Ensayos Sobre Microhistoria (2002)

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Ensayos sobre microhistoria DARío G BARRIERA t'

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COLECCIÓN HISTORIA

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HISTORIOGRAFÍA

HISTORIA AMBIENTAL / Hl5TORIA REGIONAL / CRÓNICA / HISTORIA Y REGIONAL :\lICROHlSTORIA / DE LA HISTORIA ENSE?';ANZA DE LA HISTORIA

UTOPíA,A,e

. :;;wjrilord. Mºrdia Edlwrial J¿l'd 2002

COORDINACIÓN LAURA EUGENiA soLfs V ANDARi MANUEL MENDOZA

ISBN 968·5709·00·9

prohistoria

i Ensayos sobre

microhistoría DAR;O

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Primera Edición:

Jndice

BARR:ERA

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~ovjembre

de 2002

Coedición Red Utopía, A.e. I jitalljdfora MOrdía I prohistoriQ PORTADA. T1POGRAFfA y D1SE~O :NT"SRTOR

Vandar¡ M. MendoLá So:!s

'·¡;MI.IlSA·;.

ISBN 968·5709-00-9

=·c.ó':;ÉS DE Li\MICROHISTORiA. ESCAUS DE

Derechos re5ervados confo';:D.e ala ley, por ia presente edición,

© prohistoria

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© jítalljdfora M°R.HIA Artes Crdfia(.J

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© RED UTOI!fA, ASOC1AC1Ó>< CIVIL

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Mordia, Michoacán1 "'"'iéxíCQ, 58000

"ABAS" DE U MICROHISTORIA.

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DESPUÉS DE LA

microhistoria

DE LA «MICROHISTORLA. LOCAU. ,.n.~'''~L'H, A LA. «MICROHISTORIA DE ESCALA"

L99]

observación y principios de andlisis: " la. microhistoria al microandlisis radical.

- ..:.·.u de

DARÍO

G.

BARRIERA

MICROHISTORIA A LA ESPAÑOlA

[147]

EL HISTORIADOR COMO ACTOR.

ÉXITO Y FRACASO DE LA ;"1!CROHISTOR:.".

[159]

'YSiNaibd UNA ENTREVISTA ESPECIALA. CARLO GINZBURG GINZBCRG COC-;VERSA CON AORIANO SOFRI EN FEBRERO DE

1982)

[211)

mmmm_m'lBiNi·M·J!SS¡;¡g

CfI

ace poco más o menos tres años publi cábamos en Argentina un conjunto . textos en donde se abordaba el tema la micro historia. 1 Hoy, agotado el número, se reeditan aquellos trabajos gracias a la buena disposición de editorial jitalljdfora y José Mendo­ za Lara. A los mismos se ha agregado una biblio­ y, este texto, que sirve a la manera de pre­ sentación. La ocasión es propicia pues para, a la distancia -temporal y física- aquilatar algunos supues­ tOS y exponer otros. Para comenzar, me gustaría retomar una frase algo estridente de nuestro en­ trevistado, Giovanni Levi, que con el paso del tiempo -para mi gusto- fue ganando peso. El autor de La herencia inmaterial propinaba, en

HANSEL y GRETEL VlSITAi\ TliRfN. PISTAS

BIBLIOGR;\FICAS PARA DESA>JDilR LA EXPERIENCV\ MICRO}IISTÚRlC,,"

[263)

Cfr. BARRIERA, Darío -coordinador- «La microhistoria en la encrucijada», dossier publicado en Prohistoria, III, 3, Rosario 1999, pp. 175 a 295.

[7]

8

ENSAYOS SOBRE ~lICROHISTORIA

O"SPUÉS

1998, un diagnóstico concluyente: «hoy nadie hace microhistoria».2 En e! momento, recuerdo, re­ flexionaba casi automáticamente sobre la autori­ dad que los actores detentan para cerrar los pro­ cesos que han abierto. Pensé, en suma, que se tra­ taba un gesto de autoridad. Sin embargo, la afirmación de Levi está profundamente imbuida de historicidad. de la afirmación apunta a subrayar se trató de un proceso del que se puede tomar distancia. Lo mismo puede encontrarse también en enunciados que son ligeros sólo en apariencia y que por aulas y pasillos universita­ rios como «clichés» -por ej. cuando Antonio Annino, Jacques Revel o G. Levi, entre otros, pro­ ponen que la rnicrohistoria es la vía italiana a la crisis de una historia social que debe hacer frente al agotamiento de! modelo explicativo estructu­ ral-materialista 3 , así como en e! inteligente traba­ jo que Pons y Serna dedican en este volumen al «éxito y fracaso la microhistoria».

_A MICROH;STORIA...

9

~Pero

qué es, entonces, lo que aparece con más cuando Levi decía ya nadie hace rnicrohis­ '. ";a? Sencillamente que constituyó una experien­ :.::", fruto de un proceso y que, en consecuencia, :::;be ser considerada en cuanto tal. Por lo tanto, ,,, necesario preguntarse cuál es el contenido de :esa experiencia y, en el ir despejando qué =uas prácticas historiográficas -asociadas con :::sre proceso- no lo son. Para esto, realizaré un -ecorrido muy rápido que algunos luga­ res comunes sobre la microhistoria, la historia 10­ y los enfoques regionales, para finalizar luego :on algunas consideraciones sobre lo que implica adopción historiográfica del miaoanálisis radi­ como experiencia en marcha. ~ _=rza

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La micro historia como <
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2 "Crisis y de la microhistoria. U na entreviSTa a Giovanni 3 REVEL, d'eche/les. La mícroanalyse a l'expérience, EHESS, introduction. LEVI, Giovanni "Crisis y resignificaci6n ... », cit. Annino, por su parte, afirmaba que «... es una manera de descubrir los en los grandes sistemas interpretativos en la historia.», en CIBOTTI, Ema "Reflexio­ nes sobre la historia y el oficio de historiador. Una emrevista con Antonio en Elltrepasados, Año II], nüm. 4-5,1993, p. 123.

_:::X1, Giovanní "On mícrohistori», en BURKE, Peter New Historical Writillg, Polity Press, 1991; editado por Ed. Biblos (trad. de Cristina en la compilación de Burke, Formas de hacer Madrid, 1993, trad. de José Luis Gil Arisru, "Sobre .. ~:Ghistoria», pp. 119 a 143, las citas corresponden a esta ; ~.~ijn, GINZBURG, Cario «Microstoria: due o {fe cose che • lei», en Quaderni Storici, XXIX, 86, 1994, pp. 511 a 539, 011

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Er-:SAYOS SOBR:': MíCROHISTORIA

DESPUÉS DE LA MICROHISTORIA.••

de la microhistoria aparece construida con cierta densidad y, en el artículo de Levi, aparece con toda claridad, desde el principio, que se trata esencial­ mente de «... una práctica historiográfica .. ,» cuyas «.. ,referencias teóricas son múltiples y, en cierto sentido, eclécticas»,5 Pero como ha sucedido con tantos orros procesos o corrientes historiográficas -constitUidas voluntariamente o, como en algu­ nos casos célebres, escolastÍzadas a contrapelo de la voluntad de sus cultores 6 la microhistoria dió lugar a un cliché que ha gozado de cierta autono­ mía relativa. Tratándose de una suerte de slogan,

:~ :mpone evocarlo por el momento sin proble­ :-:-.::.:ización alguna, para dar lugar más tarde a los ::: ~lemas que se abren detrás del mismo. Cuan­ _ Se resumen las caraCterísticas de esta produc­ se mencionan tres principios y dos recursos _ 1:1mnes. Los principios serían la reducción de la ~'.:ala de análisis, la explotación intensiva de las -'~e!1tes y la adopción de un modelo exposidvo _rientado por la descripción densa (Geertz), la na­ rración policial basada en el paradigma indiciario Ginzburg) o el drama social (Levi).7 Los recur­ ,05, a su vez, tienen que ver con la convicción se­ ;ún la cual un tema particular es una puerta de ~ntrada a otro de carácter general y, por último, ~a búsqueda de la excepción como caso, disolvien­ la discusión sobre el asunto de la «represan­ :aIÍvidad» de la parte respecto de un supuesto :odo'" _­ Estas características -aun cuando suponen una -.lerte esquematización y abrigan, al interior de

10

LEY!, Giovanni (,Sobre microhisroria)), cit., p. 119. Cuyo principal ejemplo sería sin duda la «escuela de los Annales),; Peter Burke asegura que « ... esta nueva hisroria es la obra de un determinado grupo de estudiosos vinculados con la revista fundada en 1929 y conocida como Annales. Los que no pertenecen al grupo generalmente lo llaman la •escuela de Annales'y destacan lo que sus miembros tienen en común, en tanto que los que pertenecen al grupo a menudo niegan la existencia de semejante escuela ... » Propone que llamemos a este fenómeno «... el movimienro Annales ... )) y se considera a sí mismo una suerte de «... compañero de ruta [ ... ] un extraño que se ha sentido inspirado [... ] por ese movimiento.» Cfr. BURKE, Peter La Revolución Historiogrdfica Francesa: La Es­ cuela de los Annales: 1929-1989, Gedisa, Barcelona, 1996, pp. 11 y 13. Una de las mejores definiciones en este punto, la dieron los annalistes celebraban el comienzo de la sépti­ ma década de vida de revista: "Ni école , tant sont grands les tisques symétriques de devenir chapelle ou institution, ni boite aux leures (meme de renom). mais lieu d' expérimemation.» Annales E. S. C, novembre-décembre 1989, n. 6, p.lIl7. 5

6

11

como aparece consignado en BURKE, Peter Historia y Social, México, 1997 [la. Ed. en inglés, 1992], p. 52 Y así es corno aparece también en «Las babas de la .:~rohistoria ... », en este volumen. Respecto de la propuesta Ginzburg, siempre es aconsejable revisar un texto _~,dacional, traducido hace años al español: GINZBURG, - -.0 "Señales. Raíces de un paradigma indiciario», en ~,~,RGANI, Aldo -compilador- Crisis de la Razón. Nuevos ';idos en la reladón entre saber y actividades humanas, SXXI, .c,:ico, 1983, pp. 55 a 99.

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DESPUÉS DE LA MICROHISTORL\."

ENSAYOS SOBRE MICROH1STORIA

~:.dor

toda investigación microhistórica -con­ .:.lye- es la creencia de que la observación mi­ ::oscópica revelará factores anteriormente no ob­ ;~rvados». 9 Cuando se refiere a los resultados ob­ :::nidos en su propio análisis sobre las compra­ .entas de tierras en Santena durante el siglo XVII, ~nfatiza que los mismos fueron posible sólo por .. .la reducción de escala de observación a un área ::x:tremadamente localizada ... », insistiendo hasta d cansancio en que el principio fundamental de :a práctica microhistórÍca es reducir la escala de observación y no las dimensiones de lo observa­ do. la La confusión puede generarse, en todo caso, a partir de que Levi considera esta operación bá­ sica como un procedimiento analítico (que lo es) \' se traspone, así, sin más, el sufijo micro (corres­ pondiente a la observación) al análisis. Esto su­ pone transformar la reducción de la escala de ob­ servación en microandlisis, y esto no es así (Grendi en 1975 ya enfatizaba acerca del estudio de lo ~elacional, pista profundizada por el microanálisis ~adical). El sufijo micro para análisis está ligado di procedimiento analítico todo, e importa asu­ ::lit una serie de principios teóricos y de método.

cada una de ellas, simplificaciones que son con­ naturales al estatuto de cliché al que se hizo refe­ rencia- permiten avanzar, de todas maneras, por el camino de ciertas confusiones endémicas, la más grave de las cuales, por extensión y consecuen­ cias, se monta sobre la propensión a indicar que la micro historia operaba con una «reducción de la escala de análisis», cuando en realidad se trata­ ba sobre todo de una reducción de la escala de la observación, que es sólo un gesto analítico. Esta confusión atraviesa parcialmente un texto muy cla­ ro, como el de Giovanni Levi. En el mismo, Levi definía que la práctica microhistórica « ... se basa en la reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental». Desecha el pro blema de la conceptualización de la escala «... en cuanto factor inherente a todos los sistemas sociales y como característica importante de los contextos de interacción social que incluyen aspectos cuan­ titativos y espaciales diversos» dado que ya había sido debatido por los antropólogos. «Para la microhistoria -continúa Levi- la reducción de escala es un procedimiento analítico aplicable en cualquier lugar, con independencia de las dimen­ siones del objeto analizado».8 «El principio unifiG:;;:=:.

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::"EVI, Giovanni "Sobte microhistoria'), cit., p. 124. Véase ..'::lbién «1; n problema di scale;" en Dieá interventi di storia ::,de, Turfn, 1981, pp. 75 a8l. ~EVI, Giovanni "Sobre microhistoria», cit., p. 125 Y 126.

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LEV!, Giovanni "Sobre microhistoria>l, cit., p. 122. Su refe­ rencia para ,dos antropólogos •• es BARTH, Frederik -·ed- Scale and Jocial organization, Oslo, 1978.

8

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20

ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

este grupo inglés, finalmente, resultan diametral­ mente opuestos a los de la versión criolla. Mien­ tras que la «histo ria local» en la Argentina no puede desbordar desde su definición la cuestión delimi­ tativa, el grupo de Cambridge planteaba lo local corno vía de acceso a las estructuras. Michael Pastan, por ejemplo, ya había sugerido en la dé­ cada de 1960 el uso de la metáfora de la lente ye! foco, invitando a realizar un recorrido de lo mi­ croscópico a lo macrocósm1co. La idea de la local history consistía en leer en el rico ritual de la co­ munidad una imagen especular de la estructura social. 14 Edoardo Grendi sugiere acertadamente que la cadena relacional que une la historia local con la historia nacional es poco convincente. Por otro lado, la tensión formal remueve la temática de su anterior aspecto concreto a un forzado nivel abs­ tracto de dudoso pedigrí. Desde una perspectiva antropológica, críticas de mayor calado pueden encontrarse en el referido texto de Ignasi Terradas i Saborit, quien no sólo realiza un inventario de los riesgos que implica el abordaje de la historia local, sino también de los aportes que la misma ha tornado del extended case rnethod, el social network analysis y la literatura. =~,--_

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14 GRENDI. Edoardo «Charles Phyrhían-Adams e la 'local hisrory' inglese';, en Quaderní stori¿i, XXX, 89, 2, agosto de 1995, pp 559 a 578.

DESPUÉS DE LA MICROHISTORIA•..

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Los vocablos que aluden al objeto en historia ::royincial y regional, provienen de! antiguo léxi­ ~.~. militar romano y, por otra parte, han quedado .;.:rapados en la «lexicografía del estado». Tanto régión, derivado de regire y pro-vincia, designa­ ba~n para los romanos extensiones organizadas en territorio, vencidas, a partir de un centro que se les imponía militarmente, con sus consecuencias administrativas y poLíticas. Este carácter concep­ tual antiguo, ha traspasado la semántica de los términos, y esto es particularmente fuerte sobre todo en el caso de las «provincias», Las «historias provinciales» comparten, además de una coyun­ tura temporal y política de surgimiento (en Ar­ gentina, por ejemplo, los preparativos para la ce­ lebración del Centenario en 1910 fueron el pri­ mer y principal caldo cultivo), un sentido de la oportunidad y unas directrices de construcción de imágenes del pasado. Lo que los artesanos de las historias provinciales se proponen destacar, en casi todos los casos, son los valores básicos y las diferencias que hacen al valor agregado estas unidades «provinciales» a la historia nacional, sien­ do también un común denominador echar mano al recurso de oposición puerto / interior o poder central/poderes provinciales, lo que asigna a to­ dos estos esfuerzos un perfil claramente político. Sin embargo, y aun cuando son comprensibles en su contexto, estas historias provinciales pre­

ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA

DESPUÉS DE LA MICROHíSTORIA...

«últimos gritos de la moda posmoderna», que pro­ clamaron el final de la historia primero, y la desespacialización y desterritorialización de las experiencias humanas después. Así, Fernández y Dalla Corte se plantean, en la introducción a su libro, que «... uno de los dilemas de la era global es, precisamente, la comprobación y el descubri­ miento de que la gente debe compartir un mun­ do atravesado por profundas diferencias». 18 En este pequeño párrafo puede compartirse todo el dra­ matismo que implica tomarse las cosas en serio: el problema a trabajar es el de la gente y su modo de compartir el mundo. Esto no es micro ni macro: este es el problema. En esta propuesta, lo local como espacio de la experiencia inmediata, deviene -siguiendo a Castro Nogueira- «... pro­ mesa de conciencia y subjetividad ... ». Tanto en los mencionados trabajos de Dalla Corte y Fernández como en otro del geógrafo Vi­ cente Di Cione, esta tensión esencial se resuelve con la adopción de una categoría típicamente com­ pleja: lo que se detecta hoy escalarmente, asegu­ ran, es lo glocal. 19 Esta idea tiene algunos antecedentes: la novela clásica del siglo XIX y de comienzos del XX, pro­

ponía -con Tolstoi, por ejemplo- que no había creación más universal que pintar la propia aldea; Jorge Luis Borges nos hablaba entusiasmado del (íalepb, aquél punto en la piedra que condensa el todo y nos permite acceder al conjunto sólo observándolo. La «mónada» de Benjamín. La re­ cuperación del locus, la indagación a partir del espacio de la experiencia por excelencia es otra de las tantas estrategias analíticas y metodológicas que gozan de buena salud y continúan abriendo perspectivas, pero que, como decíamos, no com­ parten el sitio de la microhistoria.

26

" FERNÁNDEZ, Sandra DALLA CORTE, Gabrieia ­ complladoras- Lugares... , p. 9. 19 DI ClONE, Vicente Reaíídades, Geografías y r.l Palomar, 1999. T"

27

Qué es la mÍcrohistoría

y qué el microanálisis radical.

había mencionado que la microhistoria estaba atravesada por unas estrategias y posiciones fren­ te a la escala, el uso fuentes, la elección del caso, la función de la parte en el todo y la veta narrativa. Pero vaya subrayar aquí otros atribu­ tos que hacen al conjunto que con toda legitimi­ dad puede llamarse «microhistoria». La primera pregunta debiera de hacerse de esta manera: ¿qué caracteres configuran lo que cono­ cemos bajo el rótulo de microhistoria? Para esto hay que oir y leer voces y palabras de protagonis­ tas y estudiosos del fenómeno. Los protagonistas, en principio, son refracta­ rios a sugerir o reconocer que se trata de una «es­

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ENSAYOS SOBRE ;"1!CROHISTORIA

cuela». Comparten, con algunos compañeros de ruta que se sumaron (sobre todo de! ámbito fran­ cés e inglés) el diagnóstico acerca del fenómeno de reacción que significó la propuesta Ginz­ burg, Levi, Poni y Grendi frente al estructuralis­ mo y al marxismo, corrientes de las que prove­ nían justamente estos autores. También coinci­ den, los "fundadores) y sus distinguidos acólitos, en que se trata de una práctica. Esta caracterización es importante, en la me­ dida en que prioriza el carácter experimental y la existencia de resultados sobre la antigua prepon­ derancia de matrices teóricas. Es decir: caracteri­ zar la microhistoria como práctica, supone refren­ dar también el principio de reacción, ya en un nivel un tanto más sutil, ligado a los estatutos gnoseológicos de los artefactos historiográficos. La experiencia micro histórica tiene también una lengua en común, que en principio es sola­ mente la italiana. Habrá que esperar hasta finales de los 1980s. para las primeras traducciones y para las discusiones y difusión de estas obras en len­ gua francesa o española, por ejemplo. Otra idea que articula este conjunto o proceso historiográfico es su varias veces señalado «carác­ ter marginal». Recuérdese que este es un atributo que prácticamente se otorga casi por compromiso y obligación a toda vanguardia intelectual (que, podría decirse, debe ser joven, urbana y margi­

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DESPUÉS DE LA MICROHISTORIA...

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nal). Pero el mismo Carlo Ginzburg, por ejem­ plo, ha insistido en caracterizarla como una expe­ riencia innovadora emergente de una «periferia» historiográfica. 20

Así, todos estos caracteres van a ser comple­ mentados y complejizados por otros dos que re­ sultan transversales y necesarios: por una parte, el de la conformación de unas redes académicas, editoriales y políticas, en torno a la microhistoria y, por el otro, el proceso de etiquetación y difu­ sión de estos productos bajo ese «nombre». La difusión internacional de estos trabajos dió origen, por supuesto, a varios fenómenos. Detrac­ ciones como las formuladas por Josep Fontana, o los. resultados historiográficos producidos por la cállda recepción que, sobre todo durante los 19905., ruvieron en España los esrudios micro­ históricos, dando lugar a unos mestizajes prácti­ cos que remataron en libros excelentes como lo son Sotos contra Riquelmes de Jaime Contreras o Hacerse Nadie... de Angel Rodríguez Sánchez. otros casos, la perspectiva ofrecida por los microhistoriadores italianos fue banalizada hasta el a~surdo, convirtiéndola en una moda empo­ breClda. y, lo que es muy interesante, es lo que

20

GINZBURG, Carla "Il nome e il come ... ».

El\iSAYOS SOBRE M1CROHISTORL\.

DESPUÉS DE L~ MICROHISTORIA ...

sucede por ejemplo en la Argentina, donde estos trabajos han circulado, puede afirmarse que se ha «consumido» mucha micro historia italiana pero que, hasta donde podemos conocer, ni siquiera ha llegado a convertirse en «moda»; muchísimo menos puede afirmarse que haya trabajos que puedan considerarse directamente inspirados en esta expenencIa.

En este sentido, hablar de microhistoria no supone plantear un modelo al que recurrir, sino al contrario, como se enfatizó de entrada, un pro­ ceso al que todavía puede «des-cubrirse» y anali­ zarse en cuanto ta).22 que interesa de la microhistoria es su carácter fenómeno intelectual y social en sí mismo, y no tanto lo que puede apor­ tar de cara al futuro. En realidad, es el estudio del proceso lo que puede realizar el aporte, estu­ dio en el cual el contenido aparece apropiado y considerado. Creo que, de todos modos y desgraciadamen­ te, lo que más ha atraído de la micro historia ita­ liana ha sido su carácter de productor de éxito de asunto sensibiliza ventas en librerías. mente a los historiadores, que añoran los años re­ beldes tanto como añoran inconscientemente el sostener una relación estrecha con el Estado que, suponen, podría reemplazarse edípicamente por una relación estrecha con el l\Ifercado.

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que en este «después la microhistoria», el tiempo de los saldos no coincide con el tiempo de haber hecho las cuentas. 0, para decirlo gastro­ nómicamente, la entrada se ofreció a los postres. proceso de renovación que la historiografía argentina reinaugura en años posteriores a 1983 no contempla esta corriente y está, en todo caso, decididamente volcado hacia tradiciones teó­ ricas y metodológicas francesas o anglosajonas. La cuestión escalar está dominada por la tensión en­ tre lo regional y lo nacional y puede decirse con toda legitimidad que esta salida era la apropiada para la situación. 21

Hacia el micro análisis radical: una experiencia en marcha. Durante todo este proceso se abrió paso también una matriz teórica que se desarrolló más tardía­ mente y que una mayor complejidad: se

~~-~----

2l Cfr. [os trabajos de Susana Bandieri, Daniel Campi, Sara Mata de López, entre otros; muestra de ellos en la compila­ ción de FERNÁNDEZ, Sandra y DALLA CORTE, Gabriela Lugares... , cit.; acaba de aparece¡ un rrabajo de Orietta Favaro discutiendo este argumento en la revista de la UNL, CIio & Asocíaldos, 6, 2002.~

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('-' :

Modalidad inaugurada exitosamente por Pons y Serna en su Cómo se escribe la microhistoria... Frónesis-Cátedra, Valencia, 2000.

22

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33

ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

DESPUf:S DE LA MICRO HISTORIA...

trata del «microanálisis radicab, o «configura­ cionak Las propuestas de la microhistoria no han derivado necesariamente en microanálisis radical. Claro ejemplo de esto es la posición esgrimida por Giovanni Levi en la entrevista que se publica en este volumen, como así también los últimos tra­ bajos de Carla Ginzburg. La experiencia microhistórica -como se VIO, también con Levi, Ginzburg y Poni, definida a partir de su elección metodológica- comparte con las propuestas del microandlisis (cuyos refe­ rentes principales son los trabajos de Edoardo Grendi, de Maurizio Gribaudi y sus colaborado­ res en la EHESS), un ámbito de experimentación e incluso la adopción de la reducción de la escala de observación; pero no comparten, necesariamen­ te, ni la carga teórica de la observación, ni los prin­ cipios que guían el trabajo metodológico con pos­ terioridad al gesto de reducción de la escala de observación. Comparten, además del sufijo, una cierta «pasión» por lo pequeño, pero no el modo de operar con lo pequeño. Existe una breve serie de preguntas que están en el centro de las decisiones teóricas que, sean planteadas o no, existen -de manera explícita o bajo la forma de supuestos- en toda producción sociológica o historiográfica. Peter Burke lo plan­ teaba de esta manera: «¿Quiénes son los verdade­ ros agentes de la historia, los individuos o los gru­ pos? ¿Pueden oponerse con éxito a las presiones

de las estrucruras sociales, políticas o culrurales? ¿Son estas estrucruras meras trabas de la libertad de acción o permiten a los agentes efectuar un mayor número de lecciones?»23 Es la pregunta esencial que aparece, también, en obras como la de Anthony Giddens, bajo la forma de la tensión entre «obrar y estructura».24 ]effrey Alexander, en su curso sobre la tradición sociológica, refirién­ dose a las decisiones teóricas sobre el problema de la acción, el individuo y los grupos, se lo plan­ tea en estos términos: «La elección de ciertas presuposiciones deter­ mina no sólo las posibilidades teóricas en un sen­ tido positivo, sino también las restricciones y vul­ nerabilidades. Cada presuposición cierra ciertos caminos aunque abra otros. Los teóricos a menu­ do se arrepienten de excluir ciertas posibilidades, y en este sentido sus presuposiciones son chale­ cos de fuerza de los que intentan escapar. El pro­ blema es que si escapan demasiado sus teorías se alteran radicalmente». 25

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23 BURKE, Peter «Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro», en Formas ... , cit., p. 32.

24 GIDDENS, Amhony La constitución de la sociedad. Bases

para la teoría de la estructuración, Amorrortu, Buenos Aires, 1995, 412pp. [The Constitution o/Society. Outline o/the theory o/Structuration, Polity Press, Cambridge, 1984J 25 Párrafos más arriba explicaba: "Cuando pensamos cómo es la acción, habitualmeme nos preguntamos si es racional o no. El 'problema de la acción', pues, consiste en dar por sentado que los

-

El"SAYOS SOBRE !\!ICROHISTORIA

DESpuES DE LA V,ICROHISTORIA...

La micro historia, desde sus resultados, propu­ so una serie de respuestas a estas cuestiones, pero abonando desde su elección metodológica la di­ mensión comprensiva en escalas reducidas. 16 El mi­ croanálisis radical, en cambio, supone un radical cambio de punto de vista en torno al principio de causación. Su matriz teórica se reconoce en el constructivismo radical y el pensamiento comple­ jo, algunas de cuyas proposiciones de carácter fi­ losófico pueden ser brevemente resumidas:

agencia que produce estructuras, distanciándose del par funcinal «actor / sistema» d) incluye al historiador entre los elementos acti­ vos de la construcción histórica, como participan­ te del juego, como factor en el resultado de la configuración expuesta e) no considera seriamente el par «necesario / no necesario», reemplazándolo por el par «posible / no posible)} y, lo que es fundamental, f) desmonta las jerarquías habituales existentes en el nivel teórico, convirtiendo a las <<normas)} (las leyes, las estructuras) en elementos del juego que no provocan determinaciones ni en primera ni en última instancia: las certezas deterministas se reemplazan por el principio de incertidumbre, el predominio de la negociación y la idea funda­ mental que, a partir de unos vínculos dados, lo que se derivan son posibilidades y no consecuencias.

a) la unÍcausalidad los fenómenos es una ilusión epistemológica b) exhibe una actitud de rechazo frente a cual­ quiertipo de «pensamiento único» c) considera la acción de los individuos como

actores son racionales o no racionales. [... ] En la teoría social, esta dicotomía alude a si las personas son egoístas (racionales) o idealistas (no racionales), si son normativas y morales racionales) en su enfoque del mundo o puramente instrumen­ tales (racionales), si al actuar les interesa aumentar la eficien­ cia (racionalmente) o si están regidas por emociones y deseos inconscientes (no racionalmente). Todas estas dicotomías se relacionan con la vital cuestión de la referencia interna o ex­ terna de la acción». ALEXANDER, Jeffrey c. Las teorías socio­ desde la segunda Guerra mundial: análisis multidímen­ Barcelona, 1995 [Twent)' Leetures, New York, 1987], trad. Carlos Gardini, p. 21. Para Aróstegui, sin embargo, se trararía de «... una nueva explicación de generalidades partiendo del análisis micro de experiencias personales y singulares» Cfr. AROSTEGUI, Julio La investigación histórica, teoría)' método, Ctítica, Barcelona, 2001, p. 16l.

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En un artículo que va en camino de convertir­ se en un clásico la «Escuela de Edímburgo», Michael Callon y Bruno Latour se preguntan y muestran «cómo es que los actores hacen estruc­ turas y cómo los sociólogos le ayudan a hacer­ 10».17 microanálísis radical trabaja con el su­ puesto de que no existe una relación de determi­ ~~-----------27 CALLON, Michel y LATOUR, Bruno "Unscrewing the Big Leviathan: How Actors Macro-Structure Reality and how Sociologists Help Them Do Ir", in KNORR-CETINA, Karin

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ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA

nación teórica entre las estructuras y los actores e introduce en el juego al trabajo del historiador o sociólogo. Considera a estructuras y actores como partes del mismo juego, como de la configuración y, metodológicamente, esco­ realizar caminos por vínculos tradicionalmen­ te no transitados. Podría decirse que analiza gran­ des cosas siguiendo recorridos pequeños (debe decirse, minuciosa y constructivamente) y no ne­ cesariamente que analiza pequeñas cosas. jerarquización de estructuras, vínculos, ac­ tores, actantes 28 y leyes de juego se rea­ liza, desde esta perspectiva, a posteriori. Quizás por esta razón reviste una particular relevancia la asociación entre este modo de análisis con la so­ ciología configuracional, atenta al seguimiento de «constelaciones móviles», ya totalmente despren­ dida del retratismo estático de la sociología clásica. El micro análisis recibe muchas críticas -sien­ do calificado desde individualismo metodológico hasta de posmodernism0 29 - que en realidad di­ cen más de los críticos que del microanálisis, como and CICOUREL, Ajan -eds.-, Advances in Social Theory and lvIethodolouy: ToUiards An Integration ofAfiao and l"facro­

Ro~·tledge Keegan Pau!, 1981, pp 277-303. Para estos véase DOMENECH, Miquel TIRA­ DO, Francisco Sociología Ensayos sobre ciencia. y sociedad, Gedisa, Barcelona, 1998, 302 pp. 29 ALEXfu'\lDER. Las teorías ... dt. GIDDENS, Anrhony La constitución, .. , cit. 28

DESPUÉS

Lb, MICROHISTORIA...

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siempre. Lo que destacar son algunos pro­ blemas que presenta el microanálisis, dado que es, en estos momentos, las pocas vertientes in­ novadoras en materia teórica. Uno de los problemas que presenta puede ubi­ carse en el plano de los usos de lenguaje: en prin­ cipio, el recurso a la representación gráfica de lo relacional (grafos) es muy problemático por dos humanas, motivos. Por una parte, las aun cuando estén tomadas para un momento dado, contienen flujos de intercambio bastante complejos como para ser cristalizados en un grá­ fico para el cual se ha cargado la matriz de un «programa}} con un dato en particular, y no con la trayectoria de la relación. Por otra parte, los micro analistas no trabajan en todos los casos con buenos reflejos o buena sensibilidad temporal en este registro de los gráficos: aun si pudieran re­ solver la cuestión de la representación de los flu­ jos negativos en los vínculos, por ejemplo, ten­ drían que resolver la manera representar las distintas periodizaciones que corresponden a dis­ tintos tipos de vínculos. En segundo lugar, el léxico verbal, aun cuando se vale en numerosas oportunidades de ejemplos y hasta de materiales de observación que provie­ nen de lo cotidiano, es todavía excesivamente téc­ nico. En este sentido, y siguiendo a Mulkay, es evidente que mientras que el repertorio lingüísti­

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E~SAYOS SOBRE :V!lCROHISTORIA

ca permanezca alejado de los historiadores y del consumidor de libros de historia, el microanálisis no ampliará sus posibilidades de convertirse en una estrategia más o menos exitosa de transferen­ cia de resultados. Por último, y esto no es una cuestión menor, las propuestas metodológicas del microanálisis suponen una manera y unas canti­ dades de acumulación de trabajo que, verdadera­ mente, desalientan a los más entusiastas. Para terminar, y quizás por atender a sensacio­ nes personales de este día, pienso que este tipo de itinerarios (esta vez montado sobre una confusión o sobre superposiciones en torno a la escala geo­ gráfica) son un ejercicio que refresca las ideas. Parece sugestivo que, a lo largo de este recorrido, la dimensión económica y la dimensión política de los fenómenos observados no hayan aparecido disociadas. Y este puede ser uno de los saldos que abre, entre otros, el recurso de la revisión disquisi­ tiva: la cuestión es construir dimensiones vincu­ lantes, construir, desde las ideas y desde la ac­ ción, unos instrumentos que nos ayuden a supe­ rar lo que por todas partes se impone como un lugar común. Que nos ayude a superar el dete­ rioro de nuestra confianza en la interpretación, en la capacidad creativa de una interpretación his­ tórica que, siempre, tendrá como principal pro­ pósito mostrar que pasado, presente o fururo, no tienen una versión única.

LAS «BABAS» DE LA

mícrohistoria

Del mundo seguro al universo de lo posible. 1

DARÍO

G.

BAR.rzIERA

« ... fijó la ampliación en una pared del cuarto, y el primer día estuvo un rato mirándola y acor­ dándose, en esa operación comparativa y melan­ cólica del recuerdo frente la perdida realidad ... » Julio Cortázar, «Las babas del diablo».

"N o dicen nada cuando las pinto. U na verdade­ ra confusión. Con el tiempo suelo encontrar algo que vale. Como esa pierna... Adquiere forma y tiene sentido. Como una huella en una novela policial». Michelangelo Antonioni, Blow-Up.

a

-CUno­

ondres por París, un albo fotógrafo británico por otro franco-chileno y la subversión de algunos deta­ lles en la historia, son algunos de los desplaza­

~

~~------

¡ Esta introducción al dossier debe mucho a las jugosas discusio­ nes sostenidas con mi colega y amigo Carlos Otero, a quien deseo agradecer expresamente su generosidad intelectual. Como siem­ pr~ en estos casos, no se le acrediten las omisiones y errores que la misma pueda contener, cornendo éstas enteramente por mi cuenta.

[39]

40

E'JSAYOS SOBRE MlCRO:-:ISTORIA

LAS «BABAS" DE L\ MICROHISTORIA.. ,

mientas que Antonioni eligió hacer sobre los tropos ofrecidos por Cortázar. La mañana, las nubes, el cielo y la mujer rubia, las máquinas na­ rradoras, el laboratorio y la obsesión por el deta­ lle, las continuidades que soportan el esquema de un relato cinematográfico que, como el literario, ha ganado plaza de clásico. En cada uno de ellos, un hombre que estaba ahí, mimetízado en el pai­ saje, formaba parte de la comedia al fin y al cabo. En el relato de Cortázar, la desaparición de la es­ cena del joven, ese personaje que se esfuma, está sugerida por una metáfora -hilo de la Virgen o baba del diablo- que remite a una materia de existencia leve e intrascendente. Vista desde cer­ ca, la silueta liviana y delgada muestra una trama densa que, algunas veces atrapa a las moscas en medio de su vuelo, y algunas otras, quizás, se ad­ hiere al rostro o la cabellera de alguien, obcecada y perturbadoramente. Aunque parecen poder extenderse a otras obras,2 las referencias a Blow-Up ya un innombra­

do de Cortázar (que es sin dudas «Las ba­ bas del diablo») se convirtieron en un lugar recu­ tópicos artísticos como de una propuesta historiográ­ como tantas otras, resiste la confección de una genealogía fácil y se encuentra lejos de poder ser congelada en una imagen homogénea o escolastizada.

