Por Vivir (magia0001)pref

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Por vivir

Magia0001

Por Vivir

Autor: magia0001, 24/Oct/2009 14:48 GMT+1:

No sé si hay momentos en la vida de todas las personas que marcan un antes y un después. Tampoco se exactamente cuándo fue que mi vida cambió, si fue un momento o fue la suma de circunstancias la que marco el giro que dio. Esta es la historia de mi vida… Resume una parte de mis días,… la parte más importante para mí. Y éste… fue otro instante más… 1

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CAPITULO 1. Y un día cualquiera se deja de ser. 20 de abril de 2009. Como cada mañana, mecánicamente, ejecutaba, casi de memoria, el mismo gesto; una curva, otra y después, aquel cruce. Reduje a cuarta, levanté el pié del acelerador y tracé la curva limpiamente. Era una mañana de primavera, muy fría, pero ni una sola nube en el cielo impedía que el sol acercara el color de cada cosa a los ojos de quien la mirara. Y allí estaba yo, y frente a mí, un coche que no debía estar. Recuerdo mirar esos faros y creer lo inevitable. No recuerdo la fuerza de aquel golpe, abrí los ojos por un instante y sentí el peso de mi cuerpo sobre mi asiento. No se oía nada, pero mi mente me recordó otro fuerte dolor sobre mi ceja izquierda y el calor de la que creo que era mi sangre escapando de mí. Giré mi cuello y pude ver mi mano sobre el asiento, quise moverla y me fue imposible. Recuerdo que sentí angustia y nauseas para después cerrar los ojos. En esa oscuridad apareció ella con su perfecto rostro sonriendo, el brillante color miel de sus ojos, inseparable a su mirada feliz, y diciéndome no sé qué cosa, me besaba y en aquel momento, podría jurar que sentí sus cálidos labios de nuevo, rozando la piel de los míos, y a sus manos pasearse por mi rostro, con esa caricia tan suya que me ancló para siempre a ella. Fue entonces que volví a despertar. Otro par de ojos distintos me miraban fijamente. Escuché una voz y recuerdo que dijo -Ya todo va a ir bien-. Volví a cerrar los ojos creyendo esas palabras y pensando, que en la oscuridad me esperaba ella. Si me estaba muriendo no quería hacerlo pensando en nada más, en ningún otro recuerdo. Esa carretera un día más me alejaba nuevamente del amor de mi vida. Yo así lo había querido. Cuatro años atrás me demostró que no me quería. Aquel suceso me dejó un inmenso hueco que los “te quiero” que vinieron después, de otros labios, no lograron llenar. No volví a enamorarme. El desamor me hizo presa y no sabía liberarme de él. Yo sólo pretendía sobrevivir, pero el destino me alejaba y me acercaba a ella, cuando yo menos lo pretendía. Llenaba, de mil cosas distintas, cada día, para llegar a casa tan cansada, que no hubiese tiempo de sentir el peso del vacío y de la soledad. No quería sentir que mi cuerpo ya no tenía alma, ni mi vida sentido. Esa era mi estrategia, intentar que ella no fuese mi motivo, que dejara de pesarme todo lo que sentía por ella, que me fuera posible no correr a abrazarla para no soltarla nunca más

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Recuerdo que abrí los ojos como pidiendo socorro porque el dolor que sentía en mi cuerpo era tal, que pareciera estar completamente rota. Traté de moverme y lo mío no fue un quejido, creo que aullé de dolor. En medio de aquella angustia, cuando mis ojos aún no se habían acostumbrado a la luz pude ver cómo alguien desconocido, se acercaba a mi rostro y me decía que no me moviera, que todo estaba bien. Ahora me siento mal ¡pobre chica! ella haciendo su trabajo con la amabilidad que podía, y yo en aquel momento pensando “¡Si claro! Si todo estuviera bien no me dolería lo que me duele”. Comencé a sentirme realmente mal cuando mis ojos, ya con más nitidez, mostraban mi brazo izquierdo en cabestrillo y el resto de mi torso unido a él como un clavo a una madera. Nefertiti, me sentí, no reina, sino momia. Decidí no pensar en cómo estaría mi rostro, porque también notaba en la cabeza un vendaje importante, a modo de turbante. Sólo me faltaba el escarabajo y un báculo en mi mano para ser la reina de los egipcios medio embalsamada y todo. Recuerdo que me reí y me dolió, pero me hizo gracia pensar que una bajita laboral de unos mesecitos no estaría mal y que hoy no tendría que verle la cara al jefe. Craso error. La siguiente persona que entró por aquella puerta, siendo yo consciente fue él. ¡Dios! Recuerdo que pensé que ni en el hospital le podría perder de vista. Con sus dotes de telépata debió imaginar lo que yo pensaba, se acercó sonriente a mi cara y me dijo bajito, imagino que para que me molestara más: - ¿Acaso piensas que te vas a librar fácilmente de mí? Moví la cabeza con un gesto negativo y resignado y de nuevo me sonrió. Acababa de despertar y todo eran sonrisas, debía de estar mal, muy mal. CAPITULO 2. Huir o afrontar. 17 de agosto de 2009. En la actualidad… Aquel tiempo que estuve inmóvil en el hospital me obligó a pensar en porqué trataba de negarme a mi misma aquello que yo sentía, que me empeñaba en no sentir, aquello que hacía tristes a mis días y, a veces, eternas a mis noches, aquello que estaba haciendo que ya no supiera ni quien era ni en qué me había convertido. Durante mi hospitalización supe que ella me visitó. Había hablado con Marcos, mi compañero y amigo, mientras permanecí en coma, y a escondidas después. Mis huesos soldaron, y mis músculos con rehabilitación, acabarían desentumeciéndose. Abandoné el papel de víctima y quise recuperar el protagonismo de mi propia vida. Aquel accidente dejó huellas imborrables en mí cuerpo, pero recolocó en el lugar adecuado ciertos recuerdos. Sobrevivir me resultó abrumador, y aunque el futuro era incierto, necesitaba a gritos volver a arriesgarme con cada cosa, con cada proyecto, con cada 3

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persona. Reservarse ya no servía de nada, protegerse menos, y sólo cuando se vive intensamente es cuando hay probabilidades de rozar el cielo con las manos. Era hora de volver a mirar sus ojos y ver qué me decían. Era hora de dejar de escuchar mi eco y volver a escuchar su voz. El tiempo me diría qué había hecho con nosotras, con eso que yo creí eterno y que se me rompió tan pronto. Tenía que averiguar si es cierta aquella teoría que dice que un sutil hilo invisible une aquello que se cree perdido para siempre. Aún estaba de baja, mi cuerpo era más viejo, mi ánimo más sereno, mi espíritu menos extremo y mi orgullo más pequeño. Era el momento de poner paz donde había amor y rencor, a partes iguales. - Hola- fue todo lo que se me ocurrió decirle una vez la tuve frente a mi. Tenía que visitar al especialista para mis últimas revisiones. Durante las últimas semanas de mi vida había estado tan inmóvil, debido a los vendajes, que me había quedado casi rígida. Tenía la espalda casi totalmente recta, y los dolores en la cintura me obligaban a hacer una nueva visita a mi traumatólogo. Era un día especialmente caluroso. Una ola de calor con aire del norte de África nos anunciaba que esa semana tendríamos elevadas temperaturas en la capital. Yo, aferrada a un botellín de agua, arreciaba mis pasos hacia parte de mi destino, aunque la excusa eran mis dolores aún permanentes, sabía que iba a verla y definitivamente saldar todas mis deudas con el pasado. No quería pensar qué podría haber cambiado en ella. Había pasado mucho tiempo huyéndola, no dejando que volviera a acercarse, pero saber que después de mi accidente siguió preguntando por mí, me animó a dar aquel paso. Pasase lo que pasase, aquella era la última oportunidad. Levantó su mirada de aquella carpeta que llevaba entre sus manos. Me miró. No dijo nada en ese instante. Bajó rápidamente su mirada hacia aquellos documentos. Estaba acompañada de otra compañera. Pude ver que firmaba algo y se lo entregaba. Aquella marchó y metiendo sus manos en los bolsillos de su bata entonces me contestó. - Hola- dijo. - Quiero hablar contigo- me adelanté interrumpiéndole la posibilidad de que dijese algo que a mi me impidiera expresar lo que sentía. - Claro, ¿necesitas hacerte más pruebas?- preguntó. - No. No quiero hablar contigo de medicina, sino de nosotras- respondí.

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Su gesto serio no me presagiaba una conversación fácil. Habían pasado años, desde la última vez que hablamos y verla me seguía emocionando, tal vez a ella… le podría ocurrir lo mismo. Hizo un gesto con la mano para dirigirnos hacia el pasillo y me propuso tomar un café. - Ya he tomado café ¿y tú?- dije antes de proponerle otra dirección. - Si también... Si te parece tomamos un refresco, creo que lo necesitas- me contestó. - Me gustaría hablar tranquilamente a solas… si es posible en tu despacho –dije todo lo rápido que puede para sonar segura y convincente. Me miró tan desconcertada que tuve que sonreírle un poco para evitar la seriedad que se había instalado en su cara y demostrarle que venía en son de paz. - Claro, como prefieras, dame unos minutos que recojo unos análisis del laboratorio y espérame allí ¿vale? - Perdona, si no puedes quedamos en otro momento, no he avisado e imagino que estarás ocupada –comencé nerviosamente a decir pues con todos mis nervios no había pensado que había sido un poco grosera al exigir su atención en pleno día de trabajo. - No, no… ¡vaya!… ocupada estoy… pero hablamos si quieres… sólo necesito un par de minutos- se apresuró a decirme, mostrando su interés por que esa conversación tuviese lugar. - ¿Qué tal si en lugar de interrumpirte en tu trabajo hablamos mejor cuando salgas? Comemos… o cenamos… cuando acabes el turno... ¿Te parece? –le propuse. Su cara dejó de estar tan seria y vislumbré cierta alegría en sus ojos, miró sus manos, y yo pensé va a decir que no, cuando me sorprendió diciéndome con toda la naturalidad del mundo – Mañana salgo a las ocho. - ¡Perfecto!, pues mañana te recojo en la puerta y nos vamos a cenar a ese italiano que tanto te gusta. Ha cambiado de dueño, pero los fettuccini siguen siendo los mismos. Terminando de decir eso me giré como para irme pero giré mi cuello mirando su cara apresurándola con mi gesto a que me diera una respuesta no calculada y si era posible una confirmación. Se había quedado muda. No decía nada y yo me volví nuevamente hacia ella esperando que me diera una respuesta.

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- ¡Claro!… si… me pa… -carraspeó, para aclarar su voz y continuó- me parece bien, ¡Claro!... -mientras nerviosamente afirmaba con su cabeza- arreglo unas cosas y nos vemos mañana- continuó. - Muy bien, pues… que tengas un buen día… ¡Hasta mañana! Aquel pasillo recuerdo que me pareció más amplio y diáfano y de aquella forma abandoné el hospital, casi con una ilusión renovada y con el corazón latiendo a mil y desbocado. CAPITULO 3. Empezando. 15 de agosto de 1999. Diez años antes… En un despacho de lujo una secretaria pasaba una llamada al despacho principal. Quién contestó no se molestó en saludar. - Pensé que lograrías que no cometiera esa locura. - Es su deseo y yo no tengo derecho a oponerme a él. - ¿Hablaste con los padres? - Si, y están de acuerdo. - Si le ocurre algo te las verás conmigo. - Si le ocurre algo es porque le tenga que ocurrir ¡Dios no lo quiera! En mejores manos no se puede estar, lo hacemos lo mejor que podemos. - Supongo que sólo me queda confiar en ti. Mantenme informada de ello. …Te vayas o no, esto no rompe nuestro acuerdo. - Por supuesto, me vaya o no te seguiré informando. Cuídate ¿De acuerdo? - Lo haré. Siempre lo he hecho… o creía que lo hacía… - Sabes donde encontrarme… si algún día crees que puedes hacerlo mejor… búscame… Era el año que cumplía 25, fue un gran año. Fue hermoso lograr mi sueño. Todos en familia me decían -¡Estás loca! ¡No tienes suficiente con ser policía que ahora ya quieres ser subinspectora! ¡Si aún no has vestido el uniforme! ¡No puedo creer lo cabezota que eres hija!- decía mi madre y seguía- ¡Ahora a saber dónde te destinen y si podremos vernos a menudo! ¡No tuve ya bastante con tu padre y ahora tú! 6

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- Sabes que eso no es por papá, es por mí. ¿No puedes alegrarte ni aunque sea un poquito? - No es eso hija. Yo siempre me alegro cuando eres feliz, pero tengo miedo, no puedo evitarlo. Sentí una gran pena al separarme de mi madre y de mi hermano menor, pero sabía que las andanzas de éste ocuparían su mente y le harían más liviana mi ausencia. Aún recuerdo abrir aquel sobre y a Ángela mi compañera de academia saltar de alegría cuando comprobó nuestro igual destino. - ¡Madrid!... ja, ja, ja… ¡la capital!- así dijo ella con sus chispeantes ojos y su eterna sonrisa. Ella era extremeña. Las dos éramos del sur. Yo andaluza. De lugares donde la tierra se cansó de ser fértil y sólo producía lo justo tras grandes periodos de ausencia de agua en forma de lluvia. Como nada es perfecto, así nos encontrábamos juntas en un pequeño y destartalado hotel de Madrid, pasando la noche, antes de presentarnos en nuestras respectivas comisarías, que cosas del destino distaban bastante entre sí. - ¡Ángela!, estoy muy nerviosa, ya deberían ser las 8:00 h. Ella me miraba y sonreía, comía sus copos de maíz con fibra y ni un gramo de nerviosismo la distraía de aquella tarea. -¡Joder!-exclamé- yo lo flipo contigo, ¿vas a decirme algo o vas a seguir comiendo esa porquería y a seguir ignorándome? - Eso es lo que a ti te pasa, que no jodes y no descargas tensión- dijo con un tono neutral y muy aséptico. Me levanté de mi asiento, cogí mi mochila y serenamente le dije -Te espero a la salida del parking, y ahora por chulilla pagas la habitación y el desayuno y que algo te empiece a joder el día a ti al menos. Salí de aquel hotel pensando cómo me podía aguantar Ángela y cómo podía yo haber congeniado con alguien tan pragmática, insensible y poco romántica como ella. Bueno sí, lo sabía, si hubiera sido diferente me habría enamorado de ella, porque era guapa un rato largo, pero igual de largo era su desparpajo para tomar a este o a aquel cuando se le antojara, el cuerpo se lo pidiera o necesitara descargar como ella decía. Y sonriéndome por esa faceta suya llegué al coche, arranqué y salí de aquella oscuridad para esperarla cerca de la entrada. 7

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Ella llega, tras un buen rato de espera, tira su mochila sobre la mía, porque le importa un pimiento que su uniforme se arrugue y respecto al mío casi más de lo mismo. Mi cabreo va en aumento. Se abrocha el cinturón me mira y empieza a reírse. - Puede saberse de qué te ríes- le digo. Apunta con el dedo hacia mí ventanilla me giro y mientras observo el escaparate de esa tienda la oigo decir: -¡Anda que lo tenías lejos! “Bo-lle-rí-a (muy lentamente pronunciado) Panadería Rosa”. - ¡Vete a tomar por el culo!- me salió con toda la calma con la que puede. Lejos de acobardarse me contesta -mira… tiene su aquel… lo mismo te hago caso… - No si ¡ya te digo!… Primera regla cuando alquilemos la casa… tíos en casa ni uno… tus historias fuera… - Ah vale, pues tías tampoco… salvo yo claro…Oye, pero no es justo… a mi me costará más cumplir el trato… y no lo digo porque tu ligues menos… sino porque tú simplemente no ligas… - ¿Te contesto? - Vale, vale… ya está, ¿y si no estás tu? ¿Tampoco?... Me callé porque no quería seguir hablando de sexo en mi primer día de curro con aquella bruta. Sus bromas sobre mi condición sexual esa mañana me estaban cabreando y ella lo sabía la muy canalla. Mudó mis nervios a cabreo. No me explico cómo puedo quererlarecuerdo que pensé. Aunque en el fondo sí que lo sabía, era mucho más inteligente de lo que hacía parecer y siempre estaba cuando la necesitaba. Ángela se incorporó a su puesto y yo al mío, ella a la comisaría de Chamartín y yo a la de Centro. Quedamos a las 18 h. con el casero de un pequeño apartamento de dos dormitorios en la calle Olite, número 48, tenía 75 m2. Si queríamos perdernos de vista en algún momento tendríamos que cerrar los ojos porque es ese espacio tan reducido nos las tendríamos que apañar. Daba igual cómo estuviese, lo cierto es que estaba a medio camino de una y otra comisaría y a las dos nos venía de perlas aquella ubicación. El casero era un peculiar presidente de aquella comunidad de vecinos, se sabía la Ley de Propiedad Horizontal al dedillo y muy serio todo nos citó para la semana próxima a formalizar el alquiler. Le apremiamos porque era otra noche en aquel hotel, de pasillos estrechos o tratar de que nuestros uniformes sirvieran de algo y le ofreciera alguna confianza, pero no, no sirvió de mucho, tan sólo para adelantar ese formalismo para pasados dos días.

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Cuando salíamos de aquel bloque Ángela iba muy contenta, por tener ya seguridad de residencia y trasladar pronto sus enseres varios a aquel apartamento. Yo iba cabreada por tener que esperar dos días más para tomar posesión de algún lugar donde pudiera satisfacer mi necesidad territorial de ocupar una propiedad que en parte me perteneciera. - Si te hubieses puesto la minifalda y las botas ya tendríamos casa –dije toda cabreada en dirección al coche. - Cuando quieras te dejo ambas cosas y verías que tú también tienes tus encantos. Una lástima que esa mala leche y esas gafas de empollona los oculten tan a menudo- contestó. - Yo no tengo mala leche Ángela es que tú todo lo ves fácil y sencillo. Vives en permanente estado de felicidad. ¡Seguro que al nacer no lloraste como todos los niños! ¡Seguro que ya te reías del mundo!- exclamé. - ¿Sabes lo que a ti te hace falta?- empezó a decir. - ¡Como lo digas te vas andando al hotel! ¿Me oyes? ¡Te lo advierto! Me miró con cara guasona entrecerrando los ojos para contestarme. - ¡Schsss! ¡Silencio! ¡No te atrevas! ¡Te vas andando!- volví a decirle apuntándola con el dedo. Se calló. Increíblemente se calló. No dijo ni pío hasta llegar al hotel, pero ¡claro! O vomitaba lo que pensaba o reventaba, así que fue aparcar y bajarse del coche y soltó lo que rumió de antes. - ¿Sabes que eres una gruñona?... Te advierto que eso es poco atractivo… Así que… o espabilas o espabilas –dijo en plan siempre tengo razón, para después añadir por lo bajini pensando que no la oiría- Salvo que te guste el “sado” y te guste dar caña… Tuve que respirar profundamente para no tirarle algo a la cabeza, pero pensé que no le iba a dar y encima se iba a descojonar de la risa… Mejor me estoy quietecita… ¡Si es que se lo pongo a huevo!… seré idiota- pensé. CAPITULO 4. Mi destino. 7 de marzo de 2002. Cuatro años después de mi ingreso en la academia…

Sólo vi sus piernas al entrar a aquella sala de curas. La puerta quedaba a mi derecha y con cuidado la cerró tras de sí. Mi brazo derecho impedía ver con distancia lo que instantes 9

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después observé tan de cerca, cuando al tiempo que retiraba mi mano de mi frente, que con varias gasas cubría un pequeño corte sobre mi ceja izquierda, yo llegaba a ver su rostro. - Vamos a ver qué hay aquí- decía completamente ajena a mis pensamientos. Cuando todos los obstáculos se esfumaron, apareció ante mi ella. Vi un rostro perfecto. Su pelo castaño era largo y claro. Sus ojos miel del mismo tono y a juego con aquel conjunto una voz serena y suave. Desconozco por qué en dos segundos mi corazón galopó de cero a cien. Entonces fue que me miró y, supongo que al ver mi cara de imbécil, sonrió y me dijo: -no le ha dolido ¿no? Pensaba “soy policía, no puedo babear de esta manera. Estará pensando que me falta un aire”. E inmediatamente volvía a la realidad para escuchar la bobería que solté: - ¿por qué me iba a doler? Me miró sorprendida, alzó sus cejas y un pequeño gesto de su cabeza de dijo que acababa de quedar algo soberbia. De repente sentí todo mi rubor instalarse en mis mejillas y a la traicionera de mi garganta, dejarme muda cuando quería decir algo que justificara esa pose falsa después de semejante chorrada. Había bajado mi mirada y cuando la levanté de nuevo ella me miraba, y muy sonriente dijo: - Bien, ahorraremos anestesia con usted, aunque esa brecha necesitará 4 o 5 puntos. Cubrió mi frente con unas gasas limpias y sus enguantadas manos me rozaron cuando tomó mi mano derecha y me dijo que hiciera presión. Mientras tanto escribía en una carpeta algo y se alejaba hacia la puerta. Terminó de escribir y giró sobre sus pies. Se disponía a abandonar la sala cuando me dijo casi sin mirar: - Mandaré una enfermera, para los puntos, le diré no obstante que le ponga algo de anestesia local y que le haga una radiografía. La veré después. Había pasado algo más de una hora y yo seguía tumbada en esa camilla de esa sala de curas donde me habían aparcado como un coche en un taller. Al menos así me sentía. Cuando de repente la puerta se abrió, ella entró y sin mirarme habló: -Bien, ya están aquí las radiografías. Colocó la placa de mi cabeza en ese cuadrito de luz para visualizar lo que sólo ellos pueden ver e interpretar correctamente. Entretanto pensaba, “Caray, está más guapa que hace una hora. Esta gente pija, ni le sale ojeras ni nada. De seguir así a las 8 de la mañana estará deslumbrante. Qué suerte quien 10

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amanezca con ella. ¡Dios santo! Estoy fatal ¡qué hago yo pensando en la cama de esta mujer! Espero que en esa radiografía no salgan mis estúpidas ideas”. En esos pensamientos estaba cuando se me acercó y exclamó a modo de bufido. -¿Aún no la han cosido? ¡Esto es inaudito, qué barbaridad!. Disculpe. Hoy tenemos una guardia horrorosa. No se preocupe ahora mismo la atiendo yo – dijo muy apurada y un poco atropelladamente. - Ah… vale… no, si… no importa… -traté de restarle importancia al asunto y parecerle menos estúpida y cortante de lo que hasta ahora había resultado mi breve discurso con ella. - A mi sí me importa. La calidad del servicio no puede verse afectada-decía mientras retiraba las gasas de mi cabeza y una especie de gancho era ensartado con un hilo fino de coser. Con unas pinzas en una mano y una torunda de algodón untado en yodo se dirigía hacia mí. -Además, por favor apóyese en la camilla completamente, ya avisé a la enfermera de esta sala y no entiendo porqué no vino –continuaba. - Bueno, lo mismo le ha ocurrido algo y por eso no llegó. Lo mío no es tan importante y si hay alguien más grave comprendo que se dediquen a ello. Además me duele más el alma que esta herida- solté. Recuerdo que inmediatamente pensé “Estupendo Esther, ¡ahí… sí señora!… ligando con la táctica de la lastima y la pena. ¡Eres patética chica! Pero ¿por qué he dicho esa estupidez? No tengo remedio.” Noté que por un momento paró de curarme y retiró sus manos para mirarme a los ojos, pero yo no me atreví a enfrentar su mirada. Odiaría que me mirase con lástima. Después reanudó su tarea hasta finalizar poniéndome un apósito que cubría casi media frente. - Bueno pues esto ya está- dijo mientas me inyectaba algo. - Dentro de 3 días visite a su ATS y le hará las curas correspondientes hasta retirarle definitivamente los puntos. Le voy a recetar un antibiótico y le acabo de poner la primera dosis del tétano. Ya le indicarán en el ambulatorio como seguir el protocolo con esta vacuna –me decía mientras se levantaba de la silla que había estado ocupando mientras hacía la cura y yo me erguía para bajar de la camilla. - Gracias –le tendía la mano para saludarla. - De nada –dijo correspondiendo a mi saludo una vez se retiró los guantes y continuó -Espero que no le duela, si notase alguna pequeña molestia puede tomar cualquier 11

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calmante suave. Lamento no poder quitarle ese dolor del alma. No obstante, si quiere puedo hablar con algún compañero especialista para que pueda atenderle. - ¡Oh no! Muchas gracias, no creo que sea necesario. Una buena compañía sería el mejor tratamiento y supondría menos coste a este hospital –dije mientras aún sostenía su mano, cosa de la que en ese momento fui consciente y que solté de inmediato. - ¿Siempre piensa tanto en los demás? – dijo para mi sorpresa. - Bueno, los demás siempre tienen sus motivos. Y esos no tienen porqué ser peores que los míos –le contesté con franqueza. Se quedó mirándome un rato y como creí que no iba a añadir nada, me despedí finalmente y salí de allí. Cuando iba por mitad del pasillo, me llamó nuevamente la atención. - Señora García, no puede marcharse aún. Tenía que entregarle esto. Es su alta –dijo tendiéndome un papel. - Ah, bueno señora… miré su bata y trataba de leer su nombre en ella cuando me dijo: -Fernández, mi nombre es Macarena Fernández. - Pues... doctora Fernández, ... gracias de nuevo –le contesté con mi mejor sonrisa. - De nada –me respondió seria. Y con el recuerdo de su rostro giré mis pasos hasta el coche patrulla que me esperaba fuera del hospital. Desde allí iría al despacho de mi superior a entregar el parte de hospitalización. Al llegar a casa me encontré con que Ángela había llegado ya. Se duchaba y por no asustarla me senté en silencio en el salón, pensaba ¡Dios! ¡Vaya día!... ¡Qué horror!... La cabeza me duele horrores… En esos pensamientos andaba cuando Ángela salió al salón y se asustó al verme. - ¡Jóder tía qué susto!... ¡Qué coño haces a oscuras ahí!... Ja, ja, ja… bueno… no,... no me lo cuentes… - ¡Muy graciosa, si!!! Me gustaría saber si alguna vez piensas en algo que no sea eso que siempre andas insinuando… Me levanté y me fui sin acabar mi frase, al pasar a su lado observó el apósito de mi cara y siguió tras mis pasos. 12

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Una vez en mi dormitorio comencé a desvestirme, necesitaba una ducha urgentemente, una cama vacía y el silencio que Ángela me negó cuando entró, como siempre sin permiso, en mi habitación. Se sentó en mi cama a interrogarme sobre lo que me había sucedido. En realidad, escuchaba todas sus preguntas pero no me apetecía contestar a ninguna, aquel día había sido absolutamente horroroso, de no ser por un detalle… Cuando esa idea cruzó por mi mente, Ángela debió ver algo en mi rostro que le hizo conjeturar lo que en realidad estaba pensando. ¡Cabrona!... ¡tú has conocido a alguien!!!!!… yo aquí preocupada por si te pasaba algo… digamos… trascendental… así como tú te pones demasiado a menudo… y lo que te ha pasado es que te has quedado con ganas de polvo… - ¡Ángela, por favor! ¿Podrías dejarme sola? Como ves, estoy desnudándome para ir a la ducha, o ¿vas a entrar conmigo? - Por supuesto… entro contigo y me cuentas…. - ¡Vale ya! ¿No?!!! … ¡Qué pesada eres!… no me apetece hablar… sólo te diré que sí… tienes razón… hoy ha sido un día horroroso… salvo por algo que luego te contaré…. - ¡De luego nada nena!... ¡Desembucha o entro a la ducha contigo!!!!... Así era ella, o la odiabas o la querías. No había tenía término medio. Al final, por supuesto, le conté todo, necesitaba urgentemente esa ducha, un calmante, la cama, el silencio y dormir... nada más... Soñar... no estaba en los planes... pero... soñé. CAPITULO 5. El tiempo era el gato, yo el ratón. PLAY: The Poet Acts 5 de septiembre de 2002. Un atraco cualquiera. Pasaron 6 meses y no volví a saber de aquella doctora. No me hubiese importado verla cada día, pero jamás creí que alguien como ella pudiera tener ningún interés conmigo y nunca me animé a acercarme por allá con cualquier excusa. Pero el destino, me tenía reservada una sorpresa, la volvería a ver, no una, sino mil veces más. Las circunstancias que propiciaron aquel nuevo encuentro, tampoco esta vez eran las mejores. Un atraco a una sucursal bancaria, rehenes, cinco coches de patrulla esperando fuera del establecimiento, varios policías parapetados tras los vehículos oficiales, y entre ellos, yo. Esperábamos al grupo de operaciones especiales para entrar al banco, nosotros sólo 13

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tratábamos de mantener alejada a la población civil de aquel lugar, por si se producía algún tiroteo. Súbitamente sonó un disparo y el oficial de mayor rango, de cuantos allí nos encontrábamos, ordenó ocupar posiciones pues con probabilidad los asaltantes habrían disparado a algún rehén. Llamamos al Samur que no tardó en acercarse al lugar y de pronto vimos a uno de los asaltantes arrastrar el cuerpo inerte de uno de los rehenes. No sé ni cómo ni cuando se inició un tiroteo, yo me encontraba hablando con un compañero para permitir la entrada de una de las ambulancias a la zona de seguridad para recoger al herido, cuando una bala entró por mi espalda y salió a la altura de mi hombro derecho. Esa punzada hirviente me cortó la respiración y sólo recuerdo la sensación de que todo a mí alrededor giraba y que mis piernas no podían sostenerme. No fui después, consciente de nada, hasta pasados tres días. El hospital al que me trasladaron, el mismo que visité meses antes. El cirujano de urgencias se hizo cargo de mi caso, pero la huelga de enfermeras obligó a aquel solicitar a otra compañera que le asistiera en la operación. Y la compañera no podía ser otra que la que el destino decidió, una pediatra llamada Macarena Fernández. A los tres días de mi ingreso recobré el conocimiento en una sala de cuidados intensivos, y nada más abrir los ojos oí un pitido impertinente que más tarde cesó, al venir una enfermera a observar mi estado. Me sonrió y desapareció. Lo siguiente que pude ver fue a mi madre besándome y llorando lo cual hizo, que por solidaridad yo también llorara. No soportaba verla sufrir. Pasaron dos días en que toda mi familia y media comisaría pasara a verme al hospital. Me habían retirado todas las máquinas y ya me encontraba en mi planta y en la habitación 401, área de neumología. Aún estaba débil y Ángela estaba con mi madre hablando en mi habitación cuando entro ella. - Perdonen… soy Macarena Fernández… soy pediatra pero asistí a la operación de… - Mi hija - dijo mi madre interrumpiéndola. - Sí… sólo pasaba para ver su estado. Ángela rápidamente se presentó como mi compañera de trabajo y de piso, haciendo especial hincapié en que ningún otro tipo de relación había entre nosotras, lo cual anunciaba sin luces de neón, eso sí, cuales era los gustos particulares de la operada… Aunque débil, estaba siendo consciente de toda la situación y si hubiese tenido más fuerzas de las que tenía en aquel momento, hubiese estrangulado a aquella que decía ser 14

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mi compañera. Pero mi sorpresa no acabó ahí, puede ver cómo Ángela golpeaba muy familiarmente el brazo a aquella doctora y con total naturalidad en plan cotilla le decía: - ¡Ah!, ¿o sea que no es un mito eso de que se interesan por sus pacientes?... me alegra enormemente, estoy segura que en otras condiciones mi amiga estaría más encantada aún con su visita… Aquella Macarena sólo pudo poner gesto de asombro y contestar con total serenidad… - Si no le importa no tengo tiempo para explicarle porque nos interesan nuestros pacientes. Me gustaría hablar con esta en concreto... ¿no le molestará verdad? En los pasillos del hospital ese mismo día otra conversación se produjo. - Me alegra verte. - ¿Querías algo? - No, sólo saber qué tal la encuentras. - Está mejor, recuperándose. - Si, pronto podrá volver a casa. - Si, que sea lo más pronto posible. - ¿Va todo bien? - Perfectamente. Adiós. ¿No te apetece que tomemos un café y hablemos? - No. Voy a casa a preparar sus cosas y no hay nada de lo que tengamos que hablar. Dos semanas más transcurrieron desde su visita y con la esperanza de que aquella mañana me dieran el alta estaba sentada en mi cama. Mi madre había bajado a la cafetería y yo me disponía a darme una ducha cuando ella volvió a entrar a la habitación.

Recuerdo que pensé “Era mucho pedir que me viese peinada y arreglada y no con esa facha de medio moribunda que debía de tener con ese horroroso pijama de hospital”. - Hola, buenos días… Así que se va ya… Me alegro de que esté recuperada. 15

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Mi cara de asombro debía ser todo un poema porque esbozó una sonrisa y añadió: - Le he traído los papeles del alta… espero no volver a verla más por aquí… se está haciendo usted demasiado habitual por estos lugares… Fue entonces que mi barbilla debió descolgarse del todo y como una imbécil ahí me quedé mirándola y pensando cómo era que se acordaba de mi… se supone que debía de asistir a cientos de pacientes al mes… que yo me acordara de ella tenía un motivo… y, el preguntarme qué le hacía a ella recordarme, colapsó todos mis músculos y me dejó nuevamente muda. - ¿No va a coger los papeles?... dijo. Gracias a Dios pude reaccionar y contestarle: - Oh, sí claro,… disculpe… quería… pues… que… quería decirle… que gracias por todo… no debía de haberse molestado… yo iba a darme una ducha y a tratar de recobrar mi aspecto de persona… no esperaba su visita… aunque… se lo agradezco… gracias nuevamente… - Pues la dejo que se de esa ducha, procure no mojarse el apósito, deberá acudir a su centro de salud para las curas y cuando corresponda pasar la revisión con su especialista. Es todo un milagro que usted siga entre nosotros. - Un milagro del que usted es en parte responsable –contesté mirando hacia el suelo. - Es mi trabajo, la responsabilidad del milagro creo que estuvo en sus ganas de vivir. No se quite mérito. - En cualquier caso, muchas gracias por todo… - De nada… -me miraba, la miraba, dos eternos segundos y se despidió- La dejo… tengo que empezar mi jornada… - Si claro, hasta luego. - Adiós. Y como había llegado salió y cuando lo hizo, ya me empecé a sentir sola, muy sola e impotente por saber que jamás podría aspirar a ella. ¡Era tan guapa! Mi pobre corazón latía a mil cada vez que la veía. Al entrar en la ducha recuerdo que pensé, porqué no era delito ser tan guapa. Yo era un ratón y el destino el gato que jugaba conmigo antes de devorarme. A pesar de que Ángela ya había ideado la forma en que nos volviéramos a encontrar a aquella 16

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médico, todo se vino abajo cuando me llegó la carta de admisión al curso de criminología que hacía unos meses había solicitado. Por supuesto, el curso era en otra ciudad. Y el destino se encargó de que en esos dos años que estuve fuera jamás pudiese sacar tiempo para con cualquier excusa tonta intentar volver a verla. CAPITULO 6. Volver e intentar. 19 de mayo de 2004. Durante esos dos años que estuve en Barcelona, combiné mi trabajo en la comisaría con los estudios de Criminología. Fueron años agotadores, en los que apenas había tiempo para relajarse y disfrutar de alguna escapada de relax, que siempre que podía, eran con destino Madrid, para visitar a Ángela y refrescar nuestra añeja amistad o para casa de mi madre, donde iba menos de lo deseado, aunque siempre procuraba en los puentes importantes, o alguna semana del mes de vacaciones, irme con ella para gozar de su presencia y de sus mimos que tanto echaba en falta. El olor de la ropa limpia, el orden de la casa, el sabor de su comida, sus conversaciones que tanto me relajaban, el contacto con mis vecinos y amigos del pueblo, siempre eran, para mí, la perfección, el estado de mayor equilibrio en que podía encontrarme conmigo misma. Echaba en falta el abrazo de mi madre, las bromas y los besos del pesado de mi hermano Miguel. Echaba en falta preguntarles por sus cosas y sin prisa escucharles y mirarles a los ojos mientras hablaban, confiaba más en sus miradas que en sus palabras y aunque siempre decían que estaban bien, yo necesitaba el notario de sus ojos para certificar en mi corazón que se encontraban como decían. Por lo demás, con franqueza, me encontraba muy feliz en aquel curso. Sonreía cuando aprendí a objetivizar una evidencia y a ponerle base científica a cualquier investigación, porque hasta esos momentos me creía las bromas de mi hermano cuando me acusaba de ser excesivamente meticulosa con los detalles. Congenié muy bien con otra compañera de curso, Laura, y, de cuando en cuando, salíamos a tomar alguna copa o a cenar. Pronto en esas conversaciones intrascendentes iban surgiendo temas más importantes. Supe que estaba divorciada, que no tenía hijos, pero que incluso ya sabiendo que su ex había rehecho su vida, ella aún hablaba de él como su marido, lo cual siempre terminaba espantando de su lado a los hombres que se acercaban a ella con algún interés más allá del de la amistad o el simple derecho a roce. Yo le confesé pronto mi condición sexual, no me gustaba que hubiese equívocos al respecto y que quedara clara nuestra relación de amistad. Con el tiempo se animó a presentarme a amigas suyas con las que creamos la sana costumbre de salir con relativa frecuencia a divertirnos, y como siempre, alguna al final, lo conseguía y todo. Hoy Laura ocupa un importante cargo en el Ministerio de Interior y terminó encontrando al hombre que buscaba. Parece y dice que es feliz. Cuando el curso acabó regresé a Madrid, con destino en otra comisaría. Ángela había cambiado de piso y yo ahora tenía dinero suficiente para alquilarme mi propio espacio. Mi compañera y amiga casi se enfada conmigo por ello. Al final aceptó de buen grado que 17

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cada una tuviésemos nuestro propio territorio, aunque me advirtió que invadiría mi casa cuando lo creyese oportuno o simplemente cuando le diese la gana. A mi no me pareció mal. Me alegraba que pensase así. En el trabajo mi puesto ahora estaba cerca de los subinspectores de homicidios. Mi objetivo final era conseguir hacer el curso de subinspectores que por ahora aún se me hacía muy lejano. Estudiaba no obstante siempre que podía y procuraba mantenerme en forma pues las pruebas no serían fáciles. Muchos días mi labor profesional era de paisano colaborando estrechamente con los subinspectores a los que auxiliaba en tareas de documentación, acompañamiento o traslado de detenidos y protección de víctimas. Por desgracia, también, muchas veces relacionados con la violencia doméstica, y otras, las menos, surgían interrogatorios menores o averiguaciones genéricas sobre los asuntos que me encomendaban, lo cual no sólo me ilusionaba sino que me obligaba a poner en práctica lo que aprendía en los manuales que estudiaba. Durante ese tiempo me había convertido en una experta en consultas de las bases de datos internas de la policía nacional o incluso de la INTERPOL. Aunque había pasado mucho tiempo, yo seguía acordándome de aquella mujer que no dejaba de ver como una estrella, hermosa y absolutamente inalcanzable. Un día mis pies, en absoluta discrepancia con mi mente me llevaron allí, frente a la imponente fachada de aquel hospital. El edificio era bonito para ser un hospital. No pensé nada más, me dirigí a recepción y como una autómata pregunté por ella. No había preparado ningún discurso ni ninguna estrategia, sólo me apetecía verla, seguro que al final mi mente me había mantenido engañada y había idealizado a esa joven pediatra. - Macarena Fernández… si claro… quién pregunta por ella- dijo la recepcionista. - Una antigua paciente –contesté. - Pues sí es usted antigua si- contestó irónicamente para después añadir - Ella es pediatra… y para cuando usted fuera niña… ella pediatra todavía no era… así que… o me dice quién es… o directamente no la anuncio. Es lo que hay – añadió aquella mujer apoyando su codo en el mostrador y colocándose la otra mano en la cadera. Yo no pude más que reírme ante aquel comentario y cuando me disponía a contarle quién era yo, recibí una llamada urgente de la comisaría. Aquel día tampoco pude verla. Salí disparada al coche, encendí la radio, y hasta aquella canción que sonaba no sólo no la apartó de mi mente, si no que parecía que aquella letra era parte de mi historia y más la engrandeció en mi recuerdo. Efectivamente vivía bajo mi piel y no parecía que hubiera camino hacia ella. 18

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CAPITULO 7. Los comienzos de la partida. 15 de agosto de 2004. Cuando con el paso del tiempo vuelvo atrás en el recuerdo de ciertos momentos de mi vida, me cuesta reconocer que muchas cosas que solían sucederme pasaban en su momento desapercibidas a mis ojos. Probablemente la falta de experiencia y madurez y una mente poco analítica, frente a mis emociones y frente a las ajenas, me hizo perderme buenas oportunidades personales y seguramente también profesionales. Con el tiempo aprendí a pensar antes de actuar, pero había algo indomable dentro de mi; mis sentimientos, a veces freno y otras acelerador, me hacían ir avanzando a tirones, sin continuidad, y es que, cuando algo no me agradaba no podía disimularlo y al contrario, aunque procuraba disimularlo a pesar de mis frecuentes sonrojos. Ahora, reconozco ser algo distinta a lo que fui, aprendí a no ocultar mis emociones, a ser franca y a pensar con quien podía serlo. Aprendí a saber qué es lo que me hace feliz y a recolocar alguno de mis objetivos. Pero por aquél entonces yo ni siquiera me planteaba que tenía que cambiar. A los tres meses de mi regreso a Madrid, surgió un caso que en principio no me pareció nada particular, pero que, sin lugar a dudas, con el transcurrir de los hechos, después se convirtió en el punto de inflexión que marcaría un antes y un después en mi vida. En un domicilio de las Rozas, en Madrid, había aparecido el cadáver de un hombre de mediana edad en el garaje de su domicilio. Hacia allí se trasladó la unidad de homicidios en la que trabajaba. Roberto, el subinspector al cual auxiliaba en el lugar de los hechos, se fue dedicando a recoger todos los datos de la escena del crimen. Me encargó hablar con los vecinos de la víctima para tratar de recomponer la imagen social de la misma. En principio sabíamos que era médico especialista en Pediatría. Su nombre Emilio Castro Oliver. Su puesto de trabajo era en un hospital de Madrid. Más concretamente; el Central. Pensé, que otra casualidad del destino me llevaba a pensar en aquella mujer tan guapa que había conocido tiempo atrás y que había provocado en mí unas sensaciones que hasta la fecha nunca antes había sentido por nadie más. Volví a concentrarme en el caso en cuestión, sin albergar muchas esperanzas de revivir nuevos encuentros, todo indicaba que sólo podría verla como paciente. Pero de nuevo, otra vez, los hilos de esta marioneta fueron movidos hasta llevarla a donde alguien había decidido por mi, siendo yo entonces, totalmente ajena a esta situación. Se me encargó recoger toda la documentación en que trabajaba la víctima, entrevistarme con sus compañeros de trabajo, descubrir filias y fobias entre ellos y recomponer la imagen profesional de aquel señor.

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Mi primera entrevista fue con el director del hospital, llamado Manuel Serrano Iranzo. Un señor muy afable, cordial y comprometido con su horario. Pronto me advirtió que no disponía de más de media hora para hablarme del compañero fallecido. Pero pude apreciar sinceridad en la narración de sus respuestas. Su cara no mentía. Era preciso en los datos que exponía y estaba claro que le impactó el fatídico desenlace que había tenido su compañero. Después me presentó un listado de nombres de otros compañeros que de alguna forma colaboraban con el fallecido en su trabajo y con los que tendría que hablar pormenorizadamente. Una pesada lista que precisaba completar con algunos datos personales que me facilitaron en el hospital pero que tendría que detallar en entrevistas posteriores. - Martín Jiménez, Jesús. Especialista en Obstetricia y Ginecología. Natural de Ávila, 46 años. Casado. 3 hijos. - Díaz Molina, Marc. Especialista en Medicina Intensiva. Natural de Barcelona. 41 años. Soltero. - Mendizábal Lasa, María del Pilar. Especialista en Psiquiatría. 54 años. Natural de Guipúzcoa. Casada y con una hija. - Ruiz Fernández, Dolores. Especialista en Cardiología. 34 años. Soltera. Natural de Jaén. - Fernández Wilson, Macarena. Especialista en Cirugía Pediátrica. 32 años. Soltera. Natural de Sevilla. - Blanco Arias, Laura. Especialista en Farmacología Clínica. 31 años. Natural de León. Divorciada y dos hijos. - Martí Vila, Antoni. Especialista en Bioquímica clínica. 46 años. Casado y una hija. Natural de Lleida. - Varela Arias, Manuel. Especialista en Cirugía Pediátrica. 59 años. Viudo, 3 hijos y 4 nietos. Natural de Lugo. - García Rodríguez, José Luís. Especialista en Neurología. Natural de Madrid, 45 años. Casado y dos hijos. - López Gil, Ana. Especialista en Endocrinología y Nutrición. Natural de Málaga. Madre de 1 hija. Soltera. - Lafuente Rubio, Elena. Especialista en Medicina Forense. 33 años. Natural de Soria. Soltera y sin hijos. 20

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Terminé mi entrevista con aquel señor sin siquiera mirar los nombres del listado que me había facilitado. No sabría decir porqué al salir de aquel despacho tuve la sensación de que ese hombre me ocultaba algo. Su mirada era limpia y un poco triste, pero había notado cuando me miraba que sus ojos parecieran brillar de otra forma. Error, no tomé nota de esa sensación y no fue hasta más tarde cuando reparé en ella. Ese día fue agotador, todo parecía ser urgente y yo necesitaba llegar a casa para cenar pronto, ducharme y meterme en la cama tempranito pues no me apetecía nada estudiar y quería relajarme un poco en la tranquilidad de mi pequeño rincón. En un despacho del hospital otra conversación se mantuvo, en la cual se informaba sobre la entrevista que se había producido en Dirección. - Esto se te está yendo de las manos Manuel. - Mantén a tu hijo lejos de este Hospital o prometo que todo saldrá a la luz. - No me amenaces ni pienses por un momento que yo tengo algo que ver en lo que ocurrió. - La policía está investigando. ¿Sabes concretamente quién? - ¿Porqué ella? - ¡Porque no se puede huir del destino! ¡Por mucho que huyamos siempre estará ahí esperándonos! Creo que a estas alturas deberíamos ser sinceros. - Sabes que ahora mismo no puedo. Me juego mi dirección y si quiero controlar a mi hijo sólo puede ser así. - Me temo que ha cruzado la línea y no voy a dejar que menoscabe ni mi nombre ni el de mi equipo. - Yo me encargo de eso. Ya veré cómo hago para mantenerlo ocupado. - Ya. - Por cierto ¿Cómo está? - Guapa como siempre. Me he puesto muy nervioso. Tenía ganas de abrazarla. Se parece a ti, cada día más. - … Bien, te llamaré si averiguo algo. ¿Tú estás bien? - Cansado, pero bien. Gracias. Un beso. 21

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Al día siguiente ya con un café en las manos me senté en mi oficina dispuesta a citarme con cada uno de aquellos compañeros de la víctima. Seguía el listado cuando me topé con el nombre de Macarena. No sé porqué ya entonces, su mero nombre me afectaba de aquella forma. Me temblaban las manos cuando agarré el teléfono y marqué el número que me facilitaron para citarme con ella. Había dejado su llamada al final, pero ya los había citado al resto y bueno, pensé que de una vez debía conjurar todos mis miedos, tal vez aquella entrevista que tendría que tener con ella sería lo que definitivamente la borrara de mi mente, para dejar de ser el amor platónico en el que la había convertido. Por suerte no me tembló la voz, aunque la suya volvía a dejarme fuera de juego y cuando colgué el teléfono, recuerdo que pensé que si la medicina un día no le daba para vivir, se podría ganar la vida cantando baladas o en una línea de teléfonos eróticos. Me reí de mi estúpido pensamiento porque ya me veía comprando sus discos y dejándome el sueldo en llamadas telefónicas. Volvía a por otro café y casi me abraso la lengua, los nervios me hicieron olvidar que el calor específico de ese brebaje era mucho más alto que el mío. Acordarme de todo el santoral y bufar, algún que otro sacrilegio, fue una misma cosa. Aquel día mi torpeza me saludó bien temprano. Genial- pensé- cuando la vea de nuevo se me cae algo o simplemente me desmayo. Haré el ridículo, seguro, ¡ay Esthercita qué mal te veo!. CAPITULO 8. Comienza la partida. 19 de agosto de 2004 Pasé tres agotadores días entrevistándome con todas aquellas personas que trabajaban con la víctima y que pertenecían exclusivamente al cuerpo médico, porque juntos formaban un equipo de investigación sobre una nueva terapia. Llevaban cerca de un año analizando los efectos positivos de un fármaco infantil. Aunque al terminar aquellas entrevistas tenía la sensación de que algo parecía inquietar a alguna de aquellas personas, pero decidí no seguir indagando hasta no haber completado mis entrevistas con todas y proponer mis inquietudes en el informe a mis superiores. Así, aquella mañana, me encontraba esperando en el pasillo, junto a la consulta de pediatría de aquel hospital, a la doctora, que unos años antes, me salvó la vida y adornaba muchos de mis pensamientos, almibarados por el tiempo y su lejanía. No recordaba estar nerviosa hasta que apareció. Aunque parezca increíble ella estaba aún más guapa que cuando la vi por primera vez, aunque su rostro parecía algo más reflexivo. Su voz me sumergió otra vez, de lleno en sus ojos, marrones, expresivos, bonitos... - Hola, ¿es usted la agente García?- dijo. - Si –respondí- usted es Macarena Fernández.

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- Si, soy yo. Me han dicho que tenía que hablar con usted. – Siguió diciendo ofreciéndome su mano a modo de saludo. Estreché su mano y comprobé la determinación de su carácter en aquel gesto. - No le robaré mucho tiempo sólo necesito que me facilite algunos datos- dije. - Bien, usted dirá- contestó mientras indicaba con su mano hacia la puerta de su despacho sugiriendo que pasara. Preferí sumergirme en su testimonio con datos que necesitaba completar sobre su relación con el compañero fallecido. Qué relación tenían profesionalmente hablando, cuánto tiempo llevaban trabajando, qué proyecto compartían y si había notado algún cambio en el horario, carácter o relación con el mismo. Si bien me comentó que personalmente le conocía poco, si me dejó claro que desde que uno de sus pacientes muriera había notado a Emilio un tanto preocupado y distante. Temía una demanda en los tribunales de los familiares del paciente. Por lo demás parecía notarlo tan normal en sus horarios como en sus hábitos frecuentes. Toda esta información me la dio sin dejar de observar cómo yo anotaba cada detalle. Sus manos se movían constantemente cuando hablaba, unas veces enfatizando y otras, yo diría que nerviosamente por algo que mantenía su entrecejo fruncido. Había algo que no me decía y aunque traté de preguntar desde varias perspectivas, no conseguí que confiara en mí para hacerme partícipe de ello. Una vez finalizada la entrevista y ya en el pasillo, a la salida de su despacho, mientras aún meditaba sobre qué podría ser lo que la mantenía algo preocupada, me dijo lo que menos podía esperar. - Yo la conozco ¿verdad? Yo sonreí tímidamente y contesté: - Si. Me conoce… Soy una antigua paciente suya- se acuerda de mi dos años después, no puedo creérmelo- pensaba- Aunque mi edad no se corresponda con la de sus pacientes habituales- dije recordando la broma de la recepcionista. Ella entonces sonrió más ampliamente antes de añadir: - Espero que esté satisfecha con la asistencia que le presté en su día. - Ja, ja… ya lo creo… estoy viva… fíjese si estoy satisfecha… -dije en pleno influjo de su sonrisa, su voz y su sentido del humor-… Bueno…si necesitamos algún dato más, procuraré

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avisarla con tiempo- dije recomponiéndome, algo más seria y súbitamente cortada ante el silencio que se produjo y la mirada que me mostraba. - De acuerdo. Lo que necesite… puede... localizarme y… en cualquier hueco… pues… hablamos… - respondió. Le ofrecí la mano a modo de despedida, y un tímido gracias salió de mis labios, ante lo cual, ella se limitó a imitar mi gesto, pero su apretón de manos fue más largo que un mero saludo. No se si quería quedarse con mi mano para siempre, yo estaba dispuesta claro, pero tendría que quedarse con el paquete completo. Y en esas estaba yo pensando cuando ella se dio cuenta y me soltó. ¡Lastima!- pensé. Después de girarme fui consciente de que quizá había sido un poco fría con ella, porque me preocupaba mostrar lo nerviosa que me hacía sentir. Fue entonces que me giré de nuevo hacia ella con la intención de corregir mi desacierto. La encontré mirándome fijamente y como volví a quedarme sin palabras tan sólo se me ocurrió dejarle mi tarjeta por si necesitaba comentarme algo nuevo que no me hubiese detallado por olvido. - Para cualquier cosa puede llamarme a este teléfono, cualquier pequeño detalle es importante para la investigación, pregunte por mi y la atenderé personalmente- dije a la vez que fui capaz de sonreírle un poco más calmada. Ella cogió la tarjeta y su gesto me confirmaba que dudaba en algo, se aferró a ella como un naúfrago a su salvavidas. - Si no me llamas tendré que hacerlo yo Macarena,… ¡Hazlo!...- pensaba mientras iba a la salida y dispuesta a averiguar de aquella mujer mucho más de lo en principio había establecido y esta vez, por absoluto interés policial. CAPITULO 9. Marionetas. 29 de agosto de 2004. Habían pasado diez días desde nuestra entrevista y me encontraba en la oficina, estaba elaborando el informe para mis superiores. Consideraba los datos que había recopilado en ese tiempo y repasaba una y mil veces la redacción de ciertos indicios basados más en intuiciones que en elementos objetivos. Sonó mi móvil y era una llamada de un número desconocido para mí, hasta aquel momento. Aquella llamada modificaría mi informe y cambió mi humor. Era ella. Me alivió que llamara porque me pedía que nos viésemos lo antes posible para decirme algo importante acerca del caso. Le dije que en treinta minutos allá estaría. Le pareció bien. Después me vino de nuevo la tontería y de la ilusión pasé a los nervios, que empezaron en mi estómago y llegaron a mis manos, hecho que puede apreciar cuando me disponía a recoger el móvil. Como una banderita blanca allí estaban ellos rompiendo mi

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pulso y diciendo que irían a la cita conmigo. Es por el caso, sólo por el caso- me repetía mentalmente mientras ordené el escritorio y recogía las llaves del coche. Cuando llegué a la cafetería la vi sentada, al final en una mesa, sola. ¿El mundo se había quedado ciego? ¿O sólo yo la veía inmensamente guapa? Recuerdo que pensé que no podría trabajar a su lado, estaría mirándola todo el rato y terminaría despedida y en el paro. Imaginé que por eso sólo se justificaría que nadie estuviese allí… mirándola simplemente. Regresé del mundo de mis pensamientos y me dirigía hacia ella cuando me vio y se levantó de su asiento para saludarme. - Hola. Perdone que le haya molestado tan tarde, pero es que hay algo que no le dije cuando hablamos hace un par de semanas y creo que puede ser importante. Puede que sea una tontería… vamos… que no me preocupa… pero tal vez… bueno... hablé con el director y él creyó que no era importante, me dijo que no me preocupara… en fin, no sé, le he dado muchas vueltas y creo que tiene que saberlo… - Me alegro que me haya llamado. Si es una tontería de la que no hay que preocuparse, puede compensarme invitándome a un café, y si no, pues ya veremos qué hacemos. Por lo pronto, salvo el que prefiero el tú al usted, ¿Qué tal si me lo cuenta y las interpretaciones las hago yo? - Si. Gracias. Y por cierto, también puedes llamarme Maca, así me conocen aquí en el hospital. - Pues encantada Maca. Soy toda oídos. - De acuerdo. Resumiendo, hace un par de meses recibí esto- Tendió hacia mí un sobre, que sacó del bolsillo de su bata. Era un sobre tipo americano que me limité a coger. Contenía una cuartilla doblada por la mitad donde figuraba un mensaje mecanográfico que literalmente decía “También pagarás en su momento”. Volví mis ojos al papel, luego al sobre, pensaba en que de no haber existido una muerte en proceso de investigación, seguramente aquella nota por ridícula habría pasado desapercibida. Bien -pensaba- si es una amenaza ¿quién y porqué? ¿Y si no lo es?…Ummm… imposible, por absurdo que parezca, el mensaje y la forma de comunicarlo, ya es indicio de que alguien está muy enfadado con ella. Mejor volvemos al quién y al porqué. Aquel caso empezaba a hacerse notar bajo la montaña de datos objetivos que poco parecían esclarecerlo. Ciertamente aquella amenaza era para mi solamente algo inesperado. Había una serie de impresiones que empezaban a bullir llamando demasiado mi atención. En aquel entonces, ni podía imaginar lo que vendría después.

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Cuando mi pensamiento reparó en que ella estaría esperando nerviosa alguna reacción, y mis ojos cesaron de observar aquella nota, para dirigirse hacia ella, mi gesto serio hizo que ella también ensombreciera su rostro y bajase su mirada. - ¿Es serio? … ¿Tengo que preocuparme?… - Aún no sé si es serio, en cualquier caso no te preocupes. ¿No has terminado tu turno? - No, aún me quedan dos horas. - Bueno, da igual. Iremos a comisaría. Pasaremos esto al laboratorio de la científica y ya nos dirán desde arriba qué hacer a partir de ahora ¿De acuerdo? Eran muchos los datos policiales que podían obtener con el análisis científico de aquella nota, aunque también eran muchas las posibilidades de que de allí no saliese nada importante. Por su seriedad había algo más que la ponía nerviosa. - No te alarmes, es el procedimiento. Pondremos por escrito cuanto me has dicho y firmarás tu declaración, nada más. - Ya… ¡Qué bien! ¡Más procedimientos! ¡Justo lo que necesito ahora!… - Lo siento,… Prometo de verdad no entretenerte demasiado, es una mera rutina. ¿Te espero en la salida en diez minutos? - ¿Te parece absolutamente necesario? - Si, si que lo es. - De acuerdo, voy a cambiarme y a avisar a mi jefe. Así fue como nuestra relación pasó del usted al tú, y yo encantada de ello, porque ni en mis mejores sueños la podría imaginar en mi coche aquel día. Sonreía pensando que la media de mujeres guapas que habían subido a aquel coche la incrementaba muy notoriamente y que parecía una quinceañera por pensar en estas cosas. En esto ocupaba mi mente cuando pude ver cómo salía de hospital y me buscaba con la mirada a la entrada del parking. Me acerqué a su lado con el coche, mientras ella esperaba a que me aproximara. - No estés tan seria… no es un cochazo pero te aseguro que nos llevará a comisaría. Parece una tartana pero en el fondo es un bólido. 26

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Tomó asiento, sonrió y dijo: - ¡Así que me ha tocado la poli simpática de la ciudad! - Si, y no sabes la suerte que has tenido –dije mientras iniciaba nuestro camino- Hay compañeras más serias y antipáticas, con mejores coches… eso sí…- decía sin dejar de mirar al frente. - Bueno… con mejores coches sin duda… -decía mientras paseaba su mirada por el habitáculo. - Vale. Bien… de tu comentario deduzco que no te gusta mi coche, cosa que haré como que no la he oído, que das por cierto que hay compañeras más serias y antipáticas, me alegro que al fin me creas y que los coches te gustan mucho… por cierto… ¿Es demasiado si pregunto cuál tienes? - ¿Marca y modelo? - Con que me digas la marca ya me hago una idea. - Mercedes. - ¡Anda mira!… tengo una prima que se llama igual… ¡Más simpática la tía! - Ja, ja… ¿y sabe conducir tu prima? - ¿No estarás insinuando que no sé conducir?- dije en un exagerado gesto de persona ofendida. - No. Sólo era una pregunta- contestó tan pancha. - Ya…. Una pregunta es lo de ¿estudias o trabajas? ¡No fastidies!… - Ja, ja… ¿tengo que contestar?- se le escapó ya con cierto aire guasón. - Ja, ja… no. No hace falta…. Creo que yo sola puedo deducirlo. … Nos enseñan y entrenan para ello. - Ya veo ya... - Pues si… ahora la simpatía es un nuevo servicio de atención al ciudadano de la Policía Nacional… Además debo estarte agradecida por salvarme la vida.

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- Yo no te salvé la vida, fue mi compañero, yo simplemente le asistí en la operación, si no recuerdo mal. Sólo hice mi trabajo- me contestó mientras me miraba directamente, hecho que hizo que dejase por momentos de mirar la carretera para observar su expresión porque su voz sonó seria. - Pues eso. Tú hiciste bien tu trabajo, yo ahora hago el mío lo mejor que puedo - añadí. - Me conformo con que todo esto no tenga importancia y pueda volver a casa cuanto antes- dijo igualmente seria y volviendo su mirada a la carretera. - Poco puedo hacer por la importancia que tenga, pero trataré de devolverte pronto a casa- dije. No funcionó mi estrategia para hacerla sonreír- pensé. - Gracias. Llegamos a comisaría y en privado esperé a poder hablar con Roberto, al que puse al tanto de lo de la nota. Me instó a depositarla en el laboratorio y mientras se esclarecía el caso a acompañarla en todos sus trayectos siempre que saliera de casa. Después tuvo una larga conversación con ella en la que estuve presente y donde pudimos tomar datos de la fecha de su recepción, del lugar y forma en que se produjo, tratando de dilucidar la posible conexión con el caso de su compañero. Fueron dos largas horas de conversación y ya cansada le comuniqué que habíamos terminado, que la acompañaba a casa. Se limitó a asentir. Por supuesto, aunque no eran horas, las órdenes recibidas las cumplí de mil amores. El destino se me hizo aliado, Una vez de nuevo en mi coche, la miré esperando que me dijese su dirección, pero me dijo que tenía hambre y que en casa no tenía nada. Por la hora que era tendría que buscar algún restaurante para comprar su cena. Le dije que la acompañaría a ese restaurante y que después la llevaría a casa. Así pues nos dirigimos a donde ella me indicó, que resultó ser un coqueto restaurante italiano donde olía de maravilla y mi gesto la hizo sonreír hasta el punto de sugerirme que si tenía hambre no dejase de probar los fettuccini que preparaban allí. Así que me dispuse a llevarme yo también mi cena. Regresamos al coche e iniciamos el camino a su casa, en pleno barrio de Salamanca. Era un bloque de pisos de aspecto bastante elegante. Se me escapó un silbido de admiración mientras observaba esa fachada imponente y la acompañaba al portal. Cogió sus llaves, abrió, se giró y me daba las gracias, cuando la interrumpí. - Dije que te acompañaría a tu casa y como supongo que no vives en el portal, pues… ya sabes lo que toca… Además… tengo que saber dónde vives para recogerte mañana y llevarte al trabajo. - Mira me estás asustando… ¿quieres decir que eres algo así como mi escolta?

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- Técnicamente no, pero operativamente si. Ya te he dicho que tenemos muchos procedimientos, y éste es sólo uno de ellos. No le des más importancia ¿vale? - dije rápidamente para transmitir seguridad y para evitar que se hiciese más preguntas. - De acuerdo. Sube entonces – dijo. - Su piso era el 6 –E. Cuando el ascensor nos dejó en planta pude ver que tenía puerta blindada pero la puerta de incendios no tenía ojo de buey y estaba demasiado cerca de la entrada de su piso, si alguien se escondiera allí podría abordar fácilmente a cualquier vecino y propinarle un buen susto. Miraba con atención estos y otros detalles cuando ella, con la puerta de su casa, ya abierta, me miraba interrogante esperando mi reacción. - Bueno, pues ya está, cierra la puerta, no abras a nadie que no sea yo hasta mañana ¿de acuerdo? Te indicaré unas cuantas normas por tu seguridad más adelante. - Imagino que no lo haces a propósito pero estás consiguiendo asustarme. - Pues se trata de provocarte justo lo contrario… ¡No sabía que era tan fea! Reímos un rato y a bocajarro, como empecé a darme cuenta que decía las cosas, preguntó: - ¿Y puede saberse qué estás tratando de provocarme? - Seguridad y confianza – dije resueltamente y contenta porque aquella pregunta me la sabía. Me miró, la miraba y añadió – si quieres hacerme sentir eso tendrás que esforzarte más. - Ehhh…. ¿cómo? ¿"cualo"?... –pensaba. Touche- le repliqué. - Es broma, sólo que estoy un poco inquieta y no se si es por el hambre o por esto de la nota. Iba a contestarle cuando me interrumpió y me dijo que cenara con ella, pues si esperaba a cenar cuando llegara a casa, lo haría tarde y mi comida estaría completamente fría. No iba a decir que no. Hubiese sido muy descortés por mi parte declinar su invitación. Y como unas castañuelas bajé al coche a por mi cena… para cenar… ¡Sí!… ¡Con ella! Además, no sólo dejaba de ser sospechosa sino que además ahora era alguien a quien proteger y yo claro… tendría que hacerlo, porque nos pagaban para eso. Así pues, ese mismo día ella estuvo en mi coche y yo después en su casa, cenando informalmente en el suelo del salón, junto al sofá, se ve que las sillas y las mesas no le parecían cómodas, o tendría algún trauma profundo con algún carpintero ¡Ya me enteraría!. La alfombra era mullidita y casi me pareció tan mágica como la de Aladino ¡solo 29

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faltaba que volara!... Me reía de mi propio pensamiento cuando al volver de la cocina traía unas servilletas y unos vasos para el vino me vio sonriendo y preguntó de igual humor¿Qué te hace tanta gracia?... ¡si puede saberse claro!… - ¿Eh?... ¡Ah!... bueno… nada… cosas mías… Pensaba que esta alfombra es… bonita… ¿te costó mucho?... dije- No te rias más Esther, por la gloria de tu madre... por cierto, a ver si la llamo- pensé. Terminamos hablando de cosas que nada tenían que ver con su trabajo ni con el mío y por supuesto tampoco con la decoración. No podía imaginar que aquel día acabara con la sensación de que esa mujer que tanto tiempo estuvo lejana en mi memoria ahora la tuviese tan cerca en realidad. Con solo mover un poco el brazo podría tocarla ahora. CAPITULO 10. Todas las flechas. 11 de septiembre de 2004. Durante las dos semanas siguientes la recogía de casa y la acercaba a su trabajo, hablábamos de cualquier cosa en el trayecto, aunque había silencios a los que temía y que trataba de evitar a toda costa. Nunca en ese tiempo aprecié nada en ella que me diera a pensar que entre nosotras pudiese haber algo más que una amistad. Descubrí que era muy sentimental y cariñosa. La mujer perfecta para mí si no resultase tan absolutamente heterosexual. Algunas fotografías que tenía en casa eran de ella acompañada de algún chico guapo que por aquel entonces fuera su pareja. El caso parecía no avanzar, no teníamos ningún indicio del cual tirar y los estudios del laboratorio, sobre la nota, no nos arrojaban datos sobre los que seguir trabajando. Nada de ADN en el papel, sobre o letras. Nada de nada… Mis jefes optaron por archivar el caso y me eximieron de la obligación de acompañar a Macarena permanentemente… Volví a vestir el uniforme, a mi trabajo de oficina y, esporádicamente, al trabajo de calle. Aquello significaba que ya no la vería tan frecuentemente, hecho que me apenó, aunque pensé que ella se llevaría una alegría cuando supiese que el operativo del caso quedaba cerrado por falta de indicios y testimonios que nos permitiesen descubrir algo más sobre el asesinato de su compañero. La nota podía ser obra de cualquier desequilibrado, incluido algún que otro ex que no pareció estar de acuerdo con su ruptura sentimental. Porque esa fue otra, investigar su pasado también era parte del operativo y algunos datos cayeron como jarros de agua fría a mi latente necesidad de ella. Conocer los datos familiares que ella aún no me había contado era parte de mi trabajo, que tenía que ser suficientemente discreto para que no sintiera que vulneraba su intimidad. 30

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Se alegró enormemente que lo de aquella nota pareciera quedar en una simple anécdota, sobredimensionada por el caso de su compañero. Ella estaba más tranquila y el hecho de reanudar su vida social era algo que añoraba. Nos despedimos en aquel momento y una sensación de vacío se me alojó en el estómago, no sabía si era un presentimiento sobre el caso o saber que ya no tendría excusa para verla todos los días. El caso es que yo, ya no dejaba de pensar en ella… cada día. Desde el teléfono de un móvil alguien terminaba de recibir instrucciones. - La investigación ha concluido. - ¡Perfecto! - Ya tienes el campo libre zorro. - A partir de ahora todo corre de mi cuenta. Creo que me voy a divertir con este negocio. - Ja, ja… ya sabes quien no tiene que enterarse. - Y si se entera da igual. Ella no la conoce. - Comete el error de menospreciar a tu enemigo y nos llenarás de mierda a todos. Por tu bien, más vale que tengas cuidado. - ¿Veladas amenazas? - No, no te equivoques, estamos en el mismo barco, quiero tanto como tu sacar la mejor tajada de esto. Sólo te digo que entre polvo y polvo no lo olvides, ese era el trato. - Esto es un negocio y nada más. Todo sigue en pié. Sólo habían pasado unas semanas desde que nos vimos la última vez. No hizo falta que yo buscase excusas para verla, ella tomó por costumbre llamarme para quedar conmigo para salir a tomar una cerveza y contarnos el día que habíamos tenido. De esta forma inconstante fuimos consolidando algo parecido a una amistad. Pronto en esas salidas a cenar empezó a acompañarnos Ángela y otras de sus compañeras de trabajo. Creo que ella por aquel entonces ya sabía que me gustaba no sólo su compañía, pero nunca sacó expresamente el tema por mucho que Ángela a veces hiciera algún comentario para ver sus reacciones. Lo cierto es que Macarena también tenía un perfecto sentido del humor y Ángela era a veces el cazador cazado, cosa que me parecía tremendamente simpático, verlas picarse era todo un espectáculo. Pasaron unos meses y sus amigas dejaron de acompañarnos cuando salíamos juntas, a cenar, al cine, o al teatro. A veces me contaba hasta lo que había soñado y otras, en cambio, le costaba hablarme o dar señales de vida. 31

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Desaparecía y yo desconocía porqué. Luego volvía y tampoco sabía entonces porqué lo hacía. El caso es que mi corazón se estiraba como el material elástico cuando no estaba y sólo recuperaba su forma cuando veía que ella era feliz. En sus ausencias tuve que acostumbrarme a pensarla así, por miedo a que ese material se me rompiera en algún momento. CAPITULO 11. Tenemos que hablar. 16 de abril de 2005. Siete meses después… Recuerdo estar pasando una mala racha en el trabajo, y me estaba volviendo loca cuando recibí una llamada suya. Quería que fuésemos de fin de semana a la playa cosa que me atrajo lo suficiente para decir sí sin pensarlo dos veces. Una vez hube colgado me empecé a agobiar porque ella quedó en organizarlo todo y yo no sabía si iríamos con más gente o no. No estaba yo para mucha relación social, es más, no me apetecía nada alternar con nadie que no fuese ella, pero suponía que alguna compañera de su trabajo nos acompañaría. No fue así. No nos acompaño nadie. Se limitó a llamarme de nuevo el viernes para quedar en recogerme directamente del trabajo a mi salida y salir directas para el sur. Comeríamos en el trayecto en algún área de descanso para llegar antes de anochecer a Cádiz. Cuando llegó a recogerme iba ilusionada como una niña por llegar a la playa, ilusión que logró contagiarme y hacerme olvidar mi infernal último mes en el trabajo. Cuando llevábamos unos diez minutos hablando de dónde comer le pregunté donde nos hospedaríamos y me dijo que por supuesto en un hotel NH de la ciudad, que ella conocía, donde se comía muy bien y que tenía una piscina climatizada de lujo. Se me ocurrió comentarle que yo no era rica, que era una poli con sueldo de poli, y toda seria me comentó que se haría cargo de todos los gastos. - Ni hablar, no me vas a pagar la habitación, faltaría mas. - Efectivamente no voy a pagar tu habitación, porque vamos a estar en una suite, la más lujosa, tiene una terraza espectacular y desde la cama puede verse el mar y parte de las ruinas de la ciudad. - Te has vuelto loca ¿cómo crees que voy a permitir eso? - Permitiéndolo. Además, ya no puedes hacer nada, la reserva está hecha y nos espera una estupenda cena en la habitación cuando lleguemos. - ¿Estás tratando de impresionarme? - Si- dijo sonriendo y volviendo la vista a la carretera.

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En ese momento preferí callar pero había una conversación que tendría que tener con ella más tarde o más temprano y quizá aquel era el día para tenerla. Recién llegamos al hotel subimos a la habitación de la sexta planta, y yo me quedé de piedra cuando abrió y pasamos a una especie de sala de estar con vistas panorámicas a una terraza gigante. Me quedé con la boca abierta y la maleta en mi mano sin poder articular palabra. Aquello era lo más parecido al paraíso que yo había visto jamás en mi vida. Se reía a carcajada limpia de mí por la expresión de mi cara, cogió mi maleta y la apartó hacia la pared, después me cogió de brazo para acompañarme a la terraza. Lucía una piscina mediana con unas tumbonas y una estupenda pérgola con tejido blanco a juego, una mesa de madera, unas sillas también a juego y al fondo el mar que podría verse a ras de suelo porque la barandilla era de cristal traslúcido y acero. Seguía absolutamente impresionada cuando sonó el teléfono en la habitación, ella salió para atenderlo mientras yo me acercaba a ver desde el balcón el mar que me llamaba a gritos. Se veía una parte de playa de arena blanca envidiable, pero al girarme y ver la espléndida vista de la terraza volví a quedarme un poco abrumada. Me llamó desde el interior para enseñarme el resto de la suite, llegamos a la habitación y como me temí una cama de matrimonio, me quedé seria y le dije: - Maca, tenemos que hablar. - Vale, pero antes mira el aseo- dijo cogiendo mi mano y arrastrándome literalmente dijo: - ¿No se te van las ganas de hablar viendo esto? El aseo era casi tan grande como el dormitorio, tenía una bañera de esas de burbujas y una columna de hidromasaje tras una pared de mármol. Estaba decorado muy moderno y también tenía una mini sauna al fondo. - Pues… pues… si….¡Vaya!... ¡Dios santo! ¿Cuánto vale dormir aquí Macarena? ¡Costará lo que mi sueldo de dos meses! - Te he dicho que pago yo, tú no tienes que pagar nada. - Pero vamos a ver… - ¡Nada! ¡He dicho que pago yo! ¡No seas pesada! Y que sepas que lo de Macarena ha sido un golpe bajo. ¡Me debes una! Si quieres asearte antes de cenar, yo voy a ir sacando las cosas de la maleta y avisando al restaurante para que nos suban la cena. - Pero Macarena… - ¡Otra vez!… ¡Qué pesadita estás hoy Esther!- dijo saliendo del baño. 33

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- Pero…pero… - Pero, pero… ¡Nada! ¡Date prisa que tengo ganas de ducharme antes de cenar! ¡Venga! - Ok, a sus órdenes- mascullé sin tener ganas de enfadarla pero con una gran zozobra porque a mí aquel escenario me estaba provocando reprimir mucho lo que en verdad deseaba. Salí al dormitorio a por mi neceser y a por la ropa cómoda que pensaba ponerme para cenar cuando me sorprendió verla colocando meticulosamente cada cosa en el armario y sobre la mesita de noche, tan pancha y más feliz que unas castañuelas. Decidí no decir nada y darme una estupenda ducha en aquella cabina que prometía ser lo que mi cuerpo necesitaba,… a ser posible con agua de algún glaciar cercano. No sé quién inventó ese artilugio de ducha pero cuando el agua a presión empezó a masajear mi espalda y cuello, yo simplemente creí tocar el cielo, no sé de donde salió el suspiro que pegué y después sirvió de jocoso comentario durante la cena de después, pero seguro que de lo más hondo de mi ser. Estaba realmente agotada y aquella ducha me trajo de nuevo al mundo de los vivos. Cuando salí de la ducha me vestí y salí a la terraza a secarme el pelo con la toalla y el cepillo en la mano. Ella estaba allí fumando un cigarro en una tumbona. No sabía que fumara. - No sabía que fumabas. - No lo hago con frecuencia, solo en ciertas ocasiones. - Me alegro. Y… ¿en qué ocasiones fumas? - Pues… generalmente cuando estoy nerviosa… La miré, me miró y sonreímos ambas. - También cuando… estoy a gusto… cuando disfruto con una copa… con una conversación… o con buena compañía… - Ahá… ya… supondré que ahora fumas por estar a gusto… Por cierto, este lugar es de cine… -decía mientras seguía frotando mi pelo con la toalla, cabeza abajo disfrutando de la leve brisa que refrescaba mi cuello. Cuando me erguí me miraba. Voy a ducharme- dijo apagando nerviosamente su cigarro, levantándose como si se hubiera quemado con él. - Rarita que estás tú también Maquita- pensé.

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Apenas había desenredado un poco mi pelo cuando el timbre de la habitación sonó, salí a abrir y allí estaba el camarero con una completa cena para dos en una mesa camarera que a juzgar por lo que brillaba parecía de plata auténtica. Le dije que yo prepararía la mesa y que esperase un momento. No sabía si debía darle propina o no pero saqué un billete de 20 y lo recogió con algo de seriedad. Debió de parecerle poco. Tío es lo que hay, si ves que tal te operas, pero por favor hazlo fuera que a mi la sangre me da yuyu y me vas a ensuciar el mármol… ¿estamos?- Pensaba mientras lo miraba. Estamos- debió pensar porque captó, se marchó y yo que me alegré. Miré a la mesa del comedor y me disponía a colocar los platos cuando pensé que sería mejor cenar en aquella lujosa terraza. Lo dispuse todo, incluido aquel vino blanco, en su correspondiente cubitera. Salió del baño envuelta en el albornoz blanco del hotel y me sorprendió terminando de colocar la mesa en una esquina fuera del paso. - Ummmm… veo que ya trajeron la cena, ¿puedes abrir el vino y servirme un poco? ¡Tardo un minuto en vestirme! - ¡Pues claro!- dije. Me giré y ya no estaba. Ja, ja… apareces y desapareces a la velocidad del rayo… ¿No se te acaban las pilas bicho? - pensé. Escancié un poco de aquel vino en su copa y otro tanto en la mía. Mientras esperaba a que volviese a cenar me acerqué a la barandilla a disfrutar de aquel atardecer tranquilo y hermoso al reflejarse en la superficie del mar. No sabía qué me pasaba con el mar, pero contemplarlo era caer hipnotizada, igual que cuando veía la leña arder en cualquier chimenea. Los colores o el sinuoso movimiento de agua o las llamas era lo que me transportaba a un no pensar muy embriagador y a veces demasiado nostálgico. CAPITULO 12. En serio, tenemos que hablar. Se acercó a mi lado sin decir nada. Miraba, como yo, el horizonte. Al girarme veía su perfil iluminado por el color anaranjado del sol y sus ojos, como un perfecto espejo, reprodujeron dos nuevos atardeceres.. - Preciosas vistas ¿verdad? - Si-dije mirándola. No sabes cuánto- pensé. - ¿Y si cenamos? - ¡Claro! ¡Vamos! Me muero por probar ese vino blanco. La cena transcurrió muy agradablemente, me comentaba su semana horrorosa y yo la mía. Nada en absoluto tenía más importancia que la tranquilidad de estar allí, pero estaba anocheciendo y yo tenía que decirle que no podía dormir con ella en aquella cama. No 35

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sabía cómo sacarle el tema. Creo que fue a propósito que dijera que tenía sueño y que se iba a dormir ante mi silencio. Se levantó y se fue. Yo me quedé un tanto recostada en una tumbona con una ultima copa de vino y el pétalo de una de aquellas flores del centro de mesa entre mis manos. Pensé que aquel era un buen lugar para dormir, de hecho creo que fué lo último que había pensado hasta aquel instante, porque debí quedarme dormida al momento casi sin darme cuenta. A las tres de la mañana me desperté con un poco de frío, el cielo se había encapotado y amenazaba lluvia, tanto fue así que nada más entrar al salón un rayo iluminó la estancia y un sonoro trueno retumbó en toda la habitación. Apagué todas las luces. Empezó a llover y me acerqué al ventanal a observar las gotas, me gustaba ver llover y me encantaba ese olor a tierra mojada que trae la lluvia. Otro rayo cruzó el horizonte y previendo el sonido del trueno me dispuse a cerrar la puerta de aquella terraza. Sonó exageradamente fuerte, incluso me sorprendió, y ya casi me dio una taquicardia al oírla tras de mi. - Vaya tormenta ¿no? - Si… dije atropelladamente girando hacia ella. - ¿Se puede saber qué haces vestida? - Pues… es que me quedé dormida en la terraza… - ¿Y qué haces durmiendo en la terraza? ¿Para eso he pagado esta suite? - Pues… - Me dan un poco de miedo las tormentas- dijo acercándose a mi lado y mirando hacia el exterior. La miraba sin decir nada. - ¿Qué te da miedo a ti?- me preguntó mientras miraba por la ventana. Pensaba en mi respuesta, cuando volvió su rostro hacia mí. - Muchas cosas me dan miedo- contesté sin apartar mi vista. - Dime alguna- desafió mi mirada. - Me da miedo…-dije volviendo mi mirada al exterior- … la soledad… ¿La soledad he dicho?... ¡ay dios! ¡Tendré valor!... ¡Vaya si lo he tenido!...

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Se limitó a observarme en silencio, imitó mi gesto y permaneció unos instantes más sin decir nada. Casi en un pequeño susurro dijo- Deberíamos dormir, mañana tenía pensado enseñarte la ciudad y no quiero que se nos haga muy tarde. - Bien -dije. Mal- pensé- Muy mal. En realidad yo lo que quería es hablar… ¡pero claro! Creo que no es el momento- seguía pensando. - Te tocó el lado de la ventana. Prefiero que estés entre esta tormenta y yo. - ¡Ah! Muy bien… Captado… que me parta el rayo a mi ¿no?... Tomo nota… aunque de todas formas entre esta tormenta y tú hay un lujoso techo, una no menos lujosa pared y un magnífico ventanal. Un hotel de esta categoría no iba a permitir que sus clientes queden a la intemperie. - Pues claro, pero yo duermo más tranquila y deja ya de refunfuñar y vente a la cama. - Eh… si… si… la cama… voy… voy a… a ponerme el pijama… eso es… dije- porque… no sé… una camisa de fuerza no tienes por ahí ¿no? Con lo que a mi me gustan las camisas de fuerza… ahí que no te puedes mover aunque quieras…decía el pepito grillo de mi mente. - Me gustaría saber qué piensas cuando sonríes de esa manera. - No, no te gustaría- se me escapó cuando iba al baño. Cuando volví al dormitorio estaba tumbada mirando hacia el ventanal, su silueta contrastaba con la oscuridad exterior y en un suspiro apagado pensé cuán larga se me haría la noche. Me tumbé a su lado y cerré los ojos. Apagó la luz y entonces me asaltó su olor. No podía olvidarme que estaba allí de ninguna forma. - Buenas noches. - Buenas noches-dije. - Una cosa… - ¿Qué? - ¿Porqué dices que no me gustaría saber lo que piensas? ¿Um?...

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- Porque tienes sueño Maca… mucho sueño… en realidad te estás durmiendo… los párpados te pesan y sientes un gran sopor… cuando cuente tres te dormirás profundamente...- dice con voz hipnótica. Así tal vez yo pueda también dormir o moriré por combustión espontánea y mañana te toque despectar con un pollo frito a tu ladopensé - Ja, ja, ja… serás idiota… - No lo sabes tú bien- pensé. Si, un poco bastante, tenía que haberme dedicado al circo, ya me lo dijo mi madre- le contesté. - Pues creo que sí me gustaría- continuó. - Ya, te gustaría saber que me he enamorado de ti como una imbécil, que ahora lo que menos quiero es dormir ni que te duermas, que no sé qué hacer para vencer los últimos centímetros que me separan de ti… ¿Eso es lo que quieres saber? No. No quieres saber eso y porqué… pues porque no sientes lo que yo… así de sencillo… pensaba. No dijo nada más. No sé a qué dios me encomendé para no alargar mi brazo y abrazarme a ella, realmente dudé si podría frenar mi deseo, pero creo que el vino hizo efecto y fue mi mejor aliado en aquella ocasión, porque me dormí… sin recordar ni pensar nada mas. La luz del día me despertaba aquella mañana, por un instante no sabía donde estaba, pero pronto recordé. Volví mi cara y allí a mi lado estaba, girada hacia mí, aun dormida, casi en la misma postura de la noche anterior y yo, ya sin mi aliado y con el deseo acantonado en mis huesos, seguía perdiendo. CAPITULO 13. Primera huida o lo que pasa por no hablar. 17 de abril de 2004. Tener su cara tan cerca e iluminada por la primera luz del día, me intimidó tanto que casi me dio un vuelco el corazón. Era tan guapa y yo me sentía tan ridícula admirándola que tuve que salir huyendo. Me levanté rápido y fui a buscar mi ropa deportiva, necesitaba correr. Dejé una nota sobre su mesita y salí de aquella suite dispuesta a que mis pulmones volvieran a coger aire. Se me olvidaba respirar cuando estaba a su lado. Ya en el exterior, y más que corriendo, huyendo, pensaba porqué estaba dejando que mis sentimientos tomaran tanta fuerza con ella. Me sentía incapaz de dominar las ganas de decirle lo que sentía, temía caer en el ridículo más absoluto. Y ella, ignorante de todo, sólo se portaba como una buena amiga. Jamás nadie como ella se fijaría en mi de otro modo. Estos pensamientos me torturaban y tras casi cincuenta minutos de carrera, caí en la cuenta de que debía volver, me había alejado demasiado, me faltaba el aire, me estaba ahogando, no corría, huía y esa huida no tenía sentido. El camino de regreso lo hice casi 38

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trotando y ahora traté de disfrutar de las estupendas vistas de aquel paseo marítimo, tratando de serenarme. De regreso a la habitación me sorprendió encontrarla aún dormida, decidí darme una larga ducha y desee no tener que despertarla. Tenía la certeza de estar enamorada y no quería imaginar lo fantástico que sería, que ella sintiera algo por mi, algo que no fuera amistad, algo que la impulsara a buscarme y a querer permanecer a mi lado. Pero aquello de esas cosas tan buenas, que sabes que siempre les va a suceder a los demás. Tendría que alejarme de ella si quería olvidarla, no me sentía con fuerzas de estar a su lado y andar vagando por las esquinas ese amor inútil. Ella seguro que pronto me olvidaría como amiga. Era bastante sociable y pronto encontraría a alguien con quien intercambiar sus confidencias. Su vida seguiría sin mayor contratiempo pero yo tenía algo que olvidar para siempre y con ella a mi lado y como amiga me resultaba imposible. Aquella mañana me preguntó varias veces qué me ocurría y yo con mil excusas y otras tantas mentiras le salí al paso, pero no quería que se entristeciera o dejase de estar tan ilusionada por enseñarme hasta el último rincón de esa bonita ciudad. Fuimos a comer a un restaurante muy famoso de la ciudad y creo que nos bebimos hasta el agua de los floreros porque de pronto cualquier pequeña tontería nos hacía reír. Decidimos dirigirnos a la playa para dar un paseo sobre la orilla, por ver si el agua fresca disipaba algo nuestra artificial alegría, y de pronto me sorprendió aquel barrio del casco histórico. Salimos de la playa y nos dirigimos a ese barrio poblado de hibiscus y gatitos por todas las esquinas. No había casi nadie en la calle. - ¿Es precioso verdad? - Si, si que lo es- dije volviéndome hacia ella. - No sé qué te tiene la mirada tan triste desde ayer. No se si me tienes confianza para hablar de ello, pero creo que sabes que se escuchar- me dijo cabizbaja. Aquello era un asedio a mi muralla, pero aquella mañana había tomado una decisión y tal vez debería ya ponerla en marcha. - Estoy segura de que sabes escuchar. Te tengo mucha confianza. Pero no me puedes ayudar amiga. Más quisiera yo. Pero no puedes. - Por qué. - No me preguntes por qué Macarena. No tengo respuesta para eso. Soy muy distinta a ti. - ¿En qué somos distintas?

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La miré y su expresión preocupada casi me dolió. - No sé,… por ejemplo, yo soy una imbécil y tú… tienes pinta de todo lo contrario, tú eres… - Tú eres muy especial y yo no- dijo con rapidez y clavó sus ojos en mí. - Efectivamente tú eres especial y yo no- respondí porque no estaba preparada para preguntarle porqué me creía especial. Me giré para dar por terminada aquella conversación. - Me rehúyes. Te escondes. - Macarena yo… - Creía que era Maca para ti- me interrumpió. - ¿Para mi?... - Sí, somos amigas ¿no? Cuando me llamas Macarena noto como si quisieses alejarte, cuando te veo esa mirada triste siento que estás muy lejos y no se si te aburre o te molesta mi presencia… - No digas eso, por favor, ni me aburres ni me molestas- la tomé por los brazos y la obligué a mirarme. - Entonces ¿qué te pasa? - Me pasa que soy imbécil ya te lo he dicho. No quiero que estés triste y menos ser la culpable de ello. Tú eres de naturaleza espontánea y divertida y quiero que sigas siéndolo. No te preocupes tanto por mí ¿vale? Lo mío son achaques de la edad, rarezas de la profesión, ya sabes, quienes tienen esta profesión solemos ser personas taciturnas y solitarias y yo… bueno… tengo que hacer mi papel ¿no?- bromee y sonreí cuanto pude para cambiar el tono de aquella conversación. - No ha sido buena idea traerte aquí ¿verdad? - No digas eso. Estoy muy contenta de haber venido aquí contigo. ¿Te arrepientes? - No me arrepiento, pero sé que no es lo que tú necesitas. - Y ¿puede saberse qué crees que necesito? Me miró y creí que iba a contestarme pero no dijo nada. Bajó su mirada hacia sus manos, como amasando una idea que no dejaba escapar. 40

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- Vamos a hacer una cosa. Allí, tras la catedral hay una plaza donde ponen un café estupendo. Iremos tomaremos uno y aprovecharemos este solecito después un poco en la playa. Si vuelvo a Madrid con este color de piel amarillo verdoso después de haber estado aquí es para que me maten. Y tú… - ¡Bien!... ¡Parece que todavía cuentas conmigo!... - Yo cuento siempre contigo y para esto que pienso más, porque tienes que hacerlo de maravilla… - Ahora es cuando yo te pregunto qué es eso que sé hacer de maravilla ¿no? - No. Ahora es cuando yo te digo que con esas manitas que dios te ha dado además de operar sabrás poner crema bronceadora… ¿O me equivoco? - Te equivocas. Mucho además. - ¡Vaya por dios!... Bueno… intentaré encontrar un alma caritativa que pueda prestarse a ello… - Pues si. A ver si la encuentras. - ¿Lo dudas? - ¿Qué apostamos? - Lo que quieras. - Ja, ja… de acuerdo… déjame que piense… - Vale, piensa, piensa… pero mueve los pies que vamos a por el café y los bikinis pero ya… Tomamos aquel café, regresamos al hotel y nos preparamos para ir a la playa. Llevaba mucho tiempo callada. Imaginé que cavilando qué apostar para terminar ganando. El caso es que una vez en la playa pude verla extender con cierto aire suficiente su toalla en la arena. Dejar el bolso a un lado y después de desvestirse tumbarse al sol sin más. - ¿Vas a tomar el sol sin haberte puesto bronceador? Abrió un ojo y con su mano cubriendo sus ojos del sol dijo desinteresadamente- El bronceador se unta media hora antes de la exposición. - Ah.

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- Te pones un poquito a la derecha… es que me das sombra… - Usted perdone. Voy a… a… a bañarme… eso… voy a bañarme… - Pues nada… que te diviertas… - Pues si… lo intentaré… Dejé mi bolso más o menos a su lado, me deshice de mi pantalón corto y mi camiseta de tirantes. Pensé en ponerme bronceador, pero como estaba atardeciendo lo dejé para después de salir del agua. Miré el mar… un poco revuelto… pero limpio… Ahora sólo faltaba que no estuviese frío. Y si, tuve suerte cuando mis pies tocaron aquella orilla, el agua invitaba a una buena zambullida, así que me dejé seducir por esa inmensidad y me sumergí en ella. Buceé un poquito para alejarme de la orilla y como un corcho me dejé flotar. Es curioso el sonido del mar medio sumergida en él. Mis ojos cerrados veían discos rojos y anaranjados sintiendo el sol cálido de atardecer. Sentí por primera vez aquella paz del no tener que estar para nadie, de esos escasos segundos al día en que no hay que pensar en nada… ni en nadie… pero su imagen se me colaba y yo me sonreía por lo fuerte que me había dado con esa Macarena que allí estaba en la arena ignorándome por completo. Por supuesto, como casi todo era perfecto, había algo que tenía que tenía que dar la nota. Oí que algún tipo de moto náutica se estaba acercando, y pensé que el pirado que la llevara o iba muy rápido o que el motor de aquel artilugio sería demasiado potente. Me giré hacia donde provenía aquél ruido y como una flecha aquella moto se dirigía hacia mí. Como un gato deslumbrado en la oscuridad de la noche, me quedé inmóvil esperando que un giro de última hora cambiara la trayectoria de aquel vehículo, y en vista de que no era así, sólo me quedó sumergirme para evitar que me atropellara. Era casi imposible que no me hubiese visto quien condujera esa moto. Cuando salí a la superficie aquel motorista había girado para terminar de ocultarse en la siguiente cala. Desconocía que alguien había presenciado ese incidente hasta que llegué a la orilla y un señor mayor que estaba esperándome se acercó a preguntarme si me encontraba bien. - Señorita… ¿se encuentra bien? - Si, gracias ¿ha visto lo que ha ocurrido? - Perfectamente, me parece muy extraño que no la viese, intenté avisarle con los brazos pero no pareció percatarse… estas motos un día nos traerán un disgusto… de acercan demasiado a la orilla… En ese momento se acercó Maca. - ¡Esther! ¿Estás bien? - Si. Bien. No te preocupes sigo viva. 42

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- Se puede saber a qué jugaba ese imbécil? ¿Es usted testigo? - Si, lo ví todo. - ¿Querría acercarse con nosotros a comisaría?- dijo dirigiendo la conversación. - Eh… Maca… para, para… no ha pasado nada… - ¿Cómo que no ha pasado nada?... Ese tío ha estado a punto de atropellarte Esther… - Pero no lo ha hecho… - ¡Pero es que no te das cuenta que puede pillar a otra persona!… - Bien, nos acercamos a aquel puesto de socorro y avisamos a los vigilantes, que ellos se encarguen de dar con ese tipo… No estoy dispuesta a perder toda la tarde en comisaría… - No me lo puedo creer. ¿No vas a denunciar? - No. - ¡Ja! ¡En casa del herrero cuchillo de palo! Y te quedas tan fresca… - Oiga, gracias- dije al ancianito que presenció nuestra escena. Vamos a denunciar en el puesto de Cruz Roja, no hará falta que nos acompañe. - Bien. Usted sabrá señorita, pero… bueno… - Gracias. Buenas tardes. Maca estaba de brazos cruzados mirándome como incrédula por mi reacción, pero no me apetecía perder aquella tarde en un formulismo que haría prácticamente imposible identificar a aquel individuo. En el fondo sabía que no era un niñato cualquiera. Me tocaría a mí investigar qué diablos había ocurrido. - Venga. No te enfades Maca. Vamos a tomar el solecito un poco ¿vale? - O sea ¡Que tampoco vas a denunciar en el puesto de socorro!- decía mientras volvíamos. - Luego… ahora sólo quiero tumbarme en la arena y sintetizar un poco de vitaminas bajo este espléndido sol.

