Mamani Fuentes Para Una Historia Regional Del Norte Peruano Tardocolonial

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Sandra Fernández M. Paula Polimene (Coordinadoras)

Rosario, 2017

Fuentes para una historia regional del norte peruano tardocolonial La Visita pastoral de Martínez Compañón (1782-1785) Ariel Mamani Tras los pasos del obispo Martínez Compañón altazar Jayme Martínez Compañón y Bujanda nació en enero de 1738 en Cabredo, una pequeña población navarra, en el seno de una familia de mediana posición. Realizó estudios en las universidades de Salamanca y Oñate, donde más tarde tuvo a su cargo las cátedras de Teología y Jurisprudencia. Se doctoró en Cánones y Teología y en 1761 recibió la ordenación sacerdotal.1 En España ocupó varios cargos y en 1767 obtuvo su primer destino americano al ser nombrado Chantre del Cabildo Catedralicio de Lima. Al parecer Martínez dudó en aceptar el traslado al continente americano, pero a partir de los consejos de su confesor aceptó la designación “…para servicio de las dos Majestades”.2 Sin embargo a poco de llegar al Perú se ganó la confianza del Arzobispo Diego de Parada, lo que le permitió escalar posiciones dentro de la estructura eclesiástica y con el tiempo pudo consolidar una interesante carrera americana. En 1769 fue nombrado Juez de Diezmos y un año más tarde Rector del Seminario de Santo Toribio. Entre 1772 y 1773 se desempeñó como Secretario del VI Concilio Limense, cónclave de fuerte impulso regalista y antijesuita donde Martínez Compañón parece haber desempeñado un importante papel.3 “Fueron tantos y tan importante los trabajos que presentó al concilio –señala José Manuel Groot– y tanta la estimación que por ella obtuvo en aquella asamblea, que no se decidía asunto alguno de importancia sin oír antes su dictamen, suscribiendo á sus pareceres todo el concilio...”.4

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1 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “Baltasar Martínez Compañón y su obra en la diócesis de Trujillo (Perú)”, en ARELLANO, Ignacio y MATA INDURÁIN, Carlos –editores– El obispo Martínez Compañón: vida y obra de un navarro ilustrado en América, Gobierno de Navarra, Pamplona, 2012, pp. 77-161. 2 PÉREZ AYALA, José Manuel Baltazar Jaime Martínez Compañón y Bujanda. Prelado español en Colombia y el Perú, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, Bogotá, 1955, p. 9. 3 MACERA, Pablo “El tiempo del Obispo Martínez Compañón”, en MACERA, Pablo; JIMÉNEZ BORJA, Arturo y FRANKE, Irma –editores– Trujillo del Perú. Baltazar Jaime Martínez Compañón. Acuarelas. Siglo XVIII, Fundación Banco Continental, Lima, 1997, pp. 13-80. 4 GROOT, José Manuel Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, escrita sobre documentes auténticos, Imprenta Medardo Riva, Bogotá, 1869, Tomo II, p. 56.

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A través de la Real Cédula del 25 de febrero de 1778 fue nombrado Obispo de Trujillo en reemplazo del fallecido Francisco Javier de Luna Victoria, cargo que ocupó hasta 1788 cuando fue designado Arzobispo de Santa Fe de Bogotá. Murió el día 17 de agosto del año 1797 ejerciendo este último cargo. La tarea desempeñada en la diócesis de Trujillo dejó una profunda huella en toda la región norte del Virreinato del Perú ya que Jaime Martínez Compañón desplegó una intensa actividad de gobierno, no solo en el ámbito eclesiástico sino que también en el secular. Una de las medidas más importantes desplegadas por el Obispo fue realizar una larga Visita pastoral cuyo objetivo inmediato consistía en recorrer todas las zonas de la diócesis con el fin de analizar las necesidades de la jurisdicción y así planificar su acción de gobierno. “Nadie mejor que V.M. –aseveraba en una carta al rey– comprende cuánto importa para el buen gobierno de los pueblos en lo espiritual y temporal, un perfecto y cabal conocimiento de su geografía y de su historia natural en quien los gobierna”.5 Entre 1782 y 1785 se extendió el viaje y la estadía por la región norte del Perú, dentro de los límites de la extensa diócesis, encontrando múltiples dificultades a partir de la inexistencia de vías de comunicación y de lo disperso de la población. “…creo haber handado tantas o mas tierras –señalaba en 1785 el propio Martínez Compañón– como las que hay desde el Rin en Alsacia hasta Belgrado en Ungría entrando en este espacio el Palatinado, la Boemia la Baviera y el Austria con el Tirol; porque en el discurso de dos años, ocho meses y diez y ocho días apénas he cesado día y noche de dar buelta como loco. […] la diversidad, y aun contrariedad de estos Climas, asperezas de sus Caminos, Laderas, riesgos y precipicios de muchos de ellos; los Ríos que acada paso se encuentran, tantas otras penalidades […] que he vuelto tan viejo, y tan lleno de canas, que si Vuestra Excelencia me viera no me conociera”.6 El obispado trujillano era por aquél entonces un portentoso espacio de dimensiones absolutamente desproporcionadas que se componía de doce provincias y vastas zonas misionales que apenas nominalmente estaban bajo el gobierno de la diócesis. Hacia 1780, plantea Restrepo, el obispado contaba con 150.000 km2, lo que representaba algo menos que la tercera parte de los territorios del

5 NAVARRO PASCUAL, José “Vida y personalidad del Obispo Martínez Compañón”, en NAVARRO PASCUAL, José et allí. Vida y Obra del Obispo Martínez Compañón, Piura, Universidad de Piura, Facultad de Ciencias y Humanidades, 1991, p. 29. 6 Carta del Obispo Martínez Compañón al Virrey, 25 de julio de 1785, en MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Edición facsimilar, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1978-1994. 9 volúmenes y 3 Apéndices, Apéndice II, lámina 210.

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Virreinato del Perú.7 La diócesis de Trujillo había sido creada en 1577 como una división de la sede metropolitana de Lima, y durante dos siglos fue la jurisdicción eclesiástica más extensa del Virreinato peruano.8 Como bien pudo relevar Martínez Compañón durante la Visita, el obispado incluía 8 vicarías, 5 ciudades, 151 pueblos y 52 haciendas.9 La complejidad de la diócesis, en la cual se podía hallar tanto sierra, como costa y selva, otorgaban a la región una heterogeneidad que en general se contrapone con el enfoque más tradicional y estático de la región, muy vinculado a la geografía. Demás está decir que la sierra, con cerros que oscilan entre los 2.000 y 4.000 metros de altura, es un espacio bien diferenciado de la árida costa norperuana o de la ceja de selva que poco a poco va introduciendo al espacio amazónico. Prácticamente sin caminos que pudieran establecer una conexión vial, muchas áreas de la región estaban virtualmente aisladas la mayor parte del año. Según el relevamiento la diócesis contaba con 241.740 habitantes, administrados en 96 curatos, con casi un millar de religiosos en todo el territorio. La mitad de sus habitantes eran indígenas y sólo un 10% españoles. El resto de la población se distribuía entre las diferentes castas y los esclavos negros.10 Éstos últimos se encontraban principalmente en la costa donde había algunas haciendas azucareras, mientras que en el resto de la diócesis la fuerza de trabajo era indígena.11 Por su parte, la población blanca se asentaba preferentemente en torno a los centros urbanos de la sierra y de la costa, espacios más propicios en lo climático. Desde la creación del obispado los diferentes prelados que estuvieron al frente habían manifestado los inconvenientes que acarreaba administrar un espacio tan vasto y heterogéneo. Al parecer, en la práctica eran los párrocos y los vicarios quienes ejercían el control efectivo del territorio. Muchos de estos funcionarios eclesiásticos tenían conductas demasiado independientes y habían sido recurrentes focos de tensión con la administración diocesana. “Al ser nombrado Obispo de Trujillo –señala Navarro Pascual– Martínez Compañón encontraba una enorme Diócesis, que ocupaba gran parte del norte del Perú, en estado de abandono, con pésimas vías de comunicación y una po7 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “Baltasar Martínez Compañón…”, cit. 8 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “Baltasar Martínez Compañón…”, cit. 9 “Estado que demuestra el numero de Abitantes del Obispado de Truxillo del Perú con distinción de castas formado por su actual obispo”. Códice Truxillo del Perú (en adelante, CTP), T. I, f. 5, Real Biblioteca, Madrid. 10 CTP, T. I, f. 5, Martínez Compañón expuso cifras exactas en el censo: 21.980 españoles, 118.324 indígenas, 79.043 mixtos, 16.630 pardos y 4.846 negros. Esas son las cifras totales, pero aparecen también cuidadosamente discriminadas por provincias. Segregó dentro del censo a los religiosos: 482 eclesiásticos, 101 seminaristas, 162 religiosos y 172 religiosas. 11 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “Baltasar Martínez Compañón…”, cit.