25610 a guisa de ejemplo, laegues Revel se ha valido tanto de Henri James, Stendhal o Queneau para con tro­ la reducción zos provenientes de la literatura, la de la escala de observación. Las referencias metafóricas, ade­ visi6n más, se han utilizado incluso para transmitir crítica al enfoque: el símil de la alfombra desde una perspectiva «al ras del suelo') -situación de en que la profusión de detalles impide, suprimida distancia, la percepción del diseño- ha gozado también de una difusión bastante amplia, Cf, REVEL, Jacques -comp,- Jeux

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-g)os­ efecto, un vistazo poco exhaustivo por sobre algunos textos de referencia, nos enfrentan con al menos dos concepciones acerca del análisis microhistórico que, sin llegar a ser inconciliables, echan en solares diferentes, Si la carta de ciudadanía de la microhistoria es -o al menos así ha quedado registrada- indudablemente liana, la posibilidad de unos orígenes con pro­ puestas diferenciables no puede ser ignorada. Un planteo de este tipo había sido hecho ya por Edoardo Grendi en uno de los artículos pu­ blicados por Quaderní storici en 1994. La pre­

d'eche/les, La micro-anaiyse a /'expérience, París, 1996, ínrro­ ducción y capítulo de su autoría; también de Revel: ,,[histoíre au ras du sob, presentación a la edición francesa del libro de Levi, Le pouvoir au vil/age, París, 1989. l Aquí utilizamos las versiones traducidas al blicara oportunamente, en Buenos Aires, la

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

tendida unidad, o en sus palabras, el «carácter colectivo de la propuesta historiográfica del microanálisis en Italia ha estado sobre todo liga­ do a una cuestión de estilo ... }), estilo que se mate­ rializaba en la reducción de la escala de investiga­ ción, gesto que Grendi ubica en un nivel paralelo al del estallido de la historia. 4 El paralelismo co­ rresponde menos a la homogeneidad de los enfo­ ques que a una actitud de provocación, a un ensa­ yo de construcción de cierta manera alternativa de hacer historia, con el común objeto de opo­ nerla al paradigma de la «historia-síntesis», por entonces más o menos hegemónico. Grendi seña­ la también la ausencia de un «cimiento común» y la dificultad para individualizar los «textos fundantes» del microanálisis en historia, conclu­ yendo provisoriamente que la reducción de es­ cala de observación «... se pensaba más que nin­ guna otra como la variable adecuada para hacer ftuctificar analógicamente, en el trabajo históri­ co, la lección de la antropología social [... permi­ tiendo entonces ... : huir de la lógica del discurso histórico generaL.)}.5 texto plane=;.<,~----

en sus números 8,9 y 10 (1995/96); cf, GRENDl, Edoardo

«¿Repensar la microílisroria?», en Entrepasados, 10, Buenos

Aires, 1996. pp, 131-39,

4 Fenómeno que suele reconocerse bajo «r..:histoire en miettes ,

" sello que cobrara enorme difusión internacional a del

libro que F. Dosse titulara con esa frase,

s GRENDI, Edoardo «¿Repensar.. ,•• , cit., p. 132.

LAS «BABAS" DE LA MICROHISTORJA...

43

y preguntas sumamente interesan­

que no vamos a detenernos, excepto

diagnóstico acerca de aquellas «al

menos dos,> propuestas microhistóricas que, dice,

podían distinguirse: para Grendi, la discrimina­

ción (<
propuesta anclada en lo «sociaL> y otra en lo «cul­

tura}", contraposición que, entiende, « ... ha teni­ do futuro si se toma en cuenta la significativa in­ que la antropología cultural, como an­ tropología simbólica e interpretativa, ha termi­ nado por ejercer en buena parte de la historiografía que] el proyecto, madurado más bien sobre la experiencia de la antropología social, ha tenido desarrollos bastante diversificados».6 Aunque difícilmente negable o prescindible, esta observación puede al menos ser matizada. So­ bre todo, a partir de algunos desarrollos posterio­ res: ni la influencia decisiva de la antropología social y cultural como marco teórico,? ni la re­ ducción de escalas como estrategia analítica, ni el discurso demostrativo como modo de exposición, ni el acento puesto en las prácticas sociales ­ como resultado- son materia objetable de una caracterización de principios que, como bien se-

ídem, p, 133. Nótese la afirmación de este punto en REVEL, JacquesJeux Péchelles, cir., "Présentation.), p. 7.

II

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ENSAYOS SOBRE MICROHlSTORIA

Bernard Lepetit y la suya propia, exhuma las po­ tencialidades de la reducción de escala (<, pero sin desli­ zar más que una punta la pista teórica que nos pone sobre la explicación de la diferencia.

Si a una definición por característícas generales nos referirnos, la que corresponde a la microhistoria parece haber sido esquematizada a partir de un soporte de tres puntas: reducción de la escala de análisis, explotación intensiva de la(s) fuente(s) y

LAS «BABAS» DE LA MICROHISTORIA,.,

47

adopción del modelo de exposición explicativa muy generalmente relacionado, según sea bajo el impacto del paradigma indiciario o la descripción densa, con el esquema de una novela policial o con la forma del drama sodal. IO Este acuerdo parece mantenerse corno telón de fondo detrás de la primera diferenciación plan­ teada por Grendi (en referencia a las vertientes cultural y social, derivadas de sendos tipos de an­ tropología). Sin embargo tanto la versión estereo­ tipada corno esta primera subdivisión, impiden ver divergencias más importantes, ubicadas en el modo de concebir la relación entre los niveles mlcro y macro. En este sentido, Maurizio Gribaudi hacía un llamado pretendiendo ubicar la atención en otra parte. Para este historiador, el debate es también bifronte: se discute sobre las capacidades de neralización o especificación propia de los que s micro o macro y, por otro lado, sobre la esen­ cia diferente de los fenómenos sociales que resul­ tan pertinentes para el uso de uno u otro niveL En este marco, Gribaudi asegura que la oposición de escalas nos pone sobre una pista «falsa». Para que la misma se vuelva pertinente, « ... debe to­ rnarse esencialmente según las diferentes modali­ él CE por ejemplo el exceleme rrabajo de BURKE, Perer Hís­ ;oria y Teoria Social, México, 1997 [1 a. Ed, en inglés 1 "speclalmente p. 52 Y ss.

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ENSAYOS SOBRE MICROHlSTORL'I.

dades de la formalización causal de los fenóme­ nos sociales y de las evol uciones históricas. [.. .10 cuaL .. ] no implica necesariamente objetos y ni­ veles de análisis diferentes ... ».11 Las diferencias entre estos se ecuentra más en el plano de las justificaciones empíricas y retóricas que en la naturaleza del objeto de estudio. Mientras que los estudios «macro}) se caracterizan por la utili­ zación de un método deductivo, que organiza las evidencias en torno a un marco de referencias condente o inconcientemente pre-determinado, los «micro», subrayan, por el contrario, « .. .la di­ mensión la incertidumbre y la posibilidad». Girbaudi toma el ejemplo de un estudio historia social sobre un fenómeno general que, habiendo reducido la escala espacial y temporal, ha dado por resultado un libro que poco que ver con la microhistoria. La imagen es hoy conocida, y su versión caricaturizada ha guado bajo la denominación de «daumardismQ»; pero lo que aquí interesa es menos la crítica al libro marras que el embate frente a un

\\ GRIBAUDI, Maurizio «Echelle, pertinence,

en REVEL, ]acquesjeux d'échelies, cit., p. 113.

11 Basada en la crí1:ica -en eS1:e caso, bas1:ante feroz- sobre el

trabajo de DAUMARD, Adeline Les Bourgeois de Paris au YJXe

siecle, París, 1970, desarrollada por Gribaudi en el artículo ci1:a­

do, pp.1l5-120; GRENDI, Edoardo dl daumardismo una vía

senza usóta?". en Quaderni Storici, X, 29-30, 1975, pp. 729-737.

-

- - - - - _....

_-_

.....~

LAS «BABAS» DE LA MICRO HISTORIA...

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del análisis microhistórico. Para Gribaudi, la re­ ducción de escala «no basta}). En la medida que esta reducción está orienta­ a confirmar casuísticamente unas diseñadas, no se ha operado ninguna modifica­ ción en el enfoque, permanencia que un procedimiento deductivo, constatable también en la elección de las evidencias y en la demostrativa. A cambio de la tríada reducción de la escala - o:plotación Íntemiva de la de la fuente - retórica demostrativa «indiciaria», Gribaudi propone -¿siguiendo? a Levi- que la especifici­ dad del enfoque micro analítico se en otros principios: inestabilidad de las formas - procesos generativos - peso decisivo de las acciones individua­ les. '3 Estos elementos, re-envían a una posición que se distingue por el abandono del concepto de determinación (sobre todo asociado a las evolu­ ciones macro-estructurales), que otorga un enor­ me peso específico a la contextualización y que, en la mayor parte de los casos, sus resulta­ dos en el uso del denominado modelo configura­ donal. El acento puesto en el contexto adquiere sentido sólo en el marco de la premisa «gene­ rativa», mientras que la configuración -una cons­ telación permanentemente móvil a la que es ne­ cesario considerar sintetiza

,) GRIBAUDI, Maurizio

.», cit., p. 120.

ENSAYOS SOBRE ~llCROHISTOR[A

LAS «BABAS» DE LA MICROHISTORIA..•

pequeños cortes) el estado del centro princi­ pal de interés: la negociación de los actores socia­ concretos.

-Cuatro­

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«Si la causalidad se certifica al interior de cada contexto particular, y los compor­ tamientos sociales se engendran concreta­ mente a partir de las dinámicas de interacción de los individuos... »14 En efecto, la capacidad individual de interpre­ tación y de construcción de lo real es lo que yace en el corazón de este modelo, evidentemente mar­ cado por el constructivismo lógico, la sociología redes y los aportes de Norbert Elias. Gríbaudi asegura, por lo tanto, que ".. problema de la escala no es pertinente sino al interior de la ópti­ ca macrosociológica», cuyo «modelo causal [... ] implica la necesidad de mostrar cuáles son las ar­ ticulaciones entre los fenómenos que son propues­ diferente y actuantes en tos como de una 15 niveles de escalas

..

~,

,-----­

GRIBAUDI, Maurizio cíe., p. 122. cir., p. 127; en otro traba­ GRIBAUDI, ~faurizio jo, fruto de un ejercicio colectivo, Gribaudi y sus colaboradores profundizan sobre estas mismas líneas. Muy ejemplifícame de las ideas aquí resumidas es su trabajo personal "Reseaux eeocenrrés et inscriptions sociales. Continuités et discontinuítés dans les formes de structuration de l'espace parisien», en GRIBAUDI, Maurizio -dir.- Espaces, temporalités, stratifications, Éditions de ['EHESS, Paris, 1998, pp. 71 a 120. 14

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obstante la calidad y densidad de los aportes la discusión, la puesta en escena de un debate focalizado sólo sobre la «microhistoria» y no en el "mÍcroanálisis» cercena la posibilidad de señalar '.'Ías de reflexión que corren por otros caminos. La referencia posible es, entonces, el contexto científico. Aunque resulte una obviedad, muchos fueron los tópicos científicos aparentemente indiscuti­ bles que se han esfumado a lo largo de este siglo: ;a idea del enigma como límite de la ciencia, el ~volucionismo, la newtoniana, la idea mis­ :na de paradigma e, inclusive, se ha discutido y se discute fuertemente la teoría de la relatividad. En desarrollo científico del siglo XX, «.. .la idea de previsión, la ciencia como cien­ cia de lo general, la conciencia del tiempo como lugar de despliegue de la necesidad dejan de ser criterios atemporal de las absolutos y definitorios de la cientificidad. Se delinea un itinerario que a través de las fisuras de la presunta necesidad de los límites 'cartesianos' de la ciencia produce lo que pode­ mosdefinir como desafio de la complejidad».16

CERUTI, Mauro «El miro de la omnisciencia v el del :"ervado[», en WATZLAWICK, Paul y KRIEé~¡ Pecer :- mp.- El ojo del observador. Contribuciones al constructivismo, .: ódisa, 1998, p. 41.

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

Han cambiado no solamente las preguntas sino los tipos de preguntas; las dicotomías necesario/ no necesario y existente/no existente, han sido desplazadas por el par posible/no posible, a par­ tir del cual se han reformulado los problemas clá­ sicos tanto en las ciencias duras como en las so­ ciales. La mirada de Ceruti -y de buena parte de los constructivistas en general- tiene conse­ cuencias interesantes, incluso, si se las toma en consideración para pensar fenómenos como e! de los confines de la ciencia o las hibridaciones, en la medida que -desde esta perspectiva- la valora­ ción de la frontera y de los límites coincide con e! eje de la redefinición de las nociones de problema y cuestionario científico, normalmente ubicadas en e! núcleo duro de cada una de las disciplinas. Algo similar sucede con la noción de síntesis, tan central para los historiadores: frente al desa­ fío de una salida de! periodo caracterizado por la fragmentación de! conocimiento histórico -o, en la expresión de Revel antes citada, de anarquía epistemológica-, existen miradas, como la ofreci­ da por Giovanni Levi en la entrevista que se in­ cluye en este volumen, que realizan la lectura del proceso desde una perspectiva pendular, síntesis­ dispersión-síntesis. Levi dice también, es justo recordarlo, que e! historiador nunca ha dejado de hacer síntesis; pero la interpretación debiera orien­

-

LAS «BABAS', DE LA MICRO HISTORIA...

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¡:arse, entonces, a la naturaleza de la síntesis. El afianzamiento del dominio de lo discontinuo, de lo particular, el antes mencionado desafío de la {omplejidad, han impactado doblemente sobre este punto: en primer lugar, y esto constituye de alguna manera otra obviedad, cualquier intento de mirada omnicomprensiva (es e! calificativo que parece más adecuado para las síntesis que algunos añoran) estaría científicamente vigilado y discu­ tido de una manera feroz por la pluralidad y den­ sidad de estudios sobre fenómenos particulares que, en mayor o menor medida, pueden estar ma­ ;:izando o negando completamente e! resultado ··sintético». Pero lo que es quizás menos obvio, es que la síntesis sí está dentro de! universo de lo posible, en la medida en que no se conciba igno­ rando el desarrollo científico que ha vivido e! co­ nocimiento histórico. Han cambiado las condi­ ciones objetivas dentro de las cuales realizar la sín­ tesis y, por esto, la naturaleza de la misma es com­ pletamente diferente. Siguiendo a Ceruti, las di­ ferencias y las contraposiciones «... son irreducti­ blemente constitutivas de los dominios cognitivos de los puntos de vista dados. [... ] El problema ya ¡zo es el de hacer homogéneos y 'coherentes' diferentes puntos de vista; el problema es comprender cómo )untos de vista diferentes se producen recíprocamen­ ~e. La desaparición de la imagen clásica de la ra­ zón y de! conocimiento provoca un deslizamien­

CRISIS y RESIGNIFICACIÓN DE LA

mícrohisforía Una entrevista a Giovanni Levi. 1

•t. t. ¿Qué corrientes usted identifica dentro de la microhístoria, y de estas corrientes se identifica mds con la que usted lanzó en su momento con la Herencia Inmaterial? Giovanni Levi: una pregunta muy difícil, yo creo que hoy na­ die hace microhistoria. Hay una crisis la micro­ historia, en el sentido que el éxito de la microhis­ toria en diarios, las revistas, etc. ha producido dos cosas: una es la que Jaime Contreras, un toriador español, llama historia basura, ocuparse de cosas que no interesan a nadie, que son muy pequeñas, y que ésta es una suerte de imagen fal­ sa de la microhistoria. Por ejemplo es el caso de

I Realizada por Darío Amolfo, Dado Barriera, Ignacio Martinez y Diego Roldán. en el Centro Cultural Parque de Rosario, octubre de 1999. Agradecemos a Giovanni y Carina Fri¿, directora del Centro de Documentación de esa institución, cuya gentil predisposición posibilitó este

~ncuentro.

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ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA

UNA ENTREVISTA A GIOVANNI LEV¡

The lesbian mm, libro que tuvo éxito en Es­ tados Unidos y que es una historia sin ningún en principio, porque el 80% de las mon­ jas son lesbianas. Esto no es interesante para no­ sotros. Por otra parte, existe una crisis en la causa por la cual la mÍGrohistoria había nacido a princi­ pios de los 80: la microhistoria nació como una crítica a una conceptualización muy fuerte del marxismo, del estructuralismo, y en general era una propuesta para complicar la conceptualiza­ ción, describir la realidad como más complicada de que las ideologías dominantes la considera­ ban. Hoy me parece que estamos totalmente del otrO lado de la cuestión, todo lo vemos como muy complicado pero no tenemos una interpretación global de la historia. Guinzburg ha hecho un bro de macrohistoria historia nocturna, yo he hecho un pequeño articulo sobre el Estado mo­ derno, que no es micro historia sino que es macro­ historia, porque el es también macrohis­ toria, yo explico allí situaciones muy generales. Creo que hoy, la mÍcrohistoria es un insttu­ mento útil pero no es la solución a los problemas de la historia en este momento, ha sido muy im­ portante durante quince años de debate. Un plo que puedo dar en la Argentina es que mucho de los colegas que estudian la inmigración y la emigración han producido investigaciones a nivel

muy especifico, la familia, la historia de uno, la historia del OtrO, pero hay mucha dificultad para hacer una interpretación global, una nueva inter­ pretación del fenómeno inmigratorio, que es uno de los temas importantes que se discuten aquí y en general produce la misma interpretación: las cadenas migratorias, las relaciones de paren­ tesco, los fenómenos de protección, clientelismo, etc. Pero esto lo sabemos desde hace treinta años, ahora el problema es estudiar la inmigra­ ción desde la paridad, o tomar otra posición, otros problemas.

¿Cómo le explicaría a un estudiante los principios metodológicos microhistoria? Giovanni Levi: Es uno solo. Es un problema de escala. La mícro­ historia no es estudiar cosas pequeñas sino mirar en un punto especifico pequeño, pero proponerse problemas Es la modificación de la es­ cala de la observación. Revel da el ejemplo del film BlotO Up, es la historia de una fotografía que la primera vez no explica el problema, la segunda vez se ve la mano entre las hojas, la tercera es una mano con un revolver, a medida que se reduce la escala se más preciso el detalle. la varia­ ción de la óptica del historiador, en este sentido es muy importante el historiador, no el documen­

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ENSAYOS SOBRE ~jjCROHISTORIA

UNA ENTREVISTA A GIOVA,"lNI LEVI

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la actitud del historiador es muy semejante hacia la realidad: ¿qué cosa es la realidad? Es una inves­ vestigación. tigación que el historiador hace en dirección a la realidad sin jamás acabar la investigación. Ahora Si este es el principio fundamental, esta reduc­ en este sentido es muy importante el protagonis­ ción de la escala de andlisis, modifica la forma ta de la investigación, que es el historiador, tanto de construir el objeto del historiador y la forma de como la realidad investigada. organizar el relato? too La posición que toma el historiador en la in­

Giovanni Levi:

Sí, yo creo que sí, se puede decir una cosa muy en

general, todos los historiadores profesionales jó­

venes como vosotros, o de media edad, o viejos

como yo, tienen una posición de autoridad, bus­

can la verdad y dicen: la batalla de Pavón ha sido

así. En general los historiadores tienen una posi­

ción de autoridad, yo creo que busco la realidad y

comunico al lector la realidad, los hechos como

han ocurrido, yo creo que la consecuencia del cam­

bio de análisis es de dar más importancia no a la

relatividad porque siempre buscamos la verdad

sino a la especificidad del punto de vista. Puedo

dar un ejemplo judío. En la religión judía se con­

sidera que no se puede decir que dios exista. N o

se puede decir existe. Dios existe o no exisre, no

se puede responder a esra pregunta. Pero todo el

análisis de los rextos sacros, el análisis del Talmud,

es una discusión como si dios existiera pero sin

poder saber quién es el que hace. No tiene una

previsibilidad, una descriptividad. Yo pienso que

La microhistoria ademds de un reposicionamiento del objeto, ¿implica un reposicionamiento del historia­ dor con a la sociedad? Giovanni Levi: Este es un problema que yo remitiría a un debate mas general, que podría ser el tema de otra entre­ vista, que es la crisis de la actividad del historia­ dor hoy. Hoy los historiadores no son tan impor­ tantes como antes porque la relación que tienen con los medios de comunicación es muy peque­ ña. Por ejemplo su revista prohistoria tendrá, pon­ gamos por ejemplo, 300 lectores como máximo. La televisión tiene 3.000.000 y puede contar la misma historia, puede contar la historia de Santa Fe como vosotros. Después confronten: la opinión publica ¿es una interpretación científicamente garantizada por trescientos ó una utilización po­ lítica por tres millones? Uno de los problemas que la microhistoria se proponía al principio era una relación diferente

~=~-~--

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UNA ENTREVISTA A GIOVANN! LEV!

ENSAYOS SOBRE ,\11CROHISTOR1A

con el lector, tener más lectores. Una forma de historia menos académica más informal. Yo que creo que esta es muy importante en todo 10 que se llama el revisionismo histórico. Los histo­ riadores no la capacidad de responder a la agresión de la vulgarización de la historia de los revisionistas. Ahora, por ejemplo, en Italia esta la discusión" el fascismo o el antifascismo?" los dos sus culpas. Esta es la vulgata que hoy tenemos en Italia, o ¿es mejor Stalin que Hitler? Otra pregunta sin sentido historiográfico, pero muy importante desde el punto de vista po­ lítico, del efecto político. Yo creo que uno de los problemas de la historia hoy y de la microhistoria tambíen es la relación nueva con el publico, en 10 años nuestra profesión va a cambiar radicalmente.

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sando la idea de que es más fácil hablarle a los desde el hoy al pasado que desde el do al hoy. Esta es una indicación muy con­ siderar que la escritura historiográfica es una es­ critura comunicativa y es una operación de co­ municación. La comunicación debe imaginar al lector, debe imaginar lo que el lector sabe. Hoy los lectores o lo estudiantes de la universidad sa­ ben muy poco de la historia, es muy difícil orga­ nizar un diálogo comprensible con los estudian­ tes. Yo creo, por ejemplo, que un problema fun­ damental se da de hoy al pasado antes que del pasado a hoy. Pero este es solo un de la temporalidad. Es realmente un problema muy importante para reflexionar.

Yen este tipo estudio y en este tipo de escritura, to­ mando estos dos ejes que señaló ¿Cómo debe hacerjugar el historiador a la ternporalídad y la noción de proceso teniendo en cuenta que ha achicado la escala?

La microhistoria, como muchos otras vertientes de la historia de la historiografía, ha incorporado muchos conceptos provenientes de las otras ciencias sociales. ¿Cómo evalúa el impacto, las consecuencias teóricas, esta importación de conceptos?

Giovanni Levi:

Ahí también hay un problema de escala. Yo creo

es muy importante el problema de la ralidad, en el sentido que es un problema trucción de la temporalidad, es una operación de comunicación a los lectores. Marc Bloch, por plo, ha hecho una cosa muy importante, impul­

Giovanni LevÍ:

Yo no creo que sea una importación de concep­

tos. Yo creo que las ciencias sociales son una, como

Dios. En este sentido, uno de los errores máxi­

mos que se pueden cometer es importar concep­

tos. La historia puede producir conceptos funda­

mentales para la sociología, economía, etc .. Por­

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-

....

_---

_._-_

..............



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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA UNA ENTREVISTA A GIOVA'INI LEY!

que no es un problema de identidad, es un pro­ blema de dialogar cosas. Yo creo que una de las grandes contribuciones que puede hacer la histo­ ria a las otras que ha dado a otras '-"'''.H.... ''~ sociales, es proponer la ¡¡mitación del empleo de los conceptos que los economistas considera~ un~­ versales. En este sentido, yo creo que la h¡stona produce conceptos. definitiva no es una im­ portación, es una forma cultural general de .filo­ sofía, historia, antropología, economía, soclOlo­ gía, que trabaja por buscar una descripción de la realidad, sin

69

yo lo considero de historia contemporánea. Pero ~l libro Maurizio Gribaudi, que es un libro sobre el fascismo, es el máximo de contempora­ neidad posible. Muchas de las de la micro­ historia nacen de una crítica de la historia oral, de la aplicación muy simplista, muy basurista de la historia oral. Porque la historia oral tiene una comunicación inmediata, pero falsa, porque es muy emotiva, trabaja con una transmisión muy emotiva del sentido de la historia. problema de la historia en general, y de la microhistoria (ambién, es el de una comunicación controlada, no una comunicación emocional. Yo creo que gran parte de la discusión que ha hecho la microhistoria ;n su programa es una resistencia, una crítica a la utilización de fuentes orales como de información histórica, información histórica fac­ mal. Hay otra forma de utilizar las fuentes orales, como un lugar interesante para estudiar las crea­ .:iones individuales, o una reconstrucción indivi­ dual de los hechos históricos.

La mayoría de los estudios microhútóricos con~cidos tienen que ver con sociedades de Antiguo R~gnnen) al menos los mds exitosos) y cuando se analzza una qué medida este meto­ sociedad contempordnea dología debe ser modificada, cómo es la ?eración reconstructiva, teniendo en cuenta la complepdad que presenta ésta sociedad contempordnea? ¿Es vdlido introducir esta distinción? Giovanni Levi: Yo creo que un libro muy interesante de microhistoria es el de Maurizio Gribaudi sobre la obrera de Turín, que es un libro de historia contemporánea. Yo se que la historia contempo­ ránea en la Argentina es más contemporánea que en Italia. Por ejemplo el libro de Franco Ramella

: Qué es lo que el enfoque microhistórico suma a los ,o,tudios de redes? G iovanni Levi:

,:lVimos una verdadera pasión por el análisis de -:des, porque era una posibilidad de estudiar caindividuales sin impresionismo, pero buscan­ TFF

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

consideramos que el laicismo es la parte intere­ sante, pero entendimos que para cambiar la so­ ciedad hay que cambiar raíces profundas de la antropología del hombre argentino, que es idén­ tico al italiano, al croata, al polaco o al portugués.

INDICIOS, MÁRGENES Y MÓNADAS.

III

Acerca del advenimiento de la «NUEVA MICROHISTORIA» 1

MATTI PELTONEN

¿ Usted cree que los historiadores volverdn a escribir síntesis, grandes síntesis?

1. ¿El renacimiento de la narrativa?

Giovanni Levi: Lo hacemos siempre. La historia tiene un trend cíclico que es síntesis, disrrupción de la síntesis (como es la micro historia) resíntesis y redestruc­ ción de la síntesis. Yo creo que es un fenómeno ondulatorio. relación a la síntesis, no creo que la microhistoria sea negativa. La identificación del problema del estado c"'~tólico es un buen resulta­ do microhistórico que tiende a la síntesis.

Alrededor 1975, publicado un grupo de estudios históricos a los cuales se reconoció in­ mediatamente como representantes de algo nue­ vo. Libros como el A10 n ta illo u.. . E. Le Roy Ladurie (1975), Wighs and Hunters de Edward Thompson (1975), queso y los gusanos de Ginzburg (1976) o Cultura y Sociedad... de N atalie Zemon Davís (1975), parecían indicar un cam­ bio en el paradigma historiográfico. este artí­ culo he denominado a estos estudios «la nueva microhistoria» de los 1970s., que, no obstante, fueron recibidos por comentaristas coetáneos de diferentes maneras. En los años 19805., esta <mueva microhistoria» fue discutida bajo los términos de un «retorno de la narrariva». fue el título de un influyente artículo de Lawrence Stone quien, ciertamente, ~-~-----

, Traducción del inglés por Ignacio Martínez y Daría Barriera.

INDICiOS, MARGENES Y MONADAS ...

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ENSAYOS SOBRE MlCROHISTORIA

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completamente con todos los argumentos metodológicos de Ginzburg, por ejemplo, en lo concerniente a la inutilidad de los métodos cuan­ titativos y las grandes bases de datos. La característica común en ambas versiones, es la importancia otorgada a la naturaleza es­ pacial de la relación micro-macro. La definición de Roger Chartier distingue nítidamente este as­ pecto: «Es en esta escala reducida, y quizás solamente en donde podemos comprender, sin reduc­ clones deterministas, relaciones entre siste­ mas de creencias, de valores y representaciones de un lado y filiaciones sociales por el otrO».3 def1l1ición fue citada aprobatoriamente tanto por Levi como por Ginzburg. La metáfora espacial es dominante también en otras '-lC,HI.~a., sociales donde opera la distinción entre enfoques macro v micro. economía, todo el cuerpo teó­ rico se divide generalmente en dos bloques, macro ~.~~~~--­

CHARTIER, Roger "Iruelíecrual History or Socioculrural History?», en LA CAPRA., Dominick & KA.PLAN, S~e".en (eds.): l>1odern EI/ropean Intellectua! History. (5' New Perspectives. Cornell UniversiryPress, 1981, 4 LEVI Giovanni "On microhistori», in Peler ~ed.­ New ' in HistoricalWriting, Polity Press, 1991,.P' 95, cuando se refiere a Barth; GINZBURG, Carlo «Microbstoty: Two or Theer Things that 1 Know about It», in Critical 20, Aurumn 1993, 10-35, especialmente p. 22, ___ ~

y microteoría, que sostienen entre sí una relación problemática. En sociología, esta relación quizás no sea tan antagónica, pero la relación entre les micro y macro del fenómeno social, es tam­ bién percibida como uno de los problemas teóri­ cos más arduos. 5 La sociología moderna o acadé­ mica nació, a fines del siglo como un macro­ proyecto, como una reacción a la psicología. El enfoque micro sociológico, por su parte, es una nueva tendencia, una reacción a la perpectiva ma­ cro de la sociedad, desarrollada en los años 195 Os. y 1960s. slogan de la microsociología fue «bring men back in». La micro sociología se interesó por la cotidiana, los acontecimientos relativamen­ te triviaÍes y reiterados, los hábitos, las costum­ bres. Las discusiones acerca de la conexión entre lo micro y lo macro, empezaron también relativamen­ te tarde, alrededor de los 19805. 6 La historia de la distinción macro-micro es to­ talmente diferente en economía y sociología. En -,...,~~~~-­

; COLLINS, Randail Theoretical Socio!ogy, Harcourt Brace ]avanovich, 1988, pp. 373-410; MOUZELIS, Nicos "The Poverty of Sociological Theorp>, in 27,4, 1993, p. 667. 6 KNORR-CETINA, Karin & A. V. -eds.Advances in Socia! and Methodology. Tot./lard an Integration oflvficro-and A1clcro-Socío !ogies, Routledge & Kegan Paul, 1981; HECHTER, Michael -ed.- TÍJe lvficrofoundations of}4acrosociology, Temple Press, 1983; ALEXANDER, Jeffrey c. et al.--eds.- The A'ficro­ Macro Link, University of California Press, 1987.

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ENSAYOS SOBRE !v!ICROHISTORIA

INDICIOS, M..\RGENES y MONADAS ...

la primera, la teoría micro explica el comporta­ miento de los actores económicos individuales (consumidores, empresas, desocupados) y la macroteoría, indaga las relaciones entre variables económicas agregadas (producción, empleo, pre­ cios ... ) dentro de un área extensa. Las palabras macro y micro fueron introducidas en economía con algún retraso. Esto sucedió recién hacia fines de los 1940s y comienzos de los años 1950s. 7 Por ejemplo, el clásico manual de Paul Samuelson, Economía, comenzó a utilizar estos conceptos re­ cién en la edición de 1958. 8 Lo interesante en cuanto al uso de metáforas espaciales en la descripción del enfoque micro es que, en un primer momento, en los textos de eco­ nomía, el aspecto temporal fue privilegiado fren­ te al espacial. Los conceptos utilizados inicialmen­ te fueron macrodinámica y m icrodindmica. Esta última refería a situaciones donde todos los re­ cursos económicos eran completamente emplea­ dos, permaneciendo constantes el stock de capi­

tal y producción. El nuevo enfoque fue macrodiná­ mico, cuando se trataba de analizar situaciones con subempleo. El máximo exponente de este tipo de análisis fue John Maynard Keynes. Detrás suyo puede identificarse a su maestro, Alfred Marshall, y su revolucionario manual de 1890, PrincipIes 01 Economics, que marca la fundación de la moderna economía académica. Marshall había introduci­ do ya una do ble división de la teoría económica de acuerdo a un criterio temporal. Siguiendo a Marshall, los fenómenos económicos se dividían en dos categorías, los pertenecientes a períodos cor­ tos (o período del mercado) ya períodos largos. El período corto cubre las actividades econó­ micas desarrolladas en un período de mercado, que es tan corto que los productores no tienen el tiempo suficiente para adecuar su actividad a las fluctuaciones de la demanda y la competencia; el stock de capital y el nivel de producción perma­ necen constantes. El cuerpo de la teoría econó­ mica desarrollado por Marshall cubría sólo este período corro. La teoría del período largo hubiera requerido el tratamiento de la sociedad como un organismo, y demandado un «tratamiento más filosófico». Este tipo de análisis debía ser total­ mente diferente al tratamiento extremadamente formal y matemático dado al período corto, en­ tonces, no podía tener, siguiendo a Marshall, la misma «definición y precisión de pensamiento».

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The New Palmgrave. A Dictionary o[Economics, vol III, 273­ 275,461-463. 8 La marginalidad de la discusión metodológica acerca de las microfundaciones de la macroteoría en economía, puede ser percibida desde el hecho mismo que los dos tratados más populares de medodolorría económica de comienzos de los 1980s. -el de Blaug (1980) y el de Caldwell (1982)- igno­ ran estos desarrollos, aún en sus versiones revisadas (de 1992 y 1994 respectivamente.)

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INDICIOS, IvLARGENES Y MÓNADAS.,.

ENSAYOS SOBRE :'HCROHISTORiA

Sin embargo, Marshall no publicó jamás una sola página sobre el período largo (o sobre macroeco­ nomía) y una peligrosa división surgió en la teo­ necesario subrayar que el cri­ ría económica. 9 terío orginai la división entre macro y micro temporal y no espacial. teoría en economía Esta diferencia, también es generalmente deSTa­ cada en las discusiones sociológicas. 10

3. Ginzburg 1)S. Foucault: sobre cultura popular. Muchos microhisroriadores, creo, pueden ser cri­ ticados por ignorar la cualidad temporal del micronivel, a favor de una mayor atención presta­ da a otrOS aspectos. EsTO, se supone, resulta de la elección del objeto. Pero no se le presta especial atención y no es generlamente mencionado cuan­ do se discute el enfoque microhistórico. ll Sin

COLEMAN, D. C. Hi5tory and theeconomic Pasto An Account ofthe Rise and Pall 01 Economic in Britain, Clarendon Press, 1987, p. 128. 11] COLLINS, Randall "On the Micro-foundarions of Macro­ sociology», in The American ¡ouma! o(Sociology, 86, 1981, 984-101'4. Es iluminadora la formulació"n realizada por DeWalt y Pelto, acerca de los tres aspectOs de la conexión enne nive­ les macro y micro-tiempo, causalidad y espacio. Desafortuna­ damente. no continuaron trabajando sobre las mismas. DE WALT, Bíllie & PELTO, Pertri -eds.- lvfícro and Macro Levels 01Analysis in Anthropology. !ssues ir¡ Theory and Research, Westview Press, 1982, pp. 1 a 21. !l DAVIS, Naralie Zemon "The Possibilities of rhe Past.», in lOl/mal olInterdisciplinary History 12, 1981, pp. 267-275; "The

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embargo, en este sentido, el trabajo de Carlo Ginz­ burg puede ser tomado como una excepción. En mi opinión, la mayoría los trabajos de Carlo Ginzburg están basados en una enorme tensión temporal. Me refiero especialmente a Historia Nocturna, Queso ... , y Ecstasies,", En estos traba­ jos, el aspecto más interesante, el resultado que Ginzburg quiere comunicar a sus lectores, surge de la colisión de un acontecimiento excepcional con la consolidada estructura de la cultura popu­ lar. Este momento especial revela las estrucruras, cuya importancia es muy difícil, sino imposible de ver, en otra temporalidad. Los microhistoriado­ res, en realidad, tratan de descubrir cosas más grandes con sus microscopios y sus magníficas lentes. Este aspecto del proyecto microhistórico no está adecuadamente ilustrado por la metáfora espacial descripta como una focalización de la aten­ ción hacia áreas pequeñas, El Queso y los Gusanos es el mejor ejemplo de la estrategia narrativa de Guinburg, donde la ar­ ticulación de las estructuras de largo plazo con acontecimientos de corta duración crea conflictos

Shapes of the Past'" in Storía della Storíographia, 17, 1990, pp. 28-38; LEVI, Giovanni "On rnicrohisrorv.... li, cít. GINZBURG, Cario «Microhistory: Two ... », ~it. MUIR, Edward & RUGGIERO, Guido -eds.- Microhístory and the Lost Peoples The Europe, John Hopkins University Press, 1991, pp, vii-xviii.