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Medio disgustada fuimos a nuestras toallas y nos tumbamos sin mediar una palabra en los siguientes cinco minutos. Después de pasado ese tiempo, considerando que ya estaría un poco más calmada decidí sondear su humor. - Ummmm… es fantástico estar así… ¿verdad? -… - ¿Sabes? Lo que ahora haría perfecto a este momento sería… que no acabase nunca… -… - No atender teléfonos,…no tener prisa,… sentir este fantástico sol ,…oír las olas… ummm… sólo una cosa podría mejorarlo… -… - Alargar mi mano y encontrar lo que busco… sólo un segundo… con eso me bastaría… - ¿Y qué buscas? - Una mano… pero no una mano por ahí suelta… no… una mano con su cuerpo y todo… ja, ja… - ¿Te vale la mía? - ¡Pues claro!... Giré la cabeza y estaba apoyada en su codo, mirándome hablar. Alargó su brazo hasta coger mi mano. Me encantó que fuera al rescate de mi pequeño deseo. Tomé la suya y sonriendo intenté que dejara de tener aquel gesto preocupado. -Maca… no te preocupes más… ni te enfades… este fin de semana es para nosotras ¿vale? Esta noche tengo pensado invitarte a cenar y si sigues con esa cara de alcachofa no te llevo a ninguna parte… - ¿Ah si?... ¿Y donde piensas llevarme?... – dijo con una sonrisa picarona. - Ah… eso lo sabrás a su debido tiempo. - ¿Y cuándo será eso del debido tiempo? - …Cuando te hayas puesto tus mejores galas y tengamos los pies fuera del hotel…. Cogeremos un taxi… Supongo que no querrás ponerte unos tapones para los oídos… Será entonces cuando sepas la dirección… 44

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- Ja, ja… pues vale… te dejo que me invites…- dijo ya soltando mi mano e imitando mi postura. - Y… - No Maca… nada de y… relájate ya de una vez… no tengas prisa por nada… intentaré sorprenderte yo a ti… y por favor… si ya conoces el sitio… pon cara de sorprendida al menos… o me vas a hundir en la miseria… ¡A ver cómo yo sorprendo a una pija en su casi ciudad natal!… - Ja, ja… lo tienes difícil ¡Que lo sepas! - Uy… ya lo creo. Cuando llegamos al hotel la idea era que cada una nos preparásemos para una cena en la que finalmente el único objetivo fuera que disfrutásemos lo máximo posible de una esplendida comida, con su postre respectivo y una copita para digerir aquello que usualmente no solíamos comer. Yo me iba a dejar una pasta, pero no había nada más en el mundo en lo que quisiera gastar ese dinero que en verla reír, disfrutar y olvidarse de aquella pequeña preocupación, que fruncía su ceño muchas más veces de las que ella incluso podría sospechar. Una vez en la habitación le dije que se tomase su tiempo para el baño, que probase aquella bañera de burbujas y que tratase de relajarse todo lo posible. Yo, entre tanto y en secreto, iría ultimando los detalles de aquella cena, que consistían básicamente en confirmar, por tercera vez, la reserva que había realizado en el restaurante que no era otro que El Faro. Comprobé que disponían en la carta de vinos de aquel que era mi favorito y que necesitaba compartir con ella. Me gustaba el vino blanco, joven y fresco. Para lo que íbamos a tomar sería la combinación perfecta. De primero tomaríamos unos carabineros plancha al brandy de Jerez, un rollito de salmón relleno de cebiche y salsa fría de apio y una fritura de queso y puerros con salsa de Pedro Ximenez. De segundo tomaríamos unas cocochas de merluza de pincho al pil pil. Por último, el postre sería un pan de chocolate con sorbete de mandarina y salsa de mango y cítricos. Por supuesto pedí la mejor mesa, la del rincón, para no poder huir ni de la compañía, ni de aquellos sabores que esperaba que fuesen varios y sabrosos. Cuando salió del baño yo me dispuse a asearme igualmente, mi favorita era aquella ducha de hidromasaje que era el mejor invento de la humanidad en mucho tiempo ¡Después de la rueda claro!. Comencé a vestirme de la forma que creí más apropiada para la ocasión y que realmente me apetecía vestir aquella noche. Traté de sacar cada rizo de mi pelo con el secador y después de maquillarme me cambié los pendientes y me perfumé. Ultima pasada por el espejo. Todo en su sitio. Bolso de mano, carnet, tarjeta de crédito y algo de 45

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dinero suelto para el taxi. Cuando salí del baño no la encontré en la habitación. ¿Tanto he tardado?... ¿Pero dónde se ha metido esta mujer? Salí al balcón y estaba fumando un cigarro con una mano sobre la barandilla. Lucía un vestido de tirantes de color crudo y unos zapatos de tacón de color castaño a juego con su pelo. - ¿Lista para salir? Se giró y mientras me acercaba a su altura y buscaba un cigarrillo de su pitillera no dijo nada. Encendí el cigarro e imité su postura. - No sabía que fumaras. - Sólo en algunas ocasiones. - ¿Qué ocasiones? - También cuando estoy nerviosa. - Ja, ja… estás muy guapa… - Bueno… quería no desmerecer mucho a tu lado… pero me temo que eso nunca lo conseguiré… eres demasiado guapa y con eso no puedo competir… -… - Creo que hasta la luna salió a verte al balcón… ¿te has dado cuenta?... - Está preciosa la noche, corre una ligera brisita y mira el mar qué tranquilo está… - Si. Por ahora todo acompaña para que podamos disfrutar de esta cena. ¿Te parece si nos marchamos? - Ve llamando al taxi, voy a coger mi bolso. - Bien. Todo consistía en conseguir que aquella escapada de fin de semana fuese aquello que ella pretendía, relajante y lúdica. Efectivamente sólo supo dónde iríamos a cenar cuando estuvimos en el taxi. Comenzó a reírse un buen rato así como para sus adentros. Me imaginé que no sólo conocía el Restaurante sino que seguro que el dueño seria familiar o amigo por el aire de cierta suficiencia que pude apreciar en su expresión. Total, que el primer intento de impresión no fue logrado. Seguro que hasta le resulté previsible. Internamente sonreí un tanto 46

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apenada… ¡Si es que yo jamás había vivido una situación así! y ella, seguro habría vivido mil. Cuántas personas habrían estado en esa situación con ella en aquel lugar, y yo, ilusa de mí, intentando sobresalir entre ellas. Intenté olvidarme de esa idea, centrarme en aquel tiempo del ahora que vivía con ella y hacer que aquellas pocas horas que nos quedaban juntas fuesen al menos agradables y que quedaran en algún rincón de su memoria. Aquel domingo desperté tarde, aproximadamente a las 11 de la mañana. Ella ya llevaba un buen rato despierta por lo que supe después. Había estado algo intranquila durante la noche y me contó que no durmió bien del todo. Recogimos todas nuestras cosas y nos preparamos para regresar a Madrid, ella condujo todo el tiempo, no quiso que yo la relevara. En el trayecto me contó que se incorporaba nuevo personal al hospital, que tal vez tendría la posibilidad de promocionar en el área de pediatría, hecho que le disgustaba por tener que dejar algunas horas de su consulta, pero le ilusionaba poder conseguir para el área algunas mejoras que como simple pediatra siempre pedía a los de arriba y que también siempre ignoraban. Ya en Madrid me dejó en la puerta de casa, nos despedimos con un abrazo. Me dijo que lo había pasado muy bien y a mi me alegró oírla. Quedamos en llamarnos durante la semana y yo asentí, aunque en mis adentros pensara que nuestra amistad entraba en un callejón sin salida. CAPITULO 14. Él. 18 de abril de 2004. Por la noche. En un barrio residencial de la ciudad, un investigador pasaba un informe detallado de seguimiento: “Después del trabajo se dirigió a la salida de comisaría, recogió a una chica que portaba su propia maleta. Condujeron sin paradas hasta el hotel. Se hospedaron en una única habitación. Salieron varias veces a cenar y a tomar copas. No las acompañó ningún hombre. Estuvieron solas en todo momento. Ninguna visita al hotel ni a su habitación” - ¿Esto es todo? - Es todo. - Bien. Su dinero. Va algo más, quiero que continúe con el seguimiento.. - Como diga. - Ahora lárguese. Vamos a ver como llegó y si ha cambiado algo de nuevo.

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Cuando llegué a casa Ángela se había apoderado de mi cama y aún dormía y me fui derecha al baño para cambiarme de ropa e ir al trabajo. Me pasé por la cocina a coger algún batido o algo para desayunar ligero. Cuando Ángela asomó en la cocina con una enorme camiseta, que no era mía, a modo de pijama. Me dio los buenos días y procedió a poner la cafetera. - ¿Tienes goteras en casa?- dije. - No preguntes y vete que llegarás tarde. - Bueno, me voy, no se si pasaré a comer o me pillará fuera, ¿te llamo y vemos si podemos comer juntas? - Es que ya he quedado- me dijo con una media sonrisita. - Ja, ja… no sé ni para qué pregunto. - Pero oye, que tú no te vas sin decirme algo que tienes que decirme. - ¿A qué te refieres? - Ya sabes a lo que me refiero, a si has sido buena siendo malísima. - ¿Por qué piensas que todo el mundo mantiene relaciones instantáneas como tú? Además, no seas bruta. Para ella sólo soy una amiga. - O sea, que nada de nada y esta semana también estarás de mala leche. - Oye, ¿por qué no te vas un poquito a la mierda, y dejas de restregarme por la cara todas mis miserias? - Porque mi misión en esta vida es darte la lata hasta que te decidas de una vez a hacer lo que quieres y que después será lo que tenga que ser, pero el que quiere peces se tiene que mojar el culo- dijo a grito pelado. ¿Entiendes?... claro que entiendes… no vas a entender… pero no es ese el problema… -dijo por lo bajini pensando que no la oía. No recuerdo qué era lo que tenía en la mano, pero voló hacia su cabeza, pero nada, mala suerte, no le dio y ella salió riendo de la habitación con otra victoria más entre sus manos, pero se volvió. - ¿Por cierto? ¿Por qué quieres que comamos juntas? - Porque hay algo que quiero comentarte y quiero tu opinión.

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- La respuesta es sí. - Si qué. - Que sí comeremos juntas y que sí dejaré que me cuentes qué es eso que te sigue teniendo de mal humor. - Pues hecho, le llamo y hablamos. - Bien. ¿Es un problema? - Podría serlo, pero aún no estoy muy segura. - ¿Tiene que ver con Maca? - No. Tiene que ver conmigo. - ¿Es grave? - No lo sé. Veré que averiguo en el trabajo. Igual no tiene importancia pero me temo que sí la tendrá. - ¿Quieres que haga algo? - No. Por ahora nada. - ¿Tengo que preocuparme? - No. Es suficiente con que lo haga yo. - ¿Vamos a seguir dando rodeos o me vas a contar que coño pasa? - Llego tarde. Te lo cuento en la comida pero por lo pronto sí hay algo que puedes hacer; hablar con un poquito más de propiedad. - ¿Y cuando coño eso ha sido un problema? - Lo haces aposta ¿Verdad? - Si, así soy yo. - Ya, ya lo veo y no hay quien te cambie. Venga guapa nos vemos luego, llego tarde fijo. - Anda si… a ver si vas a hacer algo inapropiado en tu vida y luego te da algo… 49

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- ¡Que graciosa! Me parto y me mondo… se dice así ¿no? - Se suele decir que te den, pero claro… igual eso también te molesta… - Adiós trasto - Adiós, adiós… ¡Ay… Esthercita, Esthercita!… Me marché corriendo al trabajo. Si quería averiguar algo sobre el incidente de la playa tendría que desplazarme de nuevo a Cádiz y preguntar por las infinitas empresas, legales e ilegales, de alquiler de esos trastos. Además cabía la posibilidad de que aquella moto perteneciera a su propietario, con lo cual la búsqueda parecía complicada. No pude seguir investigando porque el trabajo me reclamaba. Llegó la hora de la comida y le comenté a Ángela lo ocurrido. - ¿Y porqué demonios iba a querer un tipo mandarte al otro barrio si no te conoce de nada? - Pues eso es lo que yo me pregunto. - ¿Estás segura que ese tío te vio? - Completamente Ángela, estaba atardeciendo pero yo estaba frente al sol, no había motivo para no verme. - ¿Estás en algún caso raro? - No. Rutinas, papeleos… nada importante… - Pues sólo se me ocurre una cosa… - ¿Qué cosa? - Maca. - ¿Qué pasa con Maca? - Ella te llevó allí ¿No? - ¿Y? - No sé… ella está implicada en un caso cerrado y en que la amenazaron… igual podría tener algo que ver…

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- No sigas por ahí… casi le da un infarto cuando llegué a la orilla y se puso de mala leche porque no quise denunciar… - Eso no demuestra nada… salvo que pueda ser una buena actriz… - Ángela no… déjalo ya… si estás tratando de que se me pase este pavazo por ella poniéndola en duda no conseguirás nada… - Te ha dado fuerte ¿No? - Si hija si y no sé si darme al alcohol o a las drogas para olvidarme… - ¿Tienes algún plan? - Yo muchos… ella ningunos… ja, ja… - ¿Y se los vas a contar? - ¿Y qué le cuento Ángela? ¿Qué no podemos ser amigas porque me he enamorado de ella? - Pues sí, por ejemplo… no estaría mal… - No, no estaría mal, pero ahora soy incapaz de enfrentarme a ello… - ¿Y qué vas a hacer? - Por lo pronto dejar de verla… y de ir de copas con ella… y de ser amigas y todo ese rollo… igual así consigo un poco olvidarme un poco… ¡Ya me podía haber dado por juntar lápices! - ¿Y con el caso? - Pues no sé, para eso estás tú, para eso te invito a comer… para que pienses por mi… no ves que yo ahora no puedo… - Porque no piensas con la cabeza… - Por favor ahórrate lo que sigue… deja ya de darme caña y dame soluciones… que para eso te pagan guapa… - ¿Lo dices en serio? - ¿El qué?

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- ¡Lo de las soluciones! - Pues claro… completamente… soy toda oidos… - Déjate de oídos, yo me encargo de todo… - Si claro… tú te encargas de todo… de vaciarme la nevera, ocuparme la casa, la cama y que se te viene en gana… ¿y tu casa?... ¿no me piensas contar qué está pasando? - No. Por ahora no. Está casi solucionado, pero necesito un par de días más… - Me da igual los días que necesites, sabes que no lo digo por eso, sólo quiero saber si tengo que preocuparme… - No, por mi no… sabes que siempre caigo de pie… - De eso no me cabe duda… pero si quieres hablarlo… - Lo sé tonta… y qué tal si comemos… - Pues comamos… pero que sepas que sé que me estás cambiando de tercio… - Pues nada hija, te aviso, ahora tocan las banderillas… - Pero qué graciosas estás… yo no sé ni para qué pregunto… eres peor que un jeroglífico… cuentas una mínima parte de lo que sabes… CAPITULO 15. La apuesta. 22 de abril de 2004. Al final de aquella semana llamó Maca para ir a tomar una cerveza después del trabajo y mi amiga Ángela me acompañó después de restregarme a la cara mis propias palabras sobre que no volvería a verla ni a salir con ella y yo no sé qué más. Le dije que sería la última vez. Se lo juré y Ángela sólo pudo reírse. Creo que ahí empecé a darme cuenta que todo escapaba de mi control. Como era casi de esperar, las cervezas se convirtieron en cena ligera de tapas y después una copa que a medida que avanzaba la noche se convirtieron en tres. Aquella noche yo conducía y Ángela y Maca se lo estaban pasando de escándalo muchas veces a mi costa. Bromeaban y susurraban, cosa que las entretenía bastante. Estaba empezando a ser habitual que lo hicieran en mi presencia incluso, para mi desgracia. - ¡Dios santo! Estáis fatal, me atrevería a decir que un poco borrachas- comenté.

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- Pues sí, dijo Ángela, yo me estoy empezando a encontrar un poco mal, creo que voy a pedirme otro cubata a ver si se me pasa- Se levantó y se fue derecha a la barra. - Supongo que es casual que el camarero sea guapo- dije mirando cómo se iba como un imán hacia él. - Ja, ja… ¿es guapo el camarero?- me preguntó Maca mirándome de frente. - Bueno, no está mal, pero seguro que a ti te gusta más- le respondí. Lo miró un momento, se volvió un tanto indiferente y me dijo- Pues sí, es guapo pero no me interesa. - Ja, ja… ya… vale… - Ahora me interesan otras personas – dijo más seria. No sabía si aquello era una insinuación o qué exactamente pero casi se me congeló la sonrisa. No sabía qué decir en ese momento. Me limitaba a mirarla y como tampoco le pude mantener la mirada, giré mi rostro hacia aquella esquina del local donde se ubicaba un pequeño piano de cola. - ¡Anda un piano!... ¿estará afinado? - No sé- contestó. Y ahora es cuando me cuentas que sabes tocar el piano- siguió y se giró para mirarme fijamente. - Pues si,… sé tocarlo,… ¿qué pasa?... ¿no me crees?- contesté retándola. - Pues no- dijo con gesto victorioso apoyando con ambos brazos el espaldar del butacón en el que estaba sentada. Apuesto lo que quieras a que no sabes- prosiguió con suficiencia. En ese momento Ángela se acercaba con una nueva copa en la mano. - Uy… apuesta… ¿he oído apuesta?... esto mejora… ¿qué apostáis? - Esther dice que sabe tocar el piano- le contestó Maca. - Ummm… y… ¿en qué consiste la apuesta?- Decía Ángela mientras me miraba pillina y yo mantenía el gesto de seriedad. - No hemos apostado nada aún- Contesté tratando de no sonreír. - Un beso… -dijo Ángela súbitamente haciendo que ambas la miráramos. 53

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Ella tomó un sorbo de su copa y dijo de nuevo – Quien pierda ya sabe que tiene que besar a quien gane… - Ehhh… dije mirándola y deletreando en mi mirada- Te mato… juro que te mato… hoy duermes en la calle… fijo… ya lo creo…- pensaba. - Vale- dijo Maca muy alegremente- Un beso me lo apuesto… ja, ja… pero yo elijo cuándo me lo das… - Si ganas- contesté rápidamente. - Si gano- dijo de inmediato y cayendo en la cuenta de que cabía otra posibilidad. - Bien, pues… vamos a ver si sé o no tocar el piano… Me levanté y me acerqué a la barra a pedirle al camarero permiso para tocar algo y ver si podría iluminar aquella zona. Me dijo que sin problema, que bajaría momentáneamente la música ambiente. Cuando me giré para retirarme de la barra pude divisar a Ángela guiñándome un ojo y a Maca riendo pensando en que la apuesta la tenía ganada. El piano era precioso, su lacado brillante invitaba a acariciarlo, no pude resistirme a deslizar mi mano derecha sobre su tapa. Su tacto me trajo muchos recuerdos, incluso el olor a café del piso de mi profesor unido al limpiador que usaba para tenerlo siempre en perfecto estado. Nos obligaba a lavarnos bien las manos en consideración a lo que él llamaba su mejor joya. Probé la sensación de ambos pedales aproximándome lo necesario una vez tomé asiento. Levanté la tapa del teclado desnudando la belleza de aquellas teclas por las que paseé mis ojos. Al otro lado del local Ángela había tomado asiento acomodándose y disfrutando como sólo yo sabía que lo estaba haciendo. - No sabe… Es puro teatro… ¡seguro!… ¿no?- preguntó Maca a Ángela, mientas ésta se limitaba a encoger los hombros y poner cara de yo no fui. Mientras tocaba iba recordando las notas de aquella composición. Recordaba los errores que cometía al principio,… recordaba cada una de las palabras de mi profesor,… me perdía en cada nota dulce, que siempre me parecían caricias en el alma, robándome la vista y dejándome llevar por aquél compás. Me parecía aquel sonido del piano la perfecta definición de lo bello. Me seguía maravillando lo que algunos compositores y ciertos intérpretes podían crear con aquella suma de sonidos. Parecía que el mundo suspendía su 54

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movimiento porque aquello era absoluto. Recordé, cuando aprendía aquella partitura, que por aquel entonces mi duda era qué pudo sentir su compositor cuando la compuso. Nunca encontraba respuesta a aquella pregunta. Nunca supe porqué alguien compone una melodía ni como sucede el milagro que hace vibrar a un corazón simplemente con un sonido. Por un momento sonreí recordando otro pensamiento de mi época en que aprendía a tocar el piano, siempre me decían en casa que si esperaba ganar algo con ello alguna vez. Yo sólo callaba y pensaba que saber reproducir un sonido y una melodía era el más satisfactorio de los aprendizajes. Me veía ahora en aquel local, con otro objetivo tocando aquel piano, para ganar una apuesta. Sentía que era algo ilegítimo conseguir un beso así, aunque también sabía que nunca le pediría a Maca que complaciera su deuda. No me gustaba pedir besos, siempre prefería que me los regalaran y me hubiera encantado haber recibido ya, algún regalo de quien ahora solamente los esperaba. Pero siendo ella mejor que aquella melodía, lo real es que era tan incierta como seguro era el final de aquellas notas que yo me limitaba a reproducir. ¿Cómo sería besarla? ¿Querría ella alguna vez hacerlo?... Y en este pensamiento estaba cuando dejé mi mente en blanco para volar como esas notas y salir de mis propios deseos y dudas dejando que el tiempo escribiese cual tuviera que ser mi destino y mi final. Una vez finalicé unos tímidos aplausos procedentes de algunas mesas cercanas me trajeron de nuevo a la realidad. Sonreí un poco avergonzada mientras pude ver que Maca se levantaba y venía hacia mí. Su cara era de sorpresa y sonreía levemente. Miraba con curiosidad aquel piano, tomó un sorbo de su copa y volvió a mirarme. - Es de un compositor que ha hecho algunas bandas sonoras, Dustin O´Halloran ¿Te gustó?dije. - Me encantó. - En ese caso, el beso deberá ser encantador también. - Mis besos siempre tienen encanto. - Tendrás que darme más de uno si quieres que esté de acuerdo con esa afirmación. - Bueno, ya veré si te los ganas… por lo pronto sólo te debo uno… - Si. Me debes uno… decía mientras se aproximaba Ángela- ya te diré cuándo me lo darás.

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- Ja, ja… rió Ángela… que había escuchado mi última frase. Hay Maca, Maca, Maca… si es que… Esther es una caja de sorpresas… ya te darás cuenta- decía pasando la mano por su hombro - ¿Nunca vas a dejar de sorprenderme bichilla?- me dijo ahora a mi mientras me sonreía y pellizcaba mi moflete. - No tienen precio la expresión de vuestras caras. Ja, ja… ¡Anda! ¡Vámonos que aburriremos al personal! Un momento, que yo también tengo unas deudas que saldar- dijo volviéndose hacia la barra- contestó en clara insinuación a la apuesta. Maca y yo nos miramos y ambas bajamos la mirada por la pequeña situación producida. Se ve que cerró pronto y fácil su deuda porque regresó al instante a nuestra altura. - O sea, que os dejo solas y no sabéis de qué hablar. Desde luego ¡Vaya dos patas para un banco! ¿Siempre sois tan divertidas? Mira vamos a ir… - Oye guapa, no vamos a ninguna parte, yo creo que por hoy ya está bien, son las tres de la madrugada, mañana hay que trabajar y ahora mismo voy a dejarte en casa, a acompañar a Maca y después a descansar lo que pueda para mañana no dormirme en las esquinas. ¿Te parece bien? - Me parece mejor la segunda parte, esa en que tú acompañas y Maca y tal y tal, porque lo que es yo, tengo algo importante que hacer aún… aquí… -y se giró para la barra, desde donde el camarero nos observaba con una sonrisa de oreja a oreja. - Ja, ja, ja… Maca se reía mientras me miraba pero no decía nada. - Vale, como prefieras. Nosotras nos vamos ¿no?- dije mirando más seria a Maca. - Eh… si… si… nos vamos… cualquiera te hace la contraria- dijo con guasa. - Pues ale, que para luego es tarde, adiós chata te llamo mañana- dije a Ángela acercándome para recoger bolsos y abrigos del perchero. Al girarme observé como se despedía con dos besos y Ángela decía algo a Maca. Con un poco de fastidio salí del local y esperé en la puerta a que saliera Maca. De pronto se hizo un silencio incómodo entre ambas. - ¿Te ocurre algo?- le dije mientras nos dirigíamos al coche. - ¡Eh!... no… no… nada… ¿qué me iba a ocurrir?- dijo algo nerviosa. 56

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- Oye que si prefieres que volvamos y tomar otra copa, te acompaño, y… - No, no… no me apetece seguir tomando nada… creo que estoy un poco chispa… - ¿Estás mareada? - No, por ahora… ja, ja… además con el frío que hace se me está pasando. - Bueno, ya mismo llegamos al coche y pongo el climatizador. - Casi prefiero que abras las ventanillas y respirar este aire fresco. - Pues nada, no pongo el climatizador y bajo las ventanillas, ¿Algo más quiere la señora?… - Pues sí, pero te lo pediré más tarde- dijo. Otra vez me quedé sin palabras, la miré, parecía que iba a decir algo pero calló. En silencio llegamos al coche, subió y se recostó en el asiento con los brazos cruzados, le recordé el cinturón y se lo puso sin decir nada. Llegamos a su portal y la acompañé hasta la entrada de su casa. - ¿Estás bien?- dije preocupada por su silencio. Levantó su cara, me miró y me dijo- Sé lo que te pasa. - ¿A quién? ¿A mi?... dije un tanto desubicada. - Si. A ti. Pero mañana lo hablamos. Ahora no es el momento. Asentí con la cabeza. Se me acercó, me abrazó, me besó en la mejilla y cerró la puerta de su casa. ¡Pues qué bien!... Bonito pasillo…- pensé mirando el escenario en el que me tocó actuar ¿Dónde era que estaba el ascensor? Me giré sabiendo que aquello que me había dicho no podía ser el precedente de algo que fuera a favorecer mis emociones. Aunque pensándolo bien, si sabía lo que me ocurría ¡Mejor para mi!. Seguramente con sus mejores palabras me diría que no podía corresponderme y que igual lo de ser amigas no iba a seguir siendo un buen plan. Tal vez yo necesitaba ese jarro de agua fría para de una vez por todas pudiera recobrar la calma que tanto echaba en falta. Las cartas estaban sobre la mesa, el As de corazones estaba entre las mías… pero los diamantes y los tréboles no.

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CAPITULO 16. Atreverse a hablar. 23 de abril de 2004. Al día siguiente no se si por el cansancio o por la inquietud de esa conversación pendiente con Maca estuve especialmente nerviosa y no podía parar quieta en una silla. Salí varias veces a por café a la máquina y la recepcionista de la comisaría se sonrió por que estaba batiendo mi record. - No me puedo creer que cuentes los cafés que me tomo al día. - Yo lo sé todo, recuerda que desde mi puesto tengo una amplia visión de cuanto sucede aquí, además… no es curiosidad… es interés policial… - Yaaaa… interés policial… ¡¡¡¡claro!!! ¿Cómo no he caído? - Pues eso... qué lo sepas. - Recuérdame que te llame para llame para documentar mi libro… - ¿Vas a escribir un libro? - ¡Claro! Mis memorias… ¿no lo sabías?- dije de coña. - ¡Anda y vete por ahí, trasto, que como te vea acercarte a la máquina de nuevo soy capaz de apagarla!!! - Ja, ja… hasta luego jefa. Me dirigía a mi mesa cuando oí sonar mi móvil. Era Maca, se pasaría por casa para cenar, y además llevaba la cena. Parecía tan seria como la dejé la noche anterior. Llegó a eso de las 21, 30 h. Ángela no había llegado aún, ni llegaría supe después. Aunque al principio estuvo muy seria, pronto empezamos a prepararlo todo en la mesa del salón y parecía más relajada. Habíamos cenado y conversábamos alegremente sobre anécdotas de nuestro trabajo. Apurábamos una copa de vino blanco cuando tras levantarse salió al balcón. Yo me levanté y me dispuse a recoger un poco la mesa y ordenar rápidamente la cocina. Empecé a escuchar la música, ... mi música. Se limitó a accionar el play del equipo de música del salón y todo lo que me envolvía, y oprimía durante las últimas semanas, se rompió y salió sin pretenderlo. Yo creía que mi amor era de esos que sólo saben esperar, pero en aquel instante todo cambió. 58

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Dirigí mis pasos al salón y allí estaba ella,… de pie,… ausente por la música y acariciando su copa con una mano. Yo no me atreví a romper ese silencio. Me limité a observarla, como solía hacer cuando sabía que ella no miraba. Siempre había escuchado esa canción con los ojos cerrados, pero ahora aquello era imposible, porque ahora esa canción cobraba un significado mucho más personal. Mi deseo empezó a volar, me moría de ganas de besarla, me moría por estrecharla en mis brazos, por oírla respirar, por nadar en sus ojos, por pertenecer a su mundo, porque perteneciera al mío, porque me mirase, porque quisiera ir por donde yo iba. Y cada nota me acercaba más a ella, pero el vértigo de su rechazo más me estaba inquietando. Un pequeño gesto de su cabeza me indicó que sabía que estaba tras ella. Pero calló. Y yo más me inquieté por que me seguía dando la espalda. Cerré los ojos y apreté los puños, dejé que aquella canción me impulsara para atreverme a dar el paso que incendiarara todos los mares o quemara todas mis naves. - Dime lo que sientes- dije. Se giró para marcharse, pero lo impedí, tomé su brazo, ella paró y se quedó inmóvil, creo que lloraba. No me miraba. Me acerqué más a su espalda, solté su brazo y sólo pude decir lo que hacía una eternidad que yo sentía: - Creo que sabes lo que siento, no puedo evitarlo. Lo he intentado pero no he podido. Necesito saber qué podemos hacer… contéstame por favor- logré pronunciar casi suplicante. - No puedo, perdóname pero no puedo- contestó. Su voz sonó quebrada, mis palabras forzaban algo en ella. Aunque en el fondo esperaba esas palabras, no por esperadas dejé de sentir temblar la tierra bajo mis pies. Nació más de un mundo con su silencio, se cayeron todas mis hojas hasta dejarme desnuda y expuesta. Nadie me enseñó a soportar lo que vino después, tuve que aprenderlo sola. Tuve que masticar lo inútil de mi deseo y hacer el esfuerzo de tragarme ese amor imposible. Se limitó a salir de casa. Oí la puerta cerrarse y el silencio lo inundó todo. Empecé a sentir un poco de nauseas. Pensaba incesante- Se acabó, ya está. A partir de ahora ya todo serán excusas, no querrá verme y yo me alegraré porque no tendré que verla ni callar más lo que siento. Pero ¿Y qué hago yo ahora? ¿Cómo la arranco de mi mente y de mis ganas? ¿Cómo hago para no pensar en ella si no hago otra cosa en el día? ¿Cómo se mata a un amor?”. Recuerdo que en ese momento mis ojos trataban de contener unas lágrimas que no esperaba. Recuerdo que mis piernas se negaban a mantenerme en pié y que con mi mano tuve que apoyarme sobre la librería para que parase esa sensación. Paró y ya no recuerdo como fui a dormir a mi cama ni cómo me pude dormir esa noche o despertar a la mañana 59

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siguiente, mañana que llegó junto a la realidad de su ausencia y que desbordó de nuevo todas mis lágrimas. Lo que siguió a aquellos días fue sumergirme en el trabajo y hacer mil cosas diferentes para no darme un minuto de soledad o reflexión. Tuve que huir de la autocompasión con lo primero que podía y tenía a mano. Mi trabajo. Decidí que al acabar el verano empezaría el curso de subinspectores, eso me ayudaría a olvidarla y a poner kílómetros a la distancia que ya existía. Esa misma mañana, la dueña de aquel edificio entraba en su despacho y se encontraba a su hijo con los pies sobre la mesa. - ¿Qué haces aquí? - Felicítame, voy a ser padre… tendrás un nietecito… ¿Lo querrás tanto como a mi? - ¿Y tú? ¿Lo querrás tú? - ¡Claro! Heredará nuestro imperio… ¿No te alegra? - Mucho. Me alegrará mucho saber que ya piensas en alguien más que en ti mismo. Abandonando su postura e irguiéndose, se limitó a salir de aquel despacho, dejando a su dueña tan confusa como asustada. Aquella señora pulsó la extensión de su asistente. - Es urgente, tenemos problemas ¿Puedes venir al despacho? - Si, voy. En aquel despacho un hombre de unos cincuenta años, de impecable vestimenta, y gesto serio hacía entrada con un portafolio bajo el brazo. Tomó asiento. - Imagino lo que vas a decirme. - ¿Ya lo sabes? ¡Me lo acaba de decir ahora mismo! - Tengo los análisis. - ¿Manuel? - Si.

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- ¿Y qué vamos a hacer ahora? - Hablaré con su compañera. - Tenemos que alejarla de todo esto. - Creo que quiere marcharse. - No la dejes sola. - Nunca lo ha estado ¡Tranquilízate! - Me aterra pensar que pueda saber quién es ella. No creo en las casualidades. - Yo tampoco. - ¿Crees que ya lo sabe? - Si. Lo sabe y esta es la forma de demostrarnos su poder, hacerle daño a ella porque sabe que te lo causa a ti. - ¿Qué será de esa joven y su hijo? - Lo que él decida, mientras le sea útil. - Esto lo cambia todo. - Sólo su nivel de seguridad. - ¿No sabemos nada más de Amberes? - Por ahora no, sólo nos queda esperar. - Me odiará cuando sepa toda la verdad. Ya conseguí que me odiara Manuel y ahora ella… - Manuel no te odia… y ella tampoco lo hará… - Si, es suficiente con que lo haga su madre. - Su madre eres tú. Cuando todo esto acabe sabrá toda la verdad, tendrá lo que hasta ahora no ha podido tener. - Todo menos lo que quiere.

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- Eso no está no en nuestras manos. - Lo sé, lo sé… ¿Cómo nos metimos en esta locura? - Te metieron de cabeza Sonia. Tú sólo la proteges. - No, no lo hago… puedo imaginar lo sola que debe sentirse. - Ángela está con ella. CAPITULO 17. No quería que fuese así. 19 de mayo de 2005. Tres semanas más tarde… Salía charlando del bar donde comíamos con los compañeros al terminar nuestro turno cuando la vi apoyada en su coche enfrente del local. Al verme se incorporó del todo y levantó una mano llamando mi atención. Sonrió tímidamente. Me despedí de mis compañeros y me dirigí a su lado. - Hola- dije a un par de metros de ella. - Hola, he venido a invitarte a un helado. - ¡Ah… gracias! pero acabo de tomar uno en la comida –dije. - Ya… Un silencio se hizo presente. - ¿Y… un café?... Han abierto un local cerca de mi casa… de una cadena americana que tiene café de todo tipo… con canela y vainilla como a ti te gusta… ¿Hace?... - ... ¿Hay descafeinado? - Supongo que sí. - ... Tienes el coche mal aparcado. - Pues si- dijo mirando hacia él- ¿O me ponen una multa o te vienes conmigo a tomar café? - ...Ya... - ¿Eso es un si?

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- … Casi. - Pues me vale ese casi- Y dicho esto giró para tomar asiento. No me había movido del lugar donde paré y cuando me disponía a acercarme, para subir, me dijo con cierta sorna- ¿No esperarás que te abra la puerta? - ¡Oh no!.. No te preocupes, ... ya la abro yo, ... sólo espero un café- mascullé. - De ti no espero nada más- pensé. Subí al coche contrariada conmigo misma, pero ella parecía que había comido sonrisas ese día, porque no dejó de hacer un muestrario de ellas a cada rato. Sin lugar a dudas su humor era mejor que el mío. Siendo sólo amigas parecía sentirse muy bien, yo sin embargo, cada vez peor. Llegamos al local, bastante llamativo por la decoración y por la comodidad que insinuaban sus butacones. Nos sentamos al frente una de la otra, ella cogió la nota de productos y variedades y se sumergió en ella con interés, yo lo hice después, cuando supe que era el personaje sin frase de aquella escena. Mi mal humor estaba creciendo por momentos y terminé por vomitárselo encima. - ¿Querías hablar de algo o sólo hemos venido a que memorices la carta? - ¿Te ocurre algo?- dijo mirando por encima de la nota. - Estoy cansada, quería descansar he estado de guardia toda la noche. - Si, lo sabía, por eso vine a verte, quería que te relajases un rato, pero si te incomodo dejamos el café y te llevo a casa. - Si, lo prefiero, será lo mejor. Sin más, ambas nos levantamos y nos dirigimos a su coche. Una vez dentro se agarró con ambas manos al volante, dio al contacto y arrancó para dejarme en casa al frente de mi portal. -Gracias, nos vemosIba a bajar del coche cuando de inmediato replicó. - ¡No! ¡No nos vemos!... Porque tú no quieres verme. No me llamas. Me evitas. Tú no quieres mi amistad ¡Eso está claro! Pero y ¿yo? Eh… ¿Qué?... ¿Qué hago yo? ¿Hago que me da igual? ¿Te digo que no me importa también? ¿Tengo algún papel en todo esto? 63

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- Haz sólo lo que desees, pero no me pidas más de lo que puedo darte. Ahora no Macarena. No puedo. - Y yo tampoco puedo… ¡¡Joder!!!!... No quiero perderte… ¡¡¡Esther por favor!!!!… No te alejes, te necesito… - Lo siento. Salí del coche rápido porque no quería verla llorar y yo quería hacerlo hasta hartarme. Cerró el coche y me siguió hasta el portal. - ¿Así es como te comportas siempre?- continuó con un tono más severo. - No sé a qué te refieres –dije mientras abría. - A que huyes. - No huyo, trato de superar algo que siento y no me conduce a nada.- dije entrando en el ascensor. - ¿Y en mi? ¿Piensas en cómo me siento yo?- dijo acompañándome. - No dejo de pensar en ti… ¿No entiendes que ese es el problema?- le grité acorralándola sin darme cuenta. ¡No comprendes- continué- que bastante tengo con tenerte dentro de mi cabeza, no comprendes que me está matando no poder sacarte de ella! ¿Quieres volverme loca? El ascensor paró. Me bajé y nerviosamente, traté de abrir cuanto antes. - Pues no me da la gana de hacer lo que tú esperas. - Te aseguro que no espero nada Maca. Puedes hacer lo que quieras. Seguro que tienes muchas amigos con quien hacerlo, no necesito que me martirices a cada instante- dije más calmadamente tratando de bajar la voz. - Pues pienso martirizarte- dijo entrando conmigo a casa. - Pues hazlo el mes que viene, o el año que viene…-grité de nuevo- pero ahora no. Necesito dormir, por favor márchate. - ¿Me estás echando de tu casa?

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Agarré el pomo de la puerta y haciéndome de toda la calma que pude le pedí que por favor se marchase. Después de mirarme se acercó más a mí y me dijo: - No me da la gana, no me voy, sácame a patadas, no te lo voy a poner fácil. Mi paciencia estaba llegando a su límite y decidí hacer lo que ella menos esperaba. Cerré la puerta y la besé. La besé con la desesperación de saber que no volvería a hacerlo, con la certeza de saber que eso la alejaría definitivamente de mi. No era esa la forma en que quería haberla besado por primera vez. Nada más separarme supe que me odiaría. Cuando me separé me abofeteó. - Márchate por favor- dije resignadamente apenas en un susurro pues mi voz se había acabado y mis argumentos también. Ella se había quedado inmóvil, estaba a punto de llorar. Yo no sabía qué hacer porque me apetecía abrazarla, pero no quería tocarla, por no herirla más. - Por favor… por favor… márchate – le suplicaba mientras ella me miraba con sus ojos vidriosos. Con mis manos me tapé la cara y comencé a llorar por la desesperación de no saber qué hacer. Y entonces sucedió. Sus manos cogieron las mías, las apartó y no las soltó hasta pegar su rostro al mio y mezclar nuestro llanto. Me abrazó y comenzó a besar mi cara, sus manos fueron a mis labios, nos miramos y me besó suavemente, casi en una tierna caricia sin más. Cerré los ojos para memorizar la sensación sus labios en los míos, de sus manos en mi rostro y de su cuerpo cerca de mí. Mis brazos la rodeaban para comprobar que estaba allí, al principio con cuidado, por temor a verse abrazando el aire, y después con la firmeza de no querer que se alejara nunca. La pegué más a mi cuerpo y no sé quién suspiró, sólo recuerdo que en ese instante me preguntaba si de verdad que era ella quien me abrazaba y me estaba besando. Yo no quería que mis ganas desbordaran las suyas y rompieran su acercamiento. No pensaba que terminaríamos haciendo el amor. No pensaba que después de aquel primer beso vendría otro, y después otro, y cada vez más, y más eternos cada uno. Tuve que aprender a respirar mientras la besaba porque cada beso me ahogaba más y subía la escalera de mi deseo un peldaño más. Me separé un instante, buscando el aire que me faltaba y con mi mano tocando sus labios traté de decirle pero retiró mi mano y volvió a besarme, y esta vez lo hizo con la pasión que yo sólo pensaba mía. 65

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Entre beso y beso, me hizo cerrar los ojos cuando sus labios buscaron otra parte de mi piel, me fue desnudando su deseo, y en el mismo lugar donde estábamos nos arrodillamos. Sus manos quemaban en mi espalda, las mías buceaban por su ropa buscando su piel y su olor. Había anulado todos mis sentidos, necesitaba sentir cada centímetro de su calor. Su excitación me excitaba más, hundí mi rostro en su pecho y con una mano en su nuca y la otra en su cintura caí sobre ella, que me estrechaba y me atrapaba entre sus piernas. Sus manos descubrieron en mi cintura ese lugar que eriza todo mi cuerpo y otro suspiro salió de mis labios. Nuestros cuerpos medio desnudos se buscaban, el deseo de tocarla crecía con cada gemido. Verla en mis manos y sentirla así me estaba enloqueciendo. Con mis manos recorría su cuerpo, y con sus manos en mi pecho me susurró al oído. Sus gemidos crecieron, y aunque me moría por volver a su boca, su respiración era el faro de mi deseo, quería ir despacio pero fue imposible y mirándome tras suspirar, gemir y temblar vino a raptar mis labios para su boca, comenzó a acariciar mi abdomen y sentí desfallecer cuando ella quiso anidar en mi vientre, y bucear en el mar embravecido que ya era mi cuerpo. De regreso a sus labios iba cuando llevó mi mano hasta su boca, sus labios rozaron mis dedos y al tratar de incorporarme su mano acarició mi sexo y ya no se qué me daba más placer, si saberla dentro de mi o yo dentro de su boca. Necesitaba abrazarla, mirarla y besarla infinitamente. Acariciaba su rostro, saboreaba su piel, me perdía en su cuello y si ella rozaba el mío, besaba mi hombro y descendía sus manos por mi espalda, toda la tensión volvía a mi cuerpo, mi sexo la reclamaba a gritos y yo más me hundía en su cuello, mordiendo y gimiendo cerca de su oído porque todo mi pudor se esfumaba. Pronto descubrió mi punto débil y lo asediaba una y otra vez, hasta que todas mis precauciones desaparecieron y por el sendero de su pecho volví a descender, invadiendo su torso, con mis manos, con mis labios, con mi lengua. Besé su estómago, acaricié suavemente su cadera hacia su vientre, gimió, y una enorme excitación me invadió de pies a cabeza. Me rendí entre sus piernas, tomando con pasión cada centímetro de piel, llenándome de ella, y sintiendo su placer en mis labios. Y otra vez planeaba hacia su norte, mientras ella me aproximaba al lugar sobre el que aterrizar mis labios, su boca, dulce y vigorosa. Mil caricias me dedicó y mil le respondí. Sentía que me buscaba, que cada gesto era deseado, que se perdía en mi piel, que su pasión la guiaba sobre mí, que cada gemido era una pista para bombardear mis barreras, romper mis defensas y derrotarme ante ella. Acabamos bañadas en sudor, me tumbé a su lado y ella se abrazó a mí, traté de arroparla pero me pidió que no me moviera. Sentía su corazón en mi pecho latiendo a mil por hora y ya nada más importaba porque el mío seguía el mismo compás. Y aquel maravilloso sonido de su corazón se ocultó bajo las palabras que después pronunció. - No sabía cómo llegar a ti. No quería hacerte daño. ¡Quería hablar tantas cosas contigo antes de que ocurriera esto! 66

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- Dímelas ahora. - Es demasiado tarde. No dije nada. Esperaba que continuase hablando. Pero seguí esperando inútilmente. Se levantó despacio, comenzó a colocarse de nuevo su ropa y en apenas dos minutos se había marchado de casa. Tan pronto como lo hizo el aire que removió su cuerpo, al salir de aquella habitación, se hizo gélido y espeso. Subir al cielo y bajar de golpe batió todas mis ideas. Comprendí que aquello era un adiós, un regalo, un maldito regalo o un ataque de caridad y el mayor error de mi vida. No pude evitar llorar de nuevo, con otro tipo de rabia, ... con la rabia de no poder devolverle su maldita despedida. CAPITULO 18. Un error y demasiado odio. Todo en ella me anticipaba una barrera, una distancia, que no era indiferencia pero tampoco compromiso. Había algo que no conocía y que la separaba de mí, algo que podía más que yo. No se si fui su experimento de la semana, del mes o de su vida, pero aquel buscarme, encontrarme y marcharse, dejó una herida abierta, que sangró mucho tiempo más. Había entrado al aseo para ducharme cuando Ángela llegó de su turno. Nada más verme empezó su particular interrogatorio porque vio que había llorado. - ¿Qué ha pasado? - Nada- dije. - ¡Y una mierda! ¿No esperarás que te crea? - Pues mira no lo sé si me crees o no… No sé qué ha pasado. No se si hemos hecho el amor o hemos follado sin más. Me inclino más a pensar que lo último, porque se limitó a salir corriendo después. - ¿No habéis hablado? - Por lo visto era demasiado tarde. - ¿Demasiado tarde para qué? - ¡Y yo qué se Ángela! ¡Tarde!… Sólo sé que se me hizo tarde… no sé porqué… pero llegué tarde… 67

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- ¿Estará con alguien? - Probablemente… - Porqué no le das tiempo. - ¡Porque no lo tengo!... ¿Cuánto tiempo crees que puedo estar así? Yo no entro en su vida, me busca cuando me necesita pero ¿Qué se yo de ella? ¿Lo que he averiguado?... No me cuenta nada. Ella en cambio lo sabe todo de mí. Me está haciendo daño, y yo no puedo hacer otra cosa por evitarlo más que huir de ella Ángela ¿No lo comprendes? - ¿Y qué esperas que arregle eso? - No sé qué va a arreglar, pero es la única solución que le veo. No voy hacerme ilusiones después de lo que ha pasado. Me miraba esperando que continuase. - Porque te juro que yo sé lo que ha pasado, pero para ella sólo ha sido un impuso del que te aseguro que mañana se arrepentirá- dije totalmente derrotada. - Pues si se arrepiente ha elegido y ya está. Al menos ya sabes a qué atenerte. - Si, tal vez tengas razón. - Sabes que tengo razón. Si no sabe qué es lo que quiere es su problema. Ya están todas las cartas sobre la mesa. Ella ha tomado una decisión. ¡Bien! ¡Tú vas a tomar las tuyas! Vas a seguir con tu vida y a olvidarte de toda esta puta mierda. - ¿Y cómo voy a hacer eso? - ¡Haciéndolo! Levantándote cada mañana siendo dueña de tu vida. Siguiendo tu instinto y no tus recuerdos. Peleando con uñas y dientes por la felicidad que te mereces y que un día se presentará en tu cara. Viviendo las miserias que todos los mortales vivimos sin dejar que se hundan ni tus ganas de vivir ni tus sueños. Ángela que hasta aquel momento había estado apoyada en el marco de la puerta se acercó y me abrazó. - No tengo que contestarte ¿no? - Ja, ja… no… Sólo tienes que creerme- dijo. - Vale. Te creo….Si me sueltas igual consigo ducharme. 68

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- Te voy a soltar, pero sólo porque no quiero que pienses que soy un blandengue como tú. - Eres una blandengue, por mucho que ladres. - ¿Me estás llamando perra? - Ja, ja… no, no se me ocurriría… Te quiero mucho pero no me atrevería a tanto… En ese momento soltó su abrazo. - ¿Quieres que te compre un perro?- dijo con sus manos en mis hombros. - ¿Tu eres idiota? - Porque te haga compañía… tonta… - Lárgate, voy a ducharme- dije- y como asomes con un perro vais el perro y tú a tomar…. - ¡Dilo!… Dí una puta palabrota… libera que te cagas…. - ¡Por favor!... ¿Me dejas que me duche?... - ¡Hija, qué difícil es todo contigo!… Con lo fácil que es decir ¡A tomar por culo, me cago en la puta, coño, joder!... ¡A la mierda con todo!... ¡Ostia!.- decía saliendo del aseo. Al cerrar la puerta sonrió y como pude le sonreí. Me desvestí y entré a aquella ducha con el firme propósito de olvidar a Maca. Mientras me duchaba sentí la tristeza de ver que sus últimos rastros se marcharan por aquel desagüe. Casi volví a llorar por ver que lo que me dejó el barniz de sus labios, se lo llevaba el agua y que el mundo no se hundía por ello. Lo siguiente sería dejar la mente en blanco y parado el corazón. En el mismo local de siempre y también en ese instante, la escena la protagonizaban dos hombres que subían por una escalera, hasta llegar a la sala de dirección de aquel local. Nada más entrar una camarera, algo exuberante, les trajo dos copas. Las mismas de siempre. Cerraba la puerta y los dejaba a solas. - Necesito que no vuelvan a verse nunca más y además quiero verla sufrir. Quiero que vaya sabiendo quién es el dueño de todo. ¿Sigues teniendo aquel contacto en la policía?dijo con calma uno de ellos. - Si, pero esto te va a costar mucho dinero ¿Por qué no a ella?

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- Lo intenté. Ha tenido suerte hasta ahora, pero su suerte va a empezar a cambiar, la voy a cambiar yo. No voy a permitir su presentación pública que es lo que pensaban hacer. - ¿Vas a seguir con lo del hijo y con lo del matrimonio? - Si. Por ahora necesito saber todo lo que ocurre en el Hospital. El único problema es no consigo que dejen de verse. Arriesgo con que Sonia la conozca, arriesgo demasiado, no asumiré más riesgos si esto no sale bien. Si algo falla el hijo y el matrimonio no me valen, tendría que ocuparme también de eso. ¡Asegúrame que no vais a fallar! - Bien, pues si quieres que así sea, así será. CAPITULO 19. Jaque. 05 de junio de 2005. Dos semanas después… Tras la tarde en que estuvimos juntas, no volví a ver a Maca hasta pasadas dos semanas. Ángela me llamaba mil veces al día, unas veces para preguntarme cómo estaba y otras para preguntarme cosas del trabajo que eran puras obviedades. Había planeado que antes de marcharme al curso de subinspectores nos fuésemos un fin de semana a su pueblo, a casa de sus padres. Pero no dio tiempo, ya no tuve más tiempo con ella. Ángela era una chica fuerte, vital, alegre, muy alocada a simple vista, pero con una gran serenidad para los momentos difíciles. Era quién mejor conseguía ponerme los pies es la tierra, la que me decía lo que realmente me ocurría en el momento preciso en que veía mis oídos abiertos. Era feliz, hacía cuanto le daba la gana, porque además era muy inteligente. Nunca quiso dejar de patrullar la calle, decía que era su forma de seguir unida a la vida. Odiaba apartarse de la cotidianeidad, de la espontaneidad del día a día. Eso le daba la tensión que decía necesitar para comprender muchas cosas. Opinaba, en cambio, que yo debía ser policía de otra manera. Una mañana recibimos mi compañero y yo una llamada de comisaría. En un barrio del extrarradio de Madrid se iba a realizar una detención, pero la patrulla encargada había sido atacada y solicitaba cobertura de las patrullas cercanas. Recuerdo bajar del coche y ver, el de los compañeros atacados desierto. La puerta del edificio estaba abierta, mi compañero me dijo que esperara a que llegaran más refuerzos pero imprudente como me volví, no pude hacer lo que me pedió. Mis pies me llevaban irremediablemente a las escaleras que conducían a cada planta. Todo parecía estar en silencio, sólo se oía una voz proveniente de unos pisos arriba. A medida que subía despacio cada tramo de escaleras la voz parecía serme familiar. Recuerdo que en medio de aquella mortecina luz reconocí la voz de Luís, el compañero de Ángela. Mi corazón se aceleró súbitamente y aunque la voz de mi compañero a mis espaldas me decía que teníamos que esperar, yo ya había decidido qué hacer. Me agarré a la barandilla y subí todo lo rápido que mis piernas me permitieron hasta quedarme sin aire y toparme con la peor de las escenas. 70

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Ángela yacía en el suelo, boca arriba. Luís tapaba con una mano su vientre y con la otra cogía su mano. No recuerdo qué le decía. Creo que no lo recordaré jamás porque lo que mis ojos me devolvían anulaban lo demás, todo se quedó sin sonido. Corrí a su lado y sólo pude ver sus ojos cristalinos fijos en el techo, su tez pálida y su boca medio abierta. Dos segundos antes y la habría visto con vida. Luís y yo comenzamos a reanimarla. Ángela no me dejes… por favor… tú no… -pensaba. Cuando los médicos del Samur llegaron nos retiraron, yo quedé sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. No sé si recé o supliqué para que Ángela reaccionase, pero las manos del médico al rato pararon, y sus ojos me buscaron. Le oí decir la hora de la muerte y todo volvió a quedar sin sonido. El mundo se paró. Cubrí mi cara con mis manos y grité para despertar de aquella pesadilla. Pero al abrirlos nuevamente era consciente de lo ocurrido. Sentí el vacío y la inquietud que se siente en el estómago cuando recuerdas algo que olvidaste y era importante. Mi cabeza iba a estallar pero lo hizo mi garganta. Mis ojos apenas veían por las lágrimas, la abracé pensando que con ello la traerla de nuevo a casa. No sé si me inyectaron algo, lo siguiente que recuerdo fue estar sentada en ese pasillo, contiguo al de urgencias, que era el tanatorio al que habían trasladado su cuerpo. Y desde allí miraba al suelo, con mis codos apoyados en mis rodillas y mis manos sosteniendo mi cabeza. No quería pensar. Oí unos pasos rápidamente acercarse a mí, era Maca. Sus manos cogieron las mías, y me obligaron a mirarla. Sus ojos estaban llorosos y tristes, casi tan desesperados como los míos, me abrazó, pero yo no sentí ese abrazo. Me derrumbé en sus brazos y lo olvidé todo, lloré y lloré sobre su hombro como nunca antes lo había hecho. No me importó que viese que no tenía fuerzas para nada más ni que me viera tan derrotada. Los meses que pasaron desde el funeral de Ángela provocaron un profundo cambio en mí. Yo que tan cuadriculada era, empecé a aceptar la filosofía del presente y no hacer planes de futuro nunca, con nada, con nadie. Por desgracia, nuestra profesión es así. Aprendes a asumir el riesgo, eso te hace vivir sin demasiadas especulaciones y eso tal vez es lo que hace que seamos más pragmáticos, más distantes del resto de la humanidad. Evité a toda costa volver a ver a Maca, porque no podía, me dolía. Si quería continuar con mi vida tendría que llevarla a mi pasado y convertirla en un vago recuerdo. Cambié de teléfono, cambié de casa, la que compartí con Ángela, y a veces con ella, tenía unos recuerdos que no me ayudaban. Pedí traslado de comisaría, no quería que me encontrase. Creí que en algún lugar encontraría unos labios mejores que los suyos, otros ojos más profundos, un cuerpo más cálido o un deseo más calmado y si no lo encontraba, no pasaba nada porque nadie había muerto de amor y yo no sería la primera. Esperaba que lo que me encogía el corazón desapareciera. Esperaba que todo volviese a un discurrir continuo o rutinario donde cualquier cosa ya no me la recordara. CAPITULO 20. Sobrevivir tres años.

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15 Diciembre de 2008. Amanecía y en mi pequeño apartamento; el sol teñía de naranja parte del cielo, aunque algún nubarrón ya amenazaba tormenta. Yo disfrutaba de pié, aún con el pijama, de esos segundos en que el vapor del café y el silencio de la ciudad dormida, me permitían ver y sentir que la prisa y la rutina todavía no eran protagonistas de mi día. Con el cuerpo un poco inclinado y apoyado sobre el marco del balcón, miraba un nuevo amanecer y disfrutaba cuando el sol volvía a reinar. Esos momentos eran los únicos en que verdaderamente pensaba que se podía renacer y empezar de nuevo, porque, cuando el reloj ya me apuraba, yo me acostumbré a solamente volver a actuar. No me gustaba que nada ni nadie impidiera esos breves minutos del día. Me acostumbré a la soledad y a su silencio. Aquello que siempre había temido se hizo bruma y dejó de asustarme. Muchas tempestades se habían calmado y ahora todo era calma y monótona rutina. En la radio una canción sonaba y mis recuerdos se dispararon al pasado. Hablaba de un amor imposible porque la vida era como era, jugaba y lo volvía todo del revés. El protagonista de aquella canción contaba que el amor era fugaz como las tardes de abril y como ser feliz, hablaba de mañanas sin fin, totalmente imposibles como lo era el no morir. Y es que, ciertamente, todo muere, porque nada es eterno y el amor, a veces es un curioso enemigo que comprime casi toda la vida en un segundo y un instante después hace extraños a los amantes para que se puedan separar sin más, a vivir una vida divergente. Había sucumbido a la letra de esa canción y me sentí yo una de esas personas que aún se preguntan si su amor fue o no correspondido porque como decía la canción, también me llegué a entregar hasta ser las palmas de sus manos. Pero las mías, llenas un día, de su piel y de su rostro habían tratado de retenerla y, como si ella fuera agua, se me escapó de entre los dedos. Recordé ese feliz cansancio después de subir al cielo, cuando mis ojos aterrizaron en los suyos suavemente y recuerdo verlos brillar y a sus labios que me reclamaban por un momento. Mi corazón sabía que la había querido con toda mi alma y ahora después del tiempo, nada de aquello quedó. Era absurdo preguntarse si ella estuvo enamorada de mi alguna vez, así que apagué la radio en venganza por aquel recuerdo y terminando mi café, me convencí de que seguramente en estos últimos años ella nunca me habría añorado, quizás incluyo, ya apenas me recordara. Ese día, ya en comisaría, pensaba en qué clase de hija de puta insociable me estaba convirtiendo el trabajo, después de tener que comunicar el fallecimiento de un desaparecido a su familia. Podía haber sido más amable, pero últimamente nunca lo era. Otro día, como los tres últimos, estaba sentándome en mi mesa, soltando el vaso de café de máquina y chupando mis dedos para borrar los rastros de crema de éste y suavizar la quemazón de mis dedos. Saludaba muy mecánicamente al entrar a la oficina y casi agradecida de que nadie respondiera. Miré la carpeta amarilla que tenía frente a mí y desee no tener que abrirla.

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Entonces levanté la vista. Mi compañero estaba frente a mi mesa, con los pies cruzados sobre ella y escribiendo algo en un informe. - Buenos días ¿Te importa quitar los pies de mi mesa? - ¿Oh vaya!, quién lo iba a creer, ¿Qué pasa? ¿No funciona hoy mi traje de hombre invisible? - Pues no. No funciona…pero con esa colonia…hasta un muerto podría notar tu presencia… ¿Regalo de tu última novia? -Repliqué. Me miró y sonrió. Tenía una bonita sonrisa. Mantuve mis ojos sobre el. De pronto la voz del jefe al final de la sala hizo pasar ese instante y cortó esa incipiente conversación. Exigió nuestra presencia en su despacho de forma inmediata, y levantándome de nuevo pensé que me había vuelto a quemar los dedos con el café para nada. - Es una niña. Cuatro años. Rubia. Ojos azules. El forense dice que murió hace aproximadamente dos semanas. La encontró un vecino del pueblo aficionado a las setas,.. si, si… ya sé… muy tópico y muy típico pero así es. Id allí, el juez estará a punto de llegar y quiero un informe detallado en mi mesa mañana antes de las doce. Nada más. Salimos ambos del despacho. Mi compañero se limitó a golpearme el hombro y decirme: Hoy por decirme buenos días te presentaré a mi novia… la de la colonia… ¿recuerdas?” - Ja, ja, ja… sólo a ti se te ocurre bromear después de lo que dicho este. Aunque bueno, no es mala idea, pero que conste que le diré que tiene un pésimo gusto… empezando por las colonias- contesté. Su pícara mirada me tradujo que ese era el precio a pagar por otras virtudes más ocultas. Fue entonces que reí aunque mi estómago rugió, y cogiendo la chaqueta, abandoné definitivamente aquel café. Llegamos a aquel bosque en plena sierra de Madrid, próximo a una zona de urbanización de lujo. Marcos, mi compañero, iba delante de mí. Yo trataba de pensar en la clase de bestia que raptaba a una niña, la mataba y abandonaba su cuerpo en aquel lugar.

Cuando la espalda de mi compañero se retiró pude ver acordonada la zona. El cuerpo de niña estaba cubierto por una manta térmica. Varios policías rastreaban por los alrededores buscando algún indicio a destacar. La noche anterior había llovido abundantemente en aquella zona. La huella o posibles huellas que pudiera haber habido se habrían borrado. Girando sobre mi propio cuerpo y esparciendo mi vista sobre aquel preciso lugar puede observar que aquel no era el sitio perfecto para ocultar nada. Más bien pareciera ser un 73

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mirador, un balcón al paisaje de aquella sierra, y ello a pesar de que el vaho de nuestras respiraciones y aquella mortecina luz del amanecer, daban un aire lúgubre a aquel lugar. Marcos ya se había agachado y descubierto la manta para mostrarnos las evidencias que fuésemos capaces de extraer de aquel cuerpecito inerte. Desde arriba con la perspectiva de la posición en la que me encontraba vi la posición del cuerpo, cuidadosamente colocado. Sus piernas y sus brazos estaban alineados correctamente. La niña había sido peinada. Marcos me miró, asentí levemente y cubrió el cuerpo de aquella pequeña. Al erguirse me miró y vi la preocupación en su rostro de ver que aquello no era fruto de una acción violenta ejercida con el más bajo instinto animal de matar. Parecía un ritual asépticamente orquestado y sin un motivo aparente que nos señalase porqué ella. Nos dirigimos en silencio a nuestro vehículo tras el levantamiento del cadáver. - No usaron la violencia con ella -dijo. - No, no la usaron...Pero lejos de aliviarme… eso me inquieta más –contesté. Antes de subir al coche le pregunté- Este lugar ¿Te dice algo Marcos? Miró alrededor y hacia arriba. Me comentó que le parecía el lugar perfecto para pasar un domingo de acampada, con mochila, bocata y cantimplora. Mantuvimos la mirada un momento y los dos supimos que tirar de ese hilo podría ser un principio. Ya en el coche, estuve callada todo el camino de regreso a Madrid. Llovía. Las gotas sobre el cristal me parecían como estrellas en el cielo y cuando una gota arrastraba a varias me recordaban las estrellas fugaces. Marcos puso la radio en las noticias. Un accidente en la M-30, varios heridos. Supuse tráfico cortado y caos en los hospitales. Y otra vez su recuerdo aparecía para decirme que probablemente éste también sería un día malo para ella y que llegaría tan cansada como yo a casa, pero ella a la suya, lejos, muy lejos de la mía. Miré el reloj y oí a Marcos preguntarme en qué pensaba. Yo que entonces miraba por la ventanilla el nuevo paisaje urbano, sentí pudor de decir la verdad, que pensaba en ella, que la echaba de menos en mi vida, que no pude vencer su olvido, así que terminé contestando que tenía hambre. Al fin y al cabo pude contestarle con sinceridad, aunque no del todo. CAPITULO 21. Empezando de nuevo. 16 de diciembre de 2008. En una oficina en un despacho de abogados una conversación telefónica se mantenía.

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- ¿Se puede saber qué demonios nos interesa a nosotros esa investigación?... ¿Y qué pasa con ese médico?... ¡Mierda!... ¡No tenemos nada que ver con lo de su hija!... Está bien, arreglaremos definitivamente esto, dame unos días y me encargo de todo…Ahora es el momento... Si ha sido apartada mejor, nadie sospechará tampoco… Sigue atento a cada movimiento y me llamas si hay novedades…. Al día siguiente al llegar al despacho de Comisaría de nuevo la investigación centraba toda nuestra atención. Durante el desayuno habíamos especulado sobre la que nos iba a caer, en realidad pocas pistas había sobre quién o quienes participaron en el secuestro de aquella niña. - Hoy nos espera bronca –dijo Marcos. - Si, y además de las buenas. El informe ni de coña lo tenemos para las doce. Venga, terminemos el desayuno y llamemos a Beltrán a ver qué más nos cuenta de la pequeña ¿Vale?-contesté. - A sus órdenes Jefa –exclamó. - ¡Ya vale con el temita! ¿No?– contesté secamente. - Algún día averiguaré porqué te molesta tanto eso. - Pues averígualo pronto. Me harías un favor. - No prefieres contármelo. - No. - De acuerdo – dijo mientras se levantaba y de su bolsillo sacó el billete con el que hoy pagaba el desayuno. Salimos de aquella cafetería y nos dirigimos al anatómico donde el forense ya nos esperaba para decirnos lo de siempre. -Muerte por parada cardiorespiratoria. Causa de la muerte mezcla explosiva de Fenobarbital y Thorazine. Marcos y yo guardamos silencio y esperamos la explicación de Beltrán. - Los rastros de Fenobarbital indican que seguía tratamiento por crisis convulsivas epilépticas. El Thorazine es un tranquilizante que pertenece al grupo de sustancias consideradas útiles para tratar la depresión, la manía y, en general, lo que hoy es

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denominado psicosis por contraste con neurosis. El examen neurológico tardará más chicos. Pero al menos ya tenéis algo con estos primeros datos. - Gracias Beltrán, llámanos en cuanto tengas el informe completo. Por favor, ¡Cuanto antes! Desde arriba nos aprietan con el tiempo –dije. Marcos me miró e iba a decir algo cuando le dije que nos fuésemos al despacho, quedaba aún cerrar los datos de investigación de los padres de aquella niña a los que Marcos había entrevistado. Asintió, nos despedimos y marchamos a por el coche. Aquel informe no se terminó a su hora. Esperábamos bronca para apremiarnos sobre la investigación pero en su lugar fuimos apartados del caso y en cambio se nos adjudicó uno nuevo sobre evasión de capitales. Al salir del despacho los dos mantuvimos silencio. Recogimos nuestros abrigos y salíamos por la puerta cuando quise averiguar algo. - ¿Has quedado para comer con tu novia? - No, voy a casa… ¿Por? - Te invito a comer. - Ahá… iba a hacerlo yo… pero ya que te has adelantado… no voy a negarme. - ¡Mira qué suerte! - Sí, hoy estamos teniendo mucha… ¿Me equivoco? - En absoluto. - ¿Piensas lo mismo que yo? - No. No pienso meterle mano a tu novia. - ¿Cómo? - Ja, ja… sube a tu coche y sígueme… otro día te lo explico. - Pues no te he pillado. - Ni me pillarás. - No me subestimes. 76

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- Bien. No lo haré. A cambio me tienes que prometer algo. - Tú dirás. - No subestimes a nadie en esta comisaría. - ¿Piensas en el caso? - Si. También pienso en qué diablos ha sucedido. - Ha sucedido que somos unos pringaos. - Vamos al restaurante y allí continuamos hablando. - Pues sí. Será mejor. Yo cogí mi coche y Marcos el suyo, fuimos a comer a un restaurante que había próximo a mi domicilio. - Hola Esther, buenas tardes- dijo el dueño del local. - Hola Álvaro, en la mesa de siempre hoy para dos- dije dirigiéndome al comedor. - ¡Venga! De acuerdo. Ahora mismo os tomo nota. - Estupendo. Marcos y yo fuimos a la mesa donde habitualmente comía el menú del día cuando, la mayor parte de las veces, o no había ido al supermercado o no me apetecía cocinar. - Tiene buena pinta y huele de maravilla la cocina. - ¿Vamos al grano o prefieres hablar de la decoración del local y de su comida? - Al grano. - Bien. ¿Qué tienes sobre los padres de la pequeña? - A ver que recuerde… padre José Luís García Rodríguez, madre Laura Jiménez Romero. Divorciados. La madre vive en Madrid y el padre en Valencia. La madre trabaja en un despacho de abogados y el padre en una clínica privada en Valencia como Jefe de la Unidad de Neurología. - Neurólogo. 77

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- Si y qué casualidad que la niña tenga una afección neurológica. - Si, extraño… pero tan extraño como que la hija de un zapatero lleve los mejores zapatos o que la hija de un dentista tenga ortodoncia. - Eh… bueno… viéndolo así… - Cierra ese frente, por ahí no hay nada. Lo que interesa saber es porqué esa niña. El móvil del secuestro, porque o mucho me equivoco o esto no debía acabar en homicidio. - ¿Quieres que sigamos investigando? - No. Oficialmente estamos fuera del caso. No podemos investigarlo. - Pero… - Pero sería interesante ver cómo se cierra. Estaré atenta. - ¿Crees que lo van a cerrar? - No lo sé. ¿Pero te ha parecido normal lo que ha ocurrido? - No, hasta ahora no. - ¿Y ahora? - Ahora me temo que tenemos algo más que investigar. - Correcto. CAPITULO 22. Volver a confiar. 20 de Febrero 2009. Habían pasado varias semanas desde aquella charla con Marcos en aquel restaurante, cuando supimos que el caso de la niña había sido cerrado. Al parecer no se habían encontrado pruebas concluyentes y fiables para continuar la investigación. Caso cerrado. Cuando lo supimos Marcos y yo nos limitamos a guardar silencio oficial y a procurar que no se supiese por dónde iban nuestras propias investigaciones. - Le has caído bien a Olga. Levanté las cejas y lo miré.

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- No te preocupes hay gente rara por todos lados- momentos después añadí. Creo que a ella también le gustas… deberías llevarla al oftalmólogo o al psiquiatra. Marcos sonrió. Me miró como para decir algo pero no lo hizo, ni yo quise preguntarle. En nuestras mesas nos esperaba un caso de delito fiscal. Nuestra investigación se centraba ahora en el análisis financiero contable de una empresa, para lo cual debíamos contar con la opinión de varios expertos en la materia y no nos quedó otra que solicitar una asesoría externa. Así que después de consultar con los superiores nos recomendaron contactar con una profesora de la Universidad Complutense que había escrito su tesis doctoral sobre evasión de capitales. Recuerdo a Marcos oírle el típico comentario machista sobre el aspecto de aquella señora. Le miré de soslayo y se limitó a añadir - Dos cañas a que tengo razón. - Dos cañas a que la próxima vez que sueltes otro comentario de ese tipo te mando a ordenar el archivo dos semanas. Coge tu abrigo y tira para el coche, recojo todo el informe y nos vamos para allá –le contesté. El informe era una memoria financiera de los dos últimos años de la empresa. Por el momento, más que el análisis de balance contable anual y el balance de situación del mes anterior, me interesaba saber exactamente de qué tipo de empresa era ésta que investigábamos. - No se crea esos datos agente, sin lugar a dudas la empresa no puede contar con la misma estructura de costes que hace 10 años, hay una cosa que se llama sinergia que produce rendimientos más allá de la combinación individual o la simple adición de ciertos factores productivos. ¡Verá! en determinadas empresas el desarrollo de sus capacidades es un factor clave en el desarrollo del negocio, y el efecto aprendizaje es inimitable de compañía en compañía, con lo que probablemente ésta haya permitido una capacidad competitiva muy positiva en la reducción de costes del departamento de producción – acababa de decirme aquella experta de la Universidad con la que quedamos. - ¿Cree que una empresa con tantos años de experiencia en su sector arriesgaría sus fondos en inversiones no rentables? – Preguntó Marcos. - Depende de lo que usted considere inversión no rentable. Una inversión por definición puede ser rentable o no. Ahora bien. Distinto es que usted sepa cuando invierte, que dicha inversión no será rentable. - ¿De ser así, qué mecanismos tiene el órgano decisor de la inversión para justificar las pérdidas ante los accionistas? – Pregunté.

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Aquella señora continuó con su discurso casi cerca de una hora más. Era mucha la información que nos había dado al respecto de los posibles candidatos a ser investigados en función de los cargos que ejercían. En otro sentido, aquella experta defraudó a Marcos, porque perdió una apuesta. Ante nosotros había una chica de unos treinta y seis años, que no era un bellezón pero su forma de gesticular y de hablar la hacían muy atractiva, dando muestras de una seguridad en sí misma envidiable. Bien, entonces me dice que a su juicio ¿Estos datos no le merecen demasiada confianza? – pregunté. Mire en el mundo de las empresas, nada es seguro, todo es incierto, cualquier pequeño detalle puede llegar a tener trascendencia en los balances de las empresas pero al igual que esto es así, también le dijo que no hay empresa que no quiera año tras año mejorar su beneficio, salvo que hablemos de organizaciones sin ánimo de lucro y ¡Créame! ¡Ésta, no lo es! –aseguró y sonrió. Marcos y yo nos miramos apesadumbrados porque veíamos que aquel análisis nos iba a resultar más largo de lo previsto. Ella que a juzgar por su comentario también era muy observadora añadió: - No se preocupen, pregunten cuanto quieran preguntar y si tenemos que hablar en otras ocasiones no tengo inconveniente siempre que me avisen con un poco de antelación para evitar que me encuentren en clase o en tutorías. Normalmente me encontrarán aquí en mi despacho. Al salir de aquel despacho, Marcos me golpeó el hígado con el codo, lo cual ya me molestó, pero aún más lo que salió por su boquita al instante. - Está buena ¿eh? - Ja, ja, ja… Eres un imbécil ¿Lo sabías? Igual si nos acercamos a la secretaría allí te dan el título y todo. - Sin que sirva de precedente te invito hoy a comer y hoy conduzco yo. - Te puedes ahorrar la comida y decirme lo que quieras decirme ya. - Sabes una cosa que me encanta de ti. - No soy encantadora. - No, no lo eres, te lo aseguro, desde hace un tiempo, casi estoy seguro que antes no eras así, pero allá tú. El caso es que hoy me da a mí la gana de que escuches lo que yo tengo que decir. 80

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- ¿Y porqué se supone que yo tengo que escucharte? - Porque soy tu compañero, y porque no sé en qué coño me estoy equivocando contigo. No hay manera de llegar a ti. Me pides que confíe en ti y lo hago, pero tú distas mucho de confiar en mí, y casi también estoy seguro de que no quieres ni molestarte en ello. Eres todas las mujeres del mundo juntas en una sola ¡No hay cojones a entenderte!. Después de aquello salió para el parking donde dejamos el coche, se limitó a esperar a que yo llegase y lo abriese para sentarse en el asiento del copiloto. Evitó mirarme y no me dirigió la palabra más de lo necesario que requería el caso. Cuando terminó el día, se levantó de su asiento, recogió su cazadora del espaldar de su silla y se marchó. Al día siguiente, yo ya estaba en mi mesa cuando él llegó y repitió los mismos gestos que en la noche pero a la inversa. Suspiré inconscientemente y Marcos me miró. Le observaba distante conmigo supongo que yo a menudo me había comportado así con él. Lo cierto es que si cruzábamos una palabra era estrictamente por motivos profesionales. Quería hablar con él y pedirle disculpas por mi comportamiento. Quería explicarle lo que me ocurría, pero eso significaba volver a confiar en alguien. Y desde que Ángela murió y aquella época yo no había vuelto a confiar en nadie más. Hablar con Marcos podría suponer decir cosas de mi que casi nadie conocía y no sabía si quería mostrarme tan vulnerable con él. De alguna forma era su superior y temía que aquello afectara a nuestra relación profesional. No obstante, pensé que un escueto -Lo siento- lo arreglara todo. Así pues, cuando terminé de completar el informe técnico del caso que habíamos resuelto en días anteriores, levanté mi cabeza del escritorio con el propósito de invitarlo a un café. - ¿Qué tal? ¿Te queda mucho? –le pregunté. - No. En un momento te lo paso. Un segundo –me contestó. - Bien, tal vez… podríamos tomar un café, si te apetece después –le propuse. - ¿Invitas tu?- dijo escuetamente. - ¡Claro! pero me gustaría que aceptaras por algo más que porque yo pague el café –dije. - ¡Ah! ¿Si? ¿Por la compañía quizás?- dijo mirándome fijamente a los ojos muy seriamente. - Bueno… es que… quería comentarte algo… -dije pues no esperaba su reacción tan directa. - ¿Y no puedes decirlo aquí?... ¿Porque será de trabajo?… ¿O es algo personal?... No. Personal no puede ser. Tú hace tiempo que dejaste de ser persona ahora sólo eres tu cargo y nada más que eso ¿O me equivoco?

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Aquello terminó de cabrearme. Iba a acabar esa conversación levantándome y marchándome, pero una vez hube dado dos pasos paré, giré sobre mi misma y le dije: -Solo quería disculparme por lo del otro día. No voy a disculparme por ser como soy. La vida me ha hecho así y te ha tocado trabajar conmigo, si quieres te mando una carta de pésame a tu casa, pero vete haciendo a la idea de que esto es lo que hay. No obstante, hoy estoy comprensiva y comprendo que no te guste lo que ves. Y ahora… voy a tomarme ese café… No sé el tiempo que el tardó en reaccionar, yo me dirigí al Starbucks que había a unas manzanas de la comisaría, necesitaba dar un paseo y respirar un poco de aire fresco. Comencé a pensar en lo que Marcos me reprochó. Tenía razón, yo hacía tiempo que había cogido mis emociones y las había congelado para relegarlas al sótano de mi alma y no dejarlas salir más. El resto de mi vida era una rutina donde yo era la protagonista de lo que hacía pero no de lo que sentía. Entré al local y pedí mi café favorito, le añadí azúcar moreno, un poquito de canela y un poco de vainilla. Cogí mi varilla de madera y comencé a removerlo cuando frente a mi se sentó Marcos. - ¿Sigue en pié esa invitación? –dijo. Le miré y asentí con la cabeza. Sonrió y de un brinco saltó a la barra a pedirse su frapuccino. Esta vez de regreso al sentarse no lo hizo frente a mí sino a mi lado, en el sofá donde yo estaba sentada mirando hacia la calle. Yo que miraba hacia el exterior de aquel local volví mí mirada a él, que andaba ya ocupado en disolver el azúcar de su café, ahorrándome sostener su mirada. Miré mis manos y las sentí pequeñas y más delgadas. Mi piel me gritaba a voces que el tiempo, mi tiempo, pasaba. Las volví a sentir vacías y nuevamente me acordé de ella. Siempre ella. Siempre ahí. Con cada cosa, con cada mínima cosa la recordaba, y tan miserablemente cobarde me sentía que casi me ahogaba mi propio pensamiento. - Me gustaría que me contaras eso que piensas cuando te quedas tan callada y tan ausente de lo que te rodea –dijo. - ¡Ah! ¿Pero es que crees que pienso? ¡Vaya! Eso me supone demasiada inteligencia y te aseguro que no es el caso –dije socarronamente. Le miré y se sonrió pero un -no cuela- fue suficiente, dicho por el, con sus ojos mirándome muy serenamente. Tomó un sorbo de su bebida que depositó en la mesa. Apoyó su codo en el respaldo del sofá para poder mirarme todo el tiempo y se limitó a decir –Soy todo oídos. - ¿Piensas psicoanalizarme?- dije. 82

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- No. Yo no soy psicólogo. Yo sólo sé escuchar –contestó. - ¿Y qué esperas oír? - Sólo lo que tú quieras contar. - No te voy a contar mi vida. - Vale. ¿Y qué quieres contarme? - En realidad… quería disculparme por mi comportamiento… - ¿El día de la Universidad? - Sí, por ese… y bueno… imagino que por alguno más. - ¿O sea, que te enfadas cuando alguien dice lo que opina de ti? No supe qué contestar a esa pregunta. Busqué una respuesta y en ese momento no la encontré, aunque supuse que yo me la formularía y entre mis silencios trataría de responderla más adelante. - En realidad…no es lo que opinen lo que me importa. Hace tiempo que trato de evitar congeniar demasiado con mis compañeros de trabajo –dije del tirón. Le miré y su gesto no había cambiado, permaneció en silencio esperando a que yo continuase hablando. - Antes no era así… tenías razón… Pero supongo que la vida… de una forma u otra, va decidiendo lo que somos… y marca nuestros destinos… En una ópera un personaje decía que los torbellinos de la vida derriban a los robles más robustos... Yo tuve mi propia tormenta… y esto que ves es el resultado… Tenía una compañera de trabajo que era mi mejor amiga y un día murió… Fue en acto de servicio… Lo pasé muy mal… vivíamos juntas y… hablábamos mucho… la echo mucho de menos. - ¿Terminaste? –dijo. - Si, terminé –le contesté. - ¿Puedo hablar? –preguntó mirándome a los ojos. - Si –dije.

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Volvió su cabeza a la mesa, cogió su bebida y tras un profundo suspiro me dijo –Olga, me ha pedido que nos casemos. Sonreí. Levanté las cejas, esperando a que continuara, como no lo hizo pregunté. - ¿Y? Me miró, sonrió y continuó –No te rías- mientras que me apuntaba con el dedo– Estoy acojonado… la quiero un montón ¿sabes?... pero lo del matrimonio… no lo había pensado… y no sé si con la convivencia deje de sentir lo que ahora siento por ella… - Si te vieses la cara ahora, tendrías claro qué hacer –dije. - ¡Ah sí!... ¿Tú crees?... ¿Debería comprarme un espejo para que me dé la respuesta?… ¿Un espejito mágico como el del cuento?… Los dos reímos un buen rato por aquella mala broma. Creo que era lo que ambos necesitábamos en ese momento. Quitarle drama a nuestras vidas y vivirlas sin pensar tanto. - ¿Eres idiota? ¿Lo sabías? ¿No era que estabas acojonado? – dije mientras tomaba el último sorbo de mi café. - Ahora me siento el idiota más grande del mundo. Estoy totalmente acojonado, pero eso no impide que se le trate de sacar un poco de humor a la situación. - Ya veo ya –dije mientas me levanté para pasar por caja. Salíamos por la puerta cuando al pasar a su lado mientras me cedía el paso me dijo ¿Sabes qué?- preguntó. Yo permanecí en silencio -Me gusta lo que veo- continuó. Le miraba mientras el terminaba de salir del local. Observaba como abrochaba su cazadora y metía sus manos en ella para después levantar su rostro y sorprenderme mirándolo. -¿Qué?- dijo. - Nada –contesté- Tienes unos gustos muy raros –proseguí. - Puede… Pero así soy yo -añadió con una nueva sonrisa. - Ja, ja, ja… Pues sí que eres raro si. - Venga, vamos a mi coche, quiero ir al anatómico a preguntar algo.

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- Algo de qué. - Me gustaría saber si el informe de Beltrán, ese segundo informe, el que no vimos… tiene copia en algún lugar. - Qué crees que aclarará el informe, la muerte estaba clara, quien secuestró a la niña desconocía la medicación que tomaba y sin pretenderlo la mató con el tranquilizante. - Si, eso está claro. - ¿Entonces? - Si encuentro lo que busco te diré ese “entonces” que me preguntas. Al accionar el arranque del coche se accionó la radio y comenzó a sonar una canción. - Ah, pues muy bien. Muy rápido aprendes tú ¿No? - Es lo que tiene ser el compañero de alguien como tú. Mientras me abrochaba el cinturón y me acomodaba me di cuanta que era un disco lo que sonaba. Miré el display del CD. TRACK 1. Ricchi e Poveri “Cosa sei”. Miré extrañada a Marcos. ¿Una canción italiana?... Muy fuerte… Era cierto… o estaba enamorado o se había vuelto sordo momentáneamente…- pensaba - ¡Vaya… una canción italiana!- dije esperando su reacción. - Si… ¿Bonita verdad? Le miré definitivamente pensado ¿Bonita?... ¡Uy madre!… Al final va a ser verdad que está enamorado pero mucho más de lo que él mismo cree. ¡Caray!... le recordaré esto dentro de unos meses, ja, ja…¡¡¡¡Lo que me voy a reir!!!... Me encantará recordarle esta especie de tontería que tiene encima… Curioso en lo que nos convierte esa cosa y lo estúpidos que nos volvemos- seguía pensando. - Se lo regalé a Olga, lo bajé de Internet y se lo copié. - ¿Y todavía te habla? - ¿Cómo? - Nada… Que es muy “bonita”… ¿Es el disco entero?- pregunté albergando algún tipo de esperanza.

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- Si. - ¿Si? ¡Qué bien!- Dije. ¡Por Dios!... ¡Mierda! ¡Y el anatómico en la otra punta de la ciudad!- pensé. - Luego si llego pronto a casa te lo grabo. - Prefiero siete puñaladas en el corazón… gracias- se me escapó. - Ja, ja… ¡Qué poco romántica que eres! - Si… no lo sabes tú bien… CAPITULO 23. Un día cualquiera se puede dejar de ser. 20 de abril de 2009. Cada mañana igual. Mecánicamente ejecutaba casi de memoria el mismo gesto. Una curva, otra y después, aquel cruce. Reduje a cuarta, levanté el pié del acelerador y tracé esa curva limpiamente. Era una mañana de primavera, muy fría, pero ni una sola nube en el cielo impedía que el sol acercara el color de cada cosa a los ojos de quien la mirara. Y allí estaba yo, y frente a mí, un coche que no debía estar. Recuerdo mirar esos faros y creer lo inevitable. No recuerdo la fuerza de aquel golpe, abrí los ojos por un instante y sentí el peso de mi cuerpo sobre mi asiento. No se oía nada, pero mi mente me recordó otro fuerte dolor sobre mi ceja izquierda y el calor de la que creo que era mi sangre escapando de mí. Giré mi cuello y pude ver mi mano sobre el asiento, quise moverla y no pude. Sentí angustia y nauseas, y cerré los ojos. En esa oscuridad apareció ella con su perfecto rostro sonriendo, el brillante color miel de sus ojos inseparable a su mirada feliz, y diciéndome no sé qué cosa, me besaba y en aquel momento, podría jurar que sentí sus cálidos labios, de nuevo, rozando la piel de los míos, y a sus manos pasearse por mi rostro, con esa caricia tan suya que me ancló para siempre a ella. Fue entonces que volví a despertar. Otro par de ojos distintos me miraban fijamente, muy cerca de mí. Y escuché una voz. Y recuerdo que dijo -Ya todo va a ir bien-. Volví a cerrar los ojos creyendo esas palabras y pensando, que en la oscuridad me esperaba ella, y si me estaba muriendo no quería hacerlo pensando en nada más, en ningún otro recuerdo. Esa carretera un día más me alejaba nuevamente del amor de mi vida. Yo así lo había querido. Siete años atrás me demostró que no me quería y aquel suceso me dejó un 86

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inmenso hueco que los mil te quiero que vinieron después, no lograron llenar. No volví a enamorarme. El desamor me hizo presa y no sabía liberarme de él. Yo sólo pretendía sobrevivir, pero el destino me alejaba de ella, cuando yo menos lo pretendía. Llenaba, de mil cosas distintas, cada día, para llegar a casa tan cansada, que no hubiese tiempo de sentir el peso del vacío y de la soledad. No quería sentir que mi cuerpo ya no tenía alma, ni mi vida sentido. Esa era mi estrategia, intentar que ella no fuese mi motivo, que dejara de pesarme todo lo que sentía por ella, que me fuera posible no correr a abrazarla para no soltarla nunca más. Recuerdo que abrí los ojos como pidiendo socorro porque el dolor que sentía en mi cuerpo era tal, que pareciera estar completamente rota. Traté de moverme y lo mío no fue un quejido, creo que aullé por el dolor. En medio de aquella angustia, cuando mis ojos aún no se habían acostumbrado a la luz, pude ver cómo alguien desconocido, por ahora, para mi, se acercaba a mi rostro y me decía que no me moviera, que todo estaba bien. Ahora me siento mal, pobre chica, ella haciendo su trabajo con la amabilidad que podía y yo en aquel momento pensando “valiente idiota, pensará que la voy a creer, si todo estuviera bien no me dolería lo que me duele”. Pero cuando me empecé a sentir realmente mal fue cuando mis ojos ya con más nitidez enfocaron mi brazo izquierdo en una especie de cabestrillo y el resto de mi torso unido a él como un clavo a una madera. Nefertiti, me sentí, no reina, sino momia. Decidí no pensar en cómo estaría mi rostro, porque también notaba en la cabeza un vendaje importante, a modo de turbante. Sólo me faltaba el escarabajo y un báculo en mi mano para ser aquella reina. Aquel pensamiento me hizo dar una carcajada que me dolió, pero me hizo gracia pensar en aquella idea estando como estaba. Más en el plano de la realidad pensé que una bajita laboral de unos mesecitos no estaría mal y podría descansar de ver al megalómano de mi jefe. Craso error. La siguiente persona que entró por aquella puerta, siendo yo consciente fue él. ¡Dios! Recuerdo que pensé que ni en el hospital le podría perder de vista. Con sus dotes de telépata debió imaginar lo que yo pensaba, se acercó sonriente a mi cara y me dijo bajito, imagino que para que me molestara más,- ¿Acaso piensas que te vas a librar fácilmente de mí? Moví la cabeza con un gesto negativo y resignado y de nuevo me sonrió. Acababa de despertar y todo eran sonrisas, debía de estar mal, muy mal. Aquel tiempo que estuve inmóvil en el hospital me obligó a pensar en porqué trataba de negarme a mi misma aquello que yo sentía, que me empeñaba en no sentir, aquello que, hacía tristes a mis días y, a veces, eternas a mis noches, y estaba haciendo que ya no supiera ni quien era.

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Durante mi hospitalización supe que ella me visitó. Había hablado con Marcos, mi compañero y amigo, mientras permanecí en coma y a escondidas después. Mis huesos soldaron, y mis músculos con rehabilitación, acabarían desentumeciéndose. Abandoné el papel de víctima y quise recuperar el protagonismo de mi propia vida. Aquel accidente dejó huellas imborrables en mí cuerpo, pero recolocó en el lugar adecuado ciertos recuerdos. Sobrevivir me resultó abrumador, y aunque el futuro era incierto, necesitaba a gritos volver a arriesgarme con cada cosa, con cada proyecto, con cada persona, reservarse ya no servía de nada, protegerse menos, y sólo cuando se vive intensamente es cuando hay probabilidades de rozar el cielo con las manos. Era hora de volver a mirar sus ojos y ver qué me decían. Era hora de dejar de escuchar mi eco y volver a escuchar su voz. El tiempo me diría qué había hecho con nosotras, con eso que yo creí eterno y que se me rompió tan pronto. Tenía que averiguar si es cierta aquella teoría que dice que un sutil hilo invisible unía aquello que había creído perdido para siempre. Aún estaba de baja, mi cuerpo era más viejo, mi ánimo más sereno, mi espíritu menos extremo y mi orgullo más pequeño. Era el momento de poner paz donde había amor y rencor a partes iguales. CAPITULO 2. Huir o afrontar. 17 de agosto de 2009. En la actualidad… Aquel tiempo que estuve inmóvil en el hospital me obligó a pensar en porqué trataba de negarme a mi misma aquello que yo sentía, que me empeñaba en no sentir, aquello que hacía tristes a mis días y, a veces, eternas a mis noches, aquello que estaba haciendo que ya no supiera ni quien era ni en qué me había convertido. Durante mi hospitalización supe que ella me visitó. Había hablado con Marcos, mi compañero y amigo, mientras permanecí en coma, y a escondidas después. Mis huesos soldaron, y mis músculos con rehabilitación, acabarían desentumeciéndose. Abandoné el papel de víctima y quise recuperar el protagonismo de mi propia vida. Aquel accidente dejó huellas imborrables en mí cuerpo, pero recolocó en el lugar adecuado ciertos recuerdos. Sobrevivir me resultó abrumador, y aunque el futuro era incierto, necesitaba a gritos volver a arriesgarme con cada cosa, con cada proyecto, con cada persona. Reservarse ya no servía de nada, protegerse menos, y sólo cuando se vive intensamente es cuando hay probabilidades de rozar el cielo con las manos. Era hora de volver a mirar sus ojos y ver qué me decían. Era hora de dejar de escuchar mi eco y volver a escuchar su voz. El tiempo me diría qué había hecho con nosotras, con eso

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que yo creí eterno y que se me rompió tan pronto. Tenía que averiguar si es cierta aquella teoría que dice que un sutil hilo invisible une aquello que se cree perdido para siempre. Play Falling for you- Jem Aún estaba de baja, mi cuerpo era más viejo, mi ánimo más sereno, mi espíritu menos extremo y mi orgullo más pequeño. Era el momento de poner paz donde había amor y rencor, a partes iguales. - Hola- fue todo lo que se me ocurrió decirle una vez la tuve frente a mi. Tenía que visitar al especialista para mis últimas revisiones. Durante las últimas semanas de mi vida había estado tan inmóvil, debido a los vendajes, que me había quedado casi rígida. Tenía la espalda casi totalmente recta, y los dolores en la cintura me obligaban a hacer una nueva visita a mi traumatólogo. Era un día especialmente caluroso. Una ola de calor con aire del norte de África nos anunciaba que esa semana tendríamos elevadas temperaturas en la capital. Yo, aferrada a un botellín de agua, arreciaba mis pasos hacia parte de mi destino, aunque la excusa eran mis dolores aún permanentes, sabía que iba a verla y definitivamente saldar todas mis deudas con el pasado. No quería pensar qué podría haber cambiado en ella. Había pasado mucho tiempo huyéndola, no dejando que volviera a acercarse, pero saber que después de mi accidente siguió preguntando por mí, me animó a dar aquel paso. Pasase lo que pasase, aquella era la última oportunidad. Levantó su mirada de aquella carpeta que llevaba entre sus manos. Me miró. No dijo nada en ese instante. Bajó rápidamente su mirada hacia aquellos documentos. Estaba acompañada de otra compañera. Pude ver que firmaba algo y se lo entregaba. Aquella marchó y metiendo sus manos en los bolsillos de su bata entonces me contestó. - Hola- dijo. - Quiero hablar contigo- me adelanté interrumpiéndole la posibilidad de que dijese algo que a mi me impidiera expresar lo que sentía. - Claro, ¿necesitas hacerte más pruebas?- preguntó. - No. No quiero hablar contigo de medicina, sino de nosotras- respondí. Su gesto serio no me presagiaba una conversación fácil. Habían pasado años, desde la última vez que hablamos y verla me seguía emocionando, tal vez a ella… le podría ocurrir lo mismo. 89

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Hizo un gesto con la mano para dirigirnos hacia el pasillo y me propuso tomar un café. - Ya he tomado café ¿y tú?- dije antes de proponerle otra dirección. - Si también... Si te parece tomamos un refresco, creo que lo necesitas- me contestó. - Me gustaría hablar tranquilamente a solas… si es posible en tu despacho –dije todo lo rápido que puede para sonar segura y convincente. Me miró tan desconcertada que tuve que sonreírle un poco para evitar la seriedad que se había instalado en su cara y demostrarle que venía en son de paz. - Claro, como prefieras, dame unos minutos que recojo unos análisis del laboratorio y espérame allí ¿vale? - Perdona, si no puedes quedamos en otro momento, no he avisado e imagino que estarás ocupada –comencé nerviosamente a decir pues con todos mis nervios no había pensado que había sido un poco grosera al exigir su atención en pleno día de trabajo. - No, no… ¡vaya!… ocupada estoy… pero hablamos si quieres… sólo necesito un par de minutos- se apresuró a decirme, mostrando su interés por que esa conversación tuviese lugar. - ¿Qué tal si en lugar de interrumpirte en tu trabajo hablamos mejor cuando salgas? Comemos… o cenamos… cuando acabes el turno... ¿Te parece? –le propuse. Su cara dejó de estar tan seria y vislumbré cierta alegría en sus ojos, miró sus manos, y yo pensé va a decir que no, cuando me sorprendió diciéndome con toda la naturalidad del mundo – Mañana salgo a las ocho. - ¡Perfecto!, pues mañana te recojo en la puerta y nos vamos a cenar a ese italiano que tanto te gusta. Ha cambiado de dueño, pero los fettuccini siguen siendo los mismos. Terminando de decir eso me giré como para irme pero giré mi cuello mirando su cara apresurándola con mi gesto a que me diera una respuesta no calculada y si era posible una confirmación. Se había quedado muda. No decía nada y yo me volví nuevamente hacia ella esperando que me diera una respuesta. - ¡Claro!… si… me pa… -carraspeó, para aclarar su voz y continuó- me parece bien, ¡Claro!... -mientras nerviosamente afirmaba con su cabeza- arreglo unas cosas y nos vemos mañana- continuó. - Muy bien, pues… que tengas un buen día… ¡Hasta mañana!

