Libre Albedrío Moral

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Libre Albedrío Moral Daniel H. Ludlow BYU Studies 15, no. 3 (1975)

El tema que me gustaría discutir es fundamental para el evangelio de Jesucristo, y sin embargo no voy a hablar principalmente de la fe, o del arrepentimiento o de la expiación. Pero la fe, el arrepentimiento, expiación, y todos los demás principios, las ordenanzas y las doctrinas del Evangelio se basan en este principio, en efecto, sería prácticamente inoperante e inexistente si no fuera por el tema que vamos a discutir, el libre albedrío moral. Con relación al principio del libre albedrío, el Presidente David O. McKay ha escrito: Junto al otorgamiento de la propia vida, el derecho a dirigir esa vida es el mayor don de Dios para el hombre… La libertad de elección es más atesorada que cualquier posesión que la tierra pueda dar. Es inherente en el espíritu del hombre. Es un don divino para todo ser normal… Todos tienen el más precioso de todos los dones de la vida, el don del libre albedrío –derecho heredado e inalienable del hombre.1

Al discutir este tópico, me gustaría empezar por el principio, pero hasta donde puedo decir, nunca hubo un principio tan lejano como el que concierne al ejercicio del libre albedrío. De acuerdo al Profeta José Smith, nuestras mentes o inteligencias –esa parte de nuestro ser con la que pensamos y elegimos y determinamos las acciones –ha existido siempre. El Profeta dijo: La mente o la inteligencia que el hombre posee es co-igual con Dios… La inteligencia del espíritu no tuvo principio, ni tendrá fin… Nunca hubo tiempo en que no hubo espíritus, porque ellos y nuestro Padre Celestial son co-iguales [es decir, coeternos]… La inteligencia es eterna y existe sobre un principio que es existente por sí mismo. Es un espíritu de eternidad en eternidad, y nada tiene de creado.2

Así, la capacidad de elección, que es un elemento esencial en el libre albedrío, evidentemente siempre ha sido parte de nuestro ser. En el transcurso del tiempo nuestra inteligencia fue vestida con un cuerpo espiritual por padres celestiales y nos convertimos en personajes de espíritu con cuerpos que tenían ojos y oídos y manos y pies. Todos nosotros sobre esta tierra tuvimos el mismo Padre de nuestros



El Diccionario de la Real Academia Española (2001, 22ª Edición) lo define: “( anticuado) Libertad de resolución” y al “libre albedrío: Potestad de obrar por reflexión y elección.” Así que, aunque la palabra misma de albedrío implica la libertad de decisión, el uso de la frase ‘libre albedrío’ nos indica que se llega a esta decisión por medio de la reflexión. N. del T.