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ENSAYOS SOBRE ;"!ICROH1STORIA

INDICIOS, MARGENES Y MÓNADAS...

atrapantes, que pueden ser resaltados en el texto que los historiadores crean para sus lectores. Para mu­ chos profesionales, esta tensión temporal merece ob­ jeciones. Lo difícil de aceptar y entender, es la exis­ tencia autónoma de la estructura de larga duración de la cultura popular. Se preguntan cómo alguien puede creer que tales estructuras, largas y general­ mente ocultas, existen realmente, siendo que su tenda no está ampliamente documentada. ¿Cómo puede alguien hablar de la existencia autónoma de una radical cultura campesina, si al mismo tiempo está influída por la cultura dominante en la misma sociedad?12 Dominick La Capra, por plo, encuentra inadmisible incluso en principio que la cosmovisión del molinero Menocchio pudiera haber estado basada en la antigua cultura campesi­ na, ya que teme que de este modo, reforzaría de guna manera las relaciones hegemónicas en la historiografía profesional. Si la cultura popular es también un nivel importante de la cultura, enton­ ces, quienes la estudian, hacen también un impor­ tante trabajo en historia intelectual que, de acuerdo a La constituiría «".una bizarra y viciosa pa­ radoja según la cual una relación vicaria con los opri­ midos del pasado, sirve de pretexto para pretensio­ nes de dominación contemporáneas». ,3

Acontecimientos excepcionales en la historia de los conflictos sociales crean «archivos de 5ión», que sacan a la luz cosas que habían existido en un nivel que no producía documentación per­ durable. Son estos «archivos de represión» los que han sido usados muv a menudo en estudios recientes sobre la cultura popular. Esta situación paradójica, en la cual es el «enemigo» quien ar­ chiva y preserva información sobre lo «marginal» y lo «bajOl) ha dado lugar también a nuevas obje­ ciones frente a este tipo de investigaciones. Algu­ nos observadores han expresado que, quizás, «•• .la cultura popular existe solamente en el acto de re­ presión», postura que parece subyacer a la crítica que La Capra hizo de Queso ... Es también en este pumo en el que el mismo Ginzburg ha sido más cntlCO. refiero aquí a su crítica frente a la actitud foucaultiana de «populismo negro)}, en el prefacio de El Queso ... La crítica se vuelve más interesante en tanto parece revelar un inesperado punto débil en las ideas metodológicas de Foucault.

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12 LA CAPRA, Dominick Universi1:y Press, 1985, pp. 45-69 13 Idem. p. 69

6- CritÍcism, Cornell

I

crítica de Ginzburg a Foucault es similar a la que Mikhail Bakh tin realizara a Febvre por haberse concentrado solamente en la cultura oficial en su estudio sobre la cosmo­ visión de Rabelais. Esta limitación de la pers­ pectiva se justifica por 51 en la medida q~e se

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ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA

INDICIOS, MÁRGENES Y MÓNADAS ...

o Davis describen mundos y personas totalmente diferentes a nosotros, alternativas que la moder­ nización destruyó, lugares nostálgicos a los que podemos escapar en sueños.

Le Possession du Loudun, de Certeau revela su interés por los fenómenos marginales. Este enfoque fue también propuesto en su artículo metodológico más conocido «La Operación... », que en muchos de sus puntos de partida se acerca Ginzburg «Indi­ al programático artículo CiOS ... )}. por ejemplo remarcable, la similitud en sus respecrívas visiones acerca de la investiga­ ción histórica como esencialmente diferente de las otras ciencias sociales. Los puntos de De Certeau fueron desarrollados en oposición a la monografía de Paul Veyne Cómo se escribe la hútoria (1970).24 En el contexto esta discusión, De Certeau toma posición respecto de varias cuestiones fun­ damentales. Una de ellas es la relación entre la historia y las (otras) ciencias sociales. Ya en esta relación, De Certeau cultivaba su enfoque margi­ nal. En su concepción, la historia no se opone a los modelos creados por la investigación científi­ ca social. Propone que la historia analiza las des­ viaciones de estos modelos. 25 Su concepto de «des­ viación signitlcante» no está realmente muy lejos

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6. Otras micmhistonas. El enfoque sostenido por Ginzburg y Levi es sólo una de las formas para definir la microhistoria. Es interesante compararlo, entonces, con otrOS conceptos de microhistoria. Propongo recupera~ primero las propuestas de Michel de Ceneau. SI bien no es considerado frecuentemente en esta línea, merece atención no sólo como un cultor de la microhistoria sino También como uno de los pocos historiadores que han producid~ contribu­ ciones meTOdológicas interesantes e mfluyentes. Estoy pensando aquí fundamentalmente en «La Operación histórica» (1974) Y en su :nonog~afía Le Possession du Lottdun (1970), pubhcada cmco años antes de la «primera ola)}, aunque hay que admitir que JI Benandantí de Ginzburg fuera pu­ blicado ya en 1966. Por supuesto, podemos tam­ bién recuperar muchos trabajos británicos ante­ riores al «mágico año de 1975», o por ejemplo a George Rudé y sus precursores uabajos de fi~es de los 19505. y comienzos de los 19605. La dIfe­ rencia radica en que estos estudios no produjeron ideas metodológicas nuevas.

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... _-~._--

24 Cfr. La discusión entre De Cerreau y Veyne, a comienzos de

los 1970s., compilada ahora en REVEL, Jacques y HUNT,

Lynn Histories. French Construcríons olthe Past, The New I'ress,

1995, pp. 299-318.

25 DE CERTEAU, Michel The Writting 01 History, Columbia,

1988 rI9721.2~

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INDICIOS, MÁRGENES Y MÓNADAS."

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ENSAYOS SOBRE MTCROHISTORIA

de lo «excepcional normal)} inventado por los microhistoria d ores .ltal'lanos. 26 De Certeau se refiere a Fernand Braudel cuan­ do introduce la idea áreas marginales y menos de frontera como objetos de estudio episte­ punto ~s que estos , mológicamente fértiles. nómenos nítidos y fáciles de manepr revelan mas y son menos complicados para analizar que .0trOS considerados más centrales. Las áreas margmales tienen claras relaciones con sus centros, existe una continuidad por definición. En su artículo acerca del concepto de civilización, Braudel habla de «micro elementos de civilización»."'

La de Walter Benjamin como historia­ dor fue reforzada en 1981 cuando fuera publica­ do su Das Passagen- lVerk. Este manuscrito incon­ cluso es uno de los textOs más comentados ac­ tualmente. Desafortunadamente, Benjamin es considerado menos un historiador que un filóso­ fo de la historia. 28 Pienso que Susan Buck-Morss estaba en lo cuando escribió Benjamín no era tanto un filósofo de la historia como un historiador de la filosofía. A de que el manuscrito está compuesto de de in­ vestigación, también admite el concepto de libro planificado -ya que no son sólo apuntes, sino notas que han sido trabajadas y en ocasiones ex­ tensamente comentadas, y algunas de ellas no son notas en absoluto, sino las reflexiones de Benjamin acerca de su método o su objeto- ya estas notas son al mismo tiempo el manuscrito.

En la edición española (Hacer la Historia, Barcelona, 197~~, p. 46, la expresión más cercana es "".el detalle que consnruye N. de los T. " Benjamin escribía en los 19305. sobre París Fernand On 1980, p. 20v. Es como la Capital del Siglo XIX. Con esta expre­ interesante observar que incluso un detractor ran tenaz de la microhistotía como John H. Eliiar, propone u,na estrategIa d~ sión críptica, Benjamin quería decir que, en el si­ microhistórica que se acerca a las Ideas de Braudel glo XIX, París era mucho más que la capital de v De sobre las áreas o acontecimientos margmales ~omo epistemológicamente críticos. Cfr. ELLIOT, John .;. r,r' l d CompaYrlt;"c An lnnaugurai Lect.. lvat¡Ona an ",. 4! ~ 199're ~~~----------011 10. may . 1­ ae'1:,vered befire o the Univcrsitv, d" D Clarendon Press, Oxford, 199 L , donae 'Ice que ," ero 28 La excepción es Hans quien ha mencionado que como las sí se tiende a expre­ "Walter Benjamins, Ernst Blochs und Theodor Adornos los valores y costumbres metropolitanas, ba!o emphatische und philosophish-spekulativ überh6hre destilada y frecuentemente rarificada; un estudlO Herausgebung des Einzelnen, Besonderen und Konkreten in des de las s~ciedades coloniales ofrece otra forma, Geschichte." MEDICK, Hans "Micro-Hisrorie}), en SCHULZE, potencialmente promisoria, de enfocar la cuestión de,las iden­ Winfried -Hg.- Sozialgeschichte, Alltagsgeschichte, Mikro-His­ torie, Vandenhoeck & 1995-,-p.49. __ tidades colectivas distintivas y procesos de formaclOn de las identidades». "_ _ ~ .-----=====~=,/.".r

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INDICIOS, :-'1.~RGENES y MÓN,~DAS, ••

ENSAYOS SOBRE :>'HCROHISTORIA

Francia. Su pensamiento era, sin embargo, abso­ lutamente único y exuaordinario. Había estudia­ do los pasajes de París como un ut-fenómeno de la modernidad, como un collage de cuadros que expresan lo inconciente o el mundo soñado de la temprana era industrial. Benjamin vió la vida co­ mercial antigua en los pasajes parisinos como una mónada que reflejaba el mundo en la ciudad de manera comprehensiva. Los pasajes eran como miniaturas del mundo que los rodeaba. Las ideas básicas acerca de este tipo de meto­ dología de la investigación histórica había sido ya revelada en su malograda disertación de 1928. En su prefacio crítico metodológico, Benjamin se re­ firió a Leibniz y su concepto de mónada. «La es una mónada lo que, en resumen, significa: cada idea contiene la imagen del mundo».29 En la más abarcadva, pero desafortunadamente fragmentada parte epistemológica del manuscri­ tO de París, Benjamin continúa su pensamiento monadológico. Está imeresado en «... sólo lo tri­ vial, la basura». Para él, «.. .la historia se en imágenes, no en relatos» y la cuestión es « .• tectar el cristal del acontecimiento total en el lisis del momento pequeño, individual",30

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7. Conclusión, La nueva microhistoria ha sido descripta como el estudio la excepción normal. Esta es una de las respuestas al problema de cómo los historiadores estudian la relación macro-micro: sin embargo esta respuesta fue la que se dio a los críticos, que des­ confiaban de toda la idea de microhistoria. De­ trás de esto está la convicción de que los únicos vínculos o conexiones posibles entre micro y macro serían las «excepcionalldades» (personas ~ acon­ importantes) y (<normalidades» (per­ sonas o acontecimientos que representan a un gru­ po más amplio). Normal y excepcional son con­ ceptos relevantes también para describir las ideas usadas en la definición de las micro fundaciones de la macroteoría económica. Recientemente, Robert Solow expresó su insatisfacción respecto a la situación donde los micro actores de los proce­ sos económicos son ora «... un único agente repre­ sentadvo que vive para siempre, o quizás un gran número de agentes inmortales idénticos».31 Solow está buscando modelos con agentes heterogéneos. La típica microunidad en economía es el conocÍ­

e=!,...,-----­ ~------

29 BENJAMIN, Walter The Origin of German Verso, 1977, p, 48.

30 BENJAMIN, Walter "N [Re the

Theory of Progressl», In SMITH,

Drama,

Ph¡!osphy: Aesthetícs, History, Uníversity of Chicaoo Press, 1989,

pp. 47, 67 Y 48. 3150LO\v, Robert

"

A1onopo/istic

Competition Mac/'oecollomlc Theo/'y, Cambridge, 1998, p.l O.

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ENSAYOS SOBRE >'lICROHISTORIA

INDICIOS, MARGENES Y MÓNADAS ...

do concepto de Alfred Marshall «the represen­ tative firm». En sí mismas, estas categorías de lo <<normaL> y lo «excepcional» no tienen nada de estimulan­ tes, pero cuando comparamos las discusiones de los historiadores con las producidas al interior de las otras ciencias sociales, la diferencia es muy lla­ mativa. Las investigaciones históricas utilizan con­ ceptos mucho más concretos y, desafortunada­ mente, parecen no estar para nada concientes de que lo se discute es la relación micro-macro. De todas maneras, la idea de un doble vínculo como lo «exceocional normaL> es totalmente nuevo para las ciencias sociales. Además, pienso que pode­ mos introducir como sub grupos de esta categoría los microenfoques descriptos más arriba (indicios, márgenes y mónadas) y compararlos con la discu­ sión en las ciencias sociales acerca de las microfun­ daciones de la macro teoría.

luto, son utilizadas categorías más concretas. Ade­ más, la discusión histórica está más orientada metodológicamente, mientras que en las otras ciencias sociales se discuten teorías (o sus modos de conceprualizar).

L

1.- Como en el caso de «excepcional» y «nor­ mal» incluso estos conceptos (indicios, márgenes y mónadas) pueden ser distinguidos por su ca­ rácter concreto. Cuando se discute la relación micro-macro, las ciencias sociales están utilizan­ do de manera similar muchos conceptos abstrac­ tos que de alguna manera son más universales. En las discusiones historiográficas, si la impor­ tancia de esta relación no es reconocida en abso­

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2.- N o hay correlato en las ciencias sociales para la discusión sobre indicios, márgenes o mónadas. Quizás algunas líneas de investigación se acerquen, pero son sorprendentemente más concretas que en la investigación histórica. Pode­ mos mencionar, por ejemplo, la idea ya expresada por Émile Durkheim, de considerar los suicidios como un indicador de la salud de una sociedad o comunidad. Además, muchos de los conceptos utilizados en la discusión científica sobre la rela­ ción entre los niveles micro y macro parecen in­ dicar que se necesita una tercera substancia. Pala­ bras como «vínculo», «nexo» o «fundación» indi­ can la materialidad de la conexión como espacio, o un tercer elemento existiendo entre estos nive­ les. El hecho de que la naturaleza de este «tercen> elemento no esté definida, da la impresión de abstracción y generalidad. 3.- Es interesante advertir cómo varias ciencias sociales, incluso la historia, han comenzado a for­ mular sus propios conceptos para analizar la co­ nexión entre 10 micro y lo macro al mismo tiem­

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El"SAYOS SOBRE MJCROHISTORIA

DE LA «MICROHISTORIA LOCAL» (MEXICANA)

po. te desarrollo paralelo en cuestiones metodológicas nos está indicando algo, porque las conceptualizaciones han sido muy diferentes. Esto muestra que los estudios históricos, al menos en cuesLÍones metodológicas, consLÍtuyen un modo de investigación independiente y original. Aun­ que fácilmente puedan percibirse influencias de las otras ciencias, está claro que al menos los con­ ceptos, tienden a ser típicos para «una» ciencia. 4.- La comparación con las otras ciencias so­ ciales puede también brindar una nueva compren­ sión sobre el significado del «advenimiento de la nueva microhistoria». No fue sólo (o no del todo) el «renacimiento de la narrativa», o el «renaci­ miento de la historia de las mentalidades);, aun­ que también hubo algo de esw. En este artículo he tratado de mostrar que significó nuevas mane­ ras para descibir y analizar la relación macro-micro (conexión de acontecimientos o personas con la estructura) desde el punto de vista metodológico. Además, este enfoque -en el que se comparan las discusiones sobre la relación macro-micro en historia y otras ciencias sociales- ha mosuado que la idea postestructuralista de la imponancia de las discontinuidades no ha sido tan relevante o fértil en este punto.

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a la «ÑIICROHISTORIA DE ESCALA» (ITALIANA).

CARLOS A. AGUIRRE ROJAS

«No hay razones, excepto las de una tra­ dición filosófica nunca revisada, para suponer que menos generalidad sea lo mismo que me­ nos valor epistemológico o científico». Norbert Ellas, 1986.

.

o~·.encionar hoy en México, dentro de j

. la comunidad de historiadores, el ", término de I<microhistoria» es sus­ citar de inmediato una posible confusión. Porque, desde los años 19705. y hasta hoy, y cada vez con más fuerza, el término de microhistoria, se fue asociando, progresivamente, al proyecto y al mo­ delo de historia defendido y explicitado por el historiador mexicano Luis González y González, modelo que encuentra su expresión y aplícación paradigmática en el hoy bien conocido libro de este autor titulado Pueblo en vilo. 1 ; Cfr. PuebLo en vilo, FCE, México, 1968. De esta fecha data la [99J

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EKSAYOS SOBRE :"lICROHISTORIA DE U\ «MICROHISTORIA LOCAL" ;yIEXICAKA A LA...

y sin embargo, sí al evocar el término de micro­ historia, uno tiene en la mente a la importante y cada vez más difundida corriente historiográfica de la micro historia italitma, está pensando en un proyecto intelectual que de hecho, se sitúa real­ mente en las antípodas absolutas de esta "micro­ historia» de Luis González y González. Porque al acercarse con cuidado a las reflexio­ nes y a la caracterización que el propio Luis González y González ha hecho de esta misma «micro historia mexicana", resulta fácil descubrir que en ella se trata, fundamentalmente, de un claro y explícito retorno hacia los horizontes y ha­ cia el universo de la muy antigua y ampliamente difundida rama de la historia local. Un retorno que, por lo demás, no es concebido como una sim­ ple vuelta atrás, desde el nivel de la historia. gen~­ ral y de los modelos más globales sobre la hIstOria de México, hacia la tradicional historia local y regional, sino más bien como una reivindicación saludable de la necesidad de regresar a ese plano de la hisroria local y de ámbitos espaciales más restringidos, como salida al agotamiento y a la relativa falta de renovación de esas mismas histo­ rias generales.

edición original aunque el libro ha sido reeditado muchas veces, y en alguna ocasión en grandes rirajes hasta el día de hoy.

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Así, es el mismo Luis González y González el para definir su versión lo que es la microhistoria, va a recurrir a la "historia anticuaria» de Nierzche, afirmando que esta última « .•. es la Cenicienta del cuento». Y luego, describiendo los rasgos y raíces de esta microhisroria agrega «... fluye manantial humilde; se origina en el corazón y en el instinto. Es la versión popular de la histo­ ria, obra de aficionados de tiempo parcial. La mueve una intención piadosa: salvar del olvido la parte del pasado que ya está fuera de uso. Busca mantener el árbol ligado a las raíces. Es la que nos cuenta el pretérito de nuestra vida diaria, del hombre común, de nuestra familia y de nuestro rerruño». Para rematar con la frase: «su manifes­ tación más espontánea es la historia pueblerina o microhistoria o historia parroquial o historia matría», ~~----------­

, Cfr. En panicular el articulo «Teoría de la microhisrotia» en

el libro Nueva invitación a La microhistoria, FCE, México, 1982, D. 33. Una idea simílar puede verse en el pequeño libro Otra invitación a la microhistoría, FCE, México, 1997, en donde se equipara explícitamente a la microhistoria mexicana con, por ejemplo, la "Local Histoty» inglesa o también con la «Perite Histoire» ftancesa, señalando sin embargo los inconvenientes de esas denominaciones, pero insistiendo en la idea de que más aliá de su denominación, esa historia local o microhisroria ·.se ha ejercido sin el 'nombre justo' ... durante dos mil años» (Cfr. Op. cit, p. 15), afirmaci6n que nos ilustra claramente respecto a la idea del propio Gonzáiez y Gonzáiez en cuanto a la microhistoria mexicana como simple nueva versión de esa :mriquísima historia local.

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ENSAYOS SOBRE MiCROHISTORIA

DE LA «M1CROHISTORL" LOCAL» MEXICANA A LA...

Con lo cual, resulta claro que esta microhístoria mexicana es, en su esencia, una explícita llamada para regresar al cultivo y al desarrollo de la histo­ ria local. Una llamada que, dentro del contexto de profunda renovación historiográfica que vivió México después y bajo los benéficos efectos de la importante revolución cultural de 1968 3 parece­ ría haber sido muy bien escuchada, atendida y respondida por todo un cierto sector de los histo­ riadores mexicanos de las últimas tres décadas. Pero, si bien es claro que no es el llamado con­ tenido en la obra de Pueblo en vilo ni en los traba­ jos de Invítación a la microhistoria y Nueva invita­ ción a la rnicrohistoria el que provoca el importan­ te auge de la historia regional y local mexicanas posteriores a 1968, también es cierto que dicho auge va a corresponderse parcialmente y a soste­ ner en parte a la creciente y progresiva difusión de esa misma «microhistoria» proclamada y de­ fendida por el historiador Luis González y González. 4

Con lo cual, es pertinente afirmar que la microhistorÍa italiana está en las antípodas de esta microhistoria mexicana. Pues si esta última es en lo esencial, sólo una nueva versión de la antigua historia local, versión sofisticada y complejízada con algunas de las técnicas y los métodos historiográficos desarrollados en los años 1950s. y 19605. por la historia demográfica, por la his­ toria de la vida cotidiana, etc., la microhistoria italiana, en cambio, es un complejo proyecto in­ telectual que solamente utiliza el nivel de lo «lo­ cal» o de lo «regional» como simple y estricto «es­ pacio de experimentación».

3 Al respecto Cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas "Los efectos de 1968 en la historiografía occidenta)" en re\·isIa La No. 3, México, 1998, artículo en donde imemamo$ ubicar coordenadas de ese conrexto poS( 68 en el mundo occidental, y sus efectos generales en las historiografías de todo el occidente. Viéndolo en una perspectiva temporal más amplia, es evi­ dente que tanto la 'obra como el proyecto de «microhistoria» de Luis Gomález y González por un lado, y el auge enorme de

la historia local y regional mexicana por otro, son simplemen­ te sendas expresiones de un proceso más global. que rebasa a México y que abarca a toda América Latina y que condensa los efectos de la Revolución Cultural de 1968, en nuestro subcontinente, bajo la forma de un intenso desarrollo de una original y muy pujame historia regional. Desgraciadamente, falta todavía la o personas que extraigan las lecciones generales merodológicas e historiográficas- de esta imponente producción de historia regional latinoamericana de las últimas tres décadas, producción que sin duda singula­ riza a nuestras historiografías, frente a otras hisroriografías del mundo occidemal. Sobre la fuerza y desarrollo de esta histo­ ria regional latinoamericana, Cfr. el articulo de Alan Knight, «Latinoamérica: un balance hisroriográfico» en la revista His­ toria y Grafía, num, 10, México 1998, o también el de Susana Bandieri, "Emre lo micro y lo macro: la historia regional. Síntesis de una experiencia)) en revista Emrepasados, num, 11, Buenos Aires. 1996, por mencionar sólo dos ejemplos de en­ tre los muchos posibles.

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DE

SOBRE \HCROHISTORIA

Es decir que la microhistoria italiana no es, en contra de lo el término «micro» podría equivocadamente evocar, una hisroria de micro­ espacios o de microregiones o de microlocali­ dades, -es decir una historia local o de cios pequeños y reducidos- sino más bien una nueva manera la historia que, entre sus procedimientos principales, reivindica el 'cambio de escalas' del nivel de observación y de estudio de ¿os problemas históricos, y por lo tan­ to, utiliza el acceso a los niveles «microhístó­ ricos» -es decir a pequeñas o reducidas de observación, que pueden ser locales, pero también individuales o referidas a un fragmen­ to, una parte o un pequeño de una realidad cualquiera- como espacio de experi­ mentación y de trabajo, como procedimiento metodológico para el enriquecimiento del aná­ lisis histórico. Giovanni Levi es muy explícito cuando afirma: «la microhistoria en cuanto práctica se basa en en la reducción de la escala de observación, en un análisis micros­ cópico y en un estudio intensivo del material documenta]", pero para aclarar de inmediato «para la microhistoria, la reducción de es­ cala es un procedimiento analítico aplicable en cualquier lugar, con independencia de las dimen­ siones del objeto analizado») agregando que «el auténtico problema reside en la decisión de

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reducir la de observación con fines expe­ rimen tales». 5 Y sin embargo, tanto la mÍcrohistoria mexi­ cana como la mÍcrohisroria italian.a recupera­ do y luego popularizado, en el ámbito sus res­ pectivos ámbitos nacionales, y para el caso de la microhistoría italiana en el ámbito europeo y luego de todo el mundo occidental, el término de «microhístoria» que por lo demás ellos no taron. 6 Y también, ambas micro historias son hi­ ~~,------

Sobre estas citas cfr. el artÍculo de Gíovanní Levi, «Sobre la microhistoría)}, en el libro Formas de hacer historia, Alianza Editorial, Madrid, 1993, pp.122 124. Giovanni Levi ha sido aún más explícito de J a entre la historia local y la microhistoria italiana en entrevistas. Así, dice por ejemplo: "La micro historia no nada que ver con la histo­ ria local. Es decir, se puede hacer microhistoría de Galileo Galilei o de Pie ro della Francesca ... la hisroria local es otra cosa distinta, la historia local estudia una localidad ... en este sentido, no diré nunca microhistoria o historia local, son dos cosas totalmente distintas, yo me ofendería mucho si fuese considerado un local. Los dos pueblos a los que en particular he dedicado muchos años, son dos pue­ blos que considero sin interés, de los que no he escrito en ellos». (Cfr. entrevista la historia. He escrito una <
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jas de los efecros culturales e historiográficos des­ atados por la Revolución Cultural de 1968, plegando sus respectivas curvas de vida en el mis­ mo lapso temporal de las últimas tres décadas. Lo que sin duda explica que, en México, la evocación del término se preste a confusión. Pero también, subraya el de que, sólo historiadores poco atenws o poco informados de los principales desarrollos recientes de la histo­ riografía mundial, puedan llegar a confundir la mícrohistoria italiana con la microhistoria mexi­ cana. Pues la diferencia clara y profunda que existe, de un lado entre una versión más o menos sofisticada de la antigua y tradicional historia local e incluso regional, y del otro al complejo recurso del procedi­ miento metodológico del «cambio de escala» y el acceso al nivel de lo «micro» como un lugar de expe­ rimentación historiográfica, es una diferencia que no puede escapar a la mirada cuidadosa de cualquier historiador actualizado respecto del estado general de los desarrollos y de las corrientes de la historio­ grafía más contemporánea.

Las raíces y el contexto de origen de la microhístoria italiana.

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agosto de 1994. En este artículo, también Ginzburg caracteriza a la "microhistoria mexicana» como una simple variante de la his­ toria /.ocaL, estableciendo su distinción radical con el proyecto intelectual de los microhistotiadores italianos.

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No es posible entender originalidad y la na­ turaleza específica del aporte que ha represen­ tado la corriente la microhistorla italiana, si no la ubicamos dentro del contexto general producido por la enorme revolución cultural planetaria de 1968, cuyos impactos se han he­ cho sentir en la historiografía, como también en toda la cultura del mundo occidental de las últimas tres décadas. 7 Porque, a treinta años de distancia, resulta cla­ ro que 1968 representó también, entre tantas otras cosas, la crisis de los modelos generales y abstractos que, habiéndose desplegado exitosa­ .........

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7 Sobre la caracterización de 1968 y sus impactos en la cultura y la hlSwrIografía posteriores Cfr. Fernand Braudel «Renaci­

du­ miento, Reforma, 1968: revo:uciones culturales de raci,óm (entrevista a ,a revista L'Express, noviembre de 971) en La Jornada Semanal, numo 226, México, octubre de 1993, Immanuel Wallersrein, ,<1968: revolución en el sistema-mun­ do. Tes!s.e interrogantes", en revista Estudios socío16gicos, No. 20, Menco, 1989, Francois Dosse, "Mai 68, les effets de I'Histoire sur en revista Cahiers de !'IHTP, numo 11, París, abril de 1989, "Mai 68, mal 88: les ruses de la ralson» en revista EJpacesTemps, numo 38-39, París, 1988, así como nuestros arrículos, Carlos Amonio Agulrre ,,1968: la gran ruptura,), en La Jornada Semanal, numo México oct~bre de 1~93, "Los efectos de 1968 en la híswriografl~ occ.ldentaJ,), Clr. «Repensando los movimientos de 1968", en el lrbro 1968. Rafees y razones, Universidad Autónoma de Ciu­

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

mente dentro de las ciencias sociales europeas durante los años 1950s. y 19605. como esquema de aproximación a los problemas y a las temáticas abordadas por los científicos sociales, fueron va­ ciándose de contenido y perdiendo cada vez más, tanto su capacidad explicativa como su fundamen­ to nutricio oriainario, derivado de la rica y múl­ 0 , tiple investigación empírica de los caso~, 1as, SI­ tuaciones y las realidades sociales e hlstóncas

particulares, Una crisis de estos modelos generales, tanto funcionalistas como estructuralistas e incluso «marxistas» -de un marxismo que, por lo demás, era un marxismo simplificado, manualesco y muy ' . M a,rx 8 se lejano de1 ver d a d ero espmtu 1 G=l""- - - - - ­ B En este sentido del agotamiento de los «m?delo~ generale~" vaciados de contenido y reducidos a esq~emas. Slmp1it1cados de .a realidad, vale la pena volver a revisar el libro pionero de J?afl Paul Sartre Critica de la razón dialéctica. Allí, Sartre ya a entrentar a esos marxistas ya sus modelos empobrecidos que pen­ saban oue, a Flauberr, bastaba con deCir era un «pequeÍio de la época del segundo impeno. . como hubo decenas mites de esos burgueses y solo uno fue Gustave Flaubert y sólo lino La educación sentimental, ese modelo de explicación no basra. De este modo, Sartre . una de las críticas recurrentes de todos los mícrohlStonadores italianos a esos modelos generales, constituyéndose en uno de sus tece­ antecedentes intelectuales imporeames, aunque en un dente no explicito y no asumido co~scíentemente eso: mismos microhistoriadores. Sobre la relaCión entre esa de los mo­ delos generales yel nacimiento de la mi~rohistOria véase el rexto de Carla Ginzburg ya citado "MICrostona: due o tre cose che so di leí», cit., pp. 517-521.

ar:

acompasa y empalma espontáneamente con el proceso evidente de «irrupción de la diversidad» que también representaron en todo el mundo los movimientos de 1968. Ya que 1968 rompió con casi todas las «cen­ tralidades» que parecían inconmovibles en los años anteriores, liberando y haciendo aparecer en la escena social a una diversidad de actores, deman­ das, realidades y procesos hasta ese momento marginados u ocultos. Y entonces, es a partir del final de los años 19605. que surgen y se afianzan los nuevos movimientos sociales, con demandas que no son ya sólo económicas o políticas, sino también eco~ogistas, pacifistas, feministas, antirracisras, o de defensa de la identidad y de los derechos de las más distintas minorías, grupos o actores sociales. Irrupción de demandas y de lucha culturales o sociales, reivindicación de la igualdad y visibilidad de las mujeres, cuestio­ namiento de la lógica productivista-destructiva del medio ambiente y de los ecosistemas, defensa del derecho a la diferencia, búsqueda modelos pe­ dagógicos alternativos o reivindicación de los múltiples caminos y esquemas civiliza torios to­ mados por los grupos humanos, que desmontan y cuestionan radicalmente a las viejas centra­ lidades y hegemonías de io económico-político, de la clase obrera como único sujeto revoluciona­ rio, de la lógica y el monopolio machista y pa­

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triarcal, de la discriminación racista y étnica, o de un tipo de familia, de educación o de civiliza­ ción considerado como superior respecto a los restantes. Una florida irrupción de lo diverso y una con­ comitante crisis de los centros y las hegemonías establecidas, que necesariamente se proyecta tam­ bién sobre esos modelos generales y abstractos ­ construidos, en el necesario proceso de abstrac­ ción que los soporta, sobre la atención privilegia­ da en torno de esos actores, o demandas, o ten­ dencias, o realidades consideradas como «centra­ les», o «fundamentales» y por lo tanto excluyentes de esa diversidad y multiplicidad sólo reconocible en el ámbito de lo «oarticular»como cuestio­ rel="nofollow"> namiento de sus límites explicativos y como re­ cordatorio urgente y necesario de que dichos mo­ delos son sólo abstracciones construidas de esa misma rica y multiforme realidad particular. Crisis de los modelos generales en ciencias sociales que tuvo una primera falsa salida en el desarrollo de las múltiples posturas posmo­ dernas desplegadas también después de 1968. Una falsa y cómoda salida que consistía sim­ plemente en negar la validez, e incluso la posi­ bilidad misma de construir modelos «genera­ les», a los que calificó de simples «metarelatos» y frente a los cuales lo que se defiende es un relativismo total de las posiciones y del cono­ cimiento historiográfico -en esta óptica redu­

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.:ido a simples relatos con pretensiones de ver­ dad-, un relativismo que renuncia explLita­ mente al carácter científico del conocimiento histórico y reduce el resultado del trabajo del historiador a su sola y específica dimensión na­ rrativa. Falsa alternativa posmoderna que, no ca­ sualmente, será duramente criticada y desmontada en sus supuestos e implicaciones metodológicas prin­ cipales por los más importantes representantes de la microhistoria italiana. 9 Frente a esta primera respuesta posmoderna, que era un verdadero callejón sin salida para los historiadores confrontados a esta crisis de los modelos generales, la micro historia italiana va a ensayar otro camino, completamente diferente, que consiste en propugnar el retorno a lo «micro» y la vuelta a la historia viva y vivida por los hombres, mediante el cambio de escala, pero sin renunciar en ningún momento a la necesidad e incluso al ~C
9 Al respecto cfr. las agudas crIticas de CarIo Ginzburg a las posiciones de Hyden White en sus artículos "Provas e possibilidades a margem de dI ritorno de Martin Guerre» de Natalie Zemon Davis» y "Exphrasis e citacao" en el libro A micro-/Jistoria e Olmos ensayos, Dife!, Lisboa, 1989 y también en sus artículos "Solo un testigo» en revista Historias, numo 32, México, 1994 y "Revisando la evidencia: el juez y el histo­ riador» en revista Historias, numo 38, México, 1997. V éanse también las críticas de Giovanni Levi a las posturas posmodernas en su articulo "Sobre la microhistoria" ya citado y en su artículo ,,1 pericoli del Geertúsmo», en la revista Quaderni Storici, numo 58, año XX, 1985.

