Para Comprender La Subjetividad

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Í NDICE

INTRODUCCIÓN

La formación en metodología cualitativa. Perspectiva del Programa Salud Reproductiva y Sociedad, Susana Lerner

Un encuentro con la investigación cualitativa en México, Ivonne Szusz y Ana Amuchástegui

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1. REFLEXIONESTEÓRICO-METODOLÓGICAS SOBRE LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

Introducción al trabajo cualitativo de investigación, Carolina Martínez

En busca del significado: supuestos alcances y limitaciones del análisis cualitativo, Roberto Castro II. LA INVESTIGACI6N

MÉXICO

El cuerpo: miradas etnológicas, Mario Humberto Ruz El significado de la virginidad y la iniciación sexual. Un relato de investigación, Ana Amuchástegui Los huicholes y su salud. Una investigación cualitativa,

ALGUN AS

84 128 162

Vargas

III.

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CUALITATIVA SOBRE EL CUERPO,

LA SEXUALIDAD Y LA SALUD. ALGUNAS EXPERIENCIAS EN

Patricia

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FORMAS DE

ACERCAMIENTO

CUALITATIVO

La entrevista a profundidad: un abordaje en el campo de la sexualidad, Marta Rivas 7

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PARA COMPRENDER LA SUBJETIVIDAD

Modalidades de entrevista grupa1 en la investigación social, Manuel Pando y Martha Villaseñor La entrevista grupal: herramienta de la metodología cualitativa de investigación, Gabriel Araujo y Lidia Fernández

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LA FORMACIÓN EN METODOLOGÍA CUALITATIVA

LA FORMACIÓN EN METODOLOGÍA CUALITATIVA. PERSPECTIVA DEL PROGRAMA SALUD REPRODUCTIVA Y SOCIEDAD

SUSANA LERNER 1

El Programa de Salud Reproductiva y Sociedad (PSRS) de El Colegio de México, que se inició en marzo de 1993 con el apoyo de la Fundación Ford, tiene entre sus principales objetivos promover y fortalecer la capacidad de investigación y docencia en el campo de la salud reproductiva desde una perspectiva interdisciplinaria dentro de las ciencias sociales. Simultáneamente, se propone impulsar la formación y capacitación de recursos acerca de los aspectos sociales de la salud, entre académicos y líderes encargados de la prestación de servicios y de la elaboración de planes y programas, tanto en instituciones gubernamentales como en organizaciones no gubernamentales. Con estos propósitos, durante la primera etapa del programa (19931995) se puso en marcha un conjunto de actividades de investigación, docencia e intercambio entre especialistas de distintas disciplinas, procedentes de diversas instituciones, interesados en salud reproductiva, que sirvieran de sustento para empezar a desarrollar las bases teóricas y metodológicas de investigación y formación de especialistas en este campo. Correspondió al área de formación de recursos humanos del PSRS la programación, organización y realización de diversos seminarios, cursos de especialización y talleres intensivos y de corta duración, entre otras actividades, como estrategias formativas combinadas para coadyuvar en varios aspectos: a) la formación de recursos académicos de alto nivel; b) 1 Profesora-investigadora del Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano de El Colegio de México, y coordinadora general del Programa de Salud Reproductiva y Sociedad.

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INTRODUCCIÓN

la capacitación y sensibilización de profesionales que trabajan en salud reproductiva con el enfoque del programa; c) la profundización de temas considerados como prioritarios por el mismo, y d) aspectos de diseño, conceptuación, metodología y técnicas de análisis que serían empleados como parte del quehacer intelectual y las acciones de intervención en la sociedad relacionadas con este campo. Dada la capacidad limitada del programa para dar respuesta a las necesidades y demandas existentes atendiendo a los diversos tipos de capacitación, se buscó la manera de optimizar y crear mecanismos multiplicadores de los esfuerzos. Entre éstos cabe mencionar: la selección cuidadosa de los participantes, para que a su vez sean capacitadores de otros profesionales; el apoyo a otras instituciones que realizan iniciativas similares, y la mayor difusión de los resultados de las actividades en esta línea, mediante publicaciones especiales y otros mecanismos. La presente publicación es parte de esta estrategia y tiene como propósito dar a conocer una selección de los trabajos presentados en el primer taller sobre metodología cualitativa que se realizó en septiembre de 1994 en El Colegio de México, y que contó con la colaboración del Departamento de Educación y Comunicación de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana.2 La prioridad otorgada a este eje teórico-metodológico como parte de las actividades formativas del PSRS obedeció tanto a la discusión en diversos ámbitos de trabajo organizados por el programa acerca de la necesidad de incorporar la metodología cualitativa en el proceso de investigación sobre salud reproductiva mediante una preparación más rigurosa y sistemática, como a la amplia demanda formativa en este tema manifestada por investigadores de diferentes instituciones vinculados a dicho campo. Asimismo, es necesario enfatizar que este eje temático respondía fundamentalmente a los temas, dimensiones y enfoque que el programa definió como esenciales para la investigación en salud reproductiva.3 2 Como parte de esta temática, el programa, en su primer bienio, apoyó la realización del seminario de investigación de análisis de datos cualitativos, que formó parte del programa de doctorado en sociología del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México en septiembre 1994-febrero 1994, y organizó el segundo curso-taller regional sobre metodología cualitativa en salud reproductiva y sexualidad, conjuntamente con la Universidad de Guadalajara y el Instituto Mexicano de Seguridad Social, y que tuvo lugar en la Ciudad de Guadalajara en junio de 1995.

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Así, como resultado de la propuesta de áreas prioritarias de investigación del programa, se identificaron los siguientes cinco grandes temas: sexualidad, género y salud reproductiva; opciones y decisiones sobre el embarazo y sus implicaciones; el papel de las instituciones en la sexualidad y la reproducción; las condiciones, necesidades y disponibilidad en la calidad de la atención, y la sociedad civil y los derechos sexuales y reproductivos. Aunado a lo anterior, el programa consideró importante impulsar, como parte del enfoque en salud reproductiva desde las ciencias sociales, las siguientes cuestiones: la desigualdad social, la desigualdad genérica y étnica, la subjetividad humana, el significado de las representaciones simbólicas de los sujetos de investigación, la simbolización del cuerpo, el alcance del entorno sociocultural subjetivo de los individuos, y la influencia del contexto objetivo en ellos, entre otros. Sin duda, el análisis de estos aspectos implicará nuevas formas de interpretar la realidad y diversas estrategias de producción de conocimiento. La heterogeneidad de problemas, materias y disciplinas que intervienen en las cuestiones de la salud de la población, de su comportamiento reproductivo, o bien de manera general en el análisis y comprensión de la conducta de la población, exige también una heterogeneidad de abordajes interdisciplinarios, no sólo desde el punto de vista de los marcos teóricos derivados de las distintas disciplinas, sino también de los enfoques metodológicos y estrategias de investigación diferentes que den cuenta de la dimension subjetiva, cultural y social de la salud reproductiva y la sexualidad. Se trata, por lo tanto, de acercamientos que se fundamentan en diversas corrientes teóricas de la sociología, la psicología, la antropología, la lingüística, etc., que muestran la realidad subjetiva y la realidad social, íntimamente relacionadas, donde se inscriben las conductas y acciones humanas. A su vez, estos acercamientos parten de producciones teóricas distintas, como el constructivismo social, la etnolingüística, la etnografía, la fenomenología, la búsqueda de interpretaciones y significados, así como el uso de diversas técnicas de recolección y análisis de la información, como la observación participante, las entrevistas 3

Véase al respecto, C. Stern (coord.), “Prioridades de investigación y apoyo para proyectos en salud reproductiva”, Reflexiones. Sexualidad, Salud y Reproducción, núm. 5, México, El Colegio de México, 1995.

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INTRODUCCIÓN

individuales o grupales, el análisis de textos y testimonios, la historia de vida, o bien la combinación de éstas con herramientas derivadas de la estadística. La complejidad de las distintas vertientes de investigación cualitativa ha provocado amplias y diversas discusiones y debates que se han dado y continuarán dándose, sobre problemas relacionados con el alcance de la objetividad en la producción de conocimiento en las ciencias sociales o de la interpretación y com- prensión de experiencias concretas y la realidad de los sujetos que se investigan. En pocas palabras, se busca incursionar en el análisis que permita conocer las ventajas y desventajas del uso de diferentes enfoques epistemológicos y metodológicos, así como de distintas estrategias de análisis. Al respecto, y en relación con la salud reproductiva, si bien se reconocen los avances logrados en esta temática bajo la perspectiva biomédica y de salud pública, también es ampliamente reconocida la existencia de interrogantes, insuficiencias y lagunas en el conocimiento acerca de dimensiones que son fundamentales para su mejor análisis, comprensión e interpretación. Ello es importante para lograr una mejor definición, elaboración e implementación de los programas y acciones de las políticas de población, salud y, en general, de las políticas públicas. En este sentido, los acercamientos teórico-metodológicos en el campo de estudio de la salud reproductiva se han caracterizado por un énfasis en los enfoques cuantitativos, en los que predomina la perspectiva epidemiológica y demográfica, que estudia la magnitud de los fenómenos, sus tendencias y las relaciones causales que se establecen entre diversas variables, consideradas como los factores determinantes del contexto macroestructural que inciden sobre dichos fenómenos. Así, y de manera por demás esquemática, en las aproximaciones cuantitativas predomina lo que hemos llamado “la objetivización de los actores”, o sea, la de los eventos que experimentan los sujetos y que en la investigación social se lleva a la práctica mediante la construcción de conceptos operativos, que están atomizados y parcializados como parte del recorte del objeto de estudio y que se representan mediante indicadores “objetivos” (Lerner y Quesnel, op.cit.). En este estilo de investigación se privilegia la variabilidad y regularidad de comportamientos, y se buscan la objetividad, confiabilidad, representatividad y la validación estadística, mediante la verificación de las

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relaciones de causalidad que se establecen entre dichos conceptos y variables. No obstante, como han mostrado diversos autores, 4 estas perspectivas, si bien incorporan dimensiones biológicas, económicas, sociales, culturales y políticas para analizar el comportamiento de los individuos, omiten toda consideración acerca de las cuestiones subjetivas, simbólicas y valorativas que dan sentido y significado a las conductas y acciones de los individuos. De ahí la necesidad e importancia de combinar diferentes formas de acercamiento o bien de privilegiar los enfoques correspondientes a la investigación cualitativa. Estos últimos, cuya preocupación central es conocer e interpretar “la subjetividad de los sujetos”, buscan comprender el punto de vista de los actores de acuerdo con el sistema de representaciones simbólicas y significados en su contexto particular. Por ello, estos acercamientos privilegian el conocimiento y comprensión del sentido que los individuos atribuyen a sus propias vivencias, prácticas y acciones. El supuesto fundamental consiste en considerar que los comportamientos humanos son resultado de una estructura de relaciones y significaciones que operan en la realidad, en un determinado contexto social, cultural e ideológico; realidad que es estructurada o construida por los individudos, pero que a su vez actúa estructurando su conducta. Lo señalado en párrafos anteriores muestra la amplia gama de posibilidades de abordar la investigación cualitativa, así como la dificultad que se presenta al intentar crear espacios de discusión y aprendizaje interdisciplinarios en torno a la investigación cualitativa, sobre todo cuando ésta se relaciona con la salud reproductiva, donde este tipo de acercamientos es aún insuficiente y novedoso. De ahí que el programa, por medio de la realización de este primer taller, haya tenido como propósito central documentar los distintos enfoques teóricometodológicos de índole cualitativa que se están utilizando en la investigacion en ciencias sociales vinculada con el estudio de la salud en México. Para ello privilegió la presentación y discusión de diversas perspectivas de acercamiento cualitativo mediante señalamientos acerca 4 Véanse entre otros, S. Lerner y André Quesnel, “Problemas de interpretación de la dinámica demográfica y de su integración a los procesos sociales”, Problemas metodológicos en la investigación sociodemográfica, PISPAL/El Colegio de México, 1986, pp.127-148, y los trabajos de Roberto Castro y Carolina Martínez en la presente publicación.

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INTRODUCCIÓN

de la naturaleza, alcance, ventajas y limitaciones de sus supuestos epistemológicos y metodológicos, así como la exposición y reflexión de las diversas técnicas utilizadas en la recopilación y análisis de la información, y de experiencias concretas de enfoques metodológicos cualitativos para el estudio de distintos temas relacionados con la salud reproductiva.5 Sin duda la participación en este taller de profesionistas con diferentes trayectorias de investigación y acción relacionadas con el tema de la salud reproductiva, que provienen de campos disciplinarios muy diversos, de instituciones de muy variada naturaleza y de distintos estados del país, fue una experiencia muy enriquecedora, al permitir identificar parte de los hallazgos, avances y retos que se presentan en la investigación cualitativa. Asimismo, se debe reconocer que este encuentro fue un punto de partida para lograr una mejor formación y actualización en el tema, para la realización de investigaciones con mayor rigor científico, así como para la identificación de necesidades y problemas importantes en el ámbito de la salud reproductiva y la sexualidad. Esperamos que la difusión más amplia de los trabajos que se incluyen en la presente publicación refleje la riqueza e importancia de los enfoques cualitativos y, sobre todo, que represente un incentivo tanto para llevar a cabo investigaciones con esta perspectiva, así como para continuar promoviendo una mayor participación e interés en la reflexión crítica y la sistematización de este tipo de acercamiento teórico-metodológico en el área de salud reproductiva como parte de la perspectiva en ciencias sociales. Sin duda se trata de una tarea que deberá continuar realizándose mediante esfuerzos colectivos de profesionales de distintas disciplinas y orientaciones. Sólo me resta expresar mi agradecimiento a los autores de los trabajos por su apoyo e interés en contribuir a la realización de este encuentro, así como al resto de los participantes por su entusiasta 5 En el taller se presentaron nueve ponencias y se incluyeron ocho sesiones adicionales, entre las cuales cinco se orientaron al tratamiento de los distintos acercamientos cualitativos mediante el uso de técnicas específicas. En la presente publicación se incluyen ocho trabajos, de los cuales tres abordan el uso de técnicas en los estudios cualitativos y el resto comprenden reflexiones teórico-metodológicas acerca de la investigación cualitativa, y experiencias concretas de investigación sobre diversos temas relacionados con la salud reproductiva y la sexualidad.

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participación en el mismo. Mi especial reconocimiento a Ivonne Szasz, por su profesionalismo, por haber cumplido con el compromiso de la organización y coordinación de la actividad y por su esfuerzo para culminar la misma con la compilación de los trabajos para su publicación. Agradezco a Ana Amuchástegui su colaboración en dichas tareas y a Lía Rojas, quien, en su calidad de investigadora asociada al área de formación de recursos humanos del programa, participó activamente en dicho proceso.

LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA EN MÉXICO

UN ENCUENTRO CON LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA EN MÉXICO

IVONNE SZASZ ANA AMUCHÁSTEGUI 1

Los artículos reunidos en esta compilación forman parte de las contribuciones presentadas en el Taller sobre Metodología Cualitativa realizado en la ciudad de México en septiembre de 1994.2 El taller pretendió propiciar un foro en el que profesionales de la salud y de las ciencias sociales de diversas regiones del país se reunieran a reflexionar, estudiar y discutir sobre las posibilidades de investigación cualitativa en relación con la salud reproductiva y la sexualidad. Se buscaba conformar un espacio de construcción colectiva que sostuviera la apertura hacia la diversidad de la investigación cualitativa realizada en México, con base en los aportes de coordinadores, expositores y participantes. Intentamos que estos últimos intervinieran activamente, en función de sus búsquedas específicas. Otro propósito del encuentro fue recuperar ejemplos de experiencias de investigación cualitativa desarrolladas en México, buscando ubicar dentro de su contexto esta corriente de estudios por medio de la explicación y el análisis de sus fundamentos éticos, epistemológicos y metodológicos. En el encuentro se propuso deslindar la frecuente confusión entre las herramientas de recopilación y sistematización de información y las 1 Ivonne Szasz es profesora-investigadora del Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano de El Colegio de México. Ana Amuchástegui es profesora-investigadora del Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y consultora externa de The Population Council. 2 Organizado por el Programa Salud Reproductiva y Sociedad de El Colegio de México (auspiciado por la Fundación Ford), con la colaboración del Departamento de Educación y Comunicación de la UAM-Xochimilco.

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INTRODUCCIÓN

formas metodológicas de aproximación a los problemas de estudio, a fin de evitar que ciertas técnicas, como las entrevistas o los grupos focales, se eleven a la categoría de método de investigación. En este sentido, se optó por promover la discusión sobre el proceso total de la investigación cualitativa en lugar de limitarnos a entrenar a los asistentes en ciertas técnicas de entrevista o de observación, o en introducirlos a formas preestablecidas de análisis de material de campo. Este recorrido incluyó desde la construcción del problema hasta los aspectos relacionados con el uso y con los destinatarios de las investigaciones, pasando por la reflexión de cuestiones instrumentales, éticas, políticas y metodológicas inherentes a la producción de conocimientos. La intención fue combinar la discusión teórico-epistemológica con el relato del recorrido metodológico de experiencias de investigación y con talleres de entrenamiento en técnicas específicas, al tiempo que se abrían espacios de discusión libre sobre los problemas que los participantes enfrentan en su trabajo. El reconocimiento de que las ciencias sociales se encuentran hoy en una búsqueda interdisciplinaria y en una época de “géneros borrosos”, propició el interés por incluir en la agenda aportaciones de diversas disciplinas relacionadas con las dimensiones subjetiva, cultural y social de la sexualidad y la salud reproductiva.3 Las aproximaciones metodológicas presentadas durante el encuentro se apoyaron en diversas corrientes teóricas de la sociología, la psicología, la antropología, la comunicación y la lingüística. Algunos de los acercamientos mencionados recuperaron elementos de la sociología interpretativa, la teoría crítica, la etnología y la antropología social, así como aportaciones basadas en la analogía textual, la historia oral, la psicología social, la concepción operativa de grupos, la educación participativa, el análisis del discurso y la filología. La presentación de este abanico de posibilidades tuvo como fin ofrecer a los participantes una gama de opciones para la toma de 3 Cliford Geertz propone el término de “géneros borrosos” para referirse al creciente desdibujamiento entre las fronteras de las ciencias sociales y las humanidades, señalando una especie de mezcla entre géneros como la ficción, la etnografía y los tratados teóricos, que coincide con el surgimiento de nuevas corrientes interpretativas, con la flexibilización de las reglas sobre el proceso de conocimiento y con la aparición de nuevas formas de comunicar los hallazgos de investigación. C. Geertz, “Géneros confusos. La refiguración del pensamiento social”, en C. Reynoso (comp.), El surgimiento de la antropología posmoderna, México, Gedisa, 1991.

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decisiones pertinentes a su objeto de estudio y condiciones de investigación, en lugar de promover la formación en una sola aproximación metodológica. Este intento corresponde a una visión integrativa de la investigación cualitativa como aproximación epistemológica, que rebasa el estrecho campo de la técnica y que señala los vínculos entre el tipo de problema de conocimiento que el investigador se plantea, su visión del mundo, su posición epistemológica, el método de aproximación al problema de estudio, las técnicas para llevarlo a cabo y la estrategia teórico-metodológica de análisis e interpretación del material de campo. Las exposiciones aportaron elementos para la discusión sobre la objetividad en las ciencias sociales. Algunas argumentaron sobre las dificultades para alcanzar tal objetividad en la investigación, pero favorecieron la búsqueda de referentes que establezcan cierto grado de confiabilidad y de correspondencia con una realidad independiente de los sujetos en la información producida. Otras enunciaron la idea de que la investigación misma es una construcción realizada por el investigador junto con los participantes, en un proceso constante de interpretación y reinterpretación, y que la rigurosidad en este tipo de investigación requiere la conciencia y expresión de sus condiciones sociales y subjetivas de producción, estableciendo su posición relativa e histórica. Esta discusión no está terminada, pues parte de diferentes concepciones de la realidad social y de la generación de conocimientos como quehacer social. También se señaló la importancia del investigador como instrumento fundamental en los enfoques cualitativos, no solamente por su lugar central en la producción de conocimientos, sino por su ubicación política y ética frente al problema y a los sujetos de la investigación. La mayoría de las presentaciones recomendaron tomar conciencia de la relación humana y de poder que se establece durante el trabajo de campo. La movilización de afectos que generalmente se produce dentro de los procedimientos de la investigación cualitativa —como la entrevista individual y grupal o la historia de vida— ocupó un lugar importante dentro de las exposiciones, en el sentido de que los investigadores deben estar preparados técnica y éticamente para responder a los efectos inevitables que sus intervenciones generan en sí mismos y en los sujetos investigados. La toma de conciencia de las emociones que se desencadenan en el propio investigador, la contención emocional de los

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INTRODUCCIÓN

sujetos entrevistados y la forma en que la intersubjetividad afecta el proceso de generación de conocimientos deben formar parte de la agenda de investigación. Entre los instrumentos de trabajo de terreno que se mencionaron estuvieron la observación —en sus diversas modalidades—, las historias de vida, la historia oral, las entrevistas individuales en profundidad, ciertos tipos de entrevista grupal y el uso de fuentes secundarias como textos escritos. Algunos expositores hablaron de la conveniencia de “triangular” la información procedente de diversas fuentes y de las ventajas de combinar acercamientos estadísticos y cualitativos cuando el problema de investigación así lo requiera. En el taller se evidenció que aunque en el fondo de la opción por determinada metodología existen problemas epistemológicos y ontológicos, se presentan, sin embargo, diversas posiciones en cuanto a la importancia de tales elecciones y a la compatibilidad de distintos abordajes. Respecto a la construcción de los datos cualitativos, se enfatizó la necesidad de considerar el contexto de los registros que se realicen, para comprender así las expresiones de los sujetos investigados dentro del conjunto de significados elaborados por el grupo social al que pertenecen, y en su interacción con el investigador. La necesidad de establecer cuidadosamente el contexto al que se refieren los datos remite a la conveniencia de una multiplicidad de técnicas en el proceso de investigación. Algunos expositores fueron enfáticos al recordar la dedicación que requiere la aplicación de los dispositivos cualitativos, advirtiendo sobre los peligros —y la falta de profundidad— de textos y material generados sin una ubicación rigurosa dentro de un contexto que dé cuenta de las condiciones en que se produjeron, incluyendo el entorno sociocultural, la intersubjetividad entre investigador y participante, y las decisiones metodológicas a lo largo de la investigación. Con diferentes estilos, las presentaciones hicieron referencia a una serie de elementos de apoyo para el registro y ordenamiento de los datos, entre los que destacaron el uso de la grabación y videograbación, y la utilización de programas de cómputo para organizar la información etnográfica. De nuevo, la polémica en torno a la posibilidad de objetividad de tales registros, la relación entre eventos y narrativa y las sucesivas transformaciones que experimenta el material de campo, ocupó un lugar preponderante.

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El análisis y la interpretación de los datos apareció como el aspecto menos normatizado de la investigación cualitativa. Las experiencias presentadas en el taller ofrecieron diversos puntos de vista para la elaboración del dato, que partieron de producciones teóricas tan distintas como el psicoanálisis y sus cadenas asociativas, el constructivismo social y la búsqueda del significado, la teoría feminista, la teoría fundamentada, la lingüística y etnolingüística y el análisis del discurso literario. Las descripciones que se expusieron sobre el proceso de análisis e interpretación vinculaban los referentes teóricos con el diseño de los instrumentos de análisis, de manera que codificaciones, categorías y ejes temáticos generados a partir del material de campo aparecían coherentes con el punto de partida epistemológico de la investigación. Finalmente, se explicaron claramente algunos problemas relativos a la comunicación del producto final de investigación, especialmente en relación con el público al cual está destinado, aspecto que determina en gran parte el estilo y lenguaje de los informes, pues la escritura es fundamentalmente dialógica y toma en cuenta durante su elaboración las posibles respuestas que el interlocutor emitiría frente al material. El poder de la generación de conocimientos desempeña un papel central en relación con sus destinatarios; si bien el contenido de la comunicación puede ser general en términos de los hallazgos de investigación, el objetivo y la forma de presentarlos varía considerablemente si se trata de una devolución a los sujetos participantes, de una producción académica, de una intervención operativa o de un informe para una agencia financiadora. Se hizo hincapié en la investigación cualitativa como un acercamiento indispensable para comprender ciertas dimensiones de la realidad: la subjetividad humana, la simbolización del cuerpo y la sexualidad, las identidades, las relaciones de género, la interacción social y los sistemas de significación compartida. La investigación cualitativa aparece como una forma necesaria de acercamiento cuando la perspectiva de la realidad que se busca conocer es el punto de vista de los actores, la interpretación desde la experiencia vivida. Los criterios de validación y representatividad que se aplican a la producción cualitativa deben construirse con base en el reconocimiento de esta particular naturaleza de los problemas que estudia. Se privilegia aquí la profundidad sobre la extensión numérica de los fenómenos, la comprensión en lugar de la descripción, la ubicación dentro de un contexto en vez de la

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INTRODUCCIÓN

representatividad estadística. Es la riqueza y densidad de los estudios lo que construye su capacidad de representar realidades culturales y subjetivas diversas. Nuestra intención inicial fue la de recoger en la presente compilación la totalidad de las conferencias y la serie de diálogos establecidos entre expositores y participantes, en los cuales infinidad de problemas, cuestionamientos y soluciones fueron elaborados y discutidos en un esfuerzo colectivo por ensanchar un campo de investigación. No fue posible, por razones de tiempo, de condiciones materiales del encuentro y de desfases en las entregas de las versiones finales de los artículos, dar cuenta de todo el proceso de aprendizaje vivido. Quedan aquí los textos presentados por algunos de los expositores. Esperamos que el conjunto reunido sirva como testimonio de las cualidades del encuentro y se convierta en un aporte a la construcción de un cuerpo de conocimientos sobre la investigación cualitativa que se desarrolla en América Latina. La selección de trabajos reunidos contiene reflexiones teóricometodológicas sobre la investigación cualitativa, la recuperación de algunas experiencias de investigación sobre percepciones del cuerpo, significados de la sexualidad y construcciones en torno a la salud, y propuestas relativas a algunas herramientas técnicas para la investigación cualitativa. En el primer bloque sobre reflexiones teórico-metodológicas, Carolina Martínez analiza la complejidad del campo de los estudios cualitativos, al que percibe saturado de tensiones y contradicciones. Retoma planteamientos de autores que lo proponen como un conjunto de prácticas interpretativas que involucra multiplicidad de disciplinas, problemas de investigación, métodos y perspectivas teóricas y epistemológicas. Esta diversidad se expresa en distintas definiciones y concepciones, paradigmas y estilos de investigación. Mediante una revisión de diversas vertientes de investigación cualitativa, esta autora señala que su objeto de estudio son las redes de relaciones sociales, la comprensión del mundo social desde el punto de vista del actor, o —desde una perspectiva interpretativa— las representaciones culturales y su significado, la recreación de una visión a partir de la experiencia vivida por el sujeto. Este tipo de objeto de estudio supone un involucramiento muy cercano del investigador con los sujetos de investigación. Las experiencias subjetivas, tanto del observador como de las personas estudiadas, constituyen elementos centrales de este

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acercamiento. El investigador, único capaz de construir un conocimiento tácito, constituye la principal herramienta de la investigación cualitativa, de manera que la validez de estos estudios se relaciona con su destreza, competencia y compromiso. La investigación cualitativa supone, además, un conocimiento del contexto, indispensable para entender el comportamiento o las expresiones de las personas dentro del sistema de significados empleado por su grupo de pertenencia, lo que remite al reconocimiento de la investigación como un proceso multicultural, influido por situaciones de clase, raza, género y etnicidad. El artículo se refiere a la coexistencia de diversas vertientes de investigación cualitativa, que dependen en cierta medida del momento histórico, de los paradigmas dominantes en ciencias sociales, del quehacer y de la formación profesional del investigador y el tipo de problema que se plantea. Entre ellos destacan: la etnografía, cuyo auge se remonta a principios de siglo; las formas de investigación cualitativa que buscaban dar voz a los testimonios de “las gentes del silencio” surgidas en los años cincuenta; la búsqueda de rigor metodológico de la “teoría fundamentada” y los estilos de investigación cualitativa desarrollados por corrientes interpretativas como la etnometodología, la fenomenología y el interaccionismo; las reflexiones sobre flexibilidad, representativi-dad y legitimidad en la generación de conocimientos interpretativos y las aportaciones más recientes de la teoría crítica, el postestructuralismo, el pensamiento feminista y el constructivismo. La autora incluye también formas actuales de recuperación de técnicas cualitativas para la investigación orientada a la acción, cuyo objetivo es aplicar el conocimiento a la solución de problemas humanos y sociales. La tendencia a identificar este amplio espectro como un campo específico —la investigación cualitativa— se vincula con el momento presente de las ciencias humanísticas y sociales, que la autora identifica como de descubrimientos y redescubrimientos de formas de ver, interpretar, argumentar y comunicar. Continuando estas reflexiones teórico-metodológicas, Roberto Castro se refiere a los supuestos alcances y limitaciones del análisis cualitativo. Retomando la relación entre teoría y método, define al análisis cualitativo como un estilo de acercamiento me- todológico propio de las ciencias sociales interpretativas, que buscan el sentido subjetivo de la acción humana, concibiendo al investigador como un narrador que es parte de su propio relato. Detrás de esta opción subyace el supuesto

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INTRODUCCIÓN

ontológico de que la realidad humana se construye socialmente, así como los supuestos epistemológicos de que esa realidad únicamente es accesible por conducto de las interpretaciones subjetivas de esa construcción, y que el conocimiento de esa realidad está en función del contexto y del discurso que se usa. Subyace también el supuesto metodológico de que la interpretación es reflexiva respecto del contexto y del discurso. Como consecuencia de estos supuestos —señala— es que los métodos cualitativos definen procedimientos que privilegian el estudio de los mecanismos interpretativos, de la subjetividad de los individuos y de los productos que resultan de la interacción entre ellos. Al concebir el orden social como un entramado de negociaciones interindividuales, y al centrarse en la dimensión subjetiva de las per- sonas, el análisis cualitativo favorece que la comprensión —y no la explicación mediante relaciones causales o leyes— sea el tipo de conocimiento que deba producirse, y propicia un nivel de análisis microsocial que permita aprehender las particularidades interpre- tativas de los procesos sociales. El autor propone que la perspectiva interpretativa opte por desarrollar el conocimiento en forma induc- tiva, trabajando con conceptos flexibles y en forma exploratoria. Según Castro las observaciones cualitativas entrañan supuestos metodológicos como el procedimiento inductivo y la conceptuación y formulación de teoría a partir de los textos generados, la simultaneidad de diversas fases del proceso de investigación —en el sentido que el análisis, la interpretación y el rediseño están presentes a lo largo de toda la búsqueda— y las nociones de muestreo teórico y saturación teórica, entre otras. A decir del autor, estos supuestos determinan, en última instancia, la naturaleza de los hallazgos obtenidos. Un buen ejemplo de esta estrategia de investigación es la Teoría Fundamentada de Glaser y Strauss.4 Finalmente, el autor advierte sobre la necesaria conciencia que se debe tener respecto al supuesto implícito en la transformación de las observaciones cualitativas en textos, consistente en que estos textos representan el habla real de las personas, y ejemplifica, con la codificación de un trozo de entrevista, la complejidad que entraña el proceso de análisis de información cualitativa. En el siguiente bloque de trabajos se ilustran, gracias a experiencias de investigación cualitativa sobre el cuerpo, la sexualidad y la salud desarrolladas en México, los diferentes pasos de investigación, las

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reflexiones de los investigadores sobre sus opciones metodológicas y sus problemas durante el proceso de investigación, así como los tipos de resultados y textos que se pueden generar a partir de la investigación cualitativa. En un texto que presenta formas de investigación etnológica sobre representaciones sociales en grupos étnicos del sureste de México, Mario Humberto Ruz expone algunos caminos para aproximarse a las visiones sobre el cuerpo, la sexualidad, la salud y la reproducción. Ejemplifica algunas de esas aproximaciones con sus estudios sobre poblaciones tojolab’ales actuales y precolombinas, utilizando métodos propios de la etnohistoria, la lingüística, la etnología y el análisis sociolingüístico. Este ejemplo de investigación cualitativa nos acerca a la coexistencia de diversas nociones del cuerpo presentes en México. Difieren las nociones de la relación del cuerpo humano con la naturaleza y la vida social, la jerarquía y utilidad de sus partes componentes, la importancia y el sentido de diversas formas de actividad sensorial y motriz y su relación con la actividad intelectual, el trabajo, la comunicación humana, las emociones, la sensualidad, los placeres y los vínculos afectivos y sexuales entre las personas. Textos como el de Mario H. Ruz permiten comprender con mayor profundidad lo expuesto en los capítulos de reflexión teóricometodológica sobre la presencia de géneros borrosos y la cercanía creciente entre las ciencias sociales y las humanidades, sobre la complejidad de los procesos interpretativos, sobre la centralidad del lenguaje en la investigación cualitativa y sobre la riqueza de la formación interdisciplinaria y compenetración que se requiere con los sujetos estudiados y con su entorno sociocultural. En una reflexión sobre su proceso de investigación, Ana Amuchástegui expone los dilemas metodológicos que enfrentó, y fundamenta sus decisiones señalando la forma en que contribuyeron a conformar el conocimiento generado. Su investigación sobre los significados de la virginidad y la iniciación sexual en hombres y mujeres jóvenes residentes en tres contextos socioculturales diferentes consiste en una búsqueda de la diversidad y mezcla de dis- cursos culturales que

4 B. Glaser y A. Strauss, The Discovery of Grounded Theory. Strategies for Qualitative Research, Aldine de Gruyter, Nueva York, 1967.

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coexisten en el país y de los procesos de constitución de sujetos de sexualidad en esos contextos. La ilustración de este proceso de investigación cualitativa permite profundizar y comprender los alcances de muchos de los aspectos planteados en los apartados sobre reflexiones teórico-metodológicas. En la reflexión sobre diversos elementos de su trabajo, Amuchástegui plantea que la construcción del objeto de estudio y las interpretaciones generadas se encuentran ligados a los intereses del investigador, a las expectativas que genera en los sujetos estudiados y al conjunto de exigencias del contexto subjetivo, social y político en el que se produce. Las aproximaciones a un objeto que se construyen por medio de un abordaje cualitativo deben tomar en cuenta las condiciones de su producción, explicando los compromisos que intervienen, los dilemas que se plantean durante el proceso, las opciones tomadas y la forma en que afectan la cons- trucción del conocimiento. Ilustra la forma en que las decisiones sobre la población comprendida en el estudio, el diseño y rediseño de los instrumentos de campo y las categorías para el análisis de los textos obtenidos debieron ser modificadas y adaptadas flexiblemente en la medida en que aumentaba el acercamiento al problema y a los sujetos, y en la medida en que se profundizaba en la interpretación del material. La relación entre la experiencia de los sujetos y su discurso es se- ñalada por esta autora como uno de los dilemas centrales de la investigación cualitativa. Plantea que la experiencia estructura los relatos, pero a su vez la narrativa que un sujeto hace de sí mismo construye una interpretación de su experiencia. Ejemplificándolo con su investigación, la autora señala que el investigador debe explicar su concepción del papel del discurso en los procesos de construcción de realidad, de análisis y de interpretación, y expo- ne los sucesivos pasos emprendidos para el análisis de su material de campo. Presenta los vínculos entre los instrumentos de trabajo elegidos y la naturaleza del objeto de estudio, planteando las tensiones entre la tradición de considerar a la sexualidad un dominio privado, las posibilidades de expresar inquietudes sobre la propia vida sexual a una persona ajena al grupo de pertenencia y la necesidad humana de relatarse y dotar de significado a la propia experiencia. Enfatiza también la necesaria preparación del investigador para el manejo de las emociones que se generan en el proceso intersubjetivo de construcción de una interpretación de la realidad. La

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autora ejemplifica mediante una de sus categorías de análisis —el papel del saber sexual en la construcción de sujetos genéricos de sexualidad— el tipo de conocimientos sobre la sexualidad de los jóvenes mexicanos que ha desarrollado mediante este arduo y delicado proceso de investigación. La parte final de este bloque de presentación de experiencias de investigación cualitativa en México la constituye un artículo de Patricia Vargas, quien expone los resultados de una investigación que combina procedimientos estadísticos con acercamientos cualitativos a los saberes y prácticas familiares de atención a la salud y en particular a la salud reproductiva en un grupo étnico de México, el de los huicholes. El proceso de investigación cualitativa incorporó enfoques de la antropología y la sociología médica, utilizando técnicas etnográficas de exploración profunda, como la observación y las entrevistas a informantes clave y a madres y padres de familia, y “triangulando” la información procedente de diversos informantes con la observación. El análisis de las entrevistas siguió los procedimientos propuestos por la Teoría Fundamentada de Glaser y Strauss, y la selección de la muestra obedeció a la propuesta de saturación teórica de Bertaux. A diferencia de los artículos anteriores, podemos considerar el trabajo de Patricia Vargas como un exponente de la etnografía clásica sobre salud, pues proporciona rica información sobre los sistemas de salud tradicionales, partiendo de una posición ontológica y epistemológica semejante a la de los procedimentos estadísticos. La autora, más que preguntarse sobre los procesos intersubjetivos que afectaron la investigación, o por el papel del lenguaje y su proceso interpretativo, pone el énfasis metodológico en una búsqueda de objetividad de los datos. En este enfoque de investigación cualitativa se ponen en práctica medidas que buscan asegurar que los datos correspondan a una versión fiel de la realidad estudiada, cruzando las respuestas obtenidas de diversos tipos de informantes y contrastándolas a su vez con las observaciones de los investigadores. Quienes aplican las entrevistas o realizan la observación pueden ser diferentes personas, en tanto se cuide rigurosamente que se empleen criterios semejantes. Este tipo de acercamiento busca conocer una realidad objetiva, indepen-diente de los procesos interpretativos de los sujetos investigados y del propio investigador. En la clasificación cronólogica propuesta por Martínez, este trabajo correspondería a la tradición postpositivista y modernista en

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investigación cualitativa, que en los últimos años busca ser rescatada para el uso de procedimientos rápidos de investigación sobre salud para el diseño de programas para la acción. El bloque final de trabajos contenidos en esta compilación contiene reflexiones de investigadores mexicanos en torno a dos tipos de técnicas empleadas en sus estudios cualitativos: la entrevista individual y la entrevista grupal. Marta Rivas presenta sus reflexiones sobre la entrevista en profundidad en torno a una experiencia de investigación que exploró los significados intervinientes en la constitución de la subjetividad y la sexualidad en mujeres de clase media de tres diferentes generaciones en contextos culturales diversos del país. En su visión de las entrevistas, destaca el carácter procesal de este instrumento, su organización ligada con las formas de relatar y reconstruir las experiencias, el carácter dialógico del dispositivo y la importancia de mantener, en la instrumentación, el vínculo entre reflexión teórica y experiencia. Concibe las entrevistas como parte de una estrategia metodológica, no solamente como una técnica de recolección de información externa a la relación entre entrevistador e informante. Para esta autora, se trata de un ámbito en que los datos son construidos en una interacción dialógica, en que el proceso interaccional es en sí constitutivo de conocimiento. Define las entrevistas como un dispositivo o procedimiento creador de conocimientos y de efectos específicos, que responden al problema de estudio, a la implicación del investigador, y al efecto de la interacción, de las diferencias intercultuales y las relaciones de poder que se ponen en juego en el curso de la entrevista. La autora relata las formas de concreción que fue asumiendo la entrevista en profundidad en su investigación. Frente al debate sobre el carácter abierto o semiestructurado de las entrevistas, o sobre las posibilidades de la historia de vida como acceso a la experiencia como síntesis individual —transformada en la narrativa y reinterpretada en el diálogo interpersonal—, la autora optó por un dispositivo semiestructurado, basado en la idea de historias de vida focales. Su objetivo fue promover relatos comparables en torno a la vida sexual de las mujeres entrevistadas, que aseguraran una exploración procesal e integrada alrededor de algunos eventos de sus vidas. Vincula su elección con los objetivos del estudio, con su implicación de tipo epistemológico, teórico, institucional e incluso libidinal como investigadora, con las

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condiciones y riesgos del trabajo de campo, con el carácter financiado del estudio y con las limitaciones temporales del trabajo. La opción por un instrumento de tipo combinado obedeció a diversas necesidades: la de centrarse en algunos momentos y eventos en la vida de las mujeres, la de asegurar una exploración semejante en todos los casos y la de alentar datos en profundidad, logrando narraciones más o menos espontáneas en torno al tema elegido. Las propias mujeres fueron consideradas informantes de su contexto cultural, en tanto sus narraciones sirvieron para reconstruir un conjunto de significados que permitieron establecer relaciones y contextuar los datos. Finalmente, esta autora explica algunas técnicas utilizadas en el curso de sus entrevistas, que le permitieron producir datos en profundidad y así avanzar en la aprehensión del sentido de las experiencias relatadas. La parte final del texto incluye dos breves artículos sobre las entrevistas grupales. Manuel Pando y Martha Villaseñor describen cinco modalidades posibles de entrevistas grupales, señalando sus diversos usos en la investigación cualitativa, así como sus semejanzas y diferencias metodológicas. De acuerdo con la ordenación de estos autores, los referentes teóricos y metodológicos que orientan a los distintos tipos de entrevistas grupales definen la lectura o forma de entender e interpretar el discurso y comportamiento de los entrevistados, la unidad de trabajo y análisis, las modalidades de intervención del entrevistador y el tipo de procesos que se incluyen en el análisis. Finalmente, Gabriel Araujo y Lidia Fernández se refieren a una de esas formas específicas de entrevista grupal, la que corresponde a la concepción de grupos operativos. Estos autores reflexionan sobre las particularidades de este tipo de entrevistas, en las cuales la dinámica del grupo —y no los individuos ni la sumatoria de sus declaraciones— constituye la unidad de trabajo y análisis. Estos autores exponen los referentes teóricos y las condiciones necesarias para la aplicación de este tipo particular de entrevista, que proponen como una herramienta invaluable en la vertiente psicosocial de la investigación cualitativa. Con este recorrido por algunas propuestas epistemológicas y metodológicas de la investigación cualitativa, así como las reflexiones a partir de ciertas experiencias de investigación y la ubicación de determinadas técnicas en el conjunto de opciones metodológicas para la definición de un objeto de estudio particular, esperamos ofrecer al

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INTRODUCCIÓN

lector un panorama de diversos abordajes de investigación cualitativa que se desarrollan actualmente en México.

I REFLEXIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS SOBRE LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

INTRODUCCIÓNINVESTIGACIÓN AL TRABAJO CUALITATIVO DE

INTRODUCCIÓN AL TRABAJO CUALITATIVO DE INVESTIGACIÓN

CAROLINA MARTÍNEZ SALGADO 1

PRIMERAS IMPRESIONES Hay muchos caminos que conducen al terreno de la investigación cualitativa. Probablemente la perspectiva que de ella tenemos, las expectativas que nos genera y la manera en que la ponemos en práctica, tengan que ver con el campo de donde venimos y la vía por la que hemos llegado. Quisiera, por eso, empezar refiriéndome a cómo empezó para mí esta aventura. Mi quehacer profesional se ha dirigido, desde un principio, al estudio de los problemas de salud en el ámbito poblacional. Hasta hace algunos años mi trabajo se desarrollaba por entero en las áreas de la epidemiología y la sociodemografía, disciplinas que trabajan fundamentalmente con métodos de investigación cuantitativos. A finales de los ochenta tuve ocasión de estar cerca de la discusión sobre las limitaciones de procedimientos como el censo y la encuesta para profundizar en la comprensión de los procesos demográficos y su significado (Oliveira y García, 1986; Lerner y Quesnel, 1986; Jelin, Llovet y Ramos, 1986). Preocupaciones similares habían orientado también nuestras discusiones en el pequeño grupo de investigación del que yo formaba parte (Córdova et al., 1986 y 1989). Desde entonces empecé a interesarme cada vez más por las alternativas que ofrecían los métodos cualitativos. Pero fue hasta 1992 que pude dirigir de lleno mi trabajo hacia este terreno, gracias a una beca2 para desarrollar un proyecto que incluyó mi propia capacitación en

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Departamento de Atención a la Salud, UAM-X.

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ciertos procedimientos de tipo cualitativo y el desarrollo de un ejercicio empírico para mostrar su utilidad en la comprensión más profunda de algunos tópicos en el ámbito poblacional, entre ellos, desde luego, la problemática de salud.3 Ésta fue la ruta por la que llegué al campo de la investigación cualitativa. De mis primeras impresiones al incursionar en este nuevo ámbito, hay dos que para mí fueron fundamentales. En primer lugar, el reconocimiento de las experiencias subjetivas tanto del observador como de las personas estudiadas y la importancia que se les concede como elementos de la investigación misma. En segundo, la multiplicidad de posiciones que hay en ese gran continente, que si bien dificultan al recién llegado orientarse en su interior, lo colocan frente a un amplio horizonte con gran riqueza y variedad de recursos. Entre las diversas obras que he tenido ocasión de revisar como parte de mi propio entrenamiento, me llamaron la atención algunos párrafos, en los cuales autores muy reconocidos —de corrientes bastante distintas— hablan de sus respectivos caminos hacia el campo de la investigación cualitativa, y en sus relatos encontré reflejadas algunas de esas primeras impresiones mías. Es muy probable que lo mismo ocurra a muchos de quienes se acercan a esta forma de trabajo. Pongo solamente dos ejemplos. 4 El primero está tomado de un texto de Michael Patton, un renombrado investigador estadunidense en el área de la evaluación, que se define a sí mismo como un pragmático dispuesto a adoptar la perspectiva que le parezca metodológicamente más adecuada para responder a sus preguntas de investigación: Mi entrenamiento profesional me expuso sólo a una perspectiva: el paradigma cuantitativo/experimental. Sólo a través de la práctica de la evaluación descubrí en los métodos cualitativos un conjunto completamente separado de posibilidades de investigación. Mi interés subsecuente en los paradigmas se ha centrado en la inquietud de que demasiada investigación, 2 Otorgada

por el Fund for Leadership Development del Programa de Población de la Fundación MacArthur para los periodos 1992-1993, 1993-1994 y 1994-1995. 3 Los lineamientos generales que orientan este ejercicio empírico pueden revisarse en Martínez, 1992. 4 Las citas textuales son traducciones libres de la autora sobre las versiones en el idioma original.

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evaluación y análisis de política se basan en hábitos, más que en una respuesta metodológicamente adecuada a la situación. Las formas rutinarias de pensar y las cegueras paradigmáticas restringen la flexibilidad metodológica y la creatividad, y encierran a los investigadores dentro de patrones inconscientes de percepción y de comportamiento que disfrazan la naturaleza sesgada y predeterminada de sus “decisiones” metodológicas... Las “decisiones” metodológicas tienden a derivarse de prescripciones disciplinarias, de la preocupación por el estatus científico, de viejos hábitos metodológicos y de la comodidad de permanecer dentro de los márgenes de lo que el investigador conoce mejor. El entrenamiento y la socialización académica tienden a sesgar a los investigadores en favor de ciertas aproximaciones y en contra de otras (Patton, 1990:37-38).

El segundo está constituido por varios fragmentos de un emotivo texto de Daniel Bertaux, conocido sociólogo francés que en el momento de redactar este trabajo se mostraba ya mucho más entusiasta respecto a corrientes filosóficas como el marxismo y el estructuralismo, en aquel momento hegemónicas en Francia, que de la tradición positivista de la sociología empírica, de la que él mismo provenía: Una vez fui positivista. Pensaba que la sociología podía llegar a ser una verdadera ciencia, y estaba deseoso de hacerla más científica. Pensaba “entre más cuantifique, mejor”... Pero lo que realmente me despertó de mi sueño positivista fue un terremoto histórico: mayo de 1968 [en Francia]... Si hay algo que pueda llamarse conocimiento sociológico, la forma de alcanzarlo no es mediante la metodología cuantitativa. Y el principal obstáculo hacia él es precisamente la creencia en la sociología como ciencia, en una palabra: el positivismo... Lo que quisiera hacer aquí es mostrar que hay otra forma de practicar la sociología. Otra forma de hacer observaciones. Otra forma de analizarlas. Otra forma de escribir. Y, generalmente hablando, otra forma de definir la relación de la sociología con la sociedad. [...] Con base en el ejemplo de la aproximación por medio de la historia de vida, me gustaría decirle [a los investigadores “positivistas”] que su preocupación por la representatividad de las muestras, por el análisis de datos, por la prueba, puede ser alcanzada también con la aproximación “cualitativa” y que esta aproximación permite aun más: un acceso directo al ámbito de las relaciones sociales que constituyen, después de todo, la sustancia misma del conocimiento sociológico... estoy convencido de que el desarrollo de esta nueva aproximación tendrá lugar sólo con la ayuda de los [antes] positivistas. Ellos están listos para cambiar sus métodos y aproximaciones en cuanto se demuestre que nuevos métodos y aproximaciones “funcionan

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mejor”, porque creen en una ética de la validez científica, porque son “materialistas” espontáneos, y porque son completamente honestos [...]. (Bertaux, 1981: 29-32).

Queda por mencionar otra fuerte sensación que experimenta quien empieza a introducirse al terreno de la investigación cualitativa: la de estar ante un término que puede tomar muy diversas connotaciones según el autor, el momento histórico, el quehacer profesional o el tipo de procedimiento que se esté revisando. Pero también de esto se han ocupado los investigadores que tienen una amplia experiencia en este estilo de trabajo (Denzin y Lincoln, 1994: X- XI; Tesch, 1990: 3-4; Patton, 1990: 65; Jacob, 1988: 16; Taylor y Bogdan, 1984). La investigación cualitativa, dicen Denzin y Lincoln, es un campo muy amplio que atraviesa disciplinas, pro- blemas de investigación, métodos y perspectivas epistemológi- cas. Es un conjunto de prácticas interpretativas que no se encuentra ligado con una determinada teoría o paradigma en particular, ni es privativo de una u otra área del conocimiento, ni posee sus propios métodos, sino que se vale de las aproximaciones, los métodos y las técnicas de diversas disciplinas y perspectivas teóricas, como la etnometodología, la fenomenología, el feminismo, el psicoanálisis, los estudios culturales, la teoría crítica, el positivismo y el postpositivismo, entre otros. Esto es lo que impide ofrecer una definición esencial del campo. De hecho, según estos autores, cualquier intento de dar tal definición requeriría un análisis cualitativo de las circunstancias en las que la definición se produjera. De manera que no hay que esperar encontrarse con un conjunto unificado de principios compartidos por numerosos estudiosos, sino con un campo marcado por tensiones y contradicciones que se expresan en las distintas definiciones y concepciones, paradigmas y estilos de investigación. Además, las preocupaciones de los practicantes de este estilo de trabajo varían de acuerdo con el área de su quehacer profesional: la enfermería, la antropología cultural, la educación, el trabajo social, la comunicación, la psicología, la historia, los estudios organizacionales, las ciencias médicas, la sociología. Por si esto no bastara, están las barreras derivadas de las diferencias nacionales, raciales, culturales y de género. Aun así, en el momento actual se le considera ya como un campo de estudio por derecho propio, en el cual puede anclarse con firmeza el

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trabajo de los investigadores interesados en él (Denzin y Lincoln, 1994: IX-XI).

HISTORIA Y SITUACIÓN ACTUAL Al final de su libro introductorio a la investigación cualitativa —editado en Estados Unidos—, Taylor y Bogdan (1984: 245) hacen notar que aun cuando este tipo de estudios se han estado llevando a cabo desde el inicio de lo que ahora llamamos ciencias sociales, hasta ese momento habían sido muy pocos los investigadores dedicados a ellos, y que ése era un momento notable por el creciente interés que se empezaba a observar por esta forma de aproximación. Un año antes se había publicado en Francia un texto sobre la historia de vida en las ciencias sociales (Poirier et al., 1983) que podría verse también como un síntoma de esa especie de “reanimación” de la investigación cualitativa registrada por los autores de la época. En esta obra encontramos una versión sobre lo ocurrido con la modalidad de trabajo que ellos sustentan: Pueden distinguirse dos fases dentro de la historia de los relatos de vida. Después de la gran época de las life histories o life stories en Estados Unidos, siguió una caída en la afición a ellas, y luego en los años cincuenta en Europa se desarrolló un movimiento de gran amplitud y profundidad en favor de la recolección directa o indirecta de testimonios “vividos” —en todos los dominios: histórico, etnológico, psicológico, sociológico y literario... Nos parece ... que la recolección de los relatos de vida se inscribe en ... el cuadro de una evolución profunda de los métodos y de los principios de la creación estética y científica. Los relatos de vida quieren hacer hablar a la “gente del silencio” a partir de sus más humildes representantes: del pastor al emi- grado, del obrero de fábrica al campesino... En el plano general de la historia de las ideas, parece que el movimiento actual —que se manifiesta bastante espectacularmente en favor de los relatos de vida— se inscribe en la línea de una dinámica de los procesos de creatividad literaria y científica: la preocupación por aproximarse cada vez más a lo real concreto... (Poirier, 1983: 22, 24)

De esa misma época data un artículo de Bryman (1984), en Inglaterra, al que más adelante haremos referencia.

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La historia, sin embargo, ha sido larga y compleja, y ha dejado su huella. Me gustaría tomar una propuesta de periodización elaborada por Denzin y Lincoln (1994: 7-11) que me parece de gran ayuda orientadora dentro de este ámbito, para reconocer las diversas tradiciones a las que se adscriben los autores que trabajan en él y enmarcar el momento actual dentro de las fases por las que la investigación cualitativa ha pasado durante el presente siglo. Esta versión de la historia nos proporciona también elementos para entender cómo se genera la multiplicidad de enfoques a la que ya hemos hecho referencia, por la coexistencia de cada una de las corrientes que han ido consolidándose a lo largo del siglo. Según este ordenamiento, las disciplinas humanas han pasado por cinco fases desde principios de siglo hasta nuestros días.

Periodo tradicional Iría de 1900 (y antes) hasta la segunda guerra mundial (y un poco más adelante, digamos hasta 1950). Es un periodo en el que los estudios cualitativos se hacen predominantemente desde un paradigma científico positivista, preocupado por la objetividad, la validez y la confiabilidad, y se toma como objeto de estudio a personas extrañas, extranjeras, diferentes. El investigador sale al trabajo de campo y regresa para escribir un relato “objetivo” sobre una cultura de nativos de tierras distantes, relato que estructura bajo las normas de la etnografía clásica. Denzin y Lincoln retoman la crítica de R. Rosaldo a esta perspectiva, para señalar que tales textos se basaban en cuatro creencias: la necesidad de objetividad, la complicidad con el imperialismo, la etnografía como creadora de cuadros de las culturas estudiadas a la manera de piezas de museo (monumentalismo) y una especie de intemporalidad que parecería suponer que la cultura estudiada permanece igual a sí misma por siempre. Este modelo, que para algunos es como una especie de reliquia del pasado colonial, se mantiene hasta nuestros días, es capaz de presentar teorías bastante densas y complejas, y tiene aún mucho qué enseñar sobre cómo realizar trabajo de campo y cómo escribir teoría. Pero muchos de sus supuestos se han puesto en duda; por ejemplo, la pretensión de objetividad, sus tintes colonialistas y el monumentalismo. Trabajos clásicos de esta época serían: los de Malinowski, M. Mead y G. Bateson, entre otros. La llamada Escuela de Chicago, con su aproximación por

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medio de la historia de vida, pertenece también a esta época. Como veremos, de los trabajos de esta corriente se deriva una de las discusiones que caracterizan a los periodos más recientes, la que se refiere al investigador como autor que se adjudica el poder de representar la historia del sujeto a partir de la narración que éste le ha hecho.