1

cuerpos espirituales, y como vivía en el cielo, hemos sido correctamente enseñados a referirnos a él como “nuestro Padre Celestial.” Nuestros cuerpos espirituales eran capaces de grandes logros, pero también tenían serias limitaciones. Había algunas leyes que no podían obedecer, por lo cual había algunas bendiciones que no estaban a su alcance. Así, nuestro Padre Celestial nos convocó a un gran concilio en el cielo, donde propuso un plan que nos daría mayores oportunidades de crecimiento y desarrollo por medio de darnos más oportunidades de escoger. Allí se nos explicaron la importancia del libre albedrío y sus cuatro condiciones imprescindibles y esenciales: primero, debemos tener la oportunidad de escoger –esto es, la operación de la ley. Segundo, debe haber la posibilidad de la existencia de los opuestos –bien y mal, virtud y vicio; estos hacen posible el tercero, la libertad de elección –es decir, el libre albedrío. Luego, finalmente, un conocimiento de la ley y sus consecuencias. Estas cuatro condiciones son indispensables para lograr el progreso que nos permitiría llegar a ser como nuestro Padre Celestial, que era el propósito principal de este nuevo plan terrenal que propuso. Cuando vivíamos con nuestro Padre en el Cielo, no necesitábamos tener fe en si existía o no. Sabíamos que era porque le veíamos, caminábamos y hablábamos con él. Sabíamos que existía y estábamos convencidos de su existencia, pero no necesariamente convertidos a él o a sus grandes principios, porque nuestro conocimiento de él había llegado de fuentes externas, virtualmente sin esfuerzo alguno de nuestra parte. Así que para que llegáramos a un conocimiento de él y de nosotros mismos, nuestro Padre Celestial propuso que, cuando viniéramos a esta vida terrenal, un velo de olvido se colocara sobre nuestra mente para que no pudiéramos recordar nuestra existencia pre-terrenal con él. Sólo entonces, las elecciones que hacemos aquí en la tierra verdaderamente podrían venir de dentro de nosotros. Entonces nuestro Padre Celestial nos prometió que, mientras estuviéramos aquí sobre la tierra, nos daría una ley y nos proveería la posibilidad de los opuestos, dándonos libre albedrío, y enviaría ángeles y profetas para enseñarnos y nos daría escrituras para que pudiéramos aprender la ley y comprender por qué debemos cumplirlas. Así que nos prometió las condiciones necesarias en esta tierra para que pudiéramos llegar a ser moralmente libre delante de él. También en ese concilio pre-terrenal se explicó la naturaleza de la ley –que cada ley tiene consecuencias, opuestas e iguales. Siempre que una ley es obedecida, la consecuencia es una bendición que resulta en gozo o felicidad. Siempre que una ley es desobedecida, la consecuencia es un castigo que resulta en miseria o infelicidad. Esta explicación simple, y quizás demasiado generalizada, de la ley de la justicia describe cómo se logra el orden, porque en el pago de la ley, ya sea de obediencia o desobediencia, la ley regresa a un estado de equilibrio y por lo tanto se impone el orden. Entonces, la ley de la justicia siempre exige un pago. Sin embargo, otra ley también opera en el ámbito moral, la ley de la misericordia, que en modo alguno roba o viola la ley de la justicia, sino que hace posible el pago vicario de la ley quebrantada. Por ejemplo, la ley de la misericordia permite que la desobediencia de una persona 2

sea expiada por la obediencia del Salvador, a condición de que la persona que desobedeció la ley deje de ser desobediente –en otras palabras, a condición de que la persona se arrepienta. El gran plan de salvación y exaltación nos fue entonces explicado: por qué la posibilidad de que la oposición deba existir sobre la tierra y la forma en que se produciría a través de la caída del hombre, cómo la ley de la justicia exigiría un pago por la ley quebrantada, y cómo la ley de la misericordia haría posible la expiación. La explicación de estas cosas luego fue revelada al profeta Lehi, y él la enseño a su familia con estas palabras: porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo… no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal… Porque hay un Dios, y él ha creado todas las cosas, tanto los cielos como la tierra y todo cuanto en ellos hay; tanto las cosas que actúan como aquéllas sobre las cuales se actúa. Y para realizar sus eternos designios… el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí a menos que lo atrajera lo uno o lo otro… Y el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, a fin de redimir a los hijos de los hombres de la caída. Y porque son redimidos de la caída, han llegado a quedar libres para siempre, discerniendo el bien del mal, para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos, a menos que sea por el castigo de la ley… Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte… (2 Nefi 2:11, 14-16, 26-27)

Lugo nos fue explicado en este gran concilio pre-terrenal que, cuando viniéramos a la tierra, el Espíritu de Cristo sería puesto dentro de cada uno de nosotros y otro miembro de la Trinidad, el Espíritu Santo, estarán entonces en condiciones de presenciar, revelar y dar testimonio a nuestro espíritu. Entonces, aun cuando tuviéramos un velo de mortalidad sobre nuestras mentes, el Espíritu Santo podría traer todas las cosas a nuestro recuerdo, si escuchábamos a los profetas, leíamos las escrituras, y respondíamos al Espíritu de Cristo, que está dentro de cada uno de nosotros, por medio de orar a nuestro Padre Celestial. Esta vez, sin embargo, el conocimiento vendría a nosotros por medio de un acto de voluntad de nuestra parte. Lo habríamos interiorizado; habría llegado a ser parte de nuestro ser, y nadie en toda la eternidad podría quitarnos este conocimiento a menos que, por un acto de voluntad, permitiéramos que fuera arrebatado. Ahora bien, había otros fines, por supuesto, para la vida terrenal. Vinimos aquí para recibir también cuerpos físicos capaces de procrear. Pero el poder dado por Dios para tener hijos no se colocaría en el cuerpo físico hasta que hubiéramos llegado a una edad de responsabilidad y hubiéramos madurado en experiencia, para poder ejercer nuestro libre albedrío al usar estos poderes en justicia. 3

