Sanando La Herida Mas Profunda

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Dennis Linn) S.]. Matthew Linn) S.]. Sheila Fabricant

Sanando la lle,ida má, Profunda Título en inglés:

Healing the Greatest Hurt Versión al español de: Gloria de Cardona Bogotá, Colombia María Alicia Terrazas O. Cochabamba, Bolivia Bertha Araceli Graham Glendora, California, U.S.A.

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LIBRERIA PARROQUIAL DE CLAVERIA

© Librería Parroquial de Clavería, S. A. de C. V. Floresta No. 79, Deleg ación Azcapotzalco 02080, l'v1éxico, D. F.

ISBN 968-442-107-9 Primera Edición 1988 Segunda Edición 1995 - 5,000 ejem plares Impreso en México

Printed in Mexico

Contenido

l.

Sanación a través del dolor..............................

9

2.

Sanando la pena por la pérdida de aquel a quien más extrañamos...................................

21

3.

El amor es más fuerte que la muerte..................

29

4.

Cómo orar por los muertos.............................

49

5.

¿Qué hay sobre el infierno?: Orando por los grandes pecadores........................................

67

6.

Orando por el árbol genealógico.......................

83

7.

Sanando las relaciones con bebés nacidos muertos y abortados..................................... 115

8.

El Alma vive donde ama................................ 153

Conclusión: Yo soy un Dios de los Vivos y no de los muertos............................................ 169 Apéndice A: ¿Y del infierno qué? ¿Cómo un Dios amoroso puede enviar a alguien allí? (Una Visión Bíblica).......................................... 173 Apéndice B: Apoyo No-Católico para orar por los que se han ido.................................................. 201 5

Apéndice C: Orando por la familia que haya estado involucrada en el Ocultismo................................. 21 l Apéndice D:

Bendiciendo lugares........................ 219

Notas ... ········· .... ········.................................... 225

6

Este libro está dedicado amorosamente a: Conrad Baars Bill Carr John Thomas Linn Mary Jane Linn, C.S.]. Quienes Oran por Nosotros

Capítulo 1

Sanación a través del dolor

¿Cuál es la herida más profunda que usted haya enfren­ tado o tal vez tenga que enfrentar? Hace varios años duran­ te un retiro, siete personas vinieron a nosotros con diferentes problemas, incluyendo homosexualidad, dolor crónico de espalda y alcoholismo. Cuando les preguntarnos a estas per­ sonas cuándo habían comenzado sus problemas, cinco de ellas nos dijeron que éstos empezaron a raíz de la muerte de un amigo cercano o miembro de la familia. Cuando estas personas empezaron a orar y a sanar la pérdida de sus seres queridos, sus problemas actuales empezaron a desaparecer. Sus prob lemas actuales habían sido únicamente síntomas de una herida mayor: la muerte de un ser querido. Cuando perdemos lo que más amamos, podemos ser heridos más profundamente. El trabajo del Dr. Thomas Holmes sirve para ilustrar que la muerte de un ser querido es una de las heridas más grandes, resultando en una gran variedad de enfermedades físicas, emocionales, espirituales y sociales. El Dr. Holmes tuvo varios informantes a los que hizo que valoraran va­ rias situaciones de stress y luego él construyó una escala de stress. 1 La escala iba de once puntos de stress por una multa de estacionamiento hasta setenta y cinco puntos por un di­ vorcio y finalmente el nivel más alto de cien puntos por la muerte del cónyuge. El Dr. Holmes encontró que aquellos que en un año cualquiera hubieran tenido más de trescien­ tos puntos de stress tenían un setenta por ciento de posibili­ dades de sufrir úlceras, disturbios psiquiátricos, huesos rotos 11

o cualquier otro problema serio de salud, dentro de los años siguientes; mientras que aquellos con menos de doscientos puntos en un año tenían sólo un treinta y siete por ciento de probabilidades de enfermarse. Basado en sus resultados.el Dr. Holmes hasta predijo con exactitud cuáles jugadores de futbol resultarían lesionados durante la siguiente temporada. Todas las situaciones medidas como más destructivas involucran pérdidas: pérdida del cónyuge a través de la muerte o del divorcio, pérdida de la salud física, pérdida del empleo, etc. Para muchos la pérdida del cónyuge por divor­ cio o la pérdida de la vista pueden ser heridas mayores que la pérdida de un ser querido por causa de la rn uerte. Pero se­ guiremos al Dr. Holmes al tratar la muerte de un ser querido como la herida más profunda porque es la pérdida traumáti­ ca más común e ilustra el proceso de sufrimiento presente en todas las heridas. El fracaso de experimentar �te proceso normal de dolor o pena puede causar enfermedad física, emocional, espiritual y social. Los efectos físicos de una pena no superada son dramá­ ticamente ilustrados en el estudio de Holmes por la propor­ ción de muertes de viudas durante el primer año siguiente a la muerte de su cónyuge. Dichas viudas tienen diez veces más el porcentaje normal de muerte para mujeres de la mis­ ma edad.2 Los hombres, después de la muerte de su cónyuge o uno de sus padres.también sufren un incremento significa­ tivo en el porcentaje de muertes, especialmente por accidentes, enfermedades del corazón y algunas enfermedades infeccio­ sas.2ª Muchos investigadores del cáncer sugieren que típica­ mente esta enfermedad se desarrolla de seis meses a dos años después de una pérdida grande.3 Estudios recientes en Mt. Sinai flospital en Nueva York nos ayudan a comprender la relación existente entre e.l dolor y las enfermedades físicas. Estos estudios encontraron que después de la muerte de un ser querido, el sistema inmunológico (especialmente la pro­ ducción de linfocitos o glóbulos blancos, que combaten las infecciones y destruyen las células cancerosas), está reprimí12

do por dos meses, dejando a la persona afligida vulnerable a toda enfermedad incluyendo el cáncer. Tan pronto como los sobrevivientes pasan por el proceso de dolor en forma ade­ cuada durante los cuatro meses siguientes a una muerte, el sistema inmunológico se regenera a sí mismo hasta llegar a su estado normal. 4 En un reporte reciente de un Instituto de Medicina sobre los efectos de una pérdida, veintiún expertos concluyen que las respuestas físicas a las penas pueden durar 'Seis años o más porque la aflicción produce cambios mayores en los sistemas respiratorio, nervioso central y hormonal y puede alterar substancialmente funciones del corazón, siste­ ma sanguíneo e inmunológico. El reporte también concluye que el duelo hace menos daño físico a la mujer que al hom­ bre, en parte porque las mujeres· más fácilmente pueden "llorar en un hombro amigo" para expresar y tratar de salir de su pena.5 De la misma forma, la reciente investigación del Dr. James Pennebaker establece que el doliente que so­ porta su pena sólo tiene más enfermedades físicas después de una muerte; pero aquellos que tratan de sobreponerse con­ fiando en alguien no muestran ningún incremento en pro­ blemas de salud después de una muerte. 6 No solamente en el nivel físico sino en el emocional mu­ chos problemas se pueden remontar hasta una pérdida que no ha sido debidamente sufrida. De diez a veinte por ciento de viudas y viudos permanecen clínicamente deprimidos por espacio de un año o más. 7 El Dr. Erich Lindemann encontró que los pacientes psiquiátricos tenían seis veces más situacio­ nes de pérdidas en sus v"idas que requerían ser sufridas, que la población general.8 Otro estudio encontró más altos por­ centajes de divorcio o crimen entre las personas que habían perdido a uno de sus padres durante su niñez.9 La pérdida de uno de ellos o de un hermano durante la niñez es espe­ cialmente peligrosa para la salud mental tanto a corto como a largo plazo porque los niños, en lugar de penar después de una muerte, más bien sufren intermitentemente en los años subsecuentes. 10 La pena no superada también daña emo13

cionalmente a los adolescentes. En un estudio de niñas ado­ lescentes no casadas que tenían dos o más embarazos, la doctora Nancy Horowitz encontró que la mitad de las niñas habían sufrido una pérdida significativa dentro de los tres años anteriores a uno de los embarazos. La pérdida más co­ mún era la del padre. La doctora Horowitz cree que conce­ bir un hijo ilegítimo puede ser a veces un esfuerzo desespera­ do para recobrar al ser querido perdido.11 Entre las parejas de casados que han perdido un hijo, hay una incidencia extremadamente alta de problemas maritales y hasta divor­ cio. Muchos consejeros creen que esto es debido al stress en que se coloca un matrimonio cuando uno de los cónyuges es­ tá listo a dolerse (usualmente primero la esposa) y el otro no. La pena no resuelta se expresa a sí misma en una amplia va­ riedad de problemas emocionales, tal vez tan diferentes co­ mo formas de conductas difíciles. Al nivel espiritual, el duelo nos puede acercar a Dios o alejarnos más de Dios. Cuando nosotros (Matt y Dennis), tra­ bajábamos como terapistas con la gente deprimida en la clí­ nica psiquiátrica Wohl, siempre les preguntábamos qué ha­ bía causado la depresión. Los pacientes usualmente decían que había empezado con una pérdida, ya sea de un hijo, es­ poso, trabajo, su propia salud, etc. Mientras estos pacientes se aferraban al resentimiento hacia sí mismos, hacia otros, y hacia Dios debido a la pérdida, permanecían deprimidos e incapaces de pasar por su duelo. Durante esa época, tam­ bién dábamos retiros y les preguntábamos a los participan­ tes una pregunta diferente: "¿Cuándo estuviste más cerca de Dios?" Para sorpresa nuestra, ellos mencionaron fas mismas situaciones que nuestros clientes deprimidos: la pérdida del esposo, hijo, trabajo o su propia salud que los había hecho empezar a orar y pedir a Dios que llenara su vacío. Una di­ ferencia entre estos dos grupos fue que nuestros clientes deprimidos se habían alejado de Dios porque no podían do­ lerse o perdonar, mientras que a los que hacían el retiro la experiencia de pérdida los había acercado más a Dios por14

que conocían su necesidad de Dios y permitieron que los amara en medio de su pena. 11" Cuando no podemos encontrar a un Dios de Amor en medio del dolor, las consecuencias a nivel social pueden ser muy grandes. Por ejemplo, el odio del Ayatolah Khomeini por el Sha de Irán y sus partidarios americanos empezó cuando el propio hijo de Khomeini fue ejecutado por el Sha. De la pena no resuelta de Khomeini vino su deseo de ven­ ganza mismo que eventualmente causó una crisis interna­ cional, y entabló una guerra en el medio Oriente. En con­ traste con Khomeini, la pena de Papá King (el padre de Martín Luther King), por su hijo llevó a la paz y no a la gue­ rra. Después de su asesinato, Papá King reunió a toda su fa­ milia y les dijo que la visión de paz de Martín moriría con él a menos que ellos perdonaran al asesino. Toda la familia junta se dolió por Martín. Lloraron hasta que pudieron orar y perdonar al asesino. Debido a su proceso de aflicción ellos han podido continuar hasta la fecha llevando la visión de amor sin violencia y perdón de Martín Luther King. La sana manera de dolerse que conduce al amor que perdona ha cambiado lugares tan notables como la prisión de La Mesa, en una comunidad de amor. Cuando Antonia Brenner expe­ rimentó la muerte de su matrimonio a través del divorcio, ella escogió darle a otros todo el amor que ya no podía darle a su esposo. Se hizo monja y se fue a vivir a la prisión como Madre Antonia. Empezó a acercarse a los prisioneros, a quienes llama "mis hijos''. Muchos de ellos han experimen­ tado la matanza de un ser querido. La Madre Antonia les enseña a romper el ciclo de venganza doliéndose por su ser querido y perdonando al asesino. En los nueve años desde que la Madre Antonia empezó a vivir en la prisión, ni uno solo de los prisioneros que han sido liberados ha tomado venganza contra la persona que mató a su ser querido. Las penas no superadas pueden ser la razón fundamen­ tal de más problemas sociales que lo que ordinariamente pensamos y nos inmobiliza para que trabajemos para cam15

biar. Por ejemplo, cuando Michael Russell empezó a traba­ jar para la Brown Lung Association, trató de organizar a los hilanderos para que pelearan por una legislación que los protegiera contra la enfermedad de los pulmones ("brown lung disease"). El se fue sintiendo cada vez más frustado con los hilanderos, quienes en lugar de plantear estrategias concretas para el cambio, se pasaban cada reunión contan­ do historias de sus seres queridos que habían muerto y discu­ tiendo sobre otras formas en que la comunidad había sufri­ do con la enfermedad. El momento decisivo llegó cuando los hilanderos y los organizadores asistieron a una reunión con la vocera del gobierno, Eula Bingham. Tan pronto entró en el recinto, ella empezó a llorar de frustración por la sesión del congreso a la que acababa de asistir. Pronto todos los que estaban presentes comenzaron a llorar. Cuando la llora­ dera terminó, los hilanderos por primera vez fueron capaces de hablar concreta y efectivamente por su causa. El deseo de Eula 13ingham de aparecer débil y vulnerable mientras que daba salida a su pena a través de las lágrimas permitió a los hilanderos a su vez dar salida al dolor que sentían por sus seres queridos muertos y su propio sentimiento continuado. Durante esa reunión Michael Russell por primera vez se dio cuenta que su gente había estado paralizada por dolor "polí­ tico·· o social. "La resistencia que encontramos entre la gen­ te pobre para organizarse y liberarse de las circunstancias opresivas es el resultado final de aflicción política no resuel­ ta'' .12 La psicoterapeuta Joanna Macy cree que todos noso­ tros llevamos más o menos sepultada una pena por situacio­ nes sociales o políticas que destruyen la vida, tales como ar­ mas nucleares, hambre mundial y contaminación del am­ biente. Después de dirigir muchos "Talleres sobre manejo de la desesperación" ella concluye que al enfrentar nuestro dolor y desesperación, y dar salida a nuestros sentimientos, encontramos el poder de trabajar para el cambio. 13 Si pasar por el proceso del dolor es tan importante, ¿por qué no lo hacemos? Algunos de los bloqueos contra el dolor 16

provienen de nuestra cultura, mientras que otros provienen de la situación que rodea la muerte en sí. En nuestra cultu­ ra, con frecuencia se nos estimula a que no enfrentemos el dolor sino más bien que neguemos nuestra pena para "ser fuertes". Nuestros héroes y heroínas no son ordinariamente gentes como Eula Bingham, que están dispuestos a mostrar debilidad, sino más bien aquellos que se mantienen erguidos y no lloran en los funerales. Un escritor comentaba en el da­ ño no intencional hecho por el ejemplo de J acqueline Ken­ nedy en el funeral de su esposo el Presidente John F. Kenne­ dy.14 Toda una generación de mujeres americanas dolientes sintieron que debían imitar el ejemplo de la Señora Ken­ nedy, quien permaneció públicamente calmada, en control durante el entierro de su esposo. Como cristianos también le decimos a los miembros de la familia doliente, que deben es­ tar felices de que su ser querido se ha ido para estar con Dios (o que Dios amaba tanto al difunto que se lo llevó a su ho­ gar). Olvidamos que hasta Jesús lloró por su amigo Lázaro (In 11 :35,36). Cuando recortarnos el proceso del dolor aun por las razones más nobles, causamos destrucción física, emocional, espiritual y social. Algunas veces la situación circundante corta el proceso del dolor. Pasar por una pena es más difícil cuando la muer­ te es repentina o traumática, cuando hay "muchos asuntos no resueltos" con el difunto, o cuando la muerte agrava la pena no superada de una pérdida anterior. Un ejemplo de la última situación es cuando la pérdida de una amiga que nos ha dado amor maternal remueve el dolor no sanado oca­ sionado por la pérdida de nuestra propia madre. Alguna� veces el dolor no superado puede ser por una parte herida de nosotros mismos, que fue representada por nuestro ser que­ rido; como cuando un hombre que fue torpe de niño, llora por la muerte de su hijo futbolista. Este hombre se duele no sólo por su hijo sino también de sus propios sueños de habili­ dad atlética que esperaba algún día llegar a realizar a través de su hijo.15 17

Antes de que estemos sanados, tal vez tengamos que do­ lernos muchas veces no sólo por pérdidas pasadas sino tam­ bién por pérdidas presentes. Por ejemplo una persona viuda no ha terminado de dolerse por la pérdida de su compañero. Meses más tarde, el dolor puede reaparecer, pero esta vez es debido a la pérdida de un compañero paternal de los hijos ingobernables, pérdida de la intimidad física, pérdida del que ganaba el sustento al ver que las cuentas se acumulan, o pérdida de un oyente que era el primero en escuchar todas las noticias emocionantes. Entre más amamos a una perso­ na, más extrañaremos aspectos de su presencia. A menos que lloremos estas pérdidas tendremos miedo de amar y arries­ garnos a perder de nuevo. Si de verdad extrañamos a al­ guien debemos también felicitarnos por la forma tan pro­ funda como hemos amado y de tener el potencial de amar tan profundamente otra vez. Si el dolerse es tan importante, ¿cómo sabemos si nos es­ tamos doliendo? Podemos estar muy conscientes de algunos de los síntomas del dolor, como cuando estamos abrumados por la soledad en el aniversario de los muertos o cuando con lágrimas hablamos de alguna forma en que esa persona fue especial c0n nosotros. Tal vez estemos menos conscientes de algunos de los síntomas que están enraizados en el dolor, ta­ les como altibajos emocionales, fatiga, pérdida de apetito, indecisión o incapacidad de concentración. El dolor y sus síntomas acompañantes de ansiedad por separación son un proceso normal que experimentamos por la pérdida, con una duración típica de seis meses a dos años. Pero como la pena está hecha de dos tendencias alternadas, una para evi­ tar el dolor y la otra para enfrentar la dolorosa realidad, ésta oscilará entre un intenso luto doloroso y períodos de rechazo del mismo. Enfrentamos o evadimos la doforosa pérdida a través de una serie de etapas normales: shock y llanto, hosti­ lidad (a los doctores, a ser dejado con las cargas), culpa (si yo hubiera... ), disturbios de la actividad (sumirse en acti­ vidad o el letargo de la soledad o tener que hacer las cosas 18

solo) y finalmente aceptación de la reaJidad. Pero el dolor no superado puede volverse patológico, en el cual los sínto­ mas persisten por años en una forma de nivel bajo como el "dolor fantasma" (shadow grief) o en síntomas más severos tales como aquellas personas que buscaron nuestra ayuda a causa de su homosexualidad, dolor de espalda crónico y al­ coholismo:6 La ayuda profesional usualmente no es necesa­ ria para la pena a menos que una persona se estanque en el proceso y tal vez sea incapaz de enfrentar sus sentimientos dolorosos o no pueda resolver sentimientos tales como ira es­ tancada, culpa o depresión. Otros síntomas de enojo estan­ cado pueden ser una intensa anulación de recordatorios sobre el difunto, idealización del mismo, dolor muy prolon­ gado con pesadillas intensas y dolor que resulta en una en­ fermedad.17 En general si podemos compartir nuestros senti­ mientos con alguna persona que tiene una genuina empatía iremos moviéndonos a través del proceso del dolor. ¿Cómo sabemos si hemos terminado de pasar por el proceso del dolor o si solamente estamos evadiendo una pe­ na no superada? ¿Cuándo sabemos que hemos sufrido de una manera sana? Ejemplos como los de Papá King o la Madre Antonia nos demuestran que la prueba para una aflicción sana es preguntarnos a nosotros mismos: ¿Soy más capaz de recibir y dar amor con el difunto, Dios y otros? ¿Puedo recibir amor a través de la oración, los sacramentos, tomando tiempo para diversión, permitiendo que otros me abracen, me saquen a comer, o hacer algunas de las cosas es­ peciales que mi ser querido hubiera hecho por mí? ¿Me pre­ ocupo por cuidarme con alimentos adecuados, ejercicio, descanso y actividades que me dan vida? ¿Puedo dar amor, dejando que el amor por el difunto me permita acercarm� a otros como lo hizo María Magdalena o los discípulos en el camino de Emaüs? ¿Puedo permitir que la persona fallecida se una a Jesüs para interceder por mí para continuar amán­ dome y que nuestra relación se haga más íntima y más dadi­ vosa que nunca? ¿,Estoy acercándome más a Jesús, que al al19

bergar a la persona fallecida en su corazón quiere estar con­ migo en todas las maneras en que extraño a mi amado? Si no hemos terminado de dolernos, ¿cómo podemos sa­ nar este dolor? Lo que nos ayuda a hacerlo es compartir nuestros sentimientos con una persona importante para no­ sotros que nos ame incondicionalmente.'11 La persona que puede tener empatía (sentir nuestros sentimientos) en vez compasión (sentir principalmente sus propios sentimientos para así sentir pena por nosotros y por eso distanciarse de nuestro dolor o involucrarse demasiado en él) nos ayudará a. ir saliendo de la pena. Compartir con otros, especialmente con aquellos que han sufrido pérdidas similares (hay viudas que han sentido que el trato con otras viudas fue muy útil durante el primer año de su pena) 19 es esencial para poder terminar de dolernos. Pero como la mayoría de la literatura que hay sobre estas penas hace énfasis en compartir los sen­ timientos con otros y casi totalmente ignora el papel de com­ partir en oración con un Jesús "empático" y sanador y de continuar dando y recibiendo amor con el difunto a través de la oración, este libro por Jo tanto enfatizará en cómo orar por la sanación de la pena. Debido a que ésta es principal­ mente sanada a través de la amistad, compartir todo con el Más Grande Amigo conduce a otra profundidad de sana­ ción. A través del corazón de Jesús podemos amar y ser ama­ dos por aquellos a quienes más extrañamos. Sanar la herida más grande con el Más Grande Amigo libera el amor más grande.

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Capítulo 2

Sanando la pena por la pérdida de aquel a quien más extráñamos

Cinco etapas de la pena Negación: Cólera: Regateo: Depresión: Aceptación:

No admito la pérdida. Culpo a otros. Pongo condiciones antes de estar listo para perdonar. Me culpo a mí mismo. Acepto los dones trasmitidos a mí por mi ser querido y espero en el futuro continuas mane­ ras en que pueda relacionarme con Jesús y con mis seres queridos fallecidos.

Aunque iba y venía dentro de las tres primeras etapas, la mayoría del tiempo me encontré atascado en la cuarta etapa, depresión. En este estado la cólera con los demás y la culpa que veía en ellos (Dios, doctores, el difunto) cam­ biaban para culparme a mí mismo. Empecé a culparme por la muerte de John. Después de todo yo le había dicho a mamá que él estaría bien y quizás por eso se demoró en conseguir al doctor. También me culpé por las cosas entre John y yo que quedaron sin decir y sin hacer. Si Dios se llevó a John, pensé, debe ser porque no lo cuidaba bien -y luego recorda­ ba todas nuestras peleas sin reconciliarnos. Finalmente me culpé por permitir que la muerte de John me hiriera y destru­ yera. Entre más me culpaba, más perdía la confianza en mí mismo hasta el punto de no poder leer apropiadamente en el colegio. Más tarde, cuando estaba en la secundaria trabajé muy duro, pero aunque en todas las materias me saqué una "A", nunca me sentí orgulloso de mí mismo. Finalmente me uní a los Jesuitas. Tal vez lo hice porque tenían los estudios más f argos que otros sacerdotes y me figu­ ré que iba a necesitar toda la ayuda posible por estar en se­ mejante lío. La vida Jesuita comenzó con un retiro de trein­ ta días y una confesión general en la que arrojé todo mi pe­ cado en el regazo de Dios. Tenía diez páginas de pecados que confesar en sólo quince minutos así aue mi maestro de

novicios me dijo que dijera sólo lo que estaba en mi corazón. Me encontré diciendo la única cosa que no había escrito y que nunca antes había enfrentado, "Me siento responsable por la muerte de mi hermano John. No siento que lo amé Jo suficiente." Empecé a llorar y no pude continuar porque ha­ bía llegado al punto de traer ante Dios la parte de mí'mismo que me disgustaba más, la parte que nunca había podido dolerse por la muerte de mi hermano y que nunca se había reconciliado. Mi maestro de novicios sonrió y dijo que Jesús se estaba regocijando porque podía perdonarme una deuda de quinientos y no sólo una de cincuenta. Sabía que eso era verdad. De repente la sonrisa de Jesús estaba dentro de mí y mientras me perdonaba a mí mismo, sentí como si una concha de concreto se abriera dándome nueva libertad para ser amado y amar en vez de odiarme. El perdonarme a mí mismo me trajo del estado de de­ presión al estado de aceptación en el proceso de dolor. Aun­ que hubo momentos en que progresé mucho, la mayor parte de mi sanación llegó gradualmente. Durante los años si­ guientes, llegué a estar agradecido y a poder usar los muchos dones que vinieron a raíz de la muerte de John. Como ca­ pellán de un hospital podía estar con padres que habían per­ dido un hijo porque sabía lo que sentían y quería estar segu­ ro de que no continuarían sintiéndose culpables. Corno el .confesor, estaba deseoso y era capaz de levantar la carga del sentido de culpabilidad del penitente porque conocía la agonía de sentir "no soy bueno" así como el poder de Jesús sanando en la confesión. Mi sufrimiento por hechos como fa muerte de John me ha llevado a orar por la sanación física e interior cuando otros están incapacitados y hasta a usar las cinco etapas de la muerte y del duelo como proceso de sana­ ción. La muerte de John no sólo me dotó para orar por sana­ ción de las heridas sino también para escribir siete libros al respecto. Como de niño y de adolescente fui tan inseguro, escribía constantemente para analizar las cosas, para ser 25

exacto y para estar seguro de que sabía lo que tenía que de­ cir. Esto desarrolló mi don de escritura. Mi mejor regalo es Dennis, mi hermano, quien siempre está a mi lado. Creo que la razón por la que estoy tan unido a Dennis es que cuando John murió me di cuenta de que no podía ignorar a otro hermano. No quería que Dennis mu­ riera con peleas sin perdonar o sentimientos profundos no compartidos. Mi deseo de tener a John y a Dennis como her­ manos ha hecho más fácil que yo me relacione con Jesús co­ mo hermano -un hermano que nunca me dejará y que se alegra de perdonar quinientos en vez de cincuenta. Jesús vi­ no con todos estos dones cuando al fin fui capaz de dolerme por la muerte de John y de perdonar a Dios, a los demás y a .mí mismo, hasta llegar a poder dar y recibir amor. A travé.s de la oración, especialmente cada mañana y cada noche cuando le pido a Jesús que John canalice el amor de Dios experimento una relación continua con John. Creo que hasta nuestras vocaciones Jesuitas son una forma en que John ha canalizado el amor de Dios hacia Dennis y hacia mí. También he sentido la presencia protectora de John mu­ chas veces. En una ocasión me vi atrapado en un bote peque­ ño al que se le metía �l agua durante una tormenta en la traicionera Mobile Bay. Desesperado, le pedí a John que in­ tercediera con Jesús y los vientos pararon repentinamente como si una barrera protectora nos hubiera rodeado. Usual­ mente la presencia de John no es tan dramática sino más bien el silencioso y apacible vínculo de amor que experimen­ to con mi hermano Dennis. Cuando a solas me siento bajo un árbol floreciente, sintiéndome como hermano del univer­ so, sé que John está sentado conmigo. Oración por el difunto que más extrañamos Jesús, tu lloraste por la muerte de Lázaro. Muéstrame mi Lázaro, aquel que trae más llanto a mis ojos. 26

Muéstrame mi Betania, los buenos tiempos que ex­ traño. Muéstrame cómo lloraste con Martha y María y ahora conmigo. Jesús tu amor llenó a Lázaro de nueva vida. Muéstrame mi Lázaro respirando profundamente tu vída resucitadora. Muéstrame mi Lázaro junto a tí, respirando tu vida dentro de mí. Muéstrame cómo cada aliento llena los espacios vacíos que hay dentro de mí. Jesús tú nos pediste desatar a Lázaro. Muéstrame cómo puedo desatar a mi Lázaro con un perdón y un amor tan profundos como los tuyos. Muéstrarne cómo debo desatar y amar a otros con este amor. Y muéstrame tu deseo de permitir que nos hagamos más íntimos en tu abrazo ahora y siempre.

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Capítulo 3

El amor es más fuerte que la muerte

Hace más o menos un año nosotros tres nos turnábamos para orar con ocho personas diferentes que estaban con pe­ na por la muerte de un ser querido. Mientras reflexionába­ mos juntos acerca de nuestras sesiones de oración con estas personas, vimos que nuestras esperanzas acerca de lo que más los podía ayudar habían cambiado. Antes de las se­ siones de oración, pensamos que nuestro papel era lograr que cada persona encontrara a través del amor de Jesús la habilidad para desatar a su ser amado. Pero vimos que si una persona ya había empezado a enfrentar su pérdida, lo ·que era más importante que desatar era conectar a la per­ sona doliente con Jesús y el ser fallecido. Lo que todavía ha­ cía falta de la persona fallecida podía ser recibido en una nueva relación con Jesús. Una vez que comenzara esta nue­ va relación, el desatar fo que esa persona había sido en la vi­ da del doliente, sucedía en forma natural. Por ejemplo yo (Sheila) oré con Kim, una joven de catorce años, por la herida de perder a su abuelita amada dos años an­ tes. Kim sintió pena, culpabilidad por las diferentes formas en que había dejado de cuidar de ella y la ira contra los parientes que la hospitalizaron. Tenía miedo de salir y hacer nuevas amistades porque temía dejara perderlas también. Habló de "un lugar grande y vacío" en su pecho que "nunca podría ser llenado". La añoranza de Kim por la pasada relación con su abuelita le impedía vivir en el presente. Cuando Kim y yo empezamos nuestra oración haciendo que ella se pu­ siera en contacto con todo lo que añoraba, Kim recordó los 31

momentos felices pasados con su abuela. Al emerger la año­ ranza de Kim por su abuelita, le pedí que viera a Jesús con ella. Kim vio a Jesús invitándola a que estrechara los brazos para abrazar a su abuelita. Al estirar los brazos, Kim experi­ mentó la alegría de una reunión. Animé a Kim a que se viera a sí misma en los brazos de su abuelita y permaneciera así por varios minutos tomando todo el amor que su abuelita todavía deseaba darle. Cuando Kim estuvo lista, oramos pa­ ra que su abuelita fuera liberada más profundamente en el amor de Jesús y para que ambas continuaran enviándose su amor mutuo a través de la oración. Al final de nuestra ora­ ción, Kim manifestó que ese lugar doloroso y vacío en su pecho se había llenado con "mucha circulación". Cuando le hicimos un seguimiento a Kim tres meses más tarde, nos dijo que sentía una confianza nueva en que su relación con su abuelita nunca terminaría y que esto la había liberado para poderse acercar a los demás y encontrar nuevas amistades. Sanar el dolor por un ser querido significa sanar no sólo al doliente sino una relación. La pregunta que hace Jesús no es tanto "¿Estás dispuesto a desatar a tu ser querido?", sino, "¿Cómo vamos a estar nosotros tres juntos de ahora en ade­ lante?". Mientras Kin se concentraba en la pérdida de la presencia física de su abuela, se consumía de pena y de do­ lor, incapaz de desatar esa relación pasada. Cuando se con­ centró en cómo podía lograr que a través de Jesús su abueli­ ta continuara enviándole su amor y se permitió recibirlo hasta estar llena, fue capaz de desatar en forma natural la relación pasada y ser sanada de su pena. Kim tuvo que re­ nunciar la presencia física de su abuelita, no su amor. La abuelita fallecida de Kim no necesita de presencia física porque el amor trasciende el tiempo y el espacio. Esto fué ilustrado cuando dimos un retiro hace varios años. Aun­ que muchos de los asistentes eran divorciados, siete de ellos no sólo eran divorciados sino que no hablan estado en con­ tacto con sus ex-cónyuges durante los últimos cinco, diez o quince años porque no tenían ni idea de dónde estaban. Du32

rante el retiro, estas siete personas oraron de maneras dife­ rentes para poder perdonar a sus ex-cónyuges. Un año más tarde aprendimos que en cinco de los siete casos, los ex-cón­ yuges se pusieron en contacto con ellas pocas semanas des­ pués de haber sido perdonados. A través del misterio del amor que puede trascender tiempo y espacio, estas personas supieron sin que nadie les dijera, que habían sido perdona­ das. San Pablo nos dice que el amor nunca termina (1 Cor 13:13), y nuestro anhelo por nuestros seres queridos muertos nos dice la verdad sobre lo interminable del amor. Cuando negamos o reprimimos nuestras ansias de amor diciéndose que debemos desatar, nuestra pena se puede volver patoló­ gica. Mucha gente ya se siente conectada con sus seres queri­ dos fallecidos. En un estudio ínter-cultural, Richard Kalish y David Reynolds encontraron que un cuarenta por ciento de las personas estudiadas había experimentado un encuen­ tro después de la muerte, con un ser querido, y en casi todos los casos esta fue una experiencia positiva y reconfortante que les ayudó a sanar su pena. 1 En otro de estos estudios, J. Yamimoto comparó el índice de mortalidad entre viudas de Londres, Boston y Tokio. Encontró altos porcentajes de mortalidad en todas excepto las budistas japonesas que son profundamente religiosas y que enfatizan el culto a los ante­ pasados. Estas viudas sentían la presencia de sus esposos des­ pués de la muerte y su pena fue menor.2 En los Estados Uni­ dos el P. Andrew Greeley ha encontrado que el cincuenta y uno por ciento de las viudas y los viudos experimentan con­ tacto con su cónyuge fallecido y que las personas que tienen tales encuentros después de la muerte tienden a estar por en­ cima del promedio en salud emocional comparados con la población general.3

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Oración por los muertos y espiritualismo Aunque la cristiandad puede diferir en sus métodos de algunas de las tradiciones representadas en estudios inter­ culturales (por ejemplo, en su insistencia en que no adore­ mos a los antepasados sino más bien que celebremos la nue­ va relación que tenemos con los muertos a través de Jesús), la tradición Cristiana siempre ha tenido un lugar para ese deseo saludable que tenemos de mantenernos conectados a nuestros seres queridos ya fallecidos. Al rezar el Credo de los Apóstoles los Cristianos han afirmado por siglos su creencia en Ia comunión de los Santos, donde los vivos y los muertos se comunican vida mutuamente. Los teólogos contemporá­ neos como Johannes Metz y Karl Rahner están llamando de nuevo a los Cristianos a participar en oración en la comu­ nión de los Santos.4 A través de la oración, los Cristianos pueden permane­ cer por siempre conectados con los muertos al pasar amor y perdón de uno a otro (2 Cor 5:17-21; 1 Pe 4:6) El orar así por los difuntos no es espiritualismo o espiritismo. Espiri­ tualismo es la creencia que los espíritus de los muertos se co­ munican con los vivos a través de un médium, lo cual se pro­ hibía en el Antiguo Testamento (Dt 18:10-14; Lv 19:31; Cron 13: 10-14). Cada una de estas advertencias está enfoca­ da hacia un médium llamando a los muertos para consultar a los que se han ido en lugar de consultar a Dios. Aunque la Iglesia Católica prohibe hasta la asistencia a estas sesiones de espiritismo, estimula la oración por los difuntos. La ora­ ción por los difuntos difiere en tres formas de la "consulta" de una sesión de espiritismo que se prohibía en las escritu­ ras. En primer lugar, no se utiliza un médium sino sólo ora­ ción a Jesucristo. Así que no hay renuncia de la identidad propia para ser controlada por otro, sino más bien, una rela­ ción consciente y libre con Jesús. En segundo lugar, no hay nadie llamando a los espíritus para que est€m físicamente presentes, sino que nos concentramos primero en Jesús y 34

luego le pedimos que reúna a nuestros seres queridos falleci­ dos en la forma que El haya escogido. En tercer lugar, no se reemplaza la guía de Dios por la guía de los muertos, sino que sólo se pide que éstos sean intercesores que nos conduz­ can hacia una guía más profunda de Dios. No hay idolatría intimidando que los muertos son más poderosos o amorosos que Dios, sino una reverencia por los seres fallecidos como miembros del cuerpo de Jesús que pueden canalizar su infi­ nito amor y poder. En la actualidad, como en los tiempos del Antiguo Testamento, el espiritualismo es atractivo para las personas dolientes, hasta que éstas descubren como la oración los puede conectar con sus seres queridos muertos en una forma sanadora. El espiritismo como el culto de los an­ tepasados y otras herejías, es la distorsión de una verdad -la verdad de que el poder del amor para conectarnos con los muertos nunca dejará de existir. (1 Cor 13:13)5 Oración del Antiguo Testamento por los difuntos Muchos escritores en el Antiguo Testamento enfatiza­ ron la necesidad de oración que a través del amor y el per­ dón nos conecte con los difuntos. Baruc ora que Yaveh le perdone y "no recuerde las maldades de nuestros padres" (Bar 3:1-8). Daniel también ora para que Dios perdone "nuestros crímenes y los crímenes de nuestros padres.... " (Dan 9: 16 y siguientes) El Señor estuvo tan satisfecho con la oración de Daniel que envió a Gabriel con una respuesta de perdón por los pecados presentes y pasados que había confe­ sado: "Setenta semanas son decretadas por su pueblo y su ciudad Santa. Entonces se acabará la transgresión y el peca­ do terminará, la culpa será expiada y la justicia eterna se in­ troducirá" (Dan 9:24). Finalmente, en 2 Macabeos 12:38-46 -se recogió una ofrenda para proveer un sacrificio por los soldados muertos que necesitan el perdón de Dios por haber usado amuletos paganos. Aunque Macabeos está contenido 35

en la versión Griega o Septuagint del Antiguo Testamento (que fue usada por Pablo en sus Iglesias de habla Griega), la práctica de orar por los difuntos era ampliamente aceptada.5'• La prontitud en orar por los soldados pecadores, la colecta generosa dada por todo el ejército y la suposición de que los sacerdotes de Jerusalén la aceptarían, indican que esto no era una invocación sino una práctfca Judía aceptada. La costúmbre macabea de orar por los difuntos fue elo­ giada como "noble y excelente" (2 Mac 12:43) y continuada como parte del servicio oficial del sábado Judío en la época de Jesús. 6 Muchos judíos pensaban que gehenna (que era su lugar de castigo después de la muerte, traducido luego como infierno) podía ser un lugar de sufrimiento temporal. Aun las almas condenadas en gehenna podían obtener la libertad de su sufrimiento cuando los vivos recitaban oraciones Judías como el Shema.7 Esta costumbre se refleja aún en el culto Judío moderno. La oración final en cada servicio de sinago­ ga es el Kaddish, y se acostumbra que todos los que están de luto oren esta oración antigua por sus seres queridos falleci­ dos. El Kaddish también se reza en el ]ahrzeit o aniversario anual de la muerte. Otra tradición Judía es que la familia ora el antjguo Yizkor en la sinagoga cuatro veces el año por los muertos y que hagan una ofrenda caritativa. (Ver apén­ dice B, parte III para un extracto tomado del Yizkor). Este sacrificio caritativo por los muertos se remonta a los tiempos Talmúdicos.8 Tal vez esta antigua tradición Judía de orar por los difuntos es la razón por la cual Jesús se sintió cómodo orando por su difunto amigo Lázaro o por la hija de Jairo. La antigua tradición Judía no sólo incluye a los vivos orando por los muertos sino que pedía a los difuntos orar por los vivos. La práctica de orar por la intercesión de los muertos es de origen primitivo. Caleb al llegar a Hebrón visitó la cueva de Machpelah y oró al patriarca para que lo sal­ vara de cooperar en la conspiración de los exploradores 36

enviados por Moisés a hacer un reporte de las condi­ ci<mes de la tierra Santa (Sotah 34B). El Talmud men­ ciona las visitas al cementerio para pedir a los muertos que oraran por los vivos (To'an 16a).9 Así en la época de Jesús hay un creciente apoyo rabíni­ co de la doctrina de la comunión de los santos donde los vi­ vos y los muertos se ayudan mutuamente en oración. Aunque "Comunión de los Santos" es un término cris­ tiano, el concepto se basa en la idea Hebrea de personalidad colectiva. La idea de personalidad colectiva significaba que el grupo social Hebreo incluía antepasados muertos, los que aún no nacían así como los miembros vivientes. Cada miem­ bro del grupo compartía tan completamente la vida psíqui­ ca de todos los miembros que cada uno podía representar la personalidad colectiva del grupo en su totaHdad.9• Antigua oración cristiana por los muertos La tradición de orar por los difuntos no terminó con la época de Jesús sino que continuó dentro del período del Nue­ vo Testamento especialmente en las Iglesias de habla Griega. Así como Pablo (o quien quiera que haya escrito las cartas a Timoteo) creyó que las oraciones ayudan a los vivos a través de la intercesión de Jesús (1 Tim 2:1-4), ese autor también creyó que las oraciones podían ayudar al difunto Onesipho­ rus a través de la intercesión de Jesús (2 Tim l: 18). La iglesia de Pablo en Corintio inclusive sigu1ó una práctica misteriosa de usar las oraciones del bautismo para ayudar a los muertos (1 Cor 15:29) misma que Pablo no condena como herejía ha<;­ ta en esta carta en la que estaba buscando prácticas que con­ denar. Lo menciona de manera casual y de tal manera, da tá­ cita aprobación a la práctica Corintia de orar por los difun­ tos. Pablo puede orar por ellos porque cree que a través del bautismo nos hacemos miembros del cuerpo místico de Cristo 37

(1 Cor 12) relacionándonos con un amor que nunca muere (1 Cor 13) y es más fuerte que la muerte (Rom 8:38). Nues­ tra unidad en este cuerpo de Cristo es tan poderosa que borra las distinciones entre Judío y Griego, hombre y mujer, escla­ vo y libre hast.� que seamos uno en Cristo Jesi'1s (Gal 3:27-2$) Si un miembro del cuerpo sufre, los miembros sanos vienen a la ayuda del débil (1 Cor 12:26). A través de Jesús si no pu­ diéramos relacionarnos en oración con los muertos, diríamos que Jesús tenía dos cuerpos no relacionados, separados y no el uno e indivisible que proclaman las escrituras. Los antiguos Cristianos se dieron cuenta que esta unidad duraba más allá de la tumba y unía a los vivos y a los muertos (1 Cor 15) en la "Comunión de los Santos", y que podían ayudarse mu­ tuamente como lo hacen las manos, porque todos eran miem­ bros del cuerpo de Jesús. Aquellos que escríbían el Nuevo Testamento enseñaron a sus primeros seguidores a orar por los difuntos. Durante las persecuciones, estos primeros cristianos se escondían a orar en las catacumbas. Allí enterraban a sus muertos y gra­ baban en sus tumbas solicitudes de oración. Por ejemplo, en una lápida de una catacumba que está hoy en el museo La­ terano, el esposo declaraba que había puesto la inscripción por su esposa Lucífera "para que todos los hermanos que la leyeran oraran por ella para que pueda alcanzar a Dios. "10 De manera similar, fuera de Roma en el 180 AD, el epitafio de Abercio Obispo de Hiriépolis en Frigia11 pide oración. Otras transcripciones de segundo y tercer siglo piden paz y refrigerio o admisión en medio de los Santos. Un experto describe como los cuadros acompañantes incluso se rela­ cionan a la oración por los muertos. Los fieles oraban por los muertos, solicitando a Dios que protegiera sus almas como protegió a Daniel en el foso de los leones, los tres jóvenes en el fuego, Noé en el arca y Susana contra los dos ancianos. Con la misma in­ tención y con el fin de invitar a los visitantes de estos ce38

menterios subterráneos a orar por los muertos, estas fi­ guras bíblicas estaban representadas cerca de los se­ pulcros -Daniel y'Noé en el hypogeum de los Flavios ya en el Siglo primero, y los cuatro juntos al principio del segundo siglo en la Capilla Greca. 12 Así San Pablo y otros cristianos "ya en el siglo primero" oraron por sus difuntos. Tales oraciones encontraron sus raí­ ces no sólo en la práctica ejercida por Jesús sino también en la enseñanza de sus apóstoles, especialmente cuantos más eran martirizados y la esperada segunda venida no llegó a reunir vivos y muertos. E n el Oriente Juan Crisóstomo y en el occidente Cipriano (245 A.O.) veían la práctica de orar por los muertos como emanada de las enseñanzas de los apóstoles. 13 Jungmann en Mass of the Roman Rite está de acuerdo y sigue la pista cómo las eucaristías en memoria de los muertos tienen raíces tan antiguas como las comidas Pre­ Cristianas junto a las tumbas (refrigerium) y sacrificios. Las eucaristías antiguas reportadas en Los Hechos Apócrifos de San Juan (170 A.O.) con frecuencia se llevaban a cabo en la tumba en el tercer día después del entierro o un año después como ocurrió con la misa anual en memoria en Esmirna por Policarpo (155 A. D.). Para el siglo tercero la oración por los muertos en su día de aniversario era tan común que Tertu­ liano escribe: La esposa fiel orará por el alma de su difunto esposo en particular en el aniversario del día en que se durmió. Y si ella falla en hacerlo, habrá r'epudiado a su esposo hasta lo posible.14 Tertuliano hasta le aconseja a los viudos que no vuel­ van a casarse porque se encontrarían en la posición embara­ zosa de tener que orar por sus primeras esposas. La importancia de orar por los muertos es enseñada por muchos de los padres antiguos como Tertuliano, Orígenes, 39

Efrén, Cipriano, Ambrosio, Agustín, Basileo, Gregorio de Nyssa, Gregorio Nacianceno, Beda y Gregorio el Grande. 15 El orar por los muertos no fue sólo una práctica privada de los santos ya que en 337 A.D. el emperador Constantino murió y su cuerpo fue colocado frente al altar mientras que el sacerdote y los Obispos oraban por su alma.16 Para el siglo cuarto se celebraban Eucaristías conmemorativas especial­ mente en los días tercero, séptimo, noveno, treceavo y ca­ torceavo después de la muerte de alguien. 17 Dos siglos des­ pués, los sacerdotes celebraban la Eucaristía por los muertos no sólo esporádicamente sino en una serie de días consecuti­ vos que iban desde tres hasta cuarenta. Desafortunadamen­ te este santo rito se deterioró en la edad media y se tornó en una práctica mágica que prometía resultados infalibles deri­ vados de la repetición de un número de misas celebradas en forma apurada. Los reformadores con razón rechazaron es­ te abuso mágico, pero al rechazar la eucaristía por los difun­ tos, rechazaron una profunda tradición cristiana. Oración por los muertos y el Purgatorio Los cristianos antiguos tanto en oriente como en occi­ dente le daban mucha importancia a los relatos de los santos que ayudaban a los muertos por medio de su oración. Por ejemplo, Santa Perpetua (quien murió en el 203 A.O.) fue encarcelada cuando su hermano muerto sin bautizar Di­ nócrates se le apareció en una visión. El se veía aparente­ mente herido, pálido, sediento, incapaz de beber de una fuente. Después de que ella oró diariamente por él para que fuera llevado al cielo, fue recompensada con otra visión de él feliz, sanado y capaz de beber de la fuente eterna . 18 Los católicos continúan creyendo que hay un estado intermedio de purificación (purgatorio) entre la muerte y el amor per­ fecto que necesitamos para dar y recibir amor en el cielo. (1