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ENSAYOS

rol fundamental del plano general. Por eso, Ginzburg va a definir la búsqueda de la corriente italiana, definiéndola como un proyec­ to cuyo objetivo sea la construcción de (,un para­ digma general capaz de explicar los casos indivi­ duales y cualitativos, sin reducirse a la casuís­ tica»,10 es decir restituir nuevamente el esen­ cial de lo particular, de las realidades diversas cuyo intento de explicación concreta genera j ustamen­ te la construcción de esos modelos generales, pero sin abandonar o rechazar la imprescindibilidad y la relevancia de esa dimensión de lo su propuesta Poniendo entonces en el centro historiográfica general, una novedosa forma de re­ cuperación de la compleja dialéctica entre esca­ las macrohistóricas y microhistórÍcas de la realidad social, los mÍcrohistoriadores italianos van a lograr consolidar y afirmar de manera definitiva el tránsito de la historiografía italiana hasta su condi­ ción como verdadera y estricta historia social. Ya que al preguntarnos sobre las razones que explican el ~.,.,------

lü Cfr. el brillanrfsimo aniculo de Cario Ginzburg "Indicios, Raíces de un paradigma de inferencias indiciales", en el libro Mitos, emblemas, indicios, Ed" Gedisa, Barcelona, 1994. Val· dría la pena ver también, en esra misma y compleja .ínea de invesrigación el muy imeresame debate que suscitó posrerior­ menre este artículo y de. cual es só:o una pequeña muestra la transcripción recogida en la revista Quaderni di Storia, num, 12, año VI, 1980, Lamentablemente no podemos detenernos en este artículo en el análisis que ameritaría este ensayo excepcional.

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hecho de que la propuesta mÍcrohistórÍca haya na­ cido y se haya desarrollado en Italia, y no en ningu­ na otra parte del mundo, nos acercamos también a ese contexto historiográfico particular que ha sido el espacio de origen de esta corriente historiográfica que ahora analizamos. Entonces, resulta claro que la mÍcrohistoria ita­ liana se inscribe dentro de un proceso más vasto, que la rebasa y subsume pero que la sobredetermina e impacta igualmente, y que es el proceso ya men­ cionado de despliegue de la historiografía de la nínsula italiana como renovada y estricta historia social. Un proceso que todas las historiografías del siglo veinte han tenido que cumplir, más tarde o más temprano, y que en Italia se retarda claramente por la irrupción del fascismo y por el posicionamiento italia¡lo dentro de la Segunda Guerra Mundial. Pero como es bien sabido, en Italia el fascismo será venci­ do por una profunda y organizada resistencia social popular, lo que determinará el hecho de que, al salir la Segunda Guerra Mundial, la tarea inmediata a cumplir por los historiadores será la de ese tránsito masivo y generalizado desde los espacios de la historiografía jurídica, política, y de la filosofía de la hasta los nuevos territorios de la historia social y cultural. II

11 Cfr. los artículos de Daniela Coli «Idealismo e marxismo italiana deglí ani '50 e '60», de Alberto nella

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ENSAYOS SOBRE ),llCROHISTORIA

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Un tránsito no sólo la excepcional difusión y aceptación, en la Italia de los años 1950s. y l%Os., del conjunto de trabajos yapor­ res producidos en esos años por la corriente de los Annales,12 sino también el hecho de que la

::1icrohistoria iraliana se ha formado y afianzado icntro de un clima altamente receptivo al tipo de ~istoria económica, demográfica, social y cultu­ ,al que ella va a desarrollar. Y que también, expli­ ca el hecho de que algún autor haya caracterizado a esa microhistoria italiana como el simple «ca­ mino italiano» hacia esa misma historia social. Pero la micro historia de los historiadores ita­ lianos, siendo sin duda parte de la nueva historia social de la península, y alimentándose de la mis­ ma, va mucho más allá de ella, al conformarse como una propuesta metodológica original y como una nueva vía del análisis histórico, que no ca­ sualmente ha desbordado los límites de la penín­ sula itálica para difundirse con fuerza en Europa y en el resto del mundo occidental durante los últimos cuatro lustros. Así, resulta difícil entender esa originalidad y de la propuesta micro histórica, si no con­ sideramos ciertos datos que son característicos y singulares del contexto italiano de los años 19505.

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Caracciolo "La storiografía italiana e il Pasquale Villani "La vicenda della conrinuÍta e frarrure}) todos incluidos en el libro La contemporanea. Indirizzi Il Milán, y también el artículo de l'histoire social e revista Geneses, numo 3, Luigi Masella, Passato e presente nel Donano, Bari, 1979. 12 Falta un trabajo satisfactorio presencia y esa red de lllllU<;r¡Cla> ses en Italia. A la espera desarrollos inreresantes Mastrogregori, El manuscrito México, 1998. También el artículo Ginzburg y CarIo Poni "El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico», en revista HÍJ'toria Social, numo 10, Valencia, 1991, Maurice Aymard "Impact of the Annales School in Mediterranean Countries» en Revíew, Vol. 1, No. 3í4, 1978, «LItalia-mondo nell'opera di Braudeb, Crítica A1arxista, No. 1, 1987, «La storia inquieta di Fernand Braudej", Passato epresente, No. 12, 1986. Por ejemplo, hasca hoy, nadie ha subrayado el hecho de que Fernand Braudel, protagonista esencial de esos Annales de los años 19 50s. y 1960s., tenía relaciones importantes y mas o menos permanent~s de intercambio y colaboración con Federico Melis, con Federico Chabod, con Franco Venturi o con Delio Canrimori, y también que ha tenido como discípulos en sus seminarios parisinos a Ugo Tucci, a /Ilberto Tenenti, o a Ruggiero Romano, entre muchos otrOS, en una red que cubría prácticamente los centros principales de la innovación historiográfica y de los desarrollos más importantes de esa historiografía italiana de la segunda posguerra. Lo que ha llevado a decir a Braudel que

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«el azar ha querido mis libros se lean, sin duda, más en Italia en Francia. No demasiado bien por qué razones». (cfr. esta en el libro Ecrits sur f'hístoire JI, Arthaud, Paris, 1990, p. 285). En nuestra opinión no se trata de un azar y la razón que ésto es ustamente estas transformaciones de la aquí eStan10S solamente evocando de Se trata sin embargo de una línea de y que valdría la pena desarrollar mucho

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y 1960s. y que aluden, en un caso a dos situacio­ nes coyunturales de esa Italia de la segunda post­ guerra, y en el ouo a reaiídades de larga duración de la historia italiana, que en esa misma coyuntu­ ra de postguerra se han manifestado también como elementos importantes y definitorios de esa mis­ ma microhistoria. En primer lugar, la riqueza y la complejidad de la visión microhistórica no se puede entender sin considerar la situación coyuntural de extremo cosmopolitismo cultural que Italia ha vivido en esos años de la coyuntura que corre entre 1945 y 1968 aproximadamente. Pues como fruto de la relativa declinación que la historiografía italiana ha vivi­ do, luego del brillo de los trabajos de Benedetto Croce y de Antonio Gramsci entre otros, los his­ toriadores de la península se han dedicado a asi­ milar todo y a aclimatar todo dentro de su paisa­ je historiográfico, recuperando lo mismo a la co­ rriente de los Annales que a los autores de la es­ cuela de Frankfurt, a los resultados de la historio­ grafía socialista británica y a la antropología anglosajona, lo mismo que a sus propias tradicio­ nes italianas y a las más diversas corrientes y au­ tores de la historia del arre, de la crÍrÍca literaria o de la antropología de los diferentes países de ropa. Una apertura cosmopolita acendrada hacia los últimos desarrollos del pensamiento crítico dentro de las ciencias sociales contemporáneas, sin

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- J.:,'a asimilación y síntesis sería imposible tam­ :-i¿n entender a esta misma corriente de la micro­ ~istoria italiana. 13 Una variedad y enorme multi­ plicidad de las distintas «fuentes» o «raíces» inte­ lectuales en que se apoya la propuesta microhis­ rótica que es el fundamento evidente de sus com­ plejas visiones acerca de la dialéctica macro/micro, de la definición misma de lo microhisrórico y de lo macrohistórico, de su construcción progresiva de la noción de cultura y de un nuevo modelo de historia cultural, lo mismo que de su renovación pro.funda de la hisroria económica, demográfica y SOCial en las que ha incursionado. Complejidad sus visiones y propuestas teóricas, metodoló­ gicas e historiográficas que ha llevado a un histo­ riador francés a decir que el lema de esa microhis­

13 Para darse cuen~a de este cos;nopolitismo excepcional, bas­ ta ver las referenCIas a pIe de pagina o contenidas en los ensa­ y?S de Edoardo Grendi: Giovanni Levi o Carlo Ginzburg. Por ejemplo, es bl~n conOCido el enorme trabajo de recuperación que Edoardo Grend¡ ha llevado a cabo para introducir dentro de los debates de la cultura italiana a un conjunto importante d.e los aportes de la antropología anglosajona y en general de ciertos autores relevantes del pensamiento social analosajón como por ejemplo Norbert Elías, Karl Polanyi, Edward I{ Thompson o Fr,ederi~k Banh, entre otros. Al respecto pueden ve~se Edoar~o G~end¡, Polanyi. Dall'antropologia economica alfa mzcroanalw stortca, Etas Libri, Milan, 1978, así como su com­ de textos L'antropologia economica Giulio Einaudi 1972. "

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toria italiana es ¿por qué hacer las cosas simples si se pueden hacer de una mane¡'a compl~ja?l;' En segundo lugar, es claro que prácticamente todos los representantes de la microhistoria ita­ liana se encuentran ubicados en posiciones polí­ ticas o ideológicas de izquierda, insertándose de múltiples maneras en el abanico de tradiciones y filiaciones culturales esa Italia de la segunda post­ guerra, pero siempre dentro de emplazamientos que cuestionan a la sociedad existente, y que denuncian­ do su carácter injusto y explotador, reivindican la necesidad y la del pensamiento necesaria­ mente crítico dentro las ciencias sociales. 15 U na ubicación ideológica en perspectivas de izquierda que no sólo explica el ya mencionado distanciamiento a las posiciones y las falsas salidas postmodernas, sino también el hecho de que los autores microhistóricos sean promotores la nueva historia social italiana, abordando temas de historia de la clase obrera,

la cultura de las clases oprimidas, de la forma­ y funcionamiento de los mercados en los orí­ del capitalismo, de la historia de la forma­ ción de las élites y las clases dominantes o del papel de los saberes «indiciarios» propios de las clases populares en la historia, entre tantos otros. Una toma de posición abierta dentro de las fi­ las de la historiografía critica contemporánea que además de estar a la base del carácter profunda­ mente innovador y revolucionario de las tesis micro­ históricas, explica en parte tanto el espectro de sus filiaciones intelectuales específicas antes alu­ didas, como su vasta difusión fuera de Italia, en los espacios de la historiografía europea y occi­ dental -e incluso, más recientemente, también Japonesa. En tercer lugar, y junto a este cosmopolitismo cultural acendrado ya esta clara vocación de izquierda de esta historiografía italiana de la segunda post­ guerra, se encuentran también dos estructuras sub­ yacentes de larga duración, que manifestándose tam­ bién con fuerza en estos años 19405., 1950s. y 1960s., recién vividos, van a contribuir a definir los perfiles específicos proyecto microhistórico. Dos estructuras que si bien han estado presentes a lo go de siglos y siglos, van a reactualizar justamente su presencia y su impacto dentro de la cultura liana, después del fin de la segunda guerra y justa­ mente como consecuencia de su irrupción.

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" Cfr. la referencia en el artículo ya citado de Giovanni Levi "Sobre la microhistoria,), p.142, y ía referencia que es una afirmación del historiador francés Jacques en su cio «Lhistoire au ras du so)" al libro de Giovanni Levi pouvoir au vi/lage, Gallimard, Paris, 1989. Jj Sobre esta filiación de izquierda de la microhistoria italiana basta revisar los testimonios explícitos tanto de Giovanni Levi en su "Entrevista a Giovanni Levi" en Estudios Sociales, numo 9, Santa Fe, 1995, como de Cario Ginzburg en "Carlos ~"",a

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ENSAYOS

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La primera de estas arquitecturas de larga du­ ración es la profunda y muy ampliamente difun­ dida densidad histórica general del espacio que hoy conocemos como Italia. Una densidad histórica extraordinaria que se percibe ya de inmediato con sólo recorrer la ciudad de Roma y toparse a pocos metros de distancia con presencias y monumen­ tos que nos resumen en unos cuantos kilómetros como capas estratigráficas que parecerían conscien­ temente ordenadas, la historia europea de por lo menos los últimos veinte siglos. Una densidad que ha llevado a los historiadores a calificar a Italia de ser «un libro abierto de historia», un «archivo vivo» que salta a la vista en cuanto uno recorre las dis­ tintas áreas, zonas, pueblos y ciudades de toda la península itálica. 16 densidad de la historia nacional que es «anormal» respecto de la media europea y occidental, y que se ha ido aso­ ciando progresivamente a la <
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historiografía italianas, que explica en parte la construcción de la micro historia italiana. Pues dentro de ese espacio «lleno de historias» es Italia, resulta más fácil aprehender esas múltiples «escalas» de la realidad histórica cuyo juego e interrelación están en el centro de la propuesta microhistórica. Y así, el paso de los distintos pla­ nos «macro históricos» a los diferentes niveles «microhistóricos» es más fácil y fluido en una his­ toriografía que se encuadra dentro de una reali­ dad que es un verdadero repertorio, múltiple, va­ riado y inagotable, de «ejemplos», de «casos», de «individuos» y de «espacios» históricos del más diverso orden, tamaño, duración, ubicación o es­ pecificidad. Finalmente, y como una segunda estructura de larga duración de la realidad social italiana, que se actualiza también en estas décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, está la extrema des­ centralización y multipolaridad de esa unidad lla­ mada Italia. Pues como pocos países modernos, Italia es también «diversidad» y por lo tanto un paisaje que en verdad es una síntesis compleja de muy distintas regiones, zonas, ciudades y espa­ cios diferentes. Pero, además, junto a su enorme diversidad estructural, Italia posee el hecho de que sus diferentes partes componentes se han consti­ tuido, a lo largo de los siglos, en otros tantos po­ los fuertes de desarrollo e irradiación de flujos his­

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ENSAYOS SOBRE ~HCROHISTOR¡A

centrarnos en lo que consideramos su núcleo duro epistemológico, constituido por el procedimiento microhistóríco del cambio de escala y de la recons­ trucción de la compleja dialéctica entre lo macro y lo micro en historia, procedimiento compartido por los distintos representantes de sus diversas ramas o variantes, y da sustento y consistencia al ape­ lativo mismo de dicha «microhistoria italiana», Con ello, no olvidamos que en los más de cua­ trO lustros que tiene ya de vida esta corriente historiográfica, ha podido evolucionar y diversi­ e=l"""'- - - - - -

Carla Ginzburg ,,:'v1icrosroria: due o tre .. ,» cit., «Indicios",," cit" así como la "Introducción,) de su libro Historia nocturna, Muchnik Editores, Barcelona, 1991. Sobre la difusión de la microhisroria en el mundo, es curioso observar que mien­ tras en Francia está más difundida la rama de hisroria social, económica y demográfica desarrollada por Grendi y por Levi, o también por Maurício Gribaudi o por Simona Cerruti entre otros, en cambio en Estados Unidos son mucho más populares y difun­ didos los trabajos de Carla Ginzburg, Para comparar esta des­ igual difusión puede verse ejemplo el libro coordinado por coedirado por Gallimard y Le Jacques Revel, jeux des Seuil, París, 1996, en donde Carla Ginzburg sólo es citado de manera marginal veces en todo el libro, En el otro extremo véase también el libro editado por Edward :'v1uir y Guido Ruggiero, Microhistory and the Lostpeoples ofEurope, John Hopkins U niversity Press, Baltimore, 1991, publicado en Estados U nidos en donde predominan los ensayos del mismo Gínzburg, En Japón y Brasil, igual que en España parece ser más conocida la obra de Carla Ginzburg que la del resto de los microhistoriadores italia­ nos, mientras que en parece haber una situación más equilibrada en cuanto conocimiento la difusión de los resul­ tados de las dos principales vertientes la microhistoria italia­ na, Un tema interesan te que valdría la pena desarrollar ulteriormente.

ficarse, derivando de ese punto de partida o ma­ triz común que es el procedimiento microhistó­ ri~o, tanto una rama de autores que han profun­ dizado sobre todo en la línea de la renovación gen,eral la historia económica, demográfica y SOCIal, como también, en otra vertiente, una línea que se ha desarrollado privileO'iadamente en el espacio de la reconstrucción y :firmacíón de una nueva y original propuesta de historia cultural. La primera asociada a los nombres de Edoardo ~rend!) Giovanni Levi y sus discípulos, que ha rncurslOnado preferentemente en el tema de la relación entre los individuos o actores y su con­ texto específico, adentrándose entonces en el es­ tudio de lo que ha sido llamado el análisis de las redes microhistóricas y reproblematizando desde allí temas como el de la biografía, el de la relación e~tre lo~ diversos sistemas de normas y los espa­ CIOS pOSIbles de su transgresión, los modos con­ cretos de ajuste del funcionamiento de un meca­ nismo ~conómico, las formas de cohesión y com­ portamiento de las élites, el cambio generacional de los patrones de expectativas y de percepciones de una clase o las formas específicas de inserción de los grupos dentro de una entidad urbana más global entre otras,20 e=l~<-

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Hablamos e,n este caso de los textos bien conocidos de Edoardo Grendl, J Balbi, Giulio Einaudi , TiurJ'n , 199 7! ) G'lovannl,

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y la segunda, vinculada casi al nombre y a la obra de Carla Ginzburg, que en cambio se ha concentrado en desarrollar un nue­ vo y original modelo de construcción para el es­ rudio de la historia cultural, modelo que en el centro de atención el rescate complejo de la cultura de los oprimidos, la revalorización del «punto de vista de las víctimas», redescubriendo y explicitando el «paradigma indiciario» como método de recuperación de esa cultura popular, a la vez que insiste en la necesaria e ineludible interrelación e interdependencia enue la culrura de y la cultura de las clases sometidas, reproblematizando los modos generales y especí­ 21 ficos su compleja y permanente dialéctica.

Pero más allá los aportes específicos de estas dos vertientes microhistóricas, cuyo aná­ lisis ameritaría un ensayo aparte, el espacio común compartido por ambas, es el del ya re­ ferido procedimiento micro histórico. Un pro­ cedimiento que, como su nombre lo indica, implica en principio un claro reclamo de retor­ no al nivel microhistórico, retorno defendido frente al agotamiento y crisis de los modelos globales y concebido como un camino posible para recuperar esa dimensión viva y vívida de la historia, esa diversidad obliterada en los modelos globales cuestionados, retorno que sin caer en la falsa salida postmoderna permitiera renovar y relanzar a la historia social italiana. Pero, lejos de una interpretación demasiado fácil de ese retorno, lo que los autores italianos propo­ nen es volver a la dimensión micro histórica, pero sin abandonar el nivel de los procesos macrohistó­ ricos, sin subsumirse totalmente en el espacio micro, sino por el contrario el de penetrar en él, para recrear un modo nuevo de asumir tanto lo macro como lo micro en historia, redefiniendo también de un modo nuevo su compleja dialéctica. Porque al proponer esa vuelta al ámbito de las realidades

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Levi, La herencia inmaterial, ~ crea, Barcelona, 1990, "'laurido Gribaudi, Itinéraíres ou¡¡riers. Espaces et groupes sociaux a Turin au début du XXc EHESS, París, 1987, o Simona Cerruti, La ¡¡ilie edes métiers, EHESS, París, 1990, por mencionar sólo algunos de los ejemplos más difundidos. 21 Sobre esta línea puede verse el trabajo de Pietro Redondí, Galileo Herético, Alianza Editoríal, Madrid, 1990, y también y sobre todo los trabajos de Carlo Ginzburg, El queso y los gusa­ nos, Muchnik, Barcelona, 1981, Historia Nocturna, ya citado, ¡'¡¡fitos, emblemas, indicios, mencionado, Les batailles nocturnes, Flammarion, París, 1 El juez y el historiador, "'fuchnik, Jobre Piero, Muchnik, Barcelona, Barcelona, 1993, 1984, y junto con Prosperi, Giochi di pazienza, Giulio Einaudi, Turin, 1975. También vale la pena ver los trabajOS mas recientes Occhiacd di legno, Feltrinelli, Milan, 1998 y History, rhetaríe, Brandeís University Press-Universíty Press of New Hanovcr, 1999, en donde Ginzburg amplia sus para reflexionar sobre algunas de las

centrales de la historia cultural, sobre la diversidad intercultural así como sobre las condiciones mis­ mas y la naturaleza general del propio oficio de historiador y de sus implicaciones más esenciales. y el

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microhistórícas los autores que van a concentrar­ se durante un periodo en torno del equipo cons­ tructor y dirigente de la hoy célebre revista Quaderni Storíci,22 tienen muy clara la necesidad de distanciarse, críticamente, de las dos formas tradicionales y más difundidas de enfrentar esa dialéctica macro/micro que han sido ensayadas en el pasado y que en el fondo resuelven el problema privilegiando a uno solo de los dos términos, y reduciendo el otro a ese primero. La que es una reducción de la complejidad de ese nexo macro/micro la de concebir al nivel macro histórico como el más importante o funda­

mental, enfatizando la primacía epistemológica de «lo general» y reduciendo el nivel mícrohistórico a la condición de un simple conjunto de ejemplos, casos o diversas de esa misma «generalidad)}. Con lo cual, el plano micro, resul­ ta ser una suerte de simple «espejo» de lo general, y a devolver pasiva­ que está obligada a mente la imagen, tal vez un poco deformada o defectuosa pero siempre correspondiente, de esa misma dimensión general,23 Una reducción de lo micro a lo macro, que como contrapartida necesaria ha engendrado igualmente a su opuesto. Pues a esta minimiza-ción de lo micro se ha desarrollado también una postura in­ versa, que privilegiando el nivel de lo micro o de lo particular como el nivel esencial y central del análi­ sis, ha terminado por concebir a lo macrohistórico sólo como la suma, el conjunto o el simple agregado de casos, o también en otra posible como el mero «telón de fondo» poco relevante desde el pun­ to de vista epistemo-lógico, de esas mismas realida­ des o fenómenos microhistórícos o particulares. 24

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Es bien sabido que la revista Quaderni Storici, que terminará asociándose a la corriente microhistórica como su órgano de ha comenzado $U histo­ expresión y difusión más ria en 1966 llamándose emonces Quaderni Storici delle lvfarche _y publicando, cosa de señalar, en su primer número, la primera rraducción del célebre artículo de Fernand Braudel «HistOria y ciencias sociales. La larga duración». Pero es sólo en los años 'setentas, luego de una reorganización de su comité, de ciertos cambios y de perder el apelativo "delle Marche» que ha comenzado a funcionar como el principal espacio de concentración y de irradiación de la corriente de la microhisroria. Lo que no impide, además, que ya en los años 1980s. haya comenzado a ser un abandonada o dejada de representantes de esa mis­ lado por algunos de los ma microhistoria, como en el caso del propio Giovanni Levi o de Cario Ginzburg, una parte de su fuerza de inno­ vación y de su carácter de «núcleo estructuradof>, y de "foro de concentracióm de los descubrimientos principales de esa microhistoria. Un tema que valdría la pena profundizar con más detalle.

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Reducción que es justamente el objeto de la crítica de Jean ala que ya Paul Sartre en su libro Crítica de la razón hemos aludido en la nota número 8. Una adecuada crítica de esre procedimiento que reduce lo a ser una simple suma de los casos y de las dificultades e implicaciones de este paso, puede verse en el artículo de Bernard Lepetit "Les Annales aujourd'hui» en Review, vol. xvm, numo 2, Binghamton, 1995.

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Frente a estas dos formas de asumir la dialéctica macro/micro, que en el fondo reducen un término al otro para simplificar falsamente el problema y elu­ dirlo, la microhistoria italiana propone más bien restituir la complejidad de esa relación entre lo micro y lo macro, reivindicando la igual relevancia de am­ bos planos en términos gnoseológicos y epistemo­ lógicos y proponiendo un modo nuevo de concebir su específica articulación. Un nuevo modo de apre­ hensión de la dialéctica macro/micro, que a la vez que se distancia de las dos formas de reducción alu­ didas, se alimenta igualmente de las experiencias previas realizadas por otras ciencias sociales o huma­ nas que, antes de ella, han confrontado ya esta dife­ rencia de escalas referida. Porque es claro que no son los microhistoriado­ res italianos los que han inventado el recurso al ni­ vel micro, ni tampoco son ellos los primeros en ha­ berse adentrado en los problemas que la diferencia de las escalas macro/micro plantea. Pero en cambio, si les corresponde a ellos el hecho de haber intenta­ do una forma nueva y original de abordar este pro­ blema, forma que al mismo tiempo recupera y su­ pera a las maneras ensayadas por la economía, la so­ ciología, la arquitectura, la geografía, la antropolo­ gía o la historia local o regional anteriores. 25

ya la economía y la sociología habían crea­ las ramas diferenciadas de la macroeconomía o .2. macrosociología por un lado, frente a la micro­ ::economía y la micro sociología por el otro, que en ::esta perspectiva correspondían a dos niveles dis­ ~intos de la realidad estudiada, y por lo tanto eran :::oncebidos como espacios con actores, lógicas, reglas, normatividades y situaciones completa­ mente distintas entre sí. Afirmando entonces la absoluta autonomía y diferencia de estos dos uni­ versos macro y micro económico/sociológico estas ciencias no veían ninguna conexión entre ambas, separándolas como ramas independientes de su propio quehacer analítico. Diferencia radical de lo macro y lo micro pos­ tulada por la sociología y la economía, que será recuperada por la microhistoria italiana, al asu­ mir que efectivamente se trata de dos niveles dife­ renciados, e irreductibles el uno al otro, y cada uno con una lógica y una especificidad que les son exclusivas y singulares. Pero, a diferencia de la aproximación sociológica o económica, en el caso de la microhistoria se trata de una sola reali­ dad histórica, presente en niveles diversos y sus­

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25 En e! argumento de esta idea, resumo las ideas que me ha suscitado la lectura de! brillante ensayo de Bernard Lepetit

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«Architecture, Geographie, histoire; usages delle echelle» en Geneses, numo 13, Paris, 1993. Considero que ésta es una ver­ sión un poco más trabajada que la que, con algunas diferen­ cias, se incluye en el libro ya referido Jeux d'echelles, con e! ¡ítulo «De l' échelle en histoire».

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ceptible de ser observada y estudiada ~n, sus ma­ nifestaciones correspondientes a las dlsnntas es­ calas en que se despliega, pero que dada su unici­ dad originaria nos obliga a establecer y a recrear el modo de conexión particular entre esos dos o más niveles o escalas considerados. Con lo cual, e! desafío será e! de reconstruir esa conexión y movimiento de una escala a otra, pero respetando y asumiendo a la vez esas especificidades y dif~­ rencias derivadas del procedimiento del camblO de escala. Procedimiento que se ha enriquecido también desde las lecciones de la geografía y la arquitectu­ ra, las que «reduciendo» las dimensiones de un mismo objeto nos han demostrado qU,e al c~:n­ biar la escala de observación o de conslderaClon, cambia también necesariamente el nivel de infor­ mación disponible en torno de ese objeto, modificándose profundamente lo que es percep­ tible y lo que no lo es y transformando también la conficruración de la realidad analizada. Cam­ bios queo el geógrafo o el arquitecto conocen b'len y que serán igualmente incorporados por los microhistoriadores italianos, los que al moverse de una escala macro hacia una micro, lo harán justamente para acceder a informaciones nuevas e inéditas, descubriendo otros elementos la rea­ lidad histórica considerada y estableciendo nue­ vas conexiones, vínculos o configuraciones de!

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problema investigado. Pero, a diferencia de los geógrafos y los arquitectos, con la plena concien­ cia de que en ese pasaje de una escala a otra, lo que ellos investigan son niveles distintos de una misma realidad que está presente, simultáneamen­ te en varias escalas o dimensiones, y no un mismo objeto que ha sido reducido a proporciones ma­ nejables por los hombres para su más fácil apre­ hensión. Reivindicando entonces el hecho de que se trata de dos dimensiones de lo real, distintas pero interconectadas, los microhistorladores par­ ten en este periplo interescalas a la búsqueda de informaciones, percepciones y formas inaccesibles desde sólo un nivel de esa misma realidad. Finalmente, y siempre dentro de este juego de simultáneos rescates y deslindes de las formas anteriores de aproximación al vínculo macro/ micro, los autores la mlcrohistoria italiana han recogido también la lección la antropología, la que abandonando radicalmente e! nivel de lo macro, y denunciando sus limites y su «pobreza» relativa frente a las realidades particulares, se ha dedicado a mostrar y demostrar la riqueza exube­ rante de 10 micro, desplegando análisis exhausti­ vos e intensivos y construyendo descripciones densas y reconstrucciones totales que intentan agotar la descripción los distintos objetos que aborda. Reconociendo entonces los límites de la escala macrohistórlca, pero negando la salida de

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obviarla o abandonarla, desarrollada por la antro­ pología igual que por la historia local o regional, los microhistorÍadores italianos van a recuperar toda esa multifacétíca del nivel micro pero justamente para utilizarla en la reconstrucción de un plano macro nuevo, más complejo, rico, rrollado y lleno de determinaciones. 2G

La originalidad del procedimiento micro histórico italiano Si revisamos con cuidado, tanto las principales obras, como también los ensayos metodológicos más importantes de los representantes centrales de la microhistoria italiana, nos será fácil enten-

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entonces en qué reside uno de los aportes re­ : o!ucionaríos más esenciales contenidos en su modo proponer y luego desplegar operativamente el (antas veces referido procedimiento microhistórico italiano. Pues asimilando críticamente y superan­ do a un mismo tiempo -bajo el modo de la clá­ sica aufhebung hegeliana-, a las formas prece­ de abordar la dialéctica macro/micro, lo que los microhistoriadores italianos van a va a ser un claro desplazamiento y trascendimiento del tradicional pensamiento dicotómico de los opuestos. Porque es muy claro que, siguiendo en este punto las profundas lecciones de N orbert Elias,27 los promotores de esta visión micro histórica ita­ liana van a abandonar totalmente las clásicas ex­ plicaciones que oponen lo general a lo particular, planteando falsas disyuntivas, explícitas o im­ plícitas, del individuo o el contexto, la visión de lo social en contra de lo individual, lo macro con­ tra, al margen o en concurrencia con lo micro, la

Es claro para nosotros la influencia de las distintas vertien­ tes de la antropología XX, desde los trabajos de Frederick Barth hasta los de Claude Strauss, y pasando por las leccio­ nes de Clifford Geertz entre otros, ha sido decisiva en la cons­ trucción de las diferentes perspectivas de los diversos autores de la mícrohístoria italiana. Sin embargo, el desarrollo adecuado de este punto ameritaría por sí mismo todo un nuevo ensayo que no ~,",,'-----podemos ine! uir aquí. Sobre este punro puede verse el articulo de Paul-Andre Rosental «ConstruÍfe le 'macro' par le 'micro'. Frederlk 27 Cfr. al respecto y sobre todo el libro de Norbert Elías, Barth et la microstoria», en el libro ¡eux d'echelles antes citado. fondamental, Gedísa, Barcelona, 1982, y más en También pueden verse varios de los ensayos incluidos en el libro todo el conjunto de su obra incluyendo sus libros Ethnologies en miroir, Maíson des Sciences de I'Hornme, París, sobre The Germans, Deporte yacio en el proceso de la civiliza­ 1992 y muy en panicular el artículo de Christian Bromberger ción, El proceso de la civilización, o La civilización de los padres "Du grand au petit. Variations des échelles et des obj ects d' analyse y otros ensayos, entre varios otros. Por lo demás es claro que sin dans l'histoire récente de l'ethnologie de la FraIlce». Véase tam­ la consideración de la obra de J\' orbert Elias resulta muy dif[­ biéIlla «Introducción» del libro de Carla Ginzburg Historia noc­ c¡] entender los aportes y el conjunto de la propuesta de los turna, ya citada, yel artículo también referido de Giovanni Levi microhistoriadores italianos. __ ,,1 perícoli del ~=-=---

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cesos de centralización política en la formación estado moderno, sino más bien analizar las formas concretas de despliegue y de particularización de estos procesos y tendencias macrohistóricos, por ejemplo en la especificidad de la clase obrera turinesa primero pro-socialista y luego pro-fas­ cista, o también en la compleja consttucción, es­ tratificada y muy densa del rito/mito del aquela­ rre moderno y de su singular curva de vida en Europa y fuera de Europa, o finalmente en los modos concretos de transmisión del status, del privilegio y del poder en una pequeña aldea del Píamonte moderno. 29 Por lo tanto, el verdadero núcleo del procedi­ miento micro histórico italiano 10 que pone en el centro de su preocupación no es ni sólo lo micro ni sólo 10 macro, sino más bien la totalidad de esa compleja dialéctica entre los niveles o escalas macrohistóricas y microhistóricas. y ello, más allá de las formas tradicionales de enfocar estos nive­ les macro y micro sociales y dentro de una pers­ pectiva no binaria dicotómica, ni de rígidas opo­ siciones y exclusiones, sino más bien desde una

nueva visión de verdadera dialéctica e interpene­ tración y presuposición mutua, donde lo macro está en lo micro y lo micro incluye a lo macro, sin eliminar sus diferencias específicas, pero también sin olvidar que un nivel o escala sólo tiene sentido y significación dentro de esa misma dialéctica que lo subsume y sobredetermina como una de sus partes componentes. Lo que entonces nos permite, finalmente, com­ prender en qué consiste ese procedimiento micro­ histórico: en él se trata, según los cultores de la micro historia italiana, de partir la recupera­ ción de una tesis o conjunto de tesis ya estableci­ das o definidas dentro del plano rnacrohistó-rico, para luego, en un movimiento que es justamente el de la «reducción de la escala de observación», llevar estas mismas hipótesis hacia un plano dis­ tinto, un plano de proporciones siempre menores al plano o nivel original, y que será justamente el universo microhistórico a trabajar. Entonces y con­ siderando ese plano «reducido» o microhistórico como simple laboratorio histórico o «lugar de ex­ perimentación», habrá que retrabajar y someter a prueba a dichas hipótesis o tesis macro históricas, verificando su validez, compleji-zando sus deter­ minaciones, matizando sus contenidos e incorpo­ rándole siempre nuevos y más sutiles elementos, a través de los procedimientos antes referidos del «análisis microscópico» de los problemas y los

Nos referimos, en estos ejemplos de los úlrimos dos párra­ fos a las obras bien conocidas de Giovanni Levi, La herencia inr~aterial, de Carla Ginzburg, El fos gusanos, Pesquisa sobre Píero, e Historia nocturna, Pietro Redomli, GaLileo Herético o de Maurício Gribaudi, Itinéraires ouvriers, Espaces et groupes sociaux a Turin au début du )(Xe sU:ele, todas ellas men­ cionadas en las notas anteriores .