Pronto se hizo evidente, cuando este gran plan nos fue presentado, que a causa de la expiación y el principio del libre albedrío, esta vida terrenal podría convertirse en una gran período de experimentación y prueba donde, si demostrábamos ser fieles a todas las leyes dadas a nosotros por nuestro Padre Celestial, llegaríamos a ser como él es y compartiremos con él su poder y gloria. Tal vez fue cuando nos dimos cuenta de que los "hijos de Dios se regocijaban," según consta en Job 38:7. Hubo algunos, sin embargo, en ese concilio pre-terrenal que no se regocijaron. Ellos o carecían de fe en nuestro Padre Celestial, en el Salvador, en el plan del Evangelio, o en su propia capacidad o voluntad de guardar la ley que se daría a ellos, de modo que se opusieron activamente al plan de nuestro Padre Celestial. Su líder se llamaba Lucifer, “el hijo de la mañana;” conocido también como el diablo o Satanás. Lucifer no solo se opuso al plan de nuestro Padre Celestial, sino que buscaba cambiar los términos de la salvación negando al hombre su libre albedrío y destronando a nuestro Padre Celestial. Las palabras exactas del alarde de Lucifer están contenidas en el libro de Moisés: “Redimiré a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y de seguro lo haré; dame, pues, tu honra.” (Moisés 4:1) No sabemos todos los detalles del plan modificado de Lucifer, pero sí sabemos por la revelación que él “pretendió destruir el albedrío del hombre” (Moisés 4:3). Esto se puede lograr de muchas maneras, incluso ya sea negándonos la oportunidad o la libertad de elección. En cualquier caso, ni "una alma" se habría perdido. Es el pecado que causa un alma que se pierda, pero ¿cómo puede pecar una persona si no tiene la oportunidad de hacerlo? Es decir, ¿cómo puede una persona desobedecer una ley, si no tiene esa ley? El plan de Lucifer les interesó a algunos, pero no atrajo a ninguno de nosotros en esta audiencia. Vimos que, bajo su plan perderíamos el reto del crecimiento y el progreso. Nosotros no queríamos vivir en un mundo en el que estuviéramos en el mismo plano para siempre. Tuvimos la suficiente fe en nuestro Padre Celestial y en su plan, en Jesucristo, y en nosotros mismos, que queríamos vivir en un mundo donde hubiera oportunidades para un mayor desarrollo. Al mismo tiempo, estoy seguro que nos dimos cuenta que si no éramos fieles a las leyes y las oportunidades, podríamos estar incluso peor de lo que estábamos antes. Así, hubo una gran guerra en el cielo y un tema clave en esa guerra era si el hombre iba a ser un agente moralmente libre, mientras estuviera sobre la tierra. Se hizo una votación. (Por cierto, que esto mismo indica que teníamos nuestro albedrío allí; en cierto sentido Lucifer ejerció su libre albedrío en un intento para negarnos el derecho a ejercer nuestro libre albedrío.) Dos tercios de los presentes votaron a favor del plan de nuestro Padre Celestial. Un tercio votó contra el plan y no participaron en él. Así que el plan se puso en operación. Se creó una tierra física. Se prepararon cuerpos físicos para Adán y Eva. Sus cuerpos espirituales fueron colocados en esos cuerpos físicos, y llegaron a ser almas vivientes. Entonces nuestro Padre Celestial comenzó a guardar las promesas que había 4

