra fe. Hablemos en primer lugar entonces, de Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios. «Sin Jesús yo sería ateo», dijo John Stott.

¿Qué piensan de esta frase? ¿Qué quiere decir? (

Ó

(CRISTO CAMBIÓ LA HISTORIA PARA SIEMPRE) LECCIÓN TEOLÓGICA

Un profesor universitario solía decir que las preguntas en sí pueden ser más importantes que las respuestas. En ese mismo rumbo, el maestro más reconocido de la historia, Jesús de Nazaret, se caracterizaba por las preguntas que hacía. No todo tiene una respuesta fácil, y, por cierto, las cosas espirituales solamente se pueden entender espiritualmente. Tal vez la pregunta más importante de Jesús a sus seguidores, o sea, sus discípulos, fue: «¿Y quién creen ustedes que soy?». (Mt 16:15). La respuesta de Pedro a esa pregunta en los siguientes tres versículos, llegó a ser la base de la naciente iglesia cristiana:

«¡Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente! —respondió Simón Pedro. —Dios te ha bendecido, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque esto no lo aprendiste de labios humanos. ¡Mi Padre celestial te lo reveló personalmente! Tú eres Pedro, y sobre esta roca edi caré mi iglesia, y los poderes del in erno no prevalecerán contra ella». (Mateo 16:16-17).

¿Tienen Biblia? Si es así, invítales a que la usen. También pueden usar alguna aplicación del celular. ¡Aunque puede conllevar peligros, como el WhatsApp! En contraste con los maestros judíos de la Ley de Moisés —los sacerdotes que ofrecían sacri cios en el Templo y que no pudieron reconocer al Mesías tan profetizado— muchos hombres y mujeres humildes, trabajadores del pueblo, a rmaron la naturaleza mesiánica y especial de Jesús. Pero esto no fue por falta de información por parte de los primeros, ya que Dios se los había revelado a través de los siglos por medio de sus sacerdotes, profetas y reyes. CRISTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

La venida del Hijo de Dios al mundo no debería haber sido ninguna sorpresa. De acuerdo con los estudiosos del tema, se pueden identi car

sesenta y cinco predicciones directas en el Antiguo Testamento referente a la venida de Jesús; y se puede presentar, inclusive, la lista de unos quinientos setenta y cuatro versículos del Antiguo Testamento con referencias mesiánicas. A pesar de que «vino a lo que era suyo …» (Jn 1:11 NVI), la intención de Jesús era abrir la puerta a toda la humanidad. Por más que sea importante que reconocieran quién era Él de verdad, para nosotros hoy es más importante escuchar lo que Él dijo acerca de sí mismo, y no lo que otros pensaran. En la intrigante historia de su encuentro con dos de sus seguidores en el camino a Emaús, Jesús les enseñó por medio de las mismas Escrituras que ellos conocían: «…les explicó todo lo que las

Escrituras decían acerca de él, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas». (Lc 24:27). El apóstol Juan, en particular, aclara que Jesús, el Cristo, era desde el principio.

«Antes que nada existiera, ya existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios porque aquel que es la Palabra era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas, y no existe nada que él no haya creado. En él estaba la vida, y la vida era también la luz de la humanidad. Esta luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no puede apagarla». (Jn 1:1-5).

En el prólogo de su primera epístola a la iglesia, una vez más Juan enfatiza la eternidad de Jesús (1 Jn 1:1-2):

«Les anunciamos a ustedes la Palabra de vida que desde el principio ya existía. ¡Nosotros mismos la oímos, la vimos con nuestros propios ojos y la palpamos con nuestras manos! Esa vida, que estaba con el Padre, se ha dado a conocer; y nosotros, que la experimentamos, hemos testi cado de ella». En los Evangelios vemos la humanidad del Hijo de Dios en la persona de Jesús, pero en el Antiguo Testamento se revela su divinidad de Cristo.

Desde el primer libro de la Biblia se presenta el carácter de Dios en «tres personas»: «[Dios] dijo: ‘Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, a

nuestra semejanza, para que ejerzan poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y salvajes, y sobre los reptiles’». (Gn 1:26).

A través de las Escrituras de los judíos, los creyentes cristianos han visto numerosas referencias directas o indirectas a Jesús como el prometido Mesías. Sin embargo, se llega a creer en Jesús como el Hijo de Dios y el Mesías redentor no tanto por las pruebas —ya sean históricas, cientí cas o losó cas— sino por la fe. El apóstol Juan relata el encuentro que tuvo Jesús después de su resurrección con el discípulo Tomás (Jn 20:24-29):

«Tomás, uno de los doce, al que le decían el Gemelo, no había estado con los discípulos cuando Jesús llegó.  Así que los otros discípulos le dijeron: —¡Hemos visto al Señor! Tomás les respondió: —Si no veo las heridas de los clavos en sus manos y meto en ellas mi dedo, y mi mano en su costado, no lo creeré. Ocho días después, estaban los discípulos reunidos otra vez en la casa, y Tomás estaba con ellos. Las puertas estaban cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: —¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: —Pon aquí tu dedo y mira mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino que debes creer. Tomás dijo: —¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: —Tú has creído porque me has visto; dichosos los que no han visto y aun así creen».

El Señor reconoce que, para la mayoría de la gente, la fe no es algo natural. Tenemos dudas, y sobre todo cuando las personas que reconocemos como autoridades construyen sobre esas dudas. Sin embargo, en nuestra falta de fe, Él nos muestra señales de quién es: el resucitado hijo de Dios. Solo tenemos que creer en la evidencia. Por otra parte, ¡la gran bendición es poder creer aun cuando no hay evidencia!

¿Crees que la fe en Jesús es una cuestión intelectual o es necesario una experiencia? ¿Por qué? (EN NUESTRA FALTA DE FE, DIOS NOS DA SEÑALES DE QUIÉN ES ÉL) JESÚS EN EL NUEVO TESTAMENTO

En la cultural hebrea un juicio legal requería por lo menos tres testigos eles para determinar culpabilidad, o para veri car la legalidad de alguna transacción legal. Nuestra Biblia cristiana justamente ofrece ese testimonio con los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), y para dar mayor fuerza, presenta un cuarto testimonio, el Evangelio de Juan. Curiosamente, el juicio contra Jesús fue ilegal por varias razones, pero entre ellas, por la falta del mínimo de testigos correspondientes. Es muy claro que todo el Nuevo Testamento se enfoca principalmente en la vida y las enseñanzas de Jesús, pero Él mismo parece enfocarse en su relación con el Padre celestial. En su oración sacerdotal al Padre (Jn 17), Jesús no solamente aclara que es uno con Dios el Padre, sino que también expresa el ideal para «los que en Él creen», y destaca de esa forma, en el importante y necesario tema de la unidad.

Los evangelios son como cuatro documentales de la vida de Jesús, tomados desde distintos ángulos. Para conocerle es necesario acercarnos a ellos. ¿Cuáles has leído? ¿Qué impresión te llevas de Jesús? JESÚS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

El Credo de los Apóstoles en cierta forma es un resumen sucinto de la historia cristiana de los primeros siglos después de Cristo, cuando la Biblia

no existía en la forma en que la tenemos y conocemos hoy en día. Este intento de resumir las enseñanzas acerca de Dios en su manifestación como Padre, Hijo y Espíritu Santo no tiene autor ni fecha exacta de consolidación. Sin embargo, cualquier estudio sobre quién es realmente Jesús puede bene ciarse de lo que el Credo dice acerca de «quién» es Él. Tal vez la controversia más importante dentro de la iglesia cristiana en los primeros siglos fue sobre la idea de la Trinidad y, sobre todo, referente a la deidad de Jesús. A pesar de no tener certidumbre plena sobre muchos detalles del origen del Credo de los Apóstoles, lo que sí sabemos es que tiene su base en las Sagradas Escrituras. Muy claramente vemos en el Credo el tema central de la Trinidad, algo que no es mencionado como tal en la Biblia, pero sí es implícito a través de sus páginas. El Credo Apostólico es, en términos generales, un tributo a la idea de la Trinidad de Dios. Sin embargo, de manera especí ca, se puede establecer como un reconocimiento rme de la deidad de la persona de Jesús, el Cristo. De las doscientas tres palabras del Credo, ciento veinte hablan de Jesucristo.

¿Por qué creemos que Jesús es tan central en el Credo? Con certeza, hay un orden en el que aparece primero el Dios Padre, todopoderoso, después el Hijo, y nalmente, el Espíritu Santo. Esto de ninguna manera representa una división de forma jerárquica, ya que los tres son uno. A pesar de que un análisis lógico del Credo seguiría el mismo orden en que fue escrito, comenzar este estudio con Jesucristo tiene su propio valor. La venida de Cristo al mundo como ser humano de nió para siempre el retrato perfecto de Dios. Sabemos que existió en tiempo eterno junto con el Padre y el Espíritu Santo, pero la identi cación personal con su creación cambió todo. Desde sus comienzos, el cristianismo fue el cumplimiento de los planes de Dios que se habían quebrantado con la introducción del pecado en el huerto de Edén.

(LA VENIDA DE CRISTO AL MUNDO COMO SER HUMANO DEFINIÓ PARA SIEMPRE EL )

RETRATO PERFECTO DE DIOS.) Lo que era entre Dios y los patriarcas y matriarcas judíos, un pacto con su pueblo escogido, llegó a ser el Nuevo Pacto; y el Nuevo Testamento de nuestras Biblias cristianas, es el documento dedicado a presentar esta «segunda» persona de la Trinidad. Uno de sus autores, el apóstol Pablo, se enfoca principalmente en la presentación de quién es Jesús, la manera en que Él obró y sigue obrando en la vida de la iglesia en general, y en sus seguidores en particular. [CREEMOS] EN UN SOLO SEÑOR

La primera aclaración y a rmación sobre su persona en el Credo Apostólico, es «un solo Señor». Jesús mismo dejó bien claro que no se puede servir a dos señores. El pueblo de Dios había demostrado vez tras vez el impulso de servir a otros dioses. En cierto sentido, la historia de Israel era un ciclo continuo de acciones que incluían el apartarse de Dios para servir a otros dioses, arrepentirse y volver a Dios, para luego ir detrás de otros dioses nuevamente, y recomenzar el ciclo.

¿Qué otros «señores» sigue el mundo hoy? ¿Por qué? Es importante a rmar que no solo el dios del dinero atrae a la humanidad, también la carrera profesional, la comodidad, el placer… Siempre tenemos algún «señor» que controla nuestra vida, y solo Jesús nos hace libres. En la persona de Jesús tenemos el modelo perfecto para seguir. Tenemos su historia aquí en la tierra, relatada en los cuatro Evangelios, lo que para el pueblo judío debería haber sido una con rmación able frente a cualquier reclamo judicial. Sin embargo, su rechazo en general como pueblo, demostró que su adoración al Dios que proclamaban servir, era nada más que rituales muertos y tradiciones sin virtud transformadora. Como bien dijo el Señor: «Tampoco nadie echa vino nuevo en odres viejos.

Si lo hace, el vino nuevo hará que revienten los odres, el vino se derramará y los odres se echarán a perder».  (Lc 5:37). Servir a Dios por medio de Jesucristo no es servir a algo, sino a alguien. El mundo y todo lo que existe en él, es pasajero. ¡Solo Dios es eterno! Y

solo hay un Señor, Jesucristo. JESUCRISTO

Existe una peculiaridad en el idioma español: el nombre de Jesús y su título, Cristo, se presentan en una palabra compuesta, Jesucristo. A pesar de que en otros idiomas no se emplea en una sola palabra como en el español, tiene cierto sentido reconocer que no pudo haber habido Jesús sin ser Cristo. En su esencia, él es uno solo, tanto en su humanidad como en su divinidad. Cuando un predicador o predicadora pregunta: «¿Cuántos quieren aceptar a Cristo como Señor y Salvador?», está indicando no solamente la obra redentora del Señor en la cruz, sino también la parte nuestra de seguirle y servirle. EL UNIGÉNITO

El apóstol Juan en su Evangelio lo presenta de manera clara y directa:

«Dios amó tanto al mundo, que dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él no se pierda, sino tenga vida eterna». (Jn 3:16). No hay mayor sacri cio que dar todo lo que uno tiene. Se ha dicho que el valor de la ofrenda que las personas dan, no es «cuánto» traen al altar de Dios, sino cuánto tienen después de haber dado. Dios el Padre no solo dio a su único hijo, sino también su único hijo dio su única vida; es decir, Dios en Jesús lo dio todo. En cierta forma, esto no debería haber sido un misterio para los judíos, que conocían la historia de Abraham y su decisión de ofrecer ante Dios a su único hijo (en el sentido «legal») como sacri cio. La relación entre Dios Padre y Dios Hijo, es evidente en la Biblia, comenzando con Mateo 2:15, donde se menciona el cumplimiento de una muy importante profecía de Oseas, cuando dijo: «De Egipto llamé a mi hijo». NACIDO DEL PADRE

El cristianismo en cierta forma nació del judaísmo, que se basaba en una estructura losó ca patriarcal, comenzando con Abram. El hecho de que Jesús como Hijo siempre existía «antes de todos los siglos», no es una

contradicción. Más bien, nacido del Padre Dios, se re ere a su nacimiento histórico de María, y muestra su deidad junto con su humanidad. Como énfasis, el primer versículo del Nuevo Testamento declara: «Estos son los antepasados de Jesucristo, descendiente de David y de Abraham». (Mateo 1:1). Al leer sobre las tentaciones de Jesús por parte de Satán en el desierto, por lo general se destacan justamente éstas, las tentaciones. Sin embargo, la clave para entender lo que estaba pasando no reside en las tentaciones en sí, sino en las palabras «si eres el Hijo de Dios…». (Mateo 4:3). «Si eres…» era la prueba concreta de quién era Él, y, sobre todo, la base para su futuro ministerio en medio de la humanidad. En el libro de Mateo, hay unas cuarenta y tres referencias a Jesús como el «Hijo de Dios» o el «Hijo del hombre». Pero en el capítulo 26, vemos lo que podría haber sido el punto culminante en la vida y ministerio de Jesucristo:

«Al terminar de decir estas cosas, dijo a sus discípulos: ‘Como ya saben, dentro de dos días se celebra la Pascua, y me van a traicionar y a cruci car’. En aquel mismo instante, los principales sacerdotes y los funcionarios judíos se reunían en la residencia de Caifás, el sumo sacerdote, y discutían sobre la manera de capturar a Jesús a espaldas del pueblo y matarlo». (Mt 26:1-4). La más grande controversia entre Jesús y los judíos de su tiempo, era exactamente este tema de Jesús que se proclama el «Hijo de Dios». Podían aceptar que era un gran maestro; tenían que reconocer los milagrosos hechos, y que la gente lo aclamaba, pero de ninguna manera lo podían aceptar como el Mesías profetizado. LUZ DE LUZ

La primera obra de Dios en la creación fue establecer la luz, y Jesucristo fue la luz que vino al mundo. La familia de Dios, los judíos, habían escondido la luz, la habían guardado para sí mismos. Al principio de su ministerio, se registra en Mateo 4:16 la profecía de Isaías: «El pueblo que

estaba en tinieblas vio una gran luz y al pueblo que andaba en regiones de sombra de muerte le resplandeció la luz». Pero esa luz no era solo para los judíos, el pueblo de Dios: era también «luz para revelación a los gentiles…». (Lc 2:32 RVR60). En el Sermón del Monte, Jesús presenta una enseñanza interesante al decir: «…Y si tu luz no es más que oscuridad, tu oscuridad ¡qué negra debe ser!». (Mateo 6:23). No hay peor tiniebla que pensar que uno está en la luz. Cuando uno tiene la mente cerrada y está convencido de que lo que cree es la verdad, difícilmente puede aceptar la luz de Cristo. En efecto, el apóstol Pablo fue cambiado, solamente cuando «…una luz celestial deslumbrante lo rodeó de pronto». (Hch 9:3). Recibir la «luz de Cristo» es un principio para la vida cristiana, pero es solamente un comienzo. El mismo Pablo escribió: «De la misma manera,

nuestros conocimientos son ahora muy limitados, como si estuviéramos viendo una gura en un espejo defectuoso; pero un día veremos las cosas como son, cara a cara. Mis conocimientos son ahora imperfectos, pero en aquel día podré conocer tal y como él me conoce a mí». (1 Co 13:12). A medida que más nos acerquemos a esa luz, y vivamos en esa luz, más conoceremos cómo es Él. Cuando el apóstol Pablo escribe acerca del «misterio que había sido revelado», no se está re riendo a verdades esotéricas. Más bien, establece claramente que el misterio se refería al hecho de que la salvación de Dios es para todos, no para algunos que se consideren selectos, o «electos». DIOS VERDADERO DE DIOS VERDADERO

La pregunta de Poncio Pilato: «… ¿y qué es la verdad?», en Mateo 18:38, es sin duda la misma pregunta losó ca que domina los estudios universitarios. Hoy en día todo lo que se lee y escucha tiene que ser analizado a la luz de su veracidad. El simple hecho de que una persona con título o posición de autoridad lo presente, no lo convierte necesariamente en la verdad. Es siempre importante evaluar personalmente lo que se a rma. Mucho más en el ámbito espiritual, el don de discernimiento es posiblemente uno de los más importantes y necesarios en nuestros tiempos.

¿Cómo se de ne en el contexto universitario y académico el concepto de «verdad»?

Jesús dijo: «…conocerán la verdad y la verdad los hará libres». (Jn 8:32). Esta no es una simple frase para repetir como un mantra, sino una realidad para practicar en la vida cada día. Analicemos si lo que escuchamos es la verdad. Los cristianos de Berea fueron elogiados por su interés por la verdad. «Y éstos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de

modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba». (Hch 17:11NVI). Engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho En contraste con el hecho de que todo fue creado por Dios, existe la pregunta de los siglos: ¿de dónde viene Dios? Obviamente, es la pregunta que desde la perspectiva de la fe no tiene respuesta. Desde un torbellino, Dios le pregunta a Job: «Dónde estabas tú cuando yo eché las bases de la tierra? Dímelo, si tanto sabes». (Job 38:4). Como ya vimos, el apóstol Juan a rma la eternidad del Hijo en su evangelio y en su primera epístola. Es obvio que el Credo de los Apóstoles tiene una base centrada en las mismas palabras y mensaje de la Biblia. El Credo sigue con una transición de quién es Jesús, a qué hizo Él por nosotros: Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo hombre; por nuestra causa fue cruci cado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras y subió al cielo. La razón suprema de Dios a enviar a su hijo en la forma de ser humano fue su amor eterno. A la vez, no hay mayor amor que dar su vida por otros. Hay los que ponen en tela de juicio al Jesús histórico, como también hay los que niegan el holocausto de los judíos en Alemania bajo el mandato de

Hitler. Sin embargo, el hecho de colocar la frase «en tiempo de Poncio Pilato», muestra el intento de dejar un registro para eliminar cualquier duda histórica en el futuro. Pero no solo fue aquel personaje romano que sirvió de testigo, sino también las Escrituras dejadas por testigos oculares y otros seguidores del mismo Señor del primer siglo d.C. En esta sección del Credo que habla de Jesucristo, vemos enfatizada la realidad de su naturaleza, tanto divina como humana. (Otros componentes del debate sobre la Trinidad se presentarán en el siguiente capítulo sobre Dios el Padre.) El cristianismo de los primeros siglos tuvo que enfrentar diferentes y variadas posiciones sobre esta doble naturaleza, y hubo divisiones entre sus líderes. Sin embargo, las mismas Escrituras dan evidencia para apoyar la conclusión de que Jesús encarnado era tanto plenamente Dios como plenamente humano.

¿Qué piensan acerca de que Jesús es cien por ciento humano y cien por ciento divino? ¿Por qué es tan importante esa a rmación para nosotros? A través de los siglos ha habido un sinfín de controversias teológicas que culminan en divisiones en el cristianismo. Hasta del día de hoy, encontramos múltiples «ramas» de pensamiento teológico en las iglesias. El Credo sirve al propósito de unirnos en aquello que sí podemos creer para establecer nuestra «unidad en la fe». Y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá n Hablar de Jesucristo no es solamente pensar en su vida en la tierra. El Nuevo Testamento culmina con la representación del cielo y el futuro de la iglesia y los individuos que aceptaron la invitación de participar en las llamadas «bodas del Cordero».

«Yo estoy siempre a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo. Al que salga vencedor, le daré el derecho de que se siente junto a mí en el trono, de la misma manera que al vencer yo me senté con mi Padre en su trono». (Ap 3:2021).

Esa invitación es el punto nal de toda las Escrituras: «El Espíritu y la

Esposa dicen: «Ven». Y el que oye también diga: «Ven». Y el que tenga sed,

venga; y el que quiera, beba gratuitamente del agua de la vida». (Ap 22:17).

La diferencia fundamental entre el cristianismo y otras religiones es la esperanza de vida eterna que el Señor le ofrece a los creyentes. Así como Jesús está sentado a la derecha del Padre, nosotros que creemos en Él también nos reconocemos y entendemos que «… en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales». (Ef 2:6 NVI). Su Segunda Venida es una promesa en la cual podemos con ar y anticipar. Todos seremos juzgados, los vivos y los muertos, pero seremos juzgados no por nuestra propia justicia, sino por la que el Señor ganó a favor de nosotros. El juicio de Dios no será en términos humanos. Primero, no hay nada que podríamos hacer para merecer la gracia de Dios. Segundo, Jesús ya pagó por nuestras culpas, nuestros pecados, nuestra falta de fe: «Estoy

cruci cado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí». (Gal 2:20). El juicio de Dios no se basará sobre nuestro conocimiento o nuestras ignorancias; no se basará sobre lo que hemos hecho o lo que no hayamos podido hacer, sino más bien sobre la sencilla fe en él. Si de veras queremos conocer la persona de Jesucristo, escuchemos sus palabras, cuando dijo:

«Si no se vuelven a Dios, arrepentidos de sus pecados y con sencillez de niños, no podrán entrar en el reino de los cielos». (Mt 18:3). En una oración de Jesús a su Padre, vemos su corazón: «Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios e inteligentes, y se las diste a conocer a los niños». (Mt 11:25). Y aquí encontramos el propósito de Cristo. No era solamente redimir a la humanidad, sino de revelar al Padre. «El Padre me ha con ado todas las

cosas. Sólo el Padre conoce al Hijo y sólo el Hijo conoce al Padre, y también aquellos a quienes el Hijo se lo revela». (Mt 11:27). Conocer al Hijo es conocer al Padre.

«Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Juzgo por lo que oigo, y mi juicio es correcto, porque está de acuerdo con la voluntad del que me envió y no de acuerdo con mi propia voluntad». (Jn 5:30).

Aunque el judaísmo tiene una visión clara de Dios como «Padre», fue el hecho de que Jesús se proclamara uno con Él lo que ofendió a los judíos religiosos en el tiempo en que el Señor vivió y ministró como ser humano. Pero Jesús no vino solo para ser adorado, sino para apuntar el camino al Padre. Sus palabras claras a sus discípulos resuenan hasta hoy: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por mí». (Jn 14:6). A nosotros hoy, al igual que a los «seguidores del camino» hace más de dos mil años, nos corresponde también ser luz, como lo fue Jesucristo, con el n de todos puedan alabar al Padre.

«¡Así dejen ustedes brillar su luz ante toda la gente! ¡Que las buenas obras que ustedes realicen brillen de tal manera que la gente adore al Padre celestial!». (Mt 5:16).

¿Qué signi ca que Jesús es la verdad? ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

Dios ha decidido revelarse en Jesús de Nazaret. Este acontecimiento histórico ha sido fundamental. Sin Él no podemos conocer al Padre, y en la siguiente lección hablaremos de Él. Sin Jesús, comprender a Dios es imposible. Él es la demostración de que a Dios le importamos, porque el cristianismo no es la historia del esfuerzo humano por llegar a Dios, sino del esfuerzo divino por llegar al ser humano, para rescatarlo, redimirlo y salvarlo, por amor. Jesús es la respuesta de Dios a nuestra realidad y nuestra necesidad. Su divinidad y humanidad le hacen perfecto para interceder entre Dios y los seres humanos.

(SIN JESÚS COMPRENDER A DIOS ES IMPOSIBLE) Todo el cristianismo gira alrededor de Cristo. Sobre esa roca se edi ca la iglesia, es decir, nosotros. La piedra que fue despreciada, ahora es la que lo sostiene todo. Jesús puede ser una piedra de tropiezo para aquellos que É

É

no ven en Él al Hijo de Dios, pero si con amos en Él, es nuestra roca, el cimiento sobre el que construimos nuestra vida. Lo que decidamos acerca de Jesús, decidirá quiénes seremos para siempre. Por eso el Credo es tan enfático en este aspecto. Nuestra fe está determinada, sobre todo, por este suceso, de esta persona, de nuestro conocimiento profundo de Él, y de nuestro seguimiento de su camino. Toda la Escritura apunta a Él, también la creación. Todo fue hecho por Él y para Él. Es, sin duda, el tema más importante de todos: el «logos» de Dios. Un gran teólogo europeo dijo: Dios es Dios, pero es Dios para el mundo. El mundo es mundo, pero es amado por Dios. El mundo se encuentra con Dios en su Palabra: Jesucristo. «Dicho en otras palabras: en Cristo, Dios

estaba reconciliando al mundo con él, no tomándole en cuenta sus pecados, y encargándonos a nosotros este mensaje de la reconciliación». (2 Cor 5.19).

EL ESCÉPTICO

Lee el siguiente extracto de los escritos de C.S. Lewis, y coméntalo con el grupo. ¿Existe alguna otra opción? ¿Cuál crees que es posible? ¿Por qué?

Estamos tratando aquí de evitar que alguien diga la mayor de las tonterías que a menudo se han dicho en cuanto a El: «Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro de moral, pero no acepto su a rmación de que era Dios». Esto es algo que no deberíamos decir. El hombre que sin ser más que hombre haya dicho la clase de cosas que Jesús dijo, no es un gran moralista. Bien es un lunático que está al mismo nivel del que dice que es un huevo frito  o un demonio del in erno. Puedes hacer tu elección. O bien este hombre era, y es el Hijo de Dios; o era un loco o algo peor. Escarnécele como a un insensato, escúpelo y mátalo como a un demonio; o cae a sus pies y proclámalo como Señor y Dios. Pero no asumamos la tonta actitud condescendiente de decir que fue un gran maestro de la humanidad. Él no nos proporciona campo para tal suposición. No fue eso lo que El intentó.

Nos enfrentamos, entonces, a una alternativa aterradora. A mí me parece obvio que no fue ni un lunático ni un chi ado; en consecuencia, por extraño o terrible que el asunto nos parezca, hemos de aceptar que Él era y es Dios. . .». «Mero cristianismo», C.S. Lewis. ¿Cómo sabemos que Jesús existió realmente? ¿No pudo haber sido un mito? ¿Qué datos históricos tenemos de su existencia, qué hizo y quién fue? Al margen de los datos históricos demostrados de los evangelios y las epístolas del Nuevo Testamento (documentos escritos muy cerca en el tiempo de los hechos que cuentan, desde el punto de vista de los historiadores, entre treinta y cuarenta años), la existencia de Jesús de Nazaret como personaje histórico está ampliamente demostrada por otros documentos de escritores no cristianos como Flavio Josefo, Plinio, Suetonio y Tácito. E incluso de sus propios enemigos, como los comentarios que parecen de Jesús en el Talmud. Si dudamos de su historicidad deberíamos dudar también de la existencia de Julio César, Platón, Aristóteles… Contrariamente a lo que popularmente se piensa, la comunidad académica casi en su totalidad no duda de su existencia. La pregunta es la siguiente: ¿qué signi ca para nosotros la vida de Jesús, y por qué hizo lo que hizo? Y, por último, la incógnita que lo cambia todo: ¿por qué la tumba de Jesús quedó vacía? ¿Por qué Jesús es el único camino a Dios? ¿No es eso pretencioso? En este mundo relativista, a rmar que Jesús es la verdad, el camino y la vida puede sonar arrogante, es algo que va contra la cultura. Estamos acostumbrados a expresiones como: «tu ten tu verdad, yo tengo la mía», pero usando meramente la lógica, la verdad es por de nición excluyente de a rmaciones contrarias a ella. Y dos verdades contradictorias, no pueden ser ciertas a la vez. Tampoco una a rmación puede ser cierta y falsa simultáneamente. Existe una verdad objetiva por encima de nuestras «verdades subjetivas», si no, todo es opinión y estamos condenados a jamás conocer la verdad, y

no saber qué está bien, o qué está mal, qué es cierto y qué es falso. La pregunta es, cuál es la «verdadera verdad». En ese sentido, a rmamos, como en el Credo, que Jesús es la verdad, el Hijo de Dios. Debemos abordar la cuestión de si es cierto o es falso, si encaja con las evidencias, con la realidad de cómo es el mundo, de cómo somos nosotros y de lo que ocurrió en el siglo I. Las consecuencias de las respuestas que encontremos a esas preguntas podrían cambiar nuestras vidas. RESUMEN

El Credo sobre todo habla de Jesús. El Antiguo Testamento apunta hacia Jesús. El Nuevo Testamento da testimonio de Él. Solo a través de Jesús podemos «ver» y «conocer» a Dios. No tenemos una fe meramente intelectual, no es solo un cúmulo de información, es un encuentro real con Jesús. Jesús es cien por ciento humano y cien por ciento divino. Jesús es Dios, no un semidiós, es eterno, el Hijo de Dios. Lo que decidamos acerca de Jesús, determina nuestra identidad. La razón de su venida fue el amor de Dios por la humanidad (Jn 3.16). Jesús es un personaje histórico, no un mito o una simple creencia. En el centro de nuestra fe, no hay dogmas ni leyes, sino la vida, la muerte y la resurrección de una persona: Jesús, el Cristo. DIÁLOGOS

¿Cómo es Dios? «Dios es como Jesús». ¿Qué quiere decir esta frase? ¿Qué piensas de ella? ¿Qué piensan tus amigos de Jesús? ¿Por qué lo piensan? ¿Cómo podemos ayudarles a conocerle como quien realmente es? ¿Qué cosas prácticas podemos hacer para conocer más y mejor a Jesús? ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Pagán, Samuel. Jesús de Nazaret. Editorial CLIE. Viladecavalls, España. 2012. - Delás, Eduardo. Dios es Jesús de Nazaret. DSM Ediciones. Valls, España. 2007. - Yancey, Philip. El Jesús que nunca conocí. Editorial Vida. Miami, Florida. 1996. - Lewis C. S. Mero Cristianismo. Ediciones RIALP. Madrid, España. 2005. - Wright, N. T. Sencillamente Jesús. Editorial PPC. Madrid, España. 2014.

2. DIOS PADRE «Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible…» INTRODUCCIÓN

La idea de Dios como Padre es revolucionaria. Siempre que Jesús hablaba con Dios se refería a Él como Abba, papá. Fue una de las razones por la que lo cruci caron. Cuando nos enseñó a orar, en Lucas 11, nos dijo que nos re riésemos a Él como Padre. Un padre bueno, misericordioso, sí, está en los cielos, pero es nuestro Padre. Que Dios sea nuestro padre tiene implicaciones muy profundas en nuestra vida: nos da sentido, identidad, propósito. Jesús vino a mostrarnos al Padre. Eso es lo que Él siempre ha sido, es la metáfora más perfecta para hablar de Él, y tumba nuestros preconceptos acerca de un Dios alejado de la humanidad o distorsionado por nuestras malas experiencias. En la parábola más conocida de Jesús, la del hijo pródigo en Lucas 15 se nos revela el carácter del Padre. Contrariamente a lo que la gente imagina de Dios, que es un justiciero, o una fuerza impersonal, etc., Jesús nos enseña que Dios es, sobre todo, Padre. Él es digno de con anza, es decir, de fe. Por eso el Credo comienza con «creemos en un solo Dios, Padre…». Experimentar a Dios como Padre puede cambiarlo todo. Por eso, después de haber profundizado en la persona de Jesús, debemos seguir con quien vino a mostrarnos.

¿Qué impedimentos tiene la gente para considerar a Dios como un Padre? (LA IDEA DE DIOS COMO PADRE ES REVOLUCIONARIA) LECCIÓN TEOLÓGICA

El Credo comienza con la simple palabra «creemos». Creer en Dios no parecería ser cosa difícil, ya que en toda la historia y en toda cultura ha habido dioses y creencias en seres supremos. Sin embargo, en muchas universidades de la actualidad el no creer en Dios suele ser la corriente más popular. La in uencia de algunas ciencias, tales como la sicología y sociología, y también la antropología, desde el siglo IX en Europa y luego en Norteamérica, ha invadido los centros de educación superior. La teoría de Darwin, presentada en El origen de las especies, cambió para siempre la base de las creencias judeo-cristianas, que Dios es el creador de todo que existe en nuestro mundo. Con el tiempo, algunas instituciones de educación superior, que habían comenzado como seminarios o centros para la formación de pastores, cambiaron por completo su razón de ser, hasta el punto de no permitir estudios bíblicos en sus recintos.

Dominus illuminatio mea. «El Señor es mi luz». Lema de la Universidad de

Oxford, primera universidad inglesa del mundo.

Creer en algo es con ar y tener prueba de que el objeto, la idea o el individuo en que se cree es verdadero y con able. Entre sus sinónimos se podrían incluir los siguientes: admitir, aceptar, a rmar, pretender, sostener, mantener, imaginar, suponer, considerar, pensar, entender, opinar, profesar, seguir. La universidad es fruto de la cosmovisión cristiana en Europa. La Real Academia de la Lengua Española, presenta de niciones que re ejan perfectamente lo que se podría signi car por la palabra «creemos» en el Credo de los Apóstoles: 1. Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado. 2. Tener a alguien por veraz. 3. Pensar u opinar algo verdadero. 4. Tener algo por verosímil o probable. 5. Atribuir mentalmente a alguien o algo una determinada característica, situación o estado. 6. Tener creencias religiosas. 7. Tener por cierto que alguien o algo existe verdaderamente.

8. Tener con anza en alguien o algo. La pregunta aquí sería cómo se llega a creer. ¿Se necesita pasar por una serie de experiencias personales o experimentos en un laboratorio para comprobar que algo es cierto? ¿Llegar a creer es un proceso, o puede ser instantáneo? ¿Con ar es algo natural, o algo que se tiene que aprender? Algo cierto es que cada hombre y mujer es único, con su propia personalidad. Hay personas que creen en todo y en todos, hasta que se les muestre lo opuesto; y existen las que no creen en nada y en nadie, hasta que se les muestre que es verdad y con able. También hay que tomar en cuenta la cultura (y también las subculturas) especí ca de la que proviene cada persona. Un niño o niña que nace de padres evangélicos, muy probablemente crecería con una fe cristiana, por lo menos en doctrina. Lo mismo acontecería con niños que nacen en una familia judía, musulmana o budista, o aun atea. Hay personas que quisieran creer en Dios, pero por sus experiencias en la vida se les hace difícil. Hay otros que simplemente pre eren no creer, porque les es más fácil. Y están los que creen en Dios, pero pre eren mantener sus propias de niciones de quién es Él.