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tórico: se trata en general de avanzar hacia la cons­ puntos estudiados, y mediante la explotación ex­ haustiva e intensiva de todo el material y de to­ dos los elementos derivados de ese mismo univer­ so microhistórico. Finalmente, y para cerrar el cír­ culo del recorrido global dentro de esa dialéctica macro/micro, el microhistoriador deberá volver hacia la dimensión macrohistórica, replanteando y hasta reformulando radicalmente de un modo distinto las hipótesis y tesis originalmente some­ tidas a este procedimiento o ejercicio, replantea­ miento o reformulación que luego del paso o in­ cursión por el experimento microhis-tórico, de­ berá necesariamente redundar en la construcción y elaboración de nuevas tesis, modelos y perspec­ tivas macrohistóricas, mucho más ricas, comple­ jas, finas y sutiles que las anteriormente existentes. Procedimiento micro histórico que da sentido a la frase antes citada de Jacques Revel cuando ha dicho para caracterizar el espíritu general de esa micro historia italiana: "¿por qué hacer las cosas simples cuando pueden llevarse a cabo de una manera compleja?», Y puesto que la realidad so­ cial -como, por lo demás, toda la es sumamente compleja y dado que el objetivo la ciencia social es el de captar de la mejor manera dicha complejidad, entonces resulta clara la in­ tención general que persigue esta promoción, fensa y popularización de ese ejercicio microhis-

t~~cción de m.odelos más complejos de explica­

ClOn de lo sOClal y de lo histórico, modelos más sutiles y desarrollados que sean capaces de reco­ y luego reproducir esa multidimensionalidad flex~bilidad, variabilidad y extrema riqueza de la~ realIdades concretas que dichos modelos intentan aprender. Pero entonces, y para evitar posibles confusio­ nes, la pena preguntarse acerca de las condi­ cíon~s específicas dentro de las cuales es posible y p~rtlnente la aplicación o puesta en práctica de dicho procedimiento micro histórico. ¿Cuándo es posible hablar de un plano o escala macrohis­ tórica, que incluya dentro de sí otros varios pla­ nos mÍcrohistóricos?, ¿y cuándo es posible ese movimiento de «reducción de la escala de obser­ vación» y el concomitante descenso hacia lo micro?, ¿y de qué «micro» estamos hablando cuan­ do lo definimos como un laboratorio del análisis histórico o un lugar de experimentación del his­ toriador?, ¿y qué se requiere para que en esa di­ mensión microhistórica sea aplicable el «análisis microscópico» y también el «uso y tratamiento exhaustivo e intensivo de los materiales» disponi­ bles? Y finalmente, ¿cómo garantizamos el movi­ miento de retorno desde lo micro hacia lo macro, y luego la reestructuración de ese macro desde los resultados del viaje realizado hacia el nivel micro?

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,:uyos intentos de explicación han generado ya la construcción de múltiples modelos, hipótesis y leo rías diversas. E igualmente, al hablar de uni­ versos microhistóricos hablamos entonces de cier­ tas dimensiones, planos o espacios que son parte orgdnica de esas totalidades globales y complejas y además que son partes o espacios particularmente reveladores de esas mismas totalidades. Lo cual acota y especifica las condiciones y los marcos de aplicación del procedimiento microhis­ tórico. Pues al hablar de totalidades específicas y de partes o dimensiones reveladoras hablamos, para ilustrarlo con un ejemplo gráfico, del tipo de relación que puede existir, por ejemplo, entre un rompecabezas considerado como todo, y una de las piezas especiales del mismo, pieza que por el fragmento del dibujo que incluye, permite des­ cifrar de manera mas evidente y en una fo rma particularmente acentuada, el sentido del diseño o dibujo general plasmado en el conjunto de di­ cho rompecabezas. 3o Así, dado que una totalidad no es un simple agregado o conjunto cualquiera de elementos ­ al modo por ejemplo de un zoológico cualquiera,

Porque es evidente que no cualquier problema es susceptible de ser sometido al ejercicio del cam­ bio de escala y de aplicación del procedimiento microhistórico, del mismo modo que no cualquier plano o nivel de la realidad tiene respecto de cual­ quier otro una relación de escalas interrelacionadas que podamos incluir dentro de la dialéctica macro! micro ya referida. Entonces, para entender mejor esta compleja dialéctica entre lo macro histórico y lo microhis­ tórico, puede ser útil volver al importante y de­ batido concepto de totalidad histórica. Así, la re­ lación macro! micro puede ser especificada como la relación que existe entre una cierta totalidad histórica y social compleja, y una de sus partes específicas, aquella que pueda ser especialmente «reveladora» del todo que se investiga. Lo que sig­ nifica que la elección de las dimensiones macrohis­ tóricas y luego de los universos micro históricos no es para nada una elección casual, azarosa o ar­ bitraria. Porque es la realidad misma que estamos estudiando la que está compuesta de múltiples dimensiones o niveles, niveles o escalas orgáni­ camente relacionados y entre los cuales hay dialécticas y vínculos claramente establecidos. Por ello, cuando hablamos de la dimensión macrohistórica nos referimos a esas totalidades histórico-sociales que han sido ya identificadas hace mucho tiempo por las ciencias sociales y

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30 No es entonces, tal vez solo por azar, que uno de los libros Importantes de Carla Ginzburg, escrito en ca-autoría con Adriano Prosperi, y aún no traducido infelizmente al español, se llama Jus:amente Giochi di pazienza, libro que hemos ya cItado antenormente.

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que es una simple suma o conjunto de animales, casual y caprichosamente reunidos en un mismo lugar físico y que por tanto no constituye una verdadera totalidad- sino que es un conjunto complejo de elementos, necesarios y articulados de modo específico y cuya unidad y relaciones determinadas constituyen justamente a la totali­ dad en cuestión, entonces la tarea del microhis­ toriador es, en el inicio, la misma que la del niño o adulto que se enfrenta al rompecabezas: partír de la imagen global ya conocida, para comenzar ubicando aquellas piezas claves, especialmente «reveladoras» o «descifradoras» de la imagen de conjunto, desde las cuales habrá de desarrollarse 3 la (re)construcción de toda la figura buscada. !

Con 10 cual, es claro que el procedimiento .-r:icrohistórico no es aplicable indiscrimina­ ¿amente, a cualquier problema de historia o den­ ,ro de cualquier circunstancia. Y sin embargo, Iambién resulta claro que tanto su desarrollo como su posible difusión y extensión futura, se refieren a ese universo de ciertos temas esenciales que, du­ rante décadas y siglos han preocupado a los cultores de los territorios de la musa Clío. Porque al proponer una nueva estrategia epistemológica para resolver el viejo y recurrente problema de la rela­ ción entre los niveles macro y micro dentro de la historia, 10 que la mÍcrohistoria italiana ha hecho es recordarnos una vez más que el conocimiento histórico no se agota nunca, y que las verdades históricas, verdadero objetivo y sentido global del ejercicio de nuestra ciencia, si bien son perfecta­ mente alcanzables y cognoscibles, siempre encie­ rran aún ciertos aspectos o elementos aún por descubrir o descifrar. Si la realidad y el universo mismo son infinitos, no podrían ser finitas ni las verdades históricas ni el conocimiento histórico de las mismas. Pero es justamente allí en donde reside, en parte, el inmenso placer de nuestro oficio.

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Cuando hablamos de parte especialmente "reveladora» del todo, eso no quiere decir ni mucho menos parte «representa­ tiva» del todo. Pues, después de Michael Foucault, es bien sabido que los «márgenes» de una totalidad cualquiera o s~s elementos «excluidos» -y por tanto muy poco «representatl­ vos»- pueden ser tan reveladores o más de sus estructuras esenciales como sus elementos más (,típicos» o característicos. Un punto que se vincula con el célebre oximoron populariza­ do por los microhistoriadores italianos de lo «excepcional norma!>, y que sin embargo no podemos desarrollar más am­ pliamente en este mismo ensayo. Al respecto cfr. el articulo de Edoardo Grendi «Microanalisi e storia soúale», cito en donde se enuncia por primera vez dicho oximoron. Sobre las leccio­ nes de Foucault en torno al puntO mencionado cfr. Francisco Vázquez García, FoucauÜ o La crítica de la razón, Montesinos, Barcelona, 1995 y también Foucau!ty los historiadores, Univer­ sidad de Cádiz, Cádiz, 1987.

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MICROHISTORIA A LA ESPAÑOLA*

BERNARD VINCENT

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a microstoria, tal como la han promovido e ilustrado Carlo Ginzburg, Giovanni Cario Poni o Edoardo Grendi, ha tenido un considerable eco en la comunidad cien­ rífica internacional, interesando a las ciencias socia­ les en general y a la historia en particular. susci­ :ado entusiasmos y reticencias, pero jamás indife­ ¡encia. Sin embargo, curiosamente, se continúan debatiendo a menudo los trabajos de los «padres fundadores» sin prestar demasiada atención a las iniciativas tomadas en este dominio por otros inves­ tigadores desde de los años 1990. Por lo tanto, una puesta en perspectiva general sería de gran utilidad. Es por esto que propongo aquí algunas re­ flexiones a partir de la lectura de obras de microhistoria publicadas en España durante los últimos años. ::=: ,

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, Este artículo es una visión revisada de la conferencia "La :nicrohistoria en la historiografía española reciente», brindada el autor en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR el . . de octubre de 1998; traducción del francés por Darío Barriera.

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MICROHISTORIA A LA ESPAÑOLA

y digo microhistoria porque el término ha sido reivindicado muy claramente al menos dos veces. La primera, en ocasión de la publicación del tra­ bajo de Jaime Contreras, Sotos contra Riquelmes (Madrid, Anaya y Mario Muchnik, 1992), y una segunda, por Tomás A. Mantecón Novellan, ~u­ tor de La muerte de Antonia Isabel Sánchez, Ttra­ nía y escandálo en una sociedad rural del Norte es­ pañol en el Antiguo Régimen (Alcalá de Hena.res, Centro de Estudios Cervantinos, 1997). JaIme Contreras no emplea jamás -excepto que me equivoque- el término microhistoria en su li~ro, pero la colección dentro de la cual este fue e~lt~­ do se llama precisamente Microhistorza y la lllVI­ tación a incluirlo hace referencia explícita a la ten­ tativa renovadora de la experiencia micro histórica y a Carlo Ginzburg. En cuanto a Tomás Ma.nte­ cón, consagra una larga introducción a la calIdad del aporte de la micro historia a la historia de la criminalidad (pp. 17-24) y el estudio está prece­ dido de un prefacio de José Ignacio Fortea Pérez donde aparece, desde la segunda línea, l~ palabra microhistoria acompañada de comentarlOS a un artículo de Giovanni Levi. Que la microhistoria haya obtenido derecho de ciudadanía en España, hoy parece algo que va de suyo. Sin embargo, su emergencia ha sido len­ ta y difícil. Dos obstáculos principales se le opo-

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:-.;an. Por una parte, la convicción desde hace ::lucho tiempo compartida por numerosos histo­ ,iadores acerca de que lo que se ha llamado histo­ ~ia de las mentalidades, luego historia cultural o iistoria socio-cultural, era una práctica frívola o sensacionalista. Recordemos los sarcasmos que Josep Fontana disparó sobre el libro de Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, village occitan ... (Paris, Gallimard, 1973), que pertenece, de algu­ na manera, a la prehistoria de la microhistoria; o también del juicio lapidario que el mismo J osep Fontana formulara sobre el libro de Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos (Barcelona, 1982, 1e ed., 1976) desde el II Congreso de Historia de :\ndalucía (Córdoba, 1991). Según el historiador catalán, el libro donde el molinero Menocchio es el héroe, no tiene sino un valor literario. Por otra parte, la fuerte tendencia a la historia localista, que muy frecuentemente permanecía en un pla­ no en extremo descriptivo, acaso anecdótico, no incitaba siquiera a realizar proposiciones que pu­ sieran en valor las escalas de estudio de dimensio­ nes reducidas. Sin embargo, muchos factores han hecho posi­ ble una evolución favorable a la microhistoria. Ante todo la existencia de fuentes considerables, judiciales, municipales, eclesiásticas, que permi­ ten estudiar la madeja de relaciones de una po­ blación dada y bien acotada. Daré un ejemplo

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personal, referido al estudio de los moriscos. So­ bre esta minoría de la España del siglo XVI, dis­ ponemos de una gran cantidad de estudios. Ha sido subrayado muchas veces que los comporta­ mientos y las prácticas variaban al infinito según los lugares. Pero aún hoy, apenas conocemos por qué y cómo se determinan los individuos a perte­ necer a una misma comunidad. Solo un estudio fino, tomando en cuenta todos los acontecimien­ tos, permitiría aprehender los procesos de aculturación y los obstáculos que encontraban. Las fuentes que hacen posible este tipo de enfoque, sobre todo inquisitoriales y señoriales, existen. Por lo demás, la declinación del paradigma marxista, evidente en los años 1980s. y la influencia enri­ quecedora de una historiografía mas diversificada, han sido determinantes a la hora de la eclosión de la microhistoria. El primero de los microhistoriadores españo­ les ha sido Jaime Contreras. No insistiré casi so­ bre su Sotos contra Riquelmes, en la medida en que ha conocido una difusión profusa. Quisiera insis­ tir, sin embargo, sobre la originalidad del recorri­ do. Jaime Conteras se inspira mucho en Giovanni Levi, quien recogió para su Herencia Inmaterial... «... todos los acontecimientos biográficos de to­ dos los habitanres del pueblo de Santena que han dejado una huella documental». Jaime Contreras

MICROHISTORIA A LA ESPAÑOLA

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no podía acumular todos los datos referentes a los habitantes de Larca y mucho menos de Murcia, entre 1550 y 1570. Una vida entera no sería sufi­ ciente, lo mismo que una zambullida en los ar­ chivos notariales hubiera sido azarosa e incierta. En cambio, ha acosado a todos los actores del con­ flicw desencadenado por la inquisición, y parti­ cularmente a los conversos. Su trabajo es una ver­ dadera construcción, ya que no había un fondo documental mayor. necesario enwnces encon­ trar pacientemente todos los elementos de un puzzle, volviendo comprensibles los juegos y el desarrollo de los enfrentamientos entre inquisi­ ción y oligarquía local. Lo importante es que Jai­ me Contreras, excelente conocedor de la historia y de las fuenres de la inquisición, había soñado en utilizarlas para resolver una cuestión de histo­ ria social, la del lugar de los judea-conversos en la sociedad española del siglo XVI. La escala microhistórica, mejor que cualquier otra, era ca­ paz de poner al desnudo los caminos y las estrate­ gias que, no por ser individuales son menos signi­ ficativas entre todas las opciones posibles. Tomás Manrecón nos ha propuesto el examen de un proceso excepcional, el que se abrió tras el asesinato de una mujer, Antonia Isabel Sánchez, el 1°. de agosto de 1799, en un pueblo del norte de España, sesenra kilómetros al oeste de Santan­

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ENSAYOS SOBRE )..!ICROHfSTORIA

MICROHfSTORIA A LA ESPAÑOLA

modelo de micro historia en el que el escándalo estudiado es revelador de los comportamientos y de los procesos de regulación de una comunidad aldeana ejemplar de la España del noroeste.

verdadero emprendimiento parainquisitorial que traduce la voluntad de la Iglesia de aplicar los preceptos del Concilio de Trento y de imponer una estricta moral social. Sin duda. Pero desde una perspectiva foucaultiana, se inclina muy rá­ pidamente a creer que este inmenso esfuerzo ha dado resultados inmediatos. Podríamos pregun­ tarnos si los sectores de la población local no han resistido a la iniciativa del obispo y no han evita­ do su convocatoria. ¿Y qué ha quedado de esta tentativa?

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Muy recientemente, Angel Rodríguez Sá~chez ha publicado una obra titulada Hacerse nadu, so­ metimiento, sexo y silencio en la España de finales del siglo XVI (Lleida, Milenio, 1998). En esta oca­ sión, el teatro de los hechos informados se sitúa en Caria, pequeña ciudad del norte de Extremadura, y sede de un obispado. 1591, el obsipo García de Galarza, quiso hacer una en­ cuesta so bre el estado de su diócesis y en particu­ lar sobre la vida y la moralidad su grey. Los fieles estaban invitados a hacer una confesión no sacramental y a responder a trece preguntas pre­ cisas, incitándolos a la delación de los conciuda­ danos que hubieran pecado. Aquí, la referencia a la microhistoria es menos explícita. Sin embargo Angel Rodríguez Sánchez agradece al final del li­ bro a Jaime Contreras, quien le ha animado a po­ ner en limpio un trabajo que corresponde a una « forma de hacer historia » que es común a los dos autores. Esta forma no es otra que la micro historia. Angel Rodríguez parte del dossier de las 303 confesiones de los habitantes (165 mujeres y 138 hombres) que se presentaron es­ pontáneamente. En esta empresa, el autor ve un

Si la utilización del corpus suscita interro­ gantes, esto no impide que su extensión -alre­ dedor de un hogar sobre tres han respondido de una u otra manera al cuestionario- permita a Angel Rodríguez presentar una buena fotografía de las relaciones tejidas entre muchos de los ha­ bitantes de Coria. Muestra perfectamente, en par­ ticular, los mecanismos del clientelismo y de la dependencia vividos cotidianamente. Pone muy bien en escena a los miembros la familia Ovando, poderosa en Coria como en Cáceres, tan­ to como a los diversos miembros del capitulo de la catedral, comenzando por el deán Alonso Fernández de Herena, personaje central de las infamias en causa. No menos de 63 denuncias lo designan como un hombre inclinado desenfrena­ damente a la caza, el juego y las mujcEcs, El lec­

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M¡CROHISTORIA A LA ESPA¡(¡OLA

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

[e, se trata de examinar la cuestión esencial de la tor del líbro podrá descubrir mil y una anécdotas al respecto. Pero lo importante no está allí. Para sublimar sus pasiones, los habitantes de Coria tenían necesidad de descubridores de tesoros, de curanderos, de mediadores. Todos estos interme­ diarios encontraban solución a todas las deman­ das, porque una parte de la población era capaz de todo por obtener protección y subsistencia y muchos otros estaban dispuestos a cerrar los ojos delante de las múltiples ofensas a la moral cristia­ na. Angel Rodríguez pone en escena los principa­ les lugares de las transgresiones, la casa de las Vandas y la casa del deán, donde las barreras so­ ciales estaban borradas.

so~~ranía no a partir de los textos de los grandes

[eoncos o de la práctica de talo cual Estado, sino a laluz .de los hechos en la jurisdicción de la pe­ ~uena cmdad de Cambrai. El observatorio es par­ n.cularmente pertinente en la medida en que la Cl~da~ pertenecía en el siglo XVI a su arzobispo, pnnClpe del Sacro Imperio Romano Germánico y, por lo tanto, miembro de la Dieta imperial y vasallo del emperador. Pero naturalmente, el ar­ zobispo dependía también de la Santa Sede. En fin, Cambrai tenía dos vecinos muy poderosos, el rey de E~paña, s~ñor de los Países Bajos, y el rey de FranCIa. La hIstoria de Cambrai fue muy agi­ tada a lo largo de todo el siglo AvI, hasta que el gobernador de la ciudad, Jean de Monduc, señor Un último libro, el más reciente todos, per­ de Ba~agny, estableció su control con el apoyo de tenece al dominio de la mícrohistoria. Se trata

Francla. La población decidió entonces entregar Felipe JI y Cambrai: el consenso del pueblo. La sobe­

la plaza a Felipe II, cosa que fue aceptada por el ranía entre la práctica y la teoría política, 1595­ re~resentante del Rey Católico. Cambrai quedó 1677 (Madrid, Sociedad Estatal para la Conme­

baJO tutela española hasta 1677. moración de los Centenarios de TI y Carlos

~I acontecimiento de 1595 fue singular. V, 1999) escrito por José Javier Ruiz Ibañez. Con

¿Como es que una ciudad podía decidir su suer­ él, abandonamos el terreno de la historia

t~? ¿Y cómo el r~y más poderoso de la época po­ sociocultural de los ejemplos precedentes para

dla a~eptar esta msólita decisión mientras que el abordar el de la historia sociopoLítíca. y no es este

arzobispO exiliado intentaba hacer valer sus dere­ el menor de sus méritos. Desde esta perspectiva,

chos? José Javier Ruiz Ibáñez analiza a la vez las constituye un aporte muy novedoso de la

corrientes de pensamiento político de las cuales microhistoría sin que la palabra aparezca una sola

abrevaban los habitantes de Cambrai y las figuras vez bajo la pluma de José Javier Ruiz. N o obstan­

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ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA

jurídicas que inventaron los consejeros de los re­ yes de España para no restituir el regalo ofrecido en 1595. Solo las armas francesas pusieron fin a esta aparente anomalía. Así es administrada la prueba de las influencias recíprocas permanentes entre teoría y práctica políticas. En la circunstan­ cia, es la práctica la que ha subvertido a la teoría. Los cuatro libros de Jaime Contreras, Tomás Mantecón, Rodríguez y José J avíer Ruiz en común una última preocu­ pación de la microhistoría, la del cuidado acorda­ do a la manera presentar su relato. Cada uno de ellos intenta disponer el escenario de manera precisa, lo que animó a Tomás Mantecón y Ángel Rodríguez a reconstituir gráficamente los y a dar un retrato detallado de los personajes. modo tal muestran que, hacer historia, es tam­ bién

HISTORIADOR COMO AUTOR.

Éxito y fracaso de la MICROHISTORIA. JUSTO SER."iA / ANACLET POr-;S

"Pero, repitámoslo: no se trata de esbozar aquí un tratado del arte de escribir (... ). Lo que de momento nos es este cipio, muy claro: para realizar bien su ta­ rea, para cumplir verdaderamente su co­ metido, al historiador le es también nece­ sario ser un gran escriton> Henri Irenée Marrou

esde que fuera rotulada así, desde que fuera patrocinada por Giulio Einaudi, la mícrostoria es una voz italiana de creciente éxi­ to internacional pero ambiguo significado. Ha sido una denominación de origen con la que el editor etiquetaba investigaciones muy diferemes entre sí y cuya única característica común parecía ser lo pequeño, los objetos de menudas dimen­ siones o la escala reducida con que se abordarían. ¿Por qué la calificamos como ambigua? Porque,

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de entrada, ésa es la impresión que el lector se puede llevar de la consulta los manifiestos que los microhistoriadores publicaran a finales de los años setenta. Tanto es así que la consulta de esos textos programáticos -textos que debemos a Edoardo Grendi, Carlo Ginzburg y Carla Poni o Giovanni Levi y que preceden o que coinciden con el nacimiento de «Microstorie», la colección que los amparó- no permitía averiguar si estábamos o no ante una corriente o escuela histórica. Ade­ más, en los años sucesivos, la imprecisión no se ha corregido y seguimos sin contar con alguna introducción teórico-sistemática que defina con rigor el paradigma con el que se ha dado cobijo a desigual valor. Carece­ obras muy distintas y mos igualmente de textos enciclopédicos que den orden convencional a lo que ya se sabe y del que serían muestra esas investigaciones. Tampoco con­ tamos con alguna publicación periódica a la que podamos reconocer como portavoz de los avances espacio institucional o aca­ obtenidos. No démico que permita ser identificado como el re­ cinto de la ortodoxia historiográfica. Más aún, cuando en los años noven ta Giovanni Levi, Carlo Ginzburg o Edoardo Grendi han hecho balance de lo publicado sólo han coincidido en descartar cualq uier filiación de escuela; han descartado igualmente una empresa común en la que todos puedan admitirse; y han descartado, en fin, que

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hoy en día pueda seguir hablándose de «la» microhisto ria. Ya no existe el fondo editorial (<<Microstorie») que dirigieron Ginzburg y Levi y que permitió identificarlos: se cerró a mediados de los noventa y se transfirieron sus obras a la mayor y más pres­ tigiosa colección de de Einaudi (<<Paper­ backs»). ¿Podemos hallar mejor síntoma de la cri­ sis editorial y personal que el cierre de una colec­ ción emblemática? La casa ha cambiado de pro­ piedad: ha ido a parar a manos de Silvio Berlus­ coni, caracterizado ideológicamente por su inquie­ tante populismo conservador y empeñado en com­ pletar concentraciones empresariales en el ramo de la industria cultural y de entretenimiento. hecho y otros factores personales han motivado, además, que algunos de los autores de «Microsto­ ríe» o, mejor, que algunos de los autores-símbolo de Einaudi hayan cambiado ostentosamente de sello y se hayan pasado a la competencia: Carlo Ginzburg, por ejemplo, dirige ahora la sección «Culture» de la célebre colección «Campi del sapere» de Feltrinelli, una sección que no invoca ya el rótulo de la microhistoria, una sección en la que su responsable se interroga sobre la diversi­ dad cultural, la pluralidad de voces y en la que el primer libro (Occhiaccí dí legno), del que él mis­ mo es autor, no contiene alusión alguna a la co­ rriente a la que se le asoció. Y, como símbolo fi­



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:a obra y de la que ésta es prueba y materializa­ ·:ión. Así, aunque entre los historiadores haya ca­ sos afortunados de empresas colectivas que pro­ porcionan amparo y audiencia a epígonos -y el ejemplo más evidente es la repercusión interna­ cional de Annales-, esto es más la excepción que la regla. Es decir, los éxitos y los fracasos son, en principio, individuales, y el vigor de una mono­ grafía es principalmente dependiente del genio del historiador, de la personalidad que hace la obra, del investigador que escribe, de cómo narra y de los recursos que emplea. Expresado de otra manera, aún en el caso de que no hubiera existido jamás una «escuela de los Annales», Los reyes tau­ maturgos seguiría siendo uno de nuestros clási­ cos: un volumen concebido de tal modo que su forma, su enunciación, su argumentación y la re­ tórica de que se sirve el historiador -para que así le aceptemos sus preguntas y las respuestas conje­ turales que audazmente propone- serían su vir­ tud, los atributos imperecederos que le permiten auparse por encima de sus limitaciones documen­ tales o de sus explicaciones ya inaceptables. En ese sentido, buena parte del éxito del fracaso) que cabe atribuir a la microhistoria de­ pende de una obra y de un historiador, dependen de El queso y los gusanos (1976), de Carlo Ginzburg; dependen de un factor azaroso y ex­ cepcional como es el de una cualidad personal

nal, el viejo editor ha muerto, el viejo y prestigio­ so patrón ha fenecido derrotado por la edad pero su desaparición ha ocurrido después de que la casa padeciera una elefantiasis de crecimiento que de­ bió ser subsanada externamente. Tantos avatares han sucedido que incluso en sus últimas contri­ buciones, cuando se les ha pedido hacer balance de lo que ha sido o es la microhistoria (1994), esos mismos autores parecen hacer el duelo por una corriente que si en efecto llegó a existir ahora estaría ya difunta. Si es esto cierto, estaríamos ante una paradoja evidente: cuando el éxito interna­ cional de la microhistoria es más evidente, cuan­ do se multiplican las referencias, los estudios crí­ ticos, los congresos y las evaluaciones -es decir, en los años noventa-, es precisamente cuando podemos dar por concluida esa experiencia colec­ tiva. ¿Colectiva? Un repaso historiográfico revela ciertos rasgos colectivos, en efecto, pero el caso de «la» microhistoria revela más aún lo que Henri Marrou decía de la pervivencia de la obra histórica. Su suerte futura puede estar garantizada o no por un contexto editorial, puede estar asegurada o no por instituciones académicas que le den repercusión, pero -como apostillaba Marrou- su vigencia y la duración de sus efectos obedecen a un hecho puramente textual, a una virtud que se expresa en

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materializada en un libro concreto. Es a ese volu­ men, del que nos ocupamos extensamente en otra parte (2000), al que en buena medida debemos achacar la difusión de la etiqueta (microhistoria) asociada a una obra de calidad y reforzada por otras que siguieron pero que ya no alcanzaton la nombradía de aquélla. Un volumen de éxito, un éxito que sobrepasa el contexto circunstancial en el que había aparecido y que precedió a la crea­ ción de una colección de la que sería deudora, ha llevado a numerosos lectores a identificar una cosa y la otra. En este caso, además, se trataría de una identificación confirmada editorialmente con otras obras bien resueltas aunque en ocasiones muy dis­ tintas (por ejemplo Terra e telai, de Franco Ramella, o La herencia inmaterial, de Giovanni Levi). Pero se trataría también de una sabia ope­ ración de prestigio en virtud de la cual el editor publica a otros autores reverenciados (E. P. Thompson) que, en principio, nada tienen que ver con la etiqueta (la microhistoria). Se trata, pues, de una asimilación mercantil mediante la cual se adopta como vecinos de colección a histo­ riadores distinguidos a los que se toma como an­ tecesores y de cuya virtud el resto se contagia por contigüidad: dan cimiento, antigüedad, prestigio y honorabilidad. Reparemos algo más en estos hechos, reparemos en lo que ha rodeado a Einaudi y a Ginzburg.

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La editorial Einaudi, fundada en el TurÍn de 1933, ha sido hasta fecha bien reciente el baluar­ te de la izquierda cultural y fue en su origen el producto exquisito de colaboraciones opositoras, antifascistas y progresistas: entre otras, la del matrimonio Leone y Natalia Ginzburg, la Cesare Pavese e halo Calvino, después, además de la de su principal inspirador: Giulio Einaudi. Eran aquéllos, como los han descrito sus propios pro­ tagonistas y como se reflejan en el libro conme­ morativo Cinquant'anni di un editore, años de mocedad, pero sobre todo eran años de resisten­ cia política y de inquietud intelectual, universal, de amistades compartidas y de excitación litera­ ri~. El ensayo de calidad, las revistas de pensa­ mIento y, en fin, la Literatura fueron así, desde sus inicios, el ámbito de intervención del editor. Pero, en principio, esos primeros años eran tam­ bién años de riesgo político y de extrema cruel­ dad. Como nos relató su viuda en esa espléndida evocación que lleva por título Léxico particular, Leone Ginzburg, aquel que fuera el primer ani­ mador de las ediciones Einaudi, moria en la cár­ c~l romana de Civitavecchia después de haber ejer­ CIdo la oposición antifascista (Giustizia e liberta), después de haber estado confinado con su familia en los Abrmos y después de haber sido apresado y torturado por lo nazis: «sin concluir su obra sin dejarnos un mensaje. Por eso no podemos re~ e

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signarnos; ni perdonar», apostillaba Norberto Bobbio en su Perfil ideológico del siglo }(X en Ita­ lia. De todas las personas que rodearon a Einaudi en la guerra o en la inmediata posguerra, aquella que, a juicio del editor, más firmemente mantuvo la continuidad dicha empresa cultural, aque­ lla que, según anota en su memorias, «custodió» los valores de la casa, y se mostró siempre como su conciencia crítica, fue precisamente Natalia Ginzburg. En fin, en el transcurso de varias déca­ das, la editorial se ha renovado, ha incrementado vertiginosamente sus colecciones, ha incorporado a prestigiosas figuras de! mundo cultural italiano asesores, ha atravesado reciente en calidad momentos de grave crisis económica y, como de­ cíamos, ha acabado por cambiar su propiedad hasta pasar -para escándalo de algunos- a la órbita de Berlusconi. El rasgo más sobresaliente de esa pequeña historia es la relevancia que siem­ pre se dio en Einaudi a los asesores, a los comités de lectura, al modo de lo que Gallimard estable­ los nombres más signifi­ ciera en Francia. Uno cativos de quienes se han ocupado de esta tarea -y que ya no la ejerce al haber abandonado la casa- es precisamente el de Carlo Ginzburg, hijo de Leone y de Natalia. Fue él quien tradujo a Marc Bloch, quien prologó la versión italiana de Los reyes taumaturgos y a quien, en fin, se le hizo responsa­ ble de las evaluaciones y de las lecturas de obras

históricas y ensayos sobre arte, para acabar codirigiendo con Giovanni Levi la colección más emblemática de la renovación historiográfica y a la que ya hemos hecho alusión: «Microstorie».

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¿Qué interés tiene este pequeño apunte infor­ mativo que vincula los avatares de la casa edito­ rial con El queso y los gusanos? Quizá este anecdo­ tario de la microhistoria nos permita empezar a entender, aunque sea externamente, el hecho ca­ pital que ahora nos ocupa: por qué se identifica la micro historia con dicha obra y, más en general, con Carlo Ginzburg. ¿Es razonable que esto sea así? ¿Es la microhistoria una forma especial de investigación definida principalmente por Ginz­ burg y expresada como nunca en ese libro? Y en e! caso de que esto sea así, ¿agota su definición la práctica microhistórica? La primera respuesta a estos interrogantes es toda una paradoja historio­ gráfica: la producción microhistórÍca se identifi­ ca internacionalmente, sobre todo en e! dominio anglosajón, con el modelo impuesto por Ginzburg -no por casualidad este último es docente en la UCLA-, y aun hoy un congreso norteamericano so bre microhistoria invoca el modelo germinal impuesto por El queso y los gusanos; en Italia, por e! contrario, esa filiación no ha sido tan evidente y, además, las primeras reflexiones sobre e! proce­ der micro analítico en historia son anteriores a las

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obras mayores y más conocidas de aquél y, ade­ más, con una orientación con la que no siempre coinciden. Abreviando podríamos decir la versión más divulgada, o, al menos, aquella que mejor difusión ha tenido, es la que entiende como sinónimos paradigma indiciario y microhistoria y, por tanto, la que sigue el modelo de ción conjetural-basado en la inferencia abductiva de Pierce- implantado a partir de los dejados por el célebre molinero Menocchio. Sin embargo, podríamos aceptar que en Italia hay, al menos, dos modos de entender la microhistoria: la que encarna Edoardo Grendi y la que se identi­ fica con Carla Ginzburg. Esto es algo sobre lo que nos pronunciábamos ya en 1993, en (,El ojo de la aguja», y sobre lo que, hasra fecha reciente, hasta 1994, no se habían extendido suficientememe los propios microhistoriadores, sus exégetas o sus impugnadores. Por eso, el prudente silencio que se ha mantenido sobre este hiato ha favorecido la confusión, la amalgama y la reunión de opciones diferentes, de opciones no siempre congruentes. Ese hecho y el retraso con que unos y ouos se han manifestado han acabado por ahondar aún más las confusiones, malentendidos y las perplejí­ justo cuando historiado­ dades que provoca. res de todo el mundo celebran, hablan de y con­ vienen en la actualidad de la micro historia, sus oficiantes decretan la muerte, y cuando unos y

otros subrayan el vigor de esa corriente, los res­ ponsables italianos concluyen que nunca existió, que nunca hubo un patrimonio común y que ni siquiera hay un único rótulo bajo el que todos se cobijen. Precisemos, esas dos fuentes, esos dos modos contrapuestos de entender la microhistoria, las disputas tardías a que han dado lugar y que se hacen universalmente ex­ plícitas en los textos publicados en 1994 por Ginzburg y Grendi.