hecho de darles la oportunidad de elegir. Hizo esto dándoles la ley, diciéndoles qué debían hacer y qué no: “Participa del fruto del árbol de la vida.” “Multiplícate.” “No participarás del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.” A través de su selección de las leyes, también les dio la posibilidad de lo contrario. Después explicó las consecuencias de esas leyes: "Come del fruto del árbol de la vida y vivirás para siempre." "Multiplícate, y tendrás gozo y alegría en tu posteridad." "Come del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y de cierto morirás." Entonces nuestro Padre Celestial hizo otra cosa: explicó las consecuencias de sus decisiones y también explicó que ellos tendrían la libertad de elegir de acuerdo con este gran plan terrenal. Nótese cómo todos estos elementos están presentes en un versículo en el libro de Moisés: Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás. No obstante, podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido; pero recuerda que yo lo prohíbo, porque el día en que de él comieres, de cierto morirás. (Moisés 3:17)

Bueno, ya conoce el resto de la historia. Lucifer y sus seguidores fueron expulsados del cielo. Para que todos nos sometiéramos a él, permitiéndole así poner su trono sobre el trono de Dios, tenía que lograr dos cosas: en primer lugar, meter el pecado en el mundo, y luego impedir a Jesucristo la expiación de ese pecado. Por lo tanto, Lucifer trató que Adán desobedeciera una de las leyes. Cuando no tuvo éxito en esto, se concentró en Eva y finalmente la sedujo para comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Eva persuadió a Adán para participar de esa misma fruta. Aunque Adán y Eva tenían gran inteligencia y poderes de razón en el Jardín de Edén, eran inexpertos, a pesar que tenía la oportunidad de escoger y la libertad de elección en el Jardín de Edén, no obstante, no eran moralmente libres, porque no tenían la comprensión plena de las consecuencias de su elección. Oh, escuchaban las palabras de nuestro Padre Celestial, “El día que de él comieras seguro morirás,” pero ¿qué era morir para Adán y Eva? El velo de olvido ya había sido puesto sobre sus mentes –no habían visto la muerte ni la habían experimentado; no podían comprenderla. Y como no comprendían plenamente las consecuencias de lo que hicieron, su desobediencia de la ley es mencionada como “transgresión,” no como “pecado,” y consecuentemente se clasifica bajo la parte incondicional de la expiación de Jesucristo. Como resultado de esas transgresiones, dos muertes entraron a la tierra: la muerte física, que resulta de su participación de ese fruto particular, y la muerte espiritual, que resultó de su desobediencia a nuestro Padre Celestial. Así que la miseria y el sufrimiento, que son las consecuencias de la ley quebrantada, entraron al mundo. Ahora, debido a las limitaciones de tiempo, saltemos 4,000 años de historia y lleguemos al nacimiento de Cristo –un tiempo que fue un periodo muy importante, en lo que se refiere a toda la humanidad. En efecto, el profeta Jacob en el Libro de Mormón dijo que, sin la expiación de Jesucristo, toda la humanidad inevitablemente debe perecer y “seríamos diablos, ángeles de un 5

