La Saga Del Negro

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Nina S. d e Friedemann nacida en Bogotá, es antropóloga y miembro de la Expedición Humana en la Pontificia Universidad Javeriana. Desde 1965 ha realizado investigaciones entre comunidades afroamericanas colombianas. Entre su publicaciones se destacan Ma NCombe, Guerreros y Ganaderos en Palenque (Carlos Valencia Editores, Segunda edición 1987), Carnaval en Barranquilla (La Rosa 1985), con Jaime Arocha Herederos del Jaguar y la Anaconda (Carlos Valencia Editores, Segunda edición 1985), con Carlos Patifto Rosselli Lengua y Sociedad en el Palenque de San Basilio (Instituto Caro y Cuervo 1983), con Alfredo Van in Chocó; Magia y Leyenda (Eternit y Arco 1991).

PRESENCIA

EN

La Saga del Negro es una prodigiosa síntesis de africanidad en Colombia en donde aparece, así sea como simple referencia, mucho de lo que se ha escrito sobre los negros en nuestro país y en donde se comentan las más recientes publicaciones de autores africanos sobre su propio continente. ... Puede confirmarse la facilidad con que Ni na de Friedemann se mueve en el tema de los negros en las minas de oro de la costa Pacífica, su organización social (cuadrillas y troncos), sus métodos de trabajo y la vida cotidiana del minero, s us anhelos y necesidades. Y también en muchos otros temas como el rte cultural africano en Colombia, en instituciones.

Nicolás

TITUTO DE GENETICA ULTAD DE MEDICINA PONTIFICIA UNIVERS DAD JAVER

NA.

NINA--S. DE FRIEDEMANN

LA SAGA DEL NEGRO PRESENCIA ·AFRICANA EN COLOMBIA

La Colección Primera Puerta, publicada por el Instituto de Genética Humana de la Pontificia ~niversidadJaveriana tiene como logosímbolo la puerta del primer local que albergó a la Universidad Javeriana en Santa Fe de Bogotá, luego de su fundación en 1623, construcción que aún se preserVa y es hoy la sede del Museo de Arte Colonial en nuestra ciudad capital. ··sapientia aedificabit sibi domun·· reza en el friso; ··sobre esta casa se edifica la sabiduría··. Como la primera puerta universitaria, amplia y siempre abierta, esta colección buscará ser un canal de intercambio entre la academia y la sociedad. ·

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INSTITUTO DE GENETICA HUMANA . . . . . FACULTAD DE MEDICINA PONTIFICIA UNIVERSIDAD ·JAVERIÁNA. .

SANTA FE DE BOGOTA 1993

Primera edición 1993 'r~

Friedemann, Nin a S. ~e La saga del negro Presencia Africana en Colombia Primera edición Santa Fe de Bogotá Instituto de Genética Humana Facuitad de Medicina Pontificia Universidad Javeriana Incluye bibliografía Incluye 8 ilustraciones ISBN 958-9176-09-7 1 Negros- Colombia -Historia Afroamericana 2 Africa- Historia- Cultura - Afroamerica. 3 Antropología II Nina S. de Friedemann ilustraciones: Robert E. Friedemann. Derechos reservados Ni na S. de Friedemann Instituto de Genética Humana Facuitad de Medicina Pontificia Universidad Javeriana Centro Editorial Javeriano Cra. 7º Nº 40-62 Of. 208 Tel2852964.

Santa Fe de Bogotá.

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A la vitalidad a la creatividad a la capacidad de la diáspora africana para vivir en tantos mundos.

CONTEN-IDO Agradecimientos 7 _ Prólogo 11 _ I INTRODUCCIÓN 17 -Africa-América 19 II NEGROS,ESCLAVOSYCRONISTASDEINDIAS 31

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III LOS AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN 39 ha diáspora africana y elpéndulo de las cifras--41 _ Los orígenes y el predominio étnico 45 -Regiones-y procedencias 49 IV ELNEGROENLA-sOCIEDADCOLONIAL 55 Desola-sol: - negros y códigos 57 Castas, mestizaje y blanqueamiento· 62 Palenques o la terilpraná epopeya libertaria 68 V INSERCIÓNY ARRAIGO DEL NEGRO Minas y troncos en ríos de oro 77 Haciendas y linajes en tierras-nuevas 83

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VI APORTES DEL NEGRO A LA CULTl.iRA - COLOMBIANA ·87 Raíces africanas y visiones culturales 89 Huellas de africanía · . y emblemas de nacionalidad 92 Hacia el siglo XXI 99

.VII REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 103



AGRADECIMIENTOS Los capítulos de este libro empe~aron a escribirse en 1991 cuando las deliberaciones de la Asamblea Constituyente que le háhfu:ri concedido espacio jurídico a las etnias indias, apenas hab.fuñ' considerado la posibilidad de examinar la situadón de tierras y de asentamiento de las comunidades negras en el litoral Pacífico, mediante el artículo 55 transitorio. Este artículo permitiría en los 2 años si~ guientes a la aprobación de la Constitución de 1991, preparar una ley que reconociera a las comunidades negras las tierras doride habían , ~ estado asentadas y formular mecanism. os para la protección cultural 1 y los derechos para el fomento de su desarrollo económico y social. .. ,,,~ Dos años transcurrieron hasta el 18 de junio de 1993, cuando .:: ~ después de una ardua lucha de las. comunidades negras y de sus reresentan tes, el Congreso de la República ~probó la ley que reconoce i la existencia étnica de los negros en Colombia. Y en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, ahora elevad() a de! partamento, una etnia raizal negra (Arocha 1992,-Friedemann 1993, · Gallardo Archbold 1993). Esta publicación tiene por objeto celebQ!J~~an­ cionada por el Presidente de la República en Quibdó el 2?.:_9-e agosto

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LA SAGA DEL NEGRO

AGRADECIMIENTOS

tender mejor la magia y la leyenda en el realismo fantástico del mundo americano. Una primera versión de esta publicación hizo parte del programa del Consejo Nacional para la cultura y las artes_,... Conacul ta-:- y de la Dirección General de Culturas P-opulares en México, realizado con motivo de la conmemoración de los 500 años del llamado encuentro de dos mundos. El programa convocó la presentación de ensayos sobre la cultura africana en los pueblos de América y congregó en la ciudad de-México a estudiosos de las Américas, en torno al desempeño de la diáspora africana en el Nuevo Mundo. La Expedición Humana de la Pontificia Universidad Javeriana, que desde hace varios años acoge por su parte, un programa de investigación y de.public~es sobre comunidades afrocolombianas, entre ellas la revist~ Amérka NegraJcogió la propuesta de este li- ·~ bro. Particularmente como una contribución. a lo_~p_r_Qg!Smas.de.do..; ~.. ~:·· c;:~Dcia_que.traerá-consigola ley 70 de l~.s C.OJ!lunidades·negras.~· Quiero agradecer al Dr. Jaime Bernal Villegas, Director del Instituto de Genética Humana y de la Expedición Humana y a los directivos de la Pontificia Universidad Javeriana por su generosidad y confianza en mi desempeño. En 1991, cuando presentamos el primer volumen de Améri~a Negra hablé del «Capitulo insólito» de la revista, que no había sido incluido, porque quería relatarlo allí mismo: A finales de 1990 leyendo un. editorial escrito por el director Bemal Villegas en el boletín de la Expedición Hu'!Tl4na, había estado cerca de sentirme alucinada con los siguientes apartes: ·

ley legitima la identidad histórica y socioétnica de los descendientes de los africanos llegados a Colombia, desde hace 500 años. El hecho jurídico, tan importante como lo fuera la abolición de la esclavitud en 1851 visibiliza a las comunidades negras frente a ellas mismas y de cara a la nación. Y por ende reconoce en la formación de la nación colombiana la contribución de una tercera raíz étnica, procedente de Africa. El paso dado por el Congreso de la República modifica así, los fundamentos de una ideología que, desde finales del siglo pasado y hasta ahora, concebía a nuestro país como·· una democracia, enmarcada en un americanismo donde indios y blancos se consideraban pilares, con exclusión de los negros. A estos, a duras penas se les confundía entre. los me~ti2;os, negándoles su especificidad socioétnica, histórica y cultural. La ley que hace honor a la declaración de Colombia como un país .multicultural y pluriétnico, inaugura nuevas perspectivas sociales y culturales sin discriminaciones étnicas formales. Con la posibilidad de difundir en ámbitos educacionales, m~ dios de comunicación y entre·las mismas comunidades negras, la historia de Africa y de sus descendientes en nuestros países enfocándolos como su jetos que han contribuido a la construcCión del país, el estigína de la esclavitud con c¡ue se: ha agobiado su ser social dejará de influir negativamente su cotidianidad. Las alternativas vibrantes a las cuales se refiere el último capítulo del libro, que·no alcanzó a re·-: gistrar el desarrollo de los acontecimientos producidos·por el attícU; lo 55 y la ley 70, ahora ·son· factibles para· las· comunidades· afroco:.. lombianas. · El reconocimiento formal de su ·identidad socioétnica no .sólo en la antropología, sino frente al país, contribuirá a que individuos .y comunidades abandonen la despersonalización ·que ·por 'fuerza. tuvieronque adoptar para participar en los transcursos de la nación.La difusión del conocimiento sobre la cultura negra con huellas; de un pasado africano capacitará a la nación para. comprender su contribución en la economía, en la literatura, en la música; emlasar:tes verbales y escénicas, en 'el deporte, en la. proteeción de la biodiversidad de los bosques del·litoral Pacífico. ·Nos permitirá en-

(<Soñar es una experiencia cotidiana ... pero más que la experiencia onírica, o lo que la sustenta fisiológicamente, soñar tiene la acepción de imaginar las cosas como deberían ser o como uno quisiera que fueran. Soñar se convie-rte entonces en una experiencia para la cual no se requiere estar dormido ... » , «Los momentos que pasa nuestro país ahora, requieren mucho de los su_eños de cada uno de los colombianos. Soñar en lo que podemos ser, en lo qf:le d~bemos ser. Verá claro cada uno, lo que es necesario hacer para convertir ese sueño en una realidad»

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Mi reacción inmediata fue ir a conocer esa fábrica de realidad~·s a partir de sueños. La Expedición Humana abrió sus puertas a mis propuestas de investigación y publicación sobre Afroamérica y 'me permitió establecer un intercambio disciplinario con diversos pensamientos. Pues bien. Este libro es producto de la misma fábrica. El colega Jaime Arocha Rodríguez, incansable lector y crítico de mis textos, me animó para proponer la publicación de este ensayo en Colombia, el cual también ha contado con sus sugerencias, su amistad, y su sabiduría. La antropóloga mexicana 1uz.M_ªr~_Mí:\:r.gn~~. M9D.Jiel, coordinadora general del programa Nuestra Tercera Raíz en Conaculta, México, me dio el estímulo fundamental para la elaboración de este ensayo. El escritor y lingüista Nicolás del Castillo conoce mi trabajo desde 1974, cuando me acerqué a su oficina de Gobernador del departamento de Bolívar para comunicarle mi programa en Palenque de San Basilio. Muy amablemente leyó las dos versiones, me ofreció sugerencias y aceptó presentar esta publicación. El analista y crítico literario Diógenes Fajardo Va.lepzuela, leyó este texto y amablemente volvió a corregir los q:riáColutds que siempre han agobiado mis escritos. · . ___ .. -· Robert Friedemann preparó con emoción las ilustraciones sobre marfiles senegaleses del arte escultórico del peinado africano. El Dr. Luis Felipe Delgado, director del departamento de Publicaciones en la Pontificia Universidad Javeriana y su ágil equipo de colaboradores acogieron con simpatía mis originales. Pero más importante que los reconocimientos anteriores, es mi afecto, hacia las personas de las comunidades negras que he conocido a lo largo de más de 25 años, desde cuando empecé mis trabajos de terreno en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina en el mar Caribe. El ímpetu que he recibido de todos y cada una de ellas en mi vida y en mis estudios está más allá de mis posibilidades de reciprocidad. A todos muchas gracias. Santa Fe de Bogotá, octubre 12 de~~?.~··~ 10

PRÓLOGO

S in los profundos y amenos trabajos de la antropóloga Nina ~-.de .Friedemann se conocería muy poco de nuestros negros del Paoflco, ignoraríamos la mayoría de sus aportes culturales, no sabríamos casi nada de sus modos de actuar, pensar y vivir y, sobre todo, los amaríamos menos. La húmeda, selvática y abandonada costa Pacífica de Colom\Jia ~~berga una numerosa población afroamericana _Qrácti~a­ ment/f!ura y coincidencialmente aislada que ha conservado su he-rencia espiritual con celoso orgullo y admirable tesón hasta el día de hoy. . ~legªrQn los esclavos .fundamentalmente como miner?s de @en sus múltiples corrientes acuáticas, s_obre t~do despw~s di 1'700, aunque muchos de ellos o sus descendientes hbres trapaJaro posteriormente como peones en los trapiches e ingenios azucarero ~ en las haciendas. ga,:na~er~! .4.~~ . .Y~~!~-~
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lactados, casi siempre fraudulentamente a las bahías, o los esteros de la costa Pacífica. La_gran-mayoría·-de-este>s-negre>s··entré-·al-país..en.elsiglo..XVIII, .~exactamen te-a-partir--de-1-700;-año-en el-eual.la,.minería.d.~QIQ...tomó J!n inusitado.auge en. el.Gho€ó.y en otros .lugares. deJa.costa. Eacífica. Ya por esta época la caudalosa corriente de esclavos bantúes que llegó masivamente (sobre todo a la .costa Atlántica) en el período que va de 1580 a 1640 (unión de las dos coronas) había disminuído mucho siendo reemplazada, desde la segunda mitad del siglo XVII, por negros ararás (ewe-fon) y minas (akán) los cuales siguieron predominando en el siglo XVIII cuando comparten su primacía con los carabalíes (efik e igbo} superando en su conjunto a los bantúes, pero sin ha-cerles perder a éstos su importancia cultural. Como lo señala Robert C. West en su clásica y excelente monografía The Pacific Iowlands of Colombia el cabo Corrientes divide radicalmente, como un poderoso hito, nuestra costa Pacífica: al . norte, los acantilados de la serranía de Baudó (y de la serranía del Sapo en Panamá) salpicados de bellas playas de arena fina, inte-; rrumpidas por promontorios llamados longos. Al sur, los manglares que bordean las costas de la zona meridional del Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño y que penetran al Ecuador hasta más allá de Esmeraldas. También allí, entre el mangle y el mar, hai playas. Los mangles, tan entraJ).ap~~9).e.Q_te evocados en un bello libro por ellam:ntado ~rofeSO("'VO!l,~~~l,:\11~~ perte;'~en, _como pudiera creerse a pnmera vista, a ·un-!Sola farruha botánica Sino a cuatro o cinco de ellas que han adaptado sus hojas, tallos y raíces al ambiente salino o · salobre en el cual pululan.,l.LilQ_de.estos_mangle~_es ¡2rimo hermano 4eJª.s.bogotªnª.s:ca.rnelias.y desde_qye_nos.ente_r.ªro_o_s_d..e_e.sornas.pa.~--ª~c!YJ~r.tir (aunque ello no tenga explicación científica alguna) en las ho-jas. .deJas .camelias_un_ex.tréiñQ. p_é!r.e~.ido . ~on Jª_s..JlQiª§. g~Jos

LA SAGA DEL NEGRO

PRóLOGO

sola excepción: el Patía. Entre el Atrato y un afluente del San Juan existe un breve espacio de tierra que hoy se recorre en bus, pero que en la Colonia se pasaba por el «arrastradero de San Pablo» sobre el cual los indios empujaban las cargas que traían las canoas para deposi-tarlas en otras canoas, atravesando así de una cuenca a otra. De Buenaventura al sur se navega por mar o surcando los largos canales de agua salada paralelos a la costa, escoltados por inmensos bosques de mangles~~

No ñ~~t:i~l;>~, P!J.~S, extr~~ar qt;.~.. él.:..~if~r.~ncjél pe.lª-~os.taAtlánti­ ca que sé. descubrió en cuatro meses, fuerpp nec:~~élrtos . c:uAtr.o_.ªños para explorartotaiffi.e.~te la costa Pacífica CQ1~111bian~.Y-~.91~~.9.nana. ··rara coronáré5a.inagna hazaña Pizarra y Almagro dividieron amigablemente su trabajo. At~er.a.el.que.ihª··ª .r.anamá..enhuscade _gentes y comidas ¡2ara r~mplazar Jos nnmerosos"maeries-y-alimen-

ta..!__~__ !g~_ .~9J2r~Yh~jg_nte$.J_.rnien.tras.~B-izano-~permanecía_en_algú n· inhóspi.toJ.u.gar.~deLucéano.J~a.dfico_ co.mQ, .l~~L~R.~.tª~- -~h.~g-~.D..ª.s' la

Eri.el Chocó las aguas de las fuertes lluvias·se recogen principalménte en dos grandes sistemas fluviales: el del río Atrato que las lleva al Atlántico y el del río San Juan que las conduce al Pacífico. En cambio al sur de Buenaventura abundan los ríos medianos, con una

desembocadura del río s~~Jy~_n_d...e.Micay..Ja.isla.d,el.G.ªUo...oJaJ~la y~~~g_~~-~ i!a E§~rift~Jos iuQ!§,R~!lsables.A~x.Ulgs. No fue posible ·fiindar en toda esa costa ni en sus islas una ciudad que, actuando como centro de aprovisiopan,Uento, permitiera continuar los descubrimientos hacia el sur. roda'~_estas_expediciones.hastallega.:r..all;erú tuvieron-que-ar-ma-rse-e~amá.-No ocurrió 11ada siinilar en América: ni la entrada de Hernando de Soto en los Estados Unidos, ni el\ d u rodviaj~ d~ Qt.u es~da d~:_~~n~~-~~r~-~~sta B
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PRóLOGO

riño. Es decir grosso modo, aquellos lugares donde se concentró l~ actividad minera de los negros en la Colonia y los primeros años de la República. Con posterioridad a la liberación de los esclavos en 1851 y hasta 1920 éstos se vieron obligados a desplazarse hasta la propia costa Pacífica en bt;tsca de nuevas ocupaciones. . Nos cuesta· trabajo imaginamos a Nina de Friedemann, una mujer menuda, tierna y femenina, viajando por aquellas húmedas selvas, durmiendo en hamacas, chinchorros o en el suelo y desplazán~ dose en incómodas canoas o pangas a través del formidable sistema venoso de sus ríos, único· medio de co~unicación en la mayor parte de nuestra costa Pacífica. Nina ha surcado casi todos esos ríos: Anchicayá, Napi, Mechengue, Bubuey, Saija, Timbiquí, Guapi, Satinga, Sanquianga, Güelmambí, Telembí, Ispí~ Yaguapí, Patía, Maguí, Nansalbí y Sumbiambí. Y también el Atrato y sus afluentes: Dom~ó, Opogodó, Napipí, Bojayá, Buchadó, Tagachí, Bebará, Beté, Neguá, Munguidó, Quito, Tanandó, Capá, Yuto, Andágueda y Cértegui. · Pero no ha limitado Nina S. de Friedemann sus actividades a la zona Pacífica. La autora se ha desplazado a San Andrés y Providencia, a San Basilio de Palenque, a Cartagena, a Barranquilla y a muchos otros sitios de nuestra costa Atlántica. Fruto de esos viajes y de sus abundantes lecturas son varios trabajos sobre los negros de habla criolla e inglesa en San Andrés y Providencia, sobre los ganaderos de Palenque y los ritos funerarios (lumbalú) allí mismo, sobre los cabildos de esclavos en la Cartagena colonial y sobre el carnaval de Barranquilla, cuyas comparsas de congas tienen tanta figuración. Todos estos temas y muchos más, se tocan en este libro que es una prodigiosa síntesis de africanidad en Colombia en donde aparece, así sea como simple referencia, mucho de lo que se ha escrito sobre los negros en nuestro país y en donde se comentan las más recientes publicaciones de autores africanos sobre su propio continente. ~quí en este libro puede confirmarse la facilidad con que Ni na de Fnedemann se mueve en el tema de los negros en las minas de oro de la costa Pacífica, su organización social (cuadrillas y troncos), sus

métodos de trabajo y la vida cotidiana del minero, sus anhelos y necesidades. Y tarnbien en otros muchos temas como el aporte cultural africano en Colombia, en su música, arte e instituciones. Este libro está llamado a convertirse en texto para los estudiantes ~¡ de antropología y sociología y en obligada obra de consulta para los ~ profesores y conocedores de estos ternas. . /