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-g)osLos primeros intentos habidos en Italia en los que ya se dice defender un modelo cognoscitivo micro analítico para la historia datan de la prime­ un histo­ ra mitad de los años setenta. En riador modernista, Edoardo Grendí, particular­ mente sensible a los avances producidos en las ciencias sociales, defendía la elección un enfo­ que micro para una disciplina en la que, la ruptura annalista, sus oficiantes se habrían acos­ tumbrado a operar con las grandes magnitudes, con la larga duración y, en definitiva, con aque­ llos procedimientos seriales que se fundaban en el anonimato yen lo cuantitativo. La repercusión este paradigma había tenido en la Italia de aquellas fechas es indudable, y quizá dos hechos lo prueban suficientemente: por una parte, .. ---~~_

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dación en 1967 de una revista -Quaderní Storicí delle Marche- cuyo primer artículo, el proemio historiográfico que servía de proclama intelectual, era la traducción italiana de la IOllgue durée de Braudel; por orra, y poco tiempo después, la edi­ ción de la Storia d'Italia de Einuadi (1972), a la que podemos considerar como una síntesis entre categorías y modos analíticos tomados en présta­ mo de Allllales -y, por consiguiente, de su prin­ cipal inspirador en aquellas fechas, Braudel- y convenciones e intuiciones propias de la historio­ grafía italiana de impronta gramsciana. Las propuestas de Edoardo Grendi no eran to­ talmente congruentes con algunas de las certezas que este paradigma historiográfico imponía en aquellas fechas. Frente a la historia total propug­ nada por Braudel, aquello que Grendi defendía era un modelo de análisis más modesto per­ mitiera reducir los objetos de investigación. En realidad, su propuesta no era sino el traslado al ámbito histórico de una perspectiva micro que ya se habían dado con anterioridad, en otras disci­ plinas, tanto en la antropología como en la eco­ nomía. En el primer caso, dos eran las enseñanzas sobre las que Grendi ponía el énfasis en aquellas fechas (y después): por un lado, el enfoque pro­ piamente micro-analítico de la etnología, identi­ ficado con la contextualización del hecho; por

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orro, el estudio de las relaciones sociales a través sus distintas manifestaciones económicas o ex­ traeconó micas. Lo que, en 1972, decía o parecía envidiar de la antropología era, en efecto, su ape­ go al contexto, a «la situzionalira. concreta (e cioé le istituzioni, la storia, ecc.)). Entregados a la téc­ nica la observación participante, los etnógrafos reúnen sus datos, hacen acopio de lo que rrans­ miten sus informantes, sabiendo que cada hecho forma parte una cadena de de los que no puede ampmarse impunemente. Pero, además, Grendi asumía la tradición de la antropología susrantivista, la tradición que, a partir de la teo­ ría del don y del principio de reciprocidad, vin­ culaba a Polanyi, a Mauss, a Boas o a Malinowski. El objetivo de esa perspectiva no era la mera im­ portación de modelos etnológicos -añadía el liano en esas fechas-, sino interrogarse la evidencia supuestamente incontrovertible de al­ gunas categorías: en concreto aquellas que, de ma­ triz económica, se habían incorporado a la disci­ plina histórica como si fueran obvias en sí mis­ mas, las de mercado y racionalidad. Ambos con­ ceptos, que constituían desde antiguo objeto pre­ ferente de la microeconomía, se abordaban desde esta última disciplina como nociones lógicas su­ bordinadas a la teoría de la elección racional, en principio, una teoría normativa. En este caso, las actividades económicas, al menos desde la

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singular de casos concretos dotados de su parti­ cular historicidad. La reivindicación de la histo­ ria hecha por los antropólogos daba unos resulta­ dos contrarios a lo sucedido en el caso francés. Por eso, precisamente, es por lo que Past and Pre­ sent tuvo desde sus orígenes una impronta bien diferente a la que podemos apreciar en los Annales de las mismas Como apostilló años des­ pués Clifford Geertz, cuando los antropólogos optan por lo microscópico no es por incapacidad teórica o generalizante, no es por estar apegados a una teoría humanista de la acción, como deplora­ rían Lévi-Strauss y la generación de estructuralistas que encabezó. Si optan por lo microscópico ­ interpre­ el etnólogo norteamericano en tación de las culturas- es porque el investigador se propone analizar los mismos «megaconceptos con los que se debaten las ciencias sociales con­ temporáneas» pero partiendo «de los conocimien­ tos extraordinariamente abundantes que tiene de cuestiones extremadamente pequeñas). ¿Hay al­ guna coincidencia en lo dicho por Geertz a pro­ pósito de lo microscópico en etnología y lo que defendiera Grendi para la historia?

pectiva marginalista, se explicaban a partir del postulado de la maximización y ello servía ta~to para explicar las elecciones de los empresanos como las decisiones de los consumidores. En este sentido, aún adoptando el enfoque micro, la eco­ nomía expulsaba los contextos de dichas elecciones y, en ese sentido, era escasamente fruc­ tífera para los historiadores, al menos en compa­ ración con los usos y los rendimientos de la pers­ pectiva micro entre los antropólogos. . Pero eran todas las antropologías variantes de una< disciplina contextua!, variantes de una d"15C1­ plina que siempre otorgaría relevancia al cont~x­ to? Los Annales habían recibido una fuerte 111­ fluencia de la perspectiva antropológico-estruc­ tural y, como tal, el impulso etnológico que aquella publicación podía experimentar tenía más q~e ver con el análisis de invariantes, con el estudIO de reglas y, en definitiva, con la posibilidad esta­ blecer modelos. Por eso, precisamente, es por lo que Claude Lévi-Strauss marcaba diferencias con la historia «tradicional» como disciplina de la ac­ ción y celebraba la proximidad modelo braudeliano al estudio de inconsciente, según leemos en el primer capítulo de su Antropología estructural. Por el contrario, la variante anglosajona, al menos desde E. Evans-Pritchard, había reivin­ dicado, más allá de la formalización, el estudio

Como se puede observar, la defensa de esta pers­ pectiva no tiene, en principio, nada que ver con los postulados en los que se basa la microeconomía, una microeconomía en la que sus practicantes =

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analizan teóricamenre la conducta del consumI­ dor racional. Y no tiene que ver porque en un caso estamos ante una teoría normativa y, en otro, nos hallamos ante una teoría explicativa: lo micro en historia, de acuerdo con Grendi, tiene que ver más con el relieve dado al conrexto, con el análi­ sis circunstancial que los etnólogos anglosajones asumen mancomunadamente (y ésta es, en fin, una generalización que nos consenrimos). Por tan­ to, la primera consecuencia que se extrae de aque­ lla temprana propuesta, la que hiciera Grendi a la altura de 1972, es la reducción de la escala de observación. Pero, como decíamos, más allá de este procedimiento, lo que Grendi defendía era el aná­ lisis de las relaciones sociales, los modos de interacción múltiples y complejos que se dan en­ tre sujetos operantes en un conrexto histórico. Ahora bien, el estudio relacional y, a la vez, la reducción de la escala sólo podían ser practica­ bles en aquellos dominios en los que, por sus pe­ queñas dimensiones, el análisis pudiera resultar realizable y, además, ser significativo. De entre los textos que entonces publicara, dos son cialmenre en los que desarrolló esta tesis. El pri­ mero de ellos es una respuesta dada por Grendi al modelo analítico de la burguesía francesa adopta­ do por Adeline Daumard y sus colaboradores. . aquel texto, les reprochaba el cartesianismo mal de las categorías empleadas para homogenel-

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zar extracontextualmente los datos patrimoniales de los burgueses de cinco ciudades francesas: in­ tenrado que fueran congruentes, esas informacio­ nes carecían de vida y sólo consentían compara­ ciones muy externas, numéricas, sin nombres, sin relaciones y sin que el lector supiera el valor bólico que el contexto daba a cada objeto. Es por eso por lo que, poco tiempo después, hacia 1977, Grendi defendería expresamente el esrudio micro analítico -y así lo llamaba- en el seno de aquellas formas de agregación social y política más reducidas que las que podían repre­ sentar el Estado o la nación: «e perché deve essere l'aggregato-nazione e non la comunita o la citra o il mestiere il luogo d' elezione per lo studio de queste trasformazioni?» Si, a juicio de Grendi, la historia social había de tener por objeto «ricostruire l' evoluzione e la dinamica com­ portamenti sociali», es decir, las relaciones, «il villaggio contadinQ» o el «quartiere urbanQ), for­ mas diversas de comunidad, son áreas privilegia­ das de dicho estudio, leemos en «Micro-analisi e storia sociale». ésta una tesis que nuestro autor no ha modificado sustancialmente y, hecho, muchos años después, en 1994, cuando reevaluaba el micro análisis histórico acababa su en los mismos términos, acababa reivindicando otra vez la reducción de la escala para así hacer flore­

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cer el contexto, para así emprender una historia social en la que los estudios de comunidad per­ mitiesen exhumar la compleja red de las relacio­ nes sociales. ¿Cuáles fueron los referentes que le permitie­ ron fundamentar aquella temprana propuesta microanalítica? No son siempre los mismos, no son exactamente los mismos aquellos que defen­ diera en 1972 y los que menciona, por ejemplo, en 1993 con motivo de la publicación de Il Cervo e la Repubblica. Hay, sí, coincidencias y hay leal­ tades que permanecen, y, entre éstas, hay una in­ clinación evidentemente anglosajona, muy poco «francesa», sobre la que convendrá demorarse. A este historiador italiano, por ejemplo, se debe la difusión en Italia de ciertos autores que, para las fechas en las que comenzó a divulgarlos, no eran muy conocidos. Sin duda, que estos referentes pertenecieran al ámbito anglosajón no es extraño si se tiene en cuenta la productiva estancia que este autor disfrutara en la London School of Eco­ nomics de la posguerra. Este hecho permite en­ tender la línea de investigación que Grendi reco­ rre desde los años sesenta, una línea con objetos variados, una línea que se inicia con la historia del movimiento obrero y, especialmente, con la difusión de la obra de los historiadores marxistas británicos que se ocupaban de ese tema. En una

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entrevista publicada en 1990, Giovanni Levi le atribuye a Grendi un carácter «inglés», y esa atri­ bución es algo más que una boutade. Decía Thompson en «The peculiarities of the English» que el mejor idioma de los anglosajones habría sido aquel en el que confluyen históricamente el léxico protestante, el lenguaje individualista, el empirismo y, en definitiva, aquel que se propone abatir los universales. Pues bien, esos atributos son probablemente los mismos con los que se re­ vistió Grendi en desde) su temporada londi­ nense, hecho que es aún más llamativo si tene­ mos en cuenta su procedencia, la de una historio­ grafía en la que el peso del historicismo y del idea­ lismo había sido y seguía siendo muy grande. Quizá por esta razón -quizá por este empirismo en el que se nutrió- es por lo que pueda enten­ derse mejor el relieve que Grendi iba a dar a la noción de contexto, una noción en este caso en­ tendida a la manera de P. Thompson. Quizá por esta razón -quizá por esta lealtad- es por lo que pueda entenderse que haya sido este in­ vestigador italiano aquel que más ha contribui­ do a difundir en su país la obra del historiador británico. ¿Qué lección aprende nuestro autor de la obra de Thompson? Grendi lo expresó con toda clari­ dad en 1981, justamente en la introducción que

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hiciera a un volumen recopilatorio de aquél, en un volumen que servía de compendio de algunos de sus trabajos menores y que, al estar editado en la colección «MicrostorÍe», podía tomarse como la invocación micro analítica de Thompson. Ade­ más del sano y descreído empirismo que caracte­ riza a la tradición británica -ajena, por tanto, a los excesos de los «cartesianismos» y de los idea­ lismos continentales-, Grendi aprecia en su obra dos virrudes. En primer lugar, la reivindicación del «protagonismo degli individui e dei gruppi sociali, l' human ageney»; en segundo término, la «rigorosa contesrualizzazione» del objeto históri­ co, en este caso de los individuos y de los grupos. A partir de estos supuestos, a juicio de Grendi, Thompson censura ciertos vicios de su propia tra­ dición marxista- que, obsesionada por el cientificismo, parece haber olvidado en ocasiones la mirada «aperta, esploratoria, autocritica», en definitiva, el uso constante de la «ragione attiva». uso de esa razón crítica le habría permitido investigar no tanto la lógica (estructural) del ca­ pital cuanto su proceso histórico de formación: le habría permitido también sacudirse la da metáfora base/superestructura, que tantos reduccionismos había provocado en el de las instituciones y de la cultura; y le habría per­ mitido finalmente abordar a los protagonistas de ese cambio: las clases populares y los individuos

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integran. En este caso, la acción humana puede explicarse en su contexto, pues las de­ _.oíones y sus implicaciones son fruto de una elec­ _lón que es inextirpable de la propia experiencia ~.:umulada y de las informaciones que se reúnen. embargo, para Grendi le reprochaba a Thomp­ 'on tres vicios: la relativa elementalidad y el deli­ ~erado impresionismo de sus categorías, el silen­ .:tO acerca de las estructuras extraintencionales, acerca de las coerciones y de los determinismos y, a la postre, el tono autocelebrativo que empleaba. En suma, la lectuta que Grendi realiza de Thomp­ son intenta subrayar la forma con la que abor­ da el estudio contextualizado de los individuos y de los grupos a través de un estímulo propiamen­ te antropológico. Eso le permite el his­ toriador italiano- disolver teleologías de «la Sto­ riografia conservatrÍce» y banalidades «della tradi­ en efecto zione marxista)). "Para nosotros Thompson-, el estimulo antropológico no surte su efecto en la construcción de modelos, sino en la localización de nuevos problemas, en la per­ cepción de problemas antiguos con ojos nuevos». Esta mirada distanciada y que Grendi aprecia en Thompson la lleva hasta el extremo, hasta un extremo en el que poder hallar ciertas afinidades con otro autor, también instalado en la tradición británica, un autor que años antes

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había efectuado una lectura igualmente hetero­ doxa y «etnológica)} del proceso de formación del capitalismo. Se refiere a Karl Polanyi. Quizá pue­ dan sorprendernos las sintonías que Grendi esta­ blece entre ambos autores: mientras uno pertene­ ce a la tradición marxista, el OtrO no; mientras uno se expresa como antropólogo, el otro lo hace como historiador. Sin embargo, ambos compar­ ten un mismo interés crítico-analítica del proceso de formación del capitalismo- y, ade­ más, lo desarrollan con instrumentos y categorías heterodoxos. En ese sentido, el atractivo que Karl Polanyi ejerce en Grendi resulta perfectamente comprensible: «1'esperienza teodca)) de este últi­ mo autor «ha influenzato del pari srorici e antro­ pologi», aunque fundamentalmente en el ámbito anglosajón. En efecto, este autor, al que se le co­ noce como un antropólogo de la economía, desa­ rrolló parte de su obra en Gran Bretaña y en tados Unidos a partir del temprano exilio que le alejó de su Budapest natal, de ese Budapest en el que compartía amistad y camaradería intelectual con Lukács. De todas sus obras, aquella que cons­ tituye un clásico todavía vigente es sin suda la que lleva por título La gran transformación, pu­ blicada originalmente en 1944 y pronto editada en su primera y parcial versión castellana en la editorial Claridad de Buenos Aires. En ésta y en otras investigaciones, Polanyi desarrolla, como se

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un análisis de la economía de mercado v de 'us orígenes, comprobando la historicidad' del contrato y del beneficio económico y subrayando el carácter de economía «incorporada» que tienen los distintos tipos de transacciones. Es decir, la economía funciona, antes del capitalismo, como un subproducto de las obligaciones de parentes­ co, políticas y religiosas, quedando los medios de subsistencia garantizados como un derecho mo­ ral que derivaba de la pertenencia a una comuni­ dad humana. En ese sentido, reciprocidad, redistribución e intercambio constituyen for­ mas de transacción que son diversamente do­ minantes según las sociedades históricas o si­ multáneas, según jerarquías internas de esas mismas comunidades. A partir de estos supuestos, dos son las ideas que nuestro autor trata de desmentir. Por un lado, la de que los mercados puedan contemplarse como la forma omnipresente de la organización econó­ mica. Por otro, la de que esa misma organización determine la estructura social y la cultura en to­ das las sociedades. De ser ciertas estas premisas en algún momento histórico, sólo se cumplirían por entero bajo el capitalismo concurrencial do­ minado por el mecanismo del mercado autorre­ guiador. Frente al axioma smithiano del interés económico como móvil de la acción social, frente r

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a la reevaluación del homo oeconomicus de la tradi­ ción neoclásica, Polanyi subraya la certidumbre inversa: el hombre no tiene una propensión inna­ ta al tráfico. Es sólo la necesidad social de organi­ zar los recursos el factor que conduce al cambio. En ese sentido acepta alguno de los supuestos marxistas para el análisis de la economía capita­ lista, supuestos que no podrían generalizarse para las sociedades primitivas y arcaicas. Por tanto, la conclusión que extrae Polanyi es la de que la es­ tructura institucional del capitalismo concurren­ cial escindió la economía de la sociedad y del Es­ tado, transformando el trabajo y la tierra en mer­ cancías y organizando su oferta como si, en efec­ to, fuesen artículos elaborados para ser vendidos. Esta es da gran transformación» que se experi­ menta en Occidente y de la que nacen los merca­ dos «incontrolados}), en los que la economía ha dejado de estar incorporada a la sociedad. Tal vez hoy ya no nos sorprenda la tesis en la que se sustentan estos argumentos. Sin embargo, no hay que olvidar la época en la que estas ideas se expresan. Probablemente lo que sí que nos pue­ de sorprender es la escasa o nula recepción que este autor tuvo en Italia o en Francia hasta los años setenta, cuando Grendi, en un caso, y Anna­ les, en el otro, empezaron a difundirlo. L~ opera­ ción de recuperación del autor húngaro se poten-

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~:d en Italia con la edición de La grande trasfor­

;,lzione, un volumen que aparece en Einaudi en y del que Grendi publicará una extensa y s:gnificativa reseña en la Rivista sto rica italiana, el ?rincipal medio corporativo de los investigadores de aquel país. Pero esa operación de difusión se consuma con Polanyi. DaII'a n tro-p ologia economica dla microanalisi storica (1978), una obra rara ­ ~a obra de un historiador presentando a un antro­ pólogo de la economía-: una obra de introduc­ ción de la que es autor Grendi yen la que su subti­ :ulo es suficientemente explícito de las intencio­ ::es que el historiador le da.

En una primera parte, el investigador italiano describe y analiza las categorías polanyianas, po­ niéndolas en relación con la antropología social inglesa, con el sustantlvismo económico y, al fin, con la antropología marxista. En la segunda par­ te, por el contrario, la figura de Polanyi pierde relieve para dar paso a un uso productivo de sus conceptos y enfoques de modo que permitan fun­ dar una nueva mirada sobre viejos temas. En de­ tlnitiva, Grendi se propone abatir dos rasgos re­ currentes del trabajo histórico y que son dos vi­ cios de origen tomando para ello a Polanyi como ;:xcusa teórica que le permita desarrollar la aproxi­ :nación microanalítica en historia. Al hacerlo así, :.spira a destruir el teleologismo implícito o ex­ ~--=~~~---

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plicito que ha informado buena de los aná­ lisis histórico-económicos del capitalismo, Al ha­ cerlo así, aspira también a combatir el normativo con el que los historiadores luar la modernidad de las sociedades que estu­ dian, y del que son ejemplo fehaciente los hilos conductores «progresistas» que se incluyen en los manuales o libros de texto, según denunciara ex­ presamente Grendi en un artículo posterior, de 1979. El rechazo de esos errores procedimentales le facultarán -añade- para poner en práctica los estudios de comunidad. De ese modo, leemos en ese volumen de 1978, podremos pasar «di un procedimento dal 'micro' dell'unita domestica al 'macro' della socíeta piu ampia, attraverso la co­ munid in tesa come forma di aggregazione socio-spaziale intermedia [... J. Questo procedi­ mento -concluye- e opposto a quello general­ mente seguito dall' approccio storÍco che definisce i caratteri generali della sociera suBe basi di una considerazione ideal-ti pica dei rapponi interper­ sonali astraendo q uindi dalla loro definizione spaziale e di scala».

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una mirada micro analítica que no da por supues­ ID ningún elemento que no se explique en su re­ lación contextual. Esta última aseveración nos per­ mite precisamente volver sobre una de las dumbres que Thompson sostiene y que defendía ardorosamente: la historia como la dis­ ciplina del contexto, entendiendo por tal que el análisis que se realice sobre cualquier hecho his­ tórico sólo podrá adquirir significado dentro de un conjunto de hechos siendo también cada uno de ellos un eslabón de una cadena. Y eSID es lo que permite a Grendi relativizar una de las carac­ terísticas más celebradas de la historiografía annalista: la interdisciplinariedad. Su preocupa­ ción no es la de estar atento sin más a las innova­ ciones de las ciencias sociales para ejercer sobre un canibalismo interesado, sino, por el con­ trario, obligar a las categorías y a los métodos a confrontarse con el hecho inerte cuyo significado no se lo dan esas ciencias extrahistóricas, sino la de relaciones factuales y personales de la que es inseparable. Se expresa, pues, desde el más cons­ realismo histórico, desde una noción de realidad externa en la que es el observador el que Al margen de que la unidad doméstica, la co­ se supedita a los dictados del material empírico, en la que es el investigador el que se esfuerza por munidad o el mercado puedan ser objetos, nue­ vos o viejos, que se introducen o se re introducen captar la pertenencia social de lo que estudia. Esa idea en el discurso histórico de aquellas fechas, la leccontexto no le lleva entonces, en aquellas ción que extrae Gren~i_e_s_m_ás propiamente la de__smr-=___te_chas, a combatir las posiciones ~scépticas_-!al_

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permitan aplicar esa mirada total que reclama. Es por eso por lo que algunos autores del Network Analysis y sus concepciones sociales serán impor­ tantes para este historiador. Si de lo que se trata es de reconstruír una red de relaciones sociales en aquellos agregados en los que la reducción de es­ cala permite su exhumación, entonces autores también anglosajones como Jeremy Boissevain o Fredrick Barth serán imprescindibles, el comple­ mento necesario. ¿Por qué razón? Porque le per­ miten pensar al sujeto como un ego o como un empresario que se sirve de sus conocimientos per­ sonales y de sus interacciones sociales para hacer valer sus intereses, pero asumiendo que aquellas La idea de contexto es, pues, tal y como Grendi relaciones son a la vez su propia el límite la expresa, una lección que la etnología hafrecuentemente infranqueable que lesiona su bía asumido. Por eso no es extraño que este histomaximización, el freno que opone resistencia al riador haya privilegiado la aproximación a la andespllegue de una racionalidad olímpica, inca n­ tropología, pero que 10 haya hecho sobre los sudicionada. Lo dice expresamente en 1993, en Jl puestos que el propio Thompson había delimitaCervo e la Repubblica. En su caso, sin embargo, la do. Por esa razón, cobra protagonismo la descripadopción de la metáfora de la red el estudio ción polanyiana de la economía incorporada, ende las relaciones sociales y, por tanto, su reivindi­ tendiendo por tal la imposibilidad de separar la cación del estudio de las esferas de acción y de instancia económica de la sociedad y, por tanto, influencia de los individuos no le llevan a aceptar finalmente el individualismo metodó-logico. En obligando al investigador a efectuar una lectura total de un hecho que no consiente una única 1 9 , en aquella primera formulación del mirada disciplinaria. Y, en ese sentido, Grendi microanálisis histórico, se expresaba con alguna elige como objeto las formas de agreambigüedad, hasta el punto de que parecía ob­ _ _iIIIlW _ _ _ __ gación intermedias, en la medida en que éstas servar con simpatía ese tal vez

vez porque el peso del neo pirronismo histórico era escaso frente al dominio de las viejas formas de positivismo-, pero será en los noventa, en particular en su contribución de 1994, cuando la asuma el punto de vista cognoscitivo para oponerse al relativismo epistemológico. ¿Por esta demora? Pues porque en la agenda de Grendi esta propenslon sólo se incorpora cuando otrOS microhistoriadores la hagan el centro del debate histórico. curioso, lo personal y lo irónico es que este investigador la empleará para oponerse a las desventajas o a los riesgos de otras formas de microhisto ria.

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Es más, hay en ese texto, titulado significativa­ aquellas fechas el dominio francés de la historia estructural era omnipresente; en los años noventa ya no será así, y la se convierte en su disc~rso en la imagen de las coerciones y de las determma­ ciones que limitan la acción de los individuos. La ambivalencia con que contempla el individualis­ mo metodológico es perfectamente razonable y, a nuestro juicio, en estrecha sintonía con la actitud que mantuviera Thompson. Evaluando las con­ cepciones la acción que profesó, Anthony Giddens le atribuyó al historiador británico una adhesión implícita al individualismo metodoló­ gico. Thompson no lo admitió; Grendi, tampo­ co. ¿Pero hay en estas posiciones algo que des­ mienta su tesis básica, aquella segun la cual la historia es resultado de las elecciones y acciones de los individuos y que su conocimiento es reductíble al de esos individuos, de sus propieda­ des y de sus actos? Concluyamos esta primera aproximación. A pesar de la~ sugestivas y ambivalentes implica­ ciones este programa de investigación tiene la historia desde una perspectiva microanalí­ tica, y más allá de los acuerdos o desacuerdos que podamos admitir, el conocimiento internacion~l que se tiene de Grendi es muy reducido, muy mi­ noritario, y de ese injusto trato que la suerte le inflige parece lamentarse abiertamente en 1994.

re­ ::nente «Ripensare la microstoria?», un tono de ironía dolida, un tono que le permite marcar distancias con respecto a su principal ri­ \'al, Carlo Ginzburg, y de eso es prueba L"L'
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appunto perché rivelante». Con esta fórmula con­ tradictoria, paradójica, Grendi, más que referirse al objeto de investigación, lo hace para plantearse el problema de las fuentes, polemizando implíci­ tamente con la cuantificación y la serialización características de la historia annalista. Así, su afir­ mación alude al uso frecuente e inevitable de do­ cumentos indirectos o en negativo ante la falta de testimonios explícitos que nos den información primera mano. En ese caso, lo excepcional pue­ revelar efectivamente en aquello que definiríamos como normal, pero eso no implica­ ba que Grendi estuviera defendiendo en 1977 o en 1994 la adopción de casos excepcionales, ra­ ros, extravagantes, extemporáneos o periféricos para el estudio histórico. Por eso es por lo que su noción de contexto le sirve para «normalizar» los objetos estudiados; por eso es por lo que, a su juicio, la conducta y las ideas de Menocchio -el molinero que estudiara su rival en El queso y los gusanos- podían ser analizadas desde la red de relaciones sociales en las que se inserta su vida y no forzando el caso como si éste fuera explicable desde una cultura extracontextual, extralocal. Así se expresaba en 1994 y así concluía haciendo aún más explícita la rivalidad que los enfrentaba.

historiador se mide por el genio que expresa en una obra, como apuntó Marrou; si en la fortuna de una monografía interviene principalmente la escritura, los modos de escritura, y menos los da­ tos v las informaciones con que se inviste, como ano~ó Marrou y apostilló Veyne; en ese caso, de­ beríamos convenir en que no hay tal cosa en Gren­ di. Más aún, como Giovanni Levi (1994), uno de los discípulos más aventajados y agradeci­ dos, su escritura, sometida a una depuración tor­ tuosa, es oscura, «ilegible», poco placentera. Que su obra haya tenido escaso eco no quiere decir, sin embargo, que a Edoardo Grendi no se le cite, pero en este caso, cuando con motivo de la microhistoria, se alude a su persona es porque se le reconoce la paternidad de un oxímoron afortu­ nado -lo excepcional normal-, oxímoron que compendiaría la tarea cognoscitiva de la perspec­ tiva micro. A esta fórmula retórica, como a las que son tan afines los microhis­ metáforas a toriadores, se le ha dado un relieve desproporcio­ nado. Ya lo decíamos en 1993 y sobre ello se pro­ nunció el propio Grendí un año después. ¿Qué era eso de lo excepcional normal? leemos en su artículo de 1977, «caratteristíca­ mente lo sto rico lavara su molte testimonianze indirette: in questa situazione il documento ecce­ zionale puo risultare eccezionalmente 'normale' \ m

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El texto más célebre -el primero pero también el más incompleto- que Ginzburg ha publicado sobre la micro historia es el que lleva por título dI nome e il come», traducido en castellano en los años noventa con el título de «El nombre y el cómo». Es un pequeño ensayo escrito con Carla Poni y aparecido en 1979, es decir, dos años des­ pués de que Grendi defendiera su opción (<<Micro­ analisi e storia sociale») en la misma revista Quaderni storici. ¿Es exactamente un manifiesto metodológico y programático de una nueva co­ rriente, o es, por el contrario, un artículo circuns­ tancial en donde hallamos breves apuntes acerca de lo que sea la microhistoria? Dicho texto fue concebido originariamente como una comunica­ ción presentada en un coloquio celebrado en Roma sobre Annales y la historiografía italiana. Más allá de las comparaciones y de las dependencias que observan entre Italia y Francia, los autores tenían una propuesta, defendían una opción, en concre­ to un tipo de investigación fundada en el nom­ bre. ¿En el nombre? ¿Qué quiere decir esto? Como decíamos a propósito del paradigma annalista triunfante en los años sesenta y setenta, la seriali­ zación y el anonimato eran unos modos específi­ cos -los modos específicos- de la historia so­ cial. Si esa nueva historia social tenía por objeto

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::xhumar la acción de las clases populares, y éstas habían dejado escasa huella de sí, pocos vestigios documentales, Franc;:ois Furet defendía la recons­ trucción estadística, una reconstrucción hecha con las grandes magnitudes y ajena por tanto al ras­ treo personal de los nombres que rotulan una vida. Frente a esta tesis, que llegó a ser palabra de or­ den entre los annalistas, Ginzburg y Poni sosten­ drán algo bien distinto, algo que está en evidente sintonía con lo argumentado por Grendi en 1975 y que justamente le había servido para reprochar a Adeline Daumard su cartesianismo. Opuestos a la despersonalización homogeneizadora, a la descontextualización y al olvido del simbolismo que entrañan las acciones y sus productos, Ginzburg y Poni defendían la individualización de la historia: buscar «al mismo individuo o gru­ po de individuos en contextos sociales diferentes. El hilo de Ariadna que guía al investigador en el laberinto de los archivos -añadían- es el que distingue un individuo de otro en todas las socie­ dades que conocemos: el nombre». La reconstrucción basada en el nombre no abandona necesariamente, según sostienen ambos, la fuente serial o, más aún, la investigación serial. Sin embargo, lo que las diferencia es tomar o no el anonimato como resultado final. En efecto, «el centro de gravedad del tipo de investigación mi­

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cronominativa que aquí proponemos» persigue a individuos concretos, buscando descubrir «una de tela de araña tupida» a partir de la cual es posible obtener «la imagen gráfica de la red de relaciones sociales en que el individuo está inte­ grado». Enunciada así, la conclusión a la que lle­ gaban no era en principio muy diferente a la que había propuesto Grendi. Desde este punto de vis­ ta, no debe extrañar, pues, que los autores resca­ taran el oxímoron de aquél, aunque, en este caso, ampliando polémicamente sus significados. Y ésta es ya una prueba de la distancia que separará a Ginzburg de Grendi, una distancia que se hace formal, evidente, explícita en los años no­ venta. ¿En qué consistían los registros dados aho­ ra a lo excepcional En un primer senti­ do, «un documento realmente excepcional (y por ello estadísticamente poco frecuente) puede ser mucho más revelador que mil documentos estereo­ tipados». Según otro significado, lo excepcional normal alude a determinados Case Studies y, por tanto, a objetos de investigación que son extraor­ dinariamente para nuestro sentido común, pero normales en sociedades precapi­ talistas, si no de derecho al menos de hecho. Es en este último punto, en esta última ción, donde los autores ensanchan el sentido de lo excepcional normal hasta proponer un tercer

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::'éro. Grendi y Ginzburg (y Po ni) comparten

?ersonalización -«il nome»- del objeto de .. ·.-estigación, para lo cual la reducción micro ana­ .. ::.::a les parece la más conveniente. De ese modo, proponen reconstruir la red de relaciones for­ ",::.ales o informales de los sujetos, y, en suma, la .=..:Lividad intencional de los individuos, para lo ::.lalla fuente serial y otras que no consienten la ~'Jantificación pueden ser contempladas desde la ::lisma perspectiva nominal. En definitiva, tam­ ::>ién hay un similar por las aportaciones -;;:levantes de otras disciplinas sociales y, en parti­ ::..tlar, por la perspectiva antropo-lógica. Ahora ::<en, a partir de estas coincidencias, Ginzburg y :'oni hablan de lo excepcional normal como si este JxÍmoron implicara también la creación de obje­ ,os de investigación definidos a partir de esta cua­ :idad, algo que se aleja de la pretensión originaría de Grendi. La importancia de este último ':0 es capital en la medida en que los autores lo sostienen tres años después de la aparición de El queso y los gusanos y, por tanto, cuando un ,Jaro referente que puede dar sentido a ese nuevo significado de lo excepcional normal: un extraño molinero, contumaz, extravagante y sible, creador y sabedor de metáforas orgánicas que describen el mundo y su génesis; un .::ional campesino a cuyo interior llegan tradicio­

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nes populares de las que ni siquiera es consciente pero a partir de las cuales el historiador se propo­ ne reconstruir un pequeño fragmento de la cul­ tura popular y de la cosmogonía moderna. Pero, además, la publicación de «El nombre y el cómo» coincide en el tiempo con la difusión de «Indi­ cios», un célebre ensayo de Ginzburg sobre el pa­ radigma indiciario, un texto en el que, como ve­ remos inmediatamente, se defiende un modelo epistemológico de base conjetural, un modelo en el que el historiador se aventura con hipótesis ex­ cepcionales para dar sentido a objetos que tam­ bién lo son. Esto es, leyendo «El nombre y el cómo» e «Indicios», se tiene la impresión de que constituyen dos racionaliza-ciones retrospectivas de una investigación que es previa o simultánea; se tiene la impresión de que sirven, entre otras cosas, para defender teóricamente -apelando a lo excepcional normal- la conversión de un ob­ jeto extraño en una vía de acceso al universo co­ rriente de las clases populares y de su cultura. Por tanto, partiendo de lo excepcional normal son tres los significados que se le atribuyen a la microhistoria, son tres los hallazgos. Uno hace referencia a las fuentes, otro a los objetos de in­ vestigación y el último alude al método de cono­ cimiento y a las inferencias a aplicar. En efecto, una cosa es lo excepcional normal en el sentido

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__ Grendi, es decir, el documento no serializable ~ ~ro significativo por revelador; otra cosa distinta ~, buscar un objeto de investigación que, por su :~)ildición extraña pueda descubrir en negativo o ?or fragmentos hechos o procesos históricos nor­ :nales, colectivos; y otra, finalmente, es el indicio :omo mecanismo de creación de un paradigma :ognoscitivo, la huella escasa pero igualmente re­ ~;eladora a la que hay que dar con audacia un sig­ nificado. El indicio es característico de determi­ nadas prácticas o disciplinas. Ginzburg describe a este propósito el uso del paradigma indiciario ~n la crítica de arte para atribuir, mediante sig­ nos pictóricos marginales, autorías en disputa o ignoradas (Morelli); en el método detectivesco para hallar las pruebas de inculpación o exculpa­ ción de crímenes o delitos (Sherlock Holmes); o en el psicoanálisis para detectar los síntomas ­ los representantes de las pulsiones- propios de la psique profunda (Freud). La mirada que con­ vierte un dato en indicio es un mirada basada en la sintomatología o «semiótica» médica: son los ojos de un médico que pueden ver más allá de la epidermis. En efecto, lo que tienen de común los protagonistas o los creadores de esos tres ejem­ plos es su condición médica. Ginzburg insiste sobre ello estableciendo evidentes analogías entre la historia y la medicina como prácticas basadas en testimonios indirectos, observaciones indicia­

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rías e inferencias conjeturales. ésta, la de la ana­ logía entre la historia y la medicina, un tesis anti­ gua, una tesis que reaparece periódicamente, que llega hasta Ginzburg pero de la que se hizo eco contemporáneo un gran helenista, maestro de este historiador e historiógrafo distinguido: Arnaldo Momigliano.

.-::anera directa a una realidad que, por principio, .:: es opaca, impenetrable, muerta y, por princi­ ?10, irrestituible, como lo es el crimen y su esce­ :lario. Pero su intención es recuperar un pasado que, aunque se le resista, es posible devolver de algún modo al presente. ¿Cuáles son los mecanis­ mos de esta restitución tentativa y parcial? El uso de un material -la fuente histórica- que siem­ pre es indirecto, vicario, es decir, un signo. En ese caso, el procedimiento es similar al que desarro­ llan las disciplinas sintomáticas, esto es, operar con escasas informaciones que, gracias a su atina­ da decodificación, permitan captar algo de lo que parecía inerte, insignificante, sin sentido. En de­ tlnitiva, la operación es encontrar los parentescos de significado de un material siempre escaso por naturaleza. ¿Parentescos de significado? ¿De dón­ de toma Ginzburg esta voz y, sobre todo, los usos que va a darle?

