Psicoanalítica: Estudios De Clínica Sobre La Sexualidad

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Ricardo H. Etchegoyen Bernardo Arensburg

Estudios de clínica

psicoanalítica sobre la sexualidad

Ediciones Nueva Visi6n Buenos Aires

tNDICE

Introducción

7

1

Perversiones. Parte general

9

II Perversiones. Parte especial

31

III' Trastornos neur6ticos de la sexualidad

77

Bibliografía

117

INTRODUCCIÓN

Los cuadros clínicos que tienen relación manifiesta con la ~'lt sexual se agrupan en aas clases, I'as perversIOnes .y las trastorne neuróticos oe la sexualidad. En las perversiones (O aesvlQClOne: el tipo corriente de vida s~xual se 'altera marcaaamente y quea reemplazado por otro muy distinto; en los trastornos neuroticc de la sexualidad. o neurosis sexuales, en cambio, se registra sol, mente una perturbación de la función sexual. Las perversioru más importantes 60n la homosexualidad, el sadismo, el masoqui. mo, el exhibicionismo, el "voyeurismo" (escoptoiilia¡ y el [etichi. mo. En/M los trastornos neuróticos de la sexualidad [os más in por/antes son la impotencia en el hombre y la frigidez en la mu¡e. El estudio de las perversiones y de [os trastornos neurátlcc de la sexualidad reviste un-doble interés: se trata, por una part de cuadros frecuentes que es .necesario conocer y tratar; por 01' parle, su psicopatologia abre un camino de especial valor para estudio de la mente humana. Antiguamente las perversiones y 'neurosis sexuales se vei, como vicios o pecados y no como enfermedades. Los grandes p quiatras del siglo XIX, como Krajjt-Eblng, Weslphal y Kraepeb lucharon contra este prejuicio y las estudiaron cientíiicamem Carentes de los necesarios fundamentos psicológicos y [isiolágicc estas investigaciones brillaron más por sus descripciones que p su capacidad explicativa. reducida por lo general a una monátoi referencia a los factores hereditarios y a la teoría de la degener cián mental de Morel, Kralft-Ebing, sin embargo, atempera es!

tendencia y. da un paso adelante al atribuir importancia a los Jactares adquiridos. lo mismo que Binet, quien insiste en que /a .perversián puede deberse a factores accidentales, observación que ha de tener después en cuenta Freud. Bioch, por su parte, combate la teoda de la degeneración mental en los perversos afirmando que a veces no presentan ningún otro rasgo patológico; 1

1 En la lúcida respuesta de Freud (1895) a las críticas de Lowenfeld sobre la etiología de la neurosis de angustia es, tal vez, donde pueden encontrarse los argumentos más sólidos a favor' de la especificidad en la etiología de la enfermedad mental, que vuelve a perderse más tarde con el concepto freudiano de series complementarias.

8

1 PERVERSIONES. PARTE GENERAL

El punto de partida de la investigación moderna de las perversiones y las neurosis sexuales se encuentra en los estudios de Sigmund Freud realizados a comienzos del siglo. El descubrimiento de la sexualidad infantil permitió a Freud contemplar la vida erótica normal y patológica desde una perspectiva unitaria y explicar a la vez las perversiones y-los síntomas neuróticos. Gracias a él sabemos hoy que todas las neurosis son, en cierto modo, "neurosis sexuales", en cuanto siempre está en ellas implicada la vida sexual. Es obvio, sin embargo, que al hablar en este libro de "neurosis sexuales" lo hacemos desde el punto de vista clínico y no ctio ato énico; es decir, llamamos neurosis sexua es a as que tienen que V", cfireCta manifiestamente con la funCIón sexual. Por ,esto. preferible darle e nom re, menos conciso pero más exacto. de trastornos neuróticos de la sexualidad.

scrra

1 El concepto de perversión en Frcud Si nos basamos en un criterio puramente descriptivo. parece fácil definir la perversión sexual; pero si aspiramos a ser más estrictos. tropezamos de inmediato con dificultades. algunas de las cuales no están todavía resueltas. La simple observación 0, mejor dicho. la observación sirnplista diferencia claramente la conducta sexual del normal y del per9

versa: el normal encuentra la satisfacci6n en el coito, y su objetivo es la procreación; el perverso. en cambio; no busca el coito ni la finalidad procreatjy;'2 Estas diferencias, sin embargo, son más aparentes que reales. Al definir la salud sexual por la "norma" incurrimos en una petición de principio y caemos en contradicciones. En determinadas culturas o, más simplemente, en ciertas circunstancias la norma no coincide con la conducta "normal". Recordemos la pederastia en ciertos grupos sociales de la Grecia Antigua o la frecuencia de la homosexualidad en las cárceles. Estos ejemplos, que podrían multiplicarse, muestran que el individuo normal y el perverso no siempre transitan caminos divergentes. En la Grecia Antigua, donde, por diversos factores socioecon6micos y culturales, la mujer ocupaba un lugar' subalterno, el acto sexual con un púber resultaba más aceptable, más "estético", al menes en El banquete? Solo la tradición judeo-cristiana, señala Paul Friedman (1959), ubica el factor "ético" de la reproducción en el lugar de la norma en la vida sexual. Si pretendiéramos ser consecuentes con este punto de vista, sin embargo, deberíamos catalogar como perversión el coitus interruptus, la masturbación y hasta la vida sexual de un matrimonio que utiliza tCcnicas anticonceptivas. Nadie de hecho sostiene este criterio, con lo cual el fin procreativo del instinto sexual no puede tomarse como un factor incuestionable para definir la conducta del individuo normal. En su célebre libro "Tres ensayos sobre la teoría sexual" (1905), Freud afirma que la sexualidad humana es un fen6meno sumamente complejo y sostiene que las ideas entonces aceptadas por los hombres de ciencia no se ajustan a la realidad. No es cierto. afirma, que la pulsi6n sexual sea unitaria e inequívoca ni 2 L!: procreación por si misma no puede ser un criterio de normalidad para 11' especie humana, ya que depende a la vez de (muchlsimos) lactores sociales, culturales. y económicos (con inevitables ingredientes ideológicos) y de otros tantos factores psicológicos. La situación demográfica de un determinado grupo social influye grandemente en su actitud sobre el nacimiento y la procreacién, como afirma convincentemente Reisman (1950). Incluso el acto mismo de procrear puede sat1sfacer u erlo fetichista, como señalen 8~~~~~~~~~~~~~~

,

tampoco que las aberraciones sexuales puedan separarse tajantemente de la norma. Si esto es así, concluye, deben existir termas de tránsito entre la sexualidad normal y la perversa y debe haber, tal . vez, una fuente común para las dos. Entre otras razones, la gran complejidad de la sexualidad se debe a que el objeto y el fin de la pulsión sexual pueden adquirir completa autonomía; y sobre esta base, Freud distingue en el primer ensayo dos tipos de aberraciones sexuales. Dentro de las aberraciones en que está perturbado el objeto sexual se clasifican la homosexualidad, la paidof ilia y el bestialismo (o zoofilia) , a los que se puede agregar la necrofilia, que Freud no menciona expresamente. En estas perversiones el objeto de la pulsión es, respectivamente, una persona del mismo sexo, un niño, un animal o un cadáver, en lugar de un individuo del sexo opuesto. Entre las aberraciones que se refieren al fin sexual se registran todas aquellas prácticas que no se proponen la conjunción de los órganos sexuales durante la cópula, entre las cuales pueden mencionarse el uso de las membranas mucosas de la Doca y del ano para obtener el placer sexual, 10 mismo que el exhibicionismo, el voyeurismo (escoptofilia) , el sadismo y el masoquismo, etcétera. El fetichismo ocupa un lugar especial en este grupo, como se verá más adelante. Cuando al final de su primer ensayo Freud pasa revista a los hechos observados, llega a importantes conclusiones. Las reorfas clásicas trataron de separar nítidamente las perversiones como producto innato de la degeneración mental; pero la versatilidad de estos trastornos, con pasos frecuentes de lo normal a lo patológico. no autoriza una separaci6n absoluta. Este punto de vista se apoya en el estudio de la neurosis. Los síntomas neuróticos habían revelado a Freud una inesperada relación con la vida sexual, de la que eran un (disfrazado) exponente; y esta vida sexual (latente) de los neuróticos resultaba más próxima a la perversa que a la sana. De acuerdo con los consistentes' resultados de su investigación, Freud comprueba que la sexualidad de los neuróticos se remonta siempre a los primeros años de vida, y éste es el punto de partida del descubrimiento de la sexualidad infantil. fuente común de la sexualidad del adulto, ya sea normal, neur6tico o perverso. La sexualidad sayo, se caracteriza

infantil,

que Frcud estudia en el segundo enpor una gran cantidad de pulsiones parciales 11

(ver, tocar, oler, mostrar, golpear, morder, etcétera), surgidas de diversas zonas erágenas (la boca; el ano, la piel en general, los genitales mismos, etcétera), que solo a través de un largo y complicado desarrollo llegan a cristalizar en la vida sexual del adulto. Si este proceso se realiza satisfactoriamente, las pulsiones parciales ose subordinan a la primacía genital; pero si esto fracasa, las pul- siones parciales compiten con el impulso genital y ocupan su lugar. En las perversiones la pulsi6n parcial dominante se exterioriza libremente; en las neurosis, en cambio, queda reprimido y aparece el síntoma. De aquí deriva el famoso aforismo freudiano de que la neurosis es el negativo de la perversión .. Corolario de los hallazgos es que Freud califique a la sexualidad infantil de polimorfa, en cuanto está constituida por pulsiones que parten sin orden ni concierto de diversas zonas er6genas, y de perversa, ya que sus fines se apartan de la meta procreatíva de la c6pula sexual. El rigor de estos conceptos se modifica, sin embargo, en los años posteriores a la publicaci6n de los "Tres ensayos", a medida que Freud, Karl Abraharn y otros maestros del psicoanálisis prosiguen el estudio de la sexualidad infantil, dado que descubren un cierto orden en las caóticas pulsiones parciales. En "La disposición a la neurosis obsesiva" (t 913), Freud describe la etapa anal (o anal-sádica) de la sexualidad infantil, que ubica en el segundo año de la vida y cuyo órgano efector es el ano; y en la tercera edición de los "Tres ensayos" (1915), delimita la etapa oral, previa a la anterior, que abarca el primer año. Quedan así definidas dos organizaciones pregenitales que se desarrollan una después de la otra y culminan en la etapa fálica de la sexualidad infantil, que "barca los tres años siguientes de la infancia, en la cual se desarrolla el complejo de Edipo, es decir, la relaci6n er6tica del niño con sus padres. Solo después, en la pubertad, el individuo logra una verdadera relación (no incestuosa) de objeto y accede a lo que puede llamarse etapa genital (o genital secundaria, si se reserva el nombre de primaria a la fálica). Sobre la base de la teorí~ de la libido, formulada por Freud y Abraham en la segunda década del siglo, las perversiones se explican como procesos de fijaci6n y regresión a los niveles pregeni tales del desarrolJo, con el consiguiente reforzamiento de una determinada pulsi6n parcial que desplaza la organización genital y se constituye en el marcapaso de la vida sexual del perverso. En el

individuo normal, en cambio, la sexualidad infantil, que oc reactiva en la adolescencia, evoluciona hacia la sexualidad normal del adulto, con su primacía genital y la integración de las pulsiones parciales.

2 La teoría de las perversiones

después

de los "Tres ensayos"

La teoría que se acaba de exponer contiene una base de verdad, pero no da cuenta de todos los fenómenos. La simple fórmula de que la neurosis es el negativo de la perversión implica que en el perverso no existe Ja represión de la sexualidad infantil y que una determinada pulsión parcial persiste desde la infancia hasta la adultez sin que nada se cruce en su camino. Un estudio más detenido mostró, sin embargo, que también la sexualidad infantil de los perversos sucumbe a la represión. Ya en "Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci" (1910). Freud descubre que la homosexualidad masculina tiene por base' una identificaci6n con la madre, que rechaza de la conciencia el componente heterosexual de la libido. Esto importa reconocer que en la perversi6n uedan re rimidas determinadas ulsiones arci'!,: e a sexualidad infantil, ¡gua que en a neurosis. El cambio decisivo en esta dirección sobreviene en "Pegan a un niño" (1919), donde Freud estudia un tipo especial de fantasías perversas sadomasoquistas y las encuentra claramente vinculadas a la represión del complejo de Edipo. La perversión sadomasoquista no deriva, pues, simplemente de la persistencia de los impulsos agresivos en la estructura mental del paciente: estos impulsos eluden justamente la represión porque se los emplea para mantener inconsciente el conjunto de la sexualidad infantil y el complejo de Edipo. A partir de este trabajo, la perversión y la neurosis ya no se consideran como el positivo y el negativo de un mismo proceso. La perversi6n debe estudiarse, pues, como un fen6meno más complejo. donde partici an a la vez ulsiones y defensas. o re esta ase surge el valioso aporte e _!nns Sachs, Zur Genese der Perversionen (t 923), que establece el vrnculo entre perversión, complejo de Edi¡;O-Y represión. La pulsión parcial de

la sexualida infantil que domina en la ~rversión no continúa ~te desae la mfan9a hast~. adultez. sino que pasa pnmerO por el complejo de Edípo. La perversión es solo la parte consciente de todo un sistema de hechos reprimidos, y en este sentido ya no se la puede contraponer sencillamente a la neurosis. La diferencia entre erversi6n neurosis radica, más bien, para Sac s, en que el síntoma neurótico es egodist6nico (extraño al individuo). mientras que el síntoma perverso es sintánico co~ y se acompaña de un desear a de lacee en forma de or asma gerntaí. n cuanto residuos de la sexualidad infantil, en cuanto cñStaITzaci6n consciente de impulsos reprimidos, neurosis y perversión no son radicalmente distinta~ De ahí que se vea muchas veces la alternancia de síntomas neuróticos y perversos. Sachs menciona, por ejemplo, el casó de una fobia a los golpes que en el curso del análisis se trueca en masturbación compulsiva con fantasías masoquistas. El caso opuesto no es, por cierto, menos frecuente. Hemos visto, por ejemplo, una mujer que al abandonar la perversión homosexual (que satisfacía un impulso inconsciente de meterse dentro del objeto y confundirse con él) presentaba una claustrofobia, claro equivalente neurótico de dicho impulso. En un paciente cuya vida sexual antes del análisis se reducía a la masturbación con fantasías sadornasoquistas, el comienzo de la vida de pareja adquirió una fuerte tonalidad de ese tipo, con peleas y agresiones frecuentes, que resultaban la dramatización de las fantasías masturbatorias. La práctica de todo analista puede ofrecer innumerables ejemplos de este tipo de transformaciones. Vale la pena mencionar aquí un ejemplo de Gillespie (1964) en el que alternan fantasía' O actos perversos de flagelación con una fobia a las víboras, donde el látigo y la víbora resultan ser un indudable símbolo del pene (p. 131). En la perversión dice Sachs. solo es consciente un Ira mento de la s .. . si el yo franquea el camino a este impulso es, precisamente, para reprimir el resto. El yo "divide para reinar", y en esto ve Sachs el mecanismo fundamental de las perversiones.

.la

Las nuevas ideas marcan una diferencia notable con las anteriores. Si bien se apoyan en la sexualidad infantil y la teoría de la libido, tienen fundamentalmente en cuenta la estructura psíquica. No es casual que el trabajo de Sachs aparezca en 1923, año 14

en que Freud publica" El yo y el ello", donde establece la clásica división del aparato mental en tres instancias. Las investigaciones ulteriores siguen esta orientación y ex. plican la perversión como una especial técnica defensiva contra la angustia (de castración) y ~I sentimiento de culpa (que proviene del superyó) , Un desarrollo consistente de este punto de vista se puede encontrar en Teoría psicoanalEtica de las neurosis (1945)", de Otto Fenichel uien considera a la erversión como una técnica (deara a an uslla de castración el sentimi to de cu pa) con el fin de alcanzar el or asma enital. Si el perverso a mite en a conciencia una pulsión parcial de' su sexualidad infantil es porque, de esta forma, supera la angustia y la culpa que le impiden el orgasmo genital. Borrando por completo Ia distinción entre síntoma neurótico y acto perverso, Fenichel incluye las perversiones entre las neurosis impulsivas, como también lo hicieron recientemente José Sle er Natalio Cvik Beatriz GrünCeld 1973). Con esto, sin em argo, no se resuelve totalmente el problema, El acto perverso es, sin duda, egosintónico, como el acto impulsivo del psicópata, pero también son sint6nicos el síntoma psicótico, la adicción a las drogas y los rasgos patológicos del carácter, sin que nadie piense por esto en colocar a todos en la misma bolsa. A diferencia de los otros, el acto perverso se acompaña siempre de una descarga genital. y esto lo destaca clínicamente del resto. Tampoco es ésta una afirmación absoluta, ya que la perversi6n puede acompañarse de una inhibición del orgasmo; por ejemplo, el caso -frecuentede la impotencia en un homosexual activo. Lo que separa a la sexualidad normal de la perversa es, como dice Fenichel, que esta última opera con una descarga genital rígidamente subordinada a una tendencia parcial de la sexualidad infantil: si esta tendencia parcial no es satisfecha, el orgasmo genital se hace imposible. Esta delimitación es clara, pero también discutible. La vida sexual del individuo normal es sumamente- complicada, y en ella las pulsiones parciales encuentran una adecuada satisfacción en el llamado placer preliminar. Los juegos sexuales que inician el acto sexual ,normal responden obviamente 8 las tendencias pregen~ (besos, caricias, contemplación y exhibición

del cuerpo, etcétera) y contribuyen a aumentar la excitación hasta que el orgasmo genital provoca el clímax de la satistacción y la descarga, No hay límite neto entre la predilección por ciertos juegos (o ritos) sexuales y la conducta delJ?cr;'ct'i: que también culmina, al fin. y al cabo, en un orgasmo gerutar. as diferencias son de grado y no de índole: los juegos sexuales del adulto normal son más vatiados flexibles, mientras que en los perversos son r idos e iniperiosos. En los casos extremos la diferencia es notoria, como cuando el fetichista logra la excitación y el placer aferrándose al zapato de una mujer .cualquiera; pero, por ejemplo, ¿qué individuo normal deja de derivar cierta excitación sexual de la ropa de su mujer?" Se entiende, con razón, que este rasgo "fetichista" del individuo normal nunca es determinante y podrá ser obviado cuando las circunstancias lo exigen, de modo que la excitación preliminar se alcanzará por otro camino: pero, como señala Balín (1956), la línea divisoria entre 10 r.crmal y lo patológico se hace aquí muy tenue y no autoriza una clara delimitación conceptual. Hay, pues, una zona imprecisa entre las actividades pregenitales del individuo normal (sobre todo durante el placer preliminar) j los rígidos recursos del perverso para alcanzar el placer orgástico. El problema se vuelve todavía más difícil porque los hechos clínicos obligan a se arar la erversi6n, en sentido estricto, de los actos perversos de los individuos neuróticos, on e se o servan rasgos o actividades perversas sin que la primacía genital guede sustanc18Imente alterada. Al contrario, gracias a dichos actos perversos el individuo neur6tico puede alcanzar la satisfacción sexual en un coito genital "normal". (Si se investiga a fondo la vida sexual de los neuróticos se encuentran siempre, de hecho, rasgo: perversos, que se consideran --convencionalmente-. síntomas de la enfermedad.) En resumen, podemos decir que la teoría psicoanaIítica de las perversiones después de los "Tres ensayos" fue imponiendo gradualmente un punto de vista estructural, según el cual el acto perverso tiene la estructura de un síntoma especial, egosint6nico y placentero, con lo que se borraron los límites entre perversión y neurosis. . . Las investizaciones de Gillespie sobre las perversiones xuales en sus trabajos de 1956 y 1964 desarrollan las líneas 16

sede

, Freud y de Sachs en el marco de un creciente interés por la psicología del yo. Gillespie parte de las ideas de Sachs y sostiene que el yo del perverso admite un fragmento de la sexualidad infantil como parte de su propia estructura para reprimir el resto, y principalmente el complejo de Edipo. Sachs había sostenido que esta tendencia tiene qu~ ser admitida justamente por su fuerza, que hace imposible que \ el yo la reprima totalmente; pero Qi:llespie agrega que en la estructura de la perversión también desempefia un a el importante la' peculiar conformación del superyó, que uede mostrarse mas ermea le en esa área. I esplc entren e. con razón, ue al admitir una arte de la sexualidad in anti para re rimir el resto el c;!lci6n, a portancia. También Gustavo Bychowski (1956), al estudiar la rel
3 Las perversiones

y la tcorín

de las rclncioncs objct.ilcs

El descubrimiento de la sexualidad infantil llevó a Frcud a otro r menos importante, el de que el niño establece desde muy terrrpran relaciones eróticas con otras personas. y éste el punto de partir de la teoría de las relaciones de objeto del psicoanálisis. que ha sil especialmente desarrollada por la llamada Escuela Inglesa. don, figuran Melaine Klcin, Fairbairn, Winnicott, Balint y muchos otr investigadores. En los "Tres ensayos ". y en realidad antes, en "La interpr tación de los sueños" (1900), Freud había descubierto que el rasg

es

nás importante y sorprendente de la sexualidad infantil es que éstá dirigida hacia los padres, es decir, que es incestuosa" Así se configura el llamado complejo de Edipo, según el cual todo niño atraviesa un período en que toma al progenitor del sexo opuesto com~ objeto sexual y entra en rivalidad con el de su mismo sexo, tal como 10 hace el personaje de la tragedia de Sófocles. A este complejo de Edipo positivo (o heterosexual) se agrega el complejo de Edipo negativo (homosexual), donde el objeto de amor es el progenitor del mismo sexo y la rivalidad se' dirige al opuesto. Dada la naturaleza bisexual del ser humano, estas dos configuraciones coexisten en todo individuo y, por tanto, el complejo de Edipo siempre es complejo (hétero y homosexual a la vez) , como afirma Freud en 1923. Al complejo de Edipo continúa el llamado período de latencia sexual, que abarca la segunda infancia, durante el cual las pulsiones sexuales disminuyen marcadamente. Con los cambios fisiológicos (y culturales) de la pubertad sobreviene un incremento de las pulsiones sexuales y se llega, por fin, a la fase genital, en la que el individuo normal logra una elección de objeto no incestuosa. La fase fálica del desarrollo infantil coincide con el complejo de Edipo; pero las etapas pregenitales no son propiamente objetales para Freud: las pulsiones parciales pasan por dos momentos evolutivos, autoer6tico y narcisista. La etapa autoerátlca consiste en la actividad anárquica de las zonas erógenas y de las pulsiones parciales, que se descargan sin que haya todavía una relación de objeto. Se opone, así, la sexualidad autoer6tica a la aloerática, que viene después, con un paso intermedio entre ambas, la etapa narcisista, donde el propio yo del sujeto es el objeto sexual. De esta manera, según Freud 10 formula en su •.Introducción al narcisismo" (1914), el primer objeto de la libido sexual es siempre el propio sujeto, y solo al compás del desarrollo de la personalidad la • En la carta n! 69 del 21 de setiembre de 1897 de su correspondencia con Fliess, Freud (1950) señala que, de confirmarse su teoría de la seducción, habría que concluir que hay más (padres) perversos que histerias; y agrega su primer s intuición con respecto al complejo de Edipo y a la fantasla in. consciente al decir que queda abierta, así, la posible explicación de que la fantasía sexual adopte invariablemente el tema de los padres. Poco después, en la carta n! 71. del 15 de octubre, Freud mencionará por primera vez a Edipo Rey, de Sófocles.

'"

libido se desliga del yo y se dirige no) , en la etapa fálica. '

resueltamente

al objeto

(exter-

Durante la segunda década del siglo sobrevienen los fundamentales aportes de Abraham, quien complementa la teoría de la libido de Freud y destaca especialmente la relaci6n de objeto. En cada etapa del dcseirrollo, Abrnham distingue dos fases: etapa oral primaria (o de succión), etapa oral secundaria (o canibalística) , etapa anal primaria (o de expulsión), etapa anal secundaria (o 'de retenci6n), etapa genital primaria (o fálica) y etapa genital secundaria (o genital propiamente dicha), No vamos a entrar en la descripción de estos descubrimientos. que el Iectox podrá encontrar en el "Breve estudio de la libido a la luz de los trastornos mentales", que Abraham escribió en 1924, poco antes de su muerte. Basta decir que las descripciones de Abraham tienen en cuenta no solo la zona er6gena la ul5i6n correspon lente en su aspecto ibidinoso y agresivo, sino también los objeTos a ue esas ulsiones se aplican: el pecho, la madre, los padres uru os en el acto sexua amada escena primaria), etcétera.

