Marie Emma Cullen - Masoquismo

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MASOQUISMO Por Mar Hernández, alías Marie Emma Cullen.

10 DE ENERO DE 2016

Masoquismo

Mar Hernández.

MASOQUISMO. SUMMARY: Él fue todo para mí durante dos años. Aunque sabíamos que estaba mal, que acabaríamos mal, y yo estaría destrozada continuamos, hasta que todo se salió de control y él acabo con lo nuestro, de cierta manera. Pero no quería olvidarlo. Por puro masoquismo. AUTORA: Mar Hernández, alías Marie Emma Cullen. RATED: M. NÚMERO DE PALABRAS: 8.349. CATEGORIA: Cullen. DISCLAIMER: Los personajes son de la señora Stephenie Meyer, yo solo los uso para esta loca historia mía.

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PRIMERA PARTE. Los compases suaves de la música volvieron a empezar, mientras que yo miraba por la terraza de mi apartamento el día nublado, demostrando mis emociones. Estaba sentada en una de las sillas que iban a juego con la mesa de patio… No tan adecuada para una terraza, pero él me la había regalado... Así que era importante. Solo llevaba mi ropa interior y una bata larga de satín blanco. Todas mis otras cosas estaban empacadas, solo estaba mi vestido de fiesta y los accesorios, junto con una pequeña maleta. Las demás cosas, toda mi ropa y accesorios, ya debían de estar en el departamento nuevo que compré, lejos de Seattle, lejos de él... Estúpida Ilusa Masoquista… Me volví a reprender mentalmente, ¡Dios! Me odiaba, me odiaba por haber hecho lo que hice… Me odiaba por haberme enamorado del novio, no… Del prometido de mi prima, mi casi hermana… Me odiaba por haber sido la amante de él durante casi dos años… Aun cuando ellos seguían siendo novios… Y prometidos. Aún recuerdo como si fuera ayer el día que lo conocí… Teníamos como diez años, mi querida prima, mi casi hermana, Tanya, había perdido a sus padres en un accidente, sus hermanas y ella se vinieron a vivir con nosotros a Seattle. Mis padres y yo vivíamos en Forks, pero desde que fue el accidente con mis tíos Eleazar y Carmen, decidieron que cambiarnos de ciudad sería muy bueno. Así que una vez hecha la adopción de las Denali, nos mudamos a Seattle. Durante un mes nos pudimos adaptar y conocer a los que serían nuestros nuevos vecinos. El matrimonio Mallory era muy bueno, pero su hija Lauren era un ángel. Con ella, Tanya y yo nos hicimos muy amigas. Los señores Stanley también les agradaron a mis padres, pero Jessica era harina de otro costal, ella se llevó sensacional con Irina, Jess y yo no encajábamos, ella era muy chismosa y yo tranquila. La prefería lejos que cerca. Los señores Newton también fueron amables… Su hijo Mike mostró gran interés por mí, según Tanya. Desde el momento en que vi como Jessica se sonrojaba cada vez que Mike le hablaba supe que estaría en problemas, si el pronóstico de Tanya era cierto. Los señores Hale fueron, gracias a Dios, los únicos que en verdad cayeron de inmediato con mis padres y sus hijos con nosotras… Bueno, tal vez excepto Irina y Rosalie, la rubia hija de Giselle Hale. Al empezar las clases, fue cuando los conocimos. Los Cullen eran hijos del doctor Carlisle Cullen, director general del Seattle Grace. El mejor hospital, según lo vi en mis muchas visitas a él, de todo Seattle. Emmett Cullen era grande, muy grande, tenía quince años y estaba de novio con Rosalie Hale, de 13. Su hermano gemelo, Jasper era todo lo contrario a Rose, él era tranquilo, ella extrovertida, él refleja paz, ella belleza. 2|Página

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Es por eso que Alice Cullen, la pequeña Cullen, según él y Emmett, estaba tan profundamente enganchada con él. ¿El problema? Alice tenía nuestra edad, y Jasper una novia que no era de nuestro gran agrado. Para sorpresa mía, pude congeniar muy bien con Alice. Aunque éramos completamente diferentes. En cambio, ella y Tanya eran muy parecidas, las dos amaban las compras, ropa, maquillaje, artistas... y a su hermano mayor. Edward Cullen. Debo admitir que mi primera impresión de él fue de desagrado. Había algo en él que me desagradaba… Tonta de mí. Tanya y Edward se llevaron muy desde que se presentaron, no sé si fueron imaginaciones mías, pero en ese momento creía ver un tipo de chispa entre Edward y yo cuando nos tomamos la mano en forma de saludo. Loca, sí lo sé… Pero yo creía en el amor a primera vista, ese amor desesperante y bello que Shakespeare, Jane Austen, Emily Brönte y demás literarias románticas describían. Yo quería conocer ese tipo de amor, enamorarme, tal vez sufrir, pero ser feliz… Y durante una milésima de segundo en el que Edward y yo nos vimos por primera vez, tuve un atisbo de esperanza… Pero al voltear a ver a Tanya, vi en ella un brillo especial. Ella también se había enamorado. Ella también tuvo su amor a primera vista. Y yo no era nadie, ni podía, hacer que ella no fuera feliz. Adoraba a mi prima… La quería ver feliz… Así que desde ese momento, con solo diez estúpidos años de edad, sabiendo que tal vez encontré a mi primer, ¿y por qué no? Amor de mi vida tal vez, lo dejé pasar… Estúpida Ilusa Masoquista Desde ese día, empecé a repelar a Edward, y como bien dijo Tanya, Mike me trajo muchos problemas con Jessica… y con Edward. Aunque él y yo solo fuéramos “amigos”, a él no le gustaba que hablara con Mike; nunca lo entendí, ya que él era un muy buen amigo. Pero en cuarto año, cuando hubo un desagradable accidente con Jess, decidí alejarme de Mike. Eso pareció calmar a Edward y me volvió a hablar con la misma calidez de siempre. Gracias a un pequeño accidente, Alice y Jasper pudieron estar juntos y Tanya y yo nos unimos más a esa enana llamada Alice. El día en que conocí a Jacob Black, fue cuando en verdad descubrí a un Edward Cullen furioso. Teníamos dieciséis años e íbamos en primero de secundaria. El clan, como nos llamábamos, era inseparable. Hasta que a mi vida llego Jacob Black. Iba en segundo, de los más cotizados hombres del instituto, y quarterback del equipo americano. 3|Página

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Lo conocí por accidente, en realidad. Yo iba tarde a mi primera clase, era la segunda semana del segundo mes desde que entramos a clases. La secundaria era genial, aunque las Mates eran horrorosas, era divertido sabernos “mayores”. Era increíble ver como todos aún habíamos aguantado casi nueve años a todos juntos y no cansarnos unos de los otros. Era por eso que nos llamábamos el clan, todos juntos. Tipo tres mosqueteros, todos para uno y uno para todos. Iba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta de cuando choqué con algo duro y grande, sólo alcance a poner las manos detrás de mi cuerpo para caerme en ellas, sentí el feo golpe seco en mi culo y como caí en una de mis manos, okay, vale. Haber puesto mis manos no fue una brillante idea después de todo. — ¡Auch! —me quejé cuando saqué mi mano de mi culo y la sobé. La cosa con la que choqué me ayudó a levantarme tomándome por la cintura. —Lo siento, no te vi—sólo pude ver sus hermosos ojos oscuros. Su rostro y cuerpo eran de un color rojizo, de cabello corto negro y muy, muy guapo. Grande y musculoso. Lo que me llamo la atención de él fue su tatuaje de un tipo lobo con símbolos en su antebrazo derecho. En el momento en que vi ese tatuaje, supe que pertenecía al equipo de americano. Todos los tenían. —Sí, bueno… Con tu tamaño y el mío, creo que era poco probable que me vieras…—traté de bromear, cosa que creo funcionó ya que me sonrió, mostrándome unos perfectos dientes blancos. —Jacob Black—extendió su mano. La tomé y sentí su calidez. Era agradable. Pero no había chispas como con Edward… —Isabella Swan, pero dime Bella. —Bella… perfecto para ti. Me sonrojé y desde ese instante mi vida cambio. Desde ese día, empecé a juntarme con Jake y sus amigos. Los llamaban ‘La Manada’ porque todos eran muy unidos, eran como hermanos. No se separaban y siempre se ayudaban uno a los otros. Como nosotros. Nunca vi a Edward tan furioso cuando se enteró que era amiga de Jacob Black- por alguna extraña razón, él odiaba a Jake con el alma. Casi nunca me juntaba con mi clan. Tanya se sintió feliz, diciéndome que Jake era un gran chico y que si llegaba a ser su novia sería increíble, además de la chica más envidiada por el campus femenino del Instituto. Pero yo solo quería ser novia de una persona. Pero esa persona ya estaba con mi prima. El día en que Jake me pidió ser su novia, descubrí a Edward y Tanya teniendo relaciones sexuales, fue un poco traumante, a decir verdad…

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Jake me había pedido ser su novia en la escuela y yo le había dicho que lo pensaría, al llegar a casa me acordé que mis padres estaban en Forks, visitando a la Abuela Swan porque tuvo un pequeño accidente. Kate e Irina se fueron a la casa de Jessica para hacer no sé qué. Me deje caer en el sillón de la sala y suspiré, mirando con pereza la chimenea apagada. La casa estaba en completo silencio, en realidad, casi podía oír hasta cuando una ajuga cayera. Pensé en la proposición de Jake, él era agradable, dulce, cariñoso… Creo que era el hombre perfecto. Pero no para mí. Cuando estaba por decidir, escuché un ruido muy raro. Respingué y miré a la escalera, tratando de no respirar y que el miedo no se apoderara de mí. Intenté agudizar lo más que pude mi oído hasta volví a oír ese ruido… Pero… Era un gemido… Un gemido demasiado alto… Me volví a sorprender, y por algún motivo extraño, subí las escaleras con cuidado escuchando cada vez más fuertes esos ruidos. Un escalofrió me recorrió entera al llegar al cuarto que compartía con Tanya. Abrí un poco la puerta y la imagen que vi me dejó con nauseas, sorpresa y un corazón roto. Edward y Tanya estaban teniendo sexo en la cama de ella, las ropas de los dos estaban amontonadas en mi cama. Nuestro cuarto era grande, las dos camas estaban separadas por un pequeño espacio, a cada lado de las camas, había mesitas de noche, en el medio de las dos, había una lámpara. De mi lado de esa mesita, un libro y del de Tanya, su diario. Compartíamos habitación porque era divertido. Era de un tono rosa y azul, su color favorito y el mío. Cada quien tenía su ropero, frente a las camas. A un lado de mi ropero y frente a mi cama estaba la terraza, a mí siempre me encantaron las terrazas, podía salir de noche y disfrutar del cálido aire. La televisión de pantalla plana estaba enfrente de la cama de Tanya, el baño estaba a un lado de su ropero. Cuando mi prima comenzó a gemir más fuerte y se agarró a Edward, y él también empezaba a gemir, fue todo lo que pude aguantar. Con la misma suavidad con que abrí, cerré. En realidad, no sabía de donde carajos había sacado la fuerza para no azotar la puerta. Me quede recostada en la puerta hasta que los escuché gritar. Lo que me hizo echar a correr fuera de ahí, fue el dulce “te amo” que se dijeron los dos. Pude escuchar como mi corazón se volvió a quebrar. Entonces sollocé y eché a correr lejos de la casa, atrás de ella teníamos un gran jardín, que tomando un pequeño sendero a unos cuantos kilómetros entre árboles y un poco de pasto, te dejaba en un bello parque. Ese era mi lugar favorito, el mío y el de Jake, ya que él vivía cerca del parque. Por razones del destino, fui a parar a ese parque y a Jake. No tenía planeado verlo, pero cuando lo vi, jugando con su sobrinita Claire en un columpio, todo el dolor que sentía desapareció. Sus ojos me miraron sorprendidos cuando grité su nombre y corrí a él, sin pensárselo abrió sus brazos y me refugié en ellos. Le dije que sí quería ser su novia. Fue cuando recibí mi primer beso. Aunque en las entrañas de mi ser desearon que hubiera sido de Edward ese primer beso…

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Al día siguiente, llegue a la escuela con Tanya, ella se encontró con Edward en el estacionamiento y los dos se sonrieron cómplices y ella se sonrojó, yo simplemente trate de mostrarme indiferente, pero para Lauren fue imposible que actuará, ya que me vio con tristeza y reprobación. Cuando le iba a decir que pasaba, vi a Jake caminar a nosotros. Un sentimiento de alegría y paz se instaló en mí, sonreí y por el rabillo del ojo pude ver como Lauren y Edward me miraban confundidos y sorprendidos, cuando Tanya llegó a Edward y le dio un beso en los labios, Jake se acercó los suficiente como para que pudiera gritarle. — ¡Jake!— y corrí a él, ante la mirada perpleja de todos, al llegar a sus brazos, salté en ellos como lo había hecho ayer. Pude sentir su risa y cuando me separé para verlo, sus ojos brillaban como nunca antes los vi brillar. Una parte de mí se sintió mal, pero la otra prefirió disfrutar de mi novio. De ser feliz, al menos tratar de serlo, con él. — Buenos días, pequeña— susurró antes de darme un beso sin soltarme de la cintura y dejarme en el piso. Cuando nos separamos, yo estaba sonrojada, porque sentía la mayoría de las miradas en nosotros. Tanya tuvo razón, desde ese día fui odiada y envidiada por todas las mujeres de la escuela. Pero fui odiada e ignorada por Edward, durante los dos años que estuve con Jacob. Desde el día en que fui novia de Jake, decidí cambiarme de cuarto, Tanya se sorprendió y se entristeció, pero yo no podía seguir con ella, en la misma habitación donde Edward había estado tan íntimamente con mi prima. Mi cuarto fue el más alejado de todos, pero tenía una espectacular terraza. Los dos años con Jacob fueron increíbles, conocí su lado romántico y pasional. Pero también el celoso e inseguro, cada vez que hacía una escena de celos, que no era constante, era divertido. Jake era alto, muy alto, fuerte y vaya que era seguro de sí mismo, pero verlo tan vulnerable ante mí, por mí, subía mi ego y me hacía quererlo más. Lo malo de todo esto es que nunca lo pude amar. Cuando él se fue a la Universidad, seguimos siendo novios. Durante ese año, Edward se acercó más a mí, y juro que trataba de hacer que le fuera infiel a Jake, pero no podía… Ni hacerle eso a Jake ni a Tanya. Cuando nos graduamos, me fui a la misma Universidad que Jake, fueron los cuatro mejores años de mi vida. Pero al graduarme, y él con empleo, me pidió compromiso. Había perdido contacto con Edward durante los cuatro años de mi carrera Literaria. Cuando me lo encontré por accidente en el Central Park de N.Y, fue la primera vez que lo volví a ver. Y fue el maldito día en que Jake me pidió ser su esposa. Mi encuentro con Edward fue inesperado, tropezamos y yo lo reconocí por sus ojos, él me reconoció porque decía que no había cambiado nada. Me dijo que me veía igual de hermosa que siempre, solo que 6|Página

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más sensual y madura. Me sonrojé ante ese comentario y los dos fuimos a tomar café, pasamos toda la tarde conversando de nuestras vidas. Él seguía con mi prima, y lo sabía, se puso un poco serio cuando le mencioné que vivía con Jake desde hace dos años. Pero algo entre nosotros cambió cuando por accidente, al salir de la cafetería, resbalé y él me alcanzó a agarrar, quedando nuestros rostros muy cerca. No sé qué pasó, pero de un momento a otro, sólo fui consciente de sus labios en los míos, de lo bien que se sentía estar en sus brazos. De cuánto lo amaba. Pero el recuerdo de Jake llegó a mi mente, ya iban a ser las ocho- ¿tanto tiempo nos quedamos hablando? Sí, parece que sí-, así que me separé de Edward respirando entrecortadamente, le dije que lo sentía, y me fui corriendo de ese lugar. Al llegar al departamento, Jake se veía preocupado. Me abrazó y me dijo que qué fue lo que pasó, por qué me tardé tanto en aparecer. Yo solo lo pude ver culpablemente y él, increíblemente, me entendió. — Es él, ¿cierto?— me preguntó en voz baja. — Sí— susurré bajando la cabeza. Jake lanzó un juramento en voz baja y suspiró, se pasó la mano por el cabello y soltó una risa amarga. —Vaya, bonito día tenía que esperar para regresar— masculló con algo de rencor. Me miró por un momento antes de sacar del bolsillo interior de su saco una caita de… Tiffany`s… Oh, demonios… — No es lo que crees—dijo rápidamente, al ver mi expresión de sorpresa— Era… Te iba a pedir matrimonio esta noche. Pero… pero creo que el destino no nos quiere juntos, ya que Edward volvió a aparecer en tu vida. Me quedé helada ante esa declaración, no lo podía creer. Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, Jake llegó a mí y me las secó dulcemente. — No llores, cariño. Sé que esto es difícil, pero creo que caímos en la monotonía. Estábamos juntos por comodidad. — Eres un gran hombre, Jake… El hombre perfecto— fue todo lo que pude decir. — Sí, pero no el hombre perfecto para ti, Bella… Ese es Edward, que tarde o temprano lo descubrirá, frijolito. Solo espero que no sea demasiado tarde, porque si no, volveré a atacar. Sonreí tristemente y Jake me dio un último y casto beso en los labios. Él no era tonto, desde un principio supo de mi amor a por Edward, y lo aceptó, lo intentó borrar pero creo que un amor como el que le tengo a Edward, no se borra tan fácil. Creo que es poco probable que lo haga.

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Después de ese día, una semana después, me regresé a Seattle, mi mamá había tenido un accidente y estaba grave. Fue cuando volví a ver a todo el clan. También fue cuando volví a hablar con Edward desde lo que paso en N.Y. No lo había visto desde hace una semana y volver a verlo fue un impacto. Pero fue más el dolor de verlo con Tanya. Mi mamá murió ese día, y mientras algunos del clan consolaban a Tanya, Kate e Irina, yo me cerré completamente. Jake me había acompañado, pero ya todos sabían que habíamos cortado. Él simplemente me prestó su hombro para llorar. Aunque yo quería que fuera otro hombro, otro hombre. Pero él estaba consolando a mi prima, que perdió a una segunda mamá. Me lamenté el que mi madre no pudiera ver a sus nietos, me pudiera ver vestida de blanco. Agradecí el que me haya podido ver graduarme. Charlie lloró conmigo durante toda la noche. Mientras mi papá hacia el papeleo para el acta de defunción y todo eso, yo me quedé con mi mamá en la morgue, odié a los malditos conductores borrachos. Le hablé a mi mamá de todo lo que sentía, el dolor del que se haya ido, hasta el dolor y amor a por Edward, nunca se lo dije. Y no sé porque, pero solté todo ese día, en ese momento. Le dije que me sentía muy sola, muy triste, cansada y… derrotada. Sin saber que Edward me escuchaba y cuando acabé mi discurso, sentí sus brazos a mí alrededor. — No estás sola, nunca lo estarás, campanas, estoy contigo— me dijo con fuerza, enredé mis brazos en su torso y lloré, sin importarme lo que fuera que haya oído. Desde que fui novia de Jake, él nunca me volvió a llamar campanas. Desde ese día, nos volvimos más unidos. En el entierro, él se quedó conmigo, Tanya estaba con sus hermanas y por lo que pude ver, no le molestó que Edward me consolara y apoyara a mí y no a ella, que era su novia. Después del entierro, me vine a vivir a Seattle, quería estar cerca de mi papá. Mis primas también se mudaron a Seattle, yo me quedé en un pequeño apartamento que me regalaron mis padres cuando cumplí los veintiuno, según ellos, para que los pudiera visitar con Jake. Edward siempre me venía a ver, varias veces salíamos y hasta una vez actuamos como novios. Pero yo sabía que algo estaba mal. Estaba mal que le hiciera esto a Tanya, estaba mal que me diera falsas esperanzas a mí misma, porque sabía que esto era una ilusión… Tres meses después de habernos estado viéndonos, Edward me confesó que le gustaba. Que lo quería intentar, pero que no era capaz de dejar a Tanya. Entendí lo que me pedía. Me pedía ser la otra. La amante. Y por alguna estúpida razón, acepté. Porque lo amaba, era mi religión. Mi vida, mi alma… Mi perdición. Acepte ser su amante, ante los demás su amiga, ante nosotros su amante. Esa noche fue mi primera vez.

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Sí, sé que está de locos eso de mi primera vez, cuando viví técnicamente tres años con Jake, pero cuando lo intentábamos hacer, yo no podía. Sencillamente no podía… Ni quería. Cuando Edward me hizo suya, fue increíblemente hermoso. Él se sorprendió de que aún, a mis 23 años, fuera virgen. Pero le dije que lo estaba esperando. Patética, sí lo sé… Estúpida Ilusa Masoquista… La música volvió a cambiar, esta vez la dejé correr, estaba medio harta de la misma canción. Por más que me sintiera especificada con ella, tenía que cambiar. Todos teníamos que cambiar. La canción empezó suavemente, esta también era acertada. Joder, me sentía tan putamente mal. Las náuseas volvieron, pero las rehusé. No hoy, no ahora… Suspirando, empecé a mover el pie con el ritmo de la melodía, empecé a cantar el estribillo acordándome de todo. Esta canción era tan jodidamente acertada. Así me sentía. Yo quería que él fuera feliz, aunque no fuera conmigo… Fui la amante de Edward por dos años, dos increíbles y maravillosos años, fueron incluso mejor que todo mi noviazgo con Jake, Edward me enseñó cosas que yo ni sabía. Me enseñó a amar, a desearlo, a saborearlo. Demonios, cuando teníamos sexo, me sentía como una estúpida al no saber casi nada de ese tema. Pero creo que le agradaba eso, le agradaba saber que él era el primer hombre que tomaba mi cuerpo… El primero y único. Casi todos nuestros amigos creían que solo éramos amigos. Casi todos. Solamente Lauren y Rosalie eran tan jodidamente persuasivas que lograron darse cuenta de todo. Fue en una noche del clan, salimos todos a tomar un café y hablar de lo que estábamos haciendo, les conté que trabajaba de maestra. Todos estábamos cómodos, escuchando un relato entretenido de Jessica, cuando sentí una mano moverse por mi pierna, pegué un salto que gracias a Dios nadie vio, y miré discretamente a Edward, que estaba a mi lado, una mano la tenía en su barbilla, usándola de recargadera, la otra la tenía perdida debajo de la mesa, sus ojos miraban a Jessica divertidos, pero ese brillo solo aparecía en sus ojos cuando me deseaba. Su mano se movió rápidamente por mi rodilla hasta mis muslos, debajo de la falda. Encontró mi ropa interior y sencillamente la hizo a un lado, separo mis pliegues y me empezó a acariciar lentamente, haciendo que la respiración se me entrecortara y se me hiciera imposible poder prestar atención. 9|Página

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Empezó a hacer más profundas sus caricias, más fuertes… Metió un dedo dentro de mí, bombeando ligeramente, me mordí el labio para no gemir, seguramente estaba roja, metió otro dedo y los curvo lentamente, haciéndome jadear casi imperceptiblemente y agarrarme al borde de la mesa, quería cerrarlos ojos y disfrutar de ese contacto, pero no estábamos solos… — ¿Bella?— la voz de Lauren interrumpió a Jessica en, al parecer, el momento más divertido. La miré sorprendida y Edward retiró sus dedos rápidamente—. ¿Te sientes bien?— preguntó mirándome preocupada. Traté de sonreír, pero aún no podía respirar con tranquilidad. — Sí, claro… todo bien. — Traté de sonar convincente, pero fallé estrepitosamente. — ¿Por qué estás tan roja? ¿Te sientes bien?— Pregunto Rosalie también preocupada, en estos momentos agradecía que la mesa fuera rectangular y me sentara en la orilla, al lado de Edward y nadie al otro lado. Todos me miraron preocupados. La mirada de Edward era ‘preocupada’ pero sabía que estaba divertido por el asunto. Maldito bastardo. — Bueno, me duele un poco la cabeza… tal vez tanto trabajo me está afectando. — ¡Oh!— Exclamo Tanya—. ¿Y qué haces acá? Vete a tu departamento y descansa. Una idea cruzó mi mente. Miré a Edward discretamente, antes de regresar mi atención a Tanya. — Creo que te tomaré la palabra, prima, pero…—me mordí el labio, esperando que esto funcionara—, dejé mi coche. Me trajo un taxi, en realidad. Cosa que no era mentira… Casi. Sí había dejado mi coche, pero fue Edward el que me trajo. Solo que no podía decirle esto a mi prima. — De eso no hay problema. Edward te llevará —sonrió a su novio—, ¿verdad? Edward me miró, actuando como si lo pensará, pero sabía que ya lo había pensado, él también quería tenerme. — De acuerdo, me debes una, Swan—sonrió a mí, me ayudó a levantarme y despedirnos de los demás, una vez en el volvo, se volvió a mí y me beso con fuerza. — Necesitaba hacer esto— murmuró contra mis labios, una vez necesitamos respirar. Yo asentí. — Yo también. — Vamos a tu departamento, le daré una excusa a Tanya. Te quiero para mí. Cuando llegamos a mi departamento, Edward le habló a Tanya diciéndole que se iría a su casa, que la veía mañana en la tarde. No sé qué le dijo Tanya pero debió ser algo bueno, ya que sonrió y me tomó en brazos, llevándome a la habitación.

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Toda la noche se quedó conmigo, simplemente amándonos. Muy en mi interior, me regañé el que se quedara conmigo toda la noche… Ahora ya no sabría vivir sin sus brazos alrededor de mí, mientras dormíamos. Para mi buena suerte, Lauren y Rosalie fueron a mi casa al día siguiente y nos encontraron juntos. Nunca me había gritado así Lauren… Nunca. Me llamó de todo, pero al final, me dijo que guardaría el secreto. Rosalie sencillamente se me quedó mirando y luego a Edward, se acercó a él y le dio una cachetada, diciéndole que era un maldito bastardo por haberme dado esperanzas y haberle hecho eso a Tanya, obligó a Edward a irse y hablamos más las tres, ahondamos el tema y estuvimos gran parte del día hablando de esto. Lauren me entendió y dijo que ella creía que Edward y yo estaríamos juntos. Cosa que no fue. Rosalie sencillamente me dijo que no me ilusionara mucho y que pasara lo que pasara, ella siempre iba a estar para mí. Me apoyaron y ayudaron durante los dos años que estuve con él. Él era mi vida, me hacía reír, me hacía feliz. Nos completábamos y era maravilloso. Se llegó a convertir en lo mejor de mi vida. Durante horas hacíamos el amor, o simplemente hablábamos, acurrucados. Hubo dos veces que fue tanta nuestra desesperación de estar unidos, que no se puso el condón, pero no pasó nada… Desgraciadamente. En Noviembre todo cambio. Para bien y para mal. Tanya había salido de viaje, Edward llevaba varias semanas raro conmigo. Cuando terminábamos de hacer el amor, se me quedaba viendo y quería decirme algo, pero después se arrepentía y me daba un beso. Nunca supe que quería decirme… Lo averigüé de la mala manera. La noche que Tanya regresaba, Edward y Alice, o sea solo Alice, organizaron una cena. Todo el clan iría. Quedamos que Edward iría a mi casa a por mí y nos veríamos con los demás en el restaurante. Me estaba terminando de arreglar para la cena, con un mal presentimiento de esto, cuando tocaron a mi puerta. Me terminé de poner el zarcillo de aguamarina mientras iba de camino a la puerta. Cuando la abrí, me encontré con la agradable sorpresa de ver a Edward parado ahí, con una gran sonrisa. Bueno, siempre era una agradable sorpresa verlo ahí… — ¿Puedo pasar? —preguntó en voz baja, había algo raro en él. Yo le sonreí e hice mi cuerpo a un lado para que pasara, en cuanto estuvo fuera, cerré la puerta y lo sentí darme la vuelta bruscamente y aventarme a ella, para empezar a besarme. Me reí de su urgencia. — Desesperado— me burlé, gemí cuando él comenzó con un agradable camino de besos húmedos por mi cuello hasta mí mandíbula. Mordí mi labio y dejé a mis manos actuar solas. Le quité con presura su chaqueta y aflojé un poco su corbata, me tomó en brazos y me llevó a la sala, no había mucho tiempo y

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los dos nos necesitábamos, así que el sillón de mi sala sería nuestro refugio por el poco tiempo que nos quedaba. Me dejó caer suavemente en él, y se recostó en mí, le hice hueco entre mis piernas, tanto como el vestido me lo permitió. Cuando vi que solo podía muy poco mover mis piernas, odie el vestido largo hasta los pies, de escote tipo V, juntándose en el cuello, formando una O alrededor de él, en la cintura era un gran cinturón de piedras azules, del mismo color del vestido y del cuello, la espalda era descubierta, donde acaba el cinturón, empezaba la falda vaporosa… lamentablemente no tan vaporosa, ya que no podía abrazar a Edward con mis piernas. Cuando me di cuenta que la falda se había subido demasiado, gracias a Edward, sentí sus manos en mis piernas, acariciándolas lentamente, de un solo movimiento me arranco mi ropa interior de encaje azul. Gruñí, era el… ¡Dios! Hasta había perdido la cuenta. Edward rió y me volvió a besar, solo pude desabrochar sus pantalones y él se encargó de sacar su miembro y penetrarme rápidamente, gemí de placer, él gruño. Se empezó a mover lentamente, me dio suaves besos por todo el cuello y hombros, suspiré feliz. Llevábamos una semana sin podernos ver, sin podernos tocar… Todo por mi muy maldita bocota. Hace una semana, cuando terminamos, él me acostó en su pecho y yo de mensa le dije ‘te amo’. Edward solo dijo ‘mierda’ y se acordó que Taya se iba ese día. Creo que ni siquiera me había escuchado, pero durante la semana lo dudé, ya que no me hablaba, no nos veíamos. No habíamos estado juntos hasta ahora. Me mordí el labio para contenerme cuando se empezó a mover más rápido, sabía que lo estaba haciendo rápido. Casi no teníamos tiempo, pero yo lo quería disfrutar, presentía algo malo. Muy malo. Empezó a moverse más rápido, cogiendo impulso de la mano del sillón, haciendo que el orgasmo se aumentara en mi vientre bajo, dejé de respirar por un momento, y cuando no pude aguantarlo más me dejé ir. Edward dejó caer la cabeza en mi cuello y gimió fuertemente. Nunca gritaba, pero ese día fue diferente, el orgasmo me golpeó con fuerza y grité, sin tener conciencia de lo que decía. Cuando todo se empezó a normalizar, Edward respiraba entrecortadamente, le acaricié el cabello y le besé la frente. — Ya es tarde, Bella… Hay que irnos— me dijo, separándose de mí, se arregló la ropa rápidamente y yo hice lo mismo. Me arreglé el vestido y zapatillas, me vi por última vez en el espejo y chequé que todo estuviera bien. Claramente no lo estaba, ya que había algo raro en Edward, lo sentía distinto. Muy… frío, distante. Mi mente empezó a pensar cosas malas, cosas que yo no quería admitir. Cuando llegamos al restaurante, todos nos estaban esperando, Edward fue con Tanya y la besó dulcemente, mi corazón se contrajo, pero Lauren y Rosalie me hicieron señas.

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— ¿Por qué tardaron tanto, chicos?— Nos preguntó Alice, antes de que pudiera ir a con Rose y Lauren. Me sonrojé pero Edward fue más rápido que yo. — Bella que no quería terminar —entendí el doble significado, me puse más roja, al igual que Lauren y Rose. Me podría haber reído, pero no era correcto—. Las mujeres tardan años en arreglarse —añadió con una sonrisa diabólica, al ver mi reacción ante sus palabras. — ¡Ay, Edward!— Se quejó Alice, mirando fastidiada a su hermano— Nunca apresures a una mujer— las caras de Rose y Lauren no tenían precio, ellas entendían el maldito doble sentido de esas palabras, lástima que los demás no. Edward se mordió el labio, pensando lo mismo que yo—. Si no, te va como en feria. —Te lo puedo asegurar, hermano —añadió Jasper, besando el tope de la cabeza de la duende. El mesero llegó para mostrarnos nuestra mesa, una rectangular en medio de la sala. Me senté en medio de Jasper y Emmett, frente a Rose y Lauren, Edward y Tanya juntos, y Alice a la cabeza, como Jessica, Mike a su lado derecho, junto a Lauren. Rose y Emmett quedaron frente a frente, y por lo que pude ver, estaban felices, ya que Rose se sonrojó y Emmett se rió de algo. No quise saber qué es lo que estaban haciendo. La cena transcurrió bien, entre risas y pláticas. Hubo un momento en donde Edward y Tanya desaparecieron, y la conversación dio un giro radical, hablando de nombres de bebes. —Pues a mí me gustaría que mi hijo se llamara Reymundo, para decirle Rey —dijo Alice, a lo que Jasper la miró como si estuviera loca. —Ni drogado, amor —le replicó suavemente—. Se llamará William, Rey es… Digamos que después nos puede matar por ello. Alice lo miró por un momento, pero después alzo las cejas en señal de entendimiento. —Cierto. — ¡Já!— Se burló Jessica—. Nosotros tendremos niñas —dijo tomando la mano de Mike a lo que él sonrió dulcemente a ella, Jess tenía siete meses de embarazo y dos de casada—. Se llamaran Melanie y… —Elaine— completo Mike, orgulloso de los nombres de sus bebes. Jess sonrió feliz, tocándose suavemente el vientre hinchado. —Me encantaría un varón y una niña—empezó Rose, mirando a Emmett, el gran oso le regreso la sonrisa. —El varón se llamaría Carlisle, como mi papá. —Y la nena Scarlett Lilian. Como mi abuela y mi madre —terminó Rose, Emmett asintió y la señaló feliz. — ¡Eso, eso!— nos hizo reír su lindo gesto, Lauren rodó los ojos ante la actitud infantil de Em.

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—Yo por mi parte sólo tendré un niño. Edgar Alejandro William II —miramos a Lauren un poco sorprendidos, hasta que se empezó a botar de la risa, comprendimos que era una broma. Bruja—. ¡Mentira! —suspiró fuertemente y volvió a respirar normalmente—. Lo llamaría Nicholas. Amo ese nombre, no sé porque. Sonreí, yo sabía el porqué, su primer novio se llamó así, y al parecer fue el más grande amor de mi amiga. —A mí me gustaría una niña que se llamaran como mi madre…— Empecé, sin recordar donde estaba bien, solo imaginando a una bebe, con la cara de Edward y sus ojos. Esos ojos que me vuelven loca—. Renné y Esme. Renesmee —todos se quedaron callados ante mi confesión, entonces caché lo que había dicho. ¡Oh, mierda! — ¿Renesmee?—preguntó Tanya, regresando con Edward de la mano, nadie dijo nada. Edward me miro confundido, yo solo me pude sonrojar—. ¿Quién es Renesmee? —La hija de Bella —se burló el muy maldito de Emmett, una vez salió de su aturdimiento, pude ver a Tanya sorprenderse y Edward tensarse—. Su hija imaginaria con nombre extraño de loca. Se empezó a reír a carcajadas, haciendo reaccionar a los demás, y que también rieran, me reí un poco aliviada… Solo Rose y Lauren me miraron significativamente. — ¡Vamos! No es tan malo. Es hermoso—defendí mi nombre. Era mi sueño. El nombre de mi hija, en memoria de mi madre y mi suegra, que también era como una madre para mí. Aunque no fuera mi verdadera suegra. —Bella, esta raro—rió Alice, la miré feo y carraspeo—. Vamos, ¿Renné y Esme? ¿Esme por qué? —El nombre de Esme es hermoso—terció Lauren, agradecí su aparición, ya que no sabía muy bien que decir—. Es decir, puede ser la abreviatura de Esmeralda. Pensándolo bien, me gustaría tener una nena y llamarla así. —No está mal—sonrió Tanya, mirando a Edward—. Aunque a mí me gustaría un hijo que se llamara Edward. De repente, mi plato se convirtió en la cosa más interesante que nunca. Pude sentir los ojos de mis amigas verme, pero no pude levantar mi mirada. —Sí, me gustaría así—la voz de Edward se oía… Emocionada. Demonios. —Aunque creo que primero va el matrimonio—dijo como si nada Alice, la familia frente a mí, detrás de Rose y Lauren, eran la cosa más interesante de mi vida. —Hablando de eso…—mi corazón se paró unos segundos cuando escuché a Edward decir eso, el ruido de una silla moviéndose me paralizó, contuve la respiración hasta que él volvió a hablar—. Tanya, hemos

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compartido muchos años juntos. Han sido los más maravillosos años de mi vida… Eres la mujer de mi vida, y me encantaría pedirte que seas mi esposa. Tuve que pensar en cualquier otra cosa para no derrumbarme ahí mismo, escuché el jadeo de Tanya, Rose y Lauren, sabía que esta primera por sorpresa y las últimas dos por mí. Mi copa de agua era muy bonita, de vidrio cortado, con varios diseños alrededor. —Sí—contestó la voz de Tanya, totalmente emocionada y a punto de llorar—. Sí acepto ser tu esposa, Edward Cullen. Con esas sencillas palabras, pasó de todo. Los vítores de nuestros amigos exclamando, el suspiro de derrota de Rose y Lauren, el chillido de emoción de Alice, el claro sonido de un beso y mi corazón haciéndose pedazos. ¿Cuántas veces puede un corazón romperse y volver a unir, para volverse a romper, pero esperar a que siga funcionando? Me obligué a felicitarlos, deseándoles un gran matrimonio. Traté de ser fuerte, pero desde ese momento, la principal conversación fue la boda. Me enteré que Edward había ido con Alice desde hace una semana a comprar el anillo. Entendí el por qué no había ido a verme todo esa semana, pero también entendí que el día que le dije que lo amaba, él fue a despedir a Tanya y a comprarle el maldito anillo. No le importó que le dijera te amo, no le importó que le diera mi corazón y vida durante dos malditos años. Ese mismo día, decidieron casarse el 14 de Febrero. Lo que siguió de la cena, ya no pude comer nada, no sé cómo fue, pero Emmett y Jasper se dieron cuenta de todo. Me mantuvieron distraída de la conversación que Alice estaba teniendo con Tanya y Edward, al parecer, mi prima había nombrado a Alice la organizadora de la boda. Cuando estábamos en el postre, Tanya me pidió ser su dama de honor. —Pero, ¿por qué yo? —pregunté, tratando de salirme de esa. —Porque aunque amo a mis hermanas, tú te mereces ese puesto. Siempre has estado ahí para mí, y eso te lo debo de agradecer. Eres mi hermana. Has cuidado de mí, y de mi Edward siempre. Después de ese discurso, no me pude negar, mis amigas me miraban con tristeza, no sabía cuánto tiempo podría aguantar más. Agradecí cuando por fin acabó la tortura. Nos despedimos de todos y le pedí a Lauren que me llevara a mi casa, Rose dijo que si podía ir también. Acepté gustosa. Emmett entendió el mensaje, y él y Jasper me dieron ánimos, les sonreí con verdadero agradecimiento. Abracé a Tanya y a Edward con dolor. El camino a mi casa fue rápido y en silencio, al llegar a mi departamento, y cerrar la puerta, me derrumbé. Lloré como nunca había llorado, mis amigas me sostuvieron y trataron de que no me quebrara completa.

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Fue la noche más larga de mi vida. Antes de caer en un profundo sueño, provocado por el llanto, recordé que no usamos protección... A la mañana siguiente, desperté con una decisión. Decidí que esto entre Edward y yo terminaría. Por mi bien, el de él y el de Tanya. Durante los siguientes cuatro meses todo fue caos, ignoré a Edward por completo, él me buscaba seguido, pero le aclaré que ya no debíamos seguir juntos, me dijo que me necesitaba explicar algunas cosas, solo le dije que ya no había nada que explicar. Ante los demás seguimos siendo amigos. Y me lo intentaba demostrar a mí misma, sin tener éxito. Las pruebas y todas esas cosas de damas de honor fue otra pesadilla, en la última prueba de vestidos tanto de damas como de novia, fue cuando me volví a derrumbar, ver a Tanya con su vestido toda feliz, emocionada e ilusionada me afectó más de lo que esperaba. Cuando Tanya se fue porque tenía que ver algunas cosas con Edward y la música, me derrumbé, Alice me preguntó qué pasaba y entre Rose y Lauren le expliqué todo. No se sorprendió, no me gritó, es más, me dijo que porque no le pedí a Edward que me diera mi lugar. Le dije que eso no era posible. Él era de Tanya, yo nada más fui la otra. Alice se lamentó de que no pudimos estar juntos. Un aire frío me azotó el rostro, abrí los ojos y miré el cielo nublado. Cuando la siguiente canción comenzó, supe que esa no era la indicada, más sin embargo la deje correr. Me reí ante el coro… Claro que sí había imposibles cuando se amaba, y el amor sincero sí se acaba. Sencillamente, a veces el amor no es suficiente. Me obligué a levantarme y terminarme de vestir, me puse el vestido largo morado suave, de mangas cortas y escote en corazón, estaba drapeado ligeramente en la parte de la cintura, con un broche de diamantes en la parte de lado de la cintura, dejando caer esa parte recogida, la demás era lisa. La parte del escote tenía unos cuantos diamantes, dándole un toque delicado. Me puse los tacones del mismo color del vestido y me dejé el cabello suelto, el maquillaje contra agua me obligaba a no llorar, si Alice me veía con los ojos rojos me mataba, dejé la bata en la pequeña maleta, al igual que las demás cosas que había usado, desconecte mi I-pod y lo guardé en mi bolsa de viaje. Solo me faltaban treinta minutos para llegar a la iglesia y prepararme. Tomé mi bolso y corrí a la puerta, una vez estuve fuera de mí departamento, llamé un taxi y le di la dirección de la iglesia. Al llegar, la mayoría de los invitados ya estaban. Salude a algunos y me dirigí dentro de la iglesia, al pequeño cuartito donde lo usaba la novia. Todo ahí era caos, Alice estaba muy hiperactiva, arreglando los últimos detalles, Tanya se veía preciosa. Ella era una novia preciosa. —Bella, ya llegaste —sonrió feliz. Le regrese la sonrisa. —Sip. Ya es el día. Hoy es el gran día. 16 | P á g i n a

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Mis amigas me vieron discretamente, Lauren se acercó a mí y me jaló del brazo. — ¿Lo harás? —me preguntó preocupada, sabía a qué se refería. —Sí, es lo mejor… Tomó una gran bocanada de aire, antes de darme un gran abrazo. —Hey, Bella, Edward me pidió que te dijera que si puedes ir a hablar con él un minuto —me pidió Jasper, entrando en el cuarto. Me separé de Lauren y asentí a Jazz, él me vio con una triste sonrisa. Sólo le sonreí como si no pasara nada. Cuando me encontré frente al otro cuarto donde Edward se estaba terminando de arreglar, respiré profundamente y abrí la puerta, él estaba ahí, luchando con el moño. Sonreí y fui a él, le arreglé rápidamente el moño, me sonrió en agradecimiento. —Gracias. Por todo —entendí el significado de esa palabra. Tomé aire otra vez. —Edward, quiero que seas feliz. Tanya es tu felicidad, y espero que sean muy felices juntos. Siempre. —Perdóname por todo lo que te hice sufrir, Belly-Beans. Tuve que cerrar los ojos ante su apodo, ese era su apodo para mí. El apodo que me decía de niña, con el que me enamoró. —Siempre te amé. Pero creo que tú no, siempre te amaré y nunca te olvidaré. Me diste lo mejor de mi vida. Él me miro intensamente, pero yo solo pude darle un último beso. Nunca pensé que el beso fuera tan intenso, me besó como nunca, con fuerza y delicadeza, con deseo y… amor. Con cariño. Fue uno de nuestros besos más apasionados y más dulces también. Al separarme, descansé mi frente en la de él, sus brazos me acariciaban mi espalda y brazos. Lo vi fijamente por un momento, antes de darle un gran abrazo, él me lo correspondió y suspiramos fuertemente. Me obligue a separarme de él. —Es el momento —solo pude decir eso antes de que él dijera algo más, me alejé de él y me fui de ese cuartito. Al llegar con Tanya, solo pude arreglarle bien el velo y caminar juntas a la entrada de la iglesia, nunca en mi vida había sentido un caminito tan largo; cuando iba caminado en el altar, no pude evitar imaginarme que era yo la que se casaba, pero me volví a obligar a regresa al presente, me situé al lado de Alice y tragué saliva. Cuando Tanya empezó a venir, me fue imposible no ver a Edward, sus ojos brillaban emocionados, sonreía como un tonto. Enamorado. Como un día imagine así estaría por mí… 17 | P á g i n a

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Estúpida Ilusa Masoquista… Vi el piso por un momento y así pasé la mayor parte de la ceremonia, hasta que no lo aguante más… Poco a poco me fui yendo hacia atrás, agradecía el ser pequeña y delgada, aunque en estos meses había bajado mucho de peso. Cuando estuve detrás de Rosalie la voz de Lauren me llego a los oídos. — ¿Estas segura, por última vez? —Sí, Lauren —contesté, viendo cómo se tomaban de la mano, como el padre lo ordenó—. Es lo mejor, y lo más necesario, me tengo que alejar lo más pronto posible. —Te quiero, amiga… Mucha suerte. Me dejó su lugar y en cuanto quedé fuera de la vista de los demás, técnicamente corrí a la salida, al voltearme a verlo por última vez, el padre los había declarado marido y mujer. La última imagen que tuve de él fue el verlo besarse con mi prima, siendo ya esposos. Corrí fuera de ese lugar, dejando las lágrimas rodar. Hace dos meses, me había topado con James, un amigo de la universidad. Él me dijo que estaba casado y que tenía un pequeño negocio de una editorial en Londres, cuando me dijo que si me gustaría que trabajara con él, no lo dudé. Acepté. Su esposa Victoria me ayudó a conseguir un apartamento amueblado, cerca de la editorial. No me quería llevar nada de muebles a Londres, no lo quería recordar ahí. Al llegar a mi departamento, lloré mientras me preparaba para el vuelo. Saldría en media hora, así que no tenía mucho tiempo. Dejé las cartas en la mesita de café de la sala, listas a la vista e hice una más rápidamente. Querido Edward: Todo lo que pasamos fue sencillamente maravilloso, nunca podría olvidarte. Desde niña me enamoré de ti, pero me alejé por mi prima, ahora pienso qué hubiera pasado si hubiera luchado por ti… Creo que tal vez tú y yo habríamos estado juntos. Pero tal vez ese no era nuestro destino. Solo puedo decirte una cosa: Te amo y siempre lo haré, como te lo dije hoy. Por favor, no me vayas a buscar, déjame intentar olvidarte. Lo necesito. Espero que seas muy feliz con Tanya, les deseo lo mejor y espero algún día volver a vernos, sin nada de dolor. Cuídate mucho. 18 | P á g i n a

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Por siempre tuya, Bella. Doblé la carta y la dejé en otro sobre, garabateando su nombre. Sabía qué parte de la carta era cierto… Él fue todo para mí durante dos años. Aunque sabíamos que estaba mal, que acabaríamos mal, y yo estaría destrozada continuamos, hasta que todo se salió de control y él acabo con lo nuestro, de cierta manera. Pero no quería olvidarlo. Por puro masoquismo. Guardé el vestido en el closet, y me dirigí a la sala, tomé la mano de la maleta, el sobre de la clínica que no había abierto aún y empecé a caminar a la entrada, sabía que no tenía mucho tiempo antes de que me llamaran para preguntarme dónde estaba. Cuando llegué a la entrada, miré mi departamento por última vez. Recordé todos los buenos momentos que pase ahí, pero también los malos. Con una última lágrima, salí de allí. Tuve razón a cuanto me llamaron. Pero yo ya estaba en mi avión, lista para despejar. Solo tomé la llamada porque vi su nombre. — ¿Dónde estás? —me preguntó con desesperación. — ¿Leíste la carta? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. —Sí, por favor, Bella… ¿Dónde estás? Nos preocupamos cuando no te vimos en la iglesia, y más cuando no llegabas a la fiesta, entonces vine a buscarte, pero Lauren, Rose y Alice vinieron antes, cuando regresaron sin ti fue cuando decidí ir a verte. Para encontrarme con que no estás y que te vas… —Edward, por favor… Es necesario esto. Lo necesitamos. —No te vayas… Te necesito —cerré los ojos ante su confesión. —Te acabas de casar… Ya tienes una nueva familia, y yo ya no cuadro en ella. Como decía la carta, te deseo lo mejor del mundo, pero por favor, déjame hacer esto. Lo necesito para seguir viviendo. — ¿Por qué me dejas, Bella? —lloró mi Edward. —Porque soy una masoquista, pero ya no puedo seguir así, me lastimo a mí misma… Te amo… Hasta pronto, Edward, mi amor… —Bella, no…—corté antes de que pudiera decir más. Sollocé, pero apagué el celular. Cerré los ojos cuando la azafata pidió ponerse el cinturón. Una vez en el aire, me atreví a abrir el sobre de la clínica. Leí minuciosamente todo, una mano voló a mi vientre y luego la otra, dejando en mis piernas la carta. Lloré de alegría, lloré de dolor.

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Ese catorce de Febrero, perdí al amor de mi vida, pero gané al amor de mi existencia. El día en que mi vida cambió, el día en que Edward le pidió a Tanya ser su esposa, yo gané una nueva razón para vivir… A mi pequeña Renesmee. Prueba de embrazo: Positiva. Tiempo de gestión del feto: 17 semanas.

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SEGUNDA PARTE. 4 años después… — ¡Mami! —gritó una dulce voz, despertándome de mi cabezada. Ugh. Aquí vamos de nuevo… Suspiré y me levanté de mi cómoda y calientita cama, para correr descalza al cuarto de mi hija. Nuestro apartamento era grande, de un piso, cuatro habitaciones, la sala y la cocina se unían por una puerta giratoria. Era parte de una hermosa casa victoriana, en un buen vecindario, con un parque enfrente. Nuestros vecinos eran agradables… o al menos algunos. El matrimonio Knightley era un poco… Anticuado. Veían con malos ojos el que sea madre soltera. Chelsea y Dimitri eran un matrimonio de mayor edad, el señor casi tenía sesenta años y la señora cincuenta y cuatro. Mis otros vecinos, o más bien vecina, era Leah Clearwater, su hermano menor Seth, también vivía con ella, pero como él estaba en la Universidad, se pasaba casi todo el día en el campus. Leah era una chica extrovertida y rara, cuando le veía siempre iba con un hombre diferente. Mi compañera de casa, como le decía Renesmee, era Gabrielle Evenson, hija de Evan y Anastasia Evenson, la conocí cuando tenía casi seis meses de embarazo, en mi trabajo; todos se fueron a comer, pero yo aún no acaba el manuscrito que me mandaron desde hace dos semanas, y ella llegó a buscar a James, dio la casualidad de que él era su primo. Se sentó conmigo y empezó a platicarme de todo y nada al mismo tiempo. Me cayó bien la chica, supe que estaba estudiando baile en el Royal Academy Of Arts. Era una muy buena bailarina, sus padres se conocieron cuando tenían 18, en secundaria. Evan Evenson es uno de los más conocidos empresarios del cine, tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, Anastasia Evenson era una publicista también muy reconocida. Su hermano, que aún no conocía, era el ‘heredero’ del imperio Evenson, acá en Londres eran algo como tipo la realeza. Gabrielle era una hermosa muchacha de ojos aguamarinas, cabello rubio platinado en rizos definidos y hermosos, piel crema, alta y esbelta, el cuerpo perfecto de una bailarina de ballet. Belle era una chica dulce y suave, amaba con locura y pasión a Renesmee. Solo tenía dos años menos que yo. Ella se vino a vivir a mi apartamento por… Bueno, ni siquiera sé cómo se vino a vivir. Solo sé que pasaba mucho tiempo acá con Renesmee y siempre se quedaba a cenar, comer y a veces venía a desayunar. De un día a otro, le dije que se viniera de una buena vez, y tres años después, acá estábamos. Gabrielle trabajaba en las obras de teatro que la invitaban a participar, pero su trabajo fue hacerse de su ‘pequeña’ gran fortuna, maestras de baile y un pequeño estudio. ‘El Belle Baible’. No estaba segura de que significaba, pero ahí practicaba mi bebé ballet. Amaba a la tía Belle y quería ser como ella de grande. Vaya amor que le tenía a la madre… 21 | P á g i n a

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No es que me queje, mi hija me amaba, como yo a ella. Fue muy difícil los primeros meses… Yo ya tenía casi cuatro meses de embarazo cuando… bueno, cuando lo deje. James y Victoria me ayudaron mucho en esos casi dos meses, hasta que a mi vida llego Belle y ella fue la amiga que nunca tuve. Me decía las cosas de frente, no se andaba con rodeos y me ayudó en todo momento, cuando mi bebé nació nunca la vi tan más emocionada como ese día, estuvo llorando durante todo el momento en que me permitieron ver a Renesmee. Aún recuerdo cómo me sentí al aterrizar el vuelo en Londres… Y cuando les dije todo a mis amigas, la bomba explotó. Estaba nerviosa, no lo niego. Me sentía rara, cansada, triste… Feliz. Sentía que todo lo que paso durante estos dos años me estaba cobrando factura. Fue grande la tentación de prender el celular, pero solo soporte quince minutos con él apagado, antes de prenderlo y llamar a James, sin fijarme en nada más. — ¡Bella! —contestó la ronca voz de mi amigo, y ahora nuevo jefe. —Hola, James… Ya llegué, estoy en el aeropuerto. — ¿Ya tan rápido? —ruidos—. Oh, vaya, si ya van a ser las ocho… Voy para allá, linda. Colgué, diciéndole que se viniera tranquilo. En cuanto destapé mi oreja de mi celular, este vibró, avisándome que había llegado un mensaje nuevo. Respiré profundamente una bocanada de aire y vi la pantalla. Tenía dieciocho llamadas perdidas de Edward y como cincuenta mensajes de texto de él, y entre mis amigas casi treinta. Me aventuré a abrir un mensaje de mis amigas. Era Lauren. Sigo pensando que esto es una mierda, deberías de ser lo suficientemente valiente y decirle lo que en verdad sientes. Esto es de cobardes. Eres una cobarde. ¡Regresa, por favor! ¡Estamos muriendo sin ti, Bella! Lauren. Me mordí mi labio para no llorar, leí unos cuantos de mis amigas y estuve a punto de llorar. Pero me controlé y sólo decidí contestar uno. Lauren, Sabes que esto era necesario. Lo necesito. En cuanto me instale y esté un poco mejor (que lo dudo mucho, pero bueno…) Te hablaré, tengo que contarte algo… Y será mejor que reúnas a todas las chicas ese día… Es una… Gran noticia. 22 | P á g i n a

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Las quiero, por favor, no le den ninguna información mía a Edward. Pronto les hablaré. Bella. Escribir su nombre ese día fue doloroso. Cuando James llegó a por mí, me recibió con un gran abrazo y me llevó a su casa, donde Victoria y él me hicieron una cena de bienvenida, agradecí el gesto, ya que me moría de hambre. Y a partir de hoy, comería por dos. Al ser más noche, me dejaron dormir con ellos ese día, en cuanto pegué la cabeza con la almohada, una gran tristeza se apodero de mí, y no pude reprimir las ganas de llorar también. Las imágenes de todo el día, la noticia… Todo se me juntaba, y llorando era la única forma de desahogarme, cuando era ya muy entrada la noche, pude dormir. A la mañana siguiente, me desperté con un dolor insoportable de cabeza y cuatro llamadas perdidas, dos de él y dos de Lauren. Suspiré, tomando mi celular, calculé la hora y haya debía de ser noche. Marqué el número de Lauren y esperé a que contestara. — ¡Bella! —gritó en cuanto contestó. — ¡Bella! —reconocí las voces de mis amigas y supe que estaban todas. —Hola, chicas —pude contestar en voz baja. —Bella, por favor, regresa… Te necesitamos —rogó desesperada Rose, me dolió escucharla así, yo la quería como una hermana más. —Saben que no puedo. — ¿Por qué? —preguntó demandante Alice—. ¿Por qué no puedes regresar? Bella, deberías de ser más valiente… —Alice, se acaba de casar, yo no puedo hacer nada… Y no lo voy a hacer, por mi bien. Por nuestro bien. Me toqué involuntariamente la panza y suspiré, hasta ese momento vi la realidad de mis palabras. Estaba embarazada. De Edward Cullen. — ¿Por su bien? Bella, Edward está destrozado, como casi todos, tu papá está triste, Sue también. Nosotras no sabemos qué hacer sin ti. Edward está deprimido, y Tanya confundida y herida de que te hayas ido, en su boda… Amiga, esto no es por su bien, es solo por el tuyo. Por egoísmo—dejé que Alice sacará todo, desde el primer momento en que vi cómo se mordía los labios para no decir nada, cuando le dije la verdad entre Edward y yo, supe que no quería decir lo que pensaba. —Alice, estoy embarazada —Al mal paso darle prisa—. No puedo enfrentar a mi hija o hijo ante esto. No sería justo para esa personita, a partir de ahora, ya no puedo pensar en mí misma. Tengo cuatro

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meses de embarazo y en esos casi cuatro meses, no me he cuidado como se supone. Así que sí, lo hago por nuestro bien. El silencio en la otra línea me alarmó, reflexioné mis palabras y las note normal. Solo que, bueno… Dije todo de un tirón. Creo que fui demasiado cruda. — ¿Bella? —la frágil voz de Lauren me regreso a la realidad. — ¿Sí? — ¿Embarazada? —susurró apremiante Rose. —Sí, y no pueden decir nada. Acá en Londres encontré trabajo y un buen departamento. Me quedaré a vivir aquí, y no quiero que nadie, sólo ustedes y mi padre y Sue, lo sepan. Edward no se puede enterar de esto. Prohibido hacerlo. — ¿Voy a ser tía? —me preguntó incrédula Alice. —Sí, Allie, en cinco meses tendrás en tus brazos a una niña o niño. —Seré tía…—silencio—. Seré tía…. ¡Oh, santa mierda, seré tía! Me reí por primera vez en varios meses de la reacción de Alice, después de eso, hablé un poco más con las chicas y decidimos que no hablarían de eso con Edward, solo los señores Cullen y mis padres. Alice me dijo que ella se lo explicaría a sus papás. Yo tenía que explicarle a Sue y Charlie este embarazo. Un mes y medio lo pasé bien, tranquila y preocupada, hasta que conocí a Gabrielle. Gabrielle fue una chica dulce, ella me aconsejó que debería decirle a Charlie y Sue cuando tuviera el primer ultrasonido donde se pudiera ver bien, que les mandara un video de mi hija… Estaba segura que era niña, muy segura. Cuando volví a hablar con las chicas, las notaba algo raras, no les pregunte el por qué, creía saber la verdad. Tanya y Edward estaban casados. Eso debía de ser lo suficientemente raro. Cuando recibí y pude ver a mi hija en la pantalla del ultrasonido, Gabrielle fue la que me acompañó, lloré con ella y en verdad que agradecí el haberla conocido. Ese mismo día les entregué a mis papás el video. Sue se había casado con Charlie hace menos de un año, ellos eran compañeros de Universidad y eran novios antes de que mi madre llegara a la vida de mi padre, fue rara la relación de Sue y Charlie, mi papá era joven y tenía una oportunidad más en el amor, él todavía estaba enamorado de Sue, así que no tardaron mucho en casarse. Charlie y Sue, técnicamente, lloraron cuando les dije que serían abuelos. Luego les mandé el video y la foto. Y como dijo Belle, los tenía comiendo de mi mano… Bueno, de la de mi bebe.

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Belle me ayudó mucho cuando fue tiempo de decirles a los señores Cullen. Carlisle y Esme se sorprendieron de lo que había hecho, pero no me despreciaron ni nada. En realidad hasta la señora Cullen estaba de mi lado. —Hubiera dado todo lo que tengo para verte convertida en la nueva señora Cullen. Adoro a Tanya, pero te amo a ti, Bella… Te prefiero como nuera. Las palabras de Esme me tomaron por sorpresa, Carlisle me dijo que me cuidara mucho en el embarazo, les presenté a Belle, como lo había hecho con mi padre y Sue. Belle fue adorada por Esme, le encargó cuidarme y Carlisle le dijo que no podía dejarme caer en la depresión. Le dije que por mi bebe nunca lo haría. Meses después, Renesmee Carlie Swan - Cullen nació en el St. Clements Hospital, el veinte de agosto, a las doce en punto de la madrugada. Ese día, Belle estuvo a mi lado siempre, al igual que Leah, mi vecina. Ella era una buena mujer, joven y bella. También ella se enamoró de la persona equivocada. Sam Ulley, estuvo dos años con él en la Universidad, hasta que su prima Emily llegó y técnicamente se lo robó, Leah se salió de esa universidad y terminó su carrera de Diseño Gráfico. Se trató de olvidar por completo de Sam, fracasando estrepitosamente. Al menos ya éramos dos las que entendíamos ese sentimiento profundo de dolor. Mis padres llegaron a la semana, con los Cullen y mis amigas, inclusive con Emmett y Jasper. Su visita me encantó y me hizo sentir como en casa. Lauren y Belle no se llevaron muy bien que digamos. Pero después de ver Lauren como Belle me trataba y saber todo lo que me ayudó, ella también fue su mejor amiga. Belle estaba encantada con mi familia. Se veía feliz, sabía por ella que sus padres estaban en crisis matrimonial en ese momento, ella sólo se dedicaba a sus estudios, pero era difícil teniendo a tus padres gritándose por cualquier cosa. Su hermano, que era el único que la ayudaba y el mayor, seguía en París, terminando su carrera Administrativa. Esa fue una de las cosas que también la hicieron venirse a vivir con nosotras. No soportaba cada día que sus padres se gritaran por una gran estupidez, ni que ante los demás, fueran la familia ideal. Era demasiado para ella, su madre siempre le estaba criticando tanto por su peso como su carrera, su padre nunca estaba con ella y eso me hartaba genuinamente. Los señores Evenson eran agradables con mi hija, pero yo sabía que ellos creían que yo era una mala influencia para su hija, pero Belle se rebeló ante ellos y por eso vive conmigo. Otra buena razón. Renesmee se había enamorado del ballet cuando vio a tía Belle bailar El Cascanueces. Desde ese día, no ha dejado a Belle en paz hostigándola a que le enseñe ballet, tuve que meterla al estudio de Belle, aunque ella feliz de la vida con Renesmee. Mi hija era para Belle la hermanita que nunca tuvo.

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Mi hija era una belleza, tenía la cara de su papá, y su cabello, fusionado con lo rojizo del mío, era perfecta. Sus ojos avellana verdes eran hermosos. Eran una combinación entre los míos y los de él. Ella era una fusión de nosotros. Solo que era una pequeña cobarde que odiaba las tormentas y no tener a tía Belle cerca le asustaba. Gabrielle estaba ensayando para la obra El Lago De Los Cisnes, ella sería la principal, así que llegaba un poco tarde. Renesmee dormía tranquila cuando veía a Belle llegar, al parecer mi hija nació con los ‘poderes de visión’ de su tía Allie, ya que ella presentía las cosas que estaban por pasar. Por muy raro que parezca. Renesmee era muy valiente en muchas cosas, pero para otras… Era una pequeña cobarde que quería a su mami y a su tía con ella. Y mi linda hija había visto una película que terminantemente le prohibí ver desde hace una semana, pero la señorita no entendió y ahora ya no puede dormir sin su león de peluche. Desde hace tres días. Ese peluche Edward me lo había regalado cuando cumplí trece años… Pensé que era un bonito recuerdo de él y algo que mi hija podría tener de su padre. Pero su peluche se rompió por estar ella jugando con él y unas tijeras… No tengo idea de qué fue lo que pasó, solo sé que mi bebe llegó corriendo conmigo, llorando desconsolada, y me dijo que su león estaba muerto… Y sip, estaba descabezado. Lo estaba arreglando cuando me quedé dormida. El grito de mi hija me despertó. — ¿Qué pasa, bebé? —pregunté entrando en su cuarto, la noche era fría y muy oscura y para molarla, estaba lloviendo horrible. Me preocupe por Belle. Ella estaría ensayando hasta tarde, pero esta tormenta no me gustaba. Y Renesmee estaba muy nerviosa. Algo me decía que pasaría algo. Tuve que prender la lámpara de la mesita de noche. —Tuve una pesadilla, mami…—murmuró ella. — ¿Qué pasa? —me acosté con ella y se abrazó a mi cintura—. Cuéntame, hija. —Soñé que tía Belle tenía un accidente y molía… Yo no quielo que muela, mami. Ni tú ni ella. No las quelo pel del. Mis ojos se llenaron de lágrimas y la abrace más fuerte. —No nos perderás. Tía Belle está ensayando para ser una bella bailarina, como la princesa Giselle, ¿te acuerdas, bebé? —ella asintió, le sequé las lágrimas que aún tenía y me moví para agarrar papel y limpiarle su nariz de botón, rosita por el llanto—. Bueno, ella será Giselle. Y, ¿cómo es la princesa? —Pelfecta… —Así es, la tía Belle debe de estar perfecta. Debe de ser hermosa. —Pelo ella es helmosa… Cómo tú, mami. 26 | P á g i n a

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—Gracias, hija… Ahora, duérmete. Mañana haré panques. Mi hija sonrió pero el brillo en sus ojos me advirtió que no solo soñó eso, sonreí cómplice y me reí de Renesmee cuando ella me miro pilla. — ¿Qué más escondes, pilluela? —le pregunté juguetona. —También soñé con un señol de ojos veldes que me decía que nos buscó pol mucho tiempo… Pensé que ela mi papá. Cleo que ela mi papi, mami. Nunca le había mentido a mi hija sobre su padre, siempre le dije que por algunas cosas no pudimos estar juntos. Le mostraba fotos de él y ella me decía que su papá era muy guapo. Nunca le conté sobre Tanya, o al menos de ella como su esposa. Hasta hace unos meses, le dije que su papá se había casado cuando yo me enteré que estaba embarazada, por eso que cada catorce de Febrero me sentía mal. Ella me abrazó y me dijo que algún día su papá regresaría con nosotras. Los sueños de mi hija a veces se hacían realidad, es por eso que me tensé cuando dijo lo de Belle, pero no pude articular palabra cuando ella me dijo eso, mi hija me veía inocentemente, esperando que dijera algo pero yo no podía. Tuve que dejar de ver a mi hija y tomar varias bocanadas de aire antes de volver a verla. —Bueno, nada es imposible. Tal vez algún día, bebé… No pude terminar la frase, simplemente no podía. Hablar de Edward era doloroso, pensar en él, recordarlo… Era un tormento. Siempre tenía que sonreír durante el día, pero en la noche es cuando más resentía su ida… Desde el día en que dormimos juntos, toda la noche, nunca pude olvidarme de sus brazos alrededor de mí. — ¿Algún día lo velemos? —preguntó mi bebé en voz baja. —Tal vez, Renesmee. Sonreí ante mi hija y ella me regresó la sonrisa esperanzada, le di un beso en la frente y me abracé a ella, durmiéndose prontamente. Durante unos minutos, no pude más que recordar la sonrisa de él, su voz, su risa… Sus brazos, sus besos… Todo. No lo podía olvidar. Era imposible aunque hayan pasado cuatro años… Suspiré e intenté pensar en otra cosa, pero las palabras de mi hija regresaron. Ella dijo que Belle sufriría un accidente. Y ella no llegaba, ya eran casi la una de la madrugada y no llegaba. Me empecé a preocupar. Hace dos semanas, Belle, Renesmee y yo sufrimos un percance con la familia de Belle, sus padres fueron a uno de los bailables de Belle y se ofendieron por la ‘vulgaridad’ del baile.

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Eran las dos de la tarde, y Belle todavía no salía a escena, Renesmee estaba impaciente por querer ver a su tía en acción. Mi hija estaba saltando en su asiento, Leah nos había acompañado. Belle había estado ensayado muy duro para este baile, era algo nuevo para ella y estaba nerviosa de cómo quedaría. Yo la había visto ensayar y era genial. La canción era hermosa y la coreografía perfecta. Renesmee estaba emocionada, demasiado. —Renesmee, por favor deja de moverte, te caerás—le dijo riéndose Leah, mientras hojeaba el programa que se presentaría. —Renesmee, hazle caso a Leah —añadí cuando ella no se dejó de mover. En cuanto callé, mi hija se quedó quieta, Leah bajó de golpe el programa y miró ofendida a mi hija. —A tu madre si le haces caso, pero a mí no, ¿eh? —dijo en son de broma. Renesmee rió divertida y justo en ese momento anunciaron que el programa empezaba. Durante una hora, Renesmee, Leah y yo disfrutamos de unos bailes impresionantes, Renesmee amó el del ballet, y veía a mi hija convertida en una bailarina de ballet. Cuando llegó el momento de que Belle saliera, Renesmee estaba más impaciente, estuvo brincando en su sitio sentada, hasta que las luces se volvieron a apagar y anunciaron a Gabrielle Evenson, Alec Volturi y Riley Biers. El telón se levantó y la música empezó. Belle salió vestida de un vestido azul pegado al cuerpo, con falda vaporosa, cada vez que daba una vuelta, el vestido parecía volar, el escote de V era discreto y perfecto al cuerpo de Belle, su cabello rubio estaba suelto y los rizos bien peinados. Usaba unas zapatillas de ballet del mismo color del vestido, solo que con más pedrería y se amarraban al tobillo. Belle hizo un baile estupendo, sexy y sensual, pero fuerte y maduro. Alec fue su acompañante y Riley era el otro. Por el baile el vestido se le subía a mi amiga, mostrando sus piernas y por lo que pude ver, volviendo un poco torpe a Alec cuando él creía nadie le veía. Desde que Belle se enteró que Alec sería su compañero tanto en esta, como en la obra de Lago de los Cisnes, ha andado muy feliz. Al acabar la canción, y con ella, Alec y Belle abrazados, inclinándose ligeramente y Belle arqueando la espalda, dándole el toque perfecto de caballero de película de vaqueros que le dará un beso a la damisela que salvo. Riley terminó viendo a la pareja desde el otro lado del escenario. Las luces se apagaron y el telón bajo, dando por terminado el programa todos aplaudieron y vitorearon a Belle. El elenco salió a dar las gracias y el nombre de Belle fue muy sonado, algo que no nos esperábamos fue que Belle dio un pequeño discurso y canto. Ella era muy talentosa tanto para el baile como canto, esa canción yo la conocía. Y sonreí al recordar que el otro día, ella y yo la estábamos escuchando. Esa canción era muy cierta. 28 | P á g i n a

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Belle se identificaba con ella, y yo también. Debía de ser fuerte, solo seguir… Porque siempre habrá montañas que cruzar y nunca darse por vencido… Por la cima… Escalar la cima y llegar más lejos de lo que crees. Renesmee se rió feliz al identificar la canción. Su manita se levantó y con un dedo señalo al cielo. Sabía a quién se refería. Ella sabía que su abuela materna estaba muerta, y desde hace tiempo que escuchamos la canción, mi hija dijo que esa era de su abue Renné. Las lágrimas llenaron mis ojos y no lloré porque no quería, ni podía. Todos terminaron aplaudiendo y Belle agradeció los aplausos. —Está canción es especial para mí, se la dedico a mi casi hermana, Isabella Swan, que ha sido la mejor amiga que una nunca ha podido tener. Sonreí ante la mención, también menciono a mi hija, quien se emocionó aún más. Al ir tras bastidores, y felicitar personalmente a Belle, la felicidad se arruinó. Los señores Evenson entraron, la señora muy enojada, el señor con el ceño fruncido. Me sorprendí el verlos acá, ya que ellos nunca hablaban desde hace tres años con ella. — ¡Qué descaro de salir como una vil zorra al escenario, Gabrielle! —gritó apenas y cerro la perta del camerino, le importó poco que mi hija estuviera ahí. — ¿De qué hablas? —preguntó Belle enojada. — ¿Es que acaso no sabes el ridículo que me has ocasionado con mis amistades? Dios mío, ya los imagino… ¡Oh, no! ¡Ahora todos pensaran que tengo como hija una cabaretera que vive con una mujer y su bastarda! Y ese fue la luz verde para que Leah se llevara a Renesmee de ahí y Belle se acercara a su madre para darle una cachetada. — ¡No tienes ningún puto derecho para que le diga así a Bella y mi ahijada! —gritó furiosa mientras miraba a su madre con odio, su padre agarró a su esposa de los hombros y veía a su hija sorprendido, su madre la veía como si ella fuera una desconocida. — Gabrielle Elizabeth Evenson —dijo lentamente la señora Evenson, con un toque filoso en la voz. Belle se estremeció un poco, cuando su madre la llamaba por su nombre completo, había muchos problemas— . ¿Cómo te atreves a golpearme? ¡Yo soy tu madre! ¡Deberías defenderme a mí y no a esa! —me señaló con un gesto despectivo. Y me pregunté, ¿por qué mierdas sigo acá? Ah, cierto. Porque no iba a dejar sola a mi Belle, con esa cosa que se hacía llamar madre. —Y usted no tiene ningún derecho a insultarme, a mí o a mi hija. Ni mucho menos llamarle cabaretera a su única hija —fue mi turno de hablar, Anastasia me miró shockeada, sin creer que le hubiera hablado.

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— ¿Cómo se te ocurre hablarme? Tú no eres más que una puta, con una bastarda, y no pienso dejar que mi hija sea igual que tú. —Usted no conoce mi historia, ni conoce la procedencia de mi hija. ¡Ella fue hecha con amor! Y por cosas del destino su padre no está con nosotras. Pero ella no es ninguna bastarda. La señora Evenson se rió irónica. —Claro, amor... —se burló. Mi sangre ardía y Belle se encontraba callada, y una mirada de desolación en su rostro, me advirtió de lo que estaba a punto de hacer. Oh, no… Belle había estado pensado desde hace unos meses atrás cortar cualquier lazo con su familia, al tener la mayoría de edad, su fortuna se quedaría con ella. Sus padres no podrían tocarla ni manejarla a su antojo. Ni a ella ni a su esfuerzo. —Perdone, se me olvido que usted no conoce el significado de esa palabra —golpe bajo, lo creo. Los ojos azules de Anastasia se abrieron como platos, y Evan solo me miró sin ninguna emoción. —Suficiente. Gabrielle —se volteó a verla demandante, ignorando cualquier mirada de ella a su padre— . Te vienes inmediatamente con nosotros. No volverás a ver nunca jamás a esta mujer o a su… hija. Anastasia empezó a caminar hacia la salida, y con una última mirada entre padre e hija Evan también. Pero Gabrielle se quedó dónde estaba y se acercó a mí, y entrelazando su brazo con el mío. —No, madre —dijo con seguridad. Anastasia se quedó parada a mitad de un paso y se volvió lentamente hacía ella. — ¿Qué has dicho, Gabrielle? —preguntó lentamente. —Que no me voy con ustedes… Ustedes nunca fueron mi familia, Bella y Renesmee sí. Ellas son mi familia y a la familia nunca se le deja. —Belle…—habló por primera vez su padre. Ella negó con la cabeza. Las lágrimas empezaron a salir de sus ojos aguamarinas. —Nunca estuvieron conmigo. Siempre me dejaron con mi nana, ella es mi madre. Tú solo eres la señora que me tragó al mundo —miró con tristeza a su madre, ella se estremeció ante sus palabras, pero negó con la cabeza—. Y tú…—su mirada se regresó a su padre—, tú solo me diste la vida… Ni una muestra de cariño. De amor… Todo era para mi hermano. Todo era para Ian. Y no estoy criticando ni refutando nada. Solo dijo la verdad. Así que no, no me voy con ustedes. Me quedo con mi familia. Anastasia se acercó furiosa a Belle, pero ella levantó la cabeza en forma desafiante, por primera vez la vi enfrentarse a su madre, su padre solo la podía ver como si la viera por primera vez. —Si haces esto, dejaras de ser una Evenson para nosotros. Dejaras de tener un lugar en la familia.

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—Más en los medios no, ¿verdad? —Anastasia se quedó callada—. Ante los medios, debemos aparentar que somos la familia perfecta. Nunca dejarías que esto — señalo a su alrededor— lo que hemos hablado, salga de aquí, ¿verdad? Pues bien. Yo misma corto los lazos de familia. Yo ya no soy una Evenson. —Entonces, ¿qué serás? Tú no puedes hacer las cosas por ti misma. El apellido Evenson siempre te ha ayudado. —Claro que no —volví a hablar. Anastasia Evenson se volteó a verme con rencor y antes de que me dijera algo, también levanté la cabeza desafiante—. Belle siempre ha hecho las cosas por sí misma. Nunca necesitó del apellido Evenson. Y ella será una Swan. Belle me miró emocionada y asintió con la cabeza, haciendo su agarre más fuerte. Para Anastasia eso fue como si le hubiera dicho una vulgaridad. Se tapó la boca con la mano y entre ella habló. — ¡Olvídate de nosotros, Gabrielle! —gritó. Se alejó de nosotras y tomó a su esposo de la mano, jalándolo para irse. Evan solo miró a su hija una vez más y se fue—. ¡Lo lamentaras Gabrielle, y tú también, Isabella! —fue lo último que escuchamos. Ni siquiera le hice caso. En cuanto la puerta se cerró, Belle se dejó caer en la silla más cercana. Se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar, le puse una mano en la espalda y sobé de arriba abajo, tratando de calmarla. —Nunca me había enfrentado así a mí… A Anastasia Evenson. —Belle, lo que dije era cierto. Tú eres una Swan, nunca has necesitado del apellido Evenson para triunfar. Belle levantó la cara y me miró con las lágrimas cayendo sin parar. Sonrió rotamente, me dolió tanto que sólo pude abrazarla. —Lo sé… Tú eres mi hermana, y doy gracias a Dios haberlas conocido. Me regresó el abrazo fuertemente y estuvimos así un tiempo hasta que la puerta se abrió lentamente y Leah y Renesmee entraron en la habitación. Mi hija corrió hacía su tía Belle y la abrazó fuertemente. —No lloles —le pidió con sus ojitos de cordero, sólo vio una vez a Alice hacer eso, y ella los hacía a la perfección. —No lloró, amor…—respondió ella, sonrió ante Leah y le di las gracias en silencio, ella asintió con una sonrisa, tomé a Renesmee en brazos y suspiré. No sabía que hubiera hecho si ella escuchaba todo lo que Anastasia dijo. —Bueno, ya… Que el mal rato se olvide, vamos a cenar y a celebrar a Belle.

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Todas sonreímos y Belle se cambió rápidamente, volviéndose a retocar, media hora después, nos topamos con Alec. Belle se sonrojó y bajó la mirada. — ¡Oh! Hola, Belle… Bella, Leah… Señorita Renesmee —mi hija sonrió ante Alec. Lo conocíamos desde hace casi cuatro meses, el día en que a Belle la invitaron a participar en el programa, Alec se hizo parte de la familia. Yo sabía que a Belle le gustaba Alec, y él no estaba tan lejos. —Hola, Alec —saludamos Leah y yo amablemente. Renesmee rió e hizo una graciosa reverencia en mis brazos. —Senol Alec —sonrió coqueta. La sonrisa de Rose. Mis amigas solo la vieron unas cuantas veces y mi hija se acordaba tanto de ellas… —Belle, ¿estás bien? —preguntó Alec. Belle levantó la cara y lo miró confundida. Sonrió lentamente y asintió. —Sí, claro que sí. ¿Por qué lo preguntas? —Porque vi a tus padres pasar, y tu madre estaba furiosa. Belle palideció, pero negó con la cabeza. —Digamos que ya no soy una Evenson. Alec la miró intensamente, y con la mirada se entendieron. Alec asintió con la cabeza y nos volvió a ver. — ¿A dónde van? —preguntó. —A cenar —contestó Leah. — ¿Por qué no vienes con nosotras? —sugerí, Belle me miró asombrada y sonrojada, Alec sonrió y asintió. —Será un placer… Claro que si a Belle no le importa. —No, claro que no... Sería genial —dijo Belle emocionada. Alec sonrió y le ofreció su brazo a Belle, lo tomó sonrojada y sonrió dulcemente. Leah y yo nos miramos significativamente. Juntos nos fuimos a un restaurante italiano que estaba cerca del teatro, pasamos un buen rato, pero de mi mente las últimas palabras de Anastasia Evenson no salían. Suspiré desesperada, dejé a mi hija acostada en su cama y corrí a mi cuarto, agarré el león que estaba tirada en la cama y justo se cayó una fotografía, la tomé confundida y al verla el león se me cayó a la cama.