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Aquel pasillo recuerdo que me pareció más amplio y diáfano y de aquella forma abandoné el hospital, casi con una ilusión renovada y con el corazón latiendo a mil y desbocado. Al llegar a la parada de taxis tomé uno y me fui al centro ha hacer algunas compras. Recuerdo al sentarme que apoyé mi espalda en el asiento agotada como si hubiese subido el Everest. Me olvidaba de nuevo de respirar cuando la veía y las manos me temblaban como a una colegiala. No podía creer que a pesar del tiempo, ella pudiera seguir influyéndome de esa manera. Estaba guapísima y yo a su lado era una especie de saco de huesos recién soldados. La ciudad y sus atascos, el tráfico y las prisas cambiaron momentáneamente mi pensamiento. Pasadas las diez de la noche llegué a casa, había cenado fuera. Tan pronto como entré sonó mi teléfono móvil, era Marcos. - Hola Esther soy yo… estás en casa ¿verdad? - Acabo de llegar sí. - Yo te esperaba fuera, quería comentarte algo… - ¿Fuera? ¿Dónde? - Concretamente frente a tu casa,… en el coche. - Y vas a explicarme qué haces frente a mi casa llamándome al móvil o.. te gusta hacerme elaborar conjeturas. - Ni se te ocurra asomarte por la ventana hasta que yo no te avise. - Marcos si estás de coña mañana me ocupo de que te manden a tráfico… que lo sepas. - Hay un tipo merodeando por tu casa. - ¿Tiene pinta de ser el cobrador del Frac?... Tengo unas cuantas facturas por pagar… empezando por la del coche… en el taller me piden una pasta por arreglarlo y los del seguro siguen sin encontrar al capullo que me echó de la carretera. - No. No tiene pinta de ser el cobrador del frac- dijo algo enfadado. - Y hay algún motivo por el cual aún no creas necesario trincarlo por los huevos y detenerlo o esperas que el solo se espose y se entregue a la policía. - He pensado hacer algo mejor… seguirlo…

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- Ni se te ocurra estando solo… ¡Entendido! - No va a pasar nada… - ¡Me da igual! Sólo te digo que si quieres conservar mañana tu trabajo sal del coche y ven para acá, veremos qué hace ese curioso. Estoy en dormitorio de la esquina ¿Adónde miro? - A las dos. Verás un cigarrillo. - ¡Anda mira! Un cigarrillo… ¡Qué típico!... Lo veo. Sube. - Voy…Entonces… ¿al dormitorio dices?… - ¿Te mando un poquito a la mierda ahora o lo dejo para mañana? - Qué poco sentido del humor tienes… eres una lacia… - ¿Lacia? Eres de pueblo por lo que veo… - Y tienes la mala follá de cien gatos… - Pues te aseguro que hoy me has pillado de buen humor… no sé de qué te quejas… Esa noche en casa de Maca se producían dos conversaciones en lugares diferentes. - Hola renacuajo. - Hola mami… ¿Te gusta mi vestido de Ariel? Es el vestido de cuando está seca. Cuando se moja le salen las escamas. - Estás preciosa cielo. Ten cuidado entonces y no mojes el vestido, no sea que le pase a Ariel como a los Gremlims. ¿Y papá? ¿Está en casa? - Si, está en la piscina. - ¿Le damos una sorpresa? - ¡Vale!... mamá ¿Qué son los Gremlims? - Eh… unos muñecos que no se podían mojar tampoco. - ¿Por qué? - Pues… por que… um… se ponían de mal humor. 92

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- ¿Cómo la bruja Úrsula? - Exacto. - ¿Y no se podían bañar? - No... ni bautizarlos tampoco, porque era muy peligroso, jamás se bañaban, lo tenían prohibido, por eso no crecían… y hablando de crecer… ¿Te dio papá la cena? - Si. - ¿Te la comiste toda o te ayudó la bruja Úrsula? - No, fue Flander… lo he castigado fuera del agua. - Cariño, si castigas a Flander fuera del agua se va a ahogar… ¿No sabes que es un pez? - Pero es malo… además no se ahoga porque es un peluche… - Pues sí… tienes razón… y cuando la tienes… la tienes… pero no cuela que Flander se coma tu comida… ¡eh! A ver qué nos cuenta papá… Al mismo tiempo se mantenía otra conversación telefónica, pero ésta, era el extremo opuesto a la inocencia y la ternura. - Está bien, ya pensaré algo. Ese maldito accidente debía ser una solución y no un problema. Por lo pronto, ten bien abiertos los ojos y no la pierdas un instante de vista. El coche, las tarjetas, lo que compra, a dónde va y con quién… ¡Todo!… ¿Me oyes?... Entonces listo… tengo que cortar…adiós. CAPITULO 24. Llegar tarde. 21 de abril de 2009. Cuando al día siguiente llegué a recepción, para recoger a Maca me encontré con aquella antigua recepcionista que recordaba. Junto a ella, sentada en la barra de entrada, una niña que le contaba algo divertido a la señora, a juzgar por sus risas. Me acerqué al mostrador y pregunté por Maca y en ese momento la niña volvió su cara hacia mí. - ¿Es usted Esther García?- preguntó la recepcionista. - Sí, había quedado aquí con ella- respondí. - Es amiga de mamá- dijo la niña mirando de nuevo a la recepcionista. 93

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Sonreí por el comentario de la niña en un primer momento, pero no conocía a nadie con una niña pequeña y me preguntaba quién sería la madre de aquella preciosidad. - Hola- le dije. - Hola- me respondió aquella personita. - Ya me dijo Maca que vendría usted por aquí y que iba a tener que esperar un poco. Un imprevisto de última hora, pero de momento estará por aquí- me informó de nuevo. - Ah, bien. Sin problema. Aquella niña no paraba de mirarme. - ¿Puedo preguntarte como te llamas?- dije dirigiéndome a ella. - Me llamo Julia- contestó resueltamente y con una encantadora sonrisa. - Encantada de conocerte Julia. ¿Sabes que tienes un nombre precioso? Es mi favoritoproseguí. Sus ojos… sonreían… igual que… de repente todos mis sentidos se erizaron en ese instante y en este momento fué cuando reparé en las facciones de esa niña, facciones infantiles que me recuerdan otras ya conocidas. De pronto a mi izquierda se abrió una puerta, de ella sale alguien buscando algo en su bolso, cuando vuelvo mi mirada hacia esa persona veo que era Maca, con algo de prisa sacaba un botellín de agua que la niña a mi lado ve y solicita. - Gracias mamá. Todo entró en un discurrir muy pausado. Inmóvil y sorprendida había quedado por lo que estaba sucediendo. Se me anudó a la garganta cuando Maca se acercó a su hija, yo dí un paso atrás. - ¡Ah, ya estás aquí! Perdona pero he tenido que arreglar algo antes de salir. Mira, ella es mi hija. - Ya nos conocemos. Bueno, ella me conoció- fue lo único que conseguí decir en el momento- dije mirándo hacia la pequeña que bebía agua del botellín. Ella, al instante miró a su hija sorprendida y le sonrió. Yo no supe cómo interpretar eso, seguía algo bloquedada aún.

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Agradecí que la recepcionista empezase a hablar para romper aquel silencio que había surgido. - Maca, tu marido está al llegar, me ha dicho que recoge a la niña y te deja su portátil para que lo lleves a casa, que se la lleva al teatro de marionetas del centro cultural. - Si, las marionetas de la bruja Úrsula y me va a comprar un polo pié mamá. - Le vas diciendo a papá que me llame antes de que te compre el polo, ¿Vale mi amor? - Si- Asintió aquel renacuajo. - ¡Pues ya sabes!... Pásatelo muy bien y cómete la merienda que si no luego me enfado y me pongo fea como la bruja Úrsula ¡Eh peque!… Besito… Adiós princesa…- dijo a su hija. Girándose hacia la recepcionista añadió - Oye Teresa, me marcho a cenar. En nada regreso y recojo el portátil de Fernando ¿Bien?... De nuevo se acercó Macarena a su hija para besarla en la mejilla, su hija la abrazó por el cuello y sin rechistar la dejó marchar. Cuando salimos del hospital, con un tono un poco indiferente y sin mirarme me dijo algo que para nada pensaba que sería el presagio del final de aquella cena. - ¿Te ha gustado mi hija? - Si, -sonrío recordando su carita- es… igual que tú… diría que eres tú de pequeña… Creo que también tiene tu carácter… No sabía que estabas casada. - Sí… Hay muchas cosas que no sabes de mí… No te interesó saberlas… en su día. Momentáneamente detuve mi caminar y elevé mi mirada hacia ella, que con calma continuó andando sin reparar en el impacto de sus palabras, hasta instantes después, en que se detuvo y con gesto de “esto es lo mejor que voy a decirte en toda la noche”, me miró. Permanecimos unos instantes inmóviles, creyendo leer nuestras miradas y por primera vez vi sus ojos fríos y distantes. Por primera vez, vi los inmensos pilares de sus murallas. Ella, miró a la calle, y yo recordé que tenía las llaves del coche en las manos, me agarré a ellas como un salvavidas porque aquel golpe fue certero. De inmediato comprendí que tenía razón, que por huir de su amor, dejé de interesarme por ella, por sus cosas, por su vida. Me sentí culpable de haber dilapidado esa mirada tierna que tantas veces había visto antes en ella cuando me miraba a mí. Ahora su mirada era distinta, un poco triste. Qué 95

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fácil fue pensar en cómo olvidarla, cosa que no conseguí y que cruel obligarla a olvidarme con mi ausencia, raptando por lo pronto su confortable mirada, y me temo que algo más. Hicimos el trayecto en silencio. Hasta ahora pensaba que la dolida debía ser yo. Mis recuerdos me llevaron al pasado. Después que estuvimos juntas, no hizo nada por volver a verme, es más, se marchó sin explicarme nada, pasaron como dos semanas sin ni siquiera llamar y las veces que yo iba al hospital no lograba verla, así que asumí que no quería saber nada de mí. ¿Qué pasó entonces? ¿Quién abandonó a quién? ¿Quién desapareció antes? Supongo que pensé en esto para compensar la cruda realidad que ahora era tan cierta y veraz como mis falsas creencias, que empezaban a deshacerse como un castillo de arena, con el embate de la más mínima ola. Al llegar al restaurante, el camarero se acercó para dejarnos la carta, pedimos la bebida, agua para ambas y me preguntó de qué quería hablar después de tanto tiempo. Traté de explicarle cual había sido el porqué de cada cosa remontándome a aquellos días que pasamos en Cádiz hasta el momento actual que nos reunía en aquel restaurante. Nos sirvieron la comida, ella se limitaba a escuchar y apenas comió nada. Yo tuve la oportunidad que me dio de decir todo lo que había sentido. Pero ella no hizo lo mismo. - Maca yo siempre he esperado a que te sinceraras conmigo. Yo lo hice entonces y lo hago ahora. - ¿Y qué es lo que quieres saber? - Qué sentiste y qué sientes ahora. - Pues ahora siento paz, soy muy feliz, tengo una hija maravillosa y un marido que me adora. Me va bien en el trabajo y... creo que tengo nuevas amistades... ¿Qué sentí en el pasado?... pues... pensaba que mi vida era perfecta porque trabajaba donde me gustaba, porque tuve un problema y mis superiores y una persona a quien conocí me ayudó a superarlo. Esa persona fue alguien que yo pensaba que solo era una amiga y con el tiempo se fue convirtiendo en alguien más importante. Estaba demasiado confusa porque por aquel entonces yo había conocido al que hoy es mi marido y creo que nunca llegué a sentirme tan bien con él. Tenía que tomar una decisión y cuando la tomé, esa persona había desaparecido. Sin embargo mi marido siempre estuvo ahí, y me ayudó a olvidar y a seguir con mi vida y con mi trabajo. Le quiero muchísimo y nos va bien. Y esto es todo. Cuando hubo terminado su discurso, se dispuso para marcharse, no sin antes agradecer mi explicación y pedirme que no volviese a entrar de nuevo en su vida, que ahora era feliz y que no quería cambiar nada. Ni siquiera me dio la oportunidad de preguntar y de colocar respuestas para que mi pasado también quedase ordenado ya para siempre. Cerraba de un portazo el pasado y yo quedaba tras la puerta.

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Salí de aquel restaurante pensado en cómo me las había apañado para que la persona a quien más amé ahora me observara con indiferencia. Pero aprendemos así, equivocándonos y yo me equivoqué a lo grande. Suspiré pensando en lo bonito que hubiera sido llegar a tiempo con ella, y en lo afortunado que era su marido. Varios recuerdos se me aparecieron en ráfaga: su entrada a aquella sala de curas, la visita a mi habitación estando Ángela y mi madre conmigo, su saludo cuando nos vimos tiempo después, sus ojos alegres cuando salíamos a Cádiz, sus risas cuando salíamos a cualquier sitio, sus manos siempre tibias, el color de sus ojos, sus lágrimas cuando se acercó a mi, sus besos y su despedida… y después la mía, el tiempo sin ella, sin otras amistades, mi trabajo y sólo mi trabajo. La calle que ahora recorría a pié fue la imagen que cerró todos esos recuerdos. Cuando pensaba en ella, por aquel entonces, olvidaba los acontecimientos que nos habían sucedido y nos sucedían, nada me conectaba con ellos y jamás imaginé lo que nos sucedería después. Pensaba en cuánto daría por volver atrás. Pero volver nunca se puede y para bien o para mal, ese pasado me hizo ser como era. Yo no quería que ella fuera más la responsable de haberme convertido en ese alguien que era ahora. Tomé la decisión de mimar su recuerdo y de dejar de maldecir el pasado. En el fondo tuve la fortuna de haber vivido muy buenos momentos con ella y con ese amor debía bastarme. Lo vivido con ella debía convertirme en mejor persona y no en eso en que me había convertido, alguien inaccesible y desconfiada, distante y desmotivada. De alguna forma me seguía negando a sepultar su recuerdo, me daba pena hacerlo y no creo que reuniera nunca el valor de hacerlo, pero el mundo tendría que volver a llegar a mi, las cosas que me rodeaban, las personas con las que me relacionaba, tendrían que tener su oportunidad de llegar a mi. Tenía que abrir puertas y ventanas por mucho que me dolía aquella que se cerraba. Cerré los ojos, respiré hondo y me propuse que aquel error no marcara mi destino. Deseé profundamente que fuese feliz, que su hija llenara su vida y que todo le marchara bien, sólo que me dolió no poder habérselo dicho y casi lloré por ello. CAPITULO 25. En el tablero, blancas y negras juegan su partida. 25 de agosto de 2009. Aquella mañana había decidido incorporarme después de la baja de mi accidente. - Toc, toc… ¿Se puede Jefe? - ¡Esther!... Se puede y se debe… ¿Qué tal se encuentra?

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- Eh, bien… Quiero incorporarme ya y he solicitado el alta médica. Si sigo en casa una semana más, me va a dar por hacer ganchillo y no quisiera. - Dicen que más vale llegar a tiempo que cien años rondando. Tengo algo para ti. - ¡Ah! ¿Si? - Otra desaparición, otra niña. Quiero que Marcos y tú llevéis el caso. - En ese caso debería estar presente en esta reunión el también ¿no?. - Siempre tan suspicaz. Bien. Llamó por su teléfono y citó a Marcos, quien al minuto ya se encontraba sentado junto a mí, frente al comisario. - Antes de aceptar el caso hay algo que quisiera decir. - Dígame- dijo el comisario. - Este caso debería investigarlo el grupo que investigó el anterior. - ¿Eso quien lo dice?- respondió él visiblemente molesto. - Lo digo yo. Sería lo lógico. Fuimos apartados del anterior caso y jamás se nos consultó nada de nuestras indagaciones- continué. - ¿Quieres decir que tienes unos compañeros incompetentes? - Quiero decir que no me gustó ser apartada del anterior caso y de que si por algún motivo vuelvo a ser apartada de este me encargaré de que esta vez no haya silencio oficial. Si no tiene confianza en nosotros es mejor que lo haga ahora. No voy a tolerar otro tipo de influencia en este caso. - Soy tu superior y lo que te ordene lo cumples y punto. - No, no todo lo que me ordene lo cumplo y punto. Si nos da el caso, está con nosotros y si no, Marcos y yo a lo nuestro. - Esther nunca me gustó ejercer mi autoridad para apartar a nadie del servicio pero si cometes un error, por mínimo que sea, voy a darme el gusto de ponerte en tu sitio.

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- De acuerdo. Yo a cambio, trataré de no cometer errores, pero si averiguo que desde aquí no se nos está apoyando en la investigación, también me daré el gusto de poner esto en conocimiento de asuntos internos. Se puso de pié. Colocó ambas manos en sus caderas. Una vez que nos levantamos, se acercó a la puerta la abrió y Marcos y yo salimos del despacho. Su mirada durante todo este tiempo no era muy cómoda, por decirlo de alguna forma. En cuanto salimos sonó un portazo considerable. - ¡Joder Esther! Creo que media comisaría se acaba de enterar que ya te has incorporado. Eres única dando noticias. - Las cosas o se hacen o no se hacen y ya estoy muy harta de no hacerlas. Hablábamos Marcos y yo mientras el resto de los compañeros nos miraban compadeciéndose de nosotros. - La próxima vez tiramos una traca y así se enteran también los de la comisaría de al lado. - ¿No te gusta el espectáculo? - Pues no, no mucho… prefiero la música italiana… - Así eres tú. - Y así tú. - Así somos sí. Demostremos que se nos da bien no sólo hacer ruido. Mi relación con el comisario no era muy amistosa que digamos, pero no había llegado a ser comisario por influencias, le antecedía un buen currículum profesional y, no esperando que fuese tan áspero como era, tampoco esperaba que fuese injusto. De inmediato Marcos y yo empezamos a trabajar en el historial de la niña. Fuimos a charlar con los padres, para obtener cuanta información pudiesen aportarnos sobre familiares, amigos, conocidos de la familia. Teníamos la pequeña esperanza de que esta vez, alguna pista pudiera ser la buena. Oiga señora aquí no puede estar- dijo el policía que cubría la entrada, paseando su mirada de arriba abajo con el tono despreciativo de quien cree tener algo de poder. - ¿Me ve cara de curiosa?- dije muy sombríamente.

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Mostré mi placa y esperé a que desapareciera de mi camino. Pasé a aquella casa donde pululaban los de científica y acercándome a Carmen para preguntar, se adelantó mostrando ante mis ojos una fibra, en la bolsa de pruebas, que había recogido de un lateral de la hoja de ventana de aquel balcón. - Ojala te sirva de algo- dijo. - Seguro que sí Carmen- contesté. Todo estaba ordenado, la ventana no estaba forzada, la casa tenía un sistema de seguridad de vigilancia nocturna, era una familia acomodada y a tenor de la ubicación de cada cosa aquello era obra del resplandeciente dinero, mudado ahora en una exquisita decoración. Cuando mis ojos pasearon por toda aquella estancia buscaron anotar el resto de los datos necesarios para el caso o algo discordante. Dirigí mis pies hacia aquellos sollozos ahora escuchados: los padres. Al llegar al salón una escena de película de polis de serie B. Ellos sentados en el sofá. Él, pantalón de pijama blanco a rayas dobles finas y azules, camiseta azul del mismo tono. Con un brazo apoyado en su hombro y con una mano atrayendo el rostro de su mujer en su cuello. Ella, camisón y bata color crudo, con un pequeño encaje en blanco. Sus dos manos tapaban su cara y ahogaban su descontrolado llanto. Un policía de uniforme los miraba de pie frente a ellos. Joven, probablemente recién salido de la academia. Retorcía sus manos y trataba de articular alguna palabra de consuelo. Me acerqué, toqué su brazo, me miró. - Gracias, quiero hablar con ellos. El asintió y el alivio redibujó su cara. Allí estaba yo, empapándome de nuevo del dolor ajeno y convenciéndome de que podría calmar algo. - Hola, soy la inspectora Esther García Márquez. Pertenezco al grupo operativo de desaparecidos y desde ahora me hago cargo de este caso. La mujer me miró, cogió mi mano y comenzó a pedirme respuestas que yo aún no tenía. Con toda la calma y el convencimiento que ella ahora necesitaba le dije que buscaríamos a su hija. Su estado no me permitía iniciar un interrogatorio con garantías, pero era crucial comprobar lo natural de ciertas reacciones. A la vuelta, mientras hacíamos el trabajo de despacho, Marcos y yo dimos con algo de luz. Fueron pocas las indagaciones que seguimos hasta encontrar un dato que era trivial, casi irrelevante, pero fue lo suficientemente inquietante como para seguir tirando de aquel hilo.

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- Lo que más me aburre de las investigaciones es esto precisamente- dije un poco molesta porque por tercera vez había intentado localizar al padre de la niña desaparecida pero no contestaba a mis llamadas. - No me lo creo. Te encanta sacar datos y datos, sean relevantes o no. Estoy por decirte que es porque te gustaría escribir un libro de cada caso. - Muy gracioso. ¡Anda! ¡Cuéntame algo que no sepa! Carmen aún no tiene datos exactos de la naturaleza de la fibra que encontró. - Pues mira, la madre de esta niña también se llama Laura, como la del caso de la niña anterior. Una coincidencia que según tú es sólo eso. - Correcto. - Pues otra coincidencia es que esta Laura es médico. - Como también era médico el padre de la otra niña desaparecida ¿No? - Exacto. - Y bien... según tú… - Pues según yo, diría que esto es otra coincidencia pero… - Pero… - Resulta que… esta Laura… trabajó también en el Central… - ¿En el Hospital Central de aquí de Madrid? - Correcto. . - …. - Y ahora es cuando yo digo tu frase favorita… “Las coincidencias no existen”. - No… no existen- creo que llegué a decir, desatendiendo las explicaciones que me dio después porque como si de un puzzle se tratara, varias ideas se entrelazaron instantáneamente por asociación con aquella palabra,… con aquel hospital.

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Tanta coincidencia con el Central me parecía sospechosa. La madre trabajaba en el Central… el caso cerrado del médico muerto del Central de cuatro años antes y… la nota de amenaza a Maca ¡como no!… en el Central… de ese mismo año… ¡No puede ser!… todo este tiempo ha estado ahí y no lo había visto… ¡Maldita sea! Maca volvía a ser un referente común a todos esos casos… ¿Por qué estás siempre en medio de todo? ¿Qué tienes que ver en todo esto?... - ¡Esther! ¿Me estás escuchando? - Eh, si, si… por supuesto, te escucho. ¿Estás seguro de que esa mujer trabajó en el Central? Antes de que pudiera contestarme y con su sola mirada obtuve la respuesta. - Mira, te parecerá una tontería… pero bajo un momento al archivo…, necesito comprobar una cosa. Mientras tanto, vete averiguando el año que empezó a trabajar en el Central, cuándo lo dejó y sobre todo, compruébame la fecha de nacimiento de esta niña exactamente… Corriendo bajé al almacén donde está el archivo de casos cerrados y las pruebas relacionadas con ellos. Entre aquella información debía encontrar un listado que recuerdo que un día me dio el Director de aquel hospital y donde esperaba encontrar el nombre de aquella madre que ahora sufría la angustia de la desaparición de su hija. Chequeando los datos de aquel listado relacionado con la muerte de Emilio Castro Oliver, pude divisar el nombre de García Rodríguez, José Luís, el especialista en Neurología, natural de Madrid, de 45 años, casado y con dos hijos, niño y niña. … Su niña era aquella que después de dos días de secuestro, cuatro meses antes, había muerto. Aquellas piezas encajaron y dispararon a cien a mi corazón, sentí la adrenalina en mis sienes mientras pensaba cómo decirle a Marcos que los casos están relacionados… con el Central… pero porqué. Mi cabeza ya se había disparado en mil hipótesis cuando fui consciente de que Marcos y yo teníamos un caso aún abierto entre las manos. Estábamos en un caso que hacía cinco años que había empezado. … Mi vértigo creció aún más cuando el nombre de Macarena apareció de una forma indirecta relacionado y un sobresalto me hizo temer por ella, recuerdo la nota amenazante que recibió y que fue el inicio de aquella nuestra “no relación”. ¡Dios santo! ¿Cómo he podido pasar esto por alto?- pensé. Ya había cuestionado mi propia profesionalidad, con determinación cogí toda la caja de las pruebas y la subí al despacho para que Marcos y yo pudiésemos analizarlas con más detenimiento y a ser posible con más rigor, de forma que aquello que borboteaba en mi mente empezase a tener algún sentido. Casi imploraba que todo aquello fuese una 102

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estúpida suposición y no hubiese datos objetivos que relacionaran los casos. Una vez más, el destino lo volvió a unir todo a su manera, y me volvió a llevar a ella. Después de intercambiar opiniones sobre mi hipótesis, me pareció todo más claro, estaba decidido, tenía que ver a Macarena de nuevo, le gustase o no. Me inquietaba sólo la idea de pensarlo, pero el valor no demostrado hasta ahora, era necesario y de inmediato cogí el coche, me dirigí al Central. Toda mi prisa y mi inquietud se dieron de bruces con la esquiva realidad,… no tenía turno de trabajo y hasta la tarde no se incorporaría. En mi mente seguían cruzándose ideas y todas me llevaban al Central. Me iba a explotar la cabeza. Debía serenarme porque en ese estado casi había sido mejor no encontrarla en el hospital, de lo contrario pensaría que me había vuelto loca. La moto de Cádiz, mi accidente, la nota de Maca, la muerte de Ángela, Emilio Castro Oliver, una niña de cuatro años y ahora otra. Todo empezó con el asesinato de Emilio, conozco a Maca… Respiré hondo. Intenté llenar mis pulmones de aire, traté de calmar los latidos de mi corazón. Salí al exterior y me apoyé en la puerta de entrada, esperando encontrar el equilibrio que necesitaba mi mente para funcionar con más claridad. Aquel exceso de adrenalina no me conducía a nada. ¡Piensa! ¡Piensa!- Me repetía- Ordena los hechos, ponles fecha, une aquello que sea posible, cuestiona cada prueba, reinvestígalo todo, hay algo en esos informes archivados que no está completo, que no se ve, pero que es el hilo invisible que mata al pez que no ve más allá de la presa… ¿qué es? ¿qué puede ser?… ¡Demonios! … ¿qué es?...o ¿quién es?… Al salir del hospital llamé a Marcos al móvil, descolgó y oí unas risas al fondo. Creo que interrumpí algo sin pretenderlo. - Hola guapa ¿No tenías mejor momento en el que llamar?- dijo. - Pues no. Ja, ja… ¡Lo siento! No recordaba que esta tarde librabas y que la pasarías con Olga. ¿No sabes acaso que estamos en horario infantil? - Ja, ja… pues no, no lo sabía, pero no me has llamado sólo para interrumpirme ¿no? - No, Marcos. Tengo como cien preguntas sin respuesta bullendo en mi mente. ¿Cómo va la investigación de la hija de Ana?... Por favor, dime algo que no sepa. - Esther, la niña cumple exactamente los cuatro años el 28 de agosto. Exactamente dentro de tres días. Pasaron unos segundos en que ambos permanecimos en silencio, hasta que añadió -También tengo mi propia teoría. ¿Nos vemos y te la cuento?

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- No. Mejor acaba lo que interrumpí y nos vemos mañana a las diez en la puerta de Comisaría, tengo que hacer algo primero. Hasta luego. Me fui todo lo rápida que pude hacia a la oficina, quería llevarme a casa todos los informes del caso y ver las coincidencias, comprobar si entre aquellos papeles había algún dato que vinculara a Macarena con aquellos hechos y con la nota de amenaza que investigamos. Algo habíamos dejado al aire y nos salpicaba a la cara nuestra incompetencia para descubrir qué había detrás de las desapariciones de las niñas. Tan pronto llegué a casa, retiré todo lo que había en la mesa del comedor, y me disponía a hacer mi propio mapa, donde cada destino iba a ser un hecho objetivo, y donde cada ruta sería el vínculo que une a cada hecho. La meta sería lo que tendría que descubrir, con un poco de lógica las metas quedarían en una… Primer caso; a) Hechos: Emilio Castro Oliver. Asesinado el 19 de agosto de 2004. Trabajaba en el Hospital Central. Vivía en las Rozas. Su cadáver fue encontrado en el garaje de su casa. Según el forense alguien le sorprendió al aparcar en casa su coche, golpeándolo por la espalda en la base del cráneo. Especialista en Pediatría. Su trabajo era como coordinador de un equipo de investigación del propio Hospital. Durante la investigación no se halló nada que pudiera indicarnos quién pudo ser responsable de aquel asesinato. No hubo robo. No había huellas, el suelo del exterior de la casa estaba húmedo, pero ningunas huellas de coche más que las del propio Emilio en el exterior. Hipótesis: Quien cometiera el crimen, o lo esperaba, o le acompañaba en el vehículo. No había pisadas ni huellas de la huida. Alguien muy profesional hizo aquello. Aquella muerte parecía obra de una persona fría y calculadora. Segundo caso; a) Hechos: Natalia García Jiménez. Niña de 4 años. Secuestrada el 6 de diciembre de 2008. Su cadáver aparece dos semanas más tarde en una zona boscosa a la salida de Madrid. La niña vive con la madre, Laura Jiménez Romero. Divorciada. Nombre del padre José Luis García Rodríguez. Neurólogo. Trabajó en el Hospital Central y en octubre de 2005 se traslada a Valencia, donde ocupa el cargo de Jefe de la Unidad de Neurología. Hipótesis: Se trabajó en la línea de un secuestro rápido. Quien secuestró a la niña, no supo la medicación que tomaba y el anestésico usado durante su secuestro hizo una mortal mezcla. Para cuando quiso darse cuenta la niña había fallecido y tal vez arrepentido dejó su cadáver en aquel hermoso lugar, sin el menor rastro de violencia. No hubo llamada de 104

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rescate. La niña falleció pocas horas después de su secuestro. Este crimen parecía obra de alguien poco profesional y que demostró sentir una emoción que poco cuadraba con el anterior caso. Tercer caso (caso actual); a) Hechos: Nuevo secuestro de una niña que pasado mañana cumplirá 4 años. Su madre es Laura Blanco Arias, madre de la niña y compañera de Macarena. Especialista en Farmacología. Hipótesis: Secuestro por dinero no. Otra niña de cuatro años vinculada al Central no era por dinero. Aquello era un ritual. Los rituales nos gustan poco a los policías porque si bien son predecibles los hechos, los autores suelen ser sujetos por lo general varones, generalmente sin escrúpulos y con un comportamiento normalizado. Un desequilibrado está vinculado a este caso. ¿Quién?... Datos para saber ese quién; alguien obsesionado con niñas, de cuatro años, no sabemos si casual o no que fuesen rubias y con ojos claros. Lo que no era casual era que se trataba de niñas, con esta edad y cuyos padres estaban vinculados al Central. Robaba niñas ¿Por qué?... ¿Le habrían robado a la suya?... Si no recuerdo mal, Maca estaba implicada en un caso médico en el que un error provocó la muerte de una niña de esa edad… El padre fue sospechoso pero tenía coartada… ¡Bien!... Veremos si ahora también la tiene… ¿Cuántos años tendría la hija de Maca?... ¡Dios santo!... Maca… ¿Qué está pasando?Pensaba. En un mapa de la ciudad coloqué unos marcadores de color para cada caso. En distintos papeles con igual código de color añadí un mapa de hechos, y en otros una relación de personas relacionadas, directa o indirectamente en los casos. En color rojo escribí los datos coincidentes: a) Hospital Central. b) Médicos del Hospital. c) Grupo de investigación al que pertenecían. En otra nota puse los pasos a seguir: a) Ver qué tenía Maca que ver con ambos médicos. Saber si su nota de amenaza tenía algún vínculo con ambos casos. Saber la edad de su hija, con detalle, con precisión, aunque sospechaba que más o menos aquella fecha estaría muy próxima a la única vez que estuvimos juntas. ¿Eso me ocultabas Maca? Tenías ya una relación. Imagino que tu marido no conocía mi existencia así como yo desconocía la suya- pensaba. Curioso fue descubrir después que imaginaba mal, muy mal. 105

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b) Averiguar dónde estaba el sospechoso de la primera desaparición cuando sucedió esta nueva, la desaparición de la hija de Laura Blanco Arias. c) Hablar con el director del Hospital Central sobre el grupo de trabajo de aquellos médicos de su centro. Tendría que explicarme todo con precisión milimétrica. Recordé entonces la extraña sensación que tuve al salir de su despacho. La olvidé y perdí la oportunidad de profundizar en ella. Imposible saber entonces quién era ese hombre y la importancia que tenía y que pudiera haber seguido teniendo en mi vida. Evidentemente las indagaciones sobre el sospechoso las haría Marcos. Yo revolotearía lo necesario como un colibrí alrededor de Maca hasta obtener la calma que ahora me estaba faltando, por mucho que a ella le disgustara el volver a verme. Maca, tendrás que aguantarme. Voy a volver a entrar en tu vida y pondré patas arriba todo lo que haga falta hasta saber qué demonios está pasando. Me temo que ahora vas a tener que hablar y mucho por lo que veo. Vas a contarme de una vez quién eres y qué haces en medio de esta locura y qué diablos hago yo en ella. Quién puede querer hacerle daño a tu hija y quién me lo quiere hacer a mí. Me lo vas a explicar despacito… y tendrás que convencerme con algo más que tu sonrisa- pensé esa noche. Había algo más que pasaba por alto, pero entonces no lo supe ver ni leer entre aquella multitud de datos que a velocidad de vértigo se entrecruzaban en mi mente. Cogí una cerveza porque se me había ido el apetito, era tarde, debería dormir pero necesité salir al balcón y fumarme un cigarro en el silencio de la noche. Traté de desconectar pero no podía, a la mañana siguiente tendría que hacer lo que nunca hubiera querido hacer con Maca. Aquel caso no iba a ser fácil para ninguna de las dos, pero tan preocupada estaba por aquello que no me paré a pensar, ni a siquiera a sospechar, que no era una cuestión profesional lo que realmente me tenía vinculada a ese caso. Era todo una cuestión personal, porque todo… empezó conmigo. CAPITULO 26. Y de repente la luz. 25 de agosto de 2009. Eran las dos de la tarde cuando recordé que tenía que volver al Hospital y con toda esa información tratando de secuenciarse en mi mente, recogí las llaves del coche. Maca ya se habría incorporado a su turno. Esta vez en recepción no estaba la señora que ya conocía y de la que obtenía fácilmente información, en su lugar había otra chica más joven, de cabello más claro y un poco más alta. Me informó que Macarena había llamado y que no se incorporaría a su turno por

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estar cuidando a su hija, ya que se encontraba mal. Con un poco de paciencia conseguí averiguar el domicilio nuevo de Maca y allí puse la dirección de mis pasos. Mi destartalado coche me llevó a un paradisiaco lugar. Eran casi las 15:30 h. Aquel residencial disponía de amplias zonas ajardinadas con casas muy separadas entre sí, un auténtico lujo para el resto de los mortales. El aire era tan limpio que se apreciaba fácilmente el aroma del espliego y jazmines. Una preciosa arboleda de acacias y magnolios contrastaba con el colorido de tilos y madroños que eran los límites que amurallaban cada finca. Aparqué mi coche frente a la casa que me habían indicado. La elegante entrada de la misma me recordó la elegancia que caracterizaba a Maca. No pude evitar sentir cierta ansiedad frente a aquella puerta. Sabía que mi visita no era esperada ni deseada, según la última conversación que tuvimos. Llamé al timbre y pronto una señora de mediana edad, vestida sobriamente me recibió. - Soy Esther García, Inspectora de policía, quisiera hablar con Macarena Fernández Wilson ¿Está en casa? - Se encuentra ocupada, pero acompáñeme y veré si puede atenderla. Acompañé a aquella señora hasta una estancia que parecía ser una sala de estar o de lectura, dominada por un amplio ventanal que daba a un patio ajardinado en el exterior y donde había una pequeña piscina y varios columpios infantiles. Probablemente allí Maca pasaría gran parte de su tiempo. Pude ver un cómodo sillón junto a un escritorio repleto de libros muy cerca de aquel ventanal. Más al fondo había una estantería sobre una chimenea muy funcional donde, de entre varias fotografías, puede divisar una que me llamó especialmente la atención. En ella estaba Maca junto a su hija en una playa muy iluminada. Algo desenfocada, mostraba su rostro parcialmente, donde su mirada y sonrisa abierta parecía dejar a todo lo demás en un segundo plano. Estrechaba a su hija sobre su hombro izquierdo, que aparentaba no tener más de tres añitos y mostraba la expresión de estar sorprendida por el cangrejo que sostenía en sus manos. Absorta en su mirada y su sonrisa me descubrí sonriendo. Se abrió la puerta de aquella sala y me sorprendió cuando se giraba a cerrar la estancia mostrando un gesto serio y contrariado. - No sé qué es lo que expliqué mal el otro día. Me parece una osadía que hayas sido capaz de presentarte en esta casa. - No quería molestarte… - Pero lo estás haciendo- dijo sin dejarme explicar.

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- Pues no sabes cómo lo siento… pero estoy aquí por trabajo… y bajo ese punto de vista… sí… he venido a molestarte. Están pasando cosas muy extrañas en tu hospital y esperaba que tú me ayudaras a saber qué es lo que las motiva... - No me apetece ayudarte en nada... ¡Por favor!... Márchate... y no regreses más... - Comprendo. Si te resulta más cómodo declarar en comisaría, te mandaré la correspondiente citación. - ¡Ah! ¡Ya!... El Central… ¿Esa es tu excusa para entrar de nuevo en mi vida?- dijo mientras con los brazos cruzados se apoyaba en una de sus piernas, muy próxima al escritorio. - No, no es ninguna excusa, me gustaría que lo fuera, pero no… algo más serio que lo que siento por ti me trae hasta aquí. Esperaba que fueses tú quien me explicara porqué entraste tú en la mía. - No te creo- dijo sin dejarme acabar. Esas palabras fueron la especie de bomba que, después de detonarse, produjeron el efecto vacío en mi estómago. Cerré los ojos, para tomar el aire necesario para proseguir, pero en lugar de explicarle el porqué de mi visita, se me escapó lo que pensaba. - ¿Desde cuando no me crees?... ¿Cuándo yo hice que creyeras que te mentía?... Ella se quedó en silencio, me miró por unos momentos y se giró hacia el ventanal de aquella sala. De espaldas me contestó. - Dime lo que te ha traído aquí y márchate. - Necesito que tomes asiento y me escuches atentamente, porque esta historia es muy larga, y casi comienza cuando nos conocimos. - ¿De qué me hablas?- se giró sorprendida. - Te hablo de por qué yo llegué a conocerte. Te hablo del caso que me llevó a ser tu escolta por un tiempo. Tomamos asiento y durante horas conseguí ponerle sobre la mesa todos los datos que hasta ahora manejaba sobre aquellos casos. Permaneció callada y seria durante mi larga explicación. Parecía pensar igualmente rápido y me preguntaba cuestiones puntuales. Noté cómo en su mente estaba acomodándose aquella información.

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- Esther si es verdad lo que me estás diciendo, ¿Alguien dentro del Hospital puede tener relación con esas muertes?- dijo ya sin ningún atisbo de reproche. - Nunca te he mentido. Pero no sé si es alguien del Hospital o alguien relacionado con élrespondí mirándola con calma. Llamaron a la puerta y de inmediato un hombre de unos cuarenta años, entró muy decidido a aquella sala y extendiéndome la mano a modo de saludo se presentó. - Hola, soy Fernando de Robles León, el esposo de Macarena. ¿No le importará que esté presente en esta conversación? Me han informado que es usted policía. ¿Podría informarme del motivo de su visita? Inmediatamente se dirigió a Maca, que ya se había puesto también en pié y la abrazó por el hombro, gesto que ella correspondió con un sutil beso en sus labios enlazando su brazo a su cintura. Mis ojos la miraron. Ella me miró indiferente. Bajé momentáneamente la vista para tomar el tono adecuado para responder a su pregunta. - Por supuesto, puede estar presente en todas las conversaciones. No hay nada que usted no pueda saber. El motivo de mi visita es solicitar la declaración formal de su esposa en relación a una serie de sucesos relacionados en su lugar de trabajo y que en la actualidad se encuentran en proceso de investigación. - Bien, gracias, en tal caso, cuando quiera hablar con mi mujer, hágamelo saber para poder estar presente. - Así lo haré. Descuide. Mañana si no les importa volveré a esta hora. Sé que su hija está enferma y que probablemente deseen acompañarla. No les molesto más por hoy. Gracias por haberme atendido- respondí y ofrecí mi mano a modo de despedida. El la estrechó mientras que ella permaneció inmóvil. - Por cierto… - Sí, dígame- contestó él. - Me gustaría que me facilitase un teléfono donde poder localizarle, si hay algún dato nuevo en la investigación y necesito ponerme en contacto con ustedes quisiera poder localizarles fácilmente. - Bien. Si aguarda un momento le dejo una tarjeta de mi empresa. - Perfecto. 109

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Cuando Fernando hubo salido del salón, le dejé una tarjeta con mi dirección y teléfono a Maca. - Si recuerdas algo más que no me hayas contado y que creas que es importante puedes localizarme aquí. - Está bien- dijo bajando su vista a aquella tarjeta. Su esposo regresó con aquello que no necesitaba y yo me marché a la espera de una reacción. Pasado un día más, ésta se produjo. Salí de aquel lugar siendo consciente de que demasiadas sombras caían sobre ambas. Cuando llegué a casa me apetecía darme una ducha, por ver si conseguía quitarme un extraño frío que se había instalado en mis huesos. Me dejé vencer por aquel agua tibia que volvió a unir mi cuerpo y mi alma, relajándome lo necesario para tratar de cenar algo, echar un último vistazo a los informes e irme pronto a dormir. Mientras me lavaba los dientes, antes acostarme, no podía dejar de darle vueltas a los datos inconexos de cada caso. No obstante, durante la investigación se trabajó en la hipótesis de relación de los dos casos anteriores. Se descubrió que pediatra y neurólogo trabajaron en un grupo de trabajo del Central sobre un fármaco de uso pediátrico. Pero ahí quedaron todas las pesquisas. Se trabajó con un sospechoso, por la desaparición de la niña, pero nos faltaban pruebas concluyentes y comprobar que cuando murió Emilio Castro Oliver, tenía la coartada perfecta, asistiendo al entierro de su propia hija, nos dejaba sin nexo de unión en ambos casos. Varias veces en la noche me desperté empapada en sudor, mi cuerpo tiritaba por culpa de un frío que había decidido abrazarme esa noche, tomé otra ducha y un antitérmico con la esperanza de que pudiera volver a conciliar el sueño y el malestar general que tenía desapareciera. Cuando sonó el despertador algo entumecida y todavía fatigada me levanté y fui a prepararme el café. 26 de agosto de 2009. En la puerta de casa, antes de subir al coche, con el frescor de la mañana encontré alivio ya que súbitamente me encontraba de nuevo bastante acalorada. Olvidé tomar otro antitérmico en el desayuno, pero tenía que ver a Marcos, había quedado con él a las 10 y ya llegaba tarde. Subí al coche y puse rumbo a la comisaría. Cuando llegué ya me esperaba Marcos en la puerta. - ¡Buenos… días!- dijo asomando por la ventanilla- ¿Estás bien? 110

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- No, no muy bien, se ve que he pillado un buen trancazo. Estoy fuera de combate y no tengo la cabeza como para muchas complicaciones ahora. Mejor tomamos un café y a ver si otro calmante consigue despejarme ¿Te parece? - Venga, vamos. Pero no tardemos en regresar, hoy el Jefe está que trina. - De acuerdo, aparco entonces por aquí y ahorramos tiempo. - He pensado en todo lo que me dijiste y francamente, es muy arriesgada esa hipótesis tuya. Una vez hube aparcado y ya sentados en la cafetería Marcos y yo decidimos seguir la investigación en base a una corazonada sin saber siquiera si tendríamos apoyo o no. Siendo así las cosas, creímos conveniente que volver al Hospital y saber más del trabajo común de estos médicos. Hablaríamos con el director del hospital de nuevo, que según los archivos era Manuel Serrano Iranzo. Por la tarde estaba programado que yo volvería a casa de Maca a hablar de nuevo con ella. Necesitaba que también me diese información sobre ambos médicos y sobre el trabajo que desarrollaron conjuntamente, dado que perteneció al mismo grupo de investigación. Ya en casa de Maca y con Fernando presente comenzó a explicarme casi todo lo que yo ya sabía. Fue más que interesante aquella conversación, porque confirmó alguna de mis sospechas y nos dio pié para seguir en ese camino. Regresé al coche ya anocheciendo, con demasiadas preguntas en mi cabeza y con la difícil tarea de buscarles una respuesta. No obstante, me tranquilizó comprobar quién mentía en aquella pareja. Volví a ver un rayo de luz suficiente para no querer olvidar. Había ciertos silencios que se ocultaban bajo el miedo, bajo el no saber en quién se debía depositar la confianza. Encendí la radio y regresé a casa. No sabía cómo lo iba a hacer, pero necesitaba volver a oír la lluvia con ella y limpiar de espectros todo lo que nos rodeaba. CAPITULO 27. Y decidiste hablar. 27 de agosto…Al día siguiente… En mi apartamento. Llamaron al portero, descolgué y, después de ver quién era, abrí el portal. ¡Bingo! Te esperaba- pensé. Esto ocurrió después. - Tenemos que hablar- dijo pasando como un vendaval hacia mi salón. 111

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- Hola. ¡Buenos días! ¿Qué tal?... Pasa ¿Te pongo un café?- dije al aire pues pasó, sin más, como solía hacerlo, sin permiso, sin invitación… Ya estaba sentada en el sofá del salón cuando cerré la puerta de casa y me acerqué hasta donde se encontraba. - ¿No se supone que tu marido debe estar presente en esta conversación? - Esther, déjate de ironías, que ya me las sé todas… En el fondo te gusta que sea así… - ¡Ah! ¿Si? ¿Lo sabes?... Bien… y ¿No arriesgas mucho sabiendo cuánto me gusta? - No. No corro ningún peligro acercándome a ti. Antes de que lo haya hecho tú volverías a huir. - ¡Touche! Pero para tu conocimiento ahora simplemente hago lo que me apetece. Se ve que mi accidente recolocó algunas cosas y ahora no pienso tanto- dije aproximándome a ella. Momentáneamente se me quedó observando, y bajó su mirada. Sacó un sobre del bolsillo de su pantalón y me lo tendió. Lo cogí y me limité a leerlo. “Tus amistades en la policía no te convienen. Aléjate si no quieres que la siguiente sea la que más te importa”. - ¿Qué es esto Maca? - Tú eres la policía, esperaba que me lo dijeras tú… - ¡Está bien! Empecemos de nuevo… ¿De dónde diablos ha salido este sobre?-dije con un tono más autoritario. - ¡No lo sé! Estaba en mi coche cuando enterramos a Ángela…- dijo casi en un susurro. - ¿A Ángela?... ¿Qué tiene que ver Ángela en todo esto Maca?... - Alguien debió dejar ese sobre en mi coche durante el entierro. Cuándo lo leí supuse que su muerte no fue un hecho fortuito. Quería decírtelo, pero… desapareciste del mapa… luego pensé que si volvíamos a vernos… la siguiente fueses tú… y por eso… bueno… En ese instante mis piernas me llevaron al borde del sofá y mi mente me llevó lejos, al recuerdo de Ángela. Mientras mis ojos luchaban contra mis lágrimas yo seguí procesando aquel nuevo dato… Ángela… Maca y yo… alguien sabía lo nuestro… alguien usó su muerte como amenaza… alguien que quería que Maca callara… que no me buscara… alguien la 112

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engañaba, la utilizaba y me separaba de ella… de Robles León… de acuerdo… veremos si ahora me alcanzas… todo esto no lo justifican los celos… ¿quién soy yo para ti?... ¿y qué te asusta de mi?... - Esther… Esther… ¿me escuchas? - Dime. - No pude decirte antes esto. - Debiste ir a la policía- decía de modo automático… -¿Me dejaste por esto?- dije levantando esa nota y mirándola ahora a los ojos. - Yo no te dejé… me dejaste tú… ¿recuerdas?- Dijo levantándose y paseando de un lado para otro como un león enjaulado. Si hubiera tenido el valor de buscarte, ¿Dónde te podría encontrar? ¡Eh!... ¡Dímelo!... ¿Dónde?... – dijo volviendo a sentarse y tapando su cara con sus manos. Estaba muerta de miedo Esther… quería contarte muchas cosas… pero tú desapareciste… y después de creer que me volvería loca y de llorar por mucho tiempo por tí… pensé que sólo fuiste un espejismo en mi vida… Yo necesitaba verte para contarte lo de mi embarazo, lo de Fernando… pero no pudo ser… por otro lado el miedo a que si te buscaba pudiera suponer ponerte en peligro, terminó por hundirme aún más… y sólo Fernando estaba a mi lado…- continuó. - Fernando… Fernando a tu lado… Yo creía que tú no…- dije encajando como puede todo lo que me decía. - ¿Que no te quería? ¿Eso creías?... Pues te equivocaste, te quería y estaba dispuesta a cambiar muchas cosas en mi vida por ti- dijo dirigiéndose a la ventana del salón y dándome la espalda. - Nunca me lo dijiste… - No me diste tiempo Esther... Me dejaste sola. Cuando fui consciente de ello… tú ya te habías ido… Yo sólo quería estar contigo, sabía que necesitabas a alguien a tu lado después de lo de Ángela. Pensaba que me dejarías acompañarte en un momento así… ya vería cómo te contaría lo de la nota… y lo que no te conté de la primera… - ¿De qué me estás hablando ahora Maca? – dije levantándome y acercándome a ella junto a la ventana. - Esther por favor escúchame… Voy a decirte algo que siempre te he ocultado y que ahora con todo lo que está pasando creo que puede ser importante. Cuando te llamé para citarnos aquella primera vez en el hospital… antes de entregarte la primera nota, yo estuve trabajando un tiempo por orden de Manuel Serrano en un grupo de investigación sobre 113

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los efectos de un fármaco quirúrgico de uso neurológico… Durante el tiempo en que investigamos obteníamos muestras de los pacientes que estábamos tratando en el hospital. Cuando el laboratorio me entregaba esas muestras, Emilio y yo calculábamos la dosis de fármaco que era adecuada administrar en la operación posterior a esos pacientes. La niña a la que operamos falleció a las horas de la intervención, ni siquiera pudo llegar al día siguiente, en que cumplía años. Manuel inició una investigación posterior y descubrió que nuestros cálculos eran los correctos pero que la dosis que se administró en la operación no era la calculada. Emilio había decidido iniciar por su cuenta su propia investigación, pero antes de que concluyera alguien lo mató… en cambio… a mí… A mi alguien me hizo llegar aquella nota que investigaste. Manuel, el director, me pidió que mantuviera en secreto esta información hasta que concluyera su propia investigación. Si aquello salía a la luz, podría ser el fin de su dirección en el hospital. Me dijo que lo comunicaría a la policía cuando reuniera las pruebas necesarias. Siempre que le he presionado para que sacara a la luz aquel hecho, me ha contestado con evasivas, con que su investigación seguía su curso y que tal vez los cálculos que hicimos no eran del todo correctos… No sé qué hacer… de alguna forma me siento responsable de la muerte de aquella niña hasta que no sepa qué pasó realmente… Maca cubrió su cara con sus manos. Yo me levanté y mirando tras la ventana volvía a colocar aquella información. Una niña muere en el Central… otra niña muere secuestrada… otra niña desaparece… Fernando… ¿Qué tiene que ver Fernando en todo esto?…- pensaba. - Tu marido es abogado ¿No? - Si. Tiene su propio despacho. - ¿Dices que el laboratorio del hospital equivocó la dosis de la operación de aquella niña? - No sé si fue el laboratorio o no, pero en quirófano la dosis que se le administró no era la solicitada. - Tendré que hablar con tu director. - Manuel ha estado muy extraño todo este tiempo. Insistía una y mil veces en que te buscara. - ¿Qué me buscaras? - Si. No sé cómo supo lo nuestro pero el caso es que se portó muy bien conmigo y me ayudó bastante en el trabajo. No se si es que no le gustaba mucho Fernando o tú le gustabas más, el caso es que a Fernando no lo podía ni ver… Tengo miedo. No sé qué está pasando Esther.

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Me senté a su lado y tomé una de sus manos, ella me miró con sus ojos ahogados en lágrimas y en aquel momento… venciendo mis ganas de abrazarla traté de calmarla, pero antes de que pudiera hablar, añadió algo. - He llegado a odiarte, a odiarte de veras… He necesitado odiarte todo este tiempo, para volver a vivir…-me dijo de nuevo. - Maca ¿Puedes escucharme?... Lo único que me importa de todo esto que está sucediendo eres tú. Yo no sé si un día podré perdonarme mi inmadurez, ni siquiera sé si tú lo harás pero quiero que tengas muy claro, que no voy a dejar que te ocurra nada, que resolveré todo esto y que podrás contar conmigo cuando quieras. Sólo aspiro a recobrar tu confianza, y no se si tu amistad. Por no saber ser sólo tu amiga un día te perdí...tan pendiente estuve de mi necesidad que me olvidé de las tuyas. No podía dejarte de querer y estando mínimamente cerca cada día te quería más. No sé si puedes comprenderlo. Tuve que alejarme de ti para averiguar si en la distancia me sería posible olvidar lo que sentía por ti. Mientras que yo descubría que nada te podía borrar de mi recuerdo ni siguiera imaginaba cómo estarías tú. Me alegro que consiguieses ser feliz. Te aseguro que es lo único que puede aliviar el peso de mi error. Yo no supe ver lo que sentías por mí hasta ahora que compruebo que mi sola presencia te duele. Si te complace saberlo, ni conseguí olvidarte, ni volvió a existir nadie más que tú. Y aunque siento que sobreviviría con ello, con la consecuencia de mi error, me declaro incapaz de sobrevivir con tu odio, porque jamás podría volver a decir "Te quiero" sin tener miedo de volver a cometer este error... - Dejemos nuestra historia a un lado Esther. Ahora lo único que me preocupa es saber que la niña que ha desaparecido tiene que ver nuevamente con alguien del hospital, que es la hija de otra compañera que también participó en aquel estudio. No sé si mi hija está en peligro o si puede estarlo, por eso quiero que te centres en su seguridad, la mía ya no importa ¡Entendido! - Entendido. - Bien, pues ahora me marcho. Cuando sepas algo nuevo me gustaría saberlo- dijo recomponiéndose un poco. - Si la muerte de Ángela está relacionada con este caso, me temo que a alguien no le interesaba que siguiésemos juntas. A partir de este mismo instante, te prohíbo terminantemente que comentes nada de lo que hablemos. Me comprometo a informarte si tengo la certeza de que a nadie, ni del trabajo ni de fuera, le comentes nada. Me miró largamente y asintió brevemente con la cabeza. La acompañé a la puerta y se marchó. Y nada más marcharse, muchas cosas empezaron a ocupar el lugar que le correspondían en aquella investigación. Nada ni nadie iba a impedir que descubriese a quien tanto daño me estaba haciendo llevándose por delante aquello que yo más quería. 115

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Quien me buscaba me iba a encontrar y por encontrarlo estaba dispuesta a bajar al infierno. Nada iba a quedar oculto a partir de ahora, salvo yo, y mi muerte iba a ser mi aliado y mi peor enemigo a un tiempo. CAPITULO 28. Volviendo a la realidad. 27 de agosto de 2009. Marcos estaba tras la pista del sospechoso del primer secuestro, al que no conseguían localizar, resultado evidente que algo extraño ocurría con él. Aquel día la niña cumplía los cuatro años y todos los efectivos policiales de la Comisaría estaban volcados en el caso. Se buscaba un monovolumen gris claro, que al parecer los vecinos de la familia de la niña habían identificado y que coincidía con la descripción que Tráfico transmitió del permiso de circulación del sospechoso, que había perdido su trabajo. Cuando la policía se personó en su domicilio su esposa les informó de que se había separado un par de años después de la muerte de su hija. Nos indicó la última dirección que conocían de él, pero allí no había rastro suyo alguno. Mientras esta investigación estaba en marcha, yo me movía con libertad de horarios en la recopilación de datos sobre los Laboratorios GF que Maca me había indicado. En casa había recopilado toda la información en Internet que tenían pública. Estos laboratorios estaban muy vinculados con el Ministerio de Sanidad, algunos cientos de millones de euros facturaban anualmente, y muchos de ellos al propio Ministerio. Busqué la dirección y aquella tarde me propuse hacer una vigilancia en el edificio de los mismos. Maca me llamó y le conté mis planes, cosa de la que me arrepentí horas después Cuando por la tarde me acerqué a aquel edificio aparqué en una zona alejada. Frente a su entrada un gran ventanal ofrecía una lujosa panorámica. Pasé de largo y fui a apostarme en un lugar elevado con unos prismáticos que me permitían ver el acceso de todos los vehículos a su parking privado. Hacía bastante calor y me había llevado algo de agua fresca, algunos chicles, y un termo con café, por si aquella espera se me haría muy larga. En una de las pasadas que hice con los prismáticos pude ver el coche de Maca apostado frente al edificio, en aquel momento con mis propias manos la hubiese matado pero hoy reconozco con más claridad que aquel era su carácter. ¡Joder! ¡Pero qué coño!… - pensé. Cogí el teléfono y la llamé al móvil. - ¿Se puede saber qué coño haces ahí? Vete inmediatamente ¿Me oyes?… - No pienso irme ¿Dónde estás?- dijo con muy tranquilamente como si hubiese sido invitada.

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- ¡¡¡¡¡Maca, o sales de ahí o bajo ahora mismo y yo no sé lo que te hago!!!!!… me vas a fastidiar la vigilancia… bueno ¡Qué digo!… ¡ya me las estás fastidiando!… ¡sal de ahí!… ¡inmediatamente!… - Vale, pero sólo si me dices dónde estás… Se puede saber qué he hecho para que siempre estés en medio Maca- pensaba… - Está bien… sube al coche, toma la circunvalación de la derecha, verás una isleta, coge la segunda salida y sube la carretera que lleva al repetidor de teléfonos. En la explanada verás mi coche. Te espero allí en cinco minutos. Cuando su vehículo se acercaba yo la esperaba bajo una sombra en la arboleda cercana. Salió del vehículo he hizo una pasada a los alrededores buscando mi presencia. Cuando comprobé que estaba sola, salí y me dirigí a ella. - ¿Se puede saber qué haces?- intenté decir con calma. - Te ayudo- contestó con la calma que me faltaba. - No necesito que me ayudes para esto Maca, puede ser peligroso, y ya me estás impidiendo hacer mi trabajo. - Si alguien de esos laboratorios está involucrado en lo ocurrido en el Hospital quiero saberlo y me importa, mucho más que a ti, averiguar algo porque ya me han amenazado bastante y si mi familia corre algún peligro más aún… - No te voy a convencer… ¿no? - Ni por asomo,… y ya… ¡Déjame!… No estamos viendo quién se acerca por aquí, a si que mueve el culo y vamos a ver qué se cuece en esos laboratorios. Pues así la recordaba y así seguía. Cabezota como una mula, terca como dos e imposible de razonar con ella cuando algo se le metía entre ceja y ceja. Sin decir más me giré y me dirigí al lugar donde me había apostado. Cogí los prismáticos con trípode que había dejado sobre la mochila y tomé asiento en la silla portátil de caza que había comprado. Cuando llevaba un rato observando, decidí gastar mi último cartucho en un intento de convencerla para que se marchara. - Deberías sentarte, vamos a pasar aquí la noche y de pié te vas a cansar. - Puedo sentarme en el suelo. De hecho mira… me siento… ¿Algún problema?

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- Ninguno. Sólo que dentro de un rato empezará a dolerte el culo. - Si mi culo me duele o no, no es cosa tuya. Además supongo que descansarás en algún momento y yo podré relevarte. - Ni lo sueñes. - Vale. Me da igual. ¿Qué hay en la mochila? - Una bomba de relojería, si la tocas explotará, a si que estate quietecita y cuenta las ramas del árbol para entretenerte. - No me haces ninguna gracia. - ¿Puede ser porque no lo pretendo? - Idiota. - Terca. - Te aguantas - ¡Qué remedio! Así permanecimos durante un par de horas. En silencio. Hasta que se levantó y cogió la mochila, sacó el termo, lo abrió, lo olió, se sirvió un poco de café. Se ve que le gustó porque acabó su taza pacientemente. - ¿No has comprado pipas? - No, no he comprado pipas, no venía a los toros… venía a trabajar… - Eres una borde… ¿no tienes chicles que no sean de menta? - No, son todos de menta, de los que pican, o sea, de los que no te gustan… - Ahora si me gustan, los gustos van cambiando… ¿lo sabías?... - ¿Estás queriendo decirme algo? - No… Solo te decía que los gustos cambian. Guardé silencio y le regalé esa victoria. Si aquello iba con segundas, yo me quedé en esa parte. 118

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Al cabo del rato dejé de observar, allí no había ningún movimiento extraño, coches más o menos lujosos, de los directivos, turismos de los trabajadores y alguna moto de los servicios de seguridad privados. Cuando me levanté y miré para atrás, ella estaba tumbada en el suelo, con la mochila de almohada, comiendo chicle y con la mirada igual de desafiante con que la dejé. Levantó su ceja y dijo. - Te cambio el sitio. No dije nada, me limité a señalarle la silla. Sonrió como una niña, de un salto se situó en la silla y enfocó a aquel parking. Yo me había agachado a sacar de la mochila un poco de agua, que como no, su cabeza había conseguido calentar. Iba a beber un poco cuando dijo: - Vaya mierda de prismáticos, me hubieras avisado y me habría traído el telescopio de mi hija, con él seguro que le veríamos hasta la marca de gayumbos al mismísimo director… Solo puede cerrar los ojos, resoplar por la nariz y beber un poco de agua, para no contestarle a aquella insolente, de la que no sé porqué me enamoré un día. Saqué de mis vaqueros un paquete de tabaco, encendí un cigarro y ella me lo pidió. - ¿No lo habías dejado?- dije. - Si, pero me estás estresando y necesito uno. - ¡Ah! ¿Soy yo la que te estresa?... Bien… - Dámelo y cállate ¿Vale? …Le acababa de pasar un cigarrillo cuando comentó - Ha entrado un Ferrari rojo en el parking… y el conductor tiene una pinta de chulo que no puede… ¡vamos… que ese tío no ha leído un libro en su puta vida!! - Déjame ver. Observé por los prismáticos como ese tipo bajada del coche y se dirigía a la puerta de entrada del edificio. No parecía que fuera la primera vez que estaba allí por la seguridad con la que se movía por el parking. Mirando aún con los prismáticos le dije a Maca: - coge de la mochila la libreta y apunta… DST 8554. 119

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- No pierdas ojo de la puerta de salida, voy a llamar a Marcos. Llamé a mi compañero y le dí los datos de esa matrícula, le pedí que me averiguara nombre y apellidos del dueño y su dirección. - ¿Le seguimos cuando salga? - No podríamos, estamos muy lejos y le perderíamos. Veremos qué ocurre. Durante casi más de dos horas ese tipo permaneció en los laboratorios, y de allí salió sólo en dirección a su coche en el cual abandonó el parking. - ¿Y no vamos a seguirle? - Cuando me llame Marcos yo me acercaré a su domicilio y tú te irás a tu casa ¡Entendido! Recogimos todo y cada una cogió su vehículo. Le ordené que se marchara a su casa, yo tenía que esperar la llamada de Marcos y dejar algunas cosas en la mía. Recibí la llamada de Marcos estando ya en casa y salí con algunas provisiones habiéndole informado que estaría haciendo un seguimiento a ese tipo, que al parecer no tenía antecedentes. No había dado los primeros pasos cuando pude ver el coche de Maca aparcado a unos metros de allí. No sé porqué extraña razón aquello no me sorprendió. Me acerqué, toqué la ventanilla, la bajó y se limitó a justificarse. - Mi coche corre más. Si vas a seguir a un Ferrari… ja, ja… con un Renault vas lista… Abrí la puerta y me senté en el asiento del copiloto. - Tengo hambre, habrás cogido algo más que café ¿no? - Si claro, una pizza sin anchoas para ti y otra con anchoas para mí, un par de latas de cerveza y helado de postre… ¿Le apetece algo más a la marquesa? - Ja, ja, ja… ¿sabes que te estás volviendo un poco cascarrabias? Deberías relajarte, te noto tensa… Me limité a guardar silencio porque estaba consiguiendo cabrearme de lo lindo Cuando llegamos a la dirección que Marcos me dio, aparcamos a una distancia prudencial. Apagamos todas las luces y tratamos de permanecer en silencio. Maca se había echado sobre el asiento y tenía los brazos cruzados. No decía nada y me parecía extraño en ella. 120

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En mi cabeza no paraba de darle vueltas a aquel extraño tipo, cada vez me interesaba más saber sobre sus andanzas, concretamente, en qué trabaja, con quién se relaciona. En definitiva, porqué un tipo así visitaría unos laboratorios. Le pedí a Maca que esperara en el coche mientras yo daba una vuelta por aquella zona, que era un elegante barrio a las afueras. Sobre las once de la noche se presentó en su domicilio, permaneció unos cuarenta y cinco minutos y para cuando salió ya éramos su sombra. Le seguimos hasta el centro, donde aparcó el coche en el aparcamiento privado de un local nocturno. Nosotras dejamos el de Maca muy próximo allí, no muy bien aparcado porque no podíamos perder de vista a ese tipo en ningún momento. Entramos detrás de él en aquel local, abarrotado de gente. Era un local elegante, donde la clientela a juzgar por sus atuendos tenía un alto poder adquisitivo. Los juegos de luces casi nos mantenían en una continua penumbra, giré mi cabeza para ver si me seguía, y cogí su mano para no separarnos entre aquella multitud. Toda la decoración y los atuendos de camareros y camareras era lo suficientemente elegante como exigía el local. El olor a perfume se hacía bastante intenso a medida que pasábamos por la zona de baile, donde varias parejas se divertían bailando y moviéndose con la sensualidad que es permitida en público. Subimos por unas escaleras iluminadas con tenues colores fluorescentes, hasta llegar a una zona donde el sonido de la música era sensiblemente inferior, había varias mesas bajas rodeadas de butacas cómodas de color blanco. Una pequeña barra atendía aquella zona y algunas personas permanecían de pie con sus copas en la mano. Cuando aquel tipo desapareció por una puerta privada, Maca y yo nos miramos, después, miramos a nuestro alrededor y, ante algunas miradas observadoras, me limité a sugerirle que nos acercásemos a la barra a pedir algo, mientras decidíamos qué hacer. Tomamos un par de copas y aquel tipo seguía sin aparecer. Maca se disculpó para ir al baño y yo me dediqué a observar todo a mí alrededor y traté de memorizar algunas caras por si más tarde podría identificar o interrogar a alguien. Había pasado un tiempo y viendo que Maca no volvía me acerqué a los baños, cuando me aproximaba puede observar que varias personas hacían cola esperando poder entrar en alguno. Cuando Maca salió y terminó de asearse, al girar hacia la salida, nos topamos con una pareja que literalmente no podía estar más abrazada y ocupada en un beso que era de todo menos recatado. Maca les esquivó y pude ver que con demasiada rapidez. Cuando nos acercábamos de nuevo a la barra le sugerí a volver al coche y esperar allí a que saliera aquel tipo, lo más seguro es que estuviésemos para nada en aquel local, no parecía que se había reunido con nadie porque no hubo movimiento en aquella puerta. Maca llevaba bastante tiempo callada, cosa que me extrañaba en ella. - ¿Estás bien? - Si, pero tengo algo de calor, necesito salir de aquí.

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- Venga, pago esto y nos vamos- Le pedí al camarero un botellín de agua y cuando se cobró salimos del local. Al llegar al coche, le ofrecí el agua y se refrescó un poco, permanecimos en silencio un instante... - ¿Estás mejor? - Si, … mucho mejor, gracias. - De nada. - Será mejor que conduzca yo, te llevo a casa y luego me pido un taxi. Es demasiado tarde y te estarán echando de menos. - Llamé a Fernando mientras que te esperaba en tu casa. Deben de estar durmiendo los dos. Durante unos segundos nos miramos sin decir nada más. Extendí mi mano para que me dejase las llaves del coche, me miró con un guiño simpático y me las entregó. - ¿Estás segura que sabes conducir este coche? - Este y otros muchos como este- dije desafiando su gesto- ¡Suelta las llaves niña pija y sé buena copiloto! ¡Anda!... ¡Que no me duras ni un asalto! Cuando ya estábamos sentadas en el coche Maca prosiguió su particular juego del equívoco. - Depende de qué tipo de asaltos me hables… - Pues de esos que tú ahora me vas a explicar… ¿Existen algunos más además de los de boxeo?– dije mirándola directamente a los ojos y apoyándome en su respaldo. Dicho esto se giró y clavó su vista en el asfalto. Puse las llaves de contacto, arranqué, encendí las luces y le pedí que encendiera la radio. Extrañamente me obedeció y yo que me alegré porque aquel era el momento de seguir contando verdades. CAPITULO 29. Parar el tiempo. Empezó a sonar una canción que hizo que mi intención de marcharnos desapareciera. Durante unos segundos miré mis manos sobre aquel volante. Supe en ese momento lo que quería hacer con ellas. Cerré los ojos y traté de conseguir que mi voz no me traicionara y dijese exactamente eso que pensaba.

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Me moría de ganas de besarla y ahora sólo faltaba averiguar si a ella le ocurriese algo parecido. Suspiré, y cuando iba a girarme hacia ella, pude ver que quiso apagar la radio, pero mi mano más próxima tomó la suya interrumpiendo su objetivo. Volví a sentir su mano en la mía… acaricié sus dedos y la miré esperando que abriera sus ojos…Sabía cuando los abrió que intentaba evitarme, pero mis ojos seguían anclados en el brillo de los suyos. Con paciencia… con infinita paciencia, seguí mirándola hasta que conseguí que no me temiese y que a su mirada regresara la calma. Quería que me mirara sin evitarme… quería de nuevo sus miradas largas… y creí que sólo necesitaba eso… pero me equivocaba… quería más. Olvidé porqué estábamos allí... simplemente estábamos. - Quiero besarte- dije mientras aún sostenía su mano. Ella permaneció en silencio y antes de que pudiera decir nada con mi otra mano en su nuca conseguí acercarme para besarla. Sigo sin explicarme por qué el mundo desaparece cuando beso sus labios, ni qué es eso que se te cuela bajo la piel y convierte el alma en un huracán. Sigo sin comprender por qué necesito su piel para vivir. Mientras el mundo se suspendía y desaparecía todo menos ella, oí su respiración agitada. Su sabor era tan dulce como recordaba y de forma irremediable me desbordó el deseo que siempre me provocaba. - Quiero seguir besándote- fue el eco que reverberó en aquel pequeño universo de su presencia y la mia. Mis brazos se habían aferrado a ella como los del ahogado a la tabla de su salvación. Sus labios me respondían y mi lengua ya saboreaba la suya, haciendo más imposible nuestra separación. Cada parte de mi cuerpo que se unía al de ella, era una batalla perdida, una derrota segura, que rendía todas mis defensas y mi territorio al antojo de su sola voluntad. Entre besos intentaba decirme algo,… que aquello no debía ocurrir, que ella no podía no sé qué cosa, pero yo había decidido qué hacer con lo correcto cuando mínimamente pensaba que existiría una oportunidad. Nadie gana una batalla si no la pelea y ella era la mía, lo demás, simplemente no me importaba nada. Ella me abrazó, me besó y sentí que me moría cuando aquel espacio se le quedaba corto a mi deseo. Sus labios y su respiración me dieron valor para dar un paso más. - Vámonos de aquí. Me retiré lo suficiente para esperar su respuesta que en forma de beso intenso lo dijo todo. No recuerdo cómo conseguí dejar de besarla ni arrancar el coche ni conducir hasta llegar mi casa. No sé cuándo llegamos al portal y subimos al ascensor... pero tan pronto estuvimos en mi apartamento, mientras cerraba la puerta, ella me abrazó por la espalda besando mi nuca, y con ese simple gesto, ya todo mi cuerpo y mi alma se quedaban

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expuestos para ella. Un gemido, que se me escapó de los labios, terminó por desnudarme ante la evidente realidad. Apoyé mis manos en la puerta para poder girarme pero sus manos atraparon mi pecho. Noté cada centímetro de su cuerpo que unía a mi. Había colado una de sus piernas entre las mías y su cadera me empujaba contra aquella puerta. Sus manos habían abierto mi camisa y se apresuraban a desabrochar mi cinturón. El aleteo de sus manos por mi vientre espesaba el calor que me reclamaba a gritos todo su cuerpo. Mientras colaba su mano por mi ropa interior, con la otra mano ya había dejado al descubierto mi espalda y sus labios ya la recorrían libremente dejándome en la más absoluta indefensión. Mis manos no tenían donde agarrarse y mis piernas no me prometían estabilidad. Deseaba su piel con toda la fuerza del tiempo perdido, y como la mejor amante, resbaló en mi humedad para encontrarse con su alma dentro de mí. Todo mi cuerpo gritó, gimió, se derrotó y murió de excitación sin ningún pudor mientras sus labios atrapaban el lóbulo de mi oreja, recorrían mi cuello y mordían mi hombro y nuca… - Ahh… Maca… no puedo más… déjame abrazarte… por favor… - Schhsss… no te muevas… quiero sentirte asi… Aquel susurro de su voz fue suficiente para que un intenso orgasmo me recorriera de los pies a la cabeza, haciendo que toda la tensión de mi cuerpo acabara en un temblor unido a sus réplicas para exhalar un gemido irresistible que traté de ahogar y no pude. - ¡Dios! Cuánto tiempo te he esperado… - Esther… ahhhh… te necesito… ahora… Con la fuerza de su necesidad me giré, la descubrí aún vestida y besándola con pasión la conduje hacia el sofá del salón… quise parar el tiempo para ella, quise que sus ojos me hablaran, pero mi piel no podía evitar buscar la suya, abrazarla, rozar el terciopelo de su superficie, respirar su olor y perderme en el sonido de su aliento. El camino de mis labios lo marcaban sus gemidos, sus caricias eran una nueva dosis para mi deseo, que me conducía a su pecho, a su estómago, a su vientre. Toda su ropa me sobraba. Yo quería fundirme en ella y ya nada me lo impedía, pero la suavidad de su piel me estremecía, y vagaba por su torso en suaves caricias de mis manos y mis labios… - Esther… ¿intentas matarme?… ahhh… porque… lo estás… consiguiendo… Sonreia y quería alargar el tiempo perdiéndome en la suavidad de sus piernas, en la sensualidad de su postura, en el tacto de forma. Saboreé cada centímetro de piel abrazada a su cintura, hasta encontrar todo el placer que necesitaba ofrecerle y que quería entregarle. Y la pasión hacía el resto, enfureciendo mis ganas e incrementando mi sed 124

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y desembarcando todos mis besos en la playa más caliente de su cuerpo. Mis manos acrecentaban mi deseo recorriendo de nuevo su cintura y su vientre, trayéndola hacia mi hasta tensar todo su cuerpo de nuevo y erizar su piel, adornada entonces ya por minúsculas gotas de sudor que la hacían más excitante...Y deslizando todo mi cuerpo entre sus piernas, se rompió su tensión en un gemido que enervó de nuevo mi sexo, que ansioso buscaba el suyo, como mis labios su boca y mis manos su pecho. Sentí su voz y su cuerpo perdidos por completo en una fuga dulce e intensa y con mis brazos me dispuse a abrazarla para recogerla después de ese instante. Poco a poco sólo el sonido de nuestros labios y nuestras respiraciones agitadas creaba la dulce melodía que envolvía aquella sala. Yo no podía dejar de besarla ni ella me permitía dejar de hacerlo aferrada a mi en un abrazo que entonces me pareció perpetuo. Todo giraba y sucedía a una velocidad de vértigo, todo se atenuaba y sólo era nítida su imagen y lo que sentía por ella. Nuestros besos se fueron calmando… el aire volvió a visitar nuestro pecho…. y estando sobre ella… nuestras manos se buscaron y nuestros dedos se entrelazaron formando una especie de nudo sin solución… eterno y querido… irresoluble e inseparable… como yo quería que fuesen nuestras vidas sin que las circunstancias de la suya y de la mía lo pudiesen evitar. … El sudor nos bañaba completamente, permitiendo caricias del todo insospechadas, y cuando en aquella penumbra regresé a sus ojos, y me permitió hundirme en ellos, se me ahogaron los míos cuando descubrieron su ternura, cuando desnudada la pasión, queda el amor al descubierto, sin más defensa que el saberse en manos de quien se ama. Unimos nuestras frentes y cerramos los ojos tratando de evitar ese llanto desesperado de quien sabe su destino y ve que se le esfuma entre las manos. No había lazos físicos para atarla más a mí. No tenia manos ni piel suficiente para decirle cuánto la quería. Sólo mis labios abogaron por mi causa y un “Te quiero” susurrado se me escapó de dentro. Me abrazó y anidó en mi cuello. Mis manos acariciaban su hombro y necesité hablarle. - Perdóname… necesito que me perdones… no puedo vivir sin ello- dije acariciando sus mejillas con la yema de mis dedos en una caricia lenta que moría en el borde de sus labios. Maca permanecía en silencio, con los ojos cerrados. - Nunca he querido a nadie como te quiero a ti- continuaba- Siempre temí que acabarías siendo de otra persona. No podía imaginar que mi distancia alimentara ese destino. Pero yo no puedo evitar sentir esto por ti, se que… - Esther no digas nada más- dijo mirándome entonces- Sé dónde estás tú y dónde estoy yo. Ahora no puedo ofrecerte nada. … Por mucho que he tratado de odiarte no he podido y creo que tampoco podré dejar que quererte, pero nuestra oportunidad pasó… 125

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- Esto también ha pasado… - No voy a mentirte Esther... No me puedo permitir esto… No puedo traicionar más la confianza de Fernando… Lo que siento por ti queda aquí... pero ahora me siento parte de la vida de otras personas que me ayudaron a renacer cuando tú te fuiste, y aunque te juro que no me arrepiento de nada de lo que ha sucedido, no me puedo permitir que esto pase de nuevo… - Lo sé… no serias tú si fuera de otra manera- respondí. Asintió y acarició mi cara. No hicieron falta más palabras para comprendernos. Se incorporó y comenzó a vestirse de nuevo para marcharse. Comprendí que era lo justo y que nada más podía pedirle. Lentamente también me incorporé y me vestí para despedirla. La acompañé hasta la puerta y un tímido beso me regaló como despedida, rozando después con sus dedos mis labios queriendo dejarlo ahí... inolvidable. - Hasta mañana. - Hasta mañana- dije. Y se marchó. Pero su ausencia ahora no me aplastaba como entonces. Ahora sentía que la había amado y que ella también lo hizo. Ahora se cortaba la gruesa cuerda que me ataba a una culpa insoportable, y sentí que podría volver a andar sin tanto esfuerzo con el que lo hacía hecho en el pasado. Por primera vez me sentí libre queriéndola como la quería. Por primera vez su amor no me dolió. Por primera vez sonreí por haberla querido y cerré los ojos. Su piel me crecía por dentro, desbordándome la paz que las circunstancias se empeñaban en negarnos. Toda una vida puede justificarse por vivir un momento así, creo que jamás sentí más privilegiada que en aquel momento en que sentí que había encontrado lo que otras personas buscan y apenas encuentran. Con la certeza de saber qué cara tenía el amor, me sentí afortunada por haber rozado la eternidad con mis manos y de haberla podido contemplar cara a cara. Entonces no sospechaba que mi lucha por ella verdaderamente comenzaba en ese mismo instante. CAPITULO 30. Volviendo a la realidad. 28 de agosto de 2009. Y llegó la mañana, sorprendiéndome en la cama la claridad del día. Me vestí rápidamente dispuesta a ver qué camino tomaba en la investigación. Llamé a Marcos para saber qué tal iba el operativo del secuestro de la niña, le informé de mis planes e insistió en que un coche patrulla me acompañara.

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08:00 h. A. M. - Hola buenos días. - Buenos días inspectora. La señora está terminando de vestirse, me pidió que la acompañase a la biblioteca mientras acababa. Por favor acompáñeme. El señor la espera. Junto a aquella mujer, me dirigí a aquella sala que ya conocí el día anterior. Cuando llegué a ella pude ver al esposo de Maca que me esperaba sentado en el sofá que había frente al escritorio. Se levantó amablemente y me saludó. - Buenos días, mi esposa está a punto de bajar, le apetece tomar algo ¿Un café? - Si gracias, muy amable. Un café sólo es suficiente. - Victoria, traiga un cubierto más a la señora García por favor. - Pase y siéntese, desayunaremos aquí. Julia se bañará ahora en la piscina y no me gusta perderla de vista, todo lo más inadecuado puede hacerlo justo cuando no se la mira. En ese momento pasó la hija de Maca como una loca por el salón con un bañador rosa y unos manguitos. - Papi, papi… ¿No vienes a la pisci?-dijo acercándose a él y reparando en mi presencia, se calló, y muy graciosamente continuó. - Hola Esther, ¿Tu te bañas conmigo en la pisci? - Ja, ja… pues… me encantaría pero tengo que trabajar… - Otro día le dices a Esther que se venga contigo a la pisci ¡Eh peque! Ahora tenemos que hablar cosas de mayores, ve y busca a mamá ¡Anda! Y la niña salió conforme había entrado en busca de su madre. - Perdone a mi hija, es muy impulsiva a veces. Veo que la ha reconocido inmediatamente... Maca me contó que fueron amigas hace unos años y que por motivos de trabajo llevaban un tiempo sin verse. - Su hija es encantadora, no se preocupe. Y Maca y yo… sí… hace tiempo que nos conocemos…

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- Me alegra entonces que usted esté en el caso. Nadie mejor que usted para saber que lo que más me preocupa es la seguridad de mi familia. Quisiera por favor estar al tanto de todo el desarrollo de la investigación. - Lo estará, no se preocupe. Por ahora tenemos un sospechoso del secuestro de la hija de Ana López, estamos rastreando su paradero, es vital que hoy mismo sepamos algo. Quizá cuando le apresemos consigamos que nos explique la muerte de Emilio Castro y que todo esto no sea más que una pesadilla que pronto acabe. - ¿Y si no es así?- dijo tomando después un sorbo de su taza de café a la vez que me sostuvo la mirada. - Haremos todo lo posible porque sea así. - Me preocupa mucho la seguridad de mi familia. No quiero que les ocurra nada. - A la policía también le preocupa la seguridad de su familia. Hemos tomado una serie de medidas al respecto. He visto que tienen alarma en el domicilio. Revisaré la casa, le indicaré algunas mejoras en la seguridad y sobre todo, su hija nunca debe estar sola ni en casa ni con nadie que no sea de su absoluta confianza. Evite cualquier desplazamiento de la niña por ahora. - ¿Qué medidas son esas? - A su esposa y al resto de integrantes del grupo de investigación del Hospital estamos en trámites de vigilarles oficialmente- mentía, ya los estábamos vigilando- con un coche patrulla en todo momento. Por ahora, hasta que esto lo tenga cerrado será mejor que no salga de casa más que lo estrictamente necesario. Mientras yo tenía esa conversación con aquel hombre en mi móvil recibía llamada. - Disculpe un momento. Atendí la llamada y era un mensaje de Marcos en el buzón de voz. - Esther, efectivamente te están siguiendo. Ayer uno de los coches patrulla sufrió una avería y cogieron un particular. En el primer seguimiento en casa de Maca pudieron ver como desde que llegaste te seguía un tipo. Cuando te marchaste te siguió de nuevo. - Disculpe pero era importante. ¿Me decía?- continué. - Le decía que me preocupa la seguridad de mi familia y que si hace falta contrataré personal privado para su seguridad. ¿No supondrá eso un inconveniente? ¿Verdad?- dijo mientras con su servilleta limpiaba sus labios. 128

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- Ninguno, salvo que estará gastando más dinero del necesario… Veo que no confía mucho en nuestro servicio público. - Pues no, no confío mucho. Una niña ya ha muerto y la otra aún está en paradero desconocido. Si la siguiente fuese su hija ¿Confiaría usted? - ¿Sabe que la siguiente será su hija? - ¿No es lo que sospechan? - Sospechamos muchas cosas, señor de Robles, y todas, las investigamos. - Sólo me importa que investiguen sobre la desaparición de esas niñas. Lo demás, francamente, señora… García… me es bastante indiferente. - Para nosotros no. Todo es importante y cualquier detalle es trascendente para la investigación. Permaneció callado y muy atento a cuanto yo decía. - Me encantaría seguir hablando con usted pero tengo que marcharme ya al despacho. Tendrá que disculparme. - No se preocupe, esperaré… y por cierto, seguro que en algún momento podremos volver a hablar… hay una serie de datos que necesitamos sobre usted… - Puede pasarse por mi despacho cuando desee, estaré encantado de recibirla. - Había pensado que usted se pasase por comisaría. Siento que no estemos hablando de una visita de cortesía. - ¿Se me acusa de algo? - No. Se trata sólo de recoger su declaración sobre su lugar de trabajo, su empresa y si recuerda determinadas fechas, tan solo eso… será poco rato… sabemos que es un hombre ocupado… y… no queremos robarle mucho tiempo… - Mi empresa es un despacho de abogados que yo mismo creé, puede encontrar todos los datos en nuestra página Web. Pero por lo que veo quiere saber algo más. - Pequeños detalles nada más. Respecto a su empresa, dudo que en esta ciudad alguien aún no la conozca. Un despacho de gran prestigio, lo sabemos. ¿Alguna vez representaron los intereses del órgano de dirección del Hospital Central?

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- En absoluto. - Bien. No le interrumpo más, pásese por comisaría cuanto antes para firmar su declaración y todo listo. - Haré cuanto pueda para que sepa cuanto desea. - Estoy segura. Se levantó de la mesa y estreché su mano. Su gesto rápido, decidido y frío terminó por aclararme algo más, sus pupilas contraídas también significaban algo. De pronto Julia apareció en el salón, y fue a sentarse en la butaca de un piano vertical que había a la izquierda de aquel salón, justo en una esquina... casi escondido. Cuando se hubo sentado, giró su rostro hacia mí. - Mi mamá quiere que aprenda a tocar el piano, pero no sé… - Eres aún muy pequeñita para tocar el piano, pero, si quieres podemos hacer un pequeño truco de magia y… ¡Abracadabra!…hoy mismo tocarás tu primera canción… ¿Quieres? Me miró con esos ojos pillos que tienen los ángeles de ese tamaño y asintió con su cabeza. Sonreí por su expresión, me levanté y fui a sentarme a su lado. - Mira haremos una cosa, siéntate conmigo y pon tus manos sobre las mías, así parecerá que tú tocas el piano ¿vale? - Si… vale… - Venga. ¡Alehop!... ¡Arriba jovencita!- dije sentándola en mis piernas- ¿Preparada? - Dale… - Ja, ja, ja… ¿Dale?... Pues venga… le damos y… a ver qué tal suena esto. Comencé a tocar una suave melodía para que Julia viese el lento mover de sus propias manos y a asociar ese movimiento a la música que se producía… La niña mudó toda su inquietud en calma y mientras sus manos se movían con las mías, su cabeza se movía al ritmo de nuestras manos sin perder un solo detalle… Casi me conmovía pensar la confianza que esa niña me tenía sin apenas conocerme. No me extrañaba que fuese tan cariñosa y educada. Aunque se parecía más a Maca había

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algún rasgo de su cara era similar a la de su padre, salvo en el pequeño detalle de sus manos y sus dedos, alineados casi matemáticamente sobre las mías. Aunque sabía que todo lo que me rodeaba en esa casa me era absolutamente hostil, no podía evitar pensar que Maca y esa niña eran esa casa y que aquel escenario con su lujo y elegancia jamás eclipsaría la belleza de ambas. Pero en aquella casa vivía alguien más, alquien que era quien compartía su tiempo. Un hombre de buen aspecto, de aparentes exquisitos modales, de carácter emprendedor y exigente, como no podía ser menos. Nunca hubiera creído en aquel momento, el odio que me haría sentir, hasta convertirme en aquello que no era y me obligara a hacer lo que, hasta entonces, hubiese jurado que jamás haría. Cuando aquella canción dejó de sonar fue Maca la que nos interrumpió hablando mientras nos contemplaba desde la entrada, apoyada y con sus brazos cruzados sobre su pecho. - ¿Intentas conquistar a mi hija?- dijo sorprendiéndonos a ambas. - Mami… he tocado el piano con Esther…- decía mientras corría para abrazarse a ella. Yo que aún permanecía en la banqueta me levanté para saludarla y no parecer una auténtica estúpida impactada por su radiante aspecto. Su pelo suelto, un traje de lino color beige con blusa blanca, la luz del día y la felicidad en los ojos por la reacción de su hija, la hacían más atractiva que nunca. - Bueno, si tiene el oído de su madre me resultará imposible. De todas formas, alguien mejor que yo será quien conquiste a esta preciosidad- dije mientras me aproximaba a ellas. - A ver peque, te abro, te pongo los manguitos y juegas en la piscina pequeña ¿vale?comentó Maca a su hija. - Si, vale… voy a por mi hija… le tengo que lavar el pelo… hoy le toca…- dijo Julia. Dicho esto la niña salió de allí y Maca fue a sentarse en la mesa para tomar el desayuno. - Vale, ve a por tu hija que yo me quedo aquí con Esther, pero no tardes- le contestó Maca mientras se volvía hacia mí para explicarme- Su hija es su muñeca. Tenías que ver qué conversaciones tiene con ella, le repite lo que yo le digo muchas veces… - ¿Has desayunado?

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- ¡Eh!... si… con tu marido… charlamos un rato pero tuvo que salir a su despacho…- dije mientras me acercaba con ella hacia la mesa de aquel salón donde estaba dispuesto el desayuno. - Bueno ¿Cuál es el plan para hoy?- dijo mientras untaba algo de mermelada en una tostada. - ¿El plan?... Pues verás… el plan es que tú te quedes en tu casa con tu hija… Yo haré el resto… ¿De acuerdo? - Y puede saberse qué es el resto de lo que tú harás… ¿O es secreto de sumario? - Hoy iré a hablar con Manuel Iranzo, después visitaré el local que conocimos anoche, tengo que saber algo más de aquel tipo. - ¡Ah!. Bien… - Me alegro que te parezca bien y que no hayas puesto ningún pero. Por cierto- dije para no darle tregua ni pie para algún pero de última hora- hablando de todo un poco ¿Hay alguien del servicio que viva aquí con vosotros? - No. Victoria y la cocinera sólo están en casa en horario de mañana, mientras su padre o yo no estamos. Entran a las 7 y salen a las 3, yo recojo a la niña del colegio y juntas venimos a comer. Si yo tengo que salir llamo a una niñera que es una chica joven de esta urbanización y siempre se adapta a mis turnos pues todos los meses nos toca cambiar horas en función de mi trabajo. - Bien, me acompañarás por toda la casa, quiero reforzar la seguridad de algunas áreas, ya lo he hablado con tu marido. También, le he comentado que si no es estrictamente necesario que permanezcas en casa con la niña todo el tiempo posible, hasta ver un poco cómo se desarrollan las cosas… - ¿Piensas encerrarme en mi propia casa? ¿Y mi trabajo? No puedo tomarme vacaciones ahora, ya he estado hace dos semanas fuera y ahora no puedo permitirme faltar- dijo muy atropelladamente y sorprendida. - A ver, relájate. Había pensado que un coche patrulla te acompañase de casa al trabajo durante los próximos días. - ¿Estás hablando de ponerme escolta? ¿No estás exagerando?- dijo mientras tomaba un sorbo de su café.

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- Pues no- dije apoyando mis manos sobre la mesa- Te acompañaría yo pero tengo cosas que hacer y si alguien uniformado está a tu alrededor, eso hará cambiar de opinión a cualquiera que se acerque a ti… - Esther creo que dejamos claro que la seguridad es para mi hija no para mí. - Maca, de la seguridad de tu hija me encargaré yo con la empresa de vigilancia de la casa, y de tu seguridad se encargará quien yo decida estés o no estés de acuerdo… Esto también lo he hablado con tu marido y le ha parecido bien. - Y a él, ¿quién lo vigila a él? - ¿A él?... Pues… creo que serán suficientes unos consejos de autoprotección… no te preocupes por él. Me miró y asintió con la cabeza aunque con cierto fastidio. - Venga, enséñame la casa y dame los datos de la empresa de seguridad ¿De acuerdo? - Pues nada, a sus órdenes…Julia debe estar entretenida en algo en su dormitorio… vamos primero hacia allí… si te parece… - Si, prefiero empezar por allí… Cuando llegamos encontramos a Julia sobre una alfombra de letras y números, de varios colores, tenía sentada a una muñeca en el suelo y a un perro de peluche en una mesa bajita. Cuchicheaba una supuesta conversación entre el perro y la muñeca. La madre me miró sonriente y yo la miré a ella sonriendo por la bonita estampa con la que nos encontramos ambas… - Fíjate lo que ha crecido la hija, ayer le ponía pañales y hoy ya es veterinaria… - Ja, ja… ¿Es siempre así de tranquila?… - Si… un poco trastillo a veces, pero muchos momentos del día mientras yo trabajo o hago algo en casa, ella está a mí alrededor con sus historias y sus muñecos… me transmite mucha tranquilidad… Nos quedamos un segundo mirándonos y la realidad se impuso de nuevo. - Bien… ¿Me sigues enseñando la casa? Tengo que marcharme y necesito esos datos de la empresa de seguridad…

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- Eh, si… vamos… los datos de la empresa están en el despacho de Fernando. Visitamos todas las dependencias de la casa, incluido un amplísimo garaje donde permanecía el coche de Maca y otros dos junto una moto de alta cilindrada. - ¿Es de Fernando?-pregunté mirando hacia donde se encontraba aparcada. - Si. Antes la conducía más a menudo. Le encantan. Aunque creo que lo que le apasiona es la velocidad. - Ya… ¿Y este remolque? - Bueno, antes lo utilizaba cuando iba a la playa, para llevar su moto de agua pero por lo visto la vendió. Antes le dio por el mar y luego por la montaña. Algunos fines de semana queda con unos amigos para concentraciones de motos y esas cosas y la lleva ahí. - Pues va a ser que si… que le gusta mucho la velocidad y los deportes de riesgo… No tenéis instaladas cámaras de seguridad aquí por lo que veo. Sería interesante instalar alguna, aunque sea para salvaguardar estos vehículos ¿no crees?- dije tratando de trivializar pero con una sospecha más firme pendiente de confirmar por un solo detalle. - Como tú digas, la experta eres tú. - Bien ¿Vamos a por los datos de la empresa de seguridad? - Si claro, ahora mismo. - Perfecto. CAPITULO 31. Conocer dos verdades. 11:00 H. Terminamos de ver la casa. Mentalmente hice todos los cambios que creí oportunos con el servicio privado de vigilancia. Más tarde en la empresa de seguridad me ocuparía de instalar algún otro dispositivo de vigilancia. Y ya me disponía a salir de su casa cuando recibí en el móvil la llamada de mi compañero. - Buenos días Marcos, dime… - Esther tenemos localizado al sospechoso del secuestro. Recibimos una llamada de los Locales de un pequeño pueblecito de aquí cerca, se llama Matalpalo. Dimos el aviso de su monovolumen y lo han localizado a las afueras. En veinte minutos estaremos allí.