El concepto de relación de objeto que aparece en los trabajos de Freud y de Abraham de la segunda década del siglo abarca no solo las relaciones con los objetos que configuran el entorno real de la vida del niño, sino también los procesos a través de los cuales esos objetos ingresan en el mundo interno para desempeñar un papel estructurante en el psiquismo inconsciente, La comprensión de estos fenómenos había sido alcanzada ya, en parte, por Freud en "Duelo y melancolía" (t 917), donde sostiene que el proceso de duelo se debe a la pérdida del objeto y está acompañado por un mecanismo específico para recuperarlo. la introyección del objeto en el yo.G Cuando el objeto se instala en el yo, se establece una relaci6n narcisista, en la medida en que no se trata de una simple representación puntual del objeto introyectado sino de una imago deformada por atributos que pertenecen al suEn realidad. muchas de las ideas de Freud en esos años tienen su punto de partida en "Tótem y tabú" (1913), una obra que. a nuestro juicio, es fundamental en el desarrollo del pensamiento psicoanalítico. ya que sin ella resulta poco menos que Imposible comprender el valor estructuran te del complejo de Edipo a partir de la identificación (introyectiva) con la ima5

go

paterna.

jeto y, sobre todo, porque eahora el objeto está incluido en la estructura yoica. La figura más importante de la escuela de las relaciones objetales es, sin duda, Melanie Klein. Siguiendo los trabajos de Freud y de Abraham, Melariíe Klein estudió el desarrollo temprano mediante la técníca del [uego; que le permitió analizar a niños muy pequeños. Según esta autora, la estructura psíquica aparece desde el comienzo de la vida, y con ella, también la relación de objeto. Es decir que el niño, desde que nace. dispone de un yo capaz de dirigir sus impulsos y de vincularlos con objetos, en primer lugar el pecho de la madre. De acuerdo con Abraharn, Melanie Klein sostiene que en las primeras etapas del desarrollo los objetos son parciales (pecho, pene, boca, nalgas, ano, manos, ojos, etcétera) , y que constituye un logro valioso del desarrollo integrarlos en un objeto total, la.madre. La relación del niño con el pecho, primera relación de objeto y modelo de todas las demás, es el campo fundamental de la investigación kleiniana, que conduce a la teoría de las posiciones, desarrollada en el curso de unos veinte años, a partir de El psicoanálisis de niños (1932), Y expuesta con rigor en Algunas conclusiones te6ricas sobre la vida emocional del lactante (1952). Presionado por sus impulsos de amor y de odio, el recién nacido recurre a mecanismos de defensa sumamente primitivos, uno de los cuales consiste en dividir al pecho en bueno (gratifica. dor, idealizado) y malo (frustrador, perseguidor). Esto configura la posicián esquizo-paranolde, que abarca los tres primeros meses de la vida, donde la principal defensa es la disociación, y la ano gustia es de tipo persecutorio (paranoide) , A medida que el desarrollo progresa y la capacidad de integración del niño aumenta, esta configuración cede su lugar a la posición depresiva. El niño comprende que el objeto de su amor (el pecho bueno) es también el objeto malo que odia y quiere destruir, con lo que ingresa a una situación de duelo (similar a la que Freud describió en- 1917) , en la que siente que ha perdido el pecho porque sus impulsos agresivos lo destruyeron, y trata de repararlo por todos los medios a su alcance. Como puede verse por esta breve descripción, en la posición depresiva la persona adquiere conciencia de su conducta (insight), siente culpa por su maldad y trata de reparar lo que su fantasía dañó recurriendo como principal

defensa a la introyección del objeto, para identificarse tificación introyectiva) .0

Con él (iden-

Esto lleva a distinguir dos tipos dc identificación, lo que es, fundamental para comprender el aporte de Melanie Klein y sus discípulos al estudio de las perversiones. Durante la posición esquizoparanoide, el yo del niño, sumamente lábil, tiende a desintegrarse ante la intensidad de la angustia y recurre a un tipo especial de defensa, la identijicación proyectiva: coloca mágicamente sus impulsos, especialmente la agresión y la envidia, junto con partes de su yo en el pecho de la madre, con el que queda identificado. A través de la identificación proyectiva el niño se libera de todo lo bueno y lo malo que no puede tolerar dentro de él; borrada así la diferencia entre objeto y sujeto, con la consiguiente pérdida de la identidad. surge la vivencia (omnipotencia) de ser él mismo el objeto, es decir, en primer lugar, el pecho de la madre, tan necesitado y admirado, como temido y odiado. La identificación proyectiva está acompañada siempre de una vivencia de control sobre el objeto y de falsa sensación de poder, Desempeña un papel fundamental para luchar contra la angustia pcrsccueoria y la envidia, ya que permite colocar en el objeto (el pecho de la madre) los aspectos peligrosos y destructivos del yo y los objetos internos, o las partes buenas dcl yo y los objetos que deben ser preservados. Es clara, pues, la diferencia con la identificación introyectiva, propia de la posición depresiva. que siempre va acompañada de vivos sentimientos de depresión y culpa: como también de esperanzo y deseo de reparar: Sobre la base de estos descubrimientos se desarrollan las investigaciones más recientes de la escuela kleiniana (Rosenfeld, Hannn Segal, Bion, Esther Bick, Bctty [oscph, Meltzcr, Money-Kyrle y otros) sobre las perversiones y temas afines, como la adicción a las drogas, la psicopatía, etcétera . . En su libro Estados sexuales de fa mente (1973), Donald Melt-

véase

Introduccion

a [a obra

zer parte de los dos tipos de identificación recién señalados 8 para diferenciar la sexualidad del adulto, del niño y del perverso. Su empresa es, sin embargo, más ambiciosa, en cuanto propone una revisión de la teoría sexual de Freud a la luz de los descubrimientos de Melanie Klein y sus discípulos. Sin duda, la idea más original de Meltzer, la que impregna toda su investigación, consiste en distingÚÍr la snualidad del adulto, básicamente introyectiva, de la del nmo y el erverso, funamen talmente ste contraste no toma so amente como pararnetros os pr de identificación ya señalados, sino también las ansiedades correspondientes, persecutoria y depresiva, los impulsos y los objetos. De esta forma, Meltzer se procura una base teórica, firme' y a la vez móvil, para comprender las variadas identificaciones del sujeto en la escena primaria como fundante de la estructura psíquica. Puede contemplar, así, la sexualidad del adulto, no ya desde el ángulo un poco victoriano de la primacía genital, sino en todo su rico, su inagotable, su inédito polimorfismo. La sexualidad del adulto es, pues, polimorfa, como la de! niño y el perverso, pero su significado es propio, en cuanto las angustias depresivas configuran un nuevo mundo de objetos y el individuo puede desarrollar armónicamente su bisexualidad, es decir, integrar el otro sexo a la estructura del self sin perder por esto su identidad de hombre o mujer. En su minucioso estudio de In escena primaria con todos sus integrantes (o actores), MeItzer sigue casi al pie de la letra las geniales observaciones de' Freud (1918) al describir la escena primaria de "El hombre de los lobos", al final del capítulo VIII. Allí señala Freud las complejas identificaciones del paciente, que identifica su pene con un bebé que, dentro de la madre, va a ser copulado por el padre; a la vet. que este mismo pene es, también, el niño que posee a la madre. Quedan así definidos para Meltzer cinc artici antes en la escena primaria: el adre la ma re e interno entro del cuerpo de La sexualidad adulta responde a mecanismos introyectivos a partir dei duelo por la pareja (sexual) de los padres en la escena e Veremos más adelante otro tipo de identificación narcisista, In identificación adhesiva. corolario de la relación del niño con la piel de la madre (Esther Bick [1968]: Meltzer [1975]).

primaria. Solo cuando elabora su com le'o de Edi o, su erando sus celos y su nva la, e individuo uede intro ectar a los padres repara os como una pareja cliz y unida. Esto implica e ue o por los padres como objetos de amor sexual y la discriminación entre el sujeto (el niño) y los adultos (la pareja parental), a través de un proceso simbólico en el cual el superyó introduce sus valores.' bt. Una vez reparada, la pareja de los padres puede funcionar en el mundo interno del sujeto con plena autonomía, en un intercambio sexual que es para ambos placentero y benéfico. Con estos padres introyectados se identifica el su'eto normal durante su propia experiencia sexual para obtener su satisfacción y procurárse aasu pareja. La sexualidad infantil es, en cambio, impulsiva: trata de descargar los impulsos sexuales para aliviar la angustia que proviene de los celos y de la rivalidad con la pareja de los padres; busca el placer sin preocuparse del compañero sexual, a través de mecanismos proycctivos, El predominio de las pulsiones parciales lleva 8 una constante confusión de las zonas erógenas y de sus distintos modos de gratificación, lo que equivale a decir que la primada genital no se ha establecido con plenitud. A pesar de su carácter impulsivo, la sexualidad 'nfantil es ara Meltzer. básicamente buena, ya uc usen ante todo aliviar las tensiones causaas por la escena primaria, con su corolario de excitnción e insatisfacci6n. celos cdfpicos odio. Odio no s~10 c~ntra los padres, sIno también contra el bebé interno, que imagina participando y gozando del espectáculo de ~Cñ3prírñária.

y

La sexualidad infantil es, pues, egocéntrica y se caracteriza por su movilidad y polimorfismo, que no solo se expresan en la variedad de zonas excitada§,y excitables sino_p'0r la confusión de las mismas y de los modos de satisfacción. En la sexualidad perversa, por fin, el vínculQ es fundamentalmente narcisista. Aparece un nuevo objeto interno, un sexto per-

sonaje, el outsider, el tirano, ~ntra en complicidad con ]as parles mlantiles self del sujeto, para atacar envidiosamenlc a los padres internos o, con más exacfItuó,----atOCr1 la {amILla." Creemos que el tirano de Meltzer no debe destacaisc como un nuevo pcr-

dcl

sonaje de la escena primaria, sino más bien como un papel asiga alguno de los cinco miembros ya descritos; segun este criterio -que coincide, creemos, con las ideas de Roscntcld que

nado

vienen

a continuación-,

el tirano

puede

tomar

el papel

de un pa-

dre, de un hermano

o del propio sujeto. Al asumir el lugar de un padre (o del pecho, el pezón, el pene, etcétera), el tirano se confunde con el superyó ; una confusión que también alcanza al pcns;:¡· miento teórico de algunos analistas.

En el

mundo

externo

(real)

este

conflicto

estructural

se t r a-

GU::>:::por conductas en 13s cuales el compañero sexu
¡~:-,:-2

para

el sujeto

perverso,

que lo LIS;

_...J._

p:1L1 ~15

(G~;-lcr!z8.~';

-

propios

fines

-

v lo

...L__

1.:: .mportanc¡a del n~lrCISISl110 en la vida sc xua! perversa ha me ~~~::'~) la atención de RoscnfclJ en un inrcrcsunt c tr abajo (1971) ': ,:c continúa su conocida investigación de 19ó·L'· Rosenfcld sub:<.~ el aspecto destructivo del nnrcisismo, vincultíndolo con h~_ tcS~:as de la pulsión de muerte (frcud 1(201) Y la envidia ternpré:la (Mclanle Klcin [1957]). Considera que el narcisismo está sic:n re diri ido a evitar la relaciÓn de objeto, y subraya la íne esta actitu , E nobieto" en 18 relación narcisi s ;a es una parte del sujeto mismo, que se ofrece nI yo infantil como sustituto del pecho y{o de la pareja parental. El yo infantil

r

~------------~~~~~

\ -_,- Los estados sexuales de la mente, cap. 14: "Terror, persecución y tecap, 20: "Tiranía". :' '.~ estudiar la pareja perversa desde otro enfoque teórico, Clavreul ; (10F')) afirma que se constituye como una forma deliberada de desconocer: h ;" tención del otro, de modo que cada uno de sus integrantes es para el Cc':~::3ñero un mero juguete que consiente. 11 "On the psichopathology of nnrcissisrn: a c linical appronch", en Psychotic States, cap. 11, p. 169. r"C'~", y

oscila, así, entre depender del pecho o entregarse al yo narcrsista. Este esquema de Rosenfeld, preciso y exacto. es de fácil aplicación clínica. Money-Kyrle

(1971)

habla

en este contexto del objclo esmencionados. piensa que inicialiñCi1te este objeto es el trasero. Según ¡\lcltzcr (1966), la conIuslón básica se roduce u ndo el nll10 se SIente abandonado por e pecho (la mudre) y, lleno de resentimiento y eXCllaClon, pr cura sustituirla con su ro io trasero a través de la masturbación ~ Cuando este proceso co ra inrcnsi ::1 , el individuo se desarrolla atr-nvés de una Iínea-éqtlívoca y falsa, germen de la seudo-_ del cm3cter,1~s perversli5nCs;J;i ¡¡dicción a las drogas otro~~~ trastornos de la personalid::ld. En resumen, la sexualidad perversa evita la dependencia a t_,_::· vés de un vínculo alien;:mte con un objeto espurLQ_{__~Jl últim::l ir;:'rancia eTtrasero), del cual puede derivar una satisfacción i¡imita~b (aunque fiétíCia) que refuerza la omnipQtwciu la idealización (de SI lTIlsmo,acT compaílero)~ En tanto la parej";pmcrsa--iu:1 c~sobrc. la b,lse de esta autonomín tan extrema corno Ialnz. quc trata de desconocer el sentido crcat ivo 'i ~!lrador dc1cci:,:· (de ¡(]S r;[¡rlrcs-- ¡n terna fizadc-'-sj--=:;c -¡~ICd~ acto pervcrso s-c-dc~nci;¡ por un at;lCl\l_C_[l_]o_s __~eS-(;~ternos) de la m;:¡drc y~COnSIg_~E!í~t;L tjC_Ile_po¡:__f_i11_a_ljA~L~'(_:'g2~ mazrcamentc cí~tcr creativo del coito. Dc esta H1:1ncr:J, l:l per~sión vuelve a definirse cn-r~Tlc¡6~ -~~;l~-cl fin gcncrnrivo, ['ero no ya en términos de conducta sino de la actitud mental del qu.: la asume. Podríamos concluir, ¡¡sí, (jl1C todo acto sexual que tiende El destruir (o csteriTíznr) e~ CSenCl;¡J1Jl~~_J~t:~_~'~-1:;-o2:---- - -

purio Y. corno los otro .• autores

maourez

y

condu};.~~cC\~:~~1clt-7c

o~~L

4

Teoría

ele la perversión

segúll

la Fscu('1a

Frallct:\lI"

La Escuela francesa enfoca el concepto de perversión desde otro ángulo. más que antagónico, complel2:_<:~ltario de los anteriores, lb,?

Veremos

de la Escuela

en seguida

algunas

Agradecemos cordialmente rcncins que nos ofreció para

13

c o inc idc

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de

este

punto

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Francesa. al doctor este

c ap

Gui llcr mo Mocci ít

ulo .

Ins valiosas

SUFC-

mando la atenci6n sobre la existencia de un es ecial mecanismo de defensa, la renegac¡ n (o reprobación), Yerleugnung, como cave del proceso ..Es un conce to ue Freud introduce en 1923 y em len Con cierta laxitud hasta 1938, cuan o redsa su signi icad n en e "Esquema el psicoanáli§is", publicado p6stumamente os anos después. En el seminario sobre "La relación objetal y las estructuras Ireudíanas" (1956/57), Lacan retoma el problema de la relaci6n de objeto que plantea Freud en los "Tres ensayos" (1905), Y se pregunta cuál es su función en diversos cuadros clínicos. Estudia la histeria de Dora (Freud [1905J) Y la fobia de Iuaníto (Freud [1909J) contrastándolas con las perversiones, que ilustra también con los escritos de Freud (1919, 1920, 1927). Para Lacan. como para muchos otros autores dentro y fuera de la Escuela Francesa,H el fetiChIsmo es el meI~dlbtc punto de parhaa para una teOfIa g~eral de las perverslOn~:rr--~--Lacan sostiene que la noción de objeto en Freud solo puede comprenderse cuando se abandonan a la vez los enfoques empirista y epistémico. En su versión empírica, como lo postula sobre todo la psicología del yo a partir de Hartmann (1939), la relación de objeto supone un ajuste radical entre la pulsión y el medio (el objeto). En el tercer ensayo (p. 222), sin embargo, Freud (1905) habla más bien de un hallazgo del objeto (ObjektJindung) y no de un "descubrimiento"; y este hallazgo está siempre marcado por la ausencia, la falta. Freud habla de un objeto en esencia perdido, algo que el sujeto busca retrospectivamente, con nostalgia. El "hallazgo" pone el reencuentro bajo el signo de una repetici6n imposible, porque la naturaleza del objeto pertenece al registro (simbólico) de la repetición y no de la necesidad. Nada 10 prueba mejor que las pero versiones, donde la idea de necesidad (biológica) no tiene cabida. Tampoco se puede comprender lo que significa objeto en términos epistémicos, es decir de relacíón sujeto/objeto, porque es 14 En este trabajo se entiende por Escuela Francesa el aporte de todos los investigadores de ese país, sin desconocer las diferencias entre ellos. Es una nomenclatura más geográfica que teórica. que hace justicia al pensamiento de los psicoanalistas de ese país, 15 Véase, por ejemplo, Gillespie (1964).

26

innegable que Freud no se refiere al objeto del conocimiento, sino a la dialéctica del deseo. Es éste un problema de alcance filosófico que puede encontrarse en pensadores anteriores a Freud, como Hegel/e pero que Freud plantea en toda su profundidad porque para él se trata de un deseo inconsciente. Podríamos considerar al sujeto como agente que busca lo oue le falta; "pero tampoco es así: Lacan va más lejos todavía. Afirma que el objeto atrae al sujeto, y no al revés. El sujeto no sabe lo que busca porque el deseo inconsciente es algo que él no regula. El sujeto busca algo ue es siempre ausencia; es una búsqueda en la que e sUjeto se ve arra~trado por el Otro en la ue el ob'eto como causa e eseo, lo re u a determina. El sujeto aparece pues su¡e a o a o Jeto de su deseo, al Otro (el orden simbólico, la cultura) . Con el objeto Ialtnnte se da la paradoja de que una falta es causa, tiene una eficacia, estructura la relación, y se puede decir que esta causación es metonímica, en cuanto la causa está ausente, como en la metonimia, donde hay un significante que está faltando a través de su deslizamiento sintagmático. Como dice Lacan en uno de sus Ecrits (1966),17 es la estructura metonímica, en cuanto conexión del significante con el significante, lo que permite la elisi6n por la cual "le signiiiant installe le manque de te/re dans la relation d'obict, en se servant de la valeur de renvoi de la signijication paur l'investir du désir visant ce manque qu'il supporte", p.515,18 Freud

dice

ue

lo~s~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~,

le En el Diálogo del amo y el esclavo, de la Fenomenologla del esp'ritu,

Hegel considera que el objeto tqueda mediatizado por el deseo del otro. 17 "L'instance de la lettre dans l'inconscient ou la raison depuis Freud", pp. 493-528.

"El significante instala la falta del ser en la relación de objeto utilizando el valor de remisión de la significación para llenarlo con el deseo que apunta hacia esa falta a la que sostiene." Lectura estructurallsta de Freud, Siglo XXI, México, 1971, p. 200. ]11

27

realidad exterior, y en este sentido se acerca a un mecanismo psicótico, sin serlo caBalmente.lo La represión, Verdriingung, en cam@o, opera contra la representación, confinándola al sistema Inc; Debe también distinguirse la Yerleugnung de la Yerneinung, negación o denegación, que Freud estudió en 1925, a la que considera una for;;a es ecial de tomar conocimiento de 10 reprimido sin aceptar o como tal en la concrencia. a negaci n anu a e aspecto intelectual de la represión, aunque 10 esencial de la represión persiste (p. 236). Según Ana Freud (1936) , la negación puede operar a través de la fantasía, el acto o la palabra. En 1927, en el ensayo sobre fetichismo, Freud muestra cómo, gracias al mecaDlsmo de la renegaci6n, el fetichista hace coexistir el desconOCImIento y el reconocimiento de la castración femenina. Critica allí el conce to de escotomización, introducido por Larorgue, ya que en estos casos la percepción tuvo Jugar y persiste" en a mente, pero no lIe a a ser ace tada, justamente porque se renTcga e e a. e esto refiere Freud una conseeuenC
19 El mismo Freud, en "Neurosis y psicosis" (1924) y en "La pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis (924), usó Verleugnung para la realidad exterior en la psicosis. 20 Siguicnd 1 es in rasistémíc« (dentro pery6 ni al ello).

perversión, nos muestra el vínculo ctiopatogénico de los trastornos 'neuróticos y perversos y hace comprensible su coexistencia en un solo individuo, corno nos lo muestra a diario la experiencia clínica. A partir de estas precisiones sobre la rcncgación (que, dicho sea de paso, no preocupan demasiado a otros autores) , la Escuela Francesa estudia la relación del perverso con la realidad y llega a conclusiones interesantes. Aquí el punto de partida es que la organización genítalInfantil, tal como la describió Freud en 1923, es escnci"almente fálica: tanto el niño como la niña admiten que hay un solo y único órgano genital, el falo. Sobre esta base, Lacan (1958, etcétera) desarrolla su idea sobre la castración como corte simbólico, como "ley del padre" que rige la diferencia (y la relación) entre los sexos. Por medio .del Edipo el niño asume el falo como significante y accede (jse sujeta!) al orden simbólico: admite que no es el falo deseado por la madre. Puede deª-rse-!_ent~ces, con Rosolato (1966), que en __El~rverso redomina un hedoTllsmo ue marca el Iracaso del rinci12io de a realidad frente al principio del placer. El establecimiento del principio de la realidad (en el sentido de realidad psíquica) implica reconocer y aceptar la prohibición del incesto, ley que ordena los sexos y sus diferencias. El castigo por contravenir esta leyes el riesgo do la castración, y se sobrentiende que aceptarla supone el sacrifiico narcisista de reconocer la condición fálica de la madre. El infante depende de la madre no solo en sentido biológico, sino también en sentido amoroso: él es el objeto del deseo de ella, básicamente su deseo por el falo, y el deseo del bebé es ser deseado por ella como falo, como aquello que colma su falta.

29

eerr para Lacan lo '11111 fkp~nde de una relacl6n 21 Imagina'no . quiere • deei especular, de imagen, con la madre. Vl!aso "I~I e.llldio del espejo" (1949).

JI PERVERSIONES.

PARTE ESPECIAL

,

Una vez esbozados los conceptos básicos sobre la perversión, toca ahora estudiar los casos particulares.

nos

1

Homosexualidad La homosexualidad es, sin duda, la más frecuente de las perversiones y la que ha merecido los estudios más amplios. Su conocimiento es, por tanto, de importancia teórica y práctica. A pesar de los avances logrados, se está todavía lejos. sin embargo, de haber solucionado los problemas que plantea. Como entidad clínica, la homosexualidad comprende formas diversas, y es posible que el progreso de la investigación lleve a distinguir cuadros muy diferentes. Meltzer, por ejemplo, en su libro Estados sexuales de la mente (1973), intenta discriminar algunos tipos. Es posible también, sin embargo, que a medida que se vaya precisando el concepto de perversión pueda destacarse su unidad más allá de sus (contingentes) variedades. Desde el punto de vista dinámico se distinguen tres tipos de homosexualidad: absoluta, anffgena y esporádica. La homosexualidad absoluta (permanente) es la de las perBanas que solo tienen relaclOnes sexuales con su mismo sexo, mientras que el opuesto las deja indiferentes. Si intentan algún acercamiento heterosexual es más por deseo de ser "normales", de 31

acatar las normas del grupo social; que por un verdadero llamado del impulso, y es frecuente que el intento termine en un episodio de impotencia en el hombre o de absoluta anestesia, cuando no de coítofobia, en la mujer. La homosexualidad absoluta es, en general. grave, y en ella se apoya la idea de un trastorno innato e irreversible, que ya hemos criticado. En la homosexualidad an í ena . tiyiduo mantiene comercio sexua con ombres y mujeres. Las formas de tránsito son aquí múltiples, y van desde el homosexual (casi) absoluto hasta el individuo que básicamente presenta una orientación heterosexual con desvíos eventuales, hacia su mismo sexo. Las diferencias son, pues, de rada v , con una zona imprecisa en la que el [agnóstico solo puede hacerse evaluando el conjunto de la vida erótica y la estructura de la personalidad. Es aquí donde se denuncia más claramente la necesidad de precisar en qué consiste en esencia la perversión para no quedar con la sola conducta sexual para diagnosticarla. tal social) se da en circunstancias. de r¡vación como en la cárcel, donde la e ecci n eterosexua se hace imposible pe. razones externas. En estos casos es cuestionable hablar de perversión en sentido estricto si cuando cambian las circunstancias también la hace la conducta sexual. La homosexualidad esporádica de la cárcel, sin embargo, no puede atribuirse excl sivamente a la pri~. Una compleja re e Jerarquías y roles intragrupales, subordinada a necesidades de seguridad y de inserción en el entorno psicosocial, donde se destacan básicamente los papeles de sometedor y sometido, desempeña un papel importante tanto en la cantidad como en la forma de estas relaciones homosexuales y puede perpetuarse más ~dlá de las condiciones de privación, para cristalizar en una homosexualidad perversa, valga la expresión. Del mismo modal muchos individuos tienen experiencias homosexuales en la pubertad y la adolescencia. y no por ello se los considera homosexuales. Descriptivamente, se trata de una homosexualidad esporádica, o al menos así podría considerársela, en cuanto en ese momento evolutivo puede resultar difícil formar una pareja heterosexuaf y, en cambio, es relativamente sencillo el acercamiento entre pares. Los juegos homosexuales son frecuentes en esta

