Ojitos De ángel Novela Completa Compressed

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  • Pages: 80
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ArwRA o

Lgg7,D.R. Ramón Fonseca Mora'

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lg"¡t"r,Altea, Taurus, Alfaguara S'A'

Ojüos de angel de

CV'

@ De esta edición: Santillana S'A' Vía Translsmica, Urb. Industrial Orillac, Calle segunda, Local #9' Teléf ono: (507 ) 261-2995

.

Santillana S'.A. Del edificio de Aviación Civil,200 metros al oeste' La Uruca. San José, Costa Rica'

.

o

Editorial Santillana S.A. de CV' Calle siemens #51, Zona Industrial santa elena' Antiguo Cuscatlár¡ La libertad'

A mis rriñas lindas: Susana y Raquel

San Salvador, El Salvador

AJorge Consuegra, quien prefiere las historias tiernas

Santillana Ediciones Generales S'A' de CV' Av. UniversidadT6T,CoL Del Valle México,03100, D.F.

S'A' Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus' Alfaguara

.

Calle 8O No. 10-23 Bogotá, Colombia.

¡

Santillana Ediciones Generales S'L' Torrelaguna 60. 28043

Madrid, EsPaña

ISBN: 9962-650-58-5

Primera Edición México, 1999 Primera Edición en Colombia,2002 Undécima reimpresióry marzo de 2008 Diseño de Ia colección: José CresPo, Rosa

Marín, Jesús Sanz

Diseño de cubierta:

O

FernandoRuizZaragoza

Impreso por Impresión Gráfica del Este. S'A' San José, Costa Rica ser reproducida' ni en derechos reservados' Esta publicación no puede de recuperación de sistema por-un tránsmitlda á en ."girtmJa .,i todo ni en part", fotomecánico' mecánico' sea medio' ningún por información, en rrirrgrrr.fát*a ni por fátocopi4 o cualquier otrq sin el permiso "f".t.oóptiio "i"á,^r0""", previo por escrito de la editorial'

Todos

1os

l"deti.o

¡

a las violentas

Que canten los niños, que alcen la voz, que hagarr al mundo escuchar. Que urran sus voces y lleguen al sol, en ellos está la verdad. Canción popular

De ciet'to os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, rro entrará en é1. (Lucas 18:17) Yebosbua ben Josepb

Et ur.¡o abre los ojos lentamente. No recuerda nada. Ni quién es. Ni dónde está. Ni en qué día, mes y año vive. Trata de moverse, pero algo se lo impide. La penumbra que 1o rodea se va aclarando y logra vislumbrar los detalles del techo. Es blanco, con una lámpara de focos alargados en su centro. Está apagada. 'Tic, tic, tic', un ruido rítmico se apodera de su atención. "Debe ser un reloj", concluye, "aunque no un ejemplar de mecanismo sofisticado, sino eléctrico; batato"

.

Abre un poco más sus párpados y logra divisar el círculo redondo, de plástico antl, de un reloj de pared colgado encima de un agujero que parece una puerta. Escucha de nuevo el 'tic, tic, tic'. Deduce que el ruido no procede del reloj redondo. Su origen está detrás de é1. Trata de virarse pero no puede. Al hacer el movimiento ve una cama a su lado. }{ay una sombra sobre ella. No logra enfocarla. El esfuerzo 1o cansa y tiene que regresar a su posición original, mirando el techo. Cierra de nuevo los ojos. No puede reunir ningún pensamiento en su mente salvo el sonido rítmico, 'tic, tic, tic', detrás suyo. Pasa el tiempo. Descansa. Se entretiene escuchando su propia respiración. Siente cómo su pecho sube, baja.

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Entreabre sus ojos. Todo sigue igual. El techo, la lámpara, el ruido...,'tic, tic, tic'. Un pensamiento lo sobresalta: "¡Mi maletín! ¿Dónde está mi maletín?" En é1 hay cosas muy importantes que nadie puede vet. Trata de revolverse nervioso en la cama, pero no puede. Está amartado. Observa hacia abajo. Hacia donde deben de estar sus piernas. No las ve. Sólo logra entrever dos cilindros blancos, largos, sujetos con cables que desaparecen en 1o alto. Trata de establecer comunicación con ellas. Nada. Trata con los brazos. Nada. Con las manos, pies. Nada. Lo único que puede controlar son los párpados. Abrirlos, cerrarlos, volverlos a abrir. También puede girar levemente la cabeza, aunque no lo suficiente para descubrir de dónde viene el ruido. 'Tic, tic.' De repente siente que empieza a emerger del estado en que se encuentra. Comienza a recordar. Su carro. La noche. Un destello de luz. Un ruido inmenso. El silencio. La imagen de una mulata, con sus curvas

techo. Se pierde en aquel mar inmenso de cocadas. Intenta de nuevo contar. No tiene éxito. Ya a iniciar otra vezla operación, pero desde muy adentro surge un estallido de dolor tan agudo que, por primera vez, lo siente en todo su cuerpo. En los brazos, piernas, abdomen. Todo su ser se sumerge en aquel dolor lacerante, inmenso. Su boca se abre sin control y surge un grito:

inmensas repletas de carne turbadora. Sonríe. ,,¡Ah!

¡Nitzia! ¡Qué mujer!" Mueve la cabeza de lado a lado. Su cerebro sigue soltando recuerdos. Poco a poco. En dosis calculadas. Disfruta con la imagen de Nitzia. Continúa sonriendo. Es la única sensación externa que percibe. De repente un aguijonazo de dolór ló penetra. Su rostro se contrae en una mueca angustiosa. No sabe de dónde procede aquella sensación tan horrenda. ,,Debe ser de alguna parte de mi cuerpo, pero no puedo ubicarla." Trata de levantar una mano pero no sucede nada. La oúa. Nada. El dolor desaparece tan rápido como llegó. Mira el techo. Nada ha cambiado. Observa la lámpara apagada. Larga. Cubierta de una pantalla con rombos cincelados en el plástico que la cubre. Cierra los ojos. Espera. Se aburre. Los abre y empieza a contar los dibujos geométricos en la lámpara del

-¡Aaaahhhhh! Él mismo se asombra por la intensidad del sonido. Trata de controlarse, pero no puede. Hay otro pneparado, listo para despegar: Ruido de sillas moviéndose, de zapatos corriendo. Se abre una puerta. Lo percibe claramente. Es fácil distinguir el sonido de una puerta cuando la abren con violencia. Tres manchas blancas vuelan hacia é1. Lo rodean. Se inclinan sobre su cuerpo. Alumbran uno de sus ojos con una luz pequeña, intensa. Luego el otro. El viejo parpadea, fija su mkada; analiza las figuras que lo examinan. Poco a poco se comienzan a delinear rostros; uniformes blancos. Siente cómo el dolor que anida en su interior de nuevo se libera y saltahacia afuera. Asciende y lo invade todo. puede reprimirse. -¡Aaaahhh! -no blancas toma lo que parece ser Una de las figuras su brazo, lo levanta. Siente un ligero pinchazo, parecido a cuando de niño una de sus "novias" le dio un pellizco utilizando sus uñas como herramienta. De repente el dolor desaparece; tan rápido como llegó. le dolerá más que la enfermera le -escucha dice-.-No Le acabo de inyectar un analgésico que lo mantendrá calmado.

t2 El hombre trata de sonreír, pero se da cuenta de que le es difícil dibujar la expresión en su cara. De todas formas no es una sonrisa verdadera la que se perfila en su rostro, sino la que siempre utlliza paru indicar que está satisfecho, complacido. Mueve ligeramente los ojos y ve a otras dos enfermeras que 1o observan desde el final de la cama; en el lugar donde deberían estar sus pies. Trata dehablar. De pregunfar algo. Ningún sonido sale de su garganta. La mujer debe haber notado su intención pues dice enseguida: se preocupe, señor Vargas. Todo está bien. Tuvo -No usted un accidente. Estaba anestesiado. Tuvimos que operarlo, ¿sabe? hacia sus piernas-. Se -señala quebró todo... Intenta hablar de nuevo. La enfermera se inclina y le da algunos golpes en el hombro: no hable, señor Vargas. Se va a cansar y no -No, conviene. Cierra los ojos. ¡Cómo odia que alguien le dé palmaditas! Lo encuentra denigrante; de mal gusto. Ese movimiento de intimidad hecho por alguien que no 1o conoce le repugna. Se contiene. "Yahabrá un momento en que le diré a esta enfermera que vaya a darle palmaditas a otro... Que no toque más mi cuerpo." Recuerda su anatomía. Los ejercicios diarios en el gimnasio. La satisfacción de ver en el espejo una figura de menos años de los que tiene. El goce que 1o invade cuando en la piscina del Club Deportivo se encuentra con sus amigos y compara su cuerpo bronceado y bien cuidado con el de ellos. Los hay gordos, con el tejido adiposo colgando por todos lados. Otros están flacos y sin músculos, los huesos sobresaliendo por doquier. Sin embargo él está en la situación ideal: ni gordo, ni flaco. Los músculos situados en donde deben estar. Vargas, ¿me escucha?

-Señor

1.3

De nuevo siente la molesta lucecita que transita sobre sus ojos. Los abre. Enfoca ala enfermera, quien sonríe. Nota que es gorda. De cara ovalada y mejillas colgantes.

y se notan pálidos. Tiene las pobladas. cejas El cabello negro, recogido. El uniforme limpio pero viejo, usado. "No es una enfermera de primera", deduce. "¿Dónde estaré?", se pregunta. La mujer, como si le hubiera leído la fnente, le informa: en el Hospital SanJuan, señor Vargas. Tuvo -Está cerca de este lugar y lo trajeron aquí esta un accidente madrugada. "¡El Hospital SanJuan!", repite mentalmente el accidentado. "¡Pero si es un hospital público; gratuito! ¡Para pobres! ¿Qué hago yo aquí?" Intenta incorporarse sin éxito. Sus esfuerzos no pasan desapercibidos para las enfermeras, quienes lo sujetan por ambos hombros. señor Vargas. Cálmese. No es tan graye. -Cálmese, "¡No es por lo grave que me estoy moviendo; es que no quiero estar aquíl", intenta decir, pero sólo sonidos incomprensibles salen de su boca. Se concentra en el ruido monótono que surge detrás de su cabeza.'Tic, tic, tic.' Respira profundo. AI fin se tranqluiliza. Se concentra. Intenta hablar de nuevo. quier... -Noooo señor Vargas *1o interrumpe la en-Tranquilo, fermera de Ia cara redonda. Lo palmea en el hombro. ¡Cómo odia que 1o toquen!-. Todo va a ir muy bien. Está usted en buenas manos. "¿Cómo voy a estar en buenas manos en un hospital de cuarta calegoria? ¡Tengo que salir de aquí!", piensa. Intenta hablar de nuevo. f... Sus labios no están pintados

-Poorrr

-¡Cálmese! Más palmaditas. Otra inyección. Sensación de placidez... Cierra los ojos. Se deja llevar...

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Intenta abrir los párpados. No logra ver nada. Está tan oscuro como cuando los tenía cerrados. Ve un haz de luz difusa a través de la ventana al lado de la puerta. Ahora discierne más claramente las sombras al otro lado de Ia pared. Las persianas están abiertas. Hay una mesa larga y varias enfermeras sentadas a 1o largo. Sus caras están iluminadas por un resplandor que parece salir del frente. Vuelve la cara hacia el otro lado. Otra ventana. Ésta tiene las persianas cerradas . Gira ahora st¡ cabeza a la posición original. Se siente más libre. Más ágll. No hay dolor. Observa hacia abajo. Hacia donde deberían estar sus piernas. No están. Una mole blanca de vendas las suplanta. "¿Habré perdido mis piernas?", el pensamiento entra de repente. "¡No! Están allí. Sólo que cubiertas de vendas." Respira hondo. "Hospital público", recuerda. Se estremece. Ha escuchado historias horrendas de estos lugares para pobres. No hay medicamentos. Los médicos no atienden bien. Las enfermeras no esfán graduadas. Falta equipo. Ahora está en uno de ellos. Irremediablemente. No puede partir. No tiene piernas. Trata de sentirlas, sin éxito. Un gran vacío ha tomado el lugar de su torso inferior. Intenta con los brazos. El derecho, nada. EI izquierdo, siente un movimiento. Los dedos se mueven. Prueba la mano: la encuentra. Flexiona el brazo. Lo dobla por el codo. Lo trae hasta los ojos. Mira su mano izquierda. Pálida pero real. Mueve los dedos. Se alegra. Le dan ganas de llorar. No lo hace por temor a que entre una enfermera. Vuelve elbrazo a st lugar. Reposa. Sonríe. Cierra los ojos. Se duerme.

que sonríe. De un vistazo aptecia sus facciones delicadas; sus labios finos y tersos. *Ha dormido más de un dia... *agrega la mujer-. Es hora de que salga del mundo de los sueños. me sucedió? *logra preguntar con voz -¿Qué temblorosa. *Tuvo un accidente, señor. Un accidente bastante

lJna voz dulce lo despierta: días, señor Vargas. Es hora de levantarse. -Buenos Alguien 1o sacude levemente. ¡Odia que lo toquen! Furioso, abre los ojos. Tiene frente a él a una enfermera

gtaYe,

quedó? con voz en-Mi auto, ¿cómo -pregunta trecortada. Recuerda su auto. Un deportivo último modelo. Doce cilindros (hay pocos automóviles con doce cilindros). Dos carburadores. Suficientes caballos de fuerza parahacerlo despegar si tuviera alas. ¡Su bebé adorado! Pérdida total, tengo entendido --dice -Destrozado. la enfermera moviendo su cabeza de lado alado. El viejo cierra los ojos. Se pone triste. va a preguntar por usted? ¿Qué le sucedió? -¿No le interesa si mató a otros? ¿Sólo su cato? ¿No -pregunta la enfermera con tono de reproche. Mira el rostro hermoso. Facciones aindiadas. Siempre le han parecido lindas las mujeres de su país. Con sus cabellos negros, rasgos finos, combinación de razas. Perfectas para la cama, pero nada más. Nitzia es así. Mezcla de negra, india y blanca. Revoltijo angustioso que produce las mejores mujeres...; o las peores. No como sll esposa. Al momento de decidir con quién casarse, no cludó un instante que su consorte debía de ser blanca. I)e pelo negro, pero blanca. "Blanca de Castilla", como clecía su abuela. No importó su insipidez, la superficialidad, ajena a todo salvo sus amigas, sus baral'as y sus sesiones de té. Y, por supuesto, su lglesia. Siempre su Iglesia. Para todo su Iglesia. Cuando lo esperaba tarde cn la noche *ya no 1o hace-, usaba a Dios y al diablo lrara asustarlo, para úatar de retenerlo en casa. ¡Qué rrlrurrido! Hubiera preferido que tuviera un amante, dos...

r6

r7

Sería más divertido. Mejores discusiones. Intercambio de información. Pero, ¿la Iglesia? ¡Uggg! ver, señor Vargas. ¿Me escucha? -.oye a la -A enfermera decir con su tono dulce, aunque alto. El viejo hace un gesto con la mano y balbucea: basta! No tiene que gritar. La escucho... -¡Basta, nota que está bien Que se -Se -palmaditas-. va a recuperar Voy a buscar al doctor. No desea -palmaditas-. más palmaditas. Ni consuelo, ni compasión. No quiere nada. Él tampoco da nada nunca. No distribuye palmaditas. Sabe siempre en qué posición están sus manos. Sin excesos descontrolados. Toda su vida ha practicado la disciplina corporal. Es tan importante... Muchas cosas dependen de ello. Un contrato. Una conquista. No mover un músculo de la cara es esencial en momentos cruciales de la vida. IJn gesto involuntario puede delatarnos. Unos ojos demasiado ansiosos pueden ser ventanas por donde el contrario atisba nuestra alma. }{ay que desviarlos. Cerrarlos. Apartarlos. Mira a su alrededor. Ve :una cama con sábanas revueltas y un cuerpecito contorsionado yaciendo sobre ellas. Parpadea. Abre bien los ojos para captarlo todo. "¡No estoy solo en el cuarto!", piensa sobresaltado. Nota los remiendos en las sábanas de la cama vecina. Están limpias, pero zurcidas en muchas partes. Son verdes. Observa las letras negras pintadas en dos o tres lados: "Hospital San Juan". "iHay que pintarle el nombre a las sábanas para que no se las roben! ¡En qué lugar estoy!" Observa su propia camai las mismas sábanas la cubren. "¡Hospital de pobres! ¡Tengo que salir de aquí!" Mira de nuevo a su acompañante. Es pequeño. Su piel es oscura. Tiene atado a él un tubo que asciende auna bolsa suspendida sobre la cama. Pelo muy corto. Cenizo. Con parches sin cabello a través de los que se le ve claramente el cuero cabelludo. Las pljamas ver-también des, con el nombre del hospital pintado de negro en

varios lugares- cuelgan como si hubiera poca carne. Mira los pies. Pequeños. Raquíticos. Igual que los brazos. Igual que el cuello, que la cara, (tnicas partes de la piel que se ven. Está abrazado a 1o que parece un muñeco de trapo, hecho de retazos de telas remendadas. No se mueve el cuerpo pequeño. Parece enfermo. Muerto. Aparta Ia vista disgustado. Reflexiona: "tengo suficiente dinero para pagar el mejor hospital. Para úaer un avión-ambulancia y volar a un mejor hospital, en un mejor pais. Para comprar entero el hospital. ¿Qué se creen? ¡No pueden retenerme! ¡Darme palmaditas y tratar de calmarme! ¡Hospedarme en un cuarto junto con un ser raquítico y a punto de morir! ¡Qué atrevimiento!" Regresa la enfermera. La acompaña un hombre joven vestido con bata blanca. Se acercan. La enfermera desliza su mano por las vendas blancas que cubren las piernas. No siente nada. "¿Estarán mis extremidades debajo de este vendaje? ¿Las habré perdido? ¿Estarán amputadas? ¿Es ésa Ia razón de tantas gasas blancas?" Un sentimiento de pánico se apodera de é1. Dura los segundos que toma el joven en colocarse a su lado, levantar, le el brazo izquierdo, el que no tiene quebrado, apretarle la muñeca buscándole el pulso, y decirle: mucha suerte, señor Yargas. Otro estaría -Tiene invitado a su propio velorio en estos momentos -ríe con su propia ocurrencia. El viejo no hace ningún gesto. No le encuentra Ia gracia al comentario. Mira al visitante. "Pero si es un niño. ¿Es que no hay en este lugar alguien de peso? ¿Alguien

t

cargo?" es responsable de mi?

con es-

-pregunta f'rrerzo-¿Usted en voz lent.a, baia. sí. Por supuesto *responde el joven, mientras intenta-Sí, medir el pulso del accidentado mirando su reloj. si usted es un infante! el viejo -¡Pero -responde ( ()n tono más fuerte.

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El joven sonríe. No dice nada, La enfermera res_ ponde por é1. un médico interno. Está haciendo su práctica. -Es que hay por aquí _-afirma Es el mejor con su voz dulce. practicando conmigo? el viejo, -¿Está -responde haciendo intentos por recuperar elbrazo que el médico tiene sujetado con firmeza. No se mueva, por favor _ordena el -Quieto. médico. Termina de tomar el pulso. Anota algo en una li_ breta que extrae del bolsillo de su bata. saber cómo se encuentra, señor yargas? -¿Quiere el doctor con tono profesional. -pregunta El viejo detiene todo pensamiento. Uno solo inva_ de enseguida todo su ser: puede estar al borde de la muerte. Puede que no tenga piernas. Testículos. pene. Existe la posibilidad de que haya perdido más de lo que imagina. Recuerda su automóvil. Le parece ridículo aho_ ra su preocupación por su auto. Es él quien importa, y puede que esté destrozado. Murmura: doctor. Dígame cómo estoy... -Sí, un accidente muy grave. Un poco más y -Tuvo se mata. El auto quedó... ya sé cómo quedó el auto el -Sí, -interrumpe viejo-. Necesito ahoru saber cómo estoy yo. yargas. Claro. Usted -Sí. me pasa? no está muy bien, señor -¿Qué quebrada una de las piernas en múltiples pafies.-Tiene La otra en tres, La cadera también está fracturada en dos lugares. mis piernas todavía? -¿Tengo El doctor ríe. ¡Por supuesto que las tiene! Allí están _toca -¡Claro! con sus nudillos las vendas. Suena hueco, ,Toc, toc., "No son vendas. Es yeso bien duro,,, deduce ense_ guida el viejo.

r9 tiene quebrado también el brazo clerecho -Además, señala . Ya a darle un golpecito, pero el viejncs craneales-, o moverlo lo menos posible por el riesgo que implicaban sus múltiples quebraduras. Deciclintr¡s dejarlo aqui, y creo que no nos equivocamos. Su herich en la cabeza fio era tan gtaye como parecia. 1o saben si no tienen los aparatos ack.-¿Cómo cuados? el viejo con tono molesto. El -pregunta doctor sonríe. experiencia... -La experiencia? el viejo airado-. ¡Si -¿La -continúa Lrsted es un bebé! ¡Nada más y nada menos que un cl«rc'tor bebé! no. No se preocupe. No fui yo quien lo -No, rrr"rxilió anoche. Fueron los doctores de turno, quicnt,s ticnen mucha más experiencia que yo. El viejo está furioso, pero no responde. El ulisnro ¡x:nsamiento lo invade de nuevo: tiene que salir clc allí. Al ('()sto que sea. No tienen los aparatos adecuados. Las t.n li'r'rrreras dan palmaditas. Los doctores son niños t<¡cllrviir. días tendré que quédarme aqrríi, -¿Cuántos el doctor sonricnck¡-. No -¿Dias? o, -responde tllrs. Semanas quizá, meses.

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*el viejo abre bien los ofos y trata cle -¿Meses? incorporarse. La enfermera se inclinahacia adelante y ayuda al doctor a mantener al viejo acostado. si insiste en moverse demasiado, señor -Meses Vargas. Depende de su cooperación y de cómo respon_ dan sus huesos. Está muy quebrado. No es un joven. Demorará un tiempo. El viejo gruñe. ya nos visitó ayer su abogado. Lo man_ dó su -Además, esposa. Le explicamos todo y estuvo de acuerdo en que éste es el mejor lugar para usted. visitó mi abogado? viejo con -¿Los Y mi esposa, -pregunra,el 2s6¡¡!¡s-. ¿no vino? sabemos nada de su esposa el -No Só1o su abogado -responde médico-. llegó hasta aquí. Firmó to_ dos los papeles necesarios. qué mandó al abogado? ¿por qué no pudo -¿Por venir ella? confuso. -pregunta no 1o sabemos, señor Vargas. -Eso El viejo recuerda a su esposa. poco es lo que se ven. De vez en cuando cenan juntos, cuando coinci_ den en la casa. La convers ación es superficial. *¿Cómo está el negocio?; ¿cómo va la iglesia?,, Después, el si_ lencio. El tragar apresurado, queriend o acabar rápido para salir de ese mutismo embarazoso para ambos. A veces asisten juntos a alguna fiesta o función social. Es lo mismo. Silencio en el auto. Silencio entre ambos en la reunión, cada uno conversando por su cuenta con amistades que saben más de ellos que el uno del otro. esposa aceptó que no me trasladaran al hos-¿Mi pital de Pedernal? fue su esposa quien tomó esa'decisión, se_ -No ñor Vargas. Fue su abogado. Le explicamos su situación y é1, sabiamente, aceptó nuestros consejos.

puede haber aceptado que aquí estoy mejor -¿Cómo que en Pedernal? *pregunta el viejo, irritado. *Para lo que usted sufre, aquí está igual que en el hospital de Pedernal, señor Vargas. Tenemos el equipo y el personal adecuado para úatat sus dolencias. acaban de confesar que no tienen la máqui-Me na para analizar lo que tengo en la cal5eza. estas alturas no es necesario. No es grave su herida-A en el cráneo. *¿Cómo están tan seguros? lo fuera no estaria hablando tan tranquilo con -Si nosotros... que tenga razónl ¡Si no los demandaré a todos -¡Espero ustedes y a su maldito hospital! El médico borra una sonrisa que tenía en el rostro. Todo su cuerpo se tensa. Él también es del otro lado de Ia ciudad. Del mismo sector de donde viene este hombre. Pero, para é1, el Hospital SanJuan no está "maldito", como acaba de acusar el accidentado. En su corta experiencia en ese edificio ha salvado muchas vidas. Le ha cogido cariño. Es un hospital pobre, pero eficiente, aun tomando en cuenta sus estrecheces. Allí todos se esmeran. Sonríen. Hay solidaridad. La misma solidaridad que produ ce la falta de recursos en barriaclas pobres. Conoce el hospital de Pedernal. Es un lu¡lar muy eficiente, sin duda. Tienen la última tecnología. 'l'ambién caras frías como el acero de los aparatos que lray por todos lados. Va a decir algo. Siente e¡ el brazo la presión de la r)reno cle la enfermera. La mira'. Ésta mueve la cabeza de lrrclcr a lado. Se lleva un dedo a los labios. Laética de su ¡>xrf'esión le impide contestarle al enfermo. Se controla. No clice nada. qué no me pueden mudar a Pedernal? -¿Por f)regunta el accidentado.

22 muy quebrado la s¡fs¡rns¡2-. Podria-Está quedar peor. No es -responde aconsejable moverlo ahora que hemos podido ponerle los huesos en su sitio. si decido irme, ¿me lo pueden impedir? -Y está inválido, por el momento, señor ----esta -Usted el médico-. Tendríamos que recibir una vez responde orden de su esposa, o de su representante. Si no, no dejaríamos que saliera. estoy prisionero... -Entonces usted lo considere, señor... fi-Como nalmente el médico. Da media vuelta y pafte-dice sin despedirse. La enfermera se acerca. Dice: tener paciencia, señor Vargas. y resigna-Debe ción. Todo sucede por algo, y nada sucede por nada... Dios nos lo mandó a nosotros, y por algo debe ser. Termina el sermón. Abre los ojos. Allí está la enfermera sonriéndole. Recorre con su vista el rostro fino, exótico. Ha visto rostros similares en el Oriente; en islas de los mares del sur. Parecidos a los que transitan por las calles de su ciudad. Achinados; aindiados. Sólo que en su país han perdido el orgullo, la identidad. Además, están pésimamente arreglados. La cara sin maquillaje. Los cuerpos mal vestidos; sucios. Las mejillas flacas, sin brillo. Con hambre. Él ha descubierto el secreto. La belleza está allí, casi a flor de piel. Solamente hay que escatbar un poco. Invertir en vestidos, polvos, maquillaje. Pagar un apartamento. Dades dinero. Te reciben como a un dios; un salvador. Tu inversiónpaga con creces. Es másbarato que pagar por hora, por dia. Y, además, hay cariño, hay gratitud. Le sonríe a 7a enfermera. preciosa. estás? -Hola,rápido se ha¿Cómo repuesto, señor Yargas? Hasta -¿Tan me llama preciosa... El viejo está contento. Va por buen camino. A la enfermera le gustó su lisonja.

23 Ahora altrabajo. Hora de sus necesida-

-Bueno... la enfermera mientras se agacha y saca de -añade debajo de la cama una bacinilla plana y alargada. La empuja y la coloca debajo del viejo. Entre el yeso que cubre la cintura y la cama. des

ver, haga ya. La

bacinilla está en -A El viejo enrojece. Gruñe.Jamásleha sucedido esto. posición.

Se siente humillado. Cierra los ojos. No se mueve. Se niega a cooperar. tiene ganas? No importa. Puedo esperar. -¿No La mujer se queda allí, a su lado. Quieta. paciente. Él no la ve, pero siente su presencia. Siente el calor de su cuerpo llegar hasta é1. No es algo que imagina. Es real. Tiene ese don de captar la presencia femenina. La tlbieza, el olor, la esencia de la hembra. Se siente bien. Confortado, cuidado. voy. Tengo quehacer. -Melléneme la bacinilla, ¿sí? Ahora vuelvo. Mientras tanto, Abre los ojos. Mira a su alrededor. Aquel cuarto lo oprime. Ve a través de la ventana. Es de día. Temprano en la mañana. El sol empieza abrillar afuera. Alcanza a ver una arboleda cerca del hospital. Más allá, pequeños cerros repletos de chozas miserables. Algunas brillan al reflejarse el sol en sus techos fabricados de hojas de zinc. Hay verdor entre las casas. "Por lo menos siembran", deduce. "seguro habitan allí muchos campesinos emigrantes a la ciudad, que traen con ellos sus hábitos de trabajar la tierra y siembran lo que pueden en aquellas lomas áridas." Vuelve Ia vista haciala cama vecina. Su compañero de cuarto se encuentra alli todavia. Famélico; tirado scrbre las sábanas mal arregladas. Medio difunto. Abrat,xJo a su peluche de trapo. Amarrado el bracito a un trrbo de alimentos. Nada más. No hay monitores de aparlrtos sofisticados que dan vida, que espantan la muerte. lln sentimiento de disgusto por la presencia de aquel

24

25

ser cerca de él recorre su cuerpo. Sube la vista y mira por la ventana interna. Observa la mesa larga con va_ rias enfermeras sentadas frente a ella. Las caras ilumina_ das por el resplandor que surge de la mesa. Ahora entiende: es un cuarto de cuidados intensivos. Las en_ fermeras están afuera, cetca, listas para auxiliar. ,,¿por qué no ayudan a aquel pequeño renacuajo en la cama de al lado? pregunta-. ¿por qué no se lo llevan a -se dejarlo a él otro lugar? ¿Podrán en el cuarto solo? Nece_ sita su privacidad. Él es alguien; es importante. El enano a su lado es un pobre ser; no es nadie.,,

Mira el reloj. Son las siete. La puerta se abre. Cierra los ojos. Siente el movimiento de un grupo de personas que entran a su cuarto. Hablan en murmullos.Trabajan. Abre los párpados. Dos enfermeras y un médico joven, dife_ rente al que lo atendió, rodean al ser postrado en la otra c ma. Una enfermera sostiene el btazo raquítico bus_ cando el pulso. La otra le quita el camisón dél hospital y procede a limpiarlo con una esponja.'En¡uaga rrm y otm vez la piel amarilla colocada sobre huesos que sobresa_ len por doquier. Se pueden contar las vértebras, seguir con un dedo el contorno del esqueleto, percibir las pro_ tuberancias óseas de aquel cuerpecito enfermo. Erfin, "se podría usar aquel espantaio para una clase de anato_ mía. ¿Por qué está a mi lado?,,

-Enfermera... -llama.una de ellas deteniendo señor -responde

-Sí, trabaio.

-Acérquese, La enfermera en la mano.

su

por favor. Tengo algo que solicitarle. ala carna con una esponja

se acerca

qué puedo ayttdarlo? -¿En qué desea para ver No soy su enfermera, pero dígame si lo puedo asistir. un cuarto privado.

-Deseo

-¿Perdón? Así es. Tal y como escuchó con más -Sí.Deseo un cuarto privado. -repite fuerza-. cuarto privado? Aquí no hay nada privado, señor.-¿Un Esto es una sección de cuidados intensivos, y no hay nada privado confundida la mujer. -responde podrían queda pensando sacar a ese... -¿No -se unos segundos-, muchacho de aquí? La enfermera rie. Mueve la cabeza de lado a lado. señor. Estamos llenos hasta el tope. -Imposible, Muchos accidentados en el fin de semana, ¿sabe? si pago algo? esperanzado. -¿Y -insiste La mujer ríe de nuevo, sabe dónde está? Esto es un hospital públi-¿NoNo nos damos abasto... co, señor. seguro que con un poquito de buena voluntad-Estoy sus dedos con el signo del dinero- se -frota todo... ptrede arreglar y le guiña un ojo. -sonríe La enfermera se pone seria. Ya no sonríe. este hospital las cosas no funcionan como piensa. Aquí estamos para trabajar por quien lo usted -En necesita. No nos fijamos en quién es, ni qué posee. Tiene suerte que está en intensivos. Si estuviera en otro departamento tendría cuatro o cinco compañeros por cuarto. Aunque, a veces, si recibimos muchos pacientes, ponemos una cama extra aquí con su mano el -señala espacio vacío cerca de la puerta*. Y ahora, me disculpa que tengo quehacer. Da media vuelta y prosigue lalimpieza del cuerpo a su lado. El viejo vira la cara para ocultar una expresión de clisgusto. "¡Tengo que salir de aquí!", decide. "¡Tengo clue salir de aquí!" Los ruidos a su lado continúan por algunos minutos. Poco después distingue el sonido de personas dirigiéndose ala salida y el golpe de la puerta al cerrarse.

