El Principe Y El Aristocrata

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CAPÍTULO UNO

N

o de nuevo. Ellos se toparon uno con el otro nuevamente.

Takeyuki se sintió abochornado y molesto, y también un poco avergonzado. Con el fin de mantener escondido el efecto en su corazón mantuvo una expresión más fastidiosa de la necesaria y lo vio alejarse abruptamente. Esa era la tercera. La primera vez que lo vio fue en la sala de espera de primera clase, mientras aguardaban la hora del vuelo. La segunda, mientras caminaban por el corredor para tomar el avión. El hombre caminaba con grandes y elegantes pasos detrás de Takeyuki, y cuando pasó por su lado se giró para verlo por alguna razón. En esa ocasión, Takeyuki pensó que simplemente estaban abordando el mismo vuelo, pero después de la tercera vez empezó a sentir que había algo desagradable implicado en eso.

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No culparía al hombre por ir al cuarto de baño detrás de la cabina, pero, ¿por qué veía intencionalmente a la cara a Takeyuki?

Qué, ¿tengo algo pegado en la cara? Después de que el hombre se fuera, Takeyuki pasó su mano por su boca y mejillas, y claro, sus dedos no encontraron nada. Si Takeyuki no tenía nada, ¿qué era eso? ¿Por qué el hombre se le quedaba viendo, no dos sino tres veces, sin razón aparente? Eso hacía que Takeyuki se sintiera incómodo. Quería gritarle: “Si hay algo que quieras decirme solo dilo”. Takeyuki era algo temperamental, y sabía que era egoísta y testarudo, quizás porque era el hijo menor y había sido mimado mientras crecía. Tenía malos hábitos y entraba en peleas fácilmente. El hombre se sentó dos lugares adelante de Takeyuki. A decir verdad no podía afirmar que el hombre lo estuviera viendo, definitivamente estaba girado en dirección a Takeyuki, pero como usaba lentes oscuros no podía decir si su mirada estaba enfocada en él o no. El hombre era alto, de hombros anchos y bien proporcionados. Se veía como en la mitad de los veintes pero podría estar en los principios de los treinta años, su piel estaba bronceada por el sol con una vigorizante calidad juvenil, pero su cuerpo entero exudaba un aura de imponente elegancia. Eso hacía más difícil descartar la posibilidad de que estuviera en sus treintas.

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Una mirada fue suficiente para ver la rara calidad e impecable hechura del traje que usaba. Eso decía que había más en el hombre que lo veía. Él estaba encantadoramente conservador en ese traje, pero su estilo de cabello era poco convencional. El negro cabello le llegaba a la mitad del pecho, de la nuca hacia abajo estaba pulcramente marcado en capas, el largo no se veía demasiado abrumador. El hombre lo amarraba con una tira negra en la base de su nuca ¿Qué hará para vivir? Takeyuki se preguntaba cada vez que veía la cara del hombre. Como no se quitó los lentes ni siquiera dentro del área de primera clase en donde estaba sentado en el avión, Takeyuki podría asegurar que era famoso, actor, músico o quizás atleta. Pero Takeyuki no podía conectar esa cara con ninguna gente de la que hubiera oído.

Supongo que ese no es realmente mi asunto. Takeyuki era definitivamente irritable, pero no podía mantener la ira mucho tiempo. Ni tres minutos después Takeyuki ya había olvidado todo. Incluso cuando Takeyuki vio al hombre viéndolo de nuevo en su camino al asiento, sólo lo miró y distraídamente pensó: Ahí va de nuevo. No regresó a la incomodidad que había sentido antes. Eso también podría deberse al hecho de que el hombre había pasado de espaldas a él, así que Takeyuki no le vio la cara. Pero si el hombre se hubiera girado deliberadamente para ver a Takeyuki cuando pasaba, una nueva ira hubiera burbujeado en su interior, y

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Takeyuki se hubiera quitado el cinturón de seguridad y hubiera atacado al hombre. Pero se quedó en su asiento sin girarse hacia Takeyuki. Takeyuki vio a la azafata ofrecerle cortésmente una toalla para las manos, Takeyuki incluso oyó cuando él se lo agradecía con una encantadora voz. Takeyuki se había interesado en el árabe básico, sólo en caso de necesitarlo, así que entendió lo el hombre decía. Además de Takeyuki y una pareja mayor había un hombre cincuentón con apariencia de muy importante sentados en primera fila. Cinco en total. Cuando alcanzaron altitud y el letrero de abróchense los cinturones se apagó, la cabina entró en calma, lejos de los gritos y murmullos de excitación y anticipación apropiados al comienzo de un viaje de seis horas. En su lugar ellos sólo manifestaron la justa reacción de malestar de la gente acostumbrada a viajar. Aparte de la suave conversación de la pareja, todo estaba en silencio. No había duda de que era un mundo muy diferente al de la clase económica sentada detrás de ellos. Takeyuki bostezó ligeramente y dejó la revista que había estado hojeando en el asiento vacío de al lado. Se asomó por la ventanilla del avión y todo lo que vio fue un cielo sin límites, azul y nubes que asemejaban a una alfombra de algodón. Una vez que el avión pasó una zona de persistente turbulencia el viaje a través el cielo fue cómodo y suave.

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En ese momento Takeyuki iba en viaje al Medio Oriente, al reino de Cassina, que limitaba con el Mediterráneo, había transbordado en Ámsterdam y ahora se dirigía a la ciudad capital de Ras. Iba a ver a su hermano mayor Atsushi y a su cuñada. El hermano de Takeyuki era mucho mayor que él y había sido enviado a Cassina por dos años como diplomático. En realidad era difícil afirmar que la situación en el Medio Oriente fuera estable, pero, en medio de todo Cassina era un país relativamente pacífico. El Rey del país era pacifista y se había declarado antibélico. Incluso estaba determinado a mantener una posición neutral en el marco internacional. Cuando Takeyuki había solicitado viajar a Cassina como regalo de graduación de la universidad sus padres lo habían visto angustiado. Lo que finalmente logró que aceptaran fue el hecho de que el constante terrorismo en los países vecinos no había afectado al país de Cassina. Su hermano mayor y su cuñada vivían ahí. A Takeyuki no le gustaba especialmente viajar, por eso no quiso ir a un lugar popular del Japón, lleno de turistas, en su lugar decidió ir a Cassina. Eso en parte también se debía a su testaruda personalidad y a que odiaba hacer lo que todos hacían. Existía todavía ahí trazos de la ancestral cultura de Cassina, pero Takeyuki no estaba interesado en ella. Lo único que le interesaba era ver con sus propios ojos el desierto que sólo había visto antes en fotografías y videos.

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Pero claro, también quería la experiencia de la ancestral cultura. Creía que sería bueno experimentar de primera mano valores completamente diferentes a los del Japón o los países del occidente antes de comenzar a trabajar. Takeyuki iba a comenzar a trabajar el siguiente abril en la importante compañía de su padre. Sabía que tendría innumerables oportunidades de ir a Europa y a América después de eso, pero no tendría oportunidades de ir al Medio Oriente a menos que algo grande sucediera. Así que, con eso en mente, se decidió a visitarlo ahora, mientras era libre durante su largo mes de vacaciones. Takeyuki no lo aparentaba, pero estaba muy nervioso. Solía ser criticado porque su personalidad no combinaba con su apariencia, pero sabía que estaba bien, tenía delicados rasgos, eso no lo discutía, pues se parecía a su madre. Cuando entró en la escuela primaria a menudo era confundido con una pequeña niña.

Sé que algo interesante me va a ocurrir aquí. No iba a dejar su particular meta. Incluso si nada ocurría, Takeyuki no se iba a sentir decepcionado. Al principio había considerado quedarse diez días, pero si era demasiado aburrido podría interrumpirlo y regresar a casa cuando quisiera. Mientras pensaba todo eso con su frente apoyada en la ventanilla, la azafata le ofreció una bebida o un bocadillo. Un vistazo al menú le mostró una gran variedad de bebidas

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alcohólicas, pero desafortunadamente Takeyuki no bebía alcohol. Ordenó un cóctel sin alcohol. Vio alrededor, todos los otros pasajeros habían abierto botellas de su marca favorita de vino. Incluso al hombre de lentes sentado dos asientos más allá la azafata le estaba sirviendo de su propia botella. Takeyuki sabía que había entre los países islámicos naciones fundamentalistas que prohibían el alcohol y otras no. El Reino de Cassina, que era a donde se dirigía, lo permitía. Ellos producían su propio vino, y la gente podía beberlo en restaurantes y hoteles al igual que en todo el mundo. Pero aun así los devotos creyentes del Islam no bebían en bares o en la calle como en los países de occidente.

Quizás él es de Cassina, pensó Takeyuki. La hermosa piel del hombre estaba profundamente bronceada con un brillo como piel pulida, y su cabello era negro y caía en suaves ondas. Como seguía con sus lentes de sol puestos, Takeyuki no pudo apreciar cómo eran sus ojos, pero tenía esculpidas facciones alrededor de su prominente nariz. Takeyuki la encontró sexy de una manera masculina. Eso molestó a Takeyuki debido a que él mismo era un hombre. Si un hombre como ese pasaba su brazo alrededor de la cintura de una chica y le murmuraba palabras al oído, eso mejoraría el humor de la mujer y rápidamente se rendiría. Takeyuki recordó la extraña agitación y vergüenza que sentía cada vez que el hombre lo veía. Quizás era parecido a lo

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que sentiría una mujer. Ese pensamiento hizo que Takeyuki se ruborizara. Ridículo.

¿En qué estoy pensando? se regaño a sí mismo y se tomó su cóctel de jugo de uva de un solo trago. Con cada distracción motivada por el hombre al que Takeyuki nunca había visto antes, su resentimiento hacia el extraño aumentaba más. Podría no existir un motivo extra hacia Takeyuki y sólo topaba con él por casualidad. Pero incluso si Takeyuki aceptaba esa intelectualización, no podía aceptar ese nivel en su estómago. Después del aperitivo llegó, claro, el pescado y después, claro, la carne, e igual que en un restaurant elegante con cada platillo los pasajeros elegían el vino, pero Takeyuki le había avisado a la aeromoza desde el comienzo que no quería bebidas alcohólicas, y fue la única persona que no tomó alcohol, sino que bebió agua mineral durante su comida. La mayoría del tiempo no se sentía mal por no beber alcohol. Pero en ocasiones como esa sentía que se estaba perdiendo de algo. Si tomaba podría relajarse y disfrutar el ambiente. Como todo el mundo parecía estar disfrutando su bebida después de la comida ordenó un Grand Marnier(1) para probar. La aeromoza se lo recomendó diciéndole que era suave y podía acompañar su postre de chocolate, pero después de un pequeño trago, Takeyuki sintió su cara caliente y dejó el vaso a un lado. (1) Coñac con sabor a naranja.

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—¿No te gusta el alcohol? Mientras tomaba café para quitarse el sabor, Takeyuki oyó la fuerte voz frente a él, y lo pescó con la guardia baja. El hombre de los lentes de sol estaba parado en el pasillo, apoyado en el respaldo del asiento frente a Takeyuki. Hablaba un perfecto inglés. Era alto, y Takeyuki levantó la vista para verlo confundido por el tono que debía usar. Había decidido que la siguiente vez que lo viera iba a ser rudo, pero ahora que el momento había llegado, las cosas no iban según lo planeado por Takeyuki, terminó quedándose con la boca abierta ante el hermoso extraño. —¿Visitas Cassina por tu cuenta? —Sin prestar atención a la falta de entusiasmo de Takeyuki el hombre preguntó con tono familiar. Estando de frente y tan cerca, Takeyuki vio el cuerpo del hombre rodeado por una intensa aura. Sobrecogedor. El cuerpo de Takeyuki se tensó hasta el punto de que sintió que se iba a ahogar. Takeyuki estaba alerta, perplejo y lleno de un extraño asombro. El hombre sonreía como si pensara que era divertido. —No te preocupes. No estoy tratando de hacer nada divertido —Mientras decía eso, llevó sus elegantes dedos a la cara y se quitó los lentes que había estado usando todo el tiempo.

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Cuando Takeyuki vio los ojos del hombre se quedó con la boca abierta. Él era absorbido al interior de los azules ojos que parecían copiar el color del mediterráneo. Con esa premeditada y vibrante mirada puesta en él, Takeyuki no supo qué decir. Todo lo que podía hacer era clavar sus ojos en él, incapaz de alejar su mirada del hombre. Del todo intimidado por la presencia del hombre, quien calmadamente se sentó a su lado, sus pecaminosas largas piernas cruzadas para cuando Takeyuki recobró el sentido. —Uh, sabes que yo te vi... antes —Takeyuki sabía que no era su imaginación y que el hombre lo había estado viendo desde la sala de espera, su voz era ofensiva. Su expresión también revelaba que su malestar seguía creciendo.

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Pero el hombre no mostró señales de culpa. Por el contrario, veía a Takeyuki con una recriminadora expresión. —¿Qué es lo que quieres decir? —Has estado viéndome constantemente, en realidad es descortés y extraño. —Oh, lo siento. —El hombre tensó la frente apenas perceptiblemente, mostrando la vehemencia de su disculpa—. Pensé que era extraño ver a un niño como tú solo en la sala de espera, así que te vigilé. Si te molestó, discúlpame. —¿Un niño como yo...? —El temperamento de Takeyuki afloró de nuevo. Por la manera como el hombre le hablaba, parecía que Takeyuki era un adolescente. Claro, la gente solía pensar que era más joven de lo que era. Y realmente Takeyuki era secretamente consciente de eso. A menudo lo confundían con un estudiante de preparatoria y eso siempre le molestaba. Él recordaba que sus hermanos se veían más grandes que su edad, por eso Takeyuki no tenía idea de por qué él no. —¿Acabo de golpear otro nervio? —El hombre lo vio divertido de nuevo, parecía consciente de la temperamental personalidad de Takeyuki. Probablemente no mucha gente en el medio ambiente del hombre mostraba abiertamente sus emociones cuando trataba con él. Se veía renovado y profundamente interesado. —No soy un niño como piensas —señaló Takeyuki cortante, girándose. Estaba molesto por el atrevimiento del hombre de sentarse a su lado y más con él mismo por dejarlo, y encima su orgullo no podía contenerse ante el tono de burla de su voz.

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Takeyuki se odiaba a sí mismo por el momentáneo desliz ante la increíble presencia del hombre y se reprendió más de lo que era necesario. Estaba usando su lenguaje corporal para decirle al hombre que regresara a su propio asiento. —Estoy sorprendido de lo fácilmente que te enojas. —Tú tienes que ver algo con eso. —¿Parezco un hombre que puedas odiar? —No pareces el tipo de persona que pueda agradarme — Takeyuki no se obligó a contenerse, así que sólo dijo lo que pensó. Se giró a ver por la ventana, había cerrado la cortina durante la comida. Takeyuki no pudo ver la expresión del hombre a sus palabras. —Veo que estás demasiado molesto. —Su respuesta podía ser seria o divertida. Su voz hacía parecer como si solemnemente lo sintiera, pero Takeyuki no podía decidir si era real o falso, así que fríamente no dijo nada. Eso quería decir que estaba siendo del todo descortés, pero el hombre seguía hablando, como si el tono de Takeyuki no le afectara. —¿Cuánto planeas quedarte en Cassina? —No lo he decidido. —De algún modo incapaz de ignorarlo, Takeyuki contestó con un tono de voz rudo y gruñón. Después de hablar se sintió extraño y se preguntó por qué le había hablado al hombre. Podía encontrar innumerables excusas para alejarse del hombre, como que quería dormir o que quería ver la película, pero por alguna razón Takeyuki vaciló. La fuerza del porte del hombre había golpeado a

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Takeyuki y la atmósfera creada le hacía difícil expresarse a voluntad. Eso era extremadamente raro, debía ser por la diferencia de edad o quizás porque instintivamente Takeyuki sentía la diferencia de estatus entre ambos. —¿Realmente viajas solo por tu cuenta? —Mi hermano mayor vive ahí, voy a visitarlo. ¿Tienes algún problema con eso? —Takeyuki no sabía si le molestaba que al preguntar fuera tan persistente, o era por sí mismo, pero su voz aumentó en rudeza y se giró hacia el hombre. Su mirada fue inmediatamente atrapada por los ojos azules que al parecer habían estado fijos en él todo el tiempo. El corazón de Takeyuki se aceleró. Sentía una opresión en el pecho, la mirada del hombre era impresionante, con un increíble poder que entraba profundamente en el alma de Takeyuki. —Claro que no. —El hombre sacudió la cabeza lentamente y sonrió débilmente. —Er… —Cerrando sus manos en un puño en su regazo Takeyuki luchó ante la vergüenza de la pregunta—. ¿Tienes la impresión de que soy mujer? —No. —El hombre inmediatamente lo negó con un tono calmado de voz. Takeyuki se ruborizó de la vergüenza hasta el lóbulo de las orejas y la parte de atrás de su cuello. No preguntó porque quisiera hacerlo, sino porque en el pasado había sido acosado por un extranjero por semejante malentendido, así que quería

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asegurarse. Pero el hombre lo había negado tan calmadamente, que parecía que Takeyuki era el único con el pervertido malentendido. Se sintió realmente incómodo. —¿T-tú eres de Cassina? —Takeyuki con dificultad forzó la salida de sus palabras. Sentía una urgencia por cambiar de tema. —Sí, lo soy —un inequívoco orgullo llenaba la voz del hombre. Takeyuki podía sentir el ilimitado amor por su país y lo importante que era para él. Eso le dio la impresión a Takeyuki de que no era un mal hombre después de todo. Entonces las luces dentro de la cabina empezaron a disminuir, pronto las apagarían, las de cabina seguirían hasta que se sirvieran las bebidas. —Bueno, supongo que debo regresar a mi asiento en este momento cuando no estás molesto conmigo. —Comparado a la intensidad del hombre que estaba sentado, todo desaparecía con la elegancia con la que se puso de pie. A pesar de lo rápidamente que Takeyuki le había pedido que lo dejara, ahora que el hombre realmente se iba, Takeyuki perversamente quería detenerlo, eso era extraño. Quizá era fundamentalmente por llevar la contraria. Mientras el hombre estuvo ahí, la conversación nunca pareció agradarle ni mejorarle el humor, parecía improbable que pudiera disfrutarlo. Pero en ese momento sentía difícil que el hombre se fuera, Takeyuki no podía entenderlo. —Que tengas un buen viaje —dijo el hombre cortésmente al final. Veía fijamente a Takeyuki con una ardiente expresión.

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Takeyuki lo veía como si lo traspasara. Quiso contestar pero por alguna razón su garganta se había cerrado y no pudo hablar. Probablemente no tenía más una mirada molesta en la cara. Cuando el avión aterrizara ellos probablemente olvidarían que habían hablado con el otro y regresado a ser un par de extraños. Eso sería perfectamente natural pero por alguna razón, Takeyuki sentía remordimientos. Él podría haberse limitado a alejarse como de cualquier persona extraña, excepto por su increíble presencia.

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CAPÍTULO DOS

C

uando Takeyuki entró en a la sala de llegadas del aeropuerto de Ras, vio a su hermano y su cuñada entre la multitud de gente esperando. Habían pasado veintitrés horas desde que había salido de Narita. Era la primera vez que viajaba tan lejos por su propia cuenta. Finalmente llegaba a su destino y veía caras familiares. El corazón de Takeyuki se calmó y se sintió un poco más humano de nuevo. —¡Bienvenido a casa, Takeyuki! —Ey, aquí, así que realmente viniste después de todo — Comparado con la brillante sonrisa de su cuñada, el hermano de Takeyuki, ocho años mayor que él, era incluso rudo. Habían pasado dos años desde la última vez que se vieran, pero Atsushi no parecía particularmente motivado o feliz. Sus profundos ojos estaban escondidos detrás de unos lentes oscuros, manteniendo escondida su felicidad de ver a Takeyuki. Atsushi siempre había sido un hombre que se comunicaba con los ojos más que con las palabras. —Veo que sigues siendo el favorito de nuestro padre, te pagó un boleto de primera clase sin refunfuñar. —Oh, pero es un gran vuelo, Takeyuki va a empezar a trabajar con él el próximo mes, tu padre ha de pensar que es la última oportunidad que tiene para cuidar a Takeyuki. Tu padre quiere hacer tanto como pueda por Takeyuki. —Uff. Todo el mundo quiere hacer todo por Takeyuki.

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—Deja de hablar de esa forma, querido, sabes que tú lo consentiste más que cualquiera de nosotros. El hermano de Takeyuki hizo un puchero con sus labios, abatido ante la suave réplica de su esposa. Takeyuki no pudo evitar sonreír al ver el familiar intercambio de la pareja que hizo que olvidara que estaban discutiendo sobre él. —¿Sólo tienes esa maleta? —Su hermano cambió el tema para ocultar su vergüenza, viendo hacia la maleta que estaba al lado de Takeyuki que era lo suficientemente grande para una semana de viaje. Takeyuki había empacado lo más ligero posible, decidiendo que lo que necesitara podría comprarlo ahí. Un cuarto del espacio de la maleta llevaba recuerdos del Japón. —Mustafá —Atsushi se giró y llamó a un joven nativo que estaba parado a unos pasos tras ellos, tendría entre veinticinco y veintiséis años, un negro cabello crespo y una combinación de suave y firme piel, más una mirada inteligente que le dio una buena impresión. —Takeyuki, Mustafá es miembro del personal de la embajada. Trabaja como traductor y atiende la oficina. Puedes necesitar su ayuda durante tu estancia aquí, así que dile hola. —Hola, soy Takeyuki Onozuka. Encantado de conocerte. —Encantado de conocerte para mí también —Mustafá estrechó su mano con un firme agarre. Aparentemente Mustafá hablaba japonés tan bien como el inglés, así que podría ser muy útil.

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—Correcto. Vámonos. Es por aquí —dijo Atsushi indicándoles el camino, Mustafá tomó su maleta, y dejó a Takeyuki la mucho más ligera bolsa que se colgó al hombro cruzando sobre su pecho. Siguiendo de cerca a su hermano salieron del edificio. Después caminaron un pequeño tramo, Takeyuki reconoció una imagen familiar delante de ellos e hizo un pequeño ruido al reconocerlo. —¿Sucede algo malo? —su hermano preguntó viendo a Takeyuki sobre su hombro. —Oh, n-nada —Takeyuki contestó vacilante—. Sólo vi a alguien que estuvo sentado cerca de mí durante el viaje. Su hermano bufó sin impresionarse, y continuó. Durante la breve conversación de Takeyuki con su hermano, el hombre con los lentes de sol había desaparecido de nuevo. Takeyuki no tenía idea de por dónde se había ido pero aún teniéndola no hubiera cambiado nada. Su única conexión había sido la breve y nada entusiasta conversación. Justo como Takeyuki había predicho, después de que el hombre le deseara buen viaje y terminara la conversación, no hubo nada más allá que hacer uno con el otro. El hombre había pasado por donde estaba Takeyuki en dos ocasiones al ir al cuarto de baño, pero había hecho el recorrido sin verlo. Eso era bizarro. A pesar de lo molesto que Takeyuki había estado con la mirada del hombre en él. Cuando el hombre lo dejó solo, provocó un aumento en su nueva insatisfacción. El hombre había causado un profundo interés en él y había hablado con falta de moderación, ahora parecía bizarro que pudiera ignorar

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a Takeyuki como un perfecto extraño. Eso hizo que Takeyuki se sintiera enfermo del estómago. Se sentía extraño, incapaz de tomar el control de su mente. Eso sucedió desde la primera vez que viera al hombre fuera del avión e inadvertidamente empezó a llorar. Salieron del aeropuerto con la imagen del hombre que apenas lo miró, todavía en la mente de Takeyuki. Afuera del clima artificial del interior del aeropuerto, en el exterior el sol brillaba intensamente y el aire era seco. Eran apenas las siete de la mañana pero el sol en el Medio Oriente era despiadado. Cuando puso un pie fuera de la sombra del edificio, la luz solar como espadas penetró la piel de Takeyuki instantáneamente. Esperaron en el estacionamiento un momento antes de que el lujoso auto negro llegara y se detuviera ante ellos. Otro hombre local era el chofer. Era un hombre de mediana edad con barba y uniforme blanco. Mientras Mustafá llevaba su maleta a la cajuela del auto, Takeyuki y los otros subieron al asiento trasero. Un momento después Mustafá subió en el asiento delantero. —Primero que nada iremos a la embajada, quiero presentarte con el embajador —dijo el hermano de Takeyuki. Takeyuki se acomodó mientras el auto tomaba velocidad, bostezó y empezó a sentir sueño. Había sido incapaz de dormir bien en el avión, así que se sentía letárgico. Sin importar lo suaves y confortables que fueran los asientos, Takeyuki no estaba acostumbrado a viajar y no se sintió relajado. Había

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estado dormitando un poco pero el real sueño se mantuvo muy lejos. Así que al aterrizar en Ras esa mañana, estaba seguro de que perdería todo el día. Después de que su hermano le presentara al embajador Kusunoki, llevaría a Takeyuki a su casa, donde se quedaría durante su visita y podría relajarse. —¿Mamá y papá están bien? —La pregunta de su hermano pescó a Takeyuki con la guardia baja y se obligó a abrir los ojos. —Ellos están bien, papá está escribiendo algo épico acerca de la vida de su bisabuelo llamada El último lord Onozuka en su tiempo libre, él quería decirme la asombrosa persona que fue de cualquier manera y me atrapó. Entiendo cómo se siente papá, su abuelo recibió el Gran Listón de la Medalla de la Orden de manos del emperador. Después de todo, yo realmente no estaba interesado en eso y hasta estaba un poco molesto. —Me parece que sigues siendo el mismo —intervino Atsushi sarcásticamente. En su mirada se notaba que estaba bromeando y había una sonrisa en sus labios. —Mamá sigue ocupada todo el día con sus lecciones y voluntariados —Takeyuki interrumpió las bromas de su hermano y continuó—. ¿Y que con ustedes? Masako ya está en el quinto mes, ¿verdad? —Correcto, Takeyuki —La cuñada de Takeyuki que estaba sentada entre ellos se colocó las manos protectoramente sobre el abdomen—.Serás tío pronto. —Se siente extraño oírte decir eso. —No era el hecho de que pronto fuera a tener un sobrino o una sobrina. Era que no

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parecía que su hermano, con quien había pasado toda su infancia, empezara a actuar como un padre. Estaba seguro que su hermano también tenía dudas con eso. Atsushi permaneció en silencio acerca del niño que nacería en el verano. Pero cuando Takeyuki vio su cara encontró determinación y la satisfacción de un profesionista y padre de familia, aceptando todas sus responsabilidades. Eso hizo que el corazón de Takeyuki se emocionara.

¿Podría ser así? La misma vaga ansiedad que siempre había sentido presionó el corazón de Takeyuki. Sabía que estaba acelerando las cosas. Él se había lanzado a sí mismo a entrar en un mundo totalmente diferente el mes siguiente, para poner fin a dieciséis extraños años de vida libre de preocupaciones como estudiante. Estaba emocionado y asustado. Como su hermano dijera, Takeyuki había sido consentido y mimado mientras crecía. Nació dentro de una acaudalada familia y creció cubierto de sus bendiciones. Hasta ese día, él había tenido suficiente, pero ahora quería pararse sobre sus propios pies. Realmente se resistía a trabajar en la compañía de su padre, pero no pudo rebelarse a los deseos de su progenitor cuando como familia ya habían debido separarse de Atsushi. Además, no era como si no quisiera en absoluto el trabajo, quería hacerlo pero no estaba totalmente convencido. Incluso aunque su padre era el gerente y propietario, eso no cambiaba el hecho de que Takeyuki iba a comenzar como un independiente y responsable adulto. Esa elusiva ansiedad se debía a la intimidación de lo ilustre que habían sido el resto de la familia. Takeyuki sentía que él no podría ser como su padre y su

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hermano, y se sentía como si hubiera perdido la dirección de su futuro.

Quiero ver el desierto, pensó Takeyuki repentinamente, recordando lo que había proclamado cuando se dirigía a Cassina, él se había sentido confundido y quería ver la árida tierra, la arena movida por el viento hacia sus propios e inestables pies. Takeyuki se asomó por la ventana del auto para ver el panorama pasar. El escenario que prevalecía era el de tres palmeras frente a edificios de concreto, seguidos por camino de pavimento. Era mucho más cosmopolita de lo que Takeyuki había imaginado. Cuando entraron al área comercial, viejos autos circulaban por la calle, en las aceras Takeyuki pudo ver librerías, tiendas de electrónica, paseando bajo los techos arqueados había personas de diferentes descripciones. La gente de Ras aparentemente iniciaba su día temprano. —¿Dónde está el desierto? —preguntó Takeyuki. Atsushi contestó cortante: —Al sudeste de aquí. —¿Has al menos montado un camello? —No. —Su hermano sacudió la cabeza indiferente. Una respuesta totalmente sin interés como si estuviera diciendo que no había venido a ese país a jugar. Takeyuki quería preguntar más, pero imaginó que no podría preguntarle a su hermano ante su apatía. Bostezó de nuevo.

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Takeyuki sólo quería pasar el resto del día en casa de su hermano y su cuñada. Ya tenía suficiente con el largo viaje. Si dormía hasta la noche, probablemente se recuperaría de la fatiga. Pensaría de lo que quería ver y adonde quería ir esa noche. Cruzaron el pesado tráfico del área comercial y llegaron a una tranquila colina. Todo el vecindario estaba formado por elegantes mansiones pintadas con colores amarillos y cremas. Se veían grandes cercas, verdes jardines con fuentes detrás de puertas de hierro, hablaba de la riqueza de la gente que vivía ahí. La embajada japonesa se encontraba en una esquina Dos oficiales uniformados cuidaban la puerta con su rifle al hombro. El carro se detuvo un momento en la puerta y esperó la autorización para entrar. —Ha habido algunos disturbios que han alterado la paz últimamente —Atsushi murmuró con una seria expresión. —¿Como terrorismo? —No, este país tiene ideales particularmente más progresistas para ser un país del Medio Oriente, sus leyes religiosas son más laxas y el país entero está unificado con los ideales del rey actual, quien a menudo está del lado de las naciones del occidente. Claro que hay un segmento de la sociedad que es anti-americano y sostiene visiones extremas, pero no hay riesgo de terrorismo. Tiroteo entre tribus, robos, y secuestros son los mayores problemas. Esos incidentes siempre son insuperables. Hubo un incidente hace poco, pero el blanco

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de los secuestros son miembros de la clase alta tomados al azar. Los japoneses pueden ser un blanco tentador, así que ten cuidado. —Lo tendré —Takeyuki nunca había asumido que visitaría una estable y pacífica región, así que asintió sintiendo que su hermano estaba enfatizando algo que él ya sabía perfectamente. No necesitaba que Atsushi le pidiera que entendiera el peligro. La embajada era un edificio de tres pisos. Entraron al vestíbulo decorado con mosaicos y caminaron por un corredor hacia la oficina del embajador. Su cuñada, Masako, los esperaría en la sala de espera tomando té. Así que sólo Takeyuki y su hermano estarían con el embajador. Pasaron entre varios trabajadores, quienes inclinaban la cabeza respetuosamente hacia su hermano. Takeyuki sintió admiración por su hermano al reconocer lo especial que debería de ser al ser cónsul tan joven. El embajador Kusonoki, un gran hombre que era generoso y cariñoso, dejó de trabajar cuando ellos llegaron. —Bien, bien, entren. ¿Cómo está tu padre? —Está bien, gracias. El embajador Kusonoki había estado en la misma universidad que el padre de Takeyuki y ellos se seguían reuniendo. Sabía que Takeyuki llegaba a Cassina y le había dicho a Atsushi que quería reunirse con él también.