época y, según ciertos autores, hasta necesarios para llegar finalmente a una correcta orientación de la libido. Estos autores se refieren probablemente a experiencias homosexuales cuyo contenido fantaseado es heterosexual y que, a modo de un role playing, tendrían como función disminuir la expectativa angustiosa del sujeto frente a la vida sexual en cierne. Si bien es cierto que la investigación prospectiva muestra en la mayoría de estos casos que la libido ancla finalmente en el otro sexo, no debe olvidarse que la clínica revela muchas veces, también, que una 'experiencia homosexual en esta época puede ser altamente nociva para el desarrollo ulterior. A diferencia de lo que se afirma comúnmente, pensamos que este tipo de experIencIas debe valorarse en TüñCiOn de ras fantasIas y de las angustias Involucradas y no Simplemente de la cdad o la conducta exphclta. La expcncncia unámme todos los analistas coincide en que durante la primera infancia y el período de latencia los juegos sexuales no slcmpre discriminan la helero dc la homosexuali4~~~l~~.l!.~nte que esta indiferenciación se prolongue en la pubertad. hasta el comienzo de la adolescencia. La elección de objetos durante la primera infancia, dice Fenichcl, es un proceso largo y complejo. A nuestro ju'cio, no puede descartarse, sin embargo, que esta indiferenciación de los juegos sexuales del niño sea ya un producto anormal del desarrollo, vinculado a situaciones desfavorables que refuerzan la angustia y la culpa y/o, que obstruyen la tendencia natural a la discriminación de los modos y las zonas de la sexualidad infantil, que debe alcanznrse ya antes, en la primera infancia. En este sentido, algunos autores, como Mcltzer (1973), tienden a establecer límites más precisos entre la sexualidad polimorfa del niño (y del adulto) y la sexualidad perversa, de estructura narcisista y rnris al servicio de la agresión (yen particular de la envidia) que del erotismo. Como dicen Blcger, Cvik y Grünfeld (1973), las perversiones son, desde este punto de vista, perversidades. Dejando de lado este sugestivo tema, sobre el que parece prudente reservar )a decisión final a futuras investigaciones, la homosexualidad esporádica prueba, de cualquier forma, que' todos Jos individuos son capaces de una elección homosexual de obleto y en es o se apoya a eona e a isexllalida, que Freud tomó de Fliess y fue una de las bases de sus estudios sobre la vida sexual humana.

ae

Con el objeto de lograr una mayor precisión conviene diar la homosexualidad por separado en hombres y mujeres.

estu-

a) Homosexualidad masculina Desde el punto de vista clínico, la homosexualidad masculina se divide en activa y pasiva. Como indica el nombre, el homosexual activo actúa de "hombre" en la pareja sexual, mientras que el pasivo recibe el pene en la boca o el ano. Esta diferencia tiende a borrarse, sin embargo, cuando el placer sexual se realiza a través de prácticas masturbatorias, y se hace aun más aleatoria en Jos casos, frecuentes, en que los papeles cambian o alternan: es corriente que el homosexual sea a' la vez activo y pasivo o que pase de una modalidad a otra según el compañero o las circunstancias. Con frecuencia, sin embargo, el homosexual absoluto es pasivo y afeminado, mientras que el anfígeno prefiere la rnodali:lad activa y el comportamiento viril; pero, de todos modos, ambas 'ormas configuran un solo cuadro clínico, y el pronóstico del rornosexual no depende de que sea activo o pasiyg. sino de la esructura de su personaHdad.24 Freud ofreció una primera explicación de los factores psi.ológicos en la homosexualidad masculina en "Un recuerdo infanil de Leonardo da Vinci" (19101, al señalar que la orientación ¡omosexual de la libido en el hombre puede explicarse por una :lcntificaci6n con la madre, Hay primero (fuerte) ligamen eterosexual (com ¡e'o de Edi ~ ositivo or diversos mo:vos se a an ona y a .A partir de este iornento la orientación y se dirige hacia ~I ombre. ~ún vimos en la parte general, con esta explicación Freud omienza a comprender que la perversión no es simplemente el relitado de la pervivencia de una pulsión parcial de la sexualidad ifantíl, sino también el producto de una estructura defensiva, en .te caso la identificación con la madre para evitar pulsiones in.stuosas. Al estudiar la génesis de las elecciones de o'bjeto de un homosexual lino, Liberman (1951) expone claramente estas fluctuaciones.

mas-

Freud estudia también, en ese ensayo, algunos factores que determinan Ia identificación con la madre, entre otros, la fuerza del ligamen heterosexual con ella y el efecto de su inevitable frustración, así como ciertos aspectos de la relación con el padre, que no se ofrece como modelo adecu
lit:

1111iliriO de cinco años"

(1909)

contemporáneo del" ensayo sobre Leonardo, Freud habla vislumbrado que la angustia de castración es un factor de suma importancia en el desarrollo de la homosexualidad masculina. El homosexual masculino tiene que eludir a la mujer porque no puede aceptar que existen seres' sin pene, que implica la posibilidad de perder el propio. Según este concepto fundamental, la homosexualidad se define por el temor a perder el pene. En el homosexual masculino, pues, la idea de que las mujeres no tienen pene reactiva el temor a perder el propio y conduce a buscar al hombre como compañero

lo

sexual."

"

En su "Historia de una neurosis infantil" (1918), el famoso caso de lIel hombre de los lobos", Freud establece las relaciones fundamentales de la sexualidad infantil y el complejo de Edipo con la escena primaria, es decir, la vivencia del niño frente a la vida sexual de los padres. Frente a la escena rimaria, el niño se identifica con los dos: la identi icaci n con el padre corres pon e al complejo de Edipo positivo; la identificaci6n con la madre al complejo de Edipo negativo (homosexual). El desarrollo normal del varón supone que la identificación con el padre es la más fuerte, que el niño tiende a" ocupar su lugar en la escena primaria y desea castrarlo para conquistar a la madre. En "El final del complejo de EdipQ" (1924) Freud sostiene oe, bajo la amenaza de castración, el niño reprime su amor por la ma re y entra en e período de latencia. Es fácil comprender que, cuando este proe~ queda interferido se sientan las bases ara la inversi6n del como p eJo e E IpO y la orientación homosexual e a libido. La diversidad de las identificaciones del niño con los padres en la escena primaria implica ...!!ILE!:!nto de vista estruc-tural a la vez que personalista (de relaciones ºe objeto) para explicar las erversiones (y desde "luego también las neurosis). Sobre estas bases se esarro la la Investigación de Meltzer (1973), que parte de la escena primaria y sus identificaciones, con un acento especialmente persona lista. En sus trabajos de la segunda década del siglo. "El yo y el " Una comlderaci6n semejante puede aplicarse a la homosexualidad Iemenina, como le ver' mAs adelante, en cuanto el móvil de la elección homosexual de objeto será la bllsqueda de alguien que no ponga en evidencia le propia falta de pene.

38

ello" (1923), "Inhibición, síntoma .~ustia" (1926) y los ya citados de 1923 y 1924, Freua acentúa especialmente la importancia de las instancias psíquicas (ello, yo y superyó) y de la angustia de castraci6n en el desarrollo de la personalidad. Esta linea de in· vestigación, retomada por FemcheI (1945). afirma que la angustia de castración es el eje explicativo de la homosexualidad, y en general de todas las perversiones. Según Fenichcl, lo que determina el abandono de la madre como objeto sexual y la identificación patógena consiguiente, que Freud describi6 en 1910, es la angustia de castración, Dicha identificación puede asumir dos formas diferentes, narcisista y objetal, vinculadas a Jos dos tipos descritos por Ferenczi, En la identificación narcisista el sujeto se identifica con la madre que cuida al hijo, y busca como objeto sexual a un joven que lo represente a él mismo: este vínculo, de naturaleza obviamente narcisista, imprime a la conducta homosexual un sesgo activo de cuidado y dominio, remedo de la madre frente ni hijo. En el otro caso, el sujeto se identifica con la madre que busca al padre, y el vínculo t;j_Qbktal porque el compañero sexual representa al padre y no al enfermo mismo. En este caso el ano funciona de vagina y el paciente es por Jo común afeminado y pasivo. Al establecer la relación entre los trabajos de Fenichel y Ferencz i, conviene destacar una contraposición en la nornenclatura, que impica también contradicciones teóricas: el hornoeróticosujeto de Fcrenczi corresponde al objeta! de Feniche l (afeminado y pasivo) y el homocrótico-objcto, ni narcisista (dominante y activo). . El homosexual narcisista dice Fenichel es más narcisíst femenino. usen un individuo que lo represente y ante el cual se comporta como hubiera deseado que su madre se comportara con él cuando era niño. (Dependerá del gra.do de distorsi6n masoquista ~ue esta relación sea flerna o agresiva.) La eleccIón recae en efe os, y esto se vincula con otra perversión, la pnidofilia. El compañero sexuoI representa no solo al surto mismo, sino tambTlñli su pene y n..§.!! parte femenina. Sin ern argo, es obvio que ~ último caso, en el que el co'm oñero sexual re resenta la arte i~~inª del sujeto, éste pue a conservar los rasgos masculinos de su personalidad. mientras que cuando el compañero ha39

isociación, pero, mientras 9l1_~""en" el homosex11al (masculino) t! bjeto introyectado (introyeeto, en la nomenclatura del autor) e~uja al yo masculino hacia afuera, hacia el mundo exterior, en el yo sicótico se mantiene la lucha entre el ¡ntroyecto materno y el íñ"oyecto paterno. Las ideas de Bychowski que acabamos de reseñar implican un .Iuerzo ponderable para explicar la homosexualidad masculina, entro de ]a ego-psychology, en términos de identificaciones y re.ciones de objeto. Si bien el mismo Bychowski señala su discreancia con las ideas kleinianas, subrayando que no acepta la teoa de las posiciones ni el concepto de identificación proyectiva, 15 explicaciones coinciden en mychos ,mmtQs. ~omo veremos en ~gu¡da, con los autores de la Escuela Inzlese. dis-

'mcipai. El desarrollo normal de la sexualidad humana se inicia, como sabido, a partir de la relación del niño con el pecho, en lo que 'eud y Abraharn llaman la etapa oral del desarrollo. En su libre icoanálisis de niños (1932), Melanie Klein sostiene que a esté imera relación de objeto le sigue siempre otra, en ,la que ei niñe aleja del pecho y toma el pene como meta de sus impulsos orales .te pCffaje del pecho al peneJ como lo llama Melaníe Klein, que .ne lugar en los primeros meses de la vida, es un momento clave 1 desarrollo, porque amplía notablemente el mundo de relaciones I niño, y en cuanto 10 ubica en una situación triangular, inicia el mplejo de Edipo temprano (en contraposición al descrito pOI eud, entre los dos y los cinco años, que Mclanie Klein llamé 'd[o) .

La relaci6n con el pene establece una obvia diferencia entre el r6n yIa mujer, ya que para ésta representa el punto de partidr su complejo de Edipo directo (heterosexual, positivo), mientra: e el varón ingresa en 10 que Melanie Klein llama la [ase [eme la, donde la relaci6n de objeto es homosexual y el complejo de lipo es invertido o negativo.

Si la fase femenina se cumple en forma adecuada, el varón ndquiCrc-los instrumentos bfísicospiira '-comprender a la mujer y, gracias a In introyec'X_l e ene. crpa~1ogra los llttibUtos esenciales de la masculinidad. La fljncl n en esta etnpa es, para Melanie Klein, el punto de partida de la homosexualidad masculiñá. Este punto de vista coincIde con el de Freud en su ensayo de i91o,'dOñ
de castración.

La crccncí:l del niño de ue el cueroo de Jq__!!}J!9reco~ el pene (o os enes) del adre conduce a la al1Jasi
que

dCi-¡:;ñCIre-:-rr

.t -;

nalidad. Si fue mala (por defectos de la madre en la crianza y/o por exceso de sadismo o de envidia en el niño), éste proyecta el pecho malo en el pene y su fase femenina se ve seriamente perturhada por fuertes sentimientos de envidia, persecución y celos. La introyecci6n de un pecho malo es, lllles. el all~~-ºente de la introyección de un ene malo car aclo de sadismo, que conducc al val' n a dificultades en la capacidad de amar, la _potencia sexual i la elección de objeto. La figura combinada se hace, así, sumamente peligrosa, porque el niño proyecta su sadismo en el pene del padre y piensa que la cópula parental es sádica y destructiva. Como consecuencia, siente que el pene del padre introyectado en la fase femenina destruxe su propio ouerpo y su pene. En la homosexualidad, el cucr o de la madre con el ene del padre tesu ta sumamente peligraso, y, en cambio) el pene de compañero homosexual se idealiza y pasa a ser un objeto bueno que protege de lodoS los peligros. El acto sexual resulta, así, la prueba de ue existe un ene bueno ue se uede recibir sin ser destruido. Frecuentemente, esta disociaci6n se establece en la in ancia entre el pene malo del padre y el pene bueno de un hermano o un compañero de jueg_os. Al mismo tíemEoz el acto homosexual pcrpctú~ el ataque al cuer o de la madre rivándola del ene del adre royecta o en el compañero sexual, con lo que se cierra un círculo ¡¡CIOSO que fija definitivamente la perversión. -

En sus interesantes Aportes psicoallfllíti.J:.o_s_alestudio de la benosexualiclacL.(1970) , Aída Aurora Fernández sigue los conceptos íe Melanie Klein sobre la importancia de la envidia temprana (y a voracidad) en la mala resolución de la posición esquizo-paranoile, y afirma {,ue la disociación del yo homosexual tiene su raíz ep la rngustia con usional como consecuencia de ada envidia 1 pec o e a madre. Una buena salida de la posición esquizo-paraioide solo es posible cuando los procesos de disociación permien discriminar entre el objeto bueno y el objeto malo, así como ambién entre los impulsos de amor y de odio. Por Qbra de la en-· -ia, el objeto buenQ se_ co!!_vierte en majo precisamente porgue iUmenta la envidia, y viceversa. Esto conduce a una severa· situa:i6n confuslOnal, que el acto homosexual evita en su funciÓn de

icting out.

Al estudiar

la función

del Otro en cuanto

instaurador

de la

legalidad del código;" Lacnn (1957/58} distingue tres momentos en el complejo de Edipo y hace valiosos comentarios sobre su importancia en la homosexualidad masculina, a partir de una afirmación esencial: la perversión no escapa a la dialéctica del Edipo. En el rimer tiempo del Edipo el niño trata de identificarse con el objeto del deseo materno, e falo; quiere ser el falo deseado por la madre y se convierte en el deseo del deseo de la madre. Aquí el niño.J:,S.tá en IIna sit1.l.í!cí6n (imaginaria) de espejismo, donde ocupn el lugar de la falta (de la madre}. En el ~llndo tiempo el padre interviene y priva al niño del objeto"Ci"CS"u cJE;;ü y a la madre del ~uyo! Em~e la lev y el Otro como lugar del código, dJstinto del otro como simple alteridad fKctica--:-_.-_. ------,.--.-.. -._----.--.--.. _.. --------En el tercer momento el padre se oresenta como el que tiene el falo pero qlle no 10 es, con lo que restatu-ª la instancia del falo como objeto deseac.!.9_por la madre. El padre se :perfila, así, como objeto de identificación E..~~ el._i.denl del yo, en cuanto aparece permisivo y dador. Lacan con.>idera que el homosexual masculino llega a la tercera etapa recién descrita, pero 10 que perturba -su desarrollo es que la maure introduce una invc-¡:~lón -dc-·wlcgalidad, en cuanto es ella la que le dicta In iCY·¿¡f¡:);dre: la madre est<í en-la __E~n de tener el falo, Y_~Y?Q_re_D-o_!_Q_tiene. Esta situación se puede producir en diversas circunstancias; por ejemplo, cuando el padre se halla sometido a la madre, en tanto está privado de amor, cuando el padre es distante y usa a la madre como mediadora, etcétera. En el fondo del asunto, sin embargo, se descubre la rivalidad con el padre en el complejo de Edipo directo, normal: es por esta rivalidad que el niño responde identificándose con la madre que dicta la ley al padre y triunfa sobre él. El análisis de los homosexuales pone siempre de manifiesto, concluye Lacan, la identificación imaginaria con el falo. El miedo del homosexual masculino al órgano de la mu 'cr surge de la idea 'de lIC la mu'cr ha in er' o el 6r ano masculino. E ' la or el l·

cucntro con

el (ªIo..~7

Zft Las formaciones del inconsciente, pp. 84/91. n Notable coincidencin con el objeto cornblnado

de Mclnnie Kl~in.

b) Homosexualidad

femenina

La homosexualidad femenina ha merecido menos atención que la masculina, a pesar de que no parece irle en zaga en cuanto a frecuencia y complejidad. El hecho puede explicarse por las mismas razones culturales que gravitaron en el lento avance de los estudios sobre la vida erótica de la mujer, como sostiene Marie Langer en Maternidad y sexo (1951). Hay autores que todavía piensan, erróneamente a nuestro juicio, que la mujer homosexual tiene menos conflictos consigo misma y con la sociedad que el homosexual masculino. Las actividades homosexuales entre mujeres consisten en juesos sexuales, caricias, simulacros de coito (para los que a veces e usan falos artificiales), succión de los pechos, de los genitales 'cunnilingus) y del ano (anusIingus) y masturbación recíproca Iitoridiana. vaginal o anal. También se encuentran en la homosexualidad femenina los -es tipos chmcos deSCrItos anteriormente: el absoluto, el añTTgCñO el esporádIco; y, asf mismo, se pueden establecer, por analogía, 1S tIpOS de Ferenczi y de Fenichel, aunque la correlación entre íos es distinta. . En su "Psicogénesis de un caso de homosexualidad f~ na" (1920), Freud inicia el estudio psicoanalítico de este cuadro mICO y, como en su ensayo sobre Leonardo, señala la importan1 patógena de la identificaci6n con el progenitor del sexo opues. en este caso el padre. Como ~J hombre, la mujer homosexual ablece primero un fuerte vínculo edípico heterosexual con el dre, que luego abandona para identificarse con él. Hay, pues, ra Freud, una básica analogía entre la homosexualidad del horn: y la mujer, no solo porque en ambas la identificación fundantal se hace COn el sexo contrario, sino porque es siempre h~ ttJstia de castraci6n, que en la mujer toma la forma de envidiª §_ ("Tres ensayos" [1905]), lo que lleva a esta anómala iden:aci6n. , Sobre esta base, F~ seeara dos tipos de homosexuali, como en los hombres: la objetar, en la que lo mujer se siente ,adre que busca a la madrel y la narcisista, eti la Que. id~Dtifia COn el padre, se busca a sí misma como hija en su partenaire losexual. Fenichel ofrece un' excelente ejemplo de este último

tipo: una mujer seducida en su infancia por el padre que la obligaba a masturbarlo inicia su homosexualidad haciendo que su hermana menor la estimue en el clítoris. La clínica demuestra, sin embargo, que estos dos tipos polares no son los únicos ni los más Irecucnres. Más común es que la pareja homosexual femenina desta ue los ~eles de la madre y la hija. como escri 16 originariamente Helene Deutsch en 1932. Esto implica uc la identificaci6n at6 cna rinci al en la mu'~r-kSbTiiñii pue e ser con a ma re y no con el padre. Marie Lan.g~(l9481 y Etchegoyen <1"976jSubrayan la importanc!.?~~cho destruido de la madre en la homosexualidod femenina. Las fallas que señalamos a la clasificación de Fenichel al estudiar la homosexualidad masculina surgen aquf de nuevo, y COn más fuerza. Se trata, en realidad, de dos modalidades caracterológicas, activa y pasiva, que corresponden al carácter fálico-narcisista y al pasivo-femenino. En la lesbiana de carácter fálico-narcisista )a identificaci6n_iunJ_ªm~ntnl es con el padre (o con la madre (Micn) y estú nC.2_1!l~i1nda de la fantasía de ser u~ homt)f.!=.._Y de tener un pene (homoer6tica-suJ~to J.ilir.c.nuil. La mujer homosexual pasivo-femenina, en_~~mbiQ......ll_oa_l~.DLn~_~riame~s atributos fcmenin9L
Véase al respecto el trabajo de Luis Ravskovsky

(1953).

47

ta). El tipo anjigeno, en cambio, s~nve por lo general en los caracteres paslvo-femeninoL ya que en estos casos es posible el comercro sexual con mujeres masculinas o maternales al par que con hombres. Estas mujeres llegan a v~ces a casarse y a tener hijos para alejarse de la homosexualIdad. En el caso descrito por uno de nosotros en 1970 estos tipos se van sucediendo uno a otro, a medida que el análisis modifica la oersonalidad de la paciente, que primero se comporta como un 'iombre con las otras mujeres que representan a una madre su fricne, luego como una madre frente a ellas y, por fin, antes de abaníonar la perversión, acepta ser hija en sus relaciones hornoscruales.

, \ partir del trabajo de Freud de 1920 aumenta el interés ele los isicoanalistas por la sexualidad de la mujer. Algunos autores, omo Karcn Horney, Ernest Iones y Mclanie Klein, discrepan con 'reud en cuanto no consideran que la envidia fálica sea el hecho entral de ;a sexualidad de la niña (y por consiguiente de la honosexualidad de la mujer), mientras que otros, como Helene )eutsch (1932, y Ruth Mack-Brunswick (1940), se mantienen adsritos al pensamiento del maestro, que él mismo reafirma en 1931 1933. Lacan y sus discípulos volvieron a estudiar este tema en is últimos años. Karen Horney (1924, 1926, 1933) fue la primera en afirmar ue el deseo de ser hombre y de tener un pene no es el impulso riginarío de la mujer; hay un periodo previo en el que la niña se lentifica con la madre y toma el pene del padre como objeto .xual. Solo por el fracaso de estos impulsos (y como defensa ente a ellos) surge la envidia fálica y el complejo de castración. n su famoso trabajo de 1933, esta autora afirma que la niña tiene 'iginariamente conciencia de su vagina, aunque la niegUeL~unto_ : vIsta que tambIén sosUeñe 1Vfelame Klem desde sus :tÍL~~~ ~ aJos. y que mas tar e ue igua mente e endido por muchos aures, entre ellos Arminda Aberas!!!.!1 (1964). En su comentario al abajo de Rosolato (1966) sobre el fetichismo, Ican-Paul Valaega señala inteligentemente que Karen Horney utiliza el término srleugnang para definir la actitud de la niña frente a sus órga·s se;~uales. De esto se puede deducir que el desconocimiento de vagina en la niña es tan Verleugnet como en el varón el descono-

cmnento de que la mujer 110 tiene pene, punto que retomaremos más adelante. Iones (1927), coincidiendo básicamente con K~lren Horney, afirma que el impulso--¡;ríiñürJíiiTCTclamiía Trente al pene del padre es el de incorp<:JralTo por la boca (jellallO), el ano o-ravag¡ña,yno ·de poseerlo como Earte de su csq_1J..e.lllnS_QXQQTIll. Cuando este intent,9 falla, la niña abando~~l ni padre y busca su sustituto exogámico (desarrollo normal) o abandona la vagllla (y sus representantes pregemta1CS:-liI-f)oca y el ano) para identificarse-con el padre: sOTOCntonces desarrollará la envidia fálica, base del desarrollo anormal y la homosexualidad. Melanie Klcin (1928) afirma que la niña percibe desde muy temprano su vagina, se identifica con la madre cuando se instala el complejo de Edipo temprano y Inntasca COIl atacar su cuerpo para vnciarla de sus valiosos contenidos: el pelle del padre, los bebés, etcétera. En el cnpítulo II de 1./ psicoanálisis de niños (1932), McJanie Klein señala (¡lIe el miedo _I1l~s__profllI1l1o d..leJ.il. ..niña es sentir distruido y vaciado el interior de su cuerpo, como venganza (le la m:1(]re. ti c0l11PlcJo dl: LJ¡po temprano se mrcia. pues, en la nina con cf deseo ele atacar el cuerpo ele 1:1 madre para apro .. piarse del pene del padre en la 1l:1111:1dafase femenina. Sobre la base de estos estudios y los ele Paula 1 Icirnann (1952), que los continúan, postula Arrninda /\Derastury (J 9('dl Ia existencia de una fase genital p'rcvia en la mitad del primer año de la vida. Todos estos autores afirman explicita;« implícitamente que la niña conoce su cuerpo a través oc sensaciones éxtcro, íntcro y propioccptivas y ele las fantasías concomitantes. Del mismo modo, el niño tiene un conocimiento temprano de la vagina corno órgano que ha de contcner el pene (como la boca contine el pezón y el recto el cilindro fecal) . De igual manera. la niña imagina la existencia del penco Un desarrollo lúcido de estas ideas puede encontrarse en "La naturaleza y función de la fantasía", de Susan Isaacs (t 948), especialmente en el acápite sobre las fantasías y la experiencia sensorial, página 91. En resumen, podemos concluir que la homosexualidad femenina se estructura en dos planos distintos, el de In envidia fálica, donde el complejo de Edipo tardío y el conflicto con el padre son relevantes, y el de la envidia a la madre, a su pecho y a su cuerpo, donde prc-

dominan los factores pregenitales y el complejo de Edipo temprano. En este último plano es donde se ve con más fuerza el conflicto de identidad de la mujer homosexual (y de los homosexuales en general), que se traduce por un impulso continuo a borrar las diferencias (entre sujeto y objeto, entre hombre y mujer, entre padres e hijos, etcétera).

2 Fetichismo Casi exclusivo del hombre, el fetichismo es una curiosa perversi6n donde cristalizan transposiciones del fin y del objeto sexual para formar un teilcñe como objeto de amor o, mejor dIcho, como fuente de placer sexual. La palabra fetiche viene del francés [étiche y del portugués [eitico, y ésta a su vez del IatÍíl facticiu~. 10 hech2..J.2_ artificial. Según el Diccionario de la Lengua Española, 1956, el fetiche es un "ídolo u objeto de culto supersticioso en algunos pueblos primitivos". El término proviene, pues, de la antropología y se emplea por extensión para cualquier tipo de veneración o idolatría.

'1)

Descripción

clínica

r::1 fetiche es una "cosa" que ejerce sobre el perverso un especial :~ír..1ulo fCYllal. En cuanto a su origen, puede ser un objeto natural ) artificial; ero será siempre artificial en tanto es creado por el )erverso para lograr e pacer. De acuerdo con esta definici6n, se comprende que el número le fetiches sea infinito y que cada fetichista construya el propio; lera la clínica si uiátrica muestra ue al unas partes del cuer o . clerta~ prendas de vestir son los más comunes: e pIe, a mano, la aríz, el cabeHo (especialmente las trenzas) en generaI, las faneas entre los anatómicos, lo mismo que los productos corporales orj~a, heces); el za ato, la media, el calzón :'l otras prendas de ~ entre los manufactura es, igua que ras alhajas (aros, anios) . Hay aun fetiches más anonadadores: el ie maloliente la ropa leía, la expresi6n de Jos ojos de Jos labios, c0ff!0 por ejemp o

y;

°

)

la cojera, corrientes.

etcétera.