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NI COLAS DEL CASTILLO MATHIEU

1 Introducción

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LA

INTRODUCCIÓN

SAGA DEL NEGRO

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Africa y América

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~lin_colom_bia,...e.L2J.Ji~_mayo.de 1851Ja ley..de. ª:t>olición. di splJ.s.o que

·fp_dQs.Jo~. esda.v.os fueran .libres apartir,.de enero ..1 2 ..de.l8521 Pero la controversia jurídica y filosófica que acarreó la aprobación de ese mandato, duró tanto como las ~ismas guerras de independencia de España. Por su parte, éstas se nutrían y alimentaban de conflicto~ ~e cl~s.~-~ y ª~-~'.1-~t~s. En tanto que las huestes realistas en los llanos venezolanos y granadinos azuzaban a pardos e indios con el grito ¡Guerra a los blancos! y el español Boves recorriendo poblados le decretaba la libertad a los esclavos, los caudillos criollos blancos, nacidos en América, también vislumbraban un modo de captar el potencial de las masas populares para sus fines políticos (González 1976: 217-340). Negros y pardos fueron activos protagonistas en la contienda aliándose con españoles y luego con criollos. L.amo:neda.qye . ~.n 1.815 jugaban los negros en ~st.e drama tenía un valor: la liber~~d. La resistencia de los negros que durante la esclavitud había sido una constante en sus relaciones con amos y señores, tomó nuevo ímpetu con las tácticas de la huida y el enfrentamiento (Carrera Damas 1977, Friedemann 1979). Las mismas que habían sido utilizadas durante la Colonia en la guerr.a de cimarrones, que enel.territor.jo de la

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Nueva Granada duró cerca de 3QQ. ª.ñps. En la República, la resistencia seria reinventadaaCogiendo la «integración» propuesta por la sociedad dominante. El callejón era tan estrecho en ese período depost~abolición, que el blanqueamiento socio-genético, pareció ser la úniCa alternativa para lograr una emancipación real y el acceso a sus derechos civiles concedidos por ley, pero negados en la práctica social. Más cerca de nuestra actualidad al bordear el siglo XXI, la meta sigue déletreándose en términos de alcanzar legitimidad social y cultural en· el marco del Estado. Y por ende, el reconocimiento de ser una de las tres raíces en la génesis de la nación y la nacionalidad colombianas: la negro-africana, junto a la aborigen-americana y a la· europea. · Para el efecto, grupos e individuos negros de la intelectualidad en Colombia, se esfuerzan por alcanzar que en el campo de la educación y de la ciencia se hagan visibles la historia, la sociedad y las culturas africanas negro-americanas. La invisibilidad como una ex-. presión de la discriminaCión hacia los africanos y sus descendientes en países como Colombia ha sido firme ysutil y ha tomado una variedad de formas desde el mis·mo momento de la llegada de los euro~ peas. El mestizaje, como ideología de acción política ha sido una de ellas y sigue siendo útil pa.ra aniquilar diversidades socio-raciales que reclamen derechos de identidad. · La labor de interpretación teórica del devenir del negro en Colombia como una tarea de las ciencias sociales-es parte de la épica de. la diáspora africana. Pero es asunto que todavía no tiene muchos años. Roger Bastide a propósito de la diáspora-en América anotaba (1967), que estos estudios antes de la abolición de la esclavitUd eran sencillamente inconcebibiés. Porque la ideología de la ciencia de occidente consideraba al individuo proveniente de Africa apenas como una herramienta·para el trabajo físico y nunca como un portador de cultura. Una evall:!ª~jQ:rJ:.a.jos etnqgrá-

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INTRODUCCIÓN

LA SAGA DEL NEGRO

Jicos.enlos.cuales.la·s comunidades_negras aparecen como.sujetos de Í!!Y~~tjgª_Q_c)_J.l (Friedemann 1993). Lo.s~trabajos.pio.neros"de.Ro~rio :Yelásque~_{l9_4Bl,_José. .EafaeLArbo.leda..(l952}r.Aquiles....Escalante (1954) y Gr~~~.~~~~~-d~AIJ.?~.\l~?.§.2,.son los más pro_minenfes. A partir de ~obra del l!istoriadoLJaime..Ja-l'amillo.Uribe en tgrn.o_aJas r..elacione.~. d.g_~e.ñor.e..§,~..es.daxos.,en.la,sociedad.colombiana del _?jg!o ~--~~~~!!l~lª.I:íq._ el trab.~ jo. de..otros.investigador.es,.cuyos(D [email protected] .v.erídica.~.,.S..Pb.r~Jª.Pªr!ici.p~ciQ.n ecanómj ca,.social.y:rultur-a1del-negro.en nuestrP.pAͧ. El campo de la lingüística debió esperar Ull decenio más~ Los estudios de gennán de Granda (1968, 1971) y de Dereck Bickerton con .Aquiles Escalante (1970) seguidqs por los de Nicolás del Castillo (1982, 1984) y Carlos Eatiño Rosselli (1983) demostraron que en Palenque de San Basilio, una comunidad residual de cimarrones coloniales, existía un habla con memorias aJricanas. Del mismo modo, en el archipiélago de San Andrés y Providencia, el Caribe isleño colo m- . biano, los estudios de Jay Edwards (1970) descubrieron también la presencia africana en el habla criolla de sus gentes. Este hecho ha sido de profunda importancia tanto para las comunidades isleñas y la palenquera, como para el resto de la gente negra en· Colombia. Con anterioridad, el habla diferente de estos· grupos ·era esgrimida como una incapacidad para hablar «correctamente» el inglés o el español en los respectivos lugares. Para los estu. dios antropológicos e historiográficos el conocimiento del rico fenómeno de creación lingüística que ha contribuido a la afirmación cultural de la población negra colomt?iana, ha significado el hallazgo de nu~vas rutas para la interp:retadón científica en variados campos: en la organización social,_la estética, la literatur~ o la oralitura. Además de aquellos nuevos de la genética humana que intentan hacer aportes en la dilucidación de la proveniencia de los africanos (Keyeux 1993).

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La conmemoración de 1492 en 1992, por su parte, generó una c.oyuntura para entender que no fueron dos, sino tres o cuatro mundos los que se encontraron, y ha permitido discutir la participación de Africa y los negros en la construcción de las Américas. En Colombia propició un ambiente de reflexión a partir de reclamos de derechos a la diversidad que convergieron en junio de 1993 en la ley 70 en el marco de una nueva constitución que en 1991 definió a la nación como un ente pluriétnico y multicultural. A los negros -de modo similar que a los indios- se les ha reconocido su esta tus étnico y sus derechos territoriales y culturales. Las nuevas condiciones jurídicas del negro, con seguridad contribuirán a devaluar aqu~llas ideas que, por ejemplo en el campo de la antropologia coadyuvaron a desechar a las comunidades negras como sus sujetos de estudio y que en la historia sociocultural de Colombia, han in visibilizado a Africa como continente ancestral de núcleos importantes de gente negra en amplios territorios nacionales. Claro que experiencias similares de negación de la historia son también parte del transcurso africano. El estudioso senegalés Cheikh Anta Diop, sucintamente evalúa el fenómeno cuando afirma que «borrar, destruir la conciencia histórica siempre ha formado parte de las

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INTRODUCCIÓN

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imperio Ashanti, que estuvo mediada por la conquista de muchos grupos, entre los vencidos (Towa 1985:148), a los griots, historiadores tradicionales, especie de trovadores, especialistas de música, genealogistas o embajadores se les prohibió seguir contando la historia de su gente. Cualquier violación era castigada con la muerte. Los griots debían aprenderse la versión de una historia oficial que bajo la nueva hegemonía· debía ser relatada para sepultar los verdaderos orígenes de los grupos dominados, y lograr unidad y armonía bajo el nuevo imperio.

Si bien en Colombia la historia de los aborígenes americanos también fue víctima de este tipo de técnicas, la de Africa y la de la diáspora africana en América han resultado más afectadas. No obstante, en Africa, desde finales de 1950 comenzó a tomarse conciencia en torno a los efectos de la destrucción del conocimiento sobre el pasado y a la urgencia de su restauración. Actualmente, en este proceso participan intelectuales africanos que con el dominio de técnicas europeas de investigación y las suyas propias se esfuerzan por establecer un enfoque propio para dar a conocer en su continente y en el mundo occidental, la historia africana desde su propia visión (Fage 1982:60, Curtin 1982:78, Fall1992:17-37). Su trabajo ha contribuido a erosionar algunos de los mitos racistas !?eudocientíficos que llegaron a desfigurarla al punto de proclamar que «Africano tenía un pasado». Esos mitos se servían de una escala de valores socioculturales, espejo de una pirámide de pigmentación epidérmica en cuyos segmentos inferiores se colocaba a los negros como parte de los no-civilizados, de los otros. La historia de los africanos y de sus descendientes en el Nuevo Mundo resultaba así una cuestión sin importancia ni valor, y hablar de sus contribuciones en las sociedades donde vivían era mas que un exabrupto. El proceso de descolonización en Africa también generó ímpetus para afirmar la identidad de sus pueblos y naciones. La conmoción sociopolítica y económica de la poscolonia alcanzó los ámbitos de la educación y la ciencia. En la batalla por aniquilar los prejuicios racistas, la conciencia de una enseñanza de historia descolonizada se adoptó como un arma estratégica. A partir de 1960, en un lapso de 20 años, y de modo simultáneo al proceso de descolonización, alcanzaron a prepararse más de quinientos historiadores africanos con doctorado o grados equivalentes, quienes han emprendido investigación, publicación y enseñanza de sus análisis y materiales (Curtin 1982:86). Su recopilación de fuentes escritas europeas, árabes, hindúes y chinas anteriores y posteriores al siglo XV (H. Djait 1982, I. Hrbek 1982) dan cuenta de encuentros de Africa con otros mundos, mucho antes de 1492.

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técnicas de colonización, sumisión y embrutecimiento de los pueblos» (1983:60). El proceso sin embargo no alcanzó a aniquilar la memoria histórica africana, porque de acuerdo con Yoro Fall «los europeos no

tuvieron la fuerza necesaria para conquistar el alma y los cerebros de todos los africanos>> (1992:19). Pero en Africa misma en el siglo XVII, durante la formación del

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INTRODUCCIÓN

LA SAGA DEL NEGRO

una parte de la propuesta de Lathrap, en algún lugar de la costa septentrional del Brasil, hace más de 12.000 años pudo arribar un grupo de pescadores africanos. ·Buscando terrazas fueron llevados por corrientes marinas lejos de las costas occidentales de Africa hasta un punto entre Recife-y la desembocadura del Amazonas. ¿Viajaban en balsas o en canoas? ¿Fueron arrastrados con redes y las semillas del calabazo de botella (Lagenaria siceraria) domesticado en Africa y que no puede reproducirse sin la ayuda humana? ¿Acaso estas semillas fueron empleadas por gentes en las costas americanas? Aunque durante un decenio esta hipótesis fue desdeñada, en los últimos años, el aumento del número y la antigüedad de las fechas que atestiguan el poblamiento del continente americano, como la de Pedra Furada con 32.000 años en el nororiente del Brasil, sumados a otros datos que la sustentan, vuelven a poner a la propuesta de Lathrap en el escenario del debate (Guidon y Delibrias 1986, Gruhn 1988).. Y en el foco de las preocupaciones que estimulan la nueva historiografía en Africa. Por otro lado, si hablamos de encuentros de mundos, ésta hipótesis aludiría a uno temprano (Friedernann 1992, Friedemann y Arocha 1985). -

Elikia MI. Bokolo, es üno de esos nuevos historiadores. ACtualmente se desempeña como director en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales en París. M'Bokolo ha examinado las relaciones ·antiguas entre el Asia Oriental y el continente africano, que permiten trazar el protagonismo de Afr:l'Ca en una cadena de tiempo, espacio y circunstancias sociopolíticas. Que conforme él sostiene, desde luego invalidan cualquier pretensión de reclamar un comienzo absoluto en 14?21 como fecha inaugural de tránsito de un mundo plural a un ámbito planetario único. M'Bokolo .(1992:4) y numerosos científicos africanos, por el contrario, enfocan el evento de 1492 como parte de una serie de comienzos e!l)os cuales Africa nunca estuvo ausente. Dentro de·este propósito, la hipótesis considerada «sacn1ega», especialmente por la ciencia ,de occidente, en torno al contacto africano con América en tiempos. precolombinos, es una inquietud permanente, que estimula la búsqueda de testimonios de variada índole. Una conversación en- . tre el gobernador de El Cairo. y el emperador de Mali, Kankou Motisa durante su peregrinaje a lugares santos del Islam en 1324, compilada por Ibn Fadl Allat Al Omari, narra los esfuerzos de su predecesor Mansa Aboubakar II en torno a la exploración del océano Atlántico (M'Bokolo: 1992, friedemann y Arocha: 1986, Diaw 1983). Docum.entQs como éste se divulgan para estimular investigaciones sobre técnicas antiguas· de navegación en Africa, que aún es uno de los asuntos menos abordados en la .nueva historiografía del continente. Lo cual no quiere decir que no existieran. Las experiencias de Thor Heyerdahl demuestran lo contrario. Con su piragua Ra t construida de acuerdo con las técnkas de los Buduma del Chad, Heyerdahl navegó 4.345 kilómetros saliendo de Safi el 25 de mayo para llegar a' las Antillas ell8 de julio de 1969 (M'Bokolo 1992). .. En Colombia, en la misma vena de las hipótesis sacrílegas se ha colocado la del arqueólogo Donald Lathrap (1977) que propone el que los proces'os de domesticación vegetal, como otros ocurridos en el Viejo Mundo; se derivan de un patrón único de experimentación neolítica elaborado en el Africa hace 40.000 años, por portadores de las cülturas Sangoana y Lupembana (Shaw 1972). De acuerdo con

Retomando el hilo del trabajo de los africanos sobre reflexión y restauración en torno a su historia, deben menCionarse estudios como el de A. Hampa té Ba (1982) inmersos en la historia oral o ~nla oralitura. La tradición viviente, conforme la denomina, es sinónimo de «lA. Gran .historia de la vida», que comprende la historia de las tierras y de las'·aguas, de los vegetales, de las venas del seno de la tierra, de los astros, y por supue~to, de la historia del hombre, simbiosis de todas las historias, expresión de partículas de ·todo lo que ha existido antes deél. ·· · : Como una fuente para la rec6ns.trucción del pasado-, la recolecci.ón y eyaluación de tradiciones e historias oráles prosigue en Africa. Una muestra de su importancia es el resultado de la confrontación de las narraciones del cronista Cavazzi (1687) en el siglo XVII,

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relatos épicos, narrativas literarias y datos cosmogónicos con investigaciones recientes de terreno en 1970, sobre tradiciones locales. Todo lo cual ha servido para trazar en la región del Alto Kwango en Angola, un horizonte de dinastías y cambios sociopolíticos (Vansina 1985:182). Y también para traer a la luz la resistencia de carácter epopéyico contra la trata negrera, que en esa región como en otras se dio de modo permanente desde el siglo XVII hasta fines del XIX. 000000000000000000000000

El tema de la trata por el Atlántico sin embargo, sigue causando gran desasosiego en el escenario de las reflexiones y la práctica de una nueva historiografía en Africa. Para los africanos constituye la consecuencia más visible, la más durable y la más grave del encuentro africano, europeo y americano. Además es una cuestión que aguijonea sensibilidades, sentimientos y culpabilidades; que provoca innumerables reacciones. Y aunque los europeos no inventaran la esclavitud que en Africa era actividad antigua, practicada en escala reducida con fines de reintegrar socialmente a individuos que habían perdido a su familia en guerras u-otras catástrofes, la intervención europea le dio un carácter diferente y unas dimensiones monstruosas (Gueye 1981:186). De tal calibre, que la perturbación profunda que generó en la sociedad africana de su tiempo sigue proyectándose en el presente. La sangría demográfica de millones de seres humanos, que duró mas de tres siglos, es definida además por intelectuales africanos como una empresa de extirpación sociocultural comandada por alianzas de estratos dirigentes, parte de ambas civilizaciones, la europea y la africana de ese tiempo (Selassie 1992). Y contiene, para nu~~rosos estudiosos, factores que debilitaron la resistencia socio-pohhca frente al proceso de colonialismo europeo del siglo XIX. Lo paradójico es que todas las guerras internas y la migración íntercontinental, brutal y forzada hayan constituido el escenario para la formación de la diáspora afroamericana, parte integral de América. 26

LA SAGA DEL NEGRO

]NTRODUCCJÓN

Aunque tales acontecimientos en alguna medida son conocidos, no lo son en la misma fonna aquellos que documentan la resistencia africana a la trata en Africa misma. Y mucho menos con el significado de ser huellas de africanía dentro del fenómeno del cimarronaje americano que plasmó su ideología de liberación en palenques, kilombos, mambises, cumbes o mocambos. Trabajos de la nueva historia africana como los de Oruno D. Lar a (1981 :130) traen a la luz testimonios de esa resistencia en Guinea con los bijagos. y en el Congo con los jagas. Entre 1568 y 1587 un movimiento que se oponía a la trata, fue conocido como «La larga marcha de los jaga». Eran escuadras de guerreros fuertemente organizados política, religiosa y militarmente. Operaban en amplias regiones a partir de campamentos fortificados llamados kilombos, -el mismo vocablo que en Brasil señalaría a los cimarrones negros-. Hombres y mujeres eran combatientes, unos aliado de los otros. En sus marchas invadieron el Congo, devastaron el país con el fin de desorganizar las estructuras portuguesas de la trata esclavista. El objetivo,dice . Lara, era conquistar y destruir los reinos aliados a los europeos en el negocio de la trata. , Las narrativas de Cavazzi, anota Lara (1981 :130), describen el kilombo africano, y contienen datos de su organización social y religiosa. Hasta la fecha, sin embargo, en la historiografía de la diáspora afrocolombiana, no se han tenido en cuenta o no se han conocido estos datos sobre el pasado africano de resistencia a la trata. Que son importantes para el análisis del cimarronismo y en general de los estudios de grupos negros. Este es un ejemplo que enseña por un lado el alcance de la invisibilidad de la historia africana que afecta tanto a la historiografía de los grupos negros, como a la general de Colombia. Pero por otro lado muestra la urgencia de una com_unicación activa académica entre estudios y estudiosos africanistas y afroamericanistas. A más de la necesidad que en nuestro país tenemos de estimular la formación de cuadros de científicos que culturalmente hagan parte de la diáspora. 0000000000000000000000 00

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Otra instancia que permite examinar el alcance de· la invisibilidad de Africa en la conceptualización de las comunidades afrocolombianas se refleja en el campo de estudios de la familia negra. El manejo etnocéntrico que varios estudiosos le han dado al tema explicando la situación africana a la luz de conceptos como los de familia nuclear y monógama, ha conducido a errores y tergiversaciones. En Colombia, como en otros países latinoamericanos, la familia nuclear, monógama y cristiana se yergue como paradigma dentro de los análisis históricos y contemporáneos de organización social a nivel nacional. De esta suerte, es inexistente la consideración de hue..: Has de la familia extendida africana en la familia negra. Mas bien el encuentro de formas poligínicas, ha servido para estereotipar los roles de la mujer y de los hombres, tanto en el campo de la responsabilidad socioeconómica como en el afectivo (Friedernann y Espinosa 1992). Y tal estereotipia se ha ·manifestado en las ciencias sociales, en la literatura·, en el pensamiento religioso y filosófico. La propuesta. entonces es la de emprender el análisis de la mujer y la familia negras, porf.uera del.concepto etnocéntrico de familia nuclear. Así, eJ modelo clás~co de familia extensa propuesto por Murdock (1949), compuesto por dos o más familias nucleares, no parecería definir la realidad ni en Africa ni en Afroamérica.