Periodo modernista o edad de oro Iría de la época de la posguerra hasta los años setenta, pero tiene todavía en nuestros días una fuerte presencia. En él los autores toman sus fundamentos de los preceptos que se generaron en los trabajos del periodo tradicional. El paradigma más poderoso es el postpositivismo, aunque las nuevas generaciones de graduados adoptan nuevas teorías interpretativas, como la etnometodología, la fenomenología, la teoría crítica y el feminismo. Una preocupación característica de esta etapa es la de formalizar los métodos cualitativos, como ilustran, entre otros, los conocidos textos de Taylor y Bogdan de 1984 y el ya clásico de Glaser y Strauss de 1967. Se estudian procesos sociales importantes y se desea dar voz a los grupos menos favorecidos de la sociedad. Se procura hacer investigación cualitativa con el mismo rigor que se acostumbra en los estudios cuantitativos, se intenta ajustar la idea de validez interna y externa a modelos construccionistas e interaccionistas, y se considera importante la búsqueda de asociaciones causales. Los datos que se obtienen de entrevistas casi estructuradas con respuesta abierta y mediante observación participante se analizan de manera estadística, estandarizada. El trabajo cualitativo del periodo modernista “... se vistió con el lenguaje y la retórica del discurso positivista y postpositivista. Ésta fue la edad dorada del análisis cualitativo riguroso sostenido en la sociología por un lado, por Boys in White (Becker et al., 1961) y por el otro, por The Discovery of Grounded Theory (Glaser y Strauss, 1967)”, (Denzin y Lincoln, 1994: 8). Los autores hacen notar que esta fase llegó a su fin en un momento en el que la guerra de Vietnam era omnipresente en la vida estadunidense.

Periodo de géneros borrosos

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El inicio y el fin de la tercera etapa estarían marcados, según esta periodización, por dos libros de Clifford Geertz, un investigador con gran influencia en su época. El primero de ellos, The Interpretation of Cultures, se publicó en 1973; el segundo, Local Knowledge, en 1983. Entre los planteamientos que aparecen en estas obras está la idea de abrir camino a nuevas modalidades de aproximación más plurales e interpretativas, cuyo punto de partida está en las representaciones culturales y su significado. El antropólogo, dice Geertz, hace una interpretación de otra interpretación, de manera que la suya no tiene por qué ser una voz privilegiada al escribir sobre la experiencia del sujeto que estudia, sino que es simplemente su interpretación de la interpretación que aquél le ha comunicado. Por entonces, Geertz hizo notar que las fronteras entre las ciencias sociales y las humanidades se estaban borrando, que había una especie de mezcla entre géneros como la ficción, la etnografía y los tratados teóricos, y que simultáneamente surgían nuevas formas de aproximación (el postestructuralismo, el neopositivismo, el neomarxismo, el deconstruccionismo). Cambiaba también la forma de comunicar los hallazgos de investigación: en lugar de artículos científicos se empezaron a escribir ensayos. Las reglas firmes sobre cómo debería ser un texto, cuáles eran los temas que ameritaban estudio y cuáles los estándares de evaluación se hacían igualmente borrosas. A juicio de Denzin y Lincoln, los paradigmas predominantes en este periodo fueron el postpositivista, el naturalista y el construccionista.

Periodo de crisis de representación Esta fase podría fecharse de mediados de los ochenta a principios de los noventa, y se caracteriza por una honda ruptura en donde se hacen cada vez más patentes las consecuencias de los planteamientos iniciados en el periodo precedente. Las normas clásicas de la antropología, vigentes a principios de siglo, se han erosionado casi por entero. Surgen nuevas perspectivas en donde se reclama la consideración de las diferencias de clase, género y raza. Los criterios de validez, confiabilidad y objetividad se siguen discutiendo. Se hacen más comunes las teorías interpretativas que las teorías fundamentadas (grounded theories), y se ponen en duda los modelos previos sobre la verdad y el significado. Se discute también

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sobre las relaciones entre el trabajo de campo y la comunicación de los hallazgos. Dos importantes supuestos de la investigación cualitativa se cuestionan: el primero, que el investigador pueda capturar directamente la experiencia vivida; este cuestionamiento es a lo que se denomina la crisis de representación. El segundo, que los criterios de validez, generalización y confiabilidad, tradicionalmente usados para evaluar e interpretar la investigación cualitativa, sean realmente adecuados para ello; esto es a lo que se denomina la crisis de legitimidad. Las dudas condujeron a reflexiones que han impulsado a esta modalidad de investigación hacia nuevas búsquedas. Para el problema planteado por la crisis de representación, se buscan respuestas a partir del reconocimiento de que lo que el investigador intenta es recrear en su texto la experiencia vivida por el sujeto en estudio, lo que desde luego no resuelve el asunto, pero lo plantea en un marco que problematiza la relación entre la experiencia y el texto. Sobre la crisis de legitimidad, la pregunta por responder es cómo podría evaluarse este tipo de estudio. Ambas crisis, por cierto, se vinculan: “... cualquier representación debe legitimarse a sí misma en términos de algún conjunto de criterios que permitan al autor (y al lector) hacer conexiones entre el texto y el mundo sobre el que se escribe”. (Denzin y Lincoln, 1994: 11).

Periodo posmoderno El quinto momento es el posmoderno o presente, que se inicia con la década actual. Es ésta una fase marcada por la doble crisis heredada del momento precedente, en la que surgen nuevas epistemologías procedentes de grupos que antes no se habían manifestado, y se tiende a realizar más investigación orientada hacia la acción desde perspectivas más críticas frente a las situaciones sociales, y tendientes a remplazar las amplias narrativas por teorías más locales, de más pequeña escala, que tratan de ajustarse a problemas y situaciones específicos. En este periodo no se concede un lugar privilegiado o preponderante a ningún discurso, ni se considera que alguna teoría en particular sea la que posee la clave del conocimiento universal. Hay, para terminar, un fuerte peso de la tecnología, cuyos efectos a más largo plazo sobre la investigación cualitativa están por verse.

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Los autores de esta periodización nos advierten que esta historia, como cualquier otra, podría ser un tanto arbitraria, y que podría presentarse también como varias historias separadas, diferentes para cada uno de los campos disciplinarios involucrados. Un lector procedente de otro contexto bien podría, además, tener la impresión de que está elaborada desde la visión de un grupo de autores cuya perspectiva —como ellos mismos postulan— tiene los matices de su particular ubicación en un cierto momento histórico y una determinada región del mundo, para no hablar de su disciplina de origen, campo de trabajo, clase, raza y género. Pero esto no disminuye en nada la orientación que proporciona, ni el valor de las cuatro conclusiones que a partir de ella se plantean. Una, que todas y cada una de estas modalidades de investigación surgidas a lo largo del siglo se encuentran vigentes en la actualidad de manera simultánea y proporcionan la base para los trabajos que se desarrollan dentro de cada tradición. Otra, que este proceso por el que ha pasado la investigación cualitativa ha llevado a reconocer en el acto de investigar algo más de lo que permitían ver las perspectivas preocupadas por la neutralidad y la objetividad; ahora se reconoce que la investigación está influida por la situación de clase, raza, género y etnicidad, y que es, por tanto, un proceso multicultural. Las otras dos conclusiones me parecen especialmente interesantes, porque hacen ver a la época presente bajo la luz de una gran apertura a la búsqueda creativa de un más profundo conocimiento de nuestra situación en el mundo. Una de ellas sostiene que nunca antes se ofreció al investigador tal variedad de alternativas en cuanto a paradigmas, estrategias de investigación o métodos de análisis. La otra, que es éste un momento de descubrimientos y redescubrimientos en el que se debate sobre nuevas formas de ver, interpretar, argumentar y comunicar. Como ya decía al principio, esto supone dificultades para elegir ante tan amplio abanico, pero nos introduce también a un apasionante campo de investigación. El trabajo en los países de América Latina, dirigido a los problemas particulares que afectan a cada país y a las diversas regiones en cada uno de ellos, apenas empieza a hacerse.5 Nos encontramos en un momento en el que se abren interesantes posibilidades para quienes se ocupan de las ciencias sociales y humanas. Está ante nosotros —investigadores

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locales— el reto de emprender este camino hacia un más profundo conocimiento de nuestra compleja problemática.

PARA QUÉ SIRVEN LOS ESTUDIOS CUALITATIVOS Sabemos ahora que nos encontramos en un campo impregnado por numerosas tensiones y contradicciones. Pero uno tiende a buscar al menos algunas coincidencias básicas; por ejemplo, cuáles son sus propósitos y qué es lo que podemos lograr por medio de esta forma de aproximación. Taylor y Bogdan (1984: 126-127)6 consideran que la mayor parte de los estudios cualitativos que van más allá de las meras descripciones toman dos direcciones, y al final de su libro reconocen una tercera. Estas tres direcciones son: a) el desarrollo de la teoría sociológica, b) la prueba y verificación de teorías existentes, y c) la aplicación de estos conocimientos a situaciones prácticas. Su texto está dirigido a quienes trabajan en alguna de las dos primeras direcciones, que son de corte académico. Los estudios cua- litativos de naturaleza teórica tienen el propósito de explicar los hechos de la vida social de los sujetos estudiados en el entorno en el que se encuentran. La investigación cualitativa debe proporcionar una “descripción densa” de la vida social (según la concepción de Geertz, 1973), lo que supone una detallada presentación del contexto y del significado de los eventos relevantes para quienes se encuentran involucrados en ellos. Para avanzar en el desarrollo de teorías y conocimientos, la propuesta de Taylor y Bogdan es muy cercana a la de Glaser y Strauss (1967). Para probar o verificar propuestas sobre teoría social, el camino sería el de la inducción analítica. En cuanto a la tercera dirección, que es la de índole práctica, evaluativa, para la acción, Taylor y Bogdan remiten a la obra de Patton. 5 En Argentina, por ejemplo, estudios como los de Jelin et al. (1986), en el área sociodemográfica, fueron de los primeros de este nuevo estilo. Otro de los frutos interesantes de la investigación cualitativa en América Latina es el libro de Saltalamacchia (1992) sobre un tema de la realidad social argentina, pero publicado en Puerto Rico, en el que el autor trabaja con historias de vida e introduce, aún de manera incipiente, al psicoanálisis de enfoque lacaniano.

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La aproximación propuesta por Glaser y Strauss (1967) denominada Teoría Fundamentada (Grounded Theory) surge, entre otras cosas, de la convicción de que la generación de teoría se había con- vertido en una tarea bastante descuidada por los científicos sociales en la medida que los esfuerzos se concentraron en la prueba y verificación de teorías ya existentes; así, su propuesta está destinada precisamente a permitir la generación de teorías, conceptos, hipótesis y proposiciones a partir de los datos, más que de supuestos previos, hallazgos de otras investigaciones o marcos teóricos ya existentes. Patton, ubicado en el terreno de la evaluación de programas, de políticas y de desarrollo de organizaciones, coincide con esta distinción entre la investigación académica básica, cuyo propósito es generar teoría, descubrir la verdad, buscar el conocimiento por el conocimiento mismo, y la investigación aplicada como la que él desarrolla, que tiene el objeto de informar a la acción, mejorar la toma de decisiones, aplicar el conocimiento a la solución de problemas humanos y sociales. Los contrastes que él establece entre algunos elementos de lo que denomina el método cuantitativo-experimental y el cualitativo-naturalista, pueden resultarnos de utilidad para identificar algunas características más de los métodos cualitativos, aun si es por oposición con los cuantitativos (Patton, 1990: 35-63). A diferencia de lo que se estila en la investigación cuantitativa, el diseño de la investigación cualitativa no se especifica por entero en el inicio, sino que se va desplegando conforme transcurre el trabajo de campo; se parte de un foco de interés, de ciertos planes para observar o entrevistar, de temas básicos por explorar, pero no de variables operacionales o de hipótesis que deban probarse. Esto demanda, entre otras cosas, cierta tolerancia a la incertidumbre y a la ambigüedad que estarán presentes durante el proceso, tanto por parte del investigador cualitativo como de las instituciones que lo evalúan y financian (lo que, como dice Patton, no es un problema menor). Para los métodos cuantitativos es fundamental la cuidadosa construcción y aplicación del instrumento con el que se recogerán los

6 El enfoque de estos autores, al igual que el de Glaser y Strauss, correspondería a la fase modernista de Denzin y Lincoln, con un paradigma de tipo postpositivista.

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datos, que debe administrarse en una forma estandarizada de acuerdo con procedimientos prescritos para asegurar que mida lo que se supone que mide; la validez del estudio se encuentra anclada en el instrumento. Para el estudio cualitativo —siempre según Patton— el instrumento es el investigador mismo, de manera que la validez se encuentra estrechamente relacionada con la destreza, competencia y rigurosidad de la persona que ejecuta el trabajo de campo; de ahí el énfasis que se da en esta modalidad de trabajo a la necesidad de empatía y neutralidad por parte del investigador.7 Desde el punto de vista de autores como Patton, la posible “pérdida de rigor” atribuible a variaciones que se pueden originar en las más diversas situaciones (fatiga, entrenamiento, destreza, experiencia) es más que compensada por la flexibilidad, penetración y habilidad para construir conocimiento tácito, que son características del instrumento humano. Por lo que se refiere al tipo de resultados obtenidos, el cuestionario con preguntas cerradas que suele usarse en los estudios cuantitativos proporciona datos sistemáticos, estandarizados, fácilmente agregables, que pueden presentarse en un corto espacio para dar una versión sucinta de patrones estadísticamente generalizables, pero las preguntas estandarizadas sólo tocan la superficie de lo que esos datos significan. La entrevista de tipo cualitativo, en cambio, da lugar a relatos detallados y diversos en contenido, de más difícil análisis porque no necesariamente hay respuestas sistemáticas ni estandarizadas. Su presentación requiere que se dé sentido a una información amplia y rica, que se identifiquen patrones significativos y se comunique la esencia de lo que los datos revelan. Pero esta forma de trabajo permite conocer el punto de vista de los respondentes sin predeterminarlo mediante una selección previa de las categorías de un cuestionario, profundizar en algunos de los significados en el ámbito de la experiencia personal, obtener una comprensión del mundo más próxima a como lo ven los respondentes. Otro punto de referencia, en varios sentidos distinto de los anteriores, que me parece fundamental incorporar, es el de Bertaux (1981). Para mostrar algunas de las implicaciones que tendría la adopción de una perspectiva epistemológica diferente, este autor sigue paso a paso las etapas de un estudio diseñado desde la perspectiva que ha predominado en el mundo occidental —la positivista—, y propone para cada una de ellas las posibilidades que se derivan de esa otra perspectiva.

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Cuando un investigador se decide por un determinado tópico de investigación elige simultáneamente el significado social de su práctica profesional. La primera pregunta que hay que plantearse es ¿para quién trabajo?, ¿por qué estoy haciendo este proyecto de investigación? No es fácil dar una respuesta sincera a estas preguntas. Luego viene la elaboración y prueba de hipótesis; en las ciencias sociales, dice Bertaux, esta etapa se origina en una analogía superficial con las ciencias físicas, en un intento de establecer el carácter “científico” de las primeras de una manera epistemológicamente falsa y prácticamente estéril. Por lo que se refiere al uso de la encuesta, considera que ésta sería la técnica adecuada si por “relaciones sociales” se entendiera “relaciones entre variables”; mas cuando se las concibe a la manera en que los teóricos sociales de diversas corrientes han mostrado que son estas “relaciones sociales”, entonces habría que pensar en otras técnicas más adecuadas, como el trabajo histórico, la observación participante, la intervención o las historias de vida, por ejemplo. La elección de la población en estudio debería partir, también, de un planteamiento teórico: si se tratara de observar, por ejemplo, un conjunto de relaciones sociales, habría que determinar cuál conjunto de la totalidad social es el que sería pertinente elegir. Decidirse por seleccionar como población de estudio a “las mujeres” no sería lo más recomendable; pero podría serlo, en cambio, el estudio de las relaciones socialmente definidas entre los géneros. Bertaux discute también el asunto de la muestra y la representatividad; lo importante, como siempre, es conectar el pensamiento teórico con la observación empírica, camino por el cual se llegaría a un distinto concepto de representatividad, relacionado con el concepto de “saturación del conocimiento”. Se buscaría, entonces, una representatividad que fuera más allá del nivel morfológico (el de la descripción superficial), para llegar a uno sociológico (el de las relaciones socioestructurales). Para saber cuántos ciudadanos votarán en una elección, el nivel morfológico resultaría adecuado, pero para entender cómo se moldea la práctica de la votación y la elección de por quién votar, entonces el nivel sociológico sería relevante. 7 Respecto al carácter del “observador como instrumento”, vale la pena releer el sugerente y profundo trabajo escrito por Devereux (1973) hace ya más de 20 años, cuya calidad explica la notable influencia que ha tenido, sobre todo en ciertas corrientes de la antropología y en algunas escuelas psicoanalíticas.

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Bertaux nos recuerda que los “objetos” que las ciencias sociales examinan son parlantes, aun más, son pensantes y lo que dicen tiene significado; además, el investigador es uno de ellos, un ser humano entre seres humanos. Con frecuencia las personas a las que estudia saben más de lo que pasa que el investigador mismo; este último tiene, sin embargo, algo que añadir, porque cada persona tiene un campo de percepción limitado, y es ahí donde el reto para la investigación social empieza: se trata de decir algo más sobre el todo del que forma parte el grupo en estudio, de unir los fragmentos de conocimiento que ha encontrado por uno y otro lado. Éste es el sentido que el autor le reconoce a la fase de “análisis de la información”: un proceso no sólo de análisis sino de síntesis, un proceso continuo de concentración en el ámbito a la vez invisible pero omnipresente de las relaciones sociales. Cuando esa red de relaciones se ha entendido, puede considerarse que se ha completado el “análisis”. En cuanto al principio de objetividad, nos remite a Ferraroti (1981), quien sostiene que dada la naturaleza particular de la realidad social, entre más íntimamente subjetivo sea el conocimiento sociológico, será más profundo y objetivo. La tarea primaria del científico social no es “probar” la veracidad del conocimiento que genera (sólo en la práctica social —esto es, en la historia— puede llegar a probarse algo), ni explicar cómo funcionan unas supuestas leyes inmutables, fijas, que rigen el comportamiento del mundo social; su tarea central es la de entender y describir en profundidad, por medio de conceptos teóricos si es necesario, el movimiento de las sociedades. Por último, describe la etapa de la comunicación de resultados. Ésta demanda, a su juicio, algo más que un simple informe; lo que importa es que la comunicación sea leída y que tenga sentido para la gente. Para ello se requieren, entre otras cosas, modalidades narrativas elaboradas con una estructura y un lenguaje muy distintos del que se usa en el artículo científico clásico. Quiero cerrar este repaso sobre algunas de las peculiaridades que parecen distinguir a la investigación cualitativa de la cuantitativa con la síntesis que ofrece Bryman (1984) en la primera parte de su artículo. La metodología cuantitativa, dice, es una aproximación a la investigación social a la manera de las ciencias naturales. Sus preocupaciones giran en torno a las definiciones operativas, la objetividad, la confiabilidad, la generalización, el establecimiento de relaciones de causalidad. El instrumento preferido en esta tradición es la encuesta, porque mediante

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los ítems del cuestionario se pueden poner en operación los conceptos, mantener la objetividad por medio de la distancia entre observador y observado, controlar la aplicación, lograr la replicabilidad mediante el uso del mismo instrumento en otro contexto, y tratar el problema de la causalidad con técnicas de análisis estadístico. La metodología cualitativa difiere de la anterior en varias cosas. Su preocupación básica es la comprensión del mundo social desde el punto de vista del actor, tema que aparece en la mayor parte de los escritos metodológicos de esta perspectiva. Esto supone que el investigador se involucra muy cercanamente con los sujetos de investigación. Hay un interés por conocer el contexto, para posibilitar así que el comportamiento de las personas pueda entenderse dentro del sistema de significados empleado por el grupo particular de la sociedad de que se trate. A diferencia de la aproximación cuantitativa, que tiende a ser rígida y fija, la cualitativa es fluida y flexible, se interesa en descubrir hechos nuevos, no anticipados, y se permite alterar los planes de investigación conforme a los hallazgos que se van obteniendo. Lo más interesante del artículo de Bryman, me parece a mí, es precisamente la argumentación que introduce sobre cómo los aspectos técnicos se cruzan con los epistemológicos para crear cierta confusión sobre el significado de lo que debe entenderse por cada uno de estos enfoques, cualitativo y cuantitativo. Creo que es éste un punto crucial para orientarse dentro del campo de la investigación cualitativa.

INVESTIGACIÓN CUANTITATIVA O CUALITATIVA: ¿CUESTIÓN DE MÉTODO O DE PARADIGMA? Prácticamente todos los autores que se ocupan de la investigación cualitativa reconocen que en el fondo de la elección metodológica está la cuestión epistemológica (Guba y Lincoln, 1994; Tesch, 1990; Patton, 1990: 37-39; Bertaux, 1981; entre otros). La diferencia está en la importancia que cada uno de ellos da a esta elección, y en la posición que asumen frente a la compatibilidad entre unas y otras posturas epistemológicas. Las dos posibilidades extremas son la adscripción personal del investigador a una determinada tradición epistemológica,8 o la apertura a cualquier paradigma que se considere adecuado para trabajar

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sobre el problema que se investiga.9 El planteamiento de Bryman es una buena puerta para entrar a esta discusión. En el debate entre investigación cuantitativa y cualitativa, dice el autor, están entremezclados dos de los sentidos que tienen estos términos, esto es, su referencia a ellos como técnicas de la investigación social (por ejemplo, encuesta frente a observación participante) y su referencia a determinadas posiciones epistemológicas (positivismo frente a fenomenología, por poner un caso). El autor revisa las distintas connotaciones —técnica y epistemológica— que se dan a los términos cualitativo y cuantitativo en diversos trabajos, y concluye que no siempre hay correspondencia entre esos dos sentidos. Su opinión es que desde un punto de vista técnico no hay nada que impida la combinación de las dos perspectivas (cualitativa y cuantitativa), pero considera necesario subrayar que en cada una de ellas subyace cierta tradición epistemológica que no desaparece con este uso complementario. Así, el marco epistemológico de las técnicas cuantitativas es el empirismo o el positivismo lógico, mientras que las cualitativas se enmarcan en perspectivas como la fenomenológica, la búsqueda de la comprensión (verstehen) o el interaccionismo simbólico. El primer tipo de aproximación tiende a estudiar los eventos desde el exterior, a partir de un conjunto de intereses empíricos que se imponen a la realidad social con poca referencia al significado que las observaciones tienen para los sujetos investigados, que quedan como algo inerte. El segundo tipo se interesa fundamentalmente, como punto de partida empírico, por la perspectiva de los actores, cuya experiencia efectivamente vivida tratan de enfocar (pp. 77-78).10 El tratamiento que hacen Guba y Lincoln (1994: 99-105) nos permite profundizar aún más en esta discusión. Ellos sugieren que los términos cuantitativo y cualitativo deben reservarse para referirse a ciertos tipos de métodos, ambos susceptibles de aplicarse dentro de diversos paradigmas de investigación. Consideran, además, que la elección de método es secundaria a la elección de paradigma. Pero sugieren que para entrar a esta discusión conviene precisar qué es lo que se entiende por método, perspectiva epistemológica e incluso posición ontológica. Por paradigma entienden el sistema básico de creencias o visión del mundo que guía la acción del investigador. Se trata de construcciones humanas que se refieren a los primeros —o últimos— principios, cuya veracidad no puede nunca llegar a establecerse.

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Tales paradigmas involucran tres elementos: el ontológico (que plantea la pregunta básica sobre la naturaleza de la realidad y, de ahí, qué es lo que puede ser conocido), el epistemológico (que plantea la pregunta de cómo conocemos el mundo, y cuáles son las relaciones entre el investigador y el conocimiento), y el metodológico (que se centra en cómo procedemos para obtener ese conocimiento sobre el mundo). Su amplia revisión de las condiciones recientes de la investigación cualitativa actual les permite abrir el abanico de opciones paradigmáticas mucho más allá de la dicotomía que hasta aquí habíamos encontrado (positivismo versus fenomenología, procedimientos cuantitativos experimentales versus cualitativos naturalistas). Para ejemplificar las implicaciones de cada opción toman el caso de dos pares de posiciones: por un lado, el positivismo y el postpositivismo (al que llaman el “paradigma recibido”);11 por el otro, el constructivismo y la teoría crítica (a los que llaman “paradigmas alternativos”). Podemos darnos cuenta, a partir de las consideraciones que ahí se hacen, de que los prin- cipios básicos bajo los que operan los paradigmas positivista y postpositivista12 (validez interna, validez externa, confiabilidad y objetividad) merecen algunas críticas por parte de paradigmas alternativos como el interpretativista/construccionista13 y la teoría crítica.14 Estos últimos han remplazado tales principios para evaluar la calidad de los estudios cualitativos, por otros, como serían el de qué tan fidedignos y auténticos son los resultados obtenidos, o cuál es su utilidad y su capacidad de persuadir a aquellos a quie- nes se les presenta, puesto que cualquier conjunto de respuestas que se ofrezcan a cualquier pregunta son siempre construcciones huma- nas, y éstas no pueden ser incontrovertiblemente 8 Denzin

y Lincoln, por ejemplo, se manifiestan como críticos del positivismo y de su sucesor, el postpositivismo (p. x). Más adelante Lincoln, en coautoría con Guba, declara su compromiso con la posición constructivista (a la que antes denominaron investigación naturalista) (p. 105). 9 Patton, por ejemplo, está por no cerrarse a ningún paradigma en particular, y subraya que su preocupación gira más en torno a las opciones estratégicas que a las paradigmáticas (pp. 64-65). En contraste, Tesch (1990) menciona que hay quienes sostienen que el paradigma del que derivan los métodos cuantitativos no es complementario, sino contradictorio, con el que fundamenta a los cualitativos, porque el primero se basa en el supuesto de que existe una realidad social independiente que puede ser fielmente descrita, mientras que el segundo supone que la realidad social es construida por la mente, y que la verdad es en última instancia cuestión de coincidencias social e históricamente condicionadas.

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correctas, de manera que el valor de los resultados no puede lograr su fundamento sólo en la “prueba empírica”. Desde este punto de vista resulta fácilmente admisible la utilización de los métodos cualitativos y cuantitativos, solos o en forma complementaria, por cualquiera de los distintos paradigmas desde los cuales se emprenda una investigación. Empero, sería más discutible si los diversos paradigmas son compatibles entre sí, o cuáles de ellos lo son. Lo cierto es que la definición que cada investigador haga de su propia postura en este debate le ayudará a orientar sus decisiones dentro de este multiparadigmático campo. Ésta es también una decisión fundamental para determinar los procedimientos que se seguirían desde la elección del tópico de investigación hasta el diseño mismo del estudio, las técnicas de reco- lección utilizables, la manera de seleccionar a la población en estudio, la recolección y análisis de información, los criterios bajo los cuales se evaluará la calidad del estudio e incluso la forma de comunicar los resultados.

UNA REFLEXIÓN FINAL Lazarsfeld, un reconocido investigador que en la periodización que revisamos pertenecería a la fase modernista, hacía una indicación que continúa siendo muy útil en nuestros días: antes de declararse partidario de los métodos cualitativos, es necesario tener claro a qué tipo de situaciones pueden ser aplicados, distinguir los diversos tipos de métodos de los que puede echarse mano y tener claro a qué se refiere exactamente la idea de métodos cualitativos (Boudon, 1972). Bryman, que como vimos escribe en uno de los periodos marcados por las más diversas búsquedas, nos recuerda la ya clásica respuesta de Trow (1957) —“lo que dicta cuál es el método de inves- tigación adecuado es el problema que se investiga”—, pero señala además que la elección

10 Patton (1990: 37) se refiere también a estos dos polos del debate epistemológico, a los que identifica como el positivismo lógico que usa el método cuantitativo y experimental para probar generalizaciones hipotético-deductivas, y la investigación fenomenológica que usa aproximaciones cualitativas y naturalistas para entender de manera inductiva y holística la experiencia humana en las condiciones dadas por contextos específicos.

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depende en buena medida de la formación (como ya decía Patton) y de las preferencias de cada investigador. Devereux, con una década de anticipación, profundiza en esa última dirección, y muestra que no sólo los aspectos racionales y científicos definen el rumbo de una investigación, y deja claro el papel de los componentes subjetivos. Los autores más cercanos al “paradigma recibido” prefieren enfatizar la cualidad objetiva, “científica”, de la opción tomada por el investigador, así que sostienen que el método adecuado se elige racionalmente de acuerdo con las necesidades del problema en estudio. El reconocimiento de los aspectos subjetivos y personales, cuyas raíces se remontan incluso a la biografía del investigador, es más característico de quienes trabajan desde alguno de los “paradigmas alternativos” que han florecido en los tiempos recientes. Esa conciencia del papel de las características y tendencias personales del investigador es algo que se convierte en un descubrimiento para todo aquel capaz de enfrentarlo. Los “paradigmas alternativos” consideran necesario no sólo reconocerlo, sino dar cuenta de estos elementos, incorporar al observador como el importante componente que es del escenario en el que investiga. 11

Por ser el que ha dominado formalmente durante unos 400 años tanto las ciencias naturales como las sociales. El postpositivismo es, a su juicio, un esfuerzo de las últimas décadas para tratar de responder, dentro del mismo sistema básico de creencias, a las críticas que a esa visión se han hecho (p. 108). 12 El positivismo supone la posibilidad de un acercamiento objetivo a la realidad, en tanto que el postpositivismo supone que la objetividad puede lograrse de manera sólo parcial debido a que no hay método de aproximación perfecto. El primero trabaja bajo el principio de la verificación de las hipótesis por medio de pruebas empíricas. El segundo, bajo el principio de la falsación de hipótesis (Guba y Lincoln, 1994: 109-110). 13 En éste se agrupan diversos tipos de aproximaciones distintas al positivismo, cuyo interés se centra en el estudio del mundo desde el punto de vista de los individuos que interactúan, y que se remiten a la tradición desarrollada por Schutz, Weber, Heidegger, Gadamer y Geertz, entre otros (Guba y Lincoln, 1994: 108-111). 14 La teoría crítica está integrada también por una multiplicidad de modelos de origen marxista, cuya ontología —de acuerdo con la caracterización de Guba y Lincoln (1994: 109-110)— se basa en el realismo histórico, con una epistemología de tipo transaccional y una metodología dialógica y dialéctica; es una tradición ligada con la llamada Escuela de Frankfort, partiendo de la cual se ha desarrollado en distintas direcciones, entre ellas las teorías postestructuralista, postmoderna, algunas corrientes del feminismo y los estudios culturales.

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Termino esta introducción, por eso, con unas reflexiones de Bertaux (1993: 136) que me parece podrían ser extendidas más allá de la sociología, a cualquier otra disciplina de la que se ocupe quien esté interesado en la investigación cualitativa: La elección de un método particular para estudiar tal o cual objeto sociológico no tiene nada de anodino. Compromete a la persona que hará la investigación a una determinada relación de campo, a ciertas prácticas existenciales; contiene en filigrana ciertas formas de pensamiento y excluye otras. En resumen, lo que está en juego en realidad son algunos años de la vida de un(a) sociólogo(a). En la medida en que él/ella controle la elección de su método, la decisión será tomada mucho más en función de inclinaciones profundas que de consideraciones racionales. Y está muy bien que sea así, porque para hacer un buen trabajo de investigación es necesario en principio desear hacerlo. La pasión es el motor del descubrimiento.

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SUPUESTOS, ANÁLISIS ALCANCES CUALITATIVO Y LIMITACIONES DEL

EN BUSCA DEL SIGNIFICADO: SUPUESTOS, ALCANCES Y LIMITACIONES DEL ANÁLISIS CUALITATIVO

ROBERTO CASTRO 1

INTRODUCCIÓN Este capítulo contiene algunas precisiones sobre la naturaleza, los alcances y las limitaciones de los métodos cualitativos. La primera parte, necesariamente abstracta, está destinada a analizar las principales diferencias entre los métodos cualitativos y los cuantitativos. En vez de abordar esta comparación a la manera tradicional (en la que cada método se analiza en términos de lo que carece), he decidido comparar estos métodos en términos de sus propios supuestos. Esto necesariamente implica revisar el indisoluble vínculo entre teoría y métodos. La segunda parte provee un análisis más específico de los métodos cualitativos, como instrumentos indispensables de las ciencias sociales para la búsqueda del sentido de la acción. La exposición se centra en particular en el análisis cualitativo de textos, tales como las transcripciones de entrevistas, lo que permite identificar las diversas transformaciones (y reducciones) a las que debe someterse la información con el fin de ser analizada. La tercera parte contiene un ensayo de codificación de un segmento de entrevista. Con ello se busca demostrar, median-te un ejercicio concreto, la complejidad del esfuerzo analítico que acompaña al análisis cualitativo. Así, en este capítulo se transitará de lo abstracto a lo concreto en la discusión de los métodos cualitativos. Por último, el trabajo concluye haciendo énfasis en la necesidad de entender a los métodos cualitativos y cuantitativos como formas complementarias, más que antagónicas, de investigar la realidad.

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MÉTODOS CUANTITATIVOS Y CUALITATIVOS La existencia de paradigmas Durante los primeros 20 años posteriores a la segunda guerra mundial, la sociología “científica” era sinónimo de sociología “cuantitativa”, debido a la influencia positivista bajo la cual se había desarrollado: la objetividad, la rigurosidad, la confiabilidad, la validez y la verificación, es decir, los aspectos metodológicos centrales de las ciencias físico-naturales se convirtieron también en la aspiración fundamental de los científicos sociales. Sólo durante los últimos 25 años ha tenido lugar un resurgimiento de los métodos cualitativos, esencialmente como una reacción ante las limitaciones del método positivista (Baldus, 1990). Dicho resurgimiento ha transformado la identidad de las ciencias sociales. Muchos científicos sociales se han alejado del ideal físiconatural de antaño, y se han acercado a las humanidades, y más que buscar leyes sociales que expliquen las determinantes de la conducta, se interesan por analizar el sentido que los individuos atribuyen a sus actos y a su entorno. En vez de ver la sociedad como un organismo vivo o como una célula, la ven como un gran teatro o como un juego trascendente. En lugar de imaginar al científico social como un técnico de laboratorio que estudia su objeto con absoluta objetividad e imparcialidad, lo ven como un narrador que no logra dejar de ser parte de su propia narración. Para estos científicos sociales, los instrumentos de las llamadas ciencias duras han cedido su lugar a las metáforas de las humanidades. Como señala Geertz, hoy las ciencias sociales se interesan más por la clase de cosas que unen crisantemos y espadas, que por las que unen planetas y péndulos (Geertz, 1991: 63). El cuadro 1 resume muy genéricamente esta transición. Paradójicamente, lo menos importante en este vuelco de las ciencias sociales hacia los métodos cualitativos son los métodos en sí mismos. En un sentido muy general, éstos se reducen a acciones: observar, preguntar, escuchar, registrar y examinar (Schwandt, 1994). El giro hacia los métodos cualitativos significa, ante todo, la adopción de un paradigma epistemológico alternativo que se daba por sentado dentro del enfoque positivista. Los métodos no son medios neutrales para obtener información respecto de la realidad social. La opción por los métodos cualitativos implica que un conjunto de supuestos metateóricos acerca de dicha realidad han sido aceptados de antemano.

CUADRO 1 De la ciencia social positivista a la interpretativa Variables 1. Origen de la conducta humana 2. Caracterización de la sociedad 3. Caracterización del científico social 4. Recursos de investigación preferidos

Enfoque positivista Leyes externas como determinantes de la conducta Semejante a un organismo vivo o a una célula Semejante a un técnico de laboratorio Instrumentos de las ciencias duras

Enfoque interpretativo Sentido interpretativo subjetivo de la acción Semejante a un gran teatro o juego Semejante a un narrador que es parte de su propio relato Metáforas de las humanidades

Según Guba y Lincoln (1994: 108), “los paradigmas pueden ser vistos como un conjunto de creencias básicas (o metafísicas) relacionadas con principios últimos. Representan una visión del mundo que define, para quien los detenta, la naturaleza del `mundo’, el lugar de los individuos en él, y el rango de posibles relaciones con ese mundo y sus partes, tal como hacen, por ejemplo, las cosmologías y las teologías. Las creencias son básicas en el sentido de que deben ser aceptadas sobre la base de la fe (cursivas en el original)”. Cada paradigma responde a tres preguntas estrechamente interrelacionadas, que suponen una estructura social y un tipo de actor específicos, así como una forma particular de conocerlos. De acuerdo con estos autores, estas preguntas se refieren a tres cuestiones: a) La cuestión ontológica, que exige una definición respecto de la forma y la naturaleza de la realidad, y de lo que se puede conocer de ella. Por ejemplo, si se asume la existencia de un mundo “real”, cognoscible en sus propios términos, entonces se asume también que pueden conocerse cómo son en realidad las cosas; se asume que sólo cabe formular preguntas relacionadas con asuntos “reales”, mientras que preguntas relacionadas con asuntos subjetivos no son aceptables.

1 Director de Salud Comunitaria y Bienestar Social, Centro de Investigaciones en Sistemas de Salud/Instituto Nacional de Salud Pública.

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b) La cuestión epistemológica, que exige una definición respecto al tipo de relación que se establece entre el científico que conoce y la realidad que se conoce. Si respecto de la cuestión ontológica se dijo que hay una realidad “objetiva”, entonces respecto a la cuestión epistemológica la postura del científico debe ser de distanciamiento y objetividad, precisamente para poder conocer la realidad sin sesgos. Sin embargo, si respecto de la cuestión ontológica se dijo que sólo tenemos acceso a la “realidad” por conducto de las interpretaciones subjetivas que de la construcción social de la misma se hacen, entonces la postura del científico debe considerar que el conocimiento de la realidad está necesariamente en función del contexto y del discurso que se usa. c) La cuestión metodológica, que exige una definición respecto de los métodos específicos con los que se puede conocer la rea- lidad. Si respecto de las cuestiones ontológica y epistemológica se dijo que la realidad cognoscible es “real”, independiente del sujeto, entonces los métodos deben incluir mecanismos que permitan el control de “variables confusoras”, la verificación, la replicabilidad y, en general, todo lo que permita un conocimiento “objetivo”. Si, en cambio, respecto de aquellas cuestiones se dijo que la realidad sólo es cognoscible mediante interpretación, y que la interpretación es reflexiva respecto del contexto y del discurso, entonces los métodos deben incluir procedimientos que privilegien el conocimiento de los mecanismos interpretativos que usamos. Los métodos cuantitativos suponen respuestas a estas preguntas, diferentes de las que implican los métodos cualitativos. Vale la pena detenerse brevemente en este aspecto.

Los métodos cuantitativos Los métodos cuantitativos enfatizan la relación entre variables y privilegian la medición y el análisis de relaciones causales entre variables. El supuesto ontológico fundamental es que existe una realidad social que es independiente de los individuos, y que es cognoscible mediante procedimientos objetivos, sobre todo mediante la cuantificación. Esta perspectiva, en consecuencia, supone varias decisiones metateóricas:

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1) Una primera decisión se refiere al nivel de realidad que debe ser conocido, asociado estrechamente a los factores objetivos, externos a los individuos. Los individuos son conceptuados como “juguetes de una ilusión de libertad” (Durkheim, 1978: 32), que en realidad están determinados por aquellos factores. 2) Se piensa que esos factores objetivos constituyen patrones regulares, cuyas leyes pueden ser conocidas. 3) Al enfatizar la importancia de las “leyes” sociales que existen en la realidad y que determinan la conducta de los individuos, se privilegia a la explicación como el tipo de conocimiento producible. 4) Al postular que la conducta humana puede explicarse en relación con las leyes sociales, se tiende a favorecer un nivel de análisis macro que permita la generalización de los hallazgos. 5) Dado que se asume que los fenómenos sociales presentan patrones recurrentes y generales, se postula que es posible elaborar teorías sociales generales. En consecuencia, el conocimiento puede desarrollarse por medio de una lógica hipotética-deductiva, en la que la falsación constituye uno de los puntos nodales de la actividad científica. 6) Con el fin de permitir la verificación, se asume que es posible recortar la realidad en forma precisa, y que este recorte se puede lograr, en primera instancia, por medio de conceptos bien delimitados. 7) Finalmente, y consecuencia de lo anterior, una última decisión se refiere al carácter explicativo y sintético (de grandes cantidades de información) que, se asume, es posible imprimir al discurso científicosocial. La característica central de los métodos cuantitativos es la medición numérica que aplican a los fenómenos observados. La estadística constituye un instrumento apropiado para medir fenómenos “objetivos” y “regulares”, así como para estimar su variabilidad y su grado de generalización. Más aún, por definición la estadística es un instrumento sintetizador por excelencia, que permite manejar grandes cantidades de información para reducirlas a unas cuantas categorías.2 La estadística, sin embargo, no es una herramienta específicamente creada para realizar estudios sociales. Por el contrario, deriva directamente de la teoría matemática y, por lo tanto, su aplicación implica otro conjunto de supuestos metateóricos. Como ha señalado Cicourel (1982), los sistemas matemáticos (axiomáticos) cifrados, están compuestos simplemente por símbolos relacionados por verdades lógicas

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o tautologías. Esto es, dichos sistemas no se refieren al mundo “real”. “La sustitución de los símbolos y verdades lógicas de un sistema axiomático cifrado, abstracto, por términos descriptivos y enunciados empíricos (por ejemplo, los de la sociología) conduce a un sistema descifrado. Los axiomas o postulados de un sistema axiomático cifrado pueden convertirse en las leyes científicas de un sistema descifrado. Por tanto, los sistemas axiomáticos descifrados exigen que se demuestre una correspondencia entre los elementos, relaciones y operaciones de los sistemas matemático y sustantivo en cuestión” (Cicourel, 1966: 35; paréntesis y cursivas míos). Si esta correspondencia se da, se dice que los dos sistemas son isomórficos. Lo importante aquí es “cómo suponen tales isomorfismos los sociólogos que construyen o emplean `modelos matemáticos’ y `modelos de medida’ con teorías implícitas y qué consecuencias se siguen para la teoría y el método” (Cicourel, 1982: 36). En otras palabras: cuando se decide aplicar métodos cuantitativos para estudiar un fenómeno social dado, se asume que las propiedades lógicas básicas de la estadística también existen en el fenómeno bajo estudio. En tal caso, la aplicación de métodos estadísticos constituye simplemente una estrategia para analizar mejor las relaciones lógicas existentes entre los diferentes componentes del fenómeno estudiado. De lo anterior se deriva una doble consecuencia: por una parte, el cientista social debe estar consciente del supuesto de isomorfismo al aplicar métodos cuantitativos; en consecuencia, el marco teórico utilizado debe suponer (explícita o implícitamente) que el fenómeno estudiado posee propiedades numéricas. Asimismo, debe estar consciente de las consecuencias de aplicar métodos numéricos en el caso de que el supuesto de isomorfismo no se cumpla: el método forzaría la naturaleza de los hallazgos e impondría sobre ellos relaciones carentes de sentido, aun en el caso de que las pruebas de significancia resultaran satisfactorias. Por ejemplo, la mortalidad infantil puede ser estudiada estadísticamente, y es posible identificar correlaciones significativas con la edad de la madre. Las propiedades numéricas de las variables “número de hijos muertos” y “edad de la madre” son lo suficientemente claras como para poder seguir reglas matemáticas para explorar las características agregadas de este fenómeno. Pero supongamos que lo que interesa no es la mortalidad infantil en sí misma, sino el dolor y el duelo que normalmente resulta de cada una de estas muertes. Podríamos asumir que “duelo” es una variable con propiedades numéricas, o podríamos atribuírselas arbitrariamente.

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Así, podríamos decidir que un mes de duelo será igual a uno; dos meses, igual a dos, y así sucesivamente. Una vez que esta crucial decisión se toma, esto es, una vez que se asume que “duelo” es una variable con propiedades numéricas, es posible utilizar complejos métodos estadísticos para explorar la correlación entre estas variables. Con este esquema, tal vez terminaríamos “descubriendo” que mientras más joven es la madre más grande es el duelo, o tal vez a la inversa (y, con algo de suerte, podríamos obtener un buen grado de significancia estadística). Sin embargo, es difícil imaginar una teoría sociológica que proponga seriamente que el único aspecto crucial del duelo es su duración en el tiempo, según la medición por encuestas. La duración podría ser una de sus propiedades, pero no es la variable en sí misma.3 Al optar sólo por un método numérico podríamos explorar la correlación entre “duelo” y “edad de la madre”, pero estaríamos renunciando al estudio del significado de la muerte infantil para las madres; esto es, renunciaríamos al estudio de la manera en que el duelo es vivido subjetivamente por las madres.

Los métodos cualitativos Los métodos cualitativos hacen énfasis en el estudio de procesos sociales. El supuesto ontológico fundamental es que la realidad se construye socialmente y que, por lo tanto, no es independiente de los individuos. A diferencia de los métodos cuantitativos, que se concentran en el estudio “objetivo” de fenómenos externos a los individuos, los métodos cualitativos privilegian el estudio “interpretativo” de la subjetividad de los individuos, y de los productos que resultan de su interacción. El aspecto sociológico central de esta perspectiva se refiere al significado que la realidad tiene para los individuos y la manera en que estos significados se vinculan con sus conductas. Como en el caso anterior, esta perspectiva supone varios presupuestos metateóricos que conviene mencionar: 1) Una primera decisión se refiere al nivel de realidad que debe ser conocido, asociado estrechamente a factores subjetivos, internos a los individuos. Los individuos son concebidos como “actores interpretativos” cuya dimensión subjetiva es estructurada inicialmente

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“por encuentros con objetos externos... [que] se internalizan con el proceso de socialización” (Alexander, 1992: 21). 2) Al centrarse en la dimensión subjetiva de los individuos, se abre un enorme espacio para la libertad de los individuos (en contraste con las “determinantes” macrosociológicas), y su conceptuación como el punto de partida en la producción de los fenómenos sociales. En consecuencia, en lugar de “leyes” sociales, se habla de contingencias. El orden social es entendido como el resultado de la suma de negociaciones intersubjetivas. Desde este punto de vista, se postula que son los actores los que crean el orden social mediante la interacción social, y no a la inversa (el orden social como determinante de la producción de tipos específicos de actores). 3) Al enfatizar la importancia de las “contingencias” y de los factores subjetivos, se favorece a la comprensión, más que a la explicación, como el tipo de conocimiento producible. 4) Para poder llevar a cabo una adecuada comprensión de los factores subjetivos, los sujetos y las situaciones de estudio deben ser abordados en un plano de análisis micro, de tal manera que las particularidades interpretativas de los procesos sociales puedan ser aprehendidas. 5) La decisión metateórica previa implica que no es posible aspirar a elaborar una teoría general de la cual el conocimiento de lo social pueda ser deducido. Ello se debe, ante todo, a que no es posible elaborar teorías generales en una realidad dominada por “contingencias”. En consecuencia, la perspectiva interpretativa opta por desarrollar el conocimiento en forma inductiva. Las inducciones deben llevarse a cabo a partir de observaciones específicas de individuos concretos y de sus interacciones (Glaser y Strauss, 1967). 6) Con el fin de lograr un conocimiento interpretativo, los conceptos deben ser lo suficientemente flexibles como para aprehender la múltiple diversidad de los significados que los objetos pueden representar para los individuos, así como la variedad de interpretaciones que los individuos pueden realizar sobre su entorno. En consecuencia, más que con conceptos rigurosamente delimitados, se asume que sólo es posible 2 Como ha señalado Moore: “Contar necesariamente implica ignorar todas las diferencias excepto la que está siendo medida. Requiere reducir todas las evidencias a unidades similares... El proceso de contar, pienso, hace necesario ignorar, tarde o temprano, las diferencias estructurales.” (Moore, 1966: 520).

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trabajar con conceptos sensibilizadores que, en vez de constituir un recorte preciso de la realidad, representan “direcciones en las cuales mirar” (Blumer, 1969). 7) Como consecuencia de lo anterior, una última decisión se refiere al carácter descriptivo, analítico y exploratorio que, se asume, debe imprimirse al ejercicio de la ciencia social. El cuadro 2 presenta un resumen de las características enunciadas y una comparación con los métodos cuantitativos. Debe advertirse que este tipo de esquemas conllevan el riesgo de simplificar las diferencias entre los métodos cualitativos y cuantitativos, hasta el extremo de hacerlos aparecer como antagónicos. Se trata, sin embargo, de enfoques que bien pueden ser complementarios, pues cada uno aborda aspectos que el otro deja de lado. CUADRO 2 Comparación esquemática entre métodos cuantitativos y cualitativos

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Tipo de decisión metodológica Nivel de realidad analizado Causalidad de los fenómenos colectivos Tipo de conocimiento generado Nivel de análisis Forma de análisis Tipo de conceptos Tipo de ciencia social

Métodos cuantitativos Métodos cualitativos Objetivo Subjetivo Leyes

Contingencias

Explicación

Comprensión

Macro Deducción Definitivos Explicativa y sintética

Micro Inducción Sensibilizadores Descriptiva, analítica y exploratoria

Los métodos cualitativos en ciencias sociales incluyen, entre otros, la observación participante, el análisis cara-a-cara, el análi- sis de textos, el análisis de entrevistas en profundidad, el análisis conversacional, etc. (Denzin, 1970). Como en el caso de los métodos cuantitativos, la validez interna y la validez externa constituyen 3 “La medición atañe a las propiedades de los objetos, no a los objetos mismos. Así, en nuestro uso del término, no es mesurable un palo, aunque sí podrían serlo su longitud,

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problemas metodológicos serios que no deben ser dejados de lado por el científico social (Zetterberg, 1965). Sin embargo, en el caso de los métodos cualitativos, las respuestas ofrecidas a estos problemas varían enormemente, dependiendo de la perspectiva que se adopte. En un extremo (muy próximo a la postura positivista), algunos autores afirman que en términos de validez no debería haber mayor diferencia con los métodos numéricos: o hay, o no hay correspondencia entre el concepto y el “indicador” (validez interna), así como hay o no hay correspondencia entre los hallazgos y la realidad empírica (validez externa). En el otro extremo (radicalmente relativista), se afirma que estas cuestiones carecen de sentido, pues cada situación social, dadas las cualidades interpretativas de los actores, es “única” (incluyendo la del lector que lee —interpreta— un texto científico), por lo que no cabe buscar parámetros que aseguren la sustentabilidad del texto por sí mismo (Altheide y Johnson, 1994). Entre estos extremos, el problema de la validez de los métodos cualitativos ha sido abordado de diversas maneras. Por razones de espacio no cabe aquí una revisión detallada de esta discusión. Basta señalar que algunos autores se centran en la validez y capacidad de generalización de los métodos etnográficos (Hammersley, 1992; Schatzman y Strauss, 1973); otros discuten la situación de los estudios de caso (Burawoy et al., 1991), o analizan el caso de los métodos de interpretación de textos (Silverman, 1993; Atkinson, 1990) o bien sugieren criterios para evaluar la validez y generabilicidad de estos métodos desde diversas perspectivas (Altheide y Johnson, 1994; Kirk y Miller, 1986), etcétera. En todo caso, una característica general de los métodos cualititativos es que el científico social debe registrar sus observaciones en forma escrita, y luego realizar un análisis sistemático de esta información. Como en el caso de la estadística, este procedimiento implica varios supuestos que determinan la naturaleza de los hallazgos obtenidos. En la siguiente parte me concentraré en el análisis de estos supuestos, en particular en lo que respecta a las transcripciones de entrevistas abiertas.

peso, diámetro y dureza...” [cursivas en el original] (Torgerson, citado en Cicourel, 1982: 37).

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LA BÚSQUEDA DEL SIGNIFICADO EN EL ANÁLISIS CUALITATIVO La obtención de la información Existen diversas corrientes teóricas que tienen al análisis cualitativo como su método de investigación. Entre ellas se encuentran la teoría fundamentada, la fenomenología, la etnometodología, y muchas más. Estas corrientes difieren en función de diversos postulados teóricos y, en última instancia, en la forma en que cons-truyen su objeto. En todo caso, lo que todas ellas tienen en común es su interés por definir a los significados construidos socialmente como su principal objeto de estudio. El análisis que sigue es válido para todas esas corrientes. Sin embargo, conviene elegir a una y sobre ella “montar” la discusión, con el fin de evitar un análisis en exceso abstracto. Tomemos, entonces, a la teoría fundamentada. El objetivo principal de ésta es “generar una teoría que explique un patrón de conducta que sea relevante y problemático para los involucrados” (Glaser, 1978: 93). El punto de arranque de este abordaje cualitativo (originalmente propuesto por Glaser y Strauss, 1967) es el reconocimiento del vínculo indisoluble entre teoría y métodos. Desde un marco simbólico-interaccionista (que se basa en las propuestas de Mead y Blumer), los autores postulan que la tarea sociológica fundamental es la generación de teoría mediante el desarrollo de categorías ad hoc que derivan en línea directa de la información empírica, en lugar de tratar de “forzar” la información dentro de categorías prestablecidas. Ciertamente no es posible aproximarse a la realidad sin ninguna preconcepción de ella. El científico social requiere de algunas categorías que le permitan observar el fenómeno bajo estudio. Pero como lo han sugerido Schwartz y Jacobs (1984: 50), estas categorías son como los estereotipos y clisés que normalmente usamos cuando somos presentados ante alguien a quien no hemos visto nunca antes. En estos casos, intercambiamos una serie de preguntas y respuestas básicas acerca de cada uno (nombre, ocupación, opinión sobre el clima, etc.), con el fin de identificar algún tema más significativo y relevante, de modo que la conversación pueda enfocarse ahí. De acuerdo con estos autores, utilizamos estos clisés y estereotipos con el fin de deshacernos de ellos, y no con el de conversar acerca de ellos.