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Si aceptamos esta idea, si le admitimos que la historia es la disciplina de lo concreto reconstrui­ do indirecta y oblicuamente, mediante indicios, su método será el la abducción. ESla última fue analizada y descrita por el filósofo pragmatista Charles S. Peirce. La inferencia abductiva es aque­ lla en la que, poniendo en relación una regla y un resultado, obtenemos un caso; es decir, sabemos que este resultado que alcanzamos puede ser el caso de una regla que hemos sometido a hipóte­ sis. «La deducción prueba que algo tíene que ser; la inducción muestra que algo es actualmente ope­ rativo; la abducción sugiere que algo puede ser». En efecto, el proceso abductivo interviene siem­ pre que hay que poner en relación un hecho, al que sólo podemos acceder con pruebas, con testi­ modo que esa inferen­ monios o con indicios, cia permita ser verificada. Reconocer que el cono­ cimiento histórico siempre es abductivo no impli­ ca caer en una suerte de relativismo. Significa so­ lamente que el historiador no puede acceder de

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historiador es como un sabueso, alguien que olfatea, que desconfía, que sabe de las íntimas e insospechadas relaciones de la realidad, alguien que ve porque sabe mirar, porque sabe buscar. Ocupado de aclarar asuntos extraños o aparente­ mente carentes de sentido, ese investigador está despierto porque sabe que no puede renunciar a su objeto, porque sabe que debe proponer inter­ pretaciones verosímiles apoyadas en datos empí­ ricos. Es como el detective que basándose en hue­

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EL HISTORIADOR COMO AUTOR ...

llas menores avizora conexiones que para otros son simplemente invisibles. ¿Y qué conectaría ese his­ toriador? Los objetos de los que se ocupa Ginzburg son las formas culturales. Por tanto, la mirada de sabueso mirada sintomática- le permitiría trabar relación entre esas formas, próximas o leja­ nas, inmediatamente afines o históricamente dis­ tantes. Si la historia es un proceso en el que los efectos de los actos y de los productos humanos no siempre se agotan ni se olvidan, sino que pue­ den dilatarse más allá de la consciencia de sus res­ ponsables, es posible hallar consecuencias, trasla­ dos y contagios constatables en la larga duración. Si, además, esos actos yesos productos están so­ metidos a la cárcel de un estructura social y cul­ tural de la que son emanación, en ese caso los objetos tratados pregonan en voz alta corrientes que son subterráneas o alejadas en el tiempo. ejemplo más célebre de este tratamiento históri­ co es el de Menocchio, el molinero de El queso J los gusanos; el más extremo es el que hallamos en Historia nocturna. De ese modo, lo que empezó siendo la historia de un individuo se revela al nal como la historia de una colectividad o, mejor, como la historia de una cultura popular cuyas corrientes subterráneas emergen en cualquier es­ pacio de la humanidad allá en donde se dan las condiciones de expresión, allá en donde se con­ densan o confluyen.

En ese caso, pues, Menocchio es o puede ser tomado como un síntoma, como el dato revela­ dor de algo que lo trasciende, como el signo de algo que está ausente pero del que sería expresión parcial o representación. El historiador lo toma, pues, como una vía de ingreso, como ese punto concreto y expedito que permite, al modo de Verne, acceder al centro de la tierra. Los datos que hacen del molinero un caso -y que en prin­ cipio parecen corresponder al delirio o a lo inex­ plicable- son las informaciones de partida y las conexiones con las que el historiador se aventura, son las interpretaciones resultantes. Pero ... ¿co­ nectar con qué? Si es extraño, excepcional en el sen tido corriente de la expresión, ¿cuáles serán la fuentes de esa concepción tan extravagante? La audacia de Ginzburg trataría de aclarar un caso «raro» y el modo de que sirve es, como anticipá­ bamos, el de los parecidos de familia. Esa expre­ sión es propia de la morfología y, en esta acep­ ción, la morfología es una disciplina fundada so­ bre Vladimir Propp a la que Ginzburg le empare­ ja Ludwig Wittgenstein. Lo dice expresamente en Mitos, emblemas, indicios y lo dice como el descu­ brimiento personal que es, como el hallazgo doc­ trinal de un modo de proceder que es antiguo y que él mismo practicaba pero del que no tenía los referentes claros. Tal y como lo insinúa, es el Wittgenstein que hizo comentarios a La rama

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORL-\

dorada de Frazer el que, en efecto, completa esa mirada morfológica de la que él es portador. La mirada morfológica es la de quien se ocupa de encontrar filiaciones entre formas (en este caso, culturales) próximas o distantes, formas que rom­ pen las barreras contexruales más cercanas y que de manera latente o manifiesta aparecen y reapa­ recen periódicamente. Por eso, más allá de la ve­ rosimilitud de la conexión, más allá de que se la aceptemos o no, Ginzburg ve más proximidad entre el universo cultural Menocchio y los Vedas que entre el molinero y sus contemporá­ neos y vecinos. Es por eso por lo que cuando en «El nombre y el cómo» se proclama el análisis nominal que per­ mita restaurar las relaciones de un individuo no tenemos por qué tomarlo en el sentido de Grendi. No es que Ginzburg postule una investigación de relaciones sociales que, al modo de la red, nos dé la pista de las interacciones cotidianas. Al hablar de relaciones aquí, en este contexto, lo que debe­ mos entender es, pues, aquel repertorio de co­ nexiones internas de ese molinero de la que es depositario, guardián o simple portador. Frente a un microanálisis propiamente social, que es en definitiva el que se expresaría en la obra de Grendi, Ginzburg opta por una microhistoria cultural. El interés de este último es, en efecto, el de la histo-

EL HISTORIADOR CO"lOAUTOR.•.

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ria cultural, aunque una historia cultural bien peculiar -como vemos- y que, en concreto, toma como objeto a la propia de las clases subalternas, en lenguaje gramsciano. Este hecho tiene unas repercusiones especiales que nos permiten enten­ der mejor y ahora el modo que tiene de utilizar las fuentes. La documentación expresa, diría Ginz­ burg, das relaciones de fuerza entre las clases de una sociedad determinada}}, y esto se verifica si­ lenciando o deformando la cultura de aquéllas. Pero, a la vez, muchas de esas fuentes recogen in­ cluso la voz de quienes fueron sus víctimas: las actas inquisitoriales -añade por ejemplo en
EL HISTORIADOR COMO AUTOR...

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ENSAYOS SOBRE :-'llCROHJSTORJA

equilibrada» -es decir, no serial-, frente a la cual propone nuevos instrumentos analíticos. Esa preocupación, que ya aparece en las primeras obras de Ginzburg, y que se va perfilando en su estudio de objetos de investigación absolutamente excep­ cionales, parece encontrar su correlato metodo­ lógico en «Indicios». En este último texto, el au­ tor, al repasar el procedimiento indiciario, se apro­ pia de un modelo inferencial -la abducción­ que no está pensado sólo para lo excepcional, pero que él había aplicado o aplicaría en el futuro para casos extraordinarios. Así, por ejemplo, cuando en su Pesquisa sobre Piero justifica la tarea investi­ gadora que se ha propuesto -jugando en el títu­ lo con las dos acepciones que la palabra tiene-, no encuentra mejor metáfora que la del escalador que se enfrenta a una pared vertical a la que debe hacer frente con escasísimos recursos y con pocos clavos. Al final, al problema de identificar el ca­ rácter abductivo de la investigación histórica con la pesquisa a través de indicios excepcionales que revelarían algo oculto igualmente excepcional, se añade el fundamento discrecional de esta opera­ ción: la intuición. La intuición es la que establece los parecidos de familia, por decirlo con el Wittgenstein «morfo­ lógico». Es decir, Ginzburg sabe que su método no consiente un proceso de verificación comple-

ta, sino que admite un margen amplio -«un ri­ gor elástico»- en donde interviene el olfato, el golpe de vista, la sospecha fundada, la filiación aventurada aunque hábil y verosímilmente pre­ sentada. Enfrentado a fuentes heterogéneas, frag­ mentarias, que albergan informaciones deforma­ das sobre casos extraordinarios en las que lo que predomina es la incertidumbre, el paradigma indiciario no puede ser sino intuitivo, elástico. Aspiramos a la verdad pero sólo contamos con datos inconexos, con huellas escasas. Como aña­ día Momigliano, la historia se asemejaría en este caso a la medicina y a la retórica, esto es, opera con la verdad -acierta o no acierta siendo su prue­ ba la sanación del enfermo-, pero debe presen­ tarse de tal modo, debe mostrarse de tal modo, que su oficiante persuada, que se deposite en él el crédito que merece. Es decir, el hallazgo está guia­ do por la idea reguladora de la verdad, está some­ tido al principio normativo y deontológico de lo verdadero; pero, dado que se trata de un logro audaz debe dársele fuerza persuasiva y verosimili­ tud, de suerte que alcancemos -como apostillaba Ginzburg en «Montrer et citen>- la evidentia in narratione. Por eso, por un lado, el historiador puede combatir expresamente el escepticismo y el relativismo: hay una realidad histórica de la que quedan vestigios recuperables que nos permiten acceder aunque sea parcialmente a un mundo

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ENSAYOS SOBRE "lICROHISTORIA

antiguo. por otro, postula la fuerza de la retórica, la consciencia de un modo expresivo, enunciativo, que haga convincente el hallazgo. ¿Quiere eso decir que, a la postre, el poder de persuasión es lo que da consistencia a la conexión, a la conjetura? Ginzburg se ha defendido de esta deriva sofística o escéptica sosteniendo que la retórica no es sólo encandilar con artificios o artimañas, como se entiende en su acepción ciceroniana. Retórica es también, añade pro domo sua, el arte de la convicción basado en pruebas, de acuerdo con el sentido aristotélico que esta techné tenía. Sin embargo, opondríamos nosotros, la fuerza persuasiva que tienen ciertos pasajes de queso y los gusanos no son resultado de la prue­ ba entendida al modo de la retórica aristotélica, sino de la verosimilitud, del dramatismo o, sim­ plemente, de la imaginación estética con que re­ viste la escena o la conjetura. En ese caso, pues, logros de la obra dependerían estrechamente la cualidad personal, de la capacidad indivi­ dual que el historiador tenga para revelar ese sado, para hacerlo persuasivo, para ubicarnos allí. no quiere decir necesariamente que «inven­ te», sino que los mismos datos, las mismas maciones se transmiten de tal modo que e! relato nos traslada empáticamente al escenario. Por eso,

EL HISTO'ZIADOR COMO AUTOR ...

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:'rente al desinterés que Grendi manifiesta por la narración, por adoptar el problema de! relato como asunto central de la microhistoria, Ginzburg lo hace uno de sus instrumentos básicos. En efecto, el éxito de El queso y los gusanos -y por extensión de la escritura del autor- se debe -entre otras razones- a la forma narrativa. Como sabemos desde Émile Benvenisre, el historiador clásico de los griegos es el que estuvo allí y, por tanto, fue testigo directo de 10 que aconteció y por eso nos lo transmite con poder de convicción, hacien­ do hablar a los protagonistas y dando carnalidad, profundidad y zozobra a los contendientes. Esto último es lo que, por ejemplo en nuestro siglo, con e! triunfo de la historia científica, parece ha­ berse perdido. Los historiadores habrían cedido esta noble tarea a otros profesionales y sólo en fecha reciente habrían recuperado esta meta anti­ gua que, en principio, no tiene por qué ser in­ compatible con la verdad y con la explicación. Los antropológos, por ejemplo, de quien tanto han aprendido los historiadores las últimas dé­ cadas, son aquellos que basan su persuasiva en la observación participante, en el hecho sim­ ple pero esencial de haber estado allí, hecho sobre el que se ha extendido Geertz en una obra célebre (El antropólogo como autor) en la que desvela el recurso retórico de la presencia. Pues bien, la na­

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

EL HISTORIADOR COMO AUTOR...

rración de Ginzburg atrae, seduce, porque, según determinados procedimientos, la impresión que extrae el lector es que el narrador le conduce has­ ta allí, a aquel lugar inaccesible espacial y tempo­ ralmente. Hay dramatismo, hay escenificación, hay actuación y hay observación. Y hay, además, conjeturas razonables y aventuradas, interpreta­ ciones autoriales que detienen el relato y que dan la medida de una imaginación y de una intuición audaces. Se expresaría como un investigador que conforme narra añade también las conexiones que dan sentido a las huellas inconexas con las que tropezó en principio. De eso, el mejor ejemplo es el que encarna Sherlock Holmes, pero por exten­ sión también los otros dos «detectives» (Dupin y Peirce) a los que reunieron Eco y Sebeok. Se ex­ presada también como un psicoanalista que debe enfrentarse ante síntomas censurados, deforma­ dos y a los que tiene que dar orden y coherencia, filiación y causa. Los casos clínicos de Freud, con interpretaciones disputadas, discutidas, son so­ bre todo espléndidos relatos que dan congruen­ cia a unos representantes de pulsiones emergidos anárquicamente, por asociación libre. La narra­ ción es orden y el historiador también puede ser un autor.

El historiador como autor. ..

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BIBLIOGRAFÍA

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~

ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA

Trasformazione», Rivista Sto rica Italiana, año 88, fase. III, 1976, pp. 628-638; "Micro-analisi e sroria sociale», Quaderni Storici, núm. 35,1977, pp., 506-520; PoLanyi. Dall'antropologia economica alla microanalisi storica. Etas Libri, Milán, 1978; ,
UNA ENTREVISTA ESPECIAL A

CarIo Ginzburg Carla Ginzburg conversa con Adriano Sofi en febrero de 1982).

.,., .

a

PRESENTACI6N

s~s

a entrevista que el lector ti.ene ent:e ~ manos no es una entreVIsta ordmana más. Se trata, por el contrario, de una entrevista muy especial, tanto por los protagonistas que la han escenificado y construido, como también ?or las condiciones particulares y por la naturaleza misma de este diálogo aquí reproducido. Para comenzar, el personaje entrevistado es Carlo Ginzburg, que no es sólo uno de los repre­ sentantes más importantes de la cada vez más co­ nocida y difundida tendencia historiográfica de la microhistoria italiana, sino también, uno de los más brillantes y audaces historiadores que hoy existen en el panorama mundial de los estudios históricos contemporáneos. Porque Carlo Ginzburg, como es bien sabido, es el autor de libros tan importantes y tan inno­ vadores como El queso y los gusanos, Historia noc­ turna, 1 benandanti, Pesquisa sobre Piero o Giochi [211]

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORL....

Ul':A El':TREV;STA ESPECIAL A CARLQ GINZBURG

di Pazienza, entre otros, libros todos de los cuales se habla y se comenta en esta entrevista -aún cuando para la fecha de la misma, el libro de His­ toria flocturna no era mas que un proyecto en curso de trabajo- y que considerados en su con­ junto configuran toda una inédita y original pro­ puesta, de un nuevo modelo para el abordaje de la historia cultural, modelo que retomando las lec­ ciones de una vasta y compleja lista de antece­ dentes importantes, que van desde Marc Bloch hasta Aby Warbug, pasando por la Escuela de Frankfurt, la de los Annales o los traba­ jos de DeHo y de Arnaldo Momigliano entre muchos otros, han revolucionado a fondo nuestras antiguas ideas acerca de la cultura popu­ lar en la Europa del siglo A'VI, nuestra evaluación y comprensión de las complejas construcciones culturales que subyacen a la existencia de los ri­ tos y mitos de! Sabbat o Aquelarre, nuestra per­ cepción del modo en que los oprimidos rehacen y reconfiguran los mensajes de la cultura dominan­ te, nuestros modos de abordar los temas de la historia del arte o nuestras viejas concepcio­ nes sobre la historia cultural y religiosa del siglo de las «reformas» de Lutero y Calvino, con todas sus consecuencias, entre otros temas. Al mismo tiempo, es también Cario Ginzbutg quien escrito e! más genial ensayo de metodo­ logía histórica de los últimos cuarenta años, sólo

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:>mparable, por su agudeza, profundidad y ri­ -cIeza de implicaciones al igualmente notable en­ "-;\'0 de Fernand Braudel sobre «Historia y cien­ _.as sociales. La larga duración». Ensayo metodoló­ excepcional, titulado en su versión original Espía. Raíces de un paradigma indiciario» que :10 sólo ha hecho explícito este tan debatido y multicitado, aunque en general muy poco com­ prendido «paradigma indiciario», sino que tam­ bién ha vuelto a colocar en e! centro de nuestra atención, a algunos de los temas centrales del es­ tatuto mismo de la historia como «modo de co­ :,"ocimiento» de lo real, temas como el de la sin­ gular forma de «ciencia» que es la historia frente a las llamadas «ciencias exactas» pero también fren­ te a otras ciencias «sociales», o e! del papel del ra­ zonamiento abductivo para su construcción, que redefinen de manera radical, a través de sus múl­ tiples implicaciones, al conjunto de prácticas y de concepciones características del propio oficio de historiador. y si, por estas razones, entre varias otras que podríamos mencionar, nuestro entrevistado resulta a priori muy interesante para el conjunto de los historiadores de todo el planeta, es igualmente excepcional el personaje que lleva a cabo la entre­ vista, construyendo y desplegando el cuestiona­ rio de preguntas y comentarios a que es aquí so­ metido Carla Ginzburg. Porque el entrevistador

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ENSWOS SOBRE !v!lCROHISTORIA

¿Quién es Carlo Ginzburg, por qué se habla tanto de él, y qué cosa interesante tiene para con­ tarnos? Vamos a escucharlo.

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GINZBURG

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de ramas de sorgo. Los he estudiado en los docu­ mentos de los procesos conservados en el archivo de la Curia Arzobispal de Udine. Existe un estereotipo de la región del Fri ul, como una tierra de labradores piadosos y bebe­ dores, que sólo aparece en los periódicos a causa de algún terremoto, o por algún acto de terroris­ mo. Pero creo que el Friul reserva sorpresas hoy, y Adriano Sofri: Tú te dedicas al oficio de historiador hace ya una todavía más hace algunos siglos. veintena de años. ¿Qué temas y argumentos has estu­ diado ya cuáles te sientes más cercano? Adriano Sofri:

Friulano era también Menocchio. ¿Quién era él?

CarIo GinzDurg:

Un cierto grupo de temas se refiere a la brujería,

CarIo Ginzburg: y más en general, a la cultura popular en relación

Un molinero de una aldea cercana a Pordenone, con la cultura de la gente docta.

asesinado por la Inquisición a finales del siglo He comenzado con los «benandanti», que eran XVI, después de haber sufrido dos procesos. A una secta friulana de hombres y mujeres «nacidos él le he dedicado un libro intitulado El queso y con la camisa» -es decir envueltos en la mem­ los gusanos. Según Menocchio, que decía que brana amnióüca en el momento del nacimiento­ los libros que leía los razonaba «con su cere­ entre fines del siglo XVI y fines del siglo XVII. bro», en el principio existía una materia infor­ Tenían nombres como Olivo Caldo, Paolo me que giraba vertiginosamente, como la leche Gasparutto, María Panzona, 1-'\na La Rossa. Inte­ gira para hacer el queso, y de la misma forma rrogados por la Inquisición, contaron que cuatro en que del queso putrefacto nacen los gusanos, veces al año salían en espíritu a ver a los muertos, así de aquel caos primitivo nacieron los ánge­ o también, armados de ramos de hinojos, a com­ les, y entre ellos el más potente de todos que batir por la fertilidad de los campos, contra las era el propio Dios. También por esta afirma­ brujas y los brujos, que a su vez estaban armados ción fue condenado a muerte.

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U NA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO 220

GINZBURG

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

italiano sino más bien europeo; que los primeros en teorizar la legitimidad de la «simulación» lo Adríano Sofri:

habían hecho en una ciudad que no era católica, Otro grupo de argumentos tuyos se refiere a la histo­

sino que ya había sido conquistada al movimien­ ria reLigiosa, en particular a la historia herética del

to de la Reforma, es decir en Estrasburgo; y que siglo XVI. Son tus escritos más pesados, pero la suerte

por lo tanto el así llamado nÍcodemismo no nacía los ha rescatado haciendo que sus temas se conviertan

simplemente del deseo de salvar la propia piel, en temas de actualidad: la penitencia y la confesión,

también ligado al «reflujo» que sino que la vileza y el coraje.

siguió a la derrota de los campesinos, y a un in­ tento de teorizar una posición religiosa que supe­ CarIo Ginzburg: dos confesiones, de un rase al mismo tiempo En efecto. Hace algunos años, Gíorgio Amendola, lado la confesión protestante, y del otro la católi­ acusando a los intelectuales italianos de no iden­ ca. Como en otros casos parecidos, por ejemplo en tificarse suficientemente con el Estado, empleó el reclamo de Berlinguer al «diecianovismo)), la ana­ para denigrarlos el término de «nicodemismo». logía de Amendola era una analogía forzada, y tenía Nicodemo es, dentro del Evangelio, el dignatario un sobre todo más bien retórico. que hace una visita a Cristo noche, para no ser En otro texto publicado en una colección eru­ reconocido como su secuaz. reformador Juan dita, he publicado también en 1970, la Calvino, a finales siglo XVI, definió con des­ sión de un anabaptista arrepentido, un sacer­ precio como nicodemÍtas a aquellos simpatizan­ dote marquesal, Don Pietro Manelfi, que prove­ tes que, dentro de los países católicos, se limita­ yó a la Inquisición una meticulosa de todos ban a una adhesión puramente interna a la Re­ sus compañeros de Secta. Para los historiadores forma, para no exponerse al martirio. El proble­ futuros, los «arrepentidos) de hoy son un ma ha sido estudiado, por primera vez, por el his­ toriador Delio Can!Ímori, influenciado ciertamen­ dero regalo. bien sabido que los historiadores la oposición encubierta te por la experiencia se alimentan de cadáveres. de muchos intelectuales italianos bajo el fascis­ Por lo demás, este conjunto de temas es, como mo. En mi libro titulado justamente Il quiera que sea, aquel del cual hoy me siento más demismo (publicado en 1970), se documentaban distanciado. algunas cosas importantes: que el fenómeno «nÍcodemita» no era un fenómeno típicamente --====~

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ENSAYOS SOBRE M!CROHISTORIA

Adríano Sofri:

Después te has ocupado de temas más cercanos a La

historia deL arte, antes aún de la redacción del libro

sobre Pie ro de la FrL1ncesca.

CarIo Ginzburg:

Si, con un ensayo sobre Warbug y sobre sus con­

tinuadores, y en particular sobre una cuestión de

método: de qué manera se pueden utilizar las

imágenes como una fuente histórica. Y más ade­

lante, también con un ensayo sobre las imágenes

eróticas del siglo en particular aquellos es­

tupendos cuadros mitológicos llenos de mujeres

desnudas, pintados por Tiziano para la recámara

privada de Felipe II, el de España.

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLa GINZBURG

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CarIo Ginzburg:

Es verdad. muchos pequeños cuadernos lle­

nos títulos fantásticos de libros que no escribi­

ré nunca.

Adríano Sofri:

Después has escrito un artícuLo que te ha consagrado

definitivamente, y taL vez demasiado, como «Maine

a penser: Espía. Raíces de un paradigma indi­

Clano». artículo lo ha Leído todo eL mundo, po­ licías y ladrones, padres e htjos, racionalistas e

irracionalistas.

CarIo Ginzburg:

Me he dado cuenta, es verdad, de que existía una

cierta presIOn, proveniente muchas partes y que

era a veces declarada y a veces no, para que me

Adríano Sofri: tienes todas las credenciaLes necesarias desde el transformase en el ideólogo oficial del «Paradig­

punto de vista académico, pero también un aLma de ma indiciario», Esta idea no me gustaba para nada,

artesano: tus títulos, por ejempLo, se han convertido y he tratado de escabulllrme hacia otra parte,

cada vez más en títulos muy apetecibles. Has comen­ moviéndome un poco, y entonces me he puesto a

zado con títulos opacos como 1 constÍtuti di don escribir el libro sobre Piero.

Pietro Manelfi o Il nicodemismo, para Llegar fi­ nalmente a golosinas Llamativas como por ejempLo Adriano Sofrí: El queso y los gusanos, «Espía. Raices de un pa­ Desde la salida de este último, ha pasado ya un tiempo radigma indiciario», (,Lo alto y lo bajo», "El nom­ suficiente para decantar las polémicas más bre y el como». Quién sabe cuáL será eL próximo, extemporáneas, y para intentar un baLance. ¿Cómo ha marchado eL libro respecto a lo que tú esperabas del mismo?

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLa GINZBURG

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conservó. Freud dice que si el dinero no da ale­ gría es porque los sueños infantiles no contem­ plan nunca al dinero. Nunca he estado tan emo­ cionado como en el momento en que afronté la investigación sobre Piero de la Francesca. En 1953, en Roma, había visto el cuadro de «La Flagela­ ción» recién restaurado. Es posible entonces, que el tono del prefacio al libro tenga algo que ver con ese antiguo deseo que ahora se realizaba fi­ nalmente. Pero la cuestión de método sigue en pie y tie­ ne una importancia crucial. Es como pasar de la historia sagrada a la historia profana. Porque exis­ Adriano Sofrí:

te una historia sagrada del arte, en la cual la con­ En tu introducción aL libro Pesquisa sobre Piero

sideración de la obra, incluida su propia datación, parecía casi que tú mismo Lo estabas buscando, su­

depende siempre de la relación relativa con las brayando Los aspectos de tu invasión de este campo, otras obras. Demostrar entonces que, basándose en detrimento incluso de Los resultados de La investi­ solamente en el «estilo» y sin la referencia a datos gación. cronológicos externos, es imposible una datación absoluta, equivale a demostrar la insostenibilidad CarIo Ginzburg: de la historia del arte tradicional, y a convertir en En ese prefacio, lo que hay es sobre todo un com­ profana, con esta historia del arte, a la concep­ ponente autobiográfico. Yo fui a la Universidad ción misma del arte. La reacción de muchos his­ con la intención de convertirme en historiador del toriadores del arte, que han leído mi libro como arte. Después, me sucedió rápidamente que co­ una especie de torpedo contra su propia discipli­ mencé a rechazar eSIa opción, a partir de mis pri­ na, me ha dado razón en este punto. meras aproximaciones al modo en el cual se prac­ Por lo que corresponde a mí, existe todavía otro ticaba esta disciplina, al mismo tiempo que co­ factor. Yo no hablo del estilo porque no soy sufi­ menzaba a verme atraído por otras disciplinas his­ ciememente competente para hacerlo. Me en­ toriográficas. Pero aquella vocación originaria se

CarIo Ginzburg: Ha marchado muy bien y ha tenido ya dos edi­ ciones, no obstante que se ocupa de cuestiones que normalmente son abordadas solamente por los especialistas, como por ejemplo el problema de la datación de obras de arte, su significado, etc. No sé a qué cosa se ha debido este resultado, pero es verdad que aprecio este libro de una ma­ nera particular. Las reacciones negativas han ve­ nido, sobre todo, de un sector de la corporación de los historiadores del arte.

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ENSAYOS SOBRE ~,!lCROHISTORH

cuentro, dentro del campo la crítica de arte, un poco en la situación los japoneses, que fa­ brican transistores porque no poseen petróleo. Las polémicas no me desagradan, francamen­ te. y he sentido siempre una grande despropor­ ción entre la riqueza de cuadros pintados y el modo en el cual hablan ellos los historiadores . del arte. Podríamos decir que si la guerra es un asunto demasiado serio para dejarlo solamente en manos de los generales, entonces el arte es tam­ bién un asunto demasiado serio para dejarlo solo en manos de los de historia del arte. Y si existe un exceso seguridad en el rono que em­ pleo respecto de estos problemas, eso se debe, para­ dójicamente, a la plena conciencia de los límites dentro de los cuales me muevo, y no al comrario.

Adriano Sofri:

¿Cuál es entonces tu relación con la obra de Longhi?

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GrNzBURG

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:~a

Borghese, Longhi ve el cuadro de una Santa ~ün la palma, atribuido a un autor anónimo del XVI, Y dice que la palma era un agregado :Josterior, que el escote estaba repintado, etc. y ue por lo demás, era claro que el autor del cuaera Rafael. Una vez que se eliminaba todo lo que había sido repintado, quedaba entonces al descubierto todo el conjunto de cosas que él ha­ bía justamente anunciado, excepto el unicornio, que por lo demás él no habría podido imaginar. Pero es realmente cierto que Longhi considera a la «demostración}) con una especie de desprecio. Sería interesante también, ver la conexión en­ ue la prueba científica y la prueba judicial. Es claro, de todos modos, que el estatuto del 50 de «mostrar» es diferente de aquel que se re a la prueba. Y también que la invitación a los historiadores del arte para que vayan con más cuencia a los archivos está lejos de ser una invita­ ción superada.

CarIo Ginzburg: Adríano Sofrí:

El problema de fondo que está planteado en el Pero queda la duda de sí, al insistir sobre la disputa

libro, y más en dentro de este campo metodológica, no se distrae la atención del lector co­ estudios, es el problema de la prueba. mún respecto de la apasionante persecución de lo que

no haber conocido personalmente a Ro ", el objetivo de la investigación, sobre todo en lo que

Longhi: está claro que Longhi, generalmente, ;e refiere a lfi identificación de los personajes del cua­ fería mostrar más que demostrar. De cualquier _1ro de La Flagelación.

modo las dos cosas convergen de una manera es­ pléndida. Como cuando por ejemplo, en la

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ENSAYOS SOBRE MICRO HISTORIA UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GINZBURG

Carlo Ginzburg: Pero pienso que las dos cosas están ligadas, el nerario de la investigación y la discusión sobre el método. ¿Por qué no hacer entrar, siempre, al lec­ tor dentro de! laboratorio del estudioso? Pienso v, que presentar el resultado de la investiaación o no su camino falsea definitivamente las cosas. Yo por ejemplo, fui a buscar a las brujas como una manifestación de la lucha de clases y he en­ contrado finalmente un culto de fertilidad. Se busca e! oriente y se encuentra finalmente el po­ niente. Creo que hace falta contar juntos, la in­ vestigación y también los resultados. El método, dice Granet, es etimológicamente el camino, una vez que ha sido recorrido. Naturalmente existen estudiosos exce!entes que no sienten ningún impulso de comunicarse con los otros. Yo, que poseo este impulso de una ma­ nera fortísima, no ceso de imaginarme a qué per­ sona dirigirme. Cantimori, por ejemplo, se tenía a si mismo como permanente y atormentado in­ terlocutor, y su propia escrirura lo muestra clara­ mente, con todos aquellos paréntesis, con aquel tono de confesión hecha en público, -esa espe­ cíe de "dialéctica actuada» tal como la ha defini­ do halo Calvino. Muchos historiadores no han advenido para nada que su oficio ha cambiado; OtrOS piensan que basta con cambiar su objeto de estudio; cuando

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. lo que en realidad se trata, es de que ahora eXIsten nuevos temas, nuevos métodos, un nuevo estatuto de la ptueba, y un nuevo público, y to­ dos ellos vinculados entre sí como un solo con­ junto. E incluso de un nuevo comitente o perso­ algún tiempo los naje que solicita el trabajo. comitentes estaban muy bien individualizados: eran ordenes religiosas, partidos políticos, las cla­ ses dominantes, etc. Pero ¿quién es hoy mi comi­ tente? 1Vle lo he preguntado muchas veces y no puedo ciertamente resolverlo, diciendo simple­ mente que es la casa editorial Einaudi. Me gusta­ ría, por ejemplo, poder decir que mis comitentes son Menocchio, o María Panzona ... Adríano Sofrí: Alguien te ha reprochado el lanzamiento publicita­ rio del libro sobre Piero de la Francesca. Puede ser solamente envidia, por la focilidad con la cual pasas de las páginas Llenas de polvo de los archivos, a las páginas satinadas de los periódicos y las revistas. ¡Pero, en qué batalla no existe el riesgo de procurarse ttlgunos lectores malvados? ¿ y, en suma, qué te ha provocado a tí el éxito?

CarIo Ginzburg:

Entre el que escribe y el que lee se establece siem­

pre una relación un poco azarosa. Es necesario

iarle crédito a la capacidad de recepción, pero

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EN'SAYOS SOBRE MfCROHISTORfA

también a la incomprensión de la gente que te lee. El éxito me produce placer. Me gusta hablar­ le a tantas personas. Naturalmente, soy vanidoso. Pero no es necesariamente cierto que el éxito se burla de ti. El verdadero riesgo, es el de entrar en una espiral en la cual uno se ve inducido a repetir aquello que ha provocado su éxito. En el fondo, esperaba tener éxito muchísimo antes, y me he asombrado de no haber tenido suficiente éxito cuando fue publicado el libro so­ bre los Benandanti. Ese si que era un libro pione­ ro, que anticipaba muchas cosas: su pecado era que no existía todavía el público adecuado para ese libro. Bromas aparte, los escritos que han te­ nido más éxito eran también mis mejores escri­ tos. Los libros destinados a un público restringi­ do, se han quedado dentro de esos confines limi­ tados. Es el caso del libro sobre el nicodemismo, por ejemplo, que hoy me parece equivocado, en el sentido de estar, tal vez, un poco como asfixia­ do por el esfuerzo de ajustar las cuentas con Delia Cantimorí (algo que se advierte también en elli­ bro Giochi di pazienza, un libro-seminario que he escrito con Adriano Prosperi). En estos trabajos, quería demostrar que era tan bueno e incluso más que Cantimori, y en su mismo terreno. A veces, incluso con un poco de escarnio.

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GINZBURG

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Adríano Sofri:

¿Cómo has logrado terminar con esa gran sombra de

Can tim orí?

CarIo Ginzburg: CantÍmori dijo una vez: «he sabido que la jerga de los niños ingleses está llena de palabras del siglo XVIII». Ningún historiador, de todos aque­ llos que conocía, habría podido decir una frase de este tipo. Cantimori tenía una apertura extraor­ dinarÍa, que se reflejaba solo parcialmente en las cosas que escribía. Y no porque Cantímori se deja­ se limitar, como sí era el caso de Sereni, por el respe­ to a la vulgata stalinista: pero sí existía un poco de inhibición, que era la consecuencia de una necesi­ dad profunda, una cierta pedagogía positiva. Se ha hablado sobre este último punto recien­ temente, cuando se ha atribuido a Cantimori la responsabilidad de la fallida publicación de los trabajos de Nietzsche, que habría sido «peligro­ sa» para el lector desarmado. Se trata de una acu­ sación demasiado fácil. Yo a Nietzsche lo he leí­ do, justamente, con el propio Cantimori, en un seminario en el año de 1961-1962, dedicado pre­ cisamente al ooúsculo sobre «Del daño v de la utilidad de la historia». Pero es verdad, ¡in em­ bargo, que en Cantimori existía una distinción de niveles. ejemplo, se declaraba preocupado qué cosa habría sucedido en Canicatti, si hu­

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORL:"

leído el libro de Eric Hobsbawm sobre Los rebeldes primitivos. Para mí se trata justamente de lo contrario, y un gran deseo de encontrar lectores para Canicatti. Cuando me invitan a hablar en públi­ no me invitaba nadie), voy y me co to muchísimo. Encontrar gente que me ha leído, hablar con ellos, darme cuenta de cómo me han comprendido y de cómo me han mal entendido, aunque es también algo narcisista, es una cosa que me agrada: es como reconstruir el texto, enriqueciéndolo. Y se experimenta entonces, concretamente, 1mprevisibilidad de la «tra­ dición») texto, aún cuando es un libro por los contemporáneos. Puedo agregar también, la influencia que res­ pecto a esto mi mala conciencia social. Me encuentro siempre muy inclinado a alejar de mi las cosas desagradables. Y tengo un sentido de culpa ligado a mi privilegio social, que he descu­ bierto solo de manera tardía: la suma de privile­ gios relatívos a mi familia, a las condiciones en las cuales he estudiado, etc. Paradójicamente, el éxi­ to me pone en paz conmigo mismo, cuando me permite comunicarme con personas que no gozan de estos mismos privilegios.

U"lA ENTREVISTA ESPECIAL A c."'RLO GINZBURG

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Adriano Sofri:

Has estudiado también con Arsenio Frugoni, y tam­ bién Frugoni era un intelectual de intereses muy va­ riados; y es extraño que se le recuerde tan poco.

Carlo Ginzburg: Es cierto. Frugoni era un personaje mucho más rico de lo que dejan ver las cosas que ha escrito. (Esto ha sido dicho muchas personas, lo que no invalida para nada, sin embargo, lo que he di­ es necesario leer Ías cho). Frugoni enseñaba fuentes a contraluz, testimonio, testimo­ nia en primer lugar de sí mismo. Una recomendación que en la práctica, se revela como mucho menos obvia -incluida la historiografía francesa-, de lo que se podría creer al respecto. Era la lección de Benedetto en su libro de Teoría e Historia de la historiografía, que ha pro­ ducido dos grandísimos resultados, que son Delio Cantimori y Arnaldo Momigliano. Frugoni inclu­ so extendía esa lección, a textos que no eran específicamente historiográficos. rodos esta­ mos acostumbrados a leer ejemplo las octavillas. En un as­ pecto de despreocupación que podría chocar, como estetismo y hedonismo, frente a las limitaciones una educación católica. Estoy entre aquellos relativamente pocos ita­ lianos, que han tenido la suerte de no recibir una

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ENSAYOS SOBRE ;VílCROHISTOKLA.