LA SAGADELNEGRO

INTRODUCCIÓN

Este punto es el que según los africanistas, ha sido ignorado y trastocado en las discusiones teóricas sobre el tema, cuando se propone que tales familias eran «múltiples familias» con un esposo-padre en común (Sudarkasa 1980:43). Así mismo cuando seignora que su estabilidad no depende de la unión conyugal en cualquiera de sus fases monógama o po~ígama, sino del ejercicio de derechos de consanguinidad en el grupo familiar que, por lo general, tiene una base poligínica. Al referirme a huellas d~ afr1~anía o cadenas de asociaciones icónicas, me sitúo cerca de los planteamientos de Gregory Bateson (1972) sobre el lenguaje de los iconos, ideas que podría~ relacionarse a su vez con el concepto de «orie:ntaciones cognoscitivas» propuesto por Mintz y Price (1976), para aproximarse_a los problemas de la evolución de las culturas afroamericanas. En la misma vena, es que Niara Sudarkasa (1980) antropóloga africanista, opina que el más importante legado africano en Ia. diáspora americana es el. que proviene de la familia extendida, la cual recreó principios éticos, modos de comportámiento,_ rasgos estructurales y orientaciones cognoscitivas en nuevos lenguajes de parentesco, que le permitieron al negro sobrevivir biológica y culturalmente en el Nuevo Mundo. 000000000000000000000000

_E~ la familia extendida africana, la importancia del vínculo consanguíneo ha sido mayor que la del conyugal, apuntan los estudios de Niara Sudarkasa (1980: 43). Y el ciclo conyugal consta de una fase monógama seguida de una polígama, donde ambas son equivalentes. Si un hombre tenía o tiene una esposa e hijos, dos esposas e hijos o muchas esposas e hijos, su familia era y es una familia. Claro que cuando se trata de definir la fase monógama de esta. familia, aunque parezca reiterativo, es necesario desvincularse de la ideología que sustenta la noción de la familia nuclear monogámica en la sociedad occidental. Porque en la familia extendida africana, institucionalménte dicha fase no es insular ni en su formación, ni en su funcionamiento (ibídem: 43).

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_ El ensayo que esta introducción present_a en tomo a los grupos negros colombianos es un homenaje de admiración a su saga de 500 años en América. A su vitalidad y asu creatividad, a la capacidad de la diáspora africana para vivir y sobrevivir en tan tos mundos.

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11 Negros, esclavos y cronistas de indias

NEGROS, ESCLAVOS Y CRONISTAS DE INDIAS

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Han transcurrido casi cinco siglos desde cuando los primeros afri·canos empezaron a llegar a Colombia, no precisamente cor;no parte de los cautivos en la empresa de la trata. Hubo africanos que viajaron con los españoles en la aventura del «descubrimiento» pero que se perdieron en las crónicas de conquista. El hallazgo de algunos nombres como ~1 de Ñuflo de Olano, que al lado de Vasco Núñez de Balboa su:tJió a la cumbre de Quareguá y miró también por primera vez la inmensidad del Mar del Sur -el-océano Pacífico- el25 de ·septiembre de 1513, es un testimonio. Afortunadamente en este caso, el eséribano Andrés de Valderrábano, miembro de lá expedición de Balboa anotó la presencia de Olano y su escrito fue a dar a las manos • del cronista Gonzalo_Femández de Oviedo y Valdés.· Ñuflo de Olano debía hacer parte de_ esos africanos conocidos como negros ladinos, negros de Castilla ·o negros de Portugal, Uamados así por estar familiarizados con el lenguaje y idiosincrasia de.españoles y portugueses. Provenían de aquellos que desde antes de-1445 habían comenzado a llegar a la península Ibérica a bordo de las barcas y·barineles de Enrique el Navegante que, merodeando por las costas de Guinea, ya se habían dado mañas para agarrar y transpórtartautivos. Tanto que en 1552, de los 100.000 habitantes de Lisboa 10.000 eran esclavos negros. A su vez, a fines del siglo XVI en Es-

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paña, el 2.5% de sus nueve millones de almas también era de esclavos negros (Alvarez Nazario 1974:24). El documento en que por primera vez en la historia americana aparece autorizada la entrada de esclavos negros a las colonias de ultramar (Díaz Soler 1974:20) fue la Instrucción que el 16 de septiembre de 1501, los reyes le dirigieron a don Nicolás de Ovando, Gobernador de las Indias. La tal Instrucción especificaba que no se permitía introducir <(moros nin xudios, nin erexes, nin rreconcyliados,

nin personas nuevamente convertidas a Nuestra Fée, salvo si fueren esclavos negros u otros esclavos que fayan nacido en poder de crystianos, nuestros subditos é naturales» (ídem). La proporción de población esclava negra que vivía en la península Ibérica facilitaba con holgura el cumplimiento de la Instrucción. Así en 1538 la expedición de Juan Vadillo que salió de Cartagena en un bergantín hacia Sebastián de Urabá, (Del Castillo 1990:137), para luego seguir por tierra, llevaba como lo apunta la crónica de fray Pedro Simón, un «gran número de negros y negras, pues eran más de ciento>> (Ed. 1981: T. IV: 188). Pero, ¿cuántos de éstos en España eran esclavos y cuántos eran negros residentes libres y que voluntariamente engrosaban la aventura? Estas son preguntas que aún no tienen respuestas precisas, aunque es factible presumir que estas dos categorías de negros debieron llegar con los conquistadores: los esclavos y los libres, ambos procedentes de España en un principio. Ello a juzgar por la investigación histórica sobre el transcurso de los africanos en la península Ibérica, desde antes de la mitad del siglo XV. Además, porque durante el siglo XVI muchos de los residentes llamados «de color» con ascendencia africana, cuando se embarcaron en Sevilla hacia el Nuevo Mundo, entre 1509 y 1559 anotaron su procedencia peninsular en el Catálogo de pasajeros a Indias (AlvarezNazario 1974: 25). De todos modos, la crónica sobre la expedición de Vadillo hacia el sur en 1538 anota la participación de unas trescientas cincuenta personas entre las cuales también había indios e indias de servicio. La nómina era de nobles, alféreces, capitanes de infantería, oficiales, curas, soldados y gente de pueblo. Entre el grupo se encontraba P_edro Cieza de León quien años más tarde se convertiría en uno de los

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NEGROS, ESCLAVOS Y CRONISTAS DE INDIAS

LA SAGA DEL NEGRO

notables cronistas de Indias. En ese tiempo era apenas un joven de dieciocho años que se había iniciado en América desde los 14 años. Había llegado a Cartagena en 1534 desde Sevilla en una de las tres naves del Contador de la gobernación de Cartagena de Indias, Rodrigo Durán (Del Castillo 1990: 137). Su experiencia de ocho años de estadía en la región antioqueña le permitiría incluirla en la primera parte de su Crónica del Perú. Esta expedición de Vadillo duró catorce meses y estuvo plagada de incidentes, de marchas en lodazales, ataques a grupos indios, heridos, muertos,- caballos sacrificados para aplacar el hambre, accidentes en despeñaderos, robos a los indios, saqueo de sus tumbas y todo el horror que como una constante marcó el episodio brutal de la entrada de Europa en el territorio americano. Según la crónica de Fray Pedro Simón (Ed.1981, T. V: 224), en Cali se repartió el pillaje de oro entre los que quedaron después de haber perdido noventa y dos españoles, ciento diecinueve caballos y «muchos indios e indias y muchos negros esclavos». Aunque en esta crónica también se perdieron . los nombres de los indios y de los negros y el número de sus muertos, en el transcurso del relato su presencia aunque esporádica es un testimonio· valioso. Tal es el caso de aquellos diez negros que son enviados a las labranzas de los indios para robarles el maíz y otra comida. Dos de ellos caen abatidos cuando los indios. les salen. La narración también anota cómo en ocasiones en el fragor de los enfrentamientos, los negros huyen de la expedición y seguramente se vuelven cimarrones. Cuenta la crónica que algunos ya heridos se escondían para morir en paz. Lo que no indica es si aquellos que alcanzaron a llegar a Cali recibieron algo de la repartija del botín que produjo cinco pesos en oro pata cada soldado. Por el mismo tiempo, en 1540 salió de la península la expedición del licenciado Alonso. Luis de Lugo. Luego de llegar al Cabo de la Vela, arrancó por tierra, «con baquianos y gente que ya había estado en

otras expediciones,llevaba doscientos soldados y otros tantos caballos y bestias para carga y treinta y cinco vacas con sus toros» (Simón Ed. 1981. T. IV: 140). Aunque en un comienzo el cronista no menciona negros, a medida que avanza su narrativa los esclavos surgen como persona35

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jes de trajín. Hay un momento de crisis cuando las provisiones escasean y los ánimos le flaquean al mismo don Alonso. Entonces salta el esclavo Gasparillo quien habiendo hecho parte de una expedición anterior con Jerónimo de Lebrón y conociendo las trochas y serranías de la región, dijo que podría llegar hasta la ciudad de Vélez y conseguir ayuda. Pero lo haría -dijo- «si vuestra señoría se sirviese de darme carta de libertad». A ~o cual don Alonso le contestó que no sólo le daría una carta· de horro sinó cuarenta si fuera necesario, escritas en letras de oro, con tal de que consiguiera socorro (ibídem: 152). Pero éste no fue el único incidente en el cual el protagonismo de uno de los negros alivió la crisis. Unos días antes Juan de Castellanos soldado muy avezado y quien al parecer había estado en la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada, le propuso al licenciado Alonso que en compañía de otros se desprendería del grupo y llegaría a Vélez para conseguir auxilios. En la crónica aparece entonces el negro Manga Lengua -quizá manga luango- que en vista de tanta hambre, privaciones y dificultades, decide entrar al poblado de indios que divisan a lo lejos. Sin resultado, porque tan pronto los indios lo ven·empiezan a perseguirlo y de milagro se salva. Juan de Castellanos resultó el mismo que años después sería cronista, cura, Beneficiado de Tunja y dueño de haciendas y esclavos negros (Cortés 1966). El Cantb I de sus Elegías de Varones Ilustres de Indias evoca su aventura, dejando entre líneas el hambre, el desfallecimiento y los tallos d~ bihao que para no agonizar, según Fray Pedro Simón (Ed. 1981 T. IV: 144), tuvieron que comer él y sus acompañantes día tras día:

El don Alonso,pues con buenos guías de los antiguos hombres convocados· Pdrel de la dudad de Santa Marta en continuación de su viaje fue caminando por aquellos llanos por do fueron a dar a los dos ojos de cristalinas aguas, aunque gruesas, desde donde se ve la serranía 36

NEGROS, ESCLAVOS Y CRONISTAS DE INDIAS

LA SAGA DEL NEGRO

frontera de los indios Coronados, cuyas faldas se dicen las acequias de que tenían uso los vecinos : Confines al enhiesto y empinado Cerregión de los negros fugitivos,

Que en tiempo les sirvió de fortaleza desde donde comienzan las llamadas del gran Valle de Upar, diversas veces en mis memoriales repetidos. (Juan de Castellanos en Castro Trespalacios 1977: 28). Al fin y al cabo la crónica de Simón no volvió a referirse ni al esclavo Gasparillo ni a la suerte del negro Manga Lengua. En 1543 cuando el licenciado Alonso Luis de Lugo llega a Vélez solamente ib~ con setenta y cinco compañeros de los casi trescientos con quienes comenzó y de los casi trescientos caballos y otras bestias que tenía sólo llegaron veintinueve o treinta (Simón Ed. 1981 T. IV: 157). Ya en esta parte del relato se desvanece la esperanza de saber cuántos negros o si acaso ninguno llegó con vida a V élez. Por su parte, Juan de Castellanos en su Historia de Cartagena sí menciona el hecho de que Pedro de Hered~a llevaba negros en su expedición del Cenú. Dato que aparece confirmado en el juicio de residencia que en 153Tle siguen ydonde se le aeusa. de <•:permitir a los cincuenta negros que había traído para trabajar en las sepulturas ... » que robaran los mantenimientos de los indios en los alrededores (Borre. go Pla 1983: 54). Sobre estos negros se sabe que algunosde ellos se fugaron y en 1540 fueron localizados en cercanías de San Sebastián de Buena vista. Pero es interesante el encuentro en 1545 de un palenque situado en las' inmediaciones del pueblo de Tofeme en el partido de Tolú y que según documentación existía desde 1525. Así cuando. la campaña de exterminio sale de Cartagena hacia Tolú, al regreso el parte fue que habían encontrado y abatido como trescientos cimarrones (ibídem: 37

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430). La pregunta que sigue entonces es la de si estos negros provenian de España y Portugal a través del goce de licencias que en ese tiempo la Corona concedía a particulares. Y cómo lograron constituir un grupo de rebeldes tan considerable en número. Un ensayo de respuesta es el de Borrego Pla (1985: 431) que supone la llegada de cimarrones desde Panamá y Tierra Firme. De cualquier modo, los datos anteriores permiten presumir que buen número. de ladinos, o conforme algunos autores señalan, negros españolizados llegaron con los conquistadores a tierras del nuevo mundo. Así, la crónica aludida por Juan Friede en sus Documentos inéditos para la historia de Colombia (1955 -1960) puede contar cómo en Ada (actual Panamá), músicos y bailarines negros en 1520 entretenían a los caciques Darién.

111 Los africanos: Cifras y origen

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Los AFRICANOS:

CIFRAS Y ORIGEN

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La diáspora africana y el péndulo de las cifras Jl........ . >~ ......

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La gente negra en Colombia desciende de aquellos individuos que llegaron con los primeros conquistadores y de los miles de africanos que desde el siglo XVI oficialmente desembarcaron como parte de la trata, en Cartagena de Indias, y de contrabando en otros lugares como Buenaventura, Chirambirá, Gorgona y Barbaco~s en el litoral Pacífico y en Riohacha, Santa Marta¡. Tolú y el Darién sobre la costa Atlántica. Actualmente, encontramos grupos negros descendientes de africanos. en regiones de las costas Atlántica y Pacífica y en sitios de los valles interandinos así: ·•·Región del Caribe:· departamentos de la Guajira, Magdalena, Atlántico, Bolívar, Córdoba, Cesar, Sticre y Antioquia. • Costa del Pacífico: departamento del Chocó y zonas costeras de los departamentos del Valle del Cauca, Cauca yNariño.

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• Valles interandinos de los ríos Ca u ca y Magdalena, incluyendo algunos de sus afluentes y el valle transversal del rio Patía.

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Mucho se ha escrito en tomo a la trata como un tráfico de vergüenza, que produjo ganancias económicas para las naciones europeas participantes y grandes pérdidas humanas, culturales y económicas para Africa y América. La historia y la demografía de la trata trasatlántica, por supuesto, son ternas que han generado polémicas cuyos marcos han sido no solamente la evidencia documental, sino las posiciones ideológicas frente al hecho sociopolítico de la esclavitud (Tannenbaum 1968, Elkins 1971, Winks 1972, Lane 1971, Genovese 1967). Desde luego que hay suficiente literatura sobre las circunstancias de movilización de las víctimas en terrenos de captura, prisión, devastación cultural, transpor.te en hacinamiento, trasplante en medios hostiles y sujeción a trabajo forzado. Esto, para mencionar algunas de las condiciones que encararon aquellos que alcanzaron a llegar a América. Porq~e se habla de 15%,20% o 25% de africanos que habiendo salido de su continente nunca desembarcaron en el nuevo mundo: murieron o se suicidaron. Empezaban a desfallecer en las factorías de las costas africanas y expiraban durante el viaje trasatlántico. Se enfermaban de melancolía fija (Triana y Antorveza 1989). Acurrucados, con la barbilla sobre las rodillas y los brazos alrededor de las piernas, rehusaban alimentos hasta que morían. De los bidyogos o bijagos que eran guerreros, se sabe, que sin tener nada a la mano, se doblaban la punta de la lengua hacia adentro, y empujando la glotis sobre la tráquea la obliteraban impidiendo la entrada y salida del aire de los pulmones. El frecuente suicidio en el viaje trasatlántico, siguió ocurriendo entre los cautivos una vez colocados en los frentes de trabajo esclavo.