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blación distribuida desigualmente. Encontraba además luchas internas dentro del Cabildo Eclesiástico y un clero en general mal instruido”.12 Por lo tanto el gobierno de la diócesis hallaba dificultades para controlar al clero en general, aunque también encontraba tensiones con los capitulares del cabildo catedralicio, que constituían un formidable grupo con mucha autoridad y prestigio.13 De la Visita pastoral a una Historia Natural Otros obispos, señala Pablo Macera, intentaron llevar adelante Visitas con el objetivo de mejorar la diócesis y controlar a los díscolos párrocos, pero en todos los casos fueron procedimientos menores y burocráticos, donde poco pudieron transformar.14 Desde su asunción al cargo en 1779 Martínez Compañón explicitó su deseo de realizar una Visita pastoral para conocer la diócesis y relevar su funcionamiento. Sin embargo, diferentes episodios del particular contexto retrasaron el inicio del viaje cuyo objetivo era recorrer la mayor parte de la extensa región. Por ese entonces el sesgo reformista de los Borbones había comenzado a impactar con más fuerza en el Perú. La presencia del visitador Areche, la reciente expulsión de la Compañía de Jesús, la creación del Virreinato del Río de la Plata, la implementación del Libre comercio y del sistema de Intendencias, eran algunas de las medidas que impactaban sobre el territorio peruano. A todo ello se agregaba que en ese año de 1780 había una significativa presencia de piratas y navíos enemigos en las costas, sumado al inicio de las rebeliones antifiscales (incluida la rebelión de Otusco de noviembre de aquél año, dentro del territorio de la diócesis trujillana). Todo lo aquí enumerado dejaba a la región inmersa en una atmósfera incierta y compleja. En una carta enviada al Obispo por el virrey Manuel de Guirior, fechada en febrero de 1780, éste le advertía de lo peligroso de la situación para el desarrollo de una Visita de tal envergadura: “Los meses de Mayo, y Junio, –advertía el Virrey– y aun parte del de Abril son los expuestos á la entrada de enemigos, en cuyo tiempo convendría que Vseñoría Ilustríssima se hallase en la Capital, ó costas de su Diócesis […]. Sabrá Vseñoría Ilustríssima de los sucesos de Arequipa y de Guaylas que han resultado de querer establecer mas novedades una vez de las que conviven á la quietud publica.”15 12 NAVARRO PASCUAL, José Vida y obra del Obispo…, cit., p. 103. 13 HERNÁNDEZ GARCÍA, Elizabeth “Hacia el conocimiento de la Iglesia del norte del Perú: el clero secular piurano a inicios de la República (1800-1850)”, en Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Vol. 7, núm. 17, 2007, pp. 293-310. 14 MACERA, Pablo “El tiempo del Obispo Martínez Compañón”, cit. 15 Carta del virrey Manuel de Guirior al obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón. Lima, 20 de febrero de 1780, “Documentos de la Visita Pastoral y catálogo Documentado del ‘Truxillo

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En un documento del 1º de marzo Jaime Martínez Compañón acusaba recibo de la cautela del virrey al dejar constancia que “…se nos encarga en quanto no desamparemos por ahora a esta Capital, y a su consequencia procédase desde luego á la Visita de sus Yglesias, lugares y causas de nuestra jurisdicción…”.16 Por lo tanto en un principio se desplazó solo por Trujillo, cabecera de la diócesis, y por aquellos sitios cercanos a la ciudad, donde todavía quedaban numerosos efectos de la devastación producida por el terremoto de 1759.17 Los trabajos de reparación de la antigua catedral se hallaban interrumpidos desde hacía casi veinte años, por lo tanto la sede se encontraba inutilizada desde aquél sismo y en su reemplazo era utilizada la iglesia de la Compañía de Jesús. A instancias del Obispo se reanudaron los trabajos y para diciembre de 1781 se reinauguró la catedral restaurada. En esta primera fase Martínez Compañón visitó también los seminarios y demás iglesias de la ciudad convocando a los clérigos para ser evaluados sobre doctrina y tarea pastoral. Reinaba dentro de la diócesis un importante debilitamiento de la disciplina eclesiástica que se manifestaba en el incumplimiento de muchas de las funciones propias de los religiosos. Así lo señalaba el propio Obispo en el decreto de convocatoria al clero de la ciudad de Trujillo: “Vistos resultando que la mayor parte de los Eclesiasticos de esta Ciudad no se halla adscripta por razón de beneficio, ni en otra forma al servicio de ninguna particular Yglesia, ni lugar piadoso […] y constatándonos assi mismo que no todos cumplen con la exactitud que es debida…”.18 Por ello el Obispo solicitó una serie de informes a las autoridades del Cabildo catedralicio con la finalidad de conocer el estado de las rentas, obras pías y capellanías. “Estos informes –señala Restrepo– tardaron casi dos años en presentarse, lo que demuestra lo deficiente de la administración eclesiástica”.19 Para comienzos de 1782, más allá de las dificultades y disturbios en el Perú, el Obispo había tomado la decisión de no demorar mucho más la partida hacia el interior de la diócesis. En abril se realizó el envío a las diferentes parroquias del Perú’”, en RESTREPO MANRIQUE, Daniel La Iglesia de Trujillo (Perú) bajo el obispado de Baltasar Martínez Compañón 1780-1790, Tomo II, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz, 1992, p. 44. 16 Decreto ordenando inicio de la visita de las iglesias de la ciudad. Trujillo, marzo 23 de 1780, en “Documentos de la Visita Pastoral y catálogo Documentado del ‘Truxillo del Perú’”, cit., p. 44. 17 ARBEIZA, Teófilo de “D. Baltasar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda, obispo de Trujillo (Perú)”, en Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos Buenos Aires, XXVI, Año 26, núm. 100, enero-marzo 1975, 65-75. 18 Decreto para convocar al clero de la ciudad. Trujillo, agosto 11 de 1780, en “Documentos de la Visita Pastoral y catálogo Documentado del ‘Truxillo del Perú’”, cit., p. 61. 19 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “La visita pastoral de Don Baltasar Jaime Martínez Compañón a la diócesis de Trujillo (1780-1785)”, en ARELLANO, Ignacio y MATA INDURÁIN, Carlos –editores– El obispo Martínez Compañón: Vida y obra de un Navarro ilustrado en América, Gobierno de Navarra, Pamplona, 2012, p. 200.

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de una carta circular anunciando la Visita del prelado con diversas instrucciones. El documento contenía dos cuestionarios que indagaban sobre diferentes asuntos relacionadas tanto al gobierno eclesiástico como al gobierno civil de la región. En el primero de ellos, estrictamente pastoral, se destaca un significativo celo en determinar los modos de enseñanza del catecismo y en la organización de las actividades parroquiales. Así lo señalaba el propio Obispo en la nota instructiva que acompañaba dicho cuestionario: “Assi mismo les encargamos que, para el día de nuestra llegada, tenga pronto un ejemplar del Cathecismo, por donde se enseñe la Doctrina Christiana, y advertidos á los Maestros de Escuela, donde los hubiese, que comparezcan ante Nos a ser examinados de ella…”.20 Las instrucciones no se detenían allí, sino que marcaron con especial énfasis el deseo de controlar las actividades parroquiales al solicitar: “…que también tengan pronto los recibos de […] los Aranceles, Inventarios, Libros y Cuentas de Fábrica, y los Bautismos, casamientos, y Finados, assí de la Matriz como los de sus Anexos; como tambien una razon exacta de las Capellanias, Aniversarios, y Memorias de Missas fundadas dentro de los términos de sus Parroquias; de sus poseedores; numero de Sacerdotes, y Eclesiasticos que hubiesen con inclusion de sus Ayudantes…”.21 El segundo tipo de cuestionario se orientaba hacia el conocimiento de aspectos relacionados con los recursos naturales de la zona, el comercio y las producciones regionales. Asimismo, pedía información acerca de las características principales de los indígenas, sus lenguas, tradiciones culturales y formas de trabajo. El uso de las aguas, el tipo de clima y las enfermedades, las cifras de nacimientos y de decesos fueron también materia del interés del Obispo. 22 Para realizar la Visita el Obispo utilizó diversos ejes viales que eran usualmente recorridos y permitían, a duras penas, comunicar a las diferentes zonas dentro de la región. Uno de ellos, que corría paralelo a la costa y vinculaba Trujillo, Chiclayo y Motupe, permitía también arribar hasta Piura y Tumbes, bien al norte de la región. Otro eje, orientado hacia el interior, en dirección a Cajamarca, Celendín, Chachapoyas, Moyobamba y Lamas. Un circuito mucho menor partía de Trujillo, la sede episcopal, hacia Huamachuco y Pataz. 20 Prevención circular del obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón a los curas de las diócesis de Trujillo. Trujillo, abril 14 de 1782, en “Documentos de la Visita Pastoral y catálogo Documentado del ‘Truxillo del Perú’”, cit., p. 113. 21 Prevención circular del obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón a los curas de las diócesis de Trujillo. Trujillo, abril 14 de 1782, en “Documentos de la Visita Pastoral y catálogo Documentado del ‘Truxillo del Perú’”, cit., p. 113. 22 El cuestionario puede consultarse en VARGAS UGARTE, Rubén (SJ) Tres Figuras Señeras del Episcopado Americano, Carlos Milla Batres editor, Lima, 1966, p. 217 y ss.