Cor 3.10-16; Mat 5;Z6; Jn 14:Z; Luc lZ:48; Apoc. 21:27). 40

Santos tales como Teresa de Avila, Catalina de Boloña y el Cura de Ars fueron venerados por su devoción en orar por las almas del purgatorio. ' 9 El cura de Ars dio una explica­ ción de por qué tanta sanación llega a los vivientes cuando oran por los difuntos: "Debemos orar por ellos para que ellos oren por nosotros". El Concilio de Trento (sesión XXU, Dic. 4, 1569) citaba que la oración de los fieles, especialmente la eucaristía, ayudaba a los difuqtos. El Concilio de Viena fl858) añadió que aquellos que estaban en el purgatorio po­ dían interceder por nosotros como lo creían muchos santos. 20 El Papa León XIII más tarde agregó una indulgencia a una oración que invocaba a las almas del purgatorio.21 De esta forma especialmente en noviembre y en el día de todos los santos (Nov. 2) los católicos romanos continúan con la devo­ ción de los santos de orar por los difuntos para que éstos sean amados y perdonados. Esta tradición de ayudar a nuestros prójimos p::.regrinos y fallecidos a través de la eucaristía, li­ mosnas, oración y una vida amorosa recientemente fue rea­ firmada en el documento de Vaticano II Lumen Gentium. 22 La tradición católica romana también está evolu­ cionando en su enfoque del purgatorio. Alguna vez los cató­ licos vieron el purgatorio como una prisión llena de fuego dirigida por un Dios duro que nos pedía expiación por nues­ tros pecados. Esta imagen de un Dios duro castigador se re­ flejó en el sacramento de la reconciliación donde los pecados eran juzgados, perdonados y se les daba la penitencia apro­ piada. Desde Vaticano II este sacramento hace énfasis en la sanación antes que en la dimensión jurídica del pago por el pecado. El encuentro cara a cara con el sacerdote y el toque de su mano en la absolución son signos de la creencia en un Dios amoroso sanador en fugar de uno distante y juzgador. De manera similar nuestra comprensión moderna del estado que llamamos purgatorio no es la de una prisión sino más bien un hospital, donde los difuntos que fueron heridos en esta vida crecen en habilidad para recibir todo el amor sana­ dor que Dios desea darles (Heb 12:23). De esta manera el 41

teólogo dogmático Padre Richard McBrien sugiere que el sufrimiento del purgatorio no involucra castigo externo co­ mo llamas abrasadoras. Más bien, el sufrimiento es el dolor intrínseco que sentimos al dejar nuestro egocentrismo par& que Dios pueda crecer dentro de nosotros. El purgatorio puede entenderse mejor como un proceso por el cual somos purgados de nuestro egoísmo Fesidual para que podamos hacernos uno con Dios quien está to­ talmente orientado hacia los demás ... Por lo tanto, la clase de sufrimiento asociado con el purgatorio no es un sufrimiento infringido sobre nosotros desde afuera co­ mo castigo a los pecados, sino el dolor intrínseco que sentimos cuando se nos pide ceder nuestro ser egocén­ trico para que tome su lugar un ser centrado en Dios. Es parte del proceso por el cual somos llamados a morir y resucitar en Cristo. 22ª Así, de acuerdo al punto de vista de Me Brien sostenido hace siglos por Santa Catalina de Génova, oramos por los di­ funtos no porque queramos convencer a Dios porque los reci­ ba en el cielo sino para que nuestro amor les dé el poder de abrirse más al amor sanador de Dios.23 Oramos para abrirlos más a la recepción del amor sanador de Dios que desea que ellos escuchen "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Luc 23:43). Si ya están con Dios en el paraíso, nuestras oraciones los atraerán cada vez más profundamente al amor de Jesús ofrecido a través de muéhos corazones. Jesús comparó nuestra transición de este mundo al pa­ raíso diciendo que debemos nacer de nuevo (Jn 3:3). Un niño recién nacido se asusta frecuentemente y llora a pesar de estar rodeado de amor y cuidados. Cuando su madre lo abraza y acaricia, el bebé poco a poco empieza a relajarse en su amor. Cuando morimos, al igual que el bebé nosotros no estaremos listos para recibir todo el amor que nos espera. Cada uno de nosotros morirá con heridas no sanadas que necesitan amor 42

sanador proveniente de los miembros del cuerpo de Cristo. Aquellos que nos amaron aquí y que nos condujeron al cora­ zón de Jesús, continuarán ofreciendo su amor más profundo para ayudarnos a desarrollarnos en el dar y recibir amor al igual que una madre que amó y alimentó a su bebé en el vientre continúa amándolo después del nacimiento. Al cre­ cer en amor, nosotros también podemos devolver más amor a los vivos que permanecen tan especiales para nosotros. El amor entre los muertos y los vivos es como una terapia que sana el egocentrismo de esta vida e intensifica nuestra capa­ cidad de morar juntos en Dios que es amor (1 Jn 4:16). Los hechos que respaldan ese estado en el cual algunos de los muertos necesitan las oraciones de los vivos para cre­ cer al dar y recibir amor, provienen de investigaciones con­ temporáneas con pacientes resucitados que han tenido "ex­ periencias cercanas a la muerte." La investigación del Dr. Raymond Moody respalda la opinión de que aparentemente hay un período de ajuste después de la muerte para apren­ der y recibir corrección. Algunos de estos pacientes reportan haber visto un "reino de espíritus perplejos" en el que los di­ funtos están atrapados tratando de comunicarse con sus pa­ rientes que aún están vivos, con la esperanza de irse al cielo.24 Como en la eternidad no hay tiempo, ésta puede ser la etapa en que las oraciones de los vivientes son utilizados por Je­ sucristo para enseñarle a la persona muerta como dar y reci­ bir amor. Oración por los difuntos y otras tradiciones M uchas otras tradiciones encuentran útil orar por los difuntos. En el Oriente Juan Crisóstomo decía "¿Cuando ese sacrificio que inspira admiración yace dispuesto en el al­ tar, cómo no prevaleceremos ante Dios por medio de nues­ tras súplicas por los muertos?".25 El más antiguo formulario de Egipto, el Serapión, tiene una oración por los difuntos: 43

"Santifiquen a todos los que han muerto en el Señor y numé­ renlo.s entre sus Santos ejércitos y dénles paz y morada en su reino". 26 La Iglesia Ortodoxa actual cree en el poder de la oración hasta para ayudar a aquellos que están en el infierno así como a las almas más sanada<; que están siendo juzgadas en telonía veintidós... (puertas celestiales donde el alma es examinada rigurosamente sobre un pecado en particular).27 Aunque la religión Católica sí ve el infierno como un estado permanente y no temporal, nos amina a orar por todos ya que no podemos estar seguros si alguien escogerá o ha esco­ gido el infierno, el estado de eternamente rehusar el amor de Dios. Además de los ortodoxos, los protestantes están descu­ briendo de nuevo la oración por los difuntos (ver apéndice B). Algunos metodistas están volviendo a la tradición de John \V esley quien en 1752 basó la oración por los fieles di­ funtos en "venga tu reino" de la oración del Señor. Por lo tanto, en esta clase de oración general "por los fieles difuntos" me imagino estar plenamente justifica­ do, tanto por la más temprana antigüedad por la iglesia anglicana como por el Padre Nuestro; aunque los pa­ pistas han corrompido esta práctica espiritual haciendo oración por los que han muerto en pecado.28 De manera similar, al contestar a un escritor que había atacado varias prácticas como corrupciones del segundo si­ glo, Wesley observó: Así al orar por los difuntos "Que Dios pronto tenga el número de sus elegidos y apresure la venida de su Reino" y ungiendo los enfermos con óleo, no es muy fácil probar que haya alguna corrupción. 29 John Wesley había estado absorto en la tradición Angli­ cana que en la actualidad está descubriendo de nuevo que la 44

oración por los difuntos es tan tradicional como El Libro de Oración Común.-10 Un grupo de teólogos anglicanos repor­ tando a la comisión de Arzobispos sobre Doctrina Cristiana escriben sobre cómo los vivientes pueden orar en forma útil por los difuntos a través de Cristo para que durante el estado de purificación desarrollen "una profundidad mayor de ca­ rácter y mayor madurez de personalidad".31 En Inglaterra, casi todos los Obispos anglicanos han nombrado a un sacer­ dote para ofrecer la eucaristía por los difuntos como ha sido recomendado por el psiquiatra anglicano Dr. Kenneth McAll en Sanando el Arbol Genealógico. 32 Un ministro anglicano le dijo: "Por siglos la gente ha celebrado funerales usual­ mente unos días después de que haya muerto la persona. Si podemos orar por una persona tres días después de su muer­ te, seguramente podremos continuar orando por ellos". Cuando otras iglesias redescubren el poder de la euca­ ristía por los difuntos han sucedido sanaciones extraordina­ ria5. Por ejemplo, una Iglesia Episcopal en Tejas le pide al Señor todos los días que les dé los nombres de los difuntos por los cuales Jesús quiere que oren en la eucaristía. Un día recibieron el nombre de alguien que nadie conocía, hasta que más tarde ese día un hombre visitó el curato. El dijo que había abandonado 1a Iglesia después de haber asesinado a alguien y que esa mañana en su casa se había sentido dirigi­ do a regresar. El pastor le preguntó a quién había asesinado y el hombre le dio el nombre del desconocido por el que ha­ bían orado en la mañana. Además de los pastores, muchos terapistas protestantes están ayudando a sus clientes a orar por los miembros de su familia fallecidos porque es muy terapéutico. El Dr. Carl Jung creía que los dolientes no debían construir monumentos funerales inmensos sino que debían de orar por sus muertos tal como lo hacían los católicos en la eucaristía.33 Con una creencia similar el Dr. Kenneth McAll durante los últimos veinte años ha ayudado a miles de personas que no fueron ayudadas por los métodos psiquiátricos normales. El y el Dr. 45

William Wilson de la universidad de Duke encuentran que la oración, especialmente la eucaristía por los difuntos, es parti­ cularmente útil para tratar enfermedades que no obedecen fácilmente a tratamiento como la anorexia nerviosa cuyas víctimas se matan de hambre casi como si se quisiera unir a los muertos. Usando este enfoque como guía, el Dr. McAll ha tratado a doscientos cinco pacientes anoréxicos con un ochen­ ta y seis por ciento de éxito y �l Dr. Wilson trató a doce pa­ cientes con anorexia con un cien por ciento de éxito.34 Otros como el diácono Presbiteriano y terapista de familia Dr. Douglas Schoeninger y su colega bautista Frances Schoenin­ ger encuentran que el orar por los difuntos es una de las mejo­ res maneras para solucionar la pena y conflictos de familia (cf. Apéndice B). Hoy como en Betania, Jesús llora por los di­ funtos y luego nos mira y dice "Desátenlo y dejénlo andar" (Jn 11:44). Pero, ¿qué si a pesar de los siglos de tradición todavía dudamos si nuestras oraciones amorosas pueden ayudar a los que se han ido? ¿Qué pasa si nuestra duda es tan profunda que hasta dudemos que haya vida después de la muerte? En el clásico de Dostoyevsky los Hermanos Karamazov, una mujer confronta al famoso monje Fray Zossima y le pi­ de ayuda para recobrar la creencia de que existe vida des­ pués ele la muerte. ¿Habrá una vida después de la tumba o sólo malezas bardanas creciendo en su tumbar ¿Por qué co­ mo niño es fácil y como adultos es tan difícil creer en la vida más allá de la tumba? ¿Qué prueba puede superar el temor de que la vida desaparece sin dejar rastro? El sabio Fray Zossima le responde: No hay forma de probarlo aunque se le puede conven­ cer de ello. ¿Cómo? Por la experiencia del amor activo. Luche por amar a su prójimo activa e infatigablemente. Conforme vaya 46

usted avanzando en el amor, estará segura de la reali­ dad de Dios y de la inmortalidad de su alma. Si usted obtiene el perfecto olvido de sí misma en el amor del prójimo, entonces usted creerá sin duda y ninguna du­ da podrá entrar en su alma. Esto ha sido probado. Esto es seguro. 35 Entre más entremos en el amor más profundo, más po­ dremos saber que el amor dura por siempre en la comunión de los santos.

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Capítulo 4

Cómo orar por los muertos

La obra maestra del cine "Gandhi" representa la san­ grienta guerra civil después de que la India se dividió entre Pakistán Musulmán y la India Hindú. Las muertes trajeron sólo venganza y más muertes hasta que Gandhi, siendo Hin­ dú, comenzó un ayuno e hizo voto de no comer hasta que acabara la matanza, aunque esto le significara su propia muerte. Un Hindú enloquecido visitó al ayunante Gandhi y le arrojó un pedazo de pan mientras gritaba: " ¡ Yo de todos modos voy al infierno pero no quiero su muerte sobre mi al­ ma también!" Gandhi replicó: ¿Por qué vas al infierno? El Hindú se estremeció al responder: "Yo tenía un hijito que fue asesinado por los musulmanes, así que tomé el primer niño Musulmán que encontré y lo maté aplastando su cabeza contra una pared". Gandhi con esperanza en suc; ojos dijo: "Conozco un camino para salir del infierno. Muchos niños es­ tán ahora sin padres a causa de las matanzas. Encuentre a un n1ño Musulmán de la misma edad que su hijo y adóptelo. Só­ lo asegúrese de educarlo como Musulmán". La locura dejó los ojos del Hindú que empezó a sollozar y finalmente caer sobre la cama de Gandhi. Gandhi colocó su mano sobre la cabeza del hombre y él la recibió como absolución. Cuando el Hindú se fue tenía paz en su corazón. El había escogido el perdón para sí mismo y para su país en vez de la venganza. Una se­ mana después los Hindús fueron a sus templos y los musulma­ nes a sus mezquitas para prometer perdonar y acabar con la matanza vengativa. El dolor fue convertido en perdón y la India tuvo paz de un día para otro. 51

Con frecuencia como en la India de Gandhi, la sanación del dolor no es sólo muy difícil sino la clave para la paz perso­ nal y social. ¿Cómo podemos sanar la pena? En la resurrec­ ción de Lázaro Jesús nos da un modelo con tres pasos: (1) Compartir nuestro corazón con Jesús. (Jn 11:1-41); (2) Quitar las ataduras y sanar a los difuntos. Qn 11:44); (3) Dar gracias por la nueva vida. (Jn 11:42).

Primer paso: Compartir nuestro Corazón con Jesús Cuando nuestro amigo Bill murió de cáncer en los huesos después de tres años de sufrimiento, yo no sentí ira contra Dios, sino que me sentí aliviado de que por fin Bill se había muerto. No fue sino hasta un mes después de la muerte de Bill que me di cuenta de mi ira, y esto ayuda a identificar la herida que necesita ser sanada. En esa época fui a visitar a otro amigo que estaba muriendo con cáncer en los huesos. El, como Bill, era un consejero que ahora estaba marginado de ayudar a la gente que sufría. Miré su cuerpo enflaquecido y escuché en mi corazón una voz furiosa gritando: "Dónde es­ tás Dios? ¿Por qué nuestras oraciones no sirven?". En mi oración esa noche le dije a Jesús todas las cosa5 que me enojaban acerca de la muerte de Bi11. "¿Por qué de­ jaste que pasara en esa forma? ¿Por qué los huesos se convir­ tieron en Jalea? ¿Por qué el dolor mejoró solamente con el constante uso de la morfina? ¿Por qué en los últimos momen­ tos el cuerpo fue sofocado y torturado? Y, lo peor de todo, ¿por qué al momento de morir las olas de rabia de Bill azota­ ron hasta contra los seres que él más amaba?". Después de que me desahogué de mi rabia, fui a la cruz donde escuché a Jesús sofocándose, agonizando de dolor, y muriendo en la misma forma que Bill. En realidad, escuché a Jesús gritando de la misma manera que yo sobre la injusti� 52

cía de la muerte, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Vi cómo el momento más doloroso de Jesús no lo distanció de Dios, sino que lo atrajo hacia Dios. Luego pude volver y ver la muerte dolorosa de Bill, y ya no la vi co­ mo algo que estaba distanciando a Dios, sino que atrayén­ dolo más cerca a su hijo que estaba sufriendo en Bill. Yo su­ pe que bios había reaccionado a la horrible muerte de Bill exactamente como yo había reaccionado. Por lo menos, Dios es tan amoroso como yo, y la fealdad de la muerte de Bill solamente me había hecho amarlo más y tener un deseo más grande de estar con él y consolarlo. Lo que descubrí mientras oraba fue que yo estaba eno­ jado por la muerte de Bill porque tal vez era la clase de muerte que yo más temía. En sus últimos momentos, la morfina de Bill ya no hacía efecto y se vio atrapado por el delirio y rechazando a los que él más amaba. Mi miedo más profundo era que yo, como Bill, moriría consciente sola­ mente del dolor y no del amor de Dios o del amor de los otros en el cuarto. Si yo pudiera amar a Bill a pesar de lo que él dijo o hizo en su muerte, entonces podría confiar en que Dios estaría conmigo en mi muerte, aun si tratara de ale­ jarlo. Por lo tanto, le pedí a Dios que sanara en mí cualquier cosa que me impidiera confiar que estaría conmigo en los peores momentos de mi muerte. Entonces, exhalé el amor de Dios en Bill para sanar el abandono que él, como Jesús, debía haber sentido en el momento de su muerte. Luego, inhalé de Dios y de Bill todo lo que quería de ellos para mí a la hora de mi muerte. Por fin estaba sanando lo que, un mes antes, pensé que había terminado. En el primer paso de compartir nuestro corazón con Je­ sús, le decimos a Jesús lo que estamos sintiendo, especial­ mente nuestros sentimientos negativos que pudieran blo­ quear nuestra relación con El. A menudo la rabia hacia Dios disfraza como un desagrado contra la oración o la incapaci­ dad de sentir su amor. Tal vez nos sentimos furiosos como los judíos ante la tumba de Lázaro, preguntando, "Este, 53

que abrió los ojos a un ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?" (Jn 11:39). O tal vez, como Martha y María, sentimos que Jesús nos abandonó e insistimos, "Señor, si hu­ bieras estado aquí no habría muerto mi hermano" (o no ha­ bría tenido una muerte tan dolorosa). En este paso nosotros, como Martha y María, podríamos necesitar perdonar a Jesús hasta que llegue a ser no alguien que manda una muerte do­ lorosa y repentina, ni alguien que estaba ausente y despreo­ cupado, sino que como Martha y María, y los judíos final­ mente lo sintieron. Ellos vieron a Jesús con lágrimas en los ojos, y dijeron, "¡Cómo quería a Lázaro!" (Jn 11:86). En el paso de compartir nuestro corazón con Jesús, tal vez pueda ayudarte la siguiente manera de orar: • Unete a Jesús mientras ama a Martha y María y todos los que lloran por Lázaro. • Pídele a Jesús que te ayude a recordar un momento cuan­ do murió un ser amado. • Recuerda con gratitud los buenos tiempos que tuviste con tu ser amado. Dile a Jesús todas las maneras en las cuales tú extrañas a esa persona y llora si quieres. Enfrenta lo que has perdido. • Con Martha y María, perdona a Jesús de cualquier mane­ ra en la cual sientas que El no estaba contigo, y permite a Jesús estar contigo de cualquier manera que tú lo necesi­ tes ahora. • Deja a Jesús que continúe amándote y que comparta con­ tigo tu dolor por tu ser amado.

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Segundo paso: Quitar las ataduras y sanar a los difuntos Un poco antes de que BiJI muriera, yo lo invité a unirse con nosotros a dar un retiro de cinco días sobre, "Sanando la Herida más Produnda". Durante el retiro, yo especialmente gozaba del desayuno cada mañana, porque siempre desper­ taba con algo que quería pedirle o decirle a Bill antes de su muerte. Así, por ejemplo, pasamos un desayuno pidiéndo­ nos perdón uno al otro. Yo le pedí perdón por cosas tales co­ mo el dolor que le causé por no ser suficientemente ecumé­ nico y por no invitarlo a compartir los dones de su tradición Episcopal. Bill me pidió perdón por ser demasiado serio conmigo y. por no invitarme a usar mi don de jugar. (Tal vez por eso se aseguró que mi último recuerdo de él sería volando un aeromodelo que compró). Yo pasé otro desayuno dicién­ dole a Bill todos los dones que me había otorgado y las cosas que yo siempre atesoraría dentro de él. Bill respondió di­ ciéndome lo que yo significaba para él. En el último desayu­ no me sentí como si no tuviera nada más que decirle o hacer con él, excepto hablar sobre su funeral. Entonces le pregun­ té qué le gustaría que yo hiciera cuando recibiera la noticia de su muerte. Bill me dijo que no viniera a Filadelfia para su funeral, sino que prefería que yo celebrara con algunos de sus otros amigos cerca de mi casa en Omaha que no po­ drían viajar tan lejos. Después Bill me sugirió varias cosas que yo podría hacer con su familia después de su muerte. Después de ese último desayuno, Bill nos ayudó a recor­ dar nuestra niñez mientras armábamos dos aviones modelos de madera que él había comprado. Estoy muy feliz que mi último recuerdo de Bill fuera volando esos aviones con él. Fara mí nuestros dos aviones y su vuelo libre a través del aire fueron un símbolo de nuestros días juntos. Como los avio­ nes, yo sentl tanta libertad en haberle dado a Bill todo lo que tenía y en recibir todo lo que él podía darme. Sentí co­ mo si nuestros dos espíritus estuvíeran realmente volando juntos. Nosotros nos habíamos quitado las vendas el uno al otro, y nos habíamos dejado en libertad. 55

Tal vez cuando vaya a visitar la casa de Bill este mes, pensaré en más cosas que todavía quisiera haberle dicho o hecho con él. :E:n ese caso, puedo llegar a estar unido con Bill y Jesús en fa oración, y podemos hacer otra vez lo que hici­ mos todas las mañanas durante el desayuno. Al orar por un ser amado, encuentro que las siguientes formas de orar pue­ den ayudar para cumplir la misma invitación que Jesús dio concerniente a su amado Lázaro. "Desátenlo," Jesús les dijo a los amigos de Lázaro, "y déjenlo ir". Gn 11 :44). • Pídele a Jesús que te ayude a recordar a un difunto a quien necesitas quitarle las ataduras por medio de la re­ conciliación con ella o con él. • Dile a Jesús o a la persona muerta lo que deseas que hu­ bieras dicho o hecho. "Si solamente yo hu hiera ...". • Ve cómo Jesús ama y quiere sanarlos tanto a ti como a la persona muerta. Mientras te mueves dentro de las profun­ didades de su amor sanador, ve si Jesús dice o hace algo por ti, o si guía a la persona muerta a hacer lo que traerá amor y perdón para ti, y acercamienmto con Jesús. • Deja que Jesús los abrace a ambos. Mientras eres llenado con vida, exhala hacia la persona muerta. Deja que Jesús te diga cómo quiere que ustedes continúen amándose, de manera que una a ustedes tres para siempre. Luego únete a la persona muerta en exhalar e l amor sanador de Jesús hacia aquellos que les hayan hecho daño a cualquiera de ustedes dos o a quienes ustedes hayan lastimado, de tal modo que ninguno de ustedes esté atado por cualquier re­ lación no sanada.

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Tercer paso: Dar gracias por la Nueva Vida Cuando recibí la noticia de la muerte de Bill, no sentí rabia hacia Dios, más bien alivio de que Bill no sufriera más y de que Jesús lo recibiera en su hogar. Por tanto, omití los dos primeros pasos para sanar el dolor y empecé con el ter­ cer paso, dando gracias. Podemos pasar por los pasos descri­ tos en este capítulo en cualquier orden, y algunas veces po­ demos pasar por dos o tres pasos al mismo tiempo. Al pasar por el dolor de la muerte de Lázaro, la persona que Jesús más extrañó, los pasos que Jesús siguió fueron simplemente maneras de compartir su corazón y no reglas rígidas. Nues­ tra oración puede ser sanadora cuando simplemente com­ partimos con Jesús lo que está en nuestro corazón y le permi­ timos compartir su corazón con nosotros. Así es que, en presencia de Jesús, empecé a dar gracias a Bill por todo lo que él significó para mí. Mucho de esto fue como la conversación que compartía con Bill durante el de­ sayuno, pero me encontré añadiendo algunas cosas nuevas. Por ejemplo, desde que había estado con Bill, dos de mis amigos se habían cambiado de ciudad. En lugar de decirles simplemente adiós, me tomé tiempo para hacer con ellos lo que había hecho con BiÍl. Le di gracias a Bill por la manera en que me había enseñado a decir adiós a la gente, no espe­ rar hasta mañana para decir o hacer las cosas que una perso­ na necesita recibir hoy. Bill me ha dado el don de vivir más en el momento presente y no tomar por seguro ni a los de­ más ni la mañana. Durante el año pasado mi oración de gracias ha cam­ biado a medida que veo nuevas formas en las cuales Bill me ha dado vida. El mes pasado di las gracias cuando regresé de Guatemala y su ambiente de guerra, porque por primera vez estando en un país donde había Guerra no sentí miedo de la muerte. Hoy día le agradecí a Bill que pude visitar a mi amigo con cáncer en los huesos y no sentir furia contra Dios sino la compasión de Dios. 57

Pero sobre todo, estoy agradecido por mi relación con­ tinua con Bill. Aún ahora, cuando tengo dificultad para continuar escribiendo este libro, escucho una grabación con las canciones de Bill y lo imagino al lado de Jesús cantándo­ las nuevamente para mí, mientras yo inhalo dentro de mí el amor de ambos. Recibir el amor de Bill y de Jesús me permi­ te superar mis dificultades y soy capaz de dar el próximo pa­ so de amor al escribir este libro. Antes de su muerte, cuando este libro estaba todavía en la etapa de sueño, nosotros tres compartimos nuestros sueños con Bill. Ahora que Bill cono­ ce las respuestas desde el otro lado de la muerte, cuento con él para interceder por nuestro trabajo literario, creyendo que él deseará continuar amándonos tanto a nosotros como a las futuras generaciones después de la muerte en muchas de las mismas maneras que él nos quiso antes de su muerte. Así el tercer paso de dar gracias celebra nuestro progre­ so en la relación con Jesús y con el difunto. Celebramos to­ das las formas en que esa relación nos ayuda a recibir amor para que podamos amar más a Dios y a los demás. Al pasar por el proceso de dolor por su amado amigo Lázaro, Jesús dio gracias por cómo la muerte de Lázaro fue una oportuni­ dad más para experimentar el amor de Dios. Oramos con Je­ sús, "Te doy gracias por haberme escuchado" On 11:41). • Da gracias a Dios por las maneras en las cuales la muerte de tu ser amado te ha dado nueva vida (por ejemplo, una vida de oración más profunda, nunca más dar por descon­ tado a los demás, poder hacer nuevos amigos, introducir­ te en nuevas actividades, sentir cómo el difunto intercede por ti, cuidar por esos que él o ella ha dejado, etc.). Simplificando nuestra Oración Los tres pasos (sanar nuestra relación con Jesús, sanar nuestra relación con el difunto y luego dar gracias) pueden 58

parecer difíciles inmediatamente después de la muerte de una persona amada. Podría ser difícil orar porque nosotros podemos sentir furia contra Dios o miedo de que si nos acer­ camos a Dios, Dios también nos abandonará como nuestro ser amado nos lo hizo. Como el cansancio físico y emocional después de una muerte puede bloquear la imaginación, puede parecer que a tientas buscamos entablar una conver­ sación con un Dios que aparenta no escucharnos. Pero no te­ nemos que ver, oír o sentir nada en nuestra oración. Unica­ mente tenemos que saber que nuestro anhelo de estar cerca de nuestro amigo fallecido es también nuestro anhelo de te­ ner cerca a nuestro Mejor Amigo. Podemos decir simple­ mente "Jesús" e inhalar a Jesús dentro de nosotros mismos y dentro de la persona fallecida que más extrañamos. Nuestra oración puede ser una simple conversación, co­ mo la que sostienen una madre sabia y su hijo. Miguel, un niño de cinco años una mañana encontró a su hermanito muerto en su cuna. Miguel amaba a su hermanito que era su compañero de cuarto, y Miguel tenía el corazón roto. Dos años más tarde Miguel se rehusaba a ir a la escuela. Como él iba muy bien en sus estudios y tenía muchos amigos, su ma­ má sabía que había algo diferente que l.o estaba molestando. Ella decidió que Miguel en su imaginación recreara la esce­ na de la muerte de su hermano. "Miguel, ¿puedes ver tu recámara y a Jesús en la es­ quina?"

"Sí"

"Permítele a Jesús que te lleve a la cuna y que te mues­ tre a Tomás la mañana que lo encontraste muerto. ¿Qué es­ tá Jesús diciendo y haciendo?" "Jesús tiene la mano en mi hombro y está triste. Jesús dice que Tomás no murió por nada de lo que liice sino por­ que no era perfecto." "¿Tienes miedo de que yo también me muera o me lastime si vas a la escuela?" "Sí". 59

'"¿Qué dice Jesús?" "El dice que nunca va a abandonarme." Desde ese día, Miguel fue a la escuela sin miedo. A ve­ ces nosotros, al igual que Miguel, somos niños a,;usta
sona viva pueda perdonarse a sí misma y al difunto, el ser vi­ viente continuará doliéndose. Cuando pedimos a todos durante la Eucaristía pensar en una persona que cada uno debía perdonar, Bob inme­ diatamente pensó en Hitler. Luego pedimos a cada persona que se cambiara un zapato con otra, como símbolo de tratar de caminar en los zapatos de la pesona que se estaba perdo­ nando. Cuando Bob le pasó uno de sus zapatos a la persona de su izquierda, se sorprendió al ver que recibía a cambio una de las botas de un soldado, tal como la bota de Hitler.. Cuando Bob trató de imaginarse compasivamente como era caminar en los zapatos de Hitler, se sintió inmovilizado. Bob estaba tan enfurecido por la dureza del corazón de Hitler que no podía sentir compasión por las heridas que había en la vida de éste, aunque trataba de imaginárselas. ¿Gómo podía un hombre tener el corazón tan duro para matar millones de Judíos? Si sólo Hitler se hubiera arrepentido y cambiado, pensó Bob, pudiera ser perdonado. Pero cuando Bob vio que en su propia inhabilidad para perdonar incondicionalmente, él era igual que Hitler. Por treinta y cinco años se había rehusado con gran dureza de corazón a perdonar la dureza del corazón de Hitler. Bob se sintió como un hipócrita al recordar su educación en el semi­ nario donde tuvo más oportunidad que Hitler de aprender acerca del perdón. Ahora la rabia de Bob se había vuelto hacia sí mismo, hasta que vio cómo Jesús lo había perdona­ do y usado como sacerdote a pesar de su actitud dura de co­ razón hacia Hitler. Cuando Bob aceptó el perdón de Jesús, fue capaz de perdonar y orar por Hitler durante el resto de la Eucaristía. Después de la Eucaristía, Bob se dio cuenta de que estaba libre del dolor de espalda por primera vez en treinta y cinco años. Al completar su asunto inconcluso con Hitler, Bob literalmente se había quitado a Hitler de la es­ palda y finalmente lo había sepultado. En la Eucaristía Bob siguió los cuatro pasos que Jesús nos da para perdonar: 61

Ama a tus enemigos, haz bien a los que te odian, bendi­ ce a los que te maldicen y ora por los que te persiguen. (Luc 6:27-28). El perdón de Bob comenzó con la decisión de amar a Hitler aunque no se había sentido con deseos de amarlo por treinta y cinco años. Segundo, Bob hizo una acción amorosa -se puso el zapato de otro en señal de querer entrar en el mundo de Hitler. El segundo paso es hacer el bien a la per­ sona que nos hirió o a alguien muy semejante a esa persona. Tercero, Bob trató de entrar al mundo de Hitler e imaginar cómo éste había sufrido para poder pensar y sentirse como Hitler en vez de continuar juzgando lo que no podía enten­ der. Bob estaba tratando de encontrar algo bueno en Hitler para poder bendecirlo. La palabra bendecir viene del latín benedicere, que significa "decir cosas buenas". Al entrar en el mundo de Hitler, Bob no pudo encontrar casi nada bueno pero pudo decir, "Yo soy como Hitler, y Jesús nos bendice y nos perdona a los dos". Bob había dejado de juzgar y empe­ zado a perdonar. Durante el resto de la Eucaristía, Bob dio el c.uarto paso al unirse a Jesús orando por Hitler para que fuera perdonado y sanado. Cuando bob repitió conti­ nuamente con Jesús, "Padre, perdónalo porque no sabe lo que hace", el perdón de Bob se adentró más profundamente en el amor incondicional de Jesús. El don del perdón de Je­ sús es concedido usualmente cuando se siguen sus pasos para el perdón. Si usted al igual que Bob desea sanar su relación con una persona fallecida haciéndose uno con Jesús en la Eu­ caristía, a continuación le damos algunas sugerencias para permitir que cada parte de la liturgia se convierta en un ca­ mino para extender amor y perdón a los difuntos. Tal vez desee comenzar escribiendo el nombre de la persona por quien desea orar. Si es posible, coloque el p?.pel sobre el al­ tar (si es una Eucaristía especial por los difuntos) o mantén­ galo en su mano a través de una Eucaristía ordinaria. 62

Señal de Za Cruz: haga la señal de la cruz invocando el poder de la cruz de Jesús para liberar a los vivos y a los muertos de todo mal (Col 11:19-21). Rito de la Penitencia: Ore por el perdón. Pida perdón por cualquier manera en que usted y otros hayan herido a la persona fallecida. Pídale a Jesús que le muestre cualquier actitud o comportamiento que usted haya criticado al difun­ to que sean también parte suya, y pida a Jesús perdón de la misma manera que Bob lo pidió por juzgar con corazón du­ ro el corazón duro de Hitler. Luego con Jesús perdone a esa persona por las maneras en que usted u otros puedan haber sido heridos por ella. Pídale a Jec,ús que le muestre cómo desea durante esta Eucaristía sanar y amar a la persona fallecida. Ofertorio: Ofrezca el don de la persona fallecida a Dios y agradézcale por todo el bien que ha recibido tanto us­ ted como otros a través de esa persona. Tal vez lo que usted verá serán las diferentes maneras en que las mismas heridas de la persona han atraído gran misericordia y perdón, tal como las heridas de Hitler le trajeron perdón y misericordia a Bob. No importa si usted puede encontrar mucho o poco bueno en el difunto permita que Dios bendiga esa bondad y todas las formas en que ha sido compartida por otros. Oración Eucarística: Ore con Jesús. Permita que Jesús de pie frente a Dios, resucite al difunto en Dios de la misma manera en que él lo hizo en su propia muerte, cuando él oró para que todos nosotros fuéramos perdonados. Ore amoro­ samente con Jesús por la persona fallecida en la oración por los difuntos. Comunión: Ore por sanación. Al acercarse a recibir la comunión, deje que el difunto vaya con usted. Usted se lo puede imaginar a su lado, o si el muerto es un niño, puede llevarlo en brazos. Al recibir la comunión, pídale a Jesús que 63

lo llene con su amor sanador en aquellas partes de su ser que aún extrañan a esa persona o que aún se sienten heridas por ellas. (Si es posible, después de la comunión invite a los pre­ sentes que le impongan las manos y oren por su sanación. La comunión libera poder sanador al poner a Jesús más profun­ damente dentro de usted y de aquellos que estén orando por usted.) Luego permita que la sangre preciosa de Jesús sane todas las heridas que puedan bloquear en usted la plenitud de la vida de Jesús. Si usted está orando por alguien en su li­ naje de familiar, pídale a Jesús que permita que su sangre lave cualquier cosa negativa que haya heredado y que forta­ lezca toda la herencia positiva. Inhale en "Jesús" y exhale todo lo negativo (miedo, ira, pensamientos negativos, patro­ nes de pecado, etc.) hasta que ya no tenga más oscuridad para exhalar y también estará exhalando la vida de Jesús. Cuando esté listo para dar vida como Jesús, entonces vea su sangre pre­ ciosa fluir de usted hacia la persona fallecida, sanándole to­ das las heridas, patrones de pecado y esclavitud a lo oculto.* Pida que la sangre de Jesús se devuelva a través del li­ naje familiar de la persona hacia todos los vivos o difuntos que necesiten de la vida de Jesús. Pídale a Jesús que le muestre la oración por los difuntos en su corazón y únase a Jesús al hacerla. Si no siente la oración de Jesús por la perso­ na, diga sólo "Jesús" silenciosamente, exhalando su vida dentro de la persona, y uniendo a esa persona por la sangre de Jesús a su alianza eterna.

Bendición: Con agradecimiento reciba todas las bendi­ ciones de Jesús y de la persona fallecida cuando oren por us• Con frecuencia cuando hay maldiciones de lo oculto, cuando se establecen pactos y sellos, éstos se repiten tres veces en burla de la trinidad. Tal envolvimiento de parte nuestra o de nuestros antepasados, puede ser roto, recibiendo la Eucaristía y orando sinceramente tres veces, "En el nombre de Jesucristo y a través del poder de su Preciosa Sangre, rompo todas las maldiciones, pactos, sellos o cualquier otrn atadura con lo oculto, especialmente (especifique cualquier atadura conocida con lo oculto), y me entrego totalmente a mi Señor Jesucristo ...

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ted. Inhale su vida y con cada aliento acérquese más a Jesús y al difunto. Aunque ocasionalmente los resultados de tal Eucaristía han sido dramáticos, otras veces la Eucaristía proporciona el siguiente paso en un proceso gradual de sanación. A ve­ ces, especialmente cuando se trata de niños, usted sentirá que una sola Eucaristía es suficiente (esta sensación puede venir simplemente como un sentimiento de liberación, ple­ nitud o paz cuando piensa en la persona fallecida.) En otras ocasiones, usted puede sentir que un difunto todavía necesi­ ta más vida o que su propio perdón hacia esa persona necesi­ ta hacerse más profundo. Si es así, usted puede continuar orando en la siguiente Eucaristía a la que asista, como lo hi­ zo San Malaquías: Recuento de San Malaquías por San Bernardo La hermana de este santo (Malaquías) era tan munda­ na que su hermano determinó no volverla a ver mien­ tras viviera. Pero aunque no la vio más en carne y hueso, volvería a verla una vez más en espíritu. Des­ pués de su. muerte, una noche oyó una voz diciéndole que su hermana estaba en la puerta, quejándose de que no había tenido nada que comer en treinta días. El san­ to, al despertar, inmediatamente comprendió qué clase de alimento era el que ella necesitaba, porque hacía exactamente 30 días que él había ofrecido por ella el sacrificio del Pan de Vida. Ahora él comenzó a darle a ella este beneficio que él le había negado. Pronto la vio venir hacia la Iglesia. Pero elfa aún no podía entrar porque todavía usaba una vestimenta negra. El conti­ nuó ofreciendo el Santo Sacrificio por ella todos los días y pronto la vio una segunda vez, vestida con una pren­ da más clara. Finalmente la vio una tercera vez, vesti­ da totalmente de blanco y rodeada por Espíritus bendi­ tos.' 65

San Malaquías descubrió cómo la Eucaristía sana a los muertos. En la actualidad, muchos están descubriendo có­ mo la Eucaristía por los difuntos también sana a los vivos cuando inician una relación más profunda con Jesús y los di­ funtos. Por ejemplo, el Dr. Kenneth McAll tiene más de mil casos de sanación emocional o física que le han ocurrido a sus clientes principalmente a través de una Eucaristía ofre­ cida por los difuntos.2 El trabajo del Dr. McAll ha servido de inspiración a centros de psicoterapia tales como el Insti­ tuto para la Sanación Cristiana en Filadelfia para animar frecuentemente a sus clientes a celebrar una Eucaristía por sus seres queridos fallecidos. Si tratamos de orar por todos los difuntos, desde el Lázaro que más extrañamos hasta el Hitler que más necesitamos perdonar, nos sentiríamos abru­ mados. Las seis preguntas siguientes pueden ayudar a iden­ tificar las personas para las cuales es más importante orar. l. ¿A quién extraño más? 2. ¿A quien he herido? ¿Por quién quisiera haber hecho más? 3. ¿Quién me ha herido a mí o a los demás? ¿Quién tenía los patrones destrµctivos que me han influenciado (por ejemplo, perfeccionismo, temores, temperamento iras­ cible, etc.)? 4. ¿Quién se murió sin sentirse amado (enfermo mental, suicidios, víctimas de la violencia, bebés que nacieron muertos o que fueron abortados ya sea en forma espontá­ nea o provocada)? 5. ¿Quiénes estuvieron involucrados en el ocultismo? 6. ¿Quién me ha dado los mayores dones y vida, mi heren­ cia positiva?

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Capítulo 5

¿Que hay sobre el infierno?: Orando por los Grandes Pecadores

Dos veces durante el año pasado yo (Dennis) he visita­ do pacientes en hospitales quienes, sabiendo que su tiempo estaba limitado, me preguntaban "¿Qué haría usted si su­ piera que sólo tenía un año más de vida?" Mi respuesta fue inmediata las dos veces. "Escribiría un capítulo llamado '¿Qué hay sobre el infierno?' y emplearía mi tiempo visi­ tando a la gente y agradeciéndole las maneras en que me ha­ bían amado." Tal vez la mejor forma de decirles por qué este capítulo es tan importante es contarles acerca de Hilda y luego de mí mismo. Hilda me pidió oración porque estaba preocupada por Roberto, su hijo suicida. Para sopresa mía su pregunta no fue, "¿Cómo puedo ayudarlo ahora?" (más tarde descu­ brí que Hilda había recibido terapia durante los últimos años y estaba progresando mucho en su relación sana con Roberto, aunque su hijo rara vez respondía). Antes bien, el miedo en la cara de Hilda, sus noches insomnes y su pérdida de peso provenían de su pregunta, "¿Qué le pasará a Roberto si se quita la vida?" Así que le pregunte qué pensaba que pa­ saría. Hilda dijo, "Ya que su vida es sólo de Dios y sólo Dios tiene derecho a quitarla, y ya que no tendría tiempo de arre­ pentirse de un pecado tan grande como ef suicidio, Dios lo condenaría al infierno. No habría nada que yo pudiera ha­ cer al respecto, ninguna manera en que yo pudiera de nuevo ayudar a Roberto". Aun cuando Hilda estaba en lo correcto al decir que el infierno era una posibilidad, estaba equivoca­ da al colocar a su hijo allí. 69

Lo que Hilda creía acerca de que Roberto se iría al in­ fierno si se suicidaba es lo que muchos cristianos creían has­ ta hace poco. Hasta 1800, si una persona se suicidába con frecuencia se le confiscaban sus propiedades, su cuerpo era arrastrado por las calles y finalmente se incineraba. 1 Incluso ha<;ta hace sólo veinte años, al cuerpo del suicida se le nega­ ba cristiana sepultura en suelo consagrado porque, igual que Hilda, muchos cristianos pensaban que los suicid.as iban di­ rectamente al infierno. En la actualidad tr.atamos el suicidio en forma diferen­ te debido a un cambio en nuestra comprensión del suicida y también en nuestra comprensión de Dios. Cuando doctores tales como el Dr. Stanley Yolles, Director del Instituto Na­ cional de Salud Mental descubren que ninguna persona sana sino solamente aquellas personas llenas de heridas pueden ser orillad as al suicidio,2 la Iglesia también está descubriendo que el suicidio no es un acto deliberado (pecado mortal) de aislarse uno de Dios. Los que cometen suicidio son como l as personas que están en un edificio que se está incendiando y que sienten que no tienen otra alternativa más que saltar cuando las llamas se acercan a la ventana donde están refu­ giados. Sc1ltan no porque quieran separarse completamente de Dios, sino porque no ven otra forma posible de evitar las llamas que están a punto de consumirlos. Nunca podremos sa­ ber todas las presiones que existían en la vida de otra persona, así que no tenemos ningún derecho a condenar (Mat 7:1-5). Pero la razón principal por la cual no tenemos razón para condenar a una persona suicida o a cualquiera que consideremos "un gran pecador" es que Dios nunca conde­ na. Por muchos siglos, la Iglesia Occidental hacía énfasis en un Dios que era un Juez condenador. Sin embargo, reciente­ mente hemos llegado a ver a Dios como un sanador miseri­ cordioso y recordamos la antigua enseñanza de la Iglesia so­ bre el misterio de la gracia. La idea de que los suicidas van. automáticamente al infierno está basada en una lógica rígi­ da que asume que el perdón ocurre sólo después del arrepen70

timiento. Pero el misterio de la gracia es que somos capaces de arrepentirnos y cambiar nuestra vida sólo porque Dios nos ha amado y perdonado primero (1 Jn 4:19). Este es el misterio de la gracia que ha dado forma a las enseñanzas de la Iglesia sobre el cielo y el infierno. La Iglesia enseña que el cielo existe y que por lo menos conocemos a al gunas perso­ nas que están allí: los santos. Pero aunque la iglesia también enseña que existe un infierno eterno,3 "ni Jesús, ni la Iglesia después de El, han declarado que las personas se van al in­ fierno o en la actualidad o están en verdad allí".30 En otras palabras, la Iglesia dice, "No juzguen a quienes estén conde­ nados, sino oren para que todos reciban el amor de Dios". En lugar de decirle a Hilda todas estas verdades, yo quería que ella las experimentara. Entonces le pedí que cerrara los ojos y se imaginara que su hijo acababa de suici­ darse. Luego le pregunté lo que veía. Hilda decía que podía ver a Roberto acercándose a las puertas del juicio donde Dios y San Pedro lo esperaban para condenarlo al infierno. Luego le pedí a Hilda que apretara mi mano cuando ella se sintiera como se sentía su hijo. "Roberto se siente tan cansa­ do. Ha sufrido tanto dolor y heridas". Luego le pregunté, ¿"Qué es lo que quiere hacer al ver a su hijo venir?" Hilda di­ jo, "Quiero correr y abrazarlo y estrecharlo cerca a mí para siempre''. Con esto extendió sus brazos (como si los estuviera arrojando sobre los hombros de Roberto) y empezó a llorar. Más tarde le pregunté a Hilda, "¿Usted cree que Dios ama a Roberto tanto como usted?" Cuando asintió pregunté, ¿"Qué cree que haría Dios al ver venir a Roberto?" Hilda sonrió y dijo, "Dios haría lo mismo que yo". Luego volvió a cerrar los ojos y vio cómo Dios corría por el camino para en­ contrarse con Roberto. Ella vio a Dios poner los brazos alre­ dedor de los hombros de Roberto y mantenerlo muy cerca. Lo que Hilda vio no fue nada diferente a la historia del Hijo pródigo, donde el padre corrió por el camino y abrazó a su hijo cansado y herido. Lo que nos dicen tanto la historia de Hilda como la del hijo pródigo es que, contrario a lo que en71

señaron a Hilda y a nosotros, Dios no es un juez condena­ dor. Más bien Dios es un sanador misericordioso porque es un amante y respondería al menos en forma tan amorosa co­ mo Hil_da o la persona que nos ama más.