diablo, para ser separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el padre de las mentiras, en la miseria como él” (2 Nefi 9:9). El plan era que Jesucristo nacería en esta tierra como el Unigénito Hijo de Dios en la carne y tendría poder sobre la muerte física. El plan también requería que Jesucristo estuviera sin pecado mientras viviera sobre la tierra, así que tendría poder sobre todas las leyes y sería capaz de expiar la muerte espiritual introducida por la caída de Adán y Eva. Lucifer sabía de estas dos características esenciales y necesarias que Cristo debía poseer. Puede haber sabido esto debido a su experiencia pre-terrenal; si no, entonces seguramente lo sabía debido a las palabras de los profetas de Dios aquí sobre la tierra. Por lo tanto, cuando nació el Salvador, Lucifer trató de todas las maneras que pudo pensar para impedir a Cristo el alcanzar su grana destino divino. Trató de hacer que negara su filiación divina, pero el Señor respondió: "He venido al mundo para hacer la voluntad de mi Padre." Intentó que Jesucristo rompiera una de las leyes, pues sabía que si él podía conseguir que rompiera una sola ley, para que cometiera un solo pecado, entonces el Salvador no tendría poder sobre todas las leyes y por lo tanto no podría expiar los pecados de toda la humanidad. Pero Jesús resistió completamente las tentaciones de Lucifer; Jesús no desobedeció ninguna ley, y por eso es mencionado en las escrituras como el Inmaculado. Jesucristo fue así capaz de expiar tanto la muerte física como la espiritual. Fue capaz de expiar la muerte física debido al poder que heredó del Padre como el Hijo Unigénito de Dios en la carne; fue capaz de expiar la muerte espiritual porque era inmaculado. La pregunta crucial siguiente era ¿estaría dispuesto a expiar esas muertes? ¿Estaría dispuesto a soportar el intenso sufrimiento y dolor que se requeriría para pagar por los pecados de toda la humanidad? ¿Estaría dispuesto a someterse a las cadenas de la muerte física y, por tanto voluntariamente romper las ligaduras de la muerte física para toda la humanidad? El Nuevo Testamento registra el drama de las experiencias del Salvador en Getsemaní, en el Gólgota, y en la tumba, en que expió plenamente por las dos muertes, conquistando tanto la tumba como el infierno y así llegar a ser el gran Salvador y Redentor de toda la humanidad. En memoria de los dos aspectos de la expiación, se nos ha mandado que cuando participemos del sacramento, participemos de los dos emblemas –el pan en memoria del cuerpo de Cristo, que dio como rescate por todos, y un líquido en memoria de la sangre de Cristo, que derramó para la remisión de nuestros pecados. (Vea Mateo 26:22-25, Versión Inspirada) Como resultado de la expiación de Jesucristo todos somos liberados de la esclavitud de la transgresión original de Adán y Eva, como también de todas aquellas transgresiones que cometimos antes que llegáramos a la edad de responsabilidad. Como el mismo Salvador dijo: “Yo, Dios el Señor, os hago libres; por consiguiente, sois verdaderamente libres; y la ley también os hace libres” (D&C 98:8). Por tanto, a causa de la expiación, el alcance de nuestro libre albedrío individual está en proporción directa al número y tipo de leyes que conocemos y obedecemos. Asimismo, la pérdida del libre albedrío hoy en día se puede medir en proporción 6

directa con el número y el tipo de leyes que desobedecemos. La libertad perfecta es posible para nosotros a través de la expiación, pero sólo puede venir a través de la obediencia perfecta a la ley. La expiación de Cristo significa también que Lucifer no pudo alcanzar su meta. No puede ganarnos a todos. No puede ganarle a Cristo. Cristo ahora está más allá de su poder. No puede vencer a quienes ya vivieron sobre la tierra, obedientes a las leyes de nuestro Padre Celestial y que ahora han resucitado. Pero Lucifer trata de alcanzar una puntuación tan alta como sea posible, y lo hace tratando de impedirnos individualmente el alcanzar el gran propósito divino por el que vinimos a esta tierra, incluso el ejercicio de nuestro libre albedrío. Él puede hacerlo al negarnos cualquiera de las cuatro cualidades esenciales del libre albedrío. Puede hacerlo al negarnos la oportunidad de elegir, y trata de hacerlo a través de los gobiernos, las dictaduras, a través de la anarquía, etc. Trata de hacer esto mediante la destrucción, en nuestra mente al menos, la idea de que existe la necesidad de la oposición, y por eso nos trata de enseñar: "No hay pecado. No importa lo que un hombre hace, lo que sea que el hombre haga, no es pecado. Come, bebe y sé feliz, porque mañana moriremos." Así destruye el papel de la oposición en nuestra vida, o al menos intenta hacerlo así. También puede hacerlo al destruir nuestra libertad de elección al incitarnos a entregar nuestro derecho al libre albedrío a otras personas o a otras instituciones y permitirles tomar las decisiones por nosotros, lo que resulta en el mal que los presidentes de la Iglesia han visto en el comunismo y el socialismo y otras órdenes de este tipo. También lo hace al tratar de animarnos a no llegar a un conocimiento de nuestro Padre Celestial por no escuchar a los profetas, al no estudiar las Escrituras, y por lo tanto no saber las consecuencias de nuestras decisiones: "Las Escrituras no son relevantes hoy en día. Fueron escritas hace mucho tiempo. No hagas caso a ellas," dice. "No hay tal cosa como profetas en la tierra, terminaron en el tiempo de Cristo." O dice que los cielos están sellados; actualmente no hay revelación. Incluso dice que ¡Dios ha muerto! Así, en una u otra forma se nos trata de convencer a llegar a ser como él y estar sometidos a la miseria y la infelicidad que ahora sufre. Para lograr sus propósitos diabólicos, Lucifer puede y funciona a través de varios medios: combinaciones de negocios, gobiernos a todos los niveles, fuerzas militares, instituciones educativas, combinaciones secretas de todo tipo, e incluso familiares, maestros, e iglesias. Donde y cuando se encuentre una persona o una institución que busca destruir el libre albedrío del hombre, allí se encuentra la influencia de Lucifer. El Presidente Henry D. Moyle hablo sobre este tema con estas palabras: Todo lo que tenemos que hacer es. . . examinar cualquier movimiento que se pueda interponer entre nosotros. . . y si. . . intenta privarnos del más mínimo aspecto de nuestro libre 7