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Transitando despaciosamente Martínez Compañón fue recorriendo uno a uno los pueblos de la diócesis. De esa manera controló de forma minuciosa el desempeño de los religiosos, reordenó los curatos, edificó escuelas y seminarios, mandó construir caminos y acequias. Además fundó cerca de veinte pueblos y trasladó otros, modificando en buena medida las antiguas disposiciones toledanas.23 Aún antes de completar la totalidad de la Visita, Martínez Compañón tenía un panorama bastante negativo de la situación de la diócesis, no solo a nivel pastoral sino en general. En sus diferentes escritos fue dejando huellas de la preocupación por el atraso generalizado, el escaso desarrollo comercial, la falta de avances en las formas de cultivo y, como en el caso del mineral de Hualgayoc, la falta de una organización para su mejor explotación.24 El complejo minero de Hualgayoc no contempló el establecimiento de trabajadores mitayos, por lo tanto, según Scartlett O’Phelan, no tuvo el efecto de “arrastre” sobre la economía de la región como si lo tuvieron otros casos.25 La explotación minera nunca había sido el fuerte de esa región, sino que fue más bien marginal y espasmódica en relación con la producción cañera de la costa y la textilería de los obrajes serranos de las zonas de Cajamarca y Huamachuco.26 En este sentido una clara diferencia se marcaba con el sur del Virreinato, donde las minas de Potosí y Huancavelica perfilaron una “…economía extractiva que le dio a la región rasgos distintivos que no se perfilaron en modo similar para el caso del norte”.27 Buscando una mejora en la actividad minera el Obispo elaboró un completo informe sobre la situación de la mina y dejó asentado aquellos cambios en la explotación que serían beneficiosos para su mejor rendimiento. La situación indígena también está muy presente entre las preocupaciones del prelado, quien en muchas oportunidades dejó constancia de la explotación a la que eran sometidos. La integración de los indígenas fue uno de los objetivos más importantes de la tarea obispal. Está claro que se trataba de una integración subordinada dentro de una sociedad estamental pero que revertía muchas de las políticas anteriores en ese tema. De forma que los pueblos y curatos reestructurados por el obispo aglutinaron población diversa, organización que era vista por Martínez Compañón como una condición necesaria para el crecimiento económico de la región. Sin plantear una reforma social ni nada pare23 GUTIÉRREZ, Ramón; VALLIN, Rodolfo y MUÑOZ, Mireya “Los seminarios del obispo Martínez Compañón en el norte peruano”, Histórica, VIII, núm. 2, diciembre 1984, pp. 111-129. 24 La mina de Hualgayoc fue descubierta en el año 1771 la estancia ganadera Apán, a solo catorce leguas de Cajamarca. 25 O’PHELAN GODOY, Scartlett “Las Comunidades Indígenas y las rebeliones del siglo XVIII”, en BONILLA, Heraclio –editor– Comunidades Indígenas: cambios y permanencias, Centro de Estudios Solidaridad, Chiclayo, 1987, pp. 95-114. 26 O’PHELAN GODOY, Scartlett “Las Comunidades Indígenas…”, cit. 27 O’PHELAN GODOY, Scartlett “Vivir y morir en el mineral de Hualgayoc a fines de la colonia”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, núm. 30, 1993, p. 75.

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cido, Martínez Compañón creía, sin embargo, que las comunidades indígenas eran susceptibles de ser asimiladas a la cultura europea. “El plan reformador de Martínez Compañón, –señala Restrepo Manrique– además de las bases teóricas que comunicaba a través de sermones y pastorales, tenía una base práctica importante resumida en la división de curatos, fundación de pueblos, apertura de caminos, canales y creación de escuelas”.28 Para ello fundó una serie de escuelas donde pudieran ser educados los niños indígenas dentro de la doctrina cristiana y de los valores del mundo hispánico. En este sentido Martínez Compañón instruía a los maestros para que vigilen el uso de la lengua castellana y “…nunca permitan que los niños en la escuela, ni entre si mismos en la calle ablen sino solo en ella […]. Es la lengua del Soberano y de toda la Nacion en general, y se halla en ella escrito todo lo que se necesita saber, para cumplir exactamente con la obligaciones de christiano, y de Vasallo…”.29 De la misma forma, se mostró muy celoso buscando adecuar muchas de las prácticas de la feligresía con las normas de la vida cristiana. A su paso intentó regularizar la situación de muchas parejas que convivían procurando que bautizaran a sus hijos y que formalizaran el sacramento matrimonial. Además, dispuso de una serie de instrucciones con el fin de instruir a los habitantes de la diócesis para que en sus hogares se dispusiera de espacios diferenciados donde descansaran los adultos, los niños y las niñas. Toda esta política relacionada a los indígenas y desplegada por Martínez Compañón en el gobierno de la diócesis, encontró una fuerte oposición por parte importante de los hacendados de la región, especialmente de la provincia de Piura, a la sazón el espacio que condensó la parte importante de la reorganización poblacional. Obviamente, para aquellos sectores acostumbrados a un gobierno absentista, las medidas del Obispo poca gracia hicieron al reorganizar y aglutinar a una población indígena dispersa que poca oposición había desplegado hasta el momento ante las arbitrariedades de los hacendados. Registros de la Visita pastoral Al finalizar cada reconocimiento de los diferentes sitios y poblados, Martínez Compañón confeccionaba un documento denominado “auto o mandato de la visita”, por lo general asentado en el libro de bautismos de la respectiva parroquia. En ellos el Obispo volcaba la información que reputaba más importante y las medidas que creía necesario poner en práctica para un mejor funcionamiento, no solo del gobierno eclesiástico, sino también del secular. Como señala Restrepo, en estas disposiciones, hoy día dispersas en múltiples archivos locales de toda la región norte del Perú, “…hay numerosas alusiones al fomento de 28 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “Baltasar Martínez Compañón…”, cit., p. 110. 29 Visita Pastoral de la diócesis de Trujillo, AGI, Estado, 75, N.109.