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—Estoy seguro de que debe parecerte un lugar atrasado comparado con Tokio, pero hay grandes cosas aquí que no verás en Japón, como las ruinas o el mercado árabe. No creo que te aburras. Y también te recomiendo ver al menos una vez el atardecer en el desierto. Tenemos vehículos y choferes aquí en la embajada, eres libre de usarlos cuando los necesites. —Gracias, muchas gracias —Takeyuki inclinó la cabeza ante la bondad del embajador. El abanico del techo movía el aire acondicionado a través del cuarto. Mustafá, que había desaparecido, regresó llevando chai( 2 ). Sirvió en las tazas un líquido oscuro parecido al té y colocó dos cubos de azúcar en ellos. Takeyuki levantó la taza y lo olió, el aroma era de una mezcla de té negro y té oolong(3). Mientras Takeyuki examinaba su chai fascinado, Atsushi y el embajador hablaban. —¿Así que el príncipe regresa al palacio esta semana? —Parece que no, no es un asunto particularmente urgente entre nosotros, pero de cualquier manera podría forzar una reunión. —No, no, claro, soy feliz de reunirme con su alteza de la manera que lo consideres adecuado Onozuka —El rumor es que es un hombre muy temperamental. —Bueno, todavía es joven después de todo. (2) Chai té indio. (3) Oolong té chino.

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—Aún así... —La oficina del embajador era muy cómoda. Takeyuki cautelosamente le dio el primer trago a su chai y se relajó. Se apoyó en el respaldo del sillón, oyendo distraídamente a los dos hombres hablar, se sintió adormilado y finalmente se quedó dormido. —¡Takeyuki, Takeyuki! —la segunda vez que le hablaron despertó. Atsushi lo veía con una mirada de desaprobación. —Lo siento, lo siento, yo... —rápidamente se enderezó y se disculpó, el embajador lo veía desde su silla sonriendo. —Oh, no te preocupes, has pasado un día entero viajando desde Japón hasta Cassina. La mayoría de los grupos de turistas que llegan inician un itinerario apretado y no tienen la cabeza en su lugar, es fácil que coman comida envenenada y la mayoría termina preguntando por un hospital. Escucha a tu cuerpo y no te presiones de más. —Sí, señor —Takeyuki asintió, nuevamente, —Gracias de nuevo.

e

inclinó

la

cabeza

—Siento causarle problemas, señor embajador —Atsushi, también se disculpó. El embajador sonrió como si nada hubiera sucedido, era realmente amable y tranquilo, siguió sonriendo mientras Takeyuki y su hermano salían de la oficina.

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CAPÍTULO TRES

E

l día después de su llegada a Cassina, Takeyuki subió al auto de Mustafá para un paseo por los puntos turísticos de Ras, pero claro, también se aventuró por vecindarios de la ciudad. Ahí había numerosas cosas que ver si Takeyuki hubiera estado de humor, cada mezquita que los devotos del Islam habían construido, las sepulturas en donde los santos fueron enterrados, templos romanos y los vestigios de una línea de pilares y muchos otros puntos interesantes. Era más extraño ver un simple listón moviéndose y ondulándose en la tierra cubierta de arena y ver qué tan lejos llegaba. Takeyuki subió arriba de la colina con una buena vista del panorama que se abría ante él, causando que un gemido de admiración saliera de sus labios. Vio un punto verde más allá de las dunas de arena, y se dio cuenta. Eso debe de ser un

oasis. Mustafá estaba extremadamente informado y era capaz de contestar casi todas las preguntas de Takeyuki casi instantáneamente. De cualquier manera, Takeyuki no había estudiado Cassina antes de venir, por eso Mustafá encontraba las preguntas de Takeyuki muy simples. —Los hombres de Cassina deben servir en el ejército durante dos años, entre los dieciocho y los veinticinco años. —¿En serio? ¿También estuviste en el ejército Mustafá?

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—Sí, estuve de los veinte a los veintidós. El príncipe Ashif estuvo al mismo tiempo, fue muy inspirador. —¿El príncipe Ashif es el que será el siguiente Rey? —Correcto, el príncipe Ashif es el hijo mayor del rey Muhammad. Él y yo somos de la misma edad. El auto atravesaba calles sin pavimentar de las afueras de la ciudad. Takeyuki estaba sentado en el asiento trasero, sosteniéndose fuertemente del respaldo del asiento delantero del pasajero mientras hablaba con Mustafá, quien sostenía con fuerza el volante. Mustafá parecía reverenciar su país desde el fondo de su corazón, con la cabeza en alto mientras hablaba orgulloso del príncipe de la corona. Takeyuki estaba aprendiendo que el actual Rey contaba con la absoluta confianza y popularidad de su pueblo, y aparentemente pasaba lo mismo con el príncipe de la corona. —Él es valiente, inteligente y cree con fuerza en la justicia. El sistema del harem ya no existe en este país, pero hay un gran número de mujeres que desfallecen por su alteza, el príncipe. —¿Ya no hay harem? ¿Quieres decir que un hombre sólo puede tener una esposa? —En teoría eso es correcto. Mustafá dio una críptica respuesta. —Pero el Rey tiene concubinas, y si el príncipe hace lo mismo, el pueblo no lo cuestionaría. —Eso debe agradarle mucho.

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—Él es el orgullo de nuestro país —Mustafá declaró sin vacilación. Su convicción hizo que Takeyuki quisiera conocer al príncipe Ashif y ver si realmente era tan agradable. Claro, no pensaba que realmente tuviera la oportunidad de hacerlo. Eso era sólo un poco de curiosidad. —¿Adónde más le gustaría ir esta mañana? Ese sería el tercer día que Takeyuki salía con Mustafá. Trataba de rehusarse diciéndole a su hermano que se sentía mal de que Mustafá fuera su niñera todo el día, pero Atsushi sólo fruncía el ceño y le decía que se sentiría incómodo dejando que Takeyuki anduviera solo y se rehusaba a escucharlo. Masako no le ayudaba, pues ella estaba embarazada y Atsushi en el trabajo. Desde que Takeyuki llegara el lunes, ellos habían arreglado con el embajador que permitiera a Mustafá acompañarlo hasta el fin de semana. Sería demasiado

tarde esperar hasta que algo suceda. Su hermano repetía esta frase una y otra vez. Pero Takeyuki nunca había sentido ninguna sensación de peligro en las visitas a los puntos turísticos que había pisado como para que requiriera ir acompañado de Mustafá. Quizás Masako tenía razón al decir que el hermano de Takeyuki lo consentía más que su madre, y Takeyuki se había dado cuenta. Eso debía de ser. Como no habían visto nada a fondo, durante el tercer día Takeyuki tenía varias ideas respecto a lo que quería ver. Ras estaba rodeada de numerosos sitios de interés sobre la antigua cultura romana. A medio día de la ciudad había ruinas de fuertes y arenas, y al parecer también museos y galerías de arte. Por cada cosa que Takeyuki pensaba visitar había innumerables

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cosas que ver y Mustafá podría llevar a Takeyuki a donde quisiera ir. —Oh, ya sé, quisiera ver un mercado árabe —después de pensar en los lugares que había visitado se dio cuenta de que no había visitado ese lugar. Un mercado árabe era más como un bazar. Él podría encontrar casi todo lo que la gente local necesitaba para su vida diaria y además había muchos recuerdos para los turistas. —Quiero ir al mercado árabe más grande de la ciudad. — No había nada en particular que quisiera comprar pero Takeyuki se oía determinado. Estaba profundamente fascinado por cada lugar donde podía sentirse el poder de la gente local. —¿Un mercado árabe, señor? El vio a los ojos a Mustafá por el espejo retrovisor. Vio ansiedad en su mirada y Takeyuki inclinó la cabeza: —¿Es peligroso? —No, para nada es peligroso ese lugar, pero... Mustafá contestó con evasivas y bajó la mirada. Takeyuki continuó viéndolo preguntándose qué era lo que molestaba a Mustafá, pero él liberó la preocupación con una carcajada. Takeyuki vestía una camiseta de manga corta, con el cuello abierto en V, unos pantalones ajustados, un suéter anudado en su cadera y una gorra, era un estilo casual pero cada prenda que usaba tenía marca. Cualquiera que lo viera podría decir que era el hijo de una rica familia, podía verlo fácilmente en las marcas.

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—No te preocupes, Mustafá. No era tan estúpido para que se aprovecharan los vendedores de mercancía que eran frecuentemente criminales. Takeyuki se auto convencía al tiempo que convencía a Mustafá. Lo más importante era que no dejaría que el vendedor tomara el control. Si él claramente se rehusaba y le decía que no necesitaba nada, cuando no necesitaba eso, entonces el vendedor no podría forzarlo a comprar nada. Tocó el largo crucifijo alrededor de su cuello y pensó que todo estaría bien. Si era necesario iría al mercado árabe por sí mismo, incluso si Mustafá no quisiera acompañarlo. No hablaba mucho árabe pero el idioma oficial de Cassina era el inglés. El nivel de educación de los habitantes de Cassina era superior al promedio en los países del Medio Oriente, y además su hermano le había dicho que la mayoría de la gente que vivía en el área metropolitana entendía el inglés básico. Takeyuki quería comprobarlo por sí mismo, quería ir y caminar. Esa sensación gradualmente envolvía su mente. Todo el mundo siempre decía que lo sobreprotegían, pero más lo sobreprotegían, y Takeyuki sentía interiormente el deseo de rebelarse contra eso. Tenía la confianza de hacer algo, pero todo el mundo siempre estaba tratando de cuidarlo porque él era el hijo menor o porque daba la imagen de ser débil o por cualquier otra razón. —Puedes esperarme en un café, Mustafá. Mustafá sacudió la cabeza y lo vio por el espejo retrovisor pareciendo decir “¡Claro que no!” lleno de reproche.

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—No lo hago para que se enoje, no lo tome así. No puedo ni discutirlo porque eso no es sólo un problema personal. Si algo le sucede a usted, señor Takeyuki, se puede convertir en un incidente internacional. —No exageres las cosas fuera de proporción —Takeyuki bromeó, honestamente encontraba ridícula la idea, pero la mirada de Mustafá era seria, sin admitir una sonrisa. Sin importar lo que dijera Takeyuki, él no iba a permitir que anduviera por su cuenta. Él estaba seguro que su hermano le había dicho a Mustafá que no lo dejara solo ni un instante. Un pequeño suspiro salió de Takeyuki y se giró a ver el panorama por la ventanilla. El auto entró a la ciudad, parecía que la calle había sido reparada recientemente. Las tres palmeras plantadas en el centro daban al camino una vista confortable para el conductor. Takeyuki se sorprendió al ver la moderna ciudad junto al árido desierto. Se preguntó si Mustafá podría detener un momento el auto para ver las dunas que se veían grises, amarillas y rosadas, y se quedó con la boca abierta un momento. Había oído que los beduinos que recorrían el desierto usaban la arena como cama y colocaban sus carpas. Takeyuki no podía imaginarse cómo sería vivir así. Él sólo podía pensar en el impresionante y asombrosamente inspirador medio ambiente. Pensó que sería imposible dormir ahí. Una vez que Takeyuki se sentía cómodo en un medio ambiente diferente al de Japón, quería tratar de hacer cosas

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que nunca haría comúnmente. Quizá era porque empezaba a sentirse más libre. —El mejor mercado árabe de Ras es el mercado Kamal, es también el más antiguo. —¿Qué tan grande es? —Es como un laberinto —Eso excitó aún más a Takeyuki. Las estrechas y empedradas calles estaban llenas de vitalidad, ambos lados de la calle estaban cubiertos por una línea ininterrumpida de casetas techadas, donde se vendían enseres maravillosos y cosas que Takeyuki nunca había visto. Él podría pintar todo eso. Eso probablemente sería bueno, captar el espíritu de algunas cosas y comprar objetos que nunca compraría a menos que se encontrara de vacaciones, Ahí debería haber asombrosas antigüedades, en el aparador de una tienda se ofrecían venta de alfombras, los hermosos tejidos del Medio Oriente. Podría ser interesante. Mustafá giró a la derecha en el bulevar. Cuando llegaron a un estrecho camino, la apariencia de los edificios cambió. Los nuevos, grandes y elegantes edificios desaparecieron y en su lugar aparecieron numerosas construcciones. Takeyuki vio edificios que estaban en ruinas. Repentinamente llegaron a un pequeño distrito lleno de pequeñas casas y otros edificios y el camino comenzó a ser más difícil. Parecía que iban al centro del callejón, el viejo asfalto había colapsado en varios lugares y el auto saltaba cada vez peor. En ocasiones veían a un burro trasladando paquetes por el camino, entonces disminuían la velocidad. El auto entró a una estrecha calle sin banqueta

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donde compradores invadían la calle y los alrededores. Numerosos cafés estaban abiertos en la calle con sillas multicolores ocupadas por los clientes. El auto se movía casi a la misma velocidad que los peatones. Cuando tocaba la bocina los peatones que bloqueaban el camino se movían, pero Mustafá parecía tocarla lo menos posible, el flujo de gente continuó por otros cincuenta metros. Takeyuki vio a su izquierda un gran portón por donde la gente entraba y salía constantemente. —El mercado está atravesando esa puerta. —Wow, se ve realmente concurrido. —El lugar para estacionar el auto está un poco más allá, una vez que lo dejemos, entraremos —Mustafá realmente no quería dejar a Takeyuki solo, no le dijo que podría dejarlo e ir a estacionarse. Pasaron lentamente ante el gran portón. A través de la puerta Takeyuki veía la variedad de estilos de ropa de la gente según sus costumbres. Las líneas de compradores a ambos lados de la calle parecía que cubrían la galería de tiendas. Takeyuki en una rápida mirada captaba la combinación de colores amarillo, rojo y verde que asaltaban ante sus ojos. Quería caminar entre ellos tan pronto como fuera posible. El corazón de Takeyuki estaba danzando bastante fuera de la común, ya había tenido bastante de mezquitas y templos antiguos, estaba cansado del aire solemne de las ruinas, quería algo más relajado, para variar.

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—Tendremos que caminar un poco, pero tengo que dejar el auto del embajador en un estacionamiento —Mustafá comentó a manera de excusa. Una vez que pasaron el portón, el flujo de gente disminuyó. Probablemente porque estaban en la orilla de la ciudad y se dirigían lentamente a un espacio desierto. Dos ancianos con el cabello blanco estaban fumando de una pipa, y se inclinaban sobre una mesa a jugar cartas. Justo cuando los habían pasado se oyó un repentino estallido y el auto se detuvo. Takeyuki no estaba preparado para eso y se cayó del asiento. —¡Augh! esto está mal —Por primera vez Mustafá habló en árabe. —¿Qué está mal? —Takeyuki se inclinó hacia el asiento delantero para interrogar a Mustafá. —Se ponchó una llanta —Mustafá contestó inmediatamente y recobrando su característica reserva. Los dos hombres en el café se levantaron inmediatamente y empezaron a hablar en árabe. Mustafá bajó el vidrio de la ventana, asomó la cabeza y comenzó a hablarles, ellos le respondieron. Los ancianos tenían un fuerte acento que Takeyuki no entendía, aunque tampoco entendió a Mustafá. Había un pequeño gallinero al lado del café, Mustafá llevó el auto ahí y se estacionó. Salió del auto y Takeyuki lo siguió. Estaba parado al lado del joven, quien se inclinó a ver la llanta ponchada y examinar la situación. Los dos hombres ya habían regresado a su juego.

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—Esto parece el peor golpe de suerte —dijo Mustafá frunciendo el ceño y viendo las demás llantas—. La llanta ponchada es la izquierda, pero la derecha también tiene baja presión. Solamente tenemos una refacción, será mejor que llame al mecánico. —¿Puede alguien venir aquí? —Hay una gasolinera cerca, puedo ir ahí a ver qué sucede, está a unos dos kilómetros, en unos veinte minutos regresaría con el mecánico. Lo siento mucho, señor Takeyuki, pero, ¿le molestaría tener que esperar en el café? Puede tomar un té ahí. —No te preocupes por mí. —Me disculpo por los problemas —Mustafá se excusaba viéndose realmente pesaroso. Dejó a Takeyuki y se apresuró a regresar por el camino por el que habían llegado. Takeyuki lo vio ir y entonces murmuró: —Lo siento, pero yo realmente no quiero sentarme a tomar té. Miró al oscuro café donde no había nadie, excepto un par de niños de entre cuatro y cinco años jugando frente a la caja registradora, al parecer el propietario estaba atrás. Los dos viejos veían fijamente a Takeyuki y hablaban en árabe. Parecían ver su crucifijo que colgaba del cuello, era de oro blanco con diamantes y zafiros al centro; era grande, sostenido por una gruesa cadena alrededor del cuello de Takeyuki. Podía tratar de esconderlo pero la camisa de diseñador tenía un cuello abierto en V, y el crucifijo se mostraba claramente.

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Seguro que no es un gran problema Takeyuki no era muy religioso pero aun así seguía siendo cristiano. ¿Y qué daño les hacía que un cristiano usara un crucifijo? Takeyuki se convenció a sí mismo de que eso no era un problema y caminó alejándose del café, sin una segunda mirada. No quería sentarse ahí y esperar obedientemente a que Mustafá regresara. Decidió ir por sí mismo al mercado y vagabundear un poco antes de que Mustafá volviera. Él no era un niño al que necesitaran llevar de la mano, así era como se sentía. Takeyuki entró por el portón y vio un montón de complejos y estrechos callejones extendiéndose interminables frente a él. Ése era el mercado más grande de Cassina después de todo. Estaba impactado por el tamaño, era mucho más grande de lo que había imaginado. Era medio día pero estaba oscuro dentro del mercado. El techo era un domo que le dio a Takeyuki la impresión de estar en una bodega. El techo y las paredes de las tiendas eran de piedras antiguas. Ropa y mercancías colgaban por todos lados. Todo lo imaginable estaba a la venta en la docena de tiendas que había alrededor. Había enormes canastas con especies amarillas rojas y cafés. Justo cuando pasó frente a una de las tiendas, Takeyuki inhaló un fuerte aroma. En la siguiente línea de tiendas se vendían cosas de oro y de plata. Ahí había también gran cantidad de turistas comprando tarjetas postales, cámaras desechables, y recuerdos. Takeyuki rápidamente se sintió

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tragado en la atmósfera del primer mercado que había experimentado. Vagabundeaba sin propósito sólo viendo el frente de las tiendas, pero sus ojos a menudo se detenían en los locales que exhibían los turbantes que usaban sobre sus cabezas. De hecho Takeyuki se preguntaba incómodo por qué la mayoría de la gente lo veía a él. La gente era obviamente parte de un grupo y su blanco y rubio cabello mostraba que eran europeos. Takeyuki no creía que estuviera vestido de una manera diferente, por lo que no entendía por qué lo miraban tanto. Se preguntaba si quizá el crucifijo que usaba en su cuello había tocado algún tabú religioso, pero Mustafá le había dicho que Cassina no tenía un carácter fundamentalista, así que eso no tenía sentido. La extraña atmósfera de ese lugar era tan remota de su experiencia diaria, que Takeyuki se sentía perdido en el tiempo. La calle de adoquín se estrechaba frente a él, y daba a un lugar con platos y dulces aromas que parecían provenir de una panadería. Cautivado por la mercancía, Takeyuki caminó cruzando la calle y su hombro chocó contra alguien que caminaba en dirección contraria. —Oh, lo siento. —Se giró para disculparse con el hombre árabe de barba y gruesas cejas que le fruncía el ceño y decía algo en árabe mientras enérgicamente veía a los ojos a Takeyuki. Señaló el cuello de Takeyuki con un dedo y habló en un crítico y peligroso tono. Pero Takeyuki no tenía idea de lo que estaba diciendo. El gruñón tono de voz del hombre sólo molestó un poco a Takeyuki. Aparentemente el hombre dijo lo que

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quería decir y se movió con sus ojos fijos en Takeyuki mientras se alejaba. Takeyuki se sintió aliviado, pero en ese momento se sentía intranquilo de que a pesar de que el lenguaje oficial era el inglés, era menos usado de lo que pensaba. Comenzó a pensar que debería regresar. Realmente había diferencia en que Mustafá lo acompañara. Vio el reloj, ya habían pasado veinte minutos. Uh-Oh. Mustafá ya debía haberse dado cuenta que no estaba en el café y entrado en pánico. Takeyuki comenzó a regresar con pasos rápidos, si volvía por el mismo camino pensaba que sería capaz de ver el portón en cualquier momento. Pero no lo veía. Takeyuki se preocupó de que quizás hubiera dado una vuelta antes de tiempo, regresó y trató de bajar por una calle diferente. Todas las cosas en el mercado se veían iguales para Takeyuki, comenzó a sentir que el camino anterior era el correcto, y que era la primera vez que recorría el camino por donde andaba en esos momentos. No podía asegurarlo. Gradualmente su desesperación y nerviosismo aumentó. Pensó en detener a alguien y preguntarle sobre la ubicación del portón, pero todos parecía que lo veían sospechosamente, tenía un mal presentimiento que lo hacía vacilar. No veía a nadie alrededor que pareciera japonés y se resistía a pedir información a cualquier otro turista pues desconocía el país de donde provenían. Perdido. Siguió hacia adelante, confiando sólo en su instinto, hasta que se vio frente a una tienda, hacia donde se movía la gente. Se dirigió hacia la luz a su derecha y vio que el portón no

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era la única salida. Lo primero que Takeyuki notó al salir de la oscuridad era lo sospechoso del lugar. Se preguntaba si al salir al exterior podría rodear el mercado. Cerca de una docena de pasos más allá ya no había techos, sintió que había salido del purgatorio hacia el mundo real. Había tres decrépitas casas frente a él y un pequeño lote vacío. Un callejón entre las casas llevaba al camino principal.

Genial. Quizás pueda encontrarlo de este modo. Takeyuki se calmó con ese pensamiento y entró al callejón. En cuanto lo hizo se sintió aterrado, alguien tomaba su hombro por detrás de él. Se giró y vio a un hombre con barba y ropa cuadriculada rojo y blanco, que lo veía directamente de una manera malsana. El hombre tenía buena constitución y se veía fuerte. Takeyuki pensó que estaba siendo dirigido hacia algún lugar al que debería ir. —Yo-yo lo siento, yo sólo me perdí —explicó orando porque su inglés pudiera ser entendido. Pero dos hombres más aparecieron detrás del primero y ambos se veían amenazadores. Las palabras se le quedaron atascadas en la garganta a Takeyuki. No pudo decir nada más. Los tres hombres se acercaron más a él empujándolo hacia el lote vacío. No tenía idea de lo que estaba sucediendo y casi cayó en pánico. Si gritara lo oiría la gente del mercado. No, eso nunca funcionaria. No había señales de nadie alrededor. La gente estaba dentro y él sabía que su voz nunca llegaría tan lejos. Y parecía que el hombre lo había seguido de cerca.

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Takeyuki podía decir que los había visto antes. Finalmente su espalda chocó contra la pared y los tres hombres lo rodearon. No tenía oportunidad de escape. Los hombres eran mucho más altos que él y Takeyuki veía hacia arriba con terror. Los dos hombres que llegaron después del primero usaban el atuendo típico del Medio Oriente en su cabeza. La ropa que usaban también era acorde a sus costumbres, le recordaba a Takeyuki el pantalón de un pijama y camisas holgadas de algodón. Pero cada uno de ellos llevaba una funda de cuero con un chuchillo. Su piel era bronceada por el sol, tenían ojos cafés, bigote y barba. Sus ojos estaban llenos de crueldad y astucia, eso hizo que Takeyuki se estremeciera y no pudiera moverse. Estaba aterrado, tan aterrado que no podía hablar. Si él hiciera cualquier ruido, tenía una tensa sensación de que le cortarían el cuello con sus cuchillos. Uno de los últimos en llegar descubrió la cabeza de Takeyuki. —¡Asgh! —Takeyuki hizo un ruido que salió de su garganta, se encogió de hombros y cerró los ojos. En el siguiente momento sintió un dolor quemante en la parte posterior de su cuello. Abrió los ojos y se sorprendió al ver que su crucifijo estaba entre los dedos del hombre, Takeyuki puso una mano silenciosamente en su cuello. Sintió un débil trazo de sangre. Los tres hombres vieron el adorno que habían arrancado del cuello de Takeyuki y asintieron, Takeyuki tensó su cuerpo y tragó saliva. Quería que se sintieran satisfechos con eso y se fueran. El crucifijo en el collar tenía al centro un diamante de casi un quilate, eso definitivamente valía mucho dinero, pero ellos no

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parecían obsesionados con eso. Tendría que tener un golpe de buena suerte si hubiera algo que pudiera hacer para salvarse. Oh, Takeyuki se dio cuenta tardíamente. Eso fue lo que el

hombre del mercado había señalado en su pecho y lo había visto tan asustado que debió saber qué era eso. Él debió de haber reconocido la advertencia. Takeyuki había sido muy descuidado. Pero eso no podía ayudarlo ahora, el hombre con la ropa cuadriculada metió el collar en la bolsa de su camisa.

¡Por favor déjenme ir ahora! , rezaba Takeyuki, no hacia ningún ruido en absoluto. No quería provocarlos. Esos pensamientos recorrían la mente de Takeyuki. Presionado contra la pared el frío sudor bajaba por su espalda. Oía murmullos en árabe sobre su cabeza. El hombre estaba consultando algo en árabe.

¡Atsushi! ¡Mustafá!

Si Takeyuki hubiera considerado lo

que le podría pasar, nunca hubiera caminado solo por el mercado. Mustafá probablemente lo estaba buscando ahora. Takeyuki sabía que Mustafá sabría que había ido al mercado, así que si tenía suerte Mustafá estaría llegando ahora. Pero cuando recordó el laberinto de calles, perdió las esperanzas. Las oportunidades de que Mustafá lo encontrara eran muy pero muy lejanas.

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Levantando temerosamente la mirada, Takeyuki vio al hombre en el centro del grupo. Un temblor recorrió su espalda. Estaba aterrado. El hombre lo veía como si estuviera examinando a una mujer. Sus ojos llenos de lujuria y una ruda curiosidad estaban impudentemente fijos en Takeyuki. Soy un

hombre. Si el hombre no podía decirlo, Takeyuki tenía que señalárselo, pero todavía no podía hablar. Cobardía sería la palabra que describiera su conducta... Estaba en shock al descubrir cuán débil era en ese momento. Con su delgado cuerpo y su bella piel, su sedoso cabello negro y sus grandes ojos, Takeyuki estaba consciente de su andrógina apariencia. Los niños mayores en la escuela lo habían golpeado y él tuvo incluso que dejarlos que lo besaran y manosearan. Pero como Takeyuki pensaba en sí mismo como un hombre, nunca le había importado lo que la demás gente había pensado de su apariencia. La situación ahora era como una pesadilla.

¿Qué podía hacer? ¿Qué debería hacer? Cuanto más ansioso estuviera, la confusión y el pánico descenderían sobre él. —Si lo que quieren es dinero... —ofreció finalmente con voz ahogada. Quería decirles que él podría pagar lo que le pidieran, si lo dejaban ir. Pero ellos no parecían entender su desesperado Inglés. El hombre a su izquierda tomó el mentón de Takeyuki y lo giro hacia él.

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—¡No... No lo hagas! —gritó irreflexivamente en japonés. Takeyuki movía frenéticamente su cabeza, alejando la mano del hombre de su mentón. —¡Déjame! ¡Déjame ir! Tan pronto como empezó a luchar su tenso cuerpo se llenó de poder, se resistía a los tres hombres tratando de escapar. Golpeando con sus brazos, Takeyuki trataba de hacer un espacio entre los hombres para poder escapar. Pero toda su lucha era en vano. Los tres hombres nunca perdieron su fría expresión ante el ataque de Takeyuki, era como una rata atrapada en una jaula. Su resistencia sólo hizo que ellos sonrieran. Ellos dejaron que Takeyuki luchara durante un tiempo. Quizás pensaban que necesitaba el ejercicio. Entonces uno de los hombres del círculo tomó su brazo y lo dobló hacia su espalda, sujetándolo. Para cuando Takeyuki se dio cuenta de lo que sucedía el hombre frente a él lo golpeó en el plexo solar. Takeyuki no sintió el golpe ni mucho dolor, pero cayó de rodillas al suelo. Y eso fue todo, sintió que toda la sangre era drenada de su cuerpo.

A-Atsushi... La cabeza de Takeyuki perdió energía y quedó inconsciente.

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CAPÍTULO CUATRO

H

abía un fuerte ruido. Su cuerpo se mecía inestable en ese momento. Sentía un fuerte dolor en el área del plexo solar que palpitaba cada vez que su cuerpo se mecía.

¿Dónde estoy? Takeyuki abrió los ojos. Lo primero que vio fue una tela negra que le cubría la cabeza hasta los hombros. Intentó levantar las manos para quitar la tela que lo cubría del sol, pero sus brazos estaban atados a su espalda y no podía moverlas. Sus muñecas estaban atadas juntas, al igual que sus tobillos. Con las manos y pies atados se giró sobre su espalda al igual que un gusano. Takeyuki estaba acostado en la caja de un camión de los que se usan para transportar ganado, las cuatro paredes eran de barras de acero amarillas, Takeyuki parecía ser la única persona en el camión, pero estaba rodeado de cosas, bolsas oscuras de ropa, botellas plásticas de agua y jugo, cazuelas y palanganas, cobertores y otros utensilios de uso común. Girándose y estirando el cuello para ver el horizonte zafándose un poco de la tela que cubría su visión, Takeyuki vio la arena rosada, de las dunas en todas direcciones.

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Abrió más los ojos sorprendido, quería sentarse para ver mejor, pero su cuerpo no podía moverse de la manera que quería y lo único que logró fue levantar la cabeza un poco. En el oeste el sol estaba sobre sus cabezas. El sol estaba demasiado rojo, o mejor dicho como el rojo rubí de una toronja, la luz reflejada hacía que la arena gris ceniza la tiñera de rosa. Si solo no estuviera en esa desesperada situación, podría admirar la belleza y una parte de su imaginación lo hacía tan real que evocaba un suspiro o un grito de placer. Mientras el ligero ruido del camión atravesaba el desierto, podía parecer que tomaría su último aliento en cualquier momento. Esto no podría sorprender a Takeyuki si el motor del camión no se hubiera detenido ese momento. La caja del camión tenía una enlodada alfombra cubriéndola sólo en donde Takeyuki estaba acostado. Parecía como que la habían colocado sólo para cuidarlo. Estiró el cuello para asomarse por el borde y vio a tres camellos, cada uno llevaba un hombre en su lomo. ¿Dónde estaba la gente responsable de esto? Takeyuki giró la vista y vio a otro hombre con su cabeza envuelta en una tela blanca. Takeyuki podía ver a dos hombres en el camión, uno detrás del volante y otro al lado. Seis en total, todos parecían ser hombres. El cuerpo entero de Takeyuki fue asido por la desesperación y la preocupación.

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¿Por qué diablos ellos hablaban de él? ¿Quiénes eran esos hombres? En eso Takeyuki recordó lo que su hermano le había dicho, que había habido una serie de secuestros en los suburbios cercanos al desierto últimamente. Eran cometidos por tribus de beduinos que vivían como bandidos y con los que el Rey había estado adoptando duras medidas para recuperar la paz. Atsushi había dicho que el embajador había tomado medidas para que se les advirtiera a los turistas que no se pusieran en riesgo. Takeyuki no había querido creer eso, pero no podía negar que sin lugar a dudas la gente que lo había secuestrado era parte de ese grupo de bandidos. Atsushi había comentado de gente que había sido secuestrada y dejada en el desierto. Contó la historia de una joven mujer que realmente había pasado terribles experiencias. Entre más pensaba en eso más temblaba el corazón de Takeyuki. Eso había ido demasiado lejos. Solo de pensar en lo que le podía suceder hacía que su cabello se pusiera de punta. Takeyuki no creía que el hombre fuera del camión se hubiera dado cuenta de que había recobrado la consciencia, así que trató disimuladamente de mover sus muñecas, pero la soga estaba tan firmemente atada que no hubo manera de moverla o aflojarla. Takeyuki comenzó a impacientarse.

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Considerando el hecho de que parecía que habían hecho todo lo que estuvo en su poder para no lastimarlo, el hombre posiblemente consideraba a Takeyuki un artículo que esperaba vender en algún lado. Takeyuki no podía imaginar quién podría quererlo o para qué. Pero una cosa era cierta, si él era vendido, nunca regresaría a Japón de nuevo.

No quiero eso. Takeyuki se mordió fuerte el labio pensando en qué pasaría si rechazaba hacer cualquier cosa contra sus deseos. No importaba cómo, tenía que lograr alejarse de ahí y regresar con su hermano. Pero Takeyuki no sabía cómo escapar de esa situación. Sus manos y piernas estaban amarradas, incluso si lograba rodar fuera del camión, el hombre de afuera lo vería inmediatamente y lo regresaría. Más importante que todo, estaban a la mitad del desierto, Takeyuki no podría caminar de regreso a la ciudad sin botellas de agua.