¿Cómo te de nirías tú? ¿Cómo es tu forma de creer? Los israelitas del Antiguo Testamento creyeron en su Dios, pero cuando las cosas no iban bien, se olvidaban o buscaban otros dioses, «por si acaso». El mismo rey y salmista David expresaba sus dudas, y el famoso Job tuvo que determinar si creía o no en Dios. Al llegar al tiempo en que Jesús vino al mundo, la creencia en Dios se había formado, formulado y formalizado en una serie de reglamentos y ritos determinado por los Fariseos y los Saduceos. Afortunadamente, había personas como Juan el Bautista que no permitieron que las «reglas» humanas ofuscaran la luz de Cristo. En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que revelan sus maneras de creer. Nicodemo quería creer, pero tenía miedo de lo que otros pensarían, así que vino a Jesús de noche (Jn 3). El padre que le pidió a Jesús sanar a su hijo dijo: «Creo», pero después confesó sus di cultades,

al pedir ayuda para «no dudar» (Mr 9:24). Tomás, uno de los doce discípulos, dijo a sus compañeros que no creería, a menos que pudiera ver y tocar a Jesús (Jn 20:25). Los dos discípulos en el camino a Emaús estaban tan preocupados con sus propios sentimientos que no pudieron reconocer al mismo Señor cuando se les apareció en el camino. Uno de los ejemplos más tristes fue el del rey Agripa, al decir: «…Casi me convences a hacerme cristiano». (Hch 26:28). Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley no pudieron creer en Jesús, lo que los publicanos y las prostitutas sí pudieron hacer (Mt 21:32). La naturaleza humana no ha cambiado en dos mil años, y hoy día existe toda clase de maneras de creer o no creer. La apuesta del matemático, físico, inventor, escritor y teólogo Blas Pascal, es un argumento creado para tener una discusión sobre la creencia en la existencia de Dios. El argumento plantea que, aunque no se conoce de modo seguro si Dios existe, lo racional es apostar que sí existe. Aun cuando la probabilidad de la existencia de Dios fuera extremadamente pequeña, tal pequeñez sería compensada por la gran ganancia que se obtendría, o sea, la vida eterna con Dios. El argumento plantea cuatro escenarios: Uno puede creer en Dios; si existe, entonces irás al cielo. Uno puede creer en Dios; si no existe, entonces no ganarás nada. Uno puede no creer en Dios; si no existe, entonces tampoco ganarás nada. Uno puede no creer en Dios; si existe, entonces no irás al cielo

Puedes usar esta apuesta para abrir una conversación acerca del tema en el grupo, preguntar qué les parece, cuál es su opinión al respecto. Si hay una sola palabra que describe al seguidor de Jesucristo, que adora al Dios verdadero y ministra en el poder del Espíritu Santo, es la palabra «creyente». Puede haber católicos, ortodoxos, evangélicos, bautistas, pentecostales, u cualquier otro sinnúmero de clasi caciones entre los cristianos. Pero la palabra que de ne al verdadero seguidor de Dios, es «creyente». En la Biblia hay más de quinientas cincuenta referencias a la

palabra «creer» y sus variantes, y más de cuatrocientas cincuenta referencias a la palabra «fe». Pero después de haber establecido lo importante y necesario de creer, es necesario no solo determinar en qué creer, sino en quién creer. El pastor y autor Leonard Sweet, escribe: «Pablo no dijo ‘yo sé en qué creo’, sino ‘sé en quién he creído’». (2 Tim 1:12). Juan, quien en su Evangelio presenta unas ochenta y ocho referencias directas o indirectas a creer, escribe en su primera carta «Les anunciamos a ustedes la Palabra de vida que desde el

principio ya existía. ¡Nosotros mismos la oímos, la vimos con nuestros propios ojos y la palpamos con nuestras manos!». (1Juan 1:1).

(LA PALABRA QUE DEFINE AL VERDADERO SEGUIDOR DE DIOS, ES «CREYENTE») No es creer en algo, es creer en alguien Esto no signi ca que no sea importante creer «acerca de» quien hemos creído. Creemos cosas porque con amos en otros que nos han enseñado. Creemos porque leemos en la Biblia, en la cual también con amos. Sin embargo, el médico Lucas, al comenzar su evangelio, a rma las siguientes palabras: «Muchos han escrito historias de las cosas que se han cumplido entre nosotros». (Lucas 1:1). La versión de la Biblia Reina-Valera emplea la frase «que entre nosotros han sido ciertísimas». Lucas sabía lo que creía porque se le había enseñado. De igual manera, muchos jóvenes criados en las iglesias pueden repetir versículos de memoria y contar la mayoría de las historias de la Biblia. Pero al igual que con Lucas, es necesario realizar una investigación propia de todo lo que se nos ha sido enseñado para que uno pueda creer con convicción propia, y no porque es la creencia de otro.

¿Qué diferencia hay entre tener una convicción propia y vivir de una fe prestada? ¿Crees que es un peligro en la vida cristiana actual? ¿Por qué?

El apóstol Pablo escribe que el amor «… todo lo cree…» (1 Co 13:7 NVI). Esto es muy cierto en el sentido que una relación con Dios se basa sobre todo en un amor por Él. En el mismo capítulo, Pablo explica que

nuestra relación con Dios no se basa en el conocimiento, en nuestras obras «espirituales». La «perfección» se alcanzará cuando dejamos de hablar como niños, y pensar como niños. Sin embargo, la fe que se requiere para llegar a ese punto es la fe de un niño. Un solo Padre, todopoderoso Una de las primeras instrucciones de Jesús, registrado en lo que conocemos como el Sermón del Monte, fue sobre el Padre. Allí enseñó el modelo de oración que se dirige hacia «nuestro Padre celestial». Pero en este mismo «sermón», Jesús les da una instrucción algo difícil: «Ustedes deben ser perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto». (Mt 5:48). Pareciera ser una «misión imposible», ¿no? ¿Cómo es posible ser un ser humano perfecto como el Padre celestial? La solución a esta incongruencia podría ser entendiendo el signi cado de la palabra perfecto en el lenguaje griego. Primero, la raíz etimológica de la palabra es teleios, y se ha traducido en la Biblia en diferentes lugares con las palabras maduro y completo. Signi ca un propósito que se ha logrado como el cumplimento de un proceso. Si hubiera sido posible alcanzar la perfección mediante el sacerdocio levítico (pues bajo éste se le dio la Ley al pueblo), ¿qué necesidad había de que más adelante surgiera otro sacerdote, según el orden de Melquisedec y no según el de Aarón? (Heb 7:11)

«Y sobre todo, vístanse de amor, que es lo que permite vivir en perfecta armonía». (Col 3:14). En Lucas 8:14, Jesús enseña sobre la semilla que cae entre los espinos… y no madura. La palabra en el griego aquí es telesphorousin, de la misma raíz de teleios. En Colosenses 1:28, Pablo escribe: «Por eso, adondequiera que vamos

hablamos de Cristo, y amonestamos y enseñamos a todos con toda sabiduría. Queremos que cada ser humano sea perfecto como Cristo». Algunas traducciones (la NVI en inglés, por ejemplo) traducen perfectos por «plenamente maduros»).

En Colosenses 4:12 teleioi, que es traducido en la RVR60 por «perfectos», en la NVI se traduce por « rmes». Es decir, la palabra representa un concepto más que una simple palabra que en el español tenga un solo signi cado. Allí está la riqueza del idioma en que fue escrito nuestro Nuevo Testamento. Lamentablemente, en la historia de la iglesia encontramos individuos y grupos, como los «gnósticos» de los primeros siglos y el avivamiento por los cátaros entre los siglos XII y XIV, que consideraban que la perfección consistía en lograr una serie de niveles y por la cual llegaban a formar parte de una elite por su conocimiento.

¿Cómo explicarías con tus palabras qué es ser perfecto «como su Padre que está en los cielos es perfecto»? Puedes usar el texto paralelo de este versículo que aparece en Lucas 6:36: «Ustedes sean compasivos, así como su Padre es compasivo». CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA

Todo maestro entiende que la enseñanza va de lo conocido a lo desconocido. La creación de Dios es algo mani esto que nadie puede discutir, aunque se pueda discutir sus orígenes. En Romanos 8, Pablo escribe sobre nuestra relación con Dios como sus hijos (vv.14-17), e inmediatamente presenta una transición para comentar sobre nuestra relación con la creación (vv.19-23):

«… pues la creación aguarda con ansiedad el día en que se mani este que somos hijos de Dios.  Ya que la creación misma fue sometida a frustración. Eso no sucedió por su propia voluntad, sino que sucedió por la voluntad de Dios que así lo dispuso. Pero lo hizo con la con anza de que la creación será liberada de la corrupción a la que está sujeta. Así compartirá la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación gime como si fuera a dar a luz. Y no sólo gime ella, sino que también nosotros, que tenemos los primeros frutos del Espíritu, gemimos en nuestro interior mientras esperamos ansiosamente el día de nuestra adopción, es decir, el día cuando nuestros cuerpos sean liberados».

En los primeros capítulos de Génesis encontramos la historia de la obra creativa de Dios. Al completar su obra cada día, Dios vio y consideró que era bueno. DE TODO LO VISIBLE Y LO INVISIBLE

Jesús dijo: «Pero la hora se acerca, y ya está aquí, cuando los que

verdaderamente adoran al Padre lo harán guiados por el Espíritu y en forma verdadera, porque el Padre así quiere que sean los que lo adoren.  Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo guiados por el Espíritu y en forma verdadera». (Jn 4:23-24). Para los judíos que vivieron en el tiempo de Jesús en la tierra, la adoración tenía mucho que ver con el lugar. Se podría decir que hoy en día ocurre lo mismo entre los cristianos. Algunos, por ejemplo, piensan que cantar himnos no es adoración; otros piensan que escuchar músicos en un culto, es nada más que un concierto. En realidad, la adoración no está basada ni en el lugar ni en la música. Más bien, estos solo son factores que incentivan y facilitan la verdadera adoración. Si el lugar y el estilo de música es lo visible, lo invisible le corresponde a cada individuo para adorar «guiado por el espíritu y en forma verdadera». Se ha dicho que el carácter, o sea la integridad de una persona se revela cuando nadie está mirando. Debemos ser sal para el mundo y debemos permitir que nuestra luz alumbre, pero al escribir el pasaje que encontramos en 1 Corintios 13, el apóstol Pablo enfatiza que no es tanto lo que hacemos o no hacemos: si no lo hacemos con amor, de nada vale. Sin embargo, cuando llegue el teleion, el «perfecto», es que podremos ver claramente lo que por ahora es invisible, o por lo menos es como «una gura en un espejo defectuoso».

(LA ADORACIÓN NO ESTÁ BASADA NI EN EL LUGAR NI EN LA MÚSICA) La obra de Dios en nuestra vida no es solamente en lo visible. Él no solamente nos habla y enseña a través de la misma naturaleza. No tenemos É

excusa si rechazamos a Dios, porque Él se manifestó. En su carta a los Romanos, que en cierta forma es un documento «legal», Pablo escribe:

«Pero Dios muestra desde el cielo su ira contra la injusticia y la maldad de la gente que, por su injusticia, impide que la verdad se mani este. Lo que se puede conocer de Dios, ellos lo conocen, pues Dios mismo se los ha revelado.  Desde que el mundo fue creado, la humanidad ha contemplado toda la creación que le muestra el eterno poder de Dios y el hecho de que él es verdaderamente Dios. Así, lo invisible de Dios se deja ver por medio de la creación visible, por lo que nadie podrá excusarse diciendo que no sabía si Dios existía o no. Sin embargo, aunque lo sabían muy bien, no quisieron ni adorar a Dios ni darle gracias. Al contrario, se pusieron a concebir ideas estúpidas y, en consecuencia, sus necios entendimientos se oscurecieron.  Al creerse sabios, se volvieron aún más necios. Luego, representaron la gloria del Dios inmortal con imágenes de pájaros, de animales que andan en cuatro patas, de reptiles y de simples humanos mortales. Por eso Dios los dejó caer en toda clase de suciedades y los dejó hacer lo que les viniera en gana. Así, deshonraron sus propios cuerpos unos con otros. Esto fue por cambiar la verdad de Dios y deliberadamente creer en la mentira; por adorar a las criaturas y no a Dios que las creó, el cual es bendito por todos los siglos». (Rom 1:18-55). En los primeros versículos del capítulo 2, Pablo explica que seremos juzgados por nuestras obras (vv.1-11). Con frecuencia, acusamos a otros de lo que nosotros también somos culpables. Aunque en otros lugares de la Biblia se nos dice que no es por nuestras buenas obras que somos justi cados, sí nuestras malas obras nos pueden condenar. También seremos juzgados por la Ley, aun no conociendo la Ley (vv. 1216). Como bien dicen los policías de tránsito, la ignorancia de la ley no es excusa. Por último, seremos juzgados por la «circuncisión que es del corazón» (2:28-29). A esto se re ere el Credo de los Apóstoles cuando habla de Dios como el Dios de lo visible y de lo invisible…

Lo más importante es siempre recordar que si Dios es nuestro Padre, la implicación es que somos sus hijos. Tenemos entonces, que vivir como hijos. En la luz. Pidiendo con con anza.

¿Qué implicaciones en nuestro día a día debe tener la verdad de que somos hijos de Dios? ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

Jesús vino a mostrarnos al Padre. Por lo tanto, si con amos en Él, en su obra y su mensaje, somos hijos de Dios. Que Dios sea Padre, es algo contraintuitivo para nuestra mente que no comprende el amor incondicional de Dios. El amor de un Padre nos ayuda a entender el carácter de Dios, que acoge, cuida, corrige, ama, perdona, consuela, guía, acompaña y hace madurar como un Padre. En demasiadas ocasiones la gente tiene una imagen distorsionada de Dios. Jesús vino a enseñarnos quién era Dios realmente y por qué podemos con ar en Él. Dios es, sobre todo, Padre. Por eso el Credo empieza mostrando la realidad de quién es Dios. Porque nalmente no es tanto una cuestión de creer lo correcto, sino de con ar en la persona correcta. El cristianismo es restaurar una relación que estaba rota. Es una historia de reconciliación con nuestro Padre, de la que todo aquel que «cree» puede formar parte.

«Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios». (Rom 8.14-16 NVI).

(EL CRISTIANISMO ES UNA HISTORIA DE RECONCILIACIÓN CON NUESTRO PADRE) EL ESCÉPTICO

¿No se puede considerar la idea de «Dios Padre» como un antropomor smo? Sigmund Freud habla del superyó, de esa imagen de un ente que vigila… ¿No es esta idea de Dios una proyección de nuestra mente, una necesidad psicológica? No necesariamente. Podemos incluso darle la vuelta al argumento. El hecho de anhelar un Padre como el que Jesús nos presentó, es señal de que hemos sido creados para ese tipo de relación. Además, las necesidades psicológicas han sido siempre esas, pero hasta que Jesús nos habló claramente de Dios como Abba, Padre, no existía esa fe, esa con anza en la divinidad como Padre, en ningún lugar del mundo. Este argumento freudiano ha sido superado hace tiempo. Como dice C. S. Lewis, Dios no puede ser producto de mi imaginación, porque, para nada, Él es lo que yo pude imaginar de Él.

No solamente se usan argumentos racionales para negar la paternidad de Dios. Muchas veces, la relación con nuestros padres condiciona más de lo pensamos nuestro carácter, nuestra vida y creencias. Si hemos tenido malas experiencias con qué es ser un padre, será más difícil asimilar este concepto acerca de Dios. Puedes comentar este aspecto con el grupo si lo consideras oportuno. El escepticismo no nace solamente de argumentos intelectuales. RESUMEN

Creer es con ar. Cada persona parte de su realidad para creer; algunos tienen más inclinación a creer y para otros es una decisión, o un proceso. ¿En qué punto se encuentra la gente? Si tuviésemos que de nir en una sola palabra a un seguidor de Jesús, a un adorador del Dios Verdadero, sería: creyente. Es importante saber en qué creemos, pero es más importante saber en quién creemos. Si tenemos a Dios como Padre, debemos intentar ser como Él, perfectos, es decir, maduros, misericordiosos… Aunque es un Padre cercano no debemos olvidar que es Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

DIÁLOGOS

¿Qué implicaciones prácticas tiene que Dios sea nuestro Padre? ¿Si Dios es un buen Padre, ¿qué características debe tener? ¿Por qué nos cuesta con ar en Dios como Padre? ¿Cómo podemos presentar a Dios como Padre en el contexto universitario? ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Jeremias, Joachim. Abba. El mensaje central del nuevo testamento. Ediciones Sígueme. Salamanca, España. 2005. - Manning, Brennan «El evangelio de los andrajosos». Editorial Casa Creación. Lake Mary, Florida. 2015. - Manning, Brennan. El abrazo de abba. Editorial Peniel. Buenos Aires, Argentina. 2015. - Montero, Danilo «El abrazo del Padre». Editorial Casa Creación. Lake Mary, Florida. 2001. - Keller, Timothy. El Dios pródigo. Editorial Vida, Miami, Florida.

3. ESPÍRITU SANTO. LA TRINIDAD «… por obra del Espíritu Santo … Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas…» INTRODUCCIÓN

Algunos de nen el Espíritu Santo como la persona más escurridiza de la Trinidad. La Trinidad, Dios en tres personas, ha sido un misterio que, como tal, cuando intentamos responder completamente y de manera sistemática, siempre nos quedamos cortos o erramos. Padre, Hijo y Espíritu Santo se dan gloria unos a otros, como una danza de armonía perfecta. El Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, Dios en nosotros, será el tema de esta lección. Él es la relación más profunda que jamás tendremos. Su interacción con nosotros es como la que tenemos con el oxígeno, con el pneuma, está en nosotros, nos energiza, nos inspira, sin Él no hay vida… Profundizaremos en la persona del Espíritu Santo y el misterio de la Trinidad, y así conoceremos más profundamente a un Dios que, desde la eternidad, revela su naturaleza de amor.

(LA RELACIÓN CON EL ESPÍRITU SANTO SERÁ LA RELACIÓN MÁS PROFUNDA QUE JAMÁS TENDREMOS.) LECCIÓN TEOLÓGICA

La primera mención del Espíritu de Dios, es en el segundo versículo de la Biblia (Gn 1:2), «el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas». Tal vez no hay mejor manera de describir cómo actúa el Espíritu Santo que con la palabra «movimiento».

A través de la historia muchas iglesias se han referido a sí mismas como un movimiento, y no necesariamente una denominación. Pero en este capítulo no se pretende comentar sobre las manifestaciones y dones del Espíritu, sino sobre su posición como la tercera persona de la Trinidad. Aun así, la palabra «movimiento» describe muy bien quién es.

¿Cómo de nirías al Espíritu Santo? La palabra en el hebreo que se emplea en Génesis 1:2 y luego en Génesis 6:17 para referirse al Espíritu es ruach, o soplo de vida. En Génesis 8:1, ruach es la palabra que describe el «viento» que Dios envió para que las aguas retrocedieran. Esta palabra se encuentra casi cuatrocientas veces en el Antiguo Testamento. El verbo hebreo que se emplea para «soplar» en Génesis 2.7, es neshamah, palabra paralela a ruach: «Entonces Dios el SEÑOR formó el

cuerpo del hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz el aliento de vida. Fue así como el hombre se convirtió en un ser vivo». Aquí vemos que Dios da vida al ser humano a través de su ruah, Espíritu. Pero esa vida no es solamente la vida humana, sino también la vida espiritual. SEÑOR Y DADOR DE VIDA

En su conversación de noche con Nicodemo, Jesús habla acerca de la necesidad de «nacer de nuevo». En su respuesta a la pregunta del líder judío, Jesús responde:

«Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Los que nacen de padres humanos, son humanos; los que nacen del Espíritu, son espíritu. No te sorprendas de que te dije que tienes que nacer de nuevo. El viento sopla por donde quiere y oyes el ruido que produce, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Eso mismo pasa con todos los que nacen del Espíritu». (Jn 3:5-8). El hecho de que Dios obra a través del Espíritu Santo, nos indicaría que son separados, y así se identi can por separado en la Biblia. Sin embargo, volviendo a Génesis 1:2, la frase completa «el Espíritu de Dios» en hebreo, es ruach elohim, y elohim se re era a Dios en su forma plural, que en hebrero se conoce como «plural de majestad». Por eso, Génesis 1:26 dice:

«Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, a nuestra semejanza». [Énfasis del autor].

En la Biblia encontramos muchos ejemplos en los que podemos ver al Espíritu Santo junto al Padre y el Hijo. En el bautismo de Jesús (Mt 3:1317), se escuchó la voz y se vio el Espíritu descender en forma de paloma. Con relación a nuestra salvación (1 Pe 1:2), vemos la «Dios el Padre los

eligió de acuerdo con su propósito y por medio del Espíritu los ha santi cado, para que obedezcan a Jesucristo y sean salvados por su sangre». En su bendición a los Corintios (2 Cor 13:14), Pablo dice: «Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes». Por lo general, si no se dice lo contrario, Dios puede referirse al Padre, especialmente cuando se menciona Jesucristo y el Espíritu Santo en el mismo contexto. Pablo también ora pidiendo que los cristianos en la ciudad de Éfeso, puedan «ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu», y que «habite Cristo por la fe en vuestros corazones»; pero que también sean «llenos de toda la plenitud de Dios». (Efesios 3:16-17,19 RVR60). En su enseñanza acerca de la Segunda Venida del Señor, Pablo les recuerda que su salvación es «… mediante la acción del Espíritu Santo que

los hace santos y la fe que han depositado en la verdad. Con tal objetivo, por nuestro medio les comunicó las buenas nuevas, para que participen de la gloria de nuestro Señor Jesucristo». (2 Tesalonicenses 2:13b-14). Otros pasajes de la Biblia dan testimonio de la obra de las tres personas de la Trinidad, ya sea que se presenten por separado o en el mismo contexto. Por cierto, la carta de Pablo a los Efesios menciona el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo a través de todos sus capítulos, y en especial en los primeros cuatro. Pero no hay mayor evidencia de las tres personas en una sola que en las mismas palabras del Señor en Mateo 28:18-19, cuando les da sus últimas instrucciones a los discípulos y seguidores: «He recibido toda autoridad en

el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

(

(LA VIDA QUE DIOS DA NO ES SOLAMENTE LA HUMANA, SINO TAMBIÉN LA VIDA ESPIRITUAL.)

Dios es un Dios en comunidad. ¿Qué piensas de esta frase? QUE PROCEDE DEL PADRE

Ya vimos en el bautismo de Jesús que el Padre envió al Espíritu Santo no solo para con rmar el ministerio de Jesucristo, sino también para enfatizar quién era Jesús, el Hijo amado de Dios. Luego, vemos que el ministerio de Jesús en la tierra tenía su tiempo predeterminado, aunque la hora y el día lo sabía solo el Padre. Sin embargo, también estaba predeterminado que cuando el Hijo volviera a la diestra del Padre, el mismo Padre enviaría el Espíritu Santo: «Y yo le pediré

a Dios el Padre que les envíe al Espíritu Santo, para que siempre los ayude y siempre esté con ustedes. Él les enseñará lo que es la verdad». (Jn 14:1617a TLA).

Después de su resurrección, Jesús dijo: «Pronto enviaré lo que prometió

mi Padre. Pero ustedes quédense en Jerusalén hasta que los llene con poder de lo alto». (Lucas 24:49). ¿Habría alguna contradicción aquí? ¿Es el Padre o el hijo que enviaría el Espíritu Santo? De nitivamente no hay contradicción porque el Padre y el Hijo son uno: «El que me ha visto a mí, también ha visto al Padre». (Jn 14:9). Jesús es Emmanuel, Dios con nosotros, ¡y el Espíritu Santo es Dios en nosotros! Que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria

En su ministerio en la tierra, Jesús dejó claro el propósito de sus seguidores, que es glori car al Padre. «¡Así dejen ustedes brillar su luz ante

toda la gente! ¡Que las buenas obras que ustedes realicen brillen de tal manera que la gente adore al Padre celestial!». (Mt 5:16). Jesús también

glori có al Padre, cumpliendo el propósito por la cual vino al mundo. En Juan 12:27-28, leemos acerca de Jesús enfrentando su futura muerte,

cuando dice: «En este momento estoy lleno de angustia, ¿y por eso voy a

decir: ‘Padre, sálvame de este sufrimiento’? ¡Si para eso he venido! ¡Padre, glori ca tu nombre!». Pero en el mismo contexto, Jesús dice: «Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glori cado» (Jn 12:23). La adoración es central tanto en la religión judía como la cristiana. Cuando Jesús entró a Jerusalén sentado en un asno, el pueblo lo recibió con adoración, lo que nalmente llevó a los líderes judíos a decir, «Ya basta con este hombre», y comenzar con sus acusaciones falsas. ¿Cómo podría la gente adorar a un hombre? El Credo dice que el Padre y el Hijo reciben no solamente una misma adoración, sino también una misma gloria. Decimos la frase «gloria a Dios», pero en realidad, ¿qué signi ca? Es más fácil entender la adoración, porque está incorporada en los cultos, o servicios de la iglesia, principalmente por medio de nuestra música. Es una ofrenda de nuestro interior en amor a Dios, por quien Él es y lo que Él hace. ¡Dios nunca ha estado solo, pues mani esta su amor desde la eternidad! Por otra parte, la palabra «gloria», aunque la empleamos en nuestros cultos, en nuestras oraciones, puede aparecer más como un «mantra», a veces exhortando a que se repita tres veces, como si hubiese algo intrínsecamente «mágico» en eso. Más bien, la gloria de Dios es algo que es mani esto, algo que vemos, algo que siempre existió. Jesús dijo, «Y

ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la misma gloria que tenía cuando estaba contigo, antes que el mundo existiera». (Jn 17:5). Otra vez vemos una aparente contradicción. ¿Cómo puede ser glori cado con la misma gloria que tenía? En Juan 17, donde Jesús presenta su «oración sacerdotal», le pide al Padre que los ayude «para que sean uno, así como nosotros somos uno». (v22 RVR60). Entonces, pide al Padre que «sean santi cados en la verdad». (v19 RVR60). Esto es recibir la gloria del Padre. El propósito del Padre era enviar a su Hijo al mundo, y de la misma manera, Jesús ahora enviaba los suyos al mundo. En la última cena de Jesús con sus discípulos, un evento a la cual Juan dedica cinco capítulos en su Evangelio, después de que Judas tomó el pan

y salió, Jesús dijo las palabras: «Ahora el Hijo del hombre es glori cado, y

por ello también a Dios lo glori can. Si a Dios lo glori can cuando glori can al Hijo, también Dios hará que glori quen al Hijo. Y Dios hará esto muy pronto». (Jn 13:31-32). Uno podría preguntar, ¿cómo podría ser el Señor glori cado por la traición de uno de sus discípulos más cercanos?

Una manera de pensarlo sería, si Dios tenía un propósito para Jesús al venir a la tierra, en ese momento Judas estaba, sin saberlo, tomando parte en el cumplimiento de ese propósito. Si el deseo de Jesús era enviar a sus seguidores al mundo, de la misma manera en que el Padre lo envió al mundo, entonces somos «santi cados en la verdad», y glori camos tanto a Jesús como al Padre al cumplir sus propósitos en nosotros. El autor de la Epístola a los hebreos aclara que, por nuestros propios esfuerzos, es decir, por la Ley, no podemos llegar a ser perfectos (Heb 10:1). Por medio del sacri cio de Jesús en la cruz, su muerte, y luego su resurrección, es decir la gracia, su obra fue «completa», con relación a nuestra salvación (Heb 10). Sin embargo, Pablo escribe en Colosenses 1:24 NVI lo siguiente: «… voy completando en mí mismo lo que falta de las a icciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la iglesia». Si la obra de Cristo fue perfecta, completa, ¿de qué manera podemos nosotros agregar algo a lo que Él ya hizo, una vez para siempre? Pablo lo explica en los siguientes versículos:

«Después de todo, sirvo a la iglesia por comisión divina, que me fue dada para bien de ustedes y con el propósito de revelar el plan divino en todas partes.  A través de los siglos y a lo largo de muchas generaciones, ese plan se había mantenido en secreto, pero por n el Señor ha querido revelarlo a los suyos. A ellos, Dios les dio a conocer la riqueza y la gloria de su plan que, por cierto, bene cia a los gentiles. Y éste es el misterio: Cristo está entre ustedes y es su esperanza de gloria. Por eso, adondequiera que vamos hablamos de Cristo, y amonestamos y enseñamos a todos con toda sabiduría. Queremos que cada ser humano sea perfecto como Cristo.  Esa es mi tarea y lucho para realizarla con toda la fuerza y el poder que Cristo me da». (Col 1:25-29).

Lo único que falta es cumplir el propósito de ir a nuestro mundo y proclamar, aconsejar y enseñar a todos los seres humanos. Así, igual que el traidor Judas, glori camos al Padre y al Hijo cuando somos parte del cumplimiento de sus propósitos. ¿Por qué Dios elige usar hombres y mujeres para cumplir sus propósitos? Claro está que el Todopoderoso puede hacer cualquier cosa sin nosotros, pero ese no fue su plan desde el principio. El hombre y la mujer, creados a «su imagen», es la forma a través de la cual Dios obra en este mundo. De igual manera que Jesús dijo que no dejaría solos a sus discípulos, sino que enviaría el Espíritu Santo para guiarles, enseñarles y cuidarles, también prometió que el Espíritu Santo les daría poder para cumplir con la tarea de ir por todo el mundo para enseñar y hacer discípulos. Los primeros capítulos de Hechos relatan estos acontecimientos y los resultados están en el resto del libro. Hubo señales para comprobar la presencia del Espíritu Santo, hubo milagros, se manifestó el poder para predicar. Pero, sobre todo, se reveló un espíritu de amor y unidad entre los hermanos y las hermanas. La mayor prueba, dijo Jesús, de que el mundo reconociera quiénes eran sus discípulos, sería por su unidad.

«No ruego sólo por estos, sino también por los que van a creer en mí por medio del mensaje de ellos. Te ruego que todos estén unidos. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.  Yo les he dado la gloria que me diste, para que estén unidos, así como nosotros estamos unidos,  yo unido a ellos y tú unido a mí. Permite que ellos lleguen a la perfección en la unidad, así el mundo reconocerá que tú me enviaste, y que los amas a ellos tal como me amas a mí». (Jn 17:2023).

QUE HABLÓ POR LOS PROFETAS

En su mensaje a la multitud el día de Pentecostés, Pedro explica que lo que están viendo, la venida del Espíritu Santo sobre los seguidores de Cristo,

«es lo que el profeta Joel predijo: ‘En los postreros días, dijo Dios; derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad…». (Hch 2:16-17). Así como los

profetas hablaron de la venida del Mesías, también profetizaron sobre la venida del Espíritu. En el pasado Dios hablaba por medio de sus profetas, pero el Espíritu Santo ahora ministra a su pueblo. El autor de Hebreos comienza indicando que, con la venida de Cristo, la función de los profetas en cierta manera cambió, ya que sus mensajes apuntaban hacia el Mesías.

¿Qué crees que signi ca que el Espíritu Santo ministra a su pueblo? ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

Sin el Espíritu Santo, no podemos estar convencidos de pecado, de justicia y de juicio. Él es santo, Él nos santi ca, nos recuerda que somos hijos e hijas de Dios, nos impulsa. Él es el Espíritu de la misión. Sin Él la misión es imposible. Por eso es importante conocerle y tener comunión con Él. Él nos hace santos, nos humaniza, y saca lo mejor de nosotros. Según 1 Juan 4:8 Dios es amor. La trinidad es un misterio que nos recuerda que sí somos hechos a su imagen, la imagen de un Dios eterno que nunca ha estado solo, que es comunidad, que no nos necesita para suplir ninguna necesidad, pero que aun así nos ha creado para poder formar parte de esa danza y alegría eterna que se encuentra en el centro de quién es Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

(SIN EL ESPÍRITU SANTO NO PODEMOS ESTAR CONVENCIDOS DE PECADO) EL ESCÉPTICO

¿Por qué es importante el concepto de la trinidad? ¿No es eso politeísmo? A lo largo de la historia de la iglesia el concepto de trinidad ha sido conversado y dialogado. Como misterio, como paradoja, resolverlo completamente, es equivocarse. Dios es Dios en tres personas. Es un Ser con tres centros de conciencia. Para nosotros, seres con solo un centro de conciencia, resulta extremadamente complejo entenderlo, diría que casi

imposible. Como si un animal quisiera explicar los procesos sicológicos de los seres humanos. Multiplica ese ejemplo por in nito, y esa es la distancia (más o menos) que nos separa de la realidad «sicológica» de Dios. Pero que sea tan complejo para nosotros, que solo podamos a rmarlo como verdad, pero no explicarlo, no lo convierte en falso. Simplemente demuestra que Dios es Dios, y que, si pudiésemos explicarlo todo, dejaría de serlo. Profundizando un poco más, que tengamos un Dios en tres personas, no solo una unidad solitaria, o una dualidad eterna del bien y el mal, sino tres personas que se aman (pues la esencia de Dios es el amor) como realidad última de la existencia, cambia todo acerca de de nir ser humano y a qué está llamado. ¿El concepto de la trinidad no es una construcción tardía que no aparece en la Biblia? Explícitamente no aparece la palabra trinidad en las Escrituras, pero como hemos visto en la lección, ya en Génesis 1 los creyentes en Cristo ven las acciones de las distintas personas de la trinidad. Y en el Nuevo Testamento queda evidente la gura de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. La mayoría de las discusiones teológicas al respecto han sido matices, algunos que se han conseguido resolver y otros que quedan en el campo del misterio, por la di cultad de la materia. Pero sin duda, desde los tiempos bíblicos, ya se tenía esta fe.

(LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO BAÑA TODA LA ESCRITURA DESDE GÉNESIS 1) RESUMEN

La acción del Espíritu Santo baña toda la Escritura desde Génesis 1. Dios es un Dios en comunidad. Es el Dios trino. Habló a través de los profetas, era lo que les inspiraba.

La trinidad demuestra que Dios es amor, eternamente. El Espíritu es el que impulsó la iglesia, la inauguró en Hechos 2. Sin el Espíritu Santo, la misión de la Iglesia es imposible.

Recuerda que puedes comentar esta sección antes de pasar a las preguntas, preguntar qué piensan acerca de estos puntos o si tienen algún comentario al respecto. DIÁLOGOS

¿Por qué crees que es tan complejo de nir al Espíritu Santo? En Hechos capítulos 1 y 2 nos relata la venida del Espíritu Santo que Jesús había prometido. ¿Para qué iba a venir el Espíritu de Dios? ¿Cuáles son sus funciones? Según las enseñanzas de Jesús en Juan, ¿quién es el Espíritu Santo? ¿Qué vendrá a hacer? ¿Cómo podemos caminar en el Espíritu? ¿Qué signi ca tener comunión con el Espíritu Santo? ¿Qué piensas acerca de la trinidad? ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Chan, Francis. El Dios olvidado. Editorial Casa Creación. Lake Mary, Florida. 2009. - Yancey, Philip. Alcanzando al Dios invisible. Editorial Vida. Miami, Florida. 2004.

4. IGLESIA: COMUNIDAD Y MISIÓN «…En una Iglesia santa, universal y apostólica…» INTRODUCCIÓN

El cristianismo se desarrolló dentro de una comunidad, la iglesia. La fe en Jesús fue extendida por un grupo de personas. Desde el libro de los Hechos de los Apóstoles hasta hoy, las comunidades eran las iniciadoras de la proclamación del evangelio. La vida cristiana no se comprende sin la vida de la iglesia. El amor a Dios y al prójimo son inseparables. No creemos solamente de manera personal, también lo hacemos de manera comunitaria. Es cierto que la iglesia ha tenido épocas y lugares, luces y sombras. Como dicen algunos teólogos, la iglesia ha cometido todos los pecados que existen. ¡Y quizá tengan razón! Aun así, es «la novia de Cristo», el pueblo de Dios, real sacerdocio, entre otras frases descriptivas. Su importancia en la historia ha sido vital. Gracias a ese movimiento, y cuando ha sido el al mensaje de Jesús, la iglesia ha sido sal y luz del mundo, ha sido la causante de muchos avances, motor de los derechos humanos, del amor como valor moral central, de la defensa de los necesitados, el desarrollo de las ciencias, y la creación de las universidades, los hospitales… La idea de comunidad de Jesús, sigue siendo la tierra fértil donde el ser humano puede realizarse plenamente. LECCIÓN TEOLÓGICA

En cualquier rama de estudio en las universidades, una discusión sobre temas especí cos comienza típicamente con una clara de nición de los términos que se emplearían. Esto también se aplica a este capítulo sobre la «iglesia».

