Biblioteca De Recursos Electrónicos De Humanidades: Para Red De Comunicaciones Internet

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Rosario Moreno Soldevila - Marcial

BIBLIOTECA DE RECURSOS ELECTRÓNICOS DE HUMANIDADES

para red de comunicaciones Internet

ÁREA: Cultura Clásica - Literatura Latina.

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-1© 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Rosario Moreno Soldevila - Marcial

MARCIAL

ISBN - 978-84-9822-738-3

Rosario Moreno Soldevila [email protected]

THESAURUS: Literatura latina, Poesía latina, Literatura Flavia, Epigramas, Marcial.

OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS: La sátira: Juvenal

RESUMEN O ESQUEMA DEL ARTÍCULO:

1. Marcial, el poeta y sus epigramas 1.1. El libro de los espectáculos 1.2. Xenia y Apophoreta 2. Epigramas I-XII 2.1. Una mirada al interior: la conciencia literaria 2.2. Una mirada alrededor 2.3. Poesía y elogio: la función social del epigrama 2.4. Vida, muerte, dolor 3. Difícil es escribir un libro de epigramas 4. Marcial y la posteridad o de cómo la poesía del momento se hace inmortal 5. Bibliografía selecta

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1.- Marcial, el poeta y sus epigramas: Marco Valerio Marcial es un ‘poeta menor’ de talla mayúscula. El epigrama, por su propia definición genérica, se opone a la gran tradición poética de la épica o la tragedia: es una composición breve y apegada al mundo real, a la materialidad, a lo que nos rodea, a lo cotidiano. Literariamente, el autor de epigramas es consciente de la posición marginal de su obra en el canon literario, pero sabe que con una materia pequeña pueden hacerse grandes cosas. Eso es lo que consiguió Marcial con sus epigramas: que hoy sigamos leyendo con sumo placer esos retales de vida. Marcial nos resulta familiar por sus orígenes hispanos: nacido en Bílbilis Augusta (cercana a la actual Calatayud) viajó como tantos poetas a Roma en busca, probablemente, de mayor formación literaria y de una carrera poética. Nada raro en la literatura latina: como él mismo recuerda en el poema I 61, la mayoría de los grandes poetas de Roma habían nacido fuera de la Urbe. Tradicionalmente se ha creído que Marcial buscó en la capital del imperio el apoyo de sus paisanos y, aunque recientemente se ha puesto en duda que disfrutara en efecto del patrocinio de Séneca (Kleijwegt, 1999), no es difícil imaginar que se acercara al círculo hispano o que tuviera algún contacto allí. Por los datos que podemos inferir de su propia obra, parece que llegó a Roma en torno al año 64, cuando tenía unos veinticinco años. ¿Qué hizo Marcial en Roma hasta que publicó su primer libro conocido, en el año 80? ¿Cómo se ganó la vida? ¿Por qué no publicó antes? Si Marcial al llegar a Roma había tenido algún contacto con el círculo de Séneca, los acontecimientos políticos pudieron retrasar su debut literario: en el año 65, a resultas de la llamada conjuración de Pisón, tanto este como Séneca y otros miembros de su familia fueron ejecutados por Nerón a la manera romana, es decir, obligándoles a suicidarse. Marcial se refiere en algunos epigramas a los Sénecas y Pisones y a su patronazgo (IV 40; XII 36), y en otro lugar habla de sus obras de juventud, que todavía pueden comprarse en alguna librería de Roma (I 113), pero hay un largo silencio hasta el año 80. Instalados los Flavios en el poder, se produce en la ciudad un acontecimiento memorable: la inauguración del anfiteatro Flavio, el inmortal Coliseo.

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Hay que tener en cuenta que la reconstrucción de Roma —que tanto había sufrido por los desmanes de Nerón— fue una de las claves políticas de la dinastía Flavia. El emperador Tito organiza para la ocasión unos fastuosos espectáculos que son el tema de un pequeño libro de epigramas que nos ha llegado de forma corrupta y con algunas dudas sobre su autoría, aunque se acepta que es obra de Marcial. Se trata de una celebración del poder imperial —del poder de Roma, dominadora de los pueblos— simbolizado por el nuevo edificio y por los espectáculos allí celebrados. Podría tratarse de una obra de encargo: de ser así, Marcial habría tenido tiempo de hacerse un nombre como poeta para que los Flavios lo eligieran como cronista de tal evento. Es posible que alguno de sus muchos patronos —amigos influyentes aparecen en gran número en sus epigramas (White, 1975)— le allanara el camino.