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Era una foto donde él y yo estábamos abrazados, acostados en mi cama, solo con los piyamas, habíamos tomado esa foto cuando me compré una cámara nueva, dos meses antes de que Tanya y él se comprometieran. Yo tenía el pelo revuelto y una gran sonrisa, él tenía una mano extendida y la otra alrededor de mi cintura, su cabello revuelto daba a entender que hubo sexo mañanero. Los dos teníamos una gran sonrisa, y un brillo especial en los ojos. Mis ojos se llenaron de lágrimas y las palabras de mi hija regresaron de golpe a mí. Un sollozo escapó de mis labios y eso me hizo regresar a la realidad. Me sequé las lágrimas que se lograron escapar y corrí de nuevo al cuarto de mi hija, con el león y la foto en mis manos. Dejé el león al lado de Renesmee, y apagué la luz. Mi bebé dormía profundamente. Salí lentamente de su habitación, cerré con cuidado y me recosté en la pared de enfrente, poco a poco me dejé caer, sollozando en silencio. Acerqué la foto a mí pecho y mis rodillas también. Lloré en silencio, como desde hace años que no lloraba. Mi embarazo fue hermoso, descubrí que podía contar a por todo con Belle, también sentí ese amor de las madres encinta, sentí a mi bebé crecer en mi vientre… Pero también sentí una tristeza infinita. Yo estaba disfrutando de nuestra hija, y él no… Yo la estaba viendo crecer, sentir… Y él sencillamente ni estaba. Suspiré profundamente y me paré con esfuerzos. Caminé a mi habitación y cerré la puerta lentamente. M habitación se parecía a la que tenía en mi casa de Seattle, pero un poco menos grande y de colores sofisticados, muebles de madera caoba y un bello balcón. Yo misma había comprado todos mis muebles, con ayuda de Belle… Caminé hasta los pies de mi cama y gateé hasta llegar a las almohadas, me dejé caer en ellas y apagué la luz de la mesita, poco a poco, me dejé llevar por la inconsciencia, pero entonces los recuerdos se amontonaron en mi mente. No podía dejar de pensar en él, lo extrañaba mucho. Quería que viniera de la nada y me abrazara fuertemente entre sus brazos, quería que me hiciera suya de nuevo, que me besara como él solo sabe hacerlo y abrazarme toda la noche, dormir juntos. Que viera como nuestra hija estaba creciendo, como se convertía en una bella Swan. Una bella señorita Cullen. Pero eso no podía ser, porque él estaba casado, por más que mi mente fantaseara con nuestras vidas juntos, él ya tenía su vida con su familia. Alargué una mano y esperé que me la tomara, esperé sentir su toque. Pero nada. Él no estaba aquí, por más que lo buscara, no estaba. Volví a llorar, esta vez enterrando mi cabeza en la almohada y gritando. Lo extrañaba… Tanto que dolía.

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Un ruido desagradable me sacó de mi agradable sueño, fruncí el ceño e intenté ignorarlo, se paró por un momento y suspiré aliviada, cambié de posición y justo cuando volvía a dormirme, ese sonido desagradable regresó. Pero está vez lo reconocí. Era mi celular. En medio de una neblina mental, lo cogí y contesté, al que yo pensé, era el milésimo timbrazo. — ¿Bueno? —pregunté con voz adormilada. — ¿Con la señora Isabella Swan? —preguntó una voz desconocida. Abrí los ojos un poco más y mire confundida a mí alrededor. —Sí, con ella habla. —Señora, hablo del Royal London Hospital. Me alarmé al escuchar que era un hospital, el sueño de Renesmee regreso otra vez a mí…. Belle… Miré asustada el despertador de mi mesita de noche y eran las tres de la mañana. —Sí, ¿qué pasa? —pregunté con temor. —La señorita Gabrielle Evenson tuvo un accidente, encontramos en su celular su número. Y el del señor Ian Evenson. Decidimos hablarle a usted, cuando el señor Evenson no respondió. Esperen un momento… ¿Accidente? Oh, mierda… —Disculpe, ¿cómo que accidente? ¿Qué clase de accidente? ¿Gabrielle está bien? —La señorita Evenson está grave. Sufrió un accidente automovilístico. Al parecer, la lluvia le hizo que no tuviera frenos y chocó contra un poste, fue tan fuerte el golpe que el carro quedó destrozado. Es un milagro que esté viva. Todo el aire que tenía en mis pulmones, desapareció al escuchar la explicación. El miedo se apoderó de mí y casi me pongo a llorar ahí mismo. —Salgo en este instante para allá —fue lo único que dije antes de colgar. Tuve que despertar a Leah y explicarle lo que estaba pasando, ella estaba confundida y asustada por Belle, pero prometió quedarse con Renesmee hasta que regresara, daba gracias al cielo por haber pedido un préstamo al banco y sacar un coche, conduje lo más rápido que pude al hospital, que estaba casi al otro lado de la ciudad, pero que malditamente estaba técnicamente cerca de donde Belle estaba ensayando. Mi mente trabajaba a mil. Había algo raro en ese accidente, Belle siempre ha sido de las que manejan despacio, y ese coche fue un regalo de su padre… Su padre… 34 | P á g i n a

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Oh, mierda… Que no sea lo que estoy pensando… ¿Acaso sus padres serían tan crueles como para mandarla matar? “¡Lo lamentaras Gabrielle, y tú también, Isabella!” Las palabras de Anastasia Evenson regresaron a mi mente, pero era imposible… Por muy mala que sea esa mujer, no creo que pueda hacerle daño a su propia hija… Al llegar al hospital, corrí a la recepción y pregunte por Belle. —Está en cirugía, espere en la sala y ahora mandaran llamar a alguien que sea familiar —me respondió fríamente la recepcionista, de unos cuarenta y algo años, con el pelo teñido de rubio y ojos azules, de piel clara y un poco llenita, con grandes lentes negros. Asentí con la cabeza y me senté en el primer lugar que encontré, cerca de la recepcionista. Casi no había gente, no… Error. No había gente, más que uno que otra persona y doctores, al igual que creí o residentes. Suspiré y enterré mi cabeza entre mis manos, pero no tuve mucho tiempo en lamentarme cuando un doctor salió con una bata azul y un gorro quirúrgico en la cabeza. Un cubre bocas no me dejaba ver su rostro. — ¿Familiares de la señorita Gabrielle Evenson? —preguntó mirando a todos lados, me levanté como si me hubieran puesto un rebote y corrí al doctor. Algo en su voz me hizo estremecer, algo me hizo acordarme de… de él. —Soy yo. Soy su hermana —hablé en un jadeo. Él me miro a los ojos y sus ojos esmeraldas me dejaron paralizada un momento, hasta que parpadeó rápidamente y casi susceptiblemente negó con la cabeza. —Ella está grave, no le mentiré. El golpe fue fuerte, tiene una hemorragia interna, que estamos tratando de cortar; recibió varios golpes, pero el que más nos preocupa es el de la cabeza. No sabemos con certeza que tan fuerte es… Esa voz… Esa voz era idéntica a la de Edward. Dejé de mirarlo a los ojos y cerré los míos por uno o dos segundos, no era momento para pensar en él, sino en Belle. — ¿Sobrevira? —¨pregunté en un susurro. —Todavía no lo sabemos, señorita Evenson, estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo… La mantendremos informada —hizo ademan de darse la vuelta, pero tenía que preguntarle algo. —Espere —lo detuve, tocándolo suavemente del brazo, una corriente eléctrica me atravesó de inmediato, así que aleje mi mano de él—. El accidente… ¿Fue…? —no supe cómo continuar. El doctor suspiró y miró a su alrededor. —La policía nos dijo que puede que haya sido intencional. Es todo lo que le puedo decir. Con permiso.

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Y con eso se fue, dejándome sola, confundida y preocupada. Esa voz era idéntica que la de él, al igual que sus ojos… Pero no, él estaba en Seattle, no en Londres, él estaba con su esposa. Suspiré, sintiéndome más desdichada que nunca. Tenía miedo. Miedo por Belle, no sabía qué pasaría. Y lo que él doctor me dijo… Confirmó de alguna manera mis sospechas. Los Evenson intentaron matar a Belle. Con horror y furia, me dejé caer otra vez en la silla donde estaba. Las palabras tanto de Renesmee como de Anastasia, no dejaban mi mente. Y sumando al doctor ese… Estaba echa un caos. Dejé mi cabeza entre mis manos y suspiré derrotada. —Disculpe, busco a la señorita Gabrielle Evenson, soy su hermano mayor —la suave voz me hizo estremecer, pero en estos momentos no podía pensar en nada más que él era un Evenson. La rabia tomó mi lugar y me levanté furiosa, dirigiéndome al extraño que habló, estaba de espaldas y su gran espalda ni siquiera me intimidó; la rabia era mala compañía. — ¿Qué demonios quieren de ella? —grité enojada, él se volteó a verme y todo se paralizó. Sus ojos azules me dejaron sin aliento, al igual que su belleza. Su mandíbula cuadrada me recordaba mucho a… a él. El doctor misterioso volvió a mí mente, para ser desterrado de inmediato. Su cabello negro azabache estaba desordenado y parecía como si hubiera estado tocándoselo mucho. Sus labios carnosos y rojos estaban torcidos en una mueca de confusión. — ¿Quién te crees que eres tú para gritarme así? —preguntó enojado, me importaba un carajo que fuera guapo. Belle era mi hermana y él era un Evenson. —Su hermana. Isabella Swan —dije con confianza, él me miró paralizado y después la rabia tomó partido también. —Nosotros no tenemos ninguna hermana. Solo somos ella y yo —me habló con tal frialdad que me hizo estremecer, pero la hice de lado y lo enfrenté. —Claro que no. Ella cortó cualquier lazo con los Evenson, ella es mi hermana. —Yo soy Ian Evenson, hermano de Gabrielle. Usted no es nadie, señorita —bueno, al menos tenía ‘modales’. —Sé quién eres. Eres parte de la maldita familia de mierda que la intentó matar esta noche —contesté casi gritando, viendo todo rojo. Él palideció y me miró con los ojos bien abiertos. Hasta entonces, tuve en cuenta mis palabras. Oh, carajo. 36 | P á g i n a

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— ¿Qué dices? —preguntó en un susurro. —Que tu familia intento matar a Belle. Eso dije —repetí lentamente y en voz baja, casi temiendo hablar más alto. Los intensos ojos azules de ese hombre me intimidaban y mi rabia estaba desapareciendo casi rápidamente. Su incredulidad, dolor y confusión no podían ser actuados. — ¿Cómo te atreves a decir eso de nosotros, Isabella Swan? —la voz de Astasia Evenson me hizo girarme y que varias cosas pasaran a la vez. Verla a ellos, los padres de Belle, parados a unos metros lejos de mí. Viéndome como si hubiera dicho una vulgaridad. El doctor con el que había hablado hace rato, viéndome con los ojos muy abiertos, y bastante sorprendido a decir verdad. Poco a poco se quitó el cubre bocas, pero antes de ver su rostro, se dio la vuelta y se perdió en la puerta roja que llevaba, creo yo, a quirófano. Me confundió su actitud, pero la mano de Anastasia en mi cachete me hizo voltear a verla, furiosa. — ¡Estoy segura de que usted mandó matar a Belle, y no me lo puede negar, porque usted sabe la verdad! —grité, tocándome mi cachete. Anastasia abrió los ojos como platos y palideció. Noté el jadeo de Ian detrás de mí y cómo el padre de Belle miraba a su esposa confundido. Y el verdadero tormento de Anastasia Evenson inició ahí.

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TERCERA PARTE. Anastasia Evenson me miraba sorprendida y por primera vez desde que la conocí, estaba callada. La dejé callada. Evan miraba a su esposa, sorprendido y… furioso. Ian estaba jadeando detrás de mí, como si estuviera pensando algo que no le agradara mucho. —Retráctate —fue lo primero que dijo Anastasia después de un rato. —Ni lo piense —hablé con voz fuerte—. Estoy segura que usted la intento matar. ¿Por qué? No lo sé. — ¿Cómo puedes hacer ese tipo de declaración sin ninguna evidencia? —contestó nerviosa. Demasiado nerviosa—. Es una estupidez. —Entonces, ¿por qué estás tan nerviosa, mamá? —fue Ian el que respondió por mí. Y nuevamente, ella se quedó en silencio. Empezó a negar fuertemente con la cabeza. —Yo nunca intentaría hacerle eso a mi hija. Es mi pequeña, ¿cómo pueden pensar que yo haría eso? —Porque era preferible que Gabrielle muriera para que no te avergonzaras de ella, Anastasia. La confesión del señor Evenson me dejó muda. Lo miré completamente sorprendida, Anastasia se volteó para verlo en shock e Ian se había quedado en completo silencio. Evan miraba a su esposa como si la viera realmente. Horrorizado. Pareciera como si no se creyera nada. Yo sabía qué debía estar pensando, no podía creer que la madre de su hija estuviera tentada a matarla, mucho menos a que ella misma la mandó matar. Y todo por la imagen que Belle daba ante su madre… Es cierto que no tenía pruebas, pero tenía certeza de que así era… La fría voz de la recepcionista nos hizo voltear a verla. — ¡Oh, por Dios! —exclamó exasperada, bufó y miró a los señores Evenson enojada—. Acá viene gente de todo tipo, pero, señores, sinceramente deberías darle vergüenza el que se estén peleando como protagonistas de una mala novela de televisión, deberían de estar más preocupados de cómo está la chica a que si fue la señora esa —señaló despectivamente a Anastasia—, la que quiso o no quiso matar a su hija. Deberían prestar más atención al doctor Volturi que esta frente a ustedes. Hasta ese momento, volteé y volví a ver al mismo doctor con el que había hablado. Sin la cara destapada. Toda la sangre se fue de mi cuerpo al darme cuenta de que no era Edward. Una decepción enorme me llenó, y me regañé a mí misma por haberme ilusionado con que ese doctor era Edward. —Llevo quince minutos aquí parado, esperando a que terminarán su drama personal para decirles noticias acerca de la señorita Evenson —habló fríamente el doctor, pero algo estaba mal… No era la misma voz 38 | P á g i n a

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que había escuchado cuando me dio noticias de ella por primera vez. La ilusión volvió a llenarme—. Ahora, les pido de la manera más atenta que si van a seguir haciendo ese drama, se vayan del hospital. Acá se debe mantener calma y no el escándalo. Fue la primera vez, desde que llegó la familia de Belle, que me sentí estúpida. Me sentí mal, mientras Belle luchaba por su vida, yo estaba ilusionada pensando que Edward vendría a por mí, cuando la verdad era que él estaba feliz de la vida con su esposa. Lejos de Londres. Lejos de mí. A mí, los Evenson me resbalaban, bueno… Tal vez no todos. Sólo la señora Evenson. Ian se volteó hacia su madre y la miró duramente. —Me importa poco si la quisiste matar o no… Solo te digo, te advierto como hace cinco años, aléjate de mí y ahora de Belle. Intenta hacerle algo y te mandaré a la cárcel, me vale poco que seas mi madre. Desde hace seis años ya no lo eres. Los ojos de Anastasia se llenaron de lágrimas y se tuvo que tapar la boca para que un sollozo no saliera. —Ian, ¿sigues con eso? —en su voz sólo se oía la incredulidad y horror. Fue la primera vez que la escuche tan… destrozada. Ni cuando Belle dijo que ya no sería una Evenson, Anastasia se veía así. —Sí, y seguiré así por toda mi vida —Ian paso de mí y se acercó a Anastasia—. Desde que me enteré de toda la porquería que le hiciste a Heidi, hace cinco años, te detesto. Te dije que te alejaras de mí. Ahora te dijo, aléjate de mi hermana, no voy a permitir que la hagas como tú, o peor, quieras hacerle lo que le hiciste a Heidi. Todo esto parecía para mí una escena completamente ajena y confusa, yo solo quería ir con Belle, saber que estaba bien y estar con mi hija. Seguramente despertará muy pronto y al no encontrarme se asustará, solo espero que Leah se lo diga de una forma no tan traumante para Renesmee. Aún en su estado de horror, Evan separó a su hijo de su madre y lo tomó de los hombros. —Suficiente, Ian. El doctor y la señorita tienen razón, entra tú con Isabella, yo me llevaré a Anastasia. —Pero…—empezó a replicar ella, pero su esposo la agarró del brazo y técnicamente la arrastró fuera del hospital. La fuerte espalda de Ian estaba tensa, su chaqueta de cuero negro se amoldaba perfecto a su cuerpo, y por lo tenso, creí que se rompería, sus hombros subían y bajaban con rapidez, estaba enojado. Muy enojado.

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Decidí dale su tiempo y mejor saber del estado de Belle, me volví al doctor Volturi que miraba en donde los señores Evenson salieron, sorprendido. —Disculpe lo anterior, doctor —suspiré, los ojos verdes de él me volvieron a mirar, pero también noté que sus ojos eran verde azulados. Nuevamente, la ilusión regresó. —No se preocupe, señorita… —dejó la frase inconclusa. —Swan, Isabella Swan —sonreí rápidamente y él también por cortesía, asintió con la cabeza. —Eso pasa casi diario, señorita Swan. Aro Volturi, soy el doctor de guardia, pero estaré atendiendo a la señorita Evenson hasta que esté mejor. — ¿Cómo está Gabrielle? —pregunté con miedo. El apellido Volturi me sonaba, pero no podía recordarlo en ese momento… Los ojos del doctor se volvieron serios, algo en mi interior se encendió. Miedo. Por el rabillo del ojo vi como Ian respiraba profundamente y se volteaba brusco hacía nosotros. —Dígame qué fue lo que pasó y cómo está mi hermana, por favor—pidió con lentitud y en voz baja, obviamente aun controlando su furia para con su madre. El doctor Volturi lo miró significativamente. —Síganme a mi despacho—nos ordenó amablemente e hizo amago de empezar a caminar, pero se volteó a la recepcionista que estaba murmurando algo muy bajo y miraba enojada sus papeles—, señora Cope, el doctor… El nuevo—se interrumpió y volvió a hablar— me ha pedido que me cambien a mí al caso de Gabrielle Evenson. — ¿Por qué, doctor? —preguntó la señora Cope, confundida. —Él vendrá luego y le explicará —algo en ojos del doctor debió advertir a la señora Cope, porque me miró rápidamente e hizo una exclamación de sorpresa, asintiendo con la cabeza—. Vengan, por favor. Sin hacerle caso a las miradas de sorpresa y confusión de la señora Cope, Ian y yo seguimos al doctor Volturi. Ian iba callado y caminaba cabizbajo, perdido en sus pensamientos, me permití verlo más de cerca. Sus pestañas largas daban sombras a sus ojos, sus labios carnosos estaban pálidos al igual que su rostro, era guapo. Muy guapo y varonil. Un estremecimiento me recorrió entera y tuve que dejar de verlo, llegamos a una puerta caoba, donde se leía en una placa dorada Doctor Aro Volturi, en letras negras. El doctor nos dio el paso, y yo entré primero en el consultorio. 40 | P á g i n a

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Era grande y muy iluminado, con muebles elegantes de madera coba y en contraste con los suaves tonos que estaba pintado. —Tomen asiento, por favor—pidió el doctor, tomando asiento él en su silla negra reclinable. Ian me ayudó a sentar y le di las gracias con la mirada, pero él no me miraba, miraba al doctor seriamente. Se sentó y puso los codos en sus rodillas, sin dejar de ver al doctor. El doctor no se inmuto ante la mirada de Ian, pero buscó unos papeles en su escritorio. — ¿Nos puede decir qué le pasa a Belle, por favor? —exigió Ian, empezando a desesperarse. —La señorita Evenson sigue en cirugía, el doctor… el doctor en turno está operándola. —Pero usted dijo que nos iba a decir noticias de ella —dije con temor, la vista nublada por las lágrimas. —Así es, señorita Swan… Y mis noticias no son agradables. Por favor, les pido que me dejen hablar y que cualquier duda, me lo digan al final. Ian y yo asentimos y nos preparamos para lo que diría el doctor. Por un momento, me sentí como hace casi seis años atrás, cuando Tanya sufrió un accidente y casi muere. Fue en el primer mes desde que éramos amantes Edward y yo. —Gabrielle Evenson está grave —la voz del doctor era seria, me obligué a no irme en mis recuerdos y estar aquí. En cuanto él dijo esas palabras, todo el aire en mis pulmones desapareció—. El golpe fue muy fuerte, tuvo una hemorragia interna que están tratando de cortar, se fracturó el pie derecho y también lo tienen que operar. El golpe en su cabeza es lo que más nos tiene preocupados. Hay varias posibilidades, tanto de que quede en coma, o despierte y tenga pérdida de memoria. Nosotros, por supuesto, es recomendable que despierte aunque no recuerde mucho. Me quedé en silencio, sin saber qué decir o hacer, solo era consciente de las palabras del doctor y cómo mi cuerpo reaccionaba solo, las lágrimas empezaron a salir, y tuve que taparme la boca para apagar mis sollozos. Ian sólo respiraba jadeando y miraba al doctor incrédulo. —Pero…—mi voz tembló—. Sobrevivirá, ¿no? —Tenemos esperanza en ello, señorita Swan. Pero no estamos seguros. — ¿La podemos ver? —preguntó Ian después de un momento. El doctor asintió lentamente. —En cuanto esté estable, podrán verla. Me temo que solo por turnos. —No— replico Ian—. Isabella quiere a mi hermana como yo, creo que los dos tenemos derecho de verla juntos, además—añadió cuando el doctor abrió la boca para replicar—, será bueno para la recuperación de Belle tener a las personas que la quieren con ella. Ante eso, el doctor no pudo replicar. Miró a Ian y luego a mí, asintió suspirando. 41 | P á g i n a

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—De acuerdo, pero… Creo que está de más decir que la señora Evenson no puede entrar. Ian se echó a reír con ironía. —De más. Yo mismo me encargaré que esa señora no incomode a mi hermana ni a ustedes. La determinación en la voz de Ian me dejó muda. Algo grave debió pasar como para que él repudie a su madre. En ese punto, me enojé. Está bien que Anastasia no sea la mejor madre, pero a veces pude notar como ella sí quería a Belle… Hasta ese momento, dudé de mi acusación. Me enojó el que Ian hablará así de su madre. ¡Ya quisiera yo tener a la mía conmigo y que me dijera qué hacer! Que me apoyara y cuidara, estoy segura que si ella estuviera viva, me hubiera advertido del sufrimiento que viví con Edward mucho antes de vivirlo. Me habría ayudado a tomar una mejor decisión y haber obligado a Edward a no jugar tanto conmigo como con Tanya. El doctor asintió igual de asombrado que yo, se levantó y nos dijo que iría a saber de Belle, en cuanto él se fue, Ian suspiró y dejó caer la cabeza entre sus manos. Nos quedamos un buen rato en silencio, no me atrevía a romperlo. No me atrevía a sacarlo de sus pensamientos. Por mi parte, no pude evitar recordar esos momentos donde me sentí verdaderamente mal y culpable cuando Tanya estaba en el hospital, luchando por su vida… Cumplíamos un mes de… bueno, de amantes. Edward había preparado una cena para nosotros, Tanya no regresaría hasta el miércoles, así que podía quedarme parte de la noche con él, sin miedo a que mi prima nos descubriera. Durante ese mes, era raro ver a Edward en mi departamento y tener relaciones sexuales, sin ser nada… Más que amantes. Me sentía culpable, temerosa y había veces de que el miedo de que Tanya nos descubriera no me dejaba ni respirar. Varias veces intenté terminar esto, pero cuando veía a Edward, al llegar a mi departamento, me lo impedía. Se veía feliz, relajado… Totalmente distinto a cómo lo veía con Tanya. Yo no sabía de sus problemas o si es que tendrían. Ya que ellos eran la pareja perfecta. Esa noche, me vestí con mi mejor vestido de gala, uno negro, pegado al cuerpo y que tenía una abertura desde el muslo hasta el suelo, mostrando sensualmente la pierna. Me estaba terminando de arreglar, cuando llamaron a mi celular. Iba dos horas tarde, pero Edward me había hablado que él pasaría por mí a las diez, ya que tuvo que estar en un caso, en el hospital, de emergencia. Su trabajo como doctor le encantaba, pero a veces lo exasperaba. Contesté sin ver la pantalla táctil.

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— ¿Bueno? — ¿Bella? —Hola, Edward… Justo estaba pensando en ti. ¿A qué hora pasas por mí? Hubo un silencio incómodo del otro lado de la línea, y fue inevitable no asustarme. Por un momento creí escuchar su corazón latir desbocado, pero me di cuenta de que era el mío. El miedo me empezó a paralizar. —Bella… No puedo pasar por ti—contestó Edward pausadamente, casi sin aliento. Una voz de fondo me llamó la atención. — ¿Qué pasa? ¿Por qué no? —pregunté confundida. —Porque estoy en el hospital…—con esas palabras, me lo dijo todo. Al principio, creí que se había lastimado y mi corazón casi se sale del pecho—. Tanya se intoxico gravemente y está en Urgencias, cuando llegué a la casa para ver la cena, la encontré desmayada… No sé cuánto tiempo llevaba así, o cuanto comió… Pero está grave, Bella… Cuando me dijo todo eso de corrido, todo lo que pude hacer fue quedarme en silencio, lentamente visualicé a mi prima comiendo la cena que Edward hizo, cayendo al suelo y ahogándose, luego a Edward entrando y viéndola. Pero, ¿con qué se intoxicó? — ¿Con qué se intoxicó? —pregunté cuando pude volver a hablar. —Con la crema de champiñón…—cerré los ojos, mi prima era alérgica al champiñón y a la nuez—. Y también con el pollo con crema de nuez… Era una cena para nosotros, no pensé que ella llegaría… ¡Claro que no pensó que Tanya llegaría! Se supone ella estaría en un viaje de negocios… Mierda. —Espera, solo… Solo deja me cambio y voy al hospital… ¿Alguien más lo sabe? —Solo tú, hasta ahora… Voy a llamar a Alice y Rose y Lauren… También a los demás—sonaba tan apesumbrado… Fue la primera vez que me arrepentí de haber aceptado esto… De haber aceptado ser su amante. —Yo le llamó a Charlie, llama a los demás, en media hora llego —y con eso, colgué. Corrí a mi baño y me quité de golpe todo el maquillaje, viéndome en el espejo, el rímel se me había corrido y lágrimas de desesperación salían de mis ojos, ni siquiera había notado esas lágrimas. Me quité mi vestido y lo tiré hecho una bola en un rincón del baño, me puse unos pants pegados y mis tennis blancos de zapatilla, me cambie totalmente mi ropa interior y una camisa de manga larga casual, 43 | P á g i n a

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más mi sudadera del mismo color del pants era mi atuendo. Seguía llorando, simplemente no podía parar. Me agarré mi cabello en una coleta y borré todo rastro de maquillaje que aún quedó. Apenas noté cuando corrí por mi cartera y la cambié a una bolsa normal, correr fuera de mi apartamento y llamar a un taxi. Al llegar al hospital, corrí a recepción. La señorita me habló de manera fría y cuando me dio noticias de Tanya, me encontré con Edward. Lo primero que hice fue verlo, para después echarme a sus brazos y llorar desesperada. —Lo siento, lo siento…—solo podía susurrar eso. Él me acariciaba el cabello y me decía que no era mi culpa. Pero sabía que lo era… Era mi culpa. Si solo hubiéramos salido a cenar… Si solo hubiera dicho que no cuando me pidió ser su amante… ¡Carajo! No estaría así de preocupada. Cuando llegaron los demás, el doctor nos había dicho que Tanya estaba respondiendo mejor al medicamento, que fue una gran intoxicación y que si Edward no hubiera llegado a tiempo… Me estremecí ante ese pensamiento. Pasamos la noche en vela, en el hospital, Edward podía verla, por ser médico de ahí. Pero nosotros no podíamos verla y estaba desesperada. Me dormí en el hombro de Charlie y cuando me desperté, Edward nos dijo que Tanya ya estaba fuera de peligro. Me permití llorar en ese momento, frente a todos al menos. Mi papá me abrazó a él y me dijo que ella estaba bien. Pero aunque sabía que tenía que dejar a Edward, fui incapaz… simplemente no podía, ni quería. — ¿De dónde la conoces? —la pregunta de Ian me sacó de mis pensamientos. Lo miré confundida, sin saber a quién se refería—. A Gabrielle… ¿De dónde la conoces? —De hace cuatro años, ella entró al lugar donde trabajo y buscaba a mi jefe, James Donaille, al parecer es su tío, empezamos a hablar y bueno… Nos hicimos buenas amigas—expliqué lentamente. Es como si más hablara de Belle más me daba cuenta de que esto en verdad estaba pasando. — ¿Ella fue a buscar al tío James? —parecía sorprendido y confuso—. Vaya, que las cosas cambian cuando te ausentas tanto tiempo… Sabía a lo que se refería, ya no era lo mismo… Había otras cosas. —No sé lo que haya pasado en su familia, pero desde hace tres años, ella vive conmigo, es mi hermanita y es la adoración de Renesmee… —Espera—me interrumpió—, ¿quién es Renesmee? Oh, ¿olvidé mencionarle que tenía una hija? Bueno, supongo que era comprensible, saber que mi casi hermana estaba luchando por su vida, mientras que yo recordaba cuando Tanya casi muere, me tenía mal… Estaba mal. 44 | P á g i n a

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—Es mi hija —dije con firmeza. Nadie me ha criticado nunca sobre mi estado de madre soltera. Nadie. Y nadie lo va a hacer. — ¿Tienes una hija? —se notaba sorprendido, mucho más que con lo de James. ¿Tan raro era ver a una madre soltera? Por Dios, qué humanos tan… Agh, hombres. —Sí, tiene cuatro años mi bebé…—la fuerza en mi voz era muy notable. No iba a permitir que nadie dijera algo de mi bebé. —Bueno, eso… —se quedó mudo. Mi mirada no dejaba sus ojos azules, pero lo miraba desafiante —. Deberías avisarle a tu esposo, entonces… Él también debe estar preocupado. Mi boca se abrió y me quede mirándolo incrédula. ¿Creía que estaba casada? Para eso, debería tener un anillo en mi dedo… Y que el esposo estuviera conmigo, y no en Seattle… —Soy madre soltera. Ian me miró atentamente, escrutándome con la mirada, me sentí incómoda ante ella… Nunca nadie me había mirado de esa forma, cómo… Leyéndome, queriendo saber quién era… Solo tres personas me miraron así. Una estaba muerta, la otra estaba en Seattle con su esposa y la última estaba en cirugía. —Eres muy joven como para ser madre soltera, ¿sabes? —me dijo Ian después de un momento de silencio. Respingué ante el sonido de su voz, era suave… Ronca y suave. No como la aterciopelada que yo adoraba, pero era distinta… Y hermosa de otra manera… —Eso me dicen todos… — ¿Puedo…, se puede saber que le paso al padre de la niña? —titubeó. Me quedé realmente sorprendida ante su pregunta. ¿Por qué diablos quiere saber de mi vida? Mi mirada fue desconfiada. La vida me había enseñado a no confiar ciegamente de la gente. Edward lo hizo. Anastasia me lo confirmaba. Lo que no te mata, fuerza te da…Yo había sufrido mucho, sin y con Edward, sufriendo cuando Tanya estaba cerca, temiendo que ella nos descubriera, viéndolos casarse… Viendo qué felices eran ante todo el mundo, mientras que él y yo lo éramos entre cuatro paredes. Mi hija era mi más grande felicidad, era mi vida. Belle había llegado en un momento clave de mi vida, ella llegó para quedarse y me ayudó a sobrellevar la pérdida de Edward, a llevar mi embarazo, ella fue la que se paraba conmigo a buscar los malditos antojos. Nosotras vimos nacer y crecer a mi bebé, Renesmee también era parte de ella.

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No entendía por qué Ian Evenson quería saber de mi vida, ni siquiera nos habíamos presentado correctamente. Y yo le había gritado. Mierda. —Creo que eso es algo muy personal como para decirlo a un desconocido —decidí decir. Me crucé de piernas y de brazos, viéndolo con los ojos entrecerrados. —Tienes razón —asintió con la cabeza, extendió su mano y sólo pude quedarme viéndolo. ¿Qué diablos…? —. Ian Evenson. Soy el hermano mayor de Belle, tengo 31 años, odio los hospitales y soy fotógrafo. Torcí los labios, queriendo saber a qué jugaba, los Evenson no eran de confiar, solamente Gabrielle lo era… —Isabella Swan —contesté al final, tomé su mano y la apreté. Era cálida —. Soy la hermana postiza de Gabrielle, tengo 28 y mi hija tiene 4, yo también odio los hospitales y soy maestra de pre-escolar por las mañanas, mientras que en las tardes soy ayudante de la editorial de James. Ian sonrió y pude dejar de estar a la defensiva contra él, él también quería a Belle… Al parecer, odiaba a Anastasia, no sabía por qué y mi morbo quería saber que había pasado en la familia… Empezamos a hablar de nosotros, de cómo conocí a Belle y él de su trabajo en Francia, de cómo fue que le avisaron y que dejó todo para irse corriendo acá. Yo por mi parte le dije que había dejado a mi hija con una vecina confiable, me dijo que la llamara y, mientras él fue por café, le hablé a Leah. Renesmee seguía profundamente dormida y ella estaba nerviosa, le expliqué la situación y me pidió que la mantuviera informada, cuando colgué Ian había regresado con café para los dos. El doctor Volturi llegó una hora después a decirnos que Belle estaba fuera de peligro y estaba en su habitación, nos dio luz verde para ir a verla y quedarnos con ella… Vi mi reloj, eran casi las cinco de la mañana. Nos permitió quedarnos con Belle y verla, cuando entré en la habitación y la vi fue imposible no llorar. Estaba conectada a varios cables y tubos, su bella cara estaba pálida y el ojo izquierdo estaba morado y un poco hinchado, aparte de los moratones, tenía una expresión relajada. Ian se acercó a ella y juntando sus frentes, lloró. Minutos después, se separó de Belle y me permití acercarme a ella, la abracé como pude, sin hacerle daño o mover cualquier cable, y me senté en una silla, cerca de la cama. Sin poder evitarlo, me quedé dormida, con la cabeza inclinada y el cuerpo hecho un ovillo. Cuando desperté, Ian me miraba atentamente. — ¿Qué pasa? —pregunté confundida, bostezando y estirándome, sin bajar los pies de la silla. Era fría, pero era grande y cómoda. Él negó con la cabeza.

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—Te quedaste dormida por unas horas… Todo sigue igual. Miré a Belle y la vi dormida plácidamente, sonreí ante ella y mi celular empezó a sonar. Me disculpé con Ian y contesté saliendo de la habitación. — ¿Bueno? — ¿Mami? —la voz de mi bebe asustada me hizo golpearme mentalmente, ¿cuánto tiempo dormí realmente? — ¿Qué pasa, mi bebé? —intenté mostrarme relajada. — ¿Ondeta la tía Belle? Leah me dijo que está en el hospital, pelo… ¿es veldad? ¿Tas con ella? —Renesmee, cariño, estoy con ella y sí, la tía Belle sufrió un accidente, pero está mejor… Está dormida, en cuanto despierte, te digo, ¿sí, mi amor? —Shi, mami… Pelo me dices… —Sí, mi niña… Pásame a Leah, por favor. La voz de mi bebé fue sustituida por la de mi amiga, le dije que cuidara de Renesmee y que Belle estaba fuera de peligro, que en cuanto ella despertara, yo me iría a cambiar de ropa. Me despedí de ella y de mi bebé; cuando colgué, me recosté en la pared, viendo a un punto lejano en el pasillo, perdida en mis cavilaciones. Volteé ante un ruido y creí ver a un doctor esconderse. Pero eso no era posible. Era demasiado infantil. Suspiré. A mi mente volvió el doctor que me habló por primera vez que llegué al hospital. Él no era el doctor Volturi, de eso estaba segura… ¿Podría ser posible que Edward estuviera acá? Pero de ser así, ¿por qué estaría en Londres? Suspiré y volví a la habitación, Ian miraba con cariño a su hermana. Cuando nos vimos, sonreímos y volvimos a quedarnos en silencio. Media hora después, entró a la habitación Alec, muy alterado y con el doctor Volturi agarrándolo de los hombros. Hasta ese momento recordé de dónde me sonaba conocido el apellido. Así se llamaba Alec. Alec Volturi. Le permitimos tiempo a Alec y le expliqué a Ian quien era él. Él se sorprendió pero no dijo nada. Los señores Evenson no volvieron. Tuvo que pasar casi medio día para que Belle despertara. Estaba confundida y asustada, cuando vio a Ian, lloró. Él la abrazó y le explicó qué pasó. Ella estaba confundida. Cuando me vio, la pude abrazar con fuerza, ella se quejó riendo y me preguntó por Renesmee, le dije que ahora la llamaría. Pasé media hora con ella, hasta que el doctor volvió para tomarle los signos a Belle, 47 | P á g i n a

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Alec se quedó permanentemente con Belle hasta la noche, Ian y ella me dijeron que me fuera con Renesmee y tuve que aceptar, ya que mi hija debía de estar muy confundida y asustada. Ian se ofreció a llevarme y no pude decir que no. Por insistencia de Belle, me vi obligada a aceptarlo. Cuando nos despedimos de ella, y pasamos por recepción, la señora Cope hablaba con un doctor con la mitad de la cara tapada. Cuando nuestros ojos se toparon, ese esmeralda me dejó sin palabras, él solo me miraba sorprendido. Por un momento, creí ver a Edward en él. Pero negué con la cabeza y dejé que Ian me llevará a su auto, guiándome por el lugar con una mano en la espalda baja; estando dentro del coche, le indiqué cómo llegar a mi departamento y llegamos más pronto de lo que pensé. —Gracias…—dije, dubitativa, cuando él se estacionó y me quité el cinturón. Solo quería correr a mi departamento y abrazar a mi bebé. —De nada, Isabella. —Bella—corregí automáticamente—. Me gusta que me llamen Bella. —Bella será—sonrió, dejándome sin aliento. Era más que obvio que había dejado de tener interacción con hombres, a no ser que fueran familiares o James, si una simple sonrisa me dejaba embobada—. Quería disculparme contigo por haberte hablado de esa manera en el hospital, cuando llegué… Estaba alterado y no sabía quién eras… —Disculpa aceptada. Solo si tú me perdonas por haberte gritado. —Olvidado—me quedé perdida en su mirada, él debió notar algo en mis ojos porque carraspeó y volteó a ver a la calle enfrente de él, que empezaba a revivir, con gente saliendo y entrando de sus hogares y caminando en la acera—. Vete, tú hija te debe de estar esperando… Asentí, y abrí la puerta titubeante. —Bella…—su voz me hizo voltear a verlo interrogante—. ¿Te gustaría que… pasara por ti para ir a ver a Belle? —Claro —sonreí—, solo déjame estar con Renesmee un rato y… Yo te llamo. Él asintió, pero me miró confundido, me pidió mi celular, se lo di con una sonrisa insegura y él anotó algo en él. —Listo—dijo, regresándomelo—, ahora si podrás hablarme… No tenías mi número. Me sonrojé ante eso. ¡Que tonta! “Yo te llamó”. Sí, claro ¿cómo si ni siquiera tenía su número?

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—Sí, claro… Entonces…—salí del carro, el aire frío de Londres me golpeó en el rostro y me hizo tiritar. Cuatro años acá y todavía no me acostumbraba —. Te veo después… Él asintió y cerré la puerta, lo vi irse y entré corriendo a mi departamento, tan solo abrir y cerrar mi puerta, fui en busca de Renesmee, ella estaba con Leah, acostadas en su cama, leyendo por enésima vez su libro favorito, Un cuento de Navidad. — ¡Mami! —gritó mi bebé, saltando de la cama y corriendo a mí. La cogí en brazos y sonreí entre sus cabellos cobrizos. Le di las gracias a Leah y ella sonrió, se despidió de Renesmee y me dijo que iría a ver a Belle. Le expliqué a mi bebe lo que le pasó a Belle y ella solo quería ir a verla, pero la tuve que bañar, comimos algo rápido que hice y la tranquilizaba a cada ratito diciéndole que Belle estaría bien. Al final de la tarde, yo bañada y ella viendo una película, le avisé a Ian que iría hasta mañana. Él me dijo que no había problema, el doctor le había llamado y Alec se quedaría con Belle, ya estaba fuera de peligro. Los días pasaron rápidos y los mensajes entre Ian y yo eran más frecuentes; todos los días, en la tarde, íbamos a ver a Belle. Renesmee nos acompañaba y se sentaba en la cama a leerle a Belle, que estaba cada día mucho mejor, no supe nada de los Evenson desde ese día del drama familiar que hicimos en la recepción del hospital. Cuando le dieron el alta a Belle, Alec nos ayudó a llevarla a nuestro departamento. Ian anunció que había comprado uno al lado de Leah, así que viviríamos cerca. Mi hija y él habían hecho un gran lazo. Eran compañeros de aventura, Renesmee posaba para Ian y él se divertía con ella en esas “sesiones”, mientras que Belle y yo nos reíamos de las poses de Renesmee. No sabía que mi hija tenía tanto repertorio en poses para la cámara. Y eso que yo y Belle la retratábamos muchas veces al día, siempre disfrutando de cómo mi hija salía en cada foto. Era fotogénica desde la cuna, yo le atribuía eso a Edward, ya que yo rara vez salía bien en una foto. Los días dieron pasos a semanas, y las semanas a meses… Sin pensarlo, llegamos al mes de Agosto, habían pasado cinco meses desde el accidente de Belle y aún no sabíamos nada de los Evenson, bueno… Solo de Anastasia, los padres de Ian y Belle se divorciaron dos meses después del accidente, y, sin ser sorpresa, Belle y Alec se hicieron novios ese mes. Ian y yo… Bueno, salíamos. A veces. Era mi amigo, se había llegado a convertir en un buen amigo. Que yo apreciaba… Y que me gustaba, de acuerdo, lo admito. Me llegó a gustar. Más bien, me gustaba mucho, más de lo que yo creía. Pero con el tiempo, él me contó que había estado comprometido con Bree Tanner, hija de una de las amigas de Anastasia, pero dos meses antes de la boda, ellas tuvieron un problema y Gianna Tanner, la madre de Bree, se la llevó lejos de Ian, él se enteró de algo, que aún no me quiere decir, sobre sus padres y decidió irse a Francia, le dolió dejar a Belle, pero mantenía contacto con ella.

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Él me dijo que estuvo dos años triste, pero encontró trabajo y se volcó en él. Es muy famoso entre los fotógrafos. Recordaba a ver visto en algunas fotos hermosas de verdad su nombre. Renesmee ahora decía que quería ser fotógrafa. Un mes después de que Alec y Belle fueran novios, Leah nos dio una sorpresa. Desde hace casi seis años no veía a Jake, hasta hace dos meses… Leah estaba desde unas semanas para acá nerviosa, no sabía el por qué, salía casi todas las noches y regresaba ya tarde. Renesmee decía que Leah tenía novio y Belle quería saberlo. Pero les dije que se quedaran calladas sin decirle nada. Un día, estando en mi sala viendo unos trabajos de mi clase, escuchaba una canción. Cerré los ojos, recordando. Un suspiro se me escapó y me mordí el labio. Era acertada esa canción. “Tómate un tiempo mi amor, que yo viviré esperando…” Era cierto, yo lo seguía esperando, pero ya no podía más… Renesmee necesitaba un padre, iba a cumplir cuatro años y no sabía nada de tener un padre. Desde que Ian había llegado a nuestras vidas, ella sonreía más y decía que ya sabía cómo era tener un padre. Estaba pensando en ello, cuando tocaron a mi puerta, dejé de lado mis apuntes y fui a abrirla. Leah entró muy nerviosa, cerrando detrás de ella la puerta. — ¿Pasa algo, Leah? —pregunté preocupada, ella me miraba nerviosa. —Bella… Sé que huiste de Seattle, porque tenías que hacerlo… Pero, ¿qué pasaría si te dijera que alguien de tu pasado ha regresado? Me quedé en silencio, ¿Qué demonios…? — ¿De quién estamos hablando? —me escuché decir en voz baja, temiendo la respuesta. —De…—por favor, Edward no, por favor, él no…—. Jacob Black. He salido con él desde hace unas semanas… Toda mi respiración despareció. Mi corazón latió rápido, pero me sentí aliviada… Y culpable, ¿por qué no quería ver a Edward? Hace tres meses lo necesitaba con ansias, pero ahora… Tenía miedo. —Bueno—empecé lentamente—, me enojaría porque no me han dicho nada. Y él no me ha venido a ver, ni a su sobrina. Sobre todas las cosas, Jake fue un gran amigo, como mi hermano, y yo quería que él conociera a mi Renesmee. Leah respiró aliviada y sonrió, dejó de mover sus manos nerviosas y gritó fuertemente, echando sus brazos a mi cuello. 50 | P á g i n a

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— ¡Gracias! ¡Gracias, gracias, gracias! —De nada—reí—, pero ¿de qué, exactamente me das las gracias? —De no enojarte por habértelo ocultado. Tenía miedo de no saber cómo reaccionarías. Él y yo… Bueno, me he enamorado de él. Sus ojos relucían, la llevé a la sala y ahí empezamos a hablar. Se veía feliz. Era obvio que por fin había superado un poco lo de Sam. Por un momento, me sentía celosa, pero me regañé a mí misma y me obligué a sonreí, a pensar en ellos y no en mí. —Bueno, él es un gran hombre. Cuídalo mucho y ámalo mucho, se lo merece. Después de lo que le hice… —Sé que estabas con él por… comodidad—me dejó muda que ella lo supiera, Belle y ella sabían de un novio que tuve antes de Edward, pero nunca dije su nombre —. Siempre hablaba de ti, Belle y Renesmee. Le conté todo de ustedes y él te identificó al instante. Me contó lo de ustedes. Asentí lentamente, con una sonrisa perezosa. —Entiendo… —Bueno, él quiere volver a verte, y conocer a Renesmee… —Estaría perfecto —sonreí, volvería a ver a mi amigo. —Le dije que viniera hoy en la noche, ¿está bien? Asentí con la cabeza de nuevo, mucho más entusiasmada ahora, prepararía una cena sencilla, Belle estará encantada de saber la verdad del nerviosismo de Leah y Renesmee conocería a un tío nuevo. Leah se fue con la promesa de regresar a las ocho con Jake, cuando llegó la hora, estaba nerviosa. Ian había aceptado venir a cenar con nosotros. Cuando llegó Leah, me puse a temblar, cuando entró por la puerta mi amigo, casi lloró, me lancé a sus brazos y los dos reímos. Cuando le presenté a Renesmee, ella sonrió y corrió a sus brazos. Jake la abrazó sorprendido, y ella le dijo que era su tío. Jake río y vi a Ian… ¿celoso? Pasamos la noche entre risas y recordando, por primera vez en varios años vi a Jake totalmente feliz y desde que conocía a Leah, también. Cuando llegó la hora de irse, Jake se despidió de mi hija muy tierno. —Hasta luego, pequeña Nessie —ella se rió por el nombre, y yo me quedé paralizada. — ¿Acabas de llamar a mi hija Nessie? —le pregunté lentamente, él sonrió sin dejar de abrazarla, y sin notar mi conmoción —. ¿Cómo el monstruo del lago Ness? Su rostro decayó y palideció. Dejó a Nessie con Belle y todos nos vieron confundidos mientras mi hija miraba expectante, casi esperando ver si sucedía lo que ella creía que iba a pasar. 51 | P á g i n a

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—Bells, sabes que te quiero… Y aunque la conocí hace… Dos horas a tu hija también la quiero… — ¿La llamaste como el monstruo del lago Ness, Jacob? —volví a preguntar, Belle y Leah captaron el por qué de mi furia y Belle fulminó a Jake con la mirada, mientras que Leah e Ian aguantaban la risa. — ¡Es de cariño! —exclamó desesperado. Entendía su desesperación. Él me conocía enojada —. Es como… Nesme, de Renesmee, pero Nesme se escucha muy grotesco, así que Nessie se escucha más bonito. ¡Ella es Nessie, Renesmee Swan! Swan… Se escucharía muy bien Cullen. Renesmee Carlie Cullen Swan. Negué con la cabeza y me concentré en lo que dijo Jake. Lo admitía. Se escuchaba mejor Nessie a Nesme. Suspiré, derrotada. —Solo porque suena mejor Nessie que Nesme —le amenacé. Él sonrió y los demás se echaron a reír por fin. Los miramos confundidos. Hasta ese punto entendí, ellos no nos conocían. Al menos no me conocían enojada y él sí, él sí me conocía enojada y varias veces había sido la trampa de mi enojo. Al final nos reímos con ellos mientras mi hija nos miraba confundida, claramente no era lo que ella había esperado. Desde ese día, Renesmee era Nessie, era más dulce decirle así. Jake venía a diario a verla, y luego iba con Leah y Nessie al parque a jugar. Belle y Alec salían a las terapias que el accidente le dejó, Belle perdió la temporada de Ballet y tenía que estar yendo a terapias para volver a tener el mismo movimiento de su pie. Ian me acompañaba a mi trabajo, pasaba por mí a los dos y luego me llevaba al departamento, a veces a cenar los dos con Nessie, otras cenábamos con Belle, Alec, Leah, Jake y Nessie. Nos convertimos en una familia. Una hermosa familia. Mis amigas me hablan a diario, y les contaba sobre Ian, Nessie, sobre Belle y Alec. Se sorprendieron cuando les dije sobre Jake y Leah. Lauren vendría en agosto unas semanas, nos preparamos para cuando llegara, decía que me tenía que contar muchas cosas. El señor Evenson nos venía a visitar también, y sin Anastasia a su sombra, demostró ser un hombre cariñoso y amable. Adoraba a sus hijos, pero amaba a Belle, quería recompensar todos esos años que Anastasia les quitó, y Belle e Ian estaban encantados. Evan se convirtió en un abuelo para mi hija y un padre para mí, en tan poco tiempo se ganó mi cariño incondicional. Fue increíble cómo pasó de ser un hombre de pocas palabras y siempre dejando que su mujer lo contralara a tener sus propias ideas, sus propios cariños, acciones y voz. Evan era un hombre de naturaleza amable y humilde, nada qué ver con la persona que era a lado de su mujer. Pero desde hace pocas semanas, se venía comportando raro; hasta

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que un día, cuando Leah y Jake salieron con Nessie y Belle y Alec a las terapias, Evan llegó con la cena antes de tiempo. Solo estábamos Ian y yo. Nos sentamos en la sala y después de un momento, Ian habló. — ¿Qué pasa, papá? Evan suspiró y puso sus manos en sus rodillas. Me pusé un poco nerviosa. —Este es el asunto… Anastasia vino a mi departamento hace unas semanas atrás, ella me amenazó, juró y perjuró que ella… —se quedó un momento en silencio, ese silencio me asusto. Demasiado. Empezaba a tener una idea de lo que iba a decir—. Que ella se encargaría de que te arrepintieras de todo lo que le has hecho… Dándote donde más te duele… A mi mente llegó Renesmee. La idea me aterró y me paralicé completamente, eso debió alertar a Ian porque me abrazó fuertemente. —No le hará nada. Sobre mi cadáver llegaría a Nessie, todo estará bien. Asentí, sollozando. Evan nos contó que ella se fue después de eso, varias veces la había visto por los alrededores del departamento y dijo que había puesto guardia. Le agradecí su ayuda. —Sé cuánto amas a tú hija, y en este poco tiempo, yo la he llegado a adorar. No permitiré que ella le haga daño. No permitiré que le haga daño a Nessie como se lo hizo a Heidi y mi Maggie. Su voz se cortó e Ian lo abrazo ahora a él. Sabía que había algo extraño ahí, pero me quedé callada. En ese momento, sólo podía pensar en mi bebé. No podía permitir que Anastasia le hiciera daño. —No les pasará eso… Lo prometo—juró Ian, abrazando a su padre y viendo a la nada. Respiraba lentamente, tratando de relajarme, pero era imposible, tenía miedo. Y solo quería que Leah y Jake regresaran del parque para abrazar a mi bebé. Cuando ellos llegaron, corrí a Nessie, arrancándola de los brazos de Leah y sentándome con ella en un sillón y sollozando, Evan e Ian me miraron tristes y Jake y Leah confundidos, Ian les explicó la situación y Jake se enfureció. Leah lo tuvo que agarrar del brazo para que no hiciera nada. Cuando llegaron Belle y Alec, me fui a dormir con Nessie, no podía despegarme de ella. No podía ni quería. Belle habló conmigo y me prometió que Anastasia no le haría nada a mi bebé, todos me lo prometieron. Una semana antes de que Lauren llegará y Renesmee cumpliera los cuatro años, rompieron su promesa.

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CUARTA PARTE. Corrí como loca por el pasillo del hospital, estaba asustada, aterrada, desde hace dos meses que casi no respiraba, el miedo me apretaba tan fuerte el pecho que me impedía hablar. Desde el momento en que vi como el coche se llevaba a mi bebé, dejando a Leah tirada en la acera, mi corazón se detuvo. Cuando encontraron la mochila de ella con sangre, me sentí morir… Pero ahora… ahora había esperanza de que Renesmee estuviera viva, y me aferraría a ella, a esa pequeña luz de esperanza con mi vida. Los pasillos del hospital nunca se me hicieron tan largos y desolados. A mi mente las palabras de mi bebé me llegaban. Cuando la escuché en la noche una puta semana antes de ese día hacer una oración por su padre. ¡Dios! Necesitaba tanto a Edward… Desde hace dos meses que lo necesitaba… Dos malditos e insufribles meses donde secuestraron a mi bebé… Dos meses antes, dos semanas antes… La conversación con Evan nos dejó un poco alterados a todos, no me imaginaba la vida sin mí muñeca. Sin mi vida. Esa noche, me fui a mi habitación a bañar y cuando salí, mi corazón me instó a dormir con mi bebé. Al llegar a su cuarto, la escuché rezar. Yo no era muy religiosa, sin embargo le hablé a mi hija de Dios. Ella dice que la Virgen María la cuidaba a ella, a mí, a sus tíos y tías… Y a su padre. —Queído Diosito, sé que no te he hablado desde hace días, peó me duemó tempano poqe me toca despetáme tempano —escuché que hablaba mi bebé, entreabrí la puerta y vi a mi nena arrodillada en la mitad de su cama, con las manos juntas viendo la pared, en ella habíamos colgado un cuadro de un ángel, diciéndole que por medio de él, Dios la cuidaría—, además, sabes que no me guta despetáme tempano… Me reí bajito, mi bebé se veía tan dulce e inocente. Su pijama del camisón con la Cenicienta era su favorita, y siempre se la ponía. Rosalie se la había regalado cuando cumplió dos años, le quedaba muy grande en ese entonces, aún le quedaba grande ahora, pero la amaba. Sus rizos estaban en dos trenzas bien peinadas, aunque sabía que en la mañana no estarían tan bien como ahora, a cuatro años de edad, me era un misterio como le hacía Renesmee para quedar tan despeinada. —Te extaño, papi…—sus palabras me dejaron fría, sacándome de mis pensamientos—. Han pasado casi cuato años desde que no te veo… Yo sé que tú etás conmigo… Y tabien sé que Diosito te dida lo que te etoy dishiendo… Poque como dijo mi mami y tía Belle, él me cuida y entonces te cuida a ti tabien…—se quedó un momento callada, las lágrimas empezaron a bajar por mi cara, casi sin darme cuenta, me tapé la boca con la mano para ahogar los sollozos—. Sé que a ti te gustaía esta con nosotas… Conmigo y mi mami. Peó esa señoa no te deja… No she poque, mi mami no me dice, solo me dice que ella es tu esposa… Peó yo sé que tú nos amas, y quiées esta con nosotas… 54 | P á g i n a

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Intenté no llorar, pero ya era tarde, recuerdos de él llegaron a mi mente, casi podía ver a Edward a su lado, sonriendo con su particular sonrisa. Me imaginé una vida con él, lo que hubiera pasado si Edward y yo nos hubiéramos casado, si él hubiera estado conmigo y cómo hubiera sido mi embarazo… Cómo malcriaría y mimaría a nuestra hija. Reí al verlo rendido ante su pequeña manita, aceptando cualquier cosa que ella quisiera, malcriándola un poco más. Por un momento, me arrepentí de no haberle dicho a Edward, de haberme ido. —He intentado no llolal, poque mi mami me necesita… tía Belle nos ha ayudado mucho, peó mama extaña a papá, lo sé poque la he ido a vel de noche y ella llola po él… Diosito, cuídalo. Aunque no esté con nosotas, no pemitas que le pase nada malo… Que algún día estemos unidos ota vez. ¡Como en mi sueño! Una familia de vedad… Con mi papi y mi mami… Ella se persignó y le hizo un guiño pícaro al ángel, sonrió dulcemente y se acostó en su cama, reuní todas mis fuerzas de voluntad para borrar las lágrimas restantes de mi rostro, tomar aire hondo y entrar a su cuarto aparentando normalidad. Ella me esperaba y cuando me vio sonrió, dejando mostrar los hoyuelos de la familia Cullen. —Mami… ¿Poque me abazate muy fuete hoy? —me preguntó cuando estaba frente a su camita, arreglando las sabanas y arropándola. —Porque me gusta abrazar a mi bebé mucho muy fuerte, Nessie —me agaché para darle un beso, aspirando su delicioso aroma. Ella sonrió y se abrazó a mi cuello, murmuró un te quiero y le besé la frente nuevamente, me acosté con ella y le canté unos minutos antes de que cayera en brazos de Morfeo. Me quedé un rato más con ella, viéndola dormir dulcemente. Era igual a su padre, pestañas largas y negras, mejillas sonrojadas, cabello rojizo cairelado, las mismas facciones bellas y en ella dulces y delicadas. Mi perfecta bebita. Sus ojitos siempre brillantes me encantaban. Sus labios rositas estaban en una pequeña sonrisa. Le acaricié suavemente su mejilla, era como tocar el suave pétalo de una rosa. Suspiré y no me di cuenta que lloraba hasta que mis lágrimas mojaron un poco la carita de Nessie, ella arrugó su naricita de botón y me quité las lágrimas restantes, Renesmee suspiró y se removió un poco, volviéndose a dormir. Me levanté con cuidado, dejando un suave beso en la frente de mi hija y salí con cuidado de su cuarto. Necesita de un padre, necesita el amor paterno… Mi pobre bebé… Necesita a su padre. Caminé a la cocina por un vaso de agua, tenía mucha sed, estaba descalza y todos se habían ido. Solo estaban Belle y Alec, Ian estaba en la cocina. Cuando pasé cuidadosamente por la sala, escuché una conversación rara entre Belle y Alec. —Deberíamos decirles. Están en su derecho. Los dos —dijo Belle, el pasillo que llevaba a la cocina, detrás de los sofás de la sala, donde ellos estaban sentados, estaba oscuro, yo podía verlos, pero ellos a mí no. 55 | P á g i n a

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La cara de Belle era un poema, mientras que Alec la miraba reprobatoriamente. —No está bien, si ella se fue de ese lugar, es por algo. Y no estés del lado de él, conoces la historia mejor que yo. Creo que él tiene la culpa. Nunca debió de hacer eso y no tiene derecho. — ¡Claro que lo tiene, Volturi! Es el padre —susurró, una alerta en mi cabeza empezó a sonar. —Pero solo por engendrar, ella la ha educado. Él ni siquiera lo sabe. Está conversación se me hacía rara, pero al mismo tiempo sentía que algo sabía y se me escapaba. — ¡Por eso mismo, Alec! Hay que decirle. Él tiene derecho a saberlo. Si ella no le dijo fue por algo, la amo con mi alma, pero siento que estuvo malo lo que hizo… —Suficiente. Ella es como tu hermana, y no voy a hablar de esto hoy contigo, suficiente tenemos con que la loca de tu madre las quiera matar… Mañana regresaremos y hablaremos los dos—resaltó la palabra Alec— con él. Fin de la conversación. Decidí no seguir escuchando conversaciones ajenas, por la cara de Belle, esa conversación no acaba aún, así que fui a la cocina. En ella estaba Ian, sirviéndose café. —Hola—saludó con una sonrisa, se la regresé—. ¿Café? —Por favor—él puso otra taza y la llenó de café, me la pasó y me la preparé mientras él tomaba un sorbo— . No es por ser grosera, pero… ¿Qué haces aquí? Pensé que ya te habías ido. —Preferí quedarme hasta que te tranquilizaras… Y que si Alec se enojaba, no pasara a mayores… —Alec es un caballero, estoy segura que él no le haría nada a Belle —lo defendí, él me caía bien, me había protegido muchas veces de Anastasia y adoraba a mi hija. —No me refería a Alec—soltó una carcajada—, sino a Belle… Mira, esto…—me enseñó su antebrazo, arremangándose la camisa y mostrando un brazo fuerte y cubierto de suave vello negro, una cicatriz de media luna estaba en el centro. — ¿Qué te pasó? —pregunté sorprendida, él se volvió a reír. —Belle me lo hizo cuando tenía cuatro años, y yo le robé su muñeca favorita y la degollé, me arrepentí de haberlo hecho. A los catorce, cuando un chico jugó con ella, mi hermana lo miró como vil cucaracha, cuando el tipo ese le pidió perdón y se fue a sus clases de ballet. Me reí ante la imagen, una pequeñita Belle mordiendo a su hermano, por defender a su muñeca y dejando al tipo ese, a los catorce años, con una disculpa en la boca y caminando a sus clases de ballet. La carcajada se interrumpió cuando un grito salió de la sala.

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— ¡Entonces, vete a la mierda, Alec! ¡Si no puedes ver que ellos merecen ser felices, los tres, entonces no me hables hasta que lo entiendas, estúpido! —gritó Belle, enfurecida. — ¡Cuando te calmes, hablamos! ¡Todavía tenemos que hablar bien con él y… con ella! Alec pasó por la cocina, enfurecido, no nos vio y fue directo a la puerta, azotándola al salir. Para lo que no estaba preparada era para ver un florero azul celeste salir volando y dar a parar a la puerta, un segundo antes de que la puerta se cerrara. Belle entró hecha una furia a la cocina, Ian me dijo con un gesto que me callara y así lo hice. Fue por un vaso y lo lleno de agua, de la nada lo aventó al fregadero, rompiéndose este en miles de pedazos y salpicándola de agua. Ella gruñó de furia y limpió su desastre, sin vernos ni hablarnos, salió de la cocina, con un vaso nuevo en sus manos. Ian y yo nos quedamos callados hasta que se oyó la puerta azotándose del cuarto de Belle. —No le hables hasta que ella lo haga…—me recomendó, tomando otro sorbo de café, me senté con él en la mesa y empezamos a hablar. Me encantaba sentirme tan cómoda, con Jake fue diversión y cariño, con Edward amor y pasión… Pero con Ian me sentía… normal, tranquila, relajada… Durante una hora estuvimos hablando de cualquier trivialidad, me contó que al casi terminar la carrera de administración, decidió irse a fotografía. La administración no era lo suyo y prefería mil veces sacar fotos. A sus treinta y un años, nunca se arrepentiría de haber tomado esa decisión. Empezamos a tocar temas más profundos, hasta llegar a comentar lo que pasó este día y lo que nos dijo su padre. Yo estaba muy nerviosa, no quería que nada lastimará a mi bebe. Mucho menos una loca demente psicótica como Anastasia Evenson. —No dejaré que nada le pase a Renesmee, Bella—me prometió, mirándome a los ojos intensamente—. No puedo dejar que les haga daño como a Heidi y Maggie… Sus ojos decayeron y miró la mesa, mi curiosidad pudo más así que tímidamente me atreví a preguntar: — ¿Se puede saber quiénes son ellas? Ian me miró pensativo, decidiendo contarme o no. —Eres como una hermana para Belle, en este tiempo has llegado hondo al corazón de los dos… Y de todas formas, Anastasia quiere hacerle daño a tu hija y por ende, a ti…—meditó, mareándome un poco— , de acuerdo… Por favor, no juzgues a mi papá… Esas palabras me intuyeron algo, decidí callarme y esperar a que él me lo dijera. Sabía lo que conllevaba la palabra juzgar… Claro que sí la sabía.

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—Mis padres se casaron por compromiso, ellos eran novios de secundaria y cuando papá se fue a estudiar a Italia su carrera, mamá se quedó acá a estudiar la suya. Papá regresó, y mamá creyendo que eran novios aún, fue a su casa a recibirlo. Pero mi padre había hecho su vida haya en Italia, tenía una novia… Heidi. Ella se fue a Estados Unidos por algo de su familia, mi mamá se enfureció cuándo supo que papá estaba comprometido, decidió que sería mejor hacer de la suya… Emborrachó a mi padre y se acostó con él. Al mes siguiente, ella estaba embarazada y mi padre tuvo que casarse con ella. Me quedé callada, y él miro a la nada. Sabía que Anastasia era mala, pero me equivoqué, estaba loca… Completamente loca. —Cuando Heidi regresó para ver a la familia de mi padre, descubrió que ellos estaban casados y que mamá estaba a punto de dar a luz. Se decepcionó mucho de mi padre, y mamá la obligo a irse… Fue así como vine a este mundo, por una pasada de copas y la ambición de mi madre. Pero eso no fue todo, cuando yo tenía seis años, Heidi regresó, pero mi madre lo esperaba, Heidi era de las personas que lucha por lo suyo, como mi madre… Solo que ella lo hace sin medir consecuencias y Heidi sí lo hacía. Mi mamá se embarazó de Belle para retener a papá, pero cuando Anastasia vio que Gabrielle era la adoración de mi padre, ella odió a Belle. Jadeé por aire, lo sabía. Sabía que esa loca no quería a mi Belle. —Cuando cumplí quince años, me enteré que mi papá y Heidi eran amantes. Fui a su estudio en su trabajo y lo vi besándose con ella, le reclamé pero supe que no tenía derecho, mis padres se odiaban. Mi padre me retuvo en su estudio y me dijo que Heidi había sido su novia durante tres años y prometida durante uno, se iban a casar cuando ella regresara a Londres, pero Anastasia lo arruinó. Me dijo que ellos eran amantes desde hace años, unos meses antes de saber que mamá estaba embarazada de nuevo. Casi diez años de amantes. Belle tenía nueve años. Y mi papá tenía otra hija. Margarette, tenía en ese entonces cuatro. Virgen mía… No podía dejar de escuchar, era extraño oírlo, pero… No podía dejar de escuchar. —Anastasia siempre lo supo, cuando yo cumplí veinticinco, Belle diecinueve y Maggie catorce, Anastasia decidió atacar…—se quedó un momento callado—. Heidi y Maggie murieron el catorce de noviembre, tras dos meses de estar secuestradas. Ahogué un grito de horror, miré horrorizada a Ian. ¿Por qué presentía que Anastasia tenía culpa en ello? —Mi papá nunca supo cómo murieron, pero yo sí… Escuché a mi madre decir las órdenes de lo que les harían a ellas. Mi papá se enteró de ello dos meses después, y casi mata a mi madre. Lo detuve y me fui de la casa, no podía seguir ahí. Lo sentí por Belle, pero sabía que papá la defendería. Creo que me equivoqué —unos momentos de silencio siguieron. No podíamos hablar, no sabía de qué hablar, le quería decir que yo la había protegido, aunque Belle no necesitase esa protección—. Tal vez… no entiendas a mi padre, y su relación clandestina. Cuando una tercera persona se interpone entre una relación, es porque ya había una gran brecha entre esos dos. No es que justifique la infidelidad, pero todo tiene un por qué. 58 | P á g i n a

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Me levanté de sopetón y me recargué en el fregadero. Él me había contado algo muy íntimo de su familia, ¿por qué no hacerlo yo? Yo entendía a la perfección a su padre, la infidelidad a veces era extraña de entender, muchos no sabían porque lo hacían, yo aún me preguntaba por qué lo hice. Por qué no le exigí a Edward que dejara a Tanya. Pero era excitante el hecho de que nos descubrieran, eso pensaba antes de saber que estaba completamente enamorada, que si él me dejaba, moriría. Ian me había contado algo tan íntimo... Tomé mi decisión. —Claro que entiendo a tu padre, Ian. Porque…—tomé aire fuertemente, preparándome para lo que se venía—, porque yo fui amante del padre de mi hija por dos años. Era el novio, ahora esposo, de mi prima, mi casi hermana… Escuché la silla arrastrarse bruscamente en el suelo, sentí como Ian se paraba sorprendido. También sentía su mirada en shock. Nunca, después de Belle y Leah, había dicho eso a alguien más, los recuerdos se amontonaron en mi mente y las lágrimas empezaron a luchar por salir. — ¿Tú…, amante de una persona? —su voz era completamente sorprendida. ¿Tan raro era escuchar a una mujer decir que ella había sido amante de un hombre? Supongo que sí. —Fue mi primer amor. Desde niña —empecé a hablar, sin voltearme a verlo—, era mi mejor amigo. Ni siquiera sé cómo se dio. Solo sé que él no me amaba… Se casó con Tanya después de dos años de estar juntos. Supongo que se cansó de mí —suspiré—. Yo siempre le dije te amo, pero él nunca… Porque nunca lo sintió. El mismo día que se casó, me vine a Londres y en el avión me enteré que estaba embarazada. Ian se acercó con cuidado a mí, quedándose a mi lado. Suspiró y me tomó de la barbilla, levantando mi cara, vio mis lágrimas e hizo una mueca de dolor, quitó dos lágrimas traicioneras y me sonrió con dulzura. —Cuando un hombre dice te amo, lo dice porque lo siente. No te juzgo. No tengo derecho. En realidad, te admiro. Decidiste irte, tal vez fue lo mejor… Yo por mi parte, nunca te habría dejado ir, ni te hubiera convertido en mi amante. Te hubiera convertido en mi mujer. Su revelación me dejo fría. Era cierto que Ian despertaba emociones encontradas en mí, pero yo seguía amando a Edward, y creo que nunca lo olvidaría. Nunca podría. Él se acercó lentamente a mí y supe sus intenciones, me debatí entre dejarlo o no. Pero cuando sus labios tocaron los míos, supe que ya no había vuelta atrás. Estos meses habíamos estado más cercanos, él era un caballero. El hombre perfecto. Lástima que no sabía si podía ser mi hombre perfecto. Sus labios eran suaves y dulces, bailaron con los míos en un baile sensual. Era… cómodo. Sentía revolotear mi corazón, pero estúpidamente me atreví a compararlo con lo que sentía cada vez que Edward me besaba. Y no era ni la mínima parte de lo que sentía en este momento… Con Edward, ese fuego empezaba lentamente, para acabar en un momento tierno e íntimo. En este momento, yo solo sentía… ternura. 59 | P á g i n a

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Tal vez me estaba adelantando demasiado. Suspiré y ese suspiro Ian lo malinterpretó. Se alejó poco a poco de mí y me sonrió dulcemente, intenté corresponderle pero no podía, una opresión se aferraba a mi pecho. —Me gustas, Bella —me confesó. Me despedí de mi ritmo cardiaco normal en ese momento—. Y mucho… Sé que esto es difícil… Pero, ¿te gustaría intentarlo conmigo? ¿Ayudarte a olvidar a ese hombre que no te supo valorar? ¿Me dejas ser tu héroe? Ni siquiera me había dado tiempo de decirle si lo correspondía. Pero por alguna razón, enredé mis brazos en su cuello y lo besé. Sonreí tiernamente cuando me pidió ser mi héroe, y mis ojos se llenaron de lágrimas. Sí, necesitaba a un héroe en mi vida… —Tú también me gustas. Y sí, aceptó intentarlo —dije, aún de puntillas y con mis labios cerca de los suyos. Su sonrisa fue deslumbrante y me dolió en el alma. Me dolió porque sabía que lo utilizaría, pero Renesmee necesitaba de un padre y yo… Yo necesitaba olvidarme de Edward. Yo necesitaba tratar de olvidarlo.

Esa noche, cuando Ian se fue, corrí a mi cuarto y lloré como tonta. Me sentía mal. Sentía que traicionaba a Edward y a mi bebé. Me quedé dormida hasta que el llanto se apagó. Al día siguiente, pensé que todo había sido un sueño, pero cuando salí de mi cuarto y me dirigí a la cocina a preparar el desayuno, él ya lo tenía. Belle y Nessie estaban en el comedor comiendo, la sonrisa de Belle no estaba y aún se veía enojada. —Buenos días —dije en un murmullo, besé la coronilla de mi bebé y ella me regresó una de sus sonrisas angelicales. —Buenos días, mami… ¡Ian hizo pancakes! Y etoy comiendo futa. Sonrió orgullosa de sí misma, le di un rápido saludo a Belle y ella me lo regresó igual de frío. Cuando llegué con Ian, me tomó de sorpresa que me diera los buenos días y me besara delante de ellas dos. Nessie no vio nada pero Belle abrió desmesuradamente los ojos. Su enojo repentinamente cambió. — ¡Oh, mierda! —gritó, Nessie la vio curiosa e Ian y yo la fulminamos con la mirada—. Quiero decir… ¡Oh, Dios! ¡Están juntos! ¡Mi Dios! —Hermana, te agradecería no dijeras esas palabras frente a Nessie —dijo Ian con una sonrisa. — ¡No me han contestado! —No nos preguntaste, Belle —le guiñé un ojo. Ella me miró exasperada, y bufó.

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— ¿Están o no juntos? —preguntó tratando de calmarse. Ian me volvió a agarrar de la cintura, y me dio un dulce y casto beso en la mejilla. Yo sonreí, tratando de parecer cómoda. Lo estaba, pero me sentía muy extraña. —Sip. Ayer le pedí que fuera mi novia, y ella aceptó —dijo sencillamente Ian. Me atraganté, pero lo logré disimular. Belle nos miró sorprendida y me escrutó con la mirada, sabía lo que estaba pensando y me daba miedo que lo descubriera. Ella era tan malditamente consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, era buena leyendo a la gente. Tenía miedo de que se diera cuenta que lo utilizaría y que me odiara por lastimar a su hermano. — Bueno…—empezó lentamente, una sonrisa se formó en su bello rostro—. ¡Muchas felicidades! Me alegro por ustedes. Aunque es raro… Mis dos hermanos como novios. Se echó a reír ante la ironía, y le seguimos, yo forzadamente. Renesmee nos miraba curiosa, su mirada se posó en Ian y sonrió. — ¿Qué es novio? —preguntó confundida, inclinando la cabeza como parajillo y un puchero en sus labios. —Novio es como… Como alguien a quien quieres mucho y quieres estar con él, cuando quieres compartir tu vida con esa persona, se casan —explicó Ian, sentándose frente a la sillita de Nessie, la sonrisa de Belle desapareció y su rostro se formó una mueca preocupada, la miré curiosa. —Ohhh…—exclamó mi hija— Yo también te qeó mucho, Ian… ¿Eles mi novio? La pregunta de mi hija nos desarmó a todos, una sonrisa dulce se formó en nuestros rostros y la expresión extraña de Belle desapareció. Ian se rió dulcemente y tomó a Nessie entre sus brazos. —Si usted quiere, señorita Nessie. Seré su novio, pero—agregó, sonriendo pícaro a mí—, su madre también lo sería. —She compatí —sonrió, dejando ver sus hoyuelos y sus pequeños dientes. Me deshice en gelatina, mi hija era tan bella… Tan tierna… El resto de la mañana pasó lentamente, Belle estaba muy callada y pensativa, su celular sonó miles de veces, pero ella no contestó. La miré mal. —Deberías arreglar lo que pasó con Alec, él te ama… No dejes que por terceras personas esto que ustedes tienen se arruine —le recomendé en la tarde, cuando su celular volvió a repicar. Ella me miró impaciente, algo iba mal. Se acercó a mí, sin dejar de verme a los ojos fijamente. —Si yo te escondiera algo, ¿podrías perdonarme?

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La miré con cuidado, evaluando su expresión seria y ansiosa. Suspiré. —Si fue por mi bien… Me enojaría, eso sí y mucho. Pero al final, terminaría perdonándote, porque eres mi hermana y eso hacen los hermanos. Belle suspiró y sonrió de nuevo. Me dió un gran abrazo. —Todo lo que estoy haciendo, es por amor a ustedes —creí escuchar que ella decía. La tarde se pasó en un santiamén y en la noche, Alec vino a la casa, pidió hablar con Belle y ella aceptó, alegando hablar afuera. Ian y yo estábamos en la sala con Nessie viendo una película. Al terminar la película, mi hija estaba profundamente dormida en los brazos de Ian. La tomé entre los míos y la llevé a su recámara. Salí con cuidado y me reuní con Ian en la sala. Pasó un rato más antes de que Belle regresara a la casa, pálida y sonriente. — ¿Paso algo? ¿Estás bien? —preguntó Ian con curiosidad. —Sip —hizo explotar la “p” —. Nunca he estado mejor en mi vida… Todo está tomando forma. Sonrió enigmáticamente, esta niña me sacaría de quicio, era una completa loca. La semana se fue volando en la rutina de ir a comer todos juntos, que Ian me llevara a mis trabajos y que se fuera a su departamento después de que termináramos de hablar, o sea a las diez, once de la noche. Se hizo constante que Belle y Alec llevaban a Nessie el parquecito cuando yo regresaba del trabajo, Belle y Alec estaban bien, aunque se veían extraños cada vez que estábamos Ian y yo con ellos. Jake se mudó con Leah y al parecer estaban pensando en fecha para la boda. Belle no le gustaba que la acompañara cuando llevaba a Ness al parque, nunca pregunté el por qué, al fin y al cabo, mi hija se divertía y ella pasaba tiempo con Renesmee y Alec. Belle había terminado sus terapias hace unas semanas, pero seguía yendo. Le había preguntado porque seguía yendo al hospital con Alec antes de irse al parque con Renesmee y ella me miró con los ojos bien abiertos, pero me contestó un poco nerviosa. —Porque el doc que me atiende me lo recomendó, para que en la temporada navideña vuelva a bailar con normalidad. Asentí y fui a la cocina, Belle estaba muy rara desde que Ian y yo éramos novios. Pasaba mucho tiempo fuera con Alec. Tal vez yo lo estaba malinterpretándolo y solo quería pasar más tiempo con su novio. Tal vez estaba histérica. Lo contado por Ian sobre Heidi y Maggie aún me calaba, sobre todo con el hecho de que Anastasia nos rondaba y que me odiara a muerte me ponían aún más nerviosa. El odio es algo terrible y no te hace pensar con sensatez, en personas como Anastasia, ese odio era… Como un huracán, destruyendo todo a su paso sin detenerse a ver lo que causaba después de que se iba. — ¿Pensando en la inmortalidad del cangrejo? —me preguntó Ian, entrando a cocina y dándome un beso en el cuello, detrás de mí. 62 | P á g i n a

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Me estremecí, era tan raro que me besara alguien más cuando me había acostumbrado a ser besada por una sola persona de esa forma. —Sí, sigue siendo un misterio para mí —me reí en voz baja, Ian sonrió y rió entre dientes, negando con la cabeza—. ¿Dónde está Nessie? —Fue con Leah y Jake al parque, Belle y Alec dejaron que ella se fuera con ellos, parece que Leah y Ness hicieron una apuesta y Jake debe pagar. Me compadezco de lo que haya sido que perdió. — ¿Por qué? —pregunte confundida, viendo la expresión divertida de Ian. —Porque iba vestido como la princesa Bella. No tengo ni idea de dónde mierda sacó ese vestido para un hombre de su altura y tamaño —se echó a reír y yo le seguí ante la imagen mental de Jake en el vestido amarillo de Bella—. Renesmee y Leah iban tomándole fotos y diciéndole que el parque esperaba a la princesa. Mi carcajada acompañó a la de Ian, mientras me agarraba el estómago. Sabía que las apuestas de Jake eran fuertes, pero Leah sabía jugar muy bien y Renesmee era como su tía Alice. Cualquier cosa que tuviera que ver con castigos de princesas, ella lo aceptaba. Me empezaba a preocupar el haberle comprado todas las películas de las princesas Disney, pero a mi hija le encantaban. Por la noche, pude ver a la princesa Jake en vivo y en directo. Estábamos en la sala Ian y yo viendo una película, cuando escuchamos la puerta abrirse y las risas de mi hija y mi amiga se escucharon de inmediato. Cuando pasaron a la sala, fue imposible no ahogar la carcajada que salió de mí cuando vi a Jake. Él me vio muy feo y yo lo único que pude hacer fue reírme más fuerte. —Claro…—empezó, pero un carraspeo de parte de Leah lo hizo gruñir notablemente molesto y cambiar su voz por una chillona, en un muy mal intento de voz de niña—. Claro, ríanse, cuándo sean ustedes los vestidos así, ¡YO me reiré en su cara! Ian no pudo más y se echó a reír, le seguí. En ese momento, no le creía mucho a mi amigo, viéndolo con el vestido de Bella era tan difícil tomarlo en cuenta en serio. —Jake, amigo—Ian se paró y pasó un brazo por los hombros de Jake, él le miro irritado, pero Ian volvió a reírse—, te recomiendo que primero te quites ese traje, dejes de hablar con voz de pito y te vistas decentemente, princesita. La carcajada volvió a salir de todos, excepto de Nessie, que frunció el ceño. — ¿Qué es voz de pito? —preguntó inocentemente. —Emmm, nada, cariño. Nada —dijo Leah, dándole un beso en su cabello, mi hija se encogió de hombros y se rió.