La historia del sufrimiento corporal de los africanos en las armazones de los barcos de la trata es conmovedora. En Jos navíos secarecía de servicios médicos. Enfermedades como escorbuto, infecciones en los ojos, viruela, dis~ntería, a la llegada de los puertos de desembarque eran anotados en los documentos corno tachas o defectos físicos. Que para los esclavistas tenían significado en cuanto eran impedimento para presentar al cautivo como mercancía apetecible en el mercado de compra-venta de trabajadores (Triana y Antorveza 1989: 39-66). La agonía física de males incurables corno el de Loanda, el nombre de uno de los puertos de embarque, en la costa de Angola, era pavorosa. A las víctimas se les hinchaban los cuerpos, se les pudrían las encías y generalmente morían. La crónica relata cómo el firmamento del océano se poblaba de seres que antes de morir se retorcían con recias calenturas y otros padecimientos corno viruelas, tabardillo y sarampión (Val tierra 1980: T. II: 56). En esta terrible historia las víctimas debieron apelar a sabidurías propias, decisiones y acciones para aliviar y curar las dolencias físicas. ¿Qué dioses y fuerzas protectoras invocaron? ¿qué plegarias elevaron? Develar lo ocurrido en este trance permitiría dibujar la c_onstrucción de los cimientos que originarían la presencia de una diáspora africana en países como Colombia y su concreción en la cultura negra de los descendientes de los africanos. Así como el proceso de impregnación de esta cultura en conglomerados de composición socio racial diversa. Aunque hay numerosos estudios en relación con el transporte forzado de los africanos a América, aún no se ha aclarado ni el número de personas que fueron arrancadas de sus territorios, ni el de los que llegaron. Como tampoco su procedencia exacta. Entre los estudios demográficos de la trata, la controversia sobre la magnitud numérica se desenvuelve en cifras que van de los 9 millones hasta los 100 millones, pasando por apreciaciones intermedias de 25 millones y cifras menores de 3 millones (Friedemann y Arocha 1986: 33). Germán Colmenares (1979) anota más de 9 millones, en tanto que Edward Dunbar (véase Curtin 1969) señala unos 14 millones en la trata en América, cifra que se compara con las de Herbert S. Klein

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• Departamento de ~an Andrés Providencia y Santa Catalina en el Caribe isleño.

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Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN

(1986: 93) que oscilan entre 10 y 15 millones. Este a su vez anota el hecho de .que cuatro quintos. del total de esclavos africanos llegados al nuevo mundo fueron transportados en ·150 años, desde el siglo :XVIII hasta m~iados del XIX. Yen cuanto a Colombia, Curtin (1969: 46) consigna una cantidad de 200.000 esclavos importados durante el período total de la trata para lo que hoy son Colombia, Panamá y Ecuador. . Posteriormente, el cotejo de esta cifra con análisis cuantitativos de Germán Colmenares (1979) y cuentas minuciosas de Nicolás del Castillo (1981), ha complementado las estimaciones de Curtin. Por un lado, Colmenares concluye que de los 200.000 esclavos que Curtin asigna a la Nueva Granada, Panamá y la Audiencia de Quito, podría especularse que algo más de la mitad le cupo al actual territorio colombiano. Y a esa cantidad, le agrega las partidas por contrabando, qüe habida cuenta del costo de transporte y alimento, según él, no debieron ser siquiera el 50% de las legales. Así, Colmenares fija el número total de esclavos introducidos en Colombia en alrededor de 120.000. Nicolás del Castillo, por su parte, muestra que sólo en 60 años · entre 1580 y 1640 el número de esclavos introducidos por Cartagena sumó un total de 169.371. Luego vendría el contrabando de los holandeses desde Cura~ao y también el de los ingleses desde Jamaica, que se inició a mediados del siglo XVII (1981: 245 -253). Si este dato se mira a la luz de la apreciación de Klein (1986: 94) de que el número mayor de esclavos llegó al nuevo mundo entre el siglo XVIII y mediados del XIX, tendríamos una mayor dimensión. . Según Curtin (1969: 46) para 1810 en la Nueva Granada la población de origen africano sin mezcla era de 72.270, pero la proporción de mulatos en la población total ya era del 50%~ Ello sugiere que en esta fecha la población de origen africano contenía una alta proporción de criollos, es decir que había un crecimiento natural de la misma. Entonces, surge la pregunta sobre el porcentaje de negros que existían en ese 50% de mestizaje mulato, i.e. blanco-negro. Por otro lado T. L. Smith (1966: 215) apoya el concepto de Curtin anotando que la población negra de Colombia ha mantenido los mismos por-

LA SAGA DEL NEGRO

centajes desde el siglo XVIII en relación con la totalidad. De todos modos, el censo de 1964 (Atlas de economía colombiana) trae el dato -de que·en -Colombia un 30% de .la población es negra y mulata. De acuerdo con proyecciones ~ctuales, un 10% de esa cifra podría COilSiderarse actualmente como población negra y el20% restante como impregnada en términos ge.néticos y de cultura negra. Estamos así frente a un péndulo de cifras, algunas de las cuales se mueven_ en un escenario. demográfico y de intereses políticos similar a aquel de leyenda rosa y negra de los indios durante la Conquista y en relación con el proceso de su aniquilamiento (Friedemann 1975, Friedemann y Arocha 1986). Desde luego que el creciente número de negros en la actual Colombia tiene un significado distinto al del estrecho 1.2% de la población indígena cuya recuperación sigue siendo leve.

Los orígenes y el predominio étnico Pero si las cifras de la trata son tan elusivas, la composición étnica de las víctimas no es menos. Su dilucidación está en ciernes aún por parte de los .estudiosos africanos que han decidido emprender la pesquisa académica que por mucho tiempo fue exclusiva de los eu_ropeos. _ No han sido suficientes los documentos de embarque y desem.. barque de los africanos para saber a qué grupo pertenecían, aunque la construcción de catálogos de grupos tribales a partir de tales documentos fue una base importante para iniciar el rescate de esta historia étnica. Se precisan entonces nuevas forf!\aS de investigación con la ayuda de otras ciencias. En Colombia, conel desarrollo de ~os estudios de biogenética ha surgido la posibilidad de rastrearlo~ orígenes de sus poblaciones negras. El conocimiento de elementos de la estructura cromosómica de los grupos en áreas tradicionales de concentración demográfica, mediante estudios de marcadores como el HLA puede ofrecer elementos valiosos para confirmar datos como

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Los AFRICANOS:

DE FRIEDEMANN

los documentales y los lingüísticos sobre la proveniencia de los i'nmigrantes africanos (Friedemann y Briceño 1990, Keyeux 1993). La preocupación en torno a los orígenes de los africanos que llegaron a América tiene, por supuesto, una razón: descubrir las huellas que los distintos grupos dejaron en las nuevas culturas y sociedades americanas, con el propósito de dibujar el proceso de.algunos de los perfiles de la diáspora africana. En la discusión académica de la trata negrera, durante mucho tiempo se hizo hincapié en la estrategia de separación de gentes de . una misma región para romper la comunicación lingüística, la identificación religiosa o la solidaridad tribal. Entonces, las consecuencias deculturadoras de la disgregación se volvieron argumentos para sostener la incuria cultural del africano en América. No obstante, la deculturación total es imposible y conforme anota Moreno Fraginals (1977:14) antes bien, en un sistema de explotación puede suceder que la clase dominante estimule la permanencia de ·algunos valores culturales de la clase dominada, con miras a reforzar la estructura.establecida. Efectivamente, durante la Colonia, la constitución de cabildos negros como los que existieron en Cartagena al borde del mar, primero como enfermerías que congregaban gentes procedentes de una misma tribu o nación fue una táctica de las autoridades con la cual se intentó erosionar cualquier brote de solidaridad rebelde. Además, se trataba de propiciar la continuidad de las hostilidades intertribales. Esas que en algunas regiones africanas habían sustentado la venta de hombres y mujeres a los traficantes negreros. Empero, con esa táctica, los cabildos, conocidos en Cartagena en un principio como casas de cabildo, se convirtieron en refugios culturales de africanía (Friedemann 1988). Con el tiempo, esa africanía elaborada y transformada penetró y modificó la sociedad en amplias regiones. En la rutina y en la fiesta, en lo sagrado,lo profano y lo funéreo. En el transcurso de la trata es preciso distinguir un proceso de reintegración étnica del africano y sus descendientes en América, a lo largo de varios siglos (Friedemann y Arocha 1986: 37). Es cierto que la táctica de agrupar a los trabajadores cautivos manteniendo un

CIFRAS Y ORIGEN

LA SAGA DEL NEGRO

patrón de heterogeneió ad tribal o regional buscaba ejercer un dominio más certero mediante la atomización cultural de cada víctima. Sin duda alguna, la técnica fue eficaz. No obstante, debió llegar un momento cuando las posibilidades de mantener esa heterogeneidad fueron desbordadas por la abundancia de esclavos con afinidades culturales. A esa situación debió llegarse por diversos caminos. U no de ellos, originado en las mismas costas africanas, en las factorías, donde a los cautivos se les concentraba para esperar a los barcos negreros que a veces demoraban en atracar o en despegar de los puertos. La agregación de personas de la misma procedencia en el estadio africano del cautiverio seguramente p~opició formas de reintegración étnica a las que podría denominarse pasivas, en oposición a las activas que se darían en circunstancias como el cimarronaje (Friedemann 1988). Otro de los caminos para la reintegración pasiva debió propiciarlo la captura selectiva de esclavos procedentes de determinados grúpos y preferidos en los mercados americanos por sus . habilidades como trabajadores o por ciertas cualidades de educación que los tornaba «apetecibles» (Escalante 1964: 105 -110). Al respecto de la captura, vale mencionar que de acuerdo con investigaciones sobre la trata (Klein 1986: 97), los datos muestran que fueron los africanos quienes dominaron el mercado de la oferta en su propio continente. Quienes abastecían los esclavos eran jefes locales (Meillassoux 1990: 79) o miembros de determinada clase de alguna sociedad africana, a veces mulatos u otros oriundos también de Africa. En la costa de Guinea a esas generaciones que surgieron a raíz de las necesidades del comercio europeo y cuyas gentes fueron engendradas por portugueses con mujeres africanas, se les conoció como hijos de la tierra. Entre éstos están los lan~ados o cazadores de gente a quienes ya en 1508 se les encuentra en Guinea, viviendo entre los africanos. El mismo fenómeno se encontraría en Angola y a quienes se ocupaban de la cacería se les conoció como pombeiros. Su oficio consistía en hacer prisioneros en las orillas de los ríos y riachuelos para cargar los navíos anclados al borde del mar con destino a los mercados de Lisboa y luego hacia América (Rodney 1970). ' 47

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Los AFRICANOS:

DE FRIEDEMANN

El pillaje esclavista con destino a los europeos se generalizó entre muchos grupos africanos cuando éstos fueron instigados por los mercaderes europeos mediante el acicate comercial y el poder que algunas tribus empezaron a tener sobre otras y sus territorios, gra~ias al respaldo de las armas de fuego. Los conflictos inter.tribales, las venganzas personales, las diferencias entre clases gobernantes y gentes de menor rango estimularon la agresividad que prendió la contienda. Por ejemplo, beafadas,- pepeles y bijagos atacaron a los nalus; los balantas soportaron el pillaje de beafadas y pepeles, mientras que los yo las sufrieron a los mandingas. Rodney (1970: 113) afirma que entre 1~62 y 1640, las grandes tribus cazadoras de esclavos en la costa de Guinea hacia el norte, fueron los manes, mandingas, casangas, coco lis y, en menor escala los susus y los fu las. El terror se expandió así a lo largo de Senegambia, y luego por entre los grupos de Africa Central alcanzando a llegar a Mozarnbique. A partir de 1483·cuando las primeras carabelas portuguesas llega- . ron al Congo, las relaciones con el reino de Portugal desembocaron en el comercio de africanos que fueron enviados a Lisboa y a Santo Tomé. El, comercio de esclavos se alimentó de gente como los tekes y los mpumbus en el noroeste y en el país de los mbundus en el mismo Congo. Los historiadores de Africa Occidental afirman que al final de la trata la vida social, econórh.icá y política de dicha región africana estaba enderezada a producir un flujo _continuo de esclavos para llenar los navíos que fondeaban uno tras otro a lo largo de la costa, con las funestas consecuencias que ello acarreó en sus estructuras. · Durante la trata, las naciones poderosas europeas se involucraron disputándole a Portugal desde el siglo XVI sus derechos sobre las costas occidentales del continente africano. La franja de la ambición empezaba en Senegambia y se extendía hasta Angola. A medida que los acontecimientos sociopolíticos y económicos envolvieron a las potencias europeas en la trama del comercio con los-africanos y la explotación del nuevo mundo con sus promesas y recursos, el manejo del tráfico pasó de las manos portuguesas a las holandesas, ingle.;. sas y francesas en los siglos XVII yXVIII. Los ibéricos que iniciaron la trata, fueron los últimos en abandonarla.

CIFRAS Y ORIGEN

LA SAGA DEL NEGRO

Regiones y -procedencias Los orígenes de los africanos que llegaron al territorio que hoy es Colombia han sido discutidos, particularmente cuando se ha ensayado atribuir «rasgos culturales» a determinados conglomerados de gentes en ciertas regiones (Escalante 1964, Arboleda 1952). Sin embargo, de acuerdo con uno de los historiadores de la trata en Colombia, Jorge Palacios Preciado (1982: 231) las conclu:siones sobre el origen tribal siguen siendo muy generales y vagas. Palacios precisa sin embargo, que durante los siglos XVI y XVII, los sitios de donde fueron extraídos estuvieron establecidos por las licencias y los asientos que marcaron a las llamadas Islas de Cabo Verde, y ríos de Guinea. Pero al finaC él mismo admite que de acuerdo con la documentación, incluyendo registros de compradores, documentos notariales y testamentos, entre otros, a la Nueva Granada llegaron esclavos de todas la~ zonas de.extracción africana: «de los ríos de Guinea, Sierra Leona, Arará, Mina,

Carabalí, Congo y Angola».

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Por su parte, Germán Colmenares apoyándose en una regionalización deCurtin (1969) y usando un número de patentes o registros de venta al por mayor de esclavos traídos durante la primera mitad del siglo XVIII, que tot_alizan 3.000 cautivos (1979: 46 -49), presenta una aproximación al problema. La dicha patente era ~xpedida a favor del comprador por los factores del asiento o quienes tenían una licencia, y servían a modo de salvoconducto en Mompox y en Honda, lugares de tránsito obligado de los esclavos. Entonces, cuando la venta del esclavo se -realizaba, por ejemplo en Popayán, el escribano tomaba nota y transcribía todos los datos de cada individuo: el sexo, la edad, Ja casta y las señales o marcas tribales en el cuerpo. Colmenares llama la atención sobre la importancia de estas patentes para el estudio de la proveniencia de los africanos. Sobre la base de esta documentación y de un. recuento en las cuadrillas dér Chocó en 1759 el historiador Cdlmenares presenta la siguiente síntesis:

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Grupos Región

Patentes

(1705 -1749)

Los AFRICANOS: CIFRAS Y ORIGEN

Recuento Choco (1759)

Mandingas (Malinke) Babara Marnbara

14

20

Cetres (kru) Costa de Marfil Costa de la Pimienta Canga -

76

23

Minas Cararnanti (Coromanti)

622

139

Araras Fon JudaOuida Lucumíes Popo Aya(oyo) Chamba Cotoli

330 62 90 14

66

25

Carabalí Ibo Bibi (Ibibio)

407

46

Congos Luangos

704 9

79

449

85

2.852

484

Senegambia

Costa del Oro

Golfo de Benín

Golfo de Biafra

Africa Central

Sin embargo, cuando se trata de hacer análisis culturales de la diáspora, estos datos tienen que entenderse considerando el predominio de unas etnias sobre otras en los diversos escenarios donde se daba la interacción: en las minas, en las haciendas, en el servicio doméstico urbano y también de acuerdo con el esta tus del individuo: esclavo, libre, urbano, rural. Valiéndose de una extensa bibliografía sobre el comercio esclavista, la crónica de lá Conquista y una diversidad de estudios lingüísticos y de diccionarios de lenguas africanas, Nicolás del Castillo (1982) muestra el predominio de ciertos grupos entre los llegados a Cartagena durante los siglos XVI al XIX en períodos; así:

1. 2. 3. 4. 5.

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Totales

1533-1580 1580-1640 1640-1703 1703 - 1740 1740-1811

Yolofos Angola y Congo AraráyMina Arará y Carabalí Carabalí,Angola,Congoy Mozarnbique

Como puede apreciarse en los períodos de 1640-1703 y 1703-1740, los datos de Del Castillo concuerdan con los de Colmenares. Además, esta periodización cobra importancia al examinar la reintegración étnica activa en el seno de los cabildos de negros de «nación» arará y mina que se encuentran en 1693 en Cartagena (Borr~go Pla 1973: 97) y en los cuales no sólo se difundían creencias, música, costumbres y ritos de la patria africana. Allí el esclavo se familiarizaba con el habla y el modo de sus tratantes y dueños. Al cotejar las «naciones» dominantes en los cabildos con los grupos arriba citados de esclavos predominantes en Cartagena, aparece otra coincidencia. Los trabajos lingüísticos de Germán de Granda (1971) y Nicolás del Castillo (1982, 1984), la investigación de Carlos Patiño Roselli (1983) y últimamente la de Armin Schwegler (1989) tienden a confirmar además, la influencia de las lenguas Ki-congo y Ki-mbundo, habladas por grupos bantues de la región congo-angoleña sobre la lengua de Palenque de San Basilio, cerca a Cartagena de Indias. El

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Otros lugares (¿cuáles?)

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poblado, remanente del movimiento cimarrón en la Colonia, da testimonio de un proceso de reintegración étnica activa donde jugó el predominio étnico congo-angolés. Huellas de ello aparecen en el simbolismo del ritual funéreo y en sus cantos y baile de muerto (Friedemann 1991, Schwegler 1990). En la región del litoral Pacífico, los estudios de Germán de Granda también han permitido postular hipótesis sobre las procedencias d€ los esclavos:Su estudio (1971 a.) acerca de la onomástica de esclavos de minas en la gobernación de Popayán en el siglo XVIII señala la existencia de un código de nombramiento de africanos, una de cuyas variables era la del gentilicio que hacía referencia a la procedencia. V. gr. Julio Arará y Antonio Popo, esclavos de las minas de Chuare. Analizando el número de matrículas de esclavos en las antiguas provincias de El Raposo, Santa Bárbara y Barbacoas hoy parte de los departamentos del Valle, Cauca y Nariño, y estudiando un documento del mismo siglo correspondiente al Chocó (De Granda 1988: 65:80) puede hacerse una consolidación de regiones y de procedencias, así: Región

Grupos

Senegambia

Mandinga Casaca (mestizos de Mandinga y Fula) Bran Bambara Guagu_i Canga/ canea Tembo Taui Mani

Costa de la Pimienta

Setre (Kru) *

Los AFRICANOS:

CIFRAS Y ORIGEN

Región .

Grupos

-------

Costa de Oro

Mina (Akan) * Fandi (Akan) * Nango (Akan) * Ati(Akan) * Aguamu- (Akan) • Coto (Gá-Adangme) * Ocara (Gá-Adangme)* Asante, Ashanti (Akan) *

Golfo de Benin

Arará (Ewe) * Chala (Ewe) *Popo(Ewe)* Lucumí (Yon.iba)* Bomba (Ewe) * Ayobi (Yoruba)* Betre (Ewe)-* 0

Cé!;rabalí Viví Ojo,Igbo) Cuco (Ibibio y Efik) *

Golfo de Biafra

-

Africa Central

Congo Luango · Matamba (Matambae) Mondongo (Ndongo) Pango (Mpangu) Bamba (Mbamba) Manyoma Bato (Mbata)

~nterior de Africa Occidental

Chamba

. • Hace referencia a lenguas africanas.