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la agricultura, el comercio, la educación e incluso los trajes y las diversiones”,30 es decir, mucha de la información luego utilizada para la confección de los informes de la Visita. El uso de un formato basado en las antiguas visitas, aunque delineado en una escala mucho más ambiciosa que todas sus predecesoras, representa una marca epocal, donde las influencias del pensamiento ilustrado y el reformismo dieciochesco no serían menores. “…he procurado observar –escribía el Obispo al Virrey en 1785– quanto me ha parecido importante para la Geografía, Metalurgia, Mineralogía y Botanica, no por servir a una vana curiosidad, sino en quanto puedan ser materia de industria y comercio […]. También he procurado acoger quantas producciones de naturaleza, o curiosidades del Arte dela Gentilidad he podido…”.31 Junto a los informes burocráticos y a los escritos personales, una vez finalizada la Visita, Martínez Compañón mandó realizar una serie de estampas que ilustraban la información recopilada, a la vez que mandó reunir los objetos de carácter arqueológico recolectados durante el trayecto. Estampas y objetos, sumado a los escritos de la Visita, transformaron a toda esta información en una especie de Relación Geográfica de nuevo cuño, rico material pero sin forma ni orden. Si bien tanto la metodología como el espíritu que animó la requisitoria inicial estaba dentro de los marcos acostumbrados en las Visitas llevadas adelante por funcionarios coloniales, el resultado final excedió en forma exponencial cualquier otro informe de ese tipo, transformándose por lo tanto en un documento de otra índole. “Martínez Compañón –indica el historiador peruano Pablo Macera– había emprendido así una extraña aventura geográfica, plástica, vital, que él mismo posiblemente no había imaginado en toda su extensión de sufrimientos personales, o en las consecuencias culturales que habría de tener en el futuro.”32 Si bien este tipo de recopilaciones de información sobre los espacios americanos eran de larga tradición en la Monarquía Hispánica también fueron dispositivos importantes durante el período del reformismo dieciochesco, en especial para lograr optimizar el control del territorio dentro de los vastos confines americanos. Por ello no debe resultar extraña la Real Cédula del 19 de julio de 1741, dirigida a las autoridades de cada uno de los virreinatos y demás jurisdicciones civiles. En ella Felipe V había ordenado relevar el territorio y realizar informes que dieran 30 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “Las fuentes. Notas preliminares”, en MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Apéndice II, cit., p. 32. 31 Carta del Obispo Martínez Compañón al Virrey, 25 de julio de 1785, en MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Apéndice II, cit., lámina 210. 32 MACERA, Pablo “El tiempo del Obispo Martínez Compañón”, cit. p. 13.

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cuenta del estado de aquellas jurisdicciones. Sin embargo, en el Virreinato del Perú casi nada se hizo por cumplir con aquella disposición real. Por ello una nueva resolución, “…la real cédula del 2 de septiembre de 1751 le recordó al virrey, conde de Superunda, la necesidad de cumplir lo ordenado en la cédula de 1741”.33 Años más tarde, durante el gobierno del virrey Amat, a través de la iniciativa del cosmógrafo aragonés Cosme Bueno se tomaron acciones al respecto al publicarse descripciones de los territorios que abarcaba el virreinato.34 La tarea desplegada por el obispo Martínez Compañón, más allá de lo voluminoso de su legado, cobra dimensión en lo extenso del recorrido realizado y las dificultades de tan largo viaje. Por ello Jesús Domínguez Bordona sostiene que la Visita en sí debe ser “…incorporada a la serie de grandes exploraciones coloniales que tan elocuentemente hablan del renacimiento científico español durante el siglo XVIII”.35 La mucha información recopilada por el Obispo resulta de suma importancia, esencialmente el registro plasmado en los diferentes volúmenes de ilustraciones que suministran no solamente una completa imagen panorámica del Obispado de Trujillo sino que también proveen de una síntesis de importantes aspectos de la labor pastoral y de gobierno de Martínez Compañón en toda la región. “La investigación sistemática de la realidad social y religiosa, de su obispado, –indica José Marzal– que incluía todo el norte del Perú, la división de curatos y la creación de nuevos pueblos, el programa de promoción de la población indígena, la composición de la historia social más completa de fines del virreinato y las demás medidas de gobierno pastoral, son partes de un todo”.36 El Códice Truxillo del Perú Jaime Martínez Compañón finalmente logró elaborar, a partir de terceros bajo su supervisión, un conjunto de ilustraciones en acuarela donde dejó constancia de muchas de las costumbres, actividades económicas y sociales de los habitantes de la diócesis, además de lograr una descripción gráfica pormenorizada de las especies vegetales y animales de la región. 33 PERALTA RUIZ, Víctor “El virreinato peruano y los textos de José Ignacio de Lecuanda en una pintura ilustrada de 1799”, en Fronteras de la Historia, vol. 18, núm. 1, 2013, p. 46. 34 Como señala Peralta Ruiz, hay que remarcar que la tarea de Cosme Bueno fue realizada a partir de los datos proporcionados por diferentes funcionarios y vecinos a través de escritos solicitados por el cosmógrafo, que nunca estuvo en los sitios descriptos. PERALTA RUIZ, Víctor “El virreinato peruano…”, cit. El trabajo de Bueno fue editado en 1951 por Daniel Varcárcel. BUENO, Cosme Geografía del Perú́ virreinal: siglo XVIII, s/e, Azángaro, 1951. 35 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús –editot– Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII. Dibujos y acuarelas que mandó hacer el obispo D. Baltasar Jaime Martínez Compañón, Patrimonio de la República, Madrid, 1936, p. 3. 36 MARZAL, Manuel María Historia de la antropología indigenista: México y Perú, Anthropos, Barcelona, 1993, p. 341.

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Como se ha destacado, durante la Visita pastoral Martínez Compañón fue documentando múltiples aspectos de la vida social y natural de la diócesis (composición étnica, usos y costumbres, fauna y flora, fiestas, músicas y bailes, etc.) que luego se plasmaron en un conjunto de más de mil cuatrocientas ilustraciones que hoy se conocen como el Códice Truxillo del Perú o Codex Martínez Compañón. “El trabajo de Compañón, original por su hechura, no resulta un género de fácil catalogación y ha permanecido prácticamente desconocido hasta ahora para el gran público”.37 Toda la información reunida por el Obispo en su Visita contiene datos relacionados a la botánica, la zoología y la geografía de la región pero también aspectos de carácter etnográfico. En este sentido hay que señalar que: “…la naturaleza y el hombre –como destaca Pablo Macera– constituían para Martínez Compañón un todo integrado en lo cual seguía no sólo a la cosmovisión moderna de la Ilustración europea, sino también a la doctrina cristiana tradicional que insertaba a la naturaleza y al hombre dentro un cosmos creado por Dios y mantenido por su providencia”.38 Las estampas, que contenían mapas, censos, gráficos, partituras e imágenes, fueron cuidadosamente encuadernadas con tapas de cuero marroquí rojo y ribeteado en dorado oro, con el anodino título de Truxillo del Perú. El conjunto de ilustraciones fue enviado a la Corona, más específicamente al secretario de Estado, de Gracia y Justicia Antonio Porlier, por el propio obispo Martínez Compañón para ser alojadas en el Real Gabinete de Historia Natural del Madrid, hoy Real Biblioteca del Palacio de Madrid, donde se encuentran actualmente agrupadas en 9 volúmenes.39 El objetivo de este conjunto de ilustraciones parece haber sido componer una especie de Historia Natural de la diócesis, revelando el carácter ilustrado del Prelado. Sin embargo, las líneas de esa Historia nunca llegaron a ser escritas por el Obispo o bien se encuentran extraviadas. Hay indicios sobre su posible confección en una carta, del 25 de julio de 1785, al virrey Teodoro de Croix. En ella Martínez Compañón dio información acerca de la Visita pastoral a la diócesis, a la vez que informaba al virrey de su anhelo de “…formar una historia completa de esta diócesis, intitulándola así: Museo Histórico, Físico, Político y Moral del Obispado de Truxillo en el Perú”.40 Pero un año después el proyecto seguía siendo solo eso. 37 GOICOETXEA MARCAIDA, Ángel y MARTÍNEZ SIGÜENZA, María Nieves “La Botánica y la Medicina en la iconografía de Martínez Compañón”, Príncipe de Viana, Año LII, núm. 193, 1991, p. 181. 38 MACERA, Pablo “El tiempo del Obispo Martínez Compañón”, cit., p. 41. 39 BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel “Un manuscrito colonial del siglo XVIII, su interés etnográfico”, Journal de la Société des Américanistes, XXVII, Vol. 1, 1935, pp. 145-174. 40 BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel “Martínez Compañón: el último ilustrado en América”, en VARÓN GABAI, Rafael y FLORES ESPINOZA, Javier –editores– Arqueología, antropolo-

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Historia regional “…tengo hechos algunos apuntalamientos –escribía Compañón en carta dirigida al Rey– para formar una historia general de este obispado, ó unas memorias á lo menos que puedan servir para ella; pero esta obra para ordenarla como yo deseo y la tengo delineada, pide salud mas robusta que la que de un tiempo á esta parte disfruto, y menos ocupaciones y cuidados de los que es necesario traiga consigo un obispado que de Norte a Sur se extiende 175 leguas de camino desde Tumbez hasta el río Santas, y 214 leguas este oeste desde el pueblo de Cumbasa, en la provincia de los Motilones de Lama, hasta la de Caboblanco en la de Piura…”.41