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Cuando Belle y Alec llegaron, alcanzaron a la princesa Bella, la risa de Belle fue tan contagiosa que todos nos volvimos a reír. Alec trató de no reír, pero la risa de su novia terminó por desarmarlo y se echó a reír histéricamente. Cuando pudimos calmarnos, Jake estaba furioso. Miró a Leah y ella asintió con la cabeza, corrió por todo mi apartamento hasta llegar a la puerta, deshaciéndose del vestido de Belle en el camino a la puerta y gritando: “¡Libre al fin!”. En ese momento, pensé en Dobby, cuando dijo: “Dobby es un elfo libre”. Mi risa volvió a sonar, seguida de la de Belle y los demás. Cuando Jake regresó, volvía a ser él. Cenamos en buenas risas y molestando a Jake, que aceptó las burlas y juró nunca volver a aceptar apuestas con Leah y Ness. Todos se fueron ya tarde, Ian se quedó todavía conmigo unas horas más. Esa noche estaba nerviosa. Durante toda la noche no dormí muy bien, un sueño se repetía constantemente en mi mente. Soñé que mi hija estaba en peligro. Que me la quitaban de mi lado y la lastimaban, también soñé con Edward. Soñé cuando pasábamos esas noches alocadas, cuando me dormía con él en sus brazos. Soñé una vida con él, con nuestra hija, con que dormía conmigo. Sentí sus brazos a mí alrededor. Pero Ian volvió entre en mi sueño y me desperté sobresaltada. Me sentí tan mal… Me sentí pésima, no podía hacerle eso a Ian. Él era mi novio ahora, Edward era de mi pasado, tenía que ser de mi pasado. Ian sería mi presente y futuro, él podría ser el padre que Renesmee nunca tuvo y que necesita. Suspiré profundamente y me levanté de mi cama, me senté en el alfeizar de mi ventana, para ver la noche. Era oscura y fría, como presagio de lo que pasaría pronto. De un mal presagio. Abrí la venta y dejé la mitad de mi cuerpo fuera, observando la noche oscura, las nubes se veían más amenazantes, me quedé un momento viendo la luna y las nubes, sentí una mirada sobre mí y bajé la mía hacía la calle, pero no había nadie. Solo coches parados. Suspiré y cuando las nubes anunciaron la lluvia, cerré la ventana. Mire el reloj, 3.30 a.m. Suspiré e hice cuentas mentalmente, en Seattle serían las 7.30 de la noche, podría hablar un rato con mi abuela, hace meses que no hablábamos y extrañaba nuestras pláticas. Me fui a sentar a la mecedora de madera caoba en la esquina de mi cuarto, donde tantas veces arrullé a mi bebé para que se durmiera. Suspiré y volví a ver a la ventana, la lluvia mojaba sin piedad mi ventana. Me estiré para tomar el teléfono de la mesita de noche y llamé el número de mi abuela. La conocía, de seguro estaba en su casa tomando chocolate caliente, viendo su novela en turno. O estaría con la vecina chismorreando de las esposas jóvenes de los vecinos nuevos. Oh, sí… conocía a mi abuelita. Me fui a sentar a la silla mecedora donde muchas veces dormí a mi bebé en ella, la lluvia pegaba fuertemente contra la ventana. Un presentimiento me dejó sin aliento. Algo malo pasaría. Un trueno me sacó de mis pensamientos y suspirando, me estiré para tomar el teléfono y marcar a la casa de mi abuelita. — ¿Hola? —canturreó como saludo. Reí como niña pequeña.

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— ¿La señorita Swan? —imité el acento inglés. La risa de mi abuela me confirmó que ella me reconoció. —Creo que se equivoca, señorita. Mi hermosa nieta vive en Londres, con mi hermosa bisnieta, que por cierto no he sabido nada de ellas en varios meses—me recriminó en tono burlón. —Siento eso, abu—reí nerviosa—, he estado ocupada con mi hija, Ian y Belle. Además, Jake regresó a mi vida, como pareja de Leah. ¿Puedes creerlo? — ¡No! —gritó mi abuela. Reí emocionada. Estuvimos media hora hablando de todo y nada, le conté que era novia de Ian, de cómo estaba mi bebé y de todo lo que había pasado estos casi tres meses. — ¿Y cómo estás realmente? —me preguntó mi abuela después de quedarnos unos momentos en silencio. Cuando le dije como me convertí en novia de Ian. —Pues, bien…—titubeé. Suspiré, sabiendo que no le podía mentir a mi abuela. Ella me conocía mejor que yo misma—. Sinceramente, no lo sé. Es decir… Me siento bien con Ian. Pero… extraño demasiado a Edward. Demasiado. Listo. Lo dije. Era la primera vez que lo decía en todos estos años. Pero necesitaba decirlo. Algo me obligaba a tener que decirlo. No sabía que era y no estaba segura de sí me agradara, pero era mucho más fuerte que yo. —El primer amor es imposible de olvidar, mi niña—fue la contestación de mi abuela. Siempre tan dulce conmigo. Cuando se lo dije a mi abuela, sólo me vio a los ojos y me preguntó si lo amaba. Le dije que sí, y lo único que me pidió fue que me cuidara. Que cuidara mi corazón Por otro lado, mi abuela Dywer, la mamá de mi mamá, solo me miró a los ojos y me sonrió tristemente. Fue lo único que hizo. Solo ellas lo sabían de mi sufrimiento, aparte de mis amigas. —Lo sé, abuela. Pero duele. Duele demasiado y mi hija necesita tanto de su padre… Un silencio siguió a esas palabras, la oí suspirar. —Isabella—me habló por mi nombre completo. Cuando ella me hablaba así, era algo serio —, no estás pensando utilizar a Ian como sustituto de Edward, ¿verdad? Porque eso sería cruel. —No, abuela…—me detuve, no pude seguir diciendo nada en mi defensa. Porque eso era exactamente lo que estaba haciendo. Es decir, sí, me gusta Ian. Me siento cómoda con él, pero no siento esas mariposas, ese fuego… Ese algo que me hacía quedarme con Edward. Con Ian era tan diferente, porque me sentía… extraña. Para ser

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sincera, me sentía demasiado incómoda para besarlo y no podía llegar a más. Tal vez era que me aferraba a Edward, a su recuerdo. —Hija, Ian no se merece eso. Es un muchacho muy bueno, honrado y agradable. Es cierto que ama a Renesmee con su alma. Pero él no es su padre. —Puede serlo—susurré, casi a la desesperada. —Bella—su voz se suavizó y eso me calmó un poco —, es cierto que te fuiste porque ya no podías más con lo que pasaba aquí, en Seattle, con Edward y Tanya. Pero hija, al no decirle a Edward que estabas embarazada, tú misma mataste esa posibilidad de que Renesmee tuviera a su verdadero padre con ella. — ¿Qué querías que hiciera, abuela? —reclamé, subiendo el tono de voz unas décimas más de lo normal y de lo estrictamente moral para una señora ya grande como ella… Y demasiado alto para mi cuarto solo y oscuro, junto a una casa pequeña y en silencio en esos momentos. Amaba a mi abuela, y mucho. Pero me hartaba cuando se ponía en ese plan. En creer que nunca me debí de haberme ido. Pero yo ya no podía, no podía hacer eso más tiempo—. ¿Qué ese mismo día, en la fiesta, o al día siguiente, o cuando regresaran de su jodida luna de miel, decirle a Edward, “Hey, ¿adivina qué? ¡Estoy embarazada! Vas a ser papá, ¿quieres que ocultemos a nuestra hija en un jodido apartamento, como hemos ocultado nuestra relación clandestina?”. Un silencio abrumado me indicó que mi abuela intentaba no gritar y empezar con su sermón. Ella lo sabía, sabía que yo tenía razón. Si me quedaba en Seattle, mi hija también estaría escondida. Aquí en Londres ella era libre. Podía salir al parque, a jugar, ser mi hija frente a todos. Si me hubiera quedado con Edward, Renesmee no tendría esa libertad que tiene acá en Londres, estaría encerrada, tendría que mentir todo el tiempo. Esconder el hecho de cómo fue concebida, o quién es el padre frente a mis amigos, frente a Tanya. Irme fue la mejor opción, aunque mi corazón, parte de él y de mi alma, haya quedado haya. —Hija, las cosas han cambiad tanto. Edward ha cambiado. Y creo que es momento de que te enfrentes a él, no toda tu vida podrás huir de él —dijo mi abuela en voz calmada. —Abuela, no huyo de él. Tengo mi vida aquí en Londres. Y no creo que las cosas hayan cambiado tanto, Edward y Tanya están casados, felizmente casados. Tal vez ya hasta tengan hijos. Es momento de que lo deje atrás y yo también sea feliz. —Y estoy de acuerdo con eso, mi niña…—suspiró mi abuela—. De acuerdo, este tema está tomando mucha importancia y no quiero acabar así la llamada, mejor dime, ¿has hablado con tú abuela Angelique? —No, tampoco he hablado con ella. Con ninguna de las dos he hablado, abuela. Que mala nieta soy. —No lo eres, mi Bella. Simplemente estás muy ocupada. La fiesta de la niña será en grade, eso toma tiempo. Y también buscar un vuelo para todos los que vivimos en Seattle. 66 | P á g i n a

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—Lo sé…—reí, mi hija quería a todos en su fiesta, y para ello solo faltaba una semana. Estas semanas, ella nos había traído de cabeza con su dichosa fiesta de princesas. Todos deberían ir de princesas y príncipes, nuevamente, me preocupaba haberle comprado la colección de princesas completa—. La princesa de la casa lo quiere en grande y quiere muchas princesas. —Tal vez no seremos princesas, pero somos reinas. Y ahí estaremos. Quiero ver a mi princesa Renesmee y conocer en persona al apuesto Ian. Reí ante eso y hablé todavía veinte minutos más con ella, acordamos que ella buscaría a Lauren, que llegaría unos días antes de la fiesta, pero un día antes del cumpleaños de mi hija, para que las dos se fueran juntas. Cuando colgué, eran más de la cinco. Me sentí mal por enviarla a dormir tan tarde, pero esa sensación de paz y felicidad después de hablar con mi abuela me hacía sentirme mucho mejor. Me acosté en mi cama y me quedé profundamente dormida, para despertarme unas horas después por un terremoto pequeño, de cabellos rizados alborotados rojizos y unos ojos verdes avellanas verme impacientes. — ¡Mami, mami! —Gritaba mi hija, saltando en mi cama—Ya es de día, vamos a comé, qeó í al paqué con mi tío Alec y la tía Belle. Gruñí interiormente, y me tuve que desperezar, eran las nueve de la mañana. Sonriendo, agarré a mi bebé en mis brazos y salimos de la cama juntas. La llevé cantando a la cocina, donde le hice su desayuno a una muy alegre Renesmee y una muy adormilada Belle. —Vaya, ¿por qué tan dormida, Belle? —me burlé, ella siempre estaba de buen humor y bien despierta en las mañanas. —Preocupaciones…—susurró, dejando caer la cabeza en la mesa, sobre sus pequeños brazos doblados— . No sé cómo me irá en las audiciones para el ballet, no sé si aguante bailar bien… Es decir, me siento mejor, pero… Tengo miedo… Además de que tengo… Otro problema, un dilema más bien… Pero— añadió con rapidez—, me preocupa más el ballet. La abracé por los hombros y le di un beso en la cabeza, ella era una perfecta bailarina de ballet, lo iba a logar. — Lo lograras, amor, ten fe. Sonreímos y desayunamos un poco más animadas, la plática de Renesmee nos mantuvo en risas. Belle me dijo que Ian regresaría hasta la noche, ya que fue a una sesión de fotos a palacio de Buckingham para la nueva temporada de otoño-invierno de Jane Volturi, la hermana de Alec, una reconocida diseñadora de todo tipo de ropa. Me encantaban sus diseños. Jane era una joven de ojos azules y cabello muy rubio, casi blanco, muy bien parecida, como su hermano gemelo. Era dulce y amable, adoraba a Renesmee, pues varias veces había venido acá a hacerle los 67 | P á g i n a

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vestuarios a Belle. Desde ese tiempo eran amigas. Mucho antes de que Belle saliera de la academia The Royal Ballet. Era sábado, así que tocaba sábado de películas, vestí a mi hija y nos fuimos a la sala a esperar a Belle, mientras ponía una película para niños. Pasamos la mayor parte del día viendo películas, hasta que Leah llegó y se puso a ver películas con nosotros, empezamos a ver las románticas, clavándonos con Alocada obsesión. Adora a Sandra Bullock, y verla como una loca obsesionada era muy divertido. Alec llegó una película después, y le dijo a Belle y a Nessie si iban al parque un ratito. A mi hija le encantaba el parque y no sabía por qué. — ¿Me dejas í, mamá? —me preguntó tiernamente mi bebé, la miré con los ojos entrecerrados, hasta que vi la misma mirada de mi hija en Belle y me reí. —De acuerdo—me reí viendo a mi hija saltar, le di un beso a mi hija en su cabecita rizada—. ¿Por qué te gusta ir tanto al parque, Renesmee? —Poque veo al seño apuesto, él me compá dulces. Y paletas. También patica con mi tía Belle y mi tío Alec. Es amabe y siempe me taé una estampita de la pincesa Cenicienta. Aunque también su hija me guta, me guta etá con ella. Es divetida. Y jugamos en los columpios. Me quedé callada ante la confesión de mi hija, ¿qué señor? Interrogué a Belle con la mirada y ella me sonrió nerviosamente. —Es un compañero de la academia, Alec y él se llevan muy bien y vive cerca de aquí, tiene una hija y le gusta llevarla a ese parque, aparte de que estando con nosotros, el tiempo se va más rápido y las niñas se divierten —me explicó con tranquilidad, la miré dudando, pero una mirada más a sus ojos, fue suficiente para convencerme de que decía la verdad. —De acuerdo —reí, Alec solo jugaba con Ness, ajeno a la conversación. Al final, Leah se pegó a ellos, porque Jake llegaría hasta la noche también. Me quedé sola en la casa, pensando qué hacer de cenar. Cuando me decidí por hacer pasta con lasaña e ir a comprar todo, me di cuenta que Belle había dejado su celular. Sonreí negando con la cabeza. Siempre se le olvidaba algo a esa mujer. Tomé mi bolsa, un suéter y el celular de Belle y camine hacia la puerta; frente al parque había una tienda de víveres, ahí podría comprar todo y regresarle el celular a Belle de pasada. El parque se dividía en dos. Una parte estaba el espacio para correr y atravesando una pequeña calle, donde casi no pasaban autos, estaba la otra mitad, donde estaban los juegos, para grandes y chicos, un arenero para bebés y un juego de sillas voladoras, que siempre estaba vigilada por un hombre mayor. Vi a lo lejos a Belle, Alec y Leah vigilar a Ness en el lado de los juegos, vi a mi hija jugar con una niña de cabellos rubio rojizo. Sonreí y bajé la cabeza, casi corriendo a la tienda, el aire estaba fuerte, pero no me preocupaba por Renesmee porque estaba bien abrigada. 68 | P á g i n a

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Compré todo lo necesario para la cena, le compré a mi hija un chocolate, y pensé en que debería invitar a cenar a ese compañero de Alec y su hija; es decir, si su hija y Nessie eran amigas, sería bonito que vinieran a la casa a cenar. Cuando pasé por el parque, ya de regreso a casa, vi a Belle y a Alec hablando con un señor alto, de espalda ancha y cabello tapado con una gorra, estaba de espaldas a mí, en el lado contrario del parque, donde yo iba caminando. Leah estaba a unos metros de los juegos, viendo con curiosidad al señor. Renesmee jugaba con su amiga en los columpios. Belle me vio acercarme y se puso tensa, murmuró algo y caminó a mí, bloqueándome el paso para seguir viendo al señor o a Alec. — ¡Bella! —exclamó, poniéndose frente a mí, y volteándome, dejándome de espaldas al señor, Alec y Leah. Enarqué una ceja confundida—. ¿Qué haces aquí? —Vine a comprar la cena y…—rebusqué entre mi bolso, haciendo malabares para tener todo en equilibrio, las bolsas de la cena y buscar en mi propia bolsa, Belle miraba nerviosa hacia atrás de mí, me quise voltear pero encontré el celular, que empezaba a vibrar—. Ten, se te olvido otra vez… Sonreí divertida, pero ella no lo hizo, miró el celular y vio que era un mensaje, lo abrió y suspiró. Me volvió a mirar y sonrió abiertamente. — ¡Gracias! ¿Qué tal si vas preparando la cena? Ya tengo hambre, y en un rato Ness se querrá ir. En realidad ya se fue su amiguita. Volteé justo cuando el señor agarraba a la niña con la que mi hija había estado jugando y sin voltear, caminó con ella para irse del parque, me pareció extraño, mi hija se despidió de él y de su amiga. Sonreí, cuando volteé a ver a Belle, se veía más tranquila. Empecé a caminar y ella a mi lado. —Deberías invitar a la niña y al padre para que vengan a cenar a la casa algún día—sugerí como quien no quiere la cosa. —Sí, algún día…—susurró, suspiró y me miró culpable—. Ya no puedo, Bella… Nos paramos, ella se puso de espaldas a Alec y a Leah, que ahora hablaban entre susurros, Leah había cruzado la calle, Renesmee seguía en los columpios. — ¿Qué no puedes? —pregunté confundida. —Ya no puedo con esto… Bella, debes de saber algo. Algo que tal vez haga que me odies y mi hermano igual… —Belle, me estás asustando…

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—Bella… Yo… Alec y yo… Nosotros hace tiempo que vemos… A alguien. Que tú conoces muy bien. Una alarma en mi cabeza empezó a sonar, dejé de prestarle atención a Belle para mirar detrás de ella, Leah y Alec empezaban a alterarse, porque Leah alzaba sus manos y empezó a gritar. Mi hija dejó de jugar en los columpios cuando me vio, se levantó para correr al final del parque, para intentar atravesar la calle para ir conmigo. Todo paso tan rápido que no estuve segura de qué pasó primero. Leah le dio una cachetada a Alec y gritó: — ¡Es problema de ella, no de ustedes! Belle me miró culpable y dijo unas palabras que no logré entender. Renesmee intentó atravesar la calle, cuando la alarma en mi cabeza se hizo más potente y vi como un coche negro derrapó frente a mi hija, abría una de sus puertas y mi bebé desaparecía dentro. — ¡¡¡RENESMEE!!! —grité con todas mis fuerzas, desgarrando mi propia voz. Después, todo pasó en cámara lenta. Leah y Alec voltearon justo cuando la puerta se cerraba, dejé caer las bolsas y correr al auto, Belle también gritó y me siguió, parecía como si fuera espectadora de una película, Alec y Leah se echaron a correr también, pero no lograron alcanzar el coche. Grité el nombre de mi bebé con terror. Y seguí corriendo, tan rápido como podía, hasta que ya no pude más. Jadeaba por aire, mis pulmones ardían y no podía hacer nada más. Me dejé caer de rodillas en medio de la calle. Y así, viendo como ese coche negro se llevaba a mi bebé, mi corazón dejó de latir y yo ya no pude respirar.

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QUINTA PARTE. — ¡Bella! —escuché la voz de Belle cerca. Pero no podía hacer nada, solo veía el lugar donde el coche negro desapareció. Los sollozos no tardaron en aparecer y solo oí un grito lejano, me tomó varios segundos darme cuenta que era yo la que gritaba, Belle llegó a mi lado y me abrazó, en ese momento, exploté. Empecé a gritar de horror, dolor y furia. Belle me intentaba controlar, pero estaba demasiada enojada, estaba enceguecida. Me deshice de los brazos de Belle y me paré rápidamente, dejándola de rodillas en media calle, la miré con odio, ella se estremeció ante mi mirada y me miró confundida, con lágrimas en sus ojos. — ¡No debiste traerla hoy, Gabrielle! ¡Si no la hubieras traído, esto no hubiera sucedido! —grité con todas mis fuerzas. Ella se limpió las lágrimas, se paró de repente, y me miró sin expresión en sus ojos. Arqueó una ceja y me miró fríamente, para después pasar al dolor y que sus ojos se volvieran acuosos por las lágrimas no derramadas. Alec y Leah estaban a unos metros detrás de nosotras, Leah estaba completamente sorprendida y sangraba de su barbilla, se había caído al intentar detener el auto, Alec me miraba sorprendido y furioso. —Yo no tengo la culpa, Isabella… Y si me traje a Renesmee al parque, es porque ella quería. Es porque necesitaba hacerlo…—se rompió su voz al final. Negué furiosa. — ¡NO! —negué frenéticamente con la cabeza—. Ella se debió de haber quedado conmigo en la casa, viendo películas. Nada de esto hubiera pasado. — ¡Tú no lo entiendes, ella debía venir a verlo! —esta vez, se soltó a llorar, respiré profundamente y Alec corrió a ella, Leah caminó unos cuantos pasos. Por el rabillo de mis ojos, pude ver cómo la gente empezaba a aparecer, cómo cuchicheaban. Leah negó con la cabeza y se dio la vuelta, sacando su celular del bolsillo de sus jeans. — ¡¿Cómo mierdas iba a saber que le querrían hacer daño?! Explícame, Isabella, que no puedo concebir cómo. Renesmee es mi ahijada. Mi bebé. Ella y tú fueron las que me sacaron de toda la mierda en la que estaba. Y tú no lo sabes. No sabes nada, absolutamente nada de mi vida, ni siquiera Ian. Solo te preocupabas por esconderle a Renesmee que su padre fue el marido de tu prima porque fuiste su puta amante por dos años. Solo te preocupabas por huir. Nunca me preguntaste de mi vida, lo único que sabes es que mi madre me odia… Pero no sabes nada más —dijo Belle todo eso sollozando sin parar. Me quedé de piedra. Ver a Belle llorando, con Alec abrazándola, me hizo despertar. La mención de Anastasia me hizo despertar.

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Anastasia vino a mi departamento hace unas semanas atrás, ella me amenazó, juró y perjuró que ella… Que ella se encargaría de que te arrepentirías de todo lo que le has hecho… Dándote donde más te duele… Las palabras del señor Evenson me golpearon bruscamente, dejé salir todo el aire que tenía y miré aterrada a Belle y Alec, ellos se percataron de mi mirada y Belle se apartó de Alec, cuando me dejé caer, ella corrió a mí y me sujetó. —Anastasia…—fue lo único que pude decir—. Mi bebé, mi bebé… Me volví a romper. Una parte de mí estaba arrepentida por cómo le había hablado a Belle, pero en ese momento yo estaba enceguecida, sentía como si no pudiera respirar. Mi hija… Un dolor, mucho más fuerte de cuando me alejé de Edward, me empezó a abrirme el pecho. Como si me quisiera desgarrar por dentro. Cerré los ojos y me sujeté a Belle. Ella me parecía entender… Y eso lo agradecía en demasía. —Ven, vamos a la casa… Debemos hablarle a la policía, a Ian…—Belle y Alec se lanzaron una mirada significativa, Alec entendió el mensaje, al parecer. —Le hablo ahorita… Belle…—le ayudó a su novia a pararme y ayudarme a ir al departamento, Leah corrió con nosotros. Traía su bolsa, la mía, la de Belle y las bolsas de comida. Me importaba poco ahora comer. Solo quería que esto fuera un mal sueño, que mi hija regresara. No quería creer que esto fuera verdad. —Le hablé a Jake, viene en camino, Ian también. La policía viene al departamento, ellos hablaran con todos —informó Leah, caminando rápidamente delante de nosotros. La gente alrededor miraba confundida la escena, pero yo no podía hacer nada más que llorar. No supe bien como llegué a mi departamento, solo sé que estaba sentada en la sala viendo a la nada cuando Ian, junto con su padre, llegó y corrió a abrazarme. Me abrazó fuertemente. Y yo solo pude llorar más. —Mi bebé, Ian… Mi bebé —repetía una y otra vez. No podía dejar de llorar, de decir eso. Solo recordaba una y otra vez cuando mi hija desapareció en ese coche negro. En las malditas palabras de Anastasia. Me echaba a llorar con desesperación y cuando llegaron los policías, les conté muy alterada cómo pasó todo, no podía estar quieta, me paraba, me sentaba, estaba de un lado a otro, iba a su habitación para ver si de un momento a otro ella estaría ahí, dormida… Que todo sería un mal sueño. Pasamos la noche en vela, viendo direcciones, posibles lugares a donde se la pudieron llevar, nombres… Solo se me venían dos. Uno, estaba muy lejos de aquí, en Seattle, y era imposible que Edward lo hubiera

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hecho. Él ni siquiera sabía de Renesmee. El otro, lo dije en cuanto los policías me preguntaron de quien sospechaba. —Anastasia Evenson. Más de uno se sorprendió, pero Ian, Belle y Evan, no. — ¿Por qué cree que ella fue, señora Swan? —preguntó una joven policía de cabellos negros y muy alta, parecida a una amazona. Daba miedo verla, pero su belleza era impactante. Era peligrosa y hermosa. Perfecta para su trabajo. Un acento extraño se trababa a veces con su inglés. —Porque ella me amenazó hace no mucho tiempo…—contesté lo más calmada que podía. —Anastasia Evenson vino a mí un día, hace casi un mes, me advirtió que se vengaría de Isabella donde más le doliera —escuché la declaración del señor Evenson, Ian respiró profundamente, mientras que Belle tragaba fuertemente. Alec le hizo una seña y ella se alejó de nosotros, la seguí con la mirada, las palabras que me dijo en el parque no las lograba recordar. Alec y ella discutían, Alec tenía el celular en las manos, Belle hablaba con alguien. Se fueron al cuarto de ella cuando nuestras miradas se cruzaron. —Investigaremos a la señora Evenson —declaró la oficial de belleza peligrosa—. No se preocupe, señora Swan, encontraremos a su hija. —La agente Zafrina es la mejor en esta área —me tranquilizó el otro oficial, cuando, supuse la que era su compañera, se fue—, su hija estará en buenas manos. Yo solo asentí, y me dejé caer en el sillón de la sala, dejando salir todo el aire en mí, las lágrimas no dejaban de salir. Tenía miedo, mucho miedo. Intenté respirar con normalidad, pero no podía. Esto era como un mal sueño, como una película de terror, donde no sabes dónde estás, qué pasará y cómo acabará esto. Cuando los rayos del sol empezaron a salir, los agentes ya estaban poniendo sus propios métodos para vigilar, cámaras, interceptando mis teléfonos y avisando a la central. La oficial Zafrina había ido con su compañero, Vladimir, a ver a Anastasia, cuando dieron las nueve de la mañana. Ese día no fui a trabajar. James me habló para decirme qué pasaba, y cuando le conté, solamente me dijo que venía en camino. A la media hora, él y Victoria llegaron a mi casa. — ¡Bella! —gritó Victoria en cuanto me vio, corrí a ella y me refugié en sus brazos. Victoria tenía seis años más que yo, tenía cinco meses de embarazo, era su primer bebé tras siete años de matrimonio. Ella y James fueron los que me ayudaron a conseguir el departamento, las cosas de Nessie y gracias a ellos conocí a Belle. Son parte de mi vida, y de Renesmee, sabía cómo les afectaba esto también a ellos.

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En la tarde, la agente Zafrina y el agente Vladimir regresaron, Anastasia Evenson había salido del país hace dos semanas, al parecer, su familia la había invitado a pasar una temporada en España, para que se relajara después del escándalo del divorcio con Evan. Según ellos, era poco probable que estando ella fuera del país, haya podido secuestrar a mi hija. Ian no me había soltado desde que llegó a mi departamento, me consolaba cuando empezaba a llorar y me ayudaba a no alterarme y ponerme a gritar. Jake y Leah estaban muy conmocionados, Belle y Alec muy callados, inclusive habían salido varias veces en el día. Casi a las seis, el teléfono sonó, dándome esperanzas. Corrí a donde estaba, y contesté casi sin aliento. — ¿Bueno? — ¡Hola, Bella! —la voz de mi amiga me hizo desilusionarme —, oye, te llamaba para decirte que el avión sale mañana al mediodía, más o menos llego en la noche, casi en la madrugada creo. Tu abuela viene conmigo, las chicas te mandan saludos y dicen que te ven en tres días. Cuando Lauren empezó a hablar, recordé a mi familia. Yo estaba en Londres, pero ellos no sabían nada de lo que estaba pasando ahora. —Ahora, ¿dónde está mi pioja? Quiero hablar con ella—siguió hablando Lauren, y cuando mencionó el apodo que ella le puso, me solté a llorar —. ¡Hey! ¿Qué pasa, dije algo malo? —Lauren…—sollocé, todos en la sala estaban callados, viéndome llorar, solo Ian se acercó a mí y me abrazó. Me recosté en él y lloré con más fuerza. La voz de Lauren me hizo salir de mi estado. Escuchar su voz alterada me hizo sentir peor. Pero tenía que decirle, ellos tenían derecho a saber qué es lo que pasaba. —Lauren… Tengo terribles noticias…—no podía dejar de sollozar. — ¿Qué pasa, Bells? Me estás asustando, por favor, habla ya. —Secuestraron a Renesmee ayer en la tarde, llevamos toda la noche de ayer y todo el día de hoy buscándola… Cuando esas palabras salieron de mi boca, fue como si un balde de agua fría me cayera y me diera cuenta de la realidad. ¡Dios, era verdad! No era un sueño. Era real. —Me estás jodiendo, ¿verdad, Swan? —al no recibir respuesta, mi amiga empezó a gritar, se escucharon ruidos al otro lado de la línea y por un momento me asusté por Lauren. Cuando ella se alteraba, era muy peligroso que algo filoso estuviera cerca de ella. — ¡No puede ser vedad, Isabella! ¡Joder, debes estar de broma!

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— ¿De verdad crees que bromearía con algo así, Lauren? —Joder…—jadeó, se quedó un momento en silencio—. Llamaré a las chicas, tomaremos el primer avión, tu abuela y tu padre se infartarán. No le pude decir que no les dijera, porque era una maldita egoísta que quería de sus seres amados en ese momento, sentí ese miedo de cuando mi mamá murió… Y ahora Edward no estaba para protegerme… —Te llamo en cuanto esté llegando. — ¡Lauren! —la llamé cuando la realidad me volvió a golpear—. No le digas ni una palabra a Edward, no quiero que él sepa… —Bella, él es el padre, tiene derecho a saberlo. Cuatro años son suficientes como para no saber nada de ti y de saber que tiene una hija. —Por favor, ahora no…—volví a sollozar, de un tiempo para acá, Lauren estaba de parte de Edward. Pero ahora no podía escuchar su perorata de siempre. Un suspiro llenó la otra línea. —De acuerdo, aunque no va a servir de mucho, porque él… se va a enterar de todas formas…—me dijo de forma misteriosa, no tenía ni ganas de entenderle a sus juegos extraños. —Por favor…—volví a susurrar. —Te llamaré cuando estemos llegando. Te quiero, amiga… —Yo también…—y colgó. Me imaginaba el desastre que se formaría en Seattle, mi familia peleándose por conseguir boletos a Londres, la confusión, el terror… Exactamente lo que estaba viviendo ahora…

Eran las dos de la mañana, el café se había acabado, Lauren me había marcado hace menos de quince minutos para decirme que ya habían llegado, Ian y Jake fueron a por ellos, junto con otros agentes. James y Victoria habían ido unos momentos a su departamento, no sé si para descansar o algo más, suponía que para descansar, ya que prometieron regresar lo más pronto posible. Estaba sentada en la sala, con la foto de mi bebé en mis manos, era una foto que hace poco nos habíamos tomado, Ian le había regalado un lobo y ella lo tenía abrazado, mientras que yo la cargaba, ella miraba a su lobo y yo a ella… Las lágrimas no dejaban de salir. —Tiene que dormir…—escuché que decía Belle, su voz me parecía muy lejana —, llamaré a Alyssa, ella la controlará. Lleva más de dos días así, no puede más. 75 | P á g i n a

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— ¿No le has hablado? —preguntó Alec. Mis sollozos bajaron cuando recordé a mi amiga. Pobre Alyssa, cuando se enterara, ella también sufriría… Alyssa fue la que me atendió durante mi embarazo, era la pediatra de Nessie. No sé cómo reaccionaría, ni siquiera si estaba despierta… No supe cuánto tiempo pasó, pero fui consciente de cuando Belle le habló a Alyssa, platicaron un momento y ella colgó. En menos de media hora, Alyssa llegó a mi departamento, con los ojos llorosos y su maletín. Mi amiga era de estatura mediana, un poco más grande que yo, delgadita y de bellos ojos azul claro, de cabellos castaños casi rubios y piel crema. Ella era bellísima, pero en esos momentos se veía terrible, acongojada, asustada. Como yo estaba. —Bella…—susurró, sentándose a mi lado y viéndome con los ojos acuosos, me abracé a ella y lloré. —Mi hija, Alyssa… Mi hija…—ella me abrazó con fuerza, Belle se acercó a nosotras y se unió al abrazo. Minutos después, Alyssa se alejó y preparó una inyección. Sabía lo que me daría, no era tonta… Me doparía para que pudiera dormir un rato, pero no quería dormir. No podía… —Te sentirás más relajada, no puedo decirte que tranquila, pero podrás descansar un rato…—susurró con su dulce voz. Ya no tenía ni fuerzas para pelear, solo asentí y me dejé hacer. Sentí un pequeño piquete y después como poco a poco el cansancio me ganaba. Cerré los ojos y de lo único que fui consciente, fue como mis amigas me acomodaron en el sillón.

Unos fuertes brazos me cargaron con cuidado del sofá, ese calor yo lo conocía. Durante meses fueron mi refugió, mi hogar. Me aferré a ese cuello que tantas veces había besado, llorado y abrazado. Sabía que era solo un sueño, pero quería que fuera lo más real, descansé mi cabeza en su hombro y me dejé llevar. Edward me llevó a mi habitación, una euforia me recorrió cuando se acostó conmigo en mi cama, pero entonces recordé a mi hija, recordé los días pasados, los años llevados, y supe que solo era un sueño. Él no era real… —Edward…—susurré, volviéndome a aferrar a ese cuello. Queriendo que fuera verdad. —Perdóname…—susurró él también y en ese momento amé tanto a mi imaginación—. Perdóname por no haberlas cuidado, por no haberte dicho la verdad a tiempo… Por arruinarlo todo… —Edward… Mi hija… Nuestra hija…—lloré, él me dio un beso en la frente, y entonces, todo se empezó a poner negro, el cansancio me volvía a hacer mella—, no me dejes, Edward, no otra vez…—alcancé a susurrar antes de perderme en el descanso provocado por la droga. —Nunca lo volveré a hacer, Bella… Lo prometo… 76 | P á g i n a

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Las voces se distorsionaban, no las podía entender, no sabía que decían… Suspiré y me di la vuelta, quedando frente a la puerta entreabierta. Una débil luz salía del pasillo. Cerré los ojos cuando las lágrimas empezaron a salir, cuando los recuerdos volvieron en toda su totalidad… No era un sueño. Mi hija estaba secuestrada. Y Edward… Abrí los ojos y levanté un poco la cabeza, miré a mí alrededor, no había nadie. Con un sollozo, me dejé caer y volví a cerrar los ojos cuando su olor me despertó, la almohada a un lado mío olía a él… Su olor estaba impregnado en esa almohada. Eso fue lo único que me hizo salir de la cama y correr al pasillo. Desde mi habitación, podía ver la sala y parte del pasillo para ir a la cocina y a la puerta. La agente Zafrina y el agente Vladimir estaban hablando con mi papá y Sue, James y Victoria estaban con ellos, no se habían ido, Belle estaba sentada con Alyssa, Leah, Lauren, Rose y Alice a su lado. Inclusive Kate, su esposo Garrett, Irina y su esposo Laurent estaban aquí, las dos rubias hablando con mis amigas de pie, mientras que sus esposos estaban hablando con algunos policías. Mis amigos estaban aquí. Mi familia. Pero no lo veía a él. Ni a Tanya. No supe si sentirme dolida o aliviada de no verla, pero había algo raro, la forma como Irina tenía la mirada triste. Como si algo le pesara demasiado a Kate, cada vez que veía a su hermana y a Laurent, como hablaba con Lauren y las chicas en susurros. Yo no me había llevado muy bien con ellas, me llevaba más con Tanya, pero con el tiempo, aprendimos a querernos, ellas nunca se enteraron de mi romance con Edward. Ian estaba con Jake, Emmett, Jasper y Alec en el pasillo de la cocina, Laurent y Garrett se acercaron a ellos y empezaron a hablar. No me notaron en ningún momento. El cuarto de mi hija estaba a dos zancadas del mío, el de Belle en medio del de las dos, enfrente. Con cuidado fui al cuarto de ella, lo abrí y ese olor casi me hace desvanecerme. No era un sueño, mi imaginación no era tan buena como para imaginar todo eso. Cerré los ojos disfrutando del olor, de la fantasía… Edward estuvo en mi casa, en mi cama, en el cuarto de nuestra hija. Abrí los ojos aterrada, esperando encontrarlo ahí. Pero solo estaba la cama de mi hija, como estaba desde el sábado, sus peluches estaban acomodados, sus fotos, sus cositas. Todo estaba en orden. Sollocé. Edward 77 | P á g i n a

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no estaba, y tampoco Renesmee. Ese dolor en el pecho me volvió a golpear, no podía respirar, me tuve que agarrar de la manija de la puerta. Todo era irreal… Caminé con pasos inseguros hasta la cama de mi hija, donde días antes nos habíamos acostado y la había escuchado rezar por su padre… Me recosté en ella y ahí estaba su olor. El olor de mi hija, junto con algo diferente… Se me quedó atorada la respiración en la garganta cuando me di cuenta de que era el olor de Edward, el que se mezclaba con el de Renesmee. Más lágrimas salieron al imaginármelo. Al saber que él estuvo aquí, pero entonces, me confundí, ¿cómo puede saber de nosotras, que estamos aquí? Con la respiración agitada, me imaginé lo peor. Tanya y él estaban aquí, y/o Belle o Leah les dijeron la verdad, o Ian o… O mis amigas se la tuvieron que decir… Oh, Dios… No estaba preparada para enfrentarlo… O para verlo en estos momentos. Pero entonces me volví a detener. Ya lo había visto… Casi. Me había cargado a mi habitación y quedado a dormir conmigo, por no sé cuánto tiempo. Pero… Nuevamente, detente, Bella… ¿Cómo sabía dónde vivía y cómo entró a mi casa? Mierda… ¿Qué es lo que no sé de Edward… Y Tanya? Un sollozo escapo de mi garganta y lo ahogué con un peluche de mi bebé. Me quedé unos momentos así, aferrada a la cama de mi hija, perdida en mis pensamientos y miedos. Unos golpes me hicieron saltar y que mi corazón empezara a latir rápidamente, me levanté y miré a la puerta. Ian estaba ahí, parado en el marco, viéndome comprensivamente. Mis ojos se llenaron de lágrimas y alcé mis brazos a él. De inmediato, él fue a mí y me abrazó con fuerza, poniéndome en la protección de sus brazos. Recargué mi cabeza en su hombro y me dejé acurrucar bajo su calor. Estaba siendo una egoísta, también estaban más personas que sufrían por mi bebé… Ian se veía destrozado, y ni que decir de Belle, Leah y Alyssa… Sospechaba que mis amigas estaban igual o peor que ellas. Nos quedamos en silencio por un buen rato, solo sintiendo el latido de su corazón y tratando de pensar lógicamente. Pero no podía, tenía la duda de cómo diablos fue que Edward estuvo aquí. Sí estaba con Tanya o… Ni siquiera sabía si ellos tuvieron hijos o algo así, son esposos desde hace cuatro años… Debió pasar algo entre ellos, ¿no? Además, Edward se veía muy enamorado cuando se casó con Tanya… Y sin embargo, él me había dicho que lo perdonara por no habernos cuidado, por no habernos dicho la verdad a tiempo y arruinarlo todo… Me acordaba perfectamente de sus palabras… Suspiré y enterré mi cara en el cuello de Ian, él me volvió a apretar más entre sus brazos y me besó la frente. —Todos estaban preocupados por ti. Las chicas pensaron que Alyssa te dio muchos calmantes. 78 | P á g i n a

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— ¿Cuándo tiempo he estado dormida? —pregunté confundida y sorprendida. Lo sentí como horas. —Casi dos días. Estamos a miércoles… — ¡Oh, Dios…! ¿Qué hora es? —Van a ser las diez… ¿Quieres comer algo? Te puede hacer daño no comer en casi cuatro días, más que en dos café y en los otros dos nada, por estar dormida… Lo miré a los ojos, él estaba preocupado. Estaba preocupado por mí. Suspiré. —No tengo nada de hambre en este momento…—susurré, bajando la cabeza. —Lo sé, pero tienes que intentarlo… No quieres que cuando Renesmee regrese, te vea toda pálida, flacucha y enferma, ¿verdad? Le volví a mirar a los ojos, esperanzada y con las lágrimas queriendo salirse. — ¿De verdad crees que ella volverá? —Por supuesto que sí…—me volvió a besar en la frente—. Ella tiene que regresar, de eso me encargo yo, ¿de acuerdo? —De acuerdo…—me sorbí los mocos y me sequé las lágrimas, él me sonrió dulcemente y me ayudó a parar. Me besó suavemente en los labios y con un brazo en mi cintura, salimos del cuarto de mi hija. Me recargué en él para caminar. Me sentía débil. Antes de llegar a la sala, fui abordada por un pequeño torbellino de cabellos negros, me agarró de la cintura, quitándome del lado de Ian y abrazándome fuertemente. Abracé igual de fuerte a Alice y le dejé un beso en su coronilla, solo le ganaba por una cabeza. En cuanto Alice me soltó, Rose se abalanzó sobre mí, abrazándome igual de fuerte. Las había extrañado tanto… De estar toda una vida juntas, a cuatro años separadas y solo vernos ocasionalmente, era todo un cambio y demasiado potente. Aunque amaba a mis nuevas amigas, ellas eran mi familia. Rose se alejó de mí y Lauren se acercó lentamente, me lancé a sus brazos y lloré en ellos. Lauren y yo éramos como hermanas, amaba a Alice y Rose, pero había algo que me unía a Lauren. No sabía que era, no sé si porque fue mi primera amiga cuando llegué a Seattle… U otra cosa. Pero la adoraba, y ahora ella también estaba sufriendo por mi hija. —Supongo que es justo que sepas que Esme y Carlisle vienen para acá—susurró en mi oído, aún abrazadas. Asentí con la cabeza.

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—Me lo imaginaba…—me separé de ella y me mordí el labio, le tomé de la manos y volví a susurrar—. ¿Edward está aquí, con Tanya? Lauren se vio sorprendida por un momento y yo me confundí. ¿No le dijeron ellas? Pero… Entonces, ¿cómo llego a mi casa, a mi cuarto y al de Renesmee? —Creo que ahora no es tiempo de hablar de eso…—fue su única respuesta antes de que mi papá llegara a mí. — ¡Campanas! —exclamó entre aliviado y preocupado, me cobijó entre sus brazos fuertemente y yo me aferré a su cuello. —Papá…—exhalé. Nos quedamos unos momentos así. Nadie se atrevió a romper ese momento, mis sollozos eran sordos. El cuello de mi papá los ahogaba. No supe por cuánto tiempo nos quedamos así, solo sé que lo abracé hasta quedarme sin lágrimas. Se separó de mí y me miró con ternura, me quito un mechón de mi frente y me dio un beso. Me alejé un paso e intenté caminar, cuando las fuerzas empezaron a fallarme. Todo se me movió bruscamente y sentí como mi vista hacía como flash. Mi cabeza me empezó a dar vueltas y tuve que cerrar los ojos. Unos fuertes brazos me agarraron antes de caerme. Ian me llevó al sillón y Alyssa me tomó mi muñeca, tomándome el pulso. —Estás muy débil, Bells…—susurró, mirándome preocupada—. Belle, prepárale algo de comer. Debe comer. Está demasiado débil… La aludida asintió y corrió a la cocina, Alice la siguió y juntas prepararon algo. Lauren se sentó a mi lado y me tomó de la mano, apretándomela dulcemente. —No te preguntaré como estás, porque eso sería una chingadera… Pero, me alegra volver a verte… Lamentablemente en esta situación —murmuró, la miré con una sonrisa débil. La había extrañado. Me abracé a ella y así nos quedamos unos momentos. Belle y Alice llegaron unos momentos después y me obligaron a levantarme e ir a la cocina, me dejé caer en una silla y con desgano empecé a comer. No sentía el sabor, solo masticaba y lo tragaba. Las pláticas volvieron a darse en el departamento y el agente Vladimir y la agente Zafrina llegaron a mí, Ian se sentó a mi lado y me dieron un reporte pequeño de lo que había pasado en los dos últimos días. Lograron encontrar el coche donde se robaron a mi hija, pero estaba vacío. Lo encontraron cerca del aeropuerto internacional de Londres. Preguntaron a todo el personal si habían visto a mi hija. Le enseñaron una foto y preguntaron si había alguien más con ella. Una señorita les dijo que ella sí había visto a la niña. Mi corazón saltó ante esa confesión y mis ojos se agrandaron expectantes.

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—Era una azafata, que ese día había llegado de un viaje de París a Londres, vio a la niña con una pareja de ancianos, como de unos sesenta o cincuenta años. La niña se removía y no se quería quedar con la señora. Estaba asustada, según la azafata —empezó a decir Zafrina. —Ella se acercó para ver qué pasaba y los señores se levantaron y se fueron en cuanto la vieron acercarse. La señorita en cuestión los siguió y ellos salieron del aeropuerto. No tomaron ningún avión. De eso estamos seguros. La señorita dijo que se subieron a un Mini Copper azul cielo y salieron a toda velocidad. Se le hizo raro que se alejaran de ella, y ella los siguió. La niña no dejaba de retorcerse y cuando la subieron al coche, lloró —terminó Vladimir, viendo las notas que tenía en las manos. Mis ojos se aguaron. Mi niña… — ¿La señorita podría reconocer a los ancianos? —preguntó Ian, pensativo. —Sí, ella nos hizo favor de ir a las oficinas y dio un retrato hablado de la pareja. La tenemos en la mira, se llama Daniela Fiorella. Es italiana, pero reside aquí en Londres. Ella misma nos dio su número y que a cualquier cosa le habláramos. Le dejó inquieta saber que esa niña lloraba y pedía a su madre. —Dios, ¿cómo hay gente tan mala como para separar a una hija de su madre? —pregunté, sollozando. Ian me abrazó y dejé descansar mi cabeza en su hombro. —Eso no es todo, Isabella —replicó Zafrina, viéndome fijamente—. Logramos identificar a la anciana pareja. Eran ayudantes de Anastasia Evenson cuando ella empezaba su negocio. Al parecer eran muy unidos a Evenson. Los intentamos localizar, pero parece que se los comió la tierra. —Entonces mi madre tiene que ver con el secuestro de Nessie, ¿verdad? —preguntó Belle, que había escuchado toda la conversación en silencio. Los agentes asintieron con la cabeza y ella miro a otro lado, mordiéndose el labio y suspirando—. Tengo que salir. Alec, vamos… El aludido la tomó de la mano y salieron del departamento. Todos se quedaron un momento en silencio. Ian suspiró y me apretó más fuerte hacía él. —Aún no cree que Anastasia sea ese ser cruel que todos le dicen. Durante su niñez, ella fue la niña mimada de mamá, cuando cumplió los diecinueve y yo me fui, todo cambió. Ella aún no se acostumbra a esto — me explicó, haciéndome caricias en círculos en el brazo, me recosté en él y fijé mi mirada a la nada. —Supongo que no es fácil darse cuenta quien es tu madre en realidad… —Nos tenemos que ir, Isabella. La mantendremos informada —declaró Zafrina, me quité las lágrimas de mis ojos y asentí. Me paré e Ian conmigo, y despedimos a los agentes. Mi familia estaba en silencio, se veían quebrados. Me senté en el sillón y me quedé viendo a la nada. Mis amigas se sentaron conmigo e intentaron hacerme plática, pero no lograban sacarme una palabra. Alyssa se tuvo que ir dos horas después a su guardia. Prometió estar al pendiente. James y Victoria también se fueron y prometieron volver mañana. 81 | P á g i n a

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Yo seguía confusa por muchas cosas. ¿Para que querría Anastasia secuestrar a mi hija? ¿Qué ganaba con eso? Mis amigas se veían muy tristes, Kate e Irina hablaban en intermedios con Lauren, pero ella parecía aferrada a algo, ya que las Denali se veían frustradas. Ese también era otro asunto. ¿Dónde estaba Tanya y Edward? Mis amigas estaban agotadas, habían conseguido habitación en el hotel de enfrente de mi departamento, se despidieron de mí y prometieron volver para mañana temprano. El departamento tenía dos habitaciones más, mi papá y Sue se quedaron conmigo. Ello se fueron a dormir veinte minutos después de que mis amigas se fueron. Belle regresó casi a las dos de la madrugada. Se veía un poco mejor, pero aún muy confusa. Alec se quedó en la sala, mientras ella iba a la cocina. Me levanté y fui con mi amiga. Solo quedábamos Ian y yo en la sala. — ¿Estás bien? —le pregunté suavemente. Belle río irónicamente. —Lo estaré cuando todo esto acabe —suspiró—. Es que no puedo creer que mi madre haya hecho esto. Porque sé que ella lo hizo. Se dejó caer en una silla, con una taza de café entre sus manos. Me senté a su lado y miré la mesa fijamente. — ¿Y sabes que es lo peor? —preguntó después de un rato—. Que yo tengo la culpa… Ella me odia. Me quiere ver sufrir y te arrastró a ti entre su odio. ¡Y no sé porque me odia o a ti! —susurró con vehemencia. Se veía tan perdida mi pobre amiga… —Porque tú le quitaste el amor de papá, Belle —dijo Ian de repente, entrando en la cocina. Las dos lo miramos confundidas. Él suspiró y dejó caer su cabeza para adelante, viendo el suelo. Después de unos momentos la levanto—. Vengan, les contaré una historia. —Ian, ¿no te parece que es el peor momento para una historia? —le replicó enojada su hermana. Él negó con la cabeza y se sentó en la cama. —Tarde o temprano te ibas a enterar de ella. Supongo que es la razón para lo que Anastasia está haciendo. — ¿De qué hablas? —pregunté mientras tocaban a la puerta. Él se quedó un momento callado. Alec abrió la puerta y una voz conocida sonó en toda la casa. —Pudieron haberme esperado, ¿saben? Estoy vieja, y nosotras las viejas debemos tener más cuidado, o al menos un poco de caballerismo inglés del que tanto se alaban a sí mismos —técnicamente gritó mi abuela Angelique, la mamá de mi mamá.

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—Vamos, vieja, no seas tan dramática —esa fue mi abuela Marie. Me levanté confundida y fui a su encuentro, ellas me abrazaron fuertemente. Alec sonrió y se fue a la sala, acostándose en el sillón. Él se había quedado aquí, junto con Ian desde el sábado. No querían dejarnos solas. — ¿Qué hacen aquí? —pregunté confundida, aún sin dejar de abrazarlas. —Bueno, supimos, y no por mi hijo, muchas gracias—rezongó mi abuela Marie, buscando a mi papá, pero sin encontrarlo, frunció el ceño y negó con la cabeza —, que a mi bisnietita me la habían secuestrado. Estamos enojadas, cansadas y tenemos hambre. —Y ni se te ocurra llorar con nosotras, jovencita —replicó mi abuela Angelique —. Con nosotras te moverás y veremos qué hacer, a quién le golpearemos el trasero hasta dejarlo sin una eternidad para sentarse en él. No quedarnos a llorar como viejitas solas. Me reí por primera vez en varios días y las volví a abrazar. Mis abuelas se llevaban demasiado bien para mi bien. Eran como dos hermanas separadas al nacer. Las dos eran chismosas, cariñosas, amaban a sus hijos, y eran un poco escandalosas. Mi abuela Angelique había vivido una temporada en Londres, peo se regresó a Seattle. Las dos vivían muy cerca de la otra y se veían muy seguido. Era extraño, pero lindo. Las acompañé a la cocina, cuando mi abuela Angelique se quedó parada frente a Belle e Ian, Ian se paró rápidamente y todo el color se fue de sus mejillas. —Vaya, vaya… Buenas noches, Evenson —dijo con frialdad mi abuela. La abuela Marie la miró confundida y mi abuela Angelique la miró significativamente, mi abuela Marie miró sorprendida a Ian. Yo me quedé confundida. Ian tragó en seco e intento hablar con normalidad. —Señora Dywer. Han pasado años desde que la vi la última vez. —Y no de la mejor forma, Ian. —Esperen, ¿se conocen? —pregunté confundida. Mis abuelitas se dejaron caer en las sillas y mi abuela Dywer suspiró. —Sí. No de una buena forma, pero conozco a la familia Evenson muy bien. Ian también se sentó y yo me acerqué a ellas, confundidas. —Niña, sírvenos algo de comer y ahora te cuento —pidió mi abuela Angelique. Asentí con la cabeza y Belle me ayudó a calentar lo que quedó de mi comida. —Les estaba a punto de contar…—susurró Ian, cuando dejé los platos enfrente de ellas. Mi abuela Angelique era muy parecida a mamá, rubia de ojos azules, muy bella para su edad. Mi abuela Marie era otra cosa, de cabellos caobas y ojos castaños, igual de bella para su edad, el cabello de las dos estaba un poco encanecido, pero aún se podía adivinar el color natural. Yo era la versión de mamá, según todos los que la conocieron, pero en cabellos caobas rojizos y ojos chocolates. 83 | P á g i n a

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—Supongo que toda la historia —tanteó mi abuela Angelique con cuidado. —Sí. Deben saberlo para saber parte del por qué Anastasia hizo lo que ha hecho. —Entonces sí fue ella…—susurró asombrada. Belle y yo estábamos muy confundidas. Alec se paró y se recostó en la pequeña isla que separaba la sala de la cocina. — ¿Me quieren explicar qué pasa? —pregunté confundida. Mi abuela Angelique me vio un momento y luego miro a Ian, él asintió y mi abuela suspiró. Empezó a comer sin mirarme, Ian lo tomó como una señal. — ¿Te acuerdas de lo que te conté de mi papá, Bella? —me preguntó Ian. Asentí, claro que me acordaba… Él también fue amante. Y fue la noche que Ian y yo empezamos como novios—. Bueno, Belle, creo que ya lo sabes, pero de todas formas te lo aclararé. — ¿Papá tuvo un amante? —preguntó tímidamente Belle. Mi abuela Angelique miró confundida a Belle, ella estaba asustada de la verdad, la tomé de la mano y Alec entró a la cocina, se sentó a su lado y tomo su otra mano. —Sí… ¿Cómo lo supiste? —Tenía diecinueve años, Ian. No soy tonta, vi el dolor de mi padre, la felicidad de mi madre y tú te fuiste. Escuche a mamá, una vez, gritarle a papá de su amante y su hija bastarda. Mi papá le grito que no les llamara así y que tuviera consideración a por ellas. Obviamente, mamá se burló, pero fue todo lo que soporté escuchar. Era demasiado para mí —bajó la cabeza, sin poder ver a nadie a los ojos. Alec la abrazó dulcemente y yo regresé mi mirada a mi abuela Angelique. — ¿Tú que tienes que ver con los Evenson, abuela? —Sencillo…—dejó el plato a un lado y se limpió la boca. Me sonrió como mamá lo hacía cuando me iba a decir algo fuerte —. Yo fui la madre y abuela de la amante y bastarda de Evan Evenson. Belle jadeó de sorpresa, Alec la miró sorprendida y yo me quedé sin aire. Ian hizo una mueca y miró la mesa fijamente. Dios mío, ¿está familia estaba compuesta por puros secretos? — ¿Qué dices? —pregunté sin aliento, la voz temblorosa. —Heidi Dywer fue la amante de Evan Evenson, Margarette Dywer fue su hija. Yo envié a estudiar a Heidi cinematografía a Italia en la mejor escuela, ella había conseguido la beca y le alenté a que fuera. Renné fue un gran aliciente para que Heidi fuera. ¿No te acuerdas de tu tía Heidi, la gemela de tu mamá? Fue entonces que a mi mente vino una imagen de una joven de cabellos rubios y ojos verdes. Lo único que diferenciaba a mamá de mi tía Heidi eran sus ojos y el cabello, mientras mamá lo tenía lacio, Heidi lo tenía rizado. —Sí, me acuerdo un poco. 84 | P á g i n a

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—Bueno, Heidi regresó de Italia, muy emocionada, diciéndome que estaba comprometida y que se iba a casar con Evan Evenson, tu mamá y Charlie se iban a casar en noviembre, por eso Heidi regresó. La boda fue bien, pero cuando estaba a punto de regresar Heidi a Londres, tuve un pequeño accidente, mi hija decidió quedarse conmigo hasta que me compusiera. Cuando regresó, había pasado un año. Ya me había resignado a perder a mis nenas. Yo conocí a Evan en la graduación de Heidi, pero sólo sabía que eran novios. Cuando Heidi me dijo la noticia de su compromiso, pensé que ya se habían tardado… Pero cuando mi hija regreso unos días después de haber regresado a Londres, llorando y diciéndome que Evan se había casado con otra y tenían un hijo, me dolió en el alma. Todos se quedaron callados un momento, no podía creer lo que mi abuela me decía. Ian respiraba con dificultad, como recordando cosas no muy agradables. Me recargué en él y le tomé de la mano, besándole los nudillos, él sonrió tristemente. —Heidi era una joven tonta y enamoradiza, tenía veintitrés años cuando terminó la carrera. Cuando cumplió los veintinueve, mientras desayunábamos, me dijo que se regresaba a Londres, a luchar por su amor. Yo solo la vi a los ojos y le dije que se cuidara. Mis hijas eran tan luchadoras, nunca se cansaban por conseguir algo, pero, claro, teniendo en cuenta los sentimientos de los demás. Tú tenías tres años cuando ella se fue… Y habías cumplido los ocho cuando me dijo que estaba embarazada. Suspiré. Era imposible de creer como Ian y yo estábamos conectados desde hace muchos años y ni cuenta nos habíamos dado. Pero en ese momento me paré. ¿Ian sabía quién era yo cuando me vio por primera vez? Él había visto a Heidi quien sabe cuántas veces, Heidi era la gemela de mi mamá y yo me parecía demasiado a mamá. ¿Me habrá reconocido? ¿O al menos le recordé a Heidi? —Me contó que era la amante de Evan desde hace varios años. Nunca supe por qué, pero solo le dije que tuviera cuidado con lo hacía, que no se dejara cegar por nada. No la regañé, ahora que lo pienso, debí hacerlo. Tal vez ahora estaría viva…—su voz se cortó. Fue entonces que Ian tomó la palabra. —Yo ya tenía quince años, casi dieciséis, cuando me enteré de todo. Maggie tenía cuatro años y tú tenías nueve, y Belle… Cuando fue el cumpleaños número cinco de Maggie, decidí conocerla. Mi papá me llevó y conocí a Heidi y a Maggie. Heidi me pareció una persona maravillosa. Y Maggie era un amor de niña. Las amé desde el primer momento. Durante casi diez años las estuve viendo, Maggie me tomó como su hermano mayor y Heidi me quiso como un hijo más. No le importaba que mi madre fuera Anastasia, era más mi madre Heidi que Anastasia. Cuando supe que Heidi y Maggie estaban secuestradas, me dio mucho miedo. Pero me llené de terror al saber que estaban muertas…—la cocina se quedó en completo silencio, mi abuela Angelique lloraba en silencio, me partía el alma verla así, mi abuela Marie la abrazó y momento después Ian siguió con el relato—. Cuando conocí a la señora Dywer fue en el hospital, donde estaban Heidi y Maggie. —De más está decir que no fue muy lindo nuestro encuentro…—dijo mi abuela, volviendo a tomar la palabra y secándose las lágrimas. Para ese entonces yo debía tener veintidós años, la carrera la había acabado un año antes, en noviembre yo ya era amante de Edward… Mi mamá había muerto el veintitrés de julio. 85 | P á g i n a

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—No fue en las mejores circunstancias, pero bueno… Cuando entregaron el cadáver de Maggie y Heidi, la señora Dywer sólo miró a mi padre y le dio una cachetada… Después se fue. Pero estaba muy débil, así que la acompañé. El funeral fue pequeño y decidieron incinerarlas. Creo que eso fue más doloroso que cuando me enteré de su muerte… —Yo había acompañado a Angelique a Londres —intervino mi abuela Marie—. Ella aún estaba mal por lo de Renné, no podía dejar a mi buena amiga sola. Juntas nos regresamos a Seattle. Cuando me hablabas de Ian, no sabía que era el mismo Ian de hace casi siete años. El silencio fue lo que siguió a esas confesiones. Belle estaba muy callada, como tratando de asimilarlo todo. Se veía perdida y Alec la intentaba mantener en calma. Ian se veía más relajado y mi abuela Angelique ya no lloraba, miraba a Ian con una sonrisa. Mi abuela Marie solo me veía significativamente. De repente, mi abuela Angelique me miró fijamente. —Cuando nos dijiste que eras amante de Edward, sentí como si la historia se volviera a repetir. Como si escuchara la misma melodía tan familiar… Bajé la cabeza con vergüenza. Pero suspiré y la volví a levantar. No podía decirles la verdad con Ian a mi lado, lo lastimaría… Y no me costó mucho saber que ellas la sabían. Sus sonrisas comprensivas me lo decían todo. —No quiero que la historia se vuelva a repetir —declaró mi abuela Angelique—. Así que ahora nos pondremos las pilas y no dejaremos que nada le pase a esa nena que se llama Renesmee. Ella regresará a esta casa bien, y todo estará bien, ¿de acuerdo? Asentí lentamente con la cabeza. Fue en ese momento en que todo cobró vida. Anastasia Evenson me odiaba porque le recordaba a mi tía Heidi. Una parte de mí pensaba que ella pensaba que yo era Heidi y mi hija Maggie, pero ella no le haría daño a mi hija, antes tendría que pasar por mi cadáver.

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SEXTA PARTE. Una hora después, mis abuelas se fueron a descansar a la habitación sobrante. Alec y Belle se fueron al cuarto de ella, Ian se mostró un poco molesto e incómodo por eso, pero Belle lo tranquilizó diciéndole que solo dormirían, estaban exhaustos. Él y yo nos quedamos en la sala, hablando de la confesión, se me hacía tan raro lo que me habían dicho, era como irreal. Pero los dos estábamos decididos a recuperar a mi hija y salvarla. —Anastasia está loca… En cuanto encontremos a Renesmee, la meteré a un psiquiátrico. Ella piensa que tú eres Heidi. — ¿Qué pasaría si se entera de que tú y yo somos novios? —susurré. Estábamos recostados en el sillón, abrazados. Su cercanía me tranquilizaba pero no como la de alguien que no podía sacarme de mi cabeza. —No lo sé. Pero no me da miedo lo que intente hacer… Le perdí el respeto hace siete años, cuando me enteré de lo que le hizo a Heidi y Maggie. No dejaré que le haga nada a Renesmee. Ni a ti. —Ian…—me levanté en mis codos y lo miré directamente a los ojos, él me vio serio—, cuando me conociste… ¿Te recordé a Heidi? ¿Te recuerdo a ella o piensas que soy ella, o algo así? Él suspiró y fijó su mirada lejos de mí, se quedó unos momentos callado, como recordando. —Sí y no…—respondió momentos después. Le mire confundida—. Sí, porque eres idéntica a tu madre, que es idéntica a Heidi… Pero no, porque tú eres tú, eres decidida, loca, adorable, frágil pero fuerte… Heidi siempre luchó por mi padre y por su hija, tú luchas por tu hija solamente… No te detienes a pensar en ti, piensas en lo mejor para Renesmee… Y te quiero tanto por eso… Sonreí dulcemente y le di un beso en sus labios, su sabor era diferente, no era como el de Edward, era diferente… Y me gustaba. Me recosté en él y pensé en dónde podría estar mi hija. Era demasiado confuso, ahora no podía pensar con claridad… Renesmee y Maggie, ahora que lo pensaba, se parecían un poco. Me acordé de Maggie, solo la había visto una vez, cuando ella tenía ocho años. Una pequeña niña de ojos azules y cabello castaño claro, de piel levemente bronceada, tan bella y tierna… Era una chica muy dulce… Ian suspiró y mi cabeza se levantó con su pecho, me volví a abrazar a él y nos quedamos así. Momentos después, nos quedamos profundamente dormidos en el sillón. Su calor era agradable y estaba muy cansada, era demasiada información para unas horas.

Cuando desperté, estaba en mi cama, tapada con una suave manta. Me fijé en el despertador y eran las once de la mañana. Suspiré y me dejé caer en las almohadas, buscando su olor, aún estaba, pero tan débil

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que en unas horas desaparecería. Me fijé en mi ropa, era la misma desde el sábado. Necesitaba con urgencia un baño. Me levanté con un suspiro y arrastré los pies al cuarto de baño, tomando de paso un cambio de ropa, unas bragas y un sujetador blanco. Me desnudé y me miré al espejo arriba de mi lavabo, mi rostro cansado, mis ojos hinchados y rojos de tanto llorar, sin ese brillo de cuando Renesmee entró en mi vida… Me veía tan cansada, tan débil… Y así me sentía. Desde que Renesmee nació, trajo felicidad, risas, travesuras y hermosos momentos a mi vida. Me regresó la vida, me regresó esa sensación de paz, de tranquilidad. Mi hija me volvió a dar luz en mi oscuridad, me sacó del hoyo donde Edward me dejó. Durante todos los años que estuve sin Edward, fueron largos, dolorosos y oscuros, pero mi hija siempre me daba fuerzas para despertar y empezar un buen día. Para hacerme sonreír, de ilusionarme. Ella era mi fuerza, mi amor. Era parte de mí… Y de Edward. Durante todo este tiempo, siempre soñé qué hubiera sido de nosotras, si no me hubiera ido del lado de Edward, si él no se hubiera casado con Tanya… Anastasia no aparecía en mi sueño, ni Ian… Pero tampoco Belle, Leah y Alyssa, y ellas eran mis hermanas, nunca hubiera vuelto a ver a Jake. Por una parte, lamentaba el hecho de no ver a Edward, pero ahora… Ahora Ian estaba a mi lado. Debía darle la oportunidad que Edward rechazó cuando le pidió a Tanya ser su esposa. Suspiré y me metí a la ducha, dejando que el agua caliente relajara mis cansados músculos, estuve un buen tiempo en el agua, solo disfrutando y pensando. Salí treinta minutos después, completamente vestida con ropa cómoda, y con mi cabello secándolo con una toalla blanca. Me senté en mi tocador y me empecé a peinar mi cabello castaño rojizo, ya lo traía muy largo. Hasta más abajo de la cintura, con suaves rizos enredándose entre sí. No me maquillé, no tenía ganas de arreglarme. Salí de mi cuarto y Belle salía del suyo, también acababa de bañar, me sonrió tristemente y se encaminó a la sala. Suspiré. No era la única que sufría la perdida de mi bebé…

El día transcurrió lentamente, casi dolorosamente, no encontraban cosas nuevas, lo mismo de siempre. Los días fueron pasando con demasiada lentitud y rapidez. Edward no volvió a aparecer, y a Tanya nunca la vi. Alice, Rose, Lauren, Kate e Irina se mostraban incomodas cuanto hablaba de Tanya. Belle salía casi todas las tardes junto con Alec y regresaba hasta la noche. Los días dieron el paso lento a las semanas, y sin darme cuenta, ya se cumplían tres semanas de esa tortura, no nos habían hablado, no querían recompensa por lo visto. No volvieron a ver a esa pareja de ancianos, la azafata Daniela no los había vuelto a ver. Alyssa siempre venía cuando no tenía guardia y se quedaba con nosotros, pensando en posibles lugares donde estaría mi hija, sin éxito. 88 | P á g i n a

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Esme y Carlisle llegaron dos días después que mis amigas, la primera impresión de Esme fue llorar conmigo y abrazarme fuertemente. Ella amaba a Renesmee. Carlisle me vio tristemente y también me abrazó. Desde ese día, ellos no se separaron de mi lado, consiguieron rentar un apartamento, era por esa razón que habían tardado. Rose y Emmett también consiguieron un departamento, donde Alice y Jasper se quedaron con ellos. Mi padre y Sue se fueron con Esme y Carlisle, mis abuelas se quedaron conmigo, junto con Lauren. Las Denali siguieron en el hotel. Mi casa era una locura todos los días, todos buscaban en un mapa los posibles lugares, iban y regresaban frustrados, Ian y Belle estaban desesperados, su madre no regresaba, parecía como si se hubiera desaparecido. Evan estaba asustado, toda esta situación le recordaba a cuando Heidi y Maggie desaparecieron. Cuando mi abuela Angelique y Evan se re-encontraron, lo primero que mi abuela hizo fue quedarse callada y darle una bofetada. —Me la debías desde hace tantos años —fue lo que dijo mi abuela, Evan solo la vio sorprendido y se llevó su mano a su cachete, asintió con la cabeza momentos después. —Lo sé…—susurró. Después de eso, mi abuela dio media vuelta y se fue a la recámara. Evan se quedó profundamente sorprendido, pero lo escondió. El dolor y el trauma de esos meses regresaron a él. Ian y él hablaban a veces en clave. Ellos fueron al lugar donde encontraron a Maggie y Heidi, sin éxito también. Es como si Anastasia supiera los pasos, las acciones que ellos harían, que haríamos, y nos dejó ciegos, sin saber qué hacer. La policía buscó a Anastasia por todo el continente, pero ella desapareció, su familia se negaba a decir dónde estaba y ni siquiera la policía la pudieron obligar. Se quedaron callados, sin decir nada. A la semana cuatro, yo ya no podía más. Solo iba a trabajar media hora con James, él mismo me manda a mi casa para descansar, pero solo me culpaba, recordaba a mi hija, veía sus fotos, los videos de su cumpleaños. El día de su cumpleaños fue el peor, todos ese día, no pudieron hacer nada, era como si se hubiera muerto alguien. No salí de mi cama durante todo el día. Abrazada a la almohada, donde el olor de Edward aún se lograba distinguir, una foto de mi hija a mi lado, junto con su peluche de león. Nadie me intentó alegrar. Mis días en la escuela, donde trabaja la otra mitad de mi día, eran largos y ver tantos niños me hacían recordar a mi hija, Cassie, la directora de la escuela, me hizo pedir vacaciones al enterarse de mi historia, me dijo que la rogaría a Dios a que mi hija regresara sana y salva conmigo. Era miércoles e Ian había tenido que irse junto con Jake, Alec, Emmett y Jasper fuera. No sabía a dónde, solo que el agente Vladimir se fue con ellos, Zafrina se quedó en la estación, buscando más información. Mis amigas estaban nerviosas, más que de costumbre, Belle estaba sentada en el sillón, viendo desafiante a las Denali cuando entré a la sala, me había bañado y cambiado de ropa. 89 | P á g i n a

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Enarqué una ceja, confundida. Kate la miraba furiosa e Irina confundida. — ¿Pasa algo? —pregunté con cuidado, Belle me miró con determinación. —Sí —contestó lentamente, miró a mis amigas y Lauren suspiró. —Jódete, Evenson —susurró, miró a las Denali y ellas asintieron, me pareció tan raro y fuera de lugar su comportamiento—. Bella, ¿te has preguntado, en este tiempo o antes, que ha pasado con Tanya y Edward, y el por qué que ella no esté aquí? —Sí —exclamé—. Quiero saber qué ha pasado y por qué ella no está aquí. Alice se sentó al lado de Belle, y Rose frente a ellas, Lauren tomó mi mano y me sentó a un lado de Rose. Ella y las Denali se quedaron paradas. —Sabemos todo, Bella…—murmuró Kate. Las miré confundidas. — ¿De qué hablan? —De que Renesmee es hija de Edward. Que fuiste su amante por dos años…—habló Irina duramente, me quedé sin aliento. Esto no era real… —Pero también sabemos que él te ama, siempre lo ha hecho. Ante esa confesión, me reí con ironía. —Edward nunca me amó. Solo fui una más en su cama…. —Claro que no, Bella…—susurró Rose—. No sabemos toda la historia, pero sabemos lo básico… —Yo no quiero saber nada de Edward —gruñí—, ¿dónde está Tanya? —Ese es el asunto…—empezó Alice, me miro con amor—, cariño, tómalo con calma y relájate… —Solo díganlo, me están asustando como la mierda… —Tanya… Bueno…—agarró aire fuertemente Kate, con una mirada a Irina, se armó de valor, y yo pensé lo peor—. Tanya murió. Hace cuatro años… Todo el aire en mi cuerpo desapareció, un dolor se instaló en mi pecho. Jadeé por aire y me tapé la boca con la mano. Tanya era mi hermana, convivimos por años, siempre juntas. Siempre unidas, cuando ella se casó, se veía tan feliz, que también por ella me fui, yo quería que fuera feliz. Que Edward no le hiciera ese daño. Pero saber que estaba muerta…

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— ¿Cómo es posible? ¿Cuatro años? —murmuré indignada—, cuatro años… ¿¡Y no me dijeron nada!? —grité, olvidándome de las lágrimas y casi alzándome y queriendo golpear a todas. Nadie me había dicho nada. Me habían mantenido en la ignorancia. Ni siquiera había podido ir a su funeral… —Estás enojada, lo comprendemos—recapacitó Lauren—. No encontrábamos la manera de decírtelo… Cada vez que hablábamos, era para saber cómo estaban, solo duraban unos minutos esas llamadas, y no sabíamos cómo hacerlo… Sé que está no es la mejor manera, pero ya era hora… Sarah Kirea cumplió cuatro años en julio… —Espera, espera… —interrumpí su monologo—. ¿Quién carajos es Sarah Kirea? Todas se quedaron calladas un momento, hasta que Alice se paró. Y fue a por su bolsa, sacó su cartera y se puso de rodillas frente a mí, buscando algo en su cartera. Por el rabillo del ojo vi a Belle ponerse tensa y llevarse la mano a la boca con desesperación. —Sarah Kirea es la hija de Tanya… Y Edward…—mi corazón se rompió un poco más. Sabía que iban a tener hijos, eran una pareja de casados… Era obvio, pero eso no quitaba el que me doliera como la mierda. Me mostró una foto de la niña y todo mi mundo se vino abajo. Era idéntica a Tanya, tenía sus ojos, su nariz, su cabello… Y fue su cabello lo que me llamo la atención. Yo ya había visto ese cabello, a esa niña… Esa sonrisa… Mi mirada voló a Belle, ella me miraba asustada. Pero no me era muy claro ahora… Tanya, ¿muerta? No era posible… — ¿Cuándo murió Tanya? —mi voz se rompió. ¿Habrá sido hace poco? —Hace cuatro años… El veinte de julio cumplió los cuatro años… Al igual que Sarah. Jadeé. Diablos, diablos, ¡diablos! —Hace cuatro años… ¿Y nunca me lo dijeron? —grité, parándome de repente, Alice y Lauren se pararon conmigo, Irina me veía con disculpas y Kate no era capaz de verme—. Carajo, sé que fui una perra al ser la amante de su novio por dos años, pero ¡joder!, me alejé de él cuando se casaron, les dejé en paz…. ¡Tanya era mi hermana, maldita sea, y nunca, en estos jodidos cuatro años, me pudieron decir que ella tuvo una hija y que había muerto ese mismo día! Tenían que secuestrar a mi hija para decírmelo. ¡Para decirme que mi HERMANA ESTÁ MUERTA! Terminé jadeando, mirándolas con lágrimas furiosas cayendo de mi cara, todas se veían apenadas. Belle se veía aliviada, pero aún no acababa. Mi mente lo estaba procesando todo aún. —Lo sentimos, pero no sabíamos cómo decírtelo, cuando hablamos, solo era por minutos y nos poníamos al día lo más que podíamos, hablamos con Renesmee, tú solo llamabas una vez cada mes o cada dos… ¿Cómo arruinar ese momento, diciéndote esa verdad? La verdad se sabe tarde o temprano, pero nosotras esperábamos que no tan temprano. Queríamos que estuviera feliz, al menos por un momento…—declaró Rosalie, viéndome con determinación. Ella tenía en parte razón, pero me dolía no haber ido a su entierro, saber de la otra hija de Edward… 91 | P á g i n a

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Nos quedamos un momento en silencio, volví a ver a la niña y ya no tuve sospecha. Era la misma niña que vi en el parque, hace cuatro semanas atrás, cuando mi hija fue secuestrada… Pero entonces si Sarah Kirea estaba aquí, en Londres, y jugaba diario con mi hija, entonces… Entonces Edward también debía de estar desde antes que todo esto de Renesmee pasará. Él la conocía… Y eso me asustó hasta la madre. Miré a Belle, que miraba al suelo, entre preocupada y aliviada, alzó la mirada y se cruzó con la mía. Solo le tomó un segundo saber en qué estaba pensando. — ¿Desde de cuándo? —pregunté, ella entendió mi pregunta. —Desde que tuve el accidente… Él me curó, él fue mi médico personal…—murmuró, mis amigas me miraron confundidas, pero todo estaba tomando orden en mi mente. —Siete meses… Y nunca me lo dijiste, Gabrielle… Tú has visto, sabes cuánto he sufrido… ¿Para que me salgas con esto? ¿Desde cuándo la conoce? Belle suspiró, cerrando los ojos. —Casi cuatro meses… Pero no es lo que piensas, Bella —Se levantó rápidamente, viéndome con los ojos muy abiertos. — ¿Qué es lo que no creo? —Él… Yo… Es que no me corresponde decir la verdad… En ese momento, sus palabras en el parque de ese día, regresaron a mí. —Alec y yo vemos a Edward Cullen desde hace cinco meses, desde hace tres él conoce a Renesmee, Bella… Perdóname, por favor… Yo… La miré sorprendida, confundida… Tanya muerta, con una hija, Edward en Londres, desde hace siete meses, conociendo a Renesmee desde hace cuatro… Tan cerca y tan lejos a la vez de mí… Miré a la nada un momento, y antes de que pudiera decir algo o hacer algo, Ian, Jake, Alec, Emmett, Jasper, Vladimir y Zafrina entraron corriendo a mi departamento. Todos se veían asustados. — ¡Bella! —gritó Ian en cuanto me vio, me abrazó fuertemente y me besó el tope de la cabeza, le miré confundida. — ¿Qué pasa? —Bella, necesito que sea fuerte…—empezó Zafrina. Esas simples palabras fueron suficientes para asustarme hasta el último poro de mi cuerpo. — ¿Qué pasa, Zafrina? —preguntó Belle con miedo.

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—Daniela nos volvió a hablar, encontró una mochila de niña en el aeropuerto esta mañana en el baño de damas de la sala 29C. Mi mirada ansiosa no se separaba de la aparentemente tranquila de Zafrina. — ¿Y? —pregunté impaciente. —Señora Swan, es necesario que vaya a la delegación a reconocer la mochila… De todas formas, le hemos mandado a hacer unos análisis, para ver si es de la niña Renesmee —pidió Vladimir con tranquilidad fingida, sabía que le habían cogido cariño a mi hija… Y a mí. —Pero, ¿por qué? ¿Qué tiene la mochila? —preguntó Rose confundida. —Sangre —Jadeé ante la respuesta de Zafrina, el miedo me paralizó un instante antes de correr a mi habitación por mi bolso, un suéter y salir pitando de ahí, fuimos hasta la delegación en el coche de Ian, Belle y Alec con nosotros, esto era demasiado. Dios, una mujer no puede soportar tanto en un día…

Al llegar a la delegación, Zafrina nos llevó hasta un pequeño cuarto, donde había varias cosas, cajas y papeles. Agarré fuertemente la mano de Ian, y esperé hasta que Zafrina nos hizo pasar a otro cuarto, de color gris metálico, frío y con un escritorio de madera caoba en medio de él. —Aquí traemos toda la evidencia de los casos, si no la reconoces, los resultados nos dirán si la sangre pertenece a ella o no. Quiero que tengas fuerzas…—susurró antes de traer una caja y ponerse unos guantes blancos, sacando con cuidado una mochila azul cielo, manchada en algunas partes fuertemente, otras en pequeñas manchas, me sentí desmayar en cuanto vi el frente. La princesa Cenicienta estaba sonriendo, mostrando su vestido azul, a su lado, un pequeño rasguño y las palabras, Belle, mamá y yo, en una esquina me confirmó que era la mochila que Renesmee llevaba el día de su secuestro. —Es de mi hija…—susurré. Zafrina aspiró fuertemente y la guardó. Los sollozos no tardaron en aparecer, Ian me sostuvo fuertemente, mientras lloraba con dolor, rabia, desesperación, con todo lo que sentía en ese momento—. Es de mi hija…

Alyssa me tuvo que inyectar nuevamente un calmante esa noche. No podía dejar de llorar, de sentirme morir. Era demasiado para mí en un día. Tanya muerta, Edward aquí, mi hija con una media hermana, la mochila de mi hija manchada horriblemente de sangre, los resultados habían dado positivo. Era demasiado, y todo para mal… Dormí cerca de dos días nuevamente, Belle fue la que me despertó. Se acostó en la cama conmigo, mirando al techo deprimida. Yo estaba mirando al techo sin ninguna expresión. 93 | P á g i n a

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— ¿Por qué no me lo dijiste? —pregunté en un susurro, ella perfectamente sabía a qué me refería. —Porque te vi tan feliz con mi hermano, y a mi hermano lo vi mejor, lo volví a ver sonreír desde que pasó lo de Bree… Sé que fui egoísta, pero Edward es un buen hombre y ama a Renesmee…—añadió rápidamente—. Está como la mierda ahora que está secuestrada. No se ha aparecido por aquí, porque él piensa que sería malo… Se concentra en su trabajo y en Sarah Kirea. Ella se siente triste sin su mejor amiga… Bella…—se volteó a mirarme, mi mirada se encontró con la aguamarina de ella y me miro apenada—, sé que hiciste lo correcto, pero… ¿No te has detenido a pensar en que Edward no fue el único culpable? —Belle… No quiero pensar en él ahorita, suficiente tengo con saber que tiene una hija, que Tanya está muerta y no saber dónde está mi hija —No quería pensar. No ahora… —De acuerdo…—asintió. Nos quedamos un momento en silencio y recordé cuando lo vi, cuando me llevó a mi cuarto. —Ya vino una vez, ¿verdad? Cuando Ian y Jake fueron a por mi familia al aeropuerto… —Sí…—contestó suspirando—, yo le hablé, después de que Alyssa te diera el sedante… Joder, cuando te vio, se dejó caer de rodillas y lloró…—miré a otro lado, tratando de ocultar mis lágrimas—, él lloró un momento y luego se levantó, y te llevó en brazos al cuarto, se acostó contigo y durmieron hasta que Ian y los demás llegaron. Tuve que despertarlo. Pero antes de irse por las escaleras de emergencia, pasó al cuarto de Renesmee, y se dejó caer en la cama, llorando… Me imaginé a Edward llorando, llorando por nuestra hija. Dios, yo los alejé… Mi hija no conoció a su padre y Edward a su hija… Pero fue para protegerla, para que ella no sufriera lo que yo sufrí… —Después de eso, se fue del departamento, desde entonces solo hablamos por minutos, le tenemos al tanto de lo que pasa. Cuando se enteró de la mochila, gritó de frustración. Gracias a Dios, Sarah Kirea estaba en el jardín de niños… Suspiré nerviosamente, y me limpié las lágrimas. Nos quedamos un momento en silencio y mis ojos se cerraron poco a poco. Mi mente regresó a Edward, a su sonrisa, sus besos, sus caricias… ¿Cómo hubiera sido cuando nació Renesmee? ¿Cómo sería que él y yo estuviéramos juntos? Pero Ian tomó partido en mi mente, él era bueno, él me quería… Pero las palabras de Belle regresaron también, lo volví a ver sonreír desde que pasó lo de Bree… ¿Qué habrá pasado con Bree Tanner? Me quedé dormida, pensando en eso, estaba cansada, y no tenía ganas de nada. Solo de dormir y de despertar de esta asquerosa pesadilla.