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De Granda destaca el predominio de la gente de habla Ewe, Akan~ Yorubay Efik. . Desde luego queJa comparación arriba elaborada no cubre tre.s de los períodos propuestos por Del Castillo y por ende, se omite la mención de numerosos g:rupos que contribuyeron en la formación de la diáspora. En el pr:imer período de 1533 a 1580, con predominio W olof o Yolof, es preciso mencionar aquellos grupos de la región de Senegambia que aparecen en la clasificación original de Curtin (1969), que haría parte de la zona que antes se conocía como Alta Guinea: diolas, bañol o banhuns, casangas, pepels, mandingas, susus, nalus, coco lis, bagas y temnes, balantas, biáfaras (beafadas), biohós (Rodney 1970: 6). ¿Cuántos de éstos llegarían a Colombia? En este punto es importante anotar el trabajo de Rogerio Velásquez (1962) sobre gentilicios entre grupos negros del litoral Pacífico. Allá, entre 88 en su mayoría africanos, los siguientes se remiten a esos tiempos tempranos de gente de Guinea, así: Bañol, Bañon y Banón; Balanta, Biáfara, Biojó o Biohó, Casanga o Casaga, Mandinga y Mani. En cuanto a los orígenes de la población caribeña del árchipiélago de San Andrés y Providencia, su proceso histórico-cultural básico. a partir del dominio esclavista inglés, en la Costa de Oro, hace parte de la órbita de otras islas, especialmente Jamaica, con transcursos similares. Los estudios lingüísticos han permitido señalar el predominio étnico Fanti-Ashanti, particularmente visible en la leng-qa criolla que así mismo comparte con Jamaica, islas Cayrnán y otros territorios insulares del Caribe.

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IV El negro en la sociedad colonial

EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL

LA SAGA DEL NEGRO

De sol a sol: negros y códigos

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Al llegar a Colombia, el destino del africano fue su trabajo bajo el sol. Pasados los primeros años de la búsqueda de El Dorado, en cuyas rutas participaron numerosos africanos en su mayoría «españolizados», y con el inicio de la Colonia, las circunstancias de la explotación minera corno base de la economía hicieron necesario el uso de la mano de obra africana. Alrededor de 1543, el conquistador Sebastián de Belalcázar le solicitaba a la Corona autorización para introducir 100 esclavos para que trabajaran en las minas. Colmenares anota que se ~ratab~ de continuar la empresa de la conquista (1973: 187) que para 1580 seguía avanzando a pasos gigantescos ocasionando más derrumbe-poblacional de los indios. Palacios Preciado, historiador de la trata (1982) opina al respecto, que aunque la visión de historiadores de la economía de la. sociedad y de la demografía colonial sostengan que la extracción de los minerales y la vida económica general en la colonia se basó en la explotación de los indios, debe reconocerse la participación importante de los negros que pr~isamente fueron traídos para remplazar a los indios y para contrarrestar su aniquilamiento demográfico del que nunca se recuperaron. Es así que en el Nuevo Reino de Granada entre 1590 y 1640 ya 57

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un 75% de los tra_bajadores en las minas eran negros, e indígenas'tan sólo un 25% (Colmenares 1973: 240). En 1552 la población negra en Cartagena de Indias era además tan numerosa que empezó a suscitar la expedición de medidas de control, mediante ordenanzas corno la del cabildo, que con fecha 8 de agosto establecía:

«que por cuanto en esta ciudad había muchos negros,los cuales andan de noche después de tañida la queda, y a horas no lícitas y hacen muchos hurtos y robos ... por lo tanto se manda que después de tañida la queda ningún negro puede andar por esta ciudad, si no fuere yendo a una casa que convenga, con un cristiano que lo lleve». Y para el incumplimiento del mandato se establecía seguidamente que el esclavo recibiría 50 azotes de castigo y el dueño un peso de multa (Urueta 1887). A partir de 1580 y a medida que se iniciaba la expansión territorial con. el acicate de la explotación minera, el requerimiento de fuerza de trabajo que remplazara a la de los indios se hizo más y más recalcitrante. En 1592 el licenciado Francisco de Anuncibay se dirige al rey solicitando la traída de 2.000 negros esclavos para las minas del Cauca, explicando que la gobernación ... «era muy rica en oro si hubiese

brazos que la manejasen. Pero los indios se acaban cada vez más ... ». Los esclavos, que desembarcados en Cartagena eran aptos para someterlos al mercado, eran conducidos en pequeños grupos por los ríos Magdalena y Cauca hacia su destino: Santa Fe, Antioquia, Cali, Popayán, Chocó y demás- sitios de actividad económica. Aquellos que llegaban tan enfermos, pasaban a las casas de cabildo o enfermerías que se alzaban al borde del mar en Cartagena. Allí eran cuidados por· los convalecientes y luego enrumbados corno los demás hacia sus trabajos. Germán Colmenares (1973: 188) muestra cómo las fronteras geográficas de la colonia se abren a medida que termina un ciclo de explotación minera. Así, destaca cómo los distritos de Cáceres y Zaragoza tuvieron su auge en 1580; en 1590 los de Nechí y Remedios en 58

EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL

LA SAGA DEL NEGRO

Antioquia, para luego proceder en 1630 hacia Barbacoas en el litoral Pacífico y en 1668 hacia Nóvita en el Chocó. Esta historia agitada permite trazar las rutas de movilización de la gente negra, en el tiempo y a lo largo de vías terrestres y fluviales. Pero aún cuando la dedicación primordial de la mano de obra estuviera concentrada en la minería, muchos esclavos también fueron destinados a ganadería, agricultura, boga de champanes y canoas, oficios domésticos y artesanales. El que en sus comunidades de origen los grupos africanos cautivos tuvieran un desarrollo avanzado los hacía más deseables en actividades distintas a la minería. Entonces muchos trabajaron en albañilería, carpintería, herrería y metalurgia; en los trapiches y en labores de ~ecánica. El examen de la cultura de los grupos originarios que llegaron en los primeros períodos de la trata, procedentes del Senegal, de Dahomey y del Niger, así como aquellos de los antiguos reinos del Congo y Angola, explica tratándose de labores que se ajus~ab~n más al manejo tecnológico de los europeos, el que frente a los 1ndws, los . españoles prefirieran a los negros. También, a me~iados del sig:o XVI, en la Guajira, la gente comenzó a pastorear ammales despues de que los negros llegaran a la península. Y en el resto de la llanura Caribe, la ganadería se difundió gracias al trabajo de los esclavos negros y a partir de las estancias ganaderas que se desarrollaron ~}re­ dedor de Tolú, desde el siglo XVI, con parte de los ganados tra1dos por Alonso Luis de Lugo en 1540 (Reyes Posada 1978: 28). . Para el siglo XVIII, la economía de la Nueva Granada era Impensable sin el concurso de los negros. Sobre sus hombros reposó el desarrollo de la minería, agricultura, ganadería, artesanía, comercio, trabajo doméstico y extracción de perlas en el Caribe (Jaramillo Uribe 1963). Por su parte, durante 350 años le dieron vida al comercio, bogando champanes por el Río Grande de la Magdalena y otras . arterias (Friedemann y Arocha 1986: 177). A diferencia de lo que sucedía con el indio, el negro como entidad humana y pieza clave en el desenvolvimiento eco~ómico, ,estuvo totalmente desprotegido en el ámbito jurídico colonial. La ~~dula real firmada en Aran juez el31 de mayo de 1789, con la pretensiOn de 59

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«proteger» a los negros, es más bien un refl-ejo atenuado del pensamiento consignado en códigos anteriores expedidos en Portugal, Francia, Holanda e Inglaterra, con respecto al trabajo de los esclavos negros(Friedemann y Arocha 1986: 15). Y por supuesto en la misma España donde abundaron instrucciones, ordenanzas y reglamentadones sobre el comportamiento social y laboral del negro. Tales códigos negros como se les conoció, conforman con la dicha cédula un cuerpo jurídico de apoyo a la esclavitud como sistema socio-económico, los cuales se han denominado los cÓdigos del sol (ibídem). Desde muy temprano, todos los códigos segregaron al negro como esclavo en la agricultura y demás oficios del campo. Así, regulaciones como la del12 de octubre de 1528 en la isla de Santo Domingo establecían que:

«Prohibimos pues bajo de las más severas penas que ningún negro o pardo tercerón pueda ejercer arte, ni profesión alguna mecánica, que deban quedar reservadas para las personas blancas ... » (Quiroz 1943). Y no siendo tal exclusión suficiente, aclara más adelante que se prohibe el acceso de negros y pardos hasta la quinta generación, a las ciencias. La gente «de color» debía seguir la profesión de sus padres ... la agricultura o venta al pormenor de frutos de primera necesidad y el ejercicio de portadores o cargadores, llamados comúnmente borriqueros (Quiroz 1943: 484). Una disciplina de hierro administrada por amos y mayordomos, así como su corolario de castigos corporales e infaman tes, fueron los carriles sobre los ·cuales rodaron los preceptos del orden económico de las colonias. El cepo, el escarnio de la picota, el suplicio del látigo y el martirio de la mutilación aparecen entre las torturas que los esclavistas aplicaban junto con los cortes de-nariz o de orejas, lacastración y las marcas de fuego ·en distintas- partes del cuerpo. Los amos no se contentaban con menos para escarmentar a los transgresores. Tan sólo había una salvedad: quedaban prohibidas las mutilaciones que le impidieran al esclavo cumplir la jornada que por 60

EL NEGRO EN LA SOCIEDAD COLONIAL

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ley tenía que comenzar al alba y -terminar al ponerse el sol (Friedemann y Arocha 1986: 16). La transgresión que provocó los más violentos castigos durante más de tres siglos fue el cimarronismo, una reacción subversiva que empezó a ocurrir desde los primeros momentos de la llegada de los esclavos con los conquistadores. En 1540 provocó la expedición de la cédula real de septiembre7 que ordenaba no proceder contra los alzados si se entregaban voluntariamente, lo cual no ocurrió (Arrázola 1970: 12). En el decenio de 1570 el Cabildo de Cartagena de Indias inició la expedición de la legislación sobre «los negros cimarrones de los arcabucos», que anotaban con claridad las medidas represivas: << ... se acordó y mandó que ningún negro ni negra se osado de seyr y ausentar del servicio de-sus amos, so pena que... caiga e incurra en pena de cien azotes, los cuales se le den . en esta manera: que un día parla mañana, sea llevado a la picota de esta ciudad, en la cual sea amarra do y puesto y le sea puesto un pretal de cascabeles atado al cuerpo, y de esta manera le sean dados los dichos azotes cumplidamente, y después dados se quede el. dicho negro por todo aquel día amarrado ... para que los negros le vean ... ».

Por supuesto que esta legislación se artic-ulaba con aquella específica proveniente de España, que enes te-caso por el mismo decenio fijaba las penas eontra los cimarrones, del siguiente modo: . « ... que al negro o negra ausentes del servicio de su amo

cuatro días, le serán dados en el rollo {la picota]cin. cuenta azotes y que esté allí atado hasta su ejecución hasta que se ponga el sol, y si estuvi~remás de ocho día_s fuera de la ciudad una legua, le sean dados cien azotes puesta una calza de hierro al pie, con. un ramal, que todo .pese doce libras y descubiertamente la traiga por tiempo de dos meses., y no se la quite so pena de doscientos azotes 61

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por la primera vez y por la segunda otros doscientos azotes y rw se quite la calza en cuatro meses y si su amo se la quitase incurra en pena de cincuenta pesos ... »

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Busc~ndo un marco de interpretación para la sociedad de la época colonial, en una periodización histórica socioeconómica de ciclos de minería, con agricultura y comercio, Germán Colmenares (1982) muestra el origen de las diferenciaciones sociales. Dos pilares pare-

cerían sustentar el orden de tal sociedad: las circunstancias de la conquista como una empresa que vinculó el Atlántico a la red comercial que unía a Europa, Africa y América a través de la cuenca mediterránea (1982: 229) y el privilegio institucionalizado que le fijaba a cada participante un esta tus. Con todo, añade el historiador, semejante estratificación fue desbordada cuando la encomienda cayó en decadencia y la competencia profesional en actividades económicas entró en juego. El reclamo de sitiales sobre esta base en la nueva sociedad marcó entonces los perfiles de la ubicación social. Así, el tope horizontal del escenario colonial una vez que la preeminencia de los descendientes de los conquistadores había concluido, aparece compartido por mineros, terratenientes y comerciantes aliados todos' con descendientes de la burocracia imperial. Debajo de éstos ert una verticalidad de variadas condiciones están los indígenas encomendados, los esclavos negros y los peones malamente pagados o compensados. Esta división vertical de la sociedad basada en una sujeción de origen racial se expresa en una dualidad étnica-cultural que persiste a lo largo del período colonial y se convierte en los cimientos de un orden social de castas. Efectivamente, la confrontación entre europeos, indígenas y negros ·esclavos africanos en un primer momento constituye una polaridad, que con el transcurso de las circunstancias en el siglo XVIII empieza a designar como castas a aquellas gentes resultado de combinaciones genéticas que empezaron a mostrar matices fenotípicos variados. Al comienzo de la colonia el término casta se había usado para señalar la tribu o el lugar de origen de los esclavos negros. Así eran negros de casta congo o bien biafra o lucumí y a la vez podían especificarse como bozales si eran recién llegados del Africa con su lengua o lenguas nativas. También se les llama negros de nación, africanos de nacimiento, y si estaban bautizados y tenían algunas experiencias europeas se volvían ladinos. Desde luego que a comienzos def siglo XVII en Cartagena, no sólo era posible ver africanos recién llegados, ladinos o bozales, que fuera de sus lenguas africanas debían conocer el idioma criollo afroportugués (Megenney

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(Leyes de Felipe II: febrero 11 de 1571). Era tal el celo de la Corona con la esclavitud como institución clave para el transcurso económico de la Colonia en el siglo XVII y su preocupación con la subversión, que expidió legislación que premiaba en dinero a aquellos que denunciaran a los cabecillas o los planes del movimiento cimarrón; y que arreciaba contra cualquier relación de comercio o de abastecimiento de productos agrícolas que tuviera que ver con negros. Las medidas represivas llegaron a prohibirle a los negros libres que existían en Cartagena y que trabajaban para los blancos, el porte de armas, el vestido con adornos de lujo y el caminar de noche por las calles. Aunque la cédula de Aran juez de 1789 fue considerada por muchos amos de esclavos atentatoria de sus intereses económicos, pese a que reiteraba el sentido punitivo y confinaba a los negros a labores del campo exCluyéndolos de oficios de vida sedentarios, el cumplimiento de ·sus capítulos «protectores» no tuvo mayor efecto. Pero sus motivaciones tampoco puede decirse que residían en una visión humanitaria y digna para los negros. Poco antes, en 1772los ingleses habían prohibido la existencia de esclavos en Inglaterra. Allí y en Francia se agitaban movimientos a favor de la abolición de la esclavitud. Los huracanes que agitarían el siglo XIX habían comenzado a dejar sentir sus primeros ventarrones en España y América.

Castas, mestizaje y blanqueamiento

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1982), sino que ya había negros nacidos en las Indias, a quienes se lés denominaba criollos o con cualquiera de los muchos apelativos que hac_ían hincapié en las cualidades o defectos físicos, y también en el · grado de pigmentación de la piel. - Con el tiempo, el vocablo casta empezó a usarse de manera despectiva para señalar a aquellos que no eran blancos y por ende especifkar las mezclas genéticas y más tarde en el siglo XVIII sirvió a las mismas castas para reclamar una posición socioeconómica en ese escenario de dominio blanco-español. Resultaron entonces mulatos, zambos, tercerones, cuarterones y hasta quinterones, que ya eran otra vez blancos. Aquellos que genéticamente se aproxirr\aban al quinterón, pero volvían a tener hijos con un cuarterón o con un mulato, eran signados como tentenelaire el primero y como saltatrás el segundo. Y para designar a un zambo o a un mulato libres, apareció el término pardo. Desde luego, que frente a todas estas castas se alzaban, en Cartagena y en toda la Nueva.Grañada, los chapetones o españoles y sus hijos, a quienes se_ reputaba como blancos criollos. En esta taxonomía, el fenotipo . preponderaba sobre condiciones sociales, económicas o religiosas. La cuestión racial era de tal monta, que aún los grados de mezclas entre blancos y la combinación de éstos con descendientes de negros y blancos o de negros e indios y blancos se expresa;;. ban en una gama de términos a la vez que en dibujos y pinturas costumbristas que en sus leyendas registraron las líneas de la sociedad de ese tiempo (Friedemann y Arocha 1986). · Entonces-las castas eran categorías de gente que sin ser blanca aspiraba o andaba en la senda de lograrlo. La referencia a «lo blanco>> en las· clasificaciones de cuarterones, .quinterones o tercerones o la . ausencia del mismo en el caso del zambo, indio o negro es bastante explícita. El mestizaje que fue así sustento en la construcción de la sociedad de castas cuyo tope ideal era ser o convertirse en blanco, llevaba implícita la ideología del blanqueamiento. Que a su vez se convirtió en un proceso sociogenético. Dentro de éste entonces, pasar de una casta a otra. requería una sucesión de generaciones y'no pocos sinsabores. En 1787, por ejemplo, en Santa Fe de Bogotá un

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-don Ignacio de Salazar dedaró que «viniendo de gente honrada limpia de toda raza de Guinea» éntablaba querella contra su propio hijo Juan Antonio por haber contraído «matrimonio de secreto» con la joven Salvadora Espinosa de calidad mulata. El padre percibía el daño social de este matrimonio en su persona y en el porvenir social de sus hijas quienes «temía no encoiitrarían esposo de su misma .categorfa» (AI-INC. Mise.). Así, el proceso de mestizaje no fue homogéneo ni en el período colonial ni en los años posteriores a la· abolición de la esclavitud. Además, el ímpetu de unas actividades económicas específicas en regiones particulares contribuyó a una distribución geográfica desigual de elementos indios, negros y blancos, que se concretó en procesos de territorialidad étnica. El antropólogo Peter Wade (1991: 4168) se refiere al hecho, en términos de una «regionalización de la raza». En efecto, siguiendo el modelo propuesto por Colmenares (1982), se observa que los ciclos de oro arrastraron cuadrillas de esc~avos negros a las regiones antioqueñas y luego a las del litoral Pacífico. En las primeras, el número de blancos en relación con el de negros y el estilo de colonización (Parsons 1979) propició una amalgama activa cuyo resultado en términos· sociales . y fenotípicos sumergió la especificidad del negro y del indio en lo que más tarde se denominaría «la antioqueñidad», una expresión política de etnicidad como ·sustento de regionalismo en la nueva nación. · Pero en el litoral Pacífico, la escasez de los blancos y el derrumbe demográfico de los indios y su migración hacia las cabeceras, propiciaron en la Colonia la inserción demográfica de una población negra que paulatinamente le cambió el rostro indio al litoral Pacífico y convirtió la región en un territorio de dominio demográfico negro. En el valle del río Caúca, en el siglo XVII las haciendas de trapiche y de ganadería reclamaron el uso masivo de esclavos como mano de obra, la cual fue surtida muchas veces por cuadrillas procedentes de las minas delli toral. Descendientes de estos trabajadores se asentaron al borde de las haciendas y más tarde constituyeron pueblos que hasta el presente muestran una concentración sodoétnica negra. Aquí vale considerar la migración que hace hoy parte de urbes como 65