26 Pasa

el riempo. El viejo piensa. Está disgustado por la

falta de interés de su esposa. También se pregunta por quéJulio, su hijo varón, único vástago, no se há apareci_ do por el hospital. "Debe ser que sí ha venido, peró no lo han dejado entÍar", reflexiona. ^Esta átea es resffingida.,, "¿Qué estará haciendo Julito ahora?', se pregunta. , Lo recuerda alto, delgado, con un ligero parecido a é1, pero portador de más rasgos de su madre, físicos y espi_ rituales. Nunca heredó el caráctet, determinación y fár_ faleza que caracterizan a su persona. La personalidad de su hijo es más serena, menos anc¡lladora. Siempre medita antes de hablar. Muchas veces de su boca no sale nada, aunque se nota que su cerebro guarda pensamientos que mantiene en reserva. Otro tema que le disgusta es que está convencido de que su hijo le riene temor. y é1, Julio Yargas, no respeta a nadie que sienta el más mínimo miedo hacia su persona, incluyendo su hijo. Es cierto queJulito ha demostrado independencia algunas veces, como cuando decidió ir a estudiar a Europa en contra de su criterio de que Norteamérica era mejor; o sus múlti_ ples intentos de trabajar paraotros, despreciando el tra_ bajo que le habia ofrecido en sus empresas, iniciativas que pudo contrarrestar sólo ofreciéndole acciones y rei_ terando la promesa de que algún dia é1, Julio Vargas, hilo, estaria a cargo de todo, sin que su padre se lnÁiscuya en nada. El viejo sabe que todas esas promesas no son verdad. Que mientras esté vivo, o, por lo menos, mientras mantenga integra su capacidad de raciocinio, nadie podrá impedir que visite su oficina rodos los días. Y nadie podrá evitar que todas las decisiones recaigan finalmente en é1. Mira a su alrededor. Nada ha cambiado. El reloj sigue su lento andar. El sonido detrás de su cabe za, ,tic, tic', está allí, invariable. Hace un esfuerzo, mira hacia arriba y descubre el misterio: el ,tic, tic,proviene de un monitor que, solitario, vigila su pulso y latidos. Se queda

27 mirando lapantalla. Le fascina. Cadayez que su corazón se encoge una lucecita se enciende, la máquina emite un 'tic', y un grupo de rayas se contorsionan y adquieren formas elevadas y bajas. ¡Qué gracioso! Todo eso refleja lo que es su corazónr un músculo más dentro de su cuerpo. Hace un esfuerzo e intenta acelerarlo. Mira el monitor. Nada sucede. El corazón no se puede manejar con la voluntad. En ese momento una pregunta penetra en su cerebro. ¿Por qué lo tienen amanado a aquel aparato? ¿Por qué escuchan su corazón? ¿Les preocupa que esté daiado? ¿Que pueda detenerse? Observa la máquina con incertidumbre. Le obsesiona el 'tic, tic'. ¿Y si de repente deja de escucharlo? ¿Si su corazón se paraliza? ¿Lo sabrán ellos allá afuera? Mira por la ventana y ve a las enfermeras sentadas en la mesa larga, El 'tic, tic' es un sonido leve, insignificante, incapaz de traspasar la barrera de la puerta, la pared o el vidrio de la ventana. Jamás escucharían si se detuviera. Además, ¿cuántos'tic, tics' habrá en aquel recinto? Muchos. Dijeron que era una sala de cuidados intensos, o algo así, y en aquel barrio debe haber muchos enfermos y heridos. Mira hacia un lado y ve unos ojos grandes observírndolo. No ve nada más. Sólo dos ojos grandes, increíl>lemente hermosos. Se abren redondos como preciosas rnonedas de plata. En su centro, una pupila negra, profirnda, flota tranquila. El viejo cierra los párpados. Los vrrclve a abrir. Los ojos están allí. Mirándolo. Curiosos. Nota las pestañas largas; las cejas espesas, negras; todo rr¡clcando aquellos globos inquisitivos, intensos, pero al rrrismo tiempo delicados. Concluye que su compañero de ( ulrrto ha sido trasladado o que está muerto. Que lo retirrrrrn sin que él se diera cuenta y que en su reemplazo lurn traído auna niña preciosa, dueña de esos ojos que l);rr'('cen extraídos de una pintura de ángeles. Observa un ¡xrr'«r más y nota que es el mismo cuerpo raquítico, fa-

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mélico, enfermo, el que rodea aquellos ojos maravillosos. La niña abraza con fuerza al muñeco de trapo, hecho de reta_ zos de tela de muchos diseños y colores. ,,¡No puede ser!,,, reacciona. Recorre de nuevo con su vista la cama vecina y concluye que nada hacambiado. Están allílasmismas sábanas verdes, zurcidas, con el nombre del hospital inscrito por todos lados, y el mismo cuerpecito flaco y cansaclo.

Mira nuevamente a los seres que han invadido su habitación y un sentimiento de furia lo cubre por completo. ¡¿Cómo puede el hospital permitir una violación de su privacidad en forma tan flagrante?! Recuerda su tiempo de estudiante universitario en el norte cuando tuvo que compartir su habitación con un joven alto, desgarbado, procedente de un pueblo de Kansas, que se pasaba la mitad de la noche con todas las luces prendidas estudiando, y la otra mitad lanzando eructos y gases. Eran pocas las palabras que habia intercambiado con é1. La principal: "Hi". Quizá por eso su primer reclamo habia sido tímido. El gringo lo habia mirado con curiosidad, de arriba a abajo, no respondió y se volvió a sumergir en sus tareas, sin apagar la Luz. El sentimiento que lo invadió fue tal que estuvo a punto de atacarlo, aunque se contuvo en el último momento, inspirado por una chispa de sapiencia: el norteamericano era más grande y fuerte, y estaban rodeados por otros de su clase que no hubieran dudado en acudir en ayuda clel agredido en contra del extranjero. Se limitó a pedir su traslado, y cuando no obtuvo ningún resultado, se compró un protector de ojos y unos audífonos que col
Voltea su cabeza y piensa. ,,No es un niño... ¡Es una niña!, y está muy mal. pero esos ojos, ¡Dios mío, esos ojos...l No puede estar tan enferma.,, Escucha entonces una vocecita que le dice: pareces un poco a mi abuelo... -Te no le gusta. Aquello Él no puede parecerse al abuelo de esa chiquilla. El color de la piel de la niña es moreno y el de él es blarrco. Ella es ,¡na mezclay él es puro, de ascendencia conocida. Las personas de su claie se enferman en el hospital de pedernal, y no en los de caridad. Además, los nietos de hombres parecidos a él jamás contraerían una enfermedad como la que tiene esa pobre infante, producto, estaba seguro, de la desnu_ trición y el descuido. Decide ignorarla. Cierra los ojos y se queda dormido.

Lo despierta el bullicio que tiene lugar a un lado de su cama. Gira su cabeza y observa a una multitud que rodea a su compañera de cuafto. Aunque no es exactamente una "multitud", sino que en la pequeñez de la pieza las cinco personas danla impresión de muchedumbre. Nadie se da cuenta de su presencia. Lo ignoran y ponen toda su aten_ ción en la pequeña, que está con la cabeza recostada en una almohada grande. Ella sí se da cuenta de que él los observa. Fija sus ojos grandes en é1, como bolas de luz, y sonríe. Un escalofrío 1o recorre de aniba a abajo. Hay algo en aquella mirada, en aquella sonrisa, que lo perturba.

sinrples cuelgan de sus orejas, de huecos exageradamente :rl;rrgados y grandes. Su piel está toda arrugada. Es la ¡rr.irrrera que se vuelve hacia é1, siguiendo la mirada de l.r rriña. La vieja no sonríe. Lo mira primero con curiosi-

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30 dad, después con un trazo de temor, quizás al observar que el accidentado no es de la misma clase que ella. Se vuelve y continúa mirando a la pequeñu, ,r.rqr. de vez en cuando vuelve los ojos furtivamente sobre él hombro clavando las pupilas en las del viejo. El hombre observa de nuevo a la niña. Está dis_ ttaida, contenta de estar rodead"a por aquellas perso_ nas. La sonrisa nunca abandona sus labios. Se ha transformado. Aquel cuerpo débil y esquelético ha ad_ quirido un áurea de dignidad que no se ve, pero que impregna todo a su alrededor. Igual a como quedan ios zapatos fatigados de tanto andar cuando saien de ser reparados. El viejo aprovecha paÍa recorrer con su mirada el pequeño cuerpo enfermo. La misma cabelle_ ra está al7i, corta y repleta de agujeros a través de los cuales se dibuja el cráneo. La cubre la misma bata ver_ de de hospital, salpicada de manchones negros con el nombre de la institución por todos lados. De ella sur_ gen dos bracitos delgados, como ramiÍ.as sin hojas des_ pués de una tormenta. A uno de ellos está sujeto el único tubo que sale de su cuerpo, y que asciende a una bolsa plástica que la suple de un líquido denso, trans_ parente. El otro abraza contra su pecho a su muñeco de trapo. La niña sonríe. A su lado sus acompañantes parlotean, todos al mismo tiempo. Los dos niÁos gran_ des, la niñita pequeña, el hombre y la mujer. Tá¿os hablan y ríen, menos lavieja, quien permanece callad,a en la parte inferior de la cama. La mujer lo mira de reojo. parece preocupada. Vuelve la vista a sus acompañantes, y nuevamente hacia é1. Parece ser la única que está consciente de su presen_ cia. Todos hablan y ríen en voz baja, pero, aún asi, la mujer está intranquila. El viejo lo nota y a ella dirige su comentario: en un hospital y necesito descansar! -¡Estamos ¡Hagan el favor todos de salir!

Todos se vuelven hacia é1. El hombre, la mujer, los tres niños y la niña enferma. La señora mantiene en él la mirada que tenía antes de que el viejo hablara. La que responde es la niña: están visitando, señor. Son mi familia y me -Me de sonreír. están visitando -trata En ese mismo instante el hombre rodea la camay se acerca a la del viejo. Tiene un sombrero agarrado nerviosamente entre sus manos. Está vestido con una camisa raida pero limpia, desteñida de tanto lavarse, pantalón que le queda grande y zapalos gastados. Pelo negro y lacio, como la niñ.a, y rasgos también parecidos a los de ella. El viejo piensa que es el padre, pero se equivoca. señor. Pero venimos a visitar a mi soque está muy enferma. brina -Perdone, también estoy muy enfermo y necesito re-Yo molesto. f)oso -responde derecho a visitar... -Js¡srn6s El viejo no espera que el hombre termine. Lo interrLlmpe exclamando: yo también tengo derecho a mi tranquilidad! -iY ¡Sulgan de aquí, por favor! El hombre intenta hablar de nuevo, pero es intellrrrnpido por segunda vez'. importa nada...t ¡Estoy todo roto y tengo que t

-¡Me

lt'st:ansar!

El viejo observa alrededor del hombre. Ve que de ojos están clavados en é1. Se detiene por un instante en los ojos de la niña. Están dilatados, refle¡.rrrtlo un ligero destello de temor. La mujer tiene tomada .r lrr niña por una mano, y con la otra libre le acaricia l('ntilnlente el cabello. '-El señor no nos puede impedir visitar a la niña rli«'t' el hombre, satisfecho por haber podido al fin

( ir)('() pares

,

,rnlllt'tllr una

frase.

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- El vieio escucha aquello y está a punto de ex_ plotar. ¿Cómo un hombre con ropas viejai, dicción im_ perfecta, rasgos de pobre, se atieve a'informarte qre é1, Julio- Yargas, promotor inmobiliario de ,".ro-br", puntal de la sociedad, no puede impedir que esa .hrr_ ma le _interrumpa el sueño? Comienza a ponerse rojo

y estalla:

de imbécill ¡Largo todos de aquí o los mando-iPedazo a sacar a patadast. quién va mandar a sacar a patadas, señor -¿A oye ünaavoz Yargas? la puerfa. -sela enfermera dedesde Entra la mañana, la del pelo negro y rasgos finos. pero él no nota nad,a. Está furioso. eüre la boca para decir algo,.pero la enferme ra se acerca a la cama rápidamente, le pone las dos manos sobre los hombros, y 1o empuja lévement e hacia abajo, recostán_ dolo nuevamente sobre el colchón. Le dice con tono calmado:

no puede sacar a nadie de aquí, señor. -Usted Ellos están en su derecho. Es la hora de visitas. mí imp...l -¡A no medice quedamente la muchacha, mien_ tras le-¡Shhh!-le toca los labios con los dedos_. Sí debe importar_ le. No puede ir en conrra de los reglamentos del háspital. El viejo mira a su alrededor. Todos en la hibita_ ción tienen la mirada puesta en é1. Siente entonces una urgente necesidad de establecer su autoriclad, su posici6n. Trata de levantarse, y ruge: se han creído ustedes?l -¡¿Quiénes La enfermera lo sujeta con firmeza por los dos hombros e impide que se incorpore. El viejo destila rabia. Su cára se enrojece , aprieta los dientes. parece un globo demasiado inflido, apr.rro de estallar. La enferme ra ensaya una sonrisa y le da tres palmaditas en uno de sus hombros, diciendo al mismo tiempo:

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señor Vargas. Nada va a sacar con -Cálmese, enojarse, salvo ponerse peor. me regale más palmaditas, señora! ¡No las -iNo necesito y me molestan mucho! el viejo, -responde marcando cada silaba. usted... -Perdone me deberían pedir por permitir este "baile"-¡Excusas aquí...! *señala con su mano sana a las personas en la cama de al lado. *Esta gente al grupo a su lado, el cual se -señala ha compactado, como si buscaran protección los unos de los otros- está en su derecho. Son las horas de visita y se les permite entraÍ a ver a la niña. mi privacidad?! ¡¿Ahh?! ¡¿Qué pasa con mi pri-¡¿Y vacidad?l ¡Tengo derecho a ella, ¿o no?! *la mira desaliante. supuesto que sí.... la enfermera -Por -responde cn tono conciliador-. Pero tiene que ser un poco tolerxnte y esperar que la hora de visitas acabe. El viejo no habla. La mira y recorre con los ojos el grlrpo a su lado. Al final cierra los párpados. de descansar... la enfermera -Trate r'on dos palmaditas más en el -concluye hombro del viejo. Éste se controla. Cierra los ojos y escucha cuando l:r ¡ruerta del cuarto se abre y la enfermera sale. Su fnente se aparta de los susurros en los que se ha con-

vcrtido la conversación animada de l.a cama de al lado. l)(' l)ronto intuye que hay algo que le hace falta. Siente rrnrr <rpresión leve en el pecho, dentro, enla garganta. l..r irrragen de un vaso de vino aparece, y la opresión ,nln(:nta. Comprende que tiene sed, y que aun si pide ,rliuir no podrá aliviar la resequedad que siente en sll l.rrirrgr:. Concluye rápidamente que lo que necesita es r rr r I rr rcn trago de vino. Recuerda el color rojo oscuro del

34 líquido tu_rbio, pesado, su olor áspero y seco, y aumenta su ansia de tener entre sus dedos una copa,y una botella completa. Sus manos-.omi.nzan frente a él a temblar mientras recuerda la sensación a.t clelicioso caldo de uvas invadiendo su boca, chocando bajand,o p rl "r s^r"are. su lengua ..:;:#i3rTfl ::rl3:

comienzan a secarse. Entreabre un ojo. Observa el grupo de personas cerca de é1. Se siente acorralad,o. No puede deshacerse de los molesros visiranre_s, y llamara la enfer_ mera y pedirle una botella ";;*;;. de vino. Eso no. Sería ilógico; en contra de las ,"glT de aquel lugar. Además, siera exponer sus debilidader. "á;;;:Le ñ"-.o_prenderían. perderían el respeto. hacer? ¿eué Llamaráa su abogado. Le pedirá

que

le Íaiga una botell, A.

Ur.., ir;; camuflada dentro de su maletin. fe-ár¿enará que le trai_ ga una al dia. No, mejor dos. De vino español. Denso y seco, como debe "*..1"r,. ,", ,oJo Lren vino tinto. En eso recuerda el maletín. No el a"f uUágáao, sino su maretín. Er que lrevó a tr.um de Nitzia con el enseñarte a ta muchacha pobre :rr:,i:::"-i:"":r3:!ur^ trr arcance de su pod.er._Sie¡te pánico. ¿Dónde est¿ ál ma_ letínz Estaba en el baúl de J ;;;; .'rando sucedió el accidente. ,,Allí debe estar,,, ,. .o.riorrr. ,,Nadie lo pue_ de haber tocado. pero, el auto está .o., t, policía. y Ia policia es curiosa. seguro habran lbierto er maretero.,, Tiene que mandar a álguien , nrr.urfo. piensa en su abogado.,,¿Dónde esrará ese inútiliJ de está? Debería estar,alli, junto rV ,, "rpo, a? ¿Dón_ a'á1. tgrrl que esas personas están iunto a la niña que quieren. pero, ¿acaso Io.quiere su esposa? nor.rprJrÁ¿;; a su euiere Iglesia, pero a él no. y é1, "". de su edad ¿ia nmal Ár.rr ella se conserva delgada, *¡"rrf, ;,;, Sus maneras son pausadas y sus ojos revela., ,.r, inteligenci, ;;; y_sual.-Su.pelo negro, salpicado d" .r.rrr, recogido Ia mayoría de las veces en un moño severo, se convierte

35 en cascada sensual las pocas veces que acepta irse a la cama con é1. Allí se da cuenta de que ella lo quiere, y que él tarhbién siente algo de cariño hacia elli. La recuerda y le hace falta. ¿Seguirá el maletín en el maletero, o habráya sido abierto por la policía y divulgado su contenido? Si esto ha pasado, está perdido. Maldice su indiscreción. Se arrepiente de haber querido darse aires de grandeza. Nitzia es una pobre mujer, fácil de embaucai. No era necesario deslumbrarla con el alcance de sus proyectos ambiciosos. Era suficiente llegar en su automóvil iu¡oso, vestir bien, y dejarle un par de billetes ahos al salir del lr-rgar. Medita y concluye que, en el fondo, lo que suce_ clió es que él necesitaba comunicarle a alguien lo inge_ nioso de su plan; presumir acerca del detalle .o., qr. lo lrabía concebido todo. ¡De nad,avale creaÍ, conquistar, ,4anar, si no hay público! pero como aquello que fragua_ lxr no podía ser conocido por nadie importante pues lrabría ido a dar con sus huesos a la cárcil, había áeci_ tliclo pavonearse frente a un ser insignificante, sin con_ t;r('tos, que no podia más que aceptar sus planes como ,rlgo genial, proveniente casi de un dios. Se equivocó. Nitzi¿r no sólo rechazí el proyecto, sino que discutió a I, vt ¡r <Je quienes serían afectados y, además-, esquivó toda r¡rtirtridad. Al final, frustrado y con unas copas de más, lr;rlría metido de nuevo los papeles en su maletin,y partió r.rf slr auto a toda velocidad. A partir de allí es poco lo (llr(' r'ccuerda: luces pasando a su lado, su vehículo sal_ l.rrrtlo cn los huecos de una carretera mal pavimentaday rrrr ¡1«»lpe seco que se convirtió en estruendo al retorcerr,r, t'l nletal. Nada más. Vc que sus vecinos se inclinan sobre la enferma y l.r lrcsrrn. "¡Qué bien!", piensa. ,,Se van. ¡Al fin podré terrt'r :rlgo más de tranquilidad!,, Mira al hombrl que en ,r,¡rrcl rnorrento se despide de la pequeña, acariciándole l,r ,,rlrt.z¿r y sonriendo, y piensa que quizás él poclría r

36 ayudarlo a encontrar su maletín. Si el auto quedó allí algunos minutos antes de que alguien de autoridad lle_ gara, estaba seguro de que ,r, p.it..r. ncias habían sido robadas. "Es el peor bairio de ia ciuda d,,, ,uronu,-,y'áÁ un segundo pueden hacer desaparecer un erefant.,l. ,,8r,. señor tiene cara de ser de ese territorio, de conocer el submundo de relaciones que existen en toclo lugar en donde impera la miseria, yposiblemente puede encon_ trar mi maletín.,, Comienza a fraguar un plán prru .rpto_ rar esa avenida. Las personas se van. El cuarto queda solo, salvo por la niña que fija los ojos en é1. La mirade reo¡o. fogm ver que está reclinada sobre sus almohadas, cán ,, Ir_ beza ligeramente ladeada, mirando hacia su cama. Er muñeco de trapo está firmemente apretado contra su pecho. Intenta hacerse_el dormido p..o.ro lo logra. puedo hablar? _llega iapiau la pregírrta. -¿Te El viejo emite un gruñido .-rrati de darle fí.rfáf_ _ da ala niña, pero no lo áonsigue. Su cuerpo está fijo por el yeso pesado que cubre sui piernas. qué te molesta que me vengan a visitar? -¿Por la niña con voz cándid,a. -pregunta El viejo decide no responder. Mantiene cerrados ^ firmemente los párpados. *¿Te estás haciendo el dormido? Mi abuelito también se hacia el dormido cuando se cansaba de hablar conmigo. "El camino a los familiares es a través de la niña,,, Íazona. Io despertabas? _se vuelve hacia lapequeña -¿Yhace Ia pregunta. mientras , Nota que la cara de la enfermita se ilumina con sus palabras. Los ojos se agrandan y la boca se extiende en una sonrisa limpia. Entonces ríe, y una cascada de sonidos alegres invade la habitacilrr. 'U ,i.¡o se siente incó_ modo, pero recuefda su objetivoy tfata a'suvezde sonreír.

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-¿Cómo preguntar.

te llamas?

*Mercedes "Mechi".

-es

-responde

lo único que se le ocurre la

niña-.

Pero me dicen

el viejo, ¡Qué nombre tan lindo! -Nechi... -diceen Ia conintentando ocultar la falta de interés que siente versación. "Nechi"...! ¡Mechi! ¡Con,,eme', de,,mamá',! -¡Nola niña, agitando un poco sus bracito s para -explica hacer énfasis en la aclaración. "Mechi", con "eme". ¿Cómo estás, Mechi? Yo me-Bueno, llamo Julio. Me puedes decir: "don Julio". la niña. Julio. ¿Cómo estás? -Hola,muy -saluda bien. ¿Y tú? -Yo *Yo estoy muy bien también. Contenta porque me vino a ver mi familia. todos los días? averiguar el viejo. -¿Vienen -intenta Solamente los fines de semana. Hoy es sálrado, -No. ¿sabes? Mi mamá sí viene todos los días. "¡Es sábado yar.", cavila el viejo. "Mi visita a Nitzia f r-re un miércoles. ¡He pasado tres días en este miserable lugar!" Un sentimiento de contrariedad lo invade. "¡Tres rlías perdidos en este hospital!" sabías que hoy es sábado? que la -¿No -oye v<>cecita pregunta. no sabía... oye responder. -No, -se Ya habrá otros momenEl viejo decide dormirse. l()s para hablar con esa niña. pones triste los sábados? la niña. -¿Te -pregunra El viejo no responde. sé. Estás triste porque nadie vino a visil:tt'te, -Ya ¿nO? Siente que la contrariedad que habia comenzado ;r irryadirlo momentos antes se expande, y que la rabia r,t' rrpodera de é1. "¡Nadie ha venido a visitarlo! ¡Nadie!" l,rr vocecita de la niña 1o saca de su abstracción:

38 te preocupes, Julio. yo sí te visitaré... -No Es 1o último que escucha antes de que el sopor del sueño lo invada.

Lo despierta un estremecimiento en el cuerp o y una voz que le dice: despierte! ¡Es hora de tomar sus me_ -¡Despierte, dicinas! Abre los ojos y observa que el rostro de la enfer_ mera está muy cerca de é1, sonriéndole. ha dormido? ¿ya se calmó? -¿Cómopregunra usted? -¿Qué Es de los que responde preguntas con -¡Ahhh! otras preguntas, ¿no? entiendo.,. el viejo, -No lo que quiero -dicesaber es si confundido. se encuentra ya bien. -Todo Si se repuso del .,trauma,, (pronun cia la palaira con ironía) que tuvo al ver atoda esa gente a su alrede_ dor. El viejo, con trabajo , levanta un poco la cabeza y observa sobre su hombro izquierdo el lecho vecino. La niña está dormida, tirada sobre la sábana, sin cubrirse. Su cuerpecito ha vuelto a adquirir esa calidad famélica que notó en un principio. Sin sus ojos abiertos, la criatura parece una caricatura de lo que es un ser humano, con sus cabellos desordenados y el cuerpo flaco, macilento. Parece una marioneta abandonada sobre la cama, con sus extremidades inmóviles por la falta de movimiento en los hilos. Un sentimienro de incredulidad roza al viejo. La niña que hace unos momentos le hablaba no puede ser el esperpento que está botado alli, a su lado. No obstante, rápidamente 7a saca de la cabeza y le dedica su atención a la enfermeraestoy muy bien, gracias. Aunque nece_ -Señorita: sito varias cosas, por favor.

39 ver en qué podemos servirle, señor Vargas... al mismo tiempo que sacude un termómetro -contesta, y trata de ponérselo en la boca. voy a poder hablar si me mete eso en la -¿Cómo garganla? el viejo, al mismo tiempo que con -pregunta slr mano sana toma el brazo de la enfermera e impide que ésta lleve a cabo sus propósitos. raz6n. Perdone la enfermera, -Tiene -dice retirando el termómetro-. Ahora, dígame, ¿qué se le

-A

r¡fiece?

varias cosas. Primero, que llame a mi -Necesito que venga enseguida. Segundo, necerrbogado. Quiero sito los periódicos. Todos los publicados en este país. Y l
l;740

4t

todas formas marcaré el número de su abo_ gado. -De Debe de estar en recepción. Estuvo hace dos días por aquí. "¿Hace ya dos dias?", piensa con sobresalto. ,,Vino, arregló todo lo necesario para que me quedara en este espantoso lugar y me abandonó. y como es sábado, no podré hablar con él sino hasta el lunes.,,Apretó los dientes y se contuvo para no Tanzar una maldición. segundo será imposible de cumplir_oyó que -Lo le decía. la enfermera

El viejo no dice nada. La enfermera continúa hablando:

dice?

-¿Cómo imposible que el hospital le traiga los perió_ . -Es dicos, señor Yargas. Esto no es un hotel. No tenemos

tiempo para otra cosa que cuidar enfermos. pueden hacer algo tan sencillo como com-¿No prar los periódicos? irritado. señor -pregunta la mujer_. Imposible. Lo -No, -responde prohíben las reglas. más prohíben las reglas? _pregunta con -¿Qué a la gente ironia-. también? ¿Ctrar merecemos eso, señor yargas. Usted fue traí_ -No do aquí en muy malas condiciones y lo estamos curando. bueno. Lo siento... Me ofusqué =finge -Bueno, arrepentimiento. sobre su tercer deseo, eso va a tener que -Ahora, averiguarlo con la policía. la policia? -¿Con *Sí. Ellos fueron los que lo trajeron aquí. Supon_ go que tienen su auto. cree?

-¿Ustedpronto preguntarles usted mismo. Nos pi_ -Podrá dieron que los llamátamos apenas pudiera hablar. ¿para qué? alarmado. -¿Llamarlos? -preguntaEs sólo vamos. No se preocupe. rutina. -Vamos, Sucede cada vez que hay algo grave. Seguramente le harán preguntas sobre su accidente.

más antes de continuar? -Bueno, ¿algo -pregunta sonriendo y sosteniendo en alto el termómetro. Nada más. Gracias. -No. La enfermera, sin esperar, introduce el termómetro en la boca del viejo, quien lo acepta resignado. Mientras espera, se reclina bajo la cama, sac?t la bacinilla y la coloca bajo el cuerpo del accidentado, diciendo: sí tiene que ayudarme con algo, don Julio. No-Ahora ha hecho nada en tres días, y algo tiene que te-

ner adentro, aunque sólo se haya alimentado por venoclisis. El viejo se resigna a su suerte y planea tratar de t'omplacer a la enfermera una vez que ésta salga del ('Lrarto.

La puerta se abre y enfra el médico interno. días, señor Vargas. ¿Cómo se siente hoy? -Buenos El viejo sonríe. Sabe que ése es el saludo usual en rrn hospital, y que al doctor en el fondo no le importa con é1, o con cualquiera de sus pacientes. No se siente mal, tampoco bien. No le duele nada, sol<¡ está incómodo; muy incómodo. que ayer, doctor. Nada ha cambiado. -Igual *Entonces se siente bien, ¿no? *Regular, doctor. Y nada puedo hacer para mejor,rr'. Iiso tendría que incluir salir de este lugar. se da por vencido, ¿ah? acetca, le da -No -se rrrr;rs palmaditas en el hombro y sonríe. Ill doctor le saca el termómetro de laboca, mirala ll'ilrl)c'ratura, saca un estetoscopio y le ausculta el pecho lr rt'irua cle "su'pijama. nada si no me desabrocha la -No va a elescuchar , ,ililirirr viejo. -opina se preocupe riendo el doctor-. Tie-No -responde rr,'r'l trrrarzón tan fuerte que se oye a través de sus pijamas.

42 De repente al viejo se le ocurre una pregunta: qué no tengo puesto un camisón de hospi_ -¿Por tal como el de la niña *señala a su yg6j¡2_, y.., .r-_ bio visto pijamas nuevas? sencillo, Vargas _interrumpe la en_ -MuyA ella sus señor fermera-. parientes no le han traidc: ropa, pero a usted sí. alguien a verme? -¿Vino déjeme ver... ¿A traerme ropa? la enferme_ -Bueno, -reflexiona ra-. Antes de ayer vino su abogado y ayer su chofer. mi chofer? -¿Vino Ayer. A traerle sus cosas.

-Sí.

más?

-¿Nadie que yo recuerde. ¿y usted, doctor? -No

mañana me visitó su hijo para preguntarme cómo -Esta se encontraba. aquí mi hijo? -¿Esruvo mañana *confirma el doctor_. Me pidió que le-Esta informara que había venido a visitarlo subió a verme? -¿No Creo que no... el doctor_. ¿Us_ -_ -responde ted lo-No. vio aquí arriba, enfermera? No lo -No. habervi...entrado a mi cuarto y encontrarme -¿Pudo dormido sin que usted se enterara? dirige a la en_ fermera con un dejo de ansiedad en-se el tono de su voz. ser... Aunque, ¿a qué hora vino, doc_ tor? -Podría la mujer. -pregunta a las diez... -Como estaba de turno. No sa1í ni un momento de la -Yo sala. No llegó nadie preguntando por usted. _se dirige al docror. le preguntó mi -¿Qué saber sobre hijo? su estado. -Quería qué le dijo? -¿Usted eue usted está muy delicado. eue su_ -Laverdad. frió múltiples quebraduras, y que se iendrá que {uedar

43 con nosotros una buena temporada. Hasta que podamos moverlo. sacarme de aquí? -¿Ofreció No lo hizo. -No. dijo que regresaría?

-¿Le -Tampoco... *Qué extraño...

mismo pienso yo

-Eso El viejo se pone tenso.

la enfermera.

La-agregó mira fijamente.

Pregunta: ha querido usted decir con eso? -¿Qué en lo mismo que usted, señor Vargas. -Pienso qué es 1o que pienso yo? ense-pregunta guida,-¿Y cargando con énfasis cada una de las sílabas pronunciadas. ¿Desea la verdad, señor?

-Bueno...

-sí... es muy extraño que un hombre como us-Que It'cl tenga un accidente grave, y que los únicos que se ll;arezcan por aquí sean su abogado y su chofer. Y sólo lo lracen tnavez para arreglar el papeleo, entregarle su r'( )l)a y enseguida desaparecer. dijo que mi hijo vino también... -Meverdad. Lo siento. Me olvidé... Entonces agre-Es ¡1o a mi extrañ.eza que su hijo venga dos días después, l)r'('gunte por usted, y que no espere la hora de visitas ¡xrrrr subir a saludarlo. vendrá más tarde... -Segurosea así. Aunque le pidió al doctor se-Ojalá -lo rr.rlrr- que por favor le informara que había venido a lrsillrrl<¡. tiene que ver eso con su retomo hoy? -¿Qué -previejo cl molesto. ¡lrrnlrr sé... me pareció que con eso le mandaba -Noya habia venido y cumplido. ,lct ir' «¡rre cómo se atreve a interpretar lo que dijo -¿.Usted rnt lrilo?