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De manera semejante, la teoría fundamentada postula que la realidad social debe ser abordada con el fin de descubrir problemas relevantes y significativos que ocurren en ese momento; problemas que, por definición, no pueden detectarse con anticipación, esto es, antes de que entremos en contacto con la realidad. De acuerdo con estos autores, en la investigación sociológica estos clisés desempeñan el mismo papel que los “conceptos sensibilizadores”: nos permiten aprehender las particularidades de la situación bajo estudio, al mismo tiempo que nos facilitan continuar con las siguientes etapas de nuestra investigación. Eventualmente, estas “observaciones” son transformadas en “textos” por el investigador, y la esencia del análisis cualitativo se realiza en este material escrito. Los textos pueden ser notas personales, diarios de campo, transcripciones de entrevistas o conversaciones, u otras. Conviene, sin embargo, recordar que una característica distintiva del análisis cualitativo (por lo menos de aquel propuesto desde la teoría fundamentada) es que la recolección de la información no constituye una etapa diferente del proceso de análisis, como es el caso en la investigación convencional. Por ejemplo, en las encuestas, el trabajo de campo es las más de las veces independiente de la tarea de codificar y capturar la información de los cuestionarios, y éstas son independientes del proceso de análisis. En el caso de la teoría fundamentada, todas las fases del proceso de investigación ocurren simultáneamente, de acuerdo con las necesidades que vayan resultando de la ejecución del proyecto. Esto es lo que se conoce como muestreo teórico, un proceso en el que la recolección de la información depende de la teoría que vaya surgiendo. En este sentido, la sensibilidad teórica es la capacidad del investigador de “conceptuar y formular una teoría en la medida en que ésta va emergiendo de la información” (Glaser y Strauss, 1967: 46). Mediante esta capacidad, el investigador deriva de la información los conceptos que mejor se adaptan a la realidad y que, por consiguiente, son “relevantes” y “funcionan” para explicar lo que pasa. Por lo demás, estos conceptos deben ser lo suficientemente modificables de manera que puedan también responder a la variabilidad de los procesos sociales (Glaser, 1978: 4). A diferencia de los estudios cuantitativos, en los que el muestreo estadístico se utiliza para verificar teorías previamente existentes, en la teoría fundamentada el muestreo teórico se lleva a cabo con el fin de generar teoría relevante. En los primeros, el principal criterio consiste en entrevistar a todos aquellos circunstancialmente incluidos en la muestra,

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definida mediante procedimientos estadísticos. En la segunda, el criterio es entrevistar a todos aquellos intencionalmente seleccionados dado que presentan alguna relevancia teórica (Glaser y Strauss, 1967: 48). En consecuencia, la saturación teórica constituye el principal criterio para decidir cuándo detener el proceso de muestreo. Ésta es entendida como el momento del proceso de investigación en el cual ya no se obtiene información nueva, y en el que, por consiguiente, el científico social puede darse a la tarea de desarrollar las propiedades y dimensiones de una categoría dada (Glaser y Strauss, 1967: 61). En la medida en que la recolección de observaciones continúa, la información es transformada en textos.

Las transformaciones de la información Así como los métodos cuantitativos implican una serie de supuestos acerca de la realidad social, así también los métodos cualitativos no están exentos de ciertos supuestos que es preciso identificar. A diferencia de los cuestionarios de respuestas cerradas, las entrevistas abiertas permiten a los entrevistados abundar libremente acerca de las preguntas que se les formulan. En ambos casos, sin embargo, las respuestas son registradas de alguna forma, ya sea mediante el marcado de alguna de las respuestas ya existentes en el cuestionario, o mediante el registro abierto de las mismas (grabación y transcripción, diario de campo, etc.). Como dice Cicourel, las respuestas marcadas de un cuestionario cerrado son como las perforaciones de una tarjeta IBM (o la captura en disco, diríamos ahora): por sí mismas no significan nada absolutamente. Esto es debido a que el “código” con el cual pueden ser transforma- das en algo con significado se encuentra más allá del cuestionario mismo, y que sólo puede ser provisto por la teoría sociológica que se está utilizando como marco interpretativo (Cicourel, 1982:148). Algo similar puede decirse respecto de la información obtenida mediante una entrevista etnográfica: es necesario apoyarse en alguna teoría sociológica y referirse a un contexto sociocultural históricamente específico con el fin de poder “interpretar” la información. Es, asimismo, imperioso conocer las restricciones metodológicas que se imponen sobre esa información.

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Varios autores (Oakley, 1981; Blaxter y Paterson, 1982; Cornwell, 1984; Calnan y Johnson, 1985), han notado que el escenario mismo de la entrevista afecta el tipo de información que los individuos aportan. Cornwell, sin embargo, apoyándose en el marco interpretativo que usa, ha enfrentado el problema brillantemente: mientras que en las entrevistas estandarizadas las variaciones de este tipo “son tratadas como `un problema de sesgo’ y los entrevistadores son entrenados con técnicas diseñadas para superarlas..., [en la investigación cualitativa] estas variaciones son aceptadas como una parte de la realidad social que está siendo investigada y como una valiosa fuente de información respecto de la manera en que los individuos se comportan ante extraños y en una relación donde [las clases sociales de ambos actores no son las mismas] (Cornwell, 1984: 16; paréntesis míos). Por otro lado, al igual que los métodos estadísticos, cuya aplicación necesariamente implica renunciar a una considerable cantidad de información cualitativa con el fin de concentrarse en los aspectos comunes de las unidades bajo observación, los métodos cualitativos implican un proceso selectivo al cual se somete la información. Al usar métodos cualitativos, la primera cuestión de la que el científico social debe estar consciente es que el mero hecho de grabar una entrevista abierta tiene una doble consecuencia: por una parte, hace posible “fijar lo dicho”, es decir, rescatarlo de sus formas perecederas y fijarlo “en términos susceptibles de consulta” (Geertz, 1989: 32). Pero también implica la pérdida de una importante cantidad de información sobre fenómenos que son inherentes al hecho de hablar, como gestos, expresiones faciales, ademanes, etc. Ésta es la consecuencia de la primera de varias transformaciones a las cuales la información (la entrevista) es sometida: de un hecho “real” a un registro grabado. Una segunda y crucial transformación ocurre cuando el contenido de la grabación es transcrito y, consecuentemente, reducido a un “texto”. La transcripción textual de una conversación (entre un investigador y un entrevistado) constituye la “descripción” de la interacción verbal original. Sin embargo, otro conjunto de fenómenos inherentes al acto de hablar, como el volumen, la entonación, el tono, el timbre y el ritmo de la voz, no quedan registrados en la transcripción (Mishler, 1984: 22). Una consecuencia inmediata es que es el texto —y no el discurso oral del cual deriva—, lo que se convierte en el objeto de análisis. En consecuencia, un

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supuesto crucial debe ser identificado aquí: las transcripciones de este tipo deben ser leídas “como si” representaran el habla real. El lector de tales transcripciones normalmente no está consciente de este supuesto, debido a que, a pesar de la ausencia de signos gramaticales que indiquen aquellos aspectos mencionados (entonación, volumen, ritmo, etc.), el lector puede llenar estos vacíos por intrapolación, la cual es posible mediante el sentido común, esto es, por medio de la familiaridad que un determinado “miembro” (del mismo grupo que el entrevistador y el entrevistado) puede tener del contexto social en el que la entrevista y su transformación en texto ocurrió (Mishler, 1984: 28). Una transformación adicional resulta del proceso de codificación. Si la medición numérica es la imputación de números a dimensiones específicas de un fenómeno dado, la codificación es una especie de acción evaluatoria nominal mediante la cual es po- sible clasificar el material. En el análisis de contenido —el análisis cuantitativo de textos— codificar significa asignarle un número a cada categoría, de manera que sea posible el análisis estadístico de la información.4 Además de su falta de flexibilidad, otra limitación muy importante del análisis de contenido es que a cada unidad codificable sólo se le puede asignar una categoría, con el fin de no violar el supuesto de independencia entre las mediciones, lo que ocurriría con múltiples códigos (Mishler, 1984: 42). Esto, además de la dudosa existencia de isomorfismo entre la estadística y las significaciones que se transmiten mediante el habla, hace a la codificación cuantitativa poco apropiada para el análisis interpretativo. En el análisis cualitativo, la asignación de códigos constituye una identificación preliminar de los hallazgos, dado que cada código normalmente “indexa”5 un amplio conjunto de significados. Esto es, un código normalmente constituye un intento del investigador por clasificar una palabra, una frase, o una sección del texto en categorías específicas significativas que tengan senti- do dentro del marco teórico que esté siendo utilizado. Una cuarta transformación de la información ya codificada tiene lugar cuando el investigador convierte interpretativamente esos códigos en “significados”, es decir, en explicaciones teóricamente consistentes de lo dicho.6 Por lo tanto, es necesario tener en cuenta la distancia entre el fenómeno originalmente bajo estudio (el significado de un discurso) y las sucesivas reducciones de la información: primero en casetes, después en

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textos, en códigos y finalmente en interpretaciones. La figura 1 ilustra este proceso. FIGURA 1 Transformaciones de la información en los métodos cualitativos OBSERVACIÓN-ENTREVISTA GRABACIÓN TEXTO (INTRAPOLACIÓN) CODIFICACIÓN (CATEGORIZACIÓN) INTERPRETACIÓN

Estamos, entonces, frente a una paradoja metodológica: una aproximación sistemática a la información recolectada (entrevistas) requiere de un simultáneo distanciamiento. En otras palabras, es necesario someter esta información a una serie de transformaciones (grabación, transcripción, codificación, etc.) con el fin de analizarla sistemáticamente; pero justamente estas transformaciones implican un paulatino empobrecimiento de la información original. Una interpretación errónea de esta paradoja puede llevar a creer que los estudios cualitativos persiguen, en última instancia, un objeto demasiado elusivo que hace poco factibles estos intentos. Su correcta interpretación, por el contrario, nos permite estar conscientes de las limitaciones de un esfuerzo de esta naturaleza, lo cual a su vez permite considerar aún más valiosos los hallazgos obtenidos mediante este método.

La generalización de los hallazgos Dada su propia naturaleza, los métodos cualitativos suelen apoyarse en pequeñas muestras, no representativas estadísticamente, de entrevistados. La pregunta obligada, en consecuencia, se refiere a la validez de este abordaje. Pero el problema se resuelve si se distingue entre inferencia estadística, por un lado, e inferencia lógica, por otro. La estadística

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permite al investigador derivar conclusiones acerca de qué tan extensa (o general) es la existencia de un fenómeno en la población donde la muestra fue tomada. La inferencia lógica o teórica, por el contrario, “es el proceso mediante el cual el analista deriva conclusiones acerca de la vinculación esencial entre dos o más características en términos de algún esque- ma explicatorio sistemático —algún conjunto de proposiciones teóricas” (Mitchell, 1983: 200). El abordaje usado en muchos de los estudios cualitativos no incluye a la inferencia estadística, sino a la inferencia teórica. Esto, sin embargo, no significa que los que utilizan esta última al trabajar con pequeñas muestras no puedan generalizar sus hallazgos a la población en su conjunto; significa, simplemente, que la inferencia se hace por otros medios metodológicamente diferentes de los estadísticos. Como lo señaló Znaniecki: “Mientras que ambas formas de inducción tienden a alcanzar verdades generales y abstractas respecto a datos concretos y particulares, la inducción numérica abstrae mediante generalización, mientras que la inducción analítica generaliza mediante abstracción” (Znaniecki, 1934: 250).

UN EJEMPLO DE ANÁLISIS CUALITATIVO Se presenta aquí un ejercicio de codificación de un breve segmento de entrevista realizada en 1988 en Ocuituco, una comunidad rural de 3 200 habitantes del noreste del estado de Morelos. El objetivo es ilustrar la complejidad del enfoque cualitativo, así como mostrar la necesidad de proceder de manera muy sistemática en el análisis. La finalidad del proyecto del que forma parte esta entrevista es explorar, desde una perspectiva sociológica, la experiencia subjetiva de los ocuitecos sobre la salud y la enfermedad, la reproducción y la anticoncepción, así como identificar, en el discurso de los entrevistados, los principales factores sociales a los que se asocia dicha experiencia. El segmento codificado se incluye al final de esta sección. El software utilizado es el paquete Ethnograph (Seidel, 1995). El primer punto notable es que la conversación se inició antes de que la entrevistadora (Andrea) comenzara a grabarla. Aunque el lector puede imaginar el tipo de estrategias utilizadas por la investigadora hasta este momento (presentación, saludos, explicación de los propósitos de la

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entrevista, obtención de la aceptación, sondeos iniciales para establecer el rapport, solicitud de permiso para activar la grabadora, etc.), en realidad carecemos de información acerca de la manera en que esta etapa inicial (no grabada) puede haber afectado el contenido del resto de la conversación. En otras palabras, el lector no cuenta aquí con información sobre la forma en que la entrevistada (Dionisia) definió la situación en un principio. Por lo tanto, debemos asumir que esta información faltante no afecta (sesga o distorsiona) en forma significativa, la validez del análisis subsiguiente. La descripción de la conversación (i.e., el texto) comienza presentando a ambos actores en una conversación sobre algo de reproducción en general. En consecuencia, se asigna un código (Reproducc)7 al segmento comprendido entre las líneas 4-16. De las líneas 4 a 10 Dionisia provee información acerca de la edad que tenía cuando tuvo su primer parto, por lo que se le asigna el código correspondiente (Edad1parto). A partir de la línea 17, Dionisia habla de su matrimonio, por lo que se atribuye este código al resto del segmento. También, de las líneas 11 a la 16, la entrevistada provee información sobre la edad que tenía cuando se casó, por lo que el segmento se codifica Edad1mat. En el segmento 11-13, la entrevistadora frasea su pregunta de tal manera que impone una definición de la situación sobre la entrevistada, cuando dice “o sea que usted se casó muy jovencita”. Como consecuencia de ello, no podemos saber si la palabra “todavía” que aparece en la respuesta (línea 13) es un efecto de esta imposición, o si es de hecho una palabra que indica la percepción real de Dionisia sobre este tema. A partir de la línea 17 el tema gira en torno a las razones de haberse casado tan jovencita, por lo que se codifica acordemente (Razón-matr). Esta sección comienza con una pregunta formulada por Andrea, que comienza con las palabras “¿por qué?” (“¿y por qué se casó tan joven?”). La pregunta “¿por qué?” es una solicitud de explicación, es decir, de razones. Las razones pueden ser de dos tipos, ya sean motivos o causas 4 Una

definición clásica es la de Berelson: “El análisis de contenido es una técnica de investigación para la descripción objetiva, sistemática y cuantitativa del contenido manifiesto de la comunicación” (Berelson, 1952: 18). 5 La indexicalidad se refiere al hecho de que los conceptos, términos, y afirmaciones de los individuos no son entendibles a menos de que uno esté familiarizado con las expectativas de sentido común del escenario social donde son producidas (Garfinkel, 1967).

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(Bruyn, 1966). Los motivos implican un proceso interpretativo (o un impulso interior) del entrevistado, mientras que las causas se refieren más bien a fuerzas externas al individuo. En este sentido, una pregunta que comienza con las palabras “por qué” es una pregunta ambigua, de manera que el codificador debe estar consciente de las diferentes clases de respuestas a que puede dar lugar. Considérese, por ejemplo, el segmento contenido entre las líneas 18-20. La entrevistada comienza aduciendo una causa para explicar su matrimonio temprano: “la ignorancia, más que nada es la ignorancia”. Esta respuesta, al mismo tiempo, es una caracterización de la propia persona, por lo que se codifica también así (auto-caract). Inmediatamente después Dionisia continúa indicando lo que parece ser una controversia (“debate”) de la que ella parece estar al tanto, o por lo menos una representación de tal controversia. Al hacer explícita su posición negativa respecto de este asunto, Dionisia está también sugiriendo que otras mujeres pueden tener este motivo (deseo de irse de la casa) como la razón de un matrimonio temprano. Esta sección (líneas 17-40) también ha sido codificada como “debate”. Bien puede ser que diversos tipos de debates colectivos estén teniendo lugar en la comunidad al momento de la entrevista. Si así fuera, ellos deben ser identificados con la mayor precisión posible dado que el objetivo de esta investigación es, como se dijo arriba, identificar, en el discurso de los entrevistados, los principales factores sociales a los cuales se asocia la experiencia subjetiva de la reproducción y la anticoncepción. Al señalar que ella no tuvo como motivo para casarse joven el deseo de salirse de su casa, Dionisia provee también información indirecta sobre el tipo de interacción que ella tenía con su madre (“mi mamá me dejaba salir en bailables de la escuela”). Esto es codificado como interacción con la madre (interac-ma). Cabe esperar que diferentes tipos de interacción aparecerán conforme avance el análisis (interacción con el esposo, con los hijos, con los médicos, etc.), y que estos tipos, a su vez, se asocien con diferentes patrones de experiencia subjetiva. 6 La discusión contemporánea sobre la naturaleza del análisis cualitativo reconoce que

“aún no es absolutamente claro cómo emergen los temas y las ideas y cómo es que terminan en un producto escrito terminado” (Bryman y Burgess, 1994: 224). Es decir, no es claro cómo tiene lugar exactamente la interpretación de los materiales escritos.

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Entre las líneas 26-34, Dionisia provee información acerca de su escolaridad (educación), y explica el hecho de que ella fue tarde a la escuela (a los 12 años) porque su padre murió cuando ella era casi una recién nacida y, en consecuencia, tuvo que quedarse en casa con su madre (codificado como “muerte”: cabe esperar que diversas referencias a la muerte y al acto de morir aparecerán durante la codificación; conviene registrarlas desde ya para eventualmente poder observar posibles patrones de significaciones asociados con esta categoría). El segmento 32-40 está codificado como “sexualidad” dado que contiene información sobre la etapa en que Dionisia comenzó a sentirse atraída por personas del sexo opuesto. No cabe duda de que, como tal, el código “sexualidad” es muy general. Sin embargo, el codificador puede esperar que, conforme avance el análisis, será posible identificar dimensiones y propiedades más específicas. Entre las líneas 41 y 53 surge un tema que puede resultar crucial en esta investigación: “violencia”. Es importante notar que nuevamente Dionisia hace referencia al debate antes mencionado, pero esta vez haciendo explícito el vínculo entre el contenido de ese debate y la experiencia de ser golpeada, vinculación que no estaba clara en el primer segmento codificado como “debate” (17-40). Ser golpeada por la madre es otra forma de interacción con ella, por lo que este segmento también es codificado como “interac-ma”. Las líneas 41-53 también contienen una referencia al fenómeno de cambio social. Es interesante notar que la entrevistada vincula el hecho de que su madre acostumbraba golpearla con su apreciación de que en épocas pasadas había un tipo de educación diferente al actual. Esto podría estar sugiriendo que en la actualidad estas prácticas son socialmente menos aceptables que antes. Si este fuera el caso, será interesante observar cómo se asocia este hecho con el “debate” que posiblemente está ocurriendo en la comunidad en torno a la violencia doméstica como uno de los motivos para casarse pronto. En otras palabras: a) el “debate” puede ser real en la comunidad; b) uno de los argumentos en este debate puede ser que las madres acostumbran golpear mucho a las hijas; c) esto podría ser tomado por las hijas jóvenes como un motivo para casarse pronto; d) al mismo tiempo, golpear a las hijas podría ser una práctica social con poca aceptación social (a diferencia de lo que ocurría antes); e) si éste fuera el caso, habría que observar que uno de los argumentos centrales de un debate público se refiere a la existencia de una práctica “privada” no

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aceptada socialmente: uno esperaría encontrar que la gente prefiere no hablar de ello. Algunos datos adicionales sobre este tema aparecen en las líneas 43-47. Por una parte, el segmento se refiere otra vez a uno de los tipos de interacción que tenía Dionisia con su madre; por otra, también se hace referencia a la violencia. Pero, además de estos dos códigos, un tercer tipo de información parece estar contenido en este segmento: al afirmar que “sí me pegaba, pero tenía bastante razón, porque las madres no están locas, no tienen nada de locas para que nomás así porque sí, lleguen y ¡órale!”, ¿está Dionisia sugiriendo que hay otros actores sociales que sí están locos como para llegar y golpear arbitrariamente?, ¿los esposos, por ejemplo?, ¿o los padres? En esta etapa del análisis es difícil pensar en un código apropiado para registrar esta posible implicación. Pero la hipótesis debe ser registrada en un memo, pues podría ser necesario recuperarla más adelante (con el surgimiento de nuevas evidencias). En cualquier caso, si en efecto resulta que uno de los motivos para casarse temprano es salir de la casa, este tipo de matrimonio deberá ser categorizado también como “estrategias”, tal como lo sugiere Dionisia en las líneas 49-51. En las líneas previas (47-51), es claro que la entrevistada aduce una causa (la ignorancia), más que un motivo (“como mi mamá me pega yo me voy a ir”) como la razón fundamental de su matrimonio temprano. El análisis se complica cuando Andrea formula la siguiente pregunta. La entrevistadora parece estar buscando un motivo para explicar el matrimonio temprano de la señora. En consecuencia, hace una sugerencia en calidad de sondeo: “Entonces usted se casó porque estaba enamorada” (líneas 54-55). Es importante notar otra vez la sutil imposición de la entrevistadora: la palabra “entonces” al principio de la frase equivale a las expresiones “por lo tanto”, o “entonces sólo nos queda una explicación”. La cuidadosa respuesta de Dionisia (líneas 56-60) hace ver que ella está en desacuerdo con la imposición de Andrea dado que ella tiene aún otra explicación, además de estar enamorada: “simplemente porque el fulano me llamó la atención”. Aunque esta respuesta podría ser codificada como un motivo, el contexto (en la entrevista) dentro del cual esta afirmación fue formulada, y los matices que la acompañan (“pues”, “simplemente”) nos permiten mantener la idea de que, tal como lo afirmó Dionisia antes, 7 El programa Ethnograph requiere que los códigos que se asignen tengan como máximo diez caracteres.

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la razón principal de su matrimonio temprano es una causa: “la ignorancia”. A partir de la línea 61, la entrevistadora empieza a explorar una de las dimensiones centrales de la investigación: el “conocimiento” de los diversos actores respecto a los temas de la salud y la enfermedad y la reproducción. Ante la pregunta (ambigua) acerca del grado de preparación que tenía para la vida matrimonial, Dionisia primero duda (“fíjese que no, pero sí”), y después decide contarle a la entrevistadora acerca de los “ideales” personales que tenía al casarse: todos sus hijos deberían ser del mismo padre. El segmento es codificado también como “preparación” porque es la respuesta a una pregunta al respecto. Y finalmente, el segmento también contiene información, implícita, sobre la condición de la mujer-madre en los días en que Dionisia se casó: un “ideal” de tener hijos sólo de un mismo padre puede corresponder a una realidad donde lo contrario es lo que ocurre. El codificador debe detectar esta posibilidad y estar atento para identificar evidencias y explicaciones sobre este fenómeno. En este punto también vale la pena registrar en un memo la posibilidad de que estemos aquí nuevamente ante un ejemplo de definiciones diferenciales de la situación: mientras que para la entrevistadora “estar preparada para la vida matrimonial” significa algo así como “saber algo sobre relaciones sexuales y reproducción”, para Dionisia, aparentemente, significa sobre todo “tener un proyecto, un ideal, sobre cuál debe ser el principal resultado de casarse”. La insatisfacción de Andrea con la respuesta anterior la fuer- za a ser más explícita en la siguiente pregunta (líneas 76-78): ahora inquiere abiertamente sobre el conocimiento que tenía Dionisia sobre su cuerpo. Interesantemente, Dionisia ofrece la respuesta más breve posible (una palabra): “nada”. Más interesante aún es la respuesta de Dionisia al sondeo de Andrea (“¿nada, nada?”): la entre- vistada parece indicar que la fuente principal de conocimientos sobre su cuerpo era su propia percepción de signos y síntomas corporales, principalmente aquellos manifestados mediante el dolor: “solamente lo que a mí me dolía era... la cabeza, me agarraban fuertes gripas, eso era lo que yo sufría. De ahí para acá, yo no supe de nada” (líneas 82-85). El segmento es codificado como “conocimiento” sobre “sexualidad”, pues responde a una pregunta sobre estos temas. Sin embargo, es importante notar que algunas dimensiones de la categoría “conocimiento” han comenzado a emerger: la fuente del conocimiento (“si me duele, lo conozco”), el objeto del conocimiento (“sé

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que quiero a mis hijos del mismo padre”), etc. De nuevo, debe ser registrado en un memo hasta que aparezcan nuevas evidencias para refinar los hallazgos. El segmento analizado en este ejercicio concluye en este punto. +Entrevista a señora Dionisia +Casada/63 años/8 hijos #-REPRODUCC $-EDAD1PARTO Dionisia: Sí, fíjese, que, que este, de... Fue mujer, la primera y este, la tuve a los 2 años de casada. Andrea: ¿A los dos años de casada? Dionisia: A los dos años. Andrea: ¿Cuántos años tenía usted? Dionisia: 17. $-MATRIMONIO %-EDAD1MATR Andrea: O sea que usted se casó muy jovencita. Dionisia: De l5, todavía ni ajustaba los 15. Andrea: ¿Todavía no? Dionisia: Todavía no. #-RAZÓN-MATR %-AUTOCARACT *-DEBATE Andrea: ¿Y por qué se casó tan joven? Dionisia: Ay, pues mire, francamente, la ignorancia, más que nada es la ignorancia, porque ahora, en esta época culpan a la madre, “que no, que mi madre no me comprende, que mi madre no me deja salir, que no que mi %-INTERAC-MA madre”. No es cierto, no es cierto porque a mí mi mamá me dejaba salir; mí mi mama me dejaba, me dejó salir en @-EDUCACIÓN ^-MUERTE bailables en la escuela. Nada más dos años fui a la escuela, porque ella era sola, ella no tenía esposo, porque mi papá se había muerto cuando yo tenía 8 meses. Entonces, yo nada más me crié @-SEXUALIDAD con mi mamá. Entonces, pero mi mamá me metió de l2 años a la escuela, pero la inquietud me empezó cuando yo tenía como l2, entonces, este, de los

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muchachos, de los compañeros de la escuela ¿verdad? Como yo ya era de, de l2 me metió a la escuela y ya de l3 empezaron las inquietudes, yo no voy a culpar a mi madre, para nada. Que no *-INTERAC-MA *-VIOLENCIA *-CAMBIO-SOC que, que sí, a veces me pegaba, porque ya ve que antes la educación fue muy diferente. Entonces que sí me pegaba pero tenía bastante razón, porque las madres no están locas, no tienen nada de locas para que nomás así porque sí @-DEBATE en y ¡órale!, no. Entonces, pues yo francamente fue por la ignorancia, no porque me pegara ni nada. Yo nunca pensé: “no, pues como mi mamá me pega yo me voy a ir”, no, no. Entonces este, ya le digo, me faltaba un mes para cumplir l5 años. Andrea: ¿Entonces usted se casó porque estaba enamorada? Dionisia: Pues sí, simplemente. Simplemente y porque él, el fulano me llamó la atención, pero de ahí para allá, no le voy a decir a usted que por esta, que por esto otro. #-IDEALES #-PREPARACIO #-CONDICIÓN Andrea: Oiga y cuando usted se casó ¿qué tan preparada estaba para la vida matrimonial? Dionisia: Fíjese que no, pero sí, en mis adentros sí, yo lo pensaba: “cuando yo me case, cuando yo me case, yo nada más voy a vivir, siempre toda mi vida nada más con un hombre, con mi marido que sea. Cuando yo me case, mis hijos no tengo que tener de un apellido y de otro apellido. Y que cuando vengan a buscar a mi marido, que digan se llama fulanito de tal, pues que sí, que sea el padre de todos mis hijos”. Eso era lo que yo pensaba. %-CONOCIMIEN %-SEXUALIDAD Andrea: Pero ¿y usted, qué tanto sabía

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de lo que le pasaba a usted, de lo que le pasaba en su cuerpo? Dionisia: Nada. Andrea: ¿Nada, nada? Dionisia: Nada, porque yo mire solamente lo que a mí me dolía era a veces la cabeza, me agarraban fuertes gripas, eso era lo que yo sufría. De ahí para acá, yo no supe de nada, no.

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CONCLUSIÓN La discusión aquí presentada nos permite concluir, en primer lugar, que la adopción de un método cualitativo o cuantitativo no puede ser una decisión arbitraria, sino que se asocia estrechamente al tipo de conceptualización que formulemos del fenómeno objeto de nuestro interés. Si lo que interesa es estudiar la asociación entre diversas variables, quizás convenga mejor un enfoque cuantitativo. En cambio, si lo que interesa es estudiar los significados que los individuos atribuyen a sus circunstancias, y el tipo de conductas que se derivan de tales definiciones de la situación, entonces lo que conviene es adoptar un enfoque cualitativo. En cualquiera de los dos casos, es importante estar consciente de los supuestos que subyacen al enfoque adoptado, pues ellos determinan de manera decisiva el tipo de conocimiento generado. En otras palabras, en ciencias sociales el “metodo científico” no es un procedimiento neutral, independiente del problema estudiado; es más bien un procedimiento que depende del tipo de supuestos metateóricos que se acepten acerca de la naturaleza de la realidad. Lo interesante es que la “realidad” presenta tal diversidad de aspectos que ambos enfoques son, de hecho, necesarios. En otras palabras, ahí donde el investigador se interesa por significados suele haber también un contexto con dimensiones numéricas (i.e. edad de los entrevistados, educación, etc.); y a la inversa, ahí donde el investigador se interesa por asociaciones entre variables suele haber individuos que atribuyen significados propios a cada una de las preguntas que les formula el entrevistador. En consecuencia, sería erróneo y sumamente empobrecedor concluir que los métodos cualitativos y cuantitativos son antagónicos y excluyentes. La conclusión correcta es que cada uno estudia dimensiones diferentes de la realidad y que es legítimo, y con frecuencia necesario, interesarse por ambas.

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II LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA SOBRE EL CUERPO, LA SEXUALIDAD Y LA SALUD. ALGUNAS EXPERIENCIAS EN MÉXICO

EL CUERPO: MIRADAS ETNOLÓGICAS

EL CUERPO: MIRADAS ETNOLÓGICAS

MARIO HUMBERTO RUZ 1

Aproximarse al cuerpo desde una atalaya etnológica es, en buena medida, acercarse a los lenguajes con que el cuerpo se expresa y a aquellos con los cuales buscamos dar cuenta de tal expresión. Lenguaje que se modula en centenares de voces; espacio privilegiado de signos, símbolos, significados, gestos, posturas e inflexiones sonoras, pero también de cifras y medidas, espesores y longitudes, atavíos y desnudeces, patologías y placeres. Lenguaje, en fin, que nos es particularmente próximo, aun cuando a menudo sirva para acercarse al otro, tema privilegiado por la etnología. En consonancia con sus múltiples vías de expresión, los caminos etnológicos para aproximarse al estudio del cuerpo son variados, en especial cuando el observador proviene de una cultura distinta a la del observado, pero es obvio que existen puntos comunes de referencia al tratarse de un solo molde (único significante con varios significados). Ya que es imposible abordar en este espacio las disímiles y múltiples maneras en que los antropólogos y otros estudiosos se han aproximado a la temática, me ceñiré a ejemplificar algunas de ellas, tratando de dar una idea somera de tal variedad, al mismo tiempo que muestro aproximaciones que engarzan diversas ramas de la antropología, recurriendo a métodos propios de la etnohistoria, la lingüística y la etnología, en los que se combinan el trabajo de revisión bibliográfica y de archivo con el de campo y el análisis de tipo sociolingüístico. Sin pretender que sean paradigmáticos, o los más interesantes o inéditos,2 propongo dos ejemplos que permitan ver algunos de tales

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Etnólogo del Centro de Estudios Mayas, Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.

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acercamientos en otras tantas latitudes y tiempos: la imagen que de su propio cuerpo tenían los tzeltales de Copanaguastla, Chiapas, en el siglo XVI y lo considerado por los tojolab’ales contemporáneos acerca de la reproducción.3

El cuerpo: un microcontinente proyectado al universo Si bien los casos que luego abordaré nos ilustrarán acerca de lo considerado por dos pueblos específicos en lo relativo a su propia corporeidad y el campo reproductivo, existen ciertas constantes generales que, con fines comparativos, nos permiten hablar de la existencia de un cuerpo universal, sobre el cual es posible realizar no sólo analogías con otros seres, sino también —en una imagen en espejo— proyectarlo sobre el resto del entorno por medio de meca- nismos como las antropomorfizaciones o el empleo de porciones corpóreas para dar cuenta de longitudes espaciales o volúmenes, tal como ocurre en muchos sistemas de pesos, equivalencias y medidas. Dado el lugar y el tipo de público, privilegiaré ciertos datos acerca de nuestro entorno geográfico y que versan de una u otra manera sobre la salud reproductiva. Puesto que su estudio ha sido tradicionalmente vinculado en nuestro país sólo con la esfera de lo religioso, o cuando mucho a la de la llamada historia de las mentalidades, me parece interesante iniciar con algunas consideraciones acerca de una fuente rara vez analizada con fines etnológicos: los confesionarios en lenguas indígenas de la época colonial.4 Por ejemplo, la información sobre el cuerpo humano y la reproducción, que contienen este tipo de materiales, nos ilustra sobre múltiples tópicos, desde problemas vinculados con un parto —al hablar de la forma en que se había de bautizar a un niño cuya expulsión era 2 Mientras que el primer tema lo he tratado con mayor amplitud en dos trabajos previos (Ruz, 1985 y 1986), de donde extraje varios párrafos, los datos que conforman el tercero proceden en su mayoría de una etnografía de 1982 reeditada en 1990 (cf. la bibliografía). 3 Al interesado en comparar estas concepciones con las de los nahuas (comparación por demás valiosa), lo remito al espléndido libro de Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas. 4 Una notable —y muy reciente— excepción, es el libro de Martine Azoulai (1993).

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problemática (Molina, 1972: 23)— hasta expresiones de la sexualidad mesoamericana. Así, el famoso Confesionario en náhuatl de fray Alonso de Molina, escrito en 1569, al abordar el quinto mandamiento menciona la existencia de “bebedizos para la hacer mover [a la embara- zada] y para que muriese la criatura” e insiste en que ha de preguntarse a la mujer: “dístele la teta [al niño] de tal manera que le lastimaste y, no pudo más mamar o, durmiendo, te echaste so- bre él y murió”, a la vez que se le inquiriría sobre si acostumbraba “apretarse” el vientre o realizar trabajos pesados —cargar, moler— para abortar, o tomar bebedizos para no concebir. Dato curioso: debería también preguntarse a la penitente si “con dañada intención” había lastimado al varón durante el coito, a causa de lo cual hubiese enfermado o muerto (pp. 30-31). La información más valiosa sobre sexualidad y reproducción, como era de esperarse, se encuentra en los interrogatorios relativos al sexto y noveno mandamientos: en ellos se habla de la “codicia” de otro cuerpo, las relaciones extramaritales (insistiendo si se efectuaron con parientes o mujeres vírgenes), los “tocamientos” considerados “impuros” (“¿abrazástela o la asiste de las tetas o la retocaste deseando y codiciando tener parte con ella?”), el empleo de, o el desempeño de alcahuete, la masturbación, las prácticas homosexuales, los matrimonios realizados no “por aver hijos... mas solamente por respecto mundano o por el suzio deleyte”, la infidelidad, las prácticas contraceptivas, el adulterio, la práctica sexual durante la menstruación5 o por vías no vaginales (“no en el devido vaso”), etc., y si bien aluden por lo general a los conceptos cristianos que se pretendía imponer a la población indígena (de hecho, se traducían de confesionarios españoles), de manera tangencial nos ilustran sobre algunas concepciones mesoamericanas —pues añaden preguntas específicas— o sobre la resistencia indígena a aceptar ciertos conceptos de origen europeo. Dicha resistencia podía derivarse, por cierto, de la novedad de tales conceptos, muy distintos a los amerindios. Por ejemplo, en algunos confesionarios del área maya se insiste sobre lo particularmente pecaminoso de mantener relaciones sexuales o contraer matrimonio con compadres o padrinos, individuos considerados parientes por el derecho 5 Conceptuar tal práctica como pecaminosa produjo que en el imaginario medieval se considerase a los leprosos como producto de ella (Le Goff, 1986: 41).

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canónico pero jamás tenidos por tales en los sistemas de parentesco empleados en Mesoamérica. Cabe destacar que si bien las modalidades de la confesión y la gama de transgresiones debieron resultar novedosas para los pueblos mayanses, el hecho mismo de “confesarse” no lo fue tanto; se estilaba ya desde la época prehispánica, según asientan Las Casas y Landa entre otros varios. Este último, hablando sobre Yucatán, apunta: ... Los yucatanenses... porque creían que por el mal y pecado les venían muertes, enfermedades y tormentos, tenían por costumbre confesarse cuando ya estaban en ellos. De esta manera, cuando por enfermedad u otra cosa estaban en peligro de muerte, confesaban sus pecados y si se descuidaban traíanselos sus parientes más cercanos o amigos a la memoria, y así decían públicamente sus pecados: al sacerdote si estaba allí, y si no, a los padres y madres, las mujeres a los maridos y los maridos a las mujeres. Los pecados de que comúnmente se acusaban eran el hurto, homicidios, de la carne y falso testimonio y con esto se creían salvos. Y muchas veces, si escapaban [a la muerte], había revueltas entre el marido y la mujer por las desgracias que les habían sucedido y con las o los que las habían causado... Ellos confesaban sus flaquezas —salvo las que con sus esclavas los que las tenían— habían cometido, porque decían que era lícito usar de sus cosas como querían... (Landa, 1978: 47).

Los confesionarios para el área de Chiapas, redactados para los hablantes de tzoztil, tzeltal, k’otok (mochó), zoque, chiapaneca y chanabal (tojolab’al),6 si bien no son comparables al de Molina en cuanto a la riqueza de información, nos permiten comprobar la difusión de ciertos conceptos en el área mesoamericana (en particular vinculados con cuestiones de tipo religioso) y la insistencia generalizada de los eclesiásticos, con independencia del lugar o la época, en inquirir sobre determinadas prácticas consideradas pecaminosas. Veamos, por ejemplo, lo que acerca de la sexualidad consignaba Marcial Camposeco en su Confesionario... en lengua chanabal, fechado en 1819: ¿Haveis pecado con alguna muger? ¿Era casada, soltera, viuda o niña? 6 Dichos confesionarios, juntos con otras obras de corte lingüístico y/o doctrinario, constan en tres volúmenes (Ruz, 1989-1994).

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¿O con algún hombre casado, soltero o viudo? ¿Haveis pecado con tu pariente? ¿Haveis pecado en la santa iglesia o en lugar sagrado de Dios? ¿Haveis pecado cuando eras chico con tus hermanos o parientes? ¿Haveis pecado con algun animal como llegua o perra o mula o marrana? ¿Haveis hecho pecado con tu comadre o haveis tenido pleito con ella [por hacerlo]? ¿Haveis deceado la muger de tus proximos? ¿Haveis abrazado, besado o tentado los pechos de alguna muger para que hagais [sic] pecado con vos? ¿Haveis enseñado a pecar a otros? ... ¿Haveis pecado a vista de los muchachos? ¿Haveis llegado con tu muger delante de tus hijos? ¿Haveis enseñado a pecar a algun muchacho o muchacha que no sabe lo del mundo?

Más inquisitivos que Camposeco, fray Manuel Hidalgo (a quien se atribuye un confesionario en tzotzil de 1753), y el autor anónimo de otro en tzeltal (1798), insisten —con una actitud ya en sí lujuriosa— en el número de veces que se cometió el pecado y el tiempo que se mantuvo la relación, la doncellez o no de la mujer (“¿Tú la perdiste o abriste?”), la alcahuetería o el encubrimiento, los coitos anales y, cosa particularmente importante dado lo difícil que ha de haber sido para la población indígena considerar tal hecho como una falta, en la comisión de pecados por palabra y, sobre todo, por el simple deseo. El texto tzeltal, tal como lo hiciera Molina 200 años antes, apunta además que debe preguntarse a los penitentes si no se han negado a pagar a su pareja el débito conyugal, punto en el que se detiene también el confesionario en zoque de Pozarenco (1696), el cual centra su insistencia en los grados de parentesco que se tienen con el compañero sexual, las poluciones en sueño y, datos curiosos, agrega que ha de preguntarse a los hombres si funcionaron como alcahuetes para obtener mujeres indias para solaz de los españoles que visitaban los pueblos,7 mientras que a las penitentes se les debía inquirir sobre si habían tenido “malos pensamientos” con el propio cura (apud, Ruz, 1989-1994). 7 La respuesta posible que el fraile pone en boca del penitente es más que significativa: “Padre, mui bien sabes la costumbre de los españoles, en llegando de pueblo en pueblo, que primero quieren indias, por lo qual, siendo yo alguacil, muchas veces de noche y cada noche traía otras mugeres, ya casadas, ya viudas, ya doncellas, para los españoles” (ibid.).

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No debe creerse que la dificultad, a menudo señalada por los frailes, para hacer comprender a sus nuevos fieles la carga “pecaminosa” de ciertos actos significase que los pueblos amerindios carecían de reglas y preceptos relativos al ejercicio de la sexualidad; aunque diversos en algunos casos a los acostumbrados por los europeos, éstos formaban parte del universo cotidiano,8 como lo muestra con claridad y belleza —entre otros muchos ejemplos— un huehuetlahtolli recogido por Sahagún, que nos habla acerca del concepto de templanza nahua: Nota, hijo mio, lo que te digo, mira que el mundo ya tiene este estilo de engendrar y multiplicar, y para esta generación y multiplicación ordenó Dios que una mujer usase de un varón y un varón de una mujer, pero esto conviene se haga con templanza y con discreción; no te arrojes a la mujer como el perro se arroja a lo que ha de comer... aunque tengas apetito de comer resístete, resiste a tu corazón hasta que ya seas hombre perfecto y recio; mira que el maguey si lo abren de pequeño para quitarle la miel, ni tiene sustancia ni da miel, sino piérdese; antes que abran al maguey para sacarle la miel lo dejan crecer y venir a su perfección, y entonces se saca la miel.

.... [De no tener templanza en lo carnal] dijeron los viejos que serás en este caso como el maguey chupado que luego se seca y serás como la manta, que cuando la lavan hínchase de agua, pero si la tuerces reciamente luego se seca (1979: 358).

En una forma aun más poética, aunque críptica, los mayas de Yucatán también se refieren en sus escritos a la lujuria, a la que —al igual que al amor y al sexo— identifican con las flores, en particular con la Plumeria o flor de mayo. Apunta así el Chilam Balam: ... Dulces son sus bocas, dulces las puntas de sus lenguas y dulces tienen los sesos estos dos grandes y nefastos murciélagos que vienen a chupar la miel de las flores: la roja de hondo cáliz, la oscura de hondo cáliz, la amarilla de hondo cáliz, la inclinada, la vuelta hacia arriba, el capullo, la marchita, la campánula, la recostada de lado, la mordisqueada del cacao, la pegajosa flor 8 No me detendré aquí en ello; el interesado puede hallar amplia y sugerente información al respécto en el libro ya citado de López Austin, en particular en el cap.9, "La edad y el sexo"

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de pedernal, la flor de hueso; la macuilxúchit, cinco flores, la de corazón colorido; la Ixlaul, flor de laurel, la flor de pie torcido; a todas éstas vinieron los Ah Con Mayeles, los ofrecedores de perfume... De Flor de mayo será la Estera, de Flor de mayo el Trono, de Flor de mayo la sustancia... Desvariado de lascivia será el poder en su época cuando pida a gritos su comida y su bebida...(Chilam Balam, 1974: 90).

Pero no debe creerse que estos conceptos, en cierta medida “moralistas”, reflejan la actitud maya frente a la sexualidad o el placer de ella derivable; lo que se reprueba no es la sensualidad sino la lascivia (a menudo atribuible, durante la época colonial, a los españoles). La sensualidad era incluso cantada sin pudibundez, como lo muestra, entre otros, el siguiente texto de los Cantares de Dzitbalché: Alegría cantamos porque vamos al recibimiento de la Flor. Todas las mujeres mozas [tienen en] pura risa y risa sus rostros, en tanto que saltan sus corazones en el seno de sus pechos. ¿Por qué causa? porque saben que es porque darán su virginidad femenil a quienes ellas aman ¡Cantad la Flor! .... Y en otro de ellos, donde se describe la ceremonia Kay nicté, realizada por mujeres solas y desnudas, dirigidas por una anciana en noches de luna y a la orilla de un haltun, “para regresar, si se ha ido, o asegurar, si permanece cerca, al amante” (Cantares, 1980: 367-368), se apunta:

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La bellísima Luna se ha alzado sobre el bosque; va encendiéndose en medio de los cielos donde queda en suspenso para alumbrar sobre la tierra, todo el bosque. Dulcemente vienen el aire y su perfume. ..... Hemos llegado adentro del interior del bosque donde nadie mirará lo que hemos venido a hacer. .... Ya, ya estamos en el corazón del bosque, a orillas de la poza en la roca, a esperar que surja la bella estrella que humea sobre el bosque. Quitáos vuestras ropas, desatad vuestras cabelleras; quedaos como llegásteis aquí sobre el mundo, vírgenes, mujeres mozas... Bien entendieron los mayas que el deleite proporcionado por la sexualidad no era cualidad exclusiva de una u otra cultura, al asentar: “no acabarán por completo el tiempo de la Flor de Mayo y los hombres de la Flor de Mayo dentro del cristianismo”; simplemente cambiaron las consideraciones acerca de lo que era o no reprobable. Para acabar con las transgresiones al sexto y noveno mandamientos de Moisés, los eclesiásticos emprendieron una campaña tenaz para institucionalizar el matrimonio monogámico, variar el patrón de residencia e inculcar en sus feligreses la connotación “pecaminosa” de ciertas costumbres sexuales. Para esto último tuvieron que trastocar en forma profunda los valores indígenas, pues si bien las transgresiones sexuales eran severamente castigadas en la época prehispánica —incluso con la muerte—, hay que recordar que la calidad de “transgresión” no era aplicable a las mismas conductas en los dos sistemas ideológico-jurídicos que se enfrentaron, y que incluso en los casos en que coincidieron, la

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reprobación de los mayas obedecía a fines morales o de control social y no invocaba orígenes de relación divina como en el caso de los cristianos. Es así como los eclesiásticos se dedicaron, desde el púlpito y el confesionario, a satanizar prácticas como las relaciones prematrimoniales o las que se mantenían durante el periodo de prueba matrimonial, la homosexualidad, la sodomía, la costumbre de casar a la viuda con su cuñado (levirato) o las uniones poligámicas, al mismo tiempo que exaltaban la idoneidad de sus propios valores. Que algunos pueblos indios refutaban tal adoctrinamiento, esgrimiendo frente a los frailes sus propios valores, nos lo muestran con detalle los escritos de fray Pablo de Rebullida, misionero en el área de La Talamanca (Costa Rica) a finales del siglo XVII, quien dejó testimonio de lo que respondían los indios cuando argüía en favor de la monogamia y el matrimonio cristiano. Pues- to que se trata de uno de los pocos documentos puntuales al respecto, bien vale la pena recordarlo aquí. De los casamientos no hay qué hablar; ni aunque yo les predique no hay remedio de casarse, y me responden: Padre, si yo me caso con una sola mujer he de estar con ella mientras que vivamos. Luego, con tanta familiaridad y asistencia con ella, luego o yo me enfado o ella [y] ya nos arrepentimos; con que ya busco otra y así andamos. Nos apartamos y desa manera ya no tengo pesares. Y dime padre, ¿estar una persona libre de pesar es malo? No, sino bueno. Pues por no tener pesares no me quiero casar sino tener muchas amigas. Más dicen: Mira padre, si tengo una sola mujer, sale muchas veces de mala condición y regañona, con que —por quererlas corregir— coge mis hijos y ... se van a casa de sus parientes. Ya tú no me puedes volver a traerla. Yo, si voy, tengo miedo a sus parientes porque les ha contado muchas mentiras y ellos están irritados contra mí. Más dicen: Mira padre, si tengo muchas mujeres tengo muchos hijos; si tengo muchos hijos yo estoy alegre: aunque mueran algunos, quedan otros. Tuviendo [teniendo] yo muchos hijos, cuando soy viejo, que no puedo trabajar, dos meses me estoy con éste y lo paso bien y bien estimado; otros dos meses con el otro. Y de esa manera paso mi vejez. Si más dicen, más dicen: Si tengo una sola mujer tengo pocos hijos; unos se mueren, otros se suelen ir lejos con sus mujeres. Ya me quedo, solo con mi vieja, trabajando

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hasta que irnos a la sepultura. Y, dime padre, ¿trabajar siempre, que aun siendo viejos que ya no podemos, sin tener quien nos descanse siquiera en la vejez, te parece que es bueno? No es bueno, sino malo. Mira padre, del modo que te lo decimos nosotros lo han hecho nuestros antig[u]os y hemos visto que han tenido la vida larga... Mira padre, buena es la doctrina que nos predicas, pero la que nosotros decimos no nos desagrada. Quédate tú con la tuya, yo me quedaré con la mía...9

Si luchar contra las uniones múltiples, fácilmente detectables, se reveló un proceso arduo, bien puede imaginarse lo que significó el combate contra las relaciones sexuales veladas o, aun más, el inculcar en el indígena la idea cristiana de que el simple “deseo” o “la intención” pueden considerarse pecados.10 Por lo que toca a la regulación de las actividades sexuales con objeto de encauzarlas dentro de los marcos de la moral cristiana, poca noticia tenemos, tanto por la naturaleza íntima del tema co- mo por el cuidado que ponían los cronistas religiosos en no insistir en él en sus escritos, a fin de no perpetuar las tradiciones americanas; sin embargo, el hecho de que se pregunte insistentemente sobre la persistencia de muchas de las antiguas costumbres en los confesionarios bilingües coloniales, según vimos, nos indica claramente que éstas continuaban. Además de la tradición nativa, los frailes tuvieron que enfrentar otro problema: la conducta licenciosa de varios españoles, quienes contribuyeron con su ejemplo a relajar los controles sociales y morales existentes en las sociedades prehispánicas. En 1616 Antonio de Remesal (citado por Ruz, 1992:106), quejándose de esta situación en Chiapas, escribía: Las costumbres eran peores que en su infidelidad, porque demás que ningún vicio antiguo perdieron, particularmente de la sensualidad, se les añadieron algunos que veían en los cristianos y no los tenían por tales, y el que antes de bautizado no hurtaba, no juraba, no mataba, no mentía, no robaba mujeres, si hacía algo de esto después de bautizado, decía: “ya me voy

9 Si bien se modernizó la ortografía y se suprimieron los errores sintácticos, derivados de la pérdida que registró el fraile en su lengua materna tras una estancia de 14 años, aislado, entre los indígenas, las citas fueron tomadas textualmente de Ruz, 1992: 278-279. 10 Los siguientes párrafos sobre la resistencia cotidiana maya proceden, casi literalmente, de Ruz (1992a), de allí que me haya permitido obviar el aparato crítico.

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haciendo un poco cristiano”... Eran peores los indios bautizados que los infieles.11

Otra costumbre problemática para los religiosos fue la escasa ropa que portaba buena parte de sus nuevos feligreses, en particular los pertenecientes a los estratos sociales más bajos (pues debe recordarse que el atavío era otro signo de la posición social). Así, el cronista dominico Tomás de la Torre asentaba que en el pueblo tzotzil de Zinacantán, Chiapas, los hombres andaban desnudos, y cuando el frío o la fiesta los forzaban a vestirse, se ponían tan sólo una manta anudada sobre los hombros, mientras que su correligionario Ximénez señalaba que en Guatemala los vestidos “eran tan pocos que casi no se pueden llamar tales”. Con el interés de propiciar al máximo la diferenciación de los naturales con fines de control, y a excepción de algunos que obtuvieron “merced” especial para portarlas, el empleo de las ropas españolas estuvo vedado para los indígenas. Por ello se influyó en el diseño de los atavíos —en particular los masculinos (agregándoles sobre todo capas o especies de sobrepellices y pantalones e introduciendo variaciones en sombreros u otros accesorios)— que sirvieran tanto para identificar por poblados a los fieles como para cubrir sus desnudeces (y evitar así lo que a juicio de los frailes eran “tentaciones de la carne”) e introducirlos a la “civilización”. Otra de las medidas que tomaron algunos eclesiásticos para remediar lo que consideraban una escandalosa tendencia a la sensualidad entre sus ovejas fue alterar el patrón de residencia patrilocal buscando evitar al máximo las oportunidades de faltar a la moral cristiana. Aducían que la cohabitación en familias extensas daba pie a relaciones sexuales frecuentes entre cuñados o entre los suegros y sus nueras. Y el problema se tornaba aún más complejo cuando en el grupo se acostumbraban las uniones poligámicas. Que a pesar de las órdenes en contra la situación persistía lo muestra el hecho de que hacia 1700 el obispo de Chiapas, Francisco Núñez de la Vega, insistiera en que los recién casados de- berían 11 Cabe recordar que a la relajación de las costumbres “contribuían también el nuevo régimen laboral e incluso el pago del tributo. Tal se deduce de las declaraciones del obispo guatemalteco fray Juan Ramírez, quien en los albores del siglo XVII señalaba cómo las mujeres indias que prestaban servicio —obligado y sin remuneración— en casa de los españoles, acababan como mancebas de patrones y mayordomos, y cómo las esposas e hijas de los indios tenían a veces que prostituirse con mestizos y mulatos para poder pagar el tributo” (Ruz, 1992: 106).

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establecerse en una nueva casa o, a falta de ella, con los padres de la joven (1989). No debe pensarse, sin embargo, que la lucha contra la familia extensa fuera exclusivamente una batalla en pro de la nueva moralidad; en ella intervenían factores de tipo económico, ya que en el seno de tales agregados familiares podían disimularse más fácilmente las nuevas uniones conyugales y evadir así una parte de la tributación y de ciertos trabajos que, según Real Cédula de 1578, obligaban no al individuo sino a la unidad familiar. No es extraño que los mayas se mostrasen poco interesados en la constitución de familias nucleares, ni que los funcionarios civiles se aliaran con los eclesiásticos en su campaña.12 Para ver hasta qué punto fueron ineficaces todos los intentos por destruir ese pilar de la organización social indígena que es la familia extensa patrivirilocal, basta con asomarse a cualquier pueblo contemporáneo. Para continuar por el mismo sendero pecaminoso, veamos rápidamente algunos puntos relacionados con la metrología, tema que pese a su apariencia “científica” y “objetiva”, nos remite nada menos que al pecado original, pues en la antigüedad fue común asociar la invención de las medidas con la estafa, la pérdida de la felicidad primitiva y la maldad, ya que se consideraba como su inventor a Caín, y se argüía que “contar y medir equivale a pecar” (Kula, 1980: 3, 16). Si dejamos de lado la carga ideológica de esta apreciación —bastante cuerda si nos detenemos en los comerciantes y banqueros de todas las épocas—,13 aquellas otras del mismo tenor que hacen de Caín el inventor de la cultura —urbana, pastoril, artesana y musical (Le Goff, 1986: 25ss)— y nos centramos en la relación de las medidas con el cuerpo humano, veremos que si bien dichos vínculos se caracterizan por su ambivalencia, diversas culturas han insistido e insisten en sus rasgos negativos: según los checos del siglo XVIII, medir los vestidos de un niño podía detener su crecimiento, en tanto que un siglo más tarde los aldeanos de Bulgaria se oponían al registro de los nacimientos considerando que contar a los pequeños provocaba la ira de Dios, quien se los llevaba “de 12 Ya desde las Ordenanzas de Diego García de Palacio, oidor de Guatemala a mediados del siglo XVI (ordenanzas por otra parte en muchos aspectos favorables a los indígenas), se dedicaba uno de los apartados, el número once, a la construcción de nuevas viviendas para los recién casados. Y para que la orden fuese entendida, habría de traducirse a la lengua del pueblo y leerse en voz alta una vez al mes (ibid.). 13 El ya mencionado Confesionario de Molina, por ejemplo, invita de manera particular al examen de conciencia al mercader “para que tengas memoria de todos los engaños y daños que a otros hiciste” (op. cit., p. 10).