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Cali y Popayán, a partir de estas fincas familiares o del proletariado de la ·caña en este siglo. En los territorios de la costa Atlántica, la evolución de una economía de haciendas señoriales con ganado y agricultura (Fals Borda 1984: 69) y la existencia de una diversidad de trabajadores pobres blancos, colonos, concertados, terrajeros con la presencia de negros esclavos, libertos y cimarrones responsables mayormente de la formq.ción de hatos propició un ·mestizaje ágil. De tal-magnitud que aunque existen sectores de concentración demográfica negra, podría considerarse que allí el mestizaje se ha aproximado más al ideal tri étnico de una mezcla racial en la cual negros, indios y blancos habrían perdido su pigmentación y rasgos fenotípicos específicos adquiriendo una nueva expresión. Desde luego, que de acuerdo con Peter .Wade (1991) en Colombia todas las instancias del mestizaje están mediadas por una jerarquía del color y de la raza, estimulada ésta por la fuerte superposición del orden racial con el de la clase social en 1~ pirámide: los negros y los indios han seguido en la base y en el tope continúan los «blancos». En la Colonia, en ciudades y pueblos donde el mestizaje fue activo, el goce de ventajas y privilegios basados más en la supuesta cualidad de ser blanco se reclamó y se ejerció con vigor. Ser mulato solamente tenía ventajas frente al negro, porque el primero ostentaba mezcla de blanco. Pero ser llamado mulato o zambo era denigrante y ofensivo. Entonces, aquellos que consi_deraban que ya habían avanzado hacia el color blanco, reclamaban tal reconocimiento. Así, se registraron numerosos pleitos en los cuales -un individuo se defendía de la acusación de otro que lo señalara como mulato o zambo, porque el primero ya se consideraba blanco. Para el efecto, mediante testimonios, algunos lograban probar «fa limpieza de sangre» que tenían, es decir que no estaban impregnados de negro o de indio . . En este orden social de castas, tanto derechos como deberes estaban establecidos. Aquellos «limpios de sangre» desempeñaban trabajos considerados nobles, como el ejercicio de la jurisprudencia, car66

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gos en las oficinas públicas y en la iglesia. En otras palabras, la burocracia era oficio de nobles. Y todos los trabajos manuales eran labores innobles propias de pardos, mestizos y otras castas (Jaramillo Uribe 1969). Como a las que en el siglo XVIII en la Gobernación de Popayán se las conocía con el nombre de plebeyas. Eran aquellos comerciantes que acudían a los corrales de las haciendas a comprar·ganado vacuno para convertirlo en carne salada, transportarla y venderla para abastos de las minas. Se les llamaba montañeses o mestizos y monteras. Y debían v~stir calzones de pana o de una teló de algodón llamada portomahón, de color a~ul o amarillo y chaqpeta del mismo género. ~s.ta..norm~de_yestido..mmo-muchas .de..corte·sía-en-el-saludo:ren el sitio-de.oradón__enJaiglesiaJu.erun daro.s...marcadores sociales de casta. El terrateniente y amo por ejemplo, usaba balandranes que eran sobretodos de seda sueltos, con mangas cort~s que le sobresalían en los hombros, caracoles de zaraza que así sellamaba a los anchos camisones de fino algodón. En la hacienda, los esclavos hombres vestían calzones anchos y cortos de lienzo de Quito, capisayo de lana basta y sombrero de junco y no usaba:n cami!)a ..Las mujeres se envolvían de la cintura hacia abajo un pedazo de_bayeta de Pasto y se terciaban desde el hombro otra ~ira de la misma _telél, cubriéndose la cabeza con monteras de paño o bayeta, hec~as dE7 telas de diferentes colores (Friedemann y Arocha 1986: 186-253). No obstante, el número abrumador de uniones entre gentes .de una y otra casta estimuló el mestizaje acentuando el blanqueamiento etnocultural entendido como el camino «ideal» hacia la consecl,lción de sitiales en la sociedad dominada por criollos blancos. Co~ el tiempo, se incrementaría el proceso de blanqueamiento. Secto.res .de.r:egros en la sociedad republicana intentaron enfrentar la discriminación socioracial huyendo de lo negro hacia lo blanco con la mira de participar significativamente en la vida de la nación colombiana.

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El mestizaje exaltado. como medio democrático para alcanzar la igualdad se convirtió entonces en elemento útil para desconocer la · diversidad y los derechos asociados con la identidad cultural e histórica.-

Palenques o la temprana epopeya libertaria En Colombia los rebeldes o cimarrones que se alzaron contra la esclavitud y ·conformaron palenques no tuvieron si ti al en éalidad de casta en la sociedad de la colonia. En los primeros momentos de rebeldía fueron los bozales o re;. cién llegados quienes unidos en pequeñas bandas huyeron hacia los montes. Entonces se les denominó negros zapacos (Arrázola 1970: 21). Se fugaban de las galeras, de los trabajos mineros~ de las ha;. ciendas y del servicio doméstico, echando mano de provisiones, lanzas y flechas de los indígenas que encontraban a su paso. Raptaron mujeres indias y ocasionalmente blancas, solucionando así su escasez, resultado de la trata que embarcaba una por cada tres · · · hombres. En 1603 Gerónimo de Suazo, gobernador de Cartagena, frente a la arremetida· de los palenqueros de La Matuna, con Benkos Bicho alá cabeza, debió firmar una capitulación de paz dentro de lo que él apropiadamente llamó la guerra de los cimarrones. A ese período el historiador Donáldo Bossa Herazo llamaría El siglo del terror en Cartagena de Indias (1971). En aqueiia época la s~?versi,ón llegó a ser tan seria -que en 1691 el rey de España expidio la cedula de agosto 23 en la cual primero anulaba otra de mayo 3 de 1688 dictada para «conquistar» a los palenques de los Montes de María, donde el movimiento afincaba más y más poblados alzados en armas. Esta anulación, junto con el pedido del rey a los dueños de esclavos para que renunciaran a ellos con miras a resolver el problema, era ni más ni menos que un armisticio 68

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y1a concesión de libertad a los pa-lenqueros~ Fuera de darles la libertad, la cédula les afirmaba como suyo el territorio de su asentamiento. En 1970 el historiador Roberto Arrázola escribiría el volumen que narra las acciones de contra-insurgencia y de persecución de las autoridades españolas contra los negros rebeldes. Sin embargo, el título de su libro no podía expresar con más propiedad la esencia de la sublevación: Palenque: primer pueblo libre de América. · Los documentos-muestran desde muy temprano palenques en la gobernación de Cartagena, en la de Santa Marta, en la de Riohacha y en la península de la Guajira. Allí además hay evidencia de que se refugiaron entre los indígenas guajiros imprimiendo en -la cultura de éstos perfiles que quizás puedan ser considerados como huellas de origen africano (Wilbert 1976). Los mapas de localización de los palenques sobre el territorio que hoy es Colombia y a lo largo de los siglos XVI, XVII y .XVIII registran un nutrido grupo, aunque pocos mantienen continuidad sobre el territorio a lo largo del tiempo (Friedemann y Patiño 1983). Ello explica, por un lado, el continuo asedio que les infligían las milicias españolas y la persistencia cimarrona, por otro. Seguramente de los caseríos palenqueros que eran destruidos había gentes que al no ser capturadas buscaban refugio en otros grupos. Es po~ible entonces que las vidas de muchos de estos rebeldes hubieran transcurrido e~ varios palenques. También debió ocurrir que algunos que habían vivido años como palenqueros al ser capturados no regresaranmás. · Desafortunadamente, el estado de la investigación actual en el ámbito de los palenques en Colombia aunque permite rnirar el movimiento a través de los sitios, todavía no puede proponer cifras sobre el número de negros que en un momento dado ni tampoco a lo largo de tres siglos partid paren en los palenques. · Una recopilación de los poblados palenqueros hasta ahora conocidos es la siguiente:

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Palenques SigloXVTII. Siglo XIX y .Siglo XX

Palenques Siglo xVI

1. 1525 Tofeme 2. 1529 La Ramada 3. 1580 · Malambo 4. 1598 Uré Siglo XVII ·1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

1600 1620 1633 1633 1645 1679 1684 1684 1684 1693 1693 1693 1694 1694 1694 1694 1694 1694 1694 1694

1. 1703 2. 1713 3. 1728 . 4. 1731 · 5. 1732 6. 1758 7. 1777 8. 1777 9. 1785 10. 1786 11. 1787 12. 1787 13. 1787 14. 1787 15. 1787 16. 1798 17. 1799 18. 1799 19. 1799

La Matuna Zaragoza Limón Sanaguare Tolú LaRamada San Miguel Catendo Gonzalo Tabacal Betancur Matuderé Arenal Barranca Bongue Duanga Zaragozilla Norosí Cimarrón San Pedro

SantaCruzdéMazinga San Basilio Tadó GuayabaldeSiquima El Castigo Matima SanJacinto Guarne Cerri tos Betancí Laderas Judas Samba Palisada Lorenzana Guamal Pacho San Bartolome Cartago Otún

2. 1820 San Basilio 2. 1993 San basilio

Localización geográfica de las comunidades cimarronas en Colombia durante los siglos XVI y XVII.

Localización geográfica de las comunidades cimarronas en Colombia durante los siglos XVIII, XIX y XX.

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Esta· lista de palenq~es apenas contiene aquellos que por sus enfrentamientos con la·s milicias o por noticias que de ellos dieron los dueños de haciendas o minas pudieron quedar registrados en alguna documentación. Falta todavía encontrar aquellos que escaparon a los documentos y también aquellos que aún reposan en archivos, expedientes y legajos sin estudiar. En gran parte los nombres de los palenques arriba citados son de origen español. Ello indica que tampoco sabemos los nombres con que los palenqueros los autoidentificaban. Esta circunstancia destaca el problema de invisibilidad que ha sufrido la historiografía.sobre los negros en Colombia. Hay una carencia profunda de datos sobre· el transcurso diario de la vida no sólo de las gentes en los palenques -lo cual es comprensible.._ sino también sobre la vida del esclavo en las minas, en las haciendas o en el servicio doméstico. Poco anotaron los cronistas y los escribientes de la época, que no fueran datos económicos de su valor o de su producción. No sucedió lo mismo con los indios, que cuentan con descripciones atentas sobre su trabajo, sus rituales y aún sobre su organización social; de suerte que su , historia cotidiana puede reconstruirse con trazos bastante verídicos. Y lo mismo ha suéedido con las gentes en el tope de la pirámide. Un intento de reconstrucc~ón histórica del palenque y de su organización· social, así como de algunos rasgos de su cultura debió apelar a la investigación antropológica del palenque de San Basilio, la comunidad que vive cerca a Cartagena. Su gente desciende de palenqueros antiguos que con seguridad habían sido miembros de otros palenques de·la región. La primera referencia documental sobre- San Bast}ió aparece en 1713· (Escalante 1954, Arrázola 1970, Friedemann 1979). Sin embargo, el nombre de santo se lo dio él arzobispo de Cartagena de apellido Casiani quien sirvió de intermediario entre el jefe palenquero y el gobernador de Cartagena en ese año de 1713~ cuando se pactó una amnistía con· los rebeldes: se les concedi6 el terreno donde estaban asentados permitiéndoles su propiogobierno. En una reciente investigación lingüística, el nombre del palenque antes de llegar el arzobispo parece haber sido Guarumá (Schwegler 1990) y el sitio original de asentamiento también uno

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distinto, aunque dentro de la misma área donde· hoy se halla el poblado. Todo esto destaca la necesidad de emprender una investigación arqueológica que aún no se ha iniciado en el campo de la diáspora negra. El estudio de la organización social del palenque de San Basilio (Friedemann 1979, 1983) permitió delinear perfiles históricos del funcionamiento del palenque como una organización de guerrilla en los tíernpos coloniales. El cuagro~ un grupo de edad con una mitad masculina y otra femenina, en el poblado que también tiene dos mitades, aún existe. en la comunidad y parece provenir del antiguo palenque. El cuagro así, se convirtió en clave medular. Debió originarse como respuesta a la situación de constante lucha que enfrentaban los poblados y que requería asiduo entrenamiento, disponibilidad y ordenamiento de acciones. Aparece como en otras sociedades donde la guerra es la preocupación principal para la sobrevivencia. (Stewart 1977, Kuper 1964, Gulliver 195~). El cotejo de algurtos ras-: . gos de la organización actual de Palenque de San Basilio en el ámbito económico, en el social y en el ritual y los datos históricos que han sido asequibles, permitieron entonces construir algunos senderos de evolución del palenque. El proceso histórico de rebeldía de los pale~ques y entre ellos el de San Basilio, donde debieron acogerse miembros de otros que a comienzos del siglo XIX se habían dispersado, los mantuvo relativamente alejados de las corrientes del blanqueamiento sociocul turai. Ello le confirió a la comunidad el carácter de refugio etnocultural donde las huellas de africanía mantuvieron algunos contornos. En el habla, por ejemplo, los escrutinios lingüísticos evidencian que el idioma ·palenquero además de preser\rarsecomo entidad diferenciada del español, ha traído hasta la aCtualidad un acervo de vocablos africanos claramente prove:r:tientes de comunidades Bantú hablantes de kikongo y kimbund u, las lenguas africanas con más presencia en el palenquero (Del Castillo 1984, Schwegler 1990, De Granda 1968, 1973, Patiño Roselli 1983). Además en esta lengua criolla de base española también quedaron elementos portugueses (Megenney 1982),

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testigos del prqceso de la trata manejada por portugueses que tr~ns­ portaban esclavos aúnan tes del descubrimiento de América~ .El asentamiento de la comunidad detrás de las montañas de'María protegió a sus gentes del acoso discriminatorio agudo y propició el que no solamente la lengua en alguna medida permaneciera, sino también rituales tan importantes como los de la funebria y aquellos de iniciación de los cuagros. Estos que en 1974 aún celebraban lo que podría considerarse como rituales y juegos de guerra, facilitaron el examen de la fisonomía de su sociedad guerrillera en la colonia. De esta suerte, el cuagro como. una elaboración del sistema social que los negros cimarrones opusieron al sistema esclavista es un testimonio de la diáspora africana en Colombia a la luz de la resistencia y creatividad del negro, nuevo habitante de América.

V Inserción y arraigo del negro

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Minas y troncos en ríos de oro

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Asomarse al desarrollo de las culturas de los negros en los distintos ámbitos donde fueron obligados a iniciar su historia americana, im:.. plica un examen de su cotidianidad. Claro que como anota Colmenares (1979: 60), el comercio de esclavos rio dependía solamente de los grandes comerciantes. Muchos se vendían en Cartagena de a uno o de a dos y se empleaban en los servicios domésticos, como cargueros en el transporte por tierra, en las haciendas y luego en la boga por el río Magdalena yel Cauca, en cuyas canoas viajaban esclavos a·los mercados de Popayán y con destino al litoral Pacífico. Pero, para comenzar podría seguírsele el rastro a la vida de las cuadrillas mineras porque como unidades de trabajo son las que han presentado más materiales documentales útiles al análisis histórico. En 1620, por ejemplo, indios y negros comandados por cónquistadores o «pacificadores» -éstos todavía en pos de El Doradoabrían trocha en los ríos Telembí, Patía y Güelmambfen el litoral Pacífico, buscando en la selva aurífera sitios para la explotación del oro (~riegemannn y Arocha 1986: 273). En cuanto-al Chocó en el mismo litoral, los documentos anotan que fue en 1670 cuando buscadores _independientes llegaron arrastrando pequeñas cuadrillas de negros. 77

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Aunque la región era descrita como «un abismo y horror de montañas;' ríos y lodazales», a los españoles les asombró la posibilidad de alimento proveniente de peces, moluscos y manatíes que vivían en los ríos. Además del venado, los tapires y los jabalíes que merodeaban ce~ca a las aguas dulces (Sharp 1976: 13). Entonces, los campamentos mineros se alzaron al borde de los ríos: Santa María del Puerto que luego se convertiría en Barbacoas, sobre las aguas del Telembí, Quibdó (Citará) y Lloró, en las orillas del A trato, Nóvita y Tadó, al borde del río San Juan. Las rutas de los expedicionarios corrieron por el norte navegando el A trato y desde Antioquia por tierra, a través del valle de Urrao. Por el sur desde Buenaventura buscando el San Juan. Y por entre las brechas de la cordillera occidental saliendo desde puntos como Popayán, Cali o Cartago, a donde habían llegado desde Cartagena (Friedemann y Arocha 1986). .una cuadr2lla debí~ constar al menos de S esclavos para que el aspirante a Senor de mina y de cuadrilla pudiera recibir el derecho d.~ una ffi:Ín(l o más y también el de la fuente de agua para la explotacwn del metal (Colmenares 1979: 73). En 1711 las cuadrillas en el Chocó tel)ían desde 5 hasta 100 trabajadores y en 1759llegaban a tener hasta 500 esclavos (Jaramillo Uribe 1963: 18, Colmenares 1979: 74). Las primeras cuadrillas estuvieron conformadas por hombres, pero a medida que el asentamiento de explotación minera echó raíces, el ingreso de mujeres al grupo suplió necesidades urgentes. No obstante, durante largo tiempo la proporción del elemento femenino fue escasa. . L~ cadena de m~ndo del amo al esclavo tenía en el tope al Señor de mina y de c.uadnlla que llegó a vivir como patrón rico y ausente en u~a.de las Ciudades mayores como Popayán o Cali. Empleaba U!1administrador de minas que podía ser blanco de condición rasa o mulato y quien residía en el centro minero, siendo su esta tus el más impor~a~te .de la comunidad. Debajo de él, estaba el capitán de cuadr~lla quien era negro y estaba encargado de la disciplina de la cuadnlla, de la distri~ución de la comida y de la recolección del oro que sacaban sus trabaJador~s. y q~e entregaba al administrador. Este generalmente llegaba al sitio minero en compañía de una mujer escla-

va, con frecuencia su manceba o concubina. Con el tiempo, el esta tus de ésta adquirió otros ribetes al volverse madre de hijos de varios de los trabajadores en la cuadrilla. El estudio de Mario Diego Romero (1991) examina el rol de las primeras mu;eresque entraron a las cuadrillas corno cocineras y administradoras de abastecimientos en las minas y traza su evolución en la trama social donde se convierten en médula de una familia· con referencia matrifocal. De esta suerte, la cuadrilla que había comenzado como una unidad de significado económico para el Señor de mina, adquirió otro sentido para los mineros esclavos que a su vez creaban su propio lenguaje de parentesco social y genético. Conforme señala Colmenares (1979) el transcurso histórico de la cuadrilla la muestra en ocasiones constituida por individuos de varias generaciones. Los grupos no parecen haber sufrido tantas roturas o desrnembramientos que causaran la pérdida de su identidad , con un propietario o con series de propietarios de la misma familia de amos. Entonces, aunque la vida cotidiana se alterara por venta o fraccionamiento, los miembros de las cuadrillas mantuvieron nexos más o menos continuos en el complejo económico de minas y haciendas. La producción del metal y el abastecimiento de alimentos para las minas requería movilización de esclavos entre la costa y el interior. A los primeros -trabajadores de minería- se les llamaba piezas de minas y a los segundos -trabajadores de la agriculturapiezas de roza. Había así intercambio o préstamos y también se daba el caso de que una mujer fuera capitana de mina. Con todo, en la instancia del intercambio o del préstamo, al cabo de un tiempo, los amos hacían regresar a los trabajadores a sus cuadrillas originales. La referencia para unos y otros era entonces el antepasado originario del grupo familiar, que según Romero (1990: 106) y de acuerdo con el proceso evolutivo arriba delineado, podía ser una mujer -madre o abuela-.. El oro que producían las cuadrillas se entregaba al administrador con destino al señor de minas. Pero después del trabajo de los esclavos, es decir en los terrenos ya removidos que quedaban como