El Hijo Pródigo es la historia de Jesús sobre la Otra Vida El hecho de que Hilda quisiera tratar a su hijo fallecido de la misma forma en que Dios trató al hijo pródigo no es sorprendente, porque la historia del pródigo es la respuesta del Evangelio de San Lucas a la misma pregunta que me hizo Hilda. Esta historia no es sólo sobre cómo se relaciona Jesús con los pecadores a diario, sino también acerca del banquete mesiániaco en la otra vida ofrecido por Dios para un hijo "que estaba muerto y ha vuelto a la vida" (Luc 15:24-32)4• El evangelio de Lucas tiene cinco capítulos consecuti­ vos que tratan de la vida después de la muerte. Uno de ellos es el capítulo 15. En el capítulo 15, Lucas no sólo incluye la parábola del hijo pródigo sino también otras dos parábolas (la oveja perdida y la moneda perdida) que tratan con la otra vida y especialmente con los banquetes de celebraciones por los pecadores arrepentidos. Una insinuación de que los ban­ quetes de celebración de las tres parábolas son los banquetes de la otra vida se encuentra en la palabra prosdechomaí (bienvenidos). Esta palabra está consistentemente asociada en el Nuevo Testamento con temas de la vida futura como la venida del reino o parusía.5 Lucas usa esta palabra de vida futura para introducir las tres parábolas y para describir la alegría que tiene Jesús al dar la bienvenida a los pecadores al banquete (Luc 15:2). En la primera parábola de la oveja perdida, el erudito bíblico Jeremías ve la alegría de fiesta (Luc 15:7) que ocurre en el cielo cuando un pecador se arre­ piente en "los últimos días, el juicio final".6 La alegría de fiesta en la segunda parábola de la moneda perdida también 72

tiene lugar delante de "fos ángeles de Dios" en el cielo cuan­ do un pecador se arrepiente (Luc 15:10). En vez de sólo repetir el tema de las dos primeras pará­ bola5 referentes al gozo en el cielo por un pecador arrepenti­ do, la historia del hijo pródigo nos lleva realmente al ban­ quete mesiánico de la vida futura para que podamos experi­ mentar como Dios y los que están en el cielo se alegran por un pecador arrepentido. Como en las dos historias anteriores, la historia del hijo pródigo también nos habla de una pérdida (no una oveja o una moneda, sino un hijo), la búsqueda y la alegría del halfazgo y luego nos permite experimentar el re­ gocijo que tiene lugar en el banquete celestial por un peca­ dor arrepentido. ¡Qué alegría de fiesta cuando lo que se ha­ bía perdido es encontrado! (Luc 15:6,9,24,32). Lo que puede sorprendernos es que la historia del hijo pródigo no es sólo acerca de cómo Dios ama a los pecadores arrepentidos, sino también de cómo ama a los que no se han arrepentido. Como explicaremos, el padre corrió por el ca­ mino y lanzó sus brazos alrededor del hijo pródigo aunque, a ese punto en la historia, éste no tenía intenci6n de arrepen­ tirse. Y el padre invitará al hijo mayor al banyuete de la vi­ da futura, aunque no se ha arrepentido. El hijo pródigo es entonces la historia de la vida futura sobre cómo e1 padre ama tanto al pecador arrepentido como al impenitente.

Dios Ama al Pecador Impenitente Que Dios pudiera amar a un pecador aparentemente impenitente como Roberto fue sorprendente no sólo para Hilda sino para aquellos en la época de Jesús. Como los que vivieron en la época de Jesús, Hilda había crecido en una cultura basada mayormente en el sistema de premios y casti­ gos. En ese sistema, los "10" en las libretas de calificaciones son premios por respuestas correctas que a su vez reciben 73

más recompensa de los padres, mientras que los "4" son cas­ tigos por respuestas equivocadas. Un día de trabajo duro es recompensado con un cheque de pago -excepto en el caso de un ladrón donde es más bien castigado con una sentencia en la cárcel. Pero con Dios no hay tal cosa como mantener una cuenta (Mat 20:1-16). Dios ama si la persona merece un "10" y un cheque de pago o un "4" y una sentencia en la cár­ cel. El amor de Dios se le da a todos de la misma manera que el sol brilla y la lluvia cae tanto sobre el justo como sobre el pecador. Igual que muchos de nosotros, los Fariseos juzgaban que el sistema de Jesús era injusto. Así que le ha­ cían preguntas como, "¿Cómo puedes aceptar a los recolec­ tores de impuestos u otros pecadores impenitentes y hasta comer con ellos?" (Luc 15:1-3). La historia del hijo pródigo donde Dios come con pecadores y no sólo con el justo, farise­ aco hermano mayor es la explicación de Jesús a los Fariseos acerca de cómo él recibe hasta a los pecadores impenitentes ahora o en la otra vida. Los Fariseos y todos en el pueblo del pródigo hubieran deseado que éste fuera condenado a muerte por haber come­ tido lo que para los Judíos era el peor crimen posible, tratar al padre de una familia como si estuviera muerto. Era in­ concebible para cualquier Judío pedir a su padre por su he­ rencia mientras éste es�aba aún sano (o lo que es peor, gas­ tarse la herencia en una tierra gentil y pagana). "En toda la literatura del medio Oriente (aparte del hijo pródigo) desde tiempos antiguos hasta el presente, no hay ningún caso de algún hijo, mayor o menor, pidiendo su herencia a un padre que aún goza de buena salud".7 Por lo cual la historia del hi­ jo pródigo es la historia de Jesús sobre el pecador más grande posible. La historia del hijo pródigo es radical al proclamar que Dios ama no sólo al pecador más grande posible sino hasta el peor pecador impenitente. El pródigo puede considerarse im­ penitente por dos razones. En primer lugar, para los rabinos "el arrepentimiento era primeramente una obra del hombre 74

que le aseguraba el favor de Dios".8 Antes de que a una perso­ na se le considerara como arrepentida, se requerían actos de reparación y expiación. Por lo tanto, "un pastor no podía arrepentirse totalmente; no sabía cuántos límites había tras­ pac;ado, por lo tanto, no podía hacer una reparación ade­ cuada". Por lo tanto, para los Judíos que escuchaban a Jesús relatar la historia del pródigo, éste tenía que indemnizar por el dinero perdido antes de que se considerara en estado de arrepentimiento. En segundo lugar, esta historia a veces es leída como si el pródigo hubiera tenido un cambio de parecer mientras es­ taba en "el país lejano" y planeó pedirle a su padre que lo hi­ ciera "sirviente contratado" como gesto de contrición. Sin embargo, los eruditos en las Escrituras indican que la moti­ vación del pródigo en este momento tal vez es interés en sí mismo. Aunque las palabras de su discurso preparado sue­ nen como arrepentimiento, las compuso después de obser­ var que obtendría mucho más de comer si regresaba a la ca­ sa de su padre. Se lamenta de haber perdido todo el dinero que obtuvo de su padre, pero es probable que no se haya arrepentido todavía de haberle roto el corazón. La falta de arrepentimiento del pródigo por la ofensa más profunda es­ tá indicada en su plan de pedirle a su padre que lo haga "sir­ viente contratado". En las aldeas del medio Oriente en la época de Jesús el "siervo contratado" no era considerado so­ cialmente inferior a su patrón. El pródigo "será un hombre libre con sus propios ingresos viviendo independientemente en la aldea local. Su estatus social no será inferior al de su padre o al de su hermano. El puede mantener su orgullo e independencia". Aunque el pródigo tal vez intente utilizar su salario de "sirviente contratado" para pagarle a su padre, cuando está en el país lejano no se arrepiente de la ofensa profunda, misma que es una relación rota en vez de dinero perdido. "El se salvará a sí mismo. No desea ninguna gracia".9 Después de que este hijo impenitente ha sido amoro­ somate recibido por su padre, da sólo parte de su discurso 75

preparado, omitiendo la parte en donde pide que sea hecho "uno de sus sirvientes contratados". ¿Por qué el pródigo cam­ bia su discurso y lo termina con "ya no soy digno de ser llama­ do tu hijo?" Los eruditos con frecuencia han asumido que el pródigo fue interrumpido por su padre en medio de su discur­ so. Pero Kenneth Bailey sugiere más bien que él decidió no terminarlo porgue: Está destrozado por la demostración de amor de su padre en humillación. En su estado de aprensión y mie­ do él experimentaría naturalmente esta liberación ines­ perada corno un hecho totalmente abrumador. Ahora sabe que no puede ofrecer ninguna solución a su rela­ ción continua. Ve que el asunto no es el dinero perdido sino la relación rota que él no puede sanar. Ahora en­ tiende que cualquier relación nueva será un regalo pu­ ro de su padre. El no puede ofrecer una solución. Asu­ mir que él puede compensar a su padre con su trabajo es un insulto. "Yo ya no soy digno" es ahora la única respuesta apropiada. 10 El padre ofrece reconciliación a su hijo antes de que éste esté verdaderamente arrepentido y sin siquiera pedir primero un cambio de actitud. Más tarde el padre perdonará al hijo mayor antes de que se arrepienta. Al discutir con su padre en público el hijo mayor rompe la relación "con el padre y ésta es casi tan radical como el rompimiento entre el padre y el hi­ jo menor al principio de la parábola". 11 Pero el padre amará al hijo mayor impenitente y promete, aunque éste no venga al banquete, "todo lo que tengo es tuyo". Aunque el padre sabe que él puede amar a los pecado­ res impenitentes, su preocupación principal es por las perso­ nas que no pueden hacerlo. Sabiendo que sus aldeanos "lle­ van la cuenta" y que castigarían con la muerte a un pecador impenitente como su hijo, el padre mantiene vigilancia diaria por su hijo, Esa es la razón por la cual un día el padre 76

puede divisar a su hijo aunque éste está "todavía muy lejos." Así es que el padre corre a las afueras del pueblo. En lugar de hacer que el hijo bese la mano del padre en la forma acos­ tumbrada, el padre "abrazó al hijo y lo besó tiernamente". Este gesto de "un beso en público con el hombre principal involucrado" era usado únicamente cuando una discusión seria había tenido lugar en el pueblo y sólo cuando se logra­ ba una reconciliación. Una vez que había colocado el anillo con el sello de la familia en el dedo de su hijo y habiéndolo vestido con la túnica de la familia, el padre sabía que bajo su cuidado protector el hijo podía entrar en el pueblo sin que nadie le hiciera daño. 1� Así el padre no está preocupado primero por el arrepentimiento de su hijo sino sólo por darle la bienvenida y proteger al pecador impenitente. Como el padre organiza una fiesta, Jesús le está pidien­ do a los que llevan las cuentas que están entre sus esc\lcha<;, "¿Van a seguir calculando el resultado o van a venir a mi fiesta?" El hermano mayor quiere continuar llevando las cuentas mientras se queja, "Todos estos años me he esclavi­ zado por ti y nunca ni una sola vez he desobedecido tus ór­ denes y a pesar de esto, no me has ofrecido ni siquiera un cabrito para celebrar con mis amigos". En el banquete me­ siánico del cielo, de donde proviene la música y el baile que el hijo mayor escucha al acercarse a la casa, no hay quien lleve cuentas. Más bien, Jesús quiere extender a los Fariseos que llevan las cuentas, y para quienes la historia va dirigida, la misma invitación que el padre le hizo al hijo mayor, "Ven y come y recibe al gran pecador conmigo". Esta aceptación del pecador impenitente repercute muchas otras veces en el Nuevo Testamento y continuará escandalizando a los Fari­ seos: Mi mandamiento para ustedes es: Amen a sus enemi­ gos, oren por los que los persiguen. Esto probará que son hijos de su Padre Celestial, porque su sol sale para los malos y para los buenos, hace llover sobre el justo y 77

el injusto. ¿Si aman a los que les aman, qué mérito hay en ello? ¿No hacen lo mismo los recolectores de impues­ tos? (Mat 5:44-46). Es raro que alguien dé la vida por un hombre justo aun­ que puede ser un poco probable que alguien tenga el va­ lor de morir por un hombre muy justo. Es precisamente en esto que Dios prueba su amor por nosotros: que cuan­ do nosotros eramos aún pecadores, Cristo murió por no­ sotros. (Rom 5:7-8). Conforme vayan leyendo estos pasajes de la Escritura o la historia del pródigo se preguntarán como el mismo Dios que hace cosas tan amorosas por grandes pecadores pueda hablar de castigarlos cruelmente con el fuego eterno del in­ fierno (Mat 8: 12; 13:42). Quizás la más grande necesidad de la gente religiosa en la actualidad, especialmente al orar por los difuntos, es experimentar a Dios como un amante que nos habla tanto a nosotros como a los difuntos en un len­ guaje de amor. Los amantes hablan con imágenes. Cuando Jesús usó imágenes tales como ''fuego", "sempiterno" e "in­ fierno", habfaba como un amante. Cuando entendemos las imágenes de Jesús, los pasajes de las escrituras que parecían crueles como los que hablan del fuego eterno del infierno, se convierten en proclamaciones del cuidado radical de Dios, el cuidado misericordioso del padre del pródigo. Debido a la urgente necesidad de interpretar las escrituras como "buenas nuevas" habladas por un amante, hemos escrito el capítulo "¿Y del infierno qué? ¿Cómo pue<;ie un Dios amoro­ so enviar a alguien allí? (punto de vista Bíblico)" y lo hemos incluído al final de este libro (Ver apéndice A).

Orando por un Gran Pecador fallecido Lo que más sorprendió a Hilda sobre su oración por Ro­ berto fue que cuando Dios colocó sus brazos alrededor de él, 78

perdonó y amó a Roberto en muchas de las mismas maneras en que ella lo había hecho. Hilda, quien con Dios había da­ do la bienvenida a su hijo, es un modelo sobre cómo orar por un gran pecador. Orar por los difuntos es el proceso de entrar en la pre­ sencia de un padre acogedor y nuestro ser querido fallecido para que como Hilda, podamos dar y recibir amor y perdón. En oración como ésta, nos convertimos en algo similar a her­ manos mayores. Al mantenernos fuera del banquete me­ siánico, se nos da la alternativa de juzgar al pródigo o de aco­ gerlo junto con el padre al "que estaba muerto y ha vuelto a la vida". Tal oración por los muertos tiene implicaciones pa­ ra nosotros mismos como hermanos mayores y para los di­ funtos como pródigos. Si como hermanos mayores "vivientes" decidimos no amar y perdonar al pródigo "fallecido", también seremos el hermano mayor juzgador colocándonos fuera del banquete y distanciándonos con Dios. Esta verdad es la misma para los difuntos. Si el pródigo "fallecido" permanece cerrado al hermano mayor, el pródigo no podrá estar totalmente en confianza con el padre que continúa ínvitando al hermano mayor al banquete eterno. Pero cuando el pródigo "fallecido" y el hermano mayor "vivo" se perdonen y se amen mutuamente, estallará la alegría. De la misma manera en que la alegría del padre y del pródigo aumentará cada vez que el hermano mayor se una a ellos en la mesa del banquete, así se acrecentará el go­ zo de Dios y de nuestro ser querido fallecido cuando en ora­ ción nos hagamos presentes ante ellos con el fin de dar y re­ cibir amor y perdón.

Los Grandes Pecadores y los vivos No fue la Madre de Roberto o la historia del pródigo lo que me enseñó a mí (Dennis) más sobre cómo Dios trata a 79

los grandes pecadores. Más bien la experiencia de mi propia confesión general fue el hecho que más cambió mi vida. Tal vez recordarán que además de escribir este capítulo, la se­ gunda cosa que haría si tuviera sólo un año más de vida sería visitar gente y darle gracias por las formas en que me habían amado. Correcta o incorrectamente, siento como si hubiera recibido y dado más amor que cualquier otra persona de las que he conocido. Ahora me siento tan completamente dife­ rente que antes de mi confesión general, cuando nadie me caía bien y sentía que nadie me amaba. Antes de la confe­ sión general, me odiaba a mí mismo porque pensaba que Dios me había condenado. Recuerdo una vez, cuando esta­ ba de vacaciones, al parar en una estación de gasolina vi un calendario y la foto pornográfica que estaba anexa. Como nos habían enseñado que casi todos los pecadores referentes al sexo eran muy graves, o del tipo que merecían el fuego eterno del infierno, durante el resto del viaje viví con el miedo de morir antes de que pudiera ir a confesarme. Sin importar cuántas veces me confesé, nunca parecía cambiar. Como me sentía constantemente condenado, me condenaba y odiaba a mí mismo y a todos los demás. Todo eso cambió cuando hice una confesión general de todos los pecados de mi vida. Tenía ocho páginas a espacio sencillo de todas las cosas que odiaba sobre mí mismo. Des­ pués de que terminé mi lista, el sacerdote, probablemente exhausto, vino y me abrazó. Era la primera vez que un sa­ cerdote me abrazaba. Recuerdo que me fui a mi cuarto y lloré. Como juzgaba que los pecados eran graves, esperaba el sermón habitual de cómo había desilusionado a Dios y có­ mo necesitaba decidirme a esforzarme más o sufriría las do­ lorosas consecuencias del infierno. Pero en ese abrazo, en­ contré a un Dios que amaba la peor parte de mí mismo. Tal amante no se había detenido primero a calcular mis califica­ ciones o ver que juicio merecía por esas ocho páginas. Desde el día que lloré esas lágrimas, supe que Dios nunca me con­ denó y que no necesitaba volver a condenarme o condenar a 80

nadie. Desde ese día me he amado a mí mismo y he amado casi inmediatamente a cualquiera que conozco. Muchas veces antes había confesado los mismos peca­ dos y sin embargo no tenía poder para cambiar. El cambio no llegaba porque cada una de las veces anteriores me había encontrado con un Dios mercenario, uno que hacía cuentas y juzgaba con venganza. Después de la confesión general fue fácil cambiar y ser una persona amorosa casi sin esfor­ zarme. Podía amar porque en un abrazo pude experimentar a Dios amá11dome primero (1 Jn 4: 19). Quería escribir este capítulo antes de morir porque el enfrentamiento a un Dios juzgador que llevaba cuentas y que juzgaba con venganza me había traído veinte años de muerte, mientras que enfrentarme a un Dios que me amaba ahora me ha traído veinte años de vida. Sanando Naciones Darle la bienvenida a un gran pecador como lo hace el Padre sin juzgar con venganza sino más bien, amando in­ condicionalmente, trae consigo una gran sanación. Hilda vio cómo podía traer sanación a un hijo muerto; mi confesor vio cómo me trajo sanación a mí. Pero en Corea vi cómo dando la bienvenida a los grandes pecadores podía sanar hasta a una nación. El verano pasado experimenté cómo el deseo del pueblo coreano de aceptar a un gran pecador creó una atmósfera gozosa, muy similar al gozo en el banquete ofrecido por el regreso del pródigo. Experimenté esto mientras veía un programa de televisión que por meses era visto por setenta y cinco por ciento de la audiencia de Corea .:lel Sur hasta por diez y ocho horas al día. Este programa captó tal interés universal que todos los otros programas fueron cancelados. ¿Por qué? Corea del Sur tiene por lo menos 100.000 personas que fueron separadas de sus familias durante la guerra de Corea 81

cuando todos huyeron en pánico a la seguridad que ofrecía la Bahía de Pusan. Día tras día estas personas separadas aparecían en televisión por quince segundos llevando un letrero que tenía su nombre y detalles de su familia y de los hechos que los habían separado. Si un televidente reconocía a una de estas personas, llamaba a la cadena de televisión o iba a la estación local para una reunión gozosa. Los corea­ nos y yo nunca nos cansamos de ver estas reuniones. Cinco mil familias volvieron a encontrarse. Mientras lloraban abrazados, toda Corea lloró con ellos. Todos vimos con ad­ miración cómo los enfermos perdonaron a los sanos por ha­ berlos abandonado, los niños perdonaron a sus padres por no haber regresado como prometieron, y hermanos perdo­ naron a hermanos avergonzados por cooperar con los corea­ nos del norte. Para estos amantes regresando al hogar, entre más grande el pecador, más grande parecía la bienvenida. De repente, eran familias de nuevo y podían perdonar cual­ quier cosa. Mientras se perdonaban sus grandes faltas, las heridas de la guerra eran sanadas y renacía una nación com­ pasiva. Cuando aceptamos como Dios acepta, pueden rena­ cer naciones enteras.

Oración para sanar al Gran Pecador Jesús, en tu banquete eterno amaste al pródigo y al hijo mayor aun antes de que se arrepintieran. Muéstrame al ser querido fallecido que considero un gran pecador. Déjame unirme a ti para ver, qué heridas lleva en su corazón al acercarse a tí. Muéstrame lo que le haces a ese gran pecador como se­ ña de tu amor y perdón para que yo pueda hacer lo mismo. Finalmente, déjame recibir tu misericordia sanadora en el momento en que más pequé.

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Capítulo 6

Orando por el árbol genealógico

A veces cuando estoy en el supermercado, veo a una mamá arrastrando a su hijo con una mano y golpeándolo con la otra mientras lo regaña en voz alta. Generalmente pienso para mis adentros, "¡Espero que su hijo no llegue a :ser como usted!". Una vez cuando fui testigo de una escena como ésta, la abuela apareció y comenzó a regañar a la madre en el mismo tono de voz áspera que ella estaba usan­ do para reprender al niño. Con mucha frecuencia nos en­ contramos repitiendo el mismo comportamiento de nuestros padres y abuelos. En la reservación India Sioux veíamos con frecuencia que una niña que vivía con su padre y abuelo al­ cohólicos se casaría con un alcohólico como ellos. De mane­ ra similar el departamento de correccionales del estado de Connecticut descubrió que el ochenta y uno por ciento de los delincuentes sexuales violentos habían sido a su vez víctimas de abuso sexual cuando niños, con frecuencia dentro de la misma familia.1 ¿Cómo podemos dejar de repe­ tir los mismos comportamientos negativos que han estado en nuestras familias por generaciones? Yo, Sheila, fui capaz de dejar de repetir un patrón de comportamiento negativo en mi familia sólo cuando perdo­ né a los antepasados de mi Padre y oré por la sanación. Mi padre tiene el don de la receptividad. Es abierto a todo lo que le rodea y capaz de aceptar mucho amor. El me ha he­ redado este don. Yo también soy abierta a todo lo que hay a mi alrededor y soy capaz de aceptar amor de la gente, la na­ turaleza, la música, etc., pero el lado negativo del don de mi padre es que a veces él acepta cosas que debía rechazar tales 85

como ofensas de parte de aquellos que él debía haber enfrentado. La colitis ulcerativa crónica de mi padre parece ser un símbolo de que se ha reprimido ira inexpresada. No sólo heredé el don de receptividad de mi padre sino que también he heredado la debilidad de aceptar lo que debe ser enfrentado. Hasta hace poco, cuando alguien me trató en forma ofensiva, me asusté y me sentí culpable, asumiendo que era mi culpa. Cuando vi esta debilidad tanto en mí co­ mo en mi padre, me di cuenta de que proveníamos de una larga línea de gente que también tenían esta misma debili­ dad. Nuestra familia es Judía y por generaciones muchos de mis parientes aceptaban las cosas en lugar de enfrentarlas porque un enfrentamiento probablemente significaba la muerte. Encontré sanación y nueva habilidad para enfren­ tarme a las cosas que tenían que ser enfrentadas cuando hice dos cosas. Primero, no sólo me perdoné a mí misma y a mi padre sino también a todas las generaciones de Judíos ante­ riores a nosotros. Segundo, le pedí a Jesús que me diera su don de cólera justa y confrontación y que se lo extendiera a todos mis antepasados. Varias semanas más tarde encontré que podía enfren­ tarme a situaciones en las cuales antes me hubiera culpado a mí misma. Por ejemplo, finalmente pude escribirle una car­ ta a un comité, oponiéndome a una acción que estaban consi­ derando. Fue una carta bastante directa la cual no era común en mí, pero sentí un nuevo valor para decir la verdad corno yo la veía. Uno de los miembros del comité que era de ascen­ dencia Alemana, dijo que yo debí cooperar con el comité en lugar de haber escrito la carta. De repente, sentí cómo me llenaba de cólera hacia ese hombre, una cólera mucho más intensa que cualquier sentimiento que tuviera hacia los pla­ nes del comité. Cuando empecé a orar por mi cólera, me sorpendí al oírm e decir, "¡Su gente le dijo a mi gente que cooperaran y mi gente murió por ello!" A pesar de que nun­ ca he experimentado personalmente el anti-semitismo y ninguno de mis familiares inmediatos murieron en campos 86

de concentración, de alguna manera llevaba dentro de mí el dolor causado a mis antepasados. Supe que antes de sentir paz con el miembro del comité Alemán, tenía que perdonar a sus antepasados Alemanes a nombre de mis antepasados Judíos. Así pues, oré por su familia como la había hecho por la mía algunas semanas antes. Perdoné a los Alemanes y pedí por la sanación de todas sus heridas que los habían orillado a matar Judíos. La siguiente vez que me encontré con ese señor, discutimos sobre el mismo tema. Aunque vol­ vió a criticar mi carta de la misma manera, no sentía esa có­ lera intensa que inundaba mi ser. Al igual que mi miedo a enfrentarme, mi intensa cólera hacia el señor Alemán tam­ bién era un problema que podía remontarse hasta personas fallecidas que yo nunca conocí. Base psicológica de la Oración por los antepasados A pesar de que es peligroso remontar todos los proble­ mas psicológicos hacia personas fallecidas, la nueva área de psicoterapia familiar nos confirma que es igualmente peligro­ so ignorar el efecto de generaciones pasadas sobre conflictos emocionales en el presente. Los terapeutas familiares de di­ ferentes tradiciones psicoterapéuticos no sólo miran al pa­ ciente en sí, sino también observan cómo la enfermedad del paciente expresa los conflictos y lealtades invisibles entre los miembros de la familia, algunos de los cuales ya han falleci­ do. Los terapeutas familiares remontan los patrones recíprocos que se van transmitiendo del abuelo al padre y del padre al hijo. El hijo probablemente educará a sus hijos bajo la sombra de su padre ya sea cometiendo los mismos errores o reaccionando en forma extrema cometiendo los errores opuestos. El psicólogo W. Hugh Missildine dice que en todo matrimonio hay realmente seis personas: la pareja casada y los padres de cada uno. 2 Así que por ejemplo, cuan­ do la esposa le pide a su esposo que limpie el cenicero y él 87

explota diciendo, "Me has dado órdenes toda mi vida, toda mi vida de casado", le puede estar proyectando la rabia que siente hacia su madre dominante. Otros terapeutas como Bowen encuentran que no sólo ocurren problemas matrimoniales sino que también pueden ocurrir enfermedades serias como por ejemplo la esquizofre­ nia que frecuentemente tiene sus raíces en tres o más genera­ ciones de dinámica familiar, que ha frustrado la indivi­ dualización en un niño que se le ha ordenado que madure, pero que ha sido mantenido inmaduro por sus padres tam­ bién inmaduros. 3 Bowen encuentra que entre menos se indi­ vidualice una persona (o sea, que haya desarrollado su pro­ pio ser), hay más probabilidades de que los demás influyan sobre él hasta que finalmente desarolla una enfermedad que expresa los problemas de los que le rodean. El resulta ser el "paciente identificado" cuando en realidad toda su familia está enferma. Debido a esta "estructura multigeneracional" en muchas de las enfermedades emocionales hay cada vez más terapeutas que insisten en trabajar con la unidad familiar de. por lo menos tres generaciones en lugar de dar tratamiento a un individuo aislado. Cada vez nos convencemos más de la importancia de la red de fidélidad y justicia dentro de las familias, que han coincidido con nuestra creencia de que el conteni­ do mínimo de una terapia debe ser la unidad familiar de tres generaciones. El trabajar exclusivamente con el núcleo familiar podría llevar finalmente a que los padres fueran implícita y técnicamente los chivos expi­ ratorios originando un tratamiento perjudicial e injusto para sus hijos. Hemos aprendido que todos los patrones de relaciones nocivas tienen una estructura multigene­ racional.4 88

Desafortunadamente los terapeutas familiares han en­ contrado que la persona que está menos consciente de cómo ha sido influenciado por las generaciones pasad as, es gene­ ralmente la persona más manipulada por ellas. Por ejemplo, entre menos consciente esté el individuo de las generaciones que sus padres han acumulado en el pasado estará más a la merced de estas fuerzas invi­ sibles. El sistema de la contabilidad en las familias tien­ de a incluir generaciones. De acuerdo con las escrituras siete generaciones pueden llegar a saldar un pecado mayor de un antepasado. El terapeuta familiar debe aprender a reconstruir por lo menos tres generaciones del saldo contable de jus­ ticia. Los abuelos pueden culpar a los niños por su so­ lidaridad con sus padres ya que consideran que los padres son desleales hacia ellos y hacia su familia (en cuestión de religión u otra tradición). De esta manera, inconcientemente el niño puede colocarse dentro de una estrategia para exonerar a los padres o perpetuar el sentimiento de culpabilidad hacia la próxima genera­ ción. Se podrían dar más ejemplos de hijas que fueron educadas por familiares "respetables" porque sus madres llevaban "vidas vergonzos as" y que luego deci­ dieron buscar y reunirse con sus madres; o de hijos que sufrieron mientras guardaban el secreto de la sospecha que el asesinato de su madre fue perpetrado por la no­ via de su padre. Finalmente, el mayor alivio que pueden encontrar estos niños yace en la reivindicación de sus padres ante sus propios ojos por medio de la comprensión sobre las circunstancias injustas que lleva­ ron a sus padres a cometer estas acciones. 5 La razón por la cual las "acciones condenables" que nuestros antepasados cometieron pueden continuar afectán­ donos hasta la séptima generación no se debe a que Dios cas89

tiga a los descendientes inocentes. Más bien se debe a que tendemos a repetir lo que no hemos perdonado. Si nuestros padres fueron posesivos o negligentes, ellos y los antepasados que les enseñaron necesitan ser entendidos, perdonados y reivindicados, de otra manera, nosotros vamos a necesitar que nuestros hijos perdonen nuestra reacción a los errores de nuestros padres y antepasados o hasta siete generaciones más de hijos. La relación entre la Terapia Familiar y la Oración El proceso de la terapia familiar implica pasos para de­ sarrollar el diálogo entre los miembros de la familia y el te­ rapeuta, recordando la historia familiar, responsabilizándo­ se por haber perpetuado patrones familiares destructivos y de adueñarse de bases familiares fuertes mientras se van construyendo patrones familiares nuevos. Estos pasos de la terapia familiar pueden utilizarse conjuntamente con los tres pasos de la oración introducidos en el capítulo cuarto: l. Comparte tu corazón (desarrollando el diálogo) con Jesús al recordar cosas de miembros familiares fallecidos, y permitiendo que Jesús sienta el dolor contigo. A medida que recuerdes, puedes sentir la necesidad de perdonar a Jesús (por la familia que te dio, por permitir que un miembro particular muriera, etc.) 2. Liberar a los miembros de la familia fallecidos al dar y recibir el perdón por patrones familiares destructivos. 3. Da gracias por los dones, patrones constructivos y heren­ cia positiva que los ya fallecidos te han dado o pueden darte a ti y las futuras generaciones. El Día del Padre pasado, Dennis y yo (Matt) utilizamos estos tres pasos para orar por la familia de nuestro Padre. La oración fue tal vez tan importante en sí como nuestra prepa­ rac�ón para em pezar a orar. Nos p reparamos reuniendo fotos 90

y los recuerdos que traían a nuestros corazones las historias de varios miembros de la familia. Por ejemplo, la foto delicada y bronceada de mi abuelita recuerda cómo ella y sus hijos tra­ bajaban en el jardín y luego regalaban la mayor parte de la comida a los vecinos. Su reputación generosa atraía visitas to­ dos los domingos y los huéspedes siempre recibían las mejores porciones durante la cena. Existe un contraste muy grande entre la foto de mi abuela y la foto de mi abuelo, que aparece con un seño fruncido y un rifle en la mano, r.evelando a un disciplinario estricto. Cuando veo la foto de la cara de mi 91

abuelo, le creo a mi padre cuando contaba cómo mi abuelo educó a diez y siete hijos sin nunca subir la voz. Cuando que­ ría disciplinar a uno de sus hijos, todo lo que tenía que hacer era verlo con su mirada enérgica que significaba "ten cuida­ do" y el niño inmediatamente obedecía. Estoy seguro que esas palabras fueron transmitidas por sus antepasados en for­ ma silenciosa, quienes vivían en la frontera Franco Alemana que sufría con invasiones constantes, las cuales trataban de decir, con expresiones faciales severas, "tengan cuidado" diri­ gida hacia sus invasores franceses y alemanes. Cada vez que las propiedades de nuestros antepasados eran como tratados de botín de la guerra, sus expresiones faciales se volvían más duras y su deseo por la justicia aumentaba. A medida que acomodábamos otras fotos del árbol familiar de mi padre, tanto las fotos como las historias que recordaban nos ayuda­ ban a entender a nuestros abuelos. Empezamos a hacer una lista de los miembros de la familia por los cuales queríamos orar especialmente a medi­ da que nuestros corazones se abrían más y más a esos fami­ liares de mi Padre. Esta preparación nos ayudó a crear una atmósfera de amor. Esta atmósfera de amor nos abrió un ca­ mino claro de conexión entre nuestros corazones y los cora­ zones de los fallecidos en nuestra familia. Cuando finalmente estábamos listos para orar empeza­ mos por invitar a Jesús a que conectara nuestros corazones con los corazones de las personas de nuestro árbol genealógi­ co. Luego recordamos con Jesús la manera especial como cuidó a cada uno de ellos, empezando por nuestro bisabuelo quien nació seis meses después de morir su padre. Si su padre hubiera muerto tres meses antes, ninguno de nosotros estaríamos aquí. A medida que dábamos gracias por cada persona, me di cuenta de la diferencia de esta oración a la que hice por la familia de mi padre varios años antes. Alre­ dedor de esa época, murió mi primo el padre Joe. Yo quería al Padre Joe y-él había sido un modelo del sacerdocio para mí.. Durante mi oración varios años antes 1 pasé la m ayoría 92

del tiempo en mi dolor con Jesús no sólo por la forma en que me hacía falta el Padre Joe, pero también estuve sanando mi relación con Jesús. Yo me preguntaba: ¿Por qué Jesús dijo "estaré contigo siempre" (Mat 28:20) pero luego no protegió al Padre Joe del mal? Perdoné a Jesús y a su padre por ha­ berse llevado a un sacerdote amigo tan joven y generoso, mientras dejaba vivir tantos sacerdotes irritables al parecer para siempre. Ya sea para dar gracias por el nacimiento de mi bisabuelo o al perdonar a Dios por la muerte del Padre Joe, el primer paso es el de construir un diálogo con Jesús para que junto con El, pueda abrazar mi árbol genealógico completo. Cuando Jesús empezó a abrazar conmigo a mi árbol ge­ nealógico completo, supe que no solamente yo sino también mis antepasados nos sentíamos seguros. Una vez que este ambiente de seguridad se estableció, estaba listo para conti­ nuar con el segundo paso, el reconocimiento de los patrones destructivos. En este ambiente yo podía admitir el perfec­ cionismo en mí que dice "tenga cuidado" y que me hace fruncir el ceño cuando no hay orden como yo lo espero o ne­ cesito. Por ejemplo, si el teléfono suena cuando estoy escri­ biendo, me encuentro rechinando los dientes pues se in­ terrumpe mi orden y creatividad. El "tenga cuidado" me hace sentir que debo leer otro libro antes de poder escribir algo bien, y continuamente mando mis escritos al editor hasta después de la fecha indicada para que hagan varias re­ visiones. Puede que me ría del perfeccionismo de mi padre que no quiere dientes de león en su pasto, y se la pasa lim­ piando lo que ya está limpio, pero eso también está en mí. Así que el Día del Padre le entregué a Jesus mi perfec­ cionismo que viene de que siempre trato de "tener cuidado", y del ceño fruncido de mi cara cuando el orden que yo espe­ ro y necesito no se cumple. Pedí perdón y sanación por la manera en que he dejado que estos patrones se hayan perso­ nificado más en mí que en Dennis. Pedí el don de la gratitud para poder ver y afirmar lo positivo en lugar de enfocar 93

inmediatamente en lo que está mal o lo negativo que pu­ diera ocurrir. Aspiré de Jesús su habilidad para abrirse al momento presente y a estar dispuesto a ser interrumpido constantemente por personas necesitadas como Jairo. Cuan­ do me sentí lleno del poder de Jesús para amar, aspiré su amor y perdón dentro de mi padre. Cuando sentí que éI es­ taba lleno de paz, continué con mi abuelo, bisabuelo y otros antepasados Linn que sólo Jesús conocía -una multitu sin cara a quien Jesús quería sanar. Fui guiado a respirar con Jesús su perdón sanador a los soldados Alemanes y Franceses que habían perseguido a mis antepasados. Estos soldados también fueron guiados por un perfeccionismo que los llevó a tratar de probar su superioridad por medio de la conquis­ ta. Luego recordé de nuevo la foto de mi abuelo con cara fruncida y rifle en la mano. Sentí que él estaba agradecido de que yo entendía, y que prometía protegerme mientras se paraba con su rifle al lado de Jesús. Esto me llevó al paso número tres que es el de dar gra­ cias. Le agradecí a mi abuelo por su protección y por su amor de granjero por la tierra. Compartí con él el hecho de que durante el retiro de treinta días, los momentos que me sentí más cerca de mi Creador fueron los momentos en que plantaba semillas de caléndula y las cuidaba mucho para que vivieran. Podía sentir el amor de Dios cuidándome mientras yo amorosamente cuidaba de las semillas. Di gra­ cias por el cuidado paciente que tengo por el semillero o por la gente quebrantada por los dolores de la vida -el cuidado que brota de mi perfeccionismo y que quiere sanar el desor­ den. Continué respirando silenciosamente durante unos mi­ nutos, aspirando todos los dones y amor que Jesús me estaba dando por medio de mi abuelo y su familia. Le di gracias a Jesús que mi abuelo y todos los que estaban con él en el cielo ahora intercederían y serían canales de amor sanador para todos sus familiares heridos por el perfeccionismo. Pedí que continuaran siendo canales del amor sanador para las futu­ ras generaciones. Mi abuelo ya no era un disciplinario auste94

ro empuñando un rifle sino un canal paternal del amor de Jesús guiándonos a todos a acercarnos mutuamente y guián­ donos hacia Jesús. Relaciones que necesitan más Oración Como cada uno de nosotros estamos relacionados a millones de antepasados, ¿cómo podemos saber cuáles de nuestros tantos parientes con familiares fallecidos necesitan de nuestra oración? Las siguientes preguntas le ayudarán a identificar a sus familiares que más necesitan oración sana­ dora. 1. ¿A quién extrañas más de tu familia? (la relación entre Matt y John Thomas descrito en el capítulo 2). 2. ¿A quién has herido? ¿Por quién has deseado haber podi­ do hacer más? 3. ¿Quién te hirió a ti, o a otros? ¿Quién tuvo los patrones destructivos que han influído sobre ti (por ejemplo, per­ feccionismo, temor a la confrontación, mal genio, taca­ ñería, alcoholismo, etc.)? 4. ¿Cuáles fueron las personas menos amadas de tu familia? ¿Quiénes murieron sin haberse sentido queridos (por ejemplo suicidas, muertes violentas o repentinas, vícti­ mas de la guerra, enfermos mentales)? ¿Quiénes fueron desconocidos b no deseados (por ejemplo, abortos natu­ rales, abortos provocados, o bebés nacidos muertos)? (Ver capítulo 7). 5. ¿Algún familiar se ha visto involucrado en el ocultismo? 6. ¿Cuáles miembros de tu familia le han dado mayores do­ nes y vida (su herencia positiva)? 95

El resto de este capítulo tomará cada una de estas rela­ ciones y las ilustrará con ejemplos de cómo la oración sana dichas relaciones. Mucho del material será sacado del traba­ jo del psiquiatra Dr. Kenneth McAll, quien durante viente años ha acumulado más de mil casos de gente que ha sido ayudada por medio de la oración por sus antepasados.6 l. ¿A quién extrañas más de tu familia? Aquellos que amamos y nos hacen más falta pueden de­ jarnos con heridas muy profundas o, cuando el dolor de su partida ha sanado, pueden dejarnos con profundas gracias como ocurrió con la muerte de mi hermano J ohn descrita en el capítulo dos. Recientemente adquirí otra gracia, el arte de R.C.P. (Resucitación cardio pulmonar). El curso fue dic­ tado utilizando de maniquí, Resusciannie, que respondía úni­ camente si la técnica del R.C.P. era correcta. Un desconso­ lado padre inventó a Resusciannie después de que su hija Annte murió ahogada en una piscina porque ni su padre ni los aemás supieron darle R.C.P. pare revivirla. En lugar de enfocar continuamente el hecho de que no pudo revivir su hija, el padre de Annie sanó su dolor creando a Resusciannie para enseñar R.C.P. en todo el país. El maniquí Resuscian­ nie está vestido con el traje rojo y azul que Annie traía para recordar como su muerte está trayendo vida nueva. Esto ha­ ce un contraste muy severo con el setenta y cinco por ciento de los padres cuyos hijos mayores de cuatro años mueren y debido a sus heridas no sanadas sus matrimonios terminan en divorcio. Aquellos que amamos más dejan las más pro­ fundas heridas o los más valiosos dones. A veces la muerte de un ser querido deja una herida muy sútil. A medida que Joan empezó a ver un consejero, se dio cuenta de una tristeza permanente. Joan también sufría de artritis crónica. Pero la tristeza era inmune a la terapia y la artritis era inmune al tratamiento médico hasta que Joahn decidió orar con una amiga acerca del origen de su proble96

ma. Le preguntaron aJesús, "¿Por qué esta tristeza, Señor?"