Los objetos de goma _------.----

y las pieles _~~~~~js_l~.§

.

-----

Toda relación amorosa normal, decía Krafft-Ebing (1906) , irnplica un cierto grado de feti!;hísITIQ, ya que, Si bIen se nnra, el Icticne es simplemente algo que se destaca cn el interés del individuo, algo que lo atrae y encanta. Cuanto más poderosa, selectiva y excluyente sea esta afinidad, cuanto más excéntrica y extraña, tanto más se pasa de las veleidages del hombre normal al entusiasmo irracional, incomprensible y muchas veces grotesco del perverso. En el "fetichismo" del individuo normal una parte del cuerpo del se-¡:-¡¡rññC!S'J_d_c-s~yl}tºtlJQ-Q~Ue~jui.::JliiJb-u-to-s se valora l!Sp~':'ciaTmente por su sentido nostálgico o evocador, que puede girar deSdeJO más sofisticado, personal y alegórico hasta el mecanismo innato de liberación que describe el etólogo como patrimonio instintivo de la especie. Como dice GiIJe~(1964) el fet_ichismo.!d_ en esc!1eia ~~!!Ti~atura de ciertos r:1sg~~jmI2ort1!!}!~s__tleL,}I!1.QL~~: xuarnormal. No advertimos que es así porque damos por sentado que debe haber siempre un alto grado de selectividad en la elección del compañero sexual. No consideraríamos humano, por cierto, al individuo que para enamorarse solo exigiera que su objeto de amor tuviera los órganos del otro sexo. En el fetichismo patológico, es decir, en el fetichismo a secas parece que la diversidad de los estímulos se va circunscribiendo gradualmente, y Krafft-Ebing señala, con razón, que hay partes del cuerpo, atributos corporales y objetos que acceden privilegiadamente . [J la condición de fetiches. Más allá de los infinitos formas de tránsito, la perversión fetichista se destaca claramente por su índole monocorde it~_i-ilú(f~~:-nsí corñ~ 2o-~q-l;ela ~¡da sexUa!-cfclsuJeto-Ié--esÜ---totaiÍnente sllb-oñ¡¡Md;~ Pa~a ef perverso: lapresencia dcr fetiche es no solo condición -ñecesaria sino suficiente de la excitación y la descarga genital: el fetiche contiene por entero la idea y la posibilidad del placer sexual. El fetichista. dice Krafft-Ebing, es un monstrum pcr dclectuum: le sobra el resto, todo lo que no sea el fetiche. En el individuo normal, apunta con acierto Paul Friedmao (959) el interés por el objeto de amor puede _desplazarse hacia s~s pnrtes o sus ropas, mientras ue en el fetichista el interés se concentra cnlOparcíñT;-ySOlo secundariamente en e to o. De cualquier forma. es innegable que el fetiche no actúa por I

y

I

sl!.._rcalidad objetiva, sino por su valor significativo; ocupa un hlgar en una cadena de desplazamientos sjgnifi«Slntes que, en última instancia, remiten a un significado único, el falo femenino." b)

El pene femenino

Es aquí donde se inserta el descubrimiento freudiano: el fetiche, efectivamente, es el ,significante del falo, y específicamente del falo de la mujer, de la madre, y por extensión significa que no existe la castración de la mujer. En la parte general nos hemos referido a la importancia de este descubrimiento de Freud, en su artículo de 1927, para la teoría de las perversiones y en cuanto forma de funcionamiento mental de toda la vida sexual. Aquí corresponde estudiarlo en relación con la psicodinamia del fetichismo. tI fetiche es, ues el sustituto del ene: pero no del pene como ta., SinO e una conce ción del pene en la infancia, el peñC que e niño cree que tiene la mujer, la ma re, y esta creencia le sirve para vencer su angustia de castración. Cuando el niño contempla por primera vez los genitales femenin,ps (de su madre o hermanas, de alguna compañerita de juegos, etcétera), sufre una fuerte impresión y tiene que desconocer el hecho. Lo hace por medio de dos mecanismos de defensa: reprime el afecto y reniega (rer;udia) la jd~..ad-ª en esa percepci6n de la re
En

~ Lacan gusta de este ejemplo para apuntalar la tesis de que la relación te objeto no es de ajuste, de necesidad: ¿qué necesidad (biológica) llena el etiche? , En el cap. VIU del "Compendio del psicoanálisis" (1940). Freud preciará esta delimitaci6n: la represión se aplica a los estímulos internos insntivos; la renegación, a la realidad exterior o, mejor dicho, a la ¡de; ubiada en la realidad exteriQ.r.

2

dad, ya que gracias a él puede buscar e~n el genital de la müjer. La práctica muestra, sin embargo. que las dos perversiones muchas veces coinciden;" En el fetichismo. dice Freud, arraigan dentro del yo dos corrientes distintas. una que conoce y otra que desconoce que In mujer no tiene pene: aquélla es consistente con la realidad, ésta se conforma al deseo, y ambas coexisten paralelamente. La aceptación y el rechazo de la castración femenina se abren paso, pues, en la mente del fetichista él través de un singular proceso psíquico. la rcnegacián: ~z el fetiche significa, a la vez, que la mujer tiene pene y está castrada. Un claro ejemplo de esto es el caso del fetichismo del suspensorio que menciona Frcud en su artículo. El suspensorio expresa, a la vez que oculta, el pelle; y es todavía más clara su significación en cuanto su antecedente pudo ser rastreado hasta la experiencia del sujeto en lo infancia al ver una estatua con una hoja cubriendo los genitales. En su artículo de 1927 Frcud da también un ejemplo del empleo de la rcncgación para aceptar y renegar a la vez la muerte del padre en la infancia, en un .caso de neurosis obsesiva; y este ejemplo 110 es casual, ya que la renegación de la muerte del padre está Intirnamcnte .Iigada a la amcnazn de castración y a la injuria narcisista." La muerte del padre se reniega en la medida en que aceptarla implica para el sujeto la certeza de la propia castración como castigo por su Iantascana participación en esa muerte. Frcud emplea también el mismo concepto pnra referirse a la actitud del psicótico frente a la realidad en .. La pér d ida de la realidad en la neurosis y e11 la psicosis" (1924). p. 184." 11 En el caso de Luisa de Urtubcy las prácticas fetichistas. las más antiguas y firmes, no evitaron nl sujeto cl trrins ito por la homosexualidad, En un CIISO supervisado por uno de nosotros, In homosexualidad dominante coexistía con prácticas fetichistas que culminnban en la masturbación, El ejemplo más convincente de esta coincidencia se observa en el interesante estudio de Mnsud Khan (1965), donde el prepucio como fetiche no solo no prevenía de In homosexualidad sino que la condicionaba. 8Z Como explicamos en la parte general. distinguirnos aquí Yerleugnen y Verlcugnrmg (renegar y rcncgnclón: reprobar y reprobación) de Verdrágung (represión), etcétera. ~l Veremos, al hablar de impotencia, la relación entre la amenaza de caso trnción y la muerte del padre en el caso de "el hombre de las ratas". H Para ·Freud la rcncgación. Verlcugnung, no parece ser tan especffica del fetichismo o de las perversiones como para la Escuela Francesa.

d) Factores

pregenitales

Los procesos de identificación recién descritos y los conflictos orales su6yacentes vuelven la aten~ión a los factores pregenitales en el fetichismo. Ya el mismo Freud había señalado en los "Tres ensayos" que el olfato desempeña un papel importante en esta perversión, y la clínica muestra a menudo que el fetiche tiene mucho que ver con tendencias parciales anales y uretrales (y también oralesf. Abraham (1910) señaló la ¡m ortancia de los im ulsas coprofílicos y esco to í icos en el fetichismo del pie y el corsé, y más recientemente a in! 1) rea Irma igualmente que el fetiche puede representar no solo el pene sino t_élmbién los genitales femeninos, el útero y las heces Y De la misma opción es S. 1\1. Payne (1939), quien, enfocando el fetichismo a la luz de "a teoría de los objetos parciales de Abraham y Melanie Klein, concluye 'que el fetich~ por ella estudiado, el perramus, representa todas las instan~ de la sexualidad infantil. Así, el olor de la goma tiene que ver con impulsos olfativos frente a los olores corporales y las heces, y con impulses oral-canibalísticos a través de su enlace con la goma de mascar; la textura del perramus alude a la piel y a las bombachas de goma que usó el paciente en la época de su educación esfinteriana, etcétera. En el interesante caso de Luisa de Urtubey (1971/72), el fetiche no tenía una significación fija e inmutable. de modo que su significado fue evolucionando según los difcrcntes momentos del análisis (p. 412). Casi contemporáneo del trabajo de S. M. Payne (y también influido por Melanie Klein), el estudio de GiIlespie (1940) subraya la importancia de los factores prcgenitales (y de Jos fenómenos de introyecci6n y proyección) en el fetichismo. En el inte resante caso que relata Gillespie, en un joven de 21 años, que s analizó tres veces, hasta que estall6 la guerra de 1939, eran visible. las fantasías de atacar_~.J:obar el c.l!~~p~_9~J.~E~~d_~ ~iri.g~as es~-

11 Freud mismo, en una nota al pie de la p. 155 de la S.E., agregada a los "Tres ensayos", en 1910, contrasta el simbolismo fálico del pie con la zapatilla y el zapato como símbolos del genital femenino. Digamos, de paso, que en el caso de Abraham, recién mencionado, aparece p,or primera vez el fetiche como símbolo del pene de la m~_(e1 taco}, aungue no explícitamente como defensa frente a la angustia de castración.

56

cialmente contra el pene del _padre. Las fantasías fetichistas con el perramus 110 solo estaban vinculadas fn angustia de castraci6n sino tamblen a la tetlO~ del biberón y al destete. E~cne femenino se buscaba 110 solo para vencer la angustia de castrnci6n, sino también como fuente d,? alimento (lo__9.~.!_~?ctul!lment.Ulmllilriamos confusión de modos y zona~ . También Garrna (1956) señala la importancia de Jos im~sos prcgenítalcs en el fetichismo, reactivados por la fuerte angustia de castración causante de la regresión genital. En el caso que describe, el cilindro fecal y el chorro ele orina representan el pene femenino, que se trnnsforrna en fetiche. En un trabajo reciente, BC_!IJ J~seph (19m penetra agudamente en los mecanismos disocíativos del fetichismo, subrayando la importancia dclTetich;;-co~~ ~~~~ante espurio de la Iuncíón Cüntrnell!.Q_c.t.c....l;unadrc, cn el sentido de Bion 0962, 1963).'5 Encuentra que el fetiche como objeto inanimado ofrece m~ore~~¡bilidadcs ele relación para el p.~r..Y~(~.!..._<El~_~eme~~p_ia exc_~. taci6n (vital y sexual) y solo puede vincularse con un objeto sin vida (y que al mismo tiempo lo separe de la vida), en cuanto vida representa excitación sexual. dolor psíquico, dependencia, celos, envidia y, en fin, una serie de sentimientos difíciles de aceptar. De ahí. señala Betty Ioseph, que una forma específica de la re laci6n objeta! de estos pacientes sea colocar en el otro sus propios sentimientos y quedar entonces inerte y dcsvitaliz ado, como el fetiche con el cual puede finalmente excitarse. Esto crea dificultades técnicas muy específicas. También en el caso presentado por L~?~dc Urtllbey (197172) son conspicuos los factores prcgcnitalcs. Esta autora encuentra que la imago de la mujer fálica ocupa un lugar importante en la psicodinarnin del fetichismo, pero piensa que I~_!ll~jcr con pelle n~~~e.!~~~~~:"'_l!.~n_ ...s!<;fcIJs~~ontr;_l_ I~_angustia de__cñSti:acTl~n. sino que exp_resa, más bicn,_~~S_~__<.ic:.. ~~ir<:J tCl1}l'r~!lO_,::on el pcne <:rCfPadre en _el S~lcrpQ__ck_lil_mll(h:~. de acuerdo con la teoría de ng~lI:;comhinada de Melanic Klein. Cuando este conflieto aparecía en la transferencia. su paciente recurría a las prácticas fetichistas, en un intento tic separar y controlar el pene del

a

la

~~ También Gillcspie, en su trabaJo de 1940. encuentra que el impermeable representaba para su enfermo el cuerr~_c!_eJ~".l_a_d~, d~-ªe él se mella para reCIbIr el pene del padre.

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padre dentro de la madre. Estas prácticas se habían iniciado a los nueve años y consistían en juegos con un par de zapatillas de suela de yute (alpargatas), de color azul, dentro de una de las cuales el paciente introducía su pene, mientras la otra zapatilla "miraba" la escena.

e) El objeto transicional Una nueva vertiente para estudiar el fetichismo, no por cierto incompatible con todo lo dicho, deriva de las investigaciones de D. \V. Winnicott sobre los primeros estadios del desarrollo, cuando describe (1953) el objeto transicional como la primera posesión - (y posición, cabe agregar) no-yo del sujeto. El objeto transicional es como un área intermedia a la que la realidad interna y la vida exterior contribuyen concurrentemente. Situado entre realidad interna y. externa, el objeto transicional no forma parte del cuerpo del niño y tampoco se lo reconoce como perteneciente al mundo de los objetos. En tanto no es totalmente controlable (en forma mágica) como un objeto interno y tampoco está del todo fuera de control corno el objeto externo (la madre), el objeto transicional ocupa 10 que Winnicott llama el área de la irtiSión1 de la que la madre debe ir gradualmente arrancando al ~.yl objeto transicion~~eduontribt:!.i_t:~reaIJ~~r este aprendizaje, esta deSIlusión, en f~!:.l!1~_&!'adual, tolerab!e.;_E.ero puede también conducir nuevamente al niño al mundo de la Iiíñtasra-y extrañarlo de la realidad. _-_--_ - -- --.---..-. Corno es sabido, Winnicott describió el objeto transicíonal a partir de su experiencia clfnica de analista y pediatra. Se trata de "algo del entorno, como un juguete, un almohadón, una frazada (o en general ropa de cama) y aun otros elementos menos concretos. Este objeto se convierte de pronto en algo vital para el niño, que Jo reclama a su lado, sobre todo cuando se queda solo o se tiene que dormir. En general, el objeto transicionaI importa en el primer año de vida y luego se va desdibujando hasta que el niño puede prescindir de él. La relación del niño con este objeto es muy particular, ya que lo quiere y también 10 ataca, y no permite que se lo quiten o que cambie de ninguna manera (por el aseo, por ejemplo) . Desde el comienzo de sus investigaciones, Winnicott supuso ~---------_._._-~-_.-------_._--~_._------_.----

ue el objeto transicional, or su índole sin uJar odia ser la base de una perversl n etichistal_p_l.!Eto de _yísta _9.ue comparte~ __~r~!ltores :i gue desarrollaron, entrc otros, Gíllespie (1 964¿.x_:1 mismo Lacan (1956), en su seminario sobre la relación de objeto. En el caso presentado por Luisa de Urtubey pudo rastrearse convincentemente la relación entre el objeto transicional, la imprescindible colcha azul del primer año de vida (cuya falta literalmente enfermaba al niño), y las alpargatas de las prácticas fetichistas, también invariablemente azules. e

1) Fetichismo

y mecanismos

fetichistas

Los casos extremos de fetichismo son escnsos y ocupan raramente la atención del psiquintra o del annlista. Llegan más frecuentemente al médico forense, que debe intervenir frente a alguna actuación delictiva, como el robo de algún objeto o el ataque a una mujer para cortarle las trenzas, por ejemplo. Esto no nos exime, sin embargo, de la pesquisa los mecanismos fetichistas, f recucn tes en neuróticos

perman~ru.e_de A ve...'-:scr!nccanisll1o conStítUYe-uñvcrdaCfCfOl);;stíón-contra el progreso de la cura, ya que el paciente puede encontrar en él un talismán poderoso contra la angustia de castración (y de separación) y un modo singularmente eficaz de preservar su integridad narcisísta." Se puede comprender, también, que ciertos estancamicntos de la cura psicoanalítica pueden responder a la necesidad de conservar su vínculo felIchlsta con el ana]¡sta, transformado imaglnar-ra¡;en-t~ en __el pene, que con su ausencia al fin,,1 del tratlHl1lCnto confirmaría la castraciÓn del paciente (o J • el echo etc tera . 1 tiC lOS cqs9S e Impasse se Illimen~~es::aDjsmos fettchistas o en general perversos (Etchcgoyen [1976J). y perversos.

L

Adenda:

El objeto desmantelado)'

la identificación

adhesiva

Una nueva línea de investigación del fetichismo, y en general de las perversiones, se abre a partir del trabajo de Esther Bick (1968) ~o Lo ue los SlIran er (1961/62) describen como baluarte en el campo psicoanalítico, concepto esencia mente técnico, coincide notoriamente con lo que aquf decimos del fetiche.

sobre la función continente de la iel. Las partes de la personalia a comienzo del desarrollo se sienten como carentes de unidad, de coherencia; por tanto, deben mantenerse unidas por algo que las recubra y adhiera, y que es vivencia do como la piel funcionando como un límite (del selí) . Esta función continente de la piel (en el sentido mental, por cierto) depende inidalmente de la introyección de un ob 'ete externo el echo madre ue se VIvenCIa como capaz de esa unción. Al uedar así .delimitado un espacIo entro e se (desde go dentro del objeto) a comIenzo de la vida se hacen osibles los recesos de s litting ~ 1 ea izacron propios de la posici6n esquízo-paranoide del primer trimestre del primer año. (Es evidente que los conceptos mismos 'de proyección e introyecci6n se sustentan, lógicamente, en un concepto de espacio.) No cabe duda, al releer el trabajo pionero de la señora Bick, tle ella piensa que está describiendo (y descubriendo) una nueva eta a e esarrolIo, algo prevía a la posición es~uizo-paranoide de Me ame cm, con o que se acercarla a sÍempre vivo problema de la identificación primaria de Freud y otros autores." Meltzer, sin embargo, conversando recientemente con uno de nosot~ijo que, en el estado actual de las investigaciones, todo lo tle se puede deci~ con seguridad es ue se a descubierto a go nueVOí' pero no necesanamente una etapa del desarrollo. La reflexión original de la señora Bick partía dU1 observaci6n de crisis de ansiedad catastr6fica en niños cuyas madres__Eo parecían capaces de contenerlos adecuadamente. S~rodt1cían estados de desmoronamiento, de estupor, al interrumpirse el contacto, al rehrarles el pezono la tetina de la boca, por ejemplo. Algo añalogo observaba en adultos que entraban de pronto en una completa paralización y permaneclan confusos y sin poder hacer n8i1_tl.!..J;] __rna~~~l.!l!.~estos pacientes la llevaba una y otra ve:z_a reJa_cio_nar _,~sos estados con la pie!, y a observar, concomitantemente, oe Jos rocesos de introyecci6n y hasta la iáeñtificaci6n proyecnva se mostra an senamen e lmpe lOS, ru imentanos. En e1 libro sobre el autismo recién publicado (1975), lVreltzer y sus colaboradores (Iohn Bremmer, Shirley Hoxter, Doreen WeddelI e Isca Wittenberg) estudian a fondo la identificación adhesiva 40 Compárese con la hipótesis de José Bleger glishrocárica.

(1967) sobre

la posición

de Esther Bick, porque la observan operando continuamente en los lllnos autIstas. Hasta el trabajo de 1968, la escuela kleiniana aceptaba dos tipos de identificación, proycctiva e introycctiva, y las adscribía con seguridad a las dos fases (csquizo-parnnoidc y depresiva) de Melanie Klen. La identificación adhesiva viene a mostrar, ahora, que las cosas pueden ser más complejas. La identificación int.r_Q.Yk.ctiva.corolario del proceso de duelo que estudiaron Freud (1917) y Abraham (1924), ocupa un lugar único, singular; ya sabemos la importancia que tiene, según Melanie Klcin, para el crecimiento mental, para la humanización del hombre: insight, responsabilidad, reparación, gratitud ... Los dos restantes tipos' de identificación se asemejan entre sí por su Índole narcisista, por la superposición de sujeto y objeto, ~o también presentan rasgos' muy dispares. Kfcltzer el al. (1975) dascriben _est¡l:?___slifer~_n_c;:i~s __~~ del e~pa~i~!. de la dimensiona-

Ji

ad.

_-

Dejando de lado el mundo u n idim<:nsion al de estímulo v respuesta -(qUe'podría ¿oirlCl(Jlf-éü--;';-¡; cnrnctc rización Ircudiana de fuente y objeto de la pulsión en los procesos autocróticos) , nos encontramos con un mundo bidimeT1sional._~Q_eLquc_.iI,Jnciona lií1
diiiliil

---.---

En el mundo bidimensional
o

Por un camino muy distinto. postulando In existencia de un psiquismo fetal, Amoldo Rascovsky (1960) Ilegó a conclusiones notnblcm ••nte coincidentes. ya que definió la vida mentol del feto como bidimensional. <2 Vale la pena señalar la coincidencia con la investigación de laca n (1949) sobre el estadio del esp:i.0' n

El desmantelamiento como~ mecanismo implica la formación de un objeto desmantelado, unisensorial, diferente al ob;eto parcial de Abraham y Melanie Klein. Si bien el objeto desmantelado no es denigrado (por ataques anales. como el objeto parcial) . es en cam· u Elements 01 psycho-analysis (963). cap. 3. •• Learning lrom experience (1962). pássim. (S Con fuertes remIniscencias de la etARa pre-ambivalente de Abraham . •e Sexual states 01 mind (1973). cap. xv: "The or11lln. of the fetlshlstlc plaything of sexual perversions",

protección frente s...,..,r:-¡c-o-s--;d;-"c--'-la-s--a-r.L.te-s-"-m-a-r-as-r-T-~--------

a los ataques

Con estas reflexiones, Meltzer se aproxima a la idea original deFreud, en cuanto considera que la formación del fetiche depende de un proceso de escisión del o -ha ta de _~~ este proceso e a disociaci_6n que Melanie Klein d_~~c.t:iP..iríamás t~ Si bien típico del fetichismo, el o~eto dcsm_antclado es igualmente caracterÍstico de todas las perversiones sexuales. De esta forma, Meltzer intenta abrir un nuevo c;m o de investigaci6n, al mirar as perversIOnes scxua es a partir de la idcnIITicación adhesiva (y no soto de la proyectiva)-:-EST6gico conternPlar esta apertura con optimismo, aunque todavía es muy pronto para predecir su desarrollo C{l el futuro.