albedrío, debemos evitarlo como evitaríamos la inmoralidad o cualquiera otra cosa que sea depravada. . . . El libre albedrío es tan necesario para nuestra salvación eterna como lo es nuestra virtud. Y. . . como protegemos nuestra virtud en nuestra vida, debemos proteger nuestro libre albedrío.3

El Presidente Marion G. Romney, cuando era miembro del Consejo de los Doce, en 1957, en un discurso de bachillerato dado aquí en BYU, dio este consejo: Una de las doctrinas fundamentales de la verdad revelada es que… Dios dotó al hombre de libre albedrío (moisés 7:32). La preservación de este libre albedrío es más importante que la preservación de la vida misma… Todo lo que va en contra del hombre disfrute de este don lo persuade a no creer en Cristo, ya que Él es el autor del libre albedrío. Ahora, el mundo de hoy está en medio de una gran revolución social y política. En casi todos los departamentos de la sociedad leyes y prácticas están siendo propuestas y aprobadas cada día, lo que en gran medida altera el curso de nuestras vidas. De hecho, algunas de ellas literalmente hacen temblar los cimientos de nuestras instituciones políticas y sociales. Si quisieras separar la verdad del error en esta arena fieramente disputada, aplica la prueba de Mormón a estas innovaciones [según consta en Moroni 7:16-18]. ¿Facilitan o restringen el don divino del libre albedrío del hombre? Probada por esta norma, la mayoría de ellas caerán rápidamente en su categoría correcta como entre el bien y el mal.4

Como un ejemplo de cómo el pecado nos puede poner en la servidumbre, consideremos por un momento la Palabra de Sabiduría, porque esta es una ley física que podemos ver y comprender más fácilmente. El Señor ha dicho que el tabaco no es bueno para el hombre, esa es la ley. Tenemos nuestro libre albedrío, ya sea obedecer o desobedecer la ley. Si obedecemos la ley y no consumimos tabaco, gozamos de mejor salud que la que tendríamos si desobedeciéramos la ley. También, por obedecer la ley tenemos aún nuestro libre albedrío en cuanto a si continuaremos o no obedeciendo la ley. Sin embargo, tan pronto como desobedecemos la ley, en este caso, cuando hacemos uso del tabaco, no solamente sufrimos el castigo de una salud más pobre, sino que también prácticamente perdemos nuestro libre albedrio en la materia. La ley violada tiene una reclamación sobre nosotros; nos convertimos en esclavos de la droga, y la ley quebrantada seguirá reclamándonos hasta que dejemos de quebrantar la ley, es decir, hasta que nos arrepintamos. Y, esencialmente, el mismo principio está involucrado en todas las leyes que nos ha dado nuestro Padre Celestial. Ahora, en vez de intercalar estas conversaciones con algunas citas bíblicas, quisiera desarrollar por lo menos esto y luego simplemente citar algunas escrituras pertenecientes a los siguientes principios: 1) Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31-32)