Según la documentación accesible al día de hoy, Martínez Compañón nunca finalizó el ordenamiento de sus notas y borradores para concluir la redacción de esa Historia Natural de la región, legando solo las estampas que configurarían la parte gráfica de toda la obra.42 Algunos años después de la muerte del Arzobispo, en 1803, su albacea Fausto Sodupe dirigió un informe al Rey destacando la idea de Martínez Compañón de completar con una serie de escritos las imágenes.43 “Consta en varios oficios que dicho prelado –argumentaba Sodupe– dirigió a V.M. que por su extenuada salud y sus continuas tareas y cuidados, no pudo continuar y concluir su Historia, como lo deseaba, habiendo fallecido con ese dolor, que procuró aliviarlo con el encargo particular que me hizo de su conclusión y presentación a V.M., siempre que pudiese recopilar los apuntes sueltos que andaban extraviados para su coordinación y arreglada colocación, lo que en estos países cuesta mucho dinero, por necesitarse de manos para ello y por consiguiente de unos costos que en mi actual situación me es absolutamente imposible, por la escasez de medios para hacerlo.”44 Si eran o no verdaderas las excusas de Fausto Sodupe tal vez nunca lo sabremos, aunque en la misma comunicación hace referencia a lo mucho que ayudaría a sus gastos personales, y por ende a la posibilidad de concluir la tarea asignada por el Obispo fallecido, si se le otorgara algún cargo o dignidad, mencionando para tal efecto una canonjía vacante en Trujillo.

gía e historia en los Andes: homenaje a María Rostworowski, IEP, Lima, 1997, p. 139. 41 Carta de Jaime Martínez Compañón al Rey, 1 de octubre de 1786, en FUENTES, Manuel Atanasio Biblioteca peruana de historia, ciencias y literatura, Tomo VIII, Felipe Bailly editor, Lima, 1864, p. 261. 42 VARGAS UGARTE, Rubén (SJ) Don Baltazar Jaime Martínez Compañón, obispo de Trujillo, s/e, Lima, 1942; Manuel Ballesteros Gaibrois analiza con detenimiento el tema en MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Apéndice III, cit., pp. 17 y ss. 43 El informe de Sodupe fue realizado en virtud de la Real Orden del 22 de mayo de 1803, dirigida al Virrey de Nueva Granada para obtener elementos que podrían haber sido de Martínez Compañón. 44 Citado en VARGAS UGARTE, René (SJ) Don Baltazar Jaime Martínez Compañón, obispo de Trujillo, p. 22.

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No obstante, existen notas pertenecientes al Obispo que bien podrían ser apuntes o bocetos relacionados a la obra gráfica. Estos documentos se hallan dispersos en diferentes repositorios documentales y permitirían una interesante complementariedad con el voluminoso corpus de láminas legadas por el Obispo.45 El primer y el segundo volumen de la colección resultan los más interesantes para los estudios históricos de la región norte del Perú tardocolonial. El primer volumen contiene imágenes relacionadas con el gobierno civil y eclesiástico de la diócesis que incluye mapas, cartas topográficas, censos poblacionales, ilustraciones de diferentes funcionarios y planos de iglesias y algunos asentamientos urbanos. El segundo volumen contiene una nutrida información etnográfica que permite obtener una imagen bastante completa del panorama étnico y social de la región a partir de las ilustraciones que representan a los diferentes estamentos con sus vestimentas, llevando adelante tareas cotidianas, así como también representaciones musicales, coreográficas y festivas. Los volúmenes III, IV y V contienen estampas relacionadas a la botánica de la región, distribuidos de la siguiente forma: • El tercer volumen consta de una cuidada reproducción de árboles y de arbustos. • Por su parte el volumen IV contiene estampas de árboles frutales y resinosos. • En el quinto volumen figuran 138 láminas con reproducciones de hierbas, como la achicoria y la grama, entre otras. El sexto volumen está dedicado a la fauna de la región, mientras que el volumen VII también se relaciona con este último tema pero específicamente a las aves, que aparecen cuidadosamente representadas en más de 150 láminas. El tomo VIII, con casi 180 estampas, se refiere a los peces y a las modalidades de pesca utilizados en la región. Diversas especies ictícolas, tanto de mar como de agua dulce, aparecen reproducidas con un detallismo difícil de encontrar en la literatura científica de la Monarquía Hispánica de fines del siglo XVIII.46 Por último, el noveno volumen está dedicado a ruinas y restos arqueológicos de las culturas indígenas de la época prehispánica (especialmente Moche y Chimú), algunas de cuyas piezas representadas eran parte de lo recopilado por el Obispo, quien años más tarde envió una colección de objetos a España.47

45 Hay material de Martínez Compañón en el Archivo General de Indias, en el Archivo Eclesiástico de Trujillo, en el Archivo Histórico Nacional de Colombia y en la Biblioteca Nacional de Bogotá. 46 GOICOETXEA MARCAIDA, Ángel y MARTÍNEZ SIGÜENZA, María Nieves “La Botánica…”, cit. 47 BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel “Un manuscrito colonial…”, cit.

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Ediciones del Códice Truxillo Si bien el conjunto de ilustraciones elaboradas a instancias del Obispo y enviadas a la Corte nunca se perdieron, en el siglo XIX fueron cayendo en el olvido. Las estampas, sin estar desaparecidas, eran desconocidas para el mundo académico. “…la obra de Martínez Compañón –señala Manuel Ballesteros Gaibrois– quedó sin eco, desconocida por todo el mundo e, incluso, por la época en que fue enviada a España, sin repercusión en los medios oficiales…”.48 La obra gráfica solo recibió algunas menciones en la década de 1790 dentro del Mercurio Peruano, una publicación tardocolonial limeña vinculada con los círculos ilustrados reunidos en torno a la Sociedad de Amantes del País, como se verá más adelante. Una presentación de Marcos Jiménez de la Espada en el IV Congreso Internacional de Americanistas de 1881 dio cuenta de las acuarelas del Códice Truxillo. Sin embargo, Jiménez de la Espada no realizó mención sobre las características de las estampas ni de su ubicación, sino que apenas se refirió a algunas de las partituras contenidas en el tomo II. “…aires propios del Perú, criollos en su mayor parte, aunque algunos son nombre indio, copiados de las ilustraciones, aún inéditas, a la Historia (cuyo texto se ha perdido) del obispado de Trujillo en el Perú, mandada componer por su erudito y celoso prelado Sr. D. Baltazar Jaime Martínez Compañón, después arzobispo de Santa Fe”.49 Además de mencionar las estampas, Jiménez de la Espada hacía clara referencia, aunque sin argumentos, a la existencia de un texto perdido que acompañaría a las ilustraciones. En las primeras décadas del siglo XX, dos intelectuales peruanos residentes en España habían posado su mirada, no exenta de nacionalismo, sobre los volúmenes depositados en Madrid, a partir de pequeños informes que daban cuenta del origen de las estampas. Sin embargo esos escritos salieron a la luz muchos años después.50 Durante los años 30 del siglo XX, producto de un renovado interés americanista surgido al calor de la política cultural de la Segunda República Española, un grupo de intelectuales vinculados con la revista Tierra Firme, realizó algunos acercamientos limitados a las estampas del Códice Truxillo. En ese marco Manuel Ballesteros Gaibrois publicó en 1935 un artículo alertando sobre las 48 BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel “Estudio introductorio”, en MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Apéndice II, op. cit., p. 12. 49 AAVV, Actas IV Congreso Internacional de Americanistas de 1881, Tomo II, Imprenta de Fontanet, Madrid, 1883, pp. 162-163. 50 ULLOA, Luis “L’Atlas inédit de curiosités et antiquités du diocèse de Trujillo (Pérou) par l’évêque B. Martinez Compañón”, Journal de la Société des Américanistes, XXVIII, núm.1, 1936, pp. 253-256; PORRAS BARRENECHEA, Raúl “La obra del obispo Martínez Compañón sobre Trujillo del Perú. Los nueve tomos de acuarelas de la Biblioteca Real de Madrid”, informe elevado al gobierno de Perú en 1935 y publicado años más tarde en el diario El Comercio de Lima, el 14 de julio de 1948, p. 8.