¿Qué le viene a la gente a la mente cuando escucha la palabra iglesia?

La palabra iglesia en español proviene del griego ekklesia, la cual es formada, a su vez, por dos expresiones: ek (que signi ca «fuera de») y klesis (que es «llamar», o alude a un llamado). Literalmente, iglesia signi ca «llamado, o fuera de». Según el Diccionario Vine, entre los griegos la palabra se empleaba para referirse a un grupo de ciudadanos que se reunían para discutir temas de estado. Un ejemplo de eso ocurrió en Éfeso, cuando Pablo y sus compañeros Gayo y Aristarco, fueron arrestados. Para calmar la turba, el secretario del consejo municipal les dice: «Ciudadanos de Éfeso… Si tienen

alguna otra demanda, que se resuelva en legítima asamblea [ekklesia].» (Hch 19:35,39 NVI). Otro ejemplo se presenta en Mateo 18:17, con el llamado a una asamblea para resolver un con icto entre hermanos.

(¡IGLESIA SIGNIFICA LLAMADOS AFUERA, NO LLAMADOS ADENTRO!) En la versión NVI del Nuevo Testamento, la palabra iglesia aparece ciento catorce veces. Aunque se encuentra solamente dos veces en los Evangelios (especí camente en el Evangelio de Mateo), iglesia aparece por lo menos una vez en dieciocho de los otros veintitrés libros del Nuevo Testamento, con la mayoría de las menciones en Hechos, 1 Corintios, Efesios y Apocalipsis. La primera referencia, en Mateo 16:18, establece la base de lo que Cristo quiso dejar en la tierra, su propósito por venir: «Tú eres Pedro, y sobre esta

roca edi caré mi iglesia, y los poderes del in erno no prevalecerán contra ella». La palabra Pedro en griego es petros, que signi ca piedra, pero Cristo no estaba diciendo que la iglesia sería edi cada sobre la persona o el ministerio de Pedro. Más bien, el fundamento de la iglesia se encontraba en la confesión de Pedro: «Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente». (Mt 16:16). Cristo sería la «piedra angular» (Mt 21:42, Hch 4:11, Ef 2:20, 1 Pe 2:7).

(¡LO MEJOR QUE TIENE LA IGLESIA ES JESÚS, )

SU CENTRO, SU BASE, SU ROCA!) La primera mención de la iglesia como tal es en el libro de Hechos, como lo relata Lucas en su mensaje a su estimado amigo Teó lo. Tradicionalmente se ha considerado que el «comienzo de la iglesia» fue el día de Pentecostés, y en las palabras de Lucas, encontramos algunas de las bases que condujeron a la formación de la iglesia. ¿SE PUEDE VIVIR UNA VIDA CRISTIANA SIN IGLESIA?

Lucas comienza con una referencia a su Evangelio donde él resume todo lo que Jesús hizo y enseñó. Así, el fundamento básico para la iglesia fue la presencia de Jesús en el mundo y sus enseñanzas. Además, las evidencias convincentes de su resurrección era la prueba de una fe viva en su poder y en la realidad de majestad como Dios mismo. Pero faltaba algo más, lo que Jesús les había prometido, el Espíritu Santo. Él tendría que ir, pero no los dejaría solo; enviaría el Espíritu Santo para estar con ellos. El anticipo de esto ocurrió en Juan 20:22, cuando Jesús sopló sobre sus discípulos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo». A pesar de haber estado con el Mesías durante tres años, sus discípulos aún no entendían por completo sus propósitos, como fue mostrado por Tomás y las dos personas en el camino a Emaús. El concepto del Reino pasaría a ser el «gobierno» de la iglesia. Antes de ascender su Señor al cielo, ellos preguntaron: «Señor, ¿vas ahora a restaurar el reino de Israel?». (Hch 1:6). No entendían, pero el Reino del cual Jesús había enseñado sería su iglesia. Hasta ese momento los seguidores de Jesús no tenían el concepto de iglesia como lo conocemos hoy. Solo se mencionan como «los que estaban reunidos con él». Sin embargo, tenían una noción de la responsabilidad de seguir lo que Jesús había comenzado, y su primera acción fue seleccionar a Matías para tomar el lugar de Judas como uno de «los doce» porque sabían que tenían que ser doce como símbolo del nuevo pueblo de Dios. Lo que no podían haber sabido los discípulos era lo que estaba por venir: el prometido «bautismo» en el Espíritu Santo; además, sabían ciertas cosas acerca del Espíritu de Dios. Sabían del nacimiento sobrenatural de Jesús

por la intervención del Espíritu Santo. También debían saber que el Espíritu Santo dirige, como lo hizo cuando Jesús fue llevado el desierto para ser tentado. Jesús les había dicho que el Espíritu Santo estaría con ellos, a su lado siempre; que nunca estarían solos. Sabían que el Espíritu Santo les podía enseñar. Habían escuchado hablar de lo que Juan el Bautista había dicho: «Cuando veas al Espíritu descender y posarse sobre alguien, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo». (Jn 1:33b).

(¡SIN EL ESPÍRITU SANTO LA MISIÓN DE LA IGLESIA NO SOLO ES DIFÍCIL, ES IMPOSIBLE!) Aun así, ¿cómo pudieron haber interpretado las últimas palabras de Jesús en Lucas 24:49: «Pronto enviaré lo que prometió mi Padre. Pero ustedes quédense en Jerusalén hasta que los llene con poder de lo alto». Y en Hechos 1:8: «… cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes recibirán

poder para ser mis testigos no sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra». Tuvo que haber sido muy difícil.

Sin embargo, en una acción de simple obediencia, después de que Jesús ascendió al cielo desde el monte de los Olivos, los que estaban reunidos regresaron a Jerusalén. Allí, los discípulos se reunieron en la casa donde estaban alojados. Junto con las mujeres, los hermanos de Jesús y su madre María, este grupo de creyentes, en un mismo espíritu, se dedicaron a la oración y a esperar lo prometido. Esta unidad sin duda cumplía el gran deseo de Jesús en su oración al Padre, que fueran uno, como Él y el Padre eran uno. La promesa del Espíritu Santo les iba a dar poder para testi car acerca de Jesucristo, pero era en la unidad que se perfeccionarían de tal manera que el mundo iba a reconocer que el Padre había enviado al Hijo: «Yo les he mostrado quién

eres, y lo seguiré haciendo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en ellos». (Jn 17:26). La suprema enseñanza de Jesús para

sus seguidores era que produjeran fruto como muestra de ser discípulos y, sobre todo, que «se amen los unos a otros». (Jn 15:8,17).

Ahora en Jerusalén, sin la presencia física de su Señor Jesucristo, ¿qué podían hacer? Esperar. En Hechos 2:1-4, Lucas describe lo acontecido:

«Cuando llegó el día de Pentecostés, los creyentes estaban juntos reunidos.  Escucharon de pronto un estruendo semejante al de un vendaval, que venía del cielo y que hacía retumbar la casa en que estaban congregados. Acto seguido aparecieron lengüetas de fuego que se les fueron posando a cada uno en la cabeza. Entonces cada uno de los presentes quedó lleno del Espíritu Santo y empezó a hablar en idiomas que no conocía, pero que el Espíritu Santo le permitía hablar». Sí, el día de Pentecostés llegó cincuenta días, o siete semanas (es decir, siete sábados), después de la resurrección de Jesús. Esto es signi cativo, porque en la Biblia cincuenta representa numéricamente algo que se ha completado. Para los judíos, por ejemplo, el Año de Jubileo era cincuenta, cuando toda deuda se perdonaba. Otra circunstancia ocurría cuando un hombre le pagaba cincuenta piezas de plata a su futuro suegro para recibir su hija como esposa (Dt 22:29). Podemos ver que David pagó cincuenta piezas de plata, el «precio justo», por la parcela donde construiría su altar (2 S 24:24). Las últimas palabras de Jesús en la cruz fueron «… todo está cumplido» (Jn 19:20), en cuanto a su obra. Ahora solo faltaba cumplir la obra del Espíritu Santo. Ese día los seguidores de Jesús estaban en un mismo sentir y reunidos en el mismo lugar, cuando fueron llenos del Espíritu Santo. En respuesta a los que habían observado lo acontecido sin poder entender, Pedro, el tímido que había negado a Jesús tres veces, se pone de pie junto con los once, y predica con valentía, exhortando con las mismas palabras de los profetas y «muchas otras razones». Cuando los oyentes le preguntaron qué debían hacer, el mensaje se reducía sencillamente a dos cosas: «Arrepiéntanse … y

bautícense en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados». (Hechos 2:38). Y, como consecuencia, tres mil personas de distintos lugares del mundo recibieron «el don del Espíritu Santo», y fueron agregados a la primera iglesia. Lucas describe cómo fue esa primera

ekklesia: «Los que creyeron sus palabras, unos tres mil en total, se bautizaron y se unieron a los demás creyentes que se congregaban regularmente para

escuchar las enseñanzas de los apóstoles, tener comunión unos con otros, compartir el pan y orar. Un profundo temor reverencial vino sobre toda la gente y los apóstoles seguían realizando milagros y señales. Los creyentes permanecían constantemente unidos y compartían entre sí todas las cosas; vendían sus propiedades y repartían el dinero entre los que estaban necesitados. Todos los días se reunían en el templo y en los hogares, compartían los alimentos con regocijo y sencillez de corazón y alababan a Dios. Todo el mundo simpatizaba con ellos y todos los días el Señor añadía a la comunidad a los que habían de ser salvos». (Hch 2:41-47).

Según este texto, ¿qué características debe tener la iglesia? LA IGLESIA, UN CUERPO

Una manera grá ca para describir la iglesia a los primeros creyentes, fue por medio de la imagen del «cuerpo de Cristo», tal como lo describe Pablo en Romanos 12:4-5: «Así como nuestro cuerpo tiene muchas partes, y cada

una desempeña una tarea diferente, así sucede en la iglesia. Somos muchos miembros, pero formamos un solo cuerpo, y entre nosotros hay una dependencia mutua». Podemos ver esto también en 1 Corintios 12:13, donde leemos: «Hemos sido bautizados en el cuerpo de Cristo por un solo Espíritu, y todos hemos recibido el mismo Espíritu. Algunos somos judíos, otros son gentiles; algunos son esclavos y otros son libres. Pero todos formamos un solo cuerpo». Obviamente, la vida cristiana es una relación individual con Cristo, y Él obra en cada uno para cumplir su propósito. Pero la iglesia es más que un grupo de individuos que se reúnen para adorar a Dios, recibir enseñanza, y ministrar los unos a otros. La enseñanza sobre la Cena del Señor (1 Cor 11 NVI) aclara que muchos, cuando se reúnen, «menosprecian a la iglesia de Dios» (v22), «sin discernir el cuerpo» (v29). Aquí vemos un interesante juego de palabras, por así decir, porque la Cena del Señor se relaciona con la entrega del cuerpo de Cristo, pero los hermanos no se estaban tomando en consideración a otros que formaban el «cuerpo», o la iglesia. No solo tenemos una relación personal con Dios, también tenemos una relación comunitaria con Dios y con los demás.

La imagen de la iglesia como un cuerpo es importante, ya que en la Biblia no se re ere a ningún individuo con el título de «santo». Pablo en Romanos 1:7 se dirige a los «que han sido llamados a ser santos» (Rom 1:7 NVI), y también como los «llamados a ser un pueblo santo» (1 Cor 1:2). Siempre que el apóstol se dirige a los creyentes, los reconoce como «los santos», en la forma plural. Por ejemplo, su saludo en 2 Corintios 1:1, es lo siguiente: «Pablo, apóstol de Jesucristo porque Dios así lo quiso, y

nuestro hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que están en toda la región de Acaya».

Cuando Pablo escribe a los Filipenses, él dice: «No quiere decir que yo ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto». (3:12). Luego en el mismo capítulo (3:15 RVR60), dice: «Así que, todos los que somos perfectos». En la primera referencia, como individuo, Pablo no es «perfecto» todavía, pero en la segunda él se coloca en el contexto del cuerpo de Cristo, es decir, los hermanos y hermanas en Cristo, y así se entiende el sentido de «los santos».

(ADEMÁS DE NUESTRA RELACIÓN PERSONAL CON DIOS, TAMBIÉN TENEMOS UNA RELACIÓN COMUNITARIA CON ÉL Y CON LOS DEMÁS) LA IGLESIA, UNA ESPOSA SANTA

El Credo describe la iglesia como santa, universal y apostólica. Obviamente, es santa por lo que Cristo hizo, pero también involucra el proceso. A los creyentes en Corinto Pablo les escribió que habían sido «llamados a ser un pueblo santo» (1 Cor 1:2). Tal vez no hay mayor ejemplo de esto que la enseñanza de Pablo en Efesios 5: 25-26, donde escribió que la iglesia es como una esposa: «Los esposos, por su parte,

deben mostrar a sus esposas el mismo amor que Cristo mostró a su iglesia. Cristo se entregó a sí mismo por ella  para hacerla santa y la puri có lavándola con agua por medio de la Palabra». (Ef 5.25-26).

En la comunión de los santos es que nos «perfeccionamos». Vivir en la luz es vivir en comunión con otros creyentes en Jesucristo. No somos santos porque al igual que los «padres del desierto» nos alejamos del mundo. No somos santos porque evitamos toda clase de pecado o seguimos todas las reglas de la iglesia. Somos santos cuando vivimos en comunión los unos con los otros. Tal vez no hay mejor descripción de la iglesia que lo que Juan escribe en su primera carta (1 Jn 1:5-7):

«Este es el mensaje que Dios nos ha dado para ustedes: Dios es luz y en él no hay tinieblas. Por lo tanto, si a rmamos que somos amigos suyos y seguimos viviendo en las tinieblas, mentimos y no estamos poniendo en práctica la verdad.  Pero si, al igual que Cristo, vivimos en la luz, entre nosotros habrá compañerismo, y la sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpiará de todo pecado». LA IGLESIA, UN EDIFICIO

Pablo no solo describe la iglesia por la metáfora de un cuerpo, sino también como un edi cio. La iglesia ofrece luz a través de los miembros, no solamente al mundo, sino también a todos los que están en la casa (Mt 5:15-16). Reconocemos que en el primer siglo la palabra iglesia no se refería a un edi cio, o templo, ni a cualquier lugar donde se reunían los seguidores de Cristo. Cuando Pablo escribe a los Corintios, compara la iglesia con un edi cio en proceso de construcción: «No somos más que

colaboradores de Dios. Ustedes son el huerto de Dios, son el edi cio de Dios». (1 Cor 3:9). Y a los Efesios él escribe: «Unidos a Cristo formamos parte del bien armado edi cio, que va construyéndose hasta que sea el templo santo del Señor». (Ef 2:21).

Al entender la iglesia como un edi cio en el proceso de construcción, podemos escuchar la voz profética del rey David hablando de la «piedra angular» que sería rechazada (Sal 118:22). Cuando Pedro es llevado junto con Juan ante un consejo compuesto por los gobernantes, los ancianos, los maestros de la Ley, además del sumo sacerdote (y otros miembros de su familia), él responde con qué poder, o en nombre de quién habían sanado al mendigo lisiado; lleno del Espíritu Santo, Pedro respondió con las mismas palabras de David: «Jesucristo es la piedra que desecharon ustedes los constructores, y que ha llegado a ser la piedra angular». (Hch 4:11 NVI).

En su primera epístola, el apóstol Pedro rea rma esta enseñanza. El Señor le había dicho a Pedro «sobre esta roca edi caré mi iglesia», y esa roca era la a rmación de que Jesús es el Cristo. Años después, Pedro explica que los creyentes son «piedras vivas con las que se está edi cando una casa espiritual». (1 Pe 2:5). Y esta casa ahora es para todos los creyentes, tanto judíos como gentiles:

«Pero ustedes son una familia escogida, son sacerdotes reales y son una nación santa. Son un pueblo que Dios compró para que anuncien sus obras extraordinarias; él fue quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. 10Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; antes no habían tenido compasión de ustedes, pero ahora ya les tienen compasión». (1 Pe 2:9-10).

¿Qué otras metáforas se pueden usar para describir la iglesia? LA IGLESIA APOSTÓLICA

Ahora, la tarea de construcción fue delegada a los apóstoles, los ancianos, los presbíteros, los diáconos (Ef 4:11,16). A ellos les correspondía la tarea de «edi car el cuerpo de Cristo» (la iglesia) hasta llegar a «la unidad de la

fe… a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo… por su acción todo el cuerpo crece y se edi ca en amor.» (Ef 4:13 NVI).

En su carta a los Efesios, Pablo menciona siete veces acerca del «misterio» de Cristo: «Esto es un misterio profundo; yo me re ero a Cristo y a la iglesia». (Ef 5.32 NVI). En el capítulo 3, versículo 5 y 6, él explica cómo ese misterio, que en otros tiempos no se había dado a conocer, ahora había sido revelado por el Espíritu a «sus santos apóstoles y profetas». Ese misterio revelado es nada menos que desde ese momento los gentiles: «junto con Israel, bene ciarios de la misma herencia, miembros de

un mismo cuerpo y participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio» (NVI). LA IGLESIA UNIVERSAL

La universalidad del evangelio queda bien clara en Gálatas 3:28: «Ya no

importa si eres judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer. Todos ustedes

son uno solo en Cristo Jesús». Jesucristo murió por todos, y no quiere que nadie se pierda. Esto es rea rmado por Pablo en Efesios 2:14: «Porque Cristo es nuestra paz; él logró hacer de nosotros los judíos y de ustedes los que no son judíos un solo pueblo, derribando la pared de enemistad que nos separaba».  Estas son las primeras veces que se declara de manera explícita la igualdad de todos los seres humanos. Son los primeros textos de la literatura universal donde aparece este concepto de igualdad entre hombres y mujeres, clases sociales y diferentes etnias. La redención de la humanidad caída era siempre el plan de Dios, y la tarea de Pablo como apóstol era llevar ese evangelio, esas buenas nuevas a las naciones, cumpliendo así con la gran comisión dada por Jesús, y en el poder que recibieron en el día de Pentecostés.

«Esto es así para que todos los poderes y autoridades en los cielos conozcan ahora la sabiduría de Dios, que se deja ver de tantas formas, al observar la iglesia. Es lo que Dios, desde la eternidad, había planeado hacer por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.  Ahora podemos acercarnos con libertad y con anza a Dios, cuando lo hacemos por medio de Cristo y con ando en él».  (Ef 3:10-12). La iglesia hoy representa el cuerpo de Cristo en la tierra. Podemos ver los problemas que pueda haber en ella, pero es una obra en proceso de perfeccionamiento hasta la Segunda Venida del Señor. Algo que no se puede olvidar jamás es que no importa qué ministerio, qué llamado, o cuántos dones o talentos hay en la iglesia, Dios no comparte su gloria con nadie. La gloria nunca es para los que ministran, sino solamente y siempre para nuestro Señor:

«A él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por todos los siglos venideros. Amén». (Ef 3:21). ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

En un mundo individualista la idea de comunidad en misión más relevante que nunca. La espiritualidad no es solo para nosotros. Incluso en la oración de Jesús no es «Padre mío» Nuestro». Hemos sido llamado a seguir a Jesús, no solo

de Jesús es mí, es para sino «Padre de manera

personal, sino también como iglesia. Como iglesia universal, pero que en nuestro día a día se traduce en iglesia local. El amor a Dios y al prójimo están íntimamente ligados en el ejercicio de nuestra fe. Para ejercer nuestros dones, crecer, servir a otros, compartir la Buena Noticia, etc. La iglesia no es el contexto perfecto, pero sí el mejor. Por eso somos llamado a trabajar en la iglesia, y desde la iglesia. Yo no soy ni la sal, ni la luz. Jesús dijo: «ustedes son…» Es en la comunidad, sobre todo, donde podemos cumplir con nuestra misión. ¿Qué lugar ocupa la iglesia en tu espiritualidad? «Si se aman unos a otros, todos se darán cuenta que son mis discípulos». (Jn 13:35). EL ESCÉPTICO

Hay personas que dicen: «Creo en Jesús, pero no necesito la iglesia». Y la pregunta es: ¿se puede vivir una espiritualidad sin la iglesia? La vida de iglesia no es perfecta, pero es real. Jesús nos llama a vivir en comunidad, desarrollar nuestros dones, los frutos del Espíritu. Vivir una espiritualidad sin la iglesia es como vivir la humanidad sin una comunidad. En solitario es muy difícil desarrollarse como ser humano. Nos humanizamos socializando, identi cando un «tú», enseñándonos unos a otros a hablar. Como un recién nacido, que si no tiene una comunidad referente no aprenderá a hablar, ni los rudimentos básicos de lo que signi ca ser humano, más allá de las necesidades físicas. Así es con la iglesia, al nacer de nuevo y formar parte de este movimiento, si no formamos parte de una iglesia viva donde crecer, probablemente nos estemos perdiendo uno de los regalos más maravillosos de ser hijos de Dios: vivir y convivir con nuestros hermanos y hermanas. La iglesia es una institución que ha hecho mucho daño durante la historia, ¿por qué este concepto es importante para el Credo? Es cierto que la iglesia ha cometido muchos errores, y ha hecho cosas condenables, como las cruzadas, el abuso de poder, la corrupción, etc. Pero esto no ha ocurrido por ser el a Jesús, a lo que realmente debe ser la iglesia, según la Escritura, y a lo que está en su ADN. Todo lo contrario. Sus errores se han dado por alejarse del mensaje de Jesús.

En cambio, cuando la iglesia ha sido el a su Señor, siempre ha sido una bendición no solo para sus miembros sino para las sociedades y culturas donde se establecían. Además, la iglesia va más allá de las instituciones, o de papeles rmados. El punto central es vivir una vida de iglesia comunitaria, en el día a día, no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre. Los bene cios que obtienen son inmensos. Hasta hoy, y a pesar de todos sus defectos, la iglesia lleva dos mil años siendo la sal de la tierra y la luz del mundo. Por eso, este concepto es importante para el Credo. Sin la iglesia, el proyecto de Jesús no podría llevarse a cabo. En última instancia, el Credo es el trabajo re exivo de la iglesia universal, y sirve a ésta para no olvidar su llamado, su identidad y su esperanza. RESUMEN

La espiritualidad se desarrolla en comunidad. Iglesia signi ca comunidad llamada afuera. La iglesia representa el cuerpo de Cristo en la tierra, es decir, le representamos. Por eso, muchas de las cosas que la gente piense de Jesús será nuestra responsabilidad. Hay varias metáforas que nos ayudan a entender qué es la iglesia: un cuerpo (algo orgánico, vivo, no institucional solamente), un edi cio (algo sólido que se construye, que permanece). Como dice Pedro, «piedras vivas». DIÁLOGOS

¿Por qué crees que es importante la iglesia? ¿Qué te ha aportado la vida de iglesia en tu iglesia local? ¿Qué crees que podríamos mejorar para ser la iglesia con la que Jesús sueña? Escucha en Youtube la canción «Sal» de Alex Sampedro. ¿Qué piensas acerca de nuestro llamado como iglesia? ¿A qué te está llamando a ti? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Sampedro, Alex. Artesano. Especialidades625. Dallas, Texas. 2017. - Banks, Robert. La idea de comunidad de Pablo. Editorial CLIE. Viladecavalls, España. 2011. - Sampedro, Alex. Igleburger. Editorial Valentia. Valencia, España. 2012. - Burke, John. No se admiten personas perfectas. Editorial Vida. Miami, Florida. 2006.

5. INSPIRACIÓN Y REVELACIÓN BÍBLICA «…según las Escrituras …Y en el Espíritu Santo, …que habló por los profetas». INTRODUCCIÓN

La Biblia, las Sagradas Escrituras, desde que se formó el canon, ha tenido la última palabra como norma de fe y conducta. Mucho se ha peleado por ella. En la Biblia encontramos el testimonio de Dios desde el principio de los tiempos, interactuando con el ser humano y apuntando a su palabra y revelación de nitiva: Jesucristo. La Biblia ha sido objeto de estudio por parte de creyentes y no creyentes. Aunque la puede leer una persona sencilla, hay sabios y estudiosos que aún no entienden muchas de las cosas que en ella se dicen. Y hoy en día sigue la investigación. Su estudio es fascinante, y no solo como una colección de libros de la historia de la creación y del pueblo de Israel, su arte, sus normas, su sabiduría y su Ley, así como las narrativas de Jesús de Nazaret, lo que otros vieron de Él, el principio de la iglesia, y lo que nalmente ocurrirá en la historia. También es un libro que, centrado en Jesús, nos acerca a Dios y cuenta, de una manera extraordinaria, nuestra propia historia. A través de ella podemos relacionarnos con el Dios eterno, y como Jesús, encarnar al Verbo (Jn 1:14), es decir, su palabra, y vivirla día a día, hacerla realidad en nuestra vida y la de los demás. Por eso veremos la importancia y trascendencia de las Sagradas Escrituras y por qué forman parte del Credo. LECCIÓN TEOLÓGICA

Todas las grandes religiones tienen sus libros sagrados. Entre las cinco más grandes encontramos: el hinduismo (con los libros Vedas, textos épicos, y los Upanishads), el judaísmo (con el Torá, el Talmud, los Profetas y los Escritos), el cristianismo (con la Biblia), el islam (con el Corán), y el budismo (con el canon Pali y sus «tres cestos de sabiduría»).

Por causa de estos libros sagrados ha habido persecución, no solamente para individuos sino también para culturas enteras y regiones. El hecho de que estos libros se consideran sagrados, es muy evidente en el islam, según el cual destruir un libro del Corán puede ser castigado hasta con la pena de muerte. Por otra parte, muchos cristianos a través de los siglos han sido perseguidos y expuestos a la muerte por el simple hecho de tener una Biblia en su poder. En contraste con los libros de las otras religiones, la Biblia es única porque es la revelación de Dios al ser humano, no es el ser humano en busca de Dios. La inspiración es lo que permite que las personas puedan entender las revelaciones divinas. Este proceso de responder a la revelación, hablar sobre ella y pasarla a siguientes generaciones como tradición, y luego incorporarlo en un sistema doctrinal, es lo que produjo eventualmente la Biblia en la forma en que la tenemos hoy.

(LA BIBLIA ES LA REVELACIÓN DE DIOS AL SER HUMANO, NO ES EL SER HUMANO EN BUSCA DE DIOS) EL CREDO Y LA BIBLIA

El Credo de los Apóstoles primero apareció con ese nombre en el año 390 d.C. en un Sínodo en Milán, pero en su forma más antigua data desde del año 140 d.C. El contenido de la Biblia se desarrolló históricamente de forma paralela con el Credo durante los primeros cuatro siglos. El canon de la Biblia fue aceptado nalmente al nal del cuarto siglo en el Concilio de Cartago bajo el liderazgo de Agustín. Se podría concluir que el contenido del Credo era en síntesis la enseñanza de los discípulos de Jesucristo, y otros escritos que no re ejaban esas creencias se considerarían falsos. No fue una decisión ligera cuáles libros incluir. EL CANON BÍBLICO

El conjunto que conforma el Antiguo Testamento actual consiste de treinta y nueve libros, que fue establecido en los Concilios de Jamnia en los años 90 y 118 d.C. Hubo varios intentos de formar el Nuevo Testamento, pero la lista de veintisiete libros fue presentada primero por Atanasio en el año 367 d.C. Finalmente, el Nuevo Testamento ortodoxo se estableció en el año 397 d.C. La división de la Biblia en capítulos y versículos no era parte de las primeras Biblias. En el siglo IV se empezó a dividir el Nuevo Testamento en secciones temáticas, pero que no corresponden a los capítulos de hoy. En el siglo IX se encontraron capítulos con títulos en el manuscrito Tours. El primero en dividir capítulos en versículos fue el italiano Santi Pagnini (1470-1541), pero sus divisiones fueron largas y no muy bien aceptadas. Robert Estienne creó un sistema alternativo que se empleó en el Nuevo Testamento en griego (1551), y luego en francés (1553). Estas versiones tenían los números en los márgenes, y nalmente en 1555 se publicó una versión Vulgata con todos los versículos incorporados en el texto. Esa es la que se emplea en las versiones modernas.

¿Qué piensas acerca de estas realidades de la formación del canon? ¿Qué te sorprende? LA UNIDAD DE LA BIBLIA

La Biblia es en un cierto sentido un solo libro, pero compuesto de sesenta y seis libros únicos. El Nuevo Testamento con sus veintisiete libros, es en realidad una continuidad del Tanakh, las Escrituras de los judíos, o sea, los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento para los cristianos. En un aspecto singular, los libros en los dos testamentos de nuestra Biblia cristiana fueron escritos por unos cuarenta diferentes escritores durante un período de unos mil quinientos años. La unidad del mensaje es un re ejo de la revelación de Dios a la humanidad. Ahora bien, las personas que escribieron la Biblia no eran infalibles, eran seres humanos, muchos de ellos con grandes fracasos registrados en su vida. Moisés fue un asesino. David fue un adúltero y asesino. Pedro fue un traidor. Pablo había sido un gran perseguidor de los discípulos de Cristo.

¿A qué conclusiones llegamos sabiendo que algunos autores de la Biblia

eran así? La idea es que Dios utilizó gente como nosotros. LA REVELACIÓN DE DIOS EN LA BIBLIA

Cuando las personas atacan la existencia de Dios, presentan argumentos como el siguiente: «Si Dios es amor, ¿por qué permite tanta injusticia y sufrimiento?». Otro argumento muy común es: «Si Dios es omnisciente, sabiendo que las personas iban a pecar, ¿por qué las creó con libre albedrío?». Uno bastante ridículo, pero también común, es: «Si Dios es todopoderoso, ¿podría crear una piedra que no podría levantar?». Pareciera absurdo, ¿no? En realidad, toda pregunta que se hace para refutar la existencia de Dios nace en lo absurdo. Por miles de años, cada generación vuelve con las mismas preguntas, y terminan con la respuesta que pre eren. En Eclesiastés 1:9 leemos que «no hay nada nuevo bajo el sol». Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, nadie en la historia del mundo jamás ha podido probar que Dios no existe. A lo sumo, los más honestos y sinceros, solo pueden confesar su agnosticismo. Así, las personas cambian sus tácticas de probar la inexistencia de Dios por medio de críticas contra sus seguidores en particular y la iglesia en general. En muchos periodos de la historia, esto ha incluido fuerte persecución, incluyendo tiempos más recientes bajo regímenes totalitarios típicamente caracterizados por su ateísmo. Es más fácil atacar a los líderes cristianos y acusarlos de farsantes y manipuladores de la gente. Por otro lado, critican a los seguidores por su hipocresía al decir que aman a Dios, pero no aman a su prójimo. Ahora, la misma Biblia observa que existen líderes del pueblo de Dios que no son sinceros y no tienen una vida coherente con sus responsabilidades. Éstos reciben su condena, en especial porque «a todo el que se le da

mucho, también mucho se le exigirá; y al que mucho se le confía mucho más se le pedirá.» (Lc 12:48b). Gran parte de la Biblia enseña la importancia de

vivir una vida santa, y el supremo lugar que el amor debe tener en la vida de cada persona. En particular, se encuentra el muy reconocido capítulo sobre el amor de Pablo a los corintios:

«Si yo tengo el don de hablar en lenguas humanas o angélicas y no tengo amor, soy como un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y sé absolutamente de todo, y no tengo amor, no soy nada. Y si tengo una fe tan grande que puedo hacer que los montes cambien de lugar, de nada me servirá sin amor. Si entrego a los pobres hasta el último bien terrenal que poseo, y si dejo que me quemen vivo, pero no tengo amor, de nada me servirá …Tres virtudes hay que ahora permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor». (1 Cor 13:1-3,13).

(LA INSPIRACIÓN ES LO QUE PERMITE QUE LAS PERSONAS PUEDAN ENTENDER LAS REVELACIONES DIVINAS.) ¿ES LA BIBLIA INFALIBLE?

Si intentar probar que Dios no existe falla, y si perseguir a la iglesia, tanto a sus líderes como a sus feligreses, también falla, entonces… ¿por qué no atacar la Biblia, las Sagradas Escrituras de los cristianos? Curiosamente, ninguna de las escrituras consideradas sagradas por otras religiones ha sido atacada como lo ha sido la Biblia. ¿Por qué la Biblia? Una razón podría ser por las mismas palabras que Jesús mismo a rmó, que el único camino al cielo era por medio del él. Esa declaración ofende a muchas personas, al igual que ofendió a los líderes judíos hace dos mil años. Hoy en día, es muy popular a rmar que hay muchos caminos a Dios y una posible razón por la cual la Biblia no es considerada como la verdad de Dios, puede ser porque es un pretexto para no tener que vivir según lo que la Biblia dice.

¿Por qué la gente no quiere creer en el mensaje de la Biblia? ¿Qué implicaciones tendría para ellos? LO QUE LOS HUMANISTAS ENSEÑAN

Del renacimiento de los siglos XIV-XVI nació el humanismo intelectual, que se in ltró en la gran mayoría de las universidades del mundo. Ese

humanismo era orientado al bienestar de la sociedad y a la preparación de estudiantes en áreas de derecho, medicina y hasta teología. Sin embargo, ese humanismo ha evolucionado a tal nivel que, a varias instituciones de educación superior, que fueron establecidas para preparar ministros y líderes eclesiásticos, hoy les cuesta aprobar estudios bíblicos en sus entornos si no cumplen con normas que se consideran de igualdad para todos. En el artículo Good without a god (El bien sin un dios), presentado en la página web de la American Humanist Association (Asosiación Humanista Americana) —una asociación que aboga por valores progresistas y por la igualdad para humanistas, ateos y librepensadores—, Joseph C. Sommer, escribe algunas razones que los humanistas utilizan para rechazar la Biblia: 1. La Biblia se opone a ciertas posiciones que algunas personas consideran «políticamente correctas», como aborto, educación sexual, anticonceptivos, separación de iglesia y estado, y enseñanza de la creación vs. la evolución. 2. La Biblia es un libro lleno de contradicciones, y si hay dos puntos contrarios, uno de ellos debe ser falso. 3. La gran crueldad que es permitida por Dios, y los castigos desproporcionados. 4. Enseñanzas contrarias a la naturaleza y cosas sobrenaturales interviniendo en el mundo, y mitos presentados como eventos reales, como el diluvio y el abrir del mar Rojo, entre otras. 5. Profecías falsas. 6. La Biblia a veces se emplea para justi car prácticas malas, como el castigo corporal a niños, tomar veneno, cortar la mano si ofende.

¿Qué piensan de cada uno de estos puntos? ¿Son ciertos o falsos? ¿O quizá están distorsionados? Si consideras que el tiempo lo permite, estos puntos pueden ser una buena oportunidad de re exión.