44 siento. Solamente le he dado mi opinión acer_ ca de -Lo lo que me pareció que su hijo quiso decir, señor Yargas. Usted me la pidió. bueno... el médico-. Aquí -Bueno, curamos, enfermera, y no-interviene servimos de mensajeros ni de consejeros. Por favor recuerde eso. doctor. -Sí, Un silencio denso se apodera del cuarto. A los pocos segundos el viejo lo rompe y pregunta: hace un favor, doctor? -¿Mepuedo, con mucho gusto. -Si podria conseguir un teléfono? -¿Me El médico y la enfermera se miran. yargas. veo un poco -Lo qué, doctor?difícil, señor -¿Portenemos extensiones en los cuartos de cuidados-No intensivos. Generalmente los que están aquí no los utilizan. están muy mal? el hombre. -¿Porque están muy mal -pregunta y porque no tienen a quién-Porque llamar, señor Vargas. La gente que atendemos es en general muy pobre. Gente de los alrededores. Sin teléfono en sus casas. Usted es un caso especial... quiere decir que no puedo llamar por teléfono? -¿Me si pudiera levantarse e ir hasta la consola -Podría de control por la ventana el escritorio en torno -señala al que varias enfermeras trabajan-. pero, lamentablemente, no puede con sus nudillos el yeso que -toca cubre las piernas del viejo, y un sonido seco y hueco se desprende. Al doctor pargce gustarle el sonido, y vuelve a sonar: 'toc, toc'. Sonríe. El viejo no le encuentra gracia al asunto. ¿qué hago? -Entonces, verdad: no sé. Déjeme pensar el -La Ahora, vamos a terminar con su -responde médico-. examen.

45 El viejo está satisfecho. El doctor interno y la enfermera

han partido. No obstante, les ha podido extraer la prornesa de que llamarán a su abogado, a su esposa y a su

lrijo, y que le dirán a los tres que él ya está despierto y que desea hablar con ellos. También le han prometido r¡ue estudiaránla forma en que le puedan conseguir los periódicos del día, todas las mañanas. Oye una vocecita: vino a visitar tu hijito, ¿no? -Te Sorprendido vuelve la caru y mira ala niñita, quien Io observa con los ojos bien abiertos. Está reclinada en su almohada, con uno de los brazos bajola cabeza, sostcniéndola.

-No -No.

estabas dormida...

-¿Escuchaste

todo lo que hablamos?

-Sí.

si ya sabes que mi hijo me vino a vi-Entonces, sit:rr, ¿por qué preguntas? *la cuestiona el viejo. La niña evade la pregunta e interpela a su vez: qué? subió a verte, -No estaba dormido.¿por .. de justificarse.

-Yo

mi familia me-'trata viene a -vet y yo estoy -Cuando , lorrnida, siempre me despiertan... El viejo la mira con turbación y balbucea rápido: familia y la mía son diferentes... -Tu estás muy enfermo. Te debieron de haber -Peropara que tu hijo te saludara... ,k's¡rcrtado El viejo decide no contestar. La niña insiste: hijo volverá hoy a verte? -¿Tu til viejo no contesta. hijo es chiquito así como yo? -¿Tu I'll viejo se vuelve y la mira. Se encuentra con los illo:i f{ttodes, hermosos, mirándolo. Al fin responde, rrrrrnrtrrando en yoz aha:

46

,

doctor.-No, bro.

por supuesto que no. Es tan viejo como el

*¿Como el doctor? _pregunta la niña con asom_ como

el doctor. -Sí, cómo tienes un hijito

tan viejo? sonríe. El comentario le ha hecho gra_ cia. Responde, en tono de explicación: hijo es viejo porque yo soy más viejo, linda. 'mayoÍ, -Mi Cuando tú crezcas tt papá se va a poner también así como yo. no papá... _dice laniña, compungida. -Yo tengo está ru papá? -¿Dónde La niña no responde nada. Se encoge de hombros y baja la comisura de sus labios. mamá qué re ha dicho de tu papá? -¿Tu De nuevo la misma respuesta silenciosa, seguida con el encogimiento de hombros y la expresión de tris_ teza en la cara. ¿nunca has conocido a tu papá? -Entonces, La niña responde con un susurro: *Sí..., pero se fue... "Bueno" *murmura el hombre para si_ .,.¡Otro caso típico de padre irresponsable y madre soltera!,, . ? la niña, que no alcanza a oir. -¿Cómo. nada... -pregunta -Nada, a venir tu hijito a visitarte? _insiste la niña_. -¿Ya Lo quiero conocer. El viejo no le contesta y se queda dormido.

-¿Y El hombre

.

Lo despierta una yoz hombro:

y

una ligera sacudida en el

*Hola, pape.¿Cómo te sientes?

El hombre abre los ojos y los fija en el cuerpo alto y fornido de su hijo, vestido con panialón y camiia fina,

47 y un saco deportivo azul marino con seis botones dorados en el pecho, quien lo observa con cara seria a un lado de la cama. Pregunta con aspereza: haces aquí? -¿Qué que me llamaran, el hijo ¿no? -Pediste -responde con tono defensivo. que mandarte a buscar para que te dig-¡¿Tengo nes pasar a verme?! el viejo con furia. El hijo se pasa-pregunta la mano por sus cabellos negros, peinados hacia atrás, saca un pañuelo y se limpia el r'ostro, y cruza los brazos cambiando de pierna para lrpoyarse:

qué quedamos, ¿quieres que te visite o no?

-En con tono molesto.

-dice

El padre estalla: *¡¿Qué pregunta es ésa?! ¡Casi me mato y me preguntas si quiero que me visiten! ¿por qué me preguntaste qué hago :r r

¡uí?

-Entonces, El viejo mira al joven con ojos furiosos. Decide cambiar de tema: tu madre, ¿dónde está?

-Y -En

casa. ¿Dónde más?

qué no ha venido? desvía sus ojos y mira por unos instantes ,rl suelo. Medita en la respuesta. Al fin dice: sabes cómo es mamá... No le gusta visitar -Tú r.r,lr ls lugares. lugares?l el viejo con rabia-. -¡¿Qué -responde ,,lloslritales? ¡Tu mamá se la pasa metida en iglesias y Ir, rs¡'rilales, ayudando! ¡Y ahora que su esposo está herirlr¡ t'r) uno de ellos, ni siquiera llama para saber cómo

-¿Por El joven

rl,l;t!

no es cierto... responder el hijo. -intenta que lo es! ¿Por qué no ha entrado por esa -¡Claro señala con su btazc¡ sano. I'u('rt;r'i

-Eso

-la

48 Tú sabes de dónde venías cuando tuvis-Papá... te el accidente... El viejo mira a su hijo con ojos que relampaguean. Tuerce la boca. Pequeñas gotas de saliva se escapan de entre los labios y yan a dar a las sábanas verdes. Intenta contener su rabia pero no puede. *iPedazo de idiota! ¿Le dijiste a ru madre dónde estaba?

El hijo sonríe forzadamente. Con úisteza. Enseguida responde: era necesario que yo le dijera nada, pap^. Mamá-No no es ninguna boba... quieres decir que ella sabe lo de mi "fulana"? -¿Me El hijo, sin borrar de sus labios la sonrisa triste, susurra:

Por supuesto que sí. hace cuánto lo sabe? -¿Desdehace mucho tiempo, papa. -Desde me dijo nada... -Nuncaque no. Ustedes hablan poco. No se co-C1aro munican. ¿Para qué te lo iba a decir? El viejo mira fijamente a su hijo. Hay en su rostro algo de asombro mezclado con rabia. De repente da un golpe al colchón con la mano sana y grita:

-Sí.

-¡Mierda! El hijo se sobresalta. Vuelve los ojos a la cama de al lado y la mirada queda allí. El viejo también se vira y observa. Su compañera de cuarto está recostada sobre sus almohadas, abrazando a su muñeca de trapo, con la cabeza erguida y los ojos bien abiertos observando todo lo que sucede.

El visitante avanza unos pasos, se coloca al lado de la niña. Le pasa su mano por los cabellos marchitos y pregunta: esta monada quién es? -¿Y La niña sonríe y le responde:

49

-Me

llamo Mercedes Pérez, para servirle, pero

rrrc puede llamar "Mechi". Toda mi familia y mis amigos me

y aparece entre sus labios una llaman "Mechi" -5e¡¡is lila de dientes blancos. ¡Qué nombre tan lindo!-dice el visitante. -Mechi. Los ojos de la niña brillan. Sus pupilas, iguales a rlos aceitunas negras y lustrosas, ocupan casi la totali,lrrtl del iris. la niña, dirigiénte llamas? -pregunta -¿Cómo tl«rse al visitante. --ilulio, para servirte, niña linda -le acaricia de nuevo el cabello. a su vecino. nombre es igual al de éI? -señala -¿Tu por supuesto. É1 es mi papá. -Sí, tú eres muy grande para que él sea tu

-Pero

¡r:rpá... (

(

)nlo -Yo yo.

ya creci. Algún diatú vas a ser tan grande

la niña bono será posible... y poniéndose-responde seria.

rr;rnclo-Eso su sonrisa

qué no?

que sí vas a crecer.

¿Por -Claro estoy muy enferma... -Porque el joven te vas a cutar -Pero -dice que vas a curarl de te seguro

con ánimo-.

,l'i:;toy

no es 1o que me dijeron...

-Eso te preocupes, linda acaricia los hom-le -No l,lr rs-. Yo sé que vas a saflar. ¡Estoy segurísimo! Tengo

niñita igualita a ti, y a veces se enferma y se tiene enla cama. Pero a los pocos días está saltan' lu(' luedar ,1, , tlt' nuevo como si nada hubiera pasado. Contigo será rrrr;r

(

i¡.1rr,rl.

-¿Tienes

, , ,lt ;t lltctrozo.

una hijita de mi edad?

-pregunta

laniña

Del mismo tamaño que tú, pero, lamentable-Sí. rn('nt(', no tiene esos ojos tan bellos que tienes en tu l,:,lt() --1a toma por la barbilla y sonríe.

50 La niña también sonríe. yas a traeÍ algún dia a visit.arlo? -¿La -pregunta la niña, señalando al viejo. El joven sonríe nerviosamente. Titubea. Mira a su padre y después a la niña. sí... *responde sin entusiasmo-. Aun_ -Quizá que no sé si lo permitan en este hospital. me visitará a mi? la niña -¿También -pregunta con ardor. que sí. También a ti *le de nuevo -Claro Ahora, voy a conversar acarici.a los cabellos-. de nuevo con mi

papá,

¿sí?

que sí. Me mantendré calladita...

-Claro acuerdo.

-De El joven le da la espalda a la niña, camina hacia

una esquina en donde toma una silla y la lleva hasta la cabecera de la cama. Se sienta y toma la mano del viejo. despierto, papá? lo primero que pre_ -es gunta -¿Estás al sentarse. está. Acaba de cerrar los ojos la niña -Sí, -dice con inocencia. El joven toma el brazo sano del padre y lo mueve levemente. apá, papál -¡Pviejo abre sus¡Despierta! El ojos. quieres? con aspereza. -¿Qué *Te he venido a-pregunta visitar. ¿euieres que me quede o que me vaya? *pregunta el hijo secamente. da igual...

-Me

entonces me voy-empieza a levantarse. -Bueno, un minuto *ordena el viejo. -Espera El hijo se vuelve a sentar. El padre lo toma delbrazo y lo mira fijamente a los ojos. a tu madre que me venga aver.

-Dilelo haré, *Así

aunque...

5r el viejo, apretándole el bra-

-interrumpe zo-. -¡Shhhh! ¡Dile que me venga a ver! Es todo. una orden?

-¿Es El viejo endurece la mirada. Introduce más sus dedos en la carne del brazo de su hijo. 1o tome como quiera! al fin, con la

-¡Que l'toca apretada.

-dice

lo diré mientras.sacude elbrazo -Se del apretón -confirma, y se deshace forzado. el viejo mientras el joven se -Además -añade It'vanta*, por favor tráeme una botella de whisky de las (lue tengo en el bar de mi estudio. Tengo una sed terrilrle...

El joven asiente con la cabeza. Se vira

y

acaricia

una vez más los cabellos de la niña, quien lo mira con sus ojos grandes y labcsca un poco abierta.

pequeña... a vernos?

-Adiós,a regresar

l;tliva.-¿Vas

*Quizá, niña.

-pregunta

con expec-

Qttízá...

Y, sin esperar respuesta, pafie ráLpidamente de la lr:rlritación.

l',1 vicjo duerme. Sus sueños no son plácidos. Aparecen ,'rr t'llos imágenes de su niñez. Se ve de regreso en el ( ( )n)cdor del hogar antiguo, señorial. IJtiliza cubiertos r lr' ¡rlata y vaillla importada de Francia. Ve a su padre en l,r crrl>ecera, tirano, distante, Ilevándose los bocados a la lrot rl cofl parsimonia, mientras que con el rabillo del ojo l,r ollserva todo é1, a sus hermanas, a su madre-, -a cometa lr¡rt'r'ando que alguien el más mínimo errar paÍa lrv.rnt¿rrse alterado y repartir bofetadas. É1, aferrado, lnl('nl:r escabullirse, pero no puede. Los ojos fulgurantes srr ¡>adre se han detenido en su persona '1,' -pareciera r ulrro si estuvieran leyendo sus pensamientos-, y lo

52 paralizan. Lo revisan de arriba a abajo y se detienen en su camisa. Baja sus ojos, inquieto, y ve con horror que su manga está manchada de barro. Tratafrenéticamente de borrar su falta, pero ya su padre está de pie y se dirige hacia él con Ia mano levantada, lista para asentar los golpes de rigor. Se despierta en medio de ahogos. Respira profun_ do. Trata de coger aire. Oye a su lado una vocecita que le pregunta: *¿Estás bien? ¿Quieres que llame a la enfermera? Se lleva una mano al pecho y responde: no... Ya me siento mejor. -No, soñando mal, ¿.no? -Estabas El hombre se vuelve y observa a 7a niña, quien tiene sus dos pupilas grandes puestas en é1. Por supuesto que no. ¿por qué piensas se_ -No. mejante cosa? retomando su papel de hom_ -pregunta, bre distante, frío. tenías los ojos cerrados y estabas respi_ rando-Porque rápido. Y, además, decías cosas tristes... qué?

-¿Como sé. No entendí. pero eran tristes. -No sabeslasque *¿Cómo eran tristes si no las entendiste? era como si estuvieras llorando, o pi-Porque diendo ayuda; o algo así. "Mmmm", comenta el hombre paru si. Cierra los ojos y trata de continuar con el descanso perdido. Esta vez sus sueños empiezan de forma más pláci_ da. Está con su madre. Abrazado a ella. ya no tiene pantalones cortos y un ligero bozo empieza a aparecer sobre sus labios. D.e pronto su madre se aparta y comienza a alejarse. Él tata con todas sus fuerzas d. ..gresar junto a ella, pero algo lo mantiene atado al suelo. Por más esfuerzos que hace no puede moverse del lugar en el que se encuentra. Agita sus manos, los pies, la cabeza... Grita frenéticamente pero ningún sonido sale

53 cle su garganta. Mira, desesperado, cómo su mamá se

y nada puede hacer para impedirlo. Su madre ha mantenido sus brazos tendidos hacia él pero, de repente, los baja y se queda (luieta. Al principio ella también pronuncia su nombre, ll¿rmándolo, como si la separación fuera igual de difícil tirnto para ella como paru é1, pero cuando baia sus braz()s su boca se cierra y de su garganta.no sale ningún r ¡tro sonido. Observa, entonces, con espanto cómo los lrrlrios de su madre forman una mueca malévola, y cómo rlt' su g rganta surge una carcajada cargada de buda, nricntras levanta una mano y la agita diciéndole adiós. 'l'r'ata, desesperado, de correr hacia ella; de arrojarse a su regazo y acurrucarse allí para no ver nada de lo que l(' r'()dea, pero no se puede mover. Por más que Io intent:r, rills piernas no le obedecen. Está clavado en aquel lrrgar, sin posibilidad de ir a ninguna parte. Agita sus lrrrrzcrs, trata de gritar, pero sólo el silencio brota de su l,,,r'a. Él sabe que grita; dice una y otra vezi "¡Mamá, rrrruná! ¡Esperal ¡No me dejes!", pero nada de esto se oye. \' ;r<¡uella risa terrible de su madre se agranda y se hace ilt;r.s pervefsa, más cruel. Pasan unos segundos en los que nada sucede en ,'u r)rente. Entonces, imágenes de la escuela militar de r,rrlt't€s en donde fue enviado cuando todavia era un rrrnr¡ comienzana dibujarse en su imaginación. Está solo rn cl dormitorio grande, repleto de camas. Sigue llamanr lr r ;l su madre, aunque ahora con menos intensidad. De r('lx'nte una puerta se abre y la habitación se llena de r ",trrt lientes. Todos pasan frente a él y se burlan porque r",t;r llamando a su mamá. La cara se le descompone. Las lrr¡rl:rs aLlmentan y los más atrevidos lo empujan por los Ir,,nrlrros. Él se sienta sobre la cama y se cubre el rostro r ,n lrrs manos. Los empujones aumentan y algunos gol¡rr':, ,rlcrriZan sobre su cuerpo. El círculo se estrecha y la r inlcrrcia aumenta. De repente, todo cesa, el círculo se

siepara de é1, poco a poco, cada vez más,

54 abre, y el amo y señor de aquella institución se abre paso y se para frente a é1. ,,Stand up inmediately!,,,, le conmina. Él obedece lentamente, y.l .ororrel, pára que se apresure ,le da un golpe fuerte con el látigo p.q".ro que siempre lleva en su mano. "Folrow mel Here we will teach you how to be a man!,,-- Todo su ser comienza a temblar. Él sabe a dónde vany no desea ir alli.por nada del mundo quiere entrar a esa bóveda cavernosa, solita_ ria, llena de humedad, en donde, según la teoría del militar, los niños se hacen hombres. Se echa para atrás intentando huir, pero docenas de manos lo tóman v lo arrastran siguiendo a1 coronel, quien ya se aleja cimi_ nando a paso marcial.

despierta porque siente una mano que le acaúcia el cabello y porque oye una vocecita que le pregunta: *¿eué te pasa? ¿Te puedo ayudar?,, . Abre los ojos yve a la'nina de pie a su lado, con una mano sobre r^i.ruy con la otra abrazando su muñeca de trapo. "r Sus pupilas están repletas de preocupacjón y ,.rgrriir. No responde. Cierra los párpados y trata de fingir que duerme. La manita continúa acariciando sus cab-*e_ llos. Se desliza sobre las hebras una y otrayez.Al fin, no se contiene y dice, con voz fuerte: me toques el cabellol ¡Vete para tu cama! -¡No La niña detiene su mano. La cara,á l" d.r.ompo_ ne; la boca forma un rictus, y se lleva una manita a los ojos, en donde intenta limpiar las pequeñas gotas de lágrimas que tratan de escapársele. El viejo se incorpora con trabajo,la mira, y supri_ me otra gran cantidad de palabras duras que estaban a punto de brotarle de los purmones. permanece así unos segundos, mirándola. Desvía la mirada y se recuesta Se.

*¡Párese inmediatamente! **¡Sígame!

¡Aquí le enseñaremos a ser un hombre!

55 nuevamente sobre la almohada. Cíerra los ojos y finge rlrre duerme. Pasan unos segundos. Siente entonces que la mano rlc la niña se posa de nuevo sobre su cabeza. Al princi¡rio con timidez. No obstante, enseguida reanuda sus c'uricias en forma más vigorosa. Está a punto de abrir los ojos de nuevo y protestar, l)cro se contiene. Se concentra en las caricias. En las rrranitas que se deslizan una y ota vez sobre sus cabellos. Comienza a sentir una sensación placentera. Intente rebelarse, pero su cuerpo no se mueve. Se siente en ¡raz. Se abandona y sus músculos se relajan. Pasa un ticmpo. Vuelve la cara, fija sus pupilas en las de la niña y pregunta: asusté?

-¿Te La niña

sonríe.

poquito. Pero se me pasó enseguida. -Un qué me acaricias? -¿Porveías tan preocupado, tan triste, que pensé -Te (lue te gustaría... El viejo no dice nada. Cierralos párpados y se deja '¡cariciar. Oye la vocecita que le pregunta:

*¿Te

gusta?

Se vuelve haciala niña. Sus pupilas encuentran las cle ella. Bien abiertas, luminosas, sonrientes. aprendiste a dar masajes tan buenos? -¿Dónde La niña sonríe. Orgullosa. Responde con alegría: los daba a mi abuelo. ¡Le encantaban! ¿Tienes -Se túr también un abuelo? acuerdo poco del mío...

-Me

está? ¿Se murió?

-¿Dónde que se murió, niña. Yo era un poco mayor -Claro c¡ue tú cuando eso sucedió. fuiste así de chiquito como yo?

-¿TúClaro que

sí. Y hasta más chiquito. También

lui un-Sí. bebé, tal y como tú eras no hace mucho tiempo.

56 nunca te enfermaste como yo? -¿Y El hombre la mira. Tard,a en responder. *Sí me enfermaba. A veces... ¿tan gra-ve como yo? ¿Con hospital y todo? -Pero, El viejo reflexiona unos segundos. con hospital *al fin responde_. Me sacaron -Sí, aquí*levanra una glándula ,, *urá y señala su garganta. ibas a morir también? -¿Te El hombre abre sus pupilas. La mira asombrado. también...? *repite. -¿Morirsi te ibas a morir también? Así como yo. -¿Que *Tú no te vas a morit 4con la mano instintivamente le acaricia el bracito. *Claro que sí. Los docrores me lo dijeron y mi mamá también. pregúntales si quieres... El asombro del hombre aumenta . Ttata de incor_ porarse. La nifia lo empuja lentamente y dice: *Pero no te preocupes. Eso no mele molest a *y reanuda sus caricias.

viejo

la mira. Intenta decir algo, pero nada . ,El sale de sus labios. La niña también se calla. pasa una y otra vez sus manitas delicadas sobre los rizos de su compañero de cuarto. El hombre parece dormir. No se mueve. La niña lo mira con ternura. pasan unos minutos y la pequeña al fin dice, mientras continúa con su masaje: *Te pareces a mi abuelito... El viejo se sorprende. pregunta: *¿Por qué dices eso? *Porque sí. porque te pareces a é1, pues. *¿y dónde está tu abuelo? más? En el cielo. ya se murió, igual que -¿Dónde el tuyo. ¿Hace mucho tiempo? -¡Ahhh...! Como un año. -Sí... no es mucho tiempo...

-Eso

57 que sí. Han pasado muchísimos días.

-Claro era tu abuelito? -¿Cómo *Así como tú. Ya te lo dije. alto como yo?

¿Blanco...? -¿Tan ¿Cómo blanco? -¿Blanco? *9,¡s¡6, el color de la piel la suya con su -señala rnano sana. La coloca al lado del brazo de la niña-. Por ejemplo, yo soy más blanco que tú. me habia dado cuenta la niña son-

riendo.-No

-dice

¿cómo era tu abtrelo? -Entonces, *Yo decía que se parecia a ti porque estaba tan viejito como tú. *¡Yo no estoy viejo...! La niña parece no notar el tono ofendido del accidentado. Observa con atención el pelo del hombre y dice:

el pelo blanco. Como tú. niña! *dice con un rasgo de dulzura-. -iTenia, ¡Tenía! Ya se murió. lo sé...

-Tiene

-Sí,

¿por qué hablas de él como si todavía

-Entonces, viviera? vive, aunque ya no en su casa...

-Tc>davia con extrañeza. -¿Vive...? -pregunta que murió, se Julio. Pero eso no significa -Claro que no vive aún. El viejo se endereza. Truta de incorporarse. corazón. Cuando uno se muere, deia de -Mira, estar vivo. abuelo ya no vive aquí. Él me ha explicado -Mi todo eso. *¿Te lo explicó antes de morirse? Me lo dice a cadaratc¡. Cadavez que me visita. -No. El viejo la mira con extrañeza. Se lleva la mano a Ios cabellos y se la pasa por la cara. Al fin dice:

58 acaba-Cuando todo...

no!

59

uno se muere no regresa,

¿sabes?

Allí

la niña con énfasis_. No

-¡No, -responde se acaba todo. ¿Es que no sabes esas cosas? a toser.

_empieza

que sí, señorita! _responde el hombre, -¡Claro úatardo de incorpo¡2¡sg rnf5-. por eio te digo que todá acaba con la muerte. Ahora, regresa a tu cama que estás comenzando a toser. mi abuelo -¡Pero los díasl sí me visital_dice la niña entre toses*. ¡Todos es por la fiebre, niñita. Ahora, por favor, -Eso yete para tu cama que te vas a poner peor _la toma por uno de sus hombros con su mano sana e intenta dirigirla hacia su cama. La puerta se abre. Entra una enfermera. El viejo advierte que es la primera que conoció cuando desperió en aquel lugar. Vuelve a notar su gordura, ,,., arru orr_ lada y mejillas colgantes. Sus labioi pálidos y sin pintar; sus cejas pobladas. Su cabello negro recogido. El uniforj me está limpio, pero es viejo y usado. La mujer apresufa su paso y se lanza hacia la niña mientras dice: ¿eué haces levantada? ¡y tosiendol ¡Ma_ dre de-¡Mechil Dios! La toma en sus brazos _no parece que hace nin_ gún esfuerzo pues la enfermita, igual qrá l, muñeca, parece hecha de trapo- y la deposita sobre su cama. La niña sonríe. Tose. La enfermera se lleva las ma_ nos a la cadera y Ia mira con ojo clínico. Frunce el ceño. Se inclina y coloca su oído en el pecho de la peque ña. La niña vuelve a toser, esta vez con mucha más fuerza. Se ahoga. Tose de nuevo y se vuelve a ahogar. La enfermera se vuelve y sale de la habitación .on prro apresurado. Mientras, la niña es poseída por un uirq.r" á. to, qr. la hace erguirse en la cama, colocar su cabecita en el borde y tratar de vomitar, aunque no logra sacar nada

sn garganta. El hombre mira aquello, intenta in(.()rporarse e ir en su ayuda, pero su yeso 1o ancla al It'r'ho. Extiende su mano sana, pero no alcanza a la ¡rcqueña. Su rostro tenso refleja la preocupación que s iente. Regresa la enfermera con un frasco de medicarnento, una cuchara en una mano y un vaso de agua en lrr otra. Se acerca a la niñ.a. Pone el vaso de agua en la rlresita que se encuentra entre las dos camas, y llena l)resurosa la cuchara con la medicina. La niña tose, se c«rnvulsiona, y vuelve a toser. La enfermerala ayuda a sentarse con una mano, mientras que con la otra le acerca la cucharu a la boquita, que se abre y absorbe el líquido. La tos continúa, aunque en menor grado. Pasan unos segundos y la enfermera acerca el vaso de ')8lra a los labios de la pequeña, quien la bebe con


'¿videz.

le da golpecitos coraz6r\, ya... Calma... -y -Y'á, gentiles en la espalda. La niña se acurruca en el pecho de la mujer y cierra los ojos. Ésta le acaricia el pelo. La tos cesa. La respiración de la pequeña recobra su tranquilidad habitual y la tensión en el cuerpo de la enfermera se relaja. Todo parece en paz y tranquilidad, salvo por la mirada furibunda que la mujer le dirige al señor. pudo pedirle que se parara de su cama -¡¿Cómo su cabezota?! a rascarle responder el viejo. no... -Yo sabe-intenta que la niña tiene una enfermedad gra-ilNo ve, mortal, que con cualquier descuido se nos va?! señorita, pero yo... -Perdone, yo, nadal ¡Usted es un viejo egoísta que -¡Pero piensa en sí mismol solamente viejo se yersolamente pienso en mí?! -el gue al-¡¿Que oír aquello-. ¡No tiene idea de lo que está hablando, señora!

60

6r

que sít el hospital sabe que rene_ -¡Claro a ,,don¡Todo mos hospedado millonario,,, que no se conforma con nada de lo que le damos ,,gratis,,! decirle, señora, que yo no pedí...l -¡Déjeme tampoco pedimos que viniera aquí, asi -¡Nosotros que deje en paz a esta pobre enfermita _le acaricia el cabello a la pequeña-, y cúrese sin molestar a nadie

La mujer se vuelve y, mascando cada una de las sílabas, le responde, casi sin separar los dientes: he dicho que no me llarrte "señora". Si lo

más!

insulte, señora, que yo...l -¡No mujer deja a la niña me

sobre la cama. Se vuelve, se lleva sus manos ala cadera en actitud desafiante, y r.r_ ponde, poniéndose colorada: no me gusta ser hipócrita! ¡Le estoy -¡Primero, diciendo lo que nadie en este hospital se atreve a de_ cirle! ¡Segundo, no me llame ,,señbra,,! ¡Soy enferme_ ra, y le agradeceré que me incluya el título cada vez que se dirija a míl ¡Me cosró mucho ganármelo para que un patán como usted se lo coma! ¡y, tercero, si quiere que lo traten bien por aquí, acepte las reglas y trate también correctamente a quienei lo ayuJanl ¡Aquí hay demasiados problemas para añadir el de un "señor ricacho" que no está conforme ni con lo que le regalan! La niña tiene sus ojos bien abiertos. Lo escucha todo. Mira al viejo en la cama de al lado, quien escu_ cha con expresión incrédula el regaño de la enfermera. *Seño... *intenta decir la niña. *Calla, Mechi. Estabas tosiendo muy fuerte y te puede hacer daño la enfermera mieniras se vuelve hacia ella-interrumpe y la arropa hasta el cuello. se llama, señora?! *escucha que el vie-¡¿Cómo jo le pregunta. Sigue entretenida con la niña sin hacerle caso ala interpelación. acabo de preguntar cómo se llama! _repi_ -¡Le te*. La vay a reportar por ser tan grosera.

-¡Le hace una vez más lo voy a ignorar y se va a morir tirado allí en su cama sin que nadie lo atienda! -se vuelve y comienza a darle su atención totalmente ala niña. fui hasta su c m a acariciafle la cabeza. -Yo Estaba llorando dormido y pensé que me necesitaba... el vieestaba llorando dormido? -pregunta -¿Yo jo desde su cama. La niña trata de responder, pero la enferrnera la corta.

ella dice que lo estaba haciendo, es así. Los niños -Si no mienten... El viejo las mira a las dos. No dice nada. Vuelve su cara ltacia el otro lado y cierra los ojos. la niña-. Sigue triste... -Ves -dice queda La mujer se mirando al viejo, luego alaniña, a la que besa en la frente, y sale de la habitación lentamente, nr..t ruido.