1.1.- El libro de los espectáculos: La lectura del Libro de los Espectáculos, como suele denominarse, produce reacciones contrarias en el lector: por un lado, se aprecia ya el virtuosismo literario, la agilidad y agudeza verbal que caracteriza la obra de Marcial; por otro lado, a veces el tema resulta chocante para la estética y la moral modernas, como cuando se describen ejecuciones representadas como fábulas mitológicas, espectáculos macabros como tema literario (epigramas 6-10). Sin embargo, estos forman un grupo pequeño dentro de la colección, que comienza con la celebración del Coliseo y de los espectadores —venidos de los confines el imperio para mayor gloria del príncipe y de Roma—, continúa con los espectáculos de damnati, distintos tipos de uenationes, cacerías, combates de animales, exhibiciones de doma; por supuesto no faltan los munera gladiatoria e incluso espectáculos acuáticos. La interpretación de este libro es muy difícil y los problemas textuales aparecen por doquier: el contexto muchas veces se nos escapa, cuando se hace alusión a algún acontecimiento inaudito o sorprendente que queda retratado de forma conceptista e impresionista en un epigrama. Es posible que este libro laudatorio consagrara a Marcial como poeta y le ayudara en su posición social. Marcial recibió algunos favores imperiales, como el Ius trium liberorum, un conjunto de privilegios para los padres de familia numerosa que se otorgaba a veces graciosamente por el emperador a quienes no tenían hijos. Sobre la posición social de Marcial hay que decir unas palabras antes de continuar con su obra: por un lado, perteneció al rango ecuestre —que exigía como sabemos una renta de 400.000 sestercios— y disfrutó de la amistad y del apoyo de ricos e influyentes patronos; por otro lado, abunda en sus epigramas la queja sobre las penurias de la clientela y las penalidades por las que han de pasar los poetas. ¿Cuál de los dos es el -4© 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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verdadero retrato de Marcial? Vivir de la poesía no ha sido fácil en casi ninguna época. Además, la máscara del pauper poeta es casi un elemento obligado para ciertos géneros literarios. A ello se une la rememoración de un pasado literario que siempre fue mejor, el sentimiento de inferioridad y la emulación del siglo precedente: no se pueden alcanzar las cotas literarias de un Virgilio y un Horacio, porque los tiempos han cambiado y el papel de la literatura también. Podemos entender las quejas de la penosa vida del cliente que Marcial describe en sus epigramas de forma literal o de forma simbólica. A veces las circunstancias se imponen sobre el arte y no podemos culpar a los poetas de la época en que vivieron.

1.2.- Xenia y Apophoreta: Volvamos al repaso por su producción poética: tras el Liber spectaculorum Marcial compuso dos libros curiosos, los Xenia y Apophoreta (un estudio en Muñoz Jiménez, 1996). En los manuscritos se transmitieron como los libros XIII y XIV pero son dos colecciones independientes y compuestas con anterioridad a los doce restantes libros de epigramas. Frente a la variedad métrica y temática de los demás, estos tienen la particularidad de consistir casi exclusivamente en poemas compuestos por un solo dístico elegíaco en el que se describe un objeto, en el primer caso, artículos relacionados con el banquete —sobre todo alimentos—, y en el segundo, regalos. Materialidad e ingenio son los rasgos que definen estos epigramas. El lector moderno podrá pensar que se trata de una obra trivial y que no tiene ningún interés leer un catálogo de regalos u objetos descritos en monótonos dísticos. Sin embargo, estos epigramas no carecen de gracia y no cuesta trabajo dejarse llevar por su lectura: resultan atractivos para quienes estén interesados en la materialidad de la cultura romana, en los hábitos y costumbres de la Antigüedad; resultan amenos porque están imbuidos de un ambiente festivo, el de las Saturnales, durante las cuales era tradicional el intercambio de regalos y la relajación de las costumbres, y por el ingenio con el que se describen los objetos; no aburren por la variedad de los objetos y de los recursos literarios o de las voces —habla el que regala, el que recibe, el regalo mismo— y por la disposición cuidada de los epigramas, con efectos de continuidad y de contraste. Los recursos humorísticos de estos poemas son igualmente variados, pero sobre todo destacan dos: los juegos de palabras (XIII 73, XIV 58, XIV 121) y el elemento erótico, sexual y corporal (recuérdese la relación entre sexo, cuerpo y comida propia de lo carnavalesco). Así, cuando se comen puerros hay que dar besos con la boca cerrada (XIII 18), es necesario tener cuidado con determinados alimentos astringentes si uno tiene determinadas prácticas sexuales (XIII 26), otros —como las -5© 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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cebollas— son más recomendables por sus propiedades afrodisíacas (XIII 34); un bastoncillo para los oídos se describe como fuente de placer para la ‘comezón’ (XIV 23), una lámpara guardará el secreto de lo que se haga en la alcoba (XIV 39), no faltan panecillos con forma fálica (XIV 70), orinales para incontinentes (XIV 119) o sujetadores (XIV 134), que a veces son incapaces de cumplir su cometido (XIV 66).