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mazamorra, se permitía trabajar a negros libres e indios. El rescate de lo que quedaba era de su propiedad y~ ellos se les conocía como mazamorreros. Es posible entonces que algunos de estos negros libres hubieran dejado de ser itinerantes detrás de las cuadrillas de minería colonial y se hubieran quedado clavados en lugares donde siguieron practicando la minería y para hacerlo empezaran a elaborar el sistema que ha llegado a nuestros días con el nombre de troncos (Friedemann 1974, 1985a). Por otro lado, en la cuadrilla hubo una dinámica de movilidact donde el capitán era un individuo que por su poder de mando fue capaz de acumular más oro; trabajando en los días de fiesta -como era permitido- y seguramente en lugares ricos más rápidamente compraba Sl:J.libertad (West 1952: 89-90). Así, en su esta tus de libre, a tiempo que dejaba la plaza vacante para otro esclavo, él podía establecerse como mazamorrero libre itinerante o bien entrar a formar parte de un incipiente tronco. Lo descrito tan sucintamente en tomo al transcurso de las cuadrillas permite señalar un momento cruciai de la génesis de dichos troncos que seguramente constituyeron un modelo alternativo de vida para aquellos negros que encontrándose libres con las leyes de abolición de la esclavitud de 1851, rehusaron quedarse como peones en las háciendas y en las minas e iniciaron un éxodo hacia ~a selva y los tro-ncos al borde de los ríos. Es así como en el decenio de 1970, la investigación antropológica encontró' troncos entre mineros del oro en áreas de Barbacoas y a juzgar por datos de otras investigaciones (Friedemann 1989, Villa 1985, Fried.emann y Briceño 1990) también en otros lugares del bosque aurífero sobre la costa caucana y el Chocó. Los troncos corresponden en la literatura antropológica a los ramajes. Son grupos cognáticos de parientes consanguíneos que remontan su linaje tanto por la vía materna como por la-paterna;· hasta un antepasado hombre o mujer fündador de la descendencia. Quien pertenece~ un tronco, tiene derechos de trabajo y herencia sobre las tierras mineras y chagras de cultivos reclamadas por el fundador como propiedad de su descendencia (Friedemann -Ibídem-). Cada tronco ha contado con su propio y delimitado territorio y tiene

su parentela definida por derechos activos y latentes, maternos y paternos de trabajo y de herencia. Así, un hombre preferiría no casarse con una mujer de su mismo ramaje, porque entonces la pareja sola·mente tendría derecho a trabajar en la propiedad de un solo tronco, lo cual le impediría movilizarse a lo largo de varios ríos en otros troncos. Los troncos se desenvuelven en unidades socioeconómicas . llamadas minas. La mina está conformada por el caserío donde viven los mineros, la chagra o sitio de cultivos de subsistencia, el corte ·minero de cada familia nuclear y el corte minero comunal del grupo total de descendencia, que son los lavaderos de oro propiamente dichos. Los miembros de cada familia viven y trabajan en la unidad mina de su ramaje o tronco. Los hombres limpian el terreno, cortan madera para construir las casas y las canoas y hacen el trabajo pesado en el corte minero. Su mujer y sus hijos también van a la chagra, cortan banano, caña de azúcar y hacen panela en los trapiches de aspas que aún existen. Pero también asisten a los cortes familiares o comederos y a los comunales o compañías donde se sigue trabajando bajo la autoridad de un capitán. La repartición sobre la cuenta de cada día de trabajo es una de las obligaciones del capitán de la mina. El tronco corno realidad social y cultural ha modelado la subsistencia de grupos negros y el riesgo de abandonar el bosque, el río o los parientes en el caso de agotamiento del oro, de inundaciones o _de otra emergencia. Vigente aún en las postrimerías del siglo XX, con sus raíces en la cuadrilla esclava y en los antiguos mazamorreros, el tronco sigue siendo una respuesta de los grupos negros con:temporáneos a las condiciol)es de discriminación socioétnica y .económica tanto como a la incertidumbre del habitat en el litoral Pacífico (Arocha 1991). Las condiciones de trabajo en el litoral Pacífico durante los siglos de la Colonia son comparables a las épocas recientes al finalizar el siglo. XX. Hombres y mujeres generación tras generación han venido desempeñándose en su habitat de selva super húmeda donde la rueda como elemento básico del ámbito tecnológico en el transporte o

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en la mecánica general, no ha tenido mayor aplicación. En los cortes mineros las piedras se movilizan de un lugar a otro mediante cadenas de hombres y mujeres que las pasan de mano en mano. Los accidentes son constantes y las dolencias de la gente que permanece largas horas parada entre el agua, doblados sus torsos con las piernas y rodillas rectas, podrían compararse con algunas de las frecuentes afecciones que quedaron registradas en inventarios de esclavos de minas. Norrnan Whitten (1974) ha llamado pioneros a los habitantes negros del litoral que se asientan en cuatro nichos socioculturales: caseríos rurales dispersos, caseríos rurales compactos, pueblos y ciudades. Su proceso de producción sigue siendo el de una economía fluctuante de auge y decaimiento basada en la extracción de oro, maderas, mangle, bananos, pesca, caucho, tagua, cocos, plantas medicinales, por parte de especuladores extranjeros y nacionales. Por un lado con soluciones de vida selvática y campesina que escasamente permiten la subsistencia mediante la minería y los cultivos de frutales,.caña y arroz, combinados en la chagra y la caza y la pesca en ríos y manglares. Por otro lado, tomando la alternativa del peonaje como trabajadores de compañías nacionales y multinacionales, cortando y arrastrando trozas de árboles hacia aserraderos o pescando «independientemente» para las industrias de productos qe mar, o como cadeneros y peones en los muelles. Todos, hay que reiterarlo, socializados desde chicos para desempeñarse en trabajos de selva o como peones y eventualmente proletarios en los puertos y ciudades. En el horizonte histórico y contemporáneo de los grupos negros cualesquiera que hayan sido sus ciclos económicos, o sus etapas migratorias en el litoral, el parentesco se ha manejado como un recurso social efectivo. Si un minero de la selva requiere ayuda en el puerto, lejos de su caserío, él busca algún pariente de su tronco y acude a él, avivando de este modo una relación recíproca. Whitten (1969: 235) muestra cómo la movilidad en pueblos y ciudades en el litoral se da así por entre la trama de una organización que él define como «ramajes rotos». Que a su vez al conjugarse con el hallazgo de 82

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los troncos o ramajes en la selva aurífera, da cuenta de un proceso evolutivo social. El juego de la genealogía y el parentesco tienen así papeles cruciales en el manejo rural-urbano y desde luego en puertos y ciudades dentro de la sociedad de gente negra y aquellos que en el marco del mestizaje son considerados como morenos, el término cortés con el cual en la sucesión racial moderna, la sociedad dominante sigue señalando a los negros o a aquellos con rasgos visibles denegro.

Haciendas y linajes en tierras nuevas En 1617 Jacinto de Arboleda, un comerciante que primero desem. barcó en Portobelo, llegó al territorio que hoy es Colombia y se convirtió en uno de los fundadores de una familia que a su vez amasaría una gran fortuna representada en minas, esclavos, tierras, ganado y poder social. Arboleda inició la explotación de oro con una cuadrilla de esclavos negros, primero en Anserrna y luego en Caloto en el valle del río Cauca. Setenta años después, en 1688, los Arboledas poseían entre otros bienes la hacienda de La Bolsa en el valle del Cauca y minas en los altos del río Timbiquí y en el. Micay, en el litoral Pacífico caucano y también en el Chocó (Colmenares 1979: 81). En 1777 cuando Francisco Antonio Arboleda compró' en la misma región, otra hacienda llamada }apio, ésta y La Bolsa con sus esclavos suministraron entonces provisiones agrícolas y mano de obra a las minas del Chocó y del litoral que ya constituían lo que Mateo Mina (1979) ha llamado «Un imperio minero». El que a su vez prestaba también mano de obra esclava a las haciendas. Al cabo de varias generaciones, los Arboledas, así como los Mosqueras, Bonillas, Hurtados y Prietos, con similares historias económicas y sociales habían conformado linajes. Y en la mitad del siglo XVIII, sus miembros mediante alianzas matrimoniales mantenían 83

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una élite de Señores de las minas con intereses en Caloto y en el Chocó (Colmenares 1979: 152). La familia de los Mosqueras además, fundada a partir de la encomienda, desde el siglo XVI permanecería en escena a lo largo de siglos y en los diversos teatros de la sociedad y la economía coloniales. Los Mosqueras conforme dice Colmenares (1979: 146)

«ejemplifican una continuidad entre las empresas de encomenderos-terratenientes y mineros>}, La hacienda que evolucionó a partir de las encomiendas de indios a favorecidos como los Mosqueras, tuvo una forma antigua que se conoce corno hacienda de campo y que utilizó en gran parte la obra de mano indígena para la producción de trigo y maíz. ·rero en el siglo XVIII cuando la producción de oro aumentó, los dueños de minas compraron enormes extensiones de tierra y los dedicaron al levante y ~ngorde de ganados que venían del vallé del Patía y de Neiva. A esta unidad de producción se fa conoce como latifundio de frontera. (Colmenares 1979: 201). El ganado crecía a sus anchas y el número de trabajadores así como de herramientas era escaso. Pero a · medida que los frentes mineros intensificaron su producción se hizo necesario mayor número de trabajadores en las minas y desde luego un aumento de provisiones del agro. Surgió entonces la hacienda de trapiche ·que combinó la siembra de caña de azúcar con los cultivos de arroz y fríjoles, la preparación de mieles y desde luegola ceba de ganados para el abasto de carnes. En e.sta hacienda la mano de obra negra y esclava se ~ncargó de todas las actividades y conforme se mencio116 antes, a sus trabajadores que habían tenido tiempo de nacer y criarse allí, se los trasladaba si era necesario a las minas y viceversa. La apari_ción de la hacienda de trapiche no significó que los otros dos tipos de hacienda desaparecier~n. Por el contrario, las tres unidades de producción siguieron existiendo hasta el siglo XIX (Colmenares 1979: 202). Por supuesto que no sobra la reiteración de la importancia que en este largo período colonial tuvo la producción minera como sustento económico para el surgimiento de las actividades de hacienda y de comercio. Y en este conjunto

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vuelve a señalarse de nuevo la preponderancia de la mano de obra negra esclava. En el valle del río Cauca, como en otros lugares, el negro tuvo escaso acceso a la tierra. Cuando fue posible, aquellos que compraron su libertad ocuparon terrenos baldíos que convirtieron en parcelas de cultivos. Palenques como El Castigo en tierras occidentales del Patía fueron otra manera de acceder a la tierra. Las leyes de abolición de la esclavitud de 1851 por su parte, nunca consideraron la concesión de tierra o de herramientas a ningún negro. Por el contrario se autorizó la compra estatal de esclavos a los dueños de latifundios, haciendas y minas, con el objeto de indemnizarlos. Así, se propició el peonaje de negros sin tierra que entraron al servicio de haciendas y minas de los antiguos dueños(Friedernann 1976). Hubo por otra parte, mecanismos de captación de mano de obra d~ negros, como reacción a la abolición. Y ahí aparece la acción de Sergio Arboleda en 1853 con los negros libres a quienes enroló para trabajar dentro del sistema de terraje que era un pago que. el negro debía hacer a la hacienda en productos de siembra y en dinero (Mina· 1975: 54). Arboleda les permitía asentarse en los bordes boscosos de· la hacienda para tumbar monte e iniciar cultivos. Los negros además debían dedicarle diez días de cada mes a los trabajos de la hacienda La Bolsa que eran la siembra de caña d u lee, plátanosy árboles de cacao. En sus parcelas pequeñas sembraron yuca, arracacha, maíz, caña de azúcar, cacao y plátanos. Pero en la hacienda una vez terminada la siembra de 15.000 árboles de cacao, 20 platanerasy 50 suertes de caña, en vista de que allí el trabajo disminuyó, Arboleda ·resolvió cobrarles el terraje en dinero tasado por cada fanegada ocupada por las familias negras (Mina 1975: 55). Así, los antiguos barracones de la esclavitud apenas parecían cambiar de forma. Para salir de la hacienda, los trabajadores tenían que pedir permiso por un tiempo estrecho;-se les permitía pocas celebraciones entre ellos mismos y además, tenían que dar c1.:1enta de cómo empleaban su propio dinero. Por supuesto·que muchos tomaron el camino del éxodo y se fueron a los montes a lo largo del río Palo, donde sabían que había existido un palenque. Allí iniciaron

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nuevas labranzas (Friedemann y Arocha 1986: 206). Entonces, cua~­ do en ciertos lugares y momentos las urgencias de mano de obra se agudizaron surgieron 'reclamos y la respuesta fue la creación de mecanismos coercitivos. Los jefes de policía tenían facultades legales para obligar a trabajar en las haciendas a los llamados «vagos». Más aún, la ley autorizaba al patrón para azotar y privar de alimento al trabajador rebelde. Todo esto sucedía en 1785, 25 años después de que a los negros se les había declarado libres. A finales del siglo XIX, la tenencia de la tierra en el Valle del Ca uca, es definida por Rolf Knight (1972) en su análisis de la evolución del cultivo de caña, como un embrollo de litigios, compras, transferencias y ocupaciones defacto de tierras de monte. En los albores del ingenio de azúcar en 1890 en La Manuelita había 100 negros y sus familias trabajando en los campos de la caña. Eran peones negros, descendientes de esclavos en las antiguas haciendas y quienes habían vivido allí por varias generaciones. En tanto que el capital, la mecanización del ingenio y el ensanche acelerado del territorio convertían a los ingenios en plantaciones (Friedcmann 1976: 155), sus trabajadores iniciaban su ingreso en el proletariado. Solamente unos pocos mantenían una parcela o un solar, aunque todos eran originarios de la región. En el decenio de 1970, el proceso de monopolio de la tierra, aún de aquella que habían conservado los descendientes de esclavos en los bordes de las haciendas era una característica de la nueva agroindustria que ya había sembrado caña en miles de hectáreas en el Valle del Cauca (Mina 1975). Otras alternativas para el campesino negro que perdía su finca tradicional de cacao, café, plátanos, frutales y tomates fueron la de ingresar en programas de desarrollo rural sin tierra (Friedemann 1976: 164). Optaron por la artesanía de la teja de barro que sacaban de pequeños lotes alrededor de sus poblados, pero al-·final muchos acabaron emigrando a los cinturones de pobreza de las ciudades en el Valle del Cauca y vecinas al mismo (Friederriann y Arocha 1986).

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Raíces africanas y visiones culturales

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La religión católica llegada a América junto con el sistema legisliltivo y el de la milicia constituyeron un sólido mecanismo de dominación sociopolítica y de cambio cultural en amplios territorios de la Nueva Granada, en lo que hoy es Colombia. No obstante, la visión del mundo sedal, natural_o sobrenatural en caseríos, pueblos o ciudades enrnar<;ados históricamente por la presencia de africanos y sus descendientes, no puede caer en definiciones homogeneízan tes que señalen dominio total occidental. En ciertas regiones colombianas se o_bservan conglomerados de gente fenotípicamente· negra que así mismo tienen expresiones específicas que han venido a reconocerse como perteneciente~ a la cultura negra. Hay también regiones ocupadas por una variedad socioracial amplia- que podrían considerarse impregnadas de cultura negra. Entonces, al hacer referencia a esta cultura se alude metafóricamente a raíces africanas que hubieran contribuido en la formación de un nuevo o de nuevos sistemas culturales. i ¿P~ro cóx:no se explican tales raigambres o la tercera raíz, como se ha venido a denominar el componente cultural africano en algunas d.e ias sociedades del continente americano?