¿Qué es lo que puedo hacer? tenía ese continuo monólogo en su mente que no se detenía cuando Takeyuki oyó que la conversación en árabe se detenía y se acercaban al vehículo. Takeyuki se agazapó lo más lejos que pudo y cerró los ojos ante el nuevo temor. Sólo sus oídos estaban alertas y escuchando. Él oía las graves voces.

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Parecía que la caravana había decidido descansar ahí, el sol se pondría pronto. Antes de que anocheciera tendrían que cenar y preparar un lugar seguro para dormir. Oyó que los dos hombres del camión salieron, oyó las dos puertas abrirse y cerrarse. Oyó que alguien iba hacia la caja y retiraba una barra de metal de la puerta a los pies de Takeyuki. Oyó una conversación en árabe mientras sacaban unas bolsas de herramientas del lado de Takeyuki, primero una y después otra. Confrontado con su propia muerte Takeyuki se estremeció en la oscuridad de la tela negra, la cual colocó en su lugar por temor a ser descubierto.

Por

favor,

solo

ignórenme,

rezaba,

pero

repentinamente alguien tomó sus hombros y lo sacudió. —¡Agh! Un grito de asombro y terror salió de su boca. El trapo que cubría su cabeza fue retirado. —Ey. Un hombre con la cara cubierta con encrespado pelo veía a Takeyuki, su cara estaba bronceada por el sol y con arrugas que lo hacían verse viejo. Ese hombre parecía hablar y entender el inglés, Tenía una posición de gran importancia, era el líder del grupo. Takeyuki estaba apoyando la cara en el metal de un lado del camión. Ese lado estaba a unos sesenta centímetros de

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distancia, si se estiraba fácilmente lo alcanzaría. Si al menos siguiera la barrera de la puerta que lo cubría. —Acamparemos aquí esta noche, quiero advertirte que será mejor que no tengas ninguna idea extraña. Estamos a la mitad del desierto, a dos días del próximo oasis. Incluso si logras escapar sólo te estarías enterrando vivo en la arena, Recuerda eso. —¿Qu-qué van a hacer conmigo? —Takeyuki trató con fuerza de que no se notara lo asustado que estaba. Cerró los ojos reciamente, tensó los músculos abdominales y lo miró resuelto. Aparentemente el hombre encontró su demostración como un juvenil y extraño espíritu. —Eres brioso, te ves muy bonito, pero dentro de ti eres todo un hombre, ¿uh? Eso hace que seas aún un mejor regalo para el jefe de Azzawar. Ante la palabra regalo Takeyuki sintió que toda la sangre se drenaba de su cara. Iba a ser un sacrificio humano después de todo, era tal como lo había pensado. Los azzawar eran una tribu de beduinos que vivían en el desierto. Eran un grupo de guerreros salvajes temidos por los habitantes de las ciudades porque a menudo tenían disputas con otras tribus. Takeyuki había oído que le habían dado al gobierno muchos problemas. Si él iba a ser entregado al jefe de un grupo como ése, no había garantía de que les importara su vida. —No te veas tan preocupado —levantó el mentón de Takeyuki con su grueso y retorcido dedo, y los otros cuatro

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dedos bajaron por el cuello de Takeyuki. Takeyuki vio por el rabillo del ojo que en esos cuatro dedos estaba perdida la parte hasta el primer nudillo, eso quería decir que había hecho cosas violentas antes, y el espíritu de Takeyuki se desanimó más. Quería resistir, pero cuando el momento llegaba, su valor fallaba. Cobarde se maldijo a sí mismo, tratando de elevar su espíritu, pero eso no funcionó de la manera planeada. Era como si una persona que había estado toda su vida en un medio ambiente pacífico y seguro, repentinamente fuera lanzada a una película de acción. Takeyuki no tenía ni conocimiento ni habilidad especial. Era un milagro que siguiera calmado. Todo lo que podía hacer era no ponerse histérico. El hombre se reía con desagradable deleite. —Tú definitivamente vas a complacer al jefe. Un hombre asiático con una piel bella y un cabello que de seguro lo cautivará. El jefe de Azzawar ama las cosas inusuales. Y si nosotros lo complacemos, sus ataques al Ulfa, nuestra tribu disminuirán. Y nosotros no tendremos miedo de que los artículos que comerciamos sean robados tan a menudo. —Si yo desaparezco, el gobierno japonés se involucrará y eso causará un incidente internacional. —Eso no es nuestro problema. Es al Rey a quien van a presionar. Claro, el Rey probablemente irá a buscarte, pero nadie le dirá nada, no habrá pruebas de que nosotros te tomamos. Esos tres se aseguraron de que nadie los viera cuando te trajeron a mí. Desde que entraste al desierto eres mi propiedad. La gente del desierto obedece a sus líderes, no al

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Rey. Y nuestros líderes odian a los forasteros y pueden retenerte con nosotros hasta las puertas del infierno. Takeyuki quería contestar pero él no creía nada de eso. Todo era una trampa, pero estaba consciente de que su experiencia de vida no le iba a ayudar para entender ese lugar. No podía discutir. Las cosas funcionaban diferentes ahí que en el Japón. Takeyuki apenas y entendía el concepto religioso y las guerras entre tribus. Y él desconocía completamente el desierto. —Nosotros vamos a ser amables contigo en lo posible, el jefe Azzawar está muy lejos de aquí, hacia el sur, eso nos puede tomar tres días de viaje. La ayuda sorpresivamente podría llegar durante esos tres días de viaje. Eso era lo que quería pensar Takeyuki, pero sabía que había pocas esperanzas. Empezaba a sentirse como un prisionero que era conducido a la celda de su prisión. Takeyuki estaba seguro de que los presos se sentirían de la misma manera que él en estos momentos. —Metahat —un hombre delgado se les unió acercándose al hombre de barba y bigote. El resto de la conversación fue en árabe, Takeyuki no entendió nada pero al parecer Metahat era su líder. El hombre delgado era uno de los tres que habían atacado a Takeyuki. Ese era más joven que sus compañeros. Takeyuki veía que su indomable personalidad estaba al descubierto, mirarlo era cuanto Takeyuki podía hacer en ese momento. Pero no importaba cuán cruelmente lo viera, permanecía inmutable. No mostraba signos de irritación, era casi insoportable.

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Metahat se alejó del camión con el hombre delgado, dejando a Takeyuki solo en la caja del camión. Takeyuki relajó ligeramente su ansiedad. Le agradaba que fueran a quedarse ahí esa noche. De una u otra manera él estaría a salvo hasta la mañana o el día siguiente. Usando sus hombros, caderas y rodillas, Takeyuki logró levantarse y apoyarse contra las barras de metal. El panorama así era muy diferente de como lo había visto mientras estaba acostado. Dos grandes rocas se enseñoreaban en el desierto, sus esquinas pulidas por la erosión eran blancas, posiblemente piedra caliza. Eran del mismo color que la arena, pero tan grandes como una colina. Takeyuki y sus captores acamparon a la sombra de esas elevaciones durante esa noche. Los hombres levantaron sus tiendas individuales. Un hombre cavó un pozo en la arena y lo rodeó de rocas, prendieron una fogata con excremento seco de camello como combustible. Otro cocinó echando ingredientes en una olla. Los sonidos de su trabajo y su charla era lo único que se oía en ese mundo, A donde quiera que Takeyuki mirara sólo había dunas extendiéndose por siempre, mientras el silencio descendía en el área. Él había oído usar la frase “aterradoramente tranquilo” y era exactamente eso. Takeyuki se sentía sobrecogido y sacudió la cabeza. Si todo estaba tan tranquilo ahora, no se imaginaba cómo sería cuando la noche cayera. El pensar en dormir en ese lugar carente de sonido le preocupaba, temía que lo enloqueciera. El sol ya se estaba metiendo.

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El hombre delgado le llevó un plato de aluminio a Takeyuki, sus manos fueron liberadas para que comiera, en el plato había carne, cebolla y salsa de tomate. La comida tenía un sabor único de las especies, no estaba mala pero Takeyuki no podía decir que le agradara. Takeyuki comió en silencio, tratando de recuperar fuerzas. No importaba lo desesperanzado que estuviera, no había perdido la voluntad de hacer algo en la primera oportunidad. No iba a rendirse. Para cuando terminó de comer, el sol ya se había puesto. Takeyuki trató de ajustar sus ojos a la oscuridad, pero con el intenso esfuerzo empezó a dolerle en medio de los ojos. Los hombres alrededor del fuego comían, bebían y charlaban animadamente. Sus alegres voces hacían eco en la oscuridad. Sus bebidas tenían el sabor y la consistencia de la cerveza, sin el alcohol. Takeyuki lo sabía porque la había probado en la ciudad. El vino local y la cerveza eran muy costosos, así que probablemente no la bebieran todo el tiempo. Los brazos de Takeyuki fueron amarrados de nuevo y empezaron a dolerle. Lentamente bajó su cuerpo y se acostó en la caja de la camioneta. Tan pronto como se fue la luz del sol, su piel se sintió fría y húmeda. Nunca se movió de la caja de la camioneta y pronto alguien encendió una luz adentro. No podía decir quién era debido a la oscuridad, probablemente el hombre delgado. Metahat debió enviarlo a hacer guardia. El hombre buscó entre la carga, encontró una manta y la extendió sobre Takeyuki. Parecían preocupados por mantenerlo saludable hasta dejarlo en manos de Azzawar. Takeyuki encontró imposible agradecerlo, Cuando ese pensamiento

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pasó por su cabeza liberó un profundo suspiro, escondió su cabeza en la manta y cerró los ojos. Con lo mucho que había sucedido, estaba preocupado por lo que podría venir. Eso hizo imposible que pudiera dormir. Un violento sentimiento de soledad tragaba a Takeyuki e hizo que soltara un alto sollozo. Su orgullo era lo único que le había ayudado a defenderse y mantener sellado su corazón.

¡Nunca me rendiré! Su hermano y el embajador de seguro lo buscarían. Ellos podrían salvarlo. Todo lo que podría hacer ahora era creer y esperar. Takeyuki mantuvo ese pensamiento y se prometió nunca renunciar.

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CAPÍTULO CINCO

L

a siguiente mañana la caravana comenzó a moverse cuando el sol se levantó, quemando el cielo con una increíble intensidad. Mantuvo la manta que había protegido el cuerpo de Takeyuki del frío de la noche sobre su cabeza para protegerse de la luz del sol. En la mañana le habían dado de desayunar pan y leche de camello. Le enseñaron a mojar el pan en la leche, antes de comerlo. Takeyuki intento hacerlo. Cuando lo hizo, el pan que había estado más duro que una piedra se suavizó. Eso no estaba mal. Los hombres que lo vigilaban ya no parecían especialmente crueles, y como Takeyuki se comportaba bien, le dejaron libres las manos después de desayunar. Consideraron era obvio que no iba a tratar de escapar durante el día. Por otra parte, Takeyuki estaba planeando escapar durante la noche. Usando sus manos era mucho más fácil sostener su cuerpo. Incluso durante los saltos del camión, Takeyuki podía sostenerse de las barras, y evitar lastimarse. Sin importar qué tan lejos fueran esa mañana, sólo había desierto de color crema. Había un buen número de colinas, pero se veían totalmente planas a la distancia, igual que un mar de arena. Encima del horizonte, el severo y claro cielo azul se alzaba sobre ellos. De tiempo en tiempo pálidas nubes aparecían, igual que hechas con una brocha. El viento levantaba finas partículas de arena por todos lados. Takeyuki no se preocupó por evitar las lágrimas que la arena le causaba. Su

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cuerpo estaba lleno de arena y su cabello se sentía sucio y duro. Takeyuki no podía asegurar que pudiera tomar un baño ese día. Y quería tomar un baño más que nada. Tan pronto como la luz del sol aumentó, se refugiaron del viento y el sol que golpeaba sin misericordia a la caravana. Takeyuki se envolvió en la negra tela, y luchó contra la sed. El agua era preciosa y beber mucha o demasiado rápido podría lastimarlo. Una roca gigante apareció en su camino, parecía un enorme hombre arrodillado. Ellos dejaron a los camellos descansado al lado de la roca y se prepararon para la tarde. El camión donde se encontraba Takeyuki también fue estacionado fuera de la luz del sol. Ahora su cuerpo se enfrió rápidamente. Constantemente se sorprendía por los cambios de temperatura. Si una persona no tenía cuidado, eso podía agotar su cuerpo. Después de la comida los hombres se prepararon para dormir una siesta por turnos. Siempre había alguien al lado de Takeyuki. Sus manos estaban libres pero aun así tenía dificultad con la soga de los tobillos. Tratando de no ser visto, las revisó. El apretado y complicado nudo sólo lo deprimió. Sus dedos no podían manejar eso. Probablemente necesitaría un cuchillo si quería escapar, sin eso no parecía ser muy probable. Aparentemente Takeyuki también dormitó, porque para cuando se dio cuenta la camioneta ya se estaba moviendo. Una cubierta arriba de la caja del camión le daba sombra, lo que hizo las cosas más cómodas. La pila de carga hacía ruido al golpearse, y parecía que habían estado viajando de esa forma

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por años. Takeyuki tuvo la sensación de que ellos viajaban sin destino, probablemente porque su percepción del tiempo y el espacio estaba nublada. En ese mundo no había nada, sólo cielo azul y desierto, y la ciudad con los edificios de acero y vidrio que raspaban el cielo estaba muy pero muy lejos al este, era como un sueño. Takeyuki sentía que la arena caliente y los espacios vacíos chupaban sus sentidos y drenaban su fuerza vital. A pesar de eso, cerró los ojos y los rostros de su hermano, cuñada, madre y padre flotaron en su mente. Les había prometido que regresaría a casa, pero después de todo ese tiempo sin ver una oportunidad, se estaba resignando a su destino. Se sentía patético. ¿Cómo podía mantener su determinación? Sentía como si su ingenuidad le hubiera saltado a la cara. Quería que algo dentro de él se moviera de alguna forma, quería que alguien le gritara para mantener su espíritu en alto. Tratando de algún modo de animarse a sí mismo y ser más positivo, Takeyuki levantó la cabeza y vio hacia atrás de la camioneta el paisaje que dejaban. Si había incluso una ligera señal tendría que recordarla. Trataba de fijar intensamente su mente. Cualquier cosa estaría bien en un momento como ese. Pero si no se imponía a sí mismo alguna tarea, sabía que caería en la apatía, y ese era su gran miedo. Mientras escuchaba el tedioso ruido del motor Takeyuki miraba a la distancia. Había oído que la gente del desierto tenía una excelente vista, ahora entendía por qué. Con sólo una mirada él podía ver grandes distancias, no había nada que obstruyera la vista. Absolutamente nada. Claro que no había

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construcciones, pero tampoco había estructuras naturales como montañas. Mientras Takeyuki veía intensamente el panorama, repentinamente creyó ver una mancha oscura. Takeyuki fijó la mirada. Tenía buena vista, pero no estaba seguro de haberla visto. Pensaba que podría haber sido su imaginación. Había grandes posibilidades de que fuera sólo su imaginación. No había visto nada durante mucho tiempo. Fijó la vista hasta que le dolió, en dirección hacia el lugar donde creía haber visto la sombra. ¿Qué

pudo ser eso? Eso no era una alucinación.

Definitivamente veía una mancha oscura, y estaba aumentando de tamaño. No sólo era más grande, Takeyuki se dio cuenta que no era su imaginación, era un hombre y se estaba acercando. En el frente Metahat giró su camello y rodeó el camión quedando a su lado. El hombre seguía dirigiéndose hacia ellos. El camión siguió su marcha pero Metahat y el musculoso hombre se quedaron atrás, tratando de adivinar quién era el que se dirigía hacia ellos. Takeyuki podía oír sus voces incluso a cincuenta metros de distancia. Eso era algo bueno, la manera que en el desierto se trasmitía el sonido. Se sorprendió levemente. El sonido tenso de una discusión hizo que el cuerpo de Takeyuki se estremeciera. Durante todo ese tiempo la sombra negra continuaba acercándose más. Los dos hombres que se habían detenido para determinar la identidad de la sombra, sorpresivamente giraron sus camellos de regreso y alcanzaron la caravana que se había alejado. Los

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camellos empezaron a correr. Pronto llegaron al camión y empezaron a gritar. Takeyuki oyó miedo en su voz. Al parecer Metahat les ordenó que aumentaran la velocidad, porque el camión repentinamente aceleró. Porque era eso, el desvencijado camión al que ya todo le sonaba, comenzó a hacer más ruidos del motor, la vibración empeoró y Takeyuki se detuvo de los lados. Al parecer el hombre que los atacaba era mal visto. Takeyuki no tenía claro si eso era bueno o malo para él, pero no iba a permanecer imparcial. Podía terminar incluso en una situación peor. La sombra ya se podía distinguir para ahora. Montaba un caballo, tenía fuertes piernas, y venía a una increíble velocidad. El hombre usaba una kufiyya(4) en su cabeza y cubriendo su cara, sólo se le veían los ojos. Tenía unos anchos y masculinos hombros y aun a la distancia se veía que tenía nobleza. El caballo del hombre no sólo era bello, era asombroso, la manera como movía sus patas y la forma en que su suave crin se movía. Takeyuki no podía retirar sus ojos de esa belleza. La larga y blanca cola del kufiyya se movía con el viento igual que una invaluable pintura. El hombre se inclinó a verlo, parecía una alucinación del desierto de un héroe fantasma. Takeyuki parpadeó rápidamente, quizás sí era real. Su repentina mala suerte del día anterior parecía la trama de una película. Pero esa escena era totalmente increíble.

(4) Kufiyya: Tela que envuelve la cabeza al estilo árabe.

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Takeyuki veía atónito al hombre a caballo, que había acortado la distancia, estaba a pocos metros y seguía acercándose. Entre más se acercaba más real se veía. Usaba una ropa que denotaba costumbres diferentes a las de los hombres que capturaran a Takeyuki. Su ropa se cruzaba en el pecho igual que un kimono y estaba cerrada con un cinturón de piel. Un gran cuchillo colgaba de su cadera. Takeyuki se estremeció. El hombre era un ladrón. Takeyuki levantó la vista para verlo mejor y su mirada se encontró con la del hombre, en ese momento un extraño temblor recorrió el cuerpo de Takeyuki, los azules ojos estaban fijos en él, penetrándolo. Su cuerpo entero se tensó como si estuviera bajo un hechizo. Primero el asombro lo llenó, después una extraña sensación de familiaridad. Takeyuki no sabía por qué. Finalmente su corazón ardió hasta su centro como una flama, y su cuerpo se estremeció tanto que le estaba costando respirar.

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Takeyuki sostuvo la mirada del hombre sólo un breve momento. Cuando recobró el sentido el hombre corría al lado del camión, parecía cazar a Metahat, quien al parecer huía frente al camión. —¡¡Metahat! ¡Detente! —gritó sorpresivamente el hombre en forma autoritaria, dominante. El camión saltó y lentamente bajó la velocidad. Probablemente porque el grupo de camellos al frente se había detenido, como el hombre había ordenado. El camión pronto se detuvo también. Takeyuki se asomó al frente abriendo un poco la lona, para ver lo que sucedía. El hombre desmontó elegantemente. Era alto con una maravillosamente proporcionada constitución. Tenía un cuerpo que otros hombres no podrían evitar envidiar. Metahat bajó del camello y se acercó. Caminaba revelando el miedo que trataba de esconder, pero su servilismo y astucia eran palpables. Quería lograr la paz con adulación si fuera preciso. —Hola, Halcón del Desierto…. Zayid, hace tiempo que no nos veíamos. —Así es, parece que has estado metiendo tus sucias manos de nuevo en corruptos negocios, desde la última vez que nos vimos. —Los dos hablaban en inglés, aparentemente el nombre del hombre era Zayid. Se veía tan calmado, haciendo ese sarcástico comentario a Metahat, el líder del grupo de bandidos, mostrando cuán valiente era. Sería otra cosa si el hombre contara con el mismo número de aliados, pero parecía confiar en que podía contra los seis. Zayid no se apocaba por nada, al contrario, actuaba reservado. Metahat, era el que

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quería terminar con eso rápido. Su alias, “Halcón del desierto” parecía realmente quedarle. —No estoy involucrado en nada deshonesto —murmuró Metahat, obviamente mintiendo. Parecía asustado por no poder esconderle las cosas a Zayid. ¿Quién era ese hombre? ¿Siempre cabalgaba por el desierto solo, o usualmente tenía más hombres con él? De cualquier manera, de acuerdo a como se comportaba Metahat, debía haber tenido muy malas experiencias con él en el pasado. —¿Oh? —Zayid entrecerró los ojos sospechosamente, el resto de la cara estaba cubierta con la tela que ocultaba su expresión, excepto su mirada. Naturalmente Takeyuki los veía. Su voz era también amortiguada por la tela, así que era difícil adivinar su humor. Lo siguiente que dijo Zayid hizo que el corazón de Takeyuki saltara un latido. —¿Entonces quién está en la caja de tu camión? El corazón de Takeyuki empezó a acelerarse frenéticamente. En ese momento la conversación había dejado de ser impersonal. Dependía de la respuesta de Metahat, lo que Zayid haría, y lo que podría sucederle a Takeyuki. —Oh, él es un huésped de nuestro jefe —Metahat explicó descaradamente—. Es un hombre asiático que vino a aprender sobre nuestra cultura nómada. Adam, de la agencia de viaje de Ismail, me lo presentó, y yo sirvo como su guía.

No, él está mintiendo Takeyuki estaba al borde de gritar mientras seguía agarrando la lona, cuando sintió que el camión se balanceaba. Antes de que Takeyuki se diera cuenta el

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hombre delgado había subido y sostenía su cuchillo en la garganta de Takeyuki. La piel en el cuello de Takeyuki se sentía helada como el hielo. El hombre lo veía con unos aterradores ojos que parecían decir “si hablas, te mato”, fuerte y claro. En cualquier caso Takeyuki no estaba seguro si Zayid era un enemigo o un aliado. Incluso si buscara su ayuda podría sólo meterse en más problemas, así que estaba en apuros de cualquier manera. Su instinto le decía que era mejor irse con Zayid que quedarse con la banda de bandidos, pero eso era simplemente porque estaba hipnotizado por la magnífica apariencia del hombre y la manera como cabalgaba, su opinión para nada estaba basada en la observación del real carácter de Zayid. Era peligroso juzgar a una persona por su apariencia. Zayid podría ser completamente cruel hasta donde sabía Takeyuki. Podía imaginar que Metahat estaba actuando tan comedidamente por alguna razón. Sólo la insinuación de esa posibilidad, indicaría que Takeyuki requeriría más valor para decidir entre ellos dos. —Ya veo —contestó Zayid lentamente, aparentemente ignorando totalmente la amenaza contra Takeyuki en el interior del camión. La mirada de Takeyuki se deslizaba del cuchillo en su cuello a la negra lona que cubría el camión—. Pensé por un momento que podrías tener una mujer, pero dices que es un hombre, en ese caso no puedo imaginar que lo secuestres para ofrecerlo como regalo al jefe de una tribu rival. Estoy seguro de que es justo lo que dices, Metahat.

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—Seguro que es así, Zayid. ¿Alguna vez te he engañado antes? ¿Incluso no te dije que la banda de Zard estaba vendiendo criminalmente su mercancía a los turistas? ¿No me dijiste que yo merecía ser convenientemente recompensado por eso? —Hmmph —Zayid bufó altivamente—. Tienes toda la razón, te detuve porque pensé que tendrías algo interesante, y eso atrapó mi mirada. Pero si todo esto es lo que parece, es inapropiado molestarte—. Con eso Zayid se dio media vuelta. Caminó lentamente hacia su caballo, parecía que iba a montar e irse pero abrió la alforja de su montura y sacó dos botellas de vino, le dio una casualmente a Metahat. Él leyó la etiqueta de la botella y silbo. —Este es muy bueno, ¿cómo conseguiste un vino como éste? ¿Es contrabando? —Tienes razón —Zayid admitió fácilmente. Sus ojos no sonreían del todo pero su voz sonaba alegre—. Esto es una señal de mi aprecio, para ser compartido sólo en ocasiones especiales. Siento haber detenido a tu banda con injustas sospechas. Espero que esto lo repare. —Oh, está bien. Todo el mundo comete errores, después de todo, ya está olvidado. Pero acepto esto como señal de tu amistad. —Aprecio eso, en ocasiones nos encontramos en lados opuestos, pero la mayoría de las veces trabajamos juntos. ¿No es eso correcto, mi amigo?

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—Correcto —Metahat infló su pecho con aire de importancia. Sostenía la botella de vino segura en su puño. Se veía realmente feliz. Debería de estar muriendo por algo de alcohol. —Me voy entonces, que tengan un viaje seguro. —En esta ocasión Zayid colocó su pie en el estribo y subió al lomo de su caballo. El caballo relinchó. Incluso después del magnífico galope que había efectuado antes, se veía como si pudiera recorrer grandes distancias de nuevo sin una ligera queja. Zayid lo giró en la dirección por la que había llegado. Cuando estuvieron seguros de que se había ido todo el mundo en la banda soltó el aliento que había estado conteniendo. Su alivio era palpable. Se oyeron murmullos en árabe mientras hablaban entre ellos. El hombre que sostenía el cuchillo contra el cuello de Takeyuki se relajó y guardó el arma en su funda. Entonces, dándole una última mirada a Takeyuki, salió del camión. El motor del camión se encendió y se alejaron. La caravana avanzaba una vez más. Todo el mundo estaba de buen humor, probablemente porque ganaron un inesperado suvenir. Eso, y el alivio de haber salido sin incidentes. El camión iba tan lentamente que mecía a Takeyuki de adelante atrás mientras pensaba en Zayid, los elegantes modales del hombre, se veía mucho más joven que Metahat pero poseía una incomparablemente poderosa personalidad y autoridad.

¿Quién era ese hombre? ¿Por qué escondía su cara detrás de esa tela? Sus azules ojos quemaban en la mente de Takeyuki. Eran hermosos, y brillantes. Takeyuki sentía que había

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visto esos ojos en algún lugar antes, pero no recordaba dónde. Estaba en la punta de su lengua. Pero él solo no podía llegar al recuerdo. En todo caso Zayid se había ido. Nadie vendría ahora a salvar a Takeyuki. Su hermano seguramente estaría desesperado buscándolo. No había manera de decirle a Atsushi dónde estaba. Takeyuki se sentía frustrado y jaló su sucio cabello duro de arena. Al pensar que pasaría otra noche en el campamento en el desierto, sintió tristeza, dolor y miedo, y quiso llorar. Extrañaba su suave cama. Takeyuki era el hijo mimado de una acaudalada familia y estaba acostumbrado al lujo. Todo el mundo le había dicho antes que podía pasar esto, pero dada la situación actual él ya no podía negarlo a pesar de su vergüenza. Después de que Zayid sorpresivamente apareciera, el día transcurrió tranquilamente. Igual que el día anterior cuando el sol comenzó a ponerse decidieron buscar un lugar donde acampar y detener su avance. En esta ocasión no había rocas, sólo suaves ondas de la arena. Los hombres levantaron una gran tienda de campaña en la arena. Ellos podrían dormir en el interior esa noche. Extendieron tres alfombras sobre la arena, dentro de la tienda de campaña. Construyeron un rústico horno afuera de la tienda y comenzaron a preparar la cena. Todos, explicablemente, estaban acostumbrados a trabajar eficientemente juntos. Takeyuki fue dejado en la caja del camión, como de costumbre. Necesitaba levantarse y estirar los brazos y finalmente las piernas, eso era inaguantable. Si seguía de esa

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forma sentía que sus piernas ya no lo sostendrían más. Metahat ya no prestaba atención a las necesidades de Takeyuki. Eso era una precaución en caso de que Takeyuki decidiera escapar. Él sería entregado al día siguiente al jefe de la otra tribu. Así que sonriendo maliciosamente le había dicho a Takeyuki que le hiciera sus demandas al jefe Azzawar. Cuando los preparativos de la cena terminaron, la fiesta comenzó. Los hombres abrieron la botella de contrabando que les había dado Zayid y bailaron y cantaron alrededor del fuego. Takeyuki tembló de frío y se acurrucó bajo la manta. Un hombre le llevó un plato de comida y un vaso con vino. Pero él sólo tomó la comida y rehusó el vino. Si pudiera beber, en ese momento bebería hasta emborracharse, pero su cuerpo se rehusaba el vino. Takeyuki sabía que se arrepentiría si lo aceptaba. Incluso si sólo tomara un trago no se escaparía de sufrir al día siguiente. Todavía recordaba cómo vomitaba y sufría, así que no se sentía con deseos de beber. El hombre se fue. Todo el mundo estaba platicando y estaban realmente felices, parecía que había pasado mucho tiempo desde que habían tenido alcohol, el cual les daba esa sensación de libertad, y les permitía relajarse. La charla y canciones siguieron por más de una hora. Pero la siguiente vez que Takeyuki se percató, todo estaba en silencio. Después de cenar Takeyuki se había quedado dormido, pero algo lo había despertado. Todo estaba extrañamente tranquilo alrededor. Pensó que el banquete había sucedido sólo un momento antes. Eso no era natural. Se levantó y se asomó hacia afuera de la caja del camión para mirar. Se sentía

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inquieto e incluso preocupado ante la posibilidad de que lo hubieran dejado abandonado. Quería huir pero no ser abandonado. Afuera estaba muy oscuro. No había luna esa noche. Sin la luna incluso las estrellas palidecían, quizás estaban cubiertas por las nubes. El fuego se había apagado. Eso era más extraño. Takeyuki estaba seguro de que el hombre en turno mantenía el fuego encendido. Ellos nunca habían dejado de vigilarlo, de día o de noche, incluso cuando estaban en movimiento. Algo inusual estaba sucediendo. Sus tobillos seguían atados. Takeyuki, apoyado en sus manos y rodillas, se estremeció. ¿Qué debo hacer? Ahora parecía buen momento para correr, pero qué con sus pies, tenía que encontrar un cuchillo para cortar la soga de algún modo. No podía hacer nada en esa oscuridad. Justo entonces oyó el ruido de alguien acercándose. —¿Qu-quién está ahí? —gritó Takeyuki. Alguien lo silenció advirtiéndole—. ¿Atsushi? —Esa no era la manera en la que actuaría su hermano. Pero Takeyuki no podía imaginar quién podría ser. La persona no dijo nada. El temor de Takeyuki aumentó y se alejó de las sombras y de la oscuridad. Cuando estaba haciendo eso un brazo le rodeó el torso. —¡No! —Takeyuki pensó que alguien se lo llevaría de nuevo y entró en pánico. Sus manos ahora estaban libres, las movía en la oscuridad. Takeyuki no podía ver nada, sólo el débil contorno de una persona. Takeyuki estaría bien, quien quiera que fuera

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podría evitarlo. Takeyuki incluso no había rozado a la persona, y antes de darse cuenta era cargado fuera del camión. —¡No! ¡Déjame ir! —Quédate quieto —Asustado por la profunda y amenazadora voz, el corazón de Takeyuki inmediatamente se aceleró. La persona no le había gritado ni actuado con violencia, pero le había hablado con una aterradora autoridad. Takeyuki repentinamente recordó al hombre de esa tarde, Zayid. —¿Z-Zayid? —preguntó débilmente, pero el hombre lo ignoró. Pero como tampoco lo negó, Takeyuki estuvo seguro de que el hombre que lo cargaba no era otro más que Zayid. ¿Pero, por qué? Sus pensamientos eran un caos. Takeyuki le suplicaría, se sentía a punto de llorar. No se había permitido esa libertad debido al orgullo y la vergüenza. Llegar a la seguridad de su casa era su prioridad. Se preocuparía por lo demás después. —Por favor... déjame regresar a mi país. Ya no quiero ser pasado a ningún lugar. —Ya te dije que te callaras —el hombre lo reprendió, ignorando las afligidas palabras de Takeyuki. La voz no era clara debido a la tela, pero era definitivamente la voz de Zayid que oyera esa tarde. Con todos dormidos, Takeyuki se obligó a cerrar la boca, a pesar de su desconfianza. ¿Qué esperaría conseguir ese hombre?