2.- Epigramas I-XII: El resto de los libros de Marcial se componen de epigramas variados y fueron publicados en intervalos de un año aproximadamente entre el 86 y el 98 d. C. (Citroni, 1989). El último libro se compuso algo después, en torno al año 102, cuando el poeta se había retirado a Hispania, y contiene un grupo de epigramas escritos en Bílbilis al que Marcial, o más probablemente un editor, habría añadido composiciones anteriores.

2.1.- Una mirada al interior: la conciencia literaria: la mejor definición de epigrama la encontraremos en la propia obra de Marcial. Un aliciente añadido de su obra es que es consciente de sí misma, del lector y del contexto de la creación literaria. Nos envuelve, nos explica en qué consiste, nos ayuda a entender el epigrama como forma literaria y todo lo que rodea a su producción. Como se apuntó al principio, Marcial elige desarrollar su capacidad creativa con un único género literario, un género menor, pero lo explora hasta el límite de sus posibilidades, lo dota de mil formas y tonos, capta con su obra multiforme la variedad de la vida y de los sentimientos que produce en los hombres. La elección del epigrama como vehículo de expresión artística trae consigo una constante reflexión literaria. El epigrama es una composición breve, de amena lectura, pero debe ser dosificado si no quiere hartar al lector. El libro ha de ser, pues, breve:

Cui legisse satis non est epigrammata centum, Nil illi satis est, Caediciane, mali (I 118). [El que no tiene bastante con haber leído cien epigramas, no tiene bastante, Cediciano, con ningún mal].

Ter centena quidem poteras epigrammata ferre, Sed quis te ferret perlegeretque, liber? (II 1, 1-2) [Podrías contener trescientos epigramas, / ¿pero quién te aguantaría y te leería del todo, libro?]

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El epigrama tiene su propia personalidad poética: se aparta de la grandilocuencia y los temas de otros géneros, porque su ámbito son los asuntos de la vida cotidiana:

Non hic Centauros, non Gorgonas Harpyiasque Invenies: hominem pagina nostra sapit. Sed non vis, Mamurra, tuos cognoscere mores Nec te scire: legas Aetia Callimachi (X 4, 9-12). [No encontrarás aquí Centauros, Gorgonas y Harpías: / nuestra obra sabe a ser humano. / Pero no quieres, Mamurra, conocer tus costumbres ni a ti mismo: / lee entonces los Aitia de Calímaco].

Vemos, pues, cómo se combinan el tono de modestia —el reconocimiento de las limitaciones del género— con el orgullo por la propia obra y la defensa de una opción estética y moral. Como los grandes poetas de la época de Augusto, Marcial hace uso de la recusatio como manifiesto artístico. Marcial puede parecer autocrítico, pero ama su obra y está orgulloso de ella: la ofrece en innumerables ocasiones a sus amigos como regalo, pide consejo y protección, la defiende contra plagiarios y críticos (Citroni, 1968, 1986, 1988), es consciente de que le debe su estatus y está satisfecho de su fama literaria. Agradece al lector su apoyo y le otorga un papel activo en la recepción de la obra. La literatura, el mecenazgo, el comercio librario, la lectura, la crítica, los intermediarios, los medios de difusión e incluso la forma del libro son temas recurrentes en la poesía de Marcial. La relación entre poeta y libro se equipara a la de un padre con un hijo: así, por ejemplo, el libro personificado prefiere la libertad de la calle a estar encerrado en casa; el poeta lo deja marchar —lo publica—, pero sin dejar de advertirle de los peligros: fuge; sed poteras tutior esse domi (I 3, 12) [Vete, márchate, pero estarías más seguro en casa].