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- Marcos, necesitamos que no se de cuenta de que estamos sobre él, puede conducirnos a la niña en cualquier momento y hoy es el día en que si piensa hacer una tontería la haga, la seguridad de esa niña depende de que pueda llevarnos a ella… - No te preocupes, ya me encargo… ¿dónde estás?... - Voy para casa, necesito comprobar unos datos en Tráfico… llámame en cuanto sepáis algo por favor… luego iré a hablar con el director del Hospital y también necesito comprobar algunos datos relacionados con un Laboratorio “Grupo GF” o algo parecido. - De acuerdo. - Necesito que me hagas otro favor, llama al comisario, dile que en media hora estaré allí. - ¿Algo nuevo del Hospital? - Pues no. Del Hospital no es. Pero estoy segura que investigamos casos distintos, si estoy en lo cierto, hoy será un día muy largo. - Bien, cuando sepa algo te llamo. - De acuerdo. Adiós. 13:00 h. Busqué y rebusqué en casa mis datos bancarios del 2004. Necesitaba una fecha. Una fecha que si no me equivocaba sería muy similar a la que me daría Tráfico. Tardé más de la cuenta en encontrarla, pero dí con aquel extracto y rápidamente lo metí en mi bolsillo. Desde el coche llamé a Tráfico y pedí los datos de adquisición y venta de un vehículo en particular del que sólo tenía el color, el posible nombre del titular y posible fecha de compra. Tuve que insistir en que eran datos de una investigación y la chica que me atendió quedó al tanto del asunto para llamarme en cuanto tuviese los datos. Llegué al aparcamiento del Hospital y me dispuse a subir de inmediato al despacho del director. - Hola, buenos días- dije- No se si me recuerda yo… - Perfectamente.… adelante… Sé quién es usted y de lo que quiere hablar conmigo. - Me parece estupendo. Si le parece empezamos por el principio. - Si, déjeme antes contarle todo lo que sé y después pregunte usted todo lo que quiera. - Adelante.

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Después de casi dos horas de conversación y de contarme lo que yo ya sabía, comenzó a revelarme una serie de datos desconocidos entonces para mí, datos que a priori parecieran inconexos. - Yo conocí a su padre, me pareció un hombre honesto y por eso pensé que su hija también lo sería. Cuando salí de los laboratorios GF para ocupar el puesto de director de este centro sabía que no lo iba a tener fácil. He recibido presiones durante mucho tiempo para que en este hospital se alabasen las virtudes del Miocord, un fármaco usado en casos de cardiopatías infantiles. Yo ya sabía las graves contraindicaciones que tenía su uso, y aunque en los laboratorios siempre me decían que seguían investigando para mitigarlos, cuando me salí ya conocía que habían abandonado la inversión en el perfeccionamiento del fármaco. Aquí en el hospital formé un grupo de trabajo para trabajar con un fármaco similar, con el visto bueno del Ministerio de Sanidad. Todo funcionó bien hasta que una de nuestras pacientes murió. Como debe saber, en estos casos procedemos a estudio forense detallado y pude averiguar que la dosis de fármaco a utilizar durante la operación había sido manipulada. - ¿Por qué no denunció esos hechos en su día? - Alguien de los Laboratorios GF conoció esta información y amenazó con denunciar al hospital, y con arruinar mi carrera profesional y la del grupo de trabajo que había creado. - Si alguien manipuló esa muestra durante aquella operación el resultado fue una muerte, que dicho de otro modo no es más que el asesinato de una niña inocente. ¿No pesa sobre su conciencia el destino de esa criatura? - Pesa, y pesa tanto que ya soy incapaz de controlar esta situación. Iba a denunciar estos hechos cuando Emilio fue asesinado. Recibí varias amenazas por más tiempo, para mantenerme en silencio y para que abandonara mi proyecto de investigación. Después cuando desapareció la primera niña quise de nuevo denunciar todo esto, pero ya no sé si alguien me creería o no. Macarena Fernández vino a mi despacho a comunicarme que estaba recibiendo amenazas y entonces me acordé de usted. - ¿De mí? - Si, ya le dije que conocí a su padre y yo averigüé que era policía por aquel entonces. Hablé con Macarena para que le entregara la primera nota de amenaza que recibió. El resto usted ya lo sabe. - No le creo. No me queda claro porqué decidió actuar por su cuenta y no denunciar la manipulación que dice que provocó la muerte de aquella niña. Por si no lo sabe, el padre de esa niña actualmente es el sospechoso de la muerte y desaparición de la hija de uno de sus empleados y creemos que tiene en su poder a la hija de Ana López.

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- Pensaba que los Laboratorios tendrían algo que ver con esto pero, ya no tenía sentido presionarme de aquella forma si yo ya había guardado silencio. Entonces fue que les amenacé con contarlo todo, pero antes de hacerlo su compañera entonces fue asesinada a los pocos días, y a Maca le hicieron llegar una segunda nota en la que la amenazaban a usted, después… yo recibí otra nota… - ¿Y? - En esa nota me informaron de su accidente. - ¿Mi accidente? ¿A qué se refiere? - Al accidente que sufrió hace unos meses. No pude avisarla a tiempo. Lo siento. Créame que lo siento mucho. - ¿Quiere decir que mi accidente fue provocado por alguien que usted conoce? - Sí. Ese alguien del que hablamos al final descubrió porqué usted era importante para mí. - ¿Cuánto de importante era? - Mucho. Demasiado. - Y puede saberse porqué mi vida sí que le importa, y en cambio la de sus pacientes, compañeros y familiares no. - Nunca pensé que esto que está ocurriendo pudiese llegar a ser real, pero, hace muchos años ya me advirtieron que no iba a ser fácil. - No me da ningún nombre. Habla en abstracto, insinúa y acusa pero no concreta. Hay muchas cosas que sabe y no quiere decirme. En ese momento recibí una llamada de Marcos, por lo que tuve que interrumpir nuestra conversación. Efectivamente habían localizado al sospechoso y procedieron a su detención, por suerte la niña estaba a salvo, lo llevaban a comisaría y yo personalmente quería comprobar que ese tipo no estaba vinculado de ninguna forma con los Laboratorios. - Tengo que marcharme, pero usted y yo tenemos mucho aún de lo que hablar. Está claro que no puede salir del país ni viajar sin ponerlo en nuestro conocimiento. Me temo que hay una serie de cargos contra usted y que tendrá que darnos muchas explicaciones. Búsquese un abogado, lo necesitará. - No se preocupe ya tengo uno, que por supuesto no es del bufete “De Robles León”. 137

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23:00 h. Maca llevaba toda la tarde viendo trabajar a los operarios que instalaban los dispositivos de seguridad que había solicitado. Se ampliaron las cámaras de vigilancia exterior a cuatro, se instalaron dos más en el interior, en el pasillo y habitación de la niña. Se dispusieron además varios sensores en puertas y ventanas, y alarmas sin sonido cuyo aviso me llegaría directamente al móvil. Una vez que la niña consiguió dormirse Maca decidió darse un baño, extrañamente Fernando aún no había llegado y su inquietud no se calmó hasta oír el motor de su coche parar frente a la casa. - Hola cariño, perdona que llegue tan tarde, la reunión de hoy fue agotadora- dijo mientras remangaba su camisa y se deshacía de la corbata… - Báñate conmigo… y te relajas un rato… si tienes tantas cosas como yo en la cabeza lo necesitarás. - Buena idea ¿cómo no se me había ocurrido?- dijo insinuante. - Ja, ja… bueno… lo de relajarse era en serio- seguía hablando con los ojos cerrados. - ¡Fantástica idea!- dijo despojándose de su ropa para entrar en aquella bañera donde su esposa tenía sumergido prácticamente todo su cuerpo. - Ven- dijo Maca dejando a Fernando apoyar la espalda en su pecho. - Um… podría vivir toda la vida así… cariño… - decía a la vez que acariciaba suavemente las piernas de Maca bajo el agua. Maca acariciaba el pecho de Fernando con una mano mientras con la otra le mojaba el cabello. - Cariño…- dijo él. - Um… - Vamos a la cama… - No. Espera aquí un poquito vale… me gusta estar así. - No sé si podré aguantar… 138

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- Ah no… - No. Quiero que te dejes llevar, tengo muchísimas ganas de ti… - dijo. - Cuéntame qué tal tu reunión… anda… - Olvida la reunión mi amor… decía girándose hacia ella y continuando con alguna caricias más atrevida…-ahora estás reunida conmigo… y quiero que sólo pienses en mi… Maca seguía con su cabeza recostada en el borde de la bañera, permanecía en la misma postura. - Estaba intentando relajarme ¿Sabes?- dijo ella. - Y porqué no me dejas eso a mí- susurraba lamiendo y mordiendo todo a su paso- te quitaré todas esas cosas que giran en tu cabeza. Aquel juego de caricias terminó por excitar a Fernando quien tras girarse, se sentó frente a su esposa y la atrajo asiéndola por las piernas. - Así me gusta… ummm… que seas solo mía… Maca sintió como su esposo se apoderaba de su cuerpo, sentía que Fernando la sujetaba, besaba con pasión su pecho, acariciaba sus piernas y se embriagaba del placer de tenerla así. Maca con los ojos cerrados se abandonaba al placer de disfrutar de su marido, pero el placer no llegaba y de forma inesperada, una imagen en la mente de Maca le hizo a su cuerpo recordar una sensación. Se sintió culpable y frenó a cero su deseo. Abrió los ojos y vio a su esposo abrazado a ella acariciando su pecho y dejándose hacer, continuó hasta sentirlo gemir. Se incorporó y retirándose se disponía a salir cuando Fernando la sujetó del brazo… - Qué te pasa mi vida… ¿Umm? - Fernando estoy cansada y nerviosa con todo esto que está pasando, necesito dormir algo y ya es muy tarde… Y salió de aquella bañera con una tensión inesperada en su sexo y en su mente. No sabía qué le había ocurrido pero por primera vez sintió querer ducharse de nuevo. Se había vestido con el albornoz y buscaba una prenda interior con la que vestirse antes de dormir. Fernando había salido del baño envuelto en una toalla y contemplaba a Maca moverse nerviosamente, se acercó hasta ella abrazándola por la espalda. - Fernando por favor… estoy cansada… 139

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- Todo va a salir bien… no quiero que te preocupes… Esto se resolverá pronto… Venga, vamos a dormir un poco y verás que mañana todo tiene otro color… ¿Eh? - ¿Siempre eres tan optimista?- dijo Maca. - Siempre. Así he conseguido todo lo que quería… y así lo voy a seguir consiguiendo… además creo que te gusto… soy guapo, listo, buen partido y con un imperio a heredar, no puedes querer nada más… - Y modesto cariño, es lo que más me gusta de ti, lo modesto que eres- dijo apartándose de él. - Voy a ver a la niña- dijo y salió de la habitación. En la oscuridad de su despacho enfurecido daba una orden. - O lo haces tú o lo hago yo. Basta ya de sandeces. Me importa una mierda lo que pueda parecer pero quiero a esa tipa muerta ya. Si ha estado hablando con el director con más motivo, de Manuel me encargo yo ¿Entendido? Esta noche estará en el local, que parezca un vulgar asalto, pero no la quiero viva cuando amanezca, creo que estoy hablando bastante claro Maca se acostó un poco más calmada, pero no dejaba de darle vueltas a lo sucedido, le asustó pensar que la relación con su marido se basaba en muchas cosas, pero no encontraba dónde estaba el amor entre ellas. Por un momento pensó que aquello era otra forma de ser infiel a aquel hombre que le había dado tanto apoyo cuando ella más lo necesitaba. En esto pensaba cuando sintió que Fernando entraba a la cama y la abrazaba para acurrucarse en la misma postura en que la sorprendía una noche más. La misma postura que evitaba mirarle a la cara y dormirse viendo el rostro de quien la había amado. La misma postura que por primera vez necesitaba explicarse a sí misma. CAPÍTULO 32. Las piezas caen una tras otra. 29 de agosto de 2009. 01:30 h. a.m. En el parking del Central había caído la noche. Una noche de luna nueva donde la oscuridad es más profunda. Acababa su turno y salía presa de los nervios de aquel edificio. ¿Se habría equivocado en todo? Debió confiar en la policía desde el principio. Debió decir la verdad, al menos a la gente que más le importaba. Ahora había metido a alguien en aquello y lo había hecho poniendo también su vida en riesgo. Por la mañana iría a hablar con ella, tenía que decirle tantas cosas, que no sabía como comenzar, pero eso sería lo de menos. Lo más importante es que no había podido parar todo aquel sin sentido y ya no 140

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tenía fuerzas para resistir más. Sumido en estos pensamientos iba hacia su coche y en modo alguno pudo presentir lo que vino después. Un agudo y sordo dolor invadió su costado derecho, el suficiente para producirle la muerte inmediata. Cayó su maletín, cayeron sus llaves y sus rodillas… Cayó viendo una tenue sombra en los cristales de su coche… cayó sin ver rostro amado ni querido, cayó sintiendo su derrota final y el incierto destino de sus seres amados. 29 de agosto de 2009. 01:45 h. a.m. Julia esa noche estaba durmiendo mal, varias pesadillas hicieron a Maca levantarse en varias ocasiones para consolarla, pero aquella última vez su padre fue a comprobar qué le pasaba a aquella princesita pecosa, que conquistaba por su mirada limpia y transparente. - Papi, Harry Potter ha entrando por la ventana con la escoba otra vez- dijo sollozando. - No me digas que ese aprendiz ha vuelto a dar bandazos con su escoba por el cuarto de mi niña. Voy a tener que regañarle para que no vuelva más y no nos moleste en nuestro viaje imaginario al lugar que más le gusta a mi princesa… - Si papá, podríamos ir al castillo de las hadas… -dijo casi somnolienta. - Si, iremos tu y yo a un castillo precioso,… te gustará… lleno de flores,… de animalitos,… de duendes,…de música… tendrá todo cuanto desees- susurraba su padre, induciendo de nuevo el sueño de la niña. - Si… Esther me va a enseñar… - casi llegó a balbucear mientras el sopor del sueño volvía a invadirla irremediablemente. - Esther no podrá enseñarte nada, cariño, se marcha de viaje, lejos… muy lejos… ¿Se durmió ya mi princesita?... Umm… Se levantó y se quedó observando un momento a su hija. Apenas faltaban unos meses para tener toda la situación bajo control. Aquello implicaría hacerse cargo de un negocio mucho más ambicioso que aquel insignificante despacho de abogados. Necesitaba el apoyo de los belgas y ya faltaba poco para tenerlo. Amberes había sido su escuela de formación y allí volvería. Los Laboratorios de su madre eran la tapadera perfecta para conseguir el imperio que deseaba, su hija era la llave de esos Laboratorios y llegado el momento sabría como utilizarla. Sólo le inquietaba que otra persona llegara a conocer toda la verdad y llegase a impedir todos sus planes. La odiaba por ilegítima, la odiaba porque en realidad poseía todo cuanto el ambicionaba. Se acercó al salón a servirse una copa. Dio su primer sorbo, repitió con otro largo hasta apurar la copa. Cogió la botella de whisky y se sirvió otra copa. Apagó luces y con una recompuesta calma se dirigió al dormitorio. Cuando entró cerró la puerta, se acercó al ventanal donde

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todo el exterior era oscuro, donde una simple lámpara de la fachada sustituía la luz habitual de una luna hoy ausente. Se giró y contempló a su mujer durante un largo rato, sus pupilas se contraían digiriendo la imagen de su mujer besando, a quien más odiaba, en aquellas fotografías. Tomó otro sorbo. Trató de imaginarse que en ese preciso instante todos sus problemas se estaban resolviendo definitivamente. Dejó la copa sobre el alfeizar de la ventana y victorioso se despojó de su bata. Le excitaba saber que el vencedor era él y ya sabía cómo y con quien celebrar su victoria dando rienda suelta a su afán de posesión. 29 de agosto de 2009. 01:45 h. a.m. Club La Pirámide. No había olvidado por qué no me gustaban aquellos locales. Todo en penumbra, semioscuro, luces parpadeantes y una música en exceso alta. Iba sola y cualquier rincón en la barra me permitiría divisar el local más ampliamente. No había visto el coche de aquel tipo en la puerta, no sabía si vendría esa noche, ni tampoco con quien se reuniría, sólo podía ver caras y utilizar eso como punto de partida. ¿Porqué un tipo que parecía el dueño de aquel local visitaba unos laboratorios farmacéuticos? La información que teníamos y que me había facilitado Marcos eran sus simples datos personales, no había ficha policial. Tal vez estaba perdiendo el tiempo allí, igual estaba en una pista absurda. Se me acercó una camarera y pedí una copa. Decidí llamar a Marcos para pedirle que se acercara hasta allí. Necesitaba ponerle al tanto de lo que el director del hospital me contó. Bajé a los aseos e hice mi llamada, al regresar la camarera había salido de la barra y estaba sentada junto a mi silla. - ¿Estás sola o esperas a alguien? - ¿Es eso importante? - Me apetece tomar una copa fuera de aquí ¿Me invitas? - …¿Fuera de aquí?... ¿No te gusta donde trabajas? - Me gustan más otros lugares… Este tiene la música muy alta… - A mi me gusta la música alta y ... la compañía cerca… - Lo de la compañía cerca puedo solucionarlo yo… ¿Puedes tú hacer algo con la música?

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- Ya lo creo… Vamos abajo… he visto que hay algunos lugares más tranquilos… ¿si aún te apetece esa copa?... - Vamos… - Espera… - dije- creo que debes saber que hoy no me apetece mucho hablar… - Vamos a tu coche y no hablamos… umm… - ¿Cuánto me costaría? - ¿Piensas que soy un puta? - No, no pienso que seas una puta… tienes todo el aspecto de que eres una simple camarera con más interés en hacerme salir de aquí, que en mi misma. Si fueses una puta hubieses sonado más sutil y creíble… ¿Qué es lo que quieres? Me miró sin más y se marchó. Nada más marcharse supe que alguien me esperaría fuera, y tampoco era demasiado seguro seguir allí adentro. Cogí el móvil y pulsé el botón de llamada automática, volví a dejarlo encendido en mi bolsillo y me acerqué a la barra de nuevo esperando que Marcos apareciese pronto. Tan sólo me había sentado cuando el tipo de los Laboratorios se sentó a mi lado. - ¿No le gustan las camareras de este local?... ¿Prefiere algún camarero acaso?... ¿O le sirvo yo? - Ya le he dicho a su amiga que solo me apetece tomar esta copa… no necesito nada más… - Esa zorra no es mi amiga… Era solo una empleada, que por cierto… no sabe hacer bien su trabajo… y me obliga a mí a hacerlo personalmente… Acompáñeme si no quiere que un pequeño accidente me ahorre tener que despedirla… Miró hacia la barandilla del piso superior y allí estaba entre la barandilla y los brazos de uno de aquellos supuestos responsables de seguridad. En su cara un miedo no fingido me hizo volver la cara hacia aquel tipo. - Antes de que nos marchemos… - Antes de que nos marchemos nada… ¡Levántese y sígame!... - No irá a matarme aquí, sería un escándalo para su local… ya sabe lo escandalosa que es la sangre…

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- Si, muy escandalosa, y la de nuestra amiga quedaría esparcida por las escaleras, si decido tan solo atender una llamada… ¡Ah! Se me olvidaba decirle que su compañera de piso se llama Olga… Qué descuido ¿verdad?... Pues si… Estudia en la universidad, y nuestra amiga es su compañera… Le ofrecí este trabajo y le vino muy bien el dinero… sólo que ella piensa que está aquí por su frágil belleza… ¿Está en condiciones de acompañarme ahora?… O tal vez prefiere que su compañero haya visto por ultima vez a su amiga… hace exactamente…miró su reloj- veinte minutos. Sólo tenía una escapada, que Marcos lo estuviese oyendo todo, llegase pronto y supiese donde localizarme. Me dispuse a salir de aquel local con aquel tipo hacia la salida de emergencia. - ¡Deme su arma! Me giré y allí estaba apuntándome con una STAR 28 PK, exactamente igual que la que yo tenía que entregarle. - Veo que tiene buenas relaciones con el Cuerpo Nacional de Policía. - ¡Claro!… ¡Inmejorables!… Aprendo mucho de ustedes… una pena que usted ya no pueda enseñarme nada más… A su espalda salió otro de aquellos matones que tuvo la deferencia de no sonreir. Saqué mi arma reglamentaria y me dispuse a soltarla en el suelo. Salimos a un callejón oscuro. Nada más llegar a aquella salida, un golpe seco en mi rodilla me hizo caer al suelo. Traté de levantarme pero otro golpe en mi costado me hizo caer de nuevo. Momentáneamente dejé de respirar. - Su vida no vale nada y se ha acercado demasiado a la mujer de otro. Por que es así ¿no? ¿Le gusta esa zorra? ¿Umm?... A mi también… y mucho… y sabe qué… vivirá el tiempo que mi amigo deje de quererla… y ya me encargué de que lo hará muy pronto… - Acaba con ella y vámonos…- dijo el otro matón. Estando en el suelo otro golpe en el mismo costado me hizo rodar en aquel asfalto. Oí algo aturdida cómo disparaban a aquella camarera a unos pasos de mí. - ¡Dispárale con su arma!, parecerá que se cargó a la camarera. - ¿Está inconsciente? - Debe de estarlo. Coloca el arma en su sien y que parezca un suicidio ¡Vamos! Cuando aquel tipo fue a girar mi cuerpo ya sólo tenía que poner en práctica lo enseñado en la academia y rezar por no terminar de desmayarme por al agudo dolor de mi costado. 144

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En ese instante unos faros alumbraron aquella zona y el otro tipo decidió vaciar parte de su cargador sobre nosotros. Aunque al tipo que forcejeaba conmigo se le escapó un disparo de mi arma, el primer impacto del otro arma debió alcanzarle algún órgano vital porque como una losa fue a terminar de caer sobre mí. Lo siguiente que recuerdo es ver la sombra de Marcos correr por aquel callejón intentando dar alcance a aquel tipo. Debí perder momentáneamente la consciencia. - ¡Esther! ¡Esther!... ¡Ey… contesta!… ¡vamos soy yo! ¡Abre los ojos! ¡Mírame!... – pude apenas escuchar, abrí los ojos y sólo veía una sombra irreconocible, quería hablarle pero no podía. - ¡Joder! Marcos, llegas tarde amigo…-pensé. Sentía que el aire no regresaba a mis pulmones, y apenas puede decirle que sólo ella sabía que yo estaría allí aquella noche… y que probablemente la orden era que yo esa noche muriera. La siguiente vez que desperté debía ir sobre una camilla porque decenas de tubos fluorescentes iluminaban el pasillo por donde me acompañaba el personal médico que me estaba atendiendo. - Marcos ¿Dónde está Marcos? Quiero verle… ¡Paren esto!… ¡Ya… por favor!… quiero verle… - Vamos a quirófano, no puede ver a nadie, tranquilícese, pronto podrá hablar con quien quiera- dijo alguno de aquellos médicos. - ¡Ni hablar! No me van a llevar a ninguna parte hasta que no hable con mi compañero. ¡Búsquelo! y déme dos minutos, por favor… es muy importante… - Está bien. Dos minutos, ni uno más. Busquen a su acompañante… rápido… Una vez a solas con él le di las instrucciones de lo que a partir de aquel momento debía hacer. Ahora empezaban a encajar dos piezas de aquel puzzle. Necesitaba convertirme en pasado y en la casa de Maca estaba la solución. - No olvides las cámaras y busca entre las grabaciones- dije casi ahogadamente. - ¡Venga Esther! ¡Aguanta!... Hoy sabremos de quién salió esa orden. - Apártese por favor- le indicaron quienes me metieron el aquel quirófano por última vez. Después de la intervención para recolocar aquella costilla, el cirujano informó a mi compañero y mi compañero a él. De inmediato fui trasladada al Tanatorio de aquél mismo hospital. Un informe forense sería necesario para establecer las causas de mi muerte y una visita de madrugada de Marcos a mi familia y después a casa de Maca sería lo que pondría 145

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en marcha el plan para saber la verdad. Lo imperfecto de aquello era que iba a causar un daño irreparable a quien yo más quería. Pero entonces no pensaba en eso, y me pudo más conocer qué estaba ocurriendo y demostrar la culpabilidad de alguien a quien ya aquella noche llegué a odiar por encima de todo. CAPITULO 33. El dolor a propósito. 29 de agosto de 2009. 04:35 h. A.M.: Aún inconsciente fui trasladada a un piso protegido, allí permanecería oculta para el mundo. Fallecida oficialmente. 6:30 h. A.M.: En comisaría Marcos informaba a mi jefe de mi fallecimiento. Se dispuso todo para que la capilla ardiente fuese instalada en el pabellón de deportes de la misma comisaría. Allí se trasladaría a mi familia y se oficiaría la misa de funeral aquella tarde. 8: 05 h. A.M.: Varios coches patrulla acompañaron a Marcos al domicilio de Maca. - Buenos días, soy el subinspector Marcos Jara, por favor ¿Los señores están en casa? - Si. Acompáñeme. De camino al salón el esposo de Maca se cruzó con ellos. - Señor, el subinspector Jara quiere hablar con ustedes. - Bien Virginia, avise a mi esposa. Yo acompañaré al subinspector. Buenos días, soy Fernando de Robles. Ha sido con su compañera, como era… Esther, con quien hemos estado hablando de las amenazas a mi esposa… ¿Ha habido alguna novedad importante?decía mientas con cierto aire vital y triunfante se dirigían hacia el salón dando la espalda a Marcos. - Si, se han producido novedades en el caso y bueno… debo informarles personalmente de ellas… esta nueva situación nos obligará a extremar todas las medidas. - ¡Claro que sí! Pero pase, pase… mi mujer estará a punto de llegar… - dijo mientras con aquel gesto de su mano le invitaba a pasar a aquella estancia.

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Pasó y fueron a tomar asiento. De inmediato Macarena se presentó y se acercó a estrechar la mano de mi compañero mientras mantenía su mirada. - Hola. ¡Buenos días! Me han dicho que quiere usted hablar con nosotros… siéntese por favor… - Así es - dijo Marcos sin perder en ningún momento de vista a ambos. - Anoche se produjeron unos hechos que cambian todo el escenario de nuestra investigación…. Maca observaba interrogante a Marcos. Fernando apoyado en el espaldar de su silla, con piernas cruzadas y manos recogidas sobre ellas, escuchaba perdiendo su mirada en la raya de su pantalón. - … fue asesinado en el aparcamiento del Hospital Central el señor Manuel Serrano… - ¡Oh Dios! ¡No puede ser!... Esto no está ocurriendo… Es todo una locura… - dijo afectada Maca tapándose la cara y comenzando a llorar. Su esposo parecía no sólo no estar afectado sino expectante a algo más… reaccionó al verse sorprendido por la mirada de mi compañero y se abrazó a su esposa… - Ya cariño, ya… aquí estás protegida… no te va a ocurrir nada, ni a nuestra hija tampoco… yo estoy aquí…- el tono de su voz era neutro, no hacía falta conocer el lenguaje no verbal para intuir la falsedad de unas palabras exentas de emoción como aquellas. Pasados unos instantes, Marcos prosiguió: -Hay algo más que deben saber… Fernando giró su cara de nuevo hacia Marcos simulando cierta perplejidad… -… mi compañera Esther estaba investigando todo lo relacionado con este caso, anoche recibió una brutal paliza y… esta madrugada a las 4: 35 h. ha… fallecido Maca levantó su rostro, su gesto confundido anunció la duda que su posterior pregunta trató de descubrir. - ¿Cómo ha dicho? - Lo siento. Estas nuevas circunstancias evidencian que hay algo más que el secuestro y muerte de las hijas de alguno de sus compañeros. Se quedó petrificada. Miró a su esposo después para asegurarse que había oído perfectamente. Su esposo la abrazó por los hombros en un gesto más teatral que efectivo,

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para esconder su rostro no solo ante su esposa sino también ante Marcos, que por cierto, ya había escrutado, una a una, todas sus reacciones. - Déjame Fernando, necesito aire… me ahogo - dijo zafándose de ese abrazo e intentando levantarse de su asiento sufrió un pequeño desvanecimiento. Marcos y su esposo la recostaron en uno de los sofás cercanos. - Cariño, por favor… - Será mejor que vaya a por unos paños de agua fría para hacerla reaccionar- dijo Marcos tratando de quedarse un momento a solas con ella. - Eh, si… si… tiene razón… llamaré a Virginia para que los traiga. Se levantó rápidamente y se acercó a la salida de aquella estancia exigiendo ser escuchado por su servicio. Marcos a penas tuvo unos segundos para tratar de calmarla, pero Maca estaba totalmente inconsciente y de ningún modo pudo hacer nada para ponerla sobre aviso. Cuando estuvo consciente, Marcos la miró fijamente y sujetando sus manos con firmeza prosiguió… - Por su seguridad, usted y su hija nos acompañarán, a un lugar seguro… Le aseguro que allí encontrará lo que ahora echa en falta y haremos que todo salga bien. Durante las pequeñas décimas de segundo que transcurrieron después de aquellas palabras, Maca pareció abandonar por un instante aquel vertiginoso estado de intranquilidad y recobrar cierta calma cuando Marcos con la suya le ofrecía un sutil gesto de esperanza. Eso y la firmeza con que asía sus manos provocaron una imperceptible reacción. - Ni hablar, mi esposa no se mueve de esta casa, de su seguridad me encargo yo- replicó de inmediato Fernando. - No le estoy pidiendo su opinión señor De Robles, le estoy informando de lo que vamos a hacer a partir de ahora. Yo soy quien responde de la seguridad de su familia ahora. Yo doy las órdenes aquí y con su consentimiento y sin él su esposa y su hija pasan a un programa especial de protección- dijo incorporándose e interpuesto en medio de aquel matrimonio. - Tráigame la orden del juez y se hará como ustedes digan, pero no antes, ¿De acuerdo? Mi esposa en este estado lo que necesita es permanecer junto a su familia. - No insistas Fernando, lo que ahora menos necesito son discusiones en esta casa, eres incapaz de comprender que en este momento cualquier legalismo me importa una mierda. 148

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- Ya mi amor… cariño…- dijo abrazándola y acariciando su pelo… - lo siento mucho… cariño… sé lo que significaba para ti… pero esto ya va a acabar… ya lo verás… todo volverá a ser igual que antes… tranquilízate ya… ¿si?... Marcos observó disgustado esa imagen, aunque ver que ella no lo abrazaba de igual forma, empezó a tener mucho significado para él. Hubiese preferido que Maca y la niña esa misma mañana hubieran salido de aquel laberinto en el que se había convertido sus vidas, pero si tenía que tramitar una orden judicial, cuanto antes, ya tenía muy claro, que lo haría. - Bien, me marcho y en cuanto que tenga la orden volveré a recogerles… Se disponía a marcharse cuando Maca preguntó por la familia de Esther y por la hora del entierro… - Quiero verles… estar con ellos… - Ahora no cariño- replicó Fernando en un tono que sorprendió a su esposa. Verasprosiguió- es mejor que descanses hoy todo cuanto puedas y mañana si quieres vamos a verles… ¡Eh! - Si desean asistir hoy a la misa de funeral será oficiada a las 19 h. en la propia comisaría. Sólo sus familiares más cercanos tienen permitido el acceso, pero tal vez usted podría pasar un momento si desea acompañarlos. - Si. Allí estaremos. - Bien. De acuerdo, no obstante, en cuanto tengamos todo listo su hija y usted deberán acompañarnos. - Muy bien… se hará como ustedes digan- dijo Maca, con un tono derrotado. - Espere, le acompañaré- dijo su esposo. Cuando estuvieron próximos a la salida Fernando preguntó: - ¿Es absolutamente necesario que nos separen? ¡Por favor, hágase cargo, mi esposa está destrozada y necesitará estar acompañada!... - Comprendo su preocupación, pero cuando todo esto haya acabado podrá reunirse con su esposa de inmediato. - Está bien, está bien… no estoy de acuerdo… pero si es por su bien… bueno… ¿Podré verla? - No, estarán incomunicadas.

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- Pero podré llamarla ¿no? - Le mantendremos informado en todo momento. La incomunicación es total. Aquel día Maca necesitó algún tranquilizante para conciliar el sueño. Sentía que ante su esposo no podía dar muestras de lo que aquella noticia realmente le afectaba. Fernando se encargaba de recordarle que yo sólo había sido una amiga y que ella era afortunada de tener a toda su familia con ella y a él que la amaba por encima de todo. No dejaba de acariciarla en una caricia repetitiva y fría que Maca terminó evitando marchándose a descansar a su dormitorio, después que hubo llamado al Hospital para anunciar su ausencia. Muchas dudas le surgieron, pero no, aquella diminuta esperanza no conseguí brillar en la oscuridad en la que a mi me imaginaba. No sabía si no sentía nada porque no signifiqué mucho para ella o no sentía nada porque qué puede sentirse cuando la realidad te abofetea la soledad en la que quedas cuando pierdes algo amado. Le agobiaba su marido, le faltaba el aire, no conseguía pensar con normalidad, apenas podía llegar al baño a humedecerse el rostro y a esperar que alguien la despertase de aquella pesadilla. Sintió miedo y se sintió sola, pensó en su hija y sólo aquello la calmó. CAPÍTULO 34. La verdad. 30 de agosto de 2009: 8: 30 h. A.M.: Al día siguiente como Marcos había anunciado llegó con la orden de traslado de Maca y su hija a un piso protegido donde, hasta que se esclarecieran los últimos hechos relacionados con la muerte del Director y la mía propia. Maca había hecho una pequeña maleta con su ropa y la de su hija. Su esposo estuvo presente en todo momento y le acercó el bolso a Maca despidiéndose con un beso tan efusivo como inapropiado. Todos los movimientos se estaban haciendo. Casi todo fue predecible. Durante el trayecto al vehículo Marcos trató de enviar algún mensaje tranquilizador a Maca, pero antes debía ir a comisaría a comprobar si las sospechas de Esther eran o no fundadas. - ¿Podré ver a sus familiares? - No. No podrá. Nos trasladamos urgentemente y necesitaré su bolso y la maleta, vamos a cambiar de coche, pero permanezcan en éste mientras hago el cambio en comisaría ¿De acuerdo?...

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- De acuerdo, haga lo que deban. Se giró para acariciar el rostro de su hija y decirle que esperarían un momento allí. Cuando Marcos entró por la puerta de comisaría ya le estaba esperando su compañero Oscar Gómez con un dispositivo que escanearía cada objeto de aquel equipaje. Pi, pi, piiiiiiii… - Aquí está… en el bolso… en el móvil- dijo Oscar. - ¿Puedes abrirlo?- dijo Marcos. - Sin problema, está entre la tapa y la batería. Aquí lo tienes. - ¿Huellas? - Imposible por su tamaño, como mucho el código podrá decirnos a qué lote pertenece y dónde se ha distribuido. - Bien, pues toma nota, desactívalo y me lo llevo. - Mientras que repasamos lo siguiente mi compañera del laboratorio lo desactivará. Tú deberías hacerlas pasar por el arco de seguridad. Tal vez lleven algo encima. - Si, ya lo tenía previsto, así lo haremos. ¿El coche? - Como hablamos en el parking de la urbanización, justo al lado de donde aparcareis. Lo verá seguro. El vuestro para el traslado ya ha sido revisado y preparado. - Bien, voy a llamarlas y nos marchamos cuanto antes. ¿Sabes algo de ella? - Está jodida, creo que los calmantes no le han hecho nada. Carmen de científica me dio éstos, tienen algo de morfina y le causaran sueño, pero ahora será lo que necesita. - ¿Su rodilla? - Bueno, eso ya se verá… no hay rotura pero el ligamento está muy tocado… he dejado en el maletero un par de muletas, por nada del mundo debe forzar la pierna hasta que no baje la inflamación ¿De acuerdo? - Vale ¿algo más? - Las curas tendrá que hacérselas ella. Si hay infección te he preparado dos ampollas con un antibiótico de amplio espectro. Puede que esta noche o mañana tenga algo de fiebre.

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- ¡Joder! ¿Vas a decirme algo bueno? - Si. Está viva y a juzgar por su carácter, no tiene intención de dejar de estarlo. ¿Te vale? - ¡Claro que me vale! Pero esta tampoco será su mejor noche. Instantes después Marcos con todo listo salió con dirección al piso protegido. Nada más llegar el mando a distancia del garaje abrió la puerta de acceso y las luces iluminaron completamente aquel estacionamiento. Maca había estado ausente durante todo el tiempo mirando hacia la nada por su ventanilla. Cuando estaban estacionando reparó en el vehículo que había estacionado a su derecha. Tragó saliva y se giró a preguntar a Marcos. - ¿Es el de Esther? - Sí, es el de ella. Hay algo que debes saber, pero no ahora. Alguien tiene algo que contarte. - ¿Alguien? ¿Qué está pasando?... dijo algo nerviosa. - Subamos y aclaremos todo cuando lleguemos al piso- ordenó Marcos. - Mamá, ¿qué pasa? - Nada cielo, vamos a vivir unos días en esta casa nueva y pronto volveremos con papá ¿eh?... No te preocupes… ummm… Venga, vamos a bajar y coger todo el equipaje… La niña bajó del coche junto a su madre portando un pequeño monigote en forma de ratita a quien llamaba Mildred de una mano, mientras con la otra se agarraba fuertemente a su madre. De algún modo intuía sus nervios y que algo extraño ocurría a su alrededor. Cuando Marcos llamó a la puerta estaba reclinada en el sofá del salón, no sé cuando tardé en levantarme, pero debió ser mucho porque Maca al otro lado se inquietó y fue a pulsar nuevamente el timbre pero Marcos la interrumpió. Quedó un tanto sorprendida pero Marcos sabía que alguien terminaría abriendo esa puerta. Abrí tratando de imaginar mil escenarios y ninguno fácil, pero imaginé mal. Allí estaban los tres. Maca dejó caer su bolso que llevaba en la mano y girándose se apoyó de espaldas al lateral de entrada de la puerta cubriendo su rostro con sus manos. - Hola Julia, ¿qué tal estás? -dije mirándola y lamentándome de no poder agacharme para besarla.

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- Bien… -dijo la niña un tanto impresionada. Marcos se apresuró a cogerla en brazos y, con la escusa de enseñarle su nueva habitación, llevarla hacia adentro para dejarnos a solas. - ¿Eres tú?…- dijo incorporándose y quedando frente a mi. - Maca lo siento… esto ha s… - ¿Qué lo sientes? ¿Cómo puedes decirme que lo sientes? ¡Yo he sido quien lo ha sentido! – dijo enfurecida. -No imaginas cuánto te odio ahora mismo- continuó más calmadamente. - Maca déjame explicarte… -iba a tocarla pero se apartó bruscamente. - No te atrevas a tocarme… ¿Cómo has podido ser tan cruel Esther?... ¿A qué extraño juego estás jugando conmigo? - Era la única forma de protegerte… - ¿Protegerme?... De ti es de la única persona de quien necesito protegerme… no vas a hacerme más daño Esther… ya no… - Maca por favor, no estoy jugando a nada, esto no es un juego, sabes que te quiero… Se giró, me abofeteó y mirándome a los ojos dijo algo que desvaneció alguna de mis esperanzas. - Deja de quererme… es inútil… Yo no te quiero… Quiero volver a casa cuanto antes. ¡Haz tu puto trabajo de una vez y déjanos en paz a mi familia y a mí! - No me digas esto Maca… sé que ahora todo esto parece sin sentido pero… - Es que carece de sentido Esther. Persigues sombras y lo arrasas todo. No te reconozco, no eres a quien yo conocí. Me resultas extraña. ¡Déjame en paz y olvídate de mí! - Está bien. Intentaré olvidarte… - No, no lo intentes… hazlo… - dijo enfrentando mi mirada. -… Lo haré. Te devolveré a tu mundo feliz. Te lo prometo –dije con toda la serenidad que pude, aunque mi corazón subía y bajaba como una cometa azotada por el viento. - No hagas promesas. ¡Haz tu trabajo y ya! No quiero oírte más. Voy a dormir con mi hija. No sé cuan grande será este piso pero te rogaría que por favor no estemos en la misma 153

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habitación ni un solo instante. Quiero que esto acabe y alejarme todo lo que pueda de ti, no me vas a arrastrar otra vez al infierno. Has decidido morir para el mundo ¡Me parece muy bien! ¡Considérame parte de ese mundo! Sin más salió hacia el pasillo que comunicaba con otras estancias. Marcos salió de inmediato. Me encontró apoyada aún en la pared próxima a la entrada. - Esther ¿Estás bien? - Pues, no sé… creo que ya es oficial que estoy muerta. - Ahora todo parece absoluto, pero el tiempo lo relativiza todo… es normal que esté enfadada… - Nada de todo esto es normal Marcos. Sigo teniendo mil dudas y no se si todo esto merecerá la pena… - Bueno… ahora no pienses más… necesitas descansar… En cuanto tenga la grabación de su voz te mandaré un mensaje. Vamos a ir a por todas. El comisario está buscando todo su pasado. Pronto sabremos algo. - Bien. Márchate y descansa tú también, ha sido un día muy largo para todos. - Te he dejado en tu dormitorio un pequeño neceser con alguna medicación y el ordenador que me pediste. Mañana temprano estaré por aquí, traeré algo de comida y te contaré lo que pueda. En ese momento metió su mano en uno de los bolsillos de su cazadora y me entregó algo. - Toma, esto lo encontré en el móvil de Maca. Estamos buscando el lote de fabricación. Cuando sepamos algo hablamos. Trata de descansar ¿vale? No es momento de pensar en nada más. Hay sensores de movimiento en ventanas y el pasillo. Dos agentes de paisano vigilan la entrada. El portero es nuestro y la azotea está anulada. Hay un arma bajo el sofá central. Si necesitas comunicarte conmigo me llamas en cualquier momento ¿De acuerdo? Asentí con la cabeza. - Vamos a salir de esta ¿Lo sabes no? - Si. Saldremos. Ten cuidado ahí fuera. Esto merecerá la pena sólo si atrapamos a ese hijo de puta. De lo que pase aquí me encargo yo. Cualquier novedad me llamas. ¡Por cierto! Llama a mi hermano y dile que mañana esté en casa. Tengo que hablar con él y con mi madre. No sé de qué conocía Manuel Iranzo a mis padres y quiero saberlo. Creo que eso nos podría ayudar. 154

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- ¿Algo más? - ¿Una pierna nueva y un par de costillas sin fisuras? - ¡Ja! Imposible. Pero bajo al coche a subirte un par de muletas, procura no apoyar mucho la pierna. - Muy bien. Marcos subió las muletas y se marchó. Maca y su hija Julia permanecían en su dormitorio. Afuera había comenzado a llover y a mi me estaban empezando a doler hasta las pestañas. Fui a mi dormitorio a comprobar las medicinas y a seguir las indicaciones que me habían hecho llegar. Con las manos algo temblorosas conseguí pincharme una dosis del nuevo calmante, y dado que no podía desvestirme me dejé caer sobre la cama y traté de arroparme con un extremo del edredón. CAPÍTULO 36. Saber que ganar es perder. 2 de septiembre de 2009. 2:20 h. Desperté con un frío horroroso y empapada en sudor, traté de incorporarme para meterme bajo las sábanas pero todo parecía girar a mi alrededor, me acerqué a por la muletas pero no pude alcanzarlas y cayeron alejándose más de mi alcance. Apenas me había incorporado cuando Maca salió de su habitación y encendió la luz del mío que permanecía abierto. - He oído un ruido. - Soy yo, trataba de alcanzar las muletas. Me he quedado helada y quería meterme en la cama- dije entrecortadamente pues tiritaba de frío. Se acercó a recogerlas y a dármelas cuando sin más acercó su mano a mi frente. - Tienes mucha fiebre, no puedes taparte, buscaré compresas de agua fría. - No te preocupes, tengo un antibiótico en el neceser. - Pues estupendo, pero esa fiebre hay que bajarla ya. Quítate la rebeca y abre un poco la camisa. - No puedo.

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- Espera. Te ayudo. Realmente no se si me avergonzaba más aceptar su ayuda o que viese todas mis magulladuras. Pero ante ella no había defensa alguna, nada valía nunca y yo no tenía fuerzas para luchar contra ella. Hoy aún dudo si fué la frialdad de su voz o aquella fiebre lo que terminó por robarme la consciencia aquella noche. Cuando a la mañana siguiente abrí los ojos la luz iluminaba toda la estancia. El frío había desaparecido y yo estaba dentro de la cama con un pijama que obviamente yo no me había puesto. Alcé la cabeza para incorporarme y allí estaba ella dormida y con su abrigo sobre las piernas. La luz iluminaba todo su perfil y surcándolo permanecí por un instante hasta reparar en su distancia. Aunque me acompañaba, no estaba conmigo. Me obligué a olvidar y me ajusté al mundo de la realidad y no al de mis sueños. Me incorporé y fui al baño. Después de lavarme la cara y de asearme, salí dispuesta a cambiar un apósito cuando ella despertó. - ¿Se puede saber qué haces? Métete inmediatamente en esa cama. Deberías estar en un hospital y no aquí. Debería relevarte alguien. No estás en condiciones de proteger a nadie. La dureza de sus palabras atacaron un frente que hasta la fecha se encontraba perfectamente amurallado y la respuesta simplemente salió ordenadamente de mis labios. - Te consiento que no seas consciente de que hay algo que me preocupa más que mi propia salud. Te consiento que me abofetees. Te consiento que me hables con esa distancia y frialdad con que lo haces. Incluso te consiento que me odies. Pero no creas por un instante que voy a permitirte que dudes de mi profesionalidad ni que la pongas en entredicho. Sal inmediatamente de mi cuarto, voy a hacerme las curas, a vestirme y a seguir haciendo mi trabajo. Ni necesito tu ayuda ni tu compasión. Imagino que tu hija necesitará desayunar y tú si no quieres verme te tapas los ojos, porque no voy a marcharme a ningún otro lado. Se levantó airadamente y salió dando un portazo. Iba refunfuñando algo que no supe descifrar pero aquella subida de adrenalina terminó de desentumecer mi cuerpo haciendo incluso que parte del dolor desapareciera. Me puse una nueva dosis de antibiótico, desinfecté algunas magulladuras y cambié el apósito de los puntos del costado izquierdo. Mi rodilla izquierda estaba completamente inflamada. Una vez vestida de nuevo, tras muchos minutos ideando nuevas formas de vestirme coloqué una bolsa de frío sobre la rodilla. Las muletas me daban mejor movilidad que la noche anterior. Al salir para la cocina, oí a Maca hablando con su hija. Mi intención no era estar atenta a sus conversaciones pero algo que dijo la niña puso en alerta de nuevo a mis sentidos.

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- ¿Mamá porqué Esther tiene tantas heridas? - Pues… es que ha tenido un accidente… luego le preguntamos ¿vale? - Vale, ¿pero el accidente lo ha tenido en su viaje? - Pues no lo sé. No se si ha viajado o no cariño. - Papá me dijo que Esther se había marchado a hacer un viaje muy largo y que no regresaría. - Has debido tener un sueño mi amor... - No lo he soñado, me desperté y papá vino a arroparme… - Vale, venga, nos levantamos y vamos a comer ¿Um? No esperaba que Fernando fuese ni tan ruin ni tan estúpido, Marcos iba a tener nuevo trabajo y me estaban empezando a sobrar ganas de devolverle una a una todas sus jugadas, a ser posible con su mismo juego, a ser posible con la ley de mi parte, para acosarlo, acorrarlo y demostrarle al mundo que mis naúseas por él tienen el nombre de “delito” en el Código Penal. Continué mi camino hacia la cocina para ir poniendo la cafetera y comprobar si teníamos lo necesario para poder desayunar las tres. Como siempre Marcos había pensado en todo y un bote de cacao no faltaba en aquel estante. Saqué los cereales y los coloqué sobre la encimera. No había pensado que necesitaba ambas manos para poner la mesa y con aquel tercer golpe me dispuse a preparar una simple cafetera. En ello estaba cuando ambas irrumpieron en la cocina. - Buenos días Esther- dijo la pequeña. - Hola guapa, buenos días ¿Has dormido bien? - Si, muy bien. - Pues ve tomando asiento que ahora toca desayunar, luego más tarde te enseñaré unos juegos muy chulos de mi ordenador y jugamos un rato ¿vale? - Siiii… qué chuli… sé uno de Disney. 22: 15 h. Durante ese día Maca estuvo fría y distante. De alguna forma mientras de Julia estaba presente aparentábamos una total normalidad, pero era dejar de estarlo y volvía la

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distancia. Aquella tarde estuvo lloviznando pero al caer la noche, una intensa lluvia cayó sobre la ciudad. Apostada frente al ventanal del salón miraba la lluvia resbalar sobre aquel cristal y escuchaba perfectamente el sonido de las gotas al caer sobre la ventana. La incertidumbre sobre lo que Marcos averiguaba y la pesada distancia que Maca me imponía me resultaban preocupantes. Debía hablar con ella y contarle todas mis sospechas e investigaciones. Sumida en esos pensamientos oí que se acercaba y se situaba a mi lado. No decía nada, sólo miraba al exterior como lo hacía yo. - Es una tormenta de verano, pronto pasará- dije. - ……. - Estaré despierta aquí hasta tarde… - ……. - Espero que todo esto pueda resolverse pronto y puedas volver a casa… - ……. Ante su silencio opté por sentarme en el sofá y recostarme en él, mi pierna estaba inflamada aún y notaba cierta tirantez. Ella permaneció unos instantes más frente a la ventana. - Cuando todo esto pase, me marcharé un tiempo con mi hija. No sé si quiero seguir aquí en Madrid – dijo volviéndose hacia mi. - Si ya has tomado tu decisión, haz lo que creas que debes hacer. - ¿Quién te ha hecho esto? - Mañana hablaremos. Es muy tarde y debes descansar. Se marchó al dormitorio con Julia. La tormenta no cesó del todo y yo apenas pude dormir, intranquila toda la noche, porque otra vez tendría que imaginarme en el mundo y sin ella. Mi móvil sonó muy temprano y solté mi rabia con quien no debía. - Hola superviviente ¿Cómo estás?- dijo Marcos. - Estoy bien, no te preocupes ¿Algo nuevo?

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- Sí. Si puedo me paso en la mañana y vemos algunos detalles del despacho de abogados más famoso de la ciudad y de esa curiosa grabación. Hay algo más que te va a interesar y que explica porqué viste a aquel tipo visitar los Laboratorios GM. - Bien. Muy bien ¿Sabes ya cuándo podremos salir de aquí? - Eh… no… aún no. Son muchas las cosas por averiguar, así que… ten paciencia ¿vale? - Marcos ¿Qué pasa? - Nada… ¿Qué iba a pasar? - No me contestes con una pregunta. Te conozco. Estás nervioso por algo que no me cuentas. - Estoy comprobando cosas ¡vale! - Me las contarás ¿no? - Si. - ¿Cuándo? - ¿Confías en mi? - ¿Tengo otra alternativa? - ¡Vete a la mierda! - … ¡Lo siento!... ¡Perdona!… Creo… que me estoy volviendo loca… - dije reparando en mi actitud- necesito saber qué demonios está ocurriendo… pero no puedo hacer nada… Hoy no pude ni poner la cafetera y he tardado una hora en vestirme… y sé que todo se va a complicar más… ¡Perdóname!… sé que haces cuánto puedes… ¡discúlpame!... ¡de veras! - Comprendo cómo te sientes... pero tendrás que confiar en alguien más que en ti para salir de esta… Tenemos que ir con prudencia y lo sabes… pero creo que ya lo tenemos. - Está bien. Gracias. Pero antes de que se me olvide ¿hablaste con mi hermano? - Si. Hablé con él. - ¿Y? - Dice tu madre que quiere hablar en persona contigo. 159

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- Dile a mi madre que se deje de estupideces y que me coja el teléfono. La llamaré de nuevo esta noche. - Como quieras. - Bien. Nos vemos luego entonces… Gracias por todo. - Me debes unas cuantas cañas ¡Te las cobraré!. - Lo haré. Espero que pronto. - Ánimo ¿vale? - Si. Ten cuidado. - Hasta luego. - Adiós. Una hora más tarde me decidí por poner a Maca al tanto de todo lo que estaba ocurriendo. Le pedí que saliese al salón un momento. - Maca, necesito contarte porqué estamos aquí. - ¿Ah si? ¿Ahora confías en mí? - Siento que tuvieses que desconocerlo. Nunca dudé de ti. Pero no había tiempo para nada más. No voy a volver a pedirte perdón por lo mismo de nuevo si es lo que esperas. Estoy investigando a Fernando. - ¿Qué estás haciendo qué? - Eran demasiadas las sospechas y no podían ser coincidencia. La primera, lo relaciona con Manuel Iranzo, no me preguntes porqué porque aún no lo sé, pero a Manuel no le gustaba trabajar con su despacho de abogados. Así me lo hizo saber cuando recientemente hablé con él. La segunda, si no le dijiste que iba a ir a aquel local, ¿Cómo es que me estaban esperando? La tercera, oí tu conversación con tu hija, Fernando le dijo a tu hija que yo iba a hacer un viaje muy largo. Marcos está investigando en la compañía con la que contratamos la seguridad de tu casa. Está buscando la cinta en la que tu marido le dijo a tu hija eso. Hay otras cuestiones y más graves aún que se están investigando, tardarán aún algo más en verificarse. - Estás dando palos de ciego, Fernando no tiene nada que ver en todo esto. Todo esto lo haces porque me quieres y sientes celos de él. 160

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- ¿Estás segura? - Por supuesto. - ¡Ah! ¿Sí?... Mira lo único que me sirve de cuanto has dicho es que al menos ya sabes que te quiero. Ya tengo claro que tú no, pero voy a conseguir demostrarte a quién estás queriendo. Voy a demostrarte qué clase de persona es esa que tanto defiendes y en quien has depositado toda tu confianza. Vete haciendo a la idea de verlo sólo cuando aprueben tus visitas en la cárcel. - Te estás equivocando y has entrado en una espiral de descontrol que te está cambiando por completo. - ¿De veras crees eso? - Estoy segura. - Tal vez tengas razón. Fernando me ha matado de alguna forma y tú me estás enterrando de otra. Será mejor que olvidemos a la Esther que un día conociste. A esta Esther ahora sólo le importa dónde y con quién trabaja tu marido. - ¿Qué quieres decir? - Eso que estás pensando... Hay algo en él que no es transparente. Marcos me dijo exactamente cuál fue su reacción cuando se le comunicó la muerte de Manuel y la mía propia. Su reacción no fue espontánea. Miente. ¿Por qué? ¿Puedes explicármelo? - No puedo creer que mi marido tenga algo que ver con eso. El no sería capaz de algo así. Nos adora a Julia y a mí- dijo levantándose y tratando de ordenar estos datos en su mente. - ¿Estás segura de que te quiere? - Sí. Pero eso no viene al caso. Ya habéis atrapado al secuestrador de las niñas y el que supuestamente me enviaba las notas de amenaza. - ¿Y quién ha matado a Manuel Iranzo entonces? - No tengo ni idea… puede ser una extraña coincidencia. - ¿Porqué estaba esto en tu móvil antes de venir aquí? – Dije enseñándole el micro que Marcos me dejó. - ¿Qué es?

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- Un micrófono. Oyen tus llamadas. Marcos trata de localizar los de tu casa. Tu coche tenía un localizador. También te han estado siguiendo. - Esto es una locura… ¿Para qué me iba a seguir a mi?… - Sí, es una locura pero está pasando Maca. ¡Fíjate si es locura que antes pensaba que el objetivo eras tú y ahora pienso que soy yo! Desde hace tiempo alguien nos investiga… y creo que ese mismo alguien está tratando de impedir que estuviésemos juntas. Ese alguien mató a Ángela y también a Manuel… - ¿Pero qué puede ganar Fernando conmigo? - ¿Además de lo evidente? Pues no lo sé… aún no lo sé… Espero que sus próximos movimientos me lo anuncien- dije poniéndome de pié y yendo hacia la ventana. - Te estás equivocando Esther. - Veo que te parecen pocas las pruebas que hay contra él. Pero las tendrás. Primero se las daré a un juez, para que lo aprese y lo juzgue. Y luego a ti, para que si quieres lo condenes, igual que me has condenado a mi. ¡Lástima que en mi caso no necesites tantas pruebas para hacerlo!- dije sin mirar atrás. Pero- continué-… volviendo a lo importante, por algún motivo Manuel quiso que fuese yo quien investigase el caso de tus amenazas. Por algún motivo se sentía seguro conmigo, porque llegó a confesarme hechos que seguramente hubiesen supuesto su cese inmediato y probablemente su procesamiento por ocultación de pruebas. Había algo que no me dijo pero que estoy segura que quería decirme. ¿Sabes?... Sé que para ti tampoco será importante, pero Manuel me dijo que probablemente mi accidente fuese provocado… y ese accidente me recuerda a otro que presenciaste cuando estuvimos en Cádiz. Tengo al pobre Marcos con mil frentes haciendo una nueva investigación ahora ya oficial, el caso de las niñas y éste tienen a alguien en común. Estoy convencida de que es él, sólo me queda demostrarlo. Alguien supo que había hablado con él y por eso ahora está muerto. Alguien que sabía que me acercaba a una verdad que no interesaba hacer pública. Me desconcierta que dijera que conocía a mi padre… y eso me resulta muy extraño. Mi padre murió siendo yo muy joven… Mi padre era muy distinto a él… no sé qué podrían tener en común… Necesito que me cuentes todo lo que sepas de Manuel Iranzo- dije volviéndome y con la frialdad de cualquier interrogatorio. - ¿Qué quieres que te cuente? Era mi jefe… nada más… - ¡Piensa!...- dije con autoridad- ¡Algún día que lo notaste extraño!… ¡Alguien que no le simpatizara!… ¡Tiene que haber algo!… quien le amenazaba ha estado en el hospital… - No sé… no se qué buscas… ¡no sé qué debo recordar!

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- ¡Algo!... ¡Algo distinto… extraño… incoherente… no habitual… relacionado contigo, con Fernando o… conmigo!- dije más impacientándome. - Contigo… contigo –dijo mirando a las una y cinco, que es a donde mira quien busca un recuerdo real- cuando ingresaste por aquella herida de bala que operamos de urgencia… entró al quirófano como una exhalación… preguntó qué tal iba todo y me pidió que al finalizar le informase exactamente de todo en su despacho… por aquel entonces pensé que fruto de los nervios de aquella huelga era que había actuado así... desde luego se salía de lo habitual ese comportamiento… - ¿En qué- dije enfatizando- no era habitual su comportamiento? - No sé… pareciera que fueses muy importante para él, de hecho a menudo lo sorprendí revisando tu historial. No eras su paciente… pero se comportó como si lo fueras. - Ya… Y de su familia… ¿Qué sabes? - Que yo sepa estaba soltero. Siempre fue muy celoso de su vida privada. No obstante, era muy correcto en el trabajo y a mí siempre me inspiró mucha confianza. - … Bien –dije. Me miró y la miré. Escondió su mirada, se levantó y se marchó. Otro “te quiero” retumbaba en mi interior y mis labios lo callaron para soportar a solas su onda expansiva, mientas aceptaba cada segundo de su presencia, como un mendigo acepta la caridad, tragándose todo su orgullo. Recordé porqué callaba antes, cuando la conocí y supe porqué motivos callaba ahora. Antes me moría por hablarle, pero ahora… no tenía sentido. Empezábamos a herirnos y el amor nunca debe ser así. CAPÍTULO 36. Jaque al rey. 2 de septiembre de 2009. 22: 30 h.

Fuera de aquel apartamento, en una de las urbanizaciones más caras de Madrid, un asistente impecablemente vestido, con su calzado más reluciente y su paso más decidido, avanzaba por uno de aquellos pasillos hasta llegar al salón central donde una mujer, de unos cincuenta y cinco años, sentada frente a un hermoso ventanal, sostenía una copa de brandy en sus manos. Su mirada estaba perdida en un horizonte inexistente, sus ojos vidriosos, y pareciera que el mundo pesara sobre sus hombros.

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- He dicho que no quería ver a nadie Javier, por favor déjame sola. No estaba preparada para esto... no cabía en mis planes... qué voy a hacer ahora, todo esto es más de lo que puedo soportar. - Lo que vengo a decirte merece la pena. Giró la silla de su escritorio y encaró a su asistente. - ¿Crees que algo merece la pena aún? Ya no hay nada ni nadie que le de sentido. Acaso crees que me importa ya nada más… todo esto era para ella… ¡Todo!… pero ahora ya no está… ni siquiera lejos de mí… ni siquiera donde la pueda observar en la distancia... ¿Cómo he podido equivocarme tanto? - Te equivocas- dijo y sonrió- Está viva. Su cara pasó de la desesperación al asombro, la copa cayó de sus manos rompiéndose al instante y vertiendo su líquido en aquella alfombra. Con una emoción desbordada cerró los ojos expulsando las lágrimas que los ahogaban y cubrió su boca con sus manos para callar un grito liberador. - ¡Dime que es verdad lo que me estás diciendo!... ¡Dime que todavía algo tiene sentido!dijo limpiando su rostro. - Todo tiene sentido... Todo sigue en pie... Ella está viva... Sigue bajo protección policial. Ahora lo más urgente es la protección de sus familiares. Ya han sido avisados, tienen vigilancia permanente. Julia y su madre también están perfectamente. - Ahora necesitamos saber qué vamos a hacer con Fernando. - Tenemos que hablar de ello. El consejo de administración está por convocarse. La muerte de Manuel ha dejado a varios accionistas en una situación más débil, si se ponen más nerviosos alguien puede decidir utilizarlos. - De los accionistas me ocupo yo. ¿Él sigue con la investigación? - Por supuesto. Ya le hemos enviado nueva información, pronto atará los pocos cabos sueltos. - Bien. - Tiene los datos que le llevarán al asesino de Manuel. Tras su detención, será cuestión de horas en que lo relacionen con Fernando.

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- Fernando… nunca creí que su ambición lo convertiría en el monstruo que ahora es. Ten cuidado con él. No quiero que vuelva a sorprendernos. Su siguiente jugada será Todo o Nada. - Apueste a que será Todo. - Lo sé, pero… y cuando sepa que ha perdido ¿Qué será de él? - Ya lo sabe, interceptamos el informe de su detective… creemos que sabe dónde están… tratamos de averiguar algo más. - Hay que detenerlo a como de lugar. ¡Dios!... ¿Crees que sería posible verla? ¿Tienes alguna imagen de ella?… ¿Cómo está?… - Bien, aguantará. Es más fuerte de lo que cree. No tenemos imágenes y verla ahora es muy peligroso. El no está localizado y cualquier entrada o salida puede ser fatal. No podemos hacer más, la policía tiene todo acordonado, tratamos de localizar al topo pero aún no tenemos pruebas. Aún corremos todos muchos riesgos, no sabemos nada de sus planes. Ahora nuestra principal baza es la intuición. El está desquiciado, cometerá un error y tenemos que estar atentos para sacarle todo el provecho. Es nuestra última oportunidad y si fallamos todos habremos perdido parte de nuestros sueños. - Ahora los únicos sueños que me importan son los de mi hija y voy a hacer cuánto esté en mi mano porque se hagan realidad. Llega el momento de explicarlo todo, dudo que me perdone, pero voy a ponerle sobre las manos todo lo que le pertenece. CAPÍTULO 37. La reina blanca vuelve a dar jaque. 3 de septiembre de 2009. 8: 00 h. En otro lado de la ciudad, aquella mañana Marcos estaba tratando de averiguar cuánto pudiese sobre Fernando De Robles León. Era hijo de un industrial acaudalado. Estudió en varios colegios privados españoles hasta que siendo muy joven se trasladó a estudiar a Londres. Durante varios años trabajó en Amberes y consiguió la pequeña fortuna con la que fundó su propio despacho de abogados, en el centro financiero de Madrid, tras la muerte de su padre. Sumido en esa información estaba cuando alguien se le aproximó. - Subinspector Jara… - Si. Dime…- dijo levantando la cara de aquel informe. - Se ha recibido este paquete para usted. Ya ha pasado por seguridad. 165

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- ¿Quién lo envía? - No hay datos del remitente. El chico que trajo el paquete está a la entrada y dice que necesita que le firme el recibí. Tiene orden de entregar acuse de recibo. - Bien, vamos allá. Se apresuraron a llegar a la entrada de la Comisaría, pero en recepción ya no había nadie. Marcos y aquel policía se miraron un tanto perplejos, pero comprendiendo que aquel paquete debía contener algo valioso, se apresuró sin más a abrirlo. Aquel sobre contenía un Cd. Marcos salió hacia la planta de la científica. Llegó a la sala de electrónica y le pidió a su compañero Oscar que analizase su contenido. - Bien, veamos qué hay aquí- dijo introduciendo el Cd en aquel equipo de lectura. - Ok- prosiguió- Es un archivo de imagen,… fue creado el 30 de agosto a las 21. 30. h. Autor SHC. - ¿Podemos verlo? - Si claro, ahora mismo. Ante ellos apareció una imagen oscura. Parecía tomada desde el interior de un vehículo. Los tonos verdosos de la imagen parecían indicar que un lector de visión nocturna había grabado esa imagen. La cámara debía estar situada en el interior del salpicadero del vehículo. Se veía la imagen de un hombre mayor acercándose a la puerta del vehículo y con intención de abrir el mismo. Súbitamente otro hombre se acercaba por su espalda y le asestaba una puñalada. En la caída el hombre se aproximó a la ventanilla. - ¡Para la imagen!... - ¿Conoces al tipo? - ¡Ya lo creo! Es el director del Hospital ¿Puedes hacer algo con la imagen del asesino? - Creo que la cámara es de alta definición, ampliaré el pixelado cuanto pueda y te llamo si obtengo una imagen más o menos nítida. - Bien. Después de hacerlo devuélveme el disco, es una prueba de mi investigación. De repente el móvil de Marcos comenzó a sonar. -Sí, dígame. 166

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- ¿Eres Marcos Jara? - El mismo. - Soy la madre de Esther, necesito hablar contigo. - ¿Conmigo? Es con su hija con quien tiene que hablar. Ha intentado localizarla en varias ocasiones. - Lléveme donde está, lo que tengo que hablar no puedo hacerlo por teléfono. - Imposible, debe permanecer en su domicilio. No podré garantizar su seguridad si no es así. - Hay aquí unos señores que dicen que necesito protección. Preferiría que protegiesen a mi hija. - Ya le he dicho que no debe preocuparse, su hija está protegida y fue ella quien me pidió que no abandonásemos su vigilancia ni la de su hermano Miguel. - Hay algo que mi hija no sabe. Tiene que ver con Manuel Iranzo. Además, hay una persona más a la que deben informar de que mi hija está viva. - Carmen ¿De qué me está hablando? - Es muy largo de contar y no creo que por teléfono pueda explicarlo todo. - Está bien. En cinco minutos estoy en su casa. Marcos salió de comisaría inmediatamente a casa de mi madre sin percatarse de que un par de ojos observaban que se marchaba. De inmediato sonó el teléfono móvil en otro vehículo - Acaba de salir. Creo que tienen la imagen de Darío. - ¿Puedes hacer algo con eso? - Es algo peligroso. Tendrás que decirle que cierre el pico. - No quiero cabos sueltos, encárgate de él. - Podemos quedar al descubierto justo ahora antes de su detención. - No te preocupes por eso. 167

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- Nos arriesgamos demasiado con ello. Podemos hacer algo mejor. Nos vemos en media hora en el garaje. - De acuerdo. En aquel lugar, continuaron planeando el incierto futuro de Maca, el mío y hasta el de la pequeña Julia. - Ya estoy cansado de todo esto. Es mi último trabajo para ti. Desde ahora cualquier deuda contigo queda saldada. - Yo diré cuándo saldas tu deuda conmigo, tenemos una visita pendiente. - ¡Ni hablar! Eso es cosa tuya, ya sabes la dirección. - ¿Quieres ver tu nombre en la prensa nacional? - No me amenaces, si yo caigo tú también. ¿Crees que tu prestigioso despacho soportará el escándalo? - Necesito a alguien con quien entrar ¿No lo entiendes? Tengo que recuperar a mi hija. - Está bien, haremos algo mejor, llévate a Darío. Cuando acabes, lo matas y listo. Os dejaré a los dos en el parking. Yo me encargo de los guardias de la puerta. Cuando me vean no sospecharán. Una vez en el edificio tú te encargas de todo. - ¿Y cómo saldremos de allí? - No tienes que salir de allí, ¿O acaso quieres renunciar a tu empresa? Tiene que parecer que todo es obra de Darío. En realidad, se trata de simular que él te secuestró para llegar a ellas. Estaría justificado que Darío quisiera acabar el trabajo que empezó en aquel callejón, si pudiéramos relacionarla con algún oscuro asunto de drogas… Tal vez podríamos relacionar a Esther con ese tipo a través del banco. Sigues con ese contacto allí ¿no? - Si, así es… - Llámalo y que haga un ingreso importante en una cuenta corriente a su nombre. - Necesitamos justificar ese ingreso. - Haré llegar un poco de droga a su casa. No será difícil demostrar que pertenece a un alijo que se custodiaba como prueba en la comisaría hace dos años. Podría ser suficiente para establecer una relación entre Darío y ella. Secuestrarte sería la única forma de que presionarla para que puedan verse y cobrarse una supuesta deuda. 168

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- Vía libre. Llamaré al imbécil de Darío, para que me recoja en mi propia casa. Saldremos en su coche, llegaremos sobre las nueve. Cuando lleguemos quiero la entrada despejada. - Bien. Prepara tu casa como si ese idiota hubiese forcejeado contigo. Tiene que parecer que habéis discutido. - Lo haré. Encontrarán sólo lo que quiero que encuentren. Por cierto, ¿Qué tiene ese imbécil de mí? - Lo que yo le pasé, no te preocupes, todo tu historial limpio y reluciente. Si nos ven juntos todo se viene abajo. - Está bien. Necesito un arma limpia. - Te la paso en el coche a la entrada. Tú me das el dinero y nunca nos hemos visto. - De acuerdo. Nos vemos en la noche. La puerta de aquel garaje se abrió, el coche de Fernando inmediatamente después y a los dos minutos exactos, el de aquel hombre. Una cámara fotográfica apuntaba directamente a esa casa desde un parque cercano. Una larga secuencia de fotografías captaron el momento. El plan estaba trazado y el supuesto destino de muchas personas también. - Lo tenemos. - Bien. Es el momento de las presentaciones. Vamos al despacho y redactemos lo que Sonia necesita. - Con esto deja a su hijo fuera de cualquier opción por la dirección, todo seguirá en sus manos, pero no será una buena publicidad para la empresa cuando salte a la prensa. - Aunque no lo creas, la empresa es lo que ahora menos le importa. CAPÍTULO 38. El final es el principio. Aquel apartamento se había convertido en una cárcel para Maca. Se pasaba el día en la habitación con su hija. Apenas salían para comer. Casi no nos veíamos en aquel espacio que forzosamente compartíamos. A pesar de lamentar que toda aquella situación fuese real, se me hacía imposible dejar de pensar en ella. Se me hacía imposible no mirarla si estaba en la misma habitación. Yo sabía que había empezado a comprender una realidad sobre su propia vida que la estaba manteniendo en su propio laberinto. Yo deseaba ser su

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referente para no perderse, pero no era así y mis intentos por acercarme para hacerle sentir que no estaba sola en aquella locura no eran suficientes. Con el portátil que Marcos me había hecho llegar trataba de buscar información, en las bases de datos de la Policía, información sobre Fernando. Fecha y lugar de nacimiento, 8 de agosto de 1960, Madrid. Hijo de Luís De Robles Castro y de Sonia Hidalgo Conte. El resto de los datos los obtuve accediendo a bases de datos de otros organismos públicos. Del Colegio de Abogados obtuve su número de colegiado y su fecha de colegiación, 1990. De la Universidad el año de finalización de su Máster en Dirección de Empresas, 1989. No pude acceder a su expediente académico pues solicitó convalidación de sus estudios realizados en la Universidad Británica London School of Economics. Indagué los datos de constitución de su empresa, justo dos años después de su colegiación. El régimen jurídico de su negocio era una Sociedad de Responsabilidad Limitada. Solicité por escrito al Registro Mercantil los datos de inscripción del negocio y el capital social aportado y desembolsado para su constitución era sorprendentemente elevado. Entre los socios que figuraban en el negocio me quedé con los nombres de varios para poder indagar sucesivamente en ellos. En medio de aquella búsqueda estaba cuando recibí una llamada. Me senté en la cama y contesté. - Dime Marcos. - Hola. En aproximadamente un par de horas estoy ahí. - ¿Algo nuevo? - Si. Tenemos al autor de la muerte de Manuel Hidalgo. - ¡Bien! Al menos algo de luz vamos viendo. - He recibido una grabación en comisaría. - ¿Una grabación de qué? - Una grabación desde el interior de su vehículo. Al parecer había instalado una cámara en salpicadero, posiblemente como antirrobo. Pero esa cámara tenía una alta resolución y Oscar del laboratorio pixeló la imagen del sospechoso. ¿Adivinas quién es? - ¿Puede ser el dueño de un Ferrari rojo y propietario de un local llamado “La Pirámide”? - Correcto. Darío Guzmán Rosas. - ¿Qué crees que pueden tener en común Manuel Iranzo y él? - No se me ocurre el qué, pero sí quién. 170

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- Bien. En ese caso, antes de venir para acá espero que hayas dado trámite de solicitud ante el Juez de la orden de detención de nuestro amigo Darío. Me va a encantar hablar con él en la sala de interrogatorios. - Estamos tramitando la orden, no te preocupes por eso ahora. - ¡Vaya!... ¿Y de qué es de lo que sí debo preocuparme? -… - ¿Vas a contestarme ahora o tengo que esperar a que vengas? - Espera a que vaya. No puedo decirte nada ahora. Tengo que hablar con alguien más. - Con alguien más… ahá… Con alguien más que no quieres que sepa… por lo que veo. - Con alguien más que también sabrás cuando nos veamos. - Creí que habías dicho que no me preocupara. - ¿Por qué no confías en mi? - Me cuesta hacerlo después de tus palabras. - Pues atente a mis actos. - ¿Antes de ahora? O… ¿a partir de ahora? - A partir de siempre Esther. - No me jodas Marcos. Dime qué cojones está pasando de una puta vez. - Te doy mi palabra que te lo diré. En un par de horas estoy ahí. - ¡Estupendo!... Tu palabra… ¡Bien! - ¡Es lo que hay! - Ya lo creo... Estoy al margen de todo... Soy consciente. - De lo que tengo que decirte no estarás más al margen. - ¡Genial! Entonces no preocupo… ¿no?

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- Hasta ahora- dijo y después colgó antes de esperar una respuesta. Colgué. Observé el teléfono y me sentí efectivamente fuera de todo. Todo lo que estaba ocurriendo sucedía a mí alrededor y yo, en aquel piso, no podía interferir en nada. Me dejé caer sobre la cama y empecé a pensar con quien tenía que hablar Marcos y sobre qué. Me intranquilizó pensar que no quiso nombrarme a alguien hasta no vernos personalmente. El hecho de que mi madre no me hubiese contestado a ninguna de mis llamadas empezó a preocuparme. Por aquel entonces no había relacionado ambos hechos. Sin embargo, de nuevo las circunstancias volvían a sorprenderme, pero esta vez, con la guardia tan baja, que no supe ni cómo reaccionar. Aquello fue el final de todo, por un largo tiempo, lo mudó todo, lo cambió de sentido y lo dejó vacío. Me apoyé en el respaldo de la cama y me recosté tratando de ordenar aquel conjunto de datos que de una forma absurda había relacionado, y que el destino después se encargó de hacer lógicos. La cabeza iba a explotarme. Oí la puerta de la habitación de Maca. Oí sus pasos dirigirse a mi dormitorio. Como la puerta estaba abierta, paró frente a la entrada. - ¿Ocurre algo?- dije mirando hacia la puerta. - Te he oído hablar con alguien- contestó devolviéndome la mirada. - Era Marcos, en un par de horas estará por aquí- respondí volviendo a mi anterior postura. - Ah… y… ¿Eso es bueno o no? - Pues no lo sé. Está en plan misterioso. Puedes pasar si quieres, no muerdo… - dije volviendo a mirarla. - Después de oír cómo le hablabas a Marcos, me lo estoy pensando… - Ja, ja… si. Tal vez tengas razón. Tengo demasiada rabia adentro y no sé si tú también te llevarías tu parte- dije con un ánimo más pausado. - No creo que pudiera soportar más. - ¿Más qué? - Más rabia. - Ya… Lo siento. Todo esto también me tiene muy confundida a mi- dije volviendo mi vista hacia la ventana. - ¿Sabes ya cuándo podremos salir de aquí?

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- No. Aún no lo sé. Créeme que también deseo que sea cuánto antes. - ¿Habéis averiguado algo más de Fernando? - Por ahora, al parecer sólo tienen al asesino de Manuel, que no es poco. Curiosamente él y tu adorado esposo son… digamos que… amigos- dije volviendo a mirarla. -… - Lo siento, no quise decir eso. - Pero lo has dicho. Y lo que haces tampoco querías hacerlo pero lo haces. - Creo que todavía no te imaginas lo que esto significa también para mí. - ¿Y para mí? - Ja… para ti… si consiguiera por un solo momento dejar de pensar en lo que esto significa para ti y para tu hija… ¿sabes?... creo que entonces podría soportar todo esto y mucho más. -… - No dices nada… ¿verdad?... Ni siguiera puedes imaginar que todo esto es por ti… y por tu hija… - ¿De veras? - Maca… estoy cansada de discutir… Me rindo… acúsame de cuanto quieras… piensa lo que quieras de mi… El único delito que creo haber cometido es haberme enamorado de ti… y ya ves… no me he dado cuenta que tú lo estás de tu marido… Siento ser así de cruel, pero en cuanto tengamos oportunidad lo detendremos y te prometo que será un Juez quien lo juzgue… y no yo… para que puedas estar segura de que se le juzga con imparcialidad. - Te equivocas… pero no te culpo… creo que yo también lo he estado durante mucho tiempo. No quiero discutir contigo, sólo quiero que esto acabe. Quiero recuperar mi vida. Necesito alejarme de todo por un tiempo y saber exactamente cuál es mi lugar. - Puedo imaginarlo. De alguna forma siento algo parecido. Pero tengo algo más que hacer. - Lo sé. No me opondré más a ello. Siento no haberme dado cuenta antes. Siento haber sido tan ingenua, siento haberte fallado…

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- Curioso que también en esto coincidamos. Pero ahora ya de nada sirve lamentarse. Sólo intento hacer mi trabajo. Espero no hacerle daño a nadie más. - Voy a dormir. Es ya un poco tarde. - Yo tengo que esperar a Marcos. - Deberías descansar un poco y revisar los apósitos. - Sí. Lo haré. - Si me necesitas estaré en mi habitación. - Eh… gracias… no te preocupes… descansa tú también… esto va a acabar pronto. - Bien. - Si… bien- dije al aire pues ella ya había salido y no podría escucharme. ¿Y cuándo ya no estés en la habitación de al lado? ¿Y cuándo te necesite después?... ¿Qué puedo hacer para que no te vayas?... Dime Maca qué puedo hacer… sólo dímelo… ¿Porqué no te he dicho ya que no quiero que te marches?- Pensé. CAPÍTULO 39. Perder una batalla. No sabía cómo tenía que procesar aquella información que Marcos me estaba dando. Yo era hija de Sonia Hidalgo Conte y de Luís De Robles Castro, fallecido en 1989. Ellos fueron mis padres pero no los que me criaron. Mis padres adoptivos fueron Carmen Arias Sánchez y Pedro García Jiménez. Siempre supe de mi adopción, pero siempre pensé, o quise pensar, que lo único que me separaba de quienes me dieron vida, era algún tipo de problema económico. Prefería no pensar que mi nacimiento no se debió producir en el momento más oportuno, o dicho de otro modo, que simplemente no era una hija deseada. Si se me ocurría pensar en ello, entonces pensaba en Carmen y Pedro, quienes siempre me hicieron tener la sensación de ser su verdadera hija. Pero me dolía sobremanera haber desconocido mi origen y que todos me lo ocultaran esperando protegerme de lo que no pudieron, del odio de un hombre que, al parecer, era mi hermano al tener ambos en común al mismo padre. Fernando no significaba nada para mí, era a quien tendría que detener por ser responsable de una amplia gama de delitos, todos graves y todos crueles. Sin embargo, no podía evitar que me doliera saber que alguien, de mi propia sangre, era capaz de odiarme de esa forma. - ¿Cambia esto en algo la investigación? - La cambia hasta el punto de convertirte en víctima y que debes abandonarla.

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- ¿Oficialmente quedo fuera? - Si. - ¿Y crees que esto también es otra coincidencia? - Como tú, no creo en las coincidencias… en este caso Manuel no imaginó que llegado este punto tendrías que abandonar la investigación… imagino que no único en lo que pensaba era en la seguridad de alguien… - La de Maca. - No se me ocurre nadie más. Ella estaba en el grupo de investigación que trabajaba con él. - Fue entonces que terminó recibiendo amenazas por el padre de aquella niña… pero ¿Por qué Manuel aborrecía el despacho de abogados de Fernando? Le pregunté al propio Fernando si alguna vez representó los intereses del Hospital y me dijo que no. Con lo cual, si no les unía una relación de clientes… sus intereses en este caso eran opuestos. - Estas pensando que en nombre de los Laboratorios de su madre intentó presionar a Manuel de alguna forma. - Si. Tienes que hablar con esa mujer sobre qué lugar ocupaba Fernando en esos Laboratorios, en qué proyectos trabajaba y qué tipo de relación tenía con Manuel Iranzo. - … Acabo de hacerlo. - ¿Qué quieres decir con que acabas de hacerlo? - Ya sabemos el lugar que ocupa Fernando en esos Laboratorios, es un importante accionista desde que su padre falleció. Se ha enfrentado en varias ocasiones a la propia Sonia por el control de la dirección de la empresa. Uno de los proyectos en los que trabajaba era el del Miocard. Necesitaba que aquel proyecto fuese avalado por el Ministerio de Sanidad, pero Manuel como antiguo empleado de los Laboratorios y como director del Hospital Central emitió un informe contra ese medicamento. Además de esto Manuel y Fernando tenían otro frente abierto. -… - Tú. - ¿Yo?

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- Como hija de Sonia Hidalgo y de Luis De Robles, eres la heredera de un 50% de las acciones que actualmente representa Fernando. -… - Eso fue lo que te puso en su punto de mira. - ¿Y entonces Maca?… - Maca es la candidata mejor situada para la dirección del Hospital Central. - Ya. - Una vez ella en la dirección, el informe contra el Miocard no me extrañaría que fuese retirado. - ¿Y todo esto desde cuando lo sabes? - Desde que Ángela falleció… estoy en contacto con Sonia Hidalgo. - ¿Ángela? - Si. Sus funciones y las mías son las mismas. - ¿Funciones?... Pensaba que erais simples policías… pensé que era mi amiga. - Eso no es incompatible con el hecho de ser policías. -… - Todo consistía en protegerte. -… No lo habéis hecho muy bien. - No, no lo hemos hecho bien. - ¿Maca también recibe un sueldo? - No. Ella no sabe nada. - ¿Todo esto para qué ha servido? - Esperábamos atrapar a Fernando.

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- ¿Y ya no lo esperáis? - Ha desaparecido. -… - Vamos a intentar por todos los medios dar con él. - ¿Puedo ya salir de aquí? - Sí. - Pues entonces márchate. No necesito saber nada más Marcos. - Carmen está preocupada por ti. - Ya… podía haberse ahorrado la preocupación si hubiese cogido el teléfono en alguna de las veces en que traté de hablar con ella. - Me llamó esta mañana a la oficina, quiso venir a hablar personalmente contigo. - Ya lo has hecho tú ¿No? - Imagino que todo esto te está resultando extraño. - Te equivocas… todo esto me da asco… ¡Todo!… incluido tú. - Cuando pase el tiempo cambiarás de opinión. - No cuentes con ello. - Estar al servicio de Sonia es estar a tu servicio. Dinos qué hacer y lo haremos. - Dejar de fingir conmigo podría ser un buen principio. - Nunca hemos fingido. - ¡Cállate! No quiero escuchar más- dije muy derrotada. ¿Hasta qué punto el comisario conoce esta pantomima?- pregunté midiendo mis últimas posibilidades. - Creemos que lo retirarán de la investigación. La sombra de Fernando es muy alargada. - ¡Estupendo!… Decidle a Maca que puede marcharse. Haced algo bien y protegedla… no me interesa de vosotros nada más… ¿Pido demasiado? 177

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- Sonia quiere hablar contigo. - Yo no quiero hablar con ella. No me interesa ni su dinero ni su empresa. Quiero que desaparezcáis de mi vida. Encárgate de dejarle esto bien claro. - Siento que hayas tenido que conocer todo esto en estas circunstancias. - ¿De veras crees que puede importarme lo que tú sientas ahora? - Esther todo lo que hice no tenía otro fin que ayudarte. - ¿Ayudarme? - Ayudarte a que ocupes el lugar que te corresponde. -¡Yo decido el lugar que me corresponde, no el que vosotros decidís! - Tratamos de defender tus intereses. - Mis intereses nada tienen que ver con los vuestros… sólo hacía mi trabajo… y sólo aspiraba a tener una familia normal, una vida normal, con amigos normales y compañeros también normales… - No nos juzgues tan duramente… - Márchate por favor Marcos, no soy capaz de evitar las nauseas que todo esto me provoca… Salí al salón en busca de una copa pero no la encontré. Tomé asiento en el sofá. Intenté pensar con claridad pero no podía poner orden a todo lo que acababa de conocer. Tuve muchas ganas de llorar, porque empecé a dudar de todo lo que me había rodeado siempre. Ya no sabía qué era real y verdadero en mi vida. No sé cuánto tiempo pasó desde que Marcos salió de informar a Maca y a su hija de que podían abandonar el piso e ir a donde quisieran. Salían los tres y Maca se acercó a despedirse. - Sabes que tengo que marcharme- dijo cabizbaja. Yo la miraba, pero ella no lo hacía. La tenía tan cerca y la sentía tan lejos que comprendí el nuevo fracaso de no poder acortar todas las distancias con ella. Así pues, todo tenía sentido, sabía que tenía razón. No dije nada. Simplemente asentí con la cabeza.

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- Quiero que lo comprendas. Puede que tardes en hacerlo, pero es lo mejor en ese momento- me miró. - Si. Siento haberte arrastrado en toda esta locura- dije mirándola frente a frente. Han sido mil circunstancias fortuitas las que de algún modo han dejado nuestras emociones al descubierto. Todo tiene que calmarse y cuando lo haga, seguramente descubramos donde ocupar cada una nuestro tiempo- continué. - ¿Vas a cuidarte verdad? - Si. No te preocupes. Ahora ya sé de quién debo hacerlo. Cuídate tu también ¿vale? - Vale. -… - Espero que todo salga bien. - Si. Saldrá bien… supongo. Nos dimos un abrazo, pero el abrazo terminó y se marchó. Me acordé del día en que la conocí. Cuando por primera vez descubrí el color de sus ojos. Pero ahora, lo real no era ese recuerdo. Lo real es que esa puerta se cerraba y ella quedaba detrás. Yo quedaba, en cambio, con un sentimiento pendiente de destino que no sabía dónde colocar ni cómo gestionar. Supongo que fue en ese instante en el que paré mi corazón. En el que decidí, situarlo mí al fondo de todas las sombras que estaban apareciendo en mi vida. Ahora, después de tanto tiempo, creo que no hubiese podido sobrevivir a todo lo que ocurrió más tarde, si no hubiese hecho frío y mecánico mi comportamiento y actitud. Creo que en ese momento empecé a olvidar lo que mis padres adoptivos me enseñaron. A partir de ese momento algo más que mis lágrimas se secaron dentro de mí. Creo que en ese día comencé a gestionar mi vida en lugar de vivirla. En ese momento fui consciente de la victoria de Fernando y después, lo único que me mantenía en pié, era la posibilidad de ver cómo lo procesaban, con la esperanza de que al final de ese camino mi vida volviera de nuevo la normalidad. Necesitaba alejarme de todo para pensar con claridad, aunque dudaba que ni aún así pudiese conseguirlo. CAPÍTULO 40. Perderse para volver a hallarse. Los días pasaron y las semanas también. Muchas conversaciones importantes se produjeron en mi vida. Mi madre, Carmen, la única que había conocido hasta ahora, ya me había explicado todo. Les había sido entregado un bebé en adopción. No podían tener hijos y supuestamente yo era lo que ellos deseaban. Después vino otra adopción; mi hermano Miguel. Él único hermano que reconozco y siento como tal. Todo aquello yo ya lo sabía. Años después de mi adopción Manuel informó a mis padres de quién era yo, y que 179

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mi madre biológica en el momento oportuno aparecería de nuevo en mi vida. Mis padres rechazaron esa idea pero reconocían que si eso ocurría cuando yo fuese adulta, al menos podría disfrutar de lo que ellos nunca pudieron darme. Hubo algunas discusiones sobre mi educación pero fueron mis padres adoptivos quienes decidieron en casi todo. Me resultaba muy complicado encajar ese pasado desconocido porque no me resultaba fácil admitir que mi madre me había ocultado demasiadas cosas. Sentí una distancia con ella que hasta entonces nunca creí que fuese posible, necesitando tiempo para poner en orden, en mi cabeza y en mi corazón, algunos hechos y a ciertas personas. Me atormentaba saber qué relación me unía a Fernando De Robles. Me atormentaba saber a lo que había sido capaz de llegar para colmar todas sus aspiraciones. Me sentí muy poco afortunada por ser el centro de sus envidias desconociendo su interés por robarme lo que yo ni siquiera sabía que poseía. Nada, de todo lo ocurrido cabía en una vida tan normal y anodina como había vivido en mi infancia y adolescencia. Fui muy feliz durante esos años y eso alimentaba el profundo afecto que tenía sobre mis padres. Pero ahora todo era distinto. Yo me sentía distinta, me sentí sin patria, lejos de mi origen natural y en un destino que yo pensaba que era transparente y sincero como el agua cristalina. No sabía a quién querer ni quien me había querido verdaderamente. Y esta idea, tomó más valor cuando llegó el día en que mi madre biológica decidió que era ya oportuno que nos conociésemos. Unos días después de la desaparición súbita de Fernando, a la salida de la comisaría y después de haber vuelto a discutir con Marcos, me esperaba un señor que en nombre de Sonia venía a acompañarme a su casa. Con bastante indiferencia, pero con el interés de poder averiguar algo más del destino del que decían que era mi supuesto hermano, acepté ir a verla. Entré a esa casa impresionante, me llevaron a un salón y allí, la que aseguraba ser mi madre biológica comenzó un relato sobre su vida. Le pedí que por favor abreviase las explicaciones sobre su vida y sus decisiones, porque no me interesaban. Le pedí que me explicase con más detalle los datos del hijo de su esposo y al parecer mi padre. Me contó algo de la madre de Fernando, anoté su nombre y apellidos para seguir por ahí nuestras indagaciones. En medio de aquellos datos que iba obteniendo por preguntas directas, ella me explicaba no sé qué relación que Manuel y ella mantuvieron un tiempo antes de su matrimonio con Luis De Robles Castro. Después de mi nacimiento, Sonia tuvo varios problemas en su empresa. El que después fuera su marido, la ayudó a superarlos y decidió finalmente casarse con él. No quería perder el control de su empresa y respecto a su anterior vida, renunció a mí y a Manuel. Éste, derrotado por la decisión de Sonia de permanecer en su empresa y con su marido, decidió que él se haría cargo de mi cuidado. Poco tiempo después de estar al cuidado de Manuel averiguó que no era mi verdadero padre. Sonia se encargó de explicarle que le había ocultado esta información porque la anterior esposa de Luis, la estaba presionando para que ocultara mi identidad a cambio de permitirle seguir teniendo el control de su negocio. Según me explicó, esa mujer quería que el heredero universal de la fortuna de su anterior esposo pasase a su único hijo hasta 180

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la fecha, nacido en situación legal de matrimonio en detrimento mío, pues aún no estaban casados cuando yo nací. Al parecer una cláusula del testamento de Luis De Robles dejaba claro que sus hijos legalmente reconocidos serían quienes heredasen su fortuna. Manuel nuevamente decepcionado, buscó unos padres perfectos y arregló mi adopción con ellos. Yo crecí creyéndome una hija deseada y querida. Mi padre era policía y yo estaría protegida. Mi madre me quería con toda el alma y yo aprendí a quererla a ella igual, pero ahora tenía la sensación de haber vivido una vida que no era la mía. Cuando profundicé en mis preguntas a cerca de su forma de protegerme, supe que otras de las personas que estuvieron a mí alrededor lo hacían bajo nómina. Un sueldo por estar cerca de mí, supuestamente para informarla de que todo iba bien, supuestamente para darme seguridad. Imagino que nunca pensó en cómo yo valoraría su amistad o cercanía cuando conociese la verdad. Imagino que no ponderó que las emociones pagadas carecen de crédito, que simplemente se hace difícil creer en un beso o en un abrazo si son pagados. Ángela estuvo bajo sueldo, fue otra amiga pagada y no sé si eso fue lo definitivo para que me faltara el aire en aquella ciudad. Todo en mi vida parecía ficticio, parecía un inmenso plató donde quienes me rodeaban eran actores y actrices con un papel por interpretar. Sentí impotencia ante todo. Dejó de importarme lo que estaba sucediendo. Me negué a seguir interviniendo en aquel guión. Decidí salir de la ciudad. Decidí ser una desconocida, y lo hice, no sólo para plantar a quien quiso convertir mi vida en una historia escrita, sino también porque necesitaba simplificar y descubrir quién realmente quería seguir siendo. Me resultaba atractiva la idea de utilizar todo lo que se me ofrecía para atrapar a Fernando pero eso implicaba someterme a la antigua decisión que tomaron por mí, en la que se controlaba todo cuanto me rodeaba. No me sentía con fuerzas de decidir en esos días y creí necesario alejarme para tratar de realizar mi propio plan desde una perspectiva más amplia. CAPÍTULO 41: Alejarse y buscar. Los siguientes cinco meses los pasé en un pueblo de la costa asturiana, Ferrero. Mi padre era de allí y allí fui a buscar parte de mi destino, porque, en el fondo, esperaba que éste me encontrara a mí. No sabía qué hacer con mi trabajo y acabé pidiendo una excedencia, marchándome después a vivir a la casa de mis abuelos paternos. Era una casa de piedra, con una enorme chimenea en el salón de la entrada. Todo allí era viejo y aún así, seguía perteneciendo a este mundo. Había demasiados arreglos que hacer en aquel lugar, pero en ellos entretendría mí tiempo; mis días, mis tardes y mis noches hasta saber qué iba a hacer con mi vida. En la casa había un pequeño patio exterior. Estaba abandonado a los matorrales y con leña húmeda ya inservible. Había que hacer mucho trabajo si quería convertir ese espacio en un lugar transitable y habitable, no sólo para los gatos que allí buscaban refugio. Como ellos, me sentía 181

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buscando un lugar donde evitar la intemperie. Creo que supe ocupar mi espacio sin robarles el suyo, descubriendo de esa forma, cuando hubo acabado mi tarea en aquella casa, que sería lo que haría a partir de entonces. A mi idea de cómo continuar mi vida terminó contribuyendo alguien conocido y que ya casi ni recordaba. Como una mañana, después de levantarme medio dolorida de aquella cama vieja, sentenciada al basurero por un dormitorio algo más funcional y de aspecto rústico como el aspecto de aquella casa, decidí salir al centro buscando alguna tienda de comestibles donde reponer todo lo que pocos días antes había traído de la ciudad. Después de que varias vecinas y algunos vecinos, bien entrados en edad, de aquel pueblo, me observasen como alguien observaría a un extraterrestre en Marte, me decidí a preguntar por algún establecimiento de alimentación próximo. Me indicaron un pequeño supermercado donde compré algo de productos frescos, algunas cervezas y un par de botellas de vino. Como no tenían pan me indicaron dos calles más arriba donde podría adquirir pan horneado allí mismo. La vista se me derramaba de igual forma en aquel entorno rural y la belleza de aquellas construcciones típicas de la zona. Llegué algo fatigada a aquella panadería y apenas me fijé en las caras de ninguna de aquellas personas que allí se encontraban. - ¡Buenos días! - Buenos días- contestaron varias personas mirando hacia mí con caras entre curiosas y extrañadas. Me distraje viendo la variedad de productos que allí se ofrecían y la decoración agradable que tenía aquel local. Fuera hacía frío porque había llovido, pero allí el ambiente no sólo era agradable por el olor que desprende el pan recién horneado sino por la temperatura cálida que se apreciaba. Había tomado una bolsa de rosquillitas de pan tostado en mi mano y observándola estaba cuando oí el sonido de la puerta sonar de nuevo, ignorando que todas las personas ya habían sido atendidas. - ¿Va a contar usted todas las rosquillas de la bolsa o al final va a comprarla? - ¡Oh! ¡Disculpe! No me había dado cuenta que me esperaba- dije apartando mis bolsas un poco de la entrada y aproximándome al mostrador junto a aquella bolsa de rosquillas. - Pues no. No la esperaba. En realidad… creo que nunca imaginé verte de nuevo por aquí. Miré sorprendida a aquella mujer que atendía tras de la barra con una mano apoyada en el mostrador, la otra en la cadera y una sonrisa a juego con sus ojos. Mi cara de sorpresa debía resultarle simpática porque inmediatamente después rió a carcajada limpia.