3 Sadismo y masoquismo Así corno la homosexualidad es el paradigma de las perversiones con respecto al objeto, en el sadismo y el musoquismo lo que se pervierte es el fin sexual. El placer sexual se deriva del dolor, provocado activamente por el sádico o sufrido pasivamente por el masoquista. El sadismo y el masoquismo tienen peculiaridades clínicas que autorizan a estudiarlos separadamente, pero es también legítimo considerarlos en conjll_lJlQ_._.no__s_olo_l~Q[c.llIC forman una uoid.Ú.([éouce tual sino porque, de hecho. tienden a .cristaliz!!Len una parei¡¡, la pareja sa o-masogtllsta, ande los ~c1es pueden ser fijos o carnbiantes. -----¡:Os casos más raves son, or 10 cneral. los que se dan ais· ladamente: el sádico buscará entonces tina víctima y no un campanero sexual) para satisfacer su impulso. mientras que el masoquista recurrirá a una prostituta para oue lo haga sufrir. por ejemplo. por medio de la Ilagelnción." Las formas zravcs, como se comprende. pueden derivar en severas injurias físicas. con los problemas médico-legales consiguientes. y culminar con la muerte de In H En el escalofrtante ClltO descrIto Dar Mlchel de M'uzan (1972). le trat. ( de una pnreja de masoqulstas que Interactúan con un stfd!ca y llevan una vida matrimonial por lo demás ann6nlca.

víctima y hasta la profanación del cadáver, como formas de tránsito a la necrofilia. El término algolagnia, usado por algunos autores a partir de Eulenburg (citado por Rrafft-Ebing [1906J). comprende en una sola denominación a las dos perversiones, que se clasifican entonces en algolagma ac1lva (sadIsmo) asiva (masoquismo); pero la nomenc atura que ina mente se ha impuesto es a que da título a esta sección, derivada del nombre propio de dos literatos, el Marqués de Sade, que expuso claramente en sus obras el vínculo entre la crueldad y el placer sexual, y el pacta Sacher-Masoch, que cantó en sus obras la perversión que lleva ahora su nombre." fuera de los casos extremos, encontrados más en hombres que en mujeres, el sadismo y el masoquismo apárecen, en general, con tonalidad~s más moderadas, donde los juegos prehmlíTIlres del coito asumen un carácter sLlmamente violento o cruel, a veces teatralizados en castigos o agravios, indispensables para ·la consecuclón del acto sexual la desear a or iíSi1Ca. De a Ul se pasa, sm so uClón de continuidad, ~ª--Ql"ganizaci6n d~_yjda amorosa llena de frustraciones y hostilidad, donde la índole perversa de la relación se encubre en conductas egosintónicas, eñ qtiCTOS cónyuges riñen y se agravian ere pnlabra o de hecho para. después reconciliarse en un acto sexual apasionado y, al menos para 'tIlos, plÜceñtero. En estos casos, por cierto frecuentes, se borran Jos límites entre perversión sado-rnasoquista y conflicto matrimonial. Dado que el trastorno es sintónico, la pareja cQ!!S.ll1ta por sus reyertas y desavenencias y no por su perversión. La alternativa de sumisión (masoguista) o rebelión _~Mls:~) frente al cónyuge se vincula a confj_Lctos_ temP!-ªJl.Q.§_ enJ~s_ gge predomina-n la angustIa persect¡to¡:r.;- la identificación roycctiva de--p~cfCi sujeto en el objeto (el cónyuge), como señala Liberman 1 6) :¡r Como las otras aberraciones sexuales, el sadismo y el masoquismo no son por completo ajenos a la· vida sexual normal: la agre:::ividaó es, d_ehecho, un ingrediente del sexo, iI1!Plícito-cn .e El término "masoquismo" )0 introdujo KrarCt-Ebioi', ql!i!!o afirma, por otra parte, que el artista Sacher-Masoch padeció esta perversión. <9 Para este tipo de v{nculo de extrema dcpenl1Chcla puede uhlizarse con provecho el concepto de simbiosis de losé Bleger (1967), que se refiere a las partes más inmaduras de la personalidad, la parte psic6tica, donde no hay discriminaci6n entre yo y no-yo (cap. 4, p. 82).

el rito de la conquista y la entrega; pero la perversión sado-maSOq"üISt;lno solo exige una aumento cuantitativo de estos impulsos, sino gue la vida sexual se subordine por entero a ellos y, además, que se agregue a la a resividad normal del cortc'o un elemento nuevo y cua ifativamente distinto, la crueldad. Krafft-Ebin considera ue el im ulso radicalmente patológico en el sQdjS.!.TlO Y el masoquismo es el deseo ommar y umillar al otro sexo, de esclaVizarlo; y ve en este impulso, en esta ~ervldumbre sexual (sexuaL bondage, como él la llama) , la clave de e~ersiones. El tránsito entre la dependencia nOññíim cOi1yiíge, la servidumbre sexual y la perversión completa es aquí nuevamente, como en otros terrItorios, impreCIso. En su artículo "Pegan a un niño" (l~18), Freud estudia las fantasías de flagelación como un modelo de la perversión sadomasoquista y demuestra que fales fantasías sufren una complep evolUCión porque sirven para reprimir el amor ¡¿>orel padre del otro sexo y los celos y la rl'l'alidad por el del mismo sexo y los hermanos. En la primera fase, el padre aparece pegando a otro niño, de donde el sujeto obtiene una satisfacción sádica; en la siguiente, el sujeto ocupa el lugar del·niño castigado por el padre, con 10 que el placer asume un carácter masoquista; en la tercera, como producto de la represión, ni el padre ni el sujeto aparecen ya en la fantasía manifiesta. La primera fase expresa fundamentalmente los cejos del sujeto frente a los hermanos: "El padre no quiere a ese otro niño, solo me quiere a mí" -puesto que le pega-; pero este triunfo sobre el rival encuentra de inmediato su merecido castigo, y en la otra fase es elsujeto mismo quien recibe la paliza. De esta forma, el sentimiento de culpa transforma el sadismo en masoquismo. Al mismo tiempo, el neto de la flagelación asume un carácter sexual. equivalente a copular con el padre, La conjunción del sentimiento de culpa y el erotismo (anal-pasivo), dice Frcud, es la esencia del masoquismo. Ya vimos en la parte general que, precisamente en este punto. Freud comprende que la neurosis no es simplemente el negativo de la perversión, puesto que mediante este arbitrio queda reprimido el complejo de Edipo. De hecho. en la tercera fase de la fantasía el primitivo anhelo de poseer a la madre ha sido por completo modificado y reprimido: se ha transformado. en primer lugar. en el deseo pasivo de copular con el padre (invirtiendo el complejo de Edipo).

la actividad sado-masoquisra quena a su vez reprimida, en tanto el sujeto aparece solo como espectador (y no como protagonista) del castigo, mientras el padre queda sustituido por otra figura de autoridad, como por ejemplo un maestro. La fantasía de la tercera fase es análoga a la de la primera, pero la satisfacción del sujeto es de naturaleza masoquista (y no sádica como antes) , porque arraiga en una identificación con el niño que sufre el castigo." De esta manera, los celos y el sadismo del comienzo quedan superados y convertidos en masoquismo. La tesis fundamental de Freud en 1919 es, ues, que el masoquismo nace e sa lsmo vue to contra la propia persona, ajo la mtlucncÍa det sentImiento de culpa. La nueva teoría de las pulsienes, que introduce en "Más allá del principio del placer" (1920), sin embargo, pronto Irabrfa de modificarla invirtiendo causa y efccto. En "D problema econ6mico del masoquismo" (1924), Freud parte ya, en su argumentacIón': de la teoría de las dos pulsiones. La pulsi6n de muerte tiende a retrotraer la materia viva a la estabilidad propia de lo inerte, y contra esta tendencia lucha ]a pulsi6n de vida (eros, la libido) orientando ]a pulsi6n de l!luerte hacia el extenor, principalmente graclUs al SIstema muscular. Así se consutuye el sadismo, que ya no es pnmlbvo, porque d¡;¡va de.fii" pui51ón de muerte moddlcada por obfIíOCla lIbido. -Utraparte de la püIslOn de :nuerte 1\0 se vuelca haCIa el exterior. persiste en el organismo, fijada Ji I mosamente, :eara constituir el masoquismo p!TiñTifVo er6geno. A éste debe adscribirse, pues, básicamente, la perversión maso uista, que puede, sin embar<:'o reforzarse por una nueva vuelta hacia a entro e sa lsmo que, reintroyectado, forma el masoquIsmo secundarIO. El maso UIsmo er6geno rimitivo o secundario) asume frecuentemente una mo a 1 ad especial, en cuanto os deseos masoquistas de ser maltratado, golpeado, flagelado y humillado colocan al sujeto en una situación ue remeda la de la mu·cr e i .fantas as e ser castra o, soportar el coito o parir: e_sel masQ.{[J!]§mo fcmeninQ_ de Freud, similar a la servidumbre sexual de KrafftEbing. ~ masoquismo moral de Freud, por último, aparentemente y

,,~ No puede excluirse, desde JUCJ1o. uno identificaci6n con el que /Véase al respecto el excelente análisis de Money-Kyrle [1971].)

pega,

más alejado de la sexualidad, se configura como un impulso a sufrir y a dañarse, que arraiga en sentimiento inconsciente de culpa y conlleva la necesidad de castigo. Dado que el complejo de Edipo es la fuente de este sentimiento de culpa, Frcud concluye que en el masoquismo moral vuelve a realizarse la fantasía de ser castigado y pose! o por e pa re, e ¡j-

eJ

soquismo mora

1

pues, recrea la fantasía

masoquista

del complejo

de Edipo y vale tanto como una resexualización de la moral, resulta de un superyó sádico y un yo masoquista.

que

Si bien no está cerrado todavía el debate entre quienes consideran que el sadismo es primitivo el masoquismo secunda y guienes piensan lo contrario/a basta decir aquí que la observación clínica muestra regularmente que e¡--saaísñlb-ID1ffilí~e acompana slcmpré-(íe un masog_uismo inconsclcn te, y al re,{és. La evolución del tratamiento psicoanalítico revela muchas veces estos cambios, lo mismo que la simple observación de parejas donde los dos papeles, sádico y masoquista, se cambian o se entremezclan.

y

4 Otras

pcrvcrsioncs

no-

s-

El resto de las perversiones solo merece una mención sumaria, ya que son poco frecuentes y muchas de ellas, carentes de individualidad, no llegan a constituir cuadros clínicos autóctonos.

a) Exhibicionismo

y "voyeurismo"

Dentro ele las pulsicnes parciales de la sexualidad infantil hay dos muy importantes vinculadas a la curiosidad scxu~_Li'__!llE~~~dc ver o mostrar los. genitales. Cuando crecen desmesuradamente y llegan u cOllStitllir~~~cl marcapaso de la scxualidnd , se configura Angel Gnrrnn, por ejemplo. nbrazn decididnmentc In ide~.Lm..nsoquismo primllTlO y dcnvn
~1

un par de perversiones con respecto al fin, el exhibicionismo y la escoptojilia ("voyeurismo") _De ambas, solo el exhibicionismo tiene individualidad clínica; apen_~~_py~dehablarse d~)'eurism~ mo entidad nosol6gica. El exhibicionismo fue introducido como perversi6n por el psiquiatra francés Laségue (citado or Friedman) , en 1877 _ Se lo encuentra solamente en hombres, que gozan mostran o sus genitales a mujeres o niñas en lugares públicos o, menos frecuentemente, desde la ventana de su propia casa. El acto se cumple desprendiéndose los pantalones frente a la víctima, para exhibir los genitales frecuentemente sin erección. Como subraya Hans Christoffcl (1956), la exhibición abarca los genitales en su conjunto y no solamente el pene. Ante la sorpresa y el escándalo de la v[ctima, que -huye despavorida, sobreviene la excitación que culmina en un acto masturba torio. La conducta del exhibicionista frente a su trastorno es por demás variada. Algunos 10 mantienen celosamente oculto y llevan una doble vida, en la que nada hace pensar en su miseria, hasta que caen en manos de la policía o de alguien que los sorprende y los denuncia. Estas personas, es fácil comprenderlo, rara vez consultan al médico espontáneamente, lo que contribuye a que sean pocos Jos casos de exhibicionismo sometidos a psicoterapia. Otras veces, el exhibicionista no se cuida.__dsu)Cultarse, y así resulta que Ya tendencia abarca a la vez el deseo de exhibir los genitales y la conducta misma. En estos casos es frecuente que participe un deseo (masoquista) de ser descubierto, castigado y cscarnecido. Es necesario diferenciar el acto exhibicionista de la perversión propjamrot~ dicna. Actos -exhibicionistas aparecen frecuent~mente en la epilepsia (psíquica), en el daño cerebral y aun (más discutible) en el psicópata. El diagnóstico diferencial se hará según el resto del cuadro clfnico: TaIta de angustIa 'L de culpa en el psicópata, estrechamiento de la conciencia y amnesia en el epiléptico, etcétera. En oIlgofrénicos. (débiles profundos, imbecílicos) , dementes y psic6ticos pueden encontrarse también actos exhibicionistas que son ya claramente sintomáticos, es decir, derivados del cuadro principal. Fue clásico decir que el período de invasi6n (o médico-legal) de la parálisis gener~L se acompaña de actos exhibicionistas que

anclan en la grave alteración del juicio, mientras que en los dementes seniles el diagnóstico se aclara al advertir las fallas mnérnicas y la arbitrariedad de la conducta y el afecto. La explicaci6n psicodinámica de esta perversión debe buscarse en la angustia de castración, que se niega gracias al acto perverso; y es un requisito de la exhibición que la víctima, con su actitud de terror o rechazo, certifique que el sujeto tiene pene. Esto permite al individuo superar por un momento su angustia de castración y excitarse. Al mismo tiempo, la exhibición es un acto mágico que demanda IiirCciprocldad dc la mUjcr, cs decir, que eIla también muestre "Stl~.:_me. Así se denuncia el subyacente impulso escoEtofílico del exhibicionista, que qUIere ver el pene femenino. El acto exhibicionista implica, por fin, la proyección en lavfct1ma de la parte femenina del pervcrso;--asustada y excitada por el pene. La escoptojilia ("voyeurism
un

posibilidad de enfrentar la separación de los cue!p'0s en el acto s~al (anorgasmia y eyaculación retardada). b) Travestismo El travestismo es una perversión menor, casi siempre vinculada con la homosexualidad o el fetIchIsmo, donde el pt1rCex sextral-sc logra vistiendo ropas del otro S~X9. Si el acento está plle.stQ"'W representar el a el del sexo opuesto, la base del travestismo es la homosexualidad; y es e e IC ¡smo, en caro 10, SI el estÍmulo princioal de la perversión soJiJis ropas utilizadas.G3 CuandQ....eI travestista us~en su atuendo so,&as,cuerdas'o cosas simÜ~, el tránsito al sado-masQ{¡uismo es evidente. Magnus.Hirshfield (1919) (citado por Friedrn~n) considera, sin embar o, ue 16s travestistas tienen en eneral una orientación heterosexual, y por eso ro a esta perversión carricter aut6ctono~' separándola de la homosexualidad. Steckel, en cambio, citado por Fenichel (1930), considera que el travestIsmo es la máscara de la homosexualidad. .. . . La explicaci6n psicopatol6gica del travestismo se centra clásica y básicamente en la angustia de castración, según lo expuso Feniche! (1930). El travestista masculino representa obviamente a la mujer fálica, a la hembra que entre sus 'ropas esconde un pene. En el travestismo femenino, la mujer se viste de hombre y cree tener un pene (y se lo hace creer a los demás). clara expresi6n de su envidia fálica. Para explicarlo con mayor detalle, Feniche1 (1930) parte de la posición clínica que ocupa el travestisrno, a mitad de_S:5\mjIlQ entre el fetichismo y la homosexualidad, y ~upóñeqüC'debe presentar los mecanismos de las dos perversiones entre las que cabalga. De acuerdo con los estudios psicoanalíticos, el fetichista (a causa de la angustia de castracl6n) tiene que proveer de un pene a la mujer (el fetiche), mientras que el homosexual (también por la angustia de castración) se identifica con la mujer. la madre que busca al padre o al hijo (él mismo). El travestiste -concluye silogísticamente Feníchel-c- acciona los dos mecanismos a la vez: !J Véase, por ejemplo, el caso de fetichismo del traje de goma presentado por Betty Ioseph ero 1971, que ya cornentéramos.

sigue creyendo en la condición fálica de la mujer y, además, se identifica con esta mu'er con e . W1LPiW.ínu~cía el travestlsmo es la identificación con la mgdre fálic!l, El esposo de una mujer tratada en Europa por uno de nosotros practicó durante largos años una actividad perversa que consistía en vestirse de mujer, con las medias, las bombachas y el camisón de su esposa, como requisito previo al acto sexual. Los juegos preliminares tenían que realizarse con ese atuendo y así lograba excitarse, para consumar finalmente el coito levantando "su" camisón. Vale la pena destacar un rasgo significativo en los rituales perversos de este caso: las ropas femeninas usadas quedaban guardadas en un paquete hasta la próxima vez, lo que marca el punto de contacto con el fetichismo. El primer matrimonio de este hombre había fracasado porque su mujer no aceptó estas prácticas y lo demandó por divorcio acusándolo de homosexual. En su segundo casamiento se encontró también con una mujer que no toleró su desviación, pero que, en lugar de romper el matrimonio, le exigió que se tratara. Intacto por lo demás el resto de su personalidad, el 8'18lista tratante pudo hacer de entrada un buen pronóstico, lo que se confirmó por el curso del tratamiento, En el cuarto año de análisis el paciente abandonó la perversión y comunicó un día al analista que había tirado al incinerador el último atado de ropa de mujer. iuego de lo cual el análisis continuó todavía más de dos años, atendiendo a otros conflictos y rasgos de carácter. Fue dado de alta en buenas condiciones y así siguió en los años siguientes. Los cambios de personalidad del marido alteraron el equilibrio de la pareja, y finalmente llevaron a la mujer al análisis. Del análisis de esta, mujer pudimos inferir algunos hechos interesantes en la dinámica matrimonial e, implícitamente, en 1:1 perversión travestista. La necesidad de usar las ropas de su mujer para excitarse sexualrnente coincidía con una conducta autoritaria y despótica .que definía muy claramente los papeles de macho dominador y hembra sumisa. Al abandonar la perversión y modificar su caracteropatía "machista", el marido se hizo más considerado y democrático. Esto no pudo ser tolerado por la esposa, que no se adapt6 a un trato más tierno e igualitario. Empezó n cambiar su relación con el marido provocándolo inconsciente-

mente con errores, actos fallidos u olvidos que hacían que él se sintiera agraviado y agredido. Así, entonces, fue esta vez el marido quien impuso a la mujer el tratamiento psicoanalítico. El análisis de la esposa reveló un singular "juego de roles" en la pareja, como si cada uno necesitara "vestirse" con la personalidad del otro. Así' como el marido se analizó por imposición de la mujer, ella lo hizo por exigencia del marido, ya que el nuevo equilibrio (neurótico) de la pareja parecía girar alrededor de un rígida distribución de los papeles masculino y femenino que 110 admitía ningún tipo de intercambio o de mezcla. Aunque no hay estudios concretos al respecto, el travestisrno es un campo prometedor para la teoría de la identificación proyectíva que MeIanie K1ein introdujo en 1946 y desarrolló en su ya clásico ensayo de 1957 sobre la identificación .• En este artículo se estudian las múltiples personalidades que va asumiendo Fabián Especel, el personaje de la famosa novela de [ulien Green Si yo juera usted, al meterse rnágicarnente en los otros, impulsado principalmente por la envidia. En el travestista la identificación proyectiva resulta obvia, ya que, literalmente, se ·mete en (las rop'iiS(1e)el objeto. Esta Hnea es, justamente, la que aplicó Betty losc,Eh al estudio de su caso, aunque poniendo más énfasi$ en el traje de goma como fetiche que como indumentaria. En el caso analizado por Feníchel, la perversión aparecía vinculada a una época de intenso!': juegos sexuales con una hermena tres años mayor, que vestía al paciente como si fuera una muñeca. Estos juegos asumían formas muy variadas y culminaban en masturbación recíproca; se extendieron desde los cuatro años hasta la pubertad, época en que la hermana Jos interrumpió. A los 17 años el paciente empezó a masturbarse vestido' con ropas de mujer, y la perversión quedó establecida. Feníchel pudo rastrear las complejas relaciones de objeto de su paciente desde los juegos sexuales con la hermana hasta la relación con la madre y la madrastra. La madrastra le obligaba a usar guantes para que no se masturbara y solfa reducirle manualmente su prolapso rectal luego de la defecación. acto que procuraba al paciente intenso placer." Nora B¡,¡ (1969) recalcó la Importancia de la 1nco~. dres en o u ros pervenos.

S4

de loa

A In luz de conocimientos actuales, podríamos suponer los dinamismos descritos por Mcltzcr (1906), que lInen la masturbación anal con la identificación proyectlva (Y..Jll envidia. agreguemos). Fenichcl señala, por otra parte, que la envidia a la hermana era muy fuerte, de donde podemos inferir el deseo de ocupar su lugar (por identificación proyectiva). Detrás de la identificación con la hermana, sigue Feníchel, aparecía la identificación con la madre, en un intento de re-crear la escena primaria con el padre, para que éste no olvidara a su primera mujer. La idea de que la madre había muerto por su actividad sexual con el padre aparecía ligada al temor a quedar embarazado por el padre. Era evidente, dice Fcnichcl, la envidia inconsciente al embarazo y el parto. ' FEnichel s~Í1al.1, ilsí mismo, que el tra:vcstista siempre presenta f~ertes componcntes narcisistas y que no es raro encontrar cn...!S1QS enfermos la fantasfa de un coito entre su parte femenina y su parte masculi~:_Es taínbié~ir~,=ucnte, la manifiesta conducta heterosexual que impresion6.1 Hirschfield tenga la configuracion una rcr:Ú:í6ñ-cntrc señora_Y~5claya. (Así aparecfn clarnmentceñln pareja recién dcscritn.) Hemos citado in extenso el ilustrativo caso de Fcnichcl porque, a falta de casuística personal, abona la hipótesis de la importancia de la identificaci6n proyectivn y In envidia en esta per-

-~e-FenichClque

ae

versión.

dosrñiiTcrcs:

e) Zoofilia, necrojilia y paidoiilia Debemos estudiar, por fin, un grupo de perversiones con respecto al objeto sexual, en las que el lugar de la pareja 10 ocupa un animal (zoofilia) un cadáver (necrofilia) o un niño (paidofilia) , Son perversiones infrecuentes y poco estudiadas, de más importancia en los tratados de psiquiatría o medicina legal (cuando no en la crónica policial) que en el consultorio. J

La zoofilia, descrita por Krafft-Ebíng, llamada también bestialismo o zooerastia, se ve en algunos individuos psicóticos o frenasténicos, en los que es, entonces, solo un elemento sintomático del cuadro clínico. El comercio sexual con animales puede encontrarse también en púberes. o adolescentes campesinos como una práctica esporádica y eventual. por tanto, no perversa. Es proverbial el pensamiento de que la sífilis llegó al hombre a través del comercio sexual del indígena sudamericano con la llama. El coito con cadáveres, necrojilia, nunca es una___perversi6n autónoma, sino solo un síntoma dentro *de un cuadro psic6tico muy severo, gue se ..acompaña siempre de marcados componentes sádicos.

La paidofilia es también una perversión poco frecuente; o al menos poco frecuente en el consultorio médi~o. El objeto sexual es un niño; y, cuanto más ·oven sea éste, más severa será la perversión y má:; in uyente el ingrediente s le(!. . niño objetOdela injuria puede ser del otro o del mismo sexo, y de ahí que puedan_ distinguirse dos formas, heterosexual hamo se ili pero esta diferencia es más aca émica que práctica, ya que para esta perversión el estímulo es la edad del obj~to y DO el St:1t9 .• Las prácticas paídoffllcas son variadas y puteen consistir ~n coito o simulacro de coito, exhibición o contempla.C!i6n de los genitales, toqueteos, masturbacIón recfproca, lellctio) eunnilingus, etCétera. si el nifio es muy pequeño y el perverso pretende con. sumar el coito, pueaen resultar graves daños períneales y hasta la muerte de la víctima, como uns forma de tr'J!~jt9_JH!~i!L9.tra_~. perversiones (sadismo, necrofiIia).. Cuando esta actividad se encuentra en personas de edad que la ejercitan con sus propios nietos, estamos por 10 general nuevamente en el campo de la perversión sintomática de una demencia senil.

En la paidofilia es notoria la identificación narcisista (en el sentido de Fenichel) del sujeto perverso con el objeto. El paidofílico coloca proyectivamcnte su propia parte infantil en el niñ'ó atacado, mientras a su vez se identifica con un adulto amenaza-dór, siguiendo el modelo de la IdentlÍlcación con el a resor (Ana FfeüCí( 1936J) . n u~ ~as~ estudia o por Benjamín Karprnan (1950) (citado por-}'¡:;edman), la perversión 11 areda vinculada a un temor aTVéTTü' pü61ñi1ó-'-(coñ1OCOro ario de la angustia de castrllción)~

----

III

TRASTOnNOS

NEUnOTICOS

Consideraciones

generales

DE LA SEXUALIDAD

En la tercera parte de este libro trataremos de los 'rastomo_s_nc~ráticos de la sexualidad, también llamados neurosis sexuales. Si bien esta última. denominación es más conocida y usada, tiernos preferido la primera porque, como dijimos en la introducción, todas las neurosis son sexuales en cuanto a su patogenia, ya que siempre existe una nerturbación de la vida sexual. Es éste uno de jos más graneles descubrimientos de Frcud. El síntoma neurótico, no menos que el psicótico, el perverso ti otro cualquiera, expresa siempre ",,:1 tendencia SCXI1;-¡l, a la par que las defensas contra ella. Por detrás ele la aparente unidad que en el plano descriptivo podrían tener los trastornos elel funcionamiento sexual genital, es importante buscar criterios etiopatogénicos que discriminen y delimiten aquellos de carácter específicamente neurótico m.is allá de una categorización meramente clínica o sintomatológ ica. Es posible, aunque muchas veces el síntoma esté ligado estructuralmente a una eatología 'más severa, psÍc6tica o pervc-rsa, agrupar los trastornos neur6t¡co~ E9.!:... tener ~ncg_mún_l!!l~ l1.!.ala .E.erformance sexual, insu~entl2_in_s.~tisf~_S:!c?_t:_ia_Y_P.9r 10 gC:!lqª.Lc;g':~slist6ni~~ Pero haciendo un distingo etiopatogénico se puede calificar un trastorno sexual de 'específicamente neurótico por estar inscrito de determinada manera en el recorrido del deseo en tanto constituido por la rcpr csjón . A diferencia de un instinto considerado como estructura biológica, el "instinto sexual" se caracteriza justamente por no ser homcostático. y apoyarse en un vacío biológico que ningún otro ins-

tinto ofrece; dijo Lacan que es el único instinto que podría satisfacerse con una zapatilla." bl. Ahora bien, este vacío convierte el ejercicio de la sexualidad en un campo privilegiado para la articulación de la demanda en relación con el otro, y hace a la sexualidad particularmente vulnerable a toda la problemática neurótica del sujeto. Desde este punto de vista, en ia medida en que 10 sexual se acerca o se aleja demasiado de la realización (IC). deseo, hallamos la la especI Icamente neurótica de la xualidad. Freud, 1912, muestra con e ari ad la primera variante. La sombra del deseo edípico de la madre cae sobre un objeto determinado; esto está muy cerca del deseo y la imposibilidad sexual es una exigencia estructural de la situación. Habría inhibición por crctización, como describe Frcud, 1926, o una sexualidad sintoll1ñtica, con las características de una formación de compromiso deficiente (trastornos c~rsivos) . Cuando, por el contrario, las situaciones sexuales s~~~¡¡_r.l__ demasiado del deseo, nada se puede articular con respecto a ellas c:or;o-una demanda porque el objeto es excesivamente "distinto". Habrá imposibilidad por inapetencia y, a la vez, una fal'" de COIl1pTOí~--lDTcisístico; aquí el oEjeto no C1íCe nada al sü.k!º-: Las situaciones neuróticas suelen darse en general mucho más ligadas a la excesiva cercanía que a la excesiva distancia. Sin embargo, en la vida conyugal, con posterioridad u la maternidad v a las transformaciones corporales a que ésta da lugar, por ejemplo, pueden aparecer trastornos por la excesiva distancia del deseo, en la medida en que ese cuerpo no es un cuerpo falo, apetecible. En contraste con los trastornos neuróticos, la actividad sexual "normal", vale decir, el ejercicio fácil y placentero de la vida sexual, se daría cuando el sujeto y su objeto se encuentran a una distancia 6ptima en relaci6n con el deseo. Si bien son múltiples y complejos los cuadros que vamos a estudiar, caben en dos grandes clases, la impotencia en el hombre y la frigidez en la mujer. Vale 11', pena destacar también que otros trastornos de la vida sexual de la mujer. como por ejemplo la agalactia, el rechazo de la lactación y ciertas formas de esterilidad no se incluyen nunca entre las neurosis sexuales, a pesar de que alteSe trata del recuerdo persona! de uno de los autores. dictado por Lncan en Saint-Anne, París, en 1954.