_:t, El viejo mira hacia la ventana. Observa la llovizna que cae en el paisaje que se pinta a través de la apertura. Sus

ojos se encuentran humedecidos. La niña tiene raz6n: está triste. Han pasado las horas y durante la tarde nadie lo ha venido a visitar. Trata de consolarse pensando que su hijo ya se hizo presente; con un poco de presión, es cierto, pero por lo menos subió las escaleras y entró en el cuarto. Pero, ¿y su esposa? ¿Y Nitzia? No desea en estos momeRtos sus curvas de mulata exótica, sino la alegria de su compañía. Recuerda cómo la muchacha sabe rodearlo con sus brazos después de un acto fogoso de amor, diciéndole que lo único que desea es estar allí, con é1, cerca de é1. Lamentablemente, a continuación,

62 siempre habla de asuntos que á él no le interesan: de su madre, quien la visita demasiado a menudo; de su vecina, que se queja de la ropa que tiende entre las dos casas. Cuando comiehza a escuchar temas que lo abu_ rren, toma el periódico y pone el papel entre los dos, como barrera que impide que las palabras de ella le lle_ guen, y se sumerge en las noticias, en las crónicas sociales y hasta en las historietas; cualquier cosa para no tener que conversar con aquella mujer con la que no tie_ ne nada en común, y dela que no desea nadi,ni siquie_ ru palabras, salvo el tener la potestad de acariciar la piel morena, besar los senos grandes, túrgidos, y penetrai su abismo delicioso, Ahora le hacen falta aquell,cs intentos de conversaci6n,las cosquillas juguetonas que él usual_ mente repele con palabras groseras, y los apretones y besos que Nitzia a veces le da cuando está desprerreni_ do. ¿Por qué no viene? ¿Será que no está enteraáa de lo que le ha sucedido? Y sus otros amigos, compañeros de fiesta, ¿dónde están? Son vanos, superficiales; alegres en grupo, tristes cuando están solos; y al encontrarse frenie a asuntos difíciles él está en una siruación difícil- tratan de evitarlos-ya como dé lugar. Sabe que a ellos no les gusta incomodarse, salirse de su rutina habitual, y me_ nos para visitar enfermos. Toma mucho tiempo manejar hasta aquel hospital apartado, y nadie lo haúa si no iu_ viera un motivo importante. Entonces, ¿es él un motivo importante o no para sus amigotes? Concluye que no lo es, aunque hubieran podido, por lo menos, enviar flores o mensajes de solidaridad. No obstante, concluye que aquellos amigos, que considera íntimos, no lo sor lo suficiente como para que envíen mensajes o flores, y menos aún para que vengan de visita. ,,¿eué haúa yo ii estuviera en los zapatos de ellos?,,, se pregunta. Levanta las cejas y suprime una carcajada, ,,piobiblemente ha_ ría lo mismo. Daría un saltito en mi escritorio cuan_

63 clo la secretaria me informe que fulano o zutano tuvo un

accidente, me reiría un poco cuando las circunstancias en que lo tuvo sean explicadas con más detalles

-venía en tragos dela casa de la amante, está en un hospital de pclbres, etcétera, etcétera*, y levantaría los hombros y rne olvidaria del asunto a los pocos segundos". Concluye que él tampoco hubiera mandado flores, y mucho menos hubiera venido de visita hasta un lugar tan apartado sólo para vü a uno de sus "amigos". Por su mente pasan los rostros de sus conocidos más cercanos, y no hay ninguno que se molestaría en venirlo a visitar. "Entonces, ¿son ésos verdaderos amigos?", se pregunta. "Pero, ¿soy yo un buen amigo de ellos?" Él mismo se contesta: "son amistades superficiales, por interés, por compartir aburrimientos del mismo nivel, y ninguna tiene las características de la verdadera amistad". Allí, sol'¡re ese colchón usado, sibanas remendadas, y cama de pobre, comprende que no tiene verdaderos amigos, y que si se muere en aquel instante, nadie se entristecerá. É1, que lo tiene todo, en el fondo no tiene nada. Aumenta la humedad en sus pupilas. Clava los ojos en la ventana abtetta. Observa que el dia está muriendo y que las sombras de la noche comienzan a invadir el paisaie. Todavia se entrevén entre la penumbralas chozas miserables. De la arboleda sÓlo queda un manchón oscuro. Observa las casitas y trata de imaginarse qué estará sucediendo en cada una en aquel momento. Alguna mujer estatá cocinando, habrá un obrero recién llegado del trabajo, niños jugando, jóvenes planeando alguna áventura. Se imagina a él dentro de alguna de aquellas chozas humildes y concluye que preferiria estar en alguna de ellas efl vez de estar tendido en aquella camal olvidado por todos. Siente un ruido en la puerta. Alguien entra y, sigilosamente, se dirige ala cama de al lado. Escucha voces. Hay ternura en el tono de las palabras. Deduce que es la

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mamá que viene a visitar a su hiia. Todos los días lo hace. Con constancia. Con amor. En cambio, a él no lo viene a visitar persona alguna. Ni su esposa, ni su amante, ni sus amigos, ni siquiera alguno de sus empleados. y los tiene por docenas: en la empresa, en su casa, y hasta en la casa de Nitzia, en donde paga por los servicios de una cocinera para que lo atienda cuando él va de visita. Escucha risas. La pequeña tiene una mano en la boca parabajar el volumen de su risita diáfana, cristalina, pero ésta se le escapa a través de los dedos. Otras risas un poco más sosegadas, maduras, son lanzadas por la mamá, quien también úata de ponerle barreras con una mano sobre su boca. "¿Será que se mofan de él?". Considera esa posibilidady concluye que puede que sea así. No debe existir otro motivo de hilaridad para aquella pequeña enferma más que su vecino viejo y malcriado. Le entran unas ganas inmensas de volverse y de encarar a aquellas irreverentes, reclamándoles el respeto que él se merece. No obstante, enseguida se da cuen, ta de la situación tan ridícula a la que se expondria, y desiste de sus propósitos. Sin embargo, le molestan aquellas risas, aquella alegria ganada a costa de é1. Concluye que aquello no debería importarle. "Ésas son personas insignificantes, sin valor en la sociedad, que poco o nada representan pata é1", Íazona. Sin embargo, su intranquilidad contin(n a medida que aumenta el buen humor a su lado. ¡De repente se decide! ¡Se volverá con rapidez y les dará un buen susto! Está acostumbrado a hacer eso. A dar sustos. Así maneja a su hijo, a su esposa, al mundo... Está a punto de hacer la maniobra violenta cuando escucha que la niña dice: lo quiero mucho. Se parece a mi abuelito. -Yo La madre responde: ni siquiera sabemos quién es... -Peroimporta. Es un señor muy bueno y lo voy a cuidar.-No

El viejo suelta sus músculos. Su cuerpo se relaja' de tantas cosas que no puede contener una ucuerda St' lá¡¡rima que se le resbala por la mejilla y v^ a engrosar la en Ia al¡ri't¡ueña mancha húmeda que se ha formado rrr«rhada.

En eso recuerda su maletín. Piensa en su superfi('i(' negra que emite un olor a cuero bien trabajado' Es.'trc:ha la voz de la madre y concluye que'allí, a su lado, Ofrecerá una ¡rtrclría estar la solución a su problema' ,'.,,,,r-p..ra a quien le regrese el maletín perdido, y aquel rrrensaje será llevado por la señora a todo el barrio' Pero, una suma alta por sólo ¿n«r despertará sospechas ofrecer un montón de papeles? ¿Y si quien lo encuentra es culir>so, comprende un poco más que los demás y va con l«ls documántos a las autoridades? "¡No!", se responde él nlismo. "No hay gente con tanta capacidad en este barrio r¡lvidado." Recuerda alaniña. Es lista, inteligente' Cuantl<> crezca sí tendría el talento necesario para comprentler el contenido de los papeles. Los ha subestimado' l,)stán preparados para sobrevivir y se aferran a lo que sca. Ahora está seguro de que el maletín fue robado rlel baúl de su auto accidentado. "No pudo haber solrrevivido a la avaticia de aquellas gentes; a su deseo genético de robar todo 1o que encuentrar\ a su paso", concluye. Hasta Nitzia posee ese mecanismo que tienta a los pobres a apoderarse de lo ajeno. El primer día que-la c'onoció deió su billetera en el pantalón sobre una silla cn la habitación de la muchacha. Se adormeció después clel acto y pasó un par de horas en ese estado' Esa misrna noche, cuando llegó a su casa, notó que le faltaba r.rno de los billetes grandes que usualmente llevaba con é1. Al principio se enoiÓ, pero rápidamente comprendió ,tru. t, conquista de aquella noche, que tanto lo hahla lienado de oigullo, erafalsa. Los coqueteos de la much¿t' cha, su invita-ión, la intensidad del acto, incluyendo ltll

66 gemidos, no habían sido por cariño, por deseo, sino por y ál bill.t. tomado era el pago por todo lo recibido. Desde ese día había deci_ dido hablar con ella y entregarle una suma mens ual fija, con la amenaza de que si en el futuro d,esaparecia íÁ centavo de su billetera, desaparecería él también enseguida, con suma mensual y todo. La muchacha, conoce_ dora de aquella clase de transacciones, había sonreído, levantado los hombros y dado el sí con un leve movimiento de cabeza. En los años que siguieron nada más desapareció de sus bolsillos, salvo las i.r-r, adicionales a la asignación mensual que de vez en cuando la mujer pedía por razafies especiales y que el viejo pocas r.ó., le negaba. Siempre se acordaba que era más barato ha_ cerlo así que pagar cada noche a la vez, con el riesgo adicional de contraer una enfermedad. Además sabía qíe sus negocios con Nitzia poseían un valor agregad"o difi_ cil de encontrar en las transacciones fugaces: un cierto cariño había comenzado a nacer en ella con el paso del tiempo, lo que contribuía a hacer más agradablá su esta_ dia enla casa de 7a amante. Recuerda el maletín. ,,¡¿Dónde está el maldito ma_ letín?!" Si está en las rnanos de aquellas gentes seguro que ya lo habrán abierto, revisado su contenido y en_ contrado los documentos más comprometedores: la carta del alcalde autorizándolo a la compra del terreno municipal, en donde tantas casas están construidas, y ufl modelo de la carta de desalojo que sería enviada a cada familia.La idea se le había ocurrido cuafldo Nitzia re dijo que no era dueña del terreno en donde habitaba. La caía sí era de ella, pero la tierra no. Investi y averiguó que 96 ésa era la situación de decenas de otrai casas alrededtr, y que el dueño del terreno, después de haber sido éstá invadido, 1o habia cedido al Municipio a cambio de exoneraciones fiscales. Habló con el alcalde,se dio cuen_ ta de sus necesidades económicas, y el resto fue fácil. La desesperación; por sobrevivencia.

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tít'tica estaba pensada para dar resultados rápidos:

las I'rrnrilias desalojadas se llenarían de incertidumbre y des-

('spero, y enseguida élaparecería como un salvador pro-

viclencial. Hablaria con ellos y al fin cedetiay aceptaria vcnclerles latierra; una tierra que jamás habia sido de é1, l)cro que por el rápido movimiento de una pluma inscridel alcalde corrupto* pasarian a Iricndo una firma (,star a su nombre.-la Enseguida dirigiria a aquellos miseralrles a las oficinas del Banco de Hipotecas del Estado, en clcrnde otro amigo estaba ya esperando, listo para otofgar los préstamos necesarios para que se cancelaran los títulos de los lotes, y recibir entoflces la comisión pactarla. ¡Negocio redondo! También habia en el maletín un papel que contenía los trazos generales del plan económico, con diagramas y flechas, que había elaborado para que Nitzia cntendiera mejor todo aquello. Había pensado exponerle los detalles con dos propósitos: el primero, aparecer ante ella como el salvador de los vecinos, los que al fin conseguirían los anhelados títulos sobre sus propiedacles; y, segundo, deseaba escuchar su reacción, pues basándose en ella podria calcular cuál sería la del resto «le los moradores. Por supuesto, su plan era no decirle al inicio de la conversación que el lote de ella se lc> datia gratuitamente, sino al final, pata cerrar todo aquello con "broche de oro". ¡Nada de aquello le habia salido como lohabia planificadol Nitzia no lo vio como el héroe que él se considetaba, sino como un embaucador, un oportunista, y estuvo a punto de tirade un cenicero ala cabe' za cua¡do aún no habia terminado de esbozar su plan' Y tampoco se calmó cuando el viejo le informó que su lote no le costaría nada; que sería un regalo por tantos años de amor. Aquello consiguió el efecto contrario a lo que el hombre quería: Nitzia selanzÓ sobre é1, llorancl
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ré que un 'señorón' como tú se aproveche de mis vecinos", le habia gritado. .pero tus vecinos te han

criticado siempre, Nitzia... Te han llamado hasta ,puta, por las visitas que te hago,,, trató de razonar el vie¡o. Habia intentado calmarla con aquello, pero ella ha_ bía respondido que aunque la criticaran tenian ra_ zón, pues ella en una perdida, que aceptaba que un hombre casado la visitara en su casa, etcétera, etcé_ tera. "Ellos vienen aquí y me aconse jan,, e;ñadró. ,,Me piden que lea la Biblia, que me arrepienta... ya lo he empezado a hacer", y habia señalado hacia una có_ moda en donde una Biblia nueva y reluciente repo_ saba cerrada. El viejo se habia desmoronado en una silla con las manos en la cabeza. ¡Contra la Biblia nada podia hacert, Sabia de su poder. Lo habia expe_ rimentado en su casa, con su mujer, por demasiaáos años. Tenia que salir de allí; ,,retirada honrosa,,, la llamaban. Lo hizo con rapidez, y fue entonces cuan_ do sucedió el accidente. ¡El maletín! Su recuperación es necesaria, impostergable. Intenta volver la mirada para entablar.conver_ sación con la señora y pedirle que se encargue del asunto, cuando siente la punzada en su garg nta. Al principio no sabe de qué se trata. No obstante, comprende al ins_ tante que su faringe intenta decirle algo que le resulta familiar. Mira por |a ventana y nota que está anoche_ ciendo. La respuesta penetra en él como un relámpago: ¡es la hora del vaso de ron, ritual que toma siempré ^1us seis de la tarde en puntol Con él comienza la ceremonia diafia en la que su majestad, el alcohol, juega el papel central. Primero, dos bebidas de ron, bien prepai^du", con naranja o limón; luego, una botella de buen vino para acompañrar la cena, y, acfo seguido, el digestivo preferido del día, para "bajat', la comida. Una vez que se levanta de la mesa no toma más si se queda en casa. No obstante, si sale, la fiesta continúa y no se detiene hasta

69 t¡tre, bien mareado por los efectos del alcohol, decide rcf4resar a descansar en su cama. lJnavezun amigo lehabiamencionado que podía ser alcohólico. Él se había encolerizado y le había resp<>ndido que tenía dominado al licor, pues su patrón de ingestión eraregular y bien planificado. El amigo lehabía Irecho dos preguntas: "¿has querido alguna vez detener la bebida por completo obaiar su intensidad, sin lograrlo?", y "¿por causa de la bebida has perdido alguna vez la memoria?" iilhabia reído y negado con la cabeza, aunque en su fuero interno sabía que estaba mintiendo. Sí habia querido varias veces disminuir su ingesta de licor, sin poder lograrlo. Tenia éxito por algunas semanas, un par de meses, pero rápidamente volvían los viejos hábitos con la misma intensidad de antes, y qtizá con un poco más, como si aquella droga hubiera querido recuperar el terreno perdido e introducir en su cuerpo las cantidades dejadas de consumir en el periodo abstemio. Y lo de la pérdida de la memoria era ya asunto frecuente. Muchas veces no se acordaba de lo sucedido durante parte de la noche y tenía que recurrit a amigos para aclarar sus lagunas mentales . Yarias veces habia llamado a Nitzia con la excusa de darle las gracias por la noche anterior. "Nunca me llamas para darme las gracias; sólo cuando tomas demasiado y quieres saber qué sucedió", eran las respuestas que últimamente recibia de ella. Otro día, el mismo amigo de las preguntas anteriores, viéndolo tambaleante en el bar del club, se habia acercado y lo l'nbia prevenido en contra de manejar en su estado. Habia dicho que todo alcohólico que maneia, tarde o temprano choca. Recordaba vagamente que había sonreído y abrazado a su amigo agradeciéndole el sido algo exffavagante en é1, pues Poconsejo -habia cas veces abrazaba a alguien- , y lo habia intentado calmar diciéndole que él no tenía problemas, y que era un as en el volante, principalmente cuando se sentía eufó-

7l

70 rico. El compañero habia movido la cabeza de lad,o a lado, y le habia dicho que cuando estuviera preparado para deiar de romar, que lo llamaru. eue él tiniala úni_ ca fórmula posible para d,ejar la bebida. Habíaentonces mencionado algo relacionado con un grupo. También añadió que el alcoholismo era una enfermedad que muchas veces se hereda, no un vicio moral del carácier, lenta, progresiva y fatal, que si no la controlabalo iba a llevar rápidamente al hospital, al asilo de locos o a la tumba. Él nuevamente habia reído, lehabia dad,olas gra_ cias al buen samaritano que había intentado ayud,lflo, se había parudo de su asiento y habia ido al buáo, ,r.r_ que no 1o necesitaba, para huir de los acosos bien inten_ cionados del perturbador de sus momentos felices. Ahora recuerda claramente aquella conversación, principalmente lo relacionado al alcoholismo su estre_ I cha relación con los accidentes de autos, hospitales y tumbas. Dos de aquellas experiencias han purráo yu pá, sus manos de automóvil y hospital_, y otra -choque ha estado cerca: la tumba. Además, siente la sed infinita que se ha apoderado de su garganta, afenazándola y dejándola seca y fría. por primera vez se cuestiona si tendrá algún problema con el licor, y si depende más de ese líquido de 1o que está consciente. La sensación en su paladar no se ha ido. Está allí, fuerte, determinad a; dán_ dole una sensación de ahogo y ardor que lo incita a pensar en botellas y néctares densos, deliciosos. Se pasa la lengua por los labios y suprime un quejido desespe_ rado, que brota de lo más hondo de su pecho. Oecide entonces comenzar a tecordar un poco sus experiencias con aquel caldo alucinante, revive en su imaginación algurtas escenas que han tenido lugar estando embria_ gado, y no le gusta 1o que ve. Los murmullos entre madre e hija continúan. Es poco lo que puede comprender de aquel lenguaje ínti_ mo entre dos seres que han estado juntos tanto tiempo.

De repente escucha su nombre: Julio, ¿estás dormido?- pregunta la niña. -Julio, Enseguida lamamá le dice algo a la niña que él no lrrrcde comprender, pero que posee la tonalidad de un lcgaño. la pequeña' si é1es mi amigo...

-responde -Pero Ahora sí escucha claramente la respuesta de la madre: no es tu amigo, niña. No lo conoces y, por

no 1o molestes. firvor,-Él si no lo molesto... Lo acompaño. Está muy -Pero pobre. solito, el El hombre se tensa al oír aquello. "¡Una niña pequena, miserable, apiadándose de éll ¡Eso no puede ser!" (lonsidera volverse, reclamarle a aquellas gentes y pedirles silencio. De pronto recuerda el maletín. Repasa mentalr)rente la lista de papeles comprometedores que están dentro del portafolios y su actitud cambia. Practica una sonrisa, se r,.uelve lentamente y dice: est^n?

¿cómo -Hola, La madre se vuelve

sorprendida, La niña sonríe,

'¡brazada a su muñeca de traPo. mamá.-¿Viste

que sí es amigo mío?

-le

dice la niña ala

El viejo extiende más aún su sonrisa forzada. que soy amigo de su hijita, señora. -Claro Con esfuerzo, tiende su mano sanahacia la mujer, quien tiene los ojos bien abiertos y lo mira sorprendida' el la mano, señora. No muerdo -dice -Déme viejo con una gran sonrisa. La señora, con timidez, tiende su mano, que el viejo estrecha con efusividad. ve? Nada le sucedió. No soy tan malo como -¿Ya piensa... la señora con inseguridad-, l,tl -replica -No... que pasa es que yo soy una mujer humilde, que no e§tA acostumbrada a hablar con gente como usted.

72 no!Nada de eso, señora. Aquí, en el hospi-iNo, tal, todos somos iguales. _exclama la señora en vozbaja. -Aiá... esrá su hija? *pregunra el víejo, inten_ tando -¿Cómo cambiar er tema y guiadohaáa donde re interesa. la niña está igual. Ni mejor, ni peor. -Bueno, tosiendo *Estaba hace un rato. *Sí. Eso fue lo que la enfermera me dijo. Se le_ vantó para iilo a visitar... _Sí. Así fue. Me acarició la cabeza en forma muy especial. pe¡o le pedí que no lo hiciera más. eue está enfermita y que no re cónvi*". prru.re de la cama. *Así es...

La niña sigue atenta la c<¡nversación, con sus ojos grandes, lindos, bien abiertos. Decide intervenir: *Lo fui a acanciar, mamá, porque estaba muy ffiste. .. triste? _pregunra el viejo*. -¿Muy ¿Cómo sabías que yo estaba muy triste? *Estabas llorando. ¿No te acuerdas? no lloruba. Tosía. -yo eran toses. Las distingo muy bien. Llorabas. -No Baiito, pero llorabas. llorabal_responde el viejo un poco molesto. -¡No estabas dormido. no te diste euizá -También cuenta, pero ambién llorabas. tvti marn á rrmbién llota durmiendo. ¿No es así, mami? durmiendo? _responde la señora con voz -¿Lloro sorprendida-. No me he dado tuenta. Estoy segura de que no lo hago. La niña ríe quedamente. Dice: *Pero ¿cómo te puedes dar cuenta que estás lloran_ do si estás durmiendo ul .ir*o il;;;; Claro que no re das cuenta, pero lloras, mamá.Lloras Áucho. A veces trato de despertarte, pero no puedo hacerlo. y te dejo dormir para que descanses, Aunque estás llorando, yo ,C q". .r_ tás descansando al mismo riempo, t;;;.r" no insisro.

73

-¡Mechi!

¿Yo

lloro durmiendo? ¡Nunca me lo ha-

hi¡rs clicho!

que sí, mamá. Pero nunca me has hecho -Claro hablas... cits«¡,'fambién ¡Por supuesto que no! -¿Hablo? supuesto que sí, mamá. Hablas, y bastante. -Por puede ser! qué digo? ¿Y

-iNo *Muchas

cosas... qué?

-¿Cómoqué te lo voy a decir *¿Para si no me crees...? Interviene el viejo: ver, niña, dinos, ¿de qué habla tu mamá? -A habla cuando está llorando. Nunca -Siempre crrando se está riendo. Y a ver, dime el hombre*. ¿De -¿No? r¡tré temas habla tu madre? -insiste flores. Muchas veces de flores. y de dinero. ( )tras -De veces de dinero. qué de dinero y flores? el viejo -¿Por a la señora. -pregunta rlirigiéndose Es la niña la que responde: vende flores, y siempre está preocupada si -Ella l¿rs vende todas o no. vende flores, señora?

-¿Usted -pregunta scrnrisa-. ¿Trabaja en una floristería? no... *ríe la niña*. Ella vende -No, calle. A los autos que pasan.

-Ah,

corhprendo...

con una

flores en la

el viejo, llevándose

-responde la mano al mentón, y estudiándola con renovado interés. es su negocio...?

-¿Cómo cn los de ella.

*pregunta, fijando

sus ojos

La señora se inquieta. Empieza a transpirar. No §oporta la mirada y esquiva los ojos inquisitivos que trat¿n de penetrar en su interior. es un negocio bueno... fin responde*. -Nodel día. Si han pagado, I)epende y -al si hay alegria...

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alegria? el viejo. hay alegria.-pregunta ha notado que hay días en ¿No -Sí. que en la ciudad hay más alegría que en otros? la ciudad? el viejo con curiosi-¿En

-¿En que me compre algunas cosas. No son -Necesito un dedo rrrtrchas. Le pagaré bien por ello -restriega ('()ntra el otro y sonríe.

*¿Si hay Si

dad.

-pregunta

en la ciudad. días en que la gente sonríe -Sí,más contenta, Hay más, esfá y, por supuesto, compran más flores. Otros días están molestos, trirt.r, y no vendo nada. Pierdo dinero, ¿sabe? La niña añ.ade: *Y llega ala casa triste, sin ganas de comer nada de 1o que le preparamos. cuáles son los días en que la gente está más -¿Y alegre? el viejo .o., ,rá sonrisita escéptica. La-pregunta mujer piensa. Tarda en responder. Al fin dice: días en que ha acabado de llover, el -Losbien, sopla unarecién aire huele brisita y sale el sol. Ése es un día bueno para mí. ¡Vendo todas las flores! _termina de hablar y sonríe. días mi mamá llega sonriente, nos consien_ -Esos te, y se come todala comida que le tenemos preparada alegre la niña. -añade El viejo observa a la señora. Nota que le hacen falta varias piezas dentales, y que los huecos que han dejado hacen ver el rostro viejo, árrugado. ,,No debe tener muchos años", piensa, *pero, ¡qué acabada estáI,,. Mira las manos, gruesas, repletas de callos, y concluye que es una persona que no ha tenido una vida fácil, y que ,nos billetes de más no le vendrían mal. Decide éntonces proponerle un ffato para que le consiga lo que más le urge en aquel instante. *Señora ¿ ceptaúa qtte le pague -cómienza_, para que me consiga algunas cosas que necesito con urgencia? La mujer lo mira con suspicacia. Se nota que piensa. Al fin pregunta:

qué puedo ayudarlo?

La mujer se revuelve inquieta. No dice nada por Al fin contesta: *No necesita pagarme nada, señor. Usted está enftrrrno. Dígame, aven, en qué puedo servido. EI viejo la mira. Sonríe. Dice: que vaya a alguna tienda cerca de aquí y me -Quisiera consiga algunas bolsas de comida liviana, como ¡:apitas fritas, chicharrones, ¿sabe? Lo que se utiliza para las fiestas. La señora lo mira con ojos preocupados. El viejo t'ontinúa: necesito que me traiga una botella de -Además, de decir y sonríe. ron. No, mejor dos... -termina Sus oios están fijos en los del viejo. Nota que su vecino está tenso; que con la lengua moja sus labios. Sus «rjos brillan esperando la respuesta. Se pasa urra mano rápidamente por el cabello. Al tin baja los ojos y los concentra en el piso. ver? *insiste el viejo-. ¿Qué me dice? ¿De-¿A sea ganarse ese dinero o no? Su interlocutoralevanfalentamente la cabeza, No mira al hombre. Sus pupilas están fiias más allá. Salen por la ventanay captan los últimos rayos de luz del día que muere. *Lo siento. No puedo hacer eso... qué no? el viejo con asombro. -reacciona -¿Por La mujer no dice nada. Mantiene su vista fija en la ventana abierta. el hombre. razones tiene? -¿Qué -insiste lentamente los ojos del paisaje exLa señora ^parta terior, los desliza hacia los ojos del hombre, deteniénclose en ellos breves instantes, y continúa su viaje hasta el piso, en donde permanecen firmemente clavados,

rrl¡1unos segundos. Piensa.

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-Señora, le estoy preguntando algo *insiste el viejo, irritado por la faka de respuesta. La señora al fin responde: puedo hacer eso porque va en contra de mi -No religión, señor. *¿De su religién? *pregunta asombrado, *Sí, de mi religión. El viejo la mira. Medita. De repente dice: *La religión católica no prohíbe el licor, señora. Hasta el cura se echa un ftaguito cuando está consa_ grando. *Yo no soy catélica, señor *contesta miefltras continúa mirando al piso.

de acuerdo. Pero nada de sermones, ¿eh? 't't.rrgo-Bueno, suficientes con los de mi esposa *y sonríe de nrilncra forzada. La señora no dice nada. Lo mira con atención, y rlrrizá con algo de curiosidad. El viefo piensa en el maletín. Su sonrisa se amplía. lrrtcnta de nuevo. me pueda ayudar con otro asunto... -'Quizá La señora lo mira con algo de aprensión. Responde: usted se ve como un señor de recursos. -Pero ¿l)or qué no puede llamar a alguien para que le haga sus tliligencias? El viejo borra la sonrisa de su rostro. Aquello no le gusta. Responde: que puedo, pero desearia darle la oportu-Claro niclad, señora, para que se gane un dinerito. ¿Ah? *frota rle nuevo los dedos y devuelve la sonrisa a su rostro' es nada relaciorrado con licor? -pregunta -¿No aprensiva. no... ! *responde enseguida el hombre-. Nada -¡No, cle licor. ¡Se lo prometol *levanta su mano sana, simu-

es cat6lica? ¿Enronces qué es? ¿Budisra? *pre_ gunta -¿No el viejo con un dejo de sarcasmo. *Soy cristiana. *pregunta . ¿Sin ser cat1lica? -¿Cristiana? Se queda unos segundos pensando. Añade: Cristiana, ¿ah? De las nue_ -¡Ah! ¡Comprendo.,.! vas religiones que nos están invadiendo. *No es una nueva religión. Es la verdadera religión cristiana *responde la mujer con aplomo, levan_ tando la vista y fijándola en la de su interlocutor. que sí. Ustedes creen en Cristo, pero no creen -Claro en el Papa. ¿No es así? es pafte. pero hay mucho más. -Eso *Buenó, bueno. Está bien. pero no rne explique más, que tengo suficiente con mi esposa que es cátólica ferviente. Se queda peasativo unos instantes. Enseguida añade: *Entonces, ¿no me puede conseguir una botellita de ron? Le pagaré bien por el mandado. señor-responde con fhmeza*. No se nos -No, permite. El licor es muy dañino. Envilece el cuerpo y el alma.

l¿rndo

un iuramento, aver..., ¿en qué puedo ayudarlo? -§¡s¡6, trata de un maletín que se me perdió, señora.

-Se maletín? -¿Unun maletín. Desapareció cuando tuve el accide auto que me dejó así *muestra el yeso que dente-Sí, cubre la parte baja de su cuerpo*, No sé dónde está, y si lo encuentra, la recompensaré muy bien. La mujer 1o mira con desconfianza: qué contenía ese maletín? -¿Y sólo papeles *responde rápidamente el -Papeles, viejo-. ¡Se lo prometo!-levanta de nuevo la mano como si jurara. La señora medita por unos instantes. Al final pregunta:

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qué no manda a alguien que usted conozca bien a-¿Por buscar ese maletírl? conocen el barrio. Además, nadie viene a verme.-No ¿No 1o ven? una expresión de triste_ -compone za en su rostro. tampoco conózco bien estos alrededores. Sólo la-Yo parte en donde vivo... Se queda meditabunda por algunos instantes. pre_ gunta: tuvo su accidente? -¿Dónde qué sé! una sonrisa *. Era tarde en -¡Yo la noche y no me di-simula cuenta. La mujer le lanza una mirad a cargada de sospe_ cha. *Estaba tomando, ¿no? *pregunta. El viejo esquiva su mirada.

tkr clc vender algo que se encontró por allí. Pero nadie It. r'ompra nada. Está mugroso y mete miedo. La señora suspira y continúa: de salvarlo. Le invitaba a que viniera con-Traté a rczarle a Dios, quien es el único que templo; rrri¡¡
*Un

poquito

sabía. Casi-admite. todos los accidentes de automóvil -Lo en este país están cargados de licor. ¡Ese vicio es como

una maldición de Dios! *exclama. El viejo la mira asombrado por la intensidad del rechazo. Pregunta: tenido alguna vez problemas con labebid,a? -¿Ha ¿Alguien cerca de usted? La vieja sonríe con tristeza. *Sí, por supuesto. ¿euién no? En mi caso es mi esposo. Hl papá de Mechi a la niña con un dedo- no puede vivir lejos -señala de una botella. Hace meses que no sabemos nada de é1. *¿El papá de la pequeña no viene a visitarla? con asombro. -pregunta *Ni siquiera sabe que su hija está en el hospital. Se perdió hace como medio afio, y sólo escuchamos noticias de él cuando alguno de los vecinos lo ve en algún parque pidiendo dinero, o entre los autos tratan_

-pregunta -¿Cómo él le gustaba beber. Así como a usted -lo -A lnira con reprobación*. Pero no tomaba mucho. Una ceweza de vez en cuando. La mala suerte llegó un día (lue encontró un trabaio en el taller de un hombre fino, ¿rsí como usted *vuelve a decir-, pero que tenía el vicio más metido. Temprano en la mañana, abria tna lrotella y le brindaba a mi señor. Todos los días llegaba a cas bien "entonado". Le pedí que cambiara de traba-

c'uriosidad.

jo, que se alejara de aquel hombre malo, pero él estaba contento con los billetes y el licor que recibía gratis a través del día. Al final, el vicio se apoderó de él por completo, no rindió más en su trabajo como su iefe per-. vertido esperaba, y lo botaron. Claro, el señor que le enseñó a fomar "eh grande" estaba igual o peor que é1, pero tenía su negocio y su casa a donde podía ir cuando se caia por borracho. Mi pobre marido sélo tenía una casucha y una fila de niños que alimentar. Al fin, el alcohol ganó y nos abandonó. La mujer llora quedamenrc. Laniira, que se ha mantenido callada escuchándolo todo, latoma entre sus hrazos y la consuela. mamál No llores, por favor. -iYa, El viejo está desconcertadó. No sabe qué hacer, observa a la señora que sollozz, y a la hiia enferms¡,

80 quien con sus flacos bracitos intenta abrazar y consolar a su mamá. se preocupe, señora *tratade confortar él a -NoEl dia menos pensado, su vez-. su esposo aparecerá por su casa y todo volverá a ser igual. no haya tenido el amor suficiente para ve_ -¿Que nir.a ver a su hijita en el hospital? _dice la mujer entre sollozos-. ¡Ése está perdido! ¡Irremediable*.rí. perdi_ do dentro de un barril de alcoholl La señora se limpia la cara y los ojos con un pa_ ñuelo. Se suena la.nariz. Arregla su vestido, urrugido por el abrazo con la niña, y se separa de elía. Reipira hondoy dice: era maestra de escuela , ¿sabe? para ello es_ tudié. -Yo Tenia el mejor puesto en la comunidad. Cerca de mi casa. Pero el borracho ese *pronuncia estas pala_ bras con rencor- llegaba a la escuel a, entraba en los salones trastabillando, a pedirme dinero. Los niños se asustaron, llegó una lluvia de quejas de los padres, y perdí mi posición. De eso hace ya cinco años. No en_ contré ningún offo trabajo y tuve que lanzarme a la calle a vender flores. No me puedo que¡ar. ¡, ,.r, ,._ tividad que da dinero, pero que acaba... Si, acaba el cuerpo y el alma. que acabe el cuerpo. Con la lluvia y _ el sol.-Comprendo Pero, ¿el alma? ¿por qué el alÁa? _pregunta el viejo. La mujer lo mira y trata de sonreír. En la cara se dibuja una mueca. *¿Sabe lo que nos dicen a nosotras las mujeres que estamos en la calle? ¿Las propuestas que nos hacen? ¿El vocabulario que utilizan? *pr.grrrtu mientras mira al viejo fijamente-. No lo puedb dácir porque me sen_ tiria sucia, baja, con sólo repetirlo. ¿Me entiende? El viejo asiente con la cabeza. Recuerda sus para_ das en los semáforos en las que mujeres le ofrecen flo_ ,

8l res, A veces compra, otras no, pero siempre les dice algo, en v()z baia para que las personas en los otros autos no ¡re enteren. El contenido de su mensaje depende de su hrrmor. Cuando está alegre inventa algo ingenioso, aguclo, que, a veces, hasta roba una sonrisa de su intedocuIora, En otras ocasiones, cuando un sentimiento negro oprime su pecho, elabora frases despectivas, hirientes, vrrlgares, que lanza a la vendedora y que logran que (rsta se aleje rápidamente de su auto. Mira a la mujer a su lado. Está allí, cerca de é1. En el mismo cuarto, Al mismo nivel, ¿Se atrevería ahora a clercirle alguna de las frases que utiliza en La calle? La scñora lo mira. Ve todavía en su rostro líneas de lo que l'uera en otro tiempo belleza. Debió haber sido una rrruchacha muy linda. Maestra consagrada frente a sus ¿lumnos. ¿Qué le sucedió en su vida para que fuera lanz¿
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va a ayudar o no? -¿Meque sí, *Di mami. ¡plis! _insiste la pequeña. Está bien. ¿eué tengo qr. ñr.Lr, señor? -Bueno. El hombre sonríe complacidol Mira a la niña,; ie agradece con un gesto de lá cabe za, mientras le guiR, un ojo. La pequeña sonríe y también abre y ,i"rru'rár¡ damente uno de sus ojos hermosos. que averiguar en dónde fue que tuve -Tenemos el accidente y hay que ir a preguntar a ros vecinos del lugar a ver si alguno tomó el maletín. verdad no sabe en qué lugar fue?_ pregun_ -¿De la mujer. ta de nuevo Es la niña la que responde: borracho. ¿No lo acaba de decir? y cuan_ -Estaba do una persona está borracha, no se acuerda de nada. cómo sabes esas cosas? _pregunta la ma_ -¿Tú dre sorprendida. es un borracho y no se acuerda de noso_ -Papá tros. ¿No es así? . Al viejo le agradala vivacidad de la niña. Se queda obse¡vando los ojos de la pequeña. ,,¡Dios mio, quá o¡o, tan lindos, profundos! ¡Cómo .o.r,rur,on con su cuerpo flaco y débill" La madre también esboza una sonrisa . Le pasa la mano por la cabeza a la niña. Se vuelve tracia et vie¡o I pregunta:

-¿eué

debo hacer para encontrar su maletín. señor?