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Según lo que había visto Takeyuki esa tarde, él había actuado como amigo de Metahat, pero en secreto había planeado secuestrar a Takeyuki cuando la noche cayera y todos estuvieran dormidos. Takeyuki estaba asombrado de la determinación y la astucia del hombre. Su secuestrador en esta ocasión era sólo un hombre, pero Takeyuki sentía que podía ser más difícil escapar de Zayid que de Metahat y sus hombres, y eso aumentó su depresión. La situación se estaba poniendo más y más imposible. El miedo de nunca poder regresar al Japón en su vida inundó la mente de Takeyuki. Zayid sostenía en sus fuertes brazos a Takeyuki y caminó en la oscuridad varios cientos de metros sin un simple tropezón, hacia donde esperaba su caballo negro. Una vez que dejó a Takeyuki en la fría arena, se quitó la tela de la cara. Los ojos de Takeyuki ya se habían acostumbrado a la oscuridad y pronto vio la desnuda cara de Zayid. Casi gritó. La forma de la larga nariz, y las grandes y suaves ondas del cabello. Y su cuerpo. Takeyuki no podía ver los detalles, pero esa forma... —¡Tú eres... el hombre del avión! —Ahí no había error. Takeyuki apenas podía creerlo y veía a Zayid con la boca abierta, su fastidiosa mirada y esa cara. Takeyuki recordaba esos ojos azules fijos en él. Pensó que era extraño que no hubiera sido capaz de recordarlo antes. El hombre había dejado una profunda impresión en su mente, Takeyuki sólo podía pensar que se debía a que se encontraba distraído por los bandidos. —¿Sabes montar? —preguntó Zayid, ignorando de nuevo a Takeyuki. Claro, esa voz. No había duda en la mente de Takeyuki de que era el hombre que abruptamente se había

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sentado a su lado en el avión y le había hecho una serie de preguntas.

¿Por qué no me responde? El hecho de que no negara nada debía significar que no escondía nada. Ese hombre era inflexible y naturalmente irritaba a Takeyuki. Pero el tono de Zayid estaba lleno de autoridad. Eso no permitía resistencia, así que Takeyuki decidió esperar todo lo que quisiera decir y preguntar, y asintió en respuesta a la pregunta, aunque estaba malhumorado. —Si es necesario, puedo cabalgar de manera regular. En el momento en que oyó la respuesta, Zayid sacó el cuchillo de su funda. Acobardándose, Takeyuki se apartó. Sin una palabra de explicación Zayid cortó las sogas con un único corte de su cuchillo. —Ahora escucha —Zayid hablaba mientras guardaba de nuevo el cuchillo en la funda en su cadera—. No pienses ni por un momento en huir, ahora tú estás conmigo. De otra manera yo no puedo garantizar tu seguridad. Su voz era aterradora, pero sus ojos hicieron que Takeyuki se sobresaltara cuando brillaron en la oscuridad, sacudió la cabeza como un títere. Si Takeyuki lo desafiaba, Zayid podría realmente matarlo. Él podía sentir la inquieta respuesta a eso en su piel. El cuerpo de Takeyuki se estremeció de miedo. Zayid debió de haber pensado que había sido un poco duro y le sonrió. —Vamos —extendió la mano hacia Takeyuki.

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Takeyuki contuvo el miedo, había estado amarrado mucho tiempo y sus piernas no respondían como él quería. Justo ahora no estaba seguro de poder ponerse de pie. Aún así rechazo el avergonzarte ofrecimiento, con una muestra de impotencia golpeó con sus nudillos la mano alejándola. Takeyuki pensó que era mejor confiar en sí mismo que en ese hombre de nuevo. Zayid jaló a Takeyuki ayudándolo a ponerse de pie y después a colocar un pie en el estribo mientras lo sostenía de la cintura. —Lo lograste. Takeyuki asintió y en el siguiente momento, con una impecable sincronización, sintió una mano en la parte de atrás de su pierna derecha ayudándole a levantarla al lomo del caballo. Takeyuki logró montar a horcajadas en el negro caballo árabe sin dificultad. Zayid montó detrás de él. Sus cuerpos estaban muy cerca. Takeyuki sintió el pecho de Zayid en su espalda. Su espalda picaba al sentir el calor del hombre y su cuerpo se tensó cuando los brazos de Zayid lo rodearon. Las mejillas de Takeyuki se ruborizaron, eso era muy diferente a él. No podía explicar por qué se sentía tan avergonzado de lo que estaba haciendo el otro hombre. Pero por alguna razón se sentía perturbado, y sentía cosquillas y vergüenza que le hacían imposible calmarse. Zayid tomó las riendas y gritó: —¡Vamos! —El caballo comenzó a correr. El sonido de las pezuñas en la arena reverberaba en la oscuridad de la noche. Llevaron el caballo atravesando el desierto a la medianoche. La tierra no se veía y Takeyuki tenía la

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sensación de ir volando. Era la misma sensación que cuando montas una montaña rusa en un parque de diversiones. —Sostente, no quiero que te vayas a caer —Zayid sostuvo las riendas con la mano izquierda y pasó su mano derecha por el abdomen de Takeyuki, acercándolo más a su cuerpo. —Uh, Zayid… —Takeyuki estaba abochornado por cómo le presionaba, la ingle de Zayid presionaba contra su cóccix. Takeyuki nunca había sentido un cuerpo tan cerca antes. Su voz estaba llena de vergüenza. —¿Qué sucede? Takeyuki parecía ser el único que se sentía de esa manera, Zayid aparentaba no pensar nada de eso. Sus sentimientos eran completamente normales al cabalgar juntos. Ahí no había absolutamente ningún significado, y parecía estar desconcertado de que Takeyuki se mostrara molesto por eso. —¿A dónde vamos? ¿Qué vas a hacer conmigo? — Takeyuki se cubrió a sí mismo con esas preguntas. Zayid sólo bufó y no contestó. Quizás no había decidido qué hacer, y sólo había robado el premio de la banda de ladrones bajo sus narices por diversión. Si ese era el caso, a Takeyuki le asombraba la gracia de Zayid bajo presión y su desvergonzada arrogancia. —¿Has estado vigilándome desde el viaje en avión? —a Takeyuki le molestaba el silencio y presionó por conversar de nuevo. Esperaba entender las intenciones de Zayid un poco mejor y las vergonzosas sensaciones. Metahat hablaba bien el

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inglés pero no se sentía con deseos de hablar con él. Takeyuki quería conocer la opinión de Zayid sobre una variedad de temas, el hecho de que Zayid hubiera iniciado la conversación con él en el avión sostenía su impulso. Takeyuki recordó cómo Zayid iba impecablemente vestido, obviamente con un traje costoso y en un vuelo internacional en primera clase, no tenía idea de que pudiera estar mezclado con bandidos del desierto. Ciertamente no había pensado que Zayid fuera un hombre de negocios normal, pero su imaginación no había ido más allá de considerar que era un actor, un artista o algo como eso. Pero aquí era un ladrón conocido como el “Halcón del desierto”. Un hombre al que temía el jefe de una peligrosa banda de bandidos. Takeyuki supuso que estaba completamente fuera de lugar. Su cabeza estaba dando vueltas. —No bebiste nada de vino, ¿no es así? —comenzó Zayid su propia línea de conversación sin contestarle a Takeyuki.— No tomaste nada en el avión, así que sospeché que no beberías ni aunque te ofrecieran. SI hubieras bebido, secuestrarte hubiera sido más difícil. Agregué un sedante al vino. Así que él lo había planeado después de todo. Takeyuki no sabía desde cuándo Zayid estaba trabajando en la idea, pero había preparado el vino con el sedante, esa sola acción era asombrosa. No se detuvo a regodearse con su propio ingenio. Zayid continuó fríamente. —La gente caería como una roca cuando quedaran inconsciente y yo podía tomarme mi tiempo para llevarte. Para Aslam es algo bueno que seas como un niño.

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—¿Un niño? —las palabras de Zayid hicieron que Takeyuki olvidara la situación en la que se encontraba y saltara su temperamento. Protestó fuerte y se giró para verlo a la cara, pero cuando lo hizo su cuerpo se inclinó a un lado. —¡Idiota! —Si la mano de Zayid no lo hubiera detenido, Takeyuki hubiera perdido el balance y se hubiera caído mientras el caballo galopaba. Zayid reacomodó a Takeyuki sorprendido—. ¿Por qué te giraste tan sorpresivamente? ¿Tienes dificultades para controlarte, niño? ¿Cuál es el problema de que te diga así cuando irreflexiva y absolutamente sin pensar actúas como un niño? Trata de ser razonable. —Yo-yo-yo te juro que nadie siquiera me ha hablado de esa forma antes. —Takeyuki estaba tan enojado que no podía hacer que las palabras salieran de su boca. Trató de objetar incoherentemente, pero Zayid volvió a ignorarlo. Zayid llevaba a Aslam a galope. Takeyuki era más ligero que la mayoría pero aun así, el caballo iba a gran velocidad, considerando que llevaba a dos personas en el lomo. —Pronto estaremos en mi escondite —parecían que ellos hubieran estado montando por siempre cuando Zayid dijo eso. Takeyuki entrecerró los ojos y vio el panorama, mientras enfocaba vio el débil pero seguro contorno de un objeto. Eso no era un interminable camino ni un abultamiento en la arena, eso era un desorden de piedras y rocas de todos los tamaños. Los ojos de Takeyuki simplemente se abrieron más al ver en silencio un grupo de rocas que aparecieron sorpresivamente en el desierto, sin nada sobresaliente en ninguna dirección. Rodearon

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una roca que parecía un tazón puesto de cabeza. Otra roca había sido erosionada hasta parecer un hongo y otra como una mesa... Zayid parecía dirigirse hacia una roca de forma oblonga que estaba al final. Cuando se acercaron, Takeyuki pudo ver que a un lado había un hueco que la naturaleza había labrado también. Zayid detuvo su caballo frente a su escondite y desmontó. —Vamos —dijo, estirando ambos brazos hacia Takeyuki. Takeyuki no tuvo tiempo de dudar, los brazos de Zayid le ayudaron a bajar del caballo. Estaba consciente de que no hubiera logrado bajar del caballo por sí mismo, así que su testarudez no era buena. —Eso es, buen chico —desconociendo completamente el monólogo interior de Takeyuki, Zayid sonrió y lo trató como si fuera un niño. Takeyuki estaba comenzando a entender poco a poco la personalidad de Zayid. Zayid señaló con un movimiento del mentón que lo siguiera y él lo siguió de mala gana. No tenía elección, sólo hacer lo que el hombre decía. Takeyuki no podía adivinar dónde se encontraba ahora. Para donde viera no había más que arena y rocas, no era tan imprudente como para tratar de huir de ese lugar, cuando no sabía ni para qué dirección correr. Llegaron a la abertura que era más grande de lo que él había pensado y Zayid entró fácilmente, a pesar de sus anchos hombros. Había un pequeño espacio justo en la entrada, pero

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Zayid continuó hacia el interior. El camino hacía una curva a la derecha. Cuando llegaron a ese lugar había un tipo de oscuridad diferente y los pasos de Takeyuki eran vacilantes. Zayid había tomado una vela de la alforja de su caballo antes, como si anticipara la reacción de Takeyuki, e iluminó el área. Estaba frío adentro, pero el interior de la cuerva era como una cabaña de piedra. El aire era seco pero parecía que tenía ventilación. Cuando Takeyuki logró enfocar notó una ligera fragancia oriental en el ambiente, como si se hubiera quemado perfume. Caminaron un poco más y de nuevo llegaron a un espacio abierto. El nuevo lugar era mucho más grande y alto que el que estaba junto a la entrada. Takeyuki vio con sorpresa el tamaño, las paredes del interior eran blancas piedras calizas. Arena seca cubría el piso igual que una alfombra. Las partículas de arena se sentían más finas y suaves que el resto de la arena del área. Zayid debió llevarla ahí con algún propósito.

¿Quién es este hombre? La misma duda resurgía en su cabeza. Obviamente no estaba perdiendo el tiempo. Si podía hacer algo como eso, indiscutiblemente tenía algo de poder. Mientras Takeyuki seguía en silencio, sus pensamientos daban vueltas en su cabeza. Zayid estaba prendiendo un fuego en la parte más lejana del área. Parecía que el espacio para el fuego era siempre el mismo, las piedras alrededor ya estaban negras a causa del hollín, había también una abertura para que el humo saliera. Gracias al fuego la cueva se veía más brillante. —Toma asiento y espera ahí. —“Ahí” era una hermosa alfombra con un patrón hecho a mano que Zayid señaló.

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—¿A dónde vas? —gritó Takeyuki cuando Zayid regresó de nuevo hacia el pasaje, repentinamente estaba preocupado de que lo dejara solo ahí, y para ser honesto se sentía un poco solitario. —Voy a amarrar a Aslam detrás de alguna roca y darle comida y agua. Regresaré, no te preocupes, no voy a dejarte aquí y desaparecer. —O-oh ya veo, yo realmente no estaba preocupado, solo preguntaba. —Ah. —El hombre sonrió divertido. Parecía estarse riendo en silencio de nuevo de lo infantil de Takeyuki, y su ira fluyó, estaba avergonzado. Sin importar lo que hiciera, Zayid irritaba a Takeyuki. Zayid empezó a reírse de la expresión de Takeyuki. Parecía como si se burlara de él.

¡Soy un adulto! Takeyuki veía la espalda del hombre que se iba mientras se dirigía a la alfombra que se le había indicado con una irritada expresión. Le tomó un rato que desapareciera su resentimiento e irritación. No podía calmarse, pero mientras, esperaba solo en ese cuarto, en silencio, al hombre que había prometido regresar. Su sentimiento de soledad creció y olvidó su ira. En su lugar las caras de todos a los que extrañaba inundaron su mente unos después de otros. Su hermano mayor Atsushi. Su cuñada Masako, el embajador Kusunoki. Mustafá. Quería ir a casa tan urgentemente que las lágrimas inundaron sus ojos. Takeyuki no quería llorar pero sus ojos actuaban solos. Se los secó reciamente con el dorso de la mano.

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—Ow… —Su mano estaba cubierta de arena y algunas partículas entraron en su ojos. Sus lágrimas caían más rápido ahora. —Ey… —Una mano tomaba su hombro desde atrás. Qué espantoso momento. Takeyuki se soltó del agarre de Zayid y gritó. —No es nada — no pudo evitar que su voz se oyera llorosa, pero lo odió de todas formas—. Sólo me cayó algo en los ojos. Eso era completamente cierto, pero sonó como una excusa. Y por cómo se sentía Takeyuki, Zayid tenía que haber pensado que era una excusa. —Déjame ver. —¡Ey! Zayid tomó el mentón de Takeyuki y le levantó la cara. Takeyuki vio rencoroso a Zayid con sus ojos llenos de lágrimas. Una vela estaba prendida detrás de ellos, iluminando los ojos de Zayid que parecían brillar y le recordaban a Takeyuki la profundidad del mar. Su ardiente mirada llegó profundo en el corazón de Takeyuki. Zayid claramente no lo molestaba por malicia. Ni lo atormentaría, sin una razón para hacerlo, Takeyuki lo creía. Quizás esa era la magia de esos ojos azules. Zayid acercó sus labios a la cara de Takeyuki. Takeyuki veía la hermosa cara, olvidando incluso cerrar los ojos. Había sentido eso en el avión también, lo atractivo que Zayid era, de una

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manera masculina y galante. Ahora ese hombre estaba tan cerca que Takeyuki oía el pulso de su corazón. Zayid acunó las mejillas de Takeyuki entre sus manos. Takeyuki estaba como prisionero del hombre sin que él lo notara al principio. Era difícil creer lo que sucedía. Zayid besó suave y brevemente uno de los ojos abiertos de Takeyuki. Takeyuki no sabía lo que estaba sucediendo. Antes de que Takeyuki saliera del shock, Zayid besaba el otro ojo. Extrañamente sus ojos dejaron de doler, era como una extraña magia.

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—¿Qu-qué haces? —El acto fue tan totalmente inesperado que la bravata desapareció de la voz de Takeyuki, todo lo que pudo hacer fue murmurar. —Dijiste que le lastimaste los ojos. —Sí, pero... —Ya no te duelen más, ¿es así? —...supongo que no. —¿Cuál es tu nombre? Takeyuki parpadeó confundido, ellos estaban hablado de sus ojos, cuando sorpresivamente Zayid le preguntó su nombre, no podía procesar la pregunta. —Takeyuki Onozuka. De alguna manera contestó obedientemente, porque había perdido la voluntad de resistirse al hombre. Al menos por esa noche. —Takeyuki, ¿hmm? —Zayid repitió saboreándolo. Eso enterneció a Takeyuki.

el

nombre

como

Metahat no se había molestado en saber cuál era el nombre de Takeyuki. Eso era porque no veía a Takeyuki ni siquiera como un humano. Pero Zayid le había preguntado su nombre y lo había pronunciado correctamente. Él no era una mala persona. Takeyuki podría estar precipitando conclusiones después de pequeñas cosas, pero quería confiar en sus instintos. Quizás ya

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había caído bajo el hechizo del misterioso y guapo “Halcón del Desierto” —Takeyuki —quizás se lo estaba imaginando pero el tono con que Zayid decía su nombre estaba lleno de profunda emoción. Claro, Takeyuki podía pensar que era sólo porque estaba en un estado emocional sensible. Zayid no tenía razón para tener ningún sentimiento especial hacia Takeyuki. Ellos sólo estaban reunidos. Y ni siquiera era una reunión. La primera vez que se encontraron estaban en el mismo avión. Casi no se habían relacionado uno con el otro. Zayid acarició la mejilla de Takeyuki con el dorso de su índice. El dedo de Zayid era largo y suave. Se sintió bien al ser tocado por él. Él realmente sentía amar a ese misterioso hombre. ¿Es eso raro? Se preguntó Takeyuki. Quizás estaba intoxicado por algún aspecto del hombre, en quien incluso no estaba seguro de poder confiar. Takeyuki estaba sorprendido. ¿Qué era exactamente lo que Zayid quería? Quizás tenía talento para capturar los corazones de la gente. Zayid se detuvo y se separó lo suficiente de Takeyuki, como si quisiera decir algo, al final dijo: —Es tiempo de que duermas. Se separó y fue por un cobertor de una pila en un nicho en la pared de la cueva. Takeyuki lo tomó sintiendo la suavidad del material y la diferencia con la grosera tela del que había usado en el camión. Éste era más grande y parecía más cálido. Cuando tomó el cobertor sorpresivamente sintió el sueño que tenía.

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Takeyuki se acostó en la alfombra, se cubrió con el cobertor y cerró los ojos, esa noche sus piernas estaban libres. Sólo eso lo hacía feliz. Zayid se acercó y Takeyuki lo oyó sentarse directamente en la arena. —Buenas noches —le murmuró al oído. Takeyuki liberó una profunda y relajada respiración y cayó dormido.

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CAPÍTULO SEIS

T

akeyuki había logrado escapar de los bandidos pero ahora estaba en manos de un hombre cuya verdadera identidad desconocía y quien lo había llevado a una cueva que él llamaba su “escondite”. El objetivo de los bandidos era claro como el cristal, pero Takeyuki no tenía idea de lo que Zayid quería con él. Takeyuki no podía ver la situación con optimismo ni abandonar sus precauciones hacia ese hombre. Hasta que supiera lo que iba a sucederle, no podría relajarse. Incluso aunque dormía, estaba tan intranquilo que tenía pesadillas. Esa mañana Takeyuki se había despertado bañado en sudor frío y vio alrededor a la cueva vacía, como si siguiera dentro de la pesadilla. Takeyuki seguía confundido cuando Zayid regresó. Su cabeza estaba cubierta, pero se había quitado la máscara de la cara. Takeyuki no se entendía a sí mismo pues cuando Zayid apareció, después del choque de su ausencia, se sintió profundamente aliviado. Zayid era el que había secuestrado a Takeyuki, pero el pensar que Zayid lo abandonara hacía a Takeyuki miserable. Eso era natural. Zayid llevaba un plato y una taza en sus manos, había preparado el desayuno afuera. Había café en la taza, y no era turco, pero cuando lo probó le pareció mejor. Takeyuki, comió sopa de frijoles, pan y se acabó el café. Le pareció lo más

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delicioso que había comido, pero eso solo era porque tenía una crisis nerviosa. —¿Qué vas a hacer conmigo? —Takeyuki le preguntó lo mismo que le había preguntado durante la noche. —¿Qué quieres que haga contigo? —Zayid veía fijamente a Takeyuki mientras le devolvía la pregunta. Takeyuki estaba enojado, Zayid había estado ignorando sus preguntas desde la noche anterior y no mostraba ni siquiera un indicio de lo que estuviera pensando. Takeyuki estaba cerca de los límites de su paciencia. Así era como lo había provocado en el avión, pero cuando él lo provocaba aquí, su ira era más profunda, no estaba de humor para bromas ni para reírse. Takeyuki estaba absolutamente indefenso ahora. A unos pasos se hallaba el oscuro futuro que Zayid llevaba con él. Dependía enteramente de Zayid que él viviera o muriera, sabía eso e innecesariamente era simpático con Takeyuki, no había crueldad en eso. Él se veía real pero parecía encubrir algo en su interior. Cuando Takeyuki se dio cuenta de que Zayid podría ser del mismo tipo de personas que la banda de ladrones, su odio hacia sí mismo aumentó por su frivolidad e ingenuidad al creer en ese hombre. Le dolía la falta de humanidad de Zayid. —Claro que quiero que me regreses a la Embajada de Japón en Ras. —Cuando Zayid oyó la ira en la voz de Takeyuki, se rió insensiblemente. —¿Quieres incluso olvidar haber venido a Cassina? El pequeño niño quiere regresar a su protegido y pequeño país tan rápido como lo lleven sus piernas.

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—¿Por qué tienes... por qué siempre tienes que decir cosas como esas? No soy un pequeño niño y no trato de huir. —¿Oh? ¿Entonces disfrutarías quedarte aquí en el desierto como mi esposa? —¿Tú qué? —Takeyuki se quedó sin palabras. Estaba seguro de que Zayid lo había dicho simplemente para bromear un momento, pero en su mirada no había humor. Takeyuki no podía precisar si era broma o si realmente lo dijo en serio. Se limpió la garganta y se enfrentó con ira a Zayid. —Esa no puede ser la razón por la que me hayas secuestrado de esos hombres. —¿Y qué si te digo que esa es? —Zayid sonrió de mala manera. La esquina de sus labios se elevó de una manera que decía claramente que encontraba divertida la situación. Sus ojos también cambiaron, su expresión empezó a ser más suave que antes. —Ridículo. —Takeyuki se ruborizó y desvió la mirada—. Al menos esperaba que ya no estuvieras dormido y dejaras de hablar tonterías. —¿Quieres decir que realmente quieres regresar al Japón? —Zayid concluyó sarcásticamente, y el rubor de Takeyuki aumentó. ¿Qué está mal con esto? Gritaba desde el fondo de su corazón. No era un ingenuo niño de mami. De ninguna manera. No le gustaba reconocerlo pero desde el punto de vista de

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Zayid era evidente. Takeyuki no encontró nada con qué refutar esa declaración y lo único que hizo fue guardar silencio. —Te veías adorable cuando estabas dormido anoche. La sangre le hirvió de nuevo. Era como si Zayid le estuviera diciendo que no era nada sino sólo adorable cuando estaba durmiendo. Hablar con Zayid era una experiencia indignante después de otra. Ellos simplemente no podían estar uno con el otro. La Indignación de Takeyuki crecía. Se giró a ver a Zayid y Zayid bufó, parecía estar regodeándose de nuevo. ¡Qué horrible personalidad! Takeyuki apretó sus labios para mostrar su repulsión. —Bueno, lo siento, no estoy interesado en hacer nada con un hombre. —Me extraña. Tenía la impresión de que podrías degradarte sorprendentemente rápido si alguien pudiera tocarte. Porque eres extrañamente atractivo. Es por eso que Metahat te trató como un objeto, y probablemente quería entregar tu mano a algún jefe de tribu de por aquí para pedirle más indulgencia en el futuro. De algún modo Zayid había percibido que Metahat le había mentido. No sólo eso, incluso había adivinado sus reales intenciones. Parecía comprender la rivalidad y la lucha por la sobrevivencia de las tribus nómadas. Era un hombre astuto e ingenioso. Eso podría ser un gran problema si se enamoraba de Takeyuki.

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—Pensé que la homosexualidad era tabú para los musulmanes. ¿O es como el alcohol y las ideas sobre el sexo no están reguladas por la religión en Cassina? —Son asuntos privados. —Zayid interrumpió su argumento despreocupadamente. Los musulmanes estrictamente ortodoxos, defienden las doctrinas de su religión. Viven sus vidas todos los días confiando en los Cinco Pilares del Islam (5) y aun cuando el consumo del alcohol sea permitido por la ley, ellos no lo beben. —¿Tú eres así? —Soy exactamente lo que ves. Las enseñanzas de la religión son importantes para mí, pero dejo a un lado las partes que me parecen sin sentido tanto como me parece prudente y vivo confiando en mis propios sentimientos. En el pasado yo probablemente hubiera sido tratado como un hereje y denunciado. Me alegra que el Rey actual sea de mente abierta y progresista. La visión religiosa de Zayid no había causado mucho efecto en Takeyuki, pero podía identificarse con las ideas flexibles. El hombre poseía un verdadero y misterioso atractivo. Takeyuki trataba de odiarlo, pero empezaba a sentirse seducido. Veía la cara de Zayid, y Zayid, que había alejado la mirada, la regresó a la cara de Takeyuki. Esos ojos azules veían a

(5) Cinco pilares del Islam, son las cinco leyes que rigen la religión musulmana: 1 Fe en Ala y en Muhammad (su rey) como su profeta. 2 oración, 3 caridad, 4 ayuno , 5 peregrinar a la meca.

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Takeyuki como si se lo tragaran. El corazón de Takeyuki latía aceleradamente. Inconscientemente contuvo el aliento y tomó con sus manos fuertemente al frente su camisa. A causa de que había pasado dos días enteros en el desierto, no había señales ni de la marca en su blanca camisa nueva, cubierta con toda esa tierra. Su cuerpo entero estaba cubierto de una gruesa capa de arena, y estaba tan sucio como nunca lo hubiera creído en Japón. El hecho de que Zayid lo encontrara atractivo en ese estado era incomprensible. ¿Era sólo una persona sexual, un pervertido o qué? Esa no era excusa para permitir su fija mirada. Así que Takeyuki vio a Zayid como si lo atrapara. Sintió el aire tenso y a su corazón saltar. —Takeyuki —repentinamente Zayid tocó la mejilla de Takeyuki. Takeyuki gritó sorprendido y se retiró, cerrando los ojos. No sabía lo que Zayid iba a hacer, así que estaba asustado. Zayid parecía no tener intención de ser violento. Retiró el cabello de Takeyuki de su mejilla con ternura. Takeyuki relajó sus hombros y abrió sus ojos, confundido. —¿Estás asustado de mí? —Zayid preguntó con ligero dolor en su voz. —Claro que no. —Takeyuki odiaba admitir que estaba asustado. Sacudió la cabeza alardeando.

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Sus dedos cepillaron su pegajoso cabello, imposible de llevar a su habitual suave textura. Estaba avergonzado de que alguien le hubiera tocado el cabello en ese estado. Pero estaban en el desierto. No importaba cuánto deseara una ducha o un baño, nunca podría tenerlo. Takeyuki quería regresar con su hermano mayor y recuperar su vida normal. Con una sonrisa burlona Zayid declaró que la testarudez de Takeyuki era impresionante y se apartó. Takeyuki vio que Zayid volvía a ponerse sus capas de tela y su bolsa de piel. No se quedarían ahí más tiempo. Takeyuki fue asaltado por una nueva ansiedad. ¿A dónde lo llevaría Zayid ahora? ¿Realmente nunca volvería a ver a su familia otra vez? ¿Zayid trataría de mantener a Takeyuki con él por siempre y tratarlo como a una esposa? —Zayid. —Takeyuki le habló al hombre que se encontraba de espaldas, con lo último de su esperanza. No obtuvo respuesta, pero Takeyuki notó, por los músculos de la espalda tensarse, mientras se ponía su camisa blanca, que Zayid lo había escuchado. —Por favor, llévame de regreso a la ciudad. —Takeyuki tragó saliva. Su garganta estaba seca por los nervios—. Sólo déjame en la orilla, eso estará bien, pero por favor llévame. Ya no quiero estar más en el desierto. —Su voz temblaba ligeramente mientras trataba de convencer desesperadamente a Zayid. Hasta ahora las cosas que Takeyuki le había preguntado o demandado, habían sido cosas que difícilmente pudiera

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negarle. Al final siempre sonreía sobriamente y cedía. Pensando en esos antecedentes Takeyuki esperaba que Zayid pudiera cumplirle su deseo, sin importar la razón por la que lo hubiera secuestrado. Pero la respuesta de Zayid fue absolutamente directa y ni siquiera se giró. —Desafortunadamente, necesito que te quedes en el desierto conmigo un poco más. —No se rehusó definitivamente, pero Takeyuki sintió como si hubiera sido un claro “no”. Una sensación de condena lo rodeó. —Vámonos. —Aparentemente ya había terminado los preparativos, Zayid se colgó la bolsa de piel en los hombros, con su fuerte postura instaba a Takeyuki a moverse y a no desobedecer. Tenía una tela roja en sus brazos. —Ven conmigo, tenemos que movernos antes de que el sol suba más. —No quiero ir. —Takeyuki se quedó en donde estaba sacudiendo la cabeza testarudamente—. Me quedaré aquí, esperaré hasta que alguien me encuentre aquí, no voy a irme contigo. Se giró rápidamente alejándose. —Oh, ¿qué quieres ahora? —dijo Zayid fríamente—. ¿Quieres morir de hambre? ¿Cómo planeas sobrevivir en este lugar hasta que la ayuda llegue? No conoces una sola cosa de este lugar. No hay aquí cerca suficiente agua ni comida. Serías muy afortunado si alguien te encontrara en tres días, de lo contrario te debilitarías y morirías lentamente.

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—A mí... a mí no me interesa lo que me digas. —Las advertencias de Zayid instantáneamente acobardaron a Takeyuki. Eso probablemente era completamente cierto. Sin importar de cuánto valor se cubriera, cuando confrontaba los problemas reales del agua y la comida, Takeyuki no sabía qué hacer. —Si no te apuras te llevaré sobre mi hombro. ¡Vamos! ¿O quieres que te lleve en mi espalda igual que a un bebé? Takeyuki renuentemente lo siguió, estaba insoportablemente enojado, pero no quería morir ahí. Muriendo no lograría nada. El orgullo era importante, pero más importante que todo el orgullo era la vida. Cuando dejaron la cueva, se expusieron al brutal sol. Apenas y estaba saliendo, pero ya brillaba intensamente. Zayid fue a las sombras entre las rocas, en donde estaba su negro caballo. Aseguró la bolsa que llevaba en la montura, acarició el cuello del caballo como si le agradeciera su cooperación. Takeyuki reflexionaba sobre el día anterior. El caballo de Zayid era hermoso, con una fina crin, fuertes y rápidas piernas que le permitieron correr durante la noche. —Ten, usa esto. —Zayid le dio la tela roja, Takeyuki la desdobló, era un rectángulo de aproximadamente dos metros de largo, había líneas doradas trenzadas en las orillas. Se cubrió y la cruzó frente a su cuello como Zayid le dijo, dejándola caer sobre sus hombros. Cubierto de esa manera montó adelante de Zayid, como la noche anterior. El caballo comenzó a trotar, los brazos de Zayid apoyados en el cuerpo de Takeyuki.