Jesús la guió al recuerdo de Ja cariñosa abuelita de Joan que

murió cuando ella sólo tenía tres años. Joan amaba a su abuelita que tenía su misma personalidad, los mismos ojos azules, y un regazo listo para abrazarla. Por primera vez Joan sintió rabia hacia su abuela y hacia Dios por la muerte de la persona con la cual ella podía contar. Lentamente empezó a perdonar a Dios y a su abuelita por la pérdida de la que ella nunca se había dolido. A medida que desató a su abuelita, ella abrió sus manos y encontró que el dolor de la artritis es­ taba sanado, y sigue sanado hasta el día de hoy. 2. ¿A quién has herido? ¿Por quién has deseado haber podi­ do hacer más? En la mayoría de los casos de dolor prolongado, existe el remordimiento de que "Yo debía haber ... ". El Dr. Ken­ neth McAll nos cuenta sobre un veterano de la primera guerra mundial de ochenta y seis años que perdió su brazo derecho por una granada que explotó y que también mató a cuatro mejores amigos. Todos los días sufría de terribles do­ lores en el brazo fantasma,, y sólo le cedía por medio de su adicción a la droga physeptone. El comentaba cómo sus amigos nunca tuvieron un funeral y cómo nunca había ora­ do por ellos, porque mientras el sólo había perdido un bra­ zo, de sus amigos "no quedó nada para enterrar". Con la su­ gerencia que le hizo el Dr. McAll de que rezara por ellos y se los entregará a Dios, su sentimiento de culpabilidad destruc­ tiva por haber sido el único sobreviviente desapareció; y nunca volvió a sentir dolor a pesar de que dejó la droga. 7 3. ¿Quién te hirió a ti o a otros? Igual que en el caso del señor que le dolía un brazo per­ dido, al orar por las personas que hemos herido o las cuales les hemos fallado, debemos perdonarnos a nosotros mismos. 97

Al orar por una persona que nos hirió o que nos falló, necesi­ tamos perdonar a la persona uniéndonos con Jesús para odiar el pecado pero amando al pecador. Unicamente pode­ mos perdonar a otro cuando nos damos cuenta de que no­ sotros mismos necesitamos también la misericordia de Jesús, aunque sólo sea por nuestra lucha para perdonar. En el ejemplo que dimos de Bob (Capítulo 4) que luchaba por perdonar a Hitler, Bob no estaba loco ni era un asesino de masas como Hitler pero el momento culminante fue cuando compasivamente perdonó a Hitler por que se dio cuenta de que el corazón duro que tenía hacia Hitler era similar al co­ razón duro que Hitler tuvo hacia millones de Judíos. A veces nos vemos guiados a orar por antepasados cuyos patrones destructivos vemos en nosotros mismos. En otras ocasiones debemos orar por antepasados cuyos patrones destructivos son muy diferentes a los nuestros. No importa qué tan dife­ rentes seamos a ellos, el camino a la compasión y al perdón es el ver nuestra propia necesidad de sanar también, aunque sólo sea por nuestra lucha para amar a gente tan difícil de amar. Si no buscamos sanación de nuestra propia actitud destructiva en primer lugar, simplemente le echamos la cul­ pa a otro� y evadimos la responsabilidad que tenemos de cambiar. Pero cuando vemos la necesidad que tenemos de la misericordia de Jesús, podemos ser compasivos y misericor­ diosos con los demás. Para descubrir qué miembro de la familia nos ha heri­ do al heredarnos patrones destructivos, generalmente es útil construir el árbol genealógico. Aunque los norteamericanos en general no pueden recordar más allá de cuatro genera­ ciones, el Dr. McAll, que ha trabajado con familias inglesas, se ha encontrado con muchos patrones que retroceden hasta el siglo diez y ocho y ha sanado por medio de la Eucaristía por los muertos. A pesar de que la oración ancestral se utili­ za primordialmente para sanar patrones heredados normal­ mente, tales como el perfeccionismo, las perturbaciones profundas también pueden responder a la oración. 98

Margaret tenía setenta y tres años cuando de repente le empezaron los "ataques". Violentas explosiones de mal genio, agresión hacia su hermana menor Nelly con quien vivía, y la destrucción de objetos sin estar consciente de lo que hacía, eran cosas poco características de ella. Su madre que habia muerto hacia cuatro años, a los noventa y seis años, se había portado de una manera similar. Des­ pués de cada ataque, Margaret se llenaba de disculpas y se sentía genuinamente apenada pero no podía dar explicación alguna. Así que dibujamos su árbol familiar con todos los de­ talles posibles y empezó a surgir un patrón extraño. Du­ rante las últimas seis generaciones los hijos mayores de la familia habían demostrado comportamientos simila­ res. Esto empezó aproximadamente en 1750 cuando había sido cometido un asesinato en la familia. La hija mayor, Elizabeth, se volvió alcohólica y destruyó mucha de la propiedad familiar antes de morir a conse­ cuencia del alcohol cuando tenía cuarenta años. A par­ tir de entonces, cada hija mayor de la familia sufrió de estos mismos ataques de mal humor por el más mínimo detalle hasta llegar a Margaret, mi paciente, quien na­ ció en 1904. La sobrina de Margaret, Rhonda, hija mayor de su her­ mana menor, nació en 1941 y tenía 32 años. Estaba re­ cibiendo tratamiento siquiátrico por varios meses antes de que se me trajera el caso de Margaret. Rhonda acep­ tó el tratamiento únicamente después de que su esposo llegó a la casa una tarde y encontró muebles dañados, ventana rotas y una situación caótica en general. El la amenazó con irse de la casa, empezar los trámites para el divorcio y de llevarse los niños. Rhonda se dio cuenta de que necesitaba ayuda y aceptó ver un psiquiatra... 99

Decidimos ofrecer una eucaristía por Rhonda y por las hijas mayores de las seis generaciones anteriores. Con dos sacerdotes, un médico, dos enfermeras, Nellie (la hermana menor de Margaret) y yo, tuvimos un servicio para los antepasados de esta familia quienes aparente­ mente habían contribuido a esta cadena de ataques de mal humor. Aunque el servicio fue privado, sin que Margaret y Rhonda supieran, ninguna de las dos volvió a tener ataques. El comportamiento de Rhonda volvió a ser completamente normal y su esposo abandonó los trámites de divorcio. Su matrimonio continuó normal­ mente. Margaret volvió a ser la hermana mayor cariño­ sa y los problemas de Nellie terminaron. .tíay dos objetivos primordiales al construir un árbol fa­ miliar. Primero, para establecer si algún antepasado demostraba alguna evidencia del mismo comporta­ miento inaceptable; segundo, para saber de quién es la voz y el espirítu inquieto que habla con la persona y por medio de ella busca ayuda -el paciente.8 Note los pasos que el Dr. McAll toma. Después de un examen físico y psiquiátrico completo, prepara el árbol fa­ miliar. Esto ayuda mucho para ver los patrones de los problemas y también para especificar por quién se debe orar. (Generalmente es el niño más sensible o el mayor que está más predispuesto a transmitir patrones familiares). Du­ rante la eucaristía especial para los fallecidos (ver capítulo 4), este árbol se pone sobre el altar o el paciente lo sostiene en sus manos. Generalmente entre el paciente más pueda amar y perdonar a sus antepasados, más sanación ocurre en él. Tome nota de que aunque Margaret y Rhonda no estu­ vieron presentes ni sabían de la eucaristía por sus antepasa­ dos, sus ataques cesaron con el servicio. Las diversas expe­ riencias del Dr. McAll de pacientes sanados inmediatamen­ te después de los servicios aunque no estuvieran presentes lo ha llevado a sugerir que la sanación puede llegar no sólo por 100

El árbol genealógico de Margaret y Rhonda

Elizabeth a.n. 1780 (e) =

1

1

ó

(e)

=

Virginia a.n. 1843 (e)

=

1

ó

(e)

=

Margarct a.n. 1904

1

l

1

2

2

1

ó

Nellie

(aborto)

1

e = casada

1

2

Agnes a.n. 1814

o a.n. = año de nacimiento

Jlelen a.n. 1875

1

ó

l 1 ó

(e)

= Ailsa

1

(e)= Rhonda a.n. 1941

1 ó

ó

1

ó

1

ó

Ó = sexo masculino 2 = sexo femenino

medio del trabajo psicológico durante el servicio, sino tam­ bién por la sanación de los antepasados fallecidos y por su poder de alcanzar amorosamente hacia los que ni siquiera están presentes en el servicio. 4. ¿Cuáles fueron las personas menos amadas en su fa­ milia? ¿Quienes murieron sin haberse sentido queridos (por ejemplo, suícidios, muertes violentas, víctimas de guerra, 101

enfermos mentales) ¿Quiénes fueron desconocidos o inde­ seados (por ejemplo, abortos naturales o provocados, bebés nacidos muertos)? Cuando el Dr. McAll investiga el árbol genealógico busca quién fue el menos amado. U no de sus casos más com­ plicados es el de Edward a quien conoció mientras visitaba sus pacientes en Inglaterra. Mientras el Doctor McAll revi­ saba los archivos médicos y hablaba con Edward y su espo­ sa, descubrió que éste tenía muchos síntomas. Para empezar Edward no sólo sentía una banda amarilla alrededor de su cabeza y un olor a azufre, sino que también oía explosiones que lo hacían sentirse dividido en dos y lleno de fuego de la cabeza a los pies. Además de las explosiones, él oía olas que se estrellaban, voces de hombres gritando y viento silbando a través de su cara y pies. Edward había recibido treinta años de tratamiento psiquiátrico por estos síntomas atendi­ do por otros doctores, e incluso se sometió a choques eléctri­ cos, antidepresivos, drogas contra la esquizofrenia y tran­ quilizantes. Aunque Edward aún experimentaba todos estos síntomas a pesar de los años de tratamiento, el que más le preocupaba era un ataque de sudor que había sufrido unas pocas noches anteriores. Durante varias not:hes, haciendo clímax el 11 de Noviembre, sin ningún motivo aparente, Edward había desarrollado una fiebre muy alta y un sudor tan abundante que había sido necesario cambiarle las sába­ nas varias veces. Le preocupaba mucho la severidad y la re­ pentina aparición de este ataque. Después de escuchar la descripción de los síntomas y de hacer un chequeo médico a fondo, el Dr. McAll cambió su método de escuchar. En lugar de preguntar por los miem­ bros del árbol genealógico, el Doctor dijo simplemente, "Pa­ recen ser piratas". De repente Edward dejó de mirarse los pies y se puso muy alerta al preguntar: "¿Sabe usted mi ape­ llido?" El Dr. McAll tomó la gráfica que tenía sobre el escri­ torio y leyó el apellido "Ifawkins". El Doctor descubrió que 102

Edward era descendiente directo de ocho capitanes piratas y otros treinta marinos que murieron en el mar. Luego de una búsqueda más amplia en la enciclopedia, ellos des­ cubrieron que el capitán Sir John Hawkins había muerto en alta mar el 11 de Noviembre de 1595 como resultado de una fiebre tropical mientras trataba de rescatar a su hijo, Richard. El 11 de Noviembre fue el mismo día que Edward Hawkins experimentó el punto culminante de su ataque febril. Después de orar por Sir John Hawkins y sus antepasa­ dos piratas se acabaron todos los síntomas contra los que Ed­ ward había luchado por veinte años. Durante las primeras eucaristías, Jesús reunió principalmente a los capitanes Hawkins y a los hombres de mar. Pero durante las más' re­ cientes, Jesús pareció concentrarse en las víctimas temerosas de las expediciones Hawkins incluyendo las tripulaciones de barcos que fueron hundidos y los prisioneros que fueron obligados a caminar por la plancha. Las eucaristías de Edward tocaron a los vivos y a los muertos. Además de liberar a Edward de treinta años infer­ nales de vida esquizofrénica, hubo un cambio inmediato en los padres y en la esposa de Edward. Su esposa que tenía treinta y tantos años, por años había tratado de concebir un hijo sin ningún éxito. Varias semanas después de que la Eu­ caristía sanó a su esposo, ella descubrió que había concebido un hijo. La madre de Edward también llamó esa misma se­ mana con la emocionante noticia de que el padre de Ed­ ward, quien había sufrido una depresión por mucho tiem­ po, había dicho "gracias" y "había empezado a reírse de los chistes y a estar contento en casa·". Es difícil para mí creer que una pena no dolida hace más o menos cuatrocientos años pudiera tener un impacto presente en Edward y su familia. La historia de Margaret me ayuda a ver cómo la pena que se oculta ayer se vuelve a presentar en los descendientes de hoy. Margaret se sentía de­ primida durante el mes de febrero de cada año. Para el 14 103

de Febrero la depresión se hacía tan severa que tenía que ser hospitalizada. Lo que sorprendía a Margaret y a todos los demás era que el resto del año ella estaba llena de vida traba­ jando como enfermera de tiempo completo. En lo más profun­ do de su depresión un catorce de Febrero, ella oró con un amigo pa_ra que Jesús le revelara la raíz herida. Ambos vieron una imagen de su madre perdiendo un bebé. Jesús re­ veló que la pérdida tuvo lugar diez y ocho meses antes del nacimiento de Margaret y que su madre había ocultado la pena y tratado de concebir otro hijo. El resultado fue Mar­ garet, que como cualquier otro feto compartió las hormonas de su madre y por lo tanto también su pena ocultada. Mar­ garet y su amigo oraron para que Jesús amara y sanara al bebé perdido, y luego oraron para que Margaret se llenara de gozo desde el primer momento de la concepción. Marga­ ret sintió una liberación inmediata de la depresión y nunca la ha vuelto a padecer. Después de la oración, su tía verificó que su mamá había sufrido la pérdida del bebé diez y ocho meses antes del nacimiento de Margaret. La tía recordó la fecha porque era el día de San Valentín (Febrero 14), o sea la fecha de las depresiones anuales de Margaret. Si Margaret no se hubiera dolido por el bebé que perdió su madre, ¿También los descendientes de Margaret hubieran estado deprimidos el 14 de Febrero? ¿Cómo le fueron trans­ mitidos a Edward los síntomas de los piratas? No estoy se­ guro de cómo esas heridas son pasadas de una generación a otra. Puede haber muchas explicaciones: McAll cree en un antepasado que clama para que se ore por él, nuestras pro­ yecciones de nuestra maldad que son sanadas por la inter­ seción de otro que es como nosotros, un niño recibe la transmisión de recuerdos a través de genes o a través del aprendizaje, el inconsciente colectivo de Jung, la sanación del recuerdo de un asunto no resuelto, etc. Tal vez todas és­ tas sean verdad. Yo tengo la tendencia a creer que en la ora­ ción estamos tocando no sólo un recuerdo en una persona vi­ va, sino también a una persona fallecida que a través de Je104

sús recibe amor y que a su vez se convierte en un intercesor amoroso. Puede ser también que estemos sintiendo cómo los muertos necesitan sanación como cuando estamos con una persona que está deprimida y nos contagiamos de su depre­ sión. Pero aunque los que se han ido ya no necesiten de ora­ ción en la misma manera en que somos guiados, éstos aún sienten nuestro amor a través de Jesús y así tienen más poder de amarnos y a otros que también tengan necesidad de sana­ ción. Cualquiera que sea la explicación, estamos de acuerdo con el padre William Johnston, experto en misticismo orien­ tal, que cuando el Espíritu nos sana, el Espíritu está sanan­ do heridas que se remontan a generaciones pasadas y toca multitudes. Las heridas y dolores que han estado ocultos en la psi­ quis desde la niñez, desde el momento del nacimiento, desde el tiempo dentro del vientre, desde el momento de la concepción-todos éstos flotan a la superficie y es­ tán siendo sanados por el amor del Espíritu que mora en nosotros y en cuya presencia uno se sienta silenciosa­ mente. Además, mientras que yo no pude aceptar una interpretación literal de la doctrina budista sobre vidas pasadas y de la liberación de un mal Karma, pienso que puedo comprender hacia donde van los Budistas: pue­ do ver que hay una percepción valiosa. Porque yo creo que tiene lugar una sanación de algo más que de mi pe­ queño ego con su memoria de escasos cuarenta, cin­ cuenta o sesenta años. Hay aún más en lo concerniente a esto. Hay sanación de los arquetipos, del inconsciente colectivo, de las heridas que he heredado de mis ante­ pasados. Hay una sanación de la dimensión cósmica de la psiquis; hay sanación de la condición humana básica que es lo que llamamos el pecado original. 9 La sanación de Edward y sus antepasados piratas pue­ de que no sea lo raro, sino lo común. Ninguna persona es 105

una isla pero a través de Jesús se relaciona con todo el mun­ do en todos los siglos. Los lazos que nos relacionan con todos en todos los si­ glos es el tema de la extraordinaria novela de ficción de Ma­ deleine L'Engle, A Swiftly Tilting Planet. Cuando la histo­ ria empieza, el mundo está a punto de ser destruido por Ma­ dog Branzillo un dictador suramericano que está loco. Un joven de quince años, Charles Wallace es enviado en una misión de rescate a través del tiempo para salvar al mundo, acompañado por un unicornio, la intercesión de su herma­ na Meg, y una oración muy antigua que reclama todos los poderes de Dios. Charles es enviado para adentrarse en cua­ tro personas, de Madoc, un joven en una antigua población Galesa, hasta uno de sus descendientes, Chuck Maddox, ún muchacho que vive en Estados Unidos a principios del siglo XX. Cada una de las cuatro personas enfrenta una crisis que bien podría acarrear el mal a muchos otros. En cada caso, Charles recita la oración en un momento crítico y se aleja el mal que está por suceder con todas sus dolorosas consecuen­ cias. Mientras tanto, Meg se entera de que las cuatro perso­ nas en las que Charles se va a adentrar son antepasados de Madog Branzillo. Cuando Charles regresa de un viaje a tra­ vés del tiempo, se asombra al descubrir que Branzillo es ahora un líder mundial muy respetado y que se le conoce por sus compromisos con la paz. En esta novela que trata la red misteriosa que nos une a todos a través del tiempo y del espacio, el amor sanador ofrecido a antepasados que vivie­ ron en un pasado muy lejano tiene consecuencias sanadoras que resuenan eco a través de los siglos. 10 Pero la mayoría de nosotros no podemos recordar a nin­ gún antepasado más allá de tres generaciones. Jesús simple­ mente nos pide que oremos por esos antepasados descono­ cidos que fueron incapaces de dar o recibir amor porque no se sintieron amados o estaban traumatizados. Algunos han podido sentir que no se les amaba porque fueron traiciona­ do�, g<.>lp�ff<;los, violados, se les involucró en incesto, alcoho106

lismo o quizás hasta enfermedades mentales. A otros pudo haberlos traumatizado la vergüenza púhlica, pobreza extre­ ma, traumas de guerra o desastres naturales. Jesús desea traer su amor a cualquier evento que pudo dejar a una persona sin­ tiéndose vulnerable, atrapada, aislada, temerosa o afectada en su habilidad para retornar a la vida normal. Conforme oramos por la sanación de los que han sido heridos y perdona­ dos a la persona que causó la herida, Jesús reemplaza la influencia negativa con su amor sanador fluyendo a través de todas las generaciones. 5. ¿Algún familiar se ha visto involucrado en el ocultismo? El ocultismo se refiere a aquellas prácticas que buscan poder o conocimiento de un origen opuesto a las enseñanzas de Dios (Dt 5:6-10; 18:10-12). Por ejemplo astrología, ta­ blas ouija, escritura automática, meditación trascendental, brujería y maldiciones demoni�cas pueden abrir a sus devo­ tos a espíritus malignos y a su mundo oscuro y oculto. Para saber cómo orar para esta apertura heredada a lo oculto, ver apéndice C. Tal vez parece injusto que nosotros y hasta los niños re­ sultemos afectados por el culto que nuestros antepasados ha­ yan rendido a lo oculto. 11 Pero en mismo pasaje que promete que el culto al ocultismo afectará hasta la cuarta genera­ ción, Y avé promete misericordia a la milésima generación de los que le aman. Yo, el Señor soy tu Dios que te sacó de la tierra de Egip­ to, ese lugar de esclavitud. No tendrás otro Dios aparte de mí. No fabricarás ningún ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo o abajo en la tierra o en las aguas bajo la tierra. No te inclines ante ellos ni les rindas cul­ to. Porque Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castiga la maldad de los padres que me odian en sus 107

hijos, nietos y bisnietos; pero trato con amor por mil ge­ neraciones a los que me aman y cumplen mis manda­ mientos. (Ex 20:2-6). En el nuevo Testamento, San Pablo hace énfasis en el poder que tienen los que aman a Dios para bendecir a otros en la línea familiar. El esposo no creyente es consagrado por su esposa cre­ yente; la esposa no creyente es consagrada por su esposo creyente. De otra manera, sus hijos no estarían limpios; pero de hecho son parte del pueblo de Dios (1 Co 7: 14). 7: 14). Las buenas noticias son que podemos bendecirnos mu­ tuamente en forma más abundante de lo que podemos mal­ decirnos. (He 7:5-10). 6. ¿Cuáles miembros.de su familia le han dado mayores do­ nes y vida (su herencia positiva)? Yo (Matt) experimenté mi herencia positiva cuando oré en la Iglesia de mis antepasados en Glendalough, Irlanda. La parte Irlandesa de mi familia tiene-fe profunda que se prac­ tica en misa diaria, asistiendo a la devoción de las cuarenta horas y confianza en la oración. Al entrar a la iglesia de San Kevin en Glendalough, la encontré llena de gente orando si­ lenciosamente durante la veneración de las cuarenta horas al santísimo sancramento. Sabía que mi madre y mi abuela americanas de nacimiento al igual que las generaciones an­ teriores en Irlanda habían hecho lo mismo. Sentí que la Igle­ sia estaba llena no sólo de gente viva sino de generaciones pasadas de santos que habían transmitido su fe y estaba in­ tercediendo por sus descendientes. Sentí una ola de intercesión derramarse sobre mí, lle­ nándome con amor de Jesús y del Santísimo sacramento. Le p edí a Jesús que me abriera a todo lo bueno que había en 108

mi linaje familiar y que me limpiara de todo lo malo. Luego le di las gracias a Jesús por todos los parientes que podía re­ cordar quienes me habían transmitido su fue Irlandesa. Len­ tamente me sentí pleno de una fe que podía convertir el mun­ do. Entonces me di cuenta que provenía de Glendalough el hecho de que los monjes Irlandeses partieron a Europa y al mundo conocido en esa época, para convertirlos. Estaba re­ cibiendo la herencia de fe de mis antepasados con su don es­ pecial misionero a todas las naciones. Desde esa época nues­ tro ministerio ha tomado una nueva dimensión mundial en más de treinta países. Los monjes Irlandeses estaban espe­ ciálizados en confesión y reconciliación igual que nosotros. Estoy seguro que la mayoría de nuestro ministerio se debe acreditar a la intercesión de mis antepasados Irlandeses. Conforme me voy sintiendo más agradecido hacia ellos y oro por ellos, me voy adentrando más profundamente hacia sus dones. Lentamente también me muevo hacia el don de la in­ tercesión al orar con ellos y por su fe en generaciones Irlan­ desas pasadas y presentes y futuras. Así como la oración me ayuda a adentrarme en mi he­ rencia Irlandesa, también lo hacen otras actividades. Un amigo irlandés siembra papas cada año para profundizar el amor por sus antecesores. Yo encuentro que me es más fácil disfrutar el amor irlandés de mis antepasados mientras co­ mo papas, disfruto del té caliente durante el invierno, discu­ to política hasta entrada la noche y trato de escoger, como ellos los hicieron, otro día lluvioso Nos encontramos que experimentamos los dones de nuestra herencia positiva al compartirlos unos con otros. Yo (Sheila) tengo un don para ver la bondad de Dios en todas las cosas, un don de mis antepasados judíos quienes hacían énfasis en un Dios que "vio todo lo que había hecho y era en verdad muy bueno" (Gen 1:31). Al recibir este don de gene­ raciones de Judíos, los tres nos hemos hecho más capaces de amar y afirmar la creación. Dennis tiene el don de la ce­ lebración del lado irlandés de sus antepasados, con su amor 109

por la música y las fiestas. Entre más amamos los antepasa­ dos irlandeses de Dennis, más nos sanamos Matt y yo de nuestra tendencia a trabajar más de la cuenta y más apren­ dernos a celebrar y disfrutar de la vida. Matt tiene un don para buscar la verdad y afirmarla en formas precisas, un don que viene del Lado Alemán de su familia, preciso y or­ denado. Cuando reconocernos la precisión y cuidado de Matt al hablar y escribir, todos estarnos recibiendo vida de sus antepasados alemanes. Más aún, conforme los tres va­ mos aprendiendo a amarnos mutuamente y a sacar a relucir los dones de cada uno, creernos que las heridas antiguas entre judíos, irlandeses y alemanes están siendo sanadas y nuestros antepasados están adentrándose más profundamente al corazón de Jesús donde ellos también pueden amarse mu­ tuamente y hacer relucir los dones de cada uno. Nuestra herencia positiva puede incluir no sólo a nues­ tros antepasados sino también a aquellos miembros de la co­ munión de los santos que fundaron y se preocuparon por cualquier grupo al cual pertenecemos. Al igual que Matt, Dennis y yo podemos compartir los dones de nuestros ante­ pasados, también podemos compartir otras formas de he­ rencia positiva. Por ejemplo, yo experimenté a Matt y Den­ nis compartiendo conmigo su herencia Jesuita. Desde que nos hicimos amigos y empezamos a trabajar juntos, noté que los Jesuitas vivientes con frecuencia siento como hermanos tan pronto los conozco. Lo que es más también he notado la pre­ sencia hermana de San Ignacio y otros Jesuitas fallecidos ca­ da vez que estoy en una de sus casas. Este sentimiento de su presencia espiritual ha crecido hasta el punto en que lo reco­ nozco inmediatamente y por esta razón, puedo notar la dife­ rencia entre las casas Jesuitas y otras casas religiosas. De mo­ do creciente también siento esta presencia cuidándome en otras situaciones y he aprendido a abirme conscientemente a ella cuando necesito los carismas de San Ignacio y otros grandes Jesuitas, tales como discernimiento de espíritus u oración con las Escrituras. Encuentro que cuando Matt, Denn1s y yo somos uno7 estoy siendo llevada hacia su herenllO

cía Jesuita y que soy cuidada en forma personal por Jesuitas miembros de la comunidad de los santos.

Abusos en la Oración por los antepasados: Algunas veces cuando hablamos de oración por los an­ tepasados la gente se fascina y la miran como la solución mágica a todos sus problemas. Hace diez años cuando mu­ chos grupos cristianos descubrieron la realidad de los malos espíritus, algunos pensaron que el ministerio de liberación resolvería todos sus problemas. En la actualidad algunos de los que se fascinan con los antepasados se agotan físicamente en el proceso de descubrir los piratas u otros antepasados desconocidos que necesitan de oración. Otros piensan que es un proceso mágico donde todo lo que necesita hacerse es escribir los nombres y luego encontrar a alguien que celebre una Eucaristía por cada persona de su lista. Aunque puede ocurrir alguna sanación, generalmente ocurre más sanación entre más nos hacemos responsables para dar y recibir amor con Jesús y los seres fallecidos. La fascinación y las solu­ ciones mágicas nos hacen o demasiado responsables o eludir del todo la responsabilidad en lugar de tomar una medida apropiada de responsabilidad para dar y recibir amor con nuestros seres fallecidos queridos. La oración por los antepasados puede perder fácilmen­ te su equilibrio a través de responsabilidad desmesurada. Una dama se lamentaba, "era suficiente tener que resolver mis propios problemas y ahora tengo que resolver también los problemas de mis antepasados." Jesús nos pide que le permi­ tamos ser el Salvador y orar por una o dos personas que él nos coloque en el corazón. La clave no está en saber todo acerca del árbol genealógico sino más bien, con Jesús, amar profundamente a los que conocemos. Conocer a las personas por las cuales oramos nos ayuda a perdonarlos y a amarlos 111

más profundamente, pero podemos pedirle a Jesús que ame a aquéllos que no conocemos. De la misma manera en que no somos responsables de tratar con todos nuestros antepasados, tampoco somos res­ ponsables de todos sus problemas. A veces una persona que se suicida deja una nota explicando por qué otros lo orilla­ ron a quitarse la vida. Esta es una trampa de culpabilidad. No podemos forzar a nadie a que se suicide ni podemos evi­ tar que se quite la vida si decide tratar de suicidarse. Unica­ mente podemos ofrecerle a una persona oportunidades de ser sanado, pero lo que haga con esas oportunidades depen­ de de ella. Si la gente fuera tan maleable y anulada por otros tan fácilmente, al ofrecerles ayuda se mejorarían de la noche a la mañana. Si hemos cometido errores, entonces de­ bemos odiar al pecado, arrepentirnos, y amarnos como pe­ cadores en vez de castigarnos constantemente por no ser Je­ sús el Salvador, que sólo El puede ser. El segundo exceso es eludir nuestra responsabilidad propia. Un hombre deprimido me dijo una vez, "Estoy de­ primido porque crecí siendo huérfano sin haber conocido el amor de unos padres. No puedo hacer nada para cambiar este hecho". Pero también conozco a una pareja amorosa que han sido padres temporales para mil quinientos niños en los últimos quince años. Cuando les pregunté por qué ha­ cían esto, me respondieron "Ambos crecimos siendo huérfa­ nos, odiando a nuestros padres que nos habían abandonado. Cuando por fin pudimos perdonarlos, estuvimos libres para amar de nuevo y no empeñamos en que daríamos a otros ni­ ños el amor que nosotros no recibimos". Las heridas nos afectan pero no nos determinan. Todos tenemos libre al­ bedrío. Somos responsables por la forma como continuamos permitiendo que el resentimiento crezca y nos incapacite aún más en vez de permitir que con el poder de Jesús, demos y recibamos el amor perdonador para que la herida se con­ vierta en don. 112

Conforme vamos aprendiendo a perdonar con amor a los difuntos y a los que los han herido, recibimos el don de amar todo lo de la vida como lo hizo Wild Bill. Wild Bill era uno de los presos del campo de concentra­ ción, pero obviamente no había estado encarcelado por mucho tiempo: su postura era erguida, sus ojos brillan­ tes, su energía infatigable. Corno podía hablar muy bien en Alemán, Inglés, Francés, Ruso y Polaco, se convirtió en el intérprete no-oficial del campo. Aunque trabaja­ ba quince y diez y seis horas al día, no mostraba señales de cansancio. Mientras el resto de nosotros nos caíamos de fatiga, él parecía reunir más fuerza. Me quedé atóni­ to al saber, cuando los papeles de Bill llegaron a nuestras manos, ¡que había estado en Wuppertel desde 19391 Durante seis años 'había vivido llevando la misma dieta de hambre, había dormido en las mismas barracas en las que no circulaba el aire y que estaban infestadas de en­ fermedad como todos los demás, pero no había sufrido ni el menor deterioro físico o mental. Wild Bill fue nuestra posesión más valíosa, ya que siempre estaba ra­ zonando con los dfferentes grupos y aconsejando per­ dón. "Fara algunos de ellos no es fácil perdonar", le comenté un día, "muchos de ellos han perdido miembros de sus familias". "Vivíamos en la sección Judía de Varsovia," comenzó despacio, las primeras palabras que le habían escucha­ do hablar acerca de sí mismo, "mi esposa, nuestras dos hijas y nuestros tres hijitos. Cuando los alemanes llega­ ron a nuestra calle, pusieron a todos en fila contra la pared y abrieron fuego con las ametralladoras. Les su­ pliqué que me permitieran morir con mi familia, pero como yo hablaba alemán, me pusieron en un grupo de trabajo." 113

"Tenía que decidir en ese momento ", continuó, "si per­ mitirme odiar a los soldados que habían hecho esto. Realmente fue una decisión fácil. Yo era abogado en el ejercicio de mi profesión, había visto con demasiada frecuencia lo que el od10 podía hacer a la mente y al cuerpo de la gente. El odio acababa de matar a las seis personas más importantes en el mundo para mí. Decidí entonces que pasaría el resto de mi vida, sin importar sí eran unos pocos días o muchos años, amando a cada persona que tuviera contacto conmigo ".12 Amar a cada persona, los vivos y los muertos, conduce a la vida aquí y en el más alla. Oración para sanar mi Arbol Genealógico Jesús, tú heredaste los dones judíos especiales de fe, perseverancia y fuertes lazos familiares. Muéstrame el don que he heredado que tú aprecias más (por ejemplo, profunda fe irlandés, laboriosidad ale­ mana). Déjame unirme a ti agradeciendo a cada uno de los miembros de la familia que me han dado esos dones. Jesús sólo tu Madre nació sin pecado, y aún desde su vientre te dio amor perfecto. Muéstrame una herida de mi árbol familiar que conti­ núe incapacitándome (por ejemplo, melancolía ir· landesa, perfeccionismo alemán.) Permite unirme a ti al respirar sanación dentro de mí y los miembros de la familia que me transmitieron esa herida.

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Capítulo 7

Sanando las relaciones con bebés nacidos muertos y abortados

Oración por W1 hehé abortado

Gloria a Dios por su noble Amor, que está más allá de nuestra comprensión; Por su Amor que te concibió, un bebé perfecto, hermoso, único, con1plelo, Por su amor tan grande que comparte contigo las maravillas de la creación, Por su amor que esperó justo el tiempo exacto, sólo a los padres rectos, por ti. Pero algo sucedió antes de que tú nacieras. El pecado en este mundo atacó lu peque1ia vida Debilitando, disminuyendo el brillo de tu pequeña chispa de luz. Dios ha decidido el destino en la forma más amorosa: Para sanarle en esta vicia, y dejarte nacer; O para llamarle a ti m ismo para tomarte en sus brazos y sanarte con un beso.

Es difícil para nosotros entender

por qué Dios te sana de la manera en que lo hizo. Constantemente deseamos que estuvieras aquí: que no murieras tan tempranamente. Por favor pídele a Jesús que nos ayude a verte a través de sus ojos: Pcrfoclo libre v feliz j1�gando' al lado de Je<:t'L�.

Tal vez la sorpresa más grande de nuestro ministerio es la curación física y emocional que puede ocurrir muy rápida y profundamente cuando oramos por bebés nacidos muertos y por abortos espontáneos y provocados. Por ejemplo, des­ pués de rezar por sus rres traumáticos abortos, Sandy retor­ nó a casa para encontrar a su hijo de siete años que había si­ do hiperactivo desde su nacimiento, capaz de dormir por primera vez durante toda la noche y de portarse normal­ mente en la escuela al día siguiente. Durante las próximas semanas, Sandy se dio cuenta no solamente de que la hiper­ actividad de su hijo había cesado, sino también de que su incapacidad para aprender, diagnosticada como permanen­ te, había desaparecido. Otro ejemplo es Jan que lloraba in­ controlable!nente mientras rezaba por el aborto que se pro­ vocó su hermana, a quien había prometido no dejárselo sa­ ber a sus padres. Después de esta oración, Jan pudo concebir nuevamente, aunque durante tres años después del aborto, ella había sufrido un progresivo deterioro de sus órganos reproductivos y se le dijo que nunca más podría concebir. Casi cada familia puede beneficiarse, como lo hicieron las familias de Sandy y Jan, orando por los abortos y bebés nacidos muertos, ya que estas pérdidas son tan comunes. Aproximadamente diez a viente por ciento de todos los em­ barazos terminan en abortos espontáneos (sin contar el cin­ cuenta por ciento de óvulos fecundados que nunca lograron implantarse). 1 Normalmente, hay más de un millón y medio de abortos provocados por año en los Estados Unidos (cuatro 2 abortos por cada diez nacimientos normales) , y dos nacidos 118

muertos por cada cien nacidos vivos.3 Los bebés constituyen el grupo más inadvertido en nuestras oraciones por los muertos. ¿Cómo sabemos que podemos orar por estos bebés y có­ mo sabemos que ellos necesitan nuestras oraciones? A veces, se nos ha dicho que no podemos rezar por ellos porque están en el limbo. Otras, que no necesitan de nuestras oracion� porque están en el cielo.

¿Los bebés son enviados al Limbo? San Agustín buscó la forma de oponerse a las enseñan­ zas de Pelagio, quien negaba nuestra necesidad de Dios para transformarnos de manera que experimentáramos una nue­ va vida en Cristo. El argumento más poderoso de Agustín fue la práctica de la Iglesia en insistir sobre el bautizo de los niños. Agustín concluyó muy reaciamente que los niños no bautizados debían ser condenados aunque al grado más leve de castigo:• Posteriores teólogos, tales como Santo Tomás de Aquino, arguyeron que el niño no bautizado no era perso­ nalmente culpable y por esa razón no merecía castigo.5 Al­ gunos sugirieron que podría haber otro sitio para bebés no bautizados el cual no era ni el cielo, ni el infierno, ni el pur­ gatorio. Creció una tradición popular por la cual tales niños inocentes pero no bautizados eran enviados a un lugar lla­ mado "limbo" donde ellos no sufrían las penas del infierno, pero donde tampoco podían experimentar la plenitud del amor de Dios. Se pensaba en el limbo como en un estado de felicidad natural que excluía el cielo y la visión beatífica.6 La Iglesia Católica Romana nunca ha condenado las discusiones sobre el limbo, ni tampoco ha afirmado la exis­ tencia de tal lugar.7 Según las investigaciones de teólogos modernos como Monika Hellwig, toda la idea del limbo na­ ció de un malentendido teológico: 119

El catecismo ordinario y la instrucción religiosa han dado algu nas veces una equivocada impresión sobre el limbo. La palabra "limbus" en latín significa "el margen o la periferia". Por lo que se puede descubrir, la discu­ sión original se trataba de lo que les pasaba a los niños que se morían sin bautizar antes de haber hecho ningu­ na decisión moral. En efecto, la respuesta original de los teólogos fue: "Tendremos que colocar la pregunta al margen porque simplemente no sabemos responderla". Aparentemente, debido a alguna confusión, se lle­ gó a entender que eran los niños y no la pregunta la que estuviera al margen (''limbo"). Luego el margen se con­ virtió en un lugar especial al otro lado de la muerte. Se Je entiende comúnmente en esos términos. La enseñan­ za tradicional era simple: "Nosotros no sabemos, pero, sí sabemos que Dios es misericordioso".8 La teología moderna pone énfasis en un Dios que es mi­ sericordioso, y también enfatiza el papel de la comunidad cristiana en traer un niño a la vida de Cristo. Hay mucha evidencia en las Escrituras que apoya nuestra creciente vi­ sión de Dios más como un piadoso médico que como un juez severo, y esto nos ha llevado a ver el purgatorio antes bien como un hospital que como una prisión (Véase el Capítulo 5) •. Y a que la evidencia respalda la creencia de que Dios abre piadosamente el cielo a los patriarcas sin bautizar del Antiguo Testamento (1 Pet 3:19; 4:6) y a los mártires no bautizados (por ejemplo: la fiesta de los Santos Inocentes que clama el cielo para los niños sin bautizar asesinados por Herodes), ¿cómo podemos asumir que el cielo está cerrado a los niños no bautizados? Tanto las Escrituras (por ejemplo: Tim 2:4; Tom 8:32, Hechos 17:25-26) como el Vaticano II hablan del deseo de Dios de salvar a toda la gente.º Si Dios desea salvar a todos, debe haber una oportunidad real de salvación para cada uno-algo no previsto por la teoría del limbo. }Ioy, los teólogos hablan de "un bautizo de deseo" 120

por el cual una persona puede escoger a Dios cuando el me­ dio sacramental del bautizo no está disponible. Un bautizo de deseo significa querer ser incorporado a Jesús tan íntegra­ mente como ocurre a través del bautizo sacramental Aun­ que de ordinario, un bebé no posee la habilidad que tiene el adulto de tomar decisiones, algunos teólogos suponen que al niño se le da esta habilidad en el momento de la muerte. Otros proponen que el bautizo de deseo sea realizado por los padres del niño o inclusive a través de las oraciones de toda la Iglesia. La historia de las oraciones de Santa Perpetua por Dinócrates, su hermano extinto no bautizado (Véase el Ca­ pítu[o 5), es un ejemplo proveniente de la tradición cristiana dé cómo la gracia del bautizo puede ser concedida a los ni­ ños extintos por medio de las oraciones de un miembro de la familia. 10 Hoy vemos el bautizo para niños en el contexto del amor de los padres y la comunidad Cristiana, quienes están comprometidos en traer al niño a la vida de Jesús en lugar de poner énfasis en el bautizo como un medio aislado de salvar a los níños del limbo. Si los padres de familia y la comuni­ dad cristiana pueden ayudar a escoger el bautizo para el ni­ ño antes de su muerte, ¿por qué no pueden los padres y la co­ munidad Cristiana ayudar a escoger el bautizo para un niño después de su muerte? Aun cuando la creencia en el limbo era fuerte, la Iglesia recomendaba confiar en la providencia de Dios e invocar la oración de la comunidad cristiana en una Misa de los Angeles para los bebés extintos. Hoy en día, el Misal de la Iglesia Católica Romana incluye una "Misa en memoria de un Niño fallecido antes del Bautizo". Así, a los padres del niño que murió sin bautizarse, se les dice que pueden confiar la suerte final de su hijo al misterioso pero infinitamente bondadoso y poderoso amor de Dios, cuya gracia no está limitada por circunstancias terrenas, las cua­ les él en su providencia ha permitido que sucedan". 11 Una declaración sobre el problema, que parece sencilla pero que en realidad es muy profunda, viene de Daniel Po121

ling, teólogo anglicano, quien dijo sobre los bebés no bauti­ zados: "Por supuesto que ellos serán salvados. Si no lo son, yo no deseo serlo tampoco."12 Santo Tomás de Aquino nos dice que nuestro deseo de orar por una persona es un movi­ miento del Espíritu que habita en nosotros y un signo de que Dios desea salvar a esa persona. 13 Tal vez, toda la evidencia que necesitamos de saber que los bebés alcanzan el cielo es que nuestros corazones griten al unísono con Daniel Poling y con Jesús quien dijo: "Dejen que los niños vengan a mí y no los detengan; porque de ellos es el reino de los cielos" (Mateo 19:14). Los bebes necesitan sanación Mientras algunos creyeron que no podíamos orar por los bebés porque ellos estaban en el limbo, otros creyeron que no necesitaban nuestras oraciones porque ellos moraban cómodamente en el cielo. Pero a menudo, cuando empeza­ mos a rezar por los niños que no nacieron, los vemos o perci­ bimos plenos de luz y cada vez más y más curados. ¿Puede un niño que no nació necesitar sanación? Los descubrimien­ tos de la investigación prenatal y de la tradición cristiana mantienen nuestra creencia en que los niños no nacidos pue­ den morir necesitados de sanación. Si ellos pueden morir ne­ cesitados de sanación, por eso ellos también tienen necesi­ dad de nuestro amor y perdón ofrecidos a través de Jesús en la oración antes que el aislamiento de la oración y de Jesús en el lim.bo. Oramos por un niño porque sus her1das anhelan una intervención más profunda del amor de Jesús y una re­ conciliación con quienes le hirieron. Si tenemos razón en ver la otra vida como un estado de sanación y crecimiento conti­ nuo (Véase Capítulo 5), * entonces los bebés también debie­ ran necesitar curación de las heridas que ya sufrieron en esta vida, las mismas que los apartarían de dar y recibir íntegra­ mente el amor en el cie. lo.

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Investigaciones prenatales: Heridas y recuerdos ¿Cómo sabemos que los bebés necesitan sanación? La investigación prenatal ha demostrado que los bebés en el vientre materno pueden ver,14 oír , 15 saborear ,16 sentir pena, 17 soñar18 y llorar. 19 La investigación también indica que los bebés pueden recordar y sugiere que la memoria puede estar presente inclusive en el momento de la concepción. En una época, la medicina enseñaba que un niño no podía recordar antes de la edad de dos años porque su sistema nervioso cen­ tral estaba todavía demasiado inmaduro. Este punto de vis­ ta empezó a cambiar en 1948 cuando David Spelt comprobó que un feto podía aprender una respuesta condicionada a un ruido elevado y recordarlos durante tres semanas.20 Actual­ mente existen varias teorías que explican de qué manera puede recordar un feto, tal vez inclusive desde la concep­ ción. La teoría de Karl Pribram es que la memoria depende de las moléculas de proteína en una sola célula más que de complejas conexiones nerviosas,21 y la teoría de Lyall Wat­ son es que la memoria está almacenada en el cuerpo espiri­ tual que acompaña a nuestro cuerpo físico. 22 Una de las ilustraciones más dramáticas de la memoria en el vientre es el trabajo del psicoterapeuta, Dr. Andrew Feldmar. El tenía tres pacientes que trataron de suicidarse en la misma fecha cada año. Las fechas carecieron de senti­ do hasta que el Dr. Feldmar se dio cuenta de que cada uno de estos pacientes intentaba suicidarse en una fecha que vendría a ser el aniversario del segundo o tercer mes de su presencia en el vientre materno. Cuando él investigó sus his­ torias, descubrió que las fechas de intento de suicidio coinci­ dían con aquellas en que la madre de cada uno había inten­ tado tener un aborto. No fue únicamente la fecha de intento de suicidio reminiscente de un intento de aborto, sino que inclusive el método era similar. Uno de los pacientes cuya madre había tratado de abortar con una aguja zurcidora, trató de suicidarse con una navaja para rasurarse. Otro cuya 123

madre había usado productos químicos, trató de suicidarse con una sobredosis de droga. Cuando los pacientes del Dr. Feldmar se dieron cuenta de que sus ideas suicidas eran en el fondo recuerdos de los intentos de sus madres de matarlos a ellos, quedaron libres de la compulsión de cometer suicidio.23 El Dr. Frank Lake, fundador del Movimiento de Teo­ logía Clínica en Inglaterra (similar �l Consejo Pastoral de los ºEstados Unidos), dedicó mucho de su tiempo a tratar gente como los pacientes del Dr. Feldmar los cuales sufrían los efectos traumáticos de recuerdos prenatales o de naci­ miento. Después de trabajar con miles de pacientes, llegó a la conclusión de que los desórdenes más graves de la perso­ nalidad (psicosis) podrían ser rastreados a partir de un trauma prenatal, especialmente desde la concepción hasta los tres primeros meses en el vientre.24 Otros psicoterapeutas tales como R.D. Laing, David Cheek y D.S. Winnicott es­ tán de acuerdo en que el nivel de sufrimiento experimentado por un feto puede ser tan grande como la agonía de un adul­ to que preferirá cometer suicidio a recordar.25 La intensidad del sufrimiento de un bebé puede ser tan grande precisa­ mente porque sus recuerdos son tan primitivos. Un psi­ quiatra habla de la memoria fetal como de reminiscencias muy primitivas porque el feto tiene únicamente impresiones poderosas y ninguna habilidad para ordenarlas, de este modo las hace "especialmente intensas, difusas y prenatales". 26 ¿Qué tipo de cosas recuerdan los bebés? Por estar la vi­ da del nin.o en el vientre tan íntimamente ligada a la de su madre, los recuerdos del niño están conectados con las expe­ riencias y reacciones de ella. Se puede entender esta relación psicológicamente estando basada en transferencias hormo­ nales y químicas a través de la placenta. Cada emoción que sentimos produce cambios hormonales y químicos en nuestra corriente sanguínea. Cuando una mujer embaraza­ da siente miedo, rabia, alegría, paz, etc., los cambios en su química sanguínea son compartidos con su bebé.27 Puede 124

haber también comunicación psíquica entre madre e hijo por lo cual ambos pueden recoger sus pensamientos recípro­ camente de la misma manera misteriosa que dos personas cercanas pueden saber lo que ambas están pensando. En su libro La Vida Secreta del Niño no Nacido, el Dr. Thomas Verny cita ejemplos de mujeres quienes poco antes de sus abortos espontáneos fueron alertadas en sueños por sus be­ bés a quienes estaban a punto de abortar.28 La manera de cuán rápidamente madre e hijo pueden compartir sentimientos está demostrada por un experimento en el cual se dijo a mujeres embarazadas que sus bebés no es­ taban moviéndose. Cada mujer se alarmó de saber que algo malo ocurría con su bebé y en pocos segundos el bebé (obser­ vado a través de ultra sonido) estaba pateando, aparente­ mente en respuesta al miedo de su madre.29 Cuando un niño está expuesto a tensión dentro del vientre materno, aunque sea por corto tiempo, demostrará un nivel incrementado de actividad que durará por varias horas.30 ¿Qué le ocurre a un niño que está expuesto a tensión en el vientre de su madre por un período largo de tiempo? El feto cuya madre está expuesta a una tensión severa y prolon­ gada posee un índice de actividad incrementando en diez veces más, y cuando el período de disturbio emocional dura por semanas, los promedios de movimiento fetal por hora se incrementan grandemente durante todo el período. 31 El efec to en el niño puede ser tan grande que hasta puede qui­ tarle la vida; hay una incidencia más alta de niños nacidos muertos entre mujeres que sufren tensiones extremas duran­ te el embarazo (por ejemplo: no tener apoyo familiar o del esposo). 32 Si nacen niños de madres altamente tensas, ellos tienden a ser irritables e hiperactivos y tienen poco peso al nacer, disturbios en las funciones gastrointestinales y problemas de sueño y alimentación. 33 Estos son los bebés lla­ mados "difíciles" por médicos y padres de familia. Los sínto­ mas persisten en la niñez y los hiperactivos bebés difíciles se convierten en hiperactivos niños "difíciles". 125