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2) Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser el autor de eterna salvación para todos los que le obedecen. (Hebreos 5:8-9) 3) Permaneced, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de esclavitud. (Gálatas 5:1) 4) De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia; porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa. (D&C 58:27-28) 5) Y es menester que el diablo tiente a los hijos de los hombres, de otra manera éstos no podrían ser sus propios agentes; porque si nunca tuviesen lo amargo, no podrían conocer lo dulce. (D&C 29:39. La cursiva es nuestra) 6) Quien comete iniquidad, lo hace contra sí mismo; pues he aquí, sois libres; se os permite obrar por vosotros mismos; pues he aquí, Dios os ha dado el conocimiento y os ha hecho libres. Él os ha concedido que discernáis el bien del mal, y os ha concedido que escojáis la vida o la muerte; y podéis hacer lo bueno, y ser restaurados a lo que es bueno, es decir, que os sea restituido lo que es bueno; o podéis hacer lo malo, y hacer que lo que es malo os sea restituido. (Helamán 14:30–31. Las cursivas son nuestras) 7) No os engañéis; Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre siembre, eso también segará. (Gálatas 6:7) 8) El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace. (Santiago 4:17) 9) Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos 6:23) 10) Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (Juan 17:3) Una atmósfera de libertad es necesaria para la enseñanza y aceptación del evangelio de Jesucristo. Los misioneros y el mensaje del evangelio restaurado han sido recibidos por las naciones de la tierra en casi la misma proporción que aquellas naciones que han aceptado los principios de libertad. Tan entrelazados están los principios del Evangelio y los principios del libre albedrío que se han convertido casi como uno solo. Esta característica fue señalada por el presidente John Taylor ya en 1878: Además de predicar el Evangelio, tenemos otra misión, esto es, la perpetuación del libre albedrío del hombre y mantener la liberta, la autonomía, y los derechos del hombre… Tenemos el derecho a la libertad, ese fue un derecho que Dios dio a todos los hombres; y si ha habido opresión, fraude o tiranía sobre la tierra, ha sido el resultado de la iniquidad y la corrupción de los hombres y siempre ha estado opuesto a Dios y los principios de la verdad.5 9