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—Ey... —Takeyuki giró la cabeza para hablar con Zayid, quien se presionaba contra él—. ¿Era en serio? —¿Qué? —Lo que dijiste anoche. —Takeyuki estaba avergonzado de repetir las palabras hasta para sí mismo, se rehusaba a decirlas para alguien más. —¿Quieres decir cuando dije que podría hacerte mi esposa? —Zayid agregó con un tono deliberadamente provocador. Las mejillas de Takeyuki se ruborizaron en un segundo, Zayid realmente tenía una horrible personalidad. Era obvio que disfrutaba haciendo que Takeyuki se sintiera incómodo—. Bueno, no sé. Me metí en todo este problema de robarle su raro premio a Metahat. Todavía trato de pensar en la mejor manera de disfrutarlo. —No creo que disfrutes mucho durmiendo conmigo. —Bueno, entonces, puedo hacer lo que Metahat estaba pensando y venderte al jefe de una u otra tribu, para obtener una recompensa. —No eres mucho mejor que Metahat después de todo. —¿Qué es lo que esperabas de mí? —Zayid se reía fuerte de la desilusión de Takeyuki—. ¿Qué pensabas, que era tu salvador? ¿Algún príncipe encantado que atravesó el desierto para rescatar a la princesa secuestrada? —¿Por qué pensaría eso? —La mente de Takeyuki estaba nublada por la humillación. No era que ese hombre tuviera una horrible personalidad, era malvado. Sin importar su magnífica

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apariencia, en el interior después de todo era igual que Metahat. No… era incluso más deshonesto, villano y cobarde. Takeyuki estaba enojado consigo mismo por pensar que un hombre como Zayid fuera al menos un poco mejor. Aparentemente era un terrible juez de carácter. En su ira quería retirar los brazos que sostenían su cintura. Pero sabía que si lo hacía podría caer del caballo y terminar mal herido. No podía hacer nada estúpido. Sería malo que terminara quebrándose un hueso o pisoteado por el caballo. La única cosa que Takeyuki podía hacer era refunfuñar y guardar silencio, manteniendo su cara al frente. Zayid dirigía hábilmente el caballo con solo una mano a través del desierto, y entre rocas. El único desierto que Takeyuki había conocido hasta el día anterior eran dunas de arena, pero en ese breve viaje, cambiaron las características del desierto que veía. Se sentía asombrado por el misterio de la naturaleza. Takeyuki no tenía la más leve idea de dónde estarían en un mapa, pero Zayid parecía saber claramente a dónde se dirigían. El corazón de Zayid golpeaba rítmicamente, Takeyuki sabía que estaba perfectamente calmado, no tenía ningún problema. ¿Cuánto tiempo estaría con Zayid? Probablemente no tendría que preocuparse por morir de hambre. Esa impresión le aliviaba. El problema era su personalidad. Parecía desinteresarse de Takeyuki o tratarlo como a una mujer o a un niño. Mientras atravesaban el desierto el sol subía sobre sus cabezas.

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Zayid parecía particularmente preocupado por su caballo que los llevaba a ambos. Nunca lo forzó fuera de los límites, ocasionalmente descansaban en una sombra y le daba agua y alguna zanahoria, le acariciaba el cuello y lo elogiaba suavemente. Era extraño decirlo, pero Takeyuki se sentía celoso de Aslan. La mitad del tiempo que Zayid pasaba con Aslan no se preocupaba por Takeyuki. Takeyuki no podía entender cómo Zayid podía tratar mejor a un caballo que a un humano. Claro, lógicamente Takeyuki entendía que el caballo era el que había hecho todo el trabajo corriendo a través del desierto. Takeyuki sólo lo había montado, no estaba en posición de quejarse. Él entendía eso. Pero cuando era testigo del afecto de Zayid por su caballo, de la manera cómo le hablaba y lo veía, se sentía resentido. Se sentía inferior, como si fuera menos importante que el caballo. A pesar de la amabilidad que Zayid mostraba con el caballo, sólo se había mostrado cruel con Takeyuki, y eso hacía que la expresión de Takeyuki fuera agria. De cualquier forma, reconociera o no los sentimientos de Takeyuki, Zayid hacía a su caballo correr más rápido después de cada descanso, y el silencio continuaba entre ellos. Después de tres horas de haber dejado el escondite, Takeyuki vio una línea verde y amarilla frente a ellos. —Es un oasis. —Finalmente Zayid habló detrás de él. —¿Eso? —Takeyuki preguntó a pesar de sí mismo, atrapando con su vista el paisaje que se acercaba frente a ellos. Preguntó como si su anterior resentimiento nunca hubiera

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existido. Finalmente Takeyuki también encontraba demasiado incómodo permanecer callado. Quebrado el silencio naturalmente fue un alivio. —¿Qué son esas edificaciones amarillas? Esa línea que está cerca del agua. —Son paraderos. Son nichos en las paredes que tienen camas estrechas en donde una persona puede acostarse después de un largo día. Hay pequeñas alfombras en ellos, aunque es difícil decir que sea higiénico. —¿Nos vamos a quedar ahí? —No, solo vamos a descansar en el oasis. Cuando el sol comience a bajar nos iremos. Voy a advertirte algo de nuevo. No pienses hacer nada divertido. La gente ahí sólo habla árabe, y es inútil que pidas ayuda. Prométeme que no intentarás escapar y que te quedarás cerca de mí. —La voz de Zayid sorpresivamente aumentó a un tono más amenazante a la mitad de su explicación. Aún así el ingenuo de Takeyuki lo desafió. —¿Y qué si no te lo prometo? —Estaba enojado de seguir órdenes todo el tiempo. Si Zayid pensaba que sumisamente iba a seguir esa línea, estaba equivocado. Takeyuki se lo mostraría. —Te ataré una soga en la cintura, así no podrás escapar. —¡No lo harás! No puedes tratar a la gente como si fueran monos amaestrados. —Takeyuki protestó, su cara roja de la ira. Pero Zayid resopló aparentemente completamente desinteresado.

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—Si no quieres que lo haga, entonces sé buen niño y prométeme que no escaparás. —Zayid estaba increíblemente arrogante y dominante. Takeyuki apretó los dientes. Eso era increíble. Si sólo no estuvieran en el desierto, trataría de huir. Aceptaría la condición por el momento, pero cuando tuviera su oportunidad, definitivamente le mostraría a Zayid que podía huir, renovó su decisión. Mientras ambos intercambiaban esas desagradables palabras, el oasis quedó justo bajo su nariz. Era un largo manantial. Un gran estanque floreciendo en medio del desierto. Exuberante vegetación crecía alrededor. Esa tierra no era árida. Takeyuki finalmente se sintió refrescado. Zayid no se dirigió a las edificaciones amarillas, llevó su caballo un poco alejado, e igual que la noche anterior, bajó y levantó sus dos brazos hacia Takeyuki. Mientras Takeyuki se sostenía de los brazos de Zayid para bajar del caballo, pensaba en lo extraño de todo eso. En ocasiones como esa, Zayid era como un caballero en brillante armadura, y eso era extraño. Era imposible creer que era el mismo hombre que se reía sarcásticamente mientras abusaba de Takeyuki. Era cortés y decidido, e incluso refinado. —La gente no viene a menudo aquí, la mayoría de los viajeros en el desierto se quedan en las edificaciones para comer y descansar. —¿Esa es la razón por la que no vamos a ir ahí, porque tú eres un villano bueno para nada? —Aunque Takeyuki

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deliberadamente lo dijo para molestarlo, Zayid sólo se burló sin verse afectado y miró a Takeyuki divertido. —Puede ser, eso es bastante perceptivo para un niño. —Ya te dije, ¡No soy un niño! —Takeyuki hizo pucheros, maldiciendo a Zayid. De cualquier manera que abriera la boca siempre era lo mismo. Quería golpear la hermosa cara de Zayid y decirle que no se burlara de él de nuevo. Zayid amarró a Aslan en un árbol junto al manantial, colgó una de las bolsas en su hombro y empujó por el hombro a Takeyuki para acercarlo al borde del manantial. —¿Qué estás haciendo? ¡Detente, Zayid! ¡Déjame ir! —Nunca te callas. ¿No quieres entrar al agua y limpiarte un poco? —Las palabras de Zayid le recordaron a Takeyuki el horrible estado en que se encontraba. Se sintió rápidamente avergonzado y sus mejillas se colorearon. Había olvidado completamente que llevaba tres días sin bañarse. —Ten. —Zayid soltó el hombro de Takeyuki y le dio una toalla. —Nadie puede verte, ve y entra al agua. —Bien —contestó Takeyuki, comenzando a doblegarse más a menudo a la cruel conducta. —Vigilaré tus pasos. —¡Está bien! —Esta vez sus palabras fueron cortantes. Cuando vio sobre su hombro a Zayid, éste tenía una expresión de burla.

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La hierba a la orilla del manantial crecía hasta arriba de su cintura. Takeyuki se quedó ahí y se desnudó, dirigiéndose al agua sólo con la toalla. La temperatura estaba más baja de lo que esperaba, pero realmente no estaba fría. Como él no podía asegurar que nadie lo espiaba por algún lado, se metió al agua hasta los hombros y buscó un lugar más profundo. El agua se sentía mejor de lo que hubiera imaginado. Takeyuki pronto olvidó su vergüenza y empezó a disfrutar del baño. Era como Zayid había dicho, no había nadie alrededor. Después de lavarse, nadó un rato. Ocasionalmente miraba a la orilla para revisar lo que estaba haciendo Zayid. La primera vez que lo vio llevaba de las riendas a Aslan a una orilla y lo dejó para que bebiera agua. Mientras Aslan bajaba la cabeza para beber, Zayid acariciaba su cuello y cepillaba su crin. Eso mostraba lo importante que era Aslan para él, y cuán cariñoso era con el caballo. A Takeyuki le dolió el corazón de nuevo. Él ni siquiera me ve a mí así, pensó melancólicamente. Incluso consideró nadar más apartado de la orilla, pero recordó que estaba desnudo y se detuvo. Después de nadar un tiempo volvió a ver y Aslan estaba atado entre los árboles, comiendo hierba, mientras Zayid permanecía bajo un árbol, leyendo un libro. ¿Qué estaría leyendo? Takeyuki tenía curiosidad, así que nadó hacia la orilla y salió del agua, su toalla estaba en un árbol cercano. Antes de que pudiera alcanzar la toalla el sonido del agua hizo que Zayid levantara la vista. Sus miradas se conectaron porque Takeyuki estaba viendo a Zayid mientras caminaba. Zayid tenía los ojos totalmente abiertos.

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A Takeyuki lo tomó por sorpresa y se cubrió con sus manos. Zayid era sólo otro hombre, pero por alguna razón Takeyuki se sintió avergonzado de que lo viera, se ruborizó y en su prisa por tomar la toalla no prestó atención, piso mal y perdió el balance. —Oh —rodó cayendo en el manantial. Zayid llegó hasta Takeyuki con rápidos pasos. Takeyuki estaba ruborizado. Rápidamente se levantó, alcanzó la toalla y se la envolvió en la cintura.

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—No estoy haciendo nada, imbécil. —Su vergüenza hizo que Takeyuki lo insultara, Zayid lo miró sorprendido. —Eres realmente descortés —le dijo Zayid—. Tu cara es la de un aristócrata, pero tu personalidad no combina para nada. —Bueno, gracias por tu opinión. —Acomodando su cabello lleno de agua hacia atrás, Takeyuki bajó la vista mientras hablaba, quería que Zayid se alejara. No podía evitar sentirse avergonzado como estaba, pero en lugar de dejarlo Zayid se acercó más. —Parece que te divertías en el agua. Takeyuki levantó la vista hacia Zayid, sorprendido. Lo había visto. Parecía estar atendiendo su caballo y leyendo su libro, sin prestarle la más ligera atención a Takeyuki, pero debió verlo por el rabillo del ojo. Estaba sorprendido. —¿Te sientes bien? —Zayid fijó sus azules ojos en Takeyuki. Takeyuki estaba extrañamente ruborizado, su corazón se aceleraba y su garganta se cerraba. ¿Por qué se sentía así cuando estaba frente a Zayid? No podía entenderlo. Zayid retiró gentilmente el cabello de la frente de Takeyuki. —Tu cabello se ve mucho mejor sin toda esa tierra. Sus dedos acariciaban el cabello de Takeyuki mientras lo decía, entonces casi por accidente recorrieron su mejilla y los mantuvo ahí. —Zayid…

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—Espera. Takeyuki quería preguntarle por qué lo tocaba de esa manera, pero fue interrumpido inmediatamente. Zayid regresó al árbol en donde estaba sentado un momento después. La bolsa de piel estaba en la base del árbol, aparentemente sirviendo de cojín. Zayid sacó una toalla y ropa de color café con leche y se la dio a Takeyuki. Takeyuki se colgó la toalla al hombro y desdobló la ropa. La camisa tipo safari era aparentemente nueva, revisó la talla y encontró que era la que normalmente compraba para sí mismo, y se preguntó por qué Zayid tendría algo como eso con él. ¿La habría robado? De cualquier manera tenía que elegir entre ponerse obedientemente esa ropa limpia o usar la suya, cubierta con sudor, arena y mugre. Era obvio cuál eligió Takeyuki después de haberse higienizado. Mientras Takeyuki se vestía, Zayid seguía bajo el árbol, leyendo su libro. —Zayid… —La voz de Takeyuki era casi tímida mientras se acercaba al hombre. —Toma asiento y descansa, no es muy inteligente moverse demasiado al mediodía. —Zayid lo interrumpió sin levantar la vista de su libro. Takeyuki se sentó resignado al lado de Zayid en la base del árbol. La tierra estaba fresca y cada brisa de aire era refrescante. —¿Qué estás leyendo?

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—Sartre. Takeyuki se sorprendió de que estuviera leyendo un estimulante libro. Zayid trataba a Takeyuki como si ni siquiera estuviera ahí, entusiastamente perdido en su libro. Takeyuki le dirigía furtivas miradas mientras descansaba sus manos y mentón en sus rodillas y disfrutaba la brisa a su alrededor, su cabello casi se había secado y se movía suavemente sobre su mejilla, se sentía agradable. El perfil de Zayid era hermoso, sus fuertes y llenos labios, el alto puente de su nariz y sus ojos azules, que observaban a su prisionero. El corazón de Takeyuki repentinamente se aceleró de nuevo. Cerró los ojos. Sintió el calor de Zayid en su brazo. Después de un momento se sintió somnoliento, por el calor del sol y luego de nadar Takeyuki estaba cansado, su cuerpo entraba y salía del sueño. —Takeyuki —creyó oír a Zayid hablándole, pero su somnolencia era más poderosa y no contestó. Takeyuki sintió que su cuerpo era levantado y su cuello apoyado en algo, se sintió más cómodo y más capaz de dormir. La intensidad del calor bajó, el sol se estaba poniendo en el desierto de nuevo, se dio cuenta que se había dormido apoyado en el hombro de Zayid. Se ruborizó considerablemente. —Lo siento, debí haberme quedado dormido. Debiste haberme empujado. Zayid se rió.

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—Tu cara cuando despiertas no es nada comparada con lo lindo que eres cuando duermes. —¡Zayid! —Zayid estaba molestándolo de nuevo. Takeyuki hizo pucheros y le dio la espalda a Zayid—. Yo estaba tratando de disculparme. —No necesitas disculparte, en lugar de eso ayuda a preparar la comida. Una vez que llenemos nuestros estómagos nos iremos de nuevo. —¿Qué es lo que quieres decir con ayuda? —Takeyuki no tenía ni idea de qué hacer. ¿Y porque debería ayudar? Esa pregunta pareció salir de su voz también. —Eres un malcriado, ¿cuantos vagabundeando en el desierto?

días

has

estado

—No he estado aquí porque quisiera. —Esa es la actitud por la cual te atraparon los bandidos. Te vieron lo suficientemente estúpido como para ser secuestrado. —Discúlpame. —Takeyuki no podía permanecer calmado después de que Zayid le había dicho estúpido en su cara. Miró con dureza a Zayid y se enrolló las mangas de su camisa—. Yo haré lo que se necesite hacer, sólo dime qué hay que hacer. Las esquinas de los labios de Zayid se elevaron y sus ojos parecieron sonreír. Takeyuki se dio cuenta inmediatamente que había mordido el anzuelo y la frustración burbujeaba en su interior, pero su orgullo no le permitía retirar sus palabras una vez que las había dicho, así que ayudó a Zayid a acomodar las piedras y prender el fuego justo como Zayid le decía.

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CAPÍTULO SIETE

C

uando dejaron el oasis y regresaron al desierto los rayos de sol eran mucho más suaves. Habían tenido un buen descanso y también una buena comida, así que el caballo y los hombres habían recuperado fuerzas. Takeyuki iba junto a Zayid en el lomo del Aslan. Veía el plano panorama de arena y rocas, que nunca cambiaba no importaba cuán lejos fueran, su desánimo creció. —¿Qué hace que los Beduinos se muevan si es tan difícil viajar? —Quién sabe, quizás el calor y el viento del desierto agitan la sangre de quienes han nacido aquí, y les es imposible detenerse. —Zayid contestó con una rara seriedad. —¿Te agrada? —Takeyuki presionó, esta vez hubo una ligera pausa antes de que Zayid contestara. —De vez en cuando la sangre de mis ancestros se agita y me siento presionado a entrar en el desierto. —Hmmm, ¿eso es así? —Takeyuki detuvo la tela roja que protegería su cabeza de la fuerza del viento. Era difícil para Takeyuki entender los sentimientos de Zayid sobre el desierto, pero le era también difícil que Zayid entendiera lo mucho que quería regresar a la ciudad. Sentía una sobrecogedora sensación de resignación. —¿Qué tan lejos vamos?

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—Hasta que me sienta con deseos de detenerme. —La respuesta de Zayid fue como siempre. Takeyuki soltó un alto suspiro y después de eso simplemente miró al frente callado. El silencio continuó por un largo tiempo antes de que Zayid lo rompiera. —¿Te asusta no saber a dónde te llevo? —La respuesta a esa pregunta era más que obvia, así que Takeyuki selló sus labios fuertemente, enojado e ignorándolo. Presionándose más contra su espalda Takeyuki podía sentir los duros músculos de Zayid, el calor de su cuerpo e incluso el olor a almizcle de su cuerpo. Por un breve instante Takeyuki sintió más que la usual familiaridad entre sus cuerpos, pero al final su relación con Zayid era algo tensa. Zayid no amarraba a Takeyuki como una pieza de la carga, lo amenazaba para mantenerlo con él. No lo amarraba, pero incluso aunque no estuviera limitado, Zayid podía tratarlo como quisiera. Esa ambigua e indefinida relación enojaba a Takeyuki. Podría preferir que Zayid lo tratara como Metahat, lo alejara físicamente y no contestara sus preguntas. Así al menos no experimentaría esos vagos sentimientos. Zayid parecía absolutamente imperturbable ante el hecho de que Takeyuki no contestara. Si Takeyuki quería quedarse tranquilo, él lo dejaba tranquilo, y si quería estar enfurruñado, lo dejaba enfurruñado. De esa desapasionada manera era Zayid. Como las emociones de Zayid estaban selladas lejos, Takeyuki miraba alrededor y nada se quedaba en su mente. Antes de darse cuenta el sol estaba desapareciendo. El sol era brillante y rojo y cubrió todo de naranja. Probablemente no

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había muchos lugares en la tierra donde una persona pudiera encontrar el panorama que él tenía al frente en el horizonte. Takeyuki sentía la solemnidad y veía con ternura cómo el brillante sol rojo besaba el horizonte. Gradualmente poco a poco el astro se metió, el caballo seguía corriendo como si pudiera atrapar al sol, llevando a los dos hombres en el lomo. La luz rojo naranja del sol poniéndose cambió el mundo a una paleta de pinturas mezcladas. Caqui, con púrpura, azul profundo y muchos otros. El cambio era hermoso y atrapó la mirada de Takeyuki. Era como si viera un gran espectáculo. El sol desapareció. Takeyuki inmediatamente sintió frío y se estremeció. Mientras el temblor pasaba a través de su organismo Zayid presionó su cuerpo más cerca del de Takeyuki, como si quisiera cubrirlo. —Um. Zayid, ¿qué estás haciendo? —Esto puede aumentar tu calor, pequeño —Sí, pero… —Takeyuki trató de alejarse. Takeyuki no podía concebir estar tan cerca de un total extraño. Pero Zayid no parecía estar particularmente incómodo. Estaba totalmente relajado, actuando perfectamente natural. Parecía que Takeyuki no era el único con el corazón acelerado.

¿Quizás

estoy

exagerando

esto?, se preguntaba

Takeyuki confundido. Quizás era demasiado consciente de Zayid. Eso podía deberse también a que Zayid le había dicho muchas cosas extrañas. Como preguntarle a Takeyuki sobre ser su esposa. ¿Eso era sólo el tipo de bromas en las que Zayid se

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especializaba? Takeyuki estaba avergonzado de su propia ingenuidad al estar tan consciente de su propio cuerpo que se ruborizó. —Esta noche acamparemos fuera. —Takeyuki oyó la voz de Zayid junto a su oído. Era profunda y fascinante, y envió un temblor por su columna. Cada palabra golpeaba la parte de atrás del cuello de Takeyuki con el cálido aliento. Eso hizo que el mentón temblara, no a causa de la repulsión sino de una extraña tensión. Si seguía con Zayid, tarde o temprano cedería a pesar de sí mismo. Takeyuki sentía el peligro sin una razón firme. —Si puedes soportar eso esta noche, a cambio te dejaré dormir en una suave cama mañana en la noche. —¿Qué? —Las palabras de Zayid sorprendieron a Takeyuki, quien gritó— ¡Eso quiere decir que estamos cerca de una ciudad! Incluso Takeyuki pudo oír la desesperación en su voz, no podía decir si afectó a Zayid, pero por primera vez contestó a la pregunta asintiendo. Le dijo a Takeyuki que se dirigían a la ciudad, no importaba qué ciudad fuera, cualquiera mientras dejaran el desierto. Takeyuki podría tratar con lo que fuera después de todo eso. Ahí habría transporte y podría usar el teléfono. Si se comunicaba con su hermano, Atsushi iría por él. Su esperanza burbujeaba con fuerza con cada segundo que pasaba.

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—¿Realmente iremos a la ciudad, Zayid? ¿Lo prometes? —El tono de voz de Takeyuki era excitado y preguntó varias veces si era seguro que irían. La actitud de Zayid era distante y fría, como siempre que respondía. Takeyuki no podía imaginar lo que pensaba. —Iremos a la ciudad, pero todavía no decido lo que sucederá contigo. —¿Qué quieres decir?— El corazón de Takeyuki, recientemente inundado de esperanza, se marchitó mientras su expresión se nublaba ante una malvada premonición. —Exactamente lo que dije, todavía no he dicho una palabra acerca de dejarte ir. —Pero Zayid… —Takeyuki trataba desesperadamente de convencerlo—. No puedes huir conmigo por siempre. Hasta ahora te debo gratitud por salvarme. El rey probablemente te dé las gracias y mis padres en Japón podrían darte una considerable recompensa. Eso sería más inteligente que hacer algo impulsivo. ¿No estás de acuerdo? —Desafortunadamente no voy detrás de la gratitud del rey o de una gran recompensa. —Zayid rechazó la oferta con voz atemorizante. Era casi como si estuviera enojado por ser comparado con unos pequeños bandidos. —¿A-así que eso es lo que quieres hacer? —Takeyuki pregunto dócilmente. Zayid puso sus dedos en el mentón de Takeyuki y levantó su cara.

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—¡No! ¿Qué estás haciendo? —vio la cara de Zayid directamente sobre él. La parte de atrás de la cabeza de Takeyuki se apoyaba en el musculoso hombro de Zayid, y lo miraba con ira. —Eres un impetuoso tonto. —Zayid acarició los labios de Takeyuki con su largo dedo índice. Takeyuki abrió los labios tratando de morder el dedo de Zayid, pero lo único que logró fue chocar sus propios dientes—. Supongo que te salvé de las garras de los bandidos. Si hubieras seguido como el premio de Metahat, a estas horas ya estarías en manos del jefe Azzawar, y él disfrutaría acurrucarse mucho más. Azzawar es un cuerpo caliente que anda por los cuarenta. Si eres afortunado, podría tratarte como cualquier otro inválido después de un mes. —Ya tengo suficiente de tus amenazas, Zayid. —Takeyuki respondió ferozmente, pero no pudo detener el temblor de su voz. Su cara probablemente estuviera pálida también. —Hablas como grande pero tu voz está temblando. — Predeciblemente, Zayid se burló. —¡Cállate! —Takeyuki incluso más obstinadamente movió su cabeza con fuerza y golpeó la mano de Zayid fuera de su mentón—. ¡Bien! No esperaré nada de ti. Eso es lo mejor. ¡Correcto! —gritó desesperado. Zayid contestó fríamente: —Es correcto. —Actuaba como si fuera perfectamente obvio—. No te hagas ideas extrañas. No voy a hacer absolutamente nada malo contigo. Si eres bueno, un niño obediente, mis sentimientos para ti pueden

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profundizarse. Dependiendo de cómo te comportes, puedo decidir enviarte de regreso a tu país. —¿Quieres decir en un año a partir de ahora, o quizás dos? —Luchando por contener su furia Takeyuki preguntó en voz baja. —Ya veremos. —Zayid no le dio una respuesta clara, quizás porque él mismo no la tenía clara en su mente, Takeyuki fue abatido por una profunda desesperación. Tenía que hacer algo. Tenía que escapar por sus propios medios. De cualquier manera no adivinaba lo que podría suceder con él. Hasta el momento Zayid estaba interesado en satisfacer su capricho por Takeyuki, pero si el humor de Zayid cambiaba incluso podría vender a Takeyuki a alguien más. Como estaban las cosas ahora, a Takeyuki le preocupaba no volver a ver el Japón nunca más. Su corazón era una confusión. El anterior abuso había silenciado a Takeyuki, quien se encontraba ensimismado en sus pensamientos. Sólo el golpe de las pezuñas de Aslan hacía eco en el silencio de la noche del desierto. El cielo estaba lleno de estrellas. Literalmente lleno de estrellas. Regresando a sus pensamientos, Takeyuki levantó la vista y gimió sin pensar. Pensaba que había visto cielos salpicados de estrellas antes, pero era la primera vez que veía la gran extensión de la bóveda celeste.

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Trató de ver más directamente e inclinó la cabeza hacia atrás, accidentalmente la cima de su cabeza golpeó el pecho de Zayid. Reconociendo que las cosas se habían complicado después de su pelea anterior, Takeyuki repentinamente se sobresaltó, alejándose. En ese instante su cuerpo se bamboleó desatinadamente. —Aagh. —Idiota. Tensó su cuerpo entero esperando caer pero Zayid lo atrapó fácilmente. Takeyuki estaba cubierto de un sudor frío. Era difícil mantener el balance sobre el lomo del caballo y era la segunda vez que casi se caía. Zayid debía de estar molesto. Takeyuki se confió dócilmente al abrazo de enfocándose en recuperar el control de su respiración.

Zayid,

—Me gustaría que dejaras de sobrecargar más a Aslan. Si pierdes el balance le haces más difícil el galope y se agota. Los caballos no están hechos para correr grandes distancias a través del desierto, por favor, quédate quieto, Takeyuki. El sonido de su nombre, Takeyuki, al final de la oración, parecía explotar de bondad y afecto. Ese pequeño detalle fue suficiente para relajar las atormentadas emociones de Takeyuki. Sólo un poco, pero no causó que se retractara de su decisión de huir. —Está bien. —Pretendió ser obediente al pedido de Zayid. Takeyuki continúo dándole vuelta a las cosas en su cabeza.

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Usar un caballo para recorrer el desierto no parecía tener mucho sentido. Takeyuki recordó que Mustafá le dijo que la gente solía usar vehículos cuatro por cuatro o camellos. Realmente eso era lo que el pequeño grupo de Metahat había hecho. Su pequeño y destartalado camión era de un modelo antiguo y el sonido del motor no inspiraba confianza, pero era fuerte y al parecer era mucho más útil de lo que parecía. Pero a pesar de eso, la razón por la que Zayid había decidido montar a su amado Aslan debía de ser que había planeado perfectamente el viaje. Esa era la única razón que Takeyuki podía imaginar. Zayid ya tenía los lugares de descanso del caballo en la mente. Era obvio que había sido muy cuidadoso de no presionar demasiado a Aslan. El lugar en donde se quedarían esa noche debería estar cerca de la ciudad. Takeyuki estaba convencido de eso. A la mañana siguiente Zayid saldría cuando el sol todavía estuviera bajo en el cielo como esa mañana. Si todo salía bien Takeyuki estaba seguro de que podrían encontrar la ciudad incluso si fueran a pie. No… él podría encontrar la ciudad. Takeyuki hacía sus planes. No pensaba que Zayid fuera realmente un hombre cruel, pero estaba cansado de ser forzado a hacer cosas contra sus deseos. Resumiendo, Takeyuki no se sentía bien cuando le daban constantemente órdenes. Nadie había tratado de esa manera a Takeyuki antes. ¿Por qué había aceptado la arrogancia de Zayid si no lo aceptaba de nadie? Solo por eso, era natural que Takeyuki estuviera enojado y molesto.

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Esa noche Takeyuki sería todo lo dócil que pudiera sin despertar sospechas en Zayid, y huiría una hora antes del amanecer. Podría moverse entonces, seguro de que Zayid seguiría dormido. Para cuando la luz del sol brillara seguro que Takeyuki ya estaría bien lejos. Si podía llegar lo suficientemente cerca de la ciudad de seguro encontraría a alguien a quien pedirle ayuda. Considerando los recursos que tenía disponibles, los planes de Takeyuki empezaban a crecer en detalles y empezaba a creer que eran completamente posibles. Estaba seguro de que todo iría bien. Takeyuki aspiró profundamente y se sintió animado. Al día siguiente en la noche estaría durmiendo en una suave cama. Zayid ya lo había dicho, pero la gran diferencia era que la cama que Takeyuki imaginaba era en la casa de su hermano, no en un hotel, y claro, Zayid no estaría con él. Si sólo pudiera regresar a su casa, olvidaría todo acerca de Zayid. Takeyuki permitía que sus planes de huida siguieran adelante. Zayid le había causado mucho dolor, pero era también cierto que lo había tratado bien. No quería ir con la justicia a acusar a Zayid de secuestro. Takeyuki incluso deseaba poder darle un trabajo respetable, si solo pudiera abandonar esa clase de vida. Zayid podría hacer todo lo que intentara. Takeyuki quería que dejara su estilo de vida de bandido lobo solitario y desaparecer el nombre del “Halcón del desierto”. Si Zayid lo hacía entonces… ¿Entonces qué? Takeyuki regresó a la realidad, sacudiendo la cabeza para aclarar las bizarras ideas que le estaban

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llenando la mente. Qué ridículo. ¿Cómo podía pensar ni por un momento que él y Zayid podrían ser amigos? —Takeyuki. —La voz de Zayid interrumpió sus pensamientos y Takeyuki sintió que podía deslizarse de la montura de nuevo, en el momento que vio a Zayid perturbado, parecía que éste le estuviera leyendo la mente. Y se aterró. —S-sí —su voz se quebró, Takeyuki empezó a rezar. Por

favor, no dejes que Zayid descubra mis planes. —Espero que no estés teniendo ideas estúpidas —dijo Zayid. —Jesús. Ya sé. No las tengo. —Takeyuki contestó obedientemente, pero con una amarga sensación que lentamente llegaba a su corazón, incómodo por mentirle a Zayid.