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vuelta”. Los polacos del XIX, por otro lado, aducían que las cosechas habían disminuido tras haberse medido sus campos. Y si estas dos últimas creencias nos remiten a la bien conocida resistencia campesina, aquella de que medir la circunferencia cefálica de un individuo, mucho más conocida entre nosotros, es técnica que puede llevarlo a la muerte (Kula, op. cit.: 17 y ss), nos inserta en el campo de la brujería. Vinculadas por lo general con tierra, alimento y bebida, las medidas se consideran a menudo expresiones de injusticia social, ya que comúnmente las emplean los poderosos para robar a los más desposeídos. De ahí que una de las pocas mediciones justas se reservara al arcángel Miguel quien, de acuerdo con la tradición, tiene a su cargo pesar y contraponer las obras buenas y malas de quienes acuden a juicio divino; por algo porta, en muchas representaciones iconográficas, una balanza. Si lo relativo a la conciencia era mesurable sólo para la esfera de la divinidad (de donde deriva su justeza intrínseca), lo concerniente al ámbito terrestre bien podía ser atributo de los humanos, los cuales, a menudo, utilizaron y utilizan secciones de su propio cuerpo como parámetros. Las medidas que así surgen, llamadas antropométricas, son comunes en múltiples culturas; aquellas de raíz occidental, por ejemplo, han heredado valores como pulgada, pie, palmo, brazada, codo, paso14 y otras menos conocidas como el alcance de la voz o el trayecto recorrido por “un tiro de ballesta” (frecuente en los documentos novohispanos de la época colonial) que si bien no eran tan cómodas como las otras, que se llevaban “siempre encima”, permitían en cambio registrar distancias mayores (Kula, op. cit.: 32), para las que en otros casos podían emplearse valores fijados de acuerdo con el trabajo que podía realizar en un día un hombre promedio (“jornada de trabajo”) o el número de pasos que debía dar para efectuar, por ejemplo, siembras “al voleo”. El tema, hasta donde sé, aún no ha sido trabajado para las culturas de origen indoamericano, pero hay algunos datos —de todos conocidos— que ilustran bien la importancia que revestiría el hacerlo. Un ejemplo, como cualquier otro, sería el empleo que hacen hasta nuestros días los grupos mayanses de valores como la “mano” —cinco— y “hombre” —veinte, por referencia al número de dedos. Estas expresiones, pese a su aparente sencillez, nos remiten a una verdadera matemática de origen 14 Los médicos etíopes empleaban como medida el tamaño del agujero en la oreja (Kula, op. cit.: 30, nota 3).

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popular que se encuentra no sólo en la base del conocido desarrollo que en el campo calendárico lograron los mayas prehispánicos, sino también de una peculiar manera de concebir el mundo, que incluso en nuestros días está presente en la cotidianeidad de muchos de estos pueblos. Así, los tzotziles de Chamula consideran como alter ego (contraparte animal que se recibe al nacer, y con cuya suerte está inextricablemente vinculado cada individuo) únicamente a aquellos mamíferos silvestres que ostentan cinco dedos, como los humanos; por algo tanto “veinte” como “hombre” se dicen vinik (Gossen, 1988: 133), en tanto que los tojolab’ales conceptúan a este mismo tipo de animales como a aquellos individuos resultantes de una generación humana anterior, destruida por los dioses a causa de su soberbia (Ruz y Schumann, op. cit.). El empleo de sistemas vigesimales (recuérdense los famosos katunes mayas) en muchos pueblos es testimonio de la íntima relación que el hombre establece con la naturaleza (sobre la cual proyecta su propia corporeidad), e incluso del tipo de atavío, pues si tal medida nos suena extraña a quienes acostumbramos andar calzados, para quien camina descalzo o con huaraches no deja de ser más fácil recordar que posee 20 y no diez dedos. Un ejemplo aun más obvio de la mencionada proyección del cuerpo humano sobre el entorno lo constituyen sin duda las múltiples vías de antropomorfización. Veamos, para continuar en la misma área cultural, algunas de las empleadas por el pueblo tojolab’al, al cual me referiré con cierto detalle en la última parte de esta exposición. Deseo apuntar en principio que los tojolab’ales conciben una jerarquización no siempre coincidente con la occidental en lo que se refiere a las partes del cuerpo; así, se privilegian la cabeza y las “apariencias” o “rostros” de las partes externas, mientras que —acorde con sus escasas posibilidades de escudriñar la anatomía interna—, lo conceptuado acerca de los órganos interiores es a menudo difuso, y en otras —como el caso de las funciones que se atribuyen al corazón al cual me referiré más adelante— rebasa con mucho lo que nosotros consideramos. Esta “jerarquía” corporal, por llamarla de algún modo, se transparenta en el hecho de que algunos componentes de los miembros superiores e inferiores se denominen en función de lo que podría considerarse “regiones mayores” del resto del cuerpo. Veamos el caso de la pierna: la rodilla es su “cabeza”, en tanto que su cara anterior es su

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“rostro”, y la posterior (formada por los gemelos, poplíteo y sóleo), es su “estómago”. El tobillo es “su cuello” y el talón es el “ano” del pie, cuyos “hijos” son, por cierto, los dedos. Pero, tornemos la vista al cuerpo del mundo mediante tres ejemplos: el árbol, la casa y los “excrementos”. Las raíces del primero son sus uñas (yechte‘); las ramas, sus brazos (k’ab’te’); la corteza, su espalda o lomo (spat te’); la semilla, su testículo-ovario, su simiente (sbak’te), y la fruta, su rostro (sat te’). La segunda cuenta con una boca: la puerta (ti’na’itz); con un rostro: la fachada (sat na’itz); orejas: las esquinas (chik’in na’itz); entrañas: el interior (yojol na’itz); una cabeza: el techo (olom na’itz), e incluso un velo del paladar: el tapanco (cha’an). Por lo que hace a los “excrementos”, genéricamente designados como k’oy, vemos que se consideran como parte del mismo campo semántico no sólo las heces humanas o animales, sino también la cerilla del oído, la legaña, los mocos, el sarro y las “nubosidades” de la vista, además de los asientos del café, el posol u otras bebidas, el moho que crece en la superficie de las aguas estancadas, las sobras de la comida e incluso las estrellas fugaces, que según la tradición, no son más que los excrementos de los hombresestrella que al caer en tierra, por cierto, se transforman en obsidiana. Y si tales ejemplos nos suenan “extraños”, recordemos algunos que acostumbramos emplear cada día: boca de jarro, oreja de la taza, garganta de un cañón, lomo de un libro, cuello de botella, dientes de la sierra, ojo de la cerradura, etc. Nada hay que permita invocar “rasgos primitivos” o pobrezas lingüísticas en tal o cual cultura, se trata simplemente de mayor o menor elaboración en determinados aspectos, ¿o acaso resulta pobre un idioma que, como el tojolab’al, posee verbos distintos para señalar cuando lo que se come son cosas duras, enrolladas (a manera de tacos), alimentos elaborados, carne que requiere usar las muelas, cosas que sólo en parte entran en la boca, tortillas, o incluso para deno- tar que se ingieren varias cosas al mismo tiempo o se mastica con la boca vacía? ¿Y que hay de los 17 verbos diversos para hablar de las formas de caminar?: pisando fuerte, jorobado, abriéndose paso, en romería, sin sombrero, tambaléandose, trotando, de puntillas, cojeando, en fila, platicando, de lado, rápido con carga, vacilando, etcétera. Pero los grupos mayanses no sólo “desbordan” su propio cuerpo sobre el resto de la naturaleza; como se saben apenas una parte de ella, también emplean mecanismos en cierta manera inversos: los cakchiqueles, por ejemplo, llaman al desencajado x-vach-queher ru vach,

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“cara de venado”, mientras que los huaxtecos denominan al venado tenec bichim, término que junto con el vocablo para “bestia” (bichim), exhibe nada menos que el tenec que designa al propio individuo entre ellos. Compartían así con los hoy desaparecidos mayas quejaches del sureste campechano (los “mazatecas” de Cortés) una significativa identificación con el venado. Estas identificaciones se llevaban incluso a la esfera de lo tragicómico. Un solo ejemplo: entre los cakchiqueles del siglo XVI existía una trampa para cazar ratones y otros roedores pequeños que tenía el curioso nombre de lahabibal o alibabal qhoy, término que se vincula con “tener nuera”. Ignoro si estamos ante una compleja alusión mítica o una muestra del humor cakchiquel. De tratarse de esto último, la imagen no parece gratuita; bastantes datos hay en el vocabulario sobre la difícil existencia de las mujeres bajo la égi- da de sus suegras; como atrapadas en una ratonera. Pero, dejémonos de ennumerar hilos sueltos y tratemos de urdir algo más compacto pasando a nuestro primer invitado de hoy: el cuerpo tzeltal en el siglo XVI.

IMÁGENES TZELTALES DEL CUERPO EN EL SIGLO XVI Algunos de los escasos vehículos para acercarse a la percepción que del cuerpo tenían los pueblos mesoamericanos al momento de la conquista española son las representaciones plásticas, las descripciones de los cronistas y los vocabularios escritos en lenguas indígenas. Las primeras, más abundantes, poseen la ventaja de haber sido elaboradas por integrantes de la misma cultura, y el defecto, en muchos casos, de ser representaciones estereotipadas, amén de que a menudo dan cuenta más del atavío que del cuerpo mismo; nos permiten aproximarnos, más que al continente, a su envoltura ideal; envoltura cuyas íntimas subjetividades a menudo ignoramos cómo develar. Por otra parte, los textos adolecen de una enorme limitante: son por lo general “traducciones”; obras que nos dan acceso a imágenes de la visión indígena “filtradas” en el molde cultural de los observadores de una realidad que no era la propia. Esta distorsión, presente en todas las crónicas y los escritos similares, resulta menos aguda cuando empleamos como vehículo de estudio textos cuya finalidad era inicialmente lingüística, pues trabajando sobre las voces escritas en lenguas

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indoamericanas es posible adentrar- se en las concepciones originales, no sólo en aspectos estrictamente anatómicos, sino también en la forma en que las etnias concebían la dinámica de los procesos fisiológicos, fuente invaluable para acercarse a la cosmovisión por medio del vínculo hombrenaturaleza, y al conocimiento que el ser humano tiene de su más íntima posesión: su cuerpo. El método para aproximarse a tales concepciones, válido en su origen, no carece de riesgos; los que se traducen en ambigüedades, imprecisiones y sin duda fallas que, más que a ligereza de interpretación, podrían imputarse a dificultades propias del material consultado. Tratándose de meros vocabularios, las fuentes son en sí incompletas al no dar cuenta de la armonía existente entre los vocablos y otros elementos del sistema ideológico. Por desgracia no poseemos hasta ahora obras etnográficas coetáneas que, como sucede con los nahuas, abunden directa o indirectamente en los conceptos vertidos en los diccionarios. Tampoco debe soslayarse la posibilidad de que al menos parte de la información refleje, más que del indígena, proyecciones del pensamiento europeo de su recopilador; aunque olvidar la frecuencia de paralelismos entre ambas concepciones podría a su vez conducir a error. Hechas estas advertencias, intentaré ejemplificar lo concerniente a nuestro tema con algunos datos de dos obras redactadas hacia 1560 por un fraile dominico, fray Domingo de Ara,15 quien tuvo a su cargo evangelizar en Copanaguastla, un pueblo tzeltal de Chiapas desaparecido hacia 1627.16 Cabe recordar aquí que a fin de superar el escollo que representaba el enfrentamiento con códigos lingüísticos diversos para las actividades evangelizadoras, algunos superiores de las órdenes religiosas encargaron a los frailes más capaces que escribieran al respecto para permitir a otros avanzar más rápidamente en sus tareas. Surgieron así obras de corte lingüístico como diccionarios y gramáticas (o artes) que se empleaban 15 Un ejemplo de los problemas descritos en el párrafo anterior es que, como Ara no señala en su obra los cierres glotales y emplea indistintamente algunos caracteres gráficos (gh/g, v/b, u/v, i/y), la aproximación etimológica a los térmi- nos presenta algunas dificultades (derivadas de las homonimias) a las que se suma la polisemia de diversas voces tzeltales. Empero, el fraile agrupa buena parte de los vocablos por campo semántico, lo que disminuye las posibilidades de error. Este margen de equívoco podría reducirse aún más, por supuesto, comparando con otras fuentes lingüísticas, pero no las poseemos; no hay siquiera material tzeltal contemporáneo equivalente, ni de lejos, al que nos legara el dominico, e igualmente pobres, en lo que al tema toca, se muestran los estudios etnográficos. 16 Las obras empleadas son Vocabulario de lengua tzeldal... y el Iuxta Ussum opidi Copanahuastla (cf. la bibliografía).

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como instrumentos de estudio, y manuales destinados al ministerio cotidiano, que comprendían sermonarios, himnarios, hagiografías y, sobre todo, confesionarios y catecismos (o doctrinas). Como era de esperar dados los fines perseguidos, mucho de tales obras tiene que ver con aspectos de la religión que se pretendía imponer, pero hay también una enorme cantidad de datos de otro tipo, sobre todo en las obras de carácter más “lingüístico”. El interés de los frailes en lo corpóreo supera con mucho la mera nómina descriptiva, lo cual se corresponde con el aire de los tiempos. Entre 1200 y 1500, habiendo disminuido aquella percepción de que el cuerpo “más aun que polvo...., es podredumbre” (Le Goff, 1986: 41), éste adquiere un nuevo significado religioso en la concepción cristiana, afirmándose la unidad psicosomática. Al hacerse hincapié en la unidad de la persona, el cuerpo dejó de concebirse como un obstáculo para la ascención del alma (mero vestido que encubre el futuro alimento de gusanos), convirtiéndose en un instrumento para realizarla; al fin y al cabo, cuerpo y alma resucitarían juntos al final de los tiempos. No por azar son ésos los siglos de los estigmatizados, de los santos que toman el pus de los enfermos buscando participar de sus sufrimientos, de los cadáveres incorruptos, del San Francisco que besa a los leprosos o de la extendida y redituable veneración de reliquias: desde el brazo de María Magdalena hasta el prepucio de Cristo (Walker, 1990). Poca certeza tenemos sobre la medida en que los frailes venidos a la Nueva España participaran de tales ideas, pero no sería extraña la completa adhesión tratándose, como en nuestro caso, de dominicos, ya que la principal fuente teológica de esta corriente son los escritos del también dominico Tomás de Aquino. Aun si estuviesen alejados de las corrientes teológicas innovadoras, el interés de los evangelizadores en el cuerpo humano, sus funciones y manifestaciones, es más que comprensible; incluso como mero asiento del alma el cuerpo es el vehículo de sus pasiones, el siervo ejecutor de sus impulsos, instrumento primordial por tanto en la eje- cución del pecado. Conocer las peculiaridades del cuerpo del pagano por convertir y “domesticarlo” —despojarlo de su alteridad y hacerlo entrar al universo de lo propio, a la propia casa (domus)— era en consecuencia una tarea fundamental para cualquier evangelizador, fuese éste portador de pensamientos innovadores o retrógrados. Los intereses de fray Domingo de Ara se

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inscribirían en este marco: “domesticar” el cuerpo de los tzeltales de Copanaguastla a fin de entenderlo para, desde allí, salvarlo. Si dividimos el material que nos proporcionan los vocabularios de tal manera que nos permita un acceso más fácil a ambas concepciones del cuerpo, obtenemos por así decirlo una doble imagen: la de objeto corruptible y mero vestido del alma, ejecutor de sus deseos, y la del cuerpo-parte imprescindible de la unidad personal salvífica. Podría reprochárseme, con razón, que se trata de una división en extremo arbitraria que de ninguna manera refleja la concepción de su propio cuerpo que tenían los indígenas, pero convendría recordar que no fueron ellos quienes redactaron los vocabularios sino sus evangelizadores, y por otra parte, una división de cualquier tipo es finalmente tan arbitraria como cualquier otra. 17 Los tzeltales de Copanaguastla, según parece, veían en la persona una unidad en cuya conformación participaban el cuerpo (formado de carne —baquet— y hueso —bac—) y el aliento vital o chulel. Mientras que la categoría de humanidad queda señalada por el término uinic, los vocablos que expresan la idea de cuerpo remiten al elemento visible, la carne, que adquiriendo categoría de genérico sirve para designar al cuerpo mismo; así, de baquet surge baquetal, la persona, lo carnal. Pero tal voz muestra también nexos con bac, que significa tanto hueso como semilla, y que en su forma bacal designa al olote o hueso del maíz, por lo que no deja de ser interesante señalar una posible relación hombre/maíz, ampliamente demostrada en los mitos mayas de la creación humana que hablan de esta gramínea como elemento constitutivo del hombre y que han dado origen, por otra parte, a una serie de concepciones mágico-religiosas en torno al maíz que con frecuencia borda el campo de la anatomía. Al conjuntar los vocablos relativos a anatomía resulta obvio que la mayor parte de ellos se refiere a la cabeza y las partes que la componen, lo que nos señala la importancia que se le concedía, donde se ubica buena parte de los órganos de relación y que marcaba también la idea de 17 Por otro lado, deseo insistir en que tal arbitrariedad se diluye en alguna medida si en vez de ceñirnos únicamente al estudio de las “traducciones” que hicieron los frailes de los vocablos indígenas (a menudo meras aproximaciones), intentamos estudiarlos etimológicamente; operación que nos permite aproximarnos con mayor fineza al sistema cultural del pueblo que se expresaba por vía de dicha lengua.

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autoridad y nobleza, según se desprende de algunos vocablos así como del especial cuidado que se tenía en su adorno. Por lo que toca a la nomenclatura de las diversas partes del cuerpo, vemos que parecen privilegiarse determinados términos. Ghol, ni, ti, alal, me y tza serían algunos de los más interesantes. Ghol, que designa a la cabeza y que en su variante gholom señala al cráneo, vuelve a parecer designando al pezón (“cabeza del pecho”) y sirve para formar otros términos que nos hablan no sólo de la antropomorfización de diversos elementos, sino también de la importancia dada a esta región: el techo de la casa es su cabeza (gholna), mientras que el cielo es a su vez techo de la tierra; si la valentía se traduce por gholchanil, un hombre valiente es un gholchan. Así, asienta el fraile “al mayor entre ellos llaman ghol” (“la cabeza”). De esta manera, la cabeza se muestra como centro anímico del coraje y la sabiduría, del valor y la autoridad. El sustantivo para boca o labio, ti, aparece señalando a la espi- nilla como labio del hueso correspondiente (la tibia) y está presente también entre los vocablos que señalan partes de la casa (ti na: puerta), de la ropa (ti cuul: orilla, labio de la manta); entra en la composición de las voces para carne y el hecho de comerla, y al igual que ni, nariz, señala la idea de extremo: de allí que tijlon uinic sea traducido como “el último de los hombres”. Tza, sustantivo que denota las heces y la escoria, conviene perfectamente a la concepción tzeltal para denominar el cerumen (“excremento del oído”), el sudor axilar fétido (“saliva apestosa”), al pulpejo del brazo y a la pantorrilla (“excrecencia de la mano”, “del pie”), e incluso a las manchas de la córnea que provocan que la visión se enturbie, se “ensucie”. También la tecnonimia del parentesco se hace presente en la descripción del cuerpo humano. Si los dedos de las manos y del pie son sus “hijos” (al), los pulgares de ambos son sus “madres” (me); la saliva es hija de la boca (yalel zti), la matriz es el lugar de los hijos (alagheb), la placenta es la madre del hombre (me uinic, me alal), el lugar donde tiene origen el linaje (tocol), y el cartílago, en una imagen inversa de lo que ocurre en la realidad pero acorde con su papel de “hueso joven”, es el “engendrado por lo óseo” (unin baquet). Por lo que hace a los órganos internos, permítanme detenerme tan sólo en uno de ellos, otan: el corazón, advirtiendo, de inicio, que el concepto tzeltal no corresponde con la víscera cardiaca stricto sensu. A diferencia de lo que ocurría entre los nahuas —según lo ha señalado en

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forma magistral López Austin (1980: 180 y ss)—, donde las diversas funciones psíquicas se distribuían en varios centros anímicos como el hígado, la cabeza, el corazón, el aliento, el ombligo u otros, nuestro material parece mostrar al corazón como el sitio privilegiado donde tenía origen la mayor parte de tales funciones; centro primario del yo. De ahí acaso que fray Domingo de Ara llegue incluso a traducir otanil como “mente”. Atal yoc, que significa “muchas veces”, dará origen a hombre pensativo, ghatal otan (“corazón que piensa muchas veces”); de baquel, pasión, resulta bac cotan: alterarse, apasionarse, y su parónimo tzeltal, que se traduce por estar de prisa, acaso tenga relación con el alterarse y con el sustantivo de hormiga (bac iat), aludiendo al apresurado como a aquel a quien le hormigueaba el corazón. Junto a baquez: enfadar, inquietar, aparece el que inquieta los corazones, baquezegh otan, el enfadador. La imagen en cierto modo inversa, el cumplir un deseo que inquieta (cacegh), da origen a la entrada cacezbey yotan (“cumplir el camino de su deseo a su corazón”), que Ara traduce como “quietar el corazón haciendo lo que me ruega”. Cahc, término que denota al fuego, y de allí a la palabra áspera, la bravura, la fortaleza y la valentía, se vierte en enojarse: cahcub otan (“tener caliente, bravo el corazón”). Lamtzaagh, cosa pacífica, participa en la formación de “amansarse”: lamtzaagh otan: “pacífico su corazón”. Y si cic significa frío, cosa mansa, y ciqbil mansedumbre, nada más atinado que denominar cicublezegh otanil al pacificador (“el que enfría o amansa los corazones”), también llamado ghcunightez bey otan, “el que entibia o refresca el camino del corazón”. Un corazón que se extravía (chay), puede dar por resultado un chay otan uinic (“hombre perdido en el vicio”), un disoluto; un chay yotan, un descuidado; un chay chon cotan, aquel que está turbado, o un chaycha otan uinic, un olvidadizo. Si de cheb, que significa dos, surge chebal cop, el término para hipócrita (“el de doble palabra”), también nace cheb otan, el que duda, literalmente “el que divide en dos su corazón”. También se asocia conceptualmente con ellos el duplicador cha, y por ende chalamal otan (“el de doble corazón”), el hipócrita que actúa con doblez. Por su parte, el hombre que “multiplica su boca” (mihul ti), no es más que un hablador. Ghicghont es sollozo, razón por la cual temer algo es ghic cotan (“sollozar el corazón” por la angustia o el temor). De la misma manera, si

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ghut significa hacer una raya para señalar algo, nada más lógico que denotar un proyecto con ghut otan, “ir rayando, para señalar, el corazón”. Mientras que lo que el corazón mira puede quedar en él (yl: mirar, permanecer) y tentarlo (ylyotan), lo que de él se aparta (yanigh otan) y lo abandona, es aquello de lo cual uno se arrepiente. A diferencia de los hombres de poco ánimo, que tenían un corazón estrecho (yubul), anudado (chucal), envuelto ( latzel) o de colibrí (tzunun), quien posee un corazón fuerte (tulan otan) es un hombre animoso; quien lo tiene grande es magnánimo (mucul otan uninic) y ser dueño de uno que “soporta” (mucub otan) es la característica de aquel que se esfuerza. En mi opinión, uno de los rubros privilegiados para aproximarse a la manera en que los individuos se vinculan, biológica y culturalmente, con el espacio circundante, es el estudio de los sentidos; tema por cierto rara vez abordado por los etnólogos. Posemos nuestra mirada, aunque sea fugazmente, sobre la manera en que los copanaguastlecos “oían”18 el mundo; ello nos permitirá entrever cómo descifraban, decodificaban e interpretaban su entorno, entendido éste como un libro pleno de mensajes (CalameGriaule, 1982: 31), que el lenguaje permite clasificar, a fin de hacer socialmente compartibles seres y cosas, gracias a categorizaciones muchas veces simbólicas. Conviene recordar que los fenómenos perceptivos no responden únicamente a las sensaciones físicas experimentadas; además de la estimulación procedente de la superficie sensorial y las fuerzas inherentes al proceso de distribución energética en el cerebro, participan en ellos también otras fuerzas procedentes del yo, entre las que pueden 18 Éste no es, por supuesto, el lugar para hablar de la fisiología auditiva, pero quisiera dedicar unas pocas líneas a conceptos elementales que acaso permitan entender el porqué de la asociación entre diversos sonidos. El del oído es considerado un sentido mecanorreceptivo, ya que responde a la vibración mecánica de las ondas sonoras en el aire, tras lo cual discrimina sus frecuencias y transmite información auditiva hacia el sistema nervioso central. Cada frecuencia de sonido causa diversa vibración en la membrana basilar (localizada en el caracol del oído interno) al estimular diferentes tipos de fibras, que a su vez reciben distintas “cargas” de la masa del líquido coclear. Empero, el principal mecanismo para discriminar las frecuencias sonoras depende del “lugar” de máxima estimulación de las fibras nerviosas de la membrana basilar a través del órgano de Corti que, en respuesta a las vibraciones de esta membrana, genera impulsos nerviosos hacia el llamado ganglio espiral. De ahí pasan, por el nervio coclear, al sistema nervioso central, a nivel de la parte alta del bulbo raquídeo.

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mencionarse la atención, la actitud, las necesidades, los deseos o expectativas (Viqueira, 1977: 30-31). El sistema nervioso se ve a su vez modificado por las experiencias previas, por lo que ignorar la adaptación de un grupo humano a un determinado medio y las categorías culturales que influyen en la percepción del entorno geográfico, conduce a aberraciones evolucionistas que sirven de sostén a actitudes de racismo.19 A diferencia de lo que ocurre en otras lenguas, la tzeltal no parece haberse preocupado demasiado en acuñar —al menos en estos rubros— vocablos genéricos. Así, aquellos que remitan al oír y las modalidades de tal audición no son muy numerosos, a diferencia de los que hablan de diversos ruidos y sonidos, que son abundantes y precisos. En éstos, los niveles de discriminación auditiva tzeltal nos muestran su riqueza y complejidad. Podemos diferenciar seis modalidades de audición: “oír algo sin hablar ni responder” (xcabibin), “oír como consintiendo y holgándose de ello” (ta lel ta cotan, en donde consta la idea de sentir con el corazón), “oír con atención” —literalmente “ladear las orejas” equivalente a nuestro “parar las orejas”— (tzeel chiquin o qtzeachiquinil). Contamos además con otros términos en los cuales está presente la voz lagh, que significa tanto vencer como término o fin. El hecho de que nuestro autor haga equivaler ambas voces a “entender bien” parecería mostrar que en la concepción tzeltal aquello que el entendimiento llevó hasta su fin —triunfando sobre la dificultad de su mensaje— es lo bien entendido. Escuchar se traduce como qmucubtay cop, “acechar la palabra”, es decir, esforzarse por oírla; xcal, arrimarse; xbi, desmenuzar o, de nuevo, qtzechiquinih, “enderezar la oreja”. El término tzeltal para enterrar o esconder, muc, aparece en “escuchar de secreto”, qmuculabi o xamucubi c 19 Carmen Viqueira (ibid.), resume en forma clara el proceso. “De acuerdo con este o esquema dinámico, la percepción depende de tres factores. Primero, las propiedades del patrón estimulante. Segundo, las características del sistema nervioso, tanto genéticas como las producidas por las transformaciones que el sistema haya sufrido como resultado de la experiencia. Tercero, actitudes, atención, expectativas, comunicación con determinada categoría de experiencias previas, etcétera, que son factores de carácter menos permanente, más cambiante”. En su acucioso libro, esta misma autora describe las interesantes y casi siempre racistas polémicas a que dio origen desde inicios del siglo el constatar diferencias en los umbrales sensoriales de grupos “primitivos”, que fueron atribuidas al tipo de vida de los aborígenes estudiados, “a la atención que el primitivo presta a los detalles más insignificantes y que le privan de la posibilidad de desarrollar los procesos mentales superiores” (op. cit., p. 17).

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p; es decir, oír “a escondidas” la palabra. Base de la discriminación auditiva, ya que todos los otros resultan de negarlo, la aparente ausencia de ruidos, el silencio, se denomina en tzeltal chegheyanel, vinculado con chegheyon, callar y con chegheyon ta teclegh, que se traduce por “estarse quedo”; en su composición, además de callar, se presenta la voz para estar “en pie”, “levantado”, acaso indicando que a la ausencia de palabras habría de sumarse la de movimiento. Debe advertirse que si bien no encontramos en el material un genérico para “ruido”, sí constan otros genéricos de menor espectro, tales como sonar bien, sonar las cosas que tienen zumbido, las que hacen eco, etc. Así, por ejemplo, si el eco se traduce por yucav, yucavan será la voz que designe a “las que hacen eco todas”; otra forma de escribir esta última es xuhcavan, lo que permite postular una posible vinculación con uhp, “abrir hendiéndose algo” y cau “henderse”, lo que nos hablaría de la concepción del eco como un sonido abierto, hendido o partido. Una asimilación en apariencia extraña es la hecha entre el “ruido de viento cuando es suave”, el que provoca la tierra “cuando cae de alto” y los que se hacen “rastrando los pies” o al deslizarse. La relación se aclara cuando vemos que todos ellos comparten la raíz ghax, que el fraile traduce por “refregar suaviter, como regalando”. Todos remiten, en apariencia, a la ligereza, casi táctil, de la acción, y el sonido que de ella podría desprenderse. Pero no debe creerse que dicha raíz se constriña a acciones mecánicas, aparece también en el término que nombra a la lisonja ghaxbacop. Vale la pena insistir en su liga con los verbos ghaxpugh, deslizarse y ghax, arrasar, pues ambos muestran de manera gráfica la forma en que actúa la lisonja y el efecto que produce. La importancia, obvia para un pueblo agricultor, de diferenciar entre los tipos de viento, se advierte en la existencia de al menos otros siete vocablos, que van desde los murmullos provocados por corrientes aéreas hasta los que semejan estallidos. Además de los vocablos en que aparece junto al viento, el ruido del agua sabe también de una serie de términos que nos hablan de sus gradaciones, desde el transcurrir silencioso del “agua mansa” hasta el impetuoso fluir de un gran río o el provocado por la lluvia violenta o la caída del granizo (ghughonet), sonoridad que se asemejaba al “tener chacota”: chanza con voces, risas y bulla por definición. Constan, además, otros vocablos relacionados con líquidos. Veamos tres de ellos. Copconet, “aquel ruido que hace el vaso de cuello estrecho

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cuando lo vacían”, muestra su clara vinculación con la palabra por el empleo de la raíz que la nombra, cop; si un ha- blador es un copconel, el ruido del líquido vertiéndose desde un vaso estrecho parecería hablar, tal como la castellana agua cantarina. Poghoghet, que en primera instancia se traduce por chorrear, se vierte entradas más abajo (después de poghochiquin que se vierte como orejas grandes; explícitas “orejas que chorrean”) por “hacer ruido como cuando orinan”, y no creo que requiera explicaciones; es bastante sonoro, sobre todo si tomamos en cuenta que el ejemplo nos muestra a un caballo. Togh, por su parte, se traduce en este contexto tanto por chorrear como por “echar como una jícara de cacao en otra”. En el mismo campo semántico aparecen toghel, toghbil, chorro; toghoghet, forma neutra del verbo activo; togh ha togh cacau, “hacer ruido como las goteras de los canales o como el chocolate que se echa de una xícara en otra”; toghobibte, rocío de árbol y toghoghet, que vale tanto para “rociar así” como para “hacer ruido orinando”. Del chorro escandaloso del caballo al “rocío” silencioso; no cabe duda que la discriminación auditiva es, además de rica, gráfica. Imposible detenerse en todas y cada una de las diferencias sobre las cuales nos ilustran los vocabularios; baste apuntar que el riquísimo espectro auditivo abarca sonidos vinculados con o asimilados a las estridencias, roces, graznidos y murmullos de animales, maderas, piedras o cosas que se rozan, quiebran o de las que se extraen sonidos musicales (incluso diferenciándolos según el utensilio con que se les arrancara el sonido y clasificando además la suavidad, estridencia e incluso la “soberbia” del sonido obtenido). Los sonidos relacionados con animales son más bien escasos, lo que puede explicarse en buena medida por la novedad de la fauna americana y la dificultad del autor para imaginar —que ya no consignar— los sonidos que emitían. Es pues lógico que la mayor parte de los vocablos remita a aspectos muy generales, o que se refieran a animales introducidos por los europeos, pero no están ausentes los locales; en particular las aves, cuyos gorgeos, cantos o graznidos era importante conocer, ya que sabemos que se acostumbraba imitarlas para atraerlas hacia el cazador, o incluso para huir de ellas, pues el canto de algunas de las nocturnas (especialmente las de la familia de las stringiformes) era de mal augurio, como lo muestra el que se hable de aquellos cantos “que significa[n] enfermedad”.

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También se hacen relaciones entre sonidos animales y humanos; del gruñir del puerco se pasa al hombre que gruñe (ghocghonel), y del ladrido del perro a aquel “que habla alto” (xuovonet). Y tras el nombre tzeltal de la “cigarra”, xiquitin (homoptera: cicadidae), aparece la entrada xiquit xiquit xavon: “gritar recio”, comparando sin duda el estruendoso canto del insecto con el ruido del grito (av). Incluso en nuestros días los tzeltales de Tenejapa dan de comer chicharras cocidas a los niños parlanchines y ruidosos para curarlos de tal defecto (Hunn, 1977: 288). Las referencias a los ruidos orgánicos generados en el cuerpo humano son muy variadas, y atañen tanto al sistema respiratorio —particularmente con lo que se conoce en medicina como vías altas—, como al aparato digestivo, desde los dientes hasta el ano, pasando por supuesto por los “rugidos” de las tripas, que parecen asimilarse con los ruidos que emite el ratón (cho), el sonido que producen en el agua los remos (ghub) y el que provocan los líquidos al hervir (loc), pero, con excepción del segundo, la identificación no es segura. Los miembros inferiores, origen corpóreo de múltiples ruidos, no podían estar ausentes en nuestros materiales. Un solo ejemplo: para señalar el ruido que hace la gente que pasa, se emplean voces que dan cuenta desde el rumor sordo comparable al que provocan el fluir del agua o el correr del viento (tinitet), hasta el transcurrir del gentío sobre la tierra, el murmullo “descomedido” que provoca una multitud (cunan: juntarse, amontonarse) que hormiguea (tictonet), bulle (nic) y se atropella. No en balde nuestro fraile traduce ticlaghan loquel por “salir aprisa; como los niños de la escuela”, suma de la algarabía imaginable; imagen y sonido magistralmente asimilados. El término que nombra a la lisonja, ghaxbacop, no nos es totalmente extraño, ya vimos aparecer el “refregar suavemente, como regalando” que denota la raíz ghax, en aquel “ruido del viento cuando es suave”, pero valdría la pena insistir en su liga con los verbos ghaxpugh, deslizarse y ghax, arrasar; que hacen gráficos la forma en que actúa la lisonja y el efecto que produce. El binomio llanto-risa, aunque en forma parca, tampoco está ausente; anotándose tanto la intensidad de la segunda como la reiteración de ambos. Llanto se traduce por oquel y llorar como ohcon; pero cabe recordar que ohc no sólo es raíz de “sonido” sino también de “mensaje”; de allí que el llanto del corazón equivalga al pesar (ohc cotan) y al arrepentimiento (oquel cotan). Por su parte, el “zumbar” (tzeet) de la risa se transparenta en tzeenon, reír, y en tzeegh, su sustantivo; su frecuencia en

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boghben ye ta tzeegh y tzeelay (lay: reiterativo); su intensidad en can tzeen, traducido como “reír recio” (can: alto en voz, canal: fuerte), y en coghcon ye ta tzeegh: “reír mucho (quebrarse entre sí [cogh] sus dientes [eh] de reír), y su empleo con fines de burla en zactzeenon, reír mofando y zactzeegh, reidor así (zac: escarnecer). A riesgo de parecer soez, me parece interesante destacar el flatulento humor de los copanaguastlecos consignado en el verbo tzitzay , “peer a otro burlando”.

Sexualidad A juzgar por el detalle con que los diccionarios abordan el tema, uno de los principales motivos de preocupación para los evangelizadores en el área maya eran las transgresiones al sexto y noveno mandamientos de la Ley de Moisés, ambos relacionados con las actividades sexuales. Este interés no es gratuito y se explica fácilmente desde el punto de vista doctrinario: prácticas tales como la poligamia o la homosexualidad tenían que diferenciarse lingüísticamente antes de poder combatirlas, en privado en el confesionario o en público desde el púlpito. La importancia que los frailes les concedieron se trasluce de manera nítida en el hecho de que Ara haya empleado la voz tzeltal mulil, que designa estrictamente hablando al placer carnal, como vehículo para introducir entre los tzeltales el concepto cristiano de mal o pecado. Así, sobre el molde del deleite sexual se vaciaron los conceptos de transgresión e inmoralidad. Que el asunto se antojaba delicado lo patentiza el hecho de emplear el latín como herramienta lingüística para dejar constancia de las costumbres sexuales de los habitantes de la zona. Perpetuadas en un idioma inaccesible, el contacto con antiguos usos y costumbres permanecería vedado al indígena letrado aun en caso de que por azar algún diccionario, gramática o confesionario cayera en sus manos. Tenemos así, entre otros muchos, datos sobre los conceptos de lujuria, deleite carnal, seducción, adulterio, amancebamiento o masturbación. Obvia se hace en los textos la existencia de lo que los frailes traducen como rameras y prostíbulos. Entre los nombres dados a las primeras constan mulavil y xcaxibat yotan uinic, que podrían traducirse como “la del deleite” y “la que desea torpemente a los hombres en su corazón”. Parecería pues que estamos frente a dos concepciones si no excluyentes, al menos diferenciadas: la de la prostituta propiamente dicha

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y la de la lujuriosa. La ondulante manera de deslizarse que emplean las culebras (vitzvon tzeltal, “culebrear” castellano), sirve como imagen para describir a la mujer que se desplaza de un hombre a otro: el latino cum multis ambulante adquiere pleno sentido en el xvitzvonet yotan tzeltal: “culebrea su corazón”. La lujuria (queban) también se abría camino por medio de la palabra (queban cop), y si bien fray Domingo nos ofrece la entrada queban mulal copogh como equivalente del castellano “hablar deshonestamente” (mulil: culpa, pecado, lujuria), parece que el adverbio correspondiera a su propio bagaje moral: la raíz queb se limita a señalar un don o dádiva, de ahí que ghqueben qba se traduzca por ofrecerse a sí mismo. Nada nos autoriza a pensar que quebancop, la palabra del presente u ofrecimiento, sea en sí misma deshonesta. Vecinos a yhocoy , batalla, se consignan yhcoghon: “llamar, como la alcahueta, para pecar”, yhcoghel: “el que llama así” e yhcbil: llamado. Imagen menos belicosa, más amable, de la alcahueta, es la que tras ligar otro de sus apelativos (ghmonoghel) con la voz mon, “traer en brazos, como la madre al hijo”, “sosegar”, nos advierte que qmon vale por lo mismo que yhcoghon , “llamar, como la alcagüeta, para pecar”. Sosiego y batalla, expresivo binomio del amor carnal. Y si las propias dotes de persuasión o la labor de las celestinas resultaban insuficientes, quedaban aún otros recursos más sofisticados, poderosos por mágicos. Así, se registra como afrodisíaco un caracol (aplexa) conocido como yat nam, que con idénticos fines sigue empleándose en las comunidades tzeltales en nuestros días, y cuya función es anunciada por su propio nombre, donde vemos aparecer el término yat, que designa al pene. Aunque ignoramos la forma de empleo en Copanaguastla, Hunn (1977: 119, 257) menciona que en Tenejapa se le da a beber revuelto en una bebida de maíz a quien sufre de impotencia. El empleo de otras prácticas mágicas se aprecia en las entradas relativas a hechicería donde vemos, según se desprende de las voces tzeltales (no traducidas), que los vestidos, las tortillas e incluso los caminos podían funcionar como vehículos para “hechizar a uno para que quiera bien a otro”. Pero no sólo se registra el hecho consumado, fuese relación sexual con solteros, amancebamiento o adulterio; constan incluso actitudes de seducción, y con especificaciones claras de los sexos de los involucrados: “hacerse codiciar el hombre o mujer”, “hacerlo el hombre a la mujer”,

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“hacer un varón a otro” o “hacer una mujer a otra”. Por el texto desfilan también hombres y mujeres homosexuales; activos y pasivos, así como quienes practicaban el perseguido pecado nefando (sodomía) o el sexo contra natura (fuera de la vía vaginal).

Patología Las voces que proporcionan los vocabularios de Ara sobre patología corporal son abundantes, y abarcan tanto aspectos genéricos sobre las formas de instalación, periodos, virulencia, agravamiento y remisión de las enfermedades, signos y síntomas, como vocablos específicos que hacen referencia a tal o cual cuadro. Veamos algu- nos ejemplos de esto último. La gran mayoría de vocablos apunta a lesiones o enfermedades fácilmente observables, destacándose las heridas, las llagas y los golpes, así como las señales que dejaban: desde lesiones por mordidas de insectos y reptiles, hasta las provocadas por varas, cordeles e instrumentos punzocortantes como cuchillos y hachas. Aparecen asimismo dermatosis y dermatitis (incluyendo la variedad pruriginosa de lepra conocida clínicamente como sarna de Boeck), parasitosis por niguas, sabañones y procesos tumorales. En lo que hace a afecciones gastrointestinales figuran términos que nos hablan de cuadros disentéricos probablemente amibianos (acompañados de pujo y pus sanguinolenta), ictericia y hemorroides. Hay voces para asma, pechuguera (tos seca y pertinaz), romadizo (una afección catarral de la mucosa nasal), etcétera. La patología obstétrica está representada por vocablos que hacen referencia tanto a la imposibilidad de la concepción como a los problemas durante el embarazo y el postparto. Aparecen también cax cax alal y yalez alal: abortar, ghcaxez y caxezagh designan a la mujer que aborta. Los vocablos muestran en su composición la palabra para hijo de mujer (al), acompañada de los verbos cax: caer y yal: bajar, lo que muestra que el aborto se concebía como la “caída” o “bajada” del producto, tal como en la actualidad. Por lo que toca a la esterilidad masculina, ésta era designada de manera similar a la femenina: una partícula negativa a la que se añade la palabra para hijo de hombre, en este caso nichan . No deja de ser curioso

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que se apunte que aquel “que no tiene más que un compañón [se le llama] ghuyun tonil, xubil, xulub tonil ”. El primer término es claro, muestra en su composición las voces para único (ghuyum) y testículo (ton), lo inesperado es el vocablo xulub del segundo, que denota tanto al venado como al cuerno, sin que aparezca pista alguna que nos aclare su relación. Aún más sorprendente es que se haga referencia, inmediatamente después, a un gusano llamado xulub chan (“cuerno-gusano”) “que dicen ser medicina frigidorum ”. ¿Estaremos en presencia de un animal al que se atribuían propiedades relacionadas con la sexualidad? No sería extraño; sabemos que en Tenejapa el cuerno del venado se emplea en un bebedizo para facilitar el parto, y que al de bovino (que en muchas ocasiones vino a sustituir al primero dada su escasez) se le atribuyen propiedades para hacer crecer el pene humano (Hunn, op. cit.: 118, 126, 127). Por su lado, López Austin señala, entre los antiguos nahuas, el empleo como afrodisíaco del “gusanillo tlalómitl (rígido, que supuestamente volvía rígido el pene)”, y los cuernos del escarabajo temolin (op. cit., vol. I: 335).

El cuerpo social Según se deduce de los vocabularios, flores (nichim) y juegos (loil), elementos placenteros para el hombre, servían a los tzeltales para designar a un ser alegre, un loyotan, aquel de corazón juguetón, o un nichim yotan, alguien cuyo corazón “florece”, pero el florecer del hombre no era un hecho aislado o que pudiera alcanzarse en soledad; todo individuo se hallaba inserto en un complejo sistema organizativo tramado en buena medida sobre la urdimbre de un sistema de parentesco tipo omaha, y en el ámbito comunitario existían diversos niveles como grupos de edad, estado civil, estratificación social, divisiones territoriales y políticas. Ya que es imposible detenerse aquí en todos ellos, veamos rápidamente los dos primeros, cuyo estudio puede resultar de particular interés. De acuerdo con los textos, se diferenciaban cuatro grandes categorías de edad: niñez, adolescencia y juventud, edad madura y vejez, cada una de ellas con subdivisiones. En el caso de los jóvenes, por ejemplo, los vocablos hacen hincapié en la diferenciación de género además de particularizar diversas etapas de crecimiento y, cosa importante, aparecen también voces que marcan la aptitud física para contraer matrimonio y

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adquirir la plenitud social resultante de dicho estado civil, amén de la posibilidad de insertarse en el aparato económico como productor, en particular en el campo de prestación de servicios. El análisis lingüístico de las voces que convienen a un niño, a un adolescente y a un mancebo muestra la presencia repetida de raíces que dejan traslucir una idea de perfeccionamiento o maduración continua. Así, intentando rescatarlos en su idea progresiva, tendríamos: bat bat (poco más o menos), yighil (entallecerse, fortalecerse), cotem (perfecto, acabado), cax (pasar, sobrar sobrepujando), mel (vieja) y mamal (viejo). Surge clara esta idea de “avance” a lo largo de la juventud; edad que se inicia desde una mera aproximación a ella (bat bat), atraviesa por un proceso de fortalecimiento (yighil) y alcanza su perfección (cotem) al mismo tiempo que se sobrepasa (cax). Esta última imagen parece remitir a la concepción de la mancebía como un proceso físico que se superará a sí mismo al posibilitar su abandono para llegar a una nueva etapa social: la del matrimonio, única que posibilita al hombre maya su “cabalidad” como ente físico y social. En este sentido no deja de ser significativa la presencia de términos traducibles por “joven viejo” y “doncella anciana” (mamal quelem, meel achix), que sigue utilizando el grupo vecino tojolab’al para señalar con cierta reprobación a aquel individuo que a pesar de estar físicamente capacitado para hacerlo no ha contraído matrimonio. Sin importar que tenga 50 años, un hombre soltero será siempre un muchacho, jamás se le considerará un uinic, un hombre completo (Ruz, 1990). El tercer grupo, el de los adultos, aquellos “hábiles y derechos en el mundo” (znaoghix, ztoghol quinal, yichix yotan), genéricamente llamados yoluinic, voz que al incluir el término para comunidad, yol, muestra que eran éstos quienes sustentaban lo comunal, quienes formaban la comunidad. Dado que constituyen el grupo más importante de la sociedad, su verdadero meollo, su núcleo, los vocablos no registran precisiones. Ellos son simple y llanamente los hombres. Mientras que poco y namey, voces que señalan lo antiguo, sirven para designar los tiempos idos (zpocol quinal, znameyquinal), mamalubel, mamaletiquil o mamalil y meelubel, meeletiquil o meelil denotan respectivamente la “vejedad” del hombre y la mujer, concepto que se diferencia de “ancianidad”. Los vocablos que aluden a la vejez del hombre parecerían relacionarse con la idea de “rebosar lo lleno” (mal), traspasar una cierta plenitud. De ahí que el crepúsculo se denominase mal

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cahal: el “rebosamiento” del sol; momento de declinación tras la plenitud del cenit. Esta idea de término parece vislumbrarse también en uno de los vocablos que designan al viejo o la vieja, yol mamaltonax y yol meel tonax respectivamente. En ellos, además del concepto de hombre-comunidad, yol, vemos aparecer el vocablo nax —que significa lo de antes, lo anterior— modificado por to: apenas. Así, este tipo de individuos había ayudado a conformar hasta hacía poco tiempo (yactonax) la comunidad en sus aspectos laborales; ya no la conformaría más. Otra lectura posible no deja de ser igualmente reveladora: tonagh significa caer algo de arriba, perderse. En uno u otro sentido en que se lea el mensaje se me antoja claro: la vejez de uno de sus miembros significaba en algún sentido una pérdida para el grupo. Una de las traducciones que nuestro dominico refiere para anciano es yighil uinic, que ya vimos aparecer en lo relativo a la juventud; pero si entonces marcaba el proceso de “entallecerse” físicamente, aquí parece aludir al anciano como al hombre que contiene en plenitud la virtud de la fortaleza; no se trata pues de una mera cuestión física sino de una capacidad anímica. Veamos por último lo referente al estado civil, íntimamente ligado, como es obvio, con la edad de los individuos, y que tiene como núcleo de referencia al matrimonio. Aparecen así, en primer lugar, los vocablos para los solteros de uno u otro sexo, los ghochol uinic o ghochol antz , literalmente los vacíos o desocupados. Por lo que toca a los individuos que viven en pareja constan, además de los vocablos para los jóvenes, aquellos que señalan a un hombre o mujer casados. Para el primero tenemos yahubte, ynaghem uinic, niaghem uinic y nupulnem uinic; para la segunda, ynamil e ychbil antz. Como vocablos que remiten indistintamente a ambos cónyuges aparecen nup y ghoy. Un análisis etimológico somero nos revela pequeños datos suplementarios: yahubte se relaciona con yahubon, embarazarse; ychbil con ychel, casamiento de la mujer; niaghem con niaghel, matrimonio, y nupunem con nup, compañero, encontrar a otro, acompañar, y de ahí nupunel, matrimonio. La pérdida de este compañero encontrado y afianzado en el matrimonio, la viudez, recibía también diversas denominaciones según el cónyuge sobreviviente. Enviudar el varón se decía hilol ta tael cholil, teel cholubon, xilon ta ochebeal o xochucubon, y al afectado se le llamaba teel chol, tequel ta tel cholil o chiomochbe, en tanto que a la viuda se le

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conocía como ochbe hilem, ta ochbeal o tequel ta ochbeal. Los textos precisan que la viuda joven, de poca edad, era denominada hilem antz, achixel ochbe, chilom ochbe y untiquil ochbe, voces donde se observa una cierta insistencia en lo femenino (antz) y en la edad (achix, doncella; untic, niño grande), que implícitamente están marcando la posibilidad de un segundo matrimonio dada la juventud de las afectadas. Como puede observarse en todas las denominaciones se repiten términos como hilon, que significa quedarse, ser sobra de algo; hilem, quedado; tequel, puesto de pie, derecho (tecan: seguir acompañando); chol, quitar, desvestir; teel, palo o madera; ochbe, que marca la introspección de algo (och: entrar; be: objeto) y chiom, al parecer relacionado con chi: rasgar. Así, los viudos serían considerados como aquellos que quedaban desnudos, como los que —rasgados— perdían una parte de sí mismos; meras sobras; apenas maderos, aún en pie, pero solos. Condiciones todas ellas que les hacían entrar a otro estado, tal como lo marca el término och en varias otras lenguas mayanses. Los vocabularios aportan breves precisiones incluso sobre la muerte misma. Además de consignar el término genérico para muer- te, chamel laghal, rescatan las voces que describen una “muerte cruel” y las que hablan de una “muerte súbita”. Para la primera, por poner sólo un ejemplo, tenemos ayzuocol uchamay y yicti ucham, vocablos de difícil lectura pero que parecen mostrar relación con uoc “quebrar como cabeza, cántaro, etc.”, icti: “escarnecimiento” y cham: “sufrir”, por lo que acaso pudiera pensarse en la muerte por descalabramiento (¿a pedradas?) como afrentosa, quizá como castigo ante una conducta antisocial o de alguna manera reprobada y sancionada por la comunidad, que sabemos se acostumbraba en ciertos grupos mayanses. Sin importar cómo ocurriese, la muerte (chamel laghal) significaba para el tzeltal de Copanaguastla el final del tiempo que se le había concedido para permanecer, según sus palabras, nopquinal xcabi: “engranado con el mundo”. CONCEPTOS, ACTITUDES Y CREENCIAS TOJOLAB’ALES SOBRE LA REPRODUCCIÓN Cuentan los ancianos tojolab’ales que cuando el Ajwalaltik Dyos hizo a los primeros hombres y cosas, a todos les dio corazón: a las piedras, a los árboles y aun a las montañas. Gracias a ello los hom- bres podían ordenar a las hachas que cortasen o a los bastones plantadores que sembrasen.

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Grandes eran sus conocimientos, pero no conformes con ello, los hombres decidieron mirar lo que había dentro del cielo, lo que enojó a Dios. Diluvio y cenizas cubrieron al mundo; los hombres fueron convertidos en animales. Vino entonces una segunda creación en la cual el maíz “entró a formar la carne del hombre”. Pero éste estaba solo; tenía los nuevos animales por compañía, pero no hablaban, no lo comprendían, no eran sus semejantes. Un día, no pudiendo más, se puso a llorar, y su tristeza fue tanta que partió su cuerpo en dos. Había nacido la mujer tojolab’al. El nuevo mundo estaba al fin completo.20 Los tojolwinik’otik (hombres legítimos o verdaderos), más conocidos como tojolab’ales, por el nombre de su idioma: tojolab’al (tojol: legítima, ab’al: palabra), forman parte de los pueblos llamados mayanses o mayenses, que en la actualidad se extienden desde las porciones occidentales de Tabasco y Chiapas hasta la colindancia entre Guatemala y Honduras, abarcando Belice y la península de Yucatán.21 Hoy, el pueblo tojolab’al (compuesto por cerca de 40 000 hablantes mayores de cinco años) se ubica principalmente en el municipio de Las Margaritas, Chiapas, aunque existen núcleos poblacionales en los municipios colindantes de Altamirano, Comitán, Independencia y La Trinitaria. No siempre fue así; tal ubicación responde a los procesos de mestizaje biológico, ladinización cultural y, sobre todo, a la expropiación de tierras que ha sufrido al menos desde la llegada de los españoles a su territorio, en 1528, fecha en que se fundó en las cercanías de Balún Canán (hoy Comitán) la villa de San Cristóbal de los Llanos, primer asentamiento hispano en Chiapas (G. Lenkersdorf, 1987: 929). La villa desapareció poco tiempo después, pero no ocurrió lo mismo con la presencia extranjera. A partir de entonces los tojolwinik’otik supieron de una explotación sin precedentes que continúa hasta el día de hoy, y debido a la cual han visto mermadas sus mejores tierras, usufructuada por otros su fuerza de trabajo y perdida para siempre buena 20 La versión completa de este mito, recopilado por Ruz y Schumann, consta en Ruz, 1981: 15-17. 21 Puesto que es común ignorarla, conviene recordar que existe además otra etnia geográficamente separada del resto de la gran familia maya, la huasteca, que habita en los estados mexicanos de San Luis Potosí y Veracruz.