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posibilidades que encerraba este corpus documental para los estudios etnográficos.51 A la sazón, el trabajo de Ballesteros Gaibrois es el primer acercamiento académico serio y metódico sobre el Códice Truxillo, ya que este pequeño artículo logró poner de manifiesto la importancia del material gráfico y trazó una especie de programa para su estudio a partir de un ordenamiento temático. Fue en 1936, en un escenario para nada favorable para empresas de ese tipo, que se logró publicar en España la primera edición facsimilar de algunas estampas del Truxillo del Perú. Dicha edición fue muy acotada ya que se seleccionaron cerca de 200 de las ilustraciones sobre más de 1.400 contenidas en los nueve tomos originales. Las estampas seleccionadas, reproducidas mayormente en blanco y negro, contaron con edición y prólogo de Jesús Domínguez Bordona, entonces director de la Biblioteca de Palacio en Madrid.52 Recién entre 1978 y 1994 una edición facsimilar completa fue publicada por el Instituto de Cooperación Iberoamericana, en una edición muy cuidada y con interesantes estudios preliminares a cargo de Manuel Ballesteros Gaibrois y Daniel Restrepo Manrique.53 Finalmente el Banco Continental de Perú editó en 1997 un volumen con varias acuarelas que parecen haber sido parte de un ensayo previo o de una copia realizada por pedido del propio Martínez Compañón.54 Acerca de la autoría de las estampas No se conoce aún la totalidad de ilustraciones que mandó realizar el prelado a partir de la Visita pastoral. Se han ubicado hasta el momento al menos tres grandes grupos de estampas: 1) la colección ubicada en Madrid, que son las enviadas por el propio Obispo; 2) 130 estampas ubicadas en la Biblioteca Nacional de Colombia y 3) más de 120 acuarelas en poder del Banco Continental de Lima que en 1984 fueron adquiridas en New York por intermedio de la Casa Sotheby´s en una subasta.55 Si bien hay algunas estampas duplicadas en algunos de los tres corpus mencionados, también se encuentran estampas únicas en cada una de las colecciones, lo que podría significar que el Obispo seleccionó para el envío madrileño solo algunas entre muchas más estampas. También cabe la posibilidad de que estas otras estampas pudiesen haber sido parte de un dupli51 BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel “Un manuscrito colonial …”, cit. 52 DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús –editor– Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII…, cit. 53 MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Edición facsimilar, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1978-1994. 9 volúmenes y 3 Apéndices. Esta edición se inició en 1978, ante la cercana visita del rey español Juan Carlos I a Perú, que se realizó en noviembre de ese año. El propio Rey fue quien realizó el prólogo, muy acotado por cierto, de la edición. 54 MACERA, Pablo; JIMÉNEZ BORJA, Arturo y FRANKE, Irma –editores– Trujillo del Perú…, cit. 55 MACERA, Pablo; JIMÉNEZ BORJA, Arturo y FRANKE, Irma –editores– Trujillo del Perú…, cit..

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cado y, tanto las colecciones bogotana y limeña constituirían los restos de esa segunda copia de los nueve volúmenes originales.56 La totalidad de las acuarelas realizadas bajo la dirección del Obispo fueron concluidas hacia 1789, al mismo tiempo que el prelado fue nombrado Arzobispo de Santa Fe de Bogotá. No queda clara aún la autoría material de las ilustraciones, aunque al parecer fueron múltiples manos las que confeccionaron las más de 1.400 estampas, siempre bajo la supervisión de Martínez Compañón.57 Un análisis de las ilustraciones parece dejar firme la idea de que pudieron ser varios los realizadores de las acuarelas. La disparidad en las formas de representación y el cuidado en el uso de colores y trazos dejan entrever que podría haber habido una combinación de manos expertas con otras menos avezadas en el dibujo. Ello quedaría de manifiesto de especial forma en la pericia plasmada en las ilustraciones referidas a planos y mapas, en contraposición con muchas de las estampas de estilo casi naif de algunos tomos. Pocos datos aparecen en las fuentes acerca de los participantes en la confección de las ilustraciones. Martínez Compañón especificó que al iniciar la Visita por las provincias del obispado lo acompañaron un secretario, un amanuense, un capellán y un misionero. También integraron la comitiva un fiscal y un notario, además de varios esclavos negros para el servicio del grupo.58 Es probable que entre ellos estuvieran algunos de los posibles dibujantes, y como señala Vargas Ugarte, no habría que descartar que fueran indígenas.59 No todas las estampas fueron confeccionadas durante la Visita, sino que muchas de las estampas se realizaron posteriormente a partir de apuntes o esbozos previos. Restrepo Manrique conjetura que las acuarelas podrían haber sido producidas por un grupo de no más de tres personas, cuya supervisión habría corrido por cuenta del propio prelado. Sin embargo tampoco descarta el asesoramiento de peritos especializados tales como José Clemente del Castillo o Miguel de Espinach.60 La participación de estos expertos se puede comprobar en el caso de los planos arquitectónicos y mapas, de una muy cuidada factura, algunos de los cuales 56 Para una discusión más precisa sobre el origen de estas estampas “residuales” ver el Apéndice III de MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, op. cit. 57 Según Domínguez Bordona intervinieron dibujantes anónimos de España, Perú, Colombia y Ecuador. DOMÍNGUEZ BORDONA, Jesús –editor– Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII…, cit., p. 3, nota. 58 Prevención circular del obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón a los curas de las diócesis de Trujillo. Trujillo, abril 14 de 1782, en “Documentos de la Visita Pastoral y catálogo Documentado del ‘Truxillo del Perú’”, cit., p. 115. Como Secretario viajó Pedro de Echevarri, mientras que el notario fue Antonio de Narbona. 59 VARGAS UGARTE, Rubén (SJ) Tres Figuras Señeras del Episcopado Americano, cit. 60 RESTREPO MANRIQUE, Daniel “Vida y hechos de Martínez Compañón en Trujillo del Perú, a fines del S. XVIII”, en MARTÍNEZ COMPAÑÓN, Baltasar Jayme Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Apéndice II, cit.

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serían obra del cartógrafo José Clemente del Castillo.61 Esto es muy probable teniendo en cuenta que algunos mapas, claramente vinculados a las estampas del Códice Truxillo, se encuentran dispersos y no forman parte de los diferentes corpus documentales anteriormente señalados. Uno de ellos, con el título de “Mapa Topográfico del obispado de Trujillo del Perú” se halla en el Archivo General de Indias, sin autor ni fecha, aunque un rápido análisis revela que lo confeccionó la misma mano que trazó los planos del Códice.62 Otro mapa de características similares, cuya confección fue ordenada por Martínez Compañón en 1786, se encuentra en la British Library, y cuenta con el dato preciso sobre la autoría de José Clemente del Castillo, lo que aporta un alto grado de certeza acerca de quién confeccionó al menos los mapas y planos.63 Por su parte, los ejemplos musicales en escritura pentagramática que se encuentran en el Tomo II de Truxillo del Perú fueron durante mucho tiempo atribuidos al propio Obispo. El musicólogo argentino Carlos Vega, un pionero en el estudio de las estampas del Truxillo del Perú, sostenía que Martínez Compañón poseía conocimientos musicales, lo que sería un indicio fuerte para señalar su autoría en la notación musical de las veinte piezas musicales de dicho tomo.64 Si bien Vega y otros autores, como Stevenson, remarcan un dato presente en las fuentes donde se describe la tarea de enseñanza musical llevada adelante por Martínez Compañón a los seminaristas, no hay muchos otros datos que abonen la hipótesis.65 Carlos Vega y Samuel Claro Valdés avalaron la hipótesis con el endeble argumento de que por su formación musical Martínez Compañón pudo acceder a la Chantría en Lima.66 Ello significa un craso error ya que para ese entonces, fines del siglo XVIII, dicho cargo no cumplía ya funciones musicales efectivas sino que se trataba, más que nada, de una dignidad eclesiástica con otro tipo de funciones. Con todo, lo más probable es que las piezas musicales presentes en el Códice Truxillo hayan sido obra de un músico profesional que transcribió,

61 ARBEIZA, Teófilo de “D. Baltasar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda…”, cit. 62 Archivo General de Indias (en adelante AGI), Sevilla, sección Mapas y Planos, Perú-Chile 140. 63 “Mapa topográfico del obispado de Trujillo, del Perú, construido por su actual obispo en la visita general personal que acaba de hacer de dicho obispado... delineado por Don José Clemente del Castillo”, 1 Oct. 1786, British Library, Londres, Additional MS. 17,672.b. 64 VEGA, Carlos “La obra del Obispo Martínez Compañón”, en Revista del Instituto de Investigación Musicológica Carlos Vega, UCA, Año II, núm. 2, 1978, pp. 7-17. 65 Stevenson cita las Actas Capitulares de la Catedral de Trujillo, donde se hace referencia a que el obispo impartía “…diariamente las lecciones de Canto llano a sus seminaristas”. STEVENSON, Robert The music of Peru. Aboriginal and Viceroyal Epochs, Pan American Union, Washington, 1959, p. 154, nota 58. 66 CLARO VALDÉS, Samuel “Contribución musical del obispo Martínez Compañón en Trujillo, Perú, hacia fines del siglo XVIII”, Revista Musical Chilena, XXXIV, Núm. 149-150, 1980, pp. 18-33.