2.2.- Una mirada alrededor: Cualquier asunto de la vida en Roma tiene cabida en los epigramas: comportamientos, personas, objetos, escándalos. La suya es una poesía de lo tangible y del momento, del aquí y del ahora, lo cual no quiere decir que haya que interpretarla de forma literal y tomarla siempre al pie de la letra. El lenguaje literario distorsiona, amplía, connota. Marcial es famoso sobre todo por sus epigramas satíricos y burlescos: cuerpos, inmoralidades y excesos abundan en sus epigramas. Las intenciones varían desde el puro divertimento a la denuncia moral, a veces acorde con las políticas imperiales. No -7© 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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deja títere con cabeza, pero se abstiene de atacar a personas concretas por su nombre: X 33, 9-10 Hunc servare modum nostri novere libelli, / parcere personis, dicere de vitiis [Mis libritos saben respetar este límite: respetar a las personas, hablar de los vicios]. A pesar de que vivió la mayor parte de su vida en Roma, su mirada no deja de ser la de un recién llegado. Todo le llama la atención, sus sentidos no están atrofiados por la costumbre o la familiaridad. La Urbe es una jungla humana que no deja indiferente a quien ha pasado su niñez y su juventud en un entorno diferente. Lo que más denuncia Marcial es la hipocresía y las relaciones sociales: la cada vez más degradada institución de la clientela es uno de los temas más repetidos en los epigramas. Patronos avaros, desconsiderados y soberbios que humillan a sus clientes —a quienes tienen la desfachatez de llamar amigos o camaradas—, personas que están dispuestas a cualquier cosa, que no tienen sentido de la dignidad, pactos incumplidos, amigos que se olvidan cuando no ya no son necesarios, relaciones interesadas (como las de los cazadores de dotes y de herencias). Roma es un lugar de encuentro, pero en ella nadie conoce a nadie. Otra máxima en que podrían resumirse los epigramas es ‘tanto tienes, tanto vales’, o mejor, ‘tanto aparentas, tanto vales’. Importa lo que se ve desde fuera, aunque en el interior se escondan las sordideces más inconfesables. La brecha entre apariencia y realidad —entre lo que se ostenta y lo que se esconde— es objeto de denuncia permanente en los epigramas. Hay quienes hacen ostentación de riqueza y de buen gusto, cuando son patanes o deberían avergonzarse de cómo han llegado adonde están; hay quienes hacen ostentación de principios morales y de severidad, cuando su vida íntima atenta contra la moralidad romana; hay quienes hacen alarde de cultura y de elocuencia, cuando lo mejor que podrían hacer es callarse. Roma está saturada de voces estridentes y de atuendos chillones. Uno de los temas más característicos de Marcial es el ataque contra comportamientos sexuales. Sus epigramas de contenido erótico han atraído lectores y le han valido críticas a lo largo de la historia. Pero Marcial no es un poeta obsceno; antes bien, por más explícitos que sean sus ataques, por más que llame a cada cosa por su nombre, en materia sexual Marcial es un conservador (Sullivan, 1979). Sus epigramas no se apartan de la mentalidad sexual de la época: censuran cualquier desviación de la norma, sobre todo la adopción de un papel pasivo en las relaciones sexuales (felación, cunnilingus, sodomía), el adulterio, la promiscuidad o el exhibicionismo (Galán Vioque, 1997). Marcial defiende, por otro lado, la aparición de elementos y términos sexuales en los epigramas como parte de su propia esencia

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literaria: sus libros tamquam coniugibus suis mariti, / non possunt sine mentula placere (I 35, 4-5). No agotaríamos en las páginas de este artículo el catálogo de temas satíricos —algunos de rancio abolengo literario—, pero hay que mencionar un clásico del humor en la Antigüedad, cada vez más alejado de nuestra percepción estética, a la que repele todo lo que no sea políticamente correcto: la burla sobre defectos físicos. Tuertos, calvos, herniados, gotosos o desdentadas son objeto de mofa en los epigramas de Marcial, y en toda la literatura burlesca o satírica desde Horacio a Quevedo. Hay que tener en cuenta que para la mentalidad antigua era cierto eso de que la cara —también el cuerpo— es el espejo del alma:

Crine ruber, niger ore, brevis pede, lumine laesus, Rem magnam praestas, Zoile, si bonus es (XII 54). [Pelirrojo, boquinegro, paticorto, ojituerto / tendría mucho mérito, Zoilo, que fueras buena persona].

Muchas veces, más que el defecto en sí, se critica el afán por ocultarlo, como en el caso de los calvos de III 74 y VI 57. También nosotros, por ejemplo, nos burlamos de esas melenas que peinadas de forma horizontal tratan de ocultar en vano una calva. La fealdad sigue siendo en el siglo XXI, nadie lo dudaría, uno de los recursos más frecuentes del humor popular. Un personaje zaherido con frecuencia es la uetula, la mujer de edad que trata de ocular los estragos de la vejez y se afana por seguir siendo activa —y atractiva— sexualmente. El tema reaparecerá en la poesía de Baltasar del Alcázar o Quevedo, por poner algunos ejemplos castellanos, o en la sátira del escritor inglés Jonathan Swift (1667-1745) A beautiful Young Nymph Going to Bed.