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CAPÍTULO OCHO

Z

ayid sacó una tienda, la extendió, y comenzó a levantarla, explicándole a Takeyuki que sería su recámara para esa noche. La tienda de nylon era sólo un cuadro de veinticinco centímetros por cincuenta cuando estaba doblada, pero una vez levantada era lo suficientemente grande para que tres adultos se acostaran cómodamente, y parecía de alta tecnología, capaz de resistir los fuertes vientos. Como siempre, una vez que terminaron la cena, Takeyuki entró en la tienda y se acostó cubriéndose con la manta hasta la cabeza. Esperó en esa posición perfectamente tranquilo, sus nervios se notaban por la alta tensión de sus músculos. Naturalmente no dormiría ni un poco. Estaba preocupado porque si se dormía, no podría despertar hasta la mañana, así que se mantendría despierto. Si Takeyuki perdía esa noche, probablemente no tendría otra oportunidad. Una sensación de urgencia hormigueaba dentro de él. Si hubiera analizado las cosas con más calma hubiera notado que habría maneras de escapar de Zayid una vez que llegaran a la ciudad. Pero ni siquiera se le ocurrió. Estaba perdido en sus pensamientos acerca de escapar de Zayid antes de que saliera el sol. Como siempre se había dormido antes que Zayid, no sabía cuánto tiempo se tardaría aquél en dormir. Takeyuki pretendió dormir para oír alrededor. Luchaba con la urgencia de abrir

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ligeramente los ojos para ver en torno, y simplemente rogó para que se apurara. Más o menos sabía cuándo se levantaba el sol. Takeyuki vería que funcionara. No podría equivocarse con la hora de dejar la tienda. El único problema era dejarla sin que Zayid lo notara. La tienda se abría en dos lugares, estaba seguro de dónde estaban el agua y la comida. Sentía culpa por eso, pero tendría que llevarse una mochila, dos botellas de agua y una caja de pan. La tienda de alta tecnología era un ejemplo de todo lo que Zayid llevaba, como si estuviera preparado para cualquier situación. Mustafá le había hablado acerca del servicio militar obligatorio para todos los hombres de Cassina, pero después de todo Zayid no parecía ser del tipo que se enlistara voluntariamente. La imagen de un soldado desertando porque tuvo un desacuerdo con su oficial superior, le llegó a la mente sin razón. El pensar en Zayid no hacía nada para quitarle esa idea. Zayid no entró en la tienda hasta una hora después de que Takeyuki se acostara. Se tumbó al lado de Takeyuki, quien pretendía dormir, y con la luz de la linterna leyó durante la siguiente media hora. Takeyuki oía cuando le daba vuelta a las páginas de su libro. Mientras Zayid leía, parecía que ocasionalmente miraba a Takeyuki. Acostado de lado Takeyuki sentía la taladrante mirada en su espalda y crecía su miedo. En esas ocasiones daba vuelta a las hojas menos frecuentemente, así que Takeyuki sabía que no se estaba imaginando cosas. Quizás Zayid estaba al borde esa noche. Probablemente no confiaba que Takeyuki estuviera bien. Takeyuki estaba

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perfectamente acostado, no movía ni un músculo, lograría alejarse de ahí. Quería mostrarle a Zayid que era más que una carga en la espalda. Entonces Zayid podría verlo con un nuevo respeto. Takeyuki quería ver la cara de sorpresa de Zayid. Una imagen de Zayid con los ojos brillantes y una falsa sonrisa flotaba en su mente. Takeyuki podía ver su propio triunfo en esa cara. Si a Zayid no le gustaba eso, entonces podría ir detrás de él. Y la siguiente vez que fuera capturado, Takeyuki estaba seguro que Zayid lo trataría como a un igual en lugar de como a un niño. La luz de la linterna se apagó y Zayid se acostó al lado de Takeyuki. El corazón de Takeyuki se aceleró. No. Eso estaba mal. Si su corazón golpeaba tan salvajemente, Zayid podría notarlo. Takeyuki luchó por calmar su corazón. El tiempo pasó con horrible lentitud hasta que llegó la hora en que Takeyuki decidió dejar la tienda. Varias veces pensó que ya había pasado suficiente tiempo, que sería capaz de irse. Lo que detenía su urgencia era el reconocer que Takeyuki no estaba seguro si estaba subestimando al desierto. El desierto era caliente como el infierno durante el día, pero era ferozmente frío durante la noche. Partir una hora antes de que el sol saliera parecía ser el curso más inteligente en esa situación. Esa podría ser la opinión inexperta de Takeyuki, pero la encontró convincente y se aplaudió a sí mismo. Podía oír la respiración tranquila de Zayid. Cuidadosamente, escuchó los tranquilos sonidos. Ésa era la primera vez que veía a Zayid dormir. Antes de ahora, Zayid siempre se había ido a dormir después y despertado antes que Takeyuki. Y en dos

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ocasiones cuando el hombre vio la cara de Takeyuki dormido, se había reído cruelmente. Desafortunadamente parecía que Takeyuki no tendría la oportunidad de ver la cara de Zayid dormido, pero al menos podía escuchar su respiración. Takeyuki casi deseó que Zayid roncara más fuerte, pero aun dormido Zayid no mostraba vulnerabilidad. Después de esa noche podría no ver a Zayid de nuevo, por alguna razón ese pensamiento llenó a Takeyuki de remordimiento. Claro que quería alejarse de él, y regresar a su vida normal. Pero tampoco podía negar que quería estar un poco más con Zayid y conocerlo mejor, y en ese momento Takeyuki pensaba que las cosas podrían ser diferentes.

¿Me estoy volviendo loco? se preguntaba. En cualquier caso, era tiempo de irse. Ya había esperado un tiempo y era el momento de poner en acción su plan. Lentamente, muy lentamente, retiró la manta y se enderezó cuidando de no hacer ruido, se apartó lo más que pudo del cuerpo de Zayid en la oscuridad, de esa forma no lo rozaría accidentalmente. Todo estaba bien. Zayid seguía profundamente dormido. Takeyuki tomó la manta y salió de la tienda gateando. Se levantó y antes de entrar a la oscuridad de la noche vio hacia atrás para asegurarse de que todo estaba bien una vez más, la forma oscura se levantaba y caía nuevamente con cada respiración, pero no había señales de agitación.

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Ahora, pensó Takeyuki con una explosión de valor. Salió. Todo estaba en un tono de negro. El aire frío cortaba su piel. Takeyuki se envolvió en la manta y tomó la mochila que había dejado al lado de la tienda mientras pretendía ayudar a Zayid con la cena. Se colocó la tela roja que cubría su cabeza y los preparativos estuvieron terminados. Takeyuki lentamente se alejó, cuidando que sus pasos no hicieran ruido. El desierto estaba envuelto en un casi doloroso silencio, sentía que podría oír un alfiler caer. Si una luz se prendiera en la tienda ahora, todas las cosas podrían terminar. Zayid se pondría loco de ira contra Takeyuki por traicionarlo. Lo atraparía y esta vez lo amarraría quitándole su libertad. Y cambiaría de opinión sobre ir a la ciudad, y en lugar de eso regresarían al desierto. Takeyuki estaba seguro de que él lo haría. Su emoción creció. Su corazón golpeaba tan rápido que parecía que lo partiría en dos. Sus pasos palpaban el camino una y otra vez, sosteniendo la respiración. Se presionó a avanzar, en su necesidad de alejarse rápidamente. No pensó que pudiera ir en la dirección equivocada. Simplemente comenzó a caminar hacia la dirección por la que Zayid se había dirigido. Tarde o temprano vería los edificios levantándose sobre el horizonte. Entonces se dirigiría hacia allá. Takeyuki estimaba que estaría a lo sumo a un día de distancia, si estaba a tres o cuatro horas a lomo de caballo, llegaría al atardecer incluso si caminaba lentamente. Esa era la impresión que Zayid le había dado. Planeaba estar en la ciudad antes de que el sol estuviera alto en el este.

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Después de caminar varios cientos de metros, Takeyuki se giró a ver la tienda. Nada había cambiado, sólo la oscuridad rodeaba la tienda. La fatiga de ese día debió atrapar a Zayid y causado que durmiera más profundamente que lo habitual. Takeyuki se relajó, sus pasos se hicieron más suaves, caminaba vigorosamente manteniendo alejado el frío. Ya estaba lo suficientemente lejos, incluso si hiciera ruido Zayid no lo oiría. Estaba más frío justo antes del amanecer. Takeyuki se apretaba más fuerte en su manta mientras sus dientes castañeaban, y caminó en la dirección que había elegido, nunca vaciló. Una línea del cielo en el este mostraba los primeros rayos del amanecer, era tan brillante que no podía verla directamente. Takeyuki bajó la cabeza viendo la oscuridad de la arena que palidecía bajo sus pies. ¿Cuántas veces había querido ver el amanecer como ahora? Era ciertamente hermoso, pero quería regresar a su vida en la ciudad con urgencia. Realmente extrañaba la nublada luz del sol a través del humo de la ciudad, en lugar de toda esta vida tan brutal en el desierto. El tiempo había sido tan agobiante desde que había sido secuestrado y llevado al desierto que Takeyuki no podía creer que hubieran pasado cuatro días. Sus nervios habían llegado al límite de su resistencia. Cuando el sol subiera la temperatura también lo haría. Takeyuki seguía impactado por el extremo cambio de

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temperatura. La fría arena se calentaría como la superficie de una sartén caliente. La blanca superficie reflejaba los rayos del sol sin clemencia, y se calentaba tanto que casi podía oír que ardía. Sí, estaba caliente. La manta que le había protegido del frío de la noche le servía ahora para protegerse de los rayos del sol. No había mucha variedad en el desierto pero el lugar por el que estaba caminando le parecía familiar. Rocas redondeadas sin cima y al lado de eso nada, sólo laderas de arena. No había nada verde en ninguna dirección, cruzó un lugar que parecía el viejo cauce de un rio sin agua, Takeyuki se obligaba a sí mismo a ir paso a paso sin presionarse. Encontró la sombra de unas rocas y tomó un descanso, bebió del agua que había llevado. Cuidó de no beber demasiada agua y luchó contra su deseo de hacerlo. Cada vez que descansaba bebía algo de agua y comía algo de pan, tratando de mantener sus fuerzas, pero muy tarde se dio cuenta que eso sólo secaba su garganta. El sol estaba más alto y más caliente. Takeyuki sentía su cuerpo como en el fuego. Sus pies vacilaban. Siempre a esa hora del día ellos habían descansado a la sombra de una roca o un árbol. Incluso Metahat y su grupo no viajaban al mediodía, tomaban una siesta y esperaban a que el sol bajara. Tenía que descansar, pensó demasiado tarde. Lo descubrió en el momento en que no había ninguna protección. Takeyuki se limpiaba la transpiración de la frente constantemente, pero el sudor caía dentro de sus ojos.

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Sus piernas se sentían pesadas. Cada vez más. Y se obligaba a sí mismo a seguir adelante prácticamente enterrando sus pies. No creía que caminar en el desierto fuera un trabajo tan duro. No, eso no era cierto, de alguna manera se había preparado para eso, pero no era tan fácil como había pensado.

No

subestimes

el

desierto.

Bueno,

Takeyuki

definitivamente no intentó subestimarlo. Pero la realidad sobrepasaba sus expectativas, el desierto que él conocía era el de las películas y fotografías, y eso era irreconocible en la realidad. El duro calor y la crueldad del viento que ocasionalmente lo golpeaba con fuerza levantando arena, era imposible de subestimar hasta que lo experimentabas. Su cuerpo, que había pasado su vida entera en cuartos con temperaturas controladas, nunca había anticipado esto. Zayid realmente nunca dejó que Takeyuki bajara del lomo de Aslan y caminara. Zayid había caminado al lado del caballo cuando estaba preocupado por el animal y parecía fácil. Por eso Takeyuki había asumido que podría caminar cuando se le ocurrió escapar. Comenzaba a tener dificultades para respirar. Quería descansar a la sombra de una roca o un árbol. Su garganta estaba tan seca que no podía pensar. Sólo le quedaba una pequeña cantidad de agua, pero si la bebía ahora, probablemente moriría de sed después.

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Cuando la idea de muerte inundó su mente, Takeyuki se arrepintió profundamente de lo que había hecho. Después de todo, debió quedarse obedientemente con Zayid. Si estuviera con Zayid nunca le hubiera sucedido esto. Pero era demasiado tarde ahora. Sus ojos trataban de ver a lo lejos pero no veía señales de edificios. No iba a ningún lado. El número de rocas había disminuido y lo único que lo rodeaba eran dunas movidas por el viento, tampoco se veía un oasis por ningún lado, y con cada paso Takeyuki se hundía en la desesperación. Sus inseguros pasos levantaban nubes de arena cuando tropezaba. Ya había perdido el sentido de la orientación, sólo había dado dos o tres pasos con los ojos cerrados, pero ya no podía decir en qué dirección iba. Un temblor de terror recorrió sus piernas y sintió miedo de morir. Poco después Takeyuki vio una roca con forma de hongo. Takeyuki prácticamente se arrastró hacia allá y cuando finalmente llegó a la sombra, colapsó. El sol del mediodía era malvado. La sombra era sólo un escape. Bajó la mochila, que comenzaba a sentirse muy pesada en sus hombros. Sus temblorosos dedos buscaron su botella de agua pero sólo había dejado un trago. La idea golpeó a Takeyuki como el golpe de un martillo en la cabeza. Se había presionado más de lo que hubiera creído, creyendo que tenía más agua. Su cuerpo entero temblaba ante el shock como si tuviera fiebre por malaria.

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—¡Zayid… Zayid! —Ayúdame. Las palabras se quedaron atrapadas en su garganta y lo que se escapó fue un sollozo. La mente de Takeyuki se llenó pensando en su papá, su mamá, su hermano mayor, pero cuando pensó en Zayid, sollozó sin lágrimas. Una terrible sed cerraba su garganta. No quedaba ni siquiera alguna humedad en su boca. Comenzaba a ser una tortura incluso apoyarse contra la roca. Se acurrucó en su manta, tocando la fresca arena con la punta de sus dedos. Takeyuki sintió un fuerte deseo de meter un puño de arena en su boca y en un momento más lo hubiera hecho. Pero antes de que pudiera hacerlo la consciencia desfalleció, y no pudo recaudar suficientes fuerzas, —Zayid… —Una sola lágrima rodó por su mejilla y cayó en la arena. Takeyuki imaginó la voz tensa de Zayid diciendo su nombre, pero estuvo seguro de que era una alucinación. Con una frágil sonrisa en sus labios perdió la consciencia.

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CAPÍTULO NUEVE

E

l agua caía por su caliente cuerpo, bajando por la garganta de Takeyuki. Era como si la lluvia empapara el interior de la tierra.

Más, él quería más. Sus labios temblaban, sin palabras, algo humedecía de nuevo sus labios, Una lengua prácticamente empujaba el agua dentro de su boca. Tragaba delirantemente, bebiéndolo. —Takeyuki —oyó a alguien muy cerca, hablándole. Sentía un ligero toque en su frente y mejillas. —Nngh. Takeyuki liberó un alto suspiro y abrió ligeramente sus ojos. Los sentía como si estuvieran pegados con pegamento. Le tomó un momento reconocer la cara frente a él. El largo y ligeramente ondulado cabello negro, y los ojos claros, del azul del mediterráneo. Y estaba cubierto de ropa blanca que lo envolvía de la cabeza a la cintura. —¿Zayid…? —Sí, soy yo. Takeyuki vio esos atractivos y llenos labios decir esas palabras y halló el sonido de la voz en sus oídos. Pero no podía ser. Takeyuki se había desmayado. Era un sueño.

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—¿Es esto un sueño o una alucinación? Zayid no pudo haber venido a rescatarme. —Qué amorosas cosas dices. —Zayid frunció el ceño a Takeyuki.

Pero si es mi sueño, él debería de ser más agradable. Takeyuki frunció el ceño. —Ya veo que sigues siendo rudo conmigo, a pesar de ser mi sueño. —Suficiente. Quédate callado ahora. Te agotarás si sigues hablando. Todavía necesitas más agua. Si querías ir a caminar por el desierto, era preferible hacerlo cuando hubieras aprendido un poco más sobre cómo hacer esto. En ese momento Takeyuki finalmente estuvo consciente del todo. —¿Eres… realmente Zayid? —Takeyuki —Zayid lo vio completamente frustrado, pero incluso mientras lo veía, había alegría en los profundos ojos azules.

Él estaba preocupado por mí, él vino a buscarme. Takeyuki difícilmente podía creerlo. Pero cuando vio la cara de Zayid algo realmente visceral fluyó en su interior. El corazón de Takeyuki se animó más que nunca antes. —¿No estoy muerto?

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—Si huyes de mí, ordenaré tu muerte. Siento haberte decepcionado. —La voz de Zayid estaba llena de sarcasmo, y al considerar sus palabras no estaba seguro que fueran gentiles del todo. Pero levantaba la parte superior del cuerpo de Takeyuki sosteniéndolo con más fuerza de la habitual. Takeyuki comenzó a recordar la suave y cálida sensación que todavía hacía eco en sus húmedos labios y el agua que Zayid había llevado a su interior. —Me… me gustaría algo más de agua. —Takeyuki cerró los ojos en invitación. No quería que Zayid lo alejara de él, diciéndole que bebiera de una taza ahora que había recuperado la consciencia. No podía evitarlo, quería sentirse acurrucado un poco más. También quería saber lo que se sentía recibir el agua de la boca de Zayid estando consciente. Zayid suspiró aliviado, y sin abuso o malicia, tomó un trago de agua y presionó sus labios en la boca de Takeyuki.

Oh. Takeyuki arqueó el cabeza, algo adormecido. Casi gritó, pero sus labios estaban sellados tan fuertemente que le quitaban el aliento. La fría lengua de Zayid hacía palanca para abrirse entre sus labios, el agua fluía hacia él. Takeyuki tragó delirantemente, devorando esa pequeña cantidad de agua. El agua desapareció pero los labios de Zayid permanecieron. Takeyuki no quería que se alejara, pero tampoco tocó la lengua de Zayid. —Yo-yo nunca… —Yo nunca he besado a alguien de

esta forma antes. Eso era como pequeñas explosiones estallando dentro de su cabeza.

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—Eres terrible. —Zayid chupaba la lengua de Takeyuki casi dolorosamente y lo abrazaba, apretando fuerte. Entonces dejó sus labios y se apartó. Takeyuki veía a Zayid en un suave estupor, sus brazos estaban debajo de la manta, desafortunadamente, y no podía sacarlos. Pero si hubiera podido, Takeyuki se hubiera colgado de Zayid. —Bien, eso fue una linda diversión, pero se terminó. Tenemos que movernos más al norte ahora. —¿Por qué? —el cielo ya estaba oscuro. Takeyuki pensaba que era mejor quedarse ahí, pero Zayid sacudía su cabeza firmemente. —Hay un sistema de baja presión que viene para acá. —¿Qué? Ciertamente los sistemas de baja presión se desarrollaban durante la primavera, pero Takeyuki no podía entender por qué Zayid tenía esa seria expresión. Zayid levantó a Takeyuki como si no pesara nada y lo puso de pie. El eco de sus besos no hacía nada para desvanecer la bruma en la cabeza de Takeyuki. Cuando Zayid lo llevaba en sus fuertes brazos, sintió un dulce dolor atravesándolo. Takeyuki quería quedarse de esa forma por siempre. Así como se sentía. Takeyuki se ruborizó abochornado. Había un camello en la sombra, al otro lado de la roca. Zayid dio grandes y decididos pasos sobre la arena hacia él.

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—¿Dónde está Aslan? —No iba a matar a Aslan sólo para salvarte. Lo traje hasta aquí con la intención de devolverlo a la ciudad hoy, y ajusté el trabajo para que se ajustara a mi plan. Él no tiene la suficiente fuerza como para ir detrás de un tonto que vagabundea por el desierto sin tener la más mínima idea de que se estaba alejando de la ciudad de nuevo, y luego regresar con dos personas en su lomo. Si le hubiera hecho eso a Aslan, habría cometido un error y se hubiera muerto en el camino. La seria expresión de Zayid taladraba el corazón de Takeyuki. No estaba mintiendo o bromeando, ésa era la crueldad del desierto. Takeyuki se arrepintió de su propia e increíble ingenuidad. Su ignorancia tan temeraria lo hizo temblar. —Lo siento… lo siento, Zayid. —Las lágrimas fluían de Takeyuki, incontenibles. —Llorar de esa forma no es bueno ahora. Debiste ser bueno y escucharme desde un principio. Aslan probablemente ya está en la ciudad ahora, con el comerciante que me dejó su camello. Nosotros deberíamos estar en una confortable cama ahora. Aprende tu lección y ni siquiera pienses en huir nunca de mí de nuevo. ¿Correcto?

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Takeyuki asintió sin decir una palabra, aceptando la sostenida mirada de Zayid con un brillo en sus ojos. Zayid soltó un profundo suspiro. —Un camello es más difícil de montar que un caballo, sostente fuerte de mí si no quieres caerte —Zayid lo dejó en el suelo. El camello dobló sus cuatro patas quedando en la arena. Tenía largas pestañas, amable apariencia y lindo pelo, ya cargaba con bolsas y alforjas, todo preparado para completar el viaje. —Yo voy a ir al frente. Lo que tú harás es sostenerte muy bien de mi cintura. Cuando el camello se ponga de pie, él va a empezar con sus patas traseras. Aunque sientas que te vas a caer, sólo sostente de mí y no te preocupes, no te caerás. ¿Entiendes? —Sí. —Takeyuki asintió dócilmente. Él montó a horcajadas detrás de Zayid, repentinamente el camello se levantó con las patas traseras y se puso de pie. Si Takeyuki no hubiera estado preparado para eso, probablemente habría gritado, sorprendido. Una vez que el camello se puso de pie, ellos estaban más altos de lo que Takeyuki hubiera esperado. Estaba aterrado de caerse, así que envolvió ambos brazos alrededor de las caderas de Zayid y se sostuvo fuerte, el camello empezó a caminar. Takeyuki apoyó su mejilla en la espalda de Zayid y se disculpó de nuevo, seriamente.

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—Lo siento, Zayid… Gracias por venir por mí. Me alegra que lo hayas hecho Zayid no contestó pero cubrió la mano de Takeyuki y la apretó firmemente. Me alegra que estés a salvo, pareció decir. Algo cálido y tranquilo llenó el corazón de Takeyuki y sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo. Él nunca había llorado como un bebé antes. Eso era vergonzoso, pero sus lágrimas no se detenían. Montar en camello era incómodo, eso mantenía los dientes de Takeyuki al límite. Pero sabía muy bien que no tenía ningún derecho a quejarse, así que aguantó en silencio. Avanzaron correctamente mientras Zayid veía las estrellas en el cielo nocturno. Zayid le dijo a Takeyuki que la razón por la que tenían prisa era que el khamsin se aproximaba. Aparentemente Zayid había decidido evitar dejar a Takeyuki en la oscuridad acerca de todas las cosas. Probablemente sólo lo hacía porque la situación era más complicada. —¿Qué es un khamsin? —Es “tormenta de arena” en árabe. —¿Tormenta de arena? —Takeyuki abrió más los ojos. ¿Qué tanto podrían soportar si eran atrapados por una tormenta de arena en el desierto? Sólo pensar acerca de eso aterró a Takeyuki. Su cuerpo entero tembló justo ahora, si hubiera seguido vagabundeando en el desierto Takeyuki

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probablemente hubiera muerto, y su cuerpo enterrado en la arena, perdido para siempre. —Nos resguardaremos en el escondite al que te llevé la primera noche. Las señales de la tormenta de arena están lejos por ahora. ¿Sientes la fuerza del viento? Realmente la sentía. Takeyuki se mordió el labio y se agarró más fuerte de Zayid, presionándose contra su espalda, estaba asustado. Zayid parecía el único del que podía depender y se aferraría a él. —No tengas miedo. —Finalmente Zayid dijo algo que aligeró su corazón. Takeyuki vio el familiar grupo de rocas levantándose en el cielo de la noche. —No puedo creer que haya regresado aquí de nuevo. — Takeyuki estaba en choque. Había estado caminando en una dirección completamente equivocada. —Haz de haber batallado mucho para encontrarme. —Una inocente pregunta llego a sus labios—. ¿Cómo lo hiciste? Zayid no tenía claro cómo contestar a eso, así que desvió la pregunta. —Bueno, tú sabes, oí tu voz gritándome y llorando. O quizás ya hay lazos inquebrantables entre nosotros y Dios me guió hacia ti. —Eres un tonto. —Por alguna razón Takeyuki se sintió avergonzado y bajó la mirada.

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Podía sentir el calor del cuerpo de Zayid en su mejilla. Se alegraba de estar vivo. Takeyuki le agradecía fervientemente por eso. Llegaron al escondite, Zayid hizo que Takeyuki cargara las mochilas que desató del camello, y que entrara, él iría a dejar al camello protegido en una cueva cercana y regresaría. Por el aullido del viento estaba claro que la tormenta se acercaba. Si hubieran tardado un poco más en llegar, ambos y el camello hubieran quedado abandonados a su suerte en la mitad del desierto. La tensión recorrió la espalda de Takeyuki. —Cuídate y regresa lo más pronto que puedas. —Lo haré, no te preocupes. —Zayid contestó amablemente. Tomó a Takeyuki por los hombros y le dio un ligero beso en los labios, entonces presionó suavemente entrando. Mientras Takeyuki se quedaba en blanco a causa de la sorpresa, la arena empezó a ser levantada por el viento. El camello bramó, también estaba asustado con el cambio del clima. Angustiado y con el corazón acelerado, Takeyuki entró al escondite y encendió un fuego en la pila de madera seca con unos cerrillos, como había visto hacer a Zayid. Zayid le había enseñado cómo e incluso Takeyuki podía hacer eso. Esperó tranquilándose, rezando. Veinte minutos después Zayid finalmente regresó, su ropa estaba cubierta de arena. El fuerte viento había desordenado la blanca tela que cubría su

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cabeza, y cuando la sacudió, granos de arena cayeron al suelo. Zayid estaba perfectamente calmado. —¿Quieres algo de café? —Bien. Realmente Takeyuki quería saber más sobre las tormentas de arena, pero Zayid estaba tan perfectamente sereno y calmado que Takeyuki trató de no pensar más en eso. Zayid conocía el desierto bien. Lo menos que Takeyuki podía hacer era no fatigar más a Zayid. —Amarré al camello en una cueva. El animal estaba nervioso, así que me quedé un momento. No te sentiste solo ni lloraste mientras no estaba, ¿verdad? —No soy un llorón —Takeyuki gritó enojado, y Zayid se rió satisfecho y asintiendo. —Así es, buen niño, e incluso prendiste fuego para nosotros. —Palmeó la cabeza de Takeyuki. Takeyuki estaba envuelto en expansivos sentimientos de felicidad. Una idea repentinamente se le ocurrió. Podría realmente no ser tan malo vagar por el desierto con Zayid, molestándose uno al otro como ahora. Se sentaron frente al fuego, Zayid tomó una olla especial para café turco llamada cezve, le agregó agua, café y azúcar, y la dejó en el fuego. —Esto se calienta lentamente y le da un mejor sabor al café.

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Takeyuki asintió interesado, viendo lo que Zayid hacía con fascinación. Mientras esperaba que el agua hirviera, Zayid revolvía el contenido de la cezve ocasionalmente, hasta que el café empezó a burbujear dentro de la olla y la retiró del fuego. Sirvió café en dos tazas. —Ten cuidado, está caliente. Bébelo cuando los granos de café se queden en el fondo, entonces tomas de la parte superior. ¿Entiendes? —Sí, Mustafá me explicó cuando fuimos a una cafetería en la ciudad. —El nombre de Mustafá salió de su boca con toda naturalidad, se quedó con la boca abierta y torpemente bajó la mirada. Pensó que Zayid no querría oír de su vida antes de su encuentro. Pero aparentemente sus miedos eran infundados. Moviendo su café para que se enfriara, Zayid preguntó tranquilamente: — ¿Quién es Mustafá? —Es un hombre originario de Cassina, que trabaja en la embajada japonesa. Es muy inteligente, agradable, y sensato, pero no lo escuché y entré solo al mercado, y fue ahí donde los bandidos me atraparon. —Ya veo. —Zayid miró a Takeyuki burlón. Las maderas en el fuego arrojaban chispas. Las chispas cayeron cerca de Takeyuki, rápidamente se movió hacia atrás, sorprendido. Eso lo acercó a Zayid, pero Takeyuki no se separó. —¿Qué tan viejo es Mustafá?

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—Um. —Takeyuki inclinó la cabeza preguntándose cómo contestar. No estaba seguro de saberlo, pero recordó cómo le había contestado—. Oh… Él dice que tiene la misma edad del príncipe Ashif. —Takeyuki contestó tomando un trago de la parte superior de su café turco. El fuerte sabor se distribuyó por su boca, el caliente líquido llegó a su estómago y se sintió aliviado, dándole la sensación de estar vivo de nuevo. Era extremadamente afortunado por no haber muerto en la salvaje tierra. Takeyuki ahora sabía que no era tan indiferente a lo que lo rodeaba y hubiera sido terrible morir sin haber experimentado el amor. —Creo que el príncipe Ashif cumple veintiséis este año — dijo Zayid desinteresadamente. —¿Qué edad tienes? —Takeyuki No estaba interesado en el príncipe Ashif o en Mustafá, pero sí en Zayid. —¿Cómo me veo? Cada vez que ellos tocaban algo realmente importante Zayid era evasivo. Justo como siempre, no contestaba preguntas sobre él mismo. Eso frustraba a Takeyuki y lo hacía enojar. —Por lo que sé tú podrías tener cuatro esposas, diez hijos y vivir en una extensa, lujosa y gran mansión en las afueras de la ciudad, con valiosos tesoros de todo el dinero que le has embaucado a la gente.

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—Tienes una gran imaginación, valiosos tesoros, ¿qué siglo crees que es éste? No has superado la edad de “Las Noches de Arabia”, ¿verdad? —Aquí… aquí estás de nuevo. —Takeyuki sintió ponerse más rojo que una langosta hirviendo. Sus mejillas ardían, y no era porque estuviera sentado junto al fuego. —Desafortunadamente —Zayid vio a Takeyuki por la orilla de su tasa—, ya no tengo esa responsabilidad. Su voz era tranquila y calmada, pero sus palabras mostraban un poco de emoción. —Ey… —Takeyuki trató con algo nuevo. Mantuvo su cara hacia el fuego para evitar la vergüenza. Pero todavía sentía los lóbulos de sus orejas quemando. Tenía que tomar el valor y la determinación para decir esto—. Sabes, que si quiero, podría… quedarme aquí, contigo. Zayid se congeló. —¿Qué es lo que quieres decir? —En contraste con un momento antes su voz sonaba sorprendida y precavida. Su tono parecía amonestar a Takeyuki por decir impertinencias. —Sólo pensé en dejar mi vida actual por un poco de diversión. —¿Diversión? No has aprendido a tenerle miedo al desierto. —Lo tengo, ¡demasiado! —Takeyuki contestó honestamente girándose hacia Zayid, quien empezaba a oírse colérico—. Lo aprendí, Zayid. Estoy avergonzado de subestimar al desierto tan

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mal. Lo que quiero decir no es que me quiera quedar en el desierto para siempre, pero… um… quiero quedarme contigo. —Y que es tan superficial. —Los ojos de Zayid estaban pintados de incredulidad. Takeyuki tragó audiblemente, dejó la taza vacía en la arena entre ellos y se giró completamente frente a Zayid. —No sé por qué —su voz llena de vergüenza. Takeyuki parpadeó rápidamente. Estaba extraordinaria y torpemente exponiéndose a la mirada de Zayid. Era la primera vez que hablaba con otro hombre sobre sentimientos como esos. Takeyuki estaba actuando tan extraño que no se reconocía a sí mismo. —Takeyuki. —Después de un corto silencio, Zayid se puso de pie y empezó a caminar a la entrada de la cueva. —¡A dónde vas, Zayid! —Takeyuki se levantó también. Pero Zayid le ordenó que se quedara donde estaba, su voz no permitía argumentos, y Takeyuki se sentó sin discutir, incluso sin saber por qué. El poderoso señorío, la abrumadora autoridad que manifestaba Zayid en extraños momentos como ese, era difícil de resistir. —Gírate hacia el fuego. Estás exhausto por tu pequeña escapada de hoy, quédate justo donde estás. Queriendo discutir pero completamente incapaz de hacerlo, Takeyuki obedeció la orden de Zayid y vio a las chispas danzar en el fuego. Pero escuchaba cuidadosamente.

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A espaldas de Takeyuki, Zayid hablaba en voz baja. —Lo siento, mis bromas fueron demasiado lejos, no creí que te tomaras en serio lo de que te desposaría. Sólo lo dije para molestarte. No hay ningún profundo significado en eso. Takeyuki no tenía idea de por qué decía eso, así que se quedó en silencio, mordiéndose suavemente el labio inferior. —Eres el hijo de un hombre rico del Japón, ¿no es así? Tenías escolta de la embajada contigo, así que yo supongo que tienes una relación cercana con el emperador. —No, para nada. —Takeyuki contestó vagamente. Ellos habían estado ligeramente relacionados cinco generaciones atrás, pero Zayid no necesitaba saberlo. —Bueno, tú sigues siendo un ingenuo y mimado niño rico de cualquier modo. Yo no debería haberte molestado. Era todo una broma, Zayid no tenía el más mínimo interés en Takeyuki. Básicamente había dicho eso. Su apasionado beso había sido sólo un impulso. Nada más que una extensión de los esfuerzos de Zayid por salvar la vida de Takeyuki desde el principio. Eso era lo que estaba diciendo. Incluso el beso que compartieron cuando llegaron al escondite la primera vez no tenía significado. Él estaba negando todo lo que ellos habían compartido. Los hombros de Takeyuki cayeron. —Ya veo. —La voz de Takeyuki era seria.