Hoy en día los humanistas, principalmente los que se consideran «humanistas seculares», por lo general se autoa rman como ateos y su «dios» es la ciencia que depende de la razón, observación, experiencia y compasión, y no aceptan ningún dogma religioso. Para ellos, la Biblia fue escrita por personas en un tiempo de superstición, ignorancia y crueldad. Por el contrario, los escritores de la Biblia fueron personas con mucha in uencia en el mundo fuera de lo que se consideraría «religión». Entre esas personas se pueden identi car los siguientes líderes: Moisés, Nehemías, Daniel, David, y el mismo Pablo. En nuestro tiempo, ha habido muchos que en su intento de probar que la Biblia no es un libro inspirado, por el contrario, descubrieron que la Biblia sí es la Palabra de Dios. En su voluminoso libro Evidencia que exige un veredicto, Josh McDowell refuta los argumentos que se han presentado contra la Biblia. Lee Strobel es otro que, igual que McDowell, intentó probar que Dios no existe, y llegó a la conclusión contraria. Su libro, y la subsecuente película, El caso de Cristo, es una excelente presentación de por qué creer en Jesucristo como el hijo de Dios. En el año 2003, uno de los rmantes del Mani esto Humano III fue Antony Flew, lósofo británico e hijo de un ministro metodista. Flew había sido reconocido como una de las personas más in uyentes del siglo XX, en cuanto a ideas relacionadas con el ateísmo, pero en el año 2004, todo cambió. Él declaró que toda su vida había vivido con el compromiso de ir donde la evidencia lo llevaba. Ahora creía en la existencia de Dios. En 2007 publicó su libro There is a God (en español, Dios existe). En realidad, intentar atacar la Biblia es mucho más fácil que proclamar que Dios no existe. Es muy cierto que existen en la Biblia diferencias o, mejor dicho, «aparentes» contradicciones. Un pastor de universitarios en cierta ocasión estuvo conversando con un joven de ideología comunista. El estudiante estuvo presentando una de esas llamadas «contradicciones» presentada por ateos. El pastor le preguntó: «Si yo te diera la respuesta a tu pregunta, ¿creerías en Dios y aceptarías a Jesús como salvador?». Al igual que el joven en la Biblia, a quien no le gustó la respuesta que Jesús le había dado, el joven se fue sin ningún interés.

Para muchos, no creer en la Biblia es nada más que un pretexto para no creer en Dios. Las excusas que se dan hoy en día no son tan diferentes a las que le daban a Jesús. Es decir, Dios creó a las personas con libre albedrío, y la prueba de eso se ve en la manera en que cada uno responde. El famoso autor norteamericano Mark Twain, dijo: «No es lo que no sé de la Biblia lo que me preocupa; más bien, es lo que sé de la Biblia lo que me preocupa». Ahora, la prueba de la inspiración y revelación de la Biblia es, en cierta manera, diferente a su infalibilidad. Cada aparente contradicción, cada duda de algo en la Biblia tiene su respuesta, pero lo más importante es que la Biblia nos revela a Dios por medio de su hijo, Jesucristo.

(INTENTAR ATACAR LA BIBLIA ES MUCHO MÁS FÁCIL QUE PROCLAMAR QUE DIOS NO EXISTE) TODA LA BIBLIA APUNTA A JESÚS

Nadie tenía más derecho a olvidarse de Dios que Job. Sin embargo, cuando él se encontró en medio de serias di cultades –el robo de sus posesiones, la muerte de sus hijos e hijas–, su respuesta fue lo siguiente: «‘El SEÑOR me dio cuanto yo tenía; suyo era, y tenía derecho de llevárselo.

Bendito sea el nombre del SEÑOR’. En todo esto Job no pecó ni maldijo a Dios». (Job 1:21-22). El apóstol Pablo a rmó, «Él nos libró de la muerte y de la misma manera nos volverá a librar cuando sea necesario». (2 Cor 1:10). Pablo había sido un perseguidor de los primeros cristianos, pero su vida cambió por completo en el camino a Damasco. Cuando una persona tiene un encuentro con el dador de la vida, su vida cambia. Como se mencionó en el capítulo anterior, el mensaje de los apóstoles era sencillo: «Arrepiéntase y bautícese» cada uno. La palabra griega para «arrepentir» es metanoia, y literalmente signi ca «un cambio en la manera de pensar». Juan el Bautista les dijo a los saduceos y los fariseos que produjeran «frutos que demuestren arrepentimiento». Es decir, ellos

conocían las Escrituras, e intentaban obedecerlas elmente, pero no conocían a Dios. Dicho de otra manera, uno puede creer en la Biblia, pero si no conoce a Dios, ¿de qué le sirve? Si no produce resultados en la vida de los individuos, la Biblia es solamente un libro. Por esa razón, hasta que uno no reconozca a Dios, la Biblia es nada más que un libro de historias y buenas enseñanzas. Pablo describe muy bien en su carta a los Romanos lo que ocurre cuando de verdad nos arrepentimos, o sea, cuando renovamos nuestra manera de pensar:

«Por esto, hermanos, tomando en cuenta el amor que Dios nos tiene, les ruego que cada uno de ustedes, se entregue como sacri cio vivo y santo; éste es el único sacri cio que a él le agrada. No se amolden a la conducta de este mundo; al contrario, sean personas diferentes en cuanto a su conducta y forma de pensar. Así aprenderán lo que Dios quiere, lo que es bueno, agradable y perfecto». (Rom 12:1-2). CONFESAMOS UN SOLO BAUTISMO PARA LA REMISIÓN DE LOS PECADOS

Cuando uno ha reconocido la existencia de Dios y ha aceptado que Cristo es Dios encarnado, el arrepentimiento que se requiere es simplemente creer que no hay nada que uno puede hacer para ser salvo, porque todo fue completado por Cristo en la cruz. La Biblia, entonces, es la guía para mostrarnos quién es Dios, y cuáles son sus propósitos. La Biblia cristiana no es un ícono santo de adoración o veneración, como puede ser el Corán para los musulmanes. Sin embargo, para la persona que busca a Dios, la Biblia es lo siguiente:

«La palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que una espada de dos los que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, y examina nuestros más íntimos pensamientos y los deseos de nuestro corazón».  (Heb 4:12). En el Antiguo Testamento, el Señor le dijo a Moisés: «Sobre las piedras de ese altar escribirás claramente todas las palabras de esta Ley». (Dt 27:8 NVI). En el Nuevo Testamento, los que sirven a Dios, son «siervos del nuevo pacto, no basado en la ley sino en la obra del Espíritu, porque la ley

condena a muerte, pero el Espíritu da vida». (2 Cor 3:6). Podríamos decir

que, en el Antiguo Testamento, la obra de Dios era principalmente con su pueblo a través de individuos. En el Nuevo Testamento, la obra de Dios es principalmente con individuos a través de su pueblo, la iglesia.

¿Por qué, entonces, es importante la existencia de la Biblia? LA INSPIRACIÓN Y LA REVELACIÓN DE LA BIBLIA

¿Cuál es la evidencia de la inspiración y la revelación de la Biblia? Nada más ni nada menos, es que Dios se revela a la humanidad a través de ella. Sí, la Biblia es nuestra guía para conocer y servir a Cristo, pero es cuando Dios habla a través de sus páginas, y nos revela la persona de Jesucristo que toma vida. Pablo los explica en 2 Corintios 3:17-18: «Porque el Señor

es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad.  Así que todos nosotros, con el rostro descubierto, re ejamos la gloria del Señor como si fuéramos espejos. Y el Espíritu del Señor nos va transformando de gloria en gloria, y cada vez nos parecemos más a él».

¿Cuál crees que es el propósito de la Biblia? Las cosas del Espíritu de Dios se pueden entender solamente con el Espíritu. Como Pablo escribe: «El que no tiene el Espíritu no puede aceptar

lo que viene del Espíritu de Dios, pues le parece una locura. No lo puede entender, porque hay que discernirlo con la ayuda del Espíritu». (1 Cor

2:14). El propósito de la Palabra de Dios, la Biblia, es mostrarnos quién es Dios, quiénes somos nosotros en Cristo, y qué necesitamos hacer en preparación para su segunda venida. El Tanakh (Antiguo Testamento) de los judíos, es la historia de cómo Dios obraba con su pueblo, y también de cómo su pueblo respondía o no a las instrucciones divinas. En aquellos tiempos, Dios hablaba «de varias

maneras …por medio de los profetas; pero en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo». (Heb 1:1-2). Obviamente, la Biblia es la

Palabra de Dios impresa para nosotros, y en ella se nos revela su Hijo. Pero la Palabra de Dios es más que un libro… son las leyes de Dios escritas en corazones y en mentes (Heb 8:10b).

La Palabra de Dios toma su poder cuando se escucha la voz divina por medio de ella sin corazones endurecidos, como el pueblo de Israel en el desierto. Ahora Dios nos ha hablado por su Hijo, con señales y prodigios que le acompañaron. Él mismo era el Verbo que existió desde el principio, y es a sus palabras que tenemos que escuchar con oídos espirituales. Una gran parte de las enseñanzas de Jesús tenía que ver con oír: «La ley y

todos los profetas profetizaron hasta que llegó Juan. Y si quieren creerlo, él es Elías, del que se anunció que vendría. El que quiera escuchar, ¡escuche ahora!». (Mt 11:13-15)

(TODA LA BIBLIA APUNTA A JESÚS) LA BIBLIA DICE QUE JESÚS ES LA PALABRA DE DIOS, HECHA CARNE

El libro de Apocalipsis comienza de esta manera: «Esta es la revelación que Dios le dio a Jesucristo…». (1:1) Los mensajes que siguieron a cada una de las siete iglesias de Asia, terminaron con estas palabras: «El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias». Al leer la Biblia, no estamos simplemente leyendo un libro. Estamos escuchando a Dios hablarnos por medio de ella. La Biblia concluye con la siguiente invitación:   «El Espíritu y la Esposa dicen: ‘Ven’. Y el que oye también diga: ‘Ven’. Y el

que tenga sed, venga; y el que quiera, beba gratuitamente del agua de la vida». (Apocalipsis 22:17) ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

Durante cientos de años la Escritura ha sido perseguida. El canon nos ha servido a los creyentes de todos los tiempos para volver al mensaje Jesús y resolver los desafíos que cada generación nos planteaba. Durante la Reforma protestante volver a las verdades de la Biblia supuso toda una revolución, al redescubrir la salvación por la Sola Gracia, lo cual cambió el mapa político de Europa y del mundo. Se volvió a implementar, como la levadura, los valores que se emanan de ella, provocando que la transformación espiritual que se genera cada vez que la Palabra de Dios se libera, también afectara a sociedades enteras.

La Biblia sigue vigente, y Jesús sigue transformando vidas a través de ella. Aunque muchas corrientes teológicas quieran destruirla o prescindir de ella, su testimonio de Jesús, inspirado por el Espíritu Santo, es insustituible.

(LA BIBLIA SIGUE VIGENTE, Y JESÚS SIGUE TRANSFORMANDO VIDAS A TRAVÉS DE ELLA) EL ESCÉPTICO

¿No es la Biblia un libro escrito por humanos y que contiene errores? ¿Cómo puedo arme de ella? Muchos son los autores de la Biblia, como hemos visto en la lección. Las contradicciones aparentes han ido resolviéndose durante el tiempo. Hay cientos, miles de libros sobre los temas. Y muchas de las cosas que nos preguntamos, otros se lo preguntaron y dieron buena respuesta de ello hace tiempo. Investiguemos las fuentes más ables. Por otro lado, algunas de las cosas que consideramos errores, no son más que la normal lectura o explicación, o énfasis que se daba en la cultura y el tiempo donde fue escrito el texto. No podemos olvidar que la Biblia es como Jesús, cien por ciento divina, pero también cien por ciento humana. Y Dios no anulaba la mente ni la forma de expresarse de los autores humanos: contaba con sus limitaciones, sus maneras de hablar, sus frases para explicar los fenómenos que les rodeaban, etc. Aun así, la Escritura ha demostrado vez tras vez que es able, con able, y que cumple el propósito para la que fue creada: dar a conocer y dar testimonio de Jesús, el Cristo, y a través de Él conocer al Padre, con la inspiración del Espíritu Santo. RESUMEN

La Biblia es revelación de Dios a la humanidad, no el intento de las personas de explicar a Dios, o a los dioses o cualquier idea de trascendencia. El canon (la regla) de la Biblia fue jado a nales del siglo IV, con unos criterios claros de selección:

1. Congruencia teológica del contenido de un escrito. Es decir, que estuviera de acuerdo con lo que la iglesia universal había creído desde un primer momento. 2. Que el escrito proviniese directa o indirectamente de los apóstoles o de uno de sus discípulos. 3. Aceptación común y el uso continuo de tal o cual escrito en las iglesias. Así se llegó a un «canon» una regla, un mínimo en el que todos estaban de acuerdo en que eran «inspirados». Treinta y nueve libros del Antiguo Testamento y veintisiete del Nuevo Testamento forman la Biblia. No es un libro, son muchos, pero presenta unidad en su diversidad. La Biblia ha sufrido muchos ataques, pero a pesar de ello sigue vigente y sigue siendo relevante para las sociedades. Toda la Biblia apunta a Jesús, y debe ser interpretada desde Él, para ser bien interpretada. La Biblia ha sido creada y escrita, en última estancia, para nosotros. Podemos encarnar la Biblia, hacerla real en nuestras vidas. Cuando leemos la Biblia, podemos escuchar a Dios hablándonos. DIÁLOGOS

Después de esta lección, ¿qué crees que es la Biblia? ¿Por qué? ¿Ha habido algún momento de tu vida donde la Biblia fue determinante para tus procesos de toma de decisiones? ¿Puedes compartirlo con el grupo? ¿Qué dudas tienes hoy acerca de la Escritura? Si plantean dudas, no les recti ques o regañes, acompáñalas para descubrir respuestas. Recuerda que las dudas pueden ser un motor increíble para avanzar en el camino de la fe. ¿Para qué nos sirve la Biblia hoy? ¿Qué es lo que más te cuesta entender de la Biblia? ¿Cuál es tu parte

favorita? ¿Por qué? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- McDowel, Josh. Evidencia que exige un veredicto. Editorial Vida. Miami, Florida. 1993. - Strobel, Lee. El Caso de Cristo. Editorial Vida. Miami, Florida. 2000. - Burt, David F. ¿Nos podemos ar del nuevo testamento? Publicaciones andamio. Barcelona, España. 2008. - Jensen, Peter. La revelación de Dios. Publicaciones Andamio. Barcelona, España. 2008.

6. SALVACIÓN Y LIBERACIÓN «…que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó ...por nuestra causa fue cruci cado …para la remisión de los pecados». INTRODUCCIÓN

La Biblia es, en esencia, una historia de salvación y liberación. En su narrativa constantemente vemos a un Dios interesado por su pueblo y la humanidad, que se ha propuesto encontrar lo que se había perdido, restaurar lo que se rompió, liberar lo que está esclavizado y reconciliar lo que estaba en con icto. El gran problema del ser humano no es una cuestión meramente estructural; somos pecadores, y en todos nuestros corazones está el anhelo de ser salvados, porque nosotros no podemos hacerlo por nosotros mismos. Jesús es la respuesta de Dios y la salvación que necesitábamos, es el argumento divino para «poder» salvarnos, porque nuestros esfuerzos jamás lo conseguirían. Pero Dios sí. Nuestra condición actual es de bancarrota espiritual. Fuimos creados para Dios, y mientras no seamos conscientes de ello, mientras no cambiemos nuestra forma de pensar, seguiremos perdidos. Todos necesitamos salvación y liberación. Por eso el Credo da fe de ello. Como dijo San Agustín, «Nos hiciste, Señor, para ti. Y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti».

(JESÚS ES LA RESPUESTA DE DIOS Y LA SALVACIÓN QUE NECESITÁBAMOS) LECCIÓN TEOLÓGICA

La redención de la humanidad de su estado de pecado es la idea central de toda la Biblia. Podríamos decir que nos enseña que no es tanto el esfuerzo del ser humano en busca de Dios, sino el esfuerzo de Dios en busca del ser humano.

La tipología bíblica es el estudio del simbolismo en que algo que ocurre es representativo de otra cosa. Entonces, un símbolo profético es algo que indica algo que todavía está en el futuro. En el Antiguo Testamento hay muchos «tipos» de Cristo; por ejemplo, Adán como representativo de la humanidad. En 1 Corintios 15, su cuerpo terrenal es contrastado con el cuerpo resucitado de Cristo y su pueblo. Otro tipo de Cristo fue Abel, el primero en sufrir por su rectitud. Otro ejemplo fue Enoc, un hombre que «anduvo elmente con Dios, y un día desapareció porque Dios se lo llevó». (Gen 5:24 NVI). Otros tipos podrían incluir a Abraham, Moisés, Josué, Elías, Eliseo, Nehemías y Jonás, entre otros. También en el Antiguo Testamento encontramos tipos de salvación. Uno de los primeros ejemplos ocurrió con Noé y el arca que pudo salvar a los que acudieron a ella. Tal vez sea algo difícil aceptar que Dios de cierto modo castigara a un mundo entero de forma tan drástica. Sin embargo, para explicar algo tan difícil de aceptar, se puede entender solamente en el contexto del amor de Dios y sus propósitos eternos. La historia de los israelitas en Egipto es muy representativa de la salvación de Dios. Estuvieron en esclavitud por unos cuatrocientos años, y entonces Dios escuchó su clamor. Por medio de Moisés, Dios los liberó milagrosamente y los condujo por el desierto por cuarenta años. Ahora, podemos preguntar dos cosas: ¿por qué Dios esperó cuatrocientos años, y por qué los israelitas mayores de edad, ni aun Moisés, lograron entrar en la Tierra Prometida?

¿Se les ocurren otros ejemplos de «tipos» de Cristo y de salvación en el Antiguo Testamento? La liberación era importante y la promesa de una tierra en la que « uye leche y miel» era una gran motivación para obedecer a Dios. Sin embargo, en realidad nunca pudieron entender el supremo deseo de Dios, tal como lo expresó a Moisés en Éxodo 19:4: «Ustedes han visto lo que hice con los

egipcios, y cómo los traje a ustedes con tanto cuidado, como cuando las águilas llevan sobre sus alas a sus polluelos». En lo profundo, el deseo de Dios es traer personas hacia Él. Egipto representaba el mundo, la

esclavitud al pecado, y la Tierra Prometida representaba la vida eterna con Dios, y eso era lo que deseaba el pueblo de Israel. Pero lo que Dios deseaba era una relación personal con ellos. La historia de los israelitas era todo un círculo de caer en pecado, sufrir las consecuencias, pedir perdón y volver a una relación con Dios. Esa lucha contra el pecado, o sea, las cosas y la vida que no agradan a Dios, es continua. El apóstol Pablo comentó sobre su lucha personal en Romanos 7. No es coincidencia que, al principio de su ministerio, el mismo Señor Jesucristo fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado por Satanás. Sí, el deseo de Dios es salvación y liberación, pero no se trata de un esfuerzo humano de vivir una vida sin pecado para alcanzar un estado de pureza y así lograr un estado de vida eterna. De eso se tratan las otras religiones del mundo, no el cristianismo. El cristianismo está basado en fe, y fue a base de su fe que las personas de la antigüedad recibieron su salvación en Dios. A carta a los Hebreos, capítulo 11, menciona los ejemplos de personas que por su fe fueron aceptados por Dios: por ejemplo, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Jacob, José, Moisés, y aun la prostituta Rahab. Hebreos 11:3940, dice: «Y aunque todos fueron aprobados por su fe, ninguno de ellos vio

el cumplimiento de la promesa. Es que Dios tenía preparado algo mejor: los perfeccionará a ellos cuando nosotros también lo seamos». Lo que Dios

había preparado era el sacri cio de su único hijo por los pecados de cada persona, y esto los llevaría al «Nuevo Pacto», o el «Nuevo Testamento». El primer mensaje en el Día de Pentecostés de Pedro fue: «Arrepiéntase y

bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados». (Hch 2:38 NVI). Junto con eso, Pedro les dijo que, como

resultado, recibirían el «don del Espíritu Santo», tema que explicaremos posteriormente. La salvación es primeramente reconocer que uno necesita ser salvo de sus pecados. En el momento en que Adán y Eva comieron del fruto del árbol prohibido, «sus ojos se le abrieron» y «tomaron conciencia de su desnudez» (Gen 3:7 NVI). El ser humano por naturaleza reconoce que existe el bien y el mal, y desde muy temprana edad aprende a cubrir lo

malo que hace, así como los primeros seres humanos se cubrieron con hojas de higuera.

(LA HISTORIA DE GÉNESIS 3 ES NUESTRA HISTORIA) En la historia de Israel, el rey David intentó ocultar su pecado con Betsabé al ordenar la muerte de su esposo Urías el hitita. Toda sociedad presenta normas de conducta aceptables y los gobiernos crean leyes, pero dentro del corazón de cada persona existe una conciencia que aprende a seguir o a ignorar. Debido a esto, cuando se presenta la Palabra de Dios, como lo hizo el profeta Natán con David (1 Sam 12), algunos la reciben, otros la rechazan y aun otros simplemente la ignoran. El profeta Natán confrontó a David por su pecado por medio de una historia de un hombre pobre a quien se le había quitado su única ovejita, que era como familia para él. David se enfureció con el hombre de la historia, hasta que Natán le dijo que él era el hombre de la historia. Cuando se nos enfrenta con nuestro pecado, o lo reconocemos como lo hizo David —un hombre descrito como conforme al corazón de Dios— o lo negamos y seguimos en nuestro mismo camino. Hemos visto que el arrepentimiento signi ca un cambio en nuestra manera de pensar, y eso involucra un remordimiento por pecados especí cos en una vida de pecado en general. Cierta vez, un hombre ya mayor aceptó a Cristo después de muchos años de rechazarlo. Empezó a llorar porque no sentía el gozo que esperaba. La persona que había orado con él le respondió: «No estás sintiendo gozo por la tristeza de no haberlo aceptado en tu vida hace muchos años». ARREPENTIMIENTO: CAMBIO EN NUESTRA MANERA DE PENSAR Y ACTUAR

El arrepentimiento en sí no es la tristeza. Más bien, según Pablo en 2 Corintios 7:10, «Dios a veces permite que nos vengan tristezas para

impulsarnos a apartarnos del pecado y tener la salvación. Jamás debemos quejarnos de estas tristezas. Pero las tristezas del mundo sólo producen muerte».

Muchos enseñan que el arrepentimiento es un cambio de ciento ochenta grados en la conducta. En cierta forma esto es correcto. Sin embargo, muchas personas cambian su conducta; por ejemplo, dejan de fumar, tomar alcohol, usar drogas, o cualquier otro pecado o vicio, pero eso no signi ca salvación. Juan el Bautista lo explicó muy bien cuando les dijo a los Saduceos y a los Fariseos, que trajeran «frutos dignos de arrepentimiento». Es decir, el cambio en la vida de un nuevo cristiano es importante y necesario, pero ese cambio es el fruto y resultado del arrepentimiento. A veces el cambio es inmediato, pero en muchos casos el cambio es paulatino y gradual. ¿Cuántas personas no han seguido en el camino de Jesucristo por el mero hecho de que los cambios en su vida no llegaron lo su cientemente rápido, según la manera de ver de otros cristianos? LA SALVACIÓN NO ES POR CUMPLIR LA LEY

El cambio en la manera de pensar fue una parte esencial de la enseñanza de Cristo en la tierra. En el «Sermón del Monte», como está registrado en el Evangelio de Mateo, Jesús enseñó al pueblo que no entrarían en el reino de los cielos «a menos que ustedes sean más justos que los fariseos y los maestros de la ley de Dios». (Mt 5:20). Si los miembros de estos dos grupos cumplían la Ley al pie de la letra, ¿cómo se podría superar la justicia de ellos? Jesús continua con una serie de proclamaciones sobre la frase «ustedes dicen, pero yo les digo». Jesús no estaba diciendo que la Ley no tenía valor, sino que la Ley escrita en piedra tenía que ser escrita en sus corazones. Pablo a rma esto en 2 Corintios 3:3: «Ustedes son una carta de

Cristo escrita por nosotros, no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no fue labrada en piedra, sino en las tablas del corazón humano».

(LA SALVACIÓN NO ES POR BUENAS OBRAS) En el Sermón del Monte, Jesús enseña que los falsos profetas serán conocidos por sus frutos y sigue con las siguientes fuertes palabras:

«No todos los que se dirijan a mí llamándome «Señor, Señor», entrarán en el reino de los cielos. Allí sólo entrarán los que obedezcan a mi Padre que está en el cielo. El día del juicio muchos me dirán: «Señor, nosotros

predicamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios y realizamos muchísimos milagros». (Mt 7:21-22) En Juan 15, Jesús les da instrucciones claras sobre la importancia de producir fruto, y Pablo también escribe sobre el «fruto del Espíritu». Pero en ningún momento en las Escrituras encontramos que la salvación es por las obras, algo que distingue el cristianismo de otras religiones. Cuando Pablo escribe a los gálatas, los amonesta sobre el peligro de recibir otro mensaje que no sea el evangelio (que son las buenas noticias del Reino) dado por Jesucristo. Pablo ve este peligro tan fuerte, que lo repite para darle énfasis (Gal 1:6-9). En el siguiente libro, Pablo da una exhortación sobre la salvación que, a pesar de ser un poco largo, merece ser incluido en su totalidad aquí:

«Antes de ser cristianos, ustedes estaban muertos para Dios a causa de sus delitos y pecados.  Vivían siguiendo la corriente de este mundo, obedecían los dictados del príncipe del imperio del aire, quien ahora mismo está operando en el corazón de los que se rebelan contra el Señor. Nosotros mismos éramos así: obedecíamos los malos deseos de nuestra naturaleza y nos entregábamos a las perversidades de nuestras pasiones y malos pensamientos. Merecíamos ser castigados por la ira de Dios, como todos los demás. Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto  5que, aunque estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos dio vida con Cristo, pues solo por su gracia somos salvos.  Además, nos levantó con Cristo de la tumba y nos hizo sentar con él en los cielos.  Esto lo hizo para demostrar a las generaciones venideras la incomparable riqueza de su amor, que en su bondad derramó sobre nosotros por medio de Cristo Jesús. Por su misericordia y por medio de la fe, ustedes son salvos. No es por nada que ustedes hayan hecho. La salvación es un regalo de Dios  y no se obtiene haciendo el bien. Esto es así para que nadie se sienta orgulloso. Somos creación de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios de antemano ya había planeado». (Ef 2:1-10)

¿Cómo de nirías con tus palabras la «salvación por obras»? ¿Crees que la gente intenta salvarse por lo que hace (no solo en el contexto religioso)? UN SOLO SACRIFICIO

La carta a los Hebreos menciona la palabra sacri cio veinticuatro veces, según la NVI. Para los judíos, también conocidos como hebreos, sacri cio signi caba todo lo que involucraba una relación con Dios. De hecho, el primer sacri cio fue por el pecado de Adán y Eva. Estos intentaron cubrirse con hojas de higuera, algo que, por más bien hecho que estuviera, no era permanente. Cualquier intento humano de encubrir los pecados, es temporal, y al nal será manifestado, o saldrá a la luz. Cuando Dios el Señor les «hizo ropas de pieles… y los vistió», vemos el primer sacri cio de un animal. Hasta la venida de Jesús al mundo, los judíos ofrecían sacri cios, no solo como reconocimiento de sus pecados, sino también como reconocimiento del poder de Dios y su autoridad. Estos tenían que ser ofrecidos por sacerdotes, y cuando Saúl se adelantó al profeta de Dios, sufrió severa consecuencia de perder el reinado para su herencia (1Sam 13). Al llegar Jesús, todo cambió. No solamente se ofreció como sacri cio «una vez y para siempre» (Heb 10:10), sino que también cumplió con su deseo que le expresó a Moisés en el Monte Sinaí, que su pueblo sería «un reino de sacerdotes» (Ex 19:6). Ahora, como sacerdotes espirituales, la responsabilidad es de proclamar «sus obras extraordinarias; él fue quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa». (1 P 2:9). Al escribir estas palabras, posiblemente Pedro recordaba con mucho dolor las veces que había negado a su Señor, con quien había caminado por tres años. Pero también recordaba el poder que había recibido el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo cayó sobre él y los otros discípulos. Había recibido el don del Espíritu Santo. El don del Espíritu Santo Cuando el Señor Jesús sopló sobre sus discípulos, dijo lo siguiente:

«Reciban el Espíritu Santo. A los que ustedes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a los que ustedes no se los perdonen, no les serán perdonados». (Jn 20:22-23). Con esto estaba enseñando que la presencia del Espíritu Santo en la vida de un creyente es la prueba de su salvación. Ese don es un regalo gratuito, algo que uno recibe sin haberlo merecido. El primer «regalo» de Dios fue el de su Hijo; el segundo fue la promesa del Espíritu Santo.

Recibir el Espíritu Santo es más que una simple bendición. Pablo explica este mayor signi cado en su carta a los Efesios:  

«Gracias también a lo que Cristo hizo, cuando ustedes escucharon el mensaje verdadero de las buenas noticias de salvación y creyeron en él, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo que él había prometido. La presencia del Espíritu Santo en nosotros es como el sello de garantía de que Dios nos dará nuestra herencia. Además, signi ca que Dios ya nos ha comprado y que nos salvará hasta el nal. Todo esto lo hizo para que le alabemos y le demos a él la gloria». (Ef 1:13-14). UN SOLO BAUTISMO

En el Nuevo Testamento la palabra bautismo se emplea en diferentes contextos. Para entender cada uso especí camente, lo mejor es lograr una de nición de la palabra en sí. De hecho, la palabra es griega en origen, y signi ca «sumergir». Obviamente, la palabra no se encuentra en el hebreo del Antiguo Testamento, pero el concepto sí. Por ejemplo, el diluvio, el abrir del mar Rojo y el río Jordán, y el leproso Naamán sumergiéndose siete veces en el río Jordán. Algo diferente, pero con el mismo concepto, encontramos en la unción de los sacerdotes cuando el aceite se derramaba sobre la cabeza (Ex 29:7; Sal 133:2). Una de las maneras en que se empleaba la palabra griega baptizo en el mundo helénico, era en la industria de tela. Por ejemplo, cuando una tela blanca se sumergía en un caldero que contenía tinta, se intentaba cambiar el color de la tela. En efecto, la tela era la misma, pero cambiaba su «identidad» … ya no era la tela blanca, sino roja, azul, púrpura, o cualquier otro color.

¿Qué otras metáforas puedes mencionar para de nir la salvación? Lo primero que vemos en el Nuevo Testamento, es a Juan el Bautista predicando y practicando un «bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados» (Mr 1:4; Lc 3:3; Hch 13:24). Es muy probable que para él este bautismo correspondiera a la fuente de bronce con la cual los Israelitas se lavaban antes de entrar al tabernáculo (Ex 30). Se considera que Juan pertenecía a la secta de los esenios, que se oponían a la manera en que se manejaba los asuntos del Templo. Es decir, el bautismo correspondía a un

lavado en preparación para una verdadera adoración del que venía y cuyo camino estaban preparando. Juan mismo declaró que él bautizaba con agua, pero Jesús bautizaría con Espíritu Santo y fuego. No por coincidencia, en el mismo momento en que Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre él en la forma de paloma. Luego en su ministerio, Jesús habló que tendría que «pasar por la prueba de un bautismo» (Lc 12:50). Sin duda, se estaba re riendo al sufrimiento en la cruz. La muerte del Señor es lo que Pablo identi ca como la muerte del cristiano a la antigua vida para resucitar luego a una nueva, y así una nueva identi cación entre los «santos». Pablo enseña sobre esto en Colosenses 2:11-12:

«Por estar unidos a Cristo, él los libertó de su naturaleza pecaminosa, no por medio de la circuncisión que se hace en el cuerpo, sino por medio de la circuncisión que hace Cristo.  Con él ustedes fueron sepultados en el bautismo, y en su resurrección resucitaron ustedes con él, mediante la fe en el poder de Dios que lo resucitó». En otro lugar Pablo describe su nueva identidad: «Estoy cruci cado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí». (Gal 2:20). Pero esta identidad no es personal, sino también corporal. En Efesios 4:4-6 Pablo escribe sobre la unidad en el cuerpo de Cristo, y que «somos un solo cuerpo y tenemos un mismo Espíritu… Solo hay un

Señor, una fe, y un bautismo; y tenemos el mismo Dios y Padre, que está sobre todos nosotros. Él actúa por medio de todos nosotros y está en todos nosotros». Esta identidad es tal vez la más importante. De la misma manera en que Dios dijo: «Este es mi Hijo amado, y en él me complazco». (Mt 3:17), en su bautismo en agua, y otra vez en el «Monte de Trans guración» (Mt 17:5), no hay mayor nueva identidad que podamos tener que la de ser «hijos e hijas de Dios». Esta identidad como hijos e hijas de Dios, entonces, nos conduce a una liberación tan anhelada por la misma creación: «…la creación aguarda con ansiedad el día en que se mani este que somos hijos de Dios». (Rom 8:19). Ó

LIBERACIÓN

Durante el tiempo en que el pueblo de Dios vivía bajo la Ley, siempre estaba sujeto a cumplir con ella. A pesar de que Cristo no vino para quebrantar la Ley, sí nos libró de la carga de vivir para cumplirla. La Ley cumplió su propósito en el Antiguo Testamento, y también es por la Ley que nos damos cuenta lo que es pecado (Rom 7:7). Aun así, Pablo dice que por ser seres humanos somos esclavos del pecado. Él mismo con esa su naturaleza pecaminosa, y que sabiendo hacer lo bueno, no lo hace; y además de no hacer el bien que quiere, hace el mal que no quiere (Rom 7:18-19). El gran milagro es que Pablo no concluye con el capítulo 7, sino sigue en el capítulo 8 con las palabras de transición tal vez más importante en todos sus escritos: «así que».

«Así que a los que están unidos a Jesucristo ya no les espera ninguna condenación, porque el poder vivi cador del Espíritu, poder que reciben a través de Jesucristo, los libera del poder del pecado y de la muerte. La ley no pudo liberarnos porque nuestra naturaleza pecaminosa anuló su poder. Pero Dios envió a su propio Hijo con un cuerpo humano igual en todo al nuestro para entregarlo en sacri cio por nuestros pecados, y así destruyó el dominio del pecado sobre nosotros. Por eso, si vivimos según el Espíritu Santo y negamos obediencia a nuestra vieja naturaleza pecaminosa, podemos obedecer las justas demandas de la ley de Dios». (Romanos 8:1-4, énfasis del autor).