El Dr. D. H. Stott ha realizado la investigación más larga hasta la fecha sobre los efectos permanentes de 'la ten­ sión prenatal. Encontró una correlación directa de uno a uno entre ciertos tipos de tensión de la madre durante el em­ barazo y posteriores problemas físicos y emocionales en el niño. El tipo de tensión que tenía el efecto negativo más grande era la tensión prolongada en la relación matrimo­ nial. Los efectos de enfermedad física, accidentes y aún muertes de parientes no podían ser comparados con los efec­ tos prolongados de discordia matrimonial.34 En su estudio de más de rpil trescientos niños y sus familias, el Dr. Stott des­ cubrió que una mujer dentro de un matrimonio pleno de tensión corre el doscientos treinta y siete por ciento más de riesgo de llevar un niño con problemas físicos y emocionales que una mujer en una relación de amor.35 Un ejemplo que confirma la investigación del Dr. Stott es aquél de una madre de diecisiete años quien fue obligada por sus padres a casarse con el padre de su hijo y luego se encontró viviendo como la esposa de un alcohólico apaleador. Ella dejó a su marido, pero él trató de forzarla a volver con él e incluso arrojó un ladrillo por su ventana. Su hijo vomitaba sangre fresca y murió veinte horas después de su nacimiento. Una autopsia reveló tres úlceras pépticas.36 Afortunadamente, los bebés pueden coger y recordar el amor y la alegría tanto como el trauma. Por ejemplo, Boris Brott es el director de una sinfónica que podía tocar la línea del chelo de ciertas piezas musicales que jamás había visto antes como si él ya supiera la partitura. El se enteró por su madre, una éhelista también, que aquéllas eran piezas de música que ella había tocado mientras estaba embarazada de él.37 Recientes investigaciones científicas confirman que el feto no solamente oye y responde a la música, sino tam­ bién interactúa con ella y puede distinguir entre varios tipos de música.38 El amor de los padres es lo más importante que los ni­ ños perciben en el vientre materno y este amor puede supe126

rar los efectos negativos de las tensiones y traumas.39 El Dr. Franz Veldman, científico holandés que desarrolló la "Hap­ tonomía" o ciencia del tacto, enseña a los padres a acariciar al hijo que todavía no ha nacido. Una madre (o padre) puede comunicarse con el feto desde que éste tiene cuatro meses y medio colocando las manos sobre él vientre mater­ no. Si ella da amor especialmente a través de la mano de­ recha, la criatura empezará a moverse al lado derecho del vientre materno y a enroscarse con el ciello debajo de la ma­ no derecha de su madre. Si ella lo hace a través de la mano izquierda, el niño se moverá al otro lado y se enroscará de­ bajo de su mano izquierda. De esta manera, ella podrá me­ cer al bebé hacia adelante y hacia atrás. Si ella hace esto al mismo tiempo cada día y luego dejar pasar su "cita" con el niño un día, la criatura empezará a patear como si protesta­ ra por la pérdida momentánea de comunicación amorosa que aprendió a esperar.40 Tradición Cristiana La tradición cristiana sabe que en el vientre materno, los bebés pueden percibir amor y dolor. El significado de la doctrina del pecado original según Santo Tomás de Aquino, es que cada uno de nosotros sufre por los efectos del pecado, porque desde el momento de la concepción nos han hecho daño al exponernos a un amor que no es perfecto. 41 Tal vez, ésta es la razón por la cual muchos grupos cristianos inclu­ yen una oradón de exorcismo en el ritual del bautizo, pi­ diendo que el niño sea liberado de cualquier mal que haya recibido durante sus nueve meses de gestación. Nuestra tradición reconoce tanto la alegría compartida como el pecado, así recordamos que las dos primeras perso­ nas en reconocer a Jesús fueron Isabel y Juan, el niño que aquélla llevaba en el vientre y que compartió su gozo. La vi­ sita de tres meses que María le hizo a Isabel guardaba rela127

ción con las tradiciones de la sociedad bíblica, donde una mujer embarazada dejaba a su esposo y otras responsabili­ dades para ir a la casa de un amigo o pariente quien podía proveerle aislamiento. Durante ese tiempo, la madre reza­ ba, leía las Escrituras y enfocaba sus pensamientos en Dios para darle a su hijo un alma bellamente formada. 42 Antony de Surozh, Metropolitano de la Iglesia Orien­ tal, habla de muchas tradiciones cristianas cuando dice: Hay un límite en la comunicación con las palabras, pe­ ro no hay límites en las otras maneras de comunica­ ción. Finalmente, un encuentro entre el alma y Dios se realiza en medio del silencio. Un encuentro entre dos personas se efectúa más allá de las palabras. Tiene lu­ gar donde Dios está. Y en la Iglesia Ortodoxa insistimos en que cuando una mujer está embarazada debiera ha­ cer su confesión, poner su vida en orden, recibir la co­ munión, rezar: porque la relación que existe entre ella y el niño es tal que los que le ocurre a ella, le ocurre a la criatura.43 Estas palabras son muy hermosas, pero tal vez a medi­ da que usted las lee, está pensando en sus propios hijos, vivos o muertos, y sintiendo culpa o temor. Tal vez es usted una madre que estuvo bajo una fuerte tensión durante el emba­ razo, o un padre que no estaba listo para serlo cuando su hi­ jo fue concebido. Tal vez está usted pensando en los daños que sufrieron sus hijos porque usted no es perfecto. Si es así, entonces, lo más importante para usted es saber, no cómo se les hiere a los niños, sino cómo se los puede sanar. Bárbara Shlemon nos cuenta la historia de un bebé que fue profundamente herido emocionalmente en el vientre y que fue curado. Cuando Bárbara conoció a Jennifer, de siete meses de edad, ella todavía pesaba seis libras igual que cuando nac 1ó. Los médicos dijeron que Jennifer era la cria­ tura más retardada que jamás habían visto y recomendaron 128

ponerla en una institución. Bárbara se enteró por la madre de Jennifer que aquélla había tenido tres abortos espontá­ neos anteriormente y que esperaba perder también a Jenni­ fer. La madre estaba tan segura de que esto ocurriría que se indispuso para darle vida a Jennifer: "No vengas a la vida porque no podemos sobrellevar el hecho de perderte" Cuando nació, Jennifer era literalmente incapaz de recibir vida y no podía asimilar ningún alimento. Bárbara oró por los daños que experimentó Jennifer en el seno materno pi­ diéndole a Jesús estar con ella en el vientre de su madre y lla­ marle a la vida, diciéndole que era deseada y que iban a cuidarla. Tres semanas después de esta oración, Jennifer al­ canzó el peso normal de una niña de ocho meses y a los dieciocho meses estaba aprendiendo a hablar y a caminar. Las criaturas pueden percibir y recordar tanto el amor como los daños. Jennifer vivió para nacer y las oraciones de amor le curaron las heridas que sufrió en el vientre. (Los padres pueden pedir a Jesús quien trasciende el tiempo, cu­ rar las heridas que ellos mismos o sus hijos recibieron en el vientre o posteriormente). Si Jennifer hubiera muerto corno sus hermanos abortados, ella habría necesitado todavía la curación de sus heridas y podía haberla recibido por medio de oraciones de amor. De las misma manera que el niño puede recibir amor en el vientre, puede también continuar recibiéndolo después de la muerte. Los padres necesitan sanación La madre de Jennifer no podía darle amor a Jennifer porque necesitaba curarse de la herida que le produjeron los anteriores abortos. Médicos y hospitales a menudo han tra­ tado un aborto espontáneo como si no fuera más serio que un resfriado, solucionándolo mediante un rápido procedi­ miento médico. Con frecuencia, amigos y miembros de la familia le han dicho a los padres: "No te preocupes, siempre puedes tener otro hijo", como si el niño muerto fuera un pe129

dazo anónimo de tejido y no una persona única. Pero cuan­ do los padres u otros miembros de la familia no pasan por el proceso que supone la pena que causa un niño que nace muerto, que es abortado o que muere al nacer, generalmen­ te se quedan con la misma clase de aflicción incapacitante que sintió la madre de J ennifer. Por un tiempo, pensamos que los padres sufrían mucho menos (o nada) por un bebé que moría que por alguien con quien ellos hubieran tenido una relación más larga. Pero es­ tudios recientes han demostrado que los padres de familia que acaban de perder a su bebé muestran reacciones de do­ lor emocionales y físicas similares a aquéllas que siguen a la muerte de un ser querido. 44 Más aún, no existe una diferen­ cia significativa en la intensidad del dolor por un niño naci­ do muerto, abortado o muerto al nacer. Aun cuando se trata de un bebé prematuro con poco tiempo de gestación y que no ha dado las primeras señales de vida que da el feto, pro­ duce un intenso dolor.45 Larry Peppers y Ronald Knapp, au­ tores del primer estudio para comparar el dolor por abortos, niños nacidos muertos o muertos al nacer, concluyen: Nuestra información provee evidencia directa de la existencia de lazos prenatales. Aparentemente, los lazos afectivos se desarrollan muy pronto durante el embara­ zo. La sugerencia de que el dolor o la tristeza son pro­ porcionales a la cercanía de la relación lleva a mucha gente a asumir que la calidad de una relación va tam­ bién asociada con la cantidad de tiempo invertida en ella. Nuestra información sugiere que éste no es el caso, que la intensidad del dolor es tan grande por un aborto como lo es por la pérdida de un recién nacido.46 El Dr. Peppers y el Dr. Knapp escribieron La Materni­ dad y la Tristeza, un estudio más complejo de cuarenta y dos madres afligidas.47 Encontraron que todas las madres sufrían con la misma intensidad sin tomar en cuenta el tipo de pérdida que hubieran experimentado. La tristeza intensa 130

generalmente duraba cuatro o seis meses después de la pér­ dida, manteniéndose en esa tristeza durante otros seis meses o más. Los niveles típicos de tristeza incluyen ei shock, desor­ ganización, enojo, culpa, vacío, soledad, alivio y restableci­ miento. Este y muchos estudios demuestran que muchas mujeres nunca superan estos niveles y desarrollan problemas psiquiátricos que van desde la depresión crónica que re­ quiere hospitalización hasta "el dolor fantasma" (shadow grief) un constante sufrir o apatía emocional en la cual una persona no puede relacionarse completamente en el mo­ mento presente. Estudios de los hombres que han perdido un bebé muestran síntomas parecidos, frecuentemente pasa­ dos por alto porque hay la tendencia de enfocar la atención a la madre y porque en nuestra cultura muchos hombres han aprendido a escoger sus sentimientos.411 ¿Por qué el dolor por los bebés es tan intenso y tan du­ radero? Los estudios realizados sugieren tres razones:49 1) Falta de apoyo o aliento de la comunidad para la expre­ sión de tristeza. La familia y los amigos a menudo tratan de evitar discutir acerca de la muerte y alientan a los pa­ dres a olvidarse de ella y por lo general no hay un funeral u otro medio establecido para expresar su pena. 2) Usualmente no existe una imagen concreta del niño para decirle adiós. Una mujer se expresaba así de su hijo naci­ do muerto: Cuando un niño ha nacido muerto, no queda nada. El mundo no recuerda nada y el vacío en el vientre es reemplazado por el vacío en tus brazos... tú no estás re­ cordando ni un nacimiento ni una muerte, sino ambos a la vez. Es la contradicción extrema ...yo sentí que ha­ bía creado la muerte.50 131

3) Lo repentino y lo impredicible de la m uerte deja a los padres con rabia y culpa porque ha quedado mucho sin decir y sin hacer. Por ejemplo, una madre afligida sintió tanta culpa en relación a la muerte de su bebé que fue a la policía seis meses más tarde y confesó haberlo matado. Aunque era inocente, se le juzgó por asesinato y fue salva­ da del juicio solamente por un fiscal quien comprendía el sentimiento de culpabilidad de las madres y dispuso una evaluación psiquiátrica. 51 Los médicos y otros quienes se han sensibilizado ante es­ tos hechos por la pérdida de un bebé, han desarrollado muchas maneras de ayudar a los padres de familia, por ejemplo: • Permitir que los padres vean y toquen al bebé sin impor­ tar lo prematuro de un aborto o las condiciones de un ni­ ño nacido muerto. Un hospital encontró que no existen reacciones patológicas en madres que tocaron a sus hijos recién nacidos antes de su muerte;52 • alentar a los padres a que pongan un nombre al niño y lo bauticen y a tener un funeral sencillo; • alentar las expresiones de dolor; • formar grupos de apoyo compuestos por padres y grupos destinados a prevenir muertes similares.• Una pareja de padres afligidos comenzó con la Fundación para la Leu­ cemia de Michigan para luchar contra la enfermedad que se llevó a su hijo. Ellos invitaron a unírseles a otras parejas de padres afligidos y de las ciento cincuenta oareias oue • Grupos de apoyo para personas que tuvieron abortos espontáneos existen ahora en la mayoría de las ciudades de los EEUU. Para mayor información escriba a AMENO, e/o lvlaureen Connolly, 4324 Berrywick Terr., St. Louis, Mo. 63128, EEUU.

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trabajaban en la organización desde 1952, hubo solamen­ te un divorcio. 53 La literatura secular describe muchos esfuerzos de soli­ daridad para ayudar a los padres a sobrellevar su dolor por la pérdida de un hijo, poniendo énfasis en la aceptación de la pérdida. Nos damos cuenta de que lo que falta es lo que cura el dolor más profundamente: saber que podemos tener una continua relación con el ser querido que ha muerto y que podemos entrar en esta relación con Jesús en cualquier oportunidad que oremos.

El Poder de la Oración para sanar un dolor intenso Cuando se ora con padres que perdieron un hijo, es im­ portante que el amor de Jesús toque las circunstancias que causaron dolor intenso y duradero. Entonces, hacemos esto: 1) Alentar a los padres a compartir sus corazones con Jesús expresando su dolor y otros sentimientos acerca de las circunstancias relacionadas con la muerte; 2) Invitarlos a pedir a Jesús que les dé al niño para soste­ nerlo y apreciarlo con El; 3) Permitir a los padres con Jesús decir y hacer por el niño todas las cosas que ellos hubieran deseado hacerle y de­ cirle. Pedirles que digan a Jesús todas las maneras en que ellos desean continuar relacionándose con el niño a tra­ vés de El en el futuro. Lo que sigue son extractos de una carta donde Eliza­ beth describe las experiencias que tuvo en estas tres etapas orando por un hijo nacido muerto. 133

1) Elizabeth comparte su corazón con Jesús expresándole su dolor y olros sentimientos sobre la muerte y las circuns­ tancias que rodean a ésta. Yo lloraba y lloraba. Pregunté a Jesús qué teníamos que hacer. El dijo: "Perdona"·. Me pregunté a quién. Luchaba y buscaba, me cuestionana y lloraba. Final­ mente me di cuenta con quién estaba enojada: Con Dios, el Padre. Yo no ando por las ramas, voy directa­ mente al tronco. Le grité mi furia a mi Padre. ¿Cómo podía él quitarme a mi hijo? El respondió que era suyo, que había conta­ do sus días y trazado su vida. Luego me acordé de la angustia que sentí cuando el as­ censor se paró en la sala de maternidad por error en lu­ gar de hacerlo en la sala de operaciones donde el feto muerto que llevaba dentro de mi tenía que ser extraí­ do. Recordando esto, grité: ¿"Por que me hiciste esto?" El dijo: "Confía en mí" No podía confiar en él, pero sí en Jesús. Esa noche con la ayuda de Jesús, finalmente pude perdonar al Padre. 2) Elizabeth le pide a Jesús que le dé al niño para sostenerlo y apreciarlo con él. Sentí como si lo sostuviera en mi corazón. Un niño pe­ queño. Un hijo primogénito. Jesús me dijo que podía elegir un nombre para él y luego que El lo bautizaría. 3) Elizabeth con Jesús dice y hace por el niño todas las cosas que ella deseaba haber dicho y hecho. Le di el nombre de Miguel. Sentí como si lo sostuviera en mi corazón mientras le decía cuánto lo amaba y lo 134

extrañaba y ansiaba encontrarme con él. Luego, mi­ lagrosamente Jesús lo bautizó*. Aunque la plegaria de Elizabeth incluía muchos de los elementos comunes de sanación en las oraciones por bebés nacidos muertos (por ejemplo: perdonar a Dios, bautizar al niño), otras plegarias de este tipo pueden enfocarse más en pedirle perdón al niño o perdonar a un médico. (Véase la plegaria completa al final del capítulo). Posiblemente, la si­ guiente plegaria de Elizabeth se enfoque en decirle a Miguel las maneras en que ella lo necesita como un poderoso inter­ cesor y pidiéndole a Jesús mostrarle cómo ella y Miguel pueden continuar dándose y recibiendo amor recíproca­ mente a través de Jesús. La carta de Elizábeth termina con una descripción de cómo esta plegaria la curó de manera que ella podía amar más a Dios, a sí misma y a otros. El alivio más grande vino en mi amor por Dios. La pér­ dida del rencor en mi corazón, mente y espíritu me li­ beró para recibir más de su amor. Ese amor que me inundó con profundo gozo, jamás lo había experimen­ tado antes. Me sentía también más libre de amarme a mí misma corno mujer, habiendo liberado el disgusto que había sentido por haber llevado la muerte dentro de mí. Pero lo que creció especialmente fue mi amor por mis dos hijos vivos. Dejé de resentir el que ellos es­ tuvieran vivos. Ni siquiera me había dado cuenta de es­ to, pero una parte de mi ser lo sintió así. Dios me ben­ dijo aún más al año siguiente, utilizándome para llevar a otras dos mujeres a este tipo de alivio. Una de ellas había tenido un aborto y la otra un niño que nació muerto. • Esto no significa que ElizabetJi a d ministró el sacramento del Bautizo en un senti­ d o literal. �lás bien, lo que experimentó fue una extensión del sacramento (similar a la manera en que el aj!ua bendita es una extensión del"Bautizo).

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Inicialmente, Elizabeth había reconocido su necesidad de sanación porque después de su hijo nacido muerto su matrimonio terminó en divorcio. El noventa por ciento de parejas afligidas está en serios problemas maritales en los meses que siguen después de la pérdida de un hijo.54 Estos problemas se producen básica­ mente por la incapacidad de compartir el dolor. Cada vez que es posible, tratamos de orar con ambos, el padre y la madre, y nos hemos dado cuenta de que la oración compar­ tida para aliviar el dolor no solamente puede curar a ambos padres, sino también fortalecer su matrimonio. Dolor por niños no deseados Entre aquellos que leyeron el borrador de este capítulo, se encontraban muchas mujeres que tuvieron abortos espon­ táneos. Cuando una de ellas, Karen, leyó la siguiente sección que compara el dolor por abortos provocados con el dolor por abortos espontáneos, ella explotó furiosamente: "¿Cómo pue­ den compararme con una mujer que escogió matar a su bebé?". Karen había deseado profundamente un hijo y se culpó a sí misma por su aborto espontáneo. Se sintió culpable por aquellos momentos de su embarazo cuando ella se había Pidiéndole a Jesús que bautice a un nii10 muerto le estamos pidiendo hacer to­ do lo que todavía se necesita hacer por esa criatura, ya sea que esto se inicie con un bautizo de deseo o renovándolo con una celebración más profunda del amor de Je­ sús ofrecida a través de nosotros. Idealmente, como lo recomienda el Concilio de Trento, esta oración debería ser completada con una Eucaristía en la cual reciba­ mos la Comunión y nos unamos a Jesús orando por nosotros y por el bebé muerto para llevarlo más cerca de El por siempre. La Eucarb"tía es también un momento ideal para dar el amor de Jesús a otros niños que podían haber sido olvidados, tales como los cuatro mil niños abortados diariamente en los Estados Unidos. Especial­ mente en la Eucaristía se habilita a los fallecidos con el perdón total de Cristo en el Calvario. Recibiendo para sí mismos el perdón de Cristo y extendiendo ese perdón hacia todos los que les hicieron daño, los muertos están habilitados para entrar en el cielo, alcanzar el estado de amar para siempre todo el cuerpo místico de Cristo.

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resentido de los malestares matinales o temido por los cam­ bios que un hijo traería a su matrimonio. La reacción furiosa de Karen al ser comparada con mujeres que no deseaban a sus hijos y decidieron abortarlos podía haber tenido muchas razones, incluyendo aún la furia hacia sí misma por los pocos momentos en que ella no había deseado a su propio hijo. Como Karen, cada mujer embarazada tiene sentimien­ tos ambivalentes por el niño que le causará incomodidad físi­ ca por varios meses y que cambiará su vida entera de maneras desconocidas. Los sentimientos ocasionales de no desear a su propio hijo no son suficientes para provocar un aborto. Las razones para un aborto son complejas, van desde un rechazo consciente por parte de la madre y negligencia en el cuidado de su salud durante el embarazo hasta las heridas emociona­ les que limitan su habilidad de nutrir una nueva vida y hasta factores fisiológicos, tales como en aquellos fetos deformados sin esperanza de sobrevivencia. Sin embargo, una mujer que básicamente desea a su hijo y aborta puede sentir culpa y du­ dar de sí mientras recuerda los momentos de su embarazo cuando no era una "perfecta" futura madre. Un ejemplo extremo de tal complejo de culpa es la angustiada madre descrita antes de este capítulo, la cual se entregó a la policía por asesinato. Aunque distorsionado, tal sentimiento de cul­ pabilidad puede ser en realidad una señal de cuánto básica­ mente una mujer amaba y deseaba a su hijo. De la misma manera que las mujeres que básicamente desean a sus bebés pueden tener sentimientos ambivalentes durante el embarazo, ac;í también las mujeres quienes cons­ cientemente no desean tenerlos, tienen sentimientos ambiva­ lentes. Frecuentemente, como en el caso de la madre de Jen­ nifer, una mujer que conscientemente no desea a su niño, so­ lamente porque heridas sin sanar han ensombrecido sus senti­ mientos de amor. A pesar de los sentimientos de rechazo a su hijo, mujeres como éstas sufren también si pierden al niño de­ bido a un aborto espontáneo o el nacimiento de un niño muerto y ellas pueden sentir especialmente una gran culpa 137

que las lleva a la angustia y a la desesperación.55 Muchas mu­ jeres quienes han escogido el aborto han informado más tarde que aún mientras estaban echadas sobre la mesa de opera­ ciones, le decían a su hijo: "Lo siento, perdóname". Terry Selby encuentra que el veinticinco por ciento de sus pacientes de terapia que tuvieron abortos y que reviven la experiencia del aborto en la terapia empezarán a temblar y gritar, cons­ cientes de estar reviviendo la agonía de la muerte de su hijo la que habían sentido aun cuando el aborto estaba realizán­ dose.56 Nuestra experiencia en oración por sanación interior confirma que las mujeres quienes escogieron abortar, se la­ mentan por sus hijos. A menudo hemos orado con mujeres que muchos años después de un aborto, todavía luchaban con una angustia no resuelta. La angustia por un niño abor­ tado puede permanecer oculta y sin resolver por la magni­ tud del sentimiento de culpa que va unida a aquélla. Aun­ que las mujeres que tienen abortos espontáneos y fas que es­ cogen abortar posean sentimientos ambivalentes, la mujer que escoge abortar es diferente de la que tiene un aborto es­ pontáneo en el sentido que ésta debe enfrentarse ante el hecho de que ella ha estado activamente comprometida en quitarle la vida a otro ser humano. Nunca podemos saber todas las presiones internas y externas que dirigieron su ac­ ción y por tanto, no podemos juzgarla, pero a menudo, dicha mujer, subconscientemente, teme tanto el juicio que no puede soportar enfrentarse a sus sentimientos de culpa. Hemos orado con mujeres que todavía estaban luchando con una angustia y una culpa sin resolver por abortos que tuvieron hacía tanto tiempo como cincuenta años. Unica­ mente cuando estas mujeres pidieron y recibieron perdón de su hijo muerto y de Jesús fueron liberadas de la tortura de la culpabilidad. No obstante cuando yo (Sheila) hice un proyecto de in­ vestigación sobre los efectos psicológicos y espirituales del aborto, estaba desconcertada al encontrar que la mayoría de los estudios afirman que hay poco o ning ún efecto negati138

vo. Tales estudios generalmente se basan en datos de encues­ tas hechas a mujeres que tuvieron abortos. Luego, encontré un artículo del Dr. Ian Kent y sus colegas quienes habían sentido el mismo desconcierto. El Dr. Kent había observado a cincuenta mujeres que dieron una variedad de razones pa­ ra entrar en psicoterapia, ninguna relacionada con el abor­ to. Después de un largo período de terapia, cuando habían desarrollado una profunda relación de confianza con el te­ rapeuta, ellas revelaron un aborto previo y comenzaron a expresar sentimientos de dolor, amor, pesar e identificación con su hijo abortado. El Dr. Kent deseaba saber acerca de la discrepancia entre sus propias observaciones y muchos estu­ dios que afirmaban pocos o ningún efecto negativo del abor­ to. Sus colegas y él idearon una encuesta típica e hicieron un estudio de setenta y dos mujeres... y obtuvieron los mismos resultados que otros estudios similares: pocos o ningún efec­ to. Los resultados mostraron una ausencia general de afec­ to, con poca intensa emoción manifestada. Pero al examinar los datos más cuidadosamente, él concluyó que la marcada ausencia de afecto era una realidad un adormecimiento emocional, un signific.ativo efecto negativo en sí mismo. El Dr. Kent cree que el daño que el aborto produce es tan pro­ fundo que se lo reprime y raramente se lo revelará fuera de una profunda relación de confianza.57 Aparecieron varios otros estudios que confirman-el tra­ bajo del Dr. Kent y encuentran culpabilidad crónica, "de­ presión de aniversario", enfermedad psicosomática, abuso de la droga y el alcohol, intentos de suicidio, crisis psicóticas y otros síntomas en mujeres que tuvieron abortos.58 El Di­ rector Regional de Suicidas Anónimos de Ohio informa que fuera de las cuatro mil mujeres con quienes el grupo había mantenido contacto durante un período de treinta y cinco meses, mil ochocientas (o cuarenta y cinco por ciento de las mujeres) habían tenido aborto.59 El problema de culpabilidad por el aborto se encuentra también en otras culturas. El Wall Street Journal informó 139

recientemente que las mujeres japonesas que tuvieron abor­ tos aún hacía treinta a cuarenta años atrás, están yendo ca­ da vez más a los templos Budistas donde pagan U.S. $150 por un servicio ritualizado para liberarse de su culpabilidad por el aborto, culpabilidad experimentada a través de pesa­ dillas recurrentes. El servicio incluye la dedicación de esta­ tuillas a los bebés abortados. 60 La culpabilidad por el aborto es el tema de un ensayo escrito por el psiquiatra, Dr. Arthur Kornhaber, en el cual expone casos clínicos de pacientes que abortaron sus bebés y sintieron más o menos culpa y dolor dependiendo de cuán desarrollados espiritual y emocionalmente estaban. Las dos menos espiritual y emocionalmente desarrolladas sintieron poco culpa o dolor conscientes. Las mujeres que eran más espiritual y emocionalmente desarrolladas lucharon con fa culpa y dolor; una se suicidó eventualmente.61 Tal vez el trabajo del Dr. Kent y el del Dr. Kornhaber explica por qué las mujeres que han tenido abortos y que vienen a conocer a Jesús piden tan frecuentemente una ora­ ción de sanación. En una profunda relación de confianza con Jesús y con otros cristianos, ellas pueden empezar a des­ cubrir y compartir sus sentimientos, y a medida que su vida interior se desarrolla, también desarrollan una conciencia de la herida del aborto. Un aborto es una herida tan profun­ da que inclusive las células del cuerpo lo recuerdan cuando la mente consciente lo ha olvidado. Yo supe esto cuando oraba con Martha. El director es­ piritual de Martha y yo habíamos estado orando con ella por su afligida hija de dieciocho años. Susan tenía explosiones violentas hacia los miembros de la familia. Nada podía ayu­ dar ni a Martha ni a Susan hasta el día en que le mostré a Martha un material sobre cómo orar por los niños aborta­ dos. Al día siguiente, Martha vino a vernos con algo que nunca había compartido antes: ella había tenido un aborto antes de que Susan naciera y luego, ella trató de abortar a Susan. Durante los veintitrés años siguientes después de su 140

aborto, ella no había sido consciente de ningún efecto nega­ tivo y virtualmente se había olvidado del asunto. Martha pi­ dió el sacramento de la reconciliación, y luego participamos en una Misa de Resurrección por el niño muerto y por cual­ quier parte de Susan que hubiera muerto en el intento de aborto. Durante la misa, a Marta empezó a dolerle la espal­ da. El dolor se trasladó a su estómago y en el momento pre­ ciso de la consagración, se desplomó sobre el piso. Durante los siguientes veinte minutos, Martha experimentó todo el proceso del alumbramiento. Su cuerpo pasó por las contrac­ ciones del parto y nos dijo que sintió como si su frente estu­ viera em papada, y como si estuviera bañada en sangre. Oramos por Martha invitándola a dar a su hijo a Jesús y Ma­ ría para que lo cuidaran. Cuando terminaron los dolores, Martha pudo ponerse de pie y reanudar la liturgia. Al día si­ guiente, Martha nos dijo que su crónico dolor de espalda ha­ bía desaparecido por primera vez en años. Ella dijo: "Ahora me siento en verdad bien interiormente como si se me hu­ biera quitado un peso, como si finalmente hubiera salido. Puedo respirar ahora, puedo hablar". El dolor de Martha por su hijo abortado había sido enterrado tan profundamen­ te que ella no sabía conscientemente que todavía existía. Durante los meses que siguieron, Susan, la hija de Martha, mejoró gradualmente. Parece probable que las explosiones violentas de Susan estaban expresando el trauma del aborto encerrado en la espalda de Martha, porque después de la Eucaristía, no solamente quedó curada la espalda de Martha sino que las explosiones violentas de Susan cesaron. Susan empezó a relacionarse con los miembros de la familia de manera más afectuosa. Si hubiera podido continuar orando con Martha, le ha­ bría pedido a Jesús curar cualquier herida que la indujo a abortar a su hijo. Muchos estudios indican que no solamente la pérdida de un bebé debido a un aborto o a que nació muerto necesita sanación, sino que la pérdida misma puede 141

ser un síntoma de una herida interior.62 En el estudio del Dr. Kent mencionado antes en este capítulo sobre mujeres que habían tenido abortos, él encontró que en la mayoría de los casos, estas mujeres habían tenido madres que las rechaza­ ban y que inconsciente y aun conscientemente deseaban abortarlas. El Dr. Kent cree que los abortos de sus pacientes eran una forma simbólica de suicidio, habiendo volcado el rechazo de sus madres hacia sí mismas, ahora deseaban des­ truirse.63 En otro estudio inédlto de cuarenta de sus pacien­ tes femeninas con una historia de aborto, el terapeuta Terry Selby encontró que setenta y cinco por ciento de ellas habían sido víctimas de abuso sexual cuando eran niñas, un cin­ cuenta por ciento habían sido víctimas de abuso físico y un cincuenta por ciento había experimentado la muerte de uno de sus padres, esposo u otra persona importante, caso en que no pasaron por el proceso que supone sobrellevar un dolor de ese tipo.64 Aunque no pude proseguir con Martha para curar las heridas subyacentes de su aborto, sí pude hacerlo con Diane, otra mujer que sufría los efectos posteriores del abor­ to. Diane había tenido un aborto a los diecisiete años, nueve años antes de venir a vernos. Estaba tan traumatizada por el aborto que pasó varios meses en un manicomio y durante los siguientes nueve años, ella se empeñaba frecuentemente en una conducta autodestructiva como el abuso de drogas e in­ tentos de suicidio. Cuando Diane vino a orar por primera vez, ella trajo a su nueva hija, Sarah, considerando el darla en adopción porque pensaba que ningún hijo podría querer­ la como madre. Mientras Dennis oraba con Diane, ella ex­ perimentó el perdón incondicional de su hijo abortado y un profundo intercambio de amor entre ambos. Después de orar, gran parte del odio de Diane por sí misma desapare142

ció. Ella se sintió digna de ser madre y decidió quedarse con Sarah. • Proseguí con Diane y supe más a cerca de sus primeros años de vida a medida que continuaba orando con ella. Ja­ ne, la madre de Diane, había perdido a su amado padre cuando estaba embarazada de Diane. Jane pasó el resto de su embarazo en profundo dolor y llena de odio por sus pa­ rientes y por su esposo que no la llevó a ver a su padre antes de la muerte de éste. Cuando nació Diane, su cordón umbilical estaba en­ vuelto alrededor del cuello y ambas, Jane y la niña, casi per­ dieron la vida. A lo largo de su niñez, Diane tuvo sueños aterradores donde ella se ahogaba; los sueños cesaron cuan­ do ella empezó a tomar drogas a la edad de dieciséis años. Diane fue física y sexualmente abusada en su niñez. Cuando la herida del aborto de Diane fue curada, to­ das estas otras salieron a la superficie. El sentimiento de cul­ pa por su aborto había constituido un bloqueo interior impi­ diendo que el amor de Dios le llegara. A medida que orába­ mos por sus heridas anteriores, Diane vio en su aborto sola­ mente un síntoma de cómo se había sentido tan herida que había llegado a odiar la vida misma. Quince meses después de nuestra primera oración con Diane y varias sesiones pos­ teriores de oración, nos dijo: "No tengo que fingir más que soy feliz. No tengo que llenar más mi vacío con drogas y al­ cohol. Siento verdadera paz por primera vez en mi vida". Debido a que sus heridas subyacentes habían sido curadas, Diane puede ahora alimentar la vida en ella misma y en otros. Ella es fiel miembro de un club de Alcohólicos Anóni­ mos, una dedicada madre de Sarah y trabaja como directora

• Esta oración está grabada en un video de treinta minutos, como Cinta No. 12 de nuestra serie Orando con otra Persona para Obtener la Sanación. El video se llama "Oración con Diana para la curación de las Huellas que deja el"Aborto". Está también disponible en cinta magnetofóniéa. El video y la cinta están disponibles en inglés solamente.

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de un hogar para madres solteras. También volvió a la es­ cuela de enfermería para continuar sus estudios a tiempo parcial. Las mujeres como Martha, su hija Susan y Diane no son las únicas que llevan un dolor sin curar por un aborto. Los Hombres y el Aborto, libro escrito por los sociólogos Arthur Shostak, Gary McLouth y Lynn Seng, contiene los resultados de su estudio sobre los efectos del aborto en mil hombres. Ellos concluyen: "El aborto es un gran trauma no reconocido por los hombres, tal vez el único por el que pa­ san sin ayuda". En una experiencia de aborto aunque estos hombres pudieran haber parecido fríos mientras trataban de llenar las expectaciones de nuestra sociedad en sentido de que los hombres permanecen en control de sus emociones, la mayoría de ellos sintió soledad, dolor, culpa y rabia hacia sí mismos y sus cónyuges; tuvo pensamientos fijos y sueños con el niño; temor de un daño físico o emocional a las mujeres. Como un hombre lo dijo: "Es una herida que no se puede ver ni sentir pero existe". Aunque los autores de Los Hom­ bres y el Aborto toman una posición abierta ante el aborto, ellos recomiendan una orientación post-aborto para ayudar a los hombres a llorar por la pérdida de su hijo.65

Los miembros de la Familia necesitan Sanación Cuando un niño muere, no sólo están afectados las madres y los padres, sino toda la familia. En mi experiencia con Martha, la herida por la muerte de su hijo que ella ha­ bía enterrado, fue recogida y expresada por Susan, su hija viva. En su libro Curando el Arbol Genealógico, el Dr. Ken­ neth McAll describe su trabajo de curación a los que vivan orando por un miembro muerto de la familia, con frecuen­ cia de un bebé nacido muerto o abortado.66 El Dr. McAll cree que un niño muerto quien no ha sido aceptado con 144

amor por su familia y entregado a Dios, clamará por el amor y las oraciones de un miembro vivo de la familia, a menudo un gemelo, el próximo niño en la familia, o la persona más sensible en la familia. Cuando se ama al niño, se Je ha Hora­ do y entregado a Dios (especialmente en una Misa de Re­ surrección), las personas que viven quedan liberadas. Entre sus pacientes, el Dr. McAII trató a doscientas cinco mujeres con anorexia nerviosa, una enfermedad en que el paciente rehusa comer normalmente y puede morirse de hambre. El ochenta y cuatro por ciento de estos casos presentaba una muerte no llorada en el árbol genealógico: el setenta y dos por ciento de los muertos fueron bebés, el veinte por ciento murieron en la guerra y doce por ciento fueron suicidios. Cuando se lloraba por el extinto y se lo entregaba a Dios amorosamente, los síntomas de anorexia cesaron. El Dr. William Wilson, un psiquiatra de la Universidad de Duke, tuvo una experiencia similar con el ciento por ciento de doce pacientes anoréxicos.67 La anorexia tiene muchas causas,138 pero un factor puede ser un deseo inconsciente de no vivir y dar vida a más niños a causa de una muerte no llorada en la familia. Creemos que el Dr. McAll ve una verdad importante desde el punto de vista del niño muerto. Cuando negamos nuestra eterna relación con cualquier miembro fallecido de nuestra familia, algo nos tira con fuerza del otro mundo pi­ diendo ser reconocido. En La Ambivalencia del Aborto, las palabras de Linda Bird Francke nos recuerdan a las del Dr. McAll cuando ella describe a "un pequeño fantasma" que aparece espontáneamente desde su aborto: Ahora tengo este pequeño fantasma. Un fantasma pe­ queñito que aparece únicamente cuando estoy viendo algo hermoso, como la iuna llena en el océano la sema­ na pasada. Y el bebé me saluda con las manos y yo lo saludo a él. "Por supuesto que tenemos un sitio para ti", le grito al fantasma, "por supuesto que sí".69 145

Mientras que el Dr. McAll y Linda Bird Francke pueden estar enseñándonos algo acerca del impacto del niño muerto a medida que trata de comunicarse con los miembros vivos de la familia, hay también muchas razones desde el punto de vista de los vivos para explicar su necesidad de sanación, ra­ zones que complementan en lugar de contradecir el trabajo del Dr. McAll. Por ejemplo, en caso de los hermanos y her­ manas que sobreviven al bebé fallecido, una razón para que el próximo hijo (después del que nació) pueda necesitar sana­ ción es que el sufrimiento y la creación de vínculos son dos procesos diferentes que no pueden ser fácilmente llevados a cabo al mismo tiempo. Los padres como Elizabeth quienes no han terminado de lamentarse por la muerte de un hijo no es­ tarán capacitados para crear vínculos en forma profunda con el siguiente hijo.70 Algunas veces, esto puede ser una manera de protegerse a uno mismo contra futuras heridas, como en el caso de la madre de Jennifer, quien no podía permitirse amar a Jennifer porque no era capaz de soportar la pérdida de otro hijo amado. También durante un subsiguiente embarazo, los padres frecuentemente están ansiosos y temerosos y esto se le comunica al niño. Ellos pueden continuar siendo demasiado ansiosos y sobreprotectores después de que su hijo nace.71 A los hijos que ya han nacido también les afecta la muerte de un bebé. A menudo, los pad.es piensan que los niños no se dan cuenta del embarazo de su madre, pero inclusive los más pequeños saben cuando su madre está em­ barazada y saben si ella tuvo un aborto.72 Cuando Juan, el hermano de Matt murió (Véase Capítulo 2), Mátt experi­ mentó síntomas que son típicos de un niño que sobrevive, por ejemplo: enojo contra los médicos, los hospitales y contra Dios: culpa y como resultado autocastigo, perturba­ ciones en el funcionamiento cognoscitivo y rendimiento es­ colar: depresión y tristeza. Las niñas pueden también expe­ rimentar temores acerca del embarazo y de su sexo femenino por su identificación con la madre.73 Los síntomas de dolor en los padres tales corno el shock y la depresión pueden ser 146

aterradores para un niño pequeño. Un estudio demostró que aun los bebés de dos a cuatro meses de edad están seriamen­ te perturbados y deprimidos cuando sus madres se sientan en frente de ellos sin hablar y sin expresión facial por dos o tres minutos.74 Los niños pueden sentirse abandonados por sus padres afligidos y éstos pueden erigir una barrera emo­ cional entre ellos y sus hijos debido a la culpabilidad y la pérdida de confianza en su habilidad de ser padres.75 Los niños acongojados pueden también sentirse con­ fundidos porque están sufriendo de una manera distinta a la de sus padres. Un niño menor de cuatro años generalmente entiende la muerte sólo como una separación temporal. Los niños de cinco o seis años creen generalmente que el muerto puede ver y oír pero que no puede moverse. Entre los siete y nueve años, los niños empiezan a comprender la muerte co­ mo un estado final irreversible. En esta etapa un niño puede soñar más acerca de la muerte y empezar a mirar su propia muerte. E:ntre los diez y los doce años, la muerte es aceptada como universal, irreversible e inevitable. El sufrimiento du­ rante los años de adolescencia está marcado por el extrañar la relación con un ser querido. 76 Debido a que los niños cre­ cen en la conciencia del significado y finalidad de la muerte generalmente no sufren con intensidad después de una pér­ dida, pero es más posible que sufran de una manera intermi­ tente en los años venideros.7 7 Eventualmente, los niños reac­ cionan a través de tres preguntas principales: ¿La causé yo? (Los niños creen que los deseos tienen po­ der y si un niño ha deseado alguna vez que una persona no esté cerca y luego esa persona muere, el niño puede sentirse responsable). ¿Les ocurrirá a quienes yo quiero? ¿Me pasará a mi pronto? En cada edad, los niños necesitan tener la seguridad de que no hicieron nada para que esta persona muriera y que son amados aun cuando sus afligidos padres no pueden estar emocionalmente presentes con ellos. Los niños afligidos 147

Pueden dar indicios de su necesidad de ayuda amorosa me­ diante una repetida conducta agresiva u hostil, una baja prolongada en el rendimiento escolar o conductas regresivas e inseguras que persisten en el tiempo.;8 Cuando los padres superan el sufrimiento a causa de un niño nacido muerto, o un aborto, están liberados para ofre­ cer ayuda amorosa a sus otros hijos vivos. Cuando ellos dan y reciben perdón con su niño, no sienten más ni culpa ni ra­ bia, ni transfieren ésta a los otros miembros de la familia. Orar por un bebé que ha fallecido puede curar a los hijos que todavía viven y a familias enteras, como en el caso de Sue. Sue tuvo seis abortos espontáneos y dos hijos vivos, Julie de cuatro años y Jason de dos. Durante un retiro, Sue asistió a una Misa de Resurreción en la que se le invitó a rezar por sus seres queridos extintos. Al final de la Misa, cuando fue invitada a permitir que Jesús le trajera a su corazón a quien El quisiera, Sue se sorprendió de tener la siguiente experien­ cia:

Vi en mi espíritu a seis niños alegres que corrían a mis brazos. Yo me quedé allí de pie, pensando: ¿A quién voy a abrazar primero? y sentí como si los abrazara a todos ellos con mi corazón. Supe que eran mis hijitos y me regocijé especialmente al ver cuánto los mayores querían al más pequeño. Los niños irradiaban amor, a Jesús, a mí y el uno por el otro. Esta fue la primera vez que los "había visto", pero tuve y todavía tengo el senti­ miento de que ellos me conocen bastante bien. Al día siguiente, Sue y un amigo oraron juntos por los seis hijos abortados de Sue. Simbólicamente bautizaron a to­ dos los niños y les dieron nombres. Sue describe los cambios que vio en su familia cuando volvió a su casa: Antes del retiro, Julie parecía una frágil flor. Era muy sensible y lloraba fácilmente. Aceptaba a Jason, pero 148

estaba muy fastidiada con él. Tenía seis muñequitas (el mismo número de mis abortos) a las que estaba muy ligada. Cada una tenía un nombre y se las tenía que to­ mar en cuenta en todas las ocasiones. Ella parecía sen­ tirse responsable y ansiosa por ellas.79 Desde mi regreso, su atadura a aquellas muñecas se hizo considerable­ mente menor. Ahora son juguetes con los cuales le gus­ ta jugar, pero no se preocupa por ellos. Es curiosa, vi­ vaz, menos seria, y mucho menos sensible. Juega más con Jason. Lo adora y está convencida de que se casará con él cuando crezcan. Cuando nació Jason, yo no podía unirme a-él aunque traté de hacerlo. Desde el día en que nació hasta que regresé de mi retiro, le decía tres veces por día cons­ ciente y devotamente: "Jason, te amo". Mientras le de­ cía esto a mi bebe, yo creía que Dios en su misericordia llenaría a J ason con el amor del cual yo carecía y trata­ ba fuertemente de sentir. Todavía Jason era casi hipe­ ractivo. Dejó de lactar cuando tenía cinco meses y las personas no parecían importarle mucho. No me dejaba agarrarlo por mucho tiempo. Cuando volví del retiro, estaba inundada de amor por Jason. Desde mi vuelta, el cambio en su personalidad fue casi inmediato y ha crecido continuamente. Se tranquilizó; es más sociable. Nos da grandes abrazos de oso y quiere sentarse en mis piernas o en las de mi esposo. Jason parece también adorar a J ulie. También noté casi un efecto inmediato en las relaciones sexuales con mi marido. Quería realmente que mi espo­ so se enterara del amor de Dios por él, luego casi nunca dije que no. Rezaba y le pedía a Dios que me ayudara a ser afectuosa con él, pero creo que todo lo que realmen­ te estaba haciendo era soportar. Después, cuando volví del retiro, ambos nos dimos cuenta de que mi frigidez había desaparecido. Mis amigos me han dicho que mi esposo está mucho más abierto y relajado que nunca y 149

estamos empezando a salir juntos a cenar y hablar co­ mo amigos más que como antagonistas, algo que nunca hemos hecho antes en nuestro matrimonio. Estoy em­ pezando a conocerme a mí misma de nuevo. Una parte de mí que no estaba allí antes, lo está ahora. Tal vez la mayor curación de todas fue la que le ocurrió a Sue misma. Antes de la oración por SI.is abortos, no podía recordar ninguna vez en que se sintió amada en su vida. A partir de la oración, ella recuerda muchos momentos seme­ jantes. Sue había estado sufriendo del "fantasma del dolor" durante todos los años que siguieron desde su primer aborto y nunca lo supo. El dolor fantasma de Sue había sido una manera desesperada de mantener viva la memoria de sus seis abortos. Cuando Sue encontró otra forma de seguir amando a eso niños era libre de desprenderse de su dolor. Nos damos cuenta de que la más profunda sanación después de un aborto o de un niño nacido muerto llega cuando una madre o un padre experimenta lo que sintió Sue en la Misa: Y todavía tengo el sentimiento de que me conocen bas­ tante bien. Si la oración por la sanación de la relación con los niños nacidos muertos o abortados trae sanación a los bebés, a los padres y a familias íntegras, entonces: ¿cómo oramos?

Oración por un Bebé nacido muerto o abortado Lee San Marcos 10:13-16, donde Jesús pide que los ni­ ños vayan a él. • Preparación. Cierra los ojos y respira profundamente. Re­ cuerda un momento en tu vida cuando te sentiste espe­ cialmente amado, un momento cuando supiste cuánto te 150

arna Dios. Respira denlro de ti mismo ese amor otra vez. Ahora piensa en el bebé que has perdido. Ponte en con­ tacto con tus sentimientos hacia ese bebé (por ejemplo, amor, tristeza, deseo, dolor, culpa, etc.). • Comparte Amor y Perdón" con el Bebé. Ve a Jesús y Ma­ ría•• delante de ti. Ve cómo ellos tienen a tu bebé en sus brazos, y te lo ofrecen. Abre tus brazos y recíbelo. Dile al bebé tolo lo que has estado guardando en tu corazón ha­ cia él. Escucha cómo lu bebé quiere contestarte, y es­ cucha todo lo que él ha guardado en su corazón hacia ti. Durante los próximos minutos, di y ha� l.!On tu bebé todo lo que quieres. Con Jesús y con el bebé, perdona a cual­ quier otra persona que pudo haber lastimado al bebé (mé­ dicos, otros parientes, etc.), cualquiera quien, aún sin sa­ berlo, no cuidó de esta nueva vida. Quizás tú u otra per­ sona todavía sienten rabia hacia Dios por haberles en­ viado al bebé en una época no deseada, o por quitárselo. En este caso, perdona a Dios también. • Bcwtí:::.alo. Ve de que sexo es el bebé, y pídele que te diga que nombre quiere él. Con Jesús, bautízalo simbólica­ mente con ese nombre, pidiendo que Jesús lo lave y expul­ se cualquier dolor u oscuridad que el bebé tenga. Haz el signo de la cruz en la frente del bebé, y di con Jesús: ··yo te bautizo (el nombre del bebé) en el nombre del Padre, y del Hijo. y el Espíritu Santo··. Siente cómo el agua lo limpia y lo renueva. • Entrega el Bebé a Jesús y María. Pídeles a Jesús y al bebé que te muestren cómo tú y el bebé pueden continuar • Lo, catéilit,is que' han estado in\'olucraclm t•n un ahorlo provt�ado ta111hi61 dclx,n usar el sacramento de la reconciliación. como parte dt· este pa,o del pt·rd{111. • • Nuestra sugerencia de que María esté incluida no significa que la mirt•rnos corno si estuviera a la misma altura de Jesús. Todos los C\'entos ck la \'ida de Jesús d1,.�ri· tos en los Evangelios son acontecimienta; viv ientes con poder de sanacic'111, lo, cuales Jes1ís desea compartir con nosotros. Cuando incl11í111os a María en esta ora· ciñn. estamo( aceptando el ofr<.-cimiento de J�1·1s para c.1,mpartir su experiencia ele una perfecta madre amorosa con cualquiera que la necesite. Uuan 19:26-27).

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amándose mutuamente a través de Jesús. ¿Cómo quieres que el bebé ore por tí y tu familia? ¿Cómo quiere tu bebé que tú ores por él? Cuando estés listo, pon el bebé en los brazos de María y Jesús. Invítalos a todos a que entren en la luz de tu corazón. Mira cómo ellos hacen su casa dentro de tu corazón. Aspira ese gran amor que hay en tu cora­ zón, y deja que recorra todo tu cuerpo. • Misa. Si eres católico, manda decir una Misa por el bebé y asiste si te es posible ( o si no, asiste a otra en otra oportu­ nidad). Mientras recibes la Eucaristía, deja que la sangre sanadora de Jesús entre en ti y en todos los difuntos de tu familia, por medio del bebé".