Era quince de Octubre.

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El día era frío, el otoño hacía su aparición, trayendo consigo otro mes del año, y más desgracia con él. Renesmee llevaba secuestrada casi dos meses, en tres días cumpliría dos meses de secuestrada y la manera de haber muerto de Heidi y Maggie no me dejaba en paz. Todos estaban deprimidos, realmente decepcionados de todos. Los agentes Vladimir y Zafrina no lograron encontrar a esos viejos, Anastasia seguía sin aparecer, la muy cobarde. Yo ya no tenía fuerzas ni para llorar, dejé de trabajar, de levantarme de mi cama, solo lo hacía cuando Zafrina o Vladimir venían, pero al no encontrar nuevas pistas, me encerraba en mi habitación. No volvimos a hablar de Edward, ni de Tanya. Ian siempre se quedaba conmigo, me sostenía cuando lloraba, se dormía conmigo y me tranquilizaba. Me contaba cosas de Belle cuando bebé, pero ni eso me alegraba. Mis amigas estaban desesperadas ante mi silencio. Alice inclusive estuvo a punto de llamar a Edward y decirle la verdad…. —No es necesario… La sabe…—fue lo único que dije antes de regresar a mi cama. Belle hablaba cada noche con Edward, sin obtener ella resultados de Renesmee por parte de él, también. En el hospital, no había rastros de ella, no había nada de ella ni de esos ancianos, era como si la tierra se los hubiera tragado… Todo el día me la había pasado acostada, sin hacer nada, sin poder comer o llorar. Solo miraba a la nada y suspiraba de vez en vez. Al caer la noche, Ian entró en mi cuarto y se acostó conmigo, eran las tres de la tarde y las lluvias estaban a todo lo que daban. El día mostraba mis emociones. Desde hace semanas que tenía la duda de Bree Tanner. Pero no tenía fuerzas para preguntar, pero quería tener algo diferente en la mente, que no fuera Edward, Tanya, Sarah Kirea, o Renesmee. Quería saber de Bree, qué fue lo que los separó, pero el sello Anastasia estaba embarrado en esa historia. Ian estaba callado, como pensando en algo del pasado. Me decidí a hablar, necesitaba urgentemente hacer otra cosa, si no, terminaría loca… Más de lo que ya estaba. —Ian…—empecé suavemente—, ¿me contarías una historia? — ¿No crees que es un terrible momento para eso? —respondió con una pregunta incrédula. —Tal vez… Pero quiero pensar en algo diferente… No puedo más… — ¿Qué quieres que te cuenta, bebé? —besó el tope de mi cabeza con amor. —De ti y de Bree Tanner —lo sentí tensarse a mi lado, pero ya había hablado, necesitaba saber más—. ¿Qué fue lo que pasó?

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Él se quedó tanto tiempo en silencio, que de verdad pensé que no me diría nada. Me estaba empezando a preguntar qué decir para recomponer eso, y justo cuando había encontrado las palabras correctas, él se apretó a mi costado y suspiró pesadamente. —Ella y yo estábamos comprometidos… Nos conocemos… Conocíamos—corrigió rápidamente—, desde niños. Era mi mejor amiga, mi compañera de aventuras. Ella fue la que me sostuvo cuando supe la verdad de mis padres… Ella fue mi todo, ella fue para mí lo que Edward fue para ti… Lo que es… Susurró una voz en mi cabeza. La ignoré y me concentré en Ian. —Irónicamente, nuestras madres eran mejores amigas, ellas mismas hicieron nuestro compromiso, nos hicimos novios en el último año del instituto, teníamos dieciocho años. Empecé la universidad y ella conmigo, yo administración de empresas, ella historia clásica. Le encanta la historia… Llevábamos cuatro años de novios, y fue cuando me cambié de carrera. Ella me apoyó en todo y a los dos meses, nos comprometimos, siguiendo el consejo de nuestras madres… Pero ellas se pelearon, nunca supe el por qué, pero sospecho que fue por mi padre. Mi madre odiaba que mi padre y Gianna, la madre de Bree, se llevaran tan bien. Se quedó callado. Recordé cuando Belle me enseñó una foto de Bree Tanner. Una mujer de belleza inocente, hermosos ojos pardos y largos cabellos castaño oscuro, enmarcando un pequeño rostro hermoso de porcelana. Ella tenía una nariz pequeña, con labios rosados un poco llenos. Era muy bella. En la foto, ella sonreía levemente, triste. —No fue dos meses antes de la boda, que sucedió el desastre…—la voz de Ian se tornó melancólica, como si le doliera lo que me estuviera a punto de decir—. Mi madre llegó gritando a la casa, diciéndome que cancelara el compromiso con Bree. Le pregunté indignado por qué, si ella fue la que me dijo que me casara con ella. Me dijo que solo lo rompiera. Le dije que no y salí de la casa enojado. No comprendía por qué la actitud de mi madre. Cuando la fui a ver, lo comprendí… En esos casi cinco meses de compromiso, casi no nos veíamos, su carrera la mantenía entre museos y bibliotecas y cuando nos veíamos eran solo por unos minutos y para hablar de la boda. Poco a poco, su voz fue desapareciendo como recordando viejas cosas, recuerdos hermosos… La vida se basaba en recuerdos, tanto buenos como malos, había veces en que tú te aferrabas a ellos, y eso era lindo, porque recordabas que esos momentos hermosos, valieran o no la pena, te hicieron feliz en su momento y te volvían a hacer al recordarlos. Pero llegaba un momento en que era bueno hacer nuevos recuerdos y no vivir en el pasado. Ian carraspeó y volvió a hablar, un poco más triste. — ¿Te has preguntado por qué adoro a los niños, por qué amo tomarles fotos y verlos? Negué con la cabeza, confundida. ¿No estábamos hablando de Bree y él? —Yo tuve una hija, Bella… 96 | P á g i n a

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Jadeé de impresión, lo miré confundida, ¿cómo? O sea, ¿Bree y él tuvieron una hija? Más sorpresas, querida mía. —Bree tenía exactamente cinco meses de embarazo. Era mío. Mi mamá pensaba que nosotros aún no teníamos sexo, pero los dos éramos sexualmente activos—eso me incomodo hasta la madre y él lo notó, porque siguió hablando de su hija—, ella me lo quería decir, pero no sabía cómo y se acaba de enterar cuando se estaba probando el vestido de novia. Teníamos tres meses desde el compromiso. Supusimos que el día que le pedí matrimonio, lo concebimos… Irónico. Como yo, el día que Edward me rompió mi burbuja de cristal, pidiéndole matrimonio a Tanya, fue cuando mi pequeña Renesmee fue concebida con amor… Al menos de mi parte… —Entonces, ¿qué paso? —pregunté interesada. —Abracé fuertemente a Bree y ella lloró, me dijo que mi mamá la vio y pensó que era de alguien más. Le gritó de todo y le obligó a que ella rompiera el compromiso, pero se opuso… Fue entonces cuando empecé a ver la verdadera cara de Anastasia. Seguimos con la boda, los planes se fueron haciendo y el vestido se cambió. Exactamente, ella tendría siete meses de embarazo, y siete meses habrían pasado desde nuestro compromiso, la gente chismosa haría sus cuentas y no habría nada deshonroso en su embarazo. Pero mi madre no lo pensaba así. —Ella hizo algo a Bree, ¿verdad? —claro que sí, esa puta loca hacía lo que su jodida gana le dijera. Si algo le molestaba o no cuadraban sus planes, lo desaparecía. Ian asintió lentamente. —Dos semanas antes de la boda, yo tuve que ir a una exposición para mi examen final. Me fui tres días a Florencia, a mi regreso, me enteré que mi prometida estaba en el hospital…—silencio. Y entonces, lo entendí… Jadeé antes de que él continuara. Una mirada a sus ojos y me confirmaron lo que pensaba—. Bree perdió al bebe, al caerse “accidentalmente” de las escaleras… Cuando la fui a ver, estaba llorando. Ni siquiera me dejó consolarla, me gritó que era mi culpa y que me odiaba… Rompió el compromiso. Me sacaron a la fuerza del hospital y no me dejaron verla. Mi madre solamente dijo que las cosas estaban tomando su verdadero cauce, que tal vez Bree y yo nunca debíamos casarnos ni tener algo que nos uniera de por vida. Ella estaba feliz con la muerte de su nieto y con la boda cancelada. Cuando Bree salió del hospital, solamente estuvo una semana en su casa, antes de mudarse de Londres. No la he vuelto a ver desde entonces. Llevamos casi siete años sin vernos… Todo fue silencio después de eso y mi mente me gritaba, ¿Por qué mierdas Anastasia siempre tenía que tener la culpa de la infelicidad de los demás? ¿Por qué quería que todos los que ella “amaba”, acabaran lejos de ella o fueran infelices y la odiaran? No entendía cómo podía ser tan sádica, al punto de matar a su nieto, matar a dos personas y casi matar a su propia hija… No entendía cómo podía haber lastimado como lo hizo a su primogénito. Porque él amaba a Bree, y tenía la leve duda de que aún la amaba, por la forma que hablaba de ella, en que la recordaba, pero su mano nunca dejó mi cintura y buscó confort en mi cuello. Lo abracé por el cuello y nos quedamos así, solamente callados y abrazados, intentando que mi mente reaccionara con lo que me acaba de contar. 97 | P á g i n a

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—Nunca imaginé… Volver a enamorarme de nuevo, Bella…—susurró quedamente, si no fuera por la cercanía, dudaba que lo hubiera escuchado—. Cuando te conocí, algo en mí se removió, pensé que era atracción, pero con el tiempo se fue haciendo más intenso… Cuando conocí a Renesmee, fue como… Como tener la oportunidad que perdí con mi hija… La salvaré, la salvaré de cualquiera, a las dos… Porque… No soporto la idea de perderte a ti… De perder a Renesmee. De perder a mi hija… Mi respiración se quedó atorada en mi garganta ante esa confesión… ¿Su hija? ¿Consideraba a Renesmee su hija? Dios mío… —Sé —añadió fuertemente— que tal vez no tenga derecho a decirlo. Pero en estos meses que he estado con ustedes, tanto como de novios como de amigos, la he llegado a amar como una hija… La considero mi hija… Y tal vez no tenga derecho, porque sé que su padre es Edward y él está de regreso y tal vez luche por ustedes, pero yo también lo haré… Renesmee es mi hija, Bella… Así lo siento… Le agarré el rostro con mis manos temblorosas y lo besé. Lo besé suavemente, con… Con amor… Ian se había metido profundo en mi corazón, tal vez nunca lo llegaría a amar como a Edward, pero… Pero lo amaba… Amaba a Ian y el que dijera que Renesmee era su hija, me emocionó y conmovió tanto... Me separé de él suavemente y junté nuestras frentes. —Ella es tu hija… Padre no es solo el que engendra, si no el que amaba y educa… Tú has sido un padre para Renesmee. Y te agradezco tanto el que estés conmigo. Con nosotras… Y sé que la encontraremos. Nuestro amor a por ella es muy fuerte y lo podremos hacer, la podremos recuperar… Y formar nuestra familia… La familia que ella se merece… Él sonrió con lágrimas en los ojos y me volvió a besar, más fuerte, poniéndose arriba de mí. —Te amo…—susurró. Y mi corazón se saltó un latido. Y sonreí, mis lágrimas también saliendo. —Y yo ti…—murmuré en sus labios. Era la verdad, lo amaba… Amaba a Ian… En ese momento, Edward se fue de mi mente, todo desapareció y solo quedo Ian, mi hija y yo. Sabía que encontraríamos a mi hija pronto. Ella tendría la familia que se merecía, Edward la veía, sí. Y lo seguiría haciendo, pero ahora… Ahora todo era diferente. Esa noche me olvidé de todo. Edward y Tanya no tomaron nuevamente forma en mi cabeza. Mi hija seguía en ella, pero con la convicción de que la encontraríamos. Esa noche me entregué al amor de nuevo, en cuerpo y alma… Segura de que él también me amaba… De que fue un encuentro por amor…

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Tres días después… Después de esa noche, fue como si parte de mi fuerza regresará. Al día siguiente, desperté en brazos de Ian y me sentí feliz. Volví a sentirme amada y segura. Segura de poder encontrar a mi hija. Mis amigas se sorprendieron de verme levantada y sonriendo, Ian y yo volvimos a la búsqueda, esperando cualquier llamado, o pista. Belle fue la única en saber el por qué de mis fuerzas renovadas, me vio a mí y luego a su hermano y volvió a hacer ese paseo de miradas, hasta que Ian la paró. —Ya, Belle, te marearas…—sonrió pícaramente. Belle abrió grande los ojos y técnicamente grito: — ¡Oh, por Dios! Reí ligeramente ante su reacción, pero pude notar una pizca de decepción en sus ojos, pero la felicidad los sustituyó, ella sonrió feliz y nos abrazó. —De verdad, llegué a pensar que nunca pasaría…—susurró en mi oído. Me sonrojé, llevaba con Ian cuatro meses de novia. Le miré feo y seguimos desayunando. Mis amigas no notaron nada diferente entre Ian y yo. Y era mejor así, yo sabía que habían cambiado de bando. Alice defendía a capa y espada a su hermano y lo entendía, pero Rose también lo defendía y eso me era confuso. Jasper y Emmett solo se quedaban callados, varias veces Jasper me intentó hacer hablar de mis sentimientos a por Edward, pero nunca hablé y él lo respetó. Emmett se llevó muy bien con Ian, los dos eran unos niños juntos. Jasper era el único maduro de ellos tres. Ese día, amanecí nerviosa, se habían cumplido dos meses desde la desaparición de mi hija y estaba nerviosa. Muy nerviosa. Mi día fue normal, Ian me ayudó a hacer el desayuno y hablamos un poco con los agentes, Ian salió a hablar con mi padre en privado llegado un momento de la tarde, yo me quedé con las chicas viendo la tele, la policía nos había pedido que no hiciéramos ya nada. Esme y Carlisle habían salido junto con las Denali, suponía que para ver a Edward y Sarah Kirea. Al final, era su hijo y nieta, y cuñado y sobrina. Pensándolo bien, Tanya era mi hermana adoptada, pero hermana al final… Así que Edward era mi cuñado y nuestra hija, era su sobrina política de alguna manera. Jodido linaje. Pero tal vez no lo valía, porque Tanya era adoptaba, bueno, tal vez por el lado médico, pero por la ley… Era complicado y un poco confuso. Si Edward pedía la custodia de la niña, que esperaba nunca lo hiciera, no sabía cómo sería. Era su hija sobrina política… Era algo macabro y un poco estúpido… Pero para la ley, eso importaría mierda… Un miedo irracional me entró cuando pensé en que Edward pedía la custodia de Renesmee. Dios, no. Ni siquiera estaba registrada a su nombre, ella era Renesmee Carlie Swan. Antes, en mi mente Cullen…

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Ahora, Evenson sonaba muy bien… Pero, ¡Dios! ¿Qué estaba pensando? Me estaba haciendo muchas ilusiones. Estaba emocionada porque Ian la considerara su hija. Pero… Pero no sabía si él y yo llegaríamos a algo más formal. Y no sabía cómo actuaría cuando tuviera enfrente a Edward. Tenía mis sentimientos claros a por Ian, eran por Edward que estaba confusa… La puerta de mi casa se abrió de repente y Belle entró corriendo junto con Alec y los agentes, se veían felices, emocionados y preocupados. — ¡Regresó! —gritó Belle, entre ansiosa y asustada. — ¿Quién, enana? —preguntó Lauren, enarcando una ceja confundida. —Anastasia Evenson—me paré ante la respuesta de Zafrina—. Daniela nos ha hablado para decirnos que ha visto llegar a la señora Evenson al aeropuerto y salir a un auto negro, directo a la ciudad. Y lo mejor o peor tal vez, el señor que vio la primera vez, el que tenía a Renesmee, la esperaba. Ella no vio a la señora o a la niña en el coche. Pero en cuanto vio desaparecer al coche, nos ha hablado emocionada. Hemos tomados los datos y buscado en la base de datos. — ¡Oh, por Dios! —grité emocionada y asustada—. Pero, ¿a qué hora fue eso? ¿Dónde está Anastasia ahora? —Acaba de ser hace una media hora, una hora a lo mucho—contestó Vladimir, mirándome serio—. Hemos puestos a los muchachos en búsqueda de Renesmee y Anastasia. Si encontramos a Anastasia, encontramos a Renesmee. —Me pidieron ir a la delegación a ver las placas del coche, ese coche tiene un chip de rastreo —Hablo Belle, muy emocionada—, ¡Dios, nunca lo deja de usar! Les he dado la clave y ahora deben de saber dónde está… ¡La encontraremos al fin! Mis amigas gritaron y abracé a Belle, por fin… En cuanto encontráramos a Renesmee y la tuviera entre mis brazos, iría a golpear a la perra de Anastasia. Me importaba un carajo lo que pasaría, la golpearía. Ahora, lo complicado regresaba, encontrar a la perra descarada antes de que ella hiciera algo más, que lastimará a mi hija. Los agentes se tenían que dar prisa antes de que ella cometiera algo más. El timbre del teléfono me sacó de mi felicidad y dejé de abrazar a Belle para correr a la sala, debía de ser Ian o Esme. Tomé el teléfono inalámbrico que estaba en la mesa de la sala, junto a la lámpara y conteste, sonriendo. — ¿Bueno? —Bella, buenas tardes —me contestó Alyssa. Me alegré de escuchar a mi amiga, hacia días que no se pasaba a la casa, el trabajo la había absorbido. El tono serio de su voz me debió haber advertido, pero no hice caso. 100 | P á g i n a

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¡Oh, esto la alegraría tanto! — ¡Alyssa! ¿Cómo estás? Te hemos extrañado por acá. Los agente Vladimir y Zafrina nos acaban de decir que Anastasia ha regresado y ya tiene a su coche identificado, la están buscando. ¡Encontraremos a mi Nessie pronto! Esperé escuchar la emoción en la otra línea por parte de Alyssa, ella la vio nacer, ella es su pediatra, mi mejor amiga y amaba a mi hija como propia, sabía su historia. Y me alegraba haberla encontrado, mi hija tenía la mejor pediatra de todo Londres… Entonces, ¿por qué diablos no estaba gritando y saltando como todos lo estábamos? —Bella, debes de ser fuerte a lo que te diré —empezó con su voz de médica. Mi sonrisa se desvaneció. Oh, Dios… Que no sea lo que estoy pensando. —. Hace unos momentos, una niña de cuatro años ha llegado a urgencias, está grave y necesito operarla lo más pronto posible. Bella, es Renesmee… Antes de que hagas cualquier drama, mueve tu culo para acá, necesito que firmes unos papeles para que la operemos de urgencia y necesito tu consentimiento. Ven, ahora. No le contesté, no pensé, sencillamente colgué y corrí a mi cuarto, por un abrigo, mi bolsa y regresar corriendo a la sala, todos me miraban confundidos, pero me importaba un carajo. —Belle, llévame al hospital general, ¡rápido! ¡Es urgente! —grité, ella solo me miró por una fracción de segundo y pareció comprenderlo, tomó a Alec de la mano y corrimos fuera de mi departamento, las chicas no tardaron en seguirnos, al igual que los agentes. El viaje al hospital se me antojó eterno, una cuadra antes de llegar, el tráfico paró por completo, al parecer había sucedido un accidente o algo, no se movían y yo ya no tenía tiempo. Mi hija se moría. Así que bajé del coche, ignorando los gritos de Belle y Alec y corrí lo más rápido posible al hospital, mi respiración me costaba y las lágrimas casi no me dejaban ver, pero no podía detenerme, al llegar al hospital, me paré un momento, tomando aire con las manos en las rodillas y levemente inclinada, no había comido nada desde la mañana, me sentía débil y no sentía mucho las piernas, la vista me empezaba a fallar, pero no podía… Mi hija… Miré el reloj en la pared. Habían pasado treinta minutos desde que había colgado, Dios… Tenía que llegar, tenía que encontrar a Alyssa, firmas esos dichos documentos y que mi hija se salvará. Corrí como loca por el pasillo del hospital, estaba asustada, aterrada, desde hace dos meses que casi no respiraba, el miedo me apretaba tan fuerte el pecho que me impedía hablar… Desde el momento en que vi como el coche se llevaba a mi bebé, dejando a Leah tirada en la acera e Ian atrás, sin poder hacer nada más, mi corazón se detuvo. Cuando encontraron la mochila de ella con sangre, me sentí morir…

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Pero ahora… ahora había esperanza de que Renesmee estuviera viva, y me aferraría a ella, a esa pequeña luz de esperanza con mi vida… Los pasillos del hospital nunca se me hicieron tan largos y desolados. A mi mente, las palabras de mi bebé me llegaban. Cuando la escuché en la noche una puta semana antes de ese día, hacer una oración por su padre. ¡Dios! Necesitaba tanto a Edward… Desde hace dos meses que lo necesitaba… Dos malditos e insufribles meses donde secuestraron a mi bebe… Sabía que tenía a Ian, pero joder, necesitaba a Edward, mis sentimientos en ese momento se aclararon. Lo seguía amando. Pero también amaba a Ian. Más sin embargo, necesitaba a mi hija… A mi bebé. Llegué hasta el límite de donde yo podía entrar y una enfermera me paró y me impidió el paso. —Señorita, no puede pasar, es solo con el pase del doctor. Es área restringida —me dijo sin dejarme dar un paso más. —Soy amiga de la pediatra Alyssa Austin, ella me dijo que viniera, la debo encontrar…—contesté desesperada. —La doctora Austin está en cirugía, espere un momento, y espere en la sala de espera, por favor… La miré con odio, pero esa pequeña enfermera de cabellos negros y ojos castaños ni se inmutó, me señaló la sala y me obligó a ir ahí. Gruñí con desesperación, y me dejó sentada en ese lugar, yendo ella de regreso de donde vino. Me quedé quieta cinco minutos, antes de ponerme a caminar como león enjaulado, a cada enferma o doctor que pasaba le preguntaba por mi hija o Alyssa, pero no me decían nada. Los chicos no llegaban y me empecé a preocupar, pero no podía pensar en más. Volví a fijar mi mirada en el reloj. Quince minutos desde que había llegado, y sin saber nada. ¡JODER! Entonces salieron dos enfermeras riendo, las paré y les pregunté por mi hija, pero ellas volvieron a reír y me dijeron que no sabían nada. Estúpidas. Y cuando les dije si podía entrar, ellas se rieron en mi cara y me dijeron, como si fuera una retrasada mental, que solo las enfermeras o doctores podían pasar. Eso fue todo lo que pude aguantar. — ¡¿Por qué mierdas no me dicen cómo está mi hija?! ¡Tengo derecho a saberlo, carajo! —grité fuera de mí a las enfermeras pero esto me sobrepasaba, era demasiado. Dos meses sufriendo, sin saber cómo estaba… Ellas me miraron sorprendidas y dejaron de reír. —Porque la seguimos operando —esa voz me hizo congelarme, y no me quise voltear, no quise que eso fuera real…—. Y me parece una mierda de ironía que digas que tienes derecho a saber, cuando también me quitaste ese derecho a mí hace cuatro años. Ni siquiera me diste la puta oportunidad de saberlo. Me la

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quitaste y tal vez ahora nunca la pueda conocer bien, porque esta grave, Isabella Swan. Mi hija se está muriendo. Me volteé lentamente y mi corazón colapsó. Por las palabras y la visión de Edward, en una bata de quirófano, en todo su esplendor y mirándome con furia. Con odio. Mi respiración se volvió superficial, mi vista se empezó a borrar, la debilidad se apodero de mí. Todo se vino encima de mí. —Edward…—fue lo único que pude decir antes de colapsar en el piso. Narrador POV. Era una tarde común en el hospital general de Londres, los pocos pacientes que habían era por fracturas o enfermedades menores. La pediatra del hospital daba una ronda por el área de observación cuando empezó a haber un gran alboroto proveniente de la entrada de ambulancias, ya que llegaban dos, en una venía una pareja de unos cincuenta o sesenta años, ambos con múltiples lesiones, que inmediatamente fueron atendidos por los residentes de urgencias, mientras de la otra bajan a una pequeña niña de aproximadamente cuatro años. Al ser la única en la especialidad, Alyssa se acercó para empezar a valorar a la pequeña y enterarse del caso, pero al ver a esa pequeña niña con múltiples golpes en su rostro de ángel, con el shock principal al reconocer a su pequeña Nessie, tuvo que tratar de calmarse y empezó a interrogar a los paramédicos, las lágrimas querían salir, pero ella no las dejó, prestó atención a lo que el paramédico a su lado le decía, mientras caminaban a la sala de observación. —Es una femenina de cuatro años, víctima de un accidente automovilístico, al llegar al lugar del siniestro la encontramos fuera del automóvil inconsciente, logramos estabilizarla en el lugar pues tenía una hemorragia intensa, restituimos líquidos en el camino colocándole una solución fisiológica, estaba entrando en shock hipovolémico, tiene además una fractura expuesta en el tercio medio del fémur y una fractura simple en el extremo distal del cubito, cuando la estábamos revisando, encontramos signos de deshidratación severa y desnutrición, sus constantes vitales están estables. También heridas pasadas, que no fueron realmente atendidas. Alyssa asintió, se puso su estetoscopio, oyendo los débiles latidos de su pequeña. La niña seguía inconsciente y por una parte lo agradecía, no quería que ella sufriera el dolor inmenso que una fractura provocaba. — ¿Cuánto tiempo lleva inconsciente? ¿Le han administrado algún analgésico? —preguntó tratando de modular su voz. —Treinta minutos, máximo. Habían pasado diez desde que recibimos el llamado. No le hemos dado nada, Alyssa… ¿Estás bien? —contestó el mismo paramédico, mirando confundido a la doctora, Alyssa tenía una expresión de incredulidad y angustia en su rostro. Él sabía que Alyssa amaba a los niños, pero nunca había tenido una angustia así… 103 | P á g i n a

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Sin dejarse llevar por la angustia y el dolor de ver a un ser tan puro y frágil como un niño sufriendo tanto dolor, pidió que se le tomaran muestras de sangre, radiografías y tomografías, ignorando por completo la pregunta del paramédico, había que ver si había más daños o si estos estaban escondidos al ser internos. Una vez listo todo esto, se dio cuenta que había una pequeña hemorragia interna en el abdomen, una fisura en el huso parietal y que había perdido demasiada sangre y electrolitos. —Pongan una vía endovenosa, necesito que consigan mínimo tres paquetes globulares de sangre B positiva, pasen una bolsa de solución fisiológica para media hora, y llamen a quirófano y anestesia y choque, entraremos a cirugía en cuanto se acabe el primer paquete globular —ordenó diez minutos después, empezando a perder la cordura, Alex, un compañero y amigo, la tomó de la mano y la apretó, mirándola confundido. Las eficientes enfermeras del hospital se ocuparon inmediatamente de lo que se les pidió, se tratarían sus fracturas al momento de la cirugía, Ella cerró los ojos, momentáneamente mareada. El shock de la impresión había desaparecido poco a poco, dejándola un poco confundida. No sabía que hacer primero… Llamar a Bella, para que firmara los papeles, o llamar a Edward… Su mente de inmediato le contestó. —Llamen a Isabella Swan, y llamen al doctor Cullen, que venga a verme —ordenó, saliendo de la sala de observación y dejando a las enfermeras trabajar. Una enfermera joven, de cabellos dorados, corrió a hacer lo que la doctora dijo, a los pocos minutos, Alyssa fue a recepción, la señora Cope le esperaba con el teléfono extendido. —Está llamando, querida… Edward no debe tardar en llegar…—dijo Susan Cope. Alyssa asintió y tomó el teléfono. Las malas noticias siempre llegaban primero. Esperó unos minutos a que Bella contestara, se le hizo eterno los cuatro timbres antes de que la dulce voz de su amiga contestara, realmente feliz… — ¿Bueno? —Bella, buenas tardes…—empezó Alyssa, con voz seria. Un nudo se le formó en la garganta, pero lo ignoró. — ¡Alyssa! ¿Cómo estás? Te hemos extrañado por acá. Los agente Vladimir y Zafrina nos acaban de decir que Anastasia ha regresado y ya tiene a su coche identificado, la están buscando. ¡Encontraremos a mi Nessie pronto! ¡Oh, no!, gimió Alyssa en su mente. No, esto no era posible. Esperó unos momentos, antes de tomar aire fuertemente y decirle la verdad a su amiga. —Bella, debes de ser fuerte a lo que te diré…—su voz fue lo más profesionalmente posible, sin alterarse— . Hace unos momentos, una niña de cuatro años ha llegado a urgencias, está grave y necesito operarla lo más pronto posible. Bella, es Renesmee… Antes de que hagas cualquier drama, mueve tu culo para acá, necesito que firmes unos papeles para que la operemos de urgencia y necesito tu consentimiento. Ven. Ahora. 104 | P á g i n a

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En la otra línea, no se escuchó nada. Sólo el tono de llama finalizada, suspiró y ella misma colgó. Una enfermera le tocó el hombro y susurro algo a su oído. Ella asintió y le sonrió débilmente a Susan Cope, se dio la vuelta y empezó a caminar, en una esquina, chocó con Edward Cullen, cuando sus ojos se encontraron, Edward le pregunto qué pasaba con la mirada. Dios, dame fuerzas… — ¡Alyssa! —exclamó Edward, llegando con ella y parándose frente a ella—. ¿Qué pasa, para que me hablaste? —Edward, quiero que seas fuerte —comenzó Austin. Esas palabras alertaron a Edward—. Hace poco, ha llegado una pequeña de cuatro años, tiene tres fracturas, una expuesta en la pierna que requiere cirugía para su tratamiento, la otra está en el brazo y solo tendrá que ser reducida mediante un yeso, mientras que la pequeña fisura en el cráneo cerrará sola, después de los estudios de rutina encontramos que tiene una hemorragia interna en abdomen por lo que es de suma importancia que la opere, perdió mucha sangre en el lugar del accidente y tiene signos de deshidratación y desnutrición pero esto ya se está corrigiendo, como primeras medidas he indicado le pasen una bolsa de suero y una de sangre, para mantenerla estable y que ingrese al quirófano, solo necesito que su madre llegue, para que me firme los papeles… —Pobre pequeña…—Edward se le hizo un nudo en la garganta, miró a Alyssa profundamente y ella empezó a caminar hacia la sala donde estaba su pequeña—. Pero, ¿eso que tiene que ver conmigo? Alyssa se paró y lo miró, su rostro estaba entre preocupado y confundido, vestía un traje de quirófano. Debía de haber terminado de operar, él era médico general y varias veces se ocupaba de las operaciones de los demás doctores, cuando estos tenían otros pacientes. Suspiró y le sonrió con dulzura. —La niña es Renesmee, Edward… Tú hija está aquí, gravemente herida… Edward se quedó en shock, ¡No era posible! ¿Su hija? Renesmee… —Me temo que no podré esperar a Bella para que firme los papeles, Renesmee necesita de urgencia la operación. Y ella tardara al menos media hora en llegar… La cabeza de Edward reaccionó ante eso, Isabella vendría. Pero su hija, su hija necesitaba ser operada de emergencia. Sacudió fuertemente la cabeza y miró a Alyssa. —Yo soy su padre, los puedo firmar… Alyssa, por favor, déjame participar en esta operación… Por favor…—suplicó. Alyssa lo vio un momento, antes de asentir con la cabeza y seguir caminando, más rápido en ese momento. Llegaron a la sala de observación y Edward se quedó frío al ver a su hija en esa cama, completamente inerte y tan lastimada… Su corazón se partió. Alyssa le entregó unos papeles, y Edward firmó casi sin verlos. Alyssa dio la orden a las enfermeras y ellas la empezaron a mover al quirófano, Edward y Alyssa los siguieron, con un nudo enorme en la garganta y estómago. Se lavaron las manos mientras que la niña era anestesiada y preparada para la cirugía. Antes de poder empezar la operación, una enfermera entró y les informo que Isabella Swan había llegado y estaba desesperada, Alyssa miro a Edward con aprensión. 105 | P á g i n a

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—Vayan —dijo el doctor que los ayudaría en la operación, los dos lo miraron, el doctor Volturi sonrió tras el cubre bocas—, yo empiezo lo básico, si pasa algo, les llamaré… Edward, debes verla… Alyssa, debes explicarle… Vayan. Lo ordeno como su jefe de residentes. Los dos sonrieron ante Aro y salieron del quirófano. Edward estaba nervioso, la volvería a ver… Al menos consciente, al fin… Alyssa solo pensaba en su pequeña niña… Antes de que pasaran para entrar a la sala de espera, el busca de Alyssa empezó a sonar, avisándole que tenía que regresar a donde estaba Nessie, a la vez que por altavoz era llamada “Doctora Austin se le solicita en quirófano, Doctora Austin se le solicita en quirófano” No esperó más, y salió corriendo hacia urgencias, presentía que algo le había pasado a Nessie, Edward se quedó paralizado, viendo a Alyssa correr, pero algo le llamó a ir a donde Bella. Mientras Edward caminaba para ver a su amada y gritarle o llorar juntos por su hija, sin poder hacer nada más porque no se sentía con las fuerzas de hacerlo, Alyssa Austin, prestigiada pediatra, primera de su generación, corría desesperada por los pasillos del hospital, en un intento por llegar lo más rápido posible con Nessie y rogando en su fuero interno que no fuera demasiado tarde. Por favor Dios, no te pido nunca nada por mí, solo por estos pequeños que me necesita, así que no me abandones esta vez y no permitas que un alma inocente y pura como Nessie se vaya, ella tiene que conocer a su padre…

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SÉPTIMA PARTE. POV Narrador. Alyssa Austin llegó al quirófano donde tenían a la pequeña, a la cual ya le estaban dando las maniobras básicas de reanimación, con lo que el pequeño corazón empezó a dar señales de seguir bombeando vida a su pequeño cuerpo, con una plegaria silenciosa agradecía a ese ser que está en los cielos y protege a todos, y se hizo cargo de la situación. — ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó confundida al doctor Aro, él la miró seriamente. —Mejor prepárate, la hemorragia ha aumentado y me da miedo lo que le pueda pasar a la hija del doctor Cullen. Alyssa asintió y corrió a lavarse de nuevo, al ponerse la bata adecuada y regresar a la mesa, Aro Volturi empezaba la operación. — ¿Dónde está Edward? —preguntó Aro antes de cortar la piel suave de Renesmee. —Ha ido con Bella… Dios, espero que todo salga bien. Los dos han sufrido, y todo para nada —susurró. Aro la miro comprensivamente. —Empecemos. Démosles algo de alivio al salvar a su hija —ordenoó Aro, los dos sabían la historia, tanto por lado de ella como de él, y Aro pensaba hacer algo para ayudar, si ellos no lograban hablar como Dios manda. Una vez la niña estabilizada, empezaron los procedimientos a realizar una laparoscopia exploratoria para detener el sangrado y la colocación de un fijador externo para reducir la fractura en la pierna, el cual debía usar por lo menos 6 meses para su mejoría, y además de enyesar el bracito también fracturado. Después de dos horas, la doctora Austin y el doctor Volturi trabajaron mano a mano, para dejar como nueva a la pequeña princesita, Alyssa estaba cansada pero satisfecha por los resultados. Aro realmente estaba satisfecho por lo bien que terminó la operación. Edward no entró a quirófano durante esas dos horas y eso preocupaba a Alyssa. Ella sabía lo que podía pasar entre Bella y Edward. Por su mente, pasó una escena de Bella golpeando a Edward, o Edward gritándole hasta de que se moriría a Bella, inclusive a su mente, Ian vino e imaginó que Edward o Ian se golpearían. Joder, eso sería el colmo…, pensó asustada. Aro la mandó a decirle a Bella y Edward cómo resultó la operación, él también estaba nervioso. Pero nada raro había pasado durante esas dos horas. Los doctores no podían estar más equivocados ante lo que paso entre Ian, Bella y Edward durante esas dos horas. Alyssa se sacó la ropa de quirófano, y poniéndose su bata, caminó hacia la sala de espera. No estaba preparada para lo que se encontró en ella…

POV Bella.

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Poco a poco fui recuperando la realidad a mí alrededor, la cabeza me dolía horriblemente y no sabía qué hacer, qué pasaba, dónde diablos estaba… Estaba entre unos brazos fuertes, cálidos y tan familiares. Mi vista se disparó ante el rostro de quién me tenía entre brazos y ese verde esmeralda que tanto amaba, me dieron la bienvenida, en una mirada feroz. Furiosa. Santa mierda… Era Edward. Me separé rápidamente de él, mareándome un poco e importándome una mierda. No quería estar cerca de él, sus palabras antes de que todo se hiciera negro regresaron como de rayo a mi memoria. ¿Me odiaba? ¡Con qué puto derecho! Fue él el que me dejó… Bueno, fui yo, en realidad, pero él se casó… Sin decirme nada. ¿Él me quería en su cama a cualquier hora? Nop. No iba a dejar que eso pasara, sé que hice mal en ocultarle lo de Nessie, pero nunca pensé en volverlo a ver. Sé cuánto sufrí por no tener a mi hija con su padre, pero sobre todo… ¿Edward habrá sufrido? —Puedes decir algo, ¿sabes? —fue lo primero que dijo después de quedarnos callados y que un asiento nos separará. Le miré a los ojos. — ¿Qué quieres que diga? —susurré. —Explicarme, tal vez, por qué diablos no me dijiste de Renesmee… Por qué huiste de esa manera de mí, por qué no me dejaste explicarte nada… Por qué me dejaste —susurró eso último con dolor. Sonreí con ironía, ¿dolor? ¿Él era el lastimado, cuando fui yo la humillada y obligada a dejar todo para irme? No, no iba a dejar que hiciera eso. —Uno, te casaste con mi prima y tuviste una hija con ella, por Dios, Tanya era mi hermana…—empecé, al hablar en forma de pasado, él entendió que yo ya sabía que ella estaba muerta—, dos, no te dije de Renesmee, porque… ¿Qué ibas a hacer con nosotras? ¿Meternos en un departamento y ya? Tres, me fui de ti de esa manera, porque ya no podía más… Me dolía verte tan feliz ese jodido día — ¿De dónde diablos sacaba toda esa fuerza para hablar todo lo que callé durante años? Tal vez el saber que mi hija pudiera morir me daba ese valor que nunca tuve. Necesitaba sacar todo lo que tenía y pronto. Tenía círculos que cerrar, tenía que seguir adelante… No me di cuenta en que momento me paré ni que él y yo estábamos frente a frente, viéndonos con dolor, rabia y… Y odio. —Cuatro, ¿tienes el jodido descaro de decirme por qué te dejé el día de tu boda? No chingues, Edward… —No lo hago —murmuró entre dientes, se acercó un poco a mí, manteniendo su distancia—. Joder, que no te chingo, Bella… Durante cuatro años, viví con Sarah Kirea y de la noche a la mañana, me mandan a Londres, y conozco a Belle, y por ende a Renesmee… ¿Sabes la jodida impresión que tuve cuando por primera vez la vi y supe que era mi hija? —No te acerques a mí…—susurré sin fuerzas, su maldita cercanía me afectaba demasiado. —Haré lo que quiera hacer. ¿Quieres saber por qué me casé con Tanya? Bien, te la diré… 108 | P á g i n a

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—No quiero saberlo… —No jodas, Isabella…—me dolía que me dijera por mi nombre completo, se rió irónicamente—. No quieres saber por qué me casé con ella, más sin embargo me lo echaste en cara hace dos minutos… Yo quiero saber por qué me ocultaste a Renesmee, y tú solo me dices… Nada. Mi hija está en cirugía, ni siquiera la he llegado a conocer bien… Han sido cuatro meses de sufrimiento. Hace apenas seis meses, creo que menos, que empecé a hablar con ella… ¡Y ella me reconoció! —Edward se estaba alterando y lo sabía, pero yo no podía hacer nada más que escucharlo. Porque no sabía que decir. Simplemente lo estaba dejando dejarlo ir —, y yo a ella no. No la reconocí porque no sabía de ella… ¿Sabes lo jodido que es eso? Él se acercó más a mí. Y mi respiración se agitó. Mis labios temblaron, porque aunque en ese momento lo odiaba, porque me haya hecho lo que me hizo… Lo seguía amando, y lo quería besar y golpear duro. Le quería dejar al menos un ojo morado, sacar toda esa frustración que tenía desde hace cuatro años. Quería que me dijera por qué hizo lo que hizo, por una parte quería hablar como gente civilizada, pero por otra, golpearlo hasta dejarlo en coma. Hacerlo sufrir, como yo sufrí. La mirada de él cambió por completo. Ya no había odio, había otra cosa diferente. Y joder, yo conocía esa mirada, más sin embargo fue imposible moverme… No fue hasta que él se me acercó tan jodidamente cerca y sus labios rozaron los míos por un segundo, que me alejé de él y le di una cachetada. Mi golpe sonó por toda la habitación casi vacía. Le miré ferozmente. —Ni se te ocurra —gruñí. ¿Cómo era posible que primero me soltara toda esa mierda y después me besara? Y dice que soy yo la jodida… —Bella —me congelé ante esa segunda voz, enojada y preocupada. Me volteé y vi como Ian caminaba ferozmente hacia mí. Belle, Alec, Jake, Leah y los demás venían atrás de mí, solo Esme, Carlisle y las Denali faltaban. Mis padres también estaban ahí. No sé qué fue lo que me sucedió, pero tuve la imperiosa necesidad de correr hacia Ian, dejé a Edward con su golpe aún atontado. Me lancé a los brazos de Ian y enterré mi cara en su cuello. Y lloré. Lloré porque en sus brazos todo se fue aclarando. Mi hija en quirófano, Edward aquí, su beso, todo lo que me dijo. Yo no sabía nada de Renesmee, Alyssa aún no salía y Edward había dicho que estaba grave mi bebé. ¿Qué tal si moría? Yo habría negado la oportunidad a Edward de conocerla. Yo no la disfrutaría más, no la abrazaría, la besaría… Y eso me cagó de miedo. Ian se aferró a mí y podía sentir la mirada de odio a Edward, pero eso fue lo último en preocuparme. Yo solo estaba concentrada en mi hija. En como estaría. Belle me miró con culpa y corrió a Edward, Alice, Rose, Emmett y Jasper se quedaron en sus lugares, viendo confundidos detrás de mí. Después de lo que parecieron años, me separé de Ian, con las lágrimas aun cayendo. Belle estaba sentada con Alec y Edward, hablando con él, se veía preocupada, confundida y sorprendida.

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Alice se acercó a su hermano y lo abrazó, al igual que Emmett, parecía como si no se hubieran visto en años. —Es él, ¿verdad? —preguntó Ian. Yo solo asentí y él suspiró. Asintió con la cabeza y me abrazó más fuerte. Miró a su hermana con confusión en sus ojos, pero Belle solo se encogió de hombros y se abrazó a Alec. —Joder, no puedo creer que él esté aquí —murmuró confundida Lauren. —, se ve… La última vez que lo vi, fue en el funeral de Tanya, él estaba mal… Sobre todo porque tenía a la niña en brazos…—no quise seguir escuchando, pero la voz baja de mi amiga, y su mirada de asombro y lástima me obligaron a seguir escuchando—. Cuando nos dijo que se iba, yo no le volví a ver… Se ve de la mierda ahora… Casi igual de cuando cayó en la cuenta de que te fuiste… Eso me enfureció. ¿Por qué diablos ahora estaban con él? ¿Y yo qué? ¿Mi dolor, sufrimiento, humillación, el tener que dejar todo atrás para empezar de nuevo? — ¿Por qué mierdas dices eso? —le pregunté enfadada, ella me miró como si cayera de que yo estaba aquí—. Quiero decir, él se casó con Tanya cuando me fui, ¿cómo podía estar destrozado si era su plena fiesta, empezaba su luna de miel y su nueva vida con ella? Lauren me miró comprensivamente. Pero fue Rose la que me contestó. Ni siquiera me di cuenta de cuando llegó o dónde estaba. Ian seguía abrazándome fuertemente, los hermanos Cullen se veían entre confundidos y un poco enfadados. Belle estaba hablando con ellos, mientras que Alec hablaba con Edward. Rose, Jasper y Lauren se quedaron conmigo e Ian, viendo la escena como si fuera algún tipo de programa de televisión o algo así. —Porque ese cabrón cometió errores, sí, pero creo que al menos tiene la oportunidad de poderse explicar, de poder defenderse. No lo juzgues por lo que hizo apresuradamente, Bella… Somos humanos y los humanos cometemos errores, algunos más cagados que otros, pero se aprende la lección y se sigue adelante, algunos tratan de remediar ese error, otros siguen adelante. Él está intentado enmendarlo —Rose habló con tanto fervor, que me fue imposible ver a otro lado. Jasper solo estaba callado e Ian habló por primera vez. —Tuvo dos meses y cuatro años, para hacerlo… ¿Por qué en esos dos meses no buscó a Bella, si ya sabía de Renesmee? —Porque no podía separarme de Sarah Kirea, en ningún momento…—respondió Edward, apareciendo detrás de nosotros, Ian y yo dimos la vuelta, pero su brazo nunca dejó mi cintura, abrazándome posesivamente. En lo que llevábamos juntos, él nunca se había mostrado celoso ni posesivo. — ¿Qué? —pregunté confundida. —Mi hija nació de siete meses… Tiene problemas respiratorios y hace poco le descubrieron leucemia — jadeé ante eso último—. Gracias a Dios, fui donante y le pudimos salvar la vida… Pero ella necesita de cuidados, y entre mi trabajo y ella, los días se me iban rápidos y lentos. Ustedes al menos sabían quién se

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la pudo haber llevado, yo tenía que esperar a Belle para que me dijera que pasaba, mientras fingía a Sarah que todo estaba bien. Ian le miró con una ceja enarcada, Alice se puso junto a su hermano, y vi que estaba completamente en shock. Esto era demasiado. —Lamento lo de tu hija, pero, ¿has oído decir que el karma es una perra? — ¿Ese fue Ian? Definitivamente, algo pasaba con él, porque él no era así. Mis amigos estaban callados, en shock. Belle le miró enfada. —Ian, cállate…—le dijo en voz alta. Él la miro furioso, y Belle igual. —No, ¿por qué tengo que hacerlo? —Porque no sabes lo que dices—ese fue Edward, viéndolo también furioso. Tal vez Ian se estaba pasando, pero… Me valía poco. Solo lo lamentaba por esa pequeña. Pero supongo que el karma perra tomo su venganza —. Es obvio que no sabes lo que es tener un hijo enfermo. Es más, ¿eres padre? Ian se quedó callado. Y algo en mí se despertó. La historia de él y Bree regreso a mí, creo que al igual que Belle, porque ella bajó la mirada dolida. —Sí, lo es…—hablé, enfrentándome a ellos dos… Hablé sin pensar, solo siguiendo el instinto —. Renesmee es su hija… El jadeo de todos me hizo darme cuenta de lo que dije, Ian me miraba sorprendido, pero yo había dicho la verdad. Él había sido alguien importante en la vida de mi hija, desde que lo conocimos, eran amigos, él la llevaba a sus clases de ballet, y le hacía tanto el desayuno, comida o cena cuando yo no estaba, Belle, Alec, él, Nessie y yo éramos una familia. Las risas y juegos de nosotros, con mi hija, hizo eco en mi memoria. Nessie adoraba a Ian, así como él a ella. Le enseñó lo básico del abecedario, preparándola junto conmigo para el kínder garden. Belle le enseñaba ballet, y Nessie amaba cuando Ian le hacía “sesiones” fotográficas. Mis amigas también eran pilar importante en la vida de mi hija, pero ella tenía su familia conmigo, Ian, Belle, Alec, Jake y Leah… Aquí en Londres. Edward estaba lejos de poder ser el padre de Renesmee, él solo me ayudó a que viniera al mundo, solo a crearla, pero yo me encargué de ella, de su educación, de alimentarla y amarla, junto con Belle, la vimos crecer, y junto con Ian y Alec, vimos como poco a poco empezaba en su curiosa edad de los cuatro años. Edward nunca estuvo ahí, cuando lo necesite… Porque tú no lo dejaste, tonta…, esa voz dentro de mí me habló. La traté de ignorar, pero no podía. La voz de Edward me hizo regresar a la realidad. —Su padre soy yo, Isabella… No un tipo cualquiera. Y lo sabes bien… Que no la haya conocido apropiadamente y verla crecer, no es mi culpa. No es mi culpa que tú me la hayas quitado antes incluso de saber de ella —su voz destilaba dolor, y él se veía mal… No pude concentrarme en nadie más, solo en Ian, Edward y yo… 111 | P á g i n a

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—Ella hizo lo mejor para ella y para Renesmee —habló Ian, protegiéndome—. Tú fuiste un poco hombre que en lugar de terminar con Taya y tener una relación decente con Bella, la volviste tu amante. ¿Qué querías con Bella? Después de casarte. —Ella sabía bien en lo que se metía cuando aceptó esa relación conmigo. Y tú no tienes derecho a opinar sobre lo que pasó entre nosotros. —Claro que lo tiene… Sí sabía en qué me metía, pero tú también sabías que te amaba demasiado como para no poder estar contigo. Jake fue testigo de mi dolor. Porque eras mi todo, Edward —no separé mis ojos de los de él, él empezó a respirar rápidamente, los brazos de Ian se tensaron a mí alrededor—. ¿Qué querías que hiciera después de tu boda? ¿Quedarme para tenerme abierta de pies en cualquier momento? — ¡BASTA YA! —gritó Belle, haciéndonos a todos reaccionar. Ella se veía en verdad enojada, frustrada y decepcionada—. ¡Con un carajo, esté no es lugar para pelear! Renesmee está siendo operada, y en lo único que se preocupan es en qué hubiera pasado si Bella no se hubiera ido, como si no lo supieran. Ella habría cortado todo con Edward, hubiera puesto distancia, porque es lo que ella hace. No quiere lastimar a nadie, pero cuando el daño ya está ahí en ella, ¡ella se va! ¡Huye! ¡Está en su naturaleza no enfrentarse a problemas cuando sabe que las personas que ama saldrán más que lastimadas! Edward, sé todo y lo sabemos, pero ellos no…—nos señaló a Ian y a mí—, y joder, que sería realmente de ayuda que ustedes dos —nos señaló a Edward y a mí simultáneamente con sus manos—, hablaran como Dios manda y dejen atrás toda esa mierda. Porque sea como sea, será Renesmee la lastimada. Bella, que bueno que pienses que Ian es su padre, pero Edward lo es… Te amo, hermano, pero sabes que no puedes quitarle ese derecho que merece Edward, porque tú —su dedo acusador me hizo sentirme realmente mal y no sabía porque—, te fuiste y no dijiste nada. No le dijiste y yo le tuve que decir, ¿malo de mi parte? Lo siento, pero Renesmee merecía conocer a su padre y no solo por unas fotografías sin vida. ¿Sabes la primera reacción de ella al ver a Edward? —negué con la cabeza lentamente—. Decirle a Edward, “tú eres el que mi mamá me muestra en las fotografías, tú eres mi papá…” y abrazarlo. No puedes jugar con el corazón de Renesmee. Simplemente no puedes… Ella terminó jadeando, todos nos habíamos quedado en silencio. Nunca la oí hablar así, ahora entendía por qué era una Evenson. Ella tenía razón en parte. Pero no sabía qué hacer en ese momento. Me quedé un momento callada, viendo a la nada, hasta que levanté mi mirada y la enfoqué en Belle. —Tienes razón… Hablaremos cuando tenga que ser, pero no hoy, no ahora… Me importa más mi hija, que tú…—Edward tragó en seco, y me miró a los ojos. — ¿Crees que a mí no? Solo que hay un problema, Isabella —se acercó un poco más a mí, pero Ian le impidió el paso, Edward y él se miraron peligrosamente, sabía por la tensión en el cuerpo de Ian, que si no se controlaban, eso acabaría mal… Edward me miró con fuego en sus ojos esmeraldas—. Sabes muy bien que te puedo demandar por haberme ocultado a Renesmee, puedo pedir su custodia y alejarla de ti… —No te…—empecé, temblando de miedo. Lauren, Rose y Jasper se pusieron tensos, como listos para golpear a Edward e Ian también… — ¡Oh, sabes que sí podría! —me interrumpió—. Pero no lo haré… Solo porque sé lo que ella es para ti, pero no dejaré que la alejes de nuevo de mí, la registrare a mi nombre, digas lo que digas… Ella es una Cullen. No una Evenson… Y nunca lo será… 112 | P á g i n a

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Eso fue todo lo que Ian necesitó. Me dejó de lado y le aventó un puñetazo a Edward que lo lanzó para atrás, el grito de Alice y Belle fue de sorpresa. Lauren y Rose solo se quedaron callados, podría jurar que intentaron esconder sus sonrisas. — ¡No puedes amenazarla así y no esperar que responda, cabrón! —exclamó Ian enojado, carajo, estaba pensando seriamente que algo había tomado el cuerpo de Ian, porque él no era así—. Tú tuviste tu tiempo de poder ser algo más, aparte de amantes, con Bella. Tu tiempo se agotó, ahora ella está conmigo. Y ten por seguro que algún día Renesmee será una Evenson. Y de nuevo, eso fue todo lo que Edward necesitó. Apenas pude ver como el puño de Edward chocó contra la mandíbula de Ian, haciéndolo tropezar. Este fue mi turno de gritar en protesta y sorprendida. Me acerqué a él y le miré el rostro preocupada, él me miró con disculpas y luego a Edward con odio. — ¡Tú no tienes ni un jodido derecho a hablar! —gritó Edward, con el rabillo de mi ojo pude ver como Emmett agarraba a su hermano, varios doctores, gente y enfermeras empezaban a remolinarse para ver el show que estábamos dando—. ¡Que seas el novio de Bella no te da derecho a decidir por Renesmee! Antes de que yo pudiera decir algo más, o alguien más pudiera hablar, el celular de Edward empezó a sonar, él se deshizo de mala gana de los brazos de Emmett, y contestó en un gruñido. — ¿Qué pasa? —preguntó enojado. Se quedó un momento callado, escuchando lo que le decían. Belle se acercó a nosotros y le dio una mirada severa a Ian. —No me mires así —le reclamó su hermano—. Tenemos que hablar, pequeña demonio… —Oh, claro que sí —suspiró, dejando que la preocupación tomara su rostro—. Voy a por hielo, ¿te encontraré vivo cuando regrese? —Belle…—dije disgustada, ella rió sin nada de gracia o diversión y solo asintió con la cabeza, Alec y ella caminaron a la cafetería, el pequeño grupo de chismosos se había disuelto cuando vieron que ya no habría pelea. —Pero, ¿ella está consciente? —exclamó preocupado Edward, me giré a mirarlo confundida, e Ian igual— . ¡Joder! ¿Y qué diablos esperan para traerla al hospital? Papá, tráela de inmediato. Cortó un segundo después, se pasó las manos por el cabello desesperado, Alice se acercó a él, y lo abrazó. Algo me decía que algo andaba mal con Sarah Kirea. — ¿Qué paso? —preguntó Emmett. —Sarah tiene fiebre… Y eso puede ser malo para ella… Apenas se está recuperando de la operación. —Espera, ¿qué? —pregunté confundida. —La operaron hace un mes, era por eso que no iba a contigo —me explicó mirándome sin expresión alguna.

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—Entonces, ¿tú también estás recién operado? —pregunté con temor Alice, Edward asintió y se llevó una mano a su costado, casi sin pensar. Hasta ese momento me di cuenta que le costaba ponerse en pie o incluso hablar. Ian le miró culpable. —Oh, Dios —susurré. Antes de que pudiera decir algo, el busca de Edward empezó a sonar. —Ya llegaron —susurró antes de ir corriendo a la puerta, algo dentro de mí lo quiso seguir, pero me detuve. Yo no sabía qué estaba pasando. Y ya no era capaz de mantener otras cosas en mi mente aparte de la operación de mi hija.

Tuvieron que pasar veinte minutos para que Belle llegara con el hielo. Y una hora para que Edward regresara más calmado, al parecer, lograron controlar la temperatura de su hija. Pero él estaba desesperado. Y lo entendía. Hasta ese momento, en que vi su desesperación, lo entendí. Él tenía dos hijas en el mismo hospital, siendo atendidas y él no podía hacer mucho, solo esperar… El karma sí era una perra. Porque gente inocente tenía que sufrir lo que nosotros dos habíamos hecho y deshecho. Estaba cansada y también desesperada. ¿Cómo estaban las cosas con Renesmee? ¿Sobreviviría? ¿Por qué diablos no salían a decirnos nada? Una hora después, de entre silencios, miradas matadoras, palabras ofensivas y de dolor, Alyssa salió de esa puerta que me separaba de mi hija. Edward corrió con ella, luciendo un poco incómodo, yo llegué con ella junto con Ian y esperamos que hablara. Estaba desesperada, tenía que saber si estaba bien. Y quería verla, abrazarla y decirle que todo estará bien, protegerla como hace dos meses debí hacerlo. Golpear el culo de Anastasia y dejarla en prisión o en un psiquiátrico aunque sea. Alyssa nos miró con suficiencia. —Bien Bella; como sabrás, la pequeña tuvo un pequeño colapso por la pérdida de sangre con la que llegó, afortunadamente logramos sacarla del choque y en cuanto sus constantes vitales nos permitieron entrar a cirugía, lo hemos hecho—se detuvo un momento, evaluándonos a los tres con la mirada, Rose, Alice, Emmett, Jasper, Belle y Alec, la veían un poco más aliviados, Esme y Carlisle se habían quedado con la pequeña Sarah—, se detuvo la hemorragia del abdomen y se le colocó un fijador externo como tratamiento de la fractura en su pierna, por dos semanas se quedara aquí para mantenerla en observación, si no se presentan complicaciones podrá irse a casa. Sentí como el aliento regresaba a mí, mi hija estaba bien, viviría. Mi mirada voló a Edward, él se veía contento, más tranquilo, pero esa sombra de preocupación seguía en él. Me sentí mal por él, su otra hija estaba enferma, él había sido donante, pero aunque no sabía mucho de leucemia, sabía que era muy grave. Solo me quedaba rezar por Sarah, porque era mi sobrina y media hermana de mi hija. Oh, Dios… Que enredó de familias. — ¿Puedo verla? —pregunté esperanzada. Alyssa me vio cuidadosamente y sonrió pacientemente. 114 | P á g i n a

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—Ahora mismo la están trasladando a la sala de recuperación, y en dos horas pasará a su cuarto, donde podrás verla, el doctor Volturi se ha quedado con ella, yo vengo a buscarte —dijo lentamente. Asentí con la cabeza. Solo serían dos horas más, ya estaba a salvo, ¿qué podía pasar en esas dos horas? —Gracias, Alyssa, no sé qué sería de mí sin mi pequeña, una vez más la has traído a la vida y no tengo con que pagarte todo lo que has hecho por nosotras —la abracé delicadamente, mientras las lágrimas de alivio salían de mis ojos. Estaba feliz, tranquila. Mi hija estaba a salvo. —Bien, eso es todo de mi parte… Al menos por ahora, iré a ver cómo va el traslado, cualquier cosa yo mando a una enfermera a buscarte o vendré personalmente, no te preocupes —me tomó de las manos y sonrió tranquila—, Nessie está en buenas manos. Asentí feliz. Ella le hizo una seña a Edward y ellos empezaron a caminar juntos. No sabía que decían pero Edward se veía un poco preocupado. ¿Sería algo de Renesmee? No, supongo que era de Sarah… Ian me abrazó y hasta ese momento volví a sonreír. Mis amigos estaban muchos más tranquilos y decidieron ir a la cafetería, Ian y yo fuimos a con ellos, no me di cuenta de que tenía mucha hambre hasta ese momento. Comimos entre risas y alivios. Todo volvía a ser color de rosa una vez mi hija a salvo, ahora Sarah Kirea estaba en mi mente. Solo la había visto dos veces, una con mi hija ese horrible día y otro cuando me enseñaron su foto. Pero era idéntica a Tanya de niñas, inclusive tenía los ojos azules de ella, pero tenía algo que me recordaba mucho a Edward y esa era tanto su sonrisa como su nariz. La tenían recta, perfecta, como una estatua Griega, solo que Sarah la tenía un poco más respingada, y esa sonrisa que me hacía suspirar. La misma que mi hija había sacado. No sabía cómo estaba ella, y me preocupaba porque era mi sobrina, no solo la hija de Edward. Era lo último que me quedaba de Tanya. Decidí pasar a verla cuando viera a mi hija. Después de dos horas por fin podía entrar a ver a Nessie, aunque seguía dormida por los efectos de la anestesia. Me sorprendí de que Edward estuviera ahí mismo, viéndola con adoración. Alyssa solo me dejó entrar a mí, dejó a los demás para después. Era de noche ya. Iban a ser las diez, mis amigos solo querían verla para poder irse a descansar. Ian miró mal a Alyssa cuando le dijo que él no podía pasar, pero se quedó con Belle. Edward no notó mi estadía hasta que Alyssa habló, sonriendo un poco. —Puede que despierte en unas horas o lo haga hasta mañana, tuvimos que administrarle más calmantes por el dolor, en cuanto despierte le haremos las pruebas pertinentes para ver si no hay daño en sus funciones cerebrales, como el habla o la memoria, puedes quedarte el tiempo que quieras, más tarde vendré a ver cómo sigue—me explicó y en ese momento, Edward levantó su mirada confundido. La cambió cuando me vio ahí de pie, viéndolo junto a mi hija. Por la sonrisita de Alyssa, supe que ella había dicho “no” a Ian a propósito. Ella quería que me quedara con Edward a solas.

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— ¿Puedo quedarme toda la noche con ella? —pregunté con cuidado—, ya he estado bastante tiempo separada y no podría aguantar más. No podría separarme de ella ahora que ha regresado a mí. —Como bien dijo Alyssa, puedes quedarte con ella —fue Edward el que me contestó, sin moverse de su lugar, y dirigiendo su mirada a Nessie de nuevo—. Ésta es una habitación privada que estoy pagando para su comodidad, yo tampoco podría separarme de ella ahora que la he vuelto a encontrar… Me sentí… Mal… Les había quitado esa oportunidad, a los dos… En ese momento, cuando decidí irme, solo pensé en mí hasta que pude salir del shock de saber que estaba embarazada, me empecé a preguntar si había hecho bien. Pero luego apareció Belle, y Alyssa… Y todo empezó a cobrar sentido en mi vida aquí en Londres… Asentí cuidadosamente. Alyssa sonrió y con asentimiento rápido de cabeza, se excusó. Edward se quedó viéndome un momento y regresó su atención a mi hija. Me senté al otro lado de ella, frente a Edward, le toqué la frente con amor, me olvidé de Edward, de Ian, de todos y solo me concentré en mi pequeña. Tenía algunos rasguños y sombras bajo los ojos, como cuando no puede dormir bien, pero aparte de eso, ella estaba en perfectas condiciones. Una pequeña sonrisa se hizo en su bello rostro cuando mi mano tocó su mejilla y vi que Edward tomó su manita con amor. Es como si mi hija pudiera sentirnos juntos… Suspiré. No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que me quedé observándola, admirando y agradeciendo que la haya podido volver a ver. Renesmee hizo una mueca de disgusto y mi mano voló a su frente, al igual que la de Edward, las dos chocaron, haciéndome estremecer por las chispas que volvieron a salir. ¿Qué diablos? Nos miramos a los ojos un momento, sabiendo lo que sentíamos. O al menos yo. Renesmee suspiró y volvió su carita a la normalidad, con los ojos nos decimos varias cosas… Teníamos que hablar, pero no ahora… Nos quedamos toda la noche así, a veces yo me dormía mientras él la vigilaba, y viceversa. Alyssa nos avisó que los demás se habían ido a descansar, inclusive Ian. Revisó los signos vitales a Renesmee y todo estaba bien. A la mañana siguiente, fui a por café, trayéndole a Edward. Había sido una noche larga. Él se tuvo que ir a mitad de la noche para ver a Sarah, que al parecer, le reclamaba su presencia. Regresó una hora después, un poco más aliviado. No me atreví a preguntarle nada… Cuando regresé a la habitación, la puerta estaba medio abierta, dejando ver un poco adentro. Me asomé cuidadosamente, Renesmee estaba despierta y sus ojos veían directamente a Edward, él la miraba sonriente y con lágrimas en los ojos. Se me hizo un nudo en la garganta cuando una lágrima salió de los ojos de él y mi hija le alzó los brazos para que la abrazara. —No lloes, papi…—dijo mi nenita. Papi… Ella sabía quién era él… —Lloro de felicidad, princesa… ¿Sabes cuánto te extrañamos, yo y Sarah? —Ella negó con la cabeza. ¿Tanto tiempo habían convivido como para que mi hija lo mirara de esa manera? Me miraba… Como a mí, cada vez que me veía —. Te amo mucho, bebé, ¿lo sabes, verdad?

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Ella asintió con la cabeza, sonriendo. —Clao. Tú ees mi papi, como mi mami. Y los extañe mucho… No me vuevan a deja sola, pofavo— suplicó Renesmee, viendo triste a su padre. —Nunca, bebé. Nunca —la abrazó de nuevo, acunando su cabecita. ¿Había hecho bien el decir que Ian era su padre? Mi hija tenía muy presente que Edward era su padre… Ian era como, como su tío Jake para ella. Renesmee quería a Ian como a un tío más. Y mi mente me cuestionó, ¿y qué tal si lo que siente Ian por Renesmee es una ilusión de lo que pudo haber sentido con su hija? Suspiré confundida, pero un poco fuerte, Edward se volteó a verme y en cuanto mi hija me vio, sonrió enormemente. — ¡Mami! —gritó, alzándome sus bracitos, entré en la habitación, dejando atrás todo y preocupándome por solo llegar a ella y abrazarla fuertemente. —Mi nenita…—dejé el café en un lado y la abracé fuerte. Le besé su rostro con cuidados y amorosos besos. La mano de Edward descansó en la pierna de mi hija, la buena. Ella se aferró a mí y luego me soltó, tomando mi mano y la de Edward. —Tan aquí… Pensé que ea un sueño. Poque escuche sus voces… Mis papis tan conmigo—la inocencia de los niños era fascinante. Tan hermosa, tan pura… Edward también sonrió. Y en ese momento, me sentí de vuelta en casa, hacía años que ya no veía esa sonrisa. Y me sentí confundida. No voy a mentir, me dio miedo. Pero no, yo estaba con Ian y estaba segura de mi relación con él. Edward no iba a venir a arruinar eso que teníamos. Con mi hija, Ian y yo haríamos nuestra familia.

En la tarde, mis amigas vinieron a ver a Renesmee, mi hija estaba realmente feliz. Ian le sonrió con amor a mi hija y le besó la frente, mi hija estaba sonriendo a cada momento. Cuando decidí salir a buscar a Sarah, me encontré con Alyssa, le pregunté sobre Sarah, pero ella me dijo que ya se había ido. Supuse que la habían dado de alta y estaba en casa con Esme y Carlisle. El día fue mejor, mi hija mejoraba a grandes rasgos y se notaba, los días fueron pasando con rapidez, Ian venía cada día y estaba con nosotros a cada momento. Todo volvió a tomar su ritmo, excepto que Edward y yo aún no hablábamos, Ian y Edward se habían declarado enemigos públicos y solo por Renesmee se controlaban. Al darse las dos semanas, con cuidado trasladamos a mi bebé a casa, haciéndole una pequeña fiesta. Fue ahí cuando conocí a Sarah, era ella un amor de niña, tan dulce y llena de vida, que te parecía sumamente increíble de pensar que ella había tenido leucemia… o tenía. Sarah y Renesmee hablaron en su idioma de cualquier cosa, abrazándose de vez en cuando. Las dos niñas eran grandes amigas y eso se notaba. El mes de octubre se fue rapidísimo. Edward venía a ver a Renesmee cada día, casi siempre las noches, estando con ella un rato, Alice traía a Sarah todos los días, desde las dos de la tarde, que es cuando salía 117 | P á g i n a

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de su kínder, hasta que Edward venía a por ella, ella se convirtió en alguien más de mi familia, interactuaba mucho con Sarah y me encantaba mi sobrinita… Noviembre dio paso a diciembre, Alice, Rose, Jasper, Emmett y Carlisle decidieron venirse a vivir a Londres, su hijo estaba aquí y no me querían dejar sola, Lauren había logrado encontrar trabajo aquí, como maestra en mi colegio donde trabaja medio tiempo, ella se había graduado como maestra de historia. Daba clases a los chicos de secundaria de ese colegio, desde quinto hasta séptimo grado. Mis abuelitas estaban más que felices cuando apareció mi hija, la llenaron de besos y abrazos, pero ellas se tuvieron que ir junto con mi padre y Sue, de regreso a Seattle. Había algo ahí que no podían dejar ir. Y lo aceptaba. Nos veíamos diario por Skype, hablando antes de o irme a trabajar o de dormirme. Renesmee estaba encantada de ver a sus abuelitos vía satélite. Le parecía gracioso, según ella. La Navidad la pasamos todos juntos, entre risas y amarguras. Anastasia había vuelto a escapar, esta vez no sabíamos dónde estaba pero tanto Ian como Edward tomaron medidas de protección. Los agentes Zafrina y Vladimir seguían viéndonos, estando atentos a cualquier anormalidad. Renesmee no podía caminar aún, aunque se moría por hacerlo, todavía tenía que estar en reposo. La navidad y año nuevo fueron muy hermosos al lado de mis amigos, tanto nuevos y viejos, como con Ian… Y Edward. Ian y yo empezamos a llevar la relación a un nivel más físico, él tenía en mi cómoda su propio cajón, él vivía en mi casa, aunque viviera frente nuestro. Sabía que eso tenía molesto a Edward, que siempre nos viera juntos a Ian y a mí. Y para su mala suerte, siempre nos tenía que encontrar besándonos o abrazándonos. Pero era su momento de sufrimiento. Yo ya no era la misma de hace cuatro años, ahora pelearía con mi felicidad, y si Ian y Renesmee la eran, lucharía. Me importaba poco Edward. Él había tenido su tiempo. Y no lo supo aprovechar, ahora le tocaba a él. Un día, Ian llegó a mi departamento un poco más tarde de lo habitual. Lucía confundido y shockeado. No pregunté nada hasta que estábamos en la cama, abrazados viendo la tele, antes de dormirnos. — ¿Estás bien? —le pregunté suavemente, no salía de su trance aún y llevaba dos horas conmigo y los demás. —Sí…—suspiró. Asentí y me acurruqué más a él, iban a dar las doce y diciembre en Londres era muy frío. Mi cama era calientita, pero con Ian a mi lado me sentía mejor. Renesmee ya estaba dormida y Belle al parecer también. Nos quedamos un momento callados, solo viendo la película que pasaban en la tele. Habían pasado casi diez minutos de silencio, cuando Ian volvió a hablar. —Bella, ¿qué pasaría si yo te dijera que he vuelto a ver a Bree? Esa pregunta me dejó confundida, me levanté en mis codos y le miré fijamente, evaluándolo con la mirada.

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—Pues… No lo sé—contesté sinceramente. Él asintió y me quitó un mechón de mi pelo de mi frente. —. ¿Cuándo? Él me entendió a la perfección, fijo su mirada en un punto lejano. —Hoy. Terminé de hacer una sesión y empecé a caminar por un parque cerca del estudio. No me di cuenta que era el mismo parque donde le propuse matrimonio y que fuera mi novia. Estaba a punto de salirme cuando me la tope. Fue… Impactante —susurró, perdido en sus pensamientos. Lo que más me sorprendió, no fue su declaración, si no que me doliera o sintiera celosa —. Hablamos un poco y después me fui… Yo… No sé qué sentir ahora y no quiero que me odies por eso… —Ian…—le interrumpí—, no te voy a odiar, ¿vale? Te quiero, y siempre contarás conmigo. Aparte de tu novia, soy tu amiga. Y sé que lo que hubo entre ustedes fue intenso, eso nunca se borrara, pero… Pero es necesario empezar de nuevo, empezar desde cero… —Como tú —asentí bajando la cabeza. —No te quiero obligar a que estés conmigo, si no… Si no te sientes seguro. —Hey…—agarró mi mentón y me levantó la cara—, amo estar contigo, tú y Renesmee se han convertido en mi familia. Te quiero, Bella… Y tienes razón, hay que comenzar desde cero… Pero quiero hacerlo contigo. Sonreí ante sus palabras y le besé suavemente. Nos volvimos a acomodar y en poco tiempo me quedé dormida. Pero sus palabras no me dejaron… ¿Esto nos afectaría? Esperaba con toda mis fuerzas que no.

Belle estaba enojada conmigo, casi no hablamos y cuando lo hacíamos siempre era para acabar en lo mismo. Estaba siendo una egoísta y lastimando a alguien que ya estaba sufriendo demasiado. —Belle, yo no estoy lastimando a nadie—le había dicho una vez. Ella me miro irónica. — ¿Ah, no? —preguntó sarcástica—. Por Dios, Isabella, estás castigando a Edward… Lo haces sufrir. Suficiente tiene con Sarah. Estás siendo una perra. ¿Por qué lo haces? ¿Qué ganas? ¿No crees que deberías dejar de tener esos remordimientos y saber ser madura, dejar de ser una cobarde que a la primera huye? Te amo y por eso te lo dijo, fuiste una cobarde cuando estuviste con Edward, ¿por qué no le exigiste nunca nada? Sabías en qué te metías, he oído tu versión y la de él, pero la que más me pega es la vida de esas dos niñas. Sarah sin una madre, Renesmee sin un padre… ¿Hasta cuándo, Bella? Y también Ian—añadió— , él está enamorado de una ilusión y lamento decirlo de esta manera, pero es así como se ve. ¿Hasta cuándo Renesmee y Sarah dejaran de sufrir y tener su familia deseada? ¿Por qué carajos no hablas con él de una puta vez? ¿Tienes miedo que él te diga lo que tú siempre has sabido, o qué? Dio media vuelta y salió del departamento enojada, dejándome en shock. ¿Tendría razón mi pequeña Belle?

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Quiero decir, yo no hacía nada malo a Edward, él aparecía cuando Ian y yo estábamos en nuestros momentos. Había sido buena con él. Dejándole ver a Renesmee cuando quisiera, que estuviera cuanto tiempo él quisiera. Al igual que a Sarah. Definitivamente Belle estaba de lado de Edward. Sabía en lo que me metía. Cuando corté todo con Edward, fue por el bien de todos. Eso no me lo puede dudar. Enero empezó muy frío, mi hija seguía en cama, pero ya más tranquila, poco a poco daba pasitos, como cuando aprendió a caminar. Edward estuvo con ella en cada momento, cuidándola y amándola siempre. Enero también trago una sorpresa maravillosa para mí… Ian y yo estábamos en la cocina, hablando de cosas sin importancia. Me sentía más segura ahora que Ian me había dicho que él y Bree habían quedado como amigos. Todo iba bien, al parecer, nuestra relación iba mejor que nunca y yo empezaba… A amarlo… Desde hace unos días habíamos empezado a hablar sobre bodas… Habíamos visto 27 bodas y empezamos a debatir el qué se sentiría ser siempre “la dama de compañía” y nunca la novia. Ese tema nos había emocionado, había empezado a hablar sobre vestidos, peinados, que esto, que lo otro… Me empezaba… a ilusionar. Mi relación con Edward era distante. Casi no hablábamos, y él pasaba la mayor parte de su tiempo con Renesmee y Sarah y a veces con Belle. Era lo mejor para los dos… Estaba lavando los trastes, Edward estaba con mi hija y Sarah en el cuarto de ella. Renesmee se iría a dormir a casa de él, por mucho que me molestará, era su padre… Él también tenía derechos… Ian estaba detrás mí, jugando con una manzana. Estábamos en nuestros silencios cómodos, hasta que carraspeó. —Bella… Lo que decías de las bodas, de que te gustaría casarte… ¿Era verdad? —Pues sí…—contesté como si fuera lo más obvio—. Algún día me encantaría casarme… Nos volvimos a quedar en silencio, pero era un silencio diferente. Ian dejó la manzana de lado y me detuvo en lo que hacía. Le miré confundida mientras me giraba y me ponía frente a él. Me dio un suave beso en los labios y le sonreí. —Entonces… ¿Qué pasaría, si yo…—se puso de rodillas lentamente, sacando una cajita de su abrigo, mi corazón empezó a latir con fuerza… No era cierto —, te pidiera que fueras mi esposa? ¿Aceptarías? Los dos dijimos que sería buena empezar desde cero… Y quiero hacerlo con ustedes a mi lado. Te amo, Bella… Y quiero compartir mi vida contigo… ¿Aceptarías compartir tu vida y la de Renesmee a mi lado? Me quedé en shock, una sonrisa estúpida se empezó a formar en mi rostro, solo pude asentir con la cabeza, sin poder hablar. Él sonrió y me puso el bello anillo en mi dedo. Se levantó y eché mis brazos a su cuello, besándolo con pasión. Cuando el aire se hizo necesario, lo abracé solamente.

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Mis ojos picaron a mirar fuera de la cocina, mi mirada se digirió ahí y vi a Edward, mirándonos con dolor. Mi corazón se rompió un poco al ver sus ojos acuosos… Él aspiro con fuerza y dio media vuelta al cuarto de Renesmee. Enterré mi cabeza en el cuello de Ian y sollocé…

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OCTAVA PARTE — ¡Me estás jodiendo! —gritó Lauren en cuanto terminé de decir las palabras: “Me caso con Ian”, agarró mi mano y miró mi hermoso anillo de compromiso. Era algo sencillo, nada extravagante, un anillo de diamante, con un pequeño zafiro en el centro, la banda de oro blanco. Era hermoso y me gustaba mirarlo por horas, pero mi mente me hacía juegos y se imagina un novio diferente. Habían pasado dos días desde que Ian me pidió matrimonio, Edward se fue diez minutos después de que Ian me lo pidió, y no nos habíamos vuelto a ver. Había algo en mí cada vez que lo veía, algo se removía… Pero no estaba dispuesta a perdonarlo, a olvidar todo. Así que solo Belle se encargaba de verlo cuando él venía a la casa a por Nessie y eso para mí estaba bien. Mis amigas habían venido a comer a mi casa y fue cuando aproveché a decirles la nueva noticia. Rose estaba deslumbrante de felicidad, Leah igual, Lauren estaba que brincaba de felicidad, solo Alice y Belle se veían en shock, Alyssa estaba parada, recargada en la isla que separaba la cocina de la sala y me miraba con esos ojos analíticos que le veía en el trabajo. —No jodo, Lauren… Es la verdad —sonreí feliz—, me casó con Ian… Otra ronda de gritos ensordecedores. Me reí de mis amigas, era la primera vez en varios años que me sentía tan feliz, tan bien… Suspiré de felicidad. Todo estaba tomando su rumbo y eso era bueno. Mis amigas me abrazaron y empezamos a hablar sobre la boda. Había decidido pedirle a Lauren, Rose, Leah, Alyssa, Alice y Belle que fueran mis damas de honor. Pero no sabía si Belle y Alice aceptarían. Alyssa sería mi madrina de anillos. Lauren de lazo. —Bueno, ¿y para cuando es la boda? —preguntó finalmente Alyssa, viéndome con una sonrisa. —El catorce de Mayo. Tenemos más o menos tres meses para planear la boda. Al ser ustedes mis damas de honor, me tendrán que ayudar en todo—sonreí. Todas se me quedaron viendo confundidas, hasta que la comprensión llego a sus ojos. Alice me miró tímidamente. — ¿Yo… yo soy parte del cortejo? —preguntó tímidamente. Le miré como si fuera una pregunta tonta. —Claro que sí… Eres una hermana más, Allie… ¿Por qué no serías parte del cortejo? —Bueno, pues… Porque mi hermano… —Tu hermano no tiene nada que ver, Alice…—habló Belle, mirándome sonriente, pero esa sonrisa no llegaba a sus ojos. Me estaba ocultando algo. Estaba guardándose sus verdaderas emociones por mí—. Esto trata sobre Bella e Ian, no Bella y Edward.