'4 bl.

de un serninai io

ran la vida sexual de la mujer; se las estudia siempre como enfermedades psicosomáticas. Lo mismo cabe decir de la infertilidad psicégcna del hombre, tan poco estudiada.

1 Impotencia La impotencia genital en sus diversas formas clínicas configura el trastorno básico de la sexualidad masculina y representa una exigencia asistencial apremiante no solo para el psicoanalista sino también para el psiquiatra, el psicólogo y el médico general. En épocas pasadas podía suponerse que estos trnstornos estaban subordinados a una moral victcr inna, quc pr ohibi» y coartaba la sexualidad, pero la mayor libertad de los tiempos modernos no alteró sustancinlrncntc su frecuencia. La revolución sexual actual, pues, no parece haberlos disminuido apreciablemente. pero ha creado una mayor conciencia de su naturaleza psicógcna y de 1:1 necesidad ele tratamiento. La relcctura ele la obra de Freud nos permite comprender cómo una mayor rolcranci» cultural 110 es rozón suficiente para un cambio en 1:1 estadística y en el trabnjo diario del consultorio. en cuanto la problcm.itica sexual arrniga en problemas internos, cuales son el complejo de Edipo y de cas-

tración. Los trastornos ele la sexualidad a los que nos referimos remiten necesariamente a la problemática del goce sexual yo vital. La Impotencia sexual es generalmente cgLldis.~0l_1.i.~U~~ª-_;~(~.r.~'~~ada ~ U!.J.ljtCJlíL._¿k ..=~rrilllTeTJ_t_(;~·IljJ.Úicl~I!~rll1~~~.~J.r..!.t_l:IlS~ ..~_~() con una completa insatisfacción vital que ~~(lc hasta llevar al sujo cíd{Q. Recuérdese al respecto el clásico t rabajo de Frcud (1901) sobre el olvido de nombres propios en la "rsicopatología de la VIda cotidiana", en el cual se señala~~~_~!ida de la capacidad de goce sexual v la muerte aparecen ínr imamcnrc unidas corno contenidos prima;ios del inconSCIente. El conc~. 9.t.!. af3nisis __cl_~_JQ~.s (1927), distinto del de castración, mris;¡J)arcativo, tiende a nce ntuar csta...!:(lj2!:!lL!.J2.~blem{¡ticn. --. .p----_.-----

a) Formas clínicas Existe una tendencia 8 considerar la impotencia como una enticiflci clínica global, y esto en cierta medida se justifica, si atendemos exclusivamente a razones etiológicas. Sin embargo, nos parece importante destacar, en primer término, la existencia de episodios ocasionales o aun relativamente sostenidos de impotencia que -al igual que muchos otros fenómenos sico atol6 icosno salen necesarlamente e a norma. a ausencia de condiciones adecuadas para una vida sexual satisfactoria, la elección desacertada de pareja, la mala asunción del papel complementario y otras circunstancias pueden vulnerar la capacidad y/o la apetencia sexual, sin que ello justifique sin más el diagnóstico de impotencia. A 10 sumo podríamos hablar aquí de impotencia contingente. Dejando de lado Jos casos recién mencionados, desde el ángulo descriptivo podemos diferenciar las siguientes formas clínicas: 1) impotencia selectiva; 2) impotencia total y permanente; 3) eyaculación precoz; 4) anorgasmia y orgasmos retardados; 5) impotencia orgástica: 6) impotencia, eyaculación precoz y anorgasrnia episódicas, y 7) impotencia de las neurosis actuales. 1)

Impotencia

selectiva

La dificultad de realizar el acto sexual se manifiesta exclusivamente con una parcia particular o con otras susceptibles de ser adscritas 31 mismo género o clase. La capacidad de erección y orgasmo se conserva plenamente, en cambio, con las otras mujeres. En el caso de un médico tratado por uno de nosotros, la vida sexual era plenamente satisfactoria con toda mujer que no fuera su esposa. Con ésta la erección era deficiente y el orgasmo imposible. La investigación psicoanalítica descubre el temor frente a una intcnsa reivindicación masculina en la esposa (envidia fálica) y también la importancia que la esposa tiene para él como el objeto sexual más deseado (inconscientemente), en cuanto ella encarna la mujer fálica por excelencia. (Un mecanismo frecuente en estos casos es el rechazo de la fantasía homosexual de buscar el pene en este tipo fálico de mujer, lo que, por otra parte, deriva frecuentemente de una actitud sádica, con el inconsciente significado de arrebatar ese pene y sentirse viril.)

Si bien esta forma de impotencia es probablemente la más generalizada, su diagnóstico no siempre es fácil; y más difícil aún resulta que el sujeto mismo lo admita. Para esto hay motivos que podríamos considerar, caricaturalmcnte, de selección natural; frente a la situación amorosa que genera la dificultad, el impotente selectivo opta por una campanera que no lo inhiba y refrenda con ella su capacidad sexual, al par que se libera simultáneamente del dolor de una situnción humillnnte y de confrontarse con sus conflictos inconscientes. Merece destacarse que el impotente selectivo se puede presentar, _pnrndójicalllente, con~o h'ir_~rpotente siempre y cuando encuentre los objetos adecundos a su sexualidad neurótica, Esta" adecuación" no es infrecuente cuando la búsqueda del impotente selectivo da con un tipo' de mujer que está plenamente identificada con el objeto buscado. 2)

Impotencia

total

y permanente

A pesar de que esta forma clínicn es relativamente infrecuente. constituye por su intensidad y dr;¡m;¡ti;:rno--~ríl-;- sit~Ii1ción asistencial de extrema gravedad y difícil manejo. Tal como su nombre L~ indica, el impotente total cstri incapncitndo p;¡ra Jogr;¡r la erección ylo penetración vaginal en toJos -1(;~-¡:;¡~~ y circunst;¡nci;¡s. En ulgunos casos la erección puede alcanzarse, pcr~) se picnic antes de penetrar o a poco de hacerlo, generalmente sin culminar en la eyaculación. L;¡ impotencia toral no imE!ic;¡ necesariamente la pérdida de 18 c~id~d_~_gQ_g[S:ilJ quc puccle_...!:l~~f)J~D_c__rS_G_CQn_ja_ar

da

de maniobras

extrpv~nalcs. Conviene distinguir dentro de este grupo la impotencia absoluta y la impotencia crónica, aunque dcscriptivamcntc pueden superponerse. El distingo entre ambas está ligado a la evolución. La impotencia absoluta (o total) se caracteriza por su iniciación precoz: el paciente ha sido siempre impotente, desde los primeros intentos de comenzar la vida sexual. En la impotencia c_!Qnica hay, igual que en In total, una incapacidad absoluta para In rel¿ción sexual. en todo momento y con cualquier objete, pero esta duradera incapacidad, vinculada con ;¡ngusti;¡s de la celad. C('TI situaciones conyugales o trnumáticas. etcétera, se ha instalado en un momento determinado de la vida c!('l sujeto. Si quisiéramos

el modelo de la psiquiatría clásica, diríamos que la irntotal es endógena y la crónica exógena. Es importante agregar a esta diferencia evolutiva una presunción psicopato16gica: la impotencia absoluta se da en personas cercanas a la psicosis, que detrás de la impotencia sexual ocultan una notoria megalomania, gracias a la cual se suponen plenamente P2tentes. El impotente crónico no presenta estas característIcas y su aflicción es generalmente mucho Il!ªyor y genuina. Es aquí, justamente, donde el trastorno .adquiere su máxima tonalidad egodistóníca, Los casos de impotencia llamada eréctil pueden considerarse como los más graves de la forma total, como demuestra un reciente trabajo de T. Gioia (1975) que destaca la relación de la impotencia con los aspectos narcisistas y perversos de la personalidad, En ciertos sujetos con impotencia total Ia erección. puede ser alcanzada, pero no es suficiente o se desvanece en el momento de la introducción; puede suponerse que estos casos tienen menor gravedad y se vinculan con un terror al interior de la vagina. emplear potenica

3)

Eyaculación

precoz

Con este nombre se engloban los trastornos de la sexualidad masculina que implican una emisiÓn serninal_p_S.f.!!l..f!.!1jra,antes o a los pocos instantes de la penetración. Acent~~1]1os el carácter pre~· turo de la emisión -y no del orgasmo-porgue la sensaci6n orgástica suele estar all~.ll!~~~cialmente en la eyaculación precoz anteportas. Esta prematuridad de la emisión es, como bief{lo dice el nombre, el sentido psicopatológico esencial del síntoma. F~ casos~_e_!~y_is!e_'2. un g2:~
4)

Anorgasmia

y orgasmo

retardado

Estos trastornos, sis_~!i_<:~!_i~~~cnte_!l_1_4s _Ín_frc;_cuente.sque la impotencia y la eyaculación precoz, constituyen, sin embargo, formas clínicas aflictivas de la vida sexual. La abolición del placer y de la relajación asociadas con la anorgasmia reducen la actividad sexual del sujeto a un ejercicio mec~ interminable y displaciente no solü- para él sino tam'6iCri para su pareja. En el orgasmo retardado, si bien el sujeto llega al placer, la pareja sufre el retardo de un modo semejante a la del anorgástico. Cabe destacar que, en ciertos casos, el orgasmo retardado se convierte cn una práctica intcncionalt~i.º-I1JÜi.z0_ª!1~ siempre por Ci sü)ctoi_ se ~}or;nnaq;:lrfñs-&c;ritc-;ns de la _1}<:t!_rl2s_Ls_..p~Cñ"Si terreno de la pervcrslon.-· " La nnorgfls~~ el (~Eg~~Q._~~1T_Lin_Q.~_~'9_l_t_I_1l.~~!io o i!!!:olun_!.~· rio n CiñCñd'erñ'nn ífiesto eLscnUsl_QJ~l.cJ1J~\'(). con tralador y tlráni<;:c) q.::_ctiene en estos pncientcs I!l~idl!.2~~~~L, 5)

Impotencia

orgástica

Este trastorno ha sido descrito por \Vilhclm Rcich y estudiado en dos libros famosos, Análisis del caráctcr-(1933)vLa iuncián del orgasmo (1942), textos que marcan también las contribuciones más importantes de este autor al psicoanálisis y su tránsito a la teoda del argón. La impotencia orgástica presenta un carácter paradójico: ni la erección, ni In penetración, ni el orgasmo se encuentran abolidos, pero el clfmo~~_siemErc i!!satl.sJE.<:_t~r_i_~(:f.~~iona 1Q.~ expeetativ_:¡~(lpropiq_s.!:lkto,--~q_r_12_
ne·

conservar tanto la capacidad de erección como de goce orgástico, del mismo modo que el climaterio no tiene por consecuencia anular la vida sexual de la mujer. Esto explica por qué el tratamiento hormonal de. la impotencia esencial fracasa siempre. La impotencia de etiología somática puede decirse que es siempre sintomática (y no esencial): se reduce, por ende, a lesiones del sistema nervioso (vasculares, tumorales, etcétera) y entonces acompaña a otros trastornos neurológicos, por lo general más significativos, o a las lesiones locales del pene, como la ateroesclerosls, que también será generalizada." o •• Enfocaremos los psicodinamismos de la impoten.8!!. sexual mas cullna en la perspectiva de dos situaciones fundamentales: 1) complejos de Edipo y de castraci6n; 2) fijaciones ~Cdefensas pregenitales.

1.

COMPLEJO

DE EDIPO

y DE CASTRACIÓN

Revisando la obra de Freud encontramos' a menudo referencias a In iZEPotencia, ,('ero solo untexto (1912) es un aporte especffi_co ti la comprensión de la impotencia en una de sus formas, la selectiva. Sin embargo, las líneas teóricas que hacen comprensible la pslcodinarnia de las impotencias s= encuentran esbozadas en muchos de sus trabajos (1905, 1908, 1909, 1910, 1912, 1919, 1922, 1923, 1924, 1925. 1926, etcétera). Dei conjunto de estos aportes se pueden extraer los dinamismos básicos en In psícogénesis de la impotencia correspondientes a la etapa fálica, y estructurados en torno del complejo de Edipo y de castración. Estos dinamismos pueden delimitarse en tres puntos nodales: a) el re· chazo de la nulsión incestuosa hacia In madre, cuya persistencia en el inconsciente se generaliza hacia todas iriS mujeres o hacia un género de mujeres equiparadas con ella; b) la predominancia de una relaci6n. edípica pasiva hada el Ea_cire, con una idCñtiIfcacién materna ylo una extrema ambivalencia hacia él; e) los terrores inconscientes de castraci6n. (Conviene recordar que los conflictos con la madre y el padre pueden aparecer desplazados hacia los hermanos.) ss bl. Un ejemplo sería la enfermedad de La Pe roni in w:.aci6n_p.láúlca-de lo! cue~s cavernosos que acompaña regu arrnentc al carcinoide y se vincula tam In Ji las colagenopatras) que puede provocar dificultades en In erecci6n o al menos erecciones viciosas.

a)

Rechazo

de la pulsión

incestuosa

hacia

la madre

En su clásico artículo "Sobre una dcgradución general de la vida erótica" (1912), Freud nos ofrece una comprensión de In etiología de la impotencia vinculándola con los residuos de la relación edípica del hijo con la madre. . La prohibición dc la madre como objeto de satisfacción erótica directa empuja necesariamente a una escisión de los objetos y a una disociación entre las corrientes tiernas y sensuales (coexistentes en la sexualidad normal), de tal forma que quedan orientadas hacia objetos polarmente opuestos. El mundo de los mujeres queda así dividido en dos clases: el de las mujeres sexualmente accesibles, pero desvalorizadas y concebidas como antitéticas de la madre valorada, y el dc Ias mujeres idenlizadas, sexualmente intocables y que solamente pueden ser objeto de in corriente erótica tierna En buena porte ele lo litcratur a frcudiana In patología de la potencia sexual r.c organizn casi siempre alrededor de esta dicotomía, que si hicn se presenta como norma! en la adolescencia. habitualmente es rcsuel ta o favor de unr- síntesis armoniosa al Final ele esa pocn. é

En cualquier C:lSO, b escisión sc debe al horror al incesto por sus consecuencias cnstr atorins y culpógcnas, entendiendo la castración Casi como ingenuamente anatómica. Ahora bien, desde el Ángulo de In conccptualiznción ele Lacnn (1938 Y 1976) sobre el primer tiempo del Edipo, d problcm7 no sería tan clnrnmentc abordable de esa manera. o al menos no únicamente. La difercncía entre In "mujer mnclre" y In "ml!jer no madrc" sc _darfa ~E_ún esto en té r mTrlOS--del temor n In c~rn por parlc de la "ml!.i~_r rlliíCirC". y el retorno nI CC~Q. El_ inccsto~QD~L.mndrc__cQIDl'..Q!:!.r. r1eCCSnnamentc la muerte para el suj~to __e_I1_J!I_ ~dtda __en__Cl~e disuelve en el deseo, fálico, de ella.

--La

ext~

reSi.lTtnntc pntolóRica de estas estructuraciones es una impotencia selectiva frente a toda mujer sobre la cual caiga la sombra de la madre, empezando muchas veces por la esposa. Esta impotencia se acentúa después del nrimcr parto, con un correlato racionnlizndor referido a lAS modificaciones corporales de la pr imfpara , que aparece menos excitante. El comnlerucnto dc esta situación de imnotcncia selectiva pue-

La identificación con ~1 lu sr del adre resulta así uno de los soe toda actividad .sexual, ero también, a la vez, uno e sus untos . En la medida en que implica una ~ lativa exigencia de des rsonalizaci6n para el actor masculino, imp ica a emás un aceptaci6n de esa imagen identificatoria que no haga correr un excesivo riesgo de imputación de homosexualidad. Cuando esta despersonalización es excesiva el ríes o de imputaCI n mosexualidad se concreta inconscientemente gafa jeto, ocupar el lugar del padre se hace absolutamente lmposí61e, dando lugar a una impotencia cuyo fondo ha de ser el déficit de idenhÍlcaclOnes masculínas. Ocurriría como si el sujeto debiera mantenerse, en lo que a sexualidad se refiere, en una especie de no man's /and, que 10 aleja tanto de un sometimiento al padre como de una idcntifÍGación con la madre. La impotencia seria aq_ut una' expresiOn t-:-ansacclonal y frustrada de ·lL.ilbas pólÚidades. --La referencia a un episodio de impotencia que Freud (1909) consigna en la historia original de "el hombre de las ratas" (S.E., tomo 10, p. 317) aparece vinculada a la fantasía específica de orinar en el cuerpo de la mujer para fecundarla. Dejando de lado los elementos pregenitales, que son aquí conspicuos, este ejemplo ilustra un tipo de impotencia distinto del que Freud describe en "Sobre una degradación general de la vida erótica". Se trata de la importancia del padre en la etiología de la impotencia, sea como el destinatario de los deseos pasivos o bien como el agente de la temida castración. '

ersú-

las

c) Terror inconsciente de castración En estos párrafos abordaremos uno de los aspectos más destacados por Freud de la sexualidad humana, el impacto de las diferencias anatómicas de los sexos en la mente del individuo (1925). En su artículo sobre "La organización genital infantil" (1923), Freud destaca que durante la fase fálica, contemporánea del complejo de Edipo, se toma en cuenta un solo árgano genital: el masculino. La primada, por ende, no es de los genitales, sino del falo. En este contexto, Mack-Brunswick dirá después (1940) que la polaridad básica no Se! produce ya entre activo y pasivo -predominante en los primeros estadios del desarrollo-e- ni entre masculino y femenino --como en la pubertad-. sino entre fálico y castrado. La inexis-

tencia del pene en la mujer no se registra como una especificidad sexual, sino como una peligrosa mutilación que podría llegar a ser sufrida por el propio sujeto, dentro de la configuración de sus relaciones edípicas." Como lo señala Ferenczi (1908): ••Adcmns de las fantasías incestuosas ... , el miedo a la castracIón es l_ª-5~_1J&JDª~_fr_t;Ií1l_~nte de _la impotenCia psíquic~; más frecuentemente, la causa son ambos (temor a la casfracíon a causa de los deseos incestuosos ", (La bastardil a es nuestra.) Una breve nota clfnica de Glover (1929) ilustra dramáticamente la génesis de una impotencia total a partir del trauma de una circuncisión tardía, que el paciente vivió y reprimió como una auténtica experiencia de castración. Freud (1927, 1940) otorga a la rcnegación de la perce ci6n d_~_genitiír-feme[i1i'iTIctJmo castrado Ui1 valor qU\; trnsciene el problema del TCtichismó-:-EStos artículos remiten, en efecto, a un problema mucho mas amplio en lo referente a la vida sexual y al pensamiento humano. Podrínmos decir que el rechazo de la percepción de In castrnción como probabilidad c16ñc~ja Tr1i~onioltñíCi1TE- a una neecsl(Eaá~ar el conoc.!.E!11cnto_LJ~1 P.Q_S}bdH~.0dde goznr. Bion 09b3n13 señalado que el com~j_~lc_.Xslipo opera corno una pre~oncepción que permite comprender J:1S relaciones familiares y Cí1 general humanas, punto de vista que coincide en cierto modo con 10 que afirma Lacnn (19.38) en el Seminario sobre la familia. El que no reconoce ni acepta la diferencia sexual está necesariamente privado del goce sexual, en la medida en que debe ignornr sus verdaderas exigencias y se ve conducido a una posici6n omnipotente de negación de las diferencias que ordenan los sexos, las relaciones sexuales y humanas. Pero además de esta problemática quizás excesivamente ariatomicista, se puede rcenfocar el complejo de castración como la inclusión del sujeto en un pacto simb6lico que le brinda una doble posibilidad: escapar a la captura materna y. por ende, disminuir en cierta forma su ansiedad, e inaugurar para él el campo de una elección sexual posible. En este sentido, y pnradojalrnente, poder acce-

a

dC-SProp¡acñS!rn-

~ Ya 1I0:! referlmos ciencia (y renegnción) sobre- homosexunllrlad

A

este problema de lA vng inn Iernenlna.

111

en

hnblar de fet!ch{~mo. Sobre Il'I conIn nifin y el niño, véase el captrulo

der a la potencia sexual implica aceptar la castración, es decir, reconocer este pacto simbólico que pone un límite al deseo materno de ser el falo. Como dice Lacan! ..~l que no acepta la casttªciólLQlltiY.aJ_ln deseo aberrante ue es el de ser el falo o ende no puede ar o ni recibirlo; es decir, ser hombre Q mujer (" Las formaciones del inconsciente" (1958], Écrits, pássim). 2.

FI J ACIONES

y DEFENSAS

PREGEN ITALES

Una acabada comprensión de las impotencias exige estudiarlas a la luz de las etapas pregenitales y de las formaciones patológicas que derivan de fijaciones y defensas frente a impulsos, fantasías y experiencias tempranas. Los aportes que se refier~n a factores pregenitales en la impotencia masculina provienen de diversas fuentes, incluyendo indirectamente a Freud (1917), en sus reflexiones sobre los antecedentes prcgenitales de la castración. El clásico trabajo de Abraham ;:;obre eyaculaci6n precoz (1917) no hace referencias ¡;specifica~ en este sentido; pero a In luz de los desarrollos actuales, su énfasis en el vnlor causal del narcisirno, cuyo paradigma es "quednrse en sí mismo", sus referencias a la importañCíaC1e1as fantasías de ensuciar y a la \'310n:ci6n de 19.s secreciones corporales remlten a cm:acterísticas p~. genitales dr:; la fantasía y la pulsi6n. . -~Én el enfoque de Bergler (! 947), citado en su Neurosis básica, la impotencia, la eyaculación precoz y, en general, los trastornos de la sexualidad provienen de fijaciones oraJc:s, de angustias es- .. pecífic~~~~ la fase oral y de las estructuras defensivas en que éstas culminan. En la Argentina cabe destacar flor lo menos dos trabajos sobre impotencia que, inspirados en la Escuela Inglesa, siguen lineamientos teóricos concordantes en el énfasis en los factores pregenitales.

En el caso estudiado por Racker (1948), la impotencia del paciente se origina en deseos ávidos que genenm una intensa frustración oral Y. consecuentemente, una agresi6n contra ~~.cho fflJstrador. La identificación proyectiva de estos impuls2s coloca al sU_ieto en una posición angustinntc ~~o_~~~., cn__<:~

trente

cual corr~sro de ser pasivnmentc vaciado, absorbido, muerto. ----..rerencio Groia (1915), por su parte, señala la predominancia de una organización y dcfcns~_s orales y :llliJ_l¡¿s_c!f_itldí.Ü..: .....I.:.oJll!l?_iS'· nal, sustcIlta~T~ __ cn al1g__~tias psic6ticas _~nf¡_I_I_l!~I~_§_~-n~_lls_O patológíCouela !dentificacióll....QtQJCcfua. Gioia describe un desarrollo particular de b parte psic6tiéa de la personalidad de especial rclcvancia, a su JUICIO, en la impotencia, sobre todo en su forma crónica y severa." bl~ En la obra de Mclanie Klcin y de algunos de sus continuadores se encuentran referencias que, aunque dispersas, ofrecen una visión coherente de las condiciones prcgcnitalcs de estos trastornos de la sexualidad masculina. Resumiremos lo esencial de este enfoque.

Bajo 103 efectos de la relación objeta! temprana Jurante la posición csquizo-p.nanoidc, la irnago materna se encuentra rcducida, el] la f antasín del sujeto, él la calidad de objetes parciales car gados de peligro por la identificación proyccriva de fantasías sadcmasoquistas y de aspectos malos del propio sclf. que pns:m (\ residir en el interior del pecho y del cuerpo de la madre. La Lmtn:;f;¡ inconsciente del niño con respecto al cu_<:.t:.P.9.. ....f~menino :::="[i-Cii-~óT()~~aJO-C-¿¡1-¿rClICr¡)(_)--r;1[ítcrñé, -l~r¡miti \'-;_ es h de-ui1-;í¡liL;¡to-lrc¡jo"'lT'~--C-)[lIc tos pa rc¡;¡ les ilmCr~,zan tes. c::m:acio~,-:;;-',rfi;:-;-:-:-::-:-,-.:;;::-í--:--D-::::)-."-l~C-(::--17J-:-l--( 1"--í:.-Ir.~..'lrl·t-:.¡--;;l~;;-S --;'-~-.rl" 'U" -~,,-,~;<;t" ,- ,I;j-

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56 b\. El trnbajo tlr: Gioia, y en Rcncra( los que p lnnte an J:¡ irnport anciu de las portes psicótico. ele In personalidad, abren un terreno de difícil definición diagnóstica. La pregunta básica es si no existida diferencia entre una irnpotcncia psicóticn (o irnpotencin en un psicót ico) y un trastorno neurótico de la sexualidad que se manifiesta como impotencia. P_cnsnrno5 que si existen dlferencins estructurnlcs entre trastornos neuróticos y psiÚ)t,cos. la ¡~g .. teñciñCñ un pSlcótí¿oy- en un neuró!lco OCt~~~i\ínmodo podri~t.: un cstntuto Si"S_~~r;_C:¡Hl!~ ....e_qllip~lrnble.