La naturaleza pecaminosa cambia a una naturaleza del Espíritu de Dios. Ese Espíritu es el que nos acepta, adoptados como hijos e hijas, y podemos clamar «Abba, Padre». Al mismo tiempo, tenemos la con anza, la plena libertad mediante la sangre de Jesucristo, de entrar al lugar Santísimo, por la cortina que se nos ha abierto. Las palabras escritas en Hebreos 10:11-17, nos presenta un gran resumen:

«Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo muchas veces los mismos sacri cios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero este sacerdote le ofreció a Dios por los pecados un solo sacri cio para

siempre. Después se sentó a la derecha de Dios, y allí esperará a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Porque con un solo sacri cio hizo perfectos para siempre a los que está santi cando. También el Espíritu Santo lo con rma cuando dice: ‘Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, —dice el Señor: Pondré mis leyes en su corazón y las escribiré en su mente’. Luego añade: ‘Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades’». ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

El mensaje evangélico tiene como eje central la vida, muerte y resurrección de Jesús, que nos brindó nuestra salvación. Lo que hizo lo hizo por nosotros. «Por su misericordia… ustedes son salvos», dice Efesios 2:8, por el regalo de Dios hacia nosotros, en el que con amos. Sin conocer en profundidad este concepto —quizá uno de los más extraordinarios que existen— no podríamos conocer el profundo amor de Dios por nosotros. No solamente somos su creación, sino que además nos redimió. Decidimos darle la espalda, pero Él no se rindió, y asumió las consecuencias que nosotros debíamos pagar según la Ley. Nos volvió a adquirir. Aunque era inocente, pagó por nuestros pecados. Cuando el perdón se mani esta, el que ha sido agraviado asume en sí mismo el dolor, quitándose el derecho a la venganza. Jesús en la cruz hizo todo eso y más, pues a rmó: «Perdónalos porque no saben lo que hacen». (Lucas 23:34). Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados. Él nos liberó del pecado, porque ese es el problema del ser humano: su esclavitud: «… el que peca es esclavo del pecado». (Juan 8:34). Su salvación y liberación hacia nosotros re eja su grandeza y todo lo que estuvo dispuesto a hacer. No hay un Dios más grande. Se despojó de sí mismo. Siendo Señor del cielo y de la tierra, Dios en Jesús se hizo nuestro salvador. ¿Quién no querría formar parte de esa historia cósmica que le da sentido a todo en la vida? É

EL ESCÉPTICO

¿No podía Dios salvarnos sin necesidad de la muerte de Jesús? Dios es amor y quiere salvarnos, y Dios es justo, por lo tanto, no puede cometer injusticias. Y ahí hay un grave problema, porque a quien Dios quiere salvar es a gente que no lo merece, como nosotros. En su libro El mensaje de Romanos, John Stott resume esta carta diciendo que Pablo aquí intenta explicar «cómo Dios hace justo al injusto de manera justa». Y ese es el problema. No hay manera de hacer justo al injusto, a menos que alguien asuma las consecuencias de sus injusticias y lo transforme. Nosotros, por nuestra condición, por el abuso que hicimos y hacemos de nuestra libertad, somos incapaces de resolver el problema. La paga del pecado es muerte. Pero Dios, envió a su Hijo, es decir, a sí mismo como hombre, cumplió todo aquello que nosotros no podíamos hacer por nosotros mismos. Asumió las culpas de todos nosotros. Permitió que lo mataran, y aun así perdonó a la humanidad. Resucitó, para comunicarnos que ni la muerte pudo con Él, y que ha venido a rescatarnos. Aceptar ese amor incondicional de Dios, es indispensable para la salvación. La salvación, sobre todo, es de nosotros mismos. Vivimos esclavizados a nuestra manera de pensar, donde la muerte es el nal. Jesús vino a rescatarnos para decirnos que Él tiene la última palabra, no la muerte. Y que tiene vida de sobra para todo aquel que crea en Él. Su muerte fue la demostración de que Dios dio todo lo que pudo, absolutamente todo, para salvarnos, con tal de que nos diésemos cuenta de cuánto nos ama (Jn 3:16). ¿Acaso alguien puede dar más? ¿Por qué todo el mundo necesita ser salvado por Jesús? ¿No hay gente buena que no necesite que alguien pague por él? Para contestar esta pregunta deberíamos preguntarnos qué es ser bueno. Según Pablo en Romanos 3:10 «nadie es bueno, nadie en absoluto»: ni los moralistas que se creen buenos, ni los judíos piadosos, ni los que viven como si no existiese moral… ¡Ninguno! La gente no cumple las expectativas que incluso las personas mismas ponen. El diagnóstico es evidente, toda la humanidad a una le ha dado la espalda al Creador, se

hacen daño a sí mismos, y a otros. Por mucho que la gente quiera camu ar el egoísmo, aparece cuando menos las personas lo esperan. A veces, la maldad humana no termina de manifestarse por una cuestión del entorno. Pero la antropología bíblica nos habla de que el ser humano puede ser un asesino en potencia. Reconocer esa realidad, requiere mucho valor y humildad, a nadie le gusta reconocer que está en bancarrota espiritual y moral. Por eso, Jesús dijo: «Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece». (Mateo 5:3). Los pobres en Espíritu son los que saben que necesitan el perdón de Dios. Los que no son autosu cientes, como los fariseos de la época de Jesús, que se creían buenos por sus obras de caridad y santidad aparente. La pregunta no es entonces si teóricamente todos necesitan el perdón de Dios, si no si lo necesitas tú.

SU SALVACIÓN Y LIBERACIÓN REFLEJA TODO LO QUE ESTUVO DISPUESTO A HACER. NO HAY UN DIOS MÁS GRANDE. RESUMEN

La salvación no es por cumplir la Ley ni por buenas obras. La redención de la humanidad de su estado de separación de Dios, de pecado, es la idea central de toda la Biblia. El arrepentimiento es un cambio en nuestra manera de pensar. La salvación no es el esfuerzo del ser humano, es el esfuerzo de Dios, por salvarnos. Esa es la diferencia del cristianismo con las otras creencias. Jesús murió por nosotros. Su sacri cio es su ciente. Nuestro esfuerzo humano, o nuestro propio sacri cio, siempre es insu ciente para nuestra salvación. El Espíritu Santo es una consecuencia natural de nuestra salvación. Es la evidencia de nuestro nuevo nacimiento.

La salvación implica un cambio: nacer de nuevo, simbolizado por el bautismo DIÁLOGOS

¿Cómo de nirías la palabra «salvación» en tus propias palabras? ¿Qué diferencias ves en la salvación que Dios ofrece y la que ofrecen otras losofías, religiones o creencias? Leamos Efesios 2:8-10. No somos salvos «por» obras, pero somos salvos «para» buenas obras. ¿A qué conclusiones prácticas te lleva este texto? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Stott, John. La cruz de Cristo. Ediciones Certeza Unida, Barcelona, Buenos Aires, La paz. 2008. - Yancey, Phillip Gracia divina vs condena humana. Editorial Vida. Miami, Florida. 2013. - Piper, John. Dios es el evangelio. Editorial Portavoz. Grand Rapids, Michigan. 2007.

7. SALUD FÍSICA, MENTAL Y ESPIRITUAL «…Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, … la remisión de los pecados». INTRODUCCIÓN

¿A Dios solo le importa el aspecto religioso de nuestra vida? Claro que no, le importa toda nuestra vida. La santidad, el estilo de vida que Él propone, es el estilo de vida más humano, el estilo de Jesús. La restauración total, la que había en el Edén, es su objetivo. Cada aspecto de la vida humana es importante para Dios. Jesús murió por nuestros pecados, pero también, por sus llagas fuimos sanados. Cargó con nuestras tristezas e incomprensiones, por cada injusticia vivida. Él no vino solamente para salvar almas, sino también para que tuviésemos vida y vida en abundancia. El estilo de acercamiento de Jesús debe marcar nuestra vida entre la gente. La gente está herida, está rota, y por eso a veces hieren a otras personas. El pecado es una conducta autolesiva, que nos hace daño en primer lugar a nosotros mismos. Jesús vino, sobretodo, a sanar, en todas las áreas. ¡Que podamos seguir su ejemplo! Por eso en esta lección veremos los distintos aspectos de la salud física, mental y espiritual, que las Escrituras y la vida de Jesús nos presentan. LECCIÓN TEOLÓGICA

Vivimos en días en que la importancia de la salud se encuentra manifestada en todos los medios. El seguro médico es para muchos políticos, tal vez, el tema más importante en términos de conseguir votos. La salud para el individuo es posiblemente la decisión más importante que podría tomar en la vida. Sin embargo, muchas veces no se toma en cuenta hasta que ya es muy tarde.

En el contexto universitario, ¿cómo notas este énfasis en la salud?

A veces se escucha la frase «en un mundo perfecto», pensando que tal cosa no podría existir. Pero en realidad, sí hubo un mundo perfecto: «En el

principio creó Dios… Dios contempló todo lo que había hecho, y vio que era muy, pero muy hermoso». (Gen 1:1,31). Sin embargo, el pecado lo cambió todo.

Ahora en el mundo habría dolor, sudor y muerte. La segunda ley de termodinámica en el área de la física, es una de las a rmaciones más fundamentales de las ciencias. En términos simples, la ley postula que toda materia física en su estado natural se encuentra en un estado de entropía, es decir, dirigido al desorden. Castillos de arena se tumban con una ola grande, la yerba mala se apropia del jardín, las casas viejas se van desgastando, los autos se corroen, y las personas envejecen y luego mueren. Esta es una ley inmutable. La vida, entonces, es una lucha contra la entropía, intentando mantener orden, cuidando de las malezas en cualquier área de la vida. La lucha contra enfermedades físicas –como el cáncer, VIH, y otras enfermedades– es interminable. Por otra parte, la lucha contra las enfermedades mentales es cada vez más importante. Las universidades ahora proveen espacio en sus entornos para estudiantes que están pasando por alguna que otra crisis. Lo que muchas personas subestiman es la salud espiritual. Sin embargo, la medicina holística opina que cada persona está compuesta de partes interdependientes, y si una parte no está funcionando correctamente, puede afectar a otras partes. Un mal balance entre lo físico, lo emocional y lo espiritual, puede resultar en un efecto negativo para la salud en general. EL MINISTERIO HOLÍSTICO DE JESUCRISTO

El comienzo del ministerio de Jesús en la tierra fue un encuentro con Satanás, donde fue tentado para mostrar sus poderes de manera no espiritual. Al regresar del desierto, según escribe Mateo, Jesús cumplió lo profetizado por Isaías, al llegar a ser una gran luz en la oscuridad. Génesis 1:2 NVI describe la situación en aquel tiempo como «un caos total, y las tinieblas cubrían el abismo». Las tinieblas son un re ejo del caos, o

podríamos decir, la entropía o inclinación al desorden y eventualmente la muerte. La luz revela el desorden y el caos, que el hombre espiritual reconoce como pecado. Para Jesús, el mensaje esencial era de arrepentimiento, «porque el reino de los cielos se ha acercado». (Mateo 3:2). Es decir, en el gobierno de Dios se encuentra el orden y la salud «holística». No es coincidencia en lo narrado por Mateo en su Evangelio, que Jesús no solo enseñaba en las sinagogas, sino que también sanaba «toda enfermedad y dolencia entre la gente». Esto incluía «diversas enfermedades… dolores graves… endemoniados… epilépticos … y paralíticos». (4:23-24 NVI). Pero allí no termina, porque tenemos que recordar que la Biblia no fue escrita con capítulos ni versículos. Al terminar de presentar una lista de las clases de enfermedades físicas que Jesús había sanado, Mateo se dirige a las palabras de Jesús hacia las multitudes, en lo que conocemos como las bienaventuranzas. En su «sermón» fundamental, Jesús se dirige a los pobres en espíritu, a los que lloran, a los perseguidos. Estas personas sufriendo por situaciones emocionales recibirían bendición especial, y la NVI traduce la palabra empleada en el griego, makarioi, por la palabra dichosos, pero que también signi ca felices (o bienaventurados, por la RV-60). Esta es la misma palabra que Santiago emplea: «Dichoso el que resiste la tentación porque, al

salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman». (1:12 NVI).

En su sermón, Jesús sigue con una exhortación a cambiar la manera de pensar de la gente: «han oído… se ha dicho… pero yo les digo». Habló en contra de los hipócritas, de los que juzgan a otros sin ver sus propias condiciones, amonestó contra los falsos profetas, y sobre la necesidad de prudencia en la vida práctica. La gente que lo escuchaba se asombraba porque enseñaba con autoridad, pero en realidad, también porque lo que decía era cosas prácticas de la vida real. Su ministerio era, sin duda, holístico, completo, integrado.

¿Qué aspectos de la vida de las personas le interesaba sanar a Jesús? EL MINISTERIO PERSONAL DE JESUCRISTO

En Mateo 8, Jesús descendió de la montaña donde se había dirigido a las multitudes, y de inmediato se encuentra con el hombre leproso. En este encuentro podemos ver dos interesantes intercambios. Primero, el leproso le dice a Jesús, «Señor, si quieres, puedes curarme.» El hombre tiene una gran fe, pero obviamente tiene una muy baja autoestima, como se pudiera imaginar de cualquier leproso de su tiempo. Muchas veces entre cristianos se escucha en sus oraciones las palabras «si es tu voluntad». Tal vez es una manera de pensar que, si la oración no es contestada, entonces no era la voluntad de Dios. Pero Jesús le respondió al leproso: «Quiero. ¡Ya estás curado!». Entonces, si Dios quiere sanar, ¿por qué no todos por quienes oramos son sanados? Primero, es necesario entender qué es la voluntad de Dios. Algo que sabemos por cierto es que Él no desea que nadie se pierda, y se preocupa hasta por una sola oveja que se ha perdido de las cien. El apóstol Pablo explicó con más detalle lo que podemos saber que es la voluntad de Dios. En el capítulo 8 de su carta a los Romanos, escribe sobre la naturaleza pecaminosa, la mentalidad pecaminosa que está en contra de los deseos del Espíritu. Pablo lo expresa de esta manera:

«Los que se dejan dominar por su naturaleza pecaminosa viven sólo para complacer sus deseos; pero los que viven de acuerdo con el Espíritu, se preocupan de las cosas del Espíritu. Los que ocupan su mente en las cosas del Espíritu tienen vida y paz; pero el ocuparse de las cosas de la naturaleza pecaminosa produce muerte,  porque la naturaleza pecaminosa siempre se rebela contra Dios, nunca ha obedecido la ley de Dios y nunca podrá obedecerla. Por eso, los que viven de acuerdo con su naturaleza pecaminosa jamás podrán agradar a Dios». (vv. 5-8). Y si el Espíritu de Dios que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, él mismo les dará vida a sus cuerpos mortales. Así que, amados hermanos, ustedes no están obligados a hacer lo que la vieja naturaleza les dice. Si lo siguen haciendo perecerán; pero si mediante el poder del Espíritu hacen morir a la naturaleza pecaminosa y sus obras, vivirán. (vv. 11-13)

Además, sabemos que, si amamos a Dios, él hace que todo lo que nos suceda sea para nuestro bien. Él nos ha llamado de acuerdo con su propósito.  A quienes Dios conoció de antemano, los destinó desde un principio para que sean como su Hijo, para que él sea el mayor entre muchos hermanos. (vv. 28-29). La voluntad de Dios, entonces, es que seamos transformados a la imagen de Cristo La palabra transformación en el griego es metamorphoo, de donde viene nuestra palabra metamorfosis, que podemos encontrar en Romanos 12:2 y en 2 Corintios 3:18. Dios sí quiere que seamos sanados y, sobre todo, salvados de nuestra naturaleza pecaminosa que resulta en muchas de las enfermedades físicas y emocionales. Pero más que nada, Dios quiere nuestra sanidad espiritual, que tiene valor no solamente para esta vida, sino para toda la eternidad. Jesucristo vino al mundo para salvar a hombres y mujeres de sus pecados, llamándoles a buscar primeramente el reino de Dios. En cuanto eso se logra, lo demás será añadido. (Mt 6:33).

(DIOS QUIERE RESTAURAR TODAS LAS COSAS, EN TODOS LOS ASPECTOS) EL MINISTERIO ENTREGADO A LAS PERSONAS

No es coincidencia que el tercer Evangelio del Nuevo Testamento fuera escrito por el médico Lucas. Su narración presenta los milagros de Jesús, especialmente las sanidades, de manera holística. Inmediatamente después de su tentación por Satanás en el desierto, Lucas relata cómo Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu. Se dedicaba a enseñar y muchos lo admiraban. Llegando a su propia ciudad de Nazaret, anunció su ministerio, que incluía no solamente predicar el año aceptable del Señor, sino también para sanar a los ciegos, proclamar libertad a los cautivos y los oprimidos (Lc 4). En los siguientes capítulos podemos ver la manera en que Jesús comenzó a llamar y preparar sus discípulos para continuar el ministerio por el cual

había sido ungido. Lo primero era demostrar que no todos aceptarían su mensaje y menos aceptarían quién era: el Hijo de Dios. Allí mismo, en la ciudad donde se había criado, fue rechazado. Saliendo de Nazaret, Jesús comenzó a predicar y sanar a muchos. Sin embargo, dejó muy claro que anunciar las buenas nuevas era el propósito por el cual había sido enviado. Los milagros eran una manifestación de su poder, pero su autoridad venía de la unción que había recibido para anunciar las buenas nuevas. Lucas presenta cómo Jesús comienza a llamar a sus discípulos, uno por uno, y la manera como ellos responden, dejando todo para seguirle. En Lucas 6 vemos a Jesús mostrando su autoridad al sanar la mano paralizada de un hombre un día sábado. Fue en ese momento que los maestros de la Ley y los fariseos empezaron a discutir la manera en que podrían acusar a Jesús. Habiendo mostrado su autoridad frente las autoridades religiosas, Jesús selecciona a doce de sus discípulos y los nombra apóstoles, que son emisarios, enviados con un mensaje y una encomienda. Esto era parte del proceso de preparación para su futura misión. Un episodio determinante en la preparación de los doce apóstoles, se de ne en el encuentro entre Jesús y el centurión romano con un siervo enfermo, que estaba casi a punto de morir (Lc 7). El centurión le dice a Jesús que no tiene que molestarse mucho, porque con solamente decir la palabra, se sanaría el siervo. Para aclarar, el hombre romano cuenta que él obedece las órdenes de sus superiores, y que los soldados bajo su autoridad hacen cualquier cosa que se les ordene. La respuesta determinante de Jesús estableció la base del ministerio, que incluiría predicación y sanidad divina. Jesús declara que «ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande». (v.9), ¿De verdad? ¿Pero qué de Abraham, Moisés, Josué, Daniel, Esther y otros en la historia de Israel? Muchos de ellos habían servido en posiciones de autoridad, y varios en posiciones bajo la autoridad de reyes. Sin embargo, a pesar de su gran fe, tal vez nunca lo habían relacionado con la idea de autoridad, algo que el centurión expresó especí camente.

(

(JESÚS NO VINO A SALVAR ALMAS, VINO A SALVAR PERSONAS) Inmediatamente, Lucas relata cómo en el pueblo de Naín, en compañía de sus discípulos y una gran multitud, se encontraron con el joven muerto, el hijo único de una madre viuda. Con compasión, le dice a la mujer «no llores». Entonces le ordenó al joven que se levantara, y este «se levantó y comenzó a hablar». De nitivamente, Jesús había demostrado su autoridad sobre la vida y la muerte. Tal vez a manera de paréntesis, Lucas narra que los discípulos de Juan se acercaron para preguntarle si era el mesías que esperaban. En la manera que lo relata el médico Lucas, Jesús no les responde de inmediato, sino que «en ese momento Jesús sanó a muchos que estaban enfermos o

sufriendo, a personas que tenían espíritus malos y a muchos ciegos, a los que les dio la vista. Luego les respondió…». (Lc 7:21). Lo que Jesús les dijo esencialmente, es que las sanidades que hacía, y el mensaje que predicaba, era su ciente prueba de quién era. En forma de preparación para sus seguidores, Jesús dice acerca de Juan: «Les digo que entre todos

los hombres no hay otro más grande que Juan. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él». (Lc 7:28). Acto seguido, Jesús muestra su autoridad para perdonar los pecados de la mujer que le lavó sus pies. Los invitados solamente pudieron preguntar, «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?» Podían ver las sanidades, pero perdonar pecados… ¿blasfemia? (Lc 7:49).

(JESÚS NO VINO A CAZAR PECADORES, SINO A SANAR A LOS ENFERMOS) Jesús sigue predicando y sanando, tanto de espíritus malignos como de enfermedades. Con todas sus buenas enseñanzas, Jesús no necesariamente demostraba un milagro, pero cada milagro iba acompañado por una enseñanza. Por más compasión que Jesús tenía por las multitudes y por individuos, lo más importante era que aceptaran su enseñanza sobre el «Reino de Dios».

Esto es evidente en su enseñanza con la parábola de la semilla. Muchos podrían escuchar su mensaje, pero algunos no tendrían raíces y se apartarían cuando llegaran las pruebas. En otros, la palabra se ahogaría por las preocupaciones de la gente. Pero la semilla en la buena tierra, los que oyen con corazón noble y bueno, y retienen la palabra… estos producirían buena cosecha (Lc 8:11-15). En la tormenta en el mar de la Galilea, Jesús demuestra que su autoridad no está limitada por la tormenta, y regaña a los discípulos por su falta de fe. Esta vez, sus propios discípulos preguntan: «¿Quién será este hombre que aun los vientos y el mar lo obedecen?». (Lc 8:25b). En su pregunta ellos están empezando a reconocer que este hombre, a quien habían decidido seguir, tenía un poder y una autoridad más allá de lo concebible humanamente. Jesús sigue demostrando su poder sobre la muerte, sobre los endemoniados, siempre enfatizando la fe de los que reciben sanidad. Ahora, en Lucas 9, Jesús reunió a los doce y «les dio poder y autoridad para echar fuera a todos los demonios y para sanar enfermedades». (v.1). Entonces viene la comisión de ir y predicar sobre el reino de Dios y también sanar a los enfermos. Y así hicieron. Lucas termina el capítulo 9 mostrando que no todos los que dicen que le seguirán tienen el compromiso necesario…

(DEBEMOS ACTUAR COMO JESÚS LO HIZO: SANANDO A LAS PERSONAS EN TODAS LAS ÁREAS DE LA VIDA) En el capítulo 10, Lucas describe cómo Jesús escogió a otras setenta y dos personas, aparte de los doce, para ir delante de él a los lugares que pensaba ir. De cierta manera, estaban cumpliendo lo que había comenzado Juan el Bautista, preparando el camino del Señor con sendas derechas (Mc 1:3), y preparando «al pueblo para recibir al Señor» (Lc 1:17). Jesús les dio instrucciones de entrar en un pueblo y sanar a los enfermos, pero también decirles que «el reino de Dios ya está cerca de ustedes» (10:8). Lucas describe lo que Jesús dijo que sucedería si los pueblos rechazaban el

mensaje. Para el juicio que les acontecería, ¡les sería más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ellos! Cuando los setenta y dos regresaron contentos a Jesús, le contaron cómo hasta los demonios se les habían sometido en su nombre. Jesús aclara que les había dado autoridad sobre el poder del enemigo. Sí, Satanás tiene poder, pero la autoridad espiritual proviene de la Palabra de Dios, tal como lo demostró Jesús mismo en su tentación en el desierto. Ahora, Jesús les aclara que mejor que la autoridad para sanar enfermos y echar fuera los demonios, entre otros ministerios, es la alegría que se encuentra en nuestra salvación, y que nuestros «nombres están escritos en el cielo» (10:20).

(LA SANTIDAD ES SANIDAD, UNA VIDA SANA EN TODOS LOS ASPECTOS, LA VIDA DE JESÚS.) EL MINISTERIO DE SANIDAD HOY

Pablo escribe en Efesios, que «a cada uno de nosotros se nos ha dado

gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones. Por esto dice: ‘Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres’». (4:7-8 NVI). El propósito de los dones es principalmente para la

edi cación del cuerpo de Cristo. En efecto, Pablo a rma a los corintios, que muchos se encuentran débiles y enfermos, y hasta algunos habían muerto, por la falta de buenas relaciones dentro de la iglesia (1 Cor 11:30). Dentro de los dones que Pablo menciona en el siguiente capítulo a los corintios, se encuentra «los dones para sanar a los enfermos». Entre los dones mencionados en esta lista, el don de sanidad en el griego se escribe «dones de sanidades», las dos palabras en plural. Esto podría signi car que Pablo reconocía la necesidad de sanidad física, emocional y mental, además de espiritual. Junto con el don de discernimiento, estaría entre los dones más empleados por el mismo Señor Jesucristo, y entre los más importantes, si pudiésemos ponerlos en un escalafón.

Algo importante para tomar en cuenta, es que la lista que Pablo menciona en 1 Corintios 12, tiene que ver con el contexto del cuerpo de Cristo, la iglesia. Para evitar confusión, cuando están reunidos como iglesia, Dios obra con los diferentes dones por medio de diferentes personas: «El Espíritu Santo le da una manifestación especial a cada uno de nosotros para ayudar a los demás». Desde el versículo 12 y hasta el nal del capítulo todo tiene que ver con la importancia del cuerpo de Cristo, la iglesia. Los capítulos 13 y 14 continúan con la enseñanza de Pablo con relación al cuerpo. Pero Pablo es claro al mencionar que algunos dones son para el uso personal, fuera de la congregación, como el hablar en lenguas personalmente, y el hablar en lenguas en la congregación. De igual manera, el don de sanidad (o dones de sanidad) puede ser manifestado por cualquier creyente, como lo vimos con el grupo de los setenta y dos. Hay momentos en que un enfermo debe llamar a los ancianos de la congregación para orar, esto es con el motivo de aumentar su fe, no como una regla, porque es la oración de fe en sí misma, la que sana.

Los dones se han clasi cado como de «manifestación» (Rom 12:4-8), de «motivación» (Rom 14:4-8), y de «ministerios» en (Ef 4:11), pero todos para obras de servicio y edi cación del cuerpo de Cristo. Son «Dios nos

da muchas clases de dones, pero el Espíritu Santo es la única fuente de esos dones.  Hay diferentes maneras de servir a Dios, pero siempre es a un mismo Señor.  Hay muchas maneras en que Dios actúa, pero siempre es un mismo Dios el que realiza todas las cosas en nosotros». (1

Cor 12:4-6). ¿Podemos decir que cada creyente tiene un don, o tal vez varios? Aunque Pablo sí dice en el versículo 7, que «el Espíritu Santo le da una manifestación especial a cada uno de nosotros para ayudar a los demás», la

palabra clave es «especial» en el contexto del bien corporal.

¿De qué maneras podemos sanar a los demás? En conclusión, lo importante en todo es no permitir pasar por alto la frase donde Pablo escribe lo siguiente: «…pero es siempre un mismo Dios el que hace todas las cosas en nosotros». (1 Cor 12:6b - énfasis del autor). Algunos tienen el don de dar, en el contexto de la iglesia, pero eso no signi ca que los demás no tenemos que dar. El don, o dones, de sanidad, se mani esta por algunos en la iglesia, pero ese mismo don está a nuestra disposición en cualquier situación y momento que tenemos la fe para ejercerlo. Pero nunca nos gloriemos en la manifestación de los dones, porque el don del Espíritu Santo, como lo mencionó Pedro en su sermón en el día de Pentecostés, era que «nuestros nombres están escritos en el libro de vida.» ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

Dios quiere el bien de las personas. La sanidad total, en todas las áreas de la vida. La idea de un Dios que solo se interesa por nuestras almas, sin tener en cuenta todas las aristas del ser humano, no es bíblica. La salvación integral de la humanidad, la restauración de su dignidad, de su salud emocional, entre otras transformaciones, también son importantes para Dios. Es cierto que el Reino de Dios es lo primero, es el foco, pero sin este enfoque humano que encontramos en Jesús, en su vida, en sus hechos y sus intereses, el evangelio está incompleto. Como creyentes no podemos pretender predicar el evangelio, simplemente transmitiendo información, sin amar a la totalidad del ser humano y buscar su restauración total. EL ESCÉPTICO

¿No se puede conseguir la salud espiritual con otras creencias? Algunos dicen: «mientras tenga paz conmigo mismo, está todo bien», «si yo estoy contento con mis creencias y me funciona, ¿por qué debo con ar en Jesús o cambiar de estilo de vida?».

Si hablamos de salud, la salud tiene un componente objetivo muy fuerte. Si un paciente tiene cáncer y no es consciente de ello, puede vivir con cierto bienestar durante un tiempo, pero eso no quiere decir que esté sano. Las consecuencias de la enfermedad terminarán afectándole, tarde o temprano. Porque la ignorancia de la enfermedad no te exime de sus consecuencias. También, si más adelante este paciente descubre la enfermedad, pero los médicos se limitan a darle parches de mor na para que se sienta bien y aliviarle el dolor, pero no intervienen directamente en la enfermedad y solo le ofrecen cuidados paliativos, nalmente la enfermedad acabará destruyendo su vida. La salud del ser humano en todas las áreas de su vida tiene una raíz objetiva: el pecado. En un sentido profundo, a causa del pecado no estamos viviendo, nos estamos muriendo. Podemos buscar espiritualidades paliativas que nos quiten temporalmente el dolor, pero la enfermedad de fondo sigue ahí. Solo Jesús, y lo que hizo por la humanidad, puede sanarnos de verdad. Cómo nos sentimos nosotros al nal no es lo importante, lo importante es cuál es la realidad, lo que piensa Dios de nosotros. Tener un buen diagnóstico es crucial para recuperar la salud. Es muy importante con ar en el diagnóstico del mejor médico de la historia, Jesús de Nazaret, y en la sanidad holística que ofrece. RESUMEN

Hay un énfasis en la salud del ser humano en todas las áreas, pero descuidamos quizá jamás importante: la espiritual. Jesús vino a restaurar a las personas en su totalidad, no solamente a salvar almas. Jesús tenía un ministerio holístico e integral. La voluntad de Dios es que seamos transformados a la imagen de Cristo. Dios quiere que tengamos una vida sana, es decir, santa, como Jesús. Dios quiere que vivamos «sanando» a nuestro alrededor, como Jesús hacía.

La «sanidad» en las diferentes áreas, en los evangelios, depende en gran medida de la fe del que es sanado, es decir, la con anza que deposita en Dios. DIÁLOGOS

¿Porque crees que la Escritura dice que Jesús predicaba como quien tiene autoridad y no como los escribas? La idea es que Jesús acompañaba con sus mensajes y con hechos, hacía el bien a las personas, se ganaba el derecho de ser escuchado. ¿Qué enfermedades estamos llamados a sanar? ¿Solamente físicas? ¿Cómo podemos sanarlas? En tu contexto, ¿cuál crees que es la necesidad más profunda de sanidad que necesitan las personas? La santidad es sanidad. ¿Qué piensas de esa frase? Jesús no iba cazando pecadores, sino sanando a los enfermos. ¿Cómo cambiaría nuestra manera de acercarnos a la gente si tuviésemos esto en cuenta? (Mt 9:12). PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Macaulay, Ronald; Barrs, Jerram. El ser humano. Publicaciones Andamio. Barcelona, España. 2012. - Willard, Dallas. Renueva tu corazón. Editorial CLIE. Viladecavalls, España. 2004. - Leys, Lucas. Liderazgo Generacional. E625. Dallas, Texas. 2017

8. JUSTICIA Y PAZ: REINO DE DIOS «…y en un solo Señor, Jesucristo …por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación …por nuestra causa … para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá n». INTRODUCCIÓN

El gran proyecto de Jesús es «el Reino de Dios». La historia de cómo Dios desde el principio de los tiempos fue materializando su proyecto a través de seres humanos, queda registrado en el Antiguo Testamento. Ahora, con la venida de Jesús y su a rmación de que el Reino de los cielos se ha acercado, debemos comprender en profundidad qué signi ca esto y qué implicaciones tiene para nuestras vidas. La prioridad de su Reino queda registrada en las páginas del Nuevo Testamento. Su reino no tendrá n, a rma el Credo. Somos llamado a vivir en el Reino, a pesar de que en nuestro ambiente aún no sea así del todo. «Venga tu reino y cúmplase en la tierra tu voluntad como se cumple en el cielo». Ese es nuestro proyecto de vida.

¿Cómo de nirías el Reino de Dios con tus propias palabras? LECCIÓN TEOLÓGICA LA VIDA EN EL PRESENTE DEL MUNDO FUTURO

El reinado de Dios es uno de los temas más pertinentes en la teología bíblica, y en las enseñanzas de Jesús toma una suprema posición. La misericordia y gracia de Dios para la humanidad, es la entrada al Reino de Dios y es su plan para la redención del mundo entero. Dios tomó la iniciativa al revelar a la humanidad una parte más completa de su programa del Reino, a través de la vida y obra de Jesús de Nazaret. Su ministerio en la tierra, sus acciones milagrosas, las sanidades y el poder de Jesús sobre la naturaleza, así como su papel como el Siervo Sufriente, fue la culminación del proceso para inaugurar el Reino de Dios. Jesús mismo

cumplió el papel de inaugurador del Reino, al ser honrado y demostrar la autoridad para ejecutar el juicio.

(EL REINO DE DIOS ES EL TEMA DEL QUE HABLABA JESÚS COMO EJE CENTRAL DE SU MENSAJE) UN REINO DE SACERDOTES: EL PLAN DE DIOS

Para comprender adecuadamente la idea del Reino de Dios, es importante primero entender el gran propósito de Dios de restaurar el mundo caído por causa del pecado original. Obviamente, eso solo se logrará completamente en el cielo, cuando llegue «lo perfecto» en la persona de Jesucristo por los redimidos (1 Jn 3:2; 1 Cor 13:10,12). Cuando Jesús les dijo a sus seguidores: «ustedes deben ser perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt 5.48), en cierta manera esto correspondía a su oración: «Padre nuestro que estás en los

cielos, santi cado sea tu nombre. Venga tu reino y cúmplase en la tierra tu voluntad como se cumple en el cielo». (Mt 6.9-10). Esa voluntad de Dios es nada más y nada menos que la transformación de la humanidad, hombres y mujeres, a la imagen de Cristo dentro del contexto de la iglesia. Así como Adán y Eva fueron creados a la imagen de Dios, ese proceso es la visión de Dios para cada uno hoy en día. El apóstol Pablo entendía esto muy bien al escribir lo siguiente a los romanos: Toda la creación se encuentra de puntillas para ver la maravillosa realidad de los hijos de Dios, verlos encontrar su identidad y potencial. El mundo de la creación todavía no puede ver la realidad, no porque decida ser ciego, sino porque en el propósito de Dios ha sido muy limitado; sin embargo, se le ha dado esperanza. ¡Y la esperanza es que al nal toda la vida creada será rescatada de la tiranía del cambio y la decadencia, y tendrá su parte en esa magní ca libertad que solo puede pertenecer a los hijos de Dios! (Traducción libre de Rom 8:1921).

Este plan de redención de Dios para el mundo lo vemos primero con el llamado de Abram para establecer un pueblo especial. En ese tiempo no se consideraba un reino como tal, sino más bien como una gran familia gobernada por un patriarca. En cierto sentido, esto era la representación del gobierno de Dios como una familia, dirigida por el padre. Luego, en las palabras de Jesús, vemos la importancia de su relación con su Padre, y también la de sus seguidores con el Padre. Con Israel, el sistema patriarcal funcionó por un tiempo, pero como todo sistema de gobierno humano, tenía sus limitaciones, y después de Abraham, Isaac y Jacobo, el sistema dejó de funcionar como sistema patriarcal. Cuando los israelitas se trasladaron a Egipto, fueron gobernados por el faraón. Es importante notar que no fueron esclavos sino hasta después de la muerte de José, y la llegada de un nuevo rey que no lo había conocido a éste. Saliendo de su cautiverio, en el desierto de Sinaí, Moisés sube al monte en busca de un encuentro con Dios. Como vimos en un capítulo anterior, Dios le expresa su plan de que el pueblo de Israel sean un «reino de sacerdotes y una nación santa». (Ex 19:6 NVI). Moisés volvió y les comunicó a los ancianos lo que el Señor quería. No lo tuvieron que pensar mucho antes de responder a una sola voz que cumplirían con todo lo que el Señor proponía. Moisés regresa al Señor con la respuesta del pueblo, y recibe las instrucciones de parte de Dios. Dios se presentaría en una nube para que el pueblo lo escuche hablar con Moisés. No podrían subir al monte hasta después de tres días, cuando se escucharía el toque largo de la trompeta. Hubo otras instrucciones, pero al nal, Dios habló, no escribió, lo que conocemos como los diez mandamientos. El gran problema llegó cuando el pueblo escuchó los truenos y vieron los relámpagos, además de los sonidos de trompeta y la montaña envuelta en humo. Ellos temblaron de miedo y le rogaron a Moisés que él les hablara y lo escucharían a él. De hecho, pensaron que si Dios les hablara directamente morirían. Moisés se acercó a la oscuridad, pero los israelitas se mantuvieron alejados.

¿Qué pasó entonces con el «reino de sacerdotes» y la «nación santa» que Dios querría? Primero, los mandamientos que había dado al pueblo oralmente, ahora se los da en las tablas con la Ley y los mandamientos escritos por Él mismo para guiarlos (Ex ٢٤:١٢). Alguien ha comentado que Dios tiene sentido de humor, porque al poner los mandamientos por escrito, ya no podían justi car sus pecados, porque «la ignorancia de la ley no es excusa». Durante cuarenta días Dios le da instrucciones a Moisés, sobre todo entregando los detalles para el santuario. Antes de este momento, había sacerdotes, pero nada como lo que vendría. Por el rechazo del pueblo de escuchar a Dios y acercarse a él, Dios ahora establecería una línea de sacerdotes, comenzando con Aarón y sus hijos. (Ex 28:1-4). Dios le ordena a Moisés a consagrar a Aarón y sus hijos como sacerdotes, y dice: «Viviré

en medio del pueblo de Israel y seré su Dios,  y ellos sabrán que yo soy el SEÑOR  SU DIOS. YO LOS SAQUÉ DE EGIPTO PARA VIVIR ENTRE ELLOS. YO SOY EL  SEÑOR  SU DIOS». (Ex 29.45-46).