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parte de su cultura original, que ha sabido de continuas reelaboraciones en múltiples campos, si bien con intensidad diferente. Uno de los rubros donde es posible observar con mayor nitidez el bagaje mayanse de este pueblo es el de la cosmovisión, área privilegiada para el estudio de sus concepciones acerca del entorno y del propio ser, en la cual se han resguardado, entre otras muchas, las relativas a la fisiología corporal, incluyendo por supuesto aquellos aspectos relacionados con la reproducción. A lo largo de su existencia, el indígena procura mantener el equilibrio entre las distintas fuerzas que pueblan el universo, ya que el predominio de alguna de ellas acarreará sequías, epidemias, inundaciones, plagas o, en el ámbito personal, la pérdida de la salud, entendida como un equilibrio armónico entre los factores biológicos y socioculturales, entre el mundo natural y el sobrenatural. En el plano individual este equilibrio radica en buena medida en el sk’ujol, entidad situada grosso modo en el corazón, pero que tiene a su cargo muchas de las funciones que nosotros atribuimos al cerebro, pues en ella residen el pensamiento, el espíritu, el carácter, la memoria, la confianza, la bondad, la felicidad y la tristeza, el genio y la fuerza del alma, el juicio o razón y la propia voz interior. Así, formar el corazón (oy xa sk’ujol) es tener juicio; entregarlo a algo (a’a jak’ujol), fijarse en ello. Lo que queda en él (kan sk’ujol), se aprende. Cuando el corazón muerde (k’ux sk’ujol) se sienten celos; cuando llora (ok’ sk’ujol) se anhela algo; cuando él habla (k’umani sk’ujol), se piensa; cuando se adelgaza (t’aban sk’ujol), se du- da; cuando se extravía (ch’ay sk’ujol), se olvidan las cosas; cuando duele (yaj sk’ujol) se experimenta nostalgia; cuando algo le llega, como un mensaje (sak sk’ujol), aparecen las ideas, en tanto que cuando algo sale de él (ek’ sk’ujol) es que nos decepciona; cuando sentimos dolor o hambre es que algo lo oprime, y se dice que el corazón muere (cham sk’ujol) cuando nos invade la tristeza. Uno de los motivos de tal tristeza, como lo señala el mito al que me referí líneas antes, es el vivir solitario, hecho que se traduce, en el plano colectivo, como la existencia fuera del núcleo comunal, mientras que en el personal se visualiza como el vivir sin pareja. Para obtener una compañera o compañero (lo cual ocurre entre los 17 y 21 años), puede recurrirse a alguno de los seis tipos de unión

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usuales: el tradicional o chak’abal, caracterizado por una serie de largas peticiones acompañadas de continuos regalos, el yiaj’nel o fuga, el sjoko’ajnel o “arrastrada” (donde el novio fuerza a su prometida a seguirle, interrumpiendo el proceso de “pedidas”), el elk’anel o rapto que se da entre jóvenes no comprometidos, el nupanel ba iglesya, que sigue el rito católico, y el matrimonio ante el registro civil, cada vez más frecuente entre quienes se convierten a alguno de los ritos protestantes o a las sectas.22 El tipo de familia predominante muestra también variaciones de importancia, dependiendo de la comunidad. En la selvática Agua Azul, por ejemplo, las unidades domésticas nucleares equivalen a 62.8% del total, frente a 36.7% en San Mateo Veracruz, comunidad de origen de la primera, y situada en el somontano, donde predomina la familia patrilocal extensa (40.8%, frente a 8.57% en Agua Azul). Las razones determinantes para estos cambios en el tipo de residencia parecen encontrarse en la diversa economía. Orientada hacia el cultivo del maíz, y dependiente en gran medida del trabajo asalariado de los hombres, la familia veracruzana requiere del trabajo en grupo,23 mientras que el cultivo del café —que necesita de mano de obra que supera la oferta familiar a la vez que facilita 22 Si comparamos dos comunidades estrechamente vinculadas: Veracruz, en el somontano, y Agua Azul (cuyos habitantes proceden de la primera) en la selva, vemos que el matrimonio en el primero tiende a disminuir: en Veracruz ha bajado en menos de 30 años en casi 50%, en tanto que en Agua Azul representa apenas un 21.7% entre quienes contrajeron matrimonio tras emigrar. Esta franca disminución parece estar vinculada al alto costo del proceso. Por su parte el yiaj’nel, el metodo matrimonial que exige menor erogación económica, presenta los niveles más altos entre los no ejidatarios de Veracruz (el grupo económicamente más débil), en tanto que el elk’anel, donde el novio deberá pagar una alta suma no sólo a la familia de la joven sino también a la comunidad de donde es originaria, ha desaparecido entre los veracruzanos menores de 30 años, mientras que representa 13% en el grupo equivalente en Agua Azul, donde hay una significativa escasez de mujeres, que también se compensa con una mayor frecuencia de uniones con viudas o separadas. Así, no sólo criterios económicos guían la elección. Esto se hace obvio al observar que el matrimonio eclesiástico (que supone también fuertes gastos dados los festejos), se revela muy alto entre los tojolab’ales jóvenes, evidenciando no sólo la influencia de los misioneros católicos en Veracruz, sino también la adopción de este tipo de vínculo como símbolo de estatus que tratan de alcanzar incluso los más desposeídos, acaso como un mecanismo compensatorio. En Agua Azul en cambio, donde la casi totalidad de la población se ha convertido al pentecostalismo, el adventismo o a la secta de los Testigos de Jehová en los últimos seis años, los matrimonios civiles son más comunes. 23 El agotamiento de los terrenos y el minifundismo imperante (determinado por la escasez de tierras y alentado por las leyes de herencia vigentes), han hecho imperativa la

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la obtención de ingresos en metálico, dada su alta potencialidad económica— y la introducción de la ganadería han acelerado la escisión familiar en Agua Azul. Las variantes se observan también en el tipo de residencia postmarital: para 1981 en Veracruz 54.7% de la población masculina había habitado con sus padres por más de siete años; 61.8% por más de cinco y 97.4% por más de uno. En cambio, 72.5% de los ejidatarios casados de Agua Azul había construido casa aparte antes de cumplir tres años de residencia patrilocal, y 100% estaba ya fuera de la casa paterna antes de cumplir cinco años de matrimonio.24 Independientemente del tipo de unión elegido y la residencia postmarital en boga, los recién casados viven con enorme expectación los primeros meses de matrimonio, pues se espera que a lo largo de ellos la mujer, gracias a la acción fecundante del hombre, quedará embarazada. En caso contrario, la joven esposa y su suegra acuden en primera instancia ante la comadrona o me’xep (literalmente “abuela”), o más adelante al curandero, para que éstos determinen (con base en interrogatorios y auscultaciones la primera, e interrogatorios y toma de pulso el segundo) las causas de esterilidad, entre las cuales destacan los problemas localizados en la matriz (che’e, frío; niwan che’e, gran frío) y la brujería (mal puesto o gana chamel), que por lo general se atribuye a la envidia o mala voluntad de algún vecino. Los problemas para concebir son comúnmente atribuidos a la esposa, pero no se descarta la posibilidad de que sea el hombre quien padezca, por ejemplo, el frío. Puesto que es frecuente pensar que los grupos indígenas minimizan o de plano desconocen el papel masculino en la fecundación, me parece de interés dar tres datos que contradicen esta opinión que mal encubre su racismo. Los tojolab’ales denominan de idéntica manera al testículo y el dispersión de la fuerza de trabajo familiar en Veracruz, donde los hombres emigran temporalmente cada año hasta ocho y nueve meses (situándose la media en cuatro). La media de emigración temporal en Agua Azul se situaba en 1981 en apenas 15 a 20 días al año, y corría a cargo de los solteros de familias cuyos cafetales aún no producían; hoy es casi inexistente: los ejidatarios “aguazuleros” rara vez migran (lo hacen sobre todo cuando cae el precio del café); incluso contratan mano de obra migrante, incluyendo la de sus parientes de Veracruz. 24 Resulta interesante comparar el tipo de localidad entre los hoy “aguazuleros” mientras vivían en Veracruz: 89.20% vivía con los padres del esposo; 3.57% con los de la esposa, y apenas 7.14% en su propia casa. De todos ellos, sólo 11.8% poseía tierras en Veracruz.

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ovario (bak, “semilla o hueso”), la unión de cuyos “productos” consideran da origen al niño; he podido constatar casos (hecho gracioso y revelador) en que el hombre, ante la negativa de la esposa, ingiere las píldoras anticonceptivas, considerando que si ambos participan por igual en el embarazo, su acción también podrá extenderse a él y, por último, no es inusual que, ante un problema de infertilidad —cuando no se opta por la adopción— las familias acuerden la separación de los cónyuges y un segundo matrimonio alterno, pues no se descarta que con otra pareja logren concebir. Antes de que esto último se registre, los esposos deberán someterse a diversas medidas terapéuticas, predominando las infusiones de hierbas tenidas por “calientes” y los baños en el temazcal (ika), aunque no están ausentes los rezos y ofrendas a las deidades. El diagnóstico de embarazo, por su parte, se hace con base en la amenorrea, la aparición del cloasma (“paño”: k’ik’ k’umb’a), debilidad general y trastornos del apetito; en particular la apetencia desusada por frutas, sal o incluso tierra (geofagia). Aunque circulan consejas que apuntan que la gestación de un varón dura hasta diez meses (“trae más cositas”), por lo general se calcula la duración del embarazo en nueve meses, y es sabido que un “sietilo” (sietemesino) tiene más probabilidades de sobrevivir que el nacido a los ocho. Se pone especial atención a los tres primeros meses de este periodo, pues se consideran los verdaderamente “formativos”: el niño no es entonces más que “un puntito” enmedio de una “como clara de huevo”, y está sujeto a múltiples peligros dada su fragilidad; de ahí que las visitas a la comadrona sean frecuentes y obligadas. En concordancia con el importante papel que se le atribuye en la vida cotidiana, se piensa que la primera en formarse es la cabeza (entre el primero y segundo mes), tocando su turno luego a las extremidades, de las cuales ya hay “muestrita” al cuarto. La diferenciación sexual, se aduce, ocurre dos meses después. En este momento (que puede adelantarse 30 días) el pequeño adquiere su aliento vital (altz’il) y empieza a gozar de pleno movimiento. Todo el tiempo está protegido por la bolsa amniótica (majkilsat: “tapa de su apariencia” o máscara) y en íntimo contacto con la placenta (kalumtik: “la que cría”). Ya que a lo largo del embarazo una mujer continúa con sus actividades cotidianas (exceptuando, en los últimos meses, aquellas que exigen gran esfuerzo físico), las funciones de la comadrona se centran en

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vigilar el crecimiento adecuado del útero (snan ja alatzi: “su casa del hijo”) y evitar que el pequeño “se atraviese”, caso en el cual recurrirá a maniobras de versión externa. A partir del diagnóstico de embarazo la vida cotidiana se puebla de cuidados: tendrá que evitarse dejar de cualquier manera el cordel con que se acarrean los jarros de agua: tal desorden podría acarrear un problema en el cordón umbilical, enredándose en el cuerpecito del pequeño, y puesto que el crecimiento del niño está estrechamente vinculado a la alimentación materna (ya que se nutre de ésta), habrá que tener particular cuidado con lo que come la madre: evitar alimentos demasiado “fríos” o “calientes” y balancear sus “antojos” con la ingesta de maíz, pues —en correspondencia con los mitos de creación— se considera que sólo los alimentos hechos a partir de él son indispensables para la formación de los elementos corporales (aquellos sólidos como tamales y tortillas forman la carne, mientras que atole y pozol se convierten en sangre). Los otros alimentos, aunque fortalecen el cuerpo humano no son per se generadores de tejidos o líquidos vitales, pero el deseo de la madre por consumirlos ha de satisfacerse hasta donde sea posible, pues son —de hecho— “antojos” del niño mismo. Punto de importancia es evitar al máximo las explosiones de “coraja” (comunes en las mujeres de carácter “gravo”), pues podrían acarrear abortos. Peligros particularmente graves (y que incluso desbordan los cuidados de la comadrona) son los que se derivan de las fuerzas maléficas que pululan en el entorno. Así, la embarazada habrá de evitar acercarse a un muerto, cuyas emanaciones “frías” podrían afectarla, o a otra mujer gestante, que al igual que ella desprende excesivo “calor”.25 Ambivalente y caprichosa, como todas las deidades, Nantik Ixaw (nuestra madre Luna), puede también dañar al pequeño pese a estar vinculada con la fecundidad; de ahí que se proscriba a la embarazada observar un eclipse, momento en que el Sol “muerde” a la Luna, so riesgo de que ésta a su vez muerda al producto provocándole labio leporino o verrugas,26 o que salga con un ocote en la mano en noches de Luna llena, pues ambas luminarias podrían atraer por rumbos distintos los ojos del pequeño, provocándole 25 De ahí que se les prohíba, por ejemplo, acercarse adonde se prepara el atol de maíz nuevo, pues podrían “aguarlo”. 26 Tener relaciones sexuales durante tal fenómeno, por su parte, acarrea dar a luz un albino (hijo del Sol).

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estrabismo. El principal riesgo, por imprevisible, se desprende de las acciones de brujería, que van desde incubar en la matriz un producto con características de sapo, cerdo, huesos que simulan los de un ave o incluso con masas informes (¿mola hidatidiforme?), o sufrir el “robo del niño”, que mágicamente es depositado en el útero de otra mujer (casi siempre hasta entonces estéril), provocando aborto a la madre “verdadera”. Otro peligro, más común en el puerperio inmediato, es que las fuerzas del inframundo atenten contra la vida del pequeño cuando saben que está destinado a con- vertirse en un “vivo”; es decir alguien dotado de poderes especiales para ayudar a la comunidad (hombres rayo, arcoiris, curanderos, par- teras, etcétera). La parturienta es ayudada por la me’xep y por otras mujeres de su familia, si bien en casos difíciles se recurre al esposo para que apoye a la comadrona en la realización de maniobras tipo Kristeller (sentado en un banco, con la mujer agarrada a su nuca, apoya sus rodillas sobre el abdomen de ésta, empujando hacia abajo) o —método particularmente agresivo— para que ayude a levantarla cuando se le cuelga de una viga (lazos bajo los hombros), pues se cree que en tal posición se facilitará el descenso del producto y se podrá ejercer mayor presión sobre una matriz fatigada, cuyas contracciones se “ayudan”, “trayéndola hacia abajo” por medio de un rebozo. Lo anterior es, por supuesto, excepcional; lo común es que las mujeres se acuclillen sobre un petate o cobija, próximas a un poste de la casa en el cual se apoyan para facilitar la expulsión (aunque la influencia mestiza ha incidido en adoptar una posición en decúbito dorsal, bastante menos “fisiológica”). A intervalos se les proporcionan alimentos que se supone aumentan su “fortaleza” (yip): infusión de mirto (que además mantiene el “calor de la matriz”), chocolate, café, cerveza o un batido de tres huevos en me- dia taza de café caliente. Se considera que bebidas tales como manzanilla con hollín, mirto con sal o tres puntas de pichiché y sal, poseen propiedades oxitócicas . La partera, por lo general, se limita a observar el descenso del niño, pues en condiciones ideales deberá dejar que el primer contacto de éste sea con la Madre Tierra (Nantik Lu’um), de ahí que otro apelativo para la comadrona sea tulwanum, “la que recoge”. Una vez nacido, revisará atentamente el cordón umbilical para ver cuántos “botoncitos” tiene, pues se supone que los rojos y grandes anuncian próximos varones, en tanto

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que los blancos y peque- ños pronostican a futuras mujeres. Como es frecuente en los grupos mesoamericanos, algunas parteras —a solicitud de los padres— acostumbran aplastar estas pequeñas protuberancias hasta deshacerlas, pensando que así se disminuirá el número de futuros embarazos. El cordón se corta con una tijera y se quema su extremo con una vela nueva o un trozo de ocote. Se asea y baña al niño antes de darle una cucharadita de aceite y ungirle la cabeza con el mismo; operación cuyo significado se ha perdido. Aunque parece ir en franco descrédito dada la influencia de pastores protestantes y catequistas católicos, algunos tojolab’ales mantienen la creencia de que el pequeño que asemeje de manera singular a uno de sus progenitores puede estar anunciando la muerte de éste, mien- tras que en caso de parecerse a alguno de sus abuelos o parientes próximos difuntos anuncia su regreso. El pequeño será, pues, su slok’ol (remplazo). En caso de retrasarse el alumbramiento (expulsión de placenta y secundinas), la partera puede presionar sobre el útero y aconsejar la ingestión de infusiones. Una vez fuera, se quemarán con leña en el interior de la casa, se enterrarán en el patio o se arrojarán al fondo del río en un morral al que se ata un piedra.27 La madre, por su parte, es trasladada a su lecho, aseada y fajada con un lienzo ancho. Luego, se le da a beber una infusión de mirto como analgésico, y chilatol con pimienta o caldo de gallina como alimento. Una vez aseada, amamanta a su pequeño. No es inusual que en el transcurso de la misma semana reanude sus actividades, alternándolas con baños diarios en el temazcal (allí donde éste se conserva, pues en las comunidades selváticas, de creación reciente, ya no se acostumbra), acompañada por la me’xep, quien le proporciona masajes en el vientre para reducir el tamaño del útero y en los senos para estimular la lactancia.28 Ceremonia cada vez más rara (de nuevo por la influencia religiosa), pero que bien vale la pena recordar por su profundo significado y su intrínseca belleza plástica, es aquella que consiste en colocar en el sitio donde se registró el nacimiento cinco velas encendidas, incluyendo aquella con la cual se cauterizó el muñón umbilical, una en cada punto cardinal y la quinta en el centro, como una ofrenda al alma recién nacida 27 En caso de registrarse el parto de un mortinato, o morir el pequeño a poco de nacer, se le enterrará en el patio de la casa, sin mayor ceremonia. 28 Se considera que el chocolate, el pan, el chilatole con pimienta, las anonas, el caracol y la leche de vaca (escasa y cara), son también estimulantes.

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a la vez que agradecimiento a la Madre Tierra, que posibilitó su existencia entre los vivos. Asimismo, cuando alguien muere, el lugar donde estuvo tendido el cadáver, donde hizo contacto con la tierra, deberá mantenerse limpio, circundado de flores, velas e incienso a lo largo de 40 días,29 como si la tierra experimentase, con el alma recuperada, su propio puerperio. El ciclo viene a cerrarse, por tanto, justamente donde tuvo inicio: santificando el lugar donde Nantik Lu’um, la Madre Tierra, acogió, primera y última, el cuerpo de uno de sus hijos.

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EL SIGNIFICADO INICIACIÓN DE LASEXUAL VIRGINIDAD Y LA

EL SIGNIFICADO DE LA VIRGINIDAD Y LA INICIACIÓN SEXUAL.1 UN RELATO DE INVESTIGACIÓN

ANA AMUCHÁSTEGUI HERRERA 2

El presente artículo relata un proceso de investigación sobre las construcciones sociales de la sexualidad; a partir de éste, se elaboran algunas reflexiones metodológicas respecto de los problemas y vicisitudes que esta tarea enfrenta. El objetivo del estudio fue describir y comprender algunas de las formas y significaciones culturales que adquiere la primera relación coital entre diferentes grupos de jóvenes adultos en México, y analizar la dimensión de poder en ellas, lo cual, a su vez, contribuye a la constitución de ciertos sujetos de sexualidad. Asimismo, se intentó describir la transformación cultural que tales construcciones de significación están sufriendo en algunas comunidades del país, e identificar y luego interpretar el origen de los elementos incluidos. Las razones para el estudio de los procesos señalados son, entre otras, que la iniciación sexual ha sido una de las prácticas cruciales y significativas en el proceso de convertirse en adulto en diversas sociedades y culturas. La primera relación sexual puede ser una de las experiencias más importantes que intervienen en la constitución de sujetos de sexualidad y, por tanto, en sus futuras prácticas sexuales. Los 1 El presente trabajo forma parte del informe final —que se publicará en su totalidad en fecha próxima— de la investigación “El significado de la virginidad y la iniciación sexual para jóvenes mexicanos”, realizada gracias al apoyo de la Ofi- cina Regional para Latinoamérica y el Caribe de The Population Council, y a la Universidad Autónoma Metropolitana -Xochimilco. 2 Profesora-investigadora de la UAM-Xochimilco y consultora externa de The Population Council, México.

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significados que se le atribuyen y las maneras en que tal evento tiene lugar en una cultura determinada son un ejemplo y una expresión del tipo de valores y creencias asignadas a la sexualidad por esa sociedad en particular. En México, la sexualidad y la virginidad se encuentran fuertemente cargadas de significaciones morales y religiosas, diferentes para cada género pero complementarias entre sí, que han sido construidas durante un largo periodo de relaciones sociales y políticas. El choque entre dos culturas durante la época colonial ha dado a la sexualidad y a las premisas de género características especiales, provenientes de creencias, mitos y prácticas tanto europeas como indígenas, que se han combinado para formar ciertas configuraciones culturales. Algunos elementos de tales formaciones simbólicas permanecen hasta nuestros días. Actualmente, la difusión de la cultura moderna por la vía del crecimiento urbano y la comunicación masiva parece estar provocando una serie de procesos de transformación y resistencia de tales formas culturales dominantes. El encuentro entre los valores tradicionales y modernos genera una interacción compleja y aparentemente dilemática entre diferentes concepciones y valores de la sexualidad. Por tanto, en la cultura mexicana actual, la construcción social de la sexualidad, y en especial de la virginidad y la primera relación sexual, no es monolítica ni históricamente lineal. Los significados atribuidos a tales procesos tienen su origen en sistemas morales, religiosos y seculares pertenecientes a diversas culturas y momentos históricos, que parecen mezclarse en diversos grados y configuraciones. Aunque México disfruta de gran diversidad y riqueza de sistemas de creencias y de culturas, éstas no mantienen una relación igualitaria. La agresión continua contra los grupos indígenas los ha debilitado y ha permitido su asimilación relativa a la vida moderna. Sin embargo, también existe una fuerte corriente de resistencia contra la imposición. El presente trabajo pretende describir algunos de los elementos culturales de esta diversidad, que coexisten en nuestro país como significaciones atribuidas a la virginidad, la sexualidad y la primera relación sexual. La investigación de cuestiones relacionadas con la sexualidad implica un análisis de género como estrategia fundamental, ya que es mediante los significados y prácticas sexuales que las premisas atribuidas a la femineidad y masculinidad son establecidas y difundidas, pero también cuestionadas, en una interminable relación de poder entre

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definiciones dominantes y subyugadas. Las premisas de género y de sexualidad se encuentran intrincadamente ligadas en virtud de que nuestras sociedades han construido identidades con base en las diferencias biológicas, combinadas con significaciones y prescripciones sociales y culturales. El estudio de ambos géneros es fundamental para comprender su relación durante el primer encuentro coital y las maneras en que cada uno de ellos refuerza las premisas, creencias y prácticas dominantes para el otro. Si entendemos a las premisas de género como una relación en la que cada miembro de la pareja defiende su identidad así como la del otro, entonces es importante trabajar tanto con sujetos del sexo masculino como del femenino. Como contexto debe señalarse que, de acuerdo con una encuesta llevada a cabo en la ciudad de México, la edad promedio de iniciación sexual difiere para hombres y mujeres. En todo caso, parece estar sucediendo cada vez más tempranamente. Los varones tienen su primera relación sexual alrededor de los 15.8 años, mientras que las chicas cerca de los 17 (OPS, OMS: 27). Asimismo, parece que este encuentro no es planeado, razón que los entrevistados arguyen para explicar por qué no utilizaron prevención alguna contra el embarazo o las enfermedades de transmisión se- xual. Este tipo de prácticas pone a la población joven mexicana en riesgo de embarazos no deseados y de infecciones varias, incluyendo el VIH. En nuestro país, 400 000 nacimientos anuales —15% del total— provienen de jóvenes menores de 20 años, muchas de ellas embarazadas probablemente durante su primer encuentro sexual (Kumate, 1989: 18). Además de que en su mayoría tales embarazos no son planeados, el riesgo de morbimortalidad materna aumenta entre madres jóvenes. 3 La posibilidad de colaborar en la prevención de tales riesgos de salud sexual y reproductiva anima el presente trabajo. La información aquí presentada pretende tener utilidad para el conocimiento sobre prácticas y creencias sexuales, pues si existen demandas de diferentes grupos sociales en torno a lograr cierta autonomía de los individuos en estos aspectos, para responder a ellas es necesario comprender la dinámica subjetiva de la sexualidad y su relación con las culturas dominantes y subyugadas. Sin embargo, cualquier decisión política al respecto debe ser consul- tada y elaborada en colaboración con la población objeto de las intervenciones, de manera que no se intente 3 Este riesgo no tiene relación con cuestiones de maduración fisiológica de la madre, sino con condiciones socioeconómicas y culturales desventajosas.

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imponer un modelo de sujeto sexual homogéneo y universal, sino responder a las necesidades características de tales grupos culturales, respetando su singularidad.

LA CONSTRUCCIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO El contexto y los límites de la investigación La formulación de un problema de investigación y la realización de la misma se encuentran indefectiblemente ligadas a una serie de exigencias e intereses del investigador, mismos que provienen del contexto subjetivo, social y político en el que dicho trabajo se pre- senta. Es decir, la elección del tema, de los instrumentos y del marco conceptual, así como sus efectos en la realidad que se indaga, tienen relación estrecha con sus condiciones de producción. A decir de Manero, existe un ...conjunto de compromisos teóricos y prácticos, conscientes e inconscientes, que el profesional sostiene con diversos elementos y estructuras de una sociedad ... Estar implicado significa estar atrapado en una red de compromisos, que van más allá de la voluntad o la intención del practicante, que sobreimprimen el sentido de la acción o el proyecto que éste intenta instrumentar” (Manero, 1990: 43).

La construcción de un problema de investigación implica un recorte de la realidad. Desde la perspectiva de la construcción social del conocimiento (Berger y Luckman, 1968), la realidad sólo puede ser cognoscible si el investigador interactúa con ella, lo cual en sí mismo es una intervención. El conocimiento no se “adquiere”, sino que se construye; la realidad no es un ente externo que puede ser estudiado en estado puro; más bien los objetos de conocimiento se construyen durante y en su relación con el investigador, y ambos se transforman en este proceso. La pretensión positivista de lograr una investigación “objetiva” y neutral cae por su propio peso si atendemos a las consideraciones anteriores. “La verdad del objetivismo —absoluto, universal y eterno— ha perdido su estatus de monopolio. Ahora compite en términos más parejos con las verdades de estudios de casos que están más incrustados

en contextos locales, configurados por intereses locales y coloreados por percepciones locales” (Rosaldo, 1991: 31). Por ello, no se ha pretendido en esta investigación el “descubrimiento” de una realidad, sino la producción de un conocimiento que debe ser definido por las limitantes de su contexto. Es decir, no se busca difundir una verdad respecto de las significaciones de la primera relación sexual, sino construir una aproximación a las mismas que tome en cuenta las determinaciones de su elaboración. Para lograr tal fin, es necesario explicar los compromisos mencionados. En el caso que nos ocupa, la elección del tema de la sexualidad no ha sido casual. En primer lugar, el interés personal de la investigadora por conocer los procesos de transformación que los valores sexuales están sufriendo en nuestro país, a causa de su modernización material y cultural, determinó en gran medida la elección. Asimismo, en virtud de su formación como psicóloga social, la sexualidad aparecía como una vía privilegiada para estudiar esa escurridiza relación del sujeto con la sociedad, o del individuo con la cultura, o de lo subjetivo individual con lo colectivo, pues en ella se conjugan la historia personal y los valores propios de una cul- tura determinada. De ahí que la obra de Foucault (1981, 1988) resultara central para la formulación del problema de investigación y, posteriormente, para la construcción de categorías de análisis del material de campo. Por último, ya que la terapia familiar sistémica es un campo de ejercicio profesional de quien aquí escribe, la relación circular que los géneros mantienen respecto de las premisas de su sexualidad también constituyó un poderoso motivo para indagar precisamente los tipos de vínculos que se establecen entre mujeres y hombres alrededor del primer encuentro sexual. A pesar de que el asunto del financiamiento de la investigación parece ser obvio, sus implicaciones en la misma no constituyen un tema suficientemente discutido. En el caso que nos ocupa, la organización encargada de llevar a cabo el trabajo4 estaba interesada en analizar ciertos problemas relacionados con los datos sobre necesidades no satisfechas por los programas de planificación familiar y con las razones por las 4

The Population Council, Oficina Regional para Latinoamérica y el Caribe.

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cuales las mujeres no utilizan métodos anticonceptivos aunque no deseen tener más hijos. Asimismo, las limitaciones de los estudios cuantitativos en cuanto a su comprensión sobre la manera en que las llamadas “variables sociales” (como las relaciones familiares o los valores culturales) afectan la utilización de anticonceptivos,5 hacían necesaria una aproximación metodológica diferente. Por todo ello, se decidió en principio investigar diversas poblaciones de México que pudieran ejemplificar su “mosaico” socioeconómico y cultural, tratando así de evitar la homogeneización de la población que posibilitara un acercamiento microsocial de estudio. La aproximación cualitativa permitiría una investigación de tales diferencias culturales, gracias a la comprensión en profundidad de poblaciones específicas y particulares. Un periodo de dos años se consideró conveniente para la realización del trabajo.

Población entrevistada México se encuentra en un proceso de modernización que no ha sido equitativo para las diversas regiones y grupos sociales. Como la mayor parte de las naciones de Latinoamérica, el país se está integrando a la economía mundial por medio de la transferencia de sus recursos hacia los países llamados “del norte”, por vía del servicio de la deuda externa y la fuga de capitales. Los llamados países “del sur” proporcionan mano de obra barata para industrias multinacionales. Sin embargo, el desarrollo reciente de la tecnología ha hecho que esta ventaja desaparezca rápidamente. Para México, la modernización ha significado la profundización de la polaridad entre un pequeño sector de familias adineradas y una enorme mayoría de trabajadores y campesinos golpeada por la miseria y la falta de oportunidades. En virtud de que México es un país heterogéneo, el interés del grupo de investigación ha sido ilustrar la experiencia y las significaciones de la sexualidad en diferentes grupos étnicos, geográficos y culturales. Para ello se seleccionaron tres regiones del país para llevar a cabo el estudio, mismas que presentan diferentes configuraciones de desarrollo socioeconómico y cultural. 5

Dra. Kathryn Tolbert (comunicación personal).

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Las comunidades seleccionadas pueden ser brevemente descritas como sigue: 1. Una comunidad indígena (zapoteca), en virtud de que México ha sido formado tanto por culturas nativas como por la española, y de que existe todavía un gran número de poblaciones perteneciente a dichas tradiciones indígenas. Los habitantes del pueblo seleccionado son en su mayoría bilingües y su economía se encuentra sostenida principalmente por la elaboración de artesanías, cuya mayor parte se exporta a Estados Unidos. Una proporción considerable de su población masculina migra a ese país vecino a trabajar como jornaleros y regresa periódicamente a su pueblo natal. 2. Una comunidad rural del centro del país, cuya población ha perdido en gran medida la capacidad para sobrevivir por medio de la agricultura y ha optado por trabajos eventuales en ciudades vecinas. La iglesia y la religión católicas son parte importante de la vida cotidiana e intervienen considerablemente en la conformación de los valores y prácticas sexuales de sus habitantes. También es frecuente la práctica migratoria a Estados Unidos en busca de trabajo agrícola asalariado. En ambas poblaciones se mezclan de manera peculiar ciertas prácticas y creencias tradicionales con elementos que provienen de la experiencia urbana de sus migrantes. 3. Una comunidad urbana popular de la ciudad de México, en función del característico centralismo de este país, y por el hecho de que en la actualidad entre 60 y 70 por ciento de su población se concentra en las ciudades (García Canclini, 1990: 265). El barrio elegido es similar a muchos otros de la capital, pues su población joven es la segunda o tercera generación de migrantes de la provincia, quienes se establecieron irregularmente en estos terrenos y fueron adquiriendo derechos sobre ellos. Sus pobladores trabajan principalmente como obreros y empleados, y los jóvenes tienen un buen acceso a la educación. En principio, para el estudio sobre la virginidad se fijó el rango de edad de los informantes entre los 15 y los 19 años. Sin embargo, durante la primera etapa del trabajo de campo se hizo evidente que era necesario ampliar este rango hasta los 30 años, pues la po- blación mayor

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se mostró más dispuesta para la entrevista, además de que la mayoría de los informantes más jóvenes abordados inicialmente no había iniciado su vida sexual. La dificultad para relatar su historia en la entrevista también fue observada en función de la situación de pareja de los informantes; los casados o unidos libremente se mostraron más dispuestos a dialogar con la investigadora. Además de los criterios mencionados, hubo que tomar en cuenta consideraciones temporales y circunstanciales, principalmente con el afán de realizar un número de entrevistas cuyo análisis inductivo e interpretativo fuera manejable en el plazo previsto. En un primer momento se había decidido realizar tres entrevistas individuales por género en cada uno de los entor- nos elegidos; en total 18. Sin embargo, a la luz de los primeros datos recabados, se efectuó otra serie de cinco entrevistas individuales. Asimismo, para ubicar en su contexto el discurso individual, se entrevistó a un grupo por cada una de las comunidades.

El trabajo de campo Antes de llevar a cabo las entrevistas se realizaron sucesivas visitas a las localidades elegidas, con el fin de investigar las condiciones y posibilidades del trabajo. Inicialmente se pensó que sería más fácil abordar a las mujeres de la comunidad por el tema de indagación y el género de la investigadora. Esta idea fue desechada rápidamente pues estudiar exclusivamente a las mujeres debido a que eran más fáciles de convocar sería reducir de nuevo la temática a un ámbito “femenino” y privado, que excluía de la responsabilidad y los beneficios a los varones. En la mayoría de los casos se realizó un primer encuentro con ellos (a nivel grupal) para presentar el tema de investigación y solicitar su colaboración voluntaria. En caso de que tuvieran dudas o inquietudes al respecto, la investigadora se puso a sus órdenes para trabajar con ellos en la medida de sus conocimientos y posibilidades. Esta forma de invitación permitió que la gran mayoría de las entrevistas se realizara en función de las demandas de los informantes relativas a la sexualidad, la pareja y el género, por lo cual su participación fue eminentemente voluntaria y confidencial. Dentro de este encuadre, doce sujetos de ambos sexos de entre 15 y 30 años solicitaron una entrevista, en la cual inicialmente se les preguntó

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qué demanda tenían. Las solicitudes variaron desde la cuestión de si la iniciación sexual temprana detiene el crecimiento (un muchacho capitalino de quince años), hasta preguntas médicas relativas a molestias gástricas, pasando por demandas de orientación sobre deficiencia mental y tratamiento de enfermedades de transmisión sexual. No todos los entrevistados pertenecían a tales grupos, por lo que se llevó a cabo el método de “bola de nieve”, consistente en la presentación sucesiva y espontánea de nuevos sujetos a partir de la relación con los iniciales. Con esta estrategia se reunieron otros once informantes en las distintas localidades, con lo que se logró un total de 23 entrevistas a profundidad: once a mujeres y doce a hombres. En el transcurso de dichas entrevistas era frecuente que surgieran otras demandas, relacionadas con dificultades en las relaciones de pareja o familiares. Ante todas ellas, la intervención de la entrevistadora —la misma investigadora— era inevitable y necesaria. En virtud de su formación como psicóloga y terapeuta familiar, las demandas pudieron ser atendidas hasta cierto punto. Las que no se resolvieron, como las médicas, se derivaron a organizaciones no gubernamentales que podían atenderlas correctamente. En las comunidades donde fue factible (principalmente en los estados de Oaxaca y Guanajuato), se llevaron a cabo entrevistas con informantes clave, como médicos, parteras, promotores de salud y trabajadores municipales. Por último, en Oaxaca y Guanajuato se realizaron dos sesiones de devolución de los datos preliminares del estudio, con los informantes que pudieron ser localizados. El objetivo de las mismas fue cotejar con los sujetos de la investigación las ideas surgidas del material de campo, respetando la confidencialidad e informando de las diferencias encontradas entre las comunidades.

El punto de partida metodológico: el construccionismo social Los datos de campo fueron construidos a partir del discurso de los entrevistados —es decir, el material de investigación— y, por tanto, es imprescindible precisar la concepción de discurso de la que se parte. La importancia del lenguaje como elemento crucial en la construcción de la realidad social, y también del sujeto, ha sido subrayada repetidamente por aquellos pensadores llamados “construccionistas”.

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Gergen (1985), ha definido el construccionismo social como una forma de investigación ligada a corrientes intelectuales como el interaccionismo simbólico, la antropología simbólica, la etnometodología, el desconstruccionismo literario, la fenomenología, el existencialismo y algunas teorías convencionales de la psicología social (Tiefer, 1987). Todas ellas comparten la concepción de que el sujeto desempeña un papel activo, guiado por su cultura, en la estructuración de la realidad. De ahí que esta perspectiva de investigación se considere “endogénica”, o generada por el sujeto mismo, en contraste con la utilización de perspectivas “exogénicas” o ajenas a la construcción que el sujeto hace de su realidad. En particular, los escritos de los llamados “antropólogos de la experiencia” (Bruner y Turner, 1986) ofrecen a este trabajo la posibilidad de describir el discurso narrativo como uno de los medios más importantes para que los sujetos construyan su experiencia, que a su vez tiene efectos sobre las formas de relatar. Las historias constituyen un poderoso procedimiento mediante el cual los individuos le otorgan significado a su vida, ordenándola en una secuencia de eventos, sentimientos, comportamientos, etcétera. La relación [entre la experiencia y sus expresiones] es una relación claramente dialógica y dialéctica, ya que la experiencia estructura expresiones, y entendemos a otras personas y sus expresiones sobre la base de nuestra propia experiencia y comprensión de nosotros mismos. Pero las expresiones también estructuran la experiencia, porque las narrativas dominantes de una época histórica, rituales y festivales importantes, y obras clásicas de arte, definen e iluminan la experiencia interior.6

Obviamente, la dimensión del poder aparece en estas ideas, en términos de que el sujeto se constituye mediante los discursos culturales dominantes, calificados por el grupo social como “verdades”, relacionadas con diferentes temáticas; en nuestro caso, con la sexualidad. Por lo tanto, se pretende analizar qué discursos dominantes se encuentran entretejidos en las narrativas que los in- formantes construyeron durante las

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Bruner y Turner, 1986: 6. Traducción de la autora.

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entrevistas, y también mostrar conocimientos o discursos alternativos que expresen una resistencia a los primeros. La narrativa no ha sido la única forma lingüística en la que los informantes expresaron sus opiniones y creencias; el diálogo en la situación de entrevista tiene que tomarse en cuenta. Aun así, el concepto ya descrito de narrativa se sostuvo como un elemento en la constitución de la experiencia. En el campo que nos ocupa, los representantes de este enfoque enfatizan la concepción de que la sexualidad es una construcción histórica (Foucault, 1981) que se ha modificado a lo largo de los siglos y a través de las culturas, de manera que desafía las posiciones esencialistas que ven en ella una cualidad inherente a la identidad de los sujetos. Algunos de los representantes más importantes de esta corriente en el campo de la sexualidad son Foucault y la escuela de historia de la sexualidad de París (Foucault,1981, 1988, 1987; Weeks, 1985, 1986, y Caplan, 1987). Las construcciones sociales y culturales objeto del presente estudio requieren de un abordaje cualitativo que las describa de acuerdo con su dinamismo y complejidad. El análisis en profundidad partió del material recabado durante el trabajo de campo, pues se siguió un procedimiento primordialmente inductivo que permitiera una relación cercana entre los registros y las categorías surgidas de su análisis continuo. Se transcribieron todas las entrevistas para después hacer una confrontación de los registros auditivos con los textos producidos y corregir los errores posibles, además de anotar marcas sobre entonación, risas o silencios, es decir, sobre el lenguaje no verbal. A continuación, una lectura repetida de las entrevistas permitió elaborar códigos que clasificaran la información por temas tratados en las conversaciones, basando el proceso en las recurrencias de los asuntos y en las diferencias encontradas dentro de ellas. La codificación agrupa y organiza exclusivamente el material de campo por temas relevantes, pero no lo explica, analiza o interpreta. Esta primera clasificación permitió restructurar el material de las entrevistas a partir de los códigos construidos, mismos que podrían posteriormente cruzarse en el análisis cualitativo con los grupos de personas según sexo, edad, escolaridad y experiencia migratoria. Una nueva lectura del material codificado sugirió posibilidades de construcción de categorías de análisis, cuyo fin es la interpre- tación del material, la cual estuvo permanentemente alimentada con la búsqueda

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de desarrollos teóricos pertinentes. Por ejemplo, en el caso de los relatos reiterados de acciones y estrategias co- munitarias para vigilar las prácticas sexuales de las mujeres, la teoría de Foucault (1985) acerca de la biopolítica y la vigilancia como técnica fundamental de poder en la era moderna fue de suma utilidad para el análisis de los relatos. De esta manera se construyó la categoría “tecnologías de poder: vigilancia y disciplina” (Amuchástegui, 1994).

El instrumento: la entrevista en profundidad La elección de instrumentos para investigar las significaciones sociales de la sexualidad es una tarea difícil. La apertura espontánea de contenidos relacionados con la experiencia y prácticas sexuales de los sujetos no parece ser una situación cotidiana. Entre los informantes entrevistados, hubo comentarios generalizados respecto a esta tradición de mantener la sexualidad como un dominio privado y casi secreto. Saúl, uno de los informantes de la comunidad rural de Guanajuato, ilustra tal situación: “SAÚL: Sí, me cae, bueno, pero... precisamente por eso me... quise venir a platicar contigo [la entrevistadora]...bueno, ¡qué confianza! ENTREVISTADORA: Sí, está bien. S: De... sobre eso [cuestiones sexuales] porque a veces, yo a nadie le pregunto. E: ¿A nadie? S: A nadie, no me atrevo a preguntarle, ni a mis amigos, a los amigos, de si les pasa eso... es que no puede hablar uno. E: ¿Y por qué no puede hablar? S: No, pus no es posible. E: ¿Qué le contestan, o qué? S: No, no he dicho nada, yo no he dicho nada, no he dicho nada a nadie. E: Pero, ¿por qué no se atreve? ¿qué pasaría? (...) S: No, la verdad, así como es en el rancho, esos puntos no se tocan. No, no se tocan. Platica uno de la vida en pareja, del dinero, del modo de ser, de portarse uno con la gente, también, todo... pero menos de eso.

Por tanto, la presencia de un extraño indagando sobre valores y prácticas sexuales es una invasión y un rompimiento de tal prescripción.

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Es posible, entonces, que los sujetos que aceptaron participar en las entrevistas lo hayan hecho debido a la existencia de inquietudes y demandas ligadas a su vida sexual. Sin embargo, parece que el hecho mismo de que la investigadora no perteneciera a la comunidad permitía una mayor apertura de relatos y experiencias sexuales, debido a que ello garantizaba la confidencialidad, pues no se permanecía en la localidad y no se divulgaría el material de los informantes. De hecho, para algunos de ellos la entrevista fue una oportunidad para discutir y expresar inquietudes y dudas respecto de su vida sexual sin temor a la condena o a la indiscreción. En muchas ocasiones se mostraban muy complacidos por poder relatar su historia a una persona ajena a la comunidad, quien a su vez estaba revestida del poder otorgado por el conocimiento. Fue frecuente la afirmación “esto no se lo he dicho a nadie más que a usted”, lo cual implica, por un lado, la necesidad fundamental de relatarse y con ello otorgar nuevos significados a su experiencia y, por otro, puede reflejar el tipo de vínculo que algunos establecieron con la entrevistadora. Esta experiencia puede y debería ser, en sí misma, una intervención positiva para los informantes. La investigación sobre sexualidad, especialmente si se realiza con instrumentos que promueven la apertura de relatos personales y movilizan recuerdos, sentimientos y experiencias subjetivamente relevantes para los entrevistados, produce un efecto sobre ellos, generalmente abriendo la posibilidad de expresar ciertas demandas o procesos relacionados con la frustración, el dolor o la falta de información. La ideología de la neutralidad tendría aquí consecuencias muy negativas. Al contrario, el investigador interviene de manera más o menos intrusiva en la vida cotidiana y en la subjetividad de los entrevistados, y por ello es fundamental que esté preparado para responder a las necesidades que esta relación genera. Para el diseño de la entrevista se realizaron dos pruebas piloto, con la única consigna de que los informantes relataran lo que consideraran importante acerca de la primera relación sexual. A partir del análisis de este material se elaboró una guía de entrevista cuya mayor utilidad era simplemente recordar a la entrevistadora grandes temas o rubros que se debían cubrir, sin importar el orden de aparición (véase el anexo). Posteriormente, esta guía de entrevista se fue modificando en función de los hallazgos de campo y del proceso simultáneo de codificación y categorización.

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La flexibilidad de este instrumento es fundamental para la construcción de una teoría. Aunque no se utilizaron aquí historias de vida, lo que dice Thompson respecto de ellas se aplica asimismo a la entrevista semidirigida utilizada: ...[la historia de vida] se basa en una combinación de exploración y preguntas dentro del contexto de un diálogo con el informante. Un supuesto básico de este diálogo es que el investigador viene a descubrir tanto lo inesperado como lo esperado, y también que el marco de referencia global dentro del cual se da la información no es determinado por el investigador, sino por la visión que tiene el informante de su propia vida. Las preguntas tienen que coincidir con este marco, no a la inversa ... Por tanto, la forma precisa de la pregunta no puede ser fundamental para el método de análisis, de modo que desarrollar nuevas preguntas, o precisar y cambiar su enfoque a medida que avanza la investigación, no pone en peligro la integridad del trabajo. En consecuencia, el trabajo de campo en materia de historias de vida puede llegar a ser parte de una metodología mucho más poderosa, de un proceso continuo de someter las hipótesis a prueba y reformularlas, en el cual los primeros hallazgos llevan a nuevas teorías y nuevas preguntas... (Thompson, 1993: 123).

LA CONSTRUCCIÓN DE LOS DATOS: SUS VICISITUDES Y CONTRADICCIONES Por fortuna, el investigador difícilmente encuentra lo que originalmente pretende hallar. El terreno obliga a reformular, replantear y cuestionar las preguntas de investigación y los marcos de interpretación. En el caso que nos ocupa, se intentó en primera instancia hacer la descripción y el análisis de las significaciones de la primera relación sexual, esperando que los “resultados” serían diferentes en las tres comunidades elegidas. Sin embargo, el procedimiento inductivo mostró que la clasificación de los sujetos en grupos por localidad era imposible. Si bien las diferencias fundamentales se pueden agrupar consistentemente por géneros, los datos de campo obligaron a desechar toda hipótesis de sociedades “tradicionales” o cerradas —en el caso de Oaxaca y Guanajuato— opuestas a una cultura claramente urbana.7 Por el contrario, los contenidos de tales significaciones ofrecen una consistencia 7 La pretensión de la existencia de culturas “puras”, diferentes a la “nuestra”, tiene más bien por objeto fortalecer la identidad de quien así las define, además de mantener la ilusión de que “nuestra” cultura es el modelo con el que las “otras” deben compararse. “Si `ellos’

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notable entre los entrevistados de las tres localidades. Es decir, lo que funciona como normatividades para la sexualidad femenina y masculina, así como las creencias y los valores asociados con ella, mantienen una gran semejanza entre todos los sujetos entrevistados. Este hallazgo obligó a transformar radicalmente las formas de análisis y explicación de los datos de campo, pues en lugar de comparar tres configuraciones culturales diferentes, hubo que pensar en la existencia de procesos mucho menos rígidos y delimitados, como una serie de elementos en interacción permanente cuyos contenidos se relacionan con orígenes distintos, pero que conviven en diferentes formas dentro de la cultura actual de las tres localidades estudiadas. ¿Qué hacer, entonces, frente a la evidencia de una homogeneización de los datos? La decepción de no poder clasificar fácilmente a los sujetos en virtud de su pertenencia geográfica y cultural obligó a una explicación más compleja que abarcara horizontalmente los contenidos encontrados. Algunos trabajos sociológicos (García Canclini, 1990; Esteinou, 1994; Bonfil, 1990) que describen y pretenden explicar los procesos de cambio cultural en las sociedades latinoamericanas, ofrecieron un alivio y una vía de explicación que no segmentara artificialmente los datos recabados, sino que permitiera precisamente tomar en cuenta el dinamismo y la movilidad del fenómeno que se estudiaría.

Las significaciones sobre el género y la sexualidad dentro de las “culturas híbridas” latinoamericanas El hallazgo de estructuras, códigos y normas culturales respecto de la primera relación sexual dentro de las comunidades elegidas no resultó difícil. Todos los entrevistados mostraron una gran claridad para describir los modelos normativos de sexualidad que prevalecen en sus tienen un monopolio explícito sobre la cultura auténtica, `nosotros’ tenemos una implícita en el poder institucional. Este lado oscuro de la proporción estima la urgencia de reconstruir el análisis social en una forma que se considere la interacción de cultura y poder, y a la vez hacer que `nosotros’ seamos más visibles culturalmente hablando” (Rosaldo, 1990: 186). Esta “invisibilidad cultural” del investigador no es más que la absolutización de su cultura, con el consiguiente riesgo de etnocentrismo.

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comunidades, mismos que resultaron sorpresivamente homogéneos en las tres localidades. El predominio de la moral católica se hizo sentir con toda su fuerza en los discursos dominantes. Sin embargo, al lado de ellos se encontraron también infinidad de momentos de transgresión, cuestionamiento y resistencia. Movimientos, transformaciones y mezclas con valores sexuales provenientes de otros modelos normativos aparecían constantemente, especialmente aquellos ligados a la ideología humanista de la modernidad, en la cual los ideales de igualdad entre géneros y la libre elección individual prevalecen. Así, la marcación de límites claros entre las creencias de un grupo social y otro resultaron imposibles y, más bien, se encontró una convivencia de diversas significaciones cuyo grado de contradicción o consonancia con formas de pensamiento “tradicionales” o “modernas” variaba en función del contacto del sujeto con la cultura urbana y la educación formal. La tendencia actual de nuestro país a la globalización de la cultura gracias al intercambio comercial, laboral, educativo y en las comunicaciones, parecía ser un factor determinante e imprevisto para la comprensión de los valores sexuales en estudio. De este modo, la segmentación de la información de campo a partir de la pertenencia de los sujetos a cierta cultura que se presuponía de antemano, no fue una estrategia funcional. En lugar de ello, se decidió realizar un relato siguiendo el modelo de lo que Rosaldo llama “análisis procesal”, pues desde esa perspectiva “...el cambio y no la estructura se convierte en la condición permanente de la sociedad, y el tiempo, no el espacio, en el medio más circundante” (1991: 100). Como parte de esta visión, la modernización latinoamericana es un marco fundamental de comprensión. Este proceso, en lugar de seguir una trayectoria evolutiva; “...más que como una fuerza ajena y dominante, que operaría por sustitución de lo tradicional y lo propio, [se concibe] como los intentos de renovación con que diversos sectores se hacen cargo de la heterogeneidad multitemporal de cada nación” (García Canclini, 1990: 15). Se parte, por lo tanto, de una visión en la cual las sociedades “tradicionales”, que en este caso serían la comunidad indígena y la rural, participan del proceso modernizante del país, al incorporar en sus valores y prescripciones, o en su repertorio de posibilida- des de acción individual, propuestas provenientes de grupos so- ciales hegemónicos,

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mismos que difunden tales modelos por los medios de comunicación masiva, o de la validación de saberes especializados como la medicina. Por su lado, tales grupos retoman también los contenidos culturales de grupos subyugados para legitimar su predominio.8 La “heterogeneidad multitemporal” descrita aparece consistentemente en los hallazgos de campo. Por ello se intentó describir tal coexistencia de significaciones sexuales en relación con los siguientes temas centrales surgidos del encuentro entre los datos del terreno y las construcciones teóricas que pueden explicarlos: • • • •

El género y la construcción de sujetos de sexualidad: el papel del “saber” sexual. Los dilemas, contradicciones y mezclas culturales en las significaciones sobre la primera relación coital. Lo sagrado olvidó su origen: la virginidad y los rituales institucionalizados de la iniciación sexual y la formación de pareja. Las tecnologías de poder: vigilancia y disciplina.

De estas cuatro categorías, por razones de espacio, se ejemplificará en este trabajo solamente la primera.

LAS SIGNIFICACIONES DE LA PRIMERA RELACIÓN SEXUAL La construcción de sujetos genéricos de sexualidad y el papel del “saber” sexual El reconocimiento de ser sujetos9 de sexualidad varía entre los hombres y las mujeres entrevistados. En general, la mayoría de los informantes dan por hecho que los varones son sujetos de sexualidad, casi de una manera “natural”. En cambio, las mujeres no lo son. El deseo posee género y es masculino. En este proceso no aparecen diferencias entre los entrevistados de los diferentes lugares. La evolución del deseo masculino, 8 Se pretende hacer aquí lo que García Canclini describe como “...investigaciones que examinan los procedimientos por los cuales las culturas tradicionales de los indígenas y campesinos convergen sincréticamente con diversas modalidades de cultura urbana y masiva, estableciendo formas híbridas de existencia de `lo popular’” (1990: 230). 9 “Hay dos significados de la palabra sujeto: sometido a otro a través del control y la dependencia, y sujeto atado a su propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí mismo. Ambos sugieren una forma de poder que subyuga y somete” (Foucault, 1988: 231).

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considerada como parte intrínseca del crecimiento físico, es relatada por Guillermo, de Guanajuato: GUILLERMO: ...ya cuando, ya ve que después, ya de tiempo, ya cuando uno es grande, entonces, ya ve que se le antoja una mujer y venían [desde las rancherías a la ciudad] y buscaban una mujer, veníamos, ya que veníamos y buscábamos una mujer.

Es entonces consecuente que sean los varones quienes propongan a las mujeres el encuentro sexual. Sin embargo, existe una diferencia entre los jóvenes capitalinos y los de provincia. Los primeros tienen mayor facilidad de reconocer a la mujer como sujeto de sexualidad y, en ocasiones, intentan establecer en este terreno una relación igualitaria. Sin embargo, se nota en su discurso la reminiscencia de esta división excluyente del deseo por géneros. En diferentes grados, pero presente en todas las entrevistas, se encuentra una escisión de la figura femenina en dos imágenes constitutivas de su sexualidad, y que a su vez determinan cierto tipo de relaciones con el varón. Por un lado, la mujer que no es sujeto de sexualidad más que en relación a la reproducción y la maternidad, misma que no demuestra ni expresa deseo o erotismo alguno, y cuyas características fundamentales son la ternura, la pureza y el pudor. En ella la belleza se refiere al espíritu, y es el alma y lo sublime —la bondad finalmente— lo que importa. Este “tipo” de mujeres son las que los entrevistados de ambos sexos consideran merecedoras de matrimonio o pareja estable, y de maternidad, función que define esta identidad femenina. Con ello se le otorga un estatus de sujeto, pero solamente en función de los últimos elementos; no respecto de su cuerpo o su deseo. Sobra mencionar el origen mariano de esta imagen normativa y prescriptiva,10 y su cercanía con la divinidad y el orden de lo sagrado católico. Esta imagen de femineidad implica, necesariamente, no haber tenido experiencias sexuales. En contraparte se formula otro “tipo” de mujer, que efectivamente es sujeto de sexualidad y, por ello, accede a la seducción, al erotismo y en última instancia, al placer. La belleza de estas mujeres se asocia con la 10 Agradezco a Mike Gane, de la Loughborough University of Technology, el haber compartido conmigo sus valiosas ideas, las cuales guiaron esta vinculación de las premisas de género con las diversas religiones.

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sensualidad corporal, mientras se les despoja de toda cualidad espiritual. Es contradictorio, sin embargo, que el vínculo con los hombres que se adjudica a este modelo femenino es exclusivamente el de ser objeto de su deseo, es decir, no se le reconoce individualidad, sino pertenencia indiferenciada a una “clase” de mujeres. Es decir, es sujeto de sexualidad, mas no se le reconoce como sujeto individual. El erotismo es el espacio vital reservado a un grupo menor de mujeres ubicadas en el lado negativo del cosmos, en el mal, y son consideradas por su definición esencial erótica como malas mujeres, se trata de las putas (Lagarde, 1990: 186).