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Capítulo 8

El Alma vive donde Ama

La muerte es una de las cosas que más tememos. Empe­ zamos este libro con un estudio hecho por el Dr. Thomas Holmes. Este estudio descubrió que la muerte del cónyuge es el hecho que causa más ansiedad a una persona. La muer­ te del cónyuge causa tanta ansiedad porque lo más unidos que estamos con una persona, se asocia más separación con la muerte. Lo que más aterroriza al ser humano es ser sepa­ rado del amor, abandonado, desconectado y para nosotros la muerte significa la máxima separación. ¿Qué puede sanar nuestro miedo de separación y muer­ te? En su estudio de ciento cincuenta personas que habían tenido experiencias muy cercanas a la muerte (donde se les consideró médicamente muertos pero luego los revivieron), el Dr. Raymond Moody encontró que un elemento común en estas ciento cincuenta experiencias era encontrarse con seres queridos que habían muerto y les daban la bienvenida.' En otro estudio de experiencias en lechos de muerte (donde las personas sí murieron pero fueron capaces de compartir lo que les estaba sucediendo en los momentos anteriores a la muerte), los doctores Osis y Heraldsson encontraron que el elemento más común era una sensación de reunión gozosa con un ser querido ya fallecido.2 Las personas que ban teni­ do estas dos experiencias casi siempre informan que ya no le tienen miedo a la muerte. Cuando nuestro amigo Bill se es­ taba muriendo de cáncer (ver capítulo 4), nos dijo que la co­ sa que más le había ayudado fue ''La gente que me ama del 155

otro lado". Es uua seguridad de umon que sana nuestro miedo de separación y mit.do a la muerte. La unión no sólo sana nuestro miedo a nuestra propia muerte, sino también nuestro temor a la muerte de los seres amados. En el capítulo tres hablamos de una vez que ora­ mos con varias personas que estaban de duelo por un ser querido. Pensamos que la oración más útil sería que estas personas encontraran fortaleza a través de Jesús y dejar ir a sus seres queridos y aceptar la separación de la muerte. Pero en vez de esto, como en el ejemplo de Kim, encontramos que la oración más útil para ellos era que Jesús les asegurara la unión eterna con esos seres. Cuando esto sucedió, ellos pu­ dieron aceptar la separación física de la muerte con mucha facilidad. Cuando tenemos la sensación de unión con los que amamos, podemos conquistar cualquier miedo -aun el miedo a la muerte. Una vez, un amigo compartió con nosotros la siguiente historia. Su esposo había muerto algunos años antes y tenía un hijo pequeño que había nacido justo antes de la muerte de su padre. Un día cuando su hijo estaba en la casa de un vecino, de repente ella sintió que su esposo le hablaba. Pare­ cía decirle que su hijo se estaba ahogando en una piscina. Ella corrió a la casa de los vecinos y encontró que el niño es­ taba ahogándose en la piscina exactamente como ella sintió que su esposo le decía. Sacó a su hijo de la piscina justo a tiempo para salvarle la vida. ¿Por qué nos conmueve tan profundamente esta histo­ ria? Una historia sobre la vida de un niño salvada es cierta­ mente conmovedora, pero esta historia contiene algo más. Un padre muerto aún está presente para ayudar a su hijo en el momento en que más se le necesita. No sólo se salva la vi­ da de un niño sino que la muerte misma es superada por la unión del amor. Si tal cosa puede suceder, entonces ¿qué te­ nemos que temer? El consuelo que contiene esta historia es el consuelo que Jesús deseó darnos cuando habló las pa­ labras que sus discípulos necesitaban oír más después de su muerte: "Y sepan que YO estoy con ustedes siempre; si hasta 156

el fin de los tiempos" (Mat 28:20). Jesús nos prometió la unión eterna con El y con los que amamos a través de El. El sabía que de otra forma no podríamos vivir el mandamiento que precede a su promesa y que dio con más frecuencia: "No teman" (Mat 28:10). Mi miedo más profundo siempre ha sido el abandono y la separación, que la gente se fuera y nunca regresara. Yo (Sheila) temía esto hasta hace tres años, cuando un amigo muy querido murió. Mi amigo era el Dr. Conrad (Koert) Baars, un psiquiatra católico y autor. Lo conocí cuando pa­ saba por una experiencia muy dolorosa. Su amistad y amor me sanaron hasta el punto que literalmente me volvió a la vida. Koert creía que el amor reafirmante e incondicional era la base de toda salud emocional y de la felicidad. Mientras que yo era sanada a través de su amistad, mi men­ te estaba llena de respuestas a tantas preguntas que tenía co­ mo sobre ayudar a otros. Trabajé para Koert haciendo in­ vestigación y preparando manuscritos. Koert me animó con­ forme fui incorporando sus ideas en mi propio trabajo con oración de sanación, y se convirtió en un maestro y amigo. El regalo que más atesoraba de él, es la que más necesitaba: Yo sentí que una vez que Koert se había comprometido a ser mi amigo, nunca rompería ese compromiso y mi miedo aJ abandono comenzó a alejarse. El domingo 19 de Noviembre de 1981, me dormí con una sensación especial de paz y el pensamiento de que todo -en un sentido cósmico y personal- estaba bien. El martes llamé a la casa de Koert en Texas desde la mía en San Luis para hablar sobre un proyecto que estábamos planeando juntos. Su hija contestó y me dijo que había muerto el do­ mingo. Sentí un choque y una ola de pena que era como si me sintiera enferma. Llamé a mi director espiritual, que también había conocido a Koert. Me invitó a su casa que es­ taba sólo a unas cuadras de distancia. Nos encontramos en la capilla y lloramos juntos. Cuando salí la sensación de ma­ lestar se había ido de mi estómago y sentí una extraña 157

mezcla de tristeza y alegría. Durante las semanas siguientes la alegría se intensificó aunque continuaba derramando lágrimas cada vez que pensaba en que jamás volvería a ver a Koert en este mundo. Durante esas semanas con frecuencia me encontraba cantando una canción que había escuchado sólo una vez hacía varios años. La letra era: Hay un río de vida brotando de mí Hace que el cojo ande y que el ciego vea Abre puertas de cárceles y libera a los cautivos Hay un río de vida fluyendo de mí.3 Cada vez que cantaba estas palabras, sentía una repenti­ na corriente de alegría y la sensación de la presencia de Koert seguida de una imagen. La imagen era de una puerta abrién­ dose al cielo, a través de la cual Koert había pasado, y de una gran luz -como un ''río de vida" - brillando hacia mí. Estu­ ve consciente de que la muerte era totalmente distinta a lo que yo había pensado. En vez de irse, Koert estaba más cercano a mí que nunca antes, prometiéndome ayuda en formas más grandes y dándome poder más profundo para ayudar a otros que cuando estaba presente físicamente. Con eso, raíces profundas de mi miedo del abandono fueron arrancadas; si la muerte no podía separarme de una persona que me ama­ ba verdaderamente, entonces nada más podría. ¿Por qué estaba abierta a esta experiencia de la presen­ cia de Koert a través de la comunión de los santos, hasta el punto en que sanó temores profundos en mi en lugar de sen­ tirme destruida por su muerte a causa de esos mismos temo­ res? El filósofo francés Gabriel Marce} escribió con frecuen­ cia acerca de relaciones continuas con los difuntos como uno de los aspectos del misterio de la presencia. Marcel entendió "presencia" como una vida compartida que es más profundá que los dos que participan en ella, una realidad invisible que puede existir entre dos personas que están geográficamente distantes de la misma manera en que puede estar dolorosa158

mente ausente entre dos personas que están en la misma ha­ bitación. Marce! creyó que hasta el punto en que seamos ca­ paces de una presencia auténtica con nuestros seres queridos vivos, también seremos capaces de tenerla después de que éstos hayan muerto.4 Cuando era una niña pequeña mis amorosos abuelos me enseñaron a reconocer la presencia de Dios en la natura­ leza, y emplee muchas horas mirando árboles y sentada cer­ ca del mar sabiendo que alguien me estaba amando a través de las olas y el sol. Creo que estas experiencias tempranas de la naturaleza me enseñaron cómo escuchar y estar realmen­ te presente para un amigo que estuviera conmigo, para luego llegar a conocer la presencia de Koert cuando él y yo vivíamos a mil millas de distancia. Porque yo había aprendi­ do a recibir la presencia de Dios en la naturaleza y en los amigos tanto cercanos como distantes, para el tiempo en que Koert se murió, yo había hecho lugar dentro de mí misma para su presencia aun desde el otro lado de la muerte. Yo sabía que después de su muerte, igual que antes, él estaba prometiendo ayudarme y dándome poder para ayudar a otros. En los tres años que han pasado desde su muerte, he en­ contrado que Koert ha mantenido su promesa de ayudarme y de darme poder para ayudar a otros. En forma muy clara he sentido su ayuda en mi relación con Matt y Dennis, a quienes conocí a través de Koert. Yo había hecho un proyec­ to de investigación con Koert para el fibro que él quería escribir sobre los efectos espirituales y psicológicos del abor­ to. Como parte de mi investigación, él sugirió que les escri­ biera a Matt y a Dennis para preguntarles sobre su experien­ cia en orar en la Eucaristía por bebés abortados. Koert mu­ rió antes de escribir su libro, y hemos usado una parte de la investigación que yo hice para él en el capítulo 7 de este libro. Después de mucha correspondencia, finalmente conocí personalmente a Matt y Dennis cinco días después de la muerte de Koert. Sentimos una mutua e inmediata reso159

nancia, y nuestra amistad y trabajo compartido comenzó a desarrollarse rápidamente. Unas semanas después de conocernos, experimenté una crisis de duda sobre mí misma y lo que se estaba desarrollan­ do. Temía que no estaba lo suficientemente madura espiri­ tual y mentalmente para trabajar tan íntimamente con Matt y Dennis. Pensé en algunas otras mujeres con quienes ellos habían trabajado y me sentí como una niñita asustada en comparación con ella. Mi director espiritual y amigos íntimos me animaron, pero el punto decisivo llegó una noche a través de un sueño. Sentí que Jesús me decía que Koert todavía era un canal de su amor por mí y que yo debía pedirle ayuda. Sentí la presencia de Koert al lado de Jesús, y le pedí a Koert que intercediera por mí. Esa noche tuve un sueño en el cual yo iba en un carro camino a la casa de Koert. Nos encontramos con varios desvíos pequeños y tuvimos demoras que debían hacer que temiera que iba a llegar tar­ de. En vez de eso, cuando se presentó cada demora, sentí una seguridad muy calmada de que llegaría a la casa de Ko­ ert a la hora correcta. Cuando me desperté, mis dudas se habían disipado. Sentí que el mensaje del sueño era que el Señor me confiaba a Matt y a Dennis a pesar de mis áreas de inmadurez, y que me ayudaría a crecer para poder llegar a donde necesitaba hacerlo en el momento preciso. Durante los tres años que han pasado desde entonces, conforme fui madurando en mi trabajo y mi relación con Matt y Dennis se ha desarrollado, han habido varios momentos en los cuales he dudado si estaba lista para el siguiente paso. Cada una de estas veces he sentido la presencia afirmativa de Ko­ ert, he recordado el sueño y nuevamente he sentido una ola de seguridad. Al igual que me ha ayudado a crecer en lo personal, también he experimentado que Koert continuamente me enseña y me ha dado la habilidad para ayudar a otros. Poco después de morir Koert, estaba orando con un amigo mu­ tuo. Al orar sentí que Koert también oraba con nosotros. 160

Recuerdo cómo el aire en su oficina siempre parecía estar como lleno de una presencia o profundida espirituaf, como si estuviera llena de mucha gente que amara a Jesús. Yo sentía que una completa tradición filosófica y espiritual respalda­ ba a Koert, misma que había aBmentado su comprensión sobre cómo una persona nace únicamente a través del don del amor que afirma. Me di cuenta de que así como Koert continuaba ayudándome desde el otro lado de la muerte, también muchas personas me habían ayudado. El estaba si­ tuado al final de una larga línea de personas sabias y amoro­ sas, cada una inspirada por la intercesión de otros que se habían ido antes. Vi cómo cuando Koert se dedicó a mí también quiso incluirme en todas las fuentes de las que éf había recibido alimento. Yo también me situé en la misma corriente o canal del amor de Dios que le había dado la ha­ bilidad a Koert y todos los que estaban detrás de él, estarían ahora también detrás de mí. Después de esa oración, noté una gran diferencia en mi ministerio. Empecé a tener uri sentido mucho más seguro acerca de qué personas estaban sufriendo a causa de la falta de amor incondicional, qué tan seria era la privación y su calidad particular dentro de esa persona. Cuando yo oraba con alguien, comenzaba por co­ nectarme con esa corriente especial del amor de Dios y de su sabiduría la cual le había dado poder a Koert y le pedía no sólo a él sino a todos los que estaban situados detrás de él que intercedieran por la persona. Desde que he estado orando por gente en esa forma, noto una sanación más rápida y más profunda. La muerte de Koert me enseñó que nada nos puede se­ parar de aquellos a quienes Jesús ha enviado para amarnos, ni siquiera la muerte. No sólo estaba Koert allí para mí, sino que estaba ahí en la manera más específica en que yo más lo necesitaba. EI Padre George Maloney escribe: Todos los que creen en Jesucristo son miembros vivos de su cuerpo y esta presencia para cada miembro trascien161

de las limitaciones temporales y espaciales de su exis­ tencia imperfecta en esta tierra. Milton expresa esta creencia: "Millones de criaturas espirituales caminan sobre la tierra sin ser vistas, tanto cuando estamos dor­ midos como cuando estamos despiertos." ...Aunque sus seres queridos no rivalicen la santidad de los grandes Santos, todavía están íntimamente unidos a usted por el don de Dios de que le dieran su amor. El poder de Dios todavía trabaja en ellos, dándoles lealtad hacia us­ ted la cual los empuja a ayudarle en cada necesidad, de la misma forma en que deseaban hacerlo cuando vivían en la tierra . Si usted toma esta antigua doctrina de la comunión de los Santos seriamente, usted será capaz de caminar y hablar con sus seres queridos que se han ido. El amor de Dios en ellos que aún los une íntimamente a usted se convierte en "onda de longitud" muy pode­ rosa por la cual ellos pueden comunicarse con usted. Entre más grande su amor por ellos, más grande será la comunicación.5 Me encuentro que entre más me abro al misterio de la comunicación de los Santos por la cual Koert puede conti­ nuar "caniinando y hablando" conmigo aunque ya no esté físicamente presente, menos temo a la separación y al aban­ dono en todas las áreas de mi vida. Sabiendo que Yo estoy eternamente unida a seres queridos a través de Jesús sana mi miedo tanto a vivir como a morir. Este misterio de unión eterna también amplía mi con­ ciencia de cómo puedo extender el amor de Dios a otros de la misma manera en que me ha sido extendido a mí. Cuando vi que no sólo Koert estaba ahí para mí sino también todos aquellos que estaban detrás de él me sentí como si hubiera sido "injertada" a su herencia espiritual y que formaba par­ te de todo lo que se le había dado a él. Me di cuenta de que cuando amo y oro por otra persona, no soy sólo yo la que amo y oro, sino todos aquellos que están detrás de mí. 162

Por ejemplo , mi amiga Ann me 11am6 recientemente para pedirme oración desde su casa que está situada a una distancia de mil millas. Ann siempre ha tenido una sensa­ ción de opresión, como si algo lúgubre pesara sobre ella y una gran incertidumbre sobre si ella realmente estaba vi­ viendo en la luz de Dios. Ella se aterraba cada vez que se mencionaba algo relacionado con lo demoniaco. Ann supo que sus antepasados Irlandeses fueron druidas que habían practicado la brujería y el sacrificio humano. Tan pronto como descubrió esto, estuvo segura de que el peso de la lu­ gubrez que había cargado siempre procedía de su herencia de brujería. Poco tiempo después de haber descubierto estos hechos sobre sus antepasados, Ann asistió a un retiro con un grupo donde ella compartió su descubrimiento de una cier­ ta dinámica que existía dentro del grupo. Uno de los miembros del grupo se asustó y se mostró disgustado ante las palabras de Ann y la fustigo acusándola de bruja, lo que Ann precisamente más tem ía. La incertidumbre de ella de saber si realmente pertenecía o no a Dios aumentó y se vol­ vió más intensa, y fue en este momento que me llamó a pe­ dir oración. Al preguntarle a Jesús cómo debía orar por Ann, pen�é en una de las fuerzas de mi propia herencia espiritual. To­ dos mis antepasados son Judíos, con una antigua tradición de monoteísmo y una gran aversión hacia la brujería. Siempre me he sentido cómodamente enraizada con Dios y protegida de cualquier tentación de brujería u ocultismo. Sentí que Jesús me decía que cómo yo amo· a Ann como a una hermana, podía compartir con ella la fortaleza de mi herencia espiritual. Así que empecé mi oración por Ann pi­ diendo la intercesión de todos mis antepasados que tenían un amor sincero hacia Dios, empezando por Abraham. Pedí que Ann fuera injertada dentro de mi herencia espiritual de tal manera que compartiera toda su fuerza y estuviera abri­ gada bajo su protección de toda brujería. Pedí que Ann su­ piera con tanta certeza como yo que estaba enraizada en 163

Dios y que habitaba en su luz. Pedí que sus antepasados fueran tocados y sanados de las heridas e ignorancia que los había orillado a la brujería y que recibieran lo que necesita­ ran de parte de mis antepasados. También pedí que Ann y sus ancestros estuvieran protegidos de cualquier cosa negati­ va en mi herencia, y recibieran únicamente lo que Jesús sabía que les daría vida. Cuando hablé con Ann varias semanas después de esta oración, me mencionó todos los cambios que había experi­ mentado. El día después de que oré por ella notó que la sen­ sación de opresión que siempre había sentido se estaba le­ vantando y sintió una nueva seguridad de que pertenecía a Dios. Desde ese día, se dio cuenta de que las palabras "El so­ lo y verdadero Dios" venían a su mente -palabras que yo no había usado con ella-y con estas palab ras un nuevo in­ terés y amor por el Judaísmo y los Judíos. Ann encontró que su corazón abrigaba un nuevo deseo por la Eucaristía como un sitio de donde ella podía ser alimentada por este ''único y verdadero Dios", cuando antes había asistido a misa más que nada porque pensaba que tenía que hacerlo. El miedo a lo demoniaco de Ann desapareció conforme sintió una nueva cor.fianza de que la lugubrez no podía poseerla. Se sintió menos atemorizada ante la presencia de la persona que la había acusado de estar aliada con lo demoniaco, y unas semanas después espontáneamente Ann invitó a esta persona a que almorzara con ella. Ann trabaja como psico­ terapeuta cristiana y siempre había evitado orar con sus clientes por liberación porque estaba insegura de su derecho a enfrentarse con las fuerzas del mal. Ahora Ann por prime­ ra vez podía orar por liberación y encontró que esta era una experiencia que la llenaba de paz. Ann sintió una nueva li­ bertad para salir y usar todos sus dones de discernimiento porque ahora se sentía más cómodamente enraizada en la luz protectora de Dios. Cuando Ann me habló de todos estos cambios, sentí que el Señor había respondido mi oración 164

usando una fuerza en mi línea de comumon de los Santos para bendecir a Ann y redimir una debilidad en la suya.* Así como un grupo de personas fallecidas como mis an­ tepasados pudieron dar vida a una persona como Ann, así también una sola persona fallecida puede dar vida a una co­ munidad entera. Vimos esto cuando nosotros tres visitamos la población Guatemalteca de Santiago Atitlán. Aunque el ejército ha destruido muchas poblaciones indígenas vecinas, evita enfrentamiento con la resistencia de Atitlán. Los in­ dios afligidos por la pobreza no se resisten con armas sino con un mártir, el Padre Stan Roether. Durante sus trece años como su pastor, él aprendió a hablar con fluidez el difícil lenguaje de los indios y enseñó a la gente un nuevo respeto por su herencia indígena. Estableció escuelas y co­ operativas y trabajó por la justicia social, a pesar de las ame­ nazas de muerte de aquellos que querían a los indios sumisos en lugar de indios levantados con dignidad y buscando justi• Es importante hacer una distinción entre mi apertura a Koert y la de Ann a mis antepasados, y espiritismo comentado en el capítulo 3. La pregunta clave que debe hacerse cuando uno se abre a la influencia de los muertos es si dicha apertura lo acerca más a Jesús. A través de amba� experiencias de oración, hice varias co;as que ayudarían tanto a Ann como a mí a acercarnos má� a Jesús. Primero me dirigí a Jesús antes de dirigirme a cualquier persona y después lo dejé que me guiara, en un caso a Koert y en el otro a mis antepasados. Segundo, continué enfocándome sólo en la persona fallecida porque tenía la sensación de la presencia permanente de Je­ sús. Si yo me hubiera abierto a una persona fallecida que aún no estuviera lo sufi­ cientemente sanada como para ser canal del amor de Jesús, hubiera notado una cre­ ciente disonancia entre mi sensación sobre la presencia de esa persona y mi sensa­ ción sobre la presencia de Jesús; una señal de que el Espíritu en esa persona pro­ bablemente no era el Espíritu de Jesús. Tercero, en ambos casos los frutos de las oraciones fueron un grande amor más por sí mismo, Dios y otros -un símbolo de la presencia de Jesús. Si al principio, en medio y el final de una oración todos condu­ cen a una hamhre más profunda por Jesú� entonces los difuntos están mediando an­ te la presencia y el amor de Jesús. Si la oración conduce a la ansiedad. desaliento, falta de fe. e.�peranza o amor. entonces los difuntos no e:-tán mediando ante la pre­ �ncia y el amor de Jesús sino que más hien deben ser atraldos más profundamente dentro del amor y perdón sanador de Dic.. antes de que puedan ser intercesores me­ diadores. Ver también el Apéndice B, parte II en el cual el Dr. Dou�las Schocnin­ ger compara criterios para relaciones sana., c..•on los difuntos con aquellos para una rclacic'in sana con cualquier persona vi\'a.

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cia. Finalmente, en Julio 28 de 1981, un batallón de la muerte paramilitar asesinó el cuerpo del Padre Stan mas no destruyó su visión. Aunque las autoridades habían prohibi­ do toda clase de reuniones, los aldeanos se levantaron al unísono para expulsar al ejército. Cuando la familia del padre Stan pidió que su cuerpo fuera enviado de regreso a los Estados Unidos, los indígenas estuvieron de acuerdo pero sólo después de que hicieron arreglos para quedarse con su corazón. También pudieron quedarse con el ataúd de fabricación casera, ya que éste no llenaba las C>-Specificaciones de las aerolíneas. Así que cada año en su aniversario, proclaman de nuevo su libertad en un desfile que está prohibido llevando el ataúd del Padre Stan y con los gritos "El ha resucitado". Y a diario, cuando algún aldeano necesita del valor del Padre Stan, va a la Iglesia del pueblo a orar y a tocar el corazón que está conservado allí. Lo que el Padre Stan no pudo obtener en su vida lo logró con su muerte porque aquellos a quienes amaba acogieron su co­ razón. Así con el valor resucitado del Padre en sus corazo­ nes, los indígenas de Santiago de Atitlán continúan con la visión y los proyectos sociales por los cuales murió el Padre Stan. Cuando Stan Roether falleció, la gente de santiago de Atitlán tuvo que enfrentarse a la misma alternativa que los discípulos de Jesús: vivir con temor detrás de puertas cerra­ das o ser llenos dél poder de su Espíritu. Los Stan Roethers y nuestros seres queridos fallecidos que vivieron como Jesús nos capacitan a través de su Espíritu, de la misma forma qúe el Jesús resucitado dio poder a sus discípulos al enviarles su Espíritu. Porque Koert me ama, continúa viviendo conmigo 'del otro lado de la muerte y compartiendo conmigo todo lo que tiene. Porque yo amo a Ann, puedo vivir con ella a mil millas de distancia y compartir con ella todo lo que tengo. Porque el Padre Stan Roether amó la gente de Santiago de

Atitlán, su valeroso corazón no sólo descansa en la Iglesia 166

del pueblo sino que vive dentro de cada indígena. Como di­ jo San Juan de la Cruz, "El alma vive donde ama".6 Oración para vivir con un ser querido a través de la Comunión de los Santos Cuando San Pablo escribió su carta a los Efesios, inclu­ yó una oración que expresó su deseo de vivir con "Los San­ tos" en Efeso a través del amor que une a toda la comunión de los Santos: Por esta razón doblo mi rodilla ante el Padre, de quien recibe su nombre toda familia tanto en el cielo como en la tierra. Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, y que Cristo viva en sus corazones por la fe. Así ustedes, firmes y con raíces profundas en el amor, podrán comprender con todos los creyentes cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. ·Pi­ do, pues: que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que es­ tén completamente llenos de Dios. ¡ Y ahora, gloria sea a Dios, que tiene poder para hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, por medio de su poder que actúa en no­ sotros. Gloria a Dios en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todos los siglos y para siempre I Así sea (Ef 3: 14-21). Dios mío muéstrame cuál de mis seres queridos falleci­ dos se arrodilla con San Pablo ante ti y reza esta oración conmigo. Permíteme abrir mi corazón para recibir su bendi­ ción al unirme a ti y a mi ser querido al rezar esta oración. Dios mío, muéstrame todas las maneras en que me has bendecido a través de mi linaje familiar. ¿Quién necesita re167

cibir esa bendici6n que tengo especialmente para dar? Per­ mite que todos mis antepasados que pueden mediar esa ben­ dición se unan a mí al rezar esta oración contigo por la per­ sona que más la necesita.

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Conclusión

Yo soy tu1 Dios de los Vivos y no de los Muertos

Vivir para ser siempre digno de Dios es seguro la forma más positiva de estar con nuestros difuntos. No debe haber ninguna duda que por su parte no han perdido nada de su afecto por nosotros mismo que merecía vivir eternamente. Debemos por lo tanto estar segurqs de que su deseo por una íntima unión con nosotros, una unión en un a�or perfectamente verdadero, es más grande que nuestro propio deseo de ella. Porque ellos están en Dios que es el mismo Corazón del amor. Pero podemos aproximarnos hacia este amor Divino, porque es en Dios "que vivimos, nos movemos y existimos". También nosotros estamos en Dios, aunque aún no tan completamente como ellos -Dios está en nosotros. Pero Dios es el cielo de las almas fieles. Por lo tanto el cielo está en nosotros. en cuanto Dios está ahí. No podemos concluir entonces que nuestra alma 171

es un santuario de las almas santas de la misma forma que es un templo de Dios? No estamos justificados al pensar que lo llevamos (hasta cierto punto) dentro de nosotros y que ellos están incomparablemente más cercanos a nuestra alma que el bebé pequeño del cual ella es el tabernáculo está cerca al corazón de su madre? Cristo sobrepasó nuestras más osadas esperanzas al hacer la cohabitación mutua de las Personas Divinas la unión de nuestra mutua intimidad "Que ellos puedan ser uno, como Tú y Yo somos uno". No puede haber consuelo más seguro que esta comunión activa y santificante con nuestros seres queridos en una intimidad que aumenta continuamente al hacerse más íntima nuestra unión con Dios. Dios no nos los ha quitado; El los ha escondido en Su Corazón para que así estén más cerca al nuestro. "Dios no es un Dios de los muertos sino de los vivos". De The Splendor oj the Liturgy por Maurice Zundel, publicado por Sheed y Ward

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Apéndice A

¿Y del infierno qué? ¿Cómo un Dios amante puede enviar a alguien allí? (Punto de vista bíblico)

Mucha gente puede leer varios pasajes de la Biblia acer­ ca del Juicio de Dios y dudar si la visión que Hilda tuvo de Dios dándole la bienvenida a su hijo después de su suicidio (Cap. 5) tiene algo de verdad o simplemente es la racionali­ zación de la esperanza. Pueden preguntarse aún con mayor razón cuando descubren que Robert, desde que su padre le corrigió delante de sus compañeros cuatro años antes se encerró en su cuarto. Constantemente usó un lenguaje muy abusivo diciéndole a su mamá, "Tú y Dios pueden irse al in­ fierno". Muchos pasajes de la escritura pueden sugerir que a Robert lo espera un juicio vengativo. Por ejemplo, Mateo 5:22 nos dice que el lenguaje insultante tal como el que Ro­ bert usaba hacia su Madre haee que él esté "expuesto al fuego del infierno o sobre no perdonar ¿pueden ser reales y de un lenguaje tan abusivo contra Dios es razón para que Je­ sús nos desherede delante del Padre en los Cielos. Y todavía otros pasajes como Mateo 6: 15 dicen que a menos que Ro­ bert perdone a su Padre, "Dios Padre no perdonará sus fal­ tas tampoco". Declaraciones tales como enviar la gente al fuego del infierno o sobre no perdonar ¿pueden ser reales y verdaderas sobre cómo actúa Dios? La pregunta que deberíamos hacer es: ¿Cuando un amante nos amas más, él/ella nos desheredería, nos enviaría al infierno, o no nos perdonaría? Ya que Dios nos ama por Jo menos tanto como la persona que más nos ama, ¿no actuaría al menos en la misma manera amorosa que esa persona? Pa175

ra entender cómo Dios nos ama y lo que pueden significar los pasajes anteriores para Robert, debemos oír dichos pa­ sajes tal como fueron expresados por un Dios amoroso usan­ do un lenguaje que solamente puede ser entendido apropia­ damente por otro amante.

Dios usa el lenguaje de los que se Aman Los pasajes bíblicos no pueden ser entendidos hasta que podamos comprender el lenguaje de los amantes. El lengua­ je que se refiere al castigo es particularmente mal entendi­ do. El castigo puede entenderse más fácilmente cuando es terapéutico, como una Madre que le dice a su niño qt·e apa­ renta estar cansado, "si no dejas de estar molestando tendré que enviarte a tu cuarto a tomar una siesta.,. Pero ¿qué ocu­ rre cuando los que se aman se amenazan con castigos venga­ tivos o con un castigo que no es terapéutico, como cuando Dios habla de desheredarnos, enviándonos al infierno o que no nos perdona? El mes pasado dos de mis amigos me ayudaron a enten­ der lo que los amantes como Dios quieren decir cuando usan un lenguaje que amenaza con un castigo de carácter negati­ vo. Un amigo, Terry, esperaba pacientemente a que James, su hijo de tres años, guardara sus juguetes para que éste pu­ diera hacer lo que más le gustaba, o sea, ir a hacer las compras semanales con su papá. Pero James, ansioso de irse, se detuvo después de haber recogido únicamente la mitad de sus juguetes. Terry le dijo: "James, si no recoges tus ju­ guetes, papito tendrá que dejarte y esto le partiría el cora­ zón". James, con temor a que lo dejaran solo en su casa, re­ cogió el resto de los juguetes y minutos después estaba de ca­ mino a hacer las compras. Ya que Terry deseaba que su hijo lo acompañara, había usado lenguaje de separación ("si no recoges los juguetes, papito tendrá que irse sin ti") que invo­ lucraba castigo (que James se quedara solo en su casa). 176

La otra amiga, Annette, usó un lenguaje de separación con implicación de castigo cuando trataba de que su an­ ciano padre se fuera a vivir a su casa con ella. Una vez al mes Annette viajaba a visitar a su padre ya senil, sólo para encontrar que su cuerpo se deterioraba lentamente debido a la mala nutrición. Por meses ella había tratado de conven­ cerlo que se cambiara de la casa donde él había vivido por cuarenta y siete años. Pero su padre no parecía oír nunca es­ ta solicitud hasta que un día ella dijo: "Papá, si no te cam­ bias ahora, no volveré el mes entrante. Me muero cada vez que te veo así". Minutos después el papá de Annette tenía sus maletas preparadas. Finalmente se había decidido a ce­ der al deseo de su hija de que se fuera a vivir a su casa. Tanto Annette como Terry habían usado lenguaje que implicaba un castigo vengativo con el fin de decirle a alguien a quien amaban, cuánto querían que esa persona estuviera con ellos. Cuando los que se aman usan lenguaje de castigo ven­ gativo, lo que aparentemente suena como castigo por vengan­ za (V.g. "Te voy a dejar en casa" o "No voy a volver el mes próximo") no es en verdad un indicador confiable de lo que va a suceder. Terry nunca hubiera dejado solo a su hijito de tres años; Annette tenía todas las intenciones de regresar ca­ da mes (ella me dijo que hubiera ido semanalmente a ver a su padre si éste no se hubiera cambiado). El castigo vengati­ vo amenazador es dado no porque la persona tenga inten­ ción de llevarlo a cabo sino únicamente para indicar cuán importante es obedecer para que puedan amarse más. Así también Dios no tiene intención de llevar acabo sus amena­ zas de castigo tales como desheredarnos, mandarnos al in­ fierno contra nuestra voluntad o que no nos perdone. Más bien nos amenaza para que sepamos qué tan importante es obedecer lo que él nos pide para que podamos amarnos más. Un ejemplo de tal amenaza vengativa sería Mateo 6:15. En ese pasaje Jesús nos dice, "Si no perdonan a otros, su Padre Celestial no les perdonará sus faltas tampoco". Nos amenaza con no perdonarnos sólo porque Jesús quiere su177

brayar la- importancia de su mandamiento de perdonar a otros y no porque tenga intención alguna de no darnos su perdón que es concedido siempre aun antes de que nos arre­ pintamos. El perdonar a los demás es importante porque cuando no perdonamos a alguien, todas nuestras relaciones se ven afectadas y estamos menos abiertos a dar y recibir amor a Dios y a los .demás. Jesús quiere que perdonemos porque desea que estemos cerca a El y a aquellos que él nos mandó para que nos amaran. Más aún, el negar el perdón haría de Dios un hipócrita, ya que él constantemente nos es­ tá diciendo que perdonemos inmediatamente y en forma in­ condicional. Los castigos vengativos amenazados ( no así los terapéuticos) no son para tomarlos literalmente, de la mis­ ma forma que no tomamos literalmente lo que dijo Terry de que su corazón se le partiría si James no hubiera recogido los juguetes; o no tomamos Hteralmente lo que Annette dijo de estarse muriendo cada mes cuando veía a su padre deterio­ rarse.1 No sólo el castigo de venganza sino palabras como "eterno", "fuego" e "infierno" no deben tomarse literalmen­ te sino que la mayoría de las veces se utilizan como imáge­ nes. Aunque el infierno sí .existe como un estado posible, no podemos entender tal estado a menos que entendamos las imágenes usadas para describirlo. La prueba para descubrir si estamos entendiendo apro­ piadamente un pasaje Bíblico es hacernos la pregunta, "Cuando alguien que me ama me está amando al máximo, ¿actuaría de esta forma? Si es así, tal vez entendamos el pa­ saje. Si no, probablemente estamos cometiendo un error, como tomar literalmente algo que en realidad se ha preten­ dido que sea una imagen. Jesús pasa gran parte de su vida tratando de mostrarles a los sacerdotes, escribas y fariseos que las Escrituras hablaban un lenguaje de amantes el cual con frecuencia mal entendieron al interpretarlo literalmen­ te. Por ejemplo, Jesús luchaba constantemente con ellos cuando interpretaban la ley y los castigos de venganza en forma literal, lo que se relacionaba a cosas como que guar178

daran los sábados o las reglas sobre la limpieza. Por lo tanto, Jesús siempre tenía problemas con ellos por actuar en algo como sanar a los enfermos en sábado, o tocando a un lepro­ so. A través de todos los siglos, el hecho de interpretar lite­ ralmente las Escrituras ha conducido a muchos abusos, tales como el encarcelamiento de Galileo o el apoyo a la esclavi­ tud. Tal vez la vez en que Yo (Dennis) observé el abuso más grande al leer toda la Escritura literalmente fue el día que fui llamado a la cárcel a visitar a mi amigo Bill porque había intentado sacarse un ojo. Cuando llegué a ver a Bill, los guardias le habían encadenado los brazos y lo habían confinado en una celda aislada porque creían que estaba lo­ co. Vi su camisa ensangrentada y le pregunté por qué había tratado de sacarse el ojo. El me repitió a Mateo 5:29, ''y si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y lánzalo fuera; porque te hará menos daño perder una parte de ti que enviar tu cuerpo completo al infierno". En ese momento me llamó la atención qué tan loco se había vuelto Bill para tomar la pri­ mera parte de ese pasaje, "y si tu ojo derecho te hiciera pe­ car, sácatelo y arrójalo fuera" de forma tan literal. Pero luego me di cuenta que había pasado los primeros veinte años de mi vida actuando de una manera tan desequilibrada como esa, porque había tomado la segunda parte de ese pa­ saje, que Dios enviará al infierno todo mi cuerpo, de una manera tan literal. La verdad del asunto es que la instruc­ ción de sacarse el ojo no es para tomarla más literalmente que la afirmación de que Dios arrojaría todo tu cuerpo al in­ fierno. Entonces ¿qué es lo que Jesús está diciendo en su lenguaje de amante al usar imágenes tales como "el fuego del infierno" o cuando amenaza con tales castigos como no perdonarnos? En la historia de la otra vida del hijo pródigo, podemos observar cómo le contesta Dios al hijo mayor quien está en el proceso de escoger entre el cielo y el infierno.

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El Hijo Mayor puede escoger el Infierno Si la escritura puede poner a Robert en el infierno, también puede situar al hermano mayor del hijo pródigo ahí. Cuando Hilda me contó la historia de su hijo suicido .Robert y de cómo por cuatro años éste había cerrado con llave la puerta de su cuarto si su padre estaba presente, y de cómo había utilizado lenguaje injurioso con su madre, sentí su depresión y descorazonamiento. Pero la historia de Hilda no es más angustiosa o descorazonadora que la historia que nos cuenta Jesús acerca del hermano mayor del hijo pródi­ go. Aunque el hermano mayor se describe a sí mismo como uno que ha servido fielmente, Jesús lo describe como muy infiel a los deberes que la cultura oriental le asigna al hijo mayor. De hecho, Jesús describe a éste fallando en mut!has de las formas en que lo hizo Robert. Aunque el hijo mayor no cerró su puerta como Robert, éste se aisló de su padre al acceder junto al hijo pródigo en el crimen imperdonable de tratar a su padre como si estu­ viera muerto. Uno de los principales deberes que el Talrnud asignaba al hijo mayor era la de ser el reconciliador de la fa­ milia. El Talmud haría responsable al mayor de cualquier fracaso en la comunicación como lo que sucedió cuando el pródigo pidió y se le concedió su parte de la herencia. El mayor no sólo se negó a ser el reconciliador, sino también la aceptación activa de su propia parte de la herencia hubiera asombrado al oyente. Pero eso no es todo. Como todos los orientales sabían, otro deber primordial del hijo mayor era salvaguardar la tan venerada hospitalidad oriental. En los banquetes se esperaba que fuera el mayordomo, el respon­ sable de la hospi talidad. No sólo el hijo mayor rehusa ha­ cerlo sino que, lo que es peor, discute con su padre en públi­ co. Debido a la autoridad del padre, dicha acción no sólo era una afrenta hacia una persona sino que también era un crimen contra la cultura, la religión y la familia. Aquellos que estudian la Cultura Oriental nos dicen que el insulto 180

público del hermano mayor propició un "rompimiento en la relación entre el hijo mayor y su padre que es casi tan radi­ cal corno el rompimiento entre el padre y el hijo menor al principio de la parábola" . 2 De hecho, los expertos en cultura del medio oriente señalan un escrito donde un padre que fue insultado en público por su hijo siguió lo que culturalmente se esperaba de él y mató a su hijo. 3 Los oyentes de Jesús del medio Oriente podrían usar el mismo pasaje bíblico que usamos con Robert para sugerir que un juicio vengativo le espera al hermano mayor. Por ejemplo, Mateo 5:22 nos dice que el lenguaje injurioso tal como el que usó el hermano mayor con su padre lo hace, "merecedor affuego del infierno". Más aún, Mateo 6: 15 di­ ce que a menos que el hermano mayor perdone al pródigo, Dios Padre no le perdonará tampoco. Podríamos continuar con otros pasajes sobre el infierno y los castigos que podrían convenir a lo que hizo el mayor (v.g. Mat 8:12; 22:13; 25:41). ¿Pero qué significan sus castigos amenazados cuando van diri­ gidos al hermano mayor? Aunque no sabemos si el hermano mayor va al ban­ quete eterno o no, supongamos lo peor. Supongamos que el hermano mayor consideró la acción de su padre al recibir al pródigo como la gota que derramó el vaso. Finalmente el hi­ jo mayor le dice al padre la verdad, "En lo que a mí respec­ ta, no quiero nada que ver contigo o con mi hermano y esa es mi palabra final". Si la decisión del mayor de verdad fue terminante, se encontró a sí mismo en el caos que Jesús describe a través de la imagen del "fuego eterno del infierno". Lo que es el caos eterno del infierno probablemente puede ser mejor descrito por cu�uiera de las personas asistentes al banquete eterno del pródigo que se consideraba como el amigo más íntimo de la famUia. Tal amigo recordaría las noches de insomnio y la angustia sufridas por el padre que esperaba día a día el re­ tomo de su hijo pródigo. (Orígenes describe esta angustia diciendo que mientras una sola persona permanezca en el 181

infierno, Dios permanece en la cruz).4 El amigo de la fami­ lia también recordaría la forma en que el padre saludó al pródigo y sobre todo maravillarse de cómo éste se acercó más al padre que nunca. Con este antecedente el amigo po­ dría comprender el caos del infierno especialmente al ver al hermano mayor rehusarse a asistir al banquete. Si tal amigo pudiera gritarle al hijo mayor, probablemente le diría; "¿no ves la alegría que tu padre quiere compartir contigo? ¡Estás loco al rehusartel Mira cómo te estás haciendo daño a ti mis­ mo, a tu padre y a tu hermano cada vez que rechazas la in­ vitación al banquete eterno". Pero en el infierno eterno el hermano mayor no cambiaría sino más bien, escoge el caos egocéntrico dentro de sí y proyecta tál caos hasta aquellos que más lo aman. Así el infierno eterno es la descripción de Jesús del sufrimiento que tiene lugar dentro del hermano mayor, dentro de otros y de Dios cuando este hermano se es­ coge a sí mismo para siempre. Aunque la iglesia sostiene que es una posibilidad que el hermano mayor pudiera elegir tal infierno, la iglesia nunca ha dicho que alguien haya tomado tal decisión o que alguien llegará a hacerlo.5 ¿Cómo nos daríamos cuenta si una perso­ na ha escogido el infierno? Tal alternativa debe ser mirada desde dos puntos de vista: el del hombre y el de Dios. En la parábola del joven rico, Jesús hace énfasis en como se ve de diferente la posibilidad de salvación desde el punto de vista del hombre al de Dios. Cuando sus discípulos le pregunta­ ron a Jesús cómo al guien podría salvarse, Jesús dijo que des­ de el punto de vista humano era imposible, pero desde el punto de vista divino todo es posible (Marc 10:27). Piet Schooenenberg resume esta parábola al decir "El infierno es una posibilidad dentro de nosotros y la redención es todavía una mayor posibilidad dentro de D'ios".6 Cuando Hilda pen­ só por primera vez en su hijo cometiendo suicidio, lo pensó únicamente desde el punto de vista del hombre. Pensó que su hijo seguramente iría al infierno hasta que vio al Padre �l y entonces p udo considerar la cuestión ll�g�ílQQ�v

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desde el punto de vista de Dios. De manera similar, la si­ tuación del hermano mayor se ve muy diferente cuando se mira desde el punto de vista humano y desde el de Dios.

El Infierno desde el punto de vista del hombre Cuando el hijo mayor dice a su padre, "Por lo que a mí respecta no quiero tener nada más que ver contigo o mi her­ mano y esa es mi palabra final", desde su punto de vista él podría estar escogiendo el infierno. El infierno, desde el puntó de vista humano, es el permanecer atrapado en el propio egocentrismo hasta el extremo de cerrarse hacia cual­ quier contacto de amor con Dios o con cualquier otra perso­ na. Desde este ángulo, el atascamiento del infierno es tal que, al dejar sola a esa persona, ésta al igual que el hermano mayor permanecería en ese estado de atascamiento para siempre. Desde el punto de vista del hermano mayor, puede des­ cribir el infierno como sigue: El infierno es eterno. Es el fuego eterno. Es irrever­ sible. Está más allá de la libertad del hombre cambiar esta decisión. El puede escoger el infierno en esta vida terrenal. Su decisión es irrevocable en cuanto a sus po­ deres humanos para cambiarla. El infierno es la posibi­ lidad más real cuando el hombre puede escoger en esta vida y es la frustración eterna.7 Así es que, desde su punto de vista, el hermano mayor está probablemente en lo cierto al decir que no quiere nada más con su padre y que su decisión es definitiva. Pero aun­ que piense así, "la decisión del infierno" del hermano mayor probablemente no es definitiva hasta que Dios haya puesto su parte. Conociendo las heridas y frustraciones que involu­ cran la decisión del hermano mayor, el padre decide honrar

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tal decisión no mandando al infierno a su hijo, sino más bien, adentrándose dentro de esa decisión y sanando las he­ ridas que hicieron que el hijo mayor escogiera el infierno. El Infierno desde el pW1to de vista de Dios Tal vez es muy importante notar la forma en que el pa­ dre manejó a su hijo mayor, que él no le pide que abandone el banquete de la vida eterna. El mayor puede escoger no entrar, y, al decidir quedarse alejado de su padre para siem­ pre puede inclusive empezar a escoger el infierno. Pero el padre no juzga con venganza o le impone el infierno como castigo. Al no perdonar nosotros juzgamos y nos podernos colocar en un estado similar al infierno. Hasta que el herma­ no mayor perdone al pródigo y a sí mismo por ser infiel, pro­ bablemente continuará sintiéndose juzgado. La ira enjuiciadora de Dios es generalmente una pro­ yección de la ira contra nosotros mismos. Afuera del salón del banquete, la acción del padre trata de decirle al hijo ma­ yor, "Te amo y te aprecio; ven y entra". Pero el hijo mayor interpreta la acción de su padre como si este dijera, "No te aprecio. Voy a entrar al salón y te voy a abandonar". Cuando el padre entra al banquete eterno, el hermano mayor, que no ha perdonado al pródigo, puede encontrarse en un estado similar al infierno y quizás imagine que el padre le está dirigiendo las palabras de Mateo 6: 15: "Si no perdonas a otros, tu padre Celestial no perdonará tus faltas tampoco". Pero la verdad es que el padre le ha perdonado al hijo la infidelidad al decirle de nuevo que "todo lo que tengo es tuyo" (Luc 15:31). Que el padre no perdone (Mat 6: 15) no es una declaración de cómo Dios actúa sino cómo una perso­ na como el hijo mayor proyecta hacía Dios lo que está den­ tro de sí mismo. Si nuestro enojo e� una reacción excesiva a la "infidelidad" de otro, por ejemplo, hasta el punto de no perdonarlo, es con frecuencia porque no podemos perdonar 184

la "infidelidad" dentro de nosotros mismos. Por tanto, "El Padre no te perdona" no porque él no esté ofreciendo per­ dón, sino porque nosotros no nos perdonamos a nosotros mismos y por ende, somos incapaces de recibir el perdón del Padre. Aun el "imperdonable pecado contra el Espíritu San­ to'' (el rechazo del perdón de Dios dado a través de su Espí­ ritu) es sólo imperdonable porque no aceptamos la oferta de perdón de Dios (Mar 3:28). La inhabilidad para alguien como el hermano mayor para perdonarse a sí mismo generalmente procede de heri­ das. Tal vez la más profunda herida de éste puede ser descri­ ta como abandono (Luc 15:29). Debido a la profundidad de esa herida, sus raíces pueden remontarse hasta su niñez y el abandono que sintió después de la muerte repentina de su madre. O esas raíces pueden remontarse a los años de sentir­ se abandonado por Dios mientras luchaba contra obstáculos insuperables como el hambre. La queja que le dirige al Pa­ dre de que se sentía como esclavo es probablemente la punta del profundo témpano de hielo del abandono interior. Pero para una persona que siente un abandono de tal magnitud sería muy difícil amar y perdonarse a sí misma porque usualmente él no puede hacer algo a menos que antes reciba amor (1 Juan 4:19). Así, que no es sorprendente que el her­ mano mayor que se ha sentido abandonado continuamente se "abandone" a sí mismo en lugar de enfrentarse. Por ejemplo en lugar de enfrentar su propia infidelidad para poder recibir la misericordia de Dios y de esta manera poder tener misericordia de sí mismo, se aferra a la falsa imagen de sí mismo siendo infiel (Luc 15:29). Las heridas, a más de darnos una falsa imagen de no­ sotros mismos, también nos dan una falsa imagen de Dios. Debido a todo el abandono que el hermano mayor experi­ mentó en su vida, es incapaz de entrar al banquete eterno porque cree que Dios lo ha abandonado también. Pero hasta que sus heridas sean sanadas, será como los discípulos depri­ midos en el camino a Emaús, que piensan que se han desen185

cantado de Dios, cuando en realidad sólo se han desencanta­ do con su falsa imagen de Dios como un Mesías político (Luc 24:22). Como probablemente ninguno de nosotros vivirá o morirá sin heridas, todos somos como el hermano mayor que necesitamos sanar ahora y en la otra vida. Como el Hombre escoge el Infierno, Dios escoge Sanar Si la persona que usted ama más empezara a escoger el infierno, ¿qué haría? Aunque no podamos decir con certeza lo que Dios hará cuando alguien empieza a escoger el infierno, lo que sí sabemos es que será al menos tan amoroso como la persona que más nos ama. Lo que da esperanza al conside­ rar la cuestión del infierno es que cuando una persona em­ pieza a escoger el infierno, Dios escogerá extender su sana­ ción a esa persona. Dios tiene tantas formas de extender su sanación como tiene diferentes maneras de amar. Como las formas de amar de Dios son infinitas, Dios tiene un número infinito de escenarios a escoger al extender su sanación. Aunque Dios tiene ese infinito número de argumentos para dar su sanación, los siguientes cinco libretos cortos nos da­ rán un poco de la esperanza infinita que Dios tiene para sa­ nar a todos, incluyendo al hermano mayor, cuando él empe­ zó a escoger el infierno. Primer libreto: Sanación por Dios como Terapista Si como imaginamos, el hijo mayor se resiste a asistir al banquete eterno y empieza a escoger el infierno, sabemos que el padre lo buscará en todas las formas posibles, tal co­ mo lo haría cualquier amante y tal como lo hizo el padre con el pródigo. La historia del hijo pródigo (especialmente Luc 15:25-32) describe una forma en la cual el padre, actuando como un terapista sensible1 buscó a su hijo mayor. Primero, 186

el padre escuchó compasivamente mientras su hijo mencio­ nó todos sus senúmientos de enojo en lo que se refería al pró­ digo. Al escucharlo, el padre no lo condenó o lo culpó ven­ gativamente, sólo prometió seguir amándolo aunque nunca cambiara. Si el hijo mayor continúa escogiendo él infierno, tal vez el que el padre continúe escuchándolo permita que el hijo mayor trate de salir y sane las heridas que lo encamina­ ron a decidir el infierno. Segundo libreto: Sanando a través de Dios pennitiéndose a sí mismo ser vencido físicamente El estudioso de las escrituras Kenneth Bailey, ha escrito su propio final a la historia del hijo pródigo, en una obra ti­ tulada "Dos hijos no tengo" 8 En la siguiente conversación, Bailey sugiere cómo el padre llega a la conclusión de que la única forma de abrir el corazón de su hijo mayor es ir, libre de protección, hasta su hijo enojado aun a sabiendas que és­ te lo golpearía. Padre:

La disciplina acarreará más rebelión. El perdón no cambiará nada...'Si me golpea, tal vez enton­ ces verá su rebelión tal como es en realidad.