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Asentí lentamente. Algo había en la voz de Belle, algo… Extraño. Pero sonrió como si nada estuviera pasando, sabía que tendríamos que hablar y pronto. Sus palabras, en lugar de animarme, me hicieron sentir mal. —Tu hermano no tiene nada que ver aquí, Alice. Tú eres mi hermana y amiga, serás parte del cortejo… Si quieres, claro—añadí rápidamente. — ¡Claro que quiero! —saltó sobre mí, abrazándome fuertemente—. ¡Oh! Te amo, Bells. La abracé riendo, Alice era… tan Alice. Me valía un pepinillo su hermano. —Yo también, enana… Empezamos a hablar de los arreglos, Belle se mantuvo callada, solo dando vagas respuestas. La veía raro, no estaba al cien aquí. Y también se veía un poco… Verde. A mitad de la plática, se disculpó para ir al baño y corrió a su habitación. No salió sino hasta media hora después. Tuve que dejar ese tema de lado, ya cuando estuviéramos solas lo hablaríamos. La tarde se pasó muy rápido y pronto estábamos haciendo planes para ir a tales lados, ir viendo en qué iglesia nos casaríamos. Qué salón… Pero tenía más de dos meses para empezar con ello. Ahora solo quería hablar con Belle y estar un rato con mi hija. Para las siete, mis amigas se fueron y Belle corrió de nuevo a su cuarto, en ese momento la seguí y la encontré vomitando en su baño. — ¡Oh, Dios, Belle! —me arrodillé a su lado y le quité el pelo de la cara. Estuvimos así como diez minutos. Algo en mi interior se revolvió cuando nos miramos a los ojos. Sorpresa, confusión… Incredulidad. — ¿Estás bien? —pregunté lentamente. Ella se levantó y asintió, lavándose la boca. Salió de su cuarto y se dejó caer en su cama, tocándose el estómago. Me senté a su lado. Era momento de hablar. — ¿Cuántos…, cuántos meses tienes? Ella suspiró y bufó, se tapó los ojos con sus manos y creí escucharla sollozar. —Dos… Me acabo de enterar hace dos semanas… No sabía cómo decírtelo —susurró—, Alec aún no lo sabe. Asentí aunque ella no pudiera verme. El tema de la boda se convirtió en algo lejano. Aunque habíamos estado chocando mucho desde hace unos meses, Belle era mi hermana adoptiva pequeña, la amaba y siempre había estado ahí para mí, era justo que yo también hiciera lo mismo. —Todo saldrá bien, pequeña —Le palmeé levemente su brazo. Ella asintió, dejándome ver sus ojos. Nos miramos a los ojos por un largo rato. Con la sola mirada sabíamos que pasaba, ella respiró profundamente y se sentó.

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—Bella… sé que estos meses han sido… Tensos… Sé que estuvo mal llevar a Renesmee a con Edward, a que la conociera sin tu permiso. Era algo que tú tenías que hacer… Lamento si te ofendí o… —Solo quiero saber —la interrumpí a mitad de la frase. No era el tema con el que quería empezar, pero necesitaba saberlo. Esto era lo más fácil de empezar—, ¿por qué lo hiciste? — ¿Tú pensabas hacerlo? ¿Qué se conocieran? —Ni siquiera sabía dónde estaba Edward, Belle —suspiré, acostándome en su cama. Bufé frustrada. Ella también bufó y nos quedamos calladas unos momentos, pensando. —Nada es para siempre, ¿sabes?—dijo de repente, viéndome con una sonrisa débil. Reí débilmente. No, nada es para siempre. Algún día, él nos hubiera encontrado, o algún día Renesmee me hubiera empezado a pedir a su padre, a querer saber de él. No se hubiera conformado con solo una foto… — ¿Sabes? —empezó ella lentamente, acostándose conmigo y viendo al techo—. Cuando supe quién era, lo primero que hice fue golpearlo…Le di un puñetazo en la mandíbula, que me dejo más lastimada.... Imagínate—río—, yo toda adolorida, él revisándome y cuando me dice su nombre, me le quedo viendo y de la nada, ¡pum! El golpe en su mandíbula. Me miró como si estuviera loca… Me reí ante la imagen mental. Ella rió conmigo. —Dios, y como no eres nada salvaje… — ¡Oye! —se rió suavemente, después suspiró—. Extrañaba nuestros momentos, estos momentos… Me mataba no poder decirte la verdad. Pero era… Extraño. O sea, cuando lo empecé a tratar y supe la verdad, bueno, fue diferente de ver, porque ya sabía tu versión y la de él también la supe. —Belle, no vayas por ese camino—le advertí, pero ella no me escuchó. —No sé porque no quieres hablar con él, hablar de esto y dejar ese tema en paz… No es mal padre, ama a Sarah, y también ama a Nessie. Yo sé que tú quieres empezar desde cero… Pero necesitas perdonar el pasado, perdonarte a ti misma, a él, y seguir adelante. Me paré de la cama y me senté al estilo indio. Aquí venía lo difícil. Respiré hondo y ella también se sentó, quedando frente a mí. — ¿Sabes?, cuando yo veía en sus ojos, era como ver unas hermosas estrellas, un nuevo amanecer… Lo amo… Amaba—me corregí rápidamente, ella no dijo nada, me dejo continuar—, le di todo de mí… Y, ¿qué fue lo que hizo? Casarse con Tanya. Llegué a creer que él la dejaría por mí, que empezaríamos juntos. Pero no fue así… Él se casó con Tanya y yo hui de todo lo que conocía y amaba. A veces creo que estuvo mal, pero luego me doy cuenta que nada bueno nos tenía Seattle. No sé qué quería él hacer conmigo después de su boda con Tanya. No sé qué me quería decir los meses siguientes antes de la boda y me importa ahora poco… He aprendido suficiente. —Tienen mucho que aprender aún, Bella —Belle me miró comprensivamente, sonriéndome dulcemente, suspiré, ¿por qué lo defendía tanto? —. Mucho que perdonar, tú estás aquí, él está aquí, yo creo que los 124 | P á g i n a

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dos pueden vencer esa diferencia, aprender a perdonar, y ser al menos amigos… Por el bien de Nessie. Yo creo que esa plática es necesaria. —No tenemos nada que decirnos, Belle… Todo lo pudimos decir hace cinco años. No lo hicimos y por el bien de Nessie es mejor dejar ese tema en paz, dejar eso en el pasado. Empezar con Ian desde cero. Suspiré. Miré a Belle y ella me miraba desaprobatoriamente, torció la boca en una mueca y negó con la cabeza. —Tienes que aprender a perdonar, sino…—suspiró, dejando que su mirada se perdiera, sonrió tristemente—, sino toda esa bondad que tienes, se puede convertir en amargura…—bajó la cabeza—. Ahí tienes a mi madre de perfecto ejemplo. Ella no era mala, pero se dejó llevar por la obsesión y… Y esos fueron los resultados. Ese odio, esa amargura… —Pero yo no estoy amargada ni resentida. Levantó la cabeza, viéndome con esos ojos aguamarinas hermosos tristemente. —Hasta la bondad más hermosa se convierte en maldad pura… ¿Tienes miedo de hablar con Edward? Dio en el clavo. Sonreí amargamente y exhalé. —Sí—admití, solo con ella podía hablar de esta manera—, tengo miedo de lo que pueda suceder si hablamos… Me da miedo que… — ¿Qué te diga la verdad de por qué se casó con Tanya? ¿Qué te diga lo que tú siempre has sabido pero no has querido admitir? Miré al techo, con lágrimas en los ojos. ¿Cómo diablos le hacía Belle para dar en el clavo en todo? ¿Yo de verdad tenía miedo a lo que él me pudiera decir? Miré en mi interior, tras todos esos años de soledad, de ser su amante, de mantenerme en las sombras, dentro de cuatro paredes. Algo en sus ojos me decía lo que yo siempre había sabido. Pero necesitaba las palabras, necesitaba dejar de creer que yo nunca sería suficiente, que él no me dejaría por Tanya. Pero cuando más segura estaba de nosotros, que podríamos hacerlo juntos, vencer todo juntos, él me separó de su lado, casándose con Tanya, pidiéndole matrimonio después de tener sexo conmigo. Muchas noches imaginé que hablábamos, que él me decía la verdad de por qué me hizo lo que hizo. Pero en todas esas fantasías, él terminaba diciéndome que solo jugó conmigo, que solo quería mi cuerpo, no mi alma, mi corazón… Algunas veces terminábamos teniendo sexo para que después él me dijera que yo siempre fui la tonta, la otra que nunca quería dejar salir a la luz. Que me quería mantener en las sombras, con mi cuerpo cuando él lo quisiera. Pero cuando nos veíamos en la calle, o nos topábamos, sencillamente salía huyendo, no queriendo que eso fuera verdad, que esos sueños se hicieran verdad y me destruyeran más de lo que estaba. Y ahora, estando hablando con Belle, redescubría mis miedos pasados. —Tengo miedo a que me diga todo y yo no sea capaz de dejarlo ir, de volver con él… Pero sé que eso sería una pendejada de mi parte, algo débil y lo que él me hizo me había enseñado a ser fuerte. No dejarme 125 | P á g i n a

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de nadie, ser fuerte por mí y por mi hija. Además de que Ian no se merece eso de mi parte. Él se merece que seamos felices, los tres juntos. Las lágrimas bajaban por mis mejillas libres, me importó poco. Miré a Belle, ella me miraba con tristeza, como entendiendo al fin algo. —Tienes miedo a la verdad, Bella —no preguntó, y yo no respondí. Nos quedamos en silencio unos momentos. Todavía faltaba algo por decir… — ¿Sabes? Cuando supe que eras novia de Ian, fue... Impresionante. Lo volví a ver reír, a ser un poco él… Pero él no está enamorado. No de ti. Su confesión me dejó helada, ¿qué quería decir? Le miré como si me hubiera golpeado, cosa que hubiera sido mejor a escuchar eso de quien es mi hermana pequeña adoptiva. — ¿De quién, entonces? —pregunté con petulancia, mirándola con los ojos entrecerrados. —Ian sigue enamorado de Bree. Lo sé —ella volvió a mirar al techo, mordiéndose el labio inferior con fuerza—. Yo lo vi cuando estaba con ella, ese brillo, esa sensación de felicidad que emanaba de él. Y cuando se enteró que sería padre, ¡uf!… Estaba eufórico, se te pegaba esa alegría, cuando Bree perdió al bebe y se fue, Ian quedó destrozado, no sonreía, no volvió a ser el Ian alegre que conocía y amaba. Se volvió como es ahora… Se van a casar, pero ¿lo hacen por amor? Su pregunta me dejó confundida, ¡claro que era por amor! Si no, nos casaríamos… —Claro que es por amor, Gabrielle. —Bella—me miró intensamente—, ¿de verdad te sientes feliz, volar y toda esa mierda de enamorada cuando estás con mi hermano? Quiero decir… Él ha sido un pilar fuerte para nosotras, lo sé, él nos ha ayudado mucho, pero ¿sientes amor o agradecimiento hacia él? ¿O el amor que me tienes a mí, o el amor que le “tenías” —hizo comillas en el aire—, a Edward…? Yo abrí la boca para hablar, pero nada salió de ella, la volví a cerrar. Yo… No lo sabía. Es decir, lo amaba, amaba a Ian… Pero había un algo cada vez que estábamos juntos. Y no sabía que era. Y ese algo se había intensificado desde que Ian habló con Bree. — ¿Sabes? —Belle empezó a hablar, dejándose caer en su cama de nuevo, me le quedé mirando, interrogante—, Ian y Bree eran mejores amigos, cuando empezaron con su relación, me gustó. Yo la quería como una hermana más, cuando me dijeron que se casaban, ¡Dios!, me sentí tan feliz…—el rostro de Belle se transformó en una sonrisa, pero a los segundos desapareció, luciendo triste—. Cuando Bree perdió al bebe, Ian estaba desesperado, tan mal… Y cuando ella se fue, él sencillamente… Se cerró ante todos. ¿Por qué me decía esto ahora? —Y luego, desapareció…—continuo, con un gran suspiro—. Después de cinco años, él regresó. Y te conoció. Y volvió a la vida, al menos un poco… Pero algo me dice que algo está mal, él no es… Feliz completamente. —No te entiendo, Belle —susurré. Ella se levantó en sus codos y me miró con nostalgia. 126 | P á g i n a

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—Siento que él quiere redimirse en ustedes, tener la oportunidad que no tuvo con Bree y su hijo. Querer protegerlos como no pudo con ellos. Pero eso está mal, porque se hacen daño. Negué con la cabeza. Esto no era posible… —Belle, ¿me estás diciendo que lo que Ian siente a por mí no es real? —pregunté en shock. Ella me miró con disculpas. —No digo que no sea real, pero… —suspiró—, pero que no es más que una ilusión, como el sentimiento de querer proteger lo que no pudo en su momento. Nos quedamos viéndonos por un largo rato, algo en sus ojos bailaba y sabía que en los míos también. Sé que Ian me ama. Él me ama… ¿No? Quiero decir… Suspiré, yo no le podía recordar a Bree. Yo no podía recordarlo y mucho menos ahora que nos íbamos a casar, no iba a permitir que nadie se metería con nosotros, en nuestra relación. Los dos habíamos sufrido mucho por esto, por el pasado. Era momento de dejarlo atrás y seguir adelante, de una manera u otra. — ¿Te molesta que me case con Ian? —pregunté finalmente a Belle, ella solo me miró por unos momentos y después negó con la cabeza. —Es tú decisión, no la mía… Y solo quiero que sean felices —susurró finalmente. Asentí con la cabeza, sonriendo débilmente. Le palmeé levemente la pierna y le di las buenas noches, parándome de la cama y saliendo de su cuarto.

Las semanas pasaron muy deprisa, y casi sin darnos cuenta ya había pasado un mes desde que nos habíamos comprometido Ian y yo. Mi relación con Edward era solo de un hola frío, y un adiós apresurado. Él estaba con Renesmee todas las tardes, revisándola y pasando ese tiempo perdido de cuatro años. Sarah era una pequeña demonio que junto con Renesmee le hacían sufrir, obligándolo a ir al parque y tomarse sus “tardes de té”, a veces yo también era invitada, pero esas veces eran muy tensas, él y yo no nos veíamos y solo sonreíamos por las niñas. Renesmee empezó a caminar con la ayuda de todos, ella estaba feliz de poder volver a tocar el suelo con las dos piernas, no corría pero ya empezaba a caminar más rápido. Los preparativos de la boda empezaron y supe que tendría que decirle a Nessie pronto. Mi hija merecía saber qué es lo que pasaría y por mucho miedo que me diera su reacción, tenía que saberlo. Ese día, en la tarde, decidí hablar con mi hija esa noche. Ian casi no pasaba tiempo con nosotras, su trabajo se había intensificado desde hace varios días y por todos los preparativos, ya no pasábamos tanto tiempo juntos. Y era raro, ya que me había acostumbrado a verlo diario, a su sonrisa, a estar entre sus brazos. Pero ese algo estaba ahí cada vez que yo lo abrazaba. Y era más raro. Después de que terminara de lavar los trastes de la cena, Belle me avisó que Edward estaba aún en el cuarto de mi hija, me sorprendí porque pensé que él ya se había ido. 127 | P á g i n a

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—Lleva media hora con ellas—me dijo Belle, sonriendo, nuestra relación había vuelto a ser la misma—. Les está contando una historia a Sarah y Renesmee. Las niñas están encantadas. Me reí, había estado compartiendo con Sarah mucho tiempo y todo en ella me recordaba a Tanya, más sin embargo era hermoso tenerla conmigo. Era como tener una parte de Tanya conmigo. —De acuerdo…—sonreí, secándome las manos. — ¿Sabes?, hoy es una noche perfecta para hablar—insinuó con voz lenta. La vi burlona. ¿Una noche lluviosa a más no poder, con truenos y relámpagos, era el escenario perfecto para hablar del pasado, para poner el dedo en la llaga? Sí, claro. —No, ni hoy ni nunca…—tiré el trapo al lavabo y le sonreí a Belle, camine hacia la sala—. Ya es tarde y Renesmee debe dormir, al igual que Sarah. Caminé hacia la habitación de Renesmee, Belle bufó y me dio las buenas noches, encerrándose en su habitación, dormía mucho y comía más que de costumbre. Aún no le había dicho nada a Alec ni a Ian, estaba esperando unos días más, en una semana más sería su primera ecografía. Y eso nos tenía emocionadas. Su pancita se le empezaba a notar y era tan dulce… Me recordaba a cuando yo había estado embarazada de mi hija. Edward estaba hablando con Renesmee y Sarah sobre las estrellas y la luna, cuando entré a su cuarto, las niñas estaban acostadas en la cama de mi hija, acurrucadas y casi durmiéndose, arrulladas por la voz de Edward. —Las estrellas nunca mienten —decía Edward, viéndolas con amor, con adoración—, ellas siempre tendrán la razón, cuando dos personas están destinadas a estar juntas nada ni nadie las puede separar. Eso lo sabía la princesa Celeste y por eso nunca dudó de su príncipe. Las niñas suspiraron alegres, viendo a Edward con ojos brillantes. Él terminó de contar su historia, y las niñas estaban felices, suspiraban como enamoradas y Edward temió por su salud mental. Me reí un poco ante su tonta broma de padre celoso y él se volteó a mirarme sorprendido, una sonrisa lenta se formó en su rostro, yo me sonrojé y miré a las niñas. Mi hija se sentó y me tendió las manos. Me senté al lado de Edward y abracé a Renesmee. —Bebé, tengo que hablar contigo —le susurré. Ella asintió con la cabeza, frotándose sus ojos con sueño. Me di cuenta de que Sarah había caído profundamente dormida. Edward se dio cuenta de mi mirada y se pasó una mano por el pelo. —Ahora nos vamos, solo quería darle las buenas noches a esta princesita—sonrió a nuestra hija. Renesmee sonrió y le mandó un beso. Él lo recibió con amor. — ¿Se van a ir a su departamento, en medio de esta tormenta? —Edward vivía casi al otro lado de la ciudad, cerca pero lejos, y con una pequeñica dormida y está lluvia, podía ser muy peligroso. Aumentándole la manera de manejar de Edward… No, no podía permitir eso. Él asintió cuidadosamente.

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—Sí, si nos vamos ahora, llegaremos en media hora —Hizo amago de pararse, pero mi mano voló a la suya, deteniéndolo. Al segundo la separé, al sentir de nuevo esa corriente eléctrica. Renesmee solo estaba callada, viéndonos expectante. — ¿Por qué…, por qué no te quedas? —sugerí con voz temblorosa—. Quiero decir, está lloviendo horrible y no puedo dejar que Sarah viaje con este tiempo, hay una habitación de más y Sarah puede dormir aquí con Renesmee. — ¡Sí! —exclamó mi hija, de repente muy feliz—. Queénse, papi, pofávo. Edward no fue capaz de decirle que no a su hija, él sonrió y asintió. Nessie chilló de alegría, pero la callamos al ver a Sarah revolverse. Decidí llevármela a la sala a hablar, mientras Edward iba a darse una ducha. Senté a Renesmee en mi regazo, viéndola dulcemente, su dulce rostro me miraba expectante. Suspiré. —Hija, debes saber algo muy importante que pasará en nuestras vidas —empecé con cuidado. Ella asintió, esperando. Tome aire con fuerza, ¿por qué era tan difícil? —Nessie, mira… Tú sabes que estoy de novia con Ian—ella volvió a asentir—, bueno, hace poco, él me pidió matrimonio… Y yo acepté. Ian y yo nos vamos a casar dentro de dos meses, Renesmee. Ella solo me miro con sus grandes y hermosos ojos por un largo tiempo, como asimilándolo, queriéndolo entender. —Mami…—dijo al final, le miré interrogante—, ¿tengo que decilé a Ian papá? Po qué yo ya tengo un papá y no quieo más… Oh, Dios… Mi corazón se partió un poco al escuchar eso. Mi niña… La abracé fuertemente. —No, bebé—susurré, con voz ahogada—, no tienes que decirle papá a Ian a menos que lo sientas así… —Es que mi papá es Edwood. Él es mi papi. Yo asentí con la cabeza, lentamente. Le besé el tope de ella y poco a poco la mecí, durmiéndola, fue más fácil y difícil de lo que creí. Ohh, mi bebé… Poco a poco me levanté y caminé a su cuarto, la dejé en su cama y le puse una piyama a Sarah, ella ni se inmutó. Las dejé en la cama de mi hija y les di un beso a las dos, al voltearme, Edward estaba viéndonos con una expresión indescifrable. Le miré con una débil sonrisa y él suspiró, avanzó unos pasos y yo salí de su camino, le dio un beso a cada una de las pequeñas y las buenas noches, después se les quedó mirando un largo rato. Su mirada era de adoración, amor y… Melancolía, como si las viera y recordara algo. Pensé que era en Tanya, ya que cada vez que veía a Sarah, podía ver a Tanya. Suspiró y se paró con cuidado, volteándose a verme con determinación.

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—Bella, tenemos que hablar —susurró Edward, caminando a mí, la alarma en mi cabeza empezó a sonar, negué con la cabeza y caminé lejos de la habitación de las niñas. Él me siguió y escuché la puerta cerrarse. —No es el momento, Edward —murmuré. Sus pasos me siguieron y me detuvo antes de que me pudiera refugiar en mi cuarto. —Debemos hacerlo—insistió. — ¿Para qué? —refunfuñé, soltándome de él y su agarre que me quemaba—, ¿de qué va a servir? Ya no quiero saber nada del pasado, no quiero. —Pero, Bella… —Pero nada, Edward —lo interrumpí, enojada—, es todo. En dos meses me caso y quiero que el pasado se quede ahí, en el pasado. No quiero saber nada más y quiero seguir adelante con mi hija e Ian. Por favor, no me hagas esto más difícil. Él solamente se quedó callado, respiró fuerte y asintió con la cabeza. Empezó a caminar al cuarto libre. —Algún día tendremos que hacerlo, aunque no quieras. Me encargaré de ello—le escuché susurrar, pero negué con la cabeza y entré en mi habitación. Un rayo me hizo saltar antes de meterme finalmente en la cama. Odio los rayos…

A la mañana siguiente, el día era un poco frío y aún llovía. La noche había sido un martirio, tanto por los rayos como por el saber que Edward estaba a solo unos metros lejos de mí. Desperté como a las diez de la mañana y me metí a bañar; al salir, me vestí cómodamente y salí lentamente de mi cuarto, las risas y voces que provenían de la cocina me hicieron fruncir el ceño, sorprendida. Las niñas estaban en la mesa, comiendo pancakes, poniéndole mucho jarabe mientras que Belle las veía divertidas y se reía ante las caras de golosas de las niñas. Edward estaba en la estufa, preparando más pancakes. Era… Era la escena perfecta de una familia feliz. El papá, la hermana mayor, las hermanas menores y la… La mamá. Mi corazón se detuvo un momento y mi mente voló a Ian. Negué rápidamente con la cabeza y me dirigí a las niñas. —Buenos días—canturrié. Belle me miró con una sonrisa y las niñas gritaron felices, Edward solamente me miró profundamente. Le di un beso a las niñas en su frente y a Belle en la mejilla, le di una pequeña y débil sonrisa a Edward y él exhaló aire rápidamente y se volteó a seguir preparando el desayuno. — ¿Cómo dormiste? —me preguntó Belle, tomando un gran bocado de pancake. Oh, sí… Esa hambre feroz estaría con ella a lo mucho… Siete meses. Sonreí. 130 | P á g i n a

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—Pues… Sin comentarios—bajé mi mirada a la mesa y vi que un plato con tres pancakes estaba frente mío, no me había dado cuenta de ellos. Tome un tenedor y empecé a comer. —Sí, los rayos pararon hasta muy tarde, creo…—comentó Belle—, supongo que no dormiste nada. —Malditos rayos…—bufé, tomando otro bocado. Hacía años que no comía los pancakes de Edward… Y estaban deliciosos. Aunque el hecho de que casi fuera medio día y yo aún no hubiera comida nada aumentaba el hecho de que fueran tan ricos. Edward se sentó en la mesa a un lado de Sarah y sonrió a las niñas que seguían embobadas con el jarabe y su aspecto pegajoso de sus pancakes. Estiré una mano y les alejé el jarabe, ellas no se dieron cuenta, seguían felices con el jarabe en su plato. Pensé seriamente quitarles ese plato y ponerles otro, cuando Edward les cambió el plato y sonrió. —No queremos loquitas antes de las doce, ¿verdad? —sonrió dulcemente a ellas. Las niñas se rieron y Renesmee saltó en su asiento mientras que Sarah asentía frenéticamente con la cabeza. —Un poco tarde para decirlo…—musitó Belle, viendo a las dos niñas empezar a ponerse muy alegres. —Uh-hu—él torció la boca, viéndolas con diversión. —Es por eso que el jarabe se mantiene en el gabinete donde ellas no alcancen—intervine sonriendo. —Belle les dio el jarabe. — ¡Traidor! —murmuró la aludida. Me reí ante ese intercambio. En verdad parecíamos una familia. Y un estremecimiento me recorrió entera. No. Belle y Edward parecían llevarse como si fueran amigos de toda la vida y no solo de hace unos meses. Edward se veía cómodo y yo también lo estaba… Pero los ojos de Ian vinieron a mi mente y eso fue todo lo que necesite para regresar a la realidad. — ¿E Ian? —pregunté a Belle. Él siempre venía a comer con nosotros. Belle se atragantó con la leche que estaba tomando, tosió un poco y me miró sonrojada por el esfuerzo de toser. —Él…—empezó con voz temblorosa, gracias a la tos, carraspeó y miró a Edward rápidamente. Él estaba tenso. Bajó la mirada a sus pancakes y siguió comiendo—. Él no va a venir… En todo el día. Algo en sus ojos brillo. Le miré confundida. — ¿Por qué? ¿Y cómo lo sabes? —Él vino en la mañana, a las ocho. Yo acababa de regresar de correr y me lo encontré en la puerta, iba a tocar. Me dijo que solo pasaba de rápido para avisar que estaría en una sesión de fotos todo el día y que en la tarde se vería…—dudó, pero me miró con honestidad—, con Bree. Abrí los ojos confundida y sorprendida. ¿Bree? ¿Por qué iba a verla? Espere sentir celos o al menos un poco de ira, molestia. Pero, diablos, lo único que sentí fue curiosidad de por qué ese encuentro. 131 | P á g i n a

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—De acuerdo…—admití al final, siguiendo comiendo. Belle me miró por un largo rato, antes de levantar una ceja, ahogar una sonrisa y seguir comiendo. No miré a Edward. El resto del desayuno fue en un silencio tranquilo. Al acabar, Belle me ayudó a lavar los trastes mientras Edward preparaba a Sarah para irse. Gracias a Dios era sábado. Las niñas parecían más calmadas, pero un poco tristes. Me estaba secado las manos mientras que Edward se despedía de Renesmee en la sala, pero ella bajó la cabeza triste y se negó a mirar a su padre. — ¿Qué pasa, bebé? —Edward se arrodilló frente a nuestra hija y la miró tiernamente. —No quieo que se vayan ni tú ni Saah…—respondió ella, frunciendo su tierno ceño y levantando su hermoso rostro hacia él. Su expresión me dejó con una agridulce sensación. Sarah vino corriendo a ella y la abrazó—. ¿No se pueden quedá a viví con nosotas? —preguntó inocentemente Nessie. Jadeé ante la sorpresa y Belle dejó caer un plato al agua, salpicándose completa. —Mierda…—susurró, empezando a limpiar, Edward me miró en señal de ayuda y decidí ir a con ellos. Me puse a la altura de Renesmee y Sarah. —Chicas, sé que ustedes se quieren mucho y… —Sí—me interrumpió Renesmee—. Saah es mi hemana mayó. Me quedé callada ante su confesión. Sarah sonrió y rio risueñamente. —Sí—exclamó, feliz—. Nessie es mi hemana. — ¿Por qué dicen eso, niñas? —pregunté en voz baja y temblorosa, Edward solo estaba callado a mi lado. —Po qué mi papá—Sarah señaló a Edward—, es el papá de Nessie. Es nuesto papá y aunque no tengo mamá, tengo a papá y a Nessie, a ti y a la tía Belle. Como al tío Emm y Alice, y Jaspuh y Wose, y Kate y la tía Iina. Sarah nombró a toda su familia feliz. Nessie asintió feliz. —Belle nos dijo que aunque no tengamos la misma mamá, tenemos el mismo papá y que po eso somos hemanas—explicó Renesmee, sonriendo a su tía Belle. Edward y yo la miramos en shock. La explicación de las niñas nos dejó… En shock. ¿Cómo dos niñas de cuatro años podían entender eso? —Bueno, yo…—intentó defenderse Belle, pero se quedó callada sin saber que decir. —Niñas…—Empezó Edward, volteándose a ellas—. Ustedes son medias hermanas. Las niñas asintieron con la cabeza, aun sonriendo. —Sí, papá, somos hemanas… ¿Podemos viví con la tía Belle, Bella y mi hemana? —preguntó Sarah, suplicándole a su padre con sus ojos. Oh, cielos… —Mama, pofá…—me suplicó mi hija a su vez.

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Edward y yo nos miramos y él las miro de nuevos. —Miren, son hermanas, sí, pero no podemos vivir juntos. Bella se va a casar con Ian, Nessie, Sarah, y él vivirá aquí también y seríamos mucha gente. Lo siento, nenas… Las caras de las niñas cayeron poco a poco, sus labios temblaron y se negaron a mirarnos. Renesmee levantó su cabeza con su ceño fruncido. —No quieo que te cases con Ian. Yo quieo que vivamos juntos. Con mi papá y mi hemana, no con Ian— me dijo antes de salir corriendo a su cuarto, Sarah le siguió viendo enojada a su padre. — ¡Renesmee! —grité, poniéndome de pie. Ella aún no podía correr, pero solo quiso alejarse de nosotros. Edward se paró lentamente, y me detuvo antes de que empezara a caminar. —Hablaré con ellas—fue lo único que dijo antes de ir detrás de ellas. Con lágrimas en los ojos, me dejé caer en un sillón cerca, dejando mis codos en mis rodillas y llorando. Diablos. ¿Por qué ayer mi hija lo aceptó tan bien y hoy estaba tan enojada con ese hecho? Sollocé un poco. Sentí una suave mano acariciarme la espalda, ella se sentó a mi lado y me sonrió débilmente. —Tranquila —susurró Belle—. Todo estará bien. Solo necesita tiempo. — ¿Por qué? —pregunté sollozando—, ¿por qué lo tomó tan enojada cuando ayer estaba bien? Es decir, ayer cuando le dije solo me dijo que si tenía que decirle papá a Ian y le dije que si ella no lo sentía y me dijo que su único papá era Edward… ¿Por qué ahora respondió así? —Tal vez porque ella quiere a su familia junta… La miré enojada. —Gabrielle, sé que te molesta que me case con Ian, pero entiéndanlo, será MI decisión, y la de él, no la de ustedes, déjenme con ese tema en paz, por favor. Ella solo me miró sin expresión y asintió suspirando. —Solo te dijo lo que yo veo… Pero tienes razón, es tu vida. Tú sabrás que hacer con ella. A la media hora, Edward salía con Sarah en un brazo y Renesmee en el otro. Mi hija se veía un poco más tranquila y cuando me vio saltó a mis brazos. —Lo siento, mamá —me dijo con su dulce voz. Le sonreí suavemente y le besé su cabello. —Tranquila, bebé. —Creo que es hora de irnos —declaró Edward, tomando en abrigo de Sara y poniéndoselo, se acercó a Renesmee, que aún estaba entre mis brazos y le besó el tope de su cabeza, ella se devolvió el beso en su mejilla. 133 | P á g i n a

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Y me volví a maravillar ante sus intercambios. Parecía como si nunca hubieran estado separados. Él me miró por un segundo antes de volver a ver a Renesmee. —Recuerda lo que hablamos, ¿vale, princesa? —ella asintió feliz, enrollando sus bracitos en mi cuello. Le di una sonrisa a Edward y él me la devolvió, se despidió con un beso en la mejilla de Belle y se fue con una más dormida que despierta Sarah entre sus brazos. Me fijé en mi propia hija y ella también estaba durmiéndose, la llevé a su habitación y la miré dormir. Ella era tan hermosa cuando dormía. Se parecía tanto a su padre… Suspiré y le di un beso a ella en su frente. Salí de su cuarto y me encontré con Belle en la sala, hablando por teléfono. — ¿Mañana? —exclamó sorprendida—, pero, Alyssa, aún no le he dicho ni a Alec ni a Ian y yo…—se quedó callada un momento—, sí de acuerdo… No, yo… Yo…—suspiró—, le diré a Bella que me acompañe. Vale, te quiero. Adiós. Colgó y la sentí triste. Sus hombros se bajaron como si tuviera un gran peso en ellos. Bajó su cabeza y acuno su vientre. Me recordó tanto a mi cuando me haba enterado que estaba embarazada… — ¿A dónde tenemos que ir mañana, bombón? —le pregunté, sentándome a su lado. Ella me miró sonriente. —Con Alyssa, me hará mi primera ecografía, al parecer la semana que viene tendrá mucho trabajo y quiere hacérmela mañana. No puedo decirle a Alec nada aún, yo… Yo estaba pensando si podías acompañarme… Le sonreí dulcemente, abrazándola. —Claro que sí, Belle… Mañana conoceré a mi sobrino. Ella se rió emocionada y nerviosa, como la primera vez que yo estaba esperando a ver a mi bebé. Emocionada, nerviosa… Y triste. Aunque Alec estaba cerca de ella, no sabía nada por qué Belle tenía tanto miedo de decirle. Sabía que se amaban. Se notaba a leguas, pero yo no preguntaría nada. El resto del día se fue volando, junto a Belle y Lauren, que llegó una hora después a comer, empezamos a ver los vestidos de novia y las de damas, teníamos que mandarlos un mes antes de la boda. Serían tres pruebas del vestido, la primera, del modelo que escogiera, para asegurarse de qué tendría que hacerle. La segunda, a mitad del mes, para volver a checarle y agregarle lo que quisiera, y la última, que sería una semana justo antes de la boda, verificando que todo estuviera perfecto. También empezábamos a ver las iglesias, la semana pasada habíamos ido, en un día, a recorrer todas las que nos gustaban. Me enamore de la St. Margaret, era tan hermosa… Tan… No sé, pero me da la sensación de que ahí debía de ser, entramos a preguntar y nos dijeron que teníamos que tener tres meses de anticipación. Nos pareció perfecto pedir el día catorce de Mayo para nuestra boda. Ahí mismo sería la civil. Ahora faltaba el salón. Ian quería un tipo patio, y yo le mencioné que había visto uno cerca de la iglesia, era un tipo patio de jardín, con hermosa vista a la ciudad de noche y se parecía a una casa que yo conocía a la perfección en Seattle, esa con la que soñé tantas veces. Empezamos a preparar todo. 134 | P á g i n a

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Cada día se me hacía más cortito y el mes se me había ido volando. Los vestidos de las damas serían como ellas quisieran de color azul cielo. Era mi color, según ellas. Aunque yo lo prefería azul turquesa… Lauren se fue feliz de mi casa casi a las once, estaba emocionada, al igual que Rose y Leah, los vestidos ya los teníamos y el de novia igual solo faltaría ir una casa de modas y pedirlos. Estaba nerviosa. Muy nerviosa. Esa noche me fui a dormir con una extraña sensación de soledad, como tristeza. Y no sabía el por qué.

Belle me despertó temprano al día siguiente. Nos preparamos y pedimos a Leah que cuidara a mi hija en lo que íbamos a con Alyssa. Era domingo y Londres estaba muy tranquilo. Las calles estaban relajadas, y llegamos en veinte minutos al consultorio de Alyssa. Saludamos a la señora Cope, la agradable recepcionista y caminamos hacia el consultorio de Alyssa. Edward no trabajaba los domingos. Y eso para mí era un alivio. Yo empezaba a tener curiosidad de que hacía con Sarah los días que no estaba con nosotras… Con Renesmee. Cuando llegamos a la puerta de madera del despacho de mi amiga, escuchamos voces, Alyssa no estaba sola, estaba hablando con alguien más. —Bueno, me parece jodidamente increíble eso…—se rió feliz. Una risa muy familiar me golpeó también. —Necesitaré ayuda extra—dijo Edward, en voz baja y aterciopelada. Me estremecí. —Cuenta conmigo, luego le diré a ella —la voz de Alyssa era satisfecha y emocionada, Belle y yo nos quedamos confundidas viéndonos una a la otra, ella estaba a punto de tocar para entrar cuando la voz de Alyssa nos volvió a congelar—. ¿Cómo está la cicatriz? —Está bien…—susurró Edward. Estaba confundida. ¿Qué cicatriz? —Okey… Edward, sabes que te quiero. Te has convertido en un muy buen amigo en estos meses y me siento identificada con tu historia con Bella. Pero Bella es como mi hermana, vi nacer a Renesmee y he estado con ellas desde hace cinco años. Te pido, por favor, que si ves que las lastimas, te alejes, como hace cinco años. Sé que es egoísta, pero a veces—su voz cambio a la voz de profesional que siempre usaba cuando hablaba en su modo doctora—, tiendes a querer solucionar todo. Y eso está entre bien y mal, porque ella también se debe dar cuenta de sus errores. No podrás querer rescatar todo, algún día todo se te ira de las manos y volverá a suceder lo de hace cinco años. Edward bufó, pero se mantuvo callado. Alyssa continuó, en voz más baja. —Bella y tú tienen un gran camino que recorrer. Lo que deben comprender, los dos, es que todos merecemos una segunda oportunidad… Y el beneficio de la duda. Tendrán que hablar pronto, ¿de acuerdo? —Sí —contestó él después de un momento de silencio—. Yo me tengo que ir, Alyssa. Sarah me espera para desayunar y mis papás también. Te quiero y gracias por todo… —Igualmente, recuerda lo que hablamos y nos vemos después… 135 | P á g i n a

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Cuando escuchamos los pasos hacia la puerta, Belle y yo nos movimos y nos escondimos, viendo como Edward salía y se despedía de beso con Alyssa y se marchaba lentamente. Unos cinco minutos después, tocamos al despacho de ella. —Adelante—exclamó tranquilamente, Belle abrió la puerta y entramos con una sonrisa. —Hola, Aly. Llegamos—sonrió Belle. Le di una débil sonrisa, sentándome en la silla al lado de ella. —Hola, chicas. Belle, ¿lista para tu primer ultrasonido? —la pregunta estaba cargada de emoción como cuando fue mi primera vez. Ella asintió rápidamente y las dos reímos. Alyssa pasó a Belle a un cuartito aparte, diciéndole que se acostara en una camilla de cuero azul, su despacho era blanco con azul, lleno de vida y algunas pinturas hermosas. Era acogedor y profesional. Como ella. Me senté a un lado de Belle, sonriéndole con ternura, tenía su camisa levantada y Alyssa le estaba por ponerle el gel. —Sentirás frío. Tranquila. — ¡Ah! —exclamó Belle cuando el gel la tocó. Se estremeció—. Mierda, esta frío. —Te lo dije —sonrió Alyssa, me eché a reír y paré cuando Alyssa empezó a mover el aparato para poder ver al bebé, después de unos momentos, se quedó en un solo punto. Un pequeño bulto negro se veía en la pantalla, no era más grande que un aguacate, según Belle, pero sabía que así sería por ahora. Después estaría como una sandía. Ella se rió ante mi tonta broma. —Esa cosita pequeñísima—empezó Alyssa—, es tu hijo o hija, Belle… Felicidades. Unas lágrimas cayeron de sus ojos cuando Alyssa congeló la imagen y lo pudimos ver un poco mejor y se pudo escuchar sus suaves latidos del corazón, mis propias lágrimas me impidieron ver un poco las cosas, pero estaba feliz por Belle. Miles de recuerdos llegaron a mí, me veía a mí misma en ese mismo despacho, sola y viendo por primera vez a mi hija, sin que nadie más que Alyssa y Belle fueran testigo de ello. Me sentí triste, melancólica. Pero ver la gran sonrisa de Belle, me hizo quitar esa tristeza. Se limpió el gel y Alyssa nos hizo pasar de nuevo a su despacho. Se sentó detrás de su escritorio y empezó a escribir algo en su portátil. —Tendrás que empezar a tomar el ácido, nada de emociones fuertes y empezaras una dieta balanceada— le ordenó suavemente Alyssa a Belle. —Dieta balanceada mis huevos—exclamó Belle, me reí ante su observación—, este niño o niña siempre tiene hambre. Como a cada hora. Me volveré una ballena. —Hey, tranquila, que yo también comía a cada hora —repliqué sonriendo, ella me miró divertida. —Síp, se nota… — ¿Qué quisiste decir con eso, gordita? 136 | P á g i n a

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Ella me miró con sus ojos entrecerrados, y yo me eché a reír. Cuando estaba embarazada, Renesmee me hacía comer mucho, siempre me veía con algo en las manos. Ya fuera una galleta, pan, dulces o frutas. Siempre comía, admito que tal vez mi culo haya sufrido las consecuencias, pero no tan graves. —Tú sabes a lo que me refiero, culo grande —ella me miró burlona y yo le saqué la lengua, Alyssa solo sonreía tristemente y seguía escribiendo. Hasta ese momento me di cuenta de todo. Ella había perdido a su bebé y no sabía de qué hablábamos, me sentí culpable. Belle aún no sabía nada de lo que le pasó en el pasado. Pero se dio cuenta de sus lágrimas y se asustó. — ¿Qué pasa, Al? —le preguntó preocupada. Ella negó con la cabeza, sonriendo débilmente. —Nada…—susurró, volviendo a escribir. Belle negó con la cabeza. —Algo pasa, y me lo dirás. O qué, ¿no me tienes confianza? —Te tengo mucha confianza, Belle —empezó ella. — ¿Entonces? ¿Por qué no me dices nada? Una mirada entre Alyssa y yo fue suficiente para que ella suspirara y dejara el portátil de lado, para ver a Belle seriamente. —Mi historia no es una historia de cuentos de hadas, es dura y amarga. Sin final feliz… —Por el momento —susurré, ella me miró sonriendo triste. — ¿Por qué, qué ha pasado en tu vida, Aly? —Belle preguntó interesada. Alyssa suspiró profundamente antes de empezar. —Mira, es… Difícil de cierta forma, pero espero que más de una lo comprenda —Sus ojos volaron a los míos rápidamente, diciéndome algo con ellos sin yo poder entenderle—. Yo nací en la pintoresca isla de Wright, Inglaterra, un viernes siete de septiembre de 1983. Mis padres me esperaban con ansias, era la primera hija en llegar después de cinco años de estar en tratamiento para poder engendrar. La voz de mi amiga era suave, le contaba su historia como me la había contado a mí. Si Alyssa no fuera una perfecta doctora, podría ser una muy buena escritora, o contadora de cuentos… Era perfecta creando esa ilusión. Belle se sorprendió al principio, pero se inclinó hacia ella interesada. Alyssa continuó: —En el momento en que mi padre me vio, supo que sería la niña de sus ojos y que en mi aura se apreciaba que sería una mujer exitosa, o al menos eso me decía él —rió levemente y suspiró, prosiguiendo con su historia—, porque a pesar de ser un reconocido comerciante, mi padre también sabía leer el aura de las personas, por eso su negocio creció en la pequeña isla, aunque nada lo preparó para saber que yo sería su única hija y por lo tanto la heredera de todo el dinero, negocios y sobre todo tan característico don, del que nadie era conocedor, salvo Henry, tal vez…

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Los ojos azules hermosos de mi amiga se tiñeron de tristeza y me sentí mal por ella. Mi pobre Alyssa. Suspiré, mirándola triste. — ¿Quién es Henry? —preguntó Belle, mirando confundida a Alyssa, ella sonrió levemente en respuesta. —Pronto lo sabrás —continuó con la misma voz suave—, mi madre, Marilyn, por otro lado, vio reflejados los ojos de su abuela, aquella que logró cosas maravillosas para las mujeres de su época, y como no, si fue la primer mujer que estudió las características de los bebés, y por ella se dio su nombre a esa valiosa calificación. Mi madre decía que con una sola mirada demostraba todo ese poder y gama de sentimientos, iguales a Virgina, mi querida abuelita. Mis primeros dos meses, los viví en una incubadora ya que mi madre estuvo a punto de perderme dos veces, y para evitar un riesgo mayor, decidieron que a las treinta semanas de gestación se daría por terminado el embarazo y tendría que pasar a la incubadora para ayudar a la maduración de miss pulmones; esa fue mi primera batalla, por decirlo así, mis padres decían que la superé por mi tenacidad y el amor de ellos, desde entonces descubrieron que llegaría a ser una mujer fuerte e inteligente. Alyssa prosiguió sin nosotras decir nada, volver a oír su historia me era fascinante. Belle le miraba asombrada, cuando me enteré que ella nació mucho antes, no lo creí, Alyssa se veía una mujer tan fuerte. Tan tenaz… Pero como su madre había dicho, su tenacidad era admirable. —Los primeros años de mi vida fueron vivir rodeada de gente bondadosa que me quería y consentía mucho, debo admitirlo, me hicieron una niña mimada, al menos un poco—una débil risa surgió de sus labios, pero murió al momento en que suspiró, recostándose en la silla de cuero—, debo admitir que a mis escasos dos años ya me había ganado el corazón de los diferentes socios y proveedores que trabajaban con mis padres, y de las esposas de estos que además eran amigas de mi madre, al menos de la mayoría, aunque debo admitir que eran señoras de la alta sociedad, demasiado esnobs…. De mis tíos supe poco, el único hermano de mi padre había fallecido meses antes de que yo naciera, y el hermano de mamá había decidido viajar a los Estados Unidos en busca de su sueño americano, por lo que no tenía contacto con él. Aunque realmente no me eran muy necesarios. Mis padres tenían buenos amigos, que eran como mis tíos… “—A los cinco años de edad, mis padres decidieron mudarse a Londres, compraron una casita a tres calles del palacio de Buckingham, con la esperanza de tener una vida mejor y con todos los servicios que en su isla natal no tenían, mi padre quería expandir su tienda la cual en un principio era pequeña, pero con el paso del tiempo fue desarrollándose hasta convertirse en una de las más importantes del país, lastimosamente, él no vio su sueño cumplirse, por una trágica muerte ocurrida en el accidente automovilístico en el que no solo perdí a mi padre… Un silencio se hizo presente, Belle no sabía muy bien a que se refería Alyssa, pero yo sí… Sabía lo que vendría a continuación y mi cabeza empezaba a volar en los recuerdos, sumergiéndome en recuerdos de cuando conocí a Edward por vez primera, cuando sus ojos se toparon con los míos y me perdí en ellos, como tontamente pensé que era un niño de papi sin siquiera haberle dicho un mísero “hola”, y como me sentí de culpable cuando le di la mano y me sonrió. Él era diferente… Y era mi todo. —Con la entrada al kínder Garden y con todos los niños que ahí se encontraban—prosiguió Alyssa en voz baja, sin mirarnos—, empecé a desarrollar una parte de mi personalidad que muchos no creerían que poseía, la timidez, poco quedó de esa niña sonriente y traviesa que siempre reía por cualquier cosa…. En 138 | P á g i n a

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esa primera escuela llena de muchos niños, conocí a mi primer mejor amigo y que con el paso del tiempo y la convivencia sería el amor de mi vida, el encantador, caballeroso y para nada tímido Henry Locte— sonrío con ironía como recordando sueños pasados, como yo—, un vivaracho y regordete niño de cabello negro rizado y grandes ojos negros con espesas pestañas, las cuales contrastaban con su blanca piel y sonrojadas mejillas, cualidades que le daban una increíble belleza mística, poco común entre los niños de su edad. Me era atractivo, sí. Para mi edad, pensaba que era el niño más bonito que nunca había visto. Un gran suspiro tembloroso salió de ella, mirando a la lejanía con pesar, como pensando, recordando cosas. Un recuerdo en particular se coló en mi mente. Cuando me volví a encontrar con Edward, esa tarde en Nueva York, lo que hablamos en la cafetería y ese beso al final… Ese beso que desató todo… —Recuerdo que Henry me dijo, que cuando me vio, percibió esa chispa de inteligencia, fortaleza y bondad, que supe esconder bien detrás de la timidez, compañera del alma, esa chispa era precisamente lo que lo atraía hacia mí, y que poco a poco evolucionaria a ese maravilloso sentimiento llamado amor. Recuerdo que me dijo que el brillo travieso de mis ojos le llamó la atención, que eso fue lo que lo enganchó a mí. Mis risas y mis aventuras con él… Fue mi mejor amigo durante siete años, desde ese primer día en el kínder a los cinco, hasta la fiesta de graduación de la primaria a los doce. Durante este tiempo todos envidiaban nuestra relación, ya que ninguno podía estar separado del otro, hacíamos pijamadas en la casa de cada uno y en los cumpleaños hacíamos un pequeño viaje a la isla para recordar viejos tiempos y formar nuevas memorias, sin duda una amistad como esa era difícil de encontrar—sus ojos hablaron por ella, se notaba ese gran amor que aún le tenía, como después de tanto tiempo, ella no lo olvidaba, no olvidaba ese amor —, él me protegía como a nadie y yo le tenía total devoción y confianza, tanta que haría lo que él dijera sin poner objeciones, al igual que él, los adultos empezaban a ver los primeros indicios de un amor que duraría para toda la vida, un amor casi idéntico al que nuestros padres se profesaban, pero este era más intenso y aún estaba recubierto de la inocencia que le infiere la infancia. Éramos solo unos niños sintiendo los primeros indicios del amor… “—Las celebraciones navideñas año con año eran iguales y diferentes a la vez, pues ambas familias acordaban pasar un año las fiestas en casa de unos y el siguiente en la de los otros, pero sin olvidarse de sorprendernos en cada una de ellas, sin embargo… Hubo una navidad en especial a los doce años, cuando éramos conscientes de los cambios físicos que estábamos sufriendo, Henry decía que veía mis pequeñas curvas como algo maravilloso que le gustaría descubrir, y a pesar de que en ese momento yo era más alta que él, seguía viéndome hermosa, claro eran sus palabras—rió con una sonrisa pícara, cambiada rápidamente por la de melancolía—, mientras que yo empezaba a notar que los niños me gustaban y en especial él por su forma de ser conmigo y con los demás, pero lo que más me gustaba eran sus ojos que decían mil y un secretos que yo aún no descubría. “—La siguiente navidad, justo cuando acabábamos de cumplir trece años, fue la mejor de todas—sus ojos brillaron y supe a qué Navidad se refería—, me dio mi primer beso… Con el cual descubrí que mis sentimientos a por él empezaban a cambiar, y aunque había un muérdago encima de nuestras cabezas, y era la tradición, lo disfrutamos… Al menos yo sí, por años lo recordé como el mejor de todos. Alyssa no paraba para las preguntas de Belle, ella estaba ida, como esperando un momento, un algo, mirándome cada tanto decidida.

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“—A los quince años empezamos el noviazgo y la primera vez que me dijo “te amo”, fue en mi cumpleaños número dieciséis, Henry preparó un picnic a la orilla de la playa, era la misma playa donde de niños jugábamos y el año anterior fue testigo de nuestras declaraciones, esta vez sin la interrupción de los padres, logramos planear el viaje dejándonos ir por primera vez solos, mis padres y los señores Locte estaban más que felices por nosotros, pues nunca más estaríamos solos, y no tenían que preocuparse si algo les llegaba a pasar. Ellos ya sabían nuestro destino, creo que siempre lo supieron—una mirada lejana acompaño a Alyssa mientras continuaba con su historia. —A los diecisiete años y tras la muerte del señor Locte, ambos acordamos que terminando el bachillerato, entraríamos a estudiar medicina en Oxford, los logramos tras graduarnos con las mejores calificaciones de la generación, eso nos valió una beca completa para estudiar ahí. Ambos cursamos el primer año de la carrera con excelentes notas, pero no sabía que ese sería el último año que cursaríamos juntos. “—A los diecinueve años, decidimos hacer el amor por primera vez, aunque durante años anteriores habíamos empezado a experimentar, tocándonos y descubriendo lo que nos gustaba y lo que daba más placer, la idea fue mía—ella se sonrojó considerablemente en esa parte—, sorprendí a Henry en la misma playa donde tantos acontecimientos habíamos compartido, en su cumpleaños preparé una cena romántica y a la luz de la luna en una cama con dosel y con las estrellas de fondo y un tranquilo mar, nos entregamos a la pasión y al amor que sentíamos el uno por el otro—sus ojos brillaron más, recordando con amor ese suceso, se quedó callada un momento, solamente volviendo a sentir ese momento mágico. La entendía. Ese momento mágico de la primera vez siempre era inolvidable, una chica nunca lo podría olvidar. —Un mes después—continuó Alyssa, suspirando—, la señora Locte enfermó de gravedad y tenía que viajar a Houston para realizarse varios estudios y finalmente recibir el tratamiento adecuado para su dolencia, este fue un bache para nosotros, gracias a que por obra del destino teníamos que separarnos, ya que Henry acompañaría a su madre para cuidarla y no regresaría en mucho tiempo, con esto dejó atrás Londres, la escuela de medicina y una triste enamorada, aunque prometimos seguir en contacto, el destino decidió que no supiéramos más el uno del otro. — ¿Por qué? —preguntó por primera vez Belle, mirando a Alyssa incrédula. Ella negó con la cabeza, sin saber la verdad, la respuesta. —No lo sé… El destino caprichoso, supongo… Aunque al mes de la partida de Henry, comencé a tener síntomas característicos de un embarazo, la noticia me tomó por sorpresa pero a la vez me llenó de ilusión, emociones que mis padres compartieron conmigo, ese rayito de luz me iba a traer un poco de la felicidad que me fue quitada con la partida de Henry—ella suspiró feliz, antes de que la gran sonrisa dulce que había aparecido en su rostro desapareciera y una sonrisa triste la remplazara—. Empezaba el tercer mes cuando en un viaje de visita con el ginecólogo y en compañía de mi padre, tuvimos un accidente automovilístico causado por el piso mojado por la lluvia y un chofer demasiado tomado que se pasó un alto… En ese accidente, no solo perdí a mi padre, sino también perdí ese rayito de luz que tanto esperaba, y con él se fue la posibilidad de tener más hijos en un futuro. Los sollozos de Alyssa eran ahogados en silencio. A ella aún le dolía hablar de ello, le golpeaba el estómago y se sentía mal. No solo había perdido a su padre, sino también a su hijo y con él la oportunidad

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de tener más bebés. Yo no me imaginaba mi vida sin Renesmee, no podía imaginar el dolor de Alyssa. Después de unos momentos de silencio, ella siguió con voz ahogada. —Me sometieron a un tratamiento exhaustivo contra la depresión que tenía ya durante meses, esa depresión me mataba poco a poco… Sabía que no podría conceder una vida nunca más, fue así que el primero de enero del año nuevo decidí que mi especialización sería en pediatría, de esa manera ayudaría a todos los niños que necesitaran de mí y sanaría de poco a poco la gran herida que dejó la pérdida de mi hijo, y les entregaría a esos pequeños todo el amor que tenía que dar. Fue difícil… No lo niego… Durante los cinco años siguientes, solamente me dediqué a sacar adelante la carrera, primero la escuela de medicina en la que fui primera en mi generación, y después la especialidad en la que fui la segunda. Durante este tiempo, mi mente se enfocó en los estudios dejando un poco de lado mi vida personal, pero no del todo pues mi madre trataba de sacarla del caparazón donde me metí, llevándome al cine, a conciertos y a cenar, yo encantada iba, pues era la única persona que quedaba de mi familia y a la que más amaba, además de que la dura situación por la que pasó me unió más a ella. Fuimos mejores como madre e hija. “—Las tiendas de mi padre eran administradas por mi mamá y unos cuantos socios que tenían, que además eran sus mejores amigos; cuando tenía tiempo libre, yo le ayudaba con la contabilidad o atendiendo a los clientes personalmente, porque si algo caracterizaba a las Austin después de la pérdida del pilar de su familia, era la humildad. Mi padre nos había enseñado a ser fuertes, tenaces… Llegó un momento donde ella se calló lentamente, y se quedó así durante mucho tiempo, mirando a la nada soñadoramente. Luego sus ojos volaron a mí, sonriéndome con dulzura. —Durante una intoxicación sucedida en un kínder—comenzó de nuevo—, fue cuando conocí a Bella, ella tenía cinco meses de embarazo y estaba nuevecita en la ciudad, además de estar parcialmente sola, pues James y Victoria tenían sus propios problemas en temas de fecundidad y se pasaban la mayor parte del tiempo trabajando. Empezamos con una plática sobre los cuidados de los niños y de ahí empezamos a salir a tomar café o comer pasteles de chocolate—sonreí ante ese recuerdo, ella siempre me acompañó en todo momento, unos días después había conocido a Belle—, una tarde lluviosa, Bella me contó su historia, el por qué estaba en Londres, embarazada y sin el papá de su bebé—Alyssa paró de repente, mirándome directamente—. Algo de esta historia hizo acordarme a Henry y preguntarme qué habría sido de su vida, si seguía vivo, si estaba casado o me había esperado como yo. A pesar del tiempo y la distancia, aún lo amaba, y si es que lo encontrara por casualidad, sin duda le daría una segunda oportunidad después de escuchar su historia. Su mirada me hizo verla con los ojos entrecerrados. Sabía lo que me estaba diciendo. Esta plática no era solo para que Belle supiera de su historia… —Durante esas pláticas, llegamos al acuerdo de que sería la pediatra de Renesmee y que le gustaría que yo estuviera ahí para ayudar a traer al mundo a su pequeña, desde el momento en que vi a Nessie, se creó un lazo que nada podría romper, ni las intrigas ni los malos actos que a veces los adultos sin corazón hacen. Ella era mi pequeña amiga, mi pequeña sobrina. En ella veía a mi hija o hijo que nunca pudo nacer. Durante los cuatro años siguientes vi crecer a Nessie, y conseguí dos hermanas de corazón perfectas, que nunca podría dejar ir.

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Belle sonrió con alegría, sintiéndose fuerte. Algo me decía que ella hablaría de Edward y yo, y por alguna razón, yo necesitaba escucharlo. —Por consejo de Bella, empecé a salir con un compañero de trabajo, Benjamín, pero Henry todavía era alguien importante en mi vida, así que decidimos ser solamente amigos—su mirada dudosa me hizo saber que venía lo que necesitaba escuchar, Belle se dio cuenta de que Alyssa ya había acabado parte de su historia. El intercambio de miradas me hizo ponerme alerta. —Ni se te ocurra hablarme de Edward—gruñí, muy a mi pesar, porque quería escuchar de ello. Ella me miró triste. —Belle me ha dicho que han hablado, pero quiero que escuches algo de mucha importancia…—empezó ella, sin dejar de mirarme, le desafié con la mirada—. Edward entró a trabajar en Enero, unos pocos meses antes de que Belle se accidentara. Él era doctor general, aunque casi siempre nos veíamos en la sala de emergencia, o pediatría… Un día, él trajo a una pequeña niña de ojos azules y hermoso cabello rubio. Edward y yo habíamos empezado a tratarnos y llegamos a ser buenos amigos. Ese día él tenía cirugía y me pidió cuidar de Sarah, así que acepté encantada. Sarah me recordaba tanto a Nessie… La pequeña me dijo que su papá siempre estaba triste, buscando a una tal Bella. Cerré los ojos y negué con la cabeza. Me paré y me fui a la ventana, sin verlas. ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Ellas se pusieron de acuerdo para traerme aquí y hablar de Edward! —Sarah sabía quién eras, así como Nessie sabía quién era Edward. A veces, los deseos de los hijos son deseos de uno propio…—susurró Alyssa. — ¿Por qué me hacen esto? —gemí, dejando caer la frente delicadamente en la fría ventana y cerrando los ojos. —Porque te amamos, Bella…—murmuró Belle. —Bells, vi el sufrimiento de Edward cuando Nessie desapareció, veo el anhelo en los ojos de él cada vez que nos vemos. Sé que se equivocó, ¿pero no puedes darle tan siquiera una oportunidad, al menos? Todos la merecemos. — ¿Tú se la daría a Henry, a pesar de que él haya hecho su vida y te haya olvidado en parte? —Pregunté altanera, volteándome a verla y enarcando una ceja. —Claro que sí… Alyssa se veía tan segura de sí misma. Con la voz fuerte y los hombros derechos. — ¿Por qué lo harías? Te olvidó, se olvidó de esa promesa—añadí, queriendo hacerle ver que él la abandonó y nunca regresó por ella. Que no le importó. —Porque a veces el destino es cruel y nos hace jugarretas, pero si sabes que vale la pena, luchas por él, no te das por vencido. Aunque pasen años, meses o días… Aunque sabes que te lastimó en lo más hondo, que te decepcionó, que te abandonó de cierta manera, sabes que sigue valiendo la pena. Porque eso es el amor…—se quedó un momento callada, como recordando algo—. San Pablo dice que el amor no se deja

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llevar por la ira, si no que olvida las ofensas y perdona, el amor disculpa todo, todo lo cree, todo lo espera y todo soporta… El amor sabe perdonar y soportar sin límites. La miré burlona. Ese no era mi amor. Edward ya no podía ser mi amor, yo no podía olvidar, saber que él me abandonó, que jugó con Tanya y conmigo y que al final se quedó con ella… Como siempre supe que pasaría. Ian siempre había estado ahí para mí, como Jake lo fue en su momento, no importaba que Ian se viera raro en estos días, yo sabía que lo amaba, que nos amábamos… —No lo creo, Alyssa…—miré a Belle y Alyssa por un momento, antes de volver a hablar, fríamente—. Solo voy a decir esto una vez y nada más. Me voy a casar con Ian, lo que pasó o pudo pasar con Edward, queda en el pasado. Donde nunca se moverá. Nunca lo perdonaré ni olvidaré. Pero quiero empezar con Ian y mi hija. Si están de acuerdo o no, no es mi problema, solo quiero saber si puedo contar con ustedes en la preparación de mi boda, o debo encontrar a otras damas de honor. Las dos se quedaron calladas un momento, mirándose y mirándome entre sí, era todo lo que podía aguantar. No soportaba que metieran a Sarah y Renesmee también en esto. Las decisiones de los adultos no deberían afectar a los niños. Una voz en mi cabeza me refunfuñó, pero la ignoré. No iba a perdonar a Edward, nunca lo haría. Me di cuenta de la mirada de decepción que cruzó el rostro de mis dos amigas y la mirada resignada que cruzaron. Algo en esa mirada me dolió más que el silencio que se instaló en el despacho. Mi mente volvió a gritarme que algo estaba mal, pero la callé y la encerré en una caja fuerte. Alyssa cerró los ojos unos momentos y movió los labios imperceptiblemente. Belle miraba al suelo, con los labios fruncidos. Dejó caer los hombros y me miró sumamente decepcionada y con un brillo de algo más, pero que no quise entender en ese momento. Belle fue la primera en hablar, ligeramente temblorosa. —Sabes que te apoyo, en todo… Le sonreí lentamente, asintiendo con la cabeza, esperé a Alyssa. Después de unos eternos segundos, donde me miró fija y seriamente, ella también suspiró y asintió. Pero pude notar la chispa de furia y decepción en sus ojos. ¿Decepción por qué? Estaba tomando la mejor decisión para mí y para mi hija. —Te apoyaré. Solamente porque eres mi amiga. —Gracias... —Pero—me interrumpió, cuadrando de nuevo los hombros y mirándome más seria—, también como amiga te dijo que haces mal en guardarle rencor a Edward. Los dos tienen culpa, tanto él como tú. Y no me parece justo que sólo lo culpes a él. Si es tu decisión casarte con Ian, adelante. Te apoyo. Si te das cuenta a tiempo de todo, me sentiré orgullosa de ti, porque, realmente, ésta no eres tú. Al menos no la Bella que yo conozco. Y es lo último que diré. Miré a Alyssa fijamente, Belle se encogió ante nuestras miradas, intensas, descifrando la verdad de nuestros pensamientos. Chupé mis dientes antes de asentir lentamente. Ni loca iba a perdonar a Edward, pero no diría nada a Alyssa. —Muy bien…

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Los días siguientes fueron… Tensos. La relación entre Alyssa y yo fue más tensa, solo se veía relajada cuando estaba con Renesmee. Ian también estaba muy tenso, como queriendo decirme algo y al último momento se arrepentía. Edward solo me veía como tramando algo, y se pasaba la mayor parte del tiempo con Belle y Nessie. Lo único no tenso era mi relación con Belle, habíamos vuelto a las bromas, las risas y las tensiones del primer embarazo. Belle les había dicho una semana después de haber ido con Alyssa, citó a su hermano, su padre, Alec e incluso a Edward. Me senté al lado de Ian, frente a Edward, que estaba parado, observándome con ojos analíticos. Le di una mirada extraña y él solo sonrió, mirando a Belle. Belle se paró frente a todos y lo dijo de sopetón. Al principio, solo Edward la miró feliz… Y con un deje de tristeza, Ian a mi lado estaba en shock, su padre solo la miró sorprendido y Alec la miraba con los ojos tan grandes que pensé que se le iban a salir. Estaba a punto de ir a darle una cachetada a Ian, cuando Alec gritó fuertemente y abrazó a Belle, dándole vueltas en el aire, los dos se veían felices, emocionados… Justo como me hubiera gustado que Edward actuara. Él miro a la pareja con anhelo. Después de eso, Ian y su padre la felicitaron, amenazaron a Alec, pero él estaba muy feliz en ese momento. —No se preocupe, señor Evenson—dijo Alec, con la voz llena de orgullo—. La cuidaré, tanto a ella como a esa pequeña vida. Siempre. Belle levantó su mirada emocionada hacía mí y Edward y sonrió con tristeza, como leyéndonos el pensamiento. Belle fue tímidamente hacia Edward y lo miró entre sus pestañas, ellos se entendieron sin palabras y él sonrió, abrazándola como abrazaba siempre a Alice, le dijo algo al oído que la hizo reír y me di cuenta que mi amiga estaba llorando, se limpió las lágrimas pero no dejó de abrazar a Edward. Él le dedicó una mirada a Alec y ellos también se entendieron sin palabras. Alec sonrió nervioso, pero Edward le guiñó un ojo y le hizo una seña, Alec se relajó y asintió. Me sorprendió la naturalidad con que Edward, Alec y Belle se trataban, como si fueran amigos desde hace años y no desde hace meses. Ian miraba a su hermana inquisitivo y, por primera vez desde que lo conocía, miró a Edward agradecido. Y algo extraño también cruzó su rostro pero no entendí qué fue. Una mirada entre Ian y yo me hizo sonreír, pero una mirada entre Edward y yo me hizo sentir… Anhelo.

¿Quién dice que planificar una boda es fácil? Quien lo dijo, seguramente estaba loca. O nunca lo había hecho antes. Se tenían que ver todos los mínimos detalles, orquesta, salón, DJ, la comida que se servirá, qué se serviría de tomar y a qué hora, los tragos, si después del brindis debían soltar los tragos fuertes o no, el vino, champagne y todo eso, los bocadillos, qué música se escucharía, y por si no fuera poco, el vestido de la novia, de las damas, las pruebas, el del novio, encontrar un buen estilista, y tener la cita a la hora perfecta, las pruebas de peinado y maquillaje. Los documentos que teníamos que llevar a la Iglesia, las pláticas prematrimonio. La escuela de Renesmee, aparte, los cambios de humor de Belle, en otro momento. El que Edward solo me mirara como esperando algo. Que mi padre y mi próximo suegro se pelearan por equipos de futbol- ¡háganme el puto favor!-, y que los novios ya no tengan intimidad física. 144 | P á g i n a

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Solo faltaba una semana para la boda y me estaba volviendo loca, las pruebas del vestido, más las pruebas de la comida y vino, más las de maquillaje y las pláticas benditas me estaban haciendo ver todo rojo, como en la película Kill Bill, escuchaba en mi mente esa cancioncilla y lo veía todo rojo, en mi mente mandaba todo a la mierda y me iba a acostar con mi hija todo el día, pero en la vida real, aceptaba todo de buena gana porque… Era mi boda. Y es me era tan pesado… Los meses se habían pasado volando. Fue como si de un día al otro sólo faltara una semana. El vestido estaba perfecto, me encantaba sinceramente, las de damas también, Belle había engordado un poco en estos dos meses y su pancita se veía como un perfecto melón. Alyssa ya no estaba tan tensa conmigo y habíamos vuelto a sonreírnos y jugar. Ian y yo… Bueno, estábamos nerviosos por la boda y casi no nos veíamos, una revista había llamado a Ian para que él fuera el fotógrafo de la nueva temporada Verano-Otoño 2012, y estaba en el estudio casi todo el día, sumándole los trabajos aparte que hacía, solo nos veíamos una hora y no como yo quería. Por otro lado, Edward había insistido dos veces más en hablar conmigo, hasta que le tuve que gritar que me dejara en paz. Él solo me veía con cuidado, como esperando un mágico momento, nótese el sarcasmo. Estaba a punto de empezar a dar patadas voladoras si no me dejaban dormir más tiempo en mi dulce y cómoda cama. Alice le había dado por entrar muy temprano a mi departamento y ponerme a hacer ejercicio, “para estar bien ejercitada y buena en el vestido y boda”, según ella, pero yo sabía que lo hacía para verme toda ojerosa. Belle estaba un poco muy sensible últimamente y comía todo el tiempo, su dieta era una mierda y para no hacerla sentir mal, le acompañaba en ella, solo que ya en el trabajo, yo comía comida de verdad. James y Victoria estaban encantados con mi próxima boda, al igual que Leah, Rose y Lauren. Las últimas tres estaban preparando una despedida de soltera a Las Vegas. Rose y Lauren me veían en secreto y empezaban a susurrar, creando malévolos planes donde alcohol y tequila iban juntos. Dado que no querían que me viera como la mierda el día de mi boda, lo harían una semana antes, un día antes de la cena de ensayo. Alice me obligó a irme vestida con un vestido negro de encaje, tipo strapples, pegado al cuerpo, sin mangas, y arriba de la rodilla, con unos malditos zapatos negros igual de encaje… Hermosos. De siete centímetros. Todas mis amigas me esperaban en la sala, Rose y Alice con vestidos muy… Reveladores Rose azul y Alice rojo, Belle con un tierno vestido de maternidad blanco con encaje negro. Leah con un vestido parecido al mío, pero suelto de la cintura para abajo y color violeta. Victoria iba más decente, con leggins negros pegados al cuerpo de cuero y una camisa desgarrada de los Beatles, más botas de tacón de cuero. Alyssa llevaba un vestido palabra de honor amarillo, hermoso en su tono de piel. Todas llevaban tacones de más de siete. — ¡Vestidas para matar! —gritó Alice antes de salir del departamento, Renesmee se quedaría con Edward esta noche. Todas gritaron y bajaron bailando a la gran limo que nos esperaba. Cosa de Alice, por supuesto. Pasé la mejor noche de mi vida, entre risas, secretos, regalos mucho muy reveladores y cantidades inigualables de alcohol, al igual que de jugo o refresco para Belle, baile, supongo que el alcohol ayudaba mucho en mi equilibrio y vergüenza, ya que recuerdo haber bailado en la mesa con un stripper. Dios, a la 145 | P á g i n a

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mañana siguiente mi cabeza retumbaba. Recordaba algunas cosas buenas, y después de la milésima paloma, se empiezan a olvidar algunas cosas. Casi a las cinco de la mañana, después de otro baile con strippers, y unos caballitos más, nos fuimos del club eufóricas.

Belle tocó a las once de la madrugada a mi cuarto, trayendo con ella una bandeja con el desayuno y unas aspirinas. —Bueno, próxima señora Evenson, levántese, la estilista no tarda en llegar, recuerda que hoy es la cena de ensayo y tienes que estar presentablemente hermosa. Métete a bañar y despéjate—me ordenó suavemente, dándome un zumo de naranja y una aspirina, me la tomé y rápidamente el golpeteo constante en mi cabeza empezó a bajar. —Belle, ¿estuvimos en la misma fiesta anoche? —le pregunté incrédula, empezando a comer las tostadas con mermelada. —Claro que sí, fui testigo del beso francés perfecto que le diste al segundo stripper. Qué beso, mujer, con razón Edward e Ian están locos por ti. La tostada cayó en el plato con un sonoro ruido, mis ojos rápidamente se abrieron con horror, viendo a Belle. — ¡Oh, Dios! —susurré aterrorizada. —Y sumándole el beso más agarrón a Lauren en su culo, ¡woah! ¡Para nunca olvidar, Bella! ¡Y el beso con el desconocido ese buenote! ¡Yo quiero una despedida así, Bells! — ¡No es verdad! —intenté defenderme, pero no recordaba las cosas muy bien y no estaba segura de si era o no verdad, empecé a temblar de miedo, pero la gran carcajada de Belle me hizo fulminarla con la mirada. Ella estaba retorcida en mi cama, riéndose a mi costa, me quité una almohada de atrás y la golpeé, ella se quejó y me acordé que estaba embarazada, pero se siguió riendo, levantó la cabeza y se sentó de nuevo, quitándose las lágrimas de los ojos. — ¡Lo siento! —hipo, aun riendo—. ¡Era inevitable no hacerlo! Dios, hubieras visto tu cara cuando dije lo del beso y agarrón al culo de Lauren. ¡Para fotografía! Y cuando dije lo del desconocido buenote…— volvió a estallar en otro ataque de risas. —Jajaja—reí sarcásticamente—. Dios, si no fuera porque estas embarazada, ya te hubiera golpeado. Ella tuvo que respirar varias veces antes de recomponerse completamente. Me miró divertida. —Vístete, el estilista no tardará en llegar y tenemos que estar a las ocho en el hotel para la cena de ensayo—dijo antes de levantarse de la cama, suspiré y seguí comiendo, justo cuando estaba tomando zumo, ella se detuvo en la puerta y me miró seriamente—. Por cierto, lo del desconocido es cierto, técnicamente te dijo hola y tú te aventaste a él, besándolo salvajemente.

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El delicioso zumo de naranja salió de mi boca en cuanto Belle dijo eso, tosí un poco, ahogándome y la miré asustada, ella me regresó una sonrisa de disculpa y se fue de la habitación. Nota mental para el futuro: Nunca más beber con Rose, Lauren, Alice, Leah, Victoria y Alyssa.

El Hotel Hilton era enorme y muy lujoso, al igual que sus salones de fiestas. Solamente la familia y algunos amigos cercanos estaban aquí en la cena, todos hablaban y reían, mis amigas estaban un poco pálidas y calladas, pero aún seguían, o eso creía, en la cena. Ian se veía nervioso y feliz. Mi vestido era un hermoso vestido de noche, largo, de color rosa suave, sin mangas tipo strapples, con el borde del escote y una parte para abajo, con un pequeño listón de diamantes, lo demás era liso, y pegado hasta las caderas, de ahí para abajo, era un poco con vuelo. El traje negro de Ian le combinaba perfectamente y me encantaba como se veía en traje. Aunque la maldita ropa interior de este vestido me mataba. Alice me había obligado a usar un jodido corsé negro de encaje, mas unas mallas, que se supone deberían ser para las bodas, negras igual y con encaje arriba. Era sexy pero incómodo, y ni siquiera sabía porque me lo había puesto. Ian y yo no teníamos intimidad desde hace dos meses… Eran las ocho y media cuando llamaron a sentarnos a comer. Alice, a pesar de su horrible resaca, se veía como un maldito conejo saltarín, poniendo los horarios de cada cosa, perfectamente arreglados. Renesmee jugaba con Suri, la hija de Victoria y James, ajena a cualquier cosa de los adultos. Todos estábamos sentados, preparados para probar la magnífica cena, cuando una mujer muy hermosa de cabellos negros y profundos ojos verdes entro en el salón, tímidamente. Belle se paró al instante e Ian se puso tenso. Yo me quedé en shock. ¿Qué hacía Bree Tanner en mi cena de ensayo? —Lamento mi demora—se disculpó, cuando Belle la sentó a un lado de ella, frente a Ian y yo. Miré a mi amiga confundida y ella solo me sonrió en disculpa—. No sabía en qué salón era. Creo que me perdí. Miré por última vez a Belle y luego le sonreí a ella. —No te preocupes, apenas vamos empezando… Decir que la noche fue agradable, era mentir. Estuvo tensa, al menos por parte de Ian. Aunque todo se cumplió como Alice había dicho, se quedó esa extraña sensación de que algo estaba mal. Lo único bueno fue que la cena estaba deliciosa y todo estuvo casi perfecto, Bree intentaba no mirar a nosotros, pero cuando me paré a ver a mi hija cómo estaba, noté la mirada de Bree e Ian, y aunque me pareció conocida, con un estremecimiento la ignoré. Cuando la gente se volvió a parar para hablar entre sí, Ian se llevó a su hermana con él a hablar. Tres copas de vino tinto casi seguido estaban haciendo su efecto, tuve que ir al baño casi corriendo y ligeramente borracha. Cuando estaba saliendo del baño, unas voces familiares me sorprendieron. — ¡No tenías ningún derecho en hablarle, Gabrielle! —susurró en voz alta Ian, me acerqué cuidadosamente a donde estaban, escondiéndome en una esquina. 147 | P á g i n a

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Belle se veía enojada, pero no tanto como Ian. Nunca lo había visto así. — ¡Tú me dijiste, al igual que Bella, que podía invitar a quien quisiera! — ¡Amigos, hermana! —Bree es mi amiga—gruñó Belle—, antes que lo de ustedes explotara, ella y yo éramos como hermanas. Y aunque amo a Bella, quise invitar a Bree, algo me llamó a hacerlo. Lamento si estuvo mal, pero no me arrepiento. —Por Dios, Gabrielle. ¿Te has imaginado como se debe sentir Bella en estos momentos? —casi gritó Ian, indignado. Ella se quedó callada un momento. —Sí, me hago una idea… Pero, ¿sabes? —ella se quedó un momento callada—, me imagino cómo se irá a sentir saberse casada de un hombre que aún ama a otra mujer… Él se quedó callado completamente. Como no sabiendo qué decir. Belle bufó. — ¡No soy tonta, Ian! —susurró con voz demandante—, sé que te has visto con Bree en varias ocasiones, me alegra que a pesar de todo, sean amigos, pero lo veo en tu mirada, en la de ella… Aún hay amor. Y no sé por qué no quieren admitirlo y no lastimar a Bella. Ian no dijo nada y el miedo me empezó a correr. Estaba a punto de irme, cuando Belle suspiró. —Queda una semana. Sean sinceros el uno con el otro y no arruines tu vida ni la de Bella… Y Renesmee. Después de eso, se fue de regreso al salón. Algo me obligó a irme de ahí, antes de que Ian me viera. ¿Estaba haciendo lo correcto al casarme con él? Es decir, ¿Belle tenía razón? ¿Y si Ian aún amaba a Bree? ¿En que se basaría mi matrimonio con él? ¿Cómo sería? Miré a Bree de regreso al salón, ella se veía incomoda, ansiosa y… Y triste, condenadamente triste. Una opresión en mi pecho me empezó a no dejar respirar. ¿Y si estaba haciendo mal? Pero unos brazos suaves se envolvieron en mi cintura e Ian me besó mi cabeza, volteándome y besándome suavemente en la boca. — ¿Preparada para ser una Evenson en una semana? —me preguntó dulcemente. Y el amor en sus ojos, ese brillo hermoso, esa sonrisa perfecta, me dieron fuerzas. Pero ese algo estaba ahí de nuevo. Lo ignoré y sonreí dulcemente. —Muy lista…

Al regreso esa noche al apartamento, estaba definitivamente fuera de liga, me había tomados dos copas más de vino y estaba un poco… Feliz. Ian y Alec nos habían dejado en el departamento e Ian se había despedido con un beso insistente, desesperado. Le regresé el beso con la misma pasión, después me dio

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otro beso ya más suave y me dio las buenas noches. Belle fue directo a su habitación. Y yo a la mía, no estaba muy borracha solo un poco mareada. Al entrar a mi cuarto, la oscuridad me dio la bienvenida, la noche perfecta se había convertido en una noche con rayos y centellas, nuevamente, llovería como si el mundo se fuera a acabar en Londres. Casi a oscuras me quité mi vestido y los zapatos, antes de que el vino volviera a hacer su aparición y fuera al baño. Momentos después, salía canturreando del baño. Me puse mi bata de satín blanco, la misma que use en la boda de Edward, esa que él me había regalado, y yo no era capaz de dejar. Masoquista. Me gruñó mi mente. Bufé y me senté en mi tocador, quitándome el perfecto y suave maquillaje que me habían puesto, y deshaciéndome del peinado del moño en lo alto de la cabeza, dejando caer en cascada mi pelo rizado. Tal vez me tuve que fijar en los raros pasos que se escuchaban en el pasillo, tal vez tuve que tomar en cuenta la pequeña mochila que estaba a un lado de mi puerta, tal vez no debí haber bebido tanto y no haber entorpecido mis sentidos. Tal vez… Un fuerte rayo iluminó mi cuarto, al mismo tiempo que la puerta se abría de golpe, mostrando a un Edward sonriendo pícaro. — ¡Mierda! —grité, tapándome con la bata. Me paré de golpe de la pequeña silla y mire incrédula a Edward—, ¿qué haces aquí? Mi voz se oía sorprendida y ligeramente confusa. Okey, muy confusa. Él me sonrió y se acercó a mí. — ¡Oh! Nada malo, solo vengo a secuestrarte—dijo como si fuera lo más normal del mundo. —Oh…—me tomó unos segundos más procesar esa información—. Espera, ¿qué? Él sonrió ampliamente y se acercó en dos zancadas a mí, tapándome la boca rápidamente con un pañuelo, nunca lo vi moverse tan rápido, y cargarme en su hombro. Grité dé la impresión, pero se ahogó en el trapo, luego fui sentada bruscamente en mi cama y mis pies y manos fueron atadas, todo fue tan rápido y repentino que no reaccioné, y aumentándole el alcohol en mi sistema… — ¡Suéltame! —logré decir. Él negó con la cabeza. —No hasta que hablemos. Vamos a hablar, quieras o no, te lo dije. Volví a ser aventada al hombro de Edward y de cabeza vi cómo se daba la vuelta y salía de mi cuarto, tomando una mochila pequeña al lado de ella. —Vámonos—le oír murmurar. Me moví y pataleé, pero el estar atada más un poco borracha, definitivamente no ayudaba.