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—Lo siento si te confundí. —Zayid se disculpaba también en un solemne tono—. Se oye que el viento ha disminuido, voy a revisar al camello. —¡Zayid! —Takeyuki se giró justo en el momento en que Zayid atravesaba el pasillo de salida. Takeyuki estaba en conflicto. Cómo debería saludar a Zayid cuando regresara. Estaba bien seguro de que Zayid aceptaría su oferta, pero aparentemente en el último momento Takeyuki había comenzado a ser una carga para él. Quizás Zayid había perdido el valor cuando descubrió que Takeyuki era de una antigua familia de dinero. Pero eso era tan improbable. Como si el hombre que mantenía a Takeyuki a su merced con su atrevida arrogancia, al final pudiera preocuparse por algo como eso. Takeyuki simplemente no podía aceptarlo tan fácilmente. No lo entendía. Se acostó en la alfombra sobre la arena y cerró los ojos. La cara de Zayid inmediatamente llegó a su mente. Takeyuki sintió una opresión en el pecho y se llenó de una dulce y amarga sensación. —Eres un idiota. Yo no estaba bromeando. ¡Imbécil! Takeyuki tomó un puño de arena y lo lanzó contra la pared, lo hizo una y otra vez antes de comenzar a llorar de amargura y furia. Algo estaba seriamente equivocado con sus conductos lagrimales esa noche. Nunca había llorado tantas veces en un día. Takeyuki lloraba y lanzaba arena a la pared, pronto sus brazos se sintieron agotados y sintió sueño. Su brazo cayó a su

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lado salpicando arena sobre su cabello. Justo cuando su cuerpo estaba cayendo por la fatiga, Takeyuki oyó que alguien llegaba y empezó a despertar. Zayid había regresado. —¿Qué haría contigo aquí? ¿Honestamente? Su aliento estaba exasperantemente cerca del oído de Takeyuki. Takeyuki cerró los ojos, estaba demasiado avergonzado para ver la cara de Zayid en ese momento. Zayid aparentemente creía que Takeyuki estaba realmente dormido. Retiró la arena del cabello de Takeyuki con sus suaves dedos. Y Takeyuki sintió que Zayid estuvo viéndolo dormir, durante un momento. Takeyuki se sentía insoportablemente nervioso y casi abrió los ojos para mostrarle a Zayid que estaba despierto, pero antes de que pudiera hacerlo, repentinamente sintió que se acercaba a su cara y antes de darse cuenta sintió un beso en sus labios. El beso solo duró un momento y Zayid se retiró, pero el corazón de Takeyuki estaba destruido como si una bomba hubiera caído en su interior. ¿Qué era eso? ¿Qué significaba? Takeyuki no lo sabía, él no entendía ni una sola cosa de los sentimientos de Zayid. Mientras esos pensamientos giraban en su mente, realmente se estaba quedando dormido, incapaz de seguir enfocándose en esos pensamientos. Quizás las cosas serían diferentes por la mañana. No… probablemente nada cambiaria. Eso fue lo último que pensó.

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CAPÍTULO DIEZ

C

onsiderando que Takeyuki se había agotado el día anterior, Zayid no podría culparlo del todo. Cuando salió de la cueva esa mañana, la tormenta de arena había terminado y el cielo estaba claro sobre sus cabezas. Al parecer ese día sería caliente, demasiado. Tan pronto como terminaron su desayuno, subieron al camello y salieron. Zayid dijo que esta vez no irían al oasis. Incluso desde que se despertaron y vieron al otro, Zayid había estado más tranquilo que de costumbre, y esas directas palabras eran las únicas que había pronunciado. Zayid estaba furiosamente callado, pero realmente no estaba enojado. Algo parecía estar desgarrando su corazón y estaba ocupado pensando. Así que él no podía molestarlo por nada. Esa era la impresión que Takeyuki tenía. Sosteniéndose con ambas manos de la cintura de Zayid, mientras incómodamente se mecían en el camello, atravesaban el ardiente desierto. Esta vez era claro incluso para Takeyuki que Zayid se dirigía a la ciudad. Cuando llegaran quizá podría llevar a Takeyuki a la embajada de Japón. Takeyuki se sentía más seguro con esa esperanza. Normalmente no debería necesitar esperanza para algo como eso. La depresión, impaciencia y desolación de Takeyuki iban en aumento.

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La noche anterior Takeyuki había logrado tener valor y hablar sobre sus sentimientos a Zayid, pero él le había contestado “no”. Cada vez que Takeyuki le hablaba a Zayid éste se sentía extrañamente incómodo y los sentimientos pasados lo atravesaban. Zayid había capturado a Takeyuki primero, pero ya no tenía intención, como al principio, de reclamarlo como su propiedad. Desde el momento en que Takeyuki le dijera que quería estar con él, Zayid se mostraba aturdido, como si se hubiera asustado de las cosas que había hecho, y hablaba como si quisiera olvidar todo lo sucedido entre ellos. Takeyuki estaba decepcionado, quería maldecir a Zayid por su cobardía. Quizás Zayid pensaba que las palabras de Takeyuki de la pasada noche se debían a una locura temporal. Ciertamente sucedieron inmediatamente después de que Takeyuki sobrevivió a su encuentro con la muerte. Así que era difícil considerar que Takeyuki estuviera en control de su mente. Él había conocido el real miedo a morir y en ese momento Zayid era lo único en el mundo en lo que podía confiar. Eso intensificó sus sentimientos y lo empujó a hacer la declaración de que quería estar con Zayid. Takeyuki no podía negarlo. Sólo que él realmente había querido decirlo. El corazón de Takeyuki punzaba de desolación. Sentía, con cada paso del camello, más y más cerca el momento de su separación de Zayid. Su hermano y cuñada estarían esperándolo cuando llegara a la ciudad. Ellos debían estar muy preocupados. Y Mustafá posiblemente hubiera sido atacado por todos debido a su falla.

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Cuando dejó que las imágenes de lo sucedido llegaran a su mente, Takeyuki dolorosamente reconoció cuán imposible era permanecer con Zayid en la realidad. Si sus padres se habían enterado del incidente, estarían volando desde Japón a Cassina, y la situación estaría peor. Podía imaginar que el secuestro de una persona japonesa podría causar un incidente internacional. El efímero capricho de Takeyuki podría imponer una pesada carga a todo tipo de personas. Zayid era importante para él, pero antes de que pudiera angustiarse por eso su primera preocupación era cuidar de todo lo demás. Pasaron el sol del mediodía a la sombra de unas rocas, cuando la temperatura bajó ligeramente volvieron a salir. Mientras avanzaban, la conversación entre ellos era la mínima necesaria. Ambos estaban atrapados en sus propios pensamientos. Y a pesar del silencio ninguno parecía tener tiempo para preocuparse por eso. Era un diferente tipo de silencio que los compelía a permanecer callados. El sol se metió y la noche regresó al desierto. Zayid detuvo el camello antes de lo usual. —Dormiremos aquí esta noche. Habían pasado horas desde la última vez que le hablara, y el corazón de Takeyuki se aceleró, sólo con oír la ruda e imperiosa voz de Zayid. Sabía que era extraño pero no podía hacer nada por evitarlo. Ambos eran hombres. Pero estaba inapropiadamente consciente de Zayid. Takeyuki nunca antes en su vida se había sentido de esa forma.

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—¿Qué está mal? —Frunciendo el ceño, Zayid veía a Takeyuki, quien miraba al firmamento en ese momento. —Oh… No es nada, lo siento. Mientras crecía fuertemente con cada momento la certeza de que el tiempo de su separación se acercaba, Takeyuki se sentía molesto consigo mismo por su ineptitud y vergüenza. Sabía que debía hablar con Zayid acerca de las cosas mientras todavía tenían oportunidad, pero cuando realmente lo tenía de frente su mente se quedaba en blanco y no se le ocurría nada. Nunca imaginó que podría ser de esa forma. El miedo, la ira, y la incertidumbre que sintiera la noche que Zayid lo había capturado, ahora parecía un sueño. Pero si realmente pensaba sobre eso, profundamente desde el centro de su corazón, sabía que se había sentido intrigado por Zayid desde la primera vez que le hablara en el avión. Tenía que admitir que se sintió atraído por Zayid. —Debe haber algunas ramas secas entre aquellas rocas, ve y consigue algunas —ordenó Zayid dándole a Takeyuki una linterna de bolsillo. Takeyuki caminó en la dirección que se le había dicho. Las redondeadas piedras calizas estaban a unos cincuenta metros. Takeyuki deseó haber colocado la tienda más cerca de las rocas. No sería tan infantil para decir que estaba asustado de caminar solo en la oscuridad, pero se sentía incómodo por alguna razón.

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Iluminando la arena con la lámpara de bolsillo, Takeyuki encontraba las ramas que Zayid le había pedido. Sabía que esa noche sería la última que pasarían junto al fuego. Takeyuki recolectó tantas como pudo llevar en sus brazos. Preocupado por dejar que el fuego ardiera tanto como pudiera lograr con eso. Enfocado en su trabajo, Takeyuki no notó que alguien estaba detrás de él. Cuando se agachó a levantar una rama de madera, vio por entre sus piernas unas oscuras botas. Se puso de pie sorprendido y se giró. —¿Qué estás haciendo? ¡Déjame! ¡Déjame! —Luchó desesperadamente dejando caer todas las ramas—. ¡Suéltame! ¡Déjame! Esa era la tercera vez que era secuestrado. ¿Por qué seguía sucediéndole? Takeyuki quería gritar y maldecir a la persona. Esto es una locura, pensó. Cómo se supone que voy a

tratar con alguien si ignoro lo que quiere. Una intensa rebelión hizo explosión en su corazón. Trató de luchar más fuerte de lo que hubiera hecho antes, pero la persona era asombrosamente fuerte y Takeyuki no logró liberarse. El hombre no era más alto pero detuvo la lucha de Takeyuki como experto, y lo contuvo. —Zayid, Zayiiid —gritó pidiendo ayuda tan fuerte como pudo mientras era arrastrado. Sabía que Zayid podría salvarlo. Debía ser capaz de oírlo. Gritó de nuevo, creyéndolo—. Ayuda, estoy siendo secuestrado, ¡Za… ngh!

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Repentinamente su boca fue cubierta por una mano con guante de piel. —¡Mmf! —No podía hablar. Takeyuki movía su cabeza adelante y atrás, luchando desesperadamente. ¡No, eso era horrible! ¡Zayid! Pero Zayid nunca llegó, fuertemente asido fue arrastrado lejos. Había un jeep en las sombras de las rocas. Pudo ver que había otro cómplice sentado en el asiento del conductor. Fue empujado en el asiento trasero, su resistencia completamente inservible, y su secuestrador entró detrás de él. —¡Muévete! —El hombre le ordenó al conductor mientras cerraba la puerta. El motor del jeep rugió inmediatamente y el automóvil avanzó, las llantas apenas hacían ruido en la arena. El cuerpo de Takeyuki fue presionado con fuerza contra el respaldo. Rehusándose a rendirse, Takeyuki sacó la cabeza por la ventanilla del jeep y comenzó a gritar pidiendo ayuda. El hombre tomó sus hombros y lo jaló de nuevo al interior. —Takeyuki —la voz le resultó familiar. Se giró sorprendido y vio la cara de Mustafá, el árabe miembro del personal de la embajada. Sus ojos se abrieron más, asombrado. —Mustafá, ¿cómo tú…?

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—Takeyuki —Mustafá envolvió sus brazos alrededor de Takeyuki una vez más. —Estoy tan feliz de que estés a salvo. Tan, tan feliz. —Mustafá… La voz de Mustafá temblaba, Takeyuki sintió una opresión en su pecho, encontró que era imposible hablar sin balbucear. Nunca imaginó que Mustafá lo rescataría. Sus pensamientos eran un caos debido a la sorpresa, la alegría y el alivio. La vergüenza por los problemas que le había causado a la gente, y el dolor de haber sido forzado a dejar a Zayid, sin siquiera decirle adiós, brotaba en su interior. —Lo siento. Siento haberte preocupado, fui muy estúpido y lo siento. —Takeyuki se disculpaba con los ojos llenos de lágrimas. Mustafá sacudía su cabeza una y otra vez, mostrando sus dientes en una gran sonrisa y sus ojos también llenos de lágrimas. —¿Estás bien? ¿No te lastimaron? —Mustafá preguntó viéndolo a la cara, se quitó los guantes y acunó la cara de Takeyuki con ambas manos, acariciándolo. Takeyuki, avergonzado, bajó la mirada. —El cónsul, su esposa y el embajador han estado muy preocupados. Debes prepararte para el regaño. —Sí... fue mi culpa. ¿Alguien vino del Japón? —No. Tu hermano juzgó que era mejor no decir nada durante un tiempo. Debíamos ser capaces de dar contigo esta

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noche, si teníamos suerte, no había necesidad de causarle preocupaciones a tus padres. La respuesta de Mustafá alivió a Takeyuki. Su hermano era tan sensato, que tendría que agradecerle por eso. —Todavía no sé cómo me encontraron. —Bueno —Mustafá sonrió significativamente—, envié a un ladrón a atrapar a los ladrones. Takeyuki no lo entendió, pero dudó que Mustafá le explicara si preguntaba, así que selló sus labios. —¿Te maltrataron? —Mustafá preguntó de nuevo. Takeyuki sentía que Mustafá había detectado lo difícil que había sido para Takeyuki dejar al hombre que lo secuestró, y se sintió extrañamente avergonzado. —No… de hecho él me salvo cuando huí adentrándome en el desierto, sin pensar. —Oh, ¿en serio? —Ese hombre no fue quien me secuestró ese día. —Lo sé. Nosotros interrogamos a los bandidos que te secuestraron en el mercado. Ellos pretendían no saber nada, pero una vez que lo aceptaron, dijeron que alguien te robó de ellos. —Él me iba a llevar a la embajada mañana, así que por favor…

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—No te preocupes —Mustafá dijo confidencialmente, aliviando las preocupaciones de Takeyuki—. Nadie cuestiona su inocencia. —Bien —Takeyuki suspiró aliviado y los inteligentes ojos de Mustafá lo vieron directamente—. Al parecer el “Halcón del Desierto” atrapó más de lo que negoció en esta ocasión. Takeyuki lo miró sorprendido. Él podía ver las luces de la ciudad sobre los camuflados hombros del soldado que conducía, había pasado mucho tiempo desde que viera las luces artificiales de la ciudad. Takeyuki finalmente sintió la realidad del hecho de que llegaba a casa, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Después de todo, la metrópoli era un lugar más reconfortante. Al entrar a la ciudad el paisaje urbano le resultó familiar. Takeyuki realmente no podría adaptarse a una vida fuera de la urbe. Incluso aunque disfrutara la novedad durante un tiempo, sabía que sufriría si lo hacía por siempre. Zayid debió entender eso. Solamente hasta ahora Takeyuki lo entendió. Zayid era, después de todo, un hombre que vivía en un mundo diferente al de Takeyuki. Trataba de dejar a Zayid fuera de sus pensamientos, pero sabía que era difícil de aceptar. Las dudas y el remordimiento inundaban su corazón. Los sentimientos que calentaron su corazón hasta el punto de quemarlo, no eran fácil de olvidar.

Desearía que pudiéramos haber dormido juntos. Cuando se dio cuenta de su pensamiento, su atrevido deseo hizo que se ruborizara. Se estaba comportando como un tonto.

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Ambos eran hombres, y lo más importante, si Zayid realmente hubiera estado interesado, hubo muchísimas oportunidades para hacerlo. De hecho, Zayid podía ejecutar lo que le había dicho a Takeyuki, pero era evidente que sólo estaba bromeado con él. Entre más pensaba en eso, Takeyuki más se decepcionaba. Tratando de cambiar su humor, Takeyuki se giró para ver el escenario, el fluir de los autos. El jeep ya había llegado a la calle principal, aunque seguían en las afueras. Si seguían por ese camino pronto estarían en el corazón de Raz, la ciudad capital. Viendo la pálida luz de las farolas de la calle, una detrás de otra, Takeyuki imaginaba principalmente la cara de Zayid. Dudaba poder encontrar a un hombre que le dejara tan intensa impresión de nuevo. Pero sin importar cuánto lo persiguiera Takeyuki, nunca sería capaz de tenerlo. Tenía que renunciar a Zayid y olvidarlo lo más pronto posible, a pesar del dolor que le causaba. —¿Takeyuki? —Mustafá le hablaba tímidamente, y Takeyuki se giró hacia él. —¿Te gustaría quedarte esta noche en un cuarto de invitados en la embajada? Todo el mundo está ahí, esperando noticias de tu rescate. Claro que Takeyuki no tenía objeción. Sentía tanta mortificación por lo que le había hecho a todo el mundo, que su cabeza cayó profundamente, asintiendo.

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—Entonces creo que mañana será posible que te reúnas con el Rey, para decirle que todo está bien. Takeyuki reaccionó a eso con un impactante sobresalto. — Q-que, yo no sé qué decirle… Quiero decir… —Todo estará bien, el Rey Muhammad es una persona muy amable. Pero… ¿por qué se enteró el Rey acerca de lo que me sucedió? —Eso fue sólo pura casualidad. El día que fuiste secuestrado, el embajador y tu hermano tenían una audiencia programada desde hacía días para conocer al príncipe Ashif, quien finalmente había regresado, así que ellos se encontraban en el palacio. Cuando recibieron el primer reporte, el Rey y el príncipe se enteraron también del incidente, y bueno, desde entonces han estado profundamente preocupados. Takeyuki apenas podía creerlo. No solamente iba a ser regañado por su hermano y tener que disculparse con el embajador, sino que iba a tener una audiencia con el rey de la nación para asegurarle que todo estaba bien. Tantos pensamientos llenaban su mente, y el horror hacía que sus piernas temblaran. Él sólo sentía la vergüenza de haber considerado la posibilidad de vagabundear con Zayid por el desierto para siempre. Si lo hubiera hecho, hubiera causado una conmoción real. Treinta minutos después Takeyuki notó que el jeep llegaba a la calle de la embajada.

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Atravesaron la puerta de la embajada ante los guardias y entraron a los terrenos de la hermosa propiedad, con su edificio de tres pisos todo iluminado. Takeyuki vio el reloj, eran las diez de la noche. El jeep se detuvo frente a la entrada. Mustafá salió y le dio la mano a Takeyuki. —¡Takeyuki! —¡Oh, Takeyuki! Atsushi y Masako, su hermano y cuñada, salían de la puerta principal y corrían al jeep mientras Takeyuki salía. —Oh, ¡gracias a Dios que estás a salvo! ¡Gracias a Dios! — Masako subía los brazos al cuello de Takeyuki y lo abrazaba fuerte. Con el peso de sus cinco meses de embarazo colgados de él, Takeyuki sentía que podrían caerse. —Takeyuki. —Atsushi. Cuando Masako lo dejó ir, giró su cara hacia su hermano y se disculpó humildemente, sus emociones estarían casi al descubierto ante su hermano, que veía la cara de Takeyuki ligeramente ruborizada, pero recuperó el control ahora, y su cara estaba más pálida que lo normal, e incluso más retraído y frío que nunca. Takeyuki bajó la cabeza mientras se disculpaba y la levantó de nuevo para ver a su hermano a los ojos. Mientras lo hacía, sorpresivamente sintió un marcado dolor en su mejilla izquierda.

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—¡Atsushi! —Masako gritó sorprendida—. No es razón para que lo golpees. —Quédate fuera de esto. —Pero… Masako estaba de pie entre ambos. Takeyuki, quien estaba aturdido ante el impacto de ser golpeado por primera vez en su vida. Y por su hermano, quien normalmente era muy calmado, y nunca antes había levantado la mano. El embajador finalmente llegó con ellos. —Ahora, Masako, dales a estos dos algo de tiempo, y acompáñame a tomar una taza de té. El chofer llevó el jeep a la cochera y Mustafá se disculpó entrando en la embajada. Cuando se quedaron solos, Takeyuki tocó con la punta de sus dedos su mejilla hinchada, entonces bajó la cabeza y se disculpó de nuevo. —Lo siento… Lo siento, lo siento, por hacer que te preocuparas. —¡No puedo creerlo! —Esta vez su hermano sorpresivamente lo abrazó. Su voz era gruesa y temblaba, Takeyuki nunca había oído a su hermano así antes. —Atsushi. —Takeyuki se colgó de su hermano mientras los brazos del otro lo apretaban fuerte. —¿Puedes imaginar cuánto me preocupé? ¿Que se supone que le diría a nuestro padre y a nuestra madre si lo peor hubiera

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sucedido? Tú nunca, nunca volverás a preocuparme así de nuevo. —Lo siento. —Takeyuki sólo podía repetir esas palabras como si fuera un disco rayado. No podía encontrar nada más que decir. —Has sido tan minado y eres tan ingenuo. Yo comparto parte de la culpa con todo el mundo por haberte mimado tanto. Tú eras el menor, el segundo hijo de mamá, que querían con tanta urgencia en su edad madura, que ellos nunca te dejaron aprender lo que significa el trabajo duro. Incluso aunque empieces a trabajar el próximo mes, vas a tener un trato especial por parte de tu jefe. Me preocupaba eso, así que me hizo feliz que decidieras venir a Cassina. Pensé que podría extender tu experiencia de vida un poco. Pero nunca pensé que algo tan horrible pudiera sucederte. Su hermano tragó saliva como si contuviera un sollozo, su mano acariciaba la parte de atrás de la cabeza de Takeyuki. —Cuando el príncipe me prometió que te traería de regreso a salvo y me pidió que esperara cinco días, para ser honesto, no estaba completamente seguro de poder confiar en él. Pero me alegra haber confiado. Porque ahora estás a salvo con nosotros. Puede que sea cristiano, pero esta noche le voy a agradecer a Alá. —No voy a hacer nada estúpido de nuevo, lo prometo. —Por favor, no lo hagas. Nosotros te amamos. —Takeyuki asintió y finalmente apoyó su cabeza en el pecho de su

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hermano, levantó la vista y vio los ojos de su hermano rojos, y Takeyuki estuvo seguro de que los suyos estaban igual. Cuando sus ojos se encontraron ambos sonrieron y luego se rieron. —Estás un poco quemado por el sol. La punta de tu nariz está roja brillante. —Pero no estoy demasiado quemado, considerando que he estado en el desierto, ¿verdad? —Tienes razón, es asombroso, incluso el sol del desierto te consiente. En realidad casi había muerto de deshidratación en el desierto, pero Takeyuki decidió mantenerlo para sí mismo. No había necesidad de causarle más preocupaciones a su hermano. Takeyuki estaba a salvo, gracias a Zayid. Al recordar a Zayid una punzada de deseo lo inundó. Apenas unas horas antes ellos habían estado juntos, pero ahora estaban separados y probablemente nunca se verían de nuevo en este mundo.

No puedo regresar al Japón de esta manera, pensó Takeyuki con fuerza. Pero sólo Dios sabía si podría ver de nuevo a Zayid antes de irse. De cualquier manera Takeyuki podía decir que Zayid vivía una vida respetable, pero parecía no tener conexión con la humanidad. —Ahora irás a tomar un baño y lavarte de toda esa tierra y cansancio, luego vas a dormir y mañana iremos al palacio a ver al Rey, para disculparte por toda esta conmoción. ¿Correcto?

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—Correcto, pero, ¿qué con el príncipe? —Con suerte lo veremos, pero él no es el tipo de personas que se quedan mucho tiempo en un lugar. Mientras hablaban entraron al vestíbulo de la embajada y se dirigieron al lado oeste, hacia el área de huéspedes. En el camino, cuando dieron vuelta en una esquina, se encontraron a Masako y al embajador en un juego de sofás. Takeyuki y Atsushi se aproximaron, había un juego de té en la mesa, ellos posaron sus tasas en la charola y se pusieron de pie. Takeyuki bajó la cabeza y se disculpó de nuevo. Masako se quejó de la hinchazón en su mejilla, pero Takeyuki le sonrió y le dijo: —Me lo merecía. Ella finalmente pareció confortada. El embajador sonrió y comento: —De cualquier manera, estamos aliviados. Takeyuki se calmó cuando lo dejaron solo en el cuarto de huéspedes. Inmediatamente entró en la ducha para su primer baño en cinco días. Se limpió el sudor y la tierra de varias jornadas con jabón y una esponja. Recordó la fría agua del oasis, en donde sólo lavó su cuerpo, Takeyuki dejó la esponja y miró su cuerpo enjabonado. ¿Qué habrá sentido Zayid cuando vio su cuerpo desnudo? Quizás se decepcionó por lo enclenque que era. Takeyuki no conocía las preferencias de Zayid, pero sabía que un cuerpo huesudo no se sentía bien ni ofrecía mucha diversión durante el sexo, no como un suave y seductor cuerpo. Era por eso que a pesar de todas las cosas sugerentes que Zayid le dijera, nunca le puso un dedo encima.

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Pero él me besó, y lo hizo varias veces. Mientras el agua de la ducha caía sobre su cabeza, Takeyuki cerró su mano alrededor del tembloroso miembro entre sus piernas. Masajeó su eje entero suavemente. —Ah. —Un placer que superaba sus expectativas recorrió su cuerpo e hizo que inadvertidamente gritara. Era porque pensaba en Zayid que se había excitado, y su cuerpo había reaccionado intensamente. Takeyuki imaginó que su mano era la de Zayid, y su cuerpo lo estaba rodeando en el momento en que era sumergido en la pasión. Sabía que debería sentirse avergonzado por lo que estaba haciendo, pero una vez que el fuego se había encendido dentro de su cuerpo, le era imposible apagarlo hasta que llegara a su liberación. —Oh, oh, ¡Zayid! —Un chorro de leche golpeó contra los azulejos antes de que Takeyuki gimiera fuerte. Después de su separación, Takeyuki se dio cuenta que realmente amaba a Zayid, y no sólo por el deseo de estar juntos. Era el anhelo de ser físicamente uno. No le importaba que ambos fueran hombres, nunca había amado a alguien tan desesperadamente. El dolor era tan fuerte que sentía que su corazón se haría pedazos ahora, cuando Takeyuki estaba haciendo ese tipo de cosas, pensando que eran los largos y hermosos dedos de Zayid, pero patéticamente ensuciaba los suyos.

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Se secó el cabello y se vistió en el cuarto de baño con un pijama de seda, entró en la suave cama. No necesitaba esas cosas. No necesitaba ninguna de esas cosas, sólo quería ver a Zayid una vez más. Su deseo no tenía esperanza, y empezó a darse cuenta. Enterrando su cabeza en la almohada Takeyuki mordía su llanto y sollozos, mientras pensaba en dejar el país e irse a cualquier lado —a él no le importaba dónde— en el último vuelo del día siguiente, luego de visitar el palacio. Era imposible dejar de pensar en Zayid mientras estuviera en Cassina. Takeyuki tenía esa sensación. A él no le importaba que la gente le dijera “niño de mami”. Ésa era la primera vez que Takeyuki se había enamorado seriamente de alguien. Él había vivido veintidós años y era la primera vez que sentía más cariño hacia otra persona que hacia sí mismo, o hacia cualquier otra cosa. Sintió que se había quedado dormido llorando, así que cuando despertó la siguiente mañana se vio al espejo, sus ojos estaban hinchados, la marca de su mejilla debido al golpe de su hermano había desaparecido, pero su cara se veía peor ahora. Estaba nervioso por ir al encuentro del Rey del país viéndose así. Su hermano, su cuñada y el embajador estaban desayunando juntos, todos ansiosos y animándolo. Takeyuki se sintió mal y se esforzó por animarse. Su hermano le había dicho a Masako que tuviera un cambio de ropa listo para Takeyuki, así que se vistió

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formalmente con un frac que había traído desde Japón. Era un encuentro privado, pero era con el Rey, así que las formalidades debían ser estrictamente observadas. A las diez de la mañana en punto un auto llegó por ellos, era una gran limusina negra. El embajador y Atsushi iban con Takeyuki, y Mustafá en el asiento del pasajero al frente. Mientras el auto salía, Takeyuki respiraba profundamente tratando de calmar sus terribles nervios.

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CAPÍTULO ONCE

E

l rey Muhammad III de Cassina era un apacible gobernante con una colorada y redonda cara, embellecida con una hermosa barba y bigote. Sus ojos eran café claro, y cuando la luz de sol les daba eran del color del té. Les dijo que dispensaran las ceremonias y seleccionó un pequeño cuarto de recepción en donde podrían charlar durante su audiencia. —Estoy aliviado de que al menos no hayas sufrido lesiones serias. —El rey abrazó a Takeyuki como si hubiera sido un hijo perdido y le dio un ligero beso en la mejilla—. Es doloroso para mí decir que la ley y el orden no reinan en mi país, espero contar con tribunales en el futuro y trabajar para que mi gente y mis huéspedes estén un poco más seguros. Me disculpo profundamente por este incidente. Siento mucho que hayas sido empujado a esta terrible situación, Takeyuki. Sé que esto no te deja un buen recuerdo de mi país. —Ciertamente no, señor —Takeyuki fingió diplomacia. A su lado su hermano bajaba profundamente la cabeza e interrumpía la conversación. —Honestamente mi hermano se metió en toda esta situación por sí mismo, debido a su ignorancia y falta de precaución. Nosotros hemos venido a darle las gracias por su generosidad en ayudar a rescatarlo.

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—Gracias por agregarse a nuestros esfuerzos —agregó el embajador. —No es necesario ser tan formales ahora. —El Rey les señaló a los tres hombres que tomaran asiento en los sofás, e hizo sonar una campana para que alguien llevara té y bocadillos. Los bocadillos eran una especie de galletas de azúcar llamadas sanyora que se derretían en la boca. El explosivo sabor era como a camote dulce. —A propósito, su majestad, ¿cómo se encuentra el príncipe Ashif hoy? Si él está disponible nos gustaría agradecerle su ayuda —comentó el embajador, pero el Rey sacudió la cabeza, preocupado. —Él regresó anoche. Le comenté que vendrían hoy al palacio. Dijo que se sentía avergonzado por recibir las gracias debido a que había hecho muy poco por ayudar y se rehusó a venir. Me disculpo. —Oh, no, para nada, es descortés de nuestra parte forzarlo a recibir nuestro aprecio. —Yo le enviaré sus saludos. —Es usted muy amable, gracias. La audiencia terminó después de veinte minutos, el embajador fue el que habló más, una vez que Atsushi y Takeyuki le dieron las gracias, se limitaron a escuchar en silencio el resto del tiempo. Ambos bajaron la cabeza respetuosamente y salieron del salón.

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El embajador y Atsushi regresarían a la embajada a trabajar. La misma limusina que los había llevado los regresaría. —Nosotros preparamos un auto separado para el señor Takeyuki, ¿Podría esperar en el jardín? —Bien. Gracias por tomarse tantas molestias—le contestó Atsushi. Takeyuki vio a los dos hombres y Mustafá irse, y él siguió al hombre árabe que trabajaba en el palacio hacia un jardín. El piso del pasillo estaba decorado con mármol blanco y verde en un patrón de tablero de ajedrez, cada pocos metros había pilares de mármol que soportaban el segundo piso, en la base y en la cima de los pilares había hermosos labrados. El piso estaba intensamente pulido y reflejaba la luz como un espejo. Takeyuki estaba preocupado de resbalar si no prestaba atención. El jardín era largo y rebosante de vegetación. También había muchas flores exóticas. Takeyuki giró la cabeza para verlas mientras caminaba. Sorpresivamente el guardia hizo una pausa, entonces se retiró hacia un lado y se inclinó al nivel de su cintura, haciendo una reverencia. Takeyuki estaba viendo el jardín mientras caminaba y tardó en percatarse de lo que sucedía. Sólo hasta que el guardia se apartó fue que vio a una figura parada ahí. Un hombre alto de perfil estaba apoyado en el siguiente pilar. Su blanca y muy plisada camisa blanca estaba cubierta con una prenda árabe negra de manga larga. Lujosamente

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bordada con hilo dorado. También estaba viendo hacia el jardín. Tenía sus brazos cruzados sobre el pecho y su postura estaba infundida de una nobleza que dificultaba que se aproximaran. Su cabeza estaba cubierta con una lujosa tela blanca con la orilla dorada. Ése sólo podría ser el príncipe Ashif. Takeyuki lo intuía, y vaciló, intimidado ante la situación. Takeyuki probablemente debía quedarse parado a un lado del pasillo también. Nervioso, se quedó de pie, finalmente el príncipe giró la cara lentamente viendo a Takeyuki a la cara ¿Huh? En el momento en que vio la cara, los ojos de Takeyuki se abrieron más y su boca se quedó abierta sin poder hablar. ¿Zayid? No había duda acerca de eso. Sus ojos explotaban y veía intensamente esa cara que pertenecía al hombre con el que había estado viajando a través del desierto hasta el día anterior. Era Zayid. Takeyuki estaba en estado de choque preguntándose si se trataba de un simple sueño.