Ahora bien, si lo que hemos estado diciendo aquí hoy es verdad, nosotros, como Santos de los Últimos Días, debemos ser el más libre de todos los pueblos sobre la faz de esta tierra. Tenemos las mismas oportunidad de escoger que la demás gente tiene, y más, porque tenemos las leyes y principios adicionales del evangelio restaurado. Tenemos todas las posibilidades de opuestos que comparten las personas, y otras más, debido a las diferencias entre el brillo del sol del mediodía del Evangelio restaurado, en comparación con la luz de la luna del cristianismo protestante y católico y la oscuridad del escepticismo, el agnosticismo y el ateísmo. Tenemos toda la libertad de elección que gozan otras personas, y más, porque tenemos las escrituras modernas y profetas vivientes para guiarnos día tras día. Así que si nosotros, como Santos de los Últimos Días no somos el pueblo más libre sobre la faz de la tierra, entonces deberíamos serlo, porque tenemos en mayor medida los componentes necesarios del libre albedrío. Ahora, en esencia, es el mensaje que he querido dar hoy, y espero que usted esté de acuerdo conmigo que el tema se podría aplicar tanto a una celebración del Cuatro de Julio o a un mitin político, como a una reunión sacramental. Sin embargo, antes de terminar me gustaría compartir con ustedes una declaración del finado Élder Richard L. Evans concerniente a este tema, que dio en combinación con la celebración del Día de la Independencia. El título del discurso del Élder Evans es “Gracias por la Libertad”: Que podamos tomar un momento de algunos de los temas secundarios y de algunos de la celebración irrelevante, y aclarar, nuestros pensamientos y nuestros corazones humildes y ponernos de rodillas y simplemente, con fervor, dar gracias a Dios por la libertad, y luego ponernos de pie con la firme resolución de preservarla contra todo lo que secreta o abiertamente pretenda hacerla a un lado. Gracias a Dios por la libertad, y por los Padres Fundadores que reafirmaron para una nación nueva, una verdad infinita, eterna: que el derecho de elegir, el del libre albedrío del hombre, es un derecho inalienable dado por Dios, y es esencial para la paz y el crecimiento y el progreso y la salvación del alma misma. Esta verdad ha sido desafiada una y otra vez, y todavía será desafiada una y otra vez. Fue desafiada en los cielos antes del principio del tiempo, por el brillante pero rebelde Lucifer. Hubo una guerra en el cielo, por la libertad. Y cualquiera que busca esclavizar a los hombres en cualquier sentido, en mente, en espíritu, en pensamiento, cualquiera que busca esclavizar las mentes, los corazones, el espíritu de los hombres, en esencia está ligado con Satanás mismo, porque “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” [2 Corintios 3:17]. Gracias a Dios por la Constitución de nuestro país, que fue creada “por manos de hombres sabios que levanté para este propósito mismo” [D&C 101:80]. Gracias a Dios por la promesa que en esta tierra escogida, los hombres serán “libres de la esclavitud, y del cautiverio, y de todas las otras naciones debajo del cielo, si tan sólo sirven” a Dios [Éter 2:12] Gracias a Dios por el derecho a escoger, por el derecho a ser lo que podemos llegar a ser, en un país libre y providente que, a pesar de sus imperfecciones, ha demostrado ser más eficaz para 10

el progreso y la felicidad humana que toda sociedad fundada en las filosofías falsas que tratan de esclavizar las mentes y las almas de hombres. Dios quiera que podamos arrepentirnos dondequiera que nos hayamos apartado de los principios de la libertad, para que podamos preservar el derecho a fallar y el incentivo para tener éxito, y vivir, como lo hicieron los Padres de la Patria, a sabiendas de que no existen sustitutos aceptables para la libertad.6

Enseñamos a nuestros hijos que cuando oren deben agradecer a nuestro Padre Celestial por las bendiciones que les ha dado. Espero que en nuestras diarias oraciones, privadas y familiares, agradezcamos a nuestro Padre celestial por la gran bendición que nos ha dado en esta tierra, el don del libre albedrío moral, y también por el derecho y la oportunidad para ejercer este don como miembros de su Iglesia y su reino y como ciudadanos de este país. Doy mi testimonio personal del hecho que nuestro Padre Celestial y su divino Hijo, Jesucristo, son la fuente de toda la verdad y libertad. Siguiendo sus enseñanzas podemos ser verdaderamente libres y podemos encontrar la alegría y la felicidad que "sobrepuja todo entendimiento." Esta es su Iglesia. El Presidente Spencer W. Kimball es su profeta sobre la tierra. Les doy hoy mi testimonio de estas cosas en el nombre de nuestro Salvador, Jesucristo. Amén. Discurso devocional dado en la Universidad Brigham Young, Julio 2 de 1974. El Dr. Ludlow es Director de Correlación para las Comunicaciones Internas de la Iglesia.

1

David O. McKay en The Improvement Era 65 (Febrero 1962):86. Joseph Fielding Smith, compilador, Enseñanzas del Profeta José Smith (México, Publicaciones de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1982), pp 437-38. 3 Henry D. Moyle en Conference Report of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, Octubre 1947, p. 46. 4 Marion G. Romney, BYU Speeches of the Year, 30 May 1957, pp. 10–11. 5 John Taylor en Journal of Discourses (London: Latter-day Saints’ Book Depot, 1878), 23:63. 6 Richard L. Evans, From the Crossroads (New York: Harper & Bros., c1955), p. 45. 2

Traducción: Max Ruiz M. Diciembre 2012

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