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Solo veía como dejábamos atrás mi departamento, bajábamos las escaleras y salíamos a la calle, el aire frío de la noche saludó a mi culo en el aire. El suave ruido de un motor en marcha era lo único que se escuchaba en la suave quietud, más los truenos, anunciando la pronta tormenta. Me sentí aventada a un coche, desplazándome en él, Edward se sentó frente al volante y cerró la puerta, arrancando suavemente. Intenté gritar, pero no podía. Gruñí cuando él me vio burlonamente. — ¡Eres un loco! —logré decir sobre el pañuelo. — ¿Qué? —me preguntó confundido, volvió a arrancar y el rugido suave del motor me hizo volver a gritar. — ¡Déjame ir, carajo! Él sonrió divertido, y negó con la cabeza. —Lo siento, cariño—se disculpó, sonriendo torcidamente. Esa maldita sonrisa torcida—, pero no hablo idioma secuestrado. Y con eso, más mi fulminante mirada y mi patético intento de golpearlo o soltarme al menos, arrancó una vez más y se alejó rápidamente de mi departamento, justo cuando la lluvia desataba su furia y Edward manejaba a Dios sabe dónde tenía pensando su macabra y psicópata mente.

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NOVENA PARTE. Edward POV. Cinco años antes… El día de la boda. Dicen que cuando te vas a casar sientes una emoción indescriptible. Feliz, nervioso, emocionado… Lo único que era capaz de sentir eran nervios, dolor y frustración. Suspiré, poniéndome la camisa blanca. Los recuerdos me llegaban una y otra vez, sin ser capaz de olvidarlos, de ignorarlos. Todo se arremolinaba en mi mente. Recuerdos hermosos, dolorosos… Mi reflejo en el espejo me mostraba a un hombre cansado y nervioso. Mi cabello era un jodido desastre, más que de costumbre. Mis ansias no me dejaban, y la puta música no ayudaba, ni siquiera sabía porque no podía dejarla ir. O al menos quitarla. ¿Cómo es posible que una sola canción te hiciera ver cuanta verdad había? Hoy me casaba. Pero no con la mujer que amaba, me casaba con mi mejor amiga, porque no podía dejarla sola, mucho más ahora que esperábamos un bebé. Muchos dirán que soy un hijo de puta por lo que hice. Y lo soy, lo admito. Desde hace dos años que lo sé. Quería terminar lo de Tanya desde hace dos años, pero un algo me detenía. Sabía que lastimaba a Bella, y eso me dolía. ¿Cómo empezó todo esto en primer lugar? Supongo que empezó cuando teníamos doce años, y la conocía por primera vez… Mi familia vivía desde hace cinco años en Seattle, mi mejor amigo, Jasper, y yo nos habíamos estado comunicando ese verano, mi familia y yo estábamos en Ensenada disfrutando del verano, cuando regresamos a Seattle, y entramos a clases, fue donde las conocí. Fue la primera que vi a Bella. Sus ojos chocolates me impidieron ver a otro lado, pero ella no me miraba, miraba sus manos, jugando con ellas. La voz de Tanya fue la que me sacó de ese trance en el que me quedé, sus ojos azules me sonrieron y le sonreí. Cuando mis ojos volvieron a la niña de grandes ojos chocolates y cabellos marrones en perfectos rizos, ella me miraba recelosa. Le di la mano a Tanya y le sonreí dulcemente, ella era muy linda. Cuando mi mano tomó la de Bella, juré sentir unas cosquillas recorrerme todo el cuerpo. Sus ojos no dejaron los míos por unos segundos intensos, inmensos. Entonces lo supe, pero no lo quise admitir. Ese fue nuestro inicio como amigos, aunque muy dentro de mí sentía algo más por ella. Pero la belleza de Tanya me cautivó, y el pasar tanto tiempo con ella, notándola como mujer y no como una amiga más, como Bella, me hizo hacerla mi novia. Llegó un momento donde sí la ame.

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Pero mi amistad con Bella empezó a palidecer, ella empezó a salir con Jacob todo el tiempo, por unos buenos meses creí que ella y yo ya no seríamos nunca más amigos, pero entonces él se fue a la Universidad, a mí me faltaban un año más, estaba a la par de Bella y Tanya… Aunque tenía dos años más que ellas, en la infancia tuve… un problema, que me retrasó un año en mi educación. Así que estaba con ellas y mi hermana Alice. La canción continuó hasta acabar, siguiendo con otra. Bufé y miré mal a mi I-pod. ¿En serio, hasta él estaba en contra mío? Por la jodida canción, así lo creía. Mi primera vez fue con Tanya, pero ahora sabía que tuvo que ser con Bella, al día siguiente de esa noche hermosa- porque de alguna manera lo fue en su momento, y aún lo era-, mis celos se apoderaron la mayor parte del tiempo cuando estaba con ellos, con Jacob y Bella. Así que decidí alejarme de ellos y concentrarme en Tanya. El año se fue volando, y Jacob con él, al año siguiente, mientras estábamos con la tensión de las universidades, me acerqué más a Bella, de alguna manera intente… Ni siquiera aun entiendo que intenté hacer. Después de terminar la secundaria, e irnos a la universidad, perdí contacto con ella, hasta que cuatro años más tarde la volví a ver en Nueva York, la había reconocido porque no había cambiado nada, se veía más hermosa, más madura y sexy como el demonio. Sentí una sensación de felicidad, me sentí… vivo. Mi relación con Tanya seguía, pero ella se asoció con sus hermanas cuando terminó su carrera de diseño gráfico, viajaba mucho con Laurent, el esposo de Irina. Laurent y yo éramos buenos amigos, nunca pensé que haría algo como lo que le hizo a su esposa. Hablar con Bella ese día fue refrescante, nos pusimos al día y al salir de la cafetería, mis ojos viajaron a sus labios y de repente la vi caer, la agarré de la cintura y la acerque a mí, y cuando menos lo pensé, la estaba besando. Pero cuando intenté decirle algo, ella pidió disculpas, asustada, y corrió lejos de mí. Recordarlo aún me hacía sentir frustrado, más de lo que ya estaba. Lo siguiente que supe fue que estaba en el hotel, con Tanya hablando por teléfono, yo había venido a Nueva York por un intercambio de la escuela, sería solo un semestre y estaba a punto de acabar mi carrera y mi especialización. Llevaba todo el semestre aquí, desde hace una semana había terminado el semestre satisfactoriamente, me faltaba un semestre más para recibir mi título. Nunca había visto a Bella en ese semestre, me había quedado en Nueva York dos semanas más para disfrutar lo que no había visto. Nunca me imaginé que ella estaría aquí. Pero verla fue lo que necesité. Al regresar la semana siguiente a Seattle, porque Renné se había puesto mal, me enteré que Bella y Jake habían terminado. Lamentablemente, Renné no sobrevivió, Tanya estaba desecha, pero ella me dijo que me quedara con Bella, ella me necesitaba más. Escucharla decir que estaba sola, frente al cadáver de su mamá, me hizo partirme el alma, entré y la abracé, diciéndole que nunca estaría sola. Y así fue.

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El entierro fue difícil, pero nunca la dejé. Estuve con ella todo el tiempo, apoyándola. Fue entonces que empecé a salir con ella. Dividí mi semestre entre ella y nuestras salidas. Volvimos a ser amigos, como antes. Cuando recibí mi título, ella estaba ahí. Y me sentí más orgulloso de ella, que de mi novia. Me tardé dos años saberlo, y aun así, nunca dejé a Tanya. Pero las cosas entre nosotros se estaban… olvidando, por decirlo de alguna manera. Ella no se molestó en ningún momento por mis salidas con Bella, era como si no le importara. Creí que era porque pensaba que salíamos en plan de amigos, es decir, Bella era su prima, pero también su hermana adoptiva, así que supongo que era como si saliera con… mi prima. Nunca sospeché de por qué se mostraba tan calmada cada vez que salía con Bella. Cuando lo descubrí, de alguna manera me sentí… aliviado. La canción se acabó y empezó una nueva, cerré los ojos ante la canción tan conocida para mí, Dios… ¿Por qué escuchaba este tipo de canciones en el día de mi boda? No tenía ni las más puta idea y eso me exasperaba. Con un bufido resignado me seguí vistiendo. Mis ojos volaron al hombre frente a mí, resignado ahora y melancólico. Dicen que el tiempo todo lo cura. Bueno, espero que a mí me haga olvidar. Cerré los ojos un momento, sintiendo la canción, el coro, el mensaje. Joder, solo pedía que Bella fuera feliz. Que de alguna manera me recordara… sin dolor… —Esto te pasa por ser un jodido cabrón y no haber dicho la verdad—me recriminé en voz alta. Pero ya no se podía hacer nada más. ¡Si tanto hubieras amado a Tanya, nunca la hubieras traicionado, y si amaras a Bella como dices amarla, no le estarías haciendo esto!, las palabras de Kate me rebotaron en la mente. Ella era la única que sabía toda la verdad, desde el punto de Tanya, mío y de Bella. Nuevamente, el pensamiento de huir e irme con Bella regresaron a mí, pero la enfermedad de Tanya, más nuestra hija que esperábamos me hizo detenerme. Tenía que afrontar las consecuencias de mis actos. Por mucho que me dolieran. Masoquista. Eso es lo que eres, Edward Cullen. Masoquista y cabrón. Perfecta combinación. Unos toques en la puerta me hicieron dejar mis pensamientos, Jasper entró en mi habitación con semblante serio. Me sonrió débilmente por unos momentos. —Entonces…—comenzó como si nada, viendo el desastre en que se convirtió mi habitación, y luego volviéndome a ver—, ¿estas listo? No. —Sí—contesté tratando de convencerme a mí mismo. Mi amigo asintió, suspirando. —Edward… —No tendremos esta conversación de nuevo, Jasper—lo interrumpí, llevábamos cuatro meses en esa plática nunca terminada… o iniciada, al menos de mi parte—. Me voy a casar. Le cumpliré a Tanya… 153 | P á g i n a

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— ¿A costa del dolor de Bella? Apreté la mandíbula y cerré los ojos, muchos dirán ‘¡pero sí que es hipócrita!’, yo simplemente me quedó callado, porque no hay excusas para lo que hice. Pedirle a Bella ser mi amante fue el primer error. Mentirle a Tanya cuando me preguntó si la relación de nosotros tenía futuro, era mi segundo error. Mentirle a Bella al no decirle la verdad de mis sentimientos, y de no haberle dicho por qué me casaba con Tanya fue mi tercer error. Pero aún no estoy fuera. Acostarme con Tanya, borracho, pensando patéticamente que era Bella, un mes después de nuestro compromiso, y dejarla embarazada, fue mi cuarto error. Y estaba seguro que aún me faltaban muchos más. Pero, ¿cómo fui capaz de hacer a Bella mi amante, aun sabiendo que la amaba y que mi relación con Tanya ya no tenía futuro? Fácil. La comodidad de estar con Tanya era reconfortante. No tenía claros mis sentimientos a por Bella, desde adolescentes me empecé a fijar en ella de diferente manera, pero Tanya siempre estaba ahí, de alguna manera hipnotizándome. Jasper me miró fijo, viéndome con lástima él también. —Son las consecuencias de mis actos—dije al final—, lo que más me duele es llevarme a Bella entre las patas. Ella no se merece esto… —No, tienes razón. Bella no se merece todo lo que le has hecho no solo en los últimos meses, si en los dos últimos años… Bajé la mirada, terminándome de arreglar. Cuando estuve presentable, me dejé caer en la cama, dejando mis codos en la rodilla y tapándome la cara con las manos, escondiendo mi vergüenza. —Tienes razón, Jasper… —Solo tengo una pregunta que me carcome el alma, hermano…—Jasper se sentó a mi lado y miró al frente, mis manos se fueron a mi cabello, agarrándolo fuertemente—, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué te acostaste con Tanya y engañaste a Bella, no diciéndole que la amas y por qué te estas casando con Tanya en lugar de Bella? Fruncí el ceño. Sin saber que responder. — ¿Por qué me acosté con Tanya? No lo sé, estaba demasiado borracho como para comprender cuál era el verde y cuál el azul… ¿Por qué engañe a Bella, no diciéndole lo que sentía? Porque esto sería más difícil para ella. Quiero decir, si ya de por sí va a ser difícil que me vea casarme con su prima, ¿cómo se hubiera sentido si sabe que la amo? Y la última, ¿por qué me caso con Tanya en lugar de Bella? —en esa me tarde más en responder, Jasper me veía seriamente, viendo mi clara desesperación, frustración—, por cumplirle a Tanya y… darle su última ilusión. Mi amigo asintió, viendo a la nada por un largo rato. Jasper era el único que sabía de la enfermedad de Tanya, porque fue él quien me ayudó a llevarla al hospital el día que se desmayó y vomitó sangre.

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Ese día, yo había tenido guardia y me tocó quedarme hasta tarde, ese fue el día después de haber pasado la noche con Bella, cuando llegué a mi departamento, Tanya estaba lavando trastes lentamente, me acerqué a ella, queriendo volver a tocar el tema de anoche, pero noté que temblaba, cuando la volteé, estaba blanca, le pregunté qué le pasaba y no me respondió, simplemente se volteó de nuevo y vomitó en el basurero de la cocina, después se desmayó. Jasper fue el primero en quién pensé para llevármela. Urgencias la atendió rápido y estuvo dos semanas internada, sin que su familia supiera nada. Esas dos semanas no vi a Bella ni día ni noche, le dije que me había ido a una conferencia, cosa que sí me creyó. Le hicieron análisis a Tanya y esperamos. Dos semanas después, nos entregaron el resultado de los estudios y el doctor nos comunicó que Tanya tenía leucemia, inoperable. Le dijo que solo tenía unos meses. El dolor de Tanya fue… indescriptible. No habló cuando el doctor le dijo la noticia, simplemente, minutos después dio las gracias y se paró, la seguí en silencio, el camino al departamento fue en completo silencio, sin poderse o saberse como romper. Al llegar al departamento, fue cuando se rompió, ella se soltó a llorar desgarradoramente y eso fue suficiente para mí, la abracé fuertemente y lloramos juntos. Tal vez ya no sentía lo mismo por Tanya, pero ella aún era importante en mi vida. Era lo que en un tiempo Bella fue, mi mejor amiga. Esa noche se nos hizo eterna, ella solo balbuceaba de qué haría ahora, de sus planes futuros, como mujer y profesional. No vería a sus sobrinos crecer. No tendría hijos… Pero lo que más me dejó helado fue que ella sabía de lo mío con Bella. —Al menos algo me alegra entre toda esta mierda—dijo Tanya lentamente. La miré confundido, ¿qué podría haber de alegre en esto? — ¿Qué es? —pregunté lentamente. —Que tú —me miró con una sonrisa triste, con los restos de lágrimas en sus mejillas—, estarás con alguien que de verdad amas… Sé que Bella te cuidará, y tú a ella… Los dos se merecen desde hace años… Le miré sorprendido, sabiendo que me quedé pálido. Intenté hablar, pero no supe que decir. Ella se rió levemente, riendo por primera vez en esa noche horrible. — ¿Cómo…? ¿Desde cuándo…?—intenté decir, pero no tenía palabras. —Desde que teníamos veintitrés y mi mamá murió, vi cómo la mirabas, cómo la abrazabas, cómo después de ese día, no te separabas de ella y la hacías feliz. En realidad—se llevó una mano a la barbilla, pensativa, yo aún no podía cerrar mi boca—, creo que lo he sabido desde siempre… —Tanya… Yo… ¿Qué decir en ese momento? Ella me sonrió delicadamente y me tomó de la mano. —No debes decir nada. En realidad, tengo que confesarte algo… La miré, esperando a que hablara. Su cara se sonrojó de vergüenza y miro hacia abajo.

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—Yo también te fallé, Edward… Te fui infiel… No una, sino varias veces con… Con Laurent. Esa información me heló la sangre y me alivió, por muy mal que sonara. Los dos nos quedamos en silencio, viéndonos y viendo el suelo en intervalos. Nos quedamos así durante minutos, horas… Hasta que suspiré. —Como que somos masoquista, ¿no? —pregunté con sarcasmo. Ella rió, burlándose. —Sí, lo somos… —Perdóname, Tanya… Ella me miró a los ojos, y sonrió, negando con la cabeza. —No hay nada que perdonar. ¿Tú me puedes perdonar? La atraje hacía mí, abrazándola. Ella descansó en mi pecho, pero no románticamente, sino como cuando estás con un amigo. —Tú sabes la respuesta. Los dos nos equivocamos, Tanya… —Así es. Después de esa noche, al día siguiente fui a ver a Bella, Tanya me hizo jurarle que no diría nunca nada a nadie sobre su enfermedad, hasta que ella estuviera lista, solamente Jasper lo sabía. Pueden decirme hipócrita o cabrón, pero yo necesitaba a Bella. Con ella me sentía vivo, feliz, tranquilo. Y verla ese día, con una hermosa sonrisa, me hizo darme cuenta de que la amaba y demasiado. Hacer el amor con ella, era eso, hacer el amor. Llevaba varias semanas queriéndole decirle en voz alta esas dos significativas palabras, pero no podía hacerlo, algo me detenía, y solo las decía entre sueños, pensamientos... Había pasado un mes desde que nos enteramos de lo de Tanya, y ella había ido según a un viaje, pero en realidad se fue al hospital a hacerse el tratamiento, que duraba una semana. En noviembre, le segunda semana, todo cambio para mal, desgraciadamente. La enfermedad de Tanya me estaba matando lentamente a mí también, sus ilusiones estaban en mi mente, sin poder dejarme y haciéndome sentir un hijo de puta cuando estaba con Bella. Y entonces, una noche en mi cama solo, decidí hacer algo bueno por Tanya. Su mayor ilusión era casarse, el amor que alguna vez nos tuvimos seguía ahí, tal vez de diferente manera, pero era amor. Le podría dar esa felicidad, esa ilusión en sus últimos meses, no podía ser capaz de ver a Bella a los ojos, ni verla y sentirme un maldito, cosa que era. Sabía lo que pasaría si llevaba a cabo mi plan con Tanya, pero ver en sus ojos como ese brillo se iba apagando, fue lo que necesite. Pero cada vez que veía a Bella, las ganas de decirle “te amo” eran cada día más grandes, pero las tuve que reprimir. A la siguiente semana, fui a ver a Bella, pero justo ese día, Tanya se iba de nuevo a su tratamiento, ése fue el mejor día de mi vida, después de que terminamos, la acosté en mi pecho y la acariciaba, sintiendo su piel, cuando de repente escuche su dulce “te amo”, quise gritar, y exclamar de alivio, pero a mi mente volvió Tanya, habíamos quedado de vernos en su departamento para llevarla al hospital.

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La mejor palabra que salió después de esa confesión de Bella fue un “mierda” y escapar de ella. Llegué a tiempo con Tanya, pero sabía que había dejado a Bella destrozada. Entonces tomé la decisión que cuando Tanya regresara, yo le pediría matrimonio. Si seguía con Bella, la lastimaría más y en algún momento, rompería mi promesa con Tanya. Esa semana no pude ver a Bella, el trabajo era muy extenso y pedí ayuda a Alice a buscar el anillo perfecto. Lo encontramos ese mismo día que dejé a Tanya en el hospital, pero mi trabajo me dejaba exhausto y a veces me daban turno doble. Cuando Tanya regresó, Alice y yo habíamos quedado en hacer una cena y ahí pedirle matrimonio, pensé que sería cruel hacerle eso a Bella, pero Alice no sabía nada y decidió hacerlo así. Quedé con Bella de ir a por ella, explicándole lo de mi trabajo, estaba tan ansioso de ella que ni siquiera nos protegimos, fue rápido y directo, como verdaderos amantes. Al llegar al restaurante, todos nos esperaban, cuando dije eso, de broma, creyendo que nadie más que Lauren y Rose lo entenderían, y Bella obvio, pero Tanya me miró burlona y se rió de mí. Entonces, reflexioné en lo que dije y me sentí de la mierda. La comida fue divertida y agradable, llegado un momento fui al baño y me encontré con Tanya saliendo del de mujeres. Le pregunté como se sentía y nos quedamos hablando de lo que le dijo el doctor, al parecer iba mejorando, pero aun había un gran camino por recorrer. Nos habíamos ido a sentar a unas de las bancas de la azotea, al levantarnos un aire intenso le hizo volar el vestido y el cabello, y a mí igual. Fue divertido y vergonzoso a la vez. Regresamos riendo a la mesa, cuando escuché el nombre Renesmee, miré a Bella divertido y confundido. Ella estaba roja. Cuando Emmett dijo la hija de Bella, me congelé, a mi mente vino la imagen de una bebé con los ojos de ella y su cabello, combinado con el mío. Mi perfecta hija, con Bella. Pero cuando dijo la hija imaginaria, todo se cortó. Más sin embargo, lo que dijo Tanya, en forma de broma, me hizo reír. Ella y yo ya no éramos novios, pero sí lo éramos ante los demás. Otro gran error, debimos aclarar eso mucho antes. Le seguí en el juego y la patada de Alice en mi espinilla me hizo recordar el anillo… Aun sonriendo por la imagen mental de una hija con Bella, le pedí a Tanya que fuera mi esposa, teniendo en mente a otra mujer. Me sentí un hijo de perra, pero al ver sus ojos iluminarse, supe que al menos ella sería feliz. Pero al levantar la mirada y ver a Bella desgarrándose de a poco, me hizo sentirme morir también. El resto de la velada fue más sencilla, Bella no tuvo otro remedio que decir que sí para ser la dama de honor de Tanya, y aunque pensé que eso era cruel, me di cuenta de que Tanya así lo había imaginado, su hermana con ella ese día tan especial. Pero los dos solo pensamos en nosotros, no pensamos en el dolor de Bella, yo solo pensé en la ilusión que le daría a Tanya y ella en aprovechar esa ilusión… Al terminar, Bella se fue con Rose y Lauren, sabía que estaba rota ya. Y me sentí enfermo. Dejé a Tanya en su departamento y hablamos un poco, ella me dijo que no era necesario que de verdad nos casáramos, pero le dije que lo quería hacer. Le di un tierno beso en la frente y me fui a mi departamento. Al llegar, fue donde me derrumbé.

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A la mañana siguiente, traté de hablar con Bella, tratar de hacerle entender mi decisión. Pero ella me repeló, me ignoró completamente, no me hablaba, no me veía. Fue como si me hubiera borrado de su vida. Y eso me dolía, de alguna manera sabía que me lo merecía. Supe entonces que la había perdido. Los meses que pasaron para la boda, ella me ignoró por completo, pero dos meses después sin verla, hablarla o tocarla, yo ya estaba mal… Estaba desesperado. Era como ser un náufrago en medio del mar. Verla pero no poder tocarla, amarla, decirle toda la verdad, confesarme… Pero también sabía que así estaba mejor. Ella ya se sentía demasiado rota, sin saber la verdad de mis sentimientos. ¿Cómo se sentiría si supiera por qué me casaba con Tanya? ¿Qué sí la amaba a ella y no a Tanya? No, así era mejor, que me odiara… Por mucho que me doliera. Un mes después de no verla, me emborraché, enojado conmigo mismo por toda la mierda que había tirado, fui a la casa de Tanya y ella me abrió muy sorprendida, ni siquiera podía saber si su cabello era rubio o castaño, solo sé que me abalancé sobre ella y la besé. Un beso llevó a otro, y eso otro, nos llevó a ella y a mí a tener sexo. Pero joder, no fue como con Bella. Con Bella era… Amor, cariño, fuego, pasión… Con Tanya fue… por un tiempo fue lo mejor, pero ahora era como hacerlo con… ni siquiera supe como describirlo. A la mañana siguiente, mi cabeza me estaba explotando y estaba desnudo en la cama de Tanya. Las has cagado, cabrón, fue lo primero que pensé, dos minutos después ella entró con el desayuno en una bandeja y me lo sirvió, me dio unas pastillas y me sonrió. Ni siquiera sabía que decir. Fue ella la que me salvó, la que me dijo que debería emborracharme en mi casa y no salir después… Y que también lo que había pasado la otra noche, era solo eso, una noche en el olvido. Pero sorpresa, sorpresa, dos meses después, Tanya tenía dos meses de embarazo. Con más razón debía casarme con ella… —No puedes escapar de la verdad por mucho tiempo, Edward —dijo Jasper después de un momento de silencio, en el que solo me dediqué a ver el piso y el pasado. Asentí con la cabeza, pero no dije nada. En cambio, mis manos jalaron más mi cabello y yo cerré los ojos, la desesperación que empecé a sentir me hizo casi llorar. Y entonces, empezó esa canción, todo el aliento se fue de mí, cerré los ojos ante el coro… Mierda, no ahora. Me paré de la cama y me paré frente a la cómoda donde estaba mi I-pod y de un manotazo, derribe el I-pod, justo cuando iba el estribillo. — ¡Mierda! —grité con todas mis fuerzas. Me dejé caer de nuevo en la cama y vi como el I-pod decía “sus últimas palabras”, de repente sentí una ola de tranquilidad al no oír más la música—. Dios, me siento mejor… Jasper me miró con los ojos abiertos de par en par, mirándome incrédulo.

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—Aléjate de mí —fue lo único que dijo. Y eso fue también todo lo que necesité para echarme a reír como un puto histérico. Mi estómago me dolía de tanta risa. Mi ataque de risa acabó conmigo acostado en mi cama, lágrimas en los ojos y mis manos abrazando mi estómago. Mi amigo solo me veía entre divertido, sorprendido y confundido. Y algo asustado, debo admitir. —Joder, eres un loco—dijo sonriendo débilmente, suspiré y me limpié las lágrimas, me senté en la cama y miré mi I-pod destrozado, ¿con tanta fuerza lo aventé? Creo que sí. —Me siento mejor—dije en voz baja, él negó con la cabeza y fue a sentarse a mi lado. —Sabes que aún tienes tiempo, ¿no? —me volvió a repetir, pero esta vez decidí hacerme el tonto. — ¿Para qué? —Edward, lo sabes… Sabes que aún puedes decirle tus sentimientos a Bella, puede decirle a Tanya que lo lamentas y… — ¿Y dejar a mi hija o hijo solos? —lo interrumpí, Jasper se quedó callado de repente. —Nunca los dejarías, pero, ¿para qué te casas con Tanya si no la amas? —Porque ya te lo he dicho—repliqué molesto—, la embaracé… Y no la puedo dejar, además de que su enfermedad… —También la matará, sino es ese bebé, es la enfermedad. Las palabras de Jasper me golpearon duro. Cerré los ojos nuevamente y mi estómago se revolvió. Jasper tenía razón. Su embarazo era de alto riesgo, el doctor nos había dicho que su embarazo era muy peligroso, debía mantenerse calmada y no tener emociones fuertes. Nada adecuado para una boda. Su enfermedad la mataría en algunos meses, si no era este embarazo, sería su enfermedad. Yo quería darle en sus últimos días, una felicidad, comprada o fingida, pero que se fuera feliz, con su sueño de una familia, su boda, su fiesta y su viaje a Italia. Ahí sería nuestra luna de miel, aunque sé que solo recorreríamos Italia, no sería una verdadera luna de miel. —Jasper…—intenté hablar, pero no pude. No supe que decir—. No puedo dejarla sola. Simplemente no puedo… Él se quedó mirando a la nada un momento, hasta que asintió con la cabeza y se levantó. —Es tarde, no llegaremos a tiempo. Con un suspiro más, me levanté y nos fuimos de mi departamento, dejando que los recuerdos no me dejaran en ningún momento. Las risas de Bella, sus expresiones, gestos, caras, locuras, cursilerías, todo se me venía a la mente. Sus gemidos, gritos, su todo, ella.

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Pero Tanya también estaba en mi mente. Sus sonrisas, sus miradas, su apoyo, su barriga empezando a crecer disimuladamente, sus palabras de apoyo, cuando me regañaba. Había pasado momentos inolvidables con las dos. A las dos las amaba, pero de diferente manera, amaba a Bella como una vez amé a Tanya y amaba a Tanya como una vez amé a Bella. Era irónica la manera en que los papeles cambiaron. En que los sentimientos dejaron de confundirme y me mostraron la verdad, demasiado tarde, pero lo hicieron… El camino a la iglesia fue lento, y rápido a la vez. Entre los recuerdos todo se fue a la mierda. Llegué a mi destino y entramos a la capilla, donde me llevaron a un cuartito, donde me terminé de arreglar el jodido moño, no quería arreglarse y no sabía de estas cosas. Jasper me miraba divertido. Pero un recuerdo en particular vino a mi mente, que me hizo sentirme muy triste, y se notó en mi mirada. Había sido hace cinco meses, antes de enterarme de todo, que todo se vinera abajo, Bella y yo habíamos estado haciendo el amor por horas, hasta que casi amanecía caer rendidos en brazos de Morfeo. Ella descansaba en mi pecho y yo disfrutaba de su calor Y entonces dije las palabras, cuando ella estaba dormida. —Te amo—susurré, besándole sus labios, suavemente. La amaba. Sí, la amaba… me había tardado dos o más años en darme cuenta, pero ahora que lo sabía no podía dejarla ir. Le prometí vernos dentro de tres días, porque al día siguiente tenía guardia, ella me sonrió dulcemente y la besé en la frente, susurrando en silencio esas dos palabras de nuevo. Pero entonces todo se vino abajo, después de esa noche, no la vi hasta después de tres semanas, que fue cuando ya había pasado lo de Tanya y nos tenía tan mal a los dos. —Jasper—dije en voz alta, saliendo se mis recuerdos. Mi amigo me vio expectante. Sabía que lo que pediría podía ser tanto aceptado como no. Pero me tenía que arriesgar, ya no podía vivir más así—, ve si Bella ya llegó y dile que necesito hablar con ella. Mi amigo me miró a los ojos directamente. Minutos después, asintió con la cabeza y se fue. Me volví al espejo y me miré. Esa desesperación estaba ahí, junto con los nervios. Suspiré y me volví a intentar acomodar el maldito moño, en eso estaba, luchando contra el moño sin lograr nada, cuando la puerta se abrió y escuché el sonido más hermoso del mundo. La risa de Bella. Al voltearme, ella me miraba con una sonrisa cálida. Suspiré y ella también, fue a mi encuentro y se paró frente mío, arreglándome el moño. No la podía dejar de ver, sus ojos, sin ese brillo tan característico que era en ella. Sonreí tristemente, mientras en mi mente recordaba una canción, que nos iba perfecta en este momento. ¿Cómo todo era tan fácil en la infancia, cuando éramos niños? Todo se complicó tanto… Cuando ella me miró, sonreí en agradecimiento, de alguna manera siempre terminaba ayudándome. —Gracias—susurré—. Por todo… 160 | P á g i n a

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Esperaba entendiera mi mensaje. Por amarme, por hacer esto aun sabiendo cuánto dolía, por haberme dado tu alma y tu corazón. Siento no haberlos sabido cuidar. —Edward—ella tomó aire, mirándome el moño. Mírame, por favor… Hazme entender que esto que estoy haciendo es lo correcto —, quiero que seas feliz —me miró a los ojos, vi en ellos todo. Tristeza, dolor…— . Tanya es tu felicidad, y espero que sean muy felices juntos siempre. Quise cerrar los ojos. Mi Bella. Me estaba regresando a la realidad. Amaba a Bella, pero me estaba casando con Tanya, y Bella no sabía nada de mis sentimientos. —Perdóname por todo lo que te hice sufrir, Belly-Beans—me disculpé sinceramente. Ese era su apodo que desde niña le puse, porque era como un frijolito cuanto tenía frío. Ella cerró los ojos, como si hubiera recibido un golpe. Golpe que yo le estaba dando. Pero era inevitable llamarla así, ese era mi apodo, con el que de niño le llamaba, era algo muy nuestro… —Siempre te amé—ella seguía con sus ojos cerrados, pero de repente los abrió, mirándome con resignación y dolor—. Pero creo que tú no y nunca te olvidaré—ese fue un golpe bajo para mí, sentí como el aliento se me escapaba. Díselo, cobarde—. Me diste lo mejor de mi vida. Lo mejor de mi vida… Tú también, Bella. Me diste mi vida. No pude evitar mirarla a los ojos y ver su alma destrozada. Entonces, la necesidad de decirle la verdad me asaltó, tantro que estuve a punto de abrir la boca para hablar, pero ella me interrumpió besándome intensamente. Con amor, fuerza y delicadeza, no quería seguir haciéndole daño. El deseo seguía ahí, junto con el amor. Era un beso de los más dulces y pasionales. Se separó lentamente de mí y descansamos nuestras frentes, como hacíamos después de hacer el amor. Mis brazos vagaban por su espalda y brazos. Sintiéndola, quería tomarla en brazos y escapar. Pero entonces me vio a los ojos, como buscando algo, y luego me abrazó, quería sentir su tibieza por última vez. La abracé con todo mí ser. Pero ella se separó y me anunció que era el momento. Ella salió del salón y me dejó solo. Suspiré fuertemente y me preparé, el recorrido al altar fue corto y a la vez largo, ver a las damas de honor entrar hizo que mi mente pensará en una novia diferente. Sonreí tristemente al imaginármela venir hacía mí, del brazo de su padre. Verla caminar hacia mí, hizo que esa imagen se quedara en mi mente, haciéndome sonreír tontamente, cuando vi a Tanya caminar hacia mí, no pude evitar notar que estaba hermosa y eso me agradaba. Al menos ella sería feliz, tendría su final feliz, final que hace años ya no le pude dar, pero que ahora podía hacerlo. Podía ver a Bella, viendo el piso y queriéndose hacer más y más pequeña. Me concentré en Tanya, en su sonrisa feliz. Y yo también sonreí. Cuando el padre nos preguntó si aceptábamos, dudé por unos milisegundos, hasta que dije en voz baja acepto. A partir de ahí, me sentí como en un sueño. Un sueño del que no sabía cómo había llegado. Cuando el padre nos declaró marido y mujer, cerré los ojos por un segundo, y los abrí para encontrarme con la sonrisa comprensiva de Tanya, la agarré delicadamente entre mis brazos y la besé. Los aplausos no se hicieron esperar.

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Nos felicitaron mientras caminábamos por el pasillo, buscaba a Bella, pero no la encontraba y entonces el miedo me empezó a carcomer. Subimos al coche que nos llevaría al salón donde se llevaría a cabo la fiesta. Le pedí a Rose y a las demás que fueran a por Bella. Algo debieron ver en mis ojos, porque aceptaron sin refunfuñar después de verme por un largo rato a los ojos. Durante el recorrido, no hablamos Tanya y yo. Algo nos hacía sentirnos cómodos con ese silencio. Llegamos al salón y ya había gente ahí, nos volvieron a felicitar, y nos presentaron como el señor y la señora Cullen. Fue inevitable pensar que la señora Cullen debió haber ido Bella. Pasó una hora para que las chicas llegaran… Sin Bella. Tanya no pudo ignorar mi miedo y me llevó a un lugar aparte del salón, me tomó de la mano y me sonrió. —Ve a buscarla—dijo ella, la miré confundido. —Pero… Nos acabamos de casar, Tanya… —Edward, estás sufriendo, me has dado la felicidad más grande. Pero no quiero yo darte el dolor más grande así como a Bella. Me hiciste sentir lo que se siente casarse, vestirse de blanco, me vas a dar un hijo—se llevó una mano al vientre, envuelto en las telas del hermoso vestido de seda blanca—, pero no por eso necesitas estar a mi lado. Sí, nos acabamos de casar. Pero tu verdadero amor es Bella. —Lo eché a perder —bajé la cabeza. Ella asintió, mirándome con una sonrisa triste. —Pero ella también. Los tres tenemos la culpa. Tú por no hablar claro, ella por ser muy orgullosa y no querer escucharte y yo por ser egoísta y pensar solo en mí. Mis ojos se quedaron en los azules de ella. Estaban tristes, cuando se suponía deberían estar felices en su día más especial. —No fuiste egoísta, Tanya, lo fui yo. Por pensar en mí, y no en ustedes. Ella negó con la cabeza y suspiró. —Los tres tenemos la culpa. Lo sabes, no trates de echarte la culpa solo tú. Los tres la tenemos, pero puedes ir a rescatar a Bella. Decirle la verdad. — ¿Y la boda? —Ya tuve mi boda soñada. Mi vestido. Los invitados… Solo me faltaron mis padres… Sus ojos se volvieron más tristes. No quería dejarla. No podía. —Ve—volvió a decir al ver mi inseguridad—, aunque sea tráela a la fiesta, y aquí hablaran a solas. Lo prometo. Miré a Tanya por última vez. Se veía... decidida, triste, resignada. —Se supone deberías estar feliz —susurré. —Y lo estoy—se le cortó la voz—, pero lo estaré cuando ustedes sean felices. Y ella esté aquí.

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Asentí con la cabeza suspirando, cerré los ojos un momento y al abrirlos, le di un beso a Tanya en la frente y me volví para irme a buscarla a su departamento. Sería solo para traerla y que Tanya este feliz. Ya después hablaría con ella, aunque la tuviera que secuestrar o amarrar. Llegar a su departamento y no encontrarme con nada más que sus muebles, el closet sin ropa, sin nada y sin Bella, me hizo sentirme aterrado. Caminé a la sala y encontré un sobre con mi nombre. Era la letra de Bella. Con temblores por todo el cuerpo, la abrí, dejando que mis ojos viajaran por esa carta una y otra vez… Querido Edward: Todo lo que pasamos fue sencillamente maravilloso, nunca podría olvidarte. Desde niña me enamoré de ti, pero me alejé por mi prima, ahora pienso qué hubiera pasado si hubiera luchado por ti… Creo que tal vez tú y yo habríamos estado juntos. Pero tal vez ese no era nuestro destino. Solo puedo decirte una cosa. Te amo y siempre lo haré, como te lo dije hoy. Por favor, no me vayas a buscar, déjame intentar olvidarte. Lo necesito. Espero que seas muy feliz con Tanya, les deseo lo mejor y espero algún día volver a vernos, sin nada de dolor. Cuídate mucho, por siempre tuya. Bella. Al terminar de leer esa carta, solo pude volver a leerla y releerla, sin entender completamente el concepto de estas palabras. La desesperación me hizo quedarme paralizado, antes de sacar mi celular y marcarle. Esperé sin aliento alguno, cuatro, cinco, timbrazos para que ella me contestara. — ¿Dónde estás? —fue lo primero que pude decir, con la desesperación a mil. — ¿Leíste la carta? —pregunto tímida. Claro que sí, y no quiero que te vayas, necesitas escucharme… —Sí—dije queriendo llorar—, por favor, Bella… ¿Dónde estás? Nos preocupamos cuando no te vimos en la iglesia, y más cuando no llegabas a la fiesta, entonces vine a buscarte, pero Lauren, Rose y Alice vinieron antes, cuando regresaron sin ti fue cuando decidí ir a verte. Para encontrarme con que no estas y que te vas… Ni siquiera yo me entendí qué fue lo que le dije, solo sé que estaba llorando, estaba desesperado… Y mi esposa e hija me esperaban en otro lugar, mientras que la mujer que amaba me estaba dejando… —Edward, por favor… Es necesario esto. Lo necesitamos—su voz también se escuchaba mal. Ella también estaba mal.

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—No te vayas… Te necesito—confesé, estaba dispuesto a decir la verdad entera. Si solo me escuchara dos minutos. —Te acabas de casar… Ya tienes una nueva familia, y yo ya no cuadro en ella. Como decía la carta, te deseo lo mejor del mundo, pero por favor, déjame hacer esto. Lo necesito para seguir viviendo. Por favor, no. Yo te necesito a mi lado para poder vivir… — ¿Por qué me dejas, Bella? —y ahí fue donde mis lágrimas hicieron su aparición. —Porque soy una masoquista, pero ya no puedo seguir así, me lastimo a mí misma… Te amo… Hasta pronto, Edward, mi amor…—ella también lloró, respirando con dificultad. —Bella, no…—pero la conexión se cortó, dejándome con mis palabras en la boca, y el corazón hecho un desastre. Pensé en todos. En Tanya, en Bella, en cómo les causé daño, usándolas, en ese bebé que esperábamos Tanya y yo, que necesitaba de mí, que no lo podía dejar… En que Bella me había dejado, que la había perdido para siempre. Entonces, recordé una promesa que me hizo hacer: Si alguna vez nos tenemos que separar, prométeme que no me buscaras. Y sus palabras. “… te deseo lo mejor del mundo, pero por favor, déjame hacer esto.” El grito que escapó de mis labios se escuchó por todo Seattle. Grité, pataleé, lloré… Mi vida se había ido. Ella se había ido…

Entrar en la fiesta de tu boda, sintiéndote como la mierda, era más mierda. Pero por Tanya, por verla feliz, oculté mis sentimientos, ella no se tomó muy bien el que su prima se haya ido. El resto de la noche la intenté pasar feliz, al menos mostrándome feliz por Tanya, por y para ella. Que cínico. Ahora que estaba con los días contados, me daba cuenta que tanto daño le había hecho y quería recompensarlo de alguna manera. Esa fiesta fue inolvidable, tanto como me permitió el abandono de Bella dejarme sentir. Después de esa noche, una nueva vida empezó, no solo como Tanya y yo como esposos, si no que su embarazo se empezó a notar. Las chicas no me decían nada de Bella y lo respetaba. Ella quería que no la buscara, aunque me dolía en el alma, tenía que dejarla ir. Lo días dieron paso a semanas, y estos a meses, hasta que cumplimos cuatro meses de casados y Tanya ocho de embarazo, su panza ya se notaba y estaba hermosa. Pero me era inevitable dejar de pensar en Bella, en cómo estaría, que estaría haciendo, dónde estará… Las cosas entra Tanya y yo estaban bien. Su embarazo fue muy cuidado por mí, cuidando a mi hija. Las “peleas” por los nombres se convirtieron en algo habitual. Hasta que los dos decidimos como se llamaría la bebé. Sarah Kirea Cullen Swan-Denali.

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En Julio, ocurrió lo que nunca pensé me podría pasar. Era un mes lluvioso, muy lluvioso, Tanya fue a su tienda con su hermana para traer algunas cositas, cuando regresaba a Seattle, para ir a descansar, ella tuvo un accidente de coche, su hermana Kate estaba aún en la tienda de ellas. Yo estaba en urgencias cuando Tanya llegó, sangrando y casi sin pulso. No me permitieron entrar a ver a mi esposa, hasta que Morgan, una compañera doctora salió de quirófano y me vio feliz. Habían sido tres horas inmensamente largos. No sabía cómo estaba Tanya, por lo que pude escuchar estaba mejor, el accidente no fue tan grave pero no sabía cómo estaban… —Felicidades, Cullen…—fue lo único que dijo. Me sonrió antes de suspirar—, eres papá de una hermosa niña... Tu esposa sigue en quirófano, la están terminando de operar. Puedes pasar en unos momentos. Una enfermera te vendrá a avisar. Asentí con la cabeza, aun en shock, Morgan se dio la vuelta, sonriéndome una vez más. Media hora después, entre a un cuarto blanco, con solo una camilla de hospital, el suero y todas esas cosas, en la cama estaba Tanya, se veía mal, cansada sin fuerzas, pero en sus brazos un pequeño bultito rosa descansaba dulcemente, Tanya lo veía sonriendo débilmente. —Doctor Cullen—Morgan susurró a mi lado, ni siquiera me di cuenta de que estaba ahí hasta que hablo— , su esposa está mal… No creemos que pase la noche. La bebé está bien, gracias a Dios… — ¿Tan fuerte fue el accidente? —murmuré, Tanya no se había dado cuenta de nuestra presencia, solo veía a nuestra hija llorando feliz. Morgan suspiró, asintiendo con la cabeza, como si condenara a alguien. —Su enfermedad no ayuda mucho… Es mejor que…—se detuvo un momento, vio a Tanya y a la bebé y luego me volvió a mirar—, que te despidas de ella. No hay muchas posibilidades que sobreviva. Asentí con la cabeza, sintiendo ese nudo en la garganta nuevamente. Tanya volteó hacia nosotros y me miró con esa sonrisa débil, en sus ojos se veía ese brillo que poco a poco se iba apagando, me acerqué con cuidado y me senté. Tanya se veía agotadísima. —Hola—susurré. Ella me sonrió de vuelta y me entregó a la bebé en los brazos. —Señor Cullen, le presento a su hija. Sarah Kirea—escuchar ese nombre, al igual que el “hija” me hizo sentirme completo. Tomé a Sarah entre mis brazos, viendo a Tanya cansada, respirando con dificultad. Las mejillas de Sarah eran preciosas, tan sonrojadas, era hermosa. Una bebé blanca como la nieve, con un cabello rubio en unos rizos disparejos, era preciosa. Mis propias lágrimas me impidieron verla, hasta que cerré los ojos varias veces, haciéndolas desaparecer. —Tanya… —Edward, por favor, por favor, prométeme que cuidaras de Sarah siempre—me interrumpió, haciéndome sentir peor, los dos lo sabíamos y de alguna manera, ella ya estaba lista—, también promete que la buscaras… Que buscaras a Bella, le entregaras una carta, que está en mi mesa de noche. Prométeme que serás feliz, con Bella, con mi hija, todos juntos… Como siempre debió ser…—le costaba hablar, y lo hacía en susurros. ¿Por qué me pedía esto? ¿Por qué ahora?

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Mis ojos la recorrieron, estaba pálida, cansada, sus ojos se le cerraban. Estaba esperando mi respuesta. En ese momento, Sarah abrió sus ojos, mostrándome dos hermosos pozos azules verdosos. Sus ojitos me dieron el valor de responderle a Tanya. —Lo prometo—susurré, ella sonrió, suspirando por última vez, miró a nuestra hija en mis brazos y sonrió feliz antes de que sus ojos se cerraran, su respiración se calmara poco a poco y diera su último aliento. Cerré los ojos cuando la bebé empezó a llorar y los monitores empezaron a sonar. Morgan intentó revivirla, pero ya no se podía. Mis ojos bajaron a la pequeña gusanita que estaba entre mis brazos. Lloraba sin poderse contener y eso me partía el alma. la abracé a mí y lloramos juntos. El día que nació mi hija, murió mi esposa. Dejándome una pequeña niña hermosa. La arrullé, los doctores me sacaron de ahí y me dejé caer en el piso frente a la puerta de Tanya, lloré por horas, calmando a mi hija entre besos y arrumacos. Al cerrar los ojos, la realidad me golpeó. Tenía una hija. Y no sabía lo que el destino me esperaba. Solo sabía que tenía que confiar en mí, y cuidar a mi hija. Ahora solo éramos ella y yo. Mi pequeña Sarah, mi hija. Y fue ahí donde el sueño se volvió una pesadilla. Y supe que tenía otra promesa que cumplir, sin saber cómo hacerlo, sin romper la otra…

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DÉCIMA PARTE. Cuatro años después… ¿Quién dice que ser padre es fácil? Sobre todo padre soltero, con una carrera emprendedora, ser la “ama” de casa, y cuidar a una pequeña monstruita de cuatro años de edad, que empieza en la terrible etapa del “¿y por qué esto?, ¿por qué aquello?”. Sarah era idéntica a su madre, de cabellos rubios rojizos, su hermosa cara y los ojos azul verdoso. Era una pequeña angelito, siempre sonriendo, riendo y bailando ballet. Mi hermana Alice le había estado enseñando ballet durante nueve meses, Sarah Kirea era la niña más hermosa y feliz que nunca había conocido. Y la amaba. Desde el primer momento en que vi sus ojos, y la tomé entre mis brazos, supe que la amaría más que a mi vida. Y así era. Esa pequeña niña me tenía entre sus pequeñas manos, todo lo que ella quería, yo se lo concedía. Debía admitir que estos cuatro años sin Tanya, pero sobre todo sin Bella, habían sido una mierda. Necesitaba a Tanya cuando Sarah la pedía, pero siempre necesitaba a Bella. Más que el oxígeno. Pero por mi hija intentaba siempre sonreír, seguir adelante. Mi familia y los Denali se enteraron de todo lo mío con Bella cuando fue el entierro de Tanya. La mirada decepcionada de mis padres me seguía doliendo, pero más me dolía que mi hija llorara, buscando a su madre. Sabía que Sarah sabía lo que estaba pasando ese día. Que estábamos enterrando a su madre. Las palabras duras que me gritaron todos las sentí, pero no me dolieron. Las de mi madre y mi padre fueron las que me pegaron más. Kate solo me miraba con tristeza, como diciéndome “te lo dije”, ella era la única que lo sabía, así como sabía lo de Laurent y Tanya. Nunca vi a Laurent tan muerto, sin vida, sin nada en él como ese día en que enterramos a Tanya. Una vez en casa, mi madre me miraba con decepción, mientras mi padre me daba un sermón sobre los valores que me habían inculcado, que lo que le hice a Bella y Tanya no era digno de mí. No podía hablar, inclusive defenderme, estaba ocupado viendo como mi hija hacía extrañas muecas mientras dormía. Sarah solo tenía dos días de nacida, era una cosita. Estaba prendado de ella. Enamorado. —Edward, ¿acaso me estás escuchando?—preguntó mi padre al ver que yo seguía con mi mirada en mi hija. Negué con la cabeza, viéndolo finalmente. —Sé que lo que hice estuvo mal. Y me arrepiento de ello —dije sinceramente. Mi madre solo me veía, mi padre miraba a otro lado—. Lastimé, no solo a Tanya, sino a Bella que es lo más importante para mí. Estoy enamorado de Bella, sí —en ese punto, mi padre me miró confundido—, pero ella se fue antes de que pudiera hablar. Quise hablar con ella en privado meses antes de la boda, explicarle mis motivos. Pero ella me ignoró. Y se fue de mi vida. —Edward…—mi madre se arrodillo a mi lado—, no entiendo por qué rayos lo hiciste, pero comprendo tu amor a por ella. Desde niños la amas, te diste cuenta tarde. Pero al fin te diste cuenta. 167 | P á g i n a

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La mire incrédulo, sin saber que hacer o decir. Ella sonrió lentamente. —Estoy decepcionada de lo que hiciste, no lo niego. Pero estoy enojada con ella por haberse ido sin decirnos nada, sin pedir ayuda… Bella es lo suficientemente orgullosa y cabezota como para dar a veces decisiones malas. — ¿Y si no fue una decisión mala, mamá?—pregunté con miedo—. Ella tenía toda la razón en dejarme. Le hice daño. Demasiado. —Pero sabes de tus errores —volvió a hablar mi papá—, estás consciente de ellos, y de lo que tus propias decisiones han causado. Te educamos para eso, para saber cuándo estás mal. Bella se fue y también Tanya, ahora solo estás tú para cuidar de Sarah. Pero quiero que lo hagas dándole los mismos valores que nosotros te dimos. —Y que te encargues que los utilice sabiamente de grande —añadió mi madre, haciendo que una punzada de dolor me atravesará. Era un capullo, lo sabía. Fui un hijo de puta por hacerle esos a las dos. Me arrepentía, pero si Bella me había pedido que no la buscara, y Tanya que la buscara y formara parte de su vida, junto con mi hija, ¿qué hacer sin lastimar a nadie más? ¿Sin decepcionar a la otra? Viví siete meses con ese pensamiento, solo concentrándome en mi carrera y en mi hija, había tomado la decisión de buscar a Bella y decirle la verdad. Pero entonces Sarah empezó a balbucear palabras más entendibles, a dar sus primeras gateadas y hacer sus gracias, como sus caritas, sus risas y travesurillas. Tomé la decisión de centrarme en mi hija, tratar de sanar todo, de darle tiempo al tiempo y solo esperar. Si el destino quería que nos volviéramos a encontrar, la encontraría. No podía obligar nada a nadie. Cuando Sarah cumplió un año, sus tíos, tías y abuelos le hicieron una fiesta, ella vestida de princesa Belle, por algún motivo le encantaba ella. Meses después de su año, empezó a dar raros síntomas, apareciendo manchas en su cuerpo, como moretones, aunque era chiquita, sabía que ella era muy hiperactiva y de un tiempo acá había dejado de serlo. Dormía mucho, ni siquiera de bebé lo hacía, y comía poco. Me preocupé por ella y con protestas de mi hermana menor, diciendo que solo eran imaginaciones mías, la llevé a al doctor, con un colega mío pediatra. Le hicieron estudios y cuando una semana después salían los resultados, simplemente no podía creer lo que leía. A la edad de un año y cinco meses, mi hija había sido detectada con leucemia. Al parecer, heredada de su madre. Durante un año fue una mierda. Cuidándola, pensando que en cualquier momento ella moriría. Buscamos donantes para ella, tratamientos que me aseguraran ella viviría. Pero no había nada. Le dimos el tratamiento suave para niños, mi hija no notaba nada, y en realidad ella se veía normal. Como si no pasara nada. Tres años después, disfrutando de su primera palabra, sus primeros pasos y sus triunfos, mi hija era una hermosa niña. Su enfermedad, aunque seguía ahí, al fin habíamos dado con un donante. Yo. En realidad, era estúpido, porque nos habíamos tardado tres años en buscar al adecuado cuando estaba frente a nosotros todo el tiempo.

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Aún no sabía nada de Bella, pero con el dolor en mi pecho, y todos los intentos fallidos de buscarla, decidí dejarla ir. Tal vez nuestro destino no era estar juntos. Mi hija crecía feliz y tranquila. Mis padres estaban orgullosos de su pequeña nieta. Diciendo que ella sería toda una hermosa Cullen. En diciembre, me dieron una noticia mis superiores en el hospital, que nunca creí que podría pasarme. Con un ascenso, me mandaban a vivir a Londres, al hospital general de Londres. Al principio me sorprendió, pero me agradó. A la semana de haber aceptado, Sarah y yo estábamos haciendo las maletas y toda la mudanza para Londres. Ella estaba triste porque no vería a sus abuelos y tíos, pero todos prometieron mandarle saludos por Skype. En enero, estaríamos en Londres, ya instalados en el departamento que mamá me había ayudado a decorar y escoger. Era año nuevo, y sería el último que celebraríamos con mi familia, Sarah era mimada por todos, abrazada y comida a besos. Era la bebé de la familia, la pequeña princesa. Y eso me encantaba. Mi pequeña era una hermosura, y me tenía prendado desde el día que nació. Faltaban quince minutos para las doce de la noche y Sarah había desaparecido de la sala, mi mamá me mandó a buscarla. Encontré a mi hija en los jardines, tapada con su abrigo rosa que le regaló Alice, y una cobija. Reconocí esa cobija. Era la cobija con la que Tanya la había envuelto el día en que ella nació. Siempre le conté la verdad a mi hija sobre su madre. Sarah lo había tomado con mucha madurez la muerte de su mami, decía que ella la cuidaba desde el cielo. Pero sabía que mi hija necesitaba de su madre. Agarré otra cobija más gruesa que encontré en un sillón, y me envolví con mi abrigo negro y la cobija, estaba muy frío afuera y la nieve había dejado de caer hace unos momentos. Sarah estaba sentada bajo otra cobija, viendo la noche y la luna. Era la noche más hermosa que había visto. Pero, como siempre, esa noche me recordaba a otra noche diferente. En esa misma ciudad, en otro lado, con una mujer hermosa… Los sollozos de mi hija me sacaron de mis recuerdos y me senté a su lado cuidadosamente, la atraje a mi regazo y nos cobije con la cobija gruesa. Ella se acurrucó y dejó descansar su cabecita en mi cuello. — ¿Por qué estás aquí solita llorando, princesa?—le pregunté dulcemente. —No queía peocupa a nadie…—susurró, para sus tres años, Sarah ya hablaba muy bien. La R aún no la podía pronunciar tan fácilmente y una que otra palabra también. —Como que no preocupar, señorita. Si cuando desapareciste, nos preocupaste. ¿Qué pasa, amor? —Extaño a mamá —susurró. Mi corazón se rompió un poco. Mi hija se abrazó a mí y lloró. —Yo también amor. Hay veces en que no sé qué hacer, y sé que tu mami hubiera resuelto más rápido que yo. Pero… Así es la vida, hija… Además —añadí suavemente, acariciando el cabello de Sarah, sintiendo cómo sus sollozos bajaban—, tu mami dio la vida por ti. Ella te cuida desde ahí —señalé el cielo, las estrellas brillantes y la luna en su esplendor. Luna llena—, ella está siempre al pendiente de ti, y es tu angelita. 169 | P á g i n a

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—Lo sé, papi —suspiró mi bebé—, peo hay veces en que la queo conmigo. En que quieo un abazo de ella. Un beso. —Pues yo te doy miles por ella —con un pequeño gritito de parte de ella, la recosté con cuidado en la cobija donde estábamos sentados y la comencé a besar suavemente en todos lados, ella se reía por las cosquillas que le hacía y al final, mi hija se abalanzó sobre mí, abrazándome fuertemente. —Te quieo, papi —susurró en mi oído, antes de darme un beso. —Yo también, princesa —la volví a abrazar, sentándonos, y le besé su cabello, escuché los gritos de mi familia haciendo la cuenta regresiva—. Princesa, quiero decirte algo —ella me miró fijamente—, nuestra vida en Londres será diferente, porque te harán una operación importante, pero sobre todo porque empezaremos desde cero ahí, sin conocer a nadie. ¿Me ayudarás en esta nueva aventura?—hablé rápidamente, esperando que mi hija comprendiera, no sabía por qué, pero sentía que algo en Londres nos cambiaría la vida por completo. —Sí, papi —me contestó Sarah justo cuando gritaban “¡Uno!”, seguido del “¡Feliz Años Nuevo!”, sonreí y escuché los fuegos artificiales. Sarah me veía sonriendo, siempre le gustaba esta parte del Año Nuevo, las campanadas, los fuegos artificiales, la música, todo… —Feliz año nuevo, princesa —susurré, besándole su nariz de botón. —Feliz año nuevo, papi —ella saltó a darme un abrazo fuertemente—, ¡hay que felicita a la abuela y al abuelo y a los tíos, papi! En cuanto dijo eso, se escapó de mi regazó para ir corriendo de vuelta a la casa, sonreí cuando escuché a mi familia gritar y abrazarla, sus risas y gritos de alegría. Miré el cielo con una sonrisa, que iba desapareciendo poco a poco. Me tragué las lágrimas que querían salir y me paré. —Feliz años nuevo, Bella… Donde quieras que estés, espero estés bien y te la pases muy bien, amor… Te amo…—susurré al viento. Solo de esta manera podía decirle te amo, al viento, a la nada… Recogí las cobijas y volví a entrar a la casa, uniéndome a los abrazos y felicitaciones de mi familia. Era la última vez que celebraríamos así, cuando yo me fuera a Londres, muchas cosas cambiarían. Pero yo no pensé que en Londres, mi vida volvería a mí.

Mudarse a Londres no fue tan difícil. Sarah durmió casi todo el viaje a nuestro nuevo hogar. Ni siquiera notó cuando el avión aterrizó o la cargué para movernos por la aduana, documentarnos y tomar un taxi hacia nuestro nuevo departamento. Yo había ido con mis hermanos una semana antes, para traernos las cosas, tanto las maletas con ropa, como dar los últimos toques al departamento y poner comida que nos durará hasta que Sarah estuviera aquí. En cuanto llegamos al departamento, la acosté en su cama y le puse el pijama, ella apenas y lo notó. Le di un beso en la frente y me dirigí a la cocina. Solo tomé un vaso con agua y me fui a dormir, dejé las maletas en la sala. Ya mañana las arreglaría. 170 | P á g i n a

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Esa noche dormí más cansado por el viaje que porque realmente tuviera sueño. Algo me decía que lo que buscaba desde hace mucho estaba aquí, en Londres… Durante unas semanas, nos fue difícil acostumbrarnos al horario, sobre todo mi hija. Ella entraba este año al kínder garden, estaría en la guardería mientras yo trabajaba. Debía admitir que me daba miedo dejarla sola mucho tiempo, pero ella era muy buena para hacer amigos y le encantaba conocer gente. En ese aspecto, era muy sociable. El hospital general de Londres era grande, hermoso y más moderno de lo que creí, mis colegas eran buenas gentes, los residentes estaban más alterados que los doctores, llevaba medio mes ahí, cuando me tocó hacer una cirugía muy compleja con una doctora, Alyssa Austin. Alyssa era una hermosa joven de cabellos castaños claros, ojos azules como el mar cristalino y de tez crema, era la jefa de pediatría del hospital. La cirugía fue más rápida gracias a la plática entre ella y yo, era muy agradable y divertida. Ese día la invité a comer y estuvimos hablando por dos horas, conociéndonos más, llegado un momento, le conté parte de mi vida, exceptuando lo de Bella. Ella se interesó mucho por Sarah y me dijo que podíamos intentar usar la quimio dos meses y que Sarah descansara seis… Era un nuevo procedimiento que ella había intentado con otros casos parecidos, y los resultados eran positivos, así que tenía esperanzas. A la semana siguiente, lo intentamos. Sarah tuvo muchos ascos, mareos y dormía mucho más, pero era normal, según Alyssa. Lo intentamos por los dos meses, en finales de febrero, decidimos darle el descanso. Sarah estaba más pálida y delgada, y eso me preocupaba. Pero Alyssa volvía a tranquilizarme diciéndome que era normal. —Debes dejar de preocuparte. Eres doctor, Edward, deberías saber que esto pasaría —me decía más seguido de lo que yo esperaba. —Lo sé, pero no puedo dejar de preocuparme… Es mi hija de quién hablamos, Al. —Bueno, sí… —se mordió el labio, pensativa. Sabía que quería decirme algo, nunca le había contado qué pasó con Tanya, y ella nunca me había preguntado. Pero sabía que quería saberlo… Fue una semana después donde mi vida volvió a su rumbo. Me había tocado guardia esa noche y Alyssa se quedó con mi hija para cuidarla. Yo estaba en la recepción, viendo unos historiales, solo la señora Cope y Aro, un colega que se había convertido en un buen amigo, sabían de Bella. Llegado un momento, hablaría con Alyssa de ella. Estaba bromeando con la señora Cope sobre una película, cuando le llegó el aviso de que una chica grave estaba llegando a urgencias. Cuando colgó, me miró divertida. —Le tocará atenderla, doc C —me reí ante su apodo. — ¿Es nuevo?—le pregunté, mientras caminaba hacia atrás. 171 | P á g i n a

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—Ajá, ahora corra, que no tarda en llegar —hizo gestos con sus manos, haciéndome reír. Le hice un saludo militar y corrí a urgencias. Me puse la bata adecuada y cuando llegaba a la entrada, los paramédicos entraban, jalando una camilla, con una chica de cabellos rubios platinados, unos cuantos manchados de sangre. La chica estaba inconsciente. Mientras corríamos hacia quirófano, me explicaban quién era ella. —Gabrielle Evenson, veinticinco años de edad, hemorragia interna en el lado del costado derecho, pie derecho fracturado y una contusión en la cabeza. Sigue inconsciente, desde hace veinte minutos. Según la policía, es intencional, los frenos fueron cortados… Y es todo lo que nos han dicho. No podemos decir nada más. Asentí observando a la chica, dejé que las enfermeras arreglaran a la chica mientras yo me lavaba mis manos, Aro llegó justo cuando me terminaba de secar. —Noche pesada, ¿eh? —preguntó mientras se lavaba rápidamente. Asentí riéndome, entré a quirófano, seguido de Aro, las enfermeras nos prepararon y empezamos a operar, lo más urgente era la hemorragia interna. Durante una hora estuvimos operando a Gabrielle. Aro y yo hablábamos un poco de todo, habíamos descubierto que charlando era más ligera la cirugía. Estaba empezando acerrar la herida y Aro preparando el pie, cuando una enfermera entró para avisarnos que había gente preguntando por la chica. Con un suspiró, miré a Aro. —Voy yo, termina con la chica. Cuando él asintió, yo me volví a lavar las manos, no me quité la bata ni el gorro, no tenía ganas. Estaba de verdad agotado. Caminé despacio a la sala de espera, estaba muy cansado y no había dormido desde hace dos semanas como Dios manda, en la sala de espera había muy poca gente. Suspiré y hablé en voz baja, mirando a todos lados. — ¿Familiares de Gabrielle Evenson? Una mujer de cabellos castaños corrió a mí, parándose frente a mí. Todo mi mundo se derrumbó cuando me di cuenta que era Bella la mujer que estaba frente a mí. —Soy yo. Soy su hermana —pero esas palabras me hicieron recapacitar. Estaba cansado, semanas sin dormir, con la presión de mi hija… Era una ilusión, imperceptiblemente negué con la cabeza. Decidí olvidarme de eso, de Bella y ser el doctor que era. —Ella esta grave. No le mentiré. El golpe fue fuerte, tiene una hemorragia interna, que estamos tratando de cortar, recibió varios golpes, el que más nos preocupa es el de la cabeza. No sabemos con certeza qué tan fuerte es… Los ojos chocolates de ella se llenaron de lágrimas, sentí pena por ella. Sabía lo que era tener a una hermana grave. — ¿Sobrevivirá?—preguntó en un susurró quebrado. La miré con tristeza. 172 | P á g i n a

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—Todavía no lo sabemos, señorita Evenson —pude ver confusión en sus ojos y me alarmé—, estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo…—necesitaba alejarme de ella y pensar—. La mantendremos informada. Estaba dándome vuelta para irme, cuando su pequeña mano me tocó y esa sensación de electricidad me volvió a recorrer. Mi cuerpo lo supo antes que mi mente… —Espere…—me dejó de tocar al darse cuenta de la electricidad—, el accidente… ¿Fue? Ella no pudo terminar la frase y yo suspiré al dame cuenta de lo que quería saber. ¿Le digo o no le digo? Mire a mí alrededor para verificar que nadie miraba. —La policía nos dijo que puede que haya sido intencional. Es todo lo que le puedo decir. Con permiso. Fue todo lo que pude decir. Me fui técnicamente corriendo. Pero no muy lejos, quedé escondido de la mirada chocolate de ella. Vi cuando un hombre llegó y preguntó por Gabrielle. La mujer de ojos chocolates discutió con el hombre, resultando ser el hermano de Gabrielle. La mujer dio una gran acusación sobre la familia y cuando menos lo creí, mi pesadilla volvió. Una mujer rubia, acompañada de un hombre de cabellos negros corrió a donde estaban los otros dos, la mujer rubia dijo el nombre de la mujer que amaba, demostrándome que no era un sueño… Era la realidad. — ¿Cómo te atreves a decir eso de nosotros, Isabella Swan? Salí de mi escondite y miré a la mujer confundido y sorprendido, mi mano voló a mi cubre bocas, quitándomelo. Pero corrí de ahí, no podía comprenderlo. ¿Bella estaba en Londres? ¿Estuvo aquí todo este tiempo? Cuando entré en el quirófano, solo pude decirle a Aro una frase. —Ella está aquí… Él entendió el mensaje. —Hemos terminado con la chica, tardaste mucho… Todo está bien —no me había dado cuenta de que la chica ya no estaba en el quirófano—. Mira, cuídala y yo me encargaré de los familiares. Asentí con la cabeza. Me quité la bata de cirugía y el gorro, y volví a ponerme mi bata blanca. Caminé lentamente a la habitación donde estaba Gabrielle Evenson. La chica estaba conectada a varios cables, me daba pena su situación. Era muy hermosa, era cierto… Estuve checando sus signos, y cuidando que estaba bien. Me quedé sentado frente a ella, preguntándome cómo conocía a Bella… ¿Cómo era posible que Bella estuviera aquí? ¿Desde cuándo? Suspiré y me paré, la chica dormiría como roca por los sedantes… Salí del cuarto y fui a mi despacho. Unos momentos después, llegó una enfermera y me avisó que Aro me buscaba. Con un suspiró, salí y me encaminé al despachó de mi jefe. Toqué y esperé. —Adelante —ordenó Aro levemente. Entré y sonreí débilmente. Él me indico que me sentará, cerré la puerta y caminé hasta la silla frente a su escritorio. 173 | P á g i n a

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—Solo diré dos cosas…—me avisó mientras me sentaba—, una, solo te ayudé porque estabas en shock… Dos, es muy bella tu Bella. Reí ante lo último. Mi Bella… —Ay, Aro —suspiré—, ojala fuera mi Bella. Arruiné todo entre nosotros. La volví mi amante, la escondí y eso fue lo peor. —Bien, lo arruinaste, pero no fuiste el único que se metió en eso… Ella también sabía muy bien en lo que se metía. —Sí, pero… —Pero nada —me interrumpió—. Aquí nadie es bueno o malo. Los dos sabían la verdad. Los dos son culpables. Punto. —Pero, yo…—intenté hablar, pero Aro me interrumpió. —Dije punto, Cullen —nos quedamos callados un largo rato, simplemente viéndonos. Aro era mi amigo pero también mi jefe. —Correcto, señor —dije al final. Aro me miró un momento más y asintió, miró las carpetas que tenía en su escritorio y me entregó una. —Te doy el caso de la señorita Evenson. — ¿Qué? ¿Por qué? —Porque tú la atendiste primero. Tú te responsabilizaras, por ahora están sus familiares con ella, mañana… O más bien al rato —corrigió al ver su reloj, 6. 00 a.m. marcaba el reloj de la pared—, en unas horas despertará y quiero que la revises. Asentí nuevamente. Hablé un rato más con él y después me despedí, tenía pacientes que atender y llamar a Alyssa para ver cómo estaba Sarah. Una enfermera me interceptó en el camino hacia mi despacho. —Doctor Cullen, lo buscan en pediatría. Minina de dos años con fiebre y Alyssa tiene descanso hoy y mañana. Volví a asentir con la cabeza y fui hacia pediatría. Me mantuve con la pequeña dos horas, hasta que se le bajó la fiebre, tuve que atender dos pacientes más y a la hora de dar mis rondas, necesitaba café. Caminé hacía la sala de descanso, necesitado de café, al doblar una esquina me encontré con Bella recargada en una pared viendo a la nada, respingué de sorpresa y mi ruido la hizo voltear, lo más rápido que pude, me di la vuelta y me escondí. No quería que me viera, no aún. Estaba demasiado sorprendido para poder enfrentarla, tenía que calmarme y sopesar todo bien, en frío. Cuando escuché un suspiro, unos pasos y como cerraban una puerta, yo mismo suspiré y seguí con mi camino. Anoté mentalmente no estar en los pasillos hasta estar seguro de que ella ya no estaba en el hospital. 174 | P á g i n a

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En la sala, con café en la mano y sentado en el sillón, llamé a Alyssa. — ¿Bueno?—la dulce voz de mi amiga se oía somnolienta. — ¿Son las nueve de la mañana y tú aún estás dormida?—pregunté juguetón. Ella rió dulcemente. —Idiota —susurró. —Esperó mi hija no esté cerca para que haya escuchado eso, no quiero una niña grosera. —Sarah está en el baño, y no estaba dormida —aguantó un suspiró, me reí—, bueno, no del todo. Tu bebé me despertó a las seis de la mañana para ver a Phineas y Ferb. ¿Qué clase de idiota pone a las seis de la mañana una serie para niños? —Los que manejan el canal Disney —dejé toda diversión de lado y me puse serio—. ¿Cómo está ella? —Perfecta —se rió—, todo está bien, Edward, el tratamiento va bien —su voz era tranquilizadora. — ¡Alyssa! —una pequeña voz llegó a mí, me reí y le pedí a mi amiga que me pasará a mi hija—. ¡Papá! —Hola, mi amor, ¿cómo estás? ¿Cómo te has portado con Alyssa? —Bien. Jugamos a las muñecas un ato y tamben al té, vimos a Phineas y Peb y ahoita etamo comiendo. Papá, ¿a qué hoas vas a llega? Te extaño. Mi niña siempre hablaba de todo y nada a la vez, me encantaba oírla feliz, pero la tristeza de su última pregunta y esas dos palabras, me hicieron extrañarla también. —Recuerda que hoy llego en la noche y vamos ir al parque. Hoy la nieve ya no está, ya no hace tanto frío y podremos jugar. Habíamos encontrado un parque muy lindo a treinta minutos-según mi forma de manejar, ya que estaba al otro lado de la cuidad- de nuestro departamento, a Sarah le gustaba mucho. — ¡Yei!—exclamó divertida—. Tonces, vamo al paque cuando llegues, papá. Te quieo. —Yo también, princesa, pásame a Alyssa. —Papá te haba —escuché la voz de mi hija lejana y luego la de mi amiga. — ¿A las ocho?—preguntó, divertida. —Sí —no sabía si decirle lo de Bella. Bueno, en realidad no podía. Ella no sabía nada —. Vale, entonces te dejo. Tengo todavía trabajo que hacer. —Okey. Cuídate, Ed. Colgué con un suspiro, perdido en mis pensamientos, tomé el café. El resto del día estuve ocupado con pacientes y dos operaciones. En la tarde, ya estaba exhausto. Al no tener ya nada que hacer, fui con la señora Cope, para que me avisara en que momento Bella se iba y yo podía ir a ver a Gabrielle Evenson. —Edward —me saludó con una sonrisa.

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—Señora Cope —me recargué en el mostrador, sonriéndole coqueto—, vengo a pedirle un favor. —Oh, cariño, nada de favores sexuales, estoy felizmente casada desde hace 30 años. Nos reímos fuertemente. Susan Cope fue mi primera amiga cuando llegué a este hospital, después Alyssa, junto con Aro. Quería a Susan, ella siempre pensaba en Sarah y cuando la traía conmigo, ella se encargaba de mi hija. —Qué lástima, soy un muy buen amante —bromeé. Ella rió, pero a mi mente volvió Bella. Que inteligencia la tuya, Cullen. — ¿Qué pasa, cariño? — ¿Recuerdas a la señorita que vino en la madrugada y hablé con ella? —La de cabello castaño. Bella —me sorprendió que supiera cómo se llamaba. Y que la recordara, le había hablado de ella hace unas semanas… — ¿Cómo…? —no pude saber cómo seguir. —Tu historia es difícil de olvidar, Edward… Y Aro me vino a decir hace unas horas. Volví a reír ante lo último. Asentí con la cabeza y suspiré. —Tengo que cuidar a la señorita que vino Bella a ver. Pero no la puedo ver ahora. Susan asintió y miró detrás de mí un momento. — ¿Puedes avisarme cuando se vaya y yo poder ir a ver a mi paciente?—seguí. Susan asintió y me jaló de mí corbata. —De acuerdo —susurró cerca de mi rostro, me sentí muy cercano a ella y me intenté alejar, pero ella no me dejó—. Doctor, es mejor que quiera ponerse esto —me enseñó un cubre bocas—, si quiere seguir de incognito con Bella. Me tensé, pero me puse el cubre bocas, la señora Cope me soltó y yo solo me levanté un poco, hasta quedar como antes. Sentí su presencia, su voz, junto con otra más grave, me volteé levemente y la vi caminando con el hombre que vi en la noche. Él tenía una mano en su cintura y los dos se veían cansados. Bella me miró por un segundo y pensé que me reconoció, pero entonces negó con la cabeza y siguió caminando. —Eso estuvo cerca…—murmuró Susan. Yo asentí con la cabeza, quitándome el cubre bocas. —Sigue hermosa como siempre —suspiré. Susan sonrió y me miró. —Sigues enamorado, ¿verdad? —Sí, pero creo que ella ya no…—mi mente empezó a preguntarse quién era ese hombre. —Lo sigue.

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Volteé a ver a Susan, ella estaba segura, con una sonrisa de suficiencia mirando hacia donde Bella se fue. Sintió mi mirada y me miró sin dejar de sonreír. Le pregunté con la mirada pero ella se rió. —Edward, Edward, Edward —suspiró—. Yo sé más que usted. En su mirada se ve tristeza, pero se ve ese brillo de amor. Bufé, eran tonteras. —Susan…—empecé. —Attesa—me interrumpió. — ¿Qué? —Attesa, espera. Solo espera, Edward. Todo tiene su tiempo…

Fue como a las seis de la tarde que pude ir a ver a mi paciente. Las visitas ya se habían ido, y tenía luz verde. La chica estaba durmiendo, había supervisado que una enfermera la checara cada hora, pero yo tenía que ver sus heridas, los puntos y tomar sus signos. Un chequeo general. Empecé con su pulso y revisé el historial que la enfermera hizo, al empezar a tomar su pulso, ella se despertó. Me miró confundida por un momento. —Buenas noches, señorita Evenson —saludé con voz suave. Ella pareció notar algo o recodar algo, ya que me miró más calmada. —Hola —susurró—. ¿Quién es usted? —Soy el Doctor Edward Cullen, la atenderé mientras esté aquí. — ¿Edward Cullen?—musitó, volviéndose a ver confundida. —Así es —ella me miró mientras me acercaba para checar su herida de la frente. Su silencio se me hizo raro, pero seguí curándola. Como el protocolo marcaba, le empecé a explicar su accidente, sus heridas y curación. Ella solo me miraba. —Su accidente fue grande, pero gracias a Dios no tan grave, con el cuidado adecuado… ¡ZAS! Un golpe en mi mandíbula me hizo detenerme y dar un paso atrás. Pero, ¿qué mierda…? Gabrielle Evenson me había dado un puñetazo en mi mandíbula. La chica se veía furiosa, luego pasó a sorprendida y luego a adolorida. — ¡¿Se puede saber por qué me has golpeado?!—grité, sobándome mi mandíbula. Gabrielle me miró ahora avergonzada.

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—Lo siento, yo…—no sabía que decir, se mordió los labios y se puso roja, de repente gritó y empezó a hablar—. ¡Se la debías a mi hermana, maldito desgraciado, la lastimaste, ella tuvo que irse y apenas se pudo componer! Me quedé sencillamente callado, ella respiraba rápidamente, mirándome enojada de nuevo… — ¿Tu hermana?—fue lo primero que pude decir. —Isabella Swan, MI hermana. Mi sorpresa fue mayor. Nos quedamos callados un largo rato, yo intentando comprender sus palabras y ella pensando, poco a poco se veía menos enojada. Sin decir palabras, la continué revisándola. Ella no volvió a hablar, ni a mirarme. Le terminé de explicar su situación y después me dispuse a retirar, viendo todo en orden. —Lo siento —susurró. Yo la miré. —No. Lo siento yo. Fui un imbécil al hacerle ese a Bella y es lo que más lamento. No solo a ella lastimarla, sino a Tanya y a mi hija— ¿De dónde salió lo necesario para hablar como lo hice?, no tengo idea… — ¿Cómo sabes de Renesmee?—preguntó ella confundida. — ¿Renesmee?—repetí, ¿quién diablos era ella? —De tu hija con Bella. ¿Tenía una hija con Bella? — ¿Qué? —sonó como si me ahogara. Gabrielle se quedó callada para después suspirar y empezar a relatar su vida, cómo conoció a Bella y quién era Renesmee. Al terminar, no lo podía creer, sencillamente me era incomprensible que Bella hubiera huido estando embarazada, haya tenido a mi hija aquí y nunca me lo hubieran dicho nadie quienes lo sabían. —Déjame entender…—empecé después de que ella terminó y nos quedamos técnicamente una eternidad callados—. Bella se va de Seattle y en el avión se entera que está embarazada, meses después, te conoce, la ayudas en lo que resta del embarazo, mi familia lo sabe, pero nunca me dijeron nada… Años después, tú vives con ella y Renesmee va a cumplir cuatro años… ¿Se me pasa algo? El último comentario fue un poco… mucho… sarcástico. Ella me miró seria y luego suspiró. —Así es… Tienes, por lo visto, dos hijas de la misma edad de diferentes mujeres…—se me quedó viendo un momento—. Eso suena muy cabrón. —Creo que quedado claro que soy un cabrón —rezongué mientras me sobaba mi mandíbula. Ella rió ante eso y luego me miró arrepentida. —Siento eso. Pero fue… ¿Reflejo? Okey, no…Fue venganza…

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— ¿Venganza? —Sí, tú lastimaste a mi amiga, yo te lastimo a ti… La miré incrédulo, ¿en verdad dijo eso? Ella sonrió dulcemente y se echó a reír con esfuerzo, la seguí segundos después, sin saber muy bien por qué. Y ese fue el inicio de nuestra amistad.

Las semanas pasaron rápida y lentamente. Estaba confundido en ciertas cosas, pero empezaba a comprender algunas. Las miradas de mis amigos, de mi hermana, inclusive de mis padres, los cuchicheos y reclamos sordos. Tenía una hija con Bella, sin yo saberlo. Mi relación con Belle empezó a crecer, le di su rehabilitación y conocí a Alec, su novio, ellos me ayudaron a comprender más cosas de mi hija y Bella. Mi sorpresa fue enorme al enterarme que Alyssa sabía de ellas. Sabía mi historia con Bella, de mi hija, sabía lo que yo pensaba que no tenía ni idea. Me enojé con ella, pero de alguna manera comprendí por qué lo hizo. Pero eso fue una cosa que nos unió más. A los tres meses de conocer a Belle, ella conoció a Sarah, y yo a mi hija… En el mismo día. Tenía día libre y lo había pasado con Sarah, la había llevado a comer hamburguesas, le regalé una muñeca y la llevé al parque. Mi hija se veía más saludable, más feliz. El tratamiento estaba funcionando para bien, y eso nos tenía emocionados. Yo estaba más tranquilo porque mi hija se veía cada día más saludable. Estábamos en los columpios, ella reía al sentir el aire en su rostro y yo también sonreía. Unas risas conocidas me hicieron voltear y ver a Belle con Alec, tomados de la mano. Sonreí al verlos. — ¡Belle, Alec! —grité. Ellos voltearon y me sonrieron, Belle me saludó como niña pequeña y corrió a donde estábamos. —Edward —exclamó, lanzándose a mis brazos, me reí y le di un beso en su cabeza. Ésta chica se había ganado mi cariño. —Edward —Alec llegó con nosotros y Belle se separó para saludar a Alec. — ¿Cómo están, chicos? —pregunté, sonriendo. Ellos se tomaron de las manos. —Oh, muy bien, en realidad…—empezó a hablar Belle. — ¿Papá? —una pequeña voz me hizo darme cuenta de mi hija. Sarah estaba detrás de mí, a unos pasos, viéndome confundida y a los extraños. —Ven, amor —abrí mis brazos y ella corrió a mí, como siempre. — ¿Quiénes son? —señaló a Belle y Alec, que la veían conmovidos.