2.3. Poesía y elogio: la función social del epigrama. Es curioso que Marcial y Estacio, poetas contemporáneos y que se movieron en los mismos círculos sociales y culturales, jamás se mencionen el uno al otro. Sin embargo, los Epigramas y las Silvas comparten temas, personajes, destinatarios y ambiente. Son poesía que retrata el momento, poesía de homenaje, de ‘ocasión’. Como en las Silvas, dentro de los epigramas, caben los más variados subgéneros poéticos: el genethliakon (felicitación de cumpleaños: IV 1 y 45), el epitalamio o canción de bodas (e.g. IV 13), el propemptikon (poema de despedida: I 49), el poema triunfal (VII 2; 6 y 8); todo lo que pueda celebrarse o desearse puede ser el tema de un epigrama. La amistad y el

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intercambio social son la otra cara de la moneda: el lado luminoso de la vida en sociedad, lejos de las mezquindades descritas en los poemas satíricos. El personaje más celebrado sin duda es el propio emperador: canta sus victorias y celebra sus reformas políticas, lo presenta divinizado y como modelo moral. En esto Marcial no se desvía de la tradición de la poesía en época imperial. Domiciano, asesinado en el año 96 d.C., es el último eslabón de la dinastía Flavia. A su muerte se inaugura un nuevo período en el principado romano, al menos formalmente. Los historiadores antiguos nos han trasmitido un retrato de Domiciano absolutamente siniestro. Plinio el Joven, en su Panegírico de Trajano, construye el retrato del príncipe ideal —encarnado en el emperador hispano—, por contraste con el pessimus princeps, Domiciano; legitima el nuevo régimen destacando todo lo peor del anterior. También Marcial, a la muerte de Domiciano, trata de explicar sus alabanzas diciendo que no eran sinceras, sino forzadas (X 72). La crítica moderna ha vuelto a evaluar las figuras de Domiciano y Trajano y ha llegado a la conclusión de que cuanto menos Trajano fue en su política un continuador del último de los Flavios. La damnatio memoriae fue más que nada una maniobra de imagen. ¿Cómo interpretar los epigramas laudatorios al emperador, a veces excesivos y desmesurados? ¿Un elogio hiperbólico y artificial no roza la sátira? Los epigramas se han leído unas veces como speculum principis y otras como crítica irónica. ¿Pudo Marcial escribirlos con intenciones tan diversas? Que una obra de la Antigüedad puede tener varias capas interpretativas lo demuestra F. Ahl en dos artículos de 1984 («The Rider and the Horse: Politics and Power in Roman Poetry from Horace to Statius», ANRW 32.1, 40-124; «The Art of Safe Criticism in Greece and Rome», AJPh 105, 174-208): al poderoso no le importa una posible segunda lectura de un elogio mientras que la lectura positiva sea evidente. Pero volvamos a los poemas de homenaje a amigos y protectores. A esta misma categoría hemos de adscribir muchos epigramas en los que se describen objetos, obras de arte, casas e incluso esclavos. La ékphrasis adquiere aquí una función social: al alabar la casa, un hermoso objeto o al esclavo de un amigo, el poema se convierte en homenaje al buen gusto y a otras cualidades morales del dueño. Un ejemplo de la complejidad de este tipo de epigramas puede ser el poema IV 42, en el que se describe un puer delicatus:

Si quis forte mihi possit praestare roganti, Audi, quem puerum, Flacce, rogare velim. Niliacis primum puer hic nascatur in oris: Nequitias tellus scit dare nulla magis. - 10 © 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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Sit nive candidior: namque in Mareotide fusca Pulchrior est, quanto rarior, iste color. Lumina sideribus certent mollesque flagellent Colla comae: tortas non amo, Flacce, comas. Frons brevis atque modus leviter sit naribus uncis, Paestanis rubeant aemula labra rosis. Saepe et nolentem cogat nolitque volentem, Liberior domino saepe sit ille suo; Et timeat pueros, excludat saepe puellas: Vir reliquis, uni sit puer ille mihi. 'Iam scio, nec fallis: nam me quoque iudice verum est. Talis erat' dices 'noster Amazonicus’ (IV 42).

Si mis ruegos pudieran cumplirse, buen amigo Flaco, escucha cuál es el niño que yo pediría. Primero, nazca este niño a orillas del Nilo: no hay tierra que sepa ofrecer mayor picardía. Que a la nieve en blancura aventaje, pues ese color

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es más hermoso, por raro, en la negra Mareótide. Que sus ojos reten en brillo a los astros; azote su cuello la lisa melena: no me gustan, Flaco, los rizos. Su frente estrecha; su nariz un poco curvada y que sus labios sean rojos como las rosas de Pesto.

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Que ya venza mi desgana, ya resista mi deseo, que a veces sea él más libre que su propio dueño; Que recele de los chicos y rechace a menudo a las chicas, hombre para los demás, sólo para mí niño. Dirás: “Ya caigo, no me engañas, pues pienso lo mismo:

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así es como era nuestro Amazónico”.