.~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~.ene. n pacientes de este tipo se observa una actitud en la cual prevalecen un narcisismo y una omnipotencia intensos que hacen inaceptable a la mujer y llevan a desvalorizarla. La sexualidad e~tá reducida a una finalidad privadora, cargada de oralidad, en la cual lo esencial es la retención de los contenidos del cuer o ( los frmos corpora es y e p aaer. E comp emento e esta actitud privadora =-desde ya ignora a por el sujeto-- es la existencia de una ecuación simbólica que equipara semen con leche y materias fecaes, y pene con pecfW. En esta posición, el sujeto tiene una doble razón para mantener su impotencia: retener todo lo valioso como propio y como fuente de autoidealizaci6'U'Yvitar t(2_~_ª--f!nisi6~, al dañar al objeto, desencadena su retaliación. Terminaremos este resumen de los aportes de la Escuela Kleini ana a la patología pregenital de la impotencia con una referencia a la ligaz6n adictiva con la pareja combinada interna. En la medida en que el individuo está fijado (adictivamente) a la pareja interna no puede desplazar su interés a la pareja externa. De esta situaci6n resultan tanto una im osihilidad de des Iaza~tido erótico a a compaf'íera sexual como una visión de la sexualidad profuncfameriTe"" ddica y peligrosa, qu.e cristaliza en la impotencia. La identificación proyectiva normal, como señala Bion (1963), es un soporte de las relaciones de objeto con el mundo externo. En la medida en que la adherencia adictiva a los objetos internos selnterfiere en la identificación proyectiva nonnal, el rep1ieg~e narcisista del sujeto impide que se establezcan vínculos objeta les externos, porque sin una cierta cuota de identifkación proyectiva no existe una posibilidad vincular que cargue el mundo externo libidinosamente. En una representación típica del problema podríamos decir que no existe exoes acio y que las relaciones vinculares se dan en el endoespacio, mientras que e mun o externo es utilizadO únicamente para la evacuación, dominada por la analidad.n Desde el ángulo de la Escuela Francesa, la problemática que abordamos en los párrafos anteriores podría ser enfocada en funci6n 11

Véaee Resnlk, ob. cit.

de la posición del sujeto impotente en relació,~ n el ut:sco materno y el primer tiCmpo del Edipo (Lncan, Formaciones consciente, p. 86 Y siguientes). En este primer tiempo, adscrito al estadio del espe~~e~dre n arece todavía como el ob 'eto d.e_jLLIü'alidru:i._p.rimQr~ijLlI l raterna) y no como aque 9..~~,~!1ci~_j,l\Je'y __ejmpollLeLc;Qr_t~ con el cuerpo de la madre. t Con esta perspectiva, la impotencia puede comprenderse como una protección frente a la posible captura por el deseo materno, en virtud del cual el sujeto corre el peligro de disoluci6n en un cuerpo que lo reduce a ser su complemento (fálico). La impotencia serfa el tcrror de la falta del Otro, como lo muestra Lacan en su Seminario de la relacián de objeto. Si [uanito hubiera llegado a ser impotente, ahí habría de buscarse la raíz de su trastorno. , Pensamos que los factores pregenita!es de la impotencia se presentan prácticamente en todos los casos que concurren al análisis. Vale decir que constituyen una condición necesaria de la alteración. Sin embargo, el hecho de encontrar estas mismas estructuraciones en las perversiones, e incluso en las neurosis, indica que no se trata de una motivación específica. Podemos suponer que los vínculos motlvaclonales se estructuran según In forma en que los factores pregenitales comprometen la solución adecuada del cornpiejo de Edipo (tardío) y del complejo de castraci6n. Las diversas evoluciones de estos factores dan especificidad a esta patología y hacen insoslayable su análisis. Por otra parte, los factores pregenitales y los mecanismos psic6ticos tempranos cobran mayor importancia cuanto más intenso y crónico es el trastorno.

2

Frigidez Bajo el nombre de frigidez, se agrupan todos los trastornos que afectan directa o indirectamente el goce sexual de la mujer. sea en forma permanente' o transitoria. Aunque asumen diversas formas clínicas. estos trastornos poseen una raíz común. Forman un continuo en el que incluso se

pueden comprobar manifestaciones paradójicas, pero que a la luz de su sentido psicológico revelan unidad. La situación de la mujer con trastornos en la vida sexual ha sido profundamente influida por los cambios culturales de las últimas décadas. Hasta bien entrado nuestro siglo las consultas por frigidez eran infrecuentes. El cambio de actitudes y normas ha revertido esta situación drásticamente: la mayoría de las mujeres (al menos de clase media) aspira a una realización sexual placentera y no solamente a la maternidad y a una vida conyugal tranquila y deserotizada. Ll!..frigid~a ~ºnyertido sn.un motivo de_c.o_I1S1!lta por de.recho propio ...y quien la 'padece tiende a no aceptarla como una fatalidad; por el contrario, la vive en general como un estigma y reconoce su carácter psicógeno, ya sea como propio o imputándolo a In pareja.

oj Formas clínicas Como la impotencia masculina, la frigidez de la mujer es una entid..1d clínica unitaria, pero sus matices y características justifican que se discriminen diversos tipos: 1) frigidez total; 2) frigidez orgásrica: 3) frigidez selectiva; 4) frigidez seudoorgástica: 5) frigidez de

iniciación: 6) vaginisrno f rigidez episódica. 1)

Frigidez

y dispareunia:

7) retardo

orgástico,

y 8)

total

La frigidez total es la forma m~~~ de los trastornos áe la sexualidad femenina. Son casos en los que no soJo se encuentra impedido el orgasmo sino que también falta el deseo o el interés sexual. El placer preliminar y los contactos er6ticos orevlÓs al actoSexual son para 'la mujer displacen teros o la dejan indiferente. La anestesia vaginal se acompaña de ausencia de secreciones. En resumen, faltan la excitabilidad sexual y la complacencia er6tica. Se trata de una anorexia sexual con poca o_llinguna conciencia de esta falta de apetito, y hasta con repugnancia anestesia frente a las actividades sexuales con cualquier pareja y en cualquier ~por~. Esta forma extrema de inhibición se en-

°

cuentra ligada a una seria perturbación de la persr frecuentemente se racionaliza ~on consideraciones m otro tipo (higiénicas, por ejemplo) . En un grado má~~'_Ercfe!:_entemcnt_~_c!_1_J2~_rsonali prcsivas, se cncucntrnn casos. en los cuales, a pesar de . er. total, se da una lI1tensa actividacfscx_l:!_Il_[STn 1: recer como_E!_q_n~isc.t1i9_n_c.r_~ __C!.<:~c._di_fc_~!-!n_ci_arsc_ de _J~I_n!J_;_ La llctivTcffid sexual de estas mujeres no persigue un fin se: 1 entrega se produce en funci6n de una actitud sumisa y necesitada que les hace imposible rehusarse ante la solicitación masculina. La_~~®e_d(l __ d_c una compañía, de una pr_c_scnchl_hul1)_ªD!~ue les

gc:,~_9.~

demuestre intcré;

(alin@C-se:-1Un

jntc~és dcgr'!<1'!Il_tillkva a tina

conducta promiscua que, frecuentemente. se asocia con un intento (~pre COñ""clCil[¡oo-DIfracaso) de su pcrar el trastorno sexual, con el deseo (narcisista) de ser igual a Lis demás. 2)

Frigidez

org:isticn

Si bien pDra algunos autores, como BcrgkLc_J.lits_chJIl~~( 19.34), el único criterio clínico de 1[1 frigidez es In incapacidad de una mujer de tener un orE:1smo vaginnl/clbe hacer distingos diagnósticos que permiten COIY;idcr;:-n~~solo los gr:ldos de gravedad del trastorno sino también la actitud especial frente a la propia experiencia SCXUJI y a In patología asociada con el trastorno orgástico. Si tomáramos exclusivamente la capacidad orgástica como elemento de juicio excluiríamos, por ejemplo, todos los casos de frigidez selectiva.

E1Ll!U.!iB!!fe;:!!!_8ástica el orgasmo es imposible con cualquier partenaire y en cualquier circunstancia, pero hay respuesta a los estímulos en las zonas cr6genas (piel, mucosas) y a las pulsiones parciales (tacto, vista) y, por consiguiente, una actitud positiva hacia la vida erótica en general, particularmentch~C¡;-crpiaccr ~rmj¡:¡'!.r.-No se rechaza el COIto, que puede ser deseado, excitante y hasta placentero, a pesar de no culminar en orgasmo. Se trata, en general. de pacientes con personalidades inmaduras, min no abiertas a la' sexualidad, muchas veces histéricas. Frente a estos caso-s-dCl,c observarse ~ma--a-~tit~duc-auta.El acceso al orgasmo en la mujer implica casi siempre un aprendizaje ligado

a las dificultades psicológicas que le proponen la vida sexual y el ajuste a su pareja, que por lo demás debe ser recíproco. Tanto en la frigidez total como en la orgástica el orgasmo masturba torio puede estar conservado e, inclusive, llenar transitoriamente una fundón importante en la vida sexual. En otros caso~ en cambio, In frigidez se acompaña de una inhibición de la masturbación, que implica por 10 general un grado más profundo de alteraCIón. 3)

Frigidez selectiva

Así como en el varón existe una impotencia sujeta a las condiciones de la pareja, también la mujer puede verse afectada por una frigidez selectiva frente a un partenaire determinado. L~condicion_:~p_:,icodinámicas suh,"!centes_~~i!_Sin~_Qlogía pueden diferir de las del varón, pero el resultado es coincidente. El orgasmo, maccesIble, por ejemplo, en la relación conyugal, puede alcanzarse en una relación clandestina (Freud [1912]). La vulnerabilidod fem_gllniLs'li maltrato, a las circunstancias oC _-------------rtesprotecci6n o inseguridad puede, por otra Dartt~, dañar sclectjyamente la capacidad orgástica con una pareja determinada. E~ __ ~guna~_!!I~res_~asad_Es_._C_QJU~~~.drn~L'Lln_Q~rniscuidad, hemos visto la frigid~s.::.lccti~:ircuns~~~eL~~_asmo lés re5u1.!_~irn.Q2:ilble c.2_11~_ sujeto del cual e~mnmente enamoradas o al que sjente~_::xcesivamente c_:-:s_CI(ante, mientras que pueden alcanzarlo con un partenaire afectivamente neutro y hasta despreciado.

r~lIfil_i;_

4)

Frigidez seudoorgástica

Introducimos esta denominación (que contradice la definición clínica de Bergler e Hitschman} para referirnos específicamente El los casos que presentan, en forma más o menos abierta, un trastorno como el descrito por Freud (1918) al aludir al tabú de la vírginidad. Se trata de mu'eres que pueden tener orgasmos va lacenteros so o a condición e que e goce comcl a con una expresi6n a5íerta

de hostilidad

hacia la pareja.

En los párrafos dedicados a esta alteración de la sexualidad femenina, Freud hace referencia a formas de agresión física contra el varón después del orgasmo; pero nuestra impresión es que la conducta hostil no se ajusta a este único patrón. El coito puede estar precedido por manifestaciones agresivas físicas O verbales, ~c son r~cl~-l_!F~~p_a_!:_~!..1~~rllr la eXCitación y f.Lr..).rgí.ls.mO~otr~~c:.s la agresiÓn es ulterior al coito, pero no se manifiesta ncccsariarncnt~f~la física,smotañ15ren-corÍl0-viVm~Tas, actitudes y palab_ras ~cn_J~s se expresa clist¡)I1cia, rechazo, frialdad, repugnancia, desprecio y toda clase de sentimientos hostiles y denigra!?r~s(;T)-vI0 que en la medida en que esto se acentúa encontramos formas de tránsito hacia la perversiÓn, hasta el punto de que resulta -imposible delimitar conceptu;¡lmc~ ambas circunstancias. En otras palabrns, frigidez scudocrgásrica y perversión son, más bien, las dos curas de una misma moneda, y aun habr ín ']ue agregar U:H1 t~~I¡ernativn, cí conflicto matrimonial. E;-f~¡--p-ráci¡c;-; cl-~T¡Jgnóstico se hace simplemente por el mayor énfasis de una de estas tres situar.iol1cs, que vale tanto como decir por el grado de distonía con el yr>

5)

Frip,irll'Z de iniciación

Al estll'~jar

de parnnoia Femenina. Frcud (1915) !lOS inele extrema dificultnd en la iniciación sexuai, ({UC puede generalizarse a muchas -sftU~í;(~ncs-a;¡;íl11gas.. )l~ trata de mujeres con tina particular inhibición para iniciar su vida sexual que les impide el nccrcamicnto erótico o la penetración en un

caso

troduce en una patología

el momento ele consumar el acto. En este último caso el deseo sexual puede estar presente, e incluso ser intenso, pero no alcanza a superar las barreras que se oponen a la realización gcni tal, evitada y postergada sistemáticamente Así se configura la llamada coltoiobtc, donde Jos juegos er6ticos se perpetúan con intens~ placer e incluso con orgasmo perivaginal. pero la penetración no p~ealizarse~Erovoca una súbit_~ e invencible crisis de angllstia. Esta característica coincide con tina observación clínica que hemos podido comprobar en reiteradas ocasiones. En el curso del tratamiento

de In frigidez,

y frecuentemente

corno anticipo

de la

adquisición de la capacidad orgástica, la paciente relata haber estado a punto de gozar, pero que en vez de orgasmo tuvo una reacción, que coincide con la descripción clínica de un acceso de angustia. Muchos casos de coitofobia lindª~ una ru:. 6)

Vaginisrno

y dispareunia

ti vagtntsmo es una forma especial de frigidez, en la cual el coito se hace imposible (o al menos sumamente doloroso~b:c~-es-pa-smo t6mco de la vagma que Imposibilita la penctración. Existen formas leves de v~ginism~te_pucden exp~.~ ..arse como sensaciones bizarras o desagadables y configuran úiÍ cuñara esiY~ciaI llamado disp_areunia o qoitodiniE.r también motivada por espasmos tónicos o cl6nicos de la musculatura vaginal de naturaleza psicógena. Es fácil comprender que algunas formas de vaginismo lindan con la coitofobia recién descrita. 55 En un hombre [rotteur, tratado pOI' uno de nosotros, la perversión no aparecía al principio, ya que colocaba toda la dificultad en su novia. Era ella. alegaba. la que no lo dejaba penetrar y lo obligaba a culminar sus [uegos sexuales restregando sus genitales hasta eyacular ad-portas. S610 cuando cambió de pareja y la situaci6n volvió a reproducirse pudimos hacerle comprender su propia dificultad. La acept6 en parte, pero persistió en su conducta, ahora justificado en el temor 8 desflorar a su nueva compañera, SU! sentimlentos depresivos, sin embargo, ocultaban una fuerte angustia paranoíde con la clásica configuraci6n de la vagina dentata, que aparecía en la conciencia como un temor a "quedar atado"; una vez que la desflorara se le impondría un compromiso ineludible; pero estas consideraciones morales volvieron 8 mostrar su carácter de raclonalízacíón frente a temores c1austrof6bicos al interior del cuerpo femenino.

Menos conocido es el trastorno opuesto a_Lypginismo. en Q,ue sobreviene una excesiva falta del tooo muscular de la va ina, acompañada por una incapacida para sentir el pene y la enetraQQ!!.: iruciar su VI a ictcroscxuat, una Joven iornoscxual tratada por uno de nosotros presentó este trastorno, con el que expresaba al mismo tiempo su temor y su desprecio por el pene. 7)

Retardo

orgástico

Es un hecho generalmente aceptado que el clímax orgástico de la mujer se alcanza con mas lentitud que en el varón, lo que exige que el acto sexual se prolongue suficientementc. Mientras In curva de excitación del hombre es crítica, puntiformc. la dc In mujer dibuja una meseta. Hay, por supuesto, m uchas variaciones de una mujer a otra, y en la misma mujer en distintas etapas de la vida, con tino o diferentes compañeros. El fenómeno que acabamos de describir como normal prcscnta formas patológicns equivalentes a la eyaculación retardada del varó~lO en éste, el orgasmo retardado ele la mujer CÓTciC:l a su pareja en una situación insostenible, de sometimiento sc;;;¡ ~.li¡;_ln. ti-cn¡po de mi:l]er quCCTcÍ¡leit;lTi;;;-o pintÓ magT.~tralrnento como in Ape rcgina. Independientemente de la diferencia en In curva de Ia excitación sexual, en ambos sexos se observ:lf1 variaciones episódicas ligadas con el g_raCJiCilte de e~~¡t;ciÓI;-cl~~~Tcdo~ y aun con el clcSCOCO~1scicn-t-;;--Je rrolo~;; -clel-;;ct¿_-~~_ xual-que no'piicdcn considerarse p(ltofÓg~~ns~---- -- - -_ -_ - -_ -.------------- --_._- -' --------------------

crrcscñti~-¡Cr~íO ~l-I;l;l~-;;~

8)

Frigidez

cpisód ica

Tal como sucede con los trastornos de la potencia masculina, la frigidez puede revestir carácter cpisádico. Las consideraciones clínicas que hicimos de este trastorno en el varón tienen vigencia para la mujer. 9)

Inapetencia

neurótica

Podemos describir en la mujer un trastorno semejante a la inapetencia neurótica masculina, que ya vimos. No hay ninguna pérdida de la

capacidad orgástica ni de la capacidad de goce, sus mecanismos están plenamente conservados. Sin embargo, se da una notoria disminución de la actividad sexual, específicamente agull2.QI.J.iñillllta de conciencia del apetito: más inapetencia, por lo tanf.Q¿__queanorextn. sexual. ~te tipo de trastornos suele no ir acompañado de resentimiento respecto del parten aire, ni de desamor, ni de nin una manifestaci6n consciente que os 8ga comprensl es. o obstante son notorios; y la mujer debe vencer una real inercia para satisfacer las demandas de su cónyuge, en caso de que llegue a hacerlo. Podemos suponer una relación de estos trastornos con una problemática del recorrido del deseo: la imagen del marido se habría ele·aclo del deseo; o bien con al una situación de angustÍamnñteñJd8 muy disociada entro e la vida psíquic~xuaTdI! la pndente. j

-------

b) Psicogénesis

de los trastornos

sexuales femeninos

Abordamos el estudio de la psicogénesís de los trastornos descritos ::::1 esta sección en tres acápites: 1) e! complejo de Edipo femenino; ?) la an~~,tia de_9lit_rEs:iól!.._~ll_lR r~~L?.~il_!1pg_rtRnc!_a_e~_~f ~~_!2azode la femineidad, y 3) los factores ~enitn:!es. j)

El complejo

de Édipo femenino

Las particularidades del complejo de Edipo en la mujer llevan por un camino azaroso al amor por el progenitor del sexo contrario, el padre, La primera fijación amorosa de la mujer es, en cierto modo, homosexual, ya que su objeto es la madre. Es característico de la mujer el largo perfodo de intensa fijación (pre-edípica) en la madre, que Freud señaló en muchas ce sus obras (1912, 1924) Y recalcó en sus dos últimos estudios de 1931 y 1933 sobre la sexualidad femenina. Idéntica tesis desarrolla Ruth Mack-Brunswick (1940) en su clásico trabajo sobte la fase pre-edípica del desarrollo de la libido. Si la niña logra superar esta primera etapa se establecerá la fantasía incestuosa hacia el padre como una compensaci6n por la vivencia de castración, de no 'haber recibido un pene. Recuérdese que, para Freud, el varón sale del complejo de Edipo por la angustia de castración, mientras que la niña entra ~al~

_lIcio de_ Edipo por su angustia de ca?tración; es decir, se aleja de la madre con rencor por no haber recibido de ella_cl_,ansia:.. do pene.51í--En el caso de paranoia ya citado, Freud (1915) nos da probablemente las líneas más claras de su pensamiento respecto a los obstáculos edípicos para el acceso a la sexualidad 'j al goce orgástíco en la mujer. La interferencia es doble: fijación narcisista homosexual a lLmadre _JJrohibición de usur~ su lugar por el imeulso iDc~stu~~o ha_cia el padre". Esta situación implica que la madre puede descubrir, prohibir y castigar toda expresión sexual vinc_uJada a la fantasía incestuosa reprimida y que es una rival om~otG_.lli_tLy_p.~Ugrosa. .----~ Las relaciones -de esta estructura inconsciente con la frigidez pueden ser comprendidas en la perspectiva de la formación de síntomas como efecto característico de lo reprimido. Todo estímulo sexual que des_Eierte excitación desencadena el retorn;-¿leTo reprimido y mOYm~a_t~Dgm_tj~1,--q_tl~_!_r_~;-;sfci~1~~_~~_={? e~p"CITg~(;"JGnich~L(~~!5J). Les síntomas tienden a abolir el peligro, resultando una anestesia genital que logra negar Jo sexual e iznorar sus sen sncionCSl'"tñTcomo ,-scgun.--rcníchcr;- ocürrc-cn -los trastornos soriñíes Cie-ln histeria). I'arnb ién &:_i_ch (1933) enfoca el modelo de In formación de síntomas a partir dc la ecuación sexo-peligro; pero según este autor la frigidez sería una solución rransnccional pura re~_oJ.ycLJn_ intensa cxCit~~iÓn-:-J::¡ lib¡J¡~~;;~-;-i ¡_:;~;~;¡ ef~ sexual p~r-;-sin--goznrro~------------_----------

sen.:

c-st:_1.sí:~

Es de suponer

que el resentil]:licntº--_c_cl_ípic9_con_t!__¡~()~_1;_laccrcs

compartidos por los padí~ la fantasía. de escena primaria dcsernpella un papcrímportante en -)~-:-Ercolto "Inntascado de los padres se transforma en coito paralelo, que llena a In paciente de hostilidnd liflclnSU- P_¡:0PIO_ COItO} se ÍñlcrTÍcrc--e-ñcry-ramnr1tierieeri- otra imaginnrio, ~Jejnda ~lc_sil proplnpm:tícipación eroti9!. Con su frigidez la paciente dida: "el placer es solo de ellos, y yo estoy exclui_9J!". Otra forma de explicar esta configurñCiQn" eLI!_E.I-!!!lr d~1!1_~<_!_~_I1~ificaci6n proyectiva en la parcja interna de los p~Q!__e_!>L_~_Q_!!_ cuya j_larej~_E_~~ se identifica el yo.

-escenñ

~. Para Melanie mad;e-~-~~ru

Klein,

en cambio, In rolongada li nz6n de In niña a su está ligada con impu s~c!iQ~ tThe pslcho-analysis 01 children, cap. 11: "The sexual development of the girl", pásslm, especialmente "Postcripts", pp. 323-335_)

Cuando disminuye la identificaci6n proJ'~c:::tiva :rnrg!;U los mecanismos obsesivos de controlar y separar aJQ..s.__pjllI~s. internos. con lo que la frigidez ermme.c.e.......SQlo la reparación de la pareja de res Internos permite la identific!lci6nJ..ntl1~y_e~tiY{1--YJ~_ ra el goce de la mujer. El conflicto entre el deseo del incesto y su interdicci6n constituye, pues, un factor de mucho peso en la frigidez, si bien hay autores para quienes esta variable no es tan imliOrtante como en el var6n. Tal vez exista en la mujer una tolerancia mayor a las fantasías incestuosas, como _afirma Freud (1925), o bien no son éstas tan intensas como en el varón. El deseo elemental se orienta hacia la madre, mientras que CASI_deseo por el padre el placer gcnft-aTesse'cundario: lo fundamenfal es el deseo de recibir ':In hijo qüe la compense por la c:.astración, afirm<: Freud (1924) al cstucJíar la disolución (,Iel complejo de Edipo. Idénticas razones expondrá en su artículo de 1931 sobre la sexualidad femenina y en el capítulo 3.3 de las "Nuevas aportaciones", dos años después.'? Desde la perspectiva de un párrafo de "El tabú de la virginidad" (Fr_cud [1918J), 'pod~!loS comprender la. complicidad inconsciente con ei incesto: el mari~o (o cu_~lg.uier otro hombre) no despIcna \:xcltaclon nnfcvá al orgasmo justament{~2r_Citll:!_ no es el paare. 1:.1 mando es siempre, por decirlo así, un "sustituto'~La fn-=gldez, entonces, no parte de una confusión hombre = no padre, sino de una discriminación inversa: hombre = no padre, no deseable. Er este punto Freud sostiene que cuando mayor es la tendencia incestuosa m3yor~ probabilidac! de frigidez y ¡o mayór !ar:Jl'5t¿l'1cJOnde orgasmo en relaciones clandestmHs. De esTo-pOtfrTn infcr irse. ¡¡dcm~s, que lñTrIRidez sciectivR de la ~;'ujer se configurada como reverso d_c_J
lospa

Ya hemos discutido estos conceptos extensamente en el capítulo de 111 homosexualidad femenina. 01 Solo la observación clínica, atenta y desapasionada podrá discriminar cuánto hay de ,calidad y cuánto de ideología en estas afirmaclones freudianas. (Para el punto de vista opuesto véase: Marie Ls_I2W__li951L.JLJ:L Etchegoyen [1970J, etcétera.) ----O)

2)

El complejo

de castración

en la mujer

El complejo de castración ocupa no solo en el varón sino también en la mujer un lugar central en el desarrollo psicoscxual y en la formación del carácter. En el ya citado .artículo sobre la importancia de las diferencias anatómicas en la sexualidad, Freud afirma que el complejo de Edipo del niño se destruye por el complejo de castración, mientras que en la niña el complejo de castración pone en marcha el complejo de Edipo.:" La niña comparte con el varón la teoría de un pene femenino, y la sensibilidad de su clítoris le permite sustentaría y masturbarse como si no hubiera diferencia, dice Frcud (1908) al estudiar

las teorías sexuales inf anti lcs. El descubrimiento por parte de

la niñ.:

de su verdadera

con-

dición no fálica importa UI1il profunda herida narcisista que no todas las mujeres logran superar y que se constituye en el núcleo patógeno más importante de las neurosis femeninas. Así, pues, la frigidez aparece ínsitarncntc ligado ,1 los efectos del complejo de castración. Frcud se refiere cspccíf icamcntc a In rr.lnción entre frigidez y castración en "El f.;¡bli (:c la virg ini d ad " (191S). La mujer se percibe castrada y, hcrirl.i en su narcisismo, siente frente :11 varón una particular hostilidad, la envidia del p('llc. Busca entonces una

compensación petitiva, que consiguiente,

en la r ivalidnd. pcrpct tí,] yacen la' masturbación

asume:

un a actitud

masculina,

com-

túa la scnsi b iIid.id el itoricliana y, por f:ílie:l y la f ijnc ión masculina. La

¡I~stesin ...2:'.:1_&¡_!_l~__cl~._l!.1_!]_1Ujcr frf.Ei:.L~ es _c:.l 5:,:!~1_¡2lcm~~1_!9_r":~E~tivo de lo difcrcucin nnntórnica, el¡ cunnt o horra su si c n ificndo hurni-

lfñi1i-e.-------~n

:;1I

artfculo

-----..--------------

-

"Manifestaciones

del

-- --- -,.-------------

comph-jo

de

castración

femenino", Ahraham (1920) dcsnrrolln CSt:IS ideas de "El tabú de la virginidad". La desfloración rccd it a l'!1__I~~_~~er I¡¡ fantnsín de castración v c_onfmn;l-r;lnYüStíc"'íil(íc-;l~ habcr recibido un pene:

la

inevitable

respuesta

es

desear

Ji!

castración

del

hombre

-.---- '_'-_._--------------._--

"As regards the rclation bctwcen thc Ocdipus and cnstration cornplcxes thcre is n fundamental contrnst betwccn thc two scxcs. \VIJcrcas in bovs the Oedipus com plcx is dcstroved bv thc castrat ion cornplcx, in gir!s ji is madc possible and led Uf' lo bv the castration com pl.:x." SE .• vol. XIX, p. 256. (Lo bnstnrdilln es de Frcud.)