Alcalde:

Pero usted no debe hacer esto. Puede resultar he­ rido.

Padre:

¿Mi sufrimiento será peor del que ahora tengo que soportar? ¿Mi corazón está descansado con él en rebeldía lejos de mí? 'Me voy, mis amigos.

Pocos minutos después de que el padre se va, el sacer­ dote y el alcalde escuchan el sonido de una vara golpeando un cuerpo. Cuando el alcalde le pregunta al sacerdote qué le sucederá ahora al hijo mayor, el sacerdote da la siguiente in­ terpretación esperanzada. 187

Yo creo que se arrepentirá. Por primera vez verá que su orgullo en realidad significaba que secretamente desea­ ba la muerte de su padre. Estará impactado por lo que ha hecho, especialmente cuando sepa que su padre vino a verlo a propósito, a sabiendas de lo que pasaría. En un instante se dará cuenta de que la vara debería baber estado en la mano de su padre. El verá que no nay nada que pueda hacer para reparar sus actos. Esto lo condu­ cirá a un arrepentimiento con el corazón destrozado. Ahora podrá ver algo de la intensidad del amor de su padre. Cuando la rebelión quede apagada en él, confe­ sará su indignidad y se arrepentirá. ¿No lo cree así, al­ calde? Si es que estamos tan esperanzados como el sacerdote o no, lo que sí sabemos es que el padre tratará de por todas las maneras posibles sanar a su hijo mayor. Las posibilidades creativas del amor de Dios están más allá de lo que podamos imaginar, de la misma forma que la muerte y resurrección de Jesús estuvieron más allá de la imaginación de los Judíos que habían esperado a su salvador. Tercer libreto: Sanando a través de la Cruz de Jesús El teólogo y obispo Anglicano, John A. T. Robinson ofrece otro posible escenario de cómo Dios puede haber mi­ nado la resistencia del hijo mayor demostrando su amor .sa­ crificado. Imagínense que el hijo mayor camina por el sen­ dero que eventualmente conduce al infierno. En algún lugar a lo largo del primer camino, cerca o le­ jos de su principio, el hombre se encuentra con alguien, una figura inclinada bajo el peso de la cruz. "Señor, ¿por qué haces esto" cada uno de nosotros alguna vez se ha pr��un t��Q. "Pw ti, p"rn prQb"r qu� DiQS t� 188

ama inmensamente". Ningún hombre puede indefini­ damente encontrarse con ese amor tan grande, espe­ cialmente en su amargo vacío y en la soledad del amor propio, y seguir resistiéndolo. El hombre no perderá su opción de resistir. El deseará, como un sediento febril en el desierto, extenderse a beber esta agua vivificante.9 De nuevo, si Robinson está en lo correcto o no, de que ni el hermano mayor ni nadie más puede finalmente resistirse a un amor tan personalizado, lo que sí sabemos es que Jesús buscará todas las avenidas posibles para sanar. Aunque no­ sotros y la Iglesia Católica creemos que existe una posibilidad el escoger el infierno, Robinson demuestra que es tan poco probable que alguien de hecho opte por tal alternativa. Cuarto libreto Sanando a través del Exorcismo ¿Y si el hermano mayor está demasiado herido, dema­ siado enfermo para responder? ¿Existe alguna manera de sa­ lir de tal sufrimiento? Una persona que está rehusando el amor de Dios, el cual es la misma vida, parece ajustarse a la descripción del Dr. Yolles de una persona suicida, cuando él dice que sólo una persona enferma puede ser orillada al sui­ cidio. La iglesia también está descubriendo que el sucidio muy rara vez es un acto deliberado (pecado mortal) de sepa­ rarse de Dios. Como se mencionó previamente, las heridas que consumen a una persona suicida pueden conducirlo a. saltar de una ventana alta, no porque él quiera separarse completamente de Dios sino porque todas las presiones de su vida se sienten como llamas en un edificio que se está quemando y que están a punto de consumirlo. Como nunca podremos saber todas las presiones que había en la vida del suicida o en la vida del hermano mayor, no tenemos ningún derecho a condenar. De la misma manera en que interven­ dríamos para detener a una persona suicida, es probable 189

que Jesús también intervendría para tratar de detener la conducta destructiva del hermano mayor. Nunca podremos decir con certeza lo que Jesús haría tal vez en el más severo de los casos, Jesús se encontraría haciendo una oración de li­ beración 10 o incluso un exorcismo igual que hizo con el ende­ moniado de Ger as a (Marc 5:1-21). El endemoniado se había retirado hasta llegar a "tomar refugio entre las tumbas" y es­ taba tan herido y enfermo que le pidió a Jesús que lo dejara solo (Marc 5:7). Nada, ni siquiera la separación o la posesión pueden detener el poder sanador de Jesús si estamos abiertos para recibirlo.

Quinto Libreto: Sanando a través de la Comunión de los Santos A través de la Comunión de los Santos, Jesús también ex­ tiende su sanación a una persona que empieza a elegir el in­ fierno. La Comunión de los Santos es el nombre dado a todas las person as vivas y muertas que se encuentran conectad as unas a otras al estar conectadas con Jesús. Porque, "si una de l as partes es herida, todas las demás partes quedan heri­ das con ella" (Icor 12:26). Así, por ejemplo, todos los asis­ terttes al banquete de la otra vída pertenecen a la Comunión de los Santos. Así que si hay algo entre el hermano mayor y el padre, no sólo el pródigo sino todos aquellos en el ban­ quete se dolerán con el padre. Aquellos "Santos" en el ban­ quete crecen en amor de entrega y en su amor por Dios al acercarse al mayor y a todos los que han sido quebrantad os, ya sea que aún estén en la tierra o que hayan muerto y nece­ siten sanación. No sólo los santos en el cielo sino también los Miembros de la Comunión de los Santos en la tierra pueden entrar den­ tro del amor de Dios y dentro del infinito número de argu­ mentos que ofrecen sanación no soñada. Por ejemplo, la his­ toria de Edward en el capítulo 6 habla de una persona libera190

da de una esquizofrenia casi infernal cuando otros oraron por sus antepasados. Cada vez que veo una forma tan nueva y creativa de traer sanación a alguien, estoy consciente de que apenas estoy empezando a penetrar en el número infinito de formas creativas de sanación concedidas por Dios y todos los Santos, cuando ellos ofrecen sanación a los difuntos. Durante tal momento de conciencia, empiezo a saborear un poco más la infinita esperanza que Dios y todos los Santos tienen para sanar a todos, incluyendo a aquellos que como el hermano mayor, han empezado a escoger el infierno. Fuego eterno del Infierno Una imagen de Sanación Los argumentos infinitos con los cuales Dios decide ex­ tender su sanación pueden ser una parte de lo que quiere de­ cir la Escritura con "fuego eterno del infierno". Cuando Je­ sús habla de "el fuego eterno del infierno" está usando una imagen para describir el caos de una persona completamen­ te separada de Dios. El usa esta imagen para describir tanto el estado caótico de estar permanentemente desconectado (dogmáticamente descrito como infierno), y el estado de es­ tar temporalmente aislado (dogmáticamente descrito como .purgatorio). Muchos de los que siempre han pensado del "fuego eterno del infierno" como referencia a un estado JJermanente, tal vez se pregunten cómo es que puede ser temporal. La clave está en comprender la imagen bíblica de fuego lo mismo que las palabras bíblicas para "eterno (aio­ nios en Griego) y para "infierno" (gehenna en Hebrero).11 Jesús menciona "infierno" o la palabra hebrea gehenna siete veces en el Evangelio de San Mateo, tres veces en Mar­ cos y una vez en Lucas. Gehenna era un valle en el sureste de Jerusalén temido como maldito y asociado con fuego y muerte porque los paganos practicaban sacrificios infantiles en un santuario que estaba ahí. Así Jesús usó gehenna al 191

hablar del infierno porque sus oyentes Judíos habían escogi­ do gehenna como su imagen cuando hablaban de un lugar de castigo para las almas de los malvados después de la muerte. Cuando los oyentes Judíos de Jesús tales como el hermano mayor lo oyeron hablar de los fuegos de gehenna o infierno, significaba diferentes cosas para diferentes perso­ nas. Aunque el fuego era eterno, el castigo no siempre lo era. Por ejemplo, la mayoría de los oyentes de Jesús que en­ tendían el Talmud y Midrash ponían un límite de doce me­ ses para todos exceptuando los más malvados que no sólo pe­ caban sino que hacían pecar a otros. Hasta las almas conde­ nadas en gehenna podían obtener la libertad a través de la intercesión de los justos y por la recitación de oraciones tales como el Shema. 12 No sólo "infierno" sino "eterno" era entendido por los oyentes de Jesús como una imagen que podía describir un es­ tado temporal. George Maloney escribe: "Aunque los escri­ tos de la versión griega de los setenta (tales como el libro de Daniel y los libros de los Macabeos) usan palabras como "por siempre", "eterno" y "sempiterno" (ainios en griego), el significado es una descripción popular para una duración indefinida de un largo período de tiempo". 13 Así pues "por siempre" o "sempiterno" es una imagen y de ninguna mane­ ra pretende ser solamente "un concepto metafísico de sin fin, eternidad sin límites como lo entendemos hoy". 14 Karl Rahner está de acuerdo con los estudiosos de la biblia como J. L. McKenzie en que cuando se habla del infierno, Jesús usaba "sempiterno" y tales palabras como una imagen. 15 Tal vez lo más importante que debemos recordar es no solamen­ te que tales palabras como "sempiterno" y "por siempre" son imágenes, pero que son imágenes habladas por un amante. Para un amante, un día para el padre buscando a su hijo pródigo perdido o al mayor perdido, puede parecer "eterno". Después de la pérdida de mi abuelo, mi abuela di­ jo que para ella, un día le parecía más largo que los ante­ riores cincuenta y dos años de matrimonio. Recuerdo una vez en que esperé dos horas por una llamada telefónica de 192

una persona con la que necesitaba reconciliarme. Esas dos ho­ ras parecieron como "eternas". Si el hijo mayor tomó la deci­ sión final de responder a las iniciativas sanadoras de su padre, su sufrimiento sería literalmente el infierno eterno. Por otro lado, el "fuego perdurable" de las Escrituras puede ser tam­ bién una imagen de cualquier tiempo que sea necesario para que el hijo mayor completamente acepte la sanación de Dios y de esta forma puede ser una imagen para los que describi­ mos como estado temporal de separación, como el purgatorío. Además de "infierno" y "sempiterno", "fuego" es otra imagen física usada en el Nuevo Testamento. "Fuego" no quiere decir llamas físicas que Dios creara para que aquellos que sufrieran por las llamas pudieran hacer pago expiatorio por sus pecados. Dios no es un juez vengativo sino un sana­ dor. Por lo tanto, fuego es una imagen del amor de Dios el cual estaría presente hasta en el infierno. Aun cuando el hermano mayor desde su punto de vista escogió el infierno, el amor de Dios sigue invitándole a que por favor venga al banquete. Tal fuego del amor de Dios pretende purificar, quemar la dureza de corazón del hermano mayor. Es el fue­ go de amor que "atormenta". Entre más ame el padre al pródigo o al hermano mayor, más lo '"atormentará" tal amor porque lo llama a una decisión diferente que la del in­ fierno hacia donde se dirige. Si alguien está en el infierno, San Isaac el Sirio nos dice que aun esa persona no está priva­ da del amor de Dios sino que por su propia decisión, experi­ menta como tormento lo que los que están en el cielo experi­ mentan como gozo. 16 Por lo tanto el cielo, el infierno y el purgatorio no son lugares diferentes, sino más bien maneras diferentes de responder al fuego del amor de Dios. El cielo es ser capaz de gozar plenamente de ese amor, el purgatorio es un proceso de sanación para que uno se abra a dicho amor y el infierno es la decisión final de ir contra ese amor. La única forma de salida del "fuego atormentador" que tiene el hermano mayor es abrirse al amor sanador del padre. 193

El Amor Sanador de Dios en el momento de la muerte y después de ésta De acuerdo con nuestras tradiciones católicas, la de­ cisión básica en pro o en contra de Dios debe hacerse antes de la muerte. 17 El hermano mayor tendría que abrirse al amor sanador del padre antes del momento de la muerte, aunque su apertura tendría que pro fundizarse considerable­ mente a través del proceso sanador del purgatorio. A pesar de que nuestra tradición cree que después de la muerte uno puede cambiar su orientación básica en pro o en contra de Dios, la tradición oriental Ortodoxa sostiene que la conver­ sión puede tener lugar después de la muerte, hasta el juicio final.'8 J ohn A.T. Robinson sustenta esta tradición cuando escribe, "El Nuevo Testamento nunca dogmatiza hasta el punto de decir que después de la muerte no hay otra oportu­ nidad" . 19 De acuerdo con ese punto de vista, hasta la separa­ ción o la no respuesta a Dios después de la muerte puede ser parte del proceso de sanación. La separación fue parte de un proceso sanador en la historia del pródigo no arrepentido quien se aisló de Dios y no tenía intención de responder. Si yo fuera a escribir el final de la historia del pródigo de acuerdo con la tradición Ortodoxa Oriental, tal vez me ima­ ginaría al hermano mayor huyendo de la misma forma que el pródigo lo hizo. Tal vez la manera para el hermano ma­ yor será la manera en que el pródigo fue rescatado de su existencia infernal. El pródigo no arrepentido fue encerrado en una existencia infernal que no le permitía cambiar hasta que primero experimentó el amor de su padre quien corrió por el camino y lo rodeó con los brazos reconciliadores alre­ dedor de los hombros del pródigo. Tal vez lo que sanará las heridas del hijo mayor y le evitará que finalmente escoja el infierno, será lo que sanó las heridas que había detrás de la existencia infernal del pródigo. Un período prolongado de retiro seguido por el brazo del padre y el ofrecimiento de una fiesta. 194

Fundamento experimental para que Dios sane la vida la muerte Además de las Escrituras, las experiencias de una muer­ te inminente apoyan nuestra creencia de que Dios ofrecerá amor y sanación antes del momento final de nuestra muerte. Desde que se publicó Lije ajter Lije (1975),w del Dr. Ray­ mond Moody, ha habido una creciente aceptación de que de veintiuno a cincuenta y nueve por ciento de aquellos que re­ gresan de la muerte clínica recuerdan una experiencia de muerte inminente que es similar, a pesar de tener anteceden­ tes religiosos y culturales diversos.21 Durante una experiencia, de "vida después de la vida" de muerte inminente, un hom­ bre moribundo puede oír a su doctor declararlo muerto mien­ tras se siente como chupado rápidamente a través de un túnel largo y oscuro. Luego se encuentra fuera de su cuerpo físico mirando a los doctores tratando de resucitarlo. Experimenta tener un cuerpo espiritual que es muy diferente a su cuerpo físico, como una nube flotante amorfa que se comunica por el pensamiento. Amigos y parientes que ya han muerto salen a recibirlo y 11evarlo hasta un "Ser de Luz" quien lo acepta y lo ama más profundamente de lo que él jamás ha experimenta­ do. (Este grupo de amigos y parientes es similar a nuestra creencia en la Comunión de los Santos, quienes a través de su amor y oración nos ayudan a adentrarnos más profundamen­ te en el amor de Dios). Como un magneto atraído por el hie­ rro, es llevado a la aceptación personal y compasión de este deslumbrador Ser de Luz. Moody hace notar que aunque esta es una experiencia de luz, ni una persona dudó que era un Ser de Luz personal. Poco después de aparecer, el Ser de Luz hace la pregun­ ta, "¿Puedes mostrarme lo que has hecho de tu vida?" Esta pregunta no es ni amenazadora ni acusatoria sino más bien llena de un amor y aceptación totales, sin importar la res­ puesta. El Ser de Luz no juzgador ayuda a la persona mori­ bunda a responder a la pregunta presentándole un repaso 195

panorámico que es como una película de la vida completa del individuo. Se supone que esta revisión provocará una reflexión. El ser parece saberlo todo y está mostrando esta revisión para que la persona moribunda entienda dos cosas: cómo amó a los demás y que fue lo que aprendió de sus expe­ riencias y errores. Sólo cuando una persona comprende có­ mo ha amado y cómo puede profundizar ese amor, el Ser le pregunta sí desea quedarse a volver a la tierra. Aunque mu­ chos quisieran quedarse en ese mundo, todos los que han regresado a contar su experiencia han decidido finalmente junto con el Ser de Luz que todavía tienen una misión en la tierra, como criar a sus hijos pequeños o dar a otros la acep­ tación total que es irradiada por el Ser de Luz. Aquellos que regresan de tales experiencias traen consigo un nuevo y per­ durable deseo de amar a los demás y de crecer en su conoci­ miento interior. También tienen menos miedo a la muerte porque han conocido a un Dios que acepta en vez del Juez vengador que esperaban. Encontraron el juicio del Ser de Luz, pero era más bien el propio juicio que se experimenta cuando la sonriente Madre Teresa de Calcuta nos familiari­ za con la injusticia cuando descuidamos a los desposeídos. La Doctora Elizabeth Kübler Ross informa que encontrarse con un Dios que no juzga ayuda a estas personas a continuar viviendo sin juzgar. Por ejemplo, un mini<;tro después de ha­ ber tenido una experiencia cercana a la muerte no pudo vol­ ver a ser ministro de su iglesia. Estaba tan envuelto en un amor total al encontrarse con el Ser de Luz que ya no pudo seguir enseñando condenación en la_ forma en que lo pedía su denominación religiosa.22 El Ser de Luz se asemeja mucho al Padre no juzgador en la historia del hijo pródigo. Algunos, como los que han intentado suicidarse, tal vez puedan tener una experiencia penosa que Moody describe como estar atascado e incapaci­ tado para acercarse al Ser de Luz (muy parecido a nuestra idea del purgatorio). Maurice Rawlings, Doctor en medici­ na, designa esto como "infierno", pero luego describe a Jesús 196

llamando a un joven de trece años a que salga de ese "infier­ no", que solo podía suceder en el estado temporal del purga­ torio.23 El Doctor Kenneth Ring hace notar que si una perso­ na ha tenido una penosa experiencia de muerte inminente y luego clinicamente "muere" de nuevo, su segunda experien­ cia de muerte cercana es siempre positiva.24 Aunque el Doc­ tor Ring atribuye esta diferencia a un cambio en la concien­ cia, un Cristiano puede agregar que el cambio también pue­ de ser la sanación que fluye de la primera experiencia. Todos los investigadores de este tipo de muertes inminentes admiten que el encuentro con el Ser de Luz es una experiencia extensa y sanadora. Los investigadores ya no discuten el contenido de la ex­ periencia sino más bien se preguntan por qué ocurre. Inves­ tigaciones recientes como la del Doctor Ring, excluyen la creencia movida por el deseo, expectativas psicológicas, sue­ ños o alucinaciones y explicaciones farmacológicas para esta experiencia transpersonal en el momento de la muerte. Nin­ guna de éstas explica suficientemente por qué los niños fre­ cuentemente se encuentran con una persona fallecida de la que nunca antes habían oído, por qué algunas personas tienen no sólo reversiones sino proyecciones de eventos futu­ ros, o como una persona alucinada puede describir en de­ talle cada proceso de cirugía hecho por aquellos que tratan de salvarle la vida. 25 Cualquiera que sea la explicación, las personas resucitadas con frecuencia recuerdan una experien­ cia sanadora con un Ser de Luz ofrecida antes del momento final de la muerte. Así pues parece que si hay evidencia ex­ perimental para el punto de vista de que antes del momento final de la muerte Dios está sanando efectivamente en for­ mas más allá de cualquier cosa experimentada en esta vida.

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Conclusión ¿Qué podemos decir del infierno? Podemos decir pocas cosas con certeza porque los caminos de Dios están siempre por encima de nuestros caminos. Lo que sí sabemos es que la descripción de Jesús del infierno (v.g: fuego, que Dios por venganza haya enviado a alguien ahí) no es una afirmación científica o un recuento de algún sitio en el futuro o de un castigo. Más bien, tal descripción es una imagen hablada por un amante que está tratando de comunicar el caos y la destrucción que ocurren cuando una persona decide sepa­ rarse de Dios y de los demás. El infierno no es un castigo de venganza de parte de Dios sino nuestra decisión de rechazar su amor sanador. "Fuego sempiterno del infierno" (gehenna) en las Escrituras es una imagen usada frecuentemente para describir el caos de estar completamente separado, y es usa­ da para el estado de separación parcial (descrito dogmática­ mente como purgatorio) y el estado de separación completa o permanente (dogmáticamente descrito como infierno). Ni Jesús, ni la revelación, ni la iglesia Católica han afirmado que alguien haya escogido o escogerá este infierno dogmáti­ co sino que es una posibilidad que puede ser escogida para toda la eternidad antes de la muerte. Toda la teología cristiana está basada en los Evangelios y "Evangelio" quiere decir buena nueva. Así que toda la teología cristiana debe ser buenas nuevas, hasta la doctrina del infierno. Cuando nosotros tres escribimos este capítulo, luchamos para ver cómo la doctrina del infierno podría ser buenas noticias y por qué la iglesia la ha preservado como doctrina. Lo que más nos ayuda es escuchar los valores que sustentan la doctrina del infierno y que la iglesia está tratan­ do de conservar. Cuando escuchamos a los valores sobre los que se fundamenta el misterio del infierno, oímos a Dios hablándonos sobre el misterio de la cruz. Unicamente viendo la cruz podemos entender la reali­ dad de la libertad del hombre para rechazar a Dios y la ex-

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tensión del amor salvador de Dios aun para aquellos que rechazan a su hijo. La Cruz nos muestra que el pecado mor­ tal es una posibilidad real -aun algunos de ellos que fue­ ron sanados por Jesús podrían matarlo. Aun aquellos que conocieron la realidad del amor de Jesús y de su perdón des­ de la cruz todavía podían decidir rechazarlo. La cruz revela no sólo la realidad del pecado y nuestras propias posibilida­ des de comportamiento destructivo, sino también hasta qué punto Jesús nos salvó y todo lo que continuamos necesitán­ dolo como Salvador. Pero además de mostrarnos el poder del ser humano para rechazar a Dios, la cruz también nos muestra el poder de Dios para salvar al ser humano de la pesadilla del peca­ do. Dios llegará hasta cualquier extremo para salvarnos, hasta llegar a enviar a su hijo a que muriera por nosotros. Nada, ni siquiera el peor de los rechazos, puede hacer que Dios nos deje de ofrecer su perdón. Si hay alguien en el in­ fierno, esa persona está allí por su propia decisión de recha­ zar el amor más profundo ofrecido por siempre. No pode­ mos juzgar que alguien esté en el infierno, sino simplemente orar con Jesús en la cruz, ofreciendo su perdón sanador y su paraíso al peor de los pecadores. Desde el punto de vista del ser humano, sabemos que el pecador más grande puede ser como un pródigo no arrepen­ tido atascado en su egocentrismo y cerrado a Dios para siempre. Pero el ·proceso de escoger el infierno no debe ser sólo contemplado desde el punto de vista humano sino tam­ bién desde el Divino. Lo mismo que con el pródigo, nuestra esperanza está en la iniciativa sanadora de Dios para sanar a todos está centrada en el mensaje del Evangelio: "Y yo -una vez que haya sido levantado sobre la tierra- atraeré a todos los hombres hacia mí" Guan 12:32). Los escritos de San Pablo también incluyen la esperan­ za de que Dios últimadamente atraerá a todos sus hijos que 199

vengan a sí (Rom 5:12-21; 11:30-32: 1 Cor 15:22,26 Efe 1:10; 1 Tim 2:4; 4:10; 1 Juan ·2:2). La esperanza final en la cuestión del infierno viene de Dios. Nuestra esperanza viene del hecho de que Dios nos ama p.o r lo menos igual que a la persona que más nos ama. Y ya que Dios tiene tanto amor para cada uno de nosotros y conocimiento perfecto de nuestras decisiones, podemos es­ perar con seguridad que él nunca crearía una persona que lo rechazara escog iendo el infierno para siempre.

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Apéndice B

Apoyo No Católico a la oración por los que se han ido

l. Punto de vista anglicano Un grupo de teólogos Anglicanos reportaron a la Comi­ sión de Arzobispos en Doctrina Cristiana cómo los vivos pueden orar por los difuntos a través de Jesucristo, para que durante el estado de purificación puedan desarrollar "una profundización de carácter y una mayor madurez de perso­ nalidad". Pocas personas sentirían que al momento de la muerte estaban lo suficientemente maduras para tener la visión directa de Dios o su presencia inmediata. Ni presumi­ rían que los hábitos de pecado tan arraigados pudieran ser erradicados inmediatamente. Sostener que cual­ quier cristiano, aun el más fiel, será transformado a una perfección inmediata a la hora de la muerte les pa­ rece a muchas personas increíble y rayando en lo mági­ co. Parecería que el cambio de una persona pecadora -aun de una persona que deseara la consumación de la visión de Dios- van a respetarse la semejanza d1vina no puede ser un proceso instantáneo si la naturaleza humana y, la libre voluntad y la continuidad de la per­ sonalidad individual a través de la división de la muer­ te. En cualquier caso, ya que la felicidad como se cono­ ce en esta vida es temporal, y una situación temporal (al menos como la conocemos aquí) es un contexto para acción y desarrollo, ¿cómo es posible imaginar un esta203

do después de la muerte en el cual tales características temporales como el gozo y la felicidad, aunque son afirmados de personas, no tengan desarrollo? Todas es­ tas consideraciones hacen que muchos cristianos se inclinen a creer que el desarrollo es posible después de la muerte; si es así, entonces se necesitan oraciones de intercesión. Se nos podría prohibir interceder sólo si la situación hacia la cual nuestras oraciones se dirigieran fuera inalterablemente estática. Las oraciones para el desarrollo de los que se han ido no necesariamente im­ plican duda de nuestra parte en lo que se refiere al re­ sultado de su peregrinar, como si ellos pueden estar se­ guros de la salvación a la hora de la muerte y aún per­ der su camino de ahí en adelante. Más bien deben ser oraciones para afianzar el carácter y por una mayor madurez de la personalidad. Ni las oraciones por Luz y paz deben implicar una ausencia actual. Siempre pode­ mos orar por un aumento (o hasta una continuidad) de lo que en la actualidad están disfrutando las personas por las cuales oramos.1 11. Punto de vista presbiteriano Douglas Schoeninger, Ph. D. es el Presidente del Insti­ tuto de Sanación Cristiana en Filadelfia y editor del Journal oj Christian Healing en este artículo que se publicó por pri­ mera vez.2 El Doctor Schoeninger escribe basándose en su experiencia como psicólogo clínico especializado en terapia familiar y como diácono de la Iglesia Presbiteriana. Pensamientos sobre la Oración por los seres queridos que se han ido Al ser de fe protestante, he estado luchando en lo que se refü,rn a la prfü;ticu. de or�r por lo� muertos. ¿Es una prácti204

ca espiritualmente válida? Como psicoterapeuta que trabaja con familias, he sido testigo del valor de estas oraciones. Las personas aparentan sentirse genuinamente ayudadas al orar por el perdón y la sanación de los miembros de la familia que ya fallecieron. Pero he estado obsesionado por preguntas en lo que se refiere a esta devoción. Una implicación aparenta ser que las oraciones por los muertos involucran la búsqueda de con­ tacto y comunicación más allá de la tumba. De hecho, las oraciones por los difuntos no necesariamente incitan, en ninguna manera, contacto con los muertos. Son simplemen­ te oraciones dirigidas a Jesús a nombre del difunto. Pero a veces, algunas personas sí experimentan el don de la presen­ cia y unión amorosa o reconciliación con un ser querido que se ha ido y por quien están orando. Yo he experimentado es­ to mismo especialmente en lo referente a un amigo íntimo que murió hace poco. Al tratar de encontrar una explicación racional a estas experiencias de comunión y reconciliación, y con el fin de tratar con preguntas e inquietudes que me han sido dirigi­ das, han surgido los siguientes pensamientos. Ofrezco estos pensamientos para su oración, reflexión y crítica. El Cuerpo de Cristo es uno, indivisible. Todas las rela­ ciones verdaderas son mediadas por Jesucristo y son parte de uno y del mismo cuerpo. Si estas creencias son ciertas, en­ tonces aparentaría pensar que las relaciones continuarían creciendo y desarrollándose en amor como parte del Cuer­ po, más allá de la muerte. De otra forma diríamos que el Cuerpo de Cristo está dividido entre dos cuerpos no rela­ cionados, el cuerpo que se interrelaciona en esta vida terre­ nal, y ese Cuerpo, la Comunión de los Santos, que se interre­ laciona en la otra vida. Aunque hay un cambio radical en nuestro modo de ser con la muerte, un cambio que separa dramáticamente los vivos de los muertos (aquellos que se es­ tán transformando más allá del velo de la muerte), no hay evidencia en las Escrituras, que yo haya visto, que hable 205

del Cuerpo de Cristo como separado. Sólo hay un cuerpo, y, por lo tanto, una continua relación con Cristo dentro del Cuerpo y en una forma especial entre aquellos a quienes El ha llamado a un lazo particularmente íntimo en la eterni­ dad. Los lazos familiares, que tienen raíces en la herencia, son una colectividad íntima dentro del Cuerpo de Cristo. Algunos temen cualquier acercamiento a una relación viviente entre ellos y sus seres queridos fallecidos. Ellos no confían que tal relación pueda evitar la tentación de resistir el dolor y buscar una relación continua aparte de Cristo. Es­ tos peligros son reales. Todos nosotros nos resistimos a libe­ rar a esas personas que son parte de nosotros y que han muerto. Por lo cual hay peligro en tratar de relacionarse y orar por los difuntos, un peligro que emana del negarse a aceptar su muerte y tratar de retenerlos en nuestra vida co­ mo eran o aparte de la dirección y mediación de Cristo. Ta­ les intentos son hechos fuera de Jesucristo, quien vive solo en la verdad. Estos peligros alguna vez conjuran imágenes de "médiums" o sesiones espiritistas en las que se invocan los es­ píritus de los muertos. Ha sido una revelación para mí que los peligros inhe­ rentes en buscar comunión con un alma que se ha ido son los mismos que hay en buscar comunión, relación viva con al­ guien que está vivo en este momento. Cada uno de nosotros lucha en cada relación íntima con la resistencia de "liberar" al otro en sus formas anteriores de ser. Debemos sentir aquellos que perdemos conforme la otra persona cambiando y madu­ rando, para poder "liberar" a recibir la verdad de lo que el otro representa para nosotros en el presente. De otra forma, estaremos viviendo en una falsa relación alejada de Jesucris­ to. También, Cristo es mediador de todo encuentro verda­ dero. Casi instintivamente primero buscamos a Cristo, su mediación y dirección si estamos tratando de acercarnos a alguien que se ha ido. Tal es nuestro temor de caer en la apostasía y la oscuridad. Debemos saber intuitivamente que

no podemos controli1r nuestros lllei1nees más allá de la tum206

ba, tan grande es el misterio y tan limitada nuestra percep­ ción. Sin embargo, con frecuencia reconocemos que existe la mísma profundidad del misterio e inhabilidad para contro­ lar entre nosotros y otra persona viviente. Para vivir en Cris­ to debo buscarlo de todas formas para dirigir y mediar den­ tro de mí y conmigo y los vivientes de la misma forma en que yo lo haría si necesitara en cierto sentido hacerme pre­ sente ante un ser que ha partido. Las mismas posibilidades existen para buscar relaciones fuera de Jesús, por lo tanto abriendo la oportunidad a la influencia del mal y a la mani­ pulación; las mismas posibilidades existen para retener a otro en dependencia al rehusarse a dejarlo o dejarla estar presente conmigo tal cual él o ella "es". C.S. Lewis en A Griej Observed presenta un recuerdo muy lúcido de su pro­ pio proceso de pena al morir su esposa. Es un recuento a tra­ vés del esfuerzo tan doloroso de dejar ir lo que fue. El habla de sus propios intentos de "recapturar" a su esposa tal como ella era a través del recuerdo y la fantasía. Estos intentos se replegaron en sí mismos dejando ver su vacío cuando él tra­ taba de elevar los recuerdos al nivel de la vitalidad de un in­ tercambio presente y vivo. Al haber liberado a su esposa que se fuera para estar ausente de él, entrando a su nueva vida lejos de él, Lewis describe momentos de experiencia durante los cuales él se sintió consciente de la presencia de su esposa, en una dimensión de presencia totalmente diferente. Esta nueva relación pareció al mismo tiempo "incomprensible" y al mismo tiempo, más profunda que antes. Así también es la experiencia de las relaciones en esta vida. Los padres deben liberar a sus hijos adolescentes, una muerte dolorosa a la esperanza, expectativas, imágenes de éxito, formas de intimidad pasadas, para de esta manera po­ der recibir la presencia de la persona que está dentro de su hijo y en la que se está transformando ahora. Es en Cristo en quien descanso, para poder dejar ir (liberar) y arriesgarse a tener una percepción fresca, y es Cristo quien indaga y co­ noce la profundidad del otro y abre mis ojos al que está na207

ciendo ahora. Esto no es menos cierto para aquellos que vi­ ven en carne material y para aquellos a quienes estoy atado por amor en Cristo, que han pasado a través de la barrera de lo material a la forma de vida siguiente. Én ambos casos es el rechazo de uno a dejar los patrones negativos (v.g: resen­ timientos, dependencias, inseguridad, falta de perdón de cualquier clase) y el rechazo de uno a permitir que el otro se desarrolle y cambie Qo cual es de hecho un intento de res­ tringir el crecimiento interno de Cristo dentro de ellos) lo que se convierte en una alianza con el mal, una puerta abierta a la manipulación de satanás y sus siervos. Cristo no autorizará nuestros intentos de hacer que otra persona per­ manezca igual, lo cual es una forma de hacerlos permanecer dominados. Satanás es el autor y co-conspirador de tales ac­ tos. El hecho de negarse a permitirle a otro desarrollarse le crea un medio de vida a Satanás quien espera deseoso tales oportunidades para ayudarnos en nuestras inseguridades, temores y falta de perdón enviando a sus esbirros a apode­ rarse de nuestros temores, asegurándonos que estamos en lo correcto al no perdonar y concediéndole "sentido" y autori­ dad a todas nuestras suposiciones acerca del absurdo total que es confiarnos a un futuro desconocido, incontrolable, improbable y confuso. Aunque existen inquietudes espe­ ciales al relacionarnos con los que se han ido, el mismo tipo de peligros existen en relaciones temporales. Al restringir el relacionarnos y el orar por los que han partido, a veces fallamos en liberarnos a nosotros mismos y a ellos a través del perdón, dejando ir y liberando nuestro amor para que fluya hasta ellos y a través de nuestra apela­ ción a su amor, solicitándoles que intercedan por nosotros ante el trono de la Gracia. Cuando enfocamos nuestra aten­ ción sólo en los peligros de poder ser tentados y dirigimos nuestra relación con los difuntos en forma equivocada, tal vez nosotros nos engañamos en creer que nuestras relaciones terrenales no son igualmente vulnerables.

208

111. Punto de vista Judío En la tradición Judía, la familia de una persona falleci­ da ora el antiguo YIZKOR o servicio memorial por los muer­ tos en la sinagoga cuatro veces al año, y hace una ofrenda de caridad. La siguiente es una oración del Yizkor que puede ser dicha por una madre fallecida. Nótese la forma en que esta oración ac;ume una relación continua con la madre, co­ mo cuando se hace la petición por su perdón.

En memoria de mamá 3 Aunque estemos separados, querida madre, en esta ho­ ra solemne, recuerdo el amor y la solicitud con que cuidaste y atendiste mi niñez, siempre pendiente de mi bienestar y siempre ansiosa por mi felicidad. Muchos fueron los sacrificios que hiciste para ennoblecer mi corazón e instruir mi mente. Lo que yo he conseguido fue gracias a tu influencia, y lo que soy lo he logrddo a través de ti. Aunque ya no estés físicamente presente, las lecciones que me diste permanecerán conmigo para siempre. Si algunas veces fallé en mostrarte el amor y la apreciación que tanto merecías, si he sido ingrato y des­ considerado pido que me perdones. Ruego que tu espí­ ritu me inspire a llevar una vida noble e inteligente, pa­ ra cuando terminen los días de mi vida en la tierra y lle­ gue al trono de la misericordia, yo sea considerado dig­ no de ti y sea reunido contigo en Dios. Amén.

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Apéndice C

Orando por la vinculación familiar con el ocultismo

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El ocultismo se refiere a prácticas ql}� buscan poder o conocimiento provenientes de fuentes contrarias a las ense­ ñanzas de Dios. Que nadie de ustedes ofrezca en sacrificio su hijo en el fuego, ni practiquen la adivinación, ni pretenda prede­ cir el futuro, ni se dedique a la hechicería ni a los en­ cantamientos ni consulte adivinos y a los que invocan los espíritus ni consulte a los muertos. (Deut 18:10-11). Tales prácticas pueden abrir a una persona a los espíri­ tus del mal y hacer daño a los hijos de esa persona hasta la tercera y cuarta generación (Deu t 5: 6-10). C.S. Lewis observa que cometemos el error de encon­ trar espíritus diabólicos en cualquiera o en ningún lugar.1

"El diablo me hizo hacerlo" es a veces una excusa pobre pa­ ra evadir responsabilidades o falta de conciencia de que se necesita la sanación interior. Pero a veces lo demoniaco en verdad está involucrado y el ocultismo es una manera de que uno se abra a las influencias del demonio. Esta influen­ cia debe ser discernida cuidadosamente como lo hace notar el Dr. Kenneth McAll. En 1964, el Obispo Mortimer, entonces Obispo de Exe­ ter, me invitó a unirme a la recién establecida Comi­ sión de Exorcismo de Exeter. Aunque sólo había ejerci­ do psiquiatría en una práctica privada por un año, tenía 213

12 casos para presentar ante la Comisión, porque varios doctores me habían enviado pacientes que habían sido dañados por el ocultismo. El trabajo de la Comisión aumentó desde esa pri­ mera reunión, cuando sólo dos obispos anglicanos res­ pondieron a la invitación, y en la actualidad en que es­ tán representando treinta y ocho obispos. Hoy en día, cada diócesis en Inglaterra tiene un exorcista designa­ do. La iglesia está empezando a comprender los peli­ gros de ocultismo. No quiero exagerar cuánto prevale­ ce de la implicación demoníaca ya que esto explica sólo el cuatro por ciento de los casos que traté en el hospital y de pacientes que iban a mi consultorio. Sin embargo, el porcentaje de tales casos que me fueron referidos está aumentando, y mis pacientes tienden a ser aquellos que han fallado a responder a otros tratamientos médicos y psiquiátricos. Mucha gente insensible a años de tales tratamientos, han sido curados por medio de la oración, aun cuando ellos no tenían conocimiento de que se ofrecían oraciones en su nombre. Cuando se sospecha que fuerza<; ocultas están tra­ bajando en la vida de una persona, un prerrequisito pa­ ra cualquier tratamiento subsecuente es un examen mé­ dico completo. Cualquier persona que se sospeche que puede estar bajo control demoniaco puede, de hecho, estar sufriendo de psicosis depresiva, esquizofrenia o los efectos de otras psicosis orgánicas. La persona puede sufrir de neurosis aguda; o puede ser a causa de aspectos ocultos de su personalidad o una imagen del subcon­ ciente. Aunque todos esos diagnósticos deben ser trata­ dos como desórdenes psiquiátricos, éstos no excluyen el control demoniaco. Puede haber enfermedades puramente mentales; puede haber enfermedad mental junto con control de­ moniaco o puede ser control demoniaco exclusivamen­ te. La prueba para esto no es la presencia o la ausencia 214

de enfermedad mental, sino más bien si existe o no res­ puesta a la oración y a la Eucaristía. Este diagnóstico debe ser tan preciso como sea posible'! A veces el problema demoniaco se revela a sí mismo en la oración. Nuestra amiga Joann, le estaba orando a Jesús para que le revelara la raíz de la depresión de su familia. Ella y su compañero de oración vieron que hacía ochenta años un sacerdote en su linaje familiar había tenido una hija ilegítima. El hermano de la madre había tratado de asesinar al sacerdote quien estuvo oculto por un periodo de tres meses. En seguida, él formalmente maldijo al bebé y a sus descen­ dientes. Joann nunca había oído esta historia, pero su madre reconoció que era verdad. La madre de Joann le reveló que ese bebé era su abuela, quien fue criada por los padres del sacerdote. Joann asistió a la Eucaristía y en la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo renunció a la maldición, la rompió y perdonó tanto al sacerdote como al que los maldi­ jo. Ella pidió a la Sangre de Cristo dentro de ella que lim­ piara, sanara y protegiera a cada generación. Desde ese mo­ mento desapareció la depresión de Joann su madre y sus tías. Las maldiciones y otras ataduras del ocultismo son con frecuencia reales, pero Jesús es aún más real y poderoso.3 Ál orar por aquellos miembros de la familia envueltos en el ocultismo o heridos por el mismo, podemos unir nuestro li­ naje familiar a Jesús. Orar por los difuntos tiene poder de unir no sólo a nues­ tras familias sino también a naciones enteras con Jesús. Mae era una mujer de mediana edad que le pidió a nuestra amiga Mary que orara por ella. Durante los últimos diez y ocho años después de la muerte de su madre, Mae, a pesar de años de terapia, sufría de síntomas psicóticos con cinco perso­ nalidades. De octubre a marzo cada año ella no se podía le­ vantar de la cama para limpiar su casa. Estaba deprimida al grado de contemplar el suicidio y vivía en su propio mundo, 215

con la cabeza baja, evadiendo todo contacto visual, nadie la tocaba, y contestaba solo en monosílabos . Mary trató de orar por sanación interior de las heridas de Mae pero no progresaba hasta que organizó una eucaristía por la madre fallecida de Mae y sus antepasados Aztecas. Durante la Eucaristía los que oraban vieron una ima­ gen de Jesús reuniendo una gran multitud de Aztecas cabis­ bajos que en su ignorancia, habían practicado los sacrificios humanos. Durante la Eucaristía, Jesús parecía colocar sus manos sobre cada azteca hasta que esa persona entendía que los sacrificios humanos eran un error y se arrepentían. Des­ pués de que cada Azteca se arrepintió, subía por una escale­ ra que lo llevaba al cielo. Cuando el último de ellos subió, Mae salió de su estado similar al trance, por primera vez en diez y ocho años. Comenzó a hablar normalmente, y.pudo mirar a Mary a los ojos y dejarse tocar. Pudo comunicar una sola personalidad consistente en lug�r de cinco desintegra­ das. Mary continuó orando por Mae durante los siguientes cuatro meses por la sanación de las otras heridas que se ocul­ taban detrás de la depresión de Mae. Conforme su depresión desaparecía, Mae empezó a vestirse por sí misma, se hizo cargo de la cocina y ahora lleva una vida normal. Nótese que tanto para Mae como para la mayoría de las personas, la liberación de las influencias del ocultismo necesitan que se les dé un seguimiento, especialmente la sanación de las heridas interiores. Con frecuencia pedimos que una persona que busca oración de liberación sea acompañada por una persona amiga que le pueda proporcionar tal seguimiento. El seguimiento después de una liberación del ocultismo debe hacer énfasis en el poder y el amor de Jesucristo en vez de la presencia de demonios por todas partes. Las liberacio­ nes son frecuentemente seguidas por un periodo de, tenta­ ción donde lo maligno trata de regresar haciendo que la per­ sona ponga en duda de su nueva libertad. Esa persona pue­ de despertarse en medio de la noche y de nuevo sentir una

presencia maligna o experimentar la misma tentación. 216

Cuando estos períodos de tentación lleguen, la persona debe enfocar el poder de Jesucristo y afirmarlo claramente, sabiendo que lo maligno no tiene derechos a menos que heri­ das no sanadas o pecados repetidos inviten a satanás a vol­ ver. Aunque él puede experimentar el deseo de esa vieja ten­ tación, tiene nueva libertad para decir "no". La mejor mane­ ra de mantener una liberación de lo maligno es ser entrega­ do al amor de Jesús. Entre más esté llena la persona del amor y la Luz de Jesús, menos puede satanás volver a en­ contrar un lugar dentro de esa persona. Cuando alguien le da cabida a lo maligno a través del envolvimiento con gru­ pos que practican ocultismo, en general se debe a que esa persona ha experimentado rechazo y otro tipo de heridas que lo han llevado a una búsqueda desesperada de un lugar donde pueda pertenecer. Por lo tanto el ministerio de se­ guimiento debe incluir sanación continuada de ·heridas pro­ fundas y asociación con una comunidad cristiana muy amo­ rosa donde la persona pueda continuar siendo llenada de la vida protectora de Jesús, especialmente en la Eucaristía. 4 Nuestro libro, Deliverance Praye,;.;. proporciona una guía más detallada de este ministerio.5

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Apéndice D

Bendiciendo 1 ugares

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Por casi dos mil años, los cristianos han peregrinado a tierra Santa para seguir reverentemente los pasos de Jesús. Se han levantado iglesias en todos los sitios donde Jesús prac­ ticó algún milagro porque hay un sentimiento de que tal lu­ gar es sagrado y es un lugar especial para orar para que tales actos continúen ocurriendo en la actualidad. Por siglos la iglesia también ha bendecido otros lugares por ser sitios es­ peciales de la actividad de Jesús. La Iglesia bendice todo, desde templos hasta barcos y hasta los campos en días de ro­ gativas. Los lugares no sólo pueden ser bendecidos sino también profanados. La profanación ocurre a través de actos de ocultismo o a través de una muerte sin amor como cuando la sangre de Caín profanó la tierra (Gen 4: 10). Jesús frecuente­ mente pasó por el basurero de Jerusalen. Gehenna en el valle de Hinnom, que los paganos profanaron mediante el sacrificio de sus hijos. Este lugar podía hacer que un Judío estuviera sucio. Todos reconocían el mal que existía en ese lugar, así que Gehenna se convirtió en la imagen del infier­ no (Mat 5:22). Hoy en día en Dachau donde los Judíos fue­ ron torturados en forma experimental y luego arrojados a los hornos crematorios, hay un monasterio de religiosas con­ templativas que oran por las víctimas y sus perseguidores para que un lugar profanado se convierta en un lugar sagra­ do del perdón y la sanación de Dios. Cuando una muerte sin amor ha profanado un lugar, entonces una oración por los difuntos puede hacer sagrado ese lugar.