La noche ha caido. No se ve nada a travésde la ventana, sa-lvo una negrura profunda salpicada

con luces ,".r.r.r, Al principio el viejo pi..ru que son estrellas, pero el ángulo es incorrecto. Están müy bajas pur, ,., lejanas..

luceros. "Es la iluminación en las casas del cerro,,, dedu_ ce. "Son potrres y es por eso que hay pocas bombillas.,, La visra es linda. Esrán ocultoi los Áud.ro,

p;;l;;,

y

ltr

lrojas oxidadas de zinc; los tendederos con ropas rey los niños barrigones corriendo por todos lar lr rs, "l)refiero la vista en la noche", piensa. "No se ve tanta rrrrrrtlerclas

¡

rorr ¡rrcría. "

I,lscucha que la niña tose. Pasa un momento y la r.rrlt.rrnita lo llama con voz queda: *¡Psrrr! Julio... ¿Esrás dormido? No le gusta la manera confianzuda en que la per¡ut.na se dirige a é1. La ignora. que estás despierro! ¿No me -iJulio! ¡|ulio! ¡Sé r ¡tticres hablar? El viejo, poco a poco, girala cabeza y fija su mkada r.n lrr de la niña, quien ampliasu sonrisa y suprime una tos. sientes mal? el viejo. -¿Te no. Estoy bien -pregunta la pequeña con-No, Icrricndo la tos y colocando-responde su boca sobre la muñeca de lrirpo que estrecha contra su pecho. pareces bien. -No es nada.estar Se me pasará. -No que llame a la enfermera? -¿Quieres no. Estoy bien. Se me pasará. -No, El viejo no insiste. Observa con cuidado ala niira y sc da cuenta de que está haciendo grandes esfuerzos lx)r no toser. No le gusta lo que ve. La cara está más tlt'macrada y se nota más débil. "No es asunto mío", pienst, y aparta con fuerza el sentimiento de simpatía que c<»nenzaba a anidar en su cabeza. La niña al fin no puede más, y estalla en un ataque rlt'espasmos y tos tan pronunciado que alarma al viejo y le hace gritar: enfermera! ¡Venga rápido, por favor! -¡Enfermera, El viejo intenta levantarse para ir al rescate de la ¡rcqueña que se ahoga entre convulsiones y tosidos, pero t'l yeso pesado lo amarra a su cama. Entran dos enfermeras c.orriendo, como Qos garzas lrlancas que descienden rápido con las alas extendidas.

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Una toma alaniña en sus btazos,ylaotra sale de nuevo de la habitación, para regresar enseguida con la botellita de jarabe. Entre tos y tos tratan de que la pequeña tome una cucharada del líquido salvador, pero todo lo escupe y queda regado en las sábanas y piso. una inyección una. -Necesita -dice a buscarla la otra y sale rápido. -Voy La enfermera que -responde se queda trata de apaciguar ala niña, quien se deshace entre convulsiones y toses. Mechi. Cálmese, mi niña. Todo va a ir bien. -Pobrecita, La pequeña intenta responder, tranquilizar a su benefactora, pero la tos se tragalas palabras. Una sonrisa que intenta la pequeña se convierte en una mueca desencajada. La enfermera está preocupada. El viejo también. Mira la cara de la niña y enseguida la de la mujer tratando de adivinar por las expresiones lo serio del ataque. E¡trala otra enfermera con la inyección en la mano. Un leve pinchazo y las toses disminuyen; cesan al poco tiempo. niña tiene fiebre una. -Esta La otra pone la mano en-dice su cuello. verdad No es mucha pero co-Es -responde-. mienza. Mejor le hacemos una radiografia. acuerdo la otra. -De La toma en sus-dice brazos y salen de la habitacjón. La cama queda vacia, con las sábanas verdes revueltas y la muñeca de trapo solitaria sobre ellas. El viejo se ha quedado con las preguntas en la boca. ¿Qué significa que la niña riene fiebre? ¿por qué esas toses tan viciosas? ¿Para qu,é una radiografia? Intenta convencerse de que no es asunto suyo. eue no le debe importar el destino de aquella cñatura. Cierra los ojos e intenta dormir. No puede. Fija su mirada enla puerta y decide esperar el regreso de la pequeña.

l,ir ¡rtrerta se abre pero no es la niña quien entra. Una sonll;ra conocida se perfila en el umbral. El viejo se rt,slriega un ojo con la mano sana. Trata de aclarar su visi
isitar!-Mateo,

El abogado avanza. En su cara se dibuja esa sonrimil veces ensayada, que no parece forzada aunque 1o (.s, que su cliente tan bien conoce. te sonrías conmigo de esa forma, Mateol ¡Te -¡No ('()nozco el viejo mienbien! ¿Dime qué pasa? -pregunta tras estrecha la mano del abogado. nada, Pasaba por aquí y pensé en entrar a -No, visitarte. por aquí", es una mentira. Tú nunca ven-((p2s¿f¿s tlrías por estos tugurios, a menos que encontraras por tquí a un cliente con un buen fajo de billetes; aunque rludo mucho que exista ese bicho raro en este barrio. Se detiene unos segundos, mira los ojos esquivos cle su abogado, y continúa: eso de que "vine a visitarte" también es una men-Y tira, a menos que estés cobrándome la visita, cosa que no te voy a aceptar. Escupe de una vez. ¿Qué te trae por aquí? El abogado tose con nerviosismo. Se arregla el cuello de la corbata, Jala una silla que está recostada en la pared y se sienta al lado del accidentado. unos días tu mujer me pidió que viniera -Hace todo 1o del hospital. para arreglar y lo hiciste muy bien con sarcas-comenta -Sí, mo-. Me metieron en este cuarto y no me dejan salir. que quedarte aquí. Estás todo roto. No te -Tenías pueden cambiar a Pedernal. lo sé. Quizá si lo hubieras pedido antes se -Ya habria conseguido. Ahora me tienen aquí metido, seguro que para sacarme dinero al final. srr

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-No -Eso

te pueden cobrar nada. Es un hospital público. dices tú. Vamos a ver qué inventan al final. no te vas a volver pobre si te sacan una

-Bueno, cantidad adecuada por el servicio que te están dando. servicio que me están dando?! furioso-¡¿El el viejo*. ¡Me han metido aquí, entre -contesta estas sábanas, y nadie me viene a ver! ¡Sólo de vez en cuando unas enfermeras estúpidas, y solamente paru tomarme la temperatura, pedirme que cague y darme palmad.itas para que me calme! ¡Esto no es un hospital! ¡Es un manico_ mio! El abogado sonríe. Respira hondo. Trata de calmar al viejo. te preocupes, Las quebraduras son así. -Nohacer y mucho Julio, Poco que que esperar le da dos gol-y pes leves en el hombro. El viejo se contorsiona y trata de evitarlos. que rú también das palmadirasl iComo que -¡Así esa mala costumbre se pega en este lugarl -comenta molesto. te preocupes! el abosado -Jal ¡No -responde retirando . No lo volveré a hacer si te molesta. me melesta, y muchol ¡Es todo lo que hacen -¡Sí, en este lugar! ¡Darte palmaditas! te deben estar dando medicinas, ¿no? -Pero, El viejo señala la venoclisis que cuelga a su lado, y cuyo tubo está conectado al brazo sano. a través de esa bolsa. Vienen y le inyectan no -Sí, sé qué. Podrían estarme matando y no me daria cuenta. qué alguien querría matarte a ti, Julio, si -¿Por eres un alma de Dios? el abogado con soca-pregunta rronería. El viejo lo mira furioso. sé qué intentaste decir con eso, Mateo, pero no me-No gustó el tono con el que lo pronunciaste.

87 bueno. Dejémonos de bromas. Cuéntalevanta la mano para darle otras -y prrlrnaditas, pero la detiene a tiempo. *¿Cómo quieres que esté, Mateo? ¡Mal! ¡Muy mal! cara se entristece. ¡llorriblemente mal! -suJulio? ¿Eso por qué? *pregunta eso por qué, -¿Y con tono falsamente compuirgido. t'l abogado seas hipócrita, Mateo! ¡Te importa una mierda t'(irno -¡No yo me sienta! Además, a ti te importa una mierrla con nadie. ¿Por qué te importaria yo? valioso para m7, Julio. ¡No dudes eso ni -Tú eres un instante! que soy "valieso" paru ti. Pago a tiempo -Claro tus horrendos honorarios y no te reclamo nada. Un cliente rrrodelo, diria yo.

-Bueno,

rrrc c«imo estás,Julio

r:io. Es porque te conozco hace años y.,.

amigol *interrumpe el viejo*, ¡Me-vas a "meter la pata"! Por aquí no ha pasado nadie, ni siquiera los que consideraba r:"ris mejores ¿migos, y tú no te cuentas entre ellos. 'l'ampoco mi mujgr, ni mi perro, a quien consideraba f iel.

-¡Vamos, ir>r no digas más que

tu hijo?

-¿Y hijo sí, hombre. ¡Por supuesto!

Después de que Io-Mi mandé llamar y le reclamé que por qué no venía a visitar a su padre. entendido que vino apenas se enteró del -Tengo accidente. Llegó hasta la planta baja de| hospital. Pero -Sí. no subió hasta acá a verme. estabas dormido... -Seguroque estaba dormido! ¡Pero, ¿qué impor-¡Claro ta?! Me hubiera conformado que hubiera subido a yer-

me aunque estuviera dormido,.. compungido.

-agrega

el viejo

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lo tomes a mal, Julio de confortarlo -No de nuevo reprimiendo -trata el abogado, una mano que se dirije hacia el hombro-. Los hijos son así.,. Desagra-

Iil abogado intenta consolar al accidentado:

decidos...

hijos no son así, Mateo, y tú lo sabes muy -¡Los bien! ¡Mi hijo es así, y no sé por qué! sabes por qué? le sale al abogado. -¿No -se El viejo lo mira sorprendido. no sé por qué, Mateo lentamente-. -No, -recita ¿Tú sí lo sabes? A ver, explícame la razón por la que mi hijo no viene a visitarme, abogado. El visitante baja los ojos. No responde nada. me ibas a decir? el viejo-. ¿Que -¿Qué -insiste soy tiránico, déspota, y que mi hijo no me quiere? ¿Ah? ¿Es eso?

El abogado sigue sin decir nada. Los ojos dirigidos al piso. El viejo está agitado. que sepas que la forma en que crié a -¡Quiero Julio es la mejor que existe! ¡El mundo afuera no es fácil y tú lo sabes! ¡Hay que ser duro! ¡Muy duro! iY la mamá lo estaba convirtiendo en un "ñoño"! ¡Si no fuera por mí, Julio sería un mariconcito cualquiera! estuviste de acuerdo-vocifera. con Sara, ¿ver-Nunca dad? el abogado todtvia con la cabeza baja. -pregunta tiene que ver Sara con todo esto? -¿Quéte ha venido a ver, ¿no? -No extraña? Seguro está muy ocupada con su -¿Te Iglesia... con sarcasmo. Hay-responde un corto silencio. El abogado levanta la cabeza. Fija sus pupilas en las de su cliente. Dice lentamente: se quiere divorciar de ti, Julio. Su abogado vino a-Sara verme esta tarde. Es por eso que estoy aquí. El viejo está parulizado. Recuesta la cabeza enla almohada y la voltea lentamente hacia la ventana. Sus pupilas están humedecidas.

cosas son así, Julio. Las mujeres son malagra-Las Estás bien y te quieren. Te enfermas y te jodiste. tk.t'irlas.

El viejo no responde. El abogado permanece unos minutos más, y al Iurccrse la quietud más opresiva, se dirige a la salida intcntando no hacer ruido al caminar.

l;r niña regresa alahabitación. EI viejo sigue vuelto hacia lrr ventana oscura. Escucha el movimiento de sábanas t'rrando la acuestan en la cama. Las enfermeras se retirirn. Quedan solos. El silencio vuelve allugar, invadiénrl«rlo todo, permeando las paredes, el techo, la mente tlerl accidentado. Se siente solo. Muy solo. Está tirado rrllí, en un lugar desconocido. Nadie lo visita, y si lo hacen (.s para traer noticias malas. No hay nada bueno allá rrfuera para éL Sus millones reposan en la cuenta del lranco. Nadie los toca. Están allí, esperando. Pero no los necesita en esos momentos de su vida. De nada le sirven. Desde su cama de inválido no puede comprar paz, irmistad, alegria. Ni siquiera tiene acceso al licor salvarlor, fuente de felicidades momentáneas, artificiales, pero

en aquel instante. ¡Le hace falta un buen trago de ron que lo transporte al

<¡ue necesita desesperadamente

paraíso anhelado! ¡Sería la única manera de salir de allí! Volando, con la mente ligera y el cuerpo en un estado de euforia que 1o haga sentir mejor. Está seguro de que con el ron dentro de su cuerpo todos sus problemas desaparecerían. Su hijo llegaría rápidamente con su nieta en sus brazos a ver cómo sigue su abuelito, sus amigos formarian cola en la puerta para saber de su estado físico, y su esposa estaría a su lado, tomándole la mano, sin pensar en un divorcio. Y Nitzia, su mujer escondida, se asomaría tímidamente a la puerta para ver si el territorio está libre, y entonces se lanzaria a sus brazos.

90 Siente una punzada en la garganta. Se agita. Mue_ ve la cabeza anhelante. Una botella se dibuja en su mente. Los labios están resecos. pasa su lengua por ellos para humedecerlos. Un leve temblor se apodera de é1. Crece en intensidad. Levanta su mano sana y la observa en la penumbra de la habitación. Está oscilando como si la moviera un viento fuerte. pero no hay viento en aquel lugar, salvo el débil movimiento de aire que produce el abanico que gira en el techo. Empieza a desesperarse. Se siente apretado en aquel abrigo de yeso que le cubre toda su parte inferior y uno de sus brazos. Comienza a respirar mal. Se ahoga. Aspira con rapidez, pero eso aumenta la sensación de asfixia que se apodera de é1. Abre la boca. El aire entra a grandes bocanadas. La sensación de opresión en el pecho aumenta. Se siente mal. Está mareado. El sudor se desprende de la frente. No es normal lo que le sucede. Piensa en gritar y llamar a una enfer-

mera.

En eso algo blando se posa en su cabeza y empieza a acariciar sus cabellos. Mira, y la peque ña. está a su lado, sus o¡'os hermosos bien abiertos demostrando preocupaci6n, y su manita débil sobre sus cabellos in-

tentando darle tranquilidad. El hombre la observa,

asombrado, y, de repente, sus ojos viejos, cansados, se humedecen. Acepta por algunos segundos la caricia reconfortante. De repente reacciona. Vuelve la cabeza hacia la niña, trata de esbozar una sonrisa, que le sale forzada, y dice: pequeña. Pero mejor regresas a tu cama. -Gracias, No estás bien. te preocupes, me curaron. -No te curaron. Te Ya dieron una medicina que alivia tu -No tos. Pero lo que la causa todavia está allí. Tienes que acostarte.

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La niña sonríe. Tiene apretada en una mano su Irrur\t:ca de trapo. Intenta continuar con sus caricias, pero

t.l vicjo detiene su mano. Se asombra por la tersura de itr¡rrclla piel y por el calor que emana de ella. tienes fiebre Mejor te vas a -Tú -sentencia-. ;t('()star antes de que te pongas más grave. te preocupes, Julio. Tú estás'peor que yo, y t

-No

¡tricro ayudarte. El viejo la mira. Dice, con algo de irritación en su

v(\7,i

¿no te han enseñado a obedecer lo que rlicen -Pequeña, tus mayores? Ella sonríe, Responde: que sí, pero quiero que te sientas bien. -Claro de eso. tu cama, Mercedes! -Nadaqué bien!¡A -ordena. ¡Te aprendiste mi -¡Ah, -aplaude-. nombrelPero nadie me llama así. Dime Mechi, "nomás". Mechi. ¡Ala camar. con el dedo señala -Bueno, -y l'.t cama vacia. A la pequeña le gusta aquello. Camina lentamente lracia su cama, mirando hacia atrás, a los ojos del viejo, <¡r:ien admiraun -vezmásl,abelleza que contienen sus llupilas. "¡Dios mío! ¡Qué luceros tiene esta criatura! (luando sea grande serán sus ojos los que hablarán por clla. ¡Qué digo! ¡Ya lo hacen, y en forma perfectal" La niira sube a su cama. Se arropa. Saluda al viejo con su manita libre ofra abraza al peluche- y dice: -lacaso. Te hice -Ves... que sí, Mechi el viejo-. Tie-Claro -responde nes siempre que obedecer a tus mayores. Te ayudará mucho para cuando seas grande. Ya a añadir: "como tu mamá", pero se arrepiente. l,a imagen decrépita de la señora se presenta ante él y Irace que suprima el final de la frase. Piensa: "¿Esta criatura q,tedará como ella? ¡No puede ser!" Recorre con la mkada el cuerpo gastado de la pequeña, y concluye: "ése

92 es el camino que ha tomado el organismo de la niña desde que se apareció en este mundo, y no se detendrá hasta que la convierta en una vieja encorvaday feaantes de los

cuaÍenta años". Empieza a hacer planes mentales vagos para ayudar a la pequeña cuando salga del hospital. Sus pensamientos son rotos por las palabras de la enfermita:

el doctor me ha dicho que me yoy a morir.-¿Sabes?, me lo dijiste. pero, ¡eso no es verdad! Tú no -Ya te vas a morir. Entonces, ¿el doctor y mi mamá me mintie_ ron? -¿No? segura de que te dijeron eso? ¿eue mori-

-¿Estás rías? ¿No sería que

lo

soñaste?

Por supuesto que no lo soñé. Me lo dijeron -No. hace unos díaq Entonces les pregunté qué significaba morir.

-¿Y...? me explicaron.

-Ellos te dijeron?

-¿Qué morir era como irse a dormir.

-Que

más?

-¿Quéuno se encontraba con los angelitos, y que -Que

ellos te llevaban de la mano hasta Dios. El viejo mka a la niña con sus ojos bien abiertos. Ella está tranquila, plácida, sin ningún temor. Se maravilla. A él la muerte lo sobrecoge; lo llena de miedo. ¡Lo aterrorizal Siente que morir es perderse en la nada. Des_ cender a un pozo y saber que su abertura será tapiada, y nunca más podrá ascender de nuevo y ver la luz del sol. Para él es iniciar un viaje sin retorno, sin destino y sin final. no he visto ninguno a la peque-Todavia -oye ña decir. -¿Perdón? que todavía no he visto a ningún ángel. Los pero todavía no llegan.

estoy -Dije esperando,

93 e[ vieio, arrepintiénsi no vienen? -pregunta -¿Y de haber rkrsc enseguida hecho esa pregunta. *¡Claro que van a venir! *afirma con una sonri'_. srr Eso es así. Al final son los angelitos los que llegan, l(' t()man de la mano y te llevan. también te lo dijo tu mamá, ¿no? -Eso Eso me 1o dijo mi abuelito-No. de que se muriera, supongo... -Antes *No. Claro que no la pequeña con -responde se muriera se puso muy t'«rnvicción-. Antes de que rrralito, y no me pudo hablar. Me lo dijo hace unos días. (),rando vino a visitarme. pudo venir a vi§itarte si está muerto? -¿Cómo sé. Él viene. Eso es todo. -No te lo imaginaste. ¿Tenías mucha fiebre -seguro cse día? La fiebre la comienzo a tener ahota. Apenas -No. t()so me da fiebre, pero antes no. que una persona difunta no regresa... -Sabes que sí. Mi abuelito lo hace casi todas las -Claro noches. es que sueñas con é1, ¿no es verdad? -Entonces No es sueño. Lo veo. Está un poco pálido. -No. de una luz muy linda, pero es é1. Estoy segura. Itodeado Iintra por la puerta, pero no la abre. No sé cómo hace, pero entra. Así "nomás". Camina hasta mi camay me saluda. Ni siquiera levanta la mano. Me saluda y yo sé que me está saludando. No se ríe, pero yo sé que se está riendo' Es raro, ¿no? El hombre la mira perplejo. No comenta nada. La niña pregunta: estoy aburriendo? ¿Sigo? -¿Te El viejo asiente con la cabeza. Ella continúa: *Mi abuelito me habla, pero no mueve los labios. Me dice que me quiere. Que me adora, y que pronto me va a venir a buscar, Que el momento está cerca. Unos

94 días más solamente, dice. Además, vendrá con unos ni_ ños, y ayer me trajo al primero de ellos para presentár_

melo. Un niño rubiecito, gordo, que le gustan mucho los chocolates. Murió hace ya unos dos años, y está feliz de poder venir a buscarme. Dice que lo mejor del sitio hay muchas oportunidades de ayu_ :n que vive es que dar a los demás. parece que a .ró ,. dedican todos, a ayudar a los demás. El hombre continúa observando ala niña, absorto. Ella lo nota y, feliz, continúa: abuelito dice siempre que no tenga mie_ -Mihe sido muyme do. Que buena, y qu; el lugar a doride voy a ir es muy lindo, Eso se lo dije ayer a mi mamá, y se puso a llorar. Me dijo que no creyera esas cosas. eue no podia irme. Que qué sería de ella sin mí... yo me puse a llorar también. pequeña! el viejo_. No te , -¡Eso, puedes ir todavía. ¿eué -aprovecha hará tu mamá sin ti? Eso es verdad. por eso se lo pregunté a -Claro. mi abuelo, y me dijo que no me preocu pari. qie allá, adonde voy, tambiénhay un sitio para mamá, pero que no le ha llegado el turno a ella todavia. Falta'un páco más, dice é1. cómo es el lugar adonde nr abuelito dice que irás? -¿Y lindo sonriente la pequeña_. Lleno -Muy de jardines y -responde flores de verdad. No cortadas, como las que vende mi mamá. Ésas están ya muertas. No viven más aquí. Dice mi abuelo que me las voy a encontrar todas en el lugar adonde voy. Todas las flores que mu_ rieron están allá vivas. ¿Te imaginas, Julio? _pr.gr.rt, excitada-. ¡Todo ese montón de flores juntasl ¡Con sus raíces en la tierra y viviendol ¡eué bonito, ¿no?! muy bonito... -Sí, dice que ya me tiene ocupación. Me van a poner -Me también a buscar a niños que se están muriendo, como yo. ¡Qué bien, ¿no?!

95 La pequeña esfá excitada. §onríe y sus ojos están iluminados. El viejo baja los ojos y pregunta: ¿y tu mamá, pequeña? Ella se va a quedar -Pero muy triste si tú te vas a ese lugar. -*Ya le prometí que regresaria a visitarla muchas veces. Le pedí permiso al abuelo, I me dijo que sí, pero que lo más seguro es que mi mamá no podrá verme. Só1o escucharme. Y muy bajito... tu mamá querrá verte, abrazarle; jugar contigo.

-Pero *Sí, pero mi abuelito también quisiera estar

conmigo,.. a estar muy tristes si te vas, Mechi.

-Vamos puedo venir a visitar también a ti, si quie-

res... -Te queda mirando a su vecino de cuarto con una -se mkada expectante. que sí el viejo-. Pero no va a -Claro Te vas-responde ser necesario. a curar, nos haremos amigos y nos visitaremos bastante cuando salgamos de este hospital. no voy a salir viva de este lugar, Julio -Yo -afirma \a chiquilla con convicción-. Mi cuerpo se va a quedar aquí, pero yo me iré pronto con mi abuelito. El viejo la mira largamente, con ternura. No dice

nada. Comprende que en la niña hay un convencimiento que será muy difícil de romper. Decide hablar con el médico para que dejen de hablarle a la pequeña de su muerte y cosas similares. También afiota mentalmente comentarle a la enfermera las alucinaciones de la pequeña con el abuelo, por si es algún delirio relacionado con su enfermedad que pueda dar pistas para su cura, Decide cambiar de conversación. en la escuela, Mechi? -¿Estás *Claro que sí. Tengo un salón grande lleno de amigas.

-¿Te

vienen a visitar?

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maestra ha venido tres veces. A traerme la tarea, -La ¿sabes? Con ella vinieron algunas de mis amigas. Me dijeron que rezan todas las mañanas por mi salud. imagino que quieres curarte rápido para regresar-Me a jugar con ellas... La carita de la pequeña se entristece. pero no voy a poder pues me voy a morir. -Sí, El viejo considera contradecir a la niña; convencerla de que su idea de muerte inminente está equivocada. No obstante, se da cuenta de que poco podráhacer para desviar la mente de la pequeña de la idea fija que la envuelve. una nieta de tu misma edad-informa, tratando -Tengo nuevamente de desviar el curso de la conversación, evitando el tema de la muerte que tanto le honoriza. ya sé. La hijita de tu hijo Julio. ¡Qué bien! -Sí, ¿Cómo es? ¿Qué edad tiene? ¿Dónde va a -salta-. la escuela? preguntas se amontonan en su boca. -las El viejo soruÍe. Le gusta la reacción de la niña. Laprefiere así, repleta de preguntas, alegre, y no con pensamientos de parfida. siete años; como tú, creo... Va a una es-Tiene cuela privada, de monjas. Y es tan linda como tú. Claro, no tiene tus ojos grandes, preciosos, pero su cabello es lindo, rubiecito, y... Se arrepiente enseguida de haber dicho eso. Observa la cabeza de la pequeña a su lado, con poco pelo, mostrando parches del cráneo por todos lados, y lo compara con el cabello sedoso de su nieta. No obstante, la niña no se ha entristecido. Alegre, continúa preguntando: se llama? ¿Dónde nació? ¿Cuándo viene a -¿Cómo visitarte para poder conocerla? Tu hijo dijo que quizá la iba a traer... EI viejo está triste. Su cara cambia, y el dolor aparece como una mueca en el rostro. La pequeña se da cuenta y continúa con su interrogación:

qué te pusiste triste de repente, ¿Qué -¿Porporque tu nieta no te viene aver Julio? tc pasa? y tú quisie¿Es ras que ella viniera? El cuerpo del hombre se tensa como un resorte. La pequeña ha dado en el clavo: en aquel momento recorclaba a su nieta, a quien poco ve, pero quien, de repente, le hace una falta inmensa. Levanta su.s ojos y mira las pupilas de la niña a su lado, quien lo interroga, preocupada, con sus ojazos bien abiertos. llama Maria, pero le decimos Mari. -Se ¡Qué bonito! ¿Y su segundo nombre? ¿Cuál -¿Mari? nombre? es su segundo encantada por ha-pregunta, ber aprendido el primero. El viejo no recuerda. Un inmenso bloque mental cierra su catrcza. Es poco lo que ve a su nieta y es por eso que no recuerda su segundo nombre. Lo más seguro es que nunca haya escuchado el segundo nombre de la hija de su único hijo, salvo quizás en su bautizo. Pero llegó tarde a la iglesia y se sentó en una de las últimas bancas, viendo la ceremonia desde lejos y mirando constantemente el reloj para .ver la hora en que se podría escapar. no tiene segundo nombre... -Mari que sí. Toda niña en este país tiene un -Claro segundo nombre. No tengo ninguna amiga sin un segundo nombre. es tu segundo nombre, Mechi? -¿Cuál me llamo Mercedes del Carmen -responde la niña-Yo con orgullo. del Carmen... ¡Mmml ¡Qué bonito nombre! -Mercedes Muy bonito. Me lo decía siempre mi abuelito. -Sí.me llamaba Mechi. Me decía todo mi nombre: Él nunca Mercedes del Carmen . Decia que era muy bonito y que habia que usar las cosas bonitas. querías mucho a tu abuelito, -Tú sintiendo su primer atnago de¿no? -pregunta el viejo, celos. Se sorprende mucho de ese primer brote de sentimientos.

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*Lo

quise... ¡y todavia lo quiero mucho! Él no . se ha ido; está por aquí. perdona... sí, -Sí, queclaro. como no lo puedes ver, seguro que pien_ -Es sas que no viene. pero sí lo hace. ¡De verdadl creo, pequeña. Te creo. ¿y si me enseñas -Te cuando él viene para ver si yo lo veo? _pregunta con una ligera sonrisa en sus labios. nunca cuando hay alguien en el cuarto. -Él ayerviene vino a presentarte a uno de sus ami_ guitos.-Pero Eso fue lo que me dijiste, yo estaba aqui, y yo ¿no?

soy alguien...

pero esperó a que te durmier as para venir. Entró -Sí, con mucho cuidado- y me pidió que no hiciera

ruid.o para.no despertarte, ÉLtambien te cuida, ¿sabes? y me ha pedido que lo haga yo también. me cuides? _pregunta el viejo con asom_ _

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bro. -¿Que Me que eras una persona que había su_ -Sí. endijo frido mucho la vida. eue andibas por caminos.equi_ v,ocados, o algo así, y que, por favor, ie cuidara mucho. Ya comencé... no necesito que nadie me cuide!_afirma el -¡Yodesagrado*. vieio con ¡y menos una niñita como tú! ¿Cómo me puedes cuidar? ¿Cómo es eso que comenzas_ te ya? mira hosco. -La llorando y te fui a acariciar la cabeza. -Estabas Creo que te ayudé un poco, ¿no? _responde la pequeña con aplomo. El viejo la mira. No responde nada. La niña conti_ nita: mi abuelito me dijo que tú estabas muy -Además, solo. Que poca gente te quería, y que ienía que hacer un esfuerzo y quererte. pero, mira,'rrá fr. tenido que hacer ningún esfuerzo y ya te quiero _y sonríe, extándiendo sus labios y dejando ver sus dieniecitos blancos.

El hombre trata de decir algo pero se le quiebra la voz. Siente escozor en los ojos y se los restriega. te estás poniendo triste de nuevo, Julio. -¿Ves?, Por eso tengo que cuidarte y quererte, como me lo pidió mi abuelito mientras habla, se levanta, vez co-y la muñeca de trapo sobre esta loca con cuidado las sábanas, y se dirige a la cama de su vecino de cuarto. linda el viejo levantando su mano-. -No,acuéstate-pide Por favor que estás enfermita. Pero ella no le hace caso, se pone a su lado y comienza de nuevo a acariciat st cabeza, estavez con sus dos manos, mientras entona con suavidad las notas de una canción. EI viejo intenta \na yez más evitar aquello, pero su voz sale tan débil, tan falta de verdadera intención, que la niña no le hace caso y continúa con su arrullo. A los pocos minutos el hombre cierra los ojos, se duerme y Ia pequeña regresa en silencio a su cama.

-Ya

sé cuál es el segundo nombre de Maria.