62

(marido, sustituto del padre). El vagínísmo es la formll conversiva de esta fantasía, donde el pene es simUItañeamente estrangUrado, cortado e iIusoriam~.nte.....I9l!1!i1_Q,_ De la percepci6n de la castraci6n
De acuerdo con las primeras teorías del psicoanálisis, dice 13,ado, la mujer no podría tener angustia de castración como el varón: siendo ya castrada, no la temería; solo podría existir envidia al pene;.y los caminos que salen de allí serían la compensaci6n en el hijo, la venganza castratoria o la asunción de una identidad masculina. Rada cuestiona estos conceptos a partir de la experiencia clínica, ya que las mujeres presentan síntomas e inhibiciones 'innegablemente originados en la angustia de castración que en nada difieren de los masculinos (terror a los tratamientos dentados o quirúrgicos, a cortarse el cabello o las uñas, etcétera). La niña puede mantener la creencia de tener un pene y ser igual al varón, y a esta fantasía Rado In denomina pene ilusorio. El abandono (consciente) de In creencia de tener pene, sustentada eUTa-¿omprobadOncmpinca c!c·-suTñTra-;-pu·cde acompañ3r-se-éIe la persistencia de la fantasía de pene ilusQD.Q_GlLel incQnsclente v cóD.----ui1desplnzamiento de su representnción n o_~as ;Jartes ¿ti cuerpo: nariz, ojos, {¡meras, mnnosJie, piezas dentarias. etcétera. ESfOSPuntos (fcC~nmiel1íOSOn~~. mujer, de hecho, p~~. tiCil1"8rmente vulnerables n la conversión y fucntes de nnzustin de . castraCIón y ~c trastornos P.,!Clslstas e .lipo~onc1rfacos. En rigor, In diferencia entre el planteo de Rado y el él" Freud respecto al rechazo de la castración en la mujer EO es tan irreductible como parece a primera vista. El concepto de escisión del yo como corolario ele in rcncgación pciñ1íiCCoñ1prcnder que JaIñüje:i=puedcdesrncllfJrTilciísTr;¡ci6ilTeriglrcrnE·~i!::: ¡TusoriY' efe Ruao como ctecfoGe-ln·-í'C1'ítg-m::r6l'l.·ESfo_·¡'O-·d~_Q.U,lli.añf.lIDQ~ ya fcue se aceren .11 muy lreudiIlIlº-SrltcriOJIc_la_mll..!.crnidad..c:mn.9 lnorma específica de superar In cn§trnc.iQn. A pnrtir de estas iaeus, dos autores franceses, Granoff y Perr icr (1964). abordan la maternidad como unu forma "normnl''de fctkhismo."3

--~

-.-----~

Hay cie!J~e.!1!c:il!l}7.n e!!~c:_el c()_ncepto de p~n~ iluE.o_~jcz...de ~!l..qp_LAde falo Imaginario que propone Lacan (1956{57) en el Seminario de la relaciátt re obleto· iiTesrua-i8rercaso-de-Ttfiinlto. El concepto de falo Imaginario, sin

tI8

embargo, no implica que la relación de Iuanlto con la madre sea dual. Se trata en realidad de tres términos: el niño, el Ialó y lo madre. que plUO 11 ser dual cuando Iuanito ocupo el 11IRI'~ del falo y opero con el valor de uno metonimia del folo materno (por contlgUidad). Lo relación dual imaginaria se constituye sobre e50 trfada porque el orden simbólico precede al rojeto (Guillermo Macci, Comunicación personal).

El cuerpo entero y el intelecto, dice Harnik (19241 (citado por S. Rado 1933J ), también pueden ser investidos or el ene ilusorio. Según los conceptos de a o, eLJ1)_ª-S_Qql,!i~mofemenino r~ de una transformación del comRlejQ de castraciótLlLfU".íL§!!:" perar la angustia y la herida n~rcisista. En tanto compensaci6n ñarcisista, este masoquismo refuerza la fantasías del pene ilusorI'0,i?ero junto con ello los riesgos de verse castrad,:. Frente a esta angustia de castración del pene ilusorio el y_o moviliza tres ti os sas: huir ue ar y ele ir de u IL..Q1a1 e menor. La fri idez es básicamente una forma de huida; la relación sexual pierde significado, e órgano genitar femenmo no existe, no provoca placer ni dolor, el pene ilusorio Se mantiene y confirma. Siguiendo el modelo de Rado, podríamos pensar que en las mujeres con frigidez orgástica--;;rene ilusorio se encuentra dístrrburdo en a sUEer ICle cutánea, en la totalidad del cuerpo. El goce déT contacto, del placer preliminar, del nbrazo, del coito serían estlmulaciones masturbatorias del pene ilusorio; la vagina-;eñ cambio, permanece excluida como res'idenda y-testimonio de la vivencia de castración. DG los aportes que hemos revisado se desprende una con_:usión casi obvia: en la base de la frigidez se cncuc ntra siempre , -1 ¡a C01101ClOn "'f' ., Iemeni -r-:--r'---d-'-_" :.er: ¡-:2C13W u'o emenm8 a partl~:,tJla esvarenución de la propia anatomía 0, dicho de otro modo, a partir de '.~ealizaci6n del ialo_E_omo protoi:~~ikJa.::::ieX~Y ~el goce. Este rechazo de la condición femenina asume la forma de una huida de tos propios genitales, como dice Radc, pero se expresa también en ataque~ios-ºJL,ELh2.l]1bre v en 1'!._t_íSUfP:1Ci"6_j, desusalnbu tos, como seña lan_ Freud y Abra~i!D.1 La oresencia del pene en la vagina es, por excelencia, la situación deseneadenante de la dolorosa vivencia de la diversidad anatómica. La frigidez aparece así como una defensa y una victoria; pero su carácter por Jo general egodist6nico obliga a reconocer que la mujer que la sufre conserva una parte intacta de su identidad femenina. El deseo de la femineidad y del ~oce se encuentra en algún término del conflicto neurótico." . .

r

~. Sobre la nezaclén de la vagina y la angustia sobre el ínterfor del cuerpo de la mujer, véanse los aportes de Karen Horney, Mclanle Klcín y Anninda Aberastury ya discutidos.

3)

Factores

pregcnitales

Las evidencias de fijaciones, fantasías y defensas prcgcnitales son un hallazgo habitual en el diagnóstico y tratamiento de la frigidez femenino. Entre los estudiosos de la sexualidad no pertenecientes a la Escuela Inglesa probablemente sea Bcrgler quien haya. puesto más énfasis en la importancia ctiopatogénica de )<1 pregenitalidad para In comprensión de la frigidez. Este autor llega a descartar como irrelevantes las explicaciones que giran alrededor del complejo de Edipo y de las diferencias anatómicas. Su investigación se centra en el sadismo oral y el masoquismo. El modelo psicodin2rnico de Berglg_ se resume en una cadena de ecuacion~ simbólicas inconscientes. La existencia de un intenso sadismo lleva a equiparar el coito con m.Q!dcL~._~cho, Y.. se sobrentlcndcquc detras esta equipñración ~c encuentran las ecuaciones chisTe;)s:- Dcne-_pecho, v~irw-bocn..l espermn-leche. La friglaeifC-sUTtm1te·-;;·~~{;"igunl a dec~~i~~~le~-d~--~-;;~;:-~o slcnto nnd" dentro de mi v~lg¡-na. e esta manera, la mujer frígida pOdrTa ncg~:r su ataque sádico-oral al pecho. Esta posiciór; sádica, sigue Bergler, es, sin embargo, la capa más superficial del conflicto. Detrás se OCUp:1 una posición masoquista cuyo sentido es cornplá~~~·c_~';.0rnl-:12~~icJ~Q·.~.'1iT~~~Lpri·v:ído;:·de "1;' ~;_~~~~r~~!,,-!I1( mega el pecho") . --rr enfoque de Bcrgler resulta coherente en sí mismo, PRO conccl'.!.ualr!2cnte ~s dé9il en la medida en que reduce toda la patología a UD morncnto . dCíClCsnrrolIo pSlcosexual .Y...SQ.I)Jr.íl.dk~i.{1 nmguna articulnci6n posíETC; otros ha¡¡nz~os· clínicos a los cuales nos hemos rcfái(1o Ci1JOS ·aciípiTcs.lntcric;~cs:-·_-- --_. -_.--------_ .._----------- ._._-- -- -"--~----- ------------_

de

Las contribuciones de fI1_clanie' Klcin y la Esc~It;lU.ng_ksa y de sus seguidores argentinos, especialmente Hcnrich Racker (1948), Marie Langer (1951) y Willy y Madeloine Bnranger (1964), ofrecen una comprensión mucho más ncabada de la psicopatologfn pregenital de la frigidez. Las refcrcncins cspecff'icas a In frigidez son escosas en las obras básicas de In Escuela Inglesa. En el índice annlírico de Contribuciones, Desarrollos y Nuevas direcciones se encuentran en conjunto solo cuatro entradas en el ítem frigidez. La frigidez es siempre una

referencia marginal en artículos dedicados a otros temas: Melanie KJein (1927); Paula Heimann y Susan Isaacs (1952); Melooie KJein (1946); Thorner (1957), etcétera. A pesar de este vacío bibliográfico, la teoría del desarrollo temprano expuesta en la Escuela Inglesa constituye un basamento claro para el estudio de los dinamismos de la frigidez tal como se observan en la clínica psicoanalítica. Marie Langer (1951) ha realizado una excelente síntesis de estos aportes. Así mismo, el artículo de Melanie K1ein "Oedipus complex in the light oí early anxieties" (1945) y el cap. XI de Psicoanálisis de lIÍlÍOS (1932) constituyen una introducción indispensable para el entendimiento de este modelo psicopatológico en la medida en que especifican la continuidad de Jos procesos pregenitales hasta su desenlace edípico tardío. En el 'Cap. recién citado, Melani~JJ~in.....afirmiL.Q.l4Y In 811: gusti~r •.c~al de l.~ mujer está Icla~cla con el interior ge su cuerpo: 'Ln my 'Eady ~tRges of the UCCllpUS Conf1it' (1928) 1 have endcavoured to throw sorne Iight on this still unsolvcd problem and have put forward thc view that the gírlÍ's deepest Iear is having the

lnslde of her body robbed and destroyed" (p. 269). El concepto, como surge de esta misma cita, aparece tempranamente en: la obra kleiniana y la recorre en toda su extensión. Podemos- pensar que esta angustia, de índole ~secutoria, se encuentra alt2!T!ente intensif'íCiiéTa e.!!...1E.mUler fdg)Qit. "La frigide:s

aTd~.2:'!~ de sentido ar:::íiliiW.J~D~r.;1_C~i.!~GQlJstituYe eI1tonceLr..QmQ_de{~,!22Q.J~_O}· neg_acióí1_Q[.llniootente, ante _~Ec¡¡8.ro de ser vadada y d~_struid~. Este incremento de la angustia persecutoria se sustenta en un" intensificación patol6gica de los impulsos sádico-orales tempranos orientados hacia el cuerpo y el pecho de la madre, con lo que se comprometen las sucesivas integraciones de objetos internos que .culrninan en una relación normal con-el pecho, el pene y las imagos paren tales. La mu·er frf ida desea envidiosnmente el pene contenido en el vientre r.1aterno, y 8 a vez 8ns a apoderarse oralmente derpcñe ael padre externo como arma de ataqt'íe contra el cuerpo de la madre. Las identificaciones .Eroyectivas de estas fantasLls sádicas hacen que la situación sexual sea vivida como Uluy Jl~1i:::rc.sa... La irrupci6n sádica en el cuerpo materno, expresada en la pulsión, se transforma en terror frente a la posible retnliaci6n que desencadena

la fantasía de ver el ro io cuer o enetrado ara ser daiiado esttUldo. (Roseníeld, cita o por M. Klein [1946 J.) La significación de los genitales masculinos y femeninos se ve alterada, de modo ue el ene asa a ser una boca ue devora ""Ia v!lgma un pe_ch~~ corre ~l ri'esgo de ser devorado, corno seña a Rackcr (048j. En otra perspectiva, la vagina seria la boca harnbñenta que devora el pene-pecho; y ef modo de anular la consiguiente an~t.:~~~ecutoria no puede ser otro que la anorexia

Y_agmal. Un trabajo de Madeleine y Willy Baranger y colaboradores (1964) pone el énfasis en aspectos fundamentales de la pregenitalidad: se trata ele lAS transformaciones de la fantnsía de ln cloaca Té¡ue va dcscubtíO Freudc11~Ej05G-~us efectos en la sexualidad - fcn;enina. La fnntasía de la cio';;-a dcfin-~ estado de ind¡lr:rc!lcEició-;; de; los orificios anales, uretrales y vaginales y de Ias cavidades corporales correspondientes (vejiga, genitales internos, recto e intcstinos) . En CSt2, concepción corporal fantaseada prevalece lo En;¡1. M. y W. Barangcr enriquecen y jerarquizan el s~nddodcla fantñS"G-dC fa cloaca; "La cloaca contiene i:3SfanC!"iIsoriíTci;,nTimentos, 'Jcchos destruidos, - dCsoedazados nutricios o dc:Ú.tuct..ixD~ru:cruC.n.1Qs.•._nj.u-¿'i vJ~.:_o~....:'11U~rf:)S,pedazos de 6n:;anos ele! fl!:opio ~uerpo pertenecientes nG;ist;:ma digestivo y al genital, todos los contenidos {ant?smMI~Ss:~_1.:Sr2.9~] ~llos del cuerpo ele la madre reintro\'cctal1os dentro de1 cuerpo de la niña", ~-Lo g_uc_entra en la cloaca se ;lItera y transforma en excr~: mento. En la medida en que el YO no está en condící9ves de J¡s"Cr¡~inal::r.i Tan tas h1dCl:l el caca __t;~xi~Cj ..1J1'~1c i11tensas.... Jill.2.lli.ti~ls -:or--~".--'----_._~._-------c~~~~s.

tel·s_~~or~s~~:S2.

en

o

gustias confusionales genitales.

y de. fantasías

anales

proyectadas

en

JQ~

3 Consideraciones

generales

Al reseñar los psicodinarnismos edfpicos y preedípicos en la etíopatogenia de la impotencia y de la frigidez hemos querido presentar no solo un doble enfoque teórico, sino también ajustarnos a las exigencias de 103 hallazgos clínicos con que nos confrontan nuestros pacientes. Queda en pie la incógnita .respecto a la predominancia de los factores ~.xEuestos en estos en&~. Estamos aquí en un terreno. controvertido de la psicopatologia analítica, con respecto al cual existen profundos desacuerdos. En un orden. genético podemos pensar que las formaciones inconscientes pregenitales serían históricamente í111S determinantes, pero también es posible que el12.5 tengan In función de estructurar un terreno 'predisponente que compromete la evolución edípica tardía y h2CC sucumbir El1 paciente frente a les peligros y dolores ele la amenaza de castración, El concepto de posterior_klad (Nachtriigllchkeit) de Freud (véase Lnpr2n~he y Pontdis [1968]) podría, tal vez, drrimir el litigio. Nada de lo pasado sería. trivial cuando la especificidad de un rnouwflJó evolutivolorevrsteretroactivament~ de erfCaCTa. Ar hablar de Iatransmutaci6n de los instiritüs;-l'reÚd .(19 f1) conoce Jos antecedentes orales y anales del complejo de cestraci6n, pero al mismo tiempo afirma irrevocablemente SJ especificidad evolutiva, ligada al complejo de Edipo y 11 las fantasfas que acompañan el descubrimiento de las diferencias anatómicas sexuales. ?

...--"---

re-

a) Pronásuco

El pron6stico de estos trastornos no está tan ligado ,;on SIL íntensísino más bien con dos órdenes de factores que hacen a las dificultades o facilitaciones de-un proceso terapéutico:

dad o dramatismo, a) la estructura

de personalidad

del pacien~

y b) el. síndrome

psi-

copato16gico sub,yllcente, del cual la neurosis sexual puede ser solo un síñtoma sobrecargado o sobrevalorado por el pacients:. a) En estructuras de personalidad en las cuales se encucntran muy acentuados los rasgos pregenitales del ciuácter, de índole oral y Bnril, el pronostico se hace francamente más severo. La omnIpotencIa, el narcisismo y la envidia acantonan al paciente en la retención del síntoma y en una tendencia a neutralizar, anular o interrumpir el tratamiento cuando decide abordarlo; en los CE\SOS extremos es frecuente una agravaci6n sintomática como reacción terapéutica negativa. Otro elemento de mal pronóstico sé liga directamente con In problemática de castración. La exo.:siva angustia de cnstr"ciQn_-º-.lu_IlK~.ig_~_º~las defensas contra ella en el varón y el rechazo deL&~nilal íemenino y lüCi1vldTí1ñípcnc en la mu~r constituyen, por un lado, la base psrcogcncnca dclsínto¡;1,1---y:porotro, J::¡ inercia máxima que debe vencerse para lograr una evolución clínica favorable. E..LEcso dd beneficio secundario del placer sexual intenso y disociado en-íos cnso3 de jmpotencTayfr¡giJé~~cl~ctiv;s~o.lfjg1-mi ígu,Jíñ-~ñtc un elemento de pronóstico negativo, en la medida en que puede negar a abolir toda conciencia de enfermedad o voluntad ele curación. b) La correcta evaluación del trastorno psicoE_~s>IºgL<;;Q...j_~~Qyacente es dc-cnpit;¡! importancia en cuanto al pronóstico y tratañ1íento del síntoma sexual. El apelativo de neurosis sexuales que se usa corrientemente para referirse a íos trastornos de la sexualidad abordados en esta secci6n constituye un término ambiguo, por lo menos para muchos casos. frecuente__gue el sfntoma sexual sea la parte egcdistónica o_la más-CvIdCi:;ternC;:;-ie sintom:itica de un proceso neur6tico de mayor amplitua que aqueja al paciente, cuando no de una psicosis o de una perversión. Pensamos que esto es especialmente a~LSll los siguientes cuadros: 1) La histeria, asociada c0T} impotencia selectiva en el varón y con frigidez selectiva y orgástica en la muicr. 2) ~a depresión, asociada con la frigidez total, e isódicemente con promiscuic a en a mu·er con a ·ID~ia n, y con a mapetencia sexual en ambos.

Es

----

3) La neurosis de angustia u otras formas clínicas del síndrome ansioso, ligadas con la eyaculación precoz masculina y la -coitofobia en la mujer. 4) Las neurosis obsesivas, asociedas con algunas impotencias selectivas anor ásmicas or ásticas. ~.;-t¿;.:,_.J_ ? ) as ·neutrastenias, conectadas con la eyaculación precoz y/o con impotencia total o parcial. 6) Los cuadros horder/ine, ligados con la impotencia total. .Esta enumeración está lejos de agotar las relaciones existentes entre los procesos neuróticos y los trastornos sexuales. Solo corresponde a lo que con más frecuencia se observa en la práctica. Naturalmente, los problemas pronósticos que se plantean frente a estas condiciones son correlativos con la gravedad del proceso neurótico de fondo y con el papel del síntoma sexual en la constelación neurótica." . En esta perspectiva dos condiciones-son particularmente ímportantes para un mal pron6stico. a) La ~xistencia de una neurosis de carácter, con una buena adapta::i6n-general del paciente, que present;-al mismo tiempo una relativa amencia de angustia o una belle indiftérence, cuad!Q__en el cual el trastOtrJ sexual aparece como una neurosis monoslntomática. b) La emergencia de intensa angustia frente a :3 disminución de! síntoma o como correlato de un cierto grado de meioría o de pro5abiJíffilJ a~jorla. ------, ---.--------condiciones apuntan hacia el valor defensivo y resistencial del síntoma, que se ha constituido en el guardián de las fantasías incestuosas del paciente y de sus temores castra torios. Ambas

b) Tratamiento No cabe duda de que la indicación de tratamiento por excelencia para estos trastornos es el p'sicoanálisis en su forma clásica. La etiopatogenia general justifica esta indicación como específica. En estas condiciones, la tarea del analista no difiere de la que se le plantea frente a otros pacientes: analiza al paciente y no el síntoma. La cura resulta de los cambios dinámicos y estructurales que promueve la labor interpretativa.

Sin embargo, debemos introducir al respecto ciertas consideraciones clínicas y pragmáticas. Hay más trastornos de la sexualidad que pacientes que satisfagan adecuadamente los crirerios de analizabilidad y las exigencias de tiempo, dinero y, sobre todo, de esfuerzo personal que irroga un análisis. Frente a ello todo o nada puede ser terapéutico. No es infrecuente que un curandero mejore una impotencia grave. En la práctica privada hemos observado remisiones sintomáticas que en su esencia no difieren de estas curas mágicas. Se trata en genera! de pacientes qt1~~~l?bLcceQ_una rQpida transferencia idealizada y "mejoran" antes de que haya podido tener efecto cualquier labor interpretatIva. La emergencia y el intento de analizar la transferencia ñCg"afiva- de estos pncicntes generalmente trae como consecuencia una rccafcrñ.eüand-o no un abandono del análisis. frente -a estas circunstancias cabe~ a nuestro juicio dos caminos psicoterapéuticos: a) aprovechamiento del carisma tcrapéutj~~~ una mejoría iniciilI que sirva de sosten y mantenga ~utinuidad del tratzmiento . .!.',sU:"SitüiíC16n fue -taxativamente evaluada por Freud a partir de "Psicoterapia de la histeria" y en muchos escritos técnicos posteriores. Esta Iínca se puede seguir con pacientes que por su menor monto de envidia puedan aceptar dichañ1Cjoría. -Ello no implica de ningún modo una complicidad intencional o encubridora con el paciente y menos mm C! uso de la sugestión como instrumento ternpéut ico. El uso activo de la gestión representa ciertamente un peligro para el paciente y para su equilibrio psíquico global, si se considero el síntoma en su vertiente defensiva. Por parte del terapeuta no es una maniobra gratuita, Implica escorornizar aspectos importantes de la personalidad del paciente, violar su confianza usando la propia omnipotencia y apoyarse en sus 'caructerfsticas más regresivas. b) En los casos en los cuales la dificultad de asumir un análisis se sitúa más en las dificultades externas que en los criterios de analízabilidad la indicaci6n obvia es la de una psicoterapia analítica. Pensamos que en estos casos, especialmente en consultorio externo, con todas sus restricciones de tiempo, la focalízaci6n del tratamiento en el análisis del síntoma y la transferencia, siguiendo la técnica de Malan (1963) como la más radicalmente analítica, resulta la más frurtífera y profunda.

EJ_

Es obvio que los casos leves, epis6dicos, tendrían igual indicación, independientemente de toda otra consideración. Los recientes aportes técnicos de Master y~o~, basados en un estudio psicofisiológico de la sexualidad, parecen haber logrado notables éxitos sintomáticos en casos de impotencia, frigidez y eyaculación precoz. No cuestionamos estos resultad~ pero creemos necesario reflexionar sobre su inserción en el proceso patolQ&KQ más ampho y sobre la gama de sus indicaciones.

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