Una vez más, Dios le da los mandamientos, esta vez escritos en dos tablas por su propio dedo (Ex 31:18). Ahora, cuando Moisés baja del monte, se encuentra con el ídolo frente un altar ¡y el pueblo en un desenfreno completo! Los únicos que no participaron de esos actos idolátricos, fueron los levitas, y un tiempo después, Dios los establece como la línea de sacerdotes, en lugar de los hijos primogénitos que tendrían esa responsabilidad. Sin embargo, el «reino de sacerdotes», que era el plan de Dios para su pueblo no llegó a establecerse, no solamente por su pecado de la idolatría, sino también porque no quisieron escuchar a Dios o acercarse a él. Este era el segundo «plan b» de Dios, después del primer «plan b», por causa del pecado de Adán y Eva.

¿Por qué crees que Dios actuaba constantemente así, con esa paciencia? Al nal, Dios establece a la tribu de Leví como sacerdotes (Núm 8), porque ellos fueron los únicos que no participaron en la esta celebrando el ídolo en forma de becerro (Ex 32). Esta consagración incluía recibir autoridad y el sacerdocio sería para ellos una ley perpetua. Igual que la

«unción», o consagración de reyes y profetas, implicaba un nombramiento o llamado perpetuo. Se podría decir que el «llamado» al ministerio es para toda la vida, y a pesar de que uno no esté en una posición o cial de ministerio, no implica que ha dejado o perdido ese llamado.

(Dios siempre anheló un pueblo dedicado al sacerdocio.) UN REINO COMO LAS OTRAS NACIONES

Después de haber dicho a Moisés que querría «un reino de sacerdotes», Dios le advierte que, si algún día el pueblo decide tener un rey como las otras naciones, debería ser uno de su mismo pueblo. Sobre todo, ese rey debería ser humilde, con un corazón recto (y de paso, sin muchas mujeres). Las instrucciones para tal rey son bastante importantes, y podrían aplicarse a cada uno de nosotros como parte de ese reino de sacerdotes. Con la muerte de Moisés, Josué tomó el liderazgo de Israel y los llevó a la «Tierra Prometida». Sin embargo, una vez más el pueblo cayó en pecado y Dios levantó jueces para dirigirlos, junto con profetas y, por supuesto, los sacerdotes. Cuando Samuel ya era viejo, y no parecía que sus hijos malvados seguirían en sus pasos, los ancianos de Israel le pidieron que les nombrara un rey, igual que las otras naciones a su alrededor. Se cumplió lo que Dios había previsto que sucedería. Cuando Samuel consultó a Dios, el Señor respondió que este deseo era por causa de haber rechazado a Dios como su rey (1 Sam 8.7). Por medio de Samuel, Dios advierte al pueblo que con un rey no les iría muy bien: «Cuando llegue ese día, ustedes derramarán amargas lágrimas a causa del rey que piden hoy, pero el Señor no les ayudará.» (8.18). Sin embargo, Dios le permitió tener un rey; en esencia, este era el tercer «plan b» de Dios para Israel. EL REY PROFETIZADO

Ya sabemos la historia de Saúl, David y Salomón, y de allí la división del reino, seguido luego por otro periodo de cautiverio en Babilonia. Fue

durante este tiempo que Zacarías profetiza:  «¡Regocíjate grandemente, pueblo mío! ¡Grita de alegría, Jerusalén! ¡Tu

rey viene montado sobre un burrito! ¡Es un rey justo y humilde, y viene a salvarte!… El Señor será Rey sobre toda la tierra…». (Zac 9:9; 14:9). También vemos al rey profetizado en Daniel:

«Durante el gobierno de estos reyes, el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido, al que nadie jamás podrá conquistar. Este reino de Dios destruirá a todos estos reinos, pero él mismo permanecerá estable para siempre». (2:44). Luego seguí viendo en mis visiones nocturnas. Vi la llegada de uno que parecía un hombre ordinario, ¡traído sobre nubes del cielo! Se acercó al Anciano cargado de años y lo llevaron ante él. 14 Le dieron la facultad de gobernar, reinar y ser tratado con gran respeto en todos los pueblos, culturas y naciones del mundo, para que siguieran sus disposiciones. Su poder es inmenso, nunca se acabará, su gobierno jamás será destruido». (7:13-14). El Antiguo Testamento presenta el contexto para el reino de Dios sobre la tierra y sirve como una introducción al Nuevo Testamento. Este periodo de reyes humanos no fue exactamente el plan primario de Dios, y vemos cómo el rey Saúl perdió su reino extendido por no obedecer al profeta de Dios. Su reino sería entregado «a un varón conforme a su corazón» (1 Sam 13:14). De esa manera Dios selecciona a David, y éste sí reconoció al «Señor de los cielos» (Sal 2:4). A pesar de sus reconocidos pecados y fallas, Dios lo usó para establecer la línea de reyes de la cual nació Jesús, tal como fue profetizado por Isaías. (Isa 52-53). EL REINO DE DIOS EN LA TIERRA

El «reino de Dios» era el mensaje principal de Jesús en su ministerio terrenal. La palabra reino, por ejemplo, es mencionada cincuenta y cinco veces solamente en el Evangelio de Mateo, y cuarenta y dos veces en Lucas. Además, el gran profeta Isaías vislumbró la venida de este reino con el nacimiento del Mesías:

  «El pueblo que anda en tinieblas verá una gran luz, una luz que

iluminará a todos los que moran en la tierra de amenaza de muerte… Porque nos ha nacido un niño, se nos ha dado un hijo y él tendrá el gobierno sobre su hombro. Estos serán sus títulos de realeza: «Admirable», «Consejero», «Dios poderoso», «Padre eterno», «Príncipe de paz».  Su siempre creciente y pací co reinado no acabará jamás. Gobernará con perfecta equidad y justicia desde el trono de David su padre. Traerá verdadera justicia y paz a todas las naciones del mundo. Esto ocurrirá porque el Dios Todopoderoso se ha empeñado en realizarlo». (Isa 9:2, 6-7) EL ENOJO DEL SEÑOR CONTRA ISRAEL

El Evangelio de Marcos comienza con las palabras de Isaías sobre la preparación del camino del Señor (Mar 1:2-3). En cierta manera, ese camino de Jesús sobre la tierra culminó con su «entrada triunfal» a Jerusalén, registrada en los cuatro Evangelios, y así cumpliendo la profecía de Zacarías. Ya Jesús no les dice a sus discípulos que «no dijeran quién era él» (Mt 12:16 NVI). Más bien, Jesús acepta los gritos del pueblo reconociéndolo con sus hosannas: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el

nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, que es el reino de nuestro padre David! ...». (Mar 11:9-10). Desde nuestra perspectiva de hoy, el concepto del Reino pareciera algo espiritual, más como el «Reino de los cielos», como Mateo menciona en las «bienaventuranzas» (Mt 5) del Sermón del Monte. Sin embargo, los judíos de aquel tiempo sí esperaban un rey físico que los libertaría del yugo de los romanos. Los dos discípulos en el camino a Emaús re ejaban lo que tal vez todos pensaban: «… nosotros teníamos la esperanza de que él sería el libertador de Israel…». (Lc 24:21).

Quizá hubo cierta confusión pues Juan el Bautista anunciaba que el reino se acercaba. Jesús mismo enseñó que oraran, «venga tu reino y cúmplase en la tierra tu voluntad como se cumple en el cielo». (Mt 6.10). Poner el reino de Dios primero en sus vidas, y también la justicia de Dios, era la garantía de que todas las otras cosas que eran importantes serían añadidas (Mt 6:33). Sin duda, el evangelio del reino era el mensaje central en el ministerio y la enseñanza de Jesús.

Un reino de sacerdotes: misión cumplida Pedro, quien confesó que Jesús era el Mesías esperado, pudo entender nalmente el propósito de Dios desde el principio: cada creyente un sacerdote, y juntos forman el Reino de Dios, la iglesia.

Acérquense a Cristo, que es la Piedra viva que los seres humanos despreciaron pero que Dios escogió y es preciosa para él. De este modo, también ustedes son piedras vivas con las que se está edi cando una casa espiritual. Así llegan a ser un sacerdocio santo, para que le ofrezcan a Dios sacri cios espirituales por medio de Jesucristo. Estos sacri cios a él le agradan. … Pero ustedes son una familia escogida, son sacerdotes reales y son una nación santa. Son un pueblo que Dios compró para que anuncien sus obras extraordinarias; él fue quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; antes no habían tenido compasión de ustedes, pero ahora ya les tienen compasión». (1 P 2:45, 9-10).

Este sacerdocio ya no implica sacri cios de animales por el perdón de pecados. Ese sacri cio lo hizo el Señor una vez para siempre y nos permite libre acceso al trono del Padre, para entrar en el Lugar Santísimo. Los levitas podían entrar una vez por año al Lugar Santísimo, y solo uno de ellos. Ahora, «…con un solo sacri cio [el Señor] hizo perfectos para siempre a los que está santi cando». (Heb 10:14).

(En Jesús se resolvió el enigma y el problema del Antiguo Testamen .) Este proceso de santi cación ocurre dentro del contexto de la iglesia, en la comunión con los hermanos y las hermanas en la fe. Hemos sido librado del dominio (o reino) de la oscuridad (Col 1:13) a la luz (Hch 26:18; 1 Jn 1:7). Nos corresponde, como sacerdotes y reyes, mantener comunión no solo con Dios, sino también con otros, porque no es solamente un reino, sino también una familia.

Pablo escribe en Romanos que la vida en el Espíritu no es lo mismo que vivir bajo la Ley, ya que ninguno de nosotros por medio de la Ley podríamos alcanzar la perfección que se encuentra en Jesucristo. Pero al reconocer que somos hijos del Rey, y también herederos, nos da con anza y libertad para llegar a ser lo que él desea de cada uno de nosotros: una transformación total por medio de un cambio en nuestra manera de pensar. En Cristo tenemos autoridad, como les dio a sus discípulos, y esa autoridad se nos da para cumplir la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios a medida que nos entregamos a él como sacri cios vivos. Las siguientes palabras de Pablo a los romanos tal vez resumen la manera en que podemos visualizar el reino de Dios aquí en la tierra: «Después de

todo, en el reino de Dios lo más importante no es comer ni beber, sino practicar la justicia y la paz y tener el gozo del Espíritu Santo». (Rom

14:17). Vivir en el reino de Dios es aceptar la justicia de Dios y extenderla a otros. Vivir en el reino de Dios es tener la paz que Cristo da, no como la que da el mundo (Jn 14:27). Jesús dijo: «¡Dichosos [bienaventurados] los

que reconocen su pobreza espiritual, porque de ellos es el reino de los cielos!». (Mt 5:3). La palabra griega para dichosos es makarios, y signi ca estar en un estado de felicidad y contentamiento que sobrepasa cualquier situación o problema que enfrentamos.

(EL REINO DE DIOS ES JUSTICIA, PAZ Y ALEGRÍA) El rey del universo dejó su trono en gloria para servirnos como un siervo. Debemos siempre recordar que «ser como Cristo» no es solamente ser un rey, sino también un siervo. EL REINO DE DIOS EN LOS CIELOS

La gran promesa que nos dio Jesús no fue solamente la promesa del Espíritu Santo, sino la promesa de que él volvería por su pueblo redimido. Jesús actualmente gobierna sobre el cosmos sentado la diestra del Padre (Hch 2:24-33; 5:31; 7:55-56; Efe 1:20-21; Col 3:1; Heb 1:3; 8:1; 10:12; 12:2; 1 P 3:22). Un día, Jesús regresará para cumplir la promesa de completar el aspecto terrenal del trabajo de su Reino. Vivir para ese

momento signi ca permanecer

el: «… si morimos con Cristo, también

viviremos con él. Si soportamos nuestros sufrimientos, reinaremos con él...». (2 Tim 2:11-12). Y con el apóstol Juan declaramos, «Ven, Señor Jesús». (Ap 22:20).

(NO DEBEMOS OLVIDAR QUE EN LA ORACIÓN CENTRAL DE NUESTRA FE ORAMOS: «VENGA TU REINO». PARA ESO ESTAMOS AQUÍ.) ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

El Reino de Dios era el mensaje central de Jesús. Dios se ha propuesto restaurar un mundo roto, a través de su Reino, es decir, su proyecto. Un proyecto que consiste en un pueblo redimido cuya misión es bendecir al mundo. Jesús, en su gran comisión, nos dijo: «He recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra». (Mateo 28:18). En otras palabras, Él ya es el Señor de la Tierra, pero estamos estableciendo su Reino en este momento teológico conocido como el «ya, pero todavía no». Ya somos salvos, pero todavía no; ya somos santos, pero todavía no; Jesús ya reina, su Reino está aquí, pero todavía no. Y en estos momentos, entre su primera y segunda venida, nos toca a nosotros buscar «primeramente el Reino de Dios y su justicia». (Mt 6:33 NVI). Sin este concepto teológico podemos olvidar nuestras prioridades como creyentes y el plan de Dios para este mundo. El Reino de Dios es el único movimiento, la única empresa, el único reino que trascenderá a la eternidad. Todos los demás proyectos humanos quedarán atrás, así que invirtamos nuestra vida en los valores eternos, en su Reino, que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. EL ESCÉPTICO

Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué hay tantos males en el mundo? ¿Si su Reino ha llegado, por qué hay justicias en el mundo? Dios jamás viola la voluntad humana, no la pasa por encima. En su proyecto cuenta con nosotros. A nivel losó co, este problema del dolor y el sufrimiento humano como argumento contra la existencia de Dios, se ha

superado con creces de manos de autores de renombre. Sin embargo, al que le duele no quiere explicaciones, quiere consuelo. Por lo tanto, no solo es una pregunta intelectual sino emocional. El mundo no está como debe estar, y esta sensación es real, porque así es el mundo, está roto, lo rompimos nosotros. Dios mismo intervino ¡como persona! para comenzar su proyecto de restauración y poner las bases de su Reino en Jesús, la piedra del ángulo. Pero cuenta con nosotros. Él es todopoderoso y bueno, pero nos ha encargado a nosotros esta realidad. La cuestión no es, por tanto, si Dios existe ¿por qué hay mal a mi alrededor?, sino: si yo existo, ¿por qué hay mal a mi alrededor? RESUMEN

El tema central de Jesús era el Reino de Dios. El gran propósito de Dios es restaurar el mundo caído desde Génesis 3. A pesar de la rebeldía de Israel Dios se propuso continuar con su propósito. No es solamente un reino. También es una familia. No es restaurar solo una relación vertical con Dios, sino que el reino de Dios implica también la restauración de las relaciones con los demás. Su intención es traer su reino aquí, no tener un mensaje del evangelio escapista, de huida del mundo. Vivir en el reino de Dios es aceptar la justicia, la paz y la alegría de Dios y extenderla a otros. Nuestro rey no es como los demás, se hizo siervo, para hacer un pueblo de reyes y sacerdotes. Los valores del Reino son contrarios a los de los reinos de la tierra. Vivimos en el «ya, pero todavía no» del reino de Dios, su Reino está aquí, pero simultáneamente está viniendo, a través de nosotros, hasta que Él vuelva.

DIÁLOGOS

¿Cómo puedes tener de manera práctica el Reino de Dios como prioridad? ¿Qué signi ca de manera práctica que el Reino de Dios es justicia, paz y alegría? ¿En qué áreas de este mundo puedes ver que el Reino de Dios está aquí? ¿En qué áreas de este mundo o tu entorno puedes ver que el Reino de Dios debería visibilizarse más, con más justicia, paz y gozo? ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Leys, Lucas. Diferente. Editorial Vida. Miami, Florida. 2015. - Valerio, Ruth. Una vida justa y sencilla. Publicaciones Andamio. Barcelona, España. 2017. - Mangalwadi, Vishal. Verdad y transformación. Editorial JUCUM. Tyler, Texas. 2010

9. BAUTISMO Y CENA DEL SEÑOR «…y se encarnó …fue cruci cado …y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día …y subió al cielo; …y de nuevo vendrá. En una Iglesia santa, universal y apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados». INTRODUCCIÓN

Cuando la gente reconocía a Jesús como su Señor y Salvador, había una señal externa que aparece en la Escritura para expresar este cambio interior. La palabra griega es metanoia, y el bautismo es la expresión visible de esa experiencia interna invisible. Se trata de un símbolo que nos habla de un nuevo nacimiento, un tipo de «reset» en la vida, una pureza dada por Dios, una nueva oportunidad. Durante siglos y milenios, y a pesar de algunas divergencias internas en la iglesia, la experiencia y señal del bautismo ha tenido una importancia trascendente en la vida cristiana. Así mismo, Jesús sustituyó los altares de sacri cios (p.ej., Él fue el sacri cio de nitivo de Dios) por las mesas. Mesas para compartir, compartir de Él, y para compartir el pan y el vino, donde la premisa era la aceptación incondicional. Una aceptación que solo Dios puede conceder. Y además es el lugar donde podemos y debemos reconocer al otro. Cada vez que tomamos de la mesa del Señor el pan y el vino, estamos recordando, o haciendo memoria de Él, de lo que Jesús hizo, y también su naturaleza especial. Jesús rede nió la Pascua, enseñándonos que ya desde Éxodo esta costumbre apuntaba hacia Él. El Reino de Dios, en medio de una mesa compartida, que no solo es comida, sino que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, y que puede comunicar mucho más que meras palabras. Jesús lo sabía. Debemos seguir recordando lo que Él hizo, y «sumergiendo» o bautizando a las personas en la vida de Jesús, para que «cambien de color sus ropas».

¿Para qué crees que sirven el bautismo y la cena del Señor? Ó

Ó

LECCIÓN TEOLÓGICA

En la lección 6 exploramos el tema del bautismo de Jesús y la implicación para su ministerio de salvación y liberación. Al leer las palabras de Juan «¡Aquí viene el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Jn 1:29), podemos decir que ese acto era tan signi cativo que representaba un tipo de inauguración del «Nuevo Pacto». Además, su bautismo fue el comienzo del ministerio de Jesús, de su ministerio con la introducción del Padre de cierta forma anunciando quién era Jesús, el hijo amado. Dios estaba observando el bautismo como un acto de obediencia, lo que le agrada a cualquier padre. Como Hijo de Dios, Jesús enseñaba con autoridad, y tenía toda la autoridad para sanar, y hasta para perdonar los pecados (Mt 7:29; 9:6). También fue importante en su bautismo la manera en que el Espíritu de Dios descendió, en forma de paloma, para «posarse sobre él», y en la lección 11, que trata sobre la resurrección, veremos en más detalle la obra del Espíritu Santo en la vida y ministerio de cada creyente. Este acto de bautismo, de igual importancia y relevancia para el cristiano como individuo como para la iglesia de manera corporal, lamentablemente ha sido la fuente de serias divisiones durante los siglos que siguieron. Sin embargo, los temas de esta lección, el bautismo en agua y la cena del Señor, siguen siendo los dos pilares sobre la cual la iglesia reconoce y rea rma la fe individual. Igualmente, como el Padre a rmó al Hijo en su bautismo, Él nos a rma en nuestro bautismo como sus hijos. Y en la Cena del Señor, nosotros a rmamos nuestro lugar en el cuerpo de Cristo, recordando el propósito por el cual él murió y resucitó. Tal vez muchos participan en estos dos sacramentos u ordenanzas, sin pensar mucho en cómo hemos llegado a creer lo que creemos. A pesar de que la Biblia misma no nos brinda instrucciones claras y especí cas de cómo celebrar estos eventos, en la práctica, podemos entenderlos mejor viéndolos en los contextos en los cuales se mencionan.

¿Cuál es el signi cado del bautismo? BAUTISMO POR INMERSIÓN O ASPERSIÓN

Tal vez la pregunta más signi cativa en torno a este tema ha sido, ¿bautismo por inmersión total en agua, o por aspersión o rocío? Por ejemplo, en algunas iglesias, cuando una persona ha sido bautizada solo por rocío en una iglesia anterior, es obligada a ser bautizada por inmersión ya que ésta es para ellos la única forma legítima de llevar a efecto el acto. Dentro de estas dos posibilidades, existen aún más variantes o variedades de acuerdo a las costumbres y tradiciones de las diferentes denominaciones o movimientos. En el Nuevo Testamento vemos el bautismo de Juan en el río Jordan, que era probablemente por inmersión. Antes de Juan, no había bautismo como tal, pero sí existía para los judíos el ritual de mikvah, o puri cación antes de poder participar en el Templo (p.ej., después de haber tocado un muerto). Se ha conjeturado, pero sin certeza, que los gentiles conversos al judaísmo tenían que pasar por este mismo tipo de inmersión. La gran mayoría de comentaristas bíblicos están de acuerdo en que la forma de inmersión era el modo empleado para el bautismo en la iglesia neotestamentaria. La primera versión del Didache, o Enseñanzas de los doce apóstoles, fue escrita en los años 60-80 d.C., y presenta al bautismo como algo realizado en aguas abiertas, como un río o un lago, por ejemplo. En algunos lugares, como en Bolivia, existe la creencia entre la población indígena, de que la ropa de los difuntos debe que ser lavada en aguas abiertas para puri carla de los malos espíritus antes de que otra persona la pueda usar. Con el tiempo, en caso de que no tener aguas corrientes, se permitían otras formas de bautismo, como el rocío, para a rmar la experiencia cristiana. Por cierto, algunos observan la di cultad de «bautizar» por inmersión a tres mil personas el Día de Pentecostés, para justi car su pensamiento de que el bautismo no necesariamente es por inmersión. Sin embargo, esta clase de argumentación siempre cae bajo mayor consideración, pues en Jerusalén había unos diez pozos como para bautizar esa multitud. Lo importante es entender que parece que no había una regla ja al principio de la iglesia primitiva sobre la forma de bautismo. Sin embargo, para los siglos tercero y cuarto, ya se comenzó a formalizar la manera de

hacerlo, especialmente con las instrucciones previas por causa del comienzo de las herejías.

¿Cómo bautizan en tu iglesia local? ¿Por qué lo hacen así? A pesar de otras formas en que los bautismos se llevan a cabo en las diferentes iglesias, la inmersión ha sido la forma comúnmente reconocida y aceptada. Sin contar con la historia o las opiniones de eruditos en sus comentarios, si por alguna razón el Nuevo Testamento, escrito por judíos, emplea la palabra griega baptizo, que en sí signi ca inmersión, ¿por qué darle otro signi cado?

(BAPTIZO SIGNIFICA INMERSIÓN, ENTERRAR.) El Nuevo Testamento menciona otros «bautismos» que no se re eren al bautismo en agua, y esto sirve como argumento para algunos de que la idea del bautismo no necesariamente signi ca inmersión. Por ejemplo: 1. El bautismo (o el sufrimiento) que Cristo dijo que tenía que pasar (Lc 12:50; véase también Mc 10:38-39). 2. El bautismo en el Espíritu Santo (múltiples referencias en el NT). 3. El lavamiento (ebaptisthe) antes de comer (Lc 11:38). 4. Un solo bautismo (en referencia al cuerpo de Cristo, Ef 4:4-5). Un estudio del uso de la palabra griega puede arrojar luz sobre el signi cado más amplio de bautismo. El hecho de que el Nuevo Testamento fue escrito en griego, tenía muchas ventajas, primero porque era el idioma que más comúnmente se hablaba, a pesar de ser Roma el imperio predominante. Además, el idioma es rico en la manera que una palabra puede expresar ideas y conceptos, más allá de una simple de nición. Para los griegos, la palabra «bautismo» se empleaba para expresar, por ejemplo, la penetración de una espada a un cuerpo, o una taza inmersa en una tinaja para extraer vino.

Tal vez para nosotros el uso de la palabra que podría expresar mejor la idea mani esta en el Nuevo Testamento, es el proceso de teñir tela. En ese proceso de «bautismo», la tela era inmersa en la tinta, pero a la vez la tinta penetraba la tela. En n, la tela era la misma, pero su identi cación había cambiado. Por ejemplo, en vez de tela blanca, ahora sería tela roja. Nuestra nueva identidad es con Cristo, en su muerte y en su resurrección… Muerte a la vieja vida de pecado y el comienzo de una nueva vida en santidad. Como escribió Pablo, «Estoy cruci cado con Cristo,

y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí». (Gal 2:20).

Al re exionar sobre la palabra bautismo en el contexto del proceso de teñir tela, podremos leer con nueva perspectiva las referencias de Pablo sobre, «Cristo en nosotros» y «nosotros en Cristo». El ejemplo lo encontramos en Colosenses 1:24-29 NVI:

Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y voy completando en mí mismo lo que falta de las a icciones de Cristo, [identi cación con Cristo] en favor de su cuerpo, que es la iglesia. De esta llegué a ser servidor según el plan que Dios me encomendó para ustedes: el dar cumplimiento a la palabra de Dios,  anunciando el misterio que se ha mantenido oculto por siglos y generaciones, pero que ahora se ha manifestado a sus santos. A estos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes [la tela en la tinta] la esperanza de gloria. A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él [la tinta en la tela]. Con este n trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí. El bautismo en agua, entonces, es la identi cación con Cristo en su muerte, y al mismo tiempo, es la identi cación con la iglesia, el cuerpo de Cristo. El bautismo en el Espíritu Santo, entonces, es la identi cación con la misión de Cristo que manifestó cuando el Espíritu vino sobre Él después de su bautismo en agua. Es importante notar que lo fundamental del

bautismo no es la cantidad de agua, sino el compromiso con Cristo y con los valores y las enseñanzas que representa la fe cristiana.

¿Qué implicaciones tiene en la vida el bautizarse? BAUTISMO EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO

Tal vez el mayor debate sobre el bautismo en agua en la iglesia no es tanto con respecto a la forma, es decir, inmersión versus aspersión o rocío, sino sobre la fórmula representada por Cristo mismo: «Por lo tanto, vayan y

hagan discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.» (Mt 28:19); y luego por Pedro: «Arrepiéntanse … y bautícense en el nombre de Jesucristo para que Dios les perdone sus pecados. Entonces recibirán también el don del Espíritu Santo». (Hch 2.38).

Recuerda leer el texto previamente y trabajarlo para compartir las ideas esenciales y distribuyas el tiempo de la sesión como consideres. El debate en sí depende si se cree en la Trinidad de Dios o no, y básicamente cada grupo se basa en el texto que corrobora lo que cree. Cualquiera que cree en el Señor Jesucristo tendría que dar credibilidad a sus propias palabras, y obviamente, él se re ere a las tres personas de la Trinidad. El contexto en Mateo 28 es llevar su mensaje a todas las naciones, a pueblos que no han tenido el concepto de Dios como «padre» igual que los judíos. En eso, sería importante hacer referencia a las tres personas de la deidad. Por otro lado, Pedro en su discurso se está dirigiendo a judíos que reconocen a Dios como «padre», pero no han reconocido a Jesús como el hijo de Dios. Además, Pedro agrega que recibirían el don del Espíritu Santo, así que la idea de la trinidad estaba presente, aunque no estuviera explícita en la «fórmula». BAUTISMO PARA SALVACIÓN

Como vemos en las Escrituras, el bautismo es tanto un concepto teológico como un acto especí co de fe. Obviamente, ¡para Jesús no era algo que Él necesitaba para ser salvo! Sin embargo, Él se presentó ante Juan, para ser bautizado, como un acto de obediencia a Dios (Mt 3:13-15; Fil 2:8). Cuando Cristo llama a las personas a que lo sigan, el paso de bautismo es

una muestra de obediencia, además de servir como un testimonio de fe a nuestra familia, amistades y el mundo en que vivimos. A la vez, bautismo es una indicación de que entendemos lo que signi ca recibir a Cristo, como en el caso del etíope eunuco. En este caso, el bautismo fue inmediato porque él pudo entender claramente lo que Felipe le estaba explicando. Es por esta razón que muchas denominaciones no bautizan niños pequeños, y mucho menos bebés, porque en realidad esas criaturas no tienen la capacidad de entender el propósito del bautismo como identi cación con la fe cristiana y el mensaje de Jesús. Sin embargo, muchos niños pequeños si tienen la habilidad de aceptar a Cristo como Salvador.

(EL BAUTISMO ES UNA INDICACIÓN DE QUE ENTENDEMOS LO QUE SIGNIFICA RECIBIR A CRISTO) Ahora viene la pregunta fundamental: ¿es necesario ser bautizado para ser salvo? Sabemos que las personas de fe antes de Cristo «anhelaban» ver el prometido Mesías, y su fe les fue contada como justicia. Sabemos que Jesús, el salvador del mundo, fue bautizado. El interrogante se levanta por medio del siguiente pasaje de Marcos 16:15-16: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura.  El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado». (Mr 16:15-16). En respuesta tal vez es necesario reconocer que los versículos 9-20 de Marcos 16, no aparecen en textos y manuscritos más antiguos, y podrían ser una redacción «extracanónica», o posterior al canon. De cualquier manera, el texto es algo ambiguo porque dice que el que cree y es bautizado será salvo… Pero solo dice que el que no cree será condenado. El texto no dice el que no cree y no es bautizado será condenado. Entonces, no se puede argumentar conclusivamente en base a este texto, que el bautismo es necesario para salvación… Solamente se puede concluir que uno que cree para salvación toma el siguiente paso de obediencia en el bautismo. De hecho, no hay nada que podemos hacer para ser salvos, solo aceptar al Señor Jesús como salvador personal.

La expresión externa de nuestra decisión personal e interna es el bautismo Según Hebreos10, todo se cumplió en Cristo. La relación que tenemos con Él es semejante a la relación entre esposos y esposas. Cristo se entregó a la iglesia «para hacerla santa y la puri có, lavándola con agua por medio de la palabra». (Ef 5:26). El «bautismo» de sufrimiento que Él experimentó por nosotros fue el acto más grande que pudo haber demostrado. Servir al Señor es una relación de amor, de sacri cio uno por el otro. Nada hacemos por deber, sino por amor. Allí es donde encontramos la segunda ordenanza de la iglesia de Jesucristo.

¿Cuál crees que es el signi cado de la cena del Señor? LA CENA DEL SEÑOR

La Cena del Señor, también conocida como la Santa Cena o Santa Comunión, es la manera de mantener siempre en nuestra mente el sacri cio de Jesucristo por el mundo por medio de su muerte. Recordamos su muerte, pero nos identi camos con su resurrección, igual como en el bautismo (Rom 6:8). Para la mayoría de las iglesias cristianas, tanto la Cena del Señor como el bautismo en agua son actos simbólicos, representativos de algo interior en el espíritu. Para los judíos, la cena que celebraban para la Pascua (Cena de Pascua), era un recordatorio del rescate milagroso de su esclavitud en Egipto. Allí, tenían que untar la sangre de un cordero sacri cado sobre los postes y el dintel de la puerta, y entonces comer la carne del cordero (Ex 12). Esta era la cena que el Señor celebraba junto con sus discípulos el jueves en la noche, antes de su juicio y muerte el siguiente día. Él sabía que iba a ser el cordero sacri cado, a pesar de que ellos todavía no entendían las implicaciones del mensaje (Lc 18:34, Jn 16:17-18). Obviamente, recordaban el simbolismo de la liberación del cautiverio en Egipto, porque en cada cena se repetía la historia. Pero la mención de una traición debería haberles conmovido a todos. En su relato de la Cena, Juan concluye con la oración de Jesús por los discípulos. Aquí, aun antes de la «gran comisión» en Mateo 28, Jesús los

está enviando al mundo. Para Jesús, la Cena representaba algo más. Jesús enfatiza en su oración al Padre, la importancia de ser uno. Igual como Él y el Padre son uno, su gran deseo es que ellos sean uno, porque de esa manera alcanzan la perfección y, además, es la manera en que el mundo reconoce que Jesús es el Mesías enviado por Dios. En efecto, fue una respuesta a esa oración el hecho de que, al esperar la promesa del bautismo en el Espíritu Santo, los hombres y las mujeres en el Aposento Alto estuvieran orando juntos, en una demostración de unidad. Tenían un mismo sentir, un enfoque, una esperanza, y es en ese espíritu comunitario que Dios obra a través de su pueblo. Ciertamente Dios usa individuos como Pedro para predicar, pero es necesario y determinante el esfuerzo humano de unidad en el cuerpo de Cristo. Fue esta misma unidad que llevó a «todos juntos para compartir unos con otros predicación de Pedro resultó en tres mil creyentes «todos los días se reunían en

los que habían creído» a estar según había necesidad. La convertidos, pero los nuevos

el templo y en los hogares, compartían los alimentos con regocijo y sencillez de corazón y alababan a Dios. Todo el mundo simpatizaba con ellos y todos los días el Señor añadía a la comunidad a los que habían de ser salvos». (Hch 2:46-47).

(EN LA CENA DEL SEÑOR RECORDAMOS SU MUERTE, PERO NOS IDENTIFICAMOS CON SU RESURECCIÓN)

¿Es la Cena del Señor solo un símbolo o una cena de verdad? ¿Qué nos debe recordar el momento de la celebración de la mesa del Señor? La Cena del Señor se había convertido en una práctica diaria de estar en comunión, de compartir la comida de una manera alegre y generosa. Para estos creyentes, no existía lo que nosotros hoy consideraríamos un rito en memoria de la muerte de Cristo. Ellos estaban celebrando la resurrección, no la muerte de Jesús. No tenemos mucha instrucción sobre la Cena del Señor como la celebraban en la iglesia primitiva, pero Pablo nos da una idea en su

primera carta a los Corintios.

«Cuando damos gracias por la copa de bendición, ¿no quiere decir que participamos de las bendiciones de la sangre de Cristo? Y cuando partimos el pan para comerlo juntos, ¿no entramos en comunión con el cuerpo de Cristo?  Por muchos que seamos, todos comemos del mismo pan, indicando que formamos parte de un solo cuerpo: el de Cristo». (1Co 10:16-17).

Pablo aquí no está hablando tanto de una ceremonia, aunque al parecer ya estaban celebrando la sangre y el cuerpo de Cristo, igual como se celebraba la liberación de Egipto en la cena de la Pascua. Al parecer, Pablo está empleando esta analogía para que huyeran de la idolatría, como lo había hecho el pueblo de Israel en el desierto de Sinaí. Pero como Jesús había enfatizado en su oración sacerdotal al nalizar la cena con sus discípulos, la unidad era el tema y el propósito supremo. Pablo escribe: «Por muchos que seamos… formamos parte de un solo cuerpo…». En el siguiente capítulo (1 Cor 11), vemos las citas y referencias que se emplean típicamente en las ceremonias de Santa Cena en las iglesias. Ya sea que se celebre una vez por mes, o cada domingo, el texto no da instrucciones especí cas, sino simplemente «cada vez que comen este pan y beben de esta copa…». (11:26). Lamentablemente, estos versículos, por más importantes que sean como una lectura para lo que celebramos hoy como la «Santa Cena», necesitan entenderse en el contexto de las divisiones que existían entre la iglesia en Corinto. En los versículos 20 y 21, Pablo comenta que cuando se reúnen no es para la «Cena del Señor», sino que cada uno «come su propia comida». Más adelante, Pablo escribe que los que comen o beben de manera indigna la Cena, pueden ser culpables de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor. Pablo exhorta que cada uno debe examinarse antes de comer el pan y beber la copa. Muchos podrían pensar que él está hablando de ver si existe algún pecado en particular en nuestra vida, y de que, si no nos hemos arrepentido de ellas, sería mejor no participar. Sin embargo, posiblemente Pablo se está re riendo al pecado de división en el cuerpo, el pecado de

no tomar en cuenta a otros al adelantarnos en la comida y dejar a otros con hambre. Leyendo todo el pasaje en su contexto, el pecado a que Pablo se re ere es el de no discernir el cuerpo (v.29), una referencia muy probablemente, no al cuerpo de Cristo, sino a los miembros que conforman el cuerpo de Cristo: «Todos ustedes forman el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro necesario de ese cuerpo». (1 Cor 12:27). En su carta a los Efesios, Pablo enfatiza el tema de la unidad, y es por la falta de ese espíritu de unidad que contribuye a la edi cación mutua, que agraviamos al Espíritu Santo de Dios (Ef 4:30).