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- No me puedo creer que ni te acuerdes de mí Esthercita… Normalmente me fastidiaba que me llamaran así y fue inmediatamente que recordé el porqué. Sonreí, porque ahora aquel rostro me recordó a alguien que había hecho demasiadas trastadas de pequeña, algunas de ellas ideadas por mí y otras en su edad adulta, en las que para nada intervine. - ¿Laura? - ¡Por fin!!! Mira que te ha costado ¿eh?... – dijo saliendo del mostrador para saludarme. - ¡Dios mío no me lo puedo creer!... ¿Qué haces aquí?- dije fundiéndome con ella en un fuerte abrazo y dándonos un par de besos. - Pan. Hago pan… De todos los tamaños y formas... Seguro de alguno de los que buscas está aquí. - Me refería a qué haces en este pueblo, te hacía en Oviedo. Mi madre me contó que te casaste y estabas por allí- dije sonriendo. - Si. Me casé. Fui muy feliz. Tuve dos hijos. Enviudé y volví aquí. - ¡Vaya lo siento! No sabía nada. - Es normal, son muchos años los que llevamos sin vernos. ¿Se puede saber qué te trae por aquí? - Uff… bueno… es largo de explicar ¿Y tú? - Bueno, lo mío es más corto, en la ciudad con mi sueldo no podía mantener una casa y pagar los gastos de los niños, así que me vine aquí y con la indemnización que me dieron después monté esta tienda. - Es preciosa. - Gracias, pero no me cambies de tercio. Esta tarde vienes a casa a tomar café y me cuentas eso tan largo de explicar que te trae por aquí. Por cierto, ¿Dónde estás parando? ¿En casa de tus abuelos? - Si. Es un poco vieja y destartalada pero sigue teniendo las mejores vistas del pueblo. - Muy vistosa sí. Pero debes estar pasando el frío de los esquimales. ¿Tienes leña? - No. Me traje unos radiadores que tengo permanentemente encendidos. 183

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- Eso es muy caro. Ya te diré quién puede llevarte leña. Enciende la chimenea y olvídate de pagarle a Endesa. - Si. Ya lo había pensado. Llegué hace dos días. Ayer fui a Luanco a encargar unos muebles. - Te apunto aquí mi dirección. Te pasas esta tarde por casa y nos ponemos al día. Tengo que marcharme ahora, para pagar a un par de proveedores y para ver una máquina que he encargado. - No quiero molestarte, si tienes cosas que hacer nos vemos otro día. - De eso nada, esta tarde. Si veo a Alberto le encargaré que te lleve leña nueva a casa. Luego bajamos juntas y la ordenamos. - Me da apuro molestarte. - Pues que deje de dártelo, me ha alegrado un montón volver a verte. Me gustará recordar la casa de tus abuelos, pasamos mucho tiempo juntas trasteando en ella. - Si. Parece que no hubiese pasado tanto tiempo, pero sí… ha pasado… - Bueno, pues esta tarde nos vemos y además de tomar café y de hablar, buscamos lugar para colocar la carga de leña. -He despejado un poco el patio y ya me he deshecho de la vieja. Había todo un zoológico entre aquella leña. - Ja, ja… no me extraña. Deberías llevarte un poco de veneno para las ratas y ponerlo en algunos rincones del patio. - ¡Qué va! No me hace falta, hay una legión de gatos pululando por allí. Creo que algunos son dueños de media casa, y bueno… me hacen compañía. - Entonces has venido sola. - Pues sí. - ¡Pues vaya!... Y tu madre y Miguel… bien ¿no? - Si… ellos están bien… en Madrid… - Pues venga, dime qué pan quieres, te lo regalo.

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Aquella tarde llegó. Fui a casa de Laura a tomar café y me presentó a sus dos hijos, Javier y Santiago, 8 y 6 años respectivamente. Después bajamos a casa y preparamos lo necesario para poner en funcionamiento la chimenea del salón de casa y la del dormitorio principal. Una vez comprobamos que el tiro funcionaba correctamente, me acerqué a la cocina para sacar una botella de vino y tomar una copa frente a aquella imponente chimenea y aquel fuego que flameaba dando una estupenda sensación de hogar a aquella casa tan fría hasta entonces. - Me encanta esta casa, podría hacer de ella un pequeño hotelito rural ¿Sabes? - No la mires como el Coyote al Correcaminos porque no pienso vendértela- le dije ofreciéndole la copa. - Bueno, tenía que intentarlo. Umm… ¡Qué rico!- dijo mirando su copa. - Pues sí… está rico si… nunca lo había probado… lo elegí en una tiendecita del centro de Luanco, aunque yo prefiero el vino blanco… me gusta tomar una copa mientras preparo la comida… - ¡Qué suerte! Yo mientras preparo la comida, ordeno los restos de los cacharros del desayuno y pongo la lavadora… - Es lo que tiene tener un negocio y un par de críos… - Si, demasiados líos… ja, ja… pero no renuncio a ninguno de ellos… - Eso está bien… no arrepentirse de nada… - Ahá… por la forma en que lo has dicho… pareciera que tú sí. - Bueno… he peleado batallas inútiles… las he perdido todas… no sé si quiero seguir así… - Pues, un poco por encima y sin conocer todos los datos, sólo puedo decirte que la única forma de no perder una batalla es no meterse en ella, pero no me queda claro si lo que temes es perder o… ganar y no saber con quién compartir esa victoria… - No te imaginaba tan observadora… - Bueno Esther, la vida también me ha endurecido, pero aún no he perdido la perspectiva del detalle. - Si, tal vez tengas razón… - No lo pretendo, sólo opino desde fuera… 185

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- Y desde fuera… según tú… ¿Me equivoco?... - Nadie se equivoca tomando decisiones Esther. Son los resultados de las mismas los que a veces parecen más importantes que la propia decisión… yo sólo te cuento lo que yo creo… Quiero arrepentirme de cosas hechas pero no quiero mirar atrás y descubrir que por cobardía dejé de intentar aquello que habría querido… - Así que al final sólo soy una cobarde… y no hago más que huir… - Tampoco es eso Esther. No seas tan absoluta, un soldado herido que se retira de una batalla es una soldado más experto en la próxima… - ¿Y estas cosas las piensas tú cuando haces el pan cada mañana? - ¡Claro! Aún no me queda claro si mi destino es escribir un tratado de filosofía o una guía turística de Ferrero, para poder situar esta joya en el mapa. - Ja, ja… ¡Bueno! Te veo posibilidades en cualquiera de las dos alternativas… - Ja, ja… si… Ya tengo casi decidido cuál intentaré hacer real… ¿y tú? - ¿Yo?... Pues… aún no lo sé… - Ja, ja… no te engañes… creo que sí sabes lo que quieres, pero desconoces la alternativa que te llevará a ello. - Ninguna de mis alternativas me llevará a lo que quiero… - Ummm… entonces, eso significa que quieres algo y… a alguien- volvió a mirarme fijamente. - Más o menos…- respondí mirando a aquellas llamas. - Veo que no te apetece hablar mucho de ello… - Intento olvidarlo todo… es sólo eso…- contesté en la misma postura. - Decidas lo que decidas hazlo sólo pensando en ti… yo me fui de aquí buscando vivir mis sueños, encontré al hombre perfecto y entonces renuncié a parte de ellos. De repente un día, me levanto y me veo con dos hijos pequeños y sin mi marido por culpa de un accidente. Todo se me descoloca y tengo que volver a empezar de cero. Vine aquí porque en la ciudad se me hacía complicado atender tanto gasto, más tarde con la indemnización que me dieron monté la panadería, pero todavía hay algo pendiente…

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- ¿La guía turística?- dije mirándola. - Ja, ja… algo parecido… - respondió mientras ella ahora miraba el fuego. - Me alegra que tus planes ya estén en marcha. - Mientras que mis planes llegan… no me quiero perder los mocos de mis hijos, ni sus risas ni sus llantos… pero sé que un día se irán y yo o tengo una vida para entonces o me empezaré a arrepentir de lo que no hice… -… - Bueno, es hora de marcharse. Dentro de nada vuelven los niños de la academia y no tengo nada de cena preparada- dijo poniéndose en pié y dejando la copa sobre la mesa auxiliar de al lado del sofá. - Eh, pues… gracias… por la leña y por la charla- dije incorporándome para despedirla. - No, gracias a ti, necesitaba recordar mis propios sueños- dijo mientras se abrigaba para volver a su casa. - Gracias de todas formas. Esta noche frente a este fuego pensaré un poco en los míos… - ¡Hazlo! Sigue con tu vida y véndeme la casa… - Ja, ja, ja… ni lo sueñes… - Entonces, empezaré a cobrarte el pan… ja, ja… - Es lo único que sacarás de mi… te lo advierto… - Tenía que intentarlo… - Ja, ja… buenas noches. - Hasta mañana…que descanses… Después de dos semanas de aquella conversación empezamos a volver a vernos con cierta frecuencia, recordando la amistad que siendo muy jóvenes nos unió. Un día vino a recogerme a casa para enseñarme un lugar. - Venga, deja ese ordenador y ponte algo de abrigo. - ¿Se puede saber qué estás tramando? 187

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- Voy a enseñarte una parte de mis sueños… No te quejes… eres una de las pocas personas que lo saben… - Está bien… dame unos minutos que me cambio de ropa. - Vale. Abrígate, te espero al final de la calle, en el coche… no olvides traerte una cámara de fotos si tienes… - Ok… Una vez en el coche, se limitó a arrancar y muy seriamente me dijo. - Cuando estemos allí, tendrás que contestarme con total sinceridad a algo. - ¿Vas a decirme dónde me llevas? - No. - Dime entonces qué es eso que quieres que te conteste. - Hasta que no estemos allí no te haré la pregunta. - ¡Ah!… muy bien… pues entonces no sé si te contestaré o no. - Me contestarás… creo que siempre he esperado que alguien de fuera me pudiese dar su opinión. - O sea que es mi opinión lo que esperas. - Si… también voy a enseñarte algo que creo que puedas enseñarle a ese alguien que quieres… - Te equivocas… - ¿En qué? - En el ese… No es ese… es esa… y no creo que tenga ocasión de enseñarle nada… - ¿Quieres a una mujer? - Si. -…

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- ¿Y por qué crees que no tendrás ocasión de enseñarle nada? - Porque no creo que venga nunca aquí. - Pues lo siento. Se pierde muchas cosas esa mujer no viniendo. - … Bueno… visitará otros lugares con encanto… no echará esto de menos… - No me refería a los lugares… - dijo apartando la vista un segundo de la carretera. - ¿Y qué cosas son esas? - Muchas de las que tú tienes… pero si piensa que no las necesita… tal vez no las merezca… - Bueno ¿Quién sabe? - Pues sí, ¡quién sabe!... lo que tú sí vas a saber es un lugar perfecto… - Un lugar perfecto para qué… - Pues… tú me lo dirás cuando lleguemos a él… - Bien, siendo así, te diré lo que se me ocurra… - No… lo que se te ocurra no… lo que te sugiere… - Ok, de acuerdo. CAPÍTULO 42: Un lugar para vivir. Llegamos a ese lugar, “El Cabo de Peñas”, un paraje precioso donde parecía residir toda la paz del mundo. - Este lugar es precioso- dije mirando todo alrededor hipnotizada por aquellas vistas. - Si. … Lo es. - Y además de decirte lo bonito que es… ¿qué esperas que te diga?- continué contemplando aún aquel mar. - Hay algo que aún no has visto y faltan como treinta y cinco minutos para que lo veas… Demos un paseo mientras. - De acuerdo. Qué maravilla… creo que necesitaba un lugar así… -dije volviendo a mirarla. 189

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- Si… me da pena que el Ayuntamiento no pelee por este entorno. - ¿Estás pensado en poner en valor esta belleza? - Exactamente- sonrió levantando su ceja izquierda- Estoy pensando en una ruta por las playas y faros de la comarca y me hace falta un lugar en Ferrero donde poder dar alojamiento a los grupos de turistas que consiga atraer- continuó enfatizando su mensaje con el movimiento de sus manos y el brillo de una mirada ilusionada al imaginar su proyecto hecho realidad. - Y estás pensando en la casa de mis abuelos… - Ja, ja… no… sería ideal pero estoy considerando otra posibilidad… Parte de la cultura de esta zona está demasiado olvidada… y creo que estos paisajes podrían revitalizar algo la economía de la comarca. - Me parece genial eso que piensas. - ¿Podrías ayudarme? - ¿Ayudarte? - Si. … Verás, yo con la panadería y los niños no puedo medir todas las posibilidades del proyecto y temo que se me van a adelantar, me gustaría saber en qué marco normativo me muevo. - Pues, no tengo ni idea de legislación ambiental, pero para eso está la Consejería, si te parece podríamos empezar buscando allí. - Si. En realidad es por ahí por donde quiero empezar. Después creo que la Diputación podría asesorarme también sobre el patrimonio histórico de la zona. - Ahá… bien… - Pues… ¡aquí está la otra zona del acantilado! Por esta zona es por donde nace el sol. Vamos a volver a la otra parte del acantilado y veremos una puesta de sol que te dejará atónita. Es una maravilla y creo que el silencio del momento hace que venir aquí siempre merezca la pena. - ¡Ufff! ¡Qué maravilla! ¡Qué aire tan limpio! ¿Por qué no tenemos ojos para lugares como este?

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- Ya ves, eso es lo que pretendo conseguir. Venga. Démonos prisa y no nos perdamos lo que vine a enseñarte. Quiero establecer unas rutas a caballo por las playas de la comarca… la ruta pasaría por Viodo y llegaría hasta aquí, y el propio faro. - Me parece una idea genial. Cuando llegamos de nuevo al otro extremo, una impresionante puesta de sol nos esperaba. - ¿Qué? ¿No dices nada? - … Hace mucho tiempo que no veía una puesta de sol así en el mar- dije en un tono que debió delatarme completamente. - Me equivoco o… ella estaba contigo aquella vez… - … No… no te equivocas- dije mientras inhalaba una buena bocanada de aire intentando regresar de mi recuerdo. - Veo que sigues pensando mucho en ella. - … Más de lo que quisiera…si… y supongo que menos de lo que hace ella. - ¿Supones? - …No lo sé -dije mirándola ahora- te juro que no lo sé. - ¿No os habláis? - Algún mensaje en el móvil y poco más... Es que no sé qué decirle… bueno sí… pero no puedo estar repitiéndole lo mismo siempre, creo que necesita liberarse de toda mi familia, creo que le traigo malos recuerdos… - Pues no le des más vueltas. - Intento no hacerlo. Sólo que hay momentos en que… no puedo evitarlo… - Volvamos. Es un poco tarde y tengo que llevar algunas provisiones a la panadería. - Al final no he hecho ninguna foto. - Bueno, ya vendremos otro día. Como secreto te diré que conozco otro lugar estupendo para pasar todo el día, si hace buen tiempo.

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- Estoy deseando verlo. - Hay un montón de sitios bonitos que visitar, y si te portas bien, como compensación a tu ayuda te llevaré a un restaurante pequeñito donde hacen el mejor arroz con bogavante que te has comido en la vida. - ¡Por favor Laura! No trates de convencerme más, te he dicho que te ayudaré, no me pongas los dientes largos ¿vale? - Está bien… ja, ja… me alegra haberte convencido- dijo agarrándose a mi brazo. - Si… veo que eres muy persuasiva cuando quieres algo. - Necesitaré esa persuasión para hablar con los alcaldes de la comarca. - Ya lo creo, eso… un proyecto convincente como el que tienes y llegar en el momento adecuado… además de por supuesto ese arroz que no te pienso perdonar… - Exacto. Mejor ser cierta que pasar cien años rondando. - Eso dicen… si. Había pasado casi un mes en que tras visitar varios Ayuntamientos de la comarca, conseguí reunir información para preparar un pequeño informe técnico sobre la normativa del proyecto. Me pasé por la panadería a avisar a Laura de que debíamos vernos para hablar de aquello. Me dijo que en la tarde nos veríamos y que me llamaría al móvil. Más tarde alguien fue a aquel mismo lugar a preguntar por mí. Salí para casa pero cuando llegué me provocó preparar algo de comer y llevármelo al faro con la intención de merendar allí. Hacía un sol esplendido y decidí aprovechar aquella luz. Había hecho un poco rutinario irme a disfrutar de la libertad de aquel paisaje, podía pasar horas oyendo al mar y aquel suave sol era lo más parecido a una caricia. En ese lugar empecé a pensar en mi futuro, en las condiciones que impondría a quien me acompañase en una búsqueda. Como había previsto esa tarde, con el portátil y los documentos que me habían dado, me situé sobre una ladera de la costa, resguardada del viento y disfrutando de las vistas de aquel acantilado. Saqué mi sándwich y un zumo que me había preparado. Me dispuse a preparar un pequeño borrador de la memoria que me habían facilitado por la mañana y estaba tan metida en el proyecto que no vi la tormenta que se acercaba a la costa hasta que no oí un trueno al fondo. Levanté la vista y supe que en cuestión de minutos empezaría a llover. Recogí todo con prisa y tras dejarlo todo colocado en el maletero, me dispuse a ponerme el chubasquero y poner rumbo a casa. Cuando llegué, aparqué en el lateral y corriendo salí a recoger todo lo que me había llevado poniéndome el gorro frente a la pertinaz lluvia que caía.

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Faltaban dos pasos para llegar a la entrada cuando vi que alguien esperaba junto a la puerta de casa. Supuse que era Laura y protegiéndome más de la lluvia agaché la cabeza y con el portátil abrazado al pecho, tratando que no se mojara más de lo necesario, aligeré el paso hasta casi llegar a correr. Metí la mano en el bolsillo del pantalón para coger las llaves y cuando se me ocurrió levantar la mirada, me encontré con una Maca empapada por la lluvia, con una mirada algo expectante y sonriente. - Hola- dice a pesar de que mi corazón llevaba un par de segundos ya sin latir. - Hola. - ¿Esperando bajo la lluvia? - Ya ves, más romántica imposible. - Ya… -asentía con la cabeza- Anda pasa… o te pescarás un resfriado muy romántico- dije reaccionando y abriendo la puerta de casa. - Pues sí. Sería el primero- dijo mientras pasaba delante de mí. - ¿Nunca te has resfriado?- comentaba dejando el portátil sobre la mesa y pasando a secarlo con un pañuelo de papel de mi bolsillo. - Nunca románticamente. - ¿Te has propuesto hacerme reír? - No. Pero si tengo que pillar un resfriado para conseguirlo… pues que sea romántico ¿no?... - Voy a por unas toallas y a prepararte un baño para que puedas quitarte esa ropa. No hay ducha y hay que calentar agua para la bañera. - No quiero darte guerra. - Pero me la darás. Así eres tú –dije sonriente. - ¿Te has propuesto enfadarme?- me miraba. - ¿Yo? ¡Dios me libre! Ya tengo bastante enfado conmigo misma-dije y acto seguido subí rápidamente a la planta superior donde se encontraba el baño y cogí dos toallas. Tapé la bañera y encendí un pequeño radiador eléctrico para caldear el aseo. Bajé de nuevo a entregarle las toallas y a poner agua caliente al fuego para ir llenando, a medias, la bañera.

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- Toma- le tendí dos toallas grandes- con una te secas un poco el pelo y con la otra te vas para el baño cuando esté listo. Quítate ese jersey húmedo y ponte esta chaqueta mientras lo preparo todo. - A sus órdenes. - Voy a poner agua a calentar- dije girando para la cocina. - Tendrás que prestarme algo más de ropa, me he dejado la maleta en el coche y creo que hay un paseo hasta él- comentaba mientras me seguía y se frotaba el pelo con la toalla. - No te preocupes, mañana la recogemos- dije preparando y poniendo la cafetera al fuegoVoy a encender la chimenea del dormitorio para que puedas dormir allí. - Da igual, puedo dormir aquí en el sofá del salón. - No digas tonterías. Ahí dormiré yo, tú te meterás en la cama cuando salgas del baño y cenes algo- replicaba mientras terminaba de encender la cocina. - Me gustaría que antes pudiésemos hablar. - No te preocupes. - Creo que de tanto decir que no me preocupe estás consiguiendo que lo haga. -… Voy al patio a por unos palos de leña, vigila el café si no te importa- dije girándome para ver si sus palabras las avalaba algo más que el tono serio en que parecieron ser pronunciadas. - Bien- dijo con la mirada algo más ausente. Cuando abrí la puerta del patio para coger la leña, un gatito rubio a tipo Garfileld se coló corriendo entre mis pies buscando en calor de la casa, como otras veces. Cogí la leña y la subí al dormitorio principal. Encendí la chimenea y cambié las sábanas de la cama. Cerré bien el balcón y bajé la persiana, aunque la lámpara de la calle iluminaba tenuemente la estancia y la luz de la chimenea, hacia otro tanto. Al bajar a la cocina vi que Maca ya tomaba un café caliente y había servido otro para mí. - Voy a subir el agua. - Espera y te ayudo.

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- No. Tómate el café tranquilamente. Tendré aún que bajar de nuevo y así llevamos los últimos cubos. - Vale. Por cierto, antes ha pasado un gatito a toda pastilla por aquí. - Si. Ja, ja… No le hagas mucho caso. Creo que duerme por aquí por el salón, mañana en cuanto abra para ventilar la casa volverá a marcharse. - Ah… vaya… veo entonces que comparte la casa contigo. - Si, a veces la casa parece más suya que mía- dije terminando de llenar un cubo con el agua caliente. - ¿Y todo este lio tienes que montar cada vez que te vas a dar un baño? - Pues sí. Hasta que el instalador venga a montar un calentador me tengo que apañar así. Lo bueno que tiene esto es que los baños te permiten relajarte y olvidarte de las prisas de la ducha. Ahora vuelvo. - De acuerdo. Bajé a llenar los dos cubos finales y cuando estuvieron llenos Maca llevó uno y yo el otro. Echamos el agua y junto a otros dos cubos de agua corriente, completamos aquella bañera. - En el dormitorio encontrarás un pijama que puede que no te quede demasiado corto, coge lo que necesites y ponte la bata que hay tras la puerta. - Espero que te equivocaras de talla cuando lo compraste. - Ja, ja… Venga, te dejo y voy preparando algo de cena. Imagino que tendrás hambre. - Pues sí, pero no te molestes mucho, un sándwich será suficiente. - Tu cuerpo agradecerá algo más caliente. No es molestia, me he aficionado a la sopa en este lugar. Eso que la odiaba. - Estás cambiando entonces… - Si. Creo que no me vendrá mal. - A mí me gustaba como eras antes. - No me sirvió de mucho- dije girándome para salir del aseo. 195

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- ¿Vas a quedarte entonces aquí? - ¡Maca! ¡Se va a enfriar el agua! Después hablamos ¿De acuerdo?- y cerré la puerta del baño, no dándole oportunidad a réplica. Por muy distante que quisiera mostrarme su sola presencia me seguía poniendo nerviosa y tenía que ocuparme en varias cosas para no estar demasiado tiempo frente a frente con ella. Me propuse preparar una cena ligera, puse a calentar un caldo caliente que por la mañana había hecho con verduras. Piqué un poco de jamón y huevo para acompañar al caldo y saqué un poco de Jerez para añadir en el momento de servir. Por último preparé una macedonia de fruta picada con kiwi y naranja u coloqué la cena en el salón frente a la chimenea. Cuando Maca bajó me alegré de haberme equivocado de talla y que el pijama no le quedase demasiado corto. - Madre mía, ¿todo esto has preparado mientras me bañaba? - Ya ves, veo que te ha gustado la bañera… y no me extraña… eh… en la ciudad no hay tiempo para disfrutar de un largo baño sin prisas- dije acercándome a la cocina a por las copas de vino. - Bueno, yo siempre que puedo me meto en una y me olvido del mundo, hacía tiempo que no me había dado un baño así-dijo en voz alta para que la oyera mientras volvía. Al regresar me la encontré ya sentada y atacando el plato de la fruta. - ¿Se te ha ido el frio?- dije sirviéndole un bol de sopa. - Si, bastante… no imaginaba el frio que hacía por aquí. - Esta tarde cuando vine de Gozón fui a la costa a tomar la merienda y hacía un día despegadísimo pero ayer avisaron de tormenta y de pronto tuve que recoger para volverme. Al final me quedé sin mi puesta de sol. - ¿Fuiste de compras? - No, a visitar la oficina de turismo. Necesitaba una legislación para un proyecto. Ponle un poco de Jerez a la sopa si te apetece y añádele el picadillo que gustes… ¡eh! - Ah, bien… si. ¿Y ese proyecto de qué va?

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- No se puede hablar mucho de los proyectos hasta que no son realidad… dicen que trae mala suerte… - Dime al menos de qué va… - Pues… va de… rutas a caballo por la playa… visitas al espacio natural del Cabo de Peñas… algo de hostelería… en fin… muchas cosas… Maca había dejado de comer y me miraba algo expectante. - Pero… Eso significa que… ¿te vas a quedar aquí? - Pues si… -dije tomando una cucharada de caldo. Durante un tiempo continuó comiendo sin decir nada más. - ¿Te gusta la sopa?… - Eh… si, si… está rica… - Y porque no has probado el arroz con bogavante que me han enseñado a hacer… - … ¿Laura? - Si… fuimos hace una semana a Gozón y lo probamos en un restaurante. - Parece que os conocéis desde hace tiempo ¿no? - Sí, se supone que no debía de estar aquí, pero enviudó y se vino con sus dos hijos hace unos cinco años. De pequeñas éramos inseparables y siempre estábamos bicheando, me ha alegrado mucho volver a verla. - Ya… - ¿Y tú qué tal estás?... ¿Y Julia? - Pues… preocupada porque tardabas en contestar a mis mensajes… - Si… bueno… no he querido estar muy localizable… - Tuve que hablar con Marcos para averiguar dónde estabas… - Veo que ya no es ningún secreto donde estoy- dije molesta por oír ese nombre.

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- Él no sabe nada, fue tu hermano Miguel quien me dijo que estabas aquí… fui a tu apartamento y estaba allí. - Le dije que no quería que nadie supiese donde estaba. - Me costó lo mío convencerlo. - Ja… hay una parte de la familia que no sabe guardar secretos… sin embargo la otra es toda una experta… - No sabía nada de lo de Sonia… ni que Fernando y tú… - ¡No le nombres por favor!… sé que te tiene que costar trabajo pero… - Perdona… - No hay nada que perdonar, tú no tienes culpa de nada… - Si… sí que la tengo… durante mucho tiempo, creo que de alguna forma he querido vivir esta mentira… - Bueno, ahora ya no importa… - … ¿De veras ya no importa?- había dejado el cubierto sobre la mesa y me miraba fijamente. -… - ¿Estás siendo simplemente amable conmigo?... ¿Formo parte de ese pasado que ya quieres olvidar?... - Hay ciertas cosas que necesito olvidar. - ¿Y yo soy una de ellas? -… - Está bien… Creo que me he equivocado viniendo a verte… - ¿Por qué has venido a verme? - Pensaba que éramos amigas y que nos importa mutuamente saber qué tal nos va… - Creo que así te he recibido… ¿no? 198

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- Si… se te han escapado dos besos como dos soles… ¡Muy cariñoso tu recibimiento! - No sé hacerlo mejor… - No… yo tampoco… -se levantó- Me marcho… Ha sido un error venir- salió para subir al dormitorio imagino que para cambiarse y recoger sus cosas… Cerré los ojos y empecé a pensar en lo distante y frio que había sido mi trato con ella y lo que le debía estar doliendo mi actitud. Le estaba haciendo daño a propósito y sentí que tal vez no merecía ni su amistad. Subí aquellas escaleras llegando hasta las puertas del dormitorio y sin pasar hice lo único que podía. - Maca por favor… perdóname… no quise decir eso… - Si, si… ya… - Maca voy a entrar… - Haz lo que te dé la gana. Terminé de empujar la puerta y entré. Estaba vistiéndose de nuevo con su ropa mojada. - No voy a dejar que te marches. - Ah no… ¿piensas atarme? - Pues sí… estoy viendo que va a hacer falta- dije mirando alrededor buscando el abrigo de paño que traía. Cuando lo localicé me acerqué a él esperando encontrar en algún bolsillo la cuerda que necesitaba. ¡Bingo!- pensé. Allí estaban las llaves de su coche. Las cogí y las guardé en mi bolsillo. Cuando volví a girarme ya se había puesto los pantalones y se estaba calzando con sus botas. - Maca, creo que no vas a ninguna parte. Tengo las llaves de tu coche y no pienso dártelas. Está diluviando, es de noche, tu ropa está mojada y no voy a dejar que te marches enfadada como estás. Se volvió hacia mí. - Dame las llaves. - No.

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- Esther darme las llaves. - Maca, no pienso dártelas, quítate esa ropa mojada porque no irás a ninguna parte- dije saliendo de nuevo del dormitorio. Salió a mi encuentro y me tomó del brazo. - Esther, por favor dame las llaves. - No pienso -dije mirándola fijamente. He venido a pedirte perdón. Te mentía cuando he insinuado que vine aquí para olvidarte- me soltó y continuó mirándome mientras yo proseguía- Estarías un poco loca si piensas que voy a dejar que te marches esta noche, estarías simplemente loca si piensas que no me ha alegrado que hayas venido y estarías absolutamente loca si pensaras que ya no me importas. Bajó su mirada, pero la tomé de la barbilla y levanté su rostro. - Siento de veras lo de antes. Por favor, vuelve a ponerte el pijama, duerme esta noche aquí y si quieres mañana, si no llueve, te marchas si aún quieres hacerlo. Se giró y se encerró en el dormitorio. Suspiré por saber que no se iba, pero me inquietaba la duda de no saber cómo iba a arreglar aquello. CAPÍTULO 43: Objetivos La mañana siguiente Maca se levantó de mejor ánimo, pude disculparme de nuevo con ella y se marchó. Me dijo que me llamaría a menudo para hablar y que de vez en cuando la llamara yo. Se iba de nuevo a casa de sus padres aunque seguramente volvería a Madrid por la Dirección del Hospital. Por aquel entonces yo sabía que Maca me quería, adivinaba que mucho, pero no tenía seguro si de esa forma a como se quiere a quien deseas que comparta cada día de tu vida. Aquel día supe que no eran sólo las circunstancias las que nos habían separado, hay algo más fuerte que tira del alma cuando a quien más quieres se aleja mínimamente, yo así sentía cada vez que la veía partir, pero no sentía en su mirada esa desesperación por la distancia. Por otro lado dudaba cuando intentando dejarla libre para pensar, ella me buscaba. Desconocía si lo que sentía por ella estaba llegando a su fin… y acabaría disipándose… para dejar como reposo una sincera y gran amistad. Pasaron los dos meses y medio siguientes a su visita cuando preparé mis maletas para volver. Aprender era lo siempre había estado haciendo y aprender era lo que me gustaba hacer. No sabía nada de laboratorios, ni de cómo llevar su gestión. Si Sonia me quería a su lado, tal vez sus intereses y los míos no estaban tan alejados. Mi madre se alegró que dejara la Policía y que volviera más a menudo a verla. Mi hermano, el único al que así sentía, estuvo siempre de acuerdo en todo lo que decidí y se alegró cuando le cedí mi antiguo apartamento. También necesitaba su espacio y aquel le vino bien para tener la 200

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intimidad que no tenía en casa con mamá. Aunque Sonia quiso que viviera con ella, yo necesitaba mi propio lugar y busqué una casa, aunque mientras la encontraba viví con ella. Me abrumaba vivir en su casa, pero debo confesar que, mientras que allí estuve, me sentí cómoda. Por supuesto había cocinera, jardinero, chófer y alguien de seguridad alojados en sus respectivas dependencias. Mi trabajo consistiría en empezar a conocer el negocio y eso empezaba por aprender a saber quiénes eran nuestros competidores, cómo se comportaban y cómo decidían. Me sentí ridícula aprendiendo normas de protocolo empresarial y más ridícula aún, teniendo que cambiar mi habitual forma de vestir, porque asistir a una reunión en vaqueros no sólo resultaba extraño a los ojos de Sonia, así que eso también tuvo que cambiar. Una mañana desayunábamos juntas antes de salir para los Laboratorios. - ¿Y qué coche conducirás? - Me da igual Sonia, elígelo tú, imagino que alguno te sobrará de todos esos que tienes. - Pues no. No me sobra ninguno. Tampoco es que tenga muchos. El del trabajo y el mío particular, el resto pertenecen al servicio. - Pues debes pagarles muy bien, no he visto ningún utilitario. - No voy a comprarte ningún utilitario- dijo mordiendo su tostada. - Me da igual, elígelo tú, yo con elegir mi casa ya tengo bastante. - Si no quieres decirme el modelo dime al menos la marca. Esas palabras me llevaron de inmediato a un pasado, a la primera vez que Maca subió a mi coche: - ¡Así que me ha tocado la poli simpática de la ciudad! - Si, y no sabes la suerte que has tenido –dije mientras iniciaba nuestro camino- Hay compañeras más serias y antipáticas, con mejores coches… eso sí…- decía sin dejar de mirar al frente. - Bueno… con mejores coches sin duda… -decía mientras paseaba su mirada por el habitáculo. - Vale. Bien… de tu comentario deduzco que no te gusta mi coche, cosa que haré como que no la he oído, que das por cierto que hay compañeras más serias y antipáticas, me alegro

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que al fin me creas y que los coches te gustan mucho… por cierto… ¿Es demasiado si pregunto cuál tienes? - ¿Marca y modelo? - Con que me digas la marca ya me hago una idea. - Mercedes. - ¡Anda mira!… tengo una prima que se llama igual… ¡Más simpática la tía! - Ja, ja… ¿y sabe conducir tu prima? - ¿No estarás insinuando que no sé conducir?- dije en un exagerado gesto de persona ofendida. - No. Sólo era una pregunta- contestó tan pancha. - Ya…. Una pregunta es lo de ¿estudias o trabajas? ¡No fastidies!… - ¿No puedo conducir el mío?- dije a Sonia mecánicamente, navegando aún por mi recuerdo y tomando un sorbo de mi café. - Por supuesto que no. El jardinero creo que tiene un modelo más moderno. - Ah bueno, pues si no quieres que me confundan con la mujer del jardinero elige tú, pero que sea discreto por favor. Sonreí con cierta nostalgia recordando aquel tiempo en que mi único problema era conseguir que Maca se enamorara de mí. Me reconocía ahora muy diferente a como era entonces. Las personas cambian y el pasado era pasado. Mi presente era nuevo y el futuro por aquel entonces me daba igual. Maca y yo nos comportábamos como amigas que de cuando en cuando mantienen el contacto telefónico. A mí me aliviaba saber que Julia y ella estaban bien, aunque de eso ya me había ocupado personalmente. Hablé con Marcos para saber cuál era el grupo de seguridad que se encargaba de ello. - Se alternan dos escoltas con ella y otros dos con Julia. - No es suficiente y lo sabes. - Estás exagerando. - Te estoy diciendo que no es suficiente ¿Y en el hospital?

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- Tenemos contacto con una compañera. - Tampoco es suficiente. - ¿La metemos en una burbuja? - No. Las metéis en dos; en una a ella y en otra a Julia. Creo que todavía no te queda claro que la prioridad absoluta es para ellas dos. Si tienes algún problema me lo dices y pongo a alguien en tu lugar. - No vas a cambiar tu actitud conmigo ¿No? - No me preocupa no caerle bien a mis empleados, yo te doy una orden y tú la cumples. - Pensaba que éramos más que empleado y jefa. - ¡Ah! ¿Sí? ¿Amigos? Eso debías haberlo pensado antes. No esperaba eso de ti Marcos, me quedó claro que sólo hablábamos por trabajo. - Sabes que eso es mentira. - Mentira es todo lo que me ha ocurrido menos Fernando. La única verdad que ahora me importa es dar con él. - Y cuando lo atrapemos ¿A qué le darás prioridad entonces? - No es fácil que lo hagamos, con suerte me atrapa él a mí y todos nos ahorramos calentamientos de cabeza. - ¿Y esperas que yo no haga nada? - Espero que protejas a Maca y a Julia con tu vida, porque si no lo haces, dejaré de buscar a Fernando para buscarte a ti. - Espero que sepas lo que estás haciendo. - No te quepa duda. Si no hay nada más puedes retirarte. - Nada más. - Espero mañana tu informe sobre el nuevo plan de seguridad. Marcos se marchó del despacho. Acto seguido llamaron a la puerta.

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- Adelante. - Hola. Buenos días. Soy su nueva secretaria. - Me alegra que ya sepa cuál es su papel aquí. Todos los días a primera hora me servirá un informe del personal que le vaya indicando. Por supuesto, no podré evitar que tenga que atender a mis llamadas y a las visitas que reciba en el despacho. Absolutamente nadie debe saber qué está haciendo aquí. - De acuerdo. - Puede localizarme en un número de móvil que le pasaré por mensaje. En el correo electrónico que le facilité colgará todos los informes que le pida y a través de él mantendremos el contacto. Aquí todo debe indicar que es usted sólo mi secretaria. - Ya he dejado en su bandeja de entrada los datos personales de quien me indicó anteriormente. - ¿Algo en particular? - Nada. Parece limpio. - ¿Parece? - Está limpio. - Mejor. De mi madre y Miguel ¿sabemos si es suficiente el operativo? - Suficiente. A su hermano le siguen en la universidad en todo momento. Su madre está permanentemente acompañada como indicó. - Me llamó esta mañana. Dice que no le gusta la chica con la que sale mi hermano. - ¿Averiguamos algo? - No hasta que no hable con él. ¿Cómo va su curso de secretariado? - Ja, ja… creo que pasaré el examen de Sonia. - No se lo pondrá fácil, disimular con ella es casi imposible. Oculta muy bien todo lo que piensa. Cuidado con las respuestas intranscendentes, suele sondear de esa forma. - Bien.

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- Nada más Carla. Puede marcharse. - Con su permiso. - Gracias por todo. Por primera vez esa mañana abrí mi maletín y saqué mi portátil. Una línea independiente me mantenía conectada a una red diferente. Encendí el ordenador de sobremesa. Varias carpetas de archivo estaban sobre el escritorio. Todo debía parecer normal. Contabilidad, balances, cuentas anuales, memorias, datos de la empresa, comparativas… todo ligado a Laboratorios GM. Sonó mi teléfono móvil. Era la profesora de universidad que un día Marcos y yo conocimos por un caso un año antes. - Buenos días, soy Belén Cohard. - Buenos días. Gracias por llamar. ¿Lo tiene listo? - Salgo para un congreso esta tarde, puede pasarse a recoger su informe en un par de horas. Lo dejaré en conserjería para usted. - ¿Algún problema? - Todo correcto. Le he dejado algunas referencias bibliográficas por si necesita ampliar la información. - No tengo tiempo para ampliar la información. - Lo suponía. Creo que no le supondrá ninguna dificultad interpretarlo. Cualquier duda me llama. - No. Por su seguridad no volveremos a hablar. Deshágase del portátil y el teléfono móvil que le hice llegar. Si tiene cualquier problema desde una cabina pública me llama al número de móvil que hay en la caja de seguridad del banco. Espero que sea feliz en su nuevo destino. - No sé como lo ha hecho pero lo agradezco. - Los problemas que se solucionan con dinero no son problema, es lo mínimo que podía hacer por usted. - Gracias. Recuerde que lo único bueno de acostumbrarse a perder es que un día te sorprende el cambio y la victoria descoloca más a tus enemigos. 205

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- Gracias a usted. - Suerte. - Con su informe voy sobre seguro. Estoy convencida de que la tendré. Adiós. - Adiós. CAPÍTULO 44: Recuperar el aire. Nombres, puestos, historial, datos, datos y más datos. Sonia por otra parte exigiendo que aprendiera sus propias lecciones. Javier como buen perro sabueso oteando lo que Sonia no podía. El ambiente de trabajo era frio, distante, rígido, exigente. No era usual ver a nadie fuera de su puesto. La decoración espartana pero elegante. Los techos altos, los colores marrones y anaranjados, el suelo de madera de olmo y el mármol frio como se espera de él. Cristales gruesos pero traslúcidos, los focos pequeños y numerosos, los espacios amplios y el olor aséptico apenas era ocultado a veces por perfumes distinguidos, como el porte y las formas de quien allí trabajaba. Todo era excepcionalmente perfecto, pero perfecto no hay nada. Frente a mi portátil, de forma oculta y discreta, trabajaba recopilando datos, como una hormiga que guarda para el invierno. Necesitaba la estructura básica de su comportamiento para descubrir sus motivos. Necesitaba a alguien que fuese el gran hermano en aquella empresa. Carla controlaba una parte, pero a mí me interesaba todo y ese todo incluía los exhaustivos apoyos morales, financieros o personales de quien había pateado esos despachos con el deseo de poseerlo todo. Nada debía salir de la normalidad, todo iba a ser previsible, normal, incluso aburrido como todo lo que allí sucedía, porque el objetivo era reproducir cada paso, cada movimiento que Fernando hubiese realizado en aquella empresa. Iba a conseguir los nombres de su personal de confianza, necesitaba saber más del proyecto que desarrollaba en la misma. En el tiempo que estuve en Ferrero fui empezando el informe sobre todos los datos de su despacho de abogados. Me resultaron interesantes sus inicios en Amberes. Me intrigaba saber que parte de sus socios tenían nombre italiano y brasileño. Fue revelador conocer que desarrollaba un proyecto para abaratar el precio de un medicamento que quería distribuir en Suráfrica. Cuatro destinos posibles, pero seguro que un solo objetivo común a ellos. No podía ser la medicina, ni la farmacología. En el tiempo que trabajó en los Laboratorios, realmente pocas veces pisó la zona de investigación ni departió con los directores del proyecto. Apenas conocía los entresijos del negocio, parecía que su trabajo allí se había limitado al control del proyecto que quería desarrollar y ante las dificultades para lograrlo, sus esfuerzos se centraron en lograr la dirección de la empresa. Al parecer la mejora del Miocard suponía una fuente de ingresos del Ministerio de Sanidad para poder seguir desarrollando el proyecto comercial en Suráfrica. Por eso se debió casar con Maca. Fuera Manuel Iranzo de la dirección, por cese o fallecimiento, la mejor situada para la dirección era la persona que Manuel había elegido para sucederla, Maca. Tenía el hilo argumental que lo vinculaba con el Hospital, con los Laboratorios y con su familia. Yo era el 206

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grano en el zapato que debió dar al traste con sus planes, con lo cual debió de conocer mi existencia no hacía demasiado tiempo. ¡Cuándo! Temía que después de que yo conociera a Maca, probablemente me investigó mientras tejía su tela de araña para ella. Me atrevía a aventurar que cuando supo quién era yo lanzó su primer zarpazo y aunque no conseguí demostrar que aquella moto náutica de Cádiz era de su propiedad, no podía ser coincidencia aquel atentado. Debajo de todos aquellos datos, o por encima de ellos, había un objetivo, el motivo principal de su actuación. Pero qué era no lograba averiguarlo y me desesperaba no haberlo encontrado aún. Esa mañana en mi despacho seguía concretando planes. - ¿Carla? Reserve para el próximo martes un billete a Amberes para Irene Cruz Rey, DNI 75106957-L . Reserve habitación para tres días y por favor, disponga de un coche particular a su servicio. - En seguida. ¿En primera? - Me da igual, para el lunes. - Bien. Nada más colgar llamé a Marcos, hacía unos días que estaba trabajando en los contactos de Fernando en Brasil, necesitaba saber qué había averiguado. Una vez en el despacho por la tarde, fuera de su horario de trabajo, terminábamos de concretar algunos datos. - ¿Con un banco? - Si. Al parecer un directivo del Banco Central de Brasil es socio mayoritario del despacho de abogados. - ¿Qué otros negocios tiene ese directivo? - Pues, me temo que tendré que darme una vuelta por allí. - Si, parece que tendremos que seguir su rastro por donde ha pasado. Yo iré el próximo lunes a Amberes. Allí nació todo y me gustaría ver qué puedo averiguar sobre sus amistades y contactos en la ciudad. - Deberíamos ir juntos por seguridad. - Exacto, por seguridad tú irás solo a Brasil y yo a Amberes. - No estoy de acuerdo Esther. ¿Y si lo encuentras?

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- Si lo encuentro nuestros problemas habrán acabado. - Espero que no hagas ninguna locura. - No la haré ¿Crees que me lo va a poner fácil? - Por favor, déjame acompañarte, sabes que juntos podemos llegar más lejos. - No insistas. Necesito saber todas las rutinas de ese directivo en Brasil. Yo sólo voy a hacer algo similar en Amberes. Trataré de pasar desapercibida. Todavía no sabemos cuál puede ser su guarida pero ya he apostado y veremos como acaba la partida. - Ten cuidado ¡vale!, no hemos pensado qué haremos si lo localizamos. - Yo sí. - ¿Y no vas a decírmelo? - Debes imaginar que no me he vuelto una asesina. - Sé que no eres una asesina, pero temo que te enfrentes a él y que arriesgues demasiado. - ¡Vaya! Parece que crees que me conoces muy bien- incliné mi cuerpo hacia adelante para apoyarme en la mesa y levantarme- Me alegro que pienses así…- dije dándole la espalda y mirando a través de la ventana del despacho-… ¿Arriesgar?...- me susurré pensativa. - ¡Esther! Por encima de todo estás tú. No tenemos prisa en encontrarlo y sabes que más tarde o más temprano daremos con él. - ¿Y si se nos adelanta? ¿Y si no está tan lejos como creemos?... ¿Crees de veras que no estoy arriesgando ya?- me volví para decirle esto último, con las manos en la espalda y apoyada en el borde de la propia ventana. - De alguna forma nos arriesgamos todos, pero… no lo hagas tú más que nadie…contestaba Marcos, inclinado sobre su asiento con uno de sus antebrazos en la mesa de mi escritorio. - No te engañes Marcos… arriesgo más que nadie… es a mí a quien siempre ha buscado y no pienso que ya se haya olvidado del tema… - Tiene muchos delitos pendientes en España, no se atreverá a volver al país. - Tiene amigos muy poderosos… no sabemos cuánto… no podemos dar eso por hecho.

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- No se pueden borrar archivos policiales… - Si… puede que tengas razón… pero… no pensemos en la mejor de las opciones, partamos siempre de la peor de las hipótesis, sólo así podremos tener una oportunidad para sorprenderlo… A los dos meses encontré la casa perfecta, o sea, la que podía pagar yo con mi sueldo y no la que Sonia se empeñaba en meterme por los ojos. No le puse muchos muebles, sólo los imprescindibles para mí. Tampoco es que pasara mucho tiempo en ella y no me dio tiempo a terminar de decorarla. Cuando Sonia supo que ya tenía una casa empezó a tratar de conquistar su tiempo perdido conmigo. De vez en cuando se pasaba por allí para sugerirme algún decorador o tal o cual mueble. Un sábado de buena mañana, y mientras dormitaba como un gato entre las mantas de mi cama, sonó el timbre de casa. Cuando abrí la puerta un señor, con pinta, traje y camión de transportista, dijo que había un envío para mí. Aún medio adormilada me limité a firmar aquella especie de recibo que puso ante mis manos. Imaginé que podía ser algún mueble que compré y olvidé. - Si no le importa necesitamos que abra todas las puertas de casa y nos diga donde lo vamos a montar. - ¿Donde van a montar qué? - A ver… ¿Usted es Esther De Robles Hidalgo? - No. Soy Esther García Arias. Ha debido de haber un error – aseguré y ya Iba a cerrar la puerta cuando aquel hombre me interrumpió de nuevo. - Da igual, este paquete también es para usted… Esther García Arias. - ¿Le importaría aclararme de qué estamos hablando?- dije ya más despierta y con peor humor. - Hablamos de un piano. - ¿Un piano?- Pregunté sorprendida. - Sí. Un piano, apartado para usted. - Ha debido de haber un error, yo no he apartado ningún piano.

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- No hay ningún error. Me dijeron que trajera y montara este piano y he traído y voy a montar este piano. Si lo quiere bien y si no se lo dejo aquí en el jardín, me da igual, no voy a perder mi empleo por esto. - Está bien. Pase y le diré dónde montarlo. - Muy bien. A las 12 vendrá alguien para afinarlo. - ¡Estupendo! ¡Van a seguir molestándome!... Ja, ja… Acompáñeme, será mejor que acabemos cuanto antes. Dirigí a aquel señor hacia el salón. Abrí las dos alas de la puerta de entrada y dije que podía montarlo allí. - ¡Oiga!. A ver, perdone… prefiere alguna esquina en particular o en el centro de la sala… es que como está todo vacío. - Póngalo dónde más rabia le dé. Va a seguir vacío algún tiempo más. - Vale. Acto seguido salió y mientras arriba yo me duchaba y me vestía informalmente aquellos operarios estuvieron trabajando en el salón. Había puesto la cafetera y tomaba ya un sorbo de mi café cuando me llamaron porque habían terminado. Salí a la puerta de entrada para acompañarles y despedirles. - ¿Ya han pagado este encargo? - No, pasaremos la factura esta tarde a quien lo encargó. - Bien. ¿Puede decirle algo a esa persona? - Bueno, si no es muy complicado. - No. No se preocupe. Dígale que hay muchas cosas que no se compran con dinero y que me hubiese hecho ilusión haberlo podido elegir yo. - Está bien, pero si sabe quien se lo regaló podría decírselo usted. - Hasta el lunes en el trabajo no tengo que ver a esa persona. - Muy bien. Buenas días. No le digo que espero que le guste porque ha quedado claro que no. Ustedes los ricos son gente muy rara.

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- Ya lo creo. Somos insoportables. Aquel hombre se marchó cabeceando en sentido negativo y diría que maldijo en italiano. Por primera vez sonreí aquella mañana. Una vez se hubieron marchado los montadores, me acerqué al salón pensando en lo sucio que habrían dejado el suelo, pero interrumpí lentamente mi caminar hasta que desde la entrada pude ver aquel objeto aparecer ante mis ojos como un gigante que emerge de la nada y con su sola presencia impresiona llenándolo todo. Era sencillo, de los más pequeños de cola, pero tan brillante como recordaba. Todo el salón fue invadido por su olor. Aquel espacio grande, vacío y oscuro pareció llenarse simplemente con él. Sentí iluminada y viva mi casa en ese instante. En un rincón de aquella vacía y enorme estancia estaba aquella joya para mí. Estaba en el lugar perfecto para que no se dañase la pintura ni la caja de resonancia, como si quien allí lo llevo, conociese lo delicado de su estructura. Recordé mi primer día de clase. Iba de la mano de mi padre. Tendría aproximadamente 8 años. Recordé perfectamente cada rincón, de aquel aula, que era, la casa de mi profesora. Recordé lo difíciles que eran las clases de solfeo y lo ridícula que me sentía leyendo algunas partituras. Me moría de las ganas de sentarme frente al piano y poder tocarlo. Pero aquello no llegaría hasta mucho tiempo después. El tercer año empezábamos a tocar y aunque en clase había niños y niñas más pequeños que yo, con un extraordinario sentido del ritmo, no dejé de emocionarme el primer día que puse mis manos sobre aquel teclado, siendo consciente en ese instante de lo que era llorar de felicidad. Ochenta y ocho teclas; cincuenta y dos blancas, treinta y seis negras. Tres cuerdas por tecla y tres pedales. Un arpa precioso en su interior. Casi sin darme cuenta me había acercado para acariciarlo. Paseaba mis ojos y mis manos con la delicadeza de saber que, aquel instrumento, me encantaba. Siete notas, cada una diferente en el pentagrama y más posibilidades de expresar un sentimiento que las palabras que se forman con las letras del abecedario. No había para mi mejor discurso que el que sale de un piano. Ninguna palabra es capaz de sustituir a ninguno de sus sonidos. Tuve la tentación de sentarme a tocarlo pero no estaba afinado y preferí esperar. El lunes devolvería aquel regalo pero durante ese fin de semana mis manos pasarían del teclado de mi portátil al teclado de aquel piano. Mientras que vino el experto afinador, me dediqué a bajarme alguna partitura de Internet. Al final conseguí la que buscaba, me la descargué y la imprimí en el despacho. Tuve la tentación de querer recordar la última vez que había tocado el piano y tuve que sacudirme ese recuerdo para volver a intentarlo, comprobando cuánto de torpes se habían vuelto mis manos.

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Cuando aquel experto se marchó, a solas y con el único eco de las paredes de aquel salón, me volví a atrever a darle cuerda al corazón, a sacarlo de su encierro y al volver a sentir. Nadie alrededor amenazaba su fragilidad, ahora podría latir cuanto quisiera, sin freno alguno, sin miedo, libre. Como una veleta giró hasta ponerse en dirección al viento de aquella melodía y por unos minutos conseguí hacerlo volar. Por un instante volví a desear que me quisiera y aquel sueño simplemente existía y esperaba. Y así voló mi imaginación, al único paraíso que conocí, como la cometa que a lo único que aspira es a volar necesitando sólo... el pequeño soplo del deseo. CAPÍTULO 45: Las nuevas rutinas. El lunes llegó y a las mismas ocho la esperaba en la puerta de su despacho. - Por si lo sabes he devuelto tu piano. No quiero que me regales nada. - ¡Buenos días Esther! Me encanta que seas tan madrugadora. No sé de qué regalo me hablas pero si tengo que regalarte un piano para que me lo reproches y seas puntual, mandaré que todos los días te manden uno- decía mientras soltaba su abrigo en el perchero, colocaba su bolso en el escritorio, sacaba su funda de gatas y tomaba asiento. - … ¿No es un regalo tuyo? - dije aún de pié. - Pues no. ¿Quieres que te regale uno? –contestaba ordenando su escritorio. - No Sonia. No quiero que me regales ninguno,… ya tengo uno. - Pues… muy bien. ¿Algo más?- replicó colocándose las gafas y mirándome mientras abría la tapa de su portátil. - Nada más- dije girándome y pensando quién me haría un regalo así. - Que tengas un buen día hija. - ¡No me llames hija! –repliqué girándome hacia ella. - Como quieras Esther, te llamaré como tú quieras pero ahora tengo una llamada que hacer. ¿Me permites? –me contestó mientras me sonreía. - ¡Claro! ¡Faltaría más! ¿Acaso piensas que no tengo cosas que hacer? - Ni siquiera lo dudo. Lamentaría robarte un segundo más de tu tiempo. - Pues que tengas un buen día- dije saliendo ya por la puerta.

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- Espero que el tuyo sea mejor ¿Puedo desearte eso al menos? Te advierto que hay empleados que no son mis hijos y a los que de vez en cuando también les deseo que tengan un buen día- decía con ironía. Dos días después estaba en el despacho comprobando mil datos que Sonia me había dado sobre la empresa. En líneas generales toda aquella información mostraba un resumen del estado financiero de los Laboratorios. Había muchas preguntas que necesitaba que la propia Sonia me confirmase. Me acerqué a media tarde a su despacho con el propósito de hablar sólo de trabajo y pedirle unos días más para emitir el informe que me solicitaba. Cuando entré la encontré reclinada en su butaca y con una copa en la mano. - ¿Se puede? - Pasa, pasa… puedes entrar cuando quieras, no necesitas permiso… - Bueno… no sabía si estabas reunida y no quería molestarte… es por un asunto del trabajo. - Tú dirás. - ¿Qué tomas? - Brandy. - ¡Brandy!... ¿Crees que yo lo soportaría? - Depende. - ¿Puedo? - ¡Claro! - Y… ¿De qué depende? - De si lo que pretendes olvidar es más fuerte o no que el brandy. - Ah… pues… voy a comprobarlo… Uff… fuerte… muy fuerte…- dije tras el primer sorbo. - ¿Sigues recordando lo que pretendías olvidar? - Si… es mucho más fuerte que este brandy… - Entonces es que nunca lo vas a olvidar… Llevo toda la vida bebiendo este mismo brandy y no consigo olvidar nada. 213

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- ¿Sería muy indiscreto preguntar qué es eso que pretendes olvidar? - No… No lo sería… -dijo con un tono apagado. Me miró entonces. Volvió a mirar su copa, la dejó sobre la mesa y se irguió sobre su asiento. Se acercó al ventanal y tomó algo de aire. - No quiero que te ocurra lo mismo que a mí. - ¿A qué te refieres? - Me ha costado comprender dónde está tu felicidad pero ahora que ya lo sé, necesito saber qué no harás igual que yo. - ¿De qué me estás hablando? - Te hablo de esa doctora. - Esa doctora tiene un nombre, se llama Maca. - ¿Y bien? - ¿Y bien qué? - ¿La vas a dejar escapar o vas a hacer algo por recuperarla? - Yo no he dejado escapar a nadie- dije dando un largo sorbo a mi copa. - Pues yo creo que sí. Yo dejé escapar un día a Manuel, creyendo que mi lugar estaba con mi marido y mi empresa… y me equivoqué. - Fue ella la que se marchó. Necesitaba aclararse… Tal vez… distanciarse de todo… Imagino que está recuperando su vida – dije acercándome a aquel ventanal. - ¿Porqué no la buscas? – contestó mirando aún el horizonte. - ¿Para ofrecerle qué?... ¿Un pasado que desea olvidar?... ¿Quieres que la convenza para vivir en esta pecera en que se ha convertido mi vida?... Merece la libertad de elegir y vivir donde quiera… parando en las playas que desee… - ¿Sabe ella que la quieres?

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- Creo que si… pero lo que importa es lo que ella “quiere” -dije mirando el fondo de mi copa. Aquel brandy tenía el color de sus ojos y ese simple color también me hablaba de ella, se empeñaba todo en que no la olvidara -pensé y suspiré, lánguida y algo nostálgica. - Auto-compadecerte sólo te hará daño. Tu vida continúa. Déjame estar a tu lado. - Ya lo estás- dije girándome y dejando la copa sobre el botellero- Tanta emoción por tu parte me está sobrecogiendo –respondí irónica y demasiado ácida con el propósito de cortar aquella conversación. - Somos demasiado parecidas, …no sólo físicamente, por lo que veo –respondió algo apesadumbrada por mi respuesta. - Sí, tienes razón. A las dos nos gusta mirar el horizonte a través de la ventana. El pequeño apartamento que tenía en Madrid, me ofrecía un maravilloso amanecer. Recuerdo que tomaba el café por las mañanas mirando el lugar que más libre me hacía sentir. Supongo que tú miras por el mismo motivo que lo hacía yo. - ¿Ya no lo haces? - No. Ya no. Ya no tengo la esperanza que antes tenía o… no quiero acordarme de ella, me duele hacerla crecer. Eso también ha cambiado. ¿Para qué perder el tiempo? Ahora sólo tengo mucho trabajo por delante- dije girándome para salir de aquel despacho. - Sólo quiero que seas feliz- dijo mientras continuaba mirando por la ventana- Comprendo lo que me dices. Yo me equivoqué renunciando en el pasado y cuando creía que podía arreglarlo ya era demasiado tarde. Si estuviera en tu lugar no sé si actuaría como tú. Tal vez no es la persona adecuada y por eso actúas de esta forma- dijo ahora sí mirándome y buscando mi reacción. - Es la persona adecuada. Y aunque sea lejos, muy lejos de mí, yo sólo quiero verla felizcontinué con el pomo de la puerta en mis manos dispuesta a marcharme irritada por su manera de verlo todo. - Al fin y al cabo es tu vida- seguía diciendo sin mirarme y con un tono algo apagado. - Ja, ja… ¿Sí?… ¿Mi vida?… ¿Cuál de ellas?... ¿La vida con mis padres adoptivos? ¿La que yo elegí y vosotros manipulasteis?... ¿O esta que me ofreces ahora? - Eres una persona inteligente. Puedes pasarte la vida reprochándome estar o no haber estado en tu vida. O puedes actuar tomando tus propias decisiones. Elige lo que hacer y ¡hazlo!. Yo ya no te oculto nada. Lo sabes todo. - Aún no sé cuánto le pagasteis a Ángela para que fuese mi amiga. 215

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- Deja de decir sandeces- se giró irritada y dejó su copa sobre su escritorio. Contactamos con ella en la academia. Cuando os dieron el primer destino devolvió todos y cada uno de los cheques que le hacíamos llegar. En realidad nos mandó a la mierda ¡Creo que esas fueron sus palabras textuales!. Creo que no he conocido a nadie tan soez pero lamenté no haberla podido proteger mejor. No imaginamos que trataría de contactar con Maca y que eso la dejara sin protección ante Fernando- continuó mientras ya había tomado asiento. - A sí que lo lamentas… - ¡Sí!... ¡Lo lamento! ¡Aunque no me creas! ¡Lamento no ser omnipotente, lamento ser humana y equivocarme! ¡Júzgame cuantas veces te plazca y cúlpame de todo lo que no es perfecto en tu vida! Pero te advierto algo… todo eso no va a servirte de nada… porque entonces si habrás dejado que todo se te escape de las manos…- dijo más - Y ahora es cuando tengo que creerte. - O no. ¡Elige! Ahora lo sabes todo. Nada en el mundo me haría más feliz que saber que tú lo eres. Toda mi vida he peleado por mis sueños y aún así me equivoqué. Elijas lo que elijas debes saber que te puedes estar equivocando, pero lo racional es decidir. Nadie puede suplir tu instinto. No voy a convencerte de que trabajes conmigo o que sigas con tu trabajo. No voy a interferir en a quién quieres o en a quién no. Sólo quiero que sepas que estoy aquí. Pertenezco a tu vida te guste o no. Todo esto que yo tengo es para ti. Me jubilaré pronto y el destino de todo esto dejará de importarme totalmente. Si me quieres cerca o me quieres lejos de ti también deberás elegirlo. Yo tomé una decisión y me equivoqué… ahora sólo intento no perder el resto de mi vida sin ti y sé que me arriesgo a no conseguirlo nunca, pero… necesitaba decirte que siempre te he querido y que nunca dejé de velar por ti… lamento que no pudiésemos estar juntas… pero… me encargué que te quisieran como debían y que cuidaran de ti para que nunca estuvieses sola… jamás lo permití y ahora… no quisiera que tú por decisión propia lo estuvieras… no puedes evitar que te quiera… nada de lo que hagas conseguirá que deje de hacerlo… no pretendo nada… sólo que seas feliz y que sepas la verdad… La miré y no contesté. Salí de aquel despacho realmente irritada, con muchas preguntas sin contestar sobre mi trabajo pero con algunas respuestas sobre mi vida. Después de pensar en ello y después de comprender un poco más aquel comportamiento de Sonia conmigo… decidí. CAPÍTULO 46: Antiguos defectos. Habían pasado unas semanas desde aquella conversación con Sonia y aquella mañana casi me había dormido, salí pitando de la cama, me duché, me vestí y salí sin desayunar directa al trabajo. Cuando llegué a los Laboratorios tuve que soportar alguna cara de “mira quién llega tarde… la hija… ya le vale”… Un poco avergonzada me encerré en el despacho y nada

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más entrar me sobresaltó el teléfono. Era Sonia y quería hablar conmigo, por su voz, supe que no iba a ser una conversación familiar. Llegué a su despacho y cuando estuve frente a ella, retiró sus gafas y como con cualquier otro empleado me dictó las órdenes del día. - En ese dossier encontrarás los balances del último trimestre. Revísalos, quiero un informe para pasado mañana. Si tienes cualquier duda hablas con Javier, él te aclarará lo que necesites saber y por cierto –continuó poniéndose de nuevo sus gafas y leyendo los documentos que manejaba- si vuelves a llegar tarde mañana el resto de la oficina estaría en su derecho de llegar tarde y yo no hay cosa que más deteste que la falta de puntualidad. - No te garantizo cuándo volveré a llegar tarde pero sí que sepas lo que yo también detesto. Detesto que no me miren a la cara cuando me hablan. Intentaré tener tu informe antes de lo que esperas, no quiero dejar de lado el informe en el que ya trabajaba. Levantó su cara, volvió a quitarse las gafas y mirándome a la cara esta vez contestó. - Me parece bien. - Perfecto entonces. ¿Algo más? - Nada más. - Bien. Cuando me disponía a salir del despacho volvió a decirme. - El viernes a las dos y media, Javier, tú y yo comemos en La Romana. - Pues no sé si podré –dije girándome hacia ella. - Podrás. Estoy segura –contestó mirando la pantalla de su portátil. Intenté no resoplar y que no se apreciase mi mal humor así que lo camuflé con mi silencio. Cuando volví a mi despacho me encontré a Javier sentado enfrente de mi silla, reía bastante para ser un hombre tan aparentemente serio. - ¿Qué tal?- dijo. - ¿Contesto lo correcto o lo que pienso?-dije tomando asiento.

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- En este despacho lo que piensas. Fuera lo correcto. - Pues te diré que de puta madre. - Ja, ja, ja… ¿Así que os vais conociendo? - Podré con ella, he tenido jefes peores. - ¿Te ha dicho dónde vamos a comer? - Si. En la Romana ¿Por qué? - Por casualidad allí estará Hector Jara, responsable de la entidad financiera con la que firmamos el crédito del último proyecto. - ¿Y? - Tu madre me ha contado de tus habilidades para interpretar lo que no se dice. Será importante conocer tu impresión. - ¡Ah! ¡Vaya! ¿Tendré también que hacer un informe de la dichosa impresión? - No. Será suficiente con que la comentes a los postres, aunque un informe no estaría mal. - Estupendo, me encanta trabajar y comer al mismo tiempo. - Igual consigues que olvide que has llegado tarde- dijo mientras se levantaba y se dirigía a la puerta. - ¿Qué pasa, soy la única en llegar tarde? - ¿En los últimos veinticinco años?... Sí… eres la única que aún conserva el puesto. Salió, me guiñó un ojo y añadió… Por cierto, si tienes alguna duda con los balances… ya sabes… - Gracias. Ya sé. Que tengas un buen día- dije con mi mejor sonrisa. - Tú también- dijo también casi imitándome y cerrando la puerta de mi despacho. ¡Genial! Y esto sólo por llegar tarde… Igual si aparco mal directamente me crucifican… y encima esto de los balances… ¡Estupendo! El día pinta que va a ser todo un éxito- Pensé fugazmente.

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Pulsé el botón de llamada de secretariado. - ¿Carla? - ¿Si? - ¿Puede venir a mi despacho? - Enseguida. Una vez llegó cerró la puerta tras de sí. Traía varios informes y pasamos a repasar uno a uno. - Necesito una pequeña cámara para grabar a una persona con la que voy a entrevistarme. - ¿La conoce esa persona? - No. - Podríamos usar unas gafas con cámara oculta que solemos utilizar en el servicio nacional. - Estaré acompañada de otras personas que sí me conocen y saben que no las uso, prefiero algo más discreto, quisiera evitar todo tipo de suspicacias. - Bien. Un broche puede ocultar bajo uno de sus cristales una pequeña lente. - Prepárelo con urgencia, es para este viernes. - Está bien. ¿Algo más? - Nada más. Empecemos con los informes que trae hoy. - ¿Empezamos por Miocard? - ¿Algo interesante? - Nada. Todo apunta a que nuestras sospechas son ciertas. Suponía una buena fuente de ingresos para los Laboratorios. Sólo faltaba el visto bueno del Ministerio. - ¿Alguien allí? - No, los protocolos de sanidad son muy estrictos. No parece que hubiese ningún contacto previo aunque mantenemos la vigilancia a uno de los socios del despacho por su relación con el Consejero de Sanidad. 219

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- Sigua por ahí, el Miocard era extremadamente necesario para algo… hasta que no sepamos para qué es ese algo no podemos desechar nada. - ¿De Sudáfrica algo nuevo? - Un par de viajes, los dos con el mismo alojamiento, Luanda, Angola. Permaneció dos días en el hotel próximo a la guardia costera. - Bien, me hago cargo de esa investigación, céntrese en el Ministerio. Marcos está con los datos de Brasil, nos queda ver todavía su contacto en Italia. Seguimos reunidas un par de horas más hasta que mi estómago empezó a rugir. - Creo que está necesitando un café- dijo cortésmente Carla. - Ja, ja… sí, será lo mejor ¿Ha desayunado? - Aún no. - Pues si le apetece la invito. - ¡Claro! Pero el café de esta cafetería es regular. Hay una cafetería cerca de aquí que lo hace mucho mejor. - Pues fantástico, ni cien palabras más. Salimos de aquel despacho y cuando íbamos a tomar el ascensor nos cruzamos con Javier. - Quisiera hablar contigo un momento- me dijo mirando algo distante a Carla. - Voy a tomar un café ¿Es urgente? - Si. Mucho. Me giré hacia Carla. - Tendremos que dejar la invitación para otro día, lo siento. - Sin problema. Otro día. No importa. - De acuerdo. Pues nos vemos en un rato. - Muy bien- dijo mirando a Javier y marchándose.

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Cuando Javier y yo estuvimos a solas seguí sus pasos hacia su despacho. - Pues tú dirás- me senté mientras él hacía lo mismo en su butaca. - ¿Quién es esa chica? - Mi secretaria. - Despídela. - Ja, ja… ¿y eso? - No lo sé, no me gusta… - ¿No la ves guapa? - Si… muy guapa… y tú debes de parecérselo a ella también… - ¿De qué me estás hablando? - Ayer, cuando volvía al despacho la vi mirándote… - ¿Mirándome a mí? - Exacto… - ¿Y por eso tengo que despedirla? - Hay algo en ella que me genera cierta inquietud… - ¿Sus ojos? - ¿Insinúas algo? - ¿Yo? - Mira a mi esa joven me da exactamente igual… no tiene la mitad del atractivo de… Había levantado mi ceja y sonreía mientras casi estuvo a punto de caer en la trampa por bajar la guardia con aquella insinuación. - Ja, ja… ¿de quién? - No me escurras el bulto… -dijo sonriéndose y cruzando sus manos sobre el escritorio. 221

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- No te escurro nada. No voy a despedir a Carla. No hay más que hablar y menos por un motivo tan peregrino como el que insinúas… - Bueno, dejemos este tema… Sobre lo que me comentaste ayer, estoy comprobando una serie de datos… pero sí, tienes razón, nuestro fondo de maniobra es mayor que el de nuestros competidores… - Quiero invertir el exceso… - ¿Cómo el exceso? - Vamos a endeudarnos. - ¿De qué estás hablando? - De algo importante pero que quiero hablar con más detalle con Sonia. En esto tenemos que estar todos de acuerdo. - El banco nos pide liquidez, endeudarnos no nos ayudará a obtener crédito para los proyectos… - Javier, todo a su tiempo… Sonia necesita crédito, tú te encargas de obtenerlo, yo necesito información y Carla… se encarga de obtenerla… - Te veo muy segura… - Es sólo fachada… todo esto me preocupa tanto como a ti… CAPÍTULO 47: Antiguos defectos. Aquel jueves un poco más temprano de lo habitual me acercaba al cementerio. No sabía si llevar flores frescas cada mes sería buena idea pero Ángela me había dado mucho y necesitaba reencontrarme con ella de alguna forma. Busqué su lápida y encontré un oscuro granito grisáceo con su nombre tallado y una aciaga fecha debajo. Odié como nunca al responsable de su muerte, y si supiera qué parte de mi cuerpo se asemejaba al suyo la cortaría de inmediato. Apenas dos lágrimas me recordaron que estaba allí por ella, por Ángela, del responsable de su muerte ya me acordaba cada día, y todo, o casi todo, de lo que hacía era para atraparlo. El presente me recordaba su ausencia y volví al tiempo en que necesitada de un consejo y allí siempre la encontraba, infundiéndome un ánimo que a veces yo creía inexistente. Muchas personas giraban ahora a mí alrededor, pero seguía sintiéndome sola. Echaba de menos su manera de trivializarlo todo, echaba de menos su manera alocada de vivir la vida, echaba de menos sus constantes bromas, su manera de cocinar en dos minutos, su sexto sentido para adivinarme siempre el pensamiento, sus abrazos, su amistad. 222

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La tensión en mi brazo me recordó que aún sostenía las flores que había comprado para ella, entonces reparé en el pequeño jarrón que había anclado en la propia lápida. Había unos ramos de margaritas blancas, casi semisecas. Las retiré y coloqué las rosas amarillas que le gustaban. Me quedé observando y me surgió la duda sobre quién le habría traído aquellas flores. Hacía años que había muerto y sin embargo, aunque sencillas, esas flores estaban allí. Su familia no era de Madrid y de la decena de tipos que había visto con ella, ninguno parecía haber sido muy habitual. Después de colocar las flores me giré para ver cómo habían quedado sobre el jarrón. La pequeña fotografía que había en la lápida no hacía justicia a su sonrisa, pero reconocí esa mirada tranquila que, a pesar de todo tenía. Volví a echarla de menos y no sé a dónde escondí el abrazo que necesitaba darle ni cómo me tragué todas mis lágrimas. Respiré hondo y me dispuse a abandonar el cementerio. A la salida pude ver a un operario que vigilaba la entrada y me acerqué a preguntarle dónde podía dejar aquellas flores secas. - Puede dejármelas señora. Me encargaré de llevarlas al contenedor de limpieza. Alargué mi mano y aquel señor las tomó. Recién hubo realizado aquel gesto volvió a latirme la duda sobre quién las trajo, sentí una minúscula sensación de volver a perder y sin pensarlo aquellas flores me arrancaron las palabras que pronuncié. - ¿Trabaja usted a diario en este cementerio? - Eh… si señora. - Quisiera saber quién las trajo. - Aquí entran cientos de personas al día, imposible averiguar algo así. Tendría usted que pasar todo el día frente a esa tumba. - Yo no tengo tiempo para eso, pero estoy dispuesta a pagar el dinero que haga falta para que alguien me diga quién las trae- dije mirando aún aquel ramo. Cuando levanté la vista aquel hombre me miraba un poco extrañado. - Soy policía. Inspectora Esther García- mentí. Este dato forma parte de una investigación. Pero al margen de ello, es cierto que le pagaré lo suficiente por dicha información. - Bueno… no sé qué podría hacer para averiguar eso que quiere… - Le dejo mi teléfono aquí anotado y el nombre de la persona a quien le traen las flores y su ubicación. En cuanto que sepa algo recibirá el sueldo de medio año por esa llamada, llámeme de inmediato sea la hora que sea.

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Aquel señor quedó un tanto perplejo y yo me limité a marcharme, si no recibía su llamada en aquella o la siguiente semana, tendría que solicitar a alguna agencia de detectives aquel servicio. Al fin y al cabo, para qué si no servía el dinero del que ahora disponía. Pensé en algún familiar que residiese allí pero no recordaba que Ángela me hubiese hablado de ninguno, en realidad apenas me hablaba de sus padres o de su hermana con la que se llevaba mal y que ni siquiera asistió a su funeral. Subí a mi coche intentando no pensar en demasiadas hipótesis pero muy convencida de averiguar quién era la persona de las margaritas blancas. Una vez en el despacho y después de intentar con San Google encontrar algunos datos que buscaba para mí, me dediqué a repasar cada cuenta que aparecía en aquellos balances que tenía al frente, pero si no comparaba resultados con balances anteriores la información obtenida no daría mucho juego para mi informe. Me acerqué al despacho de Javier, tenía que consultarle algunas dudas al respeto y al pasar por delante de su secretaria pude ver a una señora mayor que inmediatamente y apurada pasó a anunciarme. Entré al despacho riéndome abiertamente, cuando me miró y sonrió de igual forma. - Acabo de descubrir por qué el puesto de las secretarias está a unos metros de la entrada de vuestros despachos. - Ja, ja… y bien… - No pienso decírtelo hasta que no compruebe mi teoría. - Me encantará conocer esa teoría cuando la tengas confirmada. Creo que unas risas me vendrían bien. - Igual si tuvieras vida privada también te vendría bien. - Estoy bien aquí. Tu madre necesita alguien que la ayude en todo esto- dijo apoyándose en el respaldo de su silla, jugando con su bolígrafo en las manos dirigiendo allí su mirada. - … ¿Y sabe mi madre qué es lo que necesitas tú? De inmediato recompuso su postura y me dedicó su azulada mirada. - … Así que ya es tu madre… - No me cambies de tema… hablamos de ti y no de ella… - …. – giró su cabeza hacia la ventana del despacho y pareció dolerle lo que pensaba.

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- No hace falta que contestes. Sólo venía a comentarte esto- me apresuré a decir cambiando de conversación y entregándole un balance cuyos datos me daban algo que pensar. Cambiamos pareceres y me volví al despacho con la agradable sensación de saber algo más de contabilidad y algo más del negocio. Ya en el despacho pensaba –Vaya, vaya… así que toda tu lealtad tiene otro nombre… Javier, Javier… me pregunto si Sonia está al tanto de esto… aunque no… no lo estará… sabe a qué hora llega todo el mundo a su oficina y no tiene ni idea de lo que los demás piensan de ella-. Después de intentar no hacer ninguna similitud entre Sonia y yo recordé que tenía que llamar a alguien, salí del despacho para encontrar un lugar más discreto y alejado de los oídos de aquella oficina, subí a la terraza de los laboratorios. - Hola, buenas días ¿Desayudado y listo? - Pues no. Medio dormido aún. - ¿Qué sabes de nuestra amiga? - Que es muy ahorradora. - ¡Ah!... O sea… no confía en seguir mucho tiempo a nómina… - Ja, ja… si… pero no creo que seas tú quien le paga tan bien… - No, no soy yo… con suerte la próxima nómina se la llevo a la cárcel… - ¡Contrólate! - Lo hago ¡No sabes cuánto! Me desespera no haber tenido ya ningún contacto… es solo eso. - ¿Cuándo es la comida? - Mañana. - ¿Lo tienes todo listo? - No. No he podido colarle el micrófono, pero tengo mi propia cámara. - ¿Has pensado algo?

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- Pues, tendré que hacerle una visita personal… es lo que quiere… lo que le han ordenado… ¿no?... - ¿Cuándo le dirás con quién te entrevistarás? - Mañana, minutos antes de comer… tenlo todo preparado… no creo que tarde mucho en ponerlo al tanto… - No te preocupes, llego esta tarde y mañana a primera hora estamos con el operativo en marcha… - ¿Aceptará la grabación el juez? - Sin lugar a dudas, esta prueba reabrirá el caso. - Con suerte además nos lo sitúa en el mapa. - Demasiado fácil… - Si… demasiado… ¿A qué hora llegas? - A las 22:30h ¿por? - ¿Te esperan? - No. Está de exámenes. - Pues entonces te recojo yo ¿Te habrás acordado de mí café? - Si, el mismísimo Valdés me lo ha traído al hotel. - Fenómeno. Nos vemos esta noche. - Hasta luego. Ten cuidado. - Si. Lo haré. Adiós. - Adiós. Tendría que elegir un buen momento para no quedar al descubierto, tendría que ser todo natural para resultar creíble. Era la hora casi del desayuno, tenía que volver al despacho y continuar actuando. Al pasar por la mesa de Carla la requerí en el despacho. - ¿Tienes la cámara? 226

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- No, aun no, intentaré conseguirla para esta tarde pero probablemente hasta mañana no pueda traerla. - ¡Vaya!... no esperaba este contratiempo… ¿De lo demás tenemos algo?... tengo la sensación de dar vueltas y vueltas sobre el mismo punto y de que no avanzamos mucho… no sé si buscamos en el lugar adecuado… - Podría ser conveniente cambiar el giro de la investigación…-dijo mirándome directamente a la cara con bastante aplomo y convicción. - ¿Tú crees?... ¡perdona!... usted lo cree… - Si lo creo y… perdonada por el tuteo, podría incluso ser conveniente que las dos lo usáramos… - Bueno… estoy de acuerdo… para celebrarlo un buen desayuno podría ser buena idea – dije con la sonrisa del gato frente al ratón. - Pues si… salvo que Javier no vuelva a estar de acuerdo… -contestó levantándose de su sillón para dirigirse a la puerta del despacho. - Ja, ja… tú sabrás qué le has hecho... o… lo qué le has dejado de hacer… -dije poniéndome a su altura e invitándola a salir. - … No es mi tipo –susurró para que nadie pudiese oírla y demasiado cerca para mi gusto. - Pues es un hombre bastante atractivo… -dije esperando su reacción. - Eh… si… si… pero…. - Bueno… dejémoslo… no es tu tipo… - No… no lo es… ¿vamos a otra cafetería? - Sí… tengo ganas de probar ese café que comentaste… - ¿En mi coche o en el tuyo? - Mejor en el tuyo, tengo que hacer una llamada… - Bien, de acuerdo… Subimos al coche y me dejé guiar. Abrí mi bolso para coger el móvil.

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- ¡Vaya por dios! - ¿Qué pasa? - No te rías pero me he quedado sin batería… - Vale. No me rio. Si abres mi bolso puedes coger el mío, yo pago la llamada y tú el desayuno si te parece. - Muy bien, fantástico… pero tendrá que ser fantástico desayuno para compensar… es urgente que llame… - Todo tuyo… - Gracias… -a continuación pasé a llamar a una empresa de sonido- Hola buenos días quisiera hablar con Emilio Rey… ¿no está?... está bien… si… por favor dígale que Esther García Arias espera su llamada… si… ah, un momento perdone… en la próxima hora me encontrará disponible en este número… bien… gracias… Adiós –me giré de nuevo y le agradecí el gesto a Carla. Ya en la cafetería su teléfono comenzó de nuevo a sonar, era la llamada que esperaba y salí un momento de la cafetería buscando un lugar menos ruidoso para continuar con mi conversación y con mis planes. CAPÍTULO 48: Antiguos amores. Entre informe e informe casi no me di cuenta de cómo había pasado el tiempo, ya era la hora de comer. Apagué el portátil y salí corriendo al aparcamiento cargada con un dossier de distintos balances cuando encontré a Sonia y Javier hablando cerca de mi coche. Hacían buena pareja pero ese asunto no era de mi competencia y era totalmente reservado. Me acercaba a ellos cuando Sonia giró su rostro y al saludarme miró tras de mí. - Bien, Javier y yo nos vamos para allá, nos vemos allí en 45 minutos –dijo. - Bueno, podemos ir los tres en mi coche –contesté sorprendida de que quisiera que fuésemos separados. - Yo diría que no- contestó sin sonreír con los labios pero algo sí con la mirada. Miré a Javier esperando que él pudiese aclararme algo. - Creo que te esperan- dijo sonriendo y mirando sobre mi hombro.

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Yo me volví y vi el coche de Maca girando sobre la entrada y acercarse hasta aparcarlo junto al mío. Javier y Sonia subieron a su coche. - ¡Por fin!- la oí decir. - Si –contestó Javier. Incliné mi cabeza para ver si en verdad era ella la que estaba allí. Salió mirándome sonriente. - Hola. - … Hola- dije. ¡Caramba qué sorpresa!- pensé. Imaginé que mi corazón había tenido su dosis de emoción con el recuerdo de Ángela pero allí estaba de nuevo quien lo sobresaltaba siempre. - Un poco más tarde y ya te hubieses marchado. - …Si…así es. - ¿Puedo darte dos besos? - Y tres si quieres. Nos besamos cortésmente y se me quedó mirando de arriba abajo. - ¿Alguna mancha?- dije mirándome yo también. - No. Ninguna. Estás perfecta. - Tú también estás casi perfecta- dije reaccionando y abriendo el coche para soltar el bolso, el maletín y los dichosos balances, que de mala gana tiré en el asiento. - ¿Casi?... Eso es que estoy perdiendo facultades… ¿Qué son esos papeles? - Unos balances de cuentas. - ¿Sabes contabilidad? - Bueno… pues… - No sabes. 229

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- No apuestes demasiado. - No, no lo haré, eres una caja de sorpresas -La miré y me limité a sonreír - Veo que tienes coche nuevo –prosiguió. Me volví a mirar donde ella lo hacía. - Si. Me lo cedió la empresa y quise rendirle un sentido homenaje a mi prima Mercedes. Además… me recuerda al tuyo... - ¿Aún recuerdas cosas mías?- preguntó algo sonriente. - Si. Aún me sucede varias veces al día -contesté de igual forma- Pero dicen quien sabe de esto que se me pasará. - Eso significa que te estás desenamorando de mí- dijo más seria. - Si. Podría ser. Al final va a ser posible que sólo seamos amigas. - Si… bueno… El caso es que yo… hace tiempo que quería hablar contigo… - … Ya. Verás… hoy tengo algo de prisa… no sé si… tal vez… - No, no. No te preocupes. En realidad yo sólo quería decirte… que… que… -Bajó la vista. Empezó a jugar con el borde de su chaqueta y entonces reparé en que quería decirme algo que le estaba costando un mundo. - ¿Qué ocurre Maca? ¿Es por Fernando? ¿Se ha puesto en contacto contigo?- dije un tanto alarmada. - ¿Fernando?... No, no… No tengo nada que hablar con él… Me ha costado mucho comprenderlo pero sé exactamente qué pensar de él ahora... Yo… no era de eso de lo que quería hablarte… - ¿Julia está bien? - Eh… si… si… lo está. Es que el otro día… bueno… descubrí que me estaban siguiendo… - Lo siento. No debían molestarte… Marcos y yo pensamos que era lo mejor para vuestra seguridad… debes comprender que es necesario… - Si, si… ya sé… le pedí explicaciones a ese tipo y me lo dijo todo… - No quería alarmarte… 230

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- Lo sé, yo... en realidad… tenía un poco de miedo por saber si Julia y yo estábamos suficientemente seguras… - Lo estáis. - Si… ya sé. Pero… creo que si no nos hizo daño antes… - Probablemente no os lo haga ahora -terminé aquella frase por ella- pero yo me quedo más tranquila -proseguí. - Es a ti a quien busca… -me miraba. - Sí. Así es. No tienes por qué preocuparte de nada. - ¿Y si lo hago? - Soy policía Maca. - ¿Y si a ti te pasa algo? - Bueno… es más probable que me salga una úlcera de estómago por trabajar con Sonia… ja, ja, ja. - Soñé que Fernando te disparaba. - Fue un solo un sueño. Eso no va a pasar. - ¿Y si pasa? - Bueno… si pasa… espero que tenga mala puntería… siempre ocurre en las películas… ja, ja… No le des más importancia a ese sueño. En el trabajo ¿Todo bien? - Si. Mucho lio pero normal… Yo… estoy bien, en realidad era eso de lo que quería hablarte… - Ja, ja… No tienes que hablarme de lo bien que estás… salta a la vista… ¿Y Julia? - ¿Te importaría dejar de interrumpirme y dejarme decir lo que tengo que decir? - Ups… perdona… soy toda oídos… En ese momento salió Carla del edificio y se fue aproximando hacia nuestra altura. Cuando llegó hasta nosotras se disculpó y me entregó el broche que contenía la minicámara que le había solicitado. 231

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- ¡Esther! Acaba de entrar el mensajero y tenía que entregarte esto –alargó su mano para entregarme un paquete pequeño de joyería –dijo mirando algo recelosa a Maca. - Gracias Carla. ¿Algo más? - Eh… no… suerte en esa comida… ya me contarás a tu regreso… - Si… ya te contaré qué tal me va con Héctor Jara… y ya quedaremos para analizar el vídeo… tenlo todo listo por si te necesito… - De acuerdo… si puedo ayudarte en eso… ya sabes… - Si. Lo sé. Gracias también por eso. - Bueno, no te entretengo más… disculpadme –dijo caminando unos pasos hacia atrás mirándonos alternativamente hasta que giró y se marchó. - ¿Y esta tía quién coño es? - ¡Maca! Esa boca… ¡discúlpame un momento!… -me acerqué al coche, cogí el móvil inmediatamente e hice lo previsto- ¿Marcos? Ahí la llevas… en un par de minutos hará algo… lo quiero todo… salgo ahora mismo para el restaurante… me mandas un mensaje si hay algo… bien… Ciao – colgué y me dirigí de nuevo a Maca- ¡Perdona! Era importante. Me decías… - Pues… que yo… que… en fin…que he pensado… mucho… en lo engañada que he vivido todo este tiempo… Pensaba en las malas decisiones que he tomado en mi vida… incluso pensaba que un día tendría que pedirte perdón por no haber sido totalmente sincera contigo. Después de dejar que los malos recuerdos de mi matrimonio me amargaran la vida y después de pensar mucho en el futuro de mi hija, empecé a pensar en lo que quiero… Con el paso de estos meses y separando lo importante de lo que no lo es… me di cuenta que necesitaba volver aquí. Y ahora que ya he vuelto… no puedo pensar en nada más… -… - ¿No vas a decirme nada? - … Eh… Maca… no te enfades… en realidad y sinceramente… creo que me he perdido… ¡Perdona! Es que hoy tengo mil cosas en la cabeza y… ¿podrías precisar un poco más?... - … En realidad creo que nunca he dejado de pensar en ti, pero me empeñaba en no hacerlo…

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- ¿Y por qué no te empeñas ahora en dejar de hacerlo? - Porque no quiero. - Ahhh… ya… que no quieres… ¿Has comido ya? - No. - Yo tampoco –dije rápidamente para que no siguiera pensando y sobre todo para darme tiempo a pensar a mí- Tengo una comida de negocios con Javier y con Sonia. Es muy importante. Sé que no es el mejor plan... estoy por decirte que te aburrirás como una ostra pero la comida promete ser buena y tal vez después podamos tomar un café y hablar o empezar de nuevo a hablar… y… centrarnos… eso… centrarnos y concentrarnos… ¿Qué dices? - Bien. Me encantaría… si… - Vale. Pues… sube y me explicas de nuevo qué es lo que querías decirme porque no he pillado nada… Sólo lo que de piensas en mi… de lo demás no me he enterado muy bien… dije mientras sacaba del bolso el broche de mi propia minicámara y me dirigía al asiento del conductor para ponérmelo. - ¿Tengo que repetírtelo todo? –me contestó cuando las dos estuvimos ya sentadas en el coche y mientras me miraba pelearme con aquel broche. - No, si me hicieses un resumen te lo agradecería… -dije mecánicamente cuando lo conseguí y dirigiendo mi mirada a ella- Menudo día has ido a elegir… creo que si me resumieras algo… - dije poniéndome el cinturón. - Igual puedo hacer algo mejor que un resumen… -me contestó. La miré, me situé frente a ella en mi asiento y le contesté- Pues es mejor que lo hagas ahora y no cuando esté conduciendo… Y entonces ocurrió aquello que yo apenas ya esperaba. Me besó. Cuando abrí los ojos ella me miraba sonriente. - ¿Te hago un mapa o ya te vas situando?- me dijo. - … Eh… pues… en realidad… no sé qué decir… Sólo que no podemos llegar tarde a esa comida porque es muy importante… y Sonia me mata si llego tarde… - Pues vayamos a esa comida…

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- Eh… si… si… tenemos que irnos… si… - Pues… si no arrancas lo veo complicado… - Vale, vale… ya voy… Eh… cinturón… ponte… ponte el cinturón – Dije señalando donde estaba. Me situé frente al volante, me dispuse a arrancar y a salir de aquel parking… ¿Esto ha ocurrido?- pensé- Tengo que dejar la cafeína, el tabaco, el alcohol, las drogas… estoy empezando a delirar- seguí pensando. - ¿Puedo decirte algo? - No. Digo sí… Si… si, si… ¡Claro!- dije. ¡Por favor que no sea complicado de entender! ¿Entender? Ja, ja… no si ya verás…-pensé sonriéndome. - Veo que te lo estás pasando muy bien… ¿Es absolutamente imprescindible que lleves ese broche? - Ja, ja… ¿Qué pasa? ¿No te gusta mi broche?- dije mirándolo momentáneamente. - ¿La verdad? - La verdad pura y dura siempre… Ale venga… dispara… ensáñate con él. - Pues no… no me gusta… es… incluso… feo… - Ja, ja… Sabes que me encanta hacerte la contra porque me divierte muchísimo pero... lo cierto es que si… es más que feo… diría que incluso horrible… pero… todavía no me lo voy a quitar… prometo cuando haya acabado la comida que me lo quito… - ¡Ah!… ¿Y hay algún motivo por el que necesites atentar hoy contra el buen gusto?… - Lo hay- dije mirándola pues habíamos parado en un semáforo- ¿No pensarás que he perdido mi buen gusto?- dije saliendo de nuevo de aquella calle. - Uhm… no… Ja, ja… es que el broche es una cosa… disonante… - ¿Disonante?... A ver… ¿Cómo que disonante? ¿Disonante para ti por tu sentido de la estética o disonante para cualquiera? - Bueno… no creo que sólo para mí… - … –suspiré y pensé si todo aquello estaba ocurriendo de verdad o era otro de tantos sueños.