Es muy frecuente el calificativo de “loca” para mujeres clasificadas en este universo, lo cual indica cierta significación del erotismo o el deseo femenino como la vía hacia la locura y la pérdida de control. La existencia de un peligro en el erotismo es descrita por Bataille, al decir que “la carne es el enemigo nato de aquellos a quienes atormenta el interdicto cristiano, pero si, como creo, existe un interdicto vago y global, que se opone, bajo formas que dependen de los tiempos y los lugares, a la libertad sexual, la carne es la expresión de un retorno de esta libertad amenazadora” (1992: 129). La construcción de tal estereotipo y el depositar al mal en él, permiten a la sociedad en general organizar las formas de expresión del deseo y el erotismo. Gracias a esta Eva las mujeres conocen lo que no deben ser, y los hombres lo que deben escoger, de- pendiendo del tipo de vínculo que corresponde. Amanda, una joven casada de Guanajuato, describe con claridad esta escisión a partir del discurso de su esposo cuando explica las razones para haberla elegido: AMANDA: “¿por qué no te casaste con ella?” [le preguntó a su esposo acerca de una mujer con la que había tenido relaciones sexuales], no, dice, “pues esa mujer estaba más correteada que nada”, y entonces, ¿por qué conmigo sí?”, dice, “porque se ve en la mujer, cuando la mujer este... tiene más experiencia en la forma de comportarse, dice, pues, la verdad, tu fuiste diferente, diferente a todas las mujeres que toqué”.

Es interesante subrayar que tales tipos ideales se mantienen más como modelos normativos que como clasificaciones de la conducta real de las mujeres. Las fronteras entre ambos reinos no son tan rígidas cuando

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de prácticas sexuales se trata. Sin embargo, el efecto subjetivo que tales imágenes producen en el ámbito de la experiencia de los entrevistados es sumamente poderoso; como si en verdad fuera posible dividir al sexo femenino en tales modelos y que aquellas mujeres que se asumen como sujetos de sexualidad pasaran irremediablemente de la bondad a la maldad, sin camino de regreso. Amanda expresa este temor de perder por completo el control sobre su cuerpo y su deseo: AMANDA: Hasta me traumé un montón [después de su primera relación sexual]. O sea, en serio, ¡estaba pensando que siempre que iba a tener novio me iba a pasar lo mismo!

Desde el punto de vista de los varones, dirigirse a las mujeres consideradas puras en términos de deseo le adjudica a éstas una subjetividad sexual que no es propia de su condición. Incluso para algunos de ellos el matrimonio o la formación de pareja estable inauguran el ejercicio de la sexualidad femenina y, más aún, el deseo mismo. El reconocimiento de ser sujetos de sexualidad femenina aumenta, dentro de la población estudiada, en consonancia con la pertenencia o el contacto con la cultura urbana. Por ejemplo, algunas de las mujeres zapotecas que expresaban cierta apropiación de sí mismas respecto a la actividad educativa, recreativa o laboral, parecen disminuirla considerablemente cuando se trata de la sexualidad. La mayoría de ellas niega la sensación de excitación en algún momento de su vida, y mucho más la masturbación, que implica una acción de satisfacción del impulso.11 Inclusive, en algunas de las entrevistadas, la recepción de información respecto a la fisiología femenina o a la concepción se impide, en virtud de que no se ha construido en ellas la noción de que les atañe. Esta negativa es ilustrada por el relato de Gabriela, una joven zapoteca recientemente unida: GABRIELA: Ya en la escuela nos habían dado pláticas de eso [la menstruación], pero a lo mejor, este, por no tener nada de experiencia, yo no 11 Es posible que esta negativa a expresar el deseo sexual y la excitación se deba al dispositivo inquisitorio de la entrevista, lo cual no puede llevar inequívocamente a la conclusión de que no existe. Sin embargo, la consistencia de este rechazo a mencionarla indica posiblemente una prescripción en el sentido de que la mujer no debe asumirse como sujeto de deseo.

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lo tomé... no lo tomé muy en serio. Bueno, en ninguna forma, eso te va a suceder, pero quién sabe cuándo. (...) de una relación sexual, yo no tenía ni idea, yo no sabía cuál era eso o qué... E: ¿Cómo se hacía? G: Sí, eso yo lo ignoraba. A pesar de que a veces en la escuela eran las pláticas, que esto y lo otro, pero entonces, yo lo tomaba como juego (...) nunca me llamó eso.

Dos de las entrevistadas guanajuatenses, por el contrario, reconocen su deseo sexual y su capacidad erótica, aunque al hacerlo se consideran en falta o inclusive contrarias a la naturaleza femenina. La contradicción producida por el encuentro entre valores tradicionales y modernos se expresa en una aceptación tímida de su ser sujeto de sexualidad, acompañada de temores, culpas y sensaciones de falta directa contra la familia. El ejemplo más dramático de esta situación consiste en que, a pesar de haber aceptado tener relaciones sexuales la primera vez, ambas informan- tes decidieron mentir al respecto frente a sus padres o futuros maridos, diciendo que habían sido víctimas de violación. Al parecer, se tolera con mayor facilidad esta violencia que la aceptación del deseo femenino. Bertina, de 30 años y soltera, relata esta estrategia de autoprotección: BERTINA: ...a la siguiente noche me sentí re mal, o sea, me pegó vómito, híjole. Ya luego le dije a mi mamá, no sé qué me pasó, como que no le quería decir, me daba como temor... y ya le empecé a decir y dice “¡ay!, ¿de cuántas?”, dice, bueno dijo así feo (...) y mi papá me dijo “si sales mal, te tiene que cumplir, vamos allá a la Presidencia Municipal. Sí, si fue voluntario o... fue a...” E: ¿a fuerzas? B: Sí, a fuerzas E: Y, ¿cómo fue? B: Fue voluntario (risas). E: ¿Sí? B: Es que no me podía aguantar. E: ¿Se te antojó? B: Ajá, fue la primeritita, como quiera... mi mamá ya sabe que ya no soy una señorita. (...)

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B: Y orita, hasta la fecha no ha venido [su compañero sexual] para acá porque mi papá está bien enojado. Pero yo y él nos callamos que no fue a fuerzas, que fue voluntario y voluntad mía. (...) B: Yo le eché mentiras a mi mamá, que fue a fuerzas (risas). E: ¿Por qué?, ¿qué hubiera pasado si le hubieras dicho que fue voluntario? B: ¡Uy! me hubiera corrido. Me hubiera dicho, “pues vete, vete con él”.

Más compleja aún parece ser la vivencia de las jóvenes capitalinas, para quienes el deseo sexual es una realidad validada por los discursos modernizantes de la sexualidad femenina, que al mismo tiempo coexiste con las mismas prohibiciones originadas en la religión católica respecto de la mujer. Es frecuente, por tanto, que el deseo y el erotismo se asuman de manera igualmente contradictoria; por ejemplo, aceptando gustosamente la relación sexual, pero sin prevenir un embarazo no deseado. Estas contradicciones se evidencian también en el discurso de Patricia (quince años), la más joven de las entrevistadas de esta localidad, ya que retoma expresiones del saber especializado calificando la excitación como “normal” y sin embargo difícilmente se autoriza —cuando menos en su relato— tanto al reconocimiento como a la satisfacción del deseo: ENTREVISTADORA: ¿Ya iniciaste tu vida sexual? PATRICIA: No. E: ¿Se te ha antojado, o has estado en una situación en la que a lo mejor hubiera pasado? P: No. E: Y ¿qué piensas?, ¿algún día va a pasar o no? P: Yo creo que es lo más normal, que a algunos les pasa. Digo, todas sufrieron. (...) E: ¿Para ti sería importante esperar a casarte para tener una relación sexual? P: No. O sea, depende, qué tal si se dio antes la situación, antes de que me casara... E: ¿Cómo puede suceder?, ¿cómo te la imaginas? P: Puede suceder en cualquier parte, es lo más normal que te excites. E: ¿Alguna vez ha pasado que te excites? P: No. E: ¿No?, solita, aunque no estén los muchachos...

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P: ¿Que me sienta rara? E: Que te sientas excitada. P: Sí, alguna vez... me siento rara, como desesperada. E: ¿Y qué haces? P: Pues, nada, me pongo a oír música o a pensar en otra cosa, cuando estoy sola me pongo a bailar o algo... E: ¿No te masturbas? P: ¿Cómo masturbar? E: Como acariciarte. P: No.

La concepción generalizada de la identidad de la mujer como madre sin erotismo la validan los informantes de ambos géneros. No así respecto a la identidad masculina, cuyo carácter intrínsecamente sexuado no se duda, y al mismo tiempo debe ser confirmada continuamente mediante la expresión de tal deseo. Alberto, un joven guanajuatense de 18 años, afirma contundente este mandato: ALBERTO: ...esas relaciones son bonitas, y más que nada, pus... hay que vivir la vida, porque si uno va a estar nomás así... sin tener novia, sin hacer esa relación, tiene que hacerlo uno, tiene que hacerlo, porque... o sea, los amigos me dicen no, pos sí, ¿a poco nunca lo has hecho? Nel, pus antes no (...) o sea, me cotorreaban, que yo no estaba para esas cosas y que era... que era de otra clase. Les digo, o pus si quieres te lo demuestro. No, pus esa vez fue y fuimos con esas chavas.

El “saber” sobre sexualidad, categoría extraída consistentemente del material de campo y que define al parecer el grado de experiencia y habilidad erótica de los individuos, además de un manejo seductor del cuerpo, apareció como uno de los indicadores para que los informantes consideraran a un individuo sujeto de sexualidad. De nuevo, la valoración de este saber depende del género de quien lo tiene. En el caso de los hombres, es esperado que desarrollen tal conocimiento, casi como una necesidad imperiosa que les otorgue finalmente la identidad de género. Aunque esta expectativa se mantiene en las tres comunidades estudiadas, su fuerza se aminora considerablemente entre los jóvenes capitalinos, quienes pueden admitir cierta inexperiencia e ignorancia frente a sus compañeras sexuales, en consonancia con el discurso liberalizante moderno.

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Una de las expresiones más dramáticas de la titularidad del deseo por parte de los hombres fue relatada por Claudia, una madre de familia zapoteca de 30 años, al depositar en la fisiología el repudio femenino por la actividad sexual: CLAUDIA: Sí cambia uno, porque pues al tener relaciones uno, por ejemplo en mi caso, yo estaba un poco más gordita, sí, ya pasados los meses, bajé un poco de peso. E: ¿O sea que le vino bien? C: Imagino que no, porque dicen que cuando uno engorda, este le va bien, y que cuando baja uno de peso pues le va un poco mal, o sea, el cuerpo como que no acepta eso, ¿me entiende? E: ¿Cómo que no le cayó bien? (...) C: No, el cuerpo no acepta eso. E: Y, ¿cómo fue que ahora se está reponiendo? C: Porque, ya tengo familia, ya soy mamá, y eso ayuda bastante... (...) C: Los hombres ahorita, no olvídese, ellos en cualquier parte pueden tener relaciones, ellos no se esperan, desde los quince años el hombre ya. No, y lo pueden hacer con cualquiera. E: ¿Entonces cree que su marido se esperó? ¿Y qué piensa de eso? C: Pues yo creo que era necesario, ¿no?, para el desarrollo del hombre, porque a veces, cuando no tienen relaciones, a la edad de quince años, más tarde se enferman... están de mal humor, o luego son pretextos, les duele la cabeza, entonces necesitan tener relaciones.

Sin embargo, constantemente aparece en el discurso de los entrevistados la existencia de un saber sexual femenino, pero restringido al tipo de mujer eminentemente promiscua y sin atributos morales para merecer el matrimonio o la maternidad, casi equivalente a la prostituta, misma que se encarga de instruir frecuentemente a los hombres en las actividades del erotismo. La difusión masiva de modelos femeninos erotizados —por medio de la televisión y la pornografía— y de discursos científicos que validan el deseo de la mujer, o que simplemente lo comercializan, produce, al parecer, confusiones importantes entre los infor-mantes. Cabe decir que éstas son, además de la escuela, las fuentes más mencionadas de información sobre las relaciones sexuales y la fisiología.

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En el caso de las mujeres, solamente se admite la búsqueda de información sobre sexualidad en función de la “curiosidad”, término que denota una desensualización de la inquietud, por vía de un conocimiento racional o informativo, además de infantil. Aun cuando aquellas con educación formal tuvieron acceso a cierta información sobre la fisiología sexual e incluso la consideran necesaria y fundamental, en cuanto al lenguaje del cuerpo durante sus primeros encuentros, debían mostrarse completamente inexpertas e ignorantes, dejando el conocimiento a su compañero sexual. Se trata aquí, por tanto, de dos tipos de “saber” interrelacionados, a veces de manera contradictoria. Por un lado se encuentra el acceso a los discursos científicos y anatómicos, mismos que son difundidos primordialmente en la escuela y en ocasiones por medios de comunicación masiva,12 y por otro, el conocimiento en un sentido casi bíblico, es decir, el “saber” del cuerpo respecto al deseo y el erotismo. En el proceso actual de hibridación cultural, cada uno de estos discursos pertenece a referentes normativos distintos, inclusive opuestos, pues en el primero se le valora, aunque sólo sea racionalmente, como un factor de progreso y desarrollo, mientras que al segundo se le condena, en el caso de la mujer, como un atributo moralmente indeseable. Estas dos vertientes normativas se enfrentan incluso en el ámbito de las instituciones, pues las familias en general no constituyen fuentes de información o formación sexual, y la escuela irrumpe con su labor educativa en esta prohibición. La salida, frecuentemente, es la conversación informal con los grupos de pares, que funcionan como informantes por excelencia, especialmente para los hombres entrevistados. Los mandatos de saber y no saber se contradicen mutuamente, confusión ante la cual se presentan dos opciones: la realización o actuación impensada de prácticas sexuales, y la negación o bloqueo frente a la información. Obviamente, ambas implican un gran riesgo en relación con la salud o el embarazo no planeado. 12 “¿Cómo explicar que muchos cambios de pensamiento y gustos de la vida urbana coincidan con los del campesinado, si no es porque las interacciones comerciales de éste con las ciudades y la recepción de medios electrónicos en las casas rurales los conecta diariamente con las innovaciones modernas?” (García Canclini, 1990: 265).

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Fuera de la escuela, que es mixta, la información sexual está separada rígidamente por géneros. En este contexto, hablar sobre la sexualidad, el cuerpo o el erotismo dentro de una pareja parece una tarea muy difícil, que requiere de un código moral más o menos compartido entre sus miembros. Mientras que la mujer no debe saber, y por tanto tampoco preguntar, el hombre debe instruir sobre la acción, pero no verbalmente. Esta prescripción de separación genérica es especialmente rígida entre los grupos rurales entrevistados; algunos de sus miembros refieren como una “ofensa” el acto de hablar de sexo a una mujer a la que respetan. José, un estudiante de bachillerato en Oaxaca, expresa esta falta: JOSÉ: Yo no platico con ellas [sus amigas] del sexo, porque, pus, me siento incómodo, a pesar de que jugamos muy fuerte, no he llegado al extremo de hablarles de sexo... me siento... tal vez ellas se sentirían ofendidas, si yo... si no me entienden lo que quiero decir (...) ellas se sentirían ofendidas porque tal vez nunca les hablaran en su casa así... y algunas ni han terminado su secundaria... E: ¿Y eso es importante para ti para platicar de esos temas? J: Pues sí, porque un niño de primaria apenas hay unas páginas de los aparatos reproductores (...) y al nivel que yo he estudiado ya es una cosa muy diferente. Hablar de sexo ya es algo normal, inclusive en bachillerato, con el profesor de biología. (...) E: ¿Por qué las ofendes? J: Puedo ofenderlas a ellas y yo sentirme incómodo porque nadie me puede entender adónde quiero llegar hablando de sexo, ¿no? No quiero decir, pues quiero que hagamos el sexo, sino que... E: ¿Nada más por platicar? J: Nada más por platicar.

En diferentes grados, la prohibición de hablar sobre sensaciones y deseos entre los miembros de la pareja se mantiene en las tres localidades; empero, entre los jóvenes capitalinos es menos marcada. Es posible que tal prohibición provenga de la noción de que hablar del tema produce en sí mismo un placer que puede ser anticipatorio o inclusive incitar al coito o al encuentro erótico, alejándose de la reproducción como finalidad del ejercicio sexual. Asimismo, se deja entrever la creencia de que el orden de la sexualidad pertenece a lo corporal y a la acción; mas no a la simbolización

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por medio del lenguaje, pues producir un saber al respecto, mediante el habla, incita a la acción y separa a la sexualidad de su origen natural; el cuerpo y su función inmanente, la reproducción. Claudia, de Oaxaca, ilustra este mandato: CLAUDIA: ...mi mamá era un ...poco analfabeta, tenía miedo a conocer de eso, entonces... uno va a la escuela y entiende muchas cosas, entonces por eso me di cuenta, porque mi mamá nunca me dijo que me iba a pasar eso [la menstruación]... E: Y, ¿por qué cree usted que no le contaron de eso? C: Supongo yo que por la vergüenza, ¿no?, se cohíben, pues, al tenerle confianza a sus hijos, a sus hijas... E: ¿Usted qué cree que sienten ellos? ¿Qué podría pasar si les cuentan a sus hijas, a sus hijos? C: Pues que les están enseñando cosas que no deben saber, pienso yo... como que les abren los ojos y para ellos es una cosa mala.

En contraparte, los varones de 18 años de la misma localidad reconocen que la mujer es sujeto de deseo y por ello buscan establecer con ella una relación igualitaria. Carlos afirma, afiliado al discurso equitativo moderno que reconoce a la mujer una identidad sexual: CARLOS: Yo digo que está bien [que las parejas se casen sin haber tenido relaciones sexuales], pero también a las parejas les pasa algo, se la llevan y hacen eso, pero a veces la mujer, no la pueden complacer. No la conocieron sexualmente antes y ahí vienen los problemas... Yo pienso que también es bueno que se conocieran sexualmente antes de casarse.

Se evidencia aquí la diversidad de posiciones de los sujetos entrevistados frente al problema de la subjetividad sexual, y la dificultad para clasificarlas exclusivamente a partir de su pertenencia a la comunidad. Más bien, el hallazgo constante reside en el entrecruzamiento de discursos provenientes de la moral católica con aquellos originados por el saber especializado o la comercialización del erotismo. Es posible que la resistencia de los informantes a la negación de la mujer como sujeto de sexualidad esté actualmente apoyada no solamente en la experiencia individual, sino también en la modernidad y sus discursos liberalizantes, que han construido las condiciones de posibilidad para tal oposición.

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CONCLUSIONES Los hallazgos presentados constituyen una posibilidad para informar de procesos de investigación sobre la construcción social de la sexualidad. Este problema de conocimiento implica de por sí dificultades que requieren discusión y elaboración. En primer lugar, precisar el concepto de sexualidad en el que cada estudio se basa es una tarea ardua que debe lidiar con las discusiones actuales sobre el tema. Los aspectos biológicos y fisiológicos han quedado, en esta inves-tigación, relegados a un ámbito fuera del objeto de conocimiento de la misma, el cual consiste en los aspectos culturales de la sexua- lidad. Empero, utilizar el concepto como una entidad en sí nos hace herederos de lo que Foucault (1981) llama “dispositivo de sexualidad”, es decir, de su invención histórica con fines políticos, de manera que los aspectos del poder/saber quedan en la mesa de discusión. De ello se desprende el siguiente problema: si nos adscribimos a la visión construccionista de la sexualidad, cuyos principales exponentes han construido la historia del concepto y su aplicación a la política, ¿son metodológicamente válidos los estudios sincrónicos que aquí se presentan? La respuesta corresponde a la comunidad de investigadores involucrados, aunque puede adelantarse que la importancia de estas investigaciones radica en identificar las construcciones de significación sobre identidades y prácticas sexuales que intervienen en la experiencia de los sujetos y los atan a ciertas relaciones de poder vinculadas al género. El proceso que ha desembocado en estas significaciones debería ser objeto de un análisis histórico de la construcción del concepto y su uso político en nuestro país. Otro problema metodológico importante de este enfoque radica en la precisión del objeto de investigación. La construcción de significados se basa en el lenguaje, por lo cual éste es su único material de trabajo y análisis. Sin embargo, ¿qué de lo que llamamos “sexualidad” puede observarse en el discurso? Las declaraciones de los sujetos acerca de sus prácticas no nos ofrecen certezas sobre su veracidad, de forma que aquéllas quedan, como realidades empíricas, ajenas a la observación científica. Se requiere, entonces, de un trabajo que desarrolle una aproximación que tome en cuenta esta dimensión discursiva y su vínculo con la subjetividad social, de manera que abra posibilidades de comprensión de la experiencia que los individuos tienen de la sexualidad.

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ANEXO Guía para entrevista individual 1. Encuadre de la entrevista y presentación del entrevistador. 2. Presentación del participante. Actividades: laborales, educativas, recreativas, domésticas. Edad, escolaridad. Tiene pareja o no, casados o en unión libre, etcétera. Número de hijos (en su caso). 3. Familia de origen y premisas de género. Educación genérica (tareas del hogar, estudios, jerarquías, obediencias, vigilancias). Premisas de género respecto a la pareja y el matrimonio, la familia y la reproducción. 4. Información y educación sexual. Preocupaciones y problemas más frecuentes en su comunidad. ¿Recibió alguna información u orientación sobre los procesos fisiológicos de su cuerpo? ¿De quién? Efectos de esta información en su experiencia de ser sujeto sexual y en sus prácticas. ¿Hubiera querido más o mejor información? ¿De quién? ¿Con quién se puede hablar de la sexualidad? ¿De qué temas? ¿Sabe y quién le explicó o cómo se enteró de los cambios puberales femeninos (menstruación, crecimiento de senos, vello púbico, etc.)? ¿Sabe y cómo se enteró acerca de los cambios puberales masculinos (sueños húmedos, vello púbico, engrosamiento de la voz, etc.)? ¿Qué sabe y cómo lo supo acerca de la concepción, las relaciones sexuales, el embarazo y el parto? 5. En caso de tener pareja, que cuente la historia de cómo se formó. Prácticas del noviazgo/cortejo. Prácticas, costumbres y creencias asociados. Expresiones sobre la experiencia del cortejo y la formación de pareja. Papel de los géneros en el cortejo/lo permitido y prohibido para cada uno de ellos.

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Tradiciones que él (ella) siguió y aquellas que no le son tan preferidas ¿Qué preferiría hacer o haber hecho? ¿Con cuáles está de acuerdo y con cuáles no? Papel de la familia, la comunidad, la iglesia, la ley, etc., en la legitimación de la relación. Papel del matrimonio: ¿civil, religioso? Descripciones acerca de él. Diferencia social entre parejas casadas y unidas. 5. En caso de no tener pareja legitimada. Prácticas religiosas, descripción de rituales y fiestas de la comunidad. Enfatizar descripciones acerca de la formación de parejas. ¿Cómo se forman las parejas aquí? ¿Necesitan permiso? ¿De quién? Papel de la familia, la iglesia, la ley, la comunidad, etc., para legitimar la unión. Rituales, creencias y prácticas sexuales. ¿Con cuáles está de acuerdo o cuáles le gustaría cambiar?, ¿de qué manera? ¿Existe alguno que exprese la primera relación sexual, o la comprobación de la virginidad de los cónyuges, o sólo de la mujer? ¿O cuándo los hombres se convierten en hombres? ¿Y las mujeres? 6. Primera relación sexual. Indagar si ya inició su vida sexual. Proceso de toma de decisión: expectativas, posibilidad o no de planeación, experiencia (sentimientos, pensamientos, etc). Vínculo con la pareja/posibilidad de negociación sexual. Papel de los géneros/creencias y significaciones. Lugar, situación, compañero sexual. Incesto o violación/¿Sucede que los familiares tengan relaciones? Consecuencias personales y sociales: pareja, familia, comunidad, salud, embarazo. Prácticas que se pueden decir y aquellas que deben permanecer en secreto. ¿Cómo se sabe si un chico o una chica ya no son vírgenes? ¿Cuál es la reacción de su pareja, su familia, la comunidad? Discursos dominantes y normatividades sobre la sexualidad, especialmente sobre la primera relación: dónde, con quién y en

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qué circunstancia social debe hacerse: familia, iglesia, comunidad, grupo de pares, etcétera. Diferencias genéricas: mandatos para hombres y mujeres. Significaciones asociadas a la virginidad femenina/consecuencias de su pérdida. Significaciones asociadas a la castidad masculina/consecuencias de su pérdida. 7. Anticoncepción. Creencias y prácticas de anticoncepción. Si una mujer (o una pareja) no quiere tener hijos, o no tan seguido, o no más, ¿qué puede hacer? ¿De quién es responsabilidad cuidarse del embarazo y las enfermedades? Indagar sobre proceso de negociación sexual sobre prevención de embarazo. Prácticas tradicionales/conocimiento local y formas de transmisión. Prácticas modernas/médicas: Accesibilidad/dónde y quiénes pueden adquirirlos ¿se incluye el entrevistado? ¿Por qué sí o no? Para problemas de salud de las mujeres y los embarazos o de los órganos sexuales ¿a quién recurren? Imagen de la mujer/pareja que previene embarazos: ¿Por métodos tradicionales? ¿Por métodos modernos? Imagen del médico o del personal de salud.

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LOS HUICHOLES Y SU SALUD

LOS HUICHOLES Y SU SALUD

LOS HUICHOLES Y SU SALUD. UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA1

PATRICIA VARGAS 2

INTRODUCCIÓN El campo de la salud es una realidad sumamente compleja en la medida en que reúne elementos biológicos y socioculturales; es el espacio en donde se conjugan creencias, tradiciones, tabúes y prácticas familiares. En este sentido, la salud aparece como el espejo de una amplia gama de situaciones en donde se combinan desigualdades socia- les, carencias económicas, variantes culturales, uso del espacio geográfico y recursos disponibles, tanto naturales como materiales para la salud.3 Todos son factores condicionantes de los niveles de salud de un grupo humano determinado y de sus prácticas terapéuticas. Al respecto, los trabajos de E. Menéndez y M. Módena nos muestran, por una parte, cómo diversos aspectos materiales y simbólicos se relacionan con los problemas de salud-enfermedad y, por otra, de qué forma el ámbito de la atención a la salud da lugar a procesos sintéticos, a transacciones en el conocimiento y en las prácticas, así como a relaciones 1 El presente trabajo forma parte de la investigación “Las creencias, concepciones y prácticas sobre el proceso salud y enfermedad y comportamiento reproductivo en un grupo indígena: el caso de los huicholes”, la cual fue financiada por la Asociación Méxicana de Población, A. C., bajo el auspicio de la Fundación MacAr-thur. Agradezco el apoyo y los valiosos comentarios del doctor Mario N. Bronfman Pertzovsky. 2 Profesora-investigadora del Programa Interdisciplinario de Estudios de Gé- nero (Piege) del Instituto de Estudios Económicos y Regionales (Ineser) del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) de la Universidad de Guadalajara. 3 Una amplia discusión sobre la pertinencia de estudiar los recursos para la salud y la enfermedad puede encontrarse en M. Módena (1990).

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de conflicto y complementación entre los terapeutas (E. Menéndez, 1987, 1990; E. Módena, 1990). Entre los pueblos indígenas de México la salud es también la incorporación de la magia, el vínculo con la tierra, los seres y las potencias que la habitan; la salud es producto de una medicina desarrollada a partir del conocimiento no sólo de las plantas y sus usos curativos, sino también de un antiguo bagaje cultural. Estos conjuntos sociales poseen un sistema coherente de ideas, creencias y concepciones que los conduce a clasificar las enfermedades, a interpretar sus causas y a ejecutar una serie de prácticas curativas destinadas a conservar o restaurar la salud cuando ésta se pierde. Trabajos como los de Aguirre Beltrán, López Austin y M. Ruz, han documentado la existencia de estas prácticas, algunas de las cuales subsisten hoy día (G. Aguirre, 1980, 1986; López Austin, 1989; M. Ruz, 1983, 1994). Con el propósito de explorar la lógica que subyace en la racionalidad de estas prácticas, mi intención fue analizar los saberes y prácticas familiares en torno a determinados procesos de salud-enfermedad, en la infancia y en la atención del embarazo y el parto, en cuatro comunidades indígenas de la zona huichol.

ÁREA DE ESTUDIO La zona huichol correspondiente al estado de Jalisco se ubica en una parte de lo que se ha denominado el Área Huicot, en los municipios de Mezquitic y Bolaños, localizados al norte del estado, en una porción de la Sierra Madre Occidental y la cuenca del río Lerma-Santiago4 (véase el mapa 1). Tradicionalmente ésta ha sido una región aislada que en la actualidad cuenta sólo con algunas vías terrestres y aéreas para su comunicación. El territorio que ocupa el grupo indígena huichol abarca una extensión de 4 107 km2, de los cuales 2 700 km2 corresponden al estado de Jalisco; está dividido en cinco comunidades: San Andrés Cohamiata, Santa Catarina, San Sebastián, Tuxpan de Bolaños y la última, Guadalupe Ocotán, que 4 Según un estudio realizado por el Consejo Nacional de Población, estos dos municipios poseen los índices de marginación más elevados de todo el estado de Jalisco. Conapo, Indicadores sobre fecundidad, marginación y ruralidad a nivel municipal, Estado de Jalisco, 1987.

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corresponde a Nayarit. Los poblamientos indígenas son de tipo disperso; sin embargo, existen centros ceremoniales político-religiosos adonde, en ciertas ocasiones, concurre la mayoría de los habitantes de la comunidad.5 La población indígena asentada en esta área se dedica principalmente a la agricultura de subsistencia, y en muy pequeña escala a la cría de ganado vacuno y lanar; otra actividad muy común es la elaboración de artesanías. Su pobreza ha obligado a buena parte de los huicholes a ligarse estacionalmente con el trabajo asalariado que se ofrece en las plantaciones agrícolas de tabaco, chile y jitomate que se ubican en las costas de Nayarit y Jalisco. MAPA 1 Ubicación de la zona de los huicholes

5

SEP, Enciclopedia de México, tomo VII, México, 1987.

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En 1960 se creó el Centro Coordinador Cora-Huichol, dependiente del Instituto Nacional Indigenista, con el propósito de realizar una labor integradora de estos grupos. De esta manera se implantaron los primeros programas dirigidos hacia la castellanización. Una labor importante fue la de proporcionar atención médica a estas personas, aunque de manera ocasional y con el mínimo de recursos. Asimismo, la zona recibiría un fuerte impulso a partir de la creación del Plan Huicot, diseñado en 1966 y cuyo objetivo era el de promover el desarrollo de los grupos indígenas huicholes, coras y tepehuanes. Con base en este proyecto se llevaron a cabo algunos programas para mejorar las vías de comunicación, incrementar la producción agrícola, estímular la ganadería, etc. Dentro del proyecto se instalaron las primeras casas y centros de salud y se enviaron los primeros médicos y promotores de salud.6

Proceso de trabajo y definición del objeto de estudio La inquietud que guió inicialmente este trabajo, originada en la investigación sociodemográfica, se transformó a medida que avanzaba nuestra indagación, incorporando los enfoques derivados de la antropología y la sociología médicas.7 Es conveniente aclarar que el proyecto se definió y diseñó una vez que se habían realizado varios recorridos en la zona huichol. De esta manera, el interés por conocer los saberes, creencias y prácticas en torno al proceso salud-enfermedad-atención, y al comportamiento reproductivo, derivó de una primera intención de estudiar el comportamiento demográfico de un grupo étnico. En otras palabras, la delimitación del objeto de estudio surgió de una conjunción entre teoría y práctica. La propia naturaleza de los temas tratados marcó la necesidad de recurrir al análisis cualitativo,8 por lo que se privilegiaron las técnicas de exploración profunda. Ello nos permitió adentrarnos no sólo en la 6

Plan Lerma de Asistencia Técnica, Operación Huicot, Guadalajara, 1966. Entre otros, los de G. Aguirre, 1980, 1986; R. Campos, 1992; R. Castro y M. Bronfman, 1991; E. Menéndez, 1987, 1989, 1990, 1995; M. Módena, 1990. 8 El análisis cualitativo utilizado (Grounded Theory: A. Strauss, y J. Corbin, 1990), nos permitió ilustrar, comprender, inspirar nuevas hipótesis y obtener visiones sistemáticas referidas a este grupo étnico, así como proponer y diseñar programas de acción específicos para la región. 7

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cotidianeidad de los habitantes de la zona, sino también en los “momentos críticos” de la vida familiar y comunitaria, como el nacimiento, la enfermedad y la muerte. La observación, la obtención de datos mediante informantes clave (marahacates, gobernadores, médicos y enfermeras),9 así como la realización de entrevistas en profundidad a los grupos familiares de las diferentes localidades, fueron nuestros principales instrumentos en la búsqueda de la información.10 Esta combinatoria nos permitió revisar los datos desde varias perspectivas, ya que lo que las personas afirman sobre sí mismas puede ser confirmado o invalidado por la observación del evento o situación y también por lo que se escucha de un tercero. Siguiendo una guía previamente definida, las entrevistas a las madres y padres de familia se dividieron en secciones de acuerdo con los temas centrales de la investigación. La primera parte, referente a la organización familiar, buscaba obtener información sobre los integrantes (ocupación y escolaridad), las relaciones de parentesco, y la organización de las actividades familiares. La segunda sección abordó el tema del proceso salud-enfermedadatención, por lo que las preguntas se centraron en las posibilidades de acceso y la utilización de los recursos para la salud,11 las prácticas para conservar la salud, los padecimientos más frecuentes en los niños menores de cinco años. En cuanto a la atención de la enfermedad se indagó sobre las actitudes y prácticas ante los padecimientos, la utilización de la medicina tradicional y sus recursos de atención, así como también la atención ligada al sistema médico hegemónico. De igual forma se agregaron algunos cuestionamientos sobre la automedicación. 9 Este grupo de informantes clave se seleccionó por ser los personajes más relevantes, considerando el lugar que ocupan en las comunidades como agentes formadores de opinión, o por su experiencia en los temas de nuestro interés. Se entrevistó a cuatro marahacates, tres gobernadores, varias enfermeras y solamente al médico de Tuxpan de Bolaños, porque los que habían sido asignados a los otros centros de salud renunciaron. 10 Se realizaron 96 entrevistas familiares, de las cuales 37 corresponden a Tuxpan de Bolaños; 23 a San Andrés Cohamiata; 13 a Nueva Colonia y 23 a San Miguel Huaistita. 11 Los recursos para la salud que analizamos fueron los siguientes: alimentación, agua (procedencia y tratamiento), sistema de drenaje y tipo de fecalismo y eliminación de basura.

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Finalmente, la tercera parte de la entrevista incluyó los aspectos relacionados con el comportamiento reproductivo, como la formación de las uniones, el valor asignado a la procreación, la atención del embarazo, parto y puerperio, las creencias y prácticas relacionadas con este proceso y con la anticoncepción. En los casos específicos de los marahacates, las preguntas se centraron en sus tareas específicas, en la reconstrucción de sus carreras como curadores y en su práctica profesional. Todas las entrevistas se llevaron a cabo en la vivienda de cada informante, fueron de respuesta abierta12 y se aplicaron mediante conversaciones aparentemente informales. El equipo de trabajo que realizó las entrevistas estaba formado (además de la investigadora responsable) por seis estudiantes (tres hombres y tres mujeres) de sexto semestre de la Facultad de Medicina de la Universidad de Guadalajara, seleccionados de un grupo de 30 alumnos adscritos al programa de salud rural,13 y que trabajaron en estrecha colaboración con dos miembros nativos de las comunidades estudiadas. En su mayoría, las entrevistas se grabaron y posteriormente se transcribieron en su totalidad.14 El trabajo de campo fue realizado durante tres meses, dividido en dos etapas de 45 días, tiempo durante el cual permanecimos en las comunidades hasta completar la recolección de la información.

12 El principio metodológico que descansa en esta técnica es el de dejar hablar a los informantes, ya que en su discurso es posible identificar una lógica subyacente. 13 Su participación como miembros de la investigación se debió a su forma de interactuar con los pobladores de la región, a su sensibilidad y capacidad de observación y al hecho de haber trabajado con autoridad en las comunidades estudiadas por más de un año. 14 Para el presente estudio seguimos cuatro pasos que consideramos fundamentales, de acuerdo con las recomendaciones del Centro de Investigación de Lenguas Indígenas de la Universidad de Guadalajara (CILI), que son los siguientes: 1) Grabación de las versiones originales de las entrevistas a los grupos familiares y a los informantes clave, tanto de aquellas que se realizaron en español como en huichol. 2) Transcripción cuidadosa de esas versiones por parte de hablantes nativos entrenados para ello por el CILI. 3) Traducción del material transcrito al español en colaboración estrecha entre investigadores y hablantes nativos. 4) Estudio de los textos obtenidos con el fin de detectar los pasajes oscuros y aclararlos mediante notas y comentarios adjuntos, lo cual requiere también la colaboración constante de hablantes nativos.

SELECCIÓN DE LAS COMUNIDADES DE ESTUDIO De los variados escenarios de la región huichol jalisciense, el estudio se realizó en las comunidades de Tuxpan de Bolaños, Nueva Colonia, San Miguel Huaistita y San Andrés Cohamiata. Estos conjuntos poblacionales fueron elegidos no con base en una muestra estadísticamente representativa, sino tomando en cuenta criterios que atienden a la decisión de obtener información cualitativa; esto nos permitiría contar con la representación de los distintos saberes y prácticas por el hecho de su mera existencia y no en función de su magnitud. Las poblaciones fueron seleccionadas de acuerdo con las siguientes pautas: a) Ser centros ceremoniales político-religiosos. b) Ser asentamientos indígenas que agrupan al mayor número de pobladores de la región. c) Contar con una infraestructura —mínima— para la salud (existencia de una casa o centro de salud). d) Poseer condiciones socioeconómicas muy parecidas. e) Ser comunidades con distintos grados de penetración o contacto con la sociedad occidental. Aunado a lo anterior, también se tomaron en cuenta consideraciones de carácter práctico, como la accesibilidad y la disponibilidad de medios de comunicación.

ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN

El método de análisis de las entrevistas se ajustó a los procedimientos derivados de la Teoría Fundamentada que permite, por una parte, sistematizar el material cualitativo recabado, y por otra, identificar los principales temas que aparecen en el discurso de los entrevistados y codificarlos en forma pertinente (Glaser y Strauss, 1967). Asimismo, nos

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posibilita para establecer la validez de los hallazgos mediante el fenómeno de la “saturación teórica”.15 Las versiones textuales de las entrevistas fueron codificadas a partir de dos ejes fundamentales: por familias y, dentro de éstas, por informantes y por áreas temáticas. Este esquema de clasificación permitió conformar un mapa ordenado y sistemático de la información. Para su análisis se siguieron algunos criterios previamente establecidos, en tanto que otros surgieron como relevantes durante este proceso.

ALGUNOS RESULTADOS Trataremos de identificar aquí los perfiles de morbi-mortalidad de la región wirrarica (huichol), caracterizando las principales enfermedades en la niñez que de acuerdo con los informantes prevalecen en las localidades estudiadas. Pondremos particular atención en los recursos para la atención de la enfermedad que se utilizan, diferenciando los relacionados con la medicina tradicional y aquellos que tienen que ver con la atención médica. La última parte del trabajo se centra en el tema del embarazo y el parto, en donde las mujeres ocupan un lugar central como protagonistas y acompañantes del acontecimiento.

CONCEPCIONES DE SALUD Y ENFERMEDAD En ningún otro aspecto del ámbito cultural se advierte más claramente la diferencia esencial entre el pensamiento tradicional y el denominado “moderno” que en las concepciones sobre la salud y la enfermedad. 15 La saturación teórica consiste en ir comparando cada relato con el siguiente, para tratar de aislar los elementos coincidentes y seguir así hasta que cualquier nueva narrativa no sea ya capaz de introducir ningún nuevo elemento estructural. Este proceso es el que garantiza la validez científica en el paso de la observación de regularidades empíricas al establecimiento de rasgos estructurales (D. Bertaux, 1980, 1981). Para Strauss la saturación teórica se presenta cuando el análisis de la información recolectada ya no contribuye a aportar nuevos elementos sobre las dimensiones exploradas.

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En general, para este grupo étnico todo abandono o desviación de las costumbres heredadas —denominadas por ellos “el costumbre”— es considerado como la causa universal de cuantas catástrofes puedan sobrevenir: enfermedad, mal tiempo, fracaso en la cacería del venado, etcétera. “El costumbre” es como una constitución no escrita pero viva, vigente, y dinámica. Es una sabia y antigua manera de hacer las cosas, de iluminar los actos, de dar consejos, de hacer justicia, de aplicar castigos. La obligación más importante del pueblo wixarika (huichol) es conservar “el costumbre”, que está intimamente relacionado con las actividades de la vida cotidiana. Por ello, los huicholes consideran que los trastornos físicos son consecuencia de: 1) Un castigo de los dioses por quebrantar un deber religioso. En este sentido, doña María Trinidad nos comentaba: “Cada año cuando se hace cambio de vara, es importante que todos los cahuiteros estén de acuerdo, para que no haya enfermedá, porque tenemos que saber qué es lo que quiere Dios, qué es lo que quiere que se ofrezca, porque si no, siempre hay muchos muertos, mucha enfermedá... hace como quince o 20 años a un señor bien pobre lo hicieron gobernador, esa vez el gobernador, casa por casa, pasó para llevarse a los niños a guardar las mesas,16 esto fue como una maldición para todos esos niños, porque desde que el gobernador los invitó a voltiar las mesas porque venían las lluvias les cayó el mal y muchos niños se murieron, hasta el mismo gobernador se murió”. Haciendo alusión a lo relatado por doña María Trinidad, podemos señalar que cuando un grupo social que comparte una misma cultura y un mismo sistema de reglas es golpeado por una calamidad —en este caso la enfermedad y muerte de un grupo de niños—, se piensa que esto es producido por la violación de un ritual; por lo tanto, todos los miembros del grupo pueden hallarse en peligro, a causa de la falta cometida. 2) La enfermedad también puede interpretarse como una señal de que no se cuenta con el favor de los dioses. Doña Trini nos comentó: “El año pasado los tres nos enfermamos, yo estaba mariada, con dolor de cabeza, estaba triste, me acordaba de mi papá, la niña empezó a enflacar, 16 Las mesas son usadas en la ceremonia de selección del gobernador tradicional por los cahuiteros y sólo ellos pueden guardarlas, esto es, las voltean.

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no tenía ganas de hacer nada, él no comía nomás puro coraje; entonces fuimos con el doctor y no nos curamos, nuestros animales se estaban muriendo y nos preguntamos pos por qué se morirán, queríamos vender todos los animales, pero la niña lloró mucho, no quería que le vendieran sus animales. Entonces me pregunté que si habría un secreto por qué nosotros estabamos mal y le mandé hablar al cantador y vino en la noche, primero iba a hacer una pregunta. Nunca se nos había ocurrido traer agua de diferentes lugares, hasta la fecha dejamos de comer sal en algunos días, fuimos a las cuevas, fuimos a traer agua de diferentes lugares, el cantador nos bañó y hasta la fecha todo está bien.” Por consiguiente, para no despertar el enojo de los dioses, según don Alejandro: “para que la gente pueda estar siempre saludable, se llevan ofrendas a los dioses más importantes como el dios del aire, sol, agua, y tierra para que no lancen sus flechas y nos enfermen”. 3) Finalmente, la enfermedad puede ser causada por la magia negra, es decir, la brujería o hechicería. Al respecto, doña Trini nos cuenta: “a mí me echaron un mal, por eso no puedo tener más hijos. El cantador me dijo que si quiero curarme tengo que hacer muchos sa- crificios; yo sí los he hecho, pero mi esposo no ha hecho el sacrificio para que quede bien curada. Tenemos que ir al Real de Catorce, ayunar, dejar de comer sal”. En los mitos huicholes se supone que la enfermedad es provocada en forma directa por cuerpos extraños, como por ejemplo maíz, lagartos, piedras, pelos de venado, etc., colocados en el cuerpo del paciente por los dioses o por brujos, o por “alguien que se ha posesionado del paciente”. En este orden de ideas, la enfermedad es considerada como un estado de impureza ritual17 que debe curarse, por lo que en las prácticas rituales ligadas a la atención de la enfermedad se expresan muchas de las concepciones que tienen sobre el orden del mundo.

17 Turner entiende por ritual “una conducta formal y prescrita, en ocasiones no dominada por la conducta tecnológica, y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas” (V. Turner, 1980).

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LA ENFERMEDAD Y SU CURACIÓN: UN MUNDO DE COMBINATORIAS Y COMPLEMENTARIEDADES A lo largo de la historia de los grupos humanos, la enfermedad ha constituido un hecho existencial y cotidiano contra el cual deben enfrentarse; este hecho ha propiciado la configuración y el establecimiento de una serie de prácticas en donde intervienen recursos curativos y de atención de diversos tipos: los del sistema médico en la zona que estudiamos están representados por los centros de salud,18 mientras que los más tradicionales están representados en estas comunidades por los marahacates. Cuando están enfermos (nepereu kuye),19 los miembros de las comunidades que estudiamos utilizan recursos de diversa índole, desde el marahacame o curandero hasta la automedicación. Para evidenciar lo anterior tomamos como referencia los padecimientos más frecuentes en los niños. La información contenida en la gráfica 1 nos muestra que la diarrea —que engloba diferentes tipos de infecciones intestinales y parasitarias— es la enfermedad más frecuentemente padecida por los niños (96.9%), seguida de las gripas (49%) y del empacho (20.8%). Ante la presencia de algún padecimiento, principalmente la diarrea, 63.5% de las familias entrevistadas acude en primer término con el marahacame y posteriormente con el médico, en tanto que 25% primero busca la atención con el médico y posteriormente con el marahacame (véase el cuadro 1).

18 Cada una de las cuatro comunidades estudiadas tenía un centro de salud; sin embargo, sólo el centro de Tuxpan de Bolaños contaba con médico; en los otros tres únicamente se encontraba la enfermera. Al final de nuestra estancia llegaron dos médicos pasantes; uno de ellos fue asignado al Centro de San Andrés Cohamiata y otro a Nueva Colonia. La población de San Miguel Huaistita habría de permanecer sin la atención de un médico durante seis meses más, hasta que se le asignara uno de la próxima promoción de pasantes. 19 Nepereu kuye se dice cuando se está enfermo.

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GRÁFICA 1 Principales causas de enfermedad en la niñez referidas por las familias*

* Distribución porcentual. Fuente: Entrevista directa, agosto de 1991.

CUADRO 1 Atención recibida ante la presencia de alguna enfermedad en la niñez

Atención recibida Primero médico y después marahacame Primero marahacame y después médico Solamente con el marahacame Total Fuente: Entrevista directa, agosto de 1991.

Número de Porcenfamilias taje 24 25.0 61 63.5 11 11.5 96 100.0

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El argumento fundamental señalado en las entrevistas para la atención de las enfermedades por los dos tipos de curadores (marahacames y médicos) hace énfasis en la complementariedad de los dos tipos de atención, resumiéndose en lo siguiente: “el médico sólo da pastillas, pero el marahacame saca la enfermedad” porque durante el proceso de curación, éste extrae diversos objetos del cuerpo del enfermo según la enfermedad que se trate: cuando es enfermedad del venado, se extraen pelos de venado, cuando es del maíz, se sacan del cuerpo granos de maíz, etcétera. Por otra parte, las familias que aseveran atenderse únicamente con el marahacame (11.5%) señalan lo siguiente: Para don Alberto: “las enfermedades son las mismas para toda la gente huichol y sólo el marahacame tiene el espíritu para comprenderlas y curarlas”. En tanto que Aniceta nos decía: “nunca hemos ido al centro de sa- lud, hasta ahora el marahacame, curandero, nos ha curado nuestros ma- les... él entiende el mensaje de la enfermedad y sabe cómo calmar espíritus de dioses que están molestos.... sólo él sabe manejar yerbas, el marahacame las purifica y bendice para que las reciba el cuerpo y se cure”. Durante nuestra estancia en la zona huichol pudimos constatar el papel central del marahacame en la vida social de estas comunidades, ya que posee la capacidad de externar voluntariamente el espíritu, puede penetrar en ámbitos sagrados, comunicarse con los dioses, con los muertos, con los espíritus de otros hombres vivos; transmutarse en otros seres; ver a través de las montañas; conocer la causa de las enfermedades y propiciar las curaciones. Domina las fuerzas de la naturaleza: mediante su canto se dirige a los dioses para presidir las fiestas y ritos religiosos, y contribuye a la curación de los enfermos, pide bienes y, en general, como tarea fundamental, vela por el bienestar de la comunidad. El caso del “empacho”, merece especial atención, ya que un estudio realizado por C. Vázquez señala que “...en el pensamiento huichol están ausentes muchos de los conceptos nosológicos amplia- mente extendidos en todo Mesoamérica. Conceptos como `susto’, `aire’, `empacho’, .... etcétera, no aparecen mencionados como tales...”.20 Sin embargo, en nuestra indagación el “empacho” aparece entre las causas más frecuentes de 20 Vázquez, “Práctica médica tradicional entre indígenas de la Sierra Madre Occidental”, en E. Menéndez y J. García de Alba, Prácticas populares, ideología médica y participación social: aportes sobre antropología médica en México, México, Universidad de Guadalajara/CIESAS, 1992.

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enfermedad entre los niños (20.8 %). En cuanto a la atención y los tratamientos utilizados en este padecimiento pudimos constatar que los remedios caseros son los que se emplean para su curación. “Dos palos de guamuchil y mezquite se frotan para sacar la cáscara, los revuelve, los coce y sale el agua como canela”. “Yo, consigo leche de una mujer y se pone a calentar con yerbabuena, se pone un día al sol, se le da al niño y hay alivio”. “Aquí en los niños se da más los empachos, .... se alivian con istafiate con limón en machacado y con una planta que se llama turrú”.21 “Cuando los niños se empachan por comer mucho se les unta ceniza en el estómago o se come la ceniza”. En la constante búsqueda de la eficacia terapéutica ante la amenaza de las enfermedades, la automedicación también ha aparecido en estas comunidades como una posibilidad más para obtener la curación. Al respecto, encontramos que 43.7% de las familias entrevistadas utiliza medicamentos; esta cifra es mucho menor a la informada en un estudio realizado en un pueblo serrano de los Altos de Chiapas (Tenejapa) en donde más de 80% de la población indígena usa productos farmacéuticos (R. Campos, 1992). Don José, dueño de una tiendita, nos comentó al respecto: “Veces vienen que a comprar mejoral y les pregunto: ¿de qué están enfermos? y entonces les doy las pastillas y se alivian. Yo pongo inyecciones de guayapetra para calentura y dolor de cuerpo, agromicina y terramicina cápsulas y pastillas para la diarrea, panadol para la calentura, neomelubrina para el dolor de estómago, y prodolina para el dolor de cabeza. Cuando van al centro de salud o con marahacame y no se les cortó vienen y les vendo la medicina y digo como se va a dar cada cuatro y seis horas”. Como hemos podido observar hasta ahora, en torno a las prácticas curativas de las familias estudiadas se establecen diversos procesos dinámicos e integradores, en donde la combinatoria y la complementariedad de recursos terapéuticos constituye la base en la búsqueda de la recuperación de la salud.

21

Como turrú se nombra a la salvia o al estafiate.

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LA MUERTE EN LA INFANCIA En esta lucha constante entre la salud y la enfermedad, entre la vida y la muerte, esta última gana la partida en muchas ocasiones. Esto lo pudimos constatar entre las mujeres entrevistadas, ya que de acuerdo con sus testimonios, la muerte de los niños en los primeros años de vida es un fenómeno muy frecuente. En la gráfica 2 encontramos que entre las mujeres que han tenido hijos, 17.6% refiere tener un hijo muerto y 28.6% ha perdido más de uno. Asimismo, 38.1% de las muertes ocurrió en niños menores de un año, 51.7% en el grupo de 1 a 4 años y el restante 10.2% en los mayores de 5 años. GRÁFICA 2 Distribución porcentual de las mujeres con hijos nacidos vivos según el número de defunciones

Fuente: Entrevista directa, agosto de 1991. Si diferenciamos por sexo estas muertes, tenemos que 61% (72 fallecimientos) corresponde a la población masculina, en tanto que el 39% restante a la femenina.

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En lo que respecta a los niveles de mortalidad infantil, las tendencias de los últimos 30 años nos muestran importantes diferencias, ya que para 1978 la tasa de mortalidad infantil en la zona huichol fue de 147 defunciones por cada mil nacidos vivos, que correspondería aproximadamente a la que el estado de Jalisco tenía en 1940. Asimismo, para 1988 la tasa fue de 90 por mil, cifra muy cercana a la que Jalisco tenía en 1960 (véase la gráfica 3). GRÁFICA 3 Tasas de mortalidad infantil de la zona huichol y el estado de Jalisco

Fuente: * Cálculos propios a partir de datos del INEGI, 1992, op. cit. ** P. Vargas, 1992 y 1993.

Por otro lado, las causas de la mortalidad en la zona huichol asumen una forma amplia y compleja, ya que coexisten enfermedades infectocontagiosas con los llamados “síndromes de filiación cultural o enfermedades tradicionales”, como las muertes por empacho y por enfermedades relacionadas con “el costumbre” (véase la gráfica 4).

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GRÁFICA 4 Principales causas de defunción referidas por las familias estudiadas

* Muertes ocurridas entre 0 y 7 días (mortalidad del periodo hebdomadal). Fuente: Entrevista directa, agosto de 1991.

El fallecimiento por estas dos causas en particular implica que hay complejos mórbidos que son percibidos, clasificados y tratados conforme a claves culturales propias del grupo, en los que es evidente la apelación a procedimientos de eficacia simbólica y que requieren la intervención de terapeutas tradicionales. Cabe hacer notar que la mayoría de las causas de defunción presentadas en la gráfica anterior son evitables, como es el caso de las muertes ocurridas por diarrea, picadura de alacrán, sarampión, etcétera.