(DISCENIR EL CUERPO DE CRISTO TIENE QUE VER CON ACEPTAR A LOS MIEMBROS QUE CONFORMAN EL CUERPO DE CRISTO) EN ESPÍRITU Y EN VERDAD

En la iglesia encontramos diferentes interpretaciones de temas como los del bautismo y la Cena del Señor. Lamentablemente, en la historia se han visto grandes divisiones en el cuerpo de Cristo por causa de estas diferencias, las cuales seguramente agravian a Dios más que cualquier otra cosa. Pero esto no fue nada nuevo. Los fariseos y los saduceos en el tiempo de Jesús en la tierra, eran reconocidos por su mucho conocimiento de la Ley, pero también por causa de sus debates sobre doctrinas y maneras de adorar. En su carta a los Filipenses, Pablo explica cómo había dejado todo motivo de con anza en sí mismo como fariseo, por conocer a Cristo. Para él, ya no era cumplir con todos los detalles de la Ley. Para él, no eran los rituales, ni su propia justicia procedente de la Ley. Para él, lo único de valor era conocer a Cristo, para «experimentar el poder que se manifestó en su resurrección… y llegar a ser semejante a él en su muerte» (Fil 4:10 NVI). El bautismo en agua y la Cena del Señor, son las expresiones de ese deseo de unidad que se pone de mani esto en la teología y las enseñanzas de Pablo.

Para nosotros, Jesús dejó solamente estas instrucciones en cuanto a dónde adorar y cómo adorar a Dios, en Juan 4. En respuesta a la pregunta de la mujer samaritana, el Señor dijo:

Créeme, mujer, que ya está cerca la hora en que ustedes no adorarán al Padre ni en este monte ni en Jerusalén.  Ustedes adoran lo que no conocen, pero nosotros adoramos lo que conocemos, pues la salvación viene de los judíos.  Pero la hora se acerca, y ya está aquí, cuando los que verdaderamente adoran al Padre lo harán guiados por el Espíritu y en forma verdadera, porque el Padre así quiere que sean los que lo adoren.  Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo guiados por el Espíritu y en forma verdadera. (Jn 4:21-24). Después de esta aclaración profética, los discípulos de Jesús le pidieron que comiera algo, pero él respondió: «Yo tengo una comida que ustedes no

conocen. … Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar el trabajo que me dio». (Juan 4:32,34). Su obediencia al Padre, simbolizada en su bautismo, se cumplió en su muerte en la cruz. Ahora, Él pide nuestra obediencia en cumplir con la voluntad de Dios y terminar su obra… «hacerlo guiados por el Espíritu y en forma verdadera».

¿Qué es lo importante, lo vital, el símbolo o lo que signi can? ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

El bautismo y la mesa del Señor nos recuerdan los mandatos misionales de nuestro señor Jesús. En ellos se condensan enseñanzas importantísimas de Jesús, y nos recuerdan su forma de actuar, y también, su vida, muerte y resurrección. Son parábolas preciosas que evocan importantes conceptos, como: nuevo nacimiento, pureza, transformación, perdón incondicional, aceptación del prójimo (o discernir el cuerpo de Cristo). La sencillez y teología de Jesús queda re ejada en estas dos costumbres, que nos ayudan a anclar y no distorsionar el propósito de la iglesia, proclamar la buena noticia del perdón de Dios y su salvación (y el bautismo), y la realidad de un nuevo pueblo, una familia que en torno a la mesa de Jesús puede disfrutar de su invitación, vivir en comunidad, alimentarse «de Él», perdonarse unos a otros, y hacer memoria del suceso

histórico de la salvación, actualizando constantemente su mensaje en nuestro hoy y nuestro aquí. Es casi un Credo hecho acción. EL ESCÉPTICO

¿Es necesario bautizarme para ser salvo? ¿Por qué? No. Recordemos al que estuvo cruci cado junto a Jesús. No tuvo la oportunidad de bautizarse, pero Jesús le dijo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». El bautismo es una señal externa, un símbolo, que tiene mucha importancia, es un momento importante en la vida del creyente, un acto de obediencia, pero no debe convertirse en un ritual mágico. El bautismo no salva, solo Cristo salva. Pero el bautismo es la consecuencia natural de reconocer a Jesús como Señor y Salvador. El Señor nos dio el ejemplo, por esa razón nos bautizamos como obediencia a Dios y como señal de arrepentimiento. Porque el Señor sabe que los símbolos son importantes para el ser humano, somos seres simbólicos: nos ponemos anillos cuando nos casamos, nos dan una copa o una medalla cuando terminamos una maratón, o nos dan un diploma si terminamos una carrera universitaria. El diploma no es necesario para terminar la carrera profesional. Pero cuando terminas la universidad, si apruebas, te dan el diploma. El bautismo no es necesario para ser salvo, pero si eres salvo, te bautizas. RESUMEN

Baptizo signi ca inmersión y tiene unas connotaciones muy ricas cuando estudiamos el contexto bíblico del Nuevo Testamento. El bautismo es empaparnos de Cristo, sumergirnos en Él, y Cristo llega e inunda nuestras vidas: Cristo en nosotros y nosotros en Cristo. Nos bautizamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es decir, nos sumergimos recordando la naturaleza extraordinaria de Dios, y nos empapamos de ese amor que se ha dado por la eternidad, en la que Dios nos invita a participar.

La mesa del Señor es la manera de mantener siempre en nuestra mente el sacri cio de Jesucristo por el mundo por medio de su muerte y para identi carnos con su resurrección. Hay una conexión profunda entre la Pascua y la Cena del Señor. En la Cena del Señor, al examinarnos, debemos sobre todo tener en cuenta discernir el cuerpo, es decir, reconocer al prójimo, cuidar de él, trabajar por la unidad y no ser egoístas. El bautismo y la mesa del Señor nos recuerdan los mandatos misionales de nuestro señor Jesús. DIÁLOGOS

¿Podrías explicar con tus palabras qué es el bautismo? ¿Podrías explicar con tus palabras qué es la Cena del Señor? ¿Qué signi ca, de manera práctica, no discernir el cuerpo? Si estás bautizado, ¿qué ha signi cado para ti esta decisión? ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué importancia tienen estos símbolos para la iglesia hoy? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Banks, Robert. La idea de comunidad de Pablo. Editorial CLIE. Viladecavalls, España. 2011. - Jeremias, Joachim. La última Cena. Ediciones Cristiandad. Madrid, España. 1980. - Bonhoeffer, Dietrich. Vida en comunidad. Ediciones Sígueme. Salamanca, España. 2003.

10. SER HUMANO. IMAGO DEI «…que por nosotros los hombres …se encarnó … se hizo hombre; … Señor y dador de vida…» INTRODUCCIÓN

Dios nos ha creado. Él es nuestro origen, nuestro génesis. Nos ha hecho a su imagen y eso tiene consecuencias muy relevantes para nosotros hoy. La imagen de Dios en nosotros es la base de la dignidad humana, de cada ser humano, sea cual sea su condición, su raza, clase social, edad o sexo, o estado de salud, física o mental. Su imagen está en cada uno de nosotros. Pero en el camino de la vida, la imagen divina se ha distorsionado en las personas, se ha roto, a causa del pecado. Dios quiere hacernos de nuevo humanos, verdaderos humanos, a su imagen y semejanza, es decir, como Jesús. Esta doctrina fundamental de «imago Dei», es la base para los derechos humanos y para muchas de las revoluciones morales y sociales que han hecho bien a la humanidad. El pecado, sin embargo, ha herido profundamente este diseño divino y humano para nosotros. Porque hemos sido creados para tener comunión con Dios; sin esa comunión no somos enteramente humanos. Hemos nacido para ser llenos de Él, depender de Él, y no comer «del árbol del conocimiento del bien y del mal», que nos pierde y nos deshumaniza, sino alimentarnos del árbol de la vida, de Jesús, y ser así completamente humanos. LECCIÓN TEOLÓGICA

En la historia de la humanidad, siempre ha habido personas que no han creído en Dios, o si lo han hecho, han creído en un Dios que no se relaciona con su creación. La publicación de El origen de las especies de Charles Darwin en el 1859 dio mayor ímpetu a los ateos en sus ataques contra la historia bíblica de la creación, especialmente entre los cientí cos. A pesar de que la posición evolucionista presentada en aquel libro, sigue siendo denominada como teoría, ha llegado a ser para la gran

mayoría de los profesores universitarios una verdad, una realidad que refuta completamente el relato de la creación. Sin embargo, la gran maravilla de la creación ha llevado a más y más cientí cos a reconocer la posibilidad de una tercera opción para intentar comprender el origen del mundo y el universo: un diseño inteligente. Todo debate comienza con creer o no en el relato bíblico. El cristiano no considera la Biblia como un libro cientí co, y enfatiza que su relación con Dios es un acto de fe. Entonces, para el cristiano, lo que no sabemos acerca de Dios, y de cómo creó el mundo y todo lo que está en él, no debería afectar lo que sí sabemos de Él. El hecho es que vivimos en un mundo tan maravilloso, que se requeriría más fe para creer que todo a nuestro alrededor vino de la nada, que para creer en un Dios creador.

¿Qué consecuencias tiene creer que venimos de la nada? ¿Qué consecuencias tiene creer que Dios nos ha creado? (SE REQUIERE MÁS FE PARA CREER QUE TODO VINO DE LA NADA, QUE PARA CREER EN UN DIOS CREADOR.) LA IMAGEN DE DIOS

Leer que el hombre y la mujer fueron creados a la imagen de Dios, es intrigante, porque, como dijo Juan el Bautista, «a Dios nadie lo ha visto nunca». Sin embargo, y gracias a Dios, «el Hijo único, que es Dios mismo y

siempre está en unión con el Padre, nos ha enseñado cómo es, para que así lo podamos conocer». (Jn 1:18). Al considerar el tema de la creación,

tenemos que entender que el Jesucristo que aceptamos como Salvador y Señor de nuestra vida, no está solamente presente, sino también estuvo intrínsecamente involucrado desde el principio en la creación de todo lo que existe. Jesús no solamente «estaba con Dios», también «es Dios». ¡En Él vemos la imagen de Dios! La imagen de Dios se revela también en la persona del Espíritu Santo. En el segundo versículo de Génesis, leemos que «el Espíritu de Dios se movía sobre la super cie de la tierra». De esta manera, muchos cristianos ven a

las tres personas de la Trinidad obrando juntos, pero separados, en la creación. En las palabras «hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, a nuestra semejanza» (Génesis 1:26), podemos ver algo de la imagen de Dios. Sin embargo, el hacerlo Dios a nuestra imagen es una tentación tan grande que encontramos entre los diez mandamientos lo siguiente: «No te

harás ídolos ni imágenes de nada que esté en el cielo, en la tierra o en lo profundo del mar». (Ex 20:4). Lo primero que sabemos de Dios, entonces, es que «la imagen de Dios» se revela en diferentes dimensiones, pero no necesariamente como pensamos o queremos. Jesús dijo que «…sólo el Padre conoce al Hijo y sólo

el Hijo conoce al Padre, y también aquellos a quienes el Hijo se lo revela». (Mt 11:27). Conocer a Dios es tener una revelación acerca de quién es Él, de su imagen

DIOS, EL CREADOR

Típicamente cuando se nos presenta a alguien, queremos saber de dónde viene, o en qué trabaja. Y lo primero que sabemos de Dios, es que su trabajo involucraba su creatividad. Con solo pronunciar la palabra, las cosas fueron creadas. La fe del centurión romano le permitió decirle a Jesús: «con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo». Con dos palabras, Jesús calmó la tempestad. Pero más que eso, Jesús mismo era el «logos», o sea la palabra encarnada o el Verbo de Dios. JESÚS ES LA PALABRA ENCARNADA DE DIOS

Tal vez lo que separa a la humanidad de toda otra obra de la creación fue su capacidad de crear. Lo vemos primero en la responsabilidad que Dios les dio a Adán para dar nombres a todo lo que había sido creado. Más tarde, vemos su iniciativa en crear ropa para cubrir su desnudez. Al ver la torre de Babel que se estaba construyendo, Dios dijo: «Esto lo pueden hacer porque

forman un solo pueblo y hablan el mismo idioma. Esa torre es sólo la primera de muchas otras obras que harán. ¡Todo lo que se propongan hacer lo harán y nadie podrá detenerlos!». (Génesis 11:26). A pesar de haber sido creado a la imagen de Dios, la tentación de ser como Dios es algo que va en contra de su voluntad. El profeta Isaías escribió estas palabras en referencia a Dios: «Yo soy el  Señor! Ese es mi

nombre y no daré a ningún otro mi gloria, no compartiré mi alabanza con ídolos tallados». (42:8). El mismo aspecto de su imagen que nos dio de su creatividad, tiene que ser empleado solo para su gloria, no la nuestra.

Otra muestra de la importancia teológica en el relato de la creación fue la capacidad divina de evaluar lo que era bueno. Para determinar que algo es bueno, debe existir la posibilidad de lo opuesto, de que algo no sea bueno, como en el principio cuando todo era caos y tinieblas. Lo primero que Dios hizo fue dar luz para distinguir entre lo bueno y lo malo. Cuando Cristo vino al mundo, Él expresó que Él era «la luz del mundo». Seguirle a Él, signi caba que ya no más andarían en tinieblas, sino que «tendrían la luz de la vida». Adán y Eva no conocían tinieblas hasta que entró el pecado en sus vidas, y en la Biblia el pecado está siempre asociado con la oscuridad, o las tinieblas. Ser creados a la imagen de Dios, entonces, incluía la habilidad de reconocer la diferencia entre el bien y el mal. Ellos tenían instrucciones claras, pero la tentación fue muy grande. Sin embargo, esa misma tentación revela que Dios los había creado con una habilidad que ninguno de los animales tenía: conciencia, y libre albedrío. Si no hubieran sido así, en realidad no hubiesen sido creados en la imagen de Dios. Aun siendo por naturaleza Dios, Jesucristo tomó la decisión de ser hombre, y más que eso, voluntariamente tomo la naturaleza de un siervo (Fil 2:6-7). Así como Dios pudo mirar y ver que era bueno, Eva miro a la fruta y vio que era «buena para comer». Pero lo que no entendió fue que todo lo que Dios creó fue con orden. «En el principio… la tierra era un caos total». (Génesis 1:1-2). Dios estableció orden y, por cierto, entregó al ser humano la responsabilidad de cuidar todo lo que había sido creado. Una última consideración sobre la imagen de Dios es el tema de género. La realidad es que la creación de Dios no fue completa hasta que hizo la mujer. La «imagen de Dios» incluía ambos sexos. Sin embargo, el debate sobre la masculinidad o la feminidad de Dios, es irrelevante en el sentido que el propósito de Dios era que el hombre y la mujer llegasen a ser «un solo ser». Pablo habla del misterio profundo en que los dos, es decir, esposo y esposa, llegaran a ser un solo cuerpo, lo que simboliza la relación entre Cristo y la iglesia (Ef 5).

Varón y hembra los creó, a imagen de dios los creó: el pecado distorsiona la imagen de Dios Ha sido muy fácil en la historia culpar a Eva por ser la primera en caer en la tentación, y así ser la más culpable de los dos. Pero la serpiente astuta tuvo una buena estrategia. En la historia de la creación Dios aparentemente le había dado instrucciones con respecto al árbol del conocimiento del bien y del mal a Adán, antes de formar a Eva. Podríamos pensar, entonces, que Eva tenía su información de segunda mano y la serpiente se aprovechó de eso, y le dijo a Eva: «¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?» Esto no fue lo que Dios había dicho, por lo que Eva responde que sí pueden comer, pero que no pueden tocar ni comer del árbol prohibido. Curiosamente, ella añade una prohibición, la de no tocar, una prohibición que no se había mencionado a Adán. Entonces la serpiente presenta el enganche: «¡No es cierto, no van a morir!». Lo que dijo la serpiente, en realidad, no era una mentira absoluta; le dijo que, si comían, se les iban a abrir los ojos y llegarían a ser como Dios, conocedores del bien y del mal. Y, por cierto, al comer se les abrieron los ojos y por primera vez vieron su desnudez. ¿Ser como Dios? ¿No es que habían sido creados a la imagen de Dios? Sí, todo lo que Dios hizo es bueno, incluso los cuerpos humanos son buenos, pero todo tiene que ser visto con la perspectiva de Dios. Lo que es bueno, fuera de la voluntad de Dios y en el intento de «ser como Dios», resulta en pecado y separación de Él. Hasta este momento, Adán y Eva solo conocían el bien, pero en un instante, todo cambió para ellos. Al ver su desnudez, intentaron cubrirse con las hojas de higuera, y desde entonces hombres y mujeres han hecho grandes esfuerzos para encubrir sus pecados, o por lo menos para no reconocerlos como tal. Pero, así como la hoja se gasta, en estos casos siempre es necesario seguir buscando otras formas de cubrirse o justi carse. De manera tal vez profética, Dios mismo les hizo ropas de pieles, ropa que dura toda la vida si se cuida. Algún animal fue sacri cado para obtener esas pieles, y un día futuro, el propio hijo de Dios sería el sacri cio una vez para siempre.

La historia del Edén es nuestra historia. ¿En qué te sientes identi cado en esta historia? LA CONCIENCIA DEL SER HUMANO

Con la entrada del pecado, el ser humano por naturaleza tiene un concepto de lo que es bueno y lo que es malo. Obviamente, la imagen de Dios está íntimamente relacionada a la santidad. En su carta a los Romanos, Pablo escribe sobre la conducta de los seres humanos: «Lo que se puede conocer de Dios, ellos lo conocen, pues Dios mismo se

los ha revelado.  Desde que el mundo fue creado, la humanidad ha contemplado toda la creación que le muestra el eterno poder de Dios y el hecho de que él es verdaderamente Dios. Así, lo invisible de Dios se deja ver por medio de la creación visible, por lo que nadie podrá excusarse diciendo que no sabía si Dios existía o no. Sin embargo, aunque lo sabían muy bien, no quisieron ni adorar a Dios ni darle gracias. Al contrario, se pusieron a concebir ideas estúpidas y, en consecuencia, sus necios entendimientos se oscurecieron.  Al creerse sabios, se volvieron aún más necios. Luego, representaron la gloria del Dios inmortal con imágenes de pájaros, de animales que andan en cuatro patas, de reptiles y de simples humanos mortales». (Rom 1:1921).

Todo lo que se podía saber de Dios era «evidente», pero no reconocer y glori car a Dios llevó a la humanidad a cambiar la imagen de Dios de tal forma que, no solamente aceptaron los pecados que practicaban, sino que también los que no participaban aprobaron las acciones de otros como normal. Pablo sigue con la siguiente observación: «Ellos muestran que la

ley de Dios está escrita dentro de ellos mismos; su conciencia los acusa a veces, y a veces los excusa». (Rom 2:15).

La transformación de un ser creado a la imagen de Dios, que necesita restaurar esa imagen por causa del pecado, requiere de una conciencia limpia. La importancia de esto es enfatizada tanto por Pablo como por Pedro:

«Deben guardar, con conciencia limpia, las grandes verdades de la fe» (1 Tim 3:9). «…siempre doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia limpia como lo hicieron mis antepasados» (2 Tim 1:3 NVI). «El bautismo no es para limpiar nuestro cuerpo, sino para comprometernos con Dios a tener una buena conciencia. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo». (1 P 3:21). El autor de la Carta a los Hebreos, también a rma: «…acerquémonos a

Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, ya que en nuestro interior hemos sido puri cados de una mala conciencia y exteriormente hemos sido lavados con agua pura». (Heb 10:22). Al nal, el propósito de todo ministerio deber ser «que el amor proceda de un corazón limpio, de una conciencia buena y de una fe sincera». (1 Tim 1:5 NVI).

(LA TRANSFORMACIÓN DE UN SER CREADO A LA IMAGEN DE DIOS, REQUIERE DE UNA CONCIENCIA LIMPIA) EL CORAZÓN HUMANO Y EL CORAZÓN DIVINO

El personaje en la Biblia que más ejempli ca lo que signi ca ser un varón conforme al corazón de Dios, es David. (1 Sam 13:14). Obviamente el famoso rey de Israel no era perfecto, pero posiblemente desde temprana edad sabía lo que signi caba ser el menor de muchos hermanos, además de servir donde otros no querrían hacerlo. Jesús, como el hijo de Dios, expresó que el que quiere ser grande en el reino de Dios, deberá ser servidor. Hubo muchos ejemplos en la vida y ministerio del Señor en la tierra donde demostró su espíritu de servir, aun conociendo quién Él era y la autoridad que tenía. La humildad es parte de servir, como Jesús se humilló al lavar los pies de sus discípulos. Siendo Él mismo Dios, Jesús se humilló, diciendo que el que quiere ser grande en el Reino, debe saber servir a otros.

David, antes de llegar a ser rey, aprendió lo que signi caba servir. David nunca buscó una posición, y aun cuando fue ungido como rey, respetó «al ungido de Dios», Saúl. En su Sermón del Monte, Jesús resalta que los de limpio corazón son dichosos, bienaventurados, porque verán a Dios. En el mismo sermón, Jesús explica que donde está el tesoro de uno, allí estará su corazón. En los Salmos, se muestra una y otra vez, dónde está el verdadero tesoro, en la adoración de Dios, en la meditación de la palabra de Dios. Pero a la luz de esa palabra, que representa la Ley de Dios, David reconoció su pecado y su maldad:

«Ten compasión de mí, Dios, conforme a tu gran amor. Conforme a tu piedad, borra mis pecados. Lávame de toda mi culpa y límpiame de mi pecado.  Porque yo reconozco mi vergonzosa acción; día y noche me persigue. Es contra ti, sólo contra ti, que he pecado, y he hecho lo malo ante tus ojos. Tu sentencia contra mí es justa y tu juicio irreprochable. Porque yo nací pecador; sí, lo soy desde el momento que mi madre me concibió. Tú amas la verdad en lo íntimo, y me enseñas a ser sabio en lo más profundo de mí ser.   Purifícame con hisopo, y volveré a ser puro. Lávame, y seré más blanco que la nieve.  Devuélveme mi gozo y alegría; me has quebrantado, ahora déjame gozarme. Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda mi maldad. Crea en mí un corazón limpio, Dios, y renueva la rectitud de mi espíritu.    No me arrojes de tu presencia. No quites de mí tu santo Espíritu.    Devuélveme el gozo de tu salvación y dame anhelo de obedecerte. … Lo que quieres es un espíritu quebrantado. Al corazón quebrantado y contrito, Dios, no lo despreciarás tú». (Sal 51.1-12, 17). La palabra crea en este pasaje largo, pero importante en su contexto completo, es la palabra hebrea bara, que signi ca crear algo de nada, no de tomar algo que existe y transformarla. David entendía que era un nuevo corazón lo que necesitaba, no uno mejorado.

En su ministerio, Jesús frecuentemente hablaba del corazón del ser humano, y al aceptarlo a Él como nuestro salvador, recibimos un nuevo corazón en lo que Él mismo describía, como «nacer de nuevo». Él le dijo a Nicodemo una noche: «Te aseguro que si una persona no nace de nuevo no

podrá ver el reino de Dios…Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios». (Jn 3:3,5).

(DAVID ENTENDÍA QUE ERA UN NUEVO CORAZÓN LO QUE NECESITABA, NO UNO MEJORADO.) Jesús también enseñó que podemos tener su corazón: «Lleven mi yugo y

aprendan de mí, que soy manso y de corazón humilde. Así hallarán descanso para el alma». (Mt 11:29). Muchos no pudieron entender su mensaje,

precisamente porque tenían corazones que se habían «vuelto insensibles», y por causa de eso se les habían embotado los oídos y cerrado los ojos. Era necesario que vieran con los ojos, y escucharan con los oídos, pero, sobre todo, que entendieran con el corazón, para que se convirtieran y Él los sanase. (Mt 13:15). Es posible tener solo la apariencia de piedad. Jesús dijo: «Este pueblo de labios me honra, pero lejos está de amarme de corazón». (Mt 15:8).

Si estamos hechos a la imagen de Dios, ¿por qué necesitamos que Dios nos dé un nuevo corazón, y ser transformados? Pablo también entendió la importancia del corazón al escribir lo siguiente en su carta a los Efesios: «Pido también que ilumine sus

corazones para que sepan cuál es la esperanza a la que los llamó y qué enorme es la riqueza de la herencia que él ha dado a los que son suyos». (1:18).

Cuando el fariseo le preguntó a Jesús cuál era el mandamiento más importante de la Ley, Jesús respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». (Mt 22:37). Ser un hombre o mujer conforme al corazón de Dios, entonces, es tener un corazón inclinado hacia Dios, en servicio, en adoración. Ahora, tener un corazón así no es su ciente; también es necesario tener la mente de Cristo. LA MENTE HUMANA Y LA MENTE DIVINA

Pablo escribe en varios lugares de sus epístolas acerca de la manera correcta de pensar. Obviamente, tener la mente de Cristo, como lo describe en Filipenses 2, es clave. Jesús no busco el «ser igual a Dios como algo a qué aferrarse». Voluntariamente tomo la forma de siervo, se manifestó como ser humano, y se humilló…. ¡hasta la muerte! En Romanos 12, Pablo ruega que los hermanos cambien su manera de pensar, igual como Jesús en Mateo 6 enseña sobre cambiar la manera de pensar acerca de las leyes de Dios. Esta renovación de la mente, emplea la palabra griega metamorphose, de donde viene la palabra metamorfosis… ¡Es un tipo de transformación como el que le ocurre a la oruga cuando pasa a ser mariposa! Este proceso no solamente es la manera de comprobar la voluntad de Dios, sino que es también la manera en que jamos nuestra mente en los deseos del Espíritu (Rom 8:5). Tal vez en lo natural no sea posible tener la mente de Cristo, ya que a los mismos discípulos de Jesús les costó entender. Sin embargo, por medio del Espíritu Santo ellos llegaron a entender. Una vez más, vemos a Pablo escribiendo sobre esto en 1 Corintios:

«Nadie sabe con exactitud lo que otro está pensando, excepto el espíritu de esa persona. Así, nadie conoce lo que piensa Dios, excepto el Espíritu de Dios.  Y Dios nos ha dado su Espíritu, no el espíritu del mundo, para que entendamos lo que, por su gracia, Dios nos ha concedido. Y esto es precisamente de lo que hablamos, usando las palabras que enseña el Espíritu, no las palabras que enseña la sabiduría humana. Así, expresamos verdades del Espíritu con palabras del Espíritu.   El que no tiene el Espíritu no puede aceptar lo que viene del Espíritu de Dios, pues le parece una locura. No lo puede entender, porque hay que discernirlo con la ayuda del Espíritu. Por el contrario, el que tiene el Espíritu lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, pues  ‘¿Quién ha conocido la mente del Señor? ¿Quién podrá enseñarle?’. En cambio, nosotros tenemos la mente de Cristo». (1 Cor 2:11-16).

Así como el corazón que agrada a Dios nos conduce a una mente renovada, una mente renovada nos abre la puerta al Espíritu de Dios.

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(EL CORAZÓN QUE AGRADA A DIOS CONDUCE A UNA MENTE RENOVADA) EL ESPÍRITU DEL SER HUMANO Y EL ESPÍRITU DE DIOS

El capítulo 8 de Romanos, es el magnum opus sobre la vida en el Espíritu. Vivimos según el Espíritu, cuando el Espíritu de Dios vive en nosotros. El apóstol Pablo a rma, que «no es cristiano quien no tenga el Espíritu de Cristo.» (Rom 8:9). Los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, y es el Espíritu que nos garantiza con un sello que somos su propiedad y pone su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas y nos garantiza nuestra herencia y redención como «pueblo adquirido por Dios» (Ef 1:14). EL CUERPO HUMANO Y EL CUERPO DE DIOS

Ser creado a la imagen de Dios, entonces, implica orden, claridad (o luz) y creatividad. Después del pecado, el propósito de Dios ha sido restaurar al ser humano a su imagen. Por medio de Cristo, hemos recibido el sacri cio necesario. Hemos visto que la transformación de la conciencia, el corazón y la mente del ser humano es importante en este proceso. Esta transformación será completa, de acuerdo con las enseñanzas apostólicas, un día cuando el Señor regrese por su pueblo, y ese momento

«ocurrirá en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta nal. Cuando esa trompeta suene, los que hayan muerto resucitarán con cuerpos nuevos que jamás morirán; y los que estemos vivos seremos transformados». (1 Cor 15:52).

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

El concepto de imago dei es central en la teología. El ser humano solo puede tener valor objetivo si ha sido creado por Dios. Si venimos de la nada, en realidad no valemos nada, solo somos el resultado de azar más tiempo, y a pesar del sinsentido que eso supone, creerlo quita todo valor objetivo a la vida humana. Es imposible vivir coherentemente con esa cosmovisión.

En cambio, ser hechos a imagen de Dios supone dignidad. A pesar de la ruptura que el pecado ha impuesto, y a pesar del alejamiento que ha generado entre nosotros y Dios, seguimos siendo amados por Él, y aunque indignos, como el hijo pródigo, tenemos en algún sentido, su ADN, aunque estemos perdidos y enfermos. El abrazo del padre aún nos puede sanar. Esta idea nos recuerda, entonces, cosas importantísimas: que pertenecemos a Dios, que podemos seguir el ejemplo de Jesús, porque Él es la imagen perfecta del Dios invisible; también aprendemos que solo podemos experimentar la humanidad total cuando nos relacionamos adecuadamente con Dios, pero que el ser humano tiene valor, y su imagen es universal en la humanidad.

(EL CONCEPTO TEOLÓGICO DE IMAGO DEI ES LA BASE DE LA DIGNIDAD HUMANA.) EL ESCÉPTICO

¿Entonces no somos humanos si no conocemos a Dios? ¿Quieres decir que valemos menos si no somos creyentes? En absoluto. El imago dei es un concepto universal, y da valor a todo ser humano. Por otro lado, conocer a Dios, nos permite conocernos a nosotros mismos. Creemos que hemos sido creados por Dios y para Dios, y que solo a través de Él entendemos qué es ser verdaderamente humanos, y dónde basamos nuestra humanidad. Prescindir de este concepto supone un desafío muy grande para la moral, y para la antropología, que no encuentra un ancla segura desde la que pueda darle más valor al ser humano que a otro animal, por ejemplo. En cambio, la antropología bíblica, propuesta en Génesis 1 y 2, explica los derechos y las responsabilidades humanas y también su propósito; le da poder al ser humano y le explica su lugar en el plan de Dios. Y aunque no tengas esta fe, la imago dei es una gracia común, para todos. Aunque no lo quieras, este concepto te de ne y determina quién eres y cuál es tu responsabilidad.

RESUMEN

El concepto teológico de imago dei es la base de la dignidad humana. El pecado nos deshumaniza. Jesús es la palabra encarnada de Dios. Es el humano más humano de la historia. Solo a través de Él podemos restaurar nuestra humanidad. Relacionarnos con Dios nos hace completamente humanos. Esa es su intención. Él nos creó a su imagen: varón y hembra los creó a imagen de Dios los creó. Aun así, debemos cambiar nuestro corazón, nuestra forma de pensar, porque hemos sido profundamente afectados, rotos, por el pecado. DIÁLOGOS

¿En qué sentido el ser humano es imagen de Dios? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias tiene este concepto en cuanto a cómo nos relacionamos con los demás? ¿Qué valor les damos? ¿Cómo ha afectado el pecado a la imagen de Dios en nosotros? ¿Qué es lo que te ha parecido más interesante de esta lección? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Macaulay, Ronald; Barrs, Jerram. El ser humano. Publicaciones Andamio. Barcelona, España. 2012. - Warren, Rick. Una vida con propósito. Editorial Vida. Miami, Florida. 2003.

11. RESURRECCIÓN «…por nuestra causa fue cruci cado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras y subió al cielo; …Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén». INTRODUCCIÓN

Sin la resurrección de Jesús, la muerte tiene la última palabra y no hay esperanza para absolutamente nadie. Su resurrección fue la chispa que inició el movimiento de esperanza del mundo: la iglesia. Todo se desmonta o se sostiene de acuerdo a lo que pensemos acerca de la resurrección.

Si declaras con tu boca que Jesús es el Señor y crees de corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, Dios te salvará». (Romanos 10:9). «

Por eso, en esta lección estudiaremos el tema de la resurrección durante el ministerio de Jesús; observaremos cómo la resurrección ocurrió y re exionaremos acerca de sus consecuencias para nosotros hoy. Porque si creemos en Él, no nos estamos muriendo, estamos resucitando. LECCIÓN TEOLÓGICA

Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén. La resurrección de Cristo es posiblemente un tema más importante para el cristiano que su muerte. Su sacri cio en la cruz fue ciertamente una necesaria expiación por nuestros pecados, pero su resurrección completó su misión. Hoy, esta es la celebración más importante en la iglesia cristiana, y en efecto, es la razón por la cual se celebran los cultos el primer día de la semana, el día en que Jesús resucitó. La muerte no era parte del plan de Dios en su creación. La muerte vino por causa del pecado de Adán y Eva. Fue el pecado que causó la muerte de Abel por la mano de su propio hermano. Y hoy día, el pecado sigue siendo la causa de gran parte de las muertes que no sean por causas naturales después de una larga vida.

(

(SI CREEMOS EN JESUCRISTO NO NOS ESTAMOS MURIENDO, ESTAMOS RESUCITANDO.) LA RESURRECCIÓN EN EL MINISTERIO DE CRISTO

El tema de la resurrección de los muertos era controversial en el tiempo de Cristo, en particular porque los saduceos no creían en la posibilidad de resurrección (Mateo 22:23). Algunos miembros de esta secta intentaron confundir el mensaje de Jesús con la pregunta sobre el problema de la mujer que había tenido siete esposos. Ellos preguntaron: «Dinos, ¿de cuál

de los hermanos será esposa cuando resuciten? ¡En vida lo fue de los siete!». (vv. 27-28). La respuesta de Jesús fue contundente. «Pues ustedes se equivocan por ignorar las Escrituras y el poder de Dios  —les dijo Jesús—.   En la resurrección no habrá matrimonios, porque todos serán como los ángeles del cielo.  Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no se han jado que las Escrituras dicen: ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob’? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos». (Mateo 22:29-32). En su respuesta, Jesús menciona dos cosas que los saduceos no conocen: las Escrituras y el poder de Dios. Uno o dos de estos elementos se pueden encontrar en todos los que atacan al cristianismo, a sus seguidores y aun a Dios mismo. La tentación de Jesús en el desierto fue a base de una distorsión de la verdad, de la Palabra misma de Dios. Por otro lado, Satanás sí reconocía el poder de Dios, pero de igual forma trató de distorsionarla para lograr sus propósitos.