En apariencia Marcial habla con su amigo Flaco de su ideal erótico y de belleza, pero al final irrumpe la voz de Flaco: esa descripción nos es ideal, sino que es el retrato de su antiguo esclavito Amazónico. La ékphrasis se ha transformado en velado epitafio. La hermosura y la rareza del muchacho son una forma indirecta de alabanza del interlocutor, de su propia elegancia, buen gusto y posición social. La exquisitez del poema suaviza el sentimiento de pérdida, mitigado ya posiblemente por el tiempo.

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2.4. Vida, muerte, dolor: Marcial nos conmueve: nos llama a la vida con el recuerdo de la muerte y de la precariedad y fugacidad de la existencia. Sus epigramas sobre el carpe diem transmiten esa urgencia y nos han dejado frases memorables:

Non est, crede mihi, sapientis dicere: ‘uiuam’: Sera nimis uita est crastina: uiue hodie (I 15, 11-12). [No es de sabios, créeme, decir: ‘voy a vivir’. / Demasiado tardía es la vida mañana: vive hoy].

Da veniam: properat vivere nemo satis (II 90, 4). [Excúsame: nadie se da suficiente prisa para vivir].

Los poemas que más cerca están de los orígenes del epigrama en Grecia son sus epitafios, composiciones muy codificadas —aparecen en ella tópicos y motivos literarios tradicionales (Fernández Valverde, 1999)—, pero no por ello menos conmovedoras. Como ejemplo valgan los poemas en los que se llora la muerte prematura (mors inmatura) de dos niños, esclavos de la casa del poeta, la pequeña Eroción, llorada en V 34, o el joven Álcimo:

Alcime, quem raptum domino crescentibus annis Labicana levi caespite velat humus, Accipe non Pario nutantia pondera saxo, Quae cineri vanus dat ruitura labor, Sed faciles buxos et opacas palmitis umbras Quaeque virent lacrimis roscida prata meis Accipe, care puer, nostri monimenta doloris: Hic tibi perpetuo tempore vivet honor. Cum mihi supremos Lachesis pervenerit annos, Non aliter cineres mando iacere meos (I 88). [Álcimo, arrebatado a tu amo en tus tiernos años, / a quien tierra labicana cubre con césped que no pesa, / recibe no la carga tambaleante de una piedra de Paros, / vano esfuerzo que sólo inminente ruina a la ceniza ofrece / sino el flexible boj y las sombras opacas de la vid, / y los prados de rocío que verdean con mis lágrimas. / Recibelos, niño mío, recuerdos son de mi pena: / este homenaje te vivirá un tiempo perpetuo. / Cuando Láquesis llegue a mis años postreros, / no de otro modo mando que mis cenizas reposen].

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El recuerdo de la muerte invita a vivir, pero el ideal de vida de Marcial, no es de desenfreno sino de moderación, descanso, disfrute de las pequeñas cosas (X 47). Es el tipo de vida que Marcial añora de su tierra natal (I 48; X 37; X 96; XII 18), que idealiza en la nostalgia. En efecto, cuando regresa a Hispania (en torno al año 98), movido por los cambios políticos o tal vez por el deseo de pasar sus últimos días en el lugar donde nació, poco le dura el placer de una vida más sosegada, más auténtica (XII 18). En su último libro se queja de que en su tierra le falta la inspiración que encontrara en Roma. Después de tanto tiempo en la capital del imperio, en Bílbilis se siente ahora fuera de lugar. Marcial murió poco después: se suele datar su muerte en el año 104 por una carta de Plinio el Joven (III 21), en la que hace una emotiva semblanza suya tras su reciente fallecimiento.

3.- Difícil es escribir un libro de epigramas: después de este breve recorrido temático, pasamos ahora a exponer la forma del epigrama individual y del libro de epigramas. Hemos visto cómo el epigrama comparte temas, motivos y tonos con otros géneros: es la forma la que lo caracteriza. Por ejemplo, un epigrama satírico se diferencia formalmente de una sátira por su brevedad y concisión, aunque también por la intención y el tono. Desde un punto de vista estructural, muchos epigramas pueden dividirse en dos partes, como postuló Lessing (Citroni, 1969), una primera en la que se expone una situación que despierta la curiosidad del lector y una segunda parte en la que se resuelve, como en:

Semper pauper eris, si pauper es, Aemiliane. Dantur opes nullis nunc nisi divitibus (V 81). [Siempre serás pobre si eres pobre, Emiliano,/ hoy día a nadie se le dan recursos salvo a los ricos].