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in situ o por vía de terceros, las obras.67 En este sentido Stevenson creía que el autor de la notación musical podría ser Pedro José Solís, maestro de capilla de la Catedral de la catedral de Trujillo entre 1781 y 1823.68 Propuestas para la investigación a partir la Visita Una serie de problemas dentro de la historia del Virreinato del Perú son susceptibles de ser tomados a partir de las fuentes del obispo Martínez Compañón. Basta mencionar dos tópicos que pueden servir como ejemplos. Uno de ellos es la importancia, característica y trascendencia que tuvieron en la región norte del Perú las llamadas reformas borbónicas. El otro, y relacionado con el anterior, el impacto y los ecos de las rebeliones andinas de fines del siglo XVIII. Pablo Macera sostiene que Martínez Compañón, al igual que muchos otros de sus contemporáneos activos en el gobierno, tanto civil como eclesiástico, fue un representante del “…programa modernizador, a veces compulsivo de Carlos III”.69 Esta última afirmación, sin ser descabellada parece necesitar por parte de los investigadores un tratamiento más profundo y menos apriorístico. En este sentido, se da por sentado el carácter ilustrado del Obispo, al que se presenta sin más como embanderado en las lides reformistas de la Casa de Borbón. A partir de ello se da por descontado que esta influencia fue el único origen de todas las acciones puestas en marcha por el prelado. En buena medida, al presentar a Martínez Compañón como un típico exponente del reformismo, se refuerza la idea de que solo a partir del reinado de Carlos III, quien gobernaba en tiempos de la Visita pastoral del Obispo, se inició el reformismo borbónico. Estudios recientes ha comenzado a echar por tierra a esta postura al demostrar que muchas de las reformas comenzaron con el advenimiento de los Borbones a la Corona española luego de la guerra por la sucesión. A tal efecto, señala Jean-Pierre Dedieu: “Han pasado los tiempos en los que al evocar el siglo XVIII, la historiografía establecía una clara oposición entre una primera mitad del siglo, continuista, y una segunda, reformista, concentrando en la época de Carlos III todos los intentos de ‘modernización’ del país. Una atención más concreta a los acontecimientos de principios de siglo llevó a la conclusión que en muchos aspec67 Más sobre la música presente en Truxillo del Perú en FERNÁNDEZ CALVO, Diana “La música en el códice del obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón”, en ARELLANO, Ignacio y MATA INDURÁIN, Carlos –editores– El obispo Martínez Compañón: vida y obra de un navarro ilustrado en América, Gobierno de Navarra, Pamplona, 2012, pp. 303-376 y RODRÍGUEZ VAN DER SPOEL, Adrián Bailes, tonadas & chachuas. La música del códice Trujillo del Perú en el siglo XVIII, Deuss Music, Amsterdam, 2013. 68 STEVENSON, Robert The music of Peru…, cit. 69 MACERA, Pablo “El tiempo del Obispo Martínez Compañón”, cit., p. 15.

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tos, la administración de Carlos III se limitó a recoger disposiciones anteriores. Especialmente en todo lo referente a la organización del Estado.”70 De todos modos no se trata de desechar la idea de un Martínez Compañón reformista o influenciado por la Ilustración así porque sí. En todo caso lo que se quiere destacar aquí es la necesidad de profundizar el trabajo empírico y comparativo para no caer en una concepción del reformismo muy acotada y esquemática, y lo más importante, carente de fuentes que avalen las aseveraciones realizadas. Esto resulta esencial ya que muchos de los estudios que abordan la labor de Martínez Compañón en su paso por la diócesis de Trujillo trabajan sobre una serie de supuestos que no son puestos en cuestión y, por lo tanto, dejan abierto un importante margen de discusión. Asimismo se puede subrayar que muchos de estos problemas de interpretación encierran cierta incapacidad de comprender a cabalidad la acción de gobierno eclesiástico que llevó adelante el Obispo. La amplia tarea desarrollada por Martínez Compañón es destacada por muchos investigadores como un exceso de atribuciones a sus tareas de índole pastoral, lo que demuestra un profundo desconocimiento del funcionamiento del gobierno eclesiástico desplegado por los agentes de la Iglesia Católica. Pero más grave aún resulta la falta de comprensión de las características de la administración en tanto acción de gobierno, propias de la Monarquía Hispánica, cuya normativa no solo permitía la multiplicación de centros para la toma de decisiones sino que generaba una lógica yuxtaposición de diversas autoridades, funciones y jurisdicciones. Esto no solo conlleva una fuerte carencia interpretativa, que merece destacarse, sino que obstruye la posibilidad de visibilizar importantes aspectos en el análisis de las disputas y pujas entre diferentes agentes de la Monarquía, hayan sido del ámbito secular o eclesiástico. En ese mismo sentido podemos destacar la importancia de volver a revisar muchas de las acciones desplegadas por el Obispo durante su gobierno eclesiástico. Un especial énfasis se puede hacer sobre el trazado y fundación de veinte pueblos a lo largo de la diócesis. Si bien esto último ya fue trabajado por algunos autores, como Arturo Seminario Ojeda o José Gómez Cumpa, el abordaje no deja de ser superficial y falto de profundidad conceptual que permita algo más que el mero recuento de poblados y mapas.71 Estudiar el traslado, diagramación y creación de poblados y curatos que realizó Martínez Compañón durante su obispado es un paso importante para 70 DEDIEU, Jean-Pierre “La Nueva Planta en su contexto. Las reformas del aparato del Estado en el reinado de Felipe V”, Manuscrits, 18, Barcelona, 2000, p. 114. 71 SEMINARIO OJEDA, Arturo “Martínez Compañón y la fundación de pueblos en el obispado de Trujillo”, BIRA 17, Lima, 1990, pp. 411-418 y GÓMEZ CUMPA, José “La provincia de Chiclayo en el siglo XVIII”, Umbral. Revista de Educación, Sociedad y Cultura, Junio 2009, pp. 147-151.

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comprender como se desarrolló parte de la reconfiguración territorial del norte peruano. Por lo tanto, la labor desplegada por el Obispo a partir de la Visita representó una clara conjunción de acciones de gobierno, enmarcadas en un proceso de territorialización del espacio donde puede verse reflejada tanto la complementariedad alcanzada entre las agencias eclesiásticas y seculares como así también las fuertes tensiones y enfrentamientos que se suscitaron entre ambas a partir de la acción obispal. Hay que destacar que la fundación o traslado de pueblos realizada por Jaime Martínez Compañón no resultaba una operación automática ya que dicha acción de gobierno requería de la aprobación de Virrey, lo que significaba la articulación entre gobierno secular y gobierno eclesiástico. Muchas otras de las acciones desplegadas por el Obispo corrieron la misma suerte. De las 54 escuelas proyectadas por Martínez Compañón a partir de la Visita pastoral, solo fueron aprobadas 37, de las cuales muy pocas lograron ponerse en funcionamiento, principalmente por carecer de aportes económicos, más allá de que el financiamiento había sido cuidadosamente planificado por el Obispo, quien dejó asentadas las instrucciones para tal fin. Esta clave analítica es uno de los puntos más interesantes a estudiar ya que muy pocos de los numerosos abordajes realizados sobre las estampas en particular y sobre la acción de Compañón en general han incursionado por estos caminos, quedando generalmente en enfoques anecdóticos y superficiales de la Visita, o centrados en las características “artísticas” del material del códice. Otro aspecto interesante, que se relaciona con el accionar de gobierno del Obispo, es en relación con las rebeliones del último cuarto del siglo XVIII que se desarrollaron en toda el área andina. Hay que destacar que si bien la imagen legada por la historiografía focaliza su mirada en la zona aledaña al Cuzco y circundante al Titicaca, es decir aquellos sitios donde se desarrolló el núcleo principal de las insurrecciones, en la región norte del Virreinato también hubo focos de conflictos, aunque menos significativos. “El conflicto que brotó –afima Susan Ramírez– a fines del siglo dieciocho y comienzos del diecinueve en la costa norte del Perú fue el legado de casi cien años de penurias para aquellos ubicados en los diversos niveles de la pirámide social local. Desastres naturales, una reorientación del mercado, precios deprimidos o en lenta recuperación, y las reformas borbónicas, con su énfasis en incrementar la producción y la eficiencia y en aumentar los ingresos por impuestos, forzaron ajustes en la organización de la producción en la economía rural. En esta atmósfera de experimentación e innovación, las tensiones crecieron entre los propietarios de los medios de producción y las comunidades de naturales locales”.72 72 RAMÍREZ, Susan “La resistencia indígena a la producción racionalizada y a las rentas en dinero