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LA ATENCIÓN DEL PARTO La atención del embarazo, el parto y el puerperio resumen la importancia que se concede socialmente a la procreación, ya que este proceso biológico está sujeto a ciertas normas socioculturales dentro de las que se incluyen las creencias y prácticas relativas a la atención prenatal y postanal; dietas, medicinas, hierbas, restricciones del comportamiento, mecanismos de apoyo psicológico y social, etc. El examen de algunas de tales prácticas en estas poblaciones nos reveló la pervivencia de prácticas locales ancestrales. Si bien la mayoría de los informantes, tanto masculinos como femeninos, consideran al embarazo, parto y puerperio como acontecimientos normales que se desarrollan en la vida cotidiana de las familias, en el lenguaje se les coloca próximos a la enfermedad, ya que el término “aliviarse” es una de las formas populares con que se denomina al proceso de aparición de una nueva vida. En las comunidades estudiadas, los centros de salud han estado presentes desde hace aproximadamente 20 años, y dentro de los programas prioritarios relacionados con la salud materno-infantil se encuentran el control prenatal y la atención del parto y el puerperio. No obstante, estas actividades no han tenido gran repercusión en el comportamiento de las familias, y en especial de las mujeres, en torno a la atención del parto. Éste se ajusta a ciertas normas socioculturales en las que se incluyen diversas creencias y prácticas locales relacionadas con la atención durante el embarazo, parto y puerperio, que las instituciones del sector salud no han tomado en cuenta. Una de las prácticas generalizadas entre las mujeres durante el embarazo es fajarse bien el abdomen. La señora Martina nos comentó lo siguiente: “Las mujeres, según la costumbre, nos fajamos fuerte la panza con cinturones y pretina bien apretada para que el niño no crezca de más y no se deforme y que pueda salir fácil”. En este mismo sentido Elena nos decía: “Siempre acostumbro fajarme bien para que no nacieran atravesados y comer poco para que el niño no crezca y pueda salir”. Pudimos constatar que el dar a luz en el hogar sigue siendo un comportamiento común. 80.7% de las mujeres que han tenido hijos (119), lo han hecho en sus casas. En el momento del parto, 30.2% de estas mujeres ha parido sola, 63.5% recibió ayuda de algun familiar —madre,

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hermana o suegra y en muchos casos, esposo, que la asiste en todo momento (véase el cuadro 2). CUADRO 2 Atención recibida en el parto Atención Familiar Marahacame Solas Total

Núm. 61 6 29 96

Porcentaje 63.5 6.5 30.0 100.0

Fuente: Entrevista directa, agosto de 1991.

Uno de los argumentos que más se mencionan para justificar la no utilización de la atención médica durante el parto está relacionado con el valor que las mujeres dan al “pudor” (vergüenza o modestia). Al respecto, nos decía Guadalupe “la mujer tiene vergüenza mostrar el `mitsu’ o parte, por eso no acepta que la atiendan, sola tiene sus chiquillos y la tripa la corta con otate, machete, leña afilada o lo que sea; hay veces que el esposo saca la bolsa que queda adentro”. La posición adoptada por las parturientas en el momento de dar a luz es en cuclillas, sostenida por su marido o por otras mujeres, generalmente miembros de su familia. Ésta es la posición que aparece en los códices, en los cronistas y en la etnografía más o menos reciente de este y otros grupos étnicos de México. Entre los instrumentos utilizados para “cortar la tripa” (cordón umbilical) se utilizan con mayor frecuencia el otate,22 la navaja de rasurar y las tijeras. A este respecto doña Refugio nos decía: “Cuando el chiquillo ya salió y cae a la tierra se corta la tripa con otate y se amarra con un hilo, ésa es la costumbre de la mujer huichola.... los niños se mueren si se pudre la tripa, por eso es mejor poner allí (en el ombligo) `mitsirrira’”.23 Mediante las entrevistas fue posible también recolectar testimonios relativos a los riesgos que representa para la salud una atención inadecuada en el momento del parto, y que puede tener en algunos casos desenlaces fatales, como la muerte de la madre, el niño, o ambos, con la 22 Como otate se denomina a una especie de cuchillito elaborado rústicamente, ya sea con madera o carrizo. 23 Es una planta machacada que se les pone en el ombligo a los niños para que no se les hinche.

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consecuente carga de dolor y angustia que esta forma de vivir la reproducción trae consigo. Doña Cuca24 nos comentó: “me confié en que todos mis partos habían sido en la casa y la niña venía atravesada y murió como media hora después de nacer, tenía los huesos de su cabeza separados... pienso que fue porque al subir a un caballo o troca para ir a Tensompa, se me encajo la niña”. Por otra parte, Carmen nos comentó que su hermana falleció en el parto de su último hijo: “seguramente murió por la pérdida de harta sangre que tiró Baudelia por más de medio día. Leulema, su esposo, que es marahacame, le ponía yerba machacada pero no paró la sangre y luego vino las fiebres y murió”. Aunado al riesgo que representa un parto, encontramos que las madres por lo general son mujeres jóvenes, ya que las uniones se realizan a edades tempranas. La edad promedio de la primera unión para los hombres fue de 19 años y para las mujeres de l6. De igual forma, la multiparidad también se constituye como otro factor de riesgo: la tasa global de fecundidad en las mujeres de las comunidades estudiadas fue ligeramente superior a siete hijos por mujer (TGF: 7.4).25

COMENTARIOS FINALES Los resultados presentados nos llevan a una conclusión que creemos resulta fundamental para comprender el estado actual de la atención a la salud en esta zona indígena: que la práctica médica y la atención proporcionada por los centros de salud en esta región constituye un elemento “exterior” y “extraño” a la cultura de las comunidades. En este sentido, con frecuencia se considera que la sola presencia de los centros de atención —llámense casas o centros de salud— es capaz de resolver los problemas de salud de las comunidades indígenas. Empero, como pudimos constatar, esto no es así. Se necesita la participación activa 24 Doña Cuca tenía 28 años de edad, fue enfermera de dos poblaciones de la zona huichol, Amoles y Ocota de la Sierra. Ha tenido seis hijos, dos de los cuales han fallecido. 25 La Tasa Global de Fecundidad (TGF), se define como el número medio de hijos que tendría una cohorte hipotética de mujeres, que durante su periodo fértil tuviera sus hijos de acuerdo con las tasas de fecundidad por edad observadas en la población. Naciones Unidas (1986), Manual X. Técnicas indirectas de estimación demográfica, Nueva York, Depto. Asuntos Económicos y Sociales Internacionales, Estudios de Población núm. 81.

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y la interacción entre los miembros de la comunidad y los prestadores de servicios de salud para poder lograr cambios verdaderos en el proceso salud-enfermedad. Por otro lado, es necesario tomar en consideración los elementos propios de la región, como las costumbres, creencias y prácticas relacionadas con la atención de los padecimientos, las formas de organización social, etcétera. Además, cabe señalar la necesidad de reforzar las capacidades de los médicos tradicionales en la atención de los daños a la salud. Finalmente, es preciso insistir en un punto que ya ha sido señalado por diversos autores y que se refiere al hecho de que ninguna medida de política sanitaria trascenderá si no se toma seriamente en consideración que, más allá de la pobreza y el rezago, en las regiones indígenas se desarrollan complejos sistemas existenciales y perviven ricas expectativas culturales que se reflejan en formas diversas de comprender la vida, la salud, la enfermedad y la muerte. Por ello, es preciso adecuar los programas y las acciones de salud a los complejos culturales y a las modalidades de organización social de los diversos grupos indígenas, sin perder de vista el objetivo de eliminar las condiciones de atraso en ma- teria de atención en estas comunidades.

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III ALGUNAS FORMAS DE ACERCAMIENTO CUALITATIVO

UN ABORDAJE EN EL CAMPO DE LA SEXUALIDAD

LA ENTREVISTA A PROFUNDIDAD: UN ABORDAJE EN EL CAMPO DE LA SEXUALIDAD

MARTA RIVAS

INTRODUCCIÓN El siguiente artículo es un conjunto de reflexiones alrededor de la entrevista a profundidad, que surgieron de una experiencia concreta de investigación sobre la subjetividad y sexualidad femeninas. Dado el carácter del problema de investigación, que pone el acento en la exploración de las significaciones e imaginarios sociales que intervienen en la constitución de la subjetividad y la sexualidad de un grupo de mujeres mexicanas, la aproximación epistemológica y metodológica consecuente con dicho estudio arraiga en la tradición cualitativa de corte interpretativo. El texto no pretende hacer un recuento de modalidades de entrevistas a profundidad, dada la existencia de trabajos muy completos en este sentido (Denzin y Lincoln, 1994). Tampoco es un manual de procedimientos o lista de acciones para manipular “técnicas” específicas. Es la descripción de la forma en que un dispositivo de indagación, conocimiento y análisis se concreta dentro de una estrategia general de investigación. Por tales motivos, el trabajo es una descripción particularizada de las formas que tomó la entrevista a profundidad en una investigación específica, los elementos epistemológicos que la fundamentaron y las vicisitudes metodológicas para realizarla.

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ANTECEDENTES En la actualidad existe una vasta producción de artículos sobre metodologías cualitativas, así como descripciones de las formas para operarlas e instrumentarlas. Tanto la sociología, antropología, etnografía, psicología, historia y hasta la mercadotecnia se han dedicado, por más de 40 años, a definir su ubicación en torno a este enfoque de investigación. De igual manera, las distintas perspectivas cualitativas han ampliado las estrategias de investigación, creando y recreando variedades instrumentales y técnicas para construir, recabar y analizar en profundidad los datos emanados del terreno. El espectro instrumental derivado de esta visión paradigmática se ha incrementado y las entrevistas a profundidad son algunas de estas herramientas de trabajo que cuentan, a su vez, con modalidades y enfoques diversos. Algunos autores ubican sus antecedentes históricos como instrumento de investigación en el final del siglo pasado, cuando surge el interés por estudiar las condiciones de vida de los pobladores de escasos recursos en Inglaterra. Es interesante destacar que durante este periodo, la entrevista a profundidad se utilizó junto con las encuestas (Fontana y Frey, 1994) en la indagación de problemas sociales, y como otra posibilidad de exploración, igualmente sustanciosa que la derivada de los enfoques cuantitativos y estadísticos. En las primeras décadas del siglo las encuestas de opinión pública proliferaron en los Estados Unidos; su institucionalización, a partir de la fundación del Instituto Americano de Opinión Pública en 1935, hizo de la encuesta una práctica común en la que se hizo posible la medición de actitudes, por medio de la estadística, para evaluar cuestiones sociales de interés nacional y político. Es necesario señalar que, paralelamente a la diseminación de esta tendencia —que orientó, en gran medida, las prácticas sociológicas hacia los estudios cuantitativos—, otras corrientes de psicología social y sociología influidas por el interaccionismo simbólico de George Mead [Escuela de Chicago de 1894-1931 (Schellemberg, 1981)], continuaron el uso de modalidades cualitativas como la observación y las entrevistas informales. Sin embargo, tanto el éxito de los estudios de opinión, como el avance del positivismo y del empirismo dentro de la academia norteamericana, influyeron en la sustitución de los dispositivos cualitativos e interpretativos por la instrumentación estadística.

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Para el final de la segunda guerra mundial, el regreso de las tropas estadunidenses a su país y los reajustes sociales que se sucedieron, intensificaron la indagación sociológica por medio de encuestas nacionales. Según Fontana y Frey (1994) se entrevistó, de una manera u otra, a más de medio millón de soldados de esa nación, y tales encuestas, administradas, analizadas y descritas estadísticamente, tuvieron —de nueva cuenta— un impacto sobre la definición epistemológica de la sociología de Estados Unidos. Con el dominio del positivismo y el empirismo académico norteamericano, en las investigaciones sociales se desligó la relación entre teoría y dato para ponderar, aisladamente, cada una de estas cuestiones. Las formulaciones teóricas “elegantes” de Merton, que emulaban generalizaciones universales como las de la física, desvinculadas del campo social concreto, fueron ejemplos de esta época. La insistencia hecha por Lazarsfeld de seguir los pasos metodológicos requeridos y así asegurar resultados de investigación confiables, orillaron a idealizar las técnicas. Algunas de las consecuencias prácticas derivadas de estos enfoques sociológicos fueron el dominio de la instrumentación estadística y el desarrollo de encuestas y cuestionarios sumamente tecnificados (Mills, 1986). Frey y Fontana (1994) destacan que durante este periodo las mismas entrevistas se utilizaron masivamente en un intento de clasificar sus respuestas y darles un estatuto de confiabilidad científica. Las entrevistas fueron incorporadas a las encuestas como otra técnica más y su operación se sometió al mismo rigor estadístico. De esta forma, el carácter procesal para capturar las relaciones y su organización, ligado a las formas de relatar y reconstruir las experiencias particulares de las personas y de los grupos, fue descompuesto en variables que pueden ser controladas y medidas. Tal embestida ideológica fue puesta en duda por C. Wright Mills, sociólogo que polemizó permanentemente con las teorías de Parsons, Merton y Lazarsfeld. Enjuició el poder atribuido al dominio de la objetividad y de la medición como únicas posibilidades de acercamiento a la realidad. A su vez, identificó al empirismo abstracto como el responsable de idealizar el método y las técnicas instrumentales, y denunció cómo el uso casi exclusivo que se hacía de tales operaciones eludía dar respuesta a problemas ingentes de la sociedad. Mills rescató los ejemplos de los maestros de la sociología europea —Durkheim y Weber—, cuyos trabajos le parecían consecuentes con una visión

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dinámica e integrativa de los fenómenos sociales y en los que se denotaba el vínculo entre una teoría sustanciosa y otra empírica. El aliento al retorno a la llamada “imaginación sociológica” daba pie a la necesidad de recuperar y recrear otras herramientas de indagación, cuyo origen no era el estadístico. En otro ámbito sociocultural, la psicología social argentina de los cincuenta y sesenta (Pichon Rivière, 1981; Bleger, 1980, entre otros) —cuyos seguidores se incorporaron a las filas del marxismo— preconizaba la relación necesaria entre las teorías sociológicas, pedagógicas y psicológicas y su aplicación a las demandas sociales. Su reflexión se inició en torno a la apertura de espacios institucionales y cuestionó severamente los modelos de atención de los establecimientos de carácter total (cárceles, internados, establecimientos psiquiátricos). Con estos propósitos en la mira, la psicología social argentina creó dispositivos colectivos de intervención que fomentaron, en cierta medida, la apropiación de los espacios y actividades en los establecimientos. El aliento al diálogo grupal, que insistía en establecer la relación entre reflexión teórica y experiencia grupal e individual, fue uno de los campos de desarrollo psicosocial que repercutió en la operación de dispositivos dialógicos de indagación e intervención en Latinoamérica. Los años sesenta fueron convulsivos en términos políticos, sociales e ideológicos, tanto en Europa como en Latinoamérica. En esta etapa se sucedieron varios fenómenos sociales que pusieron en entredicho a las instituciones de la sociedad.1 El cuestionamiento recorrió desde las tareas del Estado hasta las formas de aproximación y construcción del conocimiento en las ciencias sociales. Los representantes franceses de la sociología, la pedagogía y el psicoanálisis institucional (Lourau, 1975, 1989; Lapassade, 1977; Guattari 1981, entre otros) fueron algunos de los actores y protagonistas del movimiento del 68 parisino que debatieron las implicaciones y los compromisos de los intelectuales y profesionales frente a las condiciones sociales y al propio proceso de investigación.

1 Entendemos a las instituciones como lo hace la Escuela Francesa del Análisis Institucional: prácticas sociales aceptadas y consensadas como universales y positivas, que marginan del escenario social a aquellas expresiones que las contravienen o niegan.

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Estos teóricos se ocuparon de las resonancias y los efectos en los resultados de investigación a partir de los compromisos explícitos e implícitos, conscientes e inconscientes, que el investigador establece y mantiene con modelos teóricos, actores y prácticas sociales, así como con su problema y terreno de indagación. Este nuevo campo en el que se tejen, de manera conocida o desconocida, una serie de entrelazamientos que determinan la acción del investigador, se ha definido como implicación. Para este grupo, la implicación es un espacio innegable de conocimiento en el cual el investigador, en su relación dialéctica con el objeto de estudio, se torna uno más de los escenarios de análisis y conocimiento. La implicación es otro de los lugares de análisis que abre nuevas líneas de fuga a la investigación social al explicar las prácticas de poder instituidas en los procesos de indagación. Ahora bien, cabe mencionar que tanto la asamblea de intervención institucional, como las entrevistas cara a cara o las relaciones dialógicas grupales e individuales son algunas de las herramientas metodológicas y de intervención que con mayor eficacia ponen al descubierto las cuestiones anteriores. También los años sesenta generaron movilizaciones y cambios frente a las versiones antropológicas clásicas. En el campo de la antropología de corte interpretativo, influenciada, en gran medida, por la Escuela de Frankfurt, la filosofía nietzcheana y la semió-tica (Reynoso, 1991: 27) se dio un impulso a la reflexión y al replanteamiento de las metavisiones culturales descritas en algunas de las etnografías clásicas de principios y mediados de siglo (como aquellas de Malinowski, Evans-Pritchard y Mead, entre otros). Clifford Geertz, identificado con la antropología simbólica, y Turner y Bruner, antropólogos de la experiencia, cuestionaron a los primeros por el énfasis puesto en la búsqueda de reglas y patrones de conducta universales, soslayando la comprensión de la particularidad de las sociedades y etnias (Rosaldo, 1991). Los nuevos enfoques de la antropología —entendida por Geertz como un campo posible de refiguración social (Geertz, 1991) y por Turner como un escenario dramático de expresión de la experiencia—, criticaron los presupuestos universales de tales estudios y recuperaron, con otras modalidades, el intercambio dialógico entre el investigador y los informantes. Con el propósito de capturar el significado de las expresiones sociales y de la experiencia de los grupos estudiados, la antropología debía subvertir, primero, el carácter de las observaciones. La evidencia de que los relatos de informantes, a pesar de su interpretación subjetiva, eran

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más ricos y genuinos que las observaciones asépticas controladas por la supuesta neutralidad de los antropólogos clásicos, ofrecía otras posibilidades de conocimiento (Devereux, 1983). Después, las descripciones etnográficas requerían construir el significado de tales observaciones en un diálogo conjunto con sus informantes. Más allá de informes de investigación que centraban sus resultados en la interpretación del investigador, había que reformular el sentido de la experiencia del informante, en conjunto con él, acla- rando y ajustando permanentemente las interpretaciones del mismo antropólogo a la vista del informante. Así, las narraciones colectivas sobre eventos sociales, los relatos respecto a experiencias particulares, las historias de vida, etc., dieron soporte a la concreción de estas perspectivas y se tornaron lugares de construcción y reconstrucción del conocimiento social reflejado en la interacción y el diálogo intersubjetivo.

LAS TÉCNICAS FRENTE A LOS DISPOSITIVOS: UN DEBATE METODOLÓGICO Conviene mencionar, desde un primer momento, la posición que se mantiene respecto del sentido, definición y utilización de las entrevistas a profundidad en este trabajo. Para dar cuerpo a estas ideas se parte del hecho, cada vez más frecuente, de la proliferación de investigaciones por encargo y la realización de estudios aplicados a problemáticas definidas antes de conocer la propuesta del investigador. Es indudable que dentro de este sistema de mandatos y encargos, el propio investigador se ve obstaculizado para mantener una visión metodológica de conjunto. Bajo estas circunstancias se ha fortalecido —lo que ya había sucedido con las técnicas estadísticas y experimentales— algo que se llamaría el fetichismo de las herramientas. Es decir, que por vía del encargo y de las disposiciones emanadas de los lugares de poder, algunos instrumentos se imponen como modelos ideales y se modifican los soportes de la estrategia general de investigación. Este mecanismo provoca una burocratización en el uso de los instrumentos y se crea un problema al que se califica como contradictorio y hasta paradójico. Por un lado, como ya se ha anticipado, es frecuente encontrar en trabajos de investigación que las técnicas y el abordaje de campo, como tal, toman el lugar de la metodología. De esta forma se desconocen o

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desechan muchos de los procesos de pensamiento y creación de orden epistemológico y teórico que, indudablemente, constituyen una buena parte del proceso investigativo. La ausencia de relación e integración entre los distintos niveles metodológicos provoca que se destaque como fundamental el momento prag- mático y que domine como la dimensión relevante. En consecuen- cia, las herramientas prácticas se tornan fetiches con existencia propia, desgajadas del proceso mismo de investigación, y con frecuencia se aplican indiscriminadamente. Esta operación funda su éxito en seguir acuciosamente el manual de indicaciones descrito por técnicos ciertamente habilidosos. Por otro lado, al hacer un fetiche del instrumento y erigirlo como el sustrato metodológico simultáneamente, se simplifica. Se piensa que la técnica extraída de la congruencia y consecuencia metodológica sufre un desecamiento y rigidización que impide que opere como un dispositivo de análisis, reconducción y creación de conocimiento. La descripción de nuestra experiencia de análisis se opone al uso de entrevistas —semiestructuradas y no estructuradas, de tipo individual o colectivo— que se utilicen y entiendan como fórmulas magnificadas, desconociendo el soporte metodológico que les da lugar, o que se banalicen como habilidades para incrementar la información. A partir de estas ideas, se desea insistir en que las entrevistas se identifiquen como dispositivos de intervención porque, al mismo tiempo que complementan y constituyen parte de la estrategia metodológica general, crean efectos en el campo investigativo susceptibles y necesarios de ser analizados. Al usar el término “dispositivo” se acude, de nuevo, a la escuela institucionalista francesa (Louraru,1975; Lapassade, 1979; Ardoino,1981), la cual lo define como un lugar creador de efectos específicos que responden al problema de estudio y a la implicación del investigador. Más allá de la información que ofrecen los sujetos en estudio, se debe analizar y tomar en cuenta el impacto —entre sujetoobjeto— que se produce en la interacción. Las diferencias por grupos de edad, de género, de clase social y del origen étnico, así como las relaciones de poder que se suscitan bajo estas condiciones, son elementos que se ponen en juego durante el desarrollo de la entrevista y que es necesario reconocer y analizar como parte de los datos de investigación. En este orden de ideas, se entiende la entrevista de la siguiente manera: a) como otra más de las tácticas de la estrategia metodológica que

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teje sus hilos de manera consecuente dentro de la formulación general de conocimiento y comprensión de los fenómenos; b) no sólo como una técnica de recolección de informa- ción exterior a la relación entrevistador e informante, sino como un ámbito espacio-temporal en el que los datos son construidos, en una relación dialógica, y cuyo proceso de interacción es fuente constitutiva de conocimiento; c) como espacio donde se expresan la dinámica generada en la relación sujeto-objeto de conocimiento y los efectos sobre el propio proceso de investigación. Se piensa que todas estas condiciones hacen de la entrevista un dispositivo de análisis y creación de conocimiento.

SUBJETIVIDAD: UNA RELACIÓN ENTRE NARRATIVAS, SIGNIFICADOS Y EXPERIENCIA Como se mencionó, los enfoques críticos y contrainstitucionales pusieron de manifiesto que los fenómenos sociales y la constitución de los sujetos colectivos e individuales no responden a procesos estrictamente racionales ni a la materialidad empírica, sino que expresan procesos complejos ligados a otras esferas y registros, los de la subjetividad. Se reconoce, sin duda alguna, que el psicoanálisis ha sido el pionero en la comprensión de la subjetividad como una parte insoslayable de la constitución humana. Sin embargo, dado que la aproximación metodológica expuesta se centra en los sistemas de sentido y significación que intervienen en la construcción de los sujetos sociales, más que en procesos intrapsíquicos, el enfoque psicoanálitico no ha sido desarrollado en este trabajo. Para aclarar por qué se seleccionó un dispositivo de exploración como la entrevista a profundidad —cuya especificidad se liga con relatos de vida de mujeres centrados en la sexualidad conyugal—, es necesario plantear algunas consideraciones teóricas. Nuestra elección de la entrevista sigue a Clifford Geertz (1991) en su definición de cultura. Este autor la define como una serie de expresiones y códigos compartidos socialmente que devienen de la producción humana y simultáneamente la constituyen. La cultura no es un proceso exterior impuesto al desarrollo de los hombres, sino “... una serie de mecanismos de control —planes, recetas, fórmulas, reglas, instrucciones— [emanados de las condiciones, necesidades e

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imaginaciones, de las sociedades] y que [a su vez] gobiernan la conducta” (p. 51). Este autor entiende a la cultura como una trama densa de significados positivos y negativos relacionados, que crean universos de sentido, es decir, códigos compartidos con carácter particular y temporal. Las construcciones de significado se tejen en formas de expresión social (ritual, mito, lenguaje, gesto, etc.) y adquieren gran eficacia comunicativa y estructurante de los grupos y los individuos. Para lograr ambas tareas (comunicación y estructuración) los sistemas culturales rebasan la funcionalidad material o física que les da soporte, y fijan en su expresión distintos significados que cobran sentido en contextos específicos. De esta manera, orientan y organizan las prácticas sociales y la comprensión del mundo, generando cierto tipo de experiencias de vida y sujetos de cultura. Asimismo, los códigos culturales, que conforman una red compleja de representaciones sustitutivas dado que fijan diversos sentidos y significados a las expresiones y los objetos, requieren de un procedimiento permanente de interpretación para ser comprendidos. La subjetividad está relacionada íntimamente con estos procesos de significación y sentido que responden a los contextos socio-históricos. En consecuencia, la subjetividad no puede pensarse como un producto universal, sino como resultado de expresiones particulares y temporales de los grupos y de los individuos. Suponemos que la subjetividad femenina se vincula con aquellas significaciones que participan de los códigos y sistemas simbólicos particulares en torno a la femineidad, al género. Estas significaciones inducen a pensarse e imaginarse de una manera específica frente al mundo, condicionando, simultáneamente, las formas de sentir, actuar y establecer las relaciones. Ahora bien, ¿cómo indagar sobre las consideraciones que las mujeres hacen de ellas mismas y las formas en que piensan que son pensadas por los otros? ¿Cómo capturar sus experiencias en torno a su sexualidad y los significados y sentidos que en buena medida traman estas experiencias? ¿Cómo destacar las apreciaciones individuales y su relación con imaginarios sociales instituidos? ¿Cómo explorar las resistencias individuales y las formulaciones instituyentes que contravienen a las narrativas dominantes en torno a la sexualidad y al género? Estas preguntas de orden metodológico llevan a reflexionar sobre las estrategias para lograr la reconstrucción de las experiencias de un grupo específico de mujeres en torno a su sexualidad y por medio de las cuales

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afloren los significados que intervienen en la construcción de las subjetividades. Entendemos la experiencia en un sentido más amplio que una vivencia existencial y estrictamente personal. Es indudable que la experiencia es una síntesis de naturaleza individual a la cual es imposible el acceso directo. Tener noticia de ella implica un acto interpersonal que está mediado por las condiciones de la cultura y por acciones intersubjetivas. Es decir, que sólo mediante otras expresiones es que se tiene acceso a las experiencias de los otros. Tal y como lo menciona Clifford Geertz: Cualquier entendimiento que tengamos acerca de las cosas que suceden en la vida interna de alguien, lo capturamos por medio de sus expresiones, y no mediante alguna intrusión mágica dentro de su conciencia (Turner y Bruner, 1986: 373; traducción de la autora).

Para seguir en este orden de ideas, los antropólogos de la experiencia (Turner, Bruner, Rosaldo y Myerhoff, entre otros) señalan que las propias expresiones (relatos, historias, mitos, imágenes, etc.) alrededor de la experiencia la reconstruyen y, en este sentido, la restructuran. Así pues, existe una relación dialéctica entre la experiencia y la expresión que da cuenta de ella. Por un lado, “...la experiencia estructura la expresión, dado que comprendemos a los otros y sus expresiones sobre la base de nuestra propia experiencia y autocomprensión. Pero las expresiones también estructuran la experiencia, ya que las narrativas dominantes de una época histórica, los rituales y festividades, así como el arte, definen e iluminan la experiencia interior... Más simplemente expuesto, la experiencia está culturalmente construida, mientras que la comprensión presupone la experiencia” (E. Bruner, citado en Turner y Bruner, 1986: 6; traducción de la autora). Bajo estas hipótesis, se consideraron como ejes centrales de aproximación y reconstrucción de las experiencias del grupo de mu- jeres investigado, los relatos y narrativas que hicieron de sus vidas y que pusieron al alcance de la investigación aspectos que intervinieron en la conformación de su subjetividad. Tal es el caso de las manifestaciones y expresiones de su sexualidad y los significados con los que las mujeres los connotan. De acuerdo con Jerome Bruner (1990) la narrativa, además de ser una de las formas cotidianas de la organización del lenguaje, es un vehículo

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idóneo de expresión y conformación de la experiencia. El ordenamiento de las oraciones, cuyo carácter es secuencial, no sólo conduce la expresión de la experiencia sino que organiza el modo mental para la construcción de la misma. Por otro lado, la narrativa se mantiene en una tensión entre lo excepcional y lo or- dinario, es decir, permite hacer coincidentes los relatos dominantes de la cultura, que interpretados por la singularidad de los individuos se tornan eventos de excepción. Es indudable que en los relatos de vida que enmarcan la sexualidad de las mujeres se ofrece un espectro constituido por el ensamblaje de las significaciones dominantes con los sentidos singulares atribuidos a dichas premisas. Es necesario destacar que la inteligibilidad de la narrativa se sostiene, en gran medida, por su carácter historizado en secuencias temporales. Esta particularidad imprime, a su vez, la temporalidad a la experiencia y la connota dentro de un contexto específico. De esta forma, la experiencia como expresión narrada da origen a un producto cultural e histórico, susceptible de interpretarse, mediante el reconocimiento de significados específicos y de la desconstrucción de sus sentidos. Rosaldo, parafraseando a Ricoeur, plantea: Ricoeur asevera que el tiempo y la narrativa se relacionan en tanto a la dialéctica; el tiempo se vuelve humano cuando la figura narrativa le da forma, y la narrativa se vuelve significativa cuando representa la experiencia humana en el flujo del tiempo. Las narrativas moldean las experiencias y éstas a su vez engloban a las narrativas (1991: 129).

Para finalizar, es necesario insistir en que la subjetividad, como proceso de orden colectivo e individual, se constituye y reconstituye a partir de la red de códigos simbólicos que conforman la cultura y en la cual operan de manera predominante el lenguaje y el proceso de significación. Ahora bien, para llegar a algunas de las manifestaciones relacionadas con las experiencias de un grupo de mujeres en torno a la sexualidad, se requería de dispositivos específicos que la hicieran emerger. Dado el carácter organizativo de la narrativa, muy cercano a las modalidades cotidianas de relatar las experiencias, se pensó que las historias sexuales de las mujeres posibilitarían el surgimiento de sentidos y significaciones en torno a estas prácticas y relaciones, y a la forma como se vinculan con la subjetividad femenina.

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ENTREVISTA A PROFUNDIDAD: RELATOS ORGANIZADOS EN TORNO A LA SEXUALIDAD Se abordarán aquí las formas específicas en que se concretaron las entrevistas a profundidad en una exploración relacionada con la sexualidad femenina. Es necesario hacer dos puntualizaciones: una relacionada con la comprensión de este dispositivo y la otra con el carácter del campo investigado. Existen diversas formas de entender y aplicar la entrevista a profundidad. Desde los modelos menos estructurados o llamados abiertos, hasta aquellos que, sin ser cuestionarios cerrados, están ciertamente definidos y controlados por el investigador. La preocupación de los investigadores oscila permanentemente entre dos polos que, con frecuencia, parecen irreconciliables: 1) mantener una estructura definida que, si bien facilita la organización del material, la ciñe tajantemente al orden prefigurado y elimina nueva información que amplíe o modifique el problema de investigación; 2) caer en la apertura total en donde los propios ejes de la indagación se vean abandonados, lo que provoca desorientación en el entrevistador y confusión en el entrevistado. Para asomarse a tales diferencias, este trabajo se referirá a dos distintas posiciones frente a la entrevista a profundidad, sin pensar que con ello se dé por agotada la discusión. Sue Jones (1985) sostiene que la entrevista a profundidad cumple su cometido, como dispositivo de indagación, sólo en los casos de entrevistas no estructuradas, cuyo tipo de exploración tiende, predominantemente, a abrir nuevas líneas de conocimiento. Bajo esta perspectiva, la búsqueda de datos formulada a priori y concretada, la mayoría de las veces, en preguntas que emanan del interés del investigador no tiene cabida dentro de este modelo. Si bien la investigadora menciona que no hay indagación sin propósitos definidos, los mismos no deben imperar sobre las condiciones de investigación. Son las características del terreno las que dispondrán la orientación que se tome. Para Jones, sólo aquellos relatos producto de la espontaneidad del entrevistado y cuyos derroteros estén trazados ajustándose a sus condiciones estarán en consonancia con la versión de la entrevista a profundidad. Por otro lado, Elliot Mishler (1986) opina que se pueden explorar y construir datos a profundidad, a pesar de que la entrevista se desarrolle bajo un esquema de intercambio más estruc- turado. El autor señala que,

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aun utilizando preguntas directas y organizadas anticipadamente, si el entrevistador alienta la tenden- cia a relatos integrados sin fragmentar o inhibir el discurso del entrevistado, se pueden conseguir narraciones pormenoriza- das. Es decir, que desde una exploración de tipo semiestructu- rado se puede propiciar el surgimiento de sentidos y significados de carácter subjetivo que recuperen la particularidad sobre la temá- tica en cuestión. Reconocemos que las entrevistas abiertas ofrecen líneas de apertura y, consecuentemente, pueden inducir a nuevos conocimientos no previstos. Sin embargo, el tipo de instrumento utilizado en nuestro trabajo no se adhiere a la visión, un tanto exclusionista, planteada por Jones. Pensamos que, más que la definición de la estructura como tal, la eficacia o ineficacia de un dispositivo a profundidad radica en la consecuencia y congruencia que mantenga con el diseño y la estrategia metodológica. Por sí misma, ni la entrevista semiestructurada es ineficaz para explorar o arrojar datos a profundidad, ni las narraciones espontáneas y exhaustivas, por sí solas, siempre ofrecen datos sustanciosos y susceptibles de ser organizados, analizados e interpretados. La polémica se continúa más allá de las definiciones como tales. En nuestro trabajo consideramos que una entrevista de corte semiestructurado podría ofrecer datos a profundidad, mientras posibilitara la integración de procesos en torno a la temática, y permitiera destacar relaciones existentes entre los enunciados, configurar escenarios que consideraran las descripciones dentro de su contexto e incorporar experiencias de los sujetos, rebasar el hecho empírico dotándolo de cualidades y apreciaciones específicas, apoyar una relación dialógica entre el entrevistador y el entrevistado y reconocer la implicación de este último. En este caso particular, se describe una instrumentación específica en la que se conjugaron distintas versiones para operar las entrevistas a profundidad. Por un lado, el modelo semiestructurado, que imprime una cierta dirección a la interacción y al instrumento. Por otro, la idea de historias focales que promuevan relatos en torno a la vida conyugal y sexual de las mujeres. ¿Por qué se seleccionó una combinación que puede parecer un híbrido entre posiciones y no una instrumentación ortodoxa? La decisión para la creación y aplicación de un dispositivo combinado tuvo que ver con la implicación frente al trabajo, con los

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objetivos del estudio, y con las condiciones y riesgos del campo. Los compromisos y obstáculos de tipo epistemológico, teórico, institucional y hasta libidinal que pesaron sobre la investigadora y que no fueron reconocidos en su momento, influyeron en gran medida en la elección del dispositivo. Dentro de las vicisitudes que intervinieron en tales decisiones estuvieron, también, la dificultad personal para indagar sobre sexualidad y la protección inconsciente que procuramos dar a las informantes. Los propósitos eran establecer las diferencias o semejanzas en torno a las significaciones de la sexualidad de mujeres residentes en zonas urbanas en tres distintas ciudades del país: Oaxaca, San Miguel de Allende y el Distrito Federal. Se buscaba que las mujeres pertenecieran a estratos medios y acomodados y que sus experiencias de vida o esquemas referenciales estuvieran enmarcados por un contexto cultural judeocristiano. Por otro lado, se intentaba profundizar en las diferencias generacionales (abuelas, madres e hijas) en torno a la capacidad de negociar las prácticas de sexualidad dentro de la conyugalidad. Estos objetivos estaban prefigurados antes de abordar el trabajo de campo, y se tenía pensado establecer algunas relaciones entre indicadores de edad, localidad (contexto cultural) y estrato social (condiciones socioeconómicas y educativas). Para llevar a cabo tal empresa, considerábamos necesario entrevistar al menos a dos familias por localidad, es decir, un mínimo de 18 mujeres, número que finalmente se elevó a 24.2 La muestra, por su amplitud, hacía muy difícil elaborar estudios de caso o crear narraciones de vida longitudinales en su versión etnográfica o 2 Ocho abuelas, con ocho hijas y ocho nietas de cada una de ellas. Las eda- des de las primeras fluctuaron entre 62 y 84 años, las de las hijas entre 48 y 64 y las de las nietas entre 20 y 38 años. Todas eran casadas, excepto dos de las nietas, una de las cuales tenía una relación de pareja estable. La escolaridad de las abue- las iba desde analfabetas hasta estudios secundarios no terminados. Las madres tenían desde primaria incompleta hasta preparatoria o estudios vocacionales. Las nietas habían completado, en su mayor parte, la preparatoria. Tres estudiaron una licenciatura, pero solamente una la concluyó. Las abuelas habían trabajado apoyando a sus esposos en el campo, en oficios o en la confección de artesanías. Sus hijas, en su mayoría, no trabajaban, y cuando lo hacían era apoyando un negocio o pequeña empresa familiar. Algunas habían trabajado esporádicamente en servicios domésticos. En cambio, todas las nietas trabajaban, una como profesionista y otras como oficinistas o en pequeñas empresas. Dado el carácter voluntario del estudio hubo necesidad de incluir familias de estrato bajo y de ampliar el espectro socioeconómico de las entrevistadas.

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histórica. La posibilidad de mantener una secuencia prolongada de entrevistas personales, en donde la exposición reseñara el universo interaccional de cada mujer, era incompatible con la perspectiva psicosocial del trabajo. Se intentaba una exploración breve, centrada en asuntos puntuales de la vida sexual de las informantes, y que permitiera establecer relaciones entre las distintas historias individuales. Además, los recursos de la investigadora y los tiempos de investigación, determinados en parte por el carácter financiado del trabajo, no permitían la estancia prolongada en el campo. Conseguir a las tres generaciones de mujeres vinculadas por línea materna y asentadas en la misma localidad hizo que la convocatoria fuera difícil y que por tanto se diera una especie de autoselección, sostenida en la buena voluntad y el favor de las mujeres. Para lograr el universo muestral fue necesario recurrir a informantes mediadores entre las entrevistadas y la investigadora, quienes resultaron tener parentesco cercano con dos familias; en otro caso existía el conocimiento directo de una de las mujeres entrevistadas. Ambas condiciones exigían un tratamiento muy cuidadoso y sensible para recabar los datos y absolutamente confidencial en torno al material obtenido. Con estas condiciones, hubo temor por prolongar el número de encuentros, así como dificultad para profundizar en la intimidad de algunas de estas mujeres sin que la entrevistadora pareciera demasiado entrometida. Se anudaron, también, fantasías de deserción que llevarían a la necesidad de recurrir a nuevas convocatorias, ciertamente difíciles de lograr. Por último, se sumó a estas consideraciones el tiempo de entrega del informe de investigación, cuya duración estaba contratada por anticipado, y a la que había que responder en términos de responsabilidad con el trabajo, especialmente porque era pagada. Nuestro análisis de la implicación y de los objetivos de la investigación condicionó la opción instrumental a partir de una combinatoria. Por un lado, teníamos la necesidad de centrarnos en algunos momentos y acciones de las vidas de las mujeres en torno a la sexualidad; por otro, consideramos indispensable que la entrevistadora controlara la indagación para asegurar una exploración semejante en todos los casos. Por último, era central alentar datos a profundidad, logrando narraciones más o menos espontáneas en torno al tema elegido. De esta forma se construyó un modelo de entrevista única e individual, que pudiera crear relatos y narraciones puntuales o focales en torno a la

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sexualidad, y responder a una modalidad directiva en la que todas las entrevistadas desarrollaran los aspectos identificados como centrales y prioritarios. Esta síntesis instrumental no fue inconsistente metodológicamente, dado que su creación se sostuvo en distintas perspectivas que, de una u otra forma, coinciden en recabar, construir y analizar datos a profundidad. Se produjo, entonces, una entrevista semidirigida, focalizada hacia la exploración y reconstrucción de ciertos escenarios de la vida sexual de las mujeres y que asegurara una exploración procesal e integrada alrededor de algunos sucesos de su vida. A pesar de incluir la direccionalidad y la focalidad en las entrevistas, y de saber que la información sería más restringida y acotada que aquella de las historias de vida, su adecuación no indica una renuncia al tipo de narraciones historizadas. Consideramos que la historia de vida es un dispositivo idóneo para indagar sobre procesos de subjetividad individual entre mujeres, a partir de la construcción de narrativas espontáneas que expresan y apuntalan las formas en que se organizan sus experiencias cotidianas y contingentes; por ello nos adscribimos a esta modalidad de exploración y análisis. Seguimos las ideas de diversos investigadores como Paul Thompson(1993), Françoise Morin (1993), Daniel Bertaux (1993) y Martine Burgos (1993), quienes expresan que las historias de vida, como construcciones subsumidas en la modalidad narrativa, no son simples instrumentos para recabar datos, sino lugares de construcción de conocimiento y de análisis. En este sentido y bajo su supuesto narrativo, los relatos de vida cobran el carácter de un dispositivo metodológico. A pesar de puntualizar actos temáticos creando focos narrativos, no renunciamos a estas consideraciones sustanciales para el trabajo de investigación. Las historias de vida constituyen una posibilidad de organizar una serie de experiencias a partir de una narración que les dé coherencia, pero el relato nunca representa la vida como tal. La propia expresión narrada implica una selección, y por tanto interpretación, la mayoría de las veces inconsciente e involuntaria de los hechos. Los procedimientos personales de síntesis no mantienen la secuencias fácticas, sino que éstos se condensan y reformulan dejando de lado grandes tramos del proceso vivido. La experiencia, como tal, se reformula en términos de las posibilidades de narración que van dando sentido a la vida de las

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personas. Además, aunque la propia historia conserve un eje que la constituya y mantenga una coherencia en relación con los significados de las acciones relatadas, para efectos del análisis, también puede descomponerse en segmentos de la vida, que por momentos dominan de manera prioritaria la organización y orientación del propio relato. Elliot Mishler (1986) plantea preguntas teórico-metodológicas respecto a si la narrativa de vida es una secuencia histórica con un solo argumento o trama que se mantiene a lo largo de la misma, o si puede mirarse como un conjunto de distintas historias. Por otro lado, Mishler (p. 99) ofrece otras posibilidades relacionadas con la idea de construir relatos centrados en actos específicos: las entrevistas focales. Este dispositivo responde al interés de contrastar diversas percepciones de carácter subjetivo sobre un tópico determinado en un universo muestral definido. Si bien la exploración focal se concentra en una temática identificada desde la perspectiva del investigador y se torna el eje del estudio, también procura profundizarlo abundando en la búsqueda de las relaciones, valoraciones, significaciones y afectos que intervienen en la percepción-evaluación del acto. La intención de indagar sobre las permanencias y los cambios en torno a la sexualidad conyugal en mujeres de tres generaciones adquiría similitud con estas ideas. En nuestro caso, el propósito de construir comparaciones, como lo sostiene la propuesta focal, era impensable para la investigación, dado que nuestro universo no estaba constituido por una muestra regulada estadísticamente, pero sí aseguramos que se pudieran establecer relaciones entre los datos de las distintas mujeres. La hipótesis de que la historia de vida no se organiza como un conjunto homogéneo de relatos, sino como la convergencia de diversos momentos, a veces contradictorios y en permanente conflicto, nos permitió pensar que desgajarla temáticamente no rompería el significado de sus acciones ni el contexto de referencia, de manera que se podrían historizar actos de la misma. Por otro lado, el hecho de que las entrevistas focales se diseñaran con el propósito de profundizar sobre una temática específica y permitieran reconstruir narraciones en torno a un acto, fortaleció la decisión de realizar una combinación a partir de estas propuestas. Consideramos a la sexualidad conyugal como una de las tramas centrales posibles de historizarse y capaces de crear escenarios sustanciosos alrededor de las vidas de las mujeres.

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Aunque pensamos que la combinación instrumental haría perder algo de la precisión y especificidad correspondiente a cada uno de los dispositivos, finalmente permitió resolver, de una buena ma- nera, la complejidad del problema en un campo de exploración de difícil acceso. Por último, para comprender el sentido que adquiría la sexualidad conyugal para las mujeres, fue necesario construir una plataforma de significados a partir de los cuales se pudieran establecer relaciones y contextuar los datos. En este caso, serían las propias mujeres, con sus voces y argumentaciones, quienes desempeñarían la función de “informantes” y quienes nos dotarían de un contexto mínimo para comprender las narraciones. De esta forma, diseñamos una guía de entrevista que abordó distintos escenarios de sus vidas, identificados como soportes en la construcción y reconstrucción de su percepción como sujetos de sexualidad, así como los significados atribuidos a la sexualidad. Estos escenarios nos acercaron a la comprensión de las permanencias y transformaciones que apuntalaron los intercambios, negociaciones y prácticas conyugales de las informantes. Los significados, valoraciones, formas de relación y prácticas de sexualidad conyugal estaban arraigados en otros momentos de su vida, de manera que consideramos necesario rastrear algunos de los actos que antecedieron al vínculo conyugal: la sexualidad en la niñez, la menstruación, los cambios corporales en la adolescencia, las relaciones amorosas y la primera relación sexual, así como los rituales que los enmarcaron (el cortejo, el noviazgo y hasta el propio matrimonio), para después indagar las prácticas y negociaciones en la conyugalidad. Si bien la guía formulada tenía una secuencia de las temáticas prioritarias, éstas no se interrogaron, en todos los casos, en el mismo orden, pero sí fueron exploradas en su totalidad. Se utilizaron preguntas de tipo abierto para inducir la reconstrucción a partir de asociaciones y conexiones espontáneas de las mujeres.

CONSIDERACIONES ÚLTIMAS Nuestro trabajo no es un ejemplo de éxitos rotundos en relación con las indagaciones sobre sexualidad conyugal. Sin embargo, las opciones metodológicas que manejamos permitieron construir narraciones sustanciosas que ofrecieron resultados interesantes. Queremos exponer,

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para concluir, algunas de las experiencias en la creación de un diálogo entre entrevistador y entrevistado, donde al menos tres aspectos fueron de gran utilidad. Uno de ellos fue la llamada subjuntivación de las preguntas y del diálogo. De acuerdo con Jerome Bruner (1994), la posibilidad de que las narraciones literarias sean interpretadas y recreadas por lectores activos que operan como interlocutores del autor, se hace posible cuando en la construcción de tales relatos se utiliza de manera frecuente el modo subjuntivo, en donde la acción verbal “...se expresa con una significación de duda, posibilidad o deseo” (Diccionario de la Lengua Española, 1992). De acuerdo con este autor, dicha modalidad de la expresión narrativa no cierra las opciones como los casos de enunciados afirmativos. Mediante el empleo subordinado de otras oraciones complementarias, cada lector tiene posibilidad de recrear o interpretar de diversas maneras las intenciones del autor. El uso del subjuntivo durante la entrevista a profundidad genera aspectos semejantes en el entrevistado, dado que si la pregunta no entraña una dirección única y veraz, la respuesta no necesariamente implica una posición contundente y afirmativa con la que el entrevistado se sienta expuesto o exhibido, especialmente en el desarrollo de asuntos espinosos como la sexualidad. Esto permitió que las entrevistadas rebasa- ran una única posición, en donde sólo la certeza o la negación tendrían cabida. Con la opción de ser interpeladas de manera hipotética, dado que el subjuntivo implicaba la duda o posibilidad de algo, se les confirió una posición de mayor autonomía, situación en la que se sintieron menos presionadas a responder taxativamente. Por último, este tipo de preguntas ayudó a indagar de manera más amplia los significados posibles que se atribuían a cierto tipo de prácticas sexuales. (Por ejemplo: ¿Si usted [mujer] le solicitara a su pareja tener relaciones sexuales, qué cree que sucedería? ¿Si usted se negara .... ? En segundo lugar, es importante mencionar algunas posibilidades que nos ofreció el interrogatorio circular (Penn, 1982). Esta técnica apoya la indagación de relaciones entre las personas y sus sistemas de pertenencia y significación. Dado que los propósitos de la investigación priorizaban los cambios y permanencias sobre los significados de la sexualidad en tres generaciones de mujeres, era muy oportuno interrogar sobre la procedencia de tales significaciones. De esta forma, la exploración debía detallar las relaciones en donde se hubieran forjado o

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resignificado tales asuntos. Para lograr lo anterior, la idea de las preguntas circulares favoreció el hecho de profundizar no sólo en las percepciones de las mujeres, sino en las instituciones, los discursos, los personajes y las interacciones donde se sostenían y reproducían éstas. A continuación, describimos un ejemplo de preguntas circulares que indagaron las expresiones sexuales dentro del noviazgo y la cualidad con que las dotaban las entrevistadas y personajes cercanos a sus vínculos. Es importante señalar que este tipo de interrogatorio apoyó la exploración a partir del discurso espontáneo de las mujeres en torno a las preguntas generales y abiertas. Por tanto no se formularon anticipadamente, sino durante el proceso de la entrevista. A partir de una pregunta general como la siguiente ¿en tu familia cómo fue el asunto de los novios? primero, esperamos la respuesta y alentamos relatos espontáneos que describieran las generalidades de prácticas, valores y significaciones en torno al noviazgo y las posibilidades de expresar aspectos de la sexualidad. Las preguntas circulares precisaron las formas más singulares del hecho, buscando relatos sobre las emociones específicas, los personajes que intervinieron y determinaron algunas decisiones, los discursos que calificaban las prácticas, los efectos generados en las relaciones, etc. Se pudo profundizar el diálogo de la siguiente manera: ¿Si hubieran existido caricias más allá del beso que mencionas ... qué crees que habría sucedido en tu noviazgo? ¿A quién crees que le habría preocupado más que tuvieras una relación así? ¿Qué habrían dicho esas personas que no estaban de acuerdo? ¿Con quiénes habrías contado para comentar tus experiencias? ¿Qué te imaginas que te habrían dicho? Etcétera. Finalmente, nos referiremos al establecimiento de una relación dialógica durante la entrevista. En palabras de Sampson (1993), esta relación se refiere a que la realidad y la posición de los indi- viduos adquieren sentido a partir de la interacción con los otros, propiamente en el diálogo. Para este autor los individuos son “criaturas conversacionales” que se constituyen así a partir de estos intercambios. Su idea presupone una presencia indubitable del otro, quien funge como reflejo activo y en donde cada cual puede medirse y reconocerse. “El otro es un co-creador vital de nuestra mente, de nuestro “sí mismo” (self) y de nuestra experiencia. Sin el otro, permanecemos sin mente, sin identidad y sin inscripción social” (p. 108; traducción de la autora). En las entrevistas a profundidad el diálogo no se refiere a la inclusión de una conversación de tipo informal entre el investigador y su inform-

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ante. Tampoco es una charla igualitaria entre amigos. Se intenta que el entrevistador mantenga un diálogo interior, en el cual el informante sea internalizado como un interlocutor activo: parafraseando a George Mead, “un otro significativo”. De esta forma, el entrevistador debe disponerse psicológica, cognitiva y afectivamente a escuchar la voz y palabra del informante como lugar prioritario de referencia en la construcción de los datos y del significado de los mismos. Para lograr una reconstrucción más cercana al sentido de la experiencia del informante, tal operación requiere de ajustes permanentes entre las significaciones derivadas del esquema referencial del entrevistado y las interpretaciones del entrevistador. El entrevistado se constituye en reflejo activo de las acciones del investigador, quien debe reorientar sus propósitos y actitudes de investigación, reajustando, también, la correlación de fuerza entre ambos actores. La entrevista a profundidad debe considerarse un intercambio dialógico que compromete de manera activa al entrevistador con el discurso y persona del entrevistado, en el que se debe mantener una actitud respetuosa y atenta, con el deseo de comprender sus percepciones y sus connotaciones de sentido. Con una actitud reflexiva (en el sentido de verse a sí mismo en el reflejo del otro) puede acompañar el proceso discursivo del entrevistado, y coevolucionar junto con el desarrollo de la entrevista. En este mismo sentido, el uso del término entrevistado —en lugar de informante— no es casual, y se sostiene en la idea de que éste no es, solamente, un testigo que relata un hecho desde una temporalidad y espacialidad aparentemente ajenas al suceso. El informante es un sujeto activo, un protagonista que al narrar re- crea la experiencia y resignifica su historia, es decir, que la revive reconstruida o relaborada. La función de informante surge, como tal, dentro de la relación dialógica alentada por el entrevistador, quien de su lado atiende y acompaña al otro, con la intención de comprender la narración y por tanto de dar cabida a las formas personales y espontáneas del discurso. De esta forma, las preguntas provienen de un interés que va más allá de recabar datos informativos y que busca entender quién es el otro y cuáles son los motivos que lo inducen a contar ciertas experiencias y los significados con que las acompaña. La manera de preguntar y escuchar del investigador debe ser consecuente con el contexto desde el cual emerge el discurso del informante, e incorporarse en el proceso de la entrevista avanzando junto con el entrevistado en la aprehensión de sentido de la experiencia relatada.

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En nuestra investigación reconocimos la existencia de una relación asimétrica entre entrevistadora y entrevistada, así como de las diferentes funciones que cada una realizaba, pero buscamos en todo momento establecer una interacción en la que ambas nos implicáramos activamente. De esta forma, aun nuestras preguntas temáticas elegidas a priori se fueron ajustando y organizando en torno a la secuencia y consecuencias de la narración. De acuerdo con nuestra concepción de la entrevista a profun-didad, ésta no es competencia única de uno u otro interlocutor. No es propiedad del entrevistador que determina una dirección a priori y total, ni del entrevistado como testigo único de la situa- ción. La entrevista pertenece a ambos quienes, de una u otra manera, convergen en el encuentro participando de una relación dialógica. BIBLIOGRAFÍA Ardoino, Jacques (1981), “La intervención: ¿imaginario del cambio o cambio de lo imaginario?”, en Lourau Guattari, et al., La intervención institucional, México, Folios. Bertaux, Daniel (1993), “Los relatos de vida en el análisis social”, en Jorge Aceves Lozano (comp.), Historia oral, México, Instituto Mora/UAM. Bleger, J. (1980), Temas de psicología, Buenos Aires, Nueva Visión. Bruner, Edward (1986), “Introduction”, en V. Turner y E. Bruner, The Anthropology of Experience, Urbana y Chicago, University of Illinois Press. Bruner, Jerome (1990), Acts of Meaning, Cambridge, Harvard University Press. (1994), Realidad mental y mundos posibles, 2a. ed., España, Gedisa. Burgos, Martine (1993), “Historias de vida. Narrativa y la búsqueda del yo”, en Jorge Aceves Lozano (comp.), Historia oral, México, Instituto Mora-UAM. Denzin y Lincoln (1994), “Introduction”, en Handbook of Qualitative Research, Sage Publications. Devereux, George (1983), De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, 2a. ed, México, Siglo XXI Editores. Díaz Barriga, Ángel (1991), “La entrevista a profundidad”, en Tramas, núm. 3, diciembre, México, UAM-X. Fontana y Frey (1994), “Interviewing. The Art of Science”, en Denzin y Lincoln, Handbook of Qualitative Research, Sage Publications. Geertz, Clifford (1991), La interpretación de las culturas, 2a. reimpresión, México, Gedisa. (1986), “Making Experience, Authoring Selves”, en V. Turner y E. Bruner, The Anthopology of Experience, Urbana y Chicago, University of Illinois Press.