El viejo escucha aquello como si viniera de lejos. Abre los ojos y se da cuenta de que es de día. he dormido? -¿Cuánto Vinieron anoche -pregunta, el doctor, la enfermera -Mucho. y también tu hijo, el que tiene tu mismo nombre, pero no te quisieron despertar. Les dije que yo te habia cantado y que te habías dormido mientras lohacia. El único (lue no me creyó fue tu hijo. mi hijo? ¿Por qué no me despertaron?

-¿Vinoalterado. -pregunta muy cansado y el doctor dijo que mejor no te -Estabas despertaran. Te dejaron tu comida alli *señala la lnesa vacía-, pero se la llevaron esta mañana cuando vinieron a traerte el desayuno y todavía no te habías «lespertado.

100 dormí?

-¿Tanto mucho. Mi abuelito me dijo...

-Sí,

abuelito también vino?

el viejo. -¿Tutambién vino -interrumpe la pequeñ a con na_ -Sí, Entró apenas-responde turalidad-. los demás se fueron. Él sabe

cuando nadie más va a venir al cuarto, y llega a esa hora para que podamos conversar largo. Así como lo estoy haciendo contigo. Largo... más te dijo? -sonríe. -¿Qué con él a otros dos -Traiodentro de poco. Unade los niños que vendrán a buscarme niñita, más chiquita que yo. Murió de fiebres hace como dos años, y un niño laigo y delgado. Parece un palillo de dientes ríe. -se murió el niño? -¿Cómo sé. No me lo dijo. Se lo preguntaré esta noche. -No no te preocupes. pregunté sólo por curiosi_ dad. -No, todas formas se lo preguntaré. Ahora yo quiero-De saber... sonriendo. -comenta ahora, dime, ¿cuál es el nombre comple_ to de -Bueno, mi nieta? la hlja de tu hijito Julio? ¡fa, ja! No -ríe_. sé por-¿De qué le digo "hijito" si es más alto que tú. sabes que es más alto que yo? Nunca me -¿Cómo has visto parado. estabas dormido él se acostó en tu cama, "para -Cuando esfar más cerca de ti,,, dijo, ¡y los pies le quedaron salidos allá afueral la parfe final de la cimay rie -señala de nuevo. acostó en mi cama? incrédulo. -¿Se que sí. yo misma -pregunta lo vi. -Claro ¿En esta cama? ¿Conmigo? -¿Aquí? alli mismo -Si, puede ser -señala la cama. el viejo. -No que sí. Él-concluye es tu hijito, perdón: ¡hijore! Te quiere-Claro mucho.

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que me quiere poco... el hom-Creo -confiesa bre compungido. Te quiere mucho. Él mismo -No. dijo eso? ¿Por qué te lo dijo? me lo dijo. -¿Te se lo pregunté; por eso. -Porque por qué se lo preguntaste? -¿Y mi abuelito me dijo que poca gente te quería,-Porque y tenia curiosidad por saber si tu hijito, perdón: ¡hijote!, era uno de ellos. hijo quiere a su papá el hombre -Todo -afirma con convicción. Eso a veces no es así la niña -No. -responde con seriedad. ¿Y por qué no? -¿No?antes no quería a mi papá. Era muy malo. -Yo Llegaba borracho a la casa y le pegaba a mamá; y, a veces, a mi y a mis hermanos también. Una imagen del pasado entra en la memoria del viejo. En ella está él con la correa levantada, pegándole a su hijo que se refugia indefenso en una esquina. puede ver su cara como en un espejo. Está distorsionada por la ira. El pequeño grita pero la correa sigue cayendo inflexible sobre su cuerpo. El hombre sacude st cabeza. Pregunta: qué quieres a tu papá ahoru? ¿Deió de tomar?

-¿Por

Sigue con ese vicio. Pero mi abuelito me -No. enseñó que papá tiene una enfermedad muy mala. y que eso lo hace tomar. También me explicó que lo que hace no es culpa de é1. Le pedí que ayudara a mi papá. También le pedí que lo hiciera venir aquí, al hospital, a despedirse de mí. despedirse? ¿Pero tú adónde crees que vas, -¿A chiquilla? el hombre con impaciencia-. No -preguntafavor quítate esa idea de tu cabezat. te vas a morir. ¡Por con convicción.

-añade

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102 La niña sonríe. Decide no decir nada. Cambia de tema.

saber cómo se llama tu nieta o no?

-¿Quieres coquetamente. -sonríe El viejo la mira. Sonríe él también.

que quiero saber el nombre completo de

-Claro Mechi. Ahora que sé el tuyo entero, Mercedes mi nieta, del Carmen

me toca saber el de María.

¿no?-, -lindo, para una sorpresa.

-Prepárate

-Sí.

¿Estás listo?

de las Mercedes. Ése es el nombre com-

-Maria pleto de tu nieta.

de las Mercedes? ¿Mercedes, igual que -¿Maria igualito que yo. ¿Qué te Parece? -Sí, casualidad! ¡Esto es muy bueno! -¡Qué que sí. Ahora quisiera conocerla.

-Claro

tú?

Por supuesto. Cuando salgas del hos-

-¿Conocerla? llevaré a conocerla. pital te La niña cambia el semblante. Dice: que no saldré del hospital, Julio' Ya -Acuérdate tú lo sabes -insiste. yo no creo eso, Mechi. Claro que saldrás. Y

-Pero serás una jovencita muy linda, que crecerás, te convertirás en una mujer muy elegante, y te casarás y tendrás otros

niños igual que tú. quiero tener hijos... -No qué? Son muy lindos. -¿Por ha sufrido mucho conmigo y con mis her-Mimamá rnanos. No quiero sufrir como ella lo ha hecho. Lahapasado muy mal. Lacarade la pequeña ha perdido su matiz de niña y ha adquirido una seriedad profunda que la hace parecer mucho mayor. piensas ahora. Porque has visto mucho sufri-Así el viejo con dulzura-. Todo miento a tu alrededor -dice cambiará cuando seas grande. Te enamoratásy fe casarás.

digo que no saldré este hospital -Tefirmeza, sin perder la de -insiste ella con seriedad en el rostro. El viejo notala determinación de la pequeña y decide no continuar con el tema. Nuevamente trata de desviar la conversación: que mi hijo vino a verme, ¿no? ¡eué sorpresa! -Así La cara de la niña se suaviza: Y estuvimos hablando un rato largo. Me habló -Sí... mucho de ti. te dijo que soy un ogro. -Seguro La pequeña ríe. tanto así, pero sí me dijo que tienes muy mal -No carácter, y que siempre haces lo que quieres, sin que te importe lo que piensen o sientan los demás. Elviejo se pone serio ante lacrudezade la afirmación. verdad te dijo eso? -¿De y añade- y, además, me di¡'o -Síun-responde; que eres cascarrabias que te pones bravo por todo... queda pensativa-. Y también me dijo que nun-se ca los Yas a visitar. quisiera que los fuera a visitar? -¿Él -pregunta con sorpresa. claro. Pero me dice que siempre estás ocupado en -Sí, algo. En la oficina o con una muchacha que tienes por aquí y que te saca mucho dinero. eso te dijo mi hijo? pregunrando -¿Todo -sigue con asombro. Y también me dijo que no lo dejabas trabajar. -Sí. te metías en rodo. Que él decia algo y fú rápidaQue mente se lo corregías. Que tenías miedo de que él pudiera hacer las cosas mejor que tú. El viejo empieza a sentir rabia. que mi hijo te mencionó todas esas co-Seguro sas para que tú me las repitieras, ¿no? su rostro intentando encontrar una respuesta. -mira Ve solamente una sonrisa inocente.

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La ¡iira resPonder Julio. Claro que no. Yo fui la que le pregun-§s, té cómo eras tú. el viejo, piensas ahota de mí? -pregunta -¿Qué preocupado. ella sonriente-' AunIgual -responde -Nada. que ahora sí pienso que mi abuelito tiene razón y que necesitas ayuda. no necesito ayuda-contesta el hombre con

usted lo dice, señor. Si usted lo dice... menta-Si la mujer no muy convencida. comes cangrejos? la niña con cu-¿Tít -pregunta riosidad. un dicho la enfermera anticipán-Es -responde dose al viejo-. Aunque tu compañero de cuarto debe de estar acostumbrado a comer cangreios, con caparazón y todo, y muchas otras cosas. ¿No es así, señor

-Yo aspeÍeza.

la

que sí

niña-'

Yargas?

El viejo gruñe. No responde. El buen humor que tenía desaparece como por encanto y es reemplazado por su hosquedad habitual, que desciende sobre él como una camisa de fuerza, oprimiéndolo y no dejándolo ser feliz. eso verdad, Julio, que te comes los cangre-¿Es jos con caparazón y todo? la niña. señora no tiene-insiste idea de lo que está hablando -Esa con tono agrio. -responde La enfermera detecta el enfado y dice, todavía sonriendo: señor Vargas. Parece que le quité su buen -Perdone, humor. Y dirigiéndose a la niña, explica: que tu vecino quiso es que dentro de él -Lobueno, como la carnedecir hay algo del cangrejo y la pulpa del banano. Es un dicho lo que dijo. ¿Sabes lo que es un

Estás muy triste

-Claroalegratte.-afirma y necesitas El viejo no responde nada. Piensa: "¿cómo

es que terminan criatura esta con siempre mis conversaciones en temas profundos?" Decide callarse' Vuelve st cabeza y se pone a mitar Por la'ventana.

La enfermera entta. Es la que tiene el rostro bonito' La en el turno de la mañana' que aparece ' --6 r.r,siempre sonriente-' ¿Mis dos veo! ¡qré -exclama nada de qué contienen que no pacientes en silencio? ¿Es versar?

y yo estábamos hablando de muchas cola niñita'

-Julio sas. Nos acabamos de callar -¿Y mujer.

-anuncia se puede saber de qué hablaban? muchas cosas

-pregunta

la

dicho?

nuevamente la

sé que denrro de Julio hay algo muy bueno. -Yo Por eso quiero que sea mi amigo. Que juguemos, antes de que me yaya. La mujer se pone seria. Se acerca ala niña. Le pasa una mano por la frente y le acaricia el poco cabello que tiene. eres muy fuerte, Mechi. No sé cómo lo ha-Túeres una de las personas ces, pero más valientes que conozco.

-responde Él es muy simpático y le encanta conversar' niña-.-De ah?

la enfermera, mientras le

-dice -¿Simpático, lanza al vieio una mirada cargada de sospecha'

el hombre-' Soy de la que sí -responde -Claro clase de persona que por fuera es agtia, pero que por dentro *.ry dulce. Como el banano o el cangrejo: hay "t la cáscata o la capatazón para deleitarse que quitarles

con su interior

-sonríe.

t

t07

106 En eso el viejo llama: Acérquese, Por favot. -Enfermera. La joven abandona la cama de la niña y se acerca a la del viejo. la niña. es un dicho? -pregunta -¿Qué te explico, pequeña la mujer -responde -Ahora accidentado. mientras se coloca al lado del Éste le hace una seira para que se acerque. La mujer, curiosa, se inclina sobre el paciente y acetca su cara a la de é1. preguntarle algo. -Deseodesea saber, señor? con cautela. -¿Quéniña a mi lado habla-responde constantemente de su -'La y de ustedes Ie informauna que el doctor Alega muerte. eso, ¿verdad? le dijeron ron que va a morir. No La mujer no responde enseguida, Medita 1o que va a decir. Al fin explica: como política en este hospital no ocul-Tenemos tafle nada a nadie, ni siquiera a los niños. el me quiere decir con eso? -pregunta -¿Qué viejo irritado-. ¿Que la niña se va a morir, y que ya se lo informaron? la enfermera con suavidad' Así es -responde -Sí. El viejo la mira asombrado. Mueve la cabeza y observa alantñ,a. Fija sus ojos de nuevo en el rostro de la mujer a su lado. pequeña..., Mechi.,., va a morir? -pregunta -¿La de nuevo, moviendo la cabeza de lado alado. la muier, mantenienle dije que así es -dice -Ya suave. tono su do El viejo se siente mareado, El techo parece dar vueltas sobre é1, y la cama debajo se mueve como si fl.otara entre olas encresPadas. el hompuede ser posible? -pregunta -¿Cómo lo escuche niña que la de temeroso bre en un susurro, joven.'. que están conversando*. Tan

es así

la mujer con

-Lamentablemente -responde resignación-. En lavida suceden estas cosas. No sabemos por qué, pero suceden. Dios algún plan tendrá... ¿Dios? ---exclama el hombre con furia_. Si -¿Dios?

Dios permite cosas como ésta entonces, ¡es un hijo de putal la enfer_ ¡No diga esas cosas, señor!

-¡Ay! se persigna-. Es -dice y Dios lo mera mientras una blasfemia puede castigar por ello. me ha castigado lo suficiente. ¿No lo ve?

-Yael yeso.

-señala que tener resignación, señor. -Hay En eso la niña interviene en la conversación: por qué? ¿eué es lo que pasa? -¿Resignación La mujer se levanta, avanza hacía la enferma y le dice mientras la arropai nada, Mechi. No te preocupes, El señor y yo -Por estamos hablando de algo sin importancia. hablando de mí, ¿verdad? -Están La mujer no responde. Se acerca a la frente de la pequeña y la besa. Se vuelve hacia el hombre, camina hacia él y se despide diciendo: tengo que ir, señor Vargas. Sólo quería revi_ -Me sar que todo estuviera bien, Camina hacia la parte baja de la cama y ajusta el aparufo en el cual está suspendida una de las piernas enyesadas. Pregunta: ir al baño? puedo traer una de las bacini_ llas, si-¿Desea así lo desea. gracias... el hombre con desga_

no-. -No, Acérquese, por-responde favor, que quisiera preguntarle

un asunto más.

ver, usted

*responde la enfermera mien_

dirá tras se-A coloca al lado del viejo.

es lo que tiene la pequeña? en -¿Qué No puede ser un susurro-. tan malo para-pregunra que no haya curación, ¿no? con un dejo de esperanza.

-termina

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sí lo es

la mu-

-responde jer*. -Lamentablemente Se trata de un caso malo de Leucemia Linfoblástica

Aguda en estado avanzado. Nada se puede hacer por ella. El viejo dice con furia: que no si la tienen alli tirada, como un perro,-¡Claro sin nada salvo una miserable venoclisis! ¡Deberian de haber máquinas rodeándola; ayudándola a combatir su enfermedad! La enfermera sonríe con tristeza. Continúa con su tono cargado de resignación: hicimos todo lo que pudimos, señor Vargas. -Ya Llevamos varias semanas en ello. El doctor llegó a la conclusión de que perdimos la batalla. La niña está al borde del final. no parece con énfasis-. Mírela... -Pero, -dice No parece que está cerca del momento de su muerte

-la

señala.

-Hablan niña dice.

de mí, ¿no es verdad?

-escuchan

que la

déjanos hablar un momento solos, por mujer se vuelve y le dice*. Los grandes tenefavor -Mechi, -la a ello. mos derecho Se dirige de nuevo al viejo y agtegal muerte de enfermitos de esta clase de leucemia no-La se da por la enfermedad en sí. Cuando ésta está 1o suficientemente avanzada dentro de un cuerpo, debilita el sistema inmunológico y el paciente muere de otra cosa, principalmente por infección del pulmón, o del tubo digestivo. Por bronconeumonía o gastroenteritis. Algunos mueren con hemorragias muy intensas pot falta de plaquetas para la coagulación. Defecan y orinan sangre. Les sangra el cerebro. horrible...!----es todo lo que el viejo logra decir. -¡Qué La mujer dibuja otra de sus sonrisas cargadas de tristeza.

lo es tanto. para el enfermo, digo. General_ mente-No están muy tranquilos, como Mechi _ambos mi_ ran a la niña, quien retorna sonriente las miradas_. Son los familiares los que se desesperan. y muchas veces son los mismos enfermitos quienes los consuelan. enfermos consuelan a su familia? _pregunta -¿Los el viejo con asombro. Aunque le parezca Íaro, así sucede. Son los niños -Sí. quienes consuelan a los padres, y no lo contrario. Pareciera que ellos ya saben lo que les va a suceder. Como si por un medio extraño de comunicación a ellos se les infc¡rmara que la muerte les va allegar. y la esperan muy tranquilos. Algunos con regocijo y hasta impa_ ciencia. regocijo e impaciencia? *laperplejidad del -¿Con hombre aumenta. y es por eso que no tememos informarle la verdad-Sí, a un niño. para ellos el concepto de Ia muerte es diferente que para nosotros. No reviste la gravedad que nosotros le concedemos. Es algo más natural, más... El viejo interrumpe con furia: los niños que protegerlos, cuidarlos, no -¡Acómplices dehaynuestros hacerlos fracasos! ¡Si este hospi_ tal no tiene los medios para salvar a un niño, entonáes que los consigan, o que lo manden a otro hospital! La niña interviene y dice: trataron de salvarme, Julio, pero no pudie_ -Ellos ron. Me toca morir. Lo que tengo adentro nadie lo pue_ de curar. Ambos miran a la niña. El viejo se asombra de lo que escucha. La enfermera le dice a la pequeña: todo 1o que pudimos, Mechi. Lo siento -Hicimos mucho. te preocupes... -No que sí, MechiLo sé, y mi abuelito también. la mujer acer_ -Claro -responde cándose a la cama de la enferma y acariciándole los

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cabellos-. Yo sé que tu abuelito tarnbién sabe que hicimos lo que pudimos. el viejo-; ¿también le con-pregunta -Mechi .-señala que tu abuelito a la enfermeraa ella taste

gre. ¿Qué sucedería si fuera usted el que estuviera a punto

muerto te visita? Es la mujer quien responde:

que sí. Todos aquí sabemos que el todas las noches, ¿no,

-Claro de Mechi la visita abuelito Mechi?

por supuesto

la niña con entusias-

que son muchos los niños que Y también saben -responde mo-.-Sí,

vendrán a buscarme, y que mi abuelito yaha comenzado a presentármelos. El hombre mira a la enfermera con una expresión

de perplejidad. Ella sonríe y explica: es la primera vez que niños moribundos -No hablan de otros niños que los vienen a buscar, señor Yargas. Es mucho más frecuente de 1o que pensamos. Múltiples casos suceden, y en este hospital son comunes. Entre los que tratarrtos niños en estado terminal, lo consideramos algo natural. el hombre con irritanatural? -pregunta o en un manihospital estoy? un dónde ción-.-¿Algo ¿En ¿En comio?

supuesto que en un hospital, señor Vargas.

mientras está aqul sin hacer nada, ¿por qué no [raPero, -Por

ta de abrir su espíritu a cosas diferentes a las que está habituado? el viejo con ironía-. a qué? -pregunta -¿Como ¿A fantasmas, muertos que hablan y supersticiones por el estilo? a que usted no es el centro del universo, -Como ni siquiera una de sus estrellas; y que existen otros asuntos más interesantes que la vida que lleva. Como que esta niña linda que est^ aqui *abraza a la niña- está a punto de morir, y no está deprimida; más bien está ale-

de morir? ¿Ah? El viejo va a contestar, pero la pequeña se adelanta: sea el turno de Julio, yo voy a ser una de las-Cuando que lo vengan a buscar. El viejo detiene la frase que está a punto de brotar de sus labios. Parece como si le hubieran ásentado un puñe_ tazo en plena boca.La enfermera empiezaacaminarhacia la puerta y a medio camino se detiene, se vuelve y dice: está, señorvargas, Asuntos como los que acaba -Ahí

de mencionar Mechi son sobre los que usted debería medi_ tar mientras está aquí con nosotros *y continúa su camino. El hombre se derrumba sobre su almohad a. Mira a

la cama de al lado, y Mechi le devuelve la mirada junto con una de sus mejores sonrisas. También levanta una mano y le envía un saludo cargado de picardia. El viejo aparenta dormir pero está despierto. Tiene los ojos fijos en la ventana. Observa el paisaje. Trata con su mente de escapar de su lecho de hospital, salir por la ventana y penetrar en una de las casuchas que se vén a lo lejos. "¿Qué otros dramas ocultarán esas paredes?,,, se pregunta. Todavía no se recobra de la impresión que le ha causado el saber de la muerte inminente de tvtechi. La niña lo ha llamado varias veces desde el lecho de al lado, pero él no le ha respondido. No puede. Verse de nuevo frente a frente con aquella niña repleta de sangre fría, sabiendo ambos que ella muy pronto morirá, está más allá de sus fuerzas. Él intentó hablarle cuando vinieron a limpiarlo y ella se dio cuenta de que estaba despierto. La pequeña 1o saludó, pero cuando se propuso contestarle, los ojos se le aguaron y la cara se le áesáompuso. Viró su rostro para evitat que la pequeña y la enfermera que lo lavaba se dieran cuenta de su estado anímico, páro la mujer enseguida notó su desolación y la niña también.

tt3

1.12

Lo mismo sucede cuando llega el almuerzo. El viejo no contesta cuando el auxiliar que trae la bandeja con su comida lo sacude levemente en el hombro, diciendo al mismo tiempo : "¡despierte, señorl ¡Aquí está su comidat" Cierra firmemente los ojos y vitala cara. El auxiliar

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trata de nuevo y la irritaciÓn del viejo aumenta. Est^ a punto de insultar al hombre, cuando oye que la niña dice, dirigiéndose al ioven: a Julio, por favor. Está muy cansado. Tuvo -Deje u¡a mala noche. el recién llegado mientras -responde -Bueno coloca la bandeia en la mesa entre las dos camas-' Apenas se despierte, por favotllama a la enfermera para que le alcance la bandeia, ¿está bien? que sí. -Claro Apenas el hombre parte,la pequeña dice, dirigiéndose a su vecino: sé que no estás dormido. Estás triste, y por -Yo quieres hablar. No te preocupes' Yo voy a cuidar eso no de que nadie te moleste. El viejo no responde, pero se siente mucho más desolado después de escuchar aquellas palabras'

El hombre continúa observando por la ventana. Ya no llora. Su tristeza ha disminuido. Una obsesiÓn maniaca se ha apoderado de é1: espera con ansia el sonido de alguien abriendo la puerta, Necesita mandar un mensaje. Al mismo tiempo observa con intensidad el paisaie de casas pobres colgadas en la distante loma. Por fin alguien visita el cuarto. favor, ¿puede llamar,por teléfono a mi abo' -Por pide al hombre que entra a recogado? Es urgente -le ger la bandeja de alimentos. el homsi no ha comido nada -comenta -Pero manos. en sus bre cuando toma la bandeja

za-.

*¿No me

escuchó?

*pregunta el viejo con

firme_

Le dije que necesito que telefoneé a mi abogado. siento, señor, pero eso no es parte de mi tra_ bajo -Lo el joven, molesto por.itorro del viejo.

-responde El viejo reacciona.

Se da cuenta de que en aqúel lugar tiene que utilizar otras tácticas. *Perdone poniendo caru de arrepentido_. -dice, Es que tengo algo muy urgente que decirle a-mi aboga_ do, ¿Me podria hacer el favor de llamarlo por mí? El auxiliar lo mira con sospecha. Se ha enterado de la fama de soberbio e iracundó qre tiene el señor en el hospital, y no siente hacia él otra cora que desagrado. qué debería hacer yo eso? _pregunta con -¿Por

desgano.

trata de una cuestión de vida o muerte. Está -Se con Mechi relacionada señala con la barbilla. El joven duda, No-la está seguro de que deba hacer el favor, pero mencionó a Mechi, y la niña es muy que_ rida por todos en el hospital. Al fin asiente con la .jb._ za, mienúas dice: está bien. Deme el número de su abogado. -Bueno, El viejo se lo dicta y añade:

favor hágalo rápido. Como le dije, es cues-Por tión de vida o muerte. El auxiliar se limita a mover la cabeza de arciba a abaio una vez.

mil...

-Gracias Él mismo se sorprende de esa reacción suya, En otro tiempo y en otro lugar jamás hubiera dado las gra_

cias, ymenos a un simple empleado. pero aquellas ,,gracias,, le han salido del fondo de su ser. Está de verdad ágrade-

cido a aquel hombre por aceptar llamar a su abogado, acción que en su oficina hubiera pedido a su secretaria sin siquiera añadir un ,,por favor,,. Se le ocurre, de repente, que envez de su aboga_ do, quien siempre está ocupado, sería mejor llamar a=su

114 secretaria. El auxiliar ha abierto la puerta y está a punto de desaparecer por la abertura. Llama: ¡Por favor! ¡Vuelva un momento aquí! -¡foven! Se oye un sonido de platos sonando unos con otros. La puerta ha golpeado la bandeja. El auxiliar regresa. *¿Qué más desea, señor? con tono -pregunta molesto. joven. Pero en vez dellamar a mi abogado,-Perdone, por favor, telefonear a mi secretaria? Se ¿podria, llamaMaria Eugenia. Dígale que venga al hospital lo antes posible. Le da el número. El auxiliar asiente y desaparece por la puerta. No alcanza a oír cuando el accidentado le dice en voz alta:

*¡Gracias! ¡Muchas gracias!

El hombre se ha sehtido muy bien dando las gracias. Recuerda a Maúa Eugenia, su secretaria. Baja, gordita, eficiente. Ha estado con é1 por una_eternidad. Tampoco ha venido a verlo. ¡Qué extraño! Pensaba que dentro de ella existía algo de afecto hacia é1, no una simple relación de trabajo. No obstante, enseguida recuerda sus gritos, sus cóleras, sus insultos cuando algo no era de su agrado; la cara de Maria, a punto de llorar pero controlada, eficiente. Una vez, enuna fiesta de la oficina, cuando algunas copas de vino habian hecho su efecto, ella le confesó que necesitaba ese trabajo; que se sentía horrorizada por la posibilidad de algún día quedarse sin é1, ya vieja, cansada, con pocos años por delante antes del retiro. El viejo sonríe amargamente, para sí. Escucha la voz de la niñra que le dice: sonriendo, pero también estás triste. ¿En -Estás qué piensas? El hombre lamira con temura. Piensa que es laúnica persona en aquellos momentos que se pfeocupa por é1. La

115 ve

pálida, con una debilidad que se manifiesta en el esfuerzo que tiene que hacer para tener leva ntadala cabeza, -f\aca,

te sientes? _pregunta

-¿CómoMuy *Bien. bien. ¿y tú? _responde la niña .

son_

riendo con esfuerzo, me siento igual que esta mañan a. La verdad, -Yonada no siento debajo de este yeso. pero tú te ves can_ sada. ¿Te sientes bien? de nuevo, con algo -pregunta de preocupación. sienro bien, Julio. ya te dije... -Me La voz de la pequeña brota con esfuerzo. El vieio lo percibe y dice: no te sientes bien, Mechi. pero no te preocu-Tú pes, Te voy a conseguir un buen médico para que te

cures.

tengo un buen doctor. Trató de curarme, -Aquí pero no puede. Nadie puede... eso el viejo con convicción_. -No digas Hay doctores en otros-afirma lugares que saben más que estos de aquí. Tienen máquinas gruná", _extiende su mano sana hacia lo alto intentando dernostrar lo grande de ras máquinas-, que ven dentro de ti y t. puád., curar. *Aquí también rienen máquinas grandes ponde la niña-. Usaron una de é"a" p^ra tratar de cu_ rarme, pero no pudieron, el otro lugar será diferente. ya verás, -En La pequeña medita por unos instantes. Enseguida pregunta: me curo, ¿entonces no me voy a ir con

-

mi abuelito? -Si *responde *No el viejo con énfasis_. Te vas a

quedar con tu mamá y tus hermanos. La niña no dice nada. piensa, El viejo agregai a poder crecer. Vivir muchos años y t.rr., -Vas hi¡'os. tus propios Ella continú,a callada. Mira al hombre con algo de confusión. De repentg pregunta:

116 no voy a poder venir a buscarte cuan' -¿Entonces do te mueras tú? El viejo es ahora el sorprendido. Ttata de balbucear una respuesta; Claro que no. Es que... -No... La niña continúa: en fin... De todas formas mi abuelito me -Bueno, venir a buscarte, a menos que te podria yo que no dijo portuias mejor. Ya¡ a ser otros los que te van a recibir cuando te mueras. el viejo sorprendido. -pregunta -¿Otros? otros. Que viven en otra parte. Lejos de mi abueabuelito me dice que son muy feos. Pero no te prelo. Mi -Sí, ocupes... Le dije que de todas maneras te voy el venir a buscar yo también. No te puedo dejar solito con esa gente tan horrible; tú que has sido tan bueno conmigo, ¿no? La tez del hombre se torna pálida. Se vuelve hacia la pequeña y le pregunta suavemente: ves a tu abuelito, Mechi? -¿Cómo La niña sonríe. ResPonde: igualito a cuando vivía con nosotros, sÓlo -Está que ahora es más brillante' Lo veo mejor cuando me enfermo más. el hombre sin comes eso? -pregunta -¿Cómo prender. ejemplo, ayer, cuando me sentí tan mal, con -Por esa tos y fiebre, lo vi más parecido a cuando estaba en la casa con mi mamá y mis hermanos' Sólo que ahora tiene como una luz que sale de é1. Se queda pensativa. Recuerda algo y agrcgai Se me olvidaba..' También es transparente' -¡Ah! ver a través de é1. Es algo cómico, ¿no? Puedo no habrás soñado esas cosas, Mechi? -¿Tú que no!-responde alegre*. Estaba bien -¡Claro despiertita. Poco después de que él se fue, tú abriste los ojos y hablamos...

Lt7 tenías bastante

¿no? -AyerRecuerda que me fiebre, tuvieron que inyectar... -Sí. sí...! -¡Ah, El hombre concluye que

ha encontrado una explicación a las visitas del abuelo: la fiebre, Se quedan unos minutos en sileneio. Ambos pien_ san. La niña desea hablar, Espera. Al fin se decide y dice: *No quiero que me lleves a otro lugar, Julio, El hombre gira su cabeza. Fija sus pupilas en ella. quieres irte de nuevo a vivir con tu mamá? -¿No ¿Sanar y poder acompañarla? que sí *responde ella*. pero allá donde -Claro me vas a llevar, no me van a poder curar, y voy a estar muy solita. vas a estar solita. yo te voy a acompañar. -No La niña sonríe. Señala el yeso que cubre la parte inferior del cuerpo del hombre: vas a poder moverte con todo eso que tienes-¿Cómo encima? El viejo recuerda su inmovilidad, pero responde con energía: importa! Voy a ver qué hago. Lo más seguro -¡No es que me mudo contigo al otro hospital; ¡con cama y todo! Ella amplía su sonrisa. Le gusta lo que le düe ese señor. Pregunta: mi mamá? ¿Me podrá ir a visitar allá? -¿Y *Claro que sl. Se puede hasta mudar contigo, vamos a pedir que tengas un cuarto para ti solita, y que le pongan una cama para que tu mamá pueda *rtui *ár_ tigo todo el dfa. no puede la niña con tristeza_. Tie-dice ne que-Ella vender flores para poder comprar la comida de mis hermanos. no es problema el viejo con de, -Eso Yo me encargo -continúa terminación-. de conseguirle la comida para que pueda estar contigo.

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La cara de la pequeña demuestra alegria. De pron-

to se ensombrece. ¿Dónde vas a estar tú si mi

tú?

-pregunta-. mamá-¿Y está conmigo en el cuarto? El viejo sonríe. te gusta lo que

esa criatura dice.

Responde:

puedo estar en el cuarto al lado del tuyo. -Yo Julio. Quiero estar junto contigo para que -No,convqrsar. Me caes muy bien, ¿sabes? podamos El hombre se ruboriza. Su cara, usualmente pálida, adquiere tonalidades rojizas. Responde contentor ---Te agradezco mucho que quieras estar conmigo, Mechi. Entonces conseguiremos un cuarto bien grande para que podamos estar tu mamá, tú y yo. ¿Qué te parece? una sonrisa, -esboza parece muy bien la pequeña-. -responde -Me ¿Cuándo nos mudamos? esperando que venga mi secretaria. Ape-Estoy le voy a dar instrucciones para el cambio. nas llegue,

-Bueno... -Entonces,

¿estamos de acuerdo?

-sí...

Al rato la niña pregunta: llevarme mi muñeca al hospital nuevo?

Pasan unos minutos en silencio.

-¿Puedo señala. El viejo mira con curiosidad aquel bulto de tela de diferentes colores y tamaños. un muñeco o una muñeca?

-la

-pregunta. -¿Es La pequeña, orgullosa por el interés demostrado por el viejo, la levanta y se la muestra: una muñeca, por supuesto. -Es El hombre la mira, y no logra distinguir ningún rastro femenino.

-¡Ahh...!

-es

lo único que logra decir.

lahizo mi abuelito _explica la niña_. Está hecha-Me con pedazos de tela que cortó de nuestra ropa vieja. . El viejo mira otravezel bulto de telas. Lo ve raído,

deteriorado.

te compro una muñeca nueva. Con rostro - -Mejor de verdad y trajes bonitos _ofrece. La pequeña sonríe. Mueve su cabeza de lado alado. prefie¡o ésta. Me la hizo , .._-No -responde_. mi abuelito especialme nte para mí. El hombre mira de nuevo la muñeca pobre, y de_ cide no insistir.