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La rebelión de Otuzco, dentro de los límites del obispado, se desató en los últimos meses de 1780. La nutrida correspondencia que desplegó Martínez Compañón para informarse primero y luego desactivar el conflicto de clara tendencia antifiscal, pone de manifiesto aquello que se destacaba anteriormente: la complementariedad entre agentes civiles y eclesiásticos. Queda aún por trabajar más en profundidad el papel que cumplió el Obispo dentro del conflicto, al tiempo que se debe poner en su justa relación los posibles vínculos de la rebelión de Otuzco con el resto de los focos más radicalizados de otras zonas de la macroárea Andina. Antes de concluir conviene mencionar dos fuentes que bien pueden operar de forma complementaria con el voluminoso compendio de documentos y estampas legadas por el obispo Martínez Compañón. La primera de ellas es la Relación escrita por Miguel Feyjóo, quien fuera corregidor de Trujillo entre los años 1757 y 1760. 73 Su obra permite extraer datos de primera mano anteriores a la Visita del obispo Martínez Compañón. La consulta de este importante documento permitiría tener acceso a un registro previo y así comparar ambas informaciones en pos de un análisis secuencial de los datos, en especial aquellos vinculados a lo poblacional. La otra fuente complementaria son los escritos de José Ignacio de Lecuanda, quien dejó en las páginas del Mercurio Peruano una serie de crónicas donde describió geográficamente a la región de Trujillo. Lecuanda era originario de Vizcaya y ocupó, entre otros cargos, el de contador real interino en Trujillo.74 Se relacionó con el círculo ilustrado más connotado del virreinato llegando a ser miembro de la Sociedad de Amantes del País y colaborador del Mercurio Peruano, publicación que se convirtió en emblema cultural de los criollos limeños del período tardocolonial. 75 En las páginas del Mercurio Peruano Lecuanda publicó, entre 1793 y 1794, una serie de escritos sobre diferentes áreas de la región norte del Virreinato peruano. Muchos de esos artículos parecen coincidir de manera muy precisa con aquello representado en las estampas y con el espíritu general que rodeó la tarea del obispo Martínez Compañón. Lecuanda, quien fue colaborador de Martínez Compañón, y no su sobrino como se presumió por largo tiempo,76 habría tenido acceso a algunos escritos del Obispo y así pudo elaen el Norte del Perú, 1780-1821”, en O’PHELAN GODOY, Scarlett y SAINT-GEOURS, Yves –compiladores– El norte en la historia regional, siglos XVIII-XIX, IFEA, Lima, 1998, p. 189. 73 FEYJÓO de SOSA, Miguel Relación descriptiva de la ciudad y provincia de Trujillo del Perú, Imprenta del real y Supremo Consejo de las Indias, Madrid, 1763. 74 PERALTA RUIZ, Víctor “El virreinato peruano…”, cit. 75 Como señalan Quiroz y Quiroz el núcleo de redactores del Mercurio no fue homogéneo y dentro del grupo no había ideas uniformes acerca del futuro de la sociedad peruana. QUIROZ CHUECA, Francisco y QUIROZ CABAÑAS, Lleisen Homero “El Mercurio Peruano (1791-1795): historia y sociedad”, Investigaciones Sociales, Vol. 18, núm. 33, 2014, pp. 132-139. 76 CHEESMAN, Roxanne El Perú de Lequanda. Economía y comercio a fines del siglo XVIII, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2011.

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borar dichas notas que representan también un insumo muy interesante para trabajar junto a las estampas. Conclusión Como se mencionó aquí, este corpus documental ha tenido varios acercamientos parciales por parte de investigadores, no obstante todavía resulta una fuente de extraordinaria riqueza para estudiar y comprender significativos aspectos del mundo tardocolonial hispanoamericano en general y de la región norte del Perú en particular. En este sentido resulta interesante acercarse a las diferentes formas de concebir y representar a los diferentes grupos étnicos y sociales presentes en ese momento de la sociedad tardocolonial a partir de las estampas y censos. Sin embargo el abordaje de estas ilustraciones debe ajustarse al uso de herramientas adecuadas para este tipo de fuentes. Dentro de la metodología elegida debe priorizarse un cuidado acercamiento a las estampas, a su estructura y sus códigos representacionales, adentrándose en determinadas formas de análisis crítico de la imagen. Asimismo, a pesar de que la información que se puede extraer del códice resulta un acceso fragmentario al conocimiento, las estampas permiten observar un panorama complejo y variado de los grupos sociales, lenguas, actividades económicas, costumbres y actividades artísticas presentes en aquella región del Virreinato peruano. Como se resaltó al analizar los posibles autores materiales de las estampas, mucho queda aún por dilucidar sobre las obras musicales que contiene Truxillo del Perú. Este corpus de obras musicales constituye uno de los más importantes testimonios para la historia de la música colonial de Hispanoamérica, ya que las partituras que lo integran pueden ser consideradas como las primeras expresiones musicales de carácter popular documentadas de manera orgánica. La incidencia del reformismo borbónico en la zona, las características del gobierno y la administración, tanto secular como eclesiástica, los ecos y proyecciones de las rebeliones andinas, la adaptación o resistencia de los grupos indígenas y esclavos son algunos de los tópicos que pueden abordarse a partir del análisis de la información contenida en los mapas, censos, gráficos, partituras e imágenes plasmadas en el códice. Las estampas que mandó elaborar el Obispo, reunidas en el llamado Códice Truxillo del Perú, permiten observar aspectos interesantes de las relaciones establecidas entre los diversos grupos presentes en el área colonial, a partir de una serie de ilustraciones donde se exponen representaciones de diferentes personas o grupos sociales en acción, ya sea en sus acciones cotidianas como así también en actividades especiales como fiestas, bailes o ejecuciones musicales, rituales, celebraciones y representaciones escénicas. A partir del estudio de algunas de las series de estampas es posible trazar una imagen de la diversidad de grupos

Fuentes para una historia regional del norte peruano tardocolonial

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humanos presentes en el espacio del Perú colonial, al revelarnos aspectos importantes de la vida social, religiosa, cultural, administrativa y del gobierno de la diócesis. El cuantioso conjunto de estampas realizadas a partir de la Visita pastoral del obispo Martínez Compañón por la vasta extensión de la diócesis nos permite analizar aspectos significativos de la región trujillana a partir del enfoque de determinados aspectos poco valorados en anteriores estudios. Los mapas, planos, censos y demás aspectos reflejados en la Visita posibilitan tener un registro de la desidia y apatía con que había sido administrada la región hasta entonces, y de la acción de gobierno desplegada por el prelado, como se trató aquí. Este enfoque es uno de los aspectos más interesantes a investigar ya que fueron pocos los trabajos realizados sobre la acción de Martínez Compañón dentro de opciones teóricas y metodológicas que no recayeran en miradas anecdóticas y superficiales de la Visita, o centrados en las características “artísticas” del material del códice. Las fuentes aquí descriptas, es decir el códice y los documentos conexos, necesarios para complementar la información de la Visita, son interesantes para romper con ciertas simplificaciones que limitan el enfoque de lo regional, en este caso del norte peruano tardocolonial, a una mera verificación de los modelos generales utilizados sin más para todo el Virreinato. El riesgo ha sido, en el caso del Perú, que la cantidad de estudios efectuados desde una perspectiva muy amplia y generalizadora entregaron una mirada demasiado homogénea sobre un espacio tan vasto y complejo como el Virreinato peruano, en desmedro de particularismos sin duda presentes. De todas formas también hay que ser cuidadosos en esta última apreciación. El enfoque regional por sí solo no encarna la solución de todas las dificultades y simplificaciones que mucha historiografía estuvo repitiendo sin descanso. Si vamos al caso, el cambio de escala de observación no garantiza que no se pueda reproducir y hasta multiplicar un mismo tipo de problemas del enfoque macro, solo que a nivel más reducido. En este sentido es importante señalar que el cambio de escala no es, por sí sola, la solución de todos los problemas, sino que permite un nivel de observación con posibilidades de manejar de una mejor manera algunas cuestiones documentales, permitiendo a su vez sortear los anacrónicos marcos provenientes de un retrógrado nacionalismo historiográfico.

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