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ENTREVISTA GRUPAL EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

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ENTREVISTA GRUPAL SOCIAL EN LA INVESTIGACIÓN

MODALIDADES DE ENTREVISTA GRUPAL EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

MANUEL PANDO MARTHA VILLASEÑOR

A pesar de que la entrevista grupal ocupa un espacio importante entre las técnicas de investigación social y de que no se trata de un instrumento nuevo, los textos sobre el tema son escasos. En la psicología, desde antes de 1776, Friedrich Anton Mesmer trabajaba con enfermos mentales agrupados, utilizando algunas formas de entrevista grupal, aunque nunca desarrolló la técnica como tal (Palacios, 1975). A Pratt se le adjudica la psicoterapia de grupo propiamente dicha desde 1905, lo que implicó un amplio desarrollo de las técnicas de trabajo grupal —incluida la entrevista— (Palacios, 1975). Después aparecieron un sinnúmero de trabajos y especialistas en intervención grupal: Freud, Bion, Lewin, Merton, Pichón Rivière, Bleger, Bauleo, entre otros. Aunque fueron grandes expertos en el trabajo de grupo, dedicaron poco o ningún espacio a la entrevista grupal como tema o técnica específica. Algo similar ocurre con los textos de investigación social, e incluso más recientemente, con los manuales de métodos cualitativos. El tema de la entrevista grupal ocupa, en el mejor de los casos, apenas un par de páginas y, en el peor, no existe (Rojas Soriano, 1988 y 1989; Taylor y Bogdan, 1992). Sin embargo, como ya se ha insinuado, no se trata de que haya pocos estudios de la grupalidad, o pocas formas de abordar una entrevista grupal. Por el contrario, existen tantas formas que a veces es difícil diferenciarlas, y en no pocas ocasiones, reconocer aquella que un investigador está utilizando. El problema radica, a nuestro entender, en que no se ha sistematizado el tema como tal, y que aquellos libros de investigación que lo abordan, se limitan a señalar aspectos prácticos sobre el rapport, la grabación, o modales del entrevistador, como consejos para

el novel entrevistador grupal, pero son de pobre aporte metodológico o epistemológico. En este artículo no se pretende hacer una revisión exhaustiva de todas las corrientes grupales existentes y de la entrevista grupal que correspondería a cada una de ellas, como tampoco pretendemos presentar “el método correcto” de elaborar una entrevista grupal. Nuestra pretensión, mucho más modesta, es la de ilustrar la pluralidad y las contradicciones que existen en este campo (Ibáñez, 1979). Señalaremos algunos elementos básicos de diferentes enfoques para la entrevista grupal, que normalmente producen confusión o se entremezclan —sin que exista tal intencionalidad— en el trabajo de entrevista de los investigadores sociales. Hemos elegido presentar cinco modelos, a nuestro parecer los más representativos de la práctica actual de los investigadores sociales en nuestro medio. El orden no sigue una secuencia deliberada, aunque varían en cuanto a su lugar de origen y al momento histórico en que surgieron.

ENTREVISTA COLECTIVA PERIODÍSTICA Constituye un recurso de indagación cualitativa en el área de la comunicación para obtener información que posteriormente será socializada por razones y mediante medios que pueden variar según sea el caso. En este tipo de entrevista interesa la perspectiva individual discutida en grupo o la situación de un grupo desde el punto de vista de cada individuo. Esta moldalidad de entrevista es útil para conocer la opinión de los integrantes de un grupo, la problemática de una organización o barrio, o las divergencias de opinión sobre un tema. Sirve para fundamentar denuncias o para la transmisión de hechos actuales. Su empleo es poco frecuente como recurso de investi- gación formal para fundamentar la transmisión de información (Pineda, 1993). Muchas veces la búsqueda de información no es el único objetivo. Entre otras de las finalidades de este tipo de entrevistas podemos mencionar: la publicitación de un producto o servicio, el influir de manera indirecta sobre los procesos de creación de opinión y la obtención de apoyo para proyectos de trabajo (Bohmann, 1989).

Su utilización amerita el dominio de la entrevista abierta y grupal: requiere capacidad en la conducción de grupo y en la moderación de discusiones —que pueden llegar a ser sumamente conflictivas. El entrevistador requiere conocer el asunto y estar suficientemente documentado; a su vez, los entrevistados requieren experiencia y conocimiento del tema y disposición para colaborar. En su planeación deben tomarse en cuenta cuatro aspectos fundamentales: objetivos, tiempo disponible, recursos y tipo de entrevista. Existen básicamente dos tipos de entrevista colectiva periodística, variando el procedimiento técnico para cada una: la mesa redonda y la entrevista comunitaria. La mesa redonda se lleva a cabo con cuatro o cinco entrevistados especialistas en el tema. En ella se buscan puntos de vista distintos y a veces contradictorios. Se seleccionan los entrevistados a conveniencia y se convocan mediante cita personal, del grupo al entrevistador o del entrevistador a cada persona. La entrevista es de carácter temático y se utiliza una guía semiestructurada de final abierto. La entrevista comunitaria generalmente incluye muchos entrevistados, incluso tres o cuatro decenas. En ella se busca que los entrevistados tengan diferente nivel de experiencia y conocimiento sobre el tema, y su finalidad es conocer los hechos que están sucediendo. Generalmente el entrevistador organiza una asamblea y se invita a la comunidad, o la comunidad invita al entrevistador; los entrevistados acuden en forma voluntaria. La entrevista puede ser abierta, mediante preguntas generadoras en temas generales, o temática y predefinida, con el empleo de una guía semiestructurada. En ambos tipos de entrevista periodística, el entrevistador interviene como conductor y moderador, mediante preguntas directas enfocadas a circunstancias actuales, tomando, en relación con el grupo, una distancia medianamente flexible.

GRUPOS FOCALES El uso de la expresión “grupos focales” se ha generalizado en la investigación social, y en muchos casos se emplea indiscriminadamente sin una fundamentación metodológica, utilizando frecuentemente como

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único criterio el trabajo con un grupo —no siempre con la perspectiva colectiva— en un tema focalizado, sin importar el cómo y el para qué. Esta modalidad es un recurso de la investigación cualitativa. Consiste en una conversación sobre un tema específico que es conocido y tratado en común para indagar la percepción construida colectivamente (Morgan 1990; Haro y Denman 1994; Krueger, 1994); es decir, no se trabaja con perspectivas individuales juntas en un grupo, sino con un grupo como unidad dentro de una colectividad. El interés se centra en la información que fluye durante la entrevista o sobre la historia del grupo: antecedentes grupales en el tema y en lo que se relaciona con él y la manera de percibirlo. Se busca conocer lo que se dice, el texto, y su contexto: actitudes, opiniones, acuerdos y discrepancias, así como la manera que se tiene de representar socialmente el tema en cuestión (Morgan, 1990). El eje central de indagación es el lenguaje verbal y corporal. Los grupos focales pueden emplearse como recurso técnico único o en combinación con otras técnicas de investigación y, según el objeto y el objetivo del estudio, constituir uno o varios grupos en una o más sesiones de trabajo. Los grupos focales se emplearon inicialmente en los años treinta en los campos de la sociología y la mercadotecnia. La pri- mera publicación sobre esta técnica la hizo Robert Merton, quien inició su utilización para evaluar el impacto de la propaganda en tiempos de la segunda guerra mundial. Paul Lazarsefeld los empleó en mercadotecnia, Ingersoll los incorporó en 1987 para el estudio de la tradición oral, y en 1978 Longer los empleó como elemento dentro de la psicoterapia (Morgan, 1990). En últimas fechas su uso se ha difundido rápidamente en diversos ámbitos, incluyendo el de la investigación social en salud (Haro y Denman, 1994). El espacio de diálogo construido en cada sesión permite hacer fluir información que no solamente profundiza en los temas, sino que genera y amplía el bagaje informativo mediante el efecto sinérgico y la interrelación del grupo (Haro y Denman, 1990; Krueger, 1994). En la investigación sobre las dimensiones sociales de la salud, el empleo de los grupos focales se considera como una técnica que facilita obtener información en poco tiempo y a bajo costo (Haro y Denman, 1990). Sus espacios de aplicación son muy variados. Pueden originarse por diferentes motivos; entre otros, mencionaremos la exploración de un tema o campo novedoso, la generación de hipótesis, evaluación de resultados de estudios, valoración o interpretación de estudios piloto; asimismo,

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recabar y dar a conocer información, obtener la opinión de la población en estudio sobre los resultados de una investigación, someter a prueba un instrumento, construir cédulas y cuestionarios de entrevista, determinar un universo vocabular para ser utilizado posteriormente en indagación o en programas de intervención (Morgan, 1990; Haro y Denman, 1994; Morgan, 1994; Stewart y Shamdasani, 1990). La utilización de grupos focales requiere el dominio de diferentes técnicas que suelen emplearse en la investigación cualitativa —como la entrevista abierta, grupal y a profundidad y la observación participante—, y capacidad en la conducción de grupos y como moderador en las discusiones. Igual que en cualquier otra técnica de investigación, precisa, por parte del investigador, honestidad, respeto a las formas culturales del grupo, claridad en la postura ideológico-política y en los objetivos, habilidades técnicas y conocimiento teórico y metodológico. Por parte de los entrevistados, se requieren experiencia y conocimiento del tema y disposición para colaborar (López, 1989). El entrevistador debe ubicar su papel como moderador-guía de la participación grupal interviniendo en el grupo desde una distancia flexible (Morgan, 1990). La selección de los participantes puede efectuarse por medio de diferentes mecanismos, tales como el muestreo aleatorio simple de una población de referencia, la selección a conveniencia de casos tipo o informantes clave, la convocatoria abierta y autoselección voluntaria, o la convocatoria mediante trabajo comunitario en asamblea, sea con selección por votación o autoselección voluntaria. Todos los participantes deben compartir algunas características y conocer el tema. Pueden o no conocerse entre sí, dependiendo del objetivo y de la postura metodológica de la cual se parta. Respecto al tamaño del grupo, se recomienda que esté integrado por entre 6 y 10 personas, ya que si es más pequeño la información es pobre y no se genera interacción, y si es muy grande, el manejo es difícil (Morgan, 1990; Haro y Denman, 1994).

LA ENTREVISTA GRUPAL DESDE EL ENFOQUE DEL GRUPO OPERATIVO La primera realización de un grupo operativo, se remonta a 1958 en lo que se conoce como “la experiencia Rosario”, a cargo del Instituto Argentino

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de Estudios Sociales, dirigida por quien es reconocido como el padre de los grupos operativos, el doctor E. Pichón Rivière (1971). Esta modalidad tiene tres antecedentes principales que influyeron en la creación de sus conceptos: los trabajos en Estados Unidos de K. Lewin, los de W. R. Bion en Inglaterra durante la segunda guerra mundial y la posguerra, y los aportes psicoanalíticos de Freud. La constitución de un grupo no se da con la reunión de dos o más personas en un espacio y momento determinados, condiciones que apenas sirven para establecer una “serialidad”. Por el contrario, requiere al menos de dos elementos: el “grupo in mente” o la representación de los miembros del grupo en cada uno de ellos, y la “tarea” en común, para la cual los miembros se necesitan unos a otros (Pando, 1986). En el accionar del grupo operativo se reconocen dos planos, uno dado por lo manifiesto —todo aquello que se expresa directamente por el grupo— y el plano de lo latente. Este último no puede ser observado ni escuchado directamente por los sujetos, ni por el coordinador, que requiere de una “interpretación” de lo manifiesto, también entendido como “emergente” de lo latente. Esto es, el coordinador o entrevistador entenderá que buena parte de lo que se dice, se dramatiza o se calla, son expresiones que provienen desde el plano latente, enfrentando resistencias que le impiden manifestarse plenamente, de donde sólo emerge mediante algunas señales que habrán de ser leídas por el entrevistador y devueltas al grupo a manera de hipótesis sobre lo ocurrido, a la expectativa de los nuevos emergentes que las interpretaciones van provocando. En estos grupos entran en juego al menos tres elementos esenciales: información, emoción y producción (Bauleo, 1974). En una entrevista desde este enfoque, la tarea estará constituida por la construcción —compartida grupalmente— de elaboraciones y reelaboraciones alrededor del tema de la entrevista, denominadas producción grupal. En el grupo se podrá observar y señalar el juego afectivo que aparece en torno a la circulación de ciertas informaciones. La información no provendrá de un individuo en particular; la individualidad se verá —siempre— cruzada por la grupalidad. El esquema conceptual referencial con que el individuo opera estará entrelazado con un esquema referencial grupal, de tal manera que lo que un individuo exprese —o lo que calle— será entendido como un emergente de la latencia grupal, entrecruzada con la historia individual del sujeto. “Serán los fantasmas proyectados por los in- tegrantes, pero también

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los permitidos por la sociedad. Será un mito entrecruzado por las aspiraciones individuales y sociales” (Bauleo, 1983). Esto se produce porque un grupo no es un sistema cerrado donde se dan normas y características que le son exclusivas, como si lo “externo” —que no es verdaderamente externo— no afectara o no tocara al grupo. Lo social está integrado a lo individual y, de la misma manera, a lo grupal. La lectura de lo dado en un grupo desborda al grupo mismo, y aun más, las razones para que el grupo exista son externas a él. Trátese de una entrevista de un par de horas o de una serie de sesiones, un elemento que no debe olvidarse es que el grupo sufrirá un proceso evolutivo. Los datos que se capturen durante la entrevista deben considerar el momento de la evolución grupal en que aparecieron. De manera general, y en relación con la tarea, el grupo operativo presenta tres momentos o fases, que aunque tienen una primera sucesión genética, luego aparecen siguiendo o no esa secuencia, de manera circunstancial y situacional. Los tres momentos son: indiscriminación, discriminación y síntesis. En el primer momento aparecen confusos los objetivos del grupo: no parece clara la tarea. La participación de los integrantes está basada en su perspectiva individual —aún no se construye la del grupo— y en lo vivido en experiencias pasadas, sin tomar en cuenta lo que se está viviendo en el presente. Durante la “discriminación”, comienzan a quedar claros los papeles de participante y de coordinador-entrevistador, se esclarece la tarea y se manifiestan ansiedades como resistencias a la tarea. Es ahora posible dar un paso de lo implícito o latente a lo explícito, ayudando al esta- blecimiento de la espiral del pensamiento. Los temores al cambio pueden crear un “círculo vicioso”, donde únicamente se hace “como si” se trabajara, “como si” se reflexionara, manteniendo relaciones interpersonales de dependencia. El tercer momento, “síntesis”, se da cuando el grupo, en pleno funcionamiento, empieza a realizar experiencias integradoras, a lograr unidades de síntesis. Alcanzar esta fase será temporal, como ya hemos dicho. Posteriormente, reaparecerán los momentos anteriores, aunque en un nuevo nivel. Reiteramos que los datos que se obtengan deberán ser interpretados sin olvidar la fase en que emergieron, ya que no significarán lo mismo las expresiones individualistas arcaicas y sin ubicación en la tarea grupal del momento de indiscriminación, que una “expresión integradora” del sentir grupal manifestada como el cruce de la individualidad y la situación

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grupal, en un momento de síntesis posterior a haber transitado algunas resistencias, aun cuando lo expresado hubiese sido construido con las mismas palabras en ambas ocasiones.

LA ENTREVISTA GRUPAL PSICOANALÍTICA La entrevista psicoanalítica nació en el mismo momento que el psico-análisis freudiano, sin que esto signifique que reducimos el psicoanálisis a una mera entrevista. Sin embargo, desde sus origenes el psicoanálisis y la entrevista psicoanalítica fueron individuales.1 Nos referimos como individual a la entrevista en la que participan un solo entrevistador y un solo entrevistado, aun cuando Bleger ya ha explicado que en esta situación en que participan dos personas, se traen al interjuego información, vivencias y experiencias que tienen una pertenencia social (Bleger, 1979, 1983). Además, el “entrevistador y entrevistado constituyen un grupo, es decir, un conjunto o una totalidad, en el cual sus integrantes están interrelacionados y en el que la conducta de ambos es interdependiente” (Bleger, 1979). Bleger, junto con muchos otros autores de las teorías grupalistas, fue expulsado de las asociaciones psicoanalíticas, pues a pesar de su formación en el análisis, persistía en la aplicación de trabajos grupales que condujeron a las teorías de grupos operativos en una corriente de psicología social psicoanalítica (Bauleo, 1983). Otra corriente corresponde a la perspectiva francesa de psicoanálisis “en grupo” encabezada por Foulkes, en donde se entrevista “en grupo” y no “al grupo”, en donde se trata de entrevistar desde una perspectiva psicoanálitica a un conjunto de individuos reunidos especialmente para ese fin. El centro de “lectura” del entrevistador, aquello que registra e interpreta de lo que los sujetos manifiestan (y por lo tanto la ubicación del entrevistador mismo), se dirigirá no al grupo como tal, sino al individuo, a lo intraindividual o intrapsíquico, a lo inconsciente.

1 “... el psicoanálisis es una teoría y una práctica realizada a través de los psicoanalistas, que se sustenta y se basa en un subjetivismo (y por ende en un individualismo) propio y engarzante para una sociedad que hiperboliza el valor del individuo y olvida y deja de lado los valores grupales ...” (Mejía, 1993).

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El entrevistador psicoanalítico parte de que los hechos de la conciencia y la conducta que él registra son el resultado de cier- ta “elaboración”, de un proceso que debe ser detectado. “Considera que los datos que aparecen ... bajo la forma de un discurso y un comportamiento funcionan como vehículos, como soportes de objetos teóricos no observables e ignorados” por el entrevistado (Braunstein, 1975). En otras palabras, este tipo de entrevistas presupone el concepto de inconsciente. Sin embargo, el concepto de lo inconsciente se ha desarrollado e incorporado en un campo polémico respecto a la situación grupal, y se ha llegado a hablar de “inconsciente colectivo” o, como señala Anzieu, “lo imaginario grupal”. “Un grupo se protege y sirve de los estímulos de origen externo y de la carga pulsional que sus miembros ejercen sobre él sólo si se construye lo que Kaës ha llamado un aparato psíquico grupal” (Anzieu, 1986). Así, sea el inconsciente individual o grupal, éste produce ciertos efectos contra los que las personas no cesan de defenderse. Es tarea del entrevistador entender el significado inconsciente de lo manifestado, leer “lo simbolizado” y señalar al sujeto entrevistado, o interpretar de su discurso o conducta manifiesta, lo simbólico de la misma. Comprender, en términos de transferencia o resistencia a la transferencia, todo lo que el sujeto simboliza, e intervenir sólo y fundamentalmente por la interpretación, para hacerle comprender su sentido, registrando e interpretando a la vez el nuevo discurso o conducta que se exprese. En el grupo de orientación psicoanalítica todos los fenómenos son observados con lente psicológica y manejados en el contexto de la interpretación.

ENTREVISTA PARTICIPATIVA Ésta es un recurso de indagación cualitativa dentro del modelo de investigación participativa. El empleo del término participación en referencia a la intervención popular o comunitaria es usual. Sin embargo no siempre es percibido con claridad, ya que adquiere, al ser aplicado, sentidos no sólo diferentes, sino incluso antagónicos, que otorgan a la población un papel social menos o más activo (Villaseñor, 1990). Participar puede entenderse como: 1) aceptar una entrevista sin presentar resistencia; 2) opinar y dar sugerencias; 3) ayudar en la

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ejecución de una entrevista; y 4) efectuar una entrevista dentro de un proceso participativo de investigación. Es en esta última forma en la cual la entrevista participativa tiene lugar. La participación, en los modelos de investigación que la retoman, tiene dos vertientes o líneas de desarrollo histórico: una a partir del discurso e implementación oficial y otra vinculada con los movimientos populares, principalmente en los países considerados del Tercer Mundo. Algunos de los acontecimientos importantes en la línea oficial son: para la década de los cuarenta y cincuenta, el surgimiento del modelo de “desarrollo de la comunidad”, promovido por la Organización de Naciones Unidas con gran apoyo gubernamental e internacional. En la década de los sesenta se expande y consolida este modelo de carácter desarrollista, desvinculando las acciones de las cuestiones estructurales y de la participación social. En la década de los setenta, a partir de la Conferencia de Alma-Ata, surge la estrategia de Atención Primaria de Salud, que ha generado diferentes programas desarrollistas que contemplan la participación comunitaria en la prevención de la salud en los países pobres (Shutter y Yopo, 1989; Valadez, 1989; Villaseñor, 1993). El surgimiento de la participación como alternativa en la investigación no es casual. Obedece a circunstancias históricas, sociales y económicas concretas de la búsqueda de emancipación. Surge como una respuesta a la necesidad de participar en la toma de decisiones y de modificar las estructuras teóricas, políticas, científicas y sociales partiendo de las experiencias prácticas.2 Para la entrevista participativa no existe una historia independiente. Se origina y evoluciona como elemento inherente e inseparable de la investigación participativa. Así como existen diferentes maneras de conceptuar la participación y los diferentes procesos de desarrollo histórico, existen también diferentes posturas desde las cuales se define su propósito y utilidad. En el modelo desarrollista, la entrevista participativa se realiza generalmente por medio de instituciones, se fomenta el paternalismo y el asistencialismo, se tienden a ignorar los 2 En América Latina se han desarrollado importantes experiencias de investigación participativa, entre otros por Freire, Fals Borda, Olivera, Beltrán, Bosco Pinto, Anton de Schutter, Boris Yopo, Vio Grossi, Ada Martínez, Rodríguez Brando, Félix Cadena, Esthela Treviño, Lacayo, Sanguineti, Aída Rodríguez, Carlos Núñez, Agustín Sanginés, etc. (Vejarano, 1989; Núñez, Fals Borda y Caruso, 1990; y Villaseñor, 1993).

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aspectos estructurales y no se genera en los que participan de una conciencia social (Shugurensky, 1989). Los modelos participativos ligados a los movimientos populares contienen elementos de concientización, organización, política y autogestión. La concientización considera a la educación co- mo el mecanismo de liberación social. Su eje es la alfabetización como medio para despertar la conciencia. El interés colectivo priva sobre el individual y se establece una relación dialógica y horizontal. El ámbito político incluye elementos de organización y lucha política, sobrevalorando la acción sobre la conciencia. La autogestión retoma la búsqueda de la conciencia crítica ligada a la organización política. Le asigna un importante papel a la educación popular y propicia una activa participación de la comunidad en todos los niveles, buscando generar conocimientos y destrezas que permitan el acceso al poder social. La investigación participativa corresponde a esta concepción autogestiva (Shugurensky, 1989). Dentro de esta última se entiende por participación la actividad organizada mediante la cual un grupo logra expresar sus necesidades, busca cambiar la realidad y logra objetivos, por medio de tres elementos fundamentales: organización, movilización y autonomía, entendiendo la autonomía como el proceso de tomar parte en las decisiones con un sentido consciente y autogestivo (Schutter, 1986; Agudelo, 1983; Castillo, Ureña y Valadez, 1990). La investigación participativa es un conjunto metodológico de procedimientos operacionales que son en sí un proceso vivencial y una propuesta de trabajo: se ubica dentro de las corrientes de las ciencias sociales que rechazan la llamada neutralidad de la ciencia y que parten del principio de que la investigación debe servir a determinados sectores sociales (López, 1989; Barquera y Aguilar, s/f, y Gianotten y Wit, 1982). La investigación participativa busca propiciar un intercambio entre conceptos y hechos, validación de lo observado, reflexión según los resultados de la práctica, producción de preconceptos a un nuevo nivel y reinicio del proceso. Es un proyecto permanente que no se encuadra, rompe con las concepciones tradicionales de “verdad” y “ciencia”, alude al ejercicio del poder popular y tiene como finalidad darle acceso al conocimiento científico a las clases desprotegidas y oprimidas para su liberación (Fals Borda, 1982 y 1988; Heinz, s/f y Eibenschut, 1982).

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Como parte de ésta, la entrevista participativa se considera como un proceso de investigación-acción a la vez que una experiencia educativa (Gianotten y Wit, 1982). Por tal motivo, es útil cuando se busca no solo información, sino conocer y comprender la rea- lidad a la vez que transformarla, a partir de la educación y la acción popular. El entrevistador de tipo participativo interviene dentro del grupo como un miembro más, opinando, preguntando y platicando de manera libre y abierta, con la intención de identificarse plenamente. Se interesa por el aspecto textual de lo que se dice y observa, pero también por la representación social o simbólica-cultural, dentro de un proceso social donde la historia, el presente y el futuro son importantes. En la entrevista participativa se debe buscar la intervención activa de la comunidad como sujeto y no como objeto, con base en el propio saber popular y estableciendo una relación dinámica y dialéctica entre teoría y práctica (Gianotten y Wit, 1982). El entrevistador debe poseer cualidades específicas: profundo respeto por las ideas, costumbres y cultura del grupo; compromiso popular; disposición a compartir conocimientos, partiendo de una postura educativa popular; capacidad para establecer relaciones de igualdad; manejo de técnicas dialógicas; actitud crítica; postura ideológica no neutral; equilibrio entre reflexión y acción; manejo flexible de la metodología; capacidad para trabajar con grupos, orientar la participación social, y efectuar entrevistas abiertas, grupales y de profundidad (Shuguerensky, 1989; Schutter, 1989; Valadez Castellanos, 1989; Baena Paz y Montero, 1989; Werner y Bower, 1987; Sotelo y Schmekes, 1981 y Villaseñor, 1993). En estas entrevistas, la participación de la población no es un medio para colectar información, sino un fin en sí mismo, capaz de generar transformaciones más o menos estructurales mediante la acción. El proceso de inserción es una etapa previa y obligada para efectuar este tipo de entrevistas, que establece contacto con la comunidad e identificarse con ella, y el conocimiento general de la problemática y la documentación mínima sobre el tema. El grupo de trabajo generalmente se forma mediante convocatoria abierta a la población y la entrevista se efectúa mediante el apoyo de una guía abierta y amplia que puede irse adecuando. Por lo regular, se requieren múltiples sesiones de entrevista y trabajo que, según los objetivos y la dinámica, pueden prolongarse por varios años. En los procesos participativos la socialización de la información desempeña

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un papel importante, ya que es la rectora de las acciones, además de que constituye un elemento de poder que requiere ser compartido.

ESQUEMATIZACIÓN DE LAS CINCO MODALIDADES DE ENTREVISTA GRUPAL Presentamos aquí una clasificación esquematizada —con todas las limitaciones que ello implica— de algunos de los elementos que diferencian a las cinco modalidades de entrevista grupal que hemos descrito. Esquema metodológico de las entrevistas grupales Tipo de entrevista grupal Periodística Grupo focal Psicoanalítica Grupo operativo Participativa

Lectura (I) 1 1y2 4 3 1y2

Unidad de trabajo (II) 1 1 1 2 2

Modo de intervenir (III) 2yA 2yA 3yC 2yB 1yD

Proceso a considerar (IV) 2 1 2 1 3

(I) LECTURA: se refiere a la forma de entender o interpretar el discurso y comportamiento de los entrevistados: 1) Se asume textualmente lo que dicen los entrevistados. El discurso se toma como la opinión del entrevistado, aunque se considera y se sabe que ésta se da en un contexto determinado. 2) El texto es “leído” como la expresión de una representación social o simbólicacultural por un individuo determinado, quien es portavoz —quiéralo o no— de la sociedad y cultura en la que vive. 3) El discurso de los entrevistados se entreteje en lo individual de un sujeto, pero como portavoz de las “latencias” grupales. Cada cosa así expresada está necesariamente condicionada por la historia y el proceso del grupo que se entrevista. Se reconoce que el “microgrupo” entrevistado reproduce, en mucho, al “macrogrupo” social donde se inserta. 4) El discurso y la conducta de cada uno de nosotros son manifestaciones de las formaciones de nuestro inconsciente. Lo que se dice y lo que se hace durante la entrevista es visto como las transferencias y las resistencias a la transferencia que se dan desde el inconsciente hacia el entrevistador. (II) UNIDAD DE TRABAJO: 1) Se considera que la entrevista va dirigida a los sujetos que participan en ella. Cada uno podrá expresar su opinión personal, ya sea en forma consciente o inconscientemente.

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2) Se parte de la idea de que el grupo es una unidad, más allá de la suma de las individualidades. Lo que ahí se exprese no representa sólo el sentir del individuo, sino que refleja el acontecer del grupo. Por tanto, más que a los individuos en sí mismos, estamos entrevistando “al grupo”, aun asumiendo que se constituye por individuos. (III) MODOS DE INTERVENCIÓN: Conforme a la distancia entrevistador-grupo 1) El entrevistador se coloca como un miembro más. Entre más lo identifique el grupo como un miembro activo del mismo, será mejor. 2) Se busca una distancia media, un tanto flexible. El entrevistador debe ser reconocido como un miembro más del grupo, pero con una tarea muy diferente a la del resto de los participantes. 3) El entrevistador no debe ser reconocido como un miembro del grupo. De hecho, éste no debe tener mayor relación con los entrevistados que la que las normas sociales estiman correcta, como el saludo amable o la despedida. La distancia rígida entre el entrevistador y los entrevistados es un requisito indispensable para el trabajo. Conforme a la actuación del entrevistador A) Realiza preguntas directas, inquiere respuestas, pero deja apertura para que los entrevistados se explayen o aporten información nueva que no estaba planeado recabar. B) El entrevistador no plantea pregunta alguna. Provoca que se inicie un tema específico y hace circular la información que ahí se produce. Señala e interpreta determinados acontecimientos, provocando el surgimiento de nuevos contenidos. C) Devuelve interpretaciones de lo que se ha manifestado por los individuos participantes. Se usa a sí mismo como centro de transferencias, y no interviene salvo para las interpretaciones necesarias. Se trabaja en un clima de cierta indefinición para los participantes y se mantiene una “atención flotante”, para captar lo simbólico de los discursos. D) Opina, pregunta y platica con los entrevistados de una manera libre y abierta, una vez seguro de haber sido recibido como uno más de sus miembros, para lograr una posición de horizontalidad que coloque el discurso de entrevistador y entrevistado al mismo nivel y valor. (IV) PROCESO A CONSIDERAR: 1) El grupo entrevistado tiene o está construyendo una historia durante el tiempo de la entrevista misma. Se interesa por ella e interviene en la decodificación que se hace del texto. 2) Se asume como importante o central sólo el tiempo en que se está entre- vistando. Lo ahí dicho representa la opinión de ese momento y así se toma, sin mayores consideraciones de un proceso longitudinal, salvo que el tema de la entrevista sea la historia del propio grupo. 3) El grupo tiene una historia anterior y propia inserta en una comunidad determinada. La entrevista no es la toma de una fotografía del momento, sino la inserción en un proceso social con el que el grupo adquiere un compromiso, y que intervendrá en la historia que continúa después de la entrevista.

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LA ENTREVISTA GRUPAL: HERRAMIENTA DE LA METODOLOGÍA CUALITATIVA DE INVESTIGACIÓN

GABRIEL ARAUJO LIDIA FERNÁNDEZ 1

CONSIDERACIONES GENERALES El contexto de producción del saber en el que nos situamos es el de las llamadas ciencias sociales, y en ellas nos ubicamos en la tradición que se interesa por la comprensión del marco de referen-cia del actor social, de la subjetividad.2 La perspectiva metodológica que desarrollamos en este artículo no corresponde a las tradiciones positivistas y neopositivistas, de cuya normatividad se derivan los procedimientos de confiabilidad y validez y 1 Profesores-investigadores del Departamento de Educación y Comunicación de la UAM-X. 2 “En las ciencias sociales han prevalecido dos perspectivas teóricas principales (Bruyn, 1966; Deutscher, 1973). La primera, el positivismo, reconoce su origen en el campo de las ciencias sociales en los grandes teóricos del siglo XIX y primeras décadas del XX, especialmente August Comte (1896), y Emile Durkheim (1938, 1951). Los positivistas buscan los hechos o causas de los fenómenos sociales con independencia de los estados subjetivos de los individuos. Durkheim (1938) afirma que el científico social debe considerar los hechos o fenómenos sociales como “cosas” que ejercen una influencia externa sobre las personas. “La segunda perspectiva teórica principal que, siguiendo a Deutscher (1973), describimos como fenomenológica, posee una larga historia en la filosofía y la sociología (Berger y Luckmann, 1967; Bruyn, 1966; Husserl, 1913; Psthas, 1973; Shutz, 1962, 1967). Lo mismo que Deutscher (1973), empleamos el término fenomenología en sentido amplio, para designar una tradición de las ciencias sociales preocupada por la comprensión del marco de referencia del actor social” [de la subjetividad, añadiríamos nosotros]. S. J. Taylor y R. Bogdan, Introducción a los métodos cualitativos de investigación, España, Paidós, 1984, pp. 15 y 16.

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los criterios de medición y control de los datos observados con los cuales poder predecir los eventos.3 Más bien corresponde al pensamiento que rescata la perspectiva del actor social, si se considera que no es posible negar la presencia subjetiva en los diversos niveles del quehacer científico, los cuales van desde la elección del campo de investigación y la formulación de las hipótesis, hasta la interpretación de los resultados. El ser humano está implícito en la construcción de su objeto de conocimiento como sujeto social e histórico, de manera que no consideramos posible que exista neutralidad de la ciencia. Pensamos que la máxima objetividad sólo será alcanzable si se incluyen y reconocen en el análisis los elementos subjetivos presentes en el contexto de la investigación. En particular, en las disciplinas sociales y las humanidades el reconocimiento del sujeto como instrumento principal es fundamental. Escindirlo, como tradicionalmente lo han hecho las ciencias naturales, no contribuye a un mayor conocimiento. La inclusión del sujeto en las ciencias humanas orienta a éstas hacia el terreno de la hermeneútica y de la búsqueda de sentido por parte de quien investiga, hecho que se aleja de la visión de recopilación de datos y control de variables propia del pensamiento positivista.4 3 A partir de la propuesta de Reichenbach, Jean Piaget y Rolando García se distingue el “contexto de descubrimiento” del “contexto de justificación”, señalando que el primero pertenece a la psicología y a la historia, mientras que el segundo solamente puede ser tomado en cuenta por la filosofía de la ciencia. El contexto de descubrimiento se refiere “a la manera en la cual un hombre de ciencia llega a concebir un nuevo concepto, construye una nueva teoría, o encuentra una nueva explicación para un fenómeno que hasta entonces no había sido explicado”. El de justificación, por el contrario, “sólo se refiere a la forma de validar un concepto o una teoría científica o, dicho de otra manera, a su justificación racional, su legitimación en el interior de un conjunto de conocimientos aceptados” (Piaget y García, 1982). 4 Para abundar en este tema recomendamos el excelente texto de Georges Devereux, De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, México, Siglo XXI Editores., 1977, del que nos permitimos citar sus argumentos en torno a lo que él considera es el estudio científico del hombre: “1) es impedido por la ansiedad que suscita traslape entre sujeto y observador; 2) que requiere un análisis de la naturaleza y el lugar donde se deslindan ambos; 3) debe compensar lo parcial de la comunicación entre sujeto y observador en el nivel consciente; pero 4) debe rehuir la tentación de compensar la integridad de la comunicación entre sujeto y observador en el nivel inconsciente; 5) que causa ansiedad y por ende reacciones contratransferenciales; 6) deforma la percepción e intepretación de los datos, y 7) produce resistencias contratransferenciales que se disfrazan de metodología, lo que ocasiona nuevas distorsiones sui generis; 8) puesto que la existencia del observador, sus actividades observacionales y sus angustias (aun en la observación de sí mismo), producen distorsiones que son no sólo técnica sino también lógicamente imposibles de eliminar, 9) toda metodología efectiva de la ciencia del comportamiento ha de tratar esos

En esta búsqueda de sentido se prioriza la idea de construcción del objeto en lugar de una búsqueda de carácter esencialista. Esta construcción se hace posible durante el proceso mismo de investigación, mediante el intercambio en el campo mismo de la intervención, es decir, en el contexto de producción de conocimientos. En esta situación se abren paso las prácticas de reflexión y de cuestionamiento permanente. Desde este lugar metodológico, es factible pensar en que las diferentes herramientas cualitativas contienen la huella que deja la presencia del sujeto, hecho que hace indispensable la dilucidación de esta marca y, consecuentemente, la reinterpretación del fenómeno estudiado. Para nosotros, situados en el campo de la investigación psicológica, la investigación cualitativa es de carácter constructivista. Esto quiere decir que toma en consideración los procesos, las relaciones y las mediaciones que en dichos procesos intervienen. Se toma en cuenta al sujeto y a la estructura que constituye el plano de lo transindividual, esto es, de la subjetividad colectiva producida en la sociedad y la cultura, mediante múltiples mediaciones y particularidades, tanto de las prácticas como de los dispositivos y de las discursividades. En el conjunto de los métodos cualitativos, la investigación del grupo ocupa un lugar fundamental para la comprensión, construcción y reconstrucción de la subjetividad colectiva, y consideramos que constituye un instrumento de análisis privilegiado para el estudio de la trama transindividual, donde se desarrollan toda clase de dimensiones, entre otras: la política, la económica, la psicosocial y la psíquica. Mientras la entrevista individual permite escuchar las voces colectivas, habladas por un sujeto singular, por el cual se tiene acceso al estudio de la subjetividad colectiva, mediante el trabajo con grupos podemos asistir a la producción de un discurso de varias personas que hacen hablar múltiples voces que intercambian y producen subjetivaciones plurales que, de otra forma y con otro dispositivo, serían trastornos como los datos más significantes y característicos de la investigación de la ciencia del comportamiento, y 10) debe usar la subjetividad propia de toda observación como camino real hacia una objetividad auténtica, no ficticia, 11) que debe definirse en función de lo realmente posible y no de lo que `debería ser’; 12) si se pasan por alto o se desvían por medio de resistencias contratransferenciales disfrazadas de metodología, esos `trastornos‘ se convierten en fuentes de error incontroladas e incontrolables, mientras que 13) si se tratan como datos básicos y característicos de la ciencia del comportamiento, son más válidos y productores de insight que cualquier otro tipo de datos”.

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imposibles de constituir.

LA ENTREVISTA GRUPAL La entrevista grupal es un recurso técnico del conjunto de instrumentos en que se apoya la metodología cualitativa. El tipo de entrevista grupal a la que nos referiremos en este artículo deriva de la concepción “operativa de grupos”. Se trata de un medio de indagación que permite que uno o varios entrevistadores convoquen a un sujeto colectivo —el grupo— a producir un discurso susceptible de ser “leído” —es decir, escuchado, analizado, interpretado— de conformidad con un conjunto de referentes teóricos que derivan de una vertiente de la psicología social, de inspiración psicoanalítica kleiniana, llamada Concepción Operativa de los Grupos.5 Como la llamada entrevista individual de corte clínico, esta herramienta también se construye bajo una modalidad de relación entre quien entrevista y el grupo entrevistado. Está pensada bajo la forma de entrevista abierta, opuesta al cuestionario estructurado, ya que pretende construir las condiciones de posibilidad para que se produzca abundante y complejo material discursivo por vía de la comunicación. Al describir esta técnica, nos estamos referiendo a las condiciones que hacen posible la construcción de una subjetividad grupal en un escenario colectivo. Al igual que en la entrevista individual, los propósitos que se pueden alcanzar son varios. Entre los más comunes tenemos el diagnóstico, el terapeútico, el educativo, el de orientación, el de selección y de investigación. Este último es el que aquí resaltaremos. Cuando la entrevista grupal se usa para fines de investigación, se trata de una herramienta que requiere un entrenamiento espe- cializado para su aplicación y fundamentación teórica. Este tipo de entrevista proporciona elementos invaluables en la producción de saberes de las diversas 5 Aunque esta concepción, originada en el análisis kleiniano, fue el punto de partida para trabajar con grupos, a la fecha incluimos otros marcos de referencia que nos permiten reubicar la grupalidad en la trama institucional y social. Los trabajos de Guattari sobre la transversalidad y la dimensión de lo institucional de la aproximación socioanalítica constituyen, entre otros, material indispensable en nuestra visión sobre el quehacer grupal.

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disciplinas de las ciencias sociales, particularmente en el terreno de la investigación psicosocial. Con Bleger, podemos concluir este apartado diciendo que “...es una técnica de investigación científica de la psicología, en la que entrevistador y entrevistado constituyen un grupo, es decir un conjunto o una totalidad en el cual sus integrantes están interrelacionados y en el que la conducta de ambos es interdependiente” (Bleger, 1972).

DIFERENCIAS ENTRE LA ENTREVISTA GRUPAL Y OTRO TIPO DE ENTREVISTAS DE GRUPOS La diferencia fundamental entre el tipo de entrevista grupal y otros tipos en los que participa un grupo de personas, deriva de la teorización que las sustenta, y, por tanto, de la concepción de subjetividad colectiva y de grupo con la cual trabaja el investigador; es decir, la perspectiva desde la cual pregunta, observa, escucha, interviene, registra, etcétera. A simple vista, cuando se establece una estrategia de trabajo con un grupo, apreciamos que el investigador promueve la discusión sobre una determinada temática formulando preguntas, casi siempre bien estructuradas, y deja que los participantes se expresen libremente, intercalando sus intervenciones y hablando entre ellos en mayor o menor grado, de manera pertinente. Esta situación aparente, construida entre el grupo y el coordinador-entrevistador puede ser muy similar en sus aspectos observables y manifiestos si se trata de una entrevista a un grupo operativo (grupal), o de otras formas de entrevistar a un grupo de personas. Desde la perspectiva grupal, el entrevistador piensa en el grupo como una estructura: relación de relaciones específicas, que hacen que el grupo sea precisamente lo que es. Así, considera que el grupo como tal produce un discurso. Conforme a este enfoque, la comunicación que se genera en el grupo no debe “escucharse” como producto individual, sino como resultado de un proceso grupal, que a su vez produce efectos en el proceso mismo del grupo, que se moviliza y se reconstruye como colectivo. El discurso se hace en grupo y, a su vez, hace al grupo. Por el contrario, en la concepción no grupal, aun cuando se tra- baje con un grupo, la comunicación o información que se emite acerca de una temática determinada se analiza como una suerte de sumatoria de lo que

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produjeron los individuos bajo una estrategia de trabajo colectivo. Esta sumatoria es sujeta a un proceso de interpretación cuando se le clasifica en distintas líneas que den cuenta de la reordenación del material abordado que hace el investigador-entrevistador. Cualquiera que sea la mecánica de organización de los puntos abordados en el grupo, no se percibe como una producción colectiva ni se reconocen los momentos por los que transcurre la dinámica colectiva durante el proceso de producción discursiva. En síntesis, como dicen Núñez y Galván “la entrevista grupal es un instrumento ... donde se ve al grupo como una estructura dinámica, como un lugar donde lo dicho y lo no dicho, los pensamientos, actos y sentimientos [la comunicación grupal, diríamos nosotros] son escuchados y vistos, analizados e interpretados como un producto del grupo en su unidad. Así, para realizar una entrevista de grupo, hay que tener en cuenta una teoría del mismo, un marco que nos proporcione un lugar desde donde poder leerlo”.6

CONDICIONES PARA LA APLICACIÓN DE LA ENTREVISTA GRUPAL COMO HERRAMIENTA DE INVESTIGACIÓN Cuando se pretende utilizar la entrevista grupal como recurso indagatorio para un problema de investigación, además de la formación teórica y el entrenamiento técnico del entrevistador o del equipo de entrevistadores, es necesario que estén presentes otros elementos. La entrevista grupal puede ser la única herramienta utilizable o bien combinarse y complementarse con otras de igual, mayor, o menor importancia. La elección, y en su caso, la combinación que se haga, ha de corresponder al objeto de investigación, al diseño de la misma —estrategias, procesos, métodos, procedimientos, referentes teóricos, alcances, etc.—, y a la fundamentación o marco teórico en el que se sitúa el investigador-entrevistador. Debe existir una continuidad teórica en la concepción de los diferentes dispositivos, si bien cada uno aporta matices al material producido, que deben ser tomados en cuenta en el análisis. 6 Francisco Javier Núñez Toledo y Rosa Carmen Galván, La entrevista grupal documento del área de investigación: los procesos grupales e institucionales. Depto. de Educación y Comunicación, UAM-X, documento inédito, 1983.

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Cuando se combinan entrevistas grupales e individuales, el grupo aporta una dimensión “del hacer en el proceso” que le da al discurso una calidad dramática, o sea, de escenas a ser armadas con otros, en tanto que el discurso individual se produce en un remontar la propia novela personal (novela en el sentido psicoanalítico, de construcción imaginaria de la propia vida)”.7 De conformidad con lo anterior, la estructuración de un proyecto de investigación en el que se precise hasta donde sea posible aquello sobre lo que se pretende investigar requiere también la precisión de la metodología pertinente para hacerlo, y con ello, la definición de los diferentes medios y sus procesos de diseño y construcción. Una vez que se ha definido la entrevista grupal como parte del conjunto de medios, la programación y preparación del grupo se hace con la idea de interrogar al objeto, problema o tema de investigación, mediante las conjeturas que hasta el momento han quedado formuladas a manera de hipótesis de trabajo. Tomando como eje temático de la entrevista estas hipótesis, se elabora una guía de entrevista para todo el proceso y se planea, con la conformidad del o los grupos, el número de sesiones de trabajo. Previamente, es necesario conformar los mismos, ya sea como grupos naturales o mediante la construcción de grupos artificiales.8 La formación de los grupos requiere un conjunto de acuerdos y de situaciones que deben estar debidamente resueltos, de manera que sea posible entrevistar sin mayor obstáculo. Proponemos estas tres condiciones como las principales para obtener resultados satisfactorios de una entrevista grupal como técnica cualitativa en un proceso de investigación. Nos referimos a la formación teórica y al entrenamiento técnico de los entrevistadores, a la ubicación metodológica de la entrevista en el conjunto del diseño de la investigación y a la serie de acuerdos necesarios para obtener del o los grupos entrevistables la colaboración que se requiere. Esto último implica, según sea el caso, el establecimiento de todos los convenios necesarios —privados, públicos, interinstitucionales— para garantizar la participación voluntaria de los 7 Margarita Baz, “Enigmas de la subjetividad y análisis del discurso”, avance de la tesis de doctorado, Metáforas del cuerpo, Facultad de Psicología, UNAM. 8 Usamos esta terminología no en relación con las características del grupo, sino con la determinación del investigador en lo que se refiere a su constitución, ya sea que dichos grupos existan previamente a la investigación o sean creados por el investigador en el momento de su trabajo.

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involucrados.

PRÁCTICA DE LA ENTREVISTA GRUPAL Para su adecuada utilización, es preciso configurar y explicar, de común acuerdo con el grupo, las condiciones que posibilitarán todo proceso de trabajo grupal. En otros términos, nos referimos a la construcción del campo de la entrevista.9 Las condiciones antes aludidas reciben el nombre de “encuadre”.10 Con este término nos referimos al conjunto de reglas que va a orientar el proceso de la entrevista. Se trata de la fijación de invariantes alrededor de aquellos aspectos que deben permanecer claros e inalterables si ha de pretenderse el surgimiento de los más diversos pensamientos y la movilización de los más complejos sentimientos. El encuadre procura servir de contención y al ser enunciado por el entrevistador y acordado 9 Si tomamos como referencia a Bleger en su citado texto (1972: 15), podemos subrayar respecto a esta noción lo siguiente: “...en la entrevista tenemos configu- rado un campo y con ello queremos significar que entre los participantes se estructura una relación de la cual depende todo lo que en ella acontece... se podría decir que el entrevistador controla la entrevista, pero quien la dirige es el entre- vistado. La relación entre ambos delimita y determina el campo de la entrevista y todo lo que en ella acontece, pero el entrevistador debe permitir que el campo de la relación interpersonal sea predominantemente establecido y configurado por el entrevistado”. Estas notas se refieren a la entrevista individual pero, en nuestra opinión, son aplicables a la grupal. 10 Cabe aclarar que este término, como muchos de los otros conceptos de esta modalidad teórica, pertenece al ámbito del psicoanálisis. La fundamentación obedece al propósito de hacer emerger el discurso inconsciente del analizado (o, si se prefiere, el discurso del sujeto del inconsciente). Para lograr lo anterior, se pretende crear un espacio en un escenario que lo posibilite. Para ello, se precisa un conjunto de constantes que delimitan y regulan las sesiones analíticas. Abundando en la explicación de este término, citemos a Bleger (op. cit., p.16): “Para obtener el campo particular de la entrevista [...] debemos contar con un encuadre fijo, que consiste en una transformación de cierto conjunto de variables en constantes... El encuadre funciona como una especie de estandarización de la situación estímulo que ofrecemos al entrevistador, y con ello pretendemos que no deje de actuar como estímulo para él, sino que deje de oscilar como variable para el entrevistado”. Para efectos de este artículo no es nuestra intención abundar en los fundamentos y los conceptos teóricos en juego, ni discutir su grado de validez. Lo que simplemente pretendemos es dejar asentadas, para los propósitos de nuestro tema, las raíces de la noción de “encuadre”. Se recomienda para el estudio de esta problemática a José Bleger, “Psicoaná-lisis del encuadre psicoanalítico”, en Simbiosis y ambigüedad, Buenos Aires, Paidós, 1967.

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por el grupo, pasa a formar parte del conjunto de las representaciones de los límites del quehacer grupal, a la par que convoca durante el tiempo y espacio precisados todo aquel material que, en condiciones no reguladas ni reglamentadas, difícilmente se produciría. A continuación señalamos algunos de los elementos que constituyen el “encuadre” en el campo de la entrevista grupal, comentando en ciertos casos los aspectos que consideramos deben ser destacados. 1. Encuadre sobre la(s) demanda(s). Nos referimos a la explicación de las demandas, tanto del investigador-entrevistador como del grupo entrevistado. En el primer caso, es importante que el grupo sepa qué es lo que el investigador quiere de él. Desde luego, esta situación implica un plano ético imprescindible; además, allana el ámbito de la confusión, tan recurrente en el trabajo grupal. El investigador debe explicar sus propósitos, intenciones, intereses y expectativas respecto del grupo. Asimismo, debe dar a conocer su filiación institucional, los objetivos de su investigación, su utilidad, sus financiadores, así como los destinatarios y usufructuarios del material obtenido. En relación con esta primera fase, hay algunos investigadores que consideran que la información excesiva confunde (hecho que no es del todo falso), y, con base en ello, omiten información e incluso mienten para obtener lo que quieren. Este problema, como ya lo hemos anotado, tiene su vertiente ética pero ésta no es la única. Desde nuestra concepción, la entrevista no es un medio que deba pretender la obtención de la “verdad objetiva”. Cuando el grupo se “niega” a hablar (al guardar silencio), habiéndose explicado la demanda del investigador, éste no lo connota como una negativa a cooperar, ni considera, por tanto, que nada dice. El “decir a medias”, defendiéndose, es decir de otra forma, lo cual deberá registrarse desde nuestra escucha como cualquier tipo de comunicación, esto es, como una producción discursiva con su particular significación. En cuanto a la demanda del grupo, resulta importante hacer trabajar las demandas individuales presentes en una primera fase, a fin de construir posteriormente una demanda grupal. Si el grupo produce colectivamente, la demanda es también una producción que se logra a lo largo de un proceso y que forma parte de la tarea grupal. Cuando un conjunto de personas acepta ser entrevistado para hablar sobre un tema, los integrantes intentarán decir algo significativo desde el principio. Después de las primeras intervenciones, en una fase inicial en la que el grupo es una sumatoria de elementos, se pasa a la

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siguiente, en la que el discurso se va constituyendo grupalmente y, a su vez, mediante éste, se va construyendo el propio grupo. Se pasa de las demandas individuales, con los puntos de vista personales, a la formulación de la demanda grupal, la cual manifiesta un decir cognoscitivo-afectivo distinto del enunciado al principio. 2. El tiempo y el espacio de trabajo. El tiempo es una condición central que va estructurando los momentos del grupo, ritmo, aperturas, clímax y cierre. Es indispensable precisar estos momentos para evitar desbordes y al mismo tiempo estimular intensidades y profundizaciones durante el periodo prestablecido. Podríamos decir lo mismo del lugar. Sin embargo, éste requiere algunas precisiones adicionales, especialmente cuando se trata del quehacer con grupos comunitarios. La variable de lugar no se debe tomar exclusivamente en su sentido formal, ya que además implica consecuencias de índole política. Se trata de un lugarterritorio al cual pueden pertenecer algunos de los integrantes del grupo y que, por eso mismo, presenta ciertas ventajas en su favor y, consecuentemente, desventajas en detrimento de otros, que pueden ser ajenos al territorio en el cual se lleva a efecto la entrevista. Si bien son parte de la estructura formal, tanto las constantes de tiempo y espacio como las otras del encuadre, también conforman y de manera muy importante, las condiciones reales del campo de la entrevista, sobre todo si el grupo es parte de una organización social y si la temática abordada tiene alguna vinculación con instancias y relaciones de poder. 3. Las funciones de los diferentes integrantes. En principio debemos diferenciar el papel del entrevistador-investigador, de aquel que ha de desempeñar el grupo. Como parte del encuadre habrá de precisarse que las actividades de uno y otro son distintas, ya que el primero principalmente pregunta y, en su caso, interviene facilitando la comunicación. En cuanto al segundo, su función consistirá en tratar de responder las preguntas formuladas y enunciar todo lo que se le ocurra frente al material que durante el proceso se produzca. Consecuentemente con lo propuesto en el encuadre, las acciones derivadas de la función del entrevistador-investigador han de dirigirse a crear las condiciones que posibiliten el pensar del grupo, facilitando la comunicación entre los integrantes del mismo, mediante la remoción o eliminación de todo género de obstáculos que impidan esta tarea fundamental.

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La producción grupal es susceptible de ser aprehendida únicamente cuando se enuncia de manera libre y circula de la misma forma, modificando por conducto de este movimiento modos de pensar y de sentir que en algún momento representaron formas estereotipadas. Existen algunas medidas prácticas que facilitan la comunicación y producción grupal. Algunas de estas recomendaciones son las siguientes:11 en cuanto a las expresiones del grupo, el entrevistador debe dejar que sus integrantes tomen la palabra libremente, sin que ésta sea necesariamente otorgada, y debe permitir que quien la tome diga todo lo que quiera decir. No debe emitir ninguna valoración sobre lo que se dice o sobre cómo se dice, y debe animar a todo aquel que intenta hablar y no puede. No debe controlar al grupo ni emitir interpretaciones sobre lo que éste comunica durante la entrevista. En cuanto a lo que debe observar, el entrevistador tendrá que escuchar la comunicación verbal en sus niveles manifiesto y latente, relacionando cada uno de los planos con la estructura grupal (papel del portavoz, tratamiento del tema, etc.). Asimismo, observar simultáneamente la comunicación no verbal (corporal, para-verbal, etc.) y de igual forma relacionarla con la estructura del grupo. Además, debe intervenir de manera pertinente ante la comunicación producida con el propósito de abundar en torno al material que se está produciendo cuando guarda estrecha relación con las preguntas que, a manera de hipótesis, configuran su guía de observación. La intervención debe hacerse de manera abierta, sin entorpecer el discurrir del grupo. La posición del entrevistador frente al encuadre debe ser la de retornar al grupo el liderazgo depositado en él, señalando su propia función y la función del grupo. Debe respetar el encuadre y señalar cualquier intento de alterarlo, relacionando estas acciones con la estructura del grupo y con la movilización afectiva de ansiedades que el propio proceso genera, ubicando el origen de es- tos afectos en la dinámica del grupo o en la temática abordada. Por último, señalamos que la formación en esta herramienta de investigación cualitativa requiere profundizar en la bibliografía propuesta y complementar el aprendizaje con algunas experiencias que, a manera de taller, permitan su utilización, de valor inestimable en la investigación psicosocial. 11 Estas recomendaciones están inspiradas en el trabajo de Galván y Núñez citado anteriormente.

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