Movimiento Feminista

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Movimiento Feminista El movimiento feminista, en el decenio de 1980-1989, se originó con 1 ruptura en las técnicas tradicionales de la terapia familiar, postulando que en la terapia no deben existir conceptos como la agresividad, las jerarquías y los sistemas mecanicistas. Se inclinan por el modelo post-Milán, que es Colaborativo, respetuoso e interesado en el significado y la ecología familiar. Los terapeutas familiares de la corriente feminista se basan en los valores de neutralidad, postulando la idea de confiar en la familia. Este modelo tomó gran relevancia a partir de 1990, por sus conceptos de modernismo y avant-gard, ya que sus teorías y técnicas evolucionaban los conceptos fundamentales en la terapia familiar, afirmando que "es inconcebible que las madres hayamos sido culpadas de todos los problemas existentes en nuestros hijos, de acuerdo con el subjetivismo del psicoanálisis y sus teorías" (Walters et al., 1991). La mayoría de los terapeutas familiares tienden a ubicar la disfunción familiar en forma interpersonal, ignorando patrones claros de patología que se estereotipan a través de la familia y fallan al no comprender la relación que existe entre éstos. El postulado feminista de igual responsabilidad para los problemas se asemeja sospechosamente a la hipersofisticada idea de culpar a la víctima racionalizando su status quo. Esta crítica es evidente en crímenes contra la mujer, como el incesto, la violación y la agresión, donde teorías como el psicoanálisis afirman que la mujer, de manera inconsciente, provoca los crímenes en su contra. Lo que el movimiento feminista enfatiza, y lo hace ver a sus pacientes, es que el arquetipo del caso familiar del padre periférico y la madre involucrada se comprende mejor no como un problema clínico sino como el resultado de un proceso filogenético formado en cientos de años. Los terapeutas familia-res feministas ayudan a conceptuar que ni el hombre ni la mujer deberían continuar con esta posición histórica. Durante el proceso terapéutico, los padres son estimulados a involucrarse más con la paternidad, no porque la madre sea incapaz, sino por ser también una responsabilidad suya y para ayudar a la madre a salir de e posición estereotipada. Este modelo no sólo postula la sensibilización de la función paterna, sino que los valores de género deberían ser reorganizados por los terapeutas familiares. Los seguidores de la corriente feminista concuerdan con el constructivismo en que no sólo pide que se traten nuevos conceptos y técnicas. Este modelo no es sólo teórico o técnico, es personal, ayuda a los terapeutas a ver sus actitudes en un espejo, a observarse a sí mismos y a sus vidas, fuera del contexto del consultorio; permite reexaminar los valores y las

estructuras de la sociedad, también a evaluar cómo se podría ayudar a perpetuar o a cambiar estos valores y estructuras. Una de las críticas al modelo feminista fue no haber aceptado todos los conceptos establecidos por este campo, lo cual repercutió en discusiones y tensiones de este movimiento con los demás modelos de la terapia familiar. El movimiento feminista de terapia tiene a sus principales precursoras en Peggy Papp y Olga Silverstein, quienes también fundaron el centro de terapia breve del Instituto Ackerman de Nueva York. Actualmente, Papp viaja por todo el mundo dando conferencia y cursos de terapia familiar. Otras pioneras de este movimiento son Betty Carter, primera mujer en Estados Unidos en fundar dirigir un centro de preparación para terapeutas familiares en Washington, D.C.; Y Marianne Walters, quien trabajaba en la clínica de orientación infantil de Filadelfia en el año de 1978. A mediados del decenio de 1990 a 1999, la corriente feminista se convirtió en significativa, varias de sus premisas no sólo se debaten sino que son aceptadas por muchos modelos. La Terapia Familiar Feminista La terapia familiar feminista es la aplicación de conceptos y sus valores a la terapia familiar, tendientes a lograr un cambio social, familiar e individual tanto para la mujer como para el hombre; su meta es liberar a los clientes masculinos y femeninos de limitaciones destructivas e innecesarias que surgen de una estructura social opresiva, para lo cual el terapeuta examina de qué manera los roles de género y los estereotipos afectan a: a) Cada miembro de la familia. b) Las relaciones entre los miembros de la familia. c) Las relaciones entre la familia y la sociedad. d) Las relaciones Esto permite a la familia considerar una amplia gama de perspectivas, conductas y soluciones, y una variedad más real y equilibrada de roles, identidad, posesión y toma del poder. Estas corrientes toman varios aspectos del pensamiento sistémico familiar en su propuesta teórica, para complementar los modelos de terapia familiar existentes, a fin de validar la experiencia de las mujeres dentro y fuera de la estructura familiar. Estructura familiar Igualdad de recursos y responsabilidades. Jerarquía y salud Separar lo personal, lo interpersonal y lo político. El "estar bien", individual y familiar. Existe una serie de puntos que guían el proceso de la terapia familiar feminista:

1. Identificar los mensajes y constructos sociales que condicionan las conductas y los roles, según el sexo. 2. Reconocer las limitaciones reales del acceso femenino a los recursos sociales y económicos, de manera que el terapeuta se abstenga de culpar a la víctima o mujer por causar o tolerar abusos físicos o psicológicos, y renuncie a incitarla a emprender precipitadamente acciones que la dejarán sola y desamparada. 3. Darse cuenta de la presencia de pensamientos o ideas sexistas que restringen las opciones de las mujeres para dirigir su propia vida, como por ejemplo la creencia de que la mujer necesita de un hombre que la mantenga, dirija y convalide, teniendo derecho a decidir sobre él control de su cuerpo. 4. Reconocer que la mujer ha sido socializada para asumir la responsabilidad de mantener la estabilidad emocional de la familia, lo cual se espera y se exige que realice de manera implícita o explícita. 5. Reconocer el dilema y conflicto que implica para la mujer, el tener y criar hijos en nuestra sociedad, donde se le antepone este rol a cualquier otra aspiración. 6. Darse cuenta de aquellos patrones que dividen a la mujer en la familia, al desear adquirir poder mediante sus relaciones con los hombres, cómo competir entre ellas por desarrollar el mejor rol de preservadoras del bien emocional de la familia, o alejar los conflictos de los hombres, a manera de protección. 7. Validar las conductas y valores característicos de las mujeres como vinculación, afectividad y emocionalidad. 8. Reconocer y aprobar las posibilidades de que la mujer tenga una red de relaciones, que sean útiles y apreciadas fuera del matrimonio y la familia. 9. Reconocer que ninguna intervención está libre de género y que tendrá un significado diferente y específico para cada caso. Asimismo, de acuerdo con Goodrich y Rampage (1989), la terapia familiar feminista establece los siguientes valores que son fundamentales para su modelo. Este movimiento plantea que el poder hasta ahora ejercido por los hombres, padres y maridos, ya no será igual, sino que retomará valores y será reemplazado por otras actitudes tendientes a desarrollar la capacidad e influencia propias para lograr el bienestar de los 'demás, del mismo modo que se hace para lograr el bienestar propio. El terapeuta feminista convierte el género en un tema (situación nunca antes trabajada en los otros modelos, del problema).

El tipo de relación que el terapeuta desea crear con los pacientes es aquélla en la que éstos lo vean como una persona honesta, expresiva, cuestionadora, segura, amable, digna de confianza, benevolente, serena, colaboradora, imperturbable y sin prejuicios, lo cual se pone de manifiesto en la terapia a medida que los pacientes exponen lo que piensan sobre sí mismos en el mundo, y el terapeuta cuestiona ese pensamiento sobre la base de su exactitud, integridad y utilidad.

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