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- Bueno, pues… tú sabrás…-dijo para traerme con su voz de nuevo a la realidad. La miré, era ella, estaba allí y bueno… me había dicho que pensaba en mí y me besó… mi corazón volvió a hacerse notar y tuve que hacer un esfuerzo para centrarme en aquella comida, apreté mis manos sobre el volante y traté de frenar mi expectativa- ¿Así que te encanta hacerme la contra?- oí que dijo alguien, que tenía que ser ella porque no había nadie más en el coche. - Ja, ja… ¿Te has dado cuenta? - Creo que lo has dicho alto y claro… - Ves… ya te has “picao” - Pues no… - Pues si… no lo disimules… - Que yo no disimulo nada… - ¡Anda mira! ¡Hemos llegado! ¿Qué bien no? - ¿Te ocurre algo? –dijo cuando aparqué bajo una sombra del parking. - No. Bueno sí. Todo. Me está ocurriendo todo… Pero luego te lo cuento –contesté todo lo rápido que pude para resultar convincente y salir de aquel coche a toda pastilla. - Ah… vale… -contestó. - Si veo que empiezo a hiperventilar te aviso… no te preocupes… ja, ja… -repliqué mientas cogía el maletín y el bolso. - Idiota… -dijo andando hacia la entrada y riéndose. - Un poco si… no te quito la razón… ¿ya? –sujeté la puerta de entrada del restaurante para dejarla pasar. - Cuando quieras… - Pues venga… no lleguemos tarde o Sonia te despide y a mí me despelleja… - No estoy a nómina… no me preocupa…

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- Veo que el que a mí me despelleje tampoco… un detalle por tu parte… se me había olvidado ese aspecto tan encantador de tu personalidad –dije por lo bajini pues ya estábamos donde nos esperaban Javier y Sonia antes de recibir a aquel financiero. Les presenté a Maca y les anuncié que iba a comer con nosotros, Javier lo tomó bien y no puso ninguna pega. Sonia la miraba, me miraba y al final abandonó su cara de malas pulgas y me sorprendió tomando a Maca por el brazo, acercándose a darle dos besos y tirando de ella para entrar ambas al comedor del restaurante como si fuesen conocidas de toda la vida. Me quedé mirando con algo de perplejidad. - No te preocupes, tu madre hoy tiene un buen día, viene relajada como el león que ya ha comido su ración de comida diaria. Yo te aviso si veo que se pone peligrosa… - Si estás intentando relajarme Javier déjalo… ¿No tendrás 25 mgr. de valium intravenoso no?... - ¿Nos tomamos un whiskey? - Vale… Y estas que se diviertan ¿no?... ¡Javier… que poco serio te veo hoy!! CAPÍTULO 49: LO QUE BUSCABA. Después de la comida Sonia y Javier se despidieron, quedamos a solas para tomar café en una cafetería cercana a la que fuimos dando un paseo. Un mensaje de Marcos en mi móvil fue suficiente para saber que el día siguiente sería un día complicado. Por fin parecía que nuestras respectivas tormentas nos daban la tregua que hiciera posible un armisticio, una paz duradera y una compañía más tranquila. Nos mirábamos y ambas sabíamos que le faltaba luz a nuestras voluntades, aunque el corazón me latía demasiado rápido, intempestivo y deseoso de volar a falta de viento para elevarse. Nos sentamos en una terraza exterior. - Voy a pedir el café. - Sólo sin azúcar el mío. - Lo imaginaba –sonrió- En un minuto vuelvo –dije. - De acuerdo. Voy a hacer una llamada. - Muy bien. Me levanté para acercarme a la barra a pedir los cafés y en el último instante los pedí para llevar. Los prepararon en una bolsa. Cuando salí de la cafetería Maca miraba hacia el otro lado de la calle. Esperé a que volviera a mirar para donde la esperaba, cuando lo hizo volvió a sonreír, así que me animé a seguir dando pasos. 236

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- He pensado que nos lo vamos a tomar en mi casa. - Ah muy bien. - ¿Conduces tú?... Creo que sabes la dirección. Su sonrisa se hizo más abierta. - Y ¿por qué crees que sé dónde vives? - Porque cierto transportista llegó a confesarme quien le mandó instalar un piano en mi salón. - No se puede una ya fiar ni de los transportistas. ¿Fue por eso por lo que no lo devolviste? - … Esperaba a que un día quisieses venir a verlo. - Sólo si vuelves a tocarlo para mí. - Ya… bueno… qué menos para agradecerlo… -dije frenando de nuevo mi esperanza por su respuesta y mirando al suelo con el miedo de volver a caer ante el precipicio de otra de sus ausencias. - ¿Las llaves? - ¿Qué?... Ah… Toma. Tengo que hacer un par de llamadas. Mientras que Maca conducía yo llamé a Carla. - Hola soy Esther. Dile a Sonia que mañana nos vemos en el despacho a primera hora. Dile que Javier esté presente y que el director financiero también esté presente…. Bien… no… nada más. Gracias. Hasta mañana. Colgué y me dispuse a llamar a mi madre. - ¿Mamá? Si… soy yo… mañana voy a comer… si, si… ya sé… hablé con Miguel… hablamos mañana ¿vale?... Venga… un beso. Cuando terminé vi que ya salíamos del centro e íbamos por la carretera de la urbanización donde estaba mi casa. - Veo que te orientas muy bien. Maca sonreía sabiéndose descubierta. 237

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- Por curiosidad sólo… ¿Quién te dio la dirección? - Marcos. - ¡Marcos!... ¡Vaya!… ¿Te llevas muy bien con él no? - Uhm… si… El te cuenta cosas mías y… bueno… a cambio… él me cuenta cosas tuyas… - ¡Ah!... ¡Bien!... ¡Atajo de traidores! - Ja, ja, ja… Nada más llegar aparcó y nos limitamos a salir. Le dejé la bolsa del café. Cogí las llaves de casa y abrí. Se había quedado de espaldas a la puerta mirando el jardín de la entrada y la caseta del perro. - ¿Tienes perro? - No. - ¿Y la caseta? - Pues la caseta básicamente es para cuando tenga un perro. ¿No te gustan los perros? - No mucho. - No te preocupes. Mi perro te gustará. - ¡Ah! ¿Sí? - ¡Claro!... Pasamos al interior. Se quedó mirándolo todo. Sonreía cuando le indiqué dónde estaba el salón y localizó su regalo. Se acercó al piano. Lo observaba y me miró. - Ya que has empezado a decorar el salón… tendrás que terminarlo… -dije. - ¿Tocas algo para mí? La miré y sonreí. - Abre el balcón, voy a preparar un par de tazas y tomamos esto antes de que se enfríe, ya te contaré cuándo suelo sentarme al piano.

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- Vale… voy al … ¿dónde está el baño? - A la salida, segunda puerta de la izquierda. - ¿Qué hay arriba? - Los dormitorios, dos baños y una terraza. Sube si quieres mientras termino de preparar esto. - Vale, en un minuto vuelvo. - Situé una bandeja sobre el piano con las tazas del café y un par de servilletas. Me había sentado y miraba alguna otra partitura que ya me había gustado. Cuando decidí la melodía abrí la tapa de aquel piano, que brillaba como la luz de aquel atardecer. Tomé un sorbo de mi café y oía a Maca andar por el piso de arriba. Estuve tentada de tocar con la esperanza de que bajase a tomar su café antes de que se enfriara definitivamente. Oí que bajaba y la vi situarse a mi lado con su taza en la mano. - ¿No te decides a tocar algo? - Creo que debes saber… que no suelo hacerlo a menudo… - Es una pena… - See… Supongo que si te gusta su sonido… –dije mirando su regalo- sería agradable sorprenderte escuchando salir alguna melodía de aquí… - ¿Y hoy no piensas sorprenderme? - … Verás –dije tomando un sorbo de café y volviendo a mirarla- a veces… un pequeño gesto es suficiente para que me apetezca sentarme aquí… Tocar el piano es como dar un paseo o cuando tienes algo muy querido cerca y no puedes evitar acariciarlo, esperando atrapar en tus manos parte de esa belleza de lo que amas y queriendo contagiar el cariño que se esconde en ellas…Nunca es igual tocar el piano cuando de ti se espera que como cuando de ti surge, porque lo necesitas. La misma melodía suena diferente, no es igual… no suena igual… no dice lo mismo… - Ya… -dijo algo pesarosa- espero que al menos alguna vez te sientes en él… quería que tuvieses el tuyo propio… tenía la esperanza de volverte a oírte tocar algo… - La única forma de asegurarte eso es… viviendo aquí conmigo… - ¿Eso es un chantaje?

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- Ja, ja… si pudiera serlo… no dudes en que lo haría…-dije mirando aquel teclado, y comenzando una breve melodía- pero no… no es bueno forzar nada… por eso… voy a sorprenderte… te agradeceré el regalo de la única forma que puedo… no sea que pienses que sólo soy una desagradecida… - Ja, ja… Guardó silencio y yo dejaba que aquel sonido fuese el resumen de lo que yo creía poder decir con palabras, preferí dejar que hablara su regalo. Al final aquella melodía terminó tranquilizando un poco a mi corazón. - ¿Te ha gustado? - … La primera vez que te oí tocar el piano, quise morirme… - Ja, ja… ¿Tan mal lo hice? - No… ja, ja… el problema era ese… tocaste muy bien –dejó su taza sobre la bandeja. - … ¿Y por eso querías morirte? –nos mirábamos. - No… no fue por eso. … Creo que en ese momento fui consciente de algo importante… tuve ganas de besarte en ese momento- volvió a sentarse a mi lado. - ¿Si?...-sonreí- ¿Y por qué no lo hiciste? - Creo que… necesitaba besarte pero… me asustaba un poco lo que me estaba ocurriendo… - ¿Y ahora? - ¿Ahora? Lentamente acerqué mi rostro a ella, y quise besarla cerca de sus labios, pero cerré los ojos y aquel beso se transformó en una sencilla y suave caricia de mí frente a su sien. Dejé un beso allí,… pequeño,… breve… casi callado. Una de mis manos terminó entre su cuello y su rostro para permitirme respirar la suavidad de su piel y… desesperada… rendí todas mis defensas. - Dímelo… -dije cerrando los ojos como el condenado que no desea ver su ejecucióndímelo… -repetí lenta y suplicante mientras unía mi rostro al suyo-… dime que no me quieres… y déjame matar ya este amor que te tengo… dime…-dije con los ojos ahogados esperando su sentencia firme-… dímelo y me rindo para siempre…

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Me separé algo de ella cuando sentí en mi mano el calor de una lágrima que no era mía. - ¡Ey! No vale llorar… si no me pondré yo también a hacerlo… Perdóname ¿vale?… -dije desilusionada por aquellas lágrimas que me ardían y dolían más que las propias, mientras mis manos apenas se atrevían a tocarla. Elevó su mirada y de sus ojos brotaron lágrimas juntas que ya no eran gotas, y en ese instante, elevó su rostro y buscó mis ojos para hablarme. - Nunca he querido a nadie como te quiero a ti… - … ¿Y por qué te duele tanto este amor?... ¿Qué miedo tienes de mí? ¿Qué hago para que este amor te haga feliz?... ¿Qué hago para no hacerte llorar?... Dime… dime qué hacer y lo hago para que esto deje de dolernos… - Sólo tienes que seguir queriéndome como hasta ahora… Soy yo la que tiene que hacer algo… -… - ¿Sabes cuánto te quiero ya? - Maca esto no es una carrera… no tienes que reunir el suficiente amor para decirme que me quieres… cuando te marchaste de Ferrero, vi tu coche serpentear en la carretera hasta que se perdió por la línea del horizonte… creo que entonces fui consciente de que esperar a que me amaras era inútil… - Pues yo he venido aquí a decirte que te quiero y fui a Ferrero a decirte que te quiero… y cuando supe que estabas viva en aquel apartamento quise abrazarte y decirte que te quiero… - ¿Y por qué te marchabas?… - Porque nunca me dejabas decírtelo… porque entonces como ahora me lo vuelves a poner difícil… necesitaba poner en orden mi vida y dejar mi pasado en el pasado para tener un futuro contigo… - ¿Quieres un futuro conmigo? - Llevo todo el día tratando de decírtelo… ¿no me crees? - Te creo… pero… no soportaría que desaparecieras de nuevo… todo este tiempo he estado tratando de convencerme de que puedo vivir sin ti…

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- Yo he hecho lo mismo… y he descubierto que no puedo y… me niego a vivir sin ti… Sus manos tomaron las mías y las miré queriendo dar valor a cómo se habían acomodado. Miré sus labios, me acerqué a besarla y ese beso se convirtió en un pequeño punto de partida. Deslicé mis labios en su boca y el deseo hizo el resto apagando el mundo cuando sentí su cuerpo junto a mí. Mis manos tomaron su cara, y me separé para ver sus ojos. - ¿Sabes que cada cosa que me rodea me recuerda a ti? - ¿Si? - El color del brandy que a veces tomo con Sonia tiene el color de tus ojos, el mismo tono y casi su mismo brillo. Cuando me subo cada mañana al coche para ir al trabajo recuerdo cuando estuve en el tuyo y volví a besarte después de tanto tiempo. Se me coló tu olor en el recuerdo y cada vez que huelo de nuevo tu perfume me acuerdo de ti y tengo la sensación de que estás cerca de mí. Ella respondió a mi beso y comenzando a levantarse tomó mi mano para que la acompañase. Llegamos al dormitorio. No dijimos nada más, solo nos mirábamos. Mis manos tocaban su cara asegurándose de que estaba allí. Sus manos tiraron de mi jersey para arriba y la dejé hacer. Empecé a desabotonar su camisa hasta retirarla completamente, iniciando una caricia en sus brazos siguiendo por su cuello y desembocando en sus labios. Nos volvimos a besar y en la humedad de sus besos el mundo dejó de existir fuera de aquel dormitorio. Sus ojos estaban brillantes y me encantaba reflejarme en ellos. Moría por perderme en su piel y con mis labios dibujé varios trayectos en su espalda. Adoraba ya entonces acariciar su cintura y abrazarla paseando mis manos por su vientre, por su pecho y por su cuello sabiéndola rendida a cada sutil caricia en el mapa de su cuerpo. La había deseado tanto tiempo que no pude evitar controlar mis ganas de besarla con el alma. Terminamos desvistiéndonos y sobre la cama, e inicié mi viaje en el interior de su tobillo, acariciando sus formas y, besando esa piel erizada comencé a ascender atraída por la voz de su placer. Mis manos se perdían en el interior de sus piernas esquivando su sexo y circundando su vientre. Sus manos me impedían cualquier retirada y excitaban cada milímetro de mi piel con su simple tacto. Quiso raptarme para su boca pero me entretuve en el contorno de su pecho, excitado y esperando su particular caricia que llegó de mí mano porque mis labios, acabaron en el centro de su pecho, con besos cortos y sencillos, expectantes por el fin del trayecto que era su dulce boca. Subí mis manos a su hombro arrastrando en las yemas de mis dedos la memoria del camino recorrido hacia sus labios, esperé paciente al regreso de su mirada y que pidiera la siguiente caricia. Hicimos el amor esta vez sin prisa, despacio y con la certeza de que el deseo se había hecho líquido derramado en nuestra piel. No había nada más hermoso que entretenerse en el tibio calor de su piel ni nada más suave que su mirada cargada de deseo. Su respiración era el mejor sonido y sus labios el imán de los míos. Su deseo despertaba el mío y el placer emergió en un gemido que murió en mi boca, cuando su sexo alcanzó el clímax, vibrando para mi propio placer, y con su cuerpo rendido 242

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a esa fantástica sensación de saberse vivo y excitado. Me besó desesperadamente y nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo perfecto. Nos faltaban manos, nos sobraban besos y ninguna controlaba su deseo. Quisimos robarle al tiempo el placer demorado, mordiendo y besando la piel que se nos ofrecía. Quisimos parar el tiempo, y por unos segundos, creo que lo conseguimos volviendo a dar sentido a cualquier pequeña caricia, queriendo brillar con luz propia, deseando que todo tuviese sentido y fuese definitivo. No podía creerme que al fin todas las distancias desaparecieran y que pudiésemos estar juntas con posibilidad de estarlo también en el futuro. - ¿Te gustaría ver lo que ves ahora el resto de tu vida?-dijo. - …. ¿Me estás preguntando lo que creo que me estás preguntando? - Te estoy preguntando algo… sí. - Creo que lo que veo ahora siempre he querido verlo el resto de mis días pero no sé aún qué pregunta debo contestar. - ¿Te gustaría vivir conmigo? Conmigo y con Julia ¡claro!... - … ¿Estás segura? - Si. - ¿Qué crees que opinará Julia de todo esto? - Creo que tendremos que preguntárselo. - Bien… ¿Se lo preguntas tú? - Eso es un sí. - Creo que sí. Pero me está costando lo suyo asimilarlo. En realidad creo que estoy soñando y que de un momento a otro sonará el despertador y volveré a la cruda realidad de saberte muy lejos de aquí. - Pues no sé si me creerás pero me está ocurriendo lo mismo, no sé si volveré a despertar y a sentir el miedo de pensar que te estás olvidando de mi. - ¿Olvidarme dices?... Desde el día que te conocí, no ha pasado un solo día en que no haya pensado en ti…

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- Ahora que te digo que te quiero… y ahora que tengo tan claro lo que siento… no me cabe duda que creo que siempre te he querido… me pregunto por qué he tardado tanto tiempo en tener el valor de decírtelo… - … Necesitarías tu tiempo… - Te quiero. Tomé su mano y la enlacé con la mía. La miré sonriente y la besé. - Bueno, y ¿cuándo me va a regalar un anillo doctora? - Ja, ja… la rica ahora eres tú… sorpréndeme… me gustaría cualquiera que tenga al menos un diamante pero menos de treinta. - Ja, ja… ¿Treinta diamantes?... ¿No te estás pasando un poco?... No deben existir anillos así… - Si, sí que existen, yo tengo uno… me lo regalaron, no sé qué hacer con él… lo donaré… supongo… - No fastidies… dónamelo a mí… ja, ja… - Fue un regalo de bodas… - ¡Vaya! - Si. -… - Lo siento, no quería ni quiero hablar más de él –dijo tomando mi cara entre sus manos captando mi atención que se había disparado tras aquella información. - ¡Claro!... Es eso… -dije incorporándome de la cama. - El qué… - ¡Diamantes!... ¡Diamantes! Maca… ¡¡¡¡Ese es el motivo de todo!!!! ¡¡¡Todo el tiempo ha estado ahí!!!!... ¿Dónde está mi móvil? CAPÍTULO 50: Vivir. 05 de mayo de 2010. 244

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Me gustaba observarla siempre. Decía que no le gustaba que lo hiciera porque según ella se ponía nerviosa. Me encantaba contemplarla y siempre que podía lo hacía. Acababa de salir del baño y envuelta en su albornoz terminaba de asearse para salir a su trabajo. Aquella mañana había terminado tan tarde que no pude estar con ella en toda la noche. Recién acababa de llegar a casa y en el silencio de la madrugada, ella me ofrecía esos momentos que por rutinarios no dejaban de emocionarme estando con ella. - Hola, buenos días- dije en voz baja apoyada en la puerta de la entrada del baño. - Hola cariño, pensé que no nos veríamos hasta después de la cena. Estoy arreglándome porque tengo operación muy temprano. Hay algo de desayuno en el frigorífico… ¡Ah!… ¿Llevas a Julia al colegio?… yo la recojo… ¿Puedes?- decía hablándome a través del espejo. - Puedo. - Bien… nos vemos entonces a la tarde… Espero volver pronto a casa…- dijo mirándome con una pequeña sonrisa. - De acuerdo. - ¿Estas reuniones en los laboratorios van a ser siempre así? - ¿Largas?- dije mientras retiraba mi chaqueta y mi calzado. - Larguísimas… y desesperantes… espero que pronto empecemos a coincidir en horarios… Estaba poniéndose hidratante en la cara cuando decidí a acercarme y ponerme a su espalda. La miraba a través del espejo y la veía más guapa que nunca. - Pues si… tendremos que empezar a coincidir… - ¿Vas a estar todo el tiempo así? - ¿Así como? - Mirándome… - Si… Toda la vida… si puedo… Además… pensaba en una deuda que tienes conmigo…- me acerqué a abrazarla y me pegué a su espalda. Desde su hombro seguía mirando su imagen. - ¿Una deuda? ¿Yo?... - Uhummm… si… tú… sólo tu… ¿Sabes que a estas horas de la mañana no es lícito estar tan guapa?- dije oliendo su pelo. 245

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- ¿No?... - No. Está absolutamente prohibido… – dije colando mis manos por su cintura en el hueco que su albornoz me insinuó. - Uhm… ¿Sabes otra cosa que está prohibida? - Dígame doctora…- mientras mi rostro se hundía en su pelo y mis labios atrapaban la finísima piel de su cuello. - Pues… está prohibido llegar tarde… y si sigues acariciándome así… llegaré tarde… - Uhm… no me puedes hacer esto… ¡Dios!... ¡Qué bien hueles!… Me encanta tenerte así…besando ya el lóbulo de su oreja y anidando tras él… - ¿Te has propuesto matarme?… Primero me dejas sola toda la noche y ahora que sabes que me marcho quieres dejarme con la miel en los labios… eres cruel… que lo sepas… o paras… o tendré que darme una ducha fría de nuevo… - Ja, ja… valeeee… me daré yo esa ducha fría…- dije separándome de ella a regañadientes. Sonrió y se giró para mirarme, me agarró por la cintura hasta pegarme a ella, me besó con la pasión que deseaba, arrancándome el suspiro que hacía tiempo quería ya escaparse de mi cuerpo. Cuando ya casi me tuvo sin aliento se separó de mi y se limitó a decirme- Te aguantas… eso por llegar tarde… es lo que hay… - Eres mala, lo sabes…- dije cuando se separó de mi. - Ja, ja… -reía habiendo tomado rumbo al dormitorio para comenzar a vestirse… - Si… lo sabes… claro que lo sabes…- me susurré a mí misma. Pero todo vale si te veo así de feliz- pensé. Comencé a desvestirme para darme una ducha y despejarme lo suficiente para llevar a Julia al colegio antes de volver a casa. Cuando estuve de regreso tomé algo de café, semicaliente aún. Puse un par de lavadoras y comprobé en el frigorífico si tendríamos avituallamiento para la cena. Después me fui directamente a dormir, con el eco de las palabras de aquella mujer que decía ser mi madre, hablando de mi futuro… y el de los Laboratorios. Estuve durmiendo hasta que noté que alguien entraba en mi cama y me abrazaba por la espalda. - Buenas tardes dormilona… 246

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- Uhm… - Mira qué traje… ¿Sigues teniendo sueño? - Ajá… uhm… mucho… mucho sueño… - dije girándome hacia ella y tomé la taza de café que me trajo. ¡Qué rico! Se van a hacer ricos los de cafetería con nosotras- continué. - ¿Está rico? ¿Sí?... –dijo insinuante antes de acercarse a mis labios. Te quiero- dijo muy despacito mientras atrapaba mi labio superior durante unos segundos y suspiraba. - Uhm… yo más- respondiéndole de igual forma. - Eso me lo tendrás que demostrar…- besándome de nuevo dulcemente. - Cuando tú quieras cielo…- dije dejando su café y el mío sobre la mesita y atrapándola ya en mis brazos. - ¿Si? ¡Vaya!... Lo tendré en cuenta… -dijo uniendo sus labios a los míos y respirando pausadamente- Siento haberte despertado… - Tendré que pensar en cómo castigarte por haberlo hecho… -dije besando su cuello. - Ummm… me encantan este tipo de castigos… - ¿Julia? - En su habitación… se durmió en el coche… hoy tuvo natación y viene rendida… - ¡Ah! Bien… entonces… podremos acabar lo que empezaste esta mañana- dije mientras bajaba por su pecho… - Empezaste tú… -dijo mientras me retiraba la camiseta del pijama… - Ni hablar, eras tú… desnuda frente a mi… tan suave y atractiva… así no hay quien se resista cariño… - No estaba desnuda, estaba en albornoz… y esto me está molestando- dijo girándose, tomando el control y retirando la parte de debajo de mi pijama junto a mi ropa interior. Mientras lo decía, mordíó mi pecho… dejándome inerte entre sus brazos… - Ahhh… uhm… albornoz… ¿de qué albornoz hablas?... uhm… cariño… me rindo… no puedo contigo… me deshacen tus caricias niña… - Lo sé… - decía sumergiéndose entre nuestras sábanas. 247

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Y después de aquel suspiro, su respiración y su boca borraron el último rastro de aquella conversación, invadiendo el lugar de mi perdición, para excitar todo mi cuerpo que ya yacía expuesto y sin pudor entre sus brazos. Sólo ella podía hacerme sentir así, sólo ella despertaba todas mis ansias por hacerla sentir igual y por verla dispuesta a recibir cada una de mis caricias. Toda ella era placer, el calor de su cuerpo me atraía como un imán, deseaba constantemente besar su piel, entre sus sábanas o fuera de ellas, pero abrazándola infinitamente para anidar en su calor. Era maravilloso rendir sus defensas y verla así entre mis manos. Su tibia piel es mi único destino cuando me despiertan sus labios. Hacerle el amor es adorable. Abrazarla y no besarla es sencillamente imposible. No sé si algún día descubrirá cuánto la quiero. La miro y no puedo evitarlo, siento cada gesto de los suyos y cada palabra como un “Te quiero”, de los que dice… y de los que calla. Besarla sigue siendo necesario como respirar y suave como la caricia tibia del sol de la primavera. Mis horas son minutos cuando estoy a su lado. ¿Recordará que aún me debe un beso? CAPÍTULO51: EL COMIENZO DEL FINAL. 20 de mayo de 2010 Play Colours In The Clouds -Alexandre Desplat En la sala de juntas de los Laboratorios, a las diez de la mañana, se celebró una reunión en la que estaba convocado todo el equipo directivode los Laboratorios GF: • • • • • • •

Sonia Hidalgo, como principal accionista y presidenta del Consejo deAdministración, Javier Osuna, en calidad de director general, Francisco Herranz, como representante del accionariado minoritario, Miguel Cardona, como director científico, Elena Amat, como directora de desarrollo farmacéutico, Olga Atienza, como directora financiera y Jaume Cort, como director de operaciones.

El resto del personal convocado lo formaba el equipo deseguridad, adjunto a la dirección y bajo las órdenes del director general,formado por Marcos en calidad de asesor técnico de seguridad, Carla en calidad de asistente y, finalmente, yo misma, en calidad de asesora técnica y responsable del equipo. Sobre la mesa y asignadas a cada una de las personas convocadas se había impreso un informe desde la secretaría del director general donde constaban todos los datos técnicos del mismo. Carla, mi asistente, se había encargado de tramitar la citación a todas las personas convocadas a la reunión y también había elaboradoun informe personal sobre cada una de las personas que el equipo de seguridad había decidido y cuyas vinculaciones 248

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profesionales afectaban directamente a los propios Laboratorios. En el orden del día de la reunión figuraba un solo asunto importante a tratar, que no era otro que un estudio de las operacionesfinancieras realizadas en los últimos cinco años por el anterior equipo responsable. La reunión debía comenzar, y comenzó, con la presentaciónde un informe, el mío. El principal protagonista de ese informe era Hector Jara, director de la entidad bancaria con la que los Laboratorios siempre habían firmado sus préstamos. Se apagaron las luces de la sala de juntas y el proyector del techo con un potente haz de luz, enviaba sobre la pantalla parte de mi informe, pues el resto del mismo lo había impreso yo personalmente con copias suficientes para cada una de las personas a quienes les iba a ser entregado, que eran algunas menos de las convocadas. Empezar a hablar de la vestimenta, de los gestos o de la voz del director de la entidad bancaria, iba a resultar complicado de explicar, pero era la base de todo el informe posterior, así pues, debía ser lo suficientemente sintética y precisa en la presentación de los datos para nodejar pensar demasiado a quienes los iban a recibir. Con la calma de saber que disponía de la información necesaria para establecer los vínculos nocivos que Fernando había dejado en la empresa y con la seguridad de saber cuál era el próximo paso a dar, comencé mi exposición. “Señoras y señores, bienvenidos a esta reunión extraordinaria donde se les van a presentar ciertos datos de interés para el accionariado y para los órganos de gestión de los Laboratorios. Para la elaboración de dicho informe ha sido contratado el personal que encontrarán relacionado en el dosier que se encuentra a su disposición. Como responsable última del equipo de seguridad contratado para la emisiónde este informe, asumo todas las responsabilidades que pudieran derivarse sobrela posible inexactitud de los datos que en él se presentan. Sin más preámbulo y a modo de prólogo se les van a mostrar unas imágenesdel pasado mes de abril en un restaurante del centro de Madrid, donde se celebró una reunión informal con el director de la entidad bancaria con la que los Laboratorios ha firmado, hasta hace poco tiempo, sus préstamos para lasinversiones en investigación y desarrollo de nuevos proyectos farmacéuticos. En la primera página del dosier que se les ha entregado figura el currículum profesional del señor Hector Jara. Las siguientes dos páginas muestran todas y cada una de las fechas en quese han firmado acuerdos de tipo financiero con la entidad que representa esteseñor. Al final de dichas 249

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páginas aparece la cifra que suma el importe de cadauno de los créditos bancarios que nos ha concedido. En la cuarta página, aparece un extracto de los intereses que los Laboratorios han satisfecho a dicha entidad a cuenta de los beneficios obtenidos por los productos elaborados fruto de la investigación farmacológica que se ha realizado. Como podrán comprobar, los beneficios tanto para laentidad financiera como para nosotros mismos han sido bastante cuantiosos. Como conocen la entidad financiera con la que actualmente negociamos loscréditos necesarios para nuestras operaciones de investigación y para el departamento de producción, en la actualidad, ha cambiado. El señor Hector Jara el pasado mes de abril y en el restaurante “La Romana”expuso muy claramente su intención de denegar préstamos y créditos a los Laboratorios, alegando un excesivo riesgo financiero, ante Sonia Hidalgo, como principalaccionista y presidenta del Consejo de Administración y Javier Ugarte encalidad de director general”. En realidad, el señor Héctor Jara, el pasado mes de abril en el restaurante“La Romana”, no hizo otra cosa que mentir, fueron varios los indicios que su comportamiento que estaban en clara discrepancia con aquello que decía. Dado que dichos indicios no son válidos como prueba judicial, todo lo que vamos a presentar a continuación es la objetiva, minuciosa y cronológica acumulación depruebas, de la dudosa relación comercial de este señor con el antiguo directorde operaciones, actualmente fugado de la justicia española y pendiente deproceso judicial. Todo el proceso de investigación continúa mucho más allá de este informe y desde ahora adquirimos el compromiso de presentar ante ustedes todos los datos que podamos recopilar y que están referidos a las inversiones que losLaboratorios han realizado durante el tiempo en que se ha trabajado con la financiación bancaria a cargo del señor Héctor Jara y el antiguo director de operaciones, el señor Fernando Robles de León. Al finalizar aquel informe añadimos alguna información más, que vinculaba directamente a mi asistente Carla con el señor Jara y, de forma indirecta con el propio Fernando Robles de León. Como era de esperar lo negó todo aquel mismo día y ofreció su dimisión en cuanto se le insinuó por mi parte que lo hiciera. La llamada de teléfono que hizo desde mi despacho poniendo sobre aviso a Hector Jara antes de que nos reuniésemos en el restaurante fue transcrita y añadida al final del informe, con alguna fotografía que avalaba lo que allí aparecía. Desde aquel día no volvimos a saber de ella hasta que conocimos su trágica aparición en otro escenario con una compañía que jamás hubiera imaginado y que terminó de

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convencerme en llevar adelante mi plan de desenmascarar los ocultos planes de Fernando de una vez por todas. CAPÍTULO 52 - RUTINAS. 22 de mayo de 2010 Play El discurso del rey -Alexandre Desplat M- Hola guapa. E- Holaaa… M- ¿Qué haces? E- Hago como que trabajo pero… en realidad sólo pienso en ti… M- Ja, ja… ¿Si? E- ¡Claro! M- ¿Eso se lo dices a todas? E- A todas las que son como tú… si. M- ¿Y cómo soy yo? E- Mejor te lo digo luego… M- Eh… si… si… Será mejor que si… E- Ja, ja… ¿Querías algo? M- Si pero… mejor te lo digo luego… E- Ah… vale… o sea que… habrá un luego… M- Siii. ¡Vamos! Si me incluyes en tus planes… ¡Claro! E- Estás incluida en casi todos. M- ¿Vendrás a comer entonces? 251

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E- Voy un poco mal de tiempo y necesito cerrar un tema con Marcos. Intentaré llegar a la hora del café ¿Vale? M- Pues no. No vale. Pero estaremos en casa cuando vuelvas. E- Intentaré llegar cuanto antes, te lo prometo. M- Vale, vale… si… Si no estamos es que salí a llevar a Julia a la peluquería. E- ¿Ya la convenciste? M- Gruñirá pero verá que la van a dejar muy guapa. E- Ella ya es guapa… tanto como su madre… M- No me hagas la pelota ahora bonita… que estoy enfadada contigo… E- ¡Vaya por Dios! M- Pues si… Nos vemos luego, te dejo que tenemos un mal día por aquí. Un parto casi tan complicado como el mío. E- Vale. Un beso… Te quiero. No trabajes mucho. M- Yo también te quiero. Besito. E- Te quiero mucho Maca. M- Yo también pero voy a tener que irme a trabajar a tu empresa para poder verte más a menudo. E- Si nos viésemos tan a menudo te cansarías de mí. M- ¿Por eso me evitas? E- ¿Crees que te evito? Maca por favor… sabes que… M- Ja, ja… E- ¡Ah! Que la señora tiene ganas de bromear… bien… muy bien… M- Pues si… toma nota… 252

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E- La tomo guapa… la tomo… ya hablamos… M- Ja, ja… o no… E- Ja, ja… M- Adiós fea… E- Ciao cielo. M- Besito. Cariño. Colgué el teléfono y tan pronto lo hice me sorprendí con la estúpida sonrisa con la que llevaba las dos últimas semanas. Me fastidiaba sobremanera estar tan absorbida por la investigación sobre Fernando pero temía toda la maldad que podría dejar caer aún sobre las personas que más estaba queriendo en mi vida. El tiempo que no estaba en los Laboratorios lo pasaba en casa con ellas, pero ni con mucho era todo el tiempo que yo quería y aquello a Maca, no supe darme cuenta, que le estaba haciendo demasiado daño. Para mí estar con Maca era estar permanentemente en la nube del amor recién llegado. No podía creerme cuando marchaba al trabajo que salía de estar en sus brazos, de besarla, de mimarla, de amarla con el alma y sin ningún tipo de reserva. Yo me fui sumergiendo en una investigación densa, espesa y cuyo lodo terminó salpicando su ácido sobre nosotras, pero yo, por aquel entonces, no me daba cuenta, hasta un tiempo más tarde, en que la voz la voz de Maca incluso desaparecía de mis sueños. Aquella misma mañana Marcos y yo estuvimos reunidos varias horas. Cruzábamos datos, información, íbamos componiendo y enlazando algunos datos que venían de Sudáfrica. Todo giraba en torno al tráfico de ilegal de diamantes en el que los Laboratorios habían sido implicados de forma indirecta de la forma más repugnante e ignorada por toda la dirección de los mismos. Eran muchos los datos pero aún estaba lejos la pieza que cuadrara todo el puzle y me revelara todo el sentido que aquello tenía con nitidez. Me preocupaba mucho el hecho de saber hasta dónde llegaban las raíces profundas de ese hecho. Seguía sin conectar Miocard con todo aquello, porque habían utilizado al Hospital y a Maca en un medicamento que el Ministerio autorizó a distribuir y tampoco sabíamos con qué apoyos. Play- El discurso delrey - Alexandre Desplat Los únicos momentos de paz que me permitía eran aquellos que vivía personalmente al llegar a casa. Maca dormía sobre el sofá del salón y tras dejar en el despacho el maletín subí buscando a Julia. Ya hacía tiempo que sentía que toda mi vulnerabilidad residía bajo 253

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aquel techo. No podía demorar la seguridad de ellas, pero tendría que ser muy sutil. En eso pensaba cuando vi que Julia no dormía como su madre, la encontré viendo una película de princesas y con todo el dormitorio plagado de vestiditos y complementos de sus muñecas que,según ella, eran amigas y salían en pandilla. - Hola bichito ¿qué tal?- me acerqué a besarla. - ¡Hola Esther!… Estoy viendo la peli de las princesas…-dijo sin apartar su vista de la pantalla. - ¿Y te está gustando? - Si. También salen las hadas… - ¡No me digas! ¿Las Winx? - ¡Claro! - ¿Y sus mascotas? - No… las mascotas no… esas sólo son solo muñecos… - Ah… vale… ¿Has merendado ya? - No tengo hambre. - Bueno, hacemos una cosa, me doy una duchita, me cambioy te preparo un vaso de leche ¿Hace? - Vale. - Pues vale peque. Vuelvo en un ratito- y la besé. Salí de su habitación quitándome los zapatos para no despertar a Maca. Me duché y bajé a la cocina a preparar la leche a Julia. Después de llevársela y dejarla tan concentrada en su película fui a despertar a Maca, cosa que me pensé y mucho porque me había aficionado muy tontamente a mirarla mientras dormía. Acerqué mis labios a los suyos y fue imposible retener algunos besos pequeños y diminutos en ellos. - Hola dormilona… -susurré. - Ummmm… hola- dijo desperezándose- ¿Qué hora es? 254

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- Un poquito tarde para ir a la pelu. - ¿Y Julia? - Tomándose un vasito de leche… y viendo una peli… ¿Quieres uno? - No… gracias- dijo a la vez que sonreía y acariciaba mis labios. -… - ¿Qué piensas cuando sonríes así? - Pienso que hasta la última célula de mi cuerpo está enamorada de ti… - ¿Me vas a decir siempre cosas así? - Toda la vida ¿Quieres que deje de hacerlo? - … No… pero… - Pero… - Pues… que… - A ver… dime… - Nunca había sentido algo así… -… - Ni me había sentido como ahora… - … ¿Te abruma? Negó con la cabeza -Me encanta, no sé si sientes que te quiero igual- añadió. - Tengo todo lo que necesito contigo y con Julia… - Me gustaría que pasásemos más tiempo juntas… - Maca, por favor, dame tiempo, todo estará pronto en manos del juez y yo podré estar más tranquila… Tengo que saber que todo va a estar bien. 255

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- Todo está bien… Estamos juntas… somos felices… tenemos nuestra propia vida… ¡Cariño escúchame! quiero que juntas decoremos esta casa y la hagamos nuestra… Quiero que lo hagamos todo juntas… no quiero que él nos siga separando… pero bueno… no quiero que hagas nada que no quieras hacer… - Te quiero mucho y no dudes eso ni un solo segundo. Necesito que confíes en mí… ¿Vale?... - Te quiero Esther. -… - ¿Ríes? - … Si… es la primera vez que juntas “Te quiero” con mi nombre… - ¿Te gusta? - Hay algo que me gusta más… -… - Me gusta más cuando me besas… - Ven… - Julia está despierta… - Si. Y yo también… Play Oceans - rob costlow Durante la cena le sugerí a Maca contratar a alguien de servicio. Maca me miró con una cara un poco extraña. - Pensé que ya habíamos tenido esta conversación. No es tan grande la casa, y entre las dos podemos encargarnos de ella –dijo con seguridad y firmeza. - Maca el jardín hay que arreglarlo, tú no tienes tiempo para hacer las compras y yo… bueno… tampoco. Quiero que alguien recoja a Julia del colegio y la lleve todos los días, es solo eso… un poco de ayuda. - De eso nada. A Julia la llevo yo y si no puedes me lo dices y ya me organizo –añadió. 256

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- Vale, traemos y llevamos a Julia al colegio pero necesitamos a alguien en casa. - No me hace ninguna gracia. - No te preocupes yo me encargo. - ¿Y dónde vas a encontrar a alguien que haga las compras y arregle el jardín? - Fácil. - ¡Ah muy bien, tú misma! –dijo ya con el humor cambiado. - ¿Vas a enfadarte por esto? - No me enfado, pero hablo contigo y parece que lo hago con la pared. Te dije que quiero que esta casa sea nuestra, pero ya veo que tienes tus propios planes. - Mis planes es que todo siga igual que ahora… - ¿Y por qué iba a dejar de serlo? - ¿Por qué el padre de tu hija está libre? –dije cínicamente errando de nuevo. - ¡Otra vez! ¿Va estar omnipresente en nuestras vidas siempre? ¿Por qué no lo olvidas? - … No puedo… - Ya… Estoy harta de toda esta historia. Sé que sigues investigando con Marcos. Y no me gusta. ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué me gusta?… Pues no. ¡Me cansa y me hastía todo este asunto! ¡Si todo esto va a seguir formando parte de nuestra vida juntas me gustaría saberlo aquí y ahora! –dijo irritada. Yo permanecí en silencio redoblando el borde de la servilleta porque me estaba enfadando conmigo misma por mi torpeza al reprocharle nada. Maca se levantó de la mesa sin decir nada más. Fue a llevar su plato a la cocina y subió para la habitación. Yo decidí dejarla a solas un tiempo prudencial y después de retirar la mesa y ordenar la cocina, salí al balcón a fumarme un cigarrillo. Maca generalmente no era caprichosa y aquella reacción que tuvo no supe interpretarla correctamente entonces. Maca tenía tanto miedo como yo y cada vez que surgía el tema de la seguridad su reacción era la misma; se enfadaba, huía, creo que se castigaba de alguna forma. Pero yo no supe verlo porque intentaba controlar mi miedo a base de escudos sobre nuestras vidas. Toda seguridad me parecía poca, pero es que no me daba cuenta de lo que hacía, las quería tanto que quería que el mundo que giraba alrededor de ellas y que todo lo que las circundara fuera amable y delicado. Yo no estaba dispuesta a improvisar con nada que pudiera ser hostil con ellas. Cuando llegué al dormitorio ya se había acostado. Su cuerpo estaba girado hacia el 257

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ventanal del dormitorio. Había una noche despejada y la luna iluminaba lo suficiente para seguir haciendo a su figura lo más importante de aquel espacio. Me puse el pijama sin prisa, después de lavarme los dientes fui a ver a Julia, Maca le había dejado abierta su ventana, yo me acerqué a tocarla por si estaría demasiado acalorada, vi que su temperatura era normal y bajé la persiana para permitir la ventilación no obstante, pero asegurando su dormitorio algo más. Al salir dejé la puerta entreabierta y volví con Maca. Pensándola dormida me tumbé a su lado en la cama, despacio para no despertarla, pero ella no dormía y yo tampoco. - ¿Voy a poder decidir contigo alguna vez algo? –dijo más calmada pero aún dolida. - Tu seguridad y la de Julia no. Eso lo decido yo –le respondí, sumando el tercer error a aquella noche. Se giró para mirarme. - Siento haberte hablado así antes. No tengo nada que reprocharte. He sido injusta contigo y lo lamento mucho. No sé si podrás perdonarme -Le dije disculpándome y atreviéndome a mirarla. - ¿No has pensado que te puedas estar equivocando?–añadió. - He sido capaz todo este tiempo de vivir sin ti y ahora sólo trato de asegurar que no haya nada ni nadie que nos separe. ¿Tan difícil es comprender que te quiero tanto que me moriría si os alejáis de mí? - No vamos a alejarnos de ti –dijo mirándome fijamente. Yo no podía contestarle. Toda la tristeza del mundo se fue haciendo agua en mis ojos. Mis manos fueron a buscarla e hice lo único que deseaba y que hacía invisibles a mis miedos. La besé como si no fuera a hacerlo nunca más. Volví a rendirme en el reino de sus brazos, el único lugar que me elevaba de aquella realidad a ras de suelo que me preocupaba tanto. CAPÍTULO 53: Lo robado. 6 de Junio de 2010. Llevaba ya despierta un rato en la cama y el tiempo se me iba viéndola dormir a mi lado. De pronto me acordé que se aproximaba el cumpleaños de Julia. Recuerdo que ambas llevábamos una semana en que íbamos, en total secreto, a la misma tienda de animales que un día conocimos en un lugar próximo a su colegio. El destino nos llevó al principio a pasar de largo por aquel escaparate donde un cachorro de pastor alemán permanecía tumbado y mirando casi con desinterés el exterior de su habitáculo. Julia paró y tiró de mi mano. Sin decir nada volvió sobre sus pasos y pegó su nariz a aquel 258

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escaparate. El pequeño cachorro se incorporó y Julia y él se observaron por un tiempo, sin hacer nada más. Cuando me situé a su lado el cachorro seguía atentamente esperando. Julia puso sus manos sobre el cristal y del otro lado recibió un lamido que la hizo sonreír. -Tenemos que marcharnos peque…-dije mirando su perfil. -¿Tú crees que yo podría tener un perro?- preguntó sin perder de vista aquellos ojos negros y brillantes que no dejaban de mirarla. -Pues… si… ¿Por qué no? – le respondí. -¿Tú me enseñarías a cuidarlo? -¡Claro que sí! -… Quiero a este perro. ¿Podría ser mío? La miré a ella y después miré al cachorro que parecía esperar mi respuesta al volver sus ojos sobre mí. -Si durante los próximos días aún te acuerdas de él… ya veremos qué podemos hacer para que este perrito sea tuyo. -Está triste aquí. En casa podría ser más feliz… con nosotras… yo lo voy a cuidar mucho… -Hablaremos antes con mami para ver si puede vivir con nosotras… -¿Y si mami no quiere? -Pues… si mami no quiere… tendremos que inventarnos una estrategia para que sí quiera. -¿Qué es una estrategia? -Una estrategia es… -¡Esther! -dijo interrumpiéndome y de forma impulsiva- ¡Tenemos que inventarla pronto! …-giró sobre sí y se dirigió hacia el camino para el colegio sin esperar mi respuesta. No hablamos más de aquel perro ni aun cuando fui a recogerla después y pasamos de nuevo por aquel escaparate donde se limitó a lanzarle un beso y decirle adiós con la mano. Play Sweet dreams my dear- Yiruma En ese pensamiento, del deseo de Julia, me hallaba cuando la luz de aquel nuevo día comenzó a entrar tímidamente en nuestro dormitorio, quizás con el miedo de saber que invadía nuestro mundo más privado. Tal vez con el pudor y la prudencia de saber que descubriría dos cuerpos en constante contacto, dos pieles mezcladas en un perfecto acomodo. Aquel tímido rayo de luz se alió con los tonos cálidos de la decoración del 259

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dormitorio para hacer más dorada su piel, para que la seda de su cuerpo quedase perfectamente delineada en su armonioso contorno. Mis ojos se paseaban sin prisa por su espalda como una hormiguita que recorre el mundo para encontrar su lugar. Las yemas de mis dedos apenas eran sus patitas dando pasos para memorizar cada recorrido y no podía evitar que mis labios sintiesen envidia de querer también sentir ese mundo. Sólo me provocaba el deseo de besarla despacio, muy despacio, para que su sueño siguiese siendo el mío, para que su respiración acompasada fuera el latido que movía a mi corazón. Velaba su piel y velaba su mundo. Velaba ahorrando cada minuto de su tiempo compartido conmigo, como el más grande tesoro que yo ya había encontrado. Pequeñas y diminutas gotas de sudor poblaban su frente y yo sólo podía tener compasión de ellas, porque abandonaban su piel para no posarse nunca más en ella, debían sufrir el mismo miedo que yo sentía cada amanecer, cuando me separaba de su cuerpo para rendirme a otra obligación que no fuese tenerla cerca, sentir su calor, oír el latir de su corazón desde su espalda y respirarla. Nunca se atenuaban mis ganas de anidar bajo su piel para vivir en ella, como un beso tatuado. ¿Hasta cuándo el destino iba a hacer posible que gozase del privilegio de su piel?¿Hasta cuando se me iba a permitir vivir en el cielo que me ofrecían sus besos? Temía profundamente ser expulsada de su paraíso y sentía la necesidad de no olvidar ningún segundo estando con ella. Necesitaba que mi cuerpo memorizara el suyo el tiempo suficiente hasta renovar el recuerdo, al volver a unir piel con piel. Su vida era la mía y me sentía afortunada de ser su mujer, la elegida, la destinataria de sus besos y sus abrazos, de sus miradas y su cariño, de su tiempo y de su amor. Me inquietaba sentir que aquella eternidad era amenazada porque nuestra felicidad seguía expuesta a un odio irracional, un odio que ya había impregnado nuestro tiempo. Necesitaba impedir que ese odio volviese a arañar su piel o invadir el santuario de cuerpo y sentía que yo me estaba muriendo en esa lucha constante, pero desconocía un objetivo más sagrado que ese, el de garantizar su paz y asegurarme que, no estando yo, nada pudiera amenazarla, porque sólo eso me devolvería el sueño y me podría permitir al fin dormir con ella. Aquel rayo de luz terminó osando a posarse en su rostro para traerla del mundo de sus sueños al mundo de mis ojos. Se desperezó inconscientemente tensando su cuerpo, imprimiendo vigor a su respiración y a sus párpados hasta que abrieron de par en par, permitiendo mi reflejo en el balcón de sus ojos, donde a mí me gustaba asomarme cada mañana para ver salir el sol. - Uhm… hola cielo… - Hola mi amor… -respondí. - ¿Ya estás despierta? 260

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- Hace un ratito sólo… - Uhm… no te creo… -dijo girándose hacia mí para recostarse junto a mi cuello. - Deberías creerme… -dije recibiéndola en mis brazos. - Deberías tomar algo para dormir… - ¿Y perderme a lo mejor de mi misma?...ni se me ocurriría… - ¿Lo mejor de ti misma? - Ahá… tú. Como no contestaba y me había entretenido en repasar la longitud de su espalda añadió: ¿Qué piensas ahora? - Que me gustaría vivir siempre pegada a tus labios –contesté. - ¡Ah! ¿Sí?... Pues lo disimulas muy bien… cada vez viajas vas más lejos… ¿Cuándo volverás a irte? - Pues… déjame que piense… uhm…intentaré en las próximas semanas no ir a ninguna otra parte que a mi casita… - ¡Bien! ¿Eso significa que eres consciente de que tienes una familia? - ¡Maca! - Julia necesita pasar tiempo contigo para conocerte, necesita que formes parte de su mundo si es que tienes claro que perteneces al mío… - Sabes que nada me importa más. - A veces no lo parece… vuelves e inmediatamente desapareces de nuestras vidas por días y la última vez por una semana entera. - Está bien, no te enfades… que quiero que tu princesita te vea feliz así de buena mañana… y no quiero que me tome manía. - Ja, ja… si pasaras más tiempo con ella también te echaría de menos a ti. - Creo que ya anda haciendo acercamientos… hace unos días me pidió algo. - ¿Sí?... ¿El qué? –dijo levantando su cabeza para mirarme. - Pues… básicamente es que es un secreto… -contesté besando su nariz. - ¡Ah muy bien! ¡También me guardas secretos!...-dijo algo resignada y recostándose de 261

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nuevo. Me incorporé hasta situarme sobre ella para besarla y contarle uno de mis secretos. - ¿Quieres que te desvele uno?–dije cerca de su oído y respirando su olor mientras con mis labios comproban el calor de su piel en una suave caricia. - Exijo que lo hagas –me contestó tomando mi cuerpo entre sus brazos y girándonos hasta que se situó sentada sobre mí. - Vale. Dame un beso y te lo cuento. - Ni lo pienses. Habla o no te suelto –dijo inmovilizando mis manos sobre la cama. - Maca… esto es una negociación… yo te doy algo y tú… bueno… pues tú intentas compensarme…-dije riéndome por la expresión de su cara. - ¡Ah no! Negociaciones conmigo ni una… yo digo lo que quiero y tú me lo das sin negociaciones ni nada. - Quieres besarme ya y dejarte dedecir tonterías Maca. En ello estábamos cuando oímos el ruido de la puerta del dormitorio de Julia abriéndose y a la propia Julia llamar a su madre, con lo cual dedujimos que en unos segundos estaría en nuestro dormitorio… - Ja, ja… tu hija te llama… yo de ti me pondría algo encima si es que no quieres tener que darle qué pensar a Julia. - Esta conversación no acaba aquí ¡Que lo sepas! –dijo Maca mientras se levantaba rápidamente para ponerse el albornoz en el baño. - Es una pena cariño… me estaba empezando a resultar muy interesante tu forma de interrogarme…-respondí sonriéndola y girándome sobre la cama para seguir mirándola. - ¡Anda que llegas tarde! Levántate y tómate al menos un café antes de marcharte ¿Si?… -dijo saliendo del dormitorio en busca de la pequeña. Al bajar a la cocina, duchada y vestida, allí las encontré a las dos terminando de desayunar… - ¡Hola guapas! ¡Buenos días! –me acerqué a besar en la cabeza a ambas. - Buenos días Esther… ¿Hoy vamos al parque? –me decía Julia mientras sujetaba su tazón de cacao y me miraba con los ojos completamente abiertos siendo consciente de nuestro secreto. - Pues sí –contesté mientras tomaba la cafetera y la taza en la que Maca ya había puesto el 262

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azúcar que me gustaba –Incluso he pensado que antes tendremos que ir a otro lugarproseguí. Maca, que observaba en silencio nuestra conversación como quien ve un partido de tenis, se levantó para ducharse y vestirse. - No sé qué os traéis las dos entremanos y bien pensado no quiero ni saberlo pero que sepáis las dos que aquí la que manda soy yo… ¿Estamos?- Añadió con un dedo apuntando a ambas alternativamente. Julia me miró, yo también, pero con laventaja de la perspectiva, le guiñé un ojo y coincidimos en la respuesta- Si,si… estamos… ¿verdad Julia? - Vale… si. Las dos la miramos sonriendo y con cara de yo no fui. - ¡Ya! Y ahora voy yo y me lo creo. Voy a ducharme no quiero ni pensar en qué andáis metidas… -dijo saliendo de la cocina y dejándonos a ambas la suficiente confidencialidad para terminar de cerrar nuestro operativo. - ¡Ni una palabra a tu madre hasta que no lo tengamos en casa! ¡Ni aunque te haga cosquillas! - Vale. - No, vale no. Tienes que jurarme que te mearás antes de la risa antes de desvelar nuestro secreto si te ataca con cosquillas. - Vale. Prometido. - Prometido –dije apuntándola con el dedo- y ahora termina la leche que tenemos que preparar la mochila. - No quiero más… - Julia… si no te tomas la leche te la inyectará tu madre en vena y esta vez no se lo impediré… - Vale… ji, ji… - Sí, tú ríete y no corras que ya mismo la tienes aquí y estamos perdidas las dos… - ¿Cuándo lo vas a traer?… - Chssss… mira que como nos pille se va todo al traste eh!!! Tú como si nada… ¿De qué te hago el sándwich hoy? 263

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- De salchi… - ¿No prefieres de jamón? - No… del salchi que compró mamá ayer… - ¿Te lo comes todo verdad? - Si… la seño no nos deja volver a la clase si no lo terminamos… - Ah… bien… y ¿el zumo? - No quiero zumo… mamá compró batido… - Ah… Pues muy bien… Marchando un batido… -reparé en ese momento que hacía casi más de un mes que no iba de compras con ellas. Pasaba demasiado tiempo ocupada y casi no me daba cuenta de lo que me estaba perdiendo. De alguna forma, esa persona seguía robándome y ese sentimiento le estaba quitando tiempo a lo que verdaderamente importaba. Cerré la puerta del frigorífico y terminé de preparar la mochila del colegio de Julia. Minutos después, como si yo hubiese sido la espectadora en esa película, las observé mientras se marchaban al colegio. Volví al despacho a por mí portátil y los informes que necesitaba para la oficina, me encontré con una muñeca de plástico en una de las sillas, y con la agenda de Maca en la otra. Me quedé con la muñeca y fui a devolver la agenda de Maca a su mesita. Cuando llegué al dormitorio, la cama aún deshecha y su albornoz, esparcido a los pies, me trajeron de nuevo al mundo que compartía con ellas. Reparé entonces en que su perfume, aún permanecía en el ambiente de aquel espacio, dándole pulso a aquella casa. No podía seguir perdiéndome parte de sus vidas, todo debía cambiar porque yo quería no pasar de puntillas por las suyas y hasta ahora, era justamente lo que había estado haciendo. Ya en la oficina, hacía todos los esfuerzos por dejar de pensar en ambas y en concentrarme en el trabajo. Me rondaban mil ideas en la mente para tratar de proporcionar seguridad a toda mi familia. Llevaba aproximadamente media hora en el despacho cuando recibí una llamada a mi móvil de un número desconocido. -¡Dígame! -¿Sí?... Hola… ¿Es usted Esther García? -La misma. -Hace unas semanas estaba usted interesada en saber quién visitaba en el cementerio a Ángela Medina Lara. -Sigo muy interesada en ello sí. 264

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-En estos momentos hay una mujer frente a su tumba. -En media hora estoy ahí, retenga por cualquier medio a esa persona en la entrada del cementerio y le compensaré también por ello. -No tarde. Ahora que la recuerdo, no suele quedarse mucho. -Salgo para allá inmediatamente. Colgué y recogiendo las llaves del coche salí todo lo rápido que pude. Veinte minutos más tarde aparqué frente a la puerta del cementerio. No vi a nadie en la entrada, tuve la impresión de que había llegado demasiado tarde y corriendo me dirigía la calle numerada donde se ubicaba la sepultura de Ángela. Nada más afrontar la calle, vi que quien me llamó hablaba con una mujer alta, de complexión delgada y media melena de color castaño. Vestía de una forma que me resultó familiar y después supe porqué. Cuando aquel operario me vió aproximarme, se dispuso a alejarse y, estando a mi altura, me recordó mi compromiso. Un pequeño movimiento afirmativo de mi cabeza supo interpretarlo como garantía de ello, permitiéndome quedar a solas con ella. Terminé de acercarme y a media distancia la observé, hasta que, extrañada por mi quietud, se giró hacia mí. Supe inmediatamente de quien se trataba por su parecido, y sólo su expresión seria y confundida me obligó a buscar las palabras necesarias para no asustarla. -Soy Esther García. Ángela y yo fuimos muy buenas amigas. Aquella mujer me miró sin decir nada durante unos instantes. Luego volvió de nuevo la mirada hacia la lápida que contenía la imagen de esa persona a la que quisimos tanto. -Así que tú eres Esther… ¿Son tuyas las rosas amarillas? -Si. -Si… Le encantaban… Cuando éramos pequeñas cerca de nuestra casa había un amplio campo, donde, en la primavera, abundaban las margaritas. Nos gustaba colocárnoslas en el pelo y ver a las mariposas de colores posarse en ellas o en las pocas amapolas que crecían allí… luego nos íbamos al pilar donde crecían miles de renacuajos y nos divertíamos viendo como algunos ya eran pequeñas ranitas. Nos gustaba cogerlas en la palma de la mano y verlas saltar de nuevo al agua… ¿Tiene usted hermanas? -No. Sólo un hermano… adoptivo como yo –dije aproximándome a su altura. -¿Habla mucho con él? -Casi todos los días. -Si… así debe ser… Mi hermana y yo dejamos de hacerlo. 265

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-Tu hermana te quería mucho… -Yo a ella también… pero lo averigüé demasiado tarde… hice demasiadas tonterías y… me perdí algo importante sin darme cuenta. -Lo siento. -¿Era feliz? -Creo que sí. Pero toda su alegría y vitalidad no consiguieron disimular algo de lo que nunca habló. -Si. Reconozco mi responsabilidad en ello. En ese momento se giró hacia mí. Quedamos frente a frente. No eran gemelas pero eran increíblemente parecidas. Debió reconocer mi mirada pasearte por toda su rostro. -Sólo nos parecemos en el físico, ella era mucho más inteligente… -Tu mirada también delata que no te falta. -Bueno… -dijo bajando momentáneamente su mirada- dejaré de disimularla entonces. -Creí que vivías en Valladolid. Tus padres me dijeron algo en su entierro. -No. Ya estaba aquí. Estuve ingresada y… solo después supe lo que le ocurrió… -Ya… mira –cogí una tarjeta de mi bolso y le anoté mi móvil detrás- si te apetece saber algo más de tu hermana… puedes localizarme ahí… cuando quieras. -Gracias… por traerle flores… y por haberla acompañado. -Tu hermana estaría viva si no hubiese sido amiga mía -su rostro cambió- De algún modo por intentar ayudarme terminó aquí. -Mi hermana murió en acto de servicio, eso me dijeron mis padres –dijo con el ceño fruncido. - Estoy intentando reunir pruebas que demuestran que eso no fue así. - ¿Intentas decirme que mi hermana fue asesinada? - Estoy intentando llevar al responsable ante la justicia y no voy a descansar hasta conseguirlo. Agachó la cabeza sacudiéndola como intentando encajar esta idea a la que se resistía. Levantó su rostro y con determinación me interrumpió. -Tengo que irme a trabajar pero quiero saber toda la verdad… la llamaré esta tarde. 266

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Cuando se marchó, aún desconociendo su nombre y volviendo al usted de su última frase, sentí una extraña sensación de calma porque alguien más encontraría alivio por saber que una mínima justicia existiría para Ángela. CAPÍTULO 54: Ella y yo. 7 de junio de 2010. Play Song- Secret garden. Un día después, a media mañana, en el despacho, recibí la llamada de Marcos, para avisarme de que nos veríamos en la noche y en mi casa, porque seguía doblando turnos para sacar algún día más de descanso en la semana, de forma que le permitiera centrarse en los datos de la investigación que seguíamos. Por aquel entonces pocos datos conseguían conectarse y sugerirnos alguna hipótesis convincente. Yo le había recomendado a Marcos seguir el hilo de los trayectos marítimos y las rutas comerciales de los laboratorios en Angola. En la noche ya, sonó el timbre de casa y yo salí a recibir a Marcos, quien me avisó que vendría acompañado y planeamos entonces hacer una cena algo especial. - ¿Habéis preparado esta mesa para nosotros?- comentó Marcos, a juzgar por su expresión, sorprendido. - ¡Claro! ¿Acaso piensas que no somos buenas anfitrionas?-le respondí sonriendo por su reacción- Pero que conste con que no estoy de acuerdo con el lazo. –añadí. - Ja, ja… ya verás cuando vengáis vosotras a casa, estoy convencida de que mi chico se portará igual de bien –añadió Olga muy irónicamente mientras soltaba su bolso y me entregaba una bandeja de dulces de chocolate que provocaron alguna que otra broma después. - Ja, ja… Yo también estoy convencida de ello. No me cabe ninguna duda –dije dirigiéndome a la cocina a terminar deayudar a Maca con los preparativos finales de la cena y completar los saludos y presentaciones. Mientras que ellas se saludaban y charlaban Marcos y yo salimos a la terraza para comentar vagamente algunos datos. - ¿Averiguaste algo más? –me dijo al tomar la cerveza que le ofrecí. - Poco. Esta mañana he contactado con la Sociedad de Comercialización de Diamantes de Angola. Aproximadamente desde 2003 existe una legislación nacional para regular la compra y venta dediamantes en el país. Supuestamente todo es legal y el mercado está regulado según esa norma. - ¿Y crees que se cumple?

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- Bueno… casi tanto como las de tráfico se cumplen aquí… -le miré y supo captar que nos habríamos de emplear afondo en la investigación y que lo de documentar está bien para ponernos en una línea de búsqueda pero que el trabajo de fondo es lo que instruye correctamente cualquier informe. - Te queda mucho por escarbar. - Me queda todo, pero eso ya lo sabíamos. Haré un viaje a Angola en breve. - ¿Romántico? Ja, ja… - Pues no. Ja, ja… Maca no debe saber nada, por eso mientras yo esté fuera quiero que seas su sombra. - ¿Celos?- bromeó. - ¡Ya me gustaría a mí que fuese por eso! Pero no. No quiero que la pierdas de vista ni un momento. Hazte el loco y pásate a menudo por aquí y por el colegio de Julia ¿Vale? - ¿Qué piensas? - Te juro Marcos que creo que nos estamos dejando algo atrás. Algo evidente y no sé qué diablos es. Es una sensación. No sé… Tal vez me equivoque… pero… no creo. Por eso lo de la vigilancia. - Vale. ¿Algo más quiere la señora? - Bueno, para tus largas noches de insomnio puedes empezar con el descifrado de la agenda de Fernando. No estaría mal ponerle nombres y apellidos a todas esas siglas que aparecen en ella. - Hay unas cantidades de dinero periódicas que recibía de los Laboratorios. Javier debía de conocerlas. Puedes empezar por ahí. - Mándame por correo esta noche las fechas de inicio de esos pagos y las cantidades, si no te importa. - ¡Ah muy bien! Ahora le explicas tú a Olga porqué nuestra vida sexual está en una etapa de meseta… - Ja, ja… ¿Ya estáis en la meseta? - ¡Uy si yo te contara! ¡Que sepas que a vosotras también os pasará eh! - Paso palabra. Ja, ja… Anda vamos acenar, que lo que pase después habrá que currárselo siempre pequeño saltamontes. Justo en ese momento aparecieron Olga y Maca en la terraza para avisarnos que la cena 268

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estaba lista, así que Marcos y yo nos dispusimos a ser los mejores acompañantes de nuestras respectivas y a intentar que aquella reunión fuese todo lo agradable que deseábamos. La cena fue bastante agradable. Olga era una chica encantadora y Marcos sabiéndolo procuraba no perderse la oportunidad de dejarse encantar a cada momento, cuestión ésta que Maca y yo captamos y que nos hacía sonreír a cada instante. Tras marcharse y mientras yo terminaba de colocar la vajilla de la cena, en el lavaplatos, Maca terminaba de ordenar el salón y de preparar una copa antes de irnos a dormir, pues aún era temprano. Julia ya hacía un par de horas que llevaba durmiendo y era, en momentos como este, cuando aprovechábamos para poder hablar y aparcar nuestras prisas. - ¿Te apetece un Amaretto? –dijo entrando en la cocina con la botella en la mano. - Me apetece, si –dije incorporándome para mirarla. Dame un minuto y pico el hielo. - No, voy yo. Tú no te preocupes… ¡Por cierto! En la mesa del salón Marcos me ha dejado la copia de un disco, dice que es para ti. - ¿Un disco?- dije apoyada con la cadera en la encimera mientras secaba mis manos con el paño de cocina. - Si. Una cosa redonda y plana con un agujerito en medio ¿Recuerdas? –contestaba mientras trasteaba en el congelador en busca del hielo. - ¡Ah! ¡Vaya! ¡Mírala que graciosilla está!… ¡Te diviertes eh!… -la veía sonreír mientras sacaba el hielo en un paño-¡Muy bien!... Como te veo ocupada con el hielo, aprovecho para lavarme los dientes y dale una vuelta a Julia… Ok? - No te preocupes, duerme como una marmota… si ya no se ha despertado no lo hará hasta mañana... – dijo mientrasme miraba un momento antes de volver a ocuparse de la bolsa de hielo. - Si. Creo que es tan marmota como su madre… -le decía sonriendo tras ver la pícara sonrisa de Maca tras ser calificada así su forma de dormir. Después salí de la cocina y me dirigí escaleras arriba al dormitorio de la pequeña. Como Maca predijo Julia dormía muy plácidamente abrazada a su muñeca Trudy. Estaba bien y me limité a cerrar de nuevo la puerta de su dormitorio, habiendo comprobado antes que la persiana estaba bien bajada y la ventana correcta. Fui a nuestro baño y, después de asearme, bajé de nuevo al salón, encontrándome a Maca frente al equipo de sonido poniendo música. - Tenías razón cariño. Duerme a pierna suelta… -dije sentándome en el sofá. ¿Ésta es mi copa?... –pregunté cuando ella se volvía y me asentía con la cabeza. Uhm… ¡qué rico!... No 269

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lo había probado nunca–dije saboreándolo sin prisa. - Si… -se acercó para sentarse, alcanzó su vaso de la bandeja y tomó un sorbo de él- Está muy bueno –añadió. Play Cosa Sei- Ricchi e Poveri. En ese momento empezaba a sonar suavemente una canción en los altavoces del equipo. - ¿Y esta música?... - Ja, ja… -sonreía abiertamente- nada…italiana como el licor… Es el disco que dejó Marcos… -me miraba con unos ojos brillantes y simplemente preciosos. - ¡Míralo qué gracioso él!... –contestaba presa de ese brillo y de su forma tan peculiar de sonreír con la mirada. ¡Esta me la paga!… -pensé. - ¿Qué pasa? ¿No te gusta? -dijo poniéndose en pié y ofreciéndome la mano invitándome a seguirla. Ante la extrañeza de mi gesto se limitó a preguntar -¿Bailas? -mientras seguía hipnotizándome con sus ojos clavados en los míos. - … ¡Claro!... –me levantaba y tomaba su mano- Pero que sepas que mañana yo mato a éste… -contesté casi sin aliento, porque volvía a olvidárseme respirar si me miraba tan decidida. Bajé mi vista asus dedos y me aferraba a ellos para que certificaran aquella realidad, que era el sueño de mi vida desde que la conocí. - Ja, ja… bueno… tiene gustos peculiares musicalmente hablando -levantaba mi barbilla besándome entonces- Pero parece buen chico –besando de nuevo mis labios. No creo que sea necesario que lo mates- dijo relajadamente mientras ahora me cogía de la cintura, colaba una de sus piernas entre las mías y situaba sus labios en el exacto lugar, entre mi cuello y el lóbulo de mi oreja, en que yo ya ni oía ni me importaba nada más que atraparla entre mis brazos para que no huyera… - Maca… - ¡Uhm!... - Maca… - ¿Si? –me decía buscando mis ojos extrañada… dejando antes suaves besos por mi mejilla. - Soy incapaz de coordinar mis pies con tus besos… si sigues así no garantizo pisarte en algún momento… como poco. - Pues… nos descalzamos… y así dejas de ser un peligro –dijo muy sutilmente. 270

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- Ja, ja… ¿o sea que vas a seguir torturándome con este baile? - Uhm… see… Básicamente se puede decir que si- besaba mínimamente mi labio inferior mientras se paseaba por el hasta humedecerlo y hacía que nuestros cuerpos se balancearan al compas de esa música de fondo, que yo apenas percibía. - Menos mal que nunca hemos bailado en público… -murmuré no sé con qué proceso mental inconsciente funcionando, mientras sus labios atacaban ahora mi labio superior y sus manos se paseaban por mí cintura. - ¿Por qué lo dices?... –añadió buscando mis ojos. - Porque… -besaba su barbilla- esto… exactamente -descendía con mis besos- no es bailar cariño… - ¿No?- contestaba con los ojos cerrados exponiendo su cuello a mis labios. - Para nada… uhm… -besaba el lugar exacto en que sus clavículas casi se unían. - ¿Y qué es?- decía en un sugerente susurro que, desde mi oído, llegó a mi corazón. - Pues en esencia es meterse mano… pegarse el lote… -decía mientras uno de mis brazos cruzaba su espalda hasta llevar mimano a su nuca mientras con la otra tomaba su rostro para mirar sus apetecibles labios de nuevo. - Ja, ja… también es relajarse –me besaba-disfrutar -me volvía a besar más profundamente- compartir -proseguía con una de sus manos atrapando ahora mi pecho. - Si… eso también… -volvía a susurrar mientras yo miraba su mano ascender para posarla en mis labios pidiéndome silencio. Volvía mis ojos a los suyos y ellos miraban mis labios con un deseo similar al que a mí me recorría por todo el cuerpo, vibrante y excitado. - Creo que estoy en el punto de no retorno y si sigues mirándome así –pegó más su cadera a las mías- … moviéndote de esta forma – me besó incendiariamente-… besándome así y… - ¿Y qué más? –decía con sus labios sobre mi oído, acariciándolo sólo un poco. - Y… hablándome así… - ¿Si? –continuaba con su voz suave y sus labios entretenidos entre mi cuello y mi hombro. - Pues… -suspiraba yo- no me va a quedar más remedio que hacer el amor contigo aquí mismo y ya… - ¿Y qué es exactamente eso que te lo impide? –dijo con una seguridad aplastante que le confería toda la razón y que me la robaba del todo a mí. 271

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Totalmente excitada, mis manos se apresuraron a sonreírle y a desvestirla, sin prisa, guiándola con las caderas hacia el sofá. Nos limitamos a hacer el amor allí, sabiendo que no sería suficiente por toda la noche. Tomamos lo que quedaba de nuestras copas y nos fuimos al dormitorio, a seguir lo que habíamos empezado, sin más música de fondo que el chocar de nuestros labios, el eco de nuestra respiración agitada y los gemidos, que jugábamos a robarnos constantemente. No sé si es más placentero el placer que me da o recoger su cuerpo después de saberla feliz, cuando se abandona del todo a mis manos y deseos, sabiéndola rendida y presa del placer que expresa su voz. Estoy deseando que me pidas que me case contigo –dije bajito una vez que ambas recuperamos la respiración y cuando los brazos ya sólo tenían como misión abrazarse y anudar nuestros cuerpos suave y relajadamente. - ¡Curioso! Yo esperaba que me lo pidieses tu- contestó tímidamente, algo adormilada y con los ojos cerrados. - No sé si este instante es el más apropiado, porque con la euforia del momento… igual piensas que lo digo por decir… - Prueba… - ¿Si? - Ahá. Se incorporó un poco para apoyar su cabeza en su propio brazo flexionado sobre la almohada. Nos mirábamos y sonreí. - ¿No te atreves?-añadió. - ¿A casarme contigo? Pero si es lo que más quiero en el mundo. - A pedírmelo –replicó pícaramente. - Quisiera que ese momento fuese especial y hubiera algo que nunca te lo hiciera olvidar. - ¿Te parece poco especial este momento? - Todos los momentos contigo son especiales, pero necesito como aliados un bonito escenario, una luz media, tu mejor sonrisa, algo de alcohol para drogarte y que me digas que sí... - Ja, ja… ¿Y si lo hago yo? –dijo jugueteando con mi pelo. - Ja, ja… a mi no tendrías que drogarme, siempre te voy a decir que sí. 272

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- O sea, que me puedo ahorrar la pregunta… -añadía mientras su otra mano acariciaba la piel de mi cintura. - No, no… si tú quieres preguntar ¡Pregunta eh!… ¡Tú no te cortes! - … Uhm… me lo pienso… - ¡Oh! ¡Ves como tendré que drogarte!… - Ja, ja… Idiota… - Ja, ja… bueno… estaba yo pensando que ya que no me haces la famosa pregunta podrías darme un beso al menos ¿no? - Pues no lo sé, me lo estoy pensando. - Cariño, no pienses tanto ¿Sabías que la cama no es el mejor sitio para pensar? –dije despacio y tomando otra posición más cómoda. - Estoy de acuerdo… hay cosas mejores que pueden hacerse aquí… -me dijo a media voz como solía hacer para llamar a mi deseo. - Ja, ja… ¡Ya te digo! – le contesté avanzando con mis manos por su espalda y con mis labios ya instalados por bandera en una de las cumbres de su cuerpo. - Uhm… cariño… en momentos como este me pides la luna… y te la bajo ahora mismo… sin dudarlo un segundo… Sonreí viendo como la longitud de su cuello se exponía para mí. - Para qué quiero yo la luna… si ya tengo al sol en mis brazos… -mordí su cuello mientras mis manos la empujaban contra mi pecho, atrayendo mi deseo hasta desbordarlo de nuevo. Me buscó la mirada girando su rostro.Cuando mis ojos se abrieron nuestras miradas se encontraron de nuevo, en la penumbra de nuestro dormitorio, que era el universo donde yo siempre buscaba el tiempo condensado que hacía que los minutos fueran segundos y las horas minutos. En esa dimensión especial en que el mundo se suspendía y yo perdía cualquier límite volviéndome aire y agua para ella. No había palabras en el mundo que describiesen cómo me hacía sentir. - Te quiero… lo sabes ¿no?-dijo ella en voz baja. - Pues cásate conmigo -contesté en el mismo tono y sonriendo- No lo pienses tanto y dime que sí. - ¿Estás hablando en serio? 273

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- Si. Es otro de mis defectos, creo que ya conoces un buen repertorio de ellos… Podrías incluso aburrirte de ellos. - En tal caso te pediría el divorcio y listo –dijo también sonriente y acomodándose para dormir abrazada a mí. - Y yo no te lo daría y ya está. Pienso ser tu condena para el resto de tu vida. - Buscaría un buen abogado entonces. - ¡De eso nada! ¡Déjate tú de abogados! ¡Nunca te daría el divorcio! –bajé mis labios a su frente. - ¿Sabes ya qué hacer para evitarlo?-dijo desafiante. - Tengo una ligera idea. - Ahá… y ¿qué más? –continuabasomnolienta. - Pues… intentaré que seas feliz… -le respondí a la par que acariciaba suavemente su hombro. - ¿Y cómo harás eso? –preguntó provocando. - Te diré que te quiero mucho todos los días y cuando no me contestes sabré que algo no va bien… Esperaré a que me des tu alma como yo te la doy, en fin... esas cositas… - Estoy empezando a pensar que en el fondo a ti te gusta la música esa de Marcos… por mucho que lo niegues –respondió haciéndome sonreír en silencio. - Te equivocas. A mí la que me gusta eres tú. Y… hablando de todo un poco… yo también te quiero, mucho mucho… sería buena idea que te durmieras ya… disimulas fatal el sueño que tienes. - Vale pero antes ¿me vas a contar qué te pasa? –dijo mientras se acomodaba cerca de mi corazón. - ¿A mí?- dije extrañada. - Ahá… a ti… Estás inquieta por algo. Oigo tu corazón. Todas las noches lo escucho y hoy está inquieto. - Maca después de lo que hemos hecho es normal que vaya algo acelerado… ¿No crees? - No quieres contestar. Vale. Suspiré y fui consciente de sí, que dentro de mí revoloteaba un sentimiento al que no había prestado atención hasta entonces, pero no quería hablar de él y le conté otra cosa. 274

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- Ayer conocí a la hermana de Ángela… -dije y noté una caricia suya en el costado que me invitó a seguir hablando- Es… es igual que ella- proseguí- Quiero decir… se parecen mucho… era… era como si ella estuviese de nuevo aquí… como si pudiera volver a abrazarla… sentí que quería hacerlo pero… no era ella… Yo…la sigo echando mucho de menos… Maca se incorporó para mirarme a los ojos. A mi casi me dio un poco de vergüenza que los viese tan húmedos, cuando quise bajar mi mirada ella me besó. - La conocí muy poco tiempo, pero sino hubiese sido por ella yo… jamás me habría atrevido a ponerle nombre a lo que sentía por ti -dijo mientras yo respondí a su miradaMe había enamorado de ti, pero yo no lo sabía –añadió, también algo emocionada. - ¿Ella te dijo algo? - La noche de la apuesta… cuándo tú fuiste a por nuestros abrigos y ella se quedó en aquel bar… - ¿La apuesta? - Si- dijo sonriendo- esa que todavía no sé si gané o perdí… -dijo recostándose de nuevo sobre mí. - … ¿No lo sabes aún?- pregunté con algo de ironía. Sonreí recordando el momento del que me hablaba y porque ella también había guardado aquel recuerdo. - Sé que te debo un beso. - Me has dado muchos. - Ese todavía no. - ¿Porqué ese aún no? - Porque es el que me recuerda desde cuándo te quiero y no quiero olvidarme de ello. - ¿Ves como la música de Marcos a quien le gusta es a ti? –dije y ella respondió tratando de hacerme cosquillas. - ¡Serás!... - Maca no vale… cosquillas no… Eran casi las dos de la mañana pero no nos importaba cultivar esos momentos en los que más lejos de nuestras miradas y del tacto de nuestras manos ya noexistía nada. - Me gustaría conocerla- añadió.

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- Ahá. No sé si querrá llamarme, le dejé mi tarjeta. No sé si me llamará, dijo que lo haría… pero … no lo hizo-respondí. - Lo hará. No te preocupes. Creo que es hora de dormir- bostezó. - Si. A dormir. Veo que te cuesta disimular tu sueño… - Estoy un poco cansada… y que sepas que yo no disimulo. - Ja, ja… ¡Me alegro una barbaridad!...Es todo un alivio… ja, ja… Creo que yo también tengo sueño –dije para no mentir del todo- Buenas noches cariño. - Buenas noches cielo. - Por cierto, la respuesta es sí. - ¿Si?... ¿Es un sí a lo que yo me imagino? - Es un sí rotundo. Se quedó dormida con su brazo sobre mi cadera y acurrucada en mi cuello. Su respirar lento y profundo era la música que anunciaba mi paz. Me costaba dejar de mirarla, incluso en la penumbra de la noche. Así era como yo conseguía dormirme; con su respirar, con su calor, con su piel habitando en la mía. ¿Cómo es que la quiero tanto? Nunca jamás habría imaginado lo que es amar hasta que no lo hice con ella. Siempre me desbordaba, siempre me rendía a ella, no había nada en el mundo que estuviese por encima de ese sentimiento. El tiempo después me lo demostró, que siempre era ella. Ella era el mundo. Mi mundo. Mi vida. CAPÍTULO 55: Diamantes. 9de junio de 2010. A las 9 de lamañana ya me encontraba en el despacho buscando los últimos datos que pude sobre una organización no gubernamental que operaba en Luanda, al cuidado de menores de edad que eran rescatados de las minas ilegales de diamantes del entorno. Tendría que organizar rápidamente el viaje y lo siguiente era buscar transporte y alojamiento apropiado. No me iba a resultar difícil conseguir un pasaporte falso para una falsa identidad. La idea era averiguar algo más de los Laboratorios GF en la zona, porque el para qué ya lo intuíamos, pero no el cómo. Saber cómo serían las transacciones y cuáles eran los contactos iba a ser complicado, pero nadie llega al final sin pasar por el principio, así que, muy a mi pesar, tuve que preparar una salida a Angola. Me disponía a ultimar la compra de los billetes cuando súbitamente Javier apareció en mi despacho. 276

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- ¿Tienes tiempo para una clase de economía financiera? –fue el saludo matutino de Javier. - Eh… bueno… pues… si, si… ¡claro! ¿Tú eres el profesor? - ¿Quién mejor? - Pues nada… pasa y siéntate… -necesitaba conocer la rutina de una persona que me importaba, pero aquella conversación era otro asunto pendiente y tal vez no era mal momento para zanjarlo. - ¿Ibas a alguna parte? - Si… iba. - Bien… pues escucha con tus dos orejas porque he descubierto algo. - Soy toda oídos… - Cuando me comentaste lo del fondo de maniobra de los Laboratorios me puse a revisar el destino de cada euro que se distribuía anualmente. - Ahá. - Es verdad que ha habido poca distribución de los beneficios a inversiones internas. -¿Y? - Bueno, pues que efectivamente el fondo ha ido creciendo año a año de manera sustancial… convirtiendo a los Laboratorios en una especie de goloso regalo para quien reúna una pequeña cantidad para comprarlos y financiar su compra con esos fondos. -¿Y a ningún accionista le ha parecido extraño? - Bueno, la distribución a los accionistas de sustanciosos beneficios nunca ha faltado, de ahí que Fernando siguiera ocupando su cargo… - ¿A Sonia qué le parecía todo esto? - Sonia estaba demasiado preocupada en los proyectos farmacéuticos… la investigación y el desarrollo… - ¿Y tú? - ¿Yo? No sé a qué te refieres… - Me refiero a que lo sé todo Javier… - Y ¿Qué es lo que sabes? 277

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- Que obedecías a Fernando… - Tenía que obedecerle era mi superior jerárquico… - Javier… me gustaría que confiaras en mí y me lo contaras todo...aunque ya se una parte… -añadí sosegadamente para simular parte de la rabia queme producía que tratara de seguir mintiéndome. - ¿A qué te refieres? - Cuando Fernando huyó no tuvo tiempo de recoger de la caja fuerte de su despacho alguna información, entre la que se encontraban varias agendas. En ellas día a día, de puño y letra, anotaba las transacciones económicas que ordenaba y recibía. Esas agendas están en manos del juez. No creo que sea importante saber cómo he tenido acceso a ellas, pero el caso es que una copia está en mis manos… ¿sigo? - … No… sé por dónde vas… - ¿Y por dónde vas tú? - ¿Me estás cuestionando? - Si. Lo hago, porque desde que te conozco no había sospechado tu“amistad” con Fernando… - Yo… no soy amigo de Fernando -fué diciendo algo alterado. - ¿Porqué desviabas para él beneficios de los Laboratorios? - Descubrió quién eras -casi gritó. - ¿Cuándo? - Cuando empezaste a frecuentar a Maca… -mi cara de extrañeza le hizo continuar y rectificó- cuando Maca te conoció -bajó el tono. - ¿Qué tiene que ver Maca con esto? - ¡Ja!... ¡Dios santo Esther!... ¡Tiene que verlo todo!… ¡Él la quería!… Pagaba ese dinero para protegerte… Maca iba a dejarlo después de hablar con Ángela, pero después ella murió y tú desapareciste de su vida, dejaste de ser un problema porque además Maca estaba… embarazada… y lo estaba pasando mal. -… - Fernando te dejaba vivir y yo le desviaría esas partidas de los beneficios… - ¿Pretendes Javier que crea que a Fernando sólo le importaba el dinero? 278

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-… - … Quiere los laboratorios por encima de todo… Sólo le sugerí que accediera a ellos a través de Maca y no de ti. - ¿La propusiste como alternativa a mi muerte? - … Su… alternativa sería un hijo para heredarlo todo... o… una hija... Julia…una heredera a partes iguales entre los hijos de vuestro padre. El administraría su porcentaje y Sonia perdería el control de los Laboratorios… eso me daría algo de tiempo y te garantizaba seguridad… intentaba retrasar sus planes pero cuando volviste a la vida de Maca él ya no quería dinero… quería que desaparecieras… - … Esperaba que todo esto me lo hubieses contado antes… lo que más me fastidia de cada cosa que descubro es que los que están conmigo me ocultan tantas cosas como los que están contra mi… - Tu madre no sabe lo que hice… - Tranquilo… no seré yo quien se lo diga… espero que en algún momento se lo puedas tú aclarar. Sonia está financiando toda esta investigación y más tarde más temprano esa información tendrá que conocerla… además… no sé hasta qué punto eso le defraudaría, ella también pagaba por mi seguridad… lo que ocurre es que ella lo hacía con su dinero, no con el de los Laboratorios… - Hablaré con ella. Fernando nos sigue llevando ventaja… - Tenlo por seguro… allá donde esté estará preparando su aparición estelar ¿Alguna otra magnífica idea? - Lo siento. No había más alternativas. - Salvo que alguien se le anticipe... Tengo que marcharme. Me gustaría un informe completo de Miocard ¿Hay algo más que deba conocer? - Que te preocupe por mí no. - Bien, porque voy a necesitar tú ayuda - El dinero que yo le transferí hasta que desapareció no era suficiente para financiar su propio negocio. Sus contactos tienen precios mucho más desorbitantes. - Demasiado… y tenemos que encontrar esa fuente… - Puedes confiar en mí… - No vuelvas a mentirme… No sabes hasta qué punto empiezo a estar harta de descubrir más y más mentiras a cada paso que doy. A partir de ahora si tu ingenio vuelve a funcionar, 279

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debes saber que tu máxima prioridad son Maca y Julia ¿Está claro? - Sonia no estaría de acuerdo. - No estamos hablando de Sonia. Estoy dándote una orden muy clara y muy expresa, sólo quiero saber si serás capaz de cumplirla porque no voy a repetírtela. - Haré todo lo que necesites que haga pero no por una orden. Salió del despacho y yo salí a conseguir el pasaporte. Cuando había subido al coche recibí una llamada que no esperaba. Era Alba y quería hablar conmigo. Maca quería conocerla y creí que lo mejor era citarla en casa para que se sintiese algo más segura. Estando en casa tuvo ocasión de conocer a casi toda mi familia, porque mi hermano Miguel vino a vernos y debió traer a Cupido a su espalda y con ganas de jugar porque terminó gastando todas sus flechas en dos nuevos corazones. Más tarde supe que este motivo propició las numerosas reuniones acerca de Ángela y en las que yo saqué todas mis culpabilidades a la luz pública y las expuse al juicio ajeno. Maca se sorprendió mucho también del parecido físico de ambas hermanas. En cierta forma, su carácter era similar, pero coincidimos en que Ángela era singular, entre un millón de iguales iba a ser complicado encontrar a alguien como ella. 10 de junio de 2010. Lo más significativo de aquel día en el despacho fue saber que Javier descubrió algunos datos más, de lo que buscaba en Luanda, y que Alba me llamase para meterse de lleno en la investigación que seguíamos sobre su hermana. Fue muy imprudente contar con ella, fui una ingenua creyendo que podría mantenerla en el extrarradio de la investigación, al final el corazón fue su debilidad, la de mi hermano y la mía propia. Terminé la mañana rápido y me marché, con todos los datos de mi viaje en el portafolios. Lo que quedaba de tarde la pasé en casa, Maca tenía operación y yo me quedaba con Julia. Repasaba unos papeles y anotaba datos en los márgenes para organizar la agenda de la mañana siguiente. Julia estaba a mi lado, sentada en el suelo, sobre la alfombra y dibujando apoyada en la mesita. Maca había pasado muchas veces frente a nosotras buscando no sé qué cosa. Estaba intranquila y me levanté a tratar de averiguarlo, pero su reacción no fue la esperada. - Esther tengo prisa- dijo cuando puse mis manos sobre sus brazos para intentar abrazarla. - Ah… vale–respondí dejando caer mis brazos inertes y decepcionados. Ella salió sin más de la habitación resoplando. Yo me quedé de pié sin saber exactamente qué era eso que yo podría hacer para entrar en sus prisas y frenarlas. No me di cuenta que 280

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Julia se había situado a mi lado en mi misma posición. - Siempre tiene prisa. Dice que siempre es tarde. Miré hacia abajo y me topé con su infantil mirada resignada. Inmediatamente se encogió de hombros y cuando miré al frente pudimos ver de nuevo, Julia y yo, como Maca pasaba de largo por el salón y se dirigía a la calle. - ¿Tú crees que nos quiere? –pregunté sin mirar a Julia, esperando ver a Maca dar la vuelta sobre sus pasos y al menos despedirse. - Si. Yo creoque sí. Cuando casi daba por perdido el beso de despedida Maca entró al salón, se agachó a besar a Julia y a mí me sacó la lengua en plan guasona. - Tu y yo ya hablamos luego que contenta me tienes!!! –dijo medio sonriendo, lo cual agradecí momentáneamente pero que me hizo pensar lo que quedaba de tarde, cómo sería la conversación esa que supuestamente teníamos pendiente. Cuando finalmente se marchó, miré a Julia, ella me respondía esperando a que dijera algo y a mi sólo se me ocurrió una idea bien peregrina. - ¿Sabes qué es la papiroflexia? - Ni idea–contestó haciéndome sonreír. - Ja, ja…pues ven… te lo voy a explicar con un ejemplo. Hicimos flores, aviones, barcos, pollos, pajaritas… azules, rojas, verdes, amarillas y blancas. Nos tomamos la molestia de darnos un paseo a una papelería, compramos cartulinas y lápices de colores. Casi me cuesta una pelea que dejara la tarea y se comiese su cena, pero al final cenó y se quedó dormida en mis piernas. En momentos como aquellos la paz volvía a instalarse dentro de mí. Bueno, no sé si la paz o el cansancio de no haber parado en todo el día. El caso es que, aunque no dormía, pude oír llegar de nuevo el coche de Maca, e instantes después a ella misma entrando al salón. No me había dado tiempo de recogerlo todo y todo el suelo estaba minado de avioncitos, barcos y pajaritas. Las flores se había empeñado Julia en meterlas en agua y bueno… ya no eran flores, eran una forma eficaz de sacar el agua del vaso sin mover un dedo. - ¿Se puede saber qué ha pasado aquí? - Una guerra Maca. Esto ha sido un infierno. No me siento las piernas. Pensaba que una pajarita sería suficiente, pero no… la pajarita tenía un pajarito, y entre los dos tenían pajaritillos. Un avión para llevar a cada pajarita a París a recogermás pajaritillas para sus papis, y un barco para las que tuvieran miedo avolar… Lo de las flores… pues mira… eso lo dejo a tu libre imaginación… era imposible convencerla de que no necesitaban agua… 281

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- Ja, ja…pues mira… en toda guerra hay vencedores y vencidos… yo me llevo a la peque a su cama y tú te quedas aquí limpiando el campo de batalla… ¿vale? - No… no vale… pero bueno… creo que me queda una milésima de energía para vaciar completamente mis pilas… - Teatro a estas horas no… por favor… que la peque ya está dormida ¡eh! - ¡Oye guapa! Te veo un poquito hostil ¿o son cosas mías? - Cosas tuyas ¡seguro! –dijo sonriendo y marchándose con Julia en sus brazos. Miré a mi alrededor y limpiar aquello como poco me llevaría diez minutos, eran pasadas las diez y media de la noche y no sabía si Maca había cenado, mi estómago rugía y preferí esperar a ver si bajaba mientras limpiaba los restos de aquella divertida tarde de tijeras, cartulinas, colorines. Como Maca no bajó terminé subiendo. Julia estaba completamente dormida, el aire acondicionado estaba correcto y el resto todo en orden. Cuando llegué a nuestro dormitorio, oí la ducha, retiré la ropa de Maca de la cama y con ella en las manos me acerqué al aseo donde la encontré tomando una ducha. - ¿Has cenado Maca? - Eh si… si…he tomado algo antes de salir, me apetecía refrescarme. - Ah, pues como yo no he cenado me voy abajo a tomar algo. - Vale, creo que llenaré la bañera y me quedaré un rato aquí. - Muy bien. Pues relájese usted sirena, yo voy a ver si relajo a mi estómago. - Estupendo. Puse en la lavadora la ropa de Maca y abrí la puerta del refrigerador. Vi una botella de vino blanco con la que se ocurría algo pero deseché la idea, no parecía que el día estuviera soleado para el deseo. Me serví una copa y preparé en un plato un poco de queso fresco y unos tomatitos cherry con aguacate. Me fui al salón y frente al televisor ataqué aquella cena. Como no había nada interesante que ver en el televisor, retiré mi bandeja y fui a acostarme después de dejar limpio el cubierto de mi cena. De regreso al dormitorio la sirena ya dormía así que de forma casi ritual me lavé los dientes, me puse el pijama y me dejé caer suavemente en la cama. Nada más hacerlo Maca se giró me abrazó como si fuera su osa de peluche, y el último recuerdo que tengo de aquel día fue aquella frase que había dicho Marcos la última vez que cenaron en casa bullendo en mi mente. ¿Será esto la fase meseta de la que hablaba? Maca estuvo distante y yo sabía por qué. Al día siguiente tenía vuelo reservado hacia Angola, como era de esperar a Maca aquel viaje tampoco le agradó. La llamé al llegar, al volver, al principio de cada día y el final del mismo, le decía lo mucho que la quería pero 282

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ella no veía muy congruente lo que le decía y lo que hacía más tarde. No fue hasta mucho tiempo después que Maca comenzó a comprenderme y a creerme. Me hospedé en el Talatona y certifiqué todo lo que sospechaba, decidí empezar a actuar quebrantando unas cuantas leyes humanas y otras cuantas divinas, todas por una buena excusa y todas punibles, aunque eso sí, por momentos me sentí en el bosque deSherwood aplicando una justicia que no sé si fue salomónica pero que tiempo después dio sus frutos y fue mi mejor aliada. ¡Qué lejos estaba sin embargo Lady Marian! ¡Cuánto la quería y cuánto la echaba de menos! Pero frente a ella no había aprendido a darme del todo y creo que ella lo sabía, por eso su prudencia y algunas dudas. CAPÍTULO 56: Vivir con ella. 17 de junio de 2010. Play Andare- Ludovico Einaudi. Hacía dos días que había vuelto de mi último viaje. Atardecía sobre Madrid, veía desde la ventana del despacho una tarde esplendida y decidí escaparme del trabajo y ya que todo el mundo en aquella empresa me consideraba una advenediza por mi condición familiar, decidí darles algo más de lo que hablar y justificar parte de sus comentarios. Antes me pasé por el despacho de Sonia. - ¿Se puede?-dije después de llamar y abriendo un poco después. - ¡Claro que se puede!... –me respondió Sonia sentada como siempre tras su escritorio y con varios informes sobre la mesa- ¿Algo nuevo del informe que preparas?–preguntaba mirándome por encima de sus gafas, recostándose de inmediato en su butaca y retirándolas. - No… Bueno…si… algo más pero… sólo pasaba a decir que me marcho a casa… - Aún es pronto… -dijo mirando su reloj. - Si… es pronto… Quiero invitarlas a un helado… o a un paseo… quiero compartir con ellas algo más que una casa… Estar lejos de ella me hace echarla mucho de menos- decía desinteresadamente jugando con uno de los pisapapeles de su mesa que era de cristal transparente con un barco velero de bronce en el centro. - ¿Vas a tomar esto como costumbre? –dijo con autoridad o así me pareció entender por sutono de voz. - Eh…perdona… no quería tocar tus cosas- dije soltando de nuevo ese pisapapeles en su 283

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sitio. - Quieres dejar de estar a la defensiva conmigo… si te gusta el pisapapeles te lo regalo…Me refería a si por costumbre vas a marcharte pronto del trabajo. - Si. Tal vez cambie alguna cosa más. Empiezo a pensar que mi vida no es esta empresa ni buscar a un fantasma… mi vida es el tiempo que comparto con quienes quiero- dije automáticamente mirándola a la cara y comprobando por su gesto que comprendía lo que trataba de decirle. - Me parece bien, pero necesito saber cuál es exactamente tu compromiso con los Laboratorios… -se levantó y se sirvió una copa de brandy, me miró para ofrecerme otra pero con un gesto la decliné. - Estoy muy cansada de horas extra buscando las huellas de tu hijastro y analizando cada paso que ha dado en la empresa, cada inversión, cada informe, cada contrato, cada gestión… todo eso unido a lo que estoy teniendo que aprender a marchas forzadas sobre el negocio me están alejando de quienes quiero… No sé si me comprendes. En realidad, no sé nada… ni sé ni lo que estoy haciendo… - ¿Estáis bien?... ¿Te ha reclamado algo? –dijo tomando un sorbo de su copa y mirando al fondo de la misma. - Ja, ja… si…estamos muy bien –me levanté y me aproximé a su ventana- Ella nunca me reclama nada… pero creo que quiere que pasemos más tiempo juntas y yo… bueno… también la echo de menos demasiadas horas al día –dije abstraída en el recuerdo de su último beso. - Yo sólo quiero que tú seas feliz- dijo sorprendiéndome con sus palabras y provocando que me volviera a mirar hacia ella, que sonreía tímidamente. - Nunca hubiera imaginado que este tipo de felicidad existiese. … No sé si seguirá queriéndome después del regalo que voy a hacerle a Julia pero… incluso enfadada no quiero renunciar a mi tiempo con ella… - Ja ja… ¿Tramas algo?... Sea lo que sea… son tus decisiones… Siempre me ha gustado la gente que es capaz de tomarlas –decía tomando el último sorbo de su copa. - Gracias. - Gracias porqué.