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—Hola, Sarah —habló Belle—. Soy amiga de tu papá. Me llamó Belle y él es mi novio, Alec. Sarah los miró con sus ojos azules fijos. Los estaba analizando, lo sabía. Eso hacía con los extraños. La sonrisa sincera nunca dejó los labios de la pareja frente a mí. Después de unos segundos, Sarah sonrió y luchó para salir de mis brazos, con cuidado la dejé en el suelo y ella corrió a saludar a Belle y Alec. Belle se agachó y la cargó. —Hola —saludó mi bebé, dándole un fuerte beso a Belle, ella rió y Alec también la cargó, Sarah repitió lo mismo. —Qué bonita eres, señorita Sarah —dijo Alec. Sarah rió y lo vio dulcemente. —Gacias. —Oh, Edward, es preciosa…—exclamó Belle, cargando nuevamente a mi hija. —Lo es…—estuve de acuerdo. Belle iba a decir otra cosa cuando otra pequeña voz me sorprendió. — ¡Tía Belle, tío Alec! —una pequeña niña llegó corriendo a la pareja, Sarah brincó del susto y saltó de los brazos de Belle, sorprendiéndola, corriendo a mí. La cargué distraído mientras veía a una hermosa niña. Sus cabellos entre caoba, cobrizo y un toque de rojizo, me eran muy familiares. Su tez de porcelana era preciosa, con grandes ojos avellana con un toque de verde. Mi corazón la reconoció antes que yo. La niña llegó a Belle y ella la cargó. —Me caí —se quejó la pequeña, mostrando su rodilla con una raspada. Sarah la veía intrigada. —Oh, bebé…—Belle le sobó y le dio un beso a la herida. Sus ojos se encontraron con los míos por un momento. Algo en sus ojos me llamó la atención. Determinación—. Renesmee, quiero que conozcas a alguien… Mi corazón se paró por un momento. Renesmee miró a mi hija y le sonrió, Sarah le regresó el saludo, luego me miró a mí y mi mundo se detuvo. Me vio a los ojos por lo que me pareció una eternidad, luego me sonrió, instintivamente también lo hice. Belle bajó a Renesmee y yo a Sarah. Las dos niñas se acercaron y vieron un momento. —Hola —saludó Sarah, sonriente. —Hola —Renesmee le sonrió y me miró de nuevo. —Soy Saah. —Enesmee. Peo me dicen Nessie.

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Las dos pequeñas no podían pronunciar la erre, pero se veían adorables conversando. De repente, lo recordé. Ellas son tus hijas. Son hermanas, medias hermanas, pero hermanas. Tienen tu misma sangre… Me perdí viendo a mis… a mis hijas. Las dos se rieron de algo y Sarah la invitó a los columpios. Renesmee asintió y miró a Belle. —Sí, pero —añadió, viéndome —, quiero que conozcas a alguien más… Negué con la cabeza, pero ellos tenían una idea diferente. —Sarah, ¿vienes conmigo a la tienda, a por chocolate? —cuestionó Alec, mi hija asintió rápidamente y con la mirada me pidió permiso. Con un suspiró asentí. Los vi alejarse y me concentré en Renesmee y Belle. Belle estaba de cuclillas, frente a Renesmee. Poco a poco me puse igual y me sentí muy nervioso. —Nessie —Belle le habló, poniendo sus brazos en los hombros de mi hija y volteándola a mí—, él es Edward Cullen. —Hola —murmuró Renesmee, viéndome más… profundo. Ladeó levemente la cabeza. —Nessie, él… Él es tu padre. Su confesión de Belle no pareció afectarle, solo me miró más y se acercó a mí, hasta estar entre mis piernas- una con la rodilla clavada en el suelo, otra con mi codo clavándose en mi muslo-, puso una mano en mi cara y cerré los ojos ante su contacto. —Mi papá —susurró. Abrí los ojos y la vi sonriendo—. Ees eal. Pensé que tadaías más en llegá… Sin aviso, se abalanzó a abrazarme, me aferré a ella con fuerza, dejando lágrimas caer. —Te extañé, papá… Esas simples palabras me hicieron llorar más. Ella me reconocía. Ella sabía quién era. Ella era mi hija. —Yo también, bebé, yo también…—y lo que decía no era mentira. La había extrañado, porque de alguna manera, siempre supe de ella. Siempre hubo una parte de mí que sabía de ella.

Desde ese día, Sarah y yo veíamos a Nessie diario. A veces en la tarde, a veces en la noche, las niñas hablaban como periquitas y siempre estaban tomadas de la mano o abrazadas. Su frágil amistad se empezó a fortificar con el paso de los días, semanas… Hasta convertirse en dos meses. Las niñas siempre supieron desde el primer día que eran hermanas, cuando se los dije, o confirmé más bien, sólo rieron, como mostrándome lo obvio. Yo tenía mucho cuidado en no toparme con Bella, aún no estaba listo. No podía… El día en que Renesmee desapareció, Sarah se puso mal y Bella casi me ve. 181 | P á g i n a

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Renesmee y Sarah estaban jugando, mientras yo hablaba con Alec y Belle, ese día una mujer que no había visto antes estaba con ellos, ella cuidaba a las niñas. El tratamiento de Sarah había sido cancelado porque ella empezaba a mostrar síntomas extraños. Le estaba informando a Belle y Alec sobre la situación de Sarah. —Es frustrante —confesé—, ella empezaba a demostrar mejoría, no entiendo esto… —Oh, Edward —suspiró Belle—, debes tener fe en que ella se pondrá bien. —La quiero tener, Belle, pero no sé… Soy doctor y conozco los riesgos. No la quiero perder. Belle me miró triste y luego su mirada se posó en algo detrás de mí, tensándose. —Es Bella…—murmuró antes de ir caminando hacia atrás de mí, me tensé, pero con una mirada a Alec, me empecé a mover. —Sarah, nos tenemos que ir —le ordené, ella me miró y luego asintió. Se despidió de Renesmee y corrió conmigo. Me acerqué a Renesmee, con Sarah tomado de la mano, y le besé su frente fuerte, abrazándola. Odiaba esta parte, odiaba despedirme de mi hija. —Te quiero, mi amor —susurré, volviéndola a besar, ella se abrazó a mí con fuerza y me dio un beso en la mejilla. —Te quieo, papi. Me despedí de Alec y corrí con Sarah al coche, Bella no me vio, pero estuvo a punto. Sarah iba muy callada camino al departamento, incluso se durmió, cosa que nunca hace. La tuve que cargar a su cama y acostarla, pero ella se aferró a mí y no me dejó ir. Me quedé con ella acostado, y me dormí sin darme cuenta. Fueron unos pequeños gemidos los que me despertaron, me senté asustado, viendo a todos lados. Sarah se retorcía levemente en la cama, gimiendo de dolor. Alarmado, la toque y noté que ardía en calentura. Sudaba y se empezaba a poner roja, dando jadeos. —Oh, Dios —exclamé, corrí a su closet por una cobija y la envolví en ella, corriendo de vuelta a la puerta, mis llaves seguían en mi bolsillo del pantalón, al igual que el celular. Corrí como loco a mi coche y no sé cómo le hice para no matarnos mientras manejaba al hospital. Entré gritando por ayuda. La doctora en guardia me reconoció y llamó a unas enfermeras, puse a mi hija en una camilla, solo vi como se la llevaron, dándole oxígeno. Una enfermera no me dejó pasar y me obligaron a pasar las dos horas en la sala de espera. Estaba desesperado, ya no sabía qué más hacer, esperar no era opción. Era demasiada angustia. Demasiados nervios. Necesitaba saber de mi hija, qué diablos le estaba pasando. Alyssa había llegado veinte minutos después. Le hablaron por el busca, al tener una complicación que no me quisieron decir. Estúpidas reglas de familiares, ahora los entendía. Era difícil estar de este lado. 182 | P á g i n a

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—Doctor Cullen —habló una enfermera. Me acerqué a ella corriendo. — ¿Qué ha pasado con mi hija? —fue lo primero que pregunté. La enfermera me sonrió. —La doctora Alyssa lo espera en su consultorio, le dirá que pasó con su hija. Aún no la puede ver porque la niña sigue en observación. — ¿Observación? ¿Por qué? —Vaya con la doctora Austin —me ordenó la enfermera, asentí y caminé, técnicamente corrí, hacia el consultorio de mi amiga. Toqué dos veces rápidamente y esperé cinco segundos, antes de abrir la puerta. Alyssa me miraba seriamente, sentada en enfrente de su escritorio. —Edward…—empezó muy seria. Me senté frente a ella, con miedo—, Sarah tuvo una reacción alérgica. El tratamiento no funcionó. El aire en mis pulmones desapareció y me sentí desfallecer. La miré en shock —No es posible. —Lo siento, Ed. Yo no pensé que eso podría pasar, no a ella. Estaba demasiado segura de que el tratamiento funcionaría bien. Negué con la cabeza, no podía hablar, estaba viendo las posibilidades de mi hija, necesitaría la operación. Pero la necesitaría ya. —Tiene que ser operación, ¿no? —le pregunté lentamente. —Sabes que sí. Al menos prepararla durante dos meses. Y a ti también. Los dos deben estar bien preparados para que la operación sea para bien. Dejé caer mi cabeza entre mis manos, realmente sin saber qué hacer, qué decir, estaba demasiado consternado. —Pensé que el tratamiento sería suficiente, que mi hija se curaría —susurré—. Necesito verla. Necesito ver a mi hija. Alyssa negó con la cabeza, pero mis ojos le suplicaron. Necesitaba verla, necesitaba saber que estaba bien. Mi amiga suspiró en resignación. —De acuerdo… Ven.

Ver a Sarah repleta de tubos, con dificultad de respirar y pálida, era una pesadilla, ver a mi hija así, sin poder hacer nada. Sin poder salvarla, agarrarla, abrazarla… Era mi propia pesadilla. Nada más la podía ver por el vidrio, de lejos. Alyssa no me dejaba entrar, decía que necesitaba estar en veinticuatro horas al menos bajo observación. —Mañana la podrás tocar, Edward. Tiene que estar hoy en observación. 183 | P á g i n a

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— ¿Tan terrible fue la alergia? —Le tuvimos que poner un tubo para que pudiera respirar…—escuchar esas palabras fueron peor. Cerré los ojos y suspiré, concentrándome en mi bebé. Sarah tenía los ojos cerrados, pero sabía que no dormía. Ella odiaba estar aquí en el hospital, nunca le agradó. Tuve la imperiosa necesidad de querer correr a ella, pero no podía. Conocía el procedimiento, el protocolo y sabía que Alyssa no me dejaría. —Venga —Alyssa me jaló, para alejarme de ahí, mientras una enfermera entraba y le tomaba los signos a Sarah—. Mañana la verás a primera hora. Hoy no. —Dios, ¿por qué pasó esto? —El tratamiento no funcionó, Edward. El organismo de Sarah no lo aceptó, sabes que ahí ya no podemos hacer nada. Depende de Sarah. Suspiré y me dejé llevar de vuelta al consultorio. Esta sería una noche larga…

No fui consciente de en qué momento me dormí, o cómo llegue al cuarto de descanso de los residentes. Sólo recuerdo que hablaba con Alyssa y después, ya nada. Supongo que mi amiga me envió aquí, o hizo que alguien me trajera aquí. Suspirando, me senté y refregué mi rostro con mis manos, desperezándome. Miré mi reloj de mano y eran las 9. 30. Ya me deberían dejar entrar a ver a Sarah. Alyssa no estaba en su consultorio. Ni en la cafetería, así que supuse que estaba o con un paciente o con Sarah, no iba a buscarla por todo el hospital. Fui directo a mi hija, encontrándola dormida, con Alyssa revisándole los signos y viéndola con amor. Mi amiga me daba mucha ternura. Sabía su historia con Henry. De su bebé no nacido, su amor que no tenía ni idea de dónde estaba. Alyssa anhelaba ser madre, yo lo había visto. Amaba a Renesmee, y a Sarah, a las dos niñas las veía con adoración. En una ocasión, Sarah me preguntó por qué Alyssa no tenía hijos, fue difícil que una niña de cuatro años comprendiera que por cosas del destino, no podía. Mi hija anhelaba también una madre. Por mucho que me amara, y fuera su padre, el papel de madre siempre era demasiado importante. Pensé que al venir a Londres, Sarah olvidaría eso, pero al escuchar a Nessie hablar de su mamá, mi hija quería una. Nunca imaginé a Bella como mamá. Nunca la había visto, pero sería muy dulce. Muy tierna. Desde hace unas semanas, Belle estaba rara respecto a Bella. No me decía mucho más lo esencial. Qué estaba bien, no pasaba nada, pero yo sabía que algo pasaba. Y no sabía porque, presentía que el hermano de Belle tenía mucho que ver. Bella era libre de rehacer su vida, pero al menos quería hablar con ella una última vez, cumplir mi promesa con Tanya, la de Bella no la había roto, nos habíamos encontrado por casualidades del destino caprichoso, haciéndome amigo de la hermana de Bella, de haberme permitido conocer a mi hija.

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Renesmee, junto con Sarah, eran mi todo. Bella siempre fue alguien importante en mi vida, pero sabía que le había hecho mucho daño; y, sabiéndome un cabrón, la necesitaba a mi lado. Pero también necesitaba a mi hija. Hoy vería a Renesmee y le diría a Belle que ya era hora de ver a Bella, de volvernos a ver, de hablar… Alyssa notó mi presencia y me hizo señas, sacándome de mis cavilaciones. Me acerqué a la puerta y ella sonrió, dejándome entrar. —Hubo buena respuesta. Sarah ya está bien, pero la dejaremos un día más, para estar seguros, ya puedes quedarte con ella todo el tiempo que quieras. —Gracias, Alyssa —sonreí, acercándome a mi hija. Sarah dormía profundamente. —No hay de que… La operación…—vaciló—, bueno, lo recomendable es esperarse al menos unos seis meses, pero… Nos esperaremos entre un mes y dos… Les daremos tratamiento adecuado para que te vayas acostumbrando y para que el organismo de Sarah acepte la operación. Asentí lentamente, sin dejar de ver a Sarah, tenía muy presente que si nada de eso funcionaba, mi hija podría morir. Estaría desahuciada, y siendo tan joven, una bebé… Un nudo se formó en mi garganta e intenté no llorar, Alyssa me dejó mi espacio con mi hija y no dejó que nadie entrara, más que ella para checarla constantemente. Aro vino en la tarde, preocupado al saber que Sarah estaba en el hospital. Me preguntó que cómo estaba y le respondí esporádicamente, sin darme cuenta de nada. Era como si mi mente estuviera en el dolor que mi hija debería estar sufriendo ahora. Lo que podría sufrir de grande, en si la iba a tener por mucho tiempo… Aro me dio la semana, en realidad, el tiempo necesario para que Sarah se recuperará, pero sin dejar todo a un lado. Al menos vendría a guardia dos o tres veces. Tenía obligaciones y también responsabilidades, y no podía abusar de Aro. En la tarde, Sarah despertó. Se veía más relajada al verme, hasta comió sin hacerle el puchero que siempre le hacía a Alyssa cuando iba a comer con nosotros. Mi hija se veía ahora más relajada, pero había algo en sus ojos. Estaba inquieta y me preguntaba por Renesmee cada tanto. Realmente no sabía porque estaba así. Pero al decirle que Nessie estaría con Belle en clase de ballet, mi hija se tranquilizó un poco. Fue en la noche, casi a la madrugada cuando Alyssa estaba con nosotros, viendo a Sarah dormir, que las inquietudes de mi hija tuvieron fundamento. El celular de Alyssa empezó a sonar, interrumpiéndonos de nuestra plática sobre la operación y el tratamiento, al ver el nombre en la pantalla, la cara de Alyssa se volvió seria. — ¿Bueno? —preguntó en voz monocorde. Esperó unos segundos y logré escuchar a Belle, chillando y llorando. Me alarmé—. Espera, ¿qué? Más despacio, Belle…—más silencio, más inquietud. Alyssa se quedó un momento en shock para después ver a la nada iracunda—. ¿Y por qué diablos no me avisaron en seguida? —susurró encabronada—. Joder, debieron hacerlo… ¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿O a Edward?

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— ¿Qué pasó? —pregunté, sin poderme aguantar más. —Sí, está conmigo —me ignoró Alyssa y escuchó lo que Belle decía—. ¡Claro que le diré! ¡Es su hija! —Alyssa, ¿qué pasa? —hablé más fuerte. Mi amiga me vio un momento y después siguió hablando. —Me vale. Tarde o temprano se tendrán que ver. ¡Belle, no seas idiota! —gritó, haciéndome saltar y a Sarah también, se quedó callada, viendo a Sarah, al ver que se volvía a acomodar para dormir, suspiró—. Escucha, estoy en el hospital. Sarah se puso mal y Edward la trajo anoche. Ha estado en observación desde anoche. Más silencio. Me estaba volviendo loco, y Alyssa solo me veía preocupada. Suspiró y cerró los ojos, cuando los abrió, éstos estaban llorosos. Entonces ahí sí que me asusté. —Okey, la dejaré con una enfermera, o con Aro. Edward y yo vamos para allá. Sí, llevaré un sedante… Adiós —colgó, mordiéndose el labio. Estaba a punto de abrir la boca para hablar, pero ella me hizo señas y me sacó del cuarto de mi hija. Le di un beso a Sarah y seguí a Alyssa. Ella llamó a una enfermera y le dio órdenes de cuidar a Sarah más que a su vida. La pobre enfermera se asustó, pero asintió. Alyssa me hizo señas y empezó a caminar a su consultorio, sin decirme nada. Su silencio sólo me asustaba más. Preparó su maletín junto con un sedante. Después, salió del consultorio y empezó a caminar hacía el estacionamiento. — ¿Qué pasa, Alyssa? —preguntó, parándola. Ella me miró con ojos abnegados e lágrimas y respiró hondo. —Secuestraron a Renesmee ayer en la tarde, después de que te fuiste del parque —soltó de repente. Realmente no sé qué esperaba oír, pero está claro que eso no. Yo esperaba que Nessie se hubiera caído o lastimado o algo así, pero no que la hubieran secuestrado. — ¿Qué? —Ven, te explico caminó a casa de Bella. Ella está muy afectada y muy en shock, no ha dormido desde ayer y está demasiado sensible. Te necesita, Edward. No entiendo como llegué al coche de ella, ni siquiera cuando empecé a llorar o si lloré, o cuando llegamos a casa de Bella y Alyssa me dijo que me esperará unos momentos, en lo que él sedante le hacía efecto. No la escuché y salí del coche, siguiéndola. Ella me dejó hacerlo. Creo que estaba muy en shock, perdido, sin poder entender las palabras de Alyssa. El hecho de que mi hija estuviera secuestrada, pero…. ¿Quién la había secuestrado? Belle nos abrió la puerta, sólo estaban Belle, Alec y Bella. Ella sentada en el sillón, sin ver a la nada. Belle no dijo nada sobre mi presencia aquí, sólo me abrazó y lloró, Alec me veía con pena. Abracé a Belle y entré en la casa, Alyssa abrazaba a Bella y le inyectó algo mientras ella lloraba. A los segundos, Bella se empezó a relajar y se dejó ir. Belle me soltó y sin pensarlo, mis pies caminaron hacía Bella. Alyssa la acostó en el sillón y corrió a Belle, a llorar juntas. 186 | P á g i n a

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Me acerqué lentamente a Bella, su hermoso rostro estaba pálido y manchado de lágrimas. Sus ojos hinchados, su cabellos hecho un desastre. Tenía una foto de Renesmee entre sus brazos, me dejé caer frente a ella y al tocar sus manos, viendo la foto de mi hija y ella, lloré. Mi frente descansó en el estómago de Bella, llorando. Fue con ella, fue cuando vi tan mal a Bella, aferrada a una foto de nuestra hija, que entonces entendí que Renesmee no estaba con ella, que en verdad estaba secuestrada. Alyssa, Belle y Alec me dejaron llorar con ella, estar con ella. Perdí la noción de cuánto tiempo estuve ahí, arrodillado, pidiéndole perdón a Bella y a Renesmee. Esto era mi culpa. Nunca debí huir del parque, debí haberme quedado y que Bella me viera, que habláramos. En primer lugar, nunca debí de volver a Bella mi amante. Mis errores del pasado eran míos. Mis hijas no tenían nada de culpa. Sarah no debería tener leucemia, y Nessie no debió haber crecido lejos de Seattle, de mí, de la familia de Bella. Y Bella… Ella nunca debió haber huido. Nunca. —Edward —susurró Alyssa, tocándome el hombro—. Llévala a la cama. Quédate con ella. Nosotros te diremos cuando te vayas. Quédate con ella —volvió a repetir. Asentí con la cabeza y con esfuerzo me levanté. Tomar a Bella en brazos fue más fácil. Ella estaba muy ligera, la sentía muy pequeña, como hace cinco años. Ella abrió los ojos cuando la recosté en la cama y se aferró a mi cuello. —Edward…—susurró. —Perdóname, Bella —tuve que decirle ahora que estaba medio consciente. Tenía que pedirle disculpas— . Perdóname por no haberlas cuidado, por no haberte dicho la verdad a tiempo…—un nudo en la garganta me impidió hablar. Tenía que desahogarme, la necesitaba—. Por arruinarlo todo. Por haberte mentido, mi amor… —Edward, mi hija —lloró—. Nuestra hija…—eso fue todo para llorar juntos. Sus lágrimas caían despacio, me acerqué a ella y le di un beso en la frente, ella empezó a hipar, y sus ojos se empezaron a cerrar. La droga volvía a hacer efecto—. No me dejes, Edward, no otra vez… La miré a los ojos, que se cerraban. Me acerqué a su oído y susurre: —Nunca lo volveré a hacer, Bella… Lo prometo…—entonces ella cerró los ojos, la bese suavemente en los labios—. Prometo no dejarte, amor, aunque muera en el intento, lograré que me perdones. Lograré que mi hija regresé con nosotros. Que seamos una familia. No puedo vivir sin ti y no estoy dispuesto a hacerlo. Te perdí una vez, no lo soportaría de nuevo… Saberla dormida me dio el valor para decir todo eso. Pero era una promesa, debía intentarlo. Nos lo debíamos.

No me di cuenta que me había quedado dormido. Fue Alyssa la que me despertó, diciendo que me tenía que ir, porque había llegado gente al departamento. Le di un último beso a Bella y me fui, Belle me dijo que me fuera por el cuarto de Nessie. Entrar al cuarto 187 | P á g i n a

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de mi hija me hizo sentir imponente. Me detuve un momento en su cama, viendo un león de peluche, su piyama y demás cosas. Lloré al tocar ese león. Lo recordaba, se lo había regalado a Bella cuando tenía trece años. Había sido un regalo de cumpleaños. Mi primer regalo para ella. Dejar el departamento fue doloroso. Llegar con Sarah y verla triste porque no me había visto al llegar, me hizo sentir mal. Pero explicarle que Nessie estaba desaparecida, fue terrible. Sarah se puso muy mal, lloraba y decía que no era cierto. Me dolió muchísimo ver a mi hija así, ella amaba a Renesmee, porque sabía que eran hermanas y se amaban como si siempre hubieran estado juntas, desde el nacimiento…

Yo no podía estar como Belle, Bella, Alec y demás, yendo al departamento de Bella y estar al pendiente de noticias sobre Renesmee. Belle me había contactado con los oficiales que llevaban el caso de Renesmee, los dos fueron buenas gentes y estuvieron muy interesados al ver a Sarah pedir por su hermana. Desde ese día, Belle y Alec me mantenían informado. Alyssa había empezado el tratamiento dos días después de que viera a Bella. Sarah se mantenía la mayor parte del día en su cuarto, dormida o leyendo, o sencillamente preguntando por Nessie. Habían sido muchas las veces que quise ir a con Bella, pero el hospital y mi hija me absorbían, el tratamiento me tenía agotado pero tenía que hacer de todo para mantenerme activo. En las noches me permitía llorar. Mis padres me habían educado bien, mi forma de haber llevado mis valores fue sólo mi culpa. No me daba pena llorar, porque estaba sufriendo por mis hijas. Por Bella. Cuando una noticia, por pequeña que fuera de Renesmee, pasaba, Belle me hablaba inmediatamente. Ella se la pasaba casi siempre todo el día con Sarah, haciéndose compañía y ayudándome con el tratamiento de ella. Sarah se veía reticente a no querer tomar más nada, pero al ver que yo también tomaba el tratamiento, y que Belle la persuadiera, mi hija se lo tomaba a regañadientes. Los días pasaban eternos y rápidos, me era un martirio no poder hacer nada. No saber nada. Al menos Bella sabía qué pasaba con Renesmee, quién se la había llevado, pero yo… Yo estaba ciego. No sabía quién se pudo llevar a mi bebé. No sabía los motivos, y eso me desesperaba más, porque era como si no supera nada. Septiembre se fue demasiado deprisa. Demasiado. Cuando menos me di cuenta, mis papás estaban conmigo, cuidando a Sarah. Sólo mis papás y las Denali sabían que estábamos aquí. Mis hermanos seguían pensando que me habían transferido a otro lugar, desde hace meses que no hablaba con ellos. La última vez, fue en Año Nuevo y ni siquiera les pude decir a donde me iba. Sólo mis papás sabían que estaba en Londres, casi siempre venían a ver a Sarah, e inclusive una vez, me ayudaron con el tratamiento. Mi madre se veía muy acongojada, pero yo era el único donador. Yo podía salvarle la vida a Sarah. Fue a principios de octubre cuando Alyssa nos operó. Sarah estaba muy nerviosa y tenía miedo, pero verme a su lado la calmaba. Según Alyssa, fue un éxito la operación. Yo estaba preocupado por demasiadas cosas. Realmente esperaba que la operación funcionara, que Renesmee apareciera pronto. Dios, eso era lo que más me preocupaba.

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Sarah se veía más completa, más relajada, más tranquila. Dios, no veía día que mi hija se viera mejor cada día, pero ese brillo de tristeza no se iba. Necesitaba de su hermana para ser feliz. Era quince de octubre, yo estaba de guardia, Carlisle y Esme estaban con Sarah. Su operación había estado respondiendo bien y eso era algo muy bueno. Una preocupación menos. Mi herida me dolía y es que los puntos aún no cerraban completamente. Según Alyssa, consecuencias de los nervios y estrés. Estaba hablando con un paciente sobre la operación que se le había hecho a su esposo, cuando una enfermera llegó corriendo conmigo y me dijo que Alyssa me buscaba. Despedí al paciente, que se veía más seguro. Alyssa estaba en recepción cuando llegué, se veía preocupada y había mucho movimiento. Había escuchado a las sirenas llegar y sabía que habría que operar de emergencia, tal vez era grave el asunto, porque ella nunca me llama, excepto en estos casos. Pero no me esperaba escuchar lo que me dijo. No esperaba escuchar y ver a mi hija, a Renesmee, acostada en una camilla, conectada al suero y muy lastimada. Con operación de urgencia, ni siquiera pensé al firmar y correr con ella para prepararnos y operar a Renesmee. Ni siquiera caía en el veinte cuando avisaron, antes de operar que Bella estaba aquí, o cuando fuimos Alyssa y yo a decirle qué haríamos. Fui consciente de todo, cuando llamaron a Alyssa de vuelta a quirófano y yo llegué con Bella y le grité. Ella hablaba de mierda sobre que no le decían nada de Renesmee. De sus derechos. Y me pareció, de repente, irónico. Porque me cansé de ser sólo yo quien fuera el cabrón, que tenía la culpa. Ella obligó a Renesmee a crecer sin un padre, ella nunca me hubiera dicho nada, nunca me hubiera enterado de mi hija. Y entonces, todo ese estrés de meses sin saber de Renesmee, de sentirme como un inútil con mis dos hijas, explotó todo en mí. Le grité y le reclamé, Bella se desmayó al verme y la agarré antes que cayera, los puntos me empezaban a punzar y sabía que si hacía más esfuerzo, se romperían. Pero no me pude contener, cuando despertó, todo fue tan confuso. Los gritos, los reclamos… El beso que le di y su cachetada, luego verla a un lado de ese tipo… Del hermano de Belle, abrazándola como yo deseaba… Ver a mis hermanos, abrazarlos y sentirlos. Alec me intentaba calmar y parecía estar preocupado por mis puntos, punzaban demasiado y me dolían como la fregada. Solo había pasado una semana desde la operación. Lo que siguió después, aún no lo logro comprender. Sólo sé que le grite a Ian, el hermano de Belle, Bella me gritó y yo respondí, que Ian dijo algo del karma perra al decirle lo de Sarah y fue cuando ya no pude, no sé quién golpeo a quién, si él a mí o yo a él. Solo fui consciente cuando el primer punto se rompió. Y Alyssa salió para decirnos que Renesmee estaba fuera de peligro y que en poco la podría ver. Mis padres me hablaron porque Sarah estaba demasiado inquieta, mi papá me explicó que tenía fiebre y lo obligué a traerla al hospital. Cuando llegaron, yo estaba listo para recibirla. Le controlamos la fiebre y todo estaba en perfecto orden. El trasplante estaba bien y 189 | P á g i n a

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ella también. La dejé dormida con mis padres a su lado y regresé a la sala de espera, no me había dado cuenta que mis puntos se habían roto. Cuando Alyssa nos dejó entrar a ver a Renesmee, sólo a Bella y a mí, mi alma regresó. Mi hija estaba acostada, dormida, conectada a cables, pero viva. Bella y yo la cuidamos durante toda la noche, unos momentos yo, mientras ella dormía y viceversa. En la mañana, cuando Bella fue por café, me quedé viendo a mi hija, hasta que ella despertó. Lloré cuando me dijo “papi”, cuando me pidió que la abrazara, mi niña estaba de vuelta con nosotros. Eso era lo único que me importaba, Bella entró momentos después, dejando el café de lado y concentrándose en nuestra hija. Renesmee se veía feliz de ver a su familia. Y las palabras de Bella resonaron en mi cabeza. —Ian es su padre… Me habían dolido… Pero, viendo a mi hija, aquí, con nosotros, viendo cómo nos hablaba, nos decía “mami” y “papi”, supe que me importaba poco. Renesmee era mi hija, y ella lo sabía. Yo lo sabía. E inclusive Bella lo sabía. Eso era lo único importante.

Después de ese día, todo fue más fácil. Sarah estaba feliz de ver a su hermana, cuando las niñas se vieron de nuevo, Sarah lloró y abrazó a Renesmee, ella le dijo a Sarah que no llorara y se abrazaron fuertemente, haciéndome sentir mil cosas, al igual que a Bella, lo pude ver en sus ojos. Nessie estaba como Sarah, odiaba su tratamiento y odiaba no poder caminar bien. Durante todo noviembre estuvo en cama, y ya en diciembre se movía más. Mi pequeña niña estaba feliz con mi otra pequeña niña. Mi hermana Alice traía a todos los días a Sarah desde que salía del kínder y yo iba a por ella luego que salía de mi trabajo, quedándome un rato viendo a mi hija. Navidad la pasamos con Bella y Nessie. Fue mi primera Navidad con mis dos hijas, y Bella… Aunque mi relación con ella era… Tensa. Ella siempre estaba con Ian, y tenía una suerte tan buena, que siempre me los encontraba besándose o abrazándose. Y eso era… Por dentro, me sentía morir y explotar, y por fuera, intentaba verme normal, como si no me afectara aunque me estuviera muriendo. Sarah empezó una relación con Bella, mi hija y ella hablaban mucho, y Sarah le contaba su día cuando íbamos a verlas después de la escuela. Gracias a Dios, el organismo de Sarah había aceptado la médula ósea y se recuperaba rápidamente, era impresionante. Alyssa decía que era gracias a que estuviera tan contenta. Estar con Renesmee siempre hacia sonreír a mi hija. Y Renesmee era igual. Las dos se veían tan cómodas, tan felices juntas. Y de alguna manera sabían que eran hermanas. Lo sabía porque un día me preguntaron por qué las dos me decían papá y tenían diferente mamá. Belle estaba con nosotros, en el cuarto de Nessie, los cuatro estábamos sentados, las niñas en la cama, Belle y yo en el suelo, hablando de los departamento de Londres, mi familia se vendría a vivir aquí y eso me tenía demasiado emocionado. Las niñas estaban parloteando alegremente un momento y al otro se habían quedado calladas.

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—Papá —habló Renesmee, haciéndome sonreír y verlas, las dos se veían muy serias—, ¿po qué si Saah y yo tenemos un mismo papá y no una misma mamá somos hemanas? Me quedé muy sorprendida por la pregunta. Al igual que Belle, los dos nos vimos un momento, sin saber que decir. —Bueno…—empecé pero me callé, sin saber que decir. —Es que su padre fue muy travieso hace unos años —bromeó Belle, riéndose. La miré de soslayo, codeándola suavemente, mis hijas me miraron más confundidas y me levanté, sentándome con ellas en la cama. Las niñas se sentaron cada una en mis piernas y me miraron expectativas. —Yo…— ¿Cómo explicarle a tus hijas que fuiste un cabrón que jugó con dos personas, que amaste de diferente forma pero que de ese amor salieron hermosas cositas? —. No tienen la misma madre… Pero tienen el mismo padre. Eso las convierte en medias hermanas. Pero ustedes son hermanas porque así lo quieren. Porque así lo sienten… —Nessie es mi hemana —dijo Sarah muy segura. —Y Saah la mía —Nessie sonrió a Sarah, y ésta le regresó la sonrisa. —Entonces, ahí lo tienen… Son hermanas porque quieren, porque así lo sienten. No importa que tengan diferentes madres, me tienen a mí que soy su padre y es todo lo que debe de importar. Mis hijas asintieron y me abrazaron. Tal vez cuando crecieran les diría la verdad. Pero ahora eran muy inocentes. Y era verdad lo que decía, las dos eran hermana de corazón. A la media hora, las niñas, incluida Belle, me mandaron de mesero a por leche. Y como esas niñas me mueven a su antojo, fui. Encontrándome con lo peor que pude ver. Si sentía que explotaba cada vez que veía a Bella e Ian besarse era poco a lo que sentí cuando vi a Ian arrodillado y a Bella sorprendida, diciendo las palabras que a mí me hubiera encantado decir y escuchar… Me mató completamente. Cuando Bella asintió y abrazó a Ian, nuestros ojos se encontraron. Fue inevitable ocultar el dolor. No supe como salí de allí, me despedí de mi Nessie y Belle y hui de ese departamento. Sarah me veía confundida pero no hablaba. Sólo me observaba. Le sonreía suavemente, pero ella no sonreía. Al llegar al departamento, se fue directo a su cama y de alguna manera, mi hija me dejó mi espacio, dejándome analizar todo lo que había visto. Me dolía, pero lo sentía normal. Era normal que tarde o temprano esto pasaría, Ian y Bella se veían que iban en serio. Demasiado, ahora lo entendía. Entonces supe que la perdería. Pero no estaba dispuesto a perderla, al menos no hasta luchar por ella. Bella era terca como una mula, pero de alguna manera la haría escucharme y lucharía por nosotros.

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Los meses que siguieron fueron una mierda. Entre ver a Bella con la planeación de la boda, a Nessie confundida por los cambios que notaba y Sarah diciendo si Bella era su mamá, me tenían al borde. Todos los días intentaba hablar con Bella, pero ella me rehuía. Y lo dejaba, porque esperaba el momento para que habláramos, aunque fuera a la fuerza… Habían pasado dos meses desde que vi esa escena, y en las que Bella estaba con los preparativos de la boda. Mis hijas no sabían nada aún, pero ya notaban ciertos cambios. La noche en que Bella habló con Renesmee, se soltó una tormenta de las peores. Estaba hablando con las niñas, contándoles un cuento para dormir, como hacía desde hace unas semanas atrás, cuando Bella entró al cuarto. No la noté hasta que cuando hice suspirar a las niñas, como unas enamoradas, cosa que me alarmó demasiado, y ella rió. Me llenó de alivio escuchar su risa, desde hace años que no la escuchaba y era hermoso escucharla. Sonreí a ella y para mi sorpresa, ella también me sonrió. Pidió hablar con Renesmee, y Sarah se había quedado bien dormida. Decidí que era mejor que nos fuéramos, pero Bella y Renesmee nos pararon. Nos invitaron a dormir, y acepté, más por el acercamiento que Bella tuvo conmigo, y ese toque que me hizo volver a sentir vivo. Simplemente arreglé a Sarah, poniéndole una piyama de Nessie y me dejaron tomar una ducha, fue agradable sacarme parte de mi estrés en esa ducha. Y al salir, fui a ver a mis hijas ya acostadas en la cama, les di un beso de buenas noches y Bella también. Me sentí en casa, viendo a las niñas en una sola cama, profundamente dormidas y Bella y yo dándoles las buenas noches, como una familia. Con Belle también dando las buenas noches. Intenté hablar con Bella pero ella estaba muy enojada y me gritó que era mejor dejar el pasado atrás, pero debíamos hablar. Teníamos que hacerlo. Juré que hablaríamos. Costara lo que costara.

Formar el plan “secuestremos a Bella para que podamos hablar claramente sin que ella empieza de niñita y no me quiera escuchar” no fue fácil. Me tomó un mes idearlo. Pero había decidió hacer ese plan, cuando al día siguiente de que Bella no quisiera hablar conmigo, pasamos un rato en familia. Como una verdadera familia. Las niñas me habían despertado temprano y junto con Belle preparamos pancakes, cuando Bella despertó desayunamos como una familia feliz. Los papás, las bebés y la hermana mayor. Pero no lo éramos y Bella me lo dejó muy en claro al preguntar por Ian, Belle la miró feo y le dijo que no estaría en todo el día. El verdadero problema empezó cuando Sarah y yo nos preparábamos para irnos. Nessie pidió que nos quedáramos a vivir con ella y aunque era algo que yo deseaba más que nada, no podía ilusionarme. Bella le intentó explicar, pero Nessie, siendo igual de cabezota a su madre, la ignoró y corrió a su cuarto, seguida de Sarah. Yo fui a hablar con ellas, haciéndolas, o intentándolo al menos, entender, que aunque Ian se casará con Bella, no cambiaría el hecho de que yo siempre sería su padre. Las niñas parecían muy confundidas y tristes. —Es que yo queía que tú te casaas con mamá, solo con ella…—se lamentó mi bebé. 192 | P á g i n a

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—Yo queía una mamá como Bella —susurró Sarah, haciéndome sentir culpable. Las abracé y besé suavemente. Fue en ese momento que decidí hacer el plan. No fue fácil, nada fácil. No sabía cómo o qué hacer, más bien. Durante semanas lo empecé a idear. Faltaban dos meses para la boda. Alyssa, Belle y las demás chicas serían parte del cortejo. Mi idea iluminadora fue hablar con Alyssa y Belle. Primero hablaría con Alyssa y luego hablaría con Belle. Alyssa se veía aliviada y feliz. Emocionada, sobre todo. Necesitaba hablar con Bella, al menos con que me escuchara un día. Con un día tendría. —Y, ¿qué tienes pensado hacer? —preguntó Alyssa, viéndose ansiosa. —Lo primero… No tengo idea. Su cara decayó, viéndome como un torpe. Creó que en realidad eso era. —Eres un torpe…—síp. Lo era —. De acuerdo… Hablar civilizadamente no es opción. —No —gemí al recordar todas las veces que me dijo nunca hablaremos, olvídalo y déjalo en el pasado. Tal vez debería hacerlo. Pero nos lo debía. —Qué te parece…—se quedó pensando un momento, hasta que bufó—. No podemos hacerlo contra su voluntad porque sería secuestro y se puede poner nena por eso —rodó los ojos, pero me dio la clave—, así que podemos… Encerrarla en su departamento y sacar a Belle y Nessie, y que hables con ella, haciendo que Ian no entre al departamento… O… —O —la interrumpí, sonriendo enormemente—, podemos secuestrarla. Amistosamente, claro. Alyssa se rió, pero al verme tan serio, dejó lo divertido de lado. — ¿En verdad? — ¿Qué tiene de malo? No sería secuestro de “dame dinero o la mato”. Sería de “habla conmigo o no te dejo ir a tu boda”. Alyssa estalló en carcajadas, haciéndome reírme también. Haría eso. La secuestraría y hablaríamos. —Puede resultar, la secuestraré… Una semana antes de la boda —me quedé pensativo, intentando recordar—, ¿cuándo es la cena de ensayo? —Una semana antes de la boda, después de su despedida de soltera —contestó Alyssa, viéndome curiosa. —Ese día la secuestraré… El día, noche —me corregí—, de la cena de ensayo. Hablaremos y ya dependerá de ella si se casa después de escucharme. —Bueno, me parece jodidamente increíble eso…—Se rió feliz. Fue inevitable no reírme también. Era una cosa de locos, pero que estaba dispuesto a hacer. —Necesitaré ayuda extra —dije en voz baja, viéndola insinuante. Ella me miró con una sonrisa obvia. —Cuenta conmigo, luego le diré a ella —sabía a quién se refería, necesitaríamos a Belle. Mucho—. ¿Cómo está la cicatriz? —su pregunta me confundió un momento. Entonces recordé mi cicatriz. La herida 193 | P á g i n a

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se abrió dos semanas después de que mi hija apareció, Alyssa me mandó una semana a cama, sin moverme ni nada hasta que la herida no fuera tan grave. —Está bien…—susurré, aunque había salvado a mi hija, esa cicatriz conllevaba más y Alyssa lo sabía. —Okey…—se quedó callada un momento y cuando se mordía el labio de esa manera, era que algo me tenía que decir, con la mirada la ande a hablar—. Edward, sabes que te quiero. Te has convertido en un muy buen amigo en estos meses y me siento identificada con tu historia con Bella. Pero Bella es como mi hermana, vi nacer a Renesmee y he estado con ellas desde hace cinco años —sonrió levemente, como que en disculpa—. Te pido, por favor, que si ves que las lastimas, te alejes, como hace cinco años. Sé que es egoísta, pero a veces —y esa ya no era Alyssa mi amiga, era Alyssa la doctora—, tiendes a querer solucionar todo. Y eso está entre bien y mal, porque ella también se debe dar cuenta de sus errores. No podrás querer rescatar todo, algún día todo se te ira de las manos y volverá a suceder lo de hace cinco años. Bufé, nunca se podría repetir lo de hace cinco años. Era… No, simplemente no podía. —Bella y tú tienen un gran camino que recorrer. Lo que deben comprender, los dos, es que todos merecemos una segunda oportunidad… Y el beneficio de la duda. Tendrán que hablar pronto, ¿de acuerdo? —Sí — ¿Qué más decir? Solo podía decir eso, tenía que huir, tomarme un tiempo y pensar en todo, no sólo en el secuestro sino en qué le iba a decir estando ya solos—. Yo… me tengo que ir, Alyssa. Sarah me espera para desayunar y mis papás también. Te quiero y gracias por todo—Igualmente, recuerda lo que hablamos y nos vemos después. Me despedí de mi amiga y desayuné con mi familia, al ver a Sarah, pensé que ella y Renesmee serían una gran ayuda.

El plan estaba listo. El coche también. Hablar con las niñas para que entendieran que no se asustaran por no vernos durante cuatro días a Bella y a mí, todo bien. Preparar su pequeña maleta. Rezar porque Belle le haya dado el suficiente vino para que se mareara, y estuviera feliz. Me sería más fácil así. Belle aceptó en ayudarnos, muy emocionada por esto. Ella nos ayudaría a que Ian no pregunte tanto por ella. El coche estaba en su marcha, preparado, la cabaña también, Carlisle y Esme me la habían prestado para esos días, estaba a diez horas –menos de cinco horas por mi forma de manejar- de Londres. Podía hacer esto, hacer que leyera la carta, que no escapara. Estaba a las afueras de la ciudad. No podría escapar. Podríamos hablar. Sí, se escuchaba fácil. Pero muy, muy, muy en el fondo sabía que no lo sería… Bella era una cabezota, no me escucharía hasta que se hartara. O me sentara encima de ella y la obligara a escuchar a fuerza. Literalmente, claro.

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La noche del secuestro Bella se notaba… Rara. No caminaba normalmente y Belle le tuvo que ayudar a bajar del coche, había esperado técnicamente toda la noche para que regresaran de la cena de ensayo, Belle había cambiado algo en Bella, pero ella nunca me dijo qué cosa. Ahora tenía miedo. Quiero decir, no sabía lo que Belle pudo haberle hecho a Bella, o algo así. Estuve pendiente cuando vi a Belle hacer una seña, indicándome que era hora de entrar en acción, esperé a que todos subieran al departamento, y unos cinco minutos más, después dejé levemente mi coche abierto y subí corriendo las escaleras. El departamento estaba entreabierto. Sonreí, y entré. Definitivamente, le tendría que regalar algo a Belle. Renesmee y Sarah se quedarían con Alyssa para no darle tanto trabajo a Belle. Todo estaba en silencio. La noche estaba oscura, y con rayos. Llovería. Y eso me hizo sonreír más, porque Bella odiaba los truenos, no se quedaría sola… O eso esperaba al menos. Entré al cuarto de Bella justo cuando un rayo me iluminó por completo. No podía sacar la sonrisa de mi cara. — ¡Mierda! —gritó Bella, tapándose su cuerpo con su bata, parándose asustada de la banca— , ¿qué haces aquí? Estaba sorprendida. Muy sorprendida, se veía confundida, no sólo por el vino. Agradecí a Belle al ver a Bella medio borracha. Me acerqué a ella, sonriendo aún. — ¡Oh! Nada malo, solo vengo a secuestrarte —preciso y conciso. Ella me vio confundida, como si no entendiera nada aún. Y eso me dio más risa. —Oh…—se tomó unos segundos antes de voltear a verme con ojos muy abiertos—. Espera, ¿qué? Me acerqué más a ella, tapándole la boca con un pañuelo que tenía ya preparado, me tuve que mover rápidamente para que ella no me sorprendiera, pero viendo su estado, sería difícil. La até de pies y manos. Fue más sencillo de lo que pensé, en realidad. — ¡Suéltame! —creó que había dicho. Pero negué con la cabeza, ni loco la dejaría ir. —No hasta que hablemos. Vamos a hablar, quieras o no, te lo dije. Suficiente charla, más acción. La aventé como si fuera un costal a mi hombro y me alejé sonriente de ahí, tomé la mochila que Belle preparó y solo tuve una pregunta en mi mente, ¿lo qué pude ver debajo de la bata de Bella, Belle lo cambió? —Vámonos —murmuré, más para mí mismo, impresionado. Pataleó como niña pequeña, pero… Borracha perdía. Todo el camino al coche pataleó y me intentó golpear. Me sentí un poco mal cuando la sentí indefensa, pero… Tenía que hacer esto, y debía admitir que esto era divertido. Verla enojarse, tratar de pelear, estando borracha y más frágil… Me daba risa. La aventé cuidadosamente al interior del coche. Ella me 195 | P á g i n a

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miraba enojada, frustrada. Gritaba, pero su voz se ahogaba en el pañuelo, sonreí burlón a ella, ganándome un gruñido claro. — ¡Eres un loco! —otra vez, creí escuchar. — ¿Qué? —encendí el motor y nos preparé, ella me miraba desesperada y enfadada. — ¡Déjame ir, carajo! Debía admitir que escucharla apenas hablar, enojada y con su nariz arrugada, era demasiado divertido. Pero estaba perdiendo tiempo, así que la miré, de alguna manera tenía que callarla y si no lo decía ahora, me quedaría con las ganas. —Lo siento, cariño, pero no hablo idioma secuestrado. Vi su mirada fulminante, pero encendí por completo el motor y me fui de ahí. La cabaña estaría cerca, tal vez se dormiría y me sería más fácil entrar con ella en la cabaña, sin que viera donde estábamos. La creía capaz de irse, pero… Ojala lloviera estos cuatro días. Solo cuatro días. Solo tengo eso. Cuatro días, rezaba que Bella me dejara explicarle, que leyera la carta de Tanya y poder hablar, ya lo que pasara después de esos cuatro días… Dependería de ella, pero sabiendo toda la verdad. Rezaba que me escuchara y no me mandara a la mierda. Rezaba para, muy interiormente, poder cumplir mi promesa con Tanya, poder pedirle perdón a Bella… Necesitaba su perdón… La necesitaba a ella. Y ella también me necesitaba, lo sabía. Tenía que hacerla escucharme, costara lo que costara.

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ONCEAVA PARTE. POV Bella. No estoy segura cuándo fue donde me dormí. Solo recuerdo que estaba enojada con Edward, no lo miraba, miraba a la ventana, el paisaje estaba borroso y mojado. Era deprimente. Era frustrante. El coche era calientito, y yo estaba muy cansada, aparte que el jodido vino no sólo me entorpeció los sentidos, sino que también me durmió. Técnicamente. El vino ayudó mucho a que me durmiera a… Lo que sea que fue del camino. Edward no habló, sólo puso música y manejó. Perdido en sus pensamientos. Soñé con, por raro que parezca, Disney. Princesas, príncipes. Dragones, hadas y duendes. Hermosos paisajes y unas cabañas. No tengo ni la menor idea de por qué soñé con eso. Sentí cuando el coche se paró suavemente, cuando la puerta se abrió y el viento frío me hizo estremecer, también cuando mi puerta se abrió y Edward me desató y me cargó. Sentí cuando abrió una puerta con dificultad y después de unos segundos, me recostó en una cama, cobijándome y dándome el calor que había perdido. Sentí todo eso, pero estaba tan cansada que no hice nada. Simplemente seguí durmiendo. En mi sueño, fue inevitable que Edward no entrara en él, salvándome, rescatándome, ¿de qué?, no lo sé… Pero, Sarah y Renesmee también estaban en mi sueño. Era… Éramos… Como una familia.

Unos ruiditos extraños me despertaron a la mañana siguiente, cuando abrí los ojos, todo estaba levemente iluminado. Me sobresalté un poco porque el lugar donde estaba no era ni mi casa, ni mi cama, ni ningún lugar donde conociera. Me senté en la cama mullida matrimonial, viendo a todos lados. Era un hermoso cuarto rustico, de madera las paredes y pisos, grande y precioso. Como esos cuartos donde Austen, Brönte, etc., describían el hogar de sus protagonistas. En realidad, había una chimenea enfrente de la cama, y una repisa arriba de ella, con marcos para fotos a los lados, y una pantalla plana colgada en la pared… Esto… ¿Esto es una cabaña? Está muy… Moderna…, pensé confundida. Había tres puertas. Una enfrente de la cama, entreabierta. Me paré y con pasos cuidadosos llegué a la puerta, abriéndola lentamente. Era el baño. Con pisos de mármol blanco, grande y espacioso. Muy iluminado. Con una gran bañera alargada, perfecta para… dos personas. Negué con la cabeza y entré al cuarto a hacer mis necesidades. Al verme al espejo, me espanté. No me había quitado el maquillaje por completo y tenía el rímel corrido. Mi cabello parecía ser el nido de un pájaro. Era un desastre. —Oh, Dios —murmuré, me lavé la cara y mojé el cabello. Al menos aplacarlo un poco, ¿no?

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Al salir del baño, en la cama estaba una pequeña mochila. Me acerqué a ella, viendo a todos lados, la puerta estaba cerrada. Y los ruidos seguían. Me di cuenta que era música. Bufé, sólo a Edward se le ocurría poner música en este tipo de situaciones. En la mochila había ropa. No tenía confianza de vestirme aquí, así que regresé al baño y me encerré. Me cambié de ropa, quitándome esa maldita lencería y poniéndome un pantalón de yoga, y camisa blanca que me quedaba un poco grande. Mi ropa de descanso. Agarré un cepillo que encontré en el pequeño gabinete del baño y me hice una coleta. Bueno, me veía más presentable. Pero joder, que hacía frío. Mucho. Tiritando, salí del baño. La otra puerta, a un lado izquierdo de la cama, estaba también entreabierta, así que dejé la mochila en la cama y fui ahí. Era un gran ropero con vestidor incluido. Un suéter blanco llamó mi atención. No sé si fue más mi frío o qué, pero lo agarré y me lo puse. Se me hacía conocido, en realidad. El vestidor estaba medianamente lleno de ropa. De hombre y mujer. Ropa que se me hacía muy conocida. Un golpe en la puerta me hizo salir corriendo de ahí. — ¿Bella? —escuché la voz de Edward. La rabia regresó a mí, ¿el muy cabrón me había secuestrado? Corrí a la puerta y la abrí de golpe, dándole una cachetada. Él me miró sorprendido, pero luego pareció como si entendiera el por qué de ese golpe. — ¿Me puedes explicar por qué carajo me has secuestrado? —grité enojada, gruñí y quise golpearlo de nuevo, pero él me agarró de las manos y me las sujetó. — ¿Te puedes calmar? —pidió amablemente. —NO. Él suspiró, y me jaló hacía el pasillo, me resistí y entre jaleos y empujones, me sentó en una sala. — ¿Qué mierda, Edward? —le grité nuevamente enojada. Sus manos en mis hombros me obligaban a quedarme sentada, clavada en mi asiento. Después de unos segundos, dejé de luchar y me crucé de brazos, enojándome. Enfurruñada. —Gracias —dijo él. Sentándose frente a mí, no lo miré, estaba muy enojada como para verlo. Suspiró y dejó caer la cabeza un momento—. ¿Tienes hambre? —No —gruñí, pero mi estómago gruñó, echándome de cabeza. — ¿No? —me preguntó divertido. Lo miré fulminante y él carraspeó—. Ven. Se levantó y me extendió una mano, dudé un momento, pero al sentir otro gruñido de mi estómago, suspiré y me rendí, dándole mi mano. Fue ahí donde la primera barrera se rompió.

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Debía admitir que tenía mucha hambre. Supongo que eso era el efecto secundario del vino, Edward había preparado tortas de papa. Siempre había sido un buen cocinero, de eso estuve segura todo lo que llevaba de vida, inclusive los años que no nos vimos. Debo admitir que comer con Edward a solas de nuevo, en ese pequeño espacio que era la cocina, me regresó a tiempos pasados. A cuando él y yo comíamos en mi departamento o en el de él, riendo y disfrutando de un buen rato, los dos juntos. Aunque ahora estábamos en silencio, podía escuchar el eco de nuestras risas, como si hubiera sido ayer que estábamos comiendo juntos, en lugar de hace cinco años. —Bella —susurró Edward, lo ignoré y seguí comiendo, volvió a suspirar. Realmente nunca lo escuché suspirar tantas veces seguidas. —Bella —lo intentó de nuevo, dejando caer mi cuchara, lo miré irritada. — ¿Qué? —gruñí. Él me miró impasible. —Deja de gruñirme que no eres un perro. Arqueé las cejas sorprendida. Él sólo sonrió y siguió comiendo. Fruncí la boca y la nariz, haciéndole saber que estaba muy enojada. —Y no me frunzas la nariz, sé que te dio risa. Fruncí más mis labios, pero ésta vez para no reírme y bajé la mirada a mi plato. Idiota. — ¿Ves? —levanté mi mirada, Edward me sonreía levemente. Suspiré y le regresé la sonrisa. Una barrera más destrozada… — ¿Por qué? —pregunté susurrando. Él se sentó recto en su silla, y se pasó una mano por su cabello. Dejó salir el aire de un golpe. —Porque si no lo hacía ahora, ¿cómo íbamos a saber que estábamos haciendo lo correcto? O al menos tú —se quedó callado un largo rato—. Entiendo que estés enojada, decepcionada. Yo estoy encabronado conmigo mismo. También entiendo que no quieras saber nada de mí o de lo que pasó en el pasado. Pero, Bella —se acercó a mí, viéndome intensamente—, no puedes continuar sin poder perdonar. Te haces daño, nos hacemos daño. Y sobre todo, dañamos a Renesmee. — ¡No metas a Renesmee en esto! —siseé, una cosa éramos nosotros, y otra muy diferente mi hija. —Ella es mi hija, Bella. Yo tuve derecho para verla…

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—Así como para mantenerme bajo la sombra de un secreto durante dos años, ¿no? —Creo que tú sabías perfectamente en lo que te metías cuando te lo dije —sus ojos eran fríos, inexpresivos. Respiré fuertemente, porque tenía razón… Lo admitía, me metí en esto sabiendo lo que perdería, pero era más difícil… Fue muy duro ver cómo Edward le propuso matrimonio a Tanya, cómo ella me pidió ser su dama de honor, verlo casarse… Y ahora verlo con Sarah y Nessie, y pensar que es un gran padre, que pudimos haber sido una gran familia. Pero ahora yo estaba con Ian. Me iba a casar con él… —Lo sabía…—Dije finalmente, asintiendo con la cabeza—. Pero, es muy difícil mantenerse a la sombra, fue difícil ser la otra… Fue un golpe demasiado duro verte casarte con ella. Edward bajó la cabeza un momento. Bufé, quisiera o no, era el momento… Momento de decirnos la verdad. —Lo sé, y lo lamento… —Qué fácil es pedir lo siento cuándo el daño ya está bien hecho, ¿no? —ironicé. —Al menos yo sé pedir perdón —me contestó él, mirándome fijamente. —No de la manera correcta, a veces… Él me miró, sin expresión alguna, luego negó con la cabeza y rió irónicamente, ese sonido me hizo estremecer. —Me sorprende que lo digas tú, quien no acepta una disculpa sincera, quien quiere olvidar, pero recordar haciéndote daño y a los demás… Sobre todo a nuestra… —Mete nuevamente a Renesmee en esto, y te parto la madre —gruñí, interrumpiéndolo. Él me miró un momento, nuevamente y volvió reír. —No sé por qué, pero no puedo olvidar tu rostro cuando le pedí a Tanya ser mi esposa —escuchar eso fue peor que nada… —Auch —susurré, él sólo miró su plato. Volví a tomar mi cuchara, tomando dos bocados. —No entiendo —rió sin humor alguno—, si te estábamos lastimando, por qué diablos no nos dijiste… Hubiera hecho algo… O si al menos te hubieras mostrado con un sentimiento alguno… — ¡Estaba triste, Edward! —grité. Pero, ¿quién diablos se creía? ¿Por qué me hacía esto? Solté la cuchara, dejándola caer en el plato, haciendo un ruido estruendoso.

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—Pero tú sonreíste… Estaba feliz, de alguna manera…—me reprochó Edward. Fue inevitable no mirarlo en shock, me agarré de la mesa de la cocina para no golpearlo. El hambre se me había ido. Bajé la cabeza mirando mi plato, cuando de repente la levanté, mirándolo fijamente. —Claro que iba a sonreír, a mostrar mi perfecta y famosa sonrisa, y mostrarme feliz de la vida —le sonreí irónicamente, luego mi sonrisa desapareció—, pero… Si me hubieras visto a mis ojos, a mis profundos ojos chocolates, como les dices… Hubieras visto que…—reí incrédula—. Me destruiste…—bajé la cabeza, con las lágrimas cayendo de mis ojos. Volví a levantarla, sin importarme si me veía llorar. Edward me veía arrepentido, con dolor—. Cariño, me destruiste… Tú y ella… Me destruyeron. Y sin más, me levanté de mi silla, corriendo a la habitación de nuevo.

No supe la cantidad de tiempo que pase nuevamente en el cuarto, llorando. Siempre lo había pensado, lo había dicho a otra gente, pero decírselo a él fue… Fue un golpe. Edward no intentó meterse al cuarto, me dio mi espacio. Supongo que él también lo necesitaba. Le había dicho algo muy duro, pero muy cierto. Y él me había dicho mis verdades. No sabía por qué, no podía dejar de llorar, era como estar de nuevo en Seattle, hace cinco años. Revivir el dolor, la desesperación, la soledad… Mis recuerdos no dejaban de llegar, cada caricia con él, cada beso, cada abrazo. Pero también cada tristeza, cada soledad, mi desesperación y miedo, dolor. Estar entre las sombras, con miedo a que Edward me dejará o alguien nos descubriera. Que Tanya nos descubriera y me odiara. Edward no había dejado de oír música, la podía escuchar –como un murmullo–, me tranquilizaba pero inquietaba. El que Edward escuchara música, era signo de o pensar, u olvidar o no pensar, bloquear sus pensamientos. Cerré los ojos por un momento, sin saber en qué momento me dormí. Estaba tan cansada, de luchar, de pensar… De odiar…

— ¿Bella? —una voz dulce sonaba lejos pero al mismo tiempo lejos. Unos toques iban en conjunto con la voz. —Bella, abre, por favor —volvió a decir la voz. La reconocí. Era Edward.

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—Bella, abre ya, por favor…—abrí los ojos con pesadez. Miré a todos lados, buscando la puerta. Unos toques me hicieron levantarme exasperada y abrir la puerta a ciegas. — ¿Qué? —rezongué. En cuanto me vio, suspiró aliviado. Me sonrió vacilante, pero no le respondí la sonrisa. Él carraspeó y miro a otro lado un segundo, cuando me volvió a mirar, no tenía expresión alguna. —Te desperté —no preguntó. Asentí de todas maneras, fregando mis ojos. — ¿Qué quieres? —Venirte a despertar, llevas un día y medio así…—con su cabeza me señaló. Abrí mis ojos sorprendida y confundida. — ¿Qué? —susurré. —Desde ayer en la tarde estás así. Por un momento, me preocupé. — ¿Por qué? ¿Tienes miedo que huya? Hasta ese momento, me iluminé. Podía huir, regresar a Londres y ya… Pero la risa de Edward me decepcionó. —No podrías. Está una tormenta del demonio. Desde hace tres días, una tormenta tropical se posó en Europa, Londres está lloviendo más de lo normal —dijo con tanta naturalidad, como si no fuera nada—. Además de que estamos en medio del bosque. Y te dormiste en menos de la mitad del camino, sin saber nada... —añadió, muy pagado de él mismo. Lo miré fulminándolo con la mirada. Estaba enojada, de nuevo. — ¿Pensaste en nuestras hijas cuando hiciste esta estupidez? —volví a gritarle. —Sí —canturreó—, Alyssa y Belle las están cuidando, ellas creen que estamos de viaje. Cosa que es en parte verdad. — ¿De vacaciones? ¡¿De vacaciones?! —Okey, okey…—levantó las manos, recargándose en el marco de la puerta—. Vacaciones en contra de tu voluntad, ¿de acuerdo? —Mucho mejor—siseé. Idiota… Él sonrió, negando con la cabeza. Luego suspiró y se volvió a parar bien. —Entonces… ¿quieres desayunar? 202 | P á g i n a

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Lo pensé un momento. Realmente no tenía hambre, estaba cansada, tenía sueño. —No, seguiré durmiendo… — ¿Estarás así todo los días que estemos aquí? —arqueó un ceja, viéndome divertido. — ¿Cuántos putos días crees que estaremos aquí? —estaba incrédula. Sorprendida. Confundida. Iracunda. —Cuatro, a lo mucho. — ¿Qué? —grité, realmente enojada—. ¡Maldita sea, en cuatro días me caso! ¡Más bien tres! ¿Sí faltaban tres? Eso creía… —Bueno, sólo dos… Y medio. Estaba iracunda por la maldita tranquilidad de Edward, como si me estuviera diciendo de algo tonto, algo que no era importante. Pero para salir de aquí dependía de Edward. Sólo él me podía sacar de aquí. ¿En qué momento pasó esto? —Eres un idiota —murmuré. Él sólo rió. —Realmente no más que tú. Volví a abrir mis ojos sorprendida y le aventé una cachetada, pero él me alcanzó mi mano y me jaló, aventándome a sus brazos. Los suyos quedaron enredados en mi cintura, y los míos en su pecho. Me costó un momento entender qué pasaba, su olor me golpeó tan de repente, que me quedé anonadada. Confundida. Su rostro cerca del mío, sus labios, su aliento. Me costó separarme de él, y cuando lo hice, estaba roja, temblando y en shock. Él lo notó y carraspeó. —Perdón—murmuró. — ¿Por qué? —susurré, no encontraba mi voz. — ¿Por qué, qué? — ¿Por qué me tienes aquí, qué me quieres demostrar? Él me miró sinceramente, dulce. —Porque tengo promesas que cumplir, recuerdos que perdonar… Tú y yo, Bella. Siempre hemos sido tú y yo… Después se dio media vuelta y se fue.

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Me volví a quedar dos horas en ese cuarto, sin saber por qué Edward pensó eso. Qué me quiso decir con eso. Estaba sentada en la cama, con las piernas cruzadas, tipo indio, con una mano en la barbilla y otra en cruzada en mis piernas. Miraba la pared, intentado ver el color de la madera, el verdadero, intentado pensar cuántos años tendría ésta casa, no pensar en las palabras de Edward, en lo que me pasó cuando estuve entre sus brazos. Cerré los ojos, y sin querer, empecé a recordar todo los momentos con Edward, buenos y malos. Los abrí al escuchar la puerta abrirse. Edward entró en la habitación y me miró, cerró la puerta y se sentó frente mío. No me moví, y ni él durante cinco minutos, sólo viéndonos a los ojos, sin hablar. Al bajar la mirada, entre sus manos tenía un sobre blanco. —Me casé con Tanya porque se lo debía —empezó a hablar. —No quiero saber —murmuré, pero él me calló con la mirada. —Debes…—sólo dijo eso, suspiró, como si estuviera muy cansado—. Ella, como sabes, tenía leucemia. Su sueño era casarse de blanco, yo se lo debía, porque durante años no sólo te lastimé a ti, sino a ella también. ¿Has pensando en el dolor que le causamos? Me quedé sin aliento. Realmente, no. O sea, sí había pensado en ella y en que me sentía culpable, pero nunca en cómo se sintió ella, en cómo pasó todo, su enfermedad, el enterarse de que su novio, el amor de toda su vida, la engañaba con su prima-hermana. —Realmente no… —Pues yo sí. Y me sentía como un cabrón, más de lo que soy. Mal con ella por todo lo que la lastimé, mal por ti porque también te lastimé… Al menos, darle a Tanya un sueño, una manera de enmendar mis pecados, mis errores. Miré mis manos. Si lo seguía viendo, me pondría a llorar. —Cuando ella murió, me dijo que te diera esto…—levanté mi mirada, Edward me extendió su mano, entregándome el sobre, lo tomé vacilante. Miré el sobre por un largo tiempo, sin saber que podía contener. Por un momento, me dio miedo. —No pretendo justificarme, Bella—susurró Edward—, sólo pedir perdón, si bien te cause mucho mal, también sé aceptarlos, aceptar que estuve actuando mal y aunque no lo remedie contigo a tiempo, pedirte perdón… Él no esperó respuesta, se levantó de la cama y se fue del cuarto.

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Me quedé como veinte minuto viendo el sobre. Para Bella. La letra hermosa de mi prima siempre me gustó. Me daba miedo abrirlo, no quería. Pero mi instinto me llevó a dejar el miedo atrás y abrirlo. En el sobre había cuatro fotos y una carta. La primera foto era una de nosotros, como niñas. Ella de vestido blanco, con el cabello largo suelto, sonriendo y abrazándome. Yo, con el cabello corto, vestido amarillo y abrazando a Tanya, sonriendo a la cámara. Era nuestro cumpleaños número nueve. Detrás de ella, rezaba: Mi hermana Bella y yo. Cumpleaños 9. Sonreí, sintiendo mis lágrimas. La otra foto era igual que la primera, pero nosotras más grandes, y con un traje de gradación. Ahora yo tenía el cabello largo y ella corto. Bells y yo, graduación Forks, Instituto. Ahí, unas lágrimas salieron, sonreí. La tercera me dejó confundida. Una foto mía y de Edward de niños, yo llevaba un trajecito de falda y saquito caqui, y él uno de pantalón y saco negro, con camisa blanca y corbata negra. Estábamos abrazados, haciendo caras. Detrás de nosotros, había gente sonriendo, y una novia y un novio donde iba cada uno. Edward y Bella. Boda de Cali, prima de mamá Renné. Esa foto ya no la recordaba… Teníamos once años. La última foto fue un donde sólo Edward y yo la habíamos visto. Estábamos acostados en la cama, tapados con una sábana, él abrazándome por la cintura, su cabeza a mi lado, yo agarrando la cámara, sonriendo y los dos haciendo caras, despeinados y yo sin maquillaje. Mis hermanos… Tardé en comprender, pero realmente la verdad. Me dejó confundía lo que Tanya escribió, durante unos segundos estuve llorando. ¿Tanto daño le hicimos? Dejé las fotos de lado. La carta estaba frente mío, pero no me atrevía a abrirla. El miedo no me dejaba. —Suficiente, Isabella—me dije a mí misma—, no seas cobarde. Es sólo una carta, hazlo… Con manos temblorosas, abrí la carta, con el corazón desbocado en el pecho y en la garganta, la sangre me hervía, haciendo tronar los oídos y marearme un poco, respiré profundamente y me controlé. Con una respiración más honda, empecé a leer: Querida Bella: Sé que es raro hablarnos de esta forma, tú y yo nunca escribimos cartitas ni nada de esas tonteras, pero es la única manera de comunicarme contigo ahora. No sé dónde estás, dónde te metiste, cómo estás…

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Entiendo que el verme casarme con Edward fue demasiado. Sé que estuvo mal pedirte que fueras mi dama de honor. Pero quería, de alguna manera, ignorar el hecho de que amabas a Edward, de que yo te estaba haciendo un gran mal. Mi egoísmo en ese momento fue tan grande, que te lastimé, YO, en tamaños incomprensibles, me siento mal, frustrada, mal. De tenerte a mi lado, sabiendo completamente la verdad, jamás me hubiera casado con Edward. De haber sabido antes que lo ambas, me hubiera alejado. Hermana, yo también tengo una confesión que hacerte. Yo también fui la amante de Laurent durante tres años, pero, a diferencia de Edward, Laurent sólo me quería para tener sexo. Era para todo lo que servía. Edward te ama, lo sé en la manera en que te ve. A veces se sacrifica demasiado por demás gente, sin pensar en él… O en la persona que ama. O pensando, de alguna manera, en ella. Él te ama, hermana. Lo sé. Sé que fui una egoísta, demasiado. Sé que te hice daño. Si pudiera regresar el tiempo, cambiaría completamente todo, pero no puedo… Lo hecho, hecho esta. El dolor que sientes, o sentiste, nunca te lo podré quitar, la decepción, desesperación tampoco. Estoy muriendo. No quiero que me sientas lástima, ésa nunca fue mi intención. Si la hubiera sido, yo te habría dicho desde un principio –antes de que me pidiera matrimonio– la verdad, que me moría y quería a Edward conmigo, como mi esposo. Edward fue el que se sacrificó para que me casara con él. No sabía qué hacer, sabía que te amaba, pero también yo lo amaba, tal vez no tan fuerte como antes, pero lo seguía amando. Casarme con él fue mi sueño desde que éramos novios. En ese momento, sólo pensé en mí y en mi futuro, pensé que sólo serían unos meses de casados y después él estaría libre de mí. Mi plan era que al día siguiente del compromiso, ir a decirte la verdad, hablar contigo, contarte todo y que tú me dijeras la verdad. Nunca pensaste en lo que me hacía, ¿verdad? Aun estando con Edward, tú fuiste su amante. No te reclamo porque entonces sería demasiado hipócrita, porque yo también fui amante. Estuve consciente del daño que le hice a mi hermana Irina. Terminé con Laurent por tres razones, me había hartado de sólo verlo para tener sexo, lo empezaba a querer demasiado, y le había dicho la verdad a Irina. Ella, al enterarse de la verdad, me gritó, me golpeó y me dijo cosas horribles. Kate no lo sabe. Ella sigue creyendo que Irina no sabe nada, Edward igual. Creo que serás la única y la primera en saberlo. Laurent, de alguna manera, quería terminar con Irina, pero yo no quería. Tal vez sí me quería. No lo sé, nunca lo sabré. Edward siempre había estado ahí para mí, como mi amigo, mi novio, el hombre de mi vida. Él siempre ha sido dulce y cariñoso, tú lo sabes. Desde niño lo conocemos. Hemos crecido juntos, amado juntos, engañándonos juntos. Cuando Edward volvió en la noche, al día siguiente de cuando me pidió 206 | P á g i n a

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matrimonio, lloró como niño. Tú no querías escucharlo, y supuse que menos a mí. Me dio miedo que no aceptaras hablar conmigo. Y luego empezaron las preparaciones de la boda, mis tratamientos, me sentía cansada, profundamente cansada. Nunca cruzamos palabra más que para hablar detalles, cosas de la boda, solamente. No encontraba momento en hablar de nosotras y Edward. Y luego vino mi embarazo. El día en que concebimos a mi hija, Edward estaba demasiado borracho, tanto que me confundió contigo. Y, aquí entre nos, se besó con la pared, pero él no lo sabe. Fue una noche donde… Dejé que mi deseo me ganará, nunca pensé que traería consecuencias. Cuando me casé, tenía dos meses. Ansiaba decírtelo, porque ante todo éramos hermanas, pero no podía por el daño que te haría, suficiente tenías con verme casarme con él. Pero, ¿alguna vez te has puesto a pensar en cómo se sintió él? Se sacrificó por mí, por su hija. Tú sufriste, sí, pero… ¿Y él? No quiero justificarlo, estuvo mal que te hiciera su amante –sí, sé toda la historia– pero tú sabías las condiciones. Sabías que él estaba conmigo, pudiste decirle no, pero no lo hiciste, aún no lo logro comprender, pero lo entiendo. Es lo mismo conmigo y Laurent. Bella, te fuiste de aquí sin siquiera despedirte. Te fuiste y no sé nada de ti. No sé siquiera si estás vivas, si estás leyendo esto me alegro profundamente. Espero me perdones, siempre me arrepentiré de haberte hecho ese gran daño, pero no puedo arrepentirme de mi hija. Ella ha sido lo mejor de mi vida. Aunque ni siquiera la haya visto, pero sentirla dentro de mí, es mágico… Hermana, espero puedas perdonarme, a él, pero sobre todo a ti misma, tal vez por eso no quisiste saber nada de nosotras. De ustedes. No te perdonaste que fueras la amante de Edward, no te perdonaste que me hicieras ese daño, más sin embargo, más daño te hice yo. Te tengo envidia, Bella. Porque tú tienes una familia, tienes a tu padre, tenías a tu mamá, que aunque nos adoptaron, no fue igual. El cariño de los padres nunca se podría comparar o desplazarse a otras personas. Yo crecí sin mis padres, tenía a Charlie y Renné, pero ellos te tenían a ti, estaban encantados con su princesa, Kate, Irina y yo sólo fuimos como las primas que se quedaban a vivir con ustedes. Tenías fuertes amistades, con Rose, Lauren, Alice, Ángela… Tenías a Jasper, Emmett, Jacob, y a Edward, dispuestos a dar la vida por ti, siempre fuiste una persona dulce, comprensiva, que pensaba en los demás primero que en sí misma. Siempre te he admirado, tu coraje, tu fuerza… Pero, la Bella que se fue como cobarde para no sufrir, la que no me enfrentó y peleó por lo suyo, porque Edward era… Es, más bien, tuyo y lo sabes, y el día de mi boda, cuando más distraídos estaríamos, te fuiste sin siquiera adiós decir. A tu padre, a tus hermanas, amigos, etc. ¿Quién eres y qué le hiciste a mi hermana? Te diré algo que me dijo Irina: Tú sabías en lo que te metías, al estar con él, no sólo destruiste la confianza entre nosotras, si no mi relación con él, mi confianza con él. Yo tal vez ya no lo ame, como amé antes a

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Edward, pero sí lo amo. Ya no lo veo como el hombre de mi vida, pero sí como alguien con quien pude compartir muchas cosas, muchos sentimientos. Pero él te ama a ti, tú eres el amor de su vida. Destruiste la confianza que le tenía, y el respeto que te tenía, siempre dándotelas de santa, que nunca podrías soportar que Jake te engañará… Tú me hiciste lo que tanto decías nunca hacer. Y es reclamo, sí, porque esto no te lo pude decir a la cara… Yo tal vez me casé con Edward por egoísmo, pero ¿y tú? Huyendo de esa manera, odiándolo, ¿por qué lo odias? ¿Te engañó alguna vez? No, siempre te habló de frente. ¿Fui yo completamente egoísta y una perra al casarme con Edward? Bueno, tú arruinaste mi amor, mi confianza, mi relación con él. Me mentiste por dos años, te escondiste, pero sobre todo, te rebajaste. No luchaste, algo que yo siempre te admiré, no te diste a respetar… Tú no eres esa, Bella. Sé que moriré, como te lo he dicho antes. Quiero que Edward te busque y se perdonen, los dos. Tú y él están predestinados, desde un principio. Yo no debí meterme entre ustedes. Desde el primer momento en que nos conocimos. Sé, conociéndote como lo hago, que serás una terca y no lo escucharás, no lo veras, caray, ni siquiera querrás volver a verlo. Pero si por algo estás leyendo esta carta, es porque logró convencerte de hablar. O te obligó a hacerlo. Y realmente no quiero ni pensar qué técnicas uso. Te quiero pedir algo. No te dejes llevar por tu dolor, sólo por el tuyo, en todo lo que “él te hizo”, ten un momento de reflexión y ponte a pesar en todo lo que tú también causaste. Tú y él no son muy diferentes. Son muy iguales, los dos se sacrifican primero por los demás, y a veces por ustedes. Es todo lo que te puedo decir, hermana… y también que te amo, a pesar de todo, de todos los daños hechos, te amo. Te he extrañado y me gustaría conocieras a Sarah, suele ser un ángel, pero en la noche se pone a patalear mucho. Espero estés bien, hermana… Algo que leí anoche, muy cierto: Nuestras viejas heridas nos enseñan algo... Nos recuerdan dónde hemos estado y qué hemos superado. Esto que pasó, es una herida, puedes cerrarla y comenzar de nuevo. Puedes perdonar y lo sabes, los dos merecen ser felices. Te quiero, cuídate siempre y ten por seguro que algún día nos volveremos a ver… Tanya. Mis lágrimas apenas me dejaron terminar de leer la carta de Tanya, no podía dejar de llorar. Me dolía intensamente todo lo que había pasado, lo que ella me había dicho, porque era verdad en cierta parte. Yo arruiné la relación de ella y Edward. Pero también arruiné la de nosotras. Fui cobarde al no dar la cara, al huir de donde estaba recibiendo mucho dolor. No fui yo misma, y últimamente no lo estaba siendo. No estaba siendo yo misma con Ian. 208 | P á g i n a

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Bree vino a mi mente. Esos ojos tristes de la cena de ensayo, me recordaron a mí misma. Ella también se equivocó, pero, ¿qué humano no lo hace? Jadeé ante mi lógica. Edward también es humano, yo lo soy. Los dos nos equivocábamos, pero yo no quería admitirlo, yo era feliz así como estaba, haciéndome daño con Tanya y el pasado, no era capaz de olvidar, de perdonar, pero sobre todo de perdonarme a mí misma. —Oh, Dios —susurré, dejándome caer en la cama, llorando como niña pequeña. Ese dolor en mi pecho fue como ese día en la iglesia. Real, desesperado, pero muy cierto. Creo que por fin había entendido…

No tenía ganas de salir a comer, a nada… Había pasado un día así, llevábamos tres días aquí, la boda sería en dos más, pero ya no estaba tan segura, estando lejos de todos, inclusive de Edward, pensando solamente yo y yo misma, todo se me estaba yendo de las manos… Me recosté nuevamente en la cama, cerrando los ojos y durmiéndome llorando. Estaba muy cansada, casada de todo. Inclusive de mí misma, de luchar contra mí.