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En previos trabajos se ha aludido a la existencia de huellas d~ africanía entendidas como memorias, sentimientos, aromas, formas estéticas, texturas, colores, armonía, es decir materia prima para la etnogénesis de la cultura negra (Friedemann 1988, 1989). Se destaca además, su compleja dinámica de creatividad y transformación y no se niega la participación de supervivencias y sincretismos y dentro de éstas no solamente las africanas, sino también las europeas y las aborígenes (Friedemann y Arocha 1986:36). .. Con todo, al hablar de huellas de africanía es preciso referirse a los procesos de reintegración étnica ocurridos entre los esclavos desde el siglo XVI, de manera simultánea a la trata, cuando gente de igual o similar procedencia volvió a encontrarse en escenarios disti~tos a los de su cotidianidad africana (Friedemann y Patiño 1983, Fn:de-mann y Arocha 1986). Esos procesos de reintegración étnica senan marcos para la génesis de nuevos sistemas culturales afroarne-ricanos que debieron haberse iniciado tan pronto corno en lqs factorí~s de las costas africanas se juntaron las primeras víctimas. La. dinámica interétnica de esta génesis ha sido discutida por Mintz y Pnce (1976) con relación a la diáspora africana. Dinámicas análogas, como parte de una propuesta de explicación teórica sobre control cultural en la formación de grupos étnicos diferenciados, también referidas a culturas negras han sido examinadas por Bonfil Batalla (1987). A esas dinámicas en las relaciones interétnicas, este autor ha denominado etnogénesis. . ~a táctica de de,sarticular social y culturalmente a los prisioneros s~gutendo .un patron de heterogeneidad tribal o regional, buscaba eJercer un dominio del comercio, sin sobresaltos y mediante la ~t~mización de los esclavos. Con todo cabe preguntarse el grado del ex1to alcanzado, frente a una homogeneidad de condiciones compartidas que debieron provocar similares reacciones. Con la vida ~men~zada, la familia destruida, perdida la tierra y sumergidos en la I~~erhdurnbre de la vida y de la muerte, un primer gesto de compaston ~u~a pudo ~o~vertirse en un hilo de comunicación que con otros ~1nulare~ urdtna la trama de futuros tejidos sociales y culturales (Mtntz y Pnce 1976: 27). Estos momentos cruciales de etnogénesis

inducen al examen de la condición cultural del grupo. Aunque los africanos en la trata llegaran desnudos de sus trajes, armas y he~ra­ mientas, desposeídos de sus instrumentos musicales y de bienes terrenales, por fuerza traían consigo imágenes de sus deidades, recuerdos de los cuentos de los abuelos, ritmos de canciones y poesías o sabidurías éticas, sociales y tecnológicas.· Es decir, se descarta el hecho de que el bagaje cultural traído por los africanos hubiera podido ser aniquilado. Más bien empieza a explorarse el proceso de cómo tales iconos o representaciones simbólicas, aquí denominadas huellas de africanía, han llegado a reflejarse en los sistemas de las culturas negras (Torres 1989, Arocha 1989, Ascensio 1990). El propósito sería además conocer la dinámica del control cultural (Bonfil Batalla:1987) mediante la cual elementos gramaticales u orientaciones cognoscitivas en términos de Mintz y Price (1976) e iconográficos, aludiendo a Bateso11- (1972) de las culturas africanas permanecieron en el consciente y en el subconsciente de los portadores de las nuevas culturas negras, para surgir en expresiones y gesto o en ricos teatros religiosos y sociales: fiestas de santos, carnavales, velorios, rituales de funebria o danzas acuáticas en honor a figuras sagradas, en amplios horizontes geográficos. Por lo pronto, la informaciÓn histórica muestra cómo los cabildos de negros que en un primer momento fueron enfermerías en Cartagena de Indias, se convirtieron en ámbitos de resistencia a la sociedad dominante y en refugios de africanía. Eran barracas húmedas y fangosas situadas junto al mar, que servían de asilo a aque. llos africanos que al descender de los navíos no podían caminar o estaban casi agónicos. Allí, quienes se recuperaban cuidaban a los nuevos enfermos. El alivio del infortunio no era sólo físico, pues la desgracia era también cultural. Encontrar un modo de comunicarse debió ser la urgencia primordial. El tambor, una de las primeras recreaciones a partir de iconografías se constituyó en lengua franca en los cabildos. Primero ánunciaba la muerte. Con el tiempo, convocaba a esclavos y libres para diversas actividades, incluyendo el cimarronaje. Los cabildos entonces, fueron tempranos escenarios de la génesis del sistema cultural del negro en Colombia tontinen-

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tal. No sucedió lo mismo en el archipiélago de San Andrés y Providencia en el Caribe, donde a la sazón el dominio cultural inglés, al igual que en otras islas caribeñas, desterró al tambor considerado como instrumento evocador del poder de espíritus (Perea Escobar 1989:58). Cuando los cabildos -enfermería dejaron de servir como estaciones de recuperación porque los hospitales de San Lázaro y de San Sebastián en la ciudad recibieron los enfermos, el cabildo -nación con el espíritu de las cofradías que desde el siglo XII e;


Huellas de africanía y emblemas de nacionalidad La importancia de los cabildos negros corno refugios de africanía en Colombia realmente es patente cuando se empiezan a exárninar las. expresiones musicales, las danzarias y las lingüísticas de la cultura negra. Desde luego que para el escrutinio de las huellas del Africa uno de los vehículos menos inseguros es el lenguaje musical y danzario o el hablado. ·· Efectivament-e, el estudio del carnaval contemporáneo eri Barranquilla, Santa M~rta y Ciénaga, ciudades de la costa Caribe y el del mismo sobre los puertos ribereños del río Magdalena ha permitido encontrar. en el ritual una historia de su organización que se re~ monta hasta los tiempos de los cabildos (Friedemann 1985). Las antiguas rivalidades tribales africanas que fueron alentadas por la sociedad esclavista de la colonia se plasmaron en Cartagena en cabildos con identidades de memoria africana -Carabalí, Mina, Mandinga, Corigó, Arará, (Escalante 1954: 223) propiciando una proyección cultural en el carnaval que se arraigó en Barranquilla: los

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Congas, una danza de hombres. La danza ha llegado hasta nuestros días como un ritual de guerreros ataviados con colores fulgurantes, enormes bonetes con colas tapizadas de símbolos y el desafío de los sables que al tema con el reto del toque de tambor de cada grupo. Los recuerdos del habitat de la selva y de la sabana africana aunados al ambiente del trópico suramericano se expresan en manadas de máscaras de animales danzantes: tigres, micos, pájaros, perros, toros, insectos, enmarcan a los Congos que danzan batallas alegóricas de defensa territorial en sus barrios desplazándose luego en representación teatral por las calles céntricas de la ciudad. El carnaval con el paso de los años y las urgencias de afirmación de iden ti da des regio. nales en el país, se ha convertido no sólo en un perfil del Caribe colombiano cuya impregnación de cultura negra es ostensible, sino que ha sido adoptado éomo uno de los símbolos de la nacionalidad cultural colombiana. Otras expresiones estéticas del Caribe colombiano influidas por la cultura negra con huellas de africanía aparecen en lo que se ha denominado la música «costeña» (González Henríquez 1989: 3), que a su vez ha penetrado distintos ámbitos de las clases sociales como un elemento de la personalidad cultural colombiana. Aigunas de ellas son la cumbia, el bullerengue, el chandé, el mapalé, el abozado, la gaita o porro tapao, el vallenato, los cantos de zafra, de vaquería y los cantos del Lumbalú (Abadía Morales 1977). La cumbia, una danza de hombres y mujeres, otro de los símbolos regionales de cultura negra que han sido adoptados como emblemas de nacioní:ilidad empezó a configurarse en el ámbito de la esclavitud en Cartagena ~e Indias (D. Zapata 1962: 187-204). Para las fiestas religiosas españolas de la Candelaria,

«hombres y mujeres en gran ruedo, pareados, pero sueltos, sin darse las manos, dando vueltas alrededor de los tamborileros, las mujeres enflorada la cabeza con profusión, lustroso el pelo afuerza de sebo y empapadas en agua de azahar... balanceándose en 93

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cadencia muy erguidas, mientras el hombre ya haciendo piruetas dando brincos, ya luciendo su destreza en la cabriola, todo al compás ... bailaban a cielo descubierto al son del atronador tambor africano ... » (PosadaGutiérrez 1929).

«Los indios también tomaban parte en las fiestas bailando al son de sus gaita$, especie de flauta a manera de zampoña ... los hombres y mujeres de dos en dos se daban las manos en la rueda, teniendo a los gaiteros en el centro, y ya se enfrentaban las parejas, ya se soltaban y volvían a asirse, golpeando al compás el suelo con los pies ... sin brincos ni cabriolas ... » (Posada Gutiérrez-Ibídem-).

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bombo, dos tambores troncónicos, guache, maracas y flauta. Los tambores y el guache de origen afrisano. Este último, hecho de hojalata de forma cilíndrica, perforado con agujeros y lleno de semillas. Las maracas de origen caribe y las flautas de origen indígena. Abadía Morales (1977) la dibuja como mulata y negra, señalando que tiene una melodía originaria en la música de las gaitas y cañas indígenas pero que su ritmo dominante es el de los tambores africanos. El vallenato que es una canción con ascendiente y presencia negra tiene sus raíces en los cantos de trabajo en ámbitos de la hacienda y también de la boga en la colonia (Quiroz 1983). Los cantos de vaquería probablemente son tan viejos como la misma ganadería y el trabajo de los esclavos que desde el ~omienzo de la llegada de los españoles tuvieron que arrearlos y cuidarlos. Ciro Quiroz (Ibídem) ha recuperado antiguos cantos nostálgicos de esa vaquería:

Cuando yo tenía ganao cantaba mi vaquería ahora que no lo tengo canto la vida mía.

Con el correr del tiempo,la cumbia definió sus perfiles. Los músicos se subieron a tocar en tarimas altas alrededor de las cuales negros, mestizos y mulatos disfrutaron las fiestas. Y durante muchos años, antes de que las danzas populares. fueran integradas al carnaval de Barranquillaí allí los grupos danzantes se reunían en barrios tradicionales como Rebolo a bailar en sitios llamados cumbiambas. Este término según Abadía Morales (1977: 205) por un lado al apocoparse produce la voz cumbia y a su vez se relaciona con el vocablo cumbancha cuya raíz kumba proviene del occidente africano: es gentilicio mandinga, también el país del Congo y su rey se llamó rey de Cumba. Cumba entre los congos significa además grite ría, escándalo, regocijo y nkumbi es un tambor (Ortíz 1985: 184). Desde luego que la controversia en torno a la configuración de la cumbia no ha faltado, particularmente a raíz de su evolución corno símbolo nacional de identidad estétiCa. La tradición india la reclama a través de las gaitas y la tradición española reclama el atuendo. Aquiles Escalan te (1964: 148) menciona como instrumental auténtico de la cumbia en la cual el canto no existe, lo siguiente: una tambora o

Y también ha logrado encóntrar algunos textos remanentes en las narraciones del vallenato que actualmente se yergue como un pilar de la oralitura de la costa Atlántica. El vallenato canta y narra: es mordaz con humor y gracia, es crítico en la política, la religión y el trabajo, gime con el amor y llora con el desamor. Sus narrativas siguen viajando de pueblo en pueblo y son un registro de leyendas, mitos e historias en amplias regiones que son ganaderas y están pobladas por descendientes de cimarrones negros, de negros libres y desde luego del resto de gentes que allí confluyeron. Del mismo modo que en la cumbia, huellas de africanía aparecen en la complejidad de la evolución del vallenato y en la controversia sobre el dominio cultural surge en este caso el reclamo de la tradición oral hispana en el texto literario. Efectivamente, Consuelo Posada (1986: 42) encuentra testimonios de temas y de formas que según ella demuestran que la mayoría de los versos que hoy hacen parte de

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la música popular en Colombia, se originaron ertlas coplas españolas que llegaron a Colombia a· través de Santo Domingo durante la colonia. Y dentro de esta circunstancia coloca al vallenato originaL . · No obstante, vale recalcar que la esencia narrativa del vallenato; la expresión gestual de sus intérpretes y por encima de todo· la in ten-· ción de la canción es la entrega de un mensaje. El cantor arruga el rostro, gesticula, se comunica. El acordeonero es capaz de dejar el instrumento para hablar con las manos. Aquí, .no puede entonces menos que evocarse a la figura del-griot, que en los territorios africanos del ocCidente en el antiguo Mali en el siglo XVI vestido con máscaras de pájaros recitaba la historia, la l_eyenda; la genealogía, lasabiduría de la artesanía y de la religión. Eran una especie de casta de juglares, a la vez poetas, músicos y brujos encargados de preservar la tradición. En la organología tradicional del vallenato está la guacharaca que es un instrumento de fricción, hecho del tallo de una caña a la que se tallan estrías. Con una costilla de res o con un trinche se raspa la caña. Según Quiroz (1983: 192)~ la guacharaca fue el primer instrumento que con voz similar a la de una pava silvestre que anuncia la lluvia, se unió a los cantos de vaquería de donde saldría el vallenato. El acordeón es un instrumento típico de muchos puertos del mundo que parece haber llegado a Colombia y al vallenato a finales del·siglo XIX. La trilogía bá-sica la completa la caja de clara estirpe africana, con memoria de: tambores, con un ·parche que inicialmente era de · piel del buche del caimán sacado con ceniza deba jo del sol, y después remplazado por cueros de venado, chivo o camero (Quiroz -"-Ibídem-). Con el tiempo, al vallenato han ingresado otros instrumentos y de él han surgido otros ritmos que lo han convertido en un pozo de ·creatividad: puyas, merengues, sones, paseos o tamboras, forman una intrincada genealogía musicah Esta cualidad de pozo ha contribuido a que el vallenato se haya constituido en otro símbolo de la identidad cultural de Colombia. Con la innegable huella del legado africano, no sólo en la conformación socio histórica del hecho artísti..: co, sino en la misma esencia del fenómeno musical.

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Claro que el vallenato es apenas una parte importante de la oralitura de la costa Atlántica, cuyas expresiones surgen en una gama nutrida de narración, poética y novelística. La mayor de todas, la obra _de Gabriel García Márquez que construye una realidad fantástica llamada Macando. El vocablo, un fitónimo bantú {De Granda 1978: 234) designa al plátano y conlleva significados mágico -religiosos. De Granda afirma que Macando es un símbolo de «la sociedad abigarrada, multirracial, mulata, que describe Garda Márquez y que co-

rresponde por entero a la fisonomía de un territorio en el que indios, blancos

y sobre todo africanos, han vivido juntos durante varios siglos». En efecto, el territorio es a su vez asiento de una zona de cultivos intensos de plátano y de acuerdo con García Márquez, el nombre es una memoria de sus años infantiles y jóvenes en las vecindades de Aracataca, donde existía una hacienda con ese nombre. Pero a propósito de Makondo como vocablo bantú, es válido anotar que precisamente en esas tierras de plátano y de ganados, durante siglos han estado arraigados descendientes de africanos: cimarrones, libres y criollos. Además, en un palenque residual de la región los negros han mantenido hasta nuestros días huellas de la presencia africana en su vida cultural y social. Se trata del Palenque de San Basilio, dueño aún de una lengua criolla propia, considerada como una reliquia lingüística en América (Patiño Rosselli 1983). Tiene vocablos bantú de las hablas ki-kongo y kimbundu que desde luego con Makondo permiten señalar en Cien años de soledad y en varios de sus personajes y épicas una proyección colombiana en la novelística universal de iconografías del mundo negro africano en América Latina. En el ámbito de la lengua española, la influencia lingüística proveniente de lenguas afdcanas es conforme dice Germán de Granda {1978: 271) muy identificable en zonas como la caribeña o la del litoral Pacífico, donde hay importantes conglomerados de descendientes de africanos. El acento bantú, sin embargo es dominante en muchos lugares y aparece en el habla cotidiana, así como en toponimias de memorias congo lesas y angolesas: M a tamba, Masinga, Malemba, Angola, Songo, Miangoma, Nanguma, Quilembe y Lamba son no m97

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bres de arroyos, montes y caserío~ en lugares cercanos a Cartagena' y también territorios de antiguos cimarrones. Y en el litoral Pacífico Matamba y Mungarrá, son muestras de toponimias también de origen bantú, aunque Beté sobre el A trato es el nombre de una étnia en Costa de Marfil. En el léxico cotidiano la influencia es abundante. En la culinaria el guandú, referencia bantú,-kikongo-, por ejemplo, es un plato de perfil costero sobre el Atlántico, mientras que el fu.fti, de referencia bantú, -mfufu-, una manera de preparar el plátano, es del acervo de la gastronomía del Pacífico. En rituales profanos como el currulao o cununao en el Pacífico, el tambor cununo y la marimba son de estirpe Ki-mbundu, igual que la cachimba que es una pipa y chimbo que es moneda (Del Castillo 1984). En rituales sagrados como en San Basilio, el palenque residual, con un último dominio étnico bantú, se preserva en las canciones fúnebres del ritual mortuorio conocido corno lumbalú (Schwegler 1990) testimonios de la procedencia africana no sólo de gentes, sino de visiones cósmicas en torno al mundo sobrenatural. En el .estado actual de los estudios de grupos negros en Colombia, es posible examinar comparativamente en el ámbito no sólo de la lingüística, sino también de la expresión religiosa y en otros espacios, elementos compartidos por comunidades negras en di versos lugares colombianos. Y desde luego,la impregnación que ellos han hecho en variados planos de la vida cultural nacional. La imágenes acuáticas que aparecen en el velorio de muertos en palenque y que se evocan a través del habla del tambor y en las canciones de lumbalú también son parte de velorios en comunidades del litoral Pacífico en los bosques mineros y en los pueblos en proceso de urbanización. Y a su vez rememoran el pensamiento de gentes del Congo que conviven un universo donde Calunga -palabra que también aparece en los cantos fúnebres dellumbalú- un ámbito de aguas, debajo de la tierra es el sitio de los espíritus de los muertos (Mac Gaffey 1986, Friedemann 1991: 77). Y en el litoral Padfico,los ámbitos acuáticos son por excelencia los tablados poéticos del drama de encantamientos y personajes del mundo sobrenatural, que emergen de los mares para entrar en el 98

APORTES DEL NEGRO A LA CULTURA COLOMBIANA

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mundo de los hombres. Protagonistas como las enormes serpientes que causan las inundaciones, o las diminutas lombrices que salen y entran al cuerpo humano causando enfermedades y que viven en el agua, son patrimonio de ::a cultura negra de amplios territorios. El esbozo anterior es un intento para delinear_algunos aportes de la diáspora africana a la cultura de regiones y' de la nación colombiana en ciertas instancias. Pero no alcanza a tocar muchos detalles sutiles de la poética visión o lo intrincado de sus creaciones sociales y materiales como espejo de sus iconografías antiguas y de aquellas transformadas en el proceso histórico. Para el estudioso de las culturas negras de América, sin embargo, tal testimonio es vivencia de estrategias de resistencia cultural. Después de 500 años, las huellas de la madre Africa llegadas con los esclavos aparecen dibujadas no sólo entre sus descendientes, sino como· parte de nuevas construcciones culturales en Colombia.

Hacia el siglo XXI En Colombia, una reflexión sobre los desafíos que el siglo XXI le plantea a la existencia de los negros como grupo diferenciado en el panorama nacional, no ha tenido mayor espacio en deliberaciones tan importantes corno las que acaban de concluir en el seno de la Asamblea Constituyente. Que produjo una nueva constitución para la nación del próximo siglo. Un artículo de Jaime Arocha recientemente publicado (1991) es premonitorio de los caminos que tendrán que seguir los negros en su diáspora y vuelve a llamar al protagonismo a tantas de las muchas estrategias, que le han permitido desempeñar un papel significativo en Colombia. La continuidad de un mundo posible de cultura negra, referido por Arocha como un escenario de sobrevi vencía para los negros colombianos, tiene los componentes de la innovación frente a la incertidumbre del medio ambiente social, económico y ecológico, de la creatividad sociocultural frente a las condiciones del cambio continuo. En el litoral Pacífico, una zona de alta densidad dernográ99

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fica negra, las leyes nacionales no le han permitido arraigarse en sus tierras de uso consuetudinario. A tiempo que allí capitales y tecnologías multinacionales intensifican las industrias de minería, cría de camarones y siembra de palma africana, con la tala de bosques tropicales y de manglares,la expulsión de la gente negra será un hecho. La nueva Constitución que permitió el ingreso definido de los aborígenes o indios como sujetos de derecho, apenas mencionó pálidamente a los negros en su expresión étnica diferenciada. Así la legitimidad de su identidad para los propósitos del ejercicio territorial con la especificidad de una diversidad ancestral quedó ausente. No obstante, por fuera del proceso de dicha Constitución, distintas agrupaciones culturales y políticas de negros, adoptaron posiciones analíticas reflexivas y críticas. Las vicisitudes del transcurso de los negros en el panorama nacional, las contribuciones que desde la colonia han venido realizando, la marginalidad que han sufrido sus gentes son temas de su discusión. El debate entre algunos, se encamina al examen de las consecUencias que ha tenido la estrategia del blanqueamiento como acción sociopolítica de participación a nivel individual y grupal (Arocha y Friedemann 1984). El debate atañe al estudio de la conciencia acrítica del mestizaje corno ideología discriminatoria con resultados de invisibilidad sobre la historia, su actualidad y los derechos de los·negros, impartida ella por diversos niveles de la sociedad colombiana. Pero con seguridad, el nuevo siglo presentará como sucedió en el actual, alternativas vibrantes que permitirán con creces la permanencia de la diáspora africana. ·

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LA SAGA DEL NEGRO

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