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- Por tu apoyo… ahora… - ¿Me perdonarás algún día? - Cuando volví de Ferrero tenía que dejar en el pasado todo mi pasado si quería luchar por un presente y un futuro, tú eras parte de ese presente pero a tus decisiones las dejé en el pasado. No voy a enjuiciarte por lo que hiciste con tu vida y con la mía entonces. Tenemos que empezar de cero y bueno… por ahora vas bien… - ¡Ah! ¡Muy bien!... me alegro de ir bien –dijo siguiendo mi ironía. - Deberías invitar a Javier a tomar otro helado… también te iría mejor… -dije saliendo ya de su despacho… - ¿Cómo?-dijo algo confundida. - Comiendo Sonia. Levanta la vista de esos informes y mira a tu alrededor… tú eres lista… no te lo tendré que explicar… ¿o… sí?- le contesté sonriendo y cerrando ya la puerta del despacho sin ofrecerle más explicación y con la esperanza de que ella también encontrase sus propias respuestas. A mi vuelta al despacho Marcos me había mandado un fax, con las posibles hipótesis de traducción de algunas de las anotaciones de la agenda de Fernando. En un principio no caí en la cuenta de la importancia de aquel documento. Me limité a guardarlo bajo llave en la caja fuerte de mi despacho y a prepararme para dar por finalizada mi tarea laboral. Salí como niña con zapatos nuevos de los Laboratorios con el portátil y el portafolio que lancé sobre el asiento trasero del vehículo. Saqué las llaves del coche del bolso y me dispuse a salir de aquel parking rumbo a una heladería que conocía del centro. Una vez que estuve en la heladería y ante el escaparate de la misma fui consciente de que desconocía cuál era su sabor preferido. Conocía el de Julia porque ya le había comprado alguno al recogerla de la escuela algún día, pero el de ella no. - ¿Le puedo servir en algo?- dijo el muchacho que había tras la barra. - Eh… si… si…pues me pone… una… ¡no! dos… mejor dos bolsas de hielo… un helado de fresa, de esos con forma de pié, no recuerdo bien la marca,… una tarrina pequeña de stracciatella y… bueno… si me da un minuto averiguo de qué es la otra tarrina… - Muy bien.

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- ¿Esther? - Hola guapa…¿está por ahí Julia? - ¡Si claro! Debe… ¿Por? - ¡Anda! Dile un momentito que se ponga… - ¿Esto es parte de ese misterio que las dos os traéis entre manos? - Ehhhh…ssssi… si… pero vamos… que no es tan importante… es una sorpresilla para ella… nada más… - Vale… no quiero saberlo… pero no sé porqué presiento que no me va a gustar… - Pues relájate ya verás como si te gusta… ¿Qué hacías? - Estábamos en el jardín… colocando unas macetas que acaban de traer de la floristería en los parterres que te dije… - Ah… muy bien… me encanta que te diviertas… - Ja, ja... ya te vele. Espera que ya se pone… un besito- dijo pasándole el teléfono a su hija que al parecer estaba muy feliz con su tarea de minijardinera. - Hola Esther… -me dijo ilusionada. - Hola guapa…voy a decirte algo muy importante vale… pero tienes que disimular… ¿estás en el jardín? - Si… - Bien… ve a las escaleras del porche y te sientas allí mientras hablamos ¿vale? - Vale… - ¿Estás ya?... - Si… me he sentado en la segunda… ¿me siento más arriba? - Eh… no…está bien ahí… voy a hacerte una pregunta… tú solo me contestas sí o no… ¿vale cielo?… 286

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- Si. - Bien… pues mira la pregunta es… ¿Has tomado alguna vez un helado con mamá? - Si. - ¡Perfecto! ¡Muybien!… ¿Recuerdas de qué sabor le gustan?… - Pues, una vez en el parque se comió uno de color verde… - ¿Verde?...Eh… a ver Julia… ¿Verde de verde menta? - No… verde de hielo… - De hielo… ¿Cómo de hielo?… A ver… vamos a concentrarnos chiqui ¡venga!... ¿Era de los de palo o de los de tarrinita?… - Nooooo… Era de esos que le aprietas y sube… - De los que aprietas y sube… eh… o sea... no de los de cuchara. - Uhm… una vez se comió uno de esos de cuchara, era de mora… - ¡De mora! ¿Estás segura? - Si… tenía trocitos dentro… me dio una… pero no me la comí… No me gustan las moras. - Ah… no te gustan las moras… pues… tomo nota… Pues mira, ahora vas a hacer otra cosa… te levantas, vas a donde está mamá y le das el teléfono ¿vale? Y tú como si nada… no le digas nada de lo que hemos hablado. Uhm?... Háblale de… los dibus que has hecho hoy en la escuela… o de esos que te gusta hacer de las sirenas ¿Vale? - Vale. ¿Ya me bajo de las escaleras? - Si cariño… ten cuidado ¡eh!… y recuerda “No le digas a mamá nada de lo que hemos hablado”… es otro secreto… - ¿Cómo el de Truco? - Schisssss…¡Calla!... ¡Mira que al final nos pilla!... No digas nada… ese super secreto tiene que estar oculto ¿Recuerdas?... ¿No te habrá oído?

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- No… le está pegando a una maceta… -dijo muy convencida. - ¿Ah sí?...Ja, ja… ¡anda! dile que se ponga peque… un besito… nos vemos ahora… que te llevo un regalito… - Vale… -dijo cantarina y creo que pensando en su regalo devolviéndole el teléfono a su madre. - Bueno guapa, veo que estás ocupada, que nada… te dejo, le preguntaba a Julia una cosa de colegio que esta mañana me pidió… Si puedo me escapo pronto hoy y nos vemos en casa… - Pues haz un poder y danos una sorpresa ¿no?... - ¿Quieres una sorpresa?- dije por lo bajo pues el camarero ya estaba esperando nuevas instrucciones. - ¿Te contesto? - Eh… no… me lo imagino… nos vemos luego ¿vale?... Me llaman… un beso cariño… - Venga… otro para ti… y vuelve pronto anda… - ¡Claro!...a sus órdenes… en un segundo estoy ahí… - No sé si creerte… - ¡Incrédula!...Te dejo… beso. - Ciao. - Perdone…póngame también una tarrina mediana de helado de mora y me dice cuánto es todo- dije tras colgar dirigiéndome al camarero. Salí corriendo de la heladería a ver si conseguía que los helados llegasen vivos y puse rumbo a casa. Mientras conducía pensaba en los ojos de Julia cuando le llevase el helado y en la sonrisilla que iluminaría sus ojos. Había descubierto lo golosa que era y lo que le gustaban todos los dulces. Aquel atardecer rosa sobre Madrid me había recordado el color del algodón dulce que no sabía si Julia había probado alguna vez y que a mí me encantaba de niña. También pensaba en Maca y en que me apetecía preparar la cena para comer en la terraza, y después de acostar a Julia, tomar una copa con ella a solas, para hablar simplemente y saber cómo había ido su día, sin más intención que verla descansar un 288

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poco, ver ese rostro suyo relajado, con su mirada brillante y haciéndome sentir que formaba parte de todo lo que ella quería. A veces, sin venir a cuento, de forma natural y espontánea enlazaba su mano con la mía o tocaba mi cara o… me sonreía de esa forma tan personal y suya, que sólo conseguía enamorarme más y más. Habíamos terminado de cenar, terminábamos de retirar los platos de la mesa de la terraza donde habíamos cenado. Habíamos preparado una copa para tomarla en las tumbonas del jardín que había bajo el porche. Apagamos las luces de casa y con las velas que iluminaban la mesa de la cena fuimos a iluminar la mesita baja donde nos situamos a despedir el día. - Estoy muerta, no puedo más… y mañana bien temprano tengo operación… -decía Maca mientras se tumbaba cómodamente. - Si te sirve de consuelo Sonia no hace más que pedirme informes… ja, ja… Estoy pensando en volver a la policía… - decía yo con la mirada perdida en su perfil. - ¿No hablarás en serio?- dijo incorporándose un poco, mirándome y tomando un sorbo de su copa. - Ja, ja… por tu cara más me vale que cambie de opinión ¿No? - Esther…-dijo alargando su mano para que yo acercara la mía- yo sólo quiero que tú seas feliz… hagas lo que hagas… - Eres la segunda persona que hoy me dice eso… - ¿Alguna amante? - Bueno…amante, amante… no… ya tengo bastante con la que tengo… - ¿Si?¿Suficiente? - Ahá… Creo que si la salud me lo permite dentro de veinticinco años pensaré igual… - ¿Tanto? - ¿Crees que es posible saber qué va a ocurrir dentro de veinticinco años? - No es probable… - Bueno… no es probable es distinto a no es posible… Admites por ello que hay una posibilidad. 289

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- Si… tal vez haya alguna… lo que no sé es entre cuantas… - A ver…imagina posibilidades entre una opción única. - No sabría decirte exactamente si no me dices algo más sobre esa opción… - Pues… esa opción es una chica muy guapa… muy simpática y a veces gruñona… - ¡Ja!... Bueno en ese caso, en veinticinco años seguro que aprendes a odiarla un poco. - Imposible. Nunca podría. Como mucho esa chica me terminaría odiando a mí. - Pues ya sabes. No le des motivos para hacerlo. - No lo haré. Nos miramos durante un buen momento, de esa forma en que todo está dicho, cuando sientes que todo es perfecto porque tu alma está completamente expuesta y sientes que no hay sol que arda más ni dé más calor, cuando las únicas palabras que existen sobran, cuando sólo se desea evaporarse un poco más sobre su piel, parar el tiempo y que el corazón galope y su latido sea el único sonido que le robe silencio al propio silencio. Play El secreto de sus ojos- Federico Jusid - ¿Sabes si se venden las estrellas? - No creo. Hay cosas que no tienen precio cariño. - Todo tiene un precio. Supongo que las estrellas también lo tendrán. - Y tú ¿Para qué quieres una estrella? La miré y le contesté con una sonrisa. Después de un rato en silencio añadió: - No se te ocurre algo más sencillo que regalarme… Yo me conformo con algo más sencillo… - Yo quiero que sea muy especial y brillante. - Hace mucho que ya me regalaste algo especial. - ¿Mas especial que una estrella? - … Mucho más especial…- me quedé pensando en eso que me dijo. Volví mi mirada al cielo y desee que fuera cual fuera ese regalo especial, nunca dejara de sentirlo- Estás muy lejos… -continuó.

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- No. Estoy aquí contigo. Haciéndote compañía mientras descansas –le contesté volviendo mi mirada hacia ella. - Tu cuerpo si me está haciendo compañía… ¿Y tu mente? - Mi mente está permanentemente pensado en ti. Yo creo que no es ni normal las ganas que tengo de estar siempre contigo. Me pasa como a los imanes llegada a una distancia una fuerza irresistible que me pega a ti... ja, ja… y estar pegada a ti y no besarte no es posible… no te dejaría descansar porque no sabría cómo parar… Ella callaba y cuando volví a mirarla, ella, que ya lo hacía, para añadió: - ... ¿Y quieres parar? - Nunca. Pero quiero que descanses un poco, que disfrutes de tu copa, de la paz de estos momentos… - … ¿Y? - ¿Y?... Pues…a ver… déjame que piense… después de todo eso apagaremos las velas, llevaremos las copas a la cocina, cerraremos la terraza, subiremos a dormir, tal vez no podamos… y hasta ahora no has dicho que te duela la cabeza… - Ja, ja…pues que sepas que los dolores de cabeza se presentan súbitamente… - ¿Si? ¡No me digas! - Ahá. - Entonces -dije incorporándome y tumbándome a su lado- no me va a quedar más remedio que empezar a besarte ya, y… no voy a dejar que te tomes tu copa, ni que apagues las velas… sólo voy a dejarte que me beses… pero sólo de vez en cuando porque yo lo haré el resto del tiempo… - Uhm…tentador plan… pero… no querrás que el vecindario imagine más de la cuenta… ¿no? - ¿Volvemos entonces al plan original? - Si ¿No?...yo ya he descansado y disfrutado de todo la paz que necesitaba hoy… - Oido cocina...Apago las velas y me llevo las copas, tú subes y ya me dices qué sigue después… ¿Te parece?... - Muy bien. Me parece muy bien. Me encanta cuando eres tan obediente… - Ja, ja… ¡Canalla!

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- Ja, ja…-sonrió y me sacó la lengua. Durante la noche, mientras yo tardaba aún en dormirme, noté bastante inquieta e intranquila a Maca en su sueño. No parecía estar cómoda en ninguna postura. Estuve tentada de despertarla pero cuando iba a hacerlo pareció calmarse. Me limité a retirar algún mechón de pelo de su cara y cuando su respiración se hizo más rítmica volvía a apagar la luz, tomé su mano y abrazada a ella acabé durmiendo yo también. 18 de junio de 2010. Aquella mañana no pudimos hablar porque Maca había salido muy temprano para el hospital y no me despertó. Yo llevé a Julia al colegio, quien también se mostró muy callada y taciturna, como si ella también hubiese pasado mala noche. La miraba por el retrovisor del coche y la veía observar el mundo a través de la ventanilla. Su mirada era algo lánguida para una niña tan pequeña, dudé si echaría a alguien de menos. Iba a preguntarle, pero temiendo su respuesta guardé silencio. Al desabrocharle el cinturón rápidamente se volvió hacia su mochila. La tomó, bajó del coche y se agarró de mi mano. Andamos hasta la puerta del colegio sin decirnos nada. Al llegar a la puerta la miré, me agaché y ella de la forma más natural del mundo me abrazó, me besó y salió corriendo hacia el interior de aquel edificio. Me quedé allí parada hasta que la perdí completamente de vista. Me volví hacia el lugar donde había aparcado. Muchos padres y madres habían hecho y hacían lo que yo con Julia, dejaban a sus hijos y corrían para sus coches con la prisa galopando por sus venas. Supongo que como yo, alguna vez pensaron que cada segundo es irrepetible y que los besos y abrazos infantiles eran de las pocas cosas genuinas y verdaderamente importantes para cualquier adulto. Ya en los Laboratorios, aún con la sensación de que aquel día era sordo, mientras andaba hacia mi despacho volví a pensar en las notas que Marcos me había mandado. Iniciales y más iniciales, nombres y nombres que no me decían nada, ninguno de ellos llamó entonces mi atención. Una llamada telefónica me hizo olvidar mi curiosidad por aquel dato. Javier quería verme en su despacho. - He estado repasando cada una de las operaciones comerciales que me indicaste. -¿Encontraste algo? - Pues nada. No encuentro nada raro. - No te pido que encuentres nada raro. Lo que te pido es que me hagas un informe de cada una de ellas. Fechas en que se produjeron envíos. Destino de cada uno. Transporte utilizado. Contratos y contactos con los proveedores y clientes. - Esther eso me va a llevar mucho tiempo. 292

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- Tenemos todo el del mundo. - Tendré que pedirle permisos a Sonia. - ¿Por? - Ella tiene todos los informes de cada operación en su despacho. - ¿Es una operación habitual o hay algo de extraordinario en ello? - Antes se guardaban en el archivo central de Administración, desde la incorporación de Fernando, ella pedía todos los datos. - Hablaré con ella. - Puedo hacerlo yo. - No te preocupes Javier. Aprovecharé para pedírselos cuando tenga la guardia baja. - Tu madre no baja la guardia ni durmiendo. - ¿Es una suposición o una certeza?- dije levantando una ceja sutilmente y con algo de guasa. Javier me miró, sonrió ampliamente y añadió- Muy observadora pero dejémoslo en tablas. Pon que ambos suponemos. - Muy bien- dije levantándome y saliendo del despacho. Cuando ya casi había salido volví a abrir la puerta para añadir –Gracias. Javier no debió de esperar mi reacción y se había recostado en su butaca moviendo su pluma sobre el escritorio en el típico gesto mecánico e inconsciente de quien está evocando un recuerdo o imaginando algo. Me tranquilizó que sonreía levemente y tras mi agradecimiento volvió a incorporarse y a simular como hacía siempre en este aspecto. Play The Ghost Writer- Alexandre Desplat Nada más llegar a la oficina llamé a Marcos.

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- Hola subinspector. ¿Bien el día? - Hola Esther. Pues no sé qué decirte. Iniciamos una redada en un prostíbulo de aquí de Madrid. - Lo de siempre ¿no? - Lo de siempre sí. Varias menores. La misma náusea por todo el asqueroso mundo que las rodea. - Mientras haya quien pague por sus cuerpos adolescentes e infantiles no podemos hacer más Marcos. No te quemes con eso. Hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Darles a mínima oportunidad de escapen de ese mundo no es poco. - Ya,… ya lo sé… pero todo se mezcla con la rabia de saber que tanto hijodeputa que abusó de ellas vaya a la cárcel no es nunca suficiente, porque pronto habrá otros que seguirán sus pasos y volverán a destruir la vida de otras niñas que serán mujeres marcadas de por vida. - ¡Menudo día! Te dejo entonces. - No. Dime. Me has llamado por algo… suéltalo. - Era por las notas de la agenda de Fernando. - Ah bueno…eso… si te digo la verdad, no se me ocurre nada para descifrarlas. - Haz una base de datos. - ¿Una base de datos? - Si. La idea podría ser grabar el nombre y apellidos de todas las personas que hemos investigado y compara sus iniciales con las que hay en la agenda. - ¿Todas las personas? - Todas las personas que están relacionadas con Fernando, los Laboratorios, su empresa, Maca, el hospital, no sé… - Bueno… no parece mala idea… - Ja, ja… ni buena… estamos dando palos de ciego, lo sé. 294

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- Y tanto. - Bueno, te dejo, no te doy más la lata. Ten cuidado ahí fuera ¡eh! - Que si… que sí… qué pesaditas sois… - ¿Somos? - Si… tú y Olga… - Ja, ja…tiene miedo, compréndela. - Ya ¿Y a mí?¿Quién me comprende a mí? - Yo. Te comprendo yo. ¡Vamos! ¡No te pongas ñoño! - Vale. No me pongo ñoño, pero tú tampoco. Me debes ya setecientas cañas. - No me voy a olvidar de ninguna, pero le sumaré algunas más. Adiós feo. - Adiós fea. En cuanto colgué el teléfono me olvidé completamente de aquel asunto. No volví a pensar en ello hasta muchas semanas después. De no haberse producido la situación crítica que se dio, yo creo que no le habría dado más importancia a aquellos datos que más tarde se convirtieron en mi seguro de vida… En el único recurso que la mantendría. CAPÍTULO 57: La gallina ciega. 19 de junio de 2010. La sorpresa de la mañana en los Laboratorios era encontrar a Sonia esperándome en el despacho. La encontré sentada en una de las butacas frente a mi escritorio, su mano izquierda sostenía sus gafas y las movía rítmicamente. Cuando pasé a su lado, para tomar asiento, atisbé una mirada que me seguía y un rostro que reflejaba cierta inquietud, aunque su barbilla sobre su mano derecha, con el codo apoyado en el escritorio, parecía contradecir ese mensaje no verbal. - ¿Sabes que son bastante incómodos estos asientos? –dijo como saludo. - Hola Sonia. ¡Buenos días!… -dije sin ningún tipo de acritud. - Buenos días- contestó observándome mientras yo soltaba mi bolso, abría mi maletín y colocaba mi portátil sobre el escritorio, con una actitud un tanto indiferente. - ¿Vas a contarme qué te trajo aquí o prefieres seguir observándome?-añadí. - Por mucho que te observe estoy convencida de que para saber de ti me quedo corta. 295

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- ¡Ves! ¡Vamos progresando! ¿Te das cuenta? Cualquiera que nos pueda ver sabrá que somos madre e hija sólo por la calidez de nuestras palabras. - Además de tu madre soy tu jefa. - Ja, ja… No lo he olvidado. ¿Alguna nueva orden? Se levantó muy dignamente. Se giró para marcharse y dándome la espalda añadió: - Sobre tu mesa hay varios currículum para el puesto de secretaria que hace semanas que tenías que haber cubierto ya. Tienes a todas las candidatas citadas, ahí tienes la carpeta. Sólo tienes que entrevistarlas. Estoy segura que hoy encontrarás un hueco en tu agenda y podrás encargarte de ello. - He estado ocupada –añadí. - No en los Laboratorios -contestó. - Exacto. No en los Laboratorios –repliqué dejándome caer sobre el espaldar de mi asiento y con cierta suficiencia para devolverle alguna de la suya. - ¡Ah muy bien! Al menos ya lo confiesas sin rubor. ¿Sabes que podría despedirte? - ¡Sonia! Iba a ponerme ahora con asuntos de los Laboratorios, pero si sigues entreteniéndome no voy a sacarle partido al día ¿Querías algo más? - ¡Oh por Dios! ¡Ni se me ocurriría! ¡Si haces algo por el negocio nuestras acciones son capaces de subir un cuarto de punto!- contestó con el pomo de la puerta en sus manos. - No te preocupes, nuestra flamante secretaria también colaborará contigo y conmigo para ello, puede que incluso lleguemos a subir un entero hoy mismo- respondí con la misma ironía. - No te vas hoy hasta que no la tengas seleccionada – dijo apuntándome con sus gafas y cerrando definitivamente la puerta- un segundo más tarde la abrió de nuevo para añadirTu primera entrevista es exactamente… dentro de diez minutos. ¡Fantástico! Necesito un cigarrillo antes –pensé. Y tal como lo pensé lo hice. Tomé mi pitillera y mi móvil en dirección a zona de aparcamientos a fumar. En la cabeza seguía dándole vueltas a todas las tareas que tenía pendientes para ese día. ¡Por cierto! ninguna de ellas relativas a las tareas que Sonia ya había ideado para mí aquel día, tareas que sí que eran importantes. - Hola ¿Tienes un cigarro?- dijo una chica tras de mí. - … Si –contesté y me volví a ofrecerle el paquete de tabaco. Me encontré con una chica con aspecto universitario y un aire algo informal. No pensé que sería el tipo de chica que Sonia citaría para ser entrevistada. Su atuendo era casual, muy lejos del formalismo de 296

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quienes trabajábamos allí. Sin embargo su mirada era tranquila. Tomó la pitillera y el mechero que le ofrecí. Sacó un cigarrillo, lo encendió, mientras exhalaba el humo, adelantó su mano y me devolvió mis pertenencias. Pasaron un par desegundos hasta que un escueto gracias resumió su agradecimiento. Se acabó apoyando en el vehículo que tenía más cercano. Me miró una par de veces como paradecir algo. Pero no lo decía, dudaba. - ¿Nerviosa o fumadora compulsiva? –pregunté. - Nerviosa…y… un poco cobarde. ¡Encantada!- Dijo aproximándose y ofreciendo su mano a modo de saludo. - No es necesario ser una valiente todos los días… ¿no?- dije tomando su mano, correspondiéndole. - Pues sí,tienes razón… pero hoy sí toca –añadió algo seria. - Lo siento. No quería frivolizar con tu problema. Discúlpame. - Disculpada…¿Y tú? - ¿Yo? - ¿No vas a decirme cuál es tu problema?... ¿Nerviosa, compulsiva, huyes de algo? - No huyo de nada… Bueno… en realidad si… ja, ja… hoy de mi madre… - Fuuuuyyu…-silbó-…¡Guau!... ¿No te deja fumar?- ironizó. - Ja, ja… -Veo que hoy todo el mundo hoy está la mar de simpático- pensé. Es largo de contar…me hubiera encantado que en su época no me dejara fumar… me hubiese encantado ver su reacción… pero no… eso lo hizo otra persona… estoy en la etapa de tratar de confiar en ella… bueno, dejémoslo en que estoy tratando de confiar a secas–dije. - Bueno… hoy has confiado en mí… ¿Dónde está el problema? - Tú eres una desconocida. - ¡Sí! ¡Es verdad!... -exhaló despreocupadamente el humo. - Tengo que marcharme. - Gracias por el cigarro. - De nada.Suerte. Espero que no le falte el valor para lo que necesites. - Igualmente. Intentaré conseguir un puesto de trabajo… y… no estaría mal que quien me 297

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entreviste no sea alguien como tú… por lo de la confianza digo… ja, ja… - ¿Vienes por el puesto de secretaria? - ¿Usted también? - ¿Porqué me llamas de usted? - ¡Y yo que sé!… me has puesto nerviosa… ¿No me digas que también vienes a por el puesto? - ¡No vengo a por el puesto! - ¡Ah qué alivio! - Bueno… no tardes demasiado… creo que hay varias personas citadas. -¡Coño joder qué suerte la mía! - Pues si… ja, ja… -contesté. A Sonia le va a encantar esta chica- pensé un poco traviesamente. - Suerte con tu problema… espero que se resuelva pronto. - Creo que si…que hoy se van a resolver alguno. - Ciao. Nos vemos –dijo despidiéndose sin saber la que le esperaba. - ¡Por supuesto!- respondí sonriendo. Me giré para entrar nuevamente por aquel pasillo hacia mi despacho. Sobre el escritorio y en la siguiente carpeta estaba su currículum. Era la cuarta chica recomendada por Sonia. La cuarta según sus criterios. En la foto curricular volvía a trasmitirme esa mirada fresca e informal de su edad. Si estaba en la carpeta que Sonia había preseleccionado su perfil profesional ya estaba de sobra asegurado y, dado que yo ya tenía todos los datos que necesitaba, tomé la decisión, así que me ahorré tres entrevistas y rápidamente me dediqué a otras cuestiones. Me divirtió mucho ver la expresión de Cristina cuando la pasaron a mi despacho, para la entrevista. El resto de las candidatas también tenían un currículum bastante competente, pero parecían demasiado serias. Así fue como mi nueva secretaria ocupó el cargo. No sé si llegó a imaginarse que ese mismo día ya empezaría a trabajar con nosotros. Firmó el contrato y le presenté al resto del personal de administración, le enseñé su despacho, contiguo y próximo a la entrada del mío, y allí la dejé para que fuese situándose un poco y con algo de tarea. - ¿Conoces Angola? - No mucho ¿Debo? 298

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- Debes ¡Claro que debes! ¿Me cuentas algo dentro de…una hora? - ¿Alguien en particular o… datos así en general? - Bueno…datos que puedan interesar a los Laboratorios… ¿Te parece? - Sin problema… - Pues nada ¡Que te diviertas! En ese momento pasó Sonia por el pasillo y nos vio hablando. Frunció el ceño y pasó de largo. Cristina se limitó a bajar la cabeza y a mi empezaron a sonarme unas cuantas alarmas. Cuando giré mis pies hacia mi despacho cambié de opinión, volví sobre mis pasos para dar nuevas instrucciones. - Al pié de tu informe no te olvides añadir datos como día, hora y asunto de tus reuniones con Sonia. Si necesitas folios puedes cogerlos de la impresora. Se hizo el silencio y obtuve la respuesta a mi sospecha –Así que una secretaria… vaya,vaya, vaya con Sonia- pensé algo malhumorada. - ¡Ah! ¡Se me olvidaba! No has añadido en tu currículum en qué escuela de arte dramático e interpretación te has formado, lo de las fechas me da igual, pero si forman a tan magníficas actrices nunca está de más saberlo- dije- … por si un día me apetece dedicarme también al teatro –añadí. - ¿Significa esto que estoy despedida? - No. Hagámos le gasto a Sonia. Haz como que trabajas y disimula, si consigues engañarla a ella igual cobras a fin de mes. Ya te diré cuando necesite algo de ti. Olvida el informe. Por mi puedes dedicarte a redecorar el pasillo. - Está bien. No me llamo Cristina. Conozco a Sonia. De hecho ya tengo contrato firmado con ella. Estoy aquí para… - … informarla de todos mis pasos ¿es eso? - No. Es más. Se supone que debo ser su sombra. - ¿Niñera?¿Te ha contratado para que seas mi niñera? - Me ha contratado para velar por su seguridad. - No necesito seguridad. Estás despedida. - No puede despedirme. He sido sincera. Yo necesito este trabajo. Sé que puedo serle útil. 299

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- ¿Mintiendo? - Es lo que más me cuesta de nuestra formación. - ¡Policía! - Si… GOE. - ¿Las otras candidatas? - También. - Esto es absurdo. - Esto es trabajo. Mi trabajo. ¿Está segura que no necesita a alguien que le abra una lata de anchoas? - ¡Completamente!...Aunque… tal vez… hipotéticamente hablando… si supiera pilotar una avioneta… - Aterrizaría en el jardín de su casa si fuese necesario… hipotéticamente ¡claro! - Bien…¿Robaría una para mí? - Diga día y hora. - Bien. Se lo diré… si lo necesito… todo esto no es más que una hipótesis ¿no? - Por supuesto. - ¡Estupendo! Tiene el día libre. Puede irse de compras o… de paseo… andando… volando… ¡Quería trabajar!... pues adelante… sírvase usted misma. El resto del día lo dediqué a consultar las transacciones comerciales de los Laboratorios con la antigua colonia portuguesa de Angola. No era de extrañar que en un país donde la tasa de mortalidad infantil y la expectativade vida más baja del mundo, fruto de las fiebres hemorrágicas, rabia, malaria,cólera, tuberculosis y VIH, muchos laboratorios farmacéuticos europeos y americanos operaran en el país. Ya conocía que Luanda era el destino de los trasbordos comerciales de los Laboratorios. No fue nada difícil averiguar los datos esenciales sobre el poder del dinero en el propio puerto. La corrupción y los robos en los contenedores estaban demasiado instalados en la zona portuaria. El aeropuerto de la ciudad me sería igual de útil que a Fernando para salir y entrar rápidamente del país. El resto de la información que conseguí por internet trataba sobre las organizaciones no gubernamentales, de tipo religioso, la mayoría, y las sanitarias que se dedicaban a tratar a la población infantil y femenina de los suburbios de la ciudad, y en 300

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una de las cuales pasé de incógnito unos días en mi anterior viaje. En alguna que otra conversación con Maca conocí que algunos laboratorios trataban de sobornar frecuentemente a los facultativos a través de regalos o dinero (algunos llegan a cobrar el 14% del valor de la receta) consiguiendo así que se receten sus medicamentos, porque poner medicamentos en el mercado suele conllevar siempre un gran coste (sólo el 20% de los fármacos cardiológicos que se ensayan en humanos llegan a comercializarse, no llegando en el terreno del cáncer ni siquiera a un 5%), y acortar el tiempo de pruebas con ellos puede significar un ahorro importante. Esto incrementa mucho el riesgo de que pequeños porcentajes de toxicidades tardías no sean correctamente registradas o malinterpretadas, como sucedió en“Miocord”. No resultaba nada extraño que en un escenario tan perfecto se produjesen todas las hipótesis que poco a poco iba fraguando en la investigación. Sabía las rutas comerciales que Fernando hizo. Sabía qué llevaba en los barcos a Luanda y sabía qué traía de allí. Ataqué con todas mis fuerzas el flanco de su financiación, supe que gran parte de su debilidad radicaba allí, por eso su necesidad enfermiza de controlar los Laboratorios, éstos eran la tapadera perfecta para su otro gran negocio, el blanqueo de capitales y el tráfico ilegal de diamantes. 24 de junio de 2010. Pasaron algunos días en que Angola era la secuencia repetitiva en mi particular investigación, pero un golpe de suerte, o de desgracia, hizo que en medio de toda esta búsqueda de información recibiera otra llamada de Marcos. Seguía enfrascado en cómo descifrar las posibles iniciales de la agenda de Fernando. Los dos pensábamos que descifrarla podría llevarnos mucho tiempo, pero no era tiempo lo que nos sobraba. Algunos datos nos pasaron inadvertidos al principio pero los dos coincidimos en que aquel era el punto de partida. - Bien. Nos vemos en la tarde entonces… Por cierto, la idea de la base de datos hasta ahora sólo ha dado una coincidencia. - ¿Y? - Martín Jiménez, Jesús. Es especialista en Obstetricia y Ginecología, en el Hospital Central. - No sería mala idea saber más de ese obstetra ¿No? - No. No estaría mal. Aunque imagino que será una coincidencia también que las siglas GTB se correspondan con las de Guillermo Toledo Blanco, juez del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. - ¿Es extraño tener un bufete de abogados y tener en la agenda los datos de un juez? - No claro. Amigos importantes tiene cualquiera… en la profesión. 301

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- Imagino que meter mano al patrimonio del juez va a ser complicado. - Bueno… si… demasiado… - ¿Y a sus sentencias? - Será un trabajo de chinos… - Si claro, o de chinas… - ¿Pensabas en alguien? - Pensaba en Olga. - Ya. Lo hablamos después ¿Vale? - Si… de acuerdo. Nos vemos… Ciao. - Ciao. Miré el reloj y me daba tiempo a llegar al hospital. Cuando llegué a recepción pregunté por aquel médico en particular, me dijeron que no estaba de guardia. Aquello fue el segundo guiño de suerte de aquel día. Subí a la planta de maternidad y me colé en su consulta. Sabía de la maldad de Fernando, pero aquello que conocí aquel día y en aquel momento, donde la oscuridad reinaba a mi alrededor, terminó por aclararme con quien estaba tratando. Durante muchos segundos no podía creer lo que veían mis ojos. No podía creer que todo se resumiese en aquello. No podía creer su maldad pero acababa de descubrir hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Cuando yo pensaba que mi odio hacia él no podía crecer más, volvía a sorprenderme la nausea que me provocaba su mero nombre. Aquella maldad encajaba perfectamente con todas las que realizó antes. Iba a tener que actuar muy inteligentemente si quería que toda aquella información se hiciera pública causando el menor daño posible. A partir de entonces no iba a poder permitirme ni un solo error, porque era imprescindible que nunca supiese que ya le iba siguiendo por el camino correcto. Guardé todo el expediente, porque era una prueba que debía conservar, pero inmediatamente adiviné que todas las precauciones serían pocas. Salí de la consulta con la intención de volver al despacho y guardar aquellos documentos. Lo más difícil sería decidir qué hacer con aquella información, cómo ocultársela a Maca y cómo acelerar la investigaciónen esa línea. 25 de junio de 2010. Tan pronto llegué al despacho aquel día sonó el teléfono interno, desde secretaría. - Señora García tiene una llamada. 302

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- Te importaría dejar de llamarme señora García y llamarme Esther a secas. - Bien, pues entonces señora Esther a secas tiene usted una llamada… -Si está dispuesta a abrir mis latas de anchoas podría tutearme ¡mujer! - ¡Claro que sí! ¿Le paso ya la llamada o prefiere que sigamos discutiendo esta cuestión? - Mejor lo dejamos para luego… pásame esa llamada… por cierto ¿Quién es? - Es del concesionario de su vehículo, preguntan por usted. - ¡Ah! Vale…¡Páseme la llamada si es usted tan amable!... El sistema de inyección tendría que ser revisado, se hizo semanas después, y aquel dato no dejó huella en mi inconsciente hasta que ya fue demasiado tarde. Toda la maquinaria se había puesto ya en marcha. Ya no había marcha atrás. Mi destino volvía a enredarse y no supe verlo. Estaba demasiado ocupada ideando un seguimiento de la madriguera donde sospechaba que se escondía. Me había perdido en una búsqueda permanente de lo que unía a “Miocord”, Angola, los diamantes, los Laboratorios, a Maca o a mi… La excitación de saber que no era algo lo que unía a esas piezas, sino alguien me hizo bajar la guardia y un contrincante experto no desaprovecha una ocasión tan clara. Había pensado en que Miguel y Alba se instalasen de incógnito en un piso en Amberes. El objetivo hacer fotos de las entradas y salidas de un domicilio. Tan solo era eso. Una intuición, y aunque ésta no falló, el plan no siguió las pautas que yo había ideado. Todo explotó y los acontecimientos me asestaron el golpe más duro que yo podía imaginar. CAPÍTULO 58: Transiciones. 20 de julio de 2010. Casi un mes después de que Miguel y Alba se instalasen de incógnito frente a la casa de Fernando, en Amberes, empezaron a llegar los primeros informes. Todo consistía en averiguar quién visitaba la residencia, en la que creíamos tener localizado a Fernando, amistades, clientes o trabajadores de su empresa. Necesitaríamos componer un buen mapa de sus hábitos diarios si queríamos predecir su comportamiento según la información que fuésemos averiguando. Foto y cargo, que representaba cada una de aquellas personas, era lo básico para después, con otro tipo de ayudas, intentar averiguar hasta el último detalle de quienes había a su alrededor. Las primeras imágenes que recibí perdían demasiada calidad y tuvimos que enviar un equipo fotográfico nuevo. Marcos se encargaba de recopilar, digamos que no muy legalmente, la información policial de aquellas personas que se movían en la colmena creada por Fernando.

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Mi tarea principal, además de transmitir la información a Marcos, era situarla en el lugar exacto del mapa de nuestra misión, para averiguar todo cuanto pudiese de su cliente principal, aquel cuyo patrimonio estaba siendo pulcramente lavado. Descubrir que sus negocios daban asco no me sorprendía en lo más mínimo, sin embargo, descubrir hasta dónde llegaban sus tentáculos sí que me producía alguna incertidumbre. Tendría que actuar con mucha sutilidad para que su reacción no fuese inapelable. Sopesé entonces la posibilidad de conocerlo personalmente. Pero no dio tiempo. Las circunstancias se dispararon súbitamente tras recibir la fotografía y el informe preceptivo de aquella semana. - Sí… dime… - Esther, acabo de enviarte el informe de esta semana. Varios tipos que espero que podáis identificar bien. Por último, he dejado la imagen de una chica de unos 30 años acompañada por un niño de unos 5 años. Iban protegidos por varios escoltas, por lo que deduzco que deben ser importantes. - Sí, ya tengo aquí la foto Miguel. La cara del niño no se ve totalmente nítida, identificaremos a la chica pero si podéis conseguir algo más preciso del niño también nos serviría. - Está bien. - No os arriesguéis en exceso, puede que no sea nada relevante. - Bueno, eso ya lo decidiréis después. Estaremos atentos por si vuelve por aquí. - Por cierto, ¿qué tal os va ahí encerrados? - ¿De veras quieres que te conteste? - Ahórrame los detalles más escabrosos ¡por favor! ¡Anda pásamela a ella! - ¿Qué pasa? ¿No te fías de mi palabra? - Seeee… me fio… me fio mucho… pero creo que Alba será más sutil… - Vale, si te dice que lo está pasando mal me lo contarás ¿no? - ¿Crees que lo está pasando mal? - Huy… yo diría que no… al menos no lo aparenta… ja, ja… 304

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- ¡Anda tonto! Un beso. - Otro para ti. Ciao. Oí risas de Alba de fondo antes de arrebatarle el teléfono y ponerse al habla conmigo. - Hola Esther, dime… - Gran parte del éxito de todo lo que estamos haciendo depende de que paséis totalmente inadvertidos, una pareja de novios que no sale del piso pasados dos días empieza a ser sospechoso, necesito que aparentéis ser algo más que dos pollos en celo… - Eh… si… si… - Siento que ahora todo lo que importe sean las apariencias, pero es así, vuestra seguridad está en juego… ¿De acuerdo? - Si. De acuerdo ¿Algo más? - ¡Sed felices!... pero no me vendría mal toda la información que podáis recopilar para tener pocos o ningún error… - Así será… ya he oído lo del niño… cuando tengamos algo te lo remitiremos… - Hacedlo inmediatamente… no esperéis al informe próximo… - Bien. - Un beso para ambos. Cuidaos ¿Vale? - Tú también. Si necesitas algo más… aquí estamos… - Ciao. - Ciao. Amplié aquella imagen en mi portátil. Una chica elegantemente vestida llevaba de la mano un niño que portaba mochila y vestía el uniforme de un colegio. La chica no usaba joyas en exceso; delgada, esbelta, guapa… el tipo de chica que podía acompañar a Fernando a cualquier lugar. No habían pasado dos días cuando recibí otras imágenes del niño, vestido ahora con ropa de calle y pulcramente peinado. La foto mostraba una imagen de Alba sonriente en un primer plano, y, al fondo, el niño miraba el objetivo de aquella cámara 305

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mientras era acompañado ahora por un hombre, ya conocido como perteneciente al equipo de seguridad de Fernando.Cuando la imagen ampliada de aquel rostro ocupó la casi totalidad de las pulgadas de la pantalla de mi portátil la hipótesis de madre e hijo dejó de serlo, porque aquel niño no se parecía en nada a aquella mujer. Decidí buscar la fotografía inicial y averiguar a qué colegio pertenecía aquel emblema. Aquella sensación extraña, vivida anteriormente, se alojó en mi estómago, mi mente empezó frenéticamente a calcular hipótesis, cada una de ellas necesitaba un punto de partida veraz. Eso era lo primero que tendría que hacer a partir de entonces. Mecánicamente, me sorprendí tomando el móvil y marcando el mismo número que siempre marcaba cuando tenía un problema. - ¿Marcos? - Si Esther dime… - Necesito que vengas a mi despacho cuanto antes… - Estoy en mi turno. Salgo a las ocho de la tarde. - Te espero a las ocho y media. - Vale, pero… - Venga, hasta entonces, no te entretengo. - ¿Tan importante es? - Creo que sí. Ya me dirás tú después. Después de compartir todas mis sospechas con Marcos, acordamos que aquella noche yo reservaría un billete para Londres y él para Amberes, donde lo más legal que haría debía ser comprar, para mi, los dos anillos más preciosos que había visto hacía tiempo en la web de una famosa joyería del lugar. Cuando bajábamos al aparcamiento, a por nuestros respectivos coches, recuerdo los esfuerzos de Marcos por tranquilizarme hablando de otras cuestiones. - Me alegro que por fin te hayas decidido a pedírselo. - Bueno… Ella no lo hace… lo haré yo… y veremos qué me contesta… - Te dirá que sí. 306

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- A estas alturas, si me dijese que no, me moriría. - ¡Ufff! ¡Te pondrías inaguantable! ¡Eso sí! - ¿Ah sí? - Ya lo creo. Tu no recuerdas cuando te conocí, pero yo sí. Eras como el ácido sulfúrico. - ¿De veras? - De veras. - ¡Vaya! ¡Lo siento! No me daba cuenta. - ¡Sí te dabas cuenta! Era tu forma de seguir adelante ¡simplemente! - Pues ahora no sé si eso me serviría. - No tengas miedo te dirá que sí. - Creo que tengo miedo a perderla. Tengo acantonado en los huesos un miedo que no sé cómo explicar. - En cuanto te diga que sí ese miedo desaparecerá y por cierto, nos deberás una buena invitación a Olga y a mí. - ¡Dalo por hecho! ¡No te entretengo más! Me siento culpable quitándote tiempo con ella. - ¡Nos quieren! Si no ¡cómo crees que comprenderían nuestros horarios! ¿No te queda claro así? - Bueno… ¡será mejor que no los hagamos habituales, ni las acostumbremos a ello! - ¡Ten cuidado allí! ¡Vale! – dijo antes de subir a su coche y despidiéndose con su habitual gesto. - Lo mismo digo ¡No bajes la guardia! Estamos demasiado cerca –le contesté asomándome a su ventanilla y antes de subir yo al mío. - Ya, ya… lo sé. Deja de preocuparte por unas horas ¡vale! - No te lo aseguro, pero ¡vale! 307

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CAPÍTULO 59: La verdad. 23 de julio de 2010. Nada más aterrizar en Heathrow, aeropuerto de Londres, me dirigí a la salida a tomar un taxi. El destino era Kingham Hill School, una reputada escuela situada en Kingham, pueblo de 800 habitantes situado en la región sureña de Cotswolds.

Por internet averigüé que se trataba de una pequeña escuela que, intencionadamente, acogía a poco más de 250 estudiantes para preservar la atención personalizada y la calidad del aprendizaje de sus residentes. El número de alumnado en las clases también era pequeño, normalmente alrededor de unos 18 o incluso menos. El internado, no era una residencia convencional, estaba constituido por 7 casas, cada una de las cuales funciona como una gran familia. Me resultaría fácil acercarme y conseguir lo que buscaba. Aunque yo tenía pocas dudas sobre la verdad que buscaba, necesitaba algo que lo demostrara. Aquel día no llovía y en los patios de juego, que había comunes a las siete viviendas, pude ver a lo lejos varios niños jugando, entre los que podría estar aquel al que yo buscaba. Otros salían de su clase y se dirigían a cada una de las casas donde eran acogidos. Sabía con qué nombre estaba inscrito en el colegio y me la jugué con el guardia de la entrada suplantando la personalidad de una educadora. Debía entregar en mano un sobre a uno de los residentes, y dado que podría hacerlo en compañía del mismo guardia de seguridad, no se generaron demasiados recelos entorno a mi persona, por lo que el guardia se limitó a salir en busca de aquel niño. Tan pronto lo tuve frente a mí se disiparon 308

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todas mis dudas -¡Oh Dios mío, es él! ¿Qué se supone que debo hacer contigo ahora? ¿Cómo voy a salvarte de toda esta locura también a tí? ¿Cómo voy a poder decirle esto?pensé. A duras penas contuve mis emociones, me incliné y le entregué un sobre. Le sonreí ampliamente y él hizo lo mismo, aunque por cómo miraba a aquel sobre, estaba tan intrigado como el propio guardia quien, interrogado, le explicaba quién debía ser yo. Para evitar entrar en más detalles me incorporé, revolví el pelo de aquel niño, dí las gracias al guardia y me marché, no sin antes sacar de mi bolsillo una pequeña bolsa de plástico en la que introduje la muestra de ADN que necesitaba, una vez que me hube girado y estaba lejos de aquel guardia. Cuando precintaba aquella bolsa de pruebas todas las lágrimas que contuve salieron ya sin reservas. ¿Cuántos damnificados iban a existir en toda aquella historia? ¿A cuántas personas más iba a afectar la lacerante obsesión de Fernando? Me preguntaba por aquel entonces. Recuerdo que hice mil esfuerzos para no mirar atrás y otros tantos, en mi viaje de regreso, para buscarle también una forma de regresar a su hogar a aquel niño. Hubiese deseado que madre e hijo pudieran reconocerse al instante, pero la maldad de Fernando había dejado una secuela en ambos, que sólo el tiempo se encargó después de difuminar. De regreso a Madrid, mientras miraba por la ventanilla del avión, observaba cómo volábamos sobre unas perfectas nubes blancas y bajo un intensísimo cielo azul cobalto. Me hubiese gustado ser capaz de regalarle la paz que sentí en ese instante, a quien aquella misma noche iba a pedir que uniera su vida con la mía. Aunque aquel momento iba a ser muy importante para mí, desconocía, por entonces, que en el de ella habría otros más importantes que aquel que tantos desvelos me estaba produciendo. Estaba tan cansada de ocultarle cosas, que, aquel día, lo más sincero que podía hacer era pedirle que se casara conmigo. Marcos había salido la noche de antes y ya debería de estar de regreso, igual que yo. Me pasaría por su casa debía dejarle algo y recoger mi encargo. Lo siguiente sería decidir el momento. Pensé hacerlo mientras cenábamos y cuando Julia nos acompañara, pero después fui un poco egoísta y quise hacerlo cuando la pequeña ya estuviese durmiendo, porque aún seguía temiendo que me dijese que no y yo no quería testigos, o tal vez, porque si me dijese que sí, no me apetecía reprimir mis emociones. Llegaría a casa sobre las 20 h. No iba a tener tiempo de preparar una cena especial ni de adornar la terraza. Incluso me faltaba el champan. Yo sólo quería casarme con ella y que ella me dijese que sí. Así que finalmente me arriesgué a hacerlo, sin más melodía de fondo que mis palabras y los latidos de mi corazón, unas velas en la mesa y una cajita, que por pequeña era capaz de guardar el sentimiento más grande que yo nunca había podido imaginar. -¡Oh Maca, dime si y hazme feliz!- suspiraba. Tenía que huir de mi propio pensamiento cuando pensaba en qué cosa podría ofrecerle yo. Ella me ofrecía tanto y yo, en cambio, sólo le ofrecía dudas e incertidumbres que no sabía si podría disipar algún día. Ahora, con el paso del tiempo, creo que yo trataba de borrar de mi vida todo lo que pudiera hacerle daño. Por aquel entonces yo sólo pensaba en ella como la única víctima, y sin embargo yo también lo fui. Fueron demasiados los acontecimientos que tambalearon nuestro mundo y que nos hicieron diferentes. De lo que ya no quedaba duda era que aquella noche sería trascendental en nuestras vidas y de que nunca fue del todo olvidada. 309

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Cuando abrí la puerta de casa me topé con varios cuentos de Julia por el suelo de la entrada. Maca estaba en la cocina preparándole la cena. Me acerqué a darle un beso en la mejilla, la vi atareada en una lata de atún y no quise desconcentrarla ni que apartase la vista de allí. - Hola cielo. - Hola cariño, ¿qué tal si me echas una mano con la fiera de mi niña? ¿me la bañas le pones el pijamita y la atas a la silla a ver si consigo que cene algo?- dijo mirándome fugazmente. - Vale –sonreí- Suelto esto en el despacho y me pongo a ello. - Gracias. - Luego mientras tú le cuentas el cuento y la duermes yo preparo la cena si eso… - Tarde guapa. Nuestra cena ya está preparada –dijo sonriendo ahora ella y mirándome burlona. - ¡Ah!... pues vaya… yo que quería ayudar… - Tú haz lo que te he dicho que de lo de después me encargo yo. - ¡A sus órdenes doctora! –dije apresurándome intrigada eso sí por ese “después” que dijo un tanto guasonamente.Subí veloz las escaleras y fui al dormitorio de la pequeña. A juzgar por el orden de su dormitorio pareciera que la nerviosa toda la tarde había sido ella. Todos sus juguetes estaban probando la comodidad de su parquet y gozaban de la libertad de estar desnudos. - ¿Se puede saber Julia qué haces con todos los muñecos desnudos? –dije sin haberla identificado aún entre tanto desbarajuste.- Hola Esther –dijo desde dentro de su armario, donde se encontraba sentada y buscando entre los cajones de su ropa.- A ver otra pregunta, peque ¿Se puede saber qué haces ahí dentro? ¿No te ha explicado mamá que estar dentro de los armarios es muy malo? - Sólo estoy buscando una toalla. - Cariño, las toallas generalmente suelen estar en el armario del baño. - Ya. Pero es que esas toallas son las nuestras. - Pues una de esas toallas debe estar secándote exactamente dentro de cinco minutos. Mamá está preparando la cena y como no estemos allí en exactamente otros diez minutos nos va dejar sin cena a ambas.

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- Da igual yo no tengo hambre. - Pero yo sí guapa. Así que mueve tus pies que tu cuerpo te seguirá, y si es posible en dirección al baño. - Vale. Ya he encontrado la toalla –dijo blandiendo una de sus camisetas viejas y coloreadas. - ¡Perfecto! Pues ahora en dirección al baño me explicas para qué quieres esa toalla. - ¡Pues para qué va a ser! ¡Me voy a bañar con todos mis muñecos! - ¡Ah vale! ¿Con todos… todos? No habrá que darles de cenar después ¿no? - ¡Esther! Los muñecos no comen… no ves que son muñecos… - Pues sí. ¡Tienes razón! ¡Y cuando la tienes, la tienes! Perdona peque pero es que hoy estoy muy torpe. ¡Vamos que no que no ando yo muy fina hoy! ¿Sabes?... - ¿Y qué es estar fina? - Eh… pues… ¡Eso digo yo! ¿Te lo explico luego cuando cenemos? Es que es muy largo y bueno… es también complicado… y mientras te baño me lo pienso ¿vale? Aquel primor de niña no hacía más que ponerme en aprietos y divertirme con sus preguntas, juegos y fantasías. Terminé de bañarla y como me pidió su madre, limpita y con su pijamita se la llevé a la cocina para enfrentarse a la ardua tarea de alimentar a tal bichito. Ver la expresión de su cara cuando su madre le plantó una ensalada y un montadito de lomo en frente de ella era todo un poema. No pude evitarlo y se me escapó una carcajada, que ¡claro! Maca escuchó y que respondió con una mirada que me dejó claro que a ella no le divertía tanto la escena. - La verdad mamá es que no tengo mucha hambre. - ¡Déjate de rollos Julia y come!- fue la simple frase que empleaba para avisar que la cena no se negociaba.Julia me miró, yo la miré, puse gesto de “ahí lo llevas” y guardamos silencio. Me senté a su lado para acompañarla en tan tedioso trance y certificar que no quedaba trozo de lechuga en el plato. Cuando pinchó el primer trozo de tomate, el más pequeño eso sí, me preguntó. - ¿Me explicas ahora qué es estar fina?Y yo que pensaba que era ante Maca ante quien me quedaría sin palabras, pude comprobar esa noche qué es no saber qué decir y después escuchar a su madre reír entonces a mis espaldas. 311

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- Eso Esther, explícale a Julia qué es estar fina y… de paso… a mi me lo recuerdas… -dijo sonriendo mientras se limpiaba las manos y se deshacía de su delantal dejando las descubierto su breve indumentaria de verano, pantalón corto y camiseta de tirantes. - A ver cariño –respondí a Julia después de repasar muy rápidamente el norte y el sur de su madre- Estar fina es estar despierta, locuaz, ágil y guasona de pensamiento ¿vale?... ¿Te ha quedado claro? - Pues no –fue la respuesta inmediata de Julia la cuál su madre acogió con otra carcajada mal disimulada. - Verás cariño, seguro que tu madre sabe perfectamente a lo que me refiero, estoy convencida que ella mañana te lo va a explicar mejor que yo, porque si hace falta voy a estar explicándoselo a ella toda la noche. Así que mañana tendrá las ideas muy pero que muy claras y te explicará un poquito lo de estar fina… ¿verdad cariño?- dije mirando ahora a la madre, que ya sonreía porque se lo había dejado a huevo. - ¿Toda la noche? Muy bien… tomo nota… ¡que conste! - Ja, ja… ¡Constará doctora! Me encargaré personalmente de hacerlo constar en acta y daré fé pública de ello…Creo que todos mis juegos de palabras se agotaron en ese momento porque, nada más terminar de comer Julia, mis nervios volvieron a tomar posiciones en mi pulso, enloqueciendo mi pensamiento, dinamitando mi pequeño discurso y dejándome en blanco, sin ideas y sin defensas ante una Maca que se limitaba a preparar la mesa de la cena, digamos que muy concienzudamente y que muy torpemente yo no supe justificar hasta más tarde. -¿Esther, se me ha terminado el vinagre de Módena, podrías acercarte y pedírselo a la vecina? - ¿A la vecina? - ¡Si claro! ¡A estas horas no creo que haya ninguna tienda abierta en la urbanización! - ¿Y si no tiene de Módena? - Bueno… pues… el que tenga… - ¡Caray Maca! ¡Me da corte! - ¡Ah! ¿Sí? ¿Ahora te pones vergonzosa?... Te he visto yo muy sueltecita con Julia… -dijo aproximándose un tanto más cariñosa de lo habitual hasta colocar sus labios frente a los 312

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míos esperando alguna respuesta por mi parte. - ¿Vas a besarme para convencerme? –dije situando mis manos en su cadera. - No –dijo mirándome a los ojos y levantando una de sus cejas. ¿Tengo que convencerte?continuó en uno de sus susurros irresistibles. - ¡Vale! ¡Ya me lo darás después!... - O no… -concluyó girándose y marchándose de mi lado- voy a cambiarme…¡Pues si! ¡No estoy yo muy fina hoy… no!- pensé. Mientras salía de casa pensaba que si regresaba pronto, bajo la servilleta de su plato podría apresurarme y colocar la famosa cajita sorpresa que contenía mis sueños, y así, de forma inesperada, sorprenderla con mi petición. Por aquel entonces mi destino a veces seguía demostrándose travieso y juguetón como un niño y, al volver a casa, me encontré la mesa de la cena preparada como hacíamos habitualmente. Me apresuré a levantar la servilleta de su plato y a colocar mis deseos bajo ella. Después fui a buscar agua para el par de rosas que le pedí también a la vecina y que también se prestó a regalarme, una era blanca y la otra roja, las coloqué en el centro de la mesa y encendí dos velas. Miré la mesa y en ese momento pensé que Maca tardaba mucho en volver. Cuando me giré para llamarla ella estaba parada frente a la puerta del salón con una botella de vino blanco en su mano y dos copas en la otra. Por su gesto, sorprendido pude adivinar que algo se estaba saliendo del guión. Pero mi gesto tampoco debió pasarle desapercibido. Sonrió como sólo ella sabe hacerlo. Aquella no iba a ser una cena especial. Maca se había puesto un vestido, se había maquillado, lucía su pelo suelto y se había perfumado. Maca se había puesto un vestido, se había maquillado, lucía su pelo suelto y se había perfumado. - ¡Maca!... –dije sorprendida, repasando su figura y cayendo finalmente en la cuenta de que esa noche había más plan que el mío. - … Si… Así me llamo… -dijo reaccionando y dirigiéndose a su silla mientras volvía su mirada hacia mí. ¿Ya has vuelto? –continuó. Ella tomó asiento en su silla y me servía una copa de vino blanco con la más grande de sus sonrisas. - ¡Oh Dios mío Maca!... ¡Perdóname!... –dije mientras tomaba asiento. - ¡Que te perdone! ¿Qué? –respondió sonriendo exactamente igual que hacía unos segundos. - No levantes la servilleta de tu plato –dije totalmente avergonzada y cubriendo mi cara con mis manos siendo consciente de mi metedura de pata. 313

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Como es natural la levantó. ¡Lo bastante que le prohibiese algo! Se quedó seria. Me miró. ¿Se puede saber qué es esto?-dijo.

- Eh… pues… digamos que quería explicarte con un ejemplo lo que es no estar muy fina… Por lo demás… ejem… yo… yo diría que… que es… vamos… una caja… Tal vez incluso parecida a otra que tengas tú… La expresión de Maca pasó de la sonrisa al punto de empezar a reír a carcajada limpia. Continuó riendo un buen rato hasta que me pidió que le trajese un vaso de agua. Y ¡claro! fui… y cuando volví ya la encontré más seria y recompuesta. - Perdona cariño, no quería reírme. - No te preocupes. No importa. Mejor que te lo tomes así. - A ver, empecemos por el principio. Esto es lo que yo pienso ¿no? - Es… una caja… si… Que… que bueno… tiene algo que quería que te sorprendiera pero para bien… ¡Ya ves tú!… Abrió la caja. Miró los anillos y volvió su mirada a mí. - Era para pedirte que te casaras con la mujer más torpe del planeta –dije del tirón. - ¿Esa mujer tan torpe eres tú? –constó mirándome. - Si… creo que soy yo… y no disimules que creo que esta cena iba a ser especial para ti… y acabo de cargármela… - … ¿Qué te hace pensar que ya no lo es? 314

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- Que yo no había hecho nada para que fuese especial… que tenía tanta prisa por saber tu respuesta que he sido incapaz de pensar en ti y hacer de este momento algo inolvidable… -dije apesadumbrada. ¿Quieres que vaya de nuevo a casa de la vecina y hacemos como que no has visto esa caja y no he robado tu momento? –continué casi rogándole. - ¿No quieres que te conteste? - Si claro Maca… ¡Claro que quiero! Pero… ¡¡¡Oh Dios… ni esto voy a ser capaz de hacerlo bien!!! –me reclamé a mí misma- ¡Quiero que me trague la tierra! ¡Pero que me trague ya! –concluí lamentándome muy sinceramente por ser tan poco hábil, locuaz e inteligente. - Bueno los anillos son bonitos. - … ¡Si claro! Por la ley de las probabilidades algo debería salir bien entre tanto desastre. - ¿Puedo quedarme con el mío? - ¡Claro que puedes cariño! Si estaba deseando que quisieras. - ¿Quieres tú ponerte el tuyo? - Yo quiero todo lo que tú quieras Maca. Es que no hay nada que me importe más. - Pues yo quiero casarme contigo. - ¿De veras? - De veras. Pero tendrás que preguntármelo como corresponde. - Maca, quiero casarme contigo. Cásate conmigo. ¿Quieres? - Quiero. Pero… ahora tengo un problema. Ja, ja… que nó se qué hacer ahora con los anillos que yo había comprado y que te iba a regalar. - Olvidemos éstos. Tú me preguntas si me quiero casar contigo. Yo te digo que sí y tú me regalas uno de tus anillos. ¿Vale? - Ni hablar. Me encantan éstos. ¿Me pones el mío? –dijo despacito. - … ¡Por supuesto que sí! –contesté algo más relajada. Recogí la caja y saqué el anillo de ella, distinguible por su nombre pues de tamaño eran casi iguales. Coloqué el anillo en el dedo anular de su mano izquierda. Me quedé 315

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observándolo unos segundos hasta que ella me sacó de mi hipnosis y me preguntó si quería que ella me pusiese el mío. Cuando levanté mi vista ella me miraba sonriente, pero yo no estaba segura de que aquel momento fuese todo lo ideal que yo deseaba. - Me hubiese gustado hacer este instante algo más especial porque no mereces menos y ahora soy consciente del tiempo que he perdido dedicándolo a otras cosas que no eran tan importantes. ¿Estás segura de que quieres casarte con alguien como yo? - Si –dijo asintiendo también con su cabeza ligeramente. Aún más –continuó- si al fin te has dado cuenta que lo más importante de nuestras vidas está de puertas para adentro en esta casa. Me emocioné porque sabía qué significaban esas palabras para ella. - ¿Puedo? –añadió tomando mi anillo y pidiendo mi mano para colocarlo. - Es lo que más he deseado en mi vida hasta hoy. Nada más colocarme el anillo se acercó a besarme diciéndome el te quiero más tibio, suave y cálido que jamás antes había pronunciado, ni yo escuchado, lo cual terminó de aguar mis ojos y al finalizar aquel beso le contesté. - Te quiero y ya que no he podido hacer especial esta cena, intentaré hacer especiales algunas otras en tu vida. Sonrió de nuevo, en realidad no dejó de sonreír casi en ningún momento aquella noche. Cenamos ilusionadas y alegres haciendo planes inmediatos. Nos regalamos nuestros mejores besos, abrazos y caricias. Dejamos que nuestras manos expresaran nuestro instinto, que nuestra piel se mezclara, que nuestros ojos abrieran de par en par las puertas de nuestras almas. Nos bañamos entre risas y pétalos de rosas, nos secamos con los labios. Recorrimos el cuerpo ajeno, brillantes de emoción, con la debilidad del placer encendido, la fuerza del deseo y la pasión del amor joven y recién llegado. Mil te quieros se susurraron, cientos de besos fueron regalados pero ninguno de ellos dejaba de ser una pobre copia imperfecta del único amor que ambas nos profesábamos y que ambas nos prometimos hacer eterno. CAPÍTULO 60: El vacío. 25 de julio de 2010. Maca tenía turno de mañana. Como otro día cualquiera, habitual en nuestras últimas semanas, yo salía para la oficina mientras en casa ellas se preparaban para salir hacia el colegio y luego al hospital. 316

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- ¡Julia por favor! Llegamos tarde… tú al colegio y yo al trabajo ¿quieres bajar ya cariño?decía Maca a la pequeña. - ¡Voy!... Tenía que acostar a Trudy- contestó Julia mientras bajaba precipitadamente las escaleras y se disponía a salir hacia la entrada de la casa donde Maca la esperaba. - Trudy, Trudy… ¿qué vamos a hacer con Trudy peque? –le decía pacientemente mientras le sostenía la puerta y rebuscaba las llaves del coche en su inmenso bolso. - Ya estoy –dijo Julia al llegar a su altura. - ¡Vamos! Venga, sube cielo, ayúdame que te pongo el cinturón ¡dame la cartera bicho! – Comentó Maca mientras cerraba la puerta de casa y se dirigía al coche. - Mami, ayer en el cole la profe nos dijo que teníamos que aprender un baile para el final del curso –contaba Julia trepando por el asiento hasta colocarse debidamente sobre el suyo. - ¿Ah sí?... ¿Y ya habéis elegido la canción? –le hablaba Maca mientras le ponía afanosamente el cinturón. - ¡No mamá! Eso lo dice la profe… -le contestaba Julia mientras jugueteaba con el pelo de su madre. - ¡Ah muy bien!… -decía Maca mientras ya cerraba la puerta del asiento trasero derecho donde estaba colocada la sillita de seguridad infantil. Se dirigió a su asiento e intentó arrancar el coche, pero tras varios intentos en que no lo consiguió se dio por vencida. - ¡Mierda! –Exclamó en voz baja para que Julia no la escuchase- Pues nada, hoy llegamos tarde –añadió en voz alta mirando a través del retrovisor a su hija- Tendremos que llamar un taxi cariño… ¡Vuelta a empezar! – murmuró con paciencia. Se dispuso a salir de nuevo del vehículo y a bajar a Julia para sacar el móvil del bolso y llamar a un taxi. - Pues llama a Esther y que nos lleve en su coche nuevo ¡mami!… - Esther ya se fue a trabajar chiqui… llamaremos a un taxi… ¿De acuerdo? - De acuerdo… ¿Qué es un taxi mamá?

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- Ahora te lo explico cariño… espera a ver si me contestan ¿Vale?... ¿Sí?... ¿Oiga?… Disculpe no le oigo bien... Si… ¿Podría enviar a la mayor brevedad un taxi a la salida de la urbanización Las Rocas? ¿Me dice que hay uno por la zona?... ¡Ah pues muy bien!… Muchas gracias, le esperamos en la puerta de entrada… ¿El 132?... bien… perfecto… allí estaremos. - ¡Genial Ahora habrá que llevarlo al taller y a saber cuándo me lo devuelven. –decía Maca mientras guardaba el móvil -Julia dame la mano que nos vamos a salir a la calle y te explico qué es un taxi. - Vale. - ¿Vale?... Ja, ja… tú sí que vales ¡Dame un besito anda! Aquel día a media tarde recibí una llamada de Maca para recogerla del trabajo y pasarnos juntas a recoger a Julia del colegio. - Hola guapa –dije sonriendo cuando entró en el coche. - Hola –dijo muy melosamente y acercándose a darme un beso- Me hace ilusión esto de que vengas a recogerme del trabajo –añadió. - ¿Y porqué no me lo has dicho antes? Yo te recojo todas las veces que tú quieras –dije atrayéndola por uno de los laterales del cuello de su camisa para besarla de nuevo. - Uhm… no si al final me voy a alegrar de que se me haya roto el coche –decía susurrando mientras sonreía cerca de mis labios. - Ja, ja… será mejor que nos marchemos o una señorita pequeña nos recibirá de brazos cruzados y enfadada si llegamos tarde… -dije con mi mano sobre su pierna. - Si… será mejor… -dijo volviendo a su posición y abrochándose el cinturón. - Pues vámonos… -dije arrancando e iniciando el camino rumbo hacia el colegio de JuliaY… ¿qué tal el día? -pregunté. - Un horror, me agota el trabajo de gestión… No sabía que había gente tan cuadriculada… Convierten una prueba médica en una cuestión de cifras en lo que canta un gallo y ahora ve y explícale a la familia que no podemos hacer una prueba a un paciente… - Si… creo que es la parte menos amable de tu trabajo pero sea como sea tienes que gestionarlo también. Ya sabes tú que eso no lo aprecia todo el mundo, pero a poco que se sea un poquito profesional eso también es importante en tu trabajo y te lo van a valorar. 318

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No te desanimes, sabes que luego compensa el agradecimiento de cualquier familia hasta por los puntos en el dedo de cualquier chaval. - Ya, si eso lo sé, pero es que hay días que se traba todo de una forma más tonta que yo qué sé y bueno… poco más se puede hacer. Y tú ¿qué tal? - ¡Uy yo! Ja, ja… yo tampoco había visto tanto número junto en mi vida… ¡Madre mía! Me abruma todo el trabajo que aún tenemos por delante… esto es peor que aprenderse la guía de teléfonos de Madrid en una semana. Pero ¡vamos! ¡Que me despidan!... ja, ja. - Ja, ja… cariño no tengas prisa, poco a poco, ya sabes que Sonia te ayuda en todo… y nada, si te despide… ya te mantengo yo… y eso… - ¿Ah sí? ¿Tú harías eso? ¿Me tendrías como una reina?... –le contesté con la misma guasaEn fin, que Sonia si… cuando no ladra… ¿Sabes que es hasta instructivo trabajar con ella?... pero hay veces que es inaguantable… ¡No he visto mujer más gruñona en mi vida!¡Por todos los santos! –exclamé- ¡No me extraña que haya levantado este imperio!. - Bueno, a alguien tenías que parecerle… - Ja, ja… ¿Me estás llamando gruñona?... –dije mitad ofendida y mitad con guasa. - Si –contestó sin dilación y naturalidad- Pero no te lo digo, te lo confirmo- añadió neutralmente. - … ¿Si?... – pregunté ya sin menos guasa mirándola fugazmente. - Si –volvió a decir con total seguridad mientras me devolvía la mirada. - …¡Uhm! -masculle -¿De veras? ¿Soy así?- pensaba para mí. - Ja, ja, ja… te lo crees todo –dijo riendo cuando vio que la broma no había sido captada, poniendo su mano sobre la mía que estaba en la palanca de cambios. La miraba reír a sus anchas mientras esperaba en un semáforo próximo a nuestro destino. - Ja, ja… nunca te voy a pillar las bromas. Pareces tan seria así a simple vista que no me acostumbro a ese cachondeito tuyo tan de tu tierra. Así que tienes ganas de bromas… bien… tomo nota… - ¡Claro! Mi coche también… fíjate tú… que bromista… eso que éste viene de Alemania y allí se supone que son muy serios. - ¿Y dices que no arrancaba? 319

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- No… ni hacía el intento, y eso es lo raro –dijo retirándose el cinturón cuando ya hube aparcado. - Igual es la batería –le repliqué saliendo del coche. - Pues eso es lo extraño, el sistema electrónico me habría avisado que estaba baja de carga y mañana tengo el primer turno otra vez –contestaba mientras ya caminaba junto a mí hacia la entrada. - Pues mañana te llevas mi coche. Hoy me lo entregaron del concesionario, por lo visto no era nada lo de la inyección que me dijeron. Voy a ver si hablo, cuando llegue a casa, con el seguro y la grúa para que lo recojan y depositen en el taller. Si no te viene bien yo traigo a Julia al cole. - No, no te preocupes cariño yo puedo dejarla –decía cuando oímos un timbre y una marea de niños y niñas pasaban frente a nosotras a toda prisa y buscando a sus padres. Julia era una niña muy tranquila y se limitaba por tanto a salir andado con una compañera de la que se despedía mientras tomaba la mano de su madre. Maca se agachaba a su altura y la besaba mientras ella respondía a su abrazo y a mí me sonreía. - ¿Vamos a casa de la yaya? – dijo mirándonos a ambas. - Noooo. Nos vamos a casita las tres –le contestaba Maca. - ¿Y nos comemos un helado? –decía Julia mirándome a mí. - Nos comemos un helado cuando te comas la cena ¡guapa! –le contesté. - Vale. - Pues vale. - ¿Puedo decir yo algo? –nos reclamaba Maca mirándonos a ambas. - No –dijimos al unísono Julia y yo. - ¡Fantástico!... ¿Ahora estáis de aliadas? - Mami eres una gruñona –dijo sin darle más importancia y yendo calmada hacia el coche.

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Maca me miró. Yo puse cara de yo no fui y tratando de evitar reirme le repliqué. - ¡Claro mami! Eres una gruñona… -dije subiendo después a Julia a su asiento trasero donde había colocado la silleta de seguridad en casa. Cuando terminé, le guiñé el ojo a Julia, cerré su puerta y me encontré a Maca con las manos sobre las caderas y al lado de su puerta. - Unas tienen la fama y otras cardan la lana cariño… -le dije a Maca dándole un pequeño beso y girándome para tomar asiento en mi puesto- Hay un refrán que lo dice… creoañadí desde el otro lado del vehículo. - ¡Anda si sube! -dijo mientas abría su puerta- ¡Contenta me tenéis las dos! -tomaba asiento y se ponía el cinturón de seguridad. - No te quejes que esta noche cocinaremos Julia y yo… ¿verdad peque? -dije mirándola desde el retrovisor interno del coche. - Sin verdura ¿Vale?… -decía mientras miraba por la ventanilla la pequeña. - ¡Con una poquita si cariño! Sabes que tu pelo se pondrá más brillante… -le contesté lanzándole un engaño y apelando a su lado coqueto. - ¿Has visto mis rizos nuevos? –dijo tras picar en el anzuelo. - Ja, ja… -sonreí- Siempre veo tus rizos nuevos jovencita- añadí mientas volvía a mirarla por el retrovisor. Mientras todo esto sucedía, Maca cruzaba sus brazos creo que sintiéndose excluida de aquella conversación. - ¡Qué fuerte! No esperaba que mi hija me ignorase tan pronto… -susurró resignadamente creo que hablando para sí misma. - No te ignora, sólo está aprendiendo a tener inquietudes propias –le susurré, por animarla y desmantelar esa sensación de falta de necesidad por parte de su hija. Tomé su mano para traerla a mis labios y la besé. Aquella noche fue otra noche familiar, entrañable como todas las que tuve la fortuna de disfrutar con ambas. Una vez a solas, Maca y yo retomamos la conversación que dejamos a medias en la mañana, cuando muertas de sueño nos sonó el despertador, poniéndole fin a un sueño reparador pero despertando también nuestras ganas de seguir abrazándonos y regalándonos suaves besos por toda la piel que encontrábamos más cerca de nuestras manos y nuestros labios. Era terriblemente difícil separarse de ella por la mañana y deseaba, con inquietud y ansias, que llegara la noche para poder tener, de nuevo, la 321

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oportunidad de acortar distancias, o de ser sorprendida cuando era ella quien las acortaba, con cualquier caricia que por inocente no dejaba de resultar intensamente sensual. Maca conducía dando una vuelta por una salida de circunvalación para coger la autovía que llevaba a la urbanización donde estaba ubicado el colegio de Julia. No era un trayecto muy largo, pero en los 15 kilómetros que la separaban de su destino, varias rectas hacían que la velocidad en esos tramos fuese muy superior a la permitida. Maca era prudente cuando viajaba con Julia. Nunca tenía prisa con ella. Súbitamente la rueda delantera derecha del coche se bloqueó. Al notar Maca que el vehículo perdía su dirección intentó una maniobra dando un volantazo y, de nuevo, otro para tratar de recuperar la trayectoria, pero el vehículo terminó perdiendo toda su rectitud. Con todo el peso de la inercia sobre la rueda delantera izquierda, fue a caer de lado, iniciando una vertiginosa cadena de vueltas de campana, sobre sí mismo. El vehículo se detenía a unos metros del arcén, en una pequeña loma que detuvo ese frenético girar. En ese momento, el mundo quedaba en suspenso, hasta que el golpe seco que frenó al vehículo hizo que los cristales estallaran en mil pedazos que, como chispas, salían lanzados al vacío junto a otros componentes exteriores. Quienes presenciaron la escena alejaron, con posterioridad, ante la Guardia Civil de Tráfico, que ningún vehículo provocó el accidente y ningún obstáculo existía en la calzada. El atestado inicial insinuaba que probablemente una distracción al volante debió de ser la causa del mismo. Estando ya en el hospital, mientras operaban a Maca, con varios traumatismos con carácter de urgencia, y mientras atendían a Julia, con varias contusiones y erosiones, ninguna de gravedad notable, el mundo batía todos sus vientos en mi estómago, el aire visitaba con dificultad a mis pulmones y en la garganta un grito ahogado terminaba por descolocar la tierra bajo mis pies, provocándome una náusea insoportable. Corría y volaba por aquellos pasillos buscando un lugar donde volver a encontrarlas deseando que mis ojos de devolvieran su imagen tan llena de vida como las había sentido pocas horas antes. Todo mi cuerpo temblaba de miedo, no consigo explicarme cómo pude mantenerme en pie cuando me comunicaron la gravedad de las heridas en ambas. Marcos me había acompañado desde los Laboratorios hasta el hospital. Estaba reunido conmigo cuando me llamaron. En aquellos momentos también estaba sentado a mi lado en la sala de familiares de la UCI del Hospital. Me hablaba mucho pero yo no le oía, alguien le había robado la voz al mundo. Ante mis ojos sólo se reproducía la mirada de Maca, cada uno de los gestos que me atraían de ella se repetían sucesivamente, sus saludos en la mañana, su despertar, su forma de tomar el café, sus palabras de cariño con Julia, sus abrazos y risas. Pero todas esas imágenes se disipaban y ante mis ojos aparecía una fría sala de Hospital que dejaba todo lo demás en lo que era, los recuerdos que tenía de ellas. Tomé asiento en una de las butacas próximas a la sala de quirófanos. Miré mis manos y las 322

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veía vacías. Todo giraba a velocidad de vértigo en mi cabeza. El miedo a no volver a verlas se me desbordó. Lloré amargamente y me recriminé todo el tiempo que me había perdido con ellas. Con los codos sobre las rodillas y ocultando mi rostro, no podía evitar la angustia por la incertidumbre de saber qué estaría pasando en aquellos quirófanos. Se me había olvidado rezar, quería recordar alguna oración para pedir que ambas salieran de aquel trance. Cambiaría mi vida por aquel deseo, pero no sabía ante quien formularlo. No sabía a quién rogarle para que ellas estuviesen bien. Aquello era una pesadilla. Pensaba que en cualquier momento iba a despertar. Pero levanté mi cabeza y allí estaba ese suelo de hospital, esa pared sin decorar. Allí estaba mi mundo ahora y la soledad empezó a ocupar el lugar que antes ocupaban ellas. La ansiedad hizo que me faltara el aire. Me había levantado y había salido al pasillo buscando una ventana donde encontrar el aire que me estaba faltando. Me ahogaba. Necesitaba un horizonte que me alejara de aquella asfixiante realidad. Cuando el aire exterior le dio calor a mi cuerpo, un mezquino clic nubló todas mis emociones. Empecé a temer que aquello no era un accidente y toda mi furia y odio despertaron hasta convertirme en alguien absolutamente desconocida para mí misma. - ¡Marcos! - Dime. - Quiero saber qué pasó. - ¿Quieres que me acerque a la Comandancia? - Quiero un equipo de la científica inspeccionando hasta la última brizna de hierba de ese tramo. - Esther no es el procedimiento… - ¡A la mierda el procedimiento! ¡No me hables de putos procedimientos! -dije volviéndome sin control sobre el- ¿Qué me importa a mi cuál es el procedimiento?... Te lo saltas y haces lo que te pido… no me importa ni cómo ni cuándo pero esto no ha podido ser un accidente- dije quedándome sin fuerzas después de que el odio hablase por mi y el escenario de aquel pasillo me escupiese a la cara dónde me encontraba y con quién. - Esther cuando venga Sonia me marcho y averiguo todo lo que necesites… -me contestó muy pacientemente.

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- No Marcos, por favor –dije recuperando la serenidad y la compostura- ¡Márchate ya por favor! Sabes que es mejor hacerlo ahora… yo estaré bien –levanté mi vista y le vi profundamente preocupado. - ¿Estás segura? - No… ahora no estoy segura de nada… no sé qué voy a hacer si algo les ocurre… pero yo de aquí no voy a moverme y no puedo hacer lo que quiero… Necesito que hagas esto por mí… Necesito saber que esto no es fruto del azar… no puedo creer que la felicidad sea tan esquiva conmigo… necesito dar racionalidad a todas mis desgracias o me voy a volver loca… por favor… te lo pido por favor… -supliqué. - Déjalo todo en mis manos… ellas van a estar bien… -dijo estrechándome en un abrazo del que apenas logré percatarme porque mi mente y mi alma estaban muy lejos de sus brazos, recordándome otros llenos de brillo, intensidad y vida, que ahora no sabía si podrían repetirse de nuevo. Creo que en ese momento fui consciente del terrible desierto que se abría ante mí y dudé, dudé poder cruzarlo, dudé sobrevivir a él si las perdía de mi vida. CAPÍTULO 61: Un corazón dormido. 3 de agosto de 2010. Cuando yo creía estar descubriendo mi lugar en el mundo, todo se volvió del revés. Aquel duro golpe me mantuvo en un autismo cerrado y complejo por varias semanas, en las que no me separé un instante de su cama, aferrada a su mano y esperando que la vida volviera a ella. Julia se estaba recuperando, sus abuelos se hicieron cargo de ella, me mantenían informada de su estado cuando venían a visitar a su propia hija. Sólo en esos momentos me separaba de ella, cediéndoles la intimidad que los padres necesitan con sus hijos. Marcos aprovechaba esos momentos para decirme cuanto averiguaba. Recuerdo que me costaba horrores concentrarme en lo que me decía. Todo me costaba mucho. Apenas dormía y, cuando lo hacía, una pesadilla se repetía una y mil veces, de forma recurrente. Cuando nos quedábamos solas ella y yo, a duras penas escuchaba el sonido de mi propio pulso, que impertinente me recordaba que era yo la que seguía consciente. Yo no sabía si ella volvería a despertar. Todos lloraban cuando entraban en su habitación y su llanto renovaba mis presagios, de los me sobreponía el aferrarme a la mínima esperanza que un día los médicos nos comunicaron a sus padres y a mí. Tal vez despertase, pero nadie sabía cuándo ni cómo. Mi desesperación aquel tiempo era que no podía imaginar un mundo sin ella. Había llegado a conformarme sólo con volver a ver sus ojos brillantes de vida y despiertos. Mientras mi mente imaginaba esos escenarios, inconscientemente yo jugaba con sus 324

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dedos, tibios y suaves. Recordaba cuando tenían vida el placer de sus caricias, la felicidad que me regalaban con solo rozarme. Apretaba su mano tratando de retenerla en mi presente, cuando todo aquel dolor de su ausencia derramaba mis lágrimas. Lloré sin pudor mil veces recriminándome no haber sido yo quien estuviese en su lugar. Si yo no hubiese estado en su vida, tal vez, ella no estaría allí ahora. Intentaba sobreponerme por dignidad, pero no podía ante ella fingir nada que no fuese real desde aquellos días. Mi pasado volvía a pesar siempre sobre mi corazón y a sumergir mis ojos en un llanto sin consuelo ¿Qué iba a hacer con mi vida? ¿Cómo podría evitar que se me rompiera el corazón sesenta veces al minuto si sus ojos no se abrían de nuevo? Pasaron dos semanas más, en los que yo hacía vida en aquella habitación, velando el permanente sueño de Maca. Me había convertido en una luciérnaga a su alrededor. Todo el mundo que existía era el silencio de su respiración, el inquieto compás de mi corazón y la suavidad de sus manos, que eran la almohada de los escasos momentos en que el cansancio me vencía. Cuando despertaba, súbitamente el dolor y la angustia se anudaban como una asfixiante hiedra a mi garganta al ver sus párpados cerrados, su rostro más delgado y su color ausente. Por aquellos días, yo creía haberlo perdido todo. Poco a poco fui me fui convenciendo de que ella no iba a despertar y en mi vida, cada día, fue tomando más valor una idea obsesiva, que estaba arrancándome la humanidad a tiras, dejando más al descubierto una herida lacerante infectada de rencor, hasta que una mañana, después de asearme y de arreglar su cama, me despedí de ella. Me acurruqué a su lado para confesarle aquello que nunca quiso oír y de lo que ella siempre trató de salvarme, cuando ambas teníamos por delante una vida, juntas. - Ojalá estuvieses aquí y aun pudieras rescatarme de todo el odio que ahora siento. Al final me he convertido en lo que tú no querías- decía aferrada a su mano y con el perfil de su rostro al frente- Se que no me perdonarás nunca lo que voy a hacer. Tú eras la única que frenaba tanto dolor. Pero se me han desbordado todos los cauces Maca, me siento devastada y lo único que me mantiene a flote es el odio que tengo al que elegiste como padre de tus hijos. Nunca voy a poder explicar lo que voy a hacer... Tal vez si un día despiertas, consigas que alguien te cuente quien fui para ti, todo lo que te he querido y cuánto te voy a querer mientras viva, aunque para entonces ya no me reconozcas o ya no haya nada que buscar. Acaricié su cara y besé su sien. Me levanté de aquella cama y un frio, rápido y enérgico como el nitrógeno, se apoderó de la última gota de la sangre que Maca había protegido y mantenido tibia hasta entonces. Dejé de sentir y me perdí en el asfalto del odio para no enloquecer... o... enloquecida ya del todo. - ¿Qué quieres qué? - Necesito siete millones de dólares. Sólo eso. 325

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- ¿Solo eso? ¿Y esperas que te los de así sin más? Después de llevar casi un mes sin pisar la oficina, viviendo dia y noche en ese hospital, entras en mi despacho, con la mirada más extraña que nunca te he visto y me pides siete millones de dólares? - Tienes ese dinero, lo sé… - ¡Claro que tengo ese dinero! ¡Pero ese no es el problema! - Para mi si… - Es el fondo de seguridad de los Laboratorios… - Me temo Sonia que vas a tener que elegir- dije ahora mirándola a los ojos. - ¿Elegir? - Elegir. Tu fondo de seguridad o yo… - ¿De qué me estás hablando? - Necesito comprar un barco, tengo que hacer el porte de una mercancía. Te aseguro que todo será legal. Una vez en puerto, me desharé del barco y tú tendrás tus siete millones con un jugoso interés que rentabilice el poco riesgo que corres. - ¡Esther! Dime qué demonios estás pensando y para qué… - ¿Para qué?... ¿Te parece bien para no volver a temer por los Laboratorios? - ¡Necesitaré un informe! - ¡No hay informe! Me los das o no me los das- dije ya erguida frente a su escritorio y ya girándome para abandonar su despacho. - Hagas lo que hagas voy a estar contigo, no sé si me estás poniendo a prueba, el destino de los Laboratorios te pertenece, lo que jamás me perdonaría sería que te ocurriera algo si te propones hacer algún tipo de tontería. - No voy a hacer ninguna tontería, sólo voy a hacer lo que tengo que hacer –dije cerrando tras de mí y dejándola lo suficientemente inquieta en su escritorio. Me dirigí al despacho de Javier, estaba hablando por teléfono y me hizo ademán para que me sentara mientras finalizaba su conversación. 326

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- Hola Esther ¿Cómo estás?- Se levantó y fue a abrazarme poniéndose a mi altura mientras yo permanecía muy ausente de su gesto. - Necesito hablar contigo –dije. - Eh… claro –dijo algo extrañado por mi actitud. - Quiero contratarte como abogado. - ¿Qué? - Lo que has oído. No voy a repetírtelo Javier. Necesito que cuando te llame vayas a donde te indique y lo hagas en calidad de abogado. - Pero… - Escúchame Javier!... Sólo tienes que decir sí o no. -¿Y por qué se supone que vas a necesitar los servicios de un abogado? - Cuando te llame te lo contaré. - Si te digo que no… Me levanté de la mesa inmediatamente y me dispuse a marcharme del despacho, cuando ya tenía el pomo de la puerta en las manos, paré, me giré hacia él y sin dudar un instante volví a repetir mi petición- ¿Cuento contigo? Me miró y con preocupación asintió. Volví a salir del despacho y necesitaba armar otra pieza. Me generaba alguna incertidumbre saber si contaría con ella o no, pero lo intenté y también la conseguí. - Hola Alba… necesito hablar contigo- dije de pié frente a la ventana de mi despacho con el teléfono móvil en una mano y la otra pretendiendo tocar una nube blanca del cielo desde el cristal de la ventana. No sé hasta qué punto presioné a Alba para que formara parte de mi plan, pero me resultó extremadamente fácil unirla a aquel proyecto sabiendo las irregularidades e ilegalidades que tendríamos que cometer a partir de aquel momento. De rebote y sin pretenderlo mi hermano Miguel se presentó como voluntario. - Alba me ha contado lo que pretendes. 327

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- ¿Y desde cuando Alba te cuenta a ti lo que habla conmigo? Sonrió de medio lado. Comprendí y valoré prescindir de ambos. - Esos planes han cambiado. No la necesito. Laura una amiga de Ferrero me acompañarámentí por supuesto. - Muy bien, pero me metes a mí en ese barco. - ¡Ni hablar Miguel! ¡Ni se te ocurra pensar que tendrás que ver en nada de esto! - No estoy negociando contigo hermanita. Marcos y yo tenemos nuestra propia parte del plan. - ¿Marcos? - Si. Marcos. Estas últimas semanas hemos hablado mucho mientras tú estabas con Maca. -¿Y? - Pues que vas a necesitar ayuda porque sin ella no vas a poder hacer otra cosa que plantarte frente a ese hijo de puta y pegarle dos tiros en la cara… - ¿Quién te ha dicho que no es eso lo que voy a hacer? - Yo, que te conozco. - Es lo que debería hacer, es lo que me apetece hacer y es lo que voy a hacer… - ¿Y pasar los próximos veinte años entre rejas? ¡No! Esa no es una buena idea. - No, no lo es, pero tampoco lo es meterte a ti en esta locura… -dije mirándolo ya a los ojos. - Esther soy tu hermano, no sé qué significa eso para ti, pero yo tengo muy claro lo que significa y ni por un momento imagines que voy a quedarme al margen de tu vida… - ¡Miguel!… mi plan es matar a Fernando… el único objetivo del plan es acabar con él… no pienso detenerlo,… no pienso conseguir pruebas para enjuiciarlo… sólo voy a acabar con él… y si puedo con mis propias manos… y te juro que todo lo demás ya no me importa… - Vamos a acabar con él, sí, pero no seremos nosotros quien nos manchemos con su sangre. 328

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- Su maldita sangre también corre por mis venas… recuerda que en algo tenemos que parecernos… - ¡Y es por eso que todo esto ha ocurrido! … Pero tú no eres él, ni se te ocurra pensarlo. Nunca he robado diamantes pero me muero por ver la cara de su dueño cuando se sepa sin ellos. - Jugamos con fuego… - Somos muchas cabezas pensando en cada detalle, lo único que tienes que hacer es confiar. Las decisiones las van a tomar otros y de Fernando se ocuparán sus propios amigos. Lo miré por encima de mis manos entrelazadas reclinada en mi butaca, con los codos sobre el reposabrazos. Mi mente iba a mil por hora valorando alternativas. Pero no valoró el peor de los escenarios. Demasiado odio, demasiada sin razón, son malas consejeras para decidir. - Alba y tú os turnareis en su seguimiento. Salís dentro de dos semanas a Bruselas, os hospedareis en un hotel frente a sus oficinas. Quiero fotografías de todas y cada una de las personas que lo acompañen. Vuestro objetivo ahora es seguirlo e informarnos diariamente a Marcos y a mí. Laura os conseguirá los pasajes, yo los pasaportes falsos, finalmente Marcos os conseguirá el equipo de imagen y comunicaciones. Por ningún concepto debéis tener contacto, ni con él, ni con nadie de su entorno. ¿Está claro? - Cristalino… pero ¿si Sonia no nos deja el dinero? - Si no nos deja el dinero… yo me encargaría de todo, me limitaré a robarlo. Sonó el teléfono sobre mi mesa y mi secretaria me pasó la llamada de Marcos, que seguía sobre la pista del mecánico del taller, donde manipularon mi vehículo. Siguió tras su pista hasta que desapareció. Esa mañana, dos días después de su desaparición hallaron el cadáver del muchacho muerto por una sobredosis de heroína. - La muerte de este chico es igual que la de Carla –dijo. - Si, qué casualidad ¿no? - Parece que queda claro que el accidente de Maca no fue un accidente. - Lo parece… si. - ¿La has visto? 329

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- Si… - … Todo… ¿sigue igual? - Si… Sigue igual… no despierta… no va a despertar Todo acababa de dar comienzo, ahora todo lo que conocía no tenía más objetivo que conseguir que por fin todas las cuentas se saldaran. Todos mis recursos apuntaban con su proa a la misma dirección y, dado que yo me encontraba en medio de aquella bruma y perdida, sin la referencia del faro que me indicaba cual era mi puerto, aquel viaje, lejos de Ítaca, era el único final que me daba la oportunidad de superar mi destino. Yo había perdido toda mi piedad y sabía muy bien que aquel todo o nada acabaría con uno de los dos fuera, muy fuera del mundo de nuestros propios deseos. Me convertí en su igual. Olvidé mis propias raíces y me propuse quemar las suyas, cortar para siempre la savia que alimentaba sus atroces deseos. Por aquel entonces no pensaba en el horror fugaz al que ambos asistimos y que acabó excitando toda nuestra crueldad. A última hora de la noche volví al hospital. Necesitaba verla. Necesitaba rendirme unos minutos al día y saber que ella estaba cerca. Sus padres estaban en la habitación junto a mi madre. Charlaban hasta el momento en el que entré. Me miraron, les miré, volví mi vista hacia Maca. Parecía dormir. Me acerqué a besarla y sus mejillas parecían tener un tono más saludable, me distraje tomando su mano y estirando la sábana limpia que la cubría. Volví a la realidad y me acerqué a besar a mi madre. Los padres de Maca se disculparon y fueron a tomar algo a la cafetería, para dejarnos a solas. - No esperaba verte aquí mamá. - Ya sé que no imaginas verme en muchos lados últimamente… - Mamá… - No, no… no te preocupes. No tengo ningunos celos de Sonia. Que pases con ella la mayor parte de tu tiempo ahora puedo entenderlo, pero que de repente no estés aquí siempre me está empezando a preocupar también… casi tanto como que no te hayas movido desde el accidente de su lado por más de dos semanas… ¿Qué te está pasando? - Me está pasando… que… he comprendido que no puedo huir de mi destino y que siento que cuanto más cerca de ella estoy… más daño le hago, directa o indirectamente… - ¡Deja de decir sandeces! Siempre has sido muy juiciosa y racional… pero ahora no sé donde te has perdido… - ¿Qué voy a hacer sin ella? 330

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- Ella se va a recuperar- dijo mirándola y con una seguridad aplastante. - ¿Y si no lo hace?- contesté mirando en la misma dirección. - Cuando eras pequeña y soñabas con algo, yo siempre trataba de explicarte que determinados sueños tardan mucho en hacerse realidad. Eras impaciente, inquieta, curiosa y, cuando se trataba de sueños, eras un completo catálogo de ellos. Solías contarme todo lo que te pasaba y sin embargo ahora ya no lo haces. Cuando te miro sigo viendo a aquella niña que fuiste, pero tu mirada ya no es tan cristalina, y allí era donde yo veía el lugar al que apuntaba tu corazón… me preocupa no conseguir leerlo en tu ojos y ahora… hay algo que está entre tus sueños y tu voluntad. - … Desde que la conocí mi corazón no ha dejado de apuntar hacia ella mamá… ella es el viento que le da sentido a todo… pero ese viento ha cesado… siento que mi vida está parada ahí con ella, esperando a despertar, esperando a volver a vivir… - ¿Has vuelto a ver a Julia? - No… los padres de Maca se la llevaron a su casa después del alta y nunca han querido traerla aquí… - ¿Vas a dejar que eso siga así? - ¿Cómo dices? - ¿Quieres a esa niña?... Me refiero a si la quieres como se puede querer a una hija aun sabiendo que tú no eres su madre… Yo no soy tu madre y desde que te vi y tuve la oportunidad de conocerte supe que removería cielo y tierra antes de separarme de ti… - Los padres de Maca no… - ¡No vayas a decirme que los padres de Maca son el obstáculo que no vas a superar! Si quieres algo tienes que luchar por ello… ¿Recuerdas?... Cuando me contabas tus sueños solía repetírtelo hasta que me decías… - ¿Y si son sólo sueños?- la interrumpí recordando mis propias palabras que vinieron veloces a mi memoria. - ¿Y si no lo son? Te contestaba yo… Entonces tú te callabas, pensabas no sé qué cosa y sonreías antes de salir corriendo a donde quisiera que fueras… - Ahora no sé dónde correr… no sé qué hacer… cada cosa que averiguo me enferma más… 331

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- Sí que lo sabes, pero tienes tanto miedo que lo has olvidado todo… - Estoy cansada… estoy tan cansada… -dije apoyando mi cabeza sobre la pared donde se apoyaba la silla. - Tendrás que buscar entre tu cansancio las fuerzas para seguir intentándolo… salvo que quieras rendirte… admitir que perdiendo a quien más amabas lo has perdido todo… o… aferrarte a lo que te queda… como yo hice cuando tu padre murió… y estabais Miguel y tú… - ¿Conseguimos hacerte feliz?- me incorporé a mirarla. - Mucho… No fue fácil seguir adelante, pero se puede… Se puede seguir adelante y tú aún puedes recuperarla, sin embargo… tu padre se fue para siempre… - ¿Te estoy defraudando? - Tú nunca podrías hacer eso… eres mi hija… ni pretendiéndolo lo conseguirías… - Gracias… - Te he echado mucho de menos… - Y yo también… - nos dimos un sentido abrazo y comprendí que estar dolida con ella por ocultarme mi pasado era un obstáculo que estaba haciendo que me perdiera a la única mujer que siempre estaba cuando yo necesitaba crecer. - Cuenta conmigo si me necesitas ¿Vale? - Vale… en unos días voy a salir de viaje, necesito que vengas todos los días a verla… no quiero que los padres de Maca piensen que se lo pondremos fácil… - ¿A dónde viajas? - Tengo que conocer al alguien importante y tengo que tomar algo prestado. - Ten cuidado… - Lo tendré… Marcos te informará de todo. Sigue siempre sus instrucciones ¿De acuerdo? - Lo que tú digas. Me levanté, besé a mi madre y besé a Maca después. ¡Oh Maca! ¡Cariño! ¡Perdóname!pensaba al salir de la habitación. 332

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CAPÍTULO 62: Perder. 14 de agosto de 2010. El catorce de agosto Maca despertó de aquel coma. Yo fui a su lado olvidándome de todo lo que, inevitablemente, ya se había puesto en marcha. Pero nada más llegar al hospital, mi madre Carmen y yo, fuimos informadas de que Maca había despertado y que la primera secuela apreciable de aquel accidente era que sufría un tipo de amnesia cuya naturaleza no sabían determinar. Si se trataba de amnesia disociativa podría ser que algo de su pasado quedase bloqueado para siempre. Si, en cambio, era traumática podría tratarse de algo más transitorio, pero nadie sabía decir si un día la mujer de la que me enamoré, volvería de aquel lugar de confusión en el que se encontraba tras despertar. Supo reconocer a sus padres, recodaba a su hija, pero a mi madre y a mí no supo identificarnos, como tampoco a Marcos, Sonia o Javier. Los padres de Maca insistieron en que tras el alta lo más conveniente sería llevarla a su propia casa. Yo me opuse, pero apenas me sirvió para conseguir que durante un par de días volviese con Julia a la que fuera nuestra casa. Creía que cuando estuviesen sus cosas a su alrededor todas las lagunas de su mente poco a poco irían aclarándose. Desde luego Maca no sabía quién era yo y recelaba de mi empeño en que me acompañase. Los padres de Maca no querían que le dijese qué tipo de relación nos unía y por eso mismo desde ese instante se lo dije. Lo que sentía por ella no estaba dispuesta a ocultarlo aunque sabía que a ella no le resultaría fácil de encajar. Sus últimos recuerdos hablaban de un esposo y una hija, de un trabajo en un hospital, de niños a su alrededor y sin embargo tras abrir los ojos después de un accidente otra mujer le recordase que era su pareja y prometida no era lo más común que ella pudiera imaginar. En aquel momento, creí que aquello era lo mejor, pero desde que regresó a casa, incluso antes del alta, su actitud conmigo era algo esquiva y distante, casi tanto o más a la de sus padres, que a juzgar por su expresión ni estaban de acuerdo con nuestro compromiso, ni con nuestra relación, ni con nada que tuviese que ver conmigo. Es cierto que antes del accidente nos habíamos visto en contadas ocasiones, pero al menos disimularon lo suficiente para no tener enfrentamientos con su propia hija, pero a raíz del accidente, estaba claro que nunca podría contar con su alianza. Creo que ver despierta a Maca, anestesió la angustia del miedo a perderla y me mantuvo en una especie de ilusión transitoria porque todo volviera pronto a la normalidad. Visité a Julia a casa de los padres de Maca en un par de ocasiones, ella me reconocía perfectamente y fue tan cariñosa como la recordaba. En su inocencia se desesperaba por ver a su madre y yo trataba de tranquilizarla diciéndole que pronto volveríamos a casa de nuevo. 333

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Pero los días del alta se acercaban y Maca seguía sin saber quién era yo y porqué debía irse a una casa extraña. - Aunque sea para recoger tus cosas. Creo que podría ayudarte volver allí y reconocer algo –le dije. - Si, bueno… yo recogeré lo necesario para irnos a casa de mis padres hasta recuperarnos del todo Julia y yo. - En casa ya está todo dispuesto para Julia y para ti. Con nosotros te sentirás más segura y cómoda, podrás recuperarte del todo y luego pues, ya podrás decidir qué hacer más adelante- dijo su madre ignorando mis palabras. Su padre estaba al lado de su madre, cuando enfrenté su mirada él no supo mantenérmela y bajo la vista hacia su hija. Tácitamente con la mano sobre el hombro de su esposa, ratificó sus palabras y acarició la mano de su hija. Si me hubiesen pedido esos días que explicase cómo me sentía no habría podido decir qué era aquello que yo estaba sintiendo. Alivio y una inmensa paz por saber que Maca estaba bien, aunque yo no formara parte de sus recuerdos. Rabia por que las circunstancias no me permitían gritar lo que pensaba. Impotencia y dolor por no poder tocar su piel, besar sus labios o decirle que era mi vida. De nuevo me encontraba ante ella y no sabía cómo comportarme. Yo la amaba y nada de lo que pasaba a nuestro alrededor me permitía expresarlo. A toda aquella frustración le acompañaba la pequeña y mínima esperanza de que nuestra casa rescatara mi recuerdo de su memoria. Esa casa la había decorado ella, esa casa, en parte, era ella misma. CAPÍTULO 63: Buscando el mundo. 31 de agosto de 2010. El día que me marché de casa comíamos en silencio con una Julia también más callada de lo habitual. Debía sentirse tan extraña como quienes le acompañábamos en esa mesa. Maca hacía tiempo que movía el tenedor, cambiando de un lugar a otro, no muy lejano, la verdura de su plato. Aquel silencio y aquella manera de evitar mirarme hablaban por sus labios y yo sabía que seguramente estaría pensando aquello que yo más temía. - No tengo hambre- dije- voy a preparar el café mientras termináis vosotras de comer y a ordenar un poco la cocina. Julia me miró, le sonreí y volvió su mirada a su madre, que permanecía con la mirada perdida en aquel plato de comida que no se atrevía a probar. Me levanté, dejé mi plato y mi copa sobre la encimera de la cocina. Tuve que tomar aire profundamente para que la sensación de ahogo que tenía desapareciera. Tiré la comida a la basura, coloqué el plato y 334

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la copa en el lavavajillas, coloqué la cesta de la cubertería y al levantarme me sentí algo mareada. Tomé asiento en una silla junto a la mesa del desayuno. Me sentí tan impotente ante aquella realidad que vivía que no soportaba un segundo más sentirme tan ajena a la persona que más había amado hasta entonces. Fueron mis lágrimas, caídas sobre mis manos cruzadas en mi regazo, quienes me devolvieron de nuevo a aquella cocina. Las limpié y me fui al dormitorio en que llevaba durmiendo las dos últimas semanas. Preparé mi maleta y la dejé cerca de la puerta. Cuando regresaba al salón ya habían terminado de comer y Julia subía a jugar a la terraza. Maca estaba en la cocina y al verme volvió a evitar mi mirada. - Se me olvidó poner el café ¡Perdona! -dije abriendo el armario de la cafetera y disponiéndolo todo para cargarla. - No quiero café. No voy a tomar café - dijo casi indiferente antes de salir para el salón. La seguí con la mirada y cuando hubo desaparecido me descubrí pensando que aquella persona no pertenecía a mi mundo, que sólo lo conocido puede ser querido y yo me convertí en su memoria en alguien completamente extraña. En aquella joven casa que creía nuestra, ni una sola fotografía daba fe de nosotras dos. En el poco tiempo que estuvimos juntas no creí necesario robarle un instante porque me bastaban todos los que reunía mirándola. La Maca que acababa de marcharse poco o nada tenía en común conmigo ahora. El silencio de la casa me sacó de aquel pensamiento. Salí de la cocina y la encontré sentada en el salón y, dadas las circunstancias, hice lo único que podía hacer entonces. - Creo que ha llegado el momento en que debemos hablar. - No me apetece hablar. - Lo sé… Sé que… no quieres hablar… pero quieres decirme algo… -… - Te ahorraré el esfuerzo de que me lo digas. Conozco cuando quieres decirme algo y lo evitas. -.... - Creo que te sientes obligada a algo… pero no puedes hacerlo... Creo que no quieres estar aquí. 335

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- .... - Será mejor que me marche-continué- y que, seas quien seas ahora, luches por ser feliz de nuevo con tu hija y contigo misma... -me miró como quien mira a alguien que sabes que te quiere pero no te conoce-. Me marcho y siento ser tan egoísta de hacerlo no por tu bien, sino por el mío. En ese instante evité su mirada, que permanecía atenta pero casi impasible. Volví a mirar mis manos, y vi brillar el anillo que intercambiamos hacía apenas unas semanas. Quise cerrar la mano para llevármelo conmigo pero no me podía permitir el lujo de vivir de un pasado en el que ya nadie tenía fe. Cuando salía de allí, lo retiré de mi mano y lo dejé sobre el teclado de su otro regalo importante. Sobre la superficie brillante y negra de aquel piano dejé un anillo con su nombre, con todo mi amor enlazado y grabado entre sus teclas. Cargado en su interior de todas mis esperanzas.