_contesta_. puedes llevar tu muñequita -Bueno de trapo. La niña sonríe. Está contenta. El viejo decide no hablar más. Cierra los ojos. El silencio se apodera de la rccámara. tomar alcohol? _pregunta la niña. -¿Necesitas El viejo se sorprende. Tarda en responder. Al fin contesta con otra pregunta: qué piensas -¿Por le pediste eso? a mimamáque te trajera unas ,botellas ..-Pgrque de ron, y sólo si alguien necesita tomar ron lo pediría estando en un hospital. no es así, Mechi _responde el hombre con -No, A suavidad-. mí me gusta el licor, pefo no lo necesito. Se lo pedí porque me da placer el toÁarlo. Además, estoy aburrido y no tengo nada más que hacer. *Mí papá también decía eso. eue no necesitaba el licor. pero mi mamá dice que fue ei alcohol qri"n ," lo llevó. No otra mujer; .ro .,o. Fue el alcohol. b, ;."; que otras mujeres, dice mi mamá. a tu mamá,Mechi. Haypersonas que -Comprendo no pueden vivir sin beber.

t20 sí puedes vivir sin beber? la nifta, -pregunra fijando-¿Tú sus ojos grandes en las pupilas de su vecino. El hombre desvía sus ojos. Medita. "¿Puedo yo vivir sin beber?", se pregunta. Recuerda sus insistentes miradas al reloj, contando los segundos para que llegue la hora de su primer trago. Él tiene reglas estrictas: nada de alcohol antes de las seis de la tarde. No es uno de esos borrachos que amanece bebiendo y que se acuesta en la noche habiendo consumido un par de botellas de licor fuerte. No

obstante, sí bebe todos los días, y comienza a las seis de la tarde; en punto. Dondequiera que esté, su cuerpo le señala que la hora de empezar ha llegado, y sus tripas anticipan el baño cálido del líquido color caramelo, ron aieio,lanzando sensaciones de tibieza que trepan por su garganta produciéndole un escozor y una sed especial. Él sabe que son las seis de la tarde, sin tener que mirar el reloj o preguntar por la hora. Sus tripas se lo recuerdan pidiéndole ese primer trago; y a partir de esa hora comienza el hartazgo, sin excepción. Nunca sabe cuándo su cüerpo logrará tranquilizarse solamente con dos o tres bebidas en la panz,a, o cuándo su sed se tor.naráinsaciable y lo obligará avaciar muchos vasos, uno tras otro. Cuando ése es el caso sentirá, primero, una alegria momentánea, ligera, volátil, y después, una pesadez intolerable, una rabia sórdida que lo hará k en contra del mundo, obligándolo a tomar más licor para ffatar de alejar el malhumor y recobrar el estado de contento anterior. vivir sin beber? la niña -¿Puedes -pregunta de nuevo. El hombre la mira. La observa seria, meditativa, esperando la respuesta con interés. "¿Cómo puede una criatura tan pequeñahacer esta clase de preguntas?", se cuestiona. Ésas son pesquisas directas al corazón, que escarban en la miasma de su ser, haciendo que surjan

L2r emociones que tiene muy adentro y que nunca ha querido perturbar. Recuerda a su amigo y sus interrogatorios: '¿Has_ querido alguna vez detener la bebida por-comple_ to, obajat su intensidad, sin lograrlo?',; y,,¿por."um d. la bebida has perdido alguna iez la memoria?,, Nueva_ mente acepta que en ambas ha fallado en su respuesta. "¿Seré un alcohólico?',, se pregunta. Si lo es, grun p^i. de-sus amigos y de la humanidad caen dentro de esta definición. El licor abunda. Tiene incontables adeptos, y es utilizado por demasiadas gentes para curar sus tristezas y olvidar sus preocupaciones, La niña no insiste en el tema. pregunta ahora: estás callado porque te preocupa que -Entonces, no encuentres tu maletín, ¿no? _y lo mira con o¡os car_ gados de inquietud. El viejo lo nota y sonríe. Trata de calmarla: ahora me he olvidado de mi bebida y de mi -Por maletín, Mechi con ternura_, Estoy meditabun_ do porque me -dice preocupas tú. euiero sacarte de aquí y llevarte a un lugar en donde te-van a curar. es ,,meditabundo,,? _pregunta la pequeña -¿Qué con incertidumbre, El vieio sonríe, Nuevamente le asombra aquella niña, tan madura, pero tan ingenua a la vez. estar así como

estoy yo; entre triste y pensativo. -Es que estás triste y pensativo por mí?

-¿Asíasí es.

-Sí,

me gusta,

-Eso gusta?

-¿TeMe gusta

mucho -Sí. El malhumor del viejo-sonríe. Continúa:

comienza ha deshacerse.

voy a pen§ar bastante en ti, y voy a ayudar-Entonces para que te curen. ¿eué te parece? bien! bien!_responde la niña con en-¡MuyAunque¡Muy tusiasmo-. va a ser muy difícil que me curen.

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qué estás tan contenta si no piensas que te -¿Por puedes curar? el hombre con perpleiidad. -pregunta estoy contenta por ml sino por ti. Si te pre-No por mí y por otros también, entonces podré veocupas nir a buscarte cuando mueras, y no esa gente horrible que dice mi abuelo que vendrá si no comienzas a pensar un poco en los demás. Todo el cuerpo del viejo se estremece. Su cara se pone lívida, Mira a su vecina con los ojos bien abiertos: dónde sacas todo eso? fin pregunta.

El viejo no respondg. No puede. Siente una opre_ sión en el pecho que le sube poi la garganta. Los ojos se le nublan. Torna la cara haáia b,Lrr,r.ru para que la pequeña no vea las dos gotas de lágrimas que se j. .rcapan, resbalan por su mejilla y e*prpun lá almohada.

-¿De cosas? -al -¿Qué ideas tan... una pausa. -Esas Al fin encuentra la-hace palabra adecuada: que tienes.

-"Originales" originales?

la niña mientras son-

ríe-. -¿Tan No son mías. Son-contesta de mi abuelo, Ya te he dicho que él es quien me dice todo eso. tu abuelo está muefto, Mechi. -Pero qué? Continúa visitándome y me dice muchas -¿Y cosas. Tú sabes esto. Ya te lo dije una vez. que ves no es tu abuelo. Es simplemente un -Esouna ilusión causada por tu fiebre alta. espejismo, Es mi abuelito. Lo veo rodos los días. Me viene -No. a ver y me habla. Mechi. Es sólo un sueño. -No,es sólo un sueño, ¿cómo sé que me voy a morir -Si y que muchos niños me van a venir a buscar? muy pronto doctores te mintieron, Mechi. Le dijeron a tu que te morirías, y eso no es cierto. Tienes que mamá-Los cambiarte de hospital para que esto no suceda. Te voy a ayudar, ¡ya lo verás! La ¡iña suspira. No responde enseguida. Mira a su vecino con sus ojos almendrados, grandes. Ojitos que sólo le corresponden a un ángel. gusta mucho que te preocupes por mí, Julio. -Meverte de nuevo Así podré fin dice.

-al

Es casi de noche. El hombre duerme. La niñahabla en vozbaja con su madre, quien se recrina sobre su cama, acercando \a caru ala de su hija. Se abre la puerta. pasos decididos se dirigen a la cami del hombre. se detienen a su lado. pasan unos segundos y una mano se posa en el hombro del accidentadó. m estremece levemente. Una voz susurra al mismo tiempo:

Vargas. Señor Vargas. ¿Está dormido? oios con temor. Está asustado. So_ ñaba en aquel momento cosas terribles. Estaba rodeado de seres oscuros, demoniacos, que tratabana. pr.ra"riá y empujarlo a un hueco negro que se abría a,", pi.r. Éi se defendía_con vigor, pero los Lupurrto, reian agrandes carcajadas, burlándose de sus intentos de escapa"r usted, María Eugenia? _pregunta en v oz baja, -¿Es con incertidumbre. señor yatgas _responde enseguida_. Se ve -Sí,señor. muy mal, a suerte aún estoy vivo! ¡Menudo golpe me -¡De levantando di! un po co li voz_. ¿No le han -exclama, contado lo que me sucedió? . lSí, por supuesto, señor Vargas. Todos en la ofi_ cina saben lo que le sucedió. todos saben, ¿por qué me tienen abandonado -Si en este lugar? ¡Nadie ha venido a verme! ,La mujer se restriega las manos. Evita los ojos de su jefe. Hace una pausa corta antes de responder. creíamos que estaba muy grave y que no podía -Todos recibir visitas. Su esposa no, ao-r.ricó que ésta

-Señor El viejo abre los

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era su situación. Que los doctores habían prohibido Ia entrada a su habitaciÓn. El hombre a duras penas contiene su indignación: mi esposa qué...?!-pregunta casi gritando' -¡¿Que La secretaria se sonroja. Comprende que ha cometido una indiscreción. De pronto, se escucha lavoz dela pequeña: esposa tampoco quiere visitarte, Julio? -¿Tu La secretaria pega un respingo' Vira la cabeza y mira a la niña acostada entre las sábanas' Es la primera vez que nota su presencia y la de su madre, sentada a su lado. Observa su cabeza, poblada por pelo corto y disparejo; su cuerpo flaco. Su vista se detiene en sus ojos, captando enseguidala calidez que proyectan' con asombro-. ¡Tiene una una niña! -dice -¡Es niña de compañera de cuarto, señor Vargas! la el atrevimiento de mi hija -dice -Perdonen pudiste Mechi, su silla-. de ¿cÓmo levantándose madre decirle eso al señor? -.agÍeg , dirigiéndose a su hija' la pequedije de malo, mamá? -pregunta -¿Qué ña, apenada. Es el viejo quien contesta: Mechi. No diiiste nada malo. Tienes toda -Nada, la razón. Nadie viene a visitarme. Ni mi esposa, ni mi hijo, ni mis amigos, ni siquiera mis empleados. ¡Esto es se lleva la mano sana a la un completo desastrel -y cata, tratando de ocultada. la te preocupes, Julio. Yo estoy aquí -dice -No niña, e intenta levantarse patair a su lado, pero su mamá la retiene. La secretaria está asombrada. No logra concordar la figura de su jefe, alto, bien vestido, arrogante, siempre seguro de sí mismo, con el hombre que está tirado án aquella cama sencilla, cubierto con sábanas verdes con el nombre del hospital escrito por todos lados. Además, su jefe jamás Ie hubiera hecho caso a las palabras

de una criatura, Ella lo sabe muy bien. Nunca habla con su nieta, y en las pocas ocasiones que la pequeña lo llama a é1, en su cumpleaños o en Navidad, ., ,.co, coftante, y demuestra con el tono de su voz que no está interesado en la conversación. ,,El accidente lo ha ablan_ dado", concluye. Sus pensamientos son intemrmpidos por la voz de

Mechi. yo sé que estás aquí. -Gracias, Eugenia, le presento

-Maria presento a Maria Eugenia mano de una a la otra.

-dice

a Mechi, Mechi, te el viejo, moviendo la

La secretaria está asombrada . Mira a la niña. Sonríe.

Mechi

-Hola, -saluda. la madre-. -Mechi -dice personas tranquilas.

Debes dejar a estas

se preocupe, señora la secretaria_. -dice conocerla. su hija-No es muy simpática y me encanta la mujer-. pero el doctor ha dicho -Sí quedarse -agrega tranquila o se que debe agravará su enfermedad. mamá tiene raz6n, Mechi -dice el hombre_. Mejor -Tu te arropas antes de que te dé otro acceso de tos. dio de nuevo un acceso de tos? -¿Le -pregunta la madre preocupada. mamá adelanta Ia pequeña-. Ayer. pero, no te -Sí, preocupes. -se Los doctores ya me curaron. de las sábanas! la madre le-¡Debajo -ordena vantándose. mamá. Claro. -Sí, Laniña vuelve sobre sus pasos y se mete ala cama. La madre la arcopa y acomoda las sábanas sobre su cuello. sabe nada de su maletín, señor -Nadie -aprovecha para informar la señora, mientras arregla la ropa cle cama de su hija.

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usted?

-¿Investigó Pregunté por todos lados, pero nadie sabe -Claro. nada. Fui hasta el lugar del accidente y toqué la puerta de los vecinos. Nada. Les dije que ofrecía una recompensa, y ni aun así...

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maletín?

la secretaria.

-interrumpe -¿Qué Eugenia. En el que tengo tomaletin, Maria -Mi dos mis documentos. Estaba en el barjrl de mi auto y ahora no [o encuentro.

la secretaria. lo tiene la policía? -pregunta sé. Nadie ha ido a -No puedo hacerlo, si me Preguntar. instruYe. -Yo que sí. Al fin alguien que me ayude a ha-Claro desde esta prisión. cer cosas

-¿No lo

Añade:

la voz-. La ptiy otras dos cosas -baia mera -Ah, susurra al oído-, por-favor tráigame una -le ala cama de al lado, y nota buena botella de ron -mira que la mamá de Mechi lo está mirando con desaprobación-. No. Mejor dos botellas. Del que me gusta. El añejo, De la misma marca del que tengo en el cajón de mi escritorio. Me lo voy a tomar como coñac porque en este lugar no consigo ni una limonada para poder mezclarlo *ríe por lo bajo. Enseguida aiade, esta vez su voz con el volumen normal. la segunda, por favor vaya urgentemente al hos-Y pital de Pedernal, pregunte cuál Es el mejor doctor para cáncer en niños; leucemia, eso e§, y me lo manda para acá

lo antes posible. ¡Pague lo que sea!

dor-.

con ar-

-instruye señala-, y nos dé

Necesito que vea a Mechi -la una segunda opinión sobre su enfermedad. La secretaria sonríe. Le gusta lo que acaba de escuchar de su jefe. En eso la madre se levanta y habla: *¿rJna segunda opinión? ¿Hospital de Pedernal? confusa' Nadie me ha dicho a mi nada de eso

-dice

señora el viejo con suavidad-, -dice Tiene -Perdone, toda la razón, En el entusiasmo del momento se me ha olvidado informarle lo que hemos pensado hacer por su hija. Ya a venir otro médico, de un hospital mucho mejor que éste, y va a decirnos qué tenemos que hacer para que su hija se cure. hija no tiene cura, señor en tono -Mi -responde compungido-. Me lo dijeron los médicos. Mechi lo sabe. Se lo informaron los médicos a ella también. sé, señora. La niña me lo comunicó a mitam-Lo no se preocupe. bién. Pero Estoy seguro de que hay una solución. El hospital de Pedernal está mejor equipado que éste, y tiene mejores médicos. Especialistas en cáncer. cree que puedan curar a Mechi? -pregunta -¿Usted la mujer con esperanza. que sí el hombre con tono ani-Claro -responde Estoy seguro mado-. de que Mechi se puede curar. Ojalá que pueda ser así. Dios se lo pague, señor -¡Ay! emocionada. -contesta El viejo está también conmovido. No dice nada. Es la pequeña quien habla: también te vas a mudar conmigo de hospital,

-Tú

¿no es así?

El hombre sonríe. Asiente con la cabeza. La secretaria lo observa todo con intensidad. Está asombrada por la facilidad con la que esa criatura se dirige a su jefe. Ella jamás se habría arrevido a hablarle en términos iguales, y mqnos a tutearlo en la forma tan familiar con que la pequeña lo hace. Observa el cuadro en la cama de al lado: la sqñora vestida en forma sencilla, raida, con el rostro repleto de angustias, y la niña enferma, pálida, acabada. Ambas parecen pobres candidatas para convertirse en interlocutoras o amigas de su jefe altanero, Un deseo intenso de convertirse en parte integrante de aquella transformación se apodera de ella, Ofrece, entonces, con entusiasmo:

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lo desea, don Julio, salgo de inmediato al -Side Pedernal a buscar hospital al especialista. ¿Qué le parece?

Nadie ha escuchado al doctor, quien, con suavidad, ha abierto la puerta y se ha colado en la habitación. se llama el especialista que van a mandar a -¿Cómo buscar? con una sonrisa, mientras se -pregunta adentra en la habitación. Es un hombre maduro, delgado, de cabellos canosos. El viejo no lo conoce. No lo ha visto nunca. La niña parece que sí lo ha visto antes pues lo saluda con la mano y sonríe. Lamadte se levanta, le extiende la mano al mismo tiempo que dice: tardes, doctor, ¿Cómo está? -Buenas bien, señora el médico mientras le-Muy estrecha su mano. -responde Se acerca a la pequeña. Le sonríe. Se inclina y la besa en la frente. preciosa. ¿Cómo te sientes? con -Ho[4, -pregunta [ernura. bien, doctor. Gracias. ¿Y usted cómo se en-

-Muy

cuentra?

estoy magnífico, Mechi. Gracias por pregun-

tar

*y-Yo le acaricia los cabellos.

vuelve hacia el viejo y su sgcretaria. días, Soy el doctor Medina, médico de -Buenos Mercedes. Mucho gusto al mismo tiempo que -saluda extiende su mano. La secretaria se levanta. Responde, mientras estrecha la mano del doctor: gusto, doctor. Mi nombre es María -Mucho Eugenia, secretaria del señor Yargas a su jefe. Maria Eugenia -señala vigorosa-sacude mente-Encantado, la mano de la señora. Se

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-Y

usted es el ,,famoso,, enfermo de nuestro hos_ su

mano hacia el viejo. -extiende la mano derecha inhabilitad a. Le ofuezco -Tengo mi izquierda el hombre al mismo tiempo que -dicey aprieta extiende su mano la del visitante__. ¿Éo, qué famoso? -pregunta. usted una celebridad. Todo elhospital habla de -Es su persona. Debe comprender ¿no?

que no estamos acosfum_ recibirpersonas de,r.orrdi.ión económic a, ¿sabe? Este es un hospital de gente pobre, como sus vecinos de cuarto con su brazo ala madre de Mechi, quien se -rodeaLa atrae hacia ha levantado. él y le acaricia las espaldas. brados

a

hospital no está acostumbrado t itu, ,rn -Elde.., personas ^ una ligera pausa_, jerarquía, eso -hace es; y es por eso, quizá, que se habla tanto. porque es una novedad, ¿sabe? me gusta -sonríe. ser el centro de la atención de na_ die -No el hombre irritado. -comenta lo imagino. pero .lentamente -Me a la cama del no se preocupe _se acerca accidentado. que quiere llamar a un especialista del . -Escuché hospital de pedernal. yo trabajo en pedernal. euizá pue_ da ayudarlo a conseguir lo que desea. trabaja en pedernal? _pregunta el hom_ -¿Usted bre incrédulo. Tres días de la semana atiendo allá. Ten_ -Sí. go que hacerlo. Con lo que gano aquí no puedo vivir

-sonríe. lo imagino...¿eué hace en pedernal? -Me cemia.-Oncología. De niños. otros?

Soy Oncólogo. Especialista en leu*

-¿Hay En Oncología, sí. En leucemia, no. -¿Especialistas? Soy el único que se dedica solamente a ese mal. El hombre pregunta, sin poder reprimir su curio_ _

sidad:

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es el único, ¿por qué no se quedó a trabajar -Si ¿Por qué aquí? en Pedernal? con su mano sana -señala el cuarto a su alrededor, El doctor sonríe. Pedernal jamás podré encontrar lo que ten-Enlos días aquí go todos Además, en este lugar me necesitan más.-responde-. puede encontrar aquí y no allá? -¿Qué -pregunta el viejo, todavia lleno de curiosidad. ejemplo a Mechi acerca a la niña y le -Por acaricia los cabellos-. Si me-§e hubiera quedado en pedernal, no hubiera conocido a Mechi. tampoco yo a usted, doctor la -Ni sonriendo también y mirando -responde pequeña, al doctor con

por la mística de trabajo que tenemos en este hospital. Aquí no estamos par^ ganar dinero sino para salvár vidas. A veces ponemos recursos de nuestro propio bolsi_ llo para poder comprar algún aparato; o reactivos para que éstos funcionen... doctor. y lo admiro. pero, en el caso -Comprendo, de Mechi en particular, ¿no se ganaria mucho más si estuviera en un lugar más...? encuentra -nolo ayuda. la palabra. médico -¿Moderno? _dice eso es. -el

amor.,

El doctor se acerca a \a cama del viejo y habla en voz baja, intentando que la niña no escuche: está muy mal el doctor, adivi-informa nando-Mechi la próxima pregunta del viejo-. Tiene una forma muy agresiva de leucemia, que ya ha invadido todo su cuerpecito. Es poco lo que podemos hacer por ella, si la mudamos de hospital, doctor. Si nos -Quizá la llevamos a Pedernal , alli hay más equipos, mejores... médicos? *pregunta sonriente el -¿Mejores doctor. quise decir eso. Lo siento el vie-No la cabeza. -responde jo bajando se preocupe. En este lugar estamos acostumbrados-No a esos comentarios. Las personas que atende-. mos, inclusive los más pobres, piensan que no tenemos los medios suficientes para curarlos. En la mayoria de los casos esto no es verdad. Se asombraria de 1o que logramos hacer con los pocos recursos a nuestra disposición. Tenemos algunas máquinas, no las de último modelo, pero sirven muy bien. Las hemos podido conseguir gracias a la ayuda de personas desinteresadas, y también

Más moderno el viejo, y aguar_ -Sí, da la respuesta. el caso de Mechi, lamentablemente nada po_ demos-En hacer el doctor-. Hemos hecho tódo lo que estA a -sentencia nuestro alcance, sin resultado. Ella lo sabe. La familia lo sabe. En eso se levanta de su silla la madre de Mechi. Le toma la mano al médico. pregunta, con voz quebrada: más podemos hacer, doctor? euizás este -¿Nada hombre tenga raz6n y si la cambiamos de ñospital se salve. El doctor se welve haciala señora. Le pone la mano en un hombro mientras le dice: más se puede hacer, señora. Usted ya lo sabe. -Nada Se lo he explicado varias veces. No puedo darle falsas esperanzas. perdone que me entrometa en lo que no me-Doctor, concierne el viejo_, pero insisto -interrumpe en tener una segunda opinión pata esta niña. Mi secre_ taúa va a llamar a pedernal y conseguir que otro médico venga avefla. Respira, desvía sus ojos de los del médico, euien lo mira fijamente, y continúa: porfavor, doctor. No es que no con_ , fiemos-Comprenda, en usted, pero hay una vida de por medio, Una vida preciosa que tenemos que tratar áe salvar a toda costa.

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El médico sonríe. Se acerca al vieio y le dice: alegta ver su interés, señor Vargas. No es -Me usted la persona que me pintaron. Por supuesto está en libertad de hacer lo que desee. Le deseo el mayor éxito del mundo. oiali yo esté equivocado. es la persona que le pintaron? -pregun-¿Cómo curiosidad. ta el viejo con El doctor sonríe y resPonde: señor Yargas, usted no lo quiere saber -[56, con la mano a todos y sale de la habitación -saluda que su interlocutor pueda añadir algo más. antes de el viejo disí que está buenot -qsrng¡ta -¡Eso rigiéndose a su secretaria-. Parece ser que todos hablan de mí en este lugar, pero a mí nadie me dice nada. La secretaria no responde. Sonríe paru si y baia la cabeza para tratar de que su gesto pase desapercibido' Esto no sucede. también está pensando algo que no me -Usted quiere decir, Maria Eugenia. ¿Qué es? señor Yargas. -Nada, ¿por qué esa sonrisa tan divertida? -Entonces, sé, señorVargas. Todo esto me parece tan..., -No ¿"extraño" setia la palabra correcta? ¿Qué le parece tan "extraño" en -¿"Extraño"? todo esto, señora? La secretaria escucha el tono de enfado de su patrón. Viejas memorias arriban al instante. Se pone seria. Baja sus ojos. No resPonde ttada. su jefe, le parece tan "extraño"? -insiste -¿Qué levantando la voz. Es la vocecita de la niña la que responde: parece extraño, Julio, que tú estés preocupa-Le do por mí. ¿No es eso? la secretaria con Yoz apeasí es -responde -Sí, nas audible.

por que le parece extraño que me preocupe preguntando el hombre, con el -sigue ,mismo tono alto de voz. Nuevamente es la pequeña la que responde: no está acostumbrada a que tú lo hagas, -Porque Julio. ¿No es así, señora? El viejo se vuelve hacia la niña y.pregunta: cómo sabes todo eso, Mechi?

-¿Yniña? por esta

-¿Tú Ella sonríe.

Responde;

abuelito me lo dijo. abuelito te lo dijo? -¿Túy me dijo otras cosas más. ¿Las quieres saber? -Sí, El viejo está aturdido. No responde. Mira a su secretaria y le ordena: retirarse, Maria Eugenia. No se olvide de llamar-Puede al hospital y también de averiguar sobre el maletín con la policía. La secretaria se levanta. El hombre le hace una seña para que se incline. se olvide de mis botellas de ron -dice lo en un -Tampoco susurro, mirando de lado paravet si sus vecinas

-Mi

escuchan. se preocupe, señor Vargas mien-responde tras se-No dirige hacia la puerta. En el momento en que la abre el viejo agrega: digale a mi hijo que venga a verme. -También Que necesito hablar con é1 un asunto importante. más, señor? mucho gusto lo haré. -Con nada más. Hasta luego.¿Algo -No, Se queda pensando un instante, y añade: gracias por venir, María Eugenia. -Y nada, señor la secretaria, esbo-responde za¡do-De una sonrisa mientras sale y cierra la puerta. yo me voy la mamá de -informa -También Tengo que ir a alimentar a mis otros niños. Mechi-. Se levanta y se vuelve hacia la cama del viejo.

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r34 luego, señor

desPide'

-se -Hasta luego, señora. Gracias por tratar de en-Hasta contrar mi maletín.

La mujer esboza una sonrisa triste' Responde: a usted por intentar as¡udat a Mechi' Que -Gracias Dios se lo pague. nada, señora. Mechi merece todala ayuda

-Noes posible. La mujer vuelve a sonreír con tristeza' Se dirige \acia la puerta. Sale.

ala niia. Ella tiene sus pupilas puestas en é1. Dice, sin permitir que el hombre hable:

El vieio se vuelve y mira

-Me

ibas a preguntar cómo sé tantas cosas de ti, ¿no? leíste el pensamiento, Mechi' ¿Cómo sabes

cosas de mí? tantas-Me me lo digas --se responde él mismo-' Tu -No abuelo te las contó... la pequeña 3legre-' Eso tú lo así es -dice -Sí, sabes porque ya te lo había dicho. Él me visita mucho' Cada iez más. Hablamos bastante, ¿sabes? de mí? -¿Hablan de ti, de mam{ de mis hermanos' -Hablamos Conversamos de todo. qué momento viene tu abuelito a hablarte? -¿En venía sólo de noche' Ayer vino también -Antes urr^ yez enla maiana. Hoy llegó también por la mañana, y dos veces por la tarde. Me prometió que vendría esta'noche con más niñitos para presentármelos. son los que van a venir a buscarme, ¿sabes? puedo quedar contigo despierto esperándolo?

-¿Me

va a venir si tú estás despierto, Julio'

-No estoy solita. llega cuando -¿Me

Puedes hacer un favor, Mechi?

É1 sOlo

-Claro... cómo está mi mamá. -Pregúntale mucho gusto.

-Conavisas

-Me

qué te responde.

-Claro. te sientes?

-¿Cómogracias, -Bien, me voyJulio. a dormir un poco que estoy algo

-Ahora cansado.

bien...

-Está pronto, criatura. -Hasta mañana,Julio. -Hasta El viejo escucha a lo lejos un ruido de voces que incluyen risas. Abre los ojos y observa lah;e que se filtra por la ventana. Afuera el dia ha comenzado. De las casas, a

lo lejos, surgen espirales de humo. Las cocinas trabajan preparando los alimentos para el nuevo día. "Humo", piensa el viejo. "Todavia por aquí cocinan en fogongs de leña y carbón. No les ha llegado el progreso con sus estufas de gas y electricidad." El cuchicheo y las risas continúan en la cama de al lado. Nota, con satisfacción, que sus vecinos tratan de mantener las voces bajas. No se han dado cuenta de que

el hombre se ha despertado. El hombre se mueve un poco; pre§ta atención. Está seguro de que conoce la voz que habla con la de la niña. Reconoce el acento, la ondulación, mas no así el tono. Es un tono bajo, disfraza. do, que trata de mantener el sonido tenue, débil, para que el viejo no abandone su sueño, Lentamente la conversación se filtra en sus oídos y empiezaatomar forma. "Él es muy bueno", escucha ala niña decir. "Se va a ir conmigo a Pedernal." Escucha una risita camuflada que le parece muy familiar. "Quién lo creyera", dice una voz masculina muy similar ala de su hijo. "Papá todavía tie-

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ne algo de cotazón " "Tiene un corazón grandote. Así...,,, comenta la niña. El vieio se la imagina extendiendo sus manitas hasta no poder más. Sonríe paÍa sí. ,,pues a mí

siempre me ha parecido que tiene un corazón asi,..,,, añade la voz masculina, Ia que, finalmente, identifica como la de su hijo. El hombre lo imagina poniendo dos dedoo casi ¡'untos, con poco espacio entre ellos. La sonrisa que todavia tiene en su rostro se transforma en una mueca. Lanlña ríe. "No tan chiquito", dice, ,,Sí. Chiquitito, chiquitito", responde el hijo. ,,Como el de una lombriz,,, añade. Los dos ríen. *¡Así que tengo el corazón de una lombriz, ¿ah?l el viejo de repente, volviendo la cabeza ha-exclama cia su hijo y la niña. La sonrisa se congela en el rostro de su hijo. La pequeña continúa sonriendo. Es ella la que responde: no. Julio, Tu hijito no quiso decir eso. Está_ jugando... bamos-No, preocupada. -dice El viejo no le hace caso, qué estás aquí? -¿Pormandaste llamar, -pregunta. el hijo con ¿no?

-Me sequedad.

-responde

qs cierto.,. Perdona. unos segundos en silencio. Reflexio-

-Sí, El viejo queda na. Añade:

*¿Cómo están todos por tu casa? ¿Tu esposa? ¿Mari? a su hijo expectanre. ¿Cómo está mi nieta? -mira muy bien, gracias, pap^. -Todos El hijo se queda pensando unos segundos. Añade: tú? ¿Cómo estás rú? -¿Y estoy muy bien. Mírame con iro-Yo señala -responde nía mientras su yeso. Enseguida se arrepiente de haber dicho eso, Hace

un movimiento con la mano como para borrar sus palabras. Añade;

hijo, Es que estoy muy solo aqul. -Perdóname, ¡Ni siquiera tu madre me visita! se quiere divorciar de ti, papá. -Mamá Las palabras son arrojadas sin aviso pievio. El vie_ jo las recibe con estoicismo, aunque resiente la fuerza con que su hijo las pronuncia. No dice nada, Baja los ojos y permanece en silencio pensé que lo sabías. -Perdona. El viejo clava sus ojos en é1. Responde: lo me lo dijo. -Sí, sabía. El abogado ¿qué piensas hacer? -Entonces, El viejo desvía los ojos. Observa alaniña,quien le devuelve la mirada y le sonríe. Mira nuevamente a su hijo y responde con determinación: *Dile a tu mamá que no me quiero divorciar. eue quiero vivir de nuevo con ella. Tratar de nuevo, ¿sades? es un poco -¿No es tarde sitarde? se desea algo de verdad _dice -Nunca Estoy con firmeza-. cansado de tanto traiin, Mi carro está hecho trizas. Mi amiga no ha tenido Ia consideración de venir a visitarme. y mi cuerpo no da más. Es hora de la retirada. El hombre joven sonríe. Dice; pareces -No qué, hijo?tú hablando,.. *¿Por ¿No será que no me conoces bien? conozco muy bien, papá. Viví contigo dema_ siado -Te tiempo y aprendí cómo eres. derecho a cambiar, ¿no? -Tengo El hijo sonríe con amargura. Comenta: los milagros? -¿Existen El viejo se estremece como si le hubieran dado un puñetazo. Siente que la indignación lo invade. Surge primero en el estómago, sube por la espalda y se apod-e_ ra de su cabeza. Está listo para explotir.palibra, iror"ras se agolpan en su boca. Tiene que hacer urr.rfu.rzo sobrehumano para que no salgan. Enrojece. La cara se

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le contrae en una mueca que trata de ocultar bajando la

salga del hospital. ¿No es así, Mechi? _observa a la pe_ queña y añade: no quieres que mi hijita venga aqui y traiga -Túque gérmenes te puedan enfermar más, ¿no Ls así? El viejo recuerda las palabras de la enfermera: "La muerte de enfermitos de esta clase de leucemia no se da por la enfermedad en sí. Cuando ésta está lo suficientemente avanzada dentro de un cuerpo, debilita el sistema inmunológico y el paciente muére de otra cosa, principalmente por infácción del pul_ món, o del tubo digestivo. por bronconeumonía o gastroenteritis. Algunos mueren con hemorragias muy intensas por falta de plaquetas para la coagulación. Defecan y orinan sangre. Les sangra el óerebro.,, Enseguida dice: razón. Visitaré a Mari cuando salga del -Tienes hospital. Por ahora dale mis saludos y dile que su"abue_ lito se acuerda mucho de ella El hijo suspira aliviado. me voy -Bueno, por venir. -dice. -Gracias nada, pape. -De¿te parece bien?Es mi obligación. Vengo pasado mañana,

cabeza.

pap^ oye decir-. Creo que he -Perdona, -le sido injusto contigo. Todo el mundo tiene derecho a una oportunidad. Siente la mano del hijo sobre la suya. El disgusto se transforma en dolor. Los músculos se re\aian. Los ojos se aguan. La mano del hombre joven acaricia la suya. Levanta los ojos y dice:

-Gracias... Bajala mirada. Acaricia él a su vezla mano del hijo. Mira de reojo a la cama de al lado y observa a la niña, atenfa a é1, con su eterna sonrisa dibujada en el rostro. Pasan unos minutos en silencio. El viejo se reco, bra. Pide: favor, ¿me pones unos almohadones en la

-Por

espalda?