221

En Inglaterra, un documental de la BBC-T.V. mos­ tró cómo las oraciones por los difuntos pueden camb iar un lugar. Parte del documental se refería al Reverendo Omand quien regularmente oraba en sitios donde hubieran sucedido hechos o accidentes raros o inexplicables. Después de que bendijo un camino y oró por aquellos que habían sufrido ac­ cidentes en esos lugares, éstos se acabaron o disminuyeron. El lugar ha sido consagrado-protegido por Dios y por la in­ tercesión ele los difuntos que han sido llevados a Jesús. En el curso de la investigación de estos fenómenos para el reporte de su documental, el equipo de la BBC investigó el pedazo de carretera propenso a los accidentes entre Charmouth y Morcom belake en Dorset, en el cual no habían ni curvas pe­ ligrosas ni intersecciones ocultas. El Reverendo Donald Omand bendijo la carretera y oró por los que se habían ma­ tado allí, para que recibieran el amor sanador de Jesús. El equipo de la BBC descubrió que en los seis meses anteriores a la oración del Reverendo Omand habían habido diez y sie­ te accidentes en esa parte del camino y en los seis meses pos­ teriores no hubo ni un solo accidente. 1 Esta práctica de bendecir un lugar o un hogar ha sido repetido por otros con resultados similares. Un centro de te­ rapia cristiana descubrió que bendiciendo el cuarto después de cada sesión de terapia evitaba que el siguiente cliente re­ cogiera el miedo, enojo o cualquier otra energía dejada por el cliente anterior. Si se siente que un lugar o una casa nece­ siten ser bendecidos, uno debe seguir tres pasos. Primero, ministrar a los vivos para que estén totalmente libres para dar y recibir el amor de Jesús. Segundo, bendecir el lugar con agua bendita y la tradicional oración de bendición o cualquier otra oración que se centre en el hecho de cómo el amor de Jesús sobrepasa todo mal. Tercero, orar por los di­ funtos que vivieron o murieron en ese lugar para que se lle­ nen con la vida de Jesús y se unan a El en proteger dicho lu­ gar. Extienda esta oración a aquellos que hirieron o fueron heridos por los difuntos. El lugar ideal es la Eucaristía por 222

los difuntos, especialmente si se celebra en la casa. Esta de­ be de terminar con una alabanza y agradecimiento por la presencia de Dios. Bendiciendo Lugares Perturbadof Bendiciendo un Hogar

Sacerdote: Todos: Sacerdote: Todos:

Nuestra ayuda viene del nombre del Señor Que hizo el cielo y la tierra El señor esté con vosotros Y contigo también

Oremos:

Dios Padre Todopoderoso, te pedimos fervientemente por el bien de esta casa y sus ocupantes y posesiones, que tu bendigas y los santifiques, enriqueciéndolos con tu bondad en todas las formas posibles. Derrama sobre ellos Señor, rocío celestial abundante para satisfacer sus necesidades terrenales. Escucha misericordioso sus oraciones y concéde­ les sus deseos. En nuestra humilde solicitud dígnate bende­ cir este hogar, como e5tuviste feliz de bendecir el hogar de Abraham, Isaac y Jacob. Permite que tus ángeles de Luz presidan dentro de estas paredes y vigilen a quienes viven aquí; por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén El escalón de la puerta es rociado con agua bendita.

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Notas

l. Sanando a Través de la Pena l. Thomas Holmes y Rich<1rd Rahe, "The Social Readjustment Scale", J.

of PStJchosomatic Research, 11 (abril 1967), 213-218. Recientemente los

investigadores británicos construyeron una tabla de eventos de que los an­ cianos encuentran más llenos de tensión. De nuevo, la muerte del cónyuge vino primero, seguida por el hecho de ser enviado a una institución, la muerte de un pariente cercano, heridas físicas o enfermedades serias, per­ der un trabajo y finalmente el divorcio. Cf. John Nicholson, "Coping with the seasons of life", World Press Review (Noviembre 1980). 2. Ibídem 2a. Marian Osterweis, Frederic Solomon and Morris Creed (editores) Bereavement: Reactions, Consequences, and Care (Washington, D.C.: National Academy Press, 1984), 20-41 y 284. Reporte de un estudio hecho por el Instituto Nacional de Medicina. 3. O. Car! Simonton, Stephanie Matthews-Simonton y James Creighton, Getting Well Again (New York: J.P. Tarcher, 1978). 4. Alan Anderson, "How the Mind Heals", Psychology Today, Vol. 16, No.12 (Diciembre 1982), 56.. 5. Osterweis, Solomon and Green, op. cit. 20-41 y 284. 6. James W. Pennebaker y Robín C. O'Heeron, "Confiding in Others and Illness Rate Arnong Spouses of Suicide and Accidental-Death Victims", J. of Abnormal Psyohology, Vol. 93, No. 4 (Noviembre 1984), 473-476. 7. Osterweis, Solomon and Green, op. cit., 28 y 284. 8. Erich Lindemann, "Grief and Grief Management: Sorne Reflec­ tions", J. of Pastoral Care, Vol. 30, No.3 (Septiembre 1976), 198. 9. E. Markusen y R. Fulton, "Childhood Bereavement and Beha­ havior Disorders: A Critica! Review, "Omega: Journal oj Death and Dying, 2 (1971), 107-117. 10. Osterweis, Solomon and Green, op. cit., 99-141 y 284-285

11. NancrJ Horowitz, "Adolescent Mourníng Reactions to Injant a,ul Fetal Loss, "Social Casework", Vol 59, No. 9 (Noviembre 1978), 551-559.

lla. Para una discusión excelente de la sanación de la pena mediante la sanación de la imagen que tenemos de Dios, ver R. Srott Sullender,

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Crief a11d Growt/1 (Mahwah, N.J.: Paulisl Pre.55, 1985), especialmente los capítulos 8 y 9. 12. Michael 13. Russell. "Blessed Are Those Who Mourn," So;oumers (Enero 26, 1982), 24-26. Russell hace la distinción enl re pena individual y pena política como sigue: .. La pena política es causada por pérdida siste­ mática en lugar de una pérdida individual ....La pena política se caracte­ riza por la persistencia de la causa de dicha pena. Es como si alguien muy íntimo m uriera cada día. El trabajo de pena apropiado debe no sólo apli­ car el proceso de resolver la pena del grupo de individuos-dehe eliminar la causa del dolor persistente. Para resolver exitosamente la pena política, un cambio político debe acompañar el proceso del trabajo sobre tal pena". 13. Joanna Macy, Despair a11d Perso11al Power in the Nuclear Age (Philadelphia: New Society Publishers 1983). 14. Harriel Sarnoff Schiff, The Beareaved Parent ( 1ew York: Pen­ guin Rooks . 1977), 16. 15. Phoebe Cranor, ··Crief and Inner Healing" (Pecos, N.M.: Dove Publications, 1983), Folleto No. 12. 16. Lindemann, op. cit., 198-207. Para una discusión de pena en la sombra, ver también Larry C. Peppers y Ronald J. Knapp, Motherhood & Mourning: Perinatal Death (New York: Praeger, 1980), Capítnlo 5, ··shadow e rief'. 17. Judy Tombrink and James Hoff, "D ealing with Grief: A Crowth Experiencc", cinta de video producida por Creighton University, Omaha, Ncbraska. 18. ElizabeU1 Kiibler-Ross, 011 Bcath and Dying (New York: Mcmillan, l 069). Para má� ayuda sobre como trabajar para conquistar una pena, co­ tejar R. Scott Sullcnder, Crief & Cro11•th (New York: Paulist Press, 1985). 19. Phyllis Silverman (editor). Helpi11� Each Other i11 Widowltood (New York: Health Scienoo; 1974), 9. 2. Sanando la pena de aquel que más extrañamos l. F.lizabeU1 Kübler-Ru,..._, 011 Dcath a11d Dyi11g. (New York: McYlillan, 1969). 3. El Amor es má.s fuerte que la muerte l. Richard Kalish y David K. Reynolds, ··Phenomenologieal Reality and Post-Death Contact", J. far the Scientific St11dy oj Religio11. Vol. 12. No. 2 (Junio 1973). 209-221. 2. J. Y ami moto, ··cultural Factors in Lonelines, Death and Separ­ ation:· Medica/ Times. Vol. 98 (1970), 177-183 3. Andrew Greeley, Death a11d Beyond (Chicago: Thomas More Press, 1976).

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4. Karl Rahner and Johannes Metz, The Courage to Pray (New York: Crossroad, 1981). 5. Mark Classwell y Edward Fa�hole-Luke (editores), "Ancestor" Veneration and the Communion of Saints", New Testament. Christiar1ity jor Ajrica and t11e World (Londres: SPCK, 1974), 209-221. Este artículo habla del culto a los antepasados practicado por los africanos (más bien veneración en lugar del culto, reclama el autor), como expresión de su propio déseo de relacionarse de una manera amorosa con sus difuntos, y habla de la necesidad de la Iglesia de "dar a la Comunión de Los Santos la centralidad que el alma de Africa anhela ... 5a. Ochenta por ciento de las citas tanto del Nuevo Testamento como del Antiguo Testamento son de la versión griega de los Setenta en lugar de la Biblia Hebrea. Por lo tanto los escritores del Nuevo Testamento estaban familiarizados con la tradición Macabea de orar por los difuntos. Philip St. Romain, Catholic Answers to Fur1dame11talists' Questions (Liguori, Mo.: Liguori, 1984 ), 57. 6. P. W Keppler, Poor Souls in Purgatory (St. Louis: Herder, 1927), 17. 7. La tradición Judía ele orar por los difuntos creció cuando dismi­ nuyó el concepto de un gehenna eterno (lugar de castigo después de la muerte, que más tarde se tradujo como infierno). En la época de Jesús, los rabinos eran repudiados por el infierno eterno descrito por la literatura apocalíptica como el Libro de Enoch (?) (164-161 A.C.). El ca�tigo eterno estaba limitado a unos pocos ca5os de pecado muy notorio (V.g., adulterio). Aun los severos Shamaítas reconocieron a un grupo de pecado­ res que únicamente sufrirían temporalmente. El Rabino Hillel (60 A.C.-9 A.D.) fúndó una escuela más indulgente que enseñaba que doce meses eran el castigo máximo para todos menos los pecadores muy endurecidos. Este límite de un año era generalmente aceptado en el Talmud y midra�h. Ningún Judío se pensaba que era lo suficientemente malo para esta pena máxirí1a, así que la recitación del Kaddish para liberar a un alma Judía del gehenna· estaba limjtado a once meses. A los pecadores en gehenna se les permitía descansar de sus sufrimientos el sábado y eran ayudados por los que oraban en la tierra. "Gehi nnon··, The U11ii;ersal }eu;ish E11cyclo­ pedia (New York: K lav 1969), Vol. 4, 520-21. 8. "Yizkor," The U11ii;ersal }ewish Er1cyclopedia (New York: Ktav, 1969), vol. 10, 603-604. 9. "Death", The Jewish E11cyclopedia (New York: Funk & Wag­ nalls, 1903), Vol. 4,486. 9a. Cuando San Pablo habló de los Cristiano� como "un cuerpo en Cristo·· él estaba deduciendo de esta idea del Antiguo Tc�tamento que lo� estudiosos modernos llaman ''personalidad corporativa". Para San Pablo, el centro de la personalidad corporativa se convirtio en la personalidad de Jesús y de todos aquellos que estaban unidos entre sí a "un cuerpo". El concepto de la Comunión de los Santos se derivó de la comprensión de San Pablo que el cuerpo de Cristo, al igual r¡ue el antiguo grupo social J uc.lío, incluía -tanto a los difuntos como a los Vi\'QS. Cf. H. Wheder Robinson,

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Corporate Personality in Ancient Israel (Philadelphia: Fortress, 1964), 25-44 y 58. 10. P.W. Keppler, op. cit., 26. 11. H. Leclercg, DACL 1:68-75. Aun mucho antes, en Acts oj Paul and Thecla (Capítulo 29), Thecla ora por la hija fallecida de su ama. 12. Wilpert, Die Malereien der Katakomben Roms, pág. 334. Citado en Keppler, op. cit., 27. 13. Juan Crisóstomo, I Ad. Cor; Hom, XLI, n. 4, P.C. LXI, Col. 361, 362. Cipriano, Ep. 1,2, CSEL, III 466 FF. 14. Tertuliano, De Monag., 10:4; Corp Christ, 2:1043 y 2:1243. 15. Ceorge Maloney, The Everlasting Now (Notre Dame: Ave María Press, 1980), 65. Este es un buen estudio de puntos de vista actuales sobre el cielo, el infierno, y el purgatorio. Ver también Robert Ombress O.P., Theology oj Purgatory (Butler, Wis.: Clergy Book Service, 1978), 27-53. 16. Eusebio, Lije of Constantine 4:71, CCS 7:147. The Cannon of Hippolytus, probablemente reflejando las prácticas muy esparcidas del siglo tercero, ora por los difuntos. 17. Joseph Jungmann, Mass of the Roman Rite (New York: Benziger Bross., 1959), 441-43. 18. A. Butler, LivesoftheSaints, Vol. l (NewYork: Kenedy, 1956). 19. Santa Teresa de Avila no temía seguir la guía del difunto confesor Pedro Alcántara, quien en una visión le dijo que no se comprometiera con el Alcalde quien quería que el Nuevo Convento de San José tuviera dote en lugar de no tener ninguna entrada como Teresa prefería. Teresa estaba a punto de ceder, pero la visión la hizo mantenerse firme hasta que el alcal­ de cedió. Cf. Mary Donze, Teresa of Avila (Ramsey, N .J.: Paulist, 1982). Ella también vio a su benefactor Bernardino D'Mendoza sufriendo en el purgatorio y luego siendo liberado en su misa. ¿Nuestro miedo al espiri­ tualismo está impidiéndonos ver lo que Jesús nos dice a través de los difun­ tos. 20. P.W. Keppler op. cit., 89. 21. Para un estudio del cambio en la tradición sobre el purgatorio, cotéjese Robert Ombres, 0.P, op. cit., 66. Para ver cómo integrar la nueva escatología a la oración, ver el excelente libro de George Maloney, Death, Where is Your Sting? (NewYork: Alba House, 1984). 22. Walter Abbott, S.J. (Editor), The Documents of the-Vatican II (New York: Cuild, 1964), "Dogmatic Constitution on the Church (LU­ MEN Centium)", 81-84. 22a. Richard McBrien, Catholicism (Study Edition), (Minneapolis: Winston, 1981),1144-45. 23. Muchos de los místicos vieron el purgatorio como un Jugar de sa­ nación (hospital) en vez de castigo (prisión). Por ejemplo, Santa Catalina de Génova vio el purgatorio como un estado de gozo escogido libremente por un alma para ser sanada de todo aquello que bloquea el amor de Dios. "No hay mayor gozo, salvo el del paraíso, gue pueda ser comparado algo­ zo de las almas del purgatorio. Este gozo aumenta día a día por la forma en �ue el amor de Dios corresponde al alma, ya ci ue el impeclimiento a ese

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amor se borra diariamente. Este impedimiento es la herrumbe del peca­ do. Al irse consumiendo el alma está más y más abierta al amor de Dios" Cf. George Hughes (Traducido), Catherine ofGenoa: Purgation and Pur­ gatory (Ramsey, N.J.: Paulist, 1979), 72. 24. Raymond Moody, Lije After Lije (New York: Bantam, 1977), 18-22. 25. Juan Crisóstomo, Hom. 3 en Ep. ad Phi!., n. 4. 26. Joseph Jungmann, op. cit., 443. 27. Serge Bulgakov, The Orthodox Church (Londres: Centenary Press, 1935), 208-09. Para tener una hermosa sinopsis de la creencia orto­ doxa de orar por los difuntos, Cf. Kallistos Ware, "One Body in Christ: Death and the Communion of Saints", Sobomost, vol. 3, No. 2 (1981), 179-91. 28. John Wesley, ''A Second Letter to the Author of 'The Enthusiasm of Methodists and Papists Compared' ", en E.R. Hardy, "The Blessed Dead in Anglican Piety'', Sobornost, vol. 3, No.2 (1981), 166. 29. John Wesley, ibíd, con citas de Wesley, Works (1830 edit.), IX. 55 y X. 9. 30. The Book oj Common Prayer en la letanía después de la oración de la mañana para el domingo, miércoles y viernes todavía se usa la ora­ ción tradicional por los difuntos, "Señor no te acuerdes de nuestras ofensas y de las ofensas de nuestros antepasados; tampoco tomes venganza por nuestros pecados; ten piedad de nosotros oh Señor, ten misericordia de tu pueblo a quien has redimido con tu Preciosa Sangre". 31. Comisión de Arwbispos sobre Doctrina Cristiana, Prayer and the Departed (London: SPCK 1971), 20. 32. Dr. Kenneth McAll, Healing the Famíly Tree (London: Sheldon Press, 1982). 33. Car! Jung, Psychology and Religion: East and West, Vol. XI, pág. 414, en The Collected Works oj Carl Gustav Jung, editor Sir Herbcrt Read, y otros, trad. R.F.C. Hull (Princeton: Princeton Univ. Press, 1967). 34. Carta Personal del Dr. Kenneth McAll, Agosto 20, 1984. 35. Fiodor Dostoyevski, The Brothers Karamazow, traducido del ru­ so por Constance Garnett (Chicago: Enciclopedia Británica 1952), Great Books LII, 26.

4. Como Orar por los Difuntos l. Paul Keppler, The Poor Souls in Purgatory (St. Louis: Herder, 1927), 148. 2. Dr. Kenneth McAll, Healing the Family Tree (London: Sheldon Press 1982.) 229

5. ¿Y del Infierno qué? Orando por Grandes Pecadores l. "On Suicide'·, Time (Noviembre 25, 1966), 48-49. 2. Idem. 3. Documentos No. 72, 76 ,801,858 y 1306 en Denzinger-Schonmet­ zer, Enchiridio11 Symboiorum, Defiriitionmnet Declaratio1111111 (Freiburg i. B.: Herder, 1963) 3a. Richard McBrien, op. cit., 1152. 4. Joachim Jeremias, The Proclamation oj Jesus (Ncw York: Charles Scribner's Sons, 1972), 116,117, describe la parábola del hijo pródigo en términos de la comida escatológica en la cual el "final trae consigo una in­ versión de las condiciones. En· esta inversión, la salvación le llega al peca­ dor, no al justo". 5. Charles H. Giblin, "Structural and Theological Considerations on LK 15", Catholic Bíblica/ Quarterly, Vol. 24 (1962), 16. 6. Joachim Jeremías, Rediscovering the Parables (New York: Charles Scribner's Sons, 1966), 107. "El tiempo futuro en Luc 15:7 debe entenderse como referencia a los últimos días: en el juicio final Dios se ale­ grará cuando entre los muchos justos encuentra un pecador que se ha arre­ pentído y sobre quien pueda pronunciar absolución-de verdad esto le da­ rá una mayor alegría". 7. Kenneth Bailey, Poet and Peasant (Grand Rapids: Eerdmans, 1976), 164. 8. Ibíd, 179-80. 9. Ibíd, 176-77. 10. Ibíd, 183-84. 11. Ibíd, 195. 12. Ibíd, 184-85.

6. Orando por el Arbol Genealógico l. A. Nicholas Groth, psicológo y director del Programa de Ofensores Sexuales para el Departamento de Correccionales de Connecticut, en­ contró que ochenta y un porciento de los ofemores sexuales también habían sido víctimas sexuales durante su infancia. Psychology Today (Ma­ yo 1'984), 44. 2. W. Hugh Missildine, Your lnner Chi/d oj the Past (New York.: Simon & Schuster, 1982). 3. John Howells, Theory and Practice of Family Psychiatry (N.Y.: Mazel, 1971), 77-80, 843-863. 4. lvan Boszormenyi-Nagy y Ceraldine Spark, Invisible Loyalties: Reciprocity in Interge11eratio11al Famíly Therapy (N.Y.: Harper & Row, 1973), 97. 5. Ibídem, 68

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6. Kenneth McAII, Healing the Family Tree (London: Sheldon, 1982). 7. Kenneth McAII, "Ritual Relieved Phantom Pain", J. of Christian Healing, Vol. 5, No. l (1983), 54. 8. Kenneth McAII, Healing the Family Tree, op. cit., 12-15 y la intro­ ducció11 no publicada. 9. William ]ohnston, The Mirror Mind: Spirituality and Transjorm­ ation (New York: Harper & Row, 1981), 135. 10. Madeleine L' Engle, A Swiftly Tilting Planet (New York: Dell, 1979). Ver también dos novelas por Charles Williams que pre;entan en for­ ma ficcional la realidad del mundo espiritual y cómo éste choca con nue.tro mundo, especialmente a través de nuestra relación continua c.-on los difuntos. All Hallow s Eve (Grand Rapids: Eerdmans, 1948) y Descent Into Hell (Grand Rapids: Eerdmans, 1937). 11. El Dr. Kurt Koch a través de su trato con cientos de casos de ocul­ tismo también ve a la influencia del ocultismo como heredada y recomien­ da altamente la Eucaristía. Cf. Kurt Koch, Christian Counseling a11d Oc­ cultism (Grand Rapids: Kregel, 1972), 332. 12. George Ritchie y Elizabeth Sherril, Return from Tomorrow (Grands Rapids: Zondervan, 1983).

7. Sanando las relaciones con bebés nacidos muertos y abortados l. Larry C. Peppers y Ronald J. Knapp, Motherhood a,ul Mourning (New York: Praeger, 1980), 14. 2. 1982-1983 Statistical Abstract oj the U.S. (Wa5hington, D.C.: Oficina de Censos), 70; National Center for Health Statistics, Annual Sum­ mary oj Births, Deaths, Marriages and Divorces, U.S., 1983, 1 (reporta 3,614,000 nacimientos vivos en 1983). 3. Pepers y Knapp, ibíd. 4. Agustine creyó que la escena 2.5 del juicio de Matthew ofreció sola­ mente la elección entre el paraíso en la mano derecha y el infierno en fa ma­ no izquierda. Desde que no se bautizó podría no alcanzar el paraíso por su pecado original, por lo que temió que'lo destinaran al infierno. "Esos niños desafortunados quienes murieron sin el bautismo deben enfrentar el juicio de Dios. Ellos son recipientes de vergüenza, recipientes de ira y la ira de Dios está sobre ellos. El bautismo es la única c.'Osa que puede librar a estoo infantes 'desafortunados del reino de la muerte y del poder del demonio... Ahí no puede haber duda sobre el asunto: ellos caerán en el fuego eterno del demonio". Sin embargo Augustine revisó eventualmente la opinión de Matthew, y más tarde los teólogos ignoraron esto. C.f. George Dyer, Lim­ bo. Unsettled Question (New York: Sheed & WArd, 1964), 6. 5. Santo Tomás . de Aquino argumenta que desde el pecado original hay una privación de la gracia, pero no un pecado personal vigente, y el ni-

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ño no bautizado no implica una falta personal o el librarse de castigo. Santo Tomás de Aquino, Comentario sobre las sentencias, 11, d. 33, q. 2. 6. Para un breve resumen de la evolución histórica del limbo, cf. Sacramentum Mundi, "Limbo", Peter Gumpel (New York: Herder & Her­ der, 1968), III: 318. Ver también Edmund Fortman, Everlasting Lif Ajter Death (Ne\V York: Casa Alba, 1977), capítulo 7, "¿Hay un limbo para in­ fantes?", especialmente las págs. 143-155. 7. "No ha sido encontrada una prueba oficial de la exi�tencia del lim­ bo por parte de la Iglesia". "Limbo", New Catholic Encyclopedia, vol. 8, págs. 762-765. Ver también Fortman, op. cit., 150. 8. J.T. Ryan entrevistado por Monika Hellwig, "Life After Death", Sign (Abril 1979), 35. 9. Austin F1annery, O.P. (ed.), Vatican Council Il: The Conciliar and Post-Conciliar Docwnents, "The Church", Ila: 16; "The Church in the Modern World'', Parte 1, 1: 22. 10. New Catholic Enct1clopedia, vol. 8, 763; Fortman, op. cit., 153. Un ejemplo de deseo de bautismo suministrado por la familia es la de Santa Perpetua, quien tuvo una visión de su hermano Dinócrates, quien había muerto a la edad de siete años. Dinócrates se le apareció sin poder beber de una fuente, la cual Santa Perpetua convirtió en una fuente de bautismo. Ella oró diariamente por Dinócrates, por consiguiente tuvo otra visión en la que su hermano aparecía feliz, sanado de la enfermedad que había llevado en vida, pudiendo beber de la fuente eterna. Cf. E.C.E. Owens, Some Authentic Acts oj the Early Martyrs (Londres: SPCK, 1833), págs. 82-84. 11. Sacramentum Mundi, op. cit., 318. 12. Fortrnan, op. cit., págs. 148-149. 13. Santo Tomás de Aquino, Summa Teol6gica, 11-II, q. 83, a. 5, ad l. 14. Omaha World Herald (Noviembre 17, 1982), 1 y 3. 15. "Cuando el feto no es escuchado", Medica[ World News, Abril 10, 1970, págs. 28-29; A.W. Liley, "El feto como una persona", Aust. N.Z.]. Psyclíiatry, vol 6, No. 99 (1972), págs. 99-105; Lester W. Sontag y Robert F. Wallace, "El movimiento como respuesta del feto humano al sonido estimulante", Child Dev., vol. 6 (1935), págs. 253-258. 16. Liley, op. cit., 102. 17. lbíd., págs. 101-102; E. Blechschmidt, "El ser humano desde muy temprano", en Hilgers, Horan y Mali (eds,), New Perspectives 011 Human Abortion (Frederick, Md.: University Publications of America, 1981), 23; John T. Noona, Jr., "La experiencia del dolor por el no nacido", en Jeff Lane Hensely (ed.), The Zero People (Ann Arbor: Servant Books, 1983), págs. 141-156. 18. Chester B. Martín, Jr., "Estados de la conducta en el feto humano", J. Reprod. Med., vol. 26, No. 8 (Ag�o 1981), págs. 425-432; R.S.G.M. Bots, et al., "Observación de movimientos en el féto humano: D etección en el útero vía ultrasonído", Early Human Dev., 5 (1981), págs. 87-94; Modern Medicine Marzo 23, 1970), 43. 19. Liley, op. cit., 101.

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20. David K. Spelt, "El condicionamiento del ser humano en el útero", J. &perimental Psychology, vol. 38. No. 3 Guruo 1948), págs. 338-346. 21. Frank Lake, Tight Corners in Pastoral Counseling (Londres: Darton, Logman & Tood, 1981), págs. 2 y 36. 22. Citado en Morton Kelsey, Ajterlije: The Other Side oj Dying (Ramsey, N.J.: Paulist, 1979), págs. 106-107. Ver también Linda Mathi­ son, "Memorias del nacimiento: ¿Recuerda su niñez?" Móthering (Otoño 1981), págs. 103-107. La señora Mathison describe numerosos ejemplos de niños pequeños quienes recordaron experiencias prenatale; y del naci­ miento, sin intentar explicar los mecanismos de semejantes memorias. 23. Chicago Tribune, "Embryos Can Remember, Therapist Says" (Noviembre 1, 1978); Andrew Feldmar, "La conciencia de la embriolo­ gía: ¿Qué es un embarazo normal?" en David Mall y Walter Watts (eds.), The Psyéhological Aspects of Abortion (Washington, D.C.: University Publications of America, 1979), págs. 15-24. 24. Frank Lake, op. cit., capítulo 2, "Counselign in the Presence of Primal Pain", págs. 14-37. 25. David B. Cheek, "Ejemplos de desajustes relacionados aparente­ mente al imprimirse en el nacimiento", Am. J. Clinical Hypnosis, vol. 18, No. 2 (Octubre 1975), págs. 75-82; R. Gaddini, "Estados tempranos y psi­ cología n eonatal", en L. Carenza y L. Zichella (eds.}, Emotion and Reproducti011 (Londres: Academic Press, 1979), págs. 1076-1078. 26. Robert MacDonald, M.D., Memory Healfog (Atlanta: RLM Mi­ nistries, 1981), págs. 34-36. 27. Antonio J. Ferreira, "Factores emocionales en el medio ambiente prenatal", J. Nervous ans Mental Disease, vol. 141, No. 1 (1965), págs. 112-113; Ashley Montagu, Lije Bejore Birth (New York: Signet, 1965), págs. 156-171. · 28. Thomas Verny, Sec·ret Lije oj the Unborn Child (New York:· Surnmit, 1981), págs. 87-88. 29. Verny, op. cit., 76. 30. Montagu, op. cit.• 152. 31. Lester W. Sontag, "Determinaciones prenatales de la conducta postnatal" en Harry Waisman y George Kerr (eds.), Fetal Growth and Development (New York: McGraw-Hill, 1970), págs. 267-268. 32. Dimity B. Carlson y Richard C. Labarba, "Emoción maternal durante el embarazo y consecuencias reproductivas: Un repaso de la Lite­ .ratura", Int. J. Behavioral Dev., 2 (1979), págs. 343-376. 33. Lester Sontag, "El significado de las diferencias del medio am­ biente fetal", Am. J. Ob. and Gyn., vol. 42, No. 6 (Diciembre 1941), págs. 1000-1002; Carlson y Labarba, op. cit., Antonio J. Ferreira, op. cit., 112; Elizabeth K. Turner, "El síndrome en el infante como resultado de una tensión durante el embarazo", Med. J. Australia (Febrero 11, 1956), págs. 221-222. 34. D.H. Scott, "Estudio de seguimiento desde el nacimiento de los efectos de las enfermedades prenatales", Develop. Med. Cliild. Neurol., 15 (1973), págs. 770-787. 233

35. Vcrny, op. cit., 48. 36. Charles Spezzano, "Psicología prenatal: Embarazo con pregun­ tas", Psychology Today, Mayo 1981, 'págs. 49-57. Otros estudios han in­ vestigado una variedad de formas en ras que las influencias prenatales pueden afectar posteriormente la vida. Cf. Antonio J. Ferreira, "La acti­ tud emocional de las mujeres embarazadas y su reflexión sobre el recién nacido", Am. J. of Orthopsychiatry, 30 (3), Julio 1960, págs. 533-561; Sarnoff A. Mednick, "Colapsos en individuos con alto riesgo de es­ quizofrenia: Posibles factores de predisposición peri natal", Mental Hy­ giene, 54 (1), Enero 1970, págs. 50-63; Sarnoff A. Midnick, "Defectos del nacimiento y esquizofrenia", Psychology Today, 4 (11), Abril 1971, págs. 48-50, 80-81; Melvin Zax, et al., "Consecuencias en el nacimiento en la descendencia de las mujeres con desorden mental", Amer. J. Orthopsy­ chiatry, 47 (2), Abril 1977, págs. 218-230; Alex J. Crandon, "Ansiedad maternal y complicaciones de obstetricia", J. of Psychosom.. Res., 23, 1979, págs. 109-111; Matti O. Huttenen y Pekka Niskanen, "Pérdida pre­ natal del padre y desorden psiquiátrico", Arch. Gen. Psychiatry, 35, Abril 1978, págs. 429-431; Lester W. Sontag, "La guerra y la relación feto-ma­ ternal",'Marriage and Family Living, 6 (1), Invierno 1944, págs. 3-4, 16; Medica[ World News, "Cambios de forma en el juego de hormonas prenata­ les", Marzo 31, 1980, pá�. 35-36; Cian-Paolo Ravelli, et al., "Obesidad en los hombres jóvenes después de pasar hambre en el útero y en la infancia temprana", N.E.]. oj Med:, 295 (7), Agosto 12, 1976, págs. 349-353. 37. Verny, op. cit., págs. 22-23. 38. Clifford Olds, "Fefal Response to Music", PPPANA News, No. l. (Abril 1984), 2. 39. Verny, op. cit., págs. 46-49; Francis MacNutt, "Prayers for the Unborn Child", Charism.a { 1oviembre 1983), págs. 24 y 28-31. 40. S.N. Bauer, "La ciencia del Tacto y del Sentimiento tiene gran importancia para el pre-nacido", SI. Cloud Visitar, vol. 71, No. 24 (No­ ,·iembre 11, 1982), págs. 1 y 11. Ver también Conrad W. Baars, M.D., Feeling a11d Healing' Your Emotiom (Plainfield, N.J.: Bridge, 1979), pá�. · 81-84. 41. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, q. 81, art. l y 2. 42. John y Paula Sandford, Restoring tlie Christian Family (Plain­ jield, N.J.: Bridge, 1979), pdgs. 128-129. 43. Metropolitan Antl,ony of Surozli, "El sufrimiento y muerte de los niños", Ea.stem Churclies Review, vol. 8, No. 2 (1976), llO. 44. P.F.H. Giles, "Reacciones de la mujer ante la muerte peri natal", Aust. N.Z.J. Obstet. Gynaec., 10 (1970), págs. 207-210; Karen Kowalski y Watson A. Bowes, Jr., "La responsabilidad de los padres con el bebé na­ cido muerto", Contemporary Ob/Cyn, 8, (Octubre 1976), págs. 53-57; John Kennel, Howard Slyter y Marshall H. Klaus, "La responsábilidad de los padres por la muerte de un recién nacido", N.E.J. Med., vol. 238, No. 7 (Agosto 13, 1970), págs. 344-349. 45. Theresa M. Stepany, "Abortos tempranos: ¿Son los bastante rá­ pidos como para disminuir el dolor?" RN Magazine (noviembre 1982), 89.

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46. Larry B. Peppers y Ronald J. Knapp, "Reacciones maternales por la muerte involuntaria de un bebé-fetal", Psychiatry, 43 (Mayo 1980), págs. 155-159. 47. Pepper� y Knapp, Motherlwod a11d Moumig, op. cit. 48. lbíd, págs. 19-22. 49. Jack M. Stack, "Aborto espontáneo y aflicción'', Am. Family Physicia11, vol. 21, No. 5 (Mayo 1980), págs. 99-102; Robert T. Corney y Frederick T. Horton, Jr., "Aflicción pafológica posterior a un aborto es­ pontáneo", Am. J. Psychiatry, vol. 131, No. 7, Julio 1974, págs. 825-829. 50. Marshall H. Klaus y John H. Kennell, Parent-lnfant 8011ding (St. Louis: C.V. Mosby, 1982), 264. 51. Harriet Sarnoff Schiff, The Bereaved Parent (New York: Penguin, 1977). págs. 33-35. 52. Kennel y Klaus, op. cit., 265. 53. Schiff, op. cit., 79. 54. lbíd, 90. 55. P eppers y Knapp, op. cit., 29; Elizabeth K. Best, "Aflicción en respuesta a una pérdida prenatal: Un argumento para la más temprana unión prenatal .., Dissertation Abstracts International, vol. 42', No. 6 (Di­ cien\bre 1981); Machelle Scibel y William L. Graves, "La implicación psicológica por el aborto espontáneo", J. Reprod, Med., vol. 25 No. 4 (Octuóre 1980), págs. 161-165. 56. TerrySelby, M.S.W. , "Agonizing Aftermath of Abortion". Dis­ curso sobre la vida pronunciado a los ciudadanos de Minnesota en la Con­ vención Estatal de 1984. 57. Ian Kent, et al., Resultado emocional por el aborto elegido", BC Me.ti.]., vol. 20, No. 4 (Abril 1978), págs. 118-119. Ver también Jan Kent y William Nicholls, "Aflicción en la mujer después del aborto: ·un reporte clínico", World Journal of Psychosy11thf!-Sis, vol. 13, No. 14 (Otoño-Invier­ no 1981), págs. 14-17. 58. Jesse O. Cavenar, AJlan Am Maltbie y John L.Sullivan, "Con.se­ cuencias del aborto: Aniversario depresivo y dolor de vientre", Bull of the Me1111inger Clinic, vol. 42, No. 5 (1978), págs. 433-438; R.F.R. Gardner, Abortion: The Personal Dielmma (Grand Rapids: Eerdmans, 1972), capí­ tulo 23, "Resultados mental y espiritual del aborto", págs. 201-211; Nadia B. Gould, "Reacciones depresivas posteriores al aborto en la Universidad femenina", J. oj the Am. College Health Assoc., vol. 28, No. 6 Quruo 1980), págs. 316-320; Francis J. Kane, Jr. y John A. Ewing, "Terapéutica del aborto-Quo Vadimus", Psychosomatics, 9 GuJio-Agoslo 1968), 'págs. 202-207; R. Kumar y Kay Robson. "Causa previa al aborto y depres1ón anti-natal en la primeriza: Reporte preliminar de un examen de salúd mental en la embarazada", Psychological Medicine, 8 (1978), págs. 711-715. David Mali y Walter F. Watts, The Psychological Aspects oj Ahortion, op. cit., Myr e Sim, "El aborto y la psiquiatría", Br Med ], 2 Oulio 20, 1963), págs. 145-148; Jean G. Spaulding y Jesse O. Cavcnar, J r., "Psicosis poste­ rior a la terapia del aborto", Am. J. Psuchiatry, vol. 135, No. 3 (Marzo 1978), págs. 364-365; Terry Selby, op. cit. Ver también Nancy Buckles,

235

"El aborto: Una técnica para trabajar mediante el dolot', CoUege Heolth, vol. 30 (Febrero 1982), pág;. 181-182. No obstante, el autor reconoce pocos efectos negativos después del aborto, ella admite que algunas mujeres se "estancan" y describe una técnica para ayudar a resolver los sentimientos negativos. Su técnica incluye pasos para centrar la atención en el niño abortado, establece algunas remembranzas positivas del suceso y entonces se dice adiós al niño. Estos pasos son atractivos, como nuestros propíos pa­ sos de la oración dados en este capítulo. La diferencia está en que la seño­ rita Buckles parece ver al niño como una parte del mundo interno de la madre (no obstante una parte con la que necesita reconciliarse) más que como un ser separado con vida quien necesita de Jesús y de nuestra salud y amor reconciliador. 59. Mary Meehan, "Bebés tristes", Catl1olic Twin Circle (Agosto 14, 1983), 4; Christian Lije, vol. 46, No. 9 (Enero 1985), 49. 60. Citado en George Maloney, Death, Where Is Your Sting? op. cit., 78. 61. Arthur Kornhaber, "Una historia emocional de los abortos de tres mujeres", en James T. Burtchaell, Abortion Parl ey (New York: Andrews & McMeel, 1979). 62. Por ejemplo, los doctores Robert Weil y Car! Tupper estudiaron a 18 mujeres quienes habían tenido tres o más abortos consecutivos. A es­ tas mujeres les fue dada píscoterapia semanaT durante un embarazo subse­ cuente, quince obtuvieron exitosamente un niño, indicando que la terapia para daños emocionales puede interrumpir un hábito de aborto espontá­ neo. Robert J. Weil y Car! Tupper, "Personalidaél, situación en la vida y comunicación: Un estudio del aborto habitual", Psychosom. Med., vol. 22, No. 6 (1960), págs. 448-457. Ver también F1anders Dunbar, "Un en­ foque psicosomático del aborto y de su hábito", en Harold Rosen (ed.), Ab()rtion in America (Boston: Beacon Press, 1967), págs. 22-31; Dan C. Hertz, "Rechazo de la maternidad", Psyc1wsomatics, 14 Gulio/Agosto 1973), págs. 241-244; L. Kaij, A. Malrnquist y A. Nillson, "Aspectos psi­ quiátricos del aborto espontáneo-U. La importancia de la aflicción, la unión y la neurosis en la vida temprana", J. Psychosom. Research, 13 (1969), págs. 53-59; M. Bourgeois y D. Labrousse, "Abortos provodados y abortos espontáneos: Aspectos psicopatológicos relacionaos en una muestra preliminar de 411 cuestionarios sobre embarazo interrumpido", Ann. Med. Psuchol. (París), vol. 2, No. 2 Oulio 1975), págs. 339-366; Yu-Mei Chao, "Un autoconcepto del aborto habitual duranle el curso de un embarazo exitoso", Maternal-Child Nursing ]., vol. 6, No. 3 (Otoño 1977), págs. 16.'5-175. 63. Kent y Nicholls, op. cit., "Exploraciones adicionales de estos sen­ timientos en la mayoría de los casos condujo al descubrimiento de que ca­ da conducta autodestructiva había llegado a través (hasta entonces in­ consciente) de una identificación éon el rechazo de la mujer a ser madre, quien tenía su propio inconsciente, o en algun� casos casi conscientemen­ te, deseando abortar a su hija. Las más tardías habían introducido estos deseos infanticidas de su madre, y habían actuado por identificación, y 236

actualmente coruiguen abortar a sus propios niñoo. De esta forma, ef feto comprendió simbólicamente, mientras ella se identificaba con el papel de su madre. Se observó que una parte de las mujeres había tenido múltiples abortos. En vista de su propio nivel de inteligencia y educación, y dispues­ tas a aprovechar el significado del control de su nacimiento, se ha de concluir que ellas tuvieron experiencias compulsivas a embarazarse, logrando ese estado para volver a representar la misma identificación con los abortos de su madre. De esta manera, los múltiples embarazos que conducen a un aborto podría ser interpretados como una forma fracciona! de suicidio a través del mecanismo de identificación. Algunas de estas mu­ jeres experimentaron fantasías suicidas o se implicaron en repetidos acci­ dentes que las lastimaron, apenas escapando a la muerte en más de una ocasión. Mientras que no puede ser comprobada que esta conducta apare­ ce universalmente en los casos descritos, su frecuencia fue bien comproba­ da para ser significativa y para alertar a los psiquiatras sobre la posibili­ dad de que cada mujer pueda estar en ese riesgo" (15). 64. Terry Selby, op. cit. 65. Arthur B. Shostak, Gary McLouth y Lynn Seng, Men and Abor­ tum (New York: Praeger, 1984), pá�. 16, 40-42, 105-111, 117, 122, 252253. Como consejo de fuentes para la importancia del dolor en los hombres involucrados en el aborto, los autores citan a Arthur y Libby Colman, Earth Father, Sky Father: The Changing Concept of Fathering (Engle­ wood Cliffs, N.J.: Prentioe Hall, 1981), 128, y los consejos del psicólogo Ar­ nold Medvene, quien dice que el aborto es "una experiencia de muerte inne­ gable, una experiencia de pérdida, y una experiencia de separación con grandes efectos para todos. Si todo se logra bloquear y no se resuelve, hay peligro de tener un impacto dramático y destructivo en las relaciones". Ver también a John Leo, "Compartiendo la aflicción por el aborto", Time (Sep­ tiembre 26, 1983), 78, para una discusión de Men and Abortion. 66. Kenneth McAll, Healing the Fámily Tree. op. cit. 67. Carta personal del doctor Kenneth McAll, agosto 20, 1984. 68. "Anorexia: La 'enfermedad de inanición' epidémica". U.S. New & World R ep ort (Agosto 30, 1982), pá�. 47-48; Cherry Boone O' Neill, Star­ vingfor Attention (New York: Dell, 1983). 69. Linda Bir Francke, The Ambivalence of Abortion (New York: Dell, 1979). 70. Theresa Stephany, op. cit., Cathy C. F1oyd, "Embarazo después de un fraca�o reproductivo", Am. J. oj Nursing, vol. 81, No. 11 (Noviembre 1981), págs. 2050-2053; Emanuel Lewis y Ann Page, "El fracaso de la aflic­ ción por un bebé nacido muerto: Una catástrofe prevista", Br. J. Med. Psy­ clwl., 51 (1978), págs. 237-241. 71. Peppers y Knapp, op. cit., pá�. 131-135; Floyd, op. cit. 72. Albert C. Caín, et al., "Los disturbios en los niños como reacción por el aborto de sus madres", Psychosom. Med., vol. 26, No. l (1964), págs. 58-66; Kennel y Klaus, op. cit., págs. '1:16-277; Schiff, op. cit., págs. 83-99; Philip Ney, ''Una consideración sobre los sobrevivientes del aborto", en Jeff Lane Hensley (ed.), The 'Zero neople (Ann Arbor: Servant, 1983), págs. 123-138. 73. Ca.in, et al lbert'Cain, Irene Fast y Mary Erickson, 237

"Los disturbios en los niños como reacción por la muerte de un 'sibilino' (nomo)" Am. J. oj Orthopsychiatry, vól. 34, No. 4 Qulio 1964), págs. 741-752.. 74. Kennell y Klaus, op. cit., pá�. 276-277. 75. Idem.; ver también Schiff, op. cit., págs. 83-100, donde ella descri­ be su estudio sobre sibilinos (nomos) sobrevivientes, quienes podrían no re­ cordar una interacción positiva con sus parientes durante el periodo posterior en el que su hermano o hermana murieron. 76. Para las reacciones de pesar en los niños de diversas edades, cf. Judy Tombrink y James Hoff, "Relaciones con un doliente: Una experiencia progresiva". 77. Marion Osterweis, Frederic Solomon y Morris Green (eds.), Bere­ avement: Reactions, Conseq11ences arul Care �ashington, D.C.: National Academy Press, 1984), págs. 99-141 y 284-285. Reporte de un estudio por el National Institute of Medicine. 78. Tbíd. 79. Philip Ney en Hensley, op. cit. , 125, comenta una narración de un paciente la cual es una evocación del apego de Julie a sus muñecas: "A los siete años de edad reportó un sueño en el que tres sibilinos (gnomos) se fueron a jugar con él en un banco de arena. Mientras jugaba, los bancos de arena se derrumbaron y por consiguiente sus tres sibilínos (gnomos) quedaron enterrados. El no pudo decirme quienes eran ellos pero sabía que eran sus hermanos y/o hermanas. Su madre admitió tres abortos tem­ pranos, pero insistió en que su hijo no pudo haberse enterado". 8. El Alma vive donde Ama J. Raymond Moody, Lije after Lije (Covington, Ga.: Mockingbird, 1975). !'\. Dr. Karlis Osis y Dr. Erlendur Haraldsson, At The Hour of Deat/1 (New York: Avon, 1977). Citado en Morton Kelsey, ÁjterLife: Thc Other Side of Dying (Ncw York: Crossroad, 1982), 91-93. 3. "Thcre·s a River of Life", Letra y música por L. Casebolt (Dor­ set, England: Celebration Services, 1971, 1975). 4. K.R. Hanley, "Reílections on Gabriel Marcel's Theme of Pres­ ence as a Sign of Inmortality," versión no publicada de un artículo publi­ cado en Francés en el l!evue Phílosophique de Lo11vain, tome 74 , Mayo 1976. 5. George Maloney, T/ie Everlasting Now (Notre Dame: Ave Ma­ ría, 1980), 98-99. 6. Citado en George Maloney , Inward Stillncss (Denville, N .J.: Di­ mension, 1976), 190-91. Conclusión l. Maurice Zundel, The Splendor of the Lit11rgy (New York: Sheed and Ward, n.d.)

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