Como un caballo de Troya, acaricié su superficie intentando liberar mi alma de él y algo ardió en la yema de mis dedos para hundirse en mi pecho y escapar como agua de mis ojos. Recogí mi maleta y sin que casi nadie se percatase de ello salí por mucho tiempo de la que yo había pensado que sería mi casa y la de mi familia. Sentada ya en el interior del coche, dudé de adonde ir. No quería ver a nadie ni dar explicaciones así que decidí irme a un hotel al menos por esa noche. Una vez alojada en mi habitación me senté sobre el lateral de la cama que estaba próximo a la ventana de la habitación. Aún era de día y me daría tiempo a deshacer la maleta antes de bajar a cenar algo. Me apetecía llorar hasta hartarme pero no lo hice. En su lugar me preocupé por dejar bien colocada cada cosa en el armario y en la entrada del baño. No estaba a dispuesta a darme una tregua de autocompasión pensando en lo perdido. No derramaría una lágrima más ni me resistiría por más tiempo a mi destino. Pensaba que aquello sería lo mejor para todos. Pensé que igual yo ya no tendría mucho tiempo más para compartir con ella y, tal vez sería mejor así, ella podría vivir una vida nueva. Mi aspiración por entonces se redujo a vivir unos días más hasta poder ver solución al resto de mis problemas y sería más fácil hacerlo si consiguiese centrarme en ellos y dejar de una vez pensar en ella, y esperarla. No 336

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imaginaba lo difícil que fue alimentar la esperanza de vivir en un mundo donde ella no lo fuera todo, sino… solamente… alguien más. CAPÍTULO 64: MIMETISMO. 1 de septiembre de 2010 Fue a media tarde. Recibí otra llamada que en otro tiempo me habría inquietado bastante, y en el fondo, sentí alivio al saber que pronto todo iba a acabar. Quería que todo terminase y estaba lo suficientemente cansada como para rendirme, cosa que hice, pero no sin antes intentar asegurarle el mayor daño posible a Fernando. Me convertí en alguien tan monstruoso como él. Olvidé mis principios y me preparé para morir matando. - ¿Dígame? - Creo que me estás buscando… has tenido suerte… me has encontrado. Por cierto… yo he encontrado algo también. Una pareja que está aquí conmigo te envía muchos recuerdos. - … ¿Y bien? - Siempre me ha gustado tu pragmatismo Esther. Estoy seguro de que sabes qué significa esta llamada. - Dímelo tú... Ilústrame... - ¡Oh! ¡Vaya!... estás perdiendo facultades. Es muy fácil. Si les quieres volver a ver con vida, son las 19, 35 h. a las 22,15 h sale un avión para Milán. Allí te esperará un amigo. Sólo tienes que acompáñale. - No tomaré ese avión si no me garantizas que Miguel y Alba están bien. - Creo que me he explicado muy bien, pero si lo necesitas te lo dejo más claro. No puedes elegir. Ya no está entre tus posibilidades. Tú por ellos. Es todo. Has perdido. - ... Muy bien. Allí estaré. - No hay tiempo para despedidas. Espero que para la cena podamos vernos o… a la cena no llegarán ellos. - Te repites. Eres muy poco original. En cualquiera de los casos, ni se te ocurra ponerles la mano encima. Quiero que esto quede bien claro. Esto es entre tú y yo. Ya no es necesario hacer más daño. - Ja, ja, ja... Creo que sigues sin comprender tu situación. Yo puedo hacer lo que me dé la 337

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gana. No tienes otra opción. Jaque mate ¿Te lo repito de nuevo? - ¿Crees que lo tienes todo ganado? - Si. Lo creo. Ahora para Maca nunca has existido y yo me voy a encargar de que no vuelvas a reaparecer. Va a ser como si nunca hubieses interrumpido mi camino, como debió ser desde un principio. Nos hubiésemos ahorrado todas estas molestias. Por cierto no intentes prolongar esta llamada… Se cortó la línea, no hubo tiempo suficiente para rastrearla. Si quería tener alguna oportunidad debía seguir mi instinto. Y eso hice… sólo que, ésta vez, dejé de resistirme al extraño placer del animal que busca parecerse a lo que le rodea, para asegurarse el más efectivo ataque. No tenía mucho tiempo, lo que tan sólo me daba una pequeña oportunidad y ésta era bastante compleja. Si todo se confirmara como una falsa hipótesis, tendría razón Fernando y aquel sería mi final. Una hora más tarde de aquella conversación Javier entró en mi despacho. Yo estaba terminando de comprar un billete de ida en un vuelo a Italia. - ¿Que tal?... ¿Se puede? - … Si… adelante… pasa - ¿Navegando? –dijo una vez sentado frente a mi escritorio. - Si… emocionalmente… aunque más bien diría que naufrago… - Uy… ¿Te levantaste poética hoy? - ¡Oh si! Llevo una temporada muy poética si… ¿Acaso no sabes que la vida es pura poesía? … -me limitaba a decir mientras cerraba unos cuantos sobres. - ¿De veras? - ¡Claro!... Salpicada ¡eso sí! de momentos de aplastante prosa… - … por lo que veo hoy es un día de esa prosa para ti. - Si. Definitivamente la poesía no es lo mío - Es la primera vez que te veo con esta actitud… 338

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- Es la única que tengo. Hasta aquí llegué Javier –dije al acabar y ya mirándolo - No me dirás que piensas rendirte. Estamos muy cerca de conseguir algo –contestó supongo que alarmado por mi mirada. - Javier, tengo que marcharme… -dije interrumpiéndole. - ¿Ahora? - Si. Ahora. - ¿Por qué? - Porque debo hacerlo. - ¿De qué me estás hablando? - Mañana te entregarán un sobre… cerrado… -… - … Si yo… tardase en volver quiero que…. - ¿Si tú tardases en volver?… ¿En volver de dónde…? - Antes te dije que me marcho. - ¡Que te marchas!... ya… ¿A dónde y porqué? - Eso da igual. - No, no da igual… ¿Me estás diciendo que vas a dejarlo todo?... ¿Me estás diciendo que todo por lo que hemos luchado estos años ahora ya no te importa? -… - ¿Es por Maca?... -… - Es ella ¿verdad?... - ¡No!… o si… bueno, no sé… Soy yo creo… Todo esto es por mí. 339

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- No confías en mí. ¿Es eso? - No es eso Javier. Solicité tus servicios profesionales por si necesitaba en breve un buen abogado ¿Lo recuerdas? - No te hablo como abogado. - Lo sé Javier, pero… - Pero algo ha cambiado… ¿Qué? - No puedo decírtelo. - Muy bien. Resumiendo… te vas… no me puedes decir dónde… y vas a dejarme un sobre… - Si. - ¿Qué se supone que debo hacer con él? - Si haces todo cuanto te pido en él tal vez podamos salvar algo. Si decides no hacer nada, a casa de mi madre Carmen llegará otro sobre que ella misma te entregará. Ábrelo y sigue las instrucciones. - ¿Y si no lo hago? - Te pido por favor que lo hagas. - ¿Es legal? - Lo que primero te pido no. Lo segundo sí. -… -… - Ya… Bien… tienes mi palabra… ¿Estás segura de que no puedo ayudarte en más? - … No- dije negando con la cabeza. - ¡Esther! ¡Por favor! Sabes que puedes contar conmigo… no puedo dejarte que te marches así sin más… y menos aún si… - Tengo que hacerlo -le interrumpí. 340

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- O sea… no quieres irte. - Javier por favor deja de hacer hipótesis y de darle vueltas… lo que ahora necesito es que me digas si puedo confiar en ti –dije queriendo acabar aquella conversación. - … ¿Me estás diciendo que no piensas volver? -… - ¿Qué le voy a decir a Sonia después? - No lo sé. Ya se te ocurrirá algo. Eres abogado ¿no? - No te consiento que seas cínica conmigo… - Discúlpame… Perdón… No… Todo esto me desborda… créeme que si tuviese otra opción… pero no… no tengo más opciones… Ahora debo marcharme. - … No puedo dejarte marchar… - … Tienes que hacerlo… os he puesto a todos en riesgo y ahora tengo que solucionarlo. En cuanto me despedí de Javier, dejé el correo en secretaría y salí corriendo al parking. Me urgía puse en contacto con Marcos. Se me había ocurrido la única idea que podía ser mi última oportunidad. Pero ello implicaba robar, secuestrar y sobornar, cosas que yo ya sí que estaba dispuesta a hacer, pero no sabía si tenía derecho a pedirle a él que las cometiera por mí. - ¿Marcos? - Si, dime Esther. - Necesito que vengas inmediatamente a mi despacho. - No puedo estoy de guardia.- Da igual. Voy a pedirte algo peor que abandonar tu puesto de trabajo. Necesito que vengas. - Esther no puedo ahora. - Tienes que poder, nunca antes te he necesitado tanto. Estoy en manos de Fernando y todo apunta a que se saldrá con la suya. - ¿De qué me estás hablando? 341

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- Necesito que hagas algo por mí y necesito que lo hagas ya. - Pero es que no entiendes que… - Marcos van a matarme y necesito que antes hagas algo. Lo encontrarás todo en el sobre que te entregarán al llegar a mi despacho. Encontrarás además otro sobre con las instrucciones que he indicado a Javier. Yo necesito marcharme ya, pero no puedo hacerlo todo sola. - Quieres explicarme… - No puedo explicarte. No tengo tiempo. Yo voy a robar algo y necesito que tú secuestres a alguien. - ¿De qué diablos me estás hablando? - En las instrucciones del sobre encontrarás todas tus respuestas. Maca y Julia van en el paquete, quiero que las reúnas con alguien más. Encontrarás la foto y la dirección escrita de mi puño y letra. Tienes que secuestrarlo y lo tienes que hacer si o si. Júrame que vas a hacerlo. Si algo sale mal, no tendrás que preocuparte por tu futuro. Javier se encargará del dinero. En un banco británico te quedará una buena compensación por los daños que pueda causarte. Adiós. - ¿Esther? - Tengo que colgar. Adiós Marcos. Ha sido un placer trabajar contigo – y colgué. Habrían transcurrido aproximadamente dos horas desde que me habían trasladado a aquella habitación y me habían sentado y esposado a un lujoso sillón de piel. Toda la elegancia de aquel lugar me producía nauseas al imaginar de dónde procedía toda esa abundancia y en todas las muertes sobre las que se había edificado. La puerta de aquella habitación se abrió y Fernando hizo acto de presencia, al mismo tiempo que lo hacía todo el odio que yo sentía por él. - Al final me tengo que encargar yo personalmente de ti- dijo mientras permanecía con sus manos en los bolsillos de su esmoquin. -… - No esperaba tener que hacer esto… aunque lo deseaba ¡eso sí! -continuó mientras se dirigía tras de mí al tiempo que escuché abrirse un cajón y extraerse algo pesado de él. Era un arma y mientras me apuntaba con ella sus ojos destilaban satisfacción. 342

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- No te cansas de ser cruel ¿Verdad? –dije mirándolo con indiferencia. - Eres una continua molestia en todos mis planes… -prosiguió sin reparar en mis palabras – te empeñas una y otra vez en crearme problemas. - Tus planes… ¡vaya!... ¿era eso?. - Te creía más inteligente pero… siempre has ido un paso detrás de mí… Pensaba que serías una mejor rival. - ¡Ya ves!... Mira qué fácil era acabar conmigo. Nos habrías evitado algunas muertes y tanto dolor. - ¿No tienes miedo a morir? - No. Ya no. Conseguiste pararme el corazón en tu último atentado. Lo paradójico es que todavía late… pero eso es algo a lo que tu pronto pondrás remedio… ¿Verdad? - ¡Oh! ¡No tengas prisa! Tu pulso todavía puede servirme. Maca será más complaciente si sabe que tu vida está en mis manos. - … Maca no tiene ni puta idea de quién soy yo. Estás desactualizado. - Ja, ja… si eso ya lo sé, pero si de pronto tiene un súbito ataque de recuerdos… no está de más tener algo para someterla. Me va a encantar recuperar mi matrimonio y todo lo que me pertenece. Era un placer que ahora está de nuevo a mi alcance. Y no… querida… mis suegros me tienen muy bien informado. - ¡Naturalmente! No esperaba menos de ellos… pero, es un placer comunicarte que Maca nunca va a saber que mi vida está en tus manos. Maca nunca va a poder ni imaginar en lo que me he convertido para poder acabar contigo… aunque, supongo que prefiero que ella nunca sepa que te he matado yo… y ¡claro! tampoco sus hijos… Esto sepulta mi relación con ella pero tú estás muerto. Es solo cuestión de horas. - Ja, ja, ja… ¿De veras crees eso que dices? - No sólo lo creo. Estoy segura de ello –mentía, no sabía si Marcos sería tan obediente en mi última orden. Si no la había seguido, en breve sabría si Fernando tendría razón y la que se encontraba en clara desventaja era yo. - Eres patética ¿Lo sabes?... ¡Como todas las mujeres de tu familia por cierto! Definitivamente has perdido ¡Admítelo! Las circunstancias me obligaron a dejarte con ella y con mi hija, pero no… tú tenías que empeñarte conmigo… Tu tiempo ha terminado ahora, voy a recuperarlo todo… incluidas ellas dos… 343

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- Ya no están a tu alcance. - Te equivocas. Es a tu alcance al que no están. Nunca volverá a saber de ti. En el fondo no me salió mal la jugada… ¿Alguna última voluntad? - … ¡Que te jodan!... - … Tengo que volver a la fiesta. Sé perfectamente como joderte a ti, es una pena que no vayas a poder disfrutarlo… aunque igual te grabo algo para que puedas disfrutarlo como yo. Voy a darme el inmenso placer de encargarme de tus intereses. Los disfruté mucho en el pasado. Pero ahora tengo que atender ahora a mis invitados… Sé que sabrás esperar pacientemente, tengo una estupenda torre de marfil para ti. -…. Se marchó dejando el arma en manos del gorila que custodiaba la habitación donde me había recluido. Pasaron tres horas cuando regresó, pero ahora lo hacía furioso y sin control, lo cual me hizo pensar que tanto Marcos como Javier habían hecho lo que les pedí. Todos estarían ya a salvo. - ¿Dónde está mi hijo? –dijo furioso mientras me golpeaba con la culata del arma que portaba y apuntando después directamente a mi cara. - … Si te refieres a Julia… está en un lugar seguro… ya te dije que no estaban a tu alcanceconseguí responder cuando cesó el dolor. - ¿Dónde-está-mi hijo? –repitió cargando el percutor del arma y situándola en mi cabeza. - ¡Ah!... ¡Tu hijo!… ¿El que le robaste a Maca? ¿Te refieres a ese? Yo ya sabía que eras un hijo de puta pero ni podía imaginarme que le harías una cosa así. ¿Le comentaste que murió en el parto o el hijo de puta de su médico inventó algo más convincente?... ¡Umh!... No te sorprende que lo sepa todo ¿no? Sabías que lo había averiguado, por eso quisiste matarme y por eso Maca y Julia tuvieron su accidente ¿Es así?... Bien, pues ahora me he encargado yo de él. De tu hijo. Ahora él me pertenece como me pertenece tu empresa. Mátame si te atreves hijo de la gran puta y demuestra si tienes los cojones de los que tanto presumes… o suéltame si quieres tener la mínima oportunidad de seguir viviendo… - ¿Crees que tu hermanito podría decirme dónde está mi hijo? - ¿No te enteras cabrón que ya no puedes tener acceso a nada ni a nadie?... ¿no comprendes que ya no tienes tiempo para eso?…

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- ¿Crees que no puedo volver a traer aquí a Miguel y preguntárselo directamente?- dijo con una fingida calma que su mirada contraída. - No. No podrás. Tus amiguitos no te van a dejar –en ese momento un rápido gesto le hizo empezar a prestarme verdadera atención- Ellos tienen un problema ahora, que esperan que tú mismo resuelvas ya… - seguía apuntando a mi cabeza mientras estiraba la chaqueta de su traje para no perder su correcta ubicación. -… Habla o disparo ahora mismo… - ¡No me digas que aún no lo sabes!...-dije con su mismo cinismo- ¡Vaya! No, no lo sabes… -continué- por tu cara juraría que no… -su rostro se enfureció más- Yo pensaba que tú lo sabías todo… veo que no -explicaba- En realidad eso significa que tus amigos ya vienen de camino, no sé si tan elegantes como tú para asistir a tu fiesta o para cancelarla del todo… Creo que se les ha perdido algo que… deberías tener para ellos… Tu mercancía ha volado… y no te la van a entregar porque se ha perdido en el camino… Tu principal socio viene muy preocupado por saber que sus diamantes no llegaron y que sus siete millones de dólares están en tu cuenta. Así que a tus amigos italianos no les podrás entregar nada… ni siguiera una mala excusa… - ¿De qué cojones me estás hablando? - Hablo de tus diamantes… y de que ahora… también son míos… ¡Todos! Incluidos aquellos que les has ido robando a tus clientes y socios a quienes les blanqueabas su dinero. -… - ¿No dices nada?... Si me matas pierdes la posibilidad al menos de salvar tu puto culo antes de que venga Bruno… Sólo yo puedo frenarles. ¡Dispara de una puta vez y nos vemos los dos en el infierno! ¡Hazlo de una puta vez! –dije escupiéndole toda mi furia. - Está bien no vas a morir ahora, pero antes quiero dejarte pensando en algo distinto a mí y a lo que es mío- Apuntó con su arma en mi rodilla. - ¡Vete al maldito infierno hijo de puta! Disparó. El dolor fue tan súbito y agudo que me fue imposible controlar la tensión del resto de mi cuerpo ni acallar sonido en mi garganta. Mi corazón se aceleró de forma instantánea, el ardor acerado de la bala fue extendiéndose hasta hacerme sentir un calor intenso y un dolor agudo que podía recordar. - Esto no es nada con el dolor que vas a tener que soportar más tarde. Te aseguro que vas a hablar, aunque te tenga que sacar la piel a tiras. Te aseguro que te queda mucho más por sufrir. No te quepa duda de ello. 345

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Salió de la habitación y mi herida sangraba abundantemente, sangre arterial que brotaba al impulso de mi corazón. Con la herida sin taponar en pocos minutos acabaría todo y Fernando no tendría tiempo de seguir infringiéndome más dolor. Minutos después me sobrevino una copiosa sudoración que precedió a mi desmayo, donde todo se hizo bruma y oscuridad. En aquel momento no me importaba en absoluto caer en aquel vacío del que nunca se regresa. Cuando desperté la primera vez, estaba sobre la cama de aquella misma habitación, con la rodilla vendada en lo que parecía un trozo de sábana. Sobre mi cabeza una especie de vendaje también ocultaba la brecha que abrió Fernando al golpearme. Tenía una gran sensación de nausea y aturdimiento cuando la puerta se abrió y un tipo corpulento y con cara de pocos amigos se aproximó. No dijo nada. Me miró y se limitó a salir de allí. Si no me equivoco eres italiano y tu jefe vendrá en unos minutos- pensaba- Efectivamente unos minutos después aquella misma puerta se abrió para dar paso a un hombre de unos 50 años. Por supuesto vestía de gala. Por supuesto tenía poca cara de amigos pero cuando se dirigió a mí lo hizo con la misma delicadeza con la que esperaba tratar a sus diamantes. - ¿Es usted quien tiene mis diamantes? - Todos y cada uno de ellos. Los que esperaba en este viaje y los que le fueron sustraídos en envíos anteriores –contesté débilmente. - ¿Su palabra sigue en pié? - Totalmente. - ¿Dígame donde quiere que la llevemos? - Necesito ir a un hospital. - Mi médico personal se encargará de usted. Si necesita algo sólo tiene que pedirlo. - Lo quiero a él. - Lo siento. Demasiado tarde. ¡Compréndame! Nadie puede robarme y pensar que va a seguir viviendo. - ¿Está muerto? - ¿Quiere verlo? - Mucho más que a su médico. 346

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- Veo que tenía usted más cuentas pendientes con él que yo. - … Las tenía sí. Su hijo y su familia están a partir de ahora fuera de toda represalia. - No es lo habitual. ¿Cómo me respetarán entonces los míos? - Ese no es mi problema. - Ja, ja… es usted demasiado atrevida… incluso algo… ¿Temeraria? - ¿Usted lo cree?... Sólo le voy a decir esto una sola vez. Si usted o alguno de los suyos se acerca a 100 kms de distancia de esa familia me encargaré personalmente de hacer cuanto esté en mi mano para cerrar su negocio en Luanda. - No está en posición de amenazarme. - No está usted en posición de averiguar si lo hago o no. Cumpla con el resto del trato y yo cumpliré con mi parte. - Necesito a alguien aquí en Amberes. - Tampoco es mi problema, ya encontrará un nuevo socio. Yo tengo mi propio negocio. - Los Laboratorios… ya lo sé. ¿Qué tal Javier?... - Ni se le ocurra volver a cobrarle nada. - ¿Ya lo sabe? - Yo lo sé todo. Todo lo que me interesa. Me he acostumbrado como usted a saberlo todo y pago mucho dinero por ello. - Será bien recibida en mi casa si vuelve a necesitar mi ayuda. - Le agradezco la invitación pero estaré ocupada construyendo la mía propia. Ahora necesito encontrar mi pasaporte… y un teléfono… le indicaré donde puede encontrar su mercancía. - Está bien, podrá hacerlo desde el avión. Cuando nos marchábamos pasamos por el salón donde se habría celebrado la fiesta y sobre un gran charco de sangre estaba el cadáver de Fernando tendido en el suelo. A juzgar por su posición no le dieron tiempo de decir una sola palabra antes de que recibiera 347

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el disparo que tenía en la cabeza. Sentí un alivio inapropiado. No sabía en qué me había convertido esa solución. No sabía si no había tenido otra salida o había deseado demasiado verle así. Tan pronto como aparté mi vista de él empecé a preocuparme por otros frentes que tenía abiertos y a los que no sabía qué final darles. Un avión privado nos trasladaría a la casa de aquel narcotraficante donde se recibirían las siguientes comunicaciones con Marcos para concluir con la entrega de los diamantes, pero mi estado empeoró y la fiebre fue debilitándome hasta hacerme perder el contacto con la realidad todavía compleja que me rodeaba. La idea era llamar Marcos, para que la transacción de los diamantes se produjese y yo pudiese quedar en libertad, pero, a pesar de que alguno de aquellos gorilas me inyectó un antibiótico, no pude hacer esa llamada. Perdí demasiada sangre y durante muchos días vagué por el mundo de las sombras de la inconsciencia. CAPÍTULO 65: Casi extrañas. Primeros recuerdos. 2 de diciembre de 2010. Durante la mañana con normalidad estuve trabajando y empecé a organizar mi traslado a la clínica donde me operarían. El fisioterapeuta que estaba tratando mi rodilla se alegró cuando decidí hacer aquello que hasta la fecha me había ido aconsejando, quiso remitirme un informe para que lo entregara en la clínica al traumatólogo que me iba a intervenir. Me mandó un fax a la oficina y antes de que pudiera recogerlo Sonia se presentó con él en la mano en mi despacho. - ¿Pensabas marcharte sin decirme nada? Levanté mis ojos de la pantalla de mi portátil y la invité a sentarse y cerrar la puerta con un movimiento de mi mano. - No se me ocurriría hacer una cosa así. Al margen de todo lo que ha ocurrido en nuestras vidas no podemos evitar ser madre e hija y puesto que no podemos evitarlo, será mejor que dejemos de simular que no lo somos. Me gustaría que con el tiempo lleguemos a tener una relación lo suficientemente cordial y no voy a perder mi tiempo levantando más barreras entre ambas. Respecto al fax, te diré que ayer tomé la decisión. Esta mañana hablé con la clínica de Alemania y en una semana me marcho para allá. - ¿Irá Carmen contigo? - No. Aún no le he dicho nada a pesar de que sé que se alegrará de que no la aplace más. No le gusta volar y no voy a permitir que viaje por carretera con mi hermano Miguel. - ¿No pensarás ir sola? 348

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- Bueno… yo… - ¿Maca lo sabe? - No. Maca no lo sabe. ¿Por qué tendría que saberlo? Tiene otras cosas de las que preocuparse ¿no crees? - Dicen que vuelve a la ciudad. - ¿Dicen?… ¿Quién lo dice? - Bueno… yo… tengo mis contactos… - Pues deja de abusar de ellos, puede que los necesites para otras cosas más importantes. - Sigo sin entender esa actitud tuya hacia ella… y yo sé que no ha dejado de importarte… No veo porqué no comprendes que todo su mundo era un puro caos y que descubirlo paralizaría a cualquiera. Deberías tener paciencia… - No es paciencia lo que me falta. No creo que pudiera explicarle ni a ella ni a sus hijos lo que yo hice para acabar con su padre. Me faltan fuerzas y me sobra miedo para seguir queriéndola. Estoy cansada de tanto luchar, de tocar el cielo y perderlo un instante después. Y es abrumadora la frecuencia con que suceden ambas cosas con ella. No puedo permitirme el lujo de recordar que la quiero. No imaginas lo que supuso para mí volver a esa casa y descubrir que la persona a la que amaba me miraba sin querer hacerlo. Ahora tiene que centrar todos sus esfuerzos en recuperarse y en construir el futuro de sus hijos. Lo de recordar el pasado es el menor de sus problemas. Es más, ni siquiera debería ser un problema. Es absurdo esperar que necesite nada de su pasado para seguir viviendo. - Los médicos dijeron que… - ¡Ya sé lo que dijeron los médicos! Y te recuerdo que era algo como que, tal vez nunca vuelva a recordar nada de estos últimos años, no sabían si todo eso era una respuesta de su mente por olvidar el propio accidente. Tampoco quiso ir a terapia con un psicólogo por ver si eso le ayudaba a recordar. Fin de tema. Punto y final. Así que ¡Por favor!... volvamos al asunto que te trajo a este despacho… - Supongo que no vas a querer que te acompañe yo a Alemania. - Supones mal. En realidad pensaba pedirte que me acompañaras tú. - Cuenta con ello. 349

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- Gracias. - ¿Y en la clínica? - Allí está todo listo. Ese informe junto a las pruebas y resonancias que ya me han venido haciendo serán remitidas hoy mismo. Ya tenían muchos datos que les envíe desde Londres. - Espero que esta sea la solución definitiva. - Ya… Yo también, aunque esta rodilla nunca volverá a ser la que fue. - Bueno, tú tampoco eres la que fuiste. - Si. Tienes razón. El tiempo pasa rápido. - Quizá toda la normalidad creada por la ausencia de noticias inquietantes ha hecho que el tiempo haya decidido aliarse con nosotras. - Si… quizá sea eso. Muchas historias han quedado definitivamente empaquetas en un pasado para olvidar y apenas quedan asuntos por cerrar. - ¿Apenas? - … Eh… si… me queda un asunto. - Un asunto con nombre de mujer. - Vuelta con el trigo al molino ¡Sonia! No. Por no tener no tiene ni nombre. Sólo voy a ver si puedo vender la casa. He visto un piso pequeño cerca del centro. Será suficiente para mí. Después de la operación intentaré cerrar el trato. - Sabes que puedes quedarte en casa el tiempo que quieras. - Claro que lo sé, pero necesito recuperar mi intimidad. No sé si comprendes lo que quiero decir. - Lo sé perfectamente y créeme cuando te digo que me alegro de que empieces a mirar hacia adelante de nuevo. - Si. En cuanto esté recuperada de la operación volveré para los exámenes de febrero y me reincorporaré cuanto antes al trabajo.

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- ¡Bien! Voy a trabajar o el negocio se vendrá abajo… si el resto está trabajando lo que tú y lo que yo… dudo que este mes tengamos beneficios… - Los tendremos… y el resto no olvides que son como tú y como yo… - ¿Intentas decirme algo? - No lo intento, lo hago. Baja un poco la tensión con tus empleados y empleadas, estoy segura que lo agradecerían y que tú podrás ver mejor las cosas con más lejanía. - ¿Vienes a casa a cenar y me cuentas algo más de tu teoría empresarial? - Voy y te cuento… sí. - Muy bien. Como todavía no me has convencido será mejor que te pongas a trabajar. - Aunque no lo creas ahora lo único que me apetece es trabajar. - Siento que sea en estas circunstancias pero me alegra oírte hablar así. Esa operación va a salir bien –dijo saliendo ya del despacho. - Si. Podría ser… podría ser… sí –acabé susurrando para mí misma. Durante esa semana estuve algo nerviosa preparando mi salida a Alemania y recopilando todos los datos que aquel cirujano me solicitó sobre las distintas pruebas que me habían realizado en el último semestre. Esa noche en casa de Sonia preparamos todo el viaje y nuestra estancia. Probablemente estaríamos allí otra semana más después de la operación y Sonia quiso dejar a Javier todas las instrucciones dadas para que se hiciera cargo de la empresa. Mi madre Carmen se empeñó en venir a Madrid a verme al menos durante esa semana por lo que terminó alojándose también en casa de Sonia. Empecé a dejar de preocuparme por ellas dos y francamente alguna vez me divirtió ver como se tragaban su mutuo orgullo por no terminar discutiendo. Me sorprendía a mi misma empapándome de la cercanía de todas las personas que me proporcionaron las raíces profundas de mis creencias y cada vez me encontraba más cómoda entre ellas. Supongo que fue entonces cuando empecé a sentirme parte de su mundo. Pero aquella operación se acabó complicando y tuve que permanecer otros dos meses más recuperándome de la, al parecer, última intervención en mi rodilla. Sonia volvió a Madrid y venía intermitentemente, a veces acompañada por Carmen o Miguel. Mis días entraron en un tiempo suspendido en el que las tareas que flotaban en la agenda del día consistían en comer, dormir, sesiones de rehabilitación, volver a comer, leer alguna novela, nueva sesión de rehabilitación, baño y cena. La rehabilitación consistía en recurrentes ejercicios diarios y duras sesiones de fisioterapia para recuperar completamente la elasticidad de todos los ligamentos dañados. 351

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El tiempo que pasaba entre sesión y sesión siempre que podía me conectaba a la actividad de los Laboratorios y era extraño el día que Sonia no hablaba conmigo sobre algún nuevo asunto relacionado con ellos. Sonia se volvió muy prudente al hablarme de Maca y de los niños pero a veces dejaba caer alguna migaja de noticia sobre su recuperación y vuelta a su propio trabajo. Yo no solía replicarle y rápidamente cambiaba la conversación, de algún modo me había convencido de que los recuerdos que tenía de mí serían los últimos en volver, si es que lo hacían alguna vez, extremo que apuntalaba en la creencia cada vez más firme de que nuestra relación quedó sepultada tras la muerte de Fernando y un poco antes ya por su accidente. La paz de aquella clínica en el Bosque Negro de Alemania me estaba ayudando también para conseguir una calma muy necesaria. Yo estaba dejando de autocompadecerme y de castigarme por los errores de mi pasado y el juego sucio en el que caí, pero otra noche más despertaba muy de madrugada con un sueño que se propuso acompañarme mucho tiempo más. A pesar de que despierta ya me había rendido a su olvido, cuando dormía, volvía a aparecer el amor que sentía por Maca, en forma de su propia imagen, paseando por una playa desierta, en un desapacible día. Nada tenía color en aquellos primeros momentos. El mar embravecido, con sus olas oscuras, se aproximaba a su orilla y ella caminaba hacia él. Mi corazón latía más y más acelerado cuando más se aproximaba al mar, pero mis pies estaban clavados en la arena y mis brazos no alcanzaban a tocarla. Mi voz no se oía, como tampoco el mar. Sus pies, ya sumergidos, se detenían y entonces yo, convertida en pájaro, volaba hacia ella y estando frente a su rostro, como un colibrí me quedaba, suspendida frente a él, queriendo despertarla con la brisa de mis alas, pero sus ojos seguían cerrados. Yo había dado la espalda al mar y la próxima ola intuía que nos podría abatirnos a ambas. Pero las olas sólo me alcanzaban a mí. Mientras el mar ya espumaba mis alas, ella abría los ojos aunque seguía sin verme. Sus ojos brillaron y recuperaron el dulce color miel que solían tener, dieron color a todo lo que nos rodeaba y el cielo volvía a recuperar su azul cobalto. Volvía también el sonido, porque, a pesar del ruido del mar, yo la oía respirar y entonces era cuando se giraba para alejarse de allí, de ese intempestivo mar. Tras su espalda todo volvía a ser gris y sordo. El mar negro había mojado mis alas y me arrastraba tras él. Ya no podía seguirla. En ningún momento conseguía verme y yo, sabiéndola a salvo, dejaba de luchar, viendo ya casi sumergida como abandonaba aquella playa. Lo siguiente a aquel sueño era mi despertar. Siempre despertaba abriendo desesperadamente mis labios para poder respirar y con el corazón encogido, en un latir atropellado. Recobraba finalmente la consciencia sintiendo oprimido el pecho por una punzante pena y con el sudor invadiendo cada poro de mi piel. Cuando analizaba al principio aquel sueño recurrente, recordaba lo lejos que me encontraba del mundo al yo creía haber pertenecido. Pero otro dolor más físico me traía 352

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de nuevo a la realidad, la rodilla me volvía a incordiar, a veces demasiado intensamente. No lloraba pero tenía que hacer grandes esfuerzos por evitarlo. Por momentos deseaba que me la cortaran y acabar con aquel calvario. Siempre dejaba pendiente saber qué cortar en mi corazón para que también doliera menos. Ese sábado Sonia volvió a verme y había entrado y salido de la habitación mil veces atendiendo el teléfono. Yo la miraba salir y entrar, y me aburría cuando me quedaba a solas. Estaba cansada, no tenía ni fuerzas ni ganas de nada. Las vistas de la ventana de mi habitación estaban lejos de mi cama y otra vez había empezado a llover. Cogí las muletas y decidí levantarme. Fui antes al baño a peinarme un poco y me puse la chaqueta del chándal. Aquella mañana hacía mucho frio. No llevaba ni cinco minutos absorta en la imagen de aquella ciudad bajo la lluvia cuando oí, tras de mí, abrirse la puerta. - ¡Sonia! ¿Podrías preguntar si me dejarían salir un poco a la calle? Me estoy ahogando en esta habitación, y necesito un poco de esa lluvia en mi cara…-dije mirando aún por la ventana y apoyando mi mano en el cristal deseando tocar el agua que escurría tras él. Al ver que no contestaba me giré y tan pronto la veía volvía a olvidarme de la calle, de la lluvia, de Sonia y del mundo. - Hola. -… Durante unos segundos, que me parecieron minutos, volví a encontrarme con su mirada y nos miramos de esa forma en que se mira a quien se trata de reconocer y a quien se quiere encontrar. Sus ojos seguían siendo los más bonitos del mundo, brillantes y profundos, pero no conseguí ver mi reflejo en ellos y entonces ya no pude seguir mirándola, cerré mis ojos y me giré de nuevo hacia aquel ventanal intentando huir de la desagradable sensación de resultarle una extraña. - He tenido que enterarme por Sonia que estabas aquí- dijo mientras permanecía aún parada cerca de la puerta. -… No… no quería… preocuparte. Tus hijos te necesitan ahora… mucho y… bueno… tú… - ¿Yo?- preguntaba aproximándose. - Pues… que tú también necesitas descansar… -dije del tirón, intimidada de nuevo por su presencia. - ¿No crees que ya he descansado bastante?- preguntaba acercándose de nuevo un poco más. - Bueno… no sé… yo… No quería molestarte con mis cosas. 353

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- Pero tú sí que te molestaste por las mías… Estuviste dos meses sin separarte de mí cama hasta que desperté –decía con determinación y acortando más las distancias. Mis ojos se humedecieron con ese recuerdo, tuve que huir de los suyos. Y enfadada, creo que la ofendí al contestarle. - Yo estaba enamorada de ti… no podría haber estado en otra parte- dije mirando el horizonte desde aquella ventana. No tienes que devolverme ningún favor…- añadí, arrepintiéndome al instante de ese reproche, mientras cerraba los ojos y bajaba mi mirada. Había empezado a llover más fuerte, una gran nube parecía dispuesta a descargar un enorme diluvio sobre la ciudad. Ella permanecía a mi lado mirando aquella frenética lluvia. Recuerdo que permanecimos un momento en silencio, que volví mi rostro de nuevo hacia ella para disculparme y, mientras permanecía mirando al exterior, un rayo cruzó el horizonte sobre los tejados de aquella ciudad. Su rostro se iluminó, y me perdí en él, hasta que segundos más tarde sonó el gran trueno. Su cuerpo se sobresaltó, parecía fruncir su frente para cerrar los ojos un instante. Preocupada por su reacción olvidé mis disculpas y volví a pensar en su presente. - Te dan miedo las tormentas- dije mirándola. - No… - dijo mientras me miraba ahora sorprendida- Dije… “Me dan un poco de miedo las tormentas”- añadió inmediatamente mientras devolvía mi mirada. Parecía estar pensando algo, porque su ceño permanecía fruncido. No me atreví a decir nada porque con su mano parecía pedirme silencio. -… Otro trueno sonó y ambas volvimos, sólo por un instante, la mirada al exterior. - “¿Qué te da miedo a ti?”- me preguntaba cerrando sus ojos. Antes de que pudiera contestarle, ella, respondió a su propia pregunta- “Muchas cosas me dan miedo”- dijo y volvió a abrir los ojos para continuar respondiéndose- “Dime alguna”… te dije. “Me da miedo la soledad” contestaste tu… - concluyó sonriente. - Fue nuestra primera tormenta- añadí sonriendo, no sé si por su recuerdo o por su fantástica sonrisa. - Después hubo otra… dijo mirando sobre mi hombro izquierdo…”Es una tormenta de verano, pronto pasará” -me dijiste entonces. 354

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Ahora era yo la que no recordaba, me esforzaba en tratar de recordar. - Estabas muy enfadada… no… espera… era yo la estaba enfadada…-dijo ella. - Ah ¿Si? ¿Qué hice? - No sé… pero… yo quería… -dejó súbitamente de sonreír. - ¿Matarme?... Cuando te enfadas… - Quería… -dijo algo ausente. Como no contestaba volví a preguntar. - ¿Qué?- pregunté. Empezó a recorrer mi rostro con sus ojos. Como si estuviese viendo un fantasma dio un paso atrás, continuó mirándome y sus ojos parecieron humedecerse, se giró y fue a apoyarse en el cristal, como mareada súbitamente. - ¡Maca! ¿Estás bien?- Me apresuré a tomarla del brazo dejando caer mi muleta, que al caer provocó con su sonido la salida de su estado. - ¡Eh! Si, si… -dijo mientas se apresuró a agacharse a recogerla. Cuando se incorporaba miró mi rodilla, acercó su mano a ella y apenas rozándome preguntó - ¿Te duele mucho?Terminaba de incorporarse y su mirada volvía a recorrer mi rostro. - … Un poco… si… - le contesté muy preocupada. Recuerdo que quiso tocar mi cara pero en ese momento, tras oír un llamado en la puerta, ambas volvimos la mirada para ver que el médico que estaba tratándome se disculpaba y solicitaba mi atención para comentarme lo necesario de una nueva operación. Después de escuchar todos sus argumentos y recomendaciones, ante mi silencio se marchó instándome a una respuesta inmediata. Cuando salió de la habitación fui a sentarme sobre la cama porque necesitaba reponerme de otra mala noticia sobre mi recuperación. Abrumada por esa sensación de impotencia había olvidado su presencia, cubrí mi rostro con mis manos y reprimí mis ganas de rendirme. - Tengo que marcharme- dijo de forma atropellada mientras salia casi corriendo de la habitación. No reaccioné a tiempo de despedirme, y en ese mismo instante fui consciente de que ella tampoco lo hizo. Tuve la sensación de que no había estado allí, que volvía a soñar con ella, pero ahora, incluso despierta. 355

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Sonia, minutos más tarde volvió a la habitación echa una furia. Estaba bramando pero yo no la escuchaba. Debió verme algo ausente porque se acercó preocupada. - ¿Qué ocurre Esther? ¿Qué te pasa? - Maca ha estado aquí. - ¿Y dónde está? - Se ha marchado. - ¿Porqué? - No sé. - ¿Qué tal está? - ¿Tú sabías que iba a venir? - ¿Yo?... ¡Claro! - ¿Cómo que claro?... - Mira hija, esa chica está tan confundida que lo que menos necesita es que juegues con ella al gato y al ratón… ahora estoy con ella, ahora no, ahora me voy ahora me pierdo… - ¡No puedo creérmelo! ¿Crees eso? ¿Qué juego con ella? - Bueno… jugar, jugar… no… pero… - No quiero oírlo… te rogaría que por favor dejaras de… de… - ¿De qué? - De hundirme… ¿Estás tratando de hundirme? ¿No? - Seee… ¡por fin has descubierto mi malévolo plan! Quiero hundirte en la miseria, que te tires por un puente y ahorrarme el esfuerzo de recuperar a una hija que hace años que tuve que separar de mi para garantizar su seguridad. ¡Ya está! No tendré que hacer testamento porque no tendré heredera. ¡Legaré mi empresa a las Hermanitas de los Pobres que de paso rezarán para expiar mi culpa! ¿Es eso? ¿He acertado con lo que piensas de mi?... ¡Por Dios santo!... ¡Deja de decir sandeces y de autocastigarte! ¿Quieres?... 356

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- Lo siento… - Lo sientes, lo sientes… Hablando de sentir… y cambiando de tema, no me gusta el medicucho ese que te está tratando… nos vamos a ir de esta clínica… - ¿De qué estás hablando? - En Madrid hay un cirujano mejor que este mequetrefe… - ¡Tú lo que quieres es volver! - ¿Volver adonde? - Al trabajo… estás aquí como león enjaulado… te mueres por seguir dando órdenes y… - ¿Y?... - ¡Joder!... - ¿Cómo que joder? ¡Desde cuándo eres tan grosera!... ¿Joder con quién? CAPÍTULO 66: Sobrevivir. 25 de febrero de 2011 Durante la noche volví otra vez a despertarme después de haberla soñado. Ella llevaba mucho tiempo viviendo en mis sueños, mucho más tiempo del que llegó a compartir conmigo. Aquella vez su imagen se acercaba a mí, sus ojos se anclaron a los míos y, sin decir nada, una de sus manos tomaba la mía, para terminar acariciando con sus dedos el interior de la misma, cobijando después la suya, en una caricia que hizo cerrar mis ojos para grabar ese tacto que por sutil no dejó de estremecer hasta la última célula de mi cuerpo. Mi deseo por ella era tan intenso que abrí los ojos en el sueño y las ganas irrefrenables de besarla me desbordaron. Fue ese deseo intenso lo que me despertó, con el corazón galopando en la meseta de la realidad solitaria de mi dormitorio. Me levanté a tomar agua y a tomar algún calmante, la rodilla era mi otra pesadilla en vigilia. Estaba demasiado despejada para dormir me preparé una copa que fui a saborear en la penumbra del ventanal del salón. Sonia debió de oírme bajar y se acercó. - ¿No duermes?- pregunto. - No- contesté con un gesto. - ¿La rodilla? 357

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Asentí con la cabeza porque no me apetecía explicar nada más. - Tengo los datos de un especialista aquí en España. Está en Navarra. Volví mi vista hacia ella en un gesto apesadumbrado, aceptando otra nueva derrota aquella noche. - Sonia, esta rodilla ya no da más de si… Empiezo a ser consciente de que no voy a poder hacer muchas cosas que antes hacía -Pensaba también en Maca cuando admití aquello. - La última operación todavía está reciente. Vas a tener que tener paciencia… - Estoy cansada- la interrumpí. - No sirve de nada cansarse. No es útil. A veces para ganar tiempo hay que perder un poco. - ¡No puedo más! Sólo tengo ganas de llorar… pero no sé porqué no consigo hacerlo. - Hay muchas cosas que no te permites… ¿Y si lo hicieras? - Es hora de empezar a admitir que mis recuerdos nunca van a volver a ser reales. No van a volver. Si mi corazón sigue esperando me voy a ahogar en esta absurda angustia que me está matando por dentro. - Busca lo que necesites. - Ese es el problema, que siempre creí que sólo la amaba y cada día descubro con más dolor que lo que me ocurre es que la necesito también. Siempre me pareció ésta la forma más egoista de amar. Nunca pude imaginar lo que significaba esto… y ahora lo descubro para comprender que lo que siento por ella no puedo mantenerlo yo sola… Ella no me necesita a mí… y tengo el alma rota de echarla de menos. No puedo pasar el resto de mi vida en este punto muerto… pero es que no sé cómo hacer para dejar el pasado en el pasado. No va a volver y el deseo que siento por ella se me desborda hasta en mis sueños… Probablemente te resulte extraño o, tal vez, estoy perdiendo el juicio, pero esta noche pagaría por un beso y dejar a mis manos libres de nuevo. - …Ya… - Sorprendida ¿Verdad?... Será mejor que vaya a dormir y deje de decir estupideces… - No se cuándo has olvidado que eres humana y que lo que sientes es lo que sientes y no lo que tienes que sentir. Date los permisos que necesites para sentirte viva, porque de 358

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seguir así no volverás a estarlo nunca… -me volví a mirarla porque sus palabras y su voz me parecieron tan amargas como yo me sentía aquella noche. - Sorprendida ¿Verdad?- añadió y me miró en una sonrisa forzada que la llevó a tomar un sorbo de mi copa, devolvérmela y girarse para volver a su dormitorio tan decidida que su bata de seda se vio agitada por aire que sus pasos producían. Fue mi vista de regreso al exterior la que me hizo vislumbrar el incipiente amanecer y la idea que me trajo de vuelta al mundo. 14 de marzo de 2011 Jubilé las muletas y con la ayuda de un bastón esa mañana volví a la oficina dispuesta sólo a trabajar. Recorrí aquel largo corredor convencida de que quien así llamó a ese tipo de pasillos probablemente no imaginaría lo impertinente del nombre para alguien como yo. Un atisbo de mala sombra me estaba produciendo pensar en ello, pero mi falsa secretaria Cristina seguía allí, en su puesto. Buscaba algo bajo su escritorio y cuando se incorporó resopló, algo desesperada, porque no parecía haber resuelto su búsqueda. Cuando estuve a su altura tomé de la bandeja de entrada el correo que cada mañana apilaba para mí. - Buenos días- dije leyendo algunos sobres y sus remitentes. - Buenos días- dijo de forma neutral. - ¿No encuentras lo que buscas?- añadí ocupada en el correo comenzando una conversación un tanto atípica. - No busco nada –contestó. - Mientes. - ¿Por qué crees que busco algo? - Porque lo he visto -afirmaba yo sin apartar mi vista de un sobre apaisado y volviéndome hacia el armario del archivo buscando en el libro de entradas los datos de aquel proveedor. - ¡Ah sí! ¿Ahora tienes una bola mágica?- dijo resignada. - No, sólo ojos en la cara, que me han dado para ver eso y más cosas. Llevas puesta una camisa blanca. De manga larga. Llevas los puños recogidos en un par de vueltas. ¿Quieres que te hable también de los pendientes de aros plateados que llevas? –Contesté mientras 359

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anotaba mentalmente una fecha y como no contestaba añadí- ¿Puedo volverme ya o vas a seguir buscándome ojos en el cogote? Me giré y me encontré con sus ojos achinados y una de sus cejas levantadas. - No me has mirado un solo segundo ¿Cómo puedes saber eso? ¿No me estarás espiando? - ¿No os enseñaban eso en Operaciones Especiales? ¡Oh!... ¡Va a ser que estás olvidando muchas cosas desde que ejerces de obediente secretaria! Te recuerdo que incluso a ellas se les pide como competencia profesional tener capacidad de observación. - Ya –apartó su mirada. - ¿Trabajamos un poquito que para eso nos pagan? - Ah no sé. Yo ya llevo media hora intentándolo. No tengo culpa de que mi jefa me entretenga “recordándome” cuáles son mis funciones –añadió tomando asiento y oteando su escritorio. - ¿Te entretiene tu jefa? –añadí con algo de guasa. - Podría decir que mucho pero la palabra “bastante” creo que es suficientemente explicativa. Como podrá comprobar intento suplir el defecto de capacidad de observación con otras capacidades –añadió con sorna. - Entre las que no está la simpatía por lo que veo –repliqué en aquel combate dialéctico matinal. - Una pena que usted tampoco pueda ilustrarme con esa virtud. - ¡Caramba! Así que de usted ahora. Vale, pero que sepas que lo que queda de día voy a estar muy borde. - Oh, no se preocupe creo que para eso me pagan, para soportar el humor de mis superiores –contestó ahora haciendo caso omiso de mi última frase y aproximando su silla hacia el teclado de su ordenador. - ¡Si claro! ¡Ahora intenta arreglarlo! –dije entrando ya en el despacho en una pose de falsa dignidad y realmente divertida. Pasadas dos horas salí del despacho para desayunar. Había decidido que el tiempo de trabajo debía de darme para relajarme unos minutos al día, en una cuestión que a Sonia le parecía demasiado mundana. 360

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Al salir me la encontré tomando agua del vaso de plástico que había sobre su escritorio. - ¿Quieres algo? –me dijo al verse sorprendida mientras limpiaba sus labios en un gesto de su mano que pretendía secarlos. - Desayunar. - A ver… ¿Qué va a ser ahora?… ¿Café y media de aceite y tomate o serás capaz de llegar tu solita a la cafetería? - Oye no Cristina ¿A ti que te pasa hoy? - No me pasa nada… siempre soy así. - ¡Ah! ¿Sí? Pues que no te oiga Sonia… - ¿Me estás amenazando? - Ja, ja, ja… ¡Relájate mujer! ¡Te veo tensa! Y eso viene fatal para la espalda ¡Que lo sepas! Por cierto… ¿Tú desayunas? - Siiii… claro… desayuno, duermo, como, trabajo y… otras muchas cosas más… ¿te las explico? - Iba a invitarte a desayunar pero prefiero hacerme el harakiri… - Avisa si te lo haces, para avisar a limpieza, te recuerdo que voy de blanco. Iba a añadir algo pero ella intentaba decirme algo que no decía y que yo no había imaginado. Cuando volví del desayuno y pasé frente a su mesa simplemente me ignoró. Algo le pasaba. A ver cómo me las iba a ingeniar para sacárselo. Llamarla y sentarla frente a mi escritorio sería demasiado intimidante. Pero claro, lo mismo si me acercaba en lugar de ladrarme me mordía directamente. Preferí esperar al día siguiente. En eso pensaba mientras jugueteaba con un pisapapeles que me compré, cuando abrió la puerta y me sorprendió con esa actitud poco laboral. Su gestó se hizo sombrío hasta que se decidió a sentarse frente a mi escritorio para hablar conmigo. - ¡Esther a ti te pasa algo! - Ah vale… estamos en el punto en que ambas nos preocupamos mutuamente… - No tienes por qué preocuparte por mí, yo estoy bien… 361

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- … Genial ¿no? - ¡Ya te digo!... pero ¿Y tú? - ¿Yo? - Te pasa algo… - No me pasa nada… - Pues genial también… dime si puedo ayudarte… - Pues si… si has decidido abandonar tu precioso trabajo en la policía y te has decidido por el aburrido mundo empresarial, voy a necesitar que aprendas tanto como yo de qué va esto. Necesito que prepares en la notaría toda la documentación de compra de este inmueble que te dejo en esta carpeta. Los fines de semana estaré siempre fuera de Madrid, está casi habitable por completo mi casa de Ferrero… voy a ayudar a una amiga en la puesta en marcha de su negocio, ya que yo no voy a conseguir mis sueños… voy a intentar que alguien cumpla los suyos… ¡para qué si no sirve el dinero! - ¿Para dilapilarlo?... ¡En tiendas exclusivas y en hoteles con encanto!- dijo con un brillo muy cristalino en la mirada. - ¿Eres una pija? - ¿Pija yo? Sólo pensaba en lo que podrías hacer tú con tanto dinero… - El hotel que más encanto conozco es la casita de mis padres que tengo en allí en Ferrero. Se está quedando muy bonita. - ¿Esa es la idea de diversión que tienes tú? ¿Irte a un pueblo de Asturias perdido de la mano de dios y a vivir en una casa de piedra antigua? ¿Comprendes ahora porqué me preocupo? - Ja, ja… eres presa de toda la efervescencia de tu edad y yo del pesado lastre de mis años y ahora de este impertinente bastón… Soy tan invisible aquí como lo soy allí, pero allí me siento como en mi líquido amniótico. Pero no te alegres del todo. Durante la semana volveré aquí a darte la castaña y a hacer que te ganes el sueldo. - Tienes una peculiar idea de lo que es la diversión pero… allá tú… -dijo incorporándose ya y dispuesta a salir del despacho. - ¿Es cierto que te llamas Alicia? 362

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- Si. Si lo es -dijo volviéndose. - Gracias. Aún no te he dado las gracias por lo que hiciste… y si… ya sé que te pagaban para ello… pero sé muy bien que para una policía hay cosas que no tienen precio. - El día que nos conocimos dijiste que tenías un problema, si lo que yo hice sirvió para que ese problema no lo tengas contigo misma, me daré por satisfecha. - Necesito estar sola para eso. Ferrero es parte de la solución. -Me hubiese gustado que antes de investigar por mi verdadero nombre me lo hubieses preguntado directamente, incluso… a pesar de que… empecé a conocerte mintiéndote… - Todos mentimos… por uno u otro motivo… terminamos haciéndolo… intentaré no caer en el mismo error… - Pues entonces me alegro… Y ahora creo que debería volver a trabajar. Asentí y se marchó. CAPÍTULO 67. La semilla del pasado. 6 de junio de 2011 Aquel lunes por la mañana recibí una llamada de la inmobiliaria donde había dejado los datos para la venta de la casa de Madrid y aunque en un principio pensé que era una buena noticia, porque me permitiría saldar totalmente la deuda que establecí con mi banco, por la compra de un piso pequeño cerca de los Laboratorios, después acabé haciendo cuentas mentales para mantener ambos inmuebles. Al fin y al cabo aquella casa algún día podría ser una herencia para los hijos de Maca, por parte de los familiares de su padre. Una herencia física cuyo objetivo principal era el de protegerles de esa misma familia. Por algún motivo quería que tuviesen algo mío y supongo que el pensar esto me llevó a acercarme de nuevo allí. Después de comer en los propios Laboratorios me acerqué a ver la casa. Hacía mucho calor y seguramente ningún vecino inoportuno andaría cerca para molestarme en aquella visita. Nada más aparcar pude ver el buzón de correos, de la puerta de entrada al jardín, lleno de folletos publicitarios, escritos del Ayuntamiento y cartas del banco dirigidas a mi… y a Maca. Tiré los folletos en el contenedor de papel cercano a la casa y de regreso al coche separé su correo. Abrí el coche y dejé todo sobre el asiento del conductor, junto con mi bolso. Sólo cogí las llaves de la casa, las del coche y mi bastón. 363

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En la vida hubiera podido imaginar que al tomar las llaves para entrar en la casa mis manos tuviesen tanto miedo. Temblaban, y las observé como si no me perteneciesen. Recuerdo que tomé aire, me olvidé de lo que acababa de ver, para intentar no pensar, y me adentré en el jardín de la casa abriendo la verja de la entrada. Me recibió un césped seco, un jardín sin flores y con maleza en su lugar. Los árboles de las cercanías habían depositado sus hojas secas en el camino de entrada hacia las escaleras de la casa. La caseta de plástico del perro, que nunca tuvo habitada, estaba avejentada por el sol. La madera blanca de la puerta y el pomo estaban cubiertos de una película fina de polvo y suciedad. Tomé la llave de seguridad de la entrada, la introduje y la giré. La cerradura cedió entonces con gran suavidad como si ese mismo día hubiese sido cerrada por última vez. La luz de media tarde, tamizada por las cortinas, y una ventana a medio cerrar me recibió. Por el haz de luz que provenía del salón, se veía cómo diminutas motas de polvo revoloteaban en su particular fiesta anti gravedad inquietas por mi presencia. A la izquierda, las puertas del salón abiertas, permitieron que mis ojos fuesen a depositarse a aquel piano hacia el que me acercaba inconscientemente, casi hipnotizada por su eterna elegancia y presencia. También estaba cubierto de polvo, aunque la luz no le daba directamente y su madera no había perdido su brillante propiedad. Miré a mi alrededor y todo estaba tal y como lo recordaba. La ventana de la que procedía la luz estaba algo abierta y fui a cerrarla del todo. Abrí un poco más la persiana y separé la cortina para dar intensidad de color a aquel lugar. La madera del suelo color olmo lucía apagada. La manta del sofá con la que Maca cubría sus piernas, cuando leía, cerca del ventanal de acceso al jardín, estaba casi caída al suelo, como quien la deja cuando marcha rápido a otro lugar. Y otra vez, fui consciente del esfuerzo de tener que escapar de mis recuerdos y mi pasado. Me obligué a visitar el resto de las estancias de la casa, pero, después de ver la habitación de Julia, no me atreví a entrar en el dormitorio principal, así que bajé a la cocina esperando poder beber algo de agua. Afortunadamente allí todo era orden, y la suciedad pareciera que no tuvo cabida. Abrí el grifo y dejé correr el agua por un instante para refrescar mi cara y tomar un gran vaso, que en aquel momento me supo a gloria. Con el espíritu algo más fresco y valiente tomé un paño, lo humedecí muy ligeramente, y me dirigí al salón dispuesta a limpiar sin ninguna prisa mi piano. Me entretuve acicalando toda su superficie hasta abrir la tapa de la caja de resonancia, para dejar libres el mecanismo de las cuerdas y macillos que recogía el hierro fundido de su marco. Me agradaba su resonancia cuando dejaba libre su interior y me apetecía dejarme llevar por los sonidos que eran capaces de emitir aquellas simples cuerdas de acero. Tomé asiento en su banqueta de piel negra feliz de volver a él. Descubrí la tapa del teclado y posé mis manos en aquellas teclas sin otra pretensión en aquel momento que disfrutar de la suavidad de su tacto. Pero aquel día mis manos quisieron más y se atrevieron a ser mi voz. 364

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No voy a dejarte aquí- pensé- Tú vendrás conmigo. Ya veremos cómo hacer para compartir nuevo espacio –concluí. Aún hoy después de tantos años, cada vez que me sentaba al piano terminaba perdiendo la noción del tiempo. Me dejaba llevar por aquel sonido esperando acunar mis sentimientos y acallar así todos los ruidos de mi mente. Regresaba a la fantástica sensación de hablar en otro idioma, el de mi corazón, que al dictado le recitaba su mensaje a mis propias manos. Nada más terminar, suspiré y abrí mis ojos. Me alegré de comprobar que el tiempo no había dejado huella en mi regalo. Sonreí y un sonido inesperado hizo girar mi mirada hacia la entrada del salón. - ¿Esther? - ¿Maca?... Ho… hola… -dije levantándome. - Hola. No esperaba verte aquí –respondió sorprendida desde la puerta del salón. - Eh… bueno… perdona, vine a ver qué tal estaba todo –contesté no sabiendo qué hacer entonces con mis manos. -… - ¿Qué tal estás? Me dijeron que ya volviste a trabajar al hospital –añadí ante su silencio. - Si… Si. Llevo… casi dos meses y… había pensado en volver a verte. Quiero decir que… no sabía que estabas aquí pero que… quería verte. - … ¡Ah!... ¿Y eso? - ¿Eso? - Lo de que querías verme. - ¡Ah! Bueno…yo… yo… había pensado que si no te importa, los niños y yo queríamos volver a la casa… Sé que te compraste un piso… No volviste aquí. - No. No volví. Demasiado grande para mí. En realidad había pensado en venderla. - Si no tienes comprador me gustaría… o sea… ¿Crees que yo podría adquirirla? –dijo atropelladamente.

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Sonreí ante su interés. No te preocupes Maca –añadí. Yo había pensado en dejársela a tus hijos para el día de mañana. Pero si has pensado en volver con ellos ahora, aceleraré el trámite en la notaría para que les sea cedida cuanto antes –le dije tratando de tranquilizarla. - No es necesario que… - Ya, ya lo sé… sé que no es necesario pero yo quería que las cosas fuesen así y, si no te importa, así quiero dejar que sean. Por lo demás, mandaré que vengan a recoger el piano. Espero que no te moleste. Esto fue un regalo tuyo y me gustaría conservarlo. Imagino que habrá otras cosas mías sin importancia por aquí, si no te supone mucha molestia empaquétalas y mandaré a alguien a recogerlas también cuando tú me digas. - Pensé que alguna vez vendrías a verles –dijo seria. - Si claro. Me gustaría hacerlo y bueno… te avisaría… -… - A Julia le encantará volver aquí. - … Si. Le hizo mucha ilusión cuando se lo comenté. - Sólo hay un problema. - ¿Un problema? - Si. Bueno, verás… hace un tiempo yo le había prometido a Julia un regalo especial. Un perro. A ti no te gustaban antes y no se atrevía a pedírtelo. Hace unas semanas me llamó el criador –mentí- con quien lo había apalabrado y me dijo que ya tenía todas las vacunas y que me pasase a recogerlo. Había pensado en traerlo aquí y en ver qué haría después con él. ¿Te importaría que estuviese aquí mientras le busco otro dueño? Seguro que a Julia y a Roberto les haría ilusión disfrutar por unos días de él. - Creo que siguen sin gustarme los perros. - Si. Bueno, es un poco tarde para cambiarlo por un gato, sólo serán unos días… - Los gatos tampoco me gustan. - Una pena. Pero no te preocupes, el problema real es un perro. Insisto que serán solo unos días. - Está bien. Creo que no estoy en posición de poner condiciones. 366

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- Puedes poner todas las que quieras Maca. Esta será vuestra casa a partir de ahora y viviréis según decidáis. No habrá ninguna condición. Ninguna en absoluto. Puedes vivir aquí como desees y… con quien desees. -… - Bueno, será mejor que me marche. -… - ¡Ah!... toma. Es el juego de llaves que tenía de la casa. No hay más copias. Creo que podréis ser muy felices aquí. - Gracias. - De nada. Te llamaré cuando sepa algo de la notaría, igual necesita algún dato de los niños. - No sé qué decir. - No digas nada. Deja de pensar e instálate. Por cierto, se me olvidaba… ¿Quieres que mande alguien para limpiarlo y arreglarlo antes de que os instaléis? - No. No… prefiero encargarme yo de la casa, no quiero a nadie pululando por aquí. - Ja, ja… si… así eras tú. - Así soy. Si –sonrió. - Bien. Bueno. Me marcho ya… Que... que nada… Ya hablamos… ¿vale? - Te llamaré –dijo. - Hazlo –pensé. De acuerdo. Adiós. Dales un beso de mi parte –dije por terminar de despedirme. - Se lo daré… me… me ha alegrado volver a verte –dijo con una sonrisa muy parecida a aquellas que yo recordaba. - Yo también me alegro mucho –añadí finalmente y girándome hacia la salida que me aguardaba con la cegadora luz del verano a media tarde.

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- Hasta pronto entonces –dijo finalmente anclada en el mismo lugar en el que nuestras miradas volvieron a cruzarse. - Si –dije y con un gesto de mi mano me despedí. Yo tengo tu correo y tú tienes mi anillo, tendríamos que vernos… ¡Deberíamos vernos! Ahora sólo hace falta que de verdad quieras hacerlo Maca y sepas dónde encontrarme... si es que me estás buscando –pensé. CAPÍTULO 67: Noviembre. Amanecía sobre Ferrero, de esa manera lánguida en que lo hacen los días borrascosos en la costa. La casa por fin estaba terminada de reparar y era realmente confortable el calor que reinaba en toda ella por la calefacción que alimentaba la chimenea. Arrebujada bajo las sábanas, desde la cama, oía el repiqueteo constante del agua de aquella lluvia pertinaz de la mañana. Me relajaba ese sonido suave que acompasaba mi corazón. Disfrutaba mucho de esos minutos del día y empezaba a volver a disfrutar de pequeños momentos, casi insignificantes, como ese, y que constituían los bloques que cimentaban mi felicidad por aquel tiempo. Perezosamente me levanté y fui directa al baño donde la ducha matinal terminaba de poner en orden mis músculos e ideas. Empezaba a sorprenderme que mis primeros pensamientos, y los últimos del día, se centraban en datos técnicos que trataba de recordar y memorizar para el siguiente examen. Después de vestirme, con ropa cómoda y abrigada, me acercaba a la cocina a poner la cafetera y a marchar rápido a por el pan del día, con el que solía acompañar a mi café, tostando una loncha en el rescoldo del fuego que quedaba de la noche. Aprovechaba después para alimentar de troncos y palos la chimenea, para que durante todo el día no se apagase y mantuviese constante la temperatura de casa. La prensa la leía en el portátil y después de comprobar el correo y de calcular la comida de mediodía, me preparaba para sacar partido al día. Me obligué a que la mujer de mi vida, que también se había convertido en la mujer de mis sueños, hiriera menos con su recuerdo. Durante algunos meses su imagen más hermosa se paseaba por cada rincón de mi cuerpo, y de mi mente, en recurrentes ensoñaciones. Su imagen solía visitar mis sueños para ocupar todo el espacio de mi alma, marcando con esa presencia, una huella nueva e inconsciente en la piel de mi corazón dormido. Me marché de su vida porque había perdido mi espacio en ella, pero algo de ella se atrincheró dentro de mí con la intención de no abandonarme, por mucho que tratara de ignorarlo. Estaba segura de que nunca había amado a nadie como la amé a ella. Pero aunque no supe retenerla en el mundo de mis días, y de mis manos, de alguna forma, al llegar la noche, cuando yo retiraba las tropas de mi defensa, se declaraba un toque de queda que impedía que cualquier otro deseo que no fuese ella, lo apartase de las calles de mis sueños. Creo que con cierta piedad su recuerdo dejó de apretarme el corazón, los sueños empezaron a desaparecer. Volví a sentir la fortuna de haber compartido su piel, dando cualquier pasado por bueno. Cuando ya el tiempo, las semanas y los meses, habían cicatrizado las heridas de mi cuerpo, y de parte de mi alma, me descubrí viviendo en el 368

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sosiego de una paz añorada. Mis días eran tranquilos, luminosos unos y tormentosos otros, cuando el tiempo meteorológico así lo decidía. Mi vida transcurría en un prosaico discurrir entre la oficina de los Laboratorios de Madrid y los fines de semana de descanso en Ferrero, donde me refugiaba para recuperar mi propio pulso. Intentaba renacer mudando mi propia piel para encontrar en esencia mi propio impulso vital. Estaba empezando a sentir como propio el negocio familiar, pero tenía muchas carencias que suplir desde el punto de vista académico, y me había embarcado de lleno en la idea de terminar los estudios universitarios. Mi hermano me gastaba continuas bromas sobre ello, pero se alegraba de esa decisión. Olga también me ayudaba mucho a orientarme en el movedizo mundo estudiantil. A veces me sentía ridícula transportando apuntes o buscando en el campus virtual los temas de mis exámenes, pero aquel otoño finalizaba y los primeros exámenes del cuatrimestre asomaban su patita por mi agenda. Ferrero me permitía sumergirme en las asignaturas más teóricas y en los trabajos de portafolios. Cuando me atrancaba en algo llamaba a Sonia o a Javier y nos reíamos de la teoría que incluso ellos habían olvidado. Mi madre Carmen algunos fines de semana se venía conmigo y pasábamos juntas el fin de semana. Ella disfrutaba muchísimo viendo a sus amistades del pueblo de la época en que mis padres vivieron allí antes de trasladarse a Madrid. Y aquella tarde expiraba otro día un poco más temprano de lo habitual, por la tormenta oscura que atrapó nuestro cielo. Llovía, ya muy intensamente, cuando salí al patio para alimentar la leñera del salón con varios palos con los que mantener la majestuosa lumbre, que habría de caldear la casa todo el fin de semana. Garfield, el descarado gato rubio que se había colado en mi casa unos meses antes, había crecido. Seguía tan descarado como tranquilo. Sin pedir permiso se colaba por la puerta del patio y buscaba acomodo en la silla más próxima a la chimenea. Cuando llegaba la hora de comer se limitaba a levantar su cabeza muy dignamente y a olfatear aire con esencia a aquello que le agradaba. Como yo creía que era el primer gato mudo de la historia, me limitaba, también en silencio, a ofrecerle un pequeño balde de comida y otro de agua, que se encargaba de vaciar pacientemente. No sabía si él me hacía compañía a mi o yo a él, pero ambos habíamos acordado una pacífica convivencia. Con todos mis apuntes inundando la mesa, y con toda mi atención en ellos, me encontraba cuando llamaron a la puerta. Pensaba que sería Laura con otro de sus problemas de su negocio de turismo que había emprendido y que yo había decidido apoyar financieramente. Pero cuando abrí me encontré con Maca calada hasta los huesos. - Hola –se limitó a decir Durante unos breves segundos yo no supe cómo reaccionar. Procesaba a la velocidad de vértigo lo que le estaba ocurriendo a mi corazón, que me sorprendió galopando con una fuerza que yo había creído perdida. Yo, que últimamente apenas la soñaba e inconscientemente había dado por muerto aquello que una vez sentí por ella, me ví comprendiendo para siempre que su sola presencia era suficiente para que el motor de mi 369

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corazón no se limitase a bombear solo mi sangre, sino también mis esperanzas y un anhelo constante de su vida en la mía. Aquella emoción vino para avisarme, como bandera blanca, de que allí seguía habiendo una guerra y que rendirse era de cobardes. - Veo que te encanta viajar las noches de tormenta –conseguí articular de forma vaga. - Si. Me obligas a superar todos mis miedos cuando te alejas tanto –respondió apoyando una de sus manos en el marco de la puerta. - Deberías pasar y secarte un poco. - Creo que sería buena idea. Me aparté invitándola a pasar a casa. Cuando ya estaba en el interior reparé en una pequeña maleta que traía consigo y que se limitó a dejar en la entrada para ir derecha a la chimenea buscando el calor que parecía haber desaparecido de sus manos, que se mostraban húmedas y blancas,… juraría que también frías. - ¿Este personaje es quien creo que es? –dijo sonriendo y señalando con un gesto de su cabeza. - Eh… si…si... Se autoinvita cada día. Creo que esta casa es más suya que mía –dije volviendo mi mirada hacia ella y reparando en que no iban a ser suficientes unas toallas para evitar el enfriamiento que podría sufrir si no se cambiaba de ropa. Estaba literalmente empapada. - ¿Le recuerdas? - Ahora sí. ¿Crees que debo pedirle permiso también a él? - ¿Permiso? - Ahá… para pasar aquí unos días… - Pues… no… no creo que sea necesario que le pidas permiso. Parece que no te podrá ningún reparo –dije sonriendo observando la amable indiferencia de Garfield que se limitó a olfatearla e instantes después a proseguir su sueño. - ¿Y a ti? - A ¿mi? 370

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- Ahá. - A mi ¿qué? - Lo de pedirte permiso. - No seas boba, puedes pasar todos los días que quieras por aquí. A tus hijos les encantaría esto. La casa ya está casi terminada y creo que estaréis cómodos. Le avisaría a Laura para que os trajese la leña que necesitéis. - No creo que venga aquí nunca si no estás tú. - … Ya… Demasiadas tormentas ¿no? - … Si… eso también. - Será mejor que dejemos la charla para después, creo que deberías tomar un buen baño caliente- añadí. - ¿Si? - Seria lo más conveniente. El calentador está encendido, sube y báñate. Mientras yo preparo algo de cenar. - … Creo que esto ya lo hemos vivido. - Si. Tienes razón. Lo vivimos –dije mientras subíamos hacia la planta superior donde se encontraba el baño y el dormitorio principal. - Ya lo recuerdo casi todo –contestaba siguiéndome. - Me alegro mucho si además esos recuerdos son amables para ti. - … Yo también me alegro. Si –dijo al sorprenderse de verme esperando una respuesta. - Bueno, deja todo en el dormitorio, ya lo prepararé después, toma este baño o vas a pillar una pulmonía. Imagino que tampoco habrás cenado – dije en el descansillo de la planta, contiguo al aseso y al dormitorio principal. - Pues imaginas bien. Después de comer dejé a los chicos con tu madre Carmen y me vine para acá. - ¡Ah!... Pues… estará encantada. Siempre quiso conocerlos. 371

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- Ella me dijo que estabas aquí. - Y… aquí estás… -sonreí reconociendo lo mucho que aquello debía haberle costado. - Si. Exactamente en el lugar donde quería. -… - Antes… no nos hemos saludado… ¿Puedo besarte? - ¡Claro que sí! Puedes –contesté. Ella se acercó y me besó en las mejillas. Después se retiró y creo que se quedó sin saber qué más decir, porque se limitó a guardar silencio y a mirarme esperando alguna reacción. Me acerqué y le di dos besos, como los suyos, que ella respondió con la misma sonrisa franca que siempre la había caracterizado. - Estás helada… ¡Venga!… date prisa con ese baño no quiero que te resfríes, mañana quiero que veas algunos lugares si te apetece -le dije girándome para bajar a la cocina. - ¡Estupendo! En diez minutos bajo… ¿vale?... - Puedes tardar más de diez minutos, la cena tardará un poco más… -le respondí girándome después hasta desaparecer escaleras abajo dudando de si la estaba soñando de nuevo. Una vez terminó su baño ella bajó de nuevo al salón. Yo había sacado del frigorífico lo necesario para hervir unas verduras con unos taquitos de pollo y acababa de dorar unos dados de pan para acompañar el caldo. - Venga, siéntate que tomes caliente este caldo –dije poniendo a su alcance un plato caliente de la sopa. - No te preocupes no tengo mucha hambre. - Ya sé que no eres de cenar mucho, pero tu cuerpo lo agradecerá. ¿Te apetece un vino tinto para acompañar?... - Pues… - ¡Venga si! ¡Te acompaño yo con otra copa! Creo que te va a gustar… además va muy bien con este queso que traje de Luanco. 372

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- Veo que me conoces muy bien. ¿Recuerdas todo lo que me gustaba? –dijo desafiante mientras escanciaba un poco de vino en su copa. Levanté mi vista de aquel líquido. Sonreí sin mirarla y preferí dejar aquel asalto para después de la cena. - Parece mentira que la médico seas tú. Si tus hijos te ven cenar así creo que pronto perderás la autoridad moral para hacer que se coman su cena –añadí mientras completaba mi copa. - Ellos comen muy bien. Por ahora no hay problema. - ¿Cómo están? Por cierto. - Bien. Están muy bien ¡por cierto! –dijo plenamente consciente de mi salida. Creo que la más desubicada con todo esto he sido yo. Pero estoy feliz de verlos así. Se llevan fenomenal, están congeniando estupendamente. Es como si nunca hubiesen estado separados –añadió mientras descubría ante mí esa mirada suya chispeante y feliz que yo recordaba. -… - ¿Qué piensas?- preguntó haciendo buena cuenta de su sopa. - Pues… que… me alegro de que la normalidad vuelva a vuestras vidas… y que… el presente y el futuro de ambos sea lo que más importa ahora… - ¿Y el nuestro? - ¿El nuestro? - Ahá… ¿Qué va a pasar con nuestro presente y nuestro futuro? - ¿Hay un nuestro? - Creo que íbamos a casarnos… eso tú no lo has olvidado… ¿no? - No… No podría… -dije sonriendo con nostalgia por lo lejanos que me resultaban en el tiempo aquellos días. - Esther… yo… - ¿Cuándo tienes que irte? –la interrumpí. 373

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- ¿Me estás echando? –preguntó extrañada. - Ja, ja… no… Perdona… es porque… si vas a estar unos días por aquí… tendremos tiempo de hablar… termina de cenar tranquilamente… voy a prepararte el dormitorio… - Ni hablar, en primer lugar no voy a echarte de tu cama Esther, te pongas como te pongas… y en segundo lugar estamos cenando y tú no te vas a ninguna parte. - Aún no me han traído los muebles de los dormitorios de arriba… estarás más cómoda en mi dormitorio, yo puedo dormir aquí en el salón… - Y yo también… - ¿De veras crees que dejaré que duermas aquí abajo? - Recuerdo que también hemos discutido esto alguna vez y en realidad yo había pensado que esta vez la discusión acabase de forma diferente. - … Maca yo… - Pero tu… no quieres… ¿Es eso? –dijo decepcionada. - Yo… sólo quiero que estés bien… - Y ¿qué te hace pensar que contigo no lo estaré? –volvió a preguntar con un ánimo más serio. - … No tengo una respuesta para esa pregunta. Ahora mismo, hay muchas cosas que no sé… yo… - Te quiero Esther. Es todo lo que yo necesitaba saber. Ahora estoy empezando a dudar de qué es lo que sientes tú. ¿Se puede saber qué quieres de mí? … No sé qué parte de mi memoria te olvidó por un tiempo, pero mis recuerdos han vuelto… y… en todos apareces tú… Siento que si no recorto distancias contigo voy a perder el sentido de muchas cosas… Los mayores errores de mi vida son los que me han alejado de ti… y cuando miro atrás, de entre todos mis recuerdos felices no veo otros que no fueran los que viví contigo… Puedo asegurarte que traté de negarte muchas veces en mi vida… pero yo nunca había sentido esto que siento por ti con nadie más… y es en este tiempo en que verdaderamente siento que es ahora o nunca. Me he sentido muy querida estando a tu lado… Quiero volver a sentirme así. Estoy cansada de tener miedo de perderte… Tengo miedo Esther de descubrir siempre demasiado tarde que te amo… -… 374

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- … Dime que no es demasiado tarde… - Maca, yo he hecho muchas cosas que tu no… - Me da igual todo lo que hayas hecho –me interrumpió y prosiguió- Te quiero y hubiera querido acompañarte todo este tiempo que has estado sola, porque yo tenía a mis hijos pero tu… has estado mucho tiempo sola… y no imaginas lo que me duele no haberte acompañado… Yo tampoco me siento orgullosa de ello y no sé si ahora tengo derecho a volver aquí a decirte que te quiero y que te quiero en mi vida y en la de mis hijos… - ¿Estás segura de ello? - No quisiera estar en ningún otro lugar ahora. ¿Vas a decirme que esta certeza llega tarde? - No sé si todo este tiempo no nos ha convertido en personas diferentes Maca. - No. No somos diferentes. Somos tú y yo –se apresuró a decir. Las mismas que coincidieron en un sentimiento igual. Creo que el día que te conocí ya supe que serías alguien importante en mi vida y lo sigo pensando –añadió. - ¿Recuerdas ese día? - Perfectamente. -… - Tuve que coserte una brecha que te habían hecho y que ninguna enfermera atendió. No te quejaste y no querías anestesia, pero yo sabía que debía dolerte… Así eres tú. Te duelen las cosas pero no lo dices y entonces empiezan a dolerme a mí… porque no sé cómo hacer liberarte de ello… - Si. Bueno. Así soy yo. Un poco desastre –tomé un sorbo de mi copa. - Si. Un poco –tomó su copa dispuesta a beber de ella. - Ya… ¿Quieres algo de postre?... eh… de comer digo… Negó con la cabeza y sonrió después de limpiarse los labios. - Pensaba que era una insinuación… -añadió. - … ¿Una insinuación?… ¿Hemos vivido tu y yo esa etapa?

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- Tu no. Al menos no conscientemente. Guardabas muy bien tus sentimientos. Alguien tuvo que decirme lo que sentías por mí. Y yo, bueno, cuando lo supe, me temblaba la tierra bajo los pies. Yo quería estar la mayor parte del tiempo contigo, y no era por lo que me insinuaras sino porque me atraía algo de ti. - ¿Y todo lo que has sufrido por mi culpa? - ¿Qué? - … no sé… - ¿Te sientes culpable de algo? - De ser quien soy… incluso cuando no lo sabía… de haberte arrastrado al maldito mundo de los intereses de… - Fui yo quien se equivocó casándome con él. Fui yo quien te hice más complicado lo de protegernos de él. Fui yo quien probé a vivir sin ti sabiendo lo que tú ya sentías. Hasta ahora creo que no hecho nada para merecerte y tú lo has arriesgado todo por mí… -… - Temes algo… - Temo todo Maca. No sé en qué momento nos encontramos ahora. A cada instante en que tú y yo estábamos juntas le seguía una época de distanciamiento, y ese distanciamiento cada vez era más profundo, más doloroso, porque yo no sé tú pero yo de tanto desearte te he soñado mil veces y he creído no poder seguir sin ti. No imaginas que he tenido que hacer acopio de todo mi valor para llenar mis días de cosas que ocuparan mi mente y cansarme tanto que al llegar la noche ya no tuviese fuerzas ni para soñarte. Creo que necesito volver al principio. Necesito que mi vida sea normal y que mi vida deje de ser un ciclo permanente de felicidad y angustia. No sé si puedes comprenderme. - Dime algo. -… - ¿Podría yo estar en ese principio al que quieres volver? - No podemos borrar el pasado Maca. No imaginas lo que me gustaría volver exactamente a ese principio, pero sólo lo haré si me prometes que nunca volverás a irte de mi lado. Estoy completamente segura de que te quiero. Tengo la certeza de saber que te voy a querer así toda mi vida, que no habrá un solo atardecer en que no piense en ti y que nada 376

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ni nadie podrían evitarlo, pero igualmente sé que mi corazón no soportaría volver a perderte. - Pues entonces cásate conmigo. - ¿Es eso lo que quieres? - Es lo que necesitas ¿no? - No has contestado a mi pregunta. - Espera. Dame un minuto y ahora vuelvo. Se levantó de la mesa y subió al dormitorio. Al momento volvió y una cajita de color granate colocó cerca de mi cubierto. Tomó asiento y me miró. - Cuando te marchaste de casa no recordaba que yo había comprado esto para ti. Lo encontré cuando recogí mis cosas para irme con los niños a casa de mis padres. Sobre el piano encontré tu anillo y mis padres me devolvieron el que me regalaste. Lo habían guardado con mis pertenencias tras el accidente. Ellos me dijeron que yo iba a casarme contigo. Tenía cuatro anillos, los que tú compraste, con los que nos comprometimos y los que yo compré. Fueron éstos que ahora ves los que me hicieron comprender que yo también quería casarme contigo, porque los compré con la intención de hacer esto. - Me adelante. Estropeé tu declaración –dije en medio de aquel recuerdo evocado. - Creo que no estropeaste nada. Yo quería casarme contigo. Me lo preguntaste y te dije si. - Si. Lo dijiste. - ¿Quieres tú casarte conmigo? -… - … Ahora es cuando tú abres la cajita, ves mis anillos, eliges cuáles te gustan más y me dices que sí. Que te quieres casar conmigo. - Pues sí. Me quiero casar contigo. - Fíjate cuántos problemas acabamos de solucionar en un solo instante. Por lo pronto ya no hay que decidir dónde voy a dormir esta noche. - Ja, ja, ja… esto es muy poco romántico. 377

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- ¡Vaya! ¡Tienes razón! ¿Se te ocurre algo para que este momento lo sea? - Se me ocurre que podríamos besarnos. Sonrió, se levantó de la mesa y esperó a que yo me levantase. Durante unos segundos nuestras miradas regresaron. Volví a ver a la persona de la que me enamoré. Volví a sentir que su mirada era mía. Sentí que el mundo dejaba de existir y que mis ojos se llenaban de ella. Nos besamos como quien besa por primera vez, cerrando los ojos, saboreando el instante de rendirnos en los labios amados y renunciando al aire por ese beso, dejando abierta la posibilidad a otro nuevo, más profundo y lleno de intención. Nos besamos. Y lo hicimos hasta que nos recordamos cuánto nos deseábamos. El frio quedó fuera. A nuestro alrededor los colores cálidos, como musas, pintaron su piel desnuda. Esa noche la tormenta perdió todo su protagonismo, no formó parte de nuestras vidas, porque nuestra respiración suplió a los truenos, su mirada a cualquier rayo y no había lluvia en el mundo que humedeciese más que su amor, que su cuerpo, que su piel y que su olor. Sobre la cama rompían las olas de nuestro deseo y sobre mis sueños estaba ella; excitante, atractiva y, hermosa, hasta ser mi perdición. Ardió el deseo y se convirtió en lujuria cuando cada centímetro de piel esperaba su conquista, cuando el tiempo apremiaba por conseguir ganar otra batalla en la rendida piel ajena. Firmé mi rendición mil veces en su cuello, la dejé vencer y me vencí en su garganta, se lo susurré al oído y el calor de nuestra pasión hizo de sábana a nuestros sueños por esa noche y todas las que vinieron después. Muchas de las cuales volvían a sorprendernos con un placer nuevo y sorprendente. Hicimos de ese nuestro pacto. Decidimos juntas entregarnos al compromiso de lograr la felicidad ajena sin perder la propia y no hizo falta más firma que la de nuestro corazón, porque decirle que la quería y que la amaba se me quedaba corto. La amaba tanto que mi cuerpo quería poder llegar hasta su alma… en cada beso y cada noche. En algún momento yo sabía que tendrías que encontrarme. Cualquier estrella te recordaría que en medio de la oscuridad existen miles de ellas y que, en muchas de las que tú y yo vimos fugaces, pusimos a cabalgar nuestros deseos. Cualquier gota de lluvia te recordaría aquellas que, abrazadas juntas, vimos escurrir tras los cristales de nuestra casa, en la que no había miedo a la lluvia o las tormentas. Tal vez alguna canción te recordaría alguna de las dos veces que llegamos a bailar juntas. Tal vez alguna palabra te recordaría el mundo de las mías, donde un sentimiento presidía al resto. Yo a ti te había incluido en todas mis frases. Tal vez algún trayecto te recordaría el aspecto de aquel camino que un día transitamos en compañía y que tú llenaste siempre de flores. Ningún sentimiento está desconectado del resto y entre los miles que yo te pude hacer sentir estaría dormido mi recuerdo, que habría de despertar, cuando tus ojos se abrieran y tus manos se atrevieran a rozarlo. 378

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Cuando me conociste me pusiste fácil acercarme a ti pero me costó un mundo que vencieras todas tus dudas y quisieras vencer los últimos centímetros que te acercaban a mí. Todo nuestro amor, por una especie de justicia divina tendría que servirnos para seguir siendo felices. Yo sabía que vendrías a mí, sólo temía no tener tiempo cuando lo hicieses, o que, cuando lo hicieses, no vinieses para quedarte, porque nada de todo aquello lo quisieras volver a repetir. Dime si puedo seguir construyendo las ilusiones que un día puedan ser nuestros recuerdos… o si debo seguir ausente de las tuyas de ahora en adelante. Dime si tus “Te quiero” llevan mi nombre. Dime si mis “Te quiero” pueden volver a tu casa. Dime, ahora que estás aquí, qué es lo que te trajo a mí.

FIN

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