«Dios no es Dios de muertos, sino de vivos». Por eso la resurrección de

Jesús fue central, no solo en su tiempo, sino hoy también, para entender toda la Palabra de Dios y su poder. Sabemos que Jesús era el verbo encarnado, y el poder de Dios era el suyo también. LOS PROPÓSITOS DE DIOS

En el ministerio de Jesús se relatan tres milagros de resurrección de los muertos. ¿Podría haber resucitado más, ya que hizo tantos milagros de

muchas diferentes cosas y en diferentes maneras? Claro que sí. Por cierto, sabemos que Juan concluye su Evangelio diciendo que «Jesús hizo muchas

otras señales milagrosas delante de sus discípulos que no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el

Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida». (Juan 20:30-31). Todos los milagros de Jesús tenían un propósito. No eran un n en sí mismo, ni mucho menos un tipo de mercadotecnia para atraer la atención de un público adormecido espiritualmente. Su propósito era mostrar que Él era el Cristo, el Mesías profetizado y para que creyeran en Él. Por cierto, había lugares en que los no pudo hacer milagros, no por falta de poder, sino por la incredulidad de la gente en esos lugares. También había muchos que, aun viendo los milagros, no quisieron creer. De los tres milagros de resurrección vemos que ninguno de ellos fue por intervención, o porque les pidieron. En el caso de Lázaro, sus hermanas lamentaron que Jesús no había llegado antes, porque sí creían que lo podría haber sanado. El otro aspecto en común de estos milagros fue la demostración de la compasión de Jesús.

(JESÚS VINO A ACABAR CON EL PECADO Y LA MUERTE.) LA COMPASIÓN DE JESÚS

Si lo consideras oportuno puedes trabajar uno de estos ejemplos de resurrección durante la sesión. El primer milagro de resurrección fue con el hijo de la viuda de Naín (Lucas 7). Jesús había nombrado a los doce apóstoles de entre sus discípulos, y había ministrado a las multitudes, sanando a muchos y enseñando a sus discípulos y al pueblo. Saliendo, fue a Capernaúm donde sanó al siervo que estaba a punto de morir. El centurión demostró su gran fe al decir que con solo la palabra de Jesús su siervo no moriría. ¿Pero cuántas personas tuvieron fe para pedirle que resucitara a un ser querido de la muerte?

Poco después de esa gran demostración de fe, camino a Naín, Jesús y sus discípulos se encontraron frente a un muerto que estaban llevando fuera de la ciudad. Era el hijo único de una viuda. Nadie le pidió ayuda a Jesús. Nadie le pidió oración, aun sabiendo el poder que tenía para sanar. Jesús simplemente le dice a la madre, «No llores», y fue y levantó al hombre muerto porque tenía compasión. Como resultado, el pueblo alabó a Dios y la fama de Jesús de divulgó. En su siguiente capítulo, el médico Lucas una vez más presenta a Jesús en una circunstancia de muerte. Esta vez era la hija de Jairo, jefe de la sinagoga había muerto. Igual que antes, Jesús dice «dejen de llorar», y a pesar de las burlas que le hacían, su compasión era extremadamente visible. La tercera resurrección de Jesús fue de su amigo Lázaro. No es posible saber por qué solamente Juan narra esta historia, pero es posible que fuera un re ejo de la intimidad que Juan tenía con Jesús. Tal vez por respeto a Juan, los otros evangelistas le permitieron a él contar esta historia. Lázaro y sus hermanas Marta y María, igual que Juan, tenían una relación muy cercana con Jesús. Sin embargo, cuando Jesús escuchó la noticia de la muerte de su amigo Lázaro, esperó unos días antes de responder. Tal como lo hizo con la hija de Jairo, al principio Jesús les dijo a sus discípulos que solo estaba durmiendo. Luego cambia, y les dice que Lázaro había muerto, pero que irían a verlo. A modo tal vez de ironía, Juan relata lo que Tomás dijo en respuesta: «Vayamos también nosotros, para morir con él». (Juan 11:16). ¡A esto lo dijo porque tendrían que regresar al mismo lugar donde poco tiempo antes habían intentado apedrear a Jesús! En sus primeros dos milagros de resucitación Jesús les dijo que no lloraran. Ahora en esta tercera ocasión con Lázaro, no vemos que Jesús les dijera que dejasen de llorar. Más bien, fue él mismo quien lloró. Con seguridad, con excepción de su oración al Padre en Getsemaní, ningún otro momento en los Evangelios nos presenta una mayor descripción de la humanidad de Dios.

En sus primeras dos resurrecciones, demuestra su compasión y su poder. En este tercer milagro, Jesús utiliza el momento con las hermanas de Lázaro para expresar la centralidad de quién era Él:

«Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;  y todo el que cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?». (Juan 11:2526).

Este fue momento de nitivo en el ministerio de Cristo. Lázaro había estado muerto ya por cuatro días. No era un caso de que posiblemente había muerto, y solamente estaba dormido. Lo sabemos porque ya su olor iba a ser feo. Jesús estaría en la tumba solo tres días, pero su poder sobre la muerte era total, y lo demostró con Lázaro en anticipación de su propia muerte. A pesar de estos tres milagros, los discípulos de Jesús no pudieron anticipar lo que estaba por acontecer. Habían visto el poder de Dios en Jesús, pero aún no entendían las Escrituras.

(JESÚS ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA) EL COMIENZO DEL FIN

Después de la resurrección de Lázaro, los jefes de los sacerdotes y fariseos se reunieron para ver qué iban a hacer con Jesús. Dijeron: «Entonces, los

jefes de los sacerdotes y los fariseos reunieron al Consejo. Y dijeron: ¿Qué vamos a hacer? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos, todos van a creer en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro lugar sagrado y hasta nuestra nación». (Juan 11:47-48). Es muy probable que no se estaban re riendo a las señales milagrosas en general, porque éstas ya habían sido mani estas. Más bien, la resurrección de Lázaro tenía que haber sido el tema que los llevó a considerar qué hacer con Jesús. Por n, pusieron la orden de que se denunciara a Jesús con el n de arrestarlo. En uno de esos momentos en que Dios habla a través de una persona, aunque ésta esté en su contra, Caifás, que era el sumo sacerdote de turno ese año1, dijo:

«‘¡Ustedes de verdad que no saben nada!  No entienden que es mejor que un solo hombre muera por el pueblo, y no que la nación entera sea destruida’. Pero él no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era el sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús moriría por la nación judía.  Y moriría no sólo por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que desde ese día tomaron la decisión de matarlo». (Juan 11:49-53). Jesús lo sabía y entendía, y por eso se quedó con sus discípulos en un lugar remoto cerca del desierto, en un pueblo llamado Efraín. No se sabe mucho de este lugar que estaba posiblemente cerca de Jericó y que también estaba cerca del río Jordán donde Jesús había comenzado su ministerio con su bautismo. De un bautismo en agua que representaba muerte y resurrección, ahora estaba por enfrentar una verdadera muerte y resurrección. LOS ÚLTIMOS DÍAS

La última cena de Jesús con sus discípulos está relatada por Juan en los capítulos 13 al 17 de su Evangelio. Pero antes de eso, faltaba escribir su capítulo 12, el relato del último ministerio en público antes del arresto de Jesús. En este capítulo hay tres escenas: 1. Con la unción de María, la hermana de Lázaro, comenzó la última semana en la vida de Jesús como Dios encarnado. El perfume llenó la casa entera con su fragrante aroma, y no por coincidencia, fue Judas Iscariote quien se opuso. Lo que antes había sido un olor malo de Lázaro el muerto, ahora, con Lázaro sentado a la mesa con Jesús, solo había fragancia. Y esa fragancia es algo que las personas que no están con Jesús no pueden apreciar. Al igual que los sacerdotes y los fariseos, Judas tenía que buscar algún pretexto para oponerse a alguien que querría demostrar amor y adoración al Señor de Señores. Con seguridad, María no había entendido lo que Jesús le había dicho a Judas. No podía apreciar lo que Jesús dijo, que ese perfume se había guardado para su sepultura. Sin embargo, María era a la que le gustaba sentarse a los pies de Jesús y escucharle. Lucas escribe lo que Jesús le había dicho a su hermana Marta: «Marta, Marta, te preocupas demasiado

por muchas cosas. Pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la va a quitar». (Lucas 10:41-42). En varias ocasiones Jesús dijo «Los que tienen oídos…» y en Apocalipsis 2:7 leemos esta promesa: «El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu

dice a las iglesias: Al que salga vencedor le daré a comer del fruto del árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios». El árbol de vida que Dios

había puesto en el jardín de Edén ahora está disponible a los que le escuchan. Escucharle a Él es lo mejor que podemos escoger, y es algo que nadie nos puede quitar. Esa declaración a Judas fue cierta hace dos mil años, y es cierto hoy. Lamentablemente, Judas no entendió, y perdió su vida. 2. El segundo evento del capítulo 12 fue la entrada triunfal. Los que salieron a su encuentro eran los que habían estado con Jesús cuando resucitó a Lázaro, junto con los que habían escuchado acerca de ese milagro especí camente. Resucitar a alguien de los muertos no era un milagro como cualquier otro, y en eso tenían razón los líderes religiosos. 3. En el tercer relato, vemos un momento único, unos griegos se acercaron a Felipe diciendo que querían ver a Jesús. No sabemos si lo llegaron a ver, pero cuando le dieron las noticias a Jesús, él responde inmediatamente:

«Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glori cado.    Es verdad que si un grano de trigo cae en tierra y no muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto.   El que ama su vida la pierde; en cambio, quien desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna.    El que quiera servirme, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará el que me sirve. Al que me sirva, mi Padre lo honrará. En este momento estoy lleno de angustia, ¿y por eso voy a decir: ‘Padre, sálvame de este sufrimiento’? ¡Si para eso he venido! ¡Padre, glori ca tu nombre!». (Juan 12:23-27).

Con este relato acerca de los griegos queriendo ver a Jesús, y la inmediata respuesta de Jesús, podemos apreciar la manera en que Juan entendió, tal vez no en ese mismo momento sino después, que la muerte y resurrección de Jesús era para toda la humanidad, no solo para los judíos.

Cuando Jesús salió de las aguas de bautismo, se oyó la voz de Dios aprobando a su hijo amado. Ahora se escuchó esa voz de nuevo responder a la oración de Jesús, «Padre, glori ca tu nombre». Lo que la multitud reunida escuchó fue: «Ya lo he glori cado, y volveré a glori carlo». Sin embargo, a pesar de todas las señales, muchos todavía no creían en Él. La historia de la muerte y resurrección se relata en todos los cuatro evangelios. En cierta manera, tener cuatro testigos cumplía de sobra con el requisito que tenían los judíos para veri car que algo era cierto y verdadero.

¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiese resucitado? LAS ÚLTIMAS INSTRUCCIONES

Antes de ascender al cielo, Jesús se reunió con los once discípulos en una montaña. Allí, según lo relata Mateo, lo adoraron, pero increíblemente todavía había algunos que dudaban; no era solamente Tomás quien tenía dudas. Entre sus últimas palabras estuvieron estas: «He recibido toda autoridad 2 en el cielo y en la tierra». (Mateo 28:18). Esta autoridad incluía su propia resurrección, porque la muerte no lo pudo retener. María escuchó a Jesús, y eso era lo único que era necesario y nadie se lo podía quitar. La multitud escuchó la voz del Padre. El centurión al pie de la cruz había escuchado las últimas palabras de Jesús, y cuando vio «el

terremoto y los demás acontecimientos [exclamó] ‘¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!’». (Mateo 27:54). LO QUE SIGNIFICA LA RESURRECCIÓN PARA NOSOTROS HOY

La resurrección de Jesús de los muertos fue el tema central del mensaje de la iglesia primitiva. Lucas escribe: «Y con gran poder predicaban los apóstoles acerca de la resurrección del Señor…». (Hechos 4:33; véase también Hechos 4:2, 17:32; y 23:6). Marta le había respondido a Jesús con la siguiente a rmación: «Yo sé que volverá a vivir, en la resurrección, cuando llegue el día nal». (Juan 11.24). Pablo escribió que esperaba «resucitar de entre los muertos» (Filipenses 3:11) y también que esperaba la resurrección de los muertos». (Hechos 23:6).

Ó

LA RESURRECCIÓN ERA EL TEMA CENTRAL DE LA PREDICACIÓN DE LA IGLESIA PRIMITIVA Como cristianos que hemos puesto nuestra fe en Jesucristo, y por gracia hemos recibido en amor su sacri cio por nuestros pecados. Tenemos una nueva identidad, que tanto Pablo como Pedro describen:  «Estoy cruci cado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en

mí. Y esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí». (Gálatas 2:20). «Pues si fuimos injertados en Cristo cuando él murió, de la misma manera participamos con él en su resurrección». (Romanos 6:5). «¡Alabemos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!, porque su misericordia es grande y nos ha hecho nacer de nuevo por medio de la resurrección de Jesucristo. Esto fue así para que tengamos una esperanza viva». (1 Pedro 1:3). Las tres cosas que Pablo dice que son para siempre son la fe, la esperanza y el amor. Vemos la fe y el amor en nuestra nueva vida con Jesús. Pero también necesitamos esperanza. Esa esperanza es un tema favorito de Pablo en sus cartas, especialmente en Romanos. Primero, el escribe «contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó» y con esa esperanza «recibió lo que se le había sido prometido». (Rom 4:18 NVI; Hebreos 6:15 NVI). Vivimos nuestra vida, entonces, en la plena luz de lo que sabemos por medio de las Escrituras y en el poder de Dios. En las palabras de Pablo: «Lo

he perdido todo con tal de conocer a Cristo, de experimentar el poder de su resurrección, de tener parte en sus sufrimientos y de llegar a ser semejante a él en su muerte». (Filipenses 3:10). ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

«Si no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es la fe de ustedes».

(1 Cor 15:14).

Pablo en este versículo nos da la respuesta. Lo apuesta todo a una carta. Sin la resurrección de Jesús, nada de lo que predicamos tendría sentido. Es en ese suceso en el que sustentamos nuestra fe. Si Jesús no hubiese resucitado, la iglesia no se habría iniciado. Hasta que lo vieron, todos sus discípulos estaban atemorizados y sentían que el proyecto de Jesús había fracasado. Solo a través de la resurrección, se interpreta correctamente su vida y su muerte. Somos los testigos de la resurrección de Jesús, no creemos en ideas abstractas, sino en algo que ocurrió realmente hace unos dos mil años y que cambió la historia del mundo. Fue ver a Cristo resucitado lo que armó de valor a un grupo de cobardes para anunciar el evangelio de Jesús. Fue tan impactante para ellos que estuvieron desde entonces dispuestos dar su vida por Él, con la esperanza puesta en la resurrección. EL ESCÉPTICO

¿Qué datos históricos tenemos para sustentar la resurrección de Jesús? La comunidad de historiadores está de acuerdo en algunos datos históricos acerca del suceso de la resurrección. Veamos la lista en la que tanto creyentes como no creyentes están de acuerdo: La cruci xión de Jesús, la a rmación de los discípulos que vieron a Jesús resucitado, la conversión de Saulo de Tarso, perseguidor de los cristianos y la conversión del hermano escéptico, Jacobo. El quinto hecho es la tumba vacía. Cada uno de estos hechos se puede desarrollar ampliamente y si son hechos reales plantean serias preguntas para aquellos que niegan la resurrección de Jesús. Si Jesús no resucitó, ¿cómo un grupo de cobardes a partir del domingo de resurrección se convirtieron en valientes capaces de dar su vida por este mensaje? Nadie da su vida por una mentira. ¿Por qué estaba la tumba vacía? Ya en los evangelios se demuestra que los enemigos de Jesús querían poner respuestas alternativas, que no consiguieron demostrar. Además, los documentos antiguos más ables hablan de que los primeros testigos fueron mujeres. En aquella época el testimonio de una mujer

carecía de valor. Si querían darle peso a la resurrección de Jesús, ¿por qué en los evangelios aparecen las mujeres como primeras testigos? Y así, muchísimas más preguntas. Sin duda es la piedra de toque que podría cambiar nuestro enfoque de lo que es la vida. Si no ocurrió entonces, vana es nuestra predicación; pero si de verdad ocurrió y no decidimos correctamente acerca de este hecho, podemos estar equivocados acerca de los temas más importantes de todos: la vida y la muerte.

La tumba está vacía, ¿por qué buscan entre los muertos al que vive? Te invito a seguir investigando. El libro más amplio acerca de este tema que sigue vigente hoy es el de NT Wright, «La resurrección del Hijo de Dios», aunque también podrías leer El Caso de Cristo, de Lee Strobel. Las cantidades ingentes de evidencia acerca de este suceso que plantea el autor Wright aún no han sido superadas. A veces no es que no podemos creer, es que no queremos. Dadas estas evidencias la explicación más plausible es que Jesús realmente resucitó y se presentó delante de sus discípulos, de mujeres, de Pedro, y de más de quinientos testigos. Debemos preguntarnos qué haremos frente a estas evidencias. Si no hay una explicación alternativa, debemos asumir que Jesús resucitó, dejando de lado nuestros prejuicios y yendo hasta donde la verdad nos lleve.

(NADIE DA SU VIDA POR UNA MENTIRA.) RESUMEN

La muerte no era parte del plan de Dios para su creación. Jesús durante su ministerio demostró su carácter, su compasión y su humanidad cuando se enfrentaba la muerte. «Y Jesús lloró». Solo queda registrado que Jesús lloró cuando se enfrentó a la muerte de Lázaro. El mensaje central de la iglesia primitiva era la resurrección de Jesús.

La resurrección es la razón de nuestra esperanza. Para nosotros, Jesús es la resurrección y la vida. Jesús venció a la muerte a través de su propia muerte y resurrección. Si creemos en Él, no estamos muriendo, estamos resucitando. DIÁLOGOS

¿Qué implicaciones prácticas tiene creer en la resurrección? ¿Por qué crees que la resurrección era el tema central del mensaje de la iglesia primitiva? Si Jesús realmente resucitó ¿Cómo podemos comunicar este mensaje a nuestros amigos y familiares que no creen en Él? ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Wright, N. T. La resurrección del Hijo de Dios. Editorial Verbo Divino. Estella, España. 2008. - Strobel, Lee. El Caso de Cristo. Editorial Vida. Miami, Florida. 2000. 1 Zacarías, el padre de Juan el Bautista y tío de Jesús, había sido sumo sacerdote de turno. 2 Exousia: también traducido como potestad, poder.

12. FIN DEL MUNDO Y ETERNIDAD …y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá n. …Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén». INTRODUCCIÓN

La prensa amarillista cristiana siempre ha hecho mucho énfasis en este tema, y se han generado muchas controversias. Pero a pesar de esas complejidades, la escatología no deja de ser un tema importantísimo. La segunda venida de Jesús y el «Escaton» son pilares de nuestra fe. Jesús, el que resucitó de entre los muertos, va a volver. Y ese regreso es en este tiempo nal del «ya, pero todavía no». Es un periodo donde se sitúa la iglesia y el mundo, con un sentido de urgencia que nos insta a continuar con la misión. No nos entretendremos con las diferencias de énfasis en este tema, sino que jaremos nuestra atención en aquello que es lo esencial de esta parte del Credo. Evaluaremos lo que nos anima a mirar hacia adelante con los ojos de la fe y la esperanza en un día donde todo tendrá cumplimiento, un desenlace extraordinario; donde podremos volver a disfrutar del árbol de la vida, y donde la justicia, la paz, y la alegría se manifestarán de manera completa, y el arco argumentativo de la creación llegará a su n, para un futuro que aún no podemos imaginar. LECCIÓN TEOLÓGICA

… y la vida del mundo futuro. Amén. El estudio de los últimos tiempos, conocido como «escatología», es un tema profundo, complejo y controversial. Lamentablemente, hasta ha habido divisiones en iglesias sobre diferentes aspectos relacionados a la venida de Cristo, como el «rapto», la tribulación y el reino del milenio. La curiosidad humana sobre el futuro, la vida después de la muerte, y el tema general sobre el cielo, es natural.

¿Qué sabes acerca del apocalipsis? LA GRAN PREGUNTA

El tema del «Reino de los cielos» resonaba con el pueblo judío y, por cierto, fue central en el ministerio de Jesús. El Evangelio de Mateo, que fue dirigido principalmente a los judíos, menciona el Reino de Dios, unas treinta y dos veces. Un gran ejemplo fue el del joven rico, que le preguntó a Jesús: «Buen Maestro, ¿qué bien haré para obtener la vida eterna?». (Mt 19:16). Lamentablemente, la respuesta no era la que el joven quería escuchar, y «se fue triste». Antes de su ascensión al cielo, la última pregunta de los discípulos a Jesús fue: «¿Vas ahora a restaurar el reino de Israel?». (Hch 1:6). Su respuesta a ese interrogante es la misma que debería regir nuestro pensar sobre la vida del mundo futuro: «No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre…». (Hch 1:7 NVI). En su parábola de las diez vírgenes, Jesús dejó claro que lo importante es mantenernos despiertos, alertas, porque no sabemos «ni el día ni la hora» de su venida (Mt 25:13).

(EL AMBIENTE EN EL SIGLO I EN ISRAEL ERA MUY ESCATOLÓGICO) Al hacer preguntas sobre el cielo y nuestra futura vida con el Señor, es importante no anticipar las respuestas. La mente humana razona dentro de los parámetros de un comienzo y un n, pero solo en Jesús encontramos el «alfa y omega, el principio y el n». Tal vez lo que más separa la humanidad de Dios es la idea de eternidad, pero es la gran misericordia y gracia de Dios la que nos ofrece la vida eterna con Él en el cielo.

Al ser un tema que ha generado mucha polémica, te invitamos a que no seas dogmático y procures los objetivos de la lección, sin meterte en controversias. Si ves que sale el tema de forma recurrente invita los jóvenes a no divagar acerca de apocalipsis y jarnos en lo que sí estamos de acuerdo. LA PROMESA DE DIOS

La pregunta que le habían hecho a Jesús era razonable. En realidad, los judíos habían vivido siempre con la expectativa de lo que se les había prometido. Primero era la Tierra Prometida, luego la idea del Reino, pero también del Mesías. La idea del cielo y la vida eterna no era un concepto extraño, pero lo que no habían podido entender era que, en la persona de Jesús, habían recibido el Mesías prometido y profetizado. En su respuesta a la pregunta presentada en sus últimos momentos, Jesús básicamente ignora la inquietud que ellos tenían en su mente sobre el reino, y les dice lo que ellos deberían haber recordado. Jesús ya les había dicho que Él tenía que volver al que lo había enviado, y les regañó porque ninguno le preguntó adónde iba. Los discípulos solo podían ver a Jesús y su ministerio dentro de su propia perspectiva, y en cierto sentido, no eran tan diferentes de los jefes de los sacerdotes. Lo que Jesús sí les dijo fue: «… cuando el Espíritu Santo descienda sobre

ustedes recibirán poder para ser mis testigos no sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra». (Hch

1:7). Este mismo Espíritu era lo que se les había prometido en Juan 14 durante la última cena, y también a los dos discípulos en el camino a Emaús. LA PALABRA DE DIOS

En la lección anterior vimos que el problema de los judíos era que no conocían las Escrituras y no aceptaban el poder de Dios. Ahora, los discípulos iban a dar testimonio del Verbo de Dios, como la palabra en el poder del Espíritu Santo. Los primeros cristianos vivían en la continua esperanza del pronto retorno de Cristo. Esa era una gran motivación, no solo para predicar con valor, sino también para vivir con el poder para enfrentar las persecuciones. Pablo anima a los romanos con estas palabras:

«¿Qué más se puede decir? Si Dios está de parte nuestra, ¿quién podrá

estar contra nosotros?  Si Dios no dudó al entregar a su Hijo por nosotros, ¿no nos dará también, junto con él, todas las cosas? Si

somos los escogidos de Dios ¿quién se atreverá a acusarnos? Dios mismo es quien nos ha declarado justos.  ¿Quién nos condenará? Cristo

fue el que murió y volvió a la vida, el que está en el lugar de honor junto a Dios, intercediendo por nosotros. ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la pobreza, el peligro, las amenazas de muerte? Las Escrituras

dicen: ‘Por tu causa nos amenazan de muerte todo el tiempo, nos tratan como a ovejas de matadero’. A pesar de todo, nuestra victoria es absoluta, gracias a Cristo que nos amó. Estoy convencido de que nada podrá apartarnos de su amor; ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los demonios, ni lo presente, ni lo que está por venir, ni los poderes,  ni lo alto, ni lo profundo, ni cosa alguna de toda la creación. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha demostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor!». (Rom 8:31-39).

Estas palabras deben haber sido repetidas entre los cristianos de la iglesia primitiva con mucha frecuencia. Además, la palabra aramea maranatha, que signi ca «el Señor viene», o «ven, Señor», era empleada como un saludo entre los creyentes. A pesar de no saber exactamente cuando Él regresaría, ¡ellos tenían la certeza de que sí lo haría! Jesús había dejado bien claro que el día y la hora de su muerte solo lo sabía su Padre celestial. Lo mismo ahora se aplicaba a su segunda venida. Fue por esa razón que envió al Espíritu Santo, para que los que creen en Él, sus seguidores y sus discípulos, no estuviesen solos. En relación a esa con anza Pablo le escribe a Tito, diciéndole que, por medio de la gracia de Dios, «podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio

propio,  mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo». (Tito 2:12-13 NVI).

Es importante recordar que Jesús no solo nos envió su Espíritu Santo, sino que también estableció su iglesia aquí en la tierra. Las palabras de su oración, «venga tu reino y cúmplase en la tierra tu voluntad como se cumple en el cielo» (Mateo 6:10), ahora eran una realidad: el Reino se había establecido por medio de la iglesia. La iglesia, entonces, provee el contexto en el cual esperamos su venida. La iglesia que Dios ha establecido representa el Reino aquí en la tierra, y provee el contexto para un apoyo mutuo. Pablo hace muchas referencias a sus compañeros: algunos fueron muy eles y otros lo habían abandonado.

Lo importante es que somos uno en Cristo, viviendo y ministrando en comunión y edi cándonos unos a otros.

Como iglesia, ¿cómo debemos vivir con su venida como horizonte? La Carta a los Hebreos, capítulo 10, describe el maravilloso sacri cio de Jesús por nuestros pecados, y además presenta el testimonio del Espíritu Santo como una promesa. El autor menciona la libertad que tenemos de entrar al Lugar Santísimo, pero también comenta la necesidad de mantener rme «la esperanza que profesamos». En este mismo contexto, se exhorta a que los eles no dejen de congregarse… «y con mayor razón ahora cuando vemos que aquel día se acerca». (Heb 10:25).

(LA GRAN MOTIVACIÓN DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS ERA LA CONTINUA ESPERANZA DEL PRONTO RETORNO DE CRISTO.) EL PODER DE DIOS

El poder de Dios se mani esta en individuos bautizados por el Espíritu Santo dentro del contexto de la iglesia. En cierta manera, el aceite en las lámparas de las diez vírgenes era una representación de la «llenura» del Espíritu Santo. En los días posteriores a que el Señor ascendió al cielo, los seguidores de Jesús se mantuvieron unánimes y juntos, en un mismo sentir. Lo que ayudó mucho en ese sentido era que todos tenían el mismo deseo, no solamente de recibir la promesa del Espíritu Santo, sino también de que Cristo viniera pronto. Fue al recibir el Espíritu Santo que encontraron el poder que les hacía falta para vivir en la expectativa de su retorno. El Espíritu Santo nos fue dado para que tengamos poder. No podemos olvidar que el Espíritu Santo es la tercera persona de la trinidad, y cuando Jesús enseñó a orar «venga tu reino y cúmplase en la tierra tu voluntad como se cumple en el cielo», el mensaje es que por más que queremos estar con Dios en el cielo, vivimos en el presente aquí en la tierra.

Los israelitas salieron de Egipto con la visión de entrar a la Tierra Prometida pero no la llegaron a ver. Su problema fue que se enfocaron en su destino y se olvidaron de lo que signi caba servir a Dios y obedecerlo en todo lo que Él les instruía. El autor del libro a los Hebreos, les advierte a los nuevos cristianos sobre esto:

«Por lo tanto, cuídense, hermanos, y no sean incrédulos ni tengan un corazón perverso que los esté apartando del Dios vivo. Exhórtense todos los días mientras les quede tiempo, para que ninguno se endurezca contra Dios, cegado por el engaño del pecado,  pues hemos llegado a tener parte con Cristo, si somos eles hasta el n, tal como con amos en Cristo al principio.   Como acabamos de decir: ‘Si oyen hoy su voz, no endurezcan su corazón como sucedió en la rebelión’». (Heb 3:12-15). Con el pasar de los años, era muy probable que algunos de los creyentes olvidaran la promesa de Jesús. En el libro de Apocalipsis, Juan escribe a las iglesias para recordarles de la importancia de mantenerse eles a lo que habían aprendido de Jesús. Juan presenta a Jesucristo como «el testigo el, el primogénito de la resurrección, el soberano de los reyes de la tierra». (Ap. 1:5 NVI). El tema de la resurrección nunca estuvo distante en los mensajes y en los escritos de los apóstoles.

Q ¿Qué papel juega el Espíritu Santo en nuestra vida de iglesia?

A la iglesia de Éfeso, Juan les recuerda que a los que vencen les «daré a comer del fruto del árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios». (Ap. 2:7). A todas las siete iglesias, la instrucción era que tuvieran oídos para oír lo que el Espíritu dice a las iglesias. El cielo es nuestro destino, pero es importante cómo vivimos aquí en el presente. Una cita de autor desconocido, dice: «Hay solamente dos días. Este día y aquél día, y vivo este día a la luz de aquel día». El primer día corresponde a la primera venida del Señor y lo vemos en el Salmo 118:22-24: «La piedra

que los constructores rechazaron se ha convertido en piedra angular. ¡Esto es obra del  Señor, y nos deja maravillados!  Este es el día que ha hecho el Señor; regocijémonos y alegrémonos». El segundo día lo vemos en 1 Tesalonicenses 5:1-3: «Hermanos, ustedes no necesitan que yo les escriba cuándo ocurrirá esto.    Ustedes saben muy

bien que el día en que el Señor regrese llegará como un ladrón en la noche.  Cuando la gente esté diciendo: «Hay paz y seguridad», entonces, de repente vendrá sobre ellos la destrucción. Llegará como le llegan a la mujer embarazada los dolores de parto. No habrá forma de que escapen». Es entre estos dos días es que vivimos, y Pedro aclara que para el Señor un día es como mil años, y un día es como un día (2 P 3:8). Pedro está refrescando la memoria de los hermanos y las hermanas sobre las enseñanzas que habían recibido. Algunos aun en aquel tiempo se burlaban, diciendo: «¿Qué hubo de esa promesa de su venida?». Pero igual como en los días de Noé, Dios no quiere que nadie se pierda, y Pedro sigue escribiendo: «según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia». (2 P 3:13 NVI).

(EL ESPÍRITU SANTO FUE DADO a nosotros PARA QUE TENGAMOS PODER.) El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! Pedro sabía que iban a haber cosas difíciles de entender, cosas que los

«ignorantes y los inconstantes tuercen su signi cado (así como también el de otros pasajes de las Escrituras) con lo que se labran su propia destrucción». (2 P 3:16). Muchos serán arrastrados por el error y perderán su estabilidad y caerán. Para él, el enfoque era crecer «en el amor y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo». (2 P 3:18). Existe una palabra en el francés que se empleó en la traducción del Nuevo Testamento: la palabra dénouement, que podría traducirse en español como desenlace. La palabra se emplea para la parte nal de una obra de teatro, una película o una narración en la que se combinan los hilos de la trama y se explican o resuelven los asuntos. Alguien lo ha descrito como una bola de hilo completamente enredada con nudos, y que uno por uno se van desenlazando hasta que se elimina el último nudo. El texto bíblico francés, usa esta palabra en 2 Tesalonicenses 1:5-10:

«Esto lo sabemos porque cuando les anunciamos el evangelio, les llegó no sólo con palabras sino también con el poder del Espíritu Santo y con

una gran seguridad. Ustedes saben que cuando estuvimos entre ustedes buscamos sólo su bien. Ustedes siguieron nuestro ejemplo y el del Señor, cuando, a pesar de todo el sufrimiento, recibieron el mensaje con la alegría que da el Espíritu Santo. Por eso se convirtieron en ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya.  El mensaje del Señor salió de ustedes y ya se ha anunciado no sólo en Macedonia y Acaya sino por todos lados. La fe de ustedes en Dios es tan conocida que ya no es necesario que nosotros digamos nada, pues todos cuentan lo bien que ustedes nos recibieron y cómo dejaron los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero.  También cuentan cómo ustedes esperan que Jesús regrese del cielo: él, que es el Hijo amado de Dios, a quien Dios resucitó y quien nos libra del castigo que viene». Podríamos discutir sobre los temas de la escatología, de nir nuestras doctrinas a base de esa rama, pero en última instancia, es solamente en la Palabra de Dios, en su promesa, y en su poder que descansamos. Y cumplimos con su mandato de ir y hacer «discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». (Mt 28:19 NVI). En esto, a rmamos que sí creemos en el Credo de los Apóstoles.

«Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen rmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.» (1 Cor 15:1-2). A través de los siglos, el Credo de los Apóstoles ha servido como testimonio no solo de que creemos, sino también de en quién hemos creído. ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO TEOLÓGICO?

La teología de la esperanza nos invita a vivir nuestro presente desde la esperanza, la expectativa futura. Vivir el hoy desde allí. Somos el pueblo de la esperanza, y Dios nos ha prometido que Jesús va a volver. A los primeros creyentes esta verdad los sostuvo en los momentos más difíciles. Sabernos parte de una historia con un nal como este nos anima a continuar en medio de la adversidad, nos inyecta una dosis de É

perseverancia, para seguir creyendo «hasta que Él venga». Sin esta revelación, sin esta meta, no podríamos determinar el rumbo de nuestras vidas, ni la esencia que como iglesia — comunidad de espera en misión— tenemos.

(LA TEOLOGÍA DE LA ESPERANZA NOS INVITA A VIVIR NUESTRO PRESENTE DESDE LA EXPECTATIVA FUTURA) EL ESCÉPTICO

¿No es el Apocalipsis una manera de meterle miedo y terror a la gente para que crea en Dios? ¡No! Todo lo contrario, los primeros oyentes de Apocalipsis recibían ánimo al saber cuál sería el desenlace de la historia, a pesar de las penurias presentes. Es un libro de esperanza, donde el Señor justo, el y misericordioso, terminará salvándonos a nosotros y a la creación, con cielos nuevos y ¡tierra nueva! Que haya un nal de la historia apoteósico, nos anima a continuar con un sentido de vida que apunta a la eternidad. El regreso de Cristo es la mejor noticia para la creación, si estamos buscando que, de una vez por todas, la tierra se llene de justicia, paz y gozo. Leer el libro de Apocalipsis nos inspira para con ar en Jesús, el único que ha resuelto y resolverá de nitivamente el problema de la humanidad: el pecado y la muerte. ¡Los últimos tiempos también son evangelio! RESUMEN

Los primeros cristianos vivían con la esperanza de que Él regresaría. Vivimos entre dos días: este y aquel. El día de su venida marca nuestro quehacer diario. Nadie sabe el día ni la hora. Solo el Padre.

Dios quiere que vivamos con esa esperanza futura que marque nuestro presente. Los detalles no son tan importantes como el hecho en sí de que Él va a volver: maranatha. La iglesia es la comunidad de espera del regreso de su Señor. La iglesia y el Espíritu Santo siguen en misión, y son el contexto donde «esperamos activamente» su regreso. DIÁLOGOS

¿Por qué es importante para nuestra vida diaria esta perspectiva de vida del n del mundo y de la eternidad? ¿Cómo crees que vivían los cristianos del Siglo I, sabiendo que Jesús vendría pronto? ¿Crees que es un buen nal? ¿Por qué? ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección? PROFUNDIZA EN TU CREDO

- Pagán, Samuel. Apocalipsis, interpretación e caz hoy. Editorial CLIE. Viladecavalls, España. 2012.

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