Otros epigramas se estructuran en torno al catálogo o la cumulatio, como:

Quod siccae redolet palus lacunae, Crudarum nebulae quod Albularum, Piscinae vetus aura quod marinae, Quod pressa piger hircus in capella, Lassi vardaicus quod evocati, Quod bis murice vellus inquinatum, Quod ieiunia sabbatariarum, Maestorum quod anhelitus reorum, - 13 © 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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Quod spurcae moriens lucerna Ledae, Quod ceromata faece de Sabina, Quod volpis fuga, viperae cubile, Mallem quam quod oles olere, Bassa (IV 4). [A lo que huele el barrizal de una charca seca, / a lo que los vapores de las crudas fuentes de Álbula, / a lo que el rancio efluvio de un estero / a lo que el tardo macho cabrío cuando monta a la cabra, / a lo que la bota de un veterano deshecho, / a lo que un vellón dos veces manchado de púrpura, / a lo que las bocas de las judías en ayunas, / a lo que el aliento de los reos sin consuelo, / a lo que la lámpara mortecina de la puerca Leda, / a lo que los ungüentos hechos de posos de sabina, / a lo que la guarida de la zorra, al cubil de la víbora, / preferiría oler antes que a lo que tú hueles, Basa].

La lengua de los epigramas (Watson, 2002) es tan rica y variada como sus temas. El vocabulario apela a los sentidos. Se combinan lo popular y lo literario, lo vulgar y lo culto, lo latino y lo griego, lo eufemístico y lo disfemístico. Marcial busca la palabra exacta para decir lo que quiere decir y al mismo tiempo despertar la imaginación del lector. La métrica contribuye a esa sensación de variedad. Sobre todo abundan el dístico elegíaco, el endecasílabo falecio y en menor medida el coliambo o escazonte, un trímetro yámbico cuyo ultimo pie es un espondeo o troqueo. El primero se emplea en epigramas dedicatorios, epitafios, encomios del emperador, pero también en epigramas satíricos. El segundo abunda en epigramas satíricos o eróticos, mientras que el escazonte, que en la literatura griega sirve sobre todo para la invectiva, va muy bien con la ironía. Para la métrica de Marcial véanse Luque Moreno, 1991, y Marina Sáez, 1998. No se pueden entender los epigramas —ni ninguna poesía de la Antigüedad— sin tener en cuenta la tradición literaria, no solo la epigramática: Catulo, Horacio, Virgilio, Ovidio proporcionan muchas veces las claves para la interpretación de un poema concreto. Marcial puede parecer popular y él mismo invita a una lectura de los textos sin intermediarios, pero no nos engañemos: es un poeta culto que se inserta en una tradición poética y que hace uso de ella para dotar a su obra de capas de significado y de legitimidad artística. La obra de Marcial es aparentemente sencilla, espontánea e inmediata, pero eso es solo el efecto de una cuidada elaboración. Como diría Ovidio: ars adeo latet arte sua (Met. X 252). La complejidad del epigrama no se circunscribe al poema individual: uno puede escribir unos cuantos buenos epigramas, pero otra cosa bien distinta es componer un libro entero. - 14 © 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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Quod non insulse scribis tetrasticha quaedam, Disticha quod belle pauca, Sabelle, facis, Laudo, nec admiror. Facile est epigrammata belle Scribere, sed librum scribere difficile est [VII 85]. [Que escribes algunos cuartetos no sin gracia, / que compones unos cuantos dísticos buenos, Sabello / te lo alabo, pero no me admiro: es fácil escribir buenos / epigramas, pero escribir un libro es difícil].

Se ha estudiado con mucha atención en los últimos años la disposición, la estructura de los libros de Marcial (e.g. Scherf, 1998 y 2001). Hay temas que se repiten en un mismo libro, formando pequeños ciclos, epigramas que van formando redes temáticas. Marcial distribuye el material para crear sensaciones de continuidad o avance y de variedad, de contraste o de sorpresa. El libro tiene que ser lo suficientemente variado como para no aburrir, pero debe tener también una unidad orgánica. De hecho, un lector atento de la obra de Marcial descubrirá que cada libro tiene una personalidad propia y un sabor característico, que cada uno es hijo de un momento distinto de la vida del poeta, que pueden percibirse en ellos sus cambios de intereses, su evolución artística y el reflejo de los acontecimientos históricos y sociales del mundo que le rodea.