El hijo lo hace. El viejo se sienre mejor. Dice: encantaria ver a Mari, ¿sabes? -Me mi hijita? el hombre joven sor-¿AEnseguida añade -pregunta prendido. con entusiasmo-: ¡Claro que sí! Apenas salgas vienes ala casa y la visitas. podrías traerla? pedido del viejo tiene -¿No -el tono de súplica, El hijo mira a la niña en la cama de al lado. Encoge los hombros, amarÍa la boca con gesto de impotencia. creo que sería bueno para ella venir a un -No hospital excusa-. Además, creo que no está per-se traer gérmenes. mitido. Podría Los niños siempre están llenos de ellos, El viejo intenta protestar. va a estaÍ bien aquí. Conmigo. Además, -EIla quisiera que conociera a Mechi. Podrán convertirse en buenas amigas, seguro de ello intentando son-Estoy reír-. Yana ser muy buenas -responde amigas, pero cuando Mechi

-Muy propósito

bien

el viejo -respondeandala sonriendo_. A ¿cómo

oficina?

-añade-, El cuerpo del hombre joven se tensa todo. La cara se

pone lívida. Cierra la mandíbula con fterza. El viejo se da cuenta. Añade enseguida: No debí preguntarte. Estoy seguro de -Perdona. que todo anda bien. El hijo añade rápidamente con un tono cargado de

frustración:

anda muy bien, papá. Los negocios avan-Todo zan. La vida continúa. El viejo piensa unos instantes. Lo que dice sorprende a su hijo:

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LltI

que sí. Tú debes ser un director excelente. -Claroestán en buenas manos, y la administración Las finanzas

Lo despiertan las toses de Mechi. Son continuas, forza_ das, horrendas. Ha dormido desde que su hijo partió. Le asombra el cambio tan rápido en la pequeña. Aprieta el botón que llama a la enfermera y grlta con todas sus

también. Creo que voy a dejat más asuntos a tu cargo cuando salga de este lugar. Se queda pensando unos instantes. más *añade-, de ahora en adelante no voy -Es a ir más a la oficina, a menos que me necesites para algo. Tú quedarás a cargo de todo. El hijo abre la boca asombrado. vas a hacer tú si no vas ala oficina? -pregunta -¿Qué con incredulidad. a descansar un poco más. Estar con tu ma-Voy dre, si se arrepiente de 1o del divorcio, por supuesto, Ir a buscar a Mari a la escuela. Conversar con Mechi. Mira a la niña en \a cama de al lado. Le dice: --Tú yyovamos a seguirsiendo muy amigos y conversaremos'mucho cuando salgamos de este htgar, ¿ah, Mechi? La niña sonríe de oreja a oreja. Asiente con la cabeza repetidas veces. Julio? Mechi y yo tenemos muchas cosas l:.a,blar. A eso me voy a dedicar. ¿Qué

-¿Viste, importantes de que

te parece? El hijo asiente con la cabeza. Se inclina sobre el viejo y le da un beso en la mejilla. tú y yo tenemos muchas cosas de que -También papá conversar, con un dejo de ternura. que-drce sí el viejo, devolviéndole -Claro -responde el beso. papáL.Me voy. -Bueno,luego, -Hasta pronto,Julio. pap^,Hasta luego, Mechi. -Hasta Va donde la nirta, se inclina y también le da un beso en Ia mejilla. despide la niña. -Chao, Julio -se Mechita el hombre joven mientras -Chao, -dice sale del cuarto.

fuerzas: ¡Enfermera! -¡Enfermera! Se oyen pasos rápidos.

La puerta se abre. Entran dos enfermeras. La joven, con facciones delicadas, y una

mayor que el viejo no conoce. Las dos hacen una breve pausa, escuchan las toses, y se dirigen presurosas a la cama en donde la pequeña se deshace en espasmos. dosis de codeína. ¡Rápido!-ordena la más vieja. -Una La joven sale presurosa de la habitación y regresa a los pocos segundos con una inyección en la rnano. Buscan, con apremio, en el cuerpo flaco de Mechi un lugar con suficiente músculo en donde inyectar la aguja. No lo encuentran. Al fin se deciden en el fondillito flácido, Una mueca de dolor se pinta en el rostro de la pequeña al sentir el pinchazo. La enfermera mayor tocala frente de la niña. hirviendo en fiebre -Está I"a otra enfermera la imita y-dictamina. confirma: Lo que nos temíamos. -Sí. Mira de reojo y observa al hombre, quien tiene el rostro desencajado y está atento a cada palabru de las señoras. va a salvar? con angustia. -¿§e -pregunta No obtiene respuesta, salvo qtra mirada de la en_ fermera que conoce. percibe que los ojos de la mujer están cargados de congoja. Se llevan a la pequeña.l,a envuelven en la manta de su cama y cargan con ella. La puerta se cierra. El silencio se apodera de nuevo de la habitación. Una tristeza profunda, pocas veces sentida antes, desciende sobre el viejo.

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El cuarto está a oscuras, alumbrado solamente por la luz de las limparas del escritorio de enfermeras que se filtra por la ventana. El silencio es inmenso, imponente. El

levanta la cabeza con expectativa que es Mechl que regresa-, y en la penumbra -piensa se vislumbra la siluet¡ de su secretaria. dos excelentes noticias! mien. -¡Tengo -exclama tras prende la htz. La avtlancha deluz en la habitación a oscuras hacc que el hombre cierre los ojos por unos instantes. hora es? con incertidumbre. -¿Quésiete y media -pregunta la secretaria mien-Las -responde tÍas avanzahaciala cama con un paquete entre los bruzc[., Se ha hecho de noche y la habitación ha seguido sin iluminación. Nunca antes a aquella horahabia sentl. do aquel cuarto tan solo. Siempre, cuando el atardecef llegaba con sus sombras claroscuras, una de las enfermeras entraba y prendía la luz; o Mechi o su madre lo hacian. Pero Mechi ya no est^ a su lado y son pocas las enfermeras que entran a visitarlo a él la mayoria llegaba a conversar con la pequeña, a revisar su temperatura, a jugar con ella. Lo han abandonado en la penumbra de la noche que llega. Nadie se ocupa de é1. Nadie se interesa por su persona. Y Mechi no está. La secretaria nota el cambio en el humor de su jefe. Pregunta, cautelosa: siente bien, señor? ¡Tiene usted una cara de -¿Se angustia...l El accidentado trata de sonreír. Sólo una mueca se dibuja en su rostro. Su subalterna se sienta a su lado. Le toma la mano. Es un gesto atrevido que iamás hubiese intentado en el pasado, pero lo hace en forma instintiva, El ser frente a ella no es su jefe, malhumorado, autocrático. Es más bien una criatura que necesita consuelo, ayuda. me... viejo intenta responder, pero no -el puede.-Yo Rompe en llanto. La secretaria le toma la cabeza, la pone en su regazo y lo consuela mientras se la acari-

viejo recuerda. Concluye que sólo una vez en su vida sintió tarlta pena. Fue hace mucho tiempo. Era un niño. Tenia una nana a la que quería mucho. Lo consentía. Jtgaba con é1. Lo escuchaba y le conversaba. No era solamente una nana; era una amiga. En noches de tormenta, con el viento que silbaba furioso, la luz de los relámpagos iluminando el cuarto, y el sonido de los truenos estremeciendo la casa, el niño corria al cuarto de la señora, trepaba a su cama, se acurrucaba con ella. Allí se sentía seguro. La batalla demoniaca que tenía lugar en el cielo, con sus luces y estruendos, ya no podía hacerle daño en aquel lugar de refugio. Desde allí la observaba, la escuchaba, y poco a poco se dormía, arrullado por el sonido de las gotas de agua que caian sobre el techo, y abrazado por los brazos inmensos de su amiga. Un día La nana desapareció. No recuerda en su mente de niño si se despidió o no, pero no estuvo más t su alrededor. El niño se inquietó. Preguntó. Le dijeron que estaba enferma, que la habian llevado al hospital. Nada más. Recuerda que un día lo llevaron a verla. No pudo acercarse a ella y abrazarla. La señora se asomó por una ventana. Lo saludó moviendo su mano. Tenia lágrimas en los ojos. La recuerda allí, en laventana, con su rostro moreno, labios dibujando una sonrisa dejando entrever dientes muy blancos, saludándolo. El auto arrancó y ella quedó allí, sola, moviendo su mano. Él se sintió muy triste. Supo que nunca máslaveria. Hubo otras noches de tormenta y no tuvo la protección de aquellos brazos robustos, el sonido de su coraz1n fuerte, ni el calor de aquel cuerpo grande, negro, generoso. Recuerda a su nana y le duele. Igual que lo llena de tristeza pensar que Mechi no está junto a él y que, quizá, nunca retornará. Oye pasos, la puerta se abre,

144 cia. El viejo solloza. Nada puede detener el torrente de lágrimas que descienden y se escapan humedeciendo el vestido de su secretaria. Ella no sabe lo que le sucede a su jefe, pero entiende, con su instinto femenino, ancestral, hecho para estas cosas, que es necesario que conforte a aquel inválido. Los gemidos no cesan. Aumentan en intensidad. La cabeza del viejo cuelga allí, sobre su regazo, atacada por convulsiones intensas, Poco a poco su cuerpo se libera dela carga afectiva que lo acongoja,y los sollozos se hacen más rítmicos, menos intensos. Los espasmos adoptan un compás suave, regular. Se siente ligero, aliviado. La cabeza está despejada y comienza nuevamente a pensar. De repente se horroriza. Está allí, con la cabeza en el regazo de su secretaria, llorando como un niño. yo... levantar la cabeza pero -Perdone, su secretaria la retiene-intenta con firmeza. se preocupe, señor. Siéntase tranquilo -No -le dice su secretaria. hombres no lloran el hombre con un -LosY míreme: -dice gemido-. hecho un sentimental! ¡estoy *Los hombres sí lloran, donJulio. Lo que pasa es que no permitimos que lo hagan. Les llenamosla cabeza de basura. Nosotrás las mujeres, principalmente. Llore más si lo desea. Le hará muy bien. "secfe". -Gracias, La señora se asombra. Nunca antes su jefelahabía llamado "secre". Pasan los minutos.Laslágrima.s se acaban. Al fin dice: me siento de nuevo... -Ya es nada mejor. Gracias la mujer mientras abre -No -responde los brazos. El viejo levanta la cabeza. Sus ojos están roios. Su cara descompuesta. Hace un esfuerzo. Trata de sonreír. Pregunta:

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-Me

dijo que tenía dos noticias para mi.

¿Cuáles

La secretaria sonríe. Se inclina. Toma el paquete que ha dejado entre sus piernas. Lo abre. Dice: traje dos de ron, como me lo pidió -Letriunfal lasbotellas botellas. -enseña El viejo las mira. No comenta ¡ada. Se vuelve hacia la señora y pregunta: la c:tra? -¿Y maletínapareció. Estaba en el baúl de su auto. -Su Con el accidente la cerradura se atascó y nadie pudo abrirlo. Su abogado visitó ala policia, consiguió la aprobación de remover sus pertenencias y él personalménte fue a sacar todo lo suyo del auto. alivio! esÍa yez sonriendo un -exclama, poco. -¡Qué maletín está en la oficina de su abogado. Él se -El personalmente lo entregará cuando lo visite. Ésta sí que es una buena noticia. -Gracias... las botellas de ron no? sonriendo -¿Y levantando una y mostrándosela -preguntaa su jefe. la señora, sí. Claro que sí. Sólo que ahora mismo no me

-Sí, apetece.

El viejo reflexiona unos segundos. Añade: serle sincero, me trae malos recuerdos. Fue -Para por una igual que tuve mi accidente. si quiere me las llevo. -Bueno, Las guarda de nuevo en la bolsa, Al ver las botellas desaparecer, un deseo inmenso, incontenible, de tomarse un trago surge desde el fondo de su ser. Sus manos comienzan a temblar. Su garganta se reseca. Está a punto de pedirle a su secretaúa q.ue deje el licor. Planea en su mente en dónde puede guardarla: al alcance de su mano pero sin que las enfermeras se enteren. Hace un esfuerzo sobrehumano y dice: sí... Mejor lléveselas.

-Sí,

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Cierra los ojos para no ver el paquete. La imagen de la botella aparece en su cabeza. Lo invade la sensa_ ción del líquido ardiente quemándole la garganta. Su deseo se vuelve incontenible. Va a pedirle á ,., ,..r"tu_ ria que abra uno de aquellos envases de vidrio y que vierta en su boca un poco de aquel néctar salvador, cuando oye que ella le dice, con un timbre d,e alarma en la voz: le pasa, señor? Está temblando todo. -¿Qué El viejo abre sus ojos. Reacciona. Se excusa: que me ha encantado saber que el maletín -EsNo es nada... apareció. de arreglar las sábanas. -,frata Suspira. Desea aquella botella lo más lejos de él como sea posible. Añade: lo desea, se puede retirar. Mil gracias por ambas-Sí sorpresas. Perdone que le rechace el presente que me traio pero, pensándolo bien, no me parece apropia_ do. El licor esrá prohibido en este hospital. A la secretaria le asombra escuchar que su ¡'efe está preocupado por el hospital. El viejo se da cuenta. Le molesta que ella lo considere blando de carácter. Inten_ ta excusar su proceder: que..., usted sabe, aquí a mi lado _señala la cam -Es una niña preciosa. Se llama Mechi. LIsted -hay Está muy malita la conoció. cara se le comienza a -,la descomponer*. Se la llevaron hoy, esta tarde pues es_ taba tosiendo demasiado -_la voz se le quiebra. El hom_ bre respira profundo. Recobra el aplome*. No se lo diga a nadie, lo de mi llanto, por favor mfta con o¡ás

implorantes-.

¿Sí?

-.la

se preocupe...

-Nopropósito la secretaria-, -Ade Pedernal y-añade hospital me informaron que

llamé al el mejor es_ pecialista en leucemia es el doctor Medina, el mismo doctor que atiende ala niña-señala la cama de al lado. hay otro?

-¿No

que no... por lo menos en esa especia_ lidad. -Parece favor trafe de nuevo. Consiga a alguien que -Por sepa de este asunto sin fuerzas-. por favor... -añade de nuevo, don Julio. -Trataré se levanta. Aprieta Entonces bajo su brazo el pa_ quete con la botella, da media vuelta y se dirige a la puerta. Antes de llegar a la salida se vuelve e informa: me olvidaba también decirle que su abogado -Se su visita a la policia para aprovechó arregl,ar lo del interrogatorio que tiene pendiente con ellos. Usted tiene que declarar qué sucedió. Pero como no hubo otro lesionado, salvo usted, están dispuestos a esperar que se recupere y los visite. No van a venir a molestarlo aquí. excelente noticia. Muchas gracias.

-Otra ahora, con

su permiso, sí me voy. Tengo muchas cosas -Y que hacer. ¡Ese hijo suyo nos tiene con muchísimo

trabajo! *mira los ojos del viejo pata .ver su reacción. El hombre sonríe. alegro mucho. Va a ser un buen reemplazo -Me para mi. La secretaria está a punto de decir algo. Baja los ojos. Sale.

Es medianoche. El viejo, tirado en su cama, no comprende 1o que sucede dentro de é1. Un extraño sopor se ha apoderado de su mente, en el que la realidad que lo rodea parece lejana, artificial. No siente deseos de moverse, de pensar. Ni siquiera le apetece vivir. Todo Io que llenaba cada hora de su vida le parece fatuo, banal, hasta irreal. Imágenes de su vida juegan en su cabeza, y las rechaza con disgusto. piensa en 1o que hará cuando logre vencer la cama de hospital que lo aprisiona. Recuerda su oficina, bien decorada, con el bar disimulado detrás de una estantería de libros que compró por metro

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lineal, y no por contenido. Es el centro de su mundo, de su imperio. Sin embargo, no le apetece regresar alli. Tampoco le atrae volver a visitar a Nitzia, cuyo amor tiene que comprar con dinero. Se siente solo, vacio. De repente, la imagen de Mechi empieza a aparecer en medio de la bruma que gira en su cabeza. Le sonríe y le mira con esos ojitos que solamente los

ña, lentamente, con mucho amor. El rostro de la madre es estoico, impenetrable. No dice nada. Esti alli, con su figura humilde, vestidos raídos, pelo largo, negro y lacio recogido en un moño en su parte posterior. Continúa peinando suavemente los pocos cabellos que le quedan a la criatura con movimientos que parecen caricias. Levanta los ojos levemente, encuentra los del viejo, y los mantiene allí, clavados en los del vecino de cama, sin cambiar un ápice su expresión. Los vuelve a bajar casi inmediatamente y los fija en su hija, sin que nada más logre romper su concentración. El doctor se inclina haciala niña, levanta el brazo pequeño y flácido, y le pone un termómetro debajo de la axila. Espera un momento. Lo retira. Lo eleva a sus ojos. Mueve la cabeza de lado a lado, igual que la enfermera hizo instantes antes. algo malo, doctor? al fin preguntar -¿}{^y -logra el viejo. en sus momentos finales... -Está finales? ¿Se está muriendo? voz -lale es quebrada y con un matiz de angustia que le sale-¿Momentos imposible ocultar. El médico mueve ligeramente la cabeza de arriba a abaio. El viejo gime. La enfermera parte. El doctor intenta hacer lo mismo, pero el viejo lo detiene con una pregunta: va? ¿No intentará salvarla? -¿Se El doctor se vuelve, Responde, en un murmullo: es muy tarde, No es posible. -Ya El médico reanuda su caminar, pero el viejo in-

ángeles pueden tener. Él le devuelve la sonrisa y siente que una corriente de felicidad le recorre su cuerpo. Un agradable sopor se apodera de él y se queda dormido.

Un ruido fuerte le despierta. Está oscuro. La puerta se abre y un grupo de personas penetra en la habitaci1n. Laluz se enciende. Es el doctor que conoció hace poco, el que también trabaja en Pedernal, y la enfermera joven, de facciones finas, ambos empujando una camilla en donde una forma indefinida está acostada. Se sitúan al lado de su cama. Con delicadeza toman el bulto y lo depositan en la cama. Una sombra entra, se aproxima. Es la mamá con el rostro bajo. No dice nada. Se coloca al lado de su hija y descubre la cabeza de la pequeña. El viejo intenta decir algo, pero sólo una especie de gruñido surge de su garganta. La enfermera se voltea, lo mira, y él le devuelve la mirada con ojos que suplican una respuesta. La mujer mueve lentamente la cabeza de lado alado, aprietala boca para evitar que un sollozo escape, y voltea la cabeza para seguir mirando a la pequeña. La enfermera se desplaza un poco y el viejo 1ogra entrever ala niña. Tiene los ojos cerrados. Su rostro está pálido. Respira con dificultad. Sus cabellos cortos, color cenizo, están en desorden. parece que la madre también ha visto eso pues saca un peine de su bolso y comienza a arreglar los cabellos de la peque-

siste: se puede hacer?

-¿Nada El doctorvuelve la cabezahacia é1. Lo mira porunos instantes. Lentamente mueve la cabeza de lado alado. Nada... y parte. -responde

150 El viejo observa a la niña. Pudiera estar dormida plácidamente si no fuera por el color pálido, amarilloso, de su piel, y por los esfuerzos que hace para respirar. No obstante, los ojos cerrados están adornados con pestañas negras, largas, y coronados por cejas gruesas, también negras. Está hecha un ovillo dentro de las sábanas verdes del hospital. Tiene apretado contra su pecho la muñeca que le fabricó su abuelo. La madre le frota los brazos, pasa sus manos por la espalda, le acaricia el cabello. El hombre desea preguntarle a la señora por Ia salud de la pequeña, pero no se atreve a interrumpir el ritual amoroso. La madre levanta sus ojos y los fija en los de é1. El viejo apattalavista y se entretiene mirando las sábanas. Escucha que la mujer le pregunta: también está dolido por la enfermedad de

Mechi,-Usted ¿verdad? El hombre levanta la vista y la mira

-sí... se imagina la falta que nas va a hacer cuanvaya do se -No la señora reprimiendo un sollozo.

-añade Al viejo se le descompone la cara. Intenta decir algo pero las palabras se le traban enla garganta. Trata de ahogar un quejido que surge de lo más hondo de su ser, Al fin se controla y dice: mí también me va a hacer mucha falta... -A Y baja la cabeza, temeroso de que la mujer note las lágrimas que se escapan de sus ojos. La madre se le queda mirando, medita, y al fin se atreve a preguntar: *¿CÓmo es que un señor tan importante como usted este tan interesado en mi hijita? El viejo responde sin levantar la cabeza, ocultando el rostro: hija es muy importante paÍ? mi, señora. No qué, pero lo es... sé por-Su

15r

-A

ella la quiere todo el mundo... es fácil de comprender. Es una criatura lin-

-Esoamorosa. da y muy

-sí... Los dos quedan

en silencio por algunos instantes. La señora pregunta: que se hubiera podido salvar? -¿Piensa El hombre medita antes de contestar. Mira a su interlocutora a los ojos y dice: *No. Creo que no... La mujer asiente con su cabeza. En eso la niña tose fuertemente. La madre se alarma. Pone su oído en la espalda de la pequeña. Le da golpecitos. Su caÍa es una máscara de preocupación. La niña abre los ojos. Está desorientada. Mira para todos lados. Fija su mirada en el rostro del viejo. Sigue tosiendo y la madre continúa dándole golpecitos en la espalda. La tos disminuye. Sus ojos siguen clavados en los de su vecino de cama. La niña se calma. Yira la cabeza hacia arriba fratando de ver quién está a su lado. Sonríe. Dice: mami. ¿Cómo estás? -Hola, La señora pega un respingo. No se ha dado cuenta de que su hija está despierta. *Hola, Mechi... la madre, suprimiendo un sollozo; tratando-responde de sonreír y consiguiendo sólo que su boca dibuje una mueca. estás acompañando? -¿Me mi amor. -Claro, La niña mira de nuevo al viejo. -Hola, Julio. Mechi el hombre con esfuer-Hola, zo, tratando también-responde de parecer alegre, que ya me tengo que ir la peque-Creoentrever una sonrisa en sus-añade ña, dejando labios pequeños.

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te tienes que ir, Mechi? el viejo. -¿Adónde Los labios se le curvanhacia abajo -pregunta y no logra reprimir un sollozo que se le escapa y rebota en las paredes de la habitación. qué estás triste? la pequeña. -¿Porno estoy triste, Mechi -pregunta el viejo, tratan-Yo -dice do inútilmente de controlar su rostro. estás triste, Julio. -Sí no... -Yo digas mentiras, -No qué, Mechi? Julio. Sí lo estás y yo sé por qué. -¿Por me toca irme la niña, comen-responde zando-Porque de nuevo a toser. no te vas a ir, pequeña. -Tú Julio. Ya vinieron a buscarme. -Sí, te vino a buscar, Mechi? el -¿Quién -pregunta viejo con alarma. sabes... Mi abuelito y sus amiguitos -responde-Tú entre toses. están?

¿dónde -Pero, La niña sonríe. No responde nada. Tose. La

mamá

le acaricia los cabellos. La mira. La pequeña vuelve

su

cabeza y sonríe a la madre, quien trata de devolverle la

sonrisa. Vuelve la cabeza hacia el viejo y le dice con esfuerzo, conteniendo los espasmos: hubiera gustado haber conocido a tu nieta Mari. -Me vas a conocer, Vas a ver que sí. -La mamá te manda Mechi. a decir que ella está muy bien. -Tu Que te cuides. Que ojalá y al fin puedas ser feliz... con ella? el viejo tartamu-¿Hablaste -pregunta deando. La pequeña no responde nada. Continúa sonriendo. Tose. Tiene la muñeca de trapo amarrada entre sus btazos. La toma en una mano y la extiende hacia el viejo.

la yoy a necesitar más la niña entru. -dice dásela de mi parte a Mari. Le va a gustar mucho. La hizo mi abuelito, ¿sabes? La mamá de la niña se levanta. Da la vuelta a la cama. Toma la muñeca de la mano de su hija y se la cla al hombre. Éste la toma, la abraza y cierra los o¡os, ,e_ pletos de lágrimas. La madre se inclina sobre lahija. Le da un beso en la meiilla. quiero mucho, Mechi -Te -susurra. mamá la niña entre convul_ -Adiós,

-No toses-. Por favor

-responde Cierra los ojos y no los abre más.

siones.

El hombre está sentado sobre su cama con la muñeca de trapo colocada a su lado. Mira al lecho vecino, va_ cío... Nadie lo ha ocupado desde que Mechi pafiió. Él nunca estuvo de acuerdo con ello y varias veces pidió a las enfermeras que lo visitaban que acomo daran a alguien más en aquella cama vacia. ,,Con tanto enfer_ mo en el hospital, un espacio sin ocupar es un sacrile_ gio" , habia llegado a decir en una ocasión. No sucedió nada. Era como si el recuerdo de Mechi, postrada por tanto tiempo en esa cama, fuera tan intenso que nadie se había atrevido a borrarlo poniéndole encima a otro enfermo. IJ na v e z habia advertido una fu gaz mirada de su enfermera habitual, la de los rasgos finos, a la cama de al lado, y habia notado que los ojos de la mujer se habian llenado de agua, haciéndolos más cristaiinos, más brillantes. Entonces había comprendido que la magia de aquella niña no lo habia afectado solamente a é1, sino que había tocado muchos otros corazones a su alrededor. No sabe quién lo viene a buscar. Tiene la esperan_ za de que sea su hijo, aunque no está seguro de qúe éste

t54 hará el esfuerzo. Es cierto queJulito lo ha venido a visitar en varias ocasiones, y que en ninguna de ellas han

discutido, cosa inusual. Lo ha escuchado decir varias veces: "te noto distinto, pap^.Estás muy callado. A ti te pasa algo, viejo". Y hasta una vez Ie preguntó: ,,¿qué te pasa, papá? No estás tan combativo como otras veces...,, No obstante, comprende que todo esto no significa que su hijo se siente más cerca de él y que va a hacer un esfuerzo para venir a buscarlo. Dos días atrás le habia preguntado a la enfermera si habia llamado a su secretaria para coordinar su salida, y ésta le habia respondido que sí, y que ella le habia comunicado que el chofer estaria allí en el dia y a la hora acordada. Ese momento ha llegado y las manecillas del reloj se acetcafl rápid,amente a la hora de la partida. No puede contener su nerviosismo. Todo lo que le ha sucedido en aquellas semanas, desde que tuvo aquel fatídico accidente, está como en penumbras. No hay ninguna imagen en su mente que aparezca con claridad, salvo una: la de los ojitos de Mechi, bien abiertos, mirándolo. Esos ojos parecen acompañarlo por todos lados, sin apafiarse ni un segundo de é1. Inclusive, a veces le parece eue lo están observando desde la cama de al lado; vuelve la cabeza, pero la encuentra vacía. No obstante, la sensación persiste, como si la niña nunca hubiese partido y continuara postrada en su lecho de enferma. Es la hora de partir. No sucede nada. Mira la puerta. Está cerrada. Tampoco se escuchan ruidos en el pa_ sillo. Existe solamente el silencio de siempre, el quá lo ha acompañado por muchos días mientras sus huesos se sueldan. Mira hacia el techo y empieza a contar las cocadas de las lámparas. Mira por la ventana abierta las casas pobres cubiertas por la bruma de la mañ.ana. Acaricia la muñeca. Percibe todaviaen ella el calor de Mechi, y eso hace que el tiempo pase sin que lo sienta tanto.

r55 Al fin escucha ruido de pasos fuera de su puerta. Ésta se abre y entra la enfermera de la mañana, seguida

de su chofer. "¡Mi hijo no vino!,,, concluye enseguida el viejo. Un hondo desazón se apodera de é1. Oye a la enfermera decir: *¡El gran dia ha llegado, señor Vargas! Estoy segura de que estará contentísimo de poder deshacerse al fin de nosotros... -sonríe. El viejo sonríe suavemente, tratando de responder a la sonrisa de la mujer. No es así Al principio sí que_ -No. -responde*. ría irme de aquí lo más rápido que pudiera, pero ahora no, aunque no sé por qué... La enfermera asiente con la cabeza. pasa a todos... Las primeras semanas que trabajé-Nos en este lugar no encontraba el momento de pártir, y ahora me duele irme todos los días cuando termina mi turno. H.ay algo en este hospital que lo hace a uno más humano, más real,.. ¿No le ha pasado a usted, señor Vargas?

-pregunta. Añade: creo que hay alguien que estuvo por aqui a-Además, quien todos extrañamos mucho. ¿No es así? -pregunta mientras mira la cama de al lado. El viejo asiente. nos hace falta a todos la mu-continúa jer*. -Ella No sólo a usted... El hombre asiente de nuevo ybajala cabeza es¡avez. Se levanta con trabajo y la enfermera lo toma por un brazo. El chofer se acerca y lo sostiene por el otro. El hombre da dos pasos, ayudado por sus acompañantes, y se siente desfallecer. donJulio. ,,Roma no se hizo en un -Lentamente, dia." Ya a tomat algún tiempo que regres e a la normalidad. No va a tener que caminar mucho. Afuera, en el pasillo, hay una silla de ruedas esperándolo.

156

-¿Por un susufro.

qué estoy tan débil?

157

-pregunta

el viejo en

varias semanas en cama. Los músculos -Estuvo necesitan acostumbrarse al movimiento. No se preocupe, en poco tiempo estará como nuevo. Ava¡zan. En eso se abre la puerta y entra su hijo. papá.Perdona el retraso, pero la oficina -Hola, activa. Tú sabes cómo son las cosas allá. está muy El rostro del viejo se ilumina. Julito. ¿Cómo estás? Gracias por venir -sa-Hola, luda con temura, las palabras aglomerándose en la boca. El hijo sonríe. Se acerca, Toma al viejo por un brazo y reemplaza a la enfermera. Caminan unos pasos quieres ir? el recién llegaresponde él mismo-. A la oficina, supongo... -pregunta de. -¿Adónde A ver si he manejado bien las-se cosas. El viejo se detiene. Mira a su hijo. Contesta: necesito ir ala oficina más. Sé que todo está -No manos. en excelentes El hombre joven se estremece al oír aquello. Baja la cabeza. No dice nada. tengo otras cosas más importantes que hacer.-Además, De repente se da cuenta de que ha dejado la muñeca de trapo sobre la cama. Pide a la enfermera: favor me podría p^sar esa muñequita que -¿Porla cama? está sobre La enfermera la totna y se la da. Comenta: la muñeca de Mechi. ¿Se la dio? -Era El viejo asiente. Mira al hijo y dice: a tu ca§a. Tengo algo importante que hacer-Vamos allí. sorprendido. mi casa? -pregunta -¿A muy importante me encargó entregarle -Alguien esta muñequita a mi nieta, y eso es lo primero que quie-

ro hacer. Además, me gustaría abrazarla y iugar un rato con ella. mamá?

-¿Y me gustaría ir después a saludarla y -También conversar un largo rato con el[a. El hijo sonríe y comienzan ambos a caminarhacia la puerta, el viejo apoyado en el joveñ, con la muñeca de trapo bien apretada contra su pecho.

Panamá, Octubre 1997

Ejemplar impreso y encuadernado en

IMPRESIÓN GRIFICA DEL ESTE S.A. Telefax; 259.7 955, E-Mail; impEaf@hoünail,com San José, Costa Rica

(ffi) YWNC\TüTV

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