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Zayid… no, Ashif, alejó la vista de Takeyuki que seguía perfectamente de pie congelado y en choque, le habló al hombre que seguía inclinado por su cintura en la orilla del corredor, sin mover un músculo. —Gracias, Hassan. —A sus órdenes. Me disculpa, príncipe Ashif. —Al parecer el hombre había llevado a Takeyuki ahí por órdenes de Ashif. Su trabajo estaba hecho, y se retiró rápidamente. Mientras eso pasaba, Takeyuki veía la hermosa cara de Ashif con total incredulidad. Pero cuando toda señal de otra persona desapareció del área y ellos se quedaron solos, se sintió incómodo. —Así son las cosas, Takeyuki —dijo Ashif con una débil sonrisa, acercándose a Takeyuki con grandes pasos. Sus ojos azules se entrecerraron con placer y revisaron el cuerpo entero de Takeyuki enfundado en un inusual traje de cola. Aparentemente disfrutó lo que vio. Takeyuki estaba nervioso y miró alrededor buscando cualquier tipo de ayuda o una vía de escape, pero desafortunadamente no había ningún lugar dónde esconderse en el enorme corredor. —¿Planeas huir de nuevo? —dijo Ashif sarcásticamente, parándose nariz con nariz con Takeyuki para bloquearle el escape. —Es-eso no es justo. —Takeyuki tartamudeaba—. Fue cobarde de tu parte engañarme.

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Takeyuki había pensado que no volvería a ver a Zayid de nuevo, había llorado lastimosamente toda la noche y había hecho cosas indecentes pensando en él. Pero ahora se le revelaba la verdadera identidad de Zayid, quien era el hermoso y encantador príncipe de Cassina. Takeyuki no pudo evitar que su cara ardiera por todas las cosas vergonzosas que había hecho bajo la mirada de ese hombre. —Lo siento por ser un cobarde —murmuró Ashif con su reconfortante voz de barítono, levantando a Takeyuki en un abrazo un momento después. —¡Z-Zayid! Su sorpresa hizo que llamara a Ashif por el familiar nombre. —¡Shh! —Ashif silenció la exclamación soltada por Takeyuki sin pensar, su cara estaba tan cerca que las pestañas de Takeyuki parecían tocarlo—. Ese nombre está prohibido aquí. Su voz era tan sensual que hizo que la cabeza de Takeyuki girara, sus emociones eran fácilmente dominadas, Takeyuki sentía que en cualquier momento sus piernas cederían. Ashif lo sostenía seguro por su cintura, así que prácticamente estaba de pie sostenido por Zayid. —Lloraste anoche, ¿no es así? —¿Qué te hace pensar que hice eso? Temblando por el hecho de que Zayid adivinara la verdad, Takeyuki lo negó fervientemente, pero Zayid sonreía satisfecho, como si afirmara que él lo había visto todo.

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—Entonces, ¿por qué tienes hinchados los ojos? Puedo reconocer cualquier ligero cambio en tu cara. —Yo-yo lloré, pero no por ti. Lloré por la felicidad de ver a mi familia de nuevo. —Takeyuki, yo nunca sugerí que hubieras llorado por mí, pero al decir eso, lo estás confesando. Takeyuki estaba atrapado, rápidamente sus pensamientos se convirtieron en un caos. No sabía qué más hacer. La única cosa que sabía era que había sido capaz de ver a ese hombre de nuevo, quien estaba sosteniéndolo tan apretadamente que apenas podía respirar, levantando su espíritu y excitación por él, más de lo que podía decir. Ashif tenía razón. Takeyuki había confesado la verdad. Ashif probablemente sabía eso perfectamente bien. No había manera de que ignorara la frenética respiración de Takeyuki. —Eres tan perverso. Me ignoraste completamente. Cada palabra que decías era para burlarte de mí, decías que era un niño y nunca me trataste como un igual. Takeyuki hacía pucheros sobre todo: no era digno de Ashif, y había sido sólo su burla, tratado como una mascota. Intelectualmente entendía que Ashif lo tratara como a un niño, pero sus emociones lo recorrían enfadándolo. —Déjame ir, por favor. ¿Cómo planeas explicar esto si alguien nos ve? —Nadie vendrá por un tiempo, me aseguré de eso.

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Takeyuki luchaba por alejarse de los brazos de Ashif, pero el hombre frustraba sus esfuerzos fácilmente y se calmó de nuevo. —No eres muy bueno alardeando, Takeyuki. Takeyuki se ruborizó por la humillación de lo que le decía tan fríamente. —¡Entonces qué! —apartó su cara, pero Ashif tomó el mentón de Takeyuki acercándolo a su cara de nuevo. Al mismo tiempo se presionaba firmemente contra las caderas de Takeyuki, empujando una pierna entre las piernas de Takeyuki. —Oh… —La rigidez en la ingle de Ashif presionaba contra lo que su obvio deseo por el otro había logrado. Takeyuki se avergonzado.

ruborizó

hasta

la

punta

de

las

orejas,

—Prométeme que no le dirás a nadie que soy el “Halcón del Desierto”, y yo en cambio haré lo que quieras que haga. —Su ardiente aliento acariciaba el oído de Takeyuki. La tentación de lo que ofrecía Zayid tenía a Takeyuki mareado. —Pero… pero… —Takeyuki no podía hablar, las palabras no subían de su garganta, sentía que podía llorar de frustración. Ashif había arreglado todo esto y Takeyuki no podía decir la simple palabra “tómame”. Era así porque los sentimientos de Ashif eran tan oscuros. Takeyuki no quería que Zayid llenara su cuerpo, sino su espíritu… pero si lo decía, Ashif, que odiaba preocuparse por algo, podría alejarlo. Takeyuki no confiaba en sí mismo.

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—Takeyuki, estás duro aquí abajo, porque me quieres, ¿verdad? Ashif no necesitaba preguntar, la prueba de la lujuria de Takeyuki era imposible de esconder. Pero Takeyuki abrió la boca para negarlo con fuerza. Sintió que Ashif sellaba su boca con sus llenos labios. —Ah… —¡Eres tan testarudo! Se alejó de los labios del hombre, y Ashif maldijo a Takeyuki, molesto, tomó el mentón de Takeyuki una vez más y presionó un feroz beso en los labios. Incluso mientras se cerraba al intenso beso, la tensión en la ingle de Takeyuki aumentaba con la fuerza de la sensualidad de Ashif. Y Takeyuki no era el único, el magnífico y robusto miembro de Ashif crecía definiéndose incluso más. ¿Podría Ashif sentir lo mismo? Una esperanza nació en el corazón de Takeyuki, que palpitó excitado. —Serás bueno ahora, ¿verdad? Retirando sus húmedos labios, Ashif acomodó el cabello de Takeyuki detrás de su oreja. Y retiró una lágrima de la esquina del ojo de Takeyuki con la punta de su dedo. —¡Te amo, te amé desde la primera vez que te vi en la sala de espera del aeropuerto! —Mentiroso, no puedo creerte, no soy tan afortunado.

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—Pero es la verdad. —Ashif insistió viéndolo directamente a los ojos. Ahora que las cosas habían llegado a ese punto, Takeyuki no tenía razón para pensar que Ashif le estuviera mintiendo. Pero la razón por la que se resistía, era que el recuerdo de haber sido rechazado en el desierto persistía en su mente. Ashif vio en silencio la expresión de Takeyuki, durante un momento, antes de adivinar lo que le molestaba. —Ah, eso. —Liberó un profundo y preocupado suspiro y sonrió con arrepentimiento—. Fui un cobarde entonces, fui injusto. Sabía que debía ser honesto contigo, pero estaba confundido y no podía tomarte. Podía sólo asentir y aceptarte como Zayid. Hubiera sido diferente si hubieras querido estar conmigo sabiendo quién soy realmente, pero no sabía cómo contestarte cuando te había engañado y sólo me conocías por un nombre falso. Ashif vio a Takeyuki directamente. —¿Quieres venir conmigo, Takeyuki? —¿Qué quieres decir? ¿De por vida? —Si puedes—contestó Ashif, controlando una rara vacilación, que hizo que el corazón de Takeyuki se inflara, al confirmar los verdaderos sentimientos de Ashif. Takeyuki rodeó con sus brazos el cuello de Ashif y lo sostuvo fuerte. —Takeyuki. —Ashif lo acercaba más.

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—Tómame, Ashif, tómame. El sol brillaba pero ahora no había diferencia con el clima, podía ser de noche o de día.

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CAPÍTULO DOCE

E

l palacio estaba dividido en áreas públicas para asuntos administrativos, y áreas privadas en donde el rey y su familia vivían. Takeyuki fue guiado a un profundo lugar en el área privada en donde se encontraba la recámara de Ashif. Solamente la cámara del Rey y el corredor que guiaba a la antigua área del Harem estaba más allá de ellos. Ahora que el harem estaba fuera de la ley esa área era la villa imperial y estaba abierta a visitas públicas. La política del Rey Muhammad era que “la cámara real se compartía con la gente” y Ashif estaba de acuerdo con ese pensamiento. La cama de Ashif era lujosa. Varios gruesos colchones cubiertos y encerrados por un dosel. Era tan grande que cinco adultos podrían fácilmente estar acostados lado a lado, Ashif llevó a Takeyuki encima de la cama completamente desnudo, y le prometió—: Solamente te amaré a ti para el resto de mi vida. Takeyuki estaba tan complacido y avergonzado que no sabía cómo actuar. Sólo movía sus pestañas tímidamente. —Afortunadamente tengo seis hermanos y hermanas, desdichadamente no se han reconocido derechos de herencia para las mujeres, pero mis dos hermanos menores comparten la sangre de mi padre y son excelentes candidatos para heredar. Incluso si no tengo hijos, eso no comprometería la línea real a mi muerte. No te preocupes por nada tonto como eso. —Está bien, Ashif.

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Ashif había pensado más allá antes de construir una relación con Takeyuki, y no había engaño en los sentimientos comunicados a través de la piel de Takeyuki. Ashif acariciaba toda la cara de Takeyuki y éste dejó salir un suspiro contenido. —Takeyuki… —Los labios de Ashif tocaron suavemente la boca cerrada de Takeyuki. Takeyuki aceptó la suave sensación y sintió un dulce dolor recorrer su cuerpo. Un delicado gemido salió de él. Le gustaban los besos de Ashif. Se sentía increíblemente bien. Takeyuki estaba extasiado, embriagado en sus besos. Sus labios se conectaban una y otra vez haciendo vívidos ruidos. Esos lindos besos robados sólo hacían que las mejillas de Takeyuki se ruborizaran. —¡Mm-ah! —Su cuerpo profundamente en su interior.

comenzó

a

calentarse

Atrevidamente atrapó con sus pies desnudos a Ashif, y frotó su dolorido miembro en el abdomen de Ashif. La punta del miembro de Takeyuki estaba húmeda y manchaba los músculos del abdomen de Ashif. —Tienes prisa. —Ashif alejó sus labios y bromeó dulcemente con Takeyuki. Takeyuki enterró su cara en el hombro de Ashif humillado. Los dedos de Ashif bajaban por el cuello de Takeyuki a su hombro, clavícula y al pezón derecho. Los pezones de Takeyuki ya estaban duros, Ashif pellizcó el derecho, entonces empezó a frotarlos y estimularlos con la

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palma de los dedos. El izquierdo lo atrapó entre sus dientes y empezó a chupar. —¡Nngh-no! —Takeyuki movía su cabeza hacia atrás ante las fuertes sensaciones, sus dedos aferrados a los musculosos brazos de Ashif. Cuando Ashif acariciaba su pecho, su cuerpo entero dolía como si una corriente eléctrica lo atravesara y Takeyuki no podía quedarse quieto. Sus caderas se levantaban y las puntas de los dedos de sus pies se flexionaban, y él gritaba, e incluso encontró su voz increíblemente erótica. —¡Ah! Mm-no… ¡no! ¡Ah! Esa no era la primera vez que su piel había sido tocada, pero nunca había dormido con otro hombre, ni sus pezones habían sido acariciados. No tenía idea de que su pecho era tan sensible. Comparado con la poca experiencia de Takeyuki, Ashif era un privilegiado en el arte del amor, y fácilmente apartó las rodillas de Takeyuki. —N-no, es demasiado… eso me va a llevar a la locura. —Entonces ve a la locura. —Ashif apartó los desesperados ruegos de Takeyuki con calmadas pruebas de afecto—. Quiero ver cómo pierdes el control. Chupaba los erectos pezones de Takeyuki —¡Anngh! —Takeyuki, perdido, gritó sin vergüenza arqueando su espalda y empujando su mentón en el aire. Sus rojos pezones atormentados por la boca y la mano se hincharon casi al doble de su tamaño. La lengua de Ashif los jalaba y empujaba, lamiéndolos incluso más, y Takeyuki sollozó.

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Ante cualquier cosa que le hiciera Ashif, la sensación que se difundía sólo podía ser llamada buena. Takeyuki estaba preocupado de que la locura lo invadiera. Nunca antes había sentido tanto cariño por alguien o deseado con todo su cuerpo. —¡Ahhh-Ashif… Ashif! Rogaba por los besos de Ashif y el hombre asaltó la boca de Takeyuki como si la devorara. Forzó los labios de Takeyuki para que se abrieran y deslizó su lengua entre ellos. —Unngh-mmph… La salvaje lengua de Ashif trabajaba dentro de la pequeña boca de Takeyuki, causando que salieran gemidos, sus lenguas se enredaban cuando ellos se chupaban uno al otro. Un lujurioso placer recorrió la columna de Takeyuki. El éxtasis causó que su espalda se arqueara y su cabeza girara. La punta erecta de su pene brillaba de humedad drenando un indecente fluido. El magnífico órgano de Ashif también pulsaba caliente. Confundido con los fuertes besos, Takeyuki sintió que la mano de Ashif se dirigía hacia sus nalgas. —Ah… Takeyuki gimió inconscientemente mientras se agarraba a Ashif. Él era grande y estaba duro como una roca, era casi como un arma.

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—Esto va a entrar en tu interior —murmuró Ashif con una excitante y sensual voz. La mandíbula de Takeyuki temblaba con miedo y temor. Iba a decirle a Ashif que era imposible, pero Zayid selló sus húmedos labios con los suyos y una vez más Takeyuki no pudo hablar. —No te asustes —continúo Ashif sosteniendo el tenso cuerpo de Takeyuki—. Te amo y seré feliz de hacerte el amor. Te gustará cómo se siente esto, como si pudieras morir, dejaré que te acostumbres a mí poco a poco, y al final será tan bueno como para hacerte llorar. Tú me perteneces, Takeyuki. Esa declaración estaba ten llena de confianza que casi era arrogancia, y hacía que el corazón de Takeyuki se agitara. Si alguien le hubiera hablado así antes, se hubiera sentido indignado, pero perdonaba a Ashif por eso. No… no lo perdonaba, sólo le parecía natural de esa manera, el encanto de Ashif era tan real e imperturbable. Podía decirse que ésa era la compostura y dignidad de la realeza. Ashif continuaba besando el cuerpo de Takeyuki por todos lados, gradualmente llevó su cabeza a la ingle de Takeyuki. —Abre más tus piernas. Takeyuki había mantenido sus muslos juntos, avergonzado, pero ahora estaba totalmente abierto. —A-Ashif —Takeyuki dijo balbuceando, pero Ashif no le prestó atención. Hasta el último vello en el cuerpo de Takeyuki le

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pertenecía a él. Así que no tenía por qué sentirse avergonzado. Así era como se sentía. Ashif, acostado entre las piernas abiertas de Takeyuki, comenzó a acariciar la palpitante erección en el centro del cuerpo con sus manos y su boca. La tragaba hasta la base y enrollaba su lengua alrededor. Prestó atención especial a la cabeza del pene y al pequeño agujero en la punta, causándole cosquillas con la lengua. Takeyuki era tan inexperto en esas cosas que jadeaba desesperadamente, contoneando las caderas y aferrándose a las sábanas. —¡Anngh, ah, detente! —olas de placer lo atravesaban. Takeyuki movía su cabeza de lado a lado y contoneaba su cadera indecentemente. —¡Nngh-no! Un lujurioso éxtasis lo instaba y luego se alejaba para volverse a instalar como una ola, y Takeyuki se sentía en el cielo y el infierno al mismo tiempo. —Yo-Yo no puedo tomar esto… Por favor… ¡A-aah! Con la intensidad del placer, Takeyuki enterraba las uñas en las sábanas y tensaba el cuerpo. —Anngh. Luces explotaban en sus ojos y la escena entera quitaba el aliento. Incapaz de contenerse, Takeyuki liberó un estridente grito mientras soltaba su impúdico fluido dentro de la garganta de Ashif, quien lo trago sin dudarlo, y pasó su lengua por cada

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centímetro del órgano de Takeyuki, una y otra vez, lamiendo incluso el pequeño agujero limpiando los remanentes en él. —D-detente… Por favor, Ashif —sollozaba Takeyuki humillado. No había esperado ser presionado a exponer su repugnante conducta. Pero Ashif nunca dudó, sostenía el cuerpo de Takeyuki lamiendo sus dedos y besando sus hombros. —Lloras como bebé. —¡Tonto! —golpeó con su puño el pecho Ashif. Ashif aceptó el golpe sin moverse. Su ancho, hermoso, seductor y bien definido pecho ni se movía con los débiles e histéricos golpes de Takeyuki, Ashif sostuvo el puño de Takeyuki fácilmente, abrió su mano y besó cada dedo. Cada movimiento era tan hábil y práctico que hizo que Takeyuki se calmara obediente. —Tienes hermosos dedos —declaró Ashif con pasión viendo las manos de Takeyuki. Había emoción en su voz—. Cualquier joya se vería hermosa en ellos. —No necesito joyas. —Entonces, ¿qué es lo que necesitas? —Ashif le devolvió la pregunta y el calor encendió la cara de Takeyuki. Vio hacia abajo y suavemente bajó su mejilla al pecho de Ashif. —Takeyuki… —Ashif mencionó el nombre como si no pudiera contener la emoción.

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Envolvió sus brazos alrededor de Takeyuki y acarició su espalda y cabeza con su palma. —Estoy siendo serio. —Yo también —contestó Takeyuki sin dudarlo. —Pero finalmente regresarás al Japón, ¿no es así? —Pero puedo volver. Ashif dejó de acariciar la cabeza de Takeyuki, quien al parecer había atrapado a Ashif fuera de guardia. Takeyuki levantó la vista y vio fijamente a los ojos azules de Ashif. —Si mis padres están de acuerdo, te juro que regresaré. Así que por favor, Ashif…

Espera por mí, no me olvides hasta que regrese. Takeyuki no dijo una palabra pero apelaba al espíritu de Ashif con la honestidad de su mirada. —Takeyuki… —La voz de Ashif estaba llena de emoción. —Si me lo permites, podría reunirme con tus padres y pedirles tu mano. ¿Estarías en contra de eso? —No estaría en contra, pero… —Takeyuki estaba en conflicto. Si no lo hubiera ofrecido él ni siquiera lo hubiera considerado, pero, ¿cómo podía pedirle al príncipe de todo un país que hiciera algo como eso? Sus padres estarían tan sorprendidos que entrarían en pánico. Nunca imaginarían que

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el príncipe de un país extranjero fuera personalmente a pedirles a su hijo. Pero Takeyuki definitivamente esperaría mejores resultados que si él trataba de convencerlos. —¿Tú harías eso? —Claro que lo haría. Ahora era el turno de Takeyuki de tragarse su dura resolución —Entonces, vienes conmigo. La verdad era que Takeyuki no quería alejarse de Ashif ni un momento. Más que contar con el permiso de sus padres, tener a Ashif para siempre hacía más feliz a Takeyuki. Takeyuki se presionó contra el cuerpo de Ashif y sintió el palpitante miembro de Ashif contra su ingle. Un intenso deseo brotó dentro de él. —Ashif… Takeyuki abandonó sus dudas y tomó el largo, grueso y lleno, miembro erecto. El órgano estaba lleno con puro espíritu, pulsando para probar los sentimientos de Ashif. El saber que sostenía una parte de Ashif, llenaba a Takeyuki de una adoración abrumadora. Ahora Takeyuki entendía cómo se había sentido Ashif cuando apasionada y cariñosamente había aceptado los fluidos de Takeyuki. Takeyuki quería darle a Ashif la experiencia del mismo placer.

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Mientras Takeyuki palpaba la erección de Ashif, Ashif pasaba sus lubricados dedos entre las nalgas de Takeyuki y encontró el arrugado agujero de Takeyuki. Aplicó lubricante en los tensos pliegues poco a poco, para no tensar más la íntima parte de Takeyuki que nunca antes había experimentado el toque de un hombre. Empezó a deslizar un dedo al interior. Primero empujo el índice hasta el primer nudillo. Cuidadosamente, sin forzarlo ni apurarse. Ashif dejó que Takeyuki se acostumbrara a la sensación de tener un objeto extraño dentro de él, y luego lo retiró, volviendo a empujarlo... Ashif estaba siendo muy paciente, manifestando el afecto en el trato. Luchando contra la humillación y el dolor, Takeyuki se enfocó en relajarse alrededor de lo que Ashif estaba haciendo en su cuerpo. Finalmente el dedo índice estuvo dentro hasta la base. —¡Ahh! ¡Nngh! Takeyuki gimió cuando sintió el dedo en el interior de su cuerpo. Pronto el dedo comenzó a moverse. —¡A-ah! No-no todavía, ¡yo… ah! —Está bien, sólo no te tenses. La voz de Ashif estaba llena de excitación. Era como si estuviera desesperado por la pasión y el anhelo de empujar su miembro dentro del interior de Takeyuki. Empujó su dedo

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profundamente en el interior de Takeyuki, quien se estremeció. Cuando imaginaba un largo objeto en su interior, seguía tensando su conducto, y apenas había aceptado un solo dedo. Takeyuki no podía evitar tener miedo. Pero era más que miedo lo que sentía, estaba sorprendido de que el cuerpo humano pudiera permitir que dos personas estuvieran juntas de esa manera, y con la anticipación, no podía negar que sentía un dulce dolor en el centro de su cuerpo. Cada vez que el dedo de Ashif salía de Takeyuki oía un húmedo ruido, mordió su labio inferior mientras libidinosamente se ruborizaba hasta los oídos. Sus rodillas estaban levantadas y sus muslos separados. Sentía su membrana interna siendo acariciada y el inequívoco placer aumentaba. Takeyuki jadeaba y gemía. El dedo entraba profundamente, tentativamente, no permitiendo que Takeyuki se sintiera nervioso. Así que Takeyuki se enfocó obedientemente en aceptar su primera experiencia. El dedo en el interior del cuerpo de Takeyuki salió. Él se sintió aliviado y respiró profundo. —Trata de acostarte sobre tu abdomen —sugirió Ashif y Takeyuki obedeció. Había muchos cojines de diferentes tamaños en la cama y Ashif seleccionó uno de entre ellos, un cojín cilíndrico. —Levanta tus caderas. Takeyuki levantó sus caderas, sin realmente entender lo que iba a sucederle. Ashif acomodó el cojín debajo de él. Takeyuki terminó en una humillante posición con sus caderas levantadas.

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Estaba tan avergonzado que trató de levantarse. Ashif empujó sus hombros y lo forzó a detenerse. Ashif besaba la espalda de Takeyuki como si tratara de calmarlo. Los besos de Ashif en cualquier lado, hacían que Takeyuki sintiera placer y asombro. —Buen niño. Besó una de sus nalgas. —Te amo. Beso la otra. Takeyuki liberó un profundo y satisfactorio suspiro y cerró los ojos. Deseaba sólo sentir los dedos y labios de Ashif. Decidió no pensar nada más. Si Ashif era el que la iba a cometer, podía aceptar cualquier indignidad. Él me ama… te amo, repetía una y otra vez en su corazón. Recordó cada mala impresión del hombre en su primer encuentro. ¿Cómo pudieron sus sentimientos haber cambiado tan completamente? Incluso Takeyuki encontraba eso misterioso. Cinco días en el desierto habían tenido ese poderoso efecto en él. En esa vergonzosa posición, acostado con la cara en la cama y el trasero al aire, Takeyuki separó más los muslos. El aire tocaba sus partes privadas que sólo habían sido juguete para los dedos de Ashif hasta ese momento. Estaba seguro que los pliegues húmedos de lubricante lo hacían suspirar de lujuria. Takeyuki estaba consciente de su propia indecencia y enterró su cara entre las sábanas.

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Por favor, que no me vea tan repugnante, casi rogaba. —No te avergüences, cada parte tuya es hermosa — murmuró Ashif honestamente, contestando al ruego no pronunciado de Takeyuki. —Mentiroso… —No miento. Es ligeramente rosa, glotonamente chuparme a su interior.

y

está

pidiendo

—¡Detente! ¡No digas eso! Takeyuki cubrió sus oídos y sacudió su cabeza. Ashif estaba provocándolo, deliberadamente trataba de avergonzar a Takeyuki diciendo cosas humillantes. Takeyuki lo sabía pero aún así reaccionaba exactamente como Ashif quería. Cómo podía Takeyuki, ingenuo como era, igualarse a Ashif, que parecía tener mucha experiencia. Los dedos de Ashif entraron en el expuesto agujero de Takeyuki. —A-angh… ¡ah! —Relájate. Takeyuki lo hubiera hecho si pudiera, sin que se lo dijeran. Tomó una profunda respiración y la soltó. Cuando exhaló, su cuerpo se relajó. Ashif metía su dedo medio junto con el índice, cubiertos de lubricante, relajando la tensión de su agujero incluso más,

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empujándose completamente al interior. Los hombros de Takeyuki temblaban y el dolor le hizo gritar. —¡Detente! No…, ¡está demasiado apretado! —Te acostumbrarás pronto —contestó Ashif fríamente. Entonces, como si quisiera alejar la frialdad de sus palabras, acarició la sudada espalda de Takeyuki, sus hombros y cabello, tiernamente. —Yo estoy haciéndolo diferente. Si haces ruidos con sólo dos dedos, nunca seré capaz de ser uno contigo. Trata de ser fuerte. Takeyuki compartía el deseo de abrazarlo y ser uno con él. Quería todo con Ashif. Takeyuki relajó los músculos desesperadamente y se concentró en tomarlo. Los dos dedos del hombre lo abrían y se movían suavemente. —¡Ah-nngh! ¡Sí, ahí! El profundo lugar dentro de él le envió una sensación de placer que se deslizó a través de su cerebro. Cada vez que Ashif lo tocaba, Takeyuki jadeaba y gemía. —¡Nn-anngh! —Se siente bien, ¿no es así? —No… cuando tú haces eso, yo… ¡ah!

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Cuando los dedos de Ashif presionaban o golpeaban contra la próstata, Takeyuki no podía contener sus indecentes gritos. Su cabeza dolía con un asombroso placer. —Takeyuki… —él deslizó sus dedos fuera del cuerpo de Takeyuki. Ashif se inclinó sobre el cuerpo de Takeyuki y en lugar de sus dedos la punta del grueso y duro órgano presionó contra él. — No sostengas la respiración —le advirtió Ashif y un momento después empujó dentro del interior de Takeyuki. —¡¡Anngh!! Eso era completamente diferente a los dedos. El grueso y duro eje estaba caliente y sólido mientras sin misericordia se empujaba más y más dentro del cuerpo de Takeyuki, causando que éste gritara y gimiera. Sus paredes eran frotadas tan inmensamente que se estremecía. Pero Takeyuki sabía que la razón de que sintiera sólo el mínimo dolor era que Ashif había lubricado su interior. —¡Oh… Ashif, Ashif! —Takeyuki gritaba y sollozaba y Ashif se apuró a darle tantos besos en la mejilla que Takeyuki nunca hubiera podido contar. —Ya estoy totalmente adentro. —La voz de Ashif era profunda y erótica.

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—¡Ah-angh! Yo siento eso, Ashif. Takeyuki claramente sentía a Ashif en su interior. Su corazón se aceleró con la emoción. Él amaba a Ashif y podría quedarse para siempre con él.

Yo no podría dejarte y vivir. Takeyuki nunca hubiera imaginado que podría caer en un dramático romance. Hacía poco más de una semana que viajó a Cassina, había planeado el viaje, pero la vida de Takeyuki había dado un giro de ciento ochenta grados. Había conocido a Ashif y al principio ambos se resistieron. Pero ellos eran como los polos opuestos de un imán que nunca pueden separarse. —¿Puedes moverte un poco? Yo no puedo esperar más y quiero correrme dentro de ti. —La voz de Ashif estaba al límite ahora. Takeyuki asintió y movió su cuerpo. El hombre se movía dentro del agujero de Takeyuki. —¡Ah… angh! —Takeyuki no podía pensar en un mayor placer. —Takeyuki… Takeyuki —gritó Ashif cayendo en la espalda de Takeyuki

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La parte de él que Ashif había penetrado estaba incandescente mientras que el ardor en su corazón era como el fuego. Un bajo gemido escapó de Ashif. Ah la prueba del

amor de Ashif está fluyendo dentro de mí. Takeyuki pensaba en el indescriptible éxtasis fluyendo a través de él y cerró los ojos. Los brazos de Ashif lo rodeaban.

FIN

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PALABRAS DE LA AUTORA

M

e alivia enviar la sexta entrega de la serie del “Aristócrata” sin ningún problema. Gracias a ustedes por haber comprado una copia de este libro. ¿Lo han disfrutado? Esta vez he intentado agregar el tema del desierto al tema de costumbre del Aristócrata. Es mi primera vez escribiendo una historia del desierto. Ha habido historias así antes (de otras empresas), donde los personajes principales sólo están relacionados con el Medio Oriente debido al ambiente, pero la historia se desarrolla en el escenario del Medio Oriente. En la historia no aparece mucho el colorido y florido tema de los palacios y harenes pero los personajes son muy activos y tuve un montón de diversión escribiendo la historia. Fue super refrescante haber escrito sobre el ambiente snob de la realeza y el ambiente de los rebeldes, hace mucho que no escribía algo así. Esta es la primera vez que he trabajado junto a la Sra. Ai Hasukama, quien hizo los dibujos para SHY Novelas. Estoy muy agradecida por los dibujos que ella hizo en medio de su apretada agenda. Siento haberle dado solo problemas. Ahora tengo un anuncio para darles. De hecho, este mes de agosto Inter-Comunicaciones lanzará un CD drama del Aristócrata y el Príncipe del

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desierto. Esto es dentro de dos meses a partir de ahora, pero espero estén satisfechos con el drama de Takeyuki y Zayid en el mundo del sonido. Estoy muy emocionada por escucharlo también. ¡Déjenme saber qué piensan! Mi objetivo para el otoño es realizar una nueva historia junto con SHY Novelas. Será la séptima serie de la serie del "Aristócrata". Para ser honestos, este tipo de historia del desierto, inevitablemente, se convirtió en una historia poco profunda comparada a los otros libros de la serie del "Aristócrata", pero ya estoy pensando en que la próxima historia del "Aristócrata" retome el curso de la vanguardia nuevamente. ¡Espero que lo compren! Hemos llegado al final del libro, así que quiero dar las gracias a todos los involucrados en la elaboración de este libro. Muchas gracias por acompañarme aquí, en la posdata. Con amor, Haruhi Tono.

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