4.- Marcial y la posteridad o de cómo la poesía del momento se hace inmortal: Marcial muere a comienzos del siglo II d. C., pero su obra ha pervivido hasta nuestros días y ha servido de inspiración a muchas generaciones de poetas de todos los siglos. ¿Cómo puede tener tanta resonancia una poesía del momento, de lo cotidiano? Es difícil decirlo. Plinio el Joven, por ejemplo, no pensaba que la poesía de Marcial fuera a sobrevivirle mucho tiempo, pero sí apunta una clave: At non erunt aeterna quae scripsit: non erunt fortasse, ille tamen scripsit tamquam esse futura (Epist. III 21, 6: “No será eterno lo que escribió; quizá no lo sea, pero él lo escribió como si lo fuera a ser”). Escribió como si su obra fuese a ser eterna. La suya es una obra del aquí y del ahora, pero que puede ser entendida por el hombre de todas las épocas, particular y universal al mismo tiempo. Juvenal es el primero en beber de la obra del que fue, al parecer, su amigo (VII 24; XII 18): son abundantes los temas y ecos de los epigramas en las Sátiras (Colton, 1991). Marcial se sigue leyendo hasta finales de la Antigüedad, como atestiguan algunas menciones en la Historia Augusta, en los comentarios de Servio a la Eneida, su influencia en muchos poetas de la Antologia Latina, o en la obra de Ausonio, poeta - 15 © 2007, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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del s. IV entre cuya vasta obra se conservan una centena de epigramas. A este siglo se remonta una de las tres familias de manuscritos de los epigramas, los que derivan de la recensión de un tal Torcuato Gennadio. Isidoro de Sevilla (c. 560-636) cita a Marcial en catorce ocasiones en Etimologías, pero sólo a partir del s. VIII, gracias al Renacimiento Carolingio, la obra de Marcial recibe un nuevo impulso. En esta época tiene su origen otra de las familias de manuscritos, la más prestigiosa, pero que se conserva únicamente de forma fragmentaria. El Renacimiento italiano redescubrió a Marcial y el epigrama se convirtió en una de las formas predilectas de la poesía neolatina europea. No caben aquí todos los que en Europa escribieron epigramas latinos inspirados en Marcial; recordemos tan solo al húngaro Janus Pannonius (1434-1472), Obispo de Pécs, o al inglés Tomás Moro (1477-1535). También son innumerables los imitadores en lenguas vernáculas a lo largo de los siglos XV al XVIII en toda Europa: por cercanía vamos a detenernos brevemente en su huella en la literatura española (más detalles bibliográficos en Moreno Soldevila, 2007). Marcial se conoce en España por lo menos desde el siglo XV, pero las primeras traducciones poéticas o versiones de su obra aparecen en el siglo XVI (véase Giulian, 1930): Garcilaso, Herrera, Juan de Arguijo o Diego Hurtado de Mendoza son algunos de los muchos imitadores ocasionales de Marcial. Más intensa es la huella en el humanista sevillano Juan de Mal-Lara que lo traduce a menudo en su Filosofía vulgar (1568), un compendio de refranes explicados, o en el también sevillano Baltasar del Alcázar, o el aragonés Bartolomé Leonardo Argensola. En el siglo XVII el heredero de Marcial es Quevedo: la huella de los epigramas es evidente en algunas composiciones poéticas, pero está presente en toda su obra, también en la prosa. No es el único escritor que bebe de Marcial (mencionemos a Lope, Juan de Jáuregui o el Conde de Villamediana), pero es junto con Rodrigo Fernández de Ribera, que compuso una Centuria de Epigramas, el poeta de ese siglo —y probablemente de toda la literatura española— más afín al bilbilitano. El conceptismo de Marcial también explica su presencia vertebradora en la obra de su paisano Baltasar Gracián (1601-1658). Se ha estudiado menos, pero también es exuberante la influencia de Marcial en el s. XVIII. Lo imitan o traducen muchos, entre los que destacan Juan de Iriarte o León de Arroyal, y lo menciona con frecuencia Feijoo. En su Theatro crítico universal dice de Marcial que “no tuvo igual en lo festivo” y que nadie le “cuestiona el principado en las sales y agudezas jocosas”.

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No hay biblioteca culta que no contenga a Marcial, también en el s. XIX: tal vez homenaje más hermoso al poeta de Bílbilis en ese siglo sea el personaje de Don Cayetano en La Regenta de Leopoldo Alas “Clarín”:

“Aunque era don Cayetano canónigo y tenía nada menos que la dignidad de Arcipreste, que le valía el honor de sentarse en el coro a la derecha del obispo, considerábase él digno de respeto y aun de admiración, no por estos vulgares títulos, ni por la cruz que le hacía ilustrísimo, sino por el don inapreciable de poeta bucólico y epigramático. Sus dioses eran Garcilaso y Marcial, su ilustre paisano”.

Tampoco se olvida en el siglo XX: se percibe a Marcial en Ernesto Cardenal, y su huella llega hasta poetas como Víctor Botas, Enrique Badosa o Gil de Biedma. Abundan a partir del último tercio del siglo XX las traducciones de los epigramas al castellano y los estudios sobre su obra (Lorenz, 2003 y 2006, Beltrán et al., 2005, Moreno Soldevila, 2007), que dan fe del pujante interés del público contemporáneo por la obra de Marcial.

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