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GINZBURG

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saje, y he tenido la impresión de que esto tenía el Sabbat que estoy algo que ver con el libro ahora escribiendo. Es la misma impresión que dan ciertos cuadros de en Viena, por ejem­ Adriano Sofri:

plo aquel titulado Jornada con un bosque­ Alguna vez se dijo que los historiadores eran políticos

cillo, una tempestad al fondo, que se afana, fallidos. Para la nueva hútoria y para tu caso parti­

un hombre que orina junto a una casa, un ani­ cular ¿se puede decir que los historiadores S01l nove­

mal, y todo ello visto a vuelo de pájaro. Me gusta listas fallidos? la distancia, la relación de escala entte el paisaje y los hombres que los restituye a sus justas propor­ CarIo Ginzburg: ciones. Como sucede también en la última escena verdad que me habría gustado escribir novede Paisa, al final de la batalla, cuando el guerri­ Cambiaría cualquier libro de historia por el llero se suicida, mientras que la máquina se aleja. libro de Marce! Proust En busca del tiempo Introducir en la escritura una de escala do. Pero no se trata de esto. Para la historia, im­ porta la acumulación del {(sentido histórico»: no entre hombres y paisaje, he aquí un problema tí­ las obras maestras, sino la sedimentación, las ho­ picamente literario, pero que atañe al historiador. Es necesario hacer sentir en la narración esta dis­ jas acumuladas que se convienen en capas de tancia, esta relación. Si lo que se quiere es comu­ rra, en cultura. Un buen instrumental para orien­ nicar y transmitir las cosas, es justo este proble­ tarse en e! mundo. Pero no es así para e! do ahí solo las obras singulares son ma de estilo, pero también de conocimiento, al cual uno va a encontrarse. Los historiadores en las que cuentan. cuanto a lo que a mi corresponde, a los general lo ignoran, y aún cuando se de tener en cuenta a la narración, la tratan siempre UÁ~""'"''-''' años he comprendido que no iba a ser novelista. Pero continúo valorando enormemente como un simple y puro problema retórico. e! hecho haberme planteado el problema de la narración. Mira, he recortado de su periódico, Adriano Sofri:

Lucha continutt, una fotografía de un paisaje la­ Tú eres judío: ¿qué cosa quiere decir esto?

tinoamericano. Debe ser en Cuzco. En esta foto, está una mujer y un niño perdidos dentro del paieducación católica, y por tanto de una vo­ cación hedonista sin resentir ninguna culpa.

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLa GINZBURG

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

crepúsculo, con las trenzas rituales habituales. Son gente mantenida, que están ahí solo para estu­ diar. Caminaba entonces con Luisa, teniendo una impresión muy fuerte, y de pronto, en un mo­ mento, veo a uno de ellos y le digo a Luisa: «mira a ese de allí», y era yo mismo, que caminaba con mis manos detrás de la espalda, que es mi modo característico de tener la cabeza levantada. Era ine­ vitable sentir allí mi parte judía oriental, saber que por un simple accidente histórico, por un puñado de generaciones, yo no era uno de entre ellos. Yal mismo tiempo, me volvía a la mente la frase de Babel, que había visto citada en el tiem­ po de la Guerra de los Seis Días: cuando veo a un judío montado a caballo, y azotándolo mientras lo conduce, no es un judío, es un cosaco. Frente al Muro de las Lamentaciones he teni­ do más dificultades, al mismo tiempo una gran emoción, pero también un cierto disgusto. Todos se sienten más cómodos con las religiones ajenas. En resumen, el ajuste de cuentas con el judaís­ mo, es algo que debo hacer todavía en el futuro. Por lo demás, soy una gente enormemente asimi­ lada. Excepto por esta situación, de haber sido niño durante la persecución. Sobre lo cual tengo un recuerdo muy nítido. Estaba con mi madre, que era la única persona no judía de toda mi fa­ milia, mi madre Natalia, que se apellidaba Tanzi cuando era soltera. Recuerdo entonces que tenía

CarIo Ginzburg:

Quiere decir mucho. Es el lado opuesto de los

privilegios de los cuales hablaba antes, es la sen­

sación precoz de la persecución, conectada con el hecho de ser judío. Pero el vínculo que esto tuvo con mi trabajo de historiador lo había eliminado, pura y simplemente. Un día, Paolo Fossati obs~r­ vó con naturalidad que no era extraño que un JU­ dío como yo estudiase heréticos y brujas: yo no lo había pensado para nada. Pero aún ahora, no sé qué cosa significa, verdaderamente, tal correlació~. 'Es una autobiografía transpuesta, es una neceSI­ < . . ;> P dad de ajustar las cuentas conmIgo mIsmo. ue­ de ser, pero eso no me convence. . Está también el hecho de la pertenencIa a la burguesía intelectual judía, que me ha dado esta percepción precoz de la persecución, y luego, una percepción tardía del privilegio. Hace muy poco tiempo, he hecho un viaje a Israel que me ha pro­ vocado sentimientos muy contrastantes, pero muy intensos. Me he quedado impresionado por los niños que me preguntaban en judío, no obstante que yo era evidentemente turista. También por las caras, que eran como una especie de álbum de familia. El barrio de los ortodoxos orientales, tie­ ne en la entrada una amonestación o exhorto para la vestimenta decorosa de las mujeres; si pasa un automóvil en sábado le arrojan de pedradas; solo se ven hombres y muchachos muy pálidos en el r-

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ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLa GI"IZBURG

conmigo el libro Carola Prosperi, El niño más jeliz del mundo, y antes del final de este libro mi abuela escribe mi nombre sobre el libro, de una manera nueva, diferente, y me recomienda: «di que te llamas Carla

que podría dedicar algunos años de mi vida a esta investigación. Se lo dije entonces a Cantimori y él me espetó como respuesta: «también tú». Naturalmente, es posible remontarse a una cierta cantidad de razones para explicar esta elec­ ción. Había visto, por ejemplo, el filme Dies ¡rae de Dreyer. Aquí se desarrolla el a la ma­ dre de la protagonista, la bruja gorda, y ahí Dreyer mons­ no representa a los jueces como si truos: ellos tienen más bien un aire triste y sose­ gado, de gente que está buscando realmente la verdad. Brujas y jueces, aparecen aquí como per­ sonas que se encuentran, cada una con su propia buena fe. También ha influido, ciertamente, el libro so­ bre El mundo mágico de Ernesto de Martina, que había leido un año antes. Y antes de esto, tam­ bién la lectura del libro Cristo se detuvo en Eboli de Carlo Levi. Aunque en este último caso, la co­ nexión es más intrincada. Entre 1940 y 1943 he­ mos permanecido prácticamente abandonados, en una pequeñísima región de los Abruzos, que era Pizzoli. Yo he conservado una memoria vivísima de esto; y, por lo demás, el pizzolano ha sido el único dialecto que mi hermano Andrea y yo, lle­ gamos a hablar. Por lo tanto, está la analogía en­ tre las dos regiones, y el aislamiento, y la estrecha y mi padre. Y también, amistad entre Carlo la cuestión central de la desviación cultural. Aquí,

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Adriano Sofri:

¿Son s610 jemen inas las figuras adultas de tu infoncia?

CarIo Ginzburg: No, tengo un recuerdo muy vivo de mi padre. Y después, de mi abuelo, del cual mi madre cuenta muchas cosas en sus novelas. Pienso siempre en la historia de mi abuelo, cuando era joven, que te­ nía necesidad de muestras de tejidos de ballenas para estudiarlas, y entonces se fue a Spitzbergen, en donde había una ballena que había naufraga­ do en la arena, rodeada de pescadores, yen la cual mi abuelo se abrió camino a sablazos, dentro cuerpo mismo del cetáceo. Adriano Sofri:

¿Cuándo has decidido estudiar las brujas?

CarIo Ginzburg: un poco de improviso, un día en la Normal. Estábamos en la comida del medio día, y cinco minutos antes me había venido a la men­ te la idea de ocuparme de la brujería, pensando



ENSAYOS SOBRE MICROHISTORIA

UNA E:>lTREVISTA ESPEClAL A C~RLO GINZBURG

yo he aprendido mucho de mi madre. No me es fácil hablar de mi madre sin traicionarla, pero ella es una intelectual al mismo tiempo muy culta y muy distinta de las intelectuales vin­ culadas a los libros. Por ejemplo, el hecho de que la cultura en sentido antropológico, es mucho más importante que la cultura libresca, aunque estas palabras no serían las suyas, lo he aprendido de ella. En resumen, que no solo la calidad humana de las personas, sino también su comprensión de la realidad, son independientes y algunas veces hasta inversamente proporcionales a la magnitud su cultura escrita. Así, para mi madre, el ma­ yor o menor dominio de la cultura escrita, no ha sido nunca una jerarquía de valores importante. En su familia, el primer lugar lo tenía la inteli­ gencia y después la belleza. Y mi madre ha necido siempre a un ambiente intelectual y bur­ gués, con la excepción de ese periodo de confina­ miento, ambiente al cual se encontraba ligada muy profundamente. Me he dado cuenta de esto, regresando por primera vez a Pizzoli con en el año de 1960, cuando se descubrió una lápida dedicada a mi padre. Entonces, para mí, es muy claro el hecho que tomarse en serio el discurso de las btujas (y todavía con mayor razón, el discurso del moline­ ro Menocchio, que expresa no una creencia, sino una interpretación personal de la realidad), im­

plicaba el rechazo de la jerarquía docta, de la iden­ tificación entre inteligencia y cultura escrita. Y en este sentido, mí madre se siente probablemente cristiana, pero sólo en el sentido del Tolstoi del libro La guerra y la paz -aunque ya el hecho de el viejo Tolstoi, arase los campos con el champagne y con el cubo de hielo a un lado, es una cuestión absolutamente diferente.

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Adriano Sofri:

Has hablado de Dreyer. ¿Cuáles otras películas te

gustan más?

CarIo Ginzburg:

«Deshonrada» de Sternberg, con Marlene Die­

trich, que es el más bello film de toda la historia

del cine. !\1ás bello todavía que «Venus rubia»,

En general, la relación con las imágenes, es tan importante para mí como la cultura escrita. lectura también maniática, de los significados las imágenes, nos lleva a reconstituir un de visión al cual no estamos habituados. Como en el caso del tren de los hermanos Lumiere, cuan­ do los espectadores se tiraban aterrados las sillas. O la ruptura extraordinaria marcada por la llegada del primer plano. Aunque es ria también, la velocidad con la cual aprende a decodificar los significados. la variedad de los medios con los en un

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E¡';SAYOS

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GINZBURG

MICROHISTORIA

film, se alude a la representación de un sueño, ya como su reconocimiento se ha convertido en un lugar común. El tiempo de desciframiento im­ puesto por una pintura, como «La flagelación» de Piero de la Francesca, nos reenvía a un mundo totalmente

Adriano Sofri: ¿ Tal vez porque

su

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tendencialmente sordo, y sordo completamen­ si me comparo respecto del tan grande papel verdad, no tiene la música para mis hijas). bstante, que la relación entre palabra escrita e .magen es una relación complicada. Ha sido así, :ambién, respecto de la relación entre la pintura :: la fotografía. La pintura tenía una gran canti­ dad de usos y la fotografía no ha abarcado más que una parte de esos usos, pero no todos. En general no existe el progreso: existen, más bien, algunos progresos. Pero el problema es el del pre­ cio que se paga por estos progresos, de aquello que se destruye para que estos progresos se reali­ cen. Se trata del libro que mata a la Catedral, del cual hablaba Víctor Hugo. Un hecho nuevo, de los últimos años, es el de la emergencia de ciertas tendencias que contrastan con el progreso tecno­ lógico. Por ejemplo, el regionalismo. Como en el caso del catalanismo en España, en donde existe ahora un editor que tiene en proceso de publica­ ción, en versión catalana, los cien libros más im­ portantes de la historia la humanidad. Sería como traducir Platón en Sardo. Existe entonces un proceso doble, en el que al mismo tiempo que el inglés se convierte en la lengua universal y jun­ to a ello, reaparecen los dialectos. Es un poco como en el modelo medieval, donde teníamos el latín universal y las lenguas vulgares habladas.

son más naturalistas?

CarIo Ginzburg: No, no sé si sea verdad. Pienso en un amigo mío, un médico lucano, muy bueno para narrar, que cuenta las cosas muy lentamente, con grandes pausas, y después, de improviso, en lo que trans­ curre un guiño de ojo, empieza a hablar con un ritmo condensado. ¿Qué cosa es entonces «natu­ ra!»? cine es más bien completamente irreal. Y esto me fascina, tanto sobre las páginas como so­ bre la pantalla, esta manipulación del tiempo, esta sucesión contracciones y de hipertrofias.

Adriano Sofri: ¿Pero cuál es entonces el destino de la palabra en un tiempo dominado de estaforma por las

CarIo Ginzburg: verdad que también la alta cultura es hoy una cultura las imágenes (y de la música, pero yo

n

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E0iSAYOS SOBRE :-'lICROHlSTOR1A UNA ENTREVISTA ESPECiAL A CARLO GINZBVRG

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En realidad, los progresos no hacen tabla rasa en aquellos lugares en donde se instalan. No sólo sería desastroso que eso ocurriera, sino que de hecho nunca sucede de este modo. Así, pienso que la palabra escrita conservará su posición. Y ade­ más, una posición vital según entiendo: porque una sobrevívencia de los libros, sólo al modo de los bisontes polacos dentro de las reservas, sería algo bien triste. Por ejemplo, como con la irrever­ sibilidad del cine, que lo hace diferente del libro, en el cual se puede ir hacia adelante, se puede regresar e ir hacia atrás, se puede uno detener.

,ilencio, pero, estrictamente, es superior sólo tec­ nológicamente. Sería muy grave que la cultura del silencio fuese barrida o eliminada. Es la interre­ iación entre los dos, entre el silencio y la voz, lo que es interesante, aún cuando alguien presuma que todo puede decirse, que todo es verbalizable. y aún cuando esto contradice el caso de mi pro­ pio trabajo, cuando yo he intentado traducir en palabras el sentido de los silencios: por ejemplo, como cuando Menocchio calla durante los inte­ rrogatorios.

Adriano Sofri:

Pero también el cine permite hoy la reversibilidad,

como en el caso de una cinta normal grabada.

Adriano Sofri:

¿Qué relación has tenido con una terapia de la pa­ labra como es el psicoandlisis?

CarIo Ginzburg:

Carlo Ginzburg:

Una vez pensé que tenia necesidad de un psicoa­ nalista. Entonces me han indicado dos posibili­ dades. El primero me ha parecido un tonto a pri­ mera vista. Voy entonces con el segundo, que era alto, que tenía bigotes grises y me dije entonces, ésta es la persona que yo necesito. Me siento en­ tonces, confiado, y me dice inmediatamente: «esa silla es mi silla», y mientras me movía de ella y me disculpaba, me he enterrado sus anteojos. Me dijo que debía de volver después de cinco meses. En ese lapso he conocido a Luisa, y la cuestión se ha terminado para siempre.

Tanto mejor. Para mÍ, el descubrimiento de la cultura no verbal ha sido una de las conquistas más importantes. Porque he crecido en medio de un exceso de presencia verbal, no sólo en contra­ posición con la cultura manual, sino también con la música o con otras expresiones. La palabra es­ taba en el centro de todo: pero ahora ya no estoy convencido de esto. Pienso mas bien en un con­ trol de la comunicación vocal que abarque los si­ lencios y su significación. La cultura de la pala­ bra es tecnológicamente superior a la cultura del r

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ENSAYOS SOBRE MíCROHíSTORL"

UNA ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GINZBURG

El silencio ha sido engullido por la palabra, pero existe también un silencio que no funciona solamente como pausa entre las palabras. Y vice­ versa. Sería necesaria una especie de convención moratoria, para circunscribir, para controlar esa escalada de la palabra. Así, a la sexualidad, por ejemplo, no le importan para nada los discursos. Dicho esto, y reconocidos los límites de la cul­ tura verbal, es claro que yo sigo siendo parte de esta última.

mite libros. Después, decidió irse a vivir entre las poblaciones indígenas de América, en cuya vida se sumergió completamente, pero respecto de las cuales se mantuvo como alguien diferente. Des­ pués volvió a Europa y se dedicó a estudiar a Botticelli. Tal vez existe en mi, un componente de «cora­ za» psicológica, que me impide ir más allá de la frontera entre lo que estudio y mi propia vida personal. No me gusta aquello que alguna vez se llamaba e! irracionalismo. Es verdad, sin embar­ go, que la razón ha autorizado mistificaciones y obscenidades de toda suerte. E igualmente, exis­ te una forma de evasión de esta razón, que es pa­ rasitaria y estulta. «En las salas de concierto ale­ manas, está prohibido mitsingen, es decir tararear», recordaba Benedetto Croce, contra la idea de! crí­ tico como artista. La crítica como simple coro, la mímesis de la crisis como un medio para contro­ larla, produce, sobre todo en las páginas, efectos grotescos. Por lo tanto, estoy más bien en e! largo plazo, por una especie de buen sentido ilumínís­ tico, por llamarlo de esta manera. Cuando he conocido el personaje de Morelli, he recordado a mi abuelo, Giuseppe Levi, que pertenecía a la mÍsma cultura de Morelli, y que era de la región de Trieste, de la escuela vienesa y positivista. Hace muy poco tiempo, MusattÍ ha recordado que, durante la guerra, se había ubica­

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Adriano Sofri: Un visitante frecuente de otras culturas, como lo eres tú, ¿qué relación directa ha tenido con pociones, con drogas o con rituales exóticos?

CarIo Ginzburg: Ninguna. Como para Marcial «lasciva no bis pa­ gina, sed vita proba)}. Tengo una fuerte repugnan­ cia cultural a la mezcla entre el arte y la vida (y también, a la mezcla oficio-vida). Si es necesario desconfiar de la politización de! arte, con mayor razón hay que desconfiar de la estetización de la vida. ~~ aturalmente, también aquí las cosas son mas complicadas. Observa por ejemplo una historia como la de Aby \x7arburg, hijo de una gran familia de banqueros, que re­ nunció a su derecho de primogenitura a cambio de una cuenta abierta para poder adquirir sin lí­ m-



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ENSAYOS SOBRE "llCROHISTORL\

U~A ENTREVISTA ESPECIAL A CARLO GI!\ZBURG

do en un lugar muy cercano a Ivrea con el profe­ sor Levi, al cual Adriano OlivettÍ había confiado una traducción de un libro de Jung. A la mitad del libro, Levi pidió a Musatti que fuese él quien continuara la traducción, porque Levi no enten­ día nada. Lo comprendo perfectamente, y tengo sim­ patía por este positivismo de finales del siglo XIX. Cuando era muchacho, he leído muchos ensa­ yos de Benedetto Croce, que había encontrado en mi propia casa, con la dedicatoria a mi padre. Estos ensayos me han atraído y al mismo tiempo me han suscitado un cierto rechazo. Después, cuando habré tenido unos 17 años, he leído a Lukacs, su ensayo sobre el realismo crítico, y me he sentido profundamente ofendido del modo en que trataba a Kafka y a Dostoievsky. Tuve enton­ ces, una especie de necio proyecto de estudio, re­ ferido a la idea de afrontar de una manera no irra­ cionalista, problemas y fenómenos ignorados por el racionalismo en sus diferentes formas. Hoy, aquella vieja idea, se ha convertido en el esfuerzo de constituir una lucidez crítica de tipo racional, pero conociendo y comprendiendo los fenóme­ nos irracionales, sin traicionarlos y sin simplemen­ te hacerles el coro, sin repetirlos, sin mitsingen detrás de ellos. En los Estados Unidos, en la ciudad de Wi­ lliamstown, he visto un pequeño cuadro de Goya. Hay ahí un gigantesco espantajo, y una pequeña

persona de rodillas frente a él, en la tierra y con las manos apretadas. Es una denuncia contra la superstición, pero en el cuadro se advierte tam­ bién, un respeto extraordinario por el pequeño hombre que reza. En el fondo, esa es la sustancia del gran libro de Marc Bloch sobre Los reyes tau­ maturgos: es el engaño desenmascarado, pero jun­ to a un profundo respeto por los escrufulosos que han sido engañados. (Y estoy tentado a decir, que un problema similar, se plantea hoy respecto de la cuestión de los adictos a la heroína). Y no está dicho ahí, para nada, que la comprensión de la realidad que tenían estas personas, fuese inferior. Pues aquí se encuentra la doble motivación que yo señalo: se trata de desmistificar, pero también y al mismo tiempo, de comprender. Existe un pensamiento de Bertold Brecht, en sus diálogos con Walter Benjamin, que me gusta mucho: no es necesario partir de las buenas cosas viejas, sino más bien de las malas cosas nuevas. El camino para comprender, pasa por esta ruta. Por otra parte, en mi vida estoy ligado a las cosas vie­ jas, y sufriría si tuviese que ser propietario de un automóvil. ~o tengo deseo de poseer una televi­ sión, y evito los medicamentos. Una vez, hablan­ do con mi hija Lisa y con algunos otros mucha­ chos que eran sus amigos, me he escuchado decir, que el verdadero estado de la embriaguez se al­ canzaría, en el momento en que alguien lograra

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GI;-'¡ZBuRG

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Adriallo Sofri:

embriagarse solamente con agua simple. No es­ toy seguro de haberme dado a entender demasia­ do bien, y por lo demás, yo mismo no tengo las ideas totalmente claras a este respecto. Pero se trata de la relación entre tener y ser. ¿Está bien tener muchas cosas? Quisiera, a veces, liberarme también de todos los libros, pero por hedonismo, no por ascetismo. No fantaseo con mi futuro. Me divierto con mi trabajo, pero si alguien me dijese que, dentro de veinte años, ha­ bré dejado totalmente esta actividad, no protes­ taría y no estaría demasiado sorprendido. Me gus­ taría andar por la vida de una manera ligera. De hecho, tengo ya demasiadas cosas. (Aunque, por fonuna, todavía no un automóvil). U na persona como yo, que busca sus estímulos en la propia realidad, debe por lo tanto continuar constru­ yendo el camino, hoy y siempre. En cambio, quien continúa sintiendo la necesidad de te­ ner cosas, es porque está todavía dentro de ellas, limitado por ellas. Por lo demás, la vida impone continuamente separaciones, a veces temporales y a veces defini­ tivas, de personas a las que uno ama, de tal suerte que me parece que no vale la pena permanecer atado a los objetos. Tal vez por eso es que yo no los defiendo.

A mi me sucede a veces lo contrarío, de sentirme abm­ mado de mis relaciones con las personas, por una

suerte de obligación de reencontrarse, material y

afectivamente, y entonces tener la actitud de vincu­ larme más a las cosas, de sentir que defender las co­ sas, es como un modo de defender a las personas.

Pero es verdad que este es un estado de ánimo conser­

vador, literalmente hablando.

CarIo Ginzburg:

Claro, en este último sentido, esta «piedad» por las

cosas, la siento yo también muy fuertemente. Sien­

to el deterioro de los objetos como si fuese la muerte.

A los quince años he escrito un poema épico, titulado «El día del juicio», en 980 versos. Para que me entiendan bien, cuando hablo de versos, hablo por ejemplo de frases como «Bum, bam, bom bom! el ruido de los tambores». En ese poe­ ma había de todo, incluso ángeles que no sola­ mente mataban a los hombres, sino que también destruían las cosas, y entre estas últimas, tam­ bién los frescos de Piero de la Francesca en la ciu­ dad de Arezzo. (Todo se terminaba en el Paraíso, con un reencuentro en el cual no faltaba ningu­ no, es decir donde estaba yo, mis amigos, San Pa­ blo, Stalin, las muchachas). Es verdad que los intereses de un investigador se cristalizan muy precozmente. Porque es cierto m

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gar a tener momentos vertiginosos, aunque lo mis­ que el interés por todo aquello que sobrevive a la mo me ha pasado, obviamente, en otras líneas. muerte, me había sido transmitido de alguna y existen también otras situaciones, en las cua­ manera a arte, a través de los cuadros me he sentido igualmente gozoso, no sé, por de pintura, y después a través de los libros. Por ejemplo en un viaje aéreo, en una fiesta en Nueva eso, he hablado en mi artículo «Espía. Raíces de York, dentro de un gran automóvil alquilado. No un paradigma indiciario», a propósito del proble­ en lo que se refiere a este punto, ninguna ma del único y de la copia. Existe aquí resistencia de tipo moral. un sentimiento de pérdida, que es muy afín al ideas me vienen, en cambio, mucho más sentimiento provocado por la extinción de espe­ difícilmente al leer libros. Respecto de las pági­ nas impresas tengo reacciones mas bien lentas. cies vivas. cambio, la conversación me gusta y en ocasiones me hace pensar. Pero la cosa que me gusta más Adriano Sofrí: caminar vienen ideas a la mente cami­ intensamente, es el hecho de escribir: incluso manualmente. Estar ahí, retomar innumerables nando, o leyendo, y qué relación tiene ésto con el en tu casa? viajar o con el hecho de quedarte veces la página, sobre lo cual tengo incluso reglas hecho maniáticas, como la puntuación, o también la fo­ Carlo Ginzburg: bia por las asonancias. por pasear y leo por el gusto de leer. Aun­ que pienso mucho caminand~. que es Adriano Sofri:

cuanto a la cuestión de que te vengan las Ideas, ¿Qué cosa es lo que estds investigando ahora?

bueno, la mejor cosa es leer una novela en el tren. Viajar es andar a pie o en el tren, porque si vas en CarIo Ginzburg: el avión, estás en el avión y no hay nada más El Sabbat. Es un libro que retoma el conjunto de eso. Aunque también puedes viajar en autobús: todas las investigaciones sobre la brujería, y tam­ existen algunos viajes en autobús formidables, bién sobre los cultos de la fertilidad, con algunas como por ejemplo el viaje de Gubbio a Umbertide. sorpresas. Estoy escribiendo ahora el prefacio. Al En el tramo de ferrocarril al cual estoy más acos­ respecto, yo procedo de la siguiente manera: es­ tumbrado, el tramo de Bologna a Roma, me ha cribo primero la carátula del libro, volteo la pági­ sucedido, leyendo y mirando hacia fuera, el lle­

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na y escribo la dedicatoria, si es que esta existe, después escribo el prefacio, el primer capitulo y así hasta el final. Aunque no creo que este sea el mejor modo de escribir un libro. En el tiempo en que trabajé sobre los benandanti, tuve la sensación de que había levan­ tado una pequeña loza que cubría un hoyo, y de que entonces había logrado ver hasta el centro mismo de la tierra. Y entOnCes volví a cerrar la loza: en aquellos tiempos, estaba clamorosamente impreparado para este problema. En sustancia, se trata de la interrelación entre ciertas estructu­ ras de larguísima duración y «el complot», que es, por lo demás, el problema que estaba ya en el centro del libro sobre Los reyes taumaturgos. Como una tendencia de mediano plazo, en los años más recientes, se ha desarrollado una esci­ sión que consiste en que, mientras por un lado se piensa en términos de tiempos largos, del otro y de manera totalmente independiente, se es partí­ cipe de una especie de «teoría del complot}). Pero esta es una escisión irreflexiva, que no ha sido ra­ zonada. La crisis de la idea de revolución, ha lle­ vado al primer plano de la escena a los tiempos largos, a la viscosidad de las estructuras sociales; pero el complot, la conspiración, la revolución y, en sustancia, la misma acción política, quedan entonces fuera de esta concepción de los tiempos largos. Pero, en el fondo, el complot no es más

UNA S¡-;TREvrSTA ESPECIAL

CARLO GINZBCRG

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que la forma exasperada de la acción política, y lo es de una manera muy cierta: hoy, vivimos en medio de complots. ¿No valdría la pena que los historiadores del tiempo largo, de un lado, yaque­ llos que son historiadores «hiperpolíticos» del otro, establecieran un diálogo? ¿Qué cosa habría suce­ dido si AJí Agca hubiese matado al Papa? Nadie se ha preguntado, verdaderamente, cuándo triun­ fan los complots y qué consecuencias derivan de su triunfo, ni tampoco que relación tiene todo esto con los tiempos largos. Y este, es el mismo problema que, en política, se ha presentado bajo la forma del debate de la oposición entre evolución y revolución, y que en la ciencia es la discusión en tre el caso y la necesi­ dad. Paradójicamente, el conocimiento de la lar­ ga duración, de la inercia de las estructuras socia­ les y mentales en nuestra sociedad, coincide con el conocimiento opuesto, de una contingencia que incumbe a toda la humanidad, incluso hasta el punto de amenazarla con su destrucción total: la catástrofe nuclear. No se trata tanto, entonces, de pronunciar un juicio moral sobre la posibilidad de la acción po­ lítica, sino mas bien de ver las condiciones su actuación, su incidencia y su compatibilidad. En este sentido, es por ejemplo instructivo el hecho de que una acción política, como la que ha desaro­ liado el Movimiento de Solidarnosc en Polonia,

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acción que, más que cualquier otra, había tratado de adecuar los cambios que provocaba a las con­ diciones imperantes, que dicha acción ¡se encuen­ tra hoy aplaJtada por los milllares y por la URSS siendo acusada de '
La imaginación moral no tiene nada que ver con la fantasía, que prescinde del objeto y es nar­ cisista -aunque puede ser, obviamente, óptima. Esa imaginación quiere decir, por el contrario, sentir mucho más de cerca a ese asesino de la usu­ rera, o a Natacha, o a un ladrón, un sentimiento que es, justamente, lo contrario del narcisismo.

Adriano Sofri:

¿Qué cosa aconsejarías a los muchachos que quieren

dedicarse a la historia?

Adriarzo Sofri:

¿ Yesto es posible sólo con los individuos?

CarIo Ginzburg: Leer novelas, muchísimas novelas. Porque la cosa fundamemal en la historia es la imaginación mo­ ral, y en las novelas esrá la posibilidad de multi­ plicar las vidas, de ser el Príncipe Andrei, de La guerra y la paz, o el asesino de la vieja usurera Crimen y castigo. realidad, la imaginación mo­ ral encuentra mas diflcilmente, fuemes desde las cuales poder alimentarse. Incluso los periódicos, la incluyen mas bien implícitamente, mucho más que suscitarla, y ello en la mejor de las hipótesis. Existe entonces el riesgo de un debilitamiento reciproco entre las propias noticias, o por el con­ trario, el hecho de dar por descontada una pre­ disposición a esta imaginación moral. Muchos his­ toriadores, por su pane, tienden a imaginar a los otros como si fueran iguales a ellos, es decir per­ sonas aburridísimas.

Carla Ginzburg: De ninguna manera. En los estudios de Witold Kula sobre la sociedad feudal, o en los Karl Polanyi sobre la economía antigua, no se trata de individuos y sin embargo la imaginación triunfa. instrumento fundamental, aquí, es el extrañamiento, la capaci­ dad de ver como incomprensibles cosas que parecen evidentes, y no al revés, como hacen en general los historiadores. Es aquello que explica Sklovsky a pro­ pósito de TolstoÍ. (Así, la más grande tragedia de mi vida lector, es por ejemplo, cuando Natacha, en el teatro, se enamora de Anatole). Yes eso, exacta­ mente, lo que le ha permitido a Polanyi escribir de una manera no trillada, sobre un tema tan retomado como el de la industrialización. Las películas y las novelas históricas, en las que todos se comportan como si fuesen personajes de hoy en día, son inso­ portablemente aburridas.

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UNA ENTREVISTA ESPEClAL A CARLO GINZBURG

A menudo, en este tipo novelas y películas que acabo de mencionar, los que se dirigen hacia el pasado, lo hacen con una proyección puramen­ te retrospectiva, sin regreso, que no busca y no ve aquello que es diferente. Con un exceso de iden­ tificación. como en el caso de la vieja tesis de Stokely Carmichael, que decía que Adán era ne­ gro. Yo pienso, por el contrario, que es justamen­ te a lo que es diferente, a lo que es disímil, a lo que necesitamos mirar. No es una cosa fácil. Sería necesario, para ello, inventar una máquina para pensar cosas desagradables. El problema no es entonces el individuo. Más bien es la interrelación entre la individualidad y una serie de comunidades.

los mundos posibles. Toma, por ejemplo, la foto que ustedes publicaron sobre el Irán, o la que pu­ blicaron sobre Salvador, o aquella del camino de Dantzig: y bien, aún cuando fueses continua­ mente bombardeado de fotos como éstas, tendrías que hacer un esfuerzo mucho mayor para alejar­ las de tí, pero finalmente las alejarías lo mismo. La gente tiende a estar lo mejor que le es posible. y en esta acción de alejar, existe incluso un im­ pulso sano. Es claro que no se puede ganar la feli­ cidad sólo para uno mismo, por sus propias fuer­ zas, pero también es verdad que existe en cada uno, entre los distintos impulsos opuestos que conducen al cinismo, o al altruismo, la voluntad de ser Aquel que viviese con la conciencia plena, en todo momento, de las tragedias de este mundo, estaría frito. No tengo, para nada, el deseo de vivir en otra época, en otro tiempo. Tal vez, nunca antes como en el mundo de hoy, las tragedias y la violencia han encontrado gente que dé testimonio de ellas. Yes ésta, la mínima condición de redención que los sufrimientos padecidos pueden encontrar, Pero la circulación tan vasta de todas esas noticias do­ lorosas o terribles, en su conjunto, obliga a quie­ nes la reciben a defenderse. Es como si la presión de la atmósfera se volviese tan fuerte, que empe­ zaras a sentir que va a hacerte explotar. Se volvería entonces necesario cuidarse del moralismo, ya que

Adriano Sofri: En elfin de nosotros debíamos encontrar un título para nuestro periódico. Queríamos evitar ser considera­ dos, una vez mds, como «aquellos que tienen siempre el nudo en la garganta». Pero también, queríamos el/itar la actitud de gritar de alegría y de fingir que no paó'aba nada. Habíamos intitulado al periódico «Serán años obscuros, pero serán nuestros años: felicitaciones)}. ¿' Tti, que relación tienes con nuestro tiempo presente?

Carlo Ginzburg: En todo momento, se pueden encontrar razones infinitas para pensar que uno vive en el peor de

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si en la psique de las así bombardeadas, no se produjesen una suerte de amicuerpos, no sería posible vivir. como con el frío: se buscan las maneras de soportarlo el mayor tiempo posible, antes de morir a causa de él.

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riesgo, es el de crear una sociedad que conoce una acumulación incesante de culpas, mientras que no dispone de instrumentos de desculpabilización. Con lo cual, lo que se produce es una inversión, en donde un proceso de desresponsabilización, avanza de manera paralela al crecimiento la Adríano Sofrí:

culpabilización. Pero existen, para cada persona, umbrales diferen­

tes. Por ejemplo, el caso de esa mujer de TrevÍ5o, que

se p¡'endió fuego en una plaza, hace poco más de un

mes, después de haber visto las fotografías de los ni­

ños ajusticiados en Irán.

CarIo Ginzburg:

En general, se trata aquí del problema de los ins­

trumemos de desculpabilización en nuestra so­ ciedad. Existe un estudio sobre las brujas de Salem, realizado por dos estudiosos americanos, que fue escrito en la época de la Guerra de Viet­ nam: este ensayo se esfuerza en describir, cómo en aquella comunidad, personas que actuaban de buena habían podido llegar a tomar decisio­ nes monstruosas. Dejando de lado la cuestión enorme de la causalidad, es importante el vínculo entre reflexión analírica y desculpabilización. ¿Es verdad que el análisis, llega como su resultado último, a la desculpabilización? ¿y si es verdad, es esto deseable? En el pasado, existlan rituales de desculpabilización que hoy han desaparecido. El

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