—Bella…—unos toques en mi puerta me hicieron despertar poco a poco. Edward tocaba con un poco de desesperación. Volteé y miré la hora. Una de la mañana. Estaba a punto de volver a dormirme, cuando recordé que llevaba un día así, Edward estaría desesperado, sabiendo lo que me pasaba. Suspiré, parándome, la carta de Tanya cayó a mis pies, la miré un momento antes de levantarla y dejarla en la cama, ignorándola. Abrí la puerta cuando Edward estaba a punto de volver a tocar. —Sigues viva —dijo con alivio, lo miré confundida—. Llevas un día así, tenía miedo de que te hubieras hecho algo o… qué se yo. Estamos en medio del bosque, de la nada, con una tormenta sobre nosotros. Temí por tu vida… Sonreí levemente, las palabras de Tanya resonaban en mi cabeza. Era el momento. Era el momento perfecto. —Edward… Tenemos que hablar. Su mirada me lo dijo todo. —Ven…—me señaló el camino hacia la sala. Lo seguí con la cabeza gacha, pensando cómo afrontar esto. Ni huirás nuevamente, Isabella. Si no te gusta lo que Edward te dirá, ni modo. Le debes esto. Te lo debes. 209 | P á g i n a

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Suspiré, dejándome caer en el sofá grande, no tenía hambre, estaba demasiado cansada. Edward se sentó a un lado mío, viendo el fuego de la chimenea. Lo miré durante un rato, viendo las llamas consumirse. Era un silencio cómodo, no como los anteriores. Este silencio tenía algo diferente. —Sé, Bella —empezó Edward, sin dejar de mirar el fuego—, que tal vez ya es muy tarde, pero te quiero pedir perdón —sus ojos volaron a los míos, viéndome con verdadero arrepentimiento—. Perdón por todo el daño que te causé y que aún lo sigo haciendo, perdón por no haberte dado tu lugar, por haberte pedido eso… Sólo… Perdón. Le sonreí dulcemente, él me miró confundido. Dile la verdad, Bella… Tú lo pediste. Siempre la supiste, pero fuiste condenadamente ciega y egoísta que no pensaste más que en ti, es tu momento, hazlo. Hazlo, antes de que sea demasiado tarde. —No sé si pueda perdonarte en este momento, Edward. Sigo dolida, sigo lastimada por ti, pero sigo dolida por mí misma, porque no solo te fallé a ti, me fallé a mí y a Tanya. Lastimé a Tanya —mi mirada se quedó en el fuego—. Hasta ahora pienso en ella, en cómo debí destruir lo que ustedes tenían, cómo no la respeté a ella, como para decirte que no y darme mi lugar. Cómo no me respeté a mí misma. Cómo no luché y me dejé hacer… —No tienes toda la culpa… —Y tú tampoco —suspiré, recargando mis codos en mis rodillas—. Los dos, los tres, tuvimos culpa. Por egoístas, por amor o deseo. Ahora entiendo, Edward, que nadie aquí es bueno o malo. Pero eso no quita el hecho de que siga sintiendo un rencor hacia ti. Un dolor. Una decepción. —Bella, sé que me equivoqué. Que cometí muchos errores, y tal vez siga cometiéndolos, pero estoy seguro que te amo. Siempre lo estuve… Aunque no sepa quererte de la forma que a ti te gustaría, siempre te querré con todo mi corazón, de la mejor forma que sepa. Siempre te quise, siempre te amé. Y te amaré. Fue inevitable no perderme en sus ojos verdes, intensos, reales, sinceros. Tal vez me dirán tonta o dejada, pero realmente… Nadie es perfecto. —Yo también te amé—susurré, e ignorando el dolor de mi pecho por ese pasado, continué—, pero ahora estoy con Ian. Me casaré con él… — ¿Y Renesmee? — ¿Qué hay con ella? —Es mi hija —tragó saliva fuertemente. Ese fue un gran daño que yo le causé, a él y a ella—. Quiero conocerla más, quiero mimarla, recompensarle esos años en que no estuvimos juntos. Quiero darle una familia, Bella… Miré lejos de él. No me pidas eso, por favor… —Tú no se la puedes dar. Ian y yo…

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— ¡Y con un carajo que sí puedo! —gritó, levantándose—. ¡Es mi hija, tengo el derecho! —se le rompió la voz, sus lágrimas querían salir—. ¡Al menos dame eso, dame a mi hija! Aunque sea por unos días o meses. Pero permíteme estar con ella. —Siempre podrás verla, Edward. Pero nada cambiará mi decisión sobre casarme con Ian. En ese momento se quedó en blanco. Sin decir nada, sin hacer nada. Se volvió a sentar a mi lado, mirándome intensamente. — ¿Lo amas? —preguntó sin vacilar. —Sí —respondí con un poco de duda. —No de la manera como amaste a Jacob, Bella… ¿Lo amas como a mí o al menos de esa forma? Dejando de lado el hecho de que te apoyó cuando yo no podía, ¿lo amas como me amaste algún día a mí? Me desarmé ante esa pregunta, pero… ¿Realmente amaba a Ian? Quiero decir, merecía volver a ser feliz. ¿Pero era necesariamente con Ian? Me hice un examen mental, descifrando mis sentimientos a por él. Lo amaba, sí, pero… Pero como amé en su momento a Jacob. —Nunca a nadie amaré como te amé a ti —fue lo único que respondí. Edward asintió con la cabeza, viendo el fuego. Se levantó y se paró frente a la chimenea, lo seguí, parándome detrás de él, queriendo tocarlo, él se volteó de repente, también queriéndome tocar. —Así que solo tengo está noche... Nuestra última noche...—susurró Edward. Me perdí en sus ojos esmeralda, viéndome intensamente. Pensé en los cuatro días aquí, atrapada... En todo lo que nos habíamos dicho. ¿Era la última en verdad? — ¿Solo tengo ésta noche, Bella? No sabía que decir, mi mirada estaba fija en él, sabía que podía ver mi confusión. ¿Qué decir? Al no responder nada, se acercó más a mí, quedando frente a frente, el fuego de la chimenea nos envolvía, nos protegía... Y nos dejó en nuestra burbuja. Dejé que todos mis pensamientos, recuerdos y confusiones se fueran. Dejé de pensar en Ian, Belle, Tanya, Nessie, en todos y solo me concentré en este momento. —Isabella —me llamó suavemente, pegándose a mí, y agarrando mi barbilla para verlo—, respóndeme, ¿es mi última noche? Mi mente gritaba no, mi cuerpo, mis sentidos... Pero de mi boca salió otra respuesta. —Sí —susurré. Edward tomó aire fuertemente, y lo dejó salir igual, golpeándome con su aliento. Se quedó un largo rato callado, y entonces volvió a hablar: —Entonces, la quiero aprovechar... 211 | P á g i n a

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Sus labios chocaron con los míos y nos besamos con fuerza, dolor y pasión. Hace años que no lo había besado de nuevo, excepto por esa vez en el hospital cuando encontramos a Nessie, había extrañado su boca, su aliento, su sabor. Ian no era Edward. Y por esa misma razón no podía amarlo como amaba a Edward. Mis brazos se colgaron de su cuello, abrazándolo a mí, besándonos más profundamente, él me agarró de la cintura, pegándome completamente a él. Teníamos que respirar, pero era más nuestra necesidad que nos seguimos besando, saboreándonos. Fue cuando jadeábamos que nos separamos, me besó el cuello, los ojos, la nariz, todo mi rostro. Como adorándome. Mis lágrimas quisieron salirse, lo había extrañado tanto… Poco a poco, nos fue acostando en el suelo de madera, no noté cuando fue que agarró una manta y la puso sobre el suelo. Sentir su peso de vuelta era un alivio, un tormento. Mis manos impacientes le empezaron a quitar su ropa, su suéter, su camisa… Y él también se deshizo de mi camiseta y chamarra. Poco a poco nos quedamos solamente en ropa interior, volviéndonos a descubrir nuestros cuerpos, nuestras almas. Edward me miraba jadeante, sus ojos verdes oscuros por el deseo. —Eres hermosa…—susurró, besándome mi cuello, quitándome mi sujetador. Quise decirle que lo había extrañado, pero no podía. Las sensaciones que volvía a sentir, besándome mis pechos y pezones, volviéndome a sentir como hace cinco años, era maravillosa, mágica. El sexo con Ian siempre había sido bueno, pero faltaba algo… Le faltaba esto, le faltaba la pasión que sentía con Edward. El amor… Fue tanta mi desesperación de tenerlo dentro mío, que técnicamente le arranqué sus boxers, él rió, quitándome más suavemente las bragas, bufé de exasperación, estaba a punto de hablar, cuando me calló, dándome un beso feroz. Se acomodó entre mis piernas y enredé las mías en su cintura, poco a poco fue entrando, sentí mil emociones, mil sensaciones. Él sólo cerró los ojos y gimió, dejando caer su cabeza en mi cuello, le acaricié el cabello, volviéndome a sentir en casa. —Se siente tan bien —susurré, besándole la cabeza. Él asintió, empezando suavemente a moverse. Esto era lo que necesitaba, lo que ansiaba. Estar conectada con Edward de esta manera, era nuestra manera de decirnos lo que no podíamos. Estar así, conectados de manera tan íntima, me permitía abrir mi corazón, mi alma a él. —Te he extrañado, Edward —susurré en su oído, abrazándolo a mí, él jadeó de sorpresa y me miró. —No sabes cuánto he esperado para escuchar eso nuevamente, Bella.

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No aguanté más y lo atraje a mí para besarlo, suave, dulcemente. Sus estocadas se fueron haciendo más fuertes, más salvajes. Mis caderas chocaban con las de él, sintiéndonos hasta el último centímetro. Me sentía viva de nuevo, amada, deseada. Cerré los ojos cuando esa sensación de éxtasis empezó a formarse en mi bajo vientre y se extendió por todo mi cuerpo, como corrientes eléctricas. Grité su nombre cuando me vine fuertemente. Edward me tomó de la cintura con una mano y la otra me la puso debajo de la rodilla, haciendo más fuerte, más profunda la entrada. Tampoco él duró mucho. Pero fue tan excitante. Tan dulce. Tan… Nosotros. Edward gritó mi nombre, y lo sentí en mí. Cerré los ojos nuevamente, había anhelado eso. Se dejó caer encima de mí, jadeando y dando suaves dulces en mis hombros y clavícula. Estuvimos así unos momentos, hasta que rodó y me acostó en su pecho. — ¿Por qué siempre es tan difícil que estemos juntos? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de andar con Tanya, hubiera andado contigo? Suspiré, acomodándome en su pecho. —No lo sé. Ninguna de las dos. Tal vez el universo nos odia o algo así… Y tal vez estaríamos así. Con las niñas. Juntos… Suspiró de nuevo, besándome otra vez. Me miró un momento, antes de volver a ver el fuego. Odiaba eso, odiaba que no me dijera nada. Pero yo era como él, tal vez él también odiaba eso. —Entonces…—carraspeó—. ¿Esto es el final? Puse mi barbilla sobre su pecho, esperando que me mirara, cuando lo hizo, me arrastré hasta llegar a su boca y besarlo lentamente, disfrutándolo. Ese beso significa todo y nada a la vez. Esta vez, me volvió a amar lentamente. Tomándose su tiempo, volviéndome a explorar, a explorarnos. Llegado un momento de la noche, me cargó, dejando el frío suelo, y yendo a la cama calientita. Volvimos a amarnos ahí. Era nuestra última noche, quería aprovecharla. Quería amarlo por última vez. Llegada la mañana, él y yo nos volveríamos a separar. Me dolía el pecho de hacerlo, pero teníamos qué… Ian no se merecía esto.

Mirarlo dormir mientras el amanecer anunciaba su llegada, era un placer que nunca olvidaría. Su rostro calmado, dulce, en paz. Con una sonrisa que, estaba segura, yo también tenía. Bostecé largamente, sin dejar de verlo, él arrugó la nariz, eso hacía cuando se empezaba a despertar. Era hora… —Edward —me arrastre a su oído y le susurré—. Te amo… Siempre lo haré…. Y te perdono. Él abrió los ojos, mirándome con lágrimas en los ojos. Esta había sido nuestra última noche. Lo sabíamos. Lo había perdonado. Así como había perdonado a Tanya, y me había perdonado a mí, que era lo más importante. Leer la carta de Tanya de nuevo me dio la valentía, saber que me había perdonado, que desde 213 | P á g i n a

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algún lugar del mundo, ella me perdonaba y yo a ella. Siempre la perdoné y a él, pero necesitaba esto. Mis momentos a solas, sin nadie. Llorar lo que no lloré, gritar, decirle todo lo que no podía o sabía decir. Fue mi momento de paz. Me tuve que alejar de todos, inclusive de él, entendiéndome finalmente. Edward no fue el malo en todo esto. Los tres tuvimos culpa. Los tres somos culpables. Nadie fue bueno ni malo aquí. Fue mi error sólo concentrarme en mi dolor, en mi humillación, que no noté el dolor de Edward- aunque haya sido un cabrón-, el dolor de Tanya. Lo que arruiné. Cómo me arruiné a mí misma, pero… Por extraño que parezca, él también se arruinó. Y los dos nos reparamos, juntos. Edward suspiró, dándome un beso en la frente. — ¿Es hora? —fue todo lo que preguntó. Yo sólo asentí. Él se paró lentamente, viéndome siempre a los ojos. — ¿Te puedo decir algo? —asentí con la cabeza, llorando—. Ahora que todo acabó, lo único que me queda es cómo vas a recordarme, y necesito que ese recuerdo sea fuerte y hermoso... Si yo sé que me recordaras así, podré dejarte ir sin tanto dolor. Fue imposible no llorar. Asentí con la cabeza, y me lancé a él. Los dos lloramos como no pudimos llorar en cinco años, lloramos el dolor, el coraje, el odio, el amor… No quería soltarlo, no podía. Pero la boda era en cinco horas. Y yo tenía que irme, no podía hacerle eso a Ian. —Edward —susurré entre lágrimas—. Debes llevarme de vuelta a Londres… —Lo sé, Bella…—se separó lentamente de mí, suspirando. Me sonrió y le regresé la sonrisa. Me besó suavemente—. Vístete. Regresaré por ti en media hora… Y con pesadez, con dolor, se levantó de la cama y se fue. Me quedé llorando aún un rato más. Me vestí con torpeza, casi sin querer hacerlo. No quería hacer esto. Pero Ian, Ian no merecía esto. Él merecía ser feliz. Aunque yo también.

El viaje de regreso fue igual de rápido que el de ida. Sólo que en este no nos separamos de las manos. Quería aprovechar los últimos momentos con él. Llegamos a mi departamento cuatro horas antes de la boda. El coche de Alyssa estaba estacionado frente al edificio. —Ellas te ayudaron, ¿verdad? —pregunté mientras se estacionaba. —Sí. Fue mi idea, pero ellas prepararon los tragos y la maletita. Son buenas amigas, no te enojes con ellas —me suplicó, viéndome a los ojos. Sonreí, negando con la cabeza. Realmente lo eran. Mi sonrisa se borró cuando me di cuenta que ya no podía retrasarlo más.

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—Las niñas estarán arriba, ¿no? —él asintió—. ¿Iras por Sarah? —Ella se quedó aquí, con Belle, Alyssa y Nessie. Las niñas creen que fuimos a un viaje de trabajo y que se quedaron en una tipo pijamada. Me reí ante la defensa de Edward. Me imaginaba cómo estaba Belle. Embarazada, con antojos y dos niñitas de cuatro años hiperactivas… Ese era su castigo, faltaba Alyssa. —Bella…—me volteé a verlo, preguntándole con la mirada. Me agarró de sorpresa que me agarrara de la nuca y me diera un beso salvaje. No pude más que regresarle el beso. No quería pensar que era el último, realmente. Me sentía demasiado confundida, ahora tenía miedo de lo que haría. Amaba a Edward, ya me lo había dicho a mí misma, pero no sabía si querer estar con él, tenía miedo. Y estaba comprometida con Ian, y también lo amaba. Era algo demasiado intenso para digerir a unas cuantas horas de la boda. El beso se fue haciendo más lento hasta simplemente mover los labios sincronizadamente, saboreándonos. Poco a poco, me separé de él. Suspiró y cerró los ojos un momento, descansando su frente en la mía. —Es hora…—volvió a susurrar, antes de separarse de mí y abrir la puerta. Asentí con la cabeza y también salí del coche. El aire frío me hizo despejar la cabeza un poco, primero era ver a mi hija, abrazarla. Después, pensar bien lo de Edward e Ian… A unas horas de la boda. Cuatro, para ser exacta.

Subimos en silencio hasta mi departamento, el de Ian estaba cerrado y no se veía nada. Suponía que no estaría en el edificio, sino en otro lugar. Ni siquiera traía llaves, así que tuvimos que tocar, cinco segundos después se escucharon unos pasos apresurados y dos golpes, más un ¡auch!, que supuse sería de las chicas. La puerta se abrió y Alyssa se asomó, jadeante y sobándose la cabeza. — ¡Bella, Edward! —exclamó, abriendo del todo la puerta y entrando, dándonos un abrazo. —Hola, Ally —sonrió Edward, un segundo solamente—. ¿Dónde está Sarah? — ¿Te irás de inmediato? —pregunté con cierta tristeza en la voz. Él asintió, sonriendo débilmente. —Ella estará impaciente por verme y tengo que…—suspiró pesadamente, viéndome derrotado—. No puedo, Bella. No puedo verte casarte con Ian después de lo que pasó anoche. Alyssa abrió los ojos cómicamente y abrió la boca igual. La ignoré. —Pero Nessie… —La veré mañana—me interrumpió—. ¿Están en el cuarto de Renesmee? Alyssa asintió, Edward caminó hacia ahí y yo me quedé paralizada. 215 | P á g i n a

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— ¿Qué paso anoche con Edward? —susurró Alyssa, cuando Edward entró al cuarto de Nessie y se escucharon los gritos de ellas. —Creo que ya lo sabes…—fue lo único que dije, antes de echar a caminar también. —Bella —Alyssa me agarró de la mano, parándome—. Antes que nada, la estilista llega en hora y media. Aún estas a tiempo, ¿sabes? Miré a mi amiga un momento. Quería llorar, no sabía qué hacer, estaba tensa, confundida. Negué con la cabeza y casi corrí al cuarto de mi hija. Cuando entré, las niñas estaban abrazadas a Edward, sonrientes, Edward sonreía débilmente, pero sus lo ojos decían todo. —Hola, niñas —murmuré, ellas se separaron de Edward y corrieron a mí. Las abracé fuertemente. Las había extrañado mucho. —Mamá, ¿cómo te fue en las vacaciones? —preguntó Nessie. —No fueron vacaciones, hija. Tenía que pensar y perdonar algunas cosas…—miré a Edward, él no me podía ver. — ¿Y lo logaste? —me preguntó Sarah, viéndome ansiosa. Sonreí, acariciándole el cabello. —Sí, pequeña. Lo logré. Sarah iba a decir algo más, pero Alyssa tocó a la puerta, dejando entrever su cabeza. —Bella… El vestido llegó hace veinte minutos. La estilista llegará en cualquier momento… —Sarah, vámonos —anunció Edward de repente, me giré a mirarlo, asustada. —Pero, papá…—empezó a replicar Renesmee. —Mañana pasaremos todo el día juntos, ¿de acuerdo, mi vida? —ella asintió, no tan satisfecha con eso— . Es la boda de tu mamá…—noté como se le cortaba la voz, se me hizo un nudo en la garganta y mis ojos se nublaron de lágrimas. — ¿No vas a i? —Renesmee abrió los ojos asustada. Edward negó con la cabeza. —No, hija…—me miró directamente, mientras agarraba la mano de Sarah—. Nos vemos después, Bella… Sus ojos decían tantas cosas, pero él estaba haciendo lo mismo que yo. Huyendo del dolor. Como hace cinco años… Ese fue tu error. —Edward… Él le dio un beso a Renesmee y pasó por mi lado, dándole otro beso a Alyssa. Ella notó nuestras miradas, y arrebató a Sarah de la mano de Edward. —La llevó al coche —sólo dijo antes de llevarse a Sarah, se paró y miró a Renesmee—. Ven, Nessie. Vamos a despedirlos.

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— ¡Sí! —Renesmee salió corriendo con ellas, yéndose contentas. La inocencia de los niños era mágica. Sarah me miró una vez antes de desaparecer por la puerta, y su mirada era triste y anhelante. Caminé a lado de Edward hasta la puerta. Antes de salir, él se volteó y me miró, con determinación. —No te cases. —Edward… —Por favor, Bella… No lo hagas—me agarró de los hombros suavemente—, no lo amas. Me amas a mí. Permíteme remedirme y hacerte feliz. Realmente no sabía que decir, tenía miedo. Estaba confundida, alterada… Me alejé un paso de él, negando con la cabeza, las lágrimas salían de mis ojos. —No puedo, Edward —susurré, sollozando—. No puedo hacerle esto a Ian, él no se lo merece. Me ha ayudado mucho, y lo amo a él también. —Pero no como a mí. Cerré los ojos. No, no podía… No debía… Me siguió los pasos, hasta casi llegar a la isla de la cocina. Me agarré a ella y lo miré negando. —Fue… Increíble lo de anoche, pero ya es el día. El pasado quedó donde debía quedar. —Bella —gimió, negué con fervor con la cabeza. —Adiós, Edward. Él me miró, buscando algo, pero no podía. Por favor, vete, vete ya… Tomó una fuerte bocanada de aire, antes de asentir con lentitud. —Adiós, Bella… Se dio la vuelta y caminó a la puerta. Se detuvo antes de abrirla para irse, se volvió a verme, y yo, sin saber por qué, o qué pasó, corrí a él, aventándome a sus brazos, besándolo nuevamente. No sé cuánto duramos en el beso, pero sólo sé que di todo en él. Se separó de mí bruscamente, saliendo por fin del departamento. Fue entonces que me rompí.

Lloré como niña pequeña sin saber cómo detenerme, Alyssa me encontró en mi cuarto, preparándome para meterme a bañar. —Bella, si no quieres, no te cases… Aún puedes ser feliz con Edward. Negué con la cabeza, limpiándome la cara. —Ian es mi prometido. Me casaré con él, no pudo hacer nada más…

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Ella me miró desaprobatoriamente, pero suspiró. —Belle no tarda en llegar, fue a la estética. Asentí con la cabeza, ella se fue y yo me metí a la ducha. Me pasé una hora en ella, sólo tratando de pensar. De saber qué hacer. Alguien venía a mi mente, cuando pensaba en Ian, no fue hasta que llegué a mi cuarto y me empecé a poner la ropa que estaba en la cama, que me acordé. Bree Tanner. Ella era como yo, de alguna manera. Bree amaba a Ian, y ella me vería casarme con él. Ian también aún la amaba. Y yo amaba a Edward. ¿Qué hacer? Oh, Dios, definitivamente, esto era una gran mierda. Decidí no pensar más, sino realmente me confundiría más y esto sería peor. Si es que eso era posible.

Belle llegó media hora después, junto con la estilista, yo ya había dejado de llorar y me había puesto mi ropa interior y una bata, como hace cinco años. Estaba teniendo un deja vú, y eso me ponía ansiosa. La estilista era una chica dulce y amable, de no más de 20 años, me enseñó a hacerme trenzas solas o diferentes peinados para Renesmee. Mi peinado me lo hizo sencillo, una corona de trenza que iniciaba en la parte izquierda de mi cabeza, desde el cuero cabelludo, hasta detrás de mi cabeza, en la parte derecha, en un moño sencillo, con algunos cabellos sueltos, rizados. Mi maquillaje, muy suave, resaltándome los ojos y la boca, mis mejillas estaban muy sonrojadas, mi confusión siempre hacía eso. —Permítame decirle, señorita —me dijo la estilista sonriendo, poniéndome unas orquídeas blancas pequeñas en el cabello y una un poco más grande en mi moño—, que usted será una novia hermosa. Le deseo felicidad, señorita Swan. Le sonreí, incapaz de decir algo. Ella terminó de arreglar mi peinado y maquillaje y admiró su obra. —Perfecta —dijo por última vez. Alyssa sonreía sinceramente, pero con deje de melancolía. Mi amiga condujo a la estilista a la puerta y pagó, yo me miré al espejo de la sala, donde ella me había arreglado, y cuando escuché la puerta cerrarse, yo me levanté del sillón y caminé a mi cuarto, mi amiga no me siguió. No lloraría. Lo había hecho durante mucho tiempo y mi decisión estaba tomada. Nadie podría hacerme cambiar de opinión… ¿O sí?

Llevaba cinco minutos viéndome al espejo, y el vestido que descansaba en mi cama, preparada para que me lo pusiera, volví a bajar la cabeza, intentado respirar. Ya tomaste la decisión, Isabella. No puedes echarte atrás. Hazlo.

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Respiré hondo y me separé de mi tocador, preparada para ponerme el vestido. Belle había llegado hace tres minutos, mínimo y la escuchaba hablar con Alyssa sobre sus males de embarazo, las náuseas aún la seguían, Renesmee bailoteaba a lado de ellas, la escuchaba cantar la canción de la princesa Aurora. El toque de la puerta fue lo que me detuvo, ¿quién podía ser? Todos estarían ya en la iglesia, y Edward… él estaría en su departamento, con Sarah, esperando el momento… Era bajo lo que pensaba hacer, pero era mi decisión. Caminé para quitarme la bata y ponerme el vestido, cuando una conmoción me detuvo. El abrir de la puerta, un grito de sorpresa y un forcejeo. — ¡Lárgate de aquí! —esa era Belle, sonaba molesta, asustada, en shock—. ¡¿Qué mierdas haces aquí?! ¡Lárgate antes de que llame a la policía! —No me hables en ese tono, Gabrielle. Reconocí la voz. Anastasia Evenson. Una rabia y odio aparecieron en mí, sin siquiera saber desde cuándo estaban ahí, salí rápidamente de mi habitación y me dirigí a la sala. Belle estaba detrás de Alyssa, y Renesmee en brazos de ella. Anastasia estaba a unos metros de distancia de ellas, la puerta cerrada. La maldita perra vestía elegantemente, como si fuera a una fiesta, en una postura elegante y delicada, como toda una dama de sociedad. —Lárgate de mi casa, Anastasia Evenson —mi voz sonó más fuerte de lo que pensé. Ella me miró sorprendida y sonrió. Me dieron ganas de quitarle esa sonrisa a golpes. Me puse frente a Alyssa y Nessie, protegiéndolas con mi cuerpo. —Buenos días, Isabella —saludó con voz monocorde—. ¿Preparada para tu boda, querida? —No me hagas usar la fuerza, Anastasia, lárgate o te saco a patas de mi casa y llamo a la policía. — ¿Por qué deberías hacerlo? Sólo he venido a hablar contigo… —Pues yo no tengo nada que hablar contigo—gruñí, viéndola amenazadoramente. —Isabella, ¿por qué esa hostilidad contra mí? Seré tu suegra. Y mi hijo, tu esposo —la muy maldita sonrió más anchamente, estaba dispuesta a caminar para rodear el sofá y sentarse, cuando volví a hablar. —Sé te olvida que secuestraste a mi hija y casi la matas. No fue pregunta. Era una acusación, y ella lo sabía. Su sonrisa despareció y se mostró nerviosa, fue imposible sonreír para mis adentros. Perra. —Eso fue… Un error —susurró, Alyssa me tuvo que agarrar del brazo para que no le saltara a golpearla. — ¿Un error, madre? —jadeó Belle, viéndola impresionada, después se echó a reír—. De verdad, madre, estás muy mal.

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—No me hables así, Gabrielle. Respétame, soy tu madre. —El respeto se gana, señora —escupí la palabra—, no se pide ni fuerza. No importa el parentesco que sea. Ella sólo me miró sin ninguna emoción, evaluándome. Le aguanté la mirada hasta que ella misma miro a otro lado, suspiró, y dejó caer los hombros, derrotada. Eso me dejó confundida. ¿Qué diablos…? —Quiero hablar en privado contigo, Isabella. Necesito —añadió cuando abrí la boca para hablar— saber si en verdad quieres esto. Si en verdad te casarás con mi hijo. Me quedé pasmada ante esa revelación y mi cuerpo se puso frío. ¿Que ella quería, qué? Negué con la cabeza, intentando disipar mi confusión, pero no sirvió de nada. Algo dentro de mí quería saber qué pasaba con Anastasia, qué era lo que me quería decir. Y yo necesitaba hablar con ella, arreglar asuntos pendientes. —Belle, Alyssa, llévense a Renesmee a su cuarto y quédense con ella, pase lo que pase no salgan hasta que yo les diga —ordené suavemente, sin dejar de verla a los ojos. Ella me sonrió suavemente. —Pero, Bella…—empezó a reclamar Alyssa. —Vamos, Alyssa —la interrumpió Belle, sentía sus ojos sobre mí, también evaluándome. Ella también quería que yo tuviera esa charla con su madre. Y de alguna manera, yo también. Escuché a Alyssa refunfuñar unos segundos, pero con un suspiro y un gruñido dio vuelta y escuché momentos después la vuelta cerrarse, mi hija se había quedado muy callada. Ella era como Edward, sabía cuándo quedarse callada y escuchar… Digna hija de su padre. —Antes que nada, Anastasia —empecé, después de unos momentos de silencio—. Quiero que sepas algo, si no he llamado a la policía o al menos haberte golpeado hasta dejarte inconsciente por el secuestro a mi hija, es por Belle. Sea como sea, ella te ama. Eres su madre, y no puedo darle ese tipo de escenas. Ni a mi hija. Lo que nos diferencia, Evenson, es que yo sí tengo clase. Anastasia formó una línea recta con sus labios, mostrando su enojo y repulsión, pero algo la hacía mantenerse callada. Después de unos tensos momentos, ella dejó salir el aire en un siseó y asintió con la cabeza. —Lo lamento… Jadeé ante esa palabra… ¿Anastasia Evenson pidiendo perdón? Esto era una pesadilla… ¿o un sueño? Me quedé un momento pensando. Ella no era el tipo de persona que pedía perdón, sólo ordenaba y ya. Me mordí el interior de mi mejilla unos momentos, hasta que caminé al salón y ella me siguió, me senté en un sofá chico y ella en el grande. La mesa de café nos separaba. El silencio nos embargó durante un largo rato, no sabía que decir, ni que hacer, esto era confuso, ¿por qué ella me pedía perdón, por qué ahora? —Lamento haber hecho lo que hice —susurró Anastasia—. Debo admitir que tuve problemas psicológicos… Los sigo teniendo, pero por mis hijos, me interné en un psiquiátrico. Evan me llevó ahí

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hace meses… Sí—se apresuró a añadir, al ver mi reacción—, Evan me encontró en enero y él fue quien me llevó a Suecia, a un psiquiátrico. Abrí la boca para hablar, pero ella levantó la mano, haciéndome callar. —Por favor, permíteme hablar. Se supone que no debería verte, pero tengo que hacerlo…—su mirada era ansiosa, intranquila—. Isabella, eres idéntica a Heidi, la mujer que me quitó el amor de mi marido, inclusive de mi hijo, es parte mi culpa, debo admitir —rió sin humor—, pero en ese momento no pensé, nunca. Siempre la vi a ella como la culpable de todo, pero ahora me doy cuenta que también es mi culpa. “Me alejé de mis hijos, de mi esposo, me concentré en mi carrera. En mí misma. Fue hasta que perdí a Belle, que me di cuenta de lo que pasaba. Perdí a mi esposo, gané su odio. Al igual que a mi hijo. Y la única que me amaba, la única que me respetaba y valoraba, la terminé de perder… Se quedó callada, con las lágrimas cayendo por sus mejillas. No entendía por qué diablos me decía esto. ¿Por qué ahora? ¿Qué ganaba? —También te culpé a ti. Te culpé, diciéndome que eras tú la que hacía a mi hija odiarme, que le lavabas el cerebro. No me di cuenta lo que hacía, lo que manchaba y mataba. Fue hasta que vi a Renesmee en el hospital, rodeada de esos tubos, tú con el padre de la niña, los dos dormidos, cuidando de ella, que me di cuenta de todo… — ¿Estuvo en el hospital después de que encontramos a mi hija? —grité. El odio volvió a mí, saber que mi pequeña estuvo en peligro por culpa de ella… —No te alteres, Isabella —me pidió, sonriendo levemente—, pero sí, estuve en el hospital ese día. Y me arrepentí tanto de lo que hice, ver a esa dulce niña rodeada de todos esos cables, tú con ojeras, y el padre de la niña, abrazada a ella y a ti, tomándote de la mano… Dañé a una inocente. —A demasiada gente, señora —murmuré, ella suspiró hondamente, en busca de aire. —Me arrepiento de ello. El secuestro de Heidi y Maggie nunca pensé que desataría todo eso. Yo nunca ordené que las mataran, sólo que las llevaran a un diferente lado, fuera del país… La miré de repente, interesada en lo que me decía, ella me miraba fijamente, con desesperación. —Realmente nunca ordené que las mataran… Lamento eso también, haber matado a tu tía y prima… —Esto es una mierda, señora… Ella no me contestó, sólo miró sus zapatos, no sabía qué hacía con ella aquí, debería mandarla callar y que se fuera de mi casa, y yo prepararme para… Para mi boda… — ¿Amas a mi hijo, Isabella? —su pregunta fue tan inesperada que me hizo respingar. — ¿Qué? — ¿Amas a Ian, Bella?

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Abrí los ojos sorprendida, era la primera vez que ella me decía Bella, sus ojos eran de preocupación materna. Sea como sea, siendo ella lo que era, Ian y Belle eran sus hijos, los amaba… El amor de madre era inevitable, grande… El lazo más fuerte del amor. No contesté, no sabía por qué, pero no podía hacerlo. Ella me sonrió, levemente irónica. —Yo me casé cuando había acabado mi carrera, entre los veintitrés y veinticuatro. Mi esposo no me ama, nunca lo hizo. Pero yo me obsesioné con él, diciéndome a mí misma que era amor, un amor pasional. Una noche, lo emborraché y me acosté con él, embarazándome a propósito. Ian me trajo muchas felicidades, nuevos sentimientos. Pero Evan seguía igual, su hijo era su todo. Pensé que un segundo hijo funcionaría, así que lo hice tener sexo conmigo y pronto estaba embarazada de Belle. Por una parte, fue hermoso tener a mi hijita, pero por otra, Evan se enamoró de Belle, la veía y cuidaba como yo quería que lo hiciera conmigo. Amaba a Belle y eso me daba celos. La llegué a odian. ¡Odiar a mi propia hija! Anastasia jadeó de horror, como si por primera vez se diera cuenta de lo que hizo en verdad. Negó con la cabeza, asustada de sí misma. —Aunque lo dudes, Isabella. Amo a mis hijos. Amo a mi esposo. Y me preocupo por ellos. Sé que mi hijo me desprecia, me odia. Y me lo he ganado a pulso, ese odio, ese rencor. Pero ahora, viéndote como te veo, y lo que vi hace unas horas atrás, tengo que preguntarte, Isabella, ¿amas a mi hijo? ¿Qué vio? Fue mi primera pregunta. ¿Cómo me ve? ¿Tan mal me veo? ¿Se ve mi confusión, mi terror? —Amas al padre de tu hija, lo sé, no hace falta adivinarlo. Desde esa noche en que los vi en el hospital, lo supe. El beso que él te dio hace horas atrás, antes de que se fuera desecho, me lo confirmó. Ahora, te vuelvo a preguntar, ¿amas a mi hijo? La miré con terror. Sea como sea, ella era la madre de Ian, le debía una explicación y necesitaba ordenar mis pensamientos. —No lo sé, Anastasia—dije sinceramente—. Amo a Ian, pero… —Amas más al padre de tu hija —terminó ella por mí. —A Edward —susurré, bajando la cabeza. Ella sólo se quedó callada, pensando. Suspiré, confesármelo en voz alta fue… Fue desgarrador. Desesperante. —No te cases. La voz de Anastasia era suave, apenas audible. Levanté la cabeza y la miré. — ¿Qué? —musité, frunciendo el ceño, confundida. —No te cases con mi hijo, no lo lastimes de esa forma… No lo lastimes como hice yo con Evan.

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Anastasia Evenson se fue después de eso. Simplemente me dijo eso y se fue, sonriéndome. —Toma la mejor decisión para todos, pero sobre todo para ti, para tu hija… No hagas sufrir a mi hijo… Sus palabras revoloteaban entre mi mente, confundiéndome. Belle y Alyssa sólo me miraron sin decirme nada. Me ayudaron a ponerme mi vestido blanco y prepararme para salir del departamento. Desde niña, cuando soñaba con mi boda, siempre sentía una profunda felicidad, sintiéndome soñadora. Pero en estos momentos, me sentía triste, no feliz, mi felicidad había desaparecido hace cuatro días, cuando volví a entrar al pasado, cerrar heridas y descubrir sentimientos. Nessie revoloteaba entre nosotras, luciendo su vestido de princesa azul claro. Estaba emocionada, quería ya pasar conmigo en el altar. Sonreía sólo por ella, mi mente era un caos, no era mi día perfecto como siempre lo pensé. —Es hora —susurró Belle, viéndome ansiosa. La visita de su madre le había hecho ponerse nerviosa. Agarré su mano y me vi por última vez en el espejo. Mi vestido era sin mangas, escote en forma de corazón, con una cinta negra de satín en la cintura, un pequeño dije de estrellas de cristal. Completamente pegado hasta las rodillas que empezaba a tener un poco de vuelo. Una tela blanca de encaje de formas cubría el satín blanco. Una pequeña cola salía de atrás del vestido. Sencillo, hermoso. Perfecto. Pero no lo sentía mío. Por algún motivo, no sentía este vestido el perfecto para casarme, en su momento lo amé, me encantó y me enamoró, pero ahora… Alyssa agarró parte de su vestido para caminar más deprisa y jalo el velo de mi cama, para ponérmelo, arreglando mi peinado como le enseñó la estilista. El vestido de Alyssa y Belle, y las demás damas de honor, eran lilas suaves, de escote en corazón, pegados a la cintura y con vuelo hasta los pies, la parte de los senos estaba enfundada en una seda, un tono más fuerte que lo demás del vestido, con pedrería enmarcando el escote de corazón. Escondía la panza de Belle, ahora se le veía como un pequeño melón en crecimiento. Me recordaba tanto a cuando yo estaba embarazada de Nessie. Por un momento, mientras esperábamos a que Alec y Jake llegaran con el coche, me puse a pensar en qué habría pasado si yo no me hubiera ido, si hubiera escuchado a Edward en esos meses antes de la boda. ¿Habría hecho que la pararan? ¿Habría permitido que él se casara sabiendo la verdad? No. Al menos yo no. Si Tanya y yo hubiéramos hablado, si yo no hubiera evadido a mi hermana, ella me habría dicho la verdad y yo… ¿Yo qué hubiera hecho? Reí ante mi pensamiento. Lo primero, ir a golpear a Edward. Duro. Por haberme engañado y ocultado la verdad. Segundo, hablar con él, bien, aclarar lo que debí haber dicho hace años. Tanya me hubiera jalado de las orejas si no hubiera hecho nada. Como estoy segura me las jalaría ahora por lo que estaba haciendo.

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Si no estás segura, si amas a Ian como amas a Edward, y estás completamente segura de tus pensamientos, sobre todo después de haber hablado con la madre de Ian, no te cases con él. Porque entonces… Entonces serás como yo. Serás como Anastasia. El pensamiento no era mío, me había llegado de la nada, como si hubiera escuchado a Tanya a mi lado y me estuviera regañando. Jadeé al darme cuenta de la verdad. —Bella…—pero la voz de Alyssa me hizo volverme, rompiendo mi línea de pensamientos—. Es hora, amiga… Se veía derrotada, feliz, melancólica. Demasiadas emociones en una persona, creo que estaba peor yo. Con un suspiro empecé a caminar a la sala, Alec y Jake estaban ahí, al lado de Belle y Leah. Se veían entre nerviosos y ansiosos. Traté de sonreírle con emoción, pero no podía, estaba demasiado ansiosa, mis ganas de llorar me tenían al límite. Mis nervios estaban por colapsar, ¡esto no me podía estar pasando ahora! No después de todo lo que pase, lo que sufrí, lo que descubrí. No después de haber encontrado de nuevo el amor… ¿O haberlo re-encontrado? Eres una tonta, sigues con este juego cuando tú misma sabes que ya no puedes casarte con Ian, ¿qué esperas? ¿Humillarlo frente a todos al decir no? ¿Por qué no mejor correr ahora? No. No iba a correr, a huir nuevamente. ¿Y entonces? ¿Casarte con él, volverte como Anastasia, encadenarlo a un amor, que es más amor de amigos, de hermanos? ¡Maldita voz interior! ¿Por qué mierdas apareces ahora, cuando menos te necesito? Cinco años desaparecida, para venirme a joder ahora. Para venir a hacerme pensar, analizar… — ¿Estás lista? —miré a Jake, él me conocía mejor que nadie. Mi mejor amigo, mi confidente. Se veía preocupado, ¿se habrá enterado de mi secuestro? Su cara no mostraba enojo, sino más bien decepción. —Claro —sonreí. Me alargó la mano y la tomé, dándonos apoyo mutuo. Habíamos sido mejores amigos, novios y compañeros, era mi hermano. Lo que Edward en su momento fue, años atrás. Salimos del edifico, el viento frío, aunque ya era marzo, me golpeó el rostro. Pero eso no ayudó en nada, no pude aclararme. Gruñí, subiendo al auto negro. Jake subió después. Mi papá estaría en la iglesia, preparado para entregarme al altar. Tragué saliva y cerré los ojos, intenté pensar, decidir qué hacer. Me parecía increíble que a pesar que estaba de camino a la Iglesia, no sabía bien qué hacer. Pare el auto, quería decir. Gritar. De media vuelta, al otro lado de la ciudad. Me sabía la dirección de Edward de memoria. Sabía que él estaría ahí, con Sarah, esperando el momento justo para que la niña se durmiera y él podría romperse libremente. Temblé. Jacob me miró suspicaz, pero no lo miré.

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No me di cuenta cuando llegamos, sino hasta que Jake abrió la puerta y salió. La mano de mi padre entró a mi campo de visión, me la quedé mirando un largo rato, sabiendo si tomarla o no. El rostro de Charlie apareció frente a mí, sonriéndome pacientemente. Él vio mi miedo, mi indecisión. —Bella…—suspiró, sentándose a mi lado, con un gruñido. Odiaba los trajes de gala, reí levemente, pero la última nota sonó desesperada. Al borde del llanto—. ¿Qué pasa, Bells? Bajé la mirada, sin saber qué hacer. ¿Se lo decía todo? —Ya no… estoy tan segura de casarme, papá. Tengo miedo —confesé. Él rió, sorprendiéndome. —Hablaste con Edward. Volví a jadear, abriendo los ojos, sorprendida. — ¿Cómo…? —No soy tonto, Bella —me interrumpió—, puedo ver tu miedo, pero nunca pensé que tu indecisión fuera tan potente. Desde el momento en que no bajaste del auto, enseguida de Jake, me hizo pensar. Todos esos cabos sueltos… Estos cuatro días que estuviste fuera, según Alyssa y Belle, pensando y analizando, en realidad estuviste con Edward, ¿no? No tuve el valor para alzar la mirada al responder. —Sí. Hablamos y… Y nos perdonamos. Charlie volvió a reír y murmuró algo entre dientes. —Mira, Isabella —él nunca me decía así, a menos que fuera algo de importancia—, la única que sabrá que hacer, eres tú, yo te puedo dar varios consejos, pero realmente sólo tú sabes que es lo mejor para ti… Y para Renesmee. ¿Casándote con Ian las hará feliz? ¿Regresando con Edward, y darle a sus hijas una familia, las hará feliz? ¿Perdonarte y saber cuál es tu verdadera felicidad, sin importar el pasado o el futuro, si no el ahora, las hará feliz? No respondí. Charlie me abrazó contra su pecho y nos quedamos esperando unos momentos. —Hija, Ian te espera. Pero tu hija también. Tu futuro y tu felicidad. Sabes en manos de quién están. Se bajó del coche y me volvió a dar la mano. Esta vez la tomé, pensar o no, hacer o no… Decidir o dejar al destino fluir… Tomé la mano de mi padre y me preparé para lo que vendría.

Todos estaban dentro de la Iglesia, mis damas de honor me miraron sonrientes, pero algo en ellas me confundía. Todas me dieron un beso en la mejilla y empezaron a caminar hacia la Iglesia, Nessie se fue de la mano de Alyssa, saltando, pero de ansia, no de felicidad. Fruncía el ceño, entre ansiosa, nerviosa, esperando algo. Como la noche de Navidad, en que ya quería ver los regalos. 225 | P á g i n a

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La marcha nupcial sonó y antes de que me diera cuenta que caminaba del brazo de mi padre, perdida en mis pensamientos, viendo a todos lados, buscando algo. Temblaba, pero ahora por miedo, quería llorar. Lamentablemente no de emoción. Al final del altar vislumbre a Ian, viéndome sonriente, ansioso. Se veía su manzana de Adán subir y bajar, tragando difícilmente. Miré a los lados nuevamente, y mi mirada se quedó en una persona. Una chica en la tercera fila, en la orilla. Ella miraba a Ian y me miraba a mí, se veía… Como yo. Como yo hace cinco años atrás, en la boda de Edward y Tanya. Bree estaba a punto de quebrarse, pero cuando nuestras miradas se encontraron, ella me miró con esos ojos azules, demostrándome todo su dolor y… Resignación. Me mantuvo la mirada hasta que pase a lado de ella, que fue cuando la bajó, cerrando los ojos un momento. No seas como yo. Las palabras de Anastasia flotaron en mi mente, cuando vi a Ian con el temor en sus ojos azules. Bajé la mirada, hasta que estuve frente a él y mi padre me entregó a Ian, no dijo nada. Sólo sonrió y me guiñó un ojo, se fue a sentar a lado de Sue, la marcha dejó de sonar e Ian y yo nos movimos a estar frente del padre, que nos veía con suspicacia. Nos sonrió y con un movimiento de mano, ordenó que se sentaran. —Hermanos —su voz potente me hizo estremecer, respiré profundamente, intentando relajarme—, estamos aquí reunidos para unir a éste hombre y ésta mujer en sagrado matrimonio. Esperó unos momentos, como analizando nuestras reacciones. Luego sonrió, como sabiendo algo que nosotros no sabíamos. —Antes que nada, hijos, quiero que recuerden que el matrimonio no es juego de niños. Es un juego de adultos, de dos personas que han decidido unir sus vidas por amor, una a la otra. Para aconsejarse, ayudarse, complementarse. El amor no es fácil, no es racional y a veces es incomprensible. El amor también lastima, a veces sin querer ni saberlo, pero también es lo suficientemente fuerte como para saber perdonar y continuar, para empezar de nuevo… Isabella Swan, Ian Evenson —los dos respingamos, como si el que nos llamara por nuestros nombres nos hubiera llamado la atención. Miré al padre con ojos muy abiertos, por el rabillo del ojo puede ver a Ian tragar en seco—. Hijos míos, ¿vienen aquí por voluntad propia? Asentí levemente, e Ian también. Mi indecisión aumentaba a ratos, necesitaba huir de ahí… Hablar con Ian. —Entonces —su voz se elevó una octava, viéndonos seriamente—. ¿Estás dispuestos a unir sus vidas en sagrado matrimonio? —volvimos a sentir, esta vez ya no tan seguros. El padre nos miró severamente—. Muy bien, pues… Véanse de frente y agárrense de las manos—hicimos lo que el padre nos pedía, noté a Ian temblar, y yo también temblaba, sus ojos estaban llenos de miedo, confusión… El padre se puso frente a nosotros—. Ian Evenson, ¿aceptas a Isabella Marie Swan como tu esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separé, y —añadió fuertemente—, amarla como dices amarla?

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Quise reír ante la pregunta del padre, me confundió por completo, pero al recordar que el padre conocía a los Evenson desde hace años, algo hizo click en mí. Ian tardó en contestar, sus ojos me miraban ansiosos. Sin quererlo, sus ojos viajaron a donde Bree estaba y mi corazón lo entendió… —Yo…—susurró. Mi mirada viajó de él a Bree, que veía a Ian desesperada. Los miré por unos momentos, realmente asustada, hasta que mi mirada captó unos cabellos cobrizos, al fondo de la sala, junto a unos dorados. Sarah y Edward nos veían acongojados. Me encogí sobre mí misma. No seas como Tanya, como Anastasia, tienes la oportunidad de unir a dos almas, de unirte con tu verdadero amor, ¿en verdad quieres hacer lo que ellas te hicieron? ¿Quieres convertirte en lo que algún día odiaste, en lo que te hizo infeliz? —Padre —interrumpí, mirando al padre, él me sonrió, Ian me miró confundido—, ¿puedo hablar con Ian un minuto a solas? El padre sonrió ampliamente y me señaló una puerta. —Adelante, hija…—agarré a Ian de la mano y caminé con él hacía la puertita. Entramos, escuchando los murmullos de los demás creciendo a grandes pasos. Ian cerró la puerta después de entrar, el cuartito era como un confesionario, con una gran cruz de plata en el fondo. Un reclinadero rojo frente a él. Me fui a recargar un momento en él, tratando de pensar. —Una vez me dijiste —empecé— que si algún día volvía a encontrar ese amor perdido, tú me entenderías… —Bella…—Ian se acercó a mí y me tomó de las manos, levantándome y viéndome a los ojos—. Sé que estos cuatro días que te desapareciste, no fueron de vacaciones relajantes, como me dijeron Alyssa y Belle. Sé que estuviste con Edward. Que hablaron y se perdonaron. — ¿Cómo…? —intenté hablar. —Lo sé por tus ojos. Y también… —bajó la cabeza un momento—. Porque yo hablé esos días con Bree y… —También se perdonaron —completé. Ian asintió con la cabeza, viéndome a los ojos. Nos quedamos un momento en silencio, sin saber que decir. — ¿Estás… seguro de casarte conmigo, aun sabiendo lo que sabes? ¿Aun sabiendo que puedes ser feliz con Bree? Ian no me respondió, miró al piso, encontrándose consigo mismo, intentando entenderse. Al igual que yo lo hice momentos atrás. Las palabras del padre, la mirada de Bree, recordándome a mí misma hace cinco años, el silencio de Ian, el ver a Edward y Sarah juntos, esperando, me hicieron decidir. —Porque yo no —Ian me miró sorprendido—. Yo no estoy dispuesta a privarte, y privarme de esa felicidad. Sé que podríamos ser felices juntos, pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Nuestro amor es suficiente? La mirada de Ian me confirmó lo que ya sabía. Sonreí. 227 | P á g i n a

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—La amas, Ian. Amas a Bree… Yo te amo —le agarré su rostro entre mis manos—, pero no como amo a Edward. Y tú me amas, pero no como a Bree. ¿Por qué hacernos sufrir? —Te prometí casarme contigo —susurró, pero negué con la cabeza. —Esa promesa puedes olvidarla. No podemos casarnos simplemente por una promesa, que no se basa más que en el amor de hermanos. ¿A dónde nos llevará eso, entonces, en el futuro? Si con el tiempo, tú me llegaras a reclamar, o yo, que nos casamos por una promesa… Su mirada azul miró el suelo unos momentos, antes de sonreír y abrazarme fuertemente, me alzó y yo grité, sorprendida. —Gracias, Bella…—me bajó del suelo y me miró sonriente—. Realmente no sabía cómo parar esto. Yo… —No hace falte que digamos más —lo interrumpí—. Vamos… —Déjame decirlo yo. Anunciarles. Salimos del cuartito, sonrientes los dos, los murmullos se callaron, y pude ver a Edward bajar los hombros derrotado, iba a moverse, pero Sarah lo paró. Una sonrisa apareció lentamente en el rostro hermoso de esa niña. Llegamos con el padre y él nos sonrió, volvió a vernos como si supiera algo que nosotros no. —Padre —Ian no me soltó la mano, habló con voz fuerte—, Isabella y yo hablamos y… Pude sentir el aire tenso en cuanto Ian hizo esa pausa, sin saber bien cómo decirlo. Sonreí después de toda la tensión que sentí. Era lo correcto. —No podemos casarnos —dije yo, Ian me vio, sonriendo, de acuerdo con la palabra. El grito colectivo del ¿QUÉ?, más algunos jadeos me hicieron reír suavemente. El padre alzó las manos al cielo y rió. —Al fin, Señor —me sorprendió lo que dijo el padre, y lo mostré en respingo de sorpresa. El me miró sonriente—. Hija, he visto muchos matrimonios como el de ustedes, por la fuerza o alguna otra razón. Años después, ellos vienen a mí, pidiendo la absolvencia del matrimonio. Realmente quiero a Ian y a los Evenson como hijos míos, y no me gustaría que ustedes fueran parte de esos matrimonios. Perdonar y comenzar de nuevo es la mejor cura. Nos guiño un ojo y yo sólo pude reír, mi desesperación de antes había acabado. Me volví para ver a mi familia, mi padre me sonreía, aliviado y feliz. Algunos invitados se veían desconcertados, otros aliviados. Mis amigos se veían un poco en shock, pero empezaron a reír. Emmett empezó a pedir el dinero de una apuesta a los chicos… Idiota Cullen. Mi ojos vagaron hasta encontrarme con Bree, ella estaba pálida, confundida y en shock. Tomé la mano de Ian y me acerqué a ella, Bree no hizo nada para cambiar su postura. Sería muy Cupido, pero… Se los debía. —Bree —ella me miró con los ojos muy abiertos, le tomé la mano y junté las de los dos, ellos miraron sus manos y se volvieron a mirar a los ojos. Sonreí—. Tienes otra oportunidad. No la desperdicies y… Sean felices. Ian me sonrió en agradecimiento y con leí en sus labios gracias. 228 | P á g i n a

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—Gracias, Bella…—la dulce voz de Bree se cortó y las lágrimas salieron, se abrazó a Ian y él suspiró abrazándola—. Sé tú también feliz… Asentí con la cabeza. Me volví en busca de mi hija, Renesmee corrió a mí, sonriendo divertida. La tomé de la mano y caminamos a la salida, los murmullos se extendían detrás de mí, pero poco me importó. Tenía que llegar a alguien… Edward me miraba también en shock, Sarah veía a Renesmee, riendo las dos, mi hija se soltó de mí y corrió a su hermana, Sarah la abrazó y se quedaron a un lado de nosotras de espectadoras, cuchicheándose entre sí. — ¿Qué acabas de hacer, Isabella Swan? —fue lo primero que susurró Edward. Yo sonreí. —Lo correcto. Me pediste que siguiera a mi corazón. No sé si estoy haciendo bien, si esto tendrá futuro o qué, pero es lo que mi corazón dicta. No quería ser como Tanya, como Anastasia. Tengo una oportunidad más contigo, ésta vez no pienso desaprovecharla… Mi discurso salió desde lo hondo de mi corazón. Edward empezó a sonreír, luciendo más libre. Negó con la cabeza viendo a nuestras hijas, luego volvió su mirada a mí. — ¿Haciendo las cosas bien ésta vez? —me preguntó. —Haciendo las cosas bien ésta vez—afirmé, él rió. Y en frente de toda la gente que seguía murmurando, me abalancé sobre él y lo besé, escuchando gritos, tanto efusivos como confundidos y sorprendidos. Pero ésta vez bien, de verdad… susurró mi mente. Mientras lo besaba, con nuestras hijas riendo risueñas, mi familia jubilosa, y sabiendo a Ian con Bree, lo supe. Había valido la pena todo. Absolutamente todo. FIN.

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EPÍLOGO. Dos años después… — ¡Bella, ya llegó la estilista! Traté de apurarme en terminarme de bañar. — ¡Dile que ya voy! —grité, enjaguándome mi cuerpo. Estaba nerviosa, demasiado nerviosa. Cerré los ojos nuevamente. No podía creer todo lo que había pasado en estos dos años. Edward y yo lo habíamos intentado, desde el principio. Esta vez lo hicimos bien. Salimos varias veces, algunas con las niñas, otras solamente él y yo. Era agradable iniciar de nuevo desde el principio. Ian y Bree también lo estaban haciendo, algunas veces salimos los cuatro, conociéndonos. Bree era una chica muy divertida y agradable. Ian cambió de opinión respecto a Edward, y Edward e Ian se convirtieron en buenos amigos, para sorpresa mía. Belle tuvo a su bebe en octubre, adelantándose una semana la pequeña Carol. Inclusive Alyssa estaba saliendo con un joven doctor que ingresó al hospital. Fue una casualidad del destino que ese doctor fuera Henry, el padre de su bebé, el amor de su vida. Yo no lo conocí sino hasta dos meses después, cuando Alyssa aceptó estar saliendo con él. Edward y yo nos mudamos a vivir juntos un año después. Las niñas estaban muy emocionadas de que su padre estuviera aquí, y Sarah estaba feliz de tener una mamá. Mi pequeña Nessie era feliz teniendo al fin la familia que ella deseó. Su padre, su madre y su hermana. Y yo también lo era, el sueño que creí lejano, estaba en mis manos, había días en que me despertaba asustada, creyendo que todo era un sueño y nada era real. Estaba tan acostumbrada a estar sola, que despertar con Edward era una sorpresa cada día. No teníamos una relación perfecta, pero cuando teníamos problemas, esta vez no salíamos de un cuarto hasta hablarlo. Aprendimos bien la lección y tratábamos de siempre ser comunicativos. La mayoría de los problemas de pareja era por la falta de comunicación… A veces había demasiada comunicación entre nosotros, pero me encantaba. Así estaba segura que podíamos hacerlo. Me había pedido matrimonio cuando cumplimos los dos años de novios. Fue algo dulce, en realidad. Me llevó a cenar al que se convirtió en mi restaurante favorito, de tanto que íbamos ahí para cenar en nuestras salidas.

Ese día me había pedido que me arreglara, terminando su turno, me invitaría a cenar. Belle se había mudado con Alec dos meses después de mi boda no boda, pero ella se quedaría con Alyssa y las niñas, viendo películas.

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—Noche de chicas —había dicho mi amiga, moviendo las caderas y enseñando el bote de helado de chocolate. Me reí mientras me terminaba de poner los aretes. —Te ves muy bonita, mami —dijo Sarah, entrando a la cocina con su osito de peluche. Las niñas tenían siete años, pero mi pequeña Sarah aún usaba su peluche para dormir, así como Renesmee usaba su mantita de estrellas, con la que la envolvía cada noche cuando era una bebé y su león, que Edward me había regalado cuando era yo una niña. —Gracias, mi amor —me agaché a su altura y le di un suave beso en la frente. Sarah me había dicho, cuando les dijimos la noticia de que se mudaban aquí con nosotras, si me podía decir mamá y podía ser su mamá. La tomé en mis brazos y le dije que por supuesto, desde ese día, yo era madre de Sarah. — ¡Mamá! —Renesmee entró corriendo en la cocina, abrazando a Sarah desde la espalda, Sarah trastabillo, pero recuperó el equilibrio, se rió viendo a Renesmee sobre el hombro—. ¡Tía Alyssa quiere ver Diario de una Pasión, pero nosotras no! ¡Queremos ver Barbie y Las tres Moqueteras! —Mosqueteras, enana —la corrigió Alyssa, entrando después de ella—. Y, ¡vamos! Ya son grandecitas, tiene que aprender lo que significa el amor. —Pero no con esa película, Alyssa —le dije yo, viéndola sonriente—. Tiene escenas para mayores de dieciocho. —Para cuando lleguemos a ese punto, las niñas estarán tan distraídas que ni cuenta se darán, Bells. —No —concluí—. Vean una adecuada para niñas. Miré a Belle, quien asintió riéndose. Alyssa puso mala cara y miro mal a las niñas. —Soplonas —susurró. Sarah y Renesmee gritaron y persiguieron a Alyssa, ella también gritó y salió corriendo de la cocina. Me eche a reír con Belle. El timbre de la puerta sonó y escuché los pasos de las niñas corriendo a la puerta. — ¡Papá! —escuché que gritaban. Sonreí, poniéndome nerviosa. Alisé las arrugas invisibles de mi vestido azul y me alisé el cabello. Alyssa me lo había acomodado, de modo que las hondas se vieran sexys. —Tranquila, Bella, ni que fuera a decirte algo malo Edward —dijo Belle, acercándose a mí, no pude escuchar la respuesta de Edward, pero sí las risas de mis hijas—. Además, varias veces han salido solos. No será nada malo. —Siento que esta noche algo será diferente, Belle —admití. Edward apareció en la puerta de la cocina, con las niñas en los brazos, sonriéndome dulcemente. Le regresé la sonrisa como tonta. Me di cuenta que llevaba un traje negro, ni llevaba los jeans y camiseta roja, con chaqueta negra con la que se fue en la mañana. —Hey —me saludó. —Hey.

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Belle aplaudió dos veces y sonrió, saltando levemente. Les hizo una seña a las niñas y ellas saltaron de los brazos de su padre y corrieron con ella. Belle nos sonrió pícara. —Bueno, tórtolos, váyanse a cenar que las peques se quedan en buenas manos, ¿verdad? —le preguntó a las niñas. Ellas la miraron fijamente y luego entre ellas. —No veremos Diario de una Pasión —dijeron al mismo tiempo. — ¡Ah! —gritó decepcionada Alyssa desde la sala. Las niñas rieron y corrieron a nosotros, me agaché para estar a su altura. —Adiós, mamá —me dieron un beso en la mejilla al mismo tiempo, luego hicieron los mismo con su papá—. Adiós, papá… Pórtense bien. Edward y yo nos quedamos pasmados un momento, mis hijas salieron corriendo y Belle y Alyssa soltaron la carcajada, me puse roja, mientras Edward sonreía tímidamente, tomándome de la mano. —Dios, tenemos que tener más cuidado ahora —me susurró mientras tomaba mi bolso y salíamos del departamento, solté una risita nerviosa.

El restaurante estaba lleno de gente, las reservaciones que Edward había hecho nos salvaron de esperar horas a que una mesa se desocupara. Comimos entre risas, sin dejarnos de tomar la mano, pero veía que Edward estaba nervioso. —Muy bien, ¿qué pasa? —le pregunté cuando nos sirvieron el postre. —Nada, mi amor —dijo sorprendido, pero con un toque de nerviosismo. —Edward…—advertí. Él suspiró y miró a todos lados, nervioso, hizo una seña y luego me volteó a ver sonriente. Me quedé un momento congelada, intentando descifrar esa seña. Lo miré mal hasta que él me sonrió y me tomó de la mano. Sus ojos verdes se volvieron más cálidos de lo que ya eran y su sonrisa fácil me hizo impedir verlo feo, le regresé la sonrisa, mirándole con amor. —Bella —empezó Edward—. Hemos pasado por muchas cosas juntos, desde las buenas y las malas, desde las desgracias e inclusive el odio. El rencor y de nuevo al amor. La jodí muchas veces y he pagado caro el precio, te perdí una vez y no estoy dispuesto a volver a perderte. No puedo decirte te he amado desde la primer vez que te vi, porque aunque sé que es verdad, no te amé más que como mi amiga. Tuvo que pasar muchas cosas, tuve que caer bajo y en ese proceso hacerte a ti también caer, para entenderlo. Te amo, Isabella. Amo a nuestras hijas, amo cada momento que paso contigo. No puedo imaginar mi vida sin ti, ya eres parte de ella desde hace mucho. Belli-bells —jadeé ante su apodo, hacía años que ya no me decía así, mis ojos estaban abnegados de lágrimas por todo lo que me había dicho—, ¿quieres ser la mujer de mis próximos hijos, la mujer que comparta cada día que me falta por vivir conmigo? ¿Quieres ser mi esposa? 232 | P á g i n a

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Mis lágrimas salieron de mis ojos, pero esta vez eran diferentes. Eran lágrimas de alegría, de felicidad. No podía hablar, estaba demasiado impresionada, lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza, sin dejar de ver los ojos de Edward, sin dejar su cálida mano. —Aceptó —susurré, con la voz ahogada. Edward sacó de su bolsillo de saco una pequeña caja negra de terciopelo. Sacó un hermoso anillo de compromiso, de banda plateada y un pequeño zafiro azul cobre. Intenso y precioso, era sencillo, pero perfecto. Hermoso, un toque de verde esmeralda, como sus ojos, y uno más de chocolate intenso, como mis ojos, rodeaban el zafiro. —Lo vi hace unas semanas atrás, y pensé que era perfecto —me explicó Edward, poniéndome el anillo con suavidad. Era cierto, me encantaba y era nuestro. —Te amo —dije volviendo a ver a mi ahora prometido. Edward sonrió y se levantó, tomando de la cintura y parándome también. Al pararme, una suave canción empezó a sonar y la reconocí. —Te amo —murmuré, volviendo a sentir las lágrimas salir de mis ojos, me besó suavemente, abrazándome.

Belle, Alyssa, Nessie y Sarah fueron las primeras en enterarse de nuestro compromiso. Mis hijas saltaron y se abrazaron, felices. Alyssa y Belle sólo corrieron a ver mi anillo y abrazarnos, también dando saltos. Me reí ante la emoción de mis chicas. Edward reía, sin soltarme la cintura. Después de ese día, todo se volvió un caos. Se volvieron a hacer los preparativos de la boda, mi familia estaba feliz, e inclusive Ian estaba emocionado por la boda, él se casaría en un mes con Bree. Todo estaba yendo a su rumbo, todo estaba cayendo donde tenía que caer. La boda de Ian fue dos meses antes que la mía, Bree se veía preciosa y muy feliz, inclusive lloró al decir los votos, al igual que Ian. Edward y yo estábamos tomados de la mano, estaba feliz por Ian y pensé qué hubiera pasado si nos hubiéramos casados. Estaba segura que al menos lo habríamos intentado, pero yo siempre me habría quedado con esa duda con Edward, él con la duda de Bree, y yo hubiera hecho lo mismo que Tanya y Anastasia hicieron. Mi presente era mí ahora, estar con Edward era mí ahora. A Ian siempre lo amaría como un amigo, él y Bree terminarían con su historia, esa historia que Anastasia quebró, empezarían inclusive una mejor. Ian y Bree no podían dejar de sonreír, inclusive Anastasia fue a la boda, pidiendo perdón a Bree y a Ian, era su madre e Ian no podía odiarla, al final había actuado por amor. Edward e Ian pasaron la mayor parte de la fiesta riendo, Bree y yo estábamos hablando de bebés, ya que ella estaba embarazada de tres meses, y esta noche se lo diría a Ian. Con cada día que pasara, yo estaba más nerviosa, esperando y rezando que todo saliera como lo había planeado. Mi vestido lo había mandado a hacer, Edward y yo acabábamos todos los días exhaustos, de tanto ir de aquí a allá, buscando el salón, la iglesia, haciendo los preparativos, ir a dejar la invitación de la boda. La cena de ensayo fue más fácil, todo era risas y palabras tiernas. 233 | P á g i n a

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Esta vez no hubo secuestro. Me eché a reír cuando recordé que Belle y Alyssa no dejaron entrar a Edward al departamento la noche pasada. —Es de mala suerte ver a la novia antes de la boda, ¡y ustedes ya tuvieron suficiente mala suerte! ¡Largo de aquí, Cullen! —gritó Belle, haciéndome reír desde mi cuarto. Mis hijas rieron conmigo, abucheando también a su padre. La noche la pasamos entre pláticas y películas, fue diferente a mi despedida de soltera con Ian. Fue más relajada, más divertida. Mis hijas se fueron a dormir relativamente temprano y mis amigas y yo seguimos recordando. Desde la primera vez que nos conocimos todos, como Edward y yo nos conocimos, y nos hicimos amigos. Hablar de Tanya ya no me era tan doloroso, su carta –y la plática con la señora Evenson– fue lo que me hizo darme cuenta de todo. Yo necesitaba el perdón de mi hermana de alguna manera, y ella me lo había dado sin siquiera saber completamente todo, sin saber que Edward y yo habíamos tenido una hija, pero ella me perdonó. Sea como sea, me perdonó y yo a ella. Hablar de cuando fui la amante de Edward era más fácil, obviamente no tocamos ese tema mucho. Ellas me hicieron mi noche más corta y calmaron mis nervios. Pero a la mañana siguiente, yo era un nudo de nervios. Estaba demasiado ansiosa, y emocionada. Eran emociones tan diferentes a cuando me iba a casar con Ian. Diferentes y más poderosas. Regresé a mi realidad al sentir el grito de Alyssa de apuración. Terminé de bañarme y sequé mi cuerpo lo más rápido que pude. Enredé una toalla en mi cabello para que absorbiera la humedad, me dediqué a ponerme la ropa interior que iría debajo del vestido y una bata de satín azul, que Edward me había regalado en Navidad. Nuestra primera Navidad. Se me hacía curioso casarnos tres días antes de Navidad, pero era la fecha en que más nos atrajo la atención. Se sentía un aire diferente en estas fechas y me emocionaba pasar la primera Navidad como la señora Cullen en mi luna de miel, mis hijas pasarían con sus tías Rose y Alice la semana que estaríamos Edward y yo fuera. Salí de mi cuarto, dejando la toalla en el baño, y tratando de desenredarme el pelo. Al llegar a la sala, me quedé helada. Mi estilista era la misma chica que me había atendido hace dos años. — ¡Hola, de nuevo! —me dijo sonriente. —Hola —le dije, regresándole la sonrisa. Me ordenó donde sentarme y sin decir nada más, empezó a hacer su magia en mí. Esta vez me hizo una trenza en forma de corona a la mitad de la cabeza, con el desenlace en mi hombro derecho, mi cabello me había crecido hasta la cintura y no me lo había querido cortar, pero había usado cabellos de abajo, para que diera el efecto de red, después lo dejaba suelto en mi hombro derecho, en perfectos rizos, algunos más caían por mi rostro y el otro hombro. Mi maquillaje fue igual de sencillo, resaltándome mis ojos brillantes y dándole más color a mis labios. Esta vez me sentía yo, la chica no me dijo nada, solamente me sonrió y suspiró. 234 | P á g i n a

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—Espero que sea muy feliz, señora… Estoy segura que es el indicado. Le sonreí, creyendo lo mismo. Ella se fue tres horas después. Al ponerme mi vestido, lo sentí tan mío. Mi emoción crecía cada vez más, como la espuma. Al verme en el espejo veía a una Bella sonriente, emocionada… Enamorada. Mi vestido lo había diseñado yo, junto con Tanya cuando teníamos siete años y nos dio la fiebre de bodas, sólo le arreglé algunas cositas y realmente me había gustado el resultado. De corte princesa, con el escote recto, unos lazos en forma de V me pasaban por el cello, agarrando el vestido, era pegado hasta la cintura, tipo corsé, desde las caderas daba un ligero vuelo, con el vestido en pliegues, que salían desde el final del lado izquierdo del corsé, tenía un gran adorno de cristales en esa parte y unos más chiquitos del mismo diseño en donde las cintas se unían. Una leve cola salía de atrás, mi velo era más largo esta vez. La seda blanca destacaba y me hacía parecer un ángel de nieve, según mis hijas. Sabía que moriría de frío, por eso Alice, como la experta en moda que era, me había regalado un abrigo blanco que combinaba perfecto con el vestido. Mis amigas, Rose, Alice, Lauren, Leah, Alyssa y Belle, eran mis damas de honor, todas usaban un vestido largo con mangas cortas y un escote en V, con diseños al final del vestido y en el busto, de color azul zafiro, también en seda. Un abrigo negro, que Alice había escogido, las protegía del frío. Mis hijas usaban tiernos vestidos de tipo princesas azul también, se veían preciosas y entusiasmadas. Ellas serían las niñas de las flores. Mi padre saldría conmigo de mi apartamento esta vez, me vio con lágrimas en los ojos al verme lista. —Te ves preciosa, hija. Enamorada —me dijo, dándome un beso en la mejilla. Reí sinceramente. —Así me siento, papá, así me siento…—murmuré, tomando su brazo con seguridad.

El camino a la Iglesia fue más corto de lo que pensé. No esperaba la hora de ver a Edward y de unirme a él en matrimonio. Mi padre me veía con confianza esta vez. Con alegría contenida. Al salir del coche, no sentí ese miedo de hace dos años, sino una emoción increíble. Mi padre me tomó de la mano y caminamos hacía la Iglesia, mis damas de honor pasaron primero, con sus respectivos galanes, Emmett, Jasper, Jake y Henry me felicitaron, no conocía mucho a Henry, pero me caía muy bien el muchacho. —Mamá…—la voz de Renesmee me distrajo de ver a mis amigas ir por el pasillo. — ¿Sí, hija? —le pregunté, mirándola con ternura, su boquita estaba torcida, viéndome pensativa. — ¿A papá le dirás que sí aceptas, verdad? ¿Con él si te casarás? 235 | P á g i n a

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Mi papá se echó a reír, mientras yo me ponía roja. —Cariño, no te preocupes —le contestó mi papá—, estoy segura que tu mamá le dirá que sí acepta. Te lo aseguro. Mi hija me miró sonriente mientras asentía hacia su abuelo. Sarah me miraba fijamente, sonriendo pícara. Al empezar una dulce melodía, las niñas empezaron a ir por el pasillo, tirando suavemente las flores. Me preparé para este momento. Un recuento sobre mi vida con él, sin él, todo lo que pasamos juntos y separados dio vueltas en mi mente, como película. Supe que siempre estuve esperando este momento, que yo sabía que en verdad pasaría. — ¿Preparada? —preguntó papá. Yo asentí, tomando aire. —Por él, siempre…—contesté. Mi padre sonrió y escuché mi señal, no sería la marcha nupcial, sería una diferente que cuando la escuchamos Edward y yo, concordamos que la queríamos. Tomé aire un par de veces más y cerré los ojos, después los abrí y vi como mis hijas llegaban al altar y todos se paraban. Papá me dio un apretón en la mano y empezamos a caminar. Ver la cara de todos mis seres queridos, amigos, compañeros, me hizo sentir más emocional. Pero al pasar mi mirada al final y verlo a él en altar… Me descompuso. Se veía precioso, más que de costumbre, me estaba sonriendo emocionado, sabía en que estaba pensando. En hace ocho años, casi nueve, en cuando yo lo vi casarse, en cuando él pensó que a nosotros no nos pasaría eso. Y llegó ese momento. Nuestro momento. Nuestro inicio. Papá me entregó a Edward, poniendo mi mano suavemente en su mano. —Cuídala siempre, Edward —le dijo mi papá—. Y no la vuelvas a hacer sufrir, que si no te golpearé hasta dejarte sin conciencia. —Papá —siseé. —No se preocupe, señor —Edward sonrió más ampliamente, mirándome con amor—. Prometo con mi vida protegerla. —Que así sea —Charlie dio la vuelta, yéndose a su lugar, mi prometido y yo caminamos lo que nos faltaba para llegar al altar y nos sentamos a la orden del padre. Esta vez, todo fue directo. El padre nos habló de la nueva responsabilidad que tomábamos, y que de ahora en adelante seríamos uno, no sólo dos. Seríamos uno solo. Mis lágrimas querían salir de mis ojos, pero no las dejaba. Aún no. Al llegar el momento de los votos, tuve que cerrar los ojos un momento, porque sabía que ahora sí lloraría. El padre sonrió y pidió los anillos, bendiciéndolos, nos los dio. —Isabella Swan —empezó Edward, sin dejar de verme a los ojos y poniéndome el anillo—, te amo. Quiero que sepas que he esperado por ti mil años, y esperaría muchos más. Nada me preparó para este momento, para amarte. Cada vez que te veo, cada sonrojo tuyo y tu forma de sonreír cada vez, cada vez que te tocó y cómo frunces el ceño al concentrarte demasiado, supe que viviría por ti siempre. Tu amor es mi vuelta de página y tu corazón me hace cada día más fuerte. Prometo cuidarte y respetarte, estar contigo en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza hasta que la muerte nos separe. 236 | P á g i n a

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Mar Hernández.

Mis lágrimas empezaron a derramarse. Me reí en varias ocasiones, pero nunca dejé de mirarlo a los ojos. —Esos eran mis votos, chico —le dijo el padre, burlón. Todos rieron y yo también, quitándome las lágrimas de mis mejillas y ojos. —Edward Cullen —fue mi turno, el padre nos miró atentamente, sonriendo cada vez más amplio, mi mano temblaba al ponerle el anillo—, desde el día en que te vi, te amé. Pero nunca fui lo suficientemente valiente para acercarme a ti, tuve miedo y por ese mismo miedo, y mi orgullo, te perdí. Pero te volví a encontrar, y supe que no podría dejarte ir de nuevo. El privilegio de ser tuya, nadie me lo volverá a quitar. Cómo sonríes al estar nervioso, tus acciones y tu ser, son lo que me enamora, por lo que vivo. Tú y mis hijas son lo más importante, y quiero que siempre lo recuerdes. Que cada beso es una nueva vida, y cada beso es un grito de alegría, ya nadie me podrá separar de ti. Empezaremos a contar esta nueva historia, juntos… Prometo cuidarte y respetarte, hasta el fin del mundo. Estar contigo en todo momento, salud o enfermedad, riqueza o pobreza. Hasta que la muerte me separe de ti. Te amo. Mis lágrimas volvieron a salir de mis ojos, pero esta vez no me las quité, el padre suspiró sonoramente. —Bueno, viendo que me han robado los votos…—bromeó, volviendo a reír todos—. Edward Cullen, ¿aceptas a Isabella Marie Swan como tu esposa, para amarla, respetarla y protegerla, en todo momento, en todo lugar hasta que la muerte los separe? —Acepto —dijo en voz alta y clara, nuestras manos no se habían separado desde los votos, me las apretó dulcemente, sin dejar de sonreírme. —Isabella Swan, ¿aceptas a Edward Anthony Cullen como tu esposo, para amarlo, respetarlo y protegerlo, en todo momento, en todo lugar, hasta que la muerte los separe? —Acepto —intenté hacer mi voz fuerte, pero salió en un murmuró ahogado, aunque claro. —Bien. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Los declaró marido y mujer. Puede besar a la novia. Mi esposo me tomó de la cara suavemente y me besó. Un beso suave e intenso, dulce y apasionado. El mundo desapareció a mí alrededor y sólo me concentré en los labios de mí ahora esposo, en sus brazos, en nosotros. Los aplausos estallaron, haciéndome saltar levemente. Edward se rió y volvió a besarme. Una felicidad me embargaba. Me sentía completa, me sentía feliz. Al voltear a ver a mis amigos, a mis hijas, supe que todo había valido la pena.

Un año después. 24 de Diciembre, 23:50.

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Mar Hernández.

— ¡Faltan diez minutos para Navidad! —gritaba Nessie, corriendo por toda la casa que habíamos comprado a principios de este año. Sarah y Nessie estaban en la chimenea, con sus primitos bebés y esperando para que Santa llegará. Los adultos estábamos en el comedor, hablando entre risas y esa sensación de unidad familiar. Mi esposo me veía con amor y anhelo. No me soltaba la mano y no dejaba de reírse de lo que Alec le decía sobre algo de cambiar pañales. —Es lo que pasa cuando tienes hijos —le dijo Edward. Me eché a reír, recordando que él fue padre soltero con Sarah. Alice estaba pendiente de su pequeño Simón, de un año, que empezaba a caminar y a tomar todo lo que veía brillante. Rosalie tenía en brazos al pequeño Brandon, de nueve meses, Emmett no dejaba de hacerle mimos a su hijo, ganándose risas de éste y también de nosotros. Belle estaba con Alyssa y Lauren, cuidando a su bebé de dos años, Carol, con una Alyssa embarazada de cinco meses. Esme y Carlisle hablaban con mi padre y Sue sobre qué harían en Año Nuevo y los planes de llevarse a los nietos a Disneyland en marzo. Ian y Bree estaban sentado frente nuestro, con su hijo sentado en el regazo de Bree y comiendo pavo, haciendo caras por el sabor, se reían al ver la muecas del niño e Ian también platicaba con Alec y Edward sobre bebés. Bree hablaba con Rosalie y conmigo de todo un poco. Todos mis seres queridos estaban a mi lado. La pequeña Ayla Sofía pateó en mi vientre y me hizo jadear. —Wow, pequeña pateadora —me reí, sobando mi vientre de ocho meses—. Tranquila, nena… — ¿Qué le pasa a la princesa? —murmuró Edward, inclinándose y besándome el vientre, la niña volvió a patear y Edward rió. —Le encanta que hagas eso, y patea más fuerte al escuchar tu risa. Mis costillas y vejiga son testigos de eso. Rosalie se echó a reír al escucharme. —Recuerdas que en tu embarazo de Nessie, te daban muchas ganas de ir al baño, ¿no? —Te equivocas, hermana —le dije burlona—. Mi Nessie fue una tierna y dulce niña tranquila que dormía la mayor parte del tiempo. Esta niña va a ser jugadora de futbol, o bailarina. Le encanta patear. —Con que pateé a chicos —escuché a Edward susurrar. —Eh, amigo, que Nessie y Sarah empezaran a interesarse por niños pronto…—se burló Ian—. Disfrútalas ahora y también a la pequeña que viene. Ni te darás cuenta de cuando tengan novio. — ¿Qué? —gritó Edward—. ¡Nessie, Sarah! Las niñas llegaron corriendo al oír a su padre gritar, asustadas. — ¿Qué pasa, papi? —le preguntó Nessie.

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—No tienen novio, ¿verdad? —les preguntó preocupado. Nos echamos a reír ante la cara de asco de las niñas. — ¡Iugh, no! —gritó Sarah—. Tener novio significa besar a un niño. Y los niños son asquerosos. —Huelen mal y no son buenos —se quejó Nessie por su parte, Edward sonrió más calmado. —Sigan así hasta que tengan cuarenta años y yo este viejo. — ¡Edward! —le regañé—. ¡No puedes mantener a las niñas sin novio hasta los cuarenta, las volverás unas solteronas! —Con veinte gatos —añadió, atrayéndome a él y besándome. Las niñas volvieron a exclamar de asco y se fueron corriendo. Mi familia no dejaba de reírse ante la escenita de Edward. — ¡Falta un minuto para las doce! —gritó de repente Alice, poniéndose toda eufórica. Volví a llamar a las niñas y les preparé su refresco para que brindaran, Edward las puso en cada rodilla, ya no eran tan pequeñas pero aún cabían. —Diez segundos —anunció Rose, empezando con la cuenta regresiva, todos nos paramos y empezamos a contar con ella—. Nueve… Ocho… Siete… Seis… Cinco… Cuatro... Tres… Dos… Uno… — ¡Feliz Navidad! —gritamos todos, haciendo chocar nuestras copas, las niñas empezaron a dar vueltas por la mesa, brindando con todos. Edward me tomó de las caderas y me acercó a él, besándome apasionadamente. —Feliz Navidad, mi amor —susurró en mi oído. Lo abracé, recargándome en su pecho y viendo la escena de toda mi familia reunida. —Feliz Navidad, mi vida —le susurré de vuelta, volviéndolo a besar. Después de todo lo que pasé con Edward, con Ian y conmigo misma, aprendí tantas cosas… Aprendí a perdonar, a dar segundas oportunidades que verdaderamente valen la pena, estoy segura que Ian aprendió a volver a amar, a volver a perdonar, y hoy era muy feliz con Bree y su pequeño niño. Edward y yo éramos felices juntos, con el pasado olvidado y perdonado. Con nuestras hijas juntas, con su padre y su madre, y una pequeña hermanita en camino. Aprendí que el verdadero amor no se reduce a lo físico o a lo romántico; el verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya nunca podrá ser... Que a veces no hay próxima vez, no hay segundas oportunidades. A veces, es ahora o nunca... Y no me arrepiento de mi oportunidad. Toda la gente comete errores, algunas más grandes que otros, pero el amor todo lo puede... A veces algunos son imperdonables... No, en realidad no, todos son perdonables, depende de la persona si quiere perdonar o no. Diez años después de ese error, hoy lo supe perdonar y no me arrepiento de mi decisión. Viendo a mi familia, a mis hijas, a mi esposo a mi lado, a mis padres, hermanas, amigos... A Ian y Bree juntos, a Belle

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y Alec, con su hija, a Alyssa y Henry, con mi hermosa amiga embarazada de su primer bebé. Todos juntos y felices, tengo la realidad de mi sufrimiento. Todo sufrimiento tiene su recompensa... Y la mía es ésta, el sueño que esperaba hace tiempo. Al final, mi masoquismo